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centro de aguas urbanas

Nuevos Enfoques para el Drenaje Urbano de Aguas Lluvias

Bonifacio Fernández L., José Pedro Montt M. y Pedro Rivera I.


Centro de Aguas Urbanas. Departamento de. Ingeniería Hidráulica y Ambiental.
Pontificia Universidad Católica de Chile.

Introducción

La urbanización es uno de los procesos que afecta de manera más significativa las
condiciones naturales de una cuenca y su ciclo hidrológico, alterando los hábitat naturales,
impermeabiliza ndo y compactando el suelo, modificando las vías naturales de drenaje y
aumentando la contaminación de los recursos de agua. La concentración urbana en las
ciudades, y su crecimiento acelerado durante los últimos cien años, han puesto en evidencia
los efectos de la alteración significativa del medio ambiente y la hidrología natural (Figura
1). En las ciudades en que no se ha estado atento a enfrentar estos problemas, las aguas
lluvias se han transformado en un problema evidente, a tal punto que provocan daños por
inundaciones incluso para condiciones de lluvias habituales, como ha ocurrido en amplios
sectores de Santiago en las últimas décadas.

Desde mediados del siglo XX se ha reconocido, y verificado con antecedentes


cuantitativos, el impacto de la urbanización sobre la hidrología natural. Al comparar una
cuenca urbanizada con sus condiciones previas se advierte que en ellas escurre
superficialmente un mayor volumen de agua, disminuye la infiltración y la humedad en el
suelo, aumenta n significativamente los caudales máximos de crecidas con un tiempo de
respuesta menor y aumenta la cantidad y concentración de contaminantes. Uno de los
aspectos más estudiados es el incremento de la frecuencia y magnitud del caudal de las
crecidas urbanas, ya que ellas son responsables de las inundaciones. Ello se debe
fundamentalmente a dos factores. Por un lado el nuevo uso del suelo que aumenta la
proporción de áreas impermeables, y por lo tanto la proporción que escurre de las aguas
lluvias. Este es el aspecto más reconocido, pero no el único. A ello se agrega que los
elementos típ icos de la urbanización modifican el patrón de drenaje y conducen mejor el
agua, concentrando los flujos y aumentando su velocidad. La impermeabilización del suelo
tiene efecto sobre los volúmenes escurridos y la modificación de la red de drenaje sobre lo s
caudales máximos. El efecto combinado de ambos factores puede apreciarse en el gráfico
de la Figura 2, elaborado para la ciudad de Washington en Estados Unidos (Leopold, 1968).
En ésta se aprecia el aumento de la descarga de aguas lluvias urbanas debid o, por una parte,
a la impermeabilización de la superficie y por otra a la instalación de colectores que
facilitan el flujo. Esto deja en evidencia que la solución basada exclusivamente en evacuar
las aguas lluvias mediante colectores no hace sino agravar el problema hacia aguas abajo,
generando caudales de crecidas cada vez mayores y contribuyendo a un mayor impacto de
las aguas lluvias urbanas sobre los medios acuáticos receptores.

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Urbanizaciones de bajo impacto

En los últimos cien años el enfoque para orientar las soluciones técnicas a los problemas
que generan las aguas lluvias urbanas ha evolucionado dramáticamente, al mismo tiempo
que las áreas urbanas han concentrado la mayor cantidad de población y el nivel de vida de
los ciudadanos se ha elevado. A principios del siglo XX se consideraba que las aguas
lluvias eran indeseables en las ciudades y que los problemas que generaban eran
independientes del proceso de urbanización. Las aguas lluvias eran consideradas como las
aguas servidas, de manera que la solución consistía en desprenderse de ellas rápidamente,
capturándolas y evacuándolas hacia aguas abajo. En muchos casos se desarrollaron
soluciones combinadas, mezclándolas con las aguas servidas en el mismo sistema de
evacuación. Este enfoque alentó las soluciones basadas en colectores de aguas lluvias. El
sistema consiste en que las superficies impermeables entregan el agua a las calles, en las
cuales mediante cunetas se descargan a los sumideros que alimentan los colectores. Estos
colectores son similares a los de las aguas servidas, van enterrados y permiten el
aprovechamiento de la superficie del terreno para otros fines. Así se solucionó
simultáneamente la evacuación de aguas servidas y aguas lluvias del centro de Santiago,
como uno de los proyectos del centenario de la república (Bertrand, 1908). Este enfoque
colapsó con el crecimiento y desar rollo de las ciudades. El principal inconveniente es que
intenta eliminar los síntomas y no las causas, generando grandes problemas hacia aguas
abajo, dejando obsoletas las soluciones a medida que las ciudades crecen y no haciéndose
cargo de la contaminación de las aguas lluvias urbanas, al mismo tiempo que dificulta el
tratamiento de las aguas servidas.

A mediados del siglo XX muchas ciudades de gran desarrollo reconocieron que era
necesario cambiar el paradigma del drenaje urbano y propusieron un nuevo enfoque, que
considera las aguas lluvias como un recurso urbano y enfrenta las causas de los problemas
más que los síntomas. Este enfoque recono ce que es el proceso de urbanización el que
genera el problema de aguas lluvias, y es necesario por lo tanto controlar el volumen, los
caudales máximos y la contaminación en la fuente, minimizando el cambio hidrológico y
las externalidades negativas del proceso de urbanización. Para ello se desarrollaron nuevos
enfoque conocidos en EEUU como BMP, Best Management Practices (Urbonas y Stahre,
1993), o Técnicas de Gestión de Escurrimientos Urbanos, TGEU. Consisten
fundamentalmente en el desarrollo de técnicas y obras que permiten y facilitan la
infiltración y el almacenamiento, así como la captura de un volumen para el tratamiento en
el lugar de las aguas lluvias. La principal motivación de este enfoque es lograr el
tratamiento de las aguas lluvias en el lugar de origen, mediante infiltración, decantación o
almacenamiento prolongado, ante la poca factibilidad económica de hacer plantas de
tratamiento para caudales de crecida de operación esporádica aguas abajo de las ciudades.

A principios del siglo XXI la evolución natural del enfoque basado en la gestión de los
escurrimientos urbanos ha conducido a poner el acento en el diseño de las urbanizaciones,
desarrollando lo que se conoce como Urbanizaciones de Bajo Impacto, Low Impact
Development, uniendo aspectos hidrológicos y ambientales (Prince George’s County,
Maryland, 1999 ). En este esquema las áreas verdes juegan un papel fundamental. Desde el
punto de vista hidrológico se trata de minimizar la generación de escorrentía urbana
favoreciendo la infiltració n y el almacenamiento, mantener y potenciar la red de drenaje

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natural mediante la conservación de cauces y humedales, minimizar la contaminación del


escurrimiento superficial y favorecer la captura y almacenamiento para disminuir el
impacto sobre los medios acuáticos receptores. Este enfoque también considera la
construcción de obras del tipo de las desarrolladas para las TGEU, pero mucho más
pequeñas y distribuidas en los barrios.

Conservación y mejoramiento de la red de drenaje

Uno de los aspectos clave de las urbanizaciones de bajo impacto es conservar el sistema
natural de drenaje de la cuenca, acondicionado a la nueva actividad urbana. Esto se logra
incorporando los cauces naturales armónicamente a la urbanización, de manera que no sólo
cumpla con su función habitual de drenaje y almacenamiento temporal de las aguas lluvias,
si no que también tenga funcionalidad como infraestructura de uso público. Por ejemplo ,
como parque o zona de recreación, o contribuyendo al paisaje,. Esto tiene dos
consecuencias importantes. Por una parte disminuye dramáticamente el costo del sistema ya
que si se mantiene la red natural, no es necesario construir grandes colectores, que son los
elementos más caros del sistema de drenaje. Además las necesarias áreas verdes de toda
urbanización tienen su lugar predilecto en el sistema de drenaje y los humedales, ya que en
ellos es donde mejor se desarrolla la vegetación nativa, presentan continuidad y son los
lugares más difíciles de urbanizar. A lo anterior hay que agregar que los colectores
abiertos, cauces naturales y canales urbanos, son muy eficientes y versátiles para conducir
grandes caudales, al contrario de lo que ocurre con los colectores cerrados que tienen una
capacidad fija y deben ser diseñados para las condiciones de crecida s extremas, que
significa un gran tamaño para una obra de uso esporádico.

De acuerdo a la experiencia de ciudades que han logrado un desarrollo con alta calidad de
vida, los cauces de la red de drenaje y los humedales son zonas de conservación primaria
que la urbanización debe respetar. Además se establecen áreas de conservación secundaria
formadas por bosques, zonas de vegetación densa o terrenos de buena infiltración, las que
se urbanizan con especial cuidado para respetar su aporte ecológico y ambiental. Las zonas
de conservación condicionan la configuración en planta de la urbanización, las cuales
pueden constituir áreas verdes continuas de gran valor para la comunidad (Arendt, 1996).
Las quebradas naturales se pueden incorporar a las urbanización como parques-cauce o
parques- inundables. Es decir corresponden a áreas verdes multifuncionales; sin lluvias son
una zona de esparcimiento y recreación con importantes beneficios sociales y con aportes al
paisaje del vecindario, mientras que durante las tormentas corresponde a un cauce urbano
de drenaje. Hunter, 1994, hace notar que más del 95% de los colectores principales de la
red de drenaje de aguas lluvias de Denver, EE.UU, está formada por cauces naturales o
canales abiertos especialmente diseñados para esos efectos.

En este esquema una solución típica son los parques inundables, los que se compone n
comúnmente de dos partes: un canal de flujos bajos y una zona de inundación. Este diseño
está especialmente orientado al drenaje de aguas lluvias, que presenta una gran variación de
caudales y un funcionamiento intermitente. El canal de flujos bajos tiene como objeto
conducir los caudales producidos por las lluvias frecuentes. Este canal es pequeño y
necesita protección para evitar la erosión, ya sea de hormigón, mampostería o enrocado. El
área de inundación tiene por objeto controlar las grandes crecidas, pero además durante los

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días sin lluvia debe ser un área verde y de recreación útil y amigable (MINVU-PUC, 1996).
Estos cauces presentan un diseño especialmente cuidado para incorporarse a la ciudad, y
están muy lejos de ser los típicos canales de riego (Figura 3).

La Ordenanza de Urbanismo y Construccio nes en Chile (MINVU, 1994), en su artículo


2.1.17, propone un tratamiento de los cauces naturales en las urbanizaciones que
desincentiva su incorporación a la red de drenaje. En efecto, establece como zonas no
edificables aquellas con riesgo de inundación como los cauces naturales. Sin embargo,
posteriormente establece que “En los casos en que la restricción para edificar se deba a
razones de seguridad contra desastre naturales u otros motivos subsanables mediante la
incorporación de obras de ingeniería…un proyecto determinado podrá ser autorizado… si
cumple los requisitos...”. En este contexto los cauces urbanos son sólo considerados como
fuentes de riesgo de inundación, y no como activos de una red eficaz de drenaje. El costo
en terreno parece exagerado e independiente de los riesgos, lo que conduce a que los
pequeños cauces sean borrados y su superficie urbanizada olvidando los aportes que puede
hacer al sistema de drenaje. Para evitar condiciones de riesgo bastaría con evitar que se
urbanicen los cauces al interior de los límites de la crecida centenaria, o incluso milenaria,
permitiendo que ellos se empleen como colectores abiertos de aguas lluvias y considerando
esas superficies como aportes a las áreas verdes. El diseño de estos cauces como parte de la
red de drenaje de la zona urbanizada requiere especial cuidado para evitar la erosión,
conducir los caudales de la zona urbanizada y disminuir los riesgos a la población,
transformándose entonces en un aporte de interés al sector.

Minimización de la escorrentía urbana

Si se tiene conciencia que la urbanización es responsable de aumentar la escorrentía urbana,


un aspecto esencial para lograr una urbanización de bajo impacto es minimizar los
elementos que incrementan la escorrentía. Ello conduce a minimizar las superficies
impermeables, desconectar las áreas de las vías de drenaje y aprovechar las áreas verdes
para generar zonas de retención. Al facilitar la infiltración y retención de las aguas lluvias,
se logra además remover algunos contaminantes, mejorando la calidad del escurrimiento.
La idea es intentar mantener la respuesta de al cuenca en sus condiciones naturales o
previas a la urbanización.

La reducción de áreas impermeables se puede realizar en varios niveles. En la etapa de


planificación se puede optimizar el sistema de transporte, tamaño de sitios habitacionales,
disposic ión de veredas u otros factores de modo de proveer de mayores áreas naturales y
permeables sin perder por ello servicialidad. Por ejemplo, replanteándose el diseño de la
infraestructura vial, optimizando su topología, ancho de calles, veredas y otros, se logra
disminuir hasta en un 25% la superficie vial, reduciendo por lo tanto significativamente la
impermeabilidad de una urbanización (Prince George’s County, Maryland, 1999). Otro
punto importante es que muchas veces la impermeabilización está asociada a la necesidad
de disponer de una superficie pavimentada, y es más bien una consecuencia que una
necesidad. El uso de tecnología adecuada puede permitir la instalación de pavimentos
permeables en vez de los tradicionales (Figura 4). Esta solución tiene la gran ventaja que no
requiere construir una obra especial para reducir la escorrentía, si no que basta con cambiar
el tipo de elementos utilizados. Los pavimentos permeables, además de brindar el mismo

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servicio que los pavimentos tradiciones en una gran variedad de aplicaciones, contribuyen a
reducir el área efectivamente impermeable de la urbanización (Fernandez et al., 2003 ).

El uso inteligente de las áreas verdes puede significar una gran contribución al drenaje. Las
urbanizaciones deben considerar una fracción de su área total para proveer de áreas verdes
a la comunidad. Los urbanizadores tienen múltiples opciones para cumplir con esta
necesidad, y muchas veces se observan soluciones descuidadas que utilizan los terrenos de
menor valor, lo cual hace que no sean un aporte al vecindario , ya sea por las dimensiones,
ubicación o relieve.

En el concepto de bajo impacto, estas áreas tienen beneficios adicionales si se considera el


uso hidrológico para la infiltración y la retención temporal de aguas lluvias, el que se
manifiesta en la reducción de los costos de la red de drenaje. Para ello deben ubicarse
estratégicamente considerando el drenaje de la urbanización, con el objetivo de recibir el
escurrimiento de pequeñas zonas impermeables ubicadas aguas arriba. De esta forma
contribuyen a la desconexión de áreas impermeables, consiguiendo una reducción de la
impermeabilidad efectiva de la cuenca. La colaboración de las áreas verdes en el drenaje
puede resultar en una disminución del costo de inversión y mantención de ambos sistemas
con beneficios adicionales para al comunidad (BASMAA, 1997).

Existen muchas solucio nes de este tipo para una urbanización. A nivel de los sitios
habitacionales se pueden utilizar jardines especialmente diseñados para recibir las l uvias
desde el techo y con esto evitar su aporte. En las calles se puede diseñar una zona de
infiltración lateral, a menor nivel, para recibir el escurrimiento que proviene de ella. Los
bandejones centrales y las zonas laterales pueden permitir el diseño de cunetas fuera de la
calzada, facilitando la infiltración, retención y conducció n lenta de las aguas lluvias (Figura
5). Para un barrio, se pueden diseñar zonas de almacenamiento que permita reducir el
caudal, las que se conciben como áreas verdes de recreación en los días sin lluvia, pero
cuando llueve son obras de infiltración y almacenamiento que permiten minimizar el
impacto de la urbanización (Figuras 6 y 7).

Captura y tratamiento local de la contaminación

La escorrentía urbana es una de las principales fuentes de contaminación difusa de los


recursos hídricos (U.S.EPA, 1990). En las ciudades las aguas lluvias se contaminan al
lavar la atmósfera, escurrir sobre superficies impermeables, arrastrar basuras o erosionar los
suelos desnudos. Las actividades urbanas agregan contaminantes como residuos del
transporte, y aumentan la concentración de otros. Además el incremento de los caudales y
las velocidades de escurrimiento hace que los volúmenes aportados de material sean
significativamente mayores. La contaminación de las aguas lluvias no parece relevante si
persisten otros problemas como la s descargas de aguas servidas y de los residuos
industriales líquidos. Sin embargo cuando estos son tratados adecuadamente, queda en
evidencia el impacto que tienen sobre los recursos hídricos la contaminación urbana de
aguas lluvias. El tratamiento de las aguas lluvias es económicamente inabordable si se
pretende hacer en las descargas, debido fundamentalmente a que son esporádicos y de gran
variabilidad, con caudales instantáneos muy elevados. Por ejemplo en Santiago la descarga
de aguas servidas de la cuenca drenada por el Zanjón de la Aguada alcanza caudales de 12

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m3 /s en promedio, pudiendo variar entre 8 y 18. Mientras las descargas de aguas lluvias de
esa misma cuenca pueden llegar a 300 m3 /s y ser nulos la mayor parte del año. Para
abordar este problema se han desarrollado las técnicas conocidas como BMP consistentes
en capturar y tratar en el lugar de origen las aguas lluvias urbanas. Debido a que la mayor
parte de la contaminación de estas aguas se concentra en la primera parte de la lluvia, en lo
que se conoce como el lavado inicial, o first flush, se ha encontrado que un volumen
modesto logra hacerse cargo de la mayor parte del escurrimiento y de la carga
contaminante. En el caso de Santiago estos valores son del orden de 15 a 20 mm sobre la
superficie impermeable de la urbanización (Montt et al., 2003 a, 2003b). La captura y
retención de este volumen permite eliminar gran parte de los contaminantes por
decantación, filtración o biorremediación en elementos de infiltración, estanques o lagunas
de retención que ocupan pequeños espacios en las áreas verdes, especialmente diseñadas
para ello (Figuras 7 y 8).

Conclusiones y recomendaciones

Es importante reconocer que los problemas de las aguas lluvias urbanas se deben a un
proceso de urbanización descuidado, que genera importantes daños hacia agua abajo, y
cuya resolución requiere inversiones considerables, las que muchas veces agravan los
problemas. Una solución global debiera tender a evitar que estos problemas se generen, lo
que se logra con la aplicación de nuevas ideas desarrolladas a partir de las consecuencias de
los grandes procesos de urbanización del siglo XX. Estas apuntan a minimizar la
generación de escorrentía urbana facilitando la infiltración y almacenamiento local de las
aguas lluvias, capturar y tratar localmente una cantidad importante de las aguas generadas,
de ma nera de evitar la contaminación, respetar la red de drenaje natural y utilizarla como un
aporte a la comunidad en conjunto con las áreas verdes. Todo ello se resume en la
aplicación de conceptos conocidos como urbanizaciones de bajo impacto, cuya
materialización exige que estos conceptos participen en el diseño y planificación de las
urbanizaciones (Figura 9). Con ello se logra minimizar los problemas de las aguas lluvias,
tanto de cantidad como de calidad, y evitar la obsolescencia de las soluciones con
urbanizaciones que contribuyen de manera creativa a mejorar la calidad de vida de los
ciudadanos, generando menos problemas y maximizando los beneficios.

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Referencias
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Figura 1. Cambio en el ciclo del agua producto del proceso de urbanización. Mientras que en una
situación pre-urbana escurre el 10% de la lluvia que cae, en un entorno plenamente urbanizado escurre
el 55%.

100

90

80
6
70
% área con colectores

5
60
4
50
3
40
2,5
30
2
20
1,5
10

0
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
% de área urbanizada

Figura 2. Número de veces que se amplifican las descargas máximas de aguas lluvias de una cuenca
urbana, producto de, por una parte, la impermeabilización de la superficie y por otra, la instalación de
colectores que aceleran y concentran el flujo, (Leopold, 1960).

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Figura 3. Sección transversal esquemática de un cauce urbano de aguas lluvias, o parque-inundable. Se


compone de un canal de flujos bajos revestido para conducir la escorrentía de las lluvias normales y
una zona de inundación que se hace cargo de los eventos extraordinarios.

Figura 4. Hormigón permeable desarrollado en la Universidad Católica de Chile. Tiene una capacidad
de infiltración mejor que la de la arena.

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Figura 5. Esquema de bandejón central que se hace cargo de las aguas lluvias de la calle colindante.
Esta bajo la cota de la calle y tiene un pequeño canal con piedras para los escurrimientos de aguas
lluvias usuales.

Figura 6. Espacios públicos destinados al drenaje de aguas lluvias útil como espacio de recreación
durante los días sin lluvia. En la fotografía aparece un disipador de energía de un canal urbano en
Denver, EEUU, en un día sin lluvia y funcionando durante una gran crecida.

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Figura 7. Estanque de almacenamiento de aguas lluvias, destinado a la amortiguación de las crecidas


urbanas. Estas obras también pueden ser útiles como espacio públicos, áreas verdes o zonas de
recreación..

Figura 8. Pequeño estanque de almacenamiento y pretratamiento de aguas lluvias, conectado a


colectores subterráneos. La función de esta obra es almacenar temporalmente las aguas lluvias, de
modo de amortiguar las crecidas urbanas, y también mejorar la calidad de las aguas lluvias.

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Figura 9. Urbanizaciones de Bajo Impacto Hidrológico y Ambiental. Mantención de cauces y vías de


drenaje naturales. Corredores continuos de áreas verdes. Priorización de lugares con gran vegetación y
alta permeabilidad para la ubicación de las áreas verdes. Minimización de superficies de calles y
veredas y áreas impermeables en general. Sitios más pequeños pero mayor superficie de parques y
espacios públicos .

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