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INFORME
AUTORAS:
LIC. PARIONA MUÑOZ LESLIE MARIBEL
LIC. FARRO GOICOCHEA MADAI DEL MILAGRO
LIC. PALOMINO GARCIA YURI LIZET
LIC. MUÑOZ MATENCIO CYNTHIA MISHEL
Trujillo – Perú
201
CRISIS DE LA SALUD PÚBLICA Y EL MOVIMIENTO DE LA SALUD COLECTIVA EN
LATINOAMERICA
Pero para llegar a esta concepción de Testa, es bueno comenzar por la acepción inicial
que tuvo en la Grecia clásica, pues la palabra es de indudable origen griego: krisis, de krinein,
significa juzgar, y se aplicó, en la medicina hipocrática, al cambio favorable o desfavorable
sobrevenido en una enfermedad. Luego, por extensión, se aplicó a toda situación difícil y tensa en
la vida de una persona, empresa o colectividad, de cuyo fin depende la reanudación de la
normalidad (Testa 1992).
El propio manejo de las crisis de salud pública es una expresión cultural que pretende dar
respuesta a problemas sentidos por las poblaciones, en ocasiones sus meros miedos atávicos,
cuando ponen a prueba la capacidad de respuesta de las instituciones oficiales sanitarias. La crisis
en sí y su gestión no pueden separarse de la cultura en que están inmersos el sistema sanitario y
la sociedad. En nuestras sociedades desarrolladas se han instalado culturas del despilfarro y de
la búsqueda de la salud permanente en lo sanitario (Kleiman 1980). Estas dos culturas explican
en parte la sucesión de crisis, que pueden ser objetivas, potenciales o imaginarias.
Las crisis de salud pública se ven constantemente como nuevas y distintas, y es cierto
que siempre sorprenden, pero también que tienen mucho de esperables y de repetidas. Por
supuesto, las crisis tienen en común lo que las caracteriza: un problema de salud (evidente, posible
o quimérico) que amenaza a una población, de forma que ésta reacciona con un sentimiento de
riesgo y conmoción que reclama una respuesta sanitaria inmediata, y a veces desproporcionada.
En este sentido, conviene distinguir las crisis de salud pública generales de las más concretas
asociadas a las catástrofes, pues en éstas el daño es general y objetivable, y la percepción previa
del riesgo puede ser inexistente (Germas, 2008).
Las crisis de salud pública en los países desarrollados se han asociado clásicamente a la
alimentación y a las infecciones, y crearon un imaginario colectivo ante problemas que cercenaban
incontables vidas hasta mediados del siglo XX. En España son ejemplos de estas crisis clásicas
generales las conocidas por sus denominaciones populares como «el síndrome del aceite tóxico»,
las sucesivas de neumonía por Legionella, la contaminación por Salmonella en pollos
precocinados, la de la gripe A y la de las «vacas locas»8,9. A ellas se han añadido las nuevas crisis
de salud pública por contaminación ambiental, que expresan nuevos riesgos y miedos, como la
del Prestige y la de Aznalcóllar (Sanit, 2009).
En los años de democracia, ya un tercio de siglo, hemos sufrido en España todo tipo de
crisis, y algunas se han resuelto sin mayores contratiempos, como la contaminación
por Salmonella en pollos precocinados en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, o la
crisis de asma aguda desencadenada por la descarga de soja en el puerto de Barcelona. En ambos
casos funcionaron adecuadamente los mecanismos sanitarios, políticos y de comunicación, se
mantuvo en su justo término la respuesta sanitaria, hubo transparencia, se identificó el origen del
problema, se compensaron los daños y se tomaron medidas para evitar su repetición. Lo mismo
ha sucedido en las sucesivas crisis por neumonía por Legionella, en las cuales se cuenta, además,
con una amplia experiencia. Es común a todas estas crisis su delimitación geográfica y temporal,
lo que facilitó una prudente respuesta institucional (OPS,2015).
El impacto de la crisis será distinto en cada país, pero existe un consenso cada vez
más amplio acerca de lo que habrá que hacer para sostener los niveles de salud: necesitamos
información de buena calidad, en tiempo real, para orientar la respuesta; hemos de ser capaces
de identificar los grupos más expuestos; hay que asegurarse de que los programas de
protección social estén bien orientados y lleguen hasta quienes más los necesitan; hay que
mejorar la eficiencia del gasto donde sea posible; hay que reconocer que las crisis a menudo
brindan la ocasión de efectuar reformas; hay que mantener los gastos en prevención (que a
menudo son la primera víctima de los recortes); y donde se necesite asistencia externa, hay
que velar por que sea lo más eficaz posible(OPS,2015).
En esta segunda parte buscamos definir, en primer lugar, a partir de una perspectiva auto-
reconocida como pragmática, nuestro referente teórico con el auxilio de los conceptos de
“paradigma” y de “campo científico”, señalando sus derivaciones y aplicaciones en el área de la
salud. A continuación, presentaremos una tentativa de sistematización del marco conceptual de la
Salud Colectiva, en construcción en América Latina, situando más particularmente sus
potencialidades de constitución de un conocimiento transdisciplinar. En conclusión, pretendemos
proponer que este movimiento ideológico puede articularse mejor a los nuevos paradigmas
científicos capaces de abordar el objeto complejo salud/enfermedad/cuidado respetando su
historicidad e integralidad.
REFERENCIAL TEORICO
Se observa cada vez más una ampliación del uso del término paradigma para tratar
cualquier tipo de conocimiento humano y, de un modo todavía más ampliado, para referirse a
las prácticas sociales de cualquier naturaleza. Actualmente, podemos encontrar desde una
equivalencia del paradigma al concepto amplio de campo disciplinar, como en la noción de
“paradigma de la salud pública” (Afifi & Breslow 1994), hasta un tratamiento más regionalizado
del paradigma en el sentido de mera actitud ante una institución, como por ejemplo en los
múltiples usos que el término viene adquiriendo en el campo de las ciencias de la gestión (Serva
1993). En un nivel intermedio, en el propio campo de la salud, documentos oficiales de
construcción doctrinaria han hecho uso del término en la connotación del modelo o abordaje,
como por ejemplo en la noción de “paradigma de atención primaria a la salud” (Ncayiyana et alii
1995). Como indicamos en otra oportunidad (Almeida Filho & Paim 1997), se trata de la
utilización indebida de una categoría cuyo sentido encontramos razonablemente establecido en
el campo teórico de la filosofía de la ciencia, particularmente en el abordaje de crítica histórica
de Thomas Kuhn.
Conocer, sin embargo, no es sólo exponer el mecanismo del objeto en sus piezas
fundamentales, pero sí ser capaz de reencontrar la posición de cada pieza, reconstruir el
mecanismo y ponerlo en funcionamiento. En el sentido cartesiano original, el proceso de
conocimiento opera en dirección de la síntesis, del re-montaje del objeto reducido, en la
tentativa de restaurar su funcionamiento. En esa etapa, la metáfora del mecanismo representa
tal vez la forma más simple de dar cuenta del conocimiento en tanto revelación del determinismo
del objeto, sin embargo, la ciencia produce metáforas más sofisticadas y eficaces para explicar
sus objetos cada vez menos tolerantes a abordajes reduccionistas. Por ese motivo, el
paradigma mecanicista termina por encontrar una serie de dificultades institucionales, políticas,
históricas, y principalmente epistemológicas, alcanzando rápidamente los límites en su
abordaje. El avance del conocimiento científico rompe las fronteras impuestas por esta forma
de práctica científica, que pierde así la posición prestigiosa de fuente de legitimidad basada en
una verdad racional.
Como tantos otros que se han dedicado a la cuestión del paradigma, Maia destaca:
Se viene entonces la revolución científica: se cambia la forma de mirar lo real, se crean nuevos
paradigmas. La adopción de un nuevo paradigma, en nivel individual, es descrita por Kuhn como
una especie de “conversión” que involucra todo un posible conjunto de razones. Después de la
adopción de un nuevo paradigma, se inicia un período de ciencia normal, hasta que una nueva
crisis se instala.
En el libro en el que se basa esta discusión, Kuhn, usando el ejemplo de la óptica física,
escribe: “Estas transformaciones de los paradigmas corresponden a revoluciones científicas y
la transición sucesiva de un paradigma a otro por medio de una revolución ha sido el patrón
usual de desarrollo de una ciencia madura”. A partir de sus ideas consideradas revolucionarias
en la época, el autor hizo el cambio más importante en la forma como los estudiosos trataban
la ciencia. Como resalta de forma acertada Naughton, antes de Kuhn prevalecía entre los
investigadores y teóricos una interpretación “whig” de la historia (a) para entender el mundo
natural; pues Kuhn, en lugar de la constancia y del “progreso” acumulativos, pudo observar
discontinuidades.
Muchos análisis se realizaron sobre las ideas de Kuhn, pero el primer análisis se hizo
poco después de la publicación de su libro. El 13 de julio de 1965, el seminario sobre “Desarrollo
de la crítica y el conocimiento”, celebrado en el Bedford College (Universidad de Londres),
reunió a un distinguido grupo de académicos de la ciencia para discutir la obra de Kuhn. Entre
los trabajos que se han convertido en referencia de los estudios sobre los paradigmas, uno de
los más citados pertenece a Margaret Masterman (1910-1986), que fue escrito y publicado con
posterioridad al seminario. Según Masterman, Kuhn usa el término “paradigma” en veintiún
sentidos distintos (b): “logro científico universalmente reconocido”; “mito”; “filosofía”, o
“constelación de cuestiones”; “libro de texto, u obra clásica”; “tradición y, en cierto sentido, como
“modelo”; “realización científica”; “analogía”; “especulación metafísica”; “hecho de
jurisprudencia en derecho común”; “fuente de herramientas”; “ejemplo típico”; “plan o un tipo de
instrumentación”; “baraja con anomalías”; “fábrica de máquina-herramientas”; “figura
gestáltica”; “conjunto de instituciones políticas”; “estándar aplicado a la cuasi-metafísica”;
“principio organizador”; “punto de vista epistemológico general”; “nuevo modo de ver”; “ancha
zona de realidad”. La autora llama la atención sobre el hecho de que “no todos estos sentidos
de ‘paradigma’ son inconsistentes entre sí: algunos incluso pueden ser aclaraciones de otros”.
Bajo la intención de sistematizar esta diversidad, preguntándose si hay algo en común entre
estos sentidos, o si hay algo filosófico general, o simplemente si estos mismos sentidos
constituyen una sucesión de hechos en la historia, Masterman propone una sistematización de
los paradigmas en tres grupos o tipos: “filosóficos” (llamados también “metafísicos” o
“metaparadigmas”); “sociológicos”; y “paradigmas-artefactos” o “paradigmas construcciones”.
Ella desarrolla una larga discusión acerca de estos tres grupos, discusión que no retomaremos
aquí. Recordemos algunos aspectos que nos ayudan a entender la extensión de la noción de
paradigma” a otros campos de conocimiento no analizados por Kuhn.
Parece que el punto de vista del paradigma sociológico –como un conjunto de hábitos
científicos que pueden conducir a la resolución de problemas– favorece la extensión del
paradigma sociológico, por ejemplo, al campo de la salud. Se entiende, sin embargo, que estos
hábitos pueden ser “intelectuales, verbales, de conducta, mecánicos, tecnológicos, tanto
separadamente como todos a la vez; ello depende del tipo de problema que se esté
resolviendo”. Del mismo modo, al situar el concepto filosófico de paradigma, también se abre
la posibilidad de una comprensión más allá de los límites del paradigma como modelo, de modo
de ampliar su significado. Igualmente, el paradigma, como artefacto o constructo, se puede
utilizar más allá de su sentido sociológico o filosófico “porque solo con un artefacto se pueden
resolver rompecabezas”.
Por otro lado, si tomamos el sentido dado por Kuhn en el año de 1969, en la Posdata
de su libro original, respecto al paradigma como “una constelación integral de creencias, valores
y técnicas, etc., compartidas por los miembros de una dada comunidad”, tal vez se pueda decir
que la salud colectiva se acerca al concepto de paradigma. También es interesante observar
que fue en esta revisión que Kuhn incluyó la denominación “matriz disciplinaria” para distinguir
los diferentes significados que se utilizaron para los términos de paradigma en la primera
edición de su libro. Kuhn aclara que es “disciplinaria” porque se refiere a la posesión común de
quienes practican una disciplina particular; “matriz” porque está compuesta por elementos
ordenados de varias índoles, cada uno de los cuales requiere una ulterior especificación.
Creo que hay otras cuestiones sobre las que hay que hacer hincapié, entre ellas la de
que el campo de la salud colectiva está formado por campos disciplinarios que tienen en su
constitución diversas “historias paradigmáticas”. Véase, por ejemplo, la epidemiología que, en
el análisis de Castiel, tiene “en lo que se refiere al polo teórico, un paradigma reconocidamente
de carácter positivista: observación de datos de la experiencia, de las leyes que rigen los
procesos de causalidad de la enfermedad”. Al tratarel tema, Almeida Filho, citado por Mello
Filho, clasifica los “paradigmas de la epidemiología” de la siguiente manera:
Mello Filho, al criticar esta clasificación, alerta sobre el hecho de que se constata, en la
clasificación de Almeida Filho, con base en las características atribuidas a los objetos
investigados, la ausencia de una indicación precisa para el encuadramiento del movimiento de
la epidemiología social. Tal vez por considerarla incapaz de haber construido un nuevo objeto
a ser analizado a través de instrumentos y tecnologías adecuadas y eficaces, Almeida Filho, al
hacer algunas digresiones sobre la emergencia de un nuevo paradigma, dice: “En muchos
modelos de investigación de la llamada epidemiología social, por ejemplo, se proponen objetos
totalizados, sistemas dinámicos y abordajes procesales histórico-estructurales. ¿Y cómo se
hace operable esta pretensión? ¿Con la conducción de estudios de caso, encuestas operarias
y evaluaciones de datos secundarios? En mi opinión, de esta forma se producen apenas cartas
de intenciones que no se cumplen con la disculpa de que los objetos son complejos e
insubordinados y las técnicas son pobres y comprometidas. Sin embargo, en la misma
epistemología que fundamentaría tal justificación, se dice que los objetos del conocimiento son
realmente complejos por definición, construidos por la práctica y que las técnicas para su
abordaje están dominadas por él. Mello Filho considera que esta propuesta no se ocupa, o
minimiza la cuestión de los valores. Para Mello, basado en las concepciones hellerianas, los
valores serían centrales en la construcción del conocimiento científico y han sido fundamentales
en la construcción de la epidemiología social de América Latina, dándole un carácter contra
hegemónico en oposición al carácter oficial de la epidemiología.
Con relación a las ciencias sociales, la utilización de la idea de paradigma ha sido muy
problemática, incluso crítica. Entre los autores que han intentado esta analogía, Wolin menciona
que “las teorías políticas pueden entenderse mejor como paradigmas y el estudio científico de
la política es una forma especial de investigación con inspiración en paradigmas”. Según Wolin:
Cuando se aplica a la historia de la teoría política la noción de paradigma –“realizaciones
científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de
problemas y soluciones a una comunidad científica”– se nos invita a considerar a Platón,
Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Locke y Marx como contrapartes, desde la Ciencia Política,
de Galileo, Harvey, Newton, Laplace, Faraday, Einstein. Cada uno de los escritores del primer
grupo fue la inspiración de una nueva manera de mirar el mundo político; en cada caso, sus
teorías proponen una nueva definición de lo que era importante para entender ese mundo, cada
uno señala diferentes métodos para la investigación, y cada una de sus teorías contiene una
propuesta implícita o explícita de lo que debería ser incluido para ciertas cuestiones básicas.
Es evidente que, en ese sentido, paradigma significa una orientación general. Para Bernstein,
incluso el entendimiento de que los grandes filósofos políticos pueden ser paradigmáticos no
encuentra ninguna similitud con la “ciencia normal” en la teoría política. Esta similitud fue vista
por Wolin cuando dice: “concebimos la propia sociedad política como un paradigma operativo”.
Las ciencias sociales, como ya fue mencionado, son ciencias multiparadigmáticas; por
lo tanto, desde Kuhn, no se aplican a ellas las nociones de paradigma utilizadas para el campo
de las ciencias naturales. Dogan al revisitar esta cuestión, destaca que “teorías generales, es
decir, esquemas de referencia paradigmáticos, se pueden construir más sólidamente en las
ciencias naturales que en las ciencias sociales, ya que, en las primeras, la verdad es universal,
[y] en las segundas, contextual”. Y continúa: “las sustancias químicas conservan
indefinidamente la misma composición y son idénticas en todas las latitudes. ¡Este no es el
caso de los fenómenos sociales! En contraste con las ciencias naturales, la diversidad
contextual y el cambio social son dos importantes parámetros en todas las ciencias sociales.
Ambos parámetros resisten a las ambiciosas generalizaciones paradigmáticas”. Lo mismo fue
señalado por Souto y Souto:
El campo científico de la salud también pasa por una profunda crisis epistemológica,
teórica y metodológica, una crisis paradigmática, como diría Kuhn (1970)6. Además de
anomalías y paradojas, los paradigmas tendrían también como signos de crisis puntos ciegos,
que sus agentes históricos (involucrados en una política institucional) no son capaces de ver.
Aplicando este argumento a nuestro tema y campo, creemos que las “teorías” de la
salud, en su actual estadio de desarrollo conceptual, no consiguen concretamente referirse al
objeto salud.
Por ello, los discursos que las fundamentan en tanto práctica de base científica se muestran
sinuosos e incompletos; sus formuladores dudan, inventan metáforas, descubren maneras
indirectas de hablar sobre salud, sin embargo, su objeto continúa siendo la enfermedad (Nájera
1992). Ni siquiera la colectivización de la enfermedad a través del concepto de morbilidad indica
“algo llamado salud”. En síntesis, el objeto “salud” constituye un punto ciego de la investigación
contemporánea en el área. Este objeto se ha estructurado a través de una hermenéutica fija,
subsidiaria de nociones ya superadas en otros campos científicos de mayor madurez
epistemológica, como por ejemplo la doctrina de la causalidad. Resultado: un objeto
denominado salud que de hecho se refiere a “enfermedad colectiva”, todavía así tratado de
manera parcial y residual como “el riesgo y sus factores”.
Por lo tanto, el desafío más crucial en este momento de discusión de las bases
epistemológicas de la salud pública es justamente la cuestión del objeto “salud”. Es necesario
avanzar hacia una cierta semiología de este intrigante punto ciego, objeto-modelo potencial de
una nueva definición de la salud en sociedades concretas. En este sentido, necesitamos todavía
explicitar algunos elementos que pueden caracterizar lo que ha sido llamado nuevo paradigma
científico, cuestionando lo que pasa con la ciencia en general.
La característica más deficitaria del llamado “nuevo paradigma” tal vez sea la noción de
no-linearidad, en el sentido de rechazo de la doctrina del causalismo simple también presente
en el abordaje convencional de la ciencia; esta perspectiva se abre a la consideración de
paradojas, intolerables en la epistemología convencional, como por ejemplo la concepción del
“orden a partir del caos” (Atlan 1981). Además de eso, un problema teórico fundamental de las
diversas perspectivas paradigmáticas alternativas consiste en la posibilidad de pensar que la
realidad concreta se estructura de modo discontinuo. Se trata de una manera diferente de
manejar la cuestión de la determinación en general abriéndose la ciencia a la posibilidad de la
“emergencia” o sea, el engendramiento de lo “radicalmente nuevo” (Castoriadis 1978) en el
sentido de algo que no estaría contenido en la síntesis de los determinantes potenciales de un
dado proceso.
Por otro lado, la noción de “fractales” parece la más fascinante y de mayor utilidad para
el desarrollo de modos alternativos de producción del conocimiento científico en salud. Se trata
de una nueva geometría, basada en la reducción de las formas y propiedades de los objetos al
“infinito interior”, como por ejemplo la posibilidad de dividir una línea en dos partes iguales, que
podrán a su vez ser divididas, y así sucesivamente se mantiene siempre la forma original de una
línea dividida por la mitad. En el área de la salud, la propuesta de “modelos eco-sociales” de
Nancy Krieger (1994) se funda esencialmente en la aplicación de un abordaje fractal al proceso
de construcción del objeto de salud en lo colectivo.
De hecho, la Salud colectiva es una práctica social y un campo de conocimientos. Como práctica,
es decir, en cuanto proceso de trabajo, está constituida por componentes básicos: objeto,
instrumentos, medios, actividades y relaciones sociales. Y esto es particularmente importante,
puesto que los objetos de las investigaciones emergen de las prácticas sociales.
El objeto de la Salud colectiva son las necesidades sociales de salud de los grupos sociales y no
apenas los problemas de salud, que se limitan a riesgos, agravios, enfermedades y muertes.
La salud colectiva surge de los debates que se abrieron en Latinoamérica en los años setenta
respecto a qué es salud. Desde una concepción del derecho humano fundamental, nuevos aportes
teórico metodológicos planteados en Brasil por un grupo de profesionales progresistas dieron lugar
a una concepción social identificada como salud colectiva.
a) La Salud, en tanto estado vital, sector de producción y campo de saber, está articulada a la
estructura de la sociedad a través de sus instancias económica y político-ideológica, poseyendo
por lo tanto, una historicidad
f) El conocimiento no se genera por contacto con la realidad, sino por la comprensión de sus leyes
y por el compromiso con las fuerzas capaces de transformarla.
Actualmente la salud colectiva es un nuevo campo de conocimiento que aún se encuentra en
construcción y desarrollo, que demanda categorías epistemológicas, nuevos modelos o modelos
teóricos como la teoría del caos y formas lógicas de análisis. Es un conjunto articulado de prácticas
técnicas, ideológicas, políticas y económicas desarrolladas con el fin último de mejorar las
condiciones de salud de las colectividades y las formas de práctica que instrumentan las
sociedades. La salud colectiva aborda la salud-enfermedad desde lo colectivo con reflexiones
sociales y biológicas de este proceso, otorgándole un peso importante a la sociedad respecto al
proceso de salud-enfermedad.
El trabajo teórico epistemológico emprendido más recientemente apunta a la Salud Colectiva como
un campo interdisciplinario y no propiamente como una disciplina científica, mucho menos una
ciencia o especialidad médica. Es necesario subrayar las influencias mutuas entre ese desarrollo
y los movimientos por la democratización de las formaciones sociales latino-americanas,
especialmente los procesos de reforma sanitaria desencadenados en algunos países de la región.
De hecho, el marco conceptual de la Salud Colectiva, tal como viene siendo construido a partir de
la década de los 70, resulta, por un lado, de la crítica a los diferentes movimientos y proyectos de
reforma en salud ocurridos en los países capitalistas y, por el otro, de la elaboración teórico-
epistemológica y de la producción científica, articuladas en las prácticas sociales.
La constitución de la Salud Colectiva, teniendo en cuenta sus fecundos diálogos con la Salud
Pública y con la Medicina Social, tal como se vienen concretando en las últimas décadas, permite
una delimitación comprensiblemente provisoria de ese campo científico, en tanto campo de
conocimiento y ámbito de prácticas. En tanto campo de conocimiento, la Salud Colectiva
contribuye con el estudio del fenómeno salud/enfermedad en poblaciones en su carácter de
proceso social; investiga la producción y distribución de las enfermedades en la sociedad como
procesos de producción y reproducción social; procura comprender, finalmente, las formas con
que la sociedad identifica sus necesidades y problemas de salud, busca su explicación y se
organiza para enfrentarlos.
La producción y reproducción social determinarán el acceso al trabajo y el curso que tome la vida
de las personas, manifestada de modos específicos, lo que se traduce en grupos con
especificidades en el trabajo y en la vida, con consecuencias en el proceso salud enfermedad. Por
lo tanto, para la Salud colectiva, la definición del “colectivo” es más amplia que la referida a
conjuntos masificados de personas.
Por lo tanto, la Salud Colectiva privilegia en sus modelos o pautas de acción cuatro objetos de
intervención: políticas (formas de distribución de poder), prácticas (cambios de comportamientos,
cultura, instituciones, producción de conocimiento; prácticas institucionales, profesionales y
relacionales); técnicas ( organización y regulación de los recursos y procesos productivos;
cuerpos/ambientes); e instrumentos (medios de producción de la intervención). De ese modo, más
que cualquier otro movimiento ideológico, absorbe la producción de conocimientos
inter/transdisciplinarios con gran capacidad de “interfertilización” (Paim, 1987), sea para la
realización de sus funciones esenciales, sea para el ejercicio de sus funciones posibles y
deseables. Finalmente en tanto ámbito de prácticas, la Salud Colectiva contempla tanto la acción
del Estado como el compromiso de la sociedad para la producción de ambientes y poblaciones
saludables, a través de actividades profesionales generales y especializadas.
Es posible admitir que la crisis de la salud como parte de la crisis social genera contradicciones
diversas (Donnangelo, 1983). Los actuales desafíos de la Salud Colectiva no se limitan a la
formación profesional, la producción de conocimientos, la renovación conceptual y epistemológica
dentro del campo institucional actualmente reconocido todavía como Salud Pública.
Tales desafíos atraviesan toda la organización social, desde la producción, distribución y consumo
de bienes y servicios hasta las formas de organización del Estado y de sus aparatos en sus
relaciones con la sociedad y la cultura.
En fin. la Salud Colectiva, entendida como “conjunto de saberse que da sustento a las
prácticas de distintas categorías y actores sociales frente a cuestiones de salud/enfermedad y de
la organización de la asistencia” (Donnangelo 1983), encuentra sus límites y posibilidades en las
inflexiones de la distribución de poder en el sector salud y en una determinada formación social.
Subrayar el carácter histórico o estructural de la Salud Colectiva, significa reconocer, teórica y
empíricamente, un conjunto de prácticas (económicas, políticas, ideológicas, técnicas, etc.) que
toman como objeto las necesidades sociales de salud. Representa un enfoque de practicas que
no se someten, acríticamente, al modelo de salud pública institucionalizado en los países
centrales, sea en tanto tipo profesional o modelo de organización de servicios de salud. La Salud
colectiva se preocupa por la salud pública en tanto salud del público, sean individuos, grupos
étnicos, generaciones, castas, clases sociales, poblaciones. Nada que se refiera a la salud del
público, por consiguiente, será extraño a la Salud Colectiva.
Conclusiones
Siendo realistas, la percepción de las crisis será cada día más ajena a los expertos y más
determinada por colectivos interesados en propagarlas o aportar soluciones. Lidiar con ello exige
una difícil ponderación entre la necesidad de articular respuestas y la de desactivar temores poco
fundados o magnificados.
La capacidad técnica de los profesionales sanitarios está más acreditada que una ejecutoria
adecuada por parte de los responsables públicos, lo que aconseja una mayor participación de los
primeros y una mejor capacitación de los segundos. Aun así, el colectivo profesional no es inmune
a las tentaciones alarmistas,por lo que conviene establecer salvaguardas ante estos otros riesgos.
Como en tantos otros ámbitos la sociedad necesita, incluso en mayor medida que los propios
profesionales, una dinamización de las instituciones del «profesionalismo» sanitario. Avanzar en
esta línea, en la mejor articulación institucional de las capacidades profesionales, permitirá exigir
a políticos, gerentes y expertos competentes que den un salto de gigante en la gestión de las crisis
de salud pública.
REFERENCIAS BIBLIGRAFICAS
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(1980),
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5. Gérvas J, coordinador. El sistema sanitario ante situaciones de crisis. Madrid: FCS; 2008.
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rationally about drug risks (and benefits). Health Affairs, 26 (2007), pp. 636-646
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https://www.scielosp.org/article/ssm/content/raw/?resource_ssm_path=/media/assets/sco
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