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ORGANIZACIÓN
DEL GOBIERNO
EN LA IGLESIA
según el derecho canónico latino
Tercera edición , revisada y actualizada
€UNSA
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A .
PAMPLONA
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación
pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Copy -
right. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual
(Artículos 270 y ss. del Código Penal).
ABREVIATURAS PRINCIPALES .. .. .••..... .. ..•....... .. .. .. .. .. .. .. .... ... . .. .... .. ... .. . .. .... .. ......... .... 13
P RESENTACIÓN .......... . ........ ......... . ......... ............. .... .. ... . ...............•........ ................ .. 15
NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN .. .... . .......... ... . ........ .... , . . . . . . . ... . . ...... . .. ... .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 16
NOTA A LA TERCERA EDICIÓN .. ...... ................. ...••• ... ........... .. ..... ... .... ... . .... .. .. .... .... .. 16
PARTE GENERAL
CAPÍ TULO 1
LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
7
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
CAPÍTULO II
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
CAPÍTULO III
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
'\
1. Concepto legal y significado general del oficio ............................................. 75
2. Elementos ... .... ..... ... .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... .. . .. ... .. .. .. .. .. .. ...... .. . .... .. .. .. .... .. .. ....... 75
A. Elemento personal. El titular del oficio .................................................... 78
B. Elemento funcional .. .... .. .. .... .. ..... ............... ... ........ .. .. .. ... ...................... .. .. . 80
3. Institución y constitución de oficios .............................................................. 82
4. Clases de oficios ............................................................................................. 85
5. Principios de organización de los oficios . .......... ..... .. . .. .. .. .. ......... .. .... .. .. .. .... .. . 87
A. Principio capital ....................................... ................................................. 87
B. Principio colegial .................................. .................................................... 88
C. Descentralización y desconcentración .............. ............... ..................... .... 88
D . Principio vicario .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... . .. .. .... .. ... ..... ... .. .. ................... ................ 90
E. Subordinación o jerarquía ............................................ ............................. 91
F. Coordinación ...... ............. .............. .. ..... .... ..... .................. .. ............... ... ..... 91
G. Subsidiariedad ........................... ............................................. .................. 93
6. La provisión de oficios eclesiásticos .................... ..... ...................... ........... .... 94
A. Concepto y características generales .............. ................ .......................... 94
8
ÍNDICE
CAPÍTULO IV
LOS COLEGIOS
CAPÍTULO V
LAS CIRCUNSCRIPCIONES
9
ORGANIZACIÓN DEL GOBI ERNO EN LA IGLESIA
PARTE ESPECIAL
CAPÍT ULO VI
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
10
ÍNDICE
CAPÍTULO VII
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
1. Observaciones sistemáticas . .. .. .... .. ..... .. .. .. .. .. .. ... .. .. ...... ............ .... .. .. .... ...... ..... 183
2. La provincia eclesiástica .. . .. .. .. .. .. .. .... .. .. .. ..... .. . .. .. .. ..... .. . .. .. .. .. .. .. .... ...... ...... ..... 186
A. Concepto y significado de la provincia .................. .................................. 186
B. El arzobispo metropolitano: naturaleza del oficio y potestad ... .. .. . .. .. .. ... .. 189
3. La región eclesiástica .......................... ........................................................... 191
4. Los concilios particulares .............. ............................................ ............. ........ 192
A. Aspectos generales ................................................. .................................. 193
B. Convocatoria y celebración .......................... ............................................ 193
C. Composición. Voto deliberativo y consultivo ............................. .............. 194
D. Funcionamiento y competencia general ................................................... 196
E. Crisis de la institución .............................................................................. 197
5. La conferencia episcopal ....... .......... .... .... ... .. ... ........ .. ........ ......... ... ... .. .. .. .. ...... 198
A. Introducción .................... ....................................................................... ... 198
B. Naturaleza jurídica ............................................................ ........................ 199
C. Composición y organización interna ....................... ................ ................ . 201
D. Competencia . .. .. ... . .. .. .. .. .... .. .. ... . ... . .. .. .. .. ............. .. . ......... .. .. .. ................... .. 203
E. Cuestiones planteadas ............... ........................ ........................... ........... .. 205
CAPÍTULO VIII
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUASIDIOCESANA
ll
ORGANIZACIÓ N DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
BIBLIOGRA FÍA ......... ......................... . ............ .............. ............................. ...... ........ 301
12
ABREVIATURAS PRINCIPALES
13
PRESENTACIÓN
1. INTRODUCCIÓN
l. Cfr. const. ap. Sacrae disciplinae leges, 25.1.1983, en AAS, 75 (1983), Pars II, XII .
2. Vid. Relación final, II, C . 1, en «Documentos del Sínodo 1985» , 2.3 ed., Madrid 1986,
p. 15.
3. Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE , Carta a los obispos de la Iglesia Cató-
lica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión, 28.V.1992 , en AAS, 85
(1993), pp. 838-850 (cit: Communionis notio).
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
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LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
5. Cfr. LG 23 . Vid. en general y no sólo para las conferencias episcopales las sugerencias
de J.I. ARRIETA , Conferenze episcopali e vincolo di comunione , en «Ius Ecclesiae», 1 (1989), pp.
3-22.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
6. Communionis natío, n . 7.
7. Cfr. ibid., n. 8.
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10. J. HERVADA-P
. LOMBARDlA,El Derecho del Pueblo de Dios , vol. I , Pamplona 1970, p.
330.
11. Cfr. sobre todo ibid., pp. 329-394 y, más rec ientemente, Elementos de Derecho Cons-
titucional Canónico , Pamplona 1987, pp. 178-235. Diversos aspectos y desarrollos de esta doc-
trina en P. LOMBARDÍA, El estudio de la organización eclesiástica, en «Escri tos de Derecho Ca-
nónico», vol. III, Pamplona 1974, pp. 205-237 ; Jo., Lecciones , cit., pp. 98-117; J.A . So uTO,La
noción canónica de oficio, Pamplona 1971; lo., Notas para una interpretación actual del Dere-
cho Canónico, Pamplona 1973, pp. 139-159; ID., Jerarquía personal y organización , en «El pro-
yecto de Ley Fu ndame ntal de la Iglesia. Texto bilingüe y análisis crítico », Pamplona 1971, pp.
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160-164 ; J. HERV ADA- P. LOMBARDÍA-J.A. SO UTO, Sugerencias para la revisión del proyecto,
ibid., pp . 216 SS.
12. J.I. ARRIETA, Organizzazione Ecclesiastica. Lezioni di Parte Generale, Roma 1991-
1992, pp. 10 y 11. Mayores desarrollos de esta noción en In. , Diritto dell'Organizzazione eccle-
siastica, Milano, 1997, pp. 17-19.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
sas actividades que incluye la misión salvífica de la Iglesia. Entre esas funcio -
nes el derecho de la organización valora especialmente la función de gobierno.
-En segundo lugar, el derecho divino y humano distribuye la titularidad
de aquellas funciones entre diversos sujetos, al tiempo que ordena su ejercicio.
Como instrumento canónico especial para la distribución ordenada de funcio-
nes destaca el oficio eclesiástico (cfr. el c. 145 § 1 del CIC).
-En tercer lugar, como consecuencia de la distribución ordenada de las
funciones públicas eclesiásticas se establecen diversas relaciones jurídicas en-
tre los sujetos y entidades constituidas, con derechos y deberes recíprocos.
Esas relaciones se articulan sobre la base de normas y principios de organiza-
ción.
En resumen, el derecho de la organización comprende: a) la función de
gobierno en el marco general de las funciones públicas eclesiásticas; b) las
instituciones al servicio del gobierno (oficios, colegios , circunscripciones); c)
las normas y principios que regulan los sujetos de la organización e inspiran
sus relaciones (provisión y pérdida de los oficios , relaciones mutuas, niveles
de organización, ámbitos y condiciones de actividad , etc .).
13. Vid. Libs. III («De Ecclesiae munere docendi») y IV ( «De Ecclesiae munere sanctifi-
candi» ).
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LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
14. Cfr. K. MóRSD ORF, Über die Zuordmm g des Kollegialitiitsprinzip zu dem Prinzip der
Einheit von Haupt und Leib in der hierarchischen Struk tur der Kirchenve,fassun g, en AA .VV.,
«Wahrheit und Verkündigung . Michael Schmaus zum 70. Geburtstag », Paderborn -München-
Wien 1967, p. 1441.
15. Cfr.LG21 ,2 4-27;CD 11- 18.
16. Cfr. concretamen te para los laico s, ce. 229 § 3, 230 § 3, 759, 766 (munus docendi); ce.
230, 517 § 2, 835 § 4, 1112 (munus sanctificandi); 129 § 2, 1421 § 2 (munus regendi).
17. Cfr. LO 1O, 18, 21.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
18. Cfr. Lib. IV, Parte Ill, tit. l del CIC: «De los lugares sagrados».
19. Hervada clasifica las funciones de la organización eclesiástica refiriéndo se en primer
lugar a la cura de almas o funci6n pastoral, que abarcaría las actividades de los tria munera y, en
general, todas aquellas actividades que tienden a la formación y santificación de lo s fieles. En se·
gundo lugar enumera el autor la custodia y defensa de la doctrina católica en todo lo relativo a la
fe y a las costumbres. Por último, la funci ón de ordenar la vida social de la lg)e sia . Como crite-
rios clasificatorios de las referidas funcione s distingue Hervada entre servidos (administración
de los sacramentos , predicación, etc .), poderes,facultades de gesti6n y func(ón de fomento: Cfr.
J. HERVADA, Elementos, cit., p. 234 .
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LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
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ORGANIZACIÓ N DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
23. Se pued e comparar p. ej. el c. 375, dentro del epígrafe titulado «De los obispo s en ge-
neral », con el contenido del c. 376: «Se llaman diocesanos los obispos a los que se ha encomen-
dado el cuidado de una diócesis; los demás se denominan titulares».
24. COMMISSIO THEOLOGIC A I NTERNAT!ONAL!S, Themata selecta de Eccle siologia occasio-
ne XX anniversarii conclusionis Concilii Oeocumenici Vaticani ll ( 1984), en «Documenta/Docu-
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LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
menti (1969-1985)», Vaticano 1988, pp. 504-506 . Es nuestra la traducció n del original latino , al
igual que las demás traducciones que recogemos en estas páginas.
25. Cfr. C. CARDJA , Il governo della Chiesa, Bologna 1984, pp. 15 ss.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLE SIA
\
26. Cfr. E. CoRECCO, f laici nel nuovo Codice di Diritto Canonico , en «La Scuola Cattoli-
ca» , 112(1984) , p.200.
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LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
oficios dotados de potestad pública y atribuidos a los receptores del orden sa-
grado. Por lo demás, basta un breve repaso de la legislación para concluir que
las posibilidades de participación del fiel no ordenado en las instituciones de
la Iglesia son actualmente mucho mayores que en épocas pasadas 27 , aunque
naturalmente las funciones públicas de capitalidad sigan reservadas a la Jerar-
quía y se regulen diversos órganos de composición exclusivamente jerárquica.
27. Vid. p.ej. los ce. citados en las notas 30 y 31 de este capítulo.
28. Cfr. ce. 209 § § 1 y 2, 212 § 1, 222 § 1, 223 § l.
29. Cfr. especialmente los ce. 213 y 214.
30. Cfr. ce. 229 § 3, 230 § 3, 766; 230, 517 § 2; 1112; 129 § 2, 1421 § 2.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
A. Consideraciones generales
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,- - -
LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
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ORGANI?ACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
35. Cfr. J. HERRANZ , La. giustizia amministrativa nella Chiesa: dal Concili0 Vaticano lI al
Codice de 1983 , en VV.AA., «La giustizia amministrativa nella Chiesa» , Citta del Vaticano
1991,p.3 0.
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LA ORGANIZACIÓ N ECLESIÁSTICA
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CAPÍTULO 11
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
1. INTRODUCCIÓN
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ORGANIZACIÓ N DEL GOBIER NO EN LA IGLESIA
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
A. Planteamiento de la cuestión
Como puede comprobarse con un repaso de la legislación latina vigente,
la titularidad de la potestad de régimen puede ser personal o colegial. En el
6. Vid. p. ej ., en fechas todavía muy cercanas a la clausura del Concilio Vaticano II, las
opiniones de K. MbRSDORF, Munu s regendi et potestas iurisdictionis y J.A. So UTO, El «munus
regendi» como función y como poder , publicadas en PON TfFICIA COMMlSSIO COOlCI IURIS CANONI-
Cl RECOGNOSCENDI, «Acta Conventus Internationalis Canonistarum» (Roma 20-25 .V.1968),
Roma 1970,pp. 199 y 245,respectivamente.
7 . Cfr. eJLge_neral las expresiones contenidas en PB. art. 13.
8. P. ej., los rectore s de iglesias y capellane s en relación con la organización parroquial:
cfr. ce . 558, 560, 566, 568 y 571, especialmente.
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
que aparece nueve veces, y una sola vez la expresiónpotestas ordinis 9 • Es cier-
to que los textos conciliares no tienen siempre ni principalmente carácter jurí-
dico (y el derecho es el ámbito propio de categorías como potestas iurisdictio-
nis), pero la razón del poco uso de la antigua distinción hay que buscarla sobre
todo en los inconvenientes derivados de una excesiva separación entre orden y
jurisdicción. En efecto, si estas dos categorías no sólo se distinguen sino tam-
bién se separan, acaba perdiéndose de vista la unidad entre el elemento jurídi-
co y el espiritual, entre lo visible y lo invisible en la Iglesia , e incluso puede
llegarse a situaciones abusivas de ejercicio de la jurisdicción sin ninguna base
en el orden sagrado; sin olvidar, al mismo tiempo, que un peligro de esta sepa-
ración es limitar la virtualidad de la gracia divina y los carismas a la potestad
de orden, quizás olvidando que el Señor también actúa mediante el ejercicio
de la jurisdicción, que es instrumento salvador en la Iglesia.
Por eso, el Vaticano II fue partidario de expresar la unidad de la potestad
eclesiástica con otro lenguaje. En este sentido emplea en cuatro ocasiones (LG
10, 18, 27; PO 2) la expresión sacra potestas, termino logía que, como ya se ha
visto en el epígrafe anterior, expresa un concepto global y unitario: la sacra
potestas no es solamente un poder de tipo jurídico, pues incluye también todos
aquellos aspectos de la función pastoral del papa y de los obispos que se inclu-
ían en la llamada potestad de orden (sobre todo el poder de confeccionar en
nombre de Cristo los sacramentos y sacramentales), así como la función de
magisterio, la enseñanza y la predicación. De este modo la tradicional potestad
de jurisdicción sería uno de los contenidos de la sagrada potestad que corres-
ponde en la Iglesia principalmente a los oficios capitales, es decir, al papa y a
los obispos.
Volviendo a la cuestión planteada sobre los sujetos de la potestad de régi-
men, el problema consiste propiamente en determinar en qué medida la ordena-
ción sagrada es necesaria o suficiente para la potestad de régimen y, paralela-
mente, cuál es el alcance de la misión canónica, de la intervención de la
autoridad eclesiástica, en la transmisión de la potestad. Desde el punto de vista
práctico uno de los problemas que deben resolverse en este contexto es la posi-
bilidad y alcance del ejercicio de la jurisdicción por parte de los laicos, enten-
didos aquí como aquellos fieles que no han recibido el sacramento del orden.
Pues bien , los canonistas y teólogos han ofrecido básicamente tres respues-
tas que pueden sistematizarse como sigue: para unos, el sacramento del orden
viene a ser el fundamento ontológico de la potestad de régimen o jurisdicción,
que se trasmite exclusivamente a través de la misión canónica, es decir, a través
del acto jurídico de la autoridad que nombra a la persona para un oficio o le de-
lega la potestad sin oficio. Otros autores señalan que la potestad se confiere, en
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESJA
parte por el sacramento del orden y en parte por la misión canónica, siendo ne-
cesaria la acción complementaria de ambos elementos para la plena constitución
de la potestad. Finalmente, otro grupo de autores considera que la potestad se
confiere en su totalidad por la consagración episcopal unida a la comunión jerár-
quica, mientras que la misión canónica afecta únicamente a la determinación del
ámbito de ejercicio de la jurisdicción sacramentalmente recibida 10 •
Veamos seguidamente lo que dispone la legislación de la Iglesia latina.
B. Legislación vigente
Digamos ante todo que las diversas opiniones sobre el problema del fun-
damento sacramental del poder en la Iglesia, se manifestaron durante los tra-
bajos preparatorios del c. 129 y están presentes también en la interpretación
del derecho vigente 12• La diversidad entre los autores se explica, por una parte,
por el distinto concepto de «potestad» que emplean. Se echa de menos en oca-
siones una oportuna distinción entre los términos sacra potestas, munus re-
gendi y potestas iurisdictionis, que , como hemos visto anteriormente, no son
perfectamente intercambiables . Por otra parte, la interpretación del c. 129 se
complica todavía más a causa de las disposiciones contenidas en otros ce. del
CIC que dificultan una solución armónica. Concretamente, el c 274 § 1 esta-
10. Cfr. A. CELEGHIN , Origine e natura della potesta sacra. Posizioni postconciliari,
Brescia 1987.
11. Además de los numerosos casos en los que el CIC emplea la expresión potestad de ré-
gimen, cfr. sobre la potestad de orden y su relación con la potestad de jurisdicción los ce. 274,
292, 966, 1335 y 1338 del CIC de 1983.
12. Cfr. E. MALUMBRES, Los laicos y la potestad de régimen en los trabajos de reforma
codicia[: una cuesti6n controvertida, en «Ius Canonicum», 26 (1986), pp. 563-625.
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ORGANJZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
mente . Es posible también -así lo establece el in fine del c. 130- que el de-
recho establezca expresamente en algún caso concreto que la potestad ejercida
en el fuero interno tenga consecuencias jurídicas en el fuero externo. Así ocu-
rre, p. ej., en la regulación establecida por el c. 1082.
La potestad de régimen para el fuero interno puede ser sacramental o ex-
trasacramental. En el primer caso el cauce de su ejercicio es el sacramento de
la penitencia (cfr. ce. 508, 1079 § 3, 1357, etc.); en el segundo caso, la potes-
tad de régimen se ejerce sin publicidad, pero no a través de la confesión sacra-
mental (p. ej. , la dispensa de un impedimento matrimonial oculto concedida
para el fuero interno )18 •
La distinción entre el fuero interno y el fuero externo es especialmente
relevante en el ámbito del derecho matrimonial (dispensa de impedimentos
ocultos , sobre todo) y del derecho penal (remisión de penas en el fuero inter -
no). En el marco de la organización eclesiástica sirve como principio relativo
al ejercicio de la potestad y además tiene algunas consecuencias respecto de
las competencias anejas a los oficios eclesiasticos. Puede sostenerse la presun-
ción de que el titular de la potestad de régimen, sea ordinaria o delegada, pue-
de ejercerla tanto en el fuero externo como también en el fuero interno, salvo
que el derecho o la naturaleza del asunto establezcan otra cosa. Esta presun-
ción general se deduce de la regulación antigua, contenida en el c . 202 del CIC
de 1917 y del criterio general coordinador implícito en el c. 130 vigente .
Como es obvio, esta presunción no se aplica a los casos en que la potestad se
concede solamente para el fuero interno: es decir, no cabe pre sumir que la po-
testad concedida para el fuero interno valga también para el fuero externo.
Finalmente cabe señalar la existencia de una mínima organización cir-
cunscrita a las actividades de fuero interno. En el ámbito diocesano el canó-
nigo penitenciario (u otro sacerdote destinado, donde no exista cabildo) es
competente vi officii para absolver en el fuero sacramental censuras latae sen-
tentiae no declaradas ni reservadas a la Santa Sede (cfr. c. 508 y también el c.
566 § 2 para la singular facultad del capellán en este mismo sentido). En el
ámbito univer sal, la Penitenciaría Apostólica «concede las absoluciones , dis-
pensas , conmutaciones, sanaciones y otras gracia s para el fuero interno, tanto
sacramental como no sacramental» (PB, art. 118).
5. LA DISTINCIÓN DE PODERES
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
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ORGANIZACIÓ N DEL GOBIER NO EN LA IGLESIA
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
26. Cfr. p. ej., el c. 436 § 1 sobre la posibilidad de que el metropolitano reciba encargos y
potestades peculiares de la Santa Sede; o también el c. 364, 8.0 a propósito del legado pontificio.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
A. Úl potestad ordinaria
Son dos las caracterís ticas que destacan en el concepto legal de potestad
ordinaria. En primer lugar , la vinculación de la potestad con un oficio: cual-
quier manifestación de la potestad ordinaria exige la titularidad de un oficio
eclesiástico, aunque no todos ellos comportan el ejercicio de la potestad de ré-
gimen. Sin entrar de momento en más precisiones sobre su naturaleza jurídica,
en derecho canónico se entiende por oficio «cualquier cargo, constituido esta-
blemente por disposición divina o eclesiástica, que haya de ejercerse para un
fin espiritual» (c. 145 § 1).
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
27. Cfr. G. MI CHIELS, De potestate ordinaria et delegata , Tournai 1964, p. 122; A .M.
S TICKLER, Le pouvoir de gouvernement. Pouvoir ordinaire et po uvoir délégué, en «L' Année Ca-
nonique», 24 (1980) , p. 71. Cfr. aquí también el supuesto especial del c. 145 § 2 in fine .
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ORGANJ'ZACTÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
bien especificar si fuera el caso que una determinada competencia sólo podrá
ser tramitada por el obispo dioce sano en persona, excluidos otros ordinarios,
salvo que tengan un mandato especial para actuar (cfr. c. 134 § 3).
Otras características destacables de la potestad ordinaria son las siguien-
tes. En primer lugar, la potestad ordinaria puede ser objeto de delegación. Esto
quiere decir que el titular del oficio puede trasmitir a otra u otras persona s el
ejercicio general o especial de algunas competencias unida s por el derecho al
oficio del que es titular, conservando siempre la titularidad de la potestad que
ha sido delegada, de forma que podrá revocarla observando la equidad y las
condiciones que el derecho pueda establecer sobre esa revocación (cfr. ce. 135
§§2y3,yl37).
En segundo lugar, la legislación del ere contiene norma s generales sobre
el ámbito de ejercicio, interpretación y suspensión de la potestad ordinaria ad-
ministrativa (cfr. ce. 136 y 143 § 2, 138 y 139).
Por último, se pueden destacar las normas relativas a la adquisición y
pérdida de la pote stad ordinaria. A causa de la unidad entre oficio y potestad
ordinaria, ésta sólo puede adquirirse mediatamente, es decir, a través del acce-
so al cargo eclesiástico concreto con el que el derecho vincule la potestad .
Esto exige a su vez la provi sión canónica, es decir, la aplicación del corres-
pondiente sistema de dotación de titular al oficio (cfr. ce. 146-183 del eIC).
De forma paralela a su adquisición, el ejercicio de la potestad ordinaria
cesa cuando concurre alguna de las causas de pérdida del oficio previstas por
el ordenamiento canónico. Además de las causas naturales, como la muerte del
titular del oficio o el transcurso del tiempo del nombramiento , son causas que
producen la pérdida del oficio y la potestad aneja al mismo: la renuncia del ti-
tular, el traslado a otro cargo, la remoción administrativa y, por último , la pri-
vación penal del oficio (cfr. c. 143 § 1 en relación con los ce. 184-196).
28. Cfr. M. CABREROS DE ANTA, Concepto de potestad ordinaria y delegada, en IDEM «Es-
tudio s Canónicos», Madrid 1956, pp. 200 ss.
58
,.....
29. Vid. un resumen de su doctrina en A. CATTANEO, Questioní, cit., pp. 272 ss. Cfr. tam
bién R.A. STRIGL, Grundfragen der kirchlichen Amterorganisation, München 1960, pp. 63 ss.
30. Cfr. c. 370.
31. Cfr. SMC, art. II § 1: «Ordinariatui militari, ut proprius, praeficitur Ordinarius». (Vid.
también SMC. art. IV. 3.º): c. 295: «Praelatus ut Ordinarius proprius,-.
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ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
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GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
36. Sobre todas estas doctrinas , cfr. A. VIAN A, Naturaleza canónica de la potestad vicaria
de gobierno, en «lus Canonicum», 28 (1988), pp . 105 ss.
37. Cfr. ibid. , pp. 122 SS.
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ORGANIZACJÓ N DEL GOBJERNO EN LA JGLESIA
38. Por eso los oficios vicarios son constituidos normalmente en la mism a sede del oficio
capital, aunqu e caben excepciones como en el caso de los vicarios y prefectos apostólicos (cfr. c.
37 1 § 1).
39. Cfr. c. 480, c. 407 en relación con el c. 406, ce. 65 y 473 § 4. Para la organización cen-
tral cfr. p. ej ., PB , art. 18/c .
40. Cfr. ce. 134 § 3, 406 § 1 y 479 §§ 1 y 2. Para la curia romana cfr. sobre todo PB, art.
18/a. Sobre la reserva en el ámbito judicial diocesano , cfr. c. 1420 § 2.
41. Cfr. c. 481 §§ l y 2; PB , art . 6.
62
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
B. La potestad delegada
a) Características objetivas
42. Cfr. c . 1420 § 2: «Vicarius iudicialis unum constituit tribunal cum Episcopo ...» .
43. Cfr. c. 371. Sobre la equiparación canónica con el obispo diocesano, cfr. c. 134 § 3 en
relación con los ce. 381 § 1 y 368. Sobre el significado de la potestad vicaria en tales casos, cfr.
Communicationes , 18 (1986), p. 66.
44 . Cfr. ce. 360 y 1442; PB, proemio , n. 8.
45. Cfr. ce. 391 § 2,475 SS. , 1420.
63
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
gún el c. 436 § 2); pero el poder delegado como tal no se recibe ni se ejerce a
través del oficio, a diferencia de la potestad ordinaria. La trasmisión de la po
testad delegada no depende de la organización de oficios establecida por el de
recho; por eso se dice que es una trasmisión «inorgánica» de la potestad.
En segundo lugar, la delegación comporta una comunicación del ejerci
cio del poder. Esta característica se relaciona con la anterior, ya que al no de
pender del oficio, no se delega la titularidad de la potestad. La titularidad de la
potestad delegada corresponde en realidad al delegante. El delegado ejerce un
poder que no es propio, ni supone tampoco la titularidad de una función esta
blemente constituida en la organización eclesiástica. El hecho de que el dele
gante conserve la titularidad de la potestad no significa, sin embargo, que el
delegado actúe en nombre ajeno, ejerciendo una representación jurídica: el de
legado obra subordinadamente al delegante, pero en nombre propio46 , ya que
aquel puede incluso realizar los actos delegados de modo distinto al que se de
termina en el mandato, aunque no pueda excederse respecto al objeto o a las
personas (cfr. c. 133).
En tercer lugar, es característica objetiva de la delegación el estableci
miento de una relación jerárquica entre el sujeto activo y el sujeto pasivo de la
delegación (delegante y delegado). Esta relación dependiente se concreta en el
llamado «mandato», que contiene las características y condiciones de la
delegación establecidas por el delegante. Normalmente se formaliza con un
decreto administrativo. En cuanto que afecta al fuero externo debe
consignarse por escrito, aunque según las normas generales de los actos
administrativos, no habría en caso contrario sanción de invalidez (cfr. c. 37).
Con todo, la delegación oral es desaconsejable porque puede plantear
dificultades de prueba (la carga de probar la delegación recae sobre quien
afirma ser delegado, porque a diferencia de la potestad ordinaria la
delegación no se presume: cfr. c. 131 § 3).
El mandato de delegación es esencialmente revocable47 porque, de una
parte, es libremente emitido, y, de otra, transmite solamente el ejercicio de la
jurisdicción, cuya titularidad conserva siempre el delegante. El mandato de
delegación habilita para un acto o para la generalidad de los casos de una mis
ma especie (ad universitatem casuum). En este caso se habla de delegación
universal, que se ha de interpretar ampliamente (cfr. ce. 137 § 1 y 138).
b) Características subjetivas
64
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
48. Cfr. M . CABREROS DE ANTA, Concepto, cit., pp. 194 ss., 207 ss., 212 ss.
49 . Cfr. ce. 976 del CIC de 1983 y 882 del CIC de 1917. Otros ejemplos típico s son los
actuales ce. 1079 § 3, 1357, 1354 § 2, y también las dispo siciones para los casos de sede vacante
e impedida : cfr., por ejemplo, la expresión «a iure quidem collatam» del c. 409 § 2.
65
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
50. Cfr . E. LABANDE!RA, Tratado, cit., p . 131. Sobre la dele g ación legis lati v a, cfr. princi-
palmente el c. 135 § 2 en r elación con el c. 30 .
51. Cfr . F.J. URRUTIA, Delegation ofthe exsecutive pow er of governance, en «Studia Ca -
nonica » , 19 (1985 ), p . 353; A. BERNÁRDEZCANTÓN, la delegación de la potestad eclesiástica, en
VV.AA., «L a pote stad de la Iglesia », Barcelona 1960 , pp . 211-212 .
66
r
GOBIERNO Y JURISDJCCFÓNEN LA JGLESJA
67
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
56. Cfr. ce . 883, 884 § 2, 966 y 1111 § 1. H. PREE (Die Ausiibung der Leitungsvollmacht,
en J. LISTL-H. M OLLER-H. SCHMITZ, «Handbuch des katholisc hen Kirchenrechts », Regensburg
1983 , p. 137) califica estas facultades como «actos de la potestad de orden con incidencia juris -
diccional» («mit jurisdiktionellem Einschlag»).
57. Cfr. E . LAB ANDEIRA, Tratado, cit ., p . 141.
68
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
69
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
legada que se ejerce solamente en el fuero interno es válido aunque, por inad-
vertencia, se realice una vez transcurrido el plazo de la concesión.
A. Personas jurídicas
61. Sobre los diversos significados de los términos «institución» e «instituto jurídico», cfr.
el estudio de P. ERoó, La nozione dell'istituzione ne/ CIC (Osservazioni sul c. 86), en VV. AA.,
«Magíster Canonistarum. Estudios con motivo de la concesión al prof. dr. Urbano Navarrete,
S.J., del doctorado honoris causa». Salamanca 1994, pp. 43-59 (especialmente , pp. 48-52).
70
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA JGLESIA
B. Órganos
62. Cfr. A.M . PUNZI Nrcou), Gli enti nell'ordinamento canonico. l. Gli enti di struttura,
Padova 1983, p. 20. Subraya esta misma observación G . Lo CASTRO , Gli enti e l'organizzazione
della Chiesa (Riflessioni intomo ad un recente studio) , en «Il Dirilto Ecclesiastico», 1986 (1-II),
pp. 299-323.
63. P. LOMBARDfA. Lecciones , cit.. pp. 140 y 141.
64. Cfr. E. LABANDEIRA , Tratado, cit., pp. 56 SS.
71
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
65. Entre otros motivos porque sirve para atribuir voluntad unitaria a las personas jurídi-
cas del Estado y para dar respuesta al problema de la imputación de actividades públicas y las
responsabilidades administrativas. A diferencia de lo que ocurre tratándo se de la representación
(donde no todos los actos ilegítimos del representante son necesariamente asumidos por el repre-
sentado), el órgano carece de personalidad propia y así, incluso en los casos de dolo o culpa, es
el ente y no el órgano quien responde frente a terceros, sin perjui cio de que la entidad pueda re-
clamar después daños y perjuicios a la persona que actuó concretamente. Al mismo tiempo , la te-
oría orgánica es apta para explicar la estabilidad, continuidad y desprivatización de las funciones
públicas, por encima de las diversas personas físicas que integran los órganos en cada momento.
66. Según J.A. SANTAMARIAPASTOR(Órgano administrativo, en «Nueva Enciclopedia
Jurídica », 18, 1986, col. 686) el panorama actual de los estudios sobre la materia revela una
«enorme abstracción y disparidad» , de manera que «la doctrina no ha llegado a alcanzar siquiera
una mínima base de acuerdo term inológico» , convirtiéndose la teoría del órgano en un «terreno
movedizo e inestable».
67. Cfr. A.M. PUNZIN!COLO,Gli enti, cit., p. 143, nota 86 .
72
GOBIERNO Y JURISDICCIÓN EN LA IGLESIA
68 . Cfr. p. ej.,A .M . PUNZINICOLO , op . cit ., pp. 140 ss; P.A. BONN ET, Ufficio (Diritto Ca-
nonico), en «Enciclopedia del Diritto », 45 (1992), col. 691.
69. Por otra parte, la noción de órgano no es aplicable a todas las instituciones de la orga-
nización eclesiástica, como son p. ej . las circun scripcione s . Así, la diócesis posee una estructura
orgánica , pero no puede ser considerada en sí misma corno un órgano de la Iglesia universal.
70. J .I.ARRIETA,Diritto , cit.,pp. 101 y 102.
73
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA JGLESIA
74
CAPÍTULO III
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
75
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
1. Fuera del título dedicado a los oficios , el ere emplea el término oficio con diversos
significados (obligación, tarea, ministerio , encargo) que conviene no confundir con el concepto
técnico de oficio: cfr. H. SocHA, comentario al c. 145, pp. 5 y 6, en Münsterischer Kommentar,
cit. Vid. también P. ERDO,Ministerium , munus et ojficium in Codice luris Canonici, en «Periodi-
ca», 78 (1989), pp. 411-436.
2. La finalidad espiritual a la que se refiere el c. 145 § 1 expresa una participación en la
misión general de la Iglesia y no siempre el ejercicio de la cura de almas: cfr. W. AYMANS-K.
MóRSDORF,Kanonisches Recht. Lehrbuch auf Grund des Codex luri s Canonici, vol. 1, Pader-
bom -München-Wien-Zürich, 1991, p. 445.
3. E. LABANDE!RA, Tratado de Derecho Administrativo Canónico, cit., p. 113.
76
El OFICIO ECLESIÁSTTCO
4 . Cfr. J .l. ARRIETA, Diritto, cit., p. 147. Para todas las cuestiones relativas a la personali-
dad jurídica del oficio y otros aspectos rela cionados con esta materia - p. ej. la relación entre
oficio y órgano - cfr. J.A. Somo , la noción canónica de oficio, Pamplona 1971, pp. 116 ss. ,
227 SS.
5. Cfr. p. ej. las opinione s de J.A . Somo, op. cit ., p . 102 (en contra del carácter técnico y
vinculante para el legislador ordinario de la definición conciliar) y O. R OBLEDA, la noción canó-
nica de oficio, en «Gregorianum », 54 (1973), p . 357 (que sostenía en su recensión al estudio de
Souto la precisa intencionalidad de la definición).
6. Cfr. R.A. STRIGL , Grundfragen der kirchlichen Amterorgani sation , cit., p. 15.
77
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
2. ELEMENTOS
Dentro del oficio como realidad jurídica unitaria cabe distinguir dos ele-
mentos: el personal o subjetivo y el funcional u objetivo.
7. Es posible la existencia de varios titulares de un único oficio eclesiástico sin que cons-
tituyan un colegio , por no cumplir los requisitos objetivos para que pueda hablarse propiamente
de oficio colegiado (sobre estos requisitos , vid. infra, cap. IV, 1). Así por ejemplo, de la regula -
ción establecida en los ce. 517 § 1 y 542-544 sobre las parroquias in solidum no puede deducirse
con certeza si se trata o no de verdaderos colegios de párrocos. Además estas parroquias podrían
ser teóricamente confiadas a dos párrocos, en cuyo caso no podría hablar se de colegio, para el
que son necesarias al menos tres personas (c. 115 § 2).
8. Cfr. c. 833 y el contenido de las fórmulas publicadas por la Congregación para la Doc-
trina de la Fe, que entraron en vigor el 1-III-1989 (cfr. AAS, 71, 1989, pp. 104-106 y 1169).
78
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
}ación con la organización eclesiástica y con los demá s fieles que no puede
aplicarse a los no bautizado s ni a los acatólicos. Se puede decir como principio
general que nadie puede desempeñar funciones de la organización sin ser
miembro de la comunidad organizada. Esto no impid e la colaboración de no
católicos y no cristianos en las institucione s de la organización eclesiástica,
pero sin que se reconozca una verdadera adscripción , ni tampoco la titularidad
de un oficio en virtud de esa tarea participati va o colaborad ora. Es el caso p .
ej. de la participación de miembros de Igle sias que no están en plena comu-
nión con la Iglesia católica en los sínodos diocesanos o concilios particulare s,
como observadores (cfr. ce. 463 § 3, 443 § 6). Por todo ello , en vez de aludir
genéricamente a la persona física, habría que hablar más bien del fiel como ti-
tular del oficio eclesiástico.
La amplia noción de oficio contenida en el c. 145 § 1 no vincula necesa-
riamente el oficio con la potestad de régimen. Ni todos los oficios asumen el
ejercicio de la potestad, ni tampoco ésta se ejerce siempre a través del oficio ,
como lo prueba el caso de la potestad delegada . Lo mismo cabe decir en el
caso de la tradi cionalmente denominada potestad de orden. En este sentido es
claro que pueden ser titulare s de oficios eclesiásticos tanto clérigos como tam-
bién fieles laicos, varones o mujeres, según lo que estable zca el derecho en
cada caso. Esta capacidad de los laicos es reconocida con carácter general por
el c. 228.
El acceso al oficio, cumplidos los requisitos de la provisión canónica , es-
tablece una peculiar posición jurídica del titular en la organización eclesiásti-
ca , diversa de la que le corresponde en cuanto simple fiel. Esta posición jurídi-
ca está comp uesta por diversos víncu los que relaciona n al fiel con el oficio
mismo y con la organización diocesana, supradiocesana o universal a la que el
oficio se adscribe. De estos víncu los derivan un conjunto de derecho s y debe-
res, correspon dientes a la naturaleza pública del oficio. Son los derecho s y de-
beres que se refieren al titular del cargo y que vienen establecidos p or las nor-
mas canónicas. Así, el que es nombrado para el oficio parroqu ial tiene la
obligac ión de residencia, derecho de vacaciones, etc. (c. 533); las per sonas
que trabajan en los dicasterios de la curia romana y otros organi smos vincula-
dos con la Santa Sede están sometidas, por su parte , a un régimen jurídico es-
pecial, regulador de aspectos subjetivos diversos , como son la situación labo-
ral, la organización de la plantilla y sus diversos escalafones, determinacione s
sobre la conducta per sonal , horarios, retribuciones, event uales sanciones ad-
ministrativas, etc. (cfr. RGCR , 1.ª parte , arts. 1-97).
Estos derec hos y obligaciones de la per sona titular del oficio deben dis-
tinguirse de los derechos y obligacione s del oficio que son ejercidos por el ti-
tular (potestad, facultades de representac ión, funcione s diversas)9. Así, vol-
9 . Esta distinción se encuadra en el problema más amplio de las relacio nes entre oficio y
titular (o bien entre oficio y órgano ). Sobre este problema la doctrina canónica ofrece distinta~
soluciones . Para algunos autores el oficio capacita a la persona física para actuar como órgano de
79
ORGANIZAC IÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
viendo al ejemplo del párroco, éste representa a la parroquia en todos los ne-
gocios jurídicos (c. 532) , ejerce en ella unas funciones especialmente vincula-
das con el oficio parroquial (c. 530) , tiene la obligación de aplicar la Misa pro
populo los domingos y fiestas de precepto (c. 534), etc.
Por último, para terminar estas consideraciones generales sobre el titular
del oficio, se puede recordar que la estabilidad constitutiva del oficio permite
diversos tipos de nombramiento del titular; puesto que el oficio permanece
más allá del tiempo para el que haya sido nombra,da la persona: de este modo
el titular, de acuerdo con las normas correspondientes a cada cargo, podrá re -
cibir un nombramiento temporal o indefinido, es decir , con o sin determina-
ción de tiempo, o incluso podrá ser nombrado ad nutum o ad beneplacitum , es
decir, por un periodo temporal que determine libremente la autoridad. Estudia -
remos más adelante (§ 7 .E) que estos distintos modos de nombramiento son
relevantes en el caso de una eventual remoción del titular.
También cabe advertir que una misma persona puede ser titular de varios
oficios , con tal de que sean compatibles entre sí.
Por último , cuando falta el titular del oficio, por renuncia, traslado etc., o
causa de la muerte, el oficio permanece establemente constituido en la organi-
zación eclesiástica, aunque queda vacante, de manera que sus funciones son
actuadas en parte por otra persona transitoriamente, hasta que se nombre el
nuevo titular.
B. Elemento fancional
80
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
81
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESI A
A partir de estas con sideraciones puede afirmar se que el titular del oficio
actúa en nombre de la Iglesia (cfr. por analogía el c. 116 § 1), dentro de su ám-
bito de competencias. De ahí que, en sentido amplio, podría hablarse del ofi-
cio como «órgano» de la Igle sia , aunque, como ya apuntamos anteriorm ente,
sea mejor con siderarlo como institución canónica específica, a causa de lo s
comprometido s presupue stos doctrinale s de la teoría orgánica.
Toda s estas cuestiones evoca n , al mismo tiempo, el problem a gener al de
la responsabilidad administrativa del oficio. Sobre .esta cuestión afirmó Lom-
bardía, refiriéndose específicamente el ejercicio de la pot estad ejecutiva en el
CIC, que los actos administrati vos son imputabl es, no a las per sonas física s
que los producen, «sino a la organización oficial de la Iglesia, en cuyo nombre
actúan». Y añadía el mismo autor: «si cualquier persona jurídica pública cum-
ple su función mirando al bien público en nombre de la Igle sia , en lo relat ivo
a la consecución de sus fines (c. 116 § 1), afortiori actúa en nombre de la
Iglesia el titular de un oficio con pote stad ejecutiva o quiene s asumen lega l-
mente la misión de colaborar con él en el ejercicio de sus funciones. En conse -
cuencia, las responsabilidades que pudieran derivarse de la ilegitimidad de ac-
tos administrativos, en lo que se refier e a la obligación de reparar daños (c.
128; cfr. también c. 57 § 3) , pesan sobre la organi zación eclesiástica , en la que
se inserta el oficio al que está aneja (c. 131 § 1) la pote stad ejecutiva que se
ejerció o se delegó . De ahí que tales daño s hay an de repararse, en el ámbito
patrimonial , con biene s eclesiásticos; independient emente de que a su vez la
organización eclesiástica pueda exigir re sponsabilidad a las personas físicas
que por su incumplimi ento del derecho , desacierto o negligencia hayan sido
culpables del daño causado al administrado» 12 •
Tra s haber descrito los ra sgos generales del oficio como figura can ónica
analizaremos ahora brev emente los aspecto s generales del proceso de estable-
cimiento de los oficios en la organización eclesiástica.
En este proce so conviene distinguir entre institución, constitución (o
erección) y provi sión de oficio s. Son tres actividades di versas desde el punto
de vista lógico o conceptual, aunque cronológic amente puedan coincidir en un
mismo acto o incluso ser realizada s por la misma autoridad.
a) La institución (lo que la doctrina alemana denomina Einrichtung) del
oficio con siste en su fundación en el ordenamiento canónico: la instauración
abstracta del oficio por el derecho . No es nece sario que el acto instituyente del
oficio determine de modo concreto todas sus característica s, ya que p. ej. el de-
12. P. L OMBARDIA, Comentari o a los ce. 40-47 , en CIC-Pamplona , pp . 91-92 (en las pri-
meras ediciones) y cfr. J. MIR AS, pp. 115 y 116 (en la 7 .ª ed.).
82
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
13. El c. 145 § 2 dispone: «Las obligacione s y derecho s propios de cada oficio eclesiásti-
co se determinan bien por el mismo derecho por el que se con stituye , bien por el decreto de la
autoridad competente que lo constituye y a la vez lo confiere ». Por su parte, el c. 148 establece:
«La provisión de los oficios compete a la misma autoridad a quien corresponde erigirlos, inno -
varlos o suprimirlos, a no ser que el derecho establezca otra cosa».
83
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
14. La estabilidad constitutiva del oficio plantea algunas cuestiones. P. ej. , hay que pre-
guntarse por el significado de la estabilidad constitutiva en los casos de oficios de constitución
facultativa y nombramiento temporal del titular, como es el caso del vicario episcopal diocesano.
Cuando el obispo constituye y nombra ad tempus un vicario episcopal en la diócesis, una vez
cumplido el plazo del nombramiento no tiene obligación de nombrar a un nuevo titular ni tampo-
co de seguir manteniendo el oficio. Estamos en este caso ante un oficio con estabilidad relativa.
no comparable con la que es propia de los oficios de constitución preceptiva. Algo parecido se
plantea a propósito de la estabilidad constitutiva de los oficios establecidos en sede vacante (p .
ej. el administrador diocesano: cfr. ce. 420 ss). Se puede cuestionar aquí si se trata de verdaderos
oficios, o bien de delegaciones a iure para estas situaciones de sede vacante (cfr. la expresión «a
iure quidem collatam » contenida en el c. 409 § 2 a propósito de la situación del obispo auxiliar
en sede vacante).
84
EL OFICIO ECLESJÁSTICO
4. CLASES DE OFICIOS
85
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
15. Puede ocurrir también que los oficios personales actúen en favor de determinado s fie-
les, pero dentro de un territorio determinado (p. ej., el vicario episcopal nombrado para determi-
nados fieles de la diócesis: cfr. c. 476). En tales casos el criterio delimitador de la competencia es
simultáneamente territorial y personal.
16. Una aplicación de este criterio se encuentra en el c. 517 § 2.
86
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
A. Principio capital
17. Entre los autore s que se han ocupado de esta materia cabe destacar a G. DELG ADO,
Principios jurídicos de organización , en «lus Canonicum », 13 (1973) , pp . 105-17 1, por más que
sus opinione s no siempre resulten compatibles con la legislación vigente, dado el momento en que
fueron publicadas . Recientemente se ha ocupado del tema J.I. ARRIETA, Diritto, cit. , pp. 156-167.
87
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
de los oficios capitales debe subrayarse siempre la peculiar posición del roma-
no pontífice respecto de la Iglesia universal y de los obispos al frente de las
Iglesias particulares , en cuanto titulares originarios de las funciones públicas
dentro de la estructura jerárquica de la Iglesia y, en particular, de la función de
gobierno en sus diversas manifestaciones. Esta realidad constitucional se pro-
yecta sobre las competencias atribuidas a los demás oficios establecidos.
No todas las funciones propias del romano pontífice y de los obispos dio-
cesanos son susceptibles de comunicación o participación por otros oficios.
Algunas son objetivamente intransferibles (concretamente, las que dependen
de carisma s específicos, como es el caso de la infalibilidad pontificia); en
otros casos existen determinaciones expresas del derecho que impiden la des-
concentración de ciertas competencias capitales en favor de otros oficios (así
ocurre p. ej. con la potestad legislativa particular que sólo puede ser ejercida
por el obispo -individualmente o en el sínodo diocesano -, salvo que el de-
recho determine otra cosa: cfr. c. 135 § 2).
El carácter propio e inmediato de la potestad pontificia y episcopal (cfr.
ce. 331 y 381 § 1) justifica la existencia de instrumentos canónicos al servicio
de una centralización del ejercicio del gobierno, como pueden ser p. ej. el poder
de reserva o la avocación de competencias. De este modo es posible que los
oficios capitales asuman incluso personalmente el ejercicio de poderes y com-
petencias que habitualmente se encomiendan a oficios diversos y subordinados.
Lógicamente esta posible centralización tiene sus límites, por motivos te-
óricos y prácticos . Por eso el principio capital no excluye la incidencia de los
principios jurídicos de colegialidad, descentralización y desconcentración.
B. Principio colegial
C . Descentralización y desconcentración
Existen motivos prácticos evidentes que aconsejan el ejercicio estable de
competencias por parte de oficios distintos de los oficios capitales. Resulta im-
posible, en efecto, que el papa y los obispos asuman personalmente el ejerci-
cio de todas las actividades relacionadas con la función de gobierno. Además
de imposible, esta hipotética concentración capital sería desaconsejable, te-
niendo en cuenta la necesidad de una especialización técnica y la complejidad
que reviste la actividad de gobierno.
88
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
89
ORGANIZACIÓ N DEL GOBIERNO EN LA fGLESIA
D. Principio vicario
Como ha puesto de relieve Arrieta21 , la vicariedad no sólo se expresa canó-
nicamente como una de las manifestaciones de la potestad ordinaria de régimen
(cfr. c. 131 § 2), sino que constituye también un principio de organización . Sin
embargo, las notas específicas de la potestad vicaria, ya estudiadas en página s
anteriores (vid. supra, cap. II, 6, A, b), valen mutatis mutandi s para la vicarie-
dad entendida como principio de organización de oficios, de manera que no es
necesario repetir ahora aquellas observaciones.
Se puede recordar, con todo, que el principio vicario se manifiesta en sen-
tido amplio cuando se constituyen en una determinada organización (Santa
Sede, diócesis, parroquia) uno o varios oficios con la misión específica de par-
ticipar establemente y a tenor del derecho en las funciones propias del oficio
capital de ese ente u organización. Los oficios vicarios tienen un significado
auxiliar de los oficios capitales, en cuyo nombre actúan.
La vicariedad ofrece un notable interé s desde la perspectiva del derecho
de la organización, porque permite una desconcentración estable de ciertas ta-
reas capitales , al tiempo que admite oportuno s instrumentos canónicos al ser-
vicio de la unidad del poder , a partir de la relación jerárquica que existe siem-
19. El principio directivo n. 5 para la reforma del CIC de 1917 señalaba la oportunidad de
«razonables 'descentralizaciones' cuando no haya riesgo de disgregación o de constitución de
Iglesias nacionales» (cfr. el Praefatio del ClC de 1983).
20 . Vid. Communicationes, 18 (1986), p. 66.
21 . Cfr. J.I. ARRIETA, Diritto, cit., pp. 159-162.
90
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
pre entre el oficio capital y el oficio vicario: el titular del oficio capital puede
asumir personalmente el ejercicio de las funciones que habitualmente desem-
peña el vicario (poder de reserva) y dispone también de otros controles sobre
la actividad vicaria (mandato especial, licencias, poder de revocación o revi-
sión de los actos vicarios, etc .).
E. Subordinación o jerarquía
El principio de subordinación o jerarquía expresa una relación jurídica de
dependencia que vincula verticalmente entre sí a diversos oficios. El oficio su-
perior ocupa una posición de supremacía, con el fin fundamental de garantizar
la unidad de las diversas actividades. De este modo pueden corregirse los
eventuales desequilibrios producidos por la incidencia de otros principios or-
ganizativos, como son la desconcentración de funciones o la vicariedad .
Esta relación subordinada es establecida propiamente por el derech den-
tro de un mismo ente u organización (una circunscripción, un colegio, etc.),
sobre la base de la distinción de poderes. Esto explica que no exista relación
de subordin ación jerárquica entre oficios administrativos y judiciales (p. ej .,
entre el vicario judicial y el ecónomo diocesano) .
Este principio tiene diversas manifestaciones. La más importante consis-
te en la atribución al oficio superior de un conjunto de poderes y facultades
para dirigir y controlar efectivamente la actuación de los subordinados. Son tí-
picas manifestaciones de la subord inación jerárquica la facultad de nombra-
miento y remoción del titular del oficio subordinado; la anulación o reforma
de los actos del inferior a iniciativa del superior o mediante la interposición de
un recurso jerárquico (cfr. c. 1737 § l); el poder de reserva y de sustitución
(cfr. ce. 479 §§ 1 y 2, 165); la capacidad de dirigir con mandatos generales o
especiales la actividad de los inferiores (c. 480); determinadas licencia s o
aprobaciones requeridas en casos concretos, etc.
F. Coordinación
22 . Cfr. PB, art. 20: «Si surgen conflictos de competencia entre los dicasterio s, se somete-
rán al Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, a no ser que el Sumo Pontífice quisiera pro-
veer de otro modo».
91
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESJA
92
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
G. Subsidiariedad
25. Es paradigmático en este sentido el contenido del principio directivo n. 5 para la refor-
ma del CIC de 1917, donde se relacionan los conceptos de subsidiariedad, autonomía y descen-
tralización: cfr. el Prefacio del CIC de 1983 y Communicationes , 1 (1969), pp. 80-82.
26. «El capellán debe guardar la debida unión con el párroco en el desempeño de su fun-
ción pastoral». Cfr. también , c. 568 («pro iis qui ob vitae condicionem ordinaria parochorum
cura frui non valent» ). Cfr. también el c. 558 sobre los rectores de iglesias .
93
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
27. « ... ad normam sacrorum canonum conferendum »: c. 145 § l del CIC de 1917.
28. Cfr. ce. 1448 y 1455, l. º ss. del CIC de 1917.
94
EL OFICIO ECLESJÁSTICO
29. Cfr. principalmente los ce. 1448 SS. del ere de 1917.
30. Cfr. p. ej. los ce. 378 y 521 sobre idoneidad de los candidatos al episcopado y al ofi-
cio parroquial, respectivamente.
31. Cfr. también el contenido de los ce. 149 § 3 (invalidez ipso iure de la provisión hecha
con simonía); ce. 150 y 151, sobre provisión de oficios con cura de almas , y c. 152, sobre oficios
incompatibles entre sí.
95
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
Los requisitos generales para la provisión de los oficios son los siguien-
tes: a) institución previa del oficio; b) vacación; c) compatibilidad ; d) forma;
e) toma de posesión 32 •
a) Para que pueda ser provisto el oficio debe haber sido instituido y
constituido. Recordemos que la institución consiste en la fundación abstracta
del oficio en el ordenamiento canónico, mientras que la constitución o erec-
ción supone su concreto establecimiento en una organización parroquial, dio-
cesana, colegial , etc. Sin embargo, según lo dispuesto por el c. 145 § 2, la
constitución y provisión del oficio pueden coincidir cronológica y formalmen-
te en el decreto admini strativo de la autoridad que, según la terminología del
c. citado, «constituye» y a la vez «confiere» el oficio al candidato. Con todo,
también en este supuesto es posible distinguir conceptualmente la provi sión
del oficio de su institución y constitución.
b) El oficio debe estar vacante canónicamente en el momento en que se
realiza la provisión ; es decir , debe carecer de titular legítimo, en virtud de la
incidencia de alguna causa de vacación previ sta por el derecho: transcurso del
tiempo o cumplimiento de la edad fijada cuando la autoridad competente lo
notifique por escrito (c. 186), muerte del titular, renuncia , traslado , remoción
o privación (c. 184 § 1). La vacación del oficio que se pretende dotar de titular
es un requisito para la validez de la provisión, que no sería convalidado por la
vacación posterior (cfr. c . 153 § 1 y la precisión del§ 2 sobre los oficio s pro -
vistos para un tiempo determinado). En el caso de que el oficio esté jurídica -
mente vacante pero alguien lo detente de hecho , puede realizarse la provi sión
con tal que se declare ilegítima esa pretendida titularidad y se mencione esa
declaración en el documento del nombramiento (cfr. c. 154).
c) «A nadie se confieran dos o más oficios incompatibles , es decir, que
no puedan ejercerse a la vez por una misma persona» (c. 152).
Se trata de un requi sito no exigido esta vez para la validez de la provi -
sión, a causa de las dificultade s práctica s que supondría la aplicación de esta
exigencia genera l33 • Las norma s de los diversos oficio s eclesiásticos pueden
establecer expresamente , también bajo sanción de invalidez , ciertas incompa-
tibilidades, como hace el CIC en algunos casos.14.
d) La provisión del oficio es un acto eminentemente formal. Esto signi-
fica concretamente que la designación del titular ha de seguir en cada caso el
32. Como requi sito especial incluido dentro de las normas generales de provisión el CIC
prohíb e bajo sanción de invalidez la provisión de un oficio hecha con simonía: cfr. c . 149 § 3 .
Para algunos oficios se exige además la profesión de fe y el juramen to de fidelidad: cfr. nota 8 de
este cap.
33. Cfr. J .l. ARRIETA , Comentario al c. 152, en C1C-Pamplona, p. 167.
34 . Cfr. los ce. 423 § 2 , 478 § 2 y 492 § 3.
96
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
35. En este sentido cabría una excepción al carácter formal de la provisión cuando el ofi-
cio fuese provi sto por libre cola ción de la autoridad (sistema que no sigue siempre un procedi-
miento pree stablecido) realizada oralmente. Este acto oral e informal sería ilícito, perono invá-
lido.
36. Cfr. las expresiones contenidas en los ce . 157, 161 § 1, 164, 165, 167 § 1, 174 § 1, 176,
179 § 5.
37. J .l. ARRIETA, Comentario a los ce. 146-148, en CIC-Pamplona, p. 165.
97
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
C. La libre colación
38. Cfr. c. 48: «Por decreto singular se entiende el acto administrativo de la autoridad eje-
cutiva competente , por el cual , según las normas del derecho y para un caso parti cular, se toma
una decisión o se hace una provisión que, por su naturaleza, no presuponen la petición de un in-
teresado».
39. Cfr., entre otros, los ce. 162, 165, 182 § 2 , 421 § 2.
98
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
El sistema previsto por los ce. 158 ss. consiste en la provisión del oficio
mediante la presentación del candidato por el titular del ius praesentationis y
el posterior nombramiento por parte de la autoridad eclesiástica competente.
Este sistema de provisión, denominado genéricamente «presentación», in-
cluye en realidad dos fases claramente diferenciadas: la fase de presentación del
candidato y la fase de nombramiento por la autoridad. Intervienen en ellas el
candidato, el sujeto titular del derecho de presentación del candidato (que puede
ser una persona física, un grupo de personas o un colegio permanente) y la auto-
ridad que realiza el nombramiento definitivo. Se trata de un sistema de provisión
que tiene sus raíces históricas en el derecho de patronato y beneficial4(1•
El derecho de presentación puede fundarse en diferentes títulos: privile-
gios, costumbres, normas pactadas con las autoridades civiles, etc. El CIC con-
tiene también diversos ejemplos de oficios que son o pueden ser provistos con
previa presentación de candidatos : así en el caso de nombramientos de obispos
auxiliares (c. 377 § 4), párrocos (c . 523), capellanes (c. 565) , rectores de igle -
sias (c. 557 §§ 1 y 2), oficios diocesanos conferidos a religiosos (c. 682 § 1).
El ejercicio del derecho de presentación está sometido al plazo general de
tres meses desde que se tuvo conocimiento de la vacación del oficio que debe
ser provisto, salvo que el derecho determine otra cosa (c. 158 § 1). También
está previsto el plazo especial de un mes para presentar un nuevo candidato
cuando el primero no fue considerado idóneo por la autoridad (c. 161 § 1). Si
no se cumplen estos plazos o por dos veces se presenta a una persona no idó-
nea, el oficio será provisto por libre colación de la autoridad a la que se pre-
senta el candidato , con el consentimiento del ordinario propio del que vaya a
ser nombrado (c. 162).
El candidato al oficio puede ser presentado separadamente o bien junto
con otros candidatos, tanto simultánea como sucesivamente. Si el derecho de
presentación pertenece a un grupo de personas o a un colegio , la designación
del candidato se realizará según las normas de las elecciones canónicas. Debe
tenerse en cuenta que nadie puede ser presentado contra su expresa voluntad y
que el nombramiento posterior a la presentación siempre ha de ser aceptado
expresamente por el candidato 41 •
Finalmente, la autoridad a quien corresponde nombrar al candidato pre-
sentado es diversa según las normas sobre los oficios: el romano pontífice en
el caso de los obispos auxiliares, el obispo diocesano en algunos nombramien-
tos de capellanes, párrocos, rectores de iglesias, etc. El CIC califica como
«institución» el acto de la autoridad que nombra al candidato presentado : así ,
40. Así , el c . 1445.l. 0 del CIC de 1917 enumeraba entre los derechos de los patronos el de
«presentar al clérigo para la iglesia o beneficio vacante».
41. Cfr. ce. 160, 158 § 2, 159 y 163.
99
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
E. La elección
42 . «Institutionem dare» (c. 158 § l) ; «ante institutionem factam» (c. 161 § 2); «auctoritati
cuius est institutionem dare» (c. 162); «praesentatum instituere», «instituat » (c . 163).
43 . «Cuando no se especifica el momento en que ha de realizarse la acción , o el lugar , o las
cualidades de la persona elegida, se sobreentiende que el gobernante goza allí de un poder discre -
cional» : E. L ABANDEIRA, Tratado de Der echo Administrativo Can6nico , cit. , p. 193 .
44 . Cfr. también el contenido del c. 57.
100
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
con el significado jurídico de una condición para adquirir pleno iure el oficio
(cfr. ce. 178 y 179 § 5) 45 •
El ere establece las normas generales sobre las elecciones para oficios
en los ce. 164 ss. Estas normas son de obligado cumplimiento sólo si el dere-
cho particular o estatutario no determinan otra cosa (cfr. c. 164).
Después de establecer el plazo general de tres meses desde el día en que
se tuvo noticia de la vacación del oficio (c. 165), el ere regula las diversas fa-
ses del procedimiento: a) elección de la persona, b) proclamación, c) notifica-
ción y d) aceptación del resultado de la elección por el designado, e) confirma-
ción -en su caso- de la elección por la autoridad.
a) El procedimiento de elección es, en sí mismo considerado, la fase más
detallada por estas normas del ele. Los ce. establecen los requisitos y efectos
de la convocatoria de todos los miembros del colegio o grupo (c. 166) y de la
constitución del cuerpo electoral (c. 167 en relación con el c. 119 .1.0 , que esta-
blece como quorum general de asistencia el de «la mayoría de los que deben
ser convocados»). También se establece el régimen jurídico del voto: cada
elector emite un solo voto, aunque pudiera votar por diferentes títulos (c. 168)
y debe ser -ad validitatem- miembro del colegio o grupo que realiza la
elección (c. 169); la votación debe ser libre por parte de todos y cada uno de
los electores y votos (ce. 170 y 172 § 1, 1.0 ), y se deben cumplir asimismo los
requisitos de capacidad para votar y validez del voto (ce. 171 y 172). Dentro
de estas normas sobre el ejercicio de la elección, el ere regula también el pro-
cedimiento del escrutinio de los votos (c. 173) y el régimen jurídico general
sobre la posible elección a través de compromisarios (ce. 174 y 175).
b) Una vez realizada la elección tiene lugar la proclamación del elegido.
El c. 176 dispone que, si no se establece otra cosa en el derecho particular o
estatutario , el presidente del colegio o grupo proclamará como elegido a la
persona que hubiera recibido el número de votos necesario según las diversas
posibilidades previstas por el e. 119.1.º, que como criterio general para el
cómputo de la votación establece la mayoría absoluta de los presentes 46 •
e) La elección se ha de notificar inmediatamente al elegido para que ex-
prese su aceptación en el plazo de ocho días útiles después de recibir la comu-
nicación. En el caso de que no manifestara su voluntad positiva o negativa, la
elección no surtiría efecto (e. 177 § 1 . Vid. también el § 2 del mismo c. sobre
los efectos de la no aceptación de la elección).
45. Otra diferencia entre la elección y la presentación es que ésta no siempre se realiza a
través de la votación de un colegio o grupo de personas .
46 . El c. 119 .1.0 ha merecido una interpretación auténtica del Consejo Pontificio para la
Interpretación de los textos legislativos , fechada el 29.VI.1990 (AAS , 82, 1990, p . 845): «Si en
las eleccione s que han de realizarse en conformidad con el e. 119.1.", aún se requiere en el tercer
escrutinio la mayoría absoluta de los sufragios de quienes están presentes , o es suficiente lama -
yoría relati va, excepto en caso de empate. R. Negativamente a la primera parte ; afirmativamen -
te a la segunda ».
101
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
F. La postulación
102
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
mula elijo o postulo, u otra equivalente, vale para la elección si no hay impe-
dimento, y de haberlo, para la postulación».
En cuanto al procedimiento para la postulación lo primero que hay que
considerar es la exigencia de un plazo de ocho días útiles para enviarla a la au-
toridad competente; en caso de incumplimiento del plazo, la postulación que -
da viciada ipso facto de nulidad, con algunas excepciones (cfr. ce. 182 § § 1 y
2). Aunque el c. 182 § 1 no lo señale, el plazo se cuenta desde el momento en
que se conoce el resultado de la votación para la postulación.
En las elecciones que requieren ulterior confirmación por la autoridad (cfr.
c. 179) , puede ocurrir que la autoridad competente para conceder la confirma -
ción lo sea también para dispensar el impedimento del candidato postulado . En
tal caso recibirá las dos peticiones: confirmar al elegido y dispensarlo del impe-
dimento. En el caso de que no se dé esa concurrencia de competencias en la
misma autoridad, la petición de confirmación y la postulación deben enviarse a
las autoridades correspondientes (cfr . c. 182 § 1). Por su parte, en las elecciones
que no preci san confirmación por la autoridad, «la postulación debe tran smi tir-
se a la autoridad competente para que conceda la dispensa» (c . 182 § 1).
La autoridad que recibe la postulación es libre de conceder la di spensa
del impedimento para que el candidato pueda ser titular del oficio. Si no con-
cede la dispensa, el derecho de elegir vuelve al colegio o grupo. Si la concede,
la respuesta positiva de la autoridad se notificará al po stulado para que mani-
fieste su aceptación y obtenga así inmediatamente el ofic io de pleno derecho
(cfr. c. 183) .
103
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
cuanto causa natural que produce inmediatamente el mismo efecto que las
causas legales de pérdida del oficio; es decir, la situación de oficio vacante 48 •
En virtud del significado público del oficio, todas las causas de cesación
requieren la intervención de la autoridad para ser jurídicamente eficaces, aun -
que la iniciativa haya correspondido al titular del cargo. Se excluye así la efi-
cacia exclusiva y automática de la voluntad subjetiva del titular, que podría
perjudicar o ser incompatible con las necesidades de la organización en la que
el oficio está integrado. La única excepción a este principio general la consti-
tuye la renuncia al oficio cuando ésta no precisa aceptación de la autoridad
para ser eficaz 49 •
Cuando concurre alguna de las causas que producen la pérdida del oficio
por su titular, éste deja de estar legitimado para ejercer las funciones propias del
cargo y se produce la situación de oficio vacante. Esta situación debe notificar-
se cuanto antes a las personas, grupos o colegios competentes para intervenir en
el procedimiento que acabará con el nombramiento de un nuevo titular (cfr . c.
184 § 3). Esta notificación es imprescindible cuando la provisión debe comen-
zar dentro de un plazo determinado, es decir, en todos aquellos supuestos en los
que el titular del oficio no se nombre por libre colación de la autoridad.
Dentro de las causas legales de pérdida del oficio previstas con carácter ge-
neral por el c. 184 § 1, el transcurso del tiempo y el cumplimiento de la edad tie-
nen un evidente significado temporal. Sólo afectan a aquellos titulares de oficios
nombrados por un tiempo determinado (cfr. p . ej., ce. 477 § 1, 494 § 2, 554 § 2)
o con un límite prefijado de edad máxima (cfr. p. ej., ce. 354, 401 § 1, 538 § 3) .
De acuerdo con las características comunes a todas las causas que produ-
cen la cesación en el oficio, estos dos supuestos sólo producen efectos «a par-
tir del momento en que la autoridad lo notifica por escrito » (c. 186). La notifi-
cación debe enviarse al titular del oficio y a las per sonas competentes para su
provisión, salvo que el titular se nombre por libre colación de la misma autori-
dad a la que corresponde la notificación.
C. La renuncia
Consi ste en la pérdida del oficio en virtud de la libre dimisión del titular
con causa justa y presentada formalmente ante la autoridad competente. Los
104
EL OFICIO ECLESIÁSTICO
D. El traslado
El traslado antes que un mero supuesto legal de pérdida del oficio consis-
te más bien en un procedimiento administrativo, que incluye a la vez la cesa-
ción en un oficio y la provisión de otro oficio diverso . El CIC considera parti -
cularmente el primer aspecto para incluir el traslado entre los supuestos que
producen la pérdida del oficio.
Por consiguiente, el traslado se refiere siempre a dos oficios: el que que-
da desprovisto de titular (oficio a quo) y el que es provisto (oficio ad quod).
105
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
Puede ser volu ntario o forzoso. En el primer caso el titular del oficio solicita o
acepta el traslado pretendido por la autoridad; en el segundo caso, no lo admi-
te . Si el traslado es forzoso, se requiere causa grave para realizarlo, y no sola-
mente una causa «justa y proporcionada» como exige p. ej. el c. 189 § 2 para
la renuncia que deba ser aceptada por la autoridad. Además, el traslado forzo-
so debe observar el procedimiento establecido por el derecho y, a falta de una
regulación específica de ese procedimiento, debe quedar en pie en todo caso el
derecho del titular del oficio a exponer las razones contrarias al traslado 52 •
Tanto el tra slado voluntario como también el forzoso han de intimarse
por escrito; de lo contrario serían jurídicamente ineficaces (cfr. c. 190 § 3). La
autoridad competente para realizarlo es sólo aquella a la que corresponde pro-
veer tanto el oficio a quo como el oficio ad quod (c. 190 § 1). El oficio a quo
queda vacante con la toma de posesión canónica del oficio ad quod, salvo dis-
posición en contrario 53 •
E. La remoción
52. Cfr. c. 190 § 2. Vid. los c. 1748 ss. donde el CIC regu la concretamente el procedi -
miento para el traslado de los párrocos. Hay que advertir que el traslado forzoso no tiene de suyo
carácter penal, aunque pueda constituir el contenido de una pena expiatoria (cfr. c. 1336 § 1.4.0 ).
53. Cfr. c. 191 § 1. Además, «el trasladado percibe la remuneración correspondiente al
primer oficio, hasta que toma posesión canónica del segundo» (c. 191 § 2).
106
EL OFICIO ECLESIÁS11CO
F. La privación
107
ORGANIZACIÓ N DEL GOBIERN O EN LA IGLE SIA
108
CAPÍTULO IV
LOS COLEGIOS
1. CO NCEPTO Y ELEMENTOS
l. Cfr. ce. 100 § 2 del ere de 1917 y 115 § 2 del CIC de I 983 .
109
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
ciones escritas, aunque teóricamente son también admisibles los usos y cos-
tumbres, sobre todo en los colegios de pocos miembros. Característica impor-
tante del procedimiento de formación de la voluntad colegial es la exigencia
de unas mayorías, más o menos amplias según la importancia de los asuntos,
para adoptar los acuerdos. Este aspecto diferencia la colegialidad de la solida-
ridad. En la relación jurídica solidaria no se exige para los acuerdos la mayo-
ría, sino la unanimidad entre los miembro s, de manera que el que no está de
acuerdo con la decisión final puede impedir su e.ficacia mediante el ejercicio
del derecho de veto 2 • Es típica, por tanto, de la colegialidad la votación mayo-
ritaria; en cambio es característica de la solidaridad el acuerdo unánime.
c) En tercer lugar, es elemento típico de los colegios la existencia de una
voluntad colegial, es decir, imputable al colegio mismo como institución . La
voluntad coleg ial , formada legítimamente según el procedimiento al que antes
nos referíamos, se impone y vincula a todos los miembros del colegio; de ma-
nera que el derecho no protege las opiniones no conformes con el contenido de
la decisión final mayoritaria\ La existencia de una voluntad o acto colegial es
cuestión diversa de su eficacia jurídica . El colegio delibera, decide, expresa su
voluntad; sin embargo esa voluntad o acto colegial puede tener efectos muy
diversos: así p. ej. puede constituir simplemente una deliberación que no se
exprese externamente, por afectar solamente a los miembros del colegio; o
puede trasladarse al tráfico jurídico externo como una declaración colegial de
juicio vinculante o no para terceras personas; o bien puede constituir incluso
una decisión, un mandato vinculante para terceros. En las próximas páginas
volveremos sobre esta cuestión.
d) En cuarto lugar, todo colegio requiere una organización interna, aun-
que sea la mínima necesaria para una distribución adecuada de las funciones
de los miembros dentro del colegio, sobre todo en lo que se refiere a la direc-
ción de los debates y la declaración ad extra de la voluntad colegial.
e) En quinto lugar, es también necesaria para que pueda hablarse de un
colegio establecido en la organización eclesiástica la existencia de un régimen
jurídico, más o menos desarrollado, de la estructura y actividades del colegio.
El c. 115 § 2 menciona en este sentido el derecho y los estatutos ( «ad normam
iuris et statutorum»). Con esta expresión se viene a indicar que las normas re-
guladora s de los colegios de la organización eclesiástica pueden ser autóno-
mas o heterónomas. Son autónomas aquella s normas o reglas que regulan la
estructura y actividad interna de los colegios (estatutos, «ordines» : cfr. ce 94 y
95) y que proceden del colegio mismo, aunque h ayan sido aprobadas por una
110
LOS COLEGIOS
4. En sentido contrario parece manifestarse J. H ERRANZ , al ofrecer una definición muy es-
tricta de colegio: «un grupo de personas determinadas de modo legítimo , las cuales aequo iure et
aequali modo concurren con su voto deliberativo a configurar y expresar la voluntad del grupo, re-
alizando así aquellos actos jurídicos que se llaman colegiales »: Génesis del nuevo cuerpo legisla-
tivo de la Iglesia (del Código de 1917 al Código de 1983), en «Ius Canonicum», 23 (1983), p. 510.
5. Cfr. p. ej. ce. 339 (concilio ecuménico), 443 y 444 (concilios particulares) y 454 (con -
ferencias episcopales).
6. Durante los trabajos preparatorio s del CIC de 1983 el coetus «de personi s physici s et
iuridicis» examinó, en sesión celebrada desde el 4 hasta el 8 de octubre de 1971, un proyecto so-
bre las universitates personarum que establecía lo siguiente: «Universitas personarum , quae non
nisi ex tribus saltem personis constituí potest, est sive collegialis sive non collegialis, prout [est]
ve{ non est coetus aequalium , cuius membra aequali iure, ad normam iuris et statutorum, actio-
nem communem determina!». En la discusión sobre este proyecto fue observado que no todos
los colegios admiten una igualdad estricta de derechos entre los miembros , ya que lo decisivo es
el procedimiento y el voto colegial. Los consultores valoraron no sólo el caso peculiar del cole-
gio episcopal, sino también la existencia de otros colegios canónicos jerárquicamente estructura-
dos. Como conclusión de lo discutido, el secretario adjunto del coetus propu so supri mir en el
proyecto aludido las referencias a la igualdad jurídica entre los miembros del colegio. Esta pro-
puesta fue aceptada por el resto de los consultor es (cfr. Communicationes, 22, 1990, p. 51). A
partir de estos criterios y de las discusiones posteriores (cfr. ibid., p. 74), el c . 72 § 2 del Se/tema
de 1977 contenía ya la cláusula sive aequali iure sive non, referida a las persona s jurídicas cole-
giales, que perman eció inalterada en los proyectos sucesivos, hasta el c. 115 § 2 definitivo. En
conclusión: según el c. 115 § 2 del CIC, no es requisito necesario para que pueda hablarse de una
persona jurídica colegial la igualdad de posición jurídica entre los miembros . Lo mismo cabe de-
cir para todos los colegios canónicos en general, sean o no personas jurídicas.
l 11
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
112
LOS COLEGIOS
Esta es una de las razones que llevan a algunos autores a sustituir el término «colegialidad» epis-
copal por el de «sinodalidad», con el fin de expresar una realidad teológica, derivada del sacra-
mento del episcopado, que no equivale perfectamente a la colegialidad jurídica. Sobre esta mate-
ria, vid . un status quaestionis en J. FORNÉS , Naturaleza sinodal de los Concilios particulares y de
las Conferencias episcopales, en «La Synodalité», Actas del 7 .º Congreso internacional de Dere-
cho Canónico, publicadas en «L'Année Canonique (Hors Série)» , 1 (1992), pp. 307-315.
9 . Bien entendido que esta afirmación no implica integrar todas las manifesta ciones del
principio eclesiológico de la colegialidad episcopal en el concepto jurídico de colegio, como
oportunamente advierte W. A YMANS, Das synodale Element in der Kirchenverfa ssung, München
1970, p.2 04.
10. Hay que distinguir en el romano pontífice su pertenen cia al colegio episcopal y supo-
sición de cabeza del colegio. En este sentido no sorprende que dentro del concilio ecuménico el
papa realice funciones de presidencia del colegio e incluso vote con los demás obispos los docu-
mentos. Pero al mismo tiempo realiza funciones que le corresponden en cuanto cabeza del cole-
gio episcopal. La distinción se expresa claramente en el c. 341 § 1, donde se alude a la votación
o aprobación de los documentos conciliares por parte del romano pontífice «una cum Concilii
patribus» (actividad que le corresponde en cuanto miembro del colegio), y a la confirmación de
los documentos con el mandato de promulgación (actividad que realiza en cuanto cabeza del co-
legio episcopal). K . HARTE LT(cfr. Da s okumenische Konzil, en «Handbuch des katholischen Kir-
chenrechts», Regensburg 1983, p. 271), aunque reconoce la posición del papa como cabeza y
miembro del colegio episcopal, entiende que el c. 341 § 1 no debe ser interpretado en el sentido
de que los decretos aprobados por el romano pontífice juntamente con los padres conciliares ne-
cesiten una nueva confirmación del papa antes de su promulgación, ya que basta la aprobación
con los padres conciliares para garantizar la necesaria intervención pontificia : una ulterior con-
firmación pontificia sería, por tanto, superflua . Hay que reconocer que en la praxis del Concilio
Vaticano II, la votación pontificia de los documentos definitivos junto con los padres conciliares
y la promulgación de los mismos tuvo lugar simultáneamente en solemnes sesiones públicas.
113
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
tegran a varios obispos en diversos coetus. Estos colegios (sínodo de los obis-
pos, conferencias episcopales, concilios particulares) son expresiones institu-
cionales del «afecto colegial» (cfr. LG 23) o vínculo de comunión que une en-
tre sí a los miembros del colegio episcopal. El Sínodo Extraordinario de 1985
denominaba a estos colegios «realizaciones parciales» del principio de la cole-
gialidad episcopal que, en sentido estricto, implica la reunión de todos los
obispos con el romano pontífice en favor de toda la Iglesia 11 •
11. «La acción colegial tomada en sentido estricto implica la actividad de todo el Colegio
juntamente con su cabeza sobre toda la Iglesia. Su expresión nítida se tiene en el Concilio ecumé-
nico( ... ). Son distintas de esta primera colegialidad, tomada en sentido estricto, diversas realiza-
ciones parciales [del principio teológico de la colegialidad episcopal] que son verdaderamente
signo e instrumento de afecto colegial: el Sínodo de los obispos, las Conferencias Episcopales, la
Curia romana, las visitas ad limina, etc .»: Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de
1985. Relación Final , Ii. C. 4, en «Documentos del Sínodo 1985». 2." ed., Madrid 1986, p. 17.
114
LOS COLEGIOS
Los colegios pueden ser calific ados primariamente como entes o institu -
ciones pública s e n el ordenamiento canónico. Ya hemos señalado (vid. supra,
cap. II § 9 e) que esta califi cac ión atiende a la integración de diversas figura s
en la organización ecle siástica, que les permi te actuar como sujetos o centros
de imputación de funciones pública s en la Iglesia, diverso s de las personas fí-
sicas singu larmen te consideradas 12 • En cuanto institucione s de la organización
pública de la Iglesia los colegio s se distingue n de las asociacione s, los simples
grupos de fieles e inclu so de posibles agrupacione s o reuniones de oficios uni-
personales sin voluntad unitaria.
Sin embargo, esta consideración institucional de los colegios no equiva le a
considerarlos como personas jurídicas, porque - vale la pena repetirlo - la pro-
blemática de los entes de la organización eclesiástica no coincide perfectamente
con la que es propia de las personas jurídica s en el derecho canónico 13 • El orde-
12. En este sentido, J. I. ARRIETA , Diritto, cit. , p. 125: «El órgano colectivo o colegio se
presenta como un centro unitario y autónomo de imputación jurídica , distinto de las personas que
lo constituyen».
13. D . GAR CfA HERV ÁS sosti ene , en cambio , que todo colegio es persona jurídica en la
Iglesia (cfr. Régimen jurídico, cit., pp. 123 y 180), al adoptar un concepto excesivamente amplio,
a nuestro juicio, de la personalidad jurídi ca. Ésta se identifica prácticamente, en el pen samiento
de la autor a citada, con cualquier manifestación de subjeti vidad en el ordenamiento canónico.
Más correcto parece el planteamiento de W. AYMANS, que distingue entre personas jurídi cas co-
115
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
namiento canónico reconoce las «per sonas jurídica s colegiales» 14 junt o con
otros colegios que, siendo centros de imputación diverso s de las person as físi-
cas individuales y cumpliendo las características propia s de los colegios, no
aparecen dotados de per sonalidad jurídica ipso iure ni tampoco nece sitan ser
dotados de per sonalid ad jurídica por la autoridad. Un ejemplo significativo de
colegios sin personalidad jurídica es el de los colegios consultivos integrados en
los diversos niveles de la organización eclesi ástica (el colegio de con sultores
diocesano , el consejo episcopal, el con sejo de asuntos económicos parroquial ,
los consejos pontificio s de la curia romana, etc: 5) , que expresan una voluntad
colegial y tienen una organización transpersonal, pero no necesitan la personali-
dad jurídica por formar parte de la organización parroquial, diocesana o central.
Tras esta calificación primaria de los colegios como institucione s integra-
das en la organización eclesiástica, puede plantearse la cuestión de su relación
con la figura también institucional del oficio eclesiástico.
Los colegios tienen un régimen jurídico y presentan una organización in-
terna compuesta por diversos oficios uniper sonales (presidente, secretario del
colegio, etc .), por lo que parecen distinguirse conceptualment e de los oficios.
Sin embargo no hay inconveniente, a nuestro juicio , en relacionar las dos no-
ciones, de manera que pueda hablar se de oficios uniper sonales y colegiados 16 •
En este último caso el coetus o grupo de per sonas que integra el colegio es ti-
tular colectivo del munus stabiliter constitutum que constituye funcion almente
el oficio . Esta adscripción de los colegios a la noción de oficio eclesiástico tie-
ne entre otras consecuencias la posible aplicación a aquellos de las normas ge-
nerale s sobre el ejercicio de la potestad , que no se limitan solamente a las per-
sonas individuale s ni a los oficios uniper sonales.
Además de los que puedan establecerse a travé s del derecho parti cular ,
son numero sos los colegios de la organización eclesiástica expresamente regu-
lados por el derecho universal. Intentando una enumeración exhau stiva, pode-
mos mencionar en el ámbito diocesano el sínodo de la diócesi s (ce. 460 ss.), el
consejo presbiteral (ce. 495 ss.), el cabildo de canónigos (ce. 503 ss.), el con-
legiale s y simples co legios . Éstos últimos son detenninados gru pos de personas que, aunque no
dispongan de personalidad juríd ica, son como tales sujetos de derecho y sus miembros están uni-
dos recíprocame nte de manera colegial: cfr. Der kollegial e Akt. Ein Beitrag zur Auslegung von e .
119 CIC, en W. SCHULZ (Ed.), «Recht als Heil sdienst. Matthaus Kaiser zum 65. Geburt stag», Pa-
derbom 1989, p. 86, nota l; también en Das synoda le Eleme11t,cit., pp . 234 ss.
14. Cfr. ce. 99- 101 del CIC de 1917 y c. 115 del CIC de 1983
15. Cfr., respectivamente , ce. 502,473 § 3, 537; PB arts. 131 ss .
16. De hecho , la doctrina canónica ha reconocido expresamen te que un colegio pueda ser
titular del oficio ecles iástico: así, K . MóRSDOR F, Kritische Enviig1mgen zum kanonischen Amts -
begriff, cit ., pp . 363 y 364; ID., De conceptu Ojjicii Ecclesias tici, cit. , p. 77 y 84.
116
LOS COLEGIOS
sejo episcopal (c. 473 § 4), el colegio de consultores (c. 502), el consejo eco-
nómico diocesano y parroquial (ce . 492 ss. y c. 537), el consejo pastoral dio-
cesano y parroquial (ce. 511 ss. y c. 536), el consejo de conciliación (c. 1733 §
2) y, finalmente, el tribunal de primera instancia (ce. 1425 ss. y c. 1423) 11 •
En el ámbito interdiocesano se cuentan los siguientes colegios: los conci-
lios particulares (plenario y provincial: ce. 439 ss.), las conferencias episcopa-
les (ce. 447 ss.) y los tribunales de segunda instancia (ce. 1438 ss.).
Finalmente son de ámbito universal el concilio ecuménico (ce. 337 § 1
ss.), el sínodo de los obispos (ce. 342 ss.) , el colegio cardenalicio (particular-
mente el consistorio : ce. 349 y 353), las congregaciones de la curia romana
(PB, arts . 48-116), los consejos pontificios y otros oficios colegiados de la
Santa Sede (PB, arts . 131-180) , y, por último, los tribunales pontificios de la
Rota Romana (ce. 1443 ss. y PB, arts . 126-130) , el Tribunal Supremo de la
Signatura Apostólica (c. 1445 y PB , arts. 121-126) y la Penitenciaría Apostóli -
ca (PB, arts. 117-120).
Como puede observarse, es muy variada la denominación de los colegios
enumerados: sínodos, concilios, conferencias, consejos, colegios, tribunales ,
congregaciones, cabildos . Más allá de esta diversidad terminológica lo decisivo
es que todas estas instituciones cumplen las características propias de los cole-
gios en lo referente a la pluralidad de miembros, el procedimiento de formación
y determinación de la voluntad colegial mediante votos y mayorías, la existen-
cia de una estructura interna, y, finalmente, un régimen jurídico específico que
determina la posición de esos colegios en la organización pública de la Iglesia.
A partir de la valoración del régimen jurídico aplicable a los colegios pre-
vistos por la legislación univer sal se pueden establecer, entre otras, algunas
clasificaciones de mayor interés:
a) Atendiendo a su posición en la organización eclesiástica se distin -
guen colegios de constitución preceptiva (p. ej . el consejo presbiteral diocesa-
no) y otros que son facultativos (p. ej. los consejos pastorales diocesanos y pa-
rroquiale s). En el segundo caso su efectiva constitución depende del juicio de
la autoridad , a partir de las necesidades que se presenten.
b) En función de la periodicidad de su convocatoria se distinguen los
colegios de convocatoria ocasional de aquellos otros con convocatoria regular.
El primer supuesto corresponde a las asambleas sinodales integradas por mu-
chos miembros y revestida s de una especial solemnidad (concilios univer sales
y particulares, sínodos diocesanos). Las norma s específicas sobre su actividad
(ordines, reglamentos) suelen publicarse junto con la convocatoria .
17. En cambio , no incluimos entre los colegios diocesanos el supuesto de las parroquias in
solidum (c. 517 § 1) porque , aparte de que pueden ser encomendadas a dos sacerdotes solamente
- y, por tanto , no cumplirían el mínimo de tres miembros necesario para constituir el colegio -,
del régimen jurídico establecido por el ereno se puede deducir con certeza si los párrocos actúan
en tal caso conforme a las reglas de la colegialidad (voto) o de la solidaridad jurídica (veto).
117
ORGAN IZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
118
LOS COLEGIOS
A. La condición de miembro
119
ORGANJZACJÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESJA
B. Organización interna
Para desarrollar con más eficacia sus actividades los colegios actúan or-
dinariamente en sesión plenaria (el pleno del colegio) o a través de su comi-
sión permanente (llamada también, en ocasiones, comité ejecutivo). Esta dis-
tinción es particularmente apropiada para los colegios con muchos miembros,
porque la convocatoria frecuente de todos ellos haría difícil la necesaria agili-
dad del trabajo colegial.
El pleno o asamblea plenaria del colegio es convocada pocas veces al año
y reúne a todos los miembros para debatir y decidir las cuestiones de mayor
importancia. La comisión permanente o comité ejecutivo (a veces estos nom-
bres son sinónimos en la práctica; otras veces responden a organizaciones di-
versas dentro de un mismo colegio) se ocupa básicamente de promover la eje-
cución de las decisiones plenarias y atiende las diversas cuestiones que puedan
plantearse hasta la celebración del próximo pleno, que también prepara. Nor-
malmente las funciones del pleno y de la comisión permanente son reguladas
por las normas estatutarias del colegio. Como ejemplo de esta diferencia entre
el pleno colegial y la comisión permanente puede aludirse a la regulación de
las conferencias episcopales (cfr. ce. 451 ss.) y de la actividad de los dicaste-
rios romanos (cfr. RGCR, arts . 112-120, especialmente).
21. Cfr. en tal sentido, D. GARCÍA HERVÁS , Régimen jurídico, cit ., p. 130; J. CALVO , Natu-
raleza del «votum» en los colegios de la organización diocesana, en «La Synodalité», cit. , vol.
II, p. 764.
120
LOS COLEGIOS
6. LA VOLUNTAD COLEGIAL
A. Formación
121
ORGANIZACIÓ N DEL GOBI ERNO EN LA IGLESIA
pretenda tomar decisiones sino más bien dar noticias que afecten a la vida co-
legial. Sin embargo, lo más frecuente es que en el orden del día esté previsto
también el debate y votación de algunas cuestiones que corresponde decidir al
colegio. Además, cada cierto tiempo los miembros son convocados para elegir
algunos cargos internos o, si es el caso, externos al colegio . De este modo, bá-
sicamente la voluntad colegial unitaria expresa una decisión o una elección, en
uno y otro caso mediante votación de los colegas.
La voluntad colegial se determina a través de un procedimiento complejo
que incluye diversas actuaciones. Este procedimiento se regula de manera es-
pecífica en las normas internas o estatutaria s de cada colegio y, supletoriamen-
te 22en el derecho común. Tales normas procedimentales tienen un importante
significado porque, si no se cumplen los requisitos de las diversas fases, el vi-
cio de las actuaciones se traslada al acto colegial definitivo , que resultará invá-
lido23 salvo que se trate de defectos formales de menor importancia y fácil -
mente subsanables (cfr. p . ej. c. 166 §§ 2 y 3) .
Para ilustrar las diversas fases del procedimiento se puede aludir por ana-
logía a las normas del ere sobre la provisión de oficios por elección (ce . 166
ss.), a las que se remite el c . 127 § l 24 :
c) Deliberación y votación
Una vez constituido el colegio , tienen lugar la s deliberacione s y debates
en una o varias sesiones. El des arrollo de las sesiones es dirigido por el presi-
22. Cfr. ce. 119 («nisi iure vel statutis aliud caveatur»), 127 § 1 (nisi [ ... ] aliter iure parti-
culari aut proprio cautum sit»). A veces el mismo derecho universal contiene disposi ciones con -
cretas sobre la formación de la voluntad colegial: cfr. ce. 1426 § 1, 1455 § 2 y 1609.
23. Así, el c . 119 trata de requisitos para la validez ju rídica , salvo que expresame nte las
normas regulen otros requ isitos.
24 . En tal sentido , J.I. ARRI ETA, Diritto, cit., pp . 133 ss.
122
LOS COLEGIOS
malmente , dos tercios de los votos). En algunos casos especiales puede exigir-
se incluso el acuerdo unánime de todos los votantes: es el caso del antiguo
principio canónico hoy recogido en el c. 119 § 3 («lo que afecta a todo s y a
cada uno debe ser aprobado por todos»), que puede referir se25 bien a derecho s
personales de los miembros del colegio, o bien a cuestio nes que no correspon-
den al colegio como tal y que por eso requieren la unanimidad.
Todas estas mayorías pueden computarse sobre la base de los votos emi-
tidos, o bien atendiendo al total de miembros con wto deliberativo. Esta últi-
ma posibilidad -que se encuentra prevista p. ej. por el c. 455 § 2 relativo a las
decisiones jurídica s de las conferencias episcopales- es excepcional, a causa
de las mayores dificultades que supone.
25. Cfr. W. AYMANS, Der kollegiale Akt , cit. , p. 98 . Otro ejemplo de unanimidad requeri-
da para algunas decisiones es el acuerdo para la votación por compromi sarios (cfr. c. 174 § l ).
124
LOS COLEGIOS
26. Este planteamiento general trasciende el ámb ito de la organiza ción ecle siástica y es
aplicable también en el contexto de la sociología de las organizaciones empresariales, políticas,
etc. Cfr. p . ej. J. D . Mo oNEY,Prin cipio s de organización , trad . esp., Madrid 1958 , pp. 17 ss. La
organización consultiva fue en su momento un instrum ento de amplia aplicación en el modelo
político del Antiguo Régime n, donde la concen tra ción del poder en el soberano exigía la consti-
tución de numerosos colegios asesores .
27 . Vid. p. ej. ce. 462 § 2 y 466 (sínodo diocesano), 492 § 1 (consejo de asunto s económi-
cos diocesano), 495 § 1 y 500 §§ 1 y 3 (consejo presb itera l) , 503 (cabildo), 5 14 § 1 y 536 § 1
(consejos pastorales dio cesa nos y parroquiales), 344.5.º (sínodo de los obispos) y 353 § 1 (con-
sistorios de cardenales) . Cfr. también aquí el contenido de la respue sta de la Comisión pontificia
para la interpretación del CIC de 5-VII-1985 cit. en la nota 33 de este cap.
28. Así , J. ARIAS,La función consultiva, en «Ius Cano nicu m», 11 (197 1), pp. 2 17-245.
29. Subraya n la importancia de la función consultiva en la Iglesia, H. MúLLER,De formis
iuridici s coresponsabili tatis in Ecclesia , en «Pe riodica», 69 ( 1980) , p. 310 y G . FELICIANI , Co-
rresponsabilita ecclesiale nella struttura gerarchica della Chiesa, en VV.AA. , «Com un ione ec-
clesiale e strutture di corresponsabilita» , Roma 1990 , p. 41.
125
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
30. Vid. ce. 294 , 372 § 2, 377 § 3, 433 § 1, 461 § 1,494 §§ l y 2, 500 § 2, 509 § 1, 515 §
2 , 531, 536 § 1, 1215 § 2, 1222 § 2, 1263, 1277, 1281 § 2, 1292 § l. 1305, 1310 § 2.
31. Cfr. los ce. citados en la nota precedente y el texto del c. 127.
32 . Cfr. el contenido del c . 127 y los ce. 272 , 485 , 500 § 2, 1018 § 1.2.º, 1277.
33. Cfr. también la respuesta de la Comisión Pontificia para la interpretación del CIC, fe-
chada el 5-Vll - 1985, que respondió negativam ente a la siguiente con sulta: «Si , cuando el dere-
126
LOS COLEGIOS
cho establece que para realizar ciertos actos el Superior nece sita el consentimiento de algún co-
legio o grupo de personas , el mismo superior tiene derecho a emitir su voto junto con los demás,
al menos para resolver la igualdad de votos» (cfr. AAS. 77, 1985, p. 77 1).
34. Cfr. E. CORECCO, Parlamento ecclesiale o diaconia sinodale?, en «Communio», 1
(1972), pp. 32 SS.
35 . Cfr. J. GAUOEMET, Sur la co -responsabilité, en «L'Ann ée Canonique», 17 (1973), pp.
533-541 . Algunos problemas prácticos en relación con la participación son aprobados en la ins-
trucción Ecclesiae de mysterio, art. 5, publicada por la curia romana el 15-VIll - 1997 (AAS, 89,
1997, pp. 852-857).
127
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
36. Cfr. J. Rrnz ÜRTA, La organización de las conferencias episcopales en el derecho ca-
nónico universal y particular , tesis doctoral inédita , Pamplona 1992, pp. 269 ss. y 341.
128
CAPÍTULO V
LAS CIRCUNSCRIPCIONES
129
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERN O EN LA IGLESIA
cio ministerial (cfr. LG 10). Son «porciones del Pueblo de Dios » confiadas a
los obispos - sucesores de los Apóstoles y miembros del colegio episcopa l - ,
para que las presidan como fundamentos visibles de unidad (LG 23) en nombre
de Cristo y las apacienten con la cooperación de los presbíteros (cfr. CD 11).
Todas estas características se cumplen en las diócesis. En efecto, hay una
equivalencia perfecta entre la realidad histórica y canónica de la diócesis
como forma constitucional de organización del Pueblo de Dios y el concepto
teológico de Iglesia part icular. Esto es algo que señalai:i con toda claridad e l
Concilio Vaticano II y la legislación canónica. Según CD 11, «la diócesis es
una porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al obis-
po con la cooperación del pre sbiterio, de manera que, unida a su pastor y con-
gregada por él en el Espírit u Santo mediante el evangelio y la eucaristía, cons-
tituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la
Iglesia de Cristo una , santa, católica y apo stólica » . El c. 369 del CIC reprodu-
ce literalmente esta definición del Vaticano 11.
3 . Cfr . P. R o o RfGUEZ, Iglesias parti culares y prelaturas p ersonales, 2 ." ed ., Pam plon a
1986, p. 152.
4 . C fr. E. C ORECCO, Iglesia parti cular e Iglesia universal en el surco de la doctrina del
Concilio Vaticano ll , en VV.AA ., «Iglesia uni versal e Iglesias p articulares », Pamplona 1989 , p . 82 .
5. J. HERVADA , Veintidós puntos sobre las Porciones del Pueblo de Dios, en P. Ro o R(GUEZ
et alii , «Iglesia uni versa l e Iglesias particul ares» , Pamplona 1989 , p . 248 .
130
LAS CJRCUNSCRJPCIONES
«se asirrúlan» a las diócesis 6 • Estas expresiones parecen indicar que las cír-
cunscripciones no diocesanas propiamente no son Iglesias particulares sino
que sólo se asimilan a la diócesis bajo el aspecto jurídico; pero el empleo de la
expresión imprimís, «principalmente», da a entender que las diócesis no son
las únicas Iglesias particulares. No se ve aquí una respuesta clara al problema.
El concepto teológico de Iglesia particular no parece ser perfectamente
aplicable a todas las entidades que el derecho canónico equipara con las dióce-
sis. Por ser más concretos, según la moderna eclesiología es imprescindible
para el concepto teológico de Iglesia particular la capitalidad episcopal, requi-
sito que se cumple plenamente en las diócesis, pero no en otras comunidades
cuasidiocesanas mencionadas por el c. 368 del ere, como las abadías territo-
riales o las prefecturas apostólicas, que pueden ser presididas por presbíteros.
Además, hay diócesis en formación, como los vicariatos apostólicos eri-
gidos en territorios de misión que son gobernadas por obispos o por presbíte-
ros, pero no en nombre propio, sino como vicarios pontificios, de manera que
el pastor propio de esas circunscripciones es el papa. Y sin embargo, según la
doctrina de la Iglesia particular la porción del pueblo de Dios debe ser presidi-
da por un obispo como pastor propio, en comunión con el papa. Lo mismo
ocurre con las administraciones apostólicas , que son circunscripciones esta-
blemente erigidas y diferentes de las diócesis gobernadas por un prelado con
potestad vicaria del papa (c. 371 § 2).
Después se presenta el caso de estructuras jerárquicas no territoriales que,
por las características de su organización propia, se equiparan más o menos,
según los casos, con las diócesis en cuanto a las normas que las regulan, pero
que no deben ser consideradas Iglesias particulares, a la vista de su finalidad.
Es el caso de los ordinariatos militares que tienen una finalidad pastoral espe-
cial: la asistencia espiritual y religiosa a los militares, finalidad que necesaria -
mente comporta una limitación de la misión común de la Iglesia y de los caris-
mas y formas de vida que en ella viven (así, por ejemplo, hay formas de vida
consagrada contemplativa completamente necesarias para la Iglesia y que no
son adecuadas para un ordinariato militar) . Los ordinariatos militares, al igual
que las prelaturas personales, no son Iglesias particulares sino estructuras com-
plementarias de las diócesis. Un complemento que desarrollan mediante sus
obras pastorales específicas en los territorios de las diversas diócesis.
En los años aún próximos a la promulgación del ele de 1983 se dio un
uso canónico de la noción de Iglesia particular excesivamente dependiente de
los ce. 368 a 374, lo cual es comprensible, pues esos cánones contienen los
principios comunes a las circunscripciones eclesiásticas. Pero esas normas no
6. El c. 368 dispone: Iglesias particular es, «en las cuales y desde las cuales existe la Igle-
sia católica una y única, son principalmente las dióce sis a las que, si no se establece otra cosa, se
asimilan la prelatura territorial y la abadía territorial, el vicariato apostólico y la prefectura apos-
tólica así como la administración apostólica erigida de manera estable».
131
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
7. Cfr. aquí el m.p. de Pablo VI Catholica Ecclesia, 23.X.l 976 , que manifie sta en su n. 1
la voluntad de la Santa Sede de no erigir en adelante nuevas abadías nullius dioecesis (hoy terri-
toriales), a no ser que circunstancias muy especiales lo aconsejen.
132
LAS CIRCUNSCRIPCIONES
133
ORGANl?ACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
de las diócesis, o los ce. -en este caso muy escasos- dedicados a las prela-
turas territoriales y prefecturas apostólicas).
Por su parte , el régimen jurídico particular comprende el conjunto de dis-
posiciones reguladoras de las diversas circunscripciones erigidas. Estas nor-
mas particulares se publican con el acto de erección de la estructura. Algunas
circunscripciones -concretamente, las prelaturas personales y los ordinaria-
tos militares- se rigen por estatutos particulares sancionados por la Santa
Sede, que aplican al caso el derecho universal.
Ya hemos señalado que la normativa universal sobre esta materia se dedica
sobre todo al régimen general diocesano. La diócesis constituye el modelo prin-
cipal de las circunscripciones eclesiásticas. Incluso algunas de las circunscrip-
ciones previstas son propiamente diócesis en formación 8 , a causa de algunas
circunstancias peculiares (señaladamente, la situación de la Iglesia en los deno-
minados territorios de misión) que impiden temporalmente la erección diocesa-
na. Este es el caso de los vicariatos y prefecturas apostólicas (cfr. c. 371 § 1).
Este carácter paradigmático de la diócesis respecto de las demás circuns-
cripciones tiene dos consecuencias o manifestacione s importante s. En primer
lugar, el legislador universal establece con todo detalle los elementos estructu-
rales propios de la dióce sis, en contraste con las escasas normas dedicadas a
las demás circunscripciones. En segundo lugar, compensa el vacío normativo
de las circunsc ripciones no diocesana s mediante la remisión a la normativa de-
dicada a la dióce sis. Es lo que se denomina en general equiparación jurídica
(aequiparatio in iure) entre institucione s de la organización eclesiástica 9 •
La equiparación jurídica de las circunscripciones no dioce sanas con las
diócesi s es posible porque todas ellas tienen en común su naturaleza de por-
ciones del Pueblo de Dios jerárquicamente estructuradas: formas de organiza-
ción del pueblo cristiano sobre la base de la distinción y mutua relación entre
el sacerdocio común y ministerial. Todas ellas están compuestas por oficio ca-
pital, presbiterio y pueblo.
La equiparación puede ser más o menos amplia según los casos y más o
menos desarrollada en las normas correspondientes. Concretamente , puede ha-
blarse de una equiparación por remisión general a la normativ a diocesana en el
caso de las circunscripciones ennumeradas en el c. 368, ya que las disposicio-
nes del CIC para cada una de ellas son escasas (cfr. básicamente los ce. 370 y
371 ). Por otra parte , la equiparación no siempre es explícita 1° , sino que en oca-
siones se deduce interpretativamente a partir del análisis de las normas y de la
comparación entre las institucione s 11•
134
LAS CIRCUNSCR! PCIONES
4. CLASES DE CIRCUNSCRIPCIONES
men jurídico de aquello s entes. En cambio, los ce. 294-297 sobre las prelaturas personale s contie -
nen una equiparación implícita. La equiparación se deduce a partir de la relación natural entre dió-
cesis y prela turas, y valorando tamb ién el contenido de los estatutos es tablecido s para cada prela -
tura personal. Vid. sobre esta cuestión, C. J . ERRÁZVR!Z M., Ancora sull'e quipara zione in diritto
canonico: il caso delle prelature personali, en «Ius Ecclesiae», 5 (1993), pp . 633 -642.
135
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLES IA
12. Conviene tener en cuenta en general que las circunscripcione s rituales son personales
en relación con otro s ritos; pero dentro del propio rito la delimitación de la estructura suele ser
territorial: cfr. K. MóRSDORF, Diozese , en «Sacramentum Mundi», I (1967), cols. 887-888.
136
..
LAS CIRCUNSCRIPCIONES
13. Cfr. A. GARCÍA Y GARciA, Historia del Derecho Canónico, l. El primer milenio, Sala-
manca 1967, p. 157; J . GAUDEMET, l'Église dans l'Empire Romain (IV'-V' siecles), Paris 1958,
p. 323; A. FU CHE-V. MARTÍN (Eds.), Historia de la lglesia, /ll. la Iglesia del Imperio, trad. esp. ,
Valencia 1977, pp. 477 ss. Todos estos autores subrayan , sin embargo, que el paralelismo organi-
zación eclesiástica-organización romana no fue absoluto, y además resultó difícil que los obispos
se acostumbraran a una limitación territorial de sus funcione s. Por otra parte los límite s territo-
riales diocesanos tardaron en fijarse con exactitud . Cfr. particularmente J. GAUDEMET, op. cit.,
pp. 328 ss. y 380; ID., Église et Cité. Historie du droit canonique, Paris 1994, pp. 412-415 . So-
bre el alcance y sentido del principio territorial , remito a mi libro Derecho canónico territorial.
Historia y doctrina del territorio diocesano , Pamplona 2002.
137
ORGANJZACJÓN DEL GOBJERNO EN LA IGLESIA
14. En este consenso práctico ha influido el principio directivo n.º 8 para la reforma del
CIC de 1917 , aprobado por el Sínodo de los Obi spos de 1967. Este principio -resumido en el
Prefacio del CIC - establecía: «Eccle siae particulares certocertiu s hodie definiri nequeunt par -
tes territoriales in Eccle sia constitutae, sed, secundum praescriptum Decreti Christus Dominus ,
n. 11, singulae sunt ' Populi Dei portio , quae Episcopo cum cooperatione presbyterii pascenda
concreditur ... ' . Cum tamen in determinanda Dei Populi portione , quae Eccle siam particularem
constituit , territorium quod christifideles inhabitant plerumque uti aptior haberi possit ratio, mo -
mentum servat territorium , non quidem uti elementum Ecclesiae particularis constitutivum , sed
uti elementum determinativum portioni s Populi Dei, qua haec Ecclesia definilur »: Communica -
tiones , 2 (1969) , p. 84.
15. Sobre tales aspectos canónicos, sociológicos y eclesiológico s , y la renovación promo -
vida por el Concilio Vaticano II, cfr . A . DEL PORTILLO , Dinamicidad y f uncionalidad de las es-
tructuras pastorales , en «Ius Canonicum », 9 (1969), pp. 305-329.
16. Cfr. para toda esta materia, J. HERVAD A, Significado actual del principio de la terr ito-
rialidad , en «Fidelium Iura», 2 (1992) , pp. 225-227 .
17. Sobr e todo al concebir primariamente las circunscripcion es como comunidade s y no
como territorios , particularment e en el caso de la s dióce sis (cfr. CD 11, LG 23) y de las parro -
quias (cfr . LG 28 , CD 30) . Concretamente, la definición de dióce sis en CD 11 fue redactada con
la voluntad de no mencionar el elemento territorial como criterio definidor necesario: cfr . Acta
synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Il, III , VI, pp . 156 («Definitionem realem
138
LAS CJRCUNSCRJPCIONES
dioecesis potius ex intrinsecis ipsius elementis quam ex territoriali structura conati sumus statue-
re ... ») y 163; lbid . III, U, pp. 49 y 62.
18. Cfr. CD 23 y 43; PO 10; OE 4.
19. Cfr. en este sentido la enumeración abierta de circunstancia s personale s en los ce . 372
§ 2, 518 y 568.
139
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
20. Así, en el caso de la potestad del ordinario militar, que es «personalis, ita ut exercea-
tur erga personas ad Ordinariatum pertinentes, etiam si quandoque versentur extra fines natio-
nis»: SMC, art . IV. 1.0 •
21. J. HERVADA , Significado, cit. , pp . 228 y 229. Piénsese p. ej. en la potestad del ordina -
rio castrense sobre la iglesia propia, la sede de la curia y, en su caso, el seminario del ordinaria -
to. En estos lugares (lugares , sedes, pero no territorio s) el ordinario castrense tiene la condición
canónica de ordinario del lugar, que es compatible con su potestad personal y no territorial: cfr.
A. VIANA, Territorialidad, cit., pp . 163-164 y más ampliamente, pp. 158-166.
140
LAS CIRCUNSCRIPCIONES
22. Cfr. en este sentido SMC art. X , que establece diverso s títulos justificativos de la ads-
cripción al ordin ariato militar.
23. Cfr. J. HER VADA, Significado, cit., pp. 230 y 235.
24. Cfr. el principio recordado en la nota 14 de este capítulo .
141
ORGANl'ZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
con el espíritu y las determinaciones del Concilio Vaticano 11,ha querido re-
formar el acentuado territorialismo presente en el sistema canónico anterior,
donde las circunscripciones personales eran más bien excepcionales por su di-
fícil armonización con el derecho común de la Iglesia latina.
Se impone por tanto la adecuada integración de las concretas circunscrip-
ciones territoriales y personales en el sistema canónico y en la organización
pastoral ordinaria. Es necesaria una oportuna delimitación de ámbitos y al
mismo tiempo una adecuada coordinación en las acti".idades, exigida por la
naturaleza misma de la Iglesia considerada como comunión. El problema no
se presenta propiamente entre las circunscripciones territoriales , porque el te-
rritorio es un elemento delimitador que ofrece por sí mismo la suficiente cer-
teza. Más compleja resulta la necesaria delimitación y coordinación de ámbi-
tos y actividades entre las circunscripciones territoriales y personales .
Con carácter general hay que observar que en las circunscripciones perso-
nales se realiza una cura pastoral peculiar, por comparación con la atención
pastoral general (los aspectos comunes de la cura de almas) que es desarrolla-
da en las circunscripciones territoriales. Es decir, aquellas son erigidas para
una obra pastoral peculiar en favor de sus miembros y de otras personas. Esta
obra pastoral peculiar no sustituye la organización territorial ni excluye tampo-
co la potestad de los ordinarios locales sobre los fieles que les están encomen-
dados25. La pastoral especializada que se desarrolla en las circunscripciones
personales tiene un sentido complementario de las actividades de las Iglesias
locales, precisamente porque aquellas son constituidas para resolver unas nece-
sidades que no son plenamente atendibles desde la organización territorial.
Este planteamiento general de complementariedad y coordinación tiene
diversas consecuencias canónicas. Una de las más significativas es la supera-
ción de la exención canónica como principio de relación entre las circunscrip-
ciones territoriales y personales. La exención aplicada históricamente en este
ámbito significaba la independencia de los fieles miembros de la jurisdicción
personal respecto de la potestad de los ordinarios locales; de manera que aque-
llos dependían exclusivamente (por determinación pontificia) de las autorida-
des de la circunscripción personal. En el sistema vigente el instrumento canó-
nico de la exención ha sido sustituido por otras fórmulas que expresan mejor
la complementariedad de las instituciones y, al mismo tiempo, resultan respe-
tuosas con la titularidad y el ejercicio de la potestad de los ordinarios locales
sobre los fieles de su territorio.
En este sentido se pueden enumerar, entre otros ejemplos de coordina-
ción26, la exacta identificación legal de los fieles miembros de la circunscrip-
ción personal y de los títulos de adscripción, con la determinación expresa de
que su incorporación a la circunscripción personal no excluye su pertenencia a
142
LAS CIRCUNSCRIPCIONES
A . El oficio capital
143
ORGANIZA CIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
144
LAS CIRCUNSCRIP CIONES
B . El presbiterio
C. El pu eblo
Adem ás del oficio capita l y del presbiterio propio , la comu nidad o por-
ción del Pueblo de Dios que constituye la circ unscripción eclesiás tica viene
formada también por un grupo determinado de fieles.
La posición teológica y canónica del pueblo que integra cada circunscrip-
ción es la que corresponde al sacerdocio común en la Iglesia y a las caracterís-
32. Cfr. J.M . RmAS,ln cardinaci6n y distribución del clero , Pamplona 1971, p. 93.
145
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
ticas de la condición de fiel (cfr. ce. 204 ss.). En este sentido, los fieles adscri-
tos a las circunscripciones no son solamente destinatarios de la función pasto-
ral del ordinario y de su presbiterio, sino también miembros con una posición
activa y corresponsable en su comunidad de acuerdo con su personal condi-
ción, con todos los deberes y derechos reconocidos por el ordenamiento canó-
nico. Además, las circunscripciones que responden propiamente a la noción de
Iglesia particular, son aptas para reflejar en su composición personal (al menos
tendencialmente, hasta que estén plenamente consolidad~s) todos los carismas
y formas de vida del Pueblo de Dios, tanto en el nivel individual como tam-
bién en el aspecto asociativo. La razón es que las Iglesias particulares están
formadas a imagen de la Iglesia universal (cfr. LG 23) y, por tanto, reflejan en
su composición personal la diversidad de situaciones de los fieles en la Igle-
sia33.
Los vínculos que unen a los fieles con las concretas circunscripciones
pueden establecerse de diversas maneras. En las circunscripciones territoria-
les la adscripción se realiza a través del domicilio y cuasidomicilio. En cam-
bio, como ya hemos señalado, en las circunscripciones personales la adscrip-
ción puede ser ipso iure, por la posesión de un título objetivo de pertenencia
previsto en la ley; o bien puede realizarse a través de una declaración formal
de voluntad 34 • Pero con independencia de la diversidad de cauces de vincula-
ción - que es una cuestión variable-, lo importante es que todos ellos permi-
ten identificar y establecer la concreta comunidad de fieles, el pueblo propio
de cada circunscripción, a cuyo servicio se dedican el oficio capital y el pres-
biterio.
146
PARTE ESPECIAL
CAPÍTULO VI
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
1. EL ROMANO
PONTÍFICE
Y ELCOLEGIO
EPISCOPAL
REGULACIÓN: ere de 1917, ce. 218-229; LG, cap. III y Nota Explicativa
Previa ; CD, 2-4; OE, 3; El, nn. 39-53; UDG; BENEDICTO XVI , m.p .
Constitutione apostolica , 11-VI-2007, en AAS, 99 (2007), pp. 77 6-777;
PB,preámbulo; CIC de 1983, ce . 330-341; AS, nn. 9-12.
149
ORGANIZA CIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLES IA
2. Cfr . p. ej . c.CARDIA, /l governo della Chiesa, cit., pp. 74 ss.; z. GR OCHOLEWSKI, Cano-
ni riguardanti il Papa e il Concilio ecumenico nel nuovo Codice di Diritt o Canoni co , en «Apo-
llinaris», 63 (1990) , p. 579.
3. Cfr . algunas manifestacion es canónic as de esta nota en los ce . 333 § 3, 1404 («Prim a
Sedes a nemine iudicatur»), en relación con los ce. 1406 § 1, 1405 § 1, 1372. Cfr. también los ce.
782 § 1 , 1273, 1442 y 1732.
150
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
los fieles y todas las materias propia s de la potestad eclesiástica , sino también
sobre todas las organizaciones establecidas: en particular , corresponde al papa
«la primacía de potestad ordinaria sobre todas las Igle sias particulares y sobre
sus agrupaciones», en beneficio de la pote stad de los obispos (c. 333 § 1). Fi-
nalmente, es una potestad libre en su ejercicio: sólo al papa le corresponde de-
terminar el tiempo y la manera de ejercer la pote stad, que además es indepen-
diente de controles ejercidos por otras autoridade s administrativas o judiciale s.
El oficio primacial tiene un fin propio , que consi ste en el servicio a la
unidad de todos los fieles y de los pastores, el bien común de la Iglesia univer-
sal (cfr. CD 2). Ese fin es el que explica y justifica la amplitud de la potestad
pontificia . Por otra parte, la estructura constitucional de la Iglesia incluye a los
obispos al frente de las diversas Iglesias particular es, que gobiern an con potes-
tad propia , ordinaria e inmediata (cfr. CD 8a, c. 381 § 1), de manera que lapo -
testad inmediata y universal del papa no puede entenderse como sustitución de
la potestad episcopal , sino más bien como robustecimiento y confirmación de
la potestad de los obispos (cfr. c. 333 § 1). Así, la doctrina de la colegialidad
episcopal conduce de modo natural a un ejercicio del primado que sepa valo-
rar p. ej. la consulta a los obispos en el procedimiento de formación de las de-
cisiones pontifi cias más importantes, como es praxis habitual en los último s
pontificados.
Otros elementos que inciden en el ejercicio del primado son los ámbito s
de libert ad y los derecho s fundamentales de los fieles, no derivados del reco-
nocimiento legal, por ser anteriores al derecho humano positivo . Por lo demá s,
la libertad de ejercicio de la potestad primacial es compatible con una razona-
ble formalización del gobierno pontifi cio.
En definitiv a, existen límites «naturale s» de gran importan cia que inci-
den en el alcance concreto de la potestad del papa. Derivan en último término
de la misión del primado en la Iglesia y de la estructura constitucional de la
comunión eclesiástica. Remiten además a la incidencia del derecho divino y
humano , que distribuyen funciones entre diversos entes y autoridades , recono-
cen esferas de autonomía y libertad, y formalizan las diversas actividades. Co-
rresponde personalmente al romano pontífice determinar en cada época, en
función de las necesidades de la Iglesia y de los fieles5 , el concreto ejercicio de
su potestad al servicio de la comunión .
151
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
a) Sede vacante
152
ORGANIZACIÓNUNlVERSAL
7. Decimos «según los casos» porque las votacion es pueden haber comenzado el primer
día del cónclave por la tarde; si eso sucediera , se computaría a los efecto s de votacione s como un
día completo , de forma que ese día solamente habría una votación (cfr. UDG, n. 63).
154
ORGANIZACIÓN UNTVERSAL
155
ORGA NIZA CIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
1215) , Lyon I (a . 1245), Lyon II (a. 1274), Vienne (a. 1311), Constanza (a. 1414), Florencia (a .
1438) , Letrán V (a. 1512), Trento (aa . 1545- 155 1-1562), Vaticano 1 (a. 1870) y Vaticano II (a .
1962-196 5): cfr. M . T. GR EGORIO DE TE JADA, Vocabulario básico de la historia de la Iglesia,
Barcelona 1993, p. 95; J . MANZANARES , El Concilio ecuménico. Poderes,funciones , relación con
el pr imado, en «La Synodalité », cit., vol. I, pp. 146 ss.
12. Cfr. LG, Nota Explicativa Previa , n . 4 .
13. Vid. supra, cap . IV§ 2.A.
156
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
2. EL SÍNODO
DELOSOBISPOS
A. Naturalezajurídica
14. Cfr. Ordo Concilii Oecumenici Vaticani /1 celebrandi (AAS,54, 1962, pp . 612-631),
promulgado el 6-VIII- 1962 por el m.p . de Juan XXIII Appropinquante Concilio Oecumenico
(ibid., pp. 609-611).
15. Cfr. arts. 44-51. La fórmula que se empleó fue la siguiente: «Todas y cada una de las
cosas que se prescriben en esta Constitución dogmática (Decreto , etc.) han obtenido el placet de
los Padres . Y Nos, por la potestad apostólica que nos ha sido entregada por Cristo, junto con los
Padres Venerables , las aprobamos en el Espíritu Santo, las prescribimos y las establecemos, y
mandamos que lo así establecido sinodalmente se promulgue para gloria de Dios».
16. Cfr. arts. 31-37.
157
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
das las normas del Ordo Synodi actualmente en vigor 11 • Finalmente , los ce.
342-348 constituyen la regulación universal vigente en esta materia.
El sínodo es un colegio presidido por el romano pontífice y compuesto en
su mayor parte por obispos diocesanos , que es convocado periódicamente para
expresar y fortalecer la comunión entre el papa y los obispos , asesorar al ro-
mano pontífice y estudiar las cuestiones relativas a la vida de la Iglesia y la
evangelización.
A partir de las normas que lo regulan , pueden estaplecerse las siguientes
características del sínodo de los obispos :
a) El sínodo expresa el principio de la colegialidad episcopal, no en el
sentido de la actuación del colegio episcopal para toda la Iglesia, sino en cuan-
to que manifiesta y promueve la comunión entre el romano pontífice y los
obispos , y la solicitud de los obispos por toda la lglesia 18• En efecto, el vínculo
de base sacramental que une a los obispos entre sí y con el papa puede concre-
tarse también (cfr. LG 23) con la participación de los obispos en instituciones
de la Iglesia universal presididas por el papa , como ocurre precisamente con el
sínodo de los obispos 19•
b) Bajo el aspecto jurídico-canónico , el sínodo de los obispos es un cole-
gio consultivo. Este aspecto está particularmente presente en las normas del
CIC, que subrayan la ayuda y asesoramiento que el sínodo presta al papa , al
tiempo que expresan la subordinación del sínodo al romano pontífice (cfr. ce .
334, 342 y 344).
Como cualquier colegio, el sínodo delibera y expresa una voluntad cole-
gial, pero su naturaleza consultiva no permite una eficacia jurídica directa e
inmediata de sus decisiones, ya que esta característica sólo corresponde a los
colegios deliberati vos20 • Sin embargo , es posible que el romano pontífice atri-
buya al sínodo en casos determinado s potestad deliberativa . En tales supuestos
es necesaria la ratificación o confirmación pontificia de la decisión sinodal2 1 •
17. Vid . concretamente ,AAS , 59 (1967) , pp . 91 -103; AAS , 61 (1969), pp . 525-539; AAS ,
63 (1971) , pp. 702 -704. El Reglament o en vigor se denomin a propiamente Ordo Sy nodi Epis co-
porum celebrandae y fue publicado el 29-IX-2006 (AAS , 98, 2006, pp . 775-77 9).
18. Cfr . J. l. ARRIETA , ll Sínodo dei vescovi quale istituto di comunione, en «Ius Ecc le-
siae», 3 ( 1991), pp. 356-365.
19. «11Sínodo e infatti un ' espres sione particolarmen te fruttu osa e lo strumento validissimo
della collegialita episcopale, cioe della particolare responsabilita dei vescovi attomo al vescovo di
Roma }>:JUAN PABLOII , Discurso al Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los obispos ,
30-IV-1983, en J. TOMKO(Ed.), !l Sinodo dei vescovi . Natura, metodo , pro spettive , Vaticano 1985,
p. 11. Y en el discurso de 20-XII-1990, pronunciado con ocasión del XXV aniversar io de la clau su-
ra del Concilio Vaticano 11(cfr. l 'Osservatore Romano, 21-XII-1990, pp. 4-5) , señalaba tam bién
JUAN PABLOII: «Infatti , la collegialita episcopale in senso propio o stretto appartiene sol tanto all'in -
tero Collegio Epi scopale, il quale come soggetto teológico e indivisibile . Tuttavia il Sinodo si affer-
ma come un modo espressivo ed operativo nell'esercizio pastorale della sollicitudo omnium eccle-
siarum propia di ogni Vescovo, e del corrispondente affectus collegialis dei Vescovi tra loro».
20 . Vid. supra, cap. IV §§ 4 y 6.B .
21. Esta posibilidad de ejerci cio de la potestad de régimen por delegación pontificia , pre-
vista por el c. 343, no se ha verificado hasta ahora en la práctica .
158
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
B. Funciones generales
Las normas reguladoras del sínodo de los obispos no preci san concreta-
mente sus funciones, sino de manera muy amplia y genérica. El CIC destaca
básicamente el fomento de la comunión entre el episcopado, la ayuda al papa
y el estudio de las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el
mundo como finalidades primordiales del sínodo (cfr. c. 342)22 •
Estos fines generales se alcanzan sobre todo a través de la tarea de infor-
mación, estudio y propuesta en las diversas asambleas sinodales. En la prácti-
ca, las materias de las que se ocupan las asambleas son variadas y dependen en
buena medida de las circunstancias históricas, de las necesidades de la evange-
lización en cada momento, según el ámbito universal o regional para el que se
convoque cada asamblea. Estas materias pueden constituir el argumento ex-
clusivo de la reunión convocada (así, por referir algunas reuniones más recien-
tes, en las asambleas generales de 1990 sobre la formación de los sacerdotes;
de 1994 sobre la vida consagrada en la Iglesia; de 2001 sobre el obispo como
servidor del evangelio; de 2005 sobre la eucaristía; de 2008 sobre la palabra de
Dios), o bien formar parte de un elenco de cuestiones que son debatida s por la
asamblea sinodal (éste fue el caso de las primeras asambleas sinodales, que se
ocuparon de cuestiones variadas. Concretamente la I Asamblea General Ordi-
naria -ce lebrada en 1967- trató , entre otras cuestiones, de la reforma del
CIC de 1917, aprobando diez principios directivos de aquella reforma).
La finalidad general del sínodo de promover la comunión entre el episco-
pado y la cooperación con el papa, explica la importancia de esta institución,
más allá de la sola configuración consultiva. La celebración del sínodo es un
momento privilegiado «para el gobierno de la Iglesia en comunión» 2\ sobre
todo si se considera que los debates sinodales proporcionan al romano pontífi-
ce una amplia información y, en su caso, unas propuestas que sirven de base
para el ulterior ejercicio del munus petrinum. En la praxis de los últimos años
22. El n. 11del m.p. Apostolica Sollicitudo distingue entre fines generales (favorece r una
estrecha unión y colaboración entre el papa y obispos de todo el mundo; procurar una informa-
ción directa y exacta sobre los problemas y situaciones de la vida interna de la Iglesia y de su ac-
ción en el mundo; facilitar el acuerdo de opiniones sobre los puntos esenc iales de la doctrina y
sobre el modo de actuar en la vida de la Iglesia) y fines especiales del sínodo (intercambio de no-
ticias, expresión del propio parecer sobre las cuestiones para las que es convocado).
23. J .l. ARRIETA, Lo sviluppo istituzionale del Sínodo dei vescovi, en «Ius Ecclesiae», 4
(1992), p . 194.
159
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN lA IGLESIA
24. Cfr. G.P. MILANO, 1l Sínodo dei vescovi: natura,funzioni , rappresentativitii, en «La
Synodalité», cit., vol. l. p . 182.
25. Como ejemplo de asamblea extraordinar ia puede citarse la celebrada en 1985 para
conmemorar el XX aniversario del Concilio Vaticano II. La «expedita definitio » que, según el c.
346 § 2,just ifica la convocatoria de una asamblea extraordinaria , se refirió en este caso a la con-
memoración de un aniversario .
26. El Ordo Synod i se ocupa de esta cuestión en sus arts. 5, 6 y 7.
27. El sínodo, en cuanto institución de la Iglesia universal, es común a la Iglesia latina y a
las Iglesias orientales católicas: cfr. c. 46 del CCEO.
28. El Ordo Synodi determina en su n. 6 § 1,3.º y 5 .0 el número de representantes - desde
un mínimo de 1 hasta un máximo de 4- que se elegirán en proporción a los miembros de cada
conferencia episcopal. Estos representantes deberán ser seleccionado s a partir sobre todo de su
conocimiento de las materias que serán tratadas por el sínodo . Corresponde al papa ratificar la
elección realizada por las conferencias episcopales: cfr. c. 344 , 2.0 •
160
ORGANIZACIÓN UNNERSAL
El sínodo de los obispos no es una entidad que forme parte de la curia ro-
mana; pero tiene una mínima organización permanente, distinta de los cargos
previstos para cada una de las asambleas convocadas. La continuidad funcio-
nal del sínodo se articula a través de su secretaría general.
La secretaría general del sínodo de los obispos 3 ' comprende el oficio de
secretario general y un colegio asesor denominado consejo de la secretaría. La
función primordial de la secretaría es servir de enlace entre las diversas asam-
bleas que se convoquen, preparando su celebración y promoviendo la ejecu-
ción de sus eventuales propuestas y resoluciones .
El secretario general es nombrado por el papa sin determinación tempo -
ral. Entre sus diversas funciones destacan: la ejecución de las indicaciones del
romano pontífice y la información al papa sobre las cuestiones relativas al síno-
do; diversas tareas preparatorias de las asambleas que hayan de celebrarse (in-
cluyéndose la preparación del orden del día que aprobará el papa: c. 344, 4 .0 );
la participación en las diversas asambleas; la información a distintas autorida-
161
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
quier tipo de asambleas sinodales por el papa y sólo mientras éstas duren. Debe
ser experto en la materia que trate la asamblea convocada , y su función consis-
te principalmente en informar y ayudar a los participantes en las cuestiones que
se planteen en los debates. Ayuda en sus tareas al relator general del sínodo.
Finalmente se puede destacar la comisión informativa sobre los trabajos
del sínodo , que se constituye para dar info rmación sobre lo s trabajos de cada
asamblea y consta de: el presidente y vicepresidente nombrados por el papa ; el
secretario general del sínodo, el secretario especial, el presidente del Consejo
Pontificio de las Comunicaciones sociales, el director de la Oficina de Prensa
del Vaticano y cinco padres sinodales designados por el presidente delegado.
32. Para no multiplicar las citas, cfr. básicamente, Ordo Synodi, arts. 17-4 1.
163
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
Y ELCOLEGIO
3. Los CARDENALES CARDENALICIO
164
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
Sacro cardinalium consilio, 26-II-1965 (AAS, 57, 1965, pp. 296-297); lo.,
m.p. Ad hoc usque tempus, 15-IV-1969 (AAS, 61, 1969, pp. 226-227); ID.,
m.p. Ingravescentem aetatem , 21-XI-1970 (AAS, 62, 1970 , pp . 810-813);
VDG,passim; CIC de 1983, ce. 349-359; PB, arts. 3-7 y 24.
A. La condición cardenalicia
33. «Der Kardinalat ist kein Kirchenamt , sondern die hochste kirchliche Würde »: K .
MóRSDORF, Lehrbuch des Kirchenrechts, cit ., p. 355.
34. Cfr. J .-B. D' ONORIO, Le Pape et le gouvernement de L'Église, Paris 1992, pp. 418 ss.,
de quien tomamos los datos histórico s que se mencionan en el texto. Vid. también las notas del
Annuario Pontificio 1995, pp . 1713 ss.
35 . Esta terminología procede de la consideración de los cardenale s como creaturae Pa -
pae.
165
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
166
ORGANIZACIÓ N UNIVERSAL
354 y PB, art. 5 § 2). Por otra parte , los cardenales que hayan cumplido 80
años antes del día de la muerte del papa o del día en el que la sede apostólica
queda vacante pierden el derecho de elegir al romano pontífice (UDG , n. 33).
Otra función que se atribuye normalmente a los cardenales es la de lega-
tus a latere, es decir , la representación pontificia en reuniones o celebraciones
solemnes, y otros encargos como enviados especiales del papa (cfr. c. 358).
En cuanto a los derechos y privilegios de los cardenales, aparte de los que
les corresponden como miembros del colegio cardenalicio, se pueden recordar:
la exención de la potestad de régimen del obispo de la diócesis en la que se ha-
llan (c. 357 § 2); la facultad de oír confesiones de los fieles en todo el mundo
(c. 967 § 1); los privilegios procesales de ser juzgados por el papa y de elegir el
lugar en el que deban ser oídos como testigos (ce. 1405 § l ,2.0 y 1558 § 2), etc .
Por lo que se refiere al cese en la dignidad cardenalicia , aparte de los su-
puestos de muerte y elevación al pontificado, la historia admite como causas
la renuncia voluntaria aceptada por el papa y la privación penal decretada tam-
bién por el romano pontífice 39 •
39. Cfr. Card. A. Rossr,Il Collegio cardenalizio, Ciudad del Vaticano, 1990, p. 31.
40. Son las siguientes: Ostia , Albano, Frascati, Palestrina , Porto-Santa Rutina , Sabina-
Poggio Mirteto y Velletri.
167
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
Por fin, los miembros del orden de los diáconos tienen en título una dia-
conía (iglesia) de Roma. Es posible la «opción » para cambiar de título o dia-
conía, y también para pasar del orden diaconal al presbiteral, según las vacan-
tes y las reglas del c. 350 §§ 4 y 5.
La trascendencia funcional de esta división en ordines es más bien escasa
en la actualidad. Los títulos cardenalicios expresan la vinculación histórica de
los cardenales con el clero romano 41 • Los ordines determinan también las pre-
cedencias dentro del colegio. El decano del colegio cardenalicio procede siem-
pre (cfr. c. 352 § 2) de los titulares de diócesis suburbicarias (orden episcopal)
y el cardenal más antiguo del orden diaconal cumple las funciones indicadas
en el c. 355 § 2.
Dentro del colegio de los cardenales los oficios más importantes son los
de decano y vicedecano, a los que se refiere el c. 352. El decano es primus in-
ter pares; es decir, preside el colegio, pero no es superior jerárquico ni tiene
atribuida potestad de régimen sobre los demás miembros. Es elegido por los
cardenales que tienen en título una de las dióce sis suburbicarias , excluidos de
la elección, por tanto , los cardenales patriarcas de las Iglesias orientales y los
que pertenecen a los demás ordines del colegio. La elección debe ser confir-
mada por el papa. El decano del colegio cardenal icio recibe siempre como tí-
tulo la diócesis de Ostia , además de la que ya tenía con anterioridad al nom-
bramiento como decano . Por su parte, el vicedecano es elegido y confirmado
de la misma manera; su función más importante es sustituir al decano cuando
éste se encuentre impedido.
Las funciones principales del colegio carde nalicio se ejercen tanto en
sede pontificia vacante como también en sede plena. En sede vacante le co-
rresponde el gobierno de la Iglesia univ ersal, siempre con arreglo al principio
«nihil innovetur» , y la elección del romano pontífice, de acuerdo con las nor-
mas ya estudiadas de la UDG. En sede plena el colegio cardenalicio actúa so-
bre todo a través de los consistorios, que reúnen solemnemente a todos o algu-
nos de los cardenales , según los casos, bajo la presidencia del papa. Los
consistorios pueden ser ordinarios o extraordinarios. Son convocados al con-
sistorio ordinario al menos todos los cardenales presentes en Roma; en cam-
bio , al consistorio extraor dinario , «que se celebra cuando lo aconsejen espe-
ciales necesidades de la Iglesia o la gravedad de los asuntos que han de
tratarse» (c. 353 § 3), se convoca a todo el colegio cardenalicio.
A través de los consistorios se ejerce sobre todo la función asesora del ro-
mano pontífice que corresponde al colegio cardenalicio 4 2 • La convocatoria de
los consistorios no es regular, sino que depende de la iniciativa del papa . A
partir del siglo XVI, con la reforma de Sixto V, las competencias históricas de
41. Esto no se cumple, sin embargo, en el caso de los cardena les patriarcas orientales, ya
que no forman parte del clero romano: cfr. J.-B. D ' ONORTO, Le Pape , cit., p. 434 .
42. El c . 230 del CIC de J 917 calificaba significat ivamente al colegio cardenalicio como
Senatus del Papa.
168
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
4. LA CURIAROMANA
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 242-264; CD, 9 y 10; REU; CIC de 1983,
ce. 360 y 361 ; PB; RGCR.
A. Naturaleza
43 . Sin embargo , durante el pontificado de Juan Pablo U la función consultiva de los con-
sistorios cardenalicios ha cobrado nueva vitalidad (estudio de la reforma de la curia romana, fi-
nanzas vaticanas , cuestiones morales , etc .).
44 . Cfr. Bullarium Romanum, ed. Taurinensis, VIII (1863), cols. 985-999.
45 . Pío X reguló esta materia el 29-VI-1908 mediante la const. ap. Sapienti Consiliu
(AAS , 1, 1909, pp. 7-19), que fue sustancialmente recibida en los ce. 242-264 del CIC de 1917.
Con posterioridad a la celebración del Concilio Vaticano II, Pablo VI promulgó la const. ap. Re-
gimini Ecclesiae Universae, el 15-VIU-1967 y sólo veintiún años más tarde Juan Pablo II reor-
ganizó de nuevo la materia a través de la const. Pastor Bonus .
46. Sin embargo, muy pronto se produjo una notable discordancia entre el CIC y la legis-
lación especial de la curia, ya que el Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, al que se re-
fieren los ce. 360 y 361, ya no existe como dicasterio peculiar, porque sus funciones han sido in-
tegradas en la Sección Segunda de la Secretaóa de Estado (cfr. PB, arts. 45-47).
169
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
170
ORGANIZACJÓN UNIVERSAL
e. Organización
El término genérico que se usa preferentemente para denominar los diver-
sos colegios de la curia romana es el de «dicasterio». Entre los dicasterios se
51. Ademá s de las diversas comisiones constituidas en la curia romana , incluyen miem-
bros laicos los siguientes Consejos pontificios : para los laicos, para la familia , para la ju sticia y
la paz, «Cor Unum» , para los profesionale s de la sanidad, y para las comunicaciones sociales:
cfr., resp ectivamente , Annuario Pontificio 2009, pp. 1246-1247, 1253-1254, 1256, 1259-1260,
1265-1266 y 1277.
52. PB, art. 3 § 3. Esta sorprendente determinación, que distingue entre miembros «pro-
prie dicta» y otros miembro s, no excluye de las congregaciones a clérigo s distintos de los carde-
nales y obispos, ya que p.ej . algunos superiores generales religiosos forman parte respectivamen-
te de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (cfr. Annuario Pontific io 2009, p.
1215) y de la Congregación para los Institutos de Vida consagrada y Sociedades de vida apostó-
lica (cfr. ibid., p. 1230).
53. PB, art. 7 in fine.
54. Cfr. RGCR , arts. 12 y 13.
55. Para todo el tema de la cesación en el oficio, cfr. PB, arts. 5 § 2 y 6; RGCR , arts. 41-
44. Los jueces de la Rota Romana cesan al cumplir 74 años y los subsecretarios de los dicaste-
rios a los 70 años (cfr. RGCR, art. 41 §§ 4 y 5).
171
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
56. Sobre los officia e instituta, cfr. respectivamente PB , arts. 171-179 y 2 § 3, 180- 183.
57. Cfr. AAS, 85 (1993), pp. 549-562. Este m.p. establece la integración del Consejo Pon-
tificio para el Diálogo con los No Creyentes en el Consejo Pontificio para la Cultura .
58. Cfr. ibid., art. 4 § III .
172
ORGANI?ACIÓN UNIVERSAL
59. Cfr. PB, art. 26. La misma consulta se establece a propósito de los legados pontificios,
en los asuntos referidos a las Iglesias particulares donde ejerce n su actividad: cfr. PB, art. 27.
60. Cfr. PB, art. 11; RGCR, arts. 112 ss.
61. Cfr. PB, art. 12 y RGCR, art. 121 § l. Un ejemplo de consulta colegial es el de los tra-
bajos preparatorios del CIC de 1983.
173
ORGANIZA CIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
cuencia, son posible s las dudas sobre el alcance concreto de las respectivas
competencia s, las concurren cias funcionales sobre un mismo asunto , e incluso
los conflictos de competencias positivos o negativos, según que dos o más di-
casterios invoquen su legitimación para actuar o bien ninguno de ellos quiera
ocuparse del asunto 62 •
La coordinación entre los dicasterios está ampliamente prevista por PB y
el RGCR 63 • Además de regular se la nece saria coordinación entre los dicaste-
rios con ocasión del tratamiento de competencias concretas, se dispone tam-
bién con carácter general la consulta mutua en la preparación de los documen-
tos generales, el examen conjunto de los asunto s que son competencia de
varios dicasterios , e incluso la posible constitución de comisiones interdica s-
teriale s (comunes a varios dicasterio s) permanente s64 • También se establece la
reunión de los cardenales jefe s de los dica sterios, por mandato del papa y va-
rias veces al año, con el fin de coordinar los trabajos . La dirección de la coor-
dinación interna de la curia corresponde en buena medida al cardenal secreta-
rio de Estado. Sin embargo, además de los casos en que la iniciativa
coordinadora depende personalmente del papa , la actividad coordinadora del
secretario de Estado está sujeta a ciertas aprobaciones pontificia s, e incluso se
reconoce en ocasiones la iniciativa de los jefes de los dicasterio s interesados.
62 . Según PB, art. 20 y RG CR, art. 129 corresponde ordinariamente al Tribunal de la Sig-
natura Apostólica la solución de los conflictos de competencia entre los dicasterios.
63. Vid. concretamente PB , arts. 17 y 21 ss. y RGCR , arts. 98 ss. y 130 , sobre todo. Cfr.
A. V!ANA , El Reglamento General de la Curia Romana (4-ll -1992). Aspectos generales y regu-
lación de las aprobaciones pontificias en forma específica, cit., pp. 505 ss.
64. Estas comisiones interdica steriales permanente s - previ stas co n carácter general por
PB , art. 21 § 2- son actualmente : la Comisión para aspectos relativo s a la provisión y organ iza-
ción de las Iglesia s particulares (formada por representante s de la Secretaría de Estado y de la
Cong regación para los Obispos); la Comisión para la Iglesia en Europa Oriental (con representa -
ción de la Secretaría de Estado, la Congreg ación para las Igle sias Orientale s, la Congregaci ón
para el Clero, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedade s de Vida Apos-
tólica, y el Consejo Pontifi cio para la Unidad de los Cristianos); la Comisión para las cuestio nes
relativas a miembro s de institutos de vida consagrada erigidos u operantes en territorios de mi sión
(con representantes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y la de Institutos de
Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica) ; la Comisión par a la forma ción de los candi-
datos al orden sagrado (con representantes de la Congrega ció n para la Educación Católi ca, de las
Iglesias Orientales, para la E vang elización de los Pueblos y de Institut os de Vida Consagrada y
Sociedades de Vida Apostó lica); la Comisión para la equitativa distribución del clero en el mundo
(con repre sentantes de la Congregación para la Educación Católica, del Clero, para la Evangel iza-
ción de los Pueblos , de Institutos de Vida Consagrada y Sociedade s de Vida Apostóli ca, y de la
Comisión para América Latina) . Vid. los datos en Annuario Pontificio 2009, pp . 1237-123 8.
174
ORGANIZACIÓN UN!VERSAL
65. La Congregación de la Doctrina de la Fe p. ej. juzga los delitos contra la fe y los más
graves cometidos contra la moral y en la celebración de los sacramentos, e incluso es habilitada
con mandato genera l para declarar o imponer sanciones canónicas, siempre de acuerdo con el de-
recho común «o propio». Igualmente Je corresponde juzgar todo Jo relativo al «privilegium fidei»
(cfr. PB, arts. 52-53). Por su parte la Congregación del Culto Divino instruye el procedimiento
previo a la concesión por el romano pontífice de la dispensa de matrimonio rato y no consumado ,
y se ocupa también de las causas de nulidad de la sagrada ordenación (cfr. PB, arts. 67 y 68).
175
ORGANIZA CIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
tólica no siempre actúa como verdadero tribunal , sino también como órgano
administrativo 66 •
Por lo que se refiere al ejercicio de la potestad legislativa , el principio ge-
neral es que corresponde per sonalmente al romano pontífic e y no a los dicas-
terios , ni siquiera a las congregacione s. Los dica sterios sólo pueden publicar
actos legislativos por delegación pontificia (cfr. ce. 30 y 135 § 2), además del
supuesto peculiar de los decretos generales con aprobación papal en forma es-
pecífica (cfr. PB, art. 18/b y RGCR, art. 125 § 2), que ,.a pesar de proceder de
los dicasterio s de la curia , tienen - en virtud precisamente de la aprobación
papal en forma específica - una eficacia jurídica equiparable al supuesto de
que hubiesen sido publicados per sonalmente por el papa. Con todo , el posib le
ejercicio de la potestad legislativa de los dicasterios en tales casos constituye
un problema delicado para el sistema canónico , que históricamente ha plante-
ado importantes dificultades 67 y que también hoy suscita opiniones divergentes
en la doctrina canónica 68 •
En cambio, los decretos generales ejecutivo s y las instrucciones se inclu-
yen en la potestad ordinaria, vicaria y general de las congregaciones romana s.
Cabe recordar para ambos tipos de normas administrativas generales su some-
timiento al principio de legalidad (cfr. PB, art. 156 en relación con los ce. 31-
34). Concretamente , los decretos genera les ejecutivo s no derogan las leye s
«aunque se publiquen en directorios o documento s de otro nombre » (c . 33 §
1). Según lo establecido en PB , arts. 156 y ss. corresponde al Con sejo para los
Textos Legislativos contro lar antes de su publicación la legalidad y form a de
las normas administrativas preparadas por los dicasterios.
66. Cfr. PB , art. 124 ,1.0 y 4 .0 • En tal sentido , Z. GROCHOLEWSKI, Función de la Rota Ro-
mana y de la Signatura Apostólica , en «Concilium », 147 (1979), pp. 68 ss.
67. Cfr. A . VIANA , la potestad de los dicasterios de la curia romana , en «Ius Canoni-
cum», 30 (1990) , pp. 94-98.
68. Para un status quaestionis sobre esta materia , cfr. A . VI ANA, El Reglamento, cit. , pp .
515-523, especialmente . Una novedad introducida por el RGCR en 1992, confirm ada por el art.
126 § 4 del Reglam ento actual, consiste en la determinación de que deberá incluir se expresamen-
te la cláusula infor ma specifica approbav it para que conste la aprobación específic a por parte
del Papa de un acto o documento de la curia .
176
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
5. Los LEGADOS
DELROMANO
PONTÍFICE
69. Como establecía , en cambio , el CIC de 1917 en sus ce. 246 , 247 § l , 248 § 1 y 257 § l.
70. Las solici tudes, por parte de los dicasterios, de las aprobaciones pontificias en forma
específica siguen un procedimiento especial regulado por el art . 126 del RGCR.
177
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA I GLESIA
71 . Cfr . D . LE T ouRNEAU, Les /égats p ontificaux dans le Code de 1983 vingt ans apres la
constitution apostolique «Solli citudo omnium Eccles iarum», en «L' Année Canonique », 32
(1989) , pp. 241 y 242 .
178
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
A pesar de que los legados ejercen su cargo en las diversas diócesis, estos
oficios pertenecen a la organización de la Iglesia universal. Dependen concre-
tamente de la Secretaría de Estado en sus dos secciones 72 • Paralelamente los
dicasterios de la curia romana deben consultar a los legados pontificios acerca
de los asuntos referidos a las Iglesia s particulares donde ejercen su función ,
comunicándoles también oportunamente las decisiones adoptadas 73 •
Los legados son nombrados normalmente sin determinación temporal del
mandato 74 ; sin embargo el CIC prevé con carácter general en el c. 367 la cesa-
ción en el oficio al cumplirse el tiempo del mandato. Cesa también el legado
por remoción pontificia comunicada al interesado y por renuncia aceptada por
el papa. Sin embargo, permanecen en el oficio en sede pontificia vacante, sal-
vo que se determine otra cosa en el nornbramiento 75 •
Por lo que se refiere a las clases de legados pontificios hay que distinguir
ante todo entre los legados propiamente dichos y otras funciones de represen-
tación propias de la diplomacia pontificia. Este último es el caso de los delega-
dos y observadores de la Santa Sede ante los organismos internacionales, con-
ferencias o reuniones, a los que se refiere el c. 363 § 216 • Como ya se ha
señalado, son propiamente legados los que ejercen una representación estable
de la Santa Sede ante las Iglesias particulares y, en su caso, ante los Estados y
autoridades públicas del lugar de la legación . Si sólo ejercen la representación
ante las Iglesias locales, los legados se llaman «delegados apostólicos»; si ade-
más representan a la Santa Sede ante los Estados y respectivos gobiernos, se
denominan «nuncios» , «pronuncias» e «internuncios»77 • Según las normas del
derecho diplomático internacionaF 8 , los nuncios tienen la categoría de embaja-
dores decanos del cuerpo diplomático acreditado en el país correspondiente,
mientras que los pronuncia s son embajadores sin la condición de decanos. Los
internuncios tienen , por su parte, la condición de enviados extraordinarios o
ministros plenipotenciarios en el país ante el que son acreditados . También
hay encargados de negocios que dirigen la nunciatura en ausencia del nuncio o
del delegado apostólico.
179
..
ORGANIZA CIÓN DEL GOBIERN O EN LA I GLESIA
79. El rn.p. Sollicitudo omnium Ecclesiarum estab leció en su art.VIII § 2 que el legado
debe rá ser informado también del orden del día de las reuniones de la conferencia epis copa l y re-
cibir copia de las actas, para su propio conoc imiento y para informar a la San ta Sede.
80. Cfr. c. 364 .4 .0 en relación con el c . 377 § 3.
81. Con independen cia del régimen , localme nte exento de la potestad de los obispos , de la
sede de la legación: cfr. c. 366.
180
r
ORGANIZACIÓN UNIVERSAL
181
CAPÍTULO VII
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
l. Cfr. Tit. VII del Libro lI del CIC de 1917: «De suprema potestate deque iis qui eiusdem
sunt eccles iastico iure participes ».
183
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
Es en este último capítulo (cfr. CD, 36 ss.) donde el Concilio se ocupa especí-
ficamente de las instituciones interdiocesanas: concilios particulares, confe-
rencias episcopales, provincias y regiones eclesiásticas, etc .
En la valoración de todas estas instituciones deben considerarse tanto los
aspectos históricos y canónicos, como también otros criterios de significado
más bien eclesiológico. En efecto, las instituciones interdiocesanas expresan
particularmente la vocación de servicio que corresponde a los obispos no sólo
respecto de las Iglesias particulares que presiden, sino ~ambién en favor de la
Iglesia universal y las Iglesias particulares de un mismo país o territorio . Esta
sollicitudo omnium Ecclesiarum (cfr. LG 23) se concreta operativamente en la
actuación corresponsable y coordinada de los obispos en diversos colegios de
ámbito particular. Se trata de una realidad que se manifestó ya en los primeros
siglos de la historia de la Iglesia, especialmente a través de la organización
metropolitana y la participación de los obispos en concilios particulares con-
vocados para diversos territorios. Por lo demás, las circunstancias de la vida
moderna subrayan la oportunidad de una actuación coordinada e interdepen-
diente del episcopado en áreas geográficas sociológica, política y culturalmen-
te homogéneas.
En la sistemática del CIC de 1983 las instituciones interdioc esanas se in-
cluyen en la normativa sobre las Iglesias particulares. Es elocuente en este
sentido que el título correspondiente del CIC se denomine «de las agrupacio-
nes de Iglesias particul ares»2 • Con independencia de la terminología empleada
-de la que nos ocuparemos enseguida-, no deja de ser un acierto esta op-
ción legislativa, que no permite, a nuestro juicio, considerar las provincias , re-
giones, concilios particulares, conferencias episcopales, etc. como institucio-
nes de la Iglesia universaP. En cualquier caso, la mutua inmanencia entre la
Iglesia universal y las Iglesias particulares (tan propia de la Iglesia considera-
da como comunión), reclama la necesaria articulación entre la organización
interdiocesana y la autoridad suprema. Corresponde así a la autoridad suprema
de la Iglesia, y particularmente al romano pontífice 4 , constituir y regular las
instituciones interdiocesanas. Por otra parte, aunque éstas pertenezcan a la or-
ganización eclesiástica particular, la potestad y el gobierno que se ejercen en
este ámbito interdiocesano no es simple derivación de la potestad episcopal:
algo así como la suma de la potestad de los obispos al frente de las diversas
Iglesias particulares agrupadas. Por el contrario, el gobierno interdiocesano se
organiza a través del derecho pontificio, conforme a los instrumentos de lapo-
testad ordinaria y delegada (cfr. ce . 131 § 1 ss.).
2. Cfr. CIC, Libro II, Parte II, Sección JI (De Ecclesiis particularibus deque earundem coe-
tibus), Título II (De Ecclesiarum particularium coetibus).
3. En sentido contrario, es decir, proponiendo la consideración de la organización inter-
diocesana en el marco de la organización universa l, cfr. J .l. ARRIETA , Provincia y Región ecle-
siásticas, en VV.AA., «Le nouveau Code de Droit Canonique », Actas del V Congre so Interna-
cional de Derecho Canónico, Ottawa 1986, vol. II, p. 621 .
4. Cfr. ce. 431 § 3 y 449 § l; PB, arts . 76 y 82.
184
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
5. «Cada uno de los obispos , que presiden las Iglesias particulares, ejerce su gobierno pas-
toral sobre la Porción del Pueblo de Dios que se le ha encomendado, pero no sobre otras Iglesias
ni sobre la Iglesia universal» (LG 23).
6. Cfr. p. ej. Communicationes, 12 ( 1980), p. 244 . Fue en el proyecto de 1982 cuando se
adoptó la distribución sistemática que finalmente ha conservado el CIC a propósito de la organi-
zación interdiocesana.
185
ORGA Nf'ZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
2. LA PROVINCIA
ECLESIÁSTICA
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 215 § 1 y 272-279 ; CD, 39-41; ES, 1 § 42;
CIC de 1983, ce. 431-438; PB, art . 76; Pastoresgregis, n. 62; AS , nn . 22
y 23.
186
,
ORGANIZACIÓN INTERDTOCESANA
ca una comunidad de fiel es con clero y pueblo propio presidida por el metro-
politano . Esta base comunitari a corresponde tan sólo a las diócesis agrupad as,
de manera que el metropolitano no goza de una función de gobierno general
sobre la provincia y, en cambio , las dióce sis agrupada s conservan su autono -
mía y subjetividad, con sus correspondientes pastores, clero y pueblo.
El origen histórico de las provincias -o, más precisamente, de la organi-
zación metropolitana - es muy antiguo: se localiza primero en el oriente cris-
tiano y más tarde en occidente , a partir de los siglos IV y V. Son modelos terri-
toriales que la Iglesia adoptó sobre la base de las estruct uras civiles del
derecho romano 9 • A partir del siglo II a.e. la provincia era un territorio anexio-
nado por Roma y situado fuera de la península italiana . La lex provinciae regu-
laba la administración provincial y el gobierno se encomendaba a un magistra-
do. Por su parte , la metropolis era la ciudad matriz o principal de la provincia.
A partir del siglo IV en cada provincia romana solía haber un obispo me-
tropolitano , de manera que el conjunto de sedes presididas por él pasó a deno-
minarse provincia eclesiástica. El obispo de la metrópolis ejercía jurisdicci ón
sobre los demás obispos de la provincia, que a partir del siglo VIII se denomi-
naron «sufragá neo s» 1º. El establecimie nto de provincia s eclesiásticas fue un
proceso gradual y no simultáneo en las diversas regiones del imperio cristia-
no11; pero en todo caso la organización metropolitana-provincial desempeñó
históricamente una importante función en lo que se refiere a la relación de los
obispos con las autoridades civiles, la coordinación de la actividad de los obis-
pos vecinos bajo la dirección del metropolitano, y la convocatoria periódica de
concilios particulares; sobre todo en épocas de mayores dificultades de comu-
nicación con la sede romana.
Actualmente son dos las funciones principales y generales que cumple la
provincia como institución canónica (cfr. c. 431 § 1): en primer lugar , la deli-
mitación provincial sirve para promover una acción pastoral común en dióce-
sis vecinas , adaptada a las circunstancias locales ; en segundo lugar, es instru-
mento para promover las recíprocas relaciones entre los obispos que presiden
las dióce sis agrupadas. En ocasiones la provin cia puede servir también para la
relación de los obispos con las autoridades civiles (cfr. CD, 39), sobre todo en
determinados ámbito s regionales o locales dentro del territorio estatal. Tam-
bién es útil para solucionar el problema de la organización pastoral en las ciu-
dades muy grandes, en las que razones de diversa índole -también sociológi-
cas- aconsejan a veces no romper la unidad natural que forma la ciudad con
diócesis independientes unas de otras, y promover en camb io una actividad
187
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
12. Cfr. P. MO NETA, La sede metrop olitana nel diritto canon ico , en «Il Diritto Ecclesiasti-
co», 104 (1993/ 1), pp. 92 y 93.
13. Cfr . M. CO STALUNGA, L 'organizzazione, cit. , p. 762; M .T . GRE GORIO DE TEJ ADA, Voca-
bulari o básico , cit., p. 159.
14. En España hay actualmente 14 provincia s eclesiásticas: Barcelona (sufragáneas : S.
Feliu de Llobregat , Terrasa) , Burgos (sufragáneas: Bilbao, Osma- Soria, Palencia y Vitoria), Ora-
188
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
nada (Almería, Cartagena , Guadix -Baza , Jaén y Málaga), Madrid (Alcalá de Henares y Getafe),
Mérida-Bad ajoz (Coria-Cáceres y Plasencia), Oviedo (Astorga, León y Santander), Pamplo na-
Tudela (Calahorra y La Calzada-Logroño, Jaca , San Seba stián), Santiago de Compost ela (Lugo,
Mondoñedo-El Ferrol , Orense, Tui-Vigo), Sevilla (Cádiz-Ceuta, Canarias, Córdoba, Huelva , Je-
rez de la Frontera y Tenerife) , Tarragona (Girona, Lleida , Solsona, Tortosa, Urgell y Vic), Toledo
(Albacete, Cuenca, Sigüenza-Guadalajara y Ciudad Real) , Valencia (Ibiza, Mallorca , Menorca,
Orihuela-Ali cante y Segorbe -Castellón), Valladolid (Ávila, Ciudad Rodrigo, Salamanc a, Sego-
via y Zamora) y Zaragoza (Barbastro, Hues ca, Tarazona , Teruel y Albarracín). Vid. las referen-
cias en el Annuario Pontificio 2009, pp. 1162 y 1163.
15. Conviene tener en cuenta aquí lo que dispone el c. 438: «Aparte de la prerrogativa ho-
norífica , el título de Patriarca o de Primado no lleva consigo en la Iglesia latina ninguna potestad
de régime n, a no ser que en algún caso conste otra cosa por privilegio apostólico o por costum-
bre aprobada». Entre los patriarcas latinos se cuentan actualmente los de Jerusalén , Venecia, Lis-
boa , Indias Orientales (el título corresponde en este caso al arzobispo de Goa, en la India), e In-
dias Occidentales (título que , después de la muerte del arzobispo de Madrid-Alcalá en 1963,
quedó vacante sine die): cfr. Annuario Pontificio 2009, pp. 6 ss. Por su parte , el título latino de
primado se aplica a la diócesis más antigua o más importante históricamente en una nación . Hay
casos en los que el primado ejerce por costumbre o privilegio cierta potestad de régimen, como
ocurre p. ej. con los primado s de Hungría y Polonia .
16. El arzobispado es, por tanto , un título referido a una sede episcopal concreta , que se
llama archidiócesis y que puede o no ser metropolitana; o bien una condición personal no referi-
da a la capitalidad de una Iglesia particular.
189
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
17. Cfr. A . ÜARCiA Y GARciA , Historia del derecho canónico, cit ., pp. 109, 218-219 , y 367.
18. Cfr. c. 1438, 1.0 Además, «cuando la causa se conoce en primera instancia ante el Me -
tropolitano, la apelación se interpone ante el tribunal que él mismo haya designado de modo es-
table», con aprobación de la Santa Sede» (c. 1438, 2.0 ). Cfr. también el c. 1439.
190
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
3. LA REGIÓN
ECLESIÁSTICA
CD, 39, 40/3, y 41; ES, l § 42; CIC de 1983, ce. 433 y 434;
REGULACIÓN:
PB, art. 76.
19. Por eso, el palio sólo puede ser usado en la provincia eclesiástica , pero no fuera de
ella. Además, en el caso de que sea trasladado a otra sede metropolitana , el metropolitano nece -
sita un nuevo palio (cfr. c. 437 §§ 2 y 3).
20. Cfr.A AS,7 0(1978 ), pp. 44ly442.
21. Cfr. J .L. GUTIÉRR EZ,I raggruppamenti di Chiese partico/ari, en «Monitor Ecclesiasti-
cus», 116 ( 1991), pp. 449 ss.; J.I. ARRIETA, Provincia y región eclesiásticas, cit., pp. 614 ss.
191
ORGANIZACIÓN DEL GOBl/fRNO EN LA IGLESIA
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 281-292; CD, 36; El, n. 213; CIC de
1983, ce. 439-446; PB, art. 82; AS , nn. 24-27.
22. Así, el c. 308 § l del Schema de 1980 disponía: «In regione ecclesiastica auctoritate,
ad norrnam iuris, gaudent Concilium regionale atque Episcoporum conferentia regionis». Por su
parte , el c. 433 § 1 del proyecto de 1982 establecía que «In territorio conferentiae Episcoporum
auctoritate. ad normam iuris, gaudet ipsa conferentia necnon Concilium regionale». Para la solu-
ción definitiva, vid. el texto del c. 433 § l del CIC.
23. Cfr. Annuario Pontificio 2009, pp . 1157 ss.
24. Cfr. J.L. G UTIÉRREZ, 1 raggruppamenti, cit., p. 453. En USA hay concretamente 13 re-
giones eclesiásticas: cfr. ibid., p. 453, nota 59.
192
ORGANIZACIÓN TNTERD!OCESANA
A. Aspectos generales
B. Convocatoria y celebración
193
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA JGLESTA
194
ORGANIZACIÓN INTERDJOCESANA
195
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
196
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
E. Crisis de la institución
33. A diferencia de los concilios particulare s, las conferencias episcopales no tienen po-
testad general sobre el territorio , sino atribuciones específicas determinadas por el derecho co-
mún o por delegación (cfr. c. 455 § 1). Por lo que se refiere a estas atribuciones específicas su
competencia es exclusiva.
34. Sixto V estableció en 1588 la obligatoriedad del examen y revisión por la Santa Sede
de los decretos de los concilios provinciales , en el contexto de la reforma tridentina y del estable-
cimiento de la curia romana por aquel Pontífice : cfr. V. GóMEZ IGLESI AS , La Bula «Immensa Ae-
terni Dei» de Sixto V (22-1-1588): la revisión de los decretos de los concilios particulares, en
«La Synodalité», cit., vol. 1, p. 409.
35. Baste observar que en los primeros diez años transcurridos desde la promulgación del
CIC de 1983 solamente se celebraron ¡dos concilios particulares! en toda la Iglesia latina, y ade-
más el número de concilios que en el mismo periodo se encontraban en fase de celebración era
también mu y reducido: tres concilios plenario s y dos provinciales. Vid. toda s las referencias en
J.-B. D'ONORIO, Les Conciles particuliers apres dix ans d'application du Code de Droit Cano-
nique, en PONTIFI CIUM CONSILIUM DE LEGUM TEX TIBUS l NTER PRETANDIS, /us in vita et in missione
Ecclesiae, cit., pp. 595 ss.
36. Es significativa la opinión de Orlandis, tras haber estudiado el fracaso históri co de las
previsiones sobre la celebración periódica de los concilios provinciale s: «Tal vez la normativa
197
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
5. LA CONFERENCIA
EPISCOPAL
REGULACIÓN: CIC de 1917 , c. 292; LG, 23; CD, 37 y 38; ES, 1 § 41; El,
nn. 210-212; CIC de 1983, ce. 447-459; PB, arts. 76 y 82; JUAN PABLOu,
m.p.Apostolos suos, 21-V-1998, (AAS, 90, 1998, pp. 641-658); Pastores
gregis, n. 63; AS , nn. 28-32.
A . Introducción
del Código de 1983 venga a representar no ya sólo el reconocimiento de la esterilidad de las ten-
tativas pasadas , sino la propia cri sis del concilio provincial como institución canónica : una insti-
tución venerable , pero que no respondería a las exigencias actuales de una disciplina eclesiástica
adecuada a la realidad de la vida de la Iglesia en el mundo contemporáneo »: J . ORLA NDIS, Fun -
ción históri ca , cit., p. 296 .
37. Cfr. G . FELICIA Nr, Le Conferenze Episcopali , Bologna 1974, pp. 16 ss.
198
r ~~~~-----------
.......
ORGANIZACIÓN INTER DIOCESANA
B. Naturale za jurídica
199
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
41. Vid. supra, cap . IV,§§ 4 y 6.B, sobre las características de los coleg ios consultivos y
su diferencia respecto de los colegios deliberativos.
42. P. ej. cuando la Santa Sede pide a las conferencias episcopal es su opinión sobre pro-
yectos de documentos genera les: cfr. PB, art . 26 § 1.
200
ORGANIZACIÓN INTERDIOCESANA
compuesta por los obispos de una determinada nación; pero es posible tam-
bién la constitución de conferencias episcopales para un ámbito mayor o me-
nor que el territorio estatal. Según estas posibilidades previstas por el c. 448,
pueden existir conferencias nacionales , infranacionales o intemacionales 43 •
201
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
jidad organizativa. En el mismo periodo existían 12 conferencias europeas y america nas que no
superaban los 10 miembros. Cfr. J. Rm z ÜRTA, La organización de las conferencias episcopales
en el derecho canónico universal y particular, cit., pp. 354-355 y 341 .
47. La mayor parte de los estatutos de las conferencias episcopales reconocen el voto de-
liberativo de los obispos auxiliares: cfr. J . RuIZ ÜRTA, op. cit., p. 154. Téngase en cuenta que hay
conferencias episcopales, como las de Alemania y Polonia, con más auxiliares y coadjutores que
obispos diocesanos.
48. Cfr.cc.451-454,457y458.
49. Cfr.AAS, 81 (1989),p. 388.
202
ORGANIZACIÓN JNTERDIOCESANA
tualmente puedan ser publicados por la conferencia (c. 455 § 2). También co-
rresponde exclusivamente a la asamblea plenaria aprobar las declaraciones
doctrinales que vayan a ser publicadas en nombre de la conferencia como tal,
como condición para puedan ser consideradas actos de magisterio auténtico
colegial de los obispos 50• Por su parte, la función principal de la comisión per-
manente (de la que forman parte algunos de los miembros de la conferencia,
para facilitar el trabajo ordinario) es preparar el orden del día y la celebración
de las asambleas plenarias, y también ejecutar sus decisiones.
D. Competencia
203
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
204
ORGANIZACIÓN INTERDJOCESANA
E. Cuestiones planteadas
206
CAPÍTULO VII
NOTA PREVIA
207
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
1 . LA DIÓCESIS
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 215-217; CD, 11, 22-24; PO, 10; ES, I §
12; REU, art. 49; El, nn. 171-174; CIC de 1983, ce. 368, 369, 372-374;
PB, arts. 75 ss. y 89; AS, n. 5.
A. Aspectos generales
Las raíces del término «diócesis» (del griego dioikesis, que significa ad-
ministración) como concepto jurídico se encuentran en el derecho público ro-
mano , al igual que sucede también con otras nociones que emplea el derecho
de la Iglesia, como las de vicariatos, prefecturas, provincias etc. Sin embargo,
fueron necesarios muchos sig los para el definitivo asentamiento canónico del
significado de diócesis como circunscripción gobernada por un obispo, de ám-
bito menor que el de la provincia eclesiástica.
A finales del siglo III d.C. el emperador Diocleciano promovió una ambi-
ciosa reforma administrativa al dividir el imperio en prefecturas , diócesis y pro-
vincias 2. Las prefecturas eran las unidades territoriales más amplias: dos en
Oriente (Oriente e Illiria) y otras dos en Occidente (Italia y las Galias), y cada
una de ellas era gobernada por un praefectus pretorio. Las prefectura s se divi-
dieron en doce diócesis 3 gobernadas por los vicarii imperii , que tenían atribu-
ciones fiscales y judiciales. A su vez, las diócesis fueron divididas en numerosas
provincias, que eran distritos territoriales de ámbito menor que el diocesano.
Pocos años después de aquella reforma administrativa el término diócesis
había sido ya asumido de modo natural por el lenguaje eclesiástico: así en el
canon 2 del Concilio de Constantinopla del año 381 y en el canon 9 del Conci-
lio de Calcedonia del año 451 4 • En estas asambleas conciliares el término indi-
caba ya el ámbito territorial de un patriarca o de un exarca. Este significado de
la diócesis como ámbito jurisdiccional de un patriarca o exarca dividido en
provincias eclesiásticas o eparquías se difundió sobre todo en Oriente. En Oc-
cidente, en cambio, la circunscripción episcopal se denominaba sobre todo pa-
roecia o parochia.
A partir de las decretales de Gregorio IX (siglo XIII) el término diócesis
se refirió ya a un territorio dependiente de la jurisdicción de un obispo. Este
208
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
sentido territorial de la diócesis, claramente expresado en los ce. 216 y 217 del
CIC de 1917, es el que ha prevalecido en la historia del derecho canónico.
Sin embargo, el Concilio Vaticano II ofreció expresamente una definición
de diócesis menos dependiente de los aspectos externos delimitadores y más
atenta, en cambio, a los elementos internos y personales de la diócesis en
cuanto comunidad de fieles presidida por un obispo 5 • En efecto, según CD 11
«la diócesis es una porción del Pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se enco-
mienda al Obispo con la cooperación del presbiterio, de manera que , unida a
su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la
Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está
presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica». Esta de-
finición es idéntica a la contenida en el c. 369 del CIC de 1983.
Por consiguiente, la diócesis o Iglesia particular es ante todo una porción
del Pueblo de Dios, jerárquicamente estructurada en virtud de la sacra potes-
tas del obispo y la dedicación estable de un propio presbiterio, para realizar la
misión de la Iglesia. Dentro del sistema canónico de circunscripciones ecle-
siásticas la diócesis ocupa una posición central. No es un simple distrito admi-
nistrativo, sino que tiene un significado constitucional, en cuanto forma pri-
maria de agrupación de los fieles en torno a un sucesor de los apóstoles que
ejerce en ella la sagrada potestad recibida de Jesucristo con la mediación de la
Iglesia (sacramento y misión canónica). Es el modelo institucional ejemplar en
cuanto forma de agrupación de los fieles para la predicación del Evangelio y la
administración de los bienes salvíficos. Al mismo tiempo, la erección de una
diócesis supone la concreción típica «en el espacio y en el tiempo» del oficio
episcopal , que es de institución divina y descansa en la sucesión apostólica 6 •
Cuando se constituye una diócesis se establece también un oficio episcopal,
que se denomina propiamente obispo diocesano.
La diócesis legítimamente erigida por el romano pontífice goza ipso iure
de personalidad jurídica (c. 373). Corresponde a la Santa Sede, ordinariamen-
te a través de la Congregación para los Obispos 7, tramitar todo lo referente a la
constitución, cambio y provisión de las diócesis. Es posible la unión o agrupa-
ción de diócesis mediante un solo oficio episcopal de capitalidad, pero sin fu-
sión de las diócesis agrupadas. En tales casos se usa la terminología antigua
relativa a la unión de beneficios (cfr. c. 1419 del CIC de 1917): si la agrupa-
ción se produce en igualdad de condiciones, sin subordinación mutua entre las
diócesis agrupadas, se denomina aeque principalis (igualmente principal); si,
209
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
8 . Cfr.cc . 374,476y553 .
9 . Cfr. V. CHE CHEN-TAO,Aspetti giuridici della visita ad limina, en PONTIFIC!UM CONSI-
LIUMDE LEGUMTEXTIBUS lNTERPRET ANDIS,lus in vita et in missione Ecclesiae, cit ., p . 328; J.I .
ARRIETA, Chiesa particolare e circoscrizioni ecclesiastiche , en «Ius Ecclesiae» , 6 ( 1994), pp . 12-
14. Vid. infra , § 5.
10. Cfr . Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani ll , lll, VI , pp . 156 y
163; ibid., III, ll , pp. 49 y 62 . Cfr. tambi én El , n. 172.
11. La s dió ces is «es peciale s» son circun scripcione s di ocesa na s personale s que «se dirigen
a fieles ya inse rto s en diócesis territoriale s» (P. LOMBARDÍ A-J. HERVADA,Sobre prelaturas perso-
nales, en «Ius Canonicum » , 27, 1987, p . 37), de manera que se da una coincidencia parcial entre
el populu s que forma una o varia s diócesi s territoriales y el qu e integra un a dióce sis personal
210
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
2. LA PRELATURATERRITORIAL
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 215 § 2, 319-327; CIC de 1983, ce. 368 y
370; PB , arts. 75 ss.
«especial». El modelo de las diócesi s especiales de PO 10 ha sido aplicado a los ordinariatos mi-
litares de España, Francia, USA y Bélgica (vid. las referencias en A. VIANA, Territorialidad, cit.,
pp. 92-9 7 y 273, nota 46) : en tales casos la sola equiparación de los ordinariatos militare s con las
diócesis (cfr. SMC, art. I § 1), fue sustituida por una calificación expresa de aquellos como dió -
cesis, a través del derecho particular o estatutos sancionados por la Santa Sede.
12. Aunque el texto del c. 372 § 2 se refiera en general a las «Iglesias particulares» y no
sólo a las diócesis, es difícil su aplicación a las entidades no dioce sanas mencionadas en el c. 368.
Sobre todo porque la idea de una prelatura territorial o de una abadía territorial delimitada perso-
nalmente es en sí misma contradictoria y porque no es fácil tampoco imaginar un vicariato, prefec-
tura o administración apostólica personal , ya que el ordenamiento canónico dispone de circuns-
cripciones personales específicas. Cfr. en tal sentido, J.I. AARIETA, Chiesa particolare, cit., p. 25.
13. Cfr. J. HERVADA, Tempvs otii. Fragmentos sobre los orígenes y el uso primitivo de los
términos «Praelatus » y «Praelatura », Pamplona 1992, p. 229; A. VIANA, Introducción al estudio
de las prelaturas, Pamplona , 2006, pp. 15-31.
211
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
14. «Por prelatura se entiende bajo el aspecto más estr ictamente técnico, aque lla circu ns-
cripción ecles iá stica instituida por la autoridad competente para el gob ierno de una porción de la
Iglesia determinada con criterio territorial o per sonal» : G. DALLATORRE, Pre/ato e Prelatura, en
«Enciclopedia del Diritto», 34 (1985) , col. 972.
15. Cfr. J. MrRAS, La noción canónica de «pr aelatus». Estudio del «Corpus luri s Canoni -
ci » y sus primeros comentadores (siglos Xll al XV) , Pamplon a 1987 , pp. 15, 195, pa ssim.
16. Cfr. un res umen de esta doctrina e n P. LOMBARDfA-J . HERVADA,Sobre prelatura s p er·
sonales, cit., pp. 58-68, especia lment e. Tamb ién A. VIANA,Introducción al estudio de las pr ela-
turas, cit., pp. 21-28.
212
-
ORGANIZACIÓ N DIOCESANA Y CUASIDJOCESANA
2 13
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
bien como una institució n del ordenamiento canónico general, aunque de me-
nor importancia y aplicación que las diócesis. Es el paso definitivo desde la
prelatura como situación personal de un prelado exento hasta la prelatura
como ente ordinario de la organización eclesiástica territorial 19 •
Varios aspectos pued en destacarse en el mencionado pro ceso de asenta -
miento de las prelaturas nullius con posterioridad al CIC de 1917. Así, el dato
de que en el siglo XX fueran erigidas un buen número de estas prelaturas 20 , a
pesar de que en épocas anteriores su número había disminuido, como conse-
cuencia sobre todo de la reforma tridentina y de la reducción de jurisdicciones
exentas en diversos países durante el siglo XIX. El motivo que aconseja la
erección de estas circunscripciones es de carácter pastoral: las prelaturas nu-
llius se han utilizado sobre todo para organizar la cura de almas cuando no se
dan todavía las condiciones para erigir una diócesis, ni tampo co una circuns-
cripción misional al estilo de los vicariatos y prefecturas apostólicas. Así, en
países de tradición cató lica (p. ej. Brasil y otros países latinoamericanos) fre-
cuentemente algunas diócesis de notable extensión fueron divididas, de mane-
ra que parte del territorio dividido conservaba la condición diocesana y otra
zona era constituida como prelatura nullius , hasta que se dieran las condicio-
nes humanas y materiales para erigir una nueva diócesis 2 1•
Otro aspecto que se puede destacar en la evolución reciente de las prelatu-
ras nullius dioecesis es la reforma de su principio delimitador: además de la tra-
dicional territorialidad de estas prelaturas, el derecho canónico admite también
actualmente la po sibilidad de prelaturas personales. Esta reform a o ampliación
de las especies prel aticias tuvo lugar con motivo de la celebración del Concilio
Vaticano 11. En efecto, a través de los proyecto s preparatorio s del decr. Pres -
byterorum Ordinis - inicialmente referidos al supuesto peculiar de las misiones
nacionales, al estilo de la Misión de Francia 22 , pero posteriormente ampliados a
19. El asentami ento de las antiguas prelaturas nullius en la organiza ción pastoral ordin a-
ria fue observ ado ya por E . VON KIB NITZ, Die Rechtsst ellung der gefreiten Ábt eien u11dPriilat e11,
en «Theologie und Glaub e», 25 (1933), pp. 598 ss.
20. Cfr. los ejemplos que recoge Ph. H OFMEISTER , Gefreit en Ábtei en und Pralatur en , en
«Zeit schrift der Savigny -Stift un g für Recht sgesch ichte (kanoni stische Abteilung) », 81 (1964) ,
pp . 133 ss . Actualmente existen 47 prelatura s territori ales en todo el mundo , distribuid as de la si-
guiente forma : 13 en Bra sil , 10 en Perú , 6 en Filipina s, 5 en Méxi co , 3 en Argentina , 2 en Boli-
via , 2 en Ch ile, 2 en Noruega, 2 en Italia (Loreto y Pompei) , l en Panamá , y 1 en Francia (la Mi-
sión de Fran cia). Vid. los datos en Annuari o Pontificio 2009 , pp. 1042-1054 .
21 . En la enumeraci ón recogida e n la nota anterior se pueden comprobar los países dond e
han sido erigida s prelatura s territoriales. Para ente nder hasta qué punto la realidad no permite to-
davía la erección diocesana se puede observar que el clero secular y religio so dedicado a esta s
prelaturas no suele superar las 20 personas.
22 . La Mi sión de Francia constituy e básicamente una institución con el fin de facilitar sa-
cerdot es qu e, con espíritu misionero, trabajen en las dióce sis francesas . Por iniciat iva de la j erar-
quía france sa, la Misión fue erigida en 1954 como prelatura nullius para hacer posible sobr e
todo la incardinación de clero misionero en la prelatura y el trab ajo interdiocesano , y dot ar al
mismo tiempo de la necesaria unidad a la institución , presidida por un prelado con juri sdicción
cua siepiscopa l. Para un estudio de la s característica s jurídica s de la Mi sión de Francia y el ori -
214
ORGAN IZA CIÓN DIOCE SANA Y CUASIDIOCESANA
3. LA ABADÍA TERRITORIAL
gen de las prelatura s personales en el Vaticano II a partir de las antiguas prelaturas nullius, cfr.
P. L OMBARDfA-J. HERVADA, Sobre prelaturas p ersonales, cit. pp. 17-44 y 63-65.
23. Cfr. en tal sentido la Carta del Prefecto de la Congregación para los Obispos de 17-X-
1977, publicada en Communicationes, 9 (1977), p. 224 .
24. En la base del origen histórico de las abadías nullius se encuentra la fusión del privi-
legio de exención con la juri sdicción , unido s por voluntad del Papa: cfr. L. M ü LLER, La notion
canoniqu e d 'Abbaye nullius, en «Revue de Droit Canonique», 6 (1956), pp . 128 y 129, y nota
61.
215
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
25. En España destacó el caso de la Abadesa de las Huelgas , en Burgos , que ejerció ver-
dadera jurisdicción cuasiepiscopal, incluso sin privilegio expreso, en virtud de un título consue-
tudinario: cfr. J . EsCRIVÁ DE BALAGUER, La Abadesa de las Huelgas. Estudio teológico-jurídico,
3 .ª ed., Madrid 1988, p . 342. En pp. 192-198 resume el autor algunos precedentes históricos apli-
cables a las abadías en general.
26. Actualmente existen 11 abadías territoriales: 6 en Italia , 2 en Suiza, 1 en Austria, 1 en
Corea y 1 en Hungría . La extensión del territorio propio es normalmente muy reducida . Vid. los
datos en Annuario Pontificio 2009, pp. 1055 ss.
27. Para el nombramiento de abades territoriales son frecuentes los derechos de presenta-
ción y elección del abad con posterior institución o confirmación por el Papa.
216
ORGANf'ZACIÓN DIO CESANA Y CUAS/DIOCESANA
REG ULAC IÓN: CIC de 198 , ce. 368 y 371 § 2; AS, n. 73.
28. El 11-V-1968 fue erigida la última abadía nullius o territorial: cfr. AAS, 61 (1969) , pp.
9-11. El número de abadías territoriales va disminuyendo . efr en AAS, 95 (2003), pp. 218-2 19 la
extinción de una abadía territorial en Brasil , que pasa a integra rse en el territorio diocesano.
29 . El ere de 1983 sólo trata de los administradores apostólicos en los ce. 371 § 2 y 1018
§ 1, 2. 0 • El c . 37 1 § 2 se refiere al oficio que pres ide una administración apostólica , mientras que
el c. 1018 § 1, 2. 0 se refiere a un superio r interino nombrado por la Santa Sede para los casos de
sede diocesana vacante o imped ida. Son, por tanto , figuras diversa s: cfr. J. GAR CfA M ARTIN, Ob-
servaciones al c. 1018 sobre la fig ura del «Administrador apostólico», en «Apollin aris» , 65
(1992), pp. 606 y 607. Obviamente , el admini strador apostólico se diferen cia también del admi-
nistrador diocesano, que es el oficio que rige la diócesi s en sede vaca nte (cfr. ce. 42 1 ss.) , salvo
que la Santa Sede haya dispuesto de otro modo .
217
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
30. También para otra s circunscripciones eclesiásticas equiparadas con las diócesis, como
las prelatura s y abadías nullius , los vicariatos y prefecturas apostólicas.
31 . Cfr. S. ALONSOMORÁN,Comentario al e. 312, en «Código de Derecho Canónico y le-
gislación complementaria», 10.ª ed ., Madrid 1976, p. 127.
32 . Vid. todos estos ejemplo s, con la documentación correspo ndiente, en el clarificad or
estudio de G. MAY,Bemerkw 1gen zu den apostolisc hen Administratoren und Admini strationen,
en «Theologie und Glaube», 78 (1988) , pp. 416-423, especialmente.
33. Cfr. ibid., p. 423.
2 18
ORGANIZACIÓ N DIOCE SANA Y CUAS/DIOCESANA
34. Este fue el caso de las administraciones apostólica s erigidas en Polonia y otros países
después de las dos guerras mundiales del siglo XX : cfr. ibid ., pp. 424 ss.
35. Este parece ser el caso de las admini straciones apostólica s con stituidas en 1991 y
1993 para Rusia , Ucrani a y Moldavia. Con motivo de la erección de tres admini straciones apos-
tólicas para Rusia, en 1991, la Santa Sede precisó que no se pretendía establecer verdaderas Igle-
sias particulares católicas en el territorio correspondiente al patriarcado de Moscú . Vid. las refe-
rencias en J.I. ARRI ETA, Chiesa parti colare, cit. , pp. 18 y 19. Según el Annuario Pontificio 2009 ,
hay actualmente 9 administraciones apostólicas territoriales.
219
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 215 § 1, 293-311; REU, art. 82; CIC de
1983, ce . 368 y 371 § 1; PB, art. 89.
36. Cfr. JUAN PABLO II, Litt. ene. Redemptoris Missio , 7-XII-1990, n. 48 ss., en AAS, 83
(1991), pp . 249-340.
37. «( ... )ita ut novellae Ecclesiae structuram dioecesanam cum proprio clero paulatim
acquirant» (AG, 16).
38. Cfr. supra, en este capítulo,§ 1. La principal peculiaridad de estas diócesis estableci -
das en territorios de misión es la vigencia en ellas del sistema de mandato, al que aludiremos en
el texto de este epígrafe.
220
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUASJDIOCESANA
39 . Cfr. Acta Sanctae Sedis, 29 (1896-1897), pp. 437 -440 . El decreto determinaba en su
n.III que la dependencia de estas misione s respecto de la Santa Sede se articulaba a través del de-
legado apostólico correspondiente al terri torio de la misión .
40. Cfr. J . GARClA MARTÍN,Origen de las misiones independientes o «sui iuris» y de sus su-
periore s eclesiásticos, en «Commentarium pro religiosis et missionariis» , 74 (1993), pp. 282 y 3 19.
41 . Actualmente existen 9 misione s sui iuris en diverso s países: cfr. Annuario Pontificio
2009, pp. 1097 y 1098.
42. Actualmente existen 44 prefecturas apostólicas. En su mayor part e fueron erigidas en
China durante la primera mitad del siglo XX: cfr. Annuario Pontificio 2009 , pp. 1088 ss.
43 . Vid. un ejemplo reciente en AAS, 82 (1990), pp. 539-540.
221
'+"
44. Actualmente existen 80 vicariato s apostólicos: cfr. Annuario Pontificio 2009, pp.
1072 SS.
45. La referencia a la commissio en favor de las Iglesias particulare s contenida en PB, art.
89, recién citado, implica la posibilidad de que la commissio se realice no en favor de un institu-
to de vida consagrada o de una sociedad, sino en favor de una dióce sis que asuma la tarea evan -
gelizadora en un territorio de misión (cfr. en tal sentido, incidentalmente, J.I. ARRIETA , Chiesa
particolare, cit. , p. 20) . J . GARCÍA MARTÍN (L' azione missionaria della Chiesa nella legislazione
canonica, Roma 1993, pp. 250 y 251) reconoce esta posible interpretación, pero entiende que el
texto de PB, art. 89 cuando alude a las Iglesias particulares se refiere a territorios de mi sión
constituidos en diócesis pero cuya evangelización es todavía muy incipiente; de manera que el
romano pontífice encomendaría en tales caso s la tarea evangelizadora a obispos diocesanos , en
lugar de hacerlo a sus vicarios. Sin embargo, esta interpretación de García Martín no parece
compatible con la potestad propia del obispo diocesano (que no necesitaría ninguna commissio si
se tratara de diócesis ya establecidas en territorios de mi sión), ni con el dato de que actualmente
el sistema de la commissio no se aplique ya a las diócesis establecidas en territorios de misión
(como el mismo autor reconoce en op. cit., p. 249).
46 . Cfr. J. GARCÍA MARTÍN , op . cit., pp. 268 SS.
222
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
6. LA PRELATURA PERSONAL
A. Aspectos generales
223
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
prelado como ordinario propio y regidas por estatutos particulares (cfr. ce. 294
y 295 § 1). Al igual que las demás circunscripciones de la organización pasto-
ral ordinaria, las prelaturas personales dependen de la Congregación para los
Obispos (PB, art. 80).
La figura de la prelatura personal es reciente en el derecho de la Iglesia .
Su origen se sitúa en el n . 10 del decr. Presbyterorum Ordinis del Concilio Va-
ticano 11.Sin embargo, esta nueva figura hunde sus raíces en la doctrina histó-
rica sobre los prelados con jurisdicción cuasiepiscopal, y el precedente de las
prelaturas nullius, reguladas con carácter general por el CIC de 191750 • En efec-
to, tal como lo demuestran sus trabajos preparatorios y el contenido del texto fi-
nalmente aprobado 51,PO 10 estableció una reforma o ampliación de la organi -
zación eclesiástica al admitir la posible constitución de prelaturas personales
además de las prelaturas de base territorial , ya existentes antes del Concilio. El
fin que se propuso el Concilio en el lugar citado fue facilitar por razones apos-
tólicas «no sólo una distribución más adecuada de los presbíteros, sino también
las tareas pastorales peculiares que, en favor de los distintos grupos sociales,
deban realizarse en una región o nación o en cualquier lugar del mundo ».
La regulación de las prelaturas personales en el CIC de 1983 plantea al-
gunas cuestiones. Por lo que se refiere a la sistemática del Codex hay que ad-
vertir que la situación de los ce. 294-297 en la parte I del libro II no es capaz
por sí sola de reflejar adecuadamente la naturaleza de aquellas instituciones: el
título dedicado a las prelaturas personales es diverso de los que corresponden
a las asociaciones de fieles; sin embargo, separa sistemáticamente tales prela-
turas de las normas dedicadas a las demás circunscripciones diocesanas y cua-
sidiocesanas 52.
Por otra parte, durante los trabajos preparatorios del CIC de 1983 se valo-
ró la posibilidad de regular las prelatura s personales mediante una simple remi-
sión formal al régimen jurídico diocesano, es decir, por equiparación jurídica
expresa con las Iglesias particulares o diócesis 53.Finalmente se adoptó la solu-
ción de aprovechar la normativa contenida en el n. 1 § 4 del m.p. Ecclesiae
Sanctae, publicado el 6-VIII-1966, cuyas normas eran muy parecidas a las
contenidas definitivamente en los ce . 294-297 del CIC de 1983. Esta opción le-
gislativa no ha podido excluir , sin embargo, la necesidad de emplear el instru-
224
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
B. Composición personal
54. En efecto , a pesar de los cuatro cánones dedicados a las prelaturas personales, el CIC
no concreta sus posibles tareas pastorales, ni el ámbito en el que ejercerán sus actividades ; tam-
poco establece ninguna determ inación sobre la consagración episcopal del prelado , ni sobre su
pertenencia a la conferencia episcopal, ni acerca de los diversos aspectos relativos a su potestad.
Tampoco se ocupa el CIC con detalle de las diversas posibilidades de relación de los fiele s cléri-
gos o laicos con la prelatura. En cualquier caso, el significado propio de las prelaturas persona-
les como verdaderas prelaturas -es decir, circunscripciones eclesiásticas delimitadas en este
caso personalmente- justifica su equiparación jurídica con las diócesis , a no ser que conste otra
cosa por prescripción del derecho universal o en virtud de los estatutos de cada prelatura. Sobre
los aspectos generales de la aequiparatio in iure en la materia de las circunscripciones eclesiásti-
cas ya hemos tratado supra, cap.V,§ 3.
55. Cfr. G. Lo C ASTRO, Las prelaturas personales. Perfiles jurídicos, cit., p. 36 .
225
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
ciones propias de los obispos y prelados equiparados, como son la visita ad li-
mina y la relación quinquenal sobre el estado de la prelatura (cfr. ce . 399 y
400). Todos estos aspectos deberán ser regulados por las normas constitutivas
y por los estatutos de cada prelatura personal.
La prelatura está compuesta también por presbíteros y diáconos del clero
secular. Esta determinación contenida en el c. 294 se completa con la previ-
sión del seminario de la prelatura en el e . 295 § 1. Sin embargo, la constitución
de un seminario propio no es un elemento necesario de toda prelatura perso-
nal. Además de la formación y posterior incardinación en la prelatura de los
alumnos del seminario propio, son previsibles otras vías para la identificación
del presbiterio prelaticio , como la addictio o agregación prevista con carácter
general por el e. 271.
Finalmente, el pueblo o coetus fidelium de la prelatura personal puede ser
determinado teóricamente ipso iure, mediante la posesión de un título de ads-
cripción a la prelatura previsto por la misma ley56 , o bien a través de una decla-
ración formal del fiel manifestando su voluntad de incorporarse o participar en
las tareas apostólicas de la prelatura, según lo previsto en el c. 296. Conviene
tener en cuenta, sin embargo, que según la normativa del CIC parece posible
la constitución de prelaturas personales compuestas solamente por clérigos, ya
que el c. 294 determina que constan necesariamente de presbíteros y diáconos
del clero secular, mientras que el c. 296 admite que fieles laicos puedan dedi-
carse a las obras apostólicas de la prelatura mediante convenciones específi-
cas. La primera hipótesis se realizaría en el caso de una prelatura personal
orientada hacia una obra pastoral o misionera directa y principalmente depen-
diente del ejercicio del orden sagrado. En tal caso, «la cooperación orgánica
de laicos habrá de tener, de ordinario, un carácter externo y auxiliar, de ayuda
al clero o de preparar el terreno para que éste pueda cumplir con más facilidad
los fines institucionales de la prelatura» 57 • Pero cabe también el supuesto de
«una prelatura que sea erigida para que realice una tarea apostólica peculiar
que exija de por sí, necesariamente, ser llevada a cabo mediante una coopera -
ción orgánica entre clérigos y laicos( ... ); en este caso la cooperación orgánica
se eleva a ratio que motiva la erección de la prelatura »; y en tal supuesto el
laico es situado, a través de la convención prevista por el c. 296, «en el cuerpo
mismo de la prelatura , en su aspecto activo» 58 , como miembro de la misma .
Con todo, se debe señalar que incluso en el supuesto de prelaturas personales
226
ORGANJZACfÓN DIOCESANA Y CUASIDJOCESANA
227
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
228
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS!DIOCESANA
prende tres especies: los ordinariatos militares, los ordinariatos para miembros
de la comunión anglicana recibidos en la Iglesia católica y los ordinariatos para
católicos orientales en territorios de rito latino.
A. ÜRDINARIATOS
MILITARES
a) Aspectos generales
64 . Cfr., para todos esto s datos históricos , A. VrANA, Territorialidad, cit. , pp. 22-57.
229
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
b) Composición personal
65. Cfr. c. 219 § 2 del Schema de 1977 y c . 337 § 2 del Schema de 1980.
66. Cfr. SMC , art . I § 1. Los estatutos y otras disposiciones aplicables a los ordinariatos mi-
litares han sido recopilados por E . BAURA, Legisla zione sugli ordinariati castrensi , Milano 1992.
67. Cfr. SMC , art. IV.1.º: «Ordinarii militaris iurisdictio est: personalis, ita ut exerceatur
erga personas ad Ordinariatum pertinentes , etiam si quandoque versentur extra fines nationi s».
68. Cfr. SMC , art . XI. De los 35 ordinariatos militares establecidos dependen de la Con-
gregación para la Evangelización de los Pueblos los de Corea, Indone sia, Kenia, Nueva Zelanda,
Sudáfrica y Uganda: cfr. Annuario Pontificio 2009, pp . 1063 ss .
69. Cfr. SMC , arts . 11§ l. III y XII.
230
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y C UAS/DIOCESANA
70. Cfr. R. M ETZ, L'intervention du pouvoir civil dans la nomination des Évaque s, des Vi-
caires apostoliques et des Vicaires aux Armées, d'apr es les Convention s signé es au cours des an-
nées 1955 a 1965 , en «Revue de Droit Canonique», 16 (1966), pp. 247 y 248.
7 1. El motivo de que los obispos diocesano s y los párrocos locales no precisen delega ción
y puedan actuar por derecho propio incluso en lugare s militares estriba en que los fieles del ordi-
231
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
nariato no dejan de ser súbditos de las autoridades eclesiásticas del territorio donde tienen su do-
micilio. La regla del art. V SMC es un simple instrumento de coordinación de las jurisdicciones,
que no prejuzga la validez de los actos y afecta solamente a su licitud. Con el instrum ento de la
potestad cumulativa se pretende sobre todo una mejor atención del fiel y, al mismo tiempo , evi-
tar las nulidades de actos jurídico s que podrían producirse cuando la jurisdicción diocesana ac-
tuara sobre los súbditos castrenses , o viceversa, en el supuesto de que ambas jurisdicciones - la
militar y la diocesana- fueran separadas o exclusivas. Sobre esta materia de la potestad cumu-
lativa, cfr. A. VIANA, Territorialidad, cit., pp. 166-177.
72. Concretamente, según SMC, art. X , pertenecen al ordinariato militar, además de los
que puedan ser añadidos en los estatutos de los diversos ordinariatos , los siguientes fiele s: « l. º.
Todos los fieles que son militares , así como otros que están adscritos a las Fuerzas Armadas,
mientras estén sujetos a las leyes civiles promulgada s para ellos. 2.0 • Los que constituyen sus fa-
milias , es decir, cónyuges e hijos, incluso aquellos que, emancipados, vivan en la misma casa ; y
también los pariente s y empleados que vivan igualmente en la misma casa. 3.0 • Los que frecuen-
tan institutos militares, viven en hospitales militares, residencias de anciano s o en lugares seme-
jantes, o bien prestan servicio en ellos . 4. 0 • Todos los fieles de uno y otro sexo. pertenecientes o
no a algún instituto religioso , que desempeñan una función (munus) estable , conferida por el or-
dinario militar o con su consentimiento» .
232
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUASTDJOCESANA
CD, 23; REU, art. 44; CIC de 1983, c. 372 § 2; PB, art. 59.
REGULACIÓN:
73 . Cfr . respectivamente , los ce. 372 § 2, 383 § 2, 476 y 518 del CIC de 1983 y ce. 147,
148 § 3, 193 §§ 2 y 3, 315 § 1, 678 § 2, 916 del CCEO . El texto de la instr . Erga migrantes en
AAS, 96 (2004) , pp. 762-822.
74 . Vid. Annuario Pontificio 2009, pp. 1058 ss. El Annuario Pontificio de la Santa Sede
menciona también los ordinariatos de Grecia , Europa oriental y Rumanía, que no se ajustan per-
fectamente al modelo de los ordinariato s para los fieles de rito oriental residentes en países de
rito latino, ya que -aparte de que no se trata de países con rito latino predominante - los ordi-
nariatos citados son gobernados por miembros de la jerarquía oriental y se dirigen a los católicos
armenios .
234
ORGANIZACIÓN DIOCESANA YCUASIDIOCESANA
75 . En efecto, según la Declaración que la Congregación para las Iglesias orientales pu-
blicó en 1986 sobre el ordinariato de Francia, el ordinario (es decir, el arzobispo de París) tiene
potestad cumulativa con los ordinarios locales en lo que se refiere a los fieles del ordinariato.
Esto significa no sólo que la potestad de los ordinarios locales es subsidiaria respecto a la del ofi-
cio capital del ordinariato. sino que incluso es necesario para la validez de los actos de gobierno
el consentimiento previo de los ordinarios locales . Esto afecta a medidas como la erección de
nuevas comunidades y aprobación de asociaciones de fieles, la edificación de lugares de culto, la
erección de parroquias, la aprobación de estatutos monásticos y de institutos de vida consagrada.
Además, en bastantes casos es necesario que el ordinario informe a la jerarquía oriental de los
países de los que proceden los fieles del ordinariato. Estas peculiaridades del ordinariato francés
son distintas de las normas imperantes en otros países, por ejemplo en Argentina, donde está dis-
puesto que la potestad del ordinario es exclusiva sobre los fieles del ordinariato. Cfr. AAS, 47,
1955, pp. 612-613 y AAS, 78 , 1986, pp. 784-786 (Francia); AAS , 54, 1962, pp. 49 -50 (Argenti-
na); AAS, 44, 1952, pp . 382-383 (Brasil). El gobierno del ordinariato presenta por lo general no
pocas dificultades a causa del problema de determin ar el derecho aplicable en cada caso. En
efecto , se trata de un ordinariato para los orientales, pero que , además del derecho común codifi-
cado en el CCEO, se rigen por el derecho particular de cada Iglesia sui iuris. Además , para algu-
nos supuestos (por ejemplo, relativos al patrimonio eclesiástico) hay que aplicar el ius loci, que
no es otro que el derecho latino . De este modo, las autoridades administrativas y el tribunal del
ordinariato (en principio el de la capital del país) deberán aplicar el CCEO , el CIC y el derecho
particular tanto de las diversas Iglesias orientales como de la Iglesia latina (disposiciones dioce-
sanas y de la conferencia episcopal). En la práctic a el gobierno del ordinariato se encomienda al
vicario general.
235
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
normas que rigen estos ordinariatos la potestad subsidiaria de los párrocos lo-
cales para el caso de que falten sacerdotes destinados a la cura pastoral de los
orientales, siempre que aquellos párrocos hayan recibido previamente las
oportunas facultades del ordinario para los orientales y también - en el caso
de que la potestad sea cumulativa- del obispo diocesano correspondiente.
En resumen, estos ordinariatos son circunscripciones de colaboración in-
territual que sirven de ayuda o complemento pastoral práctico a las Iglesias lo-
cales . Vienen justificados por el principio de la salus animarum y por el debi-
do respeto a la diversidad de ritos dentro de la comunión católica.
C. ÜRDINARIATOS
PARAANGLICANOS
RECIBIDOS
ENLAIGLESIA
CATÓLICA
Durante las últimas décadas del siglo XX y en los primeros años del XXI
diversos cristianos insatisfechos con la situación doctrinal de la comunión an-
glicana solicitaron ser recibidos en la Iglesia católica . Además de los casos
que fueron tratados individualmente, la Santa Sede consideró que el derecho
canónico debía ofrecer una respuesta de carácter corporativo o comunitario a
aquellas peticiones. Con este fin, el Papa Benedicto XVI promulgó el 4-XI-
2009 la const. ap . Anglicanorum coetibus (AC), por la que instituyó los «ordi-
nariatos personales para los anglicanos que entren en la plena comunión con la
Iglesia católica». Esta ley pontificia habilitó a la Congregación para la Doctri-
na de la Fe, competente en razón de las repercusiones ecuménicas de la nor-
mativa, para dar unas «normas complementarias» (NC) de desarrollo , que fue-
ron publicadas también el 4-XI-2009.
La AC regula los aspectos generales de tales ordinariatos que serán erigi-
dos en nombre del papa por la Congregación para la Doctrina de la Fe, después
de haber escuchado a la conferencia episcopal de cada país . Cada ordinariato
goza de una autonomía institucional que permite, entre otras consecuencias, la
celebración de los sacramentos y demás ritos sagrados en sus parroquias y cen-
tros de culto, según los libros litúrgicos de la tradición anglicana aprobados por
la Santa Sede.
Los ordinariatos son expresamente equiparados en derecho con las dióce-
sis (AC, n. l § 1) y dependen de la Congregación para la Doctrina de la Fe y
otros dicasterios de la curia romana.
El ordinario que estará al frente de cada uno de estos ordinariatos será un
obispo o un presbítero nombrado por el papa, y lo gobernará con potestad vi-
caria , es decir, en nombre del romano pontífice (AC, nn . IV y V; NC, art . 4 §
1). Aunque no sea obispo, el ordinario es miembro de la conferencia episcopal
236
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
del territorio (NC, art. 2 § 2). Debe mantener estrechas relaciones con la jerar-
quía local; sin embargo, la potestad del ordinario no es, como principio gene-
ral, cumulativa con la del obispo diocesano; tampoco consta un reconocimien-
to expreso de que los fieles del ordinariato personal para los anglicanos
formen parte de la diócesis ni de la parroquia donde tengan su domicilio, de
modo que aquí se dan significativas diferencias con los ordinariatos militares.
El presbiterio del ordinariato lo constituyen los clérigos incardinados en
él: antiguos ministros anglicanos u otros que sean promovidos al orden sagra-
do en el ordinariato; el ordinario solo puede aceptar como seminaristas a fieles
que formen parte de una parroquia personal del ordinariato o que provengan
del anglicanismo y hayan restablecido la plena comunión con la Iglesia católi-
ca. No hay una equivalencia automática entre el antiguo ministerio anglicano
y el sacramento del orden católico, de forma que será necesario que aquellos
ministros anglicanos sean aceptados como candidatos al orden sagrado en la
Iglesia católica (cfr. AC, n. VI; NC , arts. 6 y 10 § 4). Los clérigos incardinados
en el ordinariato deben estar disponibles para ayudar ministerialmente en la
Iglesia local, en cuyo caso dependen del obispo diocesano en esas tareas ; por
su parte, el clero diocesano podrá colaborar en la cura pastoral del ordinariato,
siempre que el obispo diocesano o el superior religioso correspondiente, si se
trata de clero religioso, den su consentimiento por escrito (cfr. NC, art. 9).
El pueblo del ordinariato estará formado por laicos y consagrados perte-
necientes a la comunión anglicana que sean recibidos en la Iglesia católica o
que hayan recibido los sacramentos de la iniciación cristiana (es decir, el bau-
tismo, la eucaristía y la confirmación) en el ordinariato. Los católicos bautiza-
dos fuera del ordinariato ordinariamente no podrán ser admitidos como miem-
bros, salvo que formen parte de una familia perteneciente al ordinariato. Por
tratarse de una institución sin territorio canónico propio, la adscripción no
puede depender exclusivamente del domicilio en un determinado lugar, por lo
que será necesario que cada fiel manifieste por escrito su voluntad de pertene-
cer al ordinariato (AC, nn. I § 4 y IX; NC, art . 5 § 1).
La organización interna de los ordinariatos para los antiguos fieles angli-
canos se asemeja a la estructura de la diócesis y de otras circunscripciones per-
sonales . El ordinario, oído el obispo de la diócesis local y con el consenti -
miento de la Santa Sede, puede erigir parroquias personales para la cura
pastoral de los fieles del ordinariato (AC, n. VIII).
Entre los colegios que integran la organización consultiva de cada ordi-
nariato destacan el consejo de gobierno, presidido por el ordinario y compues-
to por al menos seis sacerdotes, con funciones semejantes a la previstas por el
CIC para el consejo presbiteral y el colegio de consultores de las diócesis; el
consejo de asuntos económicos y el consejo pastoral (AC, n. X). El ordinaria-
to podrá tener su propio tribunal; en caso contrario será competente en las cau-
sas judiciales el tribunal de la diócesis en la que una de las partes tenga el do-
micilio (AC, n. XII).
237
ORGANlZACIÓN DEL GOBIER NO EN LA IGLESIA
238
ORGANJ'ZAC!ÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
9. EL OBISPO DIOCESANO
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 329-349; LG, 23-27, CD, 8 y 11-21, AG,
30 y 38; ES, I § 10 y 11; REU, art. 49; El,passim; CIC de 1983, ce. 134
§ 3, 375-402, 412-430; PB, arts. 47 § 1 y 75 ss.; JUANPABLOII, Exh. ap.
Pastores gregis, 16-X-2003, nn. 43-46,passim; AS,passim.
78. Cfr. las tesis resumidas por A.M. Rouco, El episcopado y la estructura de la Iglesia,
en VV.AA., «Iglesia Universal e Iglesias particulares», Pamplona 1989, pp. 329 ss.
79. Cfr. en este sentido la sistemática del decr. Christus Dominus.
80. Cfr. A. VIANA, Obispos titulares. Elementos de tradición canónica y regulación ac-
tual, en «lus Canonicum» , 44 (2004), pp. 515-537.
240
ORGANIZAC!ÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
241
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
82 . Cfr. J .-B. D'ONORIO,La nomination des Éveque s. Proc édures canoniques et conven -
tions diplomatiques , Paris 1986, pp. 17 ss.; J. EUGUI , La participación de la comunidad cristiana
en la elección de los obispos , (siglos !-IV) , Pamplona 1977, pp . 198 ss.
83 . Para una visión general del sistema de las Iglesias orientales, cfr . los ce. 63-77 , 149,
168, 180-189 del CCEO .
84 . Cfr. AAS, 64 (1972), pp. 386-391. Vid. también ES , I § 10 y el m.p. Sollicitudo om-
nium ecclesiarum (cit. al tratar de los legados pontificios) , VI§ 1.
85. Sobre el nombramiento de obispos auxiliares, cfr. c . 377 § 4 .
242
ORGANIZACJÓN DIOCESANA Y CUAS/DIO CESAN A
a) Por lo que se refiere al primer aspecto, «al menos cada tres años, los
obispos de la provincia eclesiástica o, donde así lo aconsejen las circunstan-
cias, los de la conferencia episcopal, deben elaborar de común acuerdo y bajo
secreto una lista de presbíteros, también de entre los miembros de institutos de
vida consagrada, que sean más idóneos para el episcopado, y han de enviar esa
lista a la Sede Apostólica, permaneciendo firme el derecho de cada obispo de
dar a conocer particularmente a la Sede Apostólica nombres de presbíteros que
considere dignos e idóneos para el oficio episcopal» (c. 377 § 2). El fin de esta
norma es que la Santa Sede disponga de una información actualizada sobre
posibles candidato s al episcopado, a juicio de los obispos locales . Sobre las
condiciones generales de idoneidad al episcopado trata el c. 378, que reserva
además a la Santa Sede el juicio definitivo sobre la idoneidad. En efecto, el
candidato ha de destacar por la integridad de su fe y por sus virtudes; debe te-
ner buena fama; ha de haber cumplido ya los treinta y cinco años y haber sido
ordenado de presbítero desde hace al menos cinco años; por último , debe ser
doctor, licenciado o al menos verdaderamente experto en Sagrada Escritura,
teología o derecho canónico.
b) Cuando se pretenda nombrar un obispo dioce sano para una sede va-
cante o un obispo coadjutor (que tiene derecho de sucesión -c fr. c. 403 § 3-
y por eso es equiparado en estas normas con el obispo diocesano), debe ins-
truirse una encuesta informativa regulada por el c. 377 § 3, a no ser que legíti-
mamente se establezca otra cosa. Este procedimiento se aplica no sólo en los
casos de libre colación por el romano pontífice, sino que también puede apli-
carse convenientemente adaptado a supuestos en los que el papa confirme una
elección previa o instituya a un candidato presentado 86 , ya que el procedimien-
to del c. 377 § 3 pertenece todavía a la fase informativa anterior al nombra -
miento definitivo. Consiste básicamente en la remisión a la Santa Sede, por
parte del legado pontificio , de una tema de candidatos, elaborada sobre la base
de las propuestas hechas por los obispos de la provincia a la que pertenezca la
diócesis vacante, por el pre sidente de la conferencia episcopal , por algunos
miembro s del colegio de consultore s y del cabildo catedral de la diócesis, y, en
su caso, por algunos miembros del clero y pueblo diocesano. El legado ponti -
ficio transmite a la Santa Sede la tema, su opinión personal y el parecer de to-
das las personas consultadas 87•
c) Por lo que se refiere al nombramiento propiam ente dicho, el c. 377 § 1
dispone que «el Sumo Pontífice nombra libremente a los obispos, o confirma
a los que han sido legítimamente elegidos». Lo ordinario es la libre colación
realizada por el papa , sobre la base de la información recibida según los pro-
86. Las citadas Normae de 1972 regulan la encuesta informativa sin limitarla solamente a
la provisión de una sede diocesana vacante o al nombramiento de un obispo coadjutor . Cfr. los
an s . XII-XIV.
87. Cfr. el art. XIIl § 2 de las Normae de 1972.
243
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
88. Vid. supra , en este capítulo,§ 5. Cfr. el art. 1 § 3 de las Normae de 1972.
89. Cfr. la información que proporciona R. METZ,Los legados del Papa y el nombra·
miento de los obispos, en H. LEGRAND-J. MANZANARES-A. GARCÍAy GARCÍA(Eds.) , «Igles ias
locales y catolicidad», Salamanca 1992, pp. 387 ss. El sistema alemán incluye el siguiente pro-
cedimiento: la Santa Sede propone al cabildo 3 candidato s y el cabildo realiza la elección en fa-
vor de alguno de ellos. Paralelamente , las autoridades civiles pueden proponer candidatos a la
Santa Sede, que, sin embargo , no está obligada a elaborar la terna sobre la base de tales propues-
tas. Por lo demás , los obispos coadjutores son nombrados directamente por el Papa. La diócesis
aus tríaca de Salzburgo es provista de la siguiente forma: cada uno de los obispos de Austria en-
vía a la Santa Sede una lista de candidatos y la Santa Sede -inspirándose en esa lista , pero con
libertad - somete 3 nombres al cabildo para que elija entre ellos al que será obispo de la dióce -
sis. Finalmente, la dióce sis de Coira en Suiza sigue el procedimiento alemán, mientra s que en
Saint-Gall y Basilea se sigue un procedimi ento complejo en el que intervienen el cabildo , pro-
poniendo nombres y haciendo la elección definitiva , la Santa Sede realizando la encuesta infor -
mati va y procl amando al elegido, y también las autoridades civiles locales, que pueden vetar
candidatos en el procedimiento previo. Cfr., para todos estos datos el citado estudio de R . METZ,
pp. 387 SS.
90. Este régimen de notificación oficiosa es el previsto por el art. 1 § 2 del Acuerdo entre
la Santa Sede y el Estado español, de 28-VII-1976 (cfr. AAS, 68, 1976, pp. 510 y 511).
91. Vid. las distintas variantes según los países en A. V!ANA,Territorialidad, cit., pp. 135
y 136. El sistem a español de nombramiento del arzobispo militar incluye la previa aprobación
por parte de la Santa Sede de una terna de nombres elaborada de común acuerdo entre la Nuncia-
tura apostólica y el Mini sterio de Asuntos exteriores. Sobre la base de esa tema , el jefe del Esta-
do presenta al papa un candidato para su nombramiento : cfr. art. III del Acuerdo entre la Santa
Sede y el Estado español, de 3-1-1979, en AAS, 72 (1980), p. 48 .
244
ORGANIZACIÓN DIOCESANA YCUASJDJOCESANA
Entre las notas que perfilan jurídicamente la potestad del obispo diocesa-
no se pueden destacar las siguientes: es una potestad ordinaria, propia, inme-
diata, plena, unitaria y regulada en su ejercicio por el derecho. Las tres prime -
ras características (cfr. c. 381 § 1) no precisan comentario, pues ya hemos
analizado su contenido al tratar en general de la potestad de régimen y también
con ocasión de las notas de la potestad pontificia93 • Veamos, en cambio , breve-
mente las demás características indicadas.
La potestad del obispo diocesano es plena en el sentido de que le corres-
ponde en su diócesis toda la potestad «que se requiere para el ejercicio de su
función pastoral, exceptuadas aquellas causas que por el derecho o por decreto
del Sumo Pontífice se reserven a la autoridad suprema o a otra autoridad ecle-
siástica» (c. 381 § 1). La formulación del canon citado -que transcribe el prin-
cipio ya establecido en CD, 8/a- supone un cambio notable en el alcance de la
potestad episcopal respecto de lo que se establecía en otras épocas. Concreta-
245
ORGANIZACIÓ N DEL GOBIERNO EN lA IGLESIA
246
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
97. «Singuli Epi scopi. qui pa11icularibus Ecclesiis praeficiuntur, regimen suum pastorale
er alias Ecclesias neque super Ecclesiam universalem exercent»: LG , 23/a.
98. Cfr. la cláusula nisi aliter Sancta Sedes providerit contenida, con ésta u otras formula-
ciones semejan tes en los ce. 413 § 1, 419 , 420 y 409 § 2.
247
ORGANJZACJÓN DEL GOBJERNO EN LA IGLESIA
99. Según las normas generales sobre la pérdida del oficio eclesiástico , habría que añadir
a las causas previstas por el c . 416 el supuesto de la remoción (cfr. ce. 192 ss.), sobre todo te-
niendo en cuenta que el c. 416 prevé expresamente la privación del oficio episcopal, que - por
su significado penal (cfr. c. 196)- reviste mucha más gravedad que la simple remoción.
Sobre las peculiaridades de la sede vacante por traslado, cfr. c. 418.
248
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS!DIOCESANA
ral reciba noticia de la vacación de la sede. Mientras, la Santa Sede debe reci-
bir comunicación oficial de la situación de sede vacante t00 •
Los ce. 423-425 establecen las condiciones personales y los requisitos
para la elección del administrador diocesano. Una vez que ha sido elegido y
que ha aceptado la elección, el administrador tiene los deberes y la potestad
del obispo diocesano, salvo aquello que esté excluido por la misma naturaleza
del asunto o por el mismo derecho (c. 427). Además de lo dispuesto en diver-
sos cánones que desarrollan este criterio generalw1, el e1ede 1983 - como ya
había hecho el c. 435 del e1ede 1917- establece el principio de que en la si-
tuación de sede vacante nada debe innovarse (sede vacante nihil innovetur: c.
428 § 1). Este principio previene frente a cualesquiera actos que pudieran per-
judicar a la dióce sis o a los derechos episcopales (c. 428 § 2); sin embargo,
«parece lógico que la prohibición de innovar no se refiera a aquellas activida-
des que se presume re sultarán beneficiosas para la diócesis y que puedan pre-
sentarse durante la situación de vacancia, pues tales actuaciones vendrían exi-
gidas por el bien común diocesano» 102 •
El administrador diocesano cesa en el oficio (cfr. c. 430) cuando el nuevo
obispo toma posesión de la diócesis. También cesa por remoción, reservada a
la Santa Sede, y por renuncia formalmente presentada ante el colegio que le
eligió. En ambos casos debe elegirse un nuevo administrador diocesano según
el procedimiento previsto por el ere.
100. Cfr., para todos los datos expuestos, cc.419, 421, 422 y 426 .
101. Sobre el administrador diocesano, además de los ce. sobre la sede vacante, cfr . los
ce. 272, 312 §1,485 , 509 § l, 525, 833, 1018.
102. E . MOLANO, El régimen de la diócesis en situación de sede impedida y de sede va-
cante, en «lus Canonicum» , 21 (1981), p. 615.
249
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA JGLES!A
103 . Cfr. CD, 25 y 26; ES, I § 13. Sobre la figura de los ob ispo s auxilia res durante la ela-
bora ció n del <leer. Christus Dominus , cfr. G. DELGADO, Los obispos auxi liares, Pamp lona 1979 ,
pp. 49-79 , 121- 144 y 177-209. Refer encias históricas sobre el orig en de los obis po s auxili ares y
coa djutore s en J . GAUDEMET, Église et cité, cit., pp . 43 1 ss.
104. Cfr. ce. 40 3 § 3 y 409 § 1. Sobre la toma de poses ión del obispo coadju tor, cfr. el c.
404 §§ 1 y 3.
105. Cfr. para todos los dato s expues tos, ce. 405 § 2, 406, 408 y 407 §§ 1 y 3.
250
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIO CESANA
25 1
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
nombramiento, y, por otra , puede ser nombrado sin petición previa del obispo
diocesano y se le aplican además íntegramente las disposiciones del CIC sobre
los obispos coadjutoresw s. Sin embargo , carece del derecho a suceder al obis-
po diocesano; derecho que es propio solamente de los obispos coadjutores. En
este sentido, el obispo auxiliar con facultades especiales es un oficio equipara-
do con el obispo coadjutor, pero sin derecho a sucesión. Viene a ser en la prác-
tica un instrumento de gobierno del que dispone la Santa Sede ante situaciones
graves que afectan a la diócesis o a la persona del obisp9 diocesano.
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 363-390; CD , 27; ES, 1 § 14; El , nn. 200 -
202; CIC de 1983 , ce. 469-494; AS, nn. 176-181.
252
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
1), el consejo de asuntos económicos (c. 492 § 1), el ecónomo (c. 494 § 1), el
vicario judicial (cargo que incluso puede ser desempeñado por la misma per-
sona que es ya vicario general, según el c. 1420 § 1), el promotor de justicia
(c. 1430) y el defensor del vínculo (c. 1432). Aparte de estos oficios precepti-
vos la incidencia del derecho particular (leyes diocesanas, costumbres, etc.)
permite que la organización y actividad de la curia pueda adaptarse a las nece-
sidades de la diócesis y también al estilo de gobierno del obispo, según el nú-
mero de expedientes o causas, la extensión y población de la diócesis, lama-
yor o menor desconcentración del gobierno episcopal, etc.
En muchas diócesis está vigente el sistema departamental, de manera que
las actividades administrativas de la curia diocesana se distribuyen en diversas
oficinas y secciones, que se diferencian entre sí en razón de la materia: cate-
quesis, liturgia, arte sacro, acción social, clero , misiones, enseñanza, pastoral
especializada, medios de comunicación, ecumenismo , economía, patrimonio
histórico , etc. Al frente de cada departamento se encuentra un responsable (en
España suele denominarse «delegado» episcopal 110) que depende directamente
del obispo, o bien de alguno de sus vicarios. Además de esta distribución por
materias, ordinariamente la competencia de los diversos oficios de la curia es
general, en el sentido de que se extiende a todos los fieles de la diócesis y a
todo su territorio, dentro naturalmente de los límites que marquen el derecho
universal y particular para cada oficio. Sin embargo , algunos oficios de la cu-
ria pueden ver circunscrita su competencia a una zona de la diócesis o a deter-
minados fieles (así ocurre p. ej. con los vicarios episcopales territoriales o per-
sonales -cfr. c. 476 - y en general con todos los oficios de la curia que
actúan en favor de grupos determinados de fieles). En resumen , la competen-
cia de la curia diocesana se diversifica concretamente en ámbitos materiales,
territoriales y personales específicos.
Dentro de estas consideraciones generales cabe señalar finalmente que es
el obispo quien nombra a los titulares de los oficios de la curia diocesana (cfr.
c. 470). El derecho particular puede añadir aquí ulteriores determinaciones ,
precisando si tales titulares son siempre nombrados por libre colación episco-
pal o también por institución o confirmación del obispo tras la presentación o
elección de candidatos. En cualquier caso, debería mantenerse la libertad del
obispo para formar el grupo de sus colaboradores más cercanos, particular-
mente los vicarios generales y episcopales.
Todos los titulares de oficios de la curia diocesana deben prometer que
cumplirán fielmente su tarea y guardar secreto, según lo establecido por el de-
recho o por el obispo diocesano 111•
11O. En general debe tenerse en cuenta que la nomenclatura de los oficios de la curia dio-
cesana es variada según los países y las diócesis.
111. Cfr. el c. 471 y el contenido de las fórmulas sobre profesión de fe y juramento de fi-
delidad, publicada s por la Congregación de la Doctrina de la Fe (AAS, 7 1, 1989 , pp . 104- 106 y
1169). Estas obligaciones afectan, entre otros , a los vicarios generales, episcopales y judiciales,
según lo establecido en la nota de presentaci ón de aquellas fórmulas.
253
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
112. En efecto, la actividad de la curia es más amplia que la organización de las funciones
clericales y además el derecho universal no vincula en todo caso la titularidad de los oficios de
la curia con el sacramento del orden (cfr. p.ej. los ce. 483 § 2, 494, 1421 § 2, etc., además de
otros oficios que puedan constituirse por derecho particular y encomendar se a fieles laicos) .
113. Cfr. F.R. AzNAR GIL, La nueva concepci6n global de la curia diocesana en el Conci-
lio Vaticano ll , en «Revista Española de Derecho Canónico», 36 (1980), pp. 419-447.
114. Cfr. p . ej. J. SÁNCHEZ Y SÁNCHEZ, La nueva curia diocesana, en VV.AA., «Lex Ec-
clesiae. Estudios en honor del Dr. Marcelino Cabreros de Anta», Salamanca 1972, pp.311-336.
254
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
C. El vicario general
255
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
mitió en el c. 1573 § 1, para los casos de reducida extensión del territorio dio-
cesano o escasez de expedientes, que una misma persona fuese a la vez vicario
general y oficial. Esta posibilidad es admitida también por el derecho vigente
en el c. 1420 § l.
Veamos a continuación algunos aspectos relativos al vicario general se-
gún la regulación contenida en el CIC de 1983, sobre todo: a) las característi -
cas generales del oficio , b) las notas de su potestad, y c) la incidencia de lapo-
testad del obispo sobre la actividad del vicario genera\ . Cuando tratemos del
oficio de vicario episcopal apuntaremos algunos aspectos sobre las relaciones
entre este oficio y el cargo de vicario general.
a) El oficio de vicario general (cfr. c. 475) es hoy de constitución precep-
tiva en todas las diócesis , a diferencia de la regulación establecida en el c. 366
§ 1 del CIC de 1917. Como regla general ha de nombrarse un solo vicario ge-
neral, salvo que la extensión de la diócesis, el número de habitantes u otras ra-
zones pastorales aconsejen otra cosa. El nombramiento lo realiza el obispo dio-
cesano por el sistema de libre colación, ya que se trata de su colaborador más
próximo, y aplicando las condiciones de idoneidad establecidas en el c. 478.
Es característica constitutiva y destacable en el oficio de vicario general
su estricta subordinación jerárquica al oficio capital diocesano. En efecto , el
obispo no sólo nombra libremente al vicario general, sino que también puede
removerlo libremente con causa justa. Además cesa la potestad del vicario ge-
neral no sólo por renuncia o remoción, sino también cuando queda vacante el
oficio capital diocesano. Lo mismo ocurre con la suspensión de la potestad del
vicario general cuando es suspendido de su cargo el obispo diocesano 116 • Una
ulterior concreción de la dependencia del vicario general respecto del obispo
es el deber de informar a éste sobre los asuntos más importantes por resolver o
ya resueltos, y la prohibición expresa de actuar contra la voluntad e intencio-
nes del obispo (c. 480).
b) La potestad del vicario general tiene las siguientes características: es
ordinaria , vicaria, administrativa y de alcance general dentro de la diócesis.
Corresponde, por tanto, al vicario general en virtud del oficio la potestad ad-
ministrativa que jurídicamente es propia del obispo diocesano , para realizar
dentro del ámbito de la diócesis cualesquiera actos administrativos (cfr. c. 479
§ 1); incluidos los actos normativos típicos de la potestad ejecutiva (decretos
generales ejecutorios , instrucciones, etc.) , las facultades habituales concedidas
por la Santa Sede al obispo y la ejecución de los rescriptos i17 • Sin embargo, se
excluyen de esta amplia competencia del vicario general aquellos actos que el
obispo se hubiera reservado o que requieran un mandato especial del obispo
116. Cfr. ce. 477 § 1 y 481. Estas determinaciones no se aplican (cfr. los ce. citados) a los
obispos coadjutor es y auxiliare s , que deben o pueden ser, respectivament e, nombrados vicarios
genera les.
117. Cfr. c. 479 § 3 y los límites establecidos en este canon.
256
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
(cfr. c. 479 § 1 en relación con el c. 134 § 3). El vicario general tiene la consi-
deración canónica de ordinario y de ordinario del lugar (c. 134 §§ 1 y 2).
c) La intervención del obispo diocesano sobre la actividad jurídica del
vicario general es en realidad un aspecto característico de la potestad vicaria.
En efecto, la participación vicaria en el poder ejecutivo episcopal no produce
una separación entre la titularidad del poder y su ejercicio efectivo, de manera
que es siempre posible que el obispo ejerza personalmente la potestad admi-
nistrativa. Por eso, el derecho regula unos instrumentos al servicio de la uni-
dad del poder dioce sano: se trata de las figuras canónicas de la reserva y del
mandato especial (cfr. c. 479 § 1).
La reserva es una facultad que el derecho atribuye al obispo para sustraer
de la competencia administrativa del vicario general determinados actos o al-
gunos ámbitos materiales, territoriales o personales cuyo ejercicio o tratamien-
to es asumido personalmente por el obispo diocesano. Es una manifestación de
la potestad propia - legislativa, ejecutiva y judicial - que corresponde al
obispo diocesano. El ejercicio de la reserva supone siempre una concentración
del poder administrativo en la persona del obispo y, paralelamente, una con-
creta disminución del ámbito de ejercicio del poder vicario. El CIC no regula
las condiciones , forma y límites del poder episcopal de reserva. Obviamente
esta facultad no puede vaciar de contenido en la práctica la competencia del
vicario general, que está determinada a iurellB. Es conveniente que la reserva
se formalice por escrito; debe ser naturalmente notificada al vicario general; y
también es oportuno que el acto de reserva se publique para conocimiento de
los interesados.
Por su parte, el mandato especial incide también en el ejercicio de lapo -
testad administrativa del vicario general; pero, a diferencia de la reserva, el
mandato especial amplía en casos concretos las posibilidades de ejercicio del
poder vicario. Se trata de un acto administrativo del obispo que atribuye com-
petencia y habilita al vicario general para actuar en supuestos propios de la po-
testad ejecutiva que el derecho común atribuye expresamente al obispo dioce-
sano, a causa de la especial importancia de aquellos supuestos (son los negotia
ardua, maiora seu graviora que mencionaban los antiguos canonistas). En efec-
to, dentro de las materias propias de la potestad ejecutiva hay actos particular-
mente importantes en la vida de la diócesis que el derecho reserva expresa-
mente al obispo diocesano: p. ej. la dispensa de las leyes disciplinares (c. 87 §
1), la provisión de oficios (c. 157), la decisión sobre todo lo referente al «supe-
rior, régimen y administración del seminario» (c. 259 § 1), la decisión de incar-
dinar clero (c. 269), etc. Sin embargo, teniendo en cuenta que se trata de actos
administrativos, el derecho admite también la posibilidad de que actúe el vica-
rio general si es habilitado previamente con un mandato especial del obispo.
118. Cfr., ya para el CIC de 1917, F.X. WERNZ-P. V!DAL , Ius Canonicum, 11, 3." ed., Roma
1943,p. 810.
257
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA TGLESIA
D. El vicario episcopal
119. Cfr. H . MüLLER,De speciali Episcopi mandato iuxta CIC 1983, en «Periodica», 79
(1990) , pp. 236 SS.
120. Sobre esta cuestión, cfr. A. VIANA,Naturaleza canónica, cit., pp. 112- 119.
121. Cfr. E . BouLARD,La curie et les conseils diocésains, en VV.AA., «La charge pasto -
rale des Évaques», Paris 1969, p. 245.
122. «Vicarii episcopale s ( ... ) eadem gaudent potestate ordinaria , quae iure universali Vi-
cario generali competit, ad normam canonum qui sequuntur » (c. 476) .
258
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUASIDIOCESANA
se concr eta en diversas características comunes a ambos cargos. Así, los dos
son vicarios del obispo diocesano y la naturaleza de su potestad es la misma:
ordinaria, vicaria, administrativa y circunscrita al ámbito diocesano (cfr. ce.
475 § 1, 476, 479). Tanto el vicario general como también el vicario episcopal
son ordinarios y ordinarios del lugar (c. 134 §§ 1 y 2), y deben actuar siempre
conforme a la voluntad e intenciones del obispo (c. 480) . Les afectan las mis-
mas normas sobre condiciones personales para el cargo e incompatibilidades
(c. 478), y también las relativas al modo de nombramiento, remoción, sustitu-
ción, cese y suspensión de la potestad (ce. 477 y 481).
Sin embargo existen significativas diferencias entre ambos cargos, ade-
más de su distinto origen histórico. Así, son diversas sus características consti-
tutivas , ya que el oficio de vicario general es preceptivo en la diócesis y por
regla general debe ser único, mientras que la constitución del vicario episcopal
depende de la valoración de las circunstancias por parte del obispo, que puede
además nombrar libremente uno o varios vicarios episcopales (ce. 475 y 476).
Además, el nombramiento del vicario episcopal que no sea a la vez obispo au-
xiliar de la diócesis debe ser temporal; en cambio, esta norma no afecta al vi-
cario general (c. 477 § 1).
Con todo, la diferencia más importante entre ambos oficios se refiere al
alcance de su pote stad . El vicario episcopal está dotado de una potestad ordi-
naria especial, en el sentido de que aquella se refiere a concretas personas, ma-
terias o lugares dentro de la diócesis. Según CD 23 y 27 la potestad del vicario
episcopal se limita a una parte de la diócesis (criterio territorial) , determinados
asuntos (criterio material o funcional) o fieles de un determinado rito o lengua
(criterio personal). El CIC de 1983 ha ampliado el criterio personal, al admitir
en el c. 476 que el vicario episcopal pueda constituirse también para un grupo
concreto de personas por motivos diversos del rito o del idioma de los fieles
(p. ej. el vicario episcopal para los religiosos de la diócesi s). Fuera de tales
ámbitos materiales, territoriales o personales el vicario episcopal no puede ac-
tuar , a diferencia del vicario general cuya potestad alcanza en principio a todas
las materias administrativas, todo el territorio diocesano y todas las personas
sometidas a la jurisdicción del obispo.
Una de las principale s cuestiones que plantea la normativa del CIC sobre
los vicarios diocesanos es el problema de las relaciones jurídicas entre el vica-
rio general y el vicario episcopal123 • Las po sibilidades de relación entre ambos
cargos son muy variadas, ya que pueden constituirse uno o varios vicarios ge-
nerales y uno o varios vicarios episcopales para una misma diócesis, y además
no existe entre ellos relación de subordinación jerárquica: todos son vicarios
del obispo. A falta de soluciones previ stas por el derecho común es ésta una
123. Se trata de un problema que aquí sólo podemos apuntar en sus aspectos más genera-
les. Vid. ulteriores desarrollos en A. VIANA,Las relaciones jurídicas entre el vicario general y
los vicarios episcopales, en «Revista Española de Derecho Canónico» , 45 (1988) , pp. 251-260.
259
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
124. Cfr. Communicationes, 5 (1973), pp . 225 y 226; y 13 (19 81), pp . 114 ss.
125 . Cfr. ibid., 5 (19 73), pp. 225-226.
126. Cfr. R.-B. TRAUFFER,Diocesan governance in european diocesesfollowing the 1983
Code: an initial inquiry, en J .K . MALLETI(Ed.) , «Th e ministry of governan ce», Washi ngton
1986 , p . 198.
127. Cfr. R . PAGÉ,Les Églises particulieres. l. Leurs structures de gouvernement selo n le
Code de Droit Canonique de 1983, Montréal 1985, p. 73.
128. En tal sentido , F. DANEELS, De dioecesanis corresponsabilitatis organis , en «Perio-
dica», 74 (1985), p . 309.
261
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERN O EN LA IGLESIA
de los trabajos preparatorios del c. 473 § 4 fundamenta más bien la primera so-
lución129; sin embargo, teniendo en cuenta que se trata de un organismo clara-
mente vinculado con la curia diocesana y que debe ser regulado por el derecho
particular, podrían pertenecer también al consejo episcopal el moderador de la
curia (incluso aunque fuese distinto del vicario general) y el canciller (en vir-
tud de las funciones descritas en los ce. 474 y 482 § 1), además de otros miem-
bros designados por el obispo diocesano.
Otro problema que plantea la regulación del consyjo episcopal es que el
c . 473 § 4 nada establece sobre la presidencia y posible relación del obispo
diocesano con el consejo. Para algún autor el silencio del CIC sobre esta ma-
teria permite que aquella entidad se oriente también hacia el servicio directo
de las funciones de coordinación encomendadas por el c. 473 § 2 al moderador
de la curia 130 • En cualquier caso , mediante la presidencia del obispo diocesano
se podría llevar a la práctica el mandato de coordinar la actividad de los vica-
rios, que recae personalmente sobre el obispo (cfr. c. 473 § 2) .
En resumen, el sentido del consejo episcopal es unificar criterios, dar o
recibir información e indicaciones sobre las tareas realizadas o que se promo-
verán después personalmente. Se trata, por tanto, de un colegio al servicio de
la coordinación interna de la actividad de los oficios vicarios.
F. El canciller
262
ORGANJZACJÓN DJOCESANA Y CUASIDJOCESANA
132. Cfr. c . 482 § 1 y c. 483 § 1, en relación con el c. 474 . La intervención del canciller
prevista por el c. 474 supone una garantía ulterior de la autenticidad del acto y de coordinación
interna; pero no se exige para la validez, a diferencia de la firma del ordinario de quien procede
el acto: cfr. Communicationes, 5 (1973), p. 226 y 14 (1982), p. 213.
133. Cfr. ce. 493, 1287 § 1, 1305.
263
•
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
H. Organización judicial
134. Cfr. c. 1277. La Conferencia Episcopal Española estableció en el art. 16 del decreto
general de 15-VII- 1985 lo siguiente : Ǥ l. En orden al cumplimiento de los establecido en el c.
1277 han de considerarse como actos de administración extraordinaria: 1.0 Los expresamente de-
clarados tales con carácter general o, para entidades determinadas , por su propio derecho. 2.0
Cuando modifican sustancialme nte o suponen un riesgo notable para la estructura del patrimonio
de la entidad eclesiástica corresp ondiente . 3.º La inversión de dinero y los cambios de inversio-
nes hechas , siempre que supongan alteración notable en la naturaleza de los bienes que se invier-
ten o riesgo grave para la inversión, cuando su valor exceda el límite mínimo fijado por la Con-
ferencia Episcopal a efectos del c. 1292 § 2. Se presumen actos de administración ordinaria los
incluidos expresamente en el presupuesto anual, una vez aprobado en debida forma» (BOCEE ,
6, 1985, p. 64). Vid. también los supuestos previstos por los ce. 1292 §§ 1 y 4, y 1295, en los que
se exige el consentimiento del consejo de asuntos económicos . También los ce. 494 §§ 1 y 2,
1263, 1281 § 2, 1305 y 1310 § 2, que exigen solamente la consulta.
135. Sobre la distinción general entre dictámene s vinculantes y no vinculantes (consenti-
miento y consejo), y sus consecuencias jurídicas, cfr. en general el c. 127.
136. Cfr. c. 494. Vid. también el c. 1278.
137. Cfr. F. R. AZNZR GIL, La administración de los bienes temporales de la Iglesia, 2."
ed., Salamanca 1993,p. 327.
138. Cfr. ibid., p. 330.
264
ORGANIZACIÓ N DIOCESANA Y CUASTDIOCESANA
del principio de distinción de poderes (cfr. ce. 135 § 1 y 391 § 2), no están
subordinados entre sí. A diferencia de los vicarios administrativos, los jueces
diocesanos no cesan en sede vacante (cfr. ce. 1420 § 5 y 1422).
La organización judicial diocesana está regulada por el libro VII del CIC.
Además del obispo diocesano, que es juez nato de primera instancia (c. 1419 §
1), destacan los oficios del vicario judicial, los vicarios judiciales adjuntos,
otros jueces diocesanos que puedan nombrarse por el obispo, el promotor de
justicia, el defensor del vínculo y los notarios procesalesn 9 •
12. EL SÍNODO
DIOCESANO
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 356-362; CD, 36; El, nn . 162- 165; CIC
de 1983, ce. 460-468; Congregación para los obispos-Congregación para
la Evangelización de los Pueblos, instrucción , 19-III- 1997, en AAS , 89
(1997), pp. 707-727; AS, nn. 166-175.
A. Naturaleza y funciones
265
•
ORGANIZACIÓ N DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
266
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
B. Composición
El c. 463 regula la composición del sínodo. Según esta norma hay que
distinguir entre miembros «necesarios» o de derecho -es decir, aquellos que
deben ser convocados en todo caso- y otros miembros que pueden ser convo-
cados por el obispo.
267
ORGANIZAC IÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
149. En efecto, sal vo escasas exce pcion es, los sínodos dioce san os anteriores al Concilio
Vaticano 11fueron de composición clerical: cfr. J. GAUDEMET, Aspetto sinodale del! ' organizza-
zione della diocesi. Excursus storico, en M. GHISALBERTI y G. MORI (Ed s.), «La sinodalita ne-
Jl'ordinamento canonico», Padova 1991 , pp . 2 15 y 216.
150. Sobre las experiencias de los sínodo s recientes resulta parti cularmente útil la consul-
ta de las Actas del VII Congreso Interna cional de Derecho Canónico, cele brado en París desde el
21 hasta el 28- IX- 1990: vid. La Synodalité, cit., vol. 11, pp. 561-651. Para no multiplicar las cita s
nos remitimos a los estudios de J .I. ARRIETA , J.P. DURAND , A. LONGHJTANO, R. PAGÉy w. SCHULZ
allí publicado s. Estos estudio s informan respectivam ente sobr e la praxis reciente de los sínodo s
españoles, franc eses , italianos, norteam ericano s y de los países de lengua alemana.
268
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
C. Funcionamiento
269
"'+'
270
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
miembros tienen solamente voto consultivo (cfr. c. 466). Esto supone una re-
serva en favor del obispo de la aprobación definitiva y promulgación de las
declaraciones y decretos debatidos y aprobados por la asamblea sinodal 153 • Se
puede decir así que la peculiaridad canónica del sínodo consiste en ser una ins-
titución colegial que incluye un momento consultivo, mediante la participa-
ción de todos los miembros, y otro legislativo, que corresponde solamente al
obispo 154 • Pero esa misma configuración supone una diferencia notable respec-
to de la legislación individual del obispo. En efecto, a pesar de que en otras
épocas haya podido ser así, hoy en día la peculiaridad canónica no consiste en
que el obispo legisle con ocasión del sínodo (cuyos miembros vendrían a ser
de este modo destinatarios de las decisiones legislativas más solemnes del
obispo), sino en que los miembros del sínodo participan corresponsablemente
en un proceso consultivo que forma el acto o los actos que el obispo podrá
sancionar con su potestad legislativa. De este modo, los textos definitivamen-
te sancionados por la potestad legislativa del obispo se pueden llamar propia-
mente «sinodales» y no solamente episcopales.
Hay que recordar también que la legislación sinodal está sometida al
principio de jerarquía normativa, de modo que no puede ser contraria al dere-
cho de rango superior (cfr. c. 135 § 2) . El CIC establece también en el c. 467
que el obispo diocesano debe trasladar el texto de las declaraciones y decretos
del sínodo al metropolitano y a la conferencia episcopal. La instrucción de
1997 añadió que también ha de trasmitirse copia de la documentación sinodal
a la curia romana.
A. Naturaleza y características
153. Recordemos que el c. 460 describe el sínodo como una asamblea que ayuda al obis-
po para bien de toda la diócesis. La consideración del obispo como único legislador del sínodo
- ya establecida por el c. 362 del CIC de 1917 y confirmada por el c. 466 actual - es una cons-
tante histórica en el régimen jurídico de esta institución: cfr. J. GAUDEMET , Aspetto sinodale , cit.,
p. 220 .
154. Cfr. J.P. DUR AND, Le s synodes en Fran ce. Droit et institution , en J. PALARD (ed.), L e
gouvernement del ' Église catholique. Synodes et exercice du pouvoir, Paris 1997, p. 117.
271
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
cada diócesis debe tener su consejo presbiteral establecido con carácter per-
manente155; b) su significado represe ntativo de la realidad teológica y canónica
del pre sbiterio diocesano ; c) su función asesora o consultiva para el obispo
(esta función es afirmada con carácter general por el c. 495 § 1, que significa-
tivamente califica al consejo presbiteral como senatus Episcopi).
La figura del consejo presbiteral fue instituida por el Concilio Vaticano II
en PO 7, que se refiere a un «grupo o senado de sacerdotes, representantes del
presbiterio, que con sus consejos pueda ayudar eficazmei:ite al obispo en el go-
bierno de la diócesis». Esta previsión se inscribe en la doctrina eclesiológica
sobre los presbíteros, que tiene un amplio reflejo en los textos del último con-
cilio ecuménico. La diócesis es la porción del Pueblo de Dios confiada al obis-
po para que la apaciente con la cooperación del pre sbiterio (cfr. CD, 11). Los
presbíteros constituyen con el obispo un único presbiterio , en cuanto que son
«cooperadores del orden episcopal» (LG, 28; CD, 27), unidos en comunión je-
rárquica al propio obispo y a los demás presbíteros por los vínculos de la co-
mún consagración y misión recibidas a través del sacramento del orden (cfr.
PO , 7 y 8).
Todos estos elementos doctrinales explican la institución del consejo
presbiteral. Puede decirse que esta figura es la representación canónica cole-
gial de la realidad teológica del presbiterio (aunque no deben confundirse las
nociones de presbiterio y consejo presbiteral, como si este colegio canónico
fuese la única expresión posible del presbiterio). El consejo presbiteral es una
institución que se considera adecuada para organizar de manera permanente la
colaboración de los presbíteros con el obispo en el gobierno de la diócesis,
completando las diversas actividades que los presbíteros desarrollan ordinaria-
mente de manera individual.
El carácter representativo del consejo presbiteral con relación a los sacer-
dotes de la diócesis se concreta mediante las normas que regulan su composi-
ción . Estas normas, como veremos, no sólo se refieren a los presbíteros incardi-
nados en la diócesis, sino que admiten también la participación de sacerdotes
seculares o religiosos no incardinados en ella. El motivo de esta amplitud parti-
cipativa en el consejo presbiteral es la misma catolicidad de la Iglesia particu-
lar, que justifica una identificación del presbiterio más atenta a la tarea pastoral
que se ejerce en la diócesis que a la consideración exclusiva de la incardinación
como título de adscripción al presbiterio diocesano 15 6.
El régimen jurídico de los consejos presbiterales establecido por el CIC
debe ser desarrollado por el derecho particular. Aquí se incluyen, por una par-
te, las disposiciones de las conferencias episcopales sobre el contenido de los
155. Tamb ién en los vicariatos y prefectura s apostólicas debe constituirse un consejo aná-
logo, según lo previsto por el c. 495 § 2 .
156 . Cfr. A. CATTANEO,11presbiterio della Chiesa particolare, en «Ius Ecclesiae » , 5
(1993) , p. 508; A . VJANA, Anotaciones sobre la participaci6n en los consejos presbiterale s, en
«lus Canonicum», 34 (1994), pp. 665 ss.
272
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUASIDIOCESANA
estatutos de los consejos presbiterales, y, por otra parte , las propias normas es-
tatutarias ya establecidas, a las que el ere se remite en diversas ocasiones 157 •
B. Composición
157. Cfr. ce. 496, 497 , 498 § 2, 499, 501 § 1. Las normas publicadas por la Conferencia
Episcopal Española sobre los estatutos de los consejos presbiterales se encuentran en el art. 3 .º
del decreto general de 26-XI- 1983: vid. BOCEE , 1 (1984), p. 100.
273
....
158. El c . 418 § 1, 2.º del Schema Codici luris Canonici de 1980 se refería a los «sacerdo -
tes saeculares in dioecesi non incardinati, necnon sacerdotes sodales alicuius Instituti vitae con-
sacratae aut Societatis vitae apostolicae , qui in dioecesi officium aliquod ab Episcopo dioecesa-
no collatum exercen t». La expresión subrayada fue suprimida ya en el proyecto de 1982,
idéntico al actual e. 498 § 1, 2 .º.
274
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
159. El consejo presbiteral debe ser oído antes de que el obispo erija, suprima o cambie
notablemente las parroquias (cfr. c. 515 § 2); cuando el obispo pretenda establecer normas sobre
el destino de las ofrendas de los fieles , con ocasión de funciones parroquiales, y sobre la retribu -
ción de los clérigos que las cumplan (cfr. c . 531); y también cuando el obispo plantee la posible
constitución de un consejo pastoral en cada parroquia (cfr. c. 536 § 1). Además el consejo pres-
biteral debe ser oído antes de que el obispo dé su consentimiento para edificar una iglesia o pre-
tenda reducirla a un uso profano (cfr. ce. 1215 § 2 y 1222 § 2), y también cuando el obispo pre-
tenda imponer un tributo a las personas jurídicas públicas sujetas a su jurisdicción (cfr. c. 1263).
160. Cfr. ce. 496, 500 § 1 y 497.3.º.
275
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN IA IGLESIA
ne parangón con las normas del CIC sobre los entes de la organización ecle-
siástica- la previsión del c. 501 § 3 sobre la disolución del consejo presbite-
ral en el caso de que deje de cumplir su función o abuse gravemente de ella .
Los miembros del consejo presbiteral cesan ipso iure en sus funciones
(que serán desempeñadas entonces por el colegio de consultores) cuando que-
da vacante la sede diocesana. El nuevo obispo deberá constituir de nuevo el
consejo en el plazo de un año a partir de la toma de posesión (cfr. c. 501 § 2).
En tal caso, el obispo podrá optar entre la convocatoria \le nuevas elecciones,
eligiendo, por su parte, a los miembros que le corresponda nombrar personal-
mente, o bien la confirmación del mandato de los miembros que cesaron con
ocasión de la vacación de la sede episcopal.
14. EL COLEGIO
DECONSULTORES
276
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
VII -1984 , en AAS, 76, 1984, p. 747). Según aquella declara ción interpretati va un miembro del
colegio de consultore s permanece en su oficio de consultor cuando deja de ser miembro del con-
sejo presbiteral. Además , el obispo no tiene obligación de nombrar un sustituto del consultor que
cese en su oficio durante el quinquenio para el que fue nombrado, salvo que en tal caso no se
completase el número mínimo de seis miembro s requerido por el e . 502 § 1. Sobre la distinción
entre el colegio de consultores y el consejo presbiteral, cfr. J.J. ARRIETA, La configuració n j urídi-
ca del colegio de consultores , en «Ius Canonicum» , 24 (1984), pp. 786 y 787.
163 . Ciertas con ferencias episcopale s (África Septentrional, Canadá, India , Irlanda , Sui-
za) se remiten en esta materia a Jo que cada obispo establezca en su diócesi s . Otras han optado
por la solución del colegio de consultor es (España, Argentina , Bélgica, Colombia, Ecuador , Gha-
na , Italia, Malta , Méjico , Nigeria, Perú , Venezuela , etc.). Algunas han preferido , en cambio , que
sea el cabildo catedral quien ejerza en cada diócesis las funciones que el CIC atribuye al colegio
de consultores (Austria , Luxemburgo, Holanda) . Cfr. los lugares citados en J.T . MARTÍN DE
AGAR,Legislazione de/le conferenze episcopali complementare al CIC , Milano 1990.
164. Cfr. ce. 413 § 2, 419 , 422 , 501 § 2.
165. Cfr. ce. 421 § 1, 833.4. 0 •
166. Cfr. ce. 377 § 3, 382 § 3, 404 §§ 1 y 3.
167. Cfr. ce. 272, 485, 1018 § 1.2.º .
277
....
gobierno diocesano, tanto en sede plena como también y sobre todo en sede
vacante.
15. EL CABILDO
DECANÓNIGOS
Dentro del grupo de los colegios que expresan en mayor o menor medida
la cooperación del presbiterio diocesano con el obispo se cuentan también,
además del consejo presbiteral y del colegio de consultores, los cabildos o ca-
pítulos de canónigos. Son colegios vinculados a determinadas iglesias: si se
trata de la iglesia catedral (lugar de la sede o cátedra del obispo) se denominan
cabildos catedralicios; si la iglesia de adscripción no es catedral, se llaman ca-
bildos de colegiatas. La diferencia canónica más importante entre unos y otros
-aparte, claro está , del especial significado de la iglesia catedral en la vida
diocesana- consiste en la reserva a la Santa Sede de la erección, innovación
y supresión de los cabildos catedralicios (cfr. c. 504).
Los cabildos son instituciones de tradición multisecular que histórica-
mente han desempeñado tres funciones principales: el servicio al culto públi -
co más solemne en las iglesias , el asesoramiento al obispo en el gobierno ordi-
nario de la diócesis, y el gobierno de la diócesis en sede vacante, con
capacidad de elegir un vicario capitular.
Actualmente , sin embargo, el derecho común sólo contempla expresa -
mente y con carácter general la primera de las funciones aludidas. El c. 503
expresa que corresponde al cabildo «celebrar las funciones litúrgicas más so-
lemnes en la iglesia catedral o en la colegiata». En la base de esta limitación se
encuentra un amplio proceso de reforma de los cabildos, que fue abierto a par-
tir sobre todo de la celebración del Concilio Vaticano Il 168 • Esta reforma fue
anunciada por CD 27 que, al referirse a los cabildos y otros entes previstos por
el CIC de 1917, estableció que «estas instituciones, especialmente los cabildos
catedrales , deben someterse a una nueva ordenación , en cuanto sea necesario,
acomodada a las circunstancias». La reforma obedecía a dos razones funda -
mentales: en primer lugar, el mismo Concilio había determinado el estableci-
miento de los consejos presbiterales, que se consideraban más adecuados que
los cabildos para expresar la representación del presbiterio diocesano y la co-
laboración de los presbíteros en el gobierno de la diócesis 169 • La segunda razón
278
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
que provocó una importante reforma práctica de los cabildos fue el proceso de
supresión del sistema beneficia! como instrumento para la retribución del cle-
ro (cfr. PO, 20 y c. 1272), que justificaba la participación de los canónigos en
determinadas rentas y fondos comunes.
La mencionada limitación básica de las actividades capitulares a las fun-
ciones litúrgicas más solemnes es matizada en el ere por algunas precisiones:
así, el c. 503 contempla la posibilidad de que el derecho o el obispo encomien-
den al cabildo otras funciones. Además, la conferencia episcopal puede esta-
blecer que el cabildo sea titular de las funciones atribuidas en principio al co-
legio de consultores 11º. Por otra parte, el ere determina la participación de
algunos miembros del cabildo en la encuesta informativa previa al nombra
miento de un obispo diocesano o coadjutor, en los concilios provinciales y en
los sínodos diocesanos 171•
Aparte de estas funciones que corresponden o pueden corresponder al ca-
bildo como institución, y después de establecer que todo cabildo debe tener sus
estatutos aprobados por el obispo (cfr. c. 505) , el CIC se limita a indicar los di-
versos aspectos que deben ser objeto de regulación en tales normas estatutarias;
sobre todo por lo que se refiere a los miembros, los diversos oficios o canonjí-
as, la organización interna del cabildo y las retribuciones de los canónigos .
Finalmente cabe destacar la figura del canónigo penitenciario, tanto de la
iglesia catedral como de la colegiata, que tiene en virtud del oficio la facultad
ordinaria, no delegable, de absolver en el fuero sacramental las censuras latae
sententiae no declaradas ni reservadas a la Santa Sede (c. 508 § 1), y recordar
también el criterio general de distinción entre cabildos y parroquias contenido
en el c. 510 .
A. Naturaleza y características
cationes, 5, 1973, p. 232), aunque finalmente el CIC de 1983 haya optado con más claridad por el
colegio de consultores -e n lugar del con sejo presbiteral - como sustituto natural de las funcio -
nes consultivas y de gobierno en sede vacante que tradicionalmente correspondían al cabildo.
170. Cfr. c. 502 § 3. Vid. supra , en este cap., nota 163.
171. Cfr., respectivamente, ce. 377 § 3, 443 § 5 y 463 § l, 3.0 • Este último canon se refie-
re a los canónigos (en principio todos ellos) de la iglesia catedral.
279
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
172. «Valde optandum est ut in unaquaque dioecesi peculiare instituatur Consilium pasto-
rale» (CD, 27). Por su parte,AG 30 dispuso lo siguiente: «Ad meliorem coordinationem, Episco-
pus constituat in quantum fieri potest Consilium pastorale».
173. Esta es la conclusión que se deduce del análi sis de la legislación posterior al Conci-
lio Vaticano II sobre el consejo pastoral. Así , ES, I § 16, 2 reconocía que el consejo pastoral -
una vez constituido- es institurum permanens, aunque sus miembros tengan un mandato tempo-
ral y su actividad sea ocasional. Vid. también el n. 7 de la Carta Circular de la Congregación para
el Clero de 25-1-1973. Marzoa considera, sin embargo, a la luz de los trabajos preparatorios del
CIC, que la renovación del mandato temporal de los miembros lleva consigo un nuevo acto
constitutivo del consejo pasatoral: cfr. A. MARZOA, Los consejos pastorales diocesanos e infra-
diocesanos, en «Derecho particular de la Iglesia en España }>, cit., p. 84, nota 51 .
174. Cfr. J.M .ª DlAZMORENO, Los consejos pastorales y su regulación canónica, en «Re-
vista Española de Derecho Canónicm>, 41 (1985) , pp . 177 y 178.
280
ORGANI7ACIÓN DIOCESANA Y CUASIDIOCESANA
B. Funciones
Las funciones del consejo pastoral son descritas en general por el c. 511
en los siguientes términos: «estudiar y valorar lo que se refiere a las activida-
des pastorales en la diócesis, y sugerir conclusiones prácticas sobre ellas» .
Esta disposición, unida a la que se contiene en el c. 514 § 1 cuando establece
que el consejo pastoral goza de «voto consultivo», remite claramente esta ins-
titución al ejercicio colegial de la función consultiva como ayuda y bajo la au-
toridad del obispo.
A diferencia del consejo presbiteral, que asiste ordinariamente al obispo en
el gobierno de la diócesis (c. 495 § 1), el consejo pastoral interviene más bien en
la fase informativa previa a las decisiones de gobierno . Proporciona al obispo
los datos e informaciones necesarias para que éste pueda conocer ampliamente
la realidad de la diócesis y las necesidades de los fieles, sin que sea necesario en
sentido estricto que esas informaciones se formalicen en concretas propuestas
para el gobierno episcopal. Estas funciones del consejo pastoral pueden realizar-
281
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
282
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
REGULACIÓN: ere de 1917, ce. 445-450; CD , 30; ES, l § 19; El, nn. 184-
188; CIC de 1983, ce. 553-555; AS , nn. 217-219.
283
......
284
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
285
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
REGULACIÓN: CIC de 1917, ce. 451-478; AA, 10 y 18; CD, 18, 23, 30-32;
SC, 42; ES, 1 §§ 20-22; El, nn. 174-183 y 206; CIC de 1983, ce. 515-
552; AS, nn. 210-216.
286
ORGANIZACIÓN DJOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
cación. Así p. ej. , en lo que concierne a la antigua unión entre parroquias y be-
neficios, con motivo de la supresión del sistema beneficia! decretada por el
nuevo derecho (cfr. c . 1272). Además el vínculo que une a los fieles con las
parroquias ha conocido una notable flexibilización 187 que , desde luego, hace
impensable la consideración de la parroquia como ámbito exclusivo para el
cumplimiento de las obligaciones cristianas. Aquel vínculo es hoy compatible
con la libertad responsable de los fieles para desarrollar su participación en la
vida de la Iglesia a través de comunidades no parroquiales. La misma organi-
zación pastoral ordinaria admite además instituciones complementarias de las
parroquias para el desarrollo de la cura de almas (capellanías, rectores de igle-
sias, etc .) .
Además de los ya señalados, es principio inspirador del derecho vigente
la consideración de la parroquia como comunidad formada por el párroco y los
demás fieles, que expresa visible y localmente la unidad y diversidad del pue-
blo cristiano. Esta dimensión comunitaria de la parroquia ha sido ampliamente
afirmada en los textos del Concilio Vaticano 11, donde viene descrita como
«célula de la diócesis» y expresión particular del apostolado comunitario (AA,
10), manifestación visible de la catolicidad (SC, 42) .
También puede destacarse hoy una mayor apertura de la institución pa-
rroquial hacia diversas formas de participación y corresponsabilidad de los
fieles con el párroco en la vida de la parroquia. Este criterio tiene un significa-
do general , pero se manifiesta además concretamente en la previsión de diver-
sas formas de colaboración en la función pastoral del párroco, en la participa-
ción de varias personas en el procedimiento de su designación , y también en la
actividad de los consejos parroquiales 188 • Los fieles no son solamente destina-
tarios de la función pastoral del párroco, sino también miembros activos de la
comunidad parroquial, según su propia condición.
187. Cfr. J . ÜTADUY GUERfN, El vínculo parroquial del fiel . Los contenidos de la cura pas -
toral ordinaria, en «Fideliurn Iura», 2 (1992), pp . 293 ss.
188. Cfr. ce. 517 § 2, 545 SS., 524, 536 y 537.
189. Cfr. A. MARZOA , El concepto de parroquia y el nombramiento de párroco (cuestio -
nes en torno a los ce. 515 y 522), en «Ius Canonicum», 29 (1989), pp. 453-458 , especialmente .
287
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
288
ORGANIZACTÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
194. En cambio , el c. 451 § 1 del CIC de 1917 disponía: «Parochus est sacerdo s vel per-
sona moralis cui paroecia collata est in titulum cum cura animarum sub Ordinarii loci auctorita-
te exercenda».
195. Cfr. ce. 150, 52 1 § 1 y la previsión contenida en el c. 517 § 2 sobre la participación
en la cura pastoral de la parroquia por parte de fieles que no hayan recibido el presbiterado .
289
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
196. Cfr. F.X. WERNZ, Ius Decretalium , vol.U, Romae 1899, pp. 1046 ss; J.C. PERISSET,
Laparoisse,Paris 1989,pp . 71-74 .
197. Cfr. c. 522. La Conferencia Episcopal Española estableció en su decreto de 26-XI -
1983, art . 4, que «a tenor del c . 522 puede el obispo diocesano nombrar párrocos para un tiempo
determinado, generalm ente no inferior a seis años, renovables si así lo exige el bien de las al-
mas»: BOCEE, 1 (1984), pp. 95-104.
198. Si el párroco fuese miembro de un instituto religioso o incardinado en una sociedad
de vida apostólica , puede ser removido ad nutum , discrecionalmente , tanto por el obispo dioce-
sano como también por el superior religioso , en uno y otro caso con recíproca comunicación de
la decisión de remover (cfr. c. 538 § 2 en relación con el c. 682 § 2).
290
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
199. Cfr . J . ÜT ADUY G UERÍN , El vínculo parroquial, cit., p. 278; A. VIANA, El párroco,
pastor propio de la parroqu ia, en «Ius Canonicum », 29 (1989) , pp. 469 ss.
291
ORGAN IZA CIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
200 . «Son funciones que se encomiendan especialmente al párr oco las siguientes: 1.0 la
adminis tración del bauti smo; 2.0 la administración del sacramento de la confirm ación a quienes
se encuentr en en peligro de muerte conforme a la norma del c. 883, 3 .º; 3 .º la admini stración del
Viático y de la unción de los enfermos sin perjuicio de Jo que prescribe el c . 1003 §§ 2 y 3; asi-
mismo, impartir la bendición apostólica ; 4 .º la asistencia a los matrimonios y bendición nupci al;
5.0 la celebración de funerales ; 6.0 la bendición de la pila bautismal en tiempo pascual, la presi-
dencia de las procesiones fuera de la iglesia y las bendicion es solemnes fuera de la iglesia; 7 .º la
celebración eucarística más solemne los domingos y fiestas de precepto» (c. 530).
201. Vid . supra, cap . II , § 2.
292
ORGANIZACIÓN DIOCESANA Y CUAS/DIOCESANA
sos, como algunos de los señalados más arriba, podrían considerarse como
manifestaciones concretas de la potestad de régimen o jurisdicción 2º2 •
Además de las funciones que el derecho vincula con el oficio parroquial
y que constituyen propiamente deberes que el párroco debe cumplir al servicio
de los fieles y de la parroquia, existen tradicionalmente algunas obligaciones
típicas del párroco: sobre todo, la aplicación de la Misa pro populo y la obliga-
ción de residencia. El párroco debe aplicar la Misa por el pueblo a él confiado
todos los domingos y fiestas que sean de precepto en la diócesis. Si está al
frente de varias parroquia s basta que aplique una sola Misa por todo el pueblo
que se le confía (c. 534 §§ 1 y 2) . La segunda obligación aludida consiste en
que el párroco debe residir en la casa parroquial , cerca de la iglesia propia,
aunque el ordinario del lugar puede dispensarle de esta obligación. Además, el
párroco puede ausentarse de la parroquia para sus vacaciones durante un mes
como máximo; y para ausentarse más de una semana tiene obligación de co-
municarlo al ordinario del lugar (c. 533 §§ 1 y 2).
Otra obligación que el párroco debe cumplir diligentemente es la anota-
ción y custodia de los libros parroquiales, según lo previsto por el c. 535.
202. WERNZ prefería, en cambio, caracterizar así la potestad del párroco: «Potestas paro-
chorum , licet vera perfectaque iurisdictio fori externi non sit, tamen est potestas quaedam oeco-
nomica vel domesticam in parochiam ut societatem imperfectam, quae praeter iurisdictionem
fori poenitentiali s administrationem quoque vere externam habet adnexam»: lu s Decretalium ,
cit. , pp . 1040 y 1041.
203. Cfr. J . M IRAS Pa uso, El ministerio parroquial confiado «in solidum» a varios sacer-
dotes, en «La parroquia desde el nuevo derecho canónico» , cit., pp. 98 ss.
293
""+'
294
ORGANIZACIÓN DIOCESA NA Y CUAS/DIOCESANA
F. El vicario parroquial
El CIC trata del vicario parroquial en los ce. 545-552. El vicario parro -
quial es un presbítero (condición de validez establecida por el c. 546) que par-
ticipa en la cura parroquial bajo la autoridad del párroco. Es un oficio de cons-
titución no preceptiva, ya que se establece en la parroquia cuando resulte
necesario u oportuno, a juicio del obispo diocesano. Es el obispo diocesano
quien nombra al vicario parroquial por libre colación, tras haber oído , si lo
juzga oportuno , al párroco o párrocos interesados y también al arcipreste . Co-
rresponde además al obispo la remoción del vicario parroquial , para la que
basta justa causa, y la determinación de sus derechos y obligaciones , de acuer-
do con las normas universales y particulares.
Cada parroquia puede tener uno o varios vicarios parroquiales. Según el
derecho común, el derecho particular y el mandato del párroco (cfr. c. 548 §
1), la competencia del vicario puede referirse a todo el ministerio parroquial
en una sola parroquia (en toda la parroquia, para una zona de la misma o en fa-
vor de un grupo de fieles), o bien a un ministerio o función específica que
deba cumplirse en varias parroquias. Aunque el c. 545 § 2 no prevea expresa-
mente este supuesto, puede nombrarse también un vicario parroquial para un
ministerio específico en una sola parroquia 2º1 , sobre todo en el caso de las pa-
rroquias más grandes. El c. 548 § 2 establece la presunción iuris tantum (a no
ser que el obispo diocesano decida otra cosa) de que el vicario parroquial tie-
ne en virtud del oficio la obligación de ayudar al párroco en todo el ministerio
parroquial -excluida la Misa pro populo - y de suplirle, si se diera el caso .
Cuando la parroquia queda vacante o impedida, y a no ser que el obispo dioce-
sano determine otra cosa, el vicario suple al párroco en el régimen de la parro-
quia, mientras no se constituya el administrador parroquial.
Corresponde al vicario parroquial el deber de informar al párroco sobre
sus proyectos e iniciativas, y de actuar en armonía con éste . También se le
aplica la obligación de residencia en la parroquia, que es dispensable por el or-
dinario del lugar.
207. Cfr . J.L. S ANTOS, en J . M ANZANARES-A . MOS TAZA-J .L. SANTOS, Nuevo derecho pa-
rroquial , Madrid 1988, p. 66 .
295
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
sólo por el párroco, sino también por el pueblo. Esta participación correspon -
sable de los fieles tiene diversas manifestaciones: desde la promoción de apos-
tolados individuales o asociados que redunden en beneficio de la parroquia,
hasta la ayuda directa a las actividades del párroco, la participación en las ins-
tituciones de la parroquia , etc .208 •
El ere menciona brevemente dos colegios consultivos del párroco: uno
de carácter preceptivo (el consejo de asuntos económicos: c. 537), y otro fa-
cultativo (el consejo pastoral: c. 536). El consejo de asuntos económicos debe
constituirse en cada parroquia, según las normas establecidas por el obispo
diocesano . Su finalidad es sobre todo ayudar al párroco en la administración
de los bienes parroquiales, sin perjuicio de los derechos y deberes del párroco
como representante de la parroquia y administrador de los bienes parroquiales .
En cambio, el consejo pastoral de la parroquia se constituye si el obispo
diocesano lo considera oportuno, oído el consejo presbiteral de la diócesis. En
tal caso el obispo publicará las normas reguladoras de tales consejos, con la
posibilidad de establecerlos obligatoriamente en todas las parroquias de la dió-
cesis, o sólo en algunas, o bien decretando su institución ad experimentum. El
párroco preside el consejo pastoral, del que forman parte también todos los
que participan por oficio en la cura pastoral de la parroquia (vicarios parro-
quiales, otros presbíteros y diáconos) y otros fieles. La misión general del con-
sejo es fomentar la actividad pastoral en la parroquia.
Aunque se trate de colegios diversos por la obligatoriedad de su existen-
cia y por sus funciones , puede ser aconsejable en muchos casos -por un mo-
tivo de coordinación y de economía organizativa- agrupar el consejo econó-
mico y el pastoral en un solo colegio consultivo del párroco con funciones
pastorales y económicas. Bastaría para ello ampliar las funciones del consejo
económico, que es preceptivo, sin constituir específicamente un consejo pas-
toral parroquial.
REG ULACIÓN: ere de 1917, ce. 479-486 y 451 § 3, 529, 698; CD, 18;
CIC de 1983, ce. 556-572.
208. Cfr. en general las expresiones contenidas en los ce . 519 y 529 § 2. especialmente.
296
ORGANf'ZACIÓN DIOC ESANA Y CUAS/DIOCES ANA
de una comunidad religiosa o de una sociedad de vida apostólica (c. 556) . Por
tanto, no cualquier sacerdote que rige una iglesia debe ser considerado rector ,
ya que puede tratar se de una filial de la iglesia parroquial regida por un vica-
rio del párroco. En cambio , los rectores comprendidos en los ce . 556 ss. del
CIC están al frente de iglesias no dependientes del párroco (al menos por lo
que se refiere a las funciones no parroquiales) , aunque se encuentren dentro
del territorio de la parroquia 209 •
El rector es nombrado por el obispo diocesano mediante el sistema de li-
bre colación . En el caso de que corresponda a otros el derecho de presentar o
elegir al rector, es competencia del obispo diocesano la institución del presen-
tado o confirmación del elegido, también en el supuesto de que la iglesia per-
tenezca a un instituto religioso clerical de derecho pontificio. Una peculiaridad
notable en el régimen jurídico de este oficio -ya prevista por el c. 486 del
CIC de 1917- es que con justa causa el rector puede ser removido pro suo
prudenti arbitrio por el ordinario del lugar (c. 563) .
Corresponde al rector (cfr. ce. 559-562) la atención del culto divino y el
régimen de la iglesia que se le ha encomendado : celebración de funciones sa-
gradas - también con carácter solemne, siempre que, ajuicio del ordinario lo-
cal , no perjudiquen al ministerio parroquial - ; velar por el cumplimiento de
las cargas anejas; administrar y conservar los bienes , objetos y edificios pro-
pios de la iglesia; otorgar licencias para celebrar funciones sagradas en la igle-
sia, etc . El rector cumple todas estas funciones bajo la autoridad del ordinario
del lugar, que puede determinar incluso que se celebren en la iglesia funciones
parroquiale s y otras funciones litúrgicas para grupos concreto s de fieles. Si el
ordinario local no establece lo contrario , es principio general contenido en el
c. 558 que el rector no puede realizar en la iglesia encomendada las funciones
parroquiales enumeradas en el c. 530 , nn. l .º-6.º , a no ser con el consenti-
miento o la delegación del párroco 210•
A diferencia del rector de iglesia (que , en principio y salvo disposición
contraria del ordinario local , no tiene asignado pueblo propio), el oficio de ca-
p ellán se constituye precisamente para la atención pastoral de concretas comu-
nidade s o grupo s de fiele s; sobre todo de aquellos que por su género de vida
no pueden gozar del la atención parroquial ordinaria : emigrantes , desterrados ,
prófugo s, nómadas, marino s ... 2 11 • Otra clara diferencia con el oficio de rector
de iglesia es que el capellán no siempre ni necesariamente tiene asignada una
iglesia propia. Sin embargo, el c. 570 establece como principio general que si
existiera una iglesia no parroquial aneja a la sede de una comunidad o de un
297
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
298
ORGANIZAC IÓN DIO CESANA Y CUAS/DIOCES ANA
el capellán «debe estar provisto de todas las facultades que requiere el buen
cuidado pastoral» (c. 566 § 1), tanto por derecho particular como por delega-
ción . En hospitales , cárceles y viajes marítimo s el capellán tiene la facultad lo-
cal de absolver de censuras latae sententiae no reservada s ni declarada s.
Finalmente, a propósito del ejercicio de estas y otras funciones , debe te-
nerse en cuenta el principio establecido por el c . 571 : «el capellán debe guar-
dar la debida unión con el párroco en el desempeño de su función pastoral».
299
BIBLIOGRAFÍA
CAPÍTULO1: LAORGANIZACIÓN
ECLESIÁSTICA
301
ORGANIZACIÓN DEL GOBIERNO EN LA IGLESIA
11:GOBIERNO
CAPÍTULO Y JURISDICCIÓN
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CAPÍTULO
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CAPÍTULO
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INSTITUTO MARTÍ N DE AZPILC UETA *
FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO
UNIVERSIDAD DE NAVARRA
Esta Colec ció n se propone , ante todo, ofrecer a los alumnos de los curso s de Licenciatura
en Derecho canónico un instrumento básico para preparar específicamente el programa de
las distintas di sciplina s que la integran.
2010 A . VIAN A Organizaci6n del gobierno en la Iglesia (3." ed.) [EU NSA]
2009 T. RI NCÓN-P ÉREZ El orden de los clérigos o mini stros sagrados [E uNSA ]
2007 T. RI NCÓN-P ÉREZ La liturgia y los sacramentos en el Derecho de la Iglesia (3."
ed.) [EUNSA ]
2005 J . ÜRLAND!S Historia de las instituciones de la iglesia cat6lica. Cuestiones
fundamentales (2.' ed.) [EUNSA]
2003 C DE D IEGO-L ORA, Lecciones de derecho pro cesal can6nico . Parte genera l
R. RODRÍGUEZ- ÜCA !'1A [E UNSA]
200 l J. MIRAS,J. CANOSA, E. BAURA Compendio de Der echo Administrativo Canónico (2.ª ed .)
[E UNSA]
2001 T. RIN CÓN- PÉ REZ La vida consagrada en la lglesia Latina. Estatuto teológico-ca-
nónico [EUNSA]
2009 J. EscR IVÁ I vARS El proceso contencios o declarativo de nulidad de matrimonio ca-
n6nico [EUNSA ]
2007 J .-P . SCHOUPPE Derecho patrimonial can6nico [EUNSA)
2007 J. H ERVADA Introducciónal estudio del Derecho canónico [E UNSA]
2006 A. Vl ANA Introducción al estudio de las p relaturas [EUNSA]
200 6 P. BIAN CHI ¿Cuándo es nulo el matrimonio? (2.' ed.) [E UNSA]
2006 J.M." GONZÁ LEZ DEL VALLE Derecho canónico matrimonial (11 .ª ed.) [EUNSA]
2006 J. FERRER (coo rd.) Derecho eclesiástico del Estado espariol (6.' ed. [EUNSA]
J. F ORNÉS,
J.M. ª GONZÁLEZ VALLE ,
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200 1 J. HE RVADA Elementos de Derecho constitucional can6nico (2.' ed.) [NAVARRA
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www.unav.es/ima
,4 J. DE ÜTADUY (coord.) Tratado de Derecho eclesiástico [EUNSA]
,3 E. LABANDEIRA Tratado de Derecho administrativo canónico (2.3 ed.) [EUNSA ]
,¡ J. CALVO (coord.) Manual de Derecho canónico (2.3 ed.) [EUNSA]
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do)
o G. FELIC!ANI Elementos de Derecho canónico [EU NSA]
(traduc. E. MOLANO)
5 CATEDRÁTICOS DE DERECHO Derecho canónico (2.3 ed .) [EuNSA]
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I. Introducción. La constitución de la Iglesia [EU NSA]
III. Derecho matrimonial [EUNSA]
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(traduc. P. LOMBARDIA)
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~EVISTAS
lus Canonicum
Revista de investigación, semestral (unas 800 páginas por año) que se edita desde el
> 1961. En ella publican sus artículos científicos, además de Profesores de la Facultad
Derecho Canónico y miembro s del Instituto Martín de Azpilcueta, numeroso s especia-
as de otras Facultades nacionales y extranjeros.
Fidelium Jura
Anuario dedicado a la publicación de estudios relacionados con los derecho s y deberes
damentales del fiel. Comenzó a publicarse en 1991.