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REBELIONES INDÍGENAS

Si bien las rebeliones o movimientos anticoloniales más conocidos


desde la resistencia de Vilcabamba (1533-1572) los encontramos a
mediados del siglo XVIII, a saber las de Juan Santos Atahualpa y
Túpac Amaru II, no significa que durante el siglo XVII y la primera
mitad del XVIII no hayan surgido y desarrollado diversos
movimientos rebeldes de pequeña escala o localizados. Y en este
caso, la diversidad es un término por demás adecuado, pues los
movimientos anticoloniales hasta antes del de Túpac Amaru II
resaltan por sus diferentes reivindicaciones, composiciones sociales,
características de liderazgo, ubicación y desarrollo.
En 1742, Juan Santos Atahualpa puso en aprietos por casi una
década al estado virreinal, lo cual sólo sería un presagio de un
movimiento más articulado y de gran escala, como lo fue el de Túpac
Amaru II. Si bien fueron numerosos los levantamientos, éstos se
caracterizaron por su focalización, desorden interno, desorganización,
pugnas y desgaste al no articular sus demandas con las de otras
zonas y así avivar las intentonas rebeldes. En la mayoría de los
casos, la Corona aplastó las rebeliones y ejecutó a sus líderes, incluso
antes de que se iniciaran.

Paradójicamente, las noticias de estos levantamientos o intentos


calaron hondamente en el imaginario social colonial, provocando un
sentimiento de inseguridad latente. Es por ello que muchas de las
intentonas, por más que se trataron de simples arengas y
conspiraciones vacías, hayan sido aplastadas con severidad por las
autoridades virreinales.

El estudio de las rebeliones indígenas del siglo XVIII ha devenido en


uno de los debates historiográficos más fructíferos de las últimas
décadas.

Prácticamente olvidados hasta la década de 1970, momento en el


cual los estudios sobre el campesinado y los conflictos agrarios se
convierten en un campo vital de la investigación académica, han ido
apareciendo de manera continua nuevas noticias de rebeliones y
levantamientos, haciendo más variado y complejo el panorama social
del último siglo virreinal.

Durante la década de 1970 también el tema adquirió tintes políticos,


llegando a ser utilizado por el gobierno de Velasco Alvarado (1968-
1975) con el fin de encontrar raíces a la lucha campesina que su
gobierno intentó resolver. Así, la imagen de Túpac Amaru II y la de
su rebelión fueron idealizadas al punto de querer encontrar una
conexión directa con los movimientos independentistas del siglo XIX,
o de atribuirle una conciencia nacional más de acorde a los
planteamientos políticos del siglo XX.

La amplia literatura sobre el tema producida en las últimas tres


décadas incluye estudios de diversas disciplinas como la historia, la
sociología, la antropología y la etnohistoria, y ha convocado a
investigadores de varios países. Lamentablemente, la mayoría de
esos estudios ha buscado demostrar otras tesis de acorde a la agenda
política de los investigadores, más que ahondar en el movimiento
mismo. Es recién en las década de 1980 y 1990, que los estudios han
privilegiado la diversidad de fuentes y a partir de entonces nuevas
interrogantes se han abierto sobre el tema, muchas de ellas
contradictorias, demostrando que el complejo tema de las rebeliones
indígenas es un tema en constante debate y análisis.
El virreinato soportó más de cien revueltas de diferente importancia,
sustentadas en el mesianismo popular que esperaba el retorno del
Inca. Las de mayor impacto entre la población fueron la de Juan
Santos Atahualpa y la de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru
II).

JUAN SANTOS ATAHUALPA

Sublevó a los indios del Gran pajonal contra las misiones franciscanas
de la zona en 1742. Enfatizando su estatus de Apu Inca y
declarándose descendiente de Atahualpa, reclutó adeptos de distintas
etnias serranas y selváticas (shipibos, conibos, amueshas, campas).
Los indios de la selva soportaron devastadores epidemias entre 1709
y 1737, que llegaron con los misioneros y generaron un consecuente
rechazo hacia ellos.

Esto, sumado a un sistema laboral que los nativos no comprendían ni


asimilaban -representado en los obrajes y haciendas-, determinó la
acogida del discurso insurgente con lo cual se unieron a las rebeliones
indígenas.

Para Juan Santos, el mundo se dividía en tres reinos soberanos:


España, para los españoles; África, para los africanos; y América,
para los indios, mestizos y criollos. De ello se deduce que buscaba la
expulsión de los españoles y de los africanos de los Andes. Sin
embargo, entre las huestes de indios y mestizos, hubo también
negros y zambos. La selva central se convirtió para todos ellos en una
zona de refugio.

Durante diez años, las tropas rebeldes realizaron súbitas incursiones


combatiendo al ejército peninsular. Finalmente, en 1752, este
abandona la ceja de selva y se concentra en evitar que el movimiento
se expanda. Las misiones franciscanas quedaron abandonadas, lo que
detuvo la evangelización. Los religiosos no reingresaron sino hasta
1868, cuando se fundó la ciudad de La Merced, en Chanchamayo.
REBELIÓN DE TÚPAC AMARU II

La rebelión de Túpac Amaru II o Gran Rebelión movilizó una


considerable cantidad de indios e incluyó también grupos de criollos,
mestizos y negros. Además, contó con el apoyo de muchos curacas,
entre los que destacan los hermanos Catari.

Su base social creció junto con el descontento generado por las


reformas borbónicas: no solo habían subido los impuestos, sino que
se perjudicó el comercio con Potosí al crearse el virreinato de Río de
la Plata (1776).

Túpac Amaru II, curaca prestigioso y acomodado, se pronunció contra


las reformas fiscales dictadas por Areche y elevó su reclamo ante las
autoridades de Tinta, Cusco y Lima, sin ningún resultado. Como él,
otros curacas, mestizos y criollos estaban descontentos.

Así, una rebelión en Chayanta (Bolivia), que precedió a la de Túpac


Amaru II, dirigida por Tomás Catari y sus hermanos Dámaso y
Nicolás, levantó sus quejas contra los abusos del corregidor y el
cambio arbitrario de los jefes étnicos o curacas. Esto fue aprovechado
por el insurgente peruano que ofreció a los criollos la abolición de
aduanas y alcabalas; a los mestizos, la eliminación del reparto; y a
los indios, el cese de los tributos y la mita minera de Potosí.

El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui capturó al


corregidor Antonio de Aliaga y lo mandó ejecutar seis días después.
Al principio, Túpac Amaru II se sublevó contra el mal gobierno de los
corregidores, pero más adelante redicalizó su postura.
El 18 de noviembre de 1780 derrotó al ejército español en la batalla
de Sangarará, dando muerte a numerosos criollos y peninsulares.
Esto lo distanció de la población blanca y del clero, pero marcó la
masiva adhesión de los indígenas a su causa.

Finalmente, las tropas enviadas por el virrey Jáuregui derrotaron y


capturaron a Túpac Amaru en el cuzco, donde se lo sometió a un
juicio sumario.

Su ejecución pública se produjo en la plaza central de la ciudad el 18


de mayo de 1781. Con él murieron sus esposa, Micaela Bastidas; y su
hijo mayor,Hipólito. Sin embargo, la rebelión continuó hasta
noviembre, liderada por Diego Cristóbal Túpac Amaru.
FASE AIMARA: TÚPAC CATARI
La fase aimara contó con el liderazgo de Diego Cristóbal, Miguel
Bastidas y Andrés Mendigure. A ellos se sumó, en 1781, el dirigente
aimara Julián Apaza, conocido como Túpac Catari.

A diferencia de Túpac Amaru, el rebelde aimara no tenía rango


curaca. Esto explica que la segunda fase de las rebeliones indígenas
se distinga, precisamente, por la ausencia de curacas de linaje en el
movimiento. Asimismo, el enfrentamiento entre indios y blancos
desembocó en un rechazo al clero. Varios curas fueron ahorcados,
entre ellos el padre Barriga, un religioso franciscano sacrificado por
los indios el mismísimo jueves santo.

Desde marzo de 1781 los rebeldes al mando de Túpac Catari


mantuvieron cercada la ciudad de la Paz durante 109 días. La escasez
de alimentos que originaron y las pestes que le sucedieron agotaron a
la confundida élite paceña, que no concebía estar en manos de los
indigenas. Finalmente, parte de los rebeldes se acogió al perdón
hacia octubre de 1781. Julián Apaza fue capturado y condenado a la
pena de muerte.
RESULTADOS DE LAS REBELIONES INDÍGENAS

Las autoridades coloniales respondieron a las rebeliones indígenas


con una serie de medidas: se prohibió hablar en quechua; no se
usarían motivos de ornamentación inca en vestidos o adornos; quedó
prohibida toda manifestación antística o literaria que hiciera
referencia al pasado incaico, incluso la lectura de los Comentarios
Reales de Garcilaso de la Vega; fueron abolidos todos los títulos de
nobleza indígena, incluido el de curaca; crearon la Audiencia del
Cuzco (1787); y se formó un poderoso ejército de más de 50 mil
hombres en el virreinato, para resguardar el orden colonial.
CONCLUSIONES

 Las rebeliones que mayor impacto causaron fueron las de Juan


Santos Atahualpa y la de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru
II).

 Estas rebeliones se iniciaron a causa de los abusos cometidos por


las autoridades españolas en contra de los indígenas.

 El excesivo pago que los españoles les aplicó a los indígenas fue
también motivo de malestar.

 A consecuencia de estas rebeliones se pudo abolir la esclavitud de


los negros, la mita, alcabalas, obrajes, aduanas, repartimientos y
corregimientos.

 Hubo un grupo de criollos, mestizos e indígenas que traicionaron el


propósito de la rebelión de Túpac Amaru II, que conllevaron a la
derrota en Checacupe y Combapata.

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