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SANTERIA.
Nuestra postura en este aspecto es independiente, y si sacamos a la luz este artículo es debido
a los cientos de e-mail recibidos en que nos piden que aclaremos nuestra postura acerca de la
Santería y de los diferentes cultos practicados en el Nuevo Mundo.
Basamos nuestro artículo en las diferentes formas en que se concibe el Culto en Nigeria y
como se concibe en Cuba y para ello comenzaremos escribiendo acerca de las diferencias
acerca de la coronación de Orisha y de Ifá.
1.- La consagración sacerdotal Orisha que se hace en los sincretismos (la Santería en Cuba, la
Umbanda en Brasil......) es muy diferente a la que se lleva a cabo en el ritual yoruba. Esto de
por sí marca diferencias muy claras entre un sacerdote (olorisa), ordenado bajo el ritual
yoruba y otro ordenado bajo el ritual sincrético. Y ello es así porque los yorubas que
arribaron al Nuevo Mundo nunca quisieron revelar los secretos de la verdadera iniciación
sacerdotal Orisha yoruba, y en vez de ello optaron por utilizar en el Nuevo Mundo una
liturgia diferente creada específicamente para tal fin. ¿Por qué lo hicieron?, es la pregunta que
todos deberíamos hacernos y mas teniendo en cuenta como veremos más adelante las
diferencias que existen en ambos rituales.
2.- La consagración sacerdotal de Ifá que se hace en los sincretismos ((Ifá en Cuba
principalmente), es muy diferente a la que se lleva a cabo en el ritual yoruba. Esto de por sí
marca diferencias muy claras entre un sacerdote y/o sacerdotisa (babalawo o iyanifa),
ordenado(a) bajo el ritual yoruba y otro(a) ordenado(a) bajo el ritual sincrético. Y ello es así
porque los yorubas que arribaron al Nuevo Mundo nunca quisieron revelar los secretos de la
verdadera iniciación sacerdotal yoruba de Ifá, y en vez de ello optaron por emplear en el
Nuevo Mundo una liturgia diferente. Al respecto obsérvese que en tierras yorubas de África
la ordenación de los sacerdotes y/o sacerdotisas Ifá (Babaláwos e iyanifas), debe estar
imprescindiblemente presidida por el "Fundamento de Odu o Igba Iwa" del Oluwo que
preside la ceremonia. Sin embargo, el secreto del "Fundamento de Odu o Igba Iwa" nunca fue
revelado a nadie en el Nuevo Mundo por los yorubas. En su defecto crearon una especie de
sucedáneo que denominaron "Fundamento de Olofin". ¿Por qué lo hicieron?, es la pregunta
que todos deberíamos hacernos y mas teniendo en cuenta como veremos más adelante las
diferencias que existen en ambos rituales.
Estas dos realidades nos deben hacer reflexionar sobre el por qué los yorubas que llegaron
como esclavos al Nuevo Mundo, aunque trajeron consigo su religión, su cultura y sus
costumbres, sin embargo, no quisieron legarnos muchos de los aspectos básicos de sus
secretos religiosos como los dos mencionados anteriormente. Al parecer ellos quisieron
preservar esos secretos para que siempre se marcaran diferencias entre los cultos sincréticos
yoruba-católicos del Nuevo Mundo y los que habían dejado atrás en su Viejo Mundo.
Entonces podemos concluir afirmando que, lejos de lo que muchos creen, los yorubas sólo
legaron al mundo occidental que inhumanamente les esclavizó, parte de su enorme herencia
cultural y religiosa.
Ahora pasemos a examinar algunos de los aspectos negativos y/o contradictorios que
subsisten dentro de muchos sincretismos yoruba-católicos del mundo occidental.
Resultan repulsivas las leyendas mitológicas que se repiten incesantemente dentro del seno
de algunos sincretismos, las que inmiscuyen constantemente a los Orisas en actos impuros,
violentos, incestuosos, amorales y vergonzosos de toda ralea, como son los casos de un
Obatalá irresponsable capaz de emborracharse con vino de palma en pleno cumplimiento de
su labor creadora, cuya negligencia -entre otras-, trajo como resultado las imperfecciones
físicas y mentales de los seres humanos. Un sanguinario y diabólico Ogún cortando cabezas a
diestra y siniestra, masacrando desmedidamente a pueblos enteros disfrutando del genocidio
y del olor de la sangre de sus víctimas. Otra inmoral faceta del mismo Òrìsà intentando violar
a su madre Yemú o Yembó, traicionando a su vez, a su padre Obatalá. Los hermanos Sangó y
Ogún combatiendo eternamente a muerte por el amor de una mujer, su hermana Oyá. Un
Orunmila sectario e injusto decretando el cese de los sacrificios humanos porque un día le
correspondió el turno a Él de perder la vida de una hija suya por medio del sacrificio. Sangó
haciendo el amor con sus hermanas Oshun y Oyá. El Òrìsà Obi despreciando a los pobres y
miserables de la Tierra. Un demoníaco Esu cuyas maldades y travesuras no tienen límites,
tanto en el olimpo de los dioses, como en el mundo de los seres humanos......
¿Cómo pretender que se adoren y respeten dioses tan malévolos, imperfectos y amorales?
¿Cómo intentar convencer a los seres humanos que deben tener fe en semejantes entidades?
¿Cómo aceptar de buena gana que Olorun ha permitido a los Orisas de Su Creación tales
desmanes? ¿Cómo pretender que Orisas tan imperfectos, negligentes, inmorales y malvados
sean objeto de adoración por amor, en vez de por temor a su cólera?
Esa desagradable imagen de los Orisas que da la mitología pseudo yoruba que pulula por el
Nuevo Mundo en un intento desmedido e injustificado por humanizar a las deidades,
demuestra el casi total apoyo ideológico que sobre la mitología aún conservan los
sincretismos afro-americanos, lo cual resulta cada vez más inaceptable para la mayoría de los
miembros de las sociedades civilizadas actuales.
La mitología con sus leyendas y fábulas fantásticas, está muy unida al folclore y a las
tradiciones legendarias y fantasiosas de muchos pueblos, y aunque en la antigüedad era la
base argumental fundamental de las tradiciones religiosas y culturales de esos pueblos, con el
paso del tiempo -unido al avance de la civilización en las sociedades modernas-, los
primitivos conceptos mitológicos se han ido sustituyendo por formas más racionales del
pensamiento cuando éstos tienden a justificar ideológicamente la existencia de conceptos
religiosos. Sin embargo, hoy en día en la mayoría de los países civilizados, cuando la
tendencia es a resaltar el folclore, la imaginación y las primeras y más ingenuas
manifestaciones de la cultura y sabiduría popular de un pueblo, entonces para ello se recurre
a la mitología. En la mayoría de los subsistemas yoruba-católicos afro-americanos los Orisas
han sido humanizados hasta extremos a veces desagradables y decepcionantes por el abuso de
algunos vulgares pasajes mitológicos.
Las liturgias que emplean actos de magia -de cualquier tipo y color-, no son usualmente
concebidas dentro de la práctica religiosa yoruba. Aquellas, además de ser reconocidas como
actos de brujería y/o hechicería, también se identifican como prácticas ocultistas de dudosa
moralidad y oscuros fines.
En contraposición con las prácticas litúrgicas que establecen las normas religiosas yorubas
actuales, para algunos sincretismos afro-americanos no basta el empleo de adimú, Ebbo,
adoración y súplica dirigida a los antepasados y Orisas para conseguir las transformaciones,
sino, que éstas se buscan fundamentalmente mediante el empleo de la magia, o sea,
empleando la brujería y/o la hechicería (los denominados "trabajos"). Ello quiere decir que la
"actividad ocultista" es intensa dentro de muchos sincretismos afro-americanos.
La magia -en cualquiera de sus manifestaciones-, como acto subjetivo y fantasioso de causa-
efecto desvinculada totalmente de los valores racionales, como elemento que sólo existe
dentro de la psiquis humana, es reconocida por el seguidor "ancestralista" como una de las
miserias más detestables del ser humano, el cual, por medio de las manipulaciones mágicas
pretende risiblemente de manera prepotente emular con el enorme poder de las divinidades.
Entonces, mientras dentro del seno de algunos sincretismos se gestan y realizan actos de
magia de toda ralea en quimérica búsqueda de las más variopintas transformaciones -unas
para el bien de algunos a la vez que para el mal de otros-, los verdaderos seguidores de
yoruba se desmarcan de toda practica ocultista (y mucho menos mágica), para exponer un
culto y una liturgia donde absolutamente nada es secreto; ni tan siquiera los más sofisticados
de sus actos rituales y/o consagracionales.
Entonces, puede llegar a comprenderse el porqué hoy en día la mayoría de los sincretismos
yoruba-católicos del Nuevo Mundo, en la práctica cotidiana de sus respectivas liturgias,
hacen uso de diversas "jergas sagradas" que generalmente no se corresponden con el idioma
original que se habla en el país de los Orisas. Esto último acentúa aún más la individualidad
que yoruba reconoce en los cultos sincréticos, ya que hasta la lengua empleada por éstos en
sus rituales resulta ser una muy particular, resultado de la mezcla de los diferentes dialectos y
lenguas madres existentes en las antiguas colonias del continente americano.
Por lo tanto, el yoruba no solo no entiende íntegramente la "jerga sagrada" que exhiben sus
sincretismos, sino que, entre los propios miembros de éstos, en su mayoría, tampoco se
entienden entre sí en esa lengua, la cual solo utilizan en rezos y cantos aprendidos de
memoria, pues con ella les resulta imposible estructurar oraciones y frases completas. Por
ello encontramos a muchos olorisas, Babaláwos, hounganes, mambos, padres y madres de
santo pertenecientes a los subsistemas yoruba-católicos del Nuevo Mundo que no son
capaces ni tan siquiera de traducir literalmente lo que expresan en sus rezos y cantos
sagrados. Mucho menos lo son de entenderse entre sí. Por lo tanto, como lo que hablan estas
personas no es lengua yoruba propiamente dicha, solo puede afirmarse con seguridad hasta
ahora, que se expresan en una "jerga sagrada" que no ha podido ser catalogada de manera
exacta por los especialistas hasta la fecha.
El practicante de yoruba cree fielmente en los efectos trascendentales de los sonidos a través
del lenguaje y por esta causa da mucha importancia a la integridad idiomática a la hora de
realizar los actos sagrados. Los sonidos de su lengua original no son los mismos que se
producen en la "jerga sagrada" de los sincretismos, por esta causa es de esperarse que los
resultados originados por los mismos también sean de índole diferente, aunque aquí no se
cuestione la calidad de estos últimos.
El concepto sobre el bien y el mal es otro de los aspectos discordantes entre el CULTO
YORUBA y los sincretismos religiosos afro-americanos. Para la primera el bien y el mal
necesariamente coexisten juntos como consecuencia natural de imperfecciones propias de La
Creación y como mecanismo de comprobación y comparación. Pero no se reconoce a nadie,
dentro o fuera del panteón Òrìsà, que ostente el poder del mal en clara oposición al Ser
Supremo Olorun, pues éste es Omnipotente en toda Su Creación y nada puede oponerse a su
Divina Voluntad.
Para muchos sincretismos el mal es el poder que ostenta y administra un ser maligno y/o
diabólico al cual llaman por diversos nombres, el que se opone permanentemente a la
voluntad de Olodumare. También consideran que la mayor parte de los Orisas poseen dos
facetas dentro de sí, a saber, la del bien y la del mal, lo cual admite la posibilidad de que en
determinados momentos estas deidades puedan ser estimuladas -por sacerdotes, brujos y/o
hechiceros-, para hacer el bien o para traer el caos y la destrucción a la humanidad (¡nada
más lejos de la realidad!).
Lo expuesto determina que el mal a escalas naturales (como las plagas, las enfermedades, el
libre albedrío, las eventualidades negativas del destino, los desastres naturales etc.), que
afecta tanto a la naturaleza como a los seres creados, es reconocido como "necesarias
correcciones" que tan solo Olodumare lleva a cabo y administra en su incesante labor creativa
y perfeccionista, considerándose por ello, que los conceptos que sobre el bien y el mal tienen
los seres humanos, no concuerdan con los de las deidades que nos gobiernan. Y, con ello, se
identifica al hombre como el principal causante del mal a la humanidad, debido a las
imperfecciones creativas de aquel, puestas siempre de manifiesto a través de la práctica de su
libre albedrío.
Otro de los aspectos antagónicos que constantemente se ponen de manifiesto entre las normas
y/o procedimientos litúrgicos de yoruba y sus sincretismos, son las diferencias -en calidad y
contenido-, existentes entre sus correspondientes liturgias y/o actos rituales. Al respecto, por
regla general, mientras yoruba siempre busca la simpleza, la sencillez y la homogeneidad en
todos sus actos litúrgicos, de manera que éstos sean fácilmente asimilados y ejecutados, los
sincretismos han creado individuales estructuras plagadas de complejos y enmarañados
procedimientos que históricamente han suscitado muchas veces la polémica y la anarquía
entre sacerdotes y devotos.
En lo referente a la práctica del sacrificio de fuerza vital dedicado a los antepasados u Orisas,
el yoruba siempre intenta buscar la muerte del animal de una manera rápida, limpia y eficaz,
evitando de esta manera el sufrimiento innecesario de éste. En muchos sincretismos, sin
embargo, los sacrificios en ocasiones llegan a convertirse en verdaderas sesiones de martirio
y tortura al propinárseles intensos dolores y/o sufrimientos a los animales antes de dárseles
muerte. Por ello con mucha frecuencia -antes de producirse la muerte a los animales-, a
sangre fría les arrancan pelos y plumas, les extraen ojos o testículos, o les rompen huesos
momentos antes de quitarles la vida. Todo ello es muestra de un acto de vulgar ensañamiento
criminal en vez de un sagrado acto litúrgico de elevado sentido místico.
Incluso, son muchos los sacerdotes del Nuevo Mundo que llevan a cabo un acto denominado
"presentación de las carnes" que consiste en que, una vez muertos los animales que han sido
sacrificados, hábilmente descuartizan sus cuerpos mientras se entonan alegres cantos
-dependiendo de la seriedad del oficiante-, dedicados a las deidades, como si éstas se
regodearan del dantesco escenario de sangre y muerte que se les ofrece. Esta absurda,
innecesaria y morbosa complejidad del acto del sacrificio rompe con la pureza y los
principios que rigen el marco ideológico original que prescribe el sacrificio de fuerza vital
yoruba como uno de los actos litúrgicos más sagrados de su tradición religiosa (téngase en
cuenta que yoruba no realiza ningún acto de "presentación de las carnes", porque en nuestra
tradición éstas son destinadas únicamente para el consumo de los devotos, no para los
Orisas).
No tiene ningún sentido ético -y mucho menos sagrado-, arrancar trozos de carne, extraer
huesos, tejer tripas, sacar membranas y vísceras de los cadáveres de los animales sacrificados
para luego cantar y bailar con ellos o alrededor de ellos (como hacen algunos con las cabezas
de los cabritos y las ovejas sacrificadas), tal y como lo hacían antiguamente los bárbaros y
otras etnias semisalvajes con las cabezas cortadas de sus enemigos.
El CULTO YORUBA otorga gran importancia al acto del sacrificio. Éste lo ejecuta con gran
seriedad, silencio y respeto, porque la presencia de La Muerte imprime gran trascendencia al
acto. Los animales son ejecutados con rapidez y precisión mientras que, al caer la sangre, se
trata de que ésta bañe los correspondientes "Fundamentos Òrìsà". Posteriormente, al limpiar
los animales para que sus carnes sean usualmente consumidas por los devotos, simplemente
se seleccionan algunas vísceras y se cocinan cuidadosamente para luego ser ofrecidas
también a los Orisas.
Durante todo el proceso del sacrificio solo se pronuncian rezos y se dedican discretos
cánticos a las deidades a quienes se les está dedicando la ofrenda. No hay danzas macabras ni
descuartizamientos litúrgicos. Los animales se despiezan simplemente para limpiar las carnes
que van a ser consumidas por los devotos. Aquí no existen las innecesarias y absurdas
complicaciones litúrgicas que practican algunos sincretismos, las cuales incluyen cantos
específicos que se entonan momentos previos al sacrificio, diversos cantos durante el
sacrificio, cantos al extraer partes de los cadáveres, cantos y bailes con las cabezas de los
animales, cantos con la exhibición de determinadas membranas ensangrentadas, e incluso,
ciertas invocaciones al momento de levantar del suelo los cuerpos sin vida de los animales
sacrificados.
En el sincretismo mencionado se ocupan los tres días iniciales en las labores propias del
"asentamiento" mientras los cuatro días restantes son utilizados indistintamente para
meditación, recogimiento, festejos, presentación del iyàwó, la visita a una iglesia católica
(véase aquí la influencia del catolicismo), y la visita a un mercado donde contradictoriamente
se le hace "robar" frutas a los iyawós, y en cuyas cuatro esquinas se hace Ebbo dedicado a
Esu. De más está decir que durante estos cuatro días también se recrea una liturgia
innecesaria y exagerada que conlleva a que al final del período de consagración (los siete
días), el (la) iyàwó se sienta exhausto(a), con lo cual probablemente se resta intensidad a la
sensación de inmensa espiritualidad en la que debe estar inmersa la persona durante el
proceso de "coronación y/o asiento".
En el ritual de la "Coronación y/o Asiento" que lleva a cabo el CULTO YORUBA no hay
lugar para parafernalias y liturgias innecesarias. Aquí la meditación y el recogimiento es
responsabilidad absoluta del (la) iyàwó, debiendo realizar estas acciones en solitario en la
intimidad de su propio hogar u otro lugar escogido previamente por éste. El festejo y
presentación del (la) iyàwó –vestido(a) estrictamente de blanco-, se realiza el mismo tercer
día, después de concluido el Itá (incluso si hay presentación al tambor se hace este mismo
día). No se visita ninguna iglesia porque no hay necesidad de cumplimentar con otros cultos
religiosos, así como tampoco se visita el mercado porque se considera que de ofrendas los
Orisas correspondientes están saturados en esos momentos. El Ebbo dedicado a Esu en las
cuatro esquinas del mercado no se considera oportuno, al contrario, se considera reiterativo e
innecesario porque a Esu durante esos tres días han sido dedicadas muchas ofrendas, ebós y
rogaciones, incluyendo las que dan por cerrados los rituales. Por lo tanto, en esta modalidad
litúrgica hay un consecuente ahorro de cuatro días que son considerados improductivos e
innecesarios.
Hemos dicho antes que en el CULTO YORUBA se realizan actos rituales de "coronación y/o
asiento" de mayor envergadura consagracional que en muchos sincretismos, y ello se refiere a
las diferencias cualitativas que existen entre las consagraciones para alcanzar la categoría
sacerdotal principalmente. Pero esto no es nada nuevo, es algo tradicional dentro de los
subsistemas religiosos afro-americanos, lo cual quiere decir que los primeros yorubas que
llegaron a las colonias de occidente y sus más directos descendientes en el Nuevo Mundo lo
aceptaron y lo establecieron así, quizás porque creyeron fervientemente que debían existir
diferencias entre el sacerdocio Òrìsà que se alcanzaba bajo el auténtico ritual yoruba y los
que se alcanzaban bajo la influencia de los sincretismos yoruba-católicos de los países del
Nuevo Mundo.
En algunos sincretismos como la propia Santería, Regla de Ocha y/o Lucumí, el día de la
coronación, en el momento de "la parada", se coloca el Fundamento Òrìsà tutelar y/o
gobernante (el Angel de la Guardia), del iyàwó en su cabeza -representando éste el acto de
coronación en si-, sin que dichos Fundamentos hayan recibido previamente la sangre de los
sacrificios. Hasta ese momento el Fundamento Òrìsà del iyàwó solo ha sido lavado con
omièrò, ¡pero no ha "comido", y por lo tanto "no ha nacido"!.
En este caso no se puede considerar que el Fundamento Orisa haya nacido porque sus otanes
y caracoles simplemente han sido sometidos previamente a lavatorios con omièrò, pues aún
no han sido consagrados con la sangre de los sacrificios. Esta manera de actuar no es
compatible con la filosofía yoruba que afirma que en nuestra religión "no hay nacimiento sin
ewé, sin agua, sin sangre y sin fuego". Por lo tanto, el Fundamento de un Orisa se considera
"nacido y vivo" solo después de haber sido lavado previamente en el agua de los omieros,
después de haber sido bautizado con la sangre del sacrificio de los animales, y por último,
después de haber sido consagrado con el fuego de las velas o las lámparas que elevan tal
consagración.
Lo expuesto quiere decir que presentar el Fundamento de un Orisa que aún no ha sido
bautizado con la sangre de los sacrificios sobre la cabeza de un devoto, para llevar a cabo el
acto de la "coronación o asiento", es lo que llamamos una acción espiritualmente
"suavizada", que carece de la fortaleza e intensidad que conlleva el "Fundamento vivo". El
profundo sentido místico y sagrado, el verdadero Asé de la consagración llevada a cabo
después del sacrificio de fuerza vital no puede ser alcanzado por un Fundamento Orisa que no
ha recibido la sangre del sacrificio, pues en este caso sencillamente aún no hay Orisa
materializado y presente en el alma de los otanes que componen dicho Fundamento. Por lo
tanto, quien ha coronado o asentado santo bajo el ritual de La Santería, Regla de Ocha y/o
Lucumí, sólo ha recibido en su cabeza el Asé de un Orisa incompleto, lo cual es una manera
diferente (aunque válida, ¡por supuesto!), de recibir el sacerdocio Orisa.
Mientras, por el contrario, dentro del contexto litúrgico del CULTO YORUBA, es
absolutamente imprescindible que un Fundamento Orisa siempre haya "nacido plenamente"
-entiéndase por esto el haber atravesado los tres procesos descritos anteriormente-, antes de
ser presentado a la cabeza del devoto que se asienta o corona. Además, previamente dicho
Fundamento "come" y se consagra junto con la cabeza (el Orí), de la persona que lo recibe,
con lo cual se garantiza que el Asé entre y sea asimilado íntegramente por Ori.
Sin embargo, con esto no queremos decir que la "coronación o asiento" llevada a cabo por La
Santería no tenga validez alguna. Por supuesto que la tiene, sobre todo dentro de sus propios
contextos religiosos. Lo que no se puede pretender es que un Fundamento Orisa incompleto
como el que dicho sincretismo consagra en la cabeza del creyente, tenga la misma fuerza
sacramental y el Asé de aquel que ha nacido con la intensa energía del sacrificio de fuerza
vital.
Aquí tenemos un ejemplo clásico de las diferencias existentes entre los sincretismos y el
CULTO YORUBA. Es por ello que cada estructura religiosa debe ocupar su propio lugar,
pues ninguna es cualitativamente igual a la otra, y pretender establecer igualdades y/o
competencias entre ellas es sencillamente absurdo.
Por lo expuesto, en el CULTO YORUBA decimos que, "un Fundamento Orisa cualquiera se
entrega a una persona cuando la deidad ha pedido expresamente estar con la misma", razón
por la que generalmente en nuestra tradición, en el acto de la coronación o asiento, sólo
hacemos entrega del Fundamento Orisa tutelar y/o gobernante (el Angel de la Guardia), no
descartándose con ello que dicha persona pueda recibir otros Fundamentos Orisa con
posterioridad, siempre y cuando esto sea prescrito previamente por la adivinación. Por lo
tanto, entregar Fundamentos Orisa por decreto del hombre es una práctica inadecuada y poco
aconsejable dentro de la liturgia religiosa yoruba, razón por la cual el "ancestralismo" marca
nuevas diferencias con algunos sincretismos yoruba-católicos del Nuevo Mundo.
Continuando con los rituales de coronación o asiento de La Santería, Regla de Ocha y/o
Lucumí, tampoco aquí podemos pasar por alto una de las diferencias litúrgicas más
representativas que prevalecen entre ésta y el CULTO YORUBA. En el Nuevo Mundo es
costumbre casi generalizada que quienes presiden estos actos litúrgicos sean exclusivamente
los Obas u Oriatés (babalorisas especializados en la ritualística del asiento).
Sin embargo, en la autentica tradición Orisa "ancestralista" quien dirige estos actos litúrgicos,
así como el culto en general, es el sumo sacerdote, o sea, el babalawo. Esta diferencia es
razón más que suficiente para que entre el sincretismo que nos ocupa y el CULTO YORUBA
existan diferencias insalvables, pues para esta última el babalawo representa la máxima
autoridad religiosa, debido a sus más amplios conocimientos de los secretos religiosos Orisas
en general, ya que antes de convertirse éste en sacerdote de Ifá y aprender nuevos y más
profundos conocimientos religiosos, fue obligatoriamente durante un mínimo de años un
sacerdote Orisa u olorisa entre otros aspectos que se requerirá.
De acuerdo con la liturgia de algunos sincretismos casi siempre que se sacrifican animales de
cuatro patas a los Orisas obligatoriamente hay que hacer ceremonia de Itá (adivinación), a los
tres días. Según argumentan, esta regla se debe a que se precisan tres días para que la ofrenda
del sacrificio llegue a Ara Orun (el cielo), y se haga firme allí a los pies de Olofin; esto lo
dicen tanto los olorisas como los Babaláwos del Nuevo Mundo. Sin embargo, el CULTO
YORUBA nos enseña que para que una simple oración, un sencillo rezo o una humilde
petición lleguen a conocimientos de una deidad determinada, no se precisan plazos de tiempo
específicos, ni tampoco la existencia de condiciones especiales de ningún tipo. En este orden
tampoco se considera sensato que para que una ofrenda de sacrificio -del animal que sea-, sea
aceptada por un Orisa determinado, tenga que transcurrir una determinada cantidad de
tiempo. Sencillamente esto último carece de sentido, a la vez que representa una gran
contradicción con relación a la filosofía que se aplica al resto de las ofrendas dedicadas a
Orisas y antepasados, ya que éstas sí se espera sean recibidas inmediatamente. Al respecto, no
se recuerda a ningún olorisa o babalawo perteneciente a cualquiera de los sincretismos,
diciendo que determinadas ofrendas destinadas a los Orisas -excepto las de sangre de
animales de cuatro patas-, precisen de cierto tiempo para llegar a su sagrado destino.
La liturgia del yoruba actual contempla la ejecución del Itá después de un sacrificio de
"Fuerza Vital" de un animal de cuatro patas (oveja, cabrito, etc.), destinado a determinados
Orisas, pero lo hace de manera inmediata, generalmente mucho antes de los polémicos tres
días, porque lo que interesa -según he dicho antes ya-, es hacer una liturgia simple, escueta y
directa; la estrictamente necesaria, pero ni más ni menos. Finalmente se piensa que ese
innecesario hábito de esperar tres días para Itá responde exclusivamente a la mala costumbre
-que como hemos visto antes, tienen algunos sincretismos-, encaminada siempre a exagerar y
complicar absurdamente todas sus liturgias.
Ewé es la palabra yoruba que quiere decir genéricamente "hierbas y/o plantas" de cualquier
tipo, las cuales pertenecen -todas-, al Orisa Òsányìn. Éstas son utilizadas comúnmente en
nuestra práctica religiosa con fines esotéricos y terapéuticos. Sin embargo, la Religión Yoruba
que llevaron los esclavos a las nuevas colonias europeas del continente americano enseñó que
a cada Orisa -independientemente de Òsányìn-, se le asociaba un grupo más o menos
determinado de plantas. En aquellos primeros tiempos del siglo XVI algunas variedades
botánicas que encontraron los africanos allí correspondían a las que conocían en África,
mientras que otro grupo considerable de aquellas no pudieron ser halladas, siendo necesario
por tanto -para evitar la pérdida de la tradición-, que con el paso del tiempo se fuera
produciendo en tierras del Nuevo Mundo otro sincretismo, pero esta vez botánico. Algunas de
las plantas oriundas de Africa no fueron encontradas en los nuevos asentamientos y fueron
sustituidas por variedades locales. Así los Orisas "recién nacidos" en las colonias americanas
continuaban contando con un grupo específico de plantas asociadas a ellos, aunque éstas no
fueran exactamente las mismas que mantenían en el Viejo Mundo. Así la Religión Yoruba
indistintamente continuó contando durante algunos siglos con una variedad botánica asociada
a cada deidad, tanto en América como en Africa.
Hoy en día los sincretismos americanos aún siguen utilizando prácticamente las mismas
plantas, aquellas que surgieron como consecuencia del que hemos denominado "sincretismo
botánico". También en la actualidad, en tierras yorubas de Africa, a pesar de que muchos
conceptos religiosos han sido modernizados, la "Tradición y Cultura Orisa" y/o la "Religión
Tradicional de Ifá", siguen utilizando casi las mismas hierbas que antaño -aunque ahora con
un criterio más científico de ellas-, porque la flora no ha cambiado en sus bosques y/o selvas
tropicales. Hasta aquí vemos como en dos de las versiones de yoruba continúan
prácticamente inalterables las tradiciones botánicas, y ello solo es posible porque en las dos
zonas del mundo donde ambas manifestaciones religiosas se desarrollan más intensamente, la
naturaleza, las condiciones medioambientales, climáticas y sociales aún lo permiten.
Además de lo dicho, debe conocerse que hasta ahora las hierbas y/o plantas -para cualquier
fin que sea-, se han utilizado y utilizan frescas o recién cortadas, previa ejecución de una
serie mas o menos compleja de liturgias dedicadas a Òsányìn, las que se llevan a cabo en el
monte o el bosque, por sacerdotes y/o personas especializadas que en algunos sincretismos se
conocen como hierberos u osainistas. Cuando nos enfrentamos a esta situación nos surge
automáticamente una interrogante; ¿qué sucede y/o sucederá con el desarrollo y/o la practica
de la religión allí en medio de las modernas ciudades que están alejadas a veces hasta miles
de kilómetros de los bosques tropicales? ¿En esas urbes no nacerá la semilla de la tradición
religiosa Orisa por el mero hecho de no contar en ellas con la flora adecuada para
cumplimentar los requisitos de ciertas liturgias?
Aquí nos enfrentamos a una situación análoga a la de muchas otras religiones y/o creencias
del mundo que han podido sobrevivir hasta hoy, las cuales surgieron en épocas y países
diferentes, en medio de gentes con idiosincrasias distintas, y en entornos naturales y sociales
que nada tienen que ver con los actuales. Por poner un simple ejemplo tenemos el caso del
budismo primitivo. Éste antiguamente requería condiciones de aislamiento medioambientales
naturales muy especiales para la práctica de la meditación trascendental en busca del nirvana.
Para ello se buscaban solitarios montes, cuevas aisladas, alejados templos, etc., mientras hoy
en día, a pesar de la cada vez más remota posibilidad de encontrar lugares como los de antaño
-debido al enorme crecimiento demográfico actual-, un budismo similar (en lo que a su
esencia ideológica básica se refiere), continúa practicándose con éxito, pero esta vez
adaptado a las nuevas circunstancias medioambientales que ofrece el mundo moderno.
Quiere esto decir que la adaptación a las nuevas condiciones que ofrece la civilización actual
(válida para cualquier práctica ancestral), es vital para evitar la extinción de ciertas
tradiciones.
Por otro lado, las respuestas a las preguntas anteriores únicamente pueden encontrarse si nos
remontamos a los primeros tiempos de la llegada de los esclavos yorubas a tierras del Nuevo
Mundo. Ellos se encontraron en una situación carencial algo parecida a la que atraviesan
actualmente los seguidores de ciertas tradiciones en las grandes ciudades del llamado mundo
civilizado. Como hemos visto, aunque en aquellos primeros tiempos la totalidad de las
hierbas y plantas prescritas por la tradición religiosa de los esclavos no fueron encontradas
por éstos en los nuevos territorios, aquellas fueron imperativamente sustituidas por otras,
utilizando para ello los oráculos sagrados, de manera que las propias deidades fuesen las que
dieran siempre la última palabra en materia de sustituciones. Y, así fue como se produjo el
sincretismo botánico salvador, pues de lo contrario la religión como tal se hubiera perdido, ya
que prácticamente toda su liturgia está vinculada al uso de ewé. Entonces, ¿porqué un
sincretismo botánico salvador -similar al de aquellos primeros esclavos yorubas-, no va a
colaborar ahora a solucionar el problema del uso de ewé en la práctica religiosa yoruba en las
grandes ciudades del mundo civilizado actual?
No es admisible para los creyentes -y mucho menos para los Orisas-, que las tradiciones
religiosas yorubas sobrevivan solamente en países tercermundistas de Africa y de América, y
que éstas no puedan expandirse al mundo civilizado actual -representado en gran medida por
sus imponentes ciudades-, únicamente porque en éstas no se disponga de una flora adecuada
a las exigencias de ciertos principios litúrgicos que ya se sabe, pueden ser perfectamente
alterados sin que se corra el riesgo de incurrir en irreversibles errores ideológicos. Es
sencillamente absurdo aceptar tal imposibilidad. Por esta causa el CULTO YORUBA,
tomando en consideración que todas las plantas pertenecen al mismo Orisa Òsányìn; que en
general las propiedades terapéuticas, medicinales y esotéricas de la mayoría de las plantas no
se pierden aún estando secas, y que no hay razón lógica para que todas no sean asociadas
indistintamente a cualquier Orisa (siempre y cuando éste las acepte previa adivinación).
Igualmente, para la elección de las variedades de plantas que corresponden a cada Orisa, los
sacerdotes (Babaláwos y olorisas), rigurosamente utilizan sus correspondientes medios de
adivinación para determinar cuáles y cuántas hierbas serán utilizadas para cada deidad
durante el ceremonial en cuestión. Así, se ha salvado exitosamente, una vez más, nuestra
tradición religiosa allí donde no es posible acceder a la rica foresta de los países tropicales.
De esta manera, yoruba (en cualquiera de sus manifestaciones), con relación al uso de las
hierbas y plantas hoy puede sobrevivir a la prueba de los tiempos modernos en medio de las
grandes civilizaciones actuales.