Sei sulla pagina 1di 2

UN ALTO EN EL CAMINO DICIEMBRE 5 DE

1.972

El sacerdote:
“PROFESIONAL MENOR DE EDAD”
ALFONSO LLANO ESCOBAR, S.J.

(Viene de la pág. 5ª-A)


poderosas, de estructura interna totalizante y anacrónica, que no han puesto al día su
organización, que no se dejan cuestionar de sus súbditos, que prolongan en el Siglo
XX la explotación del hombre por el hombre.
El hombre se hace hombre por la toma de conciencia y ejercicio de sus derechos y
libertades y el reconocimiento de estos por parte de la sociedad mediante estatutos
jurídicos que den fisonomía pública a los particulares y un arma jurídica de defensa a
los individuos como ciudadanos frente a los posibles abusos de la autoridad o de sus
conciudadanos.
La mujer y el obrero, últimamente el niño, el campesino y el anciano, han adquirido
"carta de mayoría de edad" en el panorama nacional, porque sus deberes y derechos
vienen siendo claramente definidos en la legislación pública.
Los beneficios que han reportado ellos y el país son manifiestos e incuestionables.
No ha ocurrido así con las clases sociales arriba enunciadas.
No habría que atribuir a exceso de codificación de deberes y a una ausencia de
estatuto de derechos, algunas de las fallas "profesionales" de los sacerdotes en
Colombia?
No se ha mantenido en una "minoría de edad" a unos hombres ya maduros, para
evitar problemas? ¿O lo más probable, por pereza de pensar, revisar y cambiar?
Línea de solución
Tenemos que partir con el reconocimiento de un hecho: la libertad es el único terreno
abonado donde se forjan los grandes hombres y donde se estructuran los verdaderos
valores humano-cristianos.
El primer paso que hay que dar es conquistar en forma nueva esa libertad. Será
penoso hacerlo. Un aumento de madurez, de iniciativa, de creatividad en los
sacerdotes, más acorde con el tiempo en ningún modo puede perjudicar a la Iglesia.
Habrá que revestirse de la libertad de espíritu de un San Pablo para que valores, que
se creían sacrosantos, como la Ley de Moisés para los judíos, sean tenidos como
simples formas de existencia del pasado. Habrá que renunciar a muchas hipérboles y
representaciones exageradas del dogma o de la disciplina sacerdotal. Habrá que
aprender a hablar y a pensar de otro modo sobre uno mismo.
Se impone un gran esfuerzo por parte de todos los sacerdotes para cobrar conciencia
de nuestro sacerdocio, como participación del sacerdocio de Cristo. Jesucristo
sacerdote es nuestra fuente de libertad a la par que de sujeción al Padre y a la Iglesia.
No se trata de implantar un gobierno democrático en la Iglesia ni introducir la anarquía,
como se podría imaginar quien creyera que la forma actual del ejercicio de la
autoridad de la Iglesia universal y en Colombia pertenece a la esencia de la autoridad
divina legada por Cristo.
La Iglesia misma, en el Vaticano II, en el cual tomaron parte nuestros obispos ya
empieza a dar un nuevo campo a la libertad que se va respirando cada vez más en el
mundo eclesiástico.
Si los obispos quieren una Iglesia viva, pujante, comprometida, que participe en el
cambio social y en el progreso espiritual del país, se tienen que imponer la tarea de
revisar el ejercicio de su autoridad, las estructuras eclesiásticas que hayan caducado;
se tienen que imponer la urgente misión de promover todavía más la formación humana
e intelectual de su clero y cultivar la conciencia personal del sacerdote como
"profesional" de Dios en un mundo que peligra quedarse sin Dios; la libertad es la
única condición y posibilidad de hacer algo grande en la vida.
El sacerdote se está quedando por fuerza de las circunstancias como un "menor de
edad" que no da problemas, pero que no piensa, no crea, no resuelve, en el grado en
que la situación se lo demanda porque no tiene personalidad ni talla profesional;
porque no tiene capacidad ni independencia para obrar: lo atan mil códigos y
cánones, mil órdenes y censuras que son abiertamente contrarias a la imagen que Dios
se señaló como meta al crear al hombre y sobre todo al enviar a su Hijo como
sacerdote para llevar adelante la gran obra de la Redención. Recordemos a San
Pablo: "Para ser libres nos libertó Cristo. Mantenéos, pues firmes y no os dejéis
oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud". Gal. 5,1
Se imponen pues, dos cambios fundamentales, originados por el mismo fenómeno
social y en el fondo por la base teológica de la fundamentación de nuestro sacerdocio
en Cristo:
- Revisión de la forma de autoridad.
- Crecimiento en la madurez, responsabilidad y sana autofirmación del sacerdote.
Se busca seguridad, prudencia, no tener riesgos ni correr peligros. Puede ser el
camino más directo a la mediocridad.
El infundir miedo y exigir permisos nunca han sido normas pedagógicas eficaces ni
forja de grandes hombres.
Y los mismos obispos en Colombia son los primeros en modificar u omitir algunas de
estas medidas, que aún perduran en la legislación de la Iglesia.
En los últimos diez años la autoridad episcopal en Colombia ha cortado con mano
fuerte todo brote de rebelión sacerdotal. No habrá frenado, a veces sin quererlo,
esfuerzos por pensar y por expresar una fe que buscaba caminos originales, surcos de
encarnación a la semilla de Dios en la tierra colombiana?
La juventud ha vuelto a creer en Cristo. Busca ideales por los cuales sacrificar su
vida y a los cuales consagrar todas sus fuerzas: necesitamos sacerdotes de Cristo, que
sean profesionales mayores de edad.
Es de esperar que, de sacerdotes así, los medios de publicidad sean capaces de
proyectarnos una imagen también nueva y justa.

Potrebbero piacerti anche