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J
osh tendrá que reconciliar su pasado…
L
a vida no solo me tiraba limones. Oh no. Como antiguo campeón
estatal de parador en corto1, tan seguro como el infierno hubiera
podido atrapar algunos pedazos de fruta. En su lugar, la vida tiró mi
trasero en un pozo lleno de estos. Por primera vez en mis veinte años, no supe
cómo seguir. Tendido en el piso de la habitación de mi infancia, empapado
en sudor, con el corazón latiendo más rápido que un corredor olímpico…
era el momento en el que debería haber tenido una epifanía.
Pero ignoré las pesadillas tomadas de mi propia realidad y luché para volver
a la cama. El dolor explotaba en mi muslo, disparándose por todo mi cuerpo.
No sabes lo importante que es poder usar ambas piernas hasta que una bala
atraviesa una de ellas.
1Parador en corto: Jugador de béisbol que ocupa una de las posiciones más difíciles y
dinámicas, debido a la ubicación en que se juega. Requiere de buena habilidad para
atrapar y lanzar la bola.
—Estoy bien, Liz.
Tomé la pastilla para el dolor de mi mesa de luz y la hice bajar con la botella
de agua que ella me había dejado antes. Me sentí culpable al instante por
intentar eliminar el dolor.
—Bueno, eso fue tonto —dijo ella, arqueando una ceja con diversión. Si tan
solo supiera la verdad. Pero no la haría cargar con esa mierda. Ya había
pasado por mucho el día que ese tipo armado tiroteó mi universidad. Tuvo
el privilegio de observar cómo se revelaba mi pesadilla, gracias a la estación
de noticias local. Más tarde, me dijo que se había bloqueado
completamente, sin saber si estaba vivo o muerto, consumida por la culpa
por la estúpida pelea que habíamos tenido por su idiota ex novio.
—Estoy bien.
—¿Estás seguro?
—Sí.
—¿Josh? —Liz empujó mi hombro, y traté de sacar las visiones de ese horrible
día de mi mente—. No luces bien.
—Tengo que ir a clases, pero la ayuda domiciliaria debería estar aquí en una
hora. Puedo llamar a Zach para que se quede contigo hasta entonces.
Cerré mis ojos y alejé la ira. Sabía que todos estaban preocupados. Incluso
si me estaban volviendo malditamente loco.
Tomé mi almohada y la lancé de nuevo hacia ella. La atrapó una vez más.
Pero no me la tiró de vuelta. Caminó hacia mi cama, la dejó allí y se sentó
en el borde.
Sus ojos color avellana se dispararon hacia mí, de repente brillando por las
lágrimas en ellos. Se mordió el labio para evitar que temblara.
—Es bueno tenerte en casa otra vez. Solo desearía que no te hubieran
herido.
—Cualquier cosa.
—No vuelvas.
—¿Disculpa?
—Ve a casa, hermanita. Aprecio todo lo que haces, pero en serio, estoy
bien. Es tiempo que vuelvas a la escuela. Te has perdido demasiadas clases.
Además, estoy seguro de que Sadie extraña a su compañera de cuarto.
Su boca se abrió, luego sus labios formaron una fina línea, y sabía que la
estaba matando no discutir conmigo. Casi deseaba que lo hiciera. La
normalidad era lo único que quería. La primera semana no me importó todo
el alboroto, pero habían pasado dos semanas y ya estaba listo para saltar
por la ventana.
—Supongo que podría hacerlo. Es decir, Zach podría al menos quedarse una
noche y…
—Estoy feliz de que estén juntos otra vez, pero por favor ahórrame los
detalles incómodos.
—Sí, estoy bien —dije antes de que pudiera preguntarlo una última vez.
—De acuerdo, adiós. Oh, y ponte una camiseta —dijo Liz mientras corría por
las escaleras.
Mi celular destelló sobre mi mesa de luz, y lo tomé para ver un mensaje y seis
llamadas perdidas. Una de mi entrenador y cinco de clientes. El entrenador
probablemente quería ver cómo estaba. Tenía esperanzas de que volviera
al campo en un año. Seguro. Mis clientes, estoy seguro, había oído sobre el
tiroteo. No deberían haber esperado que colgara paneles de yeso o que
pintara sus persianas después de haber recibido un disparo. Quizás solo
llamaban para ver cómo estaba. No me importaba lo suficiente como para
descubrirlo. Abrí el mensaje.
Eli:
¿Dónde has estado? ¿Todo está bien?
Dormir no era lo único que desataba las visiones, así que no tenía sentido de
todas formas. Aparecían en mi mente constantemente. Nunca sabía qué
visión sería.
Estuve en el infierno por menos de una hora, aun así había miles de maneras
en que mi mente lo recordaba. Hasta el más mínimo detalle. Acostumbrarse
a los recuerdos ya era bastante difícil. Pero aceptar que serían una parte de
mí para siempre…
Otro golpe en la puerta. Jesús, era impaciente. ¿No sabía que tenía un
agujero de bala en la pierna?
Me deslicé hacia el penúltimo escalón, sostuve las maletas contra el piso y
las usé como ayuda para levantarme. Gracias a Dios antes del tiroteo había
tenido un programa de entrenamiento activo, o no habría sido capaz de
levantar mi trasero. Otro golpe.
—Uh… —oí y levanté la mirada hacia el último par de ojos que pensé jamás
volvería a ver. Eran aún más azules que un huevo de petirrojo. Con el
corazón latiendo rápidamente, sin palabras, pestañeé, con miedo de que
fuera otra visión. Nop, aún estaba allí. Con el cabello rubio rojizo, tan
sedosamente suave como recordaba, solo que más largo. Apostaría mi
trasero que bajo esa ropa de enfermera de Winnie Pooh, sus pechos
estaban igual de bien.
Sus ojos viajaron hacia mis abdominales desnudos. Dio un paso hacia atrás,
con los ojos mirando el césped justo como solía hacerlo dos años atrás en el
parque de agua, antes de que yo hubiera erosionado su tímido exterior.
—¡Kat, espera! —grite y corrí detrás de ella, pero olvidé las muletas. En
cuanto puse mi peso sobre la pierna mala, un grito muy poco masculino salió
de mí, y caí sobre mi rostro. Me pusé de costado para ya no estar comiendo
césped y traté de no gemir.
—¡Oh Dios mío, Josh! —Se dejó caer sobre sus rodillas a mi lado, apoyando
sus frías manos en mis hombros—. ¿Estás bien? —La piel en el puente de su
nariz aún se arrugaba cuando estaba preocupada, me di cuenta.
Se echó hacia atrás, sosteniendo una hoja de césped que había sacado de
mi cabello. Un solo toque y quería más. Observé el césped y luego mis ojos
viajaron hacia su mano, particularmente hacia el anillo que cubría el tatuaje
que sabía que estaba en su dedo anular. Gracioso. El mío también estaba
cubierto por un anillo. Mejor que estuviera escondido que recordar mi más
grande remordimiento.
A primera vista, sus grandes ojos estaban llenos de preocupación, pero ante
mi observación de sabelotodo los alejo de mí. Todo su cuerpo se retrajo, y
sentí como si me hubieran disparado de nuevo.
—Será como en los viejos tiempos —dije, esperando que recordara el mejor
verano de mi vida. Trabajando en los toboganes de agua, observándola
desde el punto más alto del parque mientras vendía algodón de azúcar.
Encontrarnos detrás de La Laguna Azul para besarnos. Almorzar en el Aqua
Café, donde habíamos compartido patatas fritas en forma de pez y alitas
de pollo porque por más que le encantaban, nunca podía terminarlas ella
sola.
No lo hizo.
N
o podía llegar a un buen entendimiento de esto. Katherine Singleton
estaba en mi sala. Por meses después de que me fui, jugó en
constante rotación en mi mente. Era todo en lo que pensaba. Todo
lo que soñaba. Aun después de dos años, todavía aparecía dentro y fuera
de mis pensamientos. ¿Cómo olvidas a tu primer amor? ¿Tu único amor?
—Supongo que estoy aquí para cuidar de ti. Por favor siéntate y finge que
no estoy aquí. —Empujó mi hombro, y mientras caía sobre el suave cojín del
sofá ella tomó mis muletas.
—No recuerdo que fueras tan mandona —dije con una sonrisa, con la
esperanza de aligerar el estado de ánimo. Pero cuando su cremosa piel
blanca enrojeció y sus ojos se llenaron de fuego, supe que mi humor no era
bienvenido.
Hizo una bola con su cabello en su puño, alejándolo de su rostro. Dios, era
hermosa. La universidad estaba llena de chicas, pero nunca había
encontrado otro par de ojos tan azules o expresivos como los de Kat. Ni
había nadie que se acercara a poseer esa cremosa piel perfecta. La
mayoría de las chicas en el campus eran falsas y endurecidas y se parecían
más a muñecas Barbie radioactivas.
Así que le dije lo que le decía a cualquier otra persona que intentaba
atender cada una de mis necesidades.
—Estoy bien.
—No se supone que esto sea divertido. Estoy trabajando. Eres mi cliente.
—Me han pasado muchas cosas desde ese verano, y aunque fue divertido
fingir que el mundo solo existía para nosotros, tuve que regresar y enfrentar
la realidad… donde no hay mucho espacio para la diversión.
—Nada.
—No es nada acerca de lo que quiera hablar. ¿Dónde están los vendajes
así puedo cambiártelos?
Lo hizo de nuevo. Dios, quería que se abriera. Que me contara lo que
sucedió en los últimos dos años, que actuara como si nuestro tiempo
separados no sucedió… pero esta era Kat, más frágil que nunca, y
necesitaba tiempo.
—Recibí un disparo.
No pensé que sus ojos pudieran agrandarse más. Casi estiré mi mano, listo
para atraparlos si se caían.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Eso no es importante.
—No tenía idea. Josh, lo siento tanto. Eso debió haber sido horrible. —Kat
levantó la vista con pesar en su mirada—. Y fui tan rencorosa contigo.
Parpadeó y se dio vuelta, mirando una vez más mi muslo. Sus manos se
suspendieron justo encima de las vendas antes de apoyarlas suavemente
sobre mi pierna.
—¿Duele?
No quería mirar la herida, pero quería verla a ella. Era tan cuidadosa y
especial, retirando la gasa lentamente, suavemente.
Siempre fue buena con cosas como estas. Mientras desenredaba la gasa,
mi mente derivó de nuevo al momento en que sacó una astilla de mi dedo.
—Astilla —balbuceé.
Rio.
—Lo sé. —Hizo un mohín con su labio en compasión—. Ven aquí. —Envolvió
sus brazos alrededor de mi cuello y propulsó su pierna sobre la mía hasta que
me estuvo montando a horcajadas. Acuné mi cabeza en su pecho, y tomó
mi dedo y lo examinó.
—Eres realmente buena en esto. Mi mamá se las arregla para hacerme daño
sin importar lo cuidadosa que sea.
Por la manera en que el rojo se deslizó por sus mejillas, era obvio que sabía
a lo que yo me estaba refiriendo.
—¿Kat?
—¿Sí? —Vaciló antes de volverse. Sus labios fruncidos, sus ojos centrados,
todo en ella decía que estaba bien. Pero la conocía. No lo estaba. Estaba
ocultando algo. Algo desagradable. Necesitaba saber qué era. Al minuto
en que apareció en el escalón de mi casa, las visiones de más temprano de
ese día se fueron. Una sensación de calma se había apoderado de mí,
haciéndome sentir más conectado a la tierra, más yo mismo. Nadie más
había sido capaz de hacer eso.
—¿Vuelves mañana?
Una sonrisa tiró de las esquinas de su boca perfecta y quise lanzar mis manos
en gesto de victoria. Dios, extrañaba esa sonrisa. Deseaba que no la
contuviera.
Podría haber estado insultándome por todo lo que yo sabía. Aun así había
una brizna de esperanza, y me aferré a esta.
M
i mamá había pasado de calmada y serena a una maldita
acosadora. Me estaba volviendo jodidamente loco. Juro que si no
cerraba la puerta para orinar, me seguiría.
Estaba apoyado contra mi pared, listo para dormir, cuando hubo un solitario
golpe en mi puerta. Mamá irrumpió antes de que pudiera decirle que
estaba bien.
—¿Necesitas algo más? ¿Agua? ¿Un bocadillo? Puedo calentar algo del
caldo de pollo de la otra noche.
Recogió unos vaqueros del suelo y los colocó en el cesto. Sus ojos se
precipitaron a la ventana y se estiró hacia ella, deslizando una mano a lo
largo del alféizar.
—Lo sé.
—Pero no me perdiste. Estoy aquí. Tan apuesto como siempre —dije y forcé
la sonrisa que se había acostumbrado a ver en mí.
—Sí lo eres. —Hizo un gesto para que me acostara y aunque quería dar mi
respuesta habitual de “Estoy bien”, sabía que necesitaba esto.
Besó mi frente.
—Estoy asumiendo que eso quiere decir que ella es una cosa linda, pero eso
no es lo que estoy preguntando. Necesito que sea capaz de cuidarte
cuando tu padre y yo no podamos estar aquí.
—Sí, mamá.
—Hazme un favor.
***
Click.
Bang.
—Estoy bien, Liz —dije, sin querer ir por la misma mierda que habíamos
atravesado el día anterior.
—¿Estás bien? —La voz, como éxtasis líquido para mis oídos, me irguió. Fui
saludado por los rostros de Mickey y Minnie mientras Kat se arrodillaba y
empujaba mi cabello empapado en sudor fuera de mi frente.
—No puedo decir que te creyera. Pensé que quizás simplemente estabas
diciendo lo que pensabas que quería escuchar para que no te molestara.
Los ojos de Kat se lanzaron hacia el suelo cuando tiré de la camiseta sobre
mi cabeza. Eché un vistazo al frente hacia la escritura blanca. De entre
todas las camisas para escoger.
—Este fue un gran festival —dije, recordando la manera en que las caderas
de Kat se balanceaban con la música. Cómo su cabello rozaba el nudo de
la parte superior de su bikini. Cómo había presionado su espalda contra mí
y había envuelto mis brazos alrededor de su estómago desnudo, besando
una línea por su cuello. Las risitas que vinieron después, y la forma en que
había inclinado su cabeza hacia atrás para mirarme.
—Vístete —dijo Kat, claramente evitando hablar del último fin de semana
que habíamos pasado juntos—. Tu hermana me dijo que te estás quedando
sin vendajes y necesitas reponer tus medicamentos para el dolor, así que
iremos a la farmacia.
Conoció a mi hermana.
—De acuerdo, mamá —bromeé, pero por la forma en que sus labios se
curvaron hacia abajo, era obvio que no lo encontraba gracioso. Entonces
me golpeó.
***
Tomé mis muletas y me esforcé para bajar las escaleras. Ruidos de sartenes
tintineando en la cocina me indicaron dónde estaba Kat.
La manera en que evitó el tema de su mamá me hizo preguntarme qué
había pasado. Su mamá estaba enferma cuando me marché… ¿estaba
peor ahora?
—Me asustaste.
Me levanté del banco, ajusté mis muletas y me moví más cerca de ella.
—No. No me asustas.
—¿Estás segura?
—Josh —exhaló, y me estiré para ahuecar su mejilla, pero entonces sus ojos
se desviaron. Me esquivó y fue directamente a la nevera—. ¿Quieres huevos
revueltos o pan francés?
—Ya verás —dijo con una sonrisa, y supe que había decidido la misma cosa.
—¿Estás seguro? Porque por lo que recuerdo, como que apestas con ellos.
—Disculpa… Oh. —Sonreí—. Te dije que ese plástico era imposible. Dobló el
cuchillo.
Sacudí mi mano.
—Detalles.
—Huele asombroso.
—Casi está hecho. —Tomó las fresas y volvió a la cocina. La observé mientras
se movía entre la sartén y el plato. Sus manos trabajaban fácilmente a
medida que transfería la comida de una al otro. Un ritmo perfecto que era
obviamente natural para ella.
Mi boca estaba goteando para el momento en que cargó dos platos hasta
la encimera.
—Estoy impresionado.
Sonrió satisfecha.
—Sí. Lo eres.
Su cara se ruborizó.
—No, Liz lo es, sin embargo. Mamá mantiene las cosas en la casa para
cuando ella los visita.
Kat retiró la pluma de su cabello y suaves ondas cayeron sobre sus hombros.
—Uh huh.
Silencio.
Kat se comió una fresa, y una gota de Nutella manchó su labio inferior.
Me incliné a través de la encimera, y su cuerpo se puso rígido.
—Tienes un poco… —Me estiré, frotando mi pulgar por su labio. Sus ojos
bloqueados con los míos, y tomó toda mi resistencia no envolver mi mano
alrededor de su cabeza y besarla hasta la estupidez—. Ahí —dije. No pude
controlar a mis ojos de mirar fijamente su boca. Sus labios se separaron y el
control que tenía se desvaneció. Me incliné de vuelta hacia ella.
M
e desperté con el estruendo de las ollas. Giré mi cabeza a mi
despertador. Kat llegaba justo a tiempo. Estuve un poco
decepcionado de que no viniera y me despertara. Tal vez debería
haber hecho un fuerte ruido así lo hubiera hecho.
—Buenos días. —Cuando se dio la vuelta había un brillo en sus mejillas, casi
un brillo en sus ojos. El mismo resplandor inocente que me había atraído en
un principio.
—Buenos días. Espero que te guste el queso en tus huevos. —Se enfrentó a
la pileta y pasó el sartén bajo el agua. Sus caderas se balanceaban como
si se estuviera moviendo a un ritmo que solo ella podía oír.
—Mi mamá, por ejemplo —dijo ella, y la forma en que su voz se suavizó me
preocupó.
Me tomé mi tiempo para comer, esperando que Kat volviera. Nunca lo hizo.
Lavé los platos, los sequé y me tomé más tiempo de lo necesario para llegar
al auto.
Pero quería quitar esa tristeza, ese dolor, de Kat. Ella no necesitaba vivir con
eso en su interior. Devorando todo lo que era bueno. Quería ser la persona
en quien podía confiar. Porque en otro tiempo, yo era esa persona.
Mirarla era como recibir un millar de golpes en mi pecho. La jodí. Ni siquiera
la presenté a mi familia. A nadie. Los únicos que sabían acerca de nosotros…
éramos nosotros. ¿Por qué hice eso? En ese entonces era tan hermosa y
buena, y yo era un tonto que debería haberle mostrado el mundo en lugar
de solo la parte trasera de mi camioneta.
Tal vez por eso nunca me dijo que me quedara. ¿Por qué quedarse con
alguien que no quería que el mundo supiera que la amaba? Maldita sea.
Era un idiota.
—¿Por qué lamentarías eso? —Kat sonrió—. Es una dulzura, y por alguna
razón, te ama. Sin embargo, se refirió a ti como el “niño de oro”.
Su cabello cayó, cubriendo su rostro, y supe que lo hizo para que no viera su
reacción. Controlé mi deseo de alejarlo, asustado de que si lo hiciera, no
sería suficiente. Desde que entró por mi puerta, había estado tratando con
una constante erección. Ya era bastante malo cuando la agarraba por el
codo y las muñecas. Debería haber tenido etiquetas de advertencia para
una piel tan suave.
—Tienes razón. No tiene sentido revivirlo. Así que conseguiré las medicinas,
conseguirás las vendas. ¿Nos vemos en la registradora?
Eli:
Me acerqué al mostrador. Una señora con una muy fea peluca y demasiado
maquillaje me miró.
—Lamento mucho que tuvieras que pasar por eso. Es genial verte bien.
Fue la primera vez que tuvimos sexo. Llámame engreído, pero tenía la
sensación de que esa noche era la noche. Tenía razón. Recordé cada
detalle, hasta el tanga de encaje blanco y sujetador a juego que tenía
debajo de su vestido rosa claro.
—Tienes que estar bromeando. ¿Josh? —Me volví rápidamente ante la voz
y golpeé una caja de condones en el suelo. De todas las personas para
encontrarme en mi primera salida real. Y cuando estaba con Kat, para
menos.
—Es tan bueno verte. Después de enterarme de lo que pasó, estaba tan
preocupada. Quería llamarte, pero no tenía tu nuevo número.
Estoy seguro de que lo tenía. Kim simplemente no llamaba para ver cómo
se encontraban las personas. Solo llamaba cuando necesitaba algo o tenía
un motivo oculto. Solo me tomó una semana de salir con ella para entender
eso. Me quería utilizar a mí y mi beca de béisbol como una escapada de
este lugar. Aunque, en ese momento, el sexo era bueno, así que la dejé
quedarse. Pero entonces descubrí lo que era tener sexo con Kat, alguien a
quien realmente amaba. Nada se comparaba a eso.
—Ya que estás buscando condones, supongo que todas las piezas correctas
todavía están funcionando. —Sus ojos excesivamente maquillados miraron
hacia mi entrepierna y luego de regreso. Sonrió en su manera sexy, pero no
tenía el mismo efecto en mí que una vez tuvo.
Normalmente tendría una respuesta afable, pero mis ojos se posaron en Kat
a través del pasillo y el pánico se apoderó de mí. Casi dejé caer la caja y la
puse de nuevo en el estante cuando la mujer detrás del mostrador se
acercó.
Necesitaba volver a Kat, pero tan pronto como me moví Kim se paró frente
a mí.
Sus largas uñas rojas hicieron clic en mi teléfono mientras escribía su número
en mis contactos. Nota mental: eliminarlo. Lo antes posible.
Mierda. ¿Por qué estaba mirando su culo cuando el único culo que me
importaba se había alejado hace un momento?
—No lo somos. Es la primera vez que la he visto desde… —Hice una pausa
antes de callarme. La última vez que vi a Kim fue un gran error—. Desde el
último año de secundaria.
—Oh. —El silencio se extendió entre nosotros, y deseé que la línea se moviera
más rápido. La última cosa que necesitaba era toparme con Kim de nuevo
mientras estaba de pie con Kat.
—En primer lugar, esta mierda es peor que las cosas con las que trataron de
alimentarme en el hospital. En segundo lugar, no hay un gramo de nutrientes
saludables en esto.
—En primer lugar, es barato. En segundo lugar, esto viene del tipo que
pensaba que sumergir sus papas fritas con queso en salsa de tomate era
saludable.
Abrió los labios y entornó los ojos. Arqueé una ceja y me respondió poniendo
los ojos en blanco.
—Voy a tener que comer también. ¿Por qué no lo hacemos después de mi
cita?
—Por suerte para ti, soy chapado a la antigua y nunca dejaría que pagues.
Me incliné hacia ella hasta que fui engullido por su dulce aroma.
—¿Lo era?
—Sí, lo era.
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—Estás preciosa.
—Está bien.
—¿Fue tan difícil? —pregunté, levantando una ceja y mirándola con una
sonrisa estúpida.
Una risa molesta escapó de sus labios, y negó con la cabeza, chupando su
labio inferior.
F
ui un idiota por creer que conseguiría que Kat me hablara durante la
cena en Felice’s. Cada vez que intentaba desviar la conversación
hacia ella y los dos últimos años, se cerraba. Odiaba que ya no pudiese
hablar conmigo. Solía ser su vía de escape. La única persona a la que le
confiaba todo.
Kat pasó la mano de arriba a abajo por su brazo y luego tomó su tenedor y
apuñaló su comida.
Mis ojos viajaron por las líneas de su mandíbula hasta la curva de su cuello,
demorándome en su cicatriz.
Si tan solo me dejara entrar. Hablara conmigo. Sabía que sería capaz de
hacerla cambiar de opinión acerca de nosotros. Pero, ¿cómo haces que
una persona se abra cuando no quiere hacerlo?
Escuché sus pasos y decidí que era hora de dejarlo pasar. Era mi ayudante
y nada más. Tres días con ella y había dejado que la línea se volviera
borrosa. Pero ella no estaba preparada o dispuesta a darnos otra
oportunidad, sin importar lo mucho que la quería.
El pasado había sido genial, pero como ella dijo, eso es todo lo que era: el
pasado. Ya era hora de dejarlo allí. Seguir adelante. Claramente, ella lo
había hecho. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi celular.
—¿A quién llamas? —preguntó justo cuando estaba a punto de golpear el
botón de llamada.
—Al novio de mi hermana. Haré que me recoja. Puedes irte a casa. —Sus
labios se entreabrieron, y su rostro se convirtió en piedra.
—Y habla con tu gerente, ve si puedes cambiarte. Odio verte todos los días
cuando es obvio que quieres estar en cualquier otro lugar.
Así que se había dado cuenta por qué estaba tan enfadado. No es que
estuviera sorprendido. Siempre había sido una chica inteligente. Había
tenido un pasaje directo a Columbia, pero renunció para permanecer con
su madre durante sus tratamientos.
¡Mierda! Me moví tan rápido como pude con las malditas muletas. Me
acerqué a ella y la atraje a mi pecho. Su cuerpo se estremecía con cada
sollozo que escapaba de su boca. La apreté con fuerza, deseando poder
quitarle su dolor.
Descansé mis axilas en las muletas y puse mis manos a cada lado de su cara,
rozando las lágrimas con mis pulgares.
—Está bien.
Respiró hondo.
No sabía qué decir. No sabía qué hacer. Una vez me dijo que había tres
personas a las que amaba. Su madre, su hermano, y yo. En tres meses perdió
a dos de ellos. Me odiaba a mí mismo por alejarme tan fácilmente, dejando
la pelota en su guante. Debería haber luchado más por ella. Si solo hubiera
hecho otra llamada telefónica. Pasado por su casa una vez más. Mostrado
lo mucho que quería hacer que funcionara.
Sacudió su cabeza.
—¿Lo estaba? Porque el primer año todo en lo que pensé fuiste tú. Admito
que con el tiempo tuve la oportunidad de dejarte ir, pero todavía aparecías
en mi mente. Quería llamarte. Ver cómo estabas y qué estabas haciendo.
Ahora desearía haberlo hecho.
—Lo sé —susurró.
—Tenía miedo.
—¿De qué?
—De escuchar tu voz. Siempre supe que era lo único que me desharía. Fui
capaz de mantenerme entera, pero sabía que si te veía y me preguntabas
qué me pasaba, me desmoronaría. Tenía miedo de desmoronarme y no
tenerte allí para levantar las piezas.
—Ven aquí.
—Odio hacerte daño. —Cojeé hacia ella y puse mis manos a cada lado de
sus mejillas, pasando mis pulgares bajo sus ojos—. Pero creo que es un poco
demasiado tarde para eso. —Las comisuras de sus labios se alzaron y toqué
el lugar—. ¿Fue eso una sonrisa?
—Quizás.
Me incliné y presioné mis labios en los de ella. Su cuerpo se puso rígido, pero
no me golpeó, así que lo tomé como una buena señal. Al principio no me
moví, temiendo que si lo hacía, saltaría lejos. Pero la codicia se apoderó, y
moví mis labios, instándola a hacer su parte, deslizando mi lengua a través
de la línea que me mantenía lejos de lo que quería tan desesperadamente.
No eran Kat.
Cuerpo tras cuerpo cayeron al suelo. Sangre salpicó a través de las paredes,
goteando en la pintura blanca del suelo.
No sabía qué era peor. Los gritos o el sonido de los disparos. Podría correr,
pero el pistolero estaba en la puerta y nadie había logrado salir con vida
aún. Agarré el brazo de Nia y tiré de ella hacia la puerta.
No sabía cómo poner en palabras con lo que estaba tratando. No era algo
que venía con un manual. Estaba por mi cuenta. Pero si alguien sabía de
estar por su cuenta, era Kat. Dos años atrás habría hecho cualquier cosa por
ella, y en ese momento, tirado contra su coche, con el sudor ácido
quemando mi ojo, supe que eso no había cambiado.
Así que sin entrar en demasiados detalles, puse en palabras lo que no había
podido hacer hasta ese momento.
—Los ruidos fuertes me asustan. Mi cerebro piensa que son disparos. Era la
jodida puerta de un auto, por Dios. Pero mi mente no lo registra de esa
manera. Ya casi no salgo de casa.
—¿Qué visiones?
—Hazme entender.
Sangre. Sangre por todas partes. Rodeado de cuerpos sin vida, sabiendo
que no había nada que pudiera hacer para traerlos de vuelta. Mirando al
mal a los ojos.
M
ike, mi fisioterapeuta, estaba de pie al otro extremo de las barras
con sus brazos cruzados. Esperaba que caminara. Bueno, tenía
noticias para él. Eso no iba a suceder. Especialmente ya que él no
quería que me agarrara de las barras. Solo que las usara si realmente las
“necesitaba”.
¿Lo tenía? Cada vez que ponía mi peso sobre mi pierna, el dolor hacía que
quisiera caerme al suelo y gritar. Aunque no parecía como si fuera a
renunciar. Por supuesto, él no era la persona con un agujero de bala en su
muslo.
¿Dónde diablos puso mis muletas? Recorrí la habitación con los ojos y las vi
contra la pared más cercana de donde él se encontraba. Maldición.
Me encogí de hombros.
Las metí debajo de mis brazos justo cuando Liz entraba. Después de hoy, Kat
me traería y me llevaría de la fisioterapia, pero Liz ya había reorganizado sus
horarios para esta cita así que no discutí.
—No fue. —Traté de salir con furia, pero las malditas muletas seguían
metiéndose en mi camino, así que hice mi mejor intento y continué directo
a la puerta.
***
Desde lejos, los ojos de un asesino no eran muy diferentes de los de cualquier
otra persona. Nunca serías capaz de decir. Pero de cerca, mirándote hacia
abajo, sosteniendo tu vida en sus manos, puedes ver la interminable
oscuridad. El abismo del mal. Por un breve momento, obtienes un vistazo de
la persona que era antes de transformarse.
Liz hizo puchero con su labio y cruzó sus brazos sobre su pecho.
Tragué.
Zach sonrió.
Con mis padres fuera del país en un crucero cuando fui disparado, Liz era
todo lo que yo tenía, pero de acuerdo a Zach, ella estaba básicamente
catatónica cuando él llegó.
—Es bueno oírlo. —Zach pasó una mano por su oscuro cabello y luego se
encogió de hombros—. Liz todavía está preocupada por ti.
Como dije, buen chico. Exactamente la razón por la que nunca le diría
nada. La obsesión era toda mía. No le pasaría esas horribles imágenes a
nadie más.
—¿Listo? —Liz volvió a la habitación con lo que parecía una bolsa de basura
negra de gran tamaño cubierta alrededor de su brazo.
—Usted tiene tres nuevos mensajes. Primer mensaje nuevo. Hola, Josh, soy
Erica. Me estaba preguntando cuando volverías al campus. Pasé un rato
realmente bueno contigo y estaba esperando que pudiéramos hacerlo de
nuevo.
»Tercer mensaje nuevo. —Le guiñé a Liz y sonreí mientras Sara entraba en
detalles sobre todas las cosas que quería hacerme.
—Eres un cerdo.
—Lo entiendo. Estás bien. Nos vamos. —Liz deslizó su mano en la de Zach—.
¡Oh! —dijo Liz, luego se detuvo y me miró de nuevo—. Hice un lote extra de
galletitas para Kat. Asegúrate de que se las lleve.
***
—Mmm.
Kat saboreó el bocado que tomó, el sensual sonido que hizo me recordaba
todas nuestras noches juntos. Todo lo que tenía que hacer era besar justo
debajo de su oreja y el sonido se escapaba de ella. Mis ojos aterrizaron en
el punto, toda la piel blanca cremosa rogando por ser tocada.
—No la animes.
Su respiración se detuvo.
Sin embargo, caminar era la última cosa que tenía ganas de intentar.
—No lo creo.
—¿Por qué no? —preguntó, luego inclinó su cabeza para mirarme a los
ojos—. Tu hermana dijo que tu fisioterapeuta no está satisfecho con tu
progreso.
Frunció su labio.
Su frente se arrugó.
—¿Pollitas? ¿Puedes ser más degradante?
Pero lo que realmente me encantaba era que aún podía ponerla toda
nerviosa con un solo toque. Arrastré mi dedo por el punto debajo de su oreja.
Los dos años entre nosotros se evaporaban mientras más me acercaba. Al
igual que la primera vez que hice este movimiento, ella contuvo el aliento y
lo dejó escapar lentamente, con los ojos cerrados.
Dios, quería besarla. Levantarla sobre el mostrador y hacer todas las cosas
que mi memoria aún me recordaba. Pero quería que ella me besara
primero. Que me demostrara que me necesitaba tanto como yo a ella.
—Vamos —dijo con una sonrisa juguetona. Pero no había nada de divertido
en esto.
—Devuélvemela.
—Ven a buscarla.
—Lo siento —dije, pero el daño ya estaba hecho. Ni siguiera hizo contacto
visual conmigo. Una vez que la muleta estuvo en mi mano, salió corriendo a
la cocina.
Salí cojeando tras ella, usando las muletas para impulsarme hacia adelante.
Si pudiera deshacerme de ellas, lo haría. Pero no podía. La verdad era que
no sabía si alguna vez sería capaz de caminar normalmente de nuevo.
Era un lisiado. Nunca más jugaría béisbol o saldría a correr por la mañana.
Estaría maldito con una cojera por el resto de mi vida. A veces deseaba que
la bala hubiera sido fatal. Cualquier cosa hubiera sido mejor que el dolor. La
tortura de las incesantes visiones.
Así que en vez de continuar mi persecución tras ella, volví al sofá y me senté.
Y la dejé ir.
Liz me dijo que cuando oyó de la balacera se puso a rezar, a pesar de que
nunca lo había hecho antes, porque necesitaba algo a lo que aferrarse.
Con mi mente corriendo, me obligué a centrarme en lo mucho que quería
vivir, rezando por primera vez en mi vida.
No tenía tiempo para orar en los pasillos ese día. Todo pasó muy rápido. Tal
vez si lo hubiera hecho, si hubiera encontrado un solo segundo para mandar
una plegaria silenciosa, las cosas hubieran sido diferentes.
Apreté mis manos a las de ella, que todavía estaban apoyadas en mi rostro,
entrelazando nuestros dedos. Miré sus ojos azules familiares. Un atisbo de
temor aún persistía en su mirada. Odiaba haberle hecho eso a ella.
—No lo sientas. Pero tal vez es tiempo de que veas a alguien, solo para
hablar. Necesitas hablar.
Hablar me asustaba más. Pero sus manos frías en mi cuello, las curvas de su
cuerpo contra mí, su esencia, Kat… eso no me asustaba en absoluto.
Tan egoísta como era al aferrarme a ella, no podía dejarla ir. En ese
momento realmente creía en mis palabras. Pero mis problemas eran más
grandes que nosotros. Simplemente no lo sabía aún.
Estaba felizmente ignorante de que sí, salí con vida… pero una parte de mí
murió en ese pasillo. Si no encontraba la forma de devolverle la vida, el
tirador ganaría y yo… estaría perdido en una nube de miedo y
arrepentimiento.
Capítulo 7 Traducido por HeythereDelilah1007
A
l despertar encontré cuatro mensajes más en mi celular y otro
mensaje de texto de parte de Eli. Dos de los mensajes eran de
clientes, uno era del entrenador, y el otro era de alguna chica
llamada Rebecca a la que supuestamente conocí en una fiesta y a la que
nunca llamé, incluso aunque lo prometí. No tenía idea de quién era.
Después de una lucha con las escaleras, logré llegar hasta la cocina, pero
nada de Kat. Tampoco estaba en la sala. No recordaba que ella o mamá
me dijeran que tenía el día libre. Saqué mi teléfono, a punto de llamarla,
cuando la puerta principal se abrió.
—Me estaba preguntando dónde estabas. Temí que tendría que hacer mi
propio desayuno.
Se dio la vuelta, su cabello recogido en un moño desordenado. El rojo
rodeaba sus ojos, y su cara estaba a punto de descomponerse.
—¿En serio? ¿Vas a usar mi propia línea conmigo? Intenta otra vez.
Me dio una mirada sucia, y demonios si el infierno se veía como alguna parte
a la que yo estaría feliz de ir.
Kat frotó su cien, sus hombros cayeron y sus ojos se llenaron de derrota.
—Me quitaron el agua. ¿Está bien? Cepillé mis dientes con un vaso de agua
que había dejado en mi mesita de noche la noche anterior. No pude
bañarme. Me quedé hablando por teléfono con los del acueducto. Por eso
llegué tarde. Tuve una mañana de mierda. Por favor no le digas a tu mamá.
Si mi jefe se entera…
—Gracias.
Sacudió su cabeza.
—No podría.
—¿Te da miedo que me pueda escabullir dentro? —Y hombre, sería
tentador como el infierno. Kat desnuda con jabón espumoso cayendo por
sus curvas parecía salido de una fantasía.
—No podría aceptarlo. Además, trabajo para ti. No puedo ir por ahí
simplemente dándome duchas.
¿Por qué dije eso? La verdad era que no tenía ni idea de lo que iba a hacer.
La universidad fue mi vida por dos años, y a veces la extrañaba. Pero
después del tiroteo… No creía que alguna vez sería capaz de regresar.
—Lo siento.
—Sí, solo quería comprobarme. Tengo suerte de que lo haga. Cuando se fue
por primera vez, no creí que lo haría.
—¿Cuándo vas a aprender? Siempre tengo razón —dije, y puso los ojos en
blanco—. ¿Por qué no tomas una ducha? Hay toallas en el armario del
pasillo. Relájate por cinco minutos. No tienes que aparentar conmigo.
Asintió.
—Eso me gustaría.
Durante tanto tiempo Kat había estado cuidando a su hermano. Era tiempo
de que alguien cuidara de ella.
Nunca había hecho una tortilla en muletas antes, pero me las arreglé. Para
cuando ella apagó la ducha, tenía dos platos y dos vasos de jugo de
naranja sobre el mostrador.
—¿Te sientes mejor? —le pregunté, esperando alejar mi mente del sexo.
Inclinó su cabeza.
—No sabía eso sobre ti. ¿De qué más me estoy perdiendo?
—Te lo dije.
—¿Cuánto ha pasado desde que has comido algo hecho en casa? Aparte
del desayuno que me cocinas —le pregunté.
—¿Creí que yo era la que estaba haciendo las preguntas? —Kat puso su
mano sobre el mostrador y me miró, sus labios separados, y supe que estaba
a punto de discutir conmigo.
—Solo dame ese gusto. Por favor. —Le lancé mi típica mirada de perrito.
Siempre pensé que Kat era inmune a mi encanto. Pero tal vez estaba harta
de estar tan fuertemente controlada todo el tiempo. De cualquier manera,
yo estaba tomando ventaja. Iba a hacer tantas preguntas como fuera
posible.
Frotó su frente.
—Ir a la universidad es caro. Apenas puedo pagar mis cuentas tal y como
estamos. Además, tendría que reducir mis turnos, y entonces realmente no
sería capaz de pagar mis cuentas. No está en el futuro para mí. Lo acepté
hace mucho tiempo. Estoy bien con eso. Solo quiero lo que sea mejor para
Justin.
Se encogió de hombros.
»John Bunyan dijo: “No has vivido el día de hoy hasta que no hayas hecho
algo por alguien que nunca podrá repagártelo”.
Kat rio.
—Oh, genial. Luego házmelo saber, así puedo realmente fingir que sé de
quién está hablando mi hermano.
Traté de detener que mis ojos saltaran hacia afuera mientras dejaba salir
una pequeña porción de aire.
—No es así.
—¿No lo es?
—Está bien, lo es, pero… —Siempre fui el chico que sabía qué decir. Podía
salvar mi trasero de cualquier situación hablando. Pero en esta… no tenía ni
idea.
Levantó la mirada, alcanzando mis ojos. Tenía que saber que era la única
chica que alguna vez significó algo para mí.
Y por la forma en la que sus ojos se alejaron de los míos, era obvio que no lo
hacía.
Capítulo 8 Traducido por Simoriah
L
iz estaba decidida a sacarme de la casa ya que era fin de semana, y
Kat no estaba. No la vería hasta el lunes, y supuse que un descanso era
bueno, pero demonios, desearía que ella se hubiera pasado por la casa
para ver cómo estaba y darme una buena patada en el trasero en las que
ella era tan buena.
Sabía que debía mantener mi distancia, pero cada vez que cruzaba la
maldita puerta con su bata de enferma con dibujos de personajes de
dibujos animados, todas las promesas de mantenerme alejado cesaban. La
chica era como una jodida droga. Una con un millón de efectos colaterales.
—¿Temes que tu novio pueda amarme más que a ti? —Me mordí la lengua
después de decirlo. Después de todo, en la secundaria, Zach se fue de la
ciudad y dejó de llamar a Liz, aunque sí seguía hablando conmigo. Creo
que mi hermana me lo echaba en cara. Especialmente porque nunca se lo
dije.
Ya que yo era incapaz de subir por mis medios al Jeep de Zach, llevamos el
auto de Liz. Me senté en el asiento trasero oyendo a Liz y a Zach cantar
desafinadamente una horrible porquería pop. Mi hermana seriamente tenía
el peor gusto musical.
—¡Oh, bien! —Aplaudí como un niño que está a punto de recibir un helado.
Ella soltó un suspiro exasperado, pero no iba a fingir que quería estar aquí. El
único lugar en el que quería estar era en casa con un joystick en las manos.
Pero supongo que por ella, fingiría que estaba bien.
Salí del auto y ubiqué las muletas. Mis nervios estaban tensos mientras
analizaba el área. Cerré mis ojos e intenté permitir que el sonido del océano
me calmara. Era realmente horrible pensar que en cualquier momento iba
a estar una vez más cara a cara con un arma. ¿Cuáles eran las
posibilidades? No estaba seguro. Pero cuando mis visiones no controlaban
mis pensamientos, apostaría mi trasero que tendría una mayor posibilidad
de ser golpeado por un rayo.
Las visiones no tenían lógica. Una vez que venían, todo lo que podía hacer
era aferrarme y rogar no quedar como un tonto.
Zach me palmeó la espalda y asintió hacia mí. Él sabía que no quería estar
aquí. Estoy bastante seguro de que también sabía que no estaba lidiando
tan bien con todo como le hacía creer a todos. Sonreí, un silencioso
agradecimiento por guardar mi secreto.
—¿El sol no se siente genial? —Liz inclinó la cabeza hacia arriba y cerró sus
ojos.
3 Hermano de otra madre: Expresión usada para referirse a un amigo muy cercano.
Kat se volvió ante el chillido de Liz. Demasiado tarde para huir de ahí, me
armé de coraje y me arrastré hacia Kat y su juguete sexual.
—Hola —dijo Kat y se metió el labio inferior en la boca justo cuando Liz
lanzaba sus brazos alrededor de ella.
—Cliente.
Solo era un par de centímetros más bajo que yo, su constitución decente,
pero probablemente yo podía levantar más peso que él. Sabía que a las
chicas les gustaban los tipos altos con rasgos oscuros, pero no creía que Kat
cayera por ese estereotipo.
—Solo buscando algo para comer, y ahora nos vamos al acuario —dijo
Darren, obviamente para nada amenazado por mí. Apuesto a que si no
estuviera en, muletas sería diferente.
—Josh —dijo Kat, pero cuando nuestros ojos se encontraron, con la tensión
apretada en mi mandíbula, no terminó la idea.
Era demasiado tarde para mí. La única persona a culpar era yo. Aun así, no
podía quedarme parado ahí y actuar como si estuviera feliz por ella.
Ciertamente no quería más de su lástima. Tenía suficiente de eso como para
que me durara para una vida.
—Josh, no seas maleducado —dijo Liz, y deseé tener cinco años de nuevo
para poder cubrirme las orejas con las manos y decirle que no estaba
escuchando.
—No quiero que nunca tengas miedo de nada. —Kat bajó la vista y pasó los
dedos por el anillo, haciéndolo subir y bajar, revelando su tatuaje. Mis ojos
se quedaron en él por un segundo, lo suficientemente largo para recordar
el entusiasmo en sus ojos cuando se lo había hecho, luego me alejé
tambaleándome.
—Es raro. Josh tiene el mismo —dijo Liz, y me apresuré a alejarme de ellos y
fui directo al restaurante.
—Mesa para tres —le dije a la anfitriona, y mientras ella se volvía para tomar
menús, fui lanzado hacia adelante debido a un brusco empujón en la
espalda, casi perdiendo el equilibrio. Por una vez, le agradecí a mis muletas.
Me enderecé y me volví hacia mi hermana—. ¿Qué demonios, Liz?
—¿Qué sucede entre Kat y tú? Hay algo entre ustedes. ¿Verdad?
Liz dio un paso al costado, y seguí a la anfitriona hacia un cubículo. Liz saltó
dentro antes de que lograra apoyar las muletas contra la pared y cojear
para sentarme.
—Sí.
—No lo suficiente. Según lo que parece, Kat también intenta ocultarlo. Pero,
¿por qué? ¿Qué no me estás diciendo?
Respiré hondo y dejé salir una bocanada de aire. Era ahora o nunca.
Además, le contaba todo a mi hermana. Casi todo. Kat era lo único que le
había mantenido en secreto. A todos. Incluso cuando Liz estaba con el
corazón roto cuando Zach se fue, no le conté.
Ya lo había descifrado. No había mucho más para decir, así que asentí.
—Lizzie, déjalo ir por ahora —dijo Zach, y arqueó una ceja hacia mí.
Liz me miró, y debo haber lucido enojado, porque por una vez en su vida
retrocedió y lo dejó ir.
Dos minutos después, la mesera regresó con nuestras bebidas. Miré mi Coca
Cola e hice rebotar mi sorbete hacia arriba y hacia abajo, mis pensamientos
todavía en las preguntas de Liz.
—S
al conmigo —le dije por tercera vez desde que nos
dirigimos a la casilla de algodón de azúcar.
—No.
—No.
—Conozco tu tipo. —Mordió su labio inferior y cerró los ojos. Respiró hondo y
luego los abrió—. Y yo no soy tu tipo.
—Te digo una cosa. —Cruzó los brazos bajo su pecho, y no pude evitar mirar
fijamente el pliegue que creó entre sus tetas—. Nombra una cosa que te
guste de mí. Entonces tal vez lo consideraré. —Fui a abrir la boca, y levantó
su mano para detenerme—. No puede estar relacionado con mi apariencia.
—Sí.
Sus dedos corrieron por su boca, y mientras sus dientes se deslizaban sobre
el labio inferior, los detuvo.
La familia era importante. Mi mamá siempre decía que podías decir mucho
sobre una persona por la forma en que tratan a su propia carne y sangre.
Kat hablaba de su madre como una mejor amiga.
***
Hice una parada en la farmacia y agarré una sopa de letras. Me imaginé
que las flores morirían, y Kat no era el tipo de chica para traerle flores. No
estaba hecha al igual que otras chicas. Su inmunidad a mi encanto era toda
la prueba que necesitaba. Pero lo más importante, quería que ella supiera
lo mucho que sabía de ella. Con ella no se trataba de conseguir entrar en
sus pantalones. Era más que eso. Mucho más.
No es que me avergonzara de Kat. Nunca fue sobre eso. Pero tenía una
reputación, y la mayoría de las chicas con las que salía eran etiquetadas
como “fáciles” y no me atrevería a someter a Kat a eso.
Asentí con la cabeza y sonreí cuando ella comenzó a caminar hacia mí. Me
incliné y abrí la puerta, y mi camioneta se llenó del aroma de algodón de
azúcar, mientras se deslizaba dentro.
—Es una sorpresa. —Me encantó la forma en que su ceja se arqueó hacia
mí. Fui a poner el camión en marcha, y escuché el sonido de la bolsa de
papel marrón arrugada junto a mí—. Casi se me olvida. Te traje algo. —Le
entregué la bolsa y salí del estacionamiento.
—Supusiste bien.
—Maldita sea, descubriste mi plan. —Me miró con recelo y no pude evitar la
risa que explotó de mi boca—. Estoy bromeando.
—Sabía eso.
—Debo decir que estoy impresionada hasta ahora —dijo mientras apagaba
la camioneta y la estacionaba en la orilla de arena.
—Quiero vendarte los ojos. Me gusta retorcido —le dije en tono de broma
con un guiño.
—Realmente necesitas calmarte. Solo tienes que venir aquí. Por favor. —Hice
un puchero, algo que aprendí de mi hermana, y Kat giró en su asiento, de
espaldas a mí.
Envolví el material doblado alrededor de sus ojos, luego pasé mi dedo por
su cuello y hacia su hombro. Piel de gallina apareció en su piel pálida, y se
estremeció.
Dios, quería besarla todo el camino a lo largo de su piel expuesta. Pero Kat
no era ese tipo de chica, por lo que me controlé y salté de la camioneta,
saliendo a hacer lo que había planeado.
—Dame tu mano. —Deslizó sus dedos fríos en los míos, y me sentí como un
ogro por la disparidad de tamaño—. Cuida tus pasos.
Movió su pie hacia atrás y hacia adelante, buscando la marcha, pero antes
de que pudiera encontrarla, la levanté de su asiento, sus brazos al instante
se envolvieron alrededor de mi cuello. Habría sido el momento perfecto
para besarla, pero controlé el impulso de tocar mis labios en los de ella, y la
dejé de nuevo en el suelo delante de la caja de la camioneta.
—Nunca mejor.
Dejó caer su agarre de mi cara. Tan al instante como una pista de aterrizaje
emergente, sentí la pérdida. Todos los pensamientos racionales de por qué
debería esperar para besarla huyeron de mi mente, y me estiré hacia ella,
apoyando la mano contra la suavidad de su mejilla.
Colocó el cabello detrás de su oreja y miró hacia abajo. Puse mi dedo bajo
su barbilla y levantó sus ojos a los míos. El miedo surcaba su rostro.
—Lo siento mucho —le dije, maldiciéndome en el interior, ya que por lo visto,
había arruinado totalmente cualquiera y todas las posibilidades con ella.
—Es solo que has tenido mucha práctica y yo… bueno, yo no.
—Entonces eres una nata. —Sus mejillas se pusieron rojas y le besé la cabeza
y tiré de ella. Nos recostamos en las almohadas y vimos la puesta de sol sobre
el agua.
—Entonces, ¿por qué no mantenemos esto entre nosotros? Nadie tiene que
saber sobre esto. Es entre nosotros y que se jodan todos los demás.
—Has arruinado cualquier otra chica para mí —le dije contra su boca.
—Entre nosotros.
—Sí.
—Está bien —dijo. La moví debajo de mí, y ella abrió los labios para dejarme
entrar.
***
L
iz puso un segundo lote de galletas en el horno, cosa buena porque yo
estaba a punto de terminar el primero. No es como si tuviera que
preocuparme por aumentar de peso. Sin hacer ejercicio y
manteniéndome al día con mi desarrollo muscular, estaba reduciendo.
Mi definición seguía allí, pero mis camisetas no estaban tan apretadas. Una
mierda si me preguntabas. Me tomó años ganar todo ese músculo, y solo
tomó un par de semanas perderlo.
—Entonces, ¿qué pasa contigo y Kat? —Liz se dejó caer en el taburete frente
a mí.
—Nada —murmuré. ¿No vio al chico que estaba con Kat? Ella había seguido
adelante y no había nada que pudiera hacer al respecto. Ni siquiera podía
conseguir que hablara conmigo.
—Es evidente.
—No es serio.
Espera. ¿Qué?
—Química o no, no importa. Trato de hablar con ella sobre las cosas, y me
rechaza.
—Es un mecanismo de defensa. Le hice lo mismo a Zach. Era una perra total
con él porque estaba asustada, e imaginé que el empujarlo lejos era la
mejor cosa que hacer, excepto que él no me dejaba empujarlo.
—Repíteme, ¿por qué salías con ese gilipollas? —Nunca entendí por qué se
quedó con Joe por tanto tiempo. Cada vez que nosotros tres teníamos
planes, cancelaba. Puso su banda antes que ella y la trataba como mierda.
—Así que, déjame ver si lo entiendo. ¿Te quedaste con un imbécil porque
tenías miedo?
—Nunca dije que fuera perfecta. Además, ¿no todas las chicas tienen que
salir por lo menos con un idiota en su vida? Es algo así como un requisito. Dios
sabe que has ayudado a cumplir con este requisito a algunas chicas.
—El punto es. No te rindas. Todavía no. Un hombre muy sabio me dijo una
vez: “Es una mierda perder a alguien que amas. Pero tienes una segunda
oportunidad. No mucha gente consigue eso. Estarías loca si no saltas sobre
ella”.
Dejo a mi hermana usar mi propio consejo contra mí. Quería decir esas
palabras cuando les dije, y no podría haber sido tan fácil como esperaba
que sería, pero eso no quería decir que no podía luchar por lo que quería.
—Yo no iría tan lejos. —Liz se rio—. Pero sabía de lo que estaba hablando.
Liz tenía razón. Kat estaba asustada. Lo mostró en la forma en que se apartó
de mí, cómo su cuerpo se ponía tieso y rígido siempre que me acercaba.
Nuestro verano juntos había sido increíble, pero fue intenso, y dos años más
tarde no lo había dejado ir, y estoy seguro de que Kat tampoco. El recuerdo
de nosotros era perfecto, pero en el punto donde nos despedimos duele
como el infierno.
Las pocas veces que la llamé después de que nos separamos no fueron
suficientes. No luché por ella. Por nosotros. Las cosas siempre funcionaron
para mí con poco esfuerzo. Cuando se trataba de conseguir una cita con
Kat, normalmente me habría dado por vencido, pero se convirtió en un
juego que tenía que ganar. Para el momento en que las cosas terminaron,
yo ya había perdido. Mi cola estaba entre mis piernas y mi ego estaba
magullado.
—Soy un idiota.
»Gracias. —La tiró en su boca—. Así que, ¿qué vas a hacer al respecto?
—Hombres.
—Le estaba dando una lección a Josh acerca de lidiar con una chica con
el corazón roto, y cómo el que ella lo rechace y sea desagradable no es
porque sea una perra.
—No. Solo he pasado por esto. Y si Kat es la mitad de mala que esta —Zach
apuntó su pulgar hacia Liz—, entonces tienes trabajo que hacer.
—¡Oye! —gritó Liz, e hizo cosquillas a un lado de Zach, pero él la atrajo hacia
sí, sujetando sus manos entre ellos—. Pedí disculpas por mis cambios de
humor. —Liz miró a Zach, y él besó su frente.
Zach inclinó la cabeza hacia Liz con una ceja levantada. El temporizador de
la cocina sonó y ella dio un empujón juguetón a su estómago.
—Ve, tengo galletas que hacer. —Zach hizo un mohín con su labio y Liz se
levantó y lo besó de despedida—. Llevaré algunas para ti. Ve.
—Ya has oído a la mujer, vamos —dijo Zach, y lo seguí hasta la sala de estar.
—No. Quédate. Podemos jugar más tarde. —Si hubiera sabido que estaba
allí, hubiera sugerido hacerlo después. Había pensado que todavía estaba
afuera cortando el césped.
—No, estoy bien, jueguen su juego —dijo papá, y luego salió, dejándome
sintiéndome completamente inútil.
—Veremos eso.
Más sangre de la que jamás había visto manchó el pasillo una vez limpio. Mi
cuerpo fue drenado de toda su energía y di un vistazo a mi pierna. Incluso
más sangre. El torniquete estaba trabajando por ahora, pero ya había
perdido tanta.
—Está bien. Todo va a estar bien —le aseguré a ella, pero sabía que uno de
nosotros no iba a lograr salir de allí con vida.
Otro disparo.
—No estás bien. Comenzaste a temblar y estabas mirando justo hacia mí,
pero no estabas allí. Ni siquiera me escuchaste.
—En serio, no es nada —dije de nuevo, deseando descartarlo antes que Liz
entrara.
—¿Por qué?
—No pensé acerca del juego. Cómo podría desencadenar… Solo lo siento.
—No. Estoy tan enfermo y cansado de las excusas y que todo el mundo me
trate como a un maldito inválido. Sigo siendo yo.
—¿Qué?
—¿De verdad crees que tu vida alguna vez será completamente normal
otra vez? Quiero decir, esto siempre será una parte de ti.
—Está saltándose. Voy a tener que regresarlo —dijo Zach, y dejé escapar un
suspiro de alivio.
—Es nuevo, ¿cómo pueden vender un juego roto? —Liz, por supuesto, no
podía dejar ir nada fácilmente.
—P
uedes hacer esto. Solo camina.
Le daría su “solo camina”. En lugar de eso, inhalé para calmar mis nervios y
continué allí de pie.
—No me hables sobre miedo. No tienes idea. —No pude evitarlo. Cómo se
atrevía este chico a pararse aquí y hablarme como si mis problemas fueran
tan simples como estirar un músculo.
—No tengo idea, ¿eh? Déjame decirte algo. —Mike levantó su pierna en la
barra que estaba sosteniendo y alcanzó el extremo de la pierna de su
pantalón. Levantó sus caquis, revelando un zapato deportivo y un montón
de metal
—¿Qué hiciste?
Miré a través de la habitación, mis ojos posándose en Kat. La bata azul que
usaba hacía contraste directo con su estado de ánimo. Sus labios estaban
en una línea recta, sus manos dobladas sobre su pecho. Todavía estaba
molesta.
—¿Qué no hice?
Aunque, ¿realmente hice algo mal? Fue ella quien metió su lengua en mi
boca. Era ella la que estaba viendo a alguien más. No. No tenía nada de
que disculparme. Por una vez, no era yo.
Acomodé mis muletas bajo mis axilas y me dirigí a la salida. Pasé junto a ella
y no me detuve cuando sus labios se separaron y era evidente que iba a
decir algo.
Dejó salir un soplo de aire, y escuché sus llaves tintineando detrás de mí. Iba
a agarrar la puerta, pero ella se estiró frente a mí, su piel fría frotándose
contra mi brazo.
—¿Disculpa?
—Sabía que podías hacerlo. Solo que eres malditamente terco. Siempre lo
has sido.
Cuando sus ojos captaron los míos, una sonrisa apareció. Nuestro encuentro
en el paseo marítimo se desvaneció, y solo éramos ella y yo de nuevo. El
mundo estaba en el exterior, donde pertenecía.
—¡Veintidós!
Me recliné en el asiento.
—Cuando insististe que sabías un atajo a la playa a pesar de que te dije que
estábamos conduciendo en la dirección equivocada.
—Te vi sonreír.
—No lo hice.
—No lo hice.
—¿Quién es la terca ahora? —Miré hacia ella, y en una forma típica de Kat,
deslizó sus dientes sobre su labio en puchero.
Había tanto que extrañaba de Kat. Tanto. Pero esta charla de ida y vuelta
era lo que más extrañaba.
—¿Qué?
—¿La extrañas? —Era una pregunta estúpida. Por supuesto que sí. Su mamá
había sido su vida. Su roca. La única persona que nunca la había
abandonado. Pero justo como ese día en la parte trasera del Café Aqua
cuando había llorado en mis brazos, no sabía qué más decir.
—Todo el tiempo. Dicen que se vuelve más fácil. Pues no. Solo he mejorado
en empujarla hacia la parte trasera de mi mente. Pero hay veces en que
resurge y me encuentro perdida, al borde de un colapso, aunque las crisis
son menos y más distantes entre ellas.
—Solía hacerlo.
Se encogió de hombros.
Quería arreglarlo. Darle algo que valiera la pena recordar. Encontrar una
manera de compensarla por todo lo malo en su vida. Merecía libros llenos
de recuerdos, no de oscuras páginas en blanco.
Miré hacia mi costado y capté sus ojos por un momento breve antes de que
los regresara al camino.
—Yo…
—Entonces, ¿qué más dijo Mike? —preguntó Kat, y esta vez, dejé que
cambiara el tema.
Capítulo 12 Traducido por nikki leah
—M
amá, estoy bien —le dije por quingentésima vez. Por fin
había conseguido que mi hermana volviera a su
apartamento, y ahora tenía a mamá, que era diez
veces peor. Si solo hubiera una manera de enviarla al apartamento de Liz
también, tal vez conseguiría un poco de paz y tranquilidad.
Por otra parte, técnicamente, yo era el intruso. Por fin había conseguido
librarse de sus dos hijos, y luego regresé y tomé residencia, comiendo todo
lo que tenía en su casa. Pero, no podía volver a los dormitorios. Todavía no.
Puso sus manos en sus caderas al igual que hizo cuando me pillaron
bebiendo en penúltimo año de la escuela secundaria.
—Lo siento.
Miré hacia arriba y ladeé mi ceja. Eso fue el mayor montón de mierda que
he oído nunca. Mamá vivía para molestar. Estaba en su sangre.
—Estoy preocupada por ti. —Las lágrimas llenaron sus ojos y quería golpear
el botón de rebobinado en mi vida y volver al día del tiroteo. No habría ido
al edificio de Ciencias Kramer. No habría estado en cualquier sitio cerca de
ese maldito campus.
—Lo sé. Pero confía en mí, mamá. Estoy bien. Promesa. —La mentira era más
fácil que la verdad. Yo estaba lejos de estar bien, pero no había nada que
se pudiera hacer. Solo esperaba que, finalmente, ese insoportable día se
desvaneciera de mi memoria y se bloqueara para siempre.
—Ella es tu ayudante, Joshua Adam. Será mejor que no estés durmiendo con
ella.
—No nací ayer, sabes. Vi esa mirada. —Su dedo se disparó hacia mis ojos—
. No soy ciega o tonta.
—Solo estoy diciendo que no es como las otras chicas con las que has salido,
eso es todo. Creo que cualquier chica sería afortunada de tenerte si
estuvieras dispuesto a dedicarte a ella. Pero ambos sabemos, en base a tu
historial, que eso no va a suceder en el corto plazo. Así que, por favor solo
mantenlo en tus pantalones.
—¡Mamá! —Juraba que mis oídos sangraban. Mis manos se dispararon y los
cubrieron, esperando que si se derramaba algo de sangre, podría
mantenerla dentro.
Sabía que tenía una reputación, pero oír a mi mamá realmente reconocerlo
en algo más que un comentario de paso… bueno, ella bien podría haber
chocado conmigo mí encima de una chica.
Dejé caer mis manos de mis oídos y tomé otro trago de mi jugo.
—No necesito que me digas cómo tratar a Kat. Como tú, no soy ciego o
tonto. Reconozco una buena cosa cuando la veo.
—¡Lo hiciste! ¿No es así? Tus mejillas están encendidas como un árbol de
Navidad.
No tenía sentido mentirle. Mamá tenía esa determinada mirada en sus ojos,
y una vez que se instalaba, no había escapatoria.
—Estaba dispuesto a renunciar a Springfield para estar con ella. —Me encogí
de hombros—. Ella nunca me pidió que me quedara, sin embargo.
Esperé a que dijera algo más. Cualquier cosa. Le había mostrado mi alma
maldita, ¿y todo lo que iba a darme era un “Ya veo”? Debe haber sido malo.
Su percepción de mí durante los últimos veinte años cambió por completo
en cuestión de minutos.
—Supongo que eso lo dice todo —dije, deseando que hubiera mantenido
la boca cerrada. Liz siempre me dijo que si mataba a alguien, mamá me
ayudaría a esconder el cuerpo. Nunca discrepé porque estaba en lo cierto.
Mamá nunca vio nada mal en mí. Pero al escuchar la historia de mi y Kat, la
forma en que jodí eso magníficamente… había manchado a su hijo
perfecto.
—No. Josh, lo siento. Solo fui tomada por sorpresa, eso es todo.
—Soy una persona terrible. Lo sé.
—Por lo que dices, ella también quería mantenerlo en secreto. Fue una
decisión hecha por ambos. Además, estabas dispuesto a renunciar a
Springfield por ella e ir a una escuela local. Creo que es la cosa más dulce
que jamás he oído. Posiblemente la más estúpida, ya que Springfield es una
escuela increíble, y probablemente te habría dado un infierno por eso, pero
la intención estaba allí y estoy segura de que Kat reconoció eso.
—Sabía cómo me sentía. Sabía que lo daría todo. Solo tenía que decir las
palabras. A lo último, fue su elección.
—De hecho, sí. Pareces un testarudo niño mío que hace exactamente la
misma cosa, pero estoy feliz de que hayas podido compartir esto conmigo.
Sé que habrá cosas que no me puedes decir, y lo entiendo, lo hago, pero
sabes que siempre estoy aquí siempre que me necesites.
—¡¿L
e contaste a tu mamá sobre nosotros ?! ¿Estás loco?
¡Podría perder mi trabajo si se corre la voz! —Iba y venía,
pasándose la mano por el cabello rubio rojizo.
La boca de Kat se cerró. Sus ojos se clavaron en los míos, y esperé a que me
atacara con más palabras, pero su teléfono sonó. Lo sacó de su bolsillo, lo
silenció y lo devolvió a su bolsillo.
—Le dijiste a tu madre, de todas las personas, que hemos dormido juntos.
Eso está mal en muchos niveles.
—Lo que no entiendo es si estás enojada conmigo por decirle a mi mamá
que dormimos juntos o por el hecho de que en realidad dormimos juntos.
—¿De verdad?
—¡Maldita sea! —Lo sacó y lo silenció, pero esta vez lo apagó y lo arrojó
sobre el mostrador. La tensión quedó ajustada en su cara, y presionó la
palma de la mano contra el ojo como si fuera a frotar un poco de basura.
¿Quién demonios seguía llamando? Y ¿por qué estaba evitando su
llamada? ¿Tenía algo que ver con qué se viera tan plana?
—No estoy enojada porque dormimos juntos. De ningún modo. Lo siento por
enloquecer. Solo… No puedo perder mi trabajo.
—Estás caminando.
—¿Quieres hablar de ello? —Quería quitar del medio todo lo que estaba
causando su malestar. Hacerlo mejor. Más fácil. Tenía la sospecha de que
tenía algo que ver con la persona llamando.
Me dio una sonrisa a medias.
Tantas veces había querido borrar toda la mierda con la que estaba
tratando, pero cuanto más intentaba aliviar sus cargas y temores, más me
daba cuenta de que solo estaba dándole una solución temporal.
—Te dio fuerza una vez —dije, y corrí mi dedo sobre las curvas de la negra
línea.
***
—Cruza los brazos sobre tu pecho —le dije al siguiente chico que tomó su
posición en el tobogán—, y espera mi señal.
Levanté mi mano hacía el siguiente niño, mis ojos pegados a Kat. Entregó el
algodón de azúcar a la madre y, tan pronto como se alejaron, su cabeza
cayó en sus manos. Unos segundos después, salió corriendo por la puerta.
—¡Chris, maneja mi estación! —grité al organizador de la fila.
—Josh, disminuye la velocidad. Sabe que no se puede correr aquí —dijo Cliff,
el gerente, mientras corría junto a él.
Kat estaba sentada en el suelo, con las rodillas dobladas, los codos
apoyados en la parte sobre ellas, con la cabeza entre las manos. Me
arrodillé junto a ella y puse mi mano sobre su brazo.
Los ojos húmedos, rojos de tanto llorar, miraron hacia mí. Su nariz se arrugó
en el puente y en lugar de palabras negó con la cabeza y chilló. Mi corazón
se rompió cuando el dolor se grabó en su rostro.
Kat podría haber sido tímida, pero nunca fue débil, por lo que cuando la vi
desmoronarse, incapaz de contener las lágrimas, supe que era malo. No
sabía que era. Lo peor de todo, no sabía cómo hacerlo mejor.
Sin camisa, zapatos, y todavía empapado, alcé a Katen mi pecho y me
levanté. Estaba tan consumida en su dolor que ni se dio cuenta del
movimiento. La abracé fuertemente a mí y me dirigí hacia la entrada de
mantenimiento hacia el estacionamiento.
—No voy a ninguna parte —le susurré al oído y le besé la parte superior de
su cabeza. La cambié para que se sentara a mi lado, y acarició mi costado
con su rostro.
Me volví hacia el camino y tiré de Kat más cerca de mí, preparado para el
rebote del áspero terreno.
Y la abracé.
Y la abracé.
Y la abracé.
No me atreví a decir nada. Sabía que cuando estuviera lista hablaría, pero
primero tenía que dejar salir todo el dolor. Así que seguí abrazándola.
Frotó su mejilla contra mi pecho desnudo, y empujó hacia arriba. Cerró los
ojos como si estuviera reteniendo las lágrimas para que se detuvieran y
luego los abrió. Extendí la mano y limpié las huellas en su cara.
Suspiré con alivio en el interior. Su risa era el sonido más dulce que había oído
nunca. Puse mi mano bajo su barbilla y su cara frente a la mía.
—¿Vas a contarme?
Sus ojos se humedecieron otra vez, pero tomó una respiración profunda y los
clavó en los míos. Sostuvo mi mirada como un salvavidas.
—Mi mamá… —Las lágrimas corrían por sus mejillas. Tomé su cara entre mis
manos y deslicé mis pulgares bajo sus párpados, secándole las lágrimas.
—Cáncer —susurró.
Sus dedos se unieron con los míos, tomó mi otra mano y esbozó una figura
de ocho en su dedo anular.
—Kat, eres fuerte. Más fuerte de lo que crees. El amor que sientes por tu
madre es infinito, y por eso sé que todo va a estar bien.
Nunca habíamos dicho la frase de dos palabras el uno al otro. Nunca antes
se lo dije a nadie que no fuera de la familia. Pero en ese momento, cuando
los grandes ojos azules de Kat me miraron, lo supe.
Entrelacé nuestros dedos, el lado de los signos de infinito lado a lado, y con
mi otra mano, sujeté su mejilla.
—Te amo.
La piel entre los ojos se arrugó y una sonrisa se posó en sus labios.
Levantó su dedo.
—En serio.
—¿Estás segura de esto? Quiero decir, será permanente. Para toda la vida.
Por siempre.
Se echó a reír y luego me besó otra vez, el dolor de antes ya no era visible.
***
—Necesito saber.
—¿Y ser la razón por la que perdieras tu beca? Estaba atrapada aquí. Tú no.
No podía hacer eso. —Kat levantó los brazos al aire y luego los colocó sobre
el mostrador.
Me acerqué a ella.
—¿Cómo sabes eso? Lo que tuvimos fue genial. Pero mantuvimos el mundo
fuera de eso y eventualmente… habríamos tenido que dejarlo entrar. Y
cuando lo hiciéramos, todo habría cambiado.
—Las cosas cambian. Así es la vida. —Me puse delante de ella de nuevo.
Sus ojos se clavaron en el suelo y cruzó los brazos. No de una manera
obstinada, estaba asustada. Probablemente tenía miedo de lo que iba a
decir—. Pero te amaba, y dos años después, después de todo… —Tomé su
barbilla en mi mano, instándola a mirarme—. Todos los altos y bajos, no verte.
Ese hecho no ha cambiado. Todavía te amo tanto como te amaba ese
verano.
Las lágrimas brotaron de sus ojos. Emociones corrían por su rostro. Retrocedió
hacia el mostrador.
Incluso cuando trataba de hacer las cosas bien, aun así las jodía.
Capítulo 14 Traducido por BookLover;3
M
e pasé cinco horas mirando el teléfono celular en la isla de mi
cocina. Cinco horas. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de
que Kat no iba a volver por él. Una hora después de eso, llamé a
Zach para ver si estaba en la ciudad, visitando a su abuela.
—¿Qué crees?
Hablar de las cosas que nunca iba a hacer de nuevo era deprimente. Tenía
suficiente en mi mente. No necesitaba que eso me arrastrara abajo
también. Así que cambié el tema a algo de lo que Zach le gustaba hablar.
—No hay nada de qué preocuparse. Estoy bien. —Y una vez que llegara a
lo de Kat y arreglara cosas, estaría un paso más cerca de regresar a mi vida.
Por lo menos esperaba que así fuera.
—¡Amigo!
Arrugué la nariz.
—Esa es mi hermana.
Ya había estado en su casa dos veces antes, pero nunca dentro. La primera
vez fue el día en que me dijo que su mamá tenía cáncer. No la habría
dejado conducir a su casa. Era un desastre, y yo estaba lo suficientemente
enojado con ella por pensar que era capaz de conducir al trabajo.
Habíamos conseguido los tatuajes, Kat primero y yo después. Nos dimos la
mano todo el tiempo. Ni siquiera se inmutó cuando la aguja tocó su piel.
Después nos fuimos a la playa e hicimos el amor hasta las últimas horas de
la noche. Quería quedarme allí hasta la mañana, pero Kat estaba
preocupada por su hermano estando solo. Así que aunque quería pasar
toda la noche hasta el amanecer, cedí y la dejé ir. Volví a subir a la cabina
y me fui a casa.
La segunda vez fue seis meses después de que me había ido a la escuela.
Había tratado de seguir adelante cuando cada llamada que le hice iba
directamente a su buzón de voz y todos los mensajes que dejé no fueron
devueltos. Pero un domingo, conduciendo de vuelta a la escuela después
de un viaje a casa de fin de semana para ver a mis padres, tuve este fuerte
deseo de verla.
—Es esta.
Con mi suerte, habría salido con Darren, haciendo cosas en las que no
quería pensar. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Sentarme en la escalera
de la entrada y esperar a que llegara a casa? Sí, eso era exactamente lo
que iba a hacer. No me iba a alejar conduciendo lejos esta vez, o al menos
no iba a dejar que Zach me llevara lejos.
—Esperaré aquí.
—Mierda.
—Gracias, hermano.
Miró a Darren y luego bajó las escaleras, estirando su mano hacia mí. Puse
el teléfono en su palma y cuando nuestros dedos se deslizaron unos contra
otros, mi filtro se perdió.
Me miró con sus grandes ojos azules y se mordió el labio inferior. Quería
extender mi mano y pasar mi dedo por su boca, detener su hábito nervioso
porque no tenía nada de qué preocuparse. Su mirada bajó.
—Te lo dije. No puedo hacer esto. —Kat se giró antes de que dijera la última
palabra. Estaba huyendo de mí otra vez, y fui tras ella, pero choqué directo
contra Darren.
Me miró por encima de su cabeza mientras sostenía sus hombros, le susurró
al oído y ella se volvió hacia mí.
Kat miró hacia el cielo durante varios minutos. Darren la besó en la mejilla, y
mi estómago cayó, la sangre ardiendo con pesar por lo que había
renunciado estúpidamente, y mis manos se apretaron en puños.
—Llámame más tarde —dijo Darren a Kat. Se alejó y se detuvo frente a mí—
. Un par de cosas. En primer lugar, puedes aflojar tus puños. En segundo
lugar, haz cualquier cosa para herirla, y te perseguiré. En tercer lugar,
necesita a alguien en quien pueda confiar y contar. Si no estás para eso,
entonces aléjate en este momento.
—Soy gay.
Levanté mi pulgar por encima del hombro, pero todavía no era capaz de
formular palabras.
—¿En serio, Josh? Que estereotipado. Qué, ¿quieres que use tacones y
pestañas postizas? No es un travesti, por amor de Dios.
—Lo siento. No me lo esperaba.
—No me quieres.
K
at abrió la puerta y la sostuvo para mí. Me moví alrededor de ella y,
por primera vez, entré a su casa. La sala estaba tenuemente iluminada
por una pequeña lámpara de mesa en la esquina. Al lado había una
foto enmarcada de Kat y quienes asumí que eran su familia. No pudo haber
tenido más de seis años en la fotografía, y no pregunté, pero supuse que era
la última foto que tenía con su papá antes de que muriera.
Me pregunté por las seis personas que habían muerto en los salones ese día,
si sus familias todavía tenían fotografías de ellos en las mesas. Yo no querría
el recordatorio. El dolor de saber que solo podías verlos en un momento
congelado en el tiempo. Preferiría simplemente no verlos para nada.
E incluso aunque ahora supiera que Darren era gay, todavía no podía evitar
estar celoso de que él era un artículo fijo en su vida.
—Además, aquí ni siquiera está desordenado. Huele limpio como el infierno.
Has estado en mi dormitorio. Ahora, eso es desordenado.
—Mi madre era una maníaca de la limpieza. Incluso cuando la casa estaba
impecable pensaba que era un desastre. Supongo que me parezco más a
ella de lo que pensaba.
—Lo era. Incluso cuando perdió su cabello, aun así era hermosa.
—Es mejor que no con todas las píldoras que estoy tomando. Pero un agua
sería genial.
Imaginaba que así iba a ser nuestra vida. Sin preocupaciones y divertida.
Completamente enamorados. Pero dos días después de que volvimos, Kat
no me pidió que me quedara, y me fui para la universidad.
Había herido mi ego. No la llamé de inmediato. Ahora sabía que ese era mi
más grande error. Permití que la única chica que había amado alguna vez
se alejara sin dar pelea. No era de sorprender que se haya querido transferir
ese primer día que se presentó en mi casa. Yo lo había visto como una
segunda oportunidad. Ella probablemente lo había visto como un horrible
recordatorio del chico que la había dejado atrás.
—No tenía agua embotellada, pero el grifo es bastante bueno. Le puse algo
de hielo y un… —Sus palabras titubearon a medida que sus ojos se posaban
en el álbum en mi regazo.
Dejó salir un suspiro exagerado y me entregó uno de los vasos, luego se sentó
en el cojín a un lado de mí.
—Ya lo he visto.
Me reí.
—Nunca dije que no hubo otras chicas. Las hubo. Pero no lo hicieron para
mí. Nunca supe por qué. Supongo que nunca quise admitirme a mí mismo…
que la jodí cuando me alejé. Debería haber peleado por ti. Eres obstinada
como un demonio, pero aún pude haber…
Mis palabras fueron interrumpidas por los labios de Kat. Tomé su rostro, la piel
suave debajo de mis dedos, pero no había nada suave sobre el beso. Pasé
mis manos por su cabello, y ella empujó contra mi pecho, tirándome en el
sofá antes de patear su pierna por encima de mi costado para montarme a
horcajadas, cuidadosa de mantener su peso fuera de mi muslo. Maldita
herida de bala. Quería sentirla completa. Cada centímetro, cada gramo.
Pero ahora mismo, hablar era la prioridad. Darren había dejado bastante
claro que lo que necesitaba decirme era serio. Teníamos toda la noche por
delante de nosotros para otras cosas.
—No quiero hablar. Solo quiero olvidarme de todo lo demás. —Sus grandes
ojos azules me suplicaban. Subió las manos hacia mi rostro y trató de jalarme
cerca, pero eso no era lo que necesitaba. Era implacable en sus esfuerzos,
arrastrando sus dedos hacia abajo por mi camisa y empujándolos por
debajo de la tela. Manos heladas se extendieron por mi estómago, e inhalé
una respiración áspera.
—Por favor, deja de tratar de evadir esto. ¿Tiene que ver con tu casa? ¿Tus
facturas?
—Eso está bien. No necesitas hacer nada. Solo siéntate y relájate. —Su mano
se estiró hacia mi cremallera, y agarré su muñeca, interrumpiendo sus
avances. Llevé su mano a mis labios y besé sus nudillos uno por uno.
—¿Quién era?
Rechiné los dientes y hundí las uñas en mi palma. No quería oír nada más,
aterrado de que me contaría lo que más temía. Pero no podía dejarla. No
otra vez. Necesitaba escuchar todo lo que me quisiera confiar.
Mi sangre hervía. La ira corría por cada resquicio. Quería matar al hijo de
puta.
—¿Qué quieres decir con que todavía te habla? Kat, llama a la prisión o a
quien sea y reporta su trasero.
—Eso es absurdo.
—Lo sé. —Se desplomó en los deteriorados cojines del sofá, su figura ya no
pareciendo pequeña solamente, sino también frágil. Su cuerpo ya no dentro
de su control, vencida por la derrota.
—Lo siento tanto —dije, porque, realmente, ¿qué más podía decir?
Se encogió de hombros.
»No hiciste nada para merecerte esto. Nada. No puedes culparte a ti misma.
¿Me escuchas?
»Estoy tan cansada de vivir en el pasado. Solo quiero seguir adelante con mi
vida.
—Entonces cámbiala.
Su nariz se arrugó y más lágrimas brotaron en sus ojos. Pasé mi pulgar debajo
de su párpado y luego arrastré un dedo hasta su barbilla. Empujé su mirada
hacia la mía.
—Lo sé.
—¿Lo sabes?
—No eres tú. Es solo que al principio, cuando te acercas, y cierro los ojos, lo
veo a él.
—El álbum está solo medio completo. Creo que es momento de que lo
termines.
—Quiero odiarte.
—Realmente debería. Pensé que sería fácil. Pero no lo es. Solo me estoy
mintiendo a mi misma y es agotador, así que me rindo. —Sus manos
juguetearon con su camisa de nuevo y luego se detuvo, sus ojos azules
mirándome a mí—. Te amo. Desde que apareciste en mi ventana y me diste
cinco razones por las que te gustaba… fui tuya. Tus tripas podían haber
estado colgando de tus pantalones cortos de salvavidas o podías haber
medido metro y medio… no hubiera importado. Todo lo que importaba es
que te tomaste el tiempo para conocerme. Nunca nadie había hecho eso.
—¿Cómo podría olvidarme de los temibles lobos marinos del 2001? Fue
épicamente terrible.
—O cómo pisaste un clavo oxidado cuando tenías cinco y tuviste que recibir
una inyección para el tétano y lloraste, hasta que tu papá te prometió que
te compraría un cono de helado. O cómo ganaste el concurso de deletreo
en quinto grado, derrotando a Connie Fu con “fauna”.
Corrí mi mano hacia arriba por dentro de su brazo, rozando su pecho antes
de apoyarla en su mejilla, su piel tan suave contra sus labios.
—O cuán grande se ven tus ojos cuando estás emocionada. Como cuando
fuimos al primer festival de música y la primer banda caminó al escenario,
cuando el baterista contó, la forma en que tus labios se arquearon en las
esquinas.
Kat sonrió
—Fue la primera vez que te vi libre. Sin succionarte los labios. Sin arrancarte
el cabello de tu cabeza. Tus manos estaban en el aire y estabas sonriendo
tan gigantescamente. Estuve algo celoso de su banda, en realidad. Fueron
capaces de tener tal reacción en ti.
Se rió.
—No era la banda. Era todo. El festival. Estar lejos de mi mamá y su cáncer.
No tener que asegurarme de que mi hermano se alejara de los problemas.
Tú. Era perfecto. Envuelto en este paquete del que solo había soñado. Tú lo
hiciste una realidad. Al menos por un fin de semana. —Kat levantó su anillo
y delineó el tatuaje con su dedo—. Cuando el cáncer de mi mamá se
expandió, y Justin comenzó a meterse en problemas en la escuela, me
acostaba en la cama y pensaba en ese día. Estaba tan feliz de tener algo
con qué escapar.
¿Los tenía en verdad? Era difícil de creer. Incluso todos los recuerdos felices
conducían a un camino lleno de tristeza y tragedia. Su padre murió. Su
madre murió. Yo… yo la dejé. Hubo momentos felices pero no un final feliz.
Luego estaba el desastre con el que estaba lidiando ahora, todo porque
ella era buena con un tipo. ¿Valía la pena? Toda tu vida estás condenado
a ser educado, amistoso, a brindar una mano amiga, pero nunca te
preparan para el contrafuego.
Yo era bueno con Steve Mitchell, pero él aun así llegó al edificio de ciencias
Kramer ese día, mató a seis personas, e hirió a diecisiete más. Quizá mi vida
fue escatimada porque yo era bueno con él. Me gustaba pensar eso, pero
no podía imaginar a la dulce y burbujeante Nia siendo nada más que buena
con Steve Mitchell, y ella perdió su vida ese día.
Kat siempre me había entendido. Más que alguien más, y eso no había
cambiado. Siempre estaba allí en el momento exacto en el que la
necesitaba. Ese verano que estuvimos juntos, yo estaba perdido. Había
obtenido una beca para el beisbol y ese era el sueño, pero no era una
carrera realista, al menos de acuerdo con todos los demás.
Ahora, con mi mano presionada contra su piel, la quería más que nunca. Un
deseo tan fuerte que no quería que solo me amara. Quería que se
enamorara de mí una y otra vez, al igual como yo estaba enamorado de
ella.
Era obvio que nunca había dejado de amarla, pero en estas últimas
semanas, me había enamorado de ella más de lo que había creído posible.
No podía imaginar un día sin verla pasar sus dedos a través de su cabello o
succionar su labio.
Todos esos momentos que pasé con otras chicas, estaba tratando de llenar
un vacío, y continuaba fallando porque estaba buscando en los lugares
equivocados. Entonces el tiroteo alejó mi vida de su eje, girando sin control,
pero ¿quién creería que aterrizaría justo donde debía de estar? Me trajo de
regreso a casa.
L
evanté mi mano hacia su rostro y la jalé cerca, presionando mis labios
contra los suyos, suaves, dulces, y perfectos. El aroma de algodón
azúcar me envolvió cuando su cabello calló hacia adelante y ella
enrolló sus brazos alrededor de mi cuello.
Pasé mi pulgar por las lágrimas que habían comenzado a caer por sus
mejillas.
Un gemido escapó de sus labios, y continué hacia arriba hasta que nuestras
bocas estaban calientes una contra la otra.
Dios, qué no haría para sostener su trasero y levantarla contra mí. En cambio,
tracé mi lengua contra el pliegue de su boca, y cuando separó sus labios,
me metí dentro, encontrándola empuje contra empuje.
Su sujetador negro con copas de encaje me tuvo tenso contra mis jeans. Mi
lengua viajó por la correa y lo empujé fuera de su hombro, dejando una
línea de besos a través de su frente hasta la otra correa. La bajé, dejando
que callera libre del material restrictivo.
—Dirige el camino. —Quería dejar mis muletas atrás, pero no iba a correr
ningún riesgo. Necesitaba estar en esa habitación tanto como necesitaba
respirar.
Una vez que coloqué las muletas bajo mis brazos, Kat me soltó y corrió a la
puerta al final de un largo pasillo. Me tomé mi tiempo aunque la necesidad
de estar con ella estaba abrumando mis sentidos. Sabía que la lenta y
tortuosa caminata para poder llegar hasta ella valdría la pena una vez que
alcanzara la puerta de esa habitación.
Asintió en respuesta, y con sus ojos aun abiertos, presioné mis labios contra
los de ella.
Sus manos batallaron contra el botón de mis pantalones, pero cuando logró
abrir la cremallera, se detuvo.
—Kat, puedes…
Mis cejas se levantaron con sorpresa. ¿Estaba teniendo sexo con alguien
más? Ahora que Darren estaba fuera de la fotografía, no pensé que hubiera
alguien más.
—No es que quiera arruinar el humor con esto ahora mismo, pero veo tu
mente trabajando. Fui con esto después… después del incidente. Si él
hubiera llegado a violarme… yo nunca quería…
—Shh. —Apoyé mi dedo sobre su labio—. No dejes que él arruine esto. Este
es nuestro momento.
—Te amo.
Había pasado tanto tiempo desde que la había tocado así. Besé su cuello,
queriendo que lo experimentara todo. Cada caricia de mi lengua, cada
caricia de mi dedo, cada sensación que perdimos en los últimos años.
—¿Cuánto tiempo? —Una vez que las palabras estuvieron fuera de mi boca,
quise golpearme con un bate de beisbol—. Lo siento, no respondas eso.
Se encogió de hombros.
—¿En serio?
—Para siempre.
Capítulo 17 Traducido por Selene1987
L
a cabeza de Kat descansaba sobre mi pecho desnudo. Aún se estaba
recuperando de su orgasmo. Le daría todo el tiempo del mundo, podía
esperar. Recorrí mis dedos por su pelo, completamente contento.
Podría haberme quedado ahí durante el resto del tiempo y no me hubiera
importado.
—Apenas.
Alejé el pelo de su oreja. Era la primera vez que habíamos estado juntos en
una cama, y aunque mi camioneta estaba bien, había algo más íntimo el
estar dentro, rodeados por paredes.
No tenía ningún sitio adonde ir, y no había ningún lugar al que quisiera ir. No
necesitaba ir al sexo del tirón. Quería alargar la noche lo máximo que
pudiera. Hacerla lo más memorable posible. Aprovechar la privacidad.
—No puedo creerlo. —Todo este tiempo pensé que me estaba ignorando,
y no era así.
Suspiró.
—Hay algo más. Iba a… pedirte que te quedaras. Nuestra última noche
antes de que nos despidiéramos, regresé para encontrarte y decírtelo.
Kim. Jamás estuve con ella cuando estaba con Kat. No lo habría hecho.
Excepto… Oh, no.
Oh, Dios, no. Todo este tiempo ella había pensado… jamás lo haría.
—Kat…
Tomé mis muletas y llegué al pasillo. Para cuando escuché las voces, ya era
demasiado tarde. Allí, en todo mi esplendor con los bóxers, estaba de pie
frente al hermano pequeño de Kat.
—¿Quién diablos eres tú? —Sus puños se cerraron a sus lados. ¿No veía que
tenía muletas? No es que no pensara que no podría con él. Tenía la edad
de Liz, dieciocho años, y aún así era larguirucho, sin ningún tono muscular.
Necesitaba ir al gimnasio.
—Mi clase de psicología fue cancelada, así que decidí venir a casa para el
fin de semana. Hacerle compañía a mi hermanita. Pero por como parecen
las cosas, estoy interrumpiendo.
—Sí.
—No, me encanta el ziti y aún tenemos varias cosas de las que hablar. —Me
acerqué más a Kat. Nuestros ojos se encontraron y Justin suspiró
fuertemente.
Kat fue a seguirlo. Busqué a tientas las muletas y la agarré por el brazo,
acercándola a mí nuevamente.
Recorrí mi pulgar sobre la suave piel bajo su oreja, y sus ojos se abrieron. Lo
tomé como mi oportunidad para defender mi caso.
—No, porque todo este tiempo me has odiado por un crimen del que no soy
culpable. —Apreté el abrazo y apoyé la mano en su mejilla—. Mira, estaba
triste después de que termináramos, después de que no me pidieras que me
quedara, y fui allí para… no lo sé. Simplemente quería estar cerca de ti y esa
era la única manera que conocía. Kim me siguió. Estacionó su coche en la
carretera principal. Juro que no la llevé allí. Ese lugar era nuestro lugar. Jamás
haría eso.
Kat cerró los ojos, y cuando los abrió, lo único que vi fue dolor.
—¿Entonces por qué la besaste?
—No lo hice. Ella me besó a mí. Intentaba convencerme para volver con
ella y yo intentaba rechazarla gentilmente. Evitar el drama que a ella se le
daba tan bien crear. Y luego arrastró su lengua por mi garganta. Te juro que
la alejé.
—¡Sí!
—Era egoísta, y cuando te vi con Kim, no podía creer que hubieras seguido
adelante tan rápidamente. Pero había tenido mi oportunidad y llegué
demasiado tarde. Lo acepté… pero no hizo que doliera menos.
Me miró y en ese momento supe, mirándola a los ojos, que incluso con todo
el tiempo que había pasado entre nosotros, es como si no hubiera pasado
ningún tiempo en absoluto.
—Me gustaría.
—Oh, vamos. ¿Aún están así? Hay una habitación justo ahí —dijo Justin,
sacando una silla y sentándose en ella.
—Josh se está ofreciendo voluntario, ¿por qué tengo que hacerlo yo?
—No. Me dispararon —dije. Sus ojos azules, lo único que me demostraba que
era hermano de Kat, se abrieron.
—Genial —dijo.
No lo era. Genial hubiera sido la última palabra que hubiera utilizado para
describirlo. El tiroteo, la herida de bala, la recuperación. Las vidas perdidas.
Pero él no tenía por qué saber la profundidad de todo. Asentí y entonces
me dirigí a la habitación para agarrar mi camiseta. Dejaría que Kat lo
explicara por mí.
Agarré mi camiseta del suelo y la coloqué sobre mi cabeza. Mis ojos se fijaron
en un montón de sobres en la mesita de noche. Normalmente, no era una
persona entrometida… ¿a quién estaba engañando? Sí, lo era. Miré hacia
la puerta y oí las voces de Kat y Justin en la cocina. Cuando me aseguré de
que se quedarían allí, me acerqué a la mesita de noche.
Notificaciones de morosidad.
Kat sabría si faltaban, así que hice una nota mental de las cantidades más
grandes.
—Uh huh —asintió. Había una nueva confianza en ella, la misma confianza
que me había tomado todo un verano para sacar de ella nuestra primera
vez.
—Así es. Pero primero tenemos ziti para comer. —Hice puchero con mis
labios y me besó.
Colocó su mano bajo mi camiseta y recorrió sus dedos fríos sobre la banda
de mis vaqueros.
Me apresuré tras ella, pero cuando llegué a la cocina listo para atacar,
recordé que no estábamos solos.
—Tienes que seguir haciéndolo —dijo Justin, señalando el pan de ziti con su
tenedor.
El ziti debió ponerlo de mejor humor, o quizás tenía algo que ver con lo que
Kat le había contado cuando me fui a la habitación. De cualquier manera,
estaba agradecido por la invitación y salté en ella. Me senté frente a él y
coloqué pasta en mi plato. Kat se sentó entre los dos y colocó refresco en
nuestros vasos.
***
Dos días más tarde, la cinta azul llenaba la pared bronceada. El mobiliario,
incluyendo la nueva televisión que había recogido y las seis temporadas de
Dawson’s Creek en DVD, estaban en el centro de la habitación y cubiertos
con mantas. Me eché sobre la pared y sostuve la brocha.
Alzó el rodillo.
—Una mierda sin sentido si me preguntas —dijo Justin, y podía notar el ácido
en su tono. No tenía ningún abuelo ni padre que le enseñara cosas. Los dos
se habían ido antes de que saliera de la primaria.
—No pregunté —dije con una sonrisa para que supiera que estaba
bromeando—. De hecho, no es algo sin sentido. Empecé un negocio
cuando estuve en el colegio. Manitas Atractivo.
—¿Estás seguro?
—Mierda, hombre, ¿estás bien? —Justin soltó el rodillo y apoyó una mano
sobre mi espalda.
Ojalá pudiera decir que pronto, pero la verdad era que jamás sería normal
de nuevo. Mi muslo se curaría con el tiempo, pero el daño psicológico era
permanente. Nada que pudiera hacer lo cambiaría.
—Aquí tienes —dijo Justin y dejó una pastilla en mi mano y me dio una botella
de agua.
—¿Cuánto tiempo hace falta para que haga efecto? —preguntó Justin.
—Ja. —Justin puso los ojos en blanco, igual que su hermana, y luego fue a
agarrar una brocha.
La lona estaba sobre todo el mobiliario, así que la quité del sofá y me senté.
Justin empezó a delimitar las esquinas, y le di más indicaciones. Parecía
enfadado mientras lo hacía, pero una parte de mí pensaba que lo
agradecía.
Era un buen chico. Según Kat, también era muy inteligente. Simplemente
tomó una serie de decisiones estúpidas en el pasado. ¿Pero podrías
culparlo?
—Si ya no tengo las muletas por ese entonces, quizás podamos ir al gimnasio.
—¿Por qué?
—Lo primero, no me estoy tirando a tu hermana. —Al menos aún no. Cuando
por fin estuvimos solos esa noche, sabiendo que Justin estaba en la
habitación de al lado, no pude hacerlo. Quería que nuestra primera vez
juntos después de regresar fuera especial. Además, “tirar” y “Kat” no
pegaban en la misma frase. Lo que teníamos era mucho más. No dejaría
que lo denigrara de esa manera—. Estamos juntos. Hay una diferencia.
Segundo, tengo amigos. Muchos, en realidad. Simplemente pensé que
estaría bien. ¿Sabes qué? Olvídalo.
—Ya no estás en el instituto. No es por seguir con el tema, pero si alguna vez
quieres ir al gimnasio, estaría más que contento de mostrarte cómo usar
todas las máquinas. Parecen más intimidantes de lo que son en realidad.
Justin colocó una brocha en mi mano y pasamos las dos horas siguientes
pintando el pasado, transformando la sala de estar hacia un amarillo pálido.
—Es amarillo.
—Contento de ver que te sabes los colores. ¿Crees que le gustará a Kat? —
Debería haber aceptado la opinión de Liz. Había pintado muchas
habitaciones en los últimos años, pero no era un diseñador de interiores, así
que había seguido la recomendación de la chica de la tienda de pinturas.
—Gracias, Copérnico.
—No estoy tan enamorado de mis propias opiniones como para hacer caso
omiso a lo que los demás puedan pensar de ellas.
—¿Eh?
—Tu hermana me contó que eras un loco de la historia. —No me había dado
cuenta de la extensión de ello. ¿Cuántas frases más tenía en esa cabeza
suya?
Sacudí la cabeza.
Sabía que tenía que decir algo, pero la culpa que me atravesaba evitó que
lo hiciera. La puerta se abrió de repente y me invadió el alivio.
Kat entró en el vestíbulo, luchando con una bolsa de provisiones. Golpeé el
brazo de Justin, y él corrió y agarró la bolsa por ella. Pasaba algo. No podía
saber qué, pero sus ojos estaban oscuros, su pelo ligeramente despeinado,
y parecía exhausta.
—Ábrelos —dije.
Abrió un ojo, y luego el otro se abrió. Su boca se abrió, y luego dio la vuelta,
mirando las cuatro paredes recién pintadas.
—¿Te gusta?
Pero había algo bajo esa sonrisa. Algo malo. Simplemente no tenía ni idea
de qué era.
Como en todas las veces anteriores, sabía que había algo más en su salida
que los tacos.
Capítulo 18 Traducido por Helen1 y Edgli
J
ustin se fue después de los tacos. Tenía tres horas de manejo de vuelta
a la escuela y quería llegar a la biblioteca antes de que cerrara. El
escucharlo hablar de comida horrible y noche de estudio me hizo
extrañar eso.
Ira, miedo, conmoción, emociones que ni siquiera sabía que poseía corrían
por mis venas. La sangre corrió hacia mi cara y mis orejas quemaban
—Estoy en esto. Tú y yo. Al cien por ciento. Con el fin de hacer que funcione,
tienes que ser honesta conmigo. Siempre.
—Lo prometo. —Me miró, agitando sus pestañas—. ¿Podemos dejarlo pasar
hasta entonces? —Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y se movió
hasta que sus labios estaban a centímetros de los míos—. Justin finalmente
se ha ido. —Su aliento era cálido contra mi piel, y el impulso de inmovilizarla
contra la superficie más cercana me sobrepasó.
No era un idiota. Sabía que me estaba usando para olvidar, pero cuando
pasó los dedos por la parte de atrás de mi cuello en mi pelo, toda restricción
se esfumó. Me rendí, solo porque yo no era lo suficientemente fuerte como
para alejarme.
Apreté mis labios a los de ella, empujándola contra el fregadero. Mis muletas
cayeron de mis brazos y deje que golpearan el piso. No las necesitaba. Todo
lo que necesitaba era a Kat. Sus dedos corrieron por mi cuello a mi pelo. Mis
manos recorrieron sus curvas, descansando sobre la redondez perfecta de
su culo.
Era toda curvas suaves, moldeadas a mi tacto. Metí mis dedos bajo el
dobladillo de su camisa y la levanté. Un sujetador de encaje verde apareció
y sus manos alcanzaron mis jeans.
Había pasado tanto tiempo. Había tenido sexo con demasiadas chicas,
pero todo fue sin sentido. En ese momento, no me di cuenta que estaba
buscando algo. Algo que había estado desaparecido de mi vida en el
momento en que había subido a mi camioneta y me dirigí a la universidad.
Kat.
Por mucho que quería dejar que me bajara el cierre y empujar dentro de
ella, se merecía más que su mostrador de la cocina junto a un fregadero
lleno de platos sucios.
—¿Estás seguro?
Asintió, una sonrisa tirando de sus labios. Con su mano todavía en la mía,
caminó hacia el dormitorio y la seguí, empujando el dolor en la parte trasera
de mi mente, poniendo toda mi atención en la tanga verde delante de mí.
—¡Lo hiciste!
Solo duré unos segundos hasta que me senté a su lado. No perdió el tiempo,
buscando mi cremallera y tirándola hacia abajo. Su mano se apretó contra
mi pecho y me echó sobre la cama.
Miró hacia abajo, encontrando mi mirada, el cabello cayendo a mí
alrededor mientras se inclinaba para besarme. Apreté la mano en su cabello
y tiré de ella con fuerza contra mí. Su lengua se burló, rozando suavemente
por mi labio inferior.
Sus labios se apretaron mientras tiraba hacia arriba y anudé mis dedos en su
cabello. Su lengua rodeó la punta, haciendo que mi espalda se arqueara
sobre el colchón. Toda mi sangre corrió a ese lugar, dejándome la cabeza
inclinada hacia atrás y recé para no explotar demasiado pronto. Mi
respiración se detuvo cuando ella lentamente arrastró su lengua en mi eje y
luego de vuelta arriba antes de tomarme por completo. Tomó todo lo que
tenía para no explotar.
Entendimiento cruzó por sus iris, y pasó las manos por la banda de encaje de
su tanga y la deslizó fuera.
—Cartera.
Sus labios rozaron los míos, suave y dulce, y el animal en mí se hizo cargo. La
aplasté contra mí, metiendo mi lengua en su boca, deseando, necesitando
saborearla. Respondió hundiendo sus dedos en mi pelo y bajándose en mí.
Nuestras respiraciones se contuvieron en el momento exacto que me deslicé
en ella por completo. Mis brazos se deslizaron alrededor de ella y la atraje
hacia mí. Arrastré mis manos hasta su lado y cuando rocé un punto
delicado, se meció contra mí, tomándome tan profundo como podía ir.
Un fuerte gemido salió de sus labios, y moví mis manos de nuevo a su punto
delicado. Tan pronto como lo toqué, sus caderas se echaron atrás, y me
sumergí en ella tan duro como pude.
—No —dijo, y le hice cosquillas en su costado. Se movió contra mí, y juro que
estaba listo para la segunda ronda—. Fue mucho más.
Me miró.
—Lo hicimos. —Le aparté otro mechón de cabello de la cara y miré hacia
las profundidades de sus ojos. Era un bastardo con suerte. Nunca pensé que
tendría una segunda oportunidad con Kat. Pensé que lo había arruinado
para siempre. Tantos errores estúpidos. Pero por alguna razón ella me dejó
entrar de nuevo en su vida y en esta ocasión, no me iba a ninguna parte.
***
—No quiero que esté sola —dije, mirando a los ojos del tirador. No es que
esperara compasión de su parte.
Pero tenía que intentar. Morir joven era una cosa, pero ¿morir sola? No le
podía hacer eso. Quería sostenerla. Hacerle saber que el bien existía
además del mal. Morir sabiendo que a alguien le importaba. Que alguien
luchó por ella.
Sus ojos oscuros se clavaron en los míos. Estaba de pie delante de mí, muy
vivo, pero no había vida en su mirada.
Miré su cuerpo sin vida, incapaz de apartar la mirada, pero entonces Nia
jadeó más alto. Devolví mi atención a ella.
—Está bien. Todo estará bien. —Era mentira, pero ¿qué se suponía que
dijera? ¿”Estás muriendo”? ¿Cómo podría? No tenía ese derecho. Nadie
tenía derecho a determinar el destino de alguien. Estaba fuera de mis
manos.
Pero lo que podía hacer era sostenerla hasta que el destino se decidiera. Así
que lo hice. Ignoré la sangre empapando su camisa y sus acelerados jadeos
por aire y la acurruqué contra mí. Había tan poco que sabía sobre Nia.
Fuimos equipo en clases un par de veces, pero además de eso no la
conocía para nada. No iba a fiestas y nunca la veía en los bares.
—J…osh —jadeó.
—No hables.
—Por favor. —Una lágrima bajó por su mejilla y la limpié con mi dedo—.
Dile… a mi madre… que la amo.
—Se lo podrás decir tu misma —dije, esperando que muriera con algo de
esperanza en ella. Aun así, no se sentía bien. Tragué el nudo en mi
garganta—. Pero si la veo primero, se lo diré. Lo prometo.
Nia asintió y yo sonreí y luego tomó su último aliento para morir en mis brazos.
—Nia —grité. Lágrimas bajando por mis mejillas hacia las suyas—. Lo siento
tanto, Nia. —La abrace contra mí y luego todo se volvió negro.
***
Aún no sabía por qué Steve me perdonó ese día. Por qué mi suplica funcionó
mientras las de otros tantos no. No creía que alguna vez lo supiera. Pero, por
primera vez, con Kat envuelta a mi alrededor, no me lo seguí preguntando.
No quería darle esa carga a Kat. No quería darle esa carga a nadie. Ya le
había dicho suficiente. Pero mirando esos grandes ojos azules, después de
todo lo que habíamos pasado, no le podía mentir.
—El tiroteo se detuvo, así que Nia corrió a buscar ayuda… y fue herida. Justo
en el estómago. Cayó tan rápido… tan rápido. —Aspiré un acelerado
aliento y Kat apretó mi mano—. Me aferré a ella. No me importó si el tirador
me veía. Aún respiraba, pero sabía… yo sabía que estaba muriendo. Había
demasiada sangre. Saliendo tan rápido. Si podía llegar a ella, si podía
detenerla… tal vez darle una oportunidad. Rasgué mi camisa y traté de
detener el sangrado, pero sin importar lo duro que lo intentara, nada
parecía funcionar. No sabía que más hacer, pero sabía que no podía
dejarla morir sola. Me pidió que le dijera a su madre que la amaba.
—Lo que pasaste fue un infierno. Has estado lidiando con eso muy bien.
Lágrimas manchaban las mejillas de Kat, pero se las arregló para sonreír.
Me reí.
Kat pasó su mano por mi cabello.
—No puedo.
—Sí, puedes. Igual que como llegaste aquí. Puedes. Iré contigo. Lo haremos
juntos. Necesitas un cierre, Josh. No vas a obtenerlo hasta que entregues el
mensaje de Nia.
Amaba todo sobre Kat, pero odiaba que tuviera razón. Ver a la madre de
Nia, estar cara a cara con la mujer cuya hija prácticamente empujé hacia
una bala, me espantaba hasta la mierda. Tenía razón, sin embargo,
necesitaba un cierre. La madre de Nia necesitaba saber que las palabras
finales de su hija iban dirigidas a ella.
Capítulo 19 Traducido por Jadasa Youngblood (SOS) y Salilakab
Í
bamos por una noche a una ciudad a cuatro horas en coche y Kat
empacó lo suficiente como para todo un equipo de béisbol en un viaje
por todo el país, incluyendo el ayudante. Dame un cambio de ropa interior
y me encontraba listo para irme.
—Pues. Nunca sabes si vas a tener una nariz chorreando, o que algo se
derrame, o encontrar un área de descanso en el que se acabó el papel
higiénico. Mejor prevenir que lamentar.
—¿Y qué pasa con esto? —Levanté una caja de bolsas de basura.
—¿Cómo qué?
—En primer lugar, basura. Luego están los ponchos. Una manera de cubrir
una ventana rota. ¿Te gustaría que continúe?
—Tú preguntaste.
—Tú más que nadie deberías saber que nunca se sabe cuándo necesitarás
un cabestrillo o para hacer un torniquete.
Desconcertado por sus palabras, arrojé las bolsas de basura en el coche. Por
un momento, la miré fijamente, luego me agaché para entrar y cerré de
golpe la puerta.
Ni siquiera sabía por qué estaba tan enojado. Kat no dijo nada fuera de
lugar. Pero ¿por qué debería tener que estar más informado? ¿Más
preparado? Me molestó. Nunca debería haber tenido que ayudar a hacer
un torniquete. No firmé para estar en una zona de guerra.
—Si no quieres ir, no tenemos que hacerlo. Toda la semana has estado
nervioso, y no quiero que hagas algo que no quieres hacer.
—No tiene nada que ver con querer. —Apreté mis dientes y empujé mis
manos a través de mi cabello.
Kat no dijo ni una palabra y yo tampoco. ¿Qué había para decir? Nos
dirigíamos de vuelta al mismo lugar al que creía que jamás volvería.
Adoraba la universidad. Me encantaba mi compañero de cuarto. Amaba
la vida de dormitorio y las fiestas. Pero cada vez que pensaba en volver,
todo lo que veía era esa maldita pistola. El último aliento de Nia. Su cuerpo
sin vida en mis brazos. Todas las cosas que debería haber hecho. O no
debería haber hecho. Miré fijamente por la ventana, el nerviosismo
tensándose fuertemente en mi frente. La froté, esperando calmarme un
poco. Observé la carretera por la que tantas veces viajé. Ya no tenía la
misma sensación. Todo era diferente.
—Como hace una hora, y justo antes, tomé una taza de café.
La fila para el baño de las chicas era una milla de larga, no es que esperara
menos. Pero giraba alrededor del maldito exhibidor de folletos. Kat estaba
anterior a la antepenúltima, estaría ahí un rato. Su bolsa se encontraba
enganchada sobre su hombro, y tenía sus brazos cruzados bajo el pecho.
Giré hacia el baño de hombres y tropecé con un chico que por lo menos
me sacaba casi ocho centímetro. Necesitaba ducharse y afeitarse
urgentemente. Eso producían los largos viajes en auto.
Um, lo siento, ¿no viste al chico con las muletas? Imbécil. Me quedé mirando
al chico, mis puños tensos alrededor de mi muleta. Ni se inmutó, sus ojos
brillantes y oscuros. Gruñó y se fue.
Diez minutos más tarde, Kat se subió al coche. Sentí su mirada fija hacia mí.
Mi desagradable estado de ánimo me impedía devolverle la mirada.
—Lo comprendo.
Kat detuvo el auto, y me senté ahí. La gente andaba por el camino hacia
las residencias estudiantiles. Todos continuaron con sus vidas como si nada
hubiera ocurrido.
¿Fui el único asustado con seguir adelante con mi vida? ¿Con miedo a
regresar aquí y enfrentar lo que sucedió? De hecho, ese día,
probablemente, la mayoría no había estado en el edificio, pero eso no
significaba que no les afectara. Sin embargo, ahí estaban, yendo a clase,
hablando, riendo.
Comportándose como si fuera solo otro día. Supongo que para ellos lo era.
Me pregunto cuántas de las personas que se encontraban aquí habían ido
al funeral celebrado en la plaza.
Me tomó todo ese tiempo darme cuenta de que no estaba enojado con
Kat, o con ese chico en el área de descanso. Estaba molesto conmigo
mismo. Por evitar al entrenador y a Eli. Por negarme a regresar pronto. Por
intentar actuar como si nunca hubiera ocurrido.
Pero era más fácil. Todavía podía ser yo… en su mayor parte.
—Estoy listo.
Era la primera vez que hablaba con él desde el tiroteo. También dejó de
enviarme mensajes de texto. No podía culparlo. Nunca respondía. Era mi
mejor amigo, y lo descarté como una elección de segunda. Todo a causa
de que quería olvidar.
Subir las escaleras de tres pisos era más rápido que esperar el ascensor viejo,
así que guíe a Kat lejos de las cerradas puertas plateadas y hacia la blanca
y pesada. No hizo preguntas, simplemente siguió.
El subir nos tomó menos tiempo de lo que imaginaba. Creía que tendría unos
segundos para tranquilizarme. Respiré profundamente una vez más, como si
estuviera en una jodida clase de yoga y abrí la única cosa que me separaba
de mi pasado no tan lejano.
Se rio del pene gigante dibujado en la pizarra que colgaba sobre la puerta
de Tuck al otro lado del pasillo. Me pregunté cómo estaba. En las fiestas,
solíamos ir keg stand5 tras keg stand. Aún tenía que ganarme. La mañana
del tiroteo nos habíamos topado fuera del baño y había exigido una
revancha para esa noche.
Le dije que estaba de suerte, nunca imaginé que no estaría ahí. Con una
última mirada, giré. Debería haber llamado a su puerta, decir: “¿Qué tal?”.
5 Keg stand: se refiere a un juego en el cual bebes de cabeza directo del barril de cerveza
mientras alguien te sostiene los pies en alto, para ver cuánto aguantas y cuánta cerveza
logras beber.
O incluso dibujar algo en su pizarra y firmar así sabría que me detuve. En
cambio, me lancé hacia mi habitación antes de que alguien me viera.
Era el momento del que había estado aterrorizado. Esperaba que cerrara
de golpe la puerta en mi cara. O ni siquiera estuviera aquí cuando me
presentara.
—He estado jodidamente preocupado, amigo. Casi fui hasta la casa de tus
padres.
—Tú y yo somos hermanos. Tenemos que estar ahí el uno para el otro. ¿De
acuerdo?
—De acuerdo.
—¿Y quién es esta? —Eli se dio la vuelta, arqueó su ceja negra, curvando su
labio mientras se movía hacia Kat, quien se veía preciosa como siempre.
Golpeé su pecho.
—No soy de nadie, gracias —dijo Kat mientras daba un paso hacia nosotros.
Extendió su mano hacia Eli y él se echó a reír—. Soy Kat.
—Ya me gustas. —Eli tomó la mano de Kat, mucho más pequeña que la
suya.
—¿Qué rivalidad?
6Home plate: Forma parte del campo de béisbol, es la última base que un jugador tiene
que tocar para completar una carrera.
siquiera sabía cómo responder. ¿Cómo podía admitir que no había seguido
los entrenamientos de primavera?
Había dejado de lado tantas cosas que amaba. La única cosa que mantuve
cerca fue Kat. Era lo único de lo que no podía huir. Simplemente no podía.
Incluso cuando sabía que sería mejor dejarla ir sin mí, no podía.
Estábamos unidos por el béisbol y nuestro odio hacia el equipo favorito del
otro. Luego estuvo la necesidad de salir de fiesta. Yo pensaba que era un
fiestero reservado, pero Eli podía emborracharme bajo cualquier mesa. Era
la única persona que no pude vencer en el desafío del barril.
—Ochenta y seis años y ni una sola victoria en la Serie Mundial —dije como
siempre cuando Eli mencionaba a los Yankees.
—Si tú lo dices.
—Los Red Sox vendieron a Babe Ruth en 1918 a los Yankees y no han ganado
una sola Serie Mundial… —expliqué.
—Hasta el 2004, cuando pateamos los traseros de los Cardinals. —Eli saltó de
la cama con los brazos levantados al aire y girando como si estuviera en una
plataforma giratoria.
—Y la cosa se complica. —Eli miró su reloj—. Por desgracia, tengo que salir a
clase. Recuérdame de nuevo, ¿por qué tomé una clase en sábado?
Tenía un examen ese día, pero después de la pelea con Liz sobre el idiota
de un novio, estaba tan estresado que no podía concentrarme. Había
dejado el lugar de Liz sin decir adiós, ni siquiera le mandé un mensaje. Liz y
yo nunca peleábamos así, ni siquiera cuando éramos niños.
Si hubiera…
No importa, la verdad es que no lo hice. Y debido a eso me dispararon. Los
“y si” no podían cambiar ese simple hecho. Nada podía.
—Dios quería que estuvieras ahí ese día —dijo Eli—. Quién diablos sabe por
qué, pero lo quería. Obviamente sabía que eras un testarudo hijo de puta.
Ese recuerdo era el por qué estaba tan enojado con mi hermana ese fin de
semana. Su idiota novio estaba sobre ella y no aceptaba un no por
respuesta. Cuando Zach intervino y lo golpeó en la cara, ella no podía
entender por qué me había puesto el lado de Zach.
Estaba demostrado científicamente que los chicos son más fuertes que las
chicas, pero eso no le da el derecho a un chico de imponerse a una chica.
Esa es una cosa que no soporto.
—Tengo que salir. Kat. —Eli le tendió la mano. y Kat la tomó. Él se llevó la
mano a sus labios—. Fue un placer.
—Es tuya. —Eli le guiñó un ojo a Kat y puse mis ojos en blanco. —¿Estarás
aquí aun cuando vuelva?
—Absolutamente. Hay una fiesta esta noche. En Omega Phi. Deberían ir, a
los chicos les encantará verte.
***
Me pasé la mano por la cara. La última cosa que quería era hacer que se
molestara, y a pesar de que sabía que teníamos un entendimiento la culpa
estranguló mi corazón.
—Mis padres se van a casa de mis abuelos. Voy a dar una fiesta.
No dijo nada, pero sabía lo que estaba pensando. No importaba que
habíamos acordado mantener nuestra relación en secreto, porque sus ojos
aún se llenaban de tristeza cada vez que no la invitaba a una de mis fiestas.
***
Todas esas veces que no invité a Kat a las fiestas que había tenido, no había
tenido que ver con ella. No estaba avergonzado de estar con ella, estaba
avergonzado de ese lado de mí.
Ese mujeriego y animal fiestero que no tomaba nada en serio fue muy
divertido para un montón de gente, pero Kat… no quería asustarla.
Ya era hora que dejara de mantener a Kat para mí mismo. Tiempo de dejar
de esconderme de mi vida.
—Sé que teníamos un acuerdo. Pero necesitas saber, sin tener en cuenta
eso, que nunca fuiste tú. La razón por la que nunca te invitaba a cualquiera
de mis fiestas, te presentaba a mis amigos. Todo era debido a mí. Porque
tenía miedo de lo que pensarías de esa parte de mí.
—Cuando estaba contigo, solo eras tú. Nunca estuve con nadie más, jamás.
Nunca te haría eso, lo prometo.
—Te creo. —Utilicé una maniobra y de alguna forma me las arreglé para
ponerla debajo de mí sin dolor punzando a través de mi muslo. Una risita
fuerte salió de su boca y mis labios se torcieron ante el sonido.
K
at condujo. Incluso si yo fuera capaz, no habría sido capaz de hacerlo.
Mi mente estaba por todo el lugar, rebotando entre los momentos
previos al grito del último aliento de Nia.
—Va a estar bien. —La mano fría de Kat se apoyó en mi brazo—. Voy a estar
allí contigo todo el tiempo.
—Lo sé. —Tomé su mano en la mía y la besé. No creo que tuviera alguna
idea de que era lo único que me mantenía conectado a tierra. Lo único
evitando que me estirara, agarrara el volante y nos girara en cualquier
dirección que no fuera la casa de la mamá de Nia.
Era tan fuerte. Mucho más fuerte que yo. No dejó que su ataque definiera
su vida. Por otra parte, tal vez lo hizo. Tal vez estaba fingiendo que nunca
ocurrió. No podía pensar en eso ahora, sin embargo. No quería pensar en
otra cosa que no fuera la mano de Kat.
—No tienes que hacer esto, sabes —dijo Kat, tomando mi rostro entre sus
manos. Presioné mi mejilla en su palma y coloqué mis dedos en los de ella.
Una mujer de piel oscura salió al porche del rancho de una sola planta. Sus
manos estaban en sus caderas, el pie izquierdo señaló, mirándonos.
La madre de Nia.
La mujer entrecerró los ojos hacia nosotros. Era ahora o nunca. Solo
esperaba que el brillo en sus ojos no se desvaneciera después de que
hubiéramos terminado de hablar.
Lentamente, abrí la puerta. Kat dio la vuelta desde el lado del conductor y
me entregó mis muletas. Estaban empezando a sacarme de quicio. Quería
llevarlas a un puente y lanzarlas al agua. Pero si mi hermana o Zach supieran
que había contaminado las aguas, nunca escucharía el final de ello.
Agujero de bala o no, me zambullirían en el agua para recuperarlos.
Kat esperó a que yo hablara. Mi cuello se ajustó más. Las palabras estaban
en mi garganta, tratando de llegar a la superficie, pero algo las estaba
reteniendo. Kat puso su mano en mi espalda como para moverme
lentamente hacia adelante y de alguna manera las palabras se abrieron
paso.
—¿Sra. Williams?
—Estaba con Nia ese día. —La señora Williams contuvo bruscamente una
respiración, se llevó una mano a los labios, y una sola lágrima cayó por su
mejilla—. ¿Podemos hablar?
***
La mamá de Nia nos mostró la cocina. Mantuve mis ojos mirando al frente,
sin querer ver las fotos de Nia. La Sr.a Williams agarró un filtro de café.
—¿Quieren un café? ¿O qué tal un poco de té? ¿Agua? Tengo una tarta en
la nevera, déjenme sacarla.
—Café sería agradable —dijo Kat y se dirigió hacia la máquina—. ¿Por qué
no se sienta, y yo me encargo de ello? —Kat puso su brazo alrededor de los
hombros de la Sra. Williams y la guió hacia la mesa.
La Sra. Williams frotó su cara con sus manos y luego me miró. Sus ojos oscuros
atraparon los míos. No podía apartar la mirada.
»La gente estaba gritando, y era puro caos. La jalé hacia una puerta. Estaba
cerrada con llave.
Los cuerpos fueron cayendo como moscas, uno tras otro. Había sangre por
todas partes, salpicando como una pintura de Jackson Pollock. La madre
de Nia no necesitaba saber eso, sin embargo. Tampoco Kat, así que omití
esa parte.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, pero las hice retroceder. La Sra. Williams
puso su mano sobre la mía, y yo continué:
»Me dijo que iba a huir. Le dije que no. Estaba más segura en la puerta.
Estaba decidida, sin embargo.
—Esa era mi Nia. —Las lágrimas cayeron por las mejillas de la Sra. Williams, y
quería parar, llevarme el dolor, pero no podía. Necesitaba saber toda la
verdad.
No la culparía si se alejaba.
—Josh. —La Sra. Williams tomó mi mano. Levanté la vista y me fijé en sus ojos.
El odio que esperaba no estaba allí. Solo compasión—. ¿Es eso lo que
piensas?
Asentí.
—No. No. Tú mismo lo dijiste. Nia estaba decidida. Cuando esa chica tenía
algo en la cabeza, no había nada ni nadie que pudiera detenerla.
Debería haber intentado. Si tan solo hubiera tomado su mano con más
fuerza. Me hubiera negado a dejarla ir.
—No la mataste. Esa bestia con la pistola fue quien la mató. No tú. Tienes
que dejar ir la culpa. No quiero eso para ti.
—Pero…
»Nia no querría esto. Por favor. —La Sra. Williams me miró fijamente mientras
sus ojos se llenaban de lágrimas—. Por favor. Déjalo ir.
Era fácil de decir, pero las palabras estaban fuera de su alcance. En el
fondo, sabía que incluso si las dijera, no cambiaría nada. Esa culpa estaría
conmigo para siempre.
—Por favor. —Apretó mis dedos—. Por favor. Por Nia. Hazlo por Nia.
Ya le había fallado a Nia, pero tal vez, solo tal vez, podía dejar la culpa
apagarse y vivir la vida que ella había perdido. Apreté los dedos de la Sra.
Williams de vuelta.
—Trataré.
Jugueteé con mis manos. Kat dio la vuelta a la mesa y se sentó en la silla
junto a mí, dándole a mi mano un apretón.
—El hombre armado volvió… apuntó el arma hacia mí. Le supliqué. Nia
estaba… Sabía que no iba a hacerlo, y no quería que muriera sola. Se
merecía algo mejor que eso. Conocía al hombre armado, y cuando dije su
nombre, puso el arma contra sí mismo. Entonces se acabó. Nia dijo que le
dijera a su madre que la amaba. Siento que me tomara tanto tiempo
decirlo.
La Sra. Williams saltó de su silla y puso sus brazos alrededor de mí. Me empujó
fuertemente contra su pecho y lloró en mi oído. No sabía si eran lágrimas de
felicidad o de tristeza. Tal vez una combinación de ambas. Pero con cada
sollozo sentí el peso de la culpa lentamente comenzar a disiparse.
Cuando el sol empezó a ponerse, era hora de volver a los dormitorios. La Sra.
Williams me dio una invitación abierta a pasar a saludar cada vez que
estuviera en la zona, y Kat consiguió su receta para el pastel de manzana.
—No sabía que te culparas. No puedes mantener cosas así dentro de ti.
—Nunca. En todo caso, lo que dijiste allí solo me mostró por qué te amo
tanto. Protegiste a Nia hasta su último aliento, incluso cuando estabas
gravemente lesionado. Eres un héroe.
—Puedes pensar eso todo lo que quieras, pero la Sra. Williams y yo sabemos
la verdad. —Kat besó mi frente y luego regresó a su lado del auto. Se
desplazó en la carretera, y nos alejamos, dejando la culpa detrás de
nosotros.
Capítulo 21 Traducido por Jadasa Youngblood (SOS) y Edgli
L
as fiestas de fraternidad no habían cambiado mucho durante el mes
que me había ido. Tan pronto como entré por la puerta, la música
golpeando, la línea de barriles de cerveza creciendo, sentí como si
estuviera regresando a casa.
La universidad había sido tan parte de mí. Estas fiestas eran yo. Por más que
me encantaba pasar tiempo con Kat, también extrañaba esto.
Todos a nuestro alrededor gritaban sus elogios, todos los ojos sobre Chris y su
exagerada celebración. Pero mis ojos se hallaban sobre Kat. Ella se reía de
las payasadas de Chris. Una risa verdadera y genuina, e incluso chocó los
cinco con la pareja a nuestra derecha.
—Oh. Mi. Dios. ¡Joshy! —Por el olor a melocotones y esa voz aguda, sabía
que era Monica. Habíamos dormido juntos una vez en primer año y desde
entonces había estado intentando que tuviéramos una cita.
Sabía que Kat debería amar todo de mí. Pero, ¿realmente necesitaba saber
de primera mano lo jugador que había sido? Al menos recordaba el nombre
de la chica. Eso tenía que valer para algo.
—Lo estoy haciendo bien. Me gustaría que conocieras a mi novia, Kat. —Le
sonreí a Kat y esperé no parecer un completo estúpido.
—Debes darle muy buenos orgasmos —le dijo Monica a Kat y alcé mis cejas
de golpe. Santa mierda, no acababa de decir eso.
Intenté ahogar la risa que subió por mi garganta. Siempre supe que Kat era
fuerte, pero nunca me había dado cuenta de que tenía tal coraje.
—¿Qué le pasa?
—Juego fuera.
8Tiburón: En el original, “Jaws”, nombre de una película que en español se traduce como
“Tiburón”.
—No tenías que hacerlo.
—Lo sé.
Después del tiroteo, no volví a hablar con Eli, pero un mensaje de texto y
había cambiado sus planes por mí. Palmeé su espalda.
—Gracias.
Sacudió su cabeza.
—¡El jodido apodo más genial, para el jodido amigo más genial! —exclamó
Chris y Kat se rio.
»¿Y quién podría ser esta? —preguntó Chris, tomando la mano de Kat en la
suya.
—¿En serio? —Me incliné cerca de su oído y susurré—: Recordaré eso más
tarde. —Entonces tracé la curva de su mandíbula cruzando hasta debajo
de su oreja. Contuvo su respiración entrecortada, y controlé el impulso de
llevarla de vuelta a mi habitación en la residencia universitaria.
—Mejor.
—Pronto —dije.
—No puedo creer que estés aquí. Es como un puto espejismo. —Se levantó
del sofá como Tom Cruise en Oprah y silbó. Todo el lugar se quedó en
silencio.
»¡Tiburón regreso! —No dijo nada más, solo me señaló y el salón estalló en
aplausos. ¿Por qué me estaban aplaudiendo? No tenía ni idea. De repente
la gente vitoreaba, “Tiburón. Tiburón. Tiburón”, dándome golpecitos en la
espalda. Empujaron una cerveza en cada una de mis manos y la música
volvió al máximo.
—Estaremos ahí.
—Es muy bueno verte. Las fiestas no han sido las mismas.
—Es bueno estar de vuelta —dije, y así era. Hasta que entré por la puerta
principal, no me di cuenta de lo mucho que había extrañado la locura. El
olor de la cerveza, los vítores de una multitud, y estar rodeado de personas,
quienes tenían un objetivo en mente: pasar un buen rato.
Había estado tan inseguro de combinar mis dos mundos, pero en ese
momento, escuchando a Kat utilizar mi apodo de la universidad, finalmente
sentí como si pertenecieran juntos. No tenía que elegir entre uno u otro.
Podía tener ambos.
—Lidera el camino.
—Todo el tiempo.
—Puede haber tomado un tiempo, pero estoy feliz de que finalmente puedo
mostrarte esto.
Kat se puso de puntillas y presionó sus labios contra los míos. Era puro y dulce,
y uno de los mejores besos de mi vida. Probablemente porque ese
momento, con las estrellas tan brillantes por encima de nosotros, era algo
pendiente desde hacía mucho tiempo.
Kat podía haberse perdido un montón de cosas por causa del cáncer de su
mamá, pero finalmente había asistido a una fiesta universitaria. Saqué mi
celular y le saqué una foto con la espuma flotando a su alrededor. Esto era
algo que querría añadir a su álbum de recortes.
»Será mejor que seas cuidadoso. Esta mierda es resbaladiza. —Ambos nos
reímos, y tomó un trago de su vaso—. ¿Dónde está Kat? —preguntó.
—En algún lugar del otro lado de esta pared de mierda. —Como la espuma
comenzaba a depositarse, mis ojos recorrían el patio buscando a Kat. Se
posaron en su cabello rubio-rojizo, aún se encontraba asimilándolo todo. Sus
ojos deben haber estado cerrados o si no habría visto a Monica de pie a su
lado y dando un paso lejos de ella.
Los dedos de Kat se agarraron de la blusa de Monica, pero la tela muy corta
no ayudó. Monica no tuvo tiempo de reaccionar. Su pie se resbaló e intentó
estabilizarse, pero con Kat colgada de ella para salvar su vida, no había
forma de detenerlo.
Ambas cayeron con fuerza. Los ojos de Kat se agrandaron cuando se dio
cuenta de quién se hallaba encima de ella.
—¿Cuál es tu problema, perra? —gritó Monica y la atención de la gente fue
hacia las dos chicas sobre el suelo. Monica se cernía sobre Kat, ni siquiera
intentando bajarse.
Después del tiroteo, habría odiado esas palabras. No quería usar mi herida
como una ventaja, porque admitámoslo, no tenía ninguna ventaja, pero
necesitaba llegar a Kat. Necesitaba quitarle a Mónica de encima.
Finalmente lo logramos y estaba listo para lanzar mis muletas y correr al lado
de Kat, pero me detuve. Ya no estaba en el suelo. Estaba enfrentándose a
Monica, cuya boca corría una milla por minuto, pero Kat estaba totalmente
calmada. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y observaba a
Mónica de la forma en que una madre observaría a un berrinchudo niño de
cinco años. No necesitaba que la rescatara. Ella lo tenía bajo control.
Monica dio otro paso hacia Kat, pero ella se mantuvo firme. Sabía que
Monica hablaba pestes, pero era una cobarde. Nunca haría el primer
movimiento.
»Hay una razón por la que Josh está conmigo y no contigo —resumió Kat.
Los ojos de Monica ardían con ira y sus labios se contrajeron.
—Porque eres una puta —gritó Mónica y yo me adelanté, pero Kat solo se
rio.
—Si eso te hace sentir mejor contigo misma, entonces está bien, soy una
puta. Pero ambas sabemos quién es la verdadera ramera aquí.
Kat le dio la espalda a Monica justo cuando ella se abalanzaba hacia ella,
pero Eli dio un paso en frente de ella y se golpeó contra su pecho. Se inclinó
hacia abajo y le dijo algo, pero no lo escuché. No me importaba. Todo lo
que me interesaba era Kat.
Me moví hacia ella y no me detuve hasta que su rostro estuvo en mis manos.
—No. Lo último que quiero es que eso interfiera con mi vida. Luché contra
ello. Me quité a Monica de encima y estoy bien.
—¿Estás segura?
Asintió.
—Tú, chica, eres increíble —dijo, y una oleada de celos me golpeó bajo en
las entrañas. Eso era algo que quería hacer desde que caí de cara en frente
de ella.
»Vayamos por un trago —dijo Eli cuando bajó a Kat y ella me vio.
—Ve —dije. Esta noche no era sobre mí. No era sobre todos los obstáculos
que había pasado Kat. Era sobre ella pasando un buen rato.
—¿Lo crees?
—Lo sé. Vayamos por ese trago. —Le lancé una mirada a Eli mientras Kat se
dirigía de vuelta adentro—. Me hice cargo de eso. No te preocupes.
Eli siempre había sido bueno en arreglar situaciones, así que no lo cuestioné
más. En cambio, lo palmeé en la espalda y seguí a Kat adentro.
***
Tres horas después, Kat se tambaleaba por la calle mientras nos dirigíamos
de regreso a mi dormitorio. Se iba a sentir como el infierno en la mañana.
Pero todo el mundo se debería sentir así de mal al menos una vez en su vida.
A pesar de lo que pensaba mi hermana, había tenido mi buena cuota de
resacas, pero con el tiempo había aprendido que un Gatorade, un
multivitamínico y un antiinflamatorio antes de dormir era la mejor cura.
Kat resopló.
—Eres un adulador.
—¿Oíste eso?
—Conejos.
—Sí. —Se rio, sus manos viajando a mis costados—. Tócame —dijo,
levantando mi mano hacia su pecho.
—Estás borracha.
—Es posible que esté borracha, pero sé lo que quiero. Te quiero a ti.
—No pasará.
—Por favor. —Le hice cosquillas en los costados y en vez de saltar lejos de
mí, se bamboleó en mis manos.
—Llévame a tu dormitorio.
—¿Cuál? —preguntó.
—La última noche que pasamos juntos. Estábamos viendo las estrellas y
empezaste a cantar: “Estrellita, ¿dónde estás?”.
—Estaba bromeando.
—Lo sé, pero solo tú eres capaz de hacer sonar una canción de niños tan
sexy.
—¿En serio? —dijo, esa mirada seductora parpadeando en sus ojos. Arrastró
su dedo por mis labios y cantó dos líneas del coro de “Just the way you are”.
No de nuevo.
Capítulo 22 Traducido por Lizzie Wasserstein
E
l sudor goteó de mi frente, y me sentí como si alguien me estuviera
apuñalando.
—Avanza a través del dolor —dijo Mike mientras daba otro paso sin mis
muletas, poniendo todo mi peso sobre mi pierna lesionada. Imaginé a Kat y
lo mucho que quería cargarla y llevarla al dormitorio o subirla sobre la
encimera.
»Tu chica está aquí —dijo Mike, señalando a Kat, quien acababa de entrar
por la puerta en su bata morada de Igor de Winnie the Pooh. El impulso de
ir hacia ella sin mis muletas fluyó a través de mí, y miré a Mike. Me di cuenta
de que sabía exactamente lo que estaba pensando.
»Tú puedes, hombre. Recuerda, justo aquí. —Presionó sus dedos en mi pecho
sobre mi corazón de nuevo. Entre eso y Kat, estaba toda la inspiración que
necesitaba. Solté la barra y moví mi pierna sana hacia ella, seguida por mi
pierna mala. Todavía estaba cojeando, pero el dolor no era tan malo como
lo era en el principio. No me sentía como si tuviera un trinchador caliente
empujando en mi muslo cada vez que me movía.
***
Mis muletas se habían ido, pero todavía no podía caminar sin un poco de
ayuda, por lo que estaba usando un bastón como un anciano. Era mejor
que las muletas, sin embargo. Por lo menos tenía cierta libertad para mi
movilidad.
Mi cojera no estaba mucho mejor, pero Mike tenía fe en que con más
fisioterapia y más estiramiento, lo estaría. Mi médico, sin embargo,
sospechaba que siempre tendría algún tipo de cojera. Lo cual solo
significaba una cosa… no volvería a jugar béisbol de nuevo.
Por primera vez desde que me decidí a poner mi educación en primer lugar
y no tratar de ser un profesional, estuve realmente feliz con esa decisión. No
me podía imaginar cuánto más hubiera enloquecido si hubiera tenido todo
dependiendo de mi habilidad para jugar.
Me volví hacia el televisor. No era exactamente el mejor momento para ver
el partido de los Yankees, pero había hecho los planes antes de que el
médico me diera la noticia.
—No puedo creer que dejara de hornear cuando me fui. Siempre ha sido su
pasión. Todavía me odio por quitarle eso incluso temporalmente. —Zach
apoyó los codos en sus rodillas y se pasó las manos por el cabello—. Estoy
feliz de que esté haciéndolo de nuevo.
—Hola, Lizzie —dijo, poniéndolo en su oreja—. Sí, estoy con él ahora. No, no
le pregunté.
—Estoy bien. En verdad. —Lo estaba. No podía borrar las cicatrices donde
la bala había entrado en mi muslo. No podía borrar la cojera. Mi vida sería
diferente y tendría un recuerdo permanente de ese día, pero había
sobrevivido. No vería mi cojera como una discapacidad o un terrible
recordatorio. La miraría y recordaría que a pesar de que me había
debilitado a mi punto más bajo, también me había fortalecido, y al final
había llegado a la cima.
—Lo prometo.
—Es mejor que traigas galletas o no te molestes en venir —le dije con una
risa.
—¿Seguro que estás bien? Quiero decir, mierda, Josh. El béisbol era tu vida.
—Ya no. Tal vez pueda ser entrenador ahora.
—Estoy vivo. Tengo que empezar a celebrar eso y dejar de pensar en todas
las cosas malas.
Zach agarró dos galletas, y me entregó una. Sostuvo su galleta hacia mí, y
choqué la mía contra la suya.
—Por la vida.
Capítulo 23 Traducido por Lorenaa
K
at se detuvo en su casa, y yo me incliné y la besé. Colocó las manos
a cada lado de mi rostro y me devolvió el beso.
—El postre va a estar mejor —dije, y salí del auto lo mejor que pude.
Moverme estaba siendo más fácil. Volver a conducir se estaba convirtiendo
en una posibilidad. Echaba de menos mi camioneta. Y más que eso, quería
volver a llevar a Kat a nuestro sitio secreto. Kat reía mientras corría a mi lado
y entrelazó sus manos alrededor de mi cintura.
—¿Le puedo ayudar? —le pregunté al hombre que estaba caminando por
el césped de Kat, asegurándome de permanecer entre ella y el hombre.
—Hola, soy Tim Harris. Lamento molestarle, pero soy investigador privado. —
Me tendió una tarjeta y la miré por encima—. Su vecina sospecha que su
marido la engaña, así que me contrató para seguirlo. De todos modos, no
debería estar diciéndole todo esto. Pero todas las noches, entre la media
noche y las dos de la madrugada, un Honda Civic negro aparca frente a su
casa, y pensé que debería saberlo. He terminado con este caso y no podía
irme sin decírselo.
—No tienes nada por lo que estar asustada. Estoy aquí, no voy a ir a ningún
sitio. —Su cuerpo se mecía contra mí y estuve enfadado con ese bastardo
por causarle este miedo a Kat, incluso más aún porque no había nada que
pudiese hacer para evitarlo.
—Lo sé.
—¿Qué pasa? ¿Qué han dicho? —le pregunté mientras le secaba las
lágrimas de la cara.
—Han dicho que pueden tomar nota, pero que a no ser que les informe en
el momento que él esté fuera de la casa no pueden hacer nada más.
—Eso es… Eso es una mierda. —Me pasé la mano por el cabello y agarré las
puntas—. Tienes que estar jodiéndome. ¿Qué se supone que debemos
hacer? Solo esperar a que ese bastardo haga algo. No lo creo.
La mano fría de Kat se deslizó entre las mías. Bajé la vista hacia ella y vi la
silenciosa súplica en sus ojos. Inhalé profundamente, me calmé y dejé que
la ira se disipara.
—No. No. No voy a tener miedo en mi propia casa. No voy a dejar que me
controle.
—No me voy a ir. —Kate se levantó y se fue hacia su vestidor. Sacó su pijama
y se encerró en el cuarto de baño.
—Soy Josh.
—Estoy fuera del trabajo. Voy a mirar algunas cosas para asegurarme de
que no la está siguiendo. Solo averigua la dirección y envíamela.
—Noqueé a ese bastardo una vez. Puedo volver a hacerlo, tengo que
hacerlo. Sin embargo, no sé si seré capaz de detenerme esta vez.
Kat salió del baño, con la cara lavada, usando unos finos shorts blancos y un
top blanco. El pelo le caía en ondas por sus hombros.
Me necesitaba.
Todas las veces que la había necesitado, ella había estado ahí. Ahora era
el momento de que yo fuera el fuerte. Me quité los pantalones, me saqué la
camisa por la cabeza y me metí en la cama. Levanté un brazo, y sin ninguna
palabra, se acurrucó a mi lado.
La expresión era correcta: cuando llueve, rebosa. ¿No había pasado Kat lo
suficiente ya? ¿Realmente tenía que pasar por esto?
—¿Josh?
Le besé la frente.
Fue la mejor arma que pude encontrar. No era que planeara usarla, pero
necesitaba sentir que tenía el control.
—Precaución.
—No piensas que pueda entrar, ¿cierto? —No tenía ni idea de cuál era la
respuesta. Sabía lo que necesitaba decirle a ella, pero la verdad era que no
sabía de lo que el tipo era capaz. Pero mirando a Kat, y viendo lo inocente
que se veía entre mis brazos, sabiendo que alguien tomó ventaja de eso, me
hizo creer que él no se detendría hasta alcanzarla.
Llamas al 911 cuando tienes una emergencia. Esto era una emergencia, así
que, ¿qué diablos les estaba tomando tanto tiempo? Miré otra vez por la
ventana y el Civic se estaba yendo calle abajo.
¡Hijo de puta!
Dos minutos más tarde, apareció la policía. Antes de que pudiesen tocar a
la puerta, la abrí.
Los policías cuadraron los hombros y el más bajito puso sus manos sobre la
cintura.
Tenía todo el respeto del mundo por los policías. Uno me salvó la vida
llevándome hasta la ambulancia. Pero realmente quería pegarle a este
idiota.
No. les tomó demasiado tiempo venir.
Porque eso era relevante ahora mismo. No importaba lo mucho que quisiera
dejar atrás el tiroteo, me seguía incansablemente.
—¿Josh, qué está pasando? —Kat apareció en la puerta, con una bata a su
alrededor. Gracias a Dios.
—Soy el oficial Sully, y este es el oficial Moretti —dijo el policía más viejo.
—Vi su auto.
—¿Por qué me está haciendo esto a mí? —Las lágrimas caían por sus mejillas,
y apoyó los dedos sobre sus labios.
Kat asintió.
—Tiene una orden de restricción contra el tipo. ¿No debería ser eso suficiente
para arrestarlo?
Mis manos se curvaron formando un puño y las dejé a los lados para evitar
golpear algo. Respiré profundamente. Gritar no iba a llevarme a ninguna
parte.
—Estaremos aquí fuera durante un rato esta noche, para ver si vuelve.
Puedo asegurarle que tomaremos este caso seriamente. Si lo ve, llame al 911
inmediatamente, y permanezca dentro hasta que los oficiales lleguen. No
se aproxime al sospechoso. Llegaremos lo antes posible.
Les sacudí las manos a los oficiales y los observé desde la puerta. Cerré la
puerta y bloqueé los dos pasadores. Kat entró a la sala, con dos tazas de té
en las manos.
—Espero que lo haga —dijo. Yo entrecerré las cejas—. Así podrán atraparlo
y todo esto terminará.
—Ni todo el drama del mundo podría separarme de ti. —Puse su cabello
detrás de la oreja, dejando que las finas hebras pasaran por mis dedos—.
Vamos, ponte cómoda, tenemos una búsqueda de palabras que hacer. —
Agarré la manta del brazo del sofá y la puse sobre nosotros.
F
inalmente estaba de vuelta al volante de mi camioneta y se sentía muy
bien. Kat estaba en el trabajo, y yo tenía grandes planes para nosotros.
Desde la noche en que apareció la policía, Bryan no había vuelto. A
menos que se hubiera vuelto más creativo en sus métodos de espionaje.
Estaba trabajando en dos turnos hoy, a pesar de mis objeciones. Juro que
ella haría cualquier cosa para desafiarme. Pero insistió que quería el trabajo
mientras pudiera conseguirlo. Necesitaba el dinero. Aunque técnicamente
no lo hacía, porque yo tenía algunas de sus facturas, lo que ella no sabía
todavía. Supongo que si lo supiera, habría hecho una diferencia, pero me
había negado a decirlo.
Tenía un par de horas antes de que estuviera en casa, así que volví a casa
de mis padres para recoger algunas cosas.
—¡Mira quién es! —dijo mamá cuando entré por la puerta—. Casi había
olvidado que tenía un hijo.
Le di un gran abrazo.
Volver a Springfield hubiera sido genial. Extrañaba a mis amigos. Las fiestas.
Pero había demasiados fantasmas allí. Por no hablar de que si no me
recuperaba lo suficiente para jugar a la pelota, perdería mi beca.
—Estaría bien tener a mis dos bebés cerca de casa. Pero decidas lo que
decidas, te apoyaremos.
—Lo sé. Gracias, mamá. Oye, ¿todavía tienes esa vieja manta que solía
llevar a la playa en la escuela secundaria?
—No te necesito para pagar mis facturas. Puedo pagar mis malditas
facturas.
—¿No crees que estás exagerando? —Di un paso hacia ella—. Kat. —Me
acerqué a ella, pero ella espetó su brazo hacia atrás.
No pensé que se entusiasmara con que pagara sus cuentas, pero nunca
había pensado que reaccionaría así. Tenía tantas cosas de las que
preocuparse, solo quería ayudarla a disminuir la carga.
—Pero…
***
Llamé a Darren, pero me dijo que le diera espacio a Kat. Había estado
alrededor. No quería darle espacio. Quería saber que estaba bien. Segura.
Pero por encima de todo, quería que se diera cuenta de que estaba bien
dejar que la gente te ayude.
Y sí, yo podría haber hecho esto de la manera equivocada, pero sabía que
negaría mi ayuda, y estaba harto de ver la tensión en su rostro cada vez que
tenía que comprar algo.
—¿Cuál es su emergencia?
La puerta estaba cerrada con llave. Tomé una respiración profunda y muy
tranquilamente la abrí. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, tenía la
sensación de que iba a romper a través de mis costillas. Entré en el estudio.
Los libros de sopas de letras de Kat cubrían el suelo. El marco de fotos que
sostenía la foto de ella y su familia estaba hecho añicos. La manta que había
puesto sobre ella solo unos días atrás estaba cubriendo la alfombra.
Kat.
Se alzaba sobre Kat, y era unos centímetros más alto que yo. La camiseta
negra que llevaba tenía un agujero justo por encima del bulto de su
estómago.
Saqué mis ojos de él y miré a Kat, haciendo caso omiso de la bestia que la
sostenía contra él. Necesitaba centrarme en la manera de salvar su vida.
Siempre me había preguntado por qué había sobrevivido ese día en el
pasillo, y ahora lo sabía.
Fui más listo que la muerte una vez, pero ahora era mi hora.
Bang.
Capítulo 25 Traducido por Jadasa Youngblood y Verae
L
a mayoría de la gente pasa toda su vida sin nunca saber lo que se
siente mirar a la muerte a los ojos. Envidio a esas personas. Nunca
conocerán el miedo. Los arrepentimientos. La desesperada necesidad
de una sola oportunidad de hacerlo todo de nuevo. Para intentar cambiar
el resultado.
De algún modo, me fue dada esa oportunidad. No pude salvar a Nia. Pero
Kat sobrevivió.
La sangre salpicó el rostro de Kat, y Bryan cayó. Una sola bala en la cabeza.
Congelado en conmoción, ni siquiera me di la vuelta para ver quién lo puso
ahí.
—No deberías estar hablando con ellos hasta que consigamos sus
declaraciones —le dijo el oficial a Sully.
Asentí.
—Gracias —dije.
—Como dijo Sully, nunca tendrás que lidiar con él de nuevo. Eres libre.
—Iba a matarte —dijo—. No sé lo que hubiese hecho sin ti. Lamento haberte
gritado.
—No me tocó. Vino a la sala de estar y luché con él. Intenté correr hacia el
dormitorio y bloquear la puerta, pero la abrió de una patada. —Me encogí
ante la escena que se desarrollaba en mi mente—. Darren estaría orgulloso
de mí. Me enseñó todos los movimientos. Pero Bryan me agarró y me tenía
sujetada boca abajo sobre la cama. Entonces escuchó la puerta abrirse,
me levantó de mi cabello y apuntó hacia mi cabeza con la pistola.
—Tengo algunas preguntas más para ustedes y luego pueden irse a casa.
—¿Adónde fueron?
—Parece que los estaba siguiendo. Tiene un registro de todos los lugares en
los que se detuvieron con las fechas y horas.
Giré hacia el baño de hombres y tropecé con un hombre que por lo menos
me sacaba casi ocho centímetro. Necesitaba ducharse y afeitarse
urgentemente. Eso producían los largos viajes en coche.
—¿Estás seguro?
Ahora fui quien se sacudió, pero no con miedo. El miedo se había ido.
Levanté mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Besé sus nudillos y dije:
—¿De dónde?
Señalé.
Medino asintió.
—Estoy bien —dije, caminando hacia él. Se apartó para dejarme pasar—.
Gracias.
Kat se encontraba sobre el sofá, sus piernas contra su pecho. Las lágrimas
manchaban sus mejillas y por la mirada en blanco en sus ojos, sabía que
estaba rememorando el ataque en su cabeza. También sabía que no había
nada que pudiera hacer para que las visiones desaparecieran.
—Empaqué esta mañana después de que te fueras. Tenía planes para esta
noche.
—Oh.
—No te preocupes. Aún tengo planes para esta noche. Vamos. Voy a
manejar.
Sully dijo que los investigadores de la escena del crimen estarían ahí por unas
cuantas horas y cerrarían cuando se fueran.
Todavía tenía su rostro manchado con sangre, y solo quería quitarlas. Librarla
de todo el mal. Deseaba que hubiera reservado una habitación de hotel en
vez de eso. Pero Kat y yo no íbamos a habitaciones de hotel. Pasamos
nuestras noches en la parte trasera de mi camioneta en la playa, y eso era
exactamente lo que íbamos a hacer esta noche.
Sus ojos se abrieron ampliamente, y se quitó hasta su ropa interior sin siquiera
una segunda mirada de nuestro entorno.
—Lo haré. Seremos rápidos. —Estiré mi camisa sobre mi cabeza y dejé que
mis pantalones cayeran al suelo. Tomé su mano y la guié hacia el agua.
Inhalé fuerte cuando el agua fría salpicó mis pies. Ignoré la temperatura y
me concentré en Kat.
—Dímelo tú. Eres la profesional. Solo soy el paciente. —Estuve feliz de que
fuera capaz de pensar en algo distinto de lo que acababa de ocurrir. Ella
estaría bien.
Ambos emergimos. Piel de gallina cubría su piel, así que froté mi mano hacia
arriba y abajo de su brazo antes de sostenerla cerca. Sus dientes
castañeaban contra mi pecho, y apreté mis brazos a su alrededor. Besé su
frente, luego tomé el champú que había traído y eché en mi mano un
chorro que equivalía a medio dólar.
—Uno. Dos. Tres. —Bajamos por tercera vez y cuando ella apareció de nuevo
en la superficie, la tomé en mis brazos. Entrelazó sus brazos alrededor de mi
cuello, y me puso la mano en el trasero, empujándola hacia arriba. Sus
piernas alrededor de mi cintura, y nos dirigimos hacia la orilla.
—Te amo tanto —le dije al oído, y frotó su mejilla contra la mía.
Le quité la arena de sus pies y salté a su lado e hice lo mismo con los míos.
—Quédate aquí. No te des la vuelta hasta que te diga —le dije, y la dejé
mirando hacia el agua mientras yo iba a la cama y recuperaba todas las
mantas y almohadas que había escondido antes.
Puse la última manta en su lugar y moví a Kat, apoyando mis manos sobre
sus hombros. No pude resistir la tentación de besarla en el cuello. Sentir su
piel bajo la mía. Oler su aroma de algodón de azúcar y mirar esos hermosos
ojos.
Tener a Kat en mis brazos, sobre todo después de lo que había ocurrido, era
un milagro. Pensando en el día en que terminamos las cosas y en todo el
tiempo que perdimos me dieron ganas de compensar cada segundo.
Habíamos pasado por más de dos personas que nunca deberíamos haber
tenido que soportar. Pero éramos más fuertes a causa de eso. Sabía que si
alguna vez me sentía débil, Kat sería mi fuerza, como siempre sería la suya.
—No llores —le dije, acunando su cabeza contra mí. Me agaché y besé su
frente.
—Siento mucho haberte hecho pasar por esa experiencia otra vez.
—No lo hagas —le dije, tomando su cara entre mis manos y la obligué a
mirarme—. No te culpes. No tienes nada que ver con lo que pasó esa noche.
¿Entiendes?
Kat me miró, las lágrimas corrían por sus mejillas, pero no dijo nada.
—¿Tú?
Asintió con la cabeza y jaló mi cara hacia la suya, presionando mis labios
contra los suyos. Sus dedos viajaron hasta mi cuello y mi cabello. La
desesperación surgió entre nosotros y tenía que estar tan cerca de ella
como pudiera estarlo.
—¿Eso es malo?
—No. Es una cosa muy buena. Tengo todos estos sentimientos dentro de mí.
Todas estas necesidades y deseos y todos están llegando al mismo tiempo.
Eres la única persona que puede hacerme esto.
Kat se inclinó y capturó mis labios con los suyos, deslizando su lengua
provocadora sobre mi labio inferior antes de sumergirla en el pliegue.
Acepté su invitación y separé mi boca para profundizar el beso.
—Quiero que sepas que estaba aquí antes de todo. No tenemos que
hacerlo. No esta noche. Vamos a tener un millón de noches juntos.
—No. Te quiero ahora. Por favor. Eres el único que me impide derrumbarme.
Necesito sentirte. Todo de ti. —Tomó el condón de mi mano y lo puso de
nuevo en la funda de almohada—. No me he perdido la píldora desde la
última vez. Hazme el amor. Por favor.
—Dios, te amo —le dije, y desató la toalla de mi cintura. Besé su frente y sus
ojos se cerraron, así que besé a cada uno antes de pasar a su nariz, y luego
su boca.
Me cerní sobre ella y miré fijamente sus ojos. Mi intención era ir despacio,
saborear cada toque único, pero el deseo se hizo cargo y me empujé dentro
de ella.
Su cabeza cayó hacia atrás y sus ojos se cerraron de nuevo. Envolví mis
brazos a su alrededor y la abracé contra mí, pasando mi mano por su frente,
besando las pecas salpicadas sobre sus hombros.
Mi ángel de la guarda.
—¿Por qué?
—Solo que no era la primera vez que corrías. Pero al igual que la última vez,
te atrapé.
—Ya hemos pasado por el infierno esta noche y de alguna manera te las
arreglaste para convertirlo en algo agradable, así que no me gustaría hablar
de esto. Pero lo que necesito saber. ¿Vas a regresar a la escuela? Porque lo
digo en serio. No voy a ninguna parte. Así que si quieres volver, no quiero ser
la razón por la que no lo hagas.
—Sí.
—No. Me gustaría hacer eso por nosotros. —Aplastó sus labios contra los
míos, y pude sentir su sonrisa tirando.
—Puedo nombrar cinco —le dije, y ambos nos reímos. Se sentía tan bien reír.
Con Kat era tan fácil como respirar. No importaba lo que la vida nos
deparara, nos las arreglaríamos, y todavía encontraríamos una manera de
reír. Sin duda, sabía que esto era lo que quería para el resto de mi vida.
—Eso fue lo que empezó todo. Por supuesto que sí. Pero ahora hay más. —
Toqué su labio—. Seis, como cada vez que comes algo que te gusta, te
lames el labio inferior. —Me besó el punto entre las cejas—. Siete, la manera
en que arqueas la ceja cuando no puedes encontrar una palabra en tu
sopa de letras. Ocho, la forma en la que te acurrucas a mi lado. —Entrelacé
mis dedos con los suyos—. Nueve, cómo tus manos siempre están frías, pero
son el toque más cálido que he sentido nunca. —Me relajé a su lado, me
incliné y la besé—. Y diez. Estaba tan perdido. Buscando algo para llenar el
vacío. Pero siempre estaba buscando y nunca lo encontraba. Entonces
llamaste a mi puerta y en cuanto puse mis ojos en ti otra vez, ese vacío se
desvaneció. Me sentí completo de nuevo.
—Porque eso fue hermoso. Y el número diez. —Se mordió el labio y asintió
con la cabeza, arrugando la piel del puente de su nariz—. No me he sentido
completa en mucho tiempo tampoco. Pero de alguna manera contigo, lo
hago. No sé lo que habría hecho si te hubiera perdido.
—¿Lo prometes?
Besé su frente y la jalé hacia atrás, mirando la profundidad de sus ojos azules.
Las promesas se rompen tan fácilmente, pero nunca quería decepcionar a
Kat de nuevo.
—Siempre.
z
Theresa Paolo
Again es la primera serie, conformada por dos libros, que escribe bajo el
nombre de Theresa Paolo. También escribe bajo el seudónimo Tessa Marie,
cuya primera novela con ese nombre Home is where you are ha sido
publicada recientemente.
Traductores
âmenoire90 Jane'
areli97 Lizzie Wasserstein
Ateh Lorenaa
Azuloni nikki leah
BookLover;3 Pilar
Debs Salilakab
Dianna K Selene1987
Edgli Silvia Carstairs
gemma.santolaria Simoriah
Helen1 VckyFer
HeythereDelilah1007 Verae
Itorres Veroonoel
Jadasa Youngblood
Diseño:
July Lizzie Wasserstein
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