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1 Pedro 1:3-6

Esta primera epístola universal del Apóstol Pedro.

El apóstol Pedro escribió en este segundo versículo del primer capítulo unas
palabras claves, dice: Gracia y paz os sean multiplicadas. A causa de la obra de la
Trinidad ---porque Dios pensó en usted, Cristo murió por usted, y el Espíritu ha
venido a morar en usted para regenerarle, para poder hacer de usted una persona
mejor--- ahora Dios puede salvarle por Su gracia.

Y el versículo 2 finalizaba con las siguientes palabras del apóstol: Gracia y paz os
sean multiplicadas. Sin la gracia de Dios, usted nunca conocerá la paz que solo Él
puede dar. Si usted no cree que Cristo derramó Su sangre por sus pecados, no
podrá tener paz en su corazón. No es necesario que nos diga que no disfruta de
esa paz. La paz, la certeza y la alegría vienen cuando usted sabe que sus pecados
han sido perdonados.

El apóstol Pedro no estaba hablando de algo que era simplemente una teoría. Este
pescador rudo conocía la gracia y la paz a través de la sangre de Cristo porque
Jesús mismo, le había hablado de ello. La conocía porque había visto morir a Cristo,
había contemplado cómo le sepultaban y después vio al Cristo resucitado. Y este
hombre, que había sido soso, mimado e indeciso había llegado a ser un hombre
con un carácter firme como una piedra. Este hombre pudo ponerse en pie en el
Día de Pentecostés y predicar sobre la muerte y resurrección de Cristo. Pudo ser
llevado a la cárcel, ser perseguido, fue capaz de escribir una carta como ésta y,
finalmente ser crucificado por causa del Evangelio.

Después de haber pasado algún tiempo considerando el segundo versículo de la


carta del apóstol Pedro, estamos seguros de que estará de acuerdo con nosotros
en que el apóstol ya no era un pescador ignorante. El pudo exponer en esta obra
las importantes doctrinas de la elección, la presciencia o conocimiento previo, y la
predestinación. Todos estos grandes conceptos se encuentran del lado de Dios y
ninguno de nosotros puede ofrecer una explicación final. Estamos tratando con
un Dios infinito, que conoce todas las cosas. Su conocimiento previo de la totalidad
de los factores y circunstancias, implica que conoce cada plan que se pueda
imaginar y que El sabe exactamente lo que va a realizar.

Reiteramos que estamos tratando con un Dios infinito. Usted y yo tenemos una
mente limitada. No creemos que un cerebro como el nuestro pueda comprender
al Dios infinito del universo. Y ya que Él es omnisciente, y conoce todas las cosas
que es posible conocer ---es decir, lo que está sucediendo y todo lo que podría
suceder--- estamos confiando en El y tenemos la intención de continuar en esa
dirección.

Observamos aquí que Pedro dirigió una mirada hacia el pasado y dijo en el
versículo 3 de este primer capítulo:

"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia
nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos"

La palabra "bendito" que aquí se utilizó es una palabra diferente a la palabra


original traducida en el Sermón del Monte como "bienaventurados". En este
pasaje la palabra Griega es aquella de la cual proviene nuestra palabra "elogiar"
que es, en realidad significa "alabar". En el Nuevo Testamento esta palabra nunca
se uso como referencia al hombre. Dios no elogia al hombre, pero el hombre ha de
alabar a Dios y, como dice aquí, El es el Padre.

En nuestra cultura actual oímos a los padres elogiando a sus hijos. Y no es con
mucha frecuencia que oímos a un hijo elogiando a su padre. Pero nosotros, como
hijos, debemos alabar a Dios el Padre.

Dice este versículo 3 el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. El es el Padre de


nuestro Señor Jesucristo de una forma única. Recordemos que el Señor Jesucristo
hizo esta distinción cuando habló a María Magdalena en la mañana de la
resurrección. Estas fueron Sus palabras, en Juan capítulo 20, versículo 17: Subo a
mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Él es el Padre del Señor
Jesucristo a causa de Su posición en la Trinidad. Ellos son iguales. Pero usted y yo
no le llamamos a Él Padre, excepto en la base de lo que Pedro mencionó aquí: El
nos ha engendrado. La palabra renacer, o engendrar, tiene que ver con la acción
regeneradora del Espíritu Santo.

Dice este versículo nos hizo renacer para una esperanza viva. Así que usted y yo
tenemos una esperanza viva, una esperanza que se apoya en el hecho de la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Y ya que Cristo fue resucitado de
los muertos por el Espíritu de Dios, esta es una referencia más al Espíritu Santo.

Este es un himno de alegría, un himno triunfal a la Trinidad. Esta es nuestra


canción porque hemos sido renacidos, nacidos de nuevo espiritualmente, como
veremos en el versículo 23, que dice: no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Observemos que la esperanza viva que tenemos se apoya en la sangre de Cristo.


Un cuerpo sin sangre es un cuerpo muerto ---tiene que serlo. Si es un cuerpo
viviente, tendrá sangre circulando a través de él. Y entonces usted y yo, estimado
oyente, tenemos hoy una esperanza viva, porque la sangre de Jesucristo fue
derramada por nosotros. Él murió para que usted y yo podamos vivir, porque Él
pagó nuestro castigo. Es una esperanza viva por la resurrección de Cristo de entre
los muertos.

En este pasaje el apóstol Pedro enfatizó la resurrección de Cristo. La resurrección


fue el gran tema en el Día de Pentecostés y en todos sus mensajes predicados
posteriormente. En el Día de Pentecostés, un resumen de su mensaje sería decir
que todo lo que aquella multitud había visto sucedió porque Jesús, al que los
judíos habían crucificado, había resucitado de los muertos. Y cuando el apóstol
escribió sus epístolas, las fundamentó en la resurrección de Cristo.

Ahora, el Apóstol Pablo hizo lo mismo. El dijo que Jesús fue entregado por nuestras
ofensas. Él murió por nuestros pecados, pero fue resucitado para nuestra
justificación. Para que nosotros estuviésemos unidos a Cristo, aceptados en el
Amado Hijo, para poder" presentarnos ante Dios". Él no sólo apartó el pecado de
nosotros; Él nos traspasó Su justicia. Y de esta manera, podemos presentarnos
ante Dios con la justicia de Jesucristo.

El apóstol Pedro nos describió lo que Dios había hecho por nosotros en el pasado.
Después, se proyectó al futuro.

Leamos el versículo 4 de este primer capítulo de la primera carta de Pedro:

"Para una herencia incorruptible, inmaculada e inmarchitable, reservada en los


cielos para vosotros"

Aquí tenemos una herencia que es incorruptible, lo cual quiere decir que es
indestructible. No puede ser dañada de ninguna manera, por factores humanos
que afectan a los bienes materiales, como el óxido, las polillas o el fuego.

Esa herencia es inmaculada, lo cual nos indica que no puede ser manchada o
contaminada por nada. Y nosotros no recibiremos esta herencia de forma ilegal-

Además, la herencia no se marchitará. Es decir, que no la recibiremos para


descubrir después que ha perdido su valor como, por ejemplo, un capital en
acciones que una vez tuvo un cierto valor y después se devaluó completamente.

Y añadió el apóstol Pedro que la herencia está reservada en los cielos para
vosotros. O sea, que la herencia está guardada. Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios
el Espíritu Santo la están cuidando para nosotros. ¡No podríamos tener una caja
de seguridad más fiable!

Muchas herencias de diverso tipo son afectadas o disminuidas por circunstancias


humanas imprevisibles. Pero nosotros, estimado oyente, tenemos una herencia
que es indestructible. Nada la puede afectar. Hoy, nosotros tenemos algo que
podemos esperar con ansia, y podemos alegrarnos anticipadamente por ello.

Para ayudarnos a entender este versículo sería bueno recordar que el apóstol
Pedro estaba pensando en los judíos cristianos que estaban sufriendo persecución
y dificultades por causa de su fe. Ellos habían sido obligados a salir de su tierra
natal y perdían cualquier herencia que les perteneciera. Sus antepasados habían
sido liberados de Egipto y a través de su recorrido errante por el desierto tuvieron
la esperanza de la tierra prometida que se encontraba delante de ellos. Ellos
alabaron a Dios como el Creador del mundo y como su Redentor de Egipto. Sin
embargo, los creyentes a quienes el apóstol estaba escribiendo (así como usted y
yo) alabaron a Dios como el Padre del Hijo que se encarnó, el Señor Jesús, el autor
de la nueva creación y de una redención espiritual. Además, El proporciona una
esperanza viva, una esperanza que nunca morirá. El nos ha engendrado, nos ha
hecho renacer, y nos ha convertido en Sus hijos por medio de la obra regeneradora
del Espíritu Santo. Y también, nos ha reservado una herencia ---no en la tierra sino
en el cielo. Esa herencia es imperecedera, indestructible, y ningún enemigo no la
puede arrebatar. Ante la realidad futura de esta herencia, alguien expresó este
pensamiento:

"Siempre será nueva, nunca se deteriorará. Nunca vendrá la noche, siempre será
de día. Cuánto alegra mi corazón con un gozo que no se puede describir, al pensar
en un lugar donde nada llegará a envejecer"./h4>

Desgraciadamente, en este tiempo nuestra atención ha sido desviada de aquello


que es futuro, porque se coloca demasiado énfasis en el presente. Continuemos
leyendo el versículo 5 de este primer capítulo:

"Que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación
que está preparada para ser manifestada en el tiempo final."

Aquí hay una frase clave. Guardados por el poder de Dios, que enfatiza el poder
protector de Dios. La palabra "guardados", es decir, protegidos por Su poder nos
deja una sensación de seguridad frente a todo aquello que, a nuestro entender,
amenaza nuestra supervivencia en este mundo.

Eso mismo dijo el Apóstol Pablo en su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo
6: Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Estimado oyente, ¿cree usted que Él
puede guardarle? A veces nos cansa ver el énfasis que se pone en lo que hacemos
por nuestras propias fuerzas humanas. Quisiéramos indicar algo aquí. Algunos
dicen que si seguimos ciertas reglas, podemos llegar a ser creyentes suficientes,
aprobados. Nos preguntamos si estas personas que piensan de esa manera habrán
alcanzado algún nivel celestial al cual nosotros no hemos podido llegar. Nosotros,
humanamente hablando, no nos creemos ni suficientes ni aprobados. En este
sentido, nos identificamos con el apóstol Pablo cuando: No que lo haya alcanzado
ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo
ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Estas fueron las palabras del Apóstol Pablo,
en su epístola a los Filipenses, capítulo 3, versículos 12 al 14. Y añadiremos una
afirmación un poco fuerte que quizás le sorprenda: "usted no puede vivir la vida
cristiana". Alguien se preguntará si realmente queremos decir esto. Y
respondemos que sí. Seguramente usted no podrá señalar un versículo de la Biblia
donde Dios haya pedido que usted viva la vida Cristiana; Él nunca lo ha hecho. Yo
tengo una naturaleza humana vieja, y esa vieja naturaleza siempre va a estar
conmigo mientras viva en esta tierra. Y a veces esta naturaleza, realmente se hace
visible. Algunos tienen un temperamento muy fogoso y se excitan fácilmente. Pero,
amigo oyente, esa vieja naturaleza que usted y yo y todos tenemos es algo que no
podemos cambiar, por un conjunto de reglas. Es imposible mejorar la vieja
naturaleza por nuestras propias fuerzas.

La única forma que existe para que usted pueda vivir la vida cristiana, es
dependiendo del poder del Espíritu Santo, y por el hecho de que usted está siendo
guardado por el poder de Dios ---hasta el mismo día en que usted sea entregado a
Él en el cielo. Como vamos a ver más adelante, esto tiene que ver con una relación
personal con Cristo Jesús.

Ahora llegamos a un versículo clave en esta carta. Se trata del versículo 6 de este
primer capítulo de la primera epístola del Apóstol Pedro, que dice:

"Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario,
tengáis que ser afligidos en diversas pruebas"

El sufrimiento y la seguridad del creyente producen alegría. Y pueden hacerlo


debido a la obra del Trino Dios. Dios nuestro Padre, de acuerdo con Su compasión
y misericordia nos ha hecho renacer dándonos una nueva naturaleza y una
esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos. Y allá en el futuro
El tiene una hermosa herencia reservada para nosotros.

Dice este versículo 6, Por lo cual vosotros os alegráis. ¿Alegrarnos de que? ¿En algo
bueno? No, sino siendo afligidos en diversas pruebas. Y esto coloca en contraste
dos palabras que no podían ser más opuestas; la alegría y las pruebas.

El apóstol Pedro nos dio razones para soportar las pruebas de esta vida. En este
versículo dice que esto tendrá lugar por un poco de tiempo. O sea que, comparadas
con la eternidad, las pruebas no durarán mucho. En la actualidad se coloca mucho
énfasis en la vida presente. El materialismo y ciertas tendencias de la psicología
han influenciado a algunos círculos cristianos. Se nos dice que debemos
desarrollarnos integralmente como individuos. Se nos dice que si estamos
pasando por pruebas, algo anda mal con nuestro cristianismo. Pero esto no es
cierto.

En vez de tanta introspección, deberíamos estar proyectando nuestra vida mirado


hacia el Dios grande que tenemos y a la hermosa herencia que El tiene preparada
para que al llegar a Su presencia la recibamos. Deberíamos interrumpir todos los
intentos por mejorar nuestra vieja naturaleza por medio de los esfuerzos de
nuestra naturaleza carnal. Dios es el que está a cargo de mejorarnos. Él es quien
está tratando de conducirnos hacia la madurez en nuestra vida cristiana. Y la
forma en que Dios nos mejora, pasa por experimentar diversas pruebas y
sufrimientos.

En el estudio de libros anteriores se nos ha dicho lo mismo. Jesús dijo que nuestro
ánimo no se abatiera, y que en este mundo tendríamos aflicción. Es en la carta a
los Hebreos que Dios nos prueba a través del sufrimiento y las dificultades. El
apóstol Santiago escribió sobre las pruebas que provienen de Dios. Y el apóstol
Pablo tuvo mucho que decir acerca del sufrimiento. Y ahora vemos que el apóstol
Pedro continuó en esa línea de pensamiento.

Sabemos que no es en absoluto popular, enseñar que Dios nos probará y nos
conducirá hacia la madurez por medio del sufrimiento. A las personas las estimula
el pensar que ellas son importantes, que pueden lograr muchas cosas a través de
sus propios esfuerzos. Estimado oyente, no somos nada, hasta que el Espíritu de
Dios comienza actuar en nuestros corazones y vidas. No tenemos nada que ofrecer
a Dios. Es Él quien tiene todo para ofrecérnoslo.

Estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Continuaremos, Dios


mediante, en nuestro próximo programa. Mientras tanto, le sugerimos leer todo
este capítulo 1 de la primera epístola del Apóstol Pedro para estar mejor
informado de lo que consideraremos en nuestro próximo estudio.

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