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Salvador mejor
Alejandro Gutman
Lunes, 20 de mayo de 2019
Llevo años respondiendo a quien me pregunta qué es eso que bauticé como la ‘cultura de la
integración’, y en esta columna intentaré sintetizar el modelo realmente innovador y
eficiente de desarrollo que venimos llevando a cabo en el país, a partir de la construcción
de la cultura de la integración. He aquí las bases para la elaboración de la Ley de
Integración Nacional y de Políticas Públicas en la que estamos trabajando; por un lado,
juntos con los señores diputados, y por otro, junto a representantes del nuevo gobierno.
Dicha elaboración tiene por objeto implementar una cultura de integración que promueva la
participación comprometida de las personas e instituciones de los ámbitos más y menos
desarrollados, construyendo juntos, para modificar realidades que permitan salidas de la
pobreza, un verdadero desarrollo y una vida digna para todos.
Sólo a partir de un proceso real de integración entre aquellos que viven dentro de las
comunidades empobrecidas y los que viven afuera es posible generar un desarrollo para
todos. Que los de afuera entren en las comunidades y los de adentro salgan a los otros
ámbitos, generando condiciones para un ida y vuelta natural. Es un ida y vuelta entre
aquellos que desean participar de ese proceso de integración, tan necesario para romper con
los embudos sociales y los círculos de pobreza, para construir conjuntamente una mejor
sociedad y el respeto por el otro y por su ámbito.
2. Modificar realidades.
En la construcción de la integración hay que pensar a cada uno y a cada institución como
una unidad y un recurso transformador como un aporte valioso que, junto a otros recursos,
son capaces de generar los cambios que se necesitan para mejorar la realidad.
Como ya dije, integración no es una suma de actividades. Si uno cambia y el contexto no,
entonces no hay integración y por ende no habrá desarrollo. Por ejemplo, los alumnos,
maestros, directores, padres y administrativos, con su participación, ayudan al desarrollo
del contexto escolar y este, al fortalecerse, ayuda al desarrollo de esas familias y de esos
jóvenes. Las relaciones se fortalecen y se potencian entre sí, se retroalimentan. El joven, la
familia, se potencian mutuamente al haber más diálogo, generándose otras expectativas,
fortaleciendo ese sentido de pertenencia y, a su vez, jóvenes y familias se potencian en la
escuela, fortaleciéndose en ese proceso integrador entre ellos y con ellos.
En un proyecto de integración de país no sólo debería incluirse la educación, las becas y los
procesos formativos, sino sobre todo promover el acercamiento institucional entre
universidades, escuelas, familias, comunidades, empresas y a la mayor cantidad de sectores
de la sociedad. La cultura de la integración no debe ser vista ni reducida a una cuestión
educativa.
6. Medir la integración.
Esa reconversión de relaciones crea nuevos y mejores vínculos y promueve, entre otras
cosas: a) la reactivación y revitalización de las comunidades, su gente y sus instituciones;
b) el fortalecimiento de las instituciones involucradas; c) la generación de accesos a
instituciones y a ámbitos antes restringidos; d) la creación de condiciones de vida
mejoradas para unos y otros, y para los que vendrán, para hoy y para el futuro, en lugar de
oportunidades aisladas que benefician a unos pocos; e) el remplazo de un sistema de becas
por un sistema de continuidad académica; f) la participación de las empresas en la
formación educativa de los jóvenes; g) en los medios de comunicación, el posicionamiento
y tratamiento de la temática de la integración y de la pobreza y la importante participación
(en sus programas y espacios) de los vecinos, jóvenes, abuelos, maestros, directores,
líderes, etcétera; h) el desarrollo intelectual, social, cultural, político, educativo de las
personas que empiezan a transitar por salidas de la pobreza, sintiéndose parte de la
construcción de una vida digna y con sentido de pertenencia en su ámbito y en El Salvador;
i) un conocimiento más acorde a la realidad del país que permite trabajar mejor sobre la
reducción de la pobreza; j) mejores servicios como, por ejemplo, en relación médico-
paciente; k) que, por primera vez en la historia de miles de familias, sus hijos accedan a una
universidad; l) menos deserción escolar y mayor interés en la escuela.
Los jóvenes deben realizar un proceso formativo de 11 actividades después de sus horas de
clase y los fines de semana (visitar universidades, cursos de capacitación en las empresas,
proyectos de integración, cursos del ADN y la cultura de la integración, participación de los
padres en actividades, clínicas deportivas, refuerzos escolares de inglés, matemáticas e
informática, charlas de personalidades y mantener 7 como nota de promedio en la escuela).
Es un ida y vuelta permanente que cada joven realiza y es una etapa de descubrimiento para
cada uno de los que participan. Fomento del proceso formativo para quienes deseen
continuar sus estudios y para quienes no.
Que los artistas lleguen a las comunidades y que los vecinos también lleguen a sus
conciertos, muestras, exhibiciones, teatro, cine, etc., en el otro ámbito. Que el Estado y el
SACYD promuevan eso, y que a su vez familias, jóvenes, comunidades, vecinos, tengan
acceso a los espacios públicos y privados para expresar su arte y sus historias. Que los
artistas participen del proceso de expresión, que sirva para liberar y curar heridas. Para
crecer y descubrir.
Construcción de las llamadas ‘Casas de integración’, donde se reúnan los vecinos para
llevar a cabo las más diversas actividades comunitarias que los ayuden a mejorar sus
condiciones de vida y donde se reciba a los de afuera para que juntos vayan construyendo la
integración.
9. Alcance tentativo durante el primer año del proyecto de integración nacional.
Unos 25 000 alumnos participando en los procesos formativos (15 000 alumnos de
escuelas, más 7 000 ingresando en universidades y otros 3 000 ingresando en escuelas
técnicas), 25 000 familias (con cuatro integrantes promedio participando), 100 000
personas.
200 escuelas (a razón de 125 alumnos por escuela), 1 000 maestros y 200 a 300 directores.
15 universidades. 15 000 alumnos regulares (aparte de los 7 000 que ingresaron por haber
realizado el proceso formativo) involucrados en la cultura de la integración. Más de 30 000
padres, abuelos, hermanos y primos familiarizados y formándose con la integración que
realizan los estudiantes de sus familias. 150 profesores, administrativos y rectores. 10
escuelas técnicas, 50 docentes.
200 comunidades en los 14 departamentos del país. 10 000 vecinos, abuelos, etc. 250
empresas: 2 500 empleados, directivos, etc.
Total de participantes: 184 000, sin cuantificar el impacto de los medios en la población
salvadoreña, difundiendo la temática de la integración y a quienes participan en su
construcción.
El costo estimado para realizar durante un año este proyecto ronda los $10 millones. El
financiamiento debería provenir de recursos del Estado, las organizaciones internacionales,
las alcaldías, empresas, universidades, fundaciones, cámaras de comercio, industriales,
fondos no reclamados de los bancos, etc. Existe ya un apoyo considerable de varias
empresas e instituciones que vienen desarrollando el programa, entre ellas: BID,
FUNDAGEO, Banco Agrícola, 12 universidades, escuelas, comunidades. En la actualidad,
y con los recursos tan limitados, participan del proyecto de integración unas 10 000
personas. No hemos cuantificado el impacto que tienen esas comunidades, escuelas,
universidades, empleados, alumnos, medios y la población en general, que poco a poco van
conociendo mucho más acerca de la cultura de la integración.
Desde que llegué al país he recibido un sinfín de excusas para evitar comprender la
propuesta de integración que ya muchos miles de salvadoreños han venido construyendo.
La complejidad de la temática de la pobreza y de la desintegración no permite soluciones
simples. Lo que a usted le ha llevado unos minutos leer es mi aporte para solucionar
tremenda problemática; sin embargo, ha tenido un costo muy alto, que es el haber
entregado casi todo en esta maravillosa causa, durante estos últimos 16 años de mi vida.
Luego de tanta lucha no espero nada a cambio, pero deseo desde lo más profundo de mi
corazón que este maravilloso país se comprometa para conseguir su merecido desarrollo.
Alejandro Gutman, presidente de la Fundación Forever.