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Introducción.
En el trabajo que se aborda a continuación se hará una reflexión sobre el cumplimiento de cada
uno de los principios constitucionales del derecho administrativo por parte de la Ley 61 del 25
de mayo de 1888 también conocida como Ley de los Caballos.
“Es el caso que el señor Juan de Dios Ulloa, gobernador del Cauca, avisó al señor ministro
de Gobierno por medio de un telegrama fechado el 7 de mayo último, que en Palmira y
Pradera estaban apareciendo hacía algunos días caballerías mayores degolladas; el señor
ministro Holguín puso el caso en conocimiento del Concejo Nacional Legislativo; éste
designó a los honorables delegatorios Roldán (Antonio), y Roa (Jorge) para que estudiasen
el punto; la respetable comisión opinó que el hecho era gravísimo y trascendental, que
indudablemente tenía por causa el odio de los liberales a la Constitución y que necesitaba,
como remedio o correctivo, nada menos que un acto de carácter legislativo; los honorables
delegatarios presentaron el correspondiente proyecto de ley sobre autorizaciones al
presidente de la República, y el Consejo lo adoptó con sustanciales enmiendas,
encaminadas, sin duda, así como la obra de la comisión, a asegurar la tranquilidad de los
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ciudadanos de Colombia, amenazada seriamente en las personas de los caballos de Palmira
y Pradera.”
Se supone que esta es la génesis de dicha ley, sin embargo este hecho fue el pretexto o motivo
para la promulgación de la ley, especie de primer estatuto de seguridad de la nación por el cual el
poder ejecutivo queda facultado para “prevenir y reprimir administrativamente los delitos y
culpas contra el Estado que afecten el orden público, pudiendo imponer, según el caso, las penas
de confinamiento , expulsión del territorio, prisión ó pérdida de derechos políticos por el tiempo
que crea necesario.”1. Aunado a lo anterior, el Presidente, a fin de cumplir con el objetivo de la
ley, quedaba facultado para: borrar del escalafón a los militares que por su conducta se hagan
indignos de la confianza del gobierno, ejercer inspección y vigilancia sobre las asociaciones
científicas e institutos docentes, suspender, por el tiempo que juzgue conveniente, toda sociedad
o establecimiento que bajo pretexto científico o doctrinal, se crea que sea foco de propaganda
revolucionaria o de enseñanzas subversivas. Para llevar a efecto las providencias del Presidente,
solo se requería la aprobación de su Consejo de Ministros.
La Constitución Política de Colombia enmarca las funciones del Estado en su parte dogmática
bajo cuatro categorías normativas que por ser del orden constitucional, tiene la mayor jerarquía;
estas categorías son: valores, principios, derechos y deberes. Para este trabajo tomaremos los
principios clasificados de la siguiente forma:
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Tabla 1:
PRINCIPIOS. PRINCIPIOS LEY 1437
CONSTITUCIONALES CPACA
Seguridad jurídica y Legalidad Debido proceso
Derechos fundamentales Igualdad
Soberanía Popular y Imparcialidad
Participacion Ciudadana
Solidaridad e Impuestos Buena fe
Poder controlado, Competencia Moralidad
y Desconcentración del poder
Merito Participación
Separación funcional Responsabilidad
Racionalidad o planificación Transparencia
Incompatibilidad servicio Publicidad,
público
Lealtad Coordinación,
Presunción de Legalidad de la Eficacia
Actuación Estatal
Economía
Celeridad
Fuente: Principios del Derecho Administrativo, Milton Armando Gómez Cadozo
Los principios, perse, son vinculantes tanto para los servidores públicos como para los
ciudadanos a fin de lograr las garantías, el respeto y protección de los derechos fundamentales.
Así como el ordenamiento jurídico obedece a una jerarquía donde la constitución prima sobre las
demás normas, la función administrativa responde a este principio de jeraquización normativa
de tal manera que del principio de Seguridad Jurídica se desprenden los principios del derecho
administrativo y la función pública (Gomez Cardozo).
Hechas las claridades necesarias, pasaremos al estudio del caso concreto, cual es la reflexión
sobre el cumplimiento o no de los principios constitucionales del derecho administrativo por
parte de la llamada Ley de los Caballos en el orden anotado en la tabla 1.
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1.1.1. Seguridad Jurídica y Legalidad.
En el marco de la legalidad, la Ley de los Caballos a pesar de ser expedida por órgano
competente, y cumplir con los procedimientos en su expedición, no cumple con criterios como la
efectividad para defender derechos fundamentales, toda vez que, por el contrario, ataca derechos
fundamentales como la dignidad humana, la libertad, la libertad de asociación, el debido proceso
como conjunto de una serie de principios como el no poder ser juzgados por los mismos hechos,
entre otros y el criterio de lo necesario para que se afecte de menor manera posible el derecho.
En el marco de la legalidad, la Ley de los Caballos a pesar de ser una ley, no lo es como
manifestación de la voluntad soberana ni tiene el consenso al no tener un reconocimiento social,
pues al contrario permitió el atropello de derechos fundamentales amén de no permitir el
desarrollo de proyectos de vida individual y colectivos y como se pudo constatar, esta ley fue
derogada después de diez años y cinco meses de su vigencia; sobra decir que ello fue el producto
del incumplimiento de los anteriores requisitos que llevó a la ley a no tener la vocación de
permanencia.
En conclusión, la Ley de los Caballos al no cumplir con los requisitos necesarios, no genera en la
sociedad el clima de perfecta seguridad jurídica pudiendo afirmar que no cumple con el principio
de seguridad jurídica como se acaba de reflexionar.
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1.1.2. Derechos fundamentales.
Debemos recordar que los derechos fundamentales, en su mayoría, tienen su origen en el derecho
natural que no es mas que el deseo de las personas de una convivencia pacífica que permita el
desarrollo de los proyectos de vida con la menor intromisión estatal posible y antes por el
contrario, que el Estado sea garante de un ambiente adecuado para que se desarrollen dichos
proyectos, es decir, el Estado, como invención humana, al servicio de los asociados donde los
derechos humanos, ya positivizados, compelan al Estado al respeto, garantía y protección de los
derechos. En este sentido vemos que la Ley d los Caballos no respeta las libertades de los
ciudadanos pues el aparato estatal queda facultado, sin mas que la simple sospecha de amenaza
de perturbación; el castigo y la censura por una conducta que le haga indigno de la confianza del
Gobierno á juicio de un Magistrado y ni que decir de la facultad de “inspección y vigilancia
sobre las asociaciones científicas é institutos docentes” 3 y la autorización “para suspender por
el tiempo que juzgue conveniente, toda Sociedad ó Establecimiento que bajo pretexto científico ó
doctrinal sea foco de propaganda revolucionaria ó de enseñanzas subversivas”4.
Los derechos humanos, son derivados de la dignidad inherente al ser humano por el solo hecho
de serlo y la Ley sometida a análisis, dista mucho de respetar, garantizar y proteger dicha
dignidad dando al ejecutivo la posibilidad de violentar dichos derechos con el máximo grado de
intervencionismo, por lo que se puede afirmar que este principio es vulnerado por dicha Ley.
En la Ley de los Caballos, la soberanía no la estaba ejerciendo el pueblo sino la nación como lo
reza el artículo de la constitución vigente a la fecha: “Artículo 2º. La soberanía reside esencial y
exclusivamente en la Nación, y de ella emanan los poderes públicos, que se ejercerán en los
términos que esta Constitución establece” 5. Aquí ya tenemos una total contraposición a la
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soberanía popular que se deriva de la constitución del 1991 que en su artículo 3° establece: “La
soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público”6.
La participación ciudadana se fundamenta en la soberanía popular que permite que los asociados,
cuenten con mecanismos de participación ciudadana que les permiten decidir, participar y
coadministrar, cosa muy distante de lo que pretendía la Ley 61 de 1888 donde el ejecutivo en
cabeza del Presidente y con la sola anuencia de su Consejo de Ministros podía ejecutoriar sus
actuaciones o providencias.
En la Ley de los Caballos no hay una función pública que esté prevista y reglada en la ley y por
el contrario la separación de poderes se desdibuja desapareciendo al permitir que sea el ejecutivo
una máxima y única instancia que investiga, reprime, inculpa e impone penas no solo al
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ciudadano sino a instituciones, asociaciones científicas, institutos docentes, sociedades o
establecimientos; aquí desaparece el concepto de poder controlado al no existir una distribución
de competencias en diferentes órganos del poder público, lo que deja sin control o contrapeso al
ejecutivo quien concentra el poder y se despacha a su antojo y queda habilitado para el ejercicio
arbitrario de la función pública.
Si aplicamos el artículo 6 de la Constitución Política que dice que los Servidores Públicos son
responsables por infringir la Constitución y por la omisión o extralimitación en el ejercicio de
sus funciones, frente a la Ley de los Caballos estaría totalmente descalificada pues esta ley
permitió la censura y represión bajo la discrecional autoridad del presidente sin el mas mínimo
atisbo de imparcialidad política pues precisamente, esta ley estaba diseñada para atacar a todo lo
que se considerara contrario a la ideología del grupo político en el poder.
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1.1.8. Racionalidad o Planificación.
Ya se ha planteado que el Estado al ser una invención del humano, se debe a este y que por lo
tanto debe haber racionalidad del uso de los recursos públicos y una debida planeación del gasto
público. Esta racionalidad debe ir mas allá del manejo del recurso y trascender a la creación de
políticas públicas que propendan por la solución de situaciones socialmente problémicas, cosa
que no ocurrió con la Ley de los Caballos que en vez de buscar una solución a un acto específico,
optó por la creación de un problema mayor que desembocaría en una guerra civil. No debemos
olvidar que bajo una ley represiva del derecho de asociación, antidemocrática, lo que menos
puede existir es una debida racionalidad y planificación de lo público.
Sobre este principio, aunque la Ley de los caballos no entra de manera frontal a vulnerarlo, si
permitió desarrollar formas de activismo político por parte del Estado, y de aplicación de la
aplicación parcializada de la norma que son violatorias de este principio.
1.1.10. Lealtad
Este principio habla sobre la imposición a sus servidores de un deber de lealtad que se ejercita
cuando un servidor público en el momento de su posesión tiene la obligación de prestar
juramento, en el cual jura sostener y defender la Constitución y cumplir los deberes del empleo,
bajo este punto de vista la Ley de los Caballos resulta inocua, a no ser que este mismo principio
implica el sometimiento de la persona humana al orden establecido en la Constitución Política y
la Ley de los Caballos a pesar de haber sido dada bajo la constitución de 1886, violaba sus
preceptos como el consignado en el artículo 20 que decía que: “Los particulares no son
responsables ante las autoridades sino por infracción de la Constitución o de las leyes. Los
funcionarios públicos lo son por la misma causa y por extralimitación de funciones, o por
omisión en el ejercicio de éstas”, y el artículo 26 que manifestaba que: “Nadie podrá ser
juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se impute, ante Tribunal competente, y
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observando la plenitud de las formas propias de cada juicio”, preceptos que fueron violados
bajo la vigencia de la Ley 61 de 1888 y que por ende hacen que el servidor público actue en total
desacuerdo con este principio.
Si bien es cierto que todo acto administrativo, en el derecho público colombiano, se presume
ajustado al ordenamiento jurídico, también es cierto que todo acto administrativo debe cumplir
con las exigencias, lineamientos y formas legales y constitucionales y como ya se discutió
ampliamente en el numeral que trata sobre la Seguridad Jurídica y Legalidad. Sobre le tema
particular, se puede agregar que la Ley de los caballos no estaba conforme con el interés público
o social y por el contrario, atentaba contra él además de los agravios que esta ley representó para
un gran número de la población y no cumplía con la finalidad de proteger y garantizar los
derechos y libertades de las personas, con sujeción a la Constitución Política, incluso los de la
época.
Podemos decir que una ley injusta no es ley y está condenada mas temprano que tarde, a ser
abolida.
Conclusiones.
Después de realizado el análisis de la Ley de los Caballos, se puede afirmar que este ejercicio
antes que constituir un ejercicio sobre una ley antigua no vigente, es un análisis que cobra
vigencia en el sentido que permite caer en la cuenta de los desarrollos que hemos tenido con
relación al ejercicio de la función pública, los actos administrativos, los mecanismos de
participación ciudadana, el equilibrio de poderes, los entes de control que coadyuvan a ejercer
control sobre la administración, entre otros mecanismos, generados a partir de la constitución de
1991 y la incorporación de tratados y convenios internacionales ratificados por Colombia y que
ingresan a nuestro ordenamiento jurídico por vía del bloque de constitucionalidad y que se refleja
en todo el sistema jurídico gracias al proceso de constitucionalización, transmisión instrumental
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de los principios y valores constitucionales, que permite que fenómenos como la instauración de
una ley anticonstitucional como la de la 61 de 1888 pueda pasar, o al menos la posibilidad de su
ocurrencia sea menos factible pues solo bajo un orden dictatorial y tiránico sería posible.
Finalmente se puede concluir que la Ley 61 de 1888 o Ley de los Caballos es totalmente
violatoria de los principios constitucionales del derecho administrativo.
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