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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN

La Propiedad Agraria En La Región De Ica Y El Perú

Presentado por:

Espino Valdivia Pedro Eduardo

Grado y Sección:

3° - A

ICA - PERÚ
2019
LA PROPIEDAD AGRARIA EN LA REGION DE ICA
Y EL PERÚ
DEDICATORIA

La presente trabajo se lo dedico a mi


familia, quienes con su apoyo moral
siempre apuestan por mi desarrollo
personal y profesional, buscando en mí
una persona de éxito.
AGRADECIMIENTO

Ala universidad nacional san Luis Gonzaga de Ica que me ha abierto su puerta de
estudio y a su plana de docente quienes nos imparten conocimiento, formación,
respeto y personalidad para ser profesionales de éxito y competitivos, capaces de
enfrentar y asumir retos en este mundo globalizado y competitivo.
INTRODUCION

A lo largo de su historia, el Perú ha contado con diversos mecanismos legales para


formalizar la tenencia de tierras. Esta formalización ha estado históricamente ligada a las
políticas económicas que el país ha adoptado. Un ejemplo de ello son las innumerables
veces que hemos escuchado el eslogan “Perú, país agrario”, idea que resume el antiguo
paradigma que centralizó el desarrollo nacional en el agro. Es así que el proceso de
formalización de tierras ha sido determinante para incrementar y fomentar la producción
agraria y la concepción del Perú como un país productor agrario. Como consecuencia de
ello, el acceso al derecho de posesión y propiedad en nuestra legislación se ha regulado
básicamente por el incentivo a la producción agrícola, principalmente desde la década de
los setenta en adelante.

La agricultura en el Perú ha sufrido importantes cambios en las últimas décadas. De ser


una agricultura concentrada en grandes terrenos, mayormente en haciendas durante la
década de los cincuenta, pasó a ser una agricultura parcelada y en manos de campesinos
que contaban con una gran protección estatal. Sin embargo, a inicios de la década de los
noventa, con el cambio estructural de la economía, se dio paso a las reformas neoliberales
que dejaron de lado a la pequeña agricultura, fomentando los mercados y la producción
en masa. En este contexto, los cambios en las políticas económicas han sido piezas claves
para las políticas agrarias, especialmente en la formalización de la tenencia de tierra.

Es así que, en un principio, las políticas agrarias estuvieron orientadas a promover


economías de escala en el ámbito rural, que pudieran servir de base para la expansión del
mercado interno y, a su vez, impulsar el florecimiento de la industria nacional. Estos
cambios impulsaron también la publicación de múltiples cuerpos normativos que buscaban
regular y ordenar el acceso y la formalización de la tenencia de tierra a través

de la promoción de actividades agrícolas. Sin embargo, en la práctica, los cambios


legislativos, lejos de mejorar la problemática en la tenencia de tierra, originaron mayor
confusión respecto al acceso a la titulación y al ente encargado de llevar a cabo dicho
proceso, lo que generó, inclusive, incentivos perversos para la obtención del ansiado título
de propiedad.
CAPITULO I

EL DERECHO AGRARIO EN LA HISTORIA UNIVERSAL.

El Derecho como producto cultural surge y evoluciona a través de la Historia con las
transformaciones de las estructuras políticas, económicas y sociales de los pueblos.

En cuanto al Derecho Agrario algunos autores sostienen que su origen es antiquísimo


basándose en que las primeras normas jurídicas han sido de esencia agraria debido
a que el hombre transpone el umbral de la historia en la era neolítica cuando domestica
a los vegetales (agricultura) y a los animales (ganadería) y le queda tiempo libre para
desarrollar sus innatas aptitudes creativas y organizativas.

En efecto, uno de los más antiguos textos de derecho positivo llegado a nuestros días,
el Código de Hamurabi (1780 a.c) trataba en particular de las relaciones jurídicas entre
el hombre y la tierra. También las Leyes de Solón (640-588 a.c.) contuvieron principios
de reforma agraria. Por su parte los romanos dedicaron a la regulación de la agricultura
las partes más importantes de la Ley de las Doce Tablas y dictaron entre los Siglos V
y I a.c., no menos de siete leyes agrarias. El Derecho Romano, como sabemos,
después de una larga evolución se cristalizó en el Corpus Iuris Justiniano
perfeccionando el derecho de propiedad privada individual con marcada tendencia
egocentrista.

Después que el Cristianismo con su mensaje de libertad y respeto a la persona


humana socavara el poder del Imperio Romano, basado en la esclavitud y el latifundio,
deformación de la propiedad que, según la histórica frase “perdió a Roma”, ésta cayó
ante la incontenible marea de los pueblos germanos.

Durante la Edad Media los atisbos de los derechos humanos proclamados por los
Padres de la Iglesia, quedaron sepultados por la implantación de la servidumbre de la
plebe y el cúmulo de privilegios feudales representados por los señores laicos y
eclesiásticos desligados y jerarquizados, sujetos a diezmos y a un infinito número de
obligaciones y vinculaciones, cuya representación real era el dominio útil como reflejo
de una propiedad imperfecta e incompleta.

Aunque el feudalismo llegó tarde a España debido a que las guerras de la Reconquista
consolidaron y fortalecieron el poder de la Monarquía que, vencedora de los árabes,
aplastó a las comunidades.

Mientras tanto en los Andes habían surgido distintas culturas (Chibchas, Shiris,
Cañaris, Mochicas, Waris, Paracas, Aymaras, etc.) que desarrollaron un derecho
consuetudinario basado en los principios de reciprocidad y ayuda mutua que culminó
con la expansión del Imperio del Tahuantinsuyo calificado como el Estado Universal
Andino, realizador del ideal del “Estado Providencia” sustentado en el riguroso
equilibrio hombre-tierra.

El denominado “Descubrimiento de América” rebautizado por las Naciones Unidas


como “encuentro de dos culturas” significó en realidad el “encubrimiento de las
civilizaciones del Nuevo Continente”.

La primera fuente del Derecho Colonial en el territorio del Perú fue el contrato
denominado “capitulación”, celebrado en la ciudad de Toledo entre el Emperador
Carlos V y Francisco Pizarro, en cuya virtud éste y sus hombres a cambio de la
conquista de nuevas tierras para la Corona recibían ciertos privilegios y beneficios
“con resabios señoriales de carácter medioeval”.

Los Conquistadores aplicaron inicialmente con la punta de sus espadas el Derecho


castellano integrado por elementos romanos y germánicos que se estrelló contra la
realidad social, económica y ecológica del Nuevo Mundo, pues las necesidades de la
colonización de los territorios conquistados impusieron la creación de nuevas fórmulas
jurídicas sobre la base del reconocimiento por la Reina Isabel de los Indios como
“hombres libres y vasallos de la Corona de Castilla”, logrado por la pasión de fray
Bartolomé De las Casas y el genio jurídico de Francisco de Victoria, precursor del
Derecho Internacional público, y de otros cultores del Derecho natural, surgiendo el
Derecho Indiano que bebió de las fuentes andinas dando nuevas dimensiones al
Derecho Universal.

Al lado de la propiedad Romana individualista fue reconocida la propiedad comunal de


los pueblos de indios basada en los principios de reciprocidad y ayuda mutua. Aunque
dentro de este sistema no se negó el acceso de los indios a la propiedad privada de
las tierras éstas estuvieron predominantemente en manos de españoles y criollos.

El Derecho Indiano, especialmente en su rama indigenista, estuvo provisto de un claro


sentido de la promoción de la actividad agraria y de protección al indígena en el cabal
sentido del vocablo complementada por el respeto al derecho consuetudinario andino.
Además, en “las maravillosas leyes de Indias estaba la verdadera modernidad y la
Justicia dado que exigían a todo poseedor el cultivo efectivo y la morada habitual,
expresión precoz de esos deberes que hoy llamamos función social de la propiedad,
y contenían disposiciones precursoras de la asistencia y seguridad social.

El Derecho Agrario Peruano nació así del mestizaje producido por la vertiente del
Derecho Castellano de origen germánico y fuertemente influenciado por el Derecho
Romano y de la vertiente que nace de la realidad ecológica de los Andes cuyas raíces
persisten como respuesta al enigma de las frustraciones de trasplantes serviles de
otras instituciones ajenas a nuestra realidad.

Durante la Edad Moderna, el Perú, como el resto de América, vivió bajo la dominación
colonial siendo las tierras sometidas a dos regímenes.

De un lado, la propiedad privada de cuño cuasi feudal que constituyó el más sólido
elemento de riqueza y la parte más importante de un patrimonio. Este poder
económico fue reforzado por una función política que la consagra como cimiento de la
soberanía en los Estados. Y de otro lado, la propiedad comunal.

Los Conquistadores y colonos que posteriormente llegaron al país alucinados por la


leyenda del “El Dorado” y el ansia de “hacer la América” se dedicaron al saqueo y la
rapiña de los tesoros de los templos y tumbas incaicas y se repartieron inmensos
territorios convirtiéndose en cuasi señores feudales ampliando sus “haciendas”
mediante la aplicación perversa de las leyes indianas a costa de las tierras comunales
y de la feroz represión de las rebeliones indígenas como la de José Gabriel
Condorcanqui (Tupac Amaru II) que fue la única de las tres grandes revoluciones del
siglo XVIII que fracasó.

Mientras tanto, en América del Norte el Acta de Constitución de la Colonia fundada en


la bahía de Chesapeake por los peregrinos del Mayflower declaró que se repartirían
las tierras en lotes iguales, pero con superficie limitada a las necesidades de la familia
porque, decía expresamente con visión profética, era previsible que “muchísimos
europeos tuvieran que llegar en busca de la misma libertad y había que guardar tierras
para ellos”.
La segunda oleada de penetración del Derecho Europeo estuvo representada por las
nuevas instituciones que alumbró la Revolución Francesa impulsada por las
insurrecciones campesinas de la primavera y verano de 1789 en la Vendeé que
declaró la libertad del individuo y de la tierra como conquistas políticas claves que
transformaron la propiedad feudal en la propiedad burguesa. Ello significó también, la
impugnación de la jerarquía social que el “antiguo régimen” había forjado sobre la base
de las vinculaciones de la propiedad determinando que a la unidad política del
ciudadano correspondiera la unidad jurídica de la propiedad.

La liberación del individuo en el ámbito político significaba la liberación de la tierra de


las rentas del feudo. La teoría del doble dominio es sustituida por la teoría de la unidad
jurídica de la propiedad libre de las prerrogativas y poderes de supremacía.

La explicación filosófica de la postura reside en que la Revolución asume la


concepción racionalista del siglo XVIII que ubica al individuo en el centro del nuevo
orden: El individuo es el valor supremo y original de donde derivan los otros. Como
portador de derechos naturales tiene todas las prerrogativas para cuya manifestación
se hace indispensable el derecho de libertad tanto en el ámbito político como en el
aspecto económico en cuya razón la propiedad se ubica como manifestación individual
desde el punto de vista económico.

El Código Civil Francés de 1804 convertido en el arquetipo de derecho positivo


privado, es la representación jurídico-política de las ideas revolucionarias de 1789,
que proclaman el derecho de libertad del individuo y de la propiedad privada de la
tierra como símbolo de destrucción del feudalismo. Libertad y tierra son conceptos
paralelos: a la unidad política del ciudadano corresponde la unidad jurídica de la
propiedad. La doctrina de la revolución es la del individuo como centro de toda
preocupación. El individuo está contrapuesto a la sociedad. La propiedad nace junto
al poder político porque antes que éste lo único que existe es una aprehensión
personal. El derecho subjetivo se resuelve en el problema de la pertenencia,
atribuyéndole una parte del mundo corpóreo al individuo. Pero, como la propiedad de
la tierra es la propiedad por excelencia, la tierra se encuentra ligada a la voluntad del
individuo.

Durante el siglo XIX los Códigos Civiles continuaron colocando en primer plano a los
derechos reales y dieron prioridad a la propiedad inmobiliaria sobre los demás
Institutos Jurídicos. El derecho de propiedad, debido a que aquella se mantiene dentro
de la órbita de la voluntad del individuo. De este modo, la propiedad de la tierra en su
concepción más absoluta se convirtió en la clave de bóveda de todo el derecho privado
y las relaciones jurídicas privadas sólo se concibieron dentro del derecho civil.

La introducción del principio de la función social de la propiedad respecto de la tierra


por la Constitución de Querétaro y de los bienes de producción por la Carta
Fundamental de la República Democrática de Weimar dentro del derecho
constitucional, produce un cambio en el régimen del derecho de propiedad agraria. No
se trata de la imposición de un límite más a las facultades del propietario sino de la
justificación político-social de la propiedad, basada en el trabajo, para hacerla
accesible a todos.

Este momento histórico ha sido señalado como el del nacimiento de los derechos
sociales. En primer lugar, el derecho laboral que predicó el respeto por la dignidad
humana de los trabajadores; y después el derecho agrario, que surge con cierto
retraso debido a que los campesinos en su aislamiento geográfico y mental percibieron
tardíamente la importancia de su rol económico y social.

En estas circunstancias el Derecho Agrario pasa a ocupar una posición de vanguardia


respecto a la línea clásica del derecho civil, concebido para regular las relaciones
interprivadas sobre la base de los intereses individuales. Por esta razón, la relación
derecho civil-derecho agrario constituye una dialéctica entre derecho conservador y
derecho innovador.

Posteriormente el Derecho Agrario se separa del Derecho Civil, porque supera la


concepción estática de éste. El Derecho Agrario es sobre todo derecho de actividad,
no sólo de propiedad. Nace de la unidad de la organización y la utilización de la tierra
en la producción agrícola.

En el Perú, después de un eclipse que duró los primeros cien años de vida republicana
fue reconocido el carácter pluriétnico del país, primero tímidamente por la Constitución
de 1920 y cada vez con mayor vigor en las Constituciones de 1933 y de 1979, incluso
la vigente de 1993. No obstante declararlo expresamente, ésta busca a posteriori la
unificación. Por tal causa es necesario analizar separadamente los dos hemisferios
que integran el Derecho Agrario Peruano.

El Derecho Agrario tuvo un sorprendente desarrollo en América Latina después de la


Segunda Guerra Mundial impulsado por la Reforma Agraria en su doble carácter de
Derecho promotor de la actividad agraria y regulador del aprovechamiento de los
recursos naturales renovables; y de instrumento de justicia social. También se propagó
como un reguero de pólvora entre los países más pobres del continente americano
donde subsistían sistemas serviles de trabajo de las tierras, como Venezuela,
Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, en forma pacífica, encontrando en el Perú su
expresión culminante en la Constitución de 1979. En otros países donde las tierras
pertenecían a unas cuantas familias fue impuesto por una revolución como en Cuba,
Bolivia y Nicaragua.

Por desgracia, durante el quinquenio 1980-1985 fue desactivada la Reforma Agraria


en lugar de corregirse sus errores, y durante el siguiente quinquenio de 1985-1990 la
ineficacia del Estado-aparato Peruano y la corrupción generalizada que ha llegado a
niveles insospechados impidieron cualquier política de desarrollo nacional dando lugar
a una gigantesca deuda externa y una profunda crisis económica y social. En medio
de este cuadro desolador el Perú ha acatado sumisamente las “recetas” de los
Organismos Monetarios Internacionales manejados por lo acreedores extranjeros que
nos han dictado “medidas de reajustes” inspiradas en el principio de “indiferencia”
legislativa respecto de las actividades económicas y estrangulamiento de las clases
medias, lo que ha dado lugar al mayor enriquecimiento de los grupos oligárquico y la
ampliación del espectro de la “pobreza crítica” con más incidencia sobre los
campesinos sin tierras.

Dichas reformas estructurales han tenido como eje central la liberalización de los
mercados internos y externos; y responde a la llamada estrategia de “globalización”
de la economía mundial caracterizada por el desmantelamiento del proteccionismo
estatal mediante la desregulación de las actividades económicas y la privatización de
los servicios públicos para abrir el camino de la dominación de los mercado por la
empresas transnacionales a nivel mundial. Se ha impulsado la “modernización”
entendida unilateralmente como el retorno del “capitalismo salvaje” sin advertir que lo
propios países desarrollados dentro de su política neoliberal promueven, protegen y
subvencionan la actividad agraria eficiente.
CAPITULO II

CONCEPTO DEL DERECHO AGRARIO( PROPIEDAD AGRARIA)

La palabra derecho deriva del latín “directum”, y está formado por los postulados de
Justicia que constituyen el orden normativo e institucional de una sociedad. Se trata
del conjunto de norma que permiten resolver los conflictos sociales. Lo agrario, por
otra parte, está vinculado a la agricultura (los trabajos relacionados con el tratamiento
del suelo, la plantación de vegetales y la transformación del medio ambiente para la
satisfacción de las necesidades del ser humano).

Por lo tanto el Derecho Agrario, es el conjunto de Normas, reglamentos, leyes y


disposiciones que regulan la propiedad y organización territorial rústica y las
explotaciones agrícolas.

De igual modo, podemos decir que el derecho agrario es una rama del derecho que
incluye las normas reguladoras de las relaciones jurídicas relacionadas a la
agricultura. Esto supone que, en sus formas más básicas, los orígenes del derecho
agrario se remontan mucho tiempo atrás. Hay que tener en cuenta, por ejemplo que
la explotación agrícola hizo que los hombres se vuelvan sedentarios y comiencen a
considerar la propiedad privada sobre bienes inmuebles.

Por su parte el tratadista nacional, Dr. Guillermo Figallo Adrianzén, docente


universitario en Derecho Agrario, en la Universidad Nacional de San Marcos y
Pontificia Universidad Católica del Perú, entre otros; y primer presidente del Tribunal
Agrario, señala que en la expresión derecho agrario vemos en primer lugar que implica
la unión de dos conceptos: derecho y agrario. En cuanto al vocablo “Derecho”
sabemos que en sentido objetivo significa un sistema de normas coercitivas que
tienden a regular la conducta humana dentro de la sociedad; y en cuanto al adjetivo
“Agrario” deriva del sustantivo “Agricultura” que en lenguaje corriente significa “latu
sensu” (el arte de cultivar a tierra).

Variedad de definiciones del Derecho Agrario, en el Derecho Comparado

Recuerda Carrozza que a pesar de la juventud del derecho agrario sus definiciones
son numerosas y los estudiosos de nuestra materia se han sentido inclinados a
buscar la esencia y el objeto a través de ellas. En realidad, dice, no se trata de
definir por definir, sino que al contrario se busca encontrar en ellas los elementos
típicos de nuestra materia por razones científicas o bien solamente didácticas.

Dice Carrozza que la gran variedad de definiciones permite una clasificación, ya


que los criterios adoptados serían los siguientes:

a. La noción de agricultura;
b. La propiedad;
c. El sujeto; y
d. Definiciones mixtas y atípicas.
Pérez Llana:

“Derecho Agrario es el conjunto de principios y normas jurídicas autónomas que


regulan diversas fases de la explotación agraria, con miras a la obtención de una
mayor riqueza agropecuaria y su justa distribución, en beneficio del productor y de
la comunidad.”

Arcangeli:

“Derecho Agrario se entiende el complejo de normas, sean de derecho privado o


de derecho público, que regulan los sujetos, los bienes, los actos y las relaciones
jurídicas pertenecientes a la agricultura.”

Ballarín Marcial:

“ Derecho agrario es el sistema de normas, tanto de derecho privado como de


derecho público, especialmente destinadas a regular el estatuto del empresario, su
actividad, el uso y tenencia de la tierra, las unidades de explotación y la producción
agraria en su conjunto, según unos principios generales peculiares de esta rema
jurídica.”

Sanz Jarque:

“El conjunto de normas que regulan cuanto se refiere a la propiedad y a la tenencia


de la tierra, a la explotación y a la empresa agraria y al continuado cumplimiento de
los fines de las mismas, mediante una adecuada y permanente acción de reforma;
todo ello en el ámbito de la ordenación del territorio y el objeto inmediato de la
defensa del agricultor, la producción de alimentos vegetales y animales suficientes,
a la estabilidad social, el desarrollo y mantenimiento del equilibrio ecológico,
mediante la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento racional de los
recursos naturales renovables.”

ACTIVIDADES AGRARIAS PROPIAS

La agricultura (domesticación de los vegetales) y la ganadería (domesticación de


animales) fueron el gran paso de la revolución de la era neolítica que permitió a la raza
humana cruzar el umbral de la Historia. Asimismo, unido estrechamente a la tierra el
hombre comprendió la naturaleza del bosque como ecosistema. Este conocimiento
fue olvidado, salvo en algunos pueblos aislados, hasta que en tiempos recientes se ha
vuelto a comprender el sentido de la silvicultura como expresión de desarrollo integral
de los pueblos, siendo el desarrollo de las mismas la siguiente:

a. Agricultura.

La agricultura en sentido estricto ha sido definida como el trabajo del hombre


aplicado a una tierra determinada para la obtención y aprovechamiento
económico de vegetales que se producen a través de ciclos únicos e inescindibles
de labores que van desde la preparación del terreno hasta la cosecha y venta de
los productos. Por consiguiente, es actividad agraria propia floricultura
(producción de flores para su venta) mas no la jardinería que no tiene en sí un fin
económico.

Se ha negado que el cultivo del suelo con fines de investigación científica pueda
calificarse como actividad esencialmente agraria. Sin embargo, la gran
importancia económica de la biotecnología así como la calificación de las nuevas
variedades como bienes económicos hacen que descartemos esta opinión.
En cuanto a los cultivos de invernadero que tradicionalmente no se consideraban
una actividad agraria propia por no usar el suelo en sentido estricto como medio
de producción, la revolución producida por el uso de los plásticos en determinados
cultivos (hortalizas, flores y algunas frutas) ha sobrepasado el anterior criterio.

También se niega a la hidroponía o la aeroponía la condición de actividades


agrarias por cuanto les faltaría el elemento suelo como medio de producción. En
términos rigurosos debemos admitir que se ha excluido en tales casos a las
“tierras” como factor productivo lo que sustraería del contenido del Derecho
agrario un gran sector de la producción de seres vivos. Empero, debe tenerse en
cuenta que la tierra como recurso natural continúa unida a la actividad productiva.

La doctrina prevalente en nuestros días considera que la recolección de frutos


silvestres no es asimilable a la agricultura pues sólo es una actividad extractiva
semejante a la minería. Empero, últimamente esta posición tiende a cambiar, pues
las actividades recolectoras de ciertas comunidades nativas respetan las leyes
ecológicas y se rigen por un derecho consuetudinario basado en un profundo
conocimiento de la capacidad productiva de las tierras y del ambiente.

En el caso del Perú debe tenerse en cuenta la realidad geográfica y ecológica de


nuestra Amazonía donde la recolección de frutos silvestres y la captura de
animales obedecen a una sistemática explotación de la flora y fauna del bosque;
y la reserva, preservación y conservación de secciones determinadas del
territorio, constituye el principal medio de vida de un sector importante de la
población de dicha Región y exige el conocimiento y cuidado del ciclo biológico
de las respectivas especies.

b. La Ganadería.

De acuerdo con la concepción clásica, la ganadería consiste en la crianza y


engorde de animales que por su alzada se denominan comúnmente ganado ya
que se alimentan de los pastos naturales de las tierras en que viven.

Esta definición tradicional de ganadería excluye, en primer lugar, la crianza de


ganado estabulado que consume alimentos balanceados, la que ha adquirido gran
desarrollo prevaleciendo en muchos países sobre la crianza extensiva; en
segundo lugar, quedarían también excluidas de las actividades agrarias la crianza
de animales menores (aves de corral, conejos, abejas, etc.) y la de animales
mayores que no responden al concepto tradicional de ganado. Por tales razones,
creemos que dicho criterio ha sido totalmente superado, aunque la distinción de
la crianza de animales como actividad agraria de la que lo es resulta en ciertos
casos difíciles de establecer, como sucede con los caballos de carrera, perros de
raza, etc.

c. La Silvicultura.

La última actividad agraria propia es la silvicultura o el “cultivo” del bosque. Según


la doctrina clásica, sólo existe verdadera silvicultura, cuando se produce madera
o leña. De donde resulta que la producción de caucho, quina, bálsamo y otros
bienes que no necesitan el abatimiento del árbol, quedarían dentro de la
recolección o de la agricultura.

Tampoco considera la doctrina clásica como silvicultura la extracción de otros


productos vegetales que no son árboles o animales que integran el ecosistema
del bosque.

No debe confundirse la silvicultura con la tala irracional del bosque, pues para que
ella exista es indispensable que éste se reponga metódicamente, sea preservado
de plagas, enfermedades, malformaciones, etc. La silvicultura implica el cultivo, la
explotación racional y la reposición continua del bosque. La tala, en cambio, se
asemeja a la minería. Coinciden ambas en que el producto ha sido terminado por
la naturaleza sin la intervención del hombre que se apodera de lo que le sirve y
desecha lo demás y una vez agotado el recurso cesa su actividad.

EL SECTOR AGRARIO EN LA CONSTITUCIÓN DE 1993

La nueva Constitución utiliza el término “sectores” al referirse a la intervención del


Estado con carácter supletorio de la actividad privada diciendo que éste brindará
“oportunidades de superación a los sectores que sufren cualquier desigualdad,
con lo que deja de asumir un rol activo para lograr el desarrollo reduciéndose a
brindar prestaciones complementarias. Sin embargo, no puede dejar de reconocer
un régimen prioritario al sector agrario, pues también dedica el Capítulo VI al
Régimen Agrario estableciendo que “el Estado apoya preferentemente el
desarrollo agrario”, lo que significa que en caso de conflicto las normas de
Derecho Agrario tienen prevalencia sobre las de cualquier rama jurídica.
CAPITULO III

LA PROPIEDAD AGRARIA

¿QUÉ SE ENTIENDE POR TIERRAS RURALES?

Conforme a lo establecido en el Código Civil, la definición tradicional del derecho de


propiedad se basa en la enumeración de las principales facultades que lo integran. Se
entiende así por propiedad al poder jurídico que permite usar, disfrutar, disponer y
reivindicar un bien. Asimismo, una característica importante del derecho de propiedad es
la publicidad, la cual tiene una naturaleza declarativa mas no constitutiva. La inscripción
de la propiedad se rige por el principio de publicidad registral, mediante el cual se presume
que toda persona tiene conocimiento del contenido de las inscripciones registrales, lo que
permite otorgar cierta seguridad jurídica a los actos inscribibles, como es el derecho de
propiedad. En resumen, podemos señalar que el derecho de propiedad, para los fines de
este estudio, se resume en la facultad que permite el uso, disfrute, disposición y
reivindicación de un bien y que, a la vez, se rige por el principio de publicidad registral,
principio que le otorga seguridad jurídica y oposición frente a terceros.

Ahora, en el caso de la propiedad rural, la definición se torna un poco más compleja, toda
vez que el concepto o definición de la palabra “rural” puede tener varias aristas, conforme
a lo señalado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)2. Dicha
organización indica que al momento de precisar las competencias de las estrategias
rurales se han impuesto dos definiciones. Una de ellas es de orden económico sectorial, y
establece una identidad entre la economía rural y la economía agrícola, en su sentido más
amplio. De allí se desprende que el mundo rural es aquel que sirve de hábitat a la
agricultura y sus encadenamientos, y por tanto, es un mundo compuesto por agentes
económicos que participan de estos mercados, por lo que se concluye que la economía
rural está determinada por la economía agrícola, fusionándose así ambos conceptos.

La otra definición, más formal, se orienta por consideraciones demográficas, referidas a la


forma de distribución espacial de la población. Si la densidad es baja, si se trata de
población dispersa, o si se reside en centros de menor tamaño, conforman un espacio
rural. A pesar de sonar accesorias una de la otra, estas dos concepciones no se
complementan necesariamente, sobre todo porque la visión sectorial de la agricultura ha
tendido a incorporar otros vínculos de encadenamiento que hace que su cobertura sea
extrarrural.

Otras visiones sobre lo rural tienen raíces en dimensiones culturales y políticas. La


ruralidad es aceptada como una forma de vida, una cosmovisión y una cultura,
normalmente marginal o excluida de las corrientes más dinámicas del desarrollo, que
privilegia la economía urbana, terciaria e industrial. Finalmente, una visión extrema de lo
rural está inmersa en la acepción del desarrollo rural como estrategia de desarrollo. Allí se
ha impuesto la idea de que el desarrollo rural es una estrategia de atención a poblaciones
marginadas, empobrecidas, inviables, vulnerables, desarticuladas, dispersas y de alto
riesgo; es decir, poblaciones rurales. Si bien esta definición no es formal, es el centro de
las estrategias de desarrollo rural en la casi totalidad de los países en desarrollo.

Podemos decir entonces que, en el caso de nuestro país, el término o concepto “rural”, específicamente
en cuanto respecta a la formalización de la propiedad, está estrechamente vinculado a temas como la
agricultura, acceso a derechos de poblaciones de menores recursos que incluye un componente
económico de incorporación de tierras al mercado. En este contexto, la propiedad rural, por sus
características especiales, ha tenido, en la mayoría de los casos, regímenes especiales para su
regulación, partiendo de la Ley de Reforma Agraria y sus innovaciones, hasta su derogación por el
Decreto Legislativo Nº 653, que aprueba la Ley de Promoción de las Inversiones en el Sector Agrario
(1991) y la propia Constitución Política del Perú de 1993.

¿CÓMO ESTÁ REGULADA LA PROPIEDAD RURAL?

El Artículo 88º de la actual Constitución Política del Perú señala que el Estado apoya
preferentemente el desarrollo agrario y garantiza el derecho de propiedad sobre la tierra,
en forma privada, comunal o en cualquier otra forma asociativa. Asimismo, este señala que
la ley puede fijar los límites y la extensión de la tierra según las peculiaridades de cada
zona.

Sin embargo, el vínculo entre lo rural y lo agrario había sido establecido desde 1991, con
el Decreto Legislativo Nº 667 - Ley de Registro de Predios Rurales, y el Decreto Legislativo
Nº 653 - Ley de Promoción de las Inversiones en el Sector Agrario. El primero de los
decretos legislativos antes referidos (norma derogada respecto de los procedimientos de
inscripción de predios rurales) definía el predio rural, en su Artículo 4º, como aquella
porción de tierra ubicada en un área rural o en áreas de expansión urbana declarada zona
intangible, dedicada al uso agrícola, pecuario o forestal, considerando también como tales
a los terrenos eriazos calificados para f nes agrícolas.

Es en el marco del referido decreto legislativo que, para efectos de la formalización de


predios rústicos a nivel individual, es decir, para el otorgamiento del derecho de propiedad,
se estableció un procedimiento especial, el cual tenía como base la prescripción
administrativa directamente vinculada a la explotación económica agrícola del predio,
reconociéndose que el derecho de posesión sobre este sea por un periodo de uno o cinco
años. Hoy en día, el decreto legislativo que regula el acceso al procedimiento de
formalización de la propiedad rural en nuestro marco normativo es el Decreto Legislativo
Nº 1089, que establece el régimen temporal extraordinario de formalización y titulación de
predios rurales, así como su reglamento, aprobado mediante Decreto Supremo Nº 032-
2008-VIVIENDA

Es preciso señalar que, de acuerdo al INEI, la superficie del Perú es de 128’521,560


hectáreas3, y esta se diferencia, según la capacidad de uso del suelo, de la siguiente
manera4:

 Tierras aptas para el cultivo en limpio;


 Tierras aptas para el cultivo permanente;
 Tierras aptas para el pastoreo;
 Tierras aptas para la producción forestal; y
 Tierras de protección.

La mayor parte del territorio nacional se encuentra conformado por tierras aptas para la
producción forestal o de protección (80%, aproximadamente)5, razón por la cual los
diversos mecanismos de formalización de la propiedad generaron la pérdida de recursos
naturales, especialmente de bosques, biodiversidad y, consecuentemente, de los servicios
ambientales asociados a estos.

LA REFORMA AGRARIA, LA PROPIEDAD RURAL Y EL GOBIERNO MILITAR

Antes de la reforma agraria, uno de los principales hitos en lo referente a la concepción de


la propiedad agraria en el Perú es que existía un régimen latifundista; es decir, había
grandes extensiones de tierra en manos de unos pocos propietarios, con una población
campesina de menores recursos que se encargaba de trabajar y hacer producir la tierra.
Esta situación generó un movimiento social que buscaba un cambio, al que se sumó un
contexto en el que la necesidad de dinamizar el mercado y el nivel de producción del sector
agrario resultaban ejes de la política económica del país. Los cambios, entonces, vinieron
propuestos a través de normas denominadas de “reforma agraria”. Son múltiples las
normas e iniciativas legislativas que en nuestro país fueron denominadas reformas
agrarias: Ley de Bases para la Reforma Agraria del año 1963 (presidente Ricardo Pérez
Godoy) y Ley de Reforma Agraria del año 1964 (presidente Fernando Belaunde Terry). Sin
embargo, los principales cambios fueron generados a partir de la Ley de Reforma Agraria
del año 1969 (presidente Juan Velasco Alvarado), razón por la cual empezaremos el
análisis de la situación de la propiedad rural en el Perú a partir de la emisión de esta última
norma.

La reforma de Velasco

La reforma agraria se ejecutó sobre todo en la costa y sierra del país, las dos regiones con
mayor población rural y mayores áreas de uso agropecuario. Entre junio de 1969 y junio
de 1979, se expropiaron 15 826 fundos y más de 9 millones de hectáreas10, y la mayor
parte de esta área fue adjudicada a 370 mil beneficiarios. La promulgación de la Ley de
Reforma Agraria significó no solo una nueva forma de distribución de la tierra, sino que fue
el instrumento legal mediante el cual se buscaba implementar un proyecto político de
transformación agraria y desarrollo rural. En este sentido, anuló el régimen de la hacienda
que databa desde la época de la colonia, lo que significó una ruptura con el régimen de
propiedad hasta ese entonces imperante, pues esta reforma disponía instituir un orden de
naturaleza cooperativa y corporativa basado en una radical y mecánica transferencia de la
tierra a través del mayor alcance de las afectaciones, el procedimiento expeditivo
adoptado, el drástico método de valorización de tierras y de compensación a los
expropietarios, así como los lineamientos de organización de naturaleza asociativa para
las unidades a constituirse.

Como hemos mencionado, la reforma agraria tenía una tendencia fundamentalmente


socialista, pues eliminó el mercado de tierras agrícolas y estableció que la propiedad de la
tierra no era transferible. Se orientó a reivindicar los derechos de las comunidades
campesinas, desapareciendo los grandes latifundios y organizando el mercado de tierras
en base a la idea de colectividad. Prueba de ello es que la reforma agraria contemplaba
como objetivo principal la reivindicación del campesinado, buscando que la “tierra sea de
quien la trabaja”. Es así que se establecieron medidas que pretendían impulsar un mejor
aprovechamiento, producción y uso de los recursos de la tierra. Como consecuencia de
estos cambios, se formaron múltiples empresas asociativas que buscaban el trabajo
comunal de la tierra e incluso promovían la organización de los campesinos en
comunidades para buscar un manejo integral de grandes extensiones de tierra.

Sin embargo, a pesar de las expectativas de esta reforma, la falta de capacitación


agropecuaria, asesoramiento técnico, apoyo en la comercialización y de facilidades
crediticias para la comercialización generó que gran parte de las empresas constituidas en
este contexto fracasaran. Ello se tradujo en la disolución de las sociedades y en la
dinamización del proceso de parcelación e individualización de la tierra, generándose así
grandes confusiones por la titularidad y el reconocimiento de derechos sobre

esta. Además, como bien sostiene Del Castillo (1997), si bien la tierra fue dividida, la
mayoría de beneficiarios no recibieron los títulos necesarios que respaldaran esa
propiedad. Más aún, Del Castillo (1997) señala que de las 9,4 millones de hectáreas que
se adjudicaron a 438 000 familias (la mayor parte perteneciente a asociaciones de algún
tipo), solo se expidieron títulos para 5,1 millones de hectáreas (66 000 títulos), quedando
pendientes de regularización 4,3 millones de hectáreas, y por registrar la mayor parte de
ellas.

En consecuencia, si bien son múltiples las lecturas sobre la reforma agraria, y sobre todo
sobre los beneficios o perjuicios que esta generó, resulta indiscutible que esta produjo un
gran desorden. La falta de culminación de los procesos de expropiación, la no inscripción
de los procesos terminados, la individualización de áreas adjudicadas y la extinción de las
cooperativas o empresas asociativas evidencian el caos posreformista. Es así que, a pesar
de los grandes cambios que esta reforma ocasionó, estos no fueron suficientes para
organizar la situación de la tierra.

El gobierno militar de Morales Bermúdez

Con el transcurso de los años y ante diversas situaciones de índole política generadas por
fuertes presiones a nivel nacional e internacional, en agosto de 1975, el general Morales
Bermúdez da un golpe de Estado al gobierno del general Juan Velasco Alvarado. Aunque
se prosiguió con el régimen militar, el gobierno de Morales Bermúdez convocó a una
asamblea constituyente, la cual promulgó una nueva Constitución en 1979, bajo cuya
regencia se convoca a elecciones democráticas en 1980, concluyéndose así el decenio
militar.

La dación de la Constitución de 1979 significó nuevas modificaciones en la noción de


propiedad agraria, particularmente en lo relacionado con la conducción directa de la
propiedad. Ello era así toda vez que su Artículo 157º garantizaba el derecho de propiedad
agraria “directamente conducida por sus propietarios, en armonía con el interés social y
dentro de las regulaciones y limitaciones que establecen las leyes”13. Además, precisaba
que la propiedad privada debía ser ejercida en forma individual, cooperativa, comunal,
autogestionaria o bajo cualquier forma asociativa, excluyendo a las sociedades
mercantiles, exigiéndose así la conducción directa. Unos meses después, se emite el
Decreto Ley Nº 22747 - Decreto Ley que perfecciona la Ley de Reforma Agraria, el cual,
sobre la base de esta nueva definición constitucional, estableció que “[...] se entiende que
un predio rústico es conducido o explotado directamente si el propietario tiene la dirección
personal y la responsabilidad de la empresa agrícola”. De esta forma, se incorporó en el
derecho agrario peruano una definición de conducción directa que rebajaba las altas
exigencias de la Ley de Reforma Agraria.

Ahora, es preciso mencionar que, si bien la reforma agraria no alcanzó a la selva, en los
años del gobierno militar se dieron dos normas importantes desde el punto de vista del
acceso a la tierra y de la seguridad de la tenencia para las comunidades nativas. Ello
sucedió con la promulgación del Decreto Ley Nº 20653 - Ley de Comunidades Nativas y
de Desarrollo Agropecuario de las Regiones de Selva y de Ceja de Selva, y el Decreto Ley
Nº 21147 - Ley Forestal y de Fauna Silvestre, en los años 1974 y 1975, respectivamente.
Estas leyes reconocieron la existencia legal y la personería jurídica de las comunidades
nativas y promovieron la agricultura en la selva. Sin embargo, tampoco fueron ajenas al
caos posreformista, en el que la titularidad de las tierras rurales, y en este caso en
particular, de las comunidades nativas, no contaba con la claridad normativa necesaria
para su correcta aplicación. Por ejemplo, si bien la referida Ley de Comunidades Nativas
reconocía la propiedad de estas comunidades sobre todo su territorio (lo que podría incluir
bosques), la referida Ley Forestal determinó que el Estado era el propietario de los
bosques. Por ello, cuatro años después de su emisión, la Ley de Comunidades Nativas
tuvo que ser modificada, introduciéndose el Artículo 11º, el cual indicaba que solo se
entregaría título de propiedad para tierras con aptitud agrícola, mientras que para aquellas
tierras de aptitud forestal y de protección, se entregarían contratos de cesión en uso.

De esta distinción surgió la necesidad de clasificar los suelos para determinar qué porción
de territorio se titularía en propiedad y qué porción del territorio se cedería en uso, lo cual
originó mayor confusión (BID 2014). Finalmente, como bien señala Eguren (2014), es
probable que las poblaciones nativas amazónicas constituyan el sector rural que más ha
sido afectado en cuanto respecta a sus derechos sobre los recursos naturales y sobre el
territorio. Lo cierto es que el tipo de control territorial propio de estas poblaciones no se
ajusta al concepto de propiedad occidental, el cual supone límites precisos en la extensión
y definición de los derechos de propiedad.
CAPITULO IV

ACTUALIDAD DE LA REFORMA

LA DEUDA AGRARIA

A pesar de los años transcurridos (casi cinco décadas), la reforma continúa siendo, en
muchos aspectos, un tema de actualidad. En primer lugar, porque solo una parte de los
bonos entregados a los propietarios expropiados fueron redimidos; los que no recibieron
ningún pago continúan reclamándolo desde hace décadas. Con el tiempo transcurrido, el
punto crucial reside en cómo se calculan el valor actual de los bonos, dada la gigantesca
inflación de la década de 1980 (que licuó su valor), y los intereses acumulados: ninguno
de los gobiernos ha aceptado pagarlos en las condiciones exigidas por los tenedores. He
aquí que un fondo especulativo con base en Estados Unidos, Gramercy Fund
Management, adquirió en años recientes, a precios muy reducidos, una buena parte de
esos bonos — alrededor del 20 %, según declara — a los tenedores originales e inició el
proceso de reclamo al Gobierno peruano: según sus cálculos, la deuda asciende a USD
1600 millones, y amenaza con acudir a tribunales internacionales si este no paga. El
presidente Kuczynski ha sido muy enfático en rechazar el pago reclamado: «Estas
personas piensan que pueden comprar algo por un centavo y ganar cien. No funciona de
esa manera. […] No creo que les debamos nada. Es así de simple» 2. En efecto, el
Gobierno estimó que la demanda, de tener éxito, significaría una rentabili- dad de hasta
4000 % 3.

LA MEMORIA DE LA REFORMA AGRARIA

Pero la reforma agraria mantiene su actualidad, en segundo lugar, porque existe una lucha
por la memoria de qué es lo que significó, si estaba o no justificada, y sobre sus resultados.
Simplifiquemos: hay quienes consideran que no solo interrumpió un desarrollo de la
agricultura en proceso, sino que la hizo retroceder décadas, además de violar los derechos
de la propiedad privada; y están quienes, por el contrario, sostienen que, aun con todos
sus defectos, fue necesaria para la modernización económica y la democratización del
país.
Mientras que hay suficientes muestras de que la reforma agraria, en efecto, democratizó
la sociedad rural — hizo posible la instalación de gobiernos municipales rurales libremente
elegidos por campesinos; influyó para que se diera el voto a los analfabetos; contribuyó,
en suma, al ensanchamiento de la colectividad política y al acceso a la ciudadanía de
millones de peruanos —, sus detractores han recurrido más a un discurso ideológico de
defensa de la propiedad y la gran inversión, que a argumentos sustentados en el análisis
de los hechos. No obstante, en un clima en el que el pensamiento neoliberal ha logrado
calar en los sentidos comunes, el rechazo actual a la reforma agraria parece ser mayor
que su aprobación. Su demonización ofrece el perfecto contraste con el éxito idealizado
de la gran agroindustria exportadora, de la gran inversión corporativa: la reforma agraria
habría fracasado porque las tierras fueron entregadas a trabajadores agrícolas y
campesinos, mientras que el actual renacimiento del agro se debería a la gran inversión.
Esta sería, para los detractores, la lección de experiencia tan traumática. Pero esta
idealización es, también, un intento de ahuyentar toda iniciativa de regular el tamaño de la
propiedad como potencialmente destructiva de los avances logrados: la concentración de
la propiedad de la tierra en la costa del país, en empresas mayores de mil hectáreas, ya
alcanza un tercio de toda el área cultivable de la región y ha dado lugar a algunas tímidas
iniciativas de regulación. Con la ayuda de los sucesivos gobiernos, de entregar las nuevas
tierras ganadas por irrigaciones a grandes corporaciones, dentro de un lustro dicha
concentración podría superar el 40 % de esa área.

Según el presidente del Instituto Peruano del Espárrago y Hortalizas, uno de los más
conspicuos detractores de la reforma agraria, esta hizo perder, «como mínimo, 30 años en
[la] evolución [de la agricultura]» 4, la cual se encontraría hoy casi en la vanguardia de la
agricultura mundial. Según el boletín virtual Lampadia, el Perú actual se ha convertido en
uno de los diez principales abastecedores de alimentos del mundo 5 (en realidad, hay
alrededor de cuarenta países que exportan más alimentos que nosotros 6.

¿Era necesaria una reforma agraria?

Se suele creer que esta empezó el 24 de junio de 1969, con la dación de la ley respectiva
y, simultáneamente, la intervención estatal de los grandes complejos azucareros de la
costa norte. Pero la reforma agraria entró en la agenda política mucho antes, a las pocas
semanas de que el presidente Manuel Prado (1956-1962) asumiera el mando.

LA DÉCADA DE 1950: LA REFORMA AGRARIA SE PONE EN LA AGENDA


POLÍTICA

En efecto, la primera propuesta de reforma agraria en el Perú fue elaborada por la


Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda (CRAV), formada en 1956 por el presidente
Manuel Prado en uno de los primeros actos de su gobierno. La CRAV fue presidida en un
inicio por Pedro Beltrán, propietario de Montalbán, una hacienda moderna — para los
tiempos —, situada en el valle de Cañete. El vicepresidente de esta comisión, Ernesto
Alayza Grundy — uno de los fundadores, ese mismo año, del Partido Demócrata Cristiano
(PDC) —, explica la razón que motivó la creación de la CRAV:

«El Perú ha llegado a una etapa de su vida nacional en la cual son inadecuadas las bases
institucionales sobre las cuales ha organizado su sociedad y su Estado. Su economía es
deficiente en aspectos decisivos; los niveles de vida de su población reflejan la incapacidad
de esa economía para proveerla de los medios que necesita; y su cultura más es expresión
de formas pasadas, que ideal y aliento para empresas futuras» 7.

Para Alayza, la reforma agraria era «uno de los elementos fundamentales e indispensables
de esa renovación social y económica»; más aún, debía ser parte de cambios más amplios:
«la condición para que la reforma agraria rinda la plenitud de sus resultados» era «el
desarrollo de la minería, la industria, el comercio y los demás medios de vida, dentro de
un organismo armónico y equilibrado».

Viniendo de quien venían esas afirmaciones, poca duda cabe de que la reforma agraria
era una necesidad. Ernesto Alayza no era un izquierdista; era un respetado abogado,
hermano de un próspero hacendado costeño. Luego, con otros políticos del ala más
conservadora del PDC, fundaría el Partido Popular Cristiano (PPC), con Mario Polar,
Roberto Ramírez del Villar y Luis Bedoya Reyes. Fue congresista y vicepresidente de la
Asamblea Constituyente de 1978.

El ambiente político en el Perú actual es tan conservador, que las palabras de Alayza
parecen salidas de la boca de algún militante del hoy Frente Amplio. En efecto, él afirmaba
que «las tierras nuevas que origine el riego de los eriazos de la costa o la apertura de las
tierras del Oriente deben también destinarse a esta misma finalidad [fomentar la difusión
de la pequeña y mediana propiedad], sin permitirse que se siga acentuando la
desproporción actual entre la grande y la pequeña propiedad» (p. 10). Esta posición
contrasta de manera frontal con las políticas seguidas, años después, por el gobierno de
Alberto Fujimori, que entregan las nuevas tierras — ganadas con las obras de irrigación —
a corporaciones, las que luego forman neolatifundios [<(8) 8].

La rectificación de la estructura agraria, según Alayza, tendría que alcanzar otro objetivo
básico: elevar la productividad, para lo cual se debería organizar y prestar servicios de
asistencia técnica, económica y social a la pequeña y la mediana empresa. Además de
redistribuir la tierra y elevar la productividad, el vicepresidente de la CRAV sostenía que el
tercer objetivo básico era una mejor distribución de la renta producida por la explotación
de la tierra, entre los propietarios y los asalariados 9.

¿Qué propuso la comisión en cuanto a redistribución de la propiedad? Detener el proceso


de concentración y corregir el desequilibrio en la distribución de la tierra.

La CRAV ilustra con cifras el elevado grado de concentración de la propiedad de la tierra:


«en la costa, el 40 % de las tierras cultivadas se encuentran formando parte de 181 predios
de más de 500 hectáreas, que representan solo el 0.4 % del total de fundos» (íd.: 52). En
vista de ello, y de la escasez de tierras disponibles en el país, recomienda los siguientes
límites: en la costa, 150 hectáreas de regadío; en la sierra, 250 hectáreas de secano o 125
de regadío; en la selva, 1000 hectáreas de secano (íd.: 53). Incluso, plantea medidas para
que, vía arrendamiento, nadie exceda esos límites. Para desestimular la concentración, la
CRAV propone un impuesto territorial, en forma progresiva, por escalones, de acuerdo con
la extensión (CRAV 1960: 64). Asimismo, establece restricciones a la subdivisión de las
tierras a fin de evitar una mayor minifundización.

Las condiciones estaban maduras

En 1962 — en plena Guerra Fría —, los países latinoamericanos, reunidos en Punta del
Este (Uruguay), en la asamblea de la OEA, acordaron realizar reformas agrarias,
motivados en parte por Estados Unidos, temeroso de que rebeliones campesinas pudiesen
desembocar en revoluciones como la cubana, con el riesgo de ampliar el área de influencia
de la entonces Unión Soviética. Además de lo anterior, los afanes industrialistas de los
países latinoamericanos requerían la ampliación de los mercados internos, particularmente
en las áreas rurales. La Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (Cepal)
advirtió que estas reformas eran necesarias, pues la concentración de la propiedad de la
tierra tenía como consecuencias «la estratificación social de la población rural
latinoamericana en verdaderas castas cerradas, la miseria y las deficientes condiciones de
vida para la mayor parte de ella» (Cepal 1965: 29) 10. Para superar esta situación, «no
cabe sino proceder a un cambio radical de las actuales condiciones de tenencia de la tierra
agrícola y de las aguas de regadío» (íd.: 30).

La Cepal anticipó algunas de las características que luego tendría la reforma agraria
emprendida en el Perú por el gobierno de Velasco Alvarado, en particular, la formación de
cooperativas agrarias de producción. Así, afirmaba que, en algunos casos, «puede ser
indispensable mantener la gran unidad de producción buscando modalidades de
explotación colectiva o de asociación y coparticipación en la propiedad y en los beneficios
entre los que trabajan en ellas, a fin de hacer posible el desarrollo de una agricultura
eficiente» (íd.: 30).

En 1963, la Junta Militar de Gobierno — que había derrocado el año anterior a Manuel
Prado —, presidida por el general Nicolás Lindley (1962-1963), promulgó una ley de
reforma agraria de alcance local para que fuese aplicada en el valle de La Convención y
Lares, en donde un movimiento campesino había ocupado las tierras de las haciendas.
Dicho movimiento era, sin duda, progresista, pues además de reclamar las tierras, exigía
que a todo trabajo para un empleador correspondiera un salario (y no una renta en especie
o trabajo) y que los arrendires — muchos de ellos, productores de café — deberían poder
vincularse de manera directa con el mercado, sin la intermediación forzada del hacendado.

Dos años antes, Carlos Malpica, diputado y militante del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), había presentado un proyecto de ley de reforma agraria en el
Congreso y, tres años después, publicaría un estudio sobre la situación del agro
peruano 11, en un contexto en el que ocurrían importantes invasiones de haciendas por
campesinos. Allí criticó la propuesta de ley de reforma agraria de la alianza Acción Popular
- Democracia Cristiana, por ser «muy semejante al Proyecto Beltrán y, entre los de América
Latina, solo comparable, en reaccionario, a la legislación paraguaya» (Malpica 1963: 4)
[<(12) 12].

Todo este relato de los antecedentes de la reforma agraria muestra, por contraste, el grado
actual de derechización no solo de la política peruana, sino de los «sentidos comunes» de
la opinión pública. Varias de las medidas sugeridas por la CRAV, o implementadas por el
gobierno del general Lindley, serían calificadas hoy día como propias de una «izquierda
trasnochada».

Un moderado de ayer, ¿sería un izquierdista de hoy?

Cupo al senador Mario Polar fundamentar ante el Senado, en los primeros meses de 1964,
la ley de reforma agraria de la alianza Acción Popular - Democracia Cristiana. Algunos de
los pasajes de su larga intervención resultan interesantes, pues diagnostican la situación
del agro en ese momento y fundamentan la necesidad de la reforma agraria para el
desarrollo del país, desarrollo que — sostuvo — no podría ocurrir si no se ampliaba el
mercado interno, lo cual requería «la transformación de las viejas y caducas estructuras»,
pues «Solo donde hay poder de compra y donde todavía se mantiene al margen de la
economía monetaria, es posible crear mercado de consumo capaz de estimular la
industrialización del país» (Lecaros 2007: 309) 13. No solo había un problema económico
que enfrentar, sino también social: «La legislación social no ha llegado al campo, como
tampoco la salubridad y la educación, salvo casos de excep- ción. El crédito agrícola es
otorgado, preferente y mayoritariamente, a la gran agricultura y en especial para cultivos
de exportación 14; la mecanización agrícola solo alcanza al 18 por ciento del área
cultivada, y a cerca del 40 por ciento de la superficie mecanizada» (loc. cit.). Para la alianza
AP-DC, en palabras de Polar, «la actual estructura de la propiedad rural petrifica las castas
sociales, impide la capilaridad social, da a una pequeña minoría un gran poder, que
fácilmente deriva hacia el abuso, y crea un clima general impropio para el desarrollo» (íd.:
312). Por tanto, la reforma «debe comprender la parce- lación de latifundios y el fomento
a la pequeña y mediana propiedad; la asistencia técnica, económica y social, del
campesino, para elevar los niveles de vida de la productividad [sic]; y una política de
comercialización de los productos» (íd.: 311).
Polar advierte, sin embargo, que la reforma agraria no puede significar el sacrificio de los
avances de la agricultura empresarial, sobre la cual no habría que aplicarla. En estos
casos, lo que cabe «en estas grandes empresas […] es la reforma de la empresa; es decir,
brindar acceso al trabajador en el capital, en la utilidad y en la dirección» (321). Y esto
porque lo que interesa es servir al hombre: «No somos de los que queremos medir el
bienestar del país por índices más concretos: el nivel de empleo; el nivel de haberes de
ingresos. Creemos, como los griegos antiguos, que el hombre sigue siendo la medida de
todas las cosas y, por lo tanto, hay que ayudar al hombre; al campesino, con la reforma
agraria; al trabajador agrícola, con la reforma de la empresa».

Esta percepción del agro peruano en la década del sesenta, contrasta con la visión
idealizada sostenida por muchos de los más acervos críticos de la reforma agraria.

El movimiento campesino

La necesidad de las reformas agrarias también respondía a las presiones de un


movimiento social que demandaba tanto una mejor distribución de la tierra, como mejores
condiciones laborales y derechos ciudadanos. El temor a las revueltas campesinas, en un
contexto en el que — en parte, gracias al apoyo de campesinos — la revolución cubana
había triunfado, se expresa con claridad en el llamado del Departamento de Asuntos
Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, el que en 1963 advirtió: «La toma de
posesión ilegal de la tierra, el terrorismo rural dirigido contra los terratenientes y líderes
campesinos, autorizan a predecir que si no se aprovecha la ocasión actual para llevar a
cabo la reforma agraria pacífica y planificada en el campo, la tierra se redistribuirá por la
vía de la violencia» .

El movimiento campesino, sobre todo en la sierra y, particularmente, en el centro y el sur,


adquirió características masivas a fines de la década del cincuenta y comienzos de los
sesenta. No solo tenía como objetivos la recuperación de tierras que, según las
organizaciones campesinas, les habían sido arrebatadas a lo largo del tiempo, sino
también eliminar el gamonalismo y las relaciones semiserviles — trabajo gratuito, pagos
de renta en especie o trabajo, imposibilidad de relacionar- se directamente con el mercado
—, reivindicaciones que se sumaban a otras, históricas, como acceso a la educación, a
vías de comunicación y a otros bienes públicos. El más conocido de estos movimientos
fue el de los colonos — arrendires y allegados — de La Convención y Lares, pero se
llegaron a movilizar más de 300 000 campesinos en diferentes departamentos serranos .
En muchos sentidos, el movimiento campesino era modernizador, impulsor de los
mercados internos y avasallador de los remanentes semifeudales, y cumplió un papel
fundamental en la generación de las condiciones para una reforma agraria.

La reforma agraria frustrada

En 1964, el gobierno de Fernando Belaunde promulgó una ley de reforma agraria que tuvo
un alcance limitado. La mayoría parlamentaria, formada por la alianza entre el APRA y el
partido Unión Nacional Odriísta, obstaculizó la realización de la reforma. Prácticamente,
no se aplicó en la costa, aunque alrededor de 15 000 yanaconas — muchos de ellos, de
haciendas algodoneras — se convirtieron en propietarios de las tierras que trabajaban. Se
expropiaron algunas haciendas ganaderas de la sierra. En total, la extensión transferida
no alcanzaba las 400 000 hectáreas, en su mayor parte pastos naturales18. Fueron
redistribuidas a 11 000 familias. Para Pedro Pablo Kukzynski — quien fuera asesor de
Belaunde y gerente del Banco Central de Reserva al final del su gobierno —, «la
redistribución de la tierra fue, ciertamente, más una amenaza que una realidad» .

La reforma quedaba como un pendiente, una promesa incumplida, una necesidad; habría
que esperar aún un lustro para que se ejecutase una radical reforma agraria, esta vez por
decisión de otro gobierno militar: el presidido por el general Juan Velasco Alvarado. En un
lustro fueron expropiados cerca de 16 000 fundos; «el 71 por ciento de las tierras de cultivo
bajo riego, que habían sido de propiedad privada, fueron expropiadas y adjudicadas; lo
propio ocurrió con el 92 por ciento de las tierras de cultivo de secano (dependientes de las
lluvias) y el 57 por ciento de los pastos naturales». Fueron beneficiados alrededor de una
cuarta parte de familias rurales (370 000)
CAPITULO V

LA TITULACIÓN AGRARIA

Diagnóstico de la titulación agraria

No se puede hacer una evaluación del estado de la titulación agraria en el Perú, sin
hacer un alto para revisar lo que ha venido sucediendo en este campo durante las
últimas décadas. El régimen de la propiedad rural es un tema que ha merecido la
atención del Estado Peruano de manera permanente. En efecto, la titulación agraria y las
distintas regulaciones que ha tenido la tenencia de la tierra en nuestro país, han
significado parte importante de la política social y económica de los gobiernos.

Hasta la década del sesenta la distribución de las áreas agrícolas en el Perú tenía como
característica fundamental la concentración de la tierra en muy pocos propietarios (se
calcula que el 90% de las tierras de uso agrícola eran de propiedad de apenas el 5% de
los propietarios). Por otro lado, la situación social en el campo venía siendo cuestionada
desde distintos frentes, dada las terribles condiciones de vida a las que se encontraban
expuestos los campesinos.

En este contexto, el 24 de junio de 1969, el gobierno presidido por el General Juan


Velasco Alvarado promulgó el Decreto Ley Nº 17716, Ley de Reforma Agraria. Las
características principales de la Reforma Agraria fueron las siguientes:

a. Fue de carácter masiva, afectando no sólo a los grandes latifundios, sino también a la
mediana e incluso pequeña propiedad.

b. Eliminó el mercado de tierras agrícolas; se estableció que la propiedad de la tierra no


era transferible.
c. Se eliminó la inversión de empresas con fines de lucro en el agro, promoviéndose la
creación de empresas asociativas, bajo un régimen de propiedad colectiva.

d. Se instauró un régimen colectivista en la propiedad agraria, a partir de la creación de


las SAIS y CUAS.

Con el fin del gobierno militar y la se promulgación de la Constitución de 1979 se inició un


proceso que ha determinado un evidente cambio de modelo que continua hasta nuestros
días. El gobierno de Fernando Belaunde Terry promulgó la llamada Ley de Desarrollo
Agrario (Decreto Legislativo Nº 002), que entre sus normas más saltantes permitía la
parcelación de las unidades agrícolas en favor de campesinos individuales, parcelándose
con ello gran cantidad de las tierras que habían sido adjudicadas a las empresas
asociativas durante la Reforma Agraria. Como consecuencia de este proceso, la
composición de la propiedad agraria cambio dramáticamente, prevaleciendo la pequeña
propiedad o minifundio.

A partir del año 1990 empezó a liberalizarse la propiedad de la tierra mediante


dispositivos legales orientados a generar un mercado de tierra, atraer inversión, permitir
la libre transferencia de propiedades y culminar los procedimientos de adjudicación y
titulación.

El 30 de julio de 1991 se emitió el Decreto Legislativo N° 653, Ley de Promoción de las


Inversiones en el Sector Agrario, que derogó el Decreto Ley N° 17716 y dispuso culminar
las acciones de catastro y titulación para la inscripción de los predios rústicos de todo el
territorio nacional que fueron adjudicados en la reforma agraria.

Asimismo, con fecha 13 de setiembre de 1991, se promulgó el Decreto Legislativo N°


667, Ley del Registro de Predios Rurales, que reguló el procedimiento aplicable para la
formalización de los predios de propiedad del Estado -áreas reformadas- y los de
propiedad de particulares -áreas no reformadas-,.

Mediante la Octava Disposición Complementaria del Decreto Ley N° 25902, Ley


Orgánica del Ministerio de Agricultura, del 27 de noviembre de 1992, se creó El Proyecto
Especial Titulación de Tierras y Catastro Rural - PETT. El PETT es una institución
especializada del Ministerio de Agricultura, que asumió dentro de sus responsabilidades
las funciones de la ex Dirección de Tenencia de Tierras y Estructura, el Programa
Nacional de Catastro (PROCNAC) e integró el Proyecto Especial de Desarrollo
Cooperativo y Comunal (PRODACC).

El PETT se creó como un proyecto dentro del marco de la reforma institucional del Sector
Público Agrario, básicamente con el objeto de realizar las acciones necesarias para
impulsar y perfeccionar la titulación y el registro de los predios rurales expropiados y
adjudicados durante la vigencia de las normas contenidas en Texto Unico Concordado
del Decreto Ley N° 17716, complementarias y conexas; culminando los procedimientos
de adjudicación y titulación que habían quedado inconclusos. Además de realizar la
titulación de los predios de propiedad del Estado y lo que adjudique o transfiera con
posterioridad a la vigencia del Decreto Legislativo N° 653.

Con la promulgación de la Constitución Política del Perú de 1993, se marcó la orientación


hacia el mercado y la promoción de la inversión privada en el sector agrario; así se
estableció que el Estado apoya preferentemente el desarrollo agrario y, garantiza el
derecho de propiedad sobre la tierra, en forma privada o comunal o en cualesquiera otra
forma asociativa.

La Constitución Política de 1993, sirvió de contexto a la dación de la Ley N° 26505, Ley


de Inversión Privada en el desarrollo de las actividades económicas en las tierras del
territorio nacional y de las Comunidades Campesinas y Nativas promulgada con fecha 17
de julio de 1995, conocida mayoritariamente como "Ley de Tierras". Esta ley marcó un
giro radical en la normatividad que rigió la vida del agro nacional desde los años de la
reforma agraria, fundamentalmente por la eliminación de las restricciones que lo
limitaban. Su objetivo fue alentar la inversión privada en el sector agrario, eliminando la
restricciones que impedían a los inversionistas orientarse a la agricultura. Fue modificada
por las Leyes N° 26570, 26597, 26681.

Posteriormente, con fecha 15 de agosto de 1996, se expidió el Decreto Legislativo N°


838, mediante el cual se facultó al Ministerio de Agricultura para que adjudique en forma
gratuita los predios rústicos de libre disponibilidad del Estado, en zonas de economía
deprimida, a partir de los 2000 metros sobre el nivel del mar; su reglamento fue aprobado
por Decreto Supremo N° 018-98-AG. Esta norma estuvo vigente hasta el 31 de diciembre
de 2000, actualmente se viene trabajando un proyecto de norma que regule el
tratamiento legal de los predios rústicos en general.

En este entorno, y con el propósito de fortalecer y apoyar la culminación del proceso de


Reforma Agraria - asignada al PETT mediante la titulación-, el 08 de mayo de 1996 el
Estado Peruano suscribió el Contrato de Préstamo N° 906/OC-PERU con el Banco
Interamericano de Desarrollo - BID, para la ejecución del Proyecto Titulación y Registro
de Tierras - PTRT a cargo del Ministerio de Agricultura a través de la Unidad de
Ejecución del Proyecto, con la participación del PETT, la SUNARP y el INRENA en
calidad de organismos subejecutores. El PETT tenía a su cargo los componentes de
Regularización Predial y Catastro; la SUNARP, el registro de los predios rurales y el
Instituto Nacional de Recursos Naturales - INRENA, la administración y monitoreo de los
recursos naturales.

Más adelante, a inicios de su etapa de implementación, el PTRT amplió sus objetivos


hacia la generación de las condiciones para el desarrollo de un mercado de tierras rural,
ágil y transparente, mediante el saneamiento físico-legal de la propiedad de todos los
predios rurales, la modernización del catastro rural y el sistema único y automatizado de
registro de la propiedad rural.

En los últimos años el mayor problema de la propiedad agraria ha sido la falta de


titulación. En efecto, a partir de la década del 80 se ha venido produciendo un fuerte
proceso de parcelación de la tierra agrícola, el mismo que no ha venido acompañado de
la respectiva formalización legal de la tenencia de la tierra. De acuerdo a III Censo
Nacional Agrario del año 1994, la situación de las tierras agrícolas, respecto a si se
cuenta o no con un titulo de propiedad es la siguiente:

Desde distintas perspectivas ideológicas y económicas, se ha considerado que uno de


los factores mas importantes para el desarrollo de la vida y de la economía campesina es
la titulación de la tierra agrícola. Así, en los últimos años el Perú ha devenido de un
régimen de gran propiedad privada (Pre reforma), a un régimen colectivista (reforma),
para llegar al día de hoy a una estructura de propiedad agraria que tiende a la propiedad
privada, pero con una gran participación del minifundio.
MINAGRI y la política nacional agraria

Mediante Decreto Supremo Nº 001-2013-AG, se emite la norma que determina el alcance


de la rectoría de la Política Nacional Agraria en materia de saneamiento físico-legal23 y
formalización de la propiedad agraria, estableciendo que el MINAGRI es el ente rector de
la Política Nacional Agraria, que comprende las tierras de uso agrícola, de pastoreo,
forestales, eriazas con aptitud agraria, los recursos forestales y su aprovechamiento.
Además de ello, desarrolla la política nacional que define los objetivos prioritarios,
lineamientos, contenidos y estándares nacionales de cumplimiento en materia de
propiedad agraria, incluido el saneamiento físico-legal y la formalización de la propiedad
agraria, lo que comprende las tierras de comunidades campesinas y nativas.

La rectoría del MINAGRI en esta materia quedó aún más clara con la promulgación de la
Ley Nº 30048, que modifica el Decreto Legislativo que aprueba la Ley de Organización y
Funciones del MINAGRI, y que establece como función específica y competencia exclusiva
de dicho ministerio, dictar las normas y lineamientos técnicos en materia de saneamiento
físico-legal y formalización de la propiedad agraria, lo que comprende las tierras de
comunidades campesinas y nativas.

En este sentido, podemos afirmar que, en la actualidad, el MINAGRI constituye el ente


rector en materia de saneamiento físico-legal de predios individuales y comunidades
campesinas y nativas, y por ende, es quien dicta los lineamientos para la ejecución de
estas actividades. Por su parte, los gobiernos regionales, en virtud de las competencias
transferidas en el marco del proceso de descentralización, son los que ejecutan las
actividades de formalización.

Sin embargo, es preciso mencionar que en julio del 2014 se emitió la Ley Nº 30230 - Ley
que Establece Medidas Tributarias, Simplificación de Procedimientos y Permisos para la
Promoción y Dinamización de la Inversión en el País, la cual, en su Título III, establece los
procedimientos especiales para el saneamiento físico-legal de predios para proyectos de
inversión y otras disposiciones para propiciar la eficiencia en la administración de predios
del Estado. La razón de ser de esta norma es facilitar la ejecución de obras de
infraestructura vial. Sin embargo, la norma vuelve a facultar a COFOPRI para que ejecute
los procedimientos especiales para el saneamiento físico-legal –incluyendo la rectificación
de áreas– de aquellos predios de particulares involucrados en el desarrollo de proyectos
de inversión pública y/o privada, lo que ocasiona nuevamente confusiones no solo por la
incorporación de un nuevo actor en temas de formalización, sino también por cómo se
ejercerán las competencias de cada sector y cuál será el rol del MINAGRI frente a los
procedimientos especiales y los criterios que se deben utilizar para la identificación de
áreas a formalizar y los derechos preexistentes en estas áreas, y cómo queda el rol de los
gobiernos regionales. El problema de que COFOPRI se encargue de estos procedimientos
especiales radica nuevamente en el involucramiento de otro actor, lo que no solo genera
confusión sino también caos institucional, legal y procedimental.

La estrategia de la formalización de propiedad rural en el Perú


La formalización de la propiedad rural empezó a adquirir mayor relevancia en la agenda
política de la presente década a medida que las reformas estructurales de libre mercado
han ido profundizándose. El reto, sin embargo, ha ido adquiriendo mucho mayor
complejidad que lo asumido inicialmente en la medida que las autoridades fueron
descubriendo la real envergadura del problema de la informalidad rural en el país que se
estima afecta a 80% del universo de los predios rurales.

En una primera etapa, que podríamos llamar de reforma parcial, se le otorgó prioridad en
la acción pública a la culminación del proceso de reforma agraria y a la regularización de
la propiedad de los llamados “parceleros” formados por la disolución de las empresas
asociativas, mayoritariamente ubicados en la costa y cuyo número aproximado se
estimaba en 100 mil con problemas de titulación y registro.

La segunda etapa, que podríamos llamar de reforma integral, se inició con la dación de
una nueva ley de tierras en 1995 con la intención de generar un único marco jurídico y de
políticas para las tierras rurales sobre la base del pleno funcionamiento del mercado de
tierras. En esta etapa no solamente se buscaría introducir los mecanismos de mercado en
las áreas reformadas, sino en las extensas zonas manejadas por comunidades a nivel
nacional.

Cabe señalar que en esta segunda etapa el avance de la reforma ha sido mucho más
limitado en la medida que ahora se trata de transformar las condiciones de explotación y
acceso a la tierra en todo el territorio nacional, cuya heterogeneidad es enorme.

Evidentemente, el proceso de adecuación de la población rural a nuevas reglas de


juego basadas en la plena operación del mercado de tierras no es automática y más
bien requiere de una estrategia de cambio y transición que haga viable el proceso.
Las agencias públicas
Las agencias públicas encargadas del proceso de formalización de la
propiedad rural en el Perú son actualmente el Programa Especial de Titulación de
Tierras (PETT), un proyecto especial del Ministerio de Agricultura, y la
Superintendencia Nacional de Registros Públicos (SUNARP), la entidad encargada
de los registros públicos. Ambas agencias juegan un rol complementario en el
proceso de formalización de la propiedad rural.

El Programa Especial de Titulación de Tierras (PETT)

Desde 1992, y como parte de la modernización administrativa del Ministerio de


Agricultura, se eliminaron las oficinas de reforma agraria y se creó el Proyecto
Especial de Titulación de Tierras y Catastro Rural (conocido como PETT),
encargándole como tarea básica el perfeccionamiento de la propiedad agraria a nivel
nacional.

El PETT fue creado mediante el DL 25902 (Ley Orgánica del Ministerio de


Agricultura). Su rol inicial fue regularizar solamente la propiedad rural del área
afectada por la ley de reforma agraria y de las tierras eriazas en posesión de
particulares.

A fines de 1995 se firmó un convenio entre el Banco Interamericano de Desarrollo


(BID) y el Gobierno Peruano para darle una mayor cobertura al proceso de
formalización de la propiedad rural. En esta etapa, las tareas del PETT aumentarían
fuertemente. En su inicio, el proyecto partió de un diagnóstico parcial sobre los
predios que se consideraban con problemas de titulación y registro de
aproximadamente un millón a nivel nacional. Posteriormente (luego de que se
publicaran los resultados del III Censo Agropecuario) esta cifra fue más que
cuadruplicada, ya que se estimó que el número de predios rurales en situación
informal llegaba a los 4.7 millones.

En el proyecto actual una tarea fundamental del PETT es llevar a cabo un nuevo
catastro rural en todo el territorio nacional. El último catastro realizado en el Perú data
de 1972, y fue básicamente orientado a conocer la estructura de posesión, mas no
la de propiedad (de acuerdo a los criterios de la reforma agraria de ese entonces).
Asimismo, el catastro anterior no dispuso de los avances tecnológicos actuales y la
mayor parte del trabajo previo estuvo sujeto a serios errores de medición y
superposición.
La nueva versión del catastro rural en que viene trabajando el PETT
actualmente está orientada a determinar la estructura de propiedad de la tierra rural
en el Perú. El sistema, en su parte técnica, se basa en la información proporcionada
por fotografías aéreas, las cuales son utilizadas por las brigadas del PETT para
realizar las concordancias a nivel de campo. Las mediciones se basan en el uso de
coordenadas que eliminan la posibilidad de tener dos predios superpuestos, y está
totalmente computarizada.

Pero junto al saneamiento físico de los predios rurales, este tipo de catastro requiere de
un saneamiento jurídico, es decir, conocer el estatus legal de la propiedad de las
tierras. Las brigadas del PETT también tienen como tarea esta labor, tomando la
información y documentación requerida para demostrar la propiedad (o posesión) de
parte de los agricultores. La información técnica y legal recogida es luego enviada a los
RRPP cuando se trate de predios sin título registrado, que es el momento en que
SUNARP entra a tallar.

La ley de registro de predios rurales

En el tema de los registros públicos, es preciso incluir como un antecedente importante en


la previa evolución del tema de registro de los predios rurales. En 1991 se promulgó el DL
667, conocido como la Ley del Registro de Predios Rurales. Previamente, mediante el DL
496, se creó el Registro Predial como organismo paralelo al tradicional Registro de
Propiedad Inmueble y que debía operar como un proyecto piloto por un tiempo hasta que
el íntegro del registro pase a la nueva modalidad operativa y las nuevas disposiciones
normativas.

En el llamado “Registro de Predios Rurales” se permite la inscripción de actos y contratos


vinculados a la propiedad, tanto de predios del Estado como de particulares. Un elemento
fundamental de la ley y el nuevo sistema de registro propuesto es el referido al caso de los
predios tanto del Estado como de particulares pero bajo posesión de terceros. En este
último caso,

“...la posesión en este registro significó la transformación del trámite judicial de prescripción
administrativa de dominio en uno de naturaleza registral (o administrativa). Sólo en caso
de presentarse la oposición de alguna persona interesada, dicho trámite deriva en la vía
judicial...El DL 667 permite a los posesionarios, ‘es decir personas que estén poseyendo o
explotando económicamente un predio rural de propiedad de particulares en forma directa,
continua, pacífica, pública y como propietario, por un plazo mayor de cinco años, solicitar
la inscripción de su derecho de posesión en el registro predial. De no presentarse
oposición, dicha inscripción se convierte automáticamente en inscripción de propiedad. De
esta forma, aunque el Registro de Predios Rurales no titula, sino simplemente inscribe, con
este mecanismo se lograría la titulación y la inscripción de la propiedad de los agricultores”
(Del Castillo, 1997, p. 67).

El DL 667 estableció una serie de documentos válidos que los posesionarios debían
presentar (probanzas) para demostrar su posesión y explotación económica. Y aunque
estos mecanismos han sido sujeto de cierta controversia, en general se acepta que:

“...es indudable que el Registro de Predios Rurales presenta grandes ventajas sobre el
Registro de Propiedad Inmobiliaria (vigente en el Perú desde 1930). La primera ventaja es
la simplificación de los trámites, también lo es el ahorro de tiempo; y el propio sistema
registral, que imposibilita la duplicidad de las inscripciones sobre el mismo predio y facilita
adicionalmente las búsquedas registrales” (Del Castillo, 1997, p. 67)

Con la posterior creación del sistema nacional de registros públicos, la propuesta de crear
un nuevo y distinto registro predial parece haber sido desechada en la práctica
(actualmente el llamado Registro Predial, concebido sólo como plan piloto, sólo opera en
algunas provincias del departamento de Lima) aunque aún las normas indican la existencia
de dos registros de predios rurales.

La creación y el rol de la SUNARP

El otro hito importante en el tema de registro fue cuando se creó la Superintendencia


Nacional de Registros Públicos (SUNARP) en 1992 como entidad pública autónoma
y descentralizada encargada de conducir los procesos registrales de bienes muebles
e inmuebles, correspondientes a personas naturales y jurídicas. De acuerdo al
decreto de creación, la SUNARP es un organismo descentralizado y autónomo del
sector justicia, tiene personería jurídica de derecho público, patrimonio propio,
autonomía funcional, técnico-jurídica, económica y administrativa. Este organismo
fue creado como la cabeza de un sistema con órganos desconcentrados, que son las
oficinas registrales que funcionan en todo el país (dividido en 12 regiones y Lima y
Callao).

Además de las oficinas registrales regionales, existen oficinas de registros


públicos en diferentes departamentos, y en algunos casos en distintas provincias.
Estas oficinas dependen de las oficinas regionales correspondientes.

El sistema se compone de cuatro registros: a) el de personas naturales; b) de


personas jurídicas; c) de propiedad inmueble y, d) bienes muebles. La ley buscó
integrar todos estos registros que anteriormente se encontraban dispersos en
diversos registros administrativos.
El registro rural es parte del registro de propiedad inmueble (que se divide en
registro rural y urbano) . Como institución participante en el Proyecto de Registro y
Titulación a partir de 1995, el registro rural recibe fondos para iniciar un ambicioso
plan de modernización de sus instalaciones y de capacitación de su personal. En
esta etapa, el registro inicia una constante y estrecha coordinación con el PETT,
organismo encargado del saneamiento físico (catastro) y legal de la propiedad
agraria a nivel nacional.

El registrador tiene como tarea y responsabilidad calificar si el conjunto de


documentos presentados están de acuerdo a lo que requiere la ley. En caso de que
hubiera algunos problemas que pueden ser salvados fácilmente, el interesado tiene
30 días para levantar o subsanar la observación. Si los errores o vicios son
insalvables, el título es tachado y no se puede inscribir. Existen segunda y última
instancia a la que los ciudadanos pueden acudir en caso de no estar de acuerdo con
la resolución del registrador.

La segunda forma, que ha adquirido gran importancia en el proceso de registro de


predios rurales, es la prescripción administrativa, la cual se basa en la Ley de
Registro de Predios Rurales, DL 667, ya comentada. En la actualidad ésta es la
manera más clara en que la ley permite formalizar la propiedad rural en el Perú y la
que el PETT y los RRPP están utilizando en muchos casos. Las brigadas del PETT
recogen este tipo de pruebas de posesión si existieran.

Dentro del marco del programa con el BID se debió subsidiar fuertemente este
servicio de registro ya que en muchos casos los agricultores no estaban dispuestos
a pagar las sumas requeridas, aunque fueran muy bajas (actualmente, por un registro
de posesión se cobra solamente cinco soles, unos dos dólares).

Como en muchos casos los beneficiarios no estaban dispuestos a pagar esta cifra,
el Ministerio de Agricultura creó un fondo rotatorio para financiar los gastos de registro
de los beneficiarios más pobres.

Resultados iniciales y evaluación del proceso de formalización a nivel


nacional

Como se desprende de la sección II, la formalización de la propiedad rural en el Perú es,


cuantitativa y cualitativamente, un proceso de gran envergadura. En términos numéricos,
la informalidad afectaría a más de 80% de los predios, situación que se hace más crítica
en las zonas alejadas del territorio. En términos jurídicos, los obstáculos son aún mayores
dado que luego de un proceso de reforma agraria para el que no fue prioritaria la propiedad,
la mayor parte de las áreas rurales se encuentran en situación jurídica incierta.
Adicionalmente, los propios pobladores rurales no han adquirido una cultura sobre sus
derechos de propiedad, y en muchos casos, no tienen incentivos económicos para
formalizar su tenencia.
CAPITULO VI

LA PROPIEDAD AGRARIA EN LA REGION DE ICA

MAPA POLÍTICO DE ICA


La Región Ica ha tenido un desarrollo notable desde comienzos de los 90, como
consecuencia del aumento de la inversión privada en la producción agroindustrial y textil
vinculada a la exportación. El cambio que se ha observado en Ica gracias a la integración
al mercado mundial es significativo. Un entorno de estabilidad macroeconómica, el
aprovechamiento de las preferencias arancelarias en Estados Unidos y Europa, así como
una legislación favorable para la actividad agrícola y la exportación no tradicional, fueron
sin duda condiciones necesarias que permitieron el surgimiento de empresas modernas
capaces de insertarse competitivamente a nivel internacional.

El aprovechamiento de la cercanía a Lima y lo que ello implica en cuanto a interconexión


oportuna al mercado mundial también ha sido un factor relevante. Ica es la única región de
la costa sur conformada principalmente por planicies,

toda vez que la Cordillera de los Andes tiene poca presencia en la región, lo que facilita
una mayor conectividad interna.

La Región Ica, ubicada al sur de Lima, limita por el este con Huancavelica y Ayacucho, por
el sur con Arequipa y por el oeste con el Océano Pacífico, y cuenta con una población de
731 mil habitantes, la mayor parte de ellos habitando ciudades importantes como Ica,
Chincha y Pisco, y con poca población rural.

Recorren su territorio los ríos Pisco e Ica, dos grandes cuencas fluviales que alimentan los
valles de la región. Se distingue también la Laguna de la Huacachina, a 500 metros sobre
el nivel del mar, la cual pertenece a la cuenca del río Ica, que desemboca en la vertiente
del Pacífico.

Una de las principales fortalezas de la región es que presenta una base productiva
bastante diversificada que comprende una cartera de productos agrícolas y
agroindustriales con una gran demanda y alto valor agregado; importantes recursos
pesqueros, una manufactura pujante, cuya participación en la producción regional es
incluso superior a la de Lima Metropolitana y Callao; un importante desarrollo hotelero,
derivado de los atractivos turísticos de Ica; y el dinamismo de los sectores comercio y
construcción, vinculado con los mayores niveles de empleo e ingresos de la población.
Ica cuenta con inmejorables ventajas comparativas naturales para el desarrollo de la
agricultura como un clima excelente y uniforme que posibilitan el cultivo a lo largo del año;
y la disponibilidad de más horas de luz al día (luminosidad). Además de estas condiciones
que favorecen el cultivo de frutas, hortalizas y diversos productos agrícolas, Ica cuenta con
acceso a los mercados a través de la Panamericana Sur y la vía Los Libertadores la
conecta con aquellos del centro del país. Asimismo se ha venido desarrollando un clima
de negocios atractivo a la inversión.

El espárrago, principal cultivo de la región inició un crecimiento sostenido desde 1990 hasta
alcanzar en el año 2009 un nivel de producción de 122 mil toneladas métricas, siendo el
primer productor nacional del espárrago verde. Esta evolución ha contribuido
significativamente a consolidar al Perú como el primer exportador mundial de espárragos
frescos y el segundo en conservas.

La uva representa uno de los cultivos tradicionales de Ica, habiendo mostrado un


crecimiento importante durante la presente década. Ello basado en parte al incremento de
la superficie sembrada, pero sobre todo en los mayores

rendimientos en el cultivo. Así, en el año 2009 se obtuvo un nivel de producción de 127 mil
toneladas métricas con un rendimiento de 21 toneladas métricas por hectárea,
alcanzándose un máximo histórico más del triple de el obtenido en el 2000. Para el futuro,
las perspectivas son muy favorables por el mayor acceso a los mercados internacionales
por efecto de los acuerdos comerciales, destinándose en la actualidad el 50 por ciento de
la producción a la exportación.

Ica también destaca por ser el principal productor de vinos y pisco en el país, siendo el
Pisco la primera denominación de origen del Perú. Entre las variedades que se orientan a
la industria del pisco se tiene a la uva quebranta, negra corriente, mollar y uvina; y las
aromáticas como la italia, moscatel, albilla y torontel.

El algodón es otro de los cultivos tradicionales de la región, sembrándose la variedad


Tangüis, algodón de fibra larga con una alta demanda en la industria textil debido a su
calidad y flexibilidad en los procesos de hilatura y teñido. Sin embargo, la superficie
sembrada ha venido reduciéndose en los últimos años. Para revertir esta tendencia es
necesario mejorar la rentabilidad del producto a través de una mayor investigación y
desarrollo de semillas, así como mejorar la gestión que lleven a reducir los sobrecostos
derivados de la pequeña escala de producción.

Cabe mencionar que este crecimiento de la actividad agrícola enfrenta riesgos derivados
de la cada vez más creciente escasez de agua, dado el agotamiento del acuífero, problema
que debe ser enfrentado de manera coordinada e integral con el fin de utilizar en forma
sostenible los recursos hídricos.

CARACTERIZACION DE LA AGRICULTURA REGIONAL

La Región de Ica abarca una superficie agropecuaria de 120,416.91 has, de las cuales se
encuentran bajo riego 117,384.44 has y bajo secano 3,032.47 has. Comprende una
población rural de 75,945 habitantes, representando el 11% de la población total según el
censo del 2,007, haciendo un total de 711,932 habitantes.

Tiene dos regiones naturales: Costa y Sierra. La Costa tiene un clima seco, con
variaciones de temperatura de 12ºC a 32ºC. La afluencia de los ríos condicionan la
formación de cinco valles: Chincha, Pisco, Ica, Palpa y Nazca, aislados entre si,
facilitando la sanidad agraria y la aplicación de programas de control. Presenta grandes
ventajas para los cultivos de menestras, vid, algodón, maíz amarillo, espárrago, frutas,
entre otros, con gran potencial de exportación.

En el ámbito geográfico de la Sierra se ubican los distritos de Chavín, San Juan de


Yanac y San Pedro de Huacarpana en Chincha, Huancano en Pisco y Tibillo en Palpa.
Se caracterizan por la baja fertilidad de sus suelos y topografía accidentada,
dependiendo básicamente de las precipitaciones pluviales, lo que influye en los bajos
niveles de productividad agrícola. Estas zonas presentan grandes ventajas para el
desarrollo de los cultivos andinos y el mejoramiento de pastos naturales, así como
necesidades de reforestación.
La agricultura de la Sierra, se caracteriza por ser básicamente de secano, es decir,
emplea mayormente aguas de lluvias y utiliza una tecnología tradicional.

Superficie Agropecuaria

Según el Cuadro N° 1 y Grafico Nº 1 , elaborados por la Dirección Regional Agraria, en


base a la información proporcionada por las Administraciones Técnicas de los Distritos
de Riego (ATDR), se muestra la distribución total de la superficie agropecuaria de la
Región Ica, indicando que la mayor superficie es de uso agrícola (49.46%), seguido por
los pastos naturales (24.63%).

Según el cuadro, la provincia de Ica, concentra la mayor cantidad de superficie agrícola


de la región (34.27%), mientras que la provincia de Chincha concentra la mayor
superficie de pastos naturales (75.34%).
Otras

Superficie Pastos Montes y clases de

Provincias Agrícola Naturales Bosques tierras Total

ICA 41,984.98 3,013.25 5,256.32 22,767.35 73,021.90

CHINCHA 27,650.57 43,912.29 426.73 9,344.10 81,333.69

PISCO 26,511.76 1,504.08 310.22 9,281.89 37,607.95

PALPA 7,961.81 11,352.95 1,564.07 8,094.99 28,973.82

NAZCA 16,307.79 170.13 1,667.89 4,369.77 22,516.18

TOTAL 120,416.91 59,953.30 9,225.23 53,858.10 243,453.54

Fuente: Dirección Regional Agraria de Ica

Grafico Nº 1 Porcentaje (%) de Superficie Agropecuaria


en la Región Ica
Estructura de la producción EN LAS TIERRAS AGRICOLAS

La Región Ica ha mostrado un marcado dinamismo en los últimos años, sobre la base
de la explotación de sus ventajas comparativas, con la consecuente generación de
empleo e ingresos de los hogares y la mejora del bienestar de la población. Ello se
refleja en el hecho que, entre los años 2002 y 2008, Ica ha pasado de ser la novena a
la séptima economía regional del país, con una participación de 3,1 por ciento en la
producción nacional en el 2008 (2,5 por ciento en el 2002)

Ica cuenta con inmejorables ventajas comparativas naturales para el desarrollo de la


agricultura como sus excelentes condiciones climáticas que posibilitan el cultivo a lo
largo del año; la existencia de suelos sueltos, característicos de la costa peruana; y la
disponibilidad de más horas de luz al día (luminosidad). Estas ventajas coadyuvan a la
obtención de altos rendimientos, menores períodos vegetativos y de incidencias de
plagas.

Además de estas condiciones que favorecen el cultivo de frutas, hortalizas y diversos


productos agrícolas, Ica cuenta con acceso a mercados a través de la Panamericana
Sur y la vía Los Libertadores -que la conecta con los mercados del centro del país-, un
clima de negocios atractivo a la inversión y se encuentra cerca de Lima, el principal polo
de desarrollo económico del país. Sin embargo, todo ello no hubiera sido suficiente para
el “boom” agroexportador observado en Ica si no se hubiera contado con la participación
del “nuevo empresario agrícola” que apostó por una agricultura moderna adoptando
procesos productivos y organizacionales más eficientes y de mayor escala, sobre la
base de unidades agropecuarias de tamaño medio y experiencias previas emprendidas
con apoyo de la cooperación internacional.

En Ica se ha configurado una estructura agrícola dual, coexistiendo una agricultura


tradicional de escaso desarrollo tecnológico, atomizada (minifundio) y orientada
principalmente al mercado interno y el autoconsumo, con una agricultura moderna
orientada a los mercados del exterior, con un alto valor agregado, captadora de
inversiones, tecnología y sistemas de producción y gestión modernos, y que brinda
empleo a trabajadores más calificados y con mayores ingresos.
Esta actividad agrícola moderna comenzó a desarrollarse con mayor intensidad en la
primera mitad de la década de los 90 -luego de un éxito inicial obtenido a partir de
esfuerzos emprendidos en forma asociativa para la explotación de diferentes cultivos,
entre los que destaca el espárrago-, gracias al contexto de estabilidad macroeconómica
y política -éxito en el combate del terrorismo-, para luego afianzarse sobre la base de
una normativa promotora para el desarrollo de la actividad y el aprovechamiento de las
oportunidades de negocio por parte del sector privado.

De esta forma, se conformaron unidades productivas de mayor tamaño, integradas


verticalmente con el fin de aprovechar las economías de escala productivas y de la
cadena logística, destacando su orientación a los mercados del exterior en un entorno
de creciente competencia en dichos mercados.

En la consolidación de este potencial desempeñó un rol importante el acceso


preferencial a mercados del exterior como el de Estados Unidos, debiendo indicarse
que la firma de acuerdos comerciales, que establecen el carácter permanente de las
preferencias arancelarias en beneficio a nuestras exportaciones, configuró una
estructura de incentivos favorable a la inversión privada al reducir los riesgos de los
nuevos emprendimientos, observándose en este entorno una creciente

diversificación en la cartera de cultivos, inicialmente liderados por el espárrago, hacia


otros como uva, palta, cítricos y alcachofas, entre otros.

Sin embargo, la sostenibilidad de este crecimiento y del desarrollo de Ica enfrenta


riesgos derivados de la cada vez más creciente escasez de agua, problema que debe
ser enfrentado en forma coordinada e integral con el fin de utilizar en forma sostenible
los recursos hídricos, incorporar nuevas tierras y reducir la vulnerabilidad de la
agricultura, así como garantizar el acceso de otros usos como el poblacional. Asimismo,
con el fin de mejorar la competitividad se hace necesario el desarrollo de infraestructura,
el fortalecimiento de la capacidad de control fitosanitario y de las capacidades de los
trabajadores.
Ica tiene una superficie de 2,1 millones de hectáreas, de las cuales el área
potencialmente aprovechable asciende a 234 mil hectáreas: 117 mil hectáreas son
tierras agrícolas (bajo riego y en secano) y la diferencia son tierras no agrícolas (pastos,
bosques secos y otras clases de tierras). Entre las tierras bajo riego se tiene aquellas
de riego por inundación o gravedad, principalmente de cultivos para el consumo local,
y también las plantaciones para agroexportación que cuentan con riego tecnificado
mayormente y aprovechan el agua del subsuelo (acuíferos). El área cosechada de los
principales cultivos transitorios y permanentes se ha mantenido relativamente constante
en la presente década, promediando 75 mil hectáreas anuales, observándose una
recomposición de cultivos con una pérdida de importancia relativa del algodón, entre
otros.

El incremento sostenido de los rendimientos de los principales cultivos dirigidos a los


mercados externo (espárrago, uva, palta, y cítricos, entre otros), así como también de
algunos dirigidos al mercado interno (papa y maíz amarillo duro), logrado a partir de la
modernización de los procesos productivos y de gestión de las unidades agropecuarias,
ha contribuido a sustentar el crecimiento del sector. La última información disponible de
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación-FAO para
el 2008 muestra, por ejemplo, que los rendimientos del espárrago, uva, alcachofa y palta
en Ica son superiores en 113, 85, 84 y 31 por ciento, respectivamente, a los
correspondientes a nivel mundial.

Algodón

Tradicionalmente ha sido el principal cultivo de Ica, donde se siembra la variedad


Tangüis, algodón de fibra larga con una alta demanda en la industria textil debido a su
calidad y flexibilidad en los procesos

de hilatura y teñido. Así, a principios de la década de los 60, la superficie cosechada


alcanzó un máximo de 76 mil hectáreas con una producción de 132 mil toneladas
métricas de algodón en rama. En la presente década, luego de alcanzar un máximo de
94 mil toneladas métricas en el 2005, la producción de algodón en Ica ha disminuido 41
por ciento, principalmente en el 2009, registrando un nivel de sólo 56 mil toneladas
métricas en un área cosechada de 23 mil hectáreas, la menor desde 1980.
El algodón ha sido sustituido principalmente por cultivos como el maíz amarillo duro,
papa y camote. Diversos factores explicarían la evolución de este cultivo, entre los que
se tiene: (i) escaso acceso a semillas certificadas, lo que ha afectado la calidad de la
fibra, presentando el Perú un retraso en investigación de nuevas semillas; (ii)
rentabilidad relativa menor, asociada a los menores precios, largo período vegetativo y
bajos rendimientos del cultivo;

(iii) menores precios en chacra; (iv) estructura minifundista de propiedad, que no permite
aprovechar economías de escala y que podría atenuarse a través de la asociatividad de
las unidades agropecuarias; y (v) alto grado de informalidad.
Maíz amarillo duro

Este cultivo también constituye un cultivo tradicional de Ica y ha mostrado una


tendencia creciente desde los años 80, aunque con marcadas fluctuaciones. En la
presente década, luego de alcanzar un nivel de producción mínimo de 45 mil
toneladas métricas en el 2005, en un área cosechada de 5,8 mil hectáreas, ha
registrado un aumento sostenido hasta alcanzar un nivel de 114 mil toneladas métricas
de producción en 13,4 mil hectáreas cosechadas, lo que se explica por el dinamismo
que muestra la actividad avícola. Cabe relevar que el rendimiento del cultivo en Ica,
8,5 toneladas métricas por hectárea en 2009, es superior en más de 100 por ciento al
promedio nacional (4,2 toneladas métricas por hectárea)

Papa

Este cultivo ha mostrado una tendencia creciente desde mediados de la presente


década: en el 2005 alcanzó un nivel de producción mínimo de 34 mil toneladas métricas
en una superficie cosechada de 1,1 mil hectáreas, para registrar en el 2009 un nivel de
116 mil toneladas métricas de producción en 3,5 mil hectáreas cosechadas.

El rendimiento de la papa en Ica fue de 32,6 toneladas métricas por hectárea en el


2009, superior al promedio nacional (13,3 toneladas métricas por hectárea),
estimándose que el rendimiento potencial se ubica en 40 toneladas métricas por
hectárea. Cabe indicar que en Nazca existe una variedad única, muy precoz, cuyo
período vegetativo es de 90 días -referencialmente el período vegetativo de la papa de
sierra es mayor a 5 meses-, altamente resistente a las plagas y que crece entre 2,0 y
3,8 mil metros sobre el nivel del mar

Espárrago

El Perú es el principal país exportador de espárragos frescos a nivel mundial y el


segundo en conservas. Como se indicó, adicionalmente a los factores climáticos, de
conectividad y cercanía a Lima y de una normativa promotora de la actividad
agroindustrial, ha desempeñado un rol importante la iniciativa privada que introdujo
prácticas modernas de producción y gestión con vistas a posicionar este producto
en los mercados internacionales en condiciones de calidad, oportunidad y precio.

UVA

Este cultivo permanente continúa mostrando una tendencia creciente de la producción


desde 1998, alcanzándose un volumen de exportaciones a nivel nacional de 60 mil
toneladas métricas en el 2009. Ello muestra el gran potencial de desarrollo de este
cultivo, hasta ahora sustentado, principalmente, en los mayores rendimientos por las
condiciones climáticas y las nuevas inversiones (ingreso de plantaciones, introducción
de prácticas de cultivo y gestión modernas por las empresas agroexportadoras, entre
otras).

Según la Asociación de Productores de Uva del Perú, la uva de mesa peruana es


reconocida por su excelente sabor, calidad y por sus adecuados procesos sanitarios,
contándose con certificaciones de buenas prácticas agrícolas y de las plantas de
empaque. Cabe destacar que Perú exporta uvas en contra-estación, mercado que es
liderado por Chile, aunque la uva peruana presenta una ventaja básica puesto que sale
más temprano al mercado que la uva chilena, lo que le permite acceder a una importante
‘ventana comercial.

Palta

Las características del suelo y climáticas de la costa peruana favorecen la producción


de paltas, a lo que se suma la utilización de técnicas modernas de cultivos y sistemas
de riego por goteo o micro-aspersión. Asimismo, la palta del Perú tiene una reputación
de calidad y sabor que ha generado una mayor demanda, y además, al igual que la uva,
tiene una estacionalidad temprana que le permite salir al mercado internacional antes
que Chile y México.

La última información disponible de la Organización de las Naciones Unidas para la


Agricultura y la Alimentación-FAO, muestra que en el año 2007 el Perú era el séptimo
exportador de palta en el mundo, con un total de 38 mil toneladas métricas, siendo el
primero México con 310 mil toneladas. La palta viene consolidándose como uno de los
principales cultivos de exportación, habiendo alcanzado en el 2009 niveles de
producción y exportaciones a nivel nacional de 156 mil y 48 mil toneladas,
respectivamente. Las perspectivas son muy alentadoras, dado el levantamiento de las
restricciones fitosanitarias para el ingreso de palta Hass al mercado de Estados Unidos,
lograda en enero de este año, y el inicio de la fase productiva de 3 mil hectáreas de este
tipo de palta previsto para los años 2010 y 2011 por la Asociación de Productores de
Palta Hass del Perú.

Mandarina

En el Perú, la producción de mandarina viene mostrando un importante dinamismo en


los últimos años. En Ica, luego de alcanzar un nivel mínimo en el 2005 la producción ha
crecido a una tasa promedio anual de 26 por ciento, alcanzándose un nivel de 26 mil
toneladas métricas obtenidas en cerca de 850 hectáreas cosechadas en el 2009. Cabe
indicar que, al igual que otros cultivos, se ha conformado la Asociación de Productores
de Cítricos del Perú con el fin de apoyar a sus asociados en las áreas de producción y
comercialización.

Alcachofa

Con una producción de 47 mil toneladas métricas en el 2009, que representa el 40 por
ciento del total nacional, la producción de alcachofa en Ica ha presentado una tendencia
creciente desde el año 2000, tanto por una mayor superficie cosechada cuanto por un
mayor rendimiento (20,2 toneladas métricas por hectárea en el 2012) que es mayor que
el registrado a nivel nacional (17,3 toneladas métricas por hectárea).
Las exportaciones a nivel país se concentran principalmente en la presentación de
alcachofas preparadas o en conserva, habiendo ascendido en el 2012 a US$ 74
millones. Las exportaciones provenientes de Ica sumaron US$ 16 millones, siendo la
principal empresa exportadora de Ica la Sociedad Agrícola Virú, que concentra el 84 por
ciento de las exportaciones regionales y orienta sus ventas principalmente a Estados
Unidos, España y Francia.

Cebolla

Este producto presenta una clara tendencia creciente desde inicios de la década de los
90, alcanzándose en el 2012 un nivel de producción de 87 mil toneladas métricas en 1,5
mil hectáreas. La variedad amarilla dulce se destina principalmente al mercado externo,
mientras que la variedad roja se destina al mercado interno.

Tomate

El tomate ha mostrado un comportamiento altamente fluctuante -característico de este


cultivo por la presencia de plagas de insectos y ácaros-, aunque ha reiniciado una
tendencia creciente a partir del 2002, alcanzando un nivel de producción de 112 mil
toneladas métricas en el 2009.

Este significativo aumento de la producción se explica, principalmente, por los mayores


rendimientos: así, entre el 2001 y el 2009 el rendimiento promedio aumentó de 58 a 84
toneladas métricas por hectárea, muy superior a la media nacional (37 toneladas
métricas por hectárea).

Pallar

Este producto cuenta con la denominación de origen “Pallar de Ica” desde noviembre
de 2007, debiendo relevarse que la colaboración, tanto del sector público cuanto del
sector privado, coadyuvó a dicha denominación, habiéndose delimitado la zona para el
cultivo y producción con esta denominación a las provincias de Chincha, Pisco, Ica,
Palpa.
Producción Agrícola de los Principales Cultivos Agrícolas

DICIEMBRE ENERO-DICIEMBRE
CULTIVO

2006 2007 Var.% 2006 2007 Var.%

Alcachofa 4,064.1 5,192.2 27.8 27,923.3 32,314.60 15.7

Algodón 794.0 338.9 -57.3 93,564.2 89,304.60 -4.6

Camote 156.4 185.6 18.7 11,943.6 14,724.60 23.3

Cebolla cabeza amarilla 2,312.6 2,400.0 3.8 30,857.0 52,441.30 69.9

Esparrago 12,608.6 13,599.3 7.9 101,531.1 107,613.00 6.00

Maiz amarillo duro 2,653.9 3,548.4 33.7 48,434.30 61,082.40 26.1

Maiz choclo 0.0 21.6 - 12,623.60 10,640.10 -15.7

Naranjo 0.0 0.0 - 20,056.60 22,199.40 10.7

Pallar grano seco 410.2 286.6 -30.1 8,442.80 5,811.40 -31.2

Papa 0.00 0.0 - 37,576.20 54,387.60 44.7

Páprika 0.00 60.0 - 12,346.70 8,644.70 -30.00

Tangelo 0.00 0.0 - 14,404.90 20,618.30 43.1

Tomate 14,878.00 8,992.0 -39.6 77,679.90 72,874.30 -6.2

Vid 18,687.70 18,348.7 -1.8 107,875.20 103,998.80 -3.6

Zapallo 732.20 651.6 -11 26,407.70 21,029.10 -20.4

FUENTE: Ministerio de Agricultura – Ica

ELABORACIÓN: BCRP.
Inversionistas de Chile y Colombia incrementan adquisición de tierras
agrícolas en costa peruana(ICA)

Inversionistas de Chile y Colombia han incrementado la adquisición de tierras agrícolas


en la costa peruana debido a la alta productividad y rentabilidad que tienen dicho
sectores.

“En el sector agrícola, además de las inversiones chilenas y colombianas, abundan y


crecen más las que realizan los propios grupos peruanos con capital nacional.
Espárrago, uva y palta son las producciones más requeridas”.

un caso emblemático de las inversiones extranjeras en este sector es la compra de la


azucarera Cartavio por parte del grupo empresarial colombiano Manuelita.

Los departamentos de Trujillo (La Libertad), Chiclayo (Lambayeque), Piura e Ica se


consolidan como las principales zonas de desarrollo agrícola, no obstante, Casma y
Huarmey, ubicadas al norte de Lima, en el denominado Norte Chico, se están
convirtiendo en un nuevo foco agroexportador.

“En Trujillo, Chiclayo y Piura continúa el boom agroexportador, todo el mundo busca
tierras en esas zonas, pero también es muy interesante la creciente demanda por
terrenos en Casma y Huarmey”.

Las empresas buscan terrenos de 500 a 700 hectáreas, y el costo de estas tierras
depende de cuánta agua dispone la zona donde se va a desarrollar el proyecto agrícola.

Explicó que una empresa que se dedique al cultivo del espárrago en dicha región puede
sacar unas 20 toneladas por hectárea al año, y si sólo se multiplica un dólar por kilo, son
20,000 dólares por hectárea, lo que significa que la inversión en dicho proyecto se
recupera en dos o tres años como máximo.

este dinamismo en las compras de terrenos agrícolas se está viendo afectado por la
transferencia de funciones del Organismo de Formalización de la Propiedad Informal
(Cofopri) a los gobiernos regionales, lo que ha detenido el proceso de saneamiento y
titulación de tierras.

“Este proceso recién se está implementando pero los gobiernos regionales no tienen la
capacidad de manejar estos temas.
EMPRESAS AGROEXPORTADORAS MAS GRANDES DEL DEPARTAMENTO DE ICA

 BETA (complejo agroindustrial)

Las aproximadamente 1,500 hectáreas de BETA en Ica, producen espárrago verde y


uva de las variedades RED GLOBE y SUPERIOR SEEDLES.

Ica, reconocida por la excelente calidad y sabor de los frutos de la vid; es además, una
de las regiones pioneras en el cultivo de espárrago en el Perú.

Desde hace dos décadas BETA, viene generando trabajo formal en esta zona,
tradicional y predominantemente agrícola.

La operación de BETA en Ica, agrupa a los Fundos: Santa Margarita, San Hilarión, Los
Castillos, La Castellana y Luren. Beta se ubican en los departamentos de Piura,
Lambayeque e Ica.

 Fundo DON RICARDO

Una empresa productora, procesadora y comercializadora de uvas de mesa, cítricos,


paltas y arándanos de altísima calidad ubicada en el Valle de Ica, Perú.

Fundos que lo conforman:

CASA CHICA
283 Ha
Mandarina / Naranja

DON CARLOS
163 Ha
Uva
EL ALTO
120 Ha
Uva

EL OLIVO
35 Ha
Palta Hass

EL TUNAL
143 Ha
Uva
LA MÁQUINA
185 Ha
Arándanos / Uva

LA PAUSA
101 Ha
Uva

LA QUEBRADA
81 Ha
Palta / Uva

LA RINCONADA
98 Ha
Mandarina
LA UNIÓN

63 Ha
Uva

SANTA ROSA
154 Ha
Palta Hass / Uva

YANCAY
179 Ha
Palta Hass / Uva

 AGRICOLA CHAPI

fundos que la conforman:

Fundo Don Ernesto

700 hectáreas de tierra fértil y privilegiada. El Fundo Don Ernesto fue el primero de
nuestra compañía albergando nuestros principales cultivos de gran calidad desde hace
20 años.

En él también hemos trabajado un bosque de especies nativas de 9 hectáreas, además


de un vivero que cultiva especies de flora y fauna de la zona y alrededores que busca
devolver a la población parte de su ecosistema. Este trabajo se llevó a cabo en alianza
con Kew Garden de Londres y la cadena inglesa de supermercados Sainsbury.

Este fundo alberga nuestros espárragos, paltas y uvas.

Fundo Doña Julia

Antes de llegar a la ciudad de Ica, en una zona que fue desértica, se encuentra este
fundo. el mismo que cuenta con poco más de 200 hectáreas dedicadas a diferentes
variedades de uva de mesa.

Asimismo, dentro del mismo fundo se encuentra nuestra planta de empaque para
frutas y los cinco pozos de agua de gran calidad que permiten nuestras operaciones.

Fundo Alesves

Este fue el último fundo adquirido por la empresa en la ciudad de Ica dedicado al
sembrío de la granada.

Dentro de sus instalaciones cuenta con tres pozos para el crecimiento de la granada
que es por el momento el único cultivo sembrado en esta unidad productiva.

Fundo San Rafael

Ubicado a 400 Kms. al norte de Lima, en el Valle de Casma, este fundo cuenta con 700
hectáreas.

A la fecha este fundo cuenta un poco más de cien hectáreas de espárragos verdes y
cuenta con 4 pozos de agua que sostienen nuestra actividad
Fundo Constancia

Ubicado a 900 km al norte de Lima, cuenta con 1000 hectáreas en el proyecto de


irrigación de Olmos, actualmente con tres cultivos en siembra: espárrago, palta y uva.

La operación del Fundo Doña Constancia contribuye a complementar las ventanas de


exportación vigentes del sur del país en la región Ica, ampliando nuestra oferta
exportable.
CONCLUSIONES

a. El Derecho Agrario surge y evoluciona con el desarrollo de la humanidad como


consecuencia de las transformaciones sociales, políticas, y económicas de los
pueblos.

b. En cuanto a su origen se puede aseverar que existen indicios de que el Derecho


Agrario nace cuando el hombre transpone el umbral de la era neolítica, al
domesticar vegetales (agricultura) y a los animales (ganadería), disponiendo
entonces de tiempo libre que le permitió desarrollar sus aptitudes creativas y
organizativas.

c. El Derecho Agrario en el Perú, surge luego de los primeros cien años de vida
republicana, en la que recién se reconoce el carácter pluriétnico del país,
primero tímidamente con la Constitución de 1920 y cada vez con mayor vigor
en las Constituciones de 1933 y de 1979, incluso la vigente de 1993.

d. Los departamentos de Trujillo (La Libertad), Chiclayo (Lambayeque), Piura e Ica


se consolidan como las principales zonas de desarrollo agrícola, no obstante,
Casma y Huarmey, ubicadas al norte de Lima, en el denominado Norte Chico,
se están convirtiendo en un nuevo foco agroexportador.

e. El autor nacional, Dr. Guillermo Figallo Adrianzén, docente universitario en


Derecho Agrario, en la Universidad Nacional de San Marcos y Pontificia
Universidad Católica del Perú, y primer presidente del Tribunal Agrario, señala
que en la expresión derecho agrario vemos en primer lugar que implica la unión
de dos conceptos: derecho y agrario. En cuanto al vocablo “Derecho” sabemos
que en sentido objetivo significa un sistema de normas coercitivas que tienden
a regular la conducta humana dentro de la sociedad; y en cuanto al adjetivo
“Agrario” deriva del sustantivo “Agricultura” que en lenguaje corriente significa
“latu sensu” (el arte de cultivar a tierra).

f. Se ha determinado que las actividades agrarias propias son: La agricultura


(domesticación de los vegetales), la ganadería (domesticación de animales) y
la silvicultura (cuidado de bosques), como expresión de desarrollo integral de
los pueblos.

g. En el departamento de ICA la propiedad agraria le pertenece gran parte a las


empresas del sector privado y Cada vez se va incrementando las ventas de
terrenos agrícolas a extranjeros.
BIBLIOGRAFIA

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http://www.defensoria.gob.pe/Downloads/descarga/Informe-002-2014-DP-AMASPPI-
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