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Una perspectiva teórico-metodológica crítica

Liliana BARG

Texto correspondiente al punto 3.4. del Capítulo 3 de


“La intervención con familia. Una perspectiva desde el Trabajo Social.”
Espacio Editorial. Buenos Aires. 2000. Págs. 114 a 126.

Consideramos que la intervención familiar está apoyada en un proceso de investigación que remite
necesariamente a las consideraciones teóricas y conceptuales a las que el profesional adhiere y las que el sujeto
de la intervención posee.
Para esto se requiere conocer las leyes que rigen el desarrollo social con un espíritu investigativo que es de
trascendental importancia porque proporciona no solo un conocimiento empírico de la realidad social para resolver
problemas y necesidades inmediatas, sino que permite la comprensión y explicación científica de los procesos
sociales en su devenir histórico para poder influir en su transformación.
“En relación a la intervención del Trabajador Social con familias pude observar distintas modalidades:
- Como puro control social
- una fuerte corriente de Terapia Familia
- una intervención de promoción, fortalecimiento del entramado de redes de sostén. Esta última es posible
cuando se trabaja con la concepción de familia inserta en su propia comunidad. (Lic. S.G) 1
Para obtener información sobre un mismo problema pueden emplearse métodos y técnicas distintas, sin embargo
lo relevante en la investigación científica radica en seleccionar los adecuados, dependiendo de la naturaleza del
fenómeno que se pretende abordar, de la dirección de la intervención y la perspectiva teórica para el análisis.
Los métodos y las técnicas son las herramientas metodológicas que permiten implementar y dirigir los procesos
mentales y las actividades prácticas para la consecución de los objetivos consensuados en la dirección de la
intervención familiar. Los métodos están referenciados en la teoría social a la que adscribe el profesional.
La producción teórica se insertará en el contexto de una teoría social y trascenderá a la profesión como tal. Las
estrategias para la intervención profesional no plasmarán cualquier directriz metodológica pues ésta pertenece
indiscutiblemente a la teoría, excepto si se considera que hay “método de investigación” y “método de
intervención”. (Cf. Netto, 1997)
Compartimos con este autor que la renovación del Trabajo Social supone cortar con su estructura original,
tradicional, conservadora y de control social y con la pretensión teórico-metodológica propia y autónoma, ya que
mantenida ésta -y con ella las incidencias de la tradición positivista y neopositivista- se reitera el eclecticismo, es
decir la conciliación de posturas de origen diverso.
Las intervenciones de corte conservador se sostienen en un conjunto de acciones diversas donde no está claro el
sobre qué lo que trae como consecuencia la imposibilidad de cambio o transformación y se perpetúa y reproduce
el “modelo ideal” de familia que es el ajustado al funcionamiento social.

3.4.1. La intencionalidad en la intervención


El contenido básico de la dirección de la intervención familiar es identificar la organización familiar, los aspectos
saludables y sanos y problemas, las situaciones de crisis y de ruptura. En este sentido, hay que descubrir los
recursos vinculares que poseen sus miembros, explícitos o no, los momentos y circunstancias en que pudieron
superar conflictos; descubriendo las interrelaciones entre los fenómenos y variables con la trama social. Para ello
es necesario vincularlos con los movimientos que se dan en la sociedad, recuperando y ordenando las estrategias
de acción para contribuir al desarrollo del cuadro teórico de la disciplina y a la consolidación de la familia como
sujeto social.
El proceso dialéctico que se inicia entre el profesional y en los miembros de la familia se da en forma simultánea
entre los actores:
• en primer lugar las familias plantean las demandas sociales práctico-empíricas que dan lugar a la intervención.
• Comienza un proceso investigativo en donde es el profesional quien analiza con el o los miembros del grupo
familiar su organización, los conflictos y sus contradicciones vislumbrando su complejidad para descubrir,
explicar y predecir los posibles efectos de las estrategias seleccionadas en la intervención que deben ser
ordenadas para su posterior reflexión crítica. Del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno teniendo
en cuenta sus contradicciones.
Es necesario tomar conciencia de que no todos los problemas podrán ser solucionados; esto depende de la
organización de la familia en el momento histórico, de la vulnerabilidad de los sujetos, de los recursos vinculares
de que disponen, sus limitaciones y contradicciones y los condicionamientos a los que está sometido el grupo
familiar y el profesional en relación a la Institución donde está inserto y al momento histórico de la vida social.
En la dirección de la intervención familiar es posible ver como aplican algunos profesionales de Trabajo Social el
control social. Este es ejercido a través de relaciones directas, expresando el poder de influencia de determinados
agentes sociales sobre la vida cotidiana de los individuos, mediante el refuerzo de normas y comportamientos
legitimados socialmente por los mandatos sociales de determinados modelos de familias o estereotipos “naturales”
a esta sociedad.
Pero no se puede olvidar que la eficacia de la ideología es limitada, que si bien encubre las contradicciones en y
para la conciencia, no las elimina.

1
Corresponde a una de los trabajadores sociales entrevistados por la autora.
Pese a la función legitimadora de las relaciones sociales ejercidas por la ideología y sus portadores, las
contradicciones inherentes a esas mismas relaciones no desaparecen.
La dirección de la intervención familiar entonces es más que interpretar de diversos modos los problemas de la
familia. Se puede incidir en forma directa en la transformación del cotidiano a través de las propias prácticas y de
la adquisición o aplicación de saberes nuevos o antiguos y exitosos en experiencias propias o ajenas, de sus
propias familias de origen o de otras cercanas. Es necesario comprender también que nuestra experiencia
sensible como Trabajadores Sociales capta solo los aspectos externos de los objetos y de los procesos. Los
elementos y las relaciones internas de los problemas familiares, o sea la esencia que es su relación con las leyes
y teorías que explican la realidad social, solo es posible conocerla recurriendo e interperlando nuestra praxis con
un espíritu investigativo, con el sustento de un sólido pensamiento teórico al que debemos recurrir para renovar los
nutrientes.
Todos los fenómenos de la realidad social se encuentran en relación y dependencia mutua, la realidad es un todo
interrelacionado y no un conjunto de cosas y procesos aislados, separados unos de otros.
Las causas repercuten en los efectos de diversa manera y con distinta intensidad y los efectos a su vez se
convierten en causas de otros problemas familiares y sociales.
“Un Trabajador Social que trabaja con familias no debe tomar a la familia aisladamente ya que los problemas
individuales y familiares son expresión de lo social. No hay recetas, tampoco improvisación.
Hay un proceso metodológico en constante ida y vuelta, en un proceso que incluye los saberes de los actores.
Cada situación es única e irrepetible. No se puede considerar intervención con familias alguna acción aislada,
“espasmódica”.
La intervención con familias hoy desde el Trabajo Social es motivo de preocupación, entiendo que si nos con
vertimos en terapeutas familiares se pierde la riqueza de nuestra especificidad.
Ahora, si son muchos los que están en esta línea cabria preguntarse por qué.
Entiendo que la intervención con familias como cualquier otra tiene que ser planificada, para que trascienda el
empirismo que caracteriza el Trabajo Social.
Entender al sujeto de la intervención como actor, como sujeto de derecho. Someter nuestra intervención a la
“vigilancia epistemológica“ lo que significa poner en discusión nuestra práctica” ( Lic.S.G.)
Para llegar a la comprensión profunda de las causas de los problemas familiares se debe partir de la tesis de que
estos no son estáticos sino plenos de historicidad y que se presentan continuos cambios en diversas direcciones y
cuyo encadenamiento permite alcanzar un conocimiento más profundo y objetivo de la realidad.
Los cambios, las transformaciones que aparecen en la dinámica familiar son cambios objetivos cuya fuente es la
contradicción interna que se presenta en los procesos y no son solo resultado de fuerzas suprasensibles o de
disposiciones subjetivas (emociones, deseos, etc) de los miembros de la familia o del Trabajador Social.
El motor de los cambios se debe a la existencia de polos antagónicos que se encuentran en unidad relativa y en
lucha permanente (sumisión-dominación, deseo-apatía, solidaridad-individualismo, conservadurismo-
transformación, libertad-límite).
Superar el empirismo que ha caracterizado a nuestra intervención no se logra intentando cambiar nuestro objeto
que siempre serán demandas sociales práctico-empíricas. Se logra alejándonos de la estructura original
conservadora y mecánica de la profesión que surgió como necesidad de responder en forma inmediata a la
demanda, sin indagar críticamente sobre las “razones” de su origen. Hay que rescatar que el proceso de
transformación se opera en la familia, independientemente de nuestra intervención.
Por otro lado en relación al interrogante de la colega sobre porqué los Trabajadores Sociales se transformaron en
terapeutas familiares, consideramos que no han habido suficientes reflexiones criticas desde el Trabajo Social
para elaborar una teoría en relación a la intervención con familia y se recurrió a conceptualizaciones y marcos
referenciales analíticos de otras profesiones lo que explica en parte la tendencia.
En relación a la consideración metodológica a la que se hace referencia de que cada situación es única e
irrepetible, entendemos que los propios testimonios de las parejas entrevistadas muestran con claridad por el
contrario que son comunes en las familias las dificultades para sobrevivir y se expresan en sus problemas
atravesados por la descomposición de la cuestión social. Esto no significa que cada familia actúe o se vincule igual
a otra, existen particularidades singularidades que el Trabajador Social debe indagar.
Lo importante es afirmar que al estudiar e indagar cada familia es posible reconstruir y recuperar su trayectoria
descubriendo históricamente como han ido construyendo y resolviendo sus diferentes problemáticas. Esto explica
que si bien las situaciones de emergencia de las familias son comunes porque están atravesadas por los mismos
conflictos y no son únicas, si pueden ser consideradas singulares.

3.4.2. Los cambios en la intervención con familia. Algunos resultados.


Los interrogantes que surgen en nuestro trabajo cotidiano con familia, tienen que ver con modalidades que se
transformaron en prácticas rutinarias y que a lo largo de los años ha resultado difícil modificar por el lugar atribuido
a nuestra profesión en esta sociedad.
El reconocimiento de que la economía capitalista no puede prescindir de formas renovadas de control social que
garanticen y fortalezcan el “consenso social”, se expresa en la medida que no existe una sociedad basada
únicamente en la violencia. Así se recurre a la puesta en marcha de otros mecanismos normativos y adaptadores
que faciliten la integración de los ciudadanos y se disminuya el nivel de tensión que permea las relaciones
antagónicas.
Entre estos mecanismos el Trabajo Social ha sido considerado como un instrumento auxiliar y subsidiario al lado
de otro de mayor eficacia política y más amplia cobertura, en la concreción de los requisitos básicos para la
reproducción del sistema social vigente, del control social y de la ideología dominante.

3.4.3. La organización familiar


Entendemos que la intervención profesional debe partir del análisis de la organización familiar desde la concepción
de que no existen familias desorganizadas.
Hay familias organizadas para agredirse, para cooperar mutuamente, para la venta de drogas a otros, para
sobrevivir mediante estrategias variadas, para el poder político, para el poder económico y asi de seguido. En este
sentido lo relacional es determinante en la producción y reproducción de cualquier realidad.
Es en la familia donde se pueden realizar los aprendizajes básicos a través de experiencias placenteras o
displacenteras que configuran el modo de relación que se tendrá con el mundo y se organiza desde los valores,
para las emociones y los sentimientos y con las emociones y los sentimientos.
Sin el afecto o el apego no se organiza la vida de la familia. No podemos decir que una familia está
desorganizada, en todo caso el daño intrafamiliar es también una forma de organización. Si no trabajamos
descubriendo la organización perversa, difícilmente se avanzará algo en su transformación.
Hay familias que están organizadas desde y para la violencia. Sin la violencia se produce un tremendo vacío, para
ellos es preferible una mala relación que organizarse desde la no-relación. Eso explica las dificultades en la
superación de las situaciones de violencia intrafamiliar, donde aparece la colaboración de la víctima que
realimenta el ciclo y a pesar de las separaciones las parejas retoman la convivencia reanudándose el ciclo
violento.
Los profesionales hemos empezado a formularnos preguntas en torno a diagnósticos familiares que estigmatizan a
la población que atendemos. Pensamos que hay que alejarse de clasificaciones de familias abandónicas, hombres
violentos, mujeres maltratadoras o negligentes, chicos agresivos, niños que trabajan, adolescentes disociales, y
así de seguido porque los fenómenos sociales deben ser interpelados, generar preguntas, dudas, nuevas
indagaciones u opiniones.
Consideramos que hay diagnósticos familiares que están muy lejos de una perspectiva dialéctica. Por ejemplo:
Madre abandónica. Al naturalizar esta conceptualización, colaboramos en su confirmación y creemos en su
trasmisión cultural a generaciones sucesivas.
Si en cambio trabajamos con la categoría abandono analizando la historia de esta mujer, indagando en su familia
de origen, las experiencias de su infancia, mostrando otras formas de vínculos y relaciones familiares, diseñando
nuevas estrategias, consideramos que es posible la reconstrucción o la creación de otras modalidades
relacionales o de interacción que favorezcan el desarrollo de su familia y que permita la superación de sus
conflictos.
Sostenemos que en estos casos hay profesionales que utilizan apreciaciones intuitivas, prejuiciosas y
moralizantes que están muy lejos de construir intervenciones transformadoras.
En el seno de una familia se genera toda la capacidad intelectual de los niños. Desde una perspectiva dialógica, si
los padres dicen que un niño hace o dice cosas valiosas, termina siendo valioso. Si por el contrario dicen que es
malo, feo o estúpido, termina siéndolo.
Desde esta perspectiva, la confirmación de determinadas formas de relación, si son ratificadas profesionalmente,
facilitan las condiciones para la sumisión o fijación de patrones o mandatos culturales en lugar de permear las
posibilidades para su transformación.
La familia se organiza desde el apego, el afecto, el hogar, la pareja, la relación con los hijos. Para trabajar con
familias es importante hacerlo con estrategias anticipatorias que permitan imaginar distintas etapas de la vida
porque la misma evolución va cambiando las conductas según el momento que se esté transitando.
Es importante descubrir los aspectos saludables y reforzarlos, apoyarse en ellos porque hay que tener en cuenta
que la vida transcurre en una sociedad que abandona a las familias a su suerte, que la desanida y no acompaña
los procesos de desarrollo y crecimiento que atraviesa.
También hay que considerar que no solo la familia es la institución de socialización natural sino también el grupo
de pares que impacta fuertemente hacía el interior de la configuración familiar
En la familia se dan relaciones de poder y autoridad que deben ser legitimadas por sus miembros.
Las relaciones de asimetría entre padres e hijos establece un vinculo jerárquico. La relación entre hermanos está
determinada por la experiencia del poder: el mayor tiene más poder que el menor, se distribuye según la edad y el
grado de maduración, y por eso aparecen los celos y las rivalidades.
El vinculo fraterno da lugar al nosotros: los Perez, los Lopez, Los Gomez. Ese nosotros implica nosotros y ellos,
los que no son Perez, ni Lopez, ni Gomez. El nosotros concede derechos a la intimidad.
También en la familia se reconoce el derecho a la individualización. Nosotros los Perez, yo Victor.
También se desarrollan conceptos de propiedad que han sido reconocidos por la ley y se reproducen en mi hijo, mi
esposa, mi marido.
La pertenencia a una familia otorga también derechos: la pertenencia no solo da derechos de carácter material
sino también simbólicos: de igualdad, la parte del cariño correspondiente a cada miembro.
Es importante por lo tanto dialogar con las familias sobre lo que significa ser hombre, ser padre, ser madre, ser
hermano. En el caso del padre es imprescindible que se reconozca que ellos también cifran una gran cantidad de
su ser social en su relación con los hijos y no son solo proveedores como lo establece el mandato o el estereotipo
social.
No es cierto que las familias monoparentales tengan que ser disfuncionales, esto corresponde también a un
prejuicio social que es necesario erradicar.
Hemos empezado a redefinir las tareas domésticas en los tiempos actuales.
Consideramos que es necesario salir de la “marca de familia excluida” (modernización de “familia marginal”) inten-
tando recuperar “familias que reclamen y demanden, como sujetos de derechos”, lo que podrá disminuir las
intervenciones con predominio de modalidad tutelar.
A partir del análisis de los fenómenos familiares como parte integrante de la totalidad mayor que es la sociedad, es
posible comprender que las familias que atendemos no tienen “privaciones” lo que da solo un sesgo de
responsabilidad individual sino que han sido “deprivadas” por este modelo de sociedad.
Podremos así verdaderamente incluirnos dentro de una concepción basada en la doctrina de los derechos, que
ubica a los sujetos como protagonistas que tienen que ser respetados, alejándonos de pautas que consolidan el
individualismo y la desigualdad.
Estamos hablando de una modalidad de intervención con conceptualizaciones que eviten los diagnósticos
familiares referidos a un modelo considerado “normal” y que responda al estereotipo de esta sociedad que marca
u orienta la intervención en un modo etapista y tradicional que tiende a clasificar a las familias para que se ajusten
a un modelo social.
Nuestra intervención tiene que sostenerse en una perspectiva teórica-metodológica crítica basada en la
investigación, el análisis, el estudio de la realidad familiar y del movimiento de sus integrantes, dejando de lado las
fuertes concepciones en relación a “la familia ideal”, a la “madre ideal”, donde se observa la influencia del
pensamiento moralizador de Durkheim en las conceptualizaciones y en las intervenciones.
“Cuando afirma que el Estado “se mezcla en la vida doméstica e incluso se vuelve día a día un factor más
importante” (1892), Durkheim hace hincapié en las tuerzas de estructuración externas que pesan sobre la familia ,
en otras palabras en su definición sociaL” (Cicchelli, 1999 : 42,43)
Para él la sociedad precede al individuo y está regida por leyes sociales que a semejanza de las leyes naturales ,
no pueden ser modificadas. Si tratamos de este modo los “hechos sociales”, los hechos familiares como cosas (Cf.
Durkheim, 1988) y tomamos la moral burguesa como base o “modelo” de la organización social, estamos
cumpliendo con el mandato tradicional conservador asignado por la sociedad capitalista a nuestra profesión.
La fuerza de esta modalidad de intervención, condiciona a los Trabajadores Sociales a formularse muy pocas
preguntas ante los problemas sociales, a no interpelar la práctica, a consolidar el trabajo en la ‘ilusión de servir”
como diría Martinelli y que es exactamente el lugar atribuido a nuestra profesión en la división social y técnica del
Trabajo en lugar de intentar otros caminos en la construcción histórica de nuestra identidad.
Esto en buena medida forma parte de un conjunto de intervenciones profesionales limitadas a lenguajes
empíricos, observables, moralizantes y formales, que minimizan la actividad interpretante y que condenan a las
familias al lugar de la “obediencia” o de la responsabilidad individual.
Nos transformamos en “expertos” en señalar a la familia lo que “debe hacer” y a menudo desechamos sus
“saberes y entenderes” de la vida cotidiana, en lugar de reflexionar en conjunto a partir de los hechos sociales que
no pueden ser tratados como “cosas” carentes de historicidad.
Las familias “difíciles” son las que se quejan, las que reclaman, las que se rebelan, las que no se someten. Y
lamentablemente, a esas familias muchas veces se las coloca en el lugar de “enfermas” o “psiquiátricas” que es
como terminan por las sucesivas violencias institucionales a las que son sometidas por quienes en nombre de los
que detentan el poder, las asisten.
Creemos que es posible pensar desde una perspectiva teórica-metodolóoica en una intervención profesional
transformadora. Si contribuimos a consolidar relaciones familiares más participativas y democráticas, los miembros
de la familia podrán tomar decisiones autónomas, esto es basadas en un proceso de entendimiento y
conocimiento, apoyadas en sus propios valores y creencias.
Es necesario fortalecer a las familias para que eduque a sus hijos dentro de una dependencia saludable (con
raíces profundamente democráticas) que no sea usada como herra mienta despótica o de dominación.
La mayor contribución en la intervención con familias es trabajar cuando están sanas y con estrategias
anticipatorias que desarrollen mecanismos de protección con autonomía acorde a la etapa de evolución de sus
miembros lo que disminuirá los problemas y los conflictos del futuro.
En la familia se aprende ética porque los padres enseñan lo que significa la culpa y la vergüenza. Es importante
acompañar a los padres para que sepan que pueden exigir en cada etapa del desarrollo, porque hay etapas de
mayor responsabilidad y de mayor autonomía como así también etapas de mayor dependencia. Si los padres
piden cosas fuera de la etapa, quedan huellas para el resto de la vida.
Es interesante reflexionar que en la familia los hijos aprenden en forma de mimesis. Se aprende el afecto, el apego
por contagio. Se es familia en la medida en que se es una unidad emocional.
Este resultado dará lugar a nuevos cuestionamientos, que posibiliten y sean permeables a contribuir y generar
nuevos vínculos, rescatando ciertas tradiciones y rituales dinamizadores, desechando lo arcaico y conservador. El
proceso irá respetando el “tiempo-actual” (noción Benjaminiana que concibe al tiempo como preñado de otros
tiempos) de cada familia en la consolidación de sus vínculos y sus relaciones familiares y las posibilidades de
cambios y transformaciones que necesariamente deben estar vinculadas al movimiento histórico del proceso
social.
Será entonces la hora en que pensemos en nuestra intervención con familias como un proceso que sea capaz de
identificar patrones culturales, descubriendo modalidades creativas que, aún en el limite de la subsistencia, tiene la
familia como sujeto histórico y que le permite mejorar en forma cotidiana la calidad de vida de su grupo familiar, lo
que en definitiva estará marcando el camino y dándole el rumbo para colaborar en el cambio de las relaciones
sociales de esta sociedad.

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