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Autores del procesalismo colombiano, como Hernando Devis Echandía, consideran la posibilidad

de probar como un derecho subjetivo, en vista de que “la obligación que genera depende de un
acto de voluntad: la petición del interesado. De este modo, afirma que el sujeto pasivo de aquel
derecho subjetivo procesal es el juez, pues es quien se encuentra “obligado a decretar y practicar
las pruebas pedidas, y su incumplimiento representa una auténtica denegación de justicia que le
puede acarrear responsabilidades penales y civiles” .

No obstante, este autor afirma que el objeto del derecho a probar no es convencer al juez sobre
la veracidad de los hechos aseverados; de este modo el alcance del derecho de probar se agota en
la aceptación y práctica de las pruebas pedidas o presentadas por las partes, y la posterior
consideración de aquellas en la sentencia o decisión.

En otras palabras, puede llegarse a la conclusión de que si bien el derecho a probar es un derecho
subjetivo, tal derecho sólo está en relación con el deber del juez de decretar y practicar la pruebas
que las partes soliciten; el deber de fallar de acuerdo a esas pruebas legalmente aportadas y el de
decretar pruebas de oficio, no haría parte del derecho a la prueba, . Puesto que no es posible
determinar el sujeto activo de la relación, ya que este derecho existe o emana de la ley, y no existe
en virtud de (o como correlativo a) un derecho subjetivo.

Al contemplar este planteamiento, se encuentra cierta dificultad en la delimitación del criterio que
permite afirmar que el derecho a la prueba es un derecho subjetivo; siendo aquel la existencia de
la situación jurídica de privilegio y su respectivo correlativo, el deber. Pues, cómo se desarrolló con
anterioridad, el deber del juez de fallar de acuerdo a las pruebas legalmente aportadas, y el deber
de practicar pruebas de oficio, no obedecen a un derecho subjetivo de alguna de las partes, sino a
una disposición legal.

En cuanto a las fuentes de la prueba, para deducir su significado debemos tener en cuenta
tres conceptos: el concepto de medio de prueba (que son aquellas formas autorizadas por la
ley para poder probar los hechos, como el testimonio, la confesión judicial, la inspección
judicial, etcétera), el concepto de objeto de la prueba (que es el hecho, cosa o circunstancia
que se trata de probar) y el motivo o argumento de prueba (que es la inferencia lógica que
usará el juez para determinar cual es la prueba válida y cual no). El conocimiento de estos tres
conceptos es importante para determinar cuándo estamos frente a la fuente de la prueba o a
un medio de prueba. De ello deducimos que las fuentes de la prueba son los hechos, objetos
o circunstancias que se tratan de probar, teniendo en cuenta que no siempre el objeto de
prueba es la fuente de prueba, puesto que un objeto de prueba (por ejemplo, el matrimonio
entre dos personas) puede llevar a deducir a la fuente de la prueba (en el mismo ejemplo, por
medio del matrimonio probamos la presunción legal de paternidad sobre el hijo nacido dentro
de esa relación) y por lo tanto no son cosas iguales, aunque sí pueden llegar a confundirse.

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