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¡Oh, cuan maravilloso es nuestro Dios! Cuanto nos ama y cuanto tenemos que
aprender a amarnos de igual forma. Aun cuando éramos pecadores, el murió por
nosotros y su infinita misericordia no se cansa de buscarnos, perdonarnos y
restaurarnos si le permitimos obrar, quitar, limpiar y colocar en nuestras vidas lo
que el entienda necesario. No solo tuvo misericordia en aquellos tiempos, hoy
somos nosotros los protagonistas de una nueva historia donde al igual que en
aquellos tiempos, nos perdemos y dispersamos “como ovejas que no tienen
pastor.” El amor de Dios nos alcanza, él nos llama a vivir una vida con propósito,
una vida con sentido de eternidad porque para la eternidad fuimos creados. Por
eso al hombre se le hace tan dura la muerte carnal, porque Dios nos creó para ser
eternos y fue el pecado de Adán que nos trajo la muerte. Más Jesús venció la
muerte y nosotros vencimos con él. El pasar en esta vida es solo un soplo
comparado a la eternidad junto al Señor. Mientras estemos aquí pasaremos
pruebas y tribulaciones, enfermedades y muerte. Por eso estamos llamados a
tener compasión con todo el que sufre, porque ninguna está exento de
sufrimiento. Más si vivimos en Cristo y su Santo Espíritu mora dentro de nosotros
eso será el motor que te impulse a ser instrumento de Dios. Allí donde haya
tristeza, tú des consuelo y apoyo. Donde haya confusión puedas tu llevar
entendimiento. Donde haya dudas, que lleves la fe. Donde haya tinieblas, seas la
luz y que Dios sea glorificado en todo lo que hagas.