Sei sulla pagina 1di 34

CLAROSCUROS EN LA CÚSPIDE DEL PODER.

LOS VICEPRESIDENTES ARGENTINOS (1983-


2009)

ARIEL D. SRIBMAN
Universidad de Salamanca
 sribman.ibero@usal.es

RESUMEN: El presente trabajo se ocupa de la vicepresidencia argentina y del desempeño de


quienes la ocuparon desde el retorno a la democracia (1983) y la actualidad (2009). Su objetivo
fundamental es estudiar, en clave comparada, el poder que ostentaron los vicepresidentes y el peso
que ejercieron dentro de sus respectivos gobiernos; como objetivo intermedio se propone un
modelo para medir el poder vicepresidencial, tanto en su componente cuantitativo (magnitud de
poder) como en el cualitativo (modo en que ejercieron ese poder y relación que mantuvieron con el
Presidente).

I. INTRODUCCIÓN

La vicepresidencia se cuenta entre las instituciones que mayor protagonismo han desplegado a lo
largo de los últimos lustros de vida política en Argentina. En abierto contraste con ello, la notable escasez
de estudios sobre el desempeño de los vicepresidentes se ha mantenido, y los exiguos trabajos dedicados a
esta institución siguieron ocupándose –igual que lo habían hecho durante toda la historia argentina– de los
aspectos formales y normativos del cargo.
El objetivo de este trabajo consiste precisamente en llenar el vacío bibliográfico existente en torno al
poder real de los vicepresidentes y a las tareas que de hecho desempeñan, en casi todos los casos superando
la actividad mínima a que los constriñe la letra de la Constitución. Este objetivo se satisface a través de dos
tareas, que se corresponden con los dos componentes del vacío bibliográfico mencionado. Por un lado, se
realiza una reconstrucción histórica de los mandatos vicepresidenciales del período 1983-2009, exponiendo
de manera sistemática el desempeño de cada uno de los vicepresidentes en sus principales áreas de
actuación; por otro lado, se propone un sistema de medición del poder vicepresidencial y una tipología de
vicepresidentes a partir de dos dimensiones: una cuantitativa (la magnitud del poder de cada vicepresidente)
y una cualitativa (la forma en que ejerció ese poder y la relación que mantuvo con el presidente).
La relevancia de este estudio se explica por la convergencia de dos elementos: el gran protagonismo
que, como ya se ha dicho, han tenido los vicepresidentes a través de los últimos lustros; y la falta casi
absoluta de estudios sobre los aspectos fácticos/informales de esta magistratura. En este sentido vale
mencionar los únicos dos trabajos que se han ocupado de la vicepresidencia: por un lado, Serrafero (1999)
ha realizado la primera aportación desde una perspectiva cercana a la Ciencia Política, aunque su
investigación presenta dos debilidades: en primer lugar, no se ocupa de esas facetas informales, es decir, de
la actuación de los vicepresidentes, sino de otros factores como su origen, la conformación de las fórmulas,
su destino tras la vicepresidencia, etc.; en segundo lugar, debido a su fecha de edición no están incluidas las
experiencias de Carlos Álvarez y de Julio Cobos (vicepresidentes entre 1999 y 2000, y desde 2007 hasta la
fecha, respectivamente), que dispararon a la vicepresidencia hacia el primer plano de la vida política
nacional. La otra obra que se ocupa de la vicepresidencia es la de Castro (2009), que aporta información de
gran utilidad; sin embargo, se trata de un trabajo periodístico, de modo que no sistematiza la información de
cara a futuras comparaciones, ni la enmarca en cuadro teórico alguno.
En cuanto a los estudios sobre la vicepresidencia en otros países, se pueden tener en cuenta algunos
elementos utilizados por análisis del caso estadounidense, como los de Goldstein (1982), Walch (1997),
Purcell (1998) o Baumgartner (2006). Sin embargo, algunas características de la vicepresidencia en Estados
Unidos determinan que el tipo de análisis de ese cargo se realice a través de metodologías distintas y que no
satisfacen el objetivo aquí propuesto. Respecto de la vicepresidencia en el resto de América Latina, los
trabajos son tan escasos como en el caso argentino.
Desde el punto de vista metodológico, se procurará adoptar algunos de los criterios básicos del
método comparado (Anduiza, Crespo y Méndez, 1999), aunque la necesidad de elaborar un sistema para
medir el poder vicepresidencial obligará a tomar caminos aún inexplorados en algunos aspectos. La
exposición comenzará, por lo tanto, con una breve reconstrucción histórica de las seis vicepresidencias que
tuvieron lugar en los últimos 26 años; en ella se intentará abordar todas las dimensiones que se tendrán en
cuenta más adelante, cuando se mida y sintetice el poder de cada vicepresidente.
A continuación se presenta el sistema de medición propuesto, en sus dos componentes (magnitud y
modo de poder) y se categoriza a cada vicepresidente de acuerdo a tales escalas. En tercer lugar, y a partir
del cruce de estos dos planos, se elaborará una tipología de vicepresidentes, con el objetivo de permitir una
clasificación sintética y una identificación rápida de cada uno de ellos. El siguiente paso consistirá en asociar
a cada vicepresidente con un tipo ideal y, por último, se procurará establecer relaciones entre los distintos
elementos puestos en juego a través del análisis y se buscarán patrones de relación entre los distintos
factores incorporados en el análisis.
Se esperan de este trabajo dos aportaciones fundamentales: por un lado, la exposición de
información proveniente de una reconstrucción basada en la prensa, en entrevistas y en breves testimonios
recogidos asistemáticamente en una variedad de obras, en su mayoría históricas y en casi ningún caso
politológicas; información que no había sido investigada anteriormente y que permite adentrarse, aunque sea
someramente, en el quehacer cotidiano de los vicepresidentes y, a través de ello, en las herramientas y
espacios con los que aquéllos cuentan diariamente para construir poder.
Por otro lado, la elaboración de un modelo para medir el poder vicepresidencial y de una tipología
que permita clasificar a los vicepresidentes de acuerdo al grado de poder que acumularon y a su
comportamiento en todos los ámbitos en que se desempeña (Poder Ejecutivo, Senado, política partidaria y
medios de comunicación, entre otros).
II. LOS VICEPRESIDENTES (1983-2009)

IV.1. Víctor Martínez (1983-1989)

El período democrático inaugurado en 1983 despuntó con unas elecciones de las que salió
victoriosa la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez, de la Unión Cívica Radical. El candidato a
vicepresidente provenía de la Línea Córdoba de la UCR, aunque no era su líder. Incluso hay quienes definen
a Martínez como un “opaco integrante” de esa línea (Lorenzo, 1999: 384). No obstante, su origen territorial
complementaba al de Alfonsín, oriundo de la provincia de Buenos Aires: en palabras del propio Martínez,
“cuando se me ofrece a mí la vicepresidencia de la Nación, era porque se quería contar con el distrito de
Córdoba” (el segundo distrito más grande del país; Mira Delli-Zotti, 2008).
Además de aportar “equilibrio territorial” a la fórmula (Serrafero, 1999: 110), Martínez captaba al
sector más conservador del radicalismo1. Por añadidura, tenía experiencia tanto ejecutiva como legislativa:
había sido senador provincial durante un año e intendente de la ciudad de Córdoba durante tres (De Luca,
2008: 200). Según el propio Martínez declara, esa experiencia le permitiría luego tener una participación
considerable en el diseño de los planes de gobierno:

– ¿Hubo participación por igual de los dos [Alfonsín y Martínez] en lo que respecta a planes de
gobierno? – Sí. Yo tuve una gran experiencia con la intendencia municipal de Córdoba, estuve seis
meses en campaña política, conociendo todos los resortes. La persona que ha sido intendente de un
pueblo o una ciudad puede ser cualquier cosa. Porque la intendencia de Córdoba es a Córdoba lo que
la Capital Federal es a Buenos Aires. Y como yo tenía un poco de superioridad técnica con Alfonsín
(…), sugerí esos conocimientos en la plataforma de gobierno (Castro, 2009: 321).

No obstante lo anterior, todas las fuentes consultadas durante la redacción de este trabajo coinciden
en que la de Martínez fue la vicepresidencia con menor participación y protagonismo en todos los ámbitos
posibles2. Su mandato se caracterizó, más bien, por una solidaridad inquebrantable hacia Alfonsín, aún
cuando el vicepresidente estuviera en desacuerdo con las medidas impulsadas por el titular3.

1 “En los primeros años de la recuperación de la democracia, en pleno auge de la política de partidos, se buscaba

un balance ya no territorial, sino al interior de las fuerzas políticas: por ejemplo, un referente del radicalismo conservador de
Córdoba (Víctor Martínez) para secundar al líder de la UCR progresista (Raúl Alfonsín)” (NATANSON, 2008a).
2 “(…) el compañero de Raúl Alfonsín, Víctor Martínez, dedicado desde 1983 a representarlo especialmente en

exequias de personalidades mundiales” (La Nación, “Álvarez cultivó un perfil muy alto como presidente”, 31 de enero de
2000). “Raúl Alfonsín confinó a Víctor Martínez, un político leal por donde se lo mire, a la grisura de un insoportable
segundo plano” (Joaquín Morales Solá, “Aceptar el disenso o arriesgar todo”, La Nación, 19 de agosto de 2003).
3 “Hubo casos en los que esta solidaridad fue ejemplar, como (…) la de Alfonsín con Víctor Martínez (1983)” (La

Nación, “Compadrada, pero no golpe institucional”, 1 de diciembre de 2001). “Martínez reconoció que él también tuvo
diferencias con Alfonsín. „Eran discrepancias lógicas, que tienen que existir para complementarse –sostuvo–. Pero esto no
llevó a una mala relación‟. Recuerda que cada vez que una decisión del presidente no le gustaba (como, por ejemplo, que
ejerciera al mismo tiempo la presidencia de la Nación y la de la UCR) iba a su despacho y se lo decía „personalmente, en
forma muy directa, con mucho respeto y sin la presencia de terceros‟”. (La Nación, “Otros conflictos resueltos „en casa‟”, 22
de agosto de 2003).
En el seno del Poder Ejecutivo, Martínez actuó principalmente desde la sombra, reuniéndose
semanalmente con Alfonsín (aunque nunca fue invitado a participar de las reuniones de gabinete) para
discutir acerca del desempeño del gobierno y la marcha de la situación nacional (Castro, 2009: 326), y
representando al Estado en ceremonias y situaciones protocolarias, generalmente de segundo orden. En
todos los casos, la actividad de Martínez estuvo jalonada por ser realizada siguiendo sin excepción las
directivas del primer mandatario.
En el Senado, en cambio, el primer vicepresidente de la nueva era democrática tuvo un mayor
protagonismo. En primer lugar porque se encontró con una Cámara completamente abandonada, de modo
que fue, como presidente de ésta, el responsable de devolverla al orden y al buen funcionamiento (lo cual
implicó realizar una gran cantidad de nombramientos de personal, la restauración del mobiliario y la puesta
en marcha del engranaje administrativo, entre otras cosas). En segundo lugar, porque la lealtad a Alfonsín se
materializó repetidamente en la participación en duras negociaciones con la mayoría opositora para lograr
que se aprobaran proyectos de vital importancia para el gobierno.
Fuera de los límites del Poder Ejecutivo y del Senado, el vicepresidente de Alfonsín no utilizó sus
años de mandato para acaparar protagonismo en los medios de comunicación (sus apariciones en la prensa
fueron exiguas); ni para crecer dentro de la política partidaria (por el contrario, criticaba a Alfonsín que
ejerciera la presidencia de la UCR y la de la Nación al mismo tiempo); ni para construir una base de apoyo
que le permitiera luego proyectarse hacia otros cargos públicos de similar o mayor envergadura. Por el
contrario, el único puesto que desempeñó tras su paso por la vicepresidencia fue, una década después de
abandonar el poder, el de embajador en Perú durante el gobierno de la Alianza (1999-2001).
Martínez transitó su mandato sin conflictos con Alfonsín: si bien existían diferencias ideológicas
entre ambos, el vicepresidente se ocupó siempre de resolverlas en la intimidad

IV.2. Eduardo Duhalde (1989-2001)

Con la vista puesta en las elecciones nacionales de 1989, en el seno del Partido Justicialista se habían
constituido dos fórmulas: una liderada por Antonio Cafiero (gobernador de la provincia de Buenos Aires y
cabeza del PJ bonaerense) y otra conducida por Carlos Menem. Según Castro (2009: 335), que la dupla
ganadora fuera la encabezada por Menem se debió fundamentalmente a la presencia de su candidato a
vicepresidente, Eduardo Duhalde, “hombre determinante para disputarle el territorio de la provincia de
Buenos Aires –la clave de la interna– a su gobernador y precandidato a la presidencia, Antonio Cafiero”.
En realidad, todos ellos (Duhalde, Menem y Cafiero) provenían de la Renovación Peronista, un
agrupamiento que nucleaba a quienes “se enfrentaban a esa cúpula ortodoxa y antidemocrática”
representada por Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias (Baeza Belda, 2008: 96). Menem se había alejado de la
Renovación y ostentaba “un estilo político mucho más tradicional” (Romero, 1994: 365), que Duhalde no
compartía (Palermo y Novaro, 1996: 436-437) pero que le brindó la posibilidad de superar el papel
secundario que le guardaba el cafierismo (La Nación, 8 de julio de 1989).
Una vez obtenido el triunfo en las elecciones y asumido el poder, Duhalde se desempeñó con
inusual protagonismo, especialmente si se compara su gestión con la de Víctor Martínez (Palermo y Novaro,
1996: 436). En la esfera del poder Ejecutivo, presidió la Comisión para la Recuperación Ética de la Sociedad
y del Estado (dedicada fundamentalmente a la erradicación de la corrupción); encabezó moral y
fácticamente la lucha contra la drogadicción y el narcotráfico; firmó controvertidos decretos con indultos,
nombramientos y vetos a leyes durante ausencias de Menem que lo situaron en el ejercicio de la presidencia;
apareció en innumerables ocasiones en los medios explicando, defendiendo o incluso criticando las políticas
del gobierno; participó de las reuniones con el radicalismo para lograr un fortalecimiento de la
gobernabilidad; y transformó sus dilatadas funciones ceremoniales en oportunidades para dialogar en
nombre del Ejecutivo con diversos sectores de la sociedad, atender a sus demandas e incluso lanzar
compromisos de acción gubernamental. Adicionalmente, Duhalde concurría a todas las reuniones de
gabinete, implicando esto acceso a información de primera importancia para la política nacional y presencia
–o incluso voz– en algunos de los procesos clave de toma de decisiones.
La mencionada firma de indultos es sólo un ejemplo de cómo la actividad del vicepresidente durante
la ausencia del titular fue sobresaliente. Es preciso mencionar que Menem se ahuyentaba del país con
frecuencia y que, si bien se mantenía muy comunicado con su gabinete, no controlaba minuciosamente los
movimientos de Duhalde; de manera que éste tuvo en repetidas ocasiones la oportunidad de demostrar su
fuerte presencia política en el gobierno y su capacidad de mando4.
Como presidente del Senado, la actuación más importante de Duhalde consistió en un proyecto de
reforma de la Cámara, asociado a la lucha que lideraba en el Ejecutivo contra la corrupción: se trataba de un
plan de reestructuración centrado en una drástica reducción del personal (se cesaba al 40% del mismo). A
pesar de la brevedad de su mandato como Presidente del Senado, Duhalde logró reducir el personal de 3450
empleados en 1989 a 2856 en 1993 (Salvia, 2000). Por lo demás, el primer vicepresidente de Menem no
desarrolló en la Cámara alta otras actividades de magnitud.
Si bien la actividad del vicepresidente conduce, en la mayor parte de los casos, a un aumento de su
poder (a través de la visibilidad y de los contactos que va construyendo), el caso de Duhalde presenta alguna
excepción. Durante las ausencias de Menem, el presidente en ejercicio firmó decretos por los que indultaba
a acusados de crímenes públicamente conocidos 5 o nombraba para puestos de cierta responsabilidad a
familiares de Menem que desconocían casi por completo el castellano. Estos hechos dieron lugar a sendos
escándalos y a una considerable pérdida de la imagen positiva que tenía el vicepresidente6. En el caso de los
indultos, llegaron a realizarse manifestaciones en contra.

4 La edición de La Nación del 29 de octubre de 1990 titulaba “Duhalde en el papel de protagonista durante las
ausencias de Menem” un artículo sobre la muy intensa actividad del vicepresidente durante la gira que Menem realizaba en
ese momento por el extranjero; la nota sostenía, además, que en ausencias anteriores del titular Duhalde ya había expuesto
un perfil notablemente alto.
5 La Nación recoge en su edición del 26 de octubre de 1990 la firma del decreto; los días posteriores informa sobre

las manifestaciones en contra de tales medidas (cfr. “Las fuerzas vivas de Chacabuco rechazan los dos indultos que dispuso
Duhalde”, publicado dos días después; o “Acto en Chacabuco contra los indultos de Duhalde”, del día 29).
6 Un estudio realizado en marzo de 1990 indicaba que Duhalde, junto a Eduardo Angeloz, era el político con mejor

imagen. La encuesta fue realizada por la Compañía Argentina Española de Consultoría SA y publicada por La Nación el día
10 del mes y año arriba indicados.
Queda por mencionar el territorio más fecundo que Eduardo Duhalde encontró para la siembra de
poder durante su vicepresidencia, y que resultó de extraordinaria fertilidad: la política partidaria, centrada en
el justicialismo bonaerense. El vicepresidente había sido intendente de Lomas de Zamora y diputado
nacional por la provincia de Buenos Aires, de modo que accedió a la segunda magistratura con una base de
poder provincial preexistente. Pero durante su gestión, la posibilidad de moverse por el centro del escenario
político coadyuvó para que su ambición de construir poder en la provincia de Buenos Aires cristalizara en la
creación de la Liga Federal, una rama bonaerense del PJ liderada por el propio Duhalde. Por otro lado,
debido a su condición de vicepresidente de la Nación, sus acciones obtenían gran difusión a través de los
medios. La combinación de ambos factores resultó en la conformación de un aparato partidista provincial
no sólo poderoso, sino además muy extensamente publicitado.
Si bien ya se ha hecho notar fragmentariamente, es importante remarcar la descomunal frecuencia
con que Duhalde apareció en los medios durante su vicepresidencia7. Por otro lado, la gran cantidad de
poder que acumuló durante su mandato se refleja en las condiciones que impuso para abandonar la
vicepresidencia y postularse a la gobernación de la provincia de Buenos Aires: además de importantes
prerrogativas informales que se ha intentado mantener veladas, Duhalde consiguió de Menem el Fondo de
Reparación Histórica del Conurbano8.

IV.3. Carlos Ruckauf (1995-1999)

Carlos Federico Ruckauf llegó en julio de 1995 a la vicepresidencia de la Nación acompañando al


reelecto Carlos Menem. Dueño de una amplia trayectoria política y gremial, había sido Secretario Adjunto
del Sindicato del Seguro (1969), Juez del fuero laboral (1973-75), ministro de Trabajo (1975-76), presidente
del Partido Justicialista en la Capital Federal (1983), diputado nacional (1987-89), embajador en Italia (1989-
91), nuevamente diputado nacional (1991-93), ministro del Interior durante el primer gobierno menemista
(1993-95), y por segunda vez presidente del Partido Justicialista de Capital Federal (1994) (De Luca, 2008;
López Echagüe, 2000; Camarasa, 1999).
Tras su paso por la vicepresidencia de la Nación (1995-99) sería gobernador de la Provincia de
Buenos Aires (1999-2002), ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (2002-03) y
diputado (2003-07).
A diferencia de Duhalde, el segundo vicepresidente de Menem llegó a este cargo con exiguas cuotas
de poder autónomo; en rigor de verdad, ni siquiera tras su paso por la vicepresidencia y más tarde por la
gobernación de la provincia de Buenos Aires lograría modificar esa situación. Una primera muestra de esto
aparece en su nominación a la segunda magistratura: al hablar sobre su nominación, Ruckauf afirma que

7 Debido a la imposibilidad de acceder a grabaciones de radio y de televisión, esta investigación se basa

fundamentalmente en la prensa escrita. Se entiende, no obstante, que de los periódicos de tirada nacional se puede extraer
una noción proporcionada de la figuración global de los actores políticos en los medios de comunicación.
8 Una caja de aproximadamente 600 millones de pesos (hasta 2001, esa cantidad equivalió a 600 millones de

dólares) anuales por fuera del presupuesto de la provincia, con los que Duhalde puso en marcha “un programa de obras
públicas y mediante el cual el gobernador se aseguró una gran capacidad de construcción de redes clientelares” (Alcántara,
Paramio, Feidenberg y Déniz, 2006: 163; Tenembaum, 1998).
“[f]ue una sorpresa porque Menem no me dijo nada ni el mismo día en que lo anunciaría. Me enteré en el
despacho de él junto a sus colaboradores”.
Palermo y Novaro (1996: 451) apuntan los motivos por los que Menem habría elegido a Ruckauf
como compañero de fórmula: éste “reunía dos virtudes: cierto consenso en Capital Federal y los sectores
medios, que en general eran renuentes a apoyar a Menem, y no despertaba recelos en Duhalde, en tanto no
tenía ambiciones presidenciales (a diferencia de Ramón Ortega o Cavallo)”. Parcialmente de acuerdo,
Natanson (2008b) complementa: Menem eligió a Ruckauf “porque era el ministro con mejor imagen de su
gabinete y en aquel momento el único capaz de imprimirle un matiz moderado –resulta difícil decir
progresista– a su candidatura”.
Respecto del origen partidario, Ruckauf había pertenecido al peronismo sindical ya antes de la
dictadura militar. Si bien tras la restauración democrática no renegó de su origen, durante la presidencia de
Alfonsín se fue acercando a la corriente renovadora, de modo que cuando Menem asumió su primera
presidencia, en 1989, Ruckauf fue nombrado embajador en Italia y luego Ministro del Interior. Se puede
decir, en conclusión, que llegó a la vicepresidencia con una militancia de al menos seis años en la línea
menemista del justicialismo.
En cualquier caso, para 1995 los efectos de las reformas económicas menemistas pasaban por su
cénit y la popularidad del Presidente tocaba su cumbre. En consecuencia, la elección de Ruckauf como
compañero de fórmula no habría respondido directamente a la necesidad de sumar a otras fuerzas internas
del peronismo; más bien aportaría un complemento lo más leal y temperado posible a un candidato cuya
sola figura era prácticamente garantía de victoria.
Una vez en la vicepresidencia, la estrategia de Ruckauf consistió en buscar “algunos espacios de
diferenciación, pero sin generar una conflictividad mayúscula”9. Esto se debió probablemente a que el
vicepresidente sabía que Menem no le abriría espacios de responsabilidad en el Ejecutivo; y así fue:
“Realmente, el vicepresidente de la Nación no tiene ninguna tarea. Mi verdadera actividad es la de
presidente del Senado. Alguna vez firmé decretos, discutí otros, pero siempre referidos a instrucciones del
presidente” (Ulanovsky, 1999).
No obstante lo anterior, Menem marcó una diferencia con respecto a las dos vicepresidencias
anteriores y otorgó a Ruckauf una oficina en la Casa Rosada, instándolo además a que atendiera sus asuntos
dos veces por semana en esa sede10. Además, el jefe del Ejecutivo invitaba a su segundo vicepresidente a las
reuniones de gabinete, al igual que lo había hecho con Duhalde. Un alto cargo del Senado aporta su visión
sobre el peso del vice en estas reuniones:

A Ruckauf la cosa le fue indiferente. Tanto, que alguna vez que no lo invitaron a una reunión de
gabinete y los periodistas le preguntaron (…) qué había pasado que no lo habían invitado a la reunión

9 Entrevista a Nelson Castro.


10 La Nación, 23 de julio de 1995.
de gabinete: “No, lo que pasa es que llegué a las cinco amarillas –dice– y tuve que cumplir una fecha
de suspensión”. Lo tomaba en chiste11.

También vale mencionar que Menem, mediante el Decreto 910/95 (30 de junio de 1995), creó la
Secretaría de Relaciones Institucionales y la Secretaría de Coordinación de la Vicepresidencia. Si se tiene en
cuenta que Ruckauf asumiría ocho días después de firmado el decreto, se puede suponer que el mismo fue
elaborado ad hoc para brindarle un poder adicional (en la medida en que tales secretarías implicaban el
nombramiento de personal y el manejo de su presupuesto).
Es posible conjeturar, por el contrario, que la intención de Menem era que esas prerrogativas
recayeran indirectamente en su hermano Eduardo, presidente provisional del Senado y potencial
reemplazante de Ruckauf en caso de que éste dejara su puesto vacante. A principios de 1996 el presidente y
su círculo iniciaron una campaña de presión sobre Ruckauf para que abandonara la vicepresidencia y se
postulara a la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en las elecciones de junio de ese
año12. El vicepresidente se negó reiteradamente a seguir el camino que le indicaban; quizás hubo alguna
vinculación entre esto y el Decreto 660/96 (24 de junio de 1996)13, por el que se suprimía la Secretaría de
Coordinación de la Vicepresidencia, creada apenas un año antes.
Al mismo tiempo que Menem demostraba intenciones de quitar a Ruckauf de la vicepresidencia,
éste comenzaba a inclinarse hacia el lado de Duhalde en el progresivo distanciamiento que se fue dando
entre el gobernador de Buenos Aires y Menem. Este movimiento estratégico llevaría a Ruckauf a ser el
candidato duhaldista para suceder al propio Duhalde en la gobernación bonaerense tras las elecciones de
199914.
Visto el escaso margen de actuación que tenía en el ámbito del Ejecutivo, Ruckauf aprovechó su
vicepresidencia para sacar “ventaja personal del cargo a través de uno o dos gestos de seguro impacto
público” (según declara Carlos “Chacho” Álvarez en Morales Solá, 2002: 49). Álvarez se refiere, en primer
lugar, a la negativa del Presidente del Senado a tomarle juramento como senador a Ramón Saadi en razón de
su presunto vínculo con diversos escándalos mediáticos ocurridos en Catamarca, su provincia de origen15.
En segundo lugar, Ruckauf se opuso firme y abiertamente al titular del Ejecutivo en relación al asilo
político otorgado por el gobierno argentino al ex general golpista paraguayo Lino Oviedo16. Esto ocurrió en
1999, cuando el vicepresidente era ya con certeza el candidato de Duhalde para la gobernación de la

11 Entrevista a un alto funcionario del Senado. 22 de abril de 2009.


12 Los artículos de prensa a este respecto fueron numerosos. Ver a modo de muestra “Creen en el peronismo que
Ruckauf aceptará ser candidato a intendente”. La Nación, 24 de febrero de 1996.
13 El texto completo de ambos Decretos se puede consultar en http://infoleg.mecon.gov.ar.
14 El 1º de noviembre de 1996 La Nación titulaba “Duhalde-Ruckauf, una sociedad a futuro” la nota en la que daba

cuenta del acercamiento entre el gobernador bonaerense y el vicepresidente, así como la poca preocupación que mostraba
éste por ocultar no sólo este vínculo sino también sus diferencias con algunos de los principales ministros del gobierno.
15 “El vicepresidente Carlos Ruckauf, (…) en su calidad de titular del Senado se negó a tomarle juramento como

senador al catamarqueño Ramón Saadi (…). Ruckauf no le tomó juramento a Saadi, pese a que había sido habilitado por la
Legislatura catamarqueña, con el argumento de que avalar su incorporación al Senado „hubiese significado un daño a las
instituciones a las que debemos preservar‟. De ese modo, el vicepresidente contradijo a todo el bloque de senadores
justicialistas que avalaban el ingreso del catamarqueño. Se generó así un gran malestar entre Ruckauf y los legisladores que
responden al presidente Carlos Menem” (“Ruckauf le pidió un gesto a Saadi”. La Nación, 21 de septiembre de 1996)
16 “La extradición de Oviedo, prioridad del Gobierno de «unidad» paraguayo”. El Mundo, 1 de abril de 1999.
provincia de Buenos Aires, y le aportó una importante cuota de aparición en medios de comunicación
nacionales e internacionales.
En tercer lugar, Ruckauf tuvo gestos que no solamente estimó agradables para la sociedad, sino
especialmente para Duhalde. El más grandilocuente de ellos fue sin duda su abierto rechazo a la re-
reelección de Carlos Menem, que se explica por la intención de Duhalde de hacerse con la presidencia del
país en 1999. Como ejemplo de otras actitudes, menos impactantes pero de relevancia, se puede citar el
decreto presentado al Congreso por el Vicepresidente para salvar al Racing Club de Avellaneda, decretado
en quiebra, y cuyo ex presidente (Daniel Lalín) apoyaba firmemente la candidatura presidencial de
Duhalde17.
Mientras la relación con Menem fue buena, éste le encargó en diversas oportunidades misiones
diplomática: a modo de ejemplos, fue el encargado de disolver una disputa existente entre el ex ministro de
economía, Domingo Cavallo, y el Ministro del Interior, Carlos Corach 18; y fue enviado por el presidente a
Estados Unidos para evitar un posible pánico de los inversores de ese país ante la derrota del oficialismo en
las elecciones intermedias de 199719. Estas asignaciones fueron mermadas cuando, hacia 1997, el
vicepresidente comenzó a distanciarse del primer mandatario y a hacer campaña por el duhaldismo.
En el ámbito de la Cámara alta, la actuación de Ruckauf no adquirió mucho mayor protagonismo
que el ya mencionado en relación a la disputa por el ingreso de Ramón Saadi. Si bien durante su gestión se
llevaron a cabo las transformaciones –edilicias y administrativas– vinculadas al aumento de la cantidad de
senadores (de dos a tres por provincia, de acuerdo a la reforma constitucional de 1994), las noticias a este
respecto fueron escasas. Al igual que su sucesor, Ruckauf puso en marcha un plan para eliminar a los
“ñoquis”20 del Senado y reducir personal innecesario21, pero en este caso no se trató de un plan de gran
envergadura ni de un proyecto que concitara la atención de los medios 22.
Respecto de su visibilidad pública, de todo lo anterior se infiere que Ruckauf cultivó un perfil
levemente más bajo que el de su predecesor: sus apariciones en la prensa no fueron frecuentes, pero cuando
ocurrieron le brindaron la oportunidad de elevar su imagen pública positiva y de sellar su lealtad al
duhaldismo. También se dieron, muy excepcionalmente, casos en que la prensa golpeó públicamente al
vicepresidente debido a su actividad, aunque no fueron suficientes para que su popularidad y sus apoyos
políticos lo proyectaran hacia -la gobernación de Buenos Aires.

Epílogo

17 Además de contar con el beneplácito de Lalín se especulaba con que, a través del movimiento de Ruckauf, el

duhaldismo habría mostrado “rapidez para resolver un tema que genera confianza y posibles votos, como es el fútbol. El
que salió a la cancha, en su nombre, fue el vicepresidente Ruckauf”. “Ruckauf salva a Racing para Duhalde”, Página/12, 9 de
marzo de 1999).
18 “Menem busca una tregua con Cavallo”. La Nación, 14 de octubre de 1996.
19 “Ruckauf vende tranquilidad de visita en Nueva York”. Clarín, 31 de octubre de 1997.
20 Ñoqui: “m. despect. coloq. Arg. Empleado público que asiste al lugar de trabajo solo en fecha de cobro”.

Diccionario de la Real Academia Española. Consultado online (http://www.rae.es) el 16 de mayo de 2009.


21 “Ruckauf quiere achicar gastos en el Senado”. La Nación, 13 de noviembre de 1995.
22 Si bien no se cuenta con datos para 1995, año en que Ruckauf toma las riendas del Senado, durante su gestión

continuó la reducción de personal iniciada por Duhalde, pasando de 2856 empleados en 1993 a 2713 en 1999 (SALVIA,
2000).
Entre 1999 y 2000, durante su breve paso por la presidencia del Senado, Carlos Álvarez pondría en
marcha una serie de investigaciones sobre irregularidades en el Senado durante los períodos anteriores. De
allí surgieron datos reveladores sobre la gestión de Ruckauf: se habrían realizado nombramientos
clandestinos, compras irregulares y contrataciones fuera de regla23.
Sin duda, todos estos elementos constituyen un costado del poder vicepresidencial muy difícil, si no
imposible de rastrear y de comprobar suficientemente. Tanto los nombramientos como los favores por
fuera de la ley a personas, empresas o corporaciones son armas de las que los vicepresidentes –y los
políticos en general– disponen, en diversa medida, y que pueden utilizar para obtener a cambio otros
favores, apoyo político o prebendas de diversa índole.

IV.4. Carlos “Chacho” Álvarez (1999-2000)

Por primera vez desde la restauración democrática, en 1999 ganó las elecciones presidenciales una
lista de coalición: la Alianza, cuyo candidato a presidente era el radical Fernando de la Rúa, y su compañero,
el frepasista Carlos “Chacho” Álvarez. Una vez definida la fórmula de la Rúa-Álvarez, se proyecta el papel
de éste:

El candidato a vicepresidente conserva un perfil bajo. Su tarea es sostener en la Alianza una imagen progresista en el
campo social y ligada a la lucha contra la corrupción en el campo político. (…) Álvarez deviene una pieza clave, no
sólo porque es el jefe de una de las dos fuerzas que integran la coalición, sino porque la fórmula debe reflejar un
equilibrio en la construcción de la Alianza. Por lo tanto diseñar el lugar de Carlos Álvarez no es un tema menor,
puesto que requiere resolver un dilema: lograr que Álvarez sea relevante pero al mismo tiempo que obtenga un perfil
incapaz de interferir con el candidato a presidente. (…) La decisión de ubicar a Álvarez en la presidencia respondió a
un conjunto de varias circunstancias. De parte de la ucr, tanto De la Rúa como Alfonsín lo reclamaban dado que
Chacho significaba la garantía de continuidad de la Alianza. Era el único dirigente frepasista en condiciones de
presidir un Senado con mayoría peronista hasta el 2001. Por otra parte, Álvarez completaba una fórmula cuya cabeza
era un candidato con fuerte imagen radical. (…) A cambio de aceptar ese lugar en la fórmula, el candidato radical no
mezquinó futuros espacios de poder. (…) De la Rúa no considera adecuado que Álvarez quede encorsetado como
una figura secundaria, es decir, como un compañero de ruta en la carrera presidencial. Pretende que asuma
protagonismo, aunque bajo el paraguas de su conducción política (Ollier, 2001: 148-149).

Tras la victoria en las elecciones comenzó a concretarse en el seno de la Alianza el conjunto de


tareas de las que se ocuparía Álvarez en el marco del Poder Ejecutivo. Su principal área de actuación sería la
lucha contra la corrupción y la reforma política, especialmente en lo relacionado a su financiamiento y los
procesos de selección de dirigentes24.

23 “Comprueban compras irregulares en el Senado”. La Nación, 10 de septiembre de 2000.


24 “Las tareas de Álvarez”. La Nación, 8 de diciembre de 1999.
Ya en el poder, el primer gesto de de la Rúa fue asignar al vicepresidente el mismo despacho que
había tenido Ruckauf en la Casa Rosada25. Desde allí, Álvarez comenzó pronto sus reuniones con ONGs,

politólogos y especialistas de diversas áreas para poner en marcha el programa de Auditoría Ciudadana de la
Calidad Institucional, un sistema que permitiría “descubrir las fallas del sistema de representación política” 26.
Además, Álvarez participaba invariablemente de las reuniones de gabinete, además de presidirlas cuando de
la Rúa se ausentaba27.
También llegaron pronto las ausencias del primer mandatario. Durante las mismas, Álvarez
desarrolló niveles de actividad sin precedentes como presidente interino 28. Lo cierto es que esta abundancia
de tareas no contrastaba con su ocupación mientras de la Rúa estaba en el ejercicio del poder: hasta tal
punto Álvarez cobró protagonismo a través de sus acciones que se llegó a pensar en él como
“copresidente”29.
Adicionalmente, el vicepresidente aliancista tuvo durante su breve gestión una agenda abarrotada de
ceremonias, presentaciones de proyectos, participación en seminarios políticos, viajes diplomáticos y otras
actividades que en algunos casos le aportaron visibilidad y buena imagen, y en otros lo situaron en el ojo de
la tormenta.
Mientras tanto, Álvarez encaró su presidencia del Senado con las mismas intenciones que sus dos
antecesores: eliminar a los “ñoquis”, reducir gastos e impulsar medidas de transparencia para la Cámara 30.
Sin embargo, desde el principio se vieron las dificultades que, a diferencia de Duhalde y Ruckauf, limitarían
su actuación: “En el PJ no creen que Chacho vaya a hacer cambios drásticos. Saben que no puede entrar con
la cara pintada si quiere sacar las leyes que le interesan a su gobierno” 31.
Su comportamiento en el Senado se situó entre la valentía y la temeridad, y le costó, desde el primer
día hasta el último, enfrentamientos con todos los sectores del espectro político 32. En el Anexo I se da
cuenta de una circunstancia que afectó de manera particular a Álvarez y a sus planes para el Senado, y que
aquí se adelanta: la Cámara es un espacio en donde el vicepresidente puede actuar con autonomía, siempre y
cuando su actividad no dañe a los demás miembros del gobierno o a los senadores. La voluntad de Álvarez
de generar transparencia chocaba con los intereses de ambos sectores (Ejecutivo y Senado), lo cual permite

25 “Aún no se asignaron todos los despachos”. La Nación, 14 de diciembre de 1999.


26 Palabras de Álvarez reproducidas en “Impulsan una auditoría de la democracia”. La Nación, 12 de enero de 2000.
27 “La tarde en que Chacho se transformó en el Presidente”. Clarín, 26 de enero de 2000.
28 Un ejemplo de esto se puede ver en “Álvarez cultivó un perfil muy alto como presidente”. La Nación, 31 de

enero de 2000.
29 GRONDONA, 2000.
30 “Álvarez dispuso recortes en el Senado”. La Nación, 2 de enero de 2000.
31 El artículo “Transparencia en el Senado”, publicado en La Nación el 13 de diciembre de 1999, da cuenta de los

objetivos de Álvarez: “Ordenará difundir por Internet las cuentas del Senado: en una página de la Web aparecerán la
ejecución de los gastos en tiempo real, las compras de insumos, los llamados a licitación. (…) Fortalecerá la Auditoría
interna del cuerpo para mejorar los controles sobre sus actos administrativos. Encomendará al secretario parlamentario,
Mario Pontaquarto, la recopilación de decretos, resoluciones y toda la normativa interna del cuerpo. Una vez concluido este
trabajo lo cotejará con el reglamento en vigencia para analizar si éste se cumple”.
32 La afirmación es literal: en la primera semana de su mandato Álvarez se enfrentó tanto con peronistas como con

radicales por su intervención para evitar que Rodolfo Barra fuera nombrado titular de la Auditoría General de la Nación
(“Álvarez, enfrentado en el Senado”. La Nación, 20 de diciembre de 1999). El propio final de su gestión se debió a los
enfrentamientos con el gobierno del que formaba parte, enfrentamientos debidos a su perseverancia en la lucha contra la
corrupción (MORALES SOLÁ, 2002: 48).
comprender las dificultades que encontró el vicepresidente, en primer término para ejecutar sus planes y en
segunda instancia para sostenerse en el gobierno.
En el Senado, sus críticas al funcionamiento de la Cámara le generaron pronto el repudio de la casi
totalidad de los senadores –que intentaron incluso retirarle la administración del cuerpo (Villosio, 2000)– y
un consecuente aislamiento que permanecería –o incluso se profundizaría– a través de los breves meses que
tardó en llegar su renuncia33. En la Casa Rosada, los esfuerzos por amainar el conflicto entre Álvarez y los
senadores se fueron desvaneciendo cuando comenzaron a surgir sospechas del involucramiento del propio
gobierno (Álvarez excluido) en graves episodios de corrupción en connivencia con miembros de la Cámara
alta.
En lo relativo a los medios de comunicación, el mandato vicepresidencial de Álvarez es comparable
al de Duhalde: a pesar de su brevedad, las apariciones en la prensa fueron no sólo muy frecuentes sino
extensas y protagónicas. Los medios recogieron con gran detalle su actuación en el Ejecutivo y en el Senado,
su actividad cuando los viajes del titular lo situaban en la presidencia interina de la Nación, sus declaraciones
en torno a una gran diversidad de temas político-económicos, sus propias columnas de opinión y reflexión e
incluso algunos aspectos de su vida personal.
Este protagonismo mediático de Álvarez valió tanto para hacer de público conocimiento su lucha
contra la corrupción y su voluntad de llevar a cabo una profunda reforma del Estado, como para dar a voz a
sus opositores. Como se ha dicho anteriormente, los objetivos del vicepresidente chocaban frontalmente
con los intereses de algunos sectores (en algunos casos pertenecientes a la propia Alianza), cuyo punto de
vista no quedó fuera de la crónica periodística34.
A mediados de 2000 comenzaron a aparecer, de manera casi simultánea, varios cortocircuitos entre
Álvarez y de la Rúa. Por un lado, el vicepresidente acusaba al titular de la Secretaría de Inteligencia del
Estado (SIDE), radical cercano al presidente, de filtrar informaciones sobre su vida personal (Morales Solá,
2000a). Por otra parte, el diagnóstico del primer mandatario sobre la coyuntura económico-social que
atravesaba el país difería sustancialmente del que hacía Álvarez; como consecuencia de esto, los planes y
soluciones que pretendía impulsar cada uno eran también divergentes 35. En tercer lugar, emergió el episodio
que llevaría, unos meses después, a la renuncia de Álvarez: el de los sobornos del Ejecutivo a senadores para
que aprobaran la ley de reforma laboral que el gobierno impulsaba36.
La acción inmediata del Presidente del Senado fue participar activamente de las investigaciones,
aunque esto lo obligó a anunciar que abandonaba la presidencia de las sesiones hasta que cambiaran las

33 También a este respecto las notas de prensa disponibles son copiosas. A suerte de ejemplo véase “Duros cargos
contra Álvarez en el Senado”. La Nación, 6 de julio de 2000.
34 Los ejemplos son múltiples; a modo de muestra cfr. “Queja radical contra Álvarez ante De la Rúa”. La Nación, 25

de junio de 2000.
35 “De la Rúa y Alfonsín hablaron del malestar interno de la Alianza”. La Nación, 17 de agosto de 2000.
36 Las primeras versiones públicas sobre los sobornos comenzaron a circular en agosto de 2000 (Serra, 2000),

aunque se estima que el vicepresidente conocía del tema desde hacía por lo menos dos meses (“El incómodo caso de
favores en el Senado”. La Nación, 15 de agosto de 2000). La difusión de los rumores tuvo su origen, según el propio Álvarez,
en una entrevista que le hizo Susana Viau y que publicó Página/12 el 7 de agosto de ese año, en la que el vicepresidente
aceptaba la posibilidad de que se hubieran pagado sobornos (Morales Solá, 2002: 30; Viau y Tagliaferro, 2000).
jefaturas de los bloques del PJ y la UCR37, aunque luego no lo llevó a la práctica. Álvarez protagonizó duras
envestidas contra los miembros del Senado y llegó a proponer, junto a Cavallo, que renunciaran todos los
senadores (Morales Solá, 2002: 34).
A partir de entonces comenzó a resquebrajarse la relación entre presidente y vice, no sólo a causa
del supuesto involucramiento del gobierno en los sobornos, por lo que su titular procuraría detener las
investigaciones, sino debido a que los senadores justicialistas buscaron la protección de de la Rúa. Luego, se
formó una comunidad gobierno-senadores que permitía percibir los ataques de Álvarez como si estuvieran
dirigidos a ambos sectores:

(…) comencé a percibir que los puentes estaban rotos y que De la Rúa comenzaba a aceptar la teoría que sostenía
que yo me quería llevar puestos a los senadores y que mi ofensiva no terminaba allí, sino que después iba por él
(testimonio de Álvarez en Morales Solá, 2002: 37).

En sus apariciones públicas, no obstante, de la Rúa avaló a Álvarez prácticamente hasta el día de su
renuncia38. Pero en la interna aliancista los cruces de opiniones eran constantes y a mediados de septiembre
de 2000 comenzaron a circular versiones sobre la posible renuncia del vicepresidente (Morales Solá, 2000b).
La tensión al interior del gobierno fue en aumento: por un lado, los desencuentros entre radicales y
frepasistas comenzaron a hacerse patentes; por otro lado, las diferencias entre Álvarez y de la Rúa entraron
en un crescendo imparable (destacaron en este sentido las reuniones del presidente con su antecesor, Carlos
Menem, a las que Álvarez se opuso abiertamente, y las declaraciones públicas de éste sobre su certeza de
que el gobierno pagó sobornos a senadores) (Laborda, 2000).
Durante la primera semana de octubre de 2000 estos conflictos estallaron: a los factores anteriores
se sumó una renovación del gabinete presidencial que no sólo no contó con el visto bueno de Álvarez, sino
que fue diametralmente en contra de sus posiciones: el presidente ratificó en sus puestos a los ministros
cuya expulsión del gobierno Álvarez consideraba clave (Alberto Flamarique, Ministro de Trabajo, fue
emplazado como Secretario General de la Presidencia; y Fernando de Santibañes, jefe de la SIDE, conservó
su cargo)39.
Ese mismo día, Álvarez presentó su renuncia, que generó una importante desestabilización del
gobierno. En primer lugar, porque debilitó a la Alianza, a pesar de sus afirmaciones a favor de la
continuidad de la coalición; en segundo lugar, porque ese debilitamiento implicaba un aumento de la
fragilidad del gobierno; en tercer lugar, porque dejaba al presidente expuesto y con menos recursos frente a
un Congreso en el que no tenía mayoría (Morales Solá, 2002: 51; Mustapic, 2005: 277; Serrafero, 2008: 29).

37 “Álvarez no presidirá más sesiones”. La Nación, 1 de septiembre de 2000. El vicepresidente explica su decisión:

“(…) llegó un momento en que se tornó insoportable. Yo presidía las sesiones del Senado y tenía tres horas de cuestiones de
privilegio contra mí. Y debía escucharlas, pero no podía defenderme, sólo podía responder luego por los medios de
comunicación” (Castro, 2009: 372).
38 “Respaldó De la Rúa a Álvarez y al gabinete”. La Nación, 16 de septiembre de 2000 (recuérdese que Álvarez

renunciaría el 6 de octubre).
39 “De la Rúa renovó el gabinete y le dio más poder a Machinea”. La Nación, 6 de octubre de 2000.
IV.5. Daniel Scioli (2003-2007)

La carrera política de Daniel Scioli comenzó más bien tardíamente (a los 40 años), aunque lo hizo
con tal impulso que rápidamente alcanzó la vicepresidencia y la gobernación del principal distrito del país.
Hasta 1997, Scioli dedicó su vida a la competición motonáutica. En ese año hizo su primera incursión en la
vida política, consiguiendo una banca como diputado nacional por el PJ en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires bajo el padrinazgo del entonces presidente Carlos Menem40.
En 2001 fue ratificado en su curul legislativa y, tras la crisis que derrocó al presidente de la Rúa, el
presidente interino Adolfo Rodríguez Saá lo convocó para encabezar la Secretaría de Turismo y Deportes.
En 2002 Scioli fue sostenido en su puesto por el reemplazante de Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde (Oliva,
2003). Fue durante ese año que, a través de Cristina Fernández de Kirchner, comenzó su acercamiento al
candidato presidencial del duhaldismo en las elecciones de 2003 (Castro, 2009: 378-379).
Scioli estaba preparando su campaña para la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
cuando recibió la oferta de Kirchner. Para ambos se trató de una apuesta difícil:

La historia se encargará de decir, al final, cuál de los dos hombres del peronismo ha sido más audaz
con este movimiento: si Kirchner, al elegir de ladero a un dirigente de inconfundible cuna menemista,
o Scioli al canjear una carrera en Capital que parecía bien enfilada por una nueva aspiración rodeada
todavía mucho más de dudas que de certezas (van der Kooy, 2003).

Por el lado de Scioli, la aceptación de la candidatura vicepresidencial respondía al compromiso de


Kirchner de dejar la cartera de Turismo y Deportes en manos de su compañero de fórmula. Ese espacio
consistía, en términos de personal, en un Secretario y once funcionarios 41. En términos de poder, se trataba
de manejar un área en pleno boom (Calvi, 2003).
Durante la campaña, en cambio, no se discutió en absoluto acerca de los espacios que ocuparía el
vice. Esto comenzó a negociarse una vez asumido el gobierno (Juárez, 2003a). “Yo le había dicho a
Kirchner que quería ser un vicepresidente activo. (…) El me dijo que no iba a haber problemas, y en un
principio no los hubo” (palabras de Scioli en Castro, 2009: 380-381).
Inicialmente, la agenda de trabajo de Scioli fue muy intensa: realizó viajes por Estados Unidos
(Serra, 2003) y Europa (por iniciativa propia)42, tuvo numerosas reuniones con dirigentes políticos e incluso
tuvo una actividad intensa cuando el primer mandatario lo dejó interinamente al mando de la presidencia43.
Además, el vicepresidente tuvo desde el comienzo de su gestión reuniones (muchas de ellas en su
casa) con algunos de los “hombres más poderosos del país”, y fue “acumulando un poder propio: se reúne
con muchos de los sectores que el Presidente margina de su despacho, es uno de los mejores puentes que

40 “Menem propuso a Scioli como diputado del PJ”. La Nación, 28 de enero de 1997.
41 “Kirchner echó del gobierno a toda la gente de Scioli”. Clarín, 20 de agosto de 2003.
42 “Scioli: „La Argentina despierta una gran expectativa en Europa‟”. La Nación, 1 de julio de 2003. Y “El Presidente

decidió ayer „declarar la guerra‟”. La Nación, 20 de agosto de 2003.


43 “El día que Scioli fue Presidente”. La Nación, 12 de junio de 2003.
tiene Eduardo Duhalde para sentar sus posturas y está afianzando su relación con los senadores y
diputados” (Juárez, 2003b).
El referido choque surgió cuando el vicepresidente realizó declaraciones contrarias a la postura del
gobierno44; una semana más tarde, el presidente expulsó a los funcionarios de la cartera controlada por
Scioli45 y le quitó a éste el control de los fondos correspondientes a la Secretaría de Turismo y Deporte 46.
Además, durante un período lo mantuvo aislado del resto del gobierno 47.
Si bien el restablecimiento de las buenas relaciones entre presidente y vice ocurrió pronto, el
segundo no recuperaría el protagonismo que había tenido antes del enfrentamiento 48. A partir de entonces,
Scioli centraría su actuación en la construcción de una buena imagen pública en base a una serie de reformas
llevadas a cabo en el Senado (que serán descritas a continuación).
Por otro lado, durante el gobierno de Kirchner, igual que ocurriría posteriormente en el de su
cónyuge, no se celebraron reuniones de gabinete 49. De este modo, el vicepresidente quedó fuera de ciertos
procesos de toma de decisiones y perdió una fuente privilegiada de información.
En la Cámara alta, las tareas de Scioli fueron variando a lo largo del mandato. En un principio, su
principal objetivo fue lograr la sanción de algunas leyes que permitirían al Ejecutivo cumplir sus
compromisos con los organismos internacionales de financiación 50. Igual que en el ámbito Ejecutivo, Scioli
comenzó su administración del Senado con un perfil alto y mucha actividad. Sin embargo, tras el choque
con el presidente debido al cual fueron despedidos sus hombres de la Secretaría de Turismo y Deporte, el
vicepresidente procuró tener un perfil más bajo y limitarse al protocolo 51.
A partir de 2005, con el conflicto ya resuelto y olvidado, Scioli contaría con un crédito del Banco
Interamericano de Desarrollo para llevar a cabo un Plan de Fortalecimiento Institucional del Senado 52. El
Presidente de la Cámara alta se dedicó fundamentalmente, con estos fondos, a llevar adelante una amplia
tarea de devolución de prestigio al Senado.
Los resultados más visibles públicamente de esa obra fueron la creación del canal de televisión
Senado TV, la modernización del sitio web del Senado, la implantación del voto electrónico 53, la mejora de
la iluminación y el aspecto externo del edificio, la creación de los premios Domingo Faustino Sarmiento

44 “Scioli: en 90 días subirán las tarifas”. La Nación, 13 de agosto de 2003. Y “La relación Kirchner-Scioli”. La

Nación, 21 de agosto de 2003.


45 “Kirchner echó a 3 hombres de Scioli”. La Nación, 20 de agosto de 2003.
46 “Refuerzan el control sobre Scioli”. La Nación, 25 de agosto de 2003.
47 “Kirchner y Scioli, lejos de reconciliarse”. La Nación, 21 de agosto de 2003.
48 “Scioli sabe que su papel no es el mismo de antes, y reconoce que nunca lo será. Ya no ofrece comidas en el

quincho de su casa para el empresariado, ni tiene la misma exposición pública que tuvo al comienzo de la gestión, cuando
hablaba de muchos temas y ofrecía conferencias de prensa sobre toda la actividad legislativa que le compete por su cargo”
(COLONNA, 2003).
49 Entrevista a un alto funcionario del Senado. Buenos Aires, 22 de abril de 2009.
50 “Un allegado a Scioli ratificó que la agenda del vicepresidente en el Congreso consistirá en apurar las leyes de

compensación a los bancos por la pesificación asimétrica, la reforma impositiva, la reforma de la coparticipación federal
fiscal, el aumento de tarifas y renegociación de contratos de empresas de servicios públicos privatizadas, y la reforma a la ley
de entidades financieras, tal como se informa por separado”. “Desde el Congreso, Scioli apunta al Fondo y a las obras”. La
Nación, 18 de mayo de 2003.
51 “Scioli limitará su actividad al Senado”. La Nación, 23 de agosto de 2003.
52 El Plan, cuyo presupuesto ascendía a 4.800.000 dólares, está minuciosamente explicado en el sitio web del

Honorable Senado de la Nación: http://www.senado.gov.ar/web/plan/senbid.php.


53 Entrevista a Pablo Winokur.
para personalidades del ámbito de la cultura, el establecimiento de una Oficina de Atención Ciudadana
(Benini y Álvarez Parisi, 2006) y una larga serie de invitaciones a personajes públicos que, con su publicitado
paso por la Cámara, le dieron a ésta un renovado prestigio y a su presidente una muy buena imagen
pública54.
Scioli desempeñó sus funciones, a partir del conflicto con Kirchner, bajo un presupuesto de lealtad
al presidente: tanto su recortada labor en el marco del gobierno como su más protagónica campaña para
devolver al Senado su nobleza fueron llevadas a cabo con mesura y con la vista siempre puesta en la
aprobación del primer mandatario (o al menos en la evasión de todo posible conflicto con él).
Esto no impidió al vicepresidente construir, a través de sus frecuentes apariciones en los medios de
comunicación, una imagen de buena gestión y de cercanía a los ciudadanos 55. Esto fue razón suficiente para
que el presidente lo propusiera como candidato justicialista a la gobernación de la provincia de Buenos Aires
en las elecciones de 2007, de las que el vicepresidente salió vencedor.

IV.6. Julio César Cleto Cobos (2007- )

Habiendo transcurrido menos de la mitad de su mandato al momento de redacción de este trabajo,


resulta difícil evaluar la gestión de Julio Cobos como vicepresidente. No obstante, la gravedad de los hechos
que tuvieron lugar en la arena política durante el primer año y medio de su administración, y de los cuales el
vicepresidente fue protagonista, permiten elaborar un esquema provisorio de su mandato.
Cobos había sido Subsecretario de Urbanismo y Vivienda de la Municipalidad de la Ciudad de
Mendoza y Gobernador de la provincia homónima, siempre por el radicalismo (Castro, 2009: 393). Durante
su gestión como gobernador, que coincidió con la presidencia de Néstor Kirchner, tuvo una buena relación
con éste y pasó a formar parte de los “radicales K” (radicales kirchneristas).
En razón de ello, el presidente y su esposa lo invitaron a participar en las elecciones de 2007 como
compañero de fórmula de Cristina Fernández de Kirchner; el presidente buscaba crear una sociedad entre el
Frente para la Victoria y grupos de otros partidos que apoyaban al oficialismo. Cobos, ejemplo de esto
último, fue expulsado de la Unión Cívica Radical al conocerse que había aceptado la candidatura junto a la
primera dama56.
En el seno del Poder Ejecutivo, Cobos comenzó su mandato con algunas participaciones menores:

(…) me consultaron por los temas del cambio horario, donde logré sumar una modificación al proyecto que luego se
aplicó, tuve alguna sugerencia en un proyecto de ley de financiamiento que había generado un traspié en el Congreso,
traje a Lousteau (Martín, ministro de Economía) al Senado. Inclusive, algunos diarios me pusieron como artífice del
acuerdo. Hasta que surgió el tema del campo… (testimonio recogido por Castro, 2009: 398).

54 Entrevista a Christian Höy.


55 “Scioli aceptó la oferta y ya corre como candidato en la Provincia”. Clarín, 29 de noviembre de 2006. Y “Según
dos encuestas, Kirchner deja la Casa Rosada con alta imagen positiva”. Clarín, 7 de diciembre de 2007
56 “La UCR expulsó a Julio Cobos por acompañar a Cristina en la fórmula kirchnerista”. Clarín, 20 de septiembre de

2007.
Además, al igual que su marido, Cristina Fernández de Kirchner no realiza reuniones de gabinete 57,
de modo que Cobos, aún si su relación con la presidente fuera buena, no tendría acceso a la información y
las decisiones de mayor relevancia.
En el Senado, el vicepresidente comenzó su mandato con intenciones de potenciar el plan de
fortalecimiento institucional lanzado por Scioli (Capriata, 2008). Por otro lado, a poco de asumir generó
polémica con su utilización del canal Senado TV: se lo acusó, por un lado, de acaparar la señal y aprovechar
su posición para aparecer allí con excesiva frecuencia; por otro lado, creó una nueva estructura burocrática
dentro del marco del canal, concediendo sueldos de altas categorías y ubicando allí a quienes habían sido sus
colaboradores durante su gestión como gobernador de Mendoza58.
Si bien lo dicho anteriormente sobre la actividad de Cobos en el Senado llevó al vicepresidente a los
medios de comunicación, sin duda alguna la anécdota que lo haría pasar a la historia sería su participación
en la solución del conflicto entre el gobierno y el campo. Éste había comenzado en marzo de 2008, cuando
el gobierno anunció la reforma del régimen de retenciones a la exportación de granos, por la que dichas
quitas aumentarían o se reducirían de acuerdo a los precios internacionales de las commodities59.
Los agricultores comenzaron entonces una larga serie de paros y cortes de rutas en protesta contra
el nuevo impuesto. Tras varios meses de disputa entre el gobierno y el campo, y a sugerencia del
vicepresidente, el Ejecutivo decidió enviar al Congreso un proyecto de ley que legitimara las retenciones,
hasta entonces vigentes en forma de resolución60.
Tras un mes en el Congreso, el 17 de julio se procedió a votar el proyecto en la Cámara alta. El
resultado de la votación, después de un debate de inusual extensión, fue un empate que ni el oficialismo ni la
oposición lograron desbloquear. Finalmente el Presidente del Senado se vio obligado a utilizar el voto de
desempate que le otorga la Constitución para estos excepcionales casos. Su voto fue en contra del proyecto
del gobierno.
Su oposición a la iniciativa del Ejecutivo fue el punto de partida de una guerra que continúa hasta la
actualidad: el voto negativo de Julio Cobos no sólo desestabilizó al gobierno e insufló inusitadas energías a
la oposición, sino que además transformó al vicepresidente en un opositor dentro del gobierno. Cobos
permanecería en su cargo pero haría, desde allí y abiertamente, campaña a favor de un proyecto político
divergente, si no simétricamente opuesto al kirchnerista.
Al ser consultados por Castro (2009), los vicepresidentes anteriores coinciden en sus apreciaciones
de esta situación: Cobos tomó la decisión correcta al votar de acuerdo al dictado de su consciencia; por el
contrario, su posterior actividad opositora desde dentro del Ejecutivo, resulta censurable 61.

57 Entrevista a un alto cargo del Senado.


58 “Cobos creó cargos burocráticos para difundir su imagen”. La Nación, 18 de febrero de 2008.
59 “El campo arranca un paro de 2 días contra el aumento de las retenciones”. Clarín, 13 de marzo de 2008.
60 “Cristina anunció el envío de las retenciones móviles al Congreso”. Clarín, 18 de junio de 2008.
61 Víctor Martínez afirma en CASTRO (2009): “Hubiera hecho exactamente lo mismo. Hay que distinguir al Cobos

dirigiendo el Senado que ha ejercido un derecho y una obligación del Cobos fuera de su actividad institucional. (…) Estoy
en contra del Cobos fuera del Senado, esa es otra historia” (p. 334). Carlos Ruckauf coincide: “Probablemente, en la
situación en la que él actuó yo hubiera hecho lo mismo, pero no hubiera actuado como lo hizo después. No hubiera crecido
A partir de entonces, la figura del vicepresidente pasó a ocupar la primera plana de la vida política
argentina (así sigue siendo al momento de elaboración de esta investigación). Por un lado, la prensa
comenzó a seguir su actividad con minuciosidad; cada uno de sus actos fue reflejado en los medios, así
como sus declaraciones y las que acerca de él se hacían desde el gobierno y desde otros sectores
involucrados en el conflicto (e incluso desde sectores no involucrados).
Por otro lado, su decisión legislativa lo transformó en un referente político, de modo que
aparecieron grupos alineados detrás de su figura (los “cobistas”), respaldo que llevó al vicepresidente a crear
un partido político propio: el Consenso Federal (Confe) 62. Además, durante varios meses (a partir de la
histórica jornada del Senado) emergieron desde los principales campos de juego político movimientos a
favor y en contra del vicepresidente y, especialmente, de su permanencia en el gobierno o su obligación
moral de renunciar63.
En este sentido, su rechazo al proyecto de las retenciones le comportó un alto costo político: su
enfrentamiento con el gobierno no pudo ser superado, y de este modo perdió el apoyo del kirchnerismo,
que a la sazón comenzaba a perder fuerza y apoyos pero seguía conformando el principal núcleo de poder
político en el país. En términos de espacios dentro del gobierno, casi inmediatamente después de la votación
del 17 de julio de 2008 fueron expulsados los funcionarios cobistas que había en el Ejecutivo64.
A los efectos de esta investigación es relevante dar cuenta de la inestabilidad que provocó en el
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner el voto negativo del vicepresidente en el Senado. Ello se debió
a que el éxito del Ejecutivo, al menos a corto o mediano plazo, dependía en buena medida de las
retenciones (Pagni, 2008), tanto por el valor político que hubiera comportado sacar adelante el proyecto
oficial como por los ingresos que devenían de aquellos impuestos. Además, desde algunos sectores de la
clase política se planteó que el gabinete de ministros debería renunciar en pleno65.
En el caso de Cobos fue particularmente interesante el equilibrio de fuerzas a que llevó su filiación
partidaria sui generis: por un lado, contó en principio con el apoyo del radicalismo K; por otro, fue objeto de
presiones de estos mismos cuando Cristina Fernández de Kirchner comenzó a mostrar que no los
incorporaría al gobierno ni a la toma de decisiones en la medida que ellos esperaban; en tercer lugar, el
radicalismo “puro” lo vio como un traidor y emprendió acciones para debilitarlo66. Esta sumatoria de
fuerzas cambiaría substancialmente tras el desempate del vicepresidente en el Senado.
A partir de entonces, Cobos sumó el importante apoyo del sector agropecuario argentino. Por otro
lado, comenzó a revisarse su expulsión de la UCR (la resolución aparece en Castro, 2009: 396). En tercer
término, el radicalismo K se dividió entre quienes se quedaron del lado del gobierno y quienes siguieron a

a partir de eso, porque ser líder opositor y vicepresidente no me parece correcto” (pp. 358-359). Álvarez acuerda
parcialmente: “Desde el punto de vista institucional, puede ser una votación anacrónica. Desde el punto de vista de su
sensación personal, es correcta” (p. 376). Finalmente, Daniel Scioli: “Si Cobos cumple su rol constitucional y sus plenas
funciones, planteando su matiz, está bien. Pero si se pone abiertamente a construir candidaturas opositoras al gobierno al
cual pertenece… Ahí está el límite” (p. 389).
62 “Consenso Federal, el nuevo partido de Cobos”. La Nación, 24 de octubre de 2008.
63 “Cobos sólo renunciará si se lo pide la gente en una consulta popular. Clarín, 23 de noviembre de 2008.
64 “El Gobierno obligó a renunciar a los funcionarios „cobistas‟”. Clarín, 22 de julio de 2008.
65 “Fuerte apoyo de todo el arco opositor”. La Nación, 18 de julio de 2008.
66 “Radicales K pidieron más participación”. La Nación, 15 de abril de 2008.
Cobos. Por último, la expansión de su liderazgo, la creación de un partido político bajo su conducción y el
surgimiento de un sector de kirchneristas desencantados le significaron la incorporación de apoyos políticos
sustanciales.
Respecto de los medios de comunicación, las apariciones de Cobos cambiaron radicalmente de
carácter a partir de su desempate en el Senado: hasta entonces había figurado con poca frecuencia, y en más
de una ocasión lo había hecho por motivos que iban en contra de su buena imagen (las investigaciones por
malversación de fondo que se realizaron al Secretario Administrativo del Senado, hombre de su confianza67;
el uso indebido de Senado TV; incluso algunas declaraciones poco felices acerca de la situación económica
del país68).

III. EL PODER DE LOS VICEPRESIDENTES EN CLAVE COMPARADA

En este apartado se desarrolla el objeto central del presente trabajo: el poder real que asumieron los
vicepresidentes argentinos del período 1983-2009 y los efectos de ese poder sobre el gobierno. Esto se
estudia a partir de una serie de preguntas: ¿qué poder tenía el vicepresidente al acceder al cargo? Además de
ocupar la vicepresidencia, ¿ostentaba algún cargo partidario? ¿Provenía del mismo partido y de la misma
línea interna que el presidente? ¿Cómo se decidió su participación en la fórmula? ¿Con qué apoyos externos
contaba? ¿Tuvo conflictos relevantes con el presidente? En ese caso, ¿cuáles fueron sus consecuencias?
¿Qué grado de actividad tuvo en el marco del Poder Ejecutivo y del Senado? ¿Qué evaluación se puede
hacer de su aparición en los medios de comunicación?
Se asume, desde el comienzo mismo del análisis, la dificultad para llegar a conclusiones
universalizables a partir de apenas seis casos. No obstante, dado el espacio central que han ido cobrando los
vicepresidentes en la vida política argentina, se considera que el estudio de cada caso en particular saca a la
luz información relevante por sí misma, y que un trabajo de esta índole puede abrir el camino a una
sistematización metodológica útil para futuras investigaciones. Asimismo se espera que sirva para generar
hipótesis e ideas tentativas.
El objetivo último del análisis, como se ha dicho, es encontrar relaciones entre el poder –
cuantitativo y cualitativo– de los vicepresidentes y el desempeño y la estabilidad del gobierno al que
pertenecen. Para ello, se construirá una tipología de vicepresidentes a partir de dos variables: la cantidad de
poder que acumulan y el modo en que lo utilizan. A continuación, teniendo en cuenta dicha tipología y los
datos primarios y agregados que se utilizaron para construirla, se procurará establecer relaciones entre estas
informaciones (datos primarios, datos agregados y tipología), por un lado, y los resultados de los gobiernos
por otro.
La primera variable: la cantidad de poder acumulada por los vicepresidentes, requiere pocas
explicaciones. Su clasificación se hace en cinco categorías: mucho, bastante, medio, poco y ninguno. La

67 “Renunció un funcionario de Cobos”. La Nación, 15 de marzo de 2008.


68 “‟La inflación es una sensación‟, dijo Cobos”. La Nación, 14 de marzo de 2008.
ubicación de cada vicepresidente en una laya u otra está determinada por sus atributos sobre un esquema de
nueve dimensiones, ponderadas del modo que se explica a continuación.
Se estima que no todas las dimensiones inciden en la misma medida sobre la cantidad total de
poder: en primer lugar, algunas parecen aportar mayores montos de poder que otras. En segundo lugar,
algunas dimensiones inciden no sólo sobre el poder, sino sobre otras dimensiones; por ello se ha intentado
asignar a cada una un valor que tuviera en consideración su propio peso, de manera aislada, y su potencial
influencia sobre otras.
Es preciso hacer manifiestas, antes de continuar, dos limitaciones en relación a la elaboración de las
escalas y la cuantitativización de los indicadores. En primer lugar, y como ya se ha dicho anteriormente, no
existen investigaciones que estudien la vicepresidencia desde esta perspectiva; luego, este trabajo busca una
primera aproximación, y esto le imprime indefectiblemente el sello de lo exploratorio, de lo tentativo.
En segundo lugar, debe considerarse que la cuantitativización de los indicadores supone la creación
de una correspondencia entre valores cualitativos y cuantitativos, correspondencia no exenta de cierta
subjetividad. Por añadidura, los indicadores son extraídos de la realidad política; allí, sus límites son
frecuentemente difusos y requieren una lectura flexible. La cuantitativización, por el contrario, los priva de
dicha flexibilidad y los somete a categorías numéricas rígidas.
Se entiende, por lo tanto, que el proceso implicará una toma de decisiones a la hora de asignar
valores a los mecanismos del poder; decisiones que, como se ha indicado, adolecen de subjetividad y pueden
variar en función de la lectura que se haga de la escena política analizada.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, se han establecido tres niveles de incidencia de las
dimensiones: alto, mediano y bajo. La clasificación de aquéllas según esta escala se expone en la Tabla II.

TABLA II. CANTIDAD DE PODER. PONDERACIÓN DE SUS DIMENSIONES

Gestación Conflictos Actividad Actividad Mediosde


Poder Liderazgo Origen Apoyos
Dimensión dela conel enel Poder enel comuni-
previo partidario partidario externos
fórmula presidente Ejecutivo Senado cación

Ponderación Medio Alto Bajo Bajo Alto Alto Medio Medio Alto

Fuente: elaboración propia.

A partir de allí, y para cuantitativizar dicha ponderación, se asignarán a “Bajo”, “Medio” y “Alto”
los valores 1, 2 y 3 respectivamente; es decir que los valores de dimensiones altamente relevantes se medirán
en una escala de valor máximo 3, los de dimensiones de ponderación media se valuarán en una escala de
valor máximo 2, y los de dimensiones de menor peso podrán tener un valor máximo de 1.
Para facilitar la medición se utilizarán, en lugar de 1, 2 y 3, los valores máximos 5, 10 y 15, que al ser
matemáticamente proporcionales mantienen intacto el peso relativo de las dimensiones, pero hacen posible
la división interna de cada dimensión sin necesidad de usar decimales. Esa segmentación interna será útil
para diferenciar matices.
Cada una de esas dimensiones se mide de acuerdo a la escala propuesta en la Tabla III. A partir de
ésta se evalúa el desempeño de cada vicepresidente, asignándole un valor para cada dimensión y
distinguiendo entre su situación antes y después del conflicto con el presidente (en los casos en que
corresponda).
El resultado de esa tasación se puede ver en la Tabla IV. En ésta, el grado de poder acumulado por
cada vicepresidente se mide en una escala comprendida entre 19 y 10069; en la Tabla se indica con I la
situación del vicepresidente antes y con II la situación después del conflicto.

TABLA III. ESCALAS DE MEDICIÓN DEL PODER VICEPRESIDENCIAL

Variable Valor cualitativo Valor numérico


Nada 2
Poco 4
1. Poder previo Medio 6
Bastante 8
Mucho 10
No 0
2. Liderazgo partidario Semi-liderazgo 7,5
Liderazgo 15
Mismo partido, misma línea 1
Mismo partido, distinta línea 2
3. Origen partidario
Distinto partido, asimétrico 3
Distinto partido, simétrico 5
Imposición 1
4. Gestación de la fórmula Acuerdo (vertical) 3
Negociación (horizontal) 5
Débiles 5
5. Apoyos externos Medianos 10
Fuertes 15
Lo reducen mucho 3
Lo reducen moderadamente 6
6. Conflictos (efecto sobre el poder) No hubo / No producen cambios 9
Lo aumentan moderadamente 12
Lo aumentan mucho 15
Ninguna 2
Poca 4
7. Actuación en el Ejecutivo Media 6
Bastante 8
Mucha 10
Ninguna 2
Poca 4
8. Actuación en el Senado Media 6
Bastante 8
Mucha 10
Ninguno 3
Poco 6
9. Medios de comunicación (apariciones) Medio 9
Bastante 12
Mucho 15
Fuente: elaboración propia.

A partir de la precedente escala de medición se propone la identificación de la cantidad de poder de


los vicepresidentes de acuerdo a la categorización propuesta en la Tabla V.

69 En los casos en que no hubo conflicto presidente-vice, así como en la primera columna de los vicepresidentes

que vivieron conflicto frente al titular, la escala real queda comprendida entre 25 y 94, puesto que se elimina la variación ± 6
correspondiente a la dimensión “6. Conflictos (efecto sobre el poder)”.
En relación a la segunda variable es necesaria una definición: en el modo de poder se sintetizan el
modo de relación que tienen el presidente y su vice, y la forma en que éste utiliza el poder que posee. De
acuerdo a esto, se propone la consideración de cuatro modos de poder posibles: subordinación,
cooperación, tensión y conflicto.

TABLA V. CATEGORIZACIÓN DE LA CANTIDAD DE PODER

Resultado cuantitativo (rango) Correspondencia cualitativa


19-34 Ninguno
35-50 Poco
51-66 Medio
67-82 Bastante
83-100 Mucho
Fuente: elaboración propia.

El primero de ellos, la subordinación, se caracteriza por una verticalidad clara: el vicepresidente no


tiene recursos de poder suficientes para enfrentarse al presidente en condiciones de igualdad, ni siquiera de
desigualdad moderada. Un eventual enfrentamiento sería, con certeza, perjudicial para el vice; por ello, éste
tiende a colaborar con el presidente y la relación resultante es armoniosa.
Los otros tres modos, como se verá, requieren que el vicepresidente ostente cuotas más altas de
poder y vienen asociadas a ciertos niveles de autonomía. La cooperación produce un resultado similar a la
subordinación. Sin embargo, las motivaciones son distintas: el vicepresidente cuenta con recursos de poder
suficientes para optar por la colaboración o el enfrentamiento, y estima que la primera redundará en
mayores beneficios. Además, este tipo de relación se caracteriza por un grado de reciprocidad (variable pero
siempre presente) y de horizontalidad, en la medida en que mantener la cooperación y el buen
entendimiento no es incumbencia exclusiva del vicepresidente sino también del titular.
En tercer lugar puede haber una relación de tensión: el vicepresidente no colabora de manera
general con el presidente, e incluso permite que surjan algunas rispideces. Sin embargo, procura que éstas no
estallen y aporta elementos de colaboración para templar la discordia.
En cuarto y último lugar aparecen las relaciones de conflicto: las divergencias se manifiestan
abiertamente, los esfuerzos de conciliación no existen o fracasan. Puesto que se persigue el fortalecimiento
propio y el debilitamiento de la otra parte, en el caso de la relación presidente-vice tienden a dar como
resultado cierta inestabilidad del gobierno (independientemente del daño que sufra el vicepresidente, se
estima que el gobierno sale perjudicado y desestabilizado en todos los casos, sea en mayor o menor medida).
Ahora bien, además de definir los diversos modos de poder vicepresidencial es importante
considerar que ellos están directamente vinculados con la existencia (o no) de choques entre presidente y
vice, y con la forma de resolución de tales divergencias; es así que los modos de poder están asociados al
desempeño y la estabilidad del gobierno. Por ello es relevante conocer qué condiciones –o combinaciones
de ellas– dan lugar a cada uno de esos modos.
La forma en que presidente y vice se relacionan puede ser consecuencia de una opción por parte del
segundo o bien puede ser resultado de la evolución natural del vínculo. En algunos casos (sobresale el de
Cobos como ejemplo paradigmático), una decisión puntual puede dar por tierra con las intenciones del
vicepresidente de mantener un cierto tipo de articulación con el presidente. Es más difícil que ocurra lo
inverso (que el segundo mandatario no encuentre la forma de distanciarse del gobierno), puesto que siempre
tiene a su disposición el mecanismo más inmediato de confrontación: los medios de comunicación, en los
cuales una declaración contraria al oficialismo enciende la mecha de manera instantánea.
¿Cuáles son, entonces, las condiciones que pueden producir un tipo u otro de relación? La
subordinación requiere una considerable asimetría de poder y de apoyos entre el presidente y el vice; pero
también es necesaria en éste la percepción de que tal asimetría no puede ser modificada o bien que es
conveniente que no lo sea. Esta percepción no es, sin embargo, invariablemente cierta: el caso de Julio
Cobos muestra que la mencionada asimetría de poder puede trastornarse sensiblemente y que la
subordinación no es necesariamente estática, sino que puede devenir en conflicto, tensión o cooperación.
Esta última implica inicialmente una mayor simetría entre el poder del presidente y el del vice; una
vez en el poder el principal desafío es sostener el delicado equilibrio de un vicepresidente que, teniendo
poder suficiente para enfrentarse al titular, encuentre incentivos suficientes para colaborar con él
conservando su lugar secundario. Es probable, por ello, que el primer mandatario ceda más espacios al
vicepresidente, evitando así que la asfixia del segundo plano impulse a éste a una búsqueda conflictiva de
protagonismo.
La diferencia entre el mantenimiento de ese frágil balance y la descompensación virulenta del mismo
se ve en los casos de Eduardo Duhalde y Carlos Álvarez. Menem supo concederle al primero amplios
espacios de actuación, y de ese modo consiguió que la cooperación y la lealtad del vicepresidente se
mantuvieran firmes. Fernando de la Rúa, por el contrario, no supo otorgarle a Álvarez los espacios
necesarios para que éste pudiera satisfacer sus funciones y expectativas; por el contrario, obstaculizó la labor
de su vicepresidente hasta tal punto que en apenas diez meses logró su ruidoso alejamiento del gobierno.
En cuanto a la tensión, el propio nombre da cuenta de la principal condición para su
mantenimiento: un equilibrio aún más delicado que en el caso de la cooperación. La diferencia fundamental
entre estas dos formas de relación radica en que la tensión implica la preexistencia de un motivo de
disyunción. Mientras que en la esencia de la cooperación hay una buena relación presidente-vice que debe
ser resguardada, en la tensión ya existen puntos de choque; la brecha que la separa del conflicto es angosta, y
el cruzarla depende de actitudes de ambos actores que pueden virar en cualquier momento. El ejemplo más
claro de una relación de tensión es el de Menem y Ruckauf: como se verá más adelante, el segundo hizo lo
necesario (si no más aún) para entrar en conflicto con el presidente; si el enfrentamiento no superó los
límites de la tensión fue debido a la actitud de Menem, que evitó el choque frontal y abierto con Ruckauf (o,
más bien, con su poderoso padrino: Eduardo Duhalde).
Por último, el conflicto necesita, al igual que la cooperación y la tensión, la existencia de grados
similares de poder en ambos bandos. Es relevante subrayar que en el caso de la vicepresidencia, el hecho de
que el presidente no tenga capacidad para remover de su cargo al vice aporta a éste un grado considerable
de invulnerabilidad: la imposibilidad de destituir al vicepresidente priva al primer mandatario de un arma
que resultaría incontestable. Para finalizar es válido considerar que mientras la subordinación puede
transformarse en cooperación, tensión o conflicto, y mientras las primeras dos pueden también mudar hacia
los otros modos de poder, las relaciones de conflicto muy difícilmente pueden suavizarse, de modo que
requieren, tanto para el presidente como para el vice, mecanismos efectivos de resistencia al desgaste, que
puede prolongarse (si el conflicto comienza en los umbrales del mandato) durante varios años.
Tomando las anteriores definiciones y la descripción de cada vicepresidente realizada en el Capítulo
V, se propone (Tabla V) una clasificación de los vicepresidentes argentinos en función de sus respectivos
modos de poder. En la Tabla VI se presentan los resultados del cruce de ambas variables (cantidad y modo
de poder), dando lugar a una tipología de vicepresidentes.

TABLA VI. TIPOLOGÍA DE VICEPRESIDENTES

Modo de poder
Subordinación Cooperación Tensión Conflicto
Poco + Ninguno De sombra
Cantidad de Medio Colaborador De complemento Competidor leve Opositor leve
poder
Competidor
Mucho + Bastante Co-presidente Opositor severo
severo
NOTA: Se estima a priori imposible la combinación de Mucho/Bastante poder con relaciones de subordinación, así como la existencia de
Cooperación, Tensión o Conflicto en casos de vicepresidentes con Poco/Ningún poder.
Fuente: elaboración propia.

Aplicando esta tipología a los seis vicepresidentes considerados por este estudio se obtiene la
clasificación recogida por la Tabla VII. Ésta resulta de utilidad, en primer lugar, para describir de manera
sintética el tipo de vicepresidencia que tuvo lugar en cada caso; y en segundo lugar para identificar de
manera inmediata la magnitud de los cambios que se pueden dar en las características del mandato
vicepresidencial.
Se aprecia, en primer lugar, que el poder del vicepresidente puede variar en diversas direcciones
durante su gestión, tanto en su magnitud como en su calidad. Carlos Ruckauf es un ejemplo de variación
cualitativa: mientras su poder no se incrementó ni disminuyó sustancialmente, la forma en que lo ejerció
sufrió considerables variaciones. Daniel Scioli, por el contrario, se mantuvo a lo largo de su mandato en
relación de subordinación ante su presidente, pero pasó de un grado medio a uno bajo de poder.
Los cambios más profundos en la magnitud y en el modo de poder del vicepresidente están
asociados a la emergencia de conflictos entre éste y el primer mandatario. Al observar tales cambios se
evidencia, además, que la cantidad de poder no evoluciona de manera exógena e independiente al modo
TABLA IV. GRADO DE PODER DE LOS VICEPRESIDENTES ARGENTINOS (1983-2009)

Dimensión V. Martínez % E. Duhalde % C. RuckaufI % C. RuckaufII % C. Álvarez I % C. Álvarez II % D. ScioliI % D. ScioliII % J. CobosI % J. CobosII %
1. Poder previo Poco 4 Bastante 8 Medio 6 Medio 6 Mucho 10 Mucho 10 Medio 6 Medio 6 Poco 4 Poco 4
Semi-
2. Liderazgo partidario 7,5 Liderazgo 15 No 0 No 0 Liderazgo 15 Liderazgo 15 No 0 No 0 No 0 Liderazgo 15
liderazgo
Mismo Mismo Mismo Distinto Mismo Mismo Distinto Distinto
Mismo partido, Distinto partido,
3. Origen partidario partido, 2 partido, 2 partido, 1 1 partido, 5 5 partido, 1 partido, 1 partido, 3 partido, 3
mismalínea simétrico
distintalínea distintalínea mismalínea simétrico mismalínea mismalínea asimétrico asimétrico
4. Gestacióndelafórmula Acuerdo 3 Negociación 5 Imposición 1 Imposición 1 Negociación 5 Negociación 5 Acuerdo 3 Acuerdo 3 Acuerdo 3 Acuerdo 3
5. Apoyosexternos Débiles 5 Medianos 10 Fuertes 15 Fuertes 15 Fuertes 15 Fuertes 15 Medianos 10 Medianos 10 Débiles 5 Fuertes 15
Aumentan Reducen Reducen Aumentan
6. Conflictos (efecto sobreelpoder) No hubo 9 No hubo 9 (Poderinicial) 9 12 (Poderinicial) 9 6 (Poderinicial) 9 3 (Poderinicial) 9 15
moderadamente moderadamente mucho mucho
7. ActuaciónenelEjecutivo Poca 4 Mucha 10 Media 6 Media 6 Mucha 10 Poca 4 Bastante 8 Poca 4 Poca 4 Ninguna 2
8. ActuaciónenelSenado Media 6 Media 6 Media 6 Bastante 8 Bastante 8 Poca 4 Bastante 8 Bastante 8 Mucha 10 Media 6
9. Mediosdecomunicación Poco 6 Mucho 15 Medio 9 Bastante 12 Mucho 15 Mucho 15 Bastante 12 Bastante 12 Poco 6 Mucho 15
TOTAL Poco 46,5 Bastante 80 Medio 53 Medio 61 Mucho 92 Bastante 79 Medio 57 Poco 47 Poco 44 Bastante 78
Nota: la dimensión “6. Conflictos (efecto sobre el poder)” se calcula en base a un poder inicial igual a 9. Por ello, en los casos de vicepresidentes que tuvieron conflictos con sus presidentes, en la primera columna se indica siempre (Poder inicial) = 9,
mientras que en la segunda columna se utiliza una escala de 3 a 15 para graficar los cambios en el poder del siguiente modo: 3 significa una reducció n severa de poder; 6 da cuenta de una merma moderada; 9 se utiliza cuando no hubo cambios; 12
implica un aumento moderado; y 15 un incremento severo.
Fuente: elaboración propia.

TABLA V. CLASIFICACIÓN DE LOS VICEPRESIDENTES ARGENTINOS SEGÚN SU MODO DE PODER

Vicepresidente V. Martínez E. Duhalde C. Ruckauf I C. Ruckauf II C. Álvarez I C. Álvarez II D. Scioli I D. Scioli II J. Cobos I J. Cobos II
Modo de poder Subordinación Cooperación Subordinación Tensión Cooperación Conflicto Subordinación Subordinación Subordinación Conflicto
Fuente: elaboración propia

TABLA VII. CLASIFICACIÓN DE LOS VICEPRESIDENTES ARGENTINOS (1983-2009) SEGÚN LA TIPOLOGÍA PROPUESTA

Vicepresidente V. Martínez E. Duhalde C. Ruckauf I C. Ruckauf II C. Álvarez I C. Álvarez II D. Scioli I D. Scioli II J. Cobos I J. Cobos II
Tipo De sombra Co-presidente Colaborador Competidor leve Co-presidente Opositor severo Colaborador De sombra De sombra Opositor severo
Fuente: elaboración propia
de ejercerlo, sino que está en cierta medida determinada por él, es decir, por la relación entre presidente y
vice.
Las modificaciones en la dimensión cuantitativa pueden producirse tanto hacia un mayor como
hacia un menor poder; las experiencias opuestas de Carlos Álvarez y Julio Cobos sugieren que no existe
regularidad en el vínculo entre potenciación o amaine del enfrentamiento, por un lado, e incremento o
disminución del poder vicepresidencial por otro. En estos mismos casos (Álvarez y Cobos) los conflictos
entre presidente y vice dieron lugar a que éste se constituyera en “opositor severo”; ambas situaciones
derivaron, en convergencia con ello, en las dos muestras más serias de desestabilización del gobierno.
También en relación con los conflictos entre presidente y vice, se aprecia que el sostenimiento de las
desavenencias no requiere un poder previo del segundo: el propio choque suele aportarle un conjunto de
apoyos tales que le permiten enfrentarse al primer mandatario, si no en igualdad de condiciones, al menos
en una asimetría sólo parcial. El enfrentamiento entre Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cobos ilustra
este modo de conflicto.
En los casos en que no existen desencuentros sustanciales entre el presidente y su compañero de
fórmula, los mecanismos de creación de poder que puede poner en funcionamiento el vicepresidente son
fundamentalmente los mismos. La observación comparativa de Víctor Martínez y Eduardo Duhalde parece
indicar que éste construyó más poder desde la vicepresidencia haciendo uso de recursos a los cuales también
Martínez podía acceder: principalmente la política partidaria y los medios de comunicación.
Por otra parte, la concepción que tanto Alfonsín como Martínez tenían del cargo de éste motivó
que la labor ejecutiva del vicepresidente estuviera limitada a aconsejar al titular desde la sombra. Esta
consideración dispara la necesidad de tener en cuenta y realizar una breve exposición de las concepciones
que las seis fórmulas tenían acerca de la vicepresidencia. Examinando esto en detalle se advierte que las
concepciones no se explican por sí mismas, sino por las finalidades políticas de los actores que las sostienen.
Dichas finalidades dan lugar en muchos casos a la retorsión de las ideas que los vicepresidentes tienen de su
propio cargo (y en alguna medida a los marcos jurídicos que lo regulan, aunque en el caso de la
vicepresidencia éstos se caracterizan por un minimalismo fácilmente maleable).
Junto a ello es menester apuntar la ambición política que abrigaba el segundo, puesto que su
comportamiento parece bascular entre estos dos polos: por un lado su ambición, que lo impulsa en mayor o
menor medida a conquistar espacios de poder; por el lado opuesto la concepción que el presidente y él
tengan de su cargo, pistón que tiende a comprimir aquellos espacios y ambiciones.
Alfonsín y Martínez, como ya se ha indicado, concebían la vicepresidencia como un cargo
condenado a las sombras y al acompañamiento casi incondicional de los movimientos presidenciales. El
cordobés, en efecto, aceptó de buen grado su papel de opaco consejero del primer mandatario y se impuso a
sí mismo una rigurosa lealtad a Alfonsín.
En el caso de Duhalde, los hechos dan cuenta de una concepción muy distinta a la de su antecesor:
durante su breve mandato se registró una intensísima actividad del primer vicepresidente de Menem. En
cuanto a éste, parecería que su noción de la segunda magistratura cambió como consecuencia de la
experiencia: a Duhalde le asignó tareas en el marco del Poder Ejecutivo y lo dejó actuar con gran libertad
durante sus ausencias; cuando le llegó el turno a Ruckauf, en cambio, limitó hasta tal punto su actividad que
el vicepresidente declararía una vez finalizado su mandato: “(…) como dice Menem: „Los vicepresidentes
sólo tocan las campanillas del Senado‟”70. Sin embargo, este cambio en la disposición de Menem hacia sus
vicepresidentes no le ahorró inconvenientes, a raíz de lo cual plantearía durante la campaña electoral de
2002 una reforma constitucional que eliminara la figura vicepresidencial71.
En cuanto a la ambición de ambos vices menemistas, sus respectivas actuaciones manifestaron
claramente sus pretensiones: mientras el muy activo Duhalde se haría con el monopolio del poder
bonaerense, Ruckauf llegaría a la gobernación de esa provincia gracias a aquél y no construiría un poder
propio e independiente, sino que seguiría dependiendo de Duhalde para el desarrollo ulterior de su carrera
política.
La concepción de Carlos Álvarez de la vicepresidencia estaba atravesada por la esencia coaligada del
gobierno aliancista: en él se confundían una noción activa del cargo, por su propia esencia, con la exigencia
de que hiciera justicia a su misión representativa de uno de los dos partidos de la coalición. Mientras,
Fernando de la Rúa acabó revelando una concepción más bien subalterna y secundaria del puesto de
Álvarez. La principal ambición de éste consistiría, al menos aparentemente, en la satisfacción de sus
obligaciones como vicepresidente; ello explicaría su renuncia, debida –según sus declaraciones– a la
cristalización de un conjunto de circunstancias que le impedían realizar dichas tareas.
Daniel Scioli llegó a la vicepresidencia con una concepción activa y protagónica del cargo, idea que
en principio era compartida por Néstor Kirchner. Sin embargo, existía un punto de divergencia que se haría
manifiesto rápidamente: el presidente no contemplaba, entre las prerrogativas del vice, la de disentir
públicamente en torno a las políticas del gobierno. El enfrentamiento a que llevó esta diferente concepción
del cargo se combinó con la ambición política de Scioli, que dependía de Kirchner para prolongar su
carrera; el resultado de ello fue la modificación de la noción que el vice tenía de su propio cargo, aceptando
un perfil rigurosamente bajo y alineándose invariablemente con los posicionamientos del titular.
La idea inicial de Julio Cobos acerca de la vicepresidencia parecía coincidir con la de la presidente
del gobierno: aquél sería un auxiliar de la titular, siguiendo la línea de Víctor Martínez o Carlos Ruckauf.
Cobos mantuvo este estilo hasta que el episodio del desempate en el Senado trastornó completamente el
panorama dentro del gobierno. A partir de allí mostró una concepción de la vicepresidencia radicalmente
distinta, caracterizada por el protagonismo y por la oposición abierta al oficialismo. En cuanto a su
ambición, es quizás pronto para realizar una evaluación. No obstante, sus movimientos hasta la actualidad
dan cuenta de un innegable anhelo por mantenerse en la primera línea de la lucha partidaria.
Por otro lado es importante tener en cuenta las consecuencias que puede traer la conformación de
alianzas en torno al vicepresidente: tomando como base los casos de Carlos Álvarez y de Julio Cobos se
observa que al comienzo del mandato el papel del vice en el gobierno parece depender principalmente del

70 “Los demócratas apoyarán mi proyecto. Sería bueno ponerse de acuerdo con las fuerzas provinciales”. Entrevista

a Carlos Ruckauf. Los Andes, 24 de junio de 2001.


71 “En campaña, Menem pidió una reforma constitucional”. La Nación, 31 de mayo de 2002.
peso de su partido dentro de la fórmula y de su posición dentro del partido. Mas su ambición y el devenir
del gobierno y del curso político pueden determinar que la posición inicial se modifique, posiblemente a
través de un conflicto con el presidente.
También en relación a los partidos, se puede señalar que no se ha encontrado patrón de vínculo
alguno entre color político y poder vicepresidencial: ninguna agrupación partidaria tiende en mayor medida
que otras a otorgar más o menos poder a los vicepresidentes de su filiación que llegan al gobierno. Tampoco
se puede afirmar que algún partido genere con cierta regularidad un determinado modo de relación entre
presidente y vice.
Antes de analizar algunos aspectos concretos derivados de las Tablas IV, V y VII, vale remarcar el
peso de la ambición de los vicepresidentes y las consecuencias que origina sobre su comportamiento. Es
claro, especialmente en algunos casos, cómo las mismas condiciones previas en determinadas facetas del
poder vicepresidencial dan lugar a resultados simétricamente opuestos; y también en sentido contrario,
cómo algunos vicepresidentes coincidieron en el resultado final de su gestión partiendo de situaciones
sustancialmente diferentes.
La variable que parece explicar esto es, sea dicho nuevamente, la ambición, debido a la cual se
producen cambios notables en la relación entre el presidente y el vice, se exacerban conflictos en lugar de
aplacarse, se modifican radicalmente los patrones previos de actuación del segundo mandatario o se
suplantan unas fuentes de poder por otras, de acuerdo a la visión que tenga el vicepresidente sobre el
camino más conveniente para llegar a su meta.
Respecto de las seis vicepresidencias abarcadas por este estudio, se apuntan a continuación algunas
relaciones entre factores que resultan particularmente interesantes. En primer lugar, los casos de Carlos
Álvarez y de Julio Cobos muestran que es posible ostentar altas cuotas de poder (Mucho o Bastante, de
acuerdo a la clasificación adoptada) sin embargo de una actuación exigua o nula en el seno del Poder
Ejecutivo. La misma observación vale para el desempeño en el Senado: bajos niveles de actividad no son
condición suficiente para que el poder total de un vicepresidente sea Poco o Ninguno.
Por el contrario, se verifica que todos los vicepresidentes que ostentaron Poco poder total
(Martínez, Scioli II y Cobos I) tuvieron poca actuación en el ámbito Ejecutivo. En el Senado, alrededor de
estos tres casos se produjo un fenómeno muy interesante: mientras que su poder total fue Poco, en la
Cámara alta registraron niveles de actuación Medio, Bastante y Mucho respectivamente. De aquí es posible
interpretar que la presidencia del Senado constituye el espacio natural en donde los vicepresidentes centran
su actuación cuando otros espacios de poder de mayor envergadura les están vetados.
También se observa que la gestación de la fórmula tiene poca incidencia sobre la magnitud del
poder vicepresidencial: las fórmulas de los tres vices que según la Tabla IV acumularon Poco poder habían
sido conformadas por Acuerdo (esto es, por el mecanismo intermedio en cuanto a posición negociadora).
Carlos Ruckauf, por el contrario, había sido elegido por Menem y nominado por Imposición como
candidato a la vicepresidencia, a pesar de lo cual ostentó un grado de poder Medio.
Acerca de los medios de comunicación se observa que todos los vicepresidentes cuyo poder en
conjunto fue Mucho o Bastante, aparecieron con frecuencia y en espacios destacados de la prensa. No
ocurrió, en cambio, el proceso en sentido inverso (es decir, la aparición en los medios no fue garantía de
altas cuotas de poder integral): el caso de Scioli II representa la vicepresidencia seguidamente retratada en la
prensa pero con Poco poder en conjunto. Es decir que la figuración en los medios parecería ser condición
necesaria pero no suficiente para ostentar altas cuotas de poder.
Algo parecido ocurre con el liderazgo partidario: mientras que todos los vicepresidentes con Mucho
o Bastante poder total (Duhalde, Álvarez I y II y Cobos II) fueron líderes partidarios, el caso de Víctor
Martínez da cuenta de que el Semi-liderazgo no es suficiente para superar una cuota baja de poder conjunto.
Pareciera, por lo tanto, que el liderazgo de una agrupación política es condición suficiente para acumular
cuotas altas de poder vicepresidencial.

IV. CONCLUSIONES

La Constitución argentina establece que el vicepresidente es el actor político que reemplaza al


presidente en caso de ausencia, y que actúa además como Presidente del Senado (desempeñando, según el
Reglamento de este cuerpo, labores fundamentalmente administrativas). Sin embargo se puede afirmar, en
primer lugar y a modo de conclusión general, que la vicepresidencia tiene un peso y una posición dentro de
la vida política argentina que excede con creces lo estipulado por las leyes.
Esta investigación ha intentado contrastar el carácter sombrío y fútil que se asocia habitualmente a
esta figura, así como el exiguo peso que le confiere la Constitución, con el protagonismo y el potencial de
influencia sobre el gobierno que han ostentado cinco de los últimos seis vicepresidentes argentinos. Para
ello, se ha comenzado por la descripción de una faceta de la vicepresidencia que no había sido tenida en
cuenta en estudios anteriores: la actividad que desarrollan los segundos mandatarios desde la propia
vicepresidencia, las tareas que llevan a cabo sin necesidad de ocupar el ejercicio temporario de la
presidencia.
En este sentido se ha desvelado, en la mayoría de los casos, una agenda abarrotada de
responsabilidades y compromisos de muy diverso tipo. Todos los vicepresidentes, en diversa medida, han
debido cumplir compromisos protocolares, descargando de obligaciones de segundo orden al titular del
Ejecutivo. Sin embargo, mientras algunos han satisfecho este deber sin más, otros han aprovechado las
circunstancias ceremoniales que tuvieron a su disposición para crear contactos, constituirse en interlocutores
de un determinado sector o persona, o transformar su mera función figurativa en una representación activa
del gobierno.
A lo largo de cada período presidencial se van produciendo cambios de todo tipo en la arena
política y en el interior del gobierno; tales giros impulsan a su vez modificaciones en la actividad no sólo del
propio presidente sino también de los ministros y de otros cargos relevantes, entre ellos el vicepresidente.
Los factores que determinan diferencias entre el papel que se le había asignado inicialmente y el que
desempeña a medida que su gestión va avanzando son muy diversos y difícilmente sistematizables: la
relación con el presidente, la necesidad de cubrir ciertas vacantes ejecutivas (temporales o definitivas),
incluso la coyuntura internacional.
Por el contrario, las principales causas que explican la delegación inicial de funciones al
vicepresidente constituyen, al menos en la mayor parte de los casos, un conjunto más bien definido y
abarcable de manera sistemática. Esta investigación ha procurado dar cuenta de ellos y del peso relativo de
cada uno.
En primer lugar se ha valorado el poder que el vicepresidente ostentaba previamente a la asunción
del cargo. En segundo lugar se tiene en consideración su origen partidario, esto es, si integró la fórmula
como miembro del mismo partido del candidato a presidente o como representante de otra agrupación
aliada; y en el primer caso, si pertenecía a la misma facción de su compañero de fórmula o a una línea
diferente. En tercer lugar se pondera el modo en que se gestó la fórmula: si el candidato a presidente tuvo la
potestad necesaria para nominar a quien quisiera, si –por el contrario– fue necesaria una negociación con un
candidato a vice en condiciones de imponer condiciones o, por último, si la dupla se constituyó en virtud de
un acuerdo entre partes en moderada asimetría.
Existe un factor clave que incide en la magnitud del poder vicepresidencial y en el modo en que el
segundo mandatario se relaciona con el presidente: el liderazgo partidario. Se considera que la condición de
líder (o semi-líder) de una agrupación política confiere al vicepresidente un apoyo que amortigua su caída y
lo sostiene en la arena política si un eventual conflicto con el presidente causa que su fuerza institucional
caiga en desgracia. Tal liderazgo, sin embargo, se puede construir desde la propia vicepresidencia, es decir
que se trata de una fuente de poder político que puede variar durante la gestión.
Lo mismo ocurre con los apoyos externos (los que no provienen del propio gobierno). Las más
diversas circunstancias pueden multiplicar o aniquilar el respaldo que el vicepresidente recibe de actores de
poder, de grupos de presión o de cualquier sector. Estos apoyos, al igual que el liderazgo partidario, son una
fuente de autonomía para el vice: si cuenta con ellos, su actuación tiende a independizarse de la necesidad de
congraciarse con el presidente, e incluso puede tomar decisiones que impliquen un cierto riesgo –o hasta
cierta certeza– de confrontación con aquél.
Por otra parte, algunos vicepresidentes recibieron de –o sonsacaron a– sus respectivos presidentes
el manejo de algún área dentro del Ejecutivo. Si se observan los ejemplos ofrecidos por los seis
vicepresidentes aquí analizados, se encuentran dos modos de implementación de este liderazgo: o bien la
conducción técnica y directa de un proyecto, o bien la posibilidad de posicionar a su gente en una cartera
(ambos modos pueden combinarse, aunque a los fines de comprender el poder vicepresidencial es
conveniente realizar esta distinción).
Puesto que estas asignaciones descienden del poder presidencial, en algunos casos se ha hecho
patente la facilidad del primer mandatario para retirar lo que había concedido. Tal sustracción de funciones
del vicepresidente puede aplicarse a modo de reprimenda y resultar eficaz (como ocurrió en el caso de
Daniel Scioli), o bien puede dar lugar a un conflicto aún mayor que el que motivó la represalia del presidente
(podrían tomarse como ejemplo los obstáculos que de la Rúa puso a las investigaciones de Álvarez en
materia de corrupción, lo cual –combinado con otros factores– causó el estallido del conflicto entre ambas
cabezas del gobierno).
Por otro lado, el vicepresidente puede esgrimir su condición de Presidente del Senado para llevar
adelante una política más o menos activa dentro de la Cámara y un ejercicio de esa presidencia que le aporte
protagonismo y brillo de cara a la ciudadanía. Si bien en este marco también se ve limitado por los anhelos e
intereses del gobierno y, más aún, de los senadores, puede realizar de todos modos obras que no choquen
con aquellos intereses y que le signifiquen un considerable aumento de visibilidad e imagen positiva.
Se ha tomado en consideración, además, el reflejo de su actuación en los medios de comunicación.
En este terreno se combina la –generalmente tenue– atención que la prensa concede a la actividad cotidiana
del vicepresidente, con la capacidad de éste para ganar espacio en los medios a través de declaraciones,
acciones que desbordan su labor institucional y golpes de efecto puntuales. Mientras Ruckauf utilizó en
diversas ocasiones este último mecanismo, Duhalde es el ejemplo más claro de los dos primeros: sus
manifestaciones públicas en torno a diversos temas políticos fueron constantes, y su actividad partidaria al
margen de sus funciones vicepresidenciales fueron abundantes y altamente publicitadas.
Junto a la magnitud de poder que acumuló cada vice se ha procurado categorizar el modo en que
utilizó dicho poder. Para ello se hizo una evaluación de la relación que mantuvo con el gobierno y de la
forma en que se desempeñó en sus principales ámbitos de actuación. En virtud de tal valoración se clasificó
a cada vicepresidente en uno de los siguientes modos de poder: subordinación, cooperación, tensión y
conflicto.
A partir del cruce de las dos variables anteriores (magnitud y modo de poder) se creó una tipología
de vicepresidentes, de la que se espera será útil para identificar de manera inmediata la actuación global de
cada vice según el tipo que le sea asignado. Los tipos ideales son el vicepresidente “de sombra”, el
“colaborador”, “de complemento”, “co-presidente”, “competidor leve”, “competidor severo”, “opositor
leve” y “opositor severo”.
Finalmente, puesto que el objetivo de este trabajo es realizar una aportación sobre una figura
relevante dentro del juego político, se ha procurado evaluar no sólo el papel de cada vicepresidente sino los
efectos de sus acciones sobre el desempeño y la estabilidad del gobierno que conformaban.
Para ello tiene particular importancia el estudio de los conflictos entre el vicepresidente y el titular
del Ejecutivo; en este caso, dicho análisis se hizo poniendo el énfasis en el comportamiento del segundo
mandatario en los casos de choque con el presidente. Los ejemplos de conflicto en Argentina llevan a
concluir que el vicepresidente intentará aplacar o dejará que se expanda la desavenencia en función de los
apoyos externos con que cuente y de su ambición política (es decir, del camino que espere recorrer tras su
paso por la vicepresidencia).
Esto es: si el vicepresidente pretende continuar su carrera política tras la vicepresidencia y estima
que el titular de su gobierno es quien le ofrece una mejor proyección, probablemente buscará una
reconciliación. Esto es particularmente cierto en el caso del justicialismo: allí, la estructura de poder suele
habilitar al presidente de la Nación, que habitualmente es líder del partido, a impulsar la carrera política de
su compañero de fórmula apoyándolo en su carrera hacia altos puestos dentro de la escala nacional.
En este sentido es notable que los últimos tres vicepresidentes del PJ hayan pasado de este puesto a
la gobernación de Buenos Aires. Como ejemplos de quienes decidieron soterrar los conflictos para crecer en
términos político-partidarios se encuentran Eduardo Duhalde y Daniel Scioli.
Si el vicepresidente tiene intenciones de prolongar su carrera política pero cuenta con una base de
apoyo ajena al presidente, puede optar por sostener el conflicto y, con él, aquellos soportes extra –y en
general anti– presidenciales. Así lo hicieron, entre los vicepresidentes estudiados aquí, Carlos Ruckauf y
Julio Cobos.
Cuando el vicepresidente pretende, por el contrario, pasar de la vicepresidencia al retiro de la
política partidaria, o bien a puestos de menos responsabilidad, su elección puede ser ignorar el conflicto (o,
como una forma particular de ignorancia, abandonarlo). Dos vicepresidentes tomaron este camino en los
últimos 26 años: Víctor Martínez y Carlos Álvarez.
Ya ha sido apuntado que dichos comportamientos de los vicepresidentes no inciden exclusivamente
sobre sus carreras políticas, sino –en diversas medidas– sobre la estabilidad del gobierno. En este sentido
cabe conjeturar que el grado de desestabilización gubernamental estará marcado por varios factores: el nivel
de estabilidad previa al conflicto; las dimensiones que adquiera el mismo; el apoyo popular que concite cada
una de las fuerzas en pugna; el respaldo de líderes político-partidarios y/o de otros sectores (sindicatos,
empresarios, militares, Iglesia, campo, etc.) que obtenga cada parte; incluso la coyuntura internacional, en la
medida en que los gobiernos extranjeros y los organismos internacionales pueden sostener a un Ejecutivo o
fomentar su caída (intencionadamente o no) en razón del conflicto en sí y de los movimientos del
vicepresidente en torno a él.

V. BIBLIOGRAFÍA

ALCÁNTARA, Manuel; PARAMIO, Ludolfo; FREIDENBERG, Flavia y DÉNIZ, José (2006). Reformas económicas y
consolidación democrática (1980-2006). Madrid: Síntesis.
ANDUIZA, Eva, Ismael CRESPO y Mónica MÉNDEZ (1999). Metodología de la Ciencia Política. Serie Cuadernos
metodológicos, nº 28. Madrid: CIS.
BAEZA BELDA, Joaquín (2008). El peronismo de la derrota y las transformaciones. Las consecuencias del
Proceso y la crisis del justicialismo en la transición argentina (1983-1989). Historia Actual Online, nº
16: 93-99.
BAUMGARTNER, Jody (2006). The American Vice Presidency Reconsidered. Westport, CT: Praeger Publishers.
BENINI, Oscar y ÁLVAREZ PARISI, Agustín (2006). “Hoy tenemos un Senado que se abre a la comunidad”.
Entrevista a Daniel Scioli. Parlamentario, 1 de septiembre.
CALVI, Pablo (2002). La nueva ola del turismo internacional. Clarín, 8 de diciembre.
CAMARASA, Jorge (1999). Un maratonista de la política. La Nación, 10 de mayo.
CAPRIATA, Laura (2008). “Con Cristina tengo poco trabajo”. Entrevista a Julio Cobos. La Nación, 6 de
enero.
CASTRO, Nelson (2009). La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos. Buenos Aires: Javier Vergara
Editor.
DE LUCA, Miguel (2008). Political Recruitment and Candidate Selection in Argentina: Presidents and
Governors, 1983 to 2006. En SIAVELIS, Peter y MORGENSTERN, Scott (eds.). Pathways to Power:
Political Recruitment and Candidate Selection in Latin America. University Park, PA: The Pennsylvania
State University Press, pp. 189-217.
GOLDSTEIN, Joel K (1982). The Modern American Vice Presidency. The Transformation of a Political Institution.
Princeton: Princeton University Press.
GRONDONA, Mariano (2000). Álvarez, ¿vice o copresidente? La Nación, 1 de octubre.
JUÁREZ, Paola (2003a). Kirchner y Scioli definieron la convivencia. La Nación, 22 de mayo.
JUÁREZ, Paola (2003b). Un activo Scioli construye su propio poder. La Nación, 16 de agosto.
LABORDA, Fernando (2000). La escena contradictoria de una extraña pareja. La Nación, 1 de octubre.
LÓPEZ ECHAGÜE, Hernán (2000). El hombre que ríe. Biografía política de Carlos Federico Ruckauf. Buenos Aires:
Sudamericana.
LORENZO, Celso R (1999). Manual de historia constitucional argentina. Tomo 3. Rosario: Juris.
MIRA DELLI-ZOTTI, Guillermo (2008). Entrevista a Víctor Martínez. Buenos Aires, 28 de agosto.
MORALES SOLÁ, Joaquín (2000a). El embrión de una crisis institucional. La Nación, 6 de agosto.
MORALES SOLÁ, Joaquín (2000b). La situación política de Chacho Álvarez. La Nación, 17 de septiembre.
MORALES SOLÁ, Joaquín (2002). Sin excusas. Buenos Aires: Sudamericana.
MUSTAPIC, Ana María (2005). Inestabilidad sin colapso. La renuncia de los presidentes: Argentina en el año
2001. Desarrollo Económico, 45 (178): 263-280.
NATANSON, José (2008a). El alma de los vicepresidentes. Página/12, 18 de julio.
NATANSON, José (2008b). Se agrandó Campanita. Página/12, 6 de julio.
OLIVA, Lorena (2003). Un vice que conoció éxitos y adversidades. La Nación, 18 de mayo.
OLLIER, María Matilde (2001). Las coaliciones políticas en la Argentina. El caso de la Alianza. Buenos Aires y
México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.
PAGNI, Carlos (2008). Las consecuencias de una estrategia autodestructiva. La Nación, 16 de julio.
PALERMO, Vicente y NOVARO, Marcos (1996). Política y poder en el gobierno de Menem. Buenos Aires: Norma.
PURCELL, L. Edward (ed.) (1998). The Vice Presidency: A Biographical Dictionary. Nueva York: Facts on File.
ROMERO, Luis Alberto (1994). Breve historia contemporánea de la Argentina. Buenos Aires y México: Fondo de
Cultura Económica.
SALVIA, Gabriel (2000). ¡Ladran, Chacho!, señal de privilegios. La Nación, 8 de julio.
SERRA, Laura (2000). Un escándalo que salpica a todos. La Nación, 19 de agosto.
SERRA, Laura (2003). “Seré el embajador de la marca Argentina”. Entrevista a Daniel Scioli. La Nación, 1 de
junio.
SERRAFERO, Mario Daniel (1999). El poder y su sombra. Los vicepresidentes. Buenos Aires: Editorial de Belgrano.
SERRAFERO, Mario Daniel (2008). Vicepresidencia efímera y ruptura anunciada: el caso de la Alianza. Buenos Aires:
Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
TENEMBAUM, Ernesto (1998). La felicidad, a, a, a, a. Pagina/12, 9 de abril.
ULANOVSKY, Carlos (1999). Carlos Ruckauf. ¿Cómo que no hay modelos? La Nación, 11 de julio.
VAN DER KOOY, Eduardo (2003). Kirchner, y una decisión audaz pero riesgosa. Clarín, 23 de febrero.
VIAU, Susana y TAGLIAFERRO, Eduardo (2000). “Los políticos sólo se quejan cuando les pinchan el
teléfono”. Página/12, 7 de agosto.
VILLOSIO, María Fernanda (2000). Álvarez y Ruckauf, dos estilos políticos que se tocan. La Nación, 31 de
julio.
WALCH, Timothy (ed.) (1997). At the President’s Side. The Vice Presidency in the Twentieth Century. Columbia:
University of Missouri Press.

Potrebbero piacerti anche