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C U E N T A M E R IC A

LO QUE
CUENTAN
ÌB5P- LOS
MAPUCHES
Palermo
Ilustraciones
M aría Rojas

S P •N I S n

FOR
P Z 7 4 .1
.P 3 5 5
L615
2000x
C U EN T A M É R IC A
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DE P R Ó X IM A A P A R IC IÓ N

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Gustavo Roldán
LO QUE CUENTAN LOS MAPUCHES
Dirección Editorial
Canela
(Gigliola Zecchin de Duhalde)

Diseño gráf ico:


Helena Monis

Tejido de tapa:
Poncho a ltiplan ico. siglo XVIII.
Costura de unión: bordado de raíz prehispánica.
(Gentileza Ruth Corcuera)

Impreso en la Argentina.
Queda hecho el depósito
que previene la ley 11.723.
€ 2000. Editorial Sudamericana S.A.
Humberto 1° 331. Buenos Aires.

ISBN 930-07-1738-“
LO QUE
CUENTAN
LOS MAPUCHES S

Miguel Angel
Palermo
Ilustraciones:
María Rojas
PARA ACERCARNOS
w

“M apu" llama este pueblo a su tierra. que se


estira a los dos lados de la Cordillera de los
Andes. en la Argentina y en Chile, entre bosques
espesos, lagos verdes y azules, montañas fletadas,
volcanes y llanuras interminables.
Durante siglos, los mapuches defendieron su
patria contra incas, españoles y criollos. Pero
también aprovecharon las novedades extranjeras,
con la sabiduría de mantener al mismo tiempo
una personalidad tan fuerte, que se impuso a
otros pueblos vecinos, quienes lomaron su idioma
y sus costumbres.
La tradición mapuche supo sobrevivir a las
guerras primero y después al sometimiento y a la
vida forzada en reservas, tierras pobres y
ciudades. Y esa tradición, donde la palabra es
algo especialmente valioso, guarda una gran
cantidad de poesías religiosas y de amor, y
muchas narraciones. Hay entre ellas “historias
verdaderas " o nütram, que explican por qué el
mundo es como es. hay también leyendas de
héroes y recuerdos históricos; y hay. por fin,
"cuentos inventados" o epeu, hechos por el placer
de divertirse.
Ahora, un puñado de esas historias nos llega
desde los fogones donde nacieron y donde han
pasado de padres y madres a hijos e hijas: de
abuelos y abuelas, a nietos y nietas.

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TRENGTRENG Y KAIKAI
\ _______ /

Hace mucho, muchísimo


tiempo -casi sesenta mil
años-, había dos víboras
enormes: una se llamaba
Trengtreng y la otra, Kaikai.
Trengtreng era enorme de veras, grande como una
montaña; era muy buena y quería a la gente.
Kaikai también era grandísima, como la otra; pero
no quería a las personas. Por eso, un día quiso destruir
todo: empezó a mover la mole de su cuerpo, y eso hi­
zo crecer el agua de los lagos de la Cordillera y del
mar. Todo se empezó a inundar.
Enseguida apareció Trengtreng, para ayudar a los
mapuches, y se puso a pelear con Kaikai. Y como el
agua seguía creciendo, arqueó el lomo para arriba, sil­
bó fuerte y la gente, al oír su silbido, vino corriendo y
subió por su cuerpo para escaparse de la inundación.
La lucha de Trengtreng y Kaikai no acababa, y mien­
tras las dos se golpeaban con la cabeza y se empuja­
ban, una seguía levantando el lomo más y más para
que las personas no se ahogaran, y la otra daba más y
más coletazos para que el agua no parara de crecer. Así
pasaron días enteros.
La gente sufría.
Algunos, los más miedosos, por el susto se convirtie­
ron en piedras; por eso. ahora a veces en los cerros se
ven piedras con forma de hombre o de mujer.

10
Otros se enojaron tanto porque la inundación no pa­
raba. que se acabaron transformando en fieras: pumas
y jaguares.
Y a otros, que eran más lentos en subir, los alcanzó
el agua y se volvieron peces y sapos.
A todo esto, Trengtreng ya había arqueado tanto el
lomo que casi tocaba el cielo. El Sol estaba muy cerca
y hacía mucho calor. De las pocas personas que que­
daban sin transformarse, algunas se taparon la cabeza
con piedras, para protegerse; pero a otras se les que­
mó el pelo, y por eso ahora hay gente pelada. Y tam­
bién hubo quienes quedaron todos chamuscados; por
eso ahora hay gente más oscura que otra.
Por fin. Kaikai se cansó de pelear y de sacudirse, y
se quedó quieta. Estaba vencida. El agua empezó a
bajar y al mismo tiempo Trengtreng fue aplastando el
lomo.
Cuando el agua volvió a los lagos y al mar. la po­
ca gente que había quedado recorrió la Tierra y vio
que ahora le gustaba más que antes: estaba limpia y
linda, con los árboles muy verdes, el pasto crecido y
tierno, y el aire más puro. En fin, la Tierra estaba re­
juvenecida.
Ya no había más personas miedosas, porque todas
ellas se habían convertido en piedras. Tampoco había
nadie de carácter furioso, porque ahora eran, directa­
mente, fieras. Todos eran mejores.
Esos hombres y mujeres tuvieron hijos y estos hijos
se casaron y tuvieron más hijos, y en poco tiempo to­
do estaba lleno de gente como antes; de ellos descien­
den los mapuches de hoy.
Y dicen que cada sesenta mil años, cuando la Tierra
se pone vieja y cansada, aparece Kaikai y trae una
inundación que arrasa con todo. Pero siempre Treng­
treng está atenta a lo que pasa, aunque parezca dormi­
da y se la confunda con una montaña, donde crecen
árboles y todo. Entonces, ella viene enseguida para sal­
var a los buenos, a los que saben ser valientes pero
también pacientes.

12
EL BIEN PEINADO
\ _______ /

El lago Lácar, en la cordi­


llera del Neuquén, es muy
grande y muy azul, y está ro­
deado de montañas arbola­
das. que se meten en el agua.
En uno de esos cerros andaba una vez un hombre
que cuidaba ovejas, cuando se encontró con la entrada
de una cueva. Estaba casi tapada por enredaderas y he-
lechos. y por eso, aunque siempre andaba por ahí.
nunca la había visto. Tampoco había oído a nadie de­
cir que en ese lugar hubiera una gruta.
Como era muy curioso, se metió adentro; era una
cueva muy honda. Caminó y
caminó, y al rato de caminar
ya no veía nada porque no
llegaba la luz del día: había
una oscuridad total. Por eso
siguió más despacio, tantean­
do con la punta de los pies
en el piso, y con las manos
en las paredes desparejas y
frías, hasta que el techo fue
bajando tanto, que tuvo que
gatear para seguir. Así fue co­
mo tocó algo que le parecie­
ron piedritas. Como no podía
verlas, juntó un puñado y sa­
lió. A la luz del sol ¡vio que tenía la mano llena de pe­
pitas de oro!
El hombre pensó que lo mejor era volver a entrar,
pero con gente que lo ayudara y luz para revisar bien
esa caverna oscura, que parecía que no se acababa
más. Juntó las ovejas y volvió a su pueblo.
Cuando la gente se enteró de la cueva con pepitas
de oro, todos se entusiasmaron, prepararon antorchas,
bolsas y hasta una carreta para traer el oro; montaron
a caballo y allá fueron.
Pero al llegar a la boca de la caverna, se pararon en
seco y muchos caballos se espantaron, se pararon de
manos y tiraron a sus dueños al suelo; y hasta parece
que algunas personas murieron del susto: junto a la en­
trada había un hombre. Eso no sería nada raro, pero es

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f que el hombre era negro
como el carbón. Esto tampo­
co sería para asustarse; pero
es que el hombre estaba muy
bien peinado. Pero lo raro de veras y lo que hizo que
todos se asustaran tanto no fue que hubiera un negro
bien peinado junto a la cueva, sino que tenía medio
cuerpo de hombre y el resto, desde el ombligo para
abajo, como una enorme culebra, gruesísima y enrosca­
da en varias vueltas de escamas oscuras y relucientes.
Cuando la gente ve cosas que no conoce, muchas
veces se asusta; y cuando se asusta, muchas veces se
enoja. Y fue lo que pasó entonces: todos se enojaron
mucho con el hombre que era mitad culebra; entre
otras cosas, porque a ellos no les gustaba asustarse.
Por eso lo rodearon, amenazándolo con palos, lo hi­
cieron subir a la carreta y se lo llevaron al pueblo, pa-

V il /
ra decidir entre todos qué hacían con él, aunque la ver­
dad es que nadie tenía buenas intenciones.
El hombre-culebra ni se inmutó. Acomodó, lento y
perezoso, su medio cuerpo de víbora en el carro, se
arregló un poco el peinado y esperó con paciencia que
los bueyes, más lentos y perezosos que él. llegaran al
pueblo. Ahí se bajó, arrastrando las escamas, y habló
por primera vez, en voz firme:
-Yo soy el Bien Peinado, ¡así me llamo! Y ya que se
han tomado la molestia de traerme hasta acá, les quie­
ro decir que si me dejan tranquilo les voy a dar mucho
oro, que parece que les gusta tanto. Pero si me hacen
mal, o si aunque sea piensan en hacerme mal, soy ca­
paz de traer una inundación, o un terremoto... o mejor,
una inundación y un terremoto juntos, que me gusta
más. ¿Qué les parece?
-¿Y cuándo nos vas a dar el oro, y cuánto oro va a
ser ese? -quiso saber uno, al que le gustaban los arre­
glos claros.
-Ahora les voy a dar bastante, para que vean que es
cierto; pero después me tienen que llevar enseguida de
vuelta para la cueva donde vivo. Ahí les voy a dar mu­


chísimo más: van a ver amarillo todo el suelo -contes­
tó el Bien Peinado.
Y apenas terminó de hablar, empezó a poner unos
huevos, iguales a los huevos de las culebras pero ¡de
oro! Ponía y ponía, y el suelo quedó tapado; la gente
se amontonaba y se daba empujones por conseguir
esas pepitas de oro, y las guardaban en frazadas, en
ollas, en bolsas o en canastos, según lo que cada uno
tenía a mano.
Sólo una viejita, que tenía fama de muy sabia, no se
agachó a juntar ese oro. Miró fijo al Bien Peinado, son­
rió un poco, meneó la cabeza, se acercó y le dio la ma­
no. El otro le dio la suya y también sonrió un poco.
Cuando acabaron de juntar el oro. los demás hicie­
ron subir de nuevo al hombre-culebra a la carreta y lo
volvieron a llevar a la cueva. Ahí les habló otra vez:
-¡Como les dije! ¡Van a ver amarillo el suelo! ¡Todo
amarillo! Ja, ja. ja!
Y sí. en ese momento todo el campo se puso dora­
do. pero cuando se agacharon para juntar las pepitas,
vieron que no era oro, sino unas florecitas amarillas
que nunca habían visto. Se dieron vuelta para pregun-

V zl/
tarle al Bien Peinado qué pasaba, pero él ya no estaba.
1labia desaparecido. Buscaron y buscaron, pero no los
pudieron encontrar a él ni a la cueva, ni a una sola pe­
pita de oro.
Volvieron a su pueblo y, cuando fueron a buscar los
huevitos de oro que habían conseguido antes, encon­
traron que todas las frazadas, las ollas, las bolsas o los
canastos que habían llenado, estaban ahora repletos de
florecitas amarillas. Y la viejita aquella que había salu­
dado al Bien Peinado, que era sabia y por eso sabía
qué iba a pasar, se reía despacito.
Al poco tiempo hubo un terremoto, aunque no
muy fuerte; y el agua del lago creció bastante y des­
pués bajó.
-¡Esto es cosa del Bien Peinado! -comentaban todos.
Desde entonces, nunca más aparecieron la caverna
ni el hombre-culebra, y en realidad nadie tuvo ya mu­
chas ganas de toparse con él. Había resultado mucho
más poderoso de lo que creían, y tenían la impresión
de que, si no lo hubieran pescado en un día de buen
humor, la cosa hubiera sido bastante más peliaguda.
Oro no tuvieron, pero desde ese día les quedaron
esas flores amarillas que crecen todos los años en la zo­
na. Muchos les dicen “topa-topa”; pero los mapuches,
que se acuerdan de cómo brotaron por primera vez, las
llaman kuram fUu, que en su idioma quiere decir “hue­
vo de culebra”.

18
LOS BRUJOS CANÍBALES
w

Había una vez tres herma­


nos varones. Un día, el mayor
dijo:
-Yo voy a salir de viaje, pa­
ra conocer el mundo. Dentro
de un tiempo, vuelvo y les cuento cómo me ha ido.
Ensilló su caballo y se fue. Al trote, al trote, viajó va­
rios días hasta que llegó a una zona que no conocía:
nunca había ido tan lejos. Ahí todo era bastante raro: la
forma de los cerros, demasiado puntiagudos; el pasto,
que crecía en tirabuzones; los bichos, que no se sabía
si zumbaban o silbaban...

V ny1
Por fin. vio una casa y se acercó. Cuando llegó, no­
li') que era muy grande. No tenía ventanas, cosa que no
le extrañó porque nunca hay en las casas mapuches;
pero sí lo asombró la entrada, con su puerta de made­
ra muy fuerte, hecha de tablones gruesos y clavetea­
dos. La cerraba una tranca pesada, de hierro.
Estaba mirando eso y ya pensaba que no había na­
die. cuando oyó una voz que venía de un árbol junto
a la casa:
-¡Ay, ay. ay. ay! -decía, en tono quejoso.
Miró para arriba y vio a un hombre muy viejo, su­
bido a una rama. “¡Qué cosa más rara!", pensó el mu­
chacho, “un señor tan mayor, trepado a un árbol". Pe­
ro como era muy educado, se apuró a saludar:
-\Mari mari. cbao\ -le dijo en mapuche, lo que quie­
re decir más o menos “¡Buenos días, padre!'’, que así se
les dice a los hombres mayores.
-¿Adonde vas, hijo? -le preguntó el hombre.

20
-Estoy de viaje para conocer
el mundo -contestó el mucha­
cho.
-Te invito a que bajes un rato
del caballo y tomes algo calien­
te, que hace frío -le dijo el otro,
y él mismo empezó a bajar del
árbol.
El muchacho desmontó, En­
tonces, apareció la mujer del
viejo, que también era viejísima.
-Por acá, por acá, m'hijito
-dijo, y los dos le abrieron el
portón de la casa.
Adentro estaba todo oscuro
y había olor a encierro, a aire
estancado y sucio. Le pareció
que sentía unos susurros y
unos roces, que unas cosas se
movían al fondo, pero no esta­
ba seguro. No le daban ganas
de entrar, pero ¡cómo iba a
ofender a esa gente que lo invi­
taba! Entonces, cuando estaba
parado, indeciso, tratando de
acostumbrar la vista a la oscuri­
dad. los otros le dieron un em­
pujón, lo metieron de cabeza
en la casa, cerraron la puerta
con la tranca, se frotaron las
manos y empezaron a bailar,
muy contentos.
¿Qué pasaba? Que esos dos, <
que parecían nada más que
unos viejitos medio raros, eran
en realidad un par de brujos que
habían decidido, después de
muchas otras maldades, hacerse
caníbales. Por eso, apenas llega­
ba alguien a su casa, el hombre,
que espiaba desde el árbol, le
avisaba a la bruja diciendo “Ay,
ay, ay, av". haciéndose el quejo­
so; ella se preparaba, engaña­
ban al que había llegado, lo en­
cerraban y lo iban engordando
para comérselo cuando estuvie­
ra bien a punto. Si venía a caba­
llo. guardaban el animal en un
corral.

Pasó el tiempo y, como el


mayor no volvía, el hermano del
medio salió a buscarlo. Por el
camino le iba preguntando a la
gente que lo había visto pasar, y
así se fue encaminando para la
casa de los brujos.
La historia se repitió: el hom­
bre del árbol dijo su “Ay, ay, ay,
ay", el muchacho saludó (y además preguntó por su
hermano), lo invitaron a tomar algo y ¡de cabeza a la
casa y encerrado! Y su caballo, al corral.

Como los dos hermanos no volvían, salió el menor


a buscarlos; también iba a caballo, pero además lo
acompañaba su perro, que se llamaba Fayuwentru, que
en mapuche quiere decir ‘‘Hombre bayo”; y era clarito,
del mismo color que los caballos bayos. Preguntando,
preguntando, llegó a la casa de los brujos.
-¡Ay, ay, ay. ay! -dijo el viejo en el árbol.
-¡Buenos días, don! -dijo el muchacho.
-¿Adonde vas, hijo? -preguntó el hombre desde
arriba.
-Ando buscando a mis hermanos. El mayor salió
de viaje y, como no volvía, mi otro hermano fue
a ver si lo encontraba. Pero tampoco él volvió,
así que ahora salí yo a buscar a los dos.
-No los vi -mintió el hombre-. Noso­
tros somos unos viejitos solitos; nadie
nos visita. Pero nos gustaría que
pases a tomar algo caliente en
casa.
El brujo se bajó del árbol
y el invitado, del caba­
llo; pero en ese mo­
mento el perro em­
pezó a gruñir;
levantó los la­
bios, mos-

24
liando los colmillos, y se le pararon los pelos del lomo.
El caballo se puso nervioso y relinchó, y desde el co­
rral de los viejos se oyeron otros relinchos que le con­
testaban y que al muchacho le parecieron conocidos:
¡eran los caballos de sus hermanos! Entonces se dio
cuenta de que algo malo pasaba y de que ellos segu­
ramente estaban presos por ahí. Así que le ordenó al
perro:
-¡A pelear. Fayuwentru!
Favuwentru no perdió el tiempo: se abalanzó de un
salto sobre el hombre y, aunque el brujo trató de de­
fenderse y de hacer magia para sacárselo de encima,
no lo dejó. Lo tiró al piso y en un momento lo destro­
zó con los dientes.
Con el alboroto, apareció la bruja, y el muchacho
volvió a ordenar:
-¡A pelear, Fayuwentru!
El perro también se le tiró encima y tam- ™
poco le dio tiempo a esta para usar su
magia. Como su marido, la bruja que­
dó hecha pedazos.
Entonces el muchacho s í
tranca de la puerta, la abrió
de adentro salieron sus dos
hermanos y como cien
personas más. Iíabían
estado todos ence­
rrados ahí. sofo­
cados y con
miedo, co-

\jL -S
mo gallinas en un gallinero oscuro, esperando que a
los brujos se les ocurriera comérselos cuando los vie­
ran bien gordos.
Así fue como todos se salvaron, gracias al menor de
los hermanos y a su perro Fayuwentru. El lugar, que
era tan raro cuando viv ían los dos brujos, se hizo nor­
mal cuando desapareció la magia que ellos hacían. Ha­
bía buen pasto para criar ganado, buena tierra para
sembrar, agua... Los tres muchachos decidieron que ya
habían visto bastante mundo y se quedaron a vivir allí.

26
LOS FAVORES DEL TIGRE
\ _______ /

#4.
Hace mucho tiempo, en la
época ele los padres ele nues­
tros abuelos, un grupo ele
hombres salió ele viaje, con
muchas muías y caballos car­
gados con ponchos, mantas, sal y trigo. Como hacían
siempre, querían vender todo a otra gente, para conse­
guir a cambio varias cosas que necesitaban.
En ese entonces, los mapuches estaban en guerra
contra los winkcis, es decir los “blancos”. Y así fue co­
mo, cuando estaban ya lejos de su pueblo, se encon­
traron con un grupo de soldados enemigos que venían

\ jL S
invadiendo la tierra. Eran muchos y estaban muv bien
armados, y por eso los viajeros tuvieron que escaparse,
perdiendo la carga.
Entre ellos iba un hombre en un caballo tan rápido
que, en la disparada, perdió de vista a los enemigos pe­
ro también a los suyos. Estaba en una zona desconocí-
da y se perdió; no tenía la menor idea de cómo volver
a su pueblo.
Anduvo así varios días; tomaba agua de los arroyos,
pero no tenía nada para comer. Estaba muy cansado y,
en un momento en que paró a descansar, se le apare­
ció un tigre enorme.
Bueno, no era un tigre con rayas, porque ni en Chi­
le ni en la Patagonia ni en la Pampa hay esos anima­
les-, era un jaguar, de esos amarillos y manchados, que
son tan bravos. Los criollos les dicen “tigres” y los ma-

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puches los llaman nawell, y en aquellos tiempos había
muchos en esas regiones.
La cuestión es que -tigre o jaguar- el hombre se
asustó mucho. Y para colmo, su caballo se asustó más,
salió al galope y lo dejó de a pie.
La fiera se acercaba, relamiéndose con un revuelo de
bigotes duros. Y entonces el hombre decidió pedirle
que no le hiciera nada. Porque los mapuches dicen que
el nawell es un animal superior, que tiene un alma
grande y, aunque es muy peligroso, sabe escuchar con
paciencia. Así que se arrodilló y le habló:
-Nawell. yo quiero vivir. No me hagas nada, por fa­
vor. Nawell. Ya bastantes desgracias tengo: hace días
que no como, estoy perdido, tengo miedo en este ca­
mino que no conozco.
El Tigre lo miró fijo, fijo, y el hombre vio que de

\ j* _ S
esos ojos alargados se caía una
lágrima. ¡Estaba llorando! Con la
cabeza agachada, como triste, el
animal se dio vuelta y se fue al
trote, pero al rato volvió: traía
un avestruz que acababa de ca­
zar, y se lo dio al hombre, que
así pudo comer después de tan­
to tiempo.
Cuando acabó la comida, mi­
ró al Tigre y vio que iba cam­
biando; despacito, despacito, se
estaba convirtiendo en una mu­
jer, joven y hermosa. Tenía ropa
de lana muy fina, azul casi ne-
gra, y relucía al sol con sus alha­
jas de plata, como las que usan
las mujeres ricas, las hijas de fa­
milias importantes: anillos en las
manos, prendedores en el pe­
cho. enormes aretes cuadrados
en las orejas, diadema con me­
dallas en la cabeza, y las trenzas
envueltas en tiras de tela tacho­
nadas. Sólo los ojos amarillentos
y la manera de moverse recorda­
ban al nawell.
Entonces, entre el tintineo de
sus adornos, la mujer-tigre dijo:
-Ahora vam solucionaste uno

30
de tus problemas: has comido. Quiero saber cuál es tu
miedo en este camino.
-Antes tenía miedo de encontrarme con un tiawell y
ahora sigo con miedo, pero de encontrarme con el To­
ro Chupei.
El Toro Chupei era una especie de toro muy raro,
con cuernos largos y puntudos, que siempre estaba fu­
rioso y echaba espuma por la boca. Pero lo que era
malo de veras, lo que metía miedo de verdad -al fin de
cuentas, hay muchos toros bravos- es que no comía
pasto como cualquier otro, sino gente.
-A ese lo arreglo yo; no te asustes, que no te va a
pasar nada -contestó la mujer-nawell-. Y después voy
a ser tu guía para que vuelvas a tu casa.
Tres días caminaron, y al cuarto apareció el Toro
Chupei.
-Quiero que te quedes acá, tranquilo, mientras yo lo
voy a pelear -dijo la mujer, y tomó de nuevo su forma
de fiera.

W
El Toro Chupei resopló, rasguñó el suelo con las pe­
zuñas, se dio impulso y se abalanzó contra el Tigre,
apuntando con los cuernos. El nciwell rugió, pegó un
salto y cayó sobre el lomo del otro. Empezó la pelea y
se levantó una tremenda polvareda, como una nube de
la que salían cuernos, patas, colas, rugidos y bufidos...
El Toro trataba de ensartar al Tigre con los cuernos y,
cuando lo tenía encima, se tiraba de espaldas al suelo,
tratando de aplastarlo. El Tigre se soltaba, esquivaba el
peso del Toro y después se le volvía a echar encima.
Después de un rato, todo quedó quieto. Cuando bajó
la nube de polvo, el hombre vio que había ganado el
nawell. El Toro Chupei quedó tirado en el suelo, des­
patarrado: ya nunca más se comería a nadie.
Con dos lengüetazos, el Tigre se limpió el hocico.
Entonces buscó al hombre y le dijo que siguieran ca­
mino. Así llegaron hasta cerca del pueblo del mapuche
y ahí se despidieron.
Es que así son las cosas: hasta el más bravo, como
el Tigre, puede ser bueno si le dan la oportunidad.

32
PROBLEMAS POR CULPA
DEL VIEJO LATRAPAI
w

Los mapuches dicen que la


mejor suerte que puede tener
un hombre es ser padre de
muchas hijas mujeres. Porque
las mujeres ¡hacen tantas co­
sas! No sólo son hermosas y alegran la vida de los
hombres: son ellas las que crían a los chicos, las que
cocinan, las que hilan la lana y tejen esos hermosos
ponchos y mantas que sirven para usar y para vender.
Siembran la tierra junto con los hombres, saben salir a
comerciar y no tienen vergüenza de regatear con
entusiasmo. Y además, aumentan el poder de la fami-

\ j l S
lo más importante, con la boda se forma una alianza
que no tiene comparación: porque se puede dejar a
un cacique, un amigo puede hacerse enemigo; pero la
familia siempre queda, los parientes no pueden fallar.
Por eso, aunque la opinión de los que quieren casar­
se tiene mucha importancia, los padres siempre parti­
cipan en la decisión de que se haga o no un casa­
miento.

Hace muchísimo tiempo, había dos hermanos que se


llamaban Pedíu y Kónkel. Un día pensaron que ya era
hora de casarse, y como conocían a dos hermanas que
les gustaban mucho, les pareció buena idea pedirlas
por esposas. Las muchachas eran hijas de un hombre

34
muy viejo y muy mañoso, al que llamaban el Viejo La-
trapai, y Pedíu y Kónkel fueron a conversar con él pa­
ra pedirle el permiso de casarse con ellas.
A Latrapai no le gustó la idea, vaya uno a saber por
qué; seguramente, tenía en vista otra familia más rica
para emparentarse. Pero como era un tramposo, en lu­
gar de decirles que no, les dijo que sí, que estaba de
acuerdo, pero que antes tenían que hacerle algunas ta­
reas que les iba a encargar como prueba, porque que­
ría ver qué tal trabajaban sus futuros yernos.
Lo primero que les pidió fue que cortaran unos ár­
boles muy gruesos, pero como herramientas para eso
les dio dos hachas que no servían para nada. Apenas
los dos hermanos dieron un par de hachazos contra los
troncos, se les rompieron.
Pedíu y Kónkel no eran gente tan común como pa­
recía a simple vista; conocían cosas de magia y de fuer-

S jl /
zas ocultas, y tenían muchos más recursos que los que
el Viejo Latrapai se imaginaba.
Por eso, cuando se quedaron sin herramientas, grita­
ron fuerte:
-¡Que baje el hacha del trueno!
Gritaron eso porque los mapuches dicen que en la
punta de los rayos vienen unas cabezas de hachas de
piedra muy poderosas, que caen con tanta fuerza que
se incrustan hondas en la tierra. Y ellos también dicen
que cuando al hacer un pozo aparece una de estas ha­
chas, es porque quedó enterrada al bajar del cielo.
Así que gritaron fuerte:
-¡Que baje el hacha del trueno!
Y gritaron tantas veces hasta que se oyó un trueno
y cayeron dos rayos, aunque ese día había un sol ra­
diante. Escarbando en la tierra, encontraron dos cabe­
zas de hacha de piedra, les pusieron mango y así tra­
bajaron tan bien, que con cada golpe tiraban abajo un
árbol.
Cuando el Viejo Latrapai vio los troncos cortados, le
dio mucha rabia; pero se hizo el disimulado y dijo:
-¡Aja! ¡Muy bien! Ahora quiero que me vayan a enla­
zar unos toritos que se me escaparon hace un tiempo.
Pero no eran “unos toritos”, sino unos torazos enor­
mes, y tan mañosos como su dueño. Esto no hubiera
sido demasiado problema para los dos hermanos, que
sabían muy bien cómo atrapar animales ariscos; pero
Latrapai había mandado a otro picaro, el Zorro, para
espantar a cada rato a los toros. Pedíu y Kónkel tarda­
ron días en enlazarlos.

36
Mientras tanto, el Viejo Latrapai se dio cuenta de que
estos hermanos eran capaces de cumplir con cualquier
trabajo y decidió escaparse, llevándose con él a las hi­
jas. De un día para otro, los vecinos dejaron de verlos
en su casa y nadie sabía adonde habían ido.
Cuando los muchachos volvieron para buscar a sus
novias, ya que habían cumplido con las pruebas, se en­
contraron con esta novedad y empezaron a preguntar
a todos dónde estaban Latrapai y las chicas. Ninguno
podía decirles nada. Pedíu y Kónkel se enojaron mu­
cho, porque creyeron que los vecinos los estaban en­
gañando, y les dijeron:
-¡Ahora van a ver!
Y, como eran tan poderosos, subieron al cielo, saca­
ron al Sol y lo metieron bajo una gran olla dada vuel­
ta. Todo quedó a oscuras.
Pasó el tiempo; no los días, porque era siempre de
noche. La gente estaba desesperada: no veían nada, no
podían llegar al río para buscar agua, se perdían en los
caminos, no encontraban su ganado, no podían llevar
comida a sus casas. Entonces, fueron a pedirles a los
hermanos que tuvieran lástima de ellos:
-¡Por favor, suelten al Sol! -decía uno.
-¡Nada! -contestaban Pedíu y Kónkel.
-¡Hace frío! -gritaba otro.
-¡Nada!
-¡Por favor! ¡Por favor! -insistía otro.
—¡Nada! Si nosotros nos quedamos sin novias, uste­
des se quedan sin Sol. ¡Y por cuatro años!
No había manera de hacerlos cambiar. Por eso, los

38
demás se reunieron, discutieron un buen rato y deci­
dieron ofrecerles que eligieran esposas entre las mu­
chachas solteras del grupo.
-¡Mmmm! -contestaron los hermanos-. Puede ser.
¡Tráiganlas!
Y encendieron un fuego para poder verlas.
En ese tiempo, cuentan los mapuches, los animales
eran como hombres y mujeres: hablaban y se portaban
como personas, aunque ya tenían muchas de las cos­
tumbres que iban a tener después, cuando fueran sim­
ples animales como ahora. Primero que todos, rápido,
vino Ñamku. el Aguilucho, y llevó a su hija junto a la
luz de las llamas. Pero los hermanos dijeron enseguida:
-¡Fuera, comesa pos! -porque entonces, igual que
ahora, los aguiluchos comían bichos, culebras, rato­
nes... y a ellos les dio asco.
Después llegó el Jote (otros le dicen Cuervo o Zo­
pilote), pero cuando vieron a su hija, los hermanos gri­
taron:
-¡Fuera, mal aliento! -porque los jotes siempre co­
men carne podrida.
Y así siguieron: que la hija de la Garza no les gusta­
ba porque era de piernas demasiado largas; que la hi­
ja del Loro menos, porque las tenía torcidas; que la Le-
chucita era fea, y así. La hija de la Golondrina les pare­
ció muy linda, pero demasiado chiquita.
Al fin, los hermanos dijeron:
-No hay trato. ¡Cuatro años sin Sol!
Todos estaban desesperados, pero entonces la Per-
di/ vio que la muía de uno de los hermanos estaba pa­
rada justo junto a la olla que tapaba el Sol, y tuvo una
idea. Se acercó despacito y después pasó corriendo por
debajo de la panza del animal. La muía se asustó y pe­
gó una patada ¡y qué fuerte patean las muías! Con esa
patada rompió la olla, el Sol se escapó, subió al cielo y
se hizo de día otra vez.
Pedíu y Kónkel ya no tenían más rabia: ahora sentían
tristeza, porque estaban solos y se habían quedado sin
mujer. Entonces, Choike -el Avestruz- tuvo pena de
ellos y les dijo que aunque habían estado bastante mal
con eso de dejarlos a oscuras, él les iba a conseguir es­
posas bonitas.
Se puso a bailar y bailar alrededor de un agujero en
la tierra y al rato, como Choike también tenía poderes
mágicos, se vio que algo salía del hoyo. Eran dos mu­
jeres, muy pero muy feas.
-¡Ay! -gritaron los hermanos, asustados.
-Esperen -dijo Choike-, que esto es el ensayo no-
más -y siguió bailando.
Por fin, salieron dos muchachas muy lindas, que a
Pedíu y a Kónkel les gustaron mucho. Se casaron y to­
dos quedaron en paz. Del Viejo Latrapai nunca más se
supo nada.

40
TRES HERMANAS
Y UNA QUE SABÍA ELEGIR BIEN

Había una vez tres herma­


nas pobres.
La primera salió a buscar
trabajo, y en el camino, cuan­
do descansaba bajo un árbol,
se le apareció un hombre con
cara de bueno, al que nunca había visto, y le pregun­
tó qué hacía por ahí.
-Busco trabajo -dijo ella.
-Si estás de acuerdo en lavar ropa, yo te ofrezco tra­
bajo.
La muchacha aceptó y se pasó una semana lavando y

V i_ /
lavando en
casa del hom­
bre. Cuando ter­
mine), él le preguntó:
-¿Cómo te pago, con
plata o con una varita?
-¡Con plata! -contestó
a. y volvió muy contenta
su casa con un montón de
plata que le sirvió para comprar
mucha ropa y anillos y collares y de
todo un poco.
La segunda hermana se enteró y quiso
tener esa suerte también. Se fue de su casa y
le pasó como a la otra: se encontró con el mis­
mo hombre, que le preguntó qué andaba haciendo
por ahí.
-Busco trabajo -le contestó.
-Si estás de acuerdo en lavar -dijo el hombre-, yo
necesito alguien que me lave la ropa.
La chica fue con él y estuvo una semana entera la­
vando. Al fin, el hombre quiso saber:
-¿Cómo te pago, con plata o con una varita?
-¡Con plata, con plata! -le contestó la muchacha, y
se volvió a su casa con un montón de plata y se pudo
comprar ropa y alhajas.
Entonces fue la hermana menor y también se encon­
tró con aquel hombre, que le preguntó qué hacía y le
ofreció trabajo. Ella aceptó y después de lavar ropa una
semana, él le preguntó:

42
-¿Cómo te pago, con plata o con una varita?
-¡Con una varita! —elijo la chica.
-Ah, ¡muy pero muy bien! -dijo el hombre-. ¡Así me
gusta! Te doy esta varita, entonces. Es una varita mági­
ca: cuando quieras algo, te lo va a conseguir. Hay que
guardarla bien, enterrada debajo de una piedra.
La muchacha volvió a su casa, y cuando sus herma­
nas la vieron llegar sin plata, se burlaron:
-¡Pero por favor! ¡Miren lo que va a cobrar por toda
una semana de trabajo! ¡Un palito! ¡Parece mentira!
Ella quiso explicarles que esa era una varita especial,
pero ni la escucharon.

Al tiempo se armó una fiesta muy grande y todas


querían ir. pero a la hermana menor las otras dos
no la dejai
-¿Y con
hubieras sido tan inútil y hubieras cobrado
plata como nosotras, ahora podrías tener
un hermoso vestido y joyas elegantes!
¡No vas nada! ¡No queremos pasar
vergüenza con una hermana za­
parrastrosa!
Se arreglaron bien y sa­
lieron para la fiesta, muy
emperifolladas.
Entonces
mana
a buscar la
rita, la sacó
de abajo de una piedra, la limpió bien con un trapito y
pidió:
-Tengo que ir a una fiesta. ¡Quiero ropa muy elegan­
te y adornos de plata! ¡Quiero un caballo que sea muy
lindo, con riendas de plata y estribos de plata y mon­
tura de plata! ¡Quiero dos muchachos elegantes, mon­
tados en caballos finos, para que me acompañen!
Ahí nomás se vio vestida con ropa muy hermosa y
las mejores joyas de plata, desde la cabeza hasta las
manos. Y como era lindísima, daba gusto verla.
Enseguida aparecieron dos muchachos vestidos con
ponchos azules y espuelas de plata, montados en her­
mosos caballos, con riendas de plata y estribos de pla­
ta y monturas de plata, y venían con otro caballo igual
para ella.
En ese momento, la varita habló:
-Espero que te diviertas en la fiesta. ¡Pero cuidado,
que después hay que devolver todo, eh!
La chica montó a caballo y salió para la fiesta,
acompañada por los dos muchachos. Cuando llegaron,
llamó mucho la atención, pero las hermanas no la re­
conocieron así vestida. En realidad, como eran envi­
diosas, no quisieron mirar mucho a esa mujer tan her­
mosa que había aparecido.
Ella bailó, se divirtió y, cuando la reunión acabó,
volvió para su casa. Ahí. buscó la varita y le devolvió
todo: desaparecieron los muchachos, los caballos, la
ropa fina, los adornos...
Pero todavía no acaba la historia, porque el hijo de
un cacique muy importante la había visto en la fiesta v

44
estaba muy enamorado de ella. La buscó días y días sin
descansar, hasta que la encontró, y el asunto acabó en
matrimonio.

Por eso, nunca hay que apurarse a juzgar, habrán


aprendido las hermanas; cada cual tiene sus razones y
lo que a veces parece una tontería, puede ser la deci­
sión más inteligente.

\jL _S
LA BÚSQUEDA DE SHUSHU
------- w

Según la tradición mapu­


che, un hombre puede casar­
se con más de una mujer; pe­
ro, en general, sólo caciques
y otras personas importantes
tienen varias esposas. ¿Cómo
se llevan entre ellas? Y... cada
casa es un mundo: algunas son muy amigas, otras se
pelean a cada rato; depende de la gente. Pero cuando
hay una mujer celosa y envidiosa, puede pasar lo peor.
Como en la historia de Shushu.

Un cacique tenía una hija: Shushu, que en mapuche


quiere decir “pupila del ojo'. El hombre era padre de

46
otros hijos, pero a la que más quería era a ella: le pa­
recía lo mejor que había en el mundo.
El cacique, aunque ya tenía varias esposas, tomó una
nueva, que se llamaba Püllü y tenía bien puesto el
nombre, que quiere decir “mosca”, porque era fastidio­
sa y no servía para nada. Pronto, Püllü se peleó con las
otras mujeres del marido. Pero lo que más la amargaba
era el cariño que él le tenía a esa hija. La envidia y los
celos la volvían loca; claro que disimulaba, para no
quedar mal con el hombre.
Un día. otra familia importante pidió que Shushu se
casara con su hijo. Todos
estuvieron de acuerdo, y se
fijó el día de la ceremonia.
Püllü estaba furiosa al ver
que todos hablaban de
Shushu, que la muchacha
era tan feliz y que estaba
más linda que nunca. Por
i * eso, le pidió ayuda a una
bruja.
La bruja robó de una
tumba el esqueleto de un
guerrero muerto y a cada
hueso le sacó una astillita,
que fue guardando. Des­
pués, tiró el resto de los
huesos en distintas direccio­
nes y, gracias a su fuerza
mágica, volaron lejos y se
enterraron al caer. En un morterito, molió las astillas y
las mezcló con grasa de pájaro nocturno, con ponzoña
de araña y de víbora, con hojas y raíces de plantas ve­
nenosas, mientras decía sus conjuros. Puso el menjunje
en una vasijita y explicó a Püllti:
-Si la novia se unta la cara y la cabeza con esto, no
hay casamiento; te lo digo yo.
Püllti se llevó el pote. La noche antes de la boda vi­
sitó a Shushu y le dijo:
-Esta pomada te va a dejar la piel fresca y el pelo re­
luciente. Yo misma te la voy a poner.
Y Shushu, confiada, la dejó.
A la mañana, cuando se levantó, se frotó los ojos y
sintió algo raro. Se tanteó la cara y la cabeza, y descu­
brió algo horrible: no tenía nada de piel, era una cala­
vera toda pelada.
Desesperada, se escapó de su casa, tapándose con
una manta para que nadie la viera, y corrió hasta
donde vivía un famoso machi. es decir una persona
capaz de comunicarse con Dios y con los espíritus,
que puede adivinar y curar. El machi empezó a to­
car su tambor kullrum, mientras se balanceaba y
cantaba a media voz en un idioma raro. Por fin, ca­
yó al suelo, como muerto, mientras el alma se le iba
del cuerpo y volaba lejos, para hacer averiguaciones.
Al volver, el machi despertó y le explicó que el em­
brujo sólo se podía deshacer si ella encontraba los
huesos del guerrero muerto. Pero él no sabía dónde
estaban.
Shushu se fue sola al bosque y pasó días enteros

48
buscando, mientras vivía de agua de los arroyos y fru­
tillas silvestres.
Una tarde, vio un movimiento raro entre unas plan­
tas. Se acercó y encontró un huemul, el ciervo de los
Andes, muy herido. Trajo agua con las manos, le lavó
las heridas y le puso unas hojas que sanan. El animal
la miró con sus ojos oscuros, rascó cuatro veces la tie­
rra con la pezuña y. antes de irse, le dijo:
-Este es un buen lugar para cavar.
Ella hurgó en el suelo y del hoyo empezó a salir
agua y cada vez más agua, que agrandó el agujero y
arrastró un atado de huesos grandes: había piernas,
brazos, caderas y costillas. Shushu guardó todo en su
chal y siguió viaje.
Dos días después, cuando terminaba la tarde, se sen­
tó a descansar y oyó una vocecita que pedía auxilio.
Extrañada, miró y vio una hormiga que forcejeaba por
despegarse de la resina de un tronco. Shushu la soltó y
la hormiga, antes de irse, le dijo con su voz minúscula:
-Hay que buscar aquí, aquí, aquí, aquí -mientras pe­
gaba con su patita en el piso.
Shushu le hizo caso y escarbó con las manos. Apa­
reció una bolsa, y al abrirla vio que estaba llena de
huesos chicos.
La muchacha siguió viaje, con su carga. El bosque
se acabó y ella subió por un cerro desierto y pedre­
goso. Casi de noche, se detuvo para dormir; estaba
muy cansada. Y en ese momento apareció un enor­
me nawell, un jaguar, que rengueaba y bramaba des­
pacio, dolorido. Así llegó hasta Shushu y estiró una
zarpa, como mostrándosela: tenía clavada una tre­
menda espina. Sin miedo pero con mucho cuidado,
ella tiró y se la sacó. Pero con esto acabó sus últimas
fuerzas: estaba rendida, y cayó desmayada. Entonces,
el animal le lamió la cara y la cabeza, como un perro
cariñoso. Después se fue pero volvió enseguida; en
la boca traía algo como una ollita, que usó para ro­
ciar a Shushu con agua fresca. El líquido la despertó
y también salpicó los huesos. Cuando terminó de
echar el agua, el nawell soltó la ollita, que rodó por
el piso: ahí se vio que no era una vasija, sino el crá­
neo de una persona.
Y en ese mismo momento, los huesos empezaron a
moverse solos, a arrastrarse por el piso y a ponerse en
orden; la cabeza fue la última en ubicarse. Cuando el
esqueleto se armó, lo tapó una niebla delgadita y se fue
llenando de carne. Por fin, quedó completo el cuerpo
de un hombre joven, que abrió los ojos y se paró. Era
el guerrero de la tumba, que estaba vivo otra vez. y mi­

so
V il /
raba a Shushu. Pero no daba nada de miedo: era una
persona viva y sonreía tranquilo, como el que se des­
pierta después de dormir bien.
Ella se quiso tapar con las manos, para que él no la
viera tan horrible como estaba, y en ese momento des­
cubrió que tenía otra vez su cara y su pelo.

Y así va acabando la historia. Shushu volvió a su ca­


sa. hermosa de nuevo, con el guerrero resucitado.
Cuando los dos aparecieron, Ptillü se desesperó y tra­
tó de escaparse; pero ya era tarde: el cacique se había
enterado de la verdad y mandó a sus hombres que la
persiguieran y la mataran a lanzazos.
El guerrero se encontró con su familia, que pidió
permiso al padre de Shushu para que los dos se casa­
ran. Así pasó, y en unos pocos días hubo una gran fies­
ta. Eso sí: por las dudas, esta vez Shushu no se puso
ninguna crema de belleza. Y la verdad es que no le ha­
cía falta.

52
¿QUIÉNES SON LOS MAPUCHES?

L o s m a p u c h e s so n un p u e b lo r e p a r tid o e n tr e d o s r e ­
p ú b lic a s : la A rg e n tin a y C h ile . L o s e s p a ñ o le s ta m b ié n
lo s lla m a ro n araucanos , p o r q u e a lg u n o s d e e llo s vivían
en el v a lle c h ile n o de A ra u c o , p e r o su v e rd a d e ro n o m ­
b re es el p r im e ro .
En el s ig lo X V , lo s g u e r r e r o s m a p u c h e s fr e n a ro n el
avance hacia el s u r de lo s e jé r c ito s d e l Im p e r io In c a i­
co . U n s ig lo m ás ta rd e , lo s c o n q u is ta d o re s e s p a ñ o le s

VS3_/
e n c o n tr a r o n g ra n re s is te n c ia en lo s m a p u c h e s d el
c e n tr o de C h ile , d o n d e se c a lc u la q u e e ra n e n to n c e s ,
p o r lo m e n o s , 5 0 0 .0 0 0 p e rs o n a s . T ie m p o d e s p u é s , va­
rio s g ru p o s c r u z a ro n la C o r d ille r a d e lo s A n d e s y se
in s ta la ro n en las a c tu a le s p ro v in c ia s a rg e n tin a s de
N e u q u é n y R ío N e g ro . En el s ig lo X V III ya e sta b a n en
la p ro v in c ia de B u e n o s A ir e s y p r o n t o se habían c o n ­
v e r tid o en el p u e b lo in d íg e n a m ás im p o r ta n te d e la
P am pa y el n o r te d e la P ata g on ia . Tan im p o r ta n te , q u e
o t r o s p u e b lo s e m p e z a ro n a h a b la r su id io m a y to m a ­
ro n m u ch a s de sus c o s tu m b re s .

COSECHAR Y CRIAR, HILAR Y ADORNARSE


L o s a n tig u o s m a p u c h e s
e ra n a g r ic u lto r e s y ta m ­
b ié n c ria b a n gallin a s y
llam as. Estas les s e rv ía n
com o a n im a l d e carga;
a de m á s, d e ellas o b te ­
nían la lana p a ra los te la ­
res, d o n d e las m u je re s
te jía n la ro p a de c o lo re s
o s c u ro s y fu e rte s , c o n
d ib u jo s g e o m é tr ic o s en
b la n co .
Ellas ve stía n u na e s p e c ie
d e m a n to , q u e les e n v o lv ía el c u e r p o h asta a b a jo de
las ro d illa s , s u je to c o n p re n d e d o r e s en lo s h o m b r o s y
fajas en la c in tu r a . P o r e n c im a usaban un ch al, s o s te n i­
d o c o n p re n d e d o r e s o a lfile re s d e p la ta . En la cabeza,
u na v in c h a o b a n d a de lana, y tir a s d e te la q u e e n v o l­
vían las tre n z a s . Y m u c h o s a d o rn o s : d ia d e m a s , p e c t o ­

54
ra le s , a re te s , a n illo s , t o d o d e p la ta , p u lid a y b r illa n te .
L o s h o m b re s lle va b a n u na e s p e c ie d e fa ld a larga o c h i­
rip á , faja de lana y p o n c h o . En la g u e rr a c o n lo s c o n ­
q u is ta d o re s , se p o n ía n c o ra z a y c a s c o d e c u e r o c ru d o .
C o n el p a so d e l tie m p o , lo s m a p u c h e s - s ie m p r e d is ­
p u e s to s a a c e p ta r n o v e d a d e s , si les c o n v e n ía n - a d o p ­
ta r o n m u c h o s h á b ito s de lo s e s p a ñ o le s y d e o t r o s
p u e b lo s indígenas, y así e m p e z a ro n a c a lz a r b o ta s de
c u e r o d e p o t r o c o m o las d e lo s te h u e lc h e s (c o p ia d a s
ta m b ié n p o r lo s c r io llo s ) y ro p a c o m p ra d a a lo s “ b la n ­
c o s ": cam isas, p a ñ u e lo s de c u e llo , s o m b re ro s ...

FAMILIAS Y CACIQUES
La base de la s o c ie d a d
m a p u c h e tr a d ic io n a l e ra
la fa m ilia , fo rm a d a por
p a d re s e h ijo s , a b u e lo s ,
tío s , p r im o s y c u ñ a d o s .
Esta g ra n fa m ilia vivía en
u na ruka o casa b a s ta n te
a m p lia , d e p o s te s y t e ­
c h o d e paja q u e llegaba
h a sta el s u e lo (e n la
P am pa, e ra de c u e ro ).
Las fa m ilia s se unían en
g ru p o s m a y o re s , e n c a ­
b e z a d o s p o r líd e re s d e d is tin ta je ra rq u ía : c a p ita n e jo s ,
ca p ita n e s , ca c iq u e s o lo n k o s . En ca so d e g u e rra , v a rio s
c a c iq u e s p o d ía n a lia rs e y ju n ta r a sus h o m b re s p a ra
p e le a r, e lig ie n d o q u ié n s e ría je fe d e lo s g u e rr e r o s ; p e ­
r o al a c a b a r la g u e rra cada g r u p o v o lv ía a s e r a u tó n o ­
m o . A u n q u e en el s ig lo X I X h u b o c o n fe d e ra c io n e s
b a s ta n te e s ta b le s d e g ru p o s , c o n c a c iq u e s m u y r e n o m ­
b ra d o s , n u n ca h u b o u n o s o lo d e e llo s q u e c o m a n d a ra
a t o d o el p u e b lo m a p u c h e .
E stos líd e re s n o te n ía n m u c h o p o d e r s o b re su g e n te ,
q u e p o d ía irs e d e l g r u p o e in s ta la rs e a v iv ir c o n o t r o
ca c iq u e c u a n d o q u e ría , y las d e c is io n e s im p o r ta n te s se
to m a b a n d e m o c r á tic a m e n te en re u n io n e s o p a rla ­
m e n to s d o n d e o p in a b a n to d o s lo s h o m b re s .
E n tre e llo s había fa m ilia s m ás ric a s q u e o tra s , a u n q u e
n o e x is tía n clases so cia le s ríg id a s: c o n tra b a jo , h a b ili­
d ad y s u e r te , un p o b r e p o d ía c o n v e r tir s e en r ic o ; ta m ­
b ié n un r ic o p o d ía e m p o b re c e rs e . P e ro lo s m a p u c h e s
se s e n tía n o b lig a d o s a a y u d a rs e e n tr e e llo s : n a d ie d e ­
bía p a sa r h a m b re m ie n tra s a o t r o le s o b ra s e c o m id a .

CREER Y CURAR
Las c re e n c ia s m a p u ch e s
g ira n a lr e d e d o r de un
d io s m u y im p o r ta n te , a
la ve z jo v e n y v ie jo , al
m is m o tie m p o h o m b re
y m u je r, al q u e se in v o c a
c o n v a rio s n o m b re s , c o ­
m o Nguenechén (“ D u e ­
ñ o d e la g e n te ” ) y Chao
( “ P a d re " ). C re a d o r y
c o n t r o la d o r d e l m u n d o ,
p ro te g e a la g e n te : p e ro
r e tir a esa p r o te c c ió n al
q u e n o se p o r ta b ie n , q u ie n q u e d a e n to n c e s en m a n o s
d e lo s m a lé fic o s wekufús, d e m o n io s q u e e n fe rm a n ,
tra e n a c c id e n te s o ro b a n las a lm a s de las p e rs o n a s .

56
A u n a h o ra , cada a ñ o lo s m a p u c h e s se re ú n e n en el
nguillatún o cam aruco , una c e re m o n ia anual p a ra p e d ir
a N g u e n e c h é n sa lu d, buenas co se ch a s y q u e se r e p r o ­
d u zc a el g an a d o.
C o m o in te r m e d ia r io s a n te D io s y p a ra lu c h a r c o n tra
lo s wekufús, e stá n lo s machis, a los q u e lo s c r io llo s lla ­
m a n “ c u ra n d e ro s ” . L o s machis (h o y. en su m a y o ría , m u ­
je re s ) c o n o c e n ade m á s lo s re m e d io s p a ra d is tin ta s e n ­
fe rm e d a d e s d e l c u e r p o y la m e n te . L o s kalkus o b r u ­
jo s se d e d ic a n a h a c e r m a le fic io s .

MAPUCHES Y W I N K A S
W inka lla m a n lo s m a p u ­
ch es a lo s e x tr a n je r o s , a
lo s " b la n c o s ” . Los c o n o ­
c ie ro n en 1 5 4 1 ,c u a n d o
el e jé r c ito del español
P e d ro d e V a ld iv ia lle g ó a
C h ile , en pla n de c o n ­
q u is ta . E m pezó e n to n ­
ces una larga g u e rra de
re s is te n c ia q u e d e tu v o a
lo s e u ro p e o s , q u ie n e s
en el s ig lo X V I p r e te n ­
dían c o n v e r tir lo s en es­
cla vo s p a ra las m in a s d e o r o , o en m a n o d e o b r a p a ra
sus c a m p o s . A lo s d o s la d o s d e la C o r d ille r a de los
A n d e s , la g u e rra d u r ó la rg o s a ño s, c o r ta d a p o r p e r ío ­
d o s de paz. F u e ro n c o m u n e s lo s avances de tro p a s es­
p a ñ o la s y lu e g o c rio lla s s o b re lo s p o b la d o s indígenas,
y ta m b ié n lo s malones o a ta q u e s m a p u c h e s s o b re los
p u e b lo s y las e sta n cia s de lo s b la n c o s .

\ jlS
P e ro a p e s a r d e e so, e s te p u e b lo s u p o a p ro v e c h a r m u ­
c h o de lo q u e tra ía n lo s e u ro p e o s : c o n e l c a b a llo , fu e ­
ro n p r o n t o m e jo re s jin e te s q u e e llo s , y a fin e s d e l s i­
g lo X V I ya c ria b a n vacas, c a b ra s y o v e ja s , c u y a lana se
g e n e ra liz ó en lo s te la re s . T a n to é x it o tu v ie r o n en el
p a s to re o d e a n im a le s, q u e m e jo r a r o n la c a lid a d d e las
o ve ja s llegadas d e España y c o n s ig u ie ro n a n im a le s c o n
m ás c a rn e y m e jo r lana. T a m b ié n a d o p ta r o n n u e v o s
c u ltiv o s , c o m o el tr ig o , la ce b a d a , la c e b o lla y la a r v e ­
ja. L o s m e rc a d e re s in d íg e n a s llegaban a las fr o n te r a s y
las c iu d a d e s p a ra v e n d e r c a b a llo s , sal, te jid o s y a r tíc u ­
lo s d e c u e r o y m a d e ra ; lo s c o m e rc ia n te s c r io llo s e n ­
tre g a b a n a las tr ib u s h e rra m ie n ta s , a rm a s, ro p a s , a z ú ­
car, y e rb a paraguaya, b e b id a s , ta b a c o b ra s ile ñ o , tin tu r a s
d e la In d ia p a ra te la s, e tc é te ra .
En la d é ca d a de 1870 la g a n a d e ría a rg e n tin a se v a lo r i­
z ó , c o n el auge d e las o v e ja s y su lana, n e c e s a ria para
la in d u s tria t e x t il inglesa. T a m b ié n m e jo r ó e l g a n a d o
v a c u n o , d e s d e q u e se había in v e n ta d o e l b u q u e fr ig o ­
r ífic o y se e x p o r ta b a c a rn e c o n g e la d a a E u ro p a . P o r
eso, las tie r r a s in d íg e n as en la P am pa fu e r o n m u y c o ­
d icia d a s , al tie m p o q u e se q u e ría g a ra n tiz a r la s e g u ri­
d ad d e las e sta n cia s. E n tre 1879 y 1885 la ca m p a ñ a m i­
lit a r c o n o c id a c o m o la “ C o n q u is ta d e l D e s ie r t o ” t e r ­
m in ó c o n la in d e p e n d e n c ia d e lo s m a p u c h e s en la
A rg e n tin a . M u c h o s d e e llo s m u r ie r o n en la c a m p a ñ a y
el r e s to fu e fo r z a d o a tr a b a ja r en e sta n cia s o en el s e r­
v ic io d o m é s tic o , o c o n fin a d o en “ re s e rv a s ” , g e n e ra l­
m e n te c o n tie r r a s in s u fic ie n te s y m alas p a ra el c u ltiv o ,
m ie n tra s sus c a m p o s q u e d a b a n en m a n o s de t e r r a t e ­
n ie n te s y a c a p a ra d o re s . En ese m is m o tie m p o , en C h i­
le, e l E jé r c ito e m p re n d ía la lla m a d a "P a c ific a c ió n d e la
A ra u c a n ía ” , c o n lo s m is m o s re s u lta d o s .

58
H o y , en la A rg e n tin a , hay u n o s 5 0 .0 0 0 m a p u c h e s en las
p ro v in c ia s de N e u q u é n , R ío N e g ro , C h u b u t, La Pam pa
y B u e n o s A ire s . En g ra n p a r te s o n c ria n c e ro s (p a s to ­
re s de ca b ra s y o v e ja s ) o se d e d ic a n a la a g ric u ltu ra , si
la c a lid a d de la t ie r r a lo p e r m ite . U n a b u e n a c a n tid a d
ha m ig ra d o a las ciu d a d e s. En las p ro v in c ia s d e l s u r de
C h ile v iv e n unas 7 0 0 .0 0 0 p e rs o n a s de e s te p u e b lo .
Están en una s itu a c ió n e c o n ó m ic a s im ila r, a u n q u e so n
re la tiv a m e n te m ás lo s q u e v iv e n en c iu d a d e s c o m o
C o n c e p c ió n y, e s p e c ia lm e n te ,T e m u c o , d o n d e n o es ra ­
r o v e r m a n ife s ta c io n e s c a lle je ra s d e in d íg e n as q u e r e ­
c la m a n p o r sus d e re c h o s . El m apudungún o lengua m a ­
p u c h e se c o n s e rv a , c o n e sp e cia l fu e rz a en C h ile , d o n ­
d e a d e m á s es m u y fr e c u e n te el u s o d e las jo y a s d e p la ­
ta tra d ic io n a le s . A u n q u e hay m a p u c h e s c a tó lic o s o de
iglesias p ro te s ta n te s , m u ch a s c o m u n id a d e s a ctu a le s
c e le b ra n sus tra d ic io n a le s c e re m o n ia s re lig io sa s.

\ 59 /
¿DÓNDE ENCONTRAMOS
ESTAS HISTORIAS?
T R E N G T R E N G Y K A IK A I
V e rs io n e s d e e s te r e la to a q u í re c re a d o , m u y im p o r ­
ta n te en la m ito lo g ía m a p u c h e , a p a re c e n en u na g ra n
c a n tid a d d e a u to re s , d e s d e c ro n is ta s d e l s ig lo X V II
c o m o el P a d re R o sa le s (Historia general del Reyno de
Chile, V a lp a ra ís o , Im p re n ta d e El M e r c u r io , 1 8 7 7 -8 )
h a sta r e c o p ila d o r e s c o n te m p o r á n e o s d e la A r g e n tin a
y C h ile .

EL B IE N P E IN A D O
R e e la b o ra c ió n basada en un r e la to r e c o p ila d o p o r
B e rth a K o e s s le r-llg ( Cuentan los araucanos, B u e n o s A i ­
res, E spa sa -C a lp e , 1954).

L O S B R U JO S C A N ÍB A L E S
R e c re a c ió n a p a r t ir d e u na n a rra c ió n to m a d a p o r Fé­
lix José d e A u g u s ta ( Lecturas araucanas. V a ld iv ia , Im ­
p re n ta de la P re fe c tu ra A p o s tó lic a , 1910).

L O S F A V O R E S D E L T IG R E
Esta re e la b o ra c ió n se basa en v e rs io n e s de A u g u s ta
( o b ra c ita d a ) y T o m á s G u e v a ra ( Folklore araucano, San­
tia g o , Im p re n ta C e rv a n te s , 191 I). T a m b ié n e x is te n
o tra s , c o m o las p u b lic a d a s en lo s Testimonios m apuches
en Neuquén, B u e n o s A ire s , F u n d a c ió n B a n co de la P ro ­
v in c ia d e N e u q u é n , 1992, o las re c o p ila d a s p o r C é s a r
F e rn á n d e z (Cuentan los m apuches , B u e n o s A ire s , E di­
c io n e s N u e v o Siglo, 1995).
P R O B L E M A S P O R C U L P A D E L V IE JO L A T R A P A I
R e c re a c ió n d e u na h is to r ia re c o g id a p o r R ic a rd o L e n z
(Estudios araucanos. Materiales para el estudio de la len­
gua, la literatura y las costumbres de los indios m apuches
o araucanos, S antiago, Im p re n ta C e rv a n te s , 1 8 9 5 -9 7 ).

TR ES H E R M A N A S Y U N A Q U E S A B ÍA E LE G IR B IE N
R e c re a c ió n basada en v e rs io n e s re c o p ila d a s p o r Lenz
( o b ra c ita d a ).
E ste c u e n to n o s h a ce re c o rd a r , c la ra m e n te , la h is to r ia
e u ro p e a d e la C e n ic ie n ta , en una d e m o s tr a c ió n d e c ó ­
m o a lg u n o s re la to s via ja n d e b o c a en b o c a y hasta c r u ­
zan de ese m o d o e l m a r, m ie n tra s la g e n te les va c a m ­
b ia n d o d e ta lle s o a g re g a n d o cosas.

LA BÚ SQ UED A DE SHUSHU
V e rs ió n re a liz a d a s o b re la base d e u na re c o p ila c ió n de
K o e s s le r-llg ( o b ra c ita d a ).
ÍNDICE

Para acercarnos 7
Trengtreng y Kaikai 9
El Bien Peinado 13
Los brujos caníbales 19
Los favores del Tigre 27
Problemas por culpa del Viejo
Latrapa i 33
Tres hermanas y una que sabía
elegir bien 41
La búsqueda de Shushu 46
¿Quiénes son los mapuches? 53
¿Dónde encontramos estas
historias? 6l
B O ST O N P U B L IC LIB R A R Y

3 9999 04096 399 1

Esta edición de 5.000 ejemplares


se terminó de imprimir en
Kalifón S. A.,
Humboldt 66, Ramos Mejía, Bs. As.,
en el mes de febrero de 2000.
“ ‘M apu’ llama este pueblo a su tierra, que se es­
tira a los dos lados de la Cordillera de los Andes,
en la Argentina y en Chile, entre bosques espe­
sos, lagos verdes y azules, montañas nevadas,
volcanes y llanuras interminables.
Durante siglos, los mapuches defendieron su pa­
tria contra incas, españoles y criollos. Su tradi­
ción supo sobrevivir aun en reservas, tierras po­
bres y ciudades, y esa tradición, donde la palo-
bra es algo especialmente valioso, guarda una
gran cantidad de poesías religiosas y de amor, y
muchas narraciones. Hay entre ellas ‘historias
verdaderas’ o nütram que explican por qué el
mundo es como es, leyendas de héroes y recuer­
dos históricos, y ‘cuentos inventados’ o epeu, he­
chos por el placer de divertirse?

M iguel Á n g e l P a le rm o nació en el barrio


de San Telmo, Buenos Aires, en 1948.
Es antropólogo, fue docente en la Universi­
dad de Buenos Aires e investigador del CO-
NICET. Escribió la colección La otra historia,
de divulgación sobre los pueblos aborígenes
(Segundo Premio Nacional de Etnología y
Folklore, Secretaría de Cultura de la Na­
ción), y es coautor de los volúmenes 6 y 7
de la serie didáctica El Trébol Azul (Aique
Grupo Editor). En narrativa, escribió Super-
héroes de nuestro pueblo y. en esta colección.
Lo que cuentan los onas, Lo que cuentan los
guaraníes, Lo que cuentan los tehuelches y Lo
que cuentan los wichís.

M a ría Rojas nació en Buenos Aires en abril


de 1970. A los trece años ganó su primer

i: * * Lü.1* 1 I d e n t i f i e r :
lo q u e c u e n ta n lo sm 0 0 m ig u

T i t l e : Lo que c u e n ta n l o s
mapuches
A u t h o r s : R o j a s . M a r i a, 1 9 70-

https://archiwe.org/dctails/
loquecuentanlos«i6 0 aigu

huelches y Lo que cuentan los wichis.

m Edad sugerida: a partir de 9 años

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