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¿Cómo puedo vencer los sentimientos de amargura hacia mi esposa? Si quieres revivir
aquel romance que alguna vez tuviste con tu esposa, tienes que cambiar tanto tu manera
de pensar de ella como las cosas que haces por ella. Tendrás que empezar a cortejarla
de nuevo, y tienes que empezar ahora mismo – aunque tengas algunos sentimientos de
amargura en tu corazón.
“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: “El que tiene las siete estrellas en su mano
derecha, el que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto: ‘Yo conozco tus
obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has
sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado
mentirosos. ‘Tienes perseverancia, y has sufrido por mi nombre y no has desmayado.
‘Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de
dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a
ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes” (Apocalipsis 2:1–5)
El primer paso para recobrar el amor perdido por tu esposa es recordar qué tanto
ha decaído tu amor por ella, y especialmente qué tanto has dejado de hacer las
cosas amorosas que acostumbrabas hacer por ella.
La segunda cosa que Cristo mandó a la iglesia de Éfeso fue que se “arrepintiera.” Ellos
fueron instruidos a cambiar su mente y sus acciones.
El tercer y último consejo de Cristo a los efesios fue “haz las obras que hiciste al
principio.” El Señor les mandó a hacer de nuevo las cosas que hacían al principio –
cuando su amor por Cristo era ardiente y lleno de celo. A medida que cambies la manera
en que tratas a tu esposa y piensas acerca de ella, tus sentimientos también
cambiarán proporcionalmente para bien.
Veamos más detenidamente el pasaje que habla de “vencer con el bien el mal.”
“Nunca paguéis a nadie mal por mal. Respetad lo bueno delante de todos los hombres.
Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.
Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque
escrito está: MÍA ES LA VENGANZA, YO PAGARÉ, dice el Señor. PERO SI TU
ENEMIGO TIENE HAMBRE, DALE DE COMER; Y SI TIENE SED, DALE DE BEBER,
PORQUE HACIENDO ESTO, CARBONES ENCENDIDOS AMONTONARÁS SO-BRE
SU CABEZA. No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.” (Romanos
12:17–21)
No devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque
fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición. (1 Pedro 3:9)
Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los
unos para con los otros, y para con todos. (1 Tes. 5:15)
Ahora, si tu esposa no está en paz contigo, no asumas que es porque no está en paz con
Dios. Una razón podría ser por ciertas cosas que “dependen de ti.” Déjame sugerir con
tres preguntas algunas razones por la cuales ella podría no estar en paz contigo.
1. ¿La he provocado yo al mal?
2. ¿He agravado su mal con una respuesta pecaminosa?
3. ¿He prolongado el problema por no tratar con él de inmediato?
El siguiente mandato en nuestro texto se encuentra en el verso 19.
“Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios,
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
¿Por qué insiste en que Él lo hará por ti? Existen al menos dos razones.
- Primero, Dios no te ha dado a ti (ni a ninguna otra persona) la autoridad para tomar
venganza personal contra alguien. En otras palabras, la venganza implica ser
impaciente con Dios. Debes recordar que los pecados de algunos hombres no siempre
son corregidos de inmediato (cf. 1 Tim. 5:24). La venganza no te pertenece a ti. Le
pertenece a Dios. “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” Si Dios te dijera, “Ésta
es mi corona,” ¿caminarías hacia a Él y se la quitarías de la cabeza?
- La segunda razón por la que te está prohibido ejecutar tu propia venganza es porque
realmente no tienes la habilidad para hacerlo, es decir, no tienes toda la información
necesaria para hacer un juicio justo.
Pero, ¿Qué es eso de los “carbones encendidos?”. Los carbones encendidos son las
buenas obras amontonadas en él.
Parte de tu responsabilidad con tu esposa es vivir con ella de manera comprensiva y
esto implica conocer cuáles son las cosas buenas que pueden vencer efectivamente sus
respuestas pecaminosas particulares.
Mientras haces esas cosas amorosas por ella, tus sentimientos empiezan a cambiar.
Sientes como si un resorte te permitiera saltar a cada paso y una canción empezara a
salir de tu boca. “¡Esto la hará volver en sí! ¡Victoria, la dulce victoria está cerca!”