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TEMA 4.

CLIMAS Y ZONAS BIOCLIMÁTICAS. EL TIEMPO Y EL CLIMA COMO


CONDICIONANTES DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS.

1. INTRODUCCIÓN.

Los climas de nuestro planeta son la respuesta del sistema Tierra-atmósfera al estímulo
provocado por la radiación incidente, es decir, el resultado del balance energético entre la
radiación solar absorbida y el modo mediante el cual se distribuye esta energía entre los
componentes del sistema. Dicho balance se manifiesta en unos valores medios de las variables
meteorológicas observadas durante un intervalo de tiempo fijado y en sus variaciones extremas
o excepcionales no contempladas por los datos promedios. Conforme a esta concepción, el
término clima expresa las condiciones generales propias de la atmósfera sobre un lugar
durante un periodo relativamente largo, y se distingue del concepto de tiempo atmosférico,
que se refiere a un periodo corto y expresa el estado puntual de la atmósfera.
La climatología ha tenido como objetivo básico conocer el reparto de los climas en la
superficie terrestre y estudiar su extensión, sus características, sus mecanismos y su evolución.
En principio, la configuración climática tiene una clara componente zonal, dominada por los
grandes flujos de la circulación atmosférica; pero sobre la misma intervienen gran variedad de
factores, tales como la distribución de tierras y mares, la continentalidad, el relieve, la altitud,
etc., que introducen modificaciones azonales y que, en definitiva, son los responsables del
variado mosaico climático del globo.
Otro objetivo de la climatología es la clasificación de los climas. Estos pueden
agruparse de forma sistemática sobre la base de las propiedades que tienen en común, siendo
posible aplicar muy diversas variables. El propósito es presentar un esquema ordenado de la
diversidad climática, lo cual no deja de ser problemático debido a la forzosa generalización
que ha de adoptarse y a las dificultades en el acopio de información base, que hacen que los
límites entre climas diferentes tengan un alto grado de imprecisión. Más allá de los núcleos
climáticos definidos con claridad se sitúan extensas franjas de transición en las que las
influencias climáticas se interpenetran, con matices distintos de una época a otra, que hacen
difícil cualquier intento de clasificación.

2. ELEMENTOS Y FACTORES DEL CLIMA.

a) Elementos del clima.

El estado del tiempo atmosférico se caracteriza por un cierto número de magnitudes


físicas, que pueden medirse, y de circunstancias ambientales, que pueden observarse y
describirse. Unas y otras constituyen los elementos del clima, entre los que están: la
temperatura, la precipitación, la presión atmosférica, la velocidad y dirección del viento, la
duración de la insolación, la nubosidad y la humedad atmosférica.
Durante mucho tiempo la climatología se ha fundamentado en dos de estos elementos:
la temperatura del aire y la precipitación, que han sido considerados básicos para determinar el
clima, en parte por su fuerte impacto sobre las actividades humanas y por la disponibilidad de
largas series de datos. Sin embargo, otros elementos pueden tener igual o, aveces, superior
consideración en casos concretos. Por ejemplo, la temperatura y la humedad del suelo, junto
con la evaporación, son fundamentales en agricultura; y los flujos de energía radiante lo son
para conocer los procesos atmosféricos.
Por otra parte, hay que señalar que algunos elementos del clima deben ser registrados
con delicados instrumentos de medida (la turbulencia de la atmósfera, por ejemplo), no
siempre disponibles; mientras que en la actualidad surgen nuevos elementos a tener en cuenta
sobre los que contamos aún con pocos datos y observaciones precisas (la lluvia ácida, por
ejemplo). Al final, más o menos importantes y determinantes, la combinación de todos los
elementos integrantes del complejo sistema que forma la atmósfera definen el clima de una
región.

b) Factores que controlan el clima.

Como tales se consideran el conjunto de mecanismos e influencias que inciden en las


manifestaciones atmosféricas que observamos y que son responsables de la diversidad
climática regional.
En efecto, los distintos climas son el resultado de la actuación conjunta de factores
astronómicos, meteorológicos y geográficos, siendo los más significativos: la latitud, la altitud,
la distribución de tierras y mares, la naturaleza de las corrientes oceánicas, la disposición del
relieve, los sistemas de vientos dominantes y la distribución de los centros de altas y bajas
presiones.
Los factores astronómicos, derivados de la situación latitudinal y los movimientos de la
tierra, de los que resultan las diferencias en los balances de radiación, son los responsables del
carácter rítmico del tiempo y de la sucesión de las estaciones.
Los factores meteorológicos, relacionados con la dinámica general de la atmósfera:
tipo de circulación regional, sucesión de masas de aire, frentes y centros de acción; confieren
el sentido cambiante que presenta el estado de la atmósfera.
Los factores geográficos, por su parte, actúan como modificadores de los demás
factores y a ellos se debe la diversidad de las características climáticas. Estas modificaciones
revisten grados de importancia territorial muy variables, que van desde la fracción de
continente y océano hasta la vertiente de una montaña.
Los diferentes grupos de factores intervienen de un modo interrelacionado y su acción
determina la distribución de los climas del planeta. En principio, los factores astronómicos y
meteorológicos establecen el dominio zonal, y sobre éstos los factores geográficos imponen
las alteraciones azonales y, en definitiva, los climas regionales y locales.

3. CLASIFICACIÓN DE LOS CLIMAS.

El intento de clasificar los climas se puede fundamentar en un gran número de


parámetros, resultando difícil establecer criterios generales partiendo de los rasgos climáticos
característicos. Por otra parte, el método de clasificación debe basarse en los documentos
disponibles, no siempre suficientes, y en el objetivo que se persiga, que no es siempre el mismo
según los intereses de las distintas disciplinas que se preocupan por el clima (agronomía,
botánica, geografía...). En conclusión, resulta imposible establecer un esquema de clasificación
de los climas único y válido para todo el planeta, pero, dada la trascendencia de este tema para
la formulación de hipótesis y la orientación de determinadas investigaciones, el intento de
clasificación ha sido abordado por muchos autores de todas las épocas y desde los
presupuestos de diferentes disciplinas.
Aunque existen propuestas de clasificación regional de los climas desde la época de los
griegos, el siglo XX ha sido el que ha contemplado una mayor proliferación de propuestas de
clasificación de los climas, pudiendo observarse dos tendencias principales. Por un lado, las
que se basan en los factores que generan la diversidad climática, como son la circulación
atmosférica, las masas de aire y los tipos de tiempo, que se conocen como clasificaciones
genéticas1. Por otro lado, las que combinan diferentes elementos del clima (habitualmente el
1
. Las más importantes entre éstas son las debidas a FLOHN, ALISOV y STRAHLER.
grado de aridez y las temperaturas) y los efectos que producen en el medio geográfico,
llamadas clasificaciones empíricas2. De las diferentes propuestas, las de STRAHLER,
THORNTHWAITE y KÖPPEN están entre las más extendidas.

a) Clasificación de STRAHLER.

El esquema seguido por este autor utiliza los conceptos de regímenes térmicos y tipos
pluviométricos, pero los explica considerando la localización de las regiones manantiales de las
diferentes masas de aire, así como la naturaleza y movimientos éstas, los frentes y las
borrascas. Distingue tres grandes grupos climáticos:

- Climas de las bajas latitudes, controlados por las células de altas presiones
subtropicales y las masas de aire tropical y ecuatorial.
- Climas de latitudes medias, dominados por el frente polar y las masas de aire tropical
y polar.
- Climas de las altas latitudes, bajo el control de las masas de aire polar y árticas-
antárticas.

Estos tres grupos se subdividen a su vez en trece tipos climáticos, a los que se añaden
los climas de montaña. El resultado es un esquema sencillo y efectivo (ver mapa).

b) Clasificación de THORNTHWAITE.

Se basa en el concepto de evapotranspiración potencial y en el balance de vapor de


agua, y tiene como cuatro criterios básicos: el índice global de humedad, la variación
estacional de la humedad efectiva, el índice de eficiencia térmica y la concentración estival de
la eficiencia térmica.
La evapotranspiración potencial (ETP) se determina a partir de la temperatura media
mensual, corregida según la duración del día; y el exceso o déficit se calcula a partir del
balance de vapor de agua, considerando la humedad, que junto con la ETP permite definir los
diferentes tipos de clima (ver cuadro).

c) Clasificación de KÖPPEN.

Constituye tal vez el mejor ejemplo de clasificación empírica y es uno de los esquemas
más conocidos y usados por los geógrafos. Toma como idea de partida el que la vegetación
natural constituye un indicador del clima, y algunas de sus categorías se apoyan precisamente
en los límites climáticos de ciertas formaciones vegetales. Los climas son definidos por los
valores medios y mensuales de las temperaturas y las precipitaciones, criterios con los que se
diferencian varios grupos y subgrupos climáticos que se identifican mediante un código de
letras.
KÖPPEN distingue seis grandes grupos climáticos, que se reconocen mediante la
asignación a cada uno de una letra mayúscula. El criterio principal para esta primera división
es el térmico, aunque la diferenciación de los climas B se basa en la humedad:

- Climas A: Cálidos. La temperatura media mensual es superior en todos los meses a


18o.
- Climas B: Secos. La evaporación es superior a la precipitación y no hay excedente
hídrico.
2
. De este tipo son las clasificaciones de PAPADAKIS, THORNTHWAITE Y KÖPPEN, entre
otras.
- Climas C: Templados. El mes más frío tiene una temperatura media superior a -3 o y el
mes más cálido supera los 10o.
- Climas D: Templados con invierno frío. La temperatura media del mes más frío es
inferior a -3o y la del mes más cálido supera los 10o.
- Climas E: Polares. La temperatura media de todos los meses es inferior a 10 o.
Diferencia los subgrupos ET (clima de tundra), cuando el mes más cálido supera los 0 o, y EF
(clima de hielo permanente), cuando ningún mes supera los 0o.

Los grupos anteriores se subdividen a su vez en subgrupos más específicos mediante la


asignación de letras minúsculas que hacen referencia a la distribución estacional de las
precipitaciones:

- f: No existe estación seca.


- s: Estación seca en verano.
- w: Estación seca en invierno.
- m: Presencia de lluvia monzónica.

Para matizar el régimen térmico se hace uso de una tercera letra minúscula, siendo las
principales:

- a: El mes más cálido supera los 22o.


- b: El mes más cálido no supera los 22o, pero al menos 4 meses superan los 10o.
- c: Menos de cuatro meses superan los 10o.
- d: El mes más frío está por debajo de -38o.

La clasificación de KÖPPEN es susceptible de enriquecimiento en sus detalles,


mediante la adición de nuevos símbolos, así como de adaptaciones regionales que maticen aun
más las diferencias entre subtipos climáticos. Para la Península Ibérica, por ejemplo, se
propone la aplicación a la minúscula s de las comillas (s"), cuando, además de la estación seca
en verano, se detecta un mínimo secundario de lluvias en enero. Igualmente, para la Península
se propone matizar el régimen térmico añadiendo la consideración de que exista o no un mes
inferior a 6o.

4. ZONAS BIOCLIMÁTICAS.

Sería imposible describir individualmente todos los climas existentes, aunque sí es


necesario adoptar algún esquema que identifique los grupos principales. Seguiremos la
división básica zonal en climas cálidos, templados y polares, explicando las características
generales de la dinámica atmosférica y haciendo una síntesis selectiva de los climas regionales
existentes en cada área.

4.1. Climas cálidos.

Ocupan la extensa superficie del globo comprendida entre los Trópicos de Cáncer y
Capricornio, y se caracterizan globalmente por sus temperaturas altas y homogéneas a lo largo
del año, debido a los balances positivos de energía solar en las latitudes bajas. Desde el punto
de vista de las temperaturas no existen estaciones propiamente dichas, y la amplitud térmica
media anual es escasa. En una primera aproximación pueden diferenciarse dentro de esta
familia cuatro grandes tipos de climas.
a) Climas ecuatoriales.

Tienen una disposición zonal a lo largo de la vaguada ecuatorial, entre las latitudes 10-
15o al Norte y al Sur del Ecuador. Son climas de gran uniformidad térmica, con medias
mensuales y anuales próximas a los 27o, débiles contrastes estacionales y oscilaciones diarias
también de poca importancia. Esta uniformidad se debe a varios hechos: la duración
prácticamente idéntica de los días y las noches, la ausencia de invasiones de masas polares
frías y la elevada humedad del aire.
La precipitación es siempre abundante, provocada por los mecanismos de
convergencia de vientos (choque de los alisios) y por convección (calentamiento, elevación y
condensación del aire), alcanzando la precipitación anual valores por encima de los 2.000 mm.
No existe estación seca, pero pueden detectarse dos máximos anuales en las precipitaciones,
que suelen relacionarse con los dos momentos en que los rayos solares caen
perpendicularmente sobre una zona3.
El clima ecuatorial domina en la amplia cuenca del Amazonas, en la cuenca del Congo
y en las islas de Indonesia. Constituye el dominio del bosque ecuatorial denso, que presenta en
estado natural el aspecto de una alfombra infinita. El número de especies vegetales que
conviven en estos bosques es inmenso y no podemos considerar que se hayan inventariado
todas4. La importancia de esta masa forestal para el equilibrio climático del planeta se ha
empezado a valorar en tiempos recientes, justo cuando su imparable proceso de destrucción ha
cobrado auge.
Desde el punto de vista edafológico, el clima ecuatorial se relaciona con la existencia
de suelos en general pobres, ya que la abundante agua que reciben disuelve y arrastra las bases
esenciales para la fertilidad. Las rocas, sobre todo las cristalinas, se descomponen
profundamente y en la parte superior se forma un suelo limo-arcilloso de color rojizo por la
abundancia de óxidos de hierro y aluminio. Cuando el porcentaje de estos minerales es elevado
se habla de suelos lateríticos5, que se secan al sol y forman piezas de gran consistencia.
b) Climas tropicales.

El clima ecuatorial lluvioso se va degradando conforme se sube en latitud dando lugar


a toda una gama intermedia de climas tropicales, caracterizados por la alternancia de una
estación lluviosa y otra seca, de duración y extensión variables, que influyen lógicamente en la
precipitación total recibida. Este ritmo pluviométrico deriva de la acción de los vientos alisios
y su explicación es simple:
El periodo de lluvias tiene lugar en verano, y coincide con el desplazamiento de la
vaguada ecuatorial en dirección al polo y con el arrastre por los vientos alisios de masas de
aire marítimas muy inestables y cargadas de humedad.
El periodo de sequía se produce en invierno, debido a la acción de los vientos alisios
continentales (secos) y al desplazamiento de los anticiclones subtropicales hacia las latitudes
bajas, estabilizando la atmósfera.
Estos mecanismos generan una distribución zonal escalonada de diferentes subtipos
climáticos, a lo que se unen factores geográficos que matizan estos subtipos y originan
3
. Aunque recientemente se resta exactitud a esta explicación y la
existencia de los dos máximos de precipitaciones tiende a relacionarse
con el movimiento estacional de la vaguada tropical. J.M. CUADRAT,
Geografía Física, p. 356.
4
. En la selva amazónica se han inventariado más de 8.000 especies
vegetales. P. GOUROU y L. PAPY, Compendio de Geografía General, p. 63.

. Del latín later = ladrillo.


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distribuciones azonales.
En las fachadas orientales de los continentes, la exposición a los vientos oceánicos e
inestables que penetran desde el Este hace que las precipitaciones sean abundantes todo el
año. Esto ocurre en las costas del Caribe, en la fachada Sudeste de Brasil, en las costas
orientales del África meridional, en las islas del Océano Indico y en el Noreste de Australia,
regiones todas en las que suelen superarse los 1.000 mm de precipitación anual. El clima de
estas zonas se asemeja bastante al ecuatorial, aunque por factores distintos, y suele conocerse
como subecuatorial.
El clima tropical típico, denominado por algunos geógrafos sudanés, suele tener unas
precipitaciones anuales entre 750 y 1.000 mm., que se concentran en una sola estación que
dura de cinco a siete meses, abarcando el verano, y suele contemplar potentes tormentas
acompañadas de vientos fuertes. El invierno no se deja sentir en las temperaturas, pues los
meses menos calurosos suelen superar los 25o, pero en ellos se inicia una estación seca que se
prolonga durante la primavera, dominada por vientos continentales muy secos. Este clima
tiene un extenso dominio en América del Sur y Central, en África y en el Sureste Asiático.
Cuando la cantidad de precipitaciones desciende (entre 400 y 750 mm) y la estación
seca se hace más prolongada (2/3 del año), la tendencia a la aridez se acentúa y entramos en la
zona de transición hacia el desierto. Esta modalidad de clima tropical marcadamente seco se
conoce como saheliense, ya que encuentra su dominio más extenso en África, en la región que
los árabes denominan Sahel (= orilla, en este caso del desierto), debiendo su aridez al dominio
del viento continental seco denominado harmattan. Además de en África, esta modalidad de
clima tropical muy seco aparece en el interior de México, en el altiplano boliviano, en el
Noroeste de la Península India y en el interior de Australia, siempre en zonas de transición
hacia regiones plenamente desérticas.

c) El clima monzónico.

En realidad es un clima tropical con estación seca, pero que se da en una región de
Asia que coincide en latitud con el dominio del desierto en África. El factor principal que
imprime su carácter al clima monzónico es el viento denominado monzón, que afecta
básicamente a la Península India y a la región del Sureste Asiático.
El mecanismo del monzón se basa en un sistema de vientos estacionales que soplan
alternativamente del mar, en verano, y del continente, en invierno, cuyo origen combina a la
vez procesos dinámicos, asociados al movimiento del Jet Stream de la atmósfera superior, y,
sobre todo, procesos térmicos que se relacionan con el desigual ritmo de calentamiento y
enfriamiento de la masa continental y del mar.
En definitiva, la estación seca invernal del clima monzónico está dominada por el
monzón de invierno, vientos secos de procedencia continental, mientras que en el verano el
régimen de los vientos cambia, entrando flujos cálidos y muy húmedos del océano que
provocan fuertes lluvias de junio a septiembre. A pesar de la estación seca, las lluvias
monzónicas son tan abundantes que el total anual de precipitaciones suele ser muy superior al
de un clima tropical con estación seca convencional, pudiendo llegar a superarse con holgura
los 1.500 mm.6
Aunque el monzónico es un clima típicamente asiático, sus rasgos aparecen también en
una estrecha franja costera del Africa Occidental (Guinea Bissau). Su dominio más extenso
abarca parte de la Península India, Sri Lanka, gran parte del Sudeste Asiático (Indonesia,
archipiélago malayo, Sur de China) y, con menor grado de representación, algunas zonas del
Asia Oriental (centro y norte de China y Japón). Sin duda, el clima monzónico se encuentra
íntimamente asociado en estas regiones con el cultivo del arroz, que exige a la vez mucha
cantidad de agua y calor.

. En Calcuta se alcanzan los 1.634 mm.


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d) Climas secos.

Los climas secos afectan casi a un tercio de la superficie continental en latitudes muy
diversas. La característica principal de estos climas es la extrema aridez, fruto de unas escasas
precipitaciones y de una elevada evaporación, que crean un balance de agua deficitario durante
casi todos los meses del año. Los factores que provocan la aridez son diversos y a veces se
suman varios: acción de potentes anticiclones dinámicos, estabilidad del aire en contacto con
corrientes marítimas frías, efecto de la continentalidad, influencia de la orografía... Podemos
encontrar climas secos tanto en las latitudes tropicales, donde aparecen climas secos sin
invierno, como en las latitudes templadas, donde existe un periodo frío a veces muy marcado.
Los desiertos cálidos están vinculados a las extensas células anticiclónicas en torno a
los trópicos de Cáncer y Capricornio, cuya persistencia crea las mayores zonas desérticas del
globo: Sahara, Arabia, Irán, Kalahari y buena parte de Australia. En estas zonas la insolación
alcanza valores muy elevados, la sequedad del aire es extrema y las temperaturas llegan a
cotas muy altas, aunque la claridad de la atmósfera7 provoca una amplitud térmica diaria que
puede llegar a los 30o. Las precipitaciones son siempre muy débiles y muy irregulares, tanto en
el tiempo como en el espacio. En estos desiertos cálidos no existe una red fluvial permanente,
la escasez de las precipitaciones impide la formación y evolución de los suelos y las
condiciones de vida tanto para la vegetación como para los animales son extremas, lo que
origina adaptaciones muy peculiares y una concentración en los escasos puntos en los que el
agua filtrada se acumula a poca profundidad del suelo (oasis).
Dentro de los desiertos cálidos, un caso singular lo constituyen los desiertos litorales
de las costas occidentales de los continentes, donde la sequedad es debida, entre otros
factores, a corrientes marítimas frías que estabilizan el aire en contacto con la superficie de las
aguas. Es el caso del desierto de Atacama (costa chileno-peruana), en relación con la corriente
de Humboldt, el de Namibia, originado por la corriente de Benguela, el de California,
relacionado con la corriente del mismo nombre, y el desierto costero marroquí, ligado a la
corriente de Canarias. En los desiertos costeros la proximidad del océano favorece el aumento
de la humedad del aire, que no llega a dar lugar a precipitaciones pero origina abundantes
nieblas y permite que la vida vegetal y animal esté más presente que en otros desiertos cálidos.
Igualmente, la cercanía de la masa marítima atenúa la oscilación térmica.
Los desiertos templados se encuentran en las latitudes medias, en áreas interiores de
los continentes alejadas de la acción de los vientos del Oeste. En Asia los desiertos templados
ocupan una extensa franja desde Irán hasta Manchuria, mientras que en América se alargan en
sentido del meridiano a sotavento de las montañas Rocosas, las Cascadas y los Andes. Su
origen se debe al concurso de diferentes circunstancias: la estabilidad atmosférica en las
regiones afectadas por las altas presiones subtropicales, el aislamiento de la influencia marítima
por barreras montañosas y, sobre todo, el efecto de continentalidad que trae consigo el
debilitamiento progresivo de las perturbaciones y su pérdida de humedad. Las precipitaciones
son siempre muy débiles e irregulares, mientras que los regímenes térmicos son los propios de
la zona continental, endurecidos por la constante sequedad de la atmósfera, con inviernos muy
fríos, veranos tórridos y amplitudes absolutas en ocasiones superiores a los 90o.

4.2. Climas templados.

Cubren una amplia franja en ambos hemisferios entre los paralelos 40 o y 70o
aproximadamente, dominada por la circulación de los vientos del Oeste y el juego de las masas
de aire tropical y polar. Debido a la acción de los ciclones y anticiclones móviles de las

. Que origina que el aire no absorba la energía calorífica.


7
latitudes medias, los cambios de tiempo son continuos. Por otra parte, las características y la
posición latitudinal de los centros de altas y bajas presiones experimentan cambios
estacionales, de modo que en verano las depresiones tienden a ser menos intensas y están
desplazadas hacia el Polo, mientras en invierno los anticiclones se mueven hacia el Ecuador y
aumenta la presencia de borrascas en las latitudes más bajas.
Al igual que sucede en la región intertropical, en la zona templada se dan climas muy
diferentes, desde los cálidos a los muy fríos, y desde los lluviosos a los secos. No obstante,
frente a los climas tropicales, sin invierno, y los climas polares, carentes de verano, los climas
templados tienen un rasgo común: el régimen térmico contrastado, con alternancia estacional
de calor y frío.
Esta diversidad climática refleja la interacción de los factores meteorológicos con los
geográficos. En principio va unida a la confrontación de influencias tropicales y polares y a las
perturbaciones del frente polar, pero a esta acción se superpone la influencia del relieve y de
las masas marítimas y continentales, que imponen múltiples variaciones. A grandes rasgos en la
zona templada pueden distinguirse tres tipos principales de clima: el mediterráneo, el oceánico
y el continental.

a) Clima mediterráneo.

El dominio mediterráneo se localiza al Oeste de los continentes, entre los paralelos 30


y 45o, estando especialmente representado en las tierras que bordean la cuenca del mar
Mediterráneo, además de en estrechas bandas costeras de California, Chile central, la provincia
sudafricana de El Cabo y el Suroeste de Australia.
Es un clima de lluvias mediocres y de tendencia cálida, que debe sus principales
características a la alternancia estacional de los anticiclones subtropicales y a la circulación
general del Oeste. Durante el verano, el dominio de las altas presiones origina cielos soleados,
altas temperaturas y tiempo seco. En invierno las altas presiones subtropicales descienden de
latitud y dejan paso a la entrada de borrascas frontales que aportan la mayor parte de las
lluvias y motivan un descenso suave de las temperaturas, aunque ocasionalmente en invierno
se producen invasiones de aire polar frío que pueden provocar heladas.
Dentro de estos rasgos comunes, el abanico de modalidades del clima mediterráneo es
amplio. Así, la templanza térmica es característica de las regiones costeras, pero se degrada
hacia las tierras interiores, donde la continentalidad endurece las temperaturas invernales y los
veranos pueden ser tórridos8. Igualmente, las zonas de clima mediterráneo más cercanas a los
trópicos conocen, por lo general, temperaturas más elevadas y precipitaciones más débiles e
irregulares, con una prolongación del periodo estival seco9. En las zona meridional europea,
las costas del Atlántico10 conocen un clima mediterráneo atenuado por la cercanía del océano,
en el que la estación seca es muy corta y la amplitud térmica más suave.
La violencia estacional de las lluvias en el clima mediterráneo origina un importante
problema de erosión de los suelos, sobre todo en las vertientes montañosas desprovistas de
vegetación, de las que el agua arrastra importantes cantidades de materiales, dejando la roca
madre al desnudo.

8
. Esta transición del mediterráneo al continental se intuye en el interior
de la Península Ibérica, pero donde se aprecia con más claridad es en la
zona de los Balcanes.
9
. El ejemplo más típico de esta modalidad del clima mediterráneo lo
encontramos en la fachada mediterránea norteafricana.
10
. Lisboa sería el ejemplo más típico.
b) Clima oceánico (templado-cálido de las costas occidentales).

Es propio de las fachadas occidentales de los continentes, donde la circulación


dominante del Oeste trae el influjo directo del aire marítimo y las borrascas del frente polar.
Bajo la acción reguladora del océano, los inviernos son templados y los veranos frescos, con
una amplitud térmica media anual de apenas 10 o. En todas las estaciones la humedad del aire
es alta y la precipitación abundante, pero es durante la estación invernal cuando se suceden
con más frecuencia e intensidad las bajas presiones, por lo que las precipitaciones suelen ser
mayores.
Este clima suave, húmedo e inestable queda reducido a estrechas franjas litorales del
Oeste norteamericano, de Chile y de Neva Zelanda, regiones en las que las cadenas
montañosas litorales impiden que su dominio se extienda hacia el interior. En las costas de
Europa occidental, sin embargo, la influencia marítima se prolonga hacia el interior del
continente debido a la existencia de llanuras abiertas, a través de las cuales se pasa en lenta
transición al clima continental.

c) Clima chino (o templado-cálido de las costas orientales)

Este tipo de clima se da en las mismas latitudes que el clima oceánico, pero en la
fachada opuesta de los continentes. Su versión más típica aparece en las costas de China, de
ahí el nombre, pero también lo encontramos en la costa suroriental de América del Norte
(Mississipi), en la costa argentina y en Australia.
Se trata de un clima con un régimen térmico semejante al clima mediterráneo, ya que
los inviernos son suaves (normalmente en torno a los 9º) y los veranos calurosos (el mes más
cálido supera los 22º).
En cuanto a su régimen pluviométrico destaca la existencia de precipitaciones
suficientes durante todos los meses del año (le correspondería la letra f de Köppen), aunque se
destaca un importante descenso de la precipitación en los meses invernales, que en algún caso
roza el rango de sequía, y un incremento igualmente notable en el verano. Esto se debe a que
en la estación fría los anticiclones térmicos del interior de los continentes frenan en parte la
entrada de borrascas, mientras que en el verano la cercanía de estas costas a la zona de
influencia monzónica conlleva un aumento del paso de borrascas.
Este clima está asociado a los bosques de bambú.

d) Clima continental.

Sus características son prácticamente las opuestas del clima oceánico: tiene un régimen
térmico muy contrastado, riguroso frío invernal y limitada acción de las borrascas oceánicas.
Ocupa importantes superficies de América del Norte y de Eurasia, con transiciones a veces
sutiles hacia los climas fríos de las áreas polares, a los cálidos de filiación tropical o a los
oceánicos del Oeste. En este sentido resulta ejemplificador el cambio progresivo al clima
continental que se observa en la llanura euroasiática conforme decrece la influencia del aire
marítimo.
El rigor invernal del clima continental se debe al dominio casi permanente en el interior
de los continentes de las altas presiones durante el invierno. La masa continental enfría el aire
superficial llegando a formarse potentes inversiones térmicas que interfieren la circulación
general y cierran el paso a los frentes lluviosos. Debido a esto, el invierno, además de muy
frío, es seco.
En verano la situación se invierte y el calentamiento rápido de la masa continental
genera un predominio de las bajas presiones que dejan paso a la circulación zonal del Oeste,
permitiendo el paso de borrascas que, no obstante, son débiles y proporcionan precipitaciones
bastante moderadas.
En la fachada oriental de los continentes aparece una variedad de clima continental sin
estación seca. El régimen térmico sigue siendo muy contrastado por la presencia alternante de
masas de aire polar y ártico en invierno y tropicales marítimas en verano; pero las
precipitaciones son más abundantes que en el clima continental típico debido a la humedad que
aporta la cercanía del océano. Pese a que no existe estación seca en invierno, en esta variedad
de clima continental el verano sigue siendo la estación más lluviosa.

4.3. Climas polares.

Son los climas de las latitudes altas, caracterizados por el frío intenso y la ausencia de
verano. El frío de las regiones polares es resultado del enorme déficit del balance de radiación
neto, pues aunque el sol puede estar sobre el horizonte las veinticuatro horas del día, la
intensidad de su radiación es baja por la oblicuidad de los rayos solares.
Las áreas polares son también regiones secas, debido al dominio de las altas presiones
térmicas y a la escasa evaporación, lo que motiva que el volumen anual de las precipitaciones
sea similar al de los climas secos templados o tropicales.
Otro rasgo de las regiones polares es la presencia de fuertes vientos, debido a las
turbulencias que se producen entre las altas presiones polares y las bajas presiones
circumpolares.
Dentro de los climas polares pueden distinguirse dos variedades principales:
El clima de tundra11 ocupa las franjas costeras ártica y antártica, afectadas por la
influencia oceánica y el paso frecuente de familias de borrascas del oeste, a las que se deben
las relativamente importantes precipitaciones. Aunque no existe el verano propiamente dicho,
varios meses pueden alcanzar temperaturas superiores a los 0 o, lo que permite el deshielo
superficial.
El clima glacial corresponde al dominio permanentemente helado del Océano Artico y,
sobre todo, del interior de Groenlandia y de la Antártida, donde al factor latitud se une su
considerable altitud. Es el clima más frío del globo, con temperaturas siempre inferiores a 0 o y
registros absolutos extraordinariamente bajos, como los -88o del observatorio de Vostok en el
continente antártico. Las precipitaciones son muy escasas, debido al dominio casi absoluto de
las altas presiones polares, y casi siempre en forma de nieve.

4.4. Climas de montaña.

Las montañas constituyen un factor azonal del clima e introducen importantes


modificaciones en los elementos meteorológicos. La disposición del relieve, la altitud, la
exposición y el volumen, no sólo crean anomalías locales, sino que, cuando las montañas son
bastante elevadas y extensas, originan verdaderos tipos particulares de clima.
Un rasgo destacado de la regiones montañosas elevadas es la disminución de la presión
atmosférica con la altitud, de la que derivan muchos de sus rasgos climáticos. Debido a la
reducción de la masa atmosférica y a la disminución de los componentes variables de la
atmósfera, ésta absorbe menos energía solar y la intensidad de la insolación que llega al suelo
aumenta; así, el aire de las montañas retiene poco calor y mantiene temperaturas bajas,
mientras que el suelo de las laderas expuestas al sol alcanza durante el día elevadas
temperaturas, que contrastan con el acusado enfriamiento nocturno y con las bajas
temperaturas de las zonas de umbría.
11
. También suele denominarse polar-oceánico.
En general, y aunque en los valles profundos pueden producirse inversiones térmicas,
la temperatura desciende con la altitud a un ritmo de medio grado por cada 100 metros de
desnivel, aunque este gradiente varía notablemente según las condiciones locales y tampoco es
regular durante todo el año. Igualmente, la precipitación suele aumentar con la altitud debido
al ascenso forzado de las masas de aire y a su enfriamiento y condensación; aunque la relación
entre precipitación y altitud no es sencilla y varía según la situación geográfica de la montaña y
su orientación respecto a los vientos dominantes.
El clima de cada región montañosa permanece en muchos aspectos bajo la dependencia
de las latitudes de implantación, sobre todo en lo que hace referencia al ciclo de radiación, los
ritmos térmicos y, en buena medida, al régimen de las precipitaciones.
En las regiones intertropicales, donde la elevada perpendicularidad de los rayos solares
asegura un alto grado de uniformidad térmica anual, el progresivo descenso de las
temperaturas con la altitud origina un característico escalonamiento de pisos climáticos, con
franjas de transición casi inexistentes. En los trópicos húmedos, además, la altitud acentúa la
abundancia de precipitaciones, llegando a registrarse en algunas montañas de estas regiones
los registros pluviométricos más elevados del planeta12.
En las latitudes medias y bajas, por el contrario, las diferencias de insolación entre
invierno y verano determinan variaciones térmicas anuales mucho más amplias que en los
trópicos, que se hacen especialmente acusadas en el interior de los continentes. Además,
debido a la oblicuidad de los rayos solares, la distribución de las temperaturas depende mucho
de la orientación de las vertientes y ocasiona la conocida oposición entre solana y umbría. En
las montañas de estas regiones, el incremento pluviométrico con la altitud se mantiene hasta
los 2.000 o 3.000 metros, al tiempo que las precipitaciones en forma de nieve aumentan en
importancia. En cualquier caso, el nivel de las precipitaciones depende mucho de la
orientación del relieve con respecto a los vientos dominantes, de modo que en los sistemas
montañosos cuyo eje del relieve es perpendicular a la dirección de los vientos se origina una
tremenda diferencia entre la vertiente húmeda, en la que los vientos descargan toda su
humedad, y la vertiente seca, sometida al efecto Foëhn13.
Por todo lo visto, no es sorprendente encontrar notables diferencias climáticas en las
áreas de montaña. En realidad, junto a los caracteres generales que impone el factor altitud
actúan una gran variedad de factores puntuales que dan origen a gran variedad de climas
locales.

5. EL TIEMPO Y EL CLIMA COMO CONDICIONANTES DE LA ACTIVIDAD


HUMANA
Para abordar este apartado os propongo que realicéis una especie de ensayo personal,
para el que podéis seguir el siguiente guión o bien elaborarlo más libremente.

- El "determinismo geográfico" a grandes rasgos. Conviene manifestar una postura


contraria, pero sin negar la importancia de factores como el clima en las actividades humanas.

- El clima ha condicionado la actividad humana de una forma más o menos


determinante según el grado de desarrollo tecnológico de cada cultura. Se pueden poner
ejemplos de la dependencia casi total de la agricultura con respecto al clima cuando no se
cuenta con un nivel tecnológico avanzado (históricos o actuales). Pero también se pueden
poner ejemplos de los avances técnicos que liberan a la agricultura de esa dependencia:
regadíos, invernaderos, etc. que permiten cultivar productos de huerta incluso en zonas de
12
. En las montañas de Colombia o de las islas Hawai, por ejemplo, las
cantidades promedio superan los 10.000 milímetros de lluvia anual.
13
. Explicarlo.
clima desértico.

- A grandes rasgos, puede afirmarse que las zonas templadas de la tierra son las más
favorables, desde el punto de vista climático, para la vida humana. Sin embargo, el ser humano
ha demostrado su capacidad de adaptación incluso a los climas más extremos, y ha sabido
explotar las posibilidades de los distintos medios climáticos.

- Por último, pueden mencionarse ejemplos de que con el nivel tecnológico actual ni
siquiera el clima más hostil frena el desenvolvimiento de actividades económicas que puedan
resultar interesantes. Por ejemplo, estoy pensando en la explotación de las minas de diamantes
del desierto namibio, que dio lugar a fines del XIX a que surgiera una ciudad lujosa en medio
de dicho desierto. El agua era transportada en barcos desde El Cabo, pero los ingresos que
reportaban las minas permitían que la ciudad contara con lujos increíbles, como un teatro de
ópera en el que actuaban compañías europeas.

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