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EL ORIGEN Y LA EVOLUCIÓN DE LA INTOLERANCIA A LA LACTOSA EN LAS

POBLACIONES HUMANAS

Sensación de hinchazón, gases, náuseas, diarrea… estos son los síntomas de la


intolerancia a la lactosa. Sin embargo, el término síntoma puede crear un
malentendido ya que la intolerancia a la lactosa no es una enfermedad y por
supuesto no es una “alergia a la leche” (el sistema inmunitario no está para nada
implicado en el proceso). De hecho, aunque pueda resultar sorprendente para la
población en general, la intolerancia a la lactosa es la regla en la mayor parte de
regiones del mundo, no la excepción.

¿Y porqué es esto? Pues porque la naturaleza es sabia, como se suele decir. Todos
los mamíferos (entre los que nos incluimos los humanos) nacen con la
lactasa: un enzima (proteína) producido por las células del intestino delgado.

Este enzima se encarga de digerir la lactosa, que es el azúcar de la leche, presente


en todos los productos lácteos en mayor o menor medida. La norma, o más bien
lo que dictan los genes, es que una vez acabado el periodo de lactancia
(aproximadamente entre los 2 y 4 años en humanos), la lactasa deja de
expresarse, por lo tanto, ya no podremos digerir más lactosa.

Cuando esto ocurre, si se ingiere algún producto lácteo, la lactosa no es asimilada, y


entonces es fermentada por las bacterias de nuestro intestino, lo que resulta
en la producción de gases, diarrea, hinchazón, náuseas... Estas consecuencias
no son más que "señales" con las que la naturaleza está diciendo: "el periodo de
lactancia ha llegado a su fin". Como veis, todo tiene un sentido.
Por lo tanto, la intolerancia a la lactosa (IL) es resultado de la no producción del
enzima lactasa por nuestro intestino. Afecta al 75 % de la población mundial,
aunque su prevalencia no está uniformemente repartida, ya que varía mucho
dependiendo de la región y la etnia. Esta variación no es al azar, sino el resultado
del proceso evolutivo de las diferentes poblaciones humanas, sobre todo influidas
por el clima de la región en la que se asentaron.

Hace miles de años, algunas poblaciones humanas comenzaron a domesticar


animales, y descubrieron que la leche era una gran fuente de alimento. A muchos
le sentaba mal, pero algunos eran capaces de digerirla, porque poseían una
mutación genética localizada en el gen de la lactasa, concretamente el SNP
C/T13910 [1], que hacía que el gen de la lactasa no se desactivase y continuase
expresándose más allá de la niñez [2].

En las poblaciones del norte de Europa entre el 80-95 % de la población tiene


esta mutación. ¿Por qué? Pues para entender esto tenemos que situarnos mucho
tiempo atrás y verlo todo desde un punto de vista evolutivo: Nuestros antepasados
llegaron a esas tierras frías y no pudieron cultivar la tierra debido al clima. La única
alternativa sería sobrevivir de lo que les daban sus animales, carne, leche y huevos;
pero sobre todo leche y huevos, ya que eso implica "no romper la máquina" (matar
al animal). Este panorama pintaba muy mal para los intolerantes a la lactosa
(que serían los "normales"), pero sin embargo, los que poseían la mutación
pudieron nutrirse de leche durante toda su vida, y por lo tanto obtener alimento
aunque no hubiera cosechas y sobrevivir y reproducirse en esa tierra hostil.

Los hijos de estos supervivientes tendrían también la mutación, y también podrían


sobrevivir, y generación tras generación se fue repitiendo el proceso. Así, no es
difícil imaginar que pasados cientos o miles de años la población entera de
esas regiones estaría formada únicamente por individuos con la mutación, y
por tanto tolerantes a la lactosa. Empezaron siendo unos pocos, pero generación
tras generación eran ellos los que sobrevivían mientras que los IL fueron pereciendo
a lo largo del camino evolutivo (en esas regiones).

Sin embargo en otras poblaciones, como en poblaciones del sur y este de


Europa, con climas menos agresivos, no se produjo esa selección de la
mutación tolerante, pues los IL podían sobrevivir sin problemas. Como
resultado tenemos que en estas poblaciones la frecuencia de la mutación tolerante
se sitúa entre el 40 y el 60% del total. Los casos más extremos se dan en las
poblaciones asiáticas o africanas, donde la frecuencia de la mutación es muy
baja, en concreto del 1% en la población total; esto es debido a que
históricamente en estas regiones el pastoreo de ganado productor de leche era casi
desconocido, por lo tanto, nunca se produjo selección ninguna hacia la mutación
tolerante; su frecuencia es la normal esperada por azar.

Así que si sois IL, pensad que vuestros genes son los originales ("genotipo
salvaje" que decimos los genetistas) y que no es ninguna enfermedad (el 75 %
de la población mundial es IL), sino un mecanismo natural que indica que se debe
parar la lactancia. Y si al contrario sois capaces de digerir sin problema los productos
lácteos, tampoco pasa nada, no sois ni "mutantes" ni "más evolucionados", sino
que vuestra capacidad es tan solo un producto de la selección natural; una
prueba más de que somos especies biológicas en constante cambio y
evolución (por si alguien lo dudaba...), y de que ésta sigue actuando en nuestros
días.

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