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Loraux, Nicole.

'El operador femenino", "Las mujeres, los hombres y el esfuerzo”,


“El lecho la guerra". Contenido en "Las experiencias de Tiresias: Lo masculino y lo
femenino en el mundo griego", Acantilado. Barcelona. España. 2004 [pp. 9-97]}

Su propósito es reflejar la simetría entre la guerra y el parto. Y, aún más que una
simetría, algo parecido a un intercambio o, cuando menos, la presencia de la
guerra en los partos. Como invitación a ampliar la búsqueda más allá de las
instituciones de Esparta y Atenas, a fin de enumerar todo cuanto el imaginario de
los griegos puede decirnos a propósito de esos dos roles cívicos, la madre y el
hoplita. (p.48)

Madre, Hoplita; El nombre femenino del sufrimiento; Acerca de la tragedia, de las


mujeres y del cuerpo de Heracles.

Se trata de soportar el parto del mismo modo que el hoplita soporta el asalto del
enemigo, de luchar contra los dolores: el parto es un combate. (p.45)

El héroe herido y la mujer a punto de dar a luz comparten suficientes signos en


común como para permitir que se instaure entre ellos un intercambio generalizado.
(p.76)
Es forzoso tomar la decisión de detener aquí este recorrido, en el que hemos
intentado aventurarnos en un terreno que se prolonga hasta el infinito, tanto como
los intercambios entre lo masculino y lo femenino. Si la ortodoxia del discurso
griego a propósito de las mujeres da prueba de una unidad bella y sólida, ningún
pueblo ha sabido adivinar mejor que los griegos que la distribución de lo masculino
y lo femenino en contadas ocasiones se adquiría de una vez por todas: desde
Hesíodo hasta Hipócrates, pasando por Empédocles, por no hablar de Aristófanes
revisado por Platón, ¿no se han complacido los griegos en dividir a la humanidad
en mujeres femeninas, hombres viriles, hombres mujer, mujeres que actúan como
hombres? De todos modos, su reflexión acerca de la división de los sexos se sitúa
en la mayoría de ocasiones en el plano (que podríamos denominar social) de los
comportamientos esenciales del hombre y la mujer en la ciudad-dar a luz,
combatir-, y no en el nivel de la fisiología. Que las mujeres mueren como los
hombres y que los hombres sufren como las mujeres es, sin duda, una manera
masculina de decir que la muerte, único objeto de los pensamientos del hombre
griego, debería ser propia del hombre, y que el cuerpo, vencido por el sufrimiento-
pero también, como sueñan los ándres, por el placer- es femenino: fantasma de
hombre, pero de un hombre que ha identificado en sí mismo la feminidad.' (p.97)

ANA VALENTINA SANDOVAL CRUZ.

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