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¿PODEMOS CAMBIAR?

A partir de las investigaciones y estudios realizados alrededor del comportamiento humano, hoy conocemos que
para nosotros, hombres y mujeres, es complejo y requiere de absoluta conciencia y de constante trabajo cambiar
nuestra manera de pensar y de comportarnos. Lo que cada ser humano ha ido aprendiendo en su historia de vida,
desde que nació hasta el día de hoy, va quedándose en su mente y se convierte en las creencias y el conocimiento que
tiene sobre el mundo, los demás y sobre sí mismo.

En psicología cognitiva les llamamos Esquemas a esas ideas o teorías que vamos creando a partir de nuestras
experiencias con el mundo y los demás, las cuales se convierten en creencias que guían nuestro modo de pensar,
sentir y actuar. Veamos este ejemplo para facilitar la comprensión: Cuando María tenía 4 años, su madre, a partir
de sus propias experiencias de vida, repetía a todos sus hijos frases como “no confíen en nadie. La gente siempre
tiene un interés oculto y busca dañarnos y sacar ventaja de nosotros”. Esa frase que María escuchaba
constantemente era reforzada cuando veía el comportamiento desconfiado de su madre ante sus propias amigas y
personas cercanas a la familia. A medida que María fue creciendo fue aprendiendo a pensar en las supuestas malas
intenciones que tenían las personas hacía ella y a desconfiar de las expresiones de cariño, bondad y generosidad que
cualquiera pudiera darle. Al entrar en la adolescencia, María vive la “traición” de su mejor amiga al enterarse que
por medio de ella la profesora tuvo conocimiento de que María estaba consumiendo drogas. Este hecho confirma y
refuerza aún más la idea de María “No se puede confiar en la gente”.
La vida de María continuó con un esquema que guió su vida y su forma de relacionarse, impidiéndole la
tranquilidad y espontaneidad con los demás, y facilitando continuos comportamientos de defensa de lo que ella
asumía “mala” intención de las personas. Cada hecho o situación que ella percibía como engaño o traición, fue
consolidando la creencia y haciéndola más fuerte y resistente al cambio.

En este ejemplo podemos ver cómo María, y el ser humano en general, va creando teorías sobre el mundo, los demás
y sí mismo desde el inicio de su vida. Esas teorías son creadas a partir de lo que va aprendiendo de sus padres,
familia y seres cercanos. Lo que aprende de ellos se convierte en las bases de lo que va a ser el niño cuando llegue a
adulto. Ese aprendizaje puede darse por enseñanzas directas de los adultos o por observación que el niño hace de
esos seres a los que quiere y admira. Luego entran a crear o reforzar esquemas los profesores, compañeros, amigos y
todos los personajes sociales a los que el niño aprende a admirar. También son parte importante las experiencias que
el niño va teniendo con los demás, las cuales dan al niño una información valiosa para el conocimiento de cómo
funciona el mundo y las relaciones interpersonales.

La mayor parte de estos esquemas o conocimientos van a quedar guardados en la mente del ser humano y son los
que van a formar su personalidad. Dependiendo de ellos el niño, al volverse adulto, va a ser confiado o
desconfiado, tímido o sociable, ansioso o tranquilo, dependiente o independiente, frío o cariñoso, etc. Es decir, los
esquemas, unidos obviamente a la información genética heredada, van a dar como resultado la forma de ser de un
individuo.

Estos esquemas son los que nos dan “ideas” rápidas y automáticas de cómo actuar, sentir, juzgar o desear en
determinadas situaciones. Debido a que son informaciones que vienen con nosotros de tiempo atrás y son aprendidos
de personas o experiencias importantes en nuestra vida, son ideas que fluyen libremente por nuestra mente de
manera involuntaria hasta el punto en que se automatizan y aparecen sin control ni conciencia en determinadas
situaciones. Es por esta razón que no son pensamientos intencionados y a veces ni notamos su presencia. Si le
preguntáramos a María: ¿Qué pensaste en ese momento en que sentiste rabia y desconfianza?, la respuesta
probablemente sería “No sé. Creo que no pensé nada, sólo sentí”. En realidad María sí pensó. Pasaron por su mente
ideas automáticas relacionadas con su esquema aprendido (no me está diciendo la verdad, es un mentiroso, quiere
sacar provecho de mí, por ejemplo) pero por ser parte de un esquema adquirido tempranamente María no es
conciente de su pensamiento.

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Retomando nuestra pregunta inicial, ¿podemos cambiar? Hoy sabemos que el ser humano sí puede cambiar su
forma de ver el mundo y de comportarse en él, aunque debemos saber que los esquemas o modos de ver la vida, a los
demás y a nosotros mismos nos dificultan el cambio.

Cada uno de esos esquemas aprendidos en la vida va a defenderse en forma tal que cambiarlo va a ser una tarea
complicada. Actualmente se sabe que la mente utiliza la Economía Cognitiva que significa que para nosotros es
más fácil ver lo que ya conocemos y reforzar así el esquema aprendido, que ver lo contrario a nuestro esquema y de
esa manera cuestionar lo aprendido durante la vida. En palabras más sencillas: vemos lo que podemos ver y de esta
manera confirmamos nuestras viejas ideas. Lo que no concuerde con nuestra idea lo desechamos, no lo percibimos, o
peor aún, lo distorsionamos y lo interpretamos a favor de nuestro esquema.

Siguiendo con el ejemplo de María, para su esquema de desconfianza es bastante fácil concluir ante la
impuntualidad de un amigo “yo lo sabía. Va a llegar tarde para que yo haga el trabajo sola y seguramente me sacará
una disculpa. Por fin lo desenmascaré”. Observemos que María interpreta una situación específica (impuntualidad
de su amigo) a favor de su esquema de desconfianza y maximiza la situación.
Si por el contrario, su amigo llegara 20 minutos más temprano de lo acordado, probablemente María pensaría
“Hmm, quién sabe qué le pasa. Seguramente piensa irse temprano y dejarme trabajando sola. Es un aprovechado!”.
Observaste? Para María es muy difícil ver y aceptar una situación que desconfirma su idea o esquema y su
tendencia es a no percibir la información (su amigo es puntual y quiere hacer el trabajo) y acomoda la información
distorsionándola para que concuerde con lo que ella piensa y cree desde su infancia.
Otra probabilidad es que María, para confirmar y mantener su esquema, reciba a su amigo y haga todo lo posible
para que él no participe en la realización del trabajo, asumiendo todo el control del mismo e impidiendo su
colaboración. De esta manera María puede confirmar: “No hizo nada, todo lo hice yo. Lo sabía, me buscó sólo para
que yo le hiciera el trabajo”. Miremos cómo, tal vez sin ser consciente de ello, María tiene comportamientos que
crean situaciones que confirman su esquema. A estos comportamientos les llamamos Profecías autorrealizadas.

Es de esta manera que los seres humanos funcionamos. Buscamos mantener nuestra posición a toda costa y nos
resistimos al cambio constantemente.

En las relaciones funcionamos de igual manera. O asimilamos las situaciones distorsionándolas para seguir
pensando lo que pensamos o intentamos cambiar las situaciones o a los demás para que se ajusten a nuestros
esquemas. La mayor parte del tiempo vamos por la vida esperando que los demás cumplan nuestras expectativas y
creencias, en lugar de cuestionar nuestros esquemas y adaptarnos al mundo real tal y como es.

Ejemplo: María dice a su novio, a quien decidió amar y abrirle su corazón “Amor, nunca me dejes ni me vayas a
mentir. Si lo haces me muero!”. Veamos: Para María es difícil amar dado su esquema de desconfianza. Al abrir su
corazón a Miguel intenta, por medio de la manipulación, controlarlo para evitar su propio dolor. Como decía
anteriormente, intenta cambiar la situación (o al otro en este caso) para que cumpla su expectativa de fidelidad. De
esta manera, María no cuestiona su esquema , sino que busca controlar el comportamiento del otro y seguir de esa
manera manteniendo su esquema.

Utilizando este ejemplo para ejemplificar de nuevo la profecía autorrealizada: María posee un evidente temor al
dolor ante una posible mentira de su novio, por lo que asume un comportamiento controlador, de desconfianza y
celos hacia Miguel. Al pasar el tiempo, él, quien no posee el rasgo de mentir en su vida cotidiana, empieza a hacerlo
ante María con el fin de evitar disgustos, según él, innecesarios con María. Miguel empieza a observar que María se
molesta por situaciones sin importancia y desconfía siempre de su palabra, y empieza, por temor al reproche o a un
problema con su pareja, a utilizar las “mentiras piadosas” en asuntos poco relevantes. María incrementa su
desconfianza al enterarse de las pequeñas mentiras y vuelve a confirmar su esquema, sin tomar conciencia de que
está cumpliendo su profecía con su comportamiento controlador.

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Volvemos nuevamente a concluir: la mente de los seres humanos busca mantener su información y resistirse al
cambio, y hacemos lo que sea (distorsionar la información, crear situaciones o intentar cambiar el mundo y a los
demás) para seguir siendo como somos y pensando como pensamos.

Por todas estas razones, cada uno de nosotros cree poseer la “verdad” o “tener la razón” y, como hemos visto, la
defiende a como de lugar!. Sin embargo, defendemos unas ideas más que otras, pues en cada uno de nosotros existen
unos esquemas que se han “confirmado” frecuentemente, por lo tanto, tenemos unos esquemas o creencias más
rígidas que otras. Mientras más rígidos e inflexibles sean nuestros esquemas, más rígida será nuestra manera de ver
la vida y de actuar en el mundo, y mayores dificultades y conflictos tendremos cuando en la vida se nos presenten
realidades diferentes a nuestros esquemas. Igualmente, existirá mayor dificultad para cambiar.

Para continuar aprendiendo sobre el comportamiento humano debemos saber que las creencias, ideas o
conocimientos adquiridos en la vida sobre el mundo se llaman Esquemas y las creencias o ideas que hemos
adquirido sobre nosotros mismos se llaman Autoesquemas.

Los esquemas pueden ser:


- Emocionales: Emociones o sentimientos vividos en un momento de la vida que van a activarse ante
situaciones similares.
- Motivacionales: Deseos o expectativas aprendidas.
- Comportamentales: Pautas de comportamiento aprendidas ante determinadas situaciones.
- De control: Juicios y normas.

Los autoesquemas son las ideas y sentimientos que aprendimos a tener sobre nosotros mismos, y su formación
depende de cómo nos sentimos tratados por nuestros seres queridos y lo que se nos haya dicho sobre nosotros
mismos. Toda persona que haya pasado períodos prolongados con nosotros cuando éramos niños y haya establecido
relaciones significativas con nosotros influyó en la formación de nuestros autoesquemas. También influyeron las
comparaciones que hiciéramos de nuestra imagen y nuestras habilidades frente a los demás.

Los autoesquemas son:


AUTOEFICACIA: Qué tanta confianza me tengo?.
AUTOIMAGEN: Qué percepción tengo de mí mismo? Qué veo en mí?.
AUTOCONCEPTO: Cómo valoro o evalúo lo que soy?.
AUTOESTIMA: Qué tanto me quiero?.

Tanto los Esquemas como los Autoesquemas pueden ser disfuncionales (negativos) o funcionales (positivos) y
generar, en su orden, emociones y comportamientos negativos y positivos. Podríamos decir que un esquema positivo
es una creencia que promueve la adaptación y el bienestar de la persona. Es una creencia flexible, no absolutista ni
generalizada, por ejemplo: “Las personas son en esencia buenas. Todos tenemos rasgos negativos para corregir.
Simplemente debo elegir a mis amistades”. Un esquema negativo sería “La gente es mala y debo cuidarme de su
interés y mala intención”. Fijémonos que el primer esquema le facilita a la persona integrarse socialmente y elegir
sus amistades según gustos y preferencias. La segunda creencia impide la integración social y genera en la persona
predisposición ante las personas sin una razón real, generando rabia y angustia constante ante los demás.

De igual manera, los autoesquemas pueden ser funcionales (positivos) o disfuncionales (negativos). Un autoesquema
positivo sería “Tengo capacidades para desempeñarme adecuadamente”. Un autoesquema negativo sería “No sirvo
para nada. Soy un tonto y no podré salir adelante”.
Para la formación de Autoesquemas positivos y adecuados es necesario que el niño se sienta amado, aceptado,
respetado, valioso y capaz para sus seres queridos.

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Es importante aclarar que aunque la idea resultante de un esquema o autoesquema disfuncional no sea real en ese
momento específico, el esquema es tan fuerte y ha sido “confirmado” tantas veces que la persona no puede hacer
nada diferente a creer en él. Cree “tener la razón” y actúa según lo que piensa.

La teoría cognitiva plantea que los esquemas influyen en la manera como sentimos y como nos
comportamos. Las investigaciones demuestran que el cuerpo, las emociones, los pensamientos y comportamientos
se influyen mutuamente unos a otros y de manera constante. Por ejemplo en la ansiedad se presenta el siguiente
cuadro: Pedro piensa “Algo malo va a ocurrir en esa reunión”, la emoción obviamente es de ansiedad y angustia, el
cuerpo responde con taquicardia, sudoración, vacío en el estómago, y el comportamiento resultante va a estar
relacionado con evitar el supuesto peligro haciendo cosas como llamar a sus amigos para que no asistan a la reunión.
Miremos cómo cada uno de los componentes influye en el otro y genera una cadena de situaciones y sensaciones poco
satisfactorias y funcionales para Pedro.

Pensamiento

Cuerpo Emoción

Comportamiento

Partiendo de esta base, la Terapia cognitiva propone un manejo adecuado del pensamiento para evitar o desactivar
la cadena disfuncional y disminuir así los sentimientos y comportamientos destructivos. El cuestionar y cambiar un
pensamiento negativo y absolutista, va a modificar la cadena que seguiría : emoción negativa, alteración en el cuerpo
y comportamiento inadecuado.

Miremos el siguiente cuadro con el ejemplo de Javier:


Situación Pensamiento Emoción Sensaciones Comportamiento
Mi esposa no me Algo le pasó. Ansiedad Taquicardia, Llamar a los hospitales,
ha llamado y ya Se Accidentó. Sudoración, anfiteatro, y amigos
es de noche. Seguro está temblor. cercanos.
en problemas. Salir a buscarla.

En este ejemplo, Javier, a partir de una situación cualquiera genera un pensamiento disfuncional. Este a su vez
genera una emoción y una reacción biológica, para terminar con un comportamiento o conducta. Probablemente si
le preguntáramos a Javier ¿qué causó la emoción de ansiedad?, su respuesta sería ”Que mi esposa no hubiera
llegado”. En realidad esa situación por sí misma no causa ansiedad. La que le causó la emoción fue la interpretación
que hizo de la situación, es decir, lo que pensó... esto se comprende fácilmente cuando observamos que a otra
personas el mismo hecho le causaría otras emociones. Pensemos por ejemplo en Oscar, quien al ver que no ha
llegado su esposa siente tristeza. ¿Por qué siente tristeza? Porque su interpretación de la situación, es decir, su
pensamiento, es “ya no le importo. Ni siquiera es capaz de llegar a casa temprano para estar conmigo”. ¿Si ven? No
es la situación o el hecho el que causa la emoción. Es la manera de ver la situación la que causa la emoción
desagradable.

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Es importante observar cómo, si partimos de un esquema aprendido en la infancia que se manifiesta como un
pensamiento negativo, poco funcional en esa situación específica, la cadena que continúa no es sana ni facilitará la
adaptación y bienestar de la persona.

Veamos otro ejemplo: “Estoy solo en el mundo. Nadie me quiere”- Emoción: Tristeza, desánimo – Reacción del
cuerpo: Somnolencia, disminución del apetito – Comportamiento: Dormir, aislarse de los demás, llanto.
¿En términos de probabilidades, qué tan probable es el pensamiento inicial?. ¿Estará realmente solo y no tendrá el
amor de nadie?. Tal vez la persona se sintió poco amada en su infancia y trae consigo el esquema, pero en el
momento actual, ya siendo adulta, es muy poco probable que esté completamente sola y no sea querida por nadie.
La persona está distorsionando alguna situación actual y está pensando, sintiendo y actuando según su esquema
infantil.

Otro ejemplo: La novia de Juan decide terminar la relación afectiva con él. Juan piensa “No puedo dejarla ir. Sin
ella no podré vivir. El dolor me matará”. Obviamente la emoción que continúa es tristeza y abatimiento, y el
comportamiento probablemente sea buscarla, rogarle, intentar que cambie de idea.
¿Realmente Juan no puede vivir sin ella?, ¿el dolor de una ruptura lo matará?... la respuesta es no. Si vemos la
situación objetivamente Juan es un ser adulto que no necesita de su novia para vivir y su dolor hace parte de un
duelo que será vivido como todos los seres humanos ante las pérdidas, pero no morirá. Qué pasa con Juan? Está
distorsionando la realidad y actuando según un esquema de su infancia. Probablemente fue abandonado física o
emocionalmente por algún ser querido en su infancia y en ese momento sintió no poder vivir sin él. Realmente
cuando era niño sí necesitaba de su ser querido para vivir, pero ahora eso no es cierto. Juan está viviendo tan
intensamente esta ruptura porque no logra tomar conciencia de que esos pensamientos vienen de un esquema que ya
no es válido .

La Reestructuración cognitiva es una técnica de auto-ayuda que puede ser utilizada por la mayoría de las
personas para cambiar su comportamiento disfuncional o destructivo disminuyendo o eliminando las reacciones
emocionales innecesarias y no deseadas (emociones secundarias). La premisa sobre la cual se basa la técnica es: “No
son las situaciones las que causan nuestros estados de depresión, agresión o ansiedad, sino que son los pensamientos
que tenemos sobre las situaciones los responsables de estas emociones”. Por lo tanto, cambiando los pensamientos
distorsionados, podremos cambiar nuestras emociones y nuestros comportamientos.

La reestructuración cognitiva pretende desarrollar una habilidad que requiere de motivación para aprenderla,
esfuerzo y práctica. No es algo que nace con nosotros ni que va a incorporarse a nuestra vida mágicamente. No es
difícil pero requiere atención y práctica.
Si deseas aprenderla, el primer paso para empezar a trabajar tus emociones innecesarias es hacer conciente tu
pensamiento que se ha vuelto automático. Es darte cuenta en qué estás pensando. Obviamente sería imposible estar
conciente de tus pensamientos en cada minuto de tu vida, por eso sólo vamos a practicarlo cuando aparezcan las
emociones desagradables como la agresión con alguien, la depresión por algún evento, la ansiedad ante algo, etc. En
ese momento te detienes y te preguntas: “Qué me estoy diciendo a mí mismo?”, “Qué estoy pensando?”... el
pensamiento puedes detectarlo en tu mente en forma de frase o de imagen. Te sugiero que mientras desarrollas la
habilidad de descubrir tus pensamientos hagas el ejercicio por escrito y copies la cadena de la siguiente manera:

Situación Pensamiento Emoción Comportamiento

Sugiero comenzar por la columna Emoción por ser la condición más fácil de detectar en nosotros. Recuerda sólo
anotar las emociones desagradables (agresión, depresión, ansiedad, etc.). Luego, en la columna “situación” colocas el
evento externo a ti que disparó la cadena pensamiento-emoción-comportamiento, es decir, ¿qué pasó?. En la

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columna pensamiento colocas las frases o imágenes que pasaron por tu mente en ese momento. Es probable que sean
pensamientos sencillos, a veces sin sentido o poco relevantes, sin embargo cópialos. Y por último coloca en la
columna Comportamiento lo que hiciste ante esa situación: ¿Qué hice?. Lleva este registro de pensamiento por
varios días, y sólo después de que tengas la habilidad para detectar tu forma de pensar ante situaciones y emociones
desagradables, continuaremos con el segundo paso.

La reestructuración cognitiva NO debe confundirse con las técnicas de pensamiento positivo. La técnica que estoy
enseñando no se trata simplemente de intercambiar un pensamiento negativo por otro positivo, sino en desear
reconocer y examinar los pensamientos y la forma como los distorsionamos, de los cuales resultan emociones y
comportamientos desagradables y disfuncionales. La meta no es transformar un pensamiento pesimista en otro
optimista sino sustituir una creencia irracional o distorsionada automática por otra que sea razonablemente más
objetiva, probable y adaptativa para la persona.

Conclusiones:

- La información genética heredada mas nuestros aprendizajes forman nuestra personalidad. No somos así “porque
sí”. Nacemos con unas características innatas, unas emociones primarias y con potencialidades a desarrollar, pero
son nuestras experiencias y lo que vamos aprendiendo de los demás lo que da una forma clara a nuestra manera de
ser.

- Somos unos constantes creadores de teorías sobre el mundo, los demás y nosotros mismos. Vamos creando esas
teorías a lo largo de nuestra vida a partir de aprendizajes que hacemos de nuestras experiencias y de los demás
(padres, seres queridos, sociedad). Y en nuestra mente se guardan estas teorías en forma de esquemas.

- Es necesario revisar y ser conscientes de lo que hemos aprendido que guía nuestra vida. Al prestarle atención a
nuestra forma de pensar dejaremos de vivir en “automático” para autoevaluar nuestro diálogo interior y conocer
nuestros esquemas. Al hacerlo, evitaremos emociones y actuaciones inadecuadas frente a nosotros mismos, el mundo
y los demás.

- En la medida en que conozcamos nuestros principales esquemas y autoesquemas vamos a tener un mayor control
sobre ellos en los momentos en que se activen en alguna situación específica. El no conocerlos nos impide totalmente
educarnos para su manejo y seremos conducidos por ellos, dando como resultado comportamientos impulsivos.

- Debemos diferenciar las emociones primarias de las secundarias con el fin de aceptar las primarias y trabajar las
secundarias. Al identificar las distorsiones y las ideas irracionales que disparan nuestras emociones secundarias
podremos evitar las sensaciones y comportamientos destructivos.

- El ser humano sí puede cambiar los rasgos de su personalidad que considere disfuncionales. Sólo necesita
detectarlos, querer hacerlo y dedicar atención, tiempo y esfuerzo para lograr modificar sus esquemas o crear otros
nuevos.

- Es nuestro reto personal trabajar con nosotros mismos para adaptarnos a la realidad y no continuar intentando
cambiar al mundo y a los demás para que se ajusten a nosotros.

Mónica María Agudelo Muñoz

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