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“SURFEANDO” LA OLA EMOCIONAL

II. ¿QUÉ SON LAS EMOCIONES?

There is no good or bad but thinking makes it so,


dice Hamlet, o sea que
no hay bueno o malo, es el pensamiento quien lo designa así,
traduzco yo.

En mi lenguaje digo que:


las emociones no son ni buenas ni malas.
Simplemente son...

En la vida cotidiana existe una gran confusión con el tema de


las emociones, por lo general, las personas se refieren a las emo-
ciones como estados internos que pueden ser de bienestar o de
malestar y que describen con expresiones como “sentí miedo”,
“me dio una enorme alegría”, “tuve tanta rabia” o “me enterneció
verlo así”. Pero, curiosamente, en sus descripciones rara vez se re-
fieren a la parte corporal. Si se les pregunta, por ejemplo, si tienen
alguna conciencia de lo que les ocurre corporalmente, a pesar de
que reconocen que tienen una sensación de miedo o una sensa-
ción de rabia, raras veces se dan cuenta de qué acciones, gestos
o movimientos ejecutan o qué partes de su organismo se activan
con esas sensaciones.
Un ejemplo típico es lo que ocurre, por ejemplo, cuando
alguien se siente un poco triste y, aunque no se lo ha comen-
tado a nadie, viene otra persona y le pregunta por qué está
triste. Lo que ocurre es que la otra persona lo ha “leído” en
algún rasgo expresivo de su cara, en algo de la mirada o en un
cambio en la postura del cuerpo. Esto quiere decir que lo que
uno siente interiormente siempre se transmite de algún modo
al exterior. La persona que está bajo el influjo de esa tristeza
interna, no se da forzosamente cuenta de que, con la mayor

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lentitud de sus movimientos o con la mirada dirigida hacia


abajo, está muy probablemente comunicando a los otros que
tiene pena.
Lo que siempre ocurre es que, ya sea que la situación
emocional venga del mundo externo o del interno, la activa-
ción subjetiva que resulta está siempre acompañada por modi-
ficaciones de la expresión facial, de la dirección de la mirada,
de la postura corporal (todos componentes expresivos de una
emoción) y, también, por cambios en las funciones viscerales,
tales como aumento de la frecuencia cardiaca, contracciones
estomacales, rubor o palidez y, sobre todo, por cambios en la
manera de respirar.
Los seres humanos, por lo general, somos buenos detec-
tores de estos signos expresivos, pero también ocurre que al-
gunos no sabemos interpretar correctamente estos mensajes
no verbales y, en consecuencia, desvirtuamos o no tenemos
idea de lo que les pasa incluso a nuestros seres más queridos.

Defino una emoción como un complejo y dinámico estado funcio-


nal de todo el organismo, provocado por un estímulo externo o in-
terno, que implica la activación simultánea de un grupo particular
de órganos efectores (viscerales, humorales, neuromusculares), de
elementos expresivos (postura del cuerpo, gestos, expresión facial,
vocalizaciones) y de una experiencia subjetiva (la vivencia emocional
o feeling).

Coherencias e incoherencias corporales

Normalmente existe una coherencia entre el espacio interno,


subjetivo y vivencial de la emoción y su componente expresi-
vo externo, o sea que, si estoy triste, estoy sin ganas de hacer

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cosas, suspiro, mi rostro expresa esa tristeza y tengo recuerdos


tristes. Sin embargo, muchas veces hay incoherencias cons-
cientes o inconscientes. Es lo que ocurre si estoy triste, pero
me pongo a realizar una serie de acciones para ocultar lo que
siento. Esta incoherencia produce una disociación entre lo que
siento y lo que expreso, que puede ir desde lo más sutil, como
por ejemplo, “ando con la cara enojada, pero no lo reconozco
y actúo como si no fuera así” a lo más extremo, que sería el
caso del loco, que está riendo y dice que está muy triste: el
síndrome del payaso. Esto complica aún más las cosas y crea
las grandes confusiones que tenemos en el terreno de lo emo-
cional, sobre todo en el reconocimiento de lo que nos pasa y
de lo que ocurre con o en los otros.

Es importante que las coherencias en los niveles fisiológico, corpo-


ral-expresivo y subjetivo sean lo más armónicas posible y sólo se
modulen por elementos culturales antropológicamente adecuados.

Veamos un ejemplo: voy a una entrevista para mí muy


importante, decidida a actuar con firmeza para lograr trans-
mitir mis ideas de la mejor forma posible. Voy muy decidida
a presentar mis ideas con seguridad y voy con esa “postura”
interior. Pero si la postura exterior con la cual llego, es decir,
como me siento en el sillón, como tengo posicionada mi cabe-
za y adonde dirijo la mirada, no reflejan o no son coherentes
con la actitud de seguridad con la que internamente he decidi-
do presentarme, estaré, necesariamente, en una posición débil
para lograr lo que quiero.
Es evidente que la comunicación de nuestros estados in-
ternos necesita forzosamente de la corporalidad, de la cual nos
hemos olvidado bastante en estos tiempos, por darle espacio
preferencial y casi exclusivo a la mente y al lenguaje verbal.

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Un actor me contó una vez que había filmado una escena


donde él sentía que se había metido totalmente en la emoción
que debía interpretar. Estaba convencido de que lo había he-
cho fantástico. Me comentó que cuando vio la grabación, para
su gran sorpresa y desconcierto, ¡¡nada de lo que había sentido
se veía reflejado en las imágenes filmadas!!
Este es un caso extremo, ya que el actor vive de comuni-
car las emociones, de modo que el desastre de la incoherencia
es particularmente grave en su profesión. Pero ocurre algo muy
parecido en la vida cotidiana y tengo muy claro que, si quiero
llegar a esa cita decidida y firme, no puedo entrar agachada,
con la mirada vaga y la voz temblorosa, ya que esa incoheren-
cia es la que el observador o el interlocutor van a ver, aunque
internamente yo vaya muy decidida.

Cuadro 1
ELEMENTOS FISIOLÓGICOS, EXPRESIVOS Y SUBJETIVOS
QUE SE ACTIVAN DURANTE UN ESTADO EMOCIONAL

EMOCIÓN

Fisiológico Expresivo Subjetivo

Visceral Postural Interno


Endocrino Facial Personal
Químico Vocal Afectivo
Molecular Movimientos Vivencial
Respiratorio respiratorios

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En efecto, como decíamos más arriba, es necesaria la co-


herencia entre los tres niveles (fisiológico, corporal-expresivo
y subjetivo), pero eso no es todo: tenemos que aprender a mo-
dular ciertas conductas –y digo modular, no controlar– para
que se ajusten social y culturalmente al espacio en el que nos
movemos. Por ejemplo, no sería adecuado hacer una mueca de
disgusto frente a un plato de comida que no nos gusta y que
gentilmente nos ofrece la dueña de casa. En ese caso apren-
demos a ajustar nuestra expresión a los cánones de la “buena
educación”.

“...elle ne se donait même pas la peine de réprimer le frisson qui


la secouait et demeurat raidie, dans la attitude d’effroi que peut
causer le contact d’une bête dangereuse. Mais cela de durait qu’
un instant: la bonne education est fait justement pour corriger
les reflexes de la nature humaine” escribe Irene Nemirovsky,
en “Suite Française”, pág 327.

“...Ella ni siquiera intentó reprimir el estremecimiento que la


sacudió y se quedó tiesa en una actitud de pavor, como la que
puede ocasionar el contacto con una bestia peligrosa. Pero esto
no duró más que un brevísimo instante: la buena educación está
hecha precisamente para corregir los reflejos de la naturaleza
humana”

Es importante saber que la exteriorización expresiva de


esa primera y casi refleja reacción frente a un peligro o, simple-
mente, ante la repentina llegada de alguien que no nos agrada,
siempre ocurre. A menudo el espectador lo percibe sublimi-
nalmente, es decir, por debajo del umbral perceptivo y, por lo
tanto, inconscientemente.

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Al respecto siempre recuerdo un experimento que se hizo


en USA.: En una oficina administrativa, la recepcionista había
sido acusada de ser racista con las personas de color, cosa que
ella negaba firmemente. Para comprobar esto, se le solicitó a
un equipo de psicólogos experimentales que filmaran detrás
de un vidrio especial unifocal a la recepcionista recibiendo a
su público. Viendo el film, se comprobó que, cuando entraba
a su oficina una persona de color, la recepcionista aparecía re-
cibiéndola igual que a todo el mundo, pero cuando analizaron
las imágenes filmadas en cámara lenta, aparecía claramente
un gesto de disgusto en el rostro de la mujer en las primeras
imágenes, mientras recibía a la persona. Esa reacción se pudo
medir; duraba menos de medio segundo. En las imágenes que
seguían ya el rostro había cambiado de expresión y comenzaba
a reasumir una amable sonrisa.
Lo que muy probablemente ocurría era que la recepcio-
nista no estaba en absoluto consciente de su rápido cambio
expresivo, que, de alguna manera, confirmaba sus prejuicios, y
pensaba honestamente que, si bien no le gustaban los “negros”,
ella siempre trataba a sus clientes de igual forma. Por otra par-
te, seguramente el reclamo sobre el racismo de la recepcionista
venía de personas de color, quienes en los Estados Unidos son
particularmente sensibles a la discriminación racial y, por lo
tanto, tienen un umbral más bajo para percibir cualquier signo
racista como, en este caso, el gesto inconsciente de desagrado
de la recepcionista.
El análisis de las filmaciones imagen por imagen demos-
tró, efectivamente, casi como un detector de mentiras, que los
reclamos eran justificados y que la recepcionista, a pesar de
sus buenas intenciones, “derramaba” corporalmente sus pre-
juicios sin darse cuenta.
Como decíamos más arriba, la costumbre de relegar lo
corporal al último plano puede crear graves problemas de

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comunicación. Para comunicar nuestros estados internos de


manera adecuada necesitamos hacerlo por medio de una cor-
poralidad consciente. En otras palabras, no bastan las buenas
intenciones, que están en nuestro fuero interno, si no las ma-
nifestamos con la correspondiente expresividad. He llamado a
esto la “fisicalidad emocional expresiva consciente”.

¿Cómo se generan las emociones?

Las emociones se producen, en general, por una situación dada


que ocurre en nuestro entorno. Pero lo que es interesante es que
la misma situación provoca diferentes reacciones emocionales
en diferentes personas. Así, por ejemplo, si viene alguien y gri-
ta, a unos les puede dar pena; a otros, miedo; a algunos les va
a dar rabia y, a otros, simplemente, les va a resultar indiferente.
Por esta razón, para provocar una misma emoción en distintas
personas muchas veces se necesitan estímulos diferentes.
Sin embargo, la emoción, una vez desencadenada, inde-
pendientemente de la situación que la origina, va a tener carac-
terísticas fisiológicas y expresivas universales, lo que permite
que cualquier ser humano pueda hacer la distinción inmediata
entre alguien que está contento de alguien que está enojado. Es
evidente que nadie que vea a una persona dando puñetazos va
a creer que está muy contento o que está deprimido.
Las reacciones emocionales también se pueden generar a
partir de un pensamiento, una evocación o un recuerdo que se
filtra de manera irreverente en la mente. Por ejemplo, estamos
en nuestra casa felices, tendidos en una hamaca una tarde de
verano y el aire está delicioso, cuando, de repente, sin ninguna
razón, nos acordamos de algo muy triste ocurrido hace un tiem-
po y a pesar de estar en la hamaca bajo el sol, que sigue alum-
brando, el recuerdo empieza a invadirnos, poniéndonos cada

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vez más tristes, hasta el punto en que nos encerramos en nues-


tro dormitorio sin ganas de ver a nadie. Así, todo ese hermoso
día, con ese sol radiante y el ánimo apacible y feliz, desaparecen
en un segundo. De igual modo podemos encontrarnos algo des-
corazonados y tristes, y el súbito recuerdo o imagen mental de
alguien o algo que nos gusta mucho, puede cambiar ese estado
de ánimo, al menos por un momento.

Cuadro 2

– Recuerdos
– Pensamientos
– Situaciones
– Imaginación
– Personas
– Vía órganos
sensoriales

– Respiratorios
– Posturales
– Faciales

Está claro que las emociones se generan desde estímulos


externos o internos. Eso es lo que nos ocurre cotidianamen-
te. Lo que AE demuestra es la posibilidad de generar espacios
emocionales desde lo físico y sobre todo desde la respiración

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en ausencia de un estímulo o situación externa o mental. Di-


cho en otras palabras podemos inducir voluntariamente un
cambio emocional a partir de una respiración particular sin la
presencia de ningún elemento estímulo.
Alba Emoting es un método muy eficiente y una manera
diferente, novedosa, de generar emociones conscientemente,
desde el cuerpo, y específicamente desde la respiración, inde-
pendientemente de estímulos externos o de recuerdos.

Teoría de las emociones

Gris es toda teoría y verde el árbol de la vida, mi amigo,


le dice Goethe a su biógrafo.

Las teorías que tratan de explicar cómo se producen los esta-


dos emocionales van desde aquellas que postulan que las emo-
ciones están determinadas por una apreciación cognitiva de la
situación hasta aquellas que se apoyan en la noción desarrolla-
da por William James, que plantea que las emociones son una
consecuencia directa de la percepción de los cambios corporales
(James, 1884).
Hay quienes conciben que los estados emocionales son
parte de un continuum en la activación del organismo, que va
entre la muerte o la no existencia a la máxima excitación posi-
ble; para otros, las emociones son más bien estados “discretos”,
con activaciones orgánicas diferentes para cada emoción. Esto
me parece más posible ya que un continuo de excitación para
diferentes emociones no daría cuenta del “color” de cada una
de ellas. No puede ser fisiológicamente igual el tener una gran
excitación creativa, más bien próxima a la alegría, que tener
una fuerte activación en un momento de terror. Las emociones

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básicas, entonces, se ajustan más a estados discretos, diferencia-


dos para cada una.

Tipos de emociones

Uno de los problemas que se presentan al intentar clasificar


las emociones es la vasta terminología que abarca, de alguna
manera, los infinitos estados anímicos en que podemos encon-
trarnos, una vez que hemos pasado la niñez y estamos insertos
en el complejo universo psicológico, histórico y cultural de
nuestra vida adulta.
Las emociones esencialmente se dividen en básicas y
mixtas. Las emociones básicas son seis: alegría, tristeza, mie-
do, rabia, erotismo y ternura. Tienen un rol biológico esen-
cialmente adaptativo, en el más estricto sentido darwiniano:
son universales, comunes a la especie y aparecen muy tem-
prano en el desarrollo ontogenético. Son universales porque
existen en todo ser humano, independientemente de su etnia,
género, nacionalidad o color.
Su universalidad precisamente permite la comunicación
de los seres humanos pre-lingüísticamente, pre-culturalmen-
te y pre-históricamente. Sería terrible si no fuese así, porque
podríamos interpretar, por ejemplo, un gesto agresivo de un
extranjero como si fuera amistoso, o ver una persona triste, y
creer que está muy contenta. O sea que podemos decir que las
emociones básicas son universales y, por lo tanto, a-psicológi-
cas, a-históricas y a-culturales.
Las emociones mixtas, como veremos más adelante, son
precisamente mezclas en diversas proporciones de las básicas. No
son universales y dependen de la historia y experiencia personal
de cada individuo. A su vez se dividen en adaptadas, desadapta-

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das o neuróticas y sublimes (llamadas por algunos autores, emo-


ciones superiores).

Cuadro 3
CLASIFICACIÓN ESQUEMÁTICA DE LAS EMOCIONES
Alegría
Básicas Pena
A-históricas Rabia
A-culturales Miedo
A-sicológicas
EMOCIONES Erotismo
Ternura

Mixtas Adaptadas
Históricas Neuróticas
Culturales
Sicológicas Sublimes

Emociones básicas

Las emociones básicas corresponden claramente a estados dis-


cretos. Enojo y alegría son emociones obviamente diferentes
que pertenecen a categorías precisas. En cambio el inmenso
mundo emocional en el que nos movemos sería el resultado
de la mezcla en diferentes proporciones e intensidades de estas
emociones básicas. Se puede hacer un paralelo con la teoría de
los colores, que establece los colores básicos monocromáticos,
llamados primarios y cuyas diferentes mezclas van constitu-
yendo la multiplicidad de tonalidades que forman el gran es-
pacio cromático.

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