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Luis Alberto Romero: "Volver a la historia"

Capítulo 1La realidad histórica:


 ¿Qué hechos del pasado son materia de historia?
Hoy se sostiene que “todo es historia” que toda experiencia humana es un principio de interés y relevante para el
conocimiento histórico, entendido como el conocimiento de los hombres.

Esto comprende desde las formas en que los hombres resuelven sus problemas de subsistencia, modificaciones en los
gustos alimenticios, religiosidad, organización de vida familiar, entretenimiento, educación, regulación, resolución de
conflictos, creación de instituciones jurídicas y políticas, etc.

El historiador tiene un campo abierto a su interrogación, no está limitado, no hay zonas de la realidad de la experiencia
humana que tenga asegurada a priori su calidad de históricas.

1.1 Una realidad histórica compleja : El primer rasgo de la realidad histórica, tal como la entienden los historiadores
de hoy, es su complejidad. Reconocer impone de inmediato, la necesidad de distinguir en ella distintas zonas, regiones
o niveles de una relativa especificidad.

Se trata de distinciones analíticas que facilitan la etapa inicial del conocimiento y es posible pensar distintas
clasificaciones o guías de recorrido, validas en tanto sean útiles.

1.1 El autor explica la complejidad de la realidad social a través de campos:

Campo Económico: se relaciona con la forma en que las sociedades organizan su subsistencia y reproducción material.
Incluyendo a factores de producción: mano de obra, recursos naturales, dotación técnica y también con las formas
sociales de organizarlos y distribuir el producto, es decir producción, distribución, consumo: ahorro e inversión. Estas
ultiman varían de acuerdo a la demanda del mercado.

La población aumenta o disminuye y determina en una sociedad los límites de la mano de obra disponible,
condicionada por edades en las que se comienza a trabajar, incorporación de la mujer en las actividades productivas.
Los recursos naturales también varían, porque pueden expandir su frontera y disponer de más tierras. La dotación
técnica, es variable de inventos y descubrimientos científicos técnicos modifican las condiciones de existencia de una
sociedad. Formas sociales de organización de los factores y de distribución del producto: aquí podemos encontrar
grandes unidades trabajadas con mano de obra asalariadas.

La forma de distribución social, consumo ahorro e inversión ayuda a comprender la capacidad de crecimiento de la
sociedad.
Campo social: aquí los actores sociales protagonizan los procesos, la naturaleza y la forma de expresión de sus
conflictos.
Formas básicas de organización: permiten diferenciar una sociedad de otra.
Conflictos: actores sociales como se manifiestan.
Los conflictos toda sociedad los genera se manifiestan de manera explícita o implícita.
Los actores: Protagonistas individuales y actores colectivos.

Campo de lo político: respecto de lo político, esto incluye tres tipos de cuestiones: las del estado, las de las relaciones
entre actores sociales y poder y la de la política.

El estado se refiere a la organización jurídica e institucional de la sociedad de organizar el poder y sus leyes. Actores
sociales y el poder: refiere a su relación entre ambos. La política como forma de competencia por el poder.
Campo de lo mental: este es el campo de las ideas y representaciones mentales. Es necesario hacer una gran distinción
entre dos zonas diferentes: ideas sistemáticas y mentalidades.
Las ideas sistemáticas son las ideas claras y distintas expresadas por los grandes pensadores (historia de la filosofía).
Las mentalidades conjunto de creencias, opiniones, actitudes y valores con el que se constituye la mente de los
hombres y los grupos.
MOGLIA PREGUNTARNOS POR QUÉ LOS ALUMNOS PREGUNTAN PARA QUÉ ESTUDIAR HISTORIA. Al intentar responder
esta pregunta, parece que está presente siempre el concepto/conceptos sobre la historia que aparecen en la historia
que enseñamos, en ideas básicas sobre la historia. La cuestión del CONCEPTO DE HISTORIA EN LA HISTORIA QUE
ENSEÑAMOS implica profundizar en la pregunta sobre qué caracteriza a la Historia como modo de conocimiento y cuál
es el objeto de estudio del conocimiento histórico. CONCEPTO DE HISTORIA ¿Qué relación existe entre nuestras
afirmaciones y la importancia dada al concepto de historia en la historia que enseñamos? Esto debe conducirnos a una
pregunta de capital importancia: ¿Cómo entendemos o definimos el objeto de estudio del conocimiento histórico?
Cuestionarnos sobre aspectos centrales del conocimiento histórico es el primer paso que debemos dar para pensar en
la pérdida de significación y sentido de la historia en la escuela. Concepciones sobre el Objeto de Estudio ¿El OE de la
H es TODOS LOS HECHOS PASADOS? ¿Podemos dar cuenta de todos y cada uno de los acontecimientos? ¿Podemos
considerar que lo sean aquellos hechos conservados por la tradición, registrados por los documentos oficiales? La
realidad que estudian los historiadores la configuran las acciones de los hombres en el tiempo, porque esas acciones
presentan regularidades, acciones que tienen su propia dinámica. Esto nos permite percibir las propiedades y
consecuencias de un tejido social, de todo aquello que lo constituye como realidad relacional humana construida
históricamente. Y de aquí, pasar a otra delimitación que para muchos tiene el OE de la H, que es EXPLICAR EL CAMBIO
Y TRANSFORMACIONES EN LAS SOCIEDADES HUMANAS. Puede intentar explicarse el cambio como evolución, como
tránsito por distintos estadíos, o, en la vereda opuesta, pueden entenderse como construcción, como transformación
propia de las contradicciones inherentes a las sociedades. Y para otros, la materia Historia puede estar constituida por
hechos institucionales, por demografía, o por economía, o por las mentalidades, o de hechos precisos. En este sentido,
el autor afirma que en cualquier posición que asuma el profesor estarán presentes una o varias de estas posturas
sobre el OE. La cuestión reside en hacerlas explícitas, ya que, si no, operan como obvias para el profe pero no para el
alumno, lo cual puede considerarse un buen indicador para abordar la falta de significación de la H para el alumno.
Sobre el Proceso de Producción del Conocimiento Histórico En estas distintas maneras de abordar o entender el OE
de la H, también hallamos varias formas de entender el proceso de producción del conocimiento histórico. Algunos
postulan, como los positivistas, la posibilidad de un conocimiento objetivo, de una realidad que se presenta imparcial
ante la interpretación pasiva del historiador. Desde una vereda opuesta, hay quienes consideran que no hay tal
posibilidad pues la historia no es más que la proyección de los intereses del presente en el pasado. En este sentido y
con algunas variantes, están los que consideran que la ideología es una característica esencial de la naturaleza humana,
y que como tal enmarca tanto al conocimiento vulgar como al conocimiento científico. Según esta tendencia, la
construcción del OE debe tener dos funciones: especificar el sistema de valores o ideología que caracterizan al objeto
de conocimiento, y ejecutar una tarea conceptual para romper con el saber rutinario o intuitivo. En esta corriente, el
OE no es la realidad histórica, sino que son cuadros de pensamiento, cuadros mentales que no son la realidad
auténtica. Supuestos Explicativos Generales El historiador realiza generalizaciones de diferentes niveles si pretende
configurar una secuencia con poder explicativo. En la historia de la historia encontramos diferentes tipos de
generalizaciones en complejidad y diversidad de perspectivas. Algunas centran la causalidad en el designio divino y
otras recurren a la causalidad humana. Estas encuentran en las constituciones políticas la plasmación real de la
causalidad histórica; o afirman que la evolución histórica se verifica en causas generales que justifican su estudio.
Entonces, en tanto considerada como construcción, la historia que enseñamos presenta, en todo lo visto, una cuestión
central: qué concepción o concepciones historiográfica/s cimentan esta construcción, esta historia que enseñamos. Y
en este sentido, estas concepciones ¿quedan explicitadas en la historia que les enseñamos a los alumnos? Historia
como Modo de Conocimiento La Historia es un conocimiento científico en tanto que participa de un procedimiento
compartido y define un OE específico. Aunque esto lleva a tener en cuenta que no hay una única historia a partir de
su recorrido como modo de conocer específico, pues las técnicas, las maneras de escribir, los temas de investigación,
son muy diversos. La teoría de la historia articula la práctica, organiza los procedimientos propios de la disciplina,
define el diálogo permanente entre hipótesis sucesivas e investigación empírica; tiene que ver con lo que son los
supuestos generales que permiten y hacen posible la explicación en el conocimiento histórico a partir de ese diálogo
que se genera en el proceso de investigación, y permite a los historiadores la construcción del objeto de estudio. Es
un planteo central la cuestión de la relación entre el concepto de historia que enseñamos y la significación que pueden
darle los alumnos. HOBSBAWM Los sentidos que ha tenido la historia social han sido diversos a lo largo del tiempo. En
un primer sentido, referida a la historia de los movimientos sociales, de la protesta social, siempre ligada con las clases
populares. En un segundo sentido, la llamada historia residual, ajena a lo política. Y en un tercer sentido, la historia
social utilizada en combinación con la historia económica. En este caso, se interesaban por la evolución de la economía
en tanto esta permitía iluminar cuestiones de la estructura y los cambios en la sociedad y sobre la relación entre las
clases y los grupos sociales. Hobsbawm se pregunta: ¿cómo explicar el rápido avance y la creciente emancipación de
la historia social en las últimas décadas del siglo XX? Si bien esto puede explicarse por una progresiva especialización
y limitación de la historia económica que excluía a los historiadores sociales, ello no alcanza. Más significativa, sostiene
Hobsbawm, fue la progresiva adopción de una perspectiva histórica por parte de las ciencias sociales en ese período,
y que está ligada inmediatamente con los movimientos de emancipación y de descolonización que fueron
desarrollándose en ese período y que llamaron la atención de gobiernos y científicos sociales; transformaciones
históricas que se habían encontrado en el margen de la ortodoxia académica en las ciencias sociales. La historia social,
sostiene Hobsbawm, no puede ser otra especialización como la historia económica porque su tema NO puede aislarse.
Las actividades del científico social no puede ser desarrollada de forma no trivial sin aceptar la estructura social y sus
transformaciones: sin la historia de las sociedades. Los aspectos sociales del hombre no pueden ser separados de los
otros aspectos de su ser. Interrogantes y Problemas del estudio de la Historia de la sociedad. En primer lugar,
Hobsbawm resalta la cuestión de los aportes que los historiadores utilizan de otras ciencias sociales, dado que la
historia social ha sido estimulada por la estructura profesional y métodos y técnicas y preguntas de otras ciencias
sociales. No obstante, si bien el historiador de lo social requiere de esos métodos y técnicas para analizar datos
estadísticos y tratar fuentes, la historia de la sociedad requiere construir modelos que le sean apropiados, porque ni
la sociología ni la ciencia económica brindan marcos analíticos y modelos útiles para el estudio de las transformaciones
socioeconómicas históricas a largo plazo. Sus modelos analíticos se han creado sistemáticamente, abstrayendo del
cambio histórico. Sostiene Hobsbawm que las pautas estructurales-funcionales iluminan lo que las sociedades tienen
en común antes que sus diferencias, mientras que el problema del historiador está relacionado con lo que no tienen
en común, y en este sentido se permite afirmar que no se trata de cómo una sociedad indígena de oriente puede
arrojar luz sobre la sociedad moderna, sino cómo se produce el cambio histórico. Pese a esto, Hobsbawm valora la
utilidad de la teoría económica para el historiador de la sociedad; en la medida en que esa teoría se ocupa cuando
menos del proceso de producción social, lo que es un elemento esencialmente dinámico en la historia. LA HISTORIA
DE LA SOCIEDAD El historiador se ocupa de las estructuras y mecanismos de persistencia y cambio, de las posibilidades
y pautas de las transformaciones sociales, pero también de lo que realmente ocurrió. La historia de la sociedad es una
colaboración entre modelos generales de estructura y cambio sociales y la serie específica de fenómenos que
realmente ocurrieron. La historia de la sociedad es, entre otras cosas, la historia de unidades específicas de personas
que vivan juntas y sean definibles en términos sociológicos, de ciertos tipos de sociedad y sus posibles relaciones.
Definir la sociedad en tales términos plantea problemas, a causa del tamaño, complejidad y alcance variables de estas
unidades (en distintos períodos o etapas históricos), y porque lo que llamamos sociedad es meramente una serie
interrelaciones humanas entre muchas de diversas escalas y amplitud. De acuerdo a lo arriba expuesto, en un orden
metodológico, la historia de las sociedades requiere aplicar, si no un modelo formalizado de tales estructuras, sí al
menos un orden de prioridades de investigación y un supuesto de trabajo que constituye el nexo central de conexiones
de nuestro tema. De este modo, continúa Hobsbawm, existe cierto consenso tácito entre historiadores a seguir con
un modelo de trabajo como el siguiente: se comienza por el entorno material e histórico; se pasa a las fuerzas y las
técnicas de producción; la estructura de la economía consiguiente, y las relaciones sociales que nacen de ellas. O sea
que se inclinarán por elegir determinada relación o complejo relacional y considerarlo fundamental y específico de la
sociedad en cuestión y agrupar el resto del tratamiento alrededor. Establecida la estructura, debe verse en su
movimiento histórico. De modo que la estructura debe verse en clave de coyuntura; privilegiando los movimientos
económicos como el elemento principal de tal análisis, sin que esto excluya otras pautas de cambio histórico. Las
tensiones a las que se ve expuesta la sociedad en el proceso del cambio histórico permiten al historiador revelar el
mecanismo por el cual las estructuras de la sociedad tienden a perder y reestablecer sus equilibrios. Al realizar este
recorrido, Hobsbawm resalta la necesidad de hacer explícitos los supuestos implícitos sobre los que descansa el trabajo
del historiador para preguntarse si ese plan de trabajo que describe arriba es el mejor para la formulación de la
naturaleza y la estructura de las sociedades y los mecanismos de sus transformaciones. El estudio de los conflictos
sociales es un campo muy rico, dado que estos ponen de manifiesto cuestiones cruciales de la estructura social que
en ellos se fuerzan al límite, a la vez que hacen aflorar cosas a la superficie que estaban latentes y multiplican la
documentación. El riesgo, sostiene Hobsbawm, es aislar el fenómeno de la crisis declarada respecto del contexto más
amplio de una sociedad que vive un proceso de transformación. Las revoluciones y similares pueden y requieren
integrarse en un campo más amplio que exige una comprensión exhaustiva de la estructura y la dinámica sociales.
POMYAN La historia, ciencia hermenéutica, difiere de la historia, ciencia moral. Primero por la elección de temas: La
primera sólo se interesa por aquello que se puede tratar como una obra y concede así una enorme importancia al
papel los individuos. La segunda prefiere los hechos colectivos y se centra principalmente en las instituciones. Tras la
formulación del dogma fundamental de la historia erudita (la historia se hace con fuentes escritas oficiales; la historia
diplomática de Ranke), con la primera mitad del siglo XIX se multiplican las investigaciones cuyo objetivo es registrar
cuantitativamente hechos sociales sin relación directa con la producción y los intercambios; ello conducirá a la creación
de una nueva disciplina: la sociología. Pero más importante es que se produce una innovación epistemológica
fundamental: es la elaboración de un tratamiento estadístico de los hechos humanos, modalidad diferente del
tratamiento etológico y del hermenéutico; en tanto a la estadística no le interesan los individuos ni los acontecimientos
ni las instituciones en su singularidad y especificidad ni las obras tratadas como incomparables. El material son los
datos diarios, en masa, repetitivos. En las ciencias sociales que aplican este tratamiento la exterioridad del investigador
es aún mayor de lo que lo es para las ciencias morales. Lo que ha conllevado una tentación muy grande en el
investigador a tratar la historia humana como prolongación de la historia natural empeñada en buscar leyes que la
rijan. Durante la segunda mitad del XIX emerge la historia económica, que más tarde se convertirá en historia
económica y social. En sus inicios es una ciencia moral; a partir de las últimas décadas del siglo comienza a adoptar
más el enfoque estadístico. Al volverse hacia objetos que anteriormente sólo tenían un lugar marginal en el interés de
los historiadores, la HES introduce todo un nuevo abanico de fuentes escritas. En el cambio de siglo se debaten unas
cuestiones que refieren a saber si los enfoques etológico, hermenéutico y el estadístico son incompatibles o si se
pueden conciliar en la investigación con vista a establecer los hechos y en la construcción de marcos conceptuales
cuya función es hacer que estos hechos resulten inteligibles. Cuestiones como: ¿Es la historia una ciencia o un arte?
¿Se puede concebir una ciencia de lo individual? ¿La historia se dedica a las representaciones? ¿Hay que privilegiarlas
por sobre los hechos singulares? ¿Qué tipo de determinismo descubre la historia: leyes que se aplican sin excepción o
regularidades probabilísticas? ¿Cuáles son los papeles de los individuos y de las masas? Aunque los debates no
cuestionan el dogma fundamental de la historia erudita, aunque a fines del XIX el propio dogma comienza a ser objeto
de refutaciones aunque estas puedan ser percibidas como marginales, por ejemplo, en el caso de la geografía de Vidal
de la Blache. Estas sostienen que el pasado puede conocerse sólo a través de las fuentes, aunque en la práctica
rechazan que éstas se limiten exclusivamente a los textos. El enfoque de los geógrafos se transfiere a una historia
económica y social dominada por el conocimiento estadístico, y esta innovación constituirá la principal innovación de
Febvre y Bloch.` El período entre 1890-1960 se caracteriza por un auge del poder de la historia económica y social que,
con variaciones según países, destrona a la historia cultural y la historia política practicadas como ciencias morales y
como ciencias hermenéuticas. Es en 1945 que la HEC se convierte en disciplina rectora del saber histórico en su
conjunto. La HEC comienza a desplazar su centro de gravedad desde la E. Media hacia los siglos XVI y XVIII y se interesa
en menor medida por el comercio y cada vez más por la historia rural, la de la vida campesina y de la producción
agraria, así como por las crisis y las coyunturas. Abandona una idea simple del tiempo de la historia conforme a la cual
éste era unidimensional y uniformemente progresivo, en beneficio de una distinción entre la larga duración de las
estructuras puntuada por cambios irreversibles, revoluciones, las variaciones más rápidas de los ciclos y coyunturas y
el tiempo lineal y acompasado de los acontecimientos. Hacia 1965, la HEC comienza a ceder lugar a la una historia
cultural y política muy diferente de la que se venía practicando en la primera mitad del siglo. Esta transición de una a
la otra la garantizó la intermediación de una demografía histórica situada en la encrucijada de la economía y de la
problemática del cuerpo y de las representaciones que rigen las actitudes con respecto a la vida y sus fases, a la muerte
y a la sexualidad. También ha obrado en este sentido la influencia de la antropología, aunque la promoción de la HCP
ha sido fruto también de una verdadera mutación epistemológica de las disciplinas que durante mucho tiempo han
tenido en este saber una posición autónoma: historia de la literatura, historia del arte, de las ciencias, de la filosofía.
A lo largo de 1960 se cuestionaron todos los fundamentos del enfoque hermenéutico. La noción de autor como un
individuo estrictamente determinado y de obra bien circunscrita y dada DE UNA VEZ POR TODAS, fueron objeto de
refutación (Foucault). Ahora se trata de ver cómo las generaciones sucesivas de espectadores han vuelto a fabricar
una obra con los elementos que tenían a su disposición y la han atribuido a un autor o la han resignificado con sentidos
incluso lejanos a los que tenía en su origen. La palabra hermenéutica refiere hoy a un conjunto de presupuestos y
procedimientos completamente distintos de aquel que designaba en el siglo XIX. Entonces, con la aplicación de esta
nueva hermenéutica se vislumbra cierta compatibilidad, al menos localmente, con el hecho de recurrir a
procedimientos procedentes del enfoque estadístico; de modo que ahora la historia del arte, de la literatura, de la
filosofía ya no se distinguen de la historia en términos epistemológicos, lo que se traduce en una reorientación de sus
programas de investigación. Ello implica una historización interna de la filosofía, del arte, de la literatura, lo que les
exime de su condición de entidades espirituales y supratemporales, lo que posibilita una historia cultural concebida
como la de las metamorfosis del conjunto de las producciones humanas. NUEVA HISTORIA POLÍTICA La HEC ha perdido
su posición dominante no sólo a consecuencia del agotamiento dela productividad cognitiva de sus intensas
investigaciones, sino también debido al nuevo lugar que ocupa la cultura en las sociedades desarrolladas, y debido a
la crisis generalizada de las ideologías que ha quedado patente a fines de 1970 con el nuevo auge del liberalismo.
Varios ámbitos conjugan ahora la historia política y cultural, que éstas exploran conjuntamente. Si se plantea el Estado
(como lo hace la Historia Política) como organizador de los escenarios del poder público en su papel de administrador
de la violencia y proveedor de bienes, la atención se centra en ritos, ceremonias, festividades y solemnidades de las
que se ocupa también la Historia Cultural, y se abordan utilizando las mismas fuentes. Y estos vínculos recíprocos entre
una y otra son más patentes que en ningún otro aspecto en la atención que han dedicado a un nuevo objeto
privilegiado de las investigaciones que es la memoria, tanto individual como colectiva y sus mecanismos sus
instituciones sus medios de transmisión y sus variaciones. La cuestión nuclear de la nueva historia política se refiere
precisamente a la emergencia de la democracia moderna y a la irrupción de ideologías, movimientos y regímenes
autoritarios y totalitarios, post IGM. Es, por otra parte, una historia del individuo y de la sociedad de los individuos, de
la nación y de los grandes movimientos colectivos orientados por las ideologías en lucha abierta unas con otras en el
XIX y a lo largo del XX. TIEMPO PRESENTE La promoción de la historia cultural y política ha corrido pareja con el
desplazamiento del centro de interés hacia el siglo XIX y hacia la historia actual. Esto ha sido posible por el abandono
de la idea de que el presente sólo podía conocerse a través de la percepción, lo que permite afirmar que le presente
puede conocerse a través de las fuentes, o sea, con el advenimiento de las ciencias sociales, algo sólo posible con el
acceso a consulta de los archivos. Esto ha convertido a la historia del tiempo presente en el sector más dinámico del
saber histórico; pues aquella se ha lanzado a la producción de fuentes recurriendo a relatos orales, pero también
explotando masivamente imágenes y todo un abanico de fuentes virtuales, lo que ha permitido ceder la palabra a todo
un abanico de categorías sociales que producían pocos escritos susceptibles de traducir sus maneras de ver, pensar,
vivir. Todo esto hace inevitable una confrontación entre los trabajos de los historiadores del tiempo presente y las
memorias y posturas ideológicas de aquellos que vivieron los tiempos que al historiador toca historiar. A su vez, se ha
producido una difuminación en las fronteras entre el saber histórico y los demás ámbitos del saber, pues la historia
del tiempo presente dista mucho de ser monopolio de los historiadores profesionales. PERSPECTIVA Si hoy podemos
sostener que efectivamente la historia solo se construye con fuentes, el dogma fundamental de la historia erudita
queda invalidado cuando sostenemos que esas fuentes no se agotan en las fuentes escritas. Esta invalidación ha
ahondado la brecha entre la historia y la memoria al interesarse cada vez más la historia por fenómenos que nunca se
memorizaron ya que no se había tenido conciencia de ellos. Esto ha permitido incluir en el ámbito de la historia hechos
que antes le eran ajenos: paisaje, clima, sexualidad, vida cotidiana, categorías mentales, esquemas de las
clasificaciones. La historia se ha convertido en un haz de disciplinas especializadas que adaptan sus técnicas a la
naturaleza de los objetos que estudian. REVEL La microhistoria nació como una reacción, como una toma de posición
frente a cierto estado de la historia social de la que sugiere reformular ciertas concepciones, exigencias y
procedimientos. Una de las versiones dominantes de la Historia Social es la definida en torno a Annales. Annales toma
rasgos y cuestiones del programa crítico que 25 años antes había elaborado Simiand. Lo importante era abandonar lo
único, lo accidental (el individuo, el acontecimiento, el caso singular), para consagrarse sólo a aquello que podía ser
objeto de un estudio científico: lo repetitivo y sus variaciones, las regularidades observables a partir de las cuales sería
posible inducir leyes. Esto permite entender los caracteres originales de la historia social a la francesa: privilegio dado
al estudio de agregados tan masivos como sea posible; elección de una duración suficientemente larga para permitir
observar las transformaciones globales (con el corolario del análisis de temporalidades diferenciales). Si bien se
mantuvo la convicción de que no hay otro objeto que el que se construye a través de procedimientos explícitos en
función de una hipótesis sometida a validación empírica, cierto es que se produjeron ciertos desvíos respecto de esta
cuestión por una tendencia a considerar los objetos considerados por el historiador, más como cosas que como
hipótesis. Este modelo de Historia Social entró en cuestionamiento a fines de los 70 y comienzos de los 80; fue
entonces cuando la crítica al modelo dominante se hizo más insistente. Primero porque las crecientes posibilidades
que la informática abría para el registro, almacenamiento y tratamiento de datos no eran acompañados en ritmo por
nuevos interrogantes, por lo que se temía un rendimiento decreciente de los grandes estudios cuantitativos. Al mismo
tiempo, la consolidación de especializaciones más marcadas tendía a compartimentar el campo de investigación, de
modo que los paradigmas unificadores de las disciplinas que constituyen las ciencias sociales resultaban severamente
cuestionados. Todas estas evoluciones contribuyeron a cuestionar las certezas de un enfoque macro-social que había
sido poco discutido hasta entonces. La propuesta micro-histórica ha sido el síntoma de esa crisis de confianza. La vía
microhistórica toma como principio que la elección de una escala de observación particular tiene efectos de
conocimiento y puede ser puesta al servicio de estrategias de conocimiento. El recurso al micro-análisis debe
comprenderse en primer lugar como la expresión de un distanciamiento respecto al modelo comúnmente aceptado,
el de una historia social desde el origen inscrita implícita o explícitamente en un nivel macro, lo que permitió adoptar
una mirada crítica sobre los procedimientos e instrumentos del análisis socio-histórico. Y al mismo tiempo, ha
permitido prestar una atención nueva al problema de las escalas de análisis en historia. Efectos de conocimiento
asociados al (o al menos esperados del) pasaje a la escala micro. Grendi observa que la historia social dominante,
puesto que ha optado por organizar sus datos dentro de categorías que permiten su máxima agregación (nivel de
fortuna, profesiones, etc), deja escapar todo lo concerniente a los comportamientos y la experiencia social, porque su
procedimiento mismo hace imposible la integración de los datos más diversificados. O sea que una preocupación
central es desarrollar una estrategia de investigación que más que medir propiedades abstractas de la realidad
histórica, procederá por medio de la integración y articulación entre sí de la mayor cantidad de estas propiedades. No
continuar abstrayendo, sino en principio enriquecer lo real considerando los aspectos más diversificados de la
experiencia social. Por ejemplo, el proyecto de Levi en “Le Pouvoir au village” es hacer aparecer las estrategias sociales
desarrolladas por los diferentes actores en función de su posición y de sus recursos respectivos, individuales,
familiares, de grupo, etc. La participación de cada uno en la historia general, en la formación y modificación de
estructuras que sostienen la realidad social no puede ser evaluada solamente sobre la base de resultados tangibles. El
enfoque micro-histórico pretende enriquecer el análisis social haciendo las variables más numerosas, más complejas,
y también más móviles. Pero también tiene sus límites porque siempre es necesario definir las reglas de constitución
y funcionamiento de un conjunto social, de una experiencia colectiva. En su versión clásica, la historia social era
concebida mayoritariamente como una historia de las entidades sociales (la comunidad de residencia, el grupo
profesional, el orden, la clase). Se podía discutir la coherencia y la significación socio-histórica de esas entidades, pero
en lo fundamental no se las cuestionaba. De un lugar a otro las distribuciones varían, pero los personajes de la obra
no cambian. Tardíamente, se fue imponiendo la convicción de que el análisis no podía realizarse solamente en
términos de distribuciones, por dos razones: la primera remite al problema de la naturaleza de los criterios de
clasificación sobre los que se fundan las taxonomías históricas. La segunda al acento que la historiografía ha puesto
más recientemente sobre el rol de los fenómenos de interrelaciones en la producción de la sociedad. En ambos casos,
la elección de una óptica micro-histórica es de importancia decisiva. Porque a nivel local, siempre hablando sobre las
categorías de lo social, se marca más la diferencia entre categorías generales (exógenas) y categorías endógenas. Si
bien, realizando un balance, esto ha permitido una revisión crítica de criterios y particiones cuya pertinencia
permanecía (al menos en apariencia) demasiado evidente; tiende al mismo tiempo a animar un relativismo culturalista
que es uno de los efectos del geertzismo en historia social. Una segunda dirección de investigación, que invita a
reformular el análisis socio-histórico en términos de procesos, sostiene que no alcanza con que el historiador se
apropie del lenguaje de los actores que estudia; más bien debe utilizarlo como indicio en un trabajo más amplio y
profundo que es el de la CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES SOCIALES PLURALES Y PLÁSTICAS que se efectúa a través
de una densa red de relaciones (de competencia, solidaridad, alianza). La complejidad de estas operaciones exige una
reducción del campo de observación. De esta limitación factual, los historiadores, a partir de los comportamientos de
los individuos, intentan reconstruir las modalidades de (des) agregación social. Acá el autor pone el ejemplo del trabajo
de Simona Cerutti sobre oficios y corporaciones en Torino siglos XVII y XVIII. Si el autor sostiene que ninguna
historiografía es más espontáneamente organicista que la de los oficios y corporaciones (tratadas como comunidades
evidentes, funcionales, tan poderosamente integradoras que se volverían casi naturales en la sociedad de Antiguo
Régimen), la apuesta metodológica de Cerutti consiste en revocar esas certezas y mostrar a partir del interjuego de
las estrategias familiares e individuales y sus interacciones, que las identidades profesionales, lejos de ser adquiridas,
son objeto de una continua elaboración y redefinición. Todo es cuestión de conflictos, de negociaciones, de
transacciones provisorias. La cuestión, entonces, es desnaturalizar (o desbanalizar al menos) los mecanismos de
agregación y de asociación insistiendo sobre las modalidades relacionales que los hacen posibles detectando las
mediaciones existentes entre “la racionalidad individual y la identidad colectiva”. Este desplazamiento es portador de
algunas redefiniciones: -Redefiniciones de los presupuestos del análisis histórico: El micro-análisis sustituye la
utilización de sistemas de clasificación fundados sobre los criterios explícitos (generales o locales) por la consideración
de los comportamientos a través de los cuales las identidades colectivas se constituyen y/o se deforman. -Redefinición
de la noción de estrategia social: el historiador trabaja sobre el hecho consumado; y es muy raro que las fuentes
presenten las alternativas y las incertidumbres enfrentadas por los actores sociales del pasado. Por ello el recurso
frecuente y ambiguo a la estrategia: esto sirve para tomar una posición anti-funcionalista, y para resituar en un marco
más prosaico los comportamientos de los actores individuales o colectivos que tuvieron éxito (digamos, rehabilitar la
idea de racionalidad limitada de los actos). -Redefinición de la noción de contexto: la originalidad del enfoque micro-
histórico parece ser la de rechazar la certidumbre que subyace en los usos de esta noción según la cual existiría un
contexto unificado, homogéneo, en el interior del cual y en función del cual los actores determinarían sus opciones.
Lo que se propone es constituir la multiplicidad de contextos que son necesarios al a vez a su identificación y a la
comprensión de comportamientos observados. -Niveles de observación: El trabajo de contextualización múltiple del
enfoque practicado por los micro-historiadores parte de premisas diferentes: no supone corte ni oposición entre
historia local e historia global precisamente porque plantea en primer lugar que cada actor histórico participa, más
cerca o más lejos, en procesos de dimensiones y niveles diferentes, del más local al más global. Entonces, lo que el
punto de vista micro-histórico ofrece a la observación no es una versión atenuada, parcial o mutilada de realidades
macro-sociales. Para ejemplificar, Revel pone de relieve un ejemplo: Desde el XIX hasta la actualidad se produjo un
desplazamiento: si hoy se habla de la afirmación impersonal del Estado Absolutista, se da por sentado que se produjo
un movimiento desde una atribución que antes se realizaba a la majestad, al prestigio, a la autoridad de un personaje
en particular (pensar en la historia rankiana, diplomática y de las grandes figuras), para pasar a enfocarse en una lógica
de grandes ordenamientos anónimos que se denominan cómodamente Estado, modernización, formas del progreso;
su eficacia, al menos tendencial, no es puesta en duda. Pensada como una máquina del poder se tenderá a buscar en
la regulación de la misma máquina la explicación de sus actuaciones, atribuyéndole una ideología, por ejemplo, de
racionalización y modernización que pertenece al sistema que se ha propuesto estudiar. Aceptar esta visión de las
cosas, tal distribución de roles, es aceptar que separada de la lógica mayoritaria de los aparatos, fuera de las formas
residuales de resistencia a su afirmación, los actores sociales están ausentes masivamente, que son pasivos y se han
sometido a la voluntad del gran Leviatán que englobaba a todos. Esto lleva a establecer el análisis de los fenómenos
de circulación, de negociación, de apropiación en todos los niveles. Estas realidades han sido maneras de pactar con
los poderes; a su vez, ellas deformaron los efectos inscribiéndolos en contextos y plegándolos a lógicas sociales
diferentes de las que eran las suyas al inicio. Si la apuesta de la micro-historia es que la experiencia más elemental, la
del grupo pequeño, incluso la del individuo, sería la más esclarecedora por ser la más compleja al inscribirse en un
mayor número de contextos diferentes, esto plantearía otro problema: el problema de cuál es la representatividad de
una muestra tan acotada y qué podría enseñarnos que pudiera ser generalizable. La respuesta podría estar en que el
estudio de comportamientos podría hacer aparecer regularidades en los comportamientos colectivos de un grupo
social particular sin perder lo que cada una tiene de particular. PROST CAPÍTULO 8: IMAGINACIÓN E IMPUTACIÓN
CAUSAL Transferir a una situación histórica esquemas explicativos probados en el presente es imaginar las situaciones
y a los hombres. Si los historiadores pasan gran parte del tiempo buscando las causas de los acontecimientos, conviene
para comprender esta cuestión de las causas, diferencias causas y causas. Se acostumbra a oponer causas superficiales
a causas profundas. Estas son más difíciles de percibir, más generales y globales, y tienen un peso mayor sobre los
acontecimientos. Esta jerarquía causal no tiene cabida en el universo de las ciencias: se es causa o no se es, no hay
causas que sean “más causa” que otras. Acá surge otra distinción más clarificadora: aquella que distingue entre causas
finales, causas materiales, y causas accidentales. Las primeras tienen que ver con la intención, juzgada en términos de
racionalidad. Las segundas son los datos objetivos que explican el acontecimiento (precio del pan, valores del crédito,
mala cosecha, etc). Serían condiciones que no determinan pero que podemos pensar que sin ellas el acontecimiento
no se habría producido. Las condiciones lo hacen posible y probable. Las cusas accidentales son fruto del azar y explican
que el acontecimiento haya tomado tal forma; sirven como desencadenante. Realizando esa distinción,
evidentemente entramos ya en el terreno de la argumentación, en el orden intelectual del razonamiento y nos
alejamos de lo meramente intuitivo; lo cual lleva también a afirmar que no basta con la comprensión, que puede llegar
a ser errónea si uno no construye una explicación más sistemática, analizando la situación inicial, identificando los
diversos factores y sopesando las causas. El recurso racional reduce la distancia que separa a la historia de la ciencia.
Entonces, es fundamental preguntarse si la historia excluye la posibilidad de leyes o si las condiciones de validez a las
que estarían sometidas las posibles leyes son tan numerosas, interdependientes y complejas que uno no puede
desenredar la madeja. Al respecto conviene hacer dos observaciones: las conductas humanas, objeto de la historia,
pertenecen al orden del sentido y no de la ciencia. Segundo, la complejidad del entramado de causas es infinita. Se
presenta una encrucijada: la historia no se explica en su totalidad, pero se explica. Ni está determinada del todo, ni es
completamente aleatoria. Acá el autor desarrolla una característica de la historia: la retrodicción. La historia se
remonta del efecto a la causa. La historia sólo ve efectos, diferentes en cada ocasión, e intenta remontarse a las
fuentes, y eso es la retrodicción. En cambio la ciencia desciende de las causas a los efectos; de ahí que intenta recrear
y repetir las experiencias. Aquí, cita el autor a Paul Lacombe, cuando este afirma que cuando un efecto nos parece que
sigue indefectiblemente a la causa, puede decirse que está determinado; pero cuando pese a la causa parece que
puede no producirse el efecto, decimos que es contingente. El término condición puede remitir a la causa de un efecto,
que constituye las condiciones de producción del efecto. La condición condiciona imperiosamente al efecto, aunque
no lo determina del todo; es decir, de la aparición de la condición puede seguirse el efecto, o bien que tarde
indefinidamente en aparecer. La retrodicción implica que el tiempo sea recorrido en los dos sentidos. Lo que hace es
dar estabilidad a la búsqueda de causas en historia y lo hace con un elemento de estabilidad que no debe ser
subestimado; es decir, el punto de llegada YA VIENE DADO, y a partir de él es que el historiador trabaja; reduce
considerablemente el riesgo de una construcción intelectual delirante. LA EXPERIENCIA IMAGINARIA El “what if” en
historia implica, tal vez, una permanente tentación inherente al procedimiento histórico. Si bien se intenta siempre
devolver a la realidad a quién se lo pregunta, diciendo que la historia que pasó es una sola, conviene preguntarse si
podemos comprender por qué las cosas pasadas ocurrieron como ocurrieron sin preguntarnos qué habría ocurrido si
esas cosas hubiesen sucedido de otra manera. Acá el autor pone el ejemplo del concepto de “sobremortalidad civil”
del que hablan los historiadores de la IGM. Exhibe el trabajo de preguntarse “what if” si la guerra no se hubiese
producido. Comparando las cifras de mortalidad y haciendo un análisis de la tendencia de este indicador si la IGM no
se hubiese producido, se llega a la conclusión, por ejemplo, de que las cifras habrían sido mayores. Entonces, la
experiencia imaginaria es la única posible en historia: para identificar las causas no hay otro medio que viajar al pasado
con la imaginación y plantearse la hipótesis de si el desarrollo de los acontecimientos habría sido el mismo en caso de
que tal o cual factor, considerado aisladamente, hubiese sido diferente. Toda historia es contrafactual. Todo
historiador, para explicar lo que ha sido, se pregunta por lo que habría podido ser. Si buscamos la causa de un
fenómeno, no nos limitamos a cotejar sus antecedentes. Nos esforzamos en sopesar la influencia de cada uno;
presuponemos la desaparición del antecedente y tratamos de imaginar lo que habría pasado con la hipótesis. Ergo, la
búsqueda comprende distintas operaciones: desglose del efecto, discriminación de los antecedentes y separación de
un antecedente cuya eficacia vamos a considerar, construcción de evoluciones irreales, comparación entre las
imágenes mentales y los acontecimientos reales. La causalidad efectiva no se define más que por una confrontación
con lo posible. FUNDAMENTOS E IMPLICACIONES DE LA IMPUTACIÓN CAUSAL La experiencia imaginaria descansa
sobre una manipulación del tiempo. La búsqueda de las causas es un recorrido temporal a lomos de la imaginación.
Ésta puede descansar sobre el tiempo; entre las causas que intenta sopesar el investigador figura necesariamente el
tiempo, sea este corto o largo. El historiador, gracias a la imaginación, reconstruye un momento pasado como un
presente ficticio en relación al cual redefine un pasado y un futuro. Pero el pasado y el futuro de ese pasado no tienen
la misma textura. Koselleck formalizó esa diferencia con ayuda de dos conceptos: espacio de experiencia y horizonte
de expectativa. El primero es para los hombres del pasado, la presencia del pasado, la forma en que les era actual. Es
a la vez racional e irracional, individual e interindividual. El segundo es la presencia, para ellos, del futuro; un horizonte
que se deja comprender por elementos sucesivos y que no se descubre jamás en su totalidad. El historiador, al conocer
el devenir de los acontecimientos, corre el riesgo de pervertir el horizonte de expectativa de los hombres del pasado
y de estrecharlo. Construir evoluciones irreales es el único medio de escapar a la ilusión retrospectiva de fatalidad. EL
RESPETO POR LO IMPREVISIBLE DEL FUTURO El hecho de reconstituir, dentro del horizonte de expectativa del pasado,
posibilidades objetivas que sólo eran probables, es, sobre todo, guardar debido respeto a la incertidumbre
fundamental del acontecimiento. Por su carácter probabilista, la explicación causal incorpora al pasado la
imprevisibilidad, que es la marca del futuro, e introduce en la retrospección la incertidumbre del acontecimiento. En
este sentido, la reconstrucción probabilística de los futuros posibles que habrían podido acontecer es la única vía para
descubrir y jerarquizar las causas de la historia. La imaginación de la que hablamos no es una imaginación descabellada;
las construcciones irreales que se construye son ciertamente ficciones, pero se afianzan con determinación en lo real
y se inscriben en los hechos reconstituidos por el historiador. Afianzada de este modo en lo real y armada con un saber
social, la experiencia imaginaria conduce al historiador a reparar en el pasado en posibilidades que eran objetivas pero
que no se realizaron, pues no eran necesarias, sino solamente probables. Lo difícil es asignar a cada posibilidad adjetiva
un grado adecuado de probabilidad, que funde la jerarquía de las causas. El historiador se siente obligado a dar las
razones por las que considera a un factor más que a otro como la causa suficiente de un curso de acontecimientos. Y
debe argumentar, además, porque sabe que se puede explicar de otro modo. En este sentido, hay en su apreciación
siempre algo de subjetivo. Las causas que declara como preponderantes al término de su investigación responden a
aquellas que su teoría privilegia; de tal modo, “la teoría precede a la historia”.

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