Sei sulla pagina 1di 12

Introducción

El problema de la justicia consiste en la falta de credibilidad de la Corte Suprema


de Justicia.

El problema de la justicia es el que experimentan diariamente en todo el país los


ciudadanos que acuden a las instituciones del sistema judicial en búsqueda de
una solución a sus conflictos reales. Los datos relativos a la muy baja credibilidad
en el sistema de justicia que difundió la Alianza Ciudadana Pro Justicia, hace unas
semanas, comprenden a todos los tribunales, fiscalías y al sistema penitenciario.

El porcentaje de casos que atiende la Corte Suprema de Justicia es muy pequeño


en comparación con la labor diaria del sistema judicial, por lo que es justo concluir
que el descrédito de la justicia no se refiere ni sólo, ni principalmente, a la
carcomida imagen que tiene una mayoría de los magistrados del máximo tribunal.
1. Crisis Judicial.

El Órgano Judicial en Panamá se encuentra en una grave y prolongada crisis, que


no es reciente, pero que en el último año se ha agravado notablemente debido a
denuncias de corrupción, acusaciones reciprocas y conflictos de poder entre los
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Estos hechos han llevado a
una situación de desestabilización institucional y baja credibilidad pública de la
Corte, que ha perdido el liderazgo político que esa instancia debería tener.

A principios del año 2015, el entonces Presidente de la Corte Suprema de Justicia


Alejandro Moncada Luna fue destituido, procesado y condenado a cinco años de
prisión por enriquecimiento injustificado y falsedad de documentos. Moncada Luna
se encuentra ahora recluido en una penitenciaria panameña. Al poco tiempo, el
magistrado de la Corte Suprema de Justicia Víctor Benavides, renunció al cargo
luego de ser denunciado por enriquecimiento injustificado, blanqueo de capitales y
corrupción pública. En diciembre de 2015, se procedió a la nominación de los
nuevos magistrados reemplazantes, lamentablemente dentro un proceso calificado
por algunos actores como opaco y no basado en criterios objetivos de mérito y
trayectoria profesional, por lo que se perdió una importante oportunidad de mejorar
la alicaída imagen del máximo tribunal de justicia.

En el último tiempo, la Asamblea Nacional ha recibido al menos 25 querellas contra


siete de los nueve Magistrados de la Corte Suprema de Justicia[1]. De ellas, el
actual Presidente de la CSJ, José Ayú Prado, es quien más denuncias tiene en su
contra, con un total de 13. Las acusaciones tratan diversos supuestos delictivos,
desde el uso excesivo de recursos públicos para viajes internacionales, peculado,
abuso de autoridad, destrucción de pruebas, tráfico de influencias, extralimitación
de funciones, incumplimiento de deberes, interferencia a las labores de
investigación del Ministerio Público y corrupción de funcionarios.

La mayoría de las denuncias presentadas contra dichos Magistrados ante la


Asamblea Nacional -aunque algunas fueron archivadas- se encuentran pendientes
de resolución en la Comisión de Credenciales, Reglamento, Ética y Asuntos
Judiciales, instancia legislativa que ha demorado y dilatado su informe de
admisibilidad, necesario para pasar a juicio de responsabilidades. Esto se da al
mismo tiempo que la Corte Suprema ha determinado no investigar y juzgar a
algunos Diputados Nacionales por la comisión de delitos electorales (uso indebido
de recursos públicos en la campaña electoral de 2015). Por su parte, frente a la
crisis judicial, el Presidente de la Republica ha señalado que el Órgano Ejecutivo no
tomará iniciativa alguna frente a este problema, ya que se trata de divergencias
internas del Poder Judicial.

La Corte Suprema de Justicia viene atravesando un proceso de desgaste y


debilitamiento de su credibilidad pública, en un momento político particularmente
sensible, en que mantiene abiertos, al menos, 12 procesos contra el ex Presidente
Ricardo Martinelli por supuestos actos de corrupción durante su mandato (2009-
2014). El caso más avanzado es el relacionado con la ilícita interceptación de
comunicaciones telefónicas con fines políticos, además de otros casos de
corrupción y daño económico al Estado. Actualmente existe una orden de detención
en contra de Martinelli, quien se encuentra en los Estados Unidos y se han iniciado
los trámites internos para su extradición.

La sociedad civil y los gremios de abogados han solicitado al Gobierno invitar a


Panamá a la Relatoría de las Naciones Unidas para la Independencia Judicial, a fin
de que conozca la situación y emita recomendaciones con miras a solucionar la
crisis en la justicia; que ya ha desbordado al escenario internacional.
Recientemente, el Presidente de la CSJ, José Ayú Pardo, fue invitado a Washington
DC por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos para recibir
un reconocimiento como embajador de la buena voluntad por la justicia Ambiental
en las Américas. Luego de serios cuestionamientos de la sociedad civil panameña,
se le comunico que ya no recibiría dicha distinción[2].

Entre otras cosas, esta crisis es una muestra del agotamiento del modelo actual de
designación de los Magistrados, que son nombrados mediante acuerdos del
Consejo de Gabinete de Ministros, con sujeción a la aprobación del Órgano
Legislativo, para un período de diez años, si un procedimiento pre-establecido
basado en la calificación de meritos y abierto al escrutinio público dirigido a elegir a
los más idóneos. Por esta razón se hace necesario promover la reforma del actual
sistema de nombramiento de magistrados, que es de tipo político, donde el Ejecutivo
tiene gran discrecionalidad, por uno más transparente e independiente basado en
méritos, publicidad y participación ciudadana.

2. Antecedentes de la crisis: la pendiente reforma de la justicia.-

El principal problema del sistema judicial panameño es la falta de “acceso de los


ciudadanos a la justicia”, resalta el Audito Ciudadano a la Justicia en Panamá
elaborado por la Alianza Ciudadana Pro Justicia como organización de la sociedad
civil, con el apoyo del PNUD (2004). El Informe destaca que aún existen muchos
problemas en la esfera judicial, como: el rezago judicial, el alto número de presos
sin condena, la falta de autonomía presupuestaria, la corrupción en el sistema
judicial, la percepción de impunidad y selectividad de la justicia, la poca
transparencia y participación ciudadana en los procesos de selección de
magistrados de la Corte Suprema, concluyendo que la mejora del acceso a la
justicia tiene que ver con el funcionamiento de un sistema “imparcial, calificado y
transparente”. Para ello, frente a la grave crisis en el poder judicial, se propuso la
formulación de un Pacto de Estado para la reforma integral y consensuada del
sistema de justicia.

En marzo del año 2005, el Presidente de la Republica, convocó a la firma de un


Pacto de Estado por la Justicia y creó una Comisión de Estado para elaborar una
agenda de consenso entre todas las instituciones del sector justicia y la sociedad
civil, definiendo un conjunto de acciones encaminadas a la reforma judicial. Si bien
en principio se impulsaron diversas iniciativas, el proceso fue debilitándose
gradualmente y no alcanzo sus propósitos. Por ejemplo, en el 2008 se aprobó un
nuevo Código Procesal Penal, pero su implementación se postergo por varios años.

Entre los años 2009 al 2014 se mantuvo inactiva la Comisión de Estado por la
Justicia, lo que impidió que se avanzara en la agenda de la reforma integral
acordada en el año 2005, implicando grandes retrocesos en materia de
administración de justicia. A partir del 2015, se reactivó la dinámica en el proceso
de la reforma del sistema penal y su implementación en tres distritos judiciales del
país, así como la discusión sobre la Ley de Carrera Judicial finalmente aprobada
(Ley 53 del 27 de agosto de 2015). En ambos casos está pendiente otorgar el
presupuesto para su adecuada implementación institucional.

El nuevo sistema penal acusatorio, que debería empezará a regir desde septiembre
de 2016 en el Primer Distrito Judicial, enfrenta escasez de recursos para desarrollar
la amplia estructura logística que se requiere. El Ministerio de Economía y Finanzas
(MEF) recortó el presupuesto que el Órgano Judicial había solicitado para la
implementación del nuevo modelo penal a partir de dicha fecha. El presupuesto
Judicial que se había programado por $257 millones para este año, fue recortado a
$119 millones.

El Órgano Judicial panameño requiere recuperar su liderazgo e iniciativa


institucional para implementar y gestionar las reformas pendientes, y para que estas
sean sostenibles en el largo plazo se hace necesario establecer un mecanismo de
renovación de sus altas autoridades que asegure el cumplimiento de los estándares
internacionales de independía judicial y transparencia.

3. Conclusiones.-

Claramente, la crisis judicial es parte de una crisis política más compleja, que entre
sus causas podría estar una posible intención de desestabilizar y deslegitimar esta
instancia para el juzgamiento de ex autoridades públicas. En ese sentido, requiere
también de una solución política que reencauce el proceso de consolidación
institucional para una justicia independiente y transparente.

En Panamá el Órgano Judicial tiene un alto nivel de dependencia de los otros


poderes públicos. El Ejecutivo controla su presupuesto y el Legislativo elige a la
Corte Suprema, en base a las nóminas que le envía el Presidente de la Republica.
En ese sentido, para viabilizar la agenda de reformas pendientes resulta crucial
solucionar la actual crisis en el Órgano Judicial. La Asamblea Nacional deberá
pronunciarse oportunamente y definir la situación jurídica de las denuncias contra
magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), y pasar a un nuevo acuerdo
político con el objetivo de fortalecer la independencia judicial. Para ello, será
necesario avanzar en lo siguiente.

 Desarrollar a nivel constitucional y legislativo un nuevo sistema de


nombramientos de Magistrados de la CSJ, a cargo de una entidad
independiente de los poderes políticos, que utilice un sistema de concursos,
con criterios transparentes de evaluación de méritos y trayectoria profesional
de los postulantes, con las garantías de publicidad, escrutinio público y
participación ciudadana.
 Renovar los acuerdos del Pacto de Estado por la Justicia, a fin de guiar el
proceso de reforma integral del sistema de administración de justicia en
Panamá.
 Desarrollar las políticas institucionales necesarias para iniciar el proceso de
institucionalización de la carrera judicial, así como aprobar un plan de
implementación y cronograma de ejecución. Al efecto, se debe proceder a la
designación del secretario técnico de recursos humanos, encargado de
gestionar los concursos.
 Implementar de manera plena el nuevo sistema procesal penal, dotando de
los recursos y capacidades necesarias para su funcionamiento.
 Ampliar el acceso a la justicia para los sectores más vulnerables, mejorando
los servicios de asistencia legal y desarrollando mecanismos de justicia paz
y comunitaria.

Analisis de Alvin Weden

Un análisis sobre la situación actual de la justicia en Panamá fue hecho por el abogado
penalista Víctor Orobio; Annette Planells del Movimiento Independiente por Panamá; el
abogado Francisco Carreira; el abogado y excontralor de la República, Alvin Weeden;
Aurelio Barría, dirigente de la Cruzada Civilista; y el excontralor José Chen Barría.

Weeden cuestionó que el sistema de justicia tiene muchos problemas, tales como
magistrados que se abstienen de votar, votan los suplentes, la invención de análisis como
el caso de amparo de garantías en el caso Finmeccanica, entre otras.

Por su parte Orobio indicó que en el sistema actual de justicia debe haber un cambio en
cuanto a la forma de elegir a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y
Procuradores, así como los magistrados de tribunales superiores y jueces.

Chen Barría expresó que se deben tomar medidas correctivas y se debe seguir
profundizando en los casos de corrupción y las investigaciones, para así crear una
conciencia sobre cuál es el valor de la justicia para una sociedad.
“Si los panameños no somos conscientes de que la justicia es uno de los pilares con que se
construye la paz social, uno de los pilares para poder construir y desarrollar un país,
entonces seguiremos con un sistema de impunidad y cada uno jugando vivo en lo mejor
que pueda”, enfatizó.

 La justicia en tiempos de crisis

Posteado a las 9:06 pm por Erick Simpson Aguilera, el 19 mayo, 2015

2 Votes

Por: Erick Simpson Aguilera


Que el sistema de justicia panameño sufre una crisis de credibilidad es un hecho
conocido aún allende nuestras fronteras, como demuestra el Índice de
Competitividad Global del Foro Económico Mundial 2014-2015 según el cual,
Panamá ocupa el lugar 116 entre 144 economías evaluadas en cuanto a
independencia judicial se refiere.

Razón por la cual, no sorprende la debacle que acontece en la Corte Suprema


debido a un sinnúmero de escándalos en que están envueltos varios de los
magistrados que la componen -o componían- uno de los cuales paga condena de
cárcel por delitos que aceptó haber cometido durante el ejercicio de sus funciones
como magistrado, otro afronta una investigación en La Asamblea Nacional por
supuestamente haber vendido fallos entre otras denuncias, y otros que no están
siendo investigados actualmente, pudieran serlo en el futuro por las muchas
denuncias en su contra pendientes de trámite en la Asamblea Nacional.

Dicho esto, debemos dimensionar el verdadero tamaño de la crisis judicial que sufre
Panamá para determinar si el sistema político panameño puede darse el lujo de
continuar “funcionando” sin uno de los principales pilares de la democracia como es
el Órgano Judicial, comoquiera que, un país en el que no existe la justicia, coquetea
peligrosamente con el desastre.

A continuación algunos indicadores que nos hablan de la situación de la justicia


panameña con relación al resto del mundo:
A nivel de LATAM que es una de las regiones del mundo que más sufren el flagelo
de la falta de independencia judicial, Panamá ocupa el lugar 12 entre 18 países de la
región.
Es importante destacar que, las diez economías mejor calificadas del mundo en
cuanto a independencia judicial se refiere y cuyos logros en materia de justicia
debemos considerar y aplicar en nuestro propio país, son las siguientes:

Así las cosas, no sorprende el sesgo y la selectividad de que hacen gala otras
instancias que también administran justicia en Panamá que no es un país con un
sistema de justicia funcional sino todo lo contrario, toda vez que, si el principal
Órgano del Estado encargado de impartir justicia agoniza, es entendible entoces que
las otras instituciones con funciones judiciales (Órgano Legislativo y Ministerio
Público) también adolezcan de parcialidad, y de una manera vulgar midan a los
ciudadanos con diferentes varas, a saber: un canon de “justicia” basado en la
impunidad (intocables de los círculos ceros empresariales y políticos que
supuestamente están involucrados en todos los desfalcos y saqueos sin ser
nunca investigados por estar por encima de la ley), privilegios, prebendas, casa o
país por cárcel, y “cárceles” VIP, para los conectados políticamente y para los
acaudalados económicamente, mientras se practica una “justicia” inclemente,
abusiva, perversa, inhumana, e implacable contra las clases menos favorecidas
cuyas garantías son pisoteadas un día sí y otro también en las peores cárceles del
país que parecen un infierno.

Ningún sistema político puede sostenerse con sus bases corroídas, con sus pilares en
ruinas, y con sus fundamentos carcomidos por la corrupción y la injusticia. El país
que no entienda esto, pagará un alto precio por su ignorancia, mediocridad, e
indolencia.

Es menester que tomemos cartas en el asunto para modernizar, humanizar, igualar,


y fortalecer mediante una constituyente todas las instituciones políticas panameñas,
los tres Órganos del Estado, el Tribunal Electoral, etcétera, con la finalidad de
sanear el país de toda la podredumbre que le aqueja y evitar la debacle institucional
que se avecina y puede estallar en una explosión social por cualquier pequeña llama
que encienda la furia ciudadana que lleva años acumulándose cual combustible cuya
volatilidad incendiará todo el sistema cuando alguien hastiado de tanto abuso del
Estado diga:

“No reconozco el torcido sistema de justicia ni las corruptas instituciones


políticas panameñas que están plagadas de corrupción, impunidad y gente
privilegiada con licencia para delinquir y atropellar a las mayarías; tomaré la
justicia en mis propias manos y si las autoridades torcidas, cuestionadas,
mancilladas, y selectivas a las cuales desconozco por corruptas me piden cuentas
e intentan encerrarme en sus inhumanas cárceles destinadas para el hijo de la
cocinera solamente, responderé con fuego”.

Y entonces se desencadene en muchos panameños cual efecto domino el mismo


sentimiento de desobediencia ciudadana, la ingobernabilidad, y el caos de un Estado
Fallido como ha sucedido en muchos países del área.

Tal parece que nadie aprende por cabeza ajena y quienes han creado la crisis
institucional seguirán profundizándola y llevando el sistema hasta el fondo del
abismo tentando a su propia suerte. Ojalá me equivoque y los panameños podamos
ponernos de acuerdo y de manera seria ejecutemos un proyecto país justo e
igualitario, acabando decididamente con nuestro actual sistema político feudal que
hace rato mutó a una mafiocracia donde reinan la impunidad, la injustica, y la
corrupción.
Cambios en las leyes anticorrupción
En la actualidad, ciertas leyes en nuestro país, ni son justas ni se elaboran para resolver los
problemas de los ciudadanos

Antonio Saldaña
opinion@laestrella.com.pa

Pasado el doble de los cien días de gracia que se le otorga según la tradición política en
Panamá a todo nuevo gobierno cada cinco años, es hora que el presidente de la República
defina sus prioridades en materia del combate a la corrupción. No solo con el
nombramiento de funcionarios probos, sino también propiciando los cambios necesarios en
las ‘legislaciones perversas’ que únicamente han servido para favorecer la impunidad de los
‘delitos de cuello blanco’.

La norma jurídica que es instrumento vinculante u obligatorio a través del cual se arbitran
soluciones justas a los problemas y a los conflictos de intereses y que también debiera ser la
piedra angular de la democracia, la justicia y el Estado de Derecho. Durante los últimos
años, un número plural de estas normas del ordenamiento jurídico nacional se han
convertido en el principal instrumento del cohecho que carga sobre sus hombros la
sociedad panameña como un pesado lastre para la democracia verdadera y hace que
prevalezca hoy día una democracia formal o de pacotilla.

Las leyes perversas son aquellas que causan daño intencionalmente a la población, que no
están orientadas a dirimir conflictos sino a generar impunidad. Por ejemplo, en nuestro país
la corrupción sustrae indebidamente alrededor del 3% al 4% de la riqueza nacional (PIB).
En términos absolutos, ello constituye la nada despreciable suma de $1,866 millones
anuales, constituyéndose en un grave ‘impuesto a la pobreza’ que aún padece el 36% de
nuestros coterráneos. En la actualidad, ciertas leyes en nuestro país, ni son justas ni se
elaboran para resolver los problemas de los ciudadanos. Tal es el caso de la Ley 59 de
1999.

La Ley N° 59 de 29 de diciembre de 1999, ‘Que reglamenta el Artículo 299 (Actual 304)


de la Constitución Política y Dicta otras Disposiciones contra la Corrupción
Administrativa’, es una norma legal hecha para hacer ver que el Estado panameño estaba
comprometido con las acciones derivadas de la Convención Interamericana contra la
Corrupción, de 29 de marzo de 1996 y que entro en vigencia el 6 de marzo de 1997.

Porque mientras el instrumento internacional señala en el Artículo II que los propósitos de


la Convención son: ‘Promover y fortalecer el desarrollo, por cada uno de los Estados
Partes, de los mecanismos necesarios para prevenir, detectar, sancionar y erradicar la
corrupción’. La excerta nacional se caracteriza por la perversidad normativa, verbigracia,
en el artículo 7 establece que, ‘Cualquier persona puede denunciar un posible
enriquecimiento injustificado ante la Contraloría General de la República. Para tal fin,
deberá acompañar la denuncia con prueba sumaria sobre la posesión de los bienes que se
estiman sobrepasa los declarados, o los que probablemente superen las posibilidades
económicas del denunciado’.

A propósito de la prueba sumaria, el Pleno de la Corte Suprema de Justicia, mediante


Resolución de 21 de junio de 2011, ha señalado en este tema lo siguiente: ‘Sobre la
exigencia de la prueba sumaria en materia de denuncia contra servidores públicos la Corte
Suprema de Justicia ha señalado que la prueba sumaria... es aquella que comprueba ‘que la
conducta del funcionario público se ajusta a la descripción que de ese hecho hace el
legislador en la ley penal o sea la existencia de una acción típica’. (Registro de Octubre de
1997, página 200).

Los pronunciamientos de la CSJ han sido reiterativos, así tenemos que mediante sentencia
de 26 de agosto de 1998, la Corte Suprema de Justicia indicó: ‘acompañar la prueba
sumaria no se refiere a presentar una cantidad de documentos solo para satisfacer el
requisito de prueba sumaria. Los medios probatorios que se deben acompañar con la
denuncia o la acusación deben ser lo suficientemente elocuentes que por sí solos acrediten
el hecho punible que se le imputa al denunciado, es decir, que deben ser idóneos’.

En similar sentido ha sido la Sentencia de 25 de agosto de 1998 y la Sentencia de 22 de


octubre de 2002. De manera que la solución integral, es institucional y no de personas.
Mientras no sean derogadas estas leyes perversas y aberrantes, y eliminado el blindaje
jurídico impuesto por el sistema oligárquico predominante, el requisito de presentar prueba
sumaria o idónea será un valladar imposible de salvar para la mayoría de los ciudadanos.
¡Así de sencilla es la cosa!

Potrebbero piacerti anche