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E s t a o b r a s e e n c u e n t r a r e g i s t r a d a e n e l C e n t r o N a c i o n a l d e D e r e c h o d e Au t o r d e l a R e p ú b l i c a d e C u b a
(CENDA)
Con el No. 942-2009
Email: cenda@cubarte.cult.cu
http://www.cenda.cu
Conspiración
en
La Habana
Eduardo Cordoví Hernández
15 marzo 2012
6 febrero 2015
noviembre 2016
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Eduardo Cordoví Hernández
R i c h a r d F e yn m a n , ( 1 9 1 8 - 1 9 8 8 ) . P r e mi o N o b e l d e F í s i c a e n 1 9 6 5 .
En la escala de lo cósmico,
P i e r r e T e i l h a r d d e C h a r d i n , ( 1 8 8 1 - 1 9 5 5 ) . S a c e r d o t e j e s u i t a , p a l e o n t ó l o go y fi l ó s o fo fr a n c é s .
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO I
Ciudad de La Habana, 1989
Nunca seremos capaces, los seres ordinarios, de vislum brar cómo los
hechos, al parecer intrascenden tes y acci dentales, pueden encadenarse en
una serie de eventos terribles.
Fandel, nunca había tenido una experiencia similar. Moti vado porque,
según su vecino, se trataba de algo excepcional, s olo extranjeros e
intelectuales tenían ac ceso, se decidió a acompañarlo. Así supo de la
existencia de Encarnación , La China.
La amistad de este vecino con Mairel ys; una joven santia guera quien se
iniciaba en La Habana, por cuenta propia, en la especialidad de
acompañante de turistas españoles; fue la vía para acceder a la hermé tica
sesión.
Pudiera parecer poco serio valerse del espiritismo para una entrevista
profesional, pero si n os detenemos en un breve análisis argumentativo,
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Sir Arthur Conan Doyle, creador del mito literario de Sherlock Holmes,
invirtió su fortuna viajan do para dar conferencias en favor del espiritismo;
el escritor, sir Oliver Lodge (1851-1940) no ocultó sus inclinacio nes hacia
este campo; tampoco , sir William Crookes, (1832 -1919), químico y físico
británico. Su coterráneo, el escritor Arthur Machen , militó en la secta
hermética Golden dawn, la cual, si bien no era espiri tista, sí era de
declarada proclividad hacia el ocultismo y la comunicación con seres
superiores; Bulwer Lytton, autor de , Los últimos días de Pompeya, fue
miembro de la sociedad Rosacruz inglesa (fundada en 1867 por Robert
Wentworth Little ) cuyos miembros eran reclutados en tre los maestros
masones, (también, Martí, fue maestro masón en la logia, Armonía Número
Cinco, de Madrid). A esta secta, Golden dawn, asimismo, estuvo afiliado
Bram Stocker, autor de , Drácula, (Personaje real, cuya influencia tiene
mucho que ver con los acontecimientos que describi era, Rodelio Fandel ,
tiempo después y que, ahora, dan lugar a este libro ). Gertrudis Gómez de
Avellaneda, de igual manera, se interesó por el espiritismo; y ni qué decir
de Camilo Flanma rion, de Baudelaire, de Poe. Edisson y Marconi , compro-
metieron su prestigio como investigadores en emplear tiempo y dinero para
crear un aparato para comuni carse con los muertos. Simón Newcomb, María
Curié... en fin.
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Aquello era raro. Por sus ancestros debía tener fuerte influencia africana
en su formación profesional. Del mismo modo, por mantener una relación,
al parecer estable, con Domingo Riesling: un negro con inqu ietudes de
búsqueda, como se supo unos años des pués, en las tendencias que exploran
el Más Allá por medio de lo que muchos llaman brujería conga pero que, en
buena técnica, se denomina: Regla de Palo Monte, cargada de elementos de
vigorosa sugestivi dad.
Se sabe, por Jorge Mañ ach 3 , quien logró entrevistar perso nas que
conocieron al maestro, que éste tuvo una voz melodiosa y conquistadora; y
aunque no dejaba de serlo, usando de instrumento a una mujer co mo, La
China, a Fandel , no le gustó para nada.
Fraude o no, aunque el español quedara con la duda so bre un asunto que ,
en realidad, al resto ni le s iba ni les venía ni con el cual ¡nadie! iba a
resolver problema al guno, salieron de casa de , Encarnación la China, bajo
la mirada inquisitiva de Domingo Riesling, quien no dejó de mirar , a
Fandel… como si lo conociera. Por in sólito que parezca, a Rode lio, la cara
de Domingo Ries ling no le resultaba del todo ajena ; aunque no podía
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Muy bien plantada por cierto.
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Español, de origen vasco, nacionalizado argentino.
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Autor de: Martí, el Apóstol, primer a biografía mart iana, a saber .
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CAPÍTULO II
Hawai 1947-Miami 1957
Las Islas Hawaii, como se les llama en inglés o Hawái, como se les dice,
con algo más de economía, en español; están, desde el punto de vista
geográfico, situa das en el Océano P acífico Central, compuestas por
dieciocho is las y varios islotes o atolones que to man, en la actuali dad, el
nombre de la mayor.
El explorador inglés , James Cook, desembarcó en Kauai, la cuarta en
tamaño de las que más tarde , en enero de 1778, fueron llamadas, Islas
Hawái.
El archipiélago fue bautizado, de inicio, con el nombre de Islas
Sándwich, en agradecimiento a quien financió sus expedi ciones: el cuarto
conde de Sándwich, John Mon tagu, a quien, entre sus glorias se le recuerda
como el inventor d el emparedado; cuando, en 1792, durante un juego de
naipes estuvo sentado ante una mesa veinti cuatro horas continuas y solicitó,
para no ensu ciarse los dedos ni tener que dete ner la partida, que le sirvieran
carnes, salsas y vegeta les entre un pan abierto.
Kauai, conocida, como Garden Island es, como las otras, de formación
volcánica y monta ñosa, pero muy fértil, sobre todo al norte, donde se cul -
tiva la caña de azúcar y hay abundancia de frutas tropica les. Al noroeste, la
isla presenta la famosa costa, Na Pali, de espectaculares acantila dos; algo
que se añade, con singular fulgor, al despliegue de sugestivida des que atrae
a los turistas desde siempre.
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así lo hizo, pero antes se las agenció para extirparle a la niña, antes del año,
la sombra paterna, con la promesa facul tativa de que no le quedaría cicatriz.
Antes y después de la segunda guerra mundial, los residen tes de Hawái
pidieron pertenecer a los Estados Uni dos como un estado más, pero los
prejuicios contra los nipo nes y la preocupación por la influencia comu nista
sobre los sindicatos de trabajadores hawaianos, hicieron lenta la campaña
por tal status; al cabo, el congreso aceptó las demandas, convirtiéndose así,
el veintiuno de agosto de 1959, en el estado cincuenta de la unión.
CAPÍTULO III
España, 1598
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Por otra parte, el rey obtuvo, bajo la dirección de su hermano , don Juan
de Austria, la victoria contra los tur cos en la famosa batalla naval de
Lepanto, en 1571; donde adquiriera sobrenombre de El Manco, el autor del
Quijote; pero salieron ganando los turcos a la larga cuando le arrebataron
Túnez en el setenta y cua tro.
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Así encontró la nación , Felipe I II , conocido como El Pia doso. Quizás, por
su juventud se sintió incapaz para hacerle frente a la situación y delegó las
decisiones de estado en Francisco de Sandoval y Rojas, du que de Lerma,
hábil político de vasta experiencia, quien ase soró a la corona durante veinte
años.
Éste, en su afán por reponer las haciendas, interviene ante el rey para
promover, a don Francisco Manso de Contreras , como Oidor Mayor , en
Santo Domingo.
En ese mismo año, 1598, don Francisco, embarca con su esposa , hacia el
Caribe.
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CAPÍTULO IV
Lawton, La Habana, 1987
Tal como Gregorio Samsa 4 (más o menos) Rodelio Fan del, se observó
decúbito dorsal sobre la cama, pero no amaneció convertido en abejorro. Su
vida, nada tenía que ver con la infancia anormal de un judío checo.
Pasadas las diez y once en punto , todavía, estaba algo oscuro: Rodelio,
dormía con la ventana ce rrada.
Como de costumbre, buscó en el cielo raso las estre llas que le anunciaban
el día: agujeros en las láminas de zinc plegado que le techaban.
Se levantó.
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N o mb r e d e l p e r s o n a j e d e l c u e n t o L a m e t a m o r f o s i s , d e K a f k a .
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A esa hora regresaban del trabajo, (una larga noche de faena para lograr
el sustento); Benito, el panadero del barrio; Miguel, el sereno de la escuela;
así como Yuni lis, Yordanka e Isomara, las pepillas orientales que patru-
llaban El Vedado, en busca de turistas aburri dos. Con sus cuerpos
exhaustos, llegaban a sus casas. ¿Sus ca sas? Sí. Pero, en realidad, es un
decir, y no porque las tres jovencitas estuvieran compartiendo un cuarto
alquilado en clandestinaje, sino por algo de más peso.
Digamos que vemos almacenadas las piezas prefabrica das de una casa,
antes de ser ensambladas. Están ahí, un os sobre otros, los paneles de
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tenido varios romances. ¿Sería posible que se hubiese acostado ¡ya! con su
hermana sin saberlo? Fue, entonces, que tomó dos determina ciones
trascendentales: la primera, encon trar a Olidio Ol derfán, a fin de conocer la
identidad y el paradero de su hermana, y despejar así aquella incóg nita; la
segunda, no tener más contactos sexua les. Sería su castigo, caso de haber
cometido incesto. La forma de evitarlo, si no.
Quizás pueda parecer exagerada una determinación así ; pero la historia,
registra hechos mucho más absur dos.
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Los skoptzys se llamaban a sí mismos los limpios, los justos, los hijos del
Señor. Mantenían que Dios había creado a sus hijos para que vivieran en
abstinencia sexual. Y el pecad o original consistió, con precisión, en violar
ese mandato. Por tanto, s olo podía expiarse con la amputación de los
genitales pecadores. Una vez castra dos, se les reabrirían las puertas del
Cielo.
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B r i t i s h E n c yc l o p a e d i a : R u s s i a n R e l i g i o n s .
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CAPÍTULO V
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bisexual e inmaculado. La hermandad, solo tenía un obje tivo real: satisfa cer
los apetitos sexuales de los fundado res.
Tal era el propósito declarado o secreto de ta les excepcionales Mesías,
como Rosenfeld, de Berlín (1718 -1781), quien organizó un harén de siete
muchachas, con el fin de romper los siete sellos del Libro de la Vida ; o del
inglés, Henry James Prince y Pigott , quien fundó la secta del amor; o el
refugio de amor, instituida por el arzobispo Kowalski , cuya extraña fe
prosperó en Polo nia hasta que, en 1928, fue e ncarcelado. Hubo muchos
otros... y algunos de ellos desarro llan sus actividades en nuestros días.
Los adamitas , duraron mucho tiempo. La congregación original, estaba
encabezada por un tal Prodicus. Sus militan tes asistían desnudos al servicio
divino. Explicaban esa acti tud diciendo que, la virtud, era real solo cuando
abundaban las tentaciones. Se declaraban contra todos los placeres de los
sentidos, pero en apa riencia el dogma era solo teórico, pues cedían con
frecuencia a las incitaciones que l os rodeaban. Rudolf Quanter, en su obra:
La mujer en las religiones de las naciones, declara que el culto de esta
asociación: “…no era mucho me jor que las orgías en los templos de
Astarté”. La liga desapareció pronto, pero sus basamentos teológicos sobre -
vivieron siglos. Bajo diferentes formas, aparecie ron en otras épocas y
lugares. A media dos del siglo X IX , fue preciso llamar a las tropas para que
intervinieran en el distrito de Chrudim, en Bohemia, contra un grupo de
sectarios adamitas, dirigidos po r un intrépido tejedor ambulante, llamado
Pelzmann. Durante la primera década del siglo XX, apareció en los Estados
Unidos el matrimonio Sharp; ambos cónyu ges representaron los papeles de
Adán y de Eva, en sin cero esfuerzo por restablecer el paraíso en la tierra,
de acuerdo con la tradición legada por sus prede cesores adamitas.
El culto de la desnudez , a veces, adoptaba formas más refinadas y más
astutas. La secta mucker, de Koenis berg, fue organizada por dos hombres
llamados Ebels y Diestel, a principios del pasado siglo xx.
Esta extraña organización alcanzó éxito en los círcu los aristocráticos del
nordeste de Alemania. La teoría de sus dogmas fue tomada de los escritos
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del poeta místico Johann Heinrich Schónherr ; pero, en reali dad, se trataba
de una mezcla de insensateces disfra zadas de profunda sabiduría , inducidas
por un amigo suyo , con fama de ser una mezcla de vampiro, alqui mista y
pícaro español llamado Aliteo Vila No vas.
De todos modos, esa dosis de tontería no fue obstá culo para el desarro llo
de tal grupo. Ebels, era hombre de gran prestancia física , según cuentan; la
forma de su religión resultaba tentadora y atractiva, y de gran poder suges -
tivo sobre los espíritus inclinados a la pie dad soñadora; la mayoría de sus
seguidores eran individuos que, en secreto, habían estado repri miendo sus
deseos sexuales. Ebels, en quien los miem bros de la secta veían al Hijo del
Hombre (es decir, a una reencarnación de Jesús) tenía tres concubinas . La
primera (la menos respetada y la de menor jerar quía) era su esposa legal. En
la compleja termino logía de la secta, se la llamaba , La Envoltura. La se-
guía, Emilie von Schroetter, la Naturaleza de las Sombras; y la de mayor
jerarquía era su, Primera Esposa en el Espíritu, Ida von Groeben, qu ien
llevaba el bello nombre de Naturaleza de la Luz . De tiempo en tiempo ,
miembros de tal iglesia, debía confesar sus peca dos a estas mujeres,
arrodillándose a los pies de la dama confesora.
Más importantes que las confesiones , eran los ejercicios de santidad. El
primero de ellos, el Beso del Serafín, era inocente: los creyentes , de sexos
opuestos, debían saludarse con la punta de la lengua.
Los ejercicios de santificación desarrollados por los mucker tuvieron
muchos imitadores. Por ejemplo, los Bdenje (Vigilia) instituidos por el
notorio ruso Rasputín, conocido como El Monje Negro; o las llamadas
pruebas, ideadas por, Daria Smirnova , quien fundó una secta en San
Petersburgo. Esta santa o Divina Madre, como se le llamaba, se desnudaba
en compañía de sus adeptos masculinos, para poner a prueba el vigor de su
fe; las tales pruebas eran tan escandalosas, que cuando , la Smirnova, fue
procesada en el año 1914, las audiencias se desarrollaron a puertas
cerradas.
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porque ella les había prometido que resucitaría al ter cer día de su muerte.
Fue crucificada, y le clava ron clavos de hierro en los pies, en las manos y
en el pecho. Y como no demostró dolor, y solo alegría en su muerte de
mártir, cumplieron el último pedido de la mujer, y le hundieron en la
cabeza una cuña de hierro, de las que se usan para partir madera. Los
asesinos, nunca fueron encausados.
El efecto de sugestión de estos actos , puede ser nota ble, y la manía
fundamentalista se extiende en círculos cada vez más amplios. Fue dudoso
privilegio de Rusia haber produ cido una variada gama de sectas, todas
fundadas en los principios del asesinato y el suicidio en masa. En todos los
casos, existían ocultos mot ivos o causas de carácter sexual. Hubo
agrupaciones rusas que predicaban la bienaventuranza de la muerte
mediante la estran gulación; en otras, los miembros eran quemados vivos y,
en otras, preferían morir enterrados antes de morir…
A menudo, los habitant es de aldeas completas perecían por el fuego. En
el distrito de Olonetz , murieron, de este modo, tres mil sectarios. En tre los
años 1896 al 1897, cierto, Feodor Kovalev, enterró vivos a veintiuno de sus
fieles... pero olvidó incluirse. Algunos afirman que no fue asunto de mala
memoria, sino indicaciones de cierto maestro Alithius, de quien, Kovalev,
era discípulo directo, según propia confesión a sus más próximos segui -
dores.
En el año 1917, un predicador llamado , Chadkin, condujo a sus fieles al
bosque, donde todos debían morir de ham bre. Vistió de harapos a las
mujeres, y les prohi bió llevar alimento o bebida. Comenzaron a agra varse
los padecimientos del grupo, y uno de aque llos infortuna dos huyó.
Chadkin, temió que la policía pudiera hallarlos, y resolvió que todos
debían morir de inmediato. Primero, asesinó a los niños ; luego, a las
mujeres y, al final, a los hombres. Cuando llegó la policía, s olo encontró
con vida a Chadkin y a dos de sus apóstoles.
No es fácil determinar hasta qué punto tales hermandades perduran y se
mantienen activas. Hacia los años treinta años del siglo XX, se filtraron
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CAPÍTULO VI
Ciudad de La Habana, 1994 . La ínfima infamia del fin
Quizás quien lea esta obra sea lo que ahora se conoce como: lector
crítico. Alguien quien lee como pasatiempo, por simple complacencia
estética, pero que posee ya cierto bagaje intelectual, algunas herramientas
técnicas para apreciar la estructura de aquello que toma como objeto de
atención.
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Aunque esto no es exacto: algunos textos de magníf ica poesía se han escrito en prosa y
muchas obras didácticas en verso. Pero , en realidad, las obras narrativas, que es en
definitiva de lo que estamos hablando, se escriben en papel.
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Titular este capítulo con tal rótulo no fue con intención de superar a
Guillermo sino, más bien, pensando en la supuesta aversión por las
cacofonías de los lectores críticos, a fin de evitar su lectura. Y ya se verá
por qué.
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No crea ¡Ni por un momento! que los acontecimientos extraños, y hasta e n verdad,
reales sucesos inverosímiles, quedan en este parrafito argumentativo. Sobre tal tesis
podrían escribirse cientos de tomos.
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Sin embargo, en diversos barrios de la ciudad había tal escasez del líquido que era
necesario abastecerlos periódicamente con pipas.
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Siglas de Comités de Defensa de la Revolución, organización de masas para los fines
que su nombre indica.
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Miembros de los CDR y genérico de las misiones de esta entidad.
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Se refiere el autor al número titulado: El tonto de la colina.
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–¿Le parece?
–Estoy seguro. ¿No le parece un crimen que yo no tenga un pantalón
decente que ponerme?
–Es cierto, pero...
–¡Pero nada, Duphane! Que yo no tenga un pantalón para recibirlo, es lo
más bochornoso para un intelectual, para un científico como yo, Duphane.
El ridículo, es la afrenta mayor que tenemos que soportar los seres
sublimes. ¡Qué escarnio!... Retomando el tema: ¿La mujer de quién me
decía, usted?
–No, Profe, no le hablaba de la mujer de nadie.
–Siempre hay una mujer tras cualquier problema, Duphane, nunca olvide
eso. Y siempre una mujer, es la mujer de alguien. Siempre, Duphane. Y me
disculpa, pero debo practicar mis lecci ones de Ballet. Siga esa pista,
Duphane.
Con aquella nueva herramienta, el detective, salió a la calle.
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Manué, donde ést e le informó que, Domingo, había ingerido casi un galón
de chamba.
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Augusthe Duphane, por una leve variante o por, quizás, un giro brusco en
la concatenaci ón de las cosas, quedó, por un tiempo, siendo el centro jocoso
y el asedio de la crueldad camaraderil; el foco de las risitas.
CAPÍTULO VII
Lawton, La Habana, 2007
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porque sea en la que le gusta comprar, sino porque es la única en que puede
hacerlo. En ella está inscrito, es: la que le toca.
Dicen, que se robaron los cigarros (en Cuba , se le dice así a los
cigarrillos aunque, en propiedad, cigarro sea más bien el puro).
Desaparecieron los de la cuota (que es mensual) y los liberados.
Los de la cuota, le pertenecen a uno, aunque no fume; tres cajetillas de
fuertes (se le llama fuertes a los cigarrillos de tabaco negro), a dos pesos
cada una y dos cajetillas de suaves (cigarrillos de tabaco rubio); éstas,
Fandel, no sabe ni cuánto valen porque nunca las compra, ni si quiera para
cambiarlas por fuertes; son pocos los que fuman suaves. En la actualidad,
tampoco, es tan así, por que le tocan solo a los mayores de cuarenta y cinco
años. Los liberados no le tocan, son por la li bre, están al acceso de todo
aquel que los pague. En lo adela nte, los futuros fumadores no tendrán
cuota, teniendo que fumarse los liberados que, en el caso de los fuertes,
cuestan siete pesos. Pero , el precio de los cigarros , es un asunto fluctuante.
Hasta hace unos años , la cajetilla costaba diez pesos (pre cio oficial). Ya
por esta época comenzaban a esca sear; un treinta y uno de diciembre, por
los finales del noventa (del siglo XX), la cajeti lla llegó a venderse, en cien
pesos. Un poco más atrás , costaba un peso sesenta centavos (¡Y parecía
estar cara!). Unos tantos años antes, todavía , con ese precio oficial, no se
encontraba en ninguna cafetería, pero llegó a ven derse, de forma
clandestina, en veinte pesos... En 196 4 la cajetilla ya costaba solo veinte
centavos. En 1959 se compraba en diez. Pero eso es nor mal, todo el mundo
sabe que los productos suben de pre cio; la gente gana más a medida que
pasa el tiempo. Lo que puede marcar la diferencia es que el aumento de
sueldo sea suficiente para cubrir las exigencias primordiales de comida,
vestuario, incluido calzado, gastos de energía eléc trica, agua y alcanta-
rillado, gas, productos para la higiene como deter gentes, jabones,
desengrasantes, y que quede algo para ir alguna vez al cine, a la playa,
ahorrar para eventualidades tales como alguna medi cina, man dar a arreglar
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Lo s fi l t r o s n o e r a n d e f i e l t r o , s i n o d e p a p e l h i gi é n i c o ( s a n i t a r i o ) .
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confundir con los Popular a sesenta centavos convertibles que tienen filtros
de los buenos y la cajetilla con protec ción de celofán) y los Criollos, de
mejor calidad y con mejor presencia .
¿A qué ha venido este asunto de los cigarros...? ¡Ah! Por el robo de la
bodega. Pues sí, antes robaban el di nero... pero ahora hay muy poca venta.
Los bodegueros se la pasan jugando al ajedrez, a las damas o senta dos
haciendo cuentos o aburriéndose en las bodegas vacías.
¡Las bodegas! Las bodegas ya no son bonitas ni dan de seos de comprar
nada. Uno compra por pura necesi dad, no por gusto. Y, en realidad, así es
como debe ser.
Pues sí, ayer robaron en la bodega. La de Fandel , es la de Diecinueve y
Tejar, esa es su ubicación y ha pa sado a ser su nombre. Al menos , en su
barrio, aunque todas tienen nombre, la gente las llama por su ubica ción.
Antes, no era así. La de Fandel, por ejemplo: ¡Ahora! Es La bodega de
Pancho, porque antes él no compraba ahí . Pancho, dejó de ser dueño de su
establecimiento desde 1968, año de la llamada Ofen siva Revolucionaria,
que puso todos los timbiriches y negocios por cuenta propia en manos del
estado, o sea del pueblo, pero la gente le sigue llamando así, al cabo de casi
cuarenta años . Tal como le sigue lla mando Dolores a la Avenida Camilo
Cienfuegos, o Carlos III a la Avenida Salvador Allende, o La Casa de los
Tres Kilos a la Tienda Yumurí.
Desde que era niño, en su casa, compraban en la Bo dega de Esteban,
aunque podían comprar en otra cual quiera. Por ejemplo: en la del Calvo,
que era al do blar, hacia abajo; o en la de Atilano, que era en la otra
esquina; o en la de Delfín, que era frente a la de Pancho; o en la bodeguita
de Matanzas, que estaba a media cuadra ent re la de Pancho y la de Esteban;
o en la del Chino, una cuadra hacia arriba en Veinte y Dolores... en fin, que
casi había una bodega en cada esquina. Pero , si no era una bodega era una
farmacia, un bar, una cafe tería, una panadería o una tienda de ropa, pero
podía ser un puesto de vian das y frutas, una quincalla, o un zapatero
remendón. Resulta económicamente extraño , que existieran
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para los clientes fijos, además , de regalías (al comprar café regalaban el
azúcar; si frijoles, la sal…) y de ofertar, gratis, los enva ses que hoy, el
cliente, tiene que conseguirlos .
El precio de un refresco era cinco centavos. Muchas ve ces, Fandel, en su
infancia, jugando en la esquina, ahí en el portal de la bodega, cualquiera
llegaba y le decía al dependiente: Oye, dale un refresco al fiñe. Además, al
menos en su barrio, nunca robaron una bo dega.
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CAPÍTULO VIII
Miami, diciembre de 1963. La Habana, 1885
José Chang, regresaba a La Habana. No había logrado ahorrar mucho
dinero. Traía dos niñas, una de cuatro años, otra de seis. Su mujer , lo había
abandonado a fina les del sesent a y uno, poco después de cumplir dos años
la menor.
Chang, había gastado mucho en la atención de sus hijas, pero ahora todo
podía mejorar para ellos. La revolución triunfante desde 1959 era, a juzgar
por las cartas de sus hermanas, un canto de esperanzas: había trabajo,
educación y asistencia médica gratuita, tierra para los campesi nos, rebaja
de los alquileres de las viviendas y seguridad de llegar a ser propietario…
sus padres eran ancianos y las niñas requerían el cuidado de la familia.
José Chang, había nacido en La Habana. Era hijo de chi nos que, a su vez,
eran hijos de chinos, de modo que ya no tenía , de asiático, más que los
rasgos faciales. José Chang, ni siquiera hablaba la lengua de sus abuelos.
A finales de los cincuenta del siglo XX, La Habana era peligrosa. La
lucha revolucionaria clandestina en la capi tal, su fortalecimiento y avance
militar en el interior del país y la reacción del gobierno, no garantiza ban el
sosiego. Esta fue una de las causas para que Chang, a sus treinta y tres, se
fuera a Miami en busca de mejorar su economía. Al menos, así le dijo a
Walterio, un viejo intelectual fracasado , quien le prestaba libros y que, para
ayudarlo de alguna forma, le dio la dirección de un amigo suyo en Mia mi
quien, quizás, pudiera encaminarlo en tierras del norte.
No le fue del todo mal. Al menos le iba mejor que en Cuba. Consiguió un
trabajo estable, gracias al amigo de Walterio, aunque mal pagado debido a
su status de ilegali dad por no tener residencia. Pero eso se resol vió.
Conoció a Wilma, casi al llegar. Una mujer de Idaho , según le dijo, quien
probaba suerte en Miami. Tenía rasgos asiáti cos como él, pero no era
descendiente de chinos. Al princi pio, le pareció latina, hablaba el español
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fluido y sin acento de quienes tienen el inglés por lengua materna, tampoco ,
era mexicana y, por si fuera poco, hablaba francés.
Al conocerla, Wilma, tenía una hija, producto de una relación pasional
con un gallego de quien había que dado embarazada a finales del cin cuenta y
seis. Aquello no le disgustaba tanto y la muchacha era bonita, de modo que
se casó con ella en el cincuenta y ocho , reconociendo a la niña como suya.
Pero le gustaba Wilma. Decía ser descendiente de in dios de la tribu
shoshone. Argumentaba que era nieta de un tal , Jean Baptiste, quien era, a
su vez, tataranieto directo de Sacagawea, una exploradora considerada una
leyenda, quien había puesto ese nombre a su hijo. Sus descendientes
siguieron, como tradición familiar, lla mando, Jean Baptiste, a sus
primogénitos varones. Wilma , sentía orgullo por eso y mostraba como
prueba su facili dad para los idiomas.
En 1961, el movimiento hippie, la música, el idea lismo romántico de las
ideas humanísticas, espiritualis tas, la Nueva Era, los teddy buppers , la ma-
rihuana, el amor libre, el lema peace and love y el espíritu aventurero y
exacerbado que hizo bullir la ima ginación durante la Década Prodigiosa, la
hicieron poner rumbo hacia La Louisiana tras un negro con de seos de
grandeza y que tocaba a menudo una armónica y soñaba con lograr, algún
día, merecer el rango de Soberano Gran Comenda dor del Ku Kux Klan ;pero
que, hasta donde se logró saber, salvó de milagro la vida, huyendo hacia
Los Ángeles, con la esperanza de hacerse director de cine en Holl y wood.
En La Habana, las cosas no marchaban tan bien como esperaba , José
Chang. Eso sí, la esperanza nacional alcan zaba cotas de altitud
insospechadas.
Tuvo que dejar el barrio chino de Zanja. La familia había crecido y se le
ofreció un trabajo en Lawton , en el establecimiento de un paisano solvente ,
quien le brindaba, como añadidura, alojamiento.
En Lawton se encontró con el viejo Walterio , una tarde que llevaba a las
niñas al parque.
47
Eduardo Cordoví Hernández
–Son muy lindas. ¿Las dos son tuyas? –Walterio, había observado con
curiosidad a la mayor.
–Sí. –Respondió Chang. De inmediato se le acercó ba jando la voz. –La
mayor no. La crié desde pequeña y le di mi apellido. A fin de cuentas es
chinita. La quiero como si lo fuera pero no quiero que lo sepa.
–Te entiendo, te entiendo, eso a veces resulta frus trante. ¿Y la madre?
–La madre era un poco loca, ya sabes. Yo estaba algo apurado con el
asunto de arreglar mis papeles de residen cia y me casé con Wilma, así se
llama, que es norteamericana. Por otro lado me gustaba, aun que sabía qu e
era pólvora. Había quedado embara zada de un gallego que la dejó apenas lo
supo y ya sabes… terminó la historia yéndose detrás de un negro.
–¡Avemaría!
Volvieron a verse pocas veces de nuevo. Walterio , era ya viejo y Chang
estaba ocupado con el trabajo. Al cabo de un par de meses, Chang, se fue a
vivir con una mujer en Marianao. Las niñas, quedaron al cui dado de una tía
para que no tuvieran que estar cam biando de escuela, pero al final
terminaron mudán dose con ella pues Chang se fue más tarde a pasar un
curso laboral en Leningrado donde terminó casándose con una rusa sin que
se supiera más de él.
En 1980, las hijas de Chang, ya eran mujeres. Tenían veintitrés y
veintiún años de edad, a la fecha.
La mayor estudiaba Filología. No resultaba ser una estu diante excelente,
de acuerdo a su rendimiento acadé mico, pero pasaba horas interminables en
las bibliotecas; en la librería Canelo; en casa del famoso Fortún, el
anticuario de la calle Dragones, aledaña al Barrio Chino; en la Sociedad
Teosófica y en la Orden Rosacruz de Santos Suárez; y, quizás por eso, aún
era virgen, no por falta de atributos, que si bien , como mujer, no era un
escándalo público, tampoco, estaba para des preciar.
La menor, era mucho más operativa. Había partici pado,con entusiasmo ,
en las zafras de la toronja, en la Isla de la Juventud , y trabajaba de
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
–Sé bien que no. Pero cuidado y mantenme al tanto. Eso puede ser
peligroso, hay mucha gente jugando con candela sin saber lo que hace.
–Te contaré, te contaré. Descuida. Y no te preocupes que estoy en todas.
A pesar del recelo estaban a mi llas de la realidad. Por eso Vilma, la
mayor, apagó la luz. Sabía que , Mávil, se dormía enseguida. Minutos
después se sumía en una de sus fantasías sensuales: comenzar, con
suavidad, a acari ciarse, entre las sombras bajo las sábanas, en la intimidad
de sí misma; más o menos igual a cómo, por primer vez en la Literatura,
fuera descrita, por el escri tor francés, Restif de la Bretonne, (1734-1806),
actividad femenina tan secreta.
CAPÍTULO IX
Roma, 1566 – 1985
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Conspiración en La Habana
Tal aparato de inteligencia , fue bautizado con el nom bre de, Sant a
Alianza, en honor a la coalición entre el Vati cano y la reina María
Estuardo, de Escocia.
La primera misión del servicio secreto , fue prestar ayuda a la reina para
restaurar el catolicismo en Esco cia, declarada presbiteriana , desde el año
1560, por imposi ción de Inglaterra.
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Eduardo Cordoví Hernández
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Conspiración en La Habana
La revolución rusa del año 1917, devino un nuevo pro blema para el
desarrollo del catolicismo, debido al ateísmo comunista del naciente estado
soviético. La Santa Alianza , había detectado actividad de supuestos
vampiros en Rusia.
Para 1929, Stalin, había hecho dinamitar las iglesias católi cas. Los
católicos eran reprimidos, y cientos de clérigos y monjas estaban en la
Siberia cumpliendo sancio nes de trabajo forzado.
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Eduardo Cordoví Hernández
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Conspiración en La Habana
Una: que el espía teutón fue asesinado por sicarios de las SS , enviados
por Himmler, reintegrando el oro al Reichbank. Otra, más verosímil , pues se
encuentra en los registros del servicio secreto italiano, fechado el veintiséis
de febrero de 1939: Taras Borodajkewycz , estuvo todo el día recorriendo
varias fundiciones de las afueras de Roma , junto a un hombre alto, bien
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Eduardo Cordoví Hernández
parecido y de tez morena. Fue conocido, por el espio naje alemán, que,
Nicolás Estorzi, era el contacto de Borodajkewycz , dentro del Vati cano, y
que tenía idén tica descrip ción. Como es lógico, intentaban refun dir el oro.
Donde termina esta versión es que, Estorzi, era miembro de la Santa
Alianza.
Veinte días , después, el papa, Pío X II , era informado por la Santa Alianza
de tales conclusiones. El dieciocho de marzo, le llegó el primer informe
sobre crímenes masi vos y deportaciones multitudinarias. El papa se abstuvo
siempre de pronunciarse , de forma oficial, en contra de tales hechos.
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G r e a t T r e a s u r e s S t o r i e s o f Wo r l d Wa r I I , K e n n e t h D . A l f o r d . N Y , 2 0 0 1
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Conspiración en La Habana
El colegio de San Girolamo degli Illirici, en Roma, en los años que duró
la guerra, servía de hogar para los sacerdotes croatas que visitaban el
Vaticano por diversos asuntos. Al fin de la conflagración mundial, mutó en
resguardo para los ustachis, perseguidos co mo criminales de guerra. Los
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Eduardo Cordoví Hernández
El tres de junio del sesenta y tres, muere el papa. El día veintiuno fue
elegido el cardenal, Giovanni Bat tista Montini, asumiendo el nombre de,
Pablo VI, quien puso la jefatura de los servicios secretos en manos de un
simple cura, Pasquale Macchi.
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Conspiración en La Habana
El papa, tenía buenas relaciones con los masones y ar chivó los informes,
así como ordenó detener la investigación.
El Banco Vaticano, se fundó el siete de junio de 1929 por Pío XI, con un
potencial equivalente a novecien tos millones de dólares actuales ( año
2008). La institu ción financiera, ha sido fuente de escándalos tales como
ventas de armas a países en conflicto, esta blecimiento de sociedades
fantasmas, golpes de estado, lavado de dinero de la mafia y misteriosos
suicidios.
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Eduardo Cordoví Hernández
Entre los años setenta y nueve y el ochenta y dos del siglo XX, cinco
cardenales involucrados en las malversa ciones de la Banca , mueren de
repente.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO X
Cuba 1603-2007
Tomás, tuvo cuatro hijos. Nicolás , seis. Y emparenta ron con familias de
abolengos tan ilustres como el Lo yola, de donde descendía san Ignacio,
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Eduardo Cordoví Hernández
Fue Andrés, quien; continuando el trabajo de sus mayo res, pero siguiendo
las sugerencias técni cas de cierto extranjero, Alistear , amigo de su tío
Francisco, quien decía estar de paso en la isla y con quien había hecho muy
buenas migas; amplió de forma considerable sus negocios y la familia
Manso de Contreras , se convirtió en una de las más acaudaladas, por no
decir la mayor, del p aís. Llegaron a ser propieta rios de grandes extensio nes
de tierra e inmue bles en La Florida y en México, así como en toda Cuba.
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Conspiración en La Habana
financiera había sido pro puesta por suge rencia de Alito Vila Nova, viejo
amigo de la fami lia quien tenía acciones en ella y que, de cierta forma,
había colaborado indicando artima ñas, subterfugios econó micos y
estrategias de negocios, en apoyo a la ini ciativa familiar de amasar fortuna.
Años más tarde, este segundo Bartolomé, por orienta ción de sus tías,
quienes testan a favor de los descen dientes de la familia, hace un segundo
depósito, similar al anterior, en el mismo banco londinense y en la misma
cuenta.
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Eduardo Cordoví Hernández
En sus inicios aquello parecía una quimera. Cuba era un país bloqueado
por una superpotencia eco nómica: los Estados Unidos. El gobierno de la
isla presentaba un historial de ataques mercenarios, boicots económi cos,
subterfugios políticos internacionales contra su estabili dad, por una parte y,
por otra, recién destruido el bloque socialista de Europ a que le apoyaba, no
podía darse el lujo de permitir reuniones masivas que no estuvie ran bajo su
control debido, además, a la apari ción de grupúsculos de disidentes,
luchadores por los derechos humanos y declarados como oposito res a los
criterios de gob ierno establecido desde el año 1959.
El caso fue que; quizás , por todo esto, lo cual gene raba restricciones
económicas tan drásticas como la instaura ción de un Periodo Especial para
Tiempo de Paz; todo el mundo nece sitaba dinero. Los posibles herederos
sumaban mi les y el cálculo de la tal herencia, descontando una ci fra
millonaria de impuestos para el estado, superaba la cifra de doscientos mil
dólares per cápita . Semejante promesa abrió puertas y dio inicio la fiebre
de la herencia en el país.
Comenzaron las reuniones, los viajes, desde todos los puntos de Cuba
donde existían personas que se considera ban herederos, hacia Villa Clara,
Remedios, Caibarién, en busca de partidas de nacimientos, fe de bautismos,
matrimonios y actas de defunción, para el aborar los árboles genealógicos
que dieran prueba le gal de los parentescos. Cientos de familia gastaron mi -
les de pesos, en viajes, sellos de timbre, estancia en hote les, taxis, sobornos
para agilizar trámites, mate rial de oficina y muchísimo tiempo de sus vidas
en esta tarea.
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Conspiración en La Habana
La realidad, sin que nadie la sepa a ciencia cierta, pa rece apuntar a que la
legendaria fortuna de los Manso, cayó en manos del Diablo , dejando a
decenas de miles de cubanos con las ganas de volverse millona rios.
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Eduardo Cordoví Hernández
CAPÍTULO XI
Habana 1985
Mirar hacia su mano siniestra tenía una connotada impor tancia que no
debe ser descubierta. Pero hay algu nas pistas: Guy de Maupasant , escribió
una novela llanada, La mano izquierda. En la tribu israelita de Ben jamín,
los guerreros tuvieron fama de dominar el arco y de ser hábiles en el
manejo de la mano izquierda. En las castañuelas: el par de la mano iz -
quierda, tiene un sonido más gr ave. En el estudio de la cetrería, se sabe que
el halconero necesita una protec ción resistente para la mano izquierda , que
recibe el nombre de, mano del halcón . Por otra parte, los modernos directo -
res de orquesta, suelen hacer ges tos con la mano derecha para indicar la
métrica o la cantidad de pulsos por compás, así como el tempo o la
velocidad musical ; mientras que, la izquierda, señala las entradas de los
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
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Conspiración en La Habana
–¡Bha!
–Está siendo, usted, captado, de manera oficial, para un pro yecto
ilimitado de escala, no internacional, sino univer sal. –El hombre, no reía.
Acariciaba, eso sí, la empuña dura de su báculo: la cabeza de un dragón , cin-
celada en plata.
–¿Y cómo sería eso? –inquirió el Señor X, aún si guiendo la supuesta
broma.
–Algo pasajero, una mordidita en el cuello, un rato de sueño y despierta
siendo inmortal.
–¡Dirá usted un vampiro!
–No con tanta exactitud así. La mordida es s olo un formalismo. La
literatura, ha extraviado las cosas, y ya la gente no sabe nada de nada.
¡Cree saber! ¡Que es otro asunto!
–¿Y cuán exacto?
–No hablemos de precisiones. No somos matemáti cos. El asunto de los
vampiros, depende de los objeti vos del clan. Hay muchos tipos de vampiros.
No crea que el tema es andar por ahí matando gente para chu par sangre y
poder vivir. No, no. Ni que no pueda us ted salir de día porque el sol ¡puaf!
Ya usted sabe. No, no. Las co sas han cambiado mucho. ¡Pero antes ,
tampoco, era tan así! La propuesta , en sí, es un convenio. Usted , adquiere
ganancias, realizaciones, logros… pero tiene que traba jar en función de un
propósito. ¡Noble, humano, justo! Siempre vamos a tener que utili zar a unos
cuantos estúpi dos, no queda otro remedio, el mundo está lleno de ellos, no
queda otro reme dio que contar con lo que hay; y los mentecatos van a
entender las cosas mal de bido a sus propias limitacio nes. También, están
los locos, me refiero a una tipo logía de personas, no a débi les mentales,
esos no cuen tan aquí ¿Pero quién es culpa ble de que existan estúpidos y
locos? ¿Yo?
– ¿Usted, dice que me va a morder, que me voy a conver tir en vampiro y
que no voy a andar matando gente, ni llorando por los rincones porque
necesito san gre para vivir?
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
Después, de la sugerencia del señor del bastón, salió dispa rado en busca
de, Mávil, la chica a quien le pro puso conocer al acaudalado personaje,
pero, sin mencio nar detalles que pudieran inquietarla.
La cita quedó acordada, con mucho interés por parte de ella y, como si de
tal dependiera su vida, por parte de él. Eran los pr imeros pasos, en una
aventura de pla cer y riquezas que velaban un complot donde estaban en
juego fuerzas y amenazas terribles , las cuales habían dado ini cio en tiempos
de Adán.
CAPÍTULO XII
Por las conversaciones de sus mayores, por lo que oyó decir, por lo que
ha leído o lo que aprendió por experien cia, Rodelio Fandel , sabía que, antes
de 1959, en Cuba, existía miseria, sobre todo hacia el interior de la
república, en el campo y, también, en la capital.
Había pordioseros por toda la ciudad de La Habana. Aunque ahora, año
2015, quedan algunos. Es real que había ni ños que no podían ir a la escuela
(o no tenían padres que les exigieran ir, ni leyes que obligaran a los pa dres
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Conspiración en La Habana
a hacerlo, como ahora), chicos que vendían periódi cos, limpiaban zapatos, o
parabrisas, o anda ban enganchados de los ómnibus en horario escolar. Es
cierto que hasta los años sesenta a cualquier fonda que se lle gara diciendo
no tener dinero a uno le servían gratis un plato de arroz con frijoles y un
vaso de agua fría. Pero, en realidad, no era digno.
Sorprende que en una sociedad como aque lla, dirigida por un gobierno
que tuvo que ser susti tuido por medio de una revolución, de una guerra, en
un barrio pobre como Lawton, ¡En las afueras de La Habana ! hubiera una
bodega en cada esquina y que , tales negocios, fueran rentables.
Un viejo refrán reza: cualquier tiempo pasado fue me jor. En realidad,
Fandel, no trataría de reafirmarlo. Tam poco, tendría intención de
reivindicar los tiempos pasa dos; mucho menos, haría un esfuerzo por
denigrar el presente. En verdad, no podría hablar de los años anterio res a
mil novecientos cincuenta y nueve sin nostal gia aunque no fuera hijo de una
familia de clase media, porque están matizados por el candor de su infancia.
Sus padres, fueron campesinos de la provincia Habana, recién llegados a la
ciudad, pero en las afue ras.
Lawton era, todavía, una zona de fincas y su padre conti nuaba realizando
trabajos de campesino: traba jaba en una lechería atendiendo el ordeño y
cuidado de las va cas, así como la distribución de leche. No ten ían vivienda
propia. Vivían en una casa propiedad del dueño del negocio. Éste a su vez ,
tampoco, era un gran magnate, no era un político, ni un intelectu al, solo un
comerciante próspero que no pertenecía siquiera a la clase alta.
La madre, de Fandel , no frecuentaba las grandes tien das de La Habana.
Ni para ver las vidrieras. En Lawton, había de todo.
Ver las tiendas o ir a sentarse en el muro del malecó n era, casi, una
tradición hasta principio de los sesenta. Todas las semanas, cambiaban el
decorado de las vidrie ras, las cuales quedaban iluminadas durante toda la
noche participando del ornato público. Todo el mundo se arremo linaba en
los portalones habaneros, para ver los diseños, las telas, lo último que se
estaba ofertando. Desde todos los barrios de La Habana, afluían personas
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Eduardo Cordoví Hernández
por las tardes hasta altas horas de la noche para ver las tiendas, aunque era
un pretexto para salir de paseo, comer fuera, conseguir pareja, pues, La
Habana, tenía una intensa vida nocturna.
Si no había dinero para comer en un restaurante caro o en una fonda
barata, era fácil resolver el problema, los grosseries, cafeterías, heladerías,
cerraban muy tarde en la noche. Estaban los puestos de fri tas, de perros
calientes o pan con lechón, los tamale ros ambulan tes, los maniseros, los
vendedores de mari quitas de plátano… de manera que mientras mu chos
disfrutaban el paseo nocturno muchos otros esta ban buscándose un peso.
Otra de las tradiciones cubanas desaparecidas (aunque ahora, después de
casi treinta años, si bien no se in tenta recuperar, al menos algunos
dirigentes cultura les de prestigio mencionan como algo que se debe res-
catar) es el pregón.
El pregón es algo más qu e el anuncio a viva voz del pro ducto que se
vende por cuenta propia. Es una expre sión artística primaria, original,
emparentada con el canto, en que intervienen el timbre de la voz, la entona -
ción y el gracejo humorístico del vendedor, su vis cómica, su ángel.
Deambulaban por todos los barrios de La Habana helade ros con sus
campanillas, amoladores de tijeras con sus zampoñas, los carteros con sus
silbatos, pero, de igual forma, los vendedores de aguacates, mangos, limo -
nes, pescado fresco, aquellos que s e dedicaban a esti rar bastido res de
camas, todos: desaparecieron. El trabajo por cuenta propia , quedó fuera de
la ley.
En los últimos años; después del Periodo Especial de los noventa, que dio
lugar a la legalización del ejerci cio de algunos oficios pri vados; se
comienzan a oír de nuevo algunos pregones. Con cierta reserva, eso sí, pues
esta apertura, a su vez, abrió la posibilidad de sa lir a vender cualquier cosa:
productos robados, malversa dos, adulterados, de forma que, a veces ,
pregonan vendedores sin licencia, estafa dores y revendedores de la bolsa
negra.
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
ron de cáncer a María Curié. Los virus y microbios, seres vi vos que no se
ven, quienes atentan contra la salud de los seres vivos, que sí.
Así, extrañas potencias al parecer imposibles, absur das, ridículas,
estrafalarias o producto de imaginaciones afiebradas, incultas o débiles, en
un complot inexora ble, aquí y allá, se iban anotando puntos de ventaja
frente al asom bro de todos.
CAPÍTULO XIII
Existen muchas versiones acerca del origen de los vampi ros. Se han
escrito infinidad de textos sobre el tema; sobre todo, recreaciones literarias
basadas en docu mentos antiguos que narran hecho s sobre probables
asesinatos cubiertos de misterio por las supersticio nes y las tradiciones
orales. El tema de los vampiros está pre sente, en esta forma, desde épocas
remotas en la Europa Oriental, el Medio Oriente, In dia, etcétera, trasladán -
dose a occidente hacia el medioevo.
En 1054 d.C., Miguel Cerulario, enviado romano, po see una copia del
libro, ya bajo el título , De profundis clamavi ad té; en el mismo año, los
legados del papa, dirigi dos por, Humberto de Moyenmoutier, carde nal de
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Conspiración en La Habana
En tiempos de Adán, sus hijos , Abel y Caín, debían hacer una ofrenda de
sacrificio al Creador. Siendo el primero pastor y el segundo agricultor,
hicieron holo causto del producto de sus labores. Abel, entregó la vida de un
cordero, haciéndolo desangrar, lo que fue de mucho agrado al Creador.
Caín, hizo un ofreci miento de viandas y flores , pero no fue bien recibido.
Amaba tanto, Caín , a Dios que, deseando ser agradable a los ojos de su
Señor, le ofreció lo que más amaba, la vida de su hermano menor. Con lo
cual se atrajo el destie rro y la marca para ser reconocido como conde nado,
por Dios, al sufrimiento.
Caín tuvo un retoño, Enoc, y fundó una ciudad a la qu e puso este nombre.
Más tarde, una de las seiscientas sesent a y seis criaturas de las tinieblas, un
demonio; en forma de mujer de nombre Lilith, seduce a Caín , teniendo un
hijo de éste, quien fue llamado, Dissaor, y quien fuera el autor del libro
titulado, El evangelio de los vampiros , nombrado al inicio.
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Eduardo Cordoví Hernández
Cada uno de estos clanes tenía, o tiene, característi cas muy específicas
que determinaban sus formas de actuar bien para colaborar, bi en para
establecer alian zas en la lucha contra otros clanes, etcétera. Esto se debe a
distintos criterios para obtener el dominio del mundo.
Se asegura que Cartago fue fundada por intervención del Clan Brujah y
que fue destruida mediante alianza de clane s rivales dirigida por los
Tremere.
21
N . d e l T . d e l a f u e nt e : E l C l a n d e l a M u e r t e e s , s i n d u d a a l gu n a , e l C l a n d e l o s C a p a d o c i o s .
Lo s G i o v a n n i s e c o n vi r t i e r o n e n u n C l a n h a c i a e l a ñ o 1 4 4 4 d . C . p e r o e s t o n o t i e n e v a l i d e z
h i s t ó r i c a p u e s p e r t e n e a u n a s a ga d i gi t a l .
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Conspiración en La Habana
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Li b r o e s c r i t o p o r d o s mo n j e s c a t ó l i c o s , H e i n r i c h K r a m e r y J a c o b S p r e n g e r , d o n d e r e f i e r e n l o s
procesos inquisitorios contra la brujería. Fue publicado hacia el 1484.
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Eduardo Cordoví Hernández
La Rama Francesa , consta de dos dinastías princi pales; una con sede en
París, llamada Du Fleur y la de Nantes, nombrada De Reis.
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Conspiración en La Habana
Otro de los temas, en los que se admite credibilidad en tre los entendidos,
es el alto nivel erótico, sobre todo en las mujeres, quienes pueden llegar al
lesbianismo. El erotismo de los vampiros, sin embargo, no es del t ipo que,
por lo general y como ejemplo, se le atribuye, a los sáti ros del antiguo
mundo griego, sino más sublime, menos sexual y sí mucho más permeado de
sensualidad y de aberraciones fantasiosas tales como, el aderezo de la
relación íntima con largas ses iones de caricias, exquisi tez en la decoración
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Eduardo Cordoví Hernández
Los vampiros, siempre necesitaron siervos, esclavos, vasa llos, que los
atiendan o administren sus bienes du rante el día, mientras duermen, o
cuando entran en lar gos periodos de letargo, los cuales pueden durar hasta
siglos. Por eso entraron en cierta sociedad con los licántropos, quienes
pueden tener una actividad diurna normal y nocturna parcia l, debido a que
se alteran s olo durante la fase de luna llena, perdiendo el control y la
posibilidad de ser gobernados. Quizás, por esto, siempre hayan sido
menospreciados por sus sires, quienes los ven como seres inferiores a los
humanos.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XIV
La Habana, 1936 – 1985
Servando Durán, de veinte años de edad, había lle gado a Cuba casi a
mediado de los años treinta huyendo de la guerra española, tratando de
abrirse paso en el n uevo mundo.
Había pensado que lo mejor hubiera sido march arse a los Estados Unidos,
pero no tenía familia res allá. En Cuba, sin embargo, tenía parientes
establecidos en la rama del comercio, algunos amigos y muchos paisanos, lo
cual no dejaba de ser una espe ranza. Una vez que levantara un capitalito ,
pondría proa rumbo al norte, donde en la opinión de mucho, estaban las
oportunidades.
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Eduardo Cordoví Hernández
Servando, en, el año 1940, era dueño ya de tres bode gas y comenzaba a
acariciar su idea inicial de esta blecerse en La Florida. La situación política
en Cuba no le gustaba. Se había casado con la hermana de Eusebio y tenía
la aspiración de que sus hijos vivie ran en el mejor lugar del mundo.
En 1945, su esposa dio a luz un varón. Ese mismo año , partió hacia
Miami a fin de realizar varios contactos de negocios. Le habían hecho
ofertas y estaba en condi ciones y disposición para sentarse a considerar
propuestas.
Dadas estas nuevas con diciones en su vida profesio nal, tenía necesidad
de viajar con frecuencia al sur de La Florida.
Cada vez que, Servando, viajaba a Miami se veían, y cada vez iba más a
menudo.
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Conspiración en La Habana
En diciembre de 1956 , ella le dio una noticia que lo hizo entrar en una
revisión de valores morales, aun que no se lo comentó. Todo parecía
suponer que es taba encinta. Pero en enero del año cincuenta y siete ya
estaba confirmado. Debía dar a luz para julio.
En febrero del cincuenta y siete, Durán, tiene que regre sar a La Habana
con urgencia. Su esposa había enfer mado de gravedad, falleciendo, nada
menos que, en julio. Aquello , lo interpretó como un c astigo por su pe cado y
decidió poner fin al romance. A través de sus socios comerciales vendió sus
negocios en Miami.
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Eduardo Cordoví Hernández
Pensaron que las olas la estrellarían contra los arreci fes, pero no. Poco a
poco, entre las aguas y las som bras frías de la noche que caía, se fue
perdiendo hacia altamar.
Días más tarde , vendió sus bodegas en La Habana y, con su hijo de trece
años, se marchó a Es paña, tras una breve despedida de compromiso con el
único pariente de su difunta esposa.
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Conspiración en La Habana
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U n t i p o d e b r a z a l e t e c o n p i n c h o s q u e , p a r a m o r t i f i c a r l a c a r n e , s e a b r a z a b a a l mu s l o o a l
brazo.
24
Especie de azote de nueve ramales a los que se ataban púas y otros metales. Tales
i n s t r u m e n t o s e r a n d e u s o c o mú n e n t r e l o s mi e m b r o s d e l O p u s .
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Eduardo Cordoví Hernández
CAPÍTULO XV
Lawton, La Habana, 1987 - 1994
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Conspiración en La Habana
la formación del universo, cuyo eco aún perdura y ha sido hasta grabado,
exigen un nivel de abstracción, que otros lla man fe en la ciencia, muy
semejante al necesario para creer que Dios dijo: Hágase la luz, y que fuera
hecha.
Tuvo una rara capacidad para realizar una gran canti dad de actividades,
algunas sin ninguna conexión. Por ejem plo, junt o con lo que puede ser
llamado un relativo acierto con los pinceles, realizó trabajos como plomero,
electricista, carpintero, albañil y herrero. Exis ten algunos reportes de su
actividad musi cal pero, Rodelio, no trató de confirmarlos pues no procedían
para los fines de su investigación. Lo que sí pudo compro bar, fue la
realización de varios lienzos, pinta dos al óleo, dispersos, ¡Y anónimos!, 25
por toda Europa y diversos países de América, vendi dos a turistas en la
Feria de la Habana Vieja, cono cida como Feria de la Plaza de la Catedral o ,
más simple, Feria de la Cate dral; denominada así, incluso después, que este
mercado dejara de funcionar en esa locación.
25
Sus cuadros se vendieron con la firma de los artesanos que los comercializaron .
89
Eduardo Cordoví Hernández
andar con piezas de otros y no era raro encon trar personas realizando esta
tarea. Por este enton ces, a quienes se dedicaban a este trabajo se les
llamaba: buceadores. buzos.
El caso fue que en este buceo, en las profundidades del desperdicio, hubo
de trabar encuentro con un viejo escrito rio de caoba labrada a medio
quemar. Estaba aún,con suficiencia, sano como para demostrar rancia es -
tirpe y empleo digno. Quizás por ello se aven turó, curioso y atraído por
algunas de las pocas gavetas que con servaba, a revisarlas por tentar la
casualidad de un hallazgo extraordinario: un doble fondo relleno de billetes
de banco, producto de un robo minuciosamente planeado, algún anillo de
oro, alguna cajita de música encha pada con nácar o labrada en mar fil,
cualquier ob jeto antiguo. En fin, cualquier cosa.
Sin mayor esfuerzo logró abrirla. Contenía una caja aplas tada de lata, de
unos veinticinco por treinta centí metros y unos diez de espesor. La
oxidación, hizo difícil destaparla.
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Conspiración en La Habana
Sentarse a leer allí , era impropio; así que guardó todo en su bolso y se
marchó sintiendo, más o menos, lo mismo que debieron sentir aquellos
beduinos en los años cua renta; cuando, buscando unas cabras perdi das,
encontraron en una gruta, cerca de Qumran los, más tarde famo sos, rollos
del Mar Muerto.
Con la única pista cons eguida entre aquellos papeles, trató de continuar
la pesquisa.
El movimiento, tuvo su época de oro hasta los años cin cuenta; pero,
como paradoja, durante la llamada Década Prodi giosa, comenzó a declinar
y, a partir de los años setenta de mil novecientos, entró en franca
decadencia. La mayoría de sus asocia dos eran ancianos y carecían de
medios para hacer divulga ción de las bondades natur istas, de modo que la
membrecía era, cada vez, más reducida. Por otra parte, eran personas poco
instruidas en asun tos que no fueran Trofología, Naturismo, Homeopatía, y
ciencias afines, por ello no estaban al tanto del cum plimiento de las exi -
91
Eduardo Cordoví Hernández
gencias que el Registro de Aso ciaciones del Estado , les hacía con
periodicidad.
Dado que los fondos en el Banco decrecían, pues de ellos debían pagarle
al encargado de cobrar las cotizacio nes a los miembros (que, como se ha
dicho, no pasaban de unos diez, de los cuales eran activos tres o cuatro),
pagar la luz, algunas labores de manteni miento, etcétera, la Junta de
Dirección deci dió poner en práctica una solución para ganar dinero.
Según establecía la constitución de la dicha Socie dad, era posible que los
miembros rentaran, hasta el año dos mil, parcelas de los terrenos de la finca
para construir albergues familiares , donde pasar los fi nes de semana por un
módico precio. El único requisito era ser socio pagando la ridícula cuota de
un peso al mes.
Por aquella época, como persiste aún hoy, existía una creciente necesidad
de viviendas en la capital. A esto se sumaba el éxodo de personas qu e
emigraban desde las provincias orientales de la isla, en busca de mejo ras de
vida en la urbe. Este movimiento migratorio interpro vincial inspiró a Juan
Formell, para otro de los éxitos musicales de su orquesta , Los Van Van: La
Habana, no aguanta más.
92
Conspiración en La Habana
La zona rural, en las afueras, era idónea para escapar del control
estadístico de las autoridades de planifica ción física, los CDR e incluso la
policía.
Entrar en contacto con , Osmany, se hacía difícil. Así y todo, todavía , era
posible dar con él y conmoverlo.
Fandel, volvía a quedar en las mismas. Recordó, enton ces, el legajo con
la supuesta novela, quizás se tratara de otra cosa.
93
Eduardo Cordoví Hernández
elaborado a partir del hallazgo fortuito del texto anterior, ordena dos hasta
llegar a Olderfán, pero en orden descen dente.
»Me habían contratado para unos trabajos de albañi lería en una vieja
mansión que le habían entregado a cierta familia que contrató mis
servicios. Comencé a repicar las paredes para retirar los revoques
desconchados, ya que los techos no parecían presen tar problemas.
Repicando con el hacha en una pared, no me fue sorpresa escuchar un
sonido hueco. Este sonido es propio de los repellos cuando se separan de
los ladrillos y dejan un espacio, un intersticio que pro duce este sonido
peculiar. Pero el sonido persistía aún des pués de haber retirado el
revoque.
94
Conspiración en La Habana
»Pude concluir que el autor de aqu ellos escritos se lla maba, Lirido
Fandelo. Su nombre, no sé por qué, me suena italiano, aunque no tengo más
que esta aprecia ción subjetiva para atarlo, a esa categoría fi losófico-
matemática que llamamos espacio, con la pa tria de Gio vanni Pappini.
Salvo algunas fechas sin conexión con ningún evento preciso de esta
95
Eduardo Cordoví Hernández
»Pudo haber sido escritor, a l menos alguien que publi cara, pero sus
escritos nunca llegaron a las im prentas. Esto lo supe , después, de algunas
indagaciones, con la finalidad de verificar su existencia pues , hasta donde
pude leer, aquello parecía tan fantás tico que co mencé a pensar en la
imposibilidad de que esta historia pudiera tener contacto con la vida real.
»Muy probable es que algún lector, cuyo espíritu fuera afín con las ideas
de Lirido Fandelo, haya conser vado un ej emplar de sus obras. Quizás , en
cualquier cuarto de desahogo de La Habana, olvidado, arru gado, polvo -
riento y siendo pasto de polillas, yazca algún ejemplar de su trilogía. Y si
hoy me decido a escribir sobre este ser desconocido y maltratado por la
vida, es con la espe ranza de que al conocerse su trabajo , se le haga justi cia
y obtenga el reconoci miento merecido, para glo ria de nuestra patria.
96
Conspiración en La Habana
»Pudimos saber que, Lirido Fandelo, había creado dos mil neologismos
con el fin de contribuir al enriquecimiento del idioma español, aunque no
los empleó en sus obras por modestia. De igual forma , fue el creador de un
idioma internacional que llamó lirifande.
97
Eduardo Cordoví Hernández
»El primer paso era formar el clan inicial. Esto podía durar años pues el
fundador debía ser exigente, por otra parte las personas con tales
cualidades en reali dad no abundan. Pero mientras el grupo llegaba al
número límite de asociados iban estudiando los Evan gelios, en especial el
de Mateo, y poniendo en práctica técnicas de un cierta ps icología esotérica
que, Lirido Fandelo , había elaborado haciendo una sínte sis de taoísmo,
yoga, budismo zen, sufismo, cristianismo, corrientes filosóficas y órdenes
monásticas antiguas.
98
Conspiración en La Habana
(Se añade traducción del siguiente texto al final del mismo para
comodidad del lector)
»E pasado mi vida ddikado a las letras. por ello s´ke puedo apresiar
valor n´un allazgo dpaples skritos
una sinpl og -ada inisial ´m fue suficient p/ perkatarm dke kien los abía
s´crito era un individuo ke c ´m pa rec, al extremo ke una vs konkluida la
lectura ´m ddiké a indagar sobrél
»su nombr s´, o fue, waltrio olibando. dbió aber sido un alma tmibl a
psar d su extraordinaria kapasidad p/ el umor. dos dicípulos ke konforman
mi ermandad m´os podido konfirmar ke o libando fue un magnífico dibujant
99
Eduardo Cordoví Hernández
ke c ddicó a la litratura. Sin abr sido omosxual fue´l fundador d´la primra
asosiasión intrnasional d omosxuals unidos. La intitusión komo tal nunka
llegó a stablcrc n´ realidad, pro waltrio olibando dicñó diplomas d onor ke
la tal asosiasión extndría komo tratamiento onorífiko a mienbros
distingidos o a no mienbros ke c destakaran n´las actividads klran propias.
waltrio olibando nviaba por koreo tals distinsions a sus amigos komo
broma, aunke tanbién las enviaba a sus nmig os kon una diferensia, waltrio
olibando nviaba a todos los vsinos y conpañeros d trabajo d sus nmigos una
nota asiendo públiko l´rekonosimiento ke la asosiasión ´l konfría
100
Conspiración en La Habana
»ralmnt todo parec cr una artimaña p/ dstruir el kom rcio y k los scritors
c mueran d ambr
101
Eduardo Cordoví Hernández
tanpoko. pro jesús aunke abló p/ todos no abló realmnt p/ todos. abló en un
lnguaje oskuro p/ muchos. qienes tngan oídos p/ oír oigan , dijo. vló su
mnsaje p/ ke no fuera kaptado por kiens no lo mrsían o p/ kiens no staban
preparados p/ resibirlo. c pued dsir ke fuel prekursor dl lnguaje sifrado.
abló en parábolas, ke rsulta l´sifrado dl lnguaje articulado
»pro no c krea kes fásil dsifrar un texto aunke tnga un sistma fásil d
dsifrar
102
Conspiración en La Habana
He pasado mi vida dedicado a las letras. Por ello , sé que puedo hallar
valor en un hallazgo de papeles escri tos.
103
Eduardo Cordoví Hernández
que los encontré en un latón de basuras. No sé cómo llegaron allí, s olo que
no creo fuera, ése, el lugar que les correspond ía.
Una simple ojeada inicial me fue suficiente para perca tarme de que
quien los había escrito era un indivi duo que se me parece, al extremo que
una vez concluida la lectura me dediqué a indagar sobre él.
104
Conspiración en La Habana
Otra prueba, de mucho más peso , son las graduales exi gencias al
respecto, propuestas e impuestas, traspa sando los límites del delito, por la
generación de phree kers, hackers, crackers y lamers. Quizás gra cias a la
actividad ¿delictiva? de esta sociedad marg inal cada día es
posibleencontrar más informa ción gratuita en el ciberespacio.
105
Eduardo Cordoví Hernández
En realidad, todo parece ser una artimaña para des truir el comercio y
que los escritores se mueran de hambre.
106
Conspiración en La Habana
dio cuenta, que mucha gente compra rompecab ezas para pasar trabajo en
armarlos y busca revistas para resolver crucigramas y puzzles. ¿Qué mejor
que descifrar un texto encriptado?
En 1467, León Batista Alberti , creo el primer sistema crip tográfico poli-
alfabético y no fue hasta el siglo XVII, que fue descifrado. En el año 1790,
Thomas Jeffer son, inventó su cilindro de transposiciones, que fue utilizado
durante la segunda guerra mundial por la armada de los Estados Unidos.
El sistema no duró mu cho, ya que se basaba en un sistema poli -alfabético,
en 1861 se había publicado la primera solución generali zada para resolver
estos cifrados , poniendo fin a cuatrocientos años de silencio. El ejército
estadounidense tuvo que acudir al lenguaje apache para emitir sus
comunicaciones militares.
107
Eduardo Cordoví Hernández
treinta del siglo veinte , fue un duro golpe para el cripto análisis, sobre todo
para los expertos criptógra fos.
Por todo esto, Walterio Olibando , escribió el texto que yo encontré y que
a continuación ofrezco:
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
»De pronto miré a la orilla atraído por algo brillante que traían las
olas. Era una botella. Pensé que es taba vacía, abandonada en una
borrachera de bañis tas del último verano, pero no. Tenía algo dentro. Se
me ocurrió que fuera alguna de esas c artas románti cas de al guna colegiala
enamorada de su profesor, o de algún homosexual indeciso que se
explayaba en el silencio público en una confesión de urgencia, o uno de
esos mensajes de jodedores donde informan que esa botella ha dado la
vuelta al mundo para traerte la suerte pero que debes lanzar al mar diez
botellas similares a cam bio, o de otra manera recibirás una condena
terrible. Pero no era , con exactitud, eso.
»Servando.
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Conspiración en La Habana
»Al leer la nota original recordé que hacía cuatro me ses un chino amigo
mío, recién llegado de Miami con sus dos niñas, me contó que la mayor no
era suya sino de su mujer quien la había tenido con un gallego. Traté de
verlo para decirle que la chica tenía un hermano en La Habana, pero no
pude encontrarlo. Después , le escribí a un amigo común en Miami ,
haciéndole el comenta rio, pero me contestó que no supo de él , desde que
éste, regresó a La Habana.
111
Eduardo Cordoví Hernández
CAPÍTULO XVI
Apenas, Fandel, aprendió a leer comenzó a consumir con avidez aquellas
revistas que ahora conocemos por Comics pero que, entonces , se les decía
muñequitos y que, en España, llaman tebeos. Llegó a tener más de cien.
Cada vez que su madre iba a la farmacia de Rolando Boch, en la calle
Diecinueve, esquina a Dolores, era una fiesta , porque allí los vendían a
cincuenta centa vos, nuevos, relucientes, con aquel o lorcillo particu lar a
tinta recién impresa. Ella , compraba Selecciones del Reader´s Digest, las
cuales tenían un olor a tinta mu cho más rico, pero él prefería los muñe-
quitos no por el olor, sino por los dibujos, los colores y las historietas.
Eran a todo color, con la cubierta en papel cromo, era increíble la
cantidad de episodios de cada título de muñequitos. Por ejemplo, la serie
del Pato Donald, con su tío Rico Mac Pato y sus tres sobrinos Hugo, Paco y
Luis, y su novia Daisy, pero estaban , también, las historietas del Gato
Félix, de Silvestre y Piolín, de Andy Panda, las del Ratón Micky y su perro
Pluto; Tribilín, Élmer Gruñon , el Conejo Bugs, Súper Ratón, Las Hurracas,
las del Pájaro Loco. Porky y sus Ami gos, La Pequeña Lulú, con el gordito
Toby, los de Archy, que trataban temas de muchachos en la Universi dad,
112
Conspiración en La Habana
Los del Fantasma Gasparín. Estas fueron de las prime ras historietas que
tuvo. Aunque había muchas otras.
Después, que los leía un par de veces , ya no le interesa ban pero, como
eran nuevos, los cambiaba por dos, a veces , hasta por tres muñequitos
usados que no había leído y que para él resultaban nuevos.
Así, descubrió otros géneros más adultos. Comenzó con los Muñequitos
de cowboys: El Llanero Solitario, Red Rider, Roy Roger, Cisco Kid,
Hoppalong Cassidy, Flecha Verde y Veloz. Después los de Tarzán, los del
Fantasma, El Spirit. Luego, aquellos de aviado res, Los Halco nes Negros
que más tarde se llama ban, nunca supo por qué, Los Halcones de Oro,
aunque eran los mismos personajes con los mismos nombres y el mismo
chino. Había otros que se llama ban Frente de Guerra, otros, Comandos en
Acción. Otros de terror: Cuentos del Gato Negro, Cuentos de Horror y
Misterio. Otros de aven turas: La Máscara Roja, Dick Tracy, Batman y Ro -
bin, Superman, Marvila, Aquaman. Otros que eran aventu ras de la policía
Montada de Canadá...
Después, descubrió otros más interesantes: Vidas Ilus tres, Vidas
Ejemplares y Leyendas de América.
Unos años más tarde comenzaron a esca sear, hasta que desaparecieron los
nuevos y comenzaron a vol verse caros los viejos. Llegaron a tener precios
de hasta cinco pesos , los que no tenían portadas y les falta ban hojas, luego
diez, hasta que desaparecieron por com pleto.
Para la época en que fue mayor surgió, otra vez, este tipo de publicación
para niños, pero una sola: Zunzún, para colmo difícil de conseguir.
Después, y siempre deficita ria, la portada era lo único en colores, pero no
tenía brillo y, por otra parte, siempre fue demasiado pedagógica, dema siado
interesada en enseñar , demasiado informativa,... Más tarde, apareció la
revista, Pionero, igual de escasa y descolorida. Seguro que los niños de
ahora recordarán, cuando mayores, estas publicaciones infanti les; tal como ,
la generación de Fandel , recuerda los muñequitos, pero es muy proba ble que
113
Eduardo Cordoví Hernández
con menos fantasía, menos opciones, con menos recursos espiritua les...
según opinan algu nos.
Fandel, vio la televisión por primera vez en 1956. Su madre , lo llevaba
los domingos a ver un programa noc turno para niños: Disneylandia , a casa
de unos veci nos que tenían un aparato de TV. Era en blanco y negro pero ,
él, siempre guardó la impresión de haber visto algo maravilloso.
Para el año 1957, tuvieron que mudarse de la finca en que vivían. El
dueño, un tal Papo, hijo de Fulgencio Batista, el presidente de la república,
la vendió y todos los que tenían en arrenda miento pequeñas parcelas, como
por ejemplo el dueño de la lechería, tuvieron que desactivar sus negocios,
había otros muchos semejantes: floricultores, otra le chería, vivi endas
aisladas, en fin.
Se mudaron cerca. Desde la vecindad , todavía, tenían acceso a la finca, la
diferencia era que ahora eran me nos campesinos y algo más urbanos por
solo cuestión de metros .
Comenzaron a vivir en un pequeño edificio de cuatro apartame ntos
pequeños, construido en el patio de C armen, la dueña. Allí , no se podía
tener animales ni le alqui laban a negros.
Carmen, era una vieja huraña pero su hijo, unos diez o doce años mayor
que Rodelio, lo trataba bien y le invitaba a ver la televisión. Al principio,
por las tardes; después, también , por las noches.
Allí descubrió los seriales de Hoppalong Cassidy (¡ Con actores! Nada de
dibujos animados), los de Roy Rogers, Superman, Tucstown Arizona, Bat
Masterson, La Ley del Revólver, Patrulla de Camino s, Brigada Ocho, Los
Lanceros de Bengala, Tres de Caballería, Botas y Espue las, al perro Rin Tin
Tín y el Cabo Rosty, La pe rra Lassie, el caballo Furia, Investiga ción
Submarina, Perry Mason, Mike Malone, Flash Gor don, Dick Tracy... ¡Sin
contar las pelí culas! Nombrando nada más que de los progra mas
norteamericanos (doblados al español o subtitula dos) porque había infinidad
de programas cubanos muy buenos. Dicen que Cuba fue el primer país de
114
Conspiración en La Habana
115
Eduardo Cordoví Hernández
Mucha gente piensa que todo esto se debe a la mala organi zación
empresarial, a deficiencias en la dirigen cia estatal, otros más atrevidos
consideran que se trata de incap acidad del sistema político. El estado , por
su parte argumenta que sí, que todas estas situacio nes incómodas se deben a
las presiones económi cas que con tra el sistema criollo ejerce el impe -
rialismo unipolar y hegemónico del norte.
Fandel, estaba convencido ya, de que otras fuerzas, escon didas en las
sombras, estaban jugando un papel destructor y macabro.
CAPÍTULO XVII
¿Cómo rayos habré venido a parar a semejante lu gar? ¡Mira que querer
hacerme una autopsia! ¿Se habrá visto cosa igual?
Luego de devanarse los sesos con semejantes pensamien tos, sintió sed.
Ya era bien pasado el me diodía, pero el astro rey de un día de diciembre en
La Habana, a cualquier hora, no le envidia nada al de un agosto.
116
Conspiración en La Habana
Se pasó la mano derecha por l a cabeza y exploró con sus dedos allí donde
sentía escozor. En efecto, tenía un chichón como si le hubiera dado un
cabezazo a una loco motora,… pero no recordaba nada.
No era tarde cuando salió un momento por cigarri llos. Tenía ocho
billetes de cien dólares en la cartera y unos cincuenta en el bolsillo…
117
Eduardo Cordoví Hernández
Era temprano, aún no había sonado el cañonazo de las nueve, quizás por
eso quedaba una mesa desocu pada. Tomó asiento, satisfecho con su suerte y
llamó al mesero.
Ordenó un pollo frito y una cerveza Babaria. Como no había pidió una
Cristal de botella. Siempre le gustó el color verde del vidrio en esta marca.
Pero, como no estaban bien frías, optó por ron.
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Conspiración en La Habana
Todo saldría bien. Aquello era una tormenta en un vaso de agua. S olo se
le había ido la mano, un poco, al tomar precauciones. Pero la cautela, a
pesar de todo, nunca está de más.
CAPÍTULO XVIII
Ciudad de La Habana, 1994
La zona Este de las comarcas lawteñas no siempre fue ron como ahora (a
finales del 2008): trazados de impene trable asfalto ni amplias áreas
119
Eduardo Cordoví Hernández
26
Au n q u e , a ú n ( a ñ o 2 0 1 5 ) c o r r e n , p o r l a s c a l l e s d e L a H a b a n a , a u t o s m á s d e t e r i o r a d o s q u e
aquellos.
120
Conspiración en La Habana
Poco a poco, entre ventas estatales, robos, dete rioro producido por la
intemperie y la extracción de lo inservible para chatarra, l a gran necrópolis
de automóviles, fue decreciendo hasta no ser más que el re cuerdo evocado
por algún que otro chasis retorcido en medio del marabuzal o una cabina
oxidada entre los matorrales.
En pocas semanas , en la finca había trillos que daban a clar os en los que
apilaban leña recién cortada, y otros, que daban a un claro mayor, en medio
del monte, donde planeaban levantar el primer horno.
Pero la finca era grande y había suficiente marabú, y otros arbustos, para
hacer leña durante varios años.
Era agradable estar bajo las estrellas cer ca de la fo gata para alejar los
mosquitos, dar luz y hacer café o choco late durante la noche. Siempre le
121
Eduardo Cordoví Hernández
gustó el olorci llo parti cular de los hornos; su padre hizo algunos, pero más
pequeños.
Pero lo que más le gustaba era pasear solo, en las tar des, por la finca. Le
resultaba encantador escuchar los rumores del monte: las aves, el silbido
lejano del tren, el murmullo del agua del río, el aire batiendo en las al tas
pencas de las palmas…
Durante una experiencia similar, pero ya por los años noventa, con
exactitud en el noventa y cuatro, cuando nuevos vecinos comenzaban a
descontar terreno selvá tico a la finca, y motivado por la lectura del texto
encriptado, comenzó otra vez a explorar la zona. No hab ía hallado nada de
interés. Se disponía a marcharse cuando se detuvo ante un alto muro de pie -
dras imprevisto y desconocido. Sintió deseos de ori nar y se paró frente a
una roca con la intención per versa de socavar su base terrosa con la presión
del chorrillo evacuador.
No obstante, pudo apreciar allí, labrada en otra pie dra, una oquedad de la
cual partía un pequeño canal que se perdía en el interior del muro en ruinas.
122
Conspiración en La Habana
(como en un Ábrete Sésamo) giró con lentitud y solemni dad para dejar un
boquete promisorio.
Sin pensarlo una vez, porque entonces no lo hubiera hecho, penetró. (No
sin antes bajar la cabeza, no por ninguna supuesta actitud respetuosa ante lo
desconocido, lo cual sería comprensible, sino porque el bajo puntal
amenazaba, con un buen tr astazo, a su frente).
CAPÍTULO XIX
A esa hora, más o menos cerca, ocurría otro hecho. Contigua al metálico
tanque de agua elevado que abaste ció, en sus inicios, al matadero de
Lawton, en calle Dieciocho y Concepción; dando el nombre popu lar de La
Loma del Tanque a la elevación topográfica cono cida urbanísticamente,
hasta entonces, como Mira dor de Lawton; existía una caseta de unos dos por
dos metros (Quizás , no tanto) de ladrillos revoca dos y losa de cubierta de
hormigón armado, Los vanos pa ra ventanas y puertas estaban sin
fenestración, quizás fuera diseñada como garita para un custodio , pero
siempre se conoció como escondrijo de mucha chos para jugar por el día, o
fumadero de marihuana por la noche o cómo arriesgado lugar donde pasar
un rato nocturno con muchachas , aunque estaba sucio y apestoso.
Le quedaba dinero. Había tomado una buena suma de los ahorros que ,
Encarnación la China, había acumulado producto de las labores en el campo
123
Eduardo Cordoví Hernández
Se pasó una mano por la cara. Llevaba tres días sin afei tarse. Dentro de
unos cuantos más, su b arba ya habría crecido lo suficiente como para
cambiar su fiso nomía, y alterando su forma de caminar sería muy difí cil
reconocerlo.
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Conspiración en La Habana
Dentro de tres días estaba citado con un personaje que se movía en los
bajos fondos, pero que tenía magní ficas relaciones para ayudarlo a llevar a
cabo sus propósitos por un precio que, de m omento, podía pagar.
125
Eduardo Cordoví Hernández
le pareció extraño que , el taita Manué , siempre est uviera solo. Nunca
conoció otros ahijados del taita y, todo el tiempo, estuvo más interesado en
conocer detalles de su vida íntima, personal y de trabajo que en tratar
asuntos religiosos, rituales que era lo que los unía. Además, había sido nada
menos que el ministro de defensa de Lawtonburgo , quien le había
recomendado; de modo que, entre ellos, existía una relación estrecha…
tenían tanto parecido físico… y los dos tocaban armó nica. Terminó conclu -
yendo, semejante a Hamlet: algo está podrido en Dinamarca.
Eran pasadas las diez de la noche cuando decidió rela jarse y ponerse a
contar ovejitas a fin de conciliar el sueño, pero antes dedicó unos segundo
para evocar, en el recuerdo, la abertura breve entre unos labios, que al
hablar, insinuaba n aquellos dientes pequeños y, más atrás, el movimiento de
la húmeda lengua rosa, con la cual, a pesar de su derecho, aún no se había
enroscado la suya.
CAPÍTULO XX
La Habana, 1985 – 1994
126
Conspiración en La Habana
127
Eduardo Cordoví Hernández
que sus emociones se presentan como aque llo que mueve a sus cuerpos. O
sus emociones no son, tampoco, lo que ustedes Son, sino que sus emociones
son estados en los cuales puede estar lo que Son . Sus emociones son como
lugares en donde lo que son, puede estar incómodo o de forma placentera;
haya, o no, movimiento corporal. Cuando se movi lizan hacia el libro que les
interesa hasta obtenerlo, durante todo ese tiempo agradable de expectativa y
éxito, lo que Son, disfruta de un clima agradable. Entonces, si no son su
cuerpo ni sus emociones ¿Qué son? Si han puesto atención a mis palabras
recordarán que aquello que hace agradable o des agradable a sus emociones,
movilizando o deteniendo a sus cuerpo, son sus ideas. Sus ideas acerca de
la posesión del libro les prometen un efecto de bonanza; un tiempo aburrido
en la cola del cine y la posibilid ad de no poder lograr ver la pelí cula son
ideas que producen una emoción desagrada ble que se traduce en un regreso
a casa. El proceso es el siguiente : primero impresión, segundo idea, tercero ,
emoción y cuarto respuesta ac tiva. Es decir, que las emocion es dependen de
las ideas, pero resulta que , tampoco, somos nuestras ideas, pues nues tras
ideas concluyen en ser recursos de los cuales nos valemos para tener
emociones que muevan a nuestro cuerpo hacia los objetos de nuestra
atención. Lo que somos , debía tener el control de nuestras ideas, emocio nes
y acciones. Debía generar , en nuestro interior, propósitos y, si tuviéramos
que darle un nom bre común, tendríamos que identificarlo con: la voluntad.
Lo que el ser humano es, en su aspecto más elemental, deb ía ser: su
voluntad. Digo debía, porque si continuamos obser vando la proyección de
las personas, vemos que la mayoría de ellas llaman voluntad a sus deseos
más o menos fuertes, a cual quier propósito más o menos constante , pero eso
que se llama voluntad , no es ni firme ni único, pues hoy quiere una cosa y
mañana la olvida, para querer otra o bien las quiere las dos a la vez. Pero en
esto no queda el asunto.
»Las personas, en lo interno, no pien san ideas para tener emociones que
muevan sus cuer pos; sino que sus cuerpos reciben impresiones exter nas por
medio de los sentidos y estas impresiones produ cen ideas acerca de ellas,
128
Conspiración en La Habana
por tanto, las emocio nes dependen del exterior y los actos humanos se
producen de forma automática, casi por accidente, para ll amarlo de algún
modo próximo a la realidad. Las per sonas que ustedes conocen, no tienen
algo real in terno que se pro yecte hacia fuera. No tienen, pues, voluntad.
Pero viven convencidos de tenerla. Si tuviéra mos que trazar un es quema
para mostrar el funcionamiento de una respuesta humana a cualquier
estímulo, quedaría resumido di ciendo que funcionan así: De afuera hacia
dentro.
»Desde este punto de vista los seres humanos no son nada. Están vacíos.
El ser humano ordinario se mueve, se dirige y se or ienta hacia algo bonito
que brilla allá, hacia algo que suena acá. Es como un carro loco. Sus
acciones son como un caballo que tira de un carromato (el cuerpo) que no
tiene conductor. El caballo ve allá un arbusto sa broso y para comérselo tira
del carro (el cuerpo), si pasa por el lado un automóvil veloz, se es panta, pu-
diendo dañarse a sí mismo y al carro. El ser humano va a lugares y
experimenta emociones o piensa ideas en dependencia de lo que ocurre
fuera de sí mismo, es como la veleta que apunta segú n sople el viento. Una
persona común y corriente es un equipo cuyo sistema pensante se conecta y
se desconecta desde afuera, las impresiones que afectan sus sentidos le
hacen imagi nar ideas. Estas ideas le producen emocio nes y estas emociones
lo detienen o lo mueven de un lugar a otro. Pero dentro de un aparato
llamado una persona común y corriente , no hay nadie responsable que lo
opere. Si lo hubiera, no se dejaría tener ideas que le produzcan emociones
desagradables como la ira, el odio, la tris teza, el miedo, etcétera. Una
persona común y co rriente es incapaz de tener las ideas que necesita, y no
digamos esto, tal persona no puede siquiera dete ner el flujo incesante de su
pensamiento. No son, en resu men, ni el cuerpo, ni las emociones y los
sentimientos, ni tampoco, el conjunto de sus ideas y pensamientos, porque
el humano, tal como lo conoce mos, no existe en realidad. Para exis tir en
realidad, el humano, debe contar con algo estable y capaz de controlar sus
ideas, debe contar, para decirlo en otr os términos con un cuerpo emocional
129
Eduardo Cordoví Hernández
y con un cuerpo mental. Pero aún si el humano tuviera cristaliza dos dichos
cuerpos, tampoco, se pudiera decir que tu viera una existencia real pues
tales cuerpos (el físico, el emocional y el men tal) estarían faltos d e un
centro de comando. Este cen tro de dirección y control lo llama mos
Voluntad y las antiguas escuelas esotéricas lo llamaban el Amo .»
Ya en este punto de la charla Mávil , había bostezado veinti siete veces y,
Señorekys, mirado su reloj de pul sera, diecinueve; de modo que, el doctor
Villa, determinó que era mejor poner punto final a la conferencia sobre
disgregaciones psicológicas y pasar a conteni dos más objetivos, pero quiso
antes concluir con unas frases fina les para respetarse a sí mismo:
–Volvemos a decir que el hombre ordinario y común, no existe. Aunque
pudiera. Apresar no lo que Es, sino lo que tiene oportunidad de Ser, resulta
un buen tema para otro comentario o , mejor, para una reflexión profunda.
Parecía que ya iban a despedirse para concl uir el encuen tro cuando, al
fin, el extraño personaje dijo que grandes expectativas de lujo y poder se
anunciaban para ellos. A , Mávil, le dijo que sería reina, jefa de estado, que
no tendría que volver a trabajar y que dis pondría de todo el dinero que
quisiera pero, sobre todo, que podría hacer y deshacer a su antojo en todo lo
que fuera darse gusto, sin tener que ren dir cuentas a na die. En este punto,
Mávil, abrió los ojos sorprendida. Todo le parecía bien, menos el asunto de
tener respon sabilidades y jefaturas. El hom bre, le dijo que eso no era
problema, ella podía ser reina y nom brar a alguien para la regencia. Ella ,
pensó en su her mana, y se lo dijo. Al hombre le pareció bien, sobre todo
cuando ella le comentó que, Vilma, leía sobre ciencias ocultas, vampiros,
religiones paganas y asun tos raros.
Mávil, se maravilló con los cambios del cuarto. Se habían invertido allí
unos cuantos miles de pesos en po cos días. Reparación general, pintura, aire
acondicionado, equipo de música, televisor a color, cortinas, am bientador,
luces, objetos de arte. Tenía para contarle a su hermana.
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Conspiración en La Habana
Hizo el regreso a su casa en taxi , con mil pesos en la cartera y loca por
ver a su hermana para contarle los últimos acontecimientos, pero sin interés
en precisar en los más recientes.
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Eduardo Cordoví Hernández
CAPÍTULO XXI
Cuando, Rodelio Fandel , pasó al otro lad o de la tapia, para su asombro se
encontró con un cartel , cuyo gótico escrito rezaba: Bienvenido a la
República Democrática Independiente de Translawtonia y su capi tal
Lawtonburgo.
Decidido, avanzó hacia el inhóspito país. Esto sí tiene que ver, se dijo,
pensando en la comicidad de estar en trando en otro estado.
Ya en sus calles, (que no eran más que unos terraple nes entre chozas y
matojos) una sombra rauda atrajo su aten ción. Hubiera jurado que vio entrar
corriendo, en un callejón colateral, a un hombre desnudo tras otra som bra
femenina.
No puede ser. Volvió a pensar.
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
– ¿Cómo, cómo?
–El asunto es un problema de política exterior e inte rior.
– ¡Vaya! ¿Y cómo es eso?
–La población de Translawtonia, o lo que es lo mismo: los habitantes
de Lawtonburgo, es un com puesto de emi grantes chinos de la calle Zanja ,
de la Habana, de judíos polacos de la calle Monte en Cen tro-Habana y de
Muralla, en la Habana Vieja y de neg ros, de todas partes.
– ¿Y eso que tiene que ver? –El individuo dio otro paso hacia delante con
agresividad. Fandel, dos atrás.
–Usted, es poco sociable... Pero le diré: llevo prisa por que debo revisar
el Correo Acuático.
– ¡Un momento! ¿Qué significa es o de Correo Acuá tico?
–No tengo tiempo, pero si quiere informarse vaya a La Laguna de las
Botellas, seguro encontrará al guna carta interesante para usted. –Y volvió
el viejo a acer carse peligroso; de nuevo preparado para lanzarle otro
manotazo.
–Gracias. – Le contestó Rodelio, y dándole, por su puesto, un puntapié en
la canilla izquierda, para mos trarle cuán afectuoso podía ser, partió raudo y
veloz.
Aquello del Correo Acuático y La Laguna de las Bote llas, le intrigó
sobremanera. De inmediato , le vinieron a la mente Olidio Oldelfán, Lirido
Fandelo, Walterio Oli bando y sobre todos el inexplicable Ser vando; pero
decidió informarse, antes, sobre los asun tos ciudadanos, pues veía bastante
comprometida su estabilidad física.
– ¿Quieres ver cómo te mordisqueo todo, hombre -lobo? –Le dijo al pasar
una rubia cuarentona.
– ¡Para nada, para nada! –Y apuró el paso, pues era bizca y rengueaba de
un pie.
No dejó de sentirse halagado. Pensó que lo encon traba sex y con su barba
y como llevaba la camisa a medio abot onar, mostrando el pecho velludo,
hizo aquella referencia. ¡Qué lejos estaba de la trágica reali dad en que se
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Conspiración en La Habana
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N o mb r e d e l a c a l l e p r i n c i p a l d e l b a r r i o c h i n o d e l a H a b a n a . E l c h i n e t o w n c u b a n o .
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
hecho de que, muchos chinos , hicieran pareja con negras y mulatas. (Es
contradictorio, no obstante, ver pocas chinas con negro s).
CAPÍTULO XXII
La bodega de Esteban estaba, como se dice, haciendo esquina. Entre la
acera y la calle estaba el parterry donde crecía un enorme pino (no está
bien explicado por qué en Cuba se llama a tantas cosas con nombres en
inglés, casi seguro tiene que ver con la penetra ción ideológica. ¿De quién si
no?). Le decían así: el pino de la esquina , aunque no era un pino sino una
casuarina. En todas las esquinas de l barrio crecía una casuarina que daba
sombra a la ruleta de jugar los chi cos a las bolas, que en España y
Latinoamérica lla man canicas, que es como se debe decir. Según los que
saben.
Ahí estuvieron los pinos desde antes nacer Fandel. Los tales pinos, que
no eran pinos, eran algo distin tivo de la barriada, pero un buen día; no se
sabe si porque alguien descubrió que ya eran muy viejos, o porque eran un
peligro en tiempo de ciclones para el alambrado eléctrico, o porque podían
atraer rayos; a todo el mu ndo le dio la furia de talarlos.
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Conspiración en La Habana
Entre los episodios más emotivos y agradables que guarda Fandel, está
aquella hermosa gesta que se llamó, El Cordón de La Habana.
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Eduardo Cordoví Hernández
Allí, la actividad era llenar bolsitas de polietileno con tierra ; las cuales,
servirían para plantar las posturas. Otros , las trasladaban hacia las zonas de
siembra, etcétera. Muchos , trabajaban de día y percibían un sala rio, sin
embargo, la mayor cantidad, de estos impro visados campesinos, eran
personas que habían presentado sus documentos para emigrar hacia los
Estados Unidos y, mientras les llegaba la salida, eran separados de sus
puestos laborales y enviados a traba jar al Cordón de La Habana o como
barrenderos de calles; pero el mayor volumen de actividades era realizado
con Trabajo Voluntario por la población, a diario, por las noches.
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Conspiración en La Habana
Más tarde, el fracaso: el café caturra no resultó ser tan bueno; cambiaron
el nombre de la emisora radial, hoy se llama Radio Ciudad de La Habana;
los Puestos de Mando para las movilizaciones fueron desapare ciendo y las
casuarinas y pinos que fueron sembradas en las cercanías de las playas ,
hubo que concluir talán dolos porque descubrieron, al cabo de los años, que
contaminaba las arenas .
Muchos han querido ver , y defienden con ahínco el criterio de, que tales
desatinos han sido producto de la inexperiencia de un estado joven,
sofocado por una superpotencia; otros , que el tal estado usa, como plata-
forma de programa , un sistema político -económico inefi ciente; asimismo, se
apela al fatalismo geográfico y al influjo de las estrellas. Lo cierto es que,
desde inmemoriales siglos, la lucha entre el Bien y el Mal (para bien o para
mal de algunos) ha tenido sus desequi librios y que todo lo que ocurre en el
mundo visible, es parte de una elaborada estrategia de inteligen cia y
contrainteligencia de los factores que intervienen en semejante contienda.
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Eduardo Cordoví Hernández
CAPÍTULO XXIII
Camino hacia La Laguna de las Botellas, Rodelio Fan del, volvió a
cruzarse con el desfile del cortejo real y pudo apreciar, más de cerca, a la
reina.
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Conspiración en La Habana
Según oyó decir, las que estaban más al centro corres pondían al sistema
de entrega más atrasado pues al principio la gente llegaba y las tiraba lejos.
Luego que comenzó a existir una población de bote llas tal, que llegó a dar
nombre a la Laguna, se prohi bió tirarlas para evitar roturas que
comprometieran el rescate de la correspondencia. De este modo, ahora
quien deseara imponer su mensaje debía colocarlo en la orilla.
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Eduardo Cordoví Hernández
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Conspiración en La Habana
En este punto, Rodelio Fandel, detuvo la lectura recor dando unos años
atrás, cuando visitó a esta mu jer, por invitación de un vecino. ¡Qué pequeño
es el mundo! S e dijo, y continuó leyendo.
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Eduardo Cordoví Hernández
Dado en Lawtonburgo.
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Conspiración en La Habana
Decirle con tal autoridad , que estaba en una circunstan cia desfavorable,
persona de tal jerarquía, le puso como debió haberse puesto Alicia ante la
reina de corazones. Debía estar soñando. Comenzó a sudar.
– ¿Con quién hablas, Porfiria? –Preguntó otra voz feme nina desde el
interior.
–Con un probable espía.
Ya iba a ripostar una negativa con vehemencia; cuando, otra mujer,
apareció en la puerta.
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el tema toda la noch e pero sé que tienes otras dudas. Para resumir , te diré
que soy y no soy las dos, a la vez.
Aunque por la carta, conocía ya algunos detalles sobre Domingo,
quedaban otros aspectos que le develó y otros, ocultos , para ella, en los
cuales preci saba su ayuda.
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Conspiración en La Habana
todas partes, que la mayoría del pueblo crea que el gobierno es un desastre
económico, un violador de derechos civiles, etcétera, para que se vayan a
Estados Unidos; cuando en realidad somos nosotros quie nes tratamos de
obtener el dominio mundial, de esta forma podemos colocar allá a nuestros
agentes secretos e infiltrarlos en las alt as esferas para socavar el prestigio
de esta potencia y hacernos nosotros del con trol total. Domingo, tratando de
salvarse de la perse cución de los agentes del ministro de defensa, puede
poner en peligro nuestras hegemónicas ideas. ¿No te das cuenta?
–Perfecto. Pero me jode tener que participar de esto , como si estuviera
interesado.
–¡Déjate de esas! No estás participando de nada. Estás salvando tu
vida, haciéndome un favor perso nal: averiguar el paradero de alguien y le
haces un favor a Domingo, pues si no sabemos nada seguro so bre él,
tendré que mandar a elimi narlo, por si acas o, y a la vez, obligada por
otras razones que, ahora, no puedo decirte . De todas formas, está siendo
buscado por los sicarios del ministro de defensa, con orden de ejecutarlo.
Puedo detener esa orden , pero no lo haré sin estar segura de su inocencia,
por mucho afecto que pueda haberle tenido. Comprenderás que, al fin y al
cabo, soy la reina. Por otro lado, encanto, tú y yo , siempre, tendremos
nuestros ratos felices. Pero, sobre todo, recuerda que en el mundo en que
vivimos, el Bien y el Mal están tan revueltos que ya casi no hay forma de
separarlos; y para bien o para mal, el Bien y el Mal, responden a un único
propósito, y nosotros somos demasiado poco importantes para enjuic iar
eso. ¿Crees que, en lo personal, me im porta algo todo este asunto que
parece que estoy apo yando? ¡Pues para nada! Pero las circunstancias , y
otros intereses personales , me han puesto a jugar este rol. Cuando sacas
tus cuentas, te das cuenta que ninguna cosa es más importante que otra,
que todo lo que hacemos no es más que un desatino. La diferencia está
cuando vives tu locura importándote o haciendo como si te importara,
que es lo que yo hago. Esto es a lo que se llama: estar despierto, apresar
la realidad, haberse realizado o estar iluminado. La mayoría de la gente ,
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Eduardo Cordoví Hernández
cree que para alcanzar estos estados de conscien cia (que en definitiva son
todos: lo mismo) tienes que irte a un monasterio en el Himalaya, tener un
gurú de la India o pasarte unas vacaci ones en un templo zen en Japón.
¡Tontadas! Pero ¡Bueno! No sé si estos asuntos te interesan…
– ¡Sí! ¿Cómo que no? Lo que , ahora, algo que me llama la atención con
mayor inmediatez es: este pue blo. ¡Es decir este país en medio de La
Habana! ¿Cómo puede exi stir sin ser descubierto por las autorida des…?
–Ese es un tema muy largo de explicar. Requiere toda una argumentación
previa que, quizás, pueda resul tarte densa.
– ¡No, no! Dime.
–Dejémoslo, mejor, para nuestra próxima entrevista. ¿Bien? Requiere
tiempo.
En eso tocaron a la puerta con la cena.
Fue por esto que, al despedirse, Fandel , le dio palabra de hacer cuanto
estuviera a su alcance por ayudarla. Amén de que la chinita; fuera o no rei-
na, se llamase Sofronia o Porfiria; no estaba para despre ciar.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XXIV
La mañana en que, Domingo, aún estaba tendido en una camilla de la
morgue, el ministro de defensa de Translawtonia, concluía en su d espacho
una entrevista con dos agentes de su servicio secreto: un mulato achi nado
con biotipo de boxeador y un rubio fornido.
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Eduardo Cordoví Hernández
Klux Klan, decidió irse hacia Nueva Orleáns , con el fin de iniciarse en la
orden y hacer realidad su sueño de colocarse la capuc ha blanca ante una
cruz de fuego. Así se lo confesó a Wilma , quien vio los cielos abiertos: era
su oportunidad para escapar con él.
Habían hecho buenas migas. Ella, como él, tenía sus sueños extraviados
pues, siendo hawaiana, añoraba todo lo concerniente a la vida de los pieles
rojas, en especial los de la zona norteña cercana a Canadá.
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Conspiración en La Habana
años, quedando como un electrón libre en esta isla hasta involucrarse con el
reino de Translawtonia, por medio de su amis tad con Alithius, donde llegó a
convertirse en un alto funcionario.
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Eduardo Cordoví Hernández
Confiado, se echó hacia atrás, puso los pies sobre el buró mientras en sus
labios se dibujaba una sonrisilla diabólica.
Cuando cumplió los quince años , ya era alto y de gor dito pasó a tener una
apariencia atlética, un negr ón fuerte que metía miedo pero que , en su
percepción, continuaba siendo tímido.
Por ese tiempo, se mudó para el solar donde vivía Marín, un muchacho
flaco, rubio, narizón, de mirada perversa y de unos veintitrés años , quien se
pasaba todo el día, sentado en la azotea de su casa donde criaba palomas,
mientras soplaba una armónica enorme. Aquello , sí sonaba bien… y eso que
el flaco no hacía más que desafinar, pero el instrumento ¡vaya qué si
sonaba! El caso fue que , Marín Consuegra, comenzó a acercarse al joven
hasta que, a pesar de su timidez, logró establecer cierta amis tad con el
chico.
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
–¡Ya! –Dijo.
El flaco con cara de Pinocho entró, se bajó el zipper de la bragueta y
extrajo el prominente miembro; se lo colocó en posición, hizo contacto el
glande violáceo con el apretado esfínter negro, empujó suave y , con la
misma, lo retiró.
–Ya.
– ¿Ya? –Preguntó asombrado, Marín, volviéndose.
–Mira, muchacho, si yo te meto la tranca ésta, el grito que vas a meter se
va a oír en toda La Habana. –Y se guardó , con dificultad , las casi ocho
pulgadas y media de su apéndice genital. –Coge tu filarmónica y dale.
Marín, no aprendió a tocar el instrumento. No quería que nadie lo viera
soplando la filarmónica que había sido del nariz de zanahoria ¡ Quién sabe a
cuántos, le habría propuesto semejante negocio! Y pasó años tra tando de no
cruzarse en el camino con él, observando la actitud de sus camaradas ,
tratando de descubrir si sabían o sospechaban algo. Pero no. Todo era
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Conspiración en La Habana
normal. A pesar de todo, él mismo, sí lo sabía y por eso fue que le dio por
irse a los Estados Unidos , donde nadie l o conociera, una tierra de
oportunidades, donde no tendría pasado y podría ser director de cine o
cualquier cosa que quisiera, hacer dinero, ser respetado y respetable, allí
podría ser hasta un líder del Ku -klux-klan aunque fuera negro.
Y, un buen día, enrumbó su destino hacia el Norte; sin saber que, para
lograr su verdadera realización personal, tendría que regresar a la isla.
CAPÍTULO XXV
Cuando llegó a su casa, Rodelio Fandel, se acostó ense guida. No tenía
sueño pero había sido un día de muchas tensiones. Estuvo pensando en
todas aquellas extrañas experiencias durante horas. No supo cuándo le ganó
el sueño, solo que su último pensamiento fue con la grácil imagen de una
mujer china.
Era lunes. Hasta el fin de semana no debería volver a ver a la reina, pero
antes debía cumplir con la realiza ción de aquellas indagaciones…
Los lunes son días difíciles en las labores de oficina y terminó tardísimo.
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Eduardo Cordoví Hernández
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Conspiración en La Habana
Esa misma tarde, Rodelio Fandel, logró darse una esca pada hasta Luyanó.
Decidido, al fin, a estar ausente en la reunión de las ausencias.
Hacía ya unos años , había estado allí por lo que dio fácil con la
dirección. La calle, era una de esas calles secundarias de barrio, con casi
ningún tráfico de automóvi les.
–Encarnación, no está. Salió ahora mismo con unos yumas. –Le informó
la vecina del lado. – ¡De milagro no la vio en el Tour!
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Conspiración en La Habana
–Venga, usted.
Era ella. No le sorprendió que tuviera tanto éxito en su vida profesional.
Al salir, volvió a ver a los mismos personajes. Sin duda el peligro que
corría, Domingo, era real, de modo que debía darse prisa. Sin dejarlo para
luego fue a la Estación de Policía.
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Eduardo Cordoví Hernández
–No podría asegurarl o. Este hombre, por lo que us ted me ha dicho, debe
estar desesperado. Si es capaz de disfrazarse y andar por la calle siendo
perseguido, demuestra ser un tipo arrestado e inteligente.
Llegaron. Así fue como , Rodelio Fandel, conoció al Profe.
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Conspiración en La Habana
Sálgase del asunto. Siga mi consejo. Esto es: Otra cosa. ¡Y lo siento! pero
debo ocuparme de otros menesteres. Haga como yo, lea un buen libro.
Y se marcharon en silencio. Eran ¡Exactamente! las once y cuarto, más o
menos, de la mañana.
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–No sospecho. Usted mismo se irá dando cuenta. Es pero volver a verle.
¡Cuídese! Y n o lo interprete co mo un decir.
Apenas se marchó, Rodelio Fandel , tomó el portafolio y entró en la
espesura de los matorrales de la finca, rumbo a Lawtonburgo.
CAPÍTULO XXVI
En Cuba todo ha funcionado siempre así, como quien dice a capricho, no
se sabe de quién, aunque hay mu chos que dicen saberlo. Por temporadas
todo el país se vuelca en un torbellino nacional sobre tal o más cual
actividad y de pronto todo pierde fuerza y va des apareciendo, hasta que
aparece una nueva conmo ción nacional, una nueva tarea en la cual todo el
pueblo, o casi todo, encamina sus propósitos hacia ella. El estado da
prioridad a un determinado asunto de ma nera tal, que, en la práctica,
cualquier otra cosa da la impresión de perder sentido, al menos, así piensa
mucha gente.
Así sucedió con el movimiento de Microbrigadas que surgió por los años
setenta del siglo XX, Fue la época en que, Fandel, tuvo un contacto real con
esa realidad. Hasta entonces , estaba cum pliendo su Servicio Militar
Obligatorio, por tres años –ahora son dos y le cambiaron lo de obligatorio
por general, aunque lo siga siendo –por otra parte, en sus años de
adolescencia no estaba al tanto de los detalles socio -políticos, histórico -
sociales, socio-económicos o lo que sean.
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Conspiración en La Habana
Por lo general, no todos sabían sobre los oficios de edific aciones, pero el
ministerio de la construcción brindaba los proyectos urbanísticos, planos
constructi vos típicos, ayuda técnica general, control de calidad, equipos
pesados, etcétera. Con el tiempo; estas personas, que nada sabían de tales
faenas, por supuesto, irían acumulando experiencia, información, destreza y
en no mucho tiempo habría una enorme canti dad de albañiles, plomeros,
electricistas, carpinte ros... Sería maravilloso.
Por otra parte, el personal irremplazable en las empre sas quedaría en sus
puestos de trabajo pero debía entregar la mayor cantidad de horas de trabajo
voluntario durante vacaciones, días festivos, etcétera, tuvieran o no
necesidad de vivienda, a fin de acumu lar méritos para ella o para ganar
algún efecto electro doméstico como , por ejemplo , un televisor, o, al menos,
un diploma honorífico como trabajador destacado , lo cual , iba sirviendo
como aval para militar en las gloriosas filas del partido o de la juventud
comunista.
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Eduardo Cordoví Hernández
Algo es real, como se trataba del mismo tipo de edifi cio para todo el
país; el famoso E -14. Un cajón rectan gular de, como ya dicho, cuarenta
apartamentos, dos cajas de escalera y cinco plantas; una vez hecho uno, la
microbrigada era suficiente para repe tirlo, pues todos eran iguales. Pero de
la misma forma existe el problema humano; había alguien que alguna vez
fue albañil pero ahora trabajaba en una imprenta, al llegar a una zona de
microbrigadas donde nadie sabía ni jota de construcción, como dice el
dicho: en el país de los ciegos el tuerto es rey , se convertía en figura
destacada con cierto poder de deci sión, porque los técnicos de nivel m edio
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
Este nuevo edificio , con unas pocas variantes y sin dejar de ser un
estéreo rectángulo, traía sustanciales ventajas en cuanto a funcionalidad y
ejecución. Fue tal , el cúmulo de ventajas, que el Ministerio de la Cons -
trucción y la Dirección Nacional de Microbriga das adoptaron el proyecto y
comenzaron a editarse l os juegos de planos con distintas variantes para
implantarlo en todo el país.
Unos pocos años más tarde, cuando los trágicos suce sos del éxodo del
Mariel, el arquitecto Cordovés , tuvo la idea de mejorar su suerte con su ya
reconocido talento, aprovechan do el desconcierto, que casi fue lo cura
nacional, de aquellos días.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XXVII
Juan de Dios de la Cruz, apodado el Profe, era, en efecto, la personalidad
encubierta de un agente de la Seguridad d el Estado.
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»Se teme que esta red disfruta una sólida estructura funcional y
económica, pues cuenta con una base de operaciones en l a antigua Finca
Ingenito, al Este de Lawton, (falta precisar la ubicación exacta). Con inde -
pendencia del seguro apoyo logístico , procedente de los EEUU, todo indica
que son capaces de autoabaste cerse utilizando artimañas místico -religiosas
para estafar a los turistas, así como posibles or gías donde, los excesos
sexuales, exprimen los bolsi llos y los sesos europeos. (Aunque esto no
queda confirmado, hay suficientes elementos que lo sugieren)»
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XXVIII
Serían las cinco y media de la tarde c uando, Rodelio Fandel , por poco
rompe el jarrón de porcelana del salón magenta del palacio imperial, al
entrar de prisa, no tanto para informar a la reina Sofronia , como para volver
a tener el deleite de verla.
Ya iba a poner en práctica su elección , cuando oyó ro dar las sillas, como
si se hubieran puesto de pié , dando la plática por terminada.
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–Ya, usted, sabe. Buenas tardes. –Dijo, y se volvió dando con , Fandel. –
Buenas tardes. –Repitió.
–Buenas tardes. –Respondió, Rodelio.
Ella, que iba a cerrar la puerta, se asomó curiosa.
–He pensado mucho en ti. ¿Qué has hecho en es tos días? ¿Lograste
averiguar algo?
– ¿Era el ministro de defensa?
–No. ¡Pero dime!
La puso al tanto de todo lo ocurrido en los últimos días, omitiendo
haberle contado al inspector de po licía la existencia de Translawtonia.
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–No todo, en la vida, se puede saber. Saber, puede resul tar peligroso. La
vida es un misterio, no olvides eso, y detrás de todo lo que ves , hay oculto
mucho más. Por regla general , lo de veras importante.
– ¡Bueno, pero debe haber una explicación lógica…! –Comenzó a
exasperarse.
–La hay. No sé a qué llamas explicación lógica. Las explicaciones
lógicas deben aceptarse por serlo. En este caso si partimos de que la vida es
un misterio, y no creo que deba argumentar mucho para demostrarlo, lo más
que puedo hacer por el momento, pues no dis pongo de mucho tiempo a
pesar mío, es decirte que se trata de un misterio , porque tratar de develarlo
implicaría que no lo es ; por otra parte, las posibles aclaracio nes nos
llevarían a intentar la aceptación de lo absurdo, de lo increíble, por no decir
imposible. Te prometo que cuando tengamos más tiempo ; si, todavía, te
preocupan estas interrogantes ; te diré hasta donde sé, has ta donde pueda…
– ¡Bien! Si no queda otra alternativa…
–Siento, muchísimo, no poder estar contigo más tiempo ahora. Tienes que
entrenarte en acopiar disposi ción para posponer la gratificación, eso es im -
portante. Debes volver. Veo que eres confiable. Te v eré, a más tardar,
mañana. ¿Estarás en tu casa?
– ¡Sí! Es sábado. Después del mediodía estaré en casa.
–Estoy pensando en ti más de lo que te imaginas. ¡Sa bes! Me gusta eso.
Fandel, iba a responderle que le pasaba lo mismo, pero se contuvo. Y
partió de regreso, más intrigado que cuando llegó.
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CAPÍTULO XXIX
Serían las siete de la noche, más o men os. Todavía, no era del todo
oscuro y hacía calor. Se dirigió al bar Xonia. Allí, de paso, compraría
cigarrillos.
El bar había sido remozado, por eso había cerveza en venta contra
moneda nacional , no todo el mundo disponía de dólares para consumir en
los establecimientos dispuestos para pagar en divisa. Había música y
mesitas para los consumido res, aunque mantenía su antigua barra fuera del
saloncito para los que tomaban un trago y continuaban viaje, o como él, que
iban a comprar cigarrillos o to marse un refresco sin hacer una estancia
prolongada.
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–Buenas noches.
–Buenas... –No podía creerlo. Rodelio, casi quedó para lizado.
Sentado en el murete de la jardinera, rodeado de va rias latas de cerveza
vacías, estaba el hombre con quien se había cruzado al llegar a la alco ba de
Sofronia, vestido de negro ; ahora sin capa, ni bastón, ni sombrero.
–No gracias. Muy amable. –Se excusó. A pesar de que le apetecía una
cerveza, no le parecía correcto acep tar, además, algo en aquel individuo le
resultaba chocante.
– ¡Vamos hombre! Hágame el favor.
La oportunidad no era para despreciar.
–Bien, pero solo una ¡eh! –Le advirtió. Fandel , no era un aprovechado, y
por cierto, el hombre ya se había bebido unas cuantas y no estaba dispuesto
a que le descargara la nota.
–Espere aquí. –Se empinó la cerveza que tenía en la mano terminando de
consumirla y con la misma entró en el establecimiento con paso firme, señal
indicadora de no estar embriagado y que, a Fandel, le hizo bajar la guardia.
Regresó enseguida.
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Conspiración en La Habana
–Si se le ofrece algo más, usted entre, pida lo que sea y no escatime.
Siéntase, usted mi invitado.
–Gracias. – Le echó mano a la Heineken enlatada que le extendía y se
sentaron en el murito de la jardinera.
Rodelio Fandel, no sabía qué decir. Se suponía que di jera algo, sobre el
tiempo, sobre la cerveza, sobre la reina Sofronia… pero temía quedar como
un sujeto superficial, indiscreto. Y se hizo un larguísimo silen cio mientras
bebían.
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el cual uno va edificando algo dentro, lo cual va siendo: uno mismo. Pero
lo que ocurre en la mayoría de las personas no es eso. La generalidad ,
obtiene el material del mundo exterior pero no pasa revista, no ordena y
mucho menos llega a ninguna conclusión propi a, no pudiendo por tanto
proyectarse a partir de ellas y, mucho menos, demostrarse la existencia
real en el mundo, porque casi la totalidad carece de la capaci dad de pensar,
la mayoría lo que hace es usar lo que otros han pensado y asumir que tal
pensamiento ha sido propio.
»De ahí, que la actuación llevada a cabo tenga causas externas y es una
actuación automática , que tiene que ver con lo que se espera que uno haga.
Toda la vida de un hombre tomado de la colectividad , es una sucesión de
actos prefabricados, programados desde afuera. Lo que un hombre hace, si
coincide con lo que se supone que haga, se dice que está en buen camino, ha
acertado. Pero si no corresponde con lo que los demás creen que es
correcto, entonces , ha pecado, ha cometido un error. P or tanto, a este nivel
no puede comenzarse. Hay que ir más atrás. Hay que ir a la causa misma del
asunto. Hay que comenzar haciendo que el individuo se convenza de su
vacuidad, que comprenda su inexistencia. Pero no basta que lo interprete de
forma intelectual, es necesario que lo sufra, que lo sienta de forma emo tiva,
que lo torture la angustia del No Ser ; pero, además, que este su frir sea
duradero, pues si se atormenta hoy y mañana lo olvida, con dificultad,
podrá construir ninguna cosa. Mientras alguien crea que es algo, que hay
algo en él, no hará nada por cons truirlo.
»De aquí que la vida de un ser muestra, tomado del grupo, sea una
continua búsqueda de aproba ción, un perenne rastreo tras el reconocimiento
ajeno. Un ser real, con un Yo permanente , tiene patrones propios y le
importa un comino lo que los otros piensen acerca de lo que él dice y de lo
que hace. Las personas tal como son en su abrumadora ma yoría, no son más
que proyectos de lo que podrían ser; por tanto, tal cual son no tienen una
existencia real. Por ejemplo: el plano de una casa , es algo de una casa, pero
no es una casa real, existe como plano de una casa pero no como casa. Para
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Al pasar la línea del tren divisó , metros delante, a una figura conocida.
Aminoró el paso y se echó el maletín a la espalda.
Estaba oscuro, pero había luna, por eso pudo verlo, en tre las sombras.
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Se sentía liberado del compromiso con Sofronia y satis fecho por haber
participado, dentro de los límites de sus posibilidades, en redimir a aquel
hombre de una persecución injusta.
Ya debían ser las once, cuando no pasadas. Los veci nos que no estaban
durmiendo estaban dentro mirando la TV y no había nadie en la calle. Se
inclinó, recogió una billetera y continuó como si nada.
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Conspiración en La Habana
Se fue a la cama. Cansado , pero con las emociones muy arriba. Se sentía
casi un héroe por ayudar en algo a Domingo , tendría a Sofronia en su casa
por algún tiempo, había bebido cerveza gratis y ganado diez dóla res, que
era casi su sueldo de un mes.
CAPÍTULO XXX
Como acordado, Sofronia , llegó después del mediodía. Ella aseguró que
por sus extremas precauciones no había ido antes. Fandel sintió alivio, sin
embargo estaba turbado por su presencia.
Se daba cuenta que, por parte de ella, la con fianza hacia él aumentaba.
La advertía más relajada. Quizás la falta de decisión de Rodelio , era lo que
la hacía desplayarse. Con exactitud lo contrario había sucedido con
Domingo, cuyas presiones y exigencias por las relaciones amatorias habían
terminado por cohi birla.
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Eduardo Cordoví Hernández
–Tras todo esto hay una historia macabra, mi querido Rodelio, la cual es
preferible desconocer.
– ¡Habíamos quedado…!
–Sí, sí. Es cierto. Comienza , entonces, a preguntar. Veamos hasta dónde
sea posible ilustrarte. Voy a qui tarme los zapatos. ¿Sí? –Se desabotonó la
faja del blue-jean para subir con comodidad los pies en la única butaca
cómoda en casa de Fande l.
– ¿Cómo te involucraste en esto, quién te hizo reina?
–Espero no seas policía… has arrancado con un es tilo…
–No, no, no.
–Lo sé. Es un relato muy largo que no voy a contarte en detalles. Estoy
en esto por cuidar a mi hermana. Ella , siempre ha sido una contenta y
conoció a quien es hoy, ministro de defensa. Estaba relacionado con Alis -
thius Villanueva, lo viste en mi habitación de pala cio, en Lawtonburgo.
Gestaban la creación de un clan vampírico con intenciones de constituir un
estado independiente, d ominar el país y luego el mundo.
– ¡Pero eso es ridículo!
–No tan así. Llamémoslo absurdo.
194
Conspiración en La Habana
– ¿No es lo mismo?
–No. Mi hermana, a quien no hay que hablarle mucho para convencerla
de gastar dinero y tener sexo, cayó en la trampa de las orgías y la eligieron
reina. No le gustaba gobernar y asumí su papel para estar cerca de ella. Por
otra parte, me interesaba el asunto, desde el punto de vista intelectual. La
búsqueda del conoci miento, la sabiduría, ya sabes. Siempre fui fan a la
investigación del ocultismo. Villanueva, me ve como una persona muy
especial y está interesado en com prar mi alma, a cambio: cosas que no me
interesan o que puedo obtener, de forma más lenta y difícil pero por mis
propios medios: dinero, información, poder, placeres… Así, aprendo de él y
lo mantengo a raya: con una esperanza que no cumplo. Fin del tema. ¿Satis -
fecho?
–En parte. ¿Cómo pudieron mantenerse tanto tiempo en esa finca sin ser
descubiertos?
–Fuimos descubiertos. Eso prueba que no era tan infali ble el proyecto.
–Bien, pero no me negarás que algo así duró dema siado…
–Sí. Es cierto. Hay muchas cosas inexplicables. Pero, si te pones a
estudiar un poco de Física Cuán tica, comienzas a darte cuenta de que el
conocimiento de la realidad está en pañales. Todo lo que vemos y
consideramos consistente, duro y material, se sustenta en simples
vibraciones energéticas que no se sabe con exactitud ni qué son ni dónde
están, lo que se sabe de tales m icro-partículas está, para colmo, alterado por
la actitud del observador. No existen le yes para determinar que los
fenómenos observados describan la realidad en una relación uno a uno. La
Física clásica podía vaticinar , de acuerdo a modelos matemáticos , eventos
futuros en el campo experimen tal. La nueva Física, llamada cuántica, no
puede vatici nar nada, porque todo depende de probabilidades estadísticas.
Todo está lleno de asuntos enigmáticos como agujeros de gusano que te
pueden llevar a otro nivel dimensional, pliegues en el tiempo, espacios cur -
vos, mundos paralelos… para qué continuar…
–No entiendo bien…
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
–¿Entonces?
–Me masturbo.
–En tal caso no existe problema. Yo lo hago.
– ¿Cómo?
–Bueno, me acaricio el clítoris con el dedo…
–Me pregunto que cómo dices que no hay problema.
–Bien, si los dos tenemos miedo, por diversos moti vos a la penetración,
podemos, juguetear un poco, mas turbarnos sin llegar al coito y resuelto el
asunto.
–Ese jugueteo puede ser peligroso. No sería correcto que entre hermanos
se estableciera una relación lúdicra tan lúbrica. –Rodelio, enfatizó los dos
últimos sus tantivos con toda intención, a pesar de la caco fonía.
–Creo que exageras. Tomas como un hecho un paren tesco conmigo, lo
cual está muy lejos de ser posible. Tengo padre y madre y para colmo mi
padre es chino. ¡Mírame los ojos! ¡Por lo demás! ¡Qué tanto lío te traes con
el incesto! ¿No sabes que los Incas se casa ban con sus hermanas, igual los
faraones de Egipto?
– ¡Mira! No quieras justificar ni darle crédito al in cesto porque haya si do
algo común en civilizaciones de la Antigüedad. Estamos viviendo a las
puertas del siglo XXI, y ahora el incesto es algo mal visto y debe ser por
algo…
– ¡Y dale con el incesto! ¿Pero qué tiene que ver eso entre tú y yo? Ni
siquiera te pido que tengamos sexo. ¿No sé? Te comportas como si tuvieras
tal seguri dad…
–Dejemos el tema para otra ocasión. Además, no lo aseguro . Considero la
probabilidad. Existen coinciden cias… Tú misma has dicho que hasta lo más
absurdo puede ser cierto.
–Eso deja abierta una br echa para el incesto ¿No? Jajaja…
–Visto así, desde el significado frío de las palabras; sí…
–Retomando el tema…
– ¿No querías dejarlo?
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
–Sí, pero no es esa nada más. Tiene una hermana menor, como tú y su
madre se casó con un chino.
–Bueno, mi padre es chino y yo , también. Ahí acaba todo.
–Mira, no quiero forzar las cosas para ser tu hermano , porque al fin y al
cabo estoy loco por acabar de descu brir este embrollo , pues no la veo
pasar, no se sabe desde cuándo; por otra parte, estoy poco intere sado en
que seas mi hermana , porque bien sabes que me gustas pero , tampoco, voy a
sucumbir con la única mujer que reúne e l máximo de condiciones para
serlo, después, que me he sacrificado durante tantos años , con otras que no
tenían ninguna posibilidad… pero ahí no acaba todo , como dices… La
madre, de mi hermana, se llamaba Wilma.
– ¡Cómo!
–Wilma. ¿No iras a decirme…?
–Pues sí. Mi verdadero nombre es Vilma y el de mi hermana es Vilma al
revés: Mávil; nos puso nombres semejantes al suyo. ¿Cómo no me habías
contado eso?
–No había caído en la cuenta. ¡O sí! Quizás no quería verlo…
–No jodas, me has tenido hablando sandeces, que si el spin del electrón,
que si frito, que si salcochao’, para dejarme ahora sin saber , a derechas, ni
quien es mi familia.
–A pesar de estas coincidencias, que por supuesto nos obligan a tomar
medidas, no creo que sean conclu yentes…
–Pero yo si voy a av eriguar, de inmediato, la verdad sobre este asunto.
– ¿Cómo?
–Preguntándole a la única persona que sabe la ver dad.
– ¿Quién?
–Alito Villanueva.
– ¡Ese! A mí no me ofrece garantía. ¿Por qué tendría que saber tales
detalles?
–Ese viejo, es el Diablo, Rodeli o.
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CAPÍTULO XXXI
Son harto conocidas las acusaciones del llamado mundo libre, (presidido
por las autoridades guberna mentales de los Estados Unidos, quizás
presionado por la comuni dad cubana exiliada en Miami y seguido por los
países defensores de la democracia, la libertad de expresión y los Derechos
Humanos, tanto del resto de América como por la Europa occidental),
referentes al silencio periodístico cubano acerca de la problemá tica social
impuesta, a su decir, por la revolución cubana en su afán de garantizar la
permanencia del sistema socialista, al parecer en desuso por su incapaci dad
para generar desarrollo económico y garantías sociales, y que en cierta
forma se prueba, según el criterio de muchos tras la bancarrota del comu -
nismo en la Europa del Este.
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(JR, martes 5 feb. 2008. Sección: Acuse de Recibo, por José Alejandro
Rodríguez. Página 2).
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Conspiración en La Habana
Fue en los primeros días de agosto de 2007, cuenta Odalys García, desde
Prolongación de Pancho Jimé nez sin número, entre Carretera de Jíbaro y
Río Yayabo, en la ciudad de Sancti Spíritus. La Empresa Eléc trica
realizaba trabajos en el barrio, y al abrir un hueco para colocar un poste,
averió la acometida de entrada de agua hacia la vivie nda de Odalys y la de
su vecina Milagros Carvajal. Resultados: se queda ron sin servicio de agua.
Estaban sin ella, todavía, el 1º de febrero pasado, cuando Odalys me escri -
bió, a pesar de que ha tramitado la situación. Han ido al Acueducto en
varias ocasiones, específica mente al Puesto de Mando. Se han quejado en
Atención a la Población del Gobierno Municipal. Fue en enero que se
personó allí la supervisora de Acue ducto, y prometió que irían
urgentemente a arreglar la avería. Nada de nada. ¿Por qué hay que
castigar tanto al vecino cubano? ¿Qué dice la Empresa Eléc trica de lo que
provocó?
¿La ley del embudo? Blas Rolando Díaz me escribe desde calle 13
número 7203, entre 72 y 74, en el munici pio capitalino de Playa, para
quejarse de las incongruencias e n el despacho a domicilio de los bul tos que
llegan por expreso en Ferrocarriles. ¿Cómo es posible que si a usted le
envían un despacho y no lo recoge a tiempo le cobran un recargo, mientras
la Empresa recibe paquetes y no te los lleva a casa en tiempo y f orma, se
demoran en la estación hasta 15 días y un mes, y no pasa nada? Siempre
existe una justificación: combustible, carro roto, o no hay ca rro. Y para
colmo, en el 2005 se extraviaron dos paque tes que me enviaron de Isabel
205
Eduardo Cordoví Hernández
Rubio, en Pinar del Río, con despacho a domicilio. Hice la reclama ción con
el comprobante y expediente 33, y estoy esperando…
Tanto esfuerzo para hacerlo mal: Desde San Genis sin número, en el
poblado de Rancho Veloz, Villa Clara, Aimeé Acosta transmite la inquietud
de muchos vecinos: el 20 de septiembre del 2006 fue reinaugu rado el
policlínico de esa localidad, para alegría de los pobladores. No solo
mejoró la edifica ción, sino que la dotaron de equipos muy modernos. Con
todo ello, su personal brinda un servicio de alta calidad y esmerada
atención. Pero, meses después de la reinauguración, la fosa del policlínico
comenzó a verter hacia la calle. Tal irregularidad fue tramitada con Salud
Pública y el Gobierno municipal, pero la situación permanece igual o peor,
porque ya las aguas albañales se están estacionando sobre la acome tida de
agua potable. Los vecinos averiguaron, y les dijeron que todo fue por un
error constructivo en la fosa: la hicieron más pequeña de lo que re quería el
policlínico. ¿Continuará en el aire lo mal hecho p or miedo a poner la culpa
sobre los hombros del culpable?, cuestiona Aimeé.
Torcidos los derechos del cliente: Milaidys Calvo adqui rió una lavadora
en marzo de 2005, para aliviar la carga doméstica allá en su casa, en calle
51 número 2002, en Nueva Gerona , Isla de la Juventud. La compró en la
tienda El Pinero, de CIMEX en esa localidad, con una garantía por tres
años, que se vence el 14 de marzo próximo. En enero pasado se le averió la
secadora del equipo, y la llevó al taller de esa entidad, pero dejó de
funcionar otra vez. La llevó de nuevo, y posteriormente tenía problemas, ya
por tercera vez. Cuando lee los derechos del cliente, que aparecen en el
certificado de garantía, descubre que ante tres roturas de un equipo en el
tercio del plazo de garantía tot al, se repone el mismo al cliente. Milai dys
va entonces al taller a reclamar sus dere chos, y la atiende el contador,
quien le manifiesta: A usted se le debiera devolver el dinero y prohibirle
que compre en nuestras tiendas, y agrega: lo que ha ocurrido e s que el
técnico de experiencia no está traba jando, y tenemos otro nuevo, cuya
206
Conspiración en La Habana
Etcétera y etcétera…
Esto puede parecer incongruente, al fin y al cabo en todos los países del
mundo se publican hechos de asal tos, asesinatos, robos, abuso s legales,
descuidos, arbitrariedades de los funcionarios públicos, en fin; y tal no se
entiende como prueba de que tales países fun cionen mal, no sean
democráticos o que se ponga en tela de juicio la autoridad de sus gobiernos.
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CAPÍTULO XXXII
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Conspiración en La Habana
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Eduardo Cordoví Hernández
–Siempre hay algo más tras todo esto, mi querido Fan del; porque todo
esto es lo que creemos que es la realidad, todo esto no es más que el velo de
nuestra imaginación. La realidad es otra.
– ¿Cuál será, entonces, nuestro próximo paso?
– ¿Nuestro qué?
– ¡Vamos, Duphane! No irá a decirme que va a de jarme fuera. Tengo
cierta experiencia como investiga dor, me interesa el caso y estoy
colaborando con infor mación. Por otra parte, usted, se asesoraba con el
Profe; un viejo medio loco…
–No lo crea tan loco, esa es la imagen que quiere dar. El Profe , sabe más
de lo que, usted, se imagina.
– ¿Entonces?
–Está bien, Fandel. Voy a revisar el banco de datos que tenemos. Como
sabe, ahora disponemos de computadoras y todo es mucho más rápido y
fácil. Lo mante ndré informado. No se preocupe. Tendría que revisar los
documentos de que me habló.
–Aquí los tiene. –Y le extendió una carpeta. – ¿Cuándo se supone que
pueda tener algún resultado?
–No sabría decirle. En realidad , el tema me resulta muy sugestivo.
Quizás, dentro de un par de horas vaya por su casa , Fandel. ¿Cuál es la
prisa?
–Nada en particular, curiosidad, a mí ,igual, me parece muy atractiva la
cuestión. Pero no me parece buena idea que pase por mi casa hoy, tengo que
hacer algunas gestiones aún…
–Bueno, espéreme por aquí dentro de tres horas. ¿Está bien así?
–OK.
–Quedamos en eso.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XXXIII
El título apropiado para rotular este apartado debió ser , Retrato del
artista Ido Lecente, pero iba a presentar la incongruencia de confundirse
con la novela de Joyce.
En la vida real, Ido Lecente , no fue Ido Lecente, sino Eusebio Fernández ;
pero, Eusebio Fernández , eligió ser conocido como Ido Lecente.
Ido Lecente, fue un artista porque re alizó una obra co piosa en las Artes
Plásticas. Pintó más de doscientos lienzos al óleo de mediano formato (no
mayores de un metro cincuenta por setenta y cinco centímetros) los cuales
expuso en los vestíbulos de algu nas escuelas y centros laborales con l os que
tuvo vínculos en diversas etapas de su vida. Su producción pictórica , le
sirvió para vivir de ella aunque , no pasó de tener una bicicleta.
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Eduardo Cordoví Hernández
La sabicusabia es una pieza que pasa por decorativa, pero es más. Fue
realizada con rigor d isciplinario, bajo circunstancias predeterminadas y
con un propó sito definido.
30
Ar t e o b j e t i vo : E s l a a p r o xi m a c i ó n a l c o n c e p t o d e u n a a n t i gu a e xp r e s i ó n a r t í s t i c a c u ya s
c a r a c t e r í s t i c a s y c u a l i d a d e s n o p u e d e n s e r d e s c r i t a s e n e s t a s p á gi n a s p o r f a l t a d e e s p a c i o .
31
E xp l i c a r l o q u e s i gn i f i c a e n e s t e c o n t e xt o l a e xp r e s i ó n E n R e a l i d a d o c u p a r í a d e m a s i a d o
e s p a c i o p e r o e n t i é n d a s e q u e s e r e f i e r e a u n a c o n n o t a c i ó n d e r e a l i d a d mu c h o m á s t r a s c e n d e n t e
d e l o q u e , p o r l o c o mú n , e n t e n d e m o s c o mo t a l .
212
Conspiración en La Habana
Con el viejo Tejón, aprendió las artes ocultas que lo facultaron para
realizar diversos oficios manuales así como ciertas liturgias,
encantamientos y hechizos para favorecer al género humano, después de su
iniciación en la hermandad.
En 1959, la casa fue demolida y el padre de Ido con servó los marcos de
sabicú, en los cuales, Ido, produjo las únicas doce sabicusabias que
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Eduardo Cordoví Hernández
existen en el pla neta, todas con diferencias formales pero con idén tica
funcionalidad.
La pieza, aunque tiene nombre, éste , no debe ser pro nunciado. No pasa
nada al decirlo, solo no debe decirse y punto. Pero usted puede hacer lo
que le plazca, en fin, no corre peligro ni pierde nada. La pieza , continuará
brindándole lo mismo. Pero no debería hacerse.
No es un ídolo, no se le ofrece culto. Es como un apa rato que usted usa
pero que no venera. Las, pa ra usted extrañas o misteriosas circunstancias
214
Conspiración en La Habana
Constituye una verdadera lástima que los turistas que compraron esta s
piezas; únicas y especialísimas, en las Ferias de Artesanías de la capital
cubana; desco nozcan estos detalles, pero no se debe a razo nes imputables
al autor sino a los artesanos que las comercializaron, quienes tratan de
borrar toda huella que lleve a los productores reales. Muchos de estos
artesanos hoy viven en ciudades americanas y euro peas invitados por
clientes que les compraron obras que nunca produjeron.
215
Eduardo Cordoví Hernández
rescató estos marcos para puertas y ventanas, con intención de utilizar los
para hacer carbón.
Extrañas circunstancias , que no cabe relatar aquí, impidieron que,
propósitos tales,se hicieran realidad y pasa ran esos maderos al patrimonio
de la familia.
Cuando, Ido Lecente, estuvo en posesión de los conoci mientos; vedados
para la mayoría de las personas y que le llegaron por medio de los libros de
Fiodor Fiedo rovitch y del viejo Tejón; trabó conocimiento con Walterio
Olibando, otro miembro de los docenios, escritor fracasado quien le
enseñara a plasmar en e l arte de la talla en madera la práctica de tales
conocimientos ocultos.
Después, de largos años, inmerso en las rigurosas disci plinas y principios
del arte objetivo, Ido Le cente, incorporó a la ejecución de su estilo las
influencias de la corriente arq uitectónica conocida como brutalismo,
impuesta por Le Corbusier , en los años cincuenta del siglo XX. De ahí, que
sus obras no manifiesten un acabado riguroso en cuanto al bruñido de las
superficies, terminado de las texturas ni a la simetría de las formas. (Los
grandes artistas siempre han sido espíritus incomprendidos).
Tales hechos conspiran, en la primera impresión, con tra la valoración
positiva de esta obra. No obstante su verdadero objetivo no está dirigido a
la ornamentación ni a la exaltación del s entido artístico sensua lista, sino
para servir de soporte a una serie de vibracio nes y campos sutiles de
energías, propias para el enriquecimiento de las facultades humanísti cas de
las personas próximas al campo de acción de la pieza. (Que para este cas o
es de un radio de unos cinco metros).
Walterio Olibando, posó para su discípulo , Ido Lecente, a fin de que
ejercitara diversas técnicas plásticas. Ido Lecente , utilizó tales diseños para
ejecutar estas pie zas que intentan reproducir e influenciar, la pr esencia de
ánimo, la capacidad introspectiva y la autoestima de aquel creador.
Una simple observación de estas obras demostrará que , Walterio
Olibando, fue un individuo seguro de sí mismo, despreocupado por todo
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Conspiración en La Habana
aquello que pueda ser gravoso, negativo. Pue de dar la impresión de abúlico,
pero no, si se observa mejor se aprecia que mantiene una sabia indiferencia
sobre la realidad muy acorde con las enseñanzas del budismo zen, de las
técnicas sufíes y de karma yoga.
Ido Lecente, fue el fundador del Primer Ins tituto Interna cional
Independiente Para la Posible Evolu ción Humana en el II I Milenio, y se hizo
llamar, duque de Lawton. Tal institución, de carácter hermético, des arrolló
cursos sobre Psicología esotérica, Filo sofía de la vida, soluciones para la
problemática existencial y desarrollo de las potencialidades mentales y
emocionales, en un reducido grupúsculo de discípulos seleccionados con
rigor, quienes fueron llama dos, de forma peyorativa, Los pirofláuticos, por
seguidores de otras corrientes filos óficas de orienta ción diferente.
Este señor, pasó por ser un hombre común y ordina rio, un simple
luchador por la supervivencia pero de bemos advertir, sobre todo para
aquellos que de al guna manera se encuentran enfrascados en la búsqueda
de las verdades existenciales, para quienes ocupan tiempo de lecturas, de
tertulias, en iniciacio nes en sectas exóticas o tras el encuentro con un
maestro consagrado, que muy bien puede suceder que todo esto se
encuentre más cerca de lo que creen y sea mucho más fácil de lo que se
dice y aunque no deja de ser un regalo existencial, la persistencia de
ciertos patrones de conducta pueden repetir ciertas experiencias.
217
Eduardo Cordoví Hernández
Hacia finales de los ochenta, y durante casi la década del nov enta a
fines del siglo XX, con corta dife rencia, a todos les dio por cambiar la
carpintería de madera por hierro y vidrieras; quizás dado por el desarrollo
económico del país o bien por el ascenso en los índices de robo (estos
parámetros suelen estar asoc iados aunque no faltan quienes aseguren que
los atracos ascienden en proporción a la miseria) pero esto es más bien
asunto de sociólogos y políticos. El caso es que se hacía fácil encontrar
marcos de puertas y ventanas de madera dura , en cualquier basurero.
Infame.
rodeado de basura.
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Conspiración en La Habana
destrucción y olvido.
continuarás así.
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Eduardo Cordoví Hernández
Jesús, pasó hambre; también, Gandhi. Para citar dos casos en una
comparación que puede llamarse exce siva y pretensiosa. Pero si usted es
justo convendrá conmigo en que , Ido Lecente, de algún modo, merece
cualquier esfuerzo que se pretenda en su favor p orque, con todo y ser
llamado marquéspor sus amigos, el tiempo de su vida ha sido para crear
objetos de rara belleza que perdurarán ,por tiempo indefinido, produciendo
emociones positivas en otras personas.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XXXIV
Tres horas más tarde, Fandel, regresó al lugar donde debía encontrarse
con Duphane. Cuando comenzaba a impacientarse llegó el detective,
trayendo bajo un brazo la carpeta que , Fandel, le había dado horas antes.
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Eduardo Cordoví Hernández
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Conspiración en La Habana
–Bueno son una serie de escritos como el cuento de La buena pipa, todos
son encontrados de forma simi lar y quien encuentra uno, describe cómo lo
encuentra y añade datos de su investigación sobre el autor del texto hall ado.
Eso.
–Eso es: en general, Fandel. Yo le pregunto en particu lar.
–Mire, Duphane, no me joda, que esto se me está pare ciendo a una
escuelita. Acabe de decirme qué le pa rece ¡a usted! si es que le parece
algo y acabe de una puta vez.
–A mí me cuesta c reer que, usted, no se haya dado cuenta…
– ¿Pero de qué?
–De que todas las historias se parecen en su argu mento y progresan en la
complejidad gráfica del texto: La de Olido Olerán a la de Lirado Fúndelo, la
de, éste, a la de Walterio Olibando y, cuando éste otro, da la impresión de
que va a semejarse a las anteriores , surge la nota de Servando , de quien no
se dice nada, y menos del tal hijo. ¿Usted , sabe quién es , Servando?
– ¿Qué voy a saber? –Y no mentía.
– ¿Y, Wilma?
–¡Ah! –Exclamó, Rodelio, encogiéndose de hombros. –Pero espere
¿Usted ve lo que es llegar a valoracio nes aventureras partiendo de análisis a
la carrera?
– ¿Por qué lo dice?
–Porque ahí no dice que , Servando, tenga un hijo ¿Se da cuenta? El hijo,
es del gallego.
–Déjeme ver… Sí, sí, tiene to da la razón. Pero, de todos modos, hay algo
oculto tras todo esto.
– ¿De veras? ¡Júrelo!
– ¡Ah, no joda, Fandel! –Y continuaron andando.
A las seis y treinta de la tarde tocaban a la puerta del Profe.
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Conspiración en La Habana
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–Al que conocí mejor fue a Ido Lecente, vivía en Law ton y tallaba
pensadores de madera para las ferias de artesanos, pero ya debe tener cerca
de ochenta años , si no ha muerto. Al otro, como les dije lo vi un par de
veces y no recuerdo su nombre, era un viejo menos sociable.
–Trataremos de dar con él, en Lawton , conozco a varios talladores de
madera, más bien jóvenes, pero es tos artistas se conocen entre ellos y se
supone que bus quen ideas, experiencias o herramientas con los más viejos.
–Especuló, Fandel.
–De más está decirles , de mí ni hablen, aunque me gustaría me
mantuvieran al tanto.
–Descuide, Profe. Ti ene mi palabra. –Y le tendió la diestra que , el Profe,
se apresuró en estrechar , mirando con ojos de carnero a punto de ser
degollado.
Ya en la calle, el inspector de policía y Rodelio Fan del, decidieron dejar
para el día siguiente las investiga ciones y se separaron, con la esperanza de
que la próxima jornada, trajera respuestas concluyen tes a sus incógnitas y
se despidieron con un sencillo Hasta mañana, no sin antes acordar un nuevo
lugar de encuentro.
CAPÍTULO XXXV
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Conspiración en La Habana
Alrededor de los héroes , siempre se han tejido leyen das. Después que los
hombres conquistan la gloria , cualquier cosa que hagan se convierte en un
mito. Sucede, más o menos, igual que con los enamorados, el objeto de
atención amorosa puede ser un adefesio, pero se encuentra divino.
Cualquier disparate que diga, una gracia.
La máxima graduación , de los oficiales del ejército rebelde, era la de
comandante; toda aquella nomencla tura rimbombante del ejercito
constitucional: coroneles, tenientes-coroneles, generales y almirantes, fue
abolida. Comenzó a verse como algo innecesario. Los cuarteles militares ,
fueron converti dos en escuelas; la Policía cambió el uniforme tradicio nal
azul Prusia, por el verde olivo. El Castillo del Príncipe, dejó de ser c árcel
en medio de la capital habanera, el Presidio Modelo , de Isla de Pinos, hoy
Isla de la Juventud, se convirtió en museo. Tales cam bios y tales
coincidencias místicas , prometían una era de paz y un impulso hacia el
progreso.
32
Luego se supo que no fueron tantos. La revista, Bohemia, publicó que, entre ambos
bandos, no llegaron a tres mil muertos.
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CAPÍTULO XXXVI
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Era una casita despintada , pidiendo a gritos una repara ción general.
Algunos desconchados de revoque , mostraban los ladrillos desgastados por
la agresividad de la intemperie. Ubicada en las a fueras del barrio,
comenzaba a evidenciarse un sabor rural en el am biente, con los jardines en
los parterries, olorosos a ruda, albahaca y romero, y los traspatios se
desbordaban por los techos en la tupida arborescencia de man gos, naranjos,
chirimoyas y mameyes.
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–Sí, vivo a unas tres cuadras de aquí. Bueno, perdone la molestia. –Y dio
media vuelta dis puesto a retirarse. Duphane , lo miró entreabriendo los
labios.
–No hay nada que perdonar. Tengan buenos días.
–Buenos días. –Terminó diciendo el inspector poli ciaco, para seguir a
Rodelio, quien le llevaba unos pasos de ventaja.
–¡Oiga, Fandel! ¿Pero qué cosa es ést o? ¿Cómo arranca y se va así ,
cuando el viejo se estaba rela jando?
–¿No vio que estaba impenetrable?
–Sí, sí, sí, pero bajó la guardia cuando , usted, le habló de Ruperto y lo
reconoció del barrio.
–¿Qué iba a decirle? No se me ocurrió nada. ¿Y por qué no insistió
usted? Al fin y al cabo es el policía.
–Fandel; sabe muy bien , que este asunto está ya bajo el control de la
Seguridad del Estado y que es tamos en esto , investigando por nuestra
cuenta. Teníamos un acuerdo ¿No? Cómo piensa que voy a meterle una ca -
ñona al viejo , identificándome como policía cuando veo que comienza a
aflojar. ¡Pensé que era la oportuni dad suya y que iba a aprovecharla!
–¡Bueno! ¿Y ahora qué hacemos? –Fandel, se detuvo cruzándose de
brazos.
–¿Qué propone? –El detective, también, dejó de andar y se rascó la nariz.
–¿Le parece esperar un par de días y volver a caerle por acá?
–Está bien. ¿ Lo recojo en su casa?
–No. Mejor nos vem os en casa de Ruperto. Quizás nos dé alguna idea
para que el viejo nos permita , por lo menos, pasar. El Rupe , lo conoce
mejor.
–Está bien, pasado mañana, a esta hora más o menos.
–Me parece divino.
Se separaron en la línea del tren.
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–¿Pero qué cosa es ésta? Esto es una propiedad pri vada y está, usted,
violando mi derecho constitucio nal…
–¿Qué derecho, ni q ué derecho? Usted está viendo demasiadas películas
americanas… esto se trata, se ñor, de un asunto de seguridad nacional. ¿No
lo sabe? Y, usted, está involucrado en todo esto al formar parte de un
grupúsculo clandestino , cuyas actividades entorpe cen las i nvestigaciones
oficiales. ¿Tampoco sabe que lo relacionado con la simple asociación ilí -
cita: fundación, militancia, programación de activida des, proselitismo,
constituye figura delictiva y que existen pruebas y testigos de su
peligrosidad social en este sentido?
–¡Espere, Duphane, que la cosa no es para tanto!
–¡Usted, cállese, que usted , también, está estableciendo complicidad con
este sujeto al ocultar informa ción al proceso de pesquisaje!
–¡Oiga, Duphane! ¿Cuál proceso , de cuál pesquisaje, si esta investigación
era entre usted y yo?
–¡Sí, era! Porque, usted, no ha sido honesto conmigo.
–Es cierto, pero se trataba de asuntos muy persona les y pensé que no me
ayudaría.
–¡A ver! –Duphane, se dirigió, entonces, a Ido Lecente. – ¿Qué gana con
mentirle a este mequetrefe? –Señaló con el pulgar al mequetrefe.
–¡Ya me suponía que no era cierto! –Fandel, pateó el piso.
–¿Y por qué está tan seguro de que miento? –Inquirió el viejo Ido.
–¿Dice, usted, que es cuñado de Servando?
Ido Lecente, asintió con la cabeza sin darle importan cia.
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»El asunto del oro era s olo uno de sus aportes a la cien cia. Presentó
proyectos para un aparato que cu raba el cáncer; otro , que detenía cualquier
motor a dis tancia; también, un método para puri ficar el acero... en fin , para
qué contar. Recibió ofrecimientos de los Estados Unidos y de la Gran
Bretaña, y un rico banquero suizo decidió pagarle un salario anual de
veinticuatro mil francos y, durante un año, mantuvo al inventor y a su
familia.
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»Otras fuentes lo hacen más antiguo, más perverso y más relacionado con
las fuerzas oscuras, pero no están confirmadas. De una forma u otra, el
individuo, por ello no va a dejar de ser peli groso como para dejar de
andarnos con cuidado ».
Hasta aquí , las palabras del viejo dejaron , en Rodelio Fandel , una cierta
imprecisión; su conversación con el tal Alithius , no le había dej ado la idea
del peligro, sino, más bien, de pena por el pobre diablo.
Al final, se despidieron.
Duphane, no aclaró nada más. El viejo , tampoco. Todo fue, para Fandel,
como si entre ellos se hubiera ten dido una gasa de celo profesional
enredada con un matiz de otro trasfondo personal no revelado, pero que ,
Fandel, asoció con Vilma , sin saber por qué. El po licía, con nombre
francés, estuvo todo el tiempo casi exigiéndole, conocer a Vilma, al punto
que le prometió arreglar un encuentro.
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CAPÍTULO XXXVII
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Aún era fuerte, pero ya estaba viejo. No era , en reali dad, un disfraz. No
tenía familia. Perseguido por la policía por un delito estúpido, había caído
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Conspiración en La Habana
Sentía que, su vida, no había sido más que el rol de ser un juguete de las
circunstancias y las experiencias de otras personas. Su re alidad, no había
sido otra cosa que: actuar de extra en un filme , a fin de resaltar el pa pel de
los verdaderos protagonistas. Se daba cuenta que había realizado una
brillante actuación de quinta categoría, cuando hubiera podido hacer el
protagónico; pero, además, que había sido así, s olo, porque: así sucedió.
Ocurrió. Él no había funcionado como un ser humano, sino como un
autómata, como un robot, como un títere movido por fuerzas externas
invisibles.
Un poco después , llegó una lancha rápida, negra, con dos motores fuera
de borda.
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No que espera, que si los pasteles son de coco, que yo pensaba… y ahora
seguro que el otro… no digo yo…
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Bajo un fuerte sedante, fue puesto en libertad, con indi caciones para una
atención sistemática del médico familiar d e su cuadra. De otro modo ,
hubiera sido, en la práctica, imposible sacarlo de la celda.
Cada vez más, crecía en su mente la idea de levan tarse como un profeta y
propagar su verdad entre el pueblo; quien era, en definitiva, el único que
estaba sufriendo las consecuencias.
¿Qué podía suceder? ¿Que los sicarios del Ministro de Defensa le dieran
muerte? ¡Bah! De todas formas hay que morirse. Quizás , enviaran a los
lobos chinos o a los vampiros, pero lo dudaba. Tanto licanes como muertos
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Eduardo Cordoví Hernández
Pero, él, no era un hombre culto, no disponía del pre ciado don de la
palabra. El miedo escénico lo cohibía. Estas ideas sobre sí mismo , lo
inmovilizaban. Sin em bargo, tenía una verdad que exponer, y alguna vez
oyó decir algo así como: la verdad os hará libres. De modo que, olvidando
sus propias opiniones sobre sí y recordando la verdad a exponer, resolvería
sus problemas. Tenía, además, el motor impulsor de un trago de ron. Bien
sabía que en una barra, cualquiera camparte su botella a cambio de una
buena historia con la cual olvidar la suya.
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XXXVIII
A Fandel, sin existir una causa razonable, no le hacía ninguna gracia que
el funcionario de policía se entrevis tara con Vilma. No era por celos. A fin
de cuentas, no parecía interesarle hablar con Vilma, sino con la reina
Sofronia, única per sona que estaría en capacidad para darle información
sobre el supuesto vampiro , Alisthius. Pero, no obstante, presentía otra
oculta pretensión. La conversación , que ambos habían sostenido con Ido
Lecente, estaba desbordada de interro gantes y zonas impreci sas; y, a
Fandel, le gusta ban las cosas claras.
– ¿Y?
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– ¿Y? ¿Qué cosa? –Fandel, la miró con fijeza a los ojos algo oblicuos y,
de inmediato, su vista fue en dirección a la derecha del cuello femenino,
allí debajo de la oreja, como le había dicho , Lecente.
No vio nada particular aunque la cabellera, negra y lacia de la mujer no
permitían una observación que pudiera llamar se fehaciente. Fandel , se puso
de pie, se le aproximó, extendió su mano para, al acariciarle el cuello y con
el dorso apartar los cabellos. Ella sonrió.
No. No había ningún lunar. Pero , si lo hubiera, no tendría nada que ver
con él; en todo caso con el hij o del tal Servando, así que no tenía caso
seguir explo rando ese camino.
–Bien, parece que las investigaciones han dado fruto . –Se limitó a decir
ella con cierta gracia.
–Pues sí y no.
– ¿Cómo?
–Sí, porque todo parece indicar que, en efecto, no somos herma nos…
– ¿Pero, todavía, nada más parece indicar?
–En realidad, quien puede dar en esto la última pala bra, dice que no
somos nada.
– ¡Menos mal! ¿Y el no?
–El no está dividido en dos partes…
– ¡Contra, Rodelio, la verdad es que para encontrar impedimentos e res lo
máximo! –E hizo un gesto de contrariedad.
– ¡Espera, espera! Porque si son contrariedades o no , dependerá de ti.
–A ver. ¿Cómo es eso? –Y comenzó a desabotonarse la blusa. Fandel , fue
quien sonrió entonces, detenién dola por las muñecas.
–Espera y escúchame: La mayor parte del problema está en que te tienes
que salir de todo este complot diabólico…
–En la práctica ya casi estoy fuera, incluso mi her mana estuvo esta tarde
por aquí y me dijo que apenas encuentre donde esconderse un tiempo , se les
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Antes de las nueve de la mañana, con una taza de café por desayuno ,
salió Fandel, abriendo su paraguas, en busca del policía.
A las once, ya había dejado de llover , pero estaba el cielo muy nublado ,
con un color gris cerúleo que, a quien le gust aran los días soleados , le daría
ganas de llo rar. Pero no fue, hasta esa hora , que pudo dar con Duphane.
Al entrar, Fandel , notó a Vilma nerviosa. Pero le pare ció normal. Luego
de las presentaciones , se sentaron;. Fandel, se dio cuenta que el policía
buscó la forma de sentarse a la diestra de Vilma y que la obser vaba
insistente al cuello, bajo su oreja derecha, tratando de atisbar bajo la
cabellera femenina.
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Conspiración en La Habana
– ¿Cómo, cómo?
–No, porque yo no sé con exactitud, en estos momen tos, dónde
encontrarlo. Es probable que en cualquier momento él se ponga en contacto
conmigo, como siem pre ha hecho, pero es algo que parte de él, que él
decide, y que nunca sé cuándo será… puede ser lo mismo pasado mañana
que dentro de seis meses. ¿Se da cuenta?
– ¿Y cómo: Sí?
–Bueno, el sí, está en dependencia de usted mismo.
–No entiendo…
–La persona que sí sabe cómo hallarlo, y que está incluso dispuesta a
propiciar que se produzca un en cuentro entre usted y Alisthius, lo haría solo
si, usted, le diera seguridad…
– ¡Aaaah! –Se quejó el policía.
–Es un pequeño negocio, se trata de mi hermana, que quiere salirse de
esto…
– ¿Y cómo queda todo ese asunto del vampirismo y la inmortalidad…?
–Mire, quizás, usted, no esté al día en tales temas, pero déjeme decirle
que eso no es tanto así. ¿Sabe? Eso no es para todo el mundo. En nuestros
tiempos la cosa no funciona ; en la concreta, tal como en los filmes de Bela
Lugossi, ni como en los best sellers de la novela góti ca moderna, para que
lo sepa. Es algo más tenebroso pero, también, más sutil. Aunque, a usted, lo
muerda un vampiro y comience a compor tarse extraño, tiene un altísimo
porcentaje para esca par de su influjo; basta, no más que, usted, no quiera
seguir el juego. ¿Entiende?
–Sí. Algo he oído decir.
–Entonces, que más le da darle albergue un tiempo a mi hermana…
– ¡Ay, sí, por favor! –Suplicó Mávil, la hermana de Vilma, saliendo del
cuarto donde, hasta el momento, había estado escondida. No más , lo dicho y
ya estaba de rodillas abrazando , a Duphane, por la cintura y apre tando su
cachete izquierdo muy al sur de donde el policía , tenía el ombligo.
Fandel y Vilma, intercambiaron una mirada cómplice.
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– ¡Bueno, bueno, póngase de pie ya! –Le ordenó el inspector tomá ndola
por los hombros.
Una vez en pie, la joven china, a un par de palmos de las narices del
investigador policiaco, éste sintió un estremecimiento tentador recorrer sus
entrañas. Allí estaba, enfundada en un jean azul, desteñido, ceñido,
desabotonado, fi rme… una modelo de pasarela con unas libritas de más , que
haría morir de envidia, a las mulatas modelos de Tropicana; con una blusita
de algodón anudada a la altura de las costillas , pero abul tada de tal manera
que hacía hasta lo imposible por no saltar los botones. El detective , echó
una fugaz ojeada investigadora al cuello bajo la oreja dere cha y suspiró con
alivio.
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CAPÍTULO XXXIX
Un par de días , después; aún sin noticias sobre los pla nes de Duphane,
Mávil y la posible entrevista con Alisthius, el doctor Villa, el señor del
bastón o del pobre diablo que , en definitiva, podría ser el tan perse guido
personaje a quien nunca logró , Fandel, conferirle la peligrosidad que tantos
le atribuían; al regreso del trabajo pasó por el Silvayn de dieciséis y
Concepción, lugar donde tuviera aquel accidental en cuentro con el
personaje que se había convertido en el centro de una historia terrorífica y
grotesca pero que, a Fandel, cada vez más , le parecía exagerada y ridí cula.
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todos los perros que han existido o que exis tirán. De modo que , de forma
individual, no existe, su existencia tiene valor nada más como especie: la
canina.
»El hecho de que baile, traiga el periódico, guíe a un ciego, salve vidas o
descubra criminales tiene un valor potencial como especie , no como ser
individual pues ningún perro , por sí mismo, tiene tales iniciativas. ¿Le
parezco disparatado verdad?
»Como verá, en el perro podemos delimitar , en funcio nes, dos cuerpos:
Uno físico y otro emocional. Sus emociones manejan su cuerpo físico, lo
hacen gruñir, ladrar, mover la cola; pero sus actos , produci dos por sus
emociones, son respuestas a estímulos exter nos; o sea, que él no decide
estar contento, no elige ponerse bravo, no se propone ir a ningún sitio, sino
que se alegra si ve a su dueño, se enfurece si ve a otro perro invadir sus
dominios o se va tras el ti ntineo de una cuchara golpeando sobre un plato.
Los únicos movimientos que parecen tener una causa inte rior en él, son
aquellos para buscar comida o pareja, pero el hambre y el sexo son aspectos
que le suceden como producto del funcionamiento de su apar ato físico. Por
tanto, el perro , es un juguete de las circuns tancias externas en que vive, él,
por sí mismo no puede crear circunstancias favorables, no puede siquiera
elegir un amo. No hay, en él, un centro de direc ción y control que elija
emociones que lo muevan o lo frenen, sino que todo lo que motiva su vida
es externo, por eso es, con facilidad, gobernable, por eso es servil, porque
su patrón es quien le da orientación y control, el dueño piensa por él, toma
decisiones por él. El perro , se vuelve, o es, un instrumento del amo.
»Por otra parte: una máquina no es responsable del trabajo que rea liza,
porque una máquina traba ja debido a influencias externas. Ella, no se
conecta, no decide echar a andar ; todo le viene de fuera. Una máquina en sí
misma, no tiene intención de nada , no puede alterar nada de sí. Si se rompe,
si se acelera o desacelera o si detiene el flujo de su producción , no se debe
a sus intereses o a su sim ple capricho de variar lo que hace.
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llegarle cierta ayuda para salir de ese estado en que se encuentra y pueda
emprender la ardua tarea de intentar existir en reali dad, pues nadie se
esforzará por buscar algo que ya cree tener.
»Por otra parte tenemos que: La cuarta dimensión es una consecuencia de
la Teoría de la Relatividad de Einstein (1879 -l955, premio Nobel d e Física
en 1929 ¿se acuerda? ). Esta teoría fue probada de forma experimental ;
primero, por la reflexión de los rayos de luz por la masa del sol. Lo que se
llama la curvatura del espacio, y que fuera fotografiado durante el eclipse
de sol del veintinueve de mayo de 1919. Tam bién, por las anomalías en el
perihelio de Mercurio. De la misma forma , por el corrimiento hacia el rojo
en los espectros de las estrellas lejanas. Y por último por la Teoría del Big
Bang. De modo que, el tema de múltiples dimensiones e stá sustentado de
forma experimental y en teoría, con suficiente con senso de la comunidad
científica.
»La idea de la cuarta dimensión , fue expuesta por ma temáticos de la talla
de Gauss, Lambert, Helmholzt, Poncairè, en fin… En la actualidad, se
especula en teoría los conceptos de los hiperespa cios, es decir espacios de
cinco y más dimensiones.
»El pensamiento humano , se proyecta en tres únicas direcciones
esenciales, querido Fandel: En Filosofía, en Religión y en Ciencias.
Algunos dicen que en Arte, per o el Arte tiene que ver con las emociones no
con el pensamiento en sí.
»En Filosofía existe un mundo visible: El de los efec tos, eventos, hechos.
Y un mundo invisible: El de las causas, las ideas. En Religión , existe un
mundo visi ble: el de los ritos, la s ceremonias, los sacerdotes y feligreses,
los templos,… y se observa la existencia de un mundo invisible: Ángeles,
divinidades, demo nios... Y por último en las Ciencias hay dos extremos,
hacia lo pequeño tenemos el micro mundo de las partí culas elementales:
Átomos, electrones, protones, y otros, de los cuales conocemos sus efectos
pero aún son invisibles. Hacia lo grande , tenemos un mundo invi sible que
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»Por otra parte, es un hecho reconocido que c uando el sol de este sistema
planetario consuma todo el hidró geno de su reserva y se apague, la vida en
la Tierra llegará a su fin ; es decir que, dentro de unos cientos de miles de
años, ¡Quizás, millones! la humanidad, tendrá que vérselas con la muerte.
Esto es un asunto en el cual existe consenso general.
»Toda la gloria humana, alcanzada por medio de su cultura, su historia,
en fin, desaparecerá con la Humani dad. La vida eterna planteada por las
religiones y los místicos, pretende una existencia que t rasciende ése
momento, es decir que la vida eterna im plica una vida , después, de la
muerte, no del individuo sino incluso, después, de la muerte del sol.
»Física, matemática y geométricamente es aceptado que al apagarse un
sol éste va en camino de conver tirse en lo que se llama un Hueco Negro y,
se hipotetiza, que esto puede ser un punto de comunicación hacia otro
Universo, es decir hacia otro espacio de dimensión superior. Dicen que
nuestro sol no tiene suficiente masa para conver tirse en un hueco negro
pero ¿Quién sabe, en realidad?
»Lo que sí se sabe es que si, en los primeros años de vida de un ser
humano, éste no recibe entrena miento adecuado para volverse un Ser
humano, pasado cierto tiempo, pierde su capacidad de humanizarse y
continúa siendo un a nimal salvaje. Esto ha sido confirmado por la ciencia,
con los casos de los niños lobos de la India . Me parece necesario
detenerme, en este punto, para argumentarlo, como debe, y para ello voy a
leerle una nota aparecida en el periódico Granma, de Cuba, el martes
veintiséis de febrero de 1985 y que traje , con toda inten ción, mi querido
Fandel, y leo:
»Ramu: el niño lobo de La India . La foto mues tra a Ramu, el llamado
niño lobo, poco antes de mo rir en un centro para desamparados. En 1976,
cuando Ramu fue capturado en la India junto a una cría de cachorros de
lobo, Ramu caminaba como sus compañe ros de crianza y comía carne
cruda. No obs tante, haberse acostumbrado a bañarse y vestirse, el llamado
niño lobo nunca aprendió a hablar ni pudo adaptarse a vivir en sociedad.
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el órgano por medio del cual se apre ciaría esta cuarta dimensión. El
despertamiento del sentido para lograr est a función, está relacio nado con
los estados alterados de la consciencia.
»La cultura vela el raciocinio y deja pasar el momento de la formación de
los cuerpos sutiles. Tal como el ser humano nace del animal , en el periodo
entre dos a tres años de edad, más o menos, y pasado este tiempo pierde la
facultad de humanizarse (recuerde el caso de los niños lobos de la India) .
Igual existe determinado momento para la formación de los cuerpos sutiles.
La cuarta dimensión , requiere de otro cuerpo, el cuarto cuerpo (Volu ntad)
el cual pasa a tal dimensión a la muerte del cuerpo físico, tal como se
conectaría (en hipótesis , hasta ahora) con otro universo, un sol al gastar su
combustible.
»El ser humano puede crear mundos de dos y tres dimensiones , los cuales
tendrán correspondencia y vida sutil en ese plano hasta la muerte de la
humanidad, pero no trascenderán ese momento. Un ejemplo de mundo sutil
de segunda dimensión o mundo emocio nal serían las obras de arte, las
cuales tienen manifesta ción en la tercera dimensión (libr o, filme,
arquitectura, música, cuadros, etcétera) y un ejemplo de mundo sutil o
mundo de tercera dimensión o men tal, serían aquellos mundos más
complejos que tienen una vida más evolucionada y proteica, ejemplo: los
partidos políticos, las corrientes fil osóficas, los movi mientos religiosos …
»Con esto tenemos que un ejemplo palpable de un mundo de dos
dimensiones cre ado por el ser humano sería un filme o un juego de béisbol
y su correspondencia tridimensional serían de forma respectiva, la
cinematografía y el mundo de los deportes. En ambos mundos, los cuales
como se ha dicho se interpenetran, se al canza la trascendencia de la muerte
individual humana. Un filme puede convertirse en un clásico, en una joya
artística y trascender a sus realizadores y actor es con lo cual perdurará ,
hasta la muerte de la huma nidad, la imagen, el nombre y el recuerdo de
éstos junto con la obra. Igual ocurre con aquel que entrega su vida (su
alma) al béisbol, a la literatura, a la política o a la religión, puede lograr
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»En lo cierto, hay quienes experimentan una sensa ción (una cierta
necesidad emocional, un darse cuenta que nada tiene que ver con lo
intelectual) de vacuidad interior , que debe ser llenada con algo.
»Esto se interpreta , por lo general, con el nombre de afán de
conocimientos, y muchos son los que si guiendo este di ctamen se convierten
en grandes reservo rios de información (que puede o no ser inútil) y a
quienes se les llama eruditos o se les tiene por personas cultas, mu y
preparadas, muy inteli gentes o que han llegado a algo en la vida.
»Pero si uno se aproxima u n poco a sus vidas , de modo que pueda
observar sus relaciones interpersona les en el círculo familiar o de sus
amigos íntimos y sus reacciones emocionales ante las incongruencias de la
vida, uno puede advertir , con asombro, que ni son tan inteligentes, ni su
cultura y preparación les sirve para vivir con satisfacción, ni llegaron a
nada real en la vida. Otros , tienen el discernimiento para advertir que, de
forma única, cierta información puede ser utili zada como instrumental o
como materia prima para reali zar, para crear, ese algo, con lo cual llenar
ese vacío que sienten.
»Es esa cierta información la que parece estar siendo preservada para una
minoría exclusiva por algún mo tivo importante que no cabe explicar aquí.
El caso es que, desde la más remota ant igüedad, se reconoce la traza de
sectas, hermandades, cofradías, sociedades, etcétera, las cuales, con
propósitos similares, ense ñan, estudian y practican cierto conocimiento en
el más estricto secreto, con el más riguroso hermetismo.
»En la actualidad, conviven en nuestro medio gran varie dad de
instituciones, las cuales, para quienes no son miembros, están matizadas de
un aura de misterio, tal es el caso de las órdenes de la Rosacruz, la Maso -
nería, los Odfellow, los Caballeros de la Luz... y mu chos se enrolan en sus
iniciaciones. Algunos quedan satisfechos con lo que allí encuentran o con lo
que allí les enseñan o con lo que logran descubrir con sus propios medios ;
otros, sin embargo, pronto se dan cuenta que se equivocaron, que aquel no
es su lugar, porque allí no está lo que ellos necesitan saber.
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sigue siendo lo mismo de hace diez mil años. No hay diferen cia entre el
odio, el rencor, la ira que puede generar un garro tazo y el que puede
producir un disparo.
»La expectativa de vida, una persona contemporánea, sigue siendo la
misma de la del hombre de las cavernas: buscar pareja, conseguir comida y
alojamiento, enfren tarse al dolor de las enfermedades, al deterioro físico de
la vejez y a la pérdida de sus seres queridos, de sus bienes y a la propia
muerte.
»Da lo mismo que una persona viaje a pie, en carreta o a lomos de un
burro, que sentado, con comodidad, en un avión de la Pan American o en un
trasbordador espacial. A los efectos de lo que puede ser su vida , lo mismo
da el canto del brujo de la tribu , que el bisturí del mejor cirujano , en la
clínica de los H ermanos Mayo, de New York.
»A los efectos de log rar Ser, es decir , de lograr una existencia total en un
mundo real no imaginario, la persona debe comprender el estado de
embotamiento psicológico en que vive. El humano, tal como vive, está
como si estuviera dormido, su vida transcurre como en un sueño. D ebe
pues, conocerse a sí mismo. Saber cómo funciona en su propia psicología.
El humano, para abordar esta tarea necesita estar consciente, necesita
despertar. Un a persona real, es una que está despierta.
»Me parece interesante que , también, le lea algunas ideas expuestas por
el escritor argentino Jorge Luís Borges , durante una entrevista que le
realizara, George Charbonn, publicada en su libro , El escritor y su obra.
Permítame, robarle unos minutos más y déjeme leerle esto :
»Conozco personas a las que les han aplicado la máquina –se refiere a
una picana eléctrica de tor tura- me dijeron que era necesario gritar antes
de sentir dolor. Que era necesario hacer cualquier cosa. Que se sentía
menos su efecto y que con ello se asus taba un poco al verdugo. Creo que se
trata de gente sencilla que no siente el dolor como nosotros, de la misma
manera. El coronel De Millares, que estaba en el Congo, me dijo, por
ejemplo, que los negros no sien ten el dolor, que no sienten las heridas
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modo, que tenemos acceso a un a realidad alterada, que nada tiene que ver o
tiene muy poco que ver con la realidad originaria y para colmo esa realidad
alterada no podemos predecirla más que dentro de límites estadísticos.
»Igual sucedería si donde se ha escrito electrón, partí cula, etcétera,
pusiéramos: ser humano .
»Podemos discriminar, distinguir o reconocer, con ma yor o menor
facilidad, varios niveles de existencia dentro de nosotros mismos, como si
fuésemos otras personas o como si tuviéramos otros cuerpos, los cua les son
parte indivisible y complementaria de noso tros.
»El primero de ellos sería el cuerpo físico: nuestra estructura osteo -
muscular, la cual no tiene ninguna dificultad para ser reconocida, se
encuentra en el ni vel de la primera dimensión.
»El segundo cuerpo, relati vo a la segunda dimensión, no es material en el
sentido del primero, sino que está conformado de una materia más fina,
pero podemos sentirlo pues , es el que pone en movimiento al pri mero. Este
segundo cuerpo es el cúmulo de emociones y sentimientos que
experimentamos. Las emociones tales como el miedo, la ira, la tristeza,
etcétera, desencadenan movimientos corporales, descargas hormo nales en el
torrente sanguíneo las cuales produ cen erizamiento, palpitaciones, llanto,
sudoración, respuestas musculares para el movimiento, etcétera. Bajo
estados emocionales específicos se realizan actos, se dicen cosas, etcétera,
las cuales no se harían si estos estados no aparecieran. La suma total de
emociones, la gama de sentimientos, la variedad de matices en este sentido
es lo que constituye el se gundo cuerpo, al cual los místicos y algunos
religiosos, llaman: cuerpo astral.
»El tercero, aún más sutil, conecta con la tercera dimen sión del humano,
siendo el caudal de pensamien tos e ideas que podamos tener sobre el mundo
circundante. Es el llamado: cuerpo mental. La mayoría, por lo común, todo
el mundo, tiene, más o me nos, cristalizados estos tres cuerpos , dado que to-
dos estamos en un mundo tridimensional y nos compor tamos de esa forma.
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ocurren en él; quiera o no. Lo que se llama pensar , está fuera del control
personal. La mente es como una pantalla de cine en la cual aparecen l os
pensamientos unos tras otros, en forma desordenada sin que la persona
pueda dirigir, el fluir de sus ideas , en una dirección deseada . Se piensa
sobre una cosa ahora y, después, sobre otra y, de inmediato, sobre otra dis -
tinta. Esta es la situación real de nuestro estado men tal ordinario.
»La persona, incluso, no puede ¡ni siquiera! parar de pen sar. Si
intentáramos tratar de tomar un objeto de atención digamos un lápiz, o
cualquier otro objeto, y pretender pensar solo en él durante apenas un
minuto, veríamos que mucho antes de que conclu yera ese tiempo tan breve ,
nos sorprenderíamos a noso tros mismos, pensando en algo muy distinto. Es
decir, que el aparato pensante es una máquina loca que trab aja sin control, a
saltos, de una idea a otra, fuera del poder de la voluntad. No obstante, a
seres que fun cionan de esta manera , les exigimos responsabili dad sobre sus
actos, sobre las decisiones que toman a partir de los pensamientos que
tienen. Pero como resulta que piensan una cosa ahora y otra luego, decide n
algo ahora y luego hace n algo distinto.
»Una persona así, y de esta forma somos todos los se res llamados
normales, no puede, en propiedad, ser llamada una persona responsable. Y
esta es ¡Solo una! de las cualidades que nos atribuimos con error. Con un
ser irresponsable no se puede convenir nada, no se puede acordar algo, no
se pueden hacer tratos seguros, esta bles y duraderos, no se puede contraer
ningún compro miso serio. No obstante, todo el mundo siendo adulto y
llamado normal, se atribuye la calidad de ser responsable ; cuando en
realidad no se trata de que no lo sea, sino de que , tal como funcionamos , no
podemos serlo.
»Puede suceder que por la necesidad de vencer un curso y graduarse de
algo, o por motivos de trabajo para ganar dinero las personas logren
entrenar su aten ción y lleguen a tener cierto control para dirigir, por
algunas horas su mente, y podría creerse que por ello subió su nivel de
responsabilidad aunque fuera un poco. Es cier to. Pero por poco tiempo ,
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Eduardo Cordoví Hernández
dado que existen otros errores y otras falsedades y otras atribucio nes, en las
cuales las personas llamadas norma les, sustentan su actividad ; quedando, en
la práctica, siendo tan irresponsables como antes. Por ejem plo, la gente
llamada normal no se conoce a sí misma, no sabe qué Es. Nadie , puede
definir con claridad qué Es; pues, poder llegar a explicar con claridad Qué
Somos, implicaría dar una conferen cia o escribir un ensayo filosófico.
»Por otra parte, además, como si fuesen piececillas de un reloj, las
personas llamadas normales, incluso las que tienen cierto cultivo
intelectual; desconocen su función dentro de la concatenación de los
eventos uni versales o sea; las personas, en general, no saben para qué
viven, sin embargo, creen saberlo.
»Hay que agregar que existe una serie de palabras, vamos a llamar
mágicas, que son, por demás, peligrosas; porque, como son como etiquetas
bonitas, las personas se las ponen para dar una imagen agradable y
confiable, de sí mismas, a los demás. El resultado es que las personas se
han puesto etiquetas de cosas que no conocen , pero que creen conocer. De
esta forma, la gente dice de sí misma: yo soy muy sincero, soy leal, yo amo,
soy maduro, soy responsable o se dice: fulano o zutano es hones to o es
sincero…
»Pero, hay más. Una persona, que le canta las cuarenta a cualquiera ;una
persona, que no se deja pasar una, dice de sí misma: yo soy muy sincero, no
puedo ser hipócrita. Esta persona le llama sinceridad a la expresión de sus
emociones negativas y al escape de su agresividad. Le ha puesto el nombre
de una cosa a otra, porque desconoce el significado de las palabras que
pronuncia.
»Existe toda una serie de criterios errados en los cua les todo el mundo
cree con firmeza, siendo falsos: se cree que se tiene un Yo único, que uno
piensa, se cree que se tiene control sobre el futuro inmediato, se cree que
Dios castiga a los malos, se cree que uno ama, se c ree que uno puede
experimentar amor siendo tal cual es, jaja ¡Qué barbaridad!
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Conspiración en La Habana
CAPÍTULO XL
Ciudad de La Habana, 1999
Sí. Fue a distancia. Todos los encuentros son s iempre a cierta distancia.
Era la primera vez que un papa visitaba Cuba, por tanto , fue histórico.
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Eduardo Cordoví Hernández
Quizás por esto , todavía, no han logrado detener a Ali thius Villanueva,
quien sigue haciendo de las suyas con nuevas estrategias y tecnologías de
avanzada.
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Conspiración en La Habana
F I N
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Eduardo Cordoví Hernández
venta del Instituto Cubano del Libro, publicadas en la revista Bohemia, obtuvo un
Víbora, en el Video Club de Ave. Camilo Cienfuegos esq. a 21, en Lawton, así
Cubanas del Instituto Cubano del Libro. AZUPress Digital de New York, le ha
www.primaveradigital.com
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