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1. Sobre las nociones o categorías centrales: ¿Qué nos dice este decreto?
Continuando en la línea de los derechos que se confieren a los educadores vinculados a través
del concurso descrito, se habla de los permisos y vacaciones (artículos 57 al 61); de una
evaluación objetiva, pertinente y transparente (capítulo IV); y de los objetivos, estímulos y
compensaciones (capítulo VI). Es así, como a través de un sistema se busca controlar pero a la
vez formar un conjunto de mecanismos que facilitan el desarrollo de la labor docente en pro
del mejoramiento de la calidad educativa, además se resalta que hoy por hoy los docentes
pertenecientes al escalafón del decreto-ley 2277 de 1979 tienen la posibilidad, según el artículo
65, de asimilarse al nuevo escalafón presentado la misma evaluación de competencias y
aptitudes; es decir que se plantea una equidad entre las diversas generaciones de trabajadores
de la educación, una cierta unificación de estos grupos.
Este decreto insiste principalmente en el compromiso que tienen los maestros para ser los
actores que permitan un mejoramiento en la calidad de la educación, para comprender esta
preocupación es pertinente reconocer una breve reseña histórica de la llamada revolución
educativa en Colombia, iniciada desde los años 80 con el movimiento pedagógico nacional,
que trasciende hasta nuestros días. El movimiento pedagógico colombiano se sitúa en el año
1982, encabezado por los maestros de grupos sindicales de todo el país, y apoyado por los
colectivos de universidades e instituciones a lo largo del territorio, según Zuluaga (citado por
González y Tibaduiza, 2015), ya se evidenciaba en estos primeros reclamos la inquietud por la
relación estado - docentes, que no se basara únicamente en lo salarial sino que se extendiera
hacia su reconocimiento y formación.
Con la ley 115 de 1994 se materializó finalmente el compromiso del estado por reglamentar la
educación con la guía de nuevos principios de universalidad, equidad y pertinencia; sin
embargo, quedaron en entredicho situaciones más puntuales respecto a los maestros, sus
funciones, derechos y deberes. Paralelo a esta búsqueda de transformaciones en el país que
partieran de la educación, la ciencia y la tecnología, durante el gobierno del presidente Ernesto
Samper Pizano, se convoca y publican las ideas de la llamada Misión de sabios, una iniciativa
bajo la cual se reunieron personajes relevantes del país (entre ellos el científico Rodolfo Llinás
y l laureado escritor Gabriel García Márquez), titularon su contribución “Colombia al filo de
la oportunidad”, en uno de sus apartados, dedicados los educadores se lee:
La historia del país y la experiencia internacional muestran con claridad cómo cualquier
intento de mejorar la educación está íntimamente ligado con el estatus, el desempeño,
la formación, las organizaciones y movimientos de los maestros y, en general, de los
actores internos de la educación formal. (Presidencia de la república, 1996, p.69)
Hasta este momento, y con la expedición del decreto 1278, se presentaba un aparente interés
por parte del gobierno nacional en cuanto al papel de los maestros en la formación de una mejor
educación para las futuras generaciones. Incluso, como ya fue mencionado, se reconoce en el
artículo 38 que: “El Gobierno Nacional reglamentará los mecanismos, formas y alcances de la
capacitación y actualización de los docentes”, es decir que se manifiesta que el estado debe
ocuparse de generar oportunidades de perfeccionamiento y actualización para los educadores,
lo cual se traduce en mejor calidad educativa. Actualmente sería oportuno preguntarnos si
realmente se están abriendo estas puertas, en el contexto de los actuales déficit en la educación
superior (la cual es poco accesible, en cuanto a lo económico, y centralizada), ¿Está
permitiendo el gobierno nacional que los maestros, especialmente aquellos ubicados en las
zonas rurales, reciban una constante formación? El hacinamiento en las aulas, las pocas
garantías del estado hacia los maestros en cuanto a su bienestar (asunto latente y que convoca
constantes paros y manifestaciones por parte de sus colectivos) no parecen ser las condiciones
idóneas para que estos actores inviertan todo su potencial en lo que se le exige: ser los
profesionales encargados del perfeccionamiento de la calidad educativa.
La misión de sabios fue convocada este año por el presidente Iván Duque, y estuvo integrada
por académicos (extranjeros y colombianos), entre estos se destacan investigadores, científicos,
economistas, ingenieros y expertos en tecnología; no destacan maestros o expertos en
pedagogía, sin embargo, si se hicieron críticas a la educación y se propusieron un sinnúmero
de retos para los maestros, se afirmó que nos encontramos “en un contexto que requiere
maestros mejor preparados frente a la primera infancia y la formación de alto nivel” (Cepeda,
2019), se exigen docentes preparados para las revolución de la ciencia y la tecnología, pero
¿Qué apoyo brinda el estado para acompañar a los maestros, para ayudarles a afrontar los
desafíos que recaen siempre en ellos? Tampoco se trata de nuevas leyes, se debería comenzar
por garantizar el cumplimiento de un decreto que lleva en vigencia más de 15 años, pero por el
cual siguen movilizándose los sindicatos en las calles del país.
REFERENCIAS.