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El dorreguismo como tendencia El sector federal liberal. de los ganaderos bonaerenses, encabezado por Dorrego, frente al caos originado por la politica rivadaviana, formuls entonces un proyecto de ley aceptando la renuncia de Rivadavia y decretando la suspension de las sesiones del Congreso Constituyente. La provincia de Buenos Aires se reconstituéa como Estado, procedia a la eleccién de su Legislatura y al nombramiento de su gobernador, ‘Tras unabreve Presidencia interina del Dr. Vicente Lépez y Planes, el Coronel Manuel Dorrego fue elegido Gobernador de Buenos Aires. La vergonzosa caida de Rivadavia con la ereccién de la Banda Oriental como «Estado Independiente» si no era un triunfo brasilefio, era en cambio una victoria britanica, y sobre todo una derrota argentina. Hundié en el descrédito nacional mas completo al partido rivadaviano portefio. Los ganaderos se ppersuadieron que era imprescindible cambiar la politica de Buenos Aires. Aceptaron lagobernacién de Dorrego como una solucién de emergencia, pero ése no era su hombre. Manuel Dorrego habia sido un destacado oficial de las guerras de la Independencia. El voluble Dorrego, altivo, desenfadado, imaginativo, era un cabal argentino del Buenos Aires de su tiempo. Oficial notable de San Martin y de Belgrano, orador chispeante, amigo de gauchos y adorado por la plebe, Dorrego gustaba de la politica, manejaba libros, era un soldado intrépido. Ante la politica abiertamente antiargentina de la burguesia comercial, Dorrego recibié el apoyo pasivo de los hacendados bonaerenses, que no podian criar sus vacasen paz frente al fantasma de la guerra civil azuzado por rivadaviana. Derrego contaba asimismo con el apoyo de las peonadas, gauchos, artesanos y capas populares de la poblacion Porte y y bonaerense, de las cuales se habia hecho intérprete, No debemos olvi otra parte que el caudillo Ibarra lo habia desi enadlocomo diputado por Santiago del Estero en el Congreso Constituyente rivadaviano. Dorrego y su grupo estaban en condiciones de llegar a un entendimiento con los caudillos del interior para la organizacién nacional. Por otra parte los intereses de Buenos Aires eran tan poderosos y tan obsesive su localismo portuario, que nadie en esaciudad de 1828 se habria atrevido a defender una politica nacional como laexigida por las provincias interiores*. Dorrego fue la suprema expresi6n de una tendencia que buscaba un acuerdo, por mis precario que futese, conel interior nacionalista. De ah la c6lera redoblada con que los ingleses y Jos rivadavianos enfrentaron su politica, y la indiferencia con que los ganaderos lo dejaron morir. Los Unitarios y el crimen de Navarro El I°dediciembre de 1828 Hegaba a Buenos Aires una divisién del ejército de la campaiia del Brasil, al mando del general Juan Lavalle. Era Lavalle un bravo de palabra fiicil, «cabeza alocada», segtin San Martin, un soldado embriagadode coraje: su arrojo era tan legendario como su falta de equilibrio intelectual. No fue dificil al nticleo doctoral de los rivadavianos, recién expulsados del gobiemo, seducir elespiritu del fogoso general portefio. Los del Carril, los Agiiero, los Valentin Gémez -ese grupo, severo, sombrio y libresco- conoefan las fibras vulnerables de Lavalle y fue bastante simple persuadirlo de que todos los horrores y culpas de Jaanarquia tenfan como responsable a Dorrego, ese demagogo amigo de la chusma que tendfa su mano a la montonera barbara. Lavalle no quiso ofr mds. Con su divisién de veteranos volteé al Gobernador de la Provincia, lo persiguié en los campos de Navarro y lo hizo, Sin perder un minuto, la secarivadaianaconspirando en a ciudad parareconghistar el poder, le escribe dos cartas a Lavalle, que meditaba vacilante,en su tienda de campaita, sobre la suerte del Gobemador. Unade ellas la firma Juan Cruz Varela: después de la sangre que se ha derramado en Navarro, el pro- ceso del que la ha hecho correr, esté formado; ésta es la opinién de todos sus amigos de usted, esto serd lo que decida la revolucién; sobre todo si andamos a medias... en fin, usted piense que doscien- tos y mds muertos y quinientos herides deben hacer entender a us- ted cudl es su deber®. Salvador Maria del Carril, segundén de Rivadavia, sanjuanino de origen y portefio de adopcién, cardcter débil para los poderosos, petulante para los inferio- res, infamado en su valer, y desdeiioso del ajeno segiin cuenta en sus recuerdos Vicente G. Quesada, escribié la segunda carta a Lavalle. Impulsdindolo a ejecutara Dorrego, este hombre sinuoso deciaen su misiva secreta que una revolucién es un juego de azar en el que se gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicacién de principios de una evidencia practi- ca, la cuestion parece de facil resolucion®. Perturbado, enceguecido, arrastrado por una oscura fatalidad, Lavalle fusila «por su orden» al Capitéin General de la Provincia de Buenos Aires. Afronta solo, con su clisica arrogancia de granadero, el juicio de la historia. Pasarin muchos afios antes que se descubran en su archivo las comprometedoras cartas de del Carvl y Varela.

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