Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Entre otras cosas, esta crisis es una muestra del agotamiento del modelo actual de
designación de los Magistrados, que son nombrados mediante acuerdos del
Consejo de Gabinete de Ministros, con sujeción a la aprobación del Órgano
Legislativo, para un período de diez años, si un procedimiento pre-establecido
basado en la calificación de meritos y abierto al escrutinio público dirigido a elegir a
los más idóneos. Por esta razón se hace necesario promover la reforma del actual
sistema de nombramiento de magistrados, que es de tipo político, donde el Ejecutivo
tiene gran discrecionalidad, por uno más transparente e independiente basado en
méritos, publicidad y participación ciudadana.
Entre los años 2009 al 2014 se mantuvo inactiva la Comisión de Estado por la
Justicia, lo que impidió que se avanzara en la agenda de la reforma integral
acordada en el año 2005, implicando grandes retrocesos en materia de
administración de justicia. A partir del 2015, se reactivó la dinámica en el proceso
de la reforma del sistema penal y su implementación en tres distritos judiciales del
país, así como la discusión sobre la Ley de Carrera Judicial finalmente aprobada
(Ley 53 del 27 de agosto de 2015). En ambos casos está pendiente otorgar el
presupuesto para su adecuada implementación institucional.
El nuevo sistema penal acusatorio, que debería empezará a regir desde septiembre
de 2016 en el Primer Distrito Judicial, enfrenta escasez de recursos para desarrollar
la amplia estructura logística que se requiere. El Ministerio de Economía y Finanzas
(MEF) recortó el presupuesto que el Órgano Judicial había solicitado para la
implementación del nuevo modelo penal a partir de dicha fecha. El presupuesto
Judicial que se había programado por $257 millones para este año, fue recortado a
$119 millones.
3. Conclusiones.-
Claramente, la crisis judicial es parte de una crisis política más compleja, que entre
sus causas podría estar una posible intención de desestabilizar y deslegitimar esta
instancia para el juzgamiento de ex autoridades públicas. En ese sentido, requiere
también de una solución política que reencauce el proceso de consolidación
institucional para una justicia independiente y transparente.
Un análisis sobre la situación actual de la justicia en Panamá fue hecho por el abogado
penalista Víctor Orobio; Annette Planells del Movimiento Independiente por Panamá; el
abogado Francisco Carreira; el abogado y excontralor de la República, Alvin Weeden;
Aurelio Barría, dirigente de la Cruzada Civilista; y el excontralor José Chen Barría.
Weeden cuestionó que el sistema de justicia tiene muchos problemas, tales como
magistrados que se abstienen de votar, votan los suplentes, la invención de análisis como
el caso de amparo de garantías en el caso Finmeccanica, entre otras.
Por su parte Orobio indicó que en el sistema actual de justicia debe haber un cambio en
cuanto a la forma de elegir a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y
Procuradores, así como los magistrados de tribunales superiores y jueces.
Chen Barría expresó que se deben tomar medidas correctivas y se debe seguir
profundizando en los casos de corrupción y las investigaciones, para así crear una
conciencia sobre cuál es el valor de la justicia para una sociedad.
“Si los panameños no somos conscientes de que la justicia es uno de los pilares con que se
construye la paz social, uno de los pilares para poder construir y desarrollar un país,
entonces seguiremos con un sistema de impunidad y cada uno jugando vivo en lo mejor
que pueda”, enfatizó.
2 Votes
Dicho esto, debemos dimensionar el verdadero tamaño de la crisis judicial que sufre
Panamá para determinar si el sistema político panameño puede darse el lujo de
continuar “funcionando” sin uno de los principales pilares de la democracia como es
el Órgano Judicial, comoquiera que, un país en el que no existe la justicia, coquetea
peligrosamente con el desastre.
Así las cosas, no sorprende el sesgo y la selectividad de que hacen gala otras
instancias que también administran justicia en Panamá que no es un país con un
sistema de justicia funcional sino todo lo contrario, toda vez que, si el principal
Órgano del Estado encargado de impartir justicia agoniza, es entendible entoces que
las otras instituciones con funciones judiciales (Órgano Legislativo y Ministerio
Público) también adolezcan de parcialidad, y de una manera vulgar midan a los
ciudadanos con diferentes varas, a saber: un canon de “justicia” basado en la
impunidad (intocables de los círculos ceros empresariales y políticos que
supuestamente están involucrados en todos los desfalcos y saqueos sin ser
nunca investigados por estar por encima de la ley), privilegios, prebendas, casa o
país por cárcel, y “cárceles” VIP, para los conectados políticamente y para los
acaudalados económicamente, mientras se practica una “justicia” inclemente,
abusiva, perversa, inhumana, e implacable contra las clases menos favorecidas
cuyas garantías son pisoteadas un día sí y otro también en las peores cárceles del
país que parecen un infierno.
Ningún sistema político puede sostenerse con sus bases corroídas, con sus pilares en
ruinas, y con sus fundamentos carcomidos por la corrupción y la injusticia. El país
que no entienda esto, pagará un alto precio por su ignorancia, mediocridad, e
indolencia.
Tal parece que nadie aprende por cabeza ajena y quienes han creado la crisis
institucional seguirán profundizándola y llevando el sistema hasta el fondo del
abismo tentando a su propia suerte. Ojalá me equivoque y los panameños podamos
ponernos de acuerdo y de manera seria ejecutemos un proyecto país justo e
igualitario, acabando decididamente con nuestro actual sistema político feudal que
hace rato mutó a una mafiocracia donde reinan la impunidad, la injustica, y la
corrupción.
Cambios en las leyes anticorrupción
En la actualidad, ciertas leyes en nuestro país, ni son justas ni se elaboran para resolver los
problemas de los ciudadanos
Antonio Saldaña
opinion@laestrella.com.pa
Pasado el doble de los cien días de gracia que se le otorga según la tradición política en
Panamá a todo nuevo gobierno cada cinco años, es hora que el presidente de la República
defina sus prioridades en materia del combate a la corrupción. No solo con el
nombramiento de funcionarios probos, sino también propiciando los cambios necesarios en
las ‘legislaciones perversas’ que únicamente han servido para favorecer la impunidad de los
‘delitos de cuello blanco’.
La norma jurídica que es instrumento vinculante u obligatorio a través del cual se arbitran
soluciones justas a los problemas y a los conflictos de intereses y que también debiera ser la
piedra angular de la democracia, la justicia y el Estado de Derecho. Durante los últimos
años, un número plural de estas normas del ordenamiento jurídico nacional se han
convertido en el principal instrumento del cohecho que carga sobre sus hombros la
sociedad panameña como un pesado lastre para la democracia verdadera y hace que
prevalezca hoy día una democracia formal o de pacotilla.
Las leyes perversas son aquellas que causan daño intencionalmente a la población, que no
están orientadas a dirimir conflictos sino a generar impunidad. Por ejemplo, en nuestro país
la corrupción sustrae indebidamente alrededor del 3% al 4% de la riqueza nacional (PIB).
En términos absolutos, ello constituye la nada despreciable suma de $1,866 millones
anuales, constituyéndose en un grave ‘impuesto a la pobreza’ que aún padece el 36% de
nuestros coterráneos. En la actualidad, ciertas leyes en nuestro país, ni son justas ni se
elaboran para resolver los problemas de los ciudadanos. Tal es el caso de la Ley 59 de
1999.
Los pronunciamientos de la CSJ han sido reiterativos, así tenemos que mediante sentencia
de 26 de agosto de 1998, la Corte Suprema de Justicia indicó: ‘acompañar la prueba
sumaria no se refiere a presentar una cantidad de documentos solo para satisfacer el
requisito de prueba sumaria. Los medios probatorios que se deben acompañar con la
denuncia o la acusación deben ser lo suficientemente elocuentes que por sí solos acrediten
el hecho punible que se le imputa al denunciado, es decir, que deben ser idóneos’.