El sacerdote: “PROFESIONAL MENOR DE EDAD” ALFONSO LLANO ESCOBAR, S.J.
(Viene de la pág. 5ª-A)
poderosas, de estructura interna totalizante y anacrónica, que no han puesto al día su organización, que no se dejan cuestionar de sus súbditos, que prolongan en el Siglo XX la explotación del hombre por el hombre. El hombre se hace hombre por la toma de conciencia y ejercicio de sus derechos y libertades y el reconocimiento de estos por parte de la sociedad mediante estatutos jurídicos que den fisonomía pública a los particulares y un arma jurídica de defensa a los individuos como ciudadanos frente a los posibles abusos de la autoridad o de sus conciudadanos. La mujer y el obrero, últimamente el niño, el campesino y el anciano, han adquirido "carta de mayoría de edad" en el panorama nacional, porque sus deberes y derechos vienen siendo claramente definidos en la legislación pública. Los beneficios que han reportado ellos y el país son manifiestos e incuestionables. No ha ocurrido así con las clases sociales arriba enunciadas. No habría que atribuir a exceso de codificación de deberes y a una ausencia de estatuto de derechos, algunas de las fallas "profesionales" de los sacerdotes en Colombia? No se ha mantenido en una "minoría de edad" a unos hombres ya maduros, para evitar problemas? ¿O lo más probable, por pereza de pensar, revisar y cambiar? Línea de solución Tenemos que partir con el reconocimiento de un hecho: la libertad es el único terreno abonado donde se forjan los grandes hombres y donde se estructuran los verdaderos valores humano-cristianos. El primer paso que hay que dar es conquistar en forma nueva esa libertad. Será penoso hacerlo. Un aumento de madurez, de iniciativa, de creatividad en los sacerdotes, más acorde con el tiempo en ningún modo puede perjudicar a la Iglesia. Habrá que revestirse de la libertad de espíritu de un San Pablo para que valores, que se creían sacrosantos, como la Ley de Moisés para los judíos, sean tenidos como simples formas de existencia del pasado. Habrá que renunciar a muchas hipérboles y representaciones exageradas del dogma o de la disciplina sacerdotal. Habrá que aprender a hablar y a pensar de otro modo sobre uno mismo. Se impone un gran esfuerzo por parte de todos los sacerdotes para cobrar conciencia de nuestro sacerdocio, como participación del sacerdocio de Cristo. Jesucristo sacerdote es nuestra fuente de libertad a la par que de sujeción al Padre y a la Iglesia. No se trata de implantar un gobierno democrático en la Iglesia ni introducir la anarquía, como se podría imaginar quien creyera que la forma actual del ejercicio de la autoridad de la Iglesia universal y en Colombia pertenece a la esencia de la autoridad divina legada por Cristo. La Iglesia misma, en el Vaticano II, en el cual tomaron parte nuestros obispos ya empieza a dar un nuevo campo a la libertad que se va respirando cada vez más en el mundo eclesiástico. Si los obispos quieren una Iglesia viva, pujante, comprometida, que participe en el cambio social y en el progreso espiritual del país, se tienen que imponer la tarea de revisar el ejercicio de su autoridad, las estructuras eclesiásticas que hayan caducado; se tienen que imponer la urgente misión de promover todavía más la formación humana e intelectual de su clero y cultivar la conciencia personal del sacerdote como "profesional" de Dios en un mundo que peligra quedarse sin Dios; la libertad es la única condición y posibilidad de hacer algo grande en la vida. El sacerdote se está quedando por fuerza de las circunstancias como un "menor de edad" que no da problemas, pero que no piensa, no crea, no resuelve, en el grado en que la situación se lo demanda porque no tiene personalidad ni talla profesional; porque no tiene capacidad ni independencia para obrar: lo atan mil códigos y cánones, mil órdenes y censuras que son abiertamente contrarias a la imagen que Dios se señaló como meta al crear al hombre y sobre todo al enviar a su Hijo como sacerdote para llevar adelante la gran obra de la Redención. Recordemos a San Pablo: "Para ser libres nos libertó Cristo. Mantenéos, pues firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud". Gal. 5,1 Se imponen pues, dos cambios fundamentales, originados por el mismo fenómeno social y en el fondo por la base teológica de la fundamentación de nuestro sacerdocio en Cristo: - Revisión de la forma de autoridad. - Crecimiento en la madurez, responsabilidad y sana autofirmación del sacerdote. Se busca seguridad, prudencia, no tener riesgos ni correr peligros. Puede ser el camino más directo a la mediocridad. El infundir miedo y exigir permisos nunca han sido normas pedagógicas eficaces ni forja de grandes hombres. Y los mismos obispos en Colombia son los primeros en modificar u omitir algunas de estas medidas, que aún perduran en la legislación de la Iglesia. En los últimos diez años la autoridad episcopal en Colombia ha cortado con mano fuerte todo brote de rebelión sacerdotal. No habrá frenado, a veces sin quererlo, esfuerzos por pensar y por expresar una fe que buscaba caminos originales, surcos de encarnación a la semilla de Dios en la tierra colombiana? La juventud ha vuelto a creer en Cristo. Busca ideales por los cuales sacrificar su vida y a los cuales consagrar todas sus fuerzas: necesitamos sacerdotes de Cristo, que sean profesionales mayores de edad. Es de esperar que, de sacerdotes así, los medios de publicidad sean capaces de proyectarnos una imagen también nueva y justa.