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¿ES EL PSICOANÁLISIS UN DISCURSO PARA EL FUTURO?

Lic. Rebeca Gras


Ps. Mauro Eyras

Universidad Nacional de Rosario – Facultad de Psicología.

De la supervivencia del psicoanálisis a las condiciones de época

Este trabajo se enmarca en un proyecto de investigación (PID 1PSI393)


“Experiencia y práctica de la escritura en psicoanálisis y psicología” radicado en
la Facultad de Psicología (UNR), desde el año 2018. Esta presentación
pretende hacerse eco de una pregunta que ha estado presente, desde sus
inicios, en la historia del movimiento psicoanalítico: ¿Cuál será el lugar del
psicoanálisis en el futuro? Freud impulsa la creación de la Internacional
Psicoanalítica (IPA) con el propósito de nuclear el conjunto de asociaciones
locales que se encontraban en diferentes países, al mismo tiempo que
pretende preservar la originalidad de su invención.

Ni a mí mismo, ni a mis amigos y colaboradores, nos resulta grato monopolizar


de ese modo el título para ejercer una técnica médica. Pero no nos queda otro
camino en vista de los peligros que para los enfermos y para la causa del
psicoanálisis conlleva el previsible ejercicio de un psicoanálisis ‘silvestre’. En la
primavera de 1910 fundamos una Asociación Psicoanalítica Internacional,
cuyos miembros se dan a conocer mediante la publicación de sus nombres a
fin de poder declinar toda responsabilidad por los actos de quienes no
pertenecen a ella y llaman ‘psicoanálisis’ a su proceder médico (Freud, 1986, p.
226).

Se podría pensar que este movimiento supone, en primera instancia,


una estrategia política sobre el corpus teórico del psicoanálisis, en tanto que
dicha asociación detenta la potestad de legitimar la producción y la circulación
del saber analítico, por un lado, y por otro la formación de psicoanalistas. Es
decir, pertenecer o no, es tomar posición.

El devenir del movimiento psicoanalítico ha demostrado que la


pretensión de Freud de centralizar la verdad del psicoanálisis, no sólo resultó
insuficiente sino también imposible. Es a partir de situar esta imposibilidad que
se pueden pensar qué posibilidades tuvo el psicoanálisis de mantenerse en
circulación teniendo intereses disímiles a lo establecido por la IPA. Esto se
debió al surgimiento de diferentes grupos con estrategias e intereses no
ortodoxos. Dentro de ellos, Lacan fue una figura clave para pensar una escisión
fundamental dentro del psicoanálisis.
En 1963, la Asociación Psicoanalítica Internacional toma la decisión de
expulsarlo. Lacan asume su exposición del Seminario XI –Los conceptos
fundamentales del psicoanálisis–, no tanto como una labor de síntesis teórica,
sino como un esclarecimiento de implicaciones éticas, es decir, aclarar la
dimensión de lo real que está en la raíz misma del psicoanálisis y que había
sido olvidada por el establishment psicoanalítico de la época. La crisis
institucional y la expulsión de la que Lacan fue objeto, obedecen precisamente
al rechazo de esa raíz subversiva del psicoanálisis, de lo abrupto de lo real,
que Lacan encarnaba con su enseñanza.

Este punto urticante insiste a pesar de los intentos de institucionalización


que aún el mismo Lacan lleva adelante. En 1980, Lacan decide disolver su
Escuela para mantener el objetivo de que el psicoanálisis restaure el filo
cortante de la verdad del campo que Freud abrió, pero deja una indefinición,
que nosotros hoy decidimos transformar en pregunta. Unos años antes, en una
conferencia de prensa llamada, luego, El triunfo de la religión, Lacan sostiene
que “el psicoanálisis no triunfará sobre la religión, justamente, porque la religión
es inagotable. El psicoanálisis no triunfará, sobrevivirá o no” (Lacan, 2006, p.
78).

Esta supervivencia sólo puede darse con un estatuto sintomático, siendo


el psicoanálisis un discurso que se ponga en cruz ante la marcha del mundo.
Sabemos que el discurso amo es aquél que establece los significantes –incluso
los signos– para poner las cosas a andar: esto ordena, clasifica, establece
lugares y espacios, define funciones, dice lo que algo es y lo que no, lo que es
útil o productivo. Es decir, se pretende precursor y garante de la verdad, al
mismo tiempo que instituye lo desechable.

Nos valdremos de los aportes de Byung-Chul Han en La expulsión de lo


distinto, para pensar que las líneas de fuerza hegemónicas actuales tienden a
determinar un estado de situación futuro. Según este filósofo la sociedad actual
padece de la desaparición del Otro, esto último entendido como la presencia de
culturas, personas y elementos espirituales distintos al mundo occidental que el
sistema neoliberal ha hecho desvanecer por su propia lógica. El neoliberalismo
necesita uniformidad y estabilidad, que permita el libre flujo de capitales y
personas, y el consumo masivo de productos que se asemejan en todas partes
por la globalización; por tal motivo, lo diferente o alterno que perturbe el
funcionamiento del sistema productivo se deshecha: "El otro como misterio, el
otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como
infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja
paso a la positividad de lo igual" (Han, 2017, p.10).

De esta premisa fundamental extrae Han varias conclusiones, todas


referidas a la desaparición del otro en varios ámbitos. Afirma que lo que aqueja
a la sociedad actual no es la represión, sino la depresión, que viene de dentro,
causada por el imperio de lo igual.

Así, se delínea una lógica del tú puedes todo, hazlo, tú puedes, y si no


puedes, has fracasado y eres culpable, convirtiéndonos en empresarios y
esclavos de nosotros mismos, llevando al extremo el gobierno de sí,
dominando no sólo la conducta o el comportamiento, sino los pensamientos, la
conciencia, a fin de ser lo más útil posible.

Dadas estas condiciones y suponiendo que son el resultado de un


proceso social que se profundiza e intensifica cada vez más, ¿qué
posibilidades hay para un discurso que sostiene que la verdad –que en su
estructura de ficción es no toda– radica en el agujero constitutivo y
constituyente de lo humano?

La política del síntoma

Para Lacan, el sujeto es una respuesta de lo real, y se constituye


topológicamente a partir de un vacío central sobre el cual se asientan las
razones de lo mórbido pero también del deseo que lo aparta de ello.

Para el psicoanálisis los sujetos no son homogeneizables, rasgo


antitético a las pretensiones biopolíticas de administrar, regular y gobernar la
vida de las poblaciones, es decir, “a todos y cada uno” por igual, en tanto cada
individuo sepa qué hacer con el flujo de su vida y desee conducirse según la
norma lo establezca. Por el contrario, la práctica analítica pretende situar las
especificidades de la posición subjetiva que cada sujeto toma frente al
encuentro con lo real y el goce: cada cual se las arregla de manera única con
aquello que –paradójicamente– viene de afuera y habita en el interior
desconocido de cada uno.

El hombre no está cómodo con ese saber inconsciente, no sabe hacer


con ese saber que lo habita. En realidad, lo que hace con el no-saber hacer,
con el saber que lo habita, son síntomas. El síntoma expresa un desajuste, un
desorden, una incógnita, algo que no anda, que no se deja capturar por la
pretensión de dominio del discurso del amo.

Así como existe una tendencia propia de todo saber a creerse absoluto,
hay formas de denunciar las fallas en el saber y ese es el lugar propio de lo
sintomático: vale decir, el lugar de una negatividad. Es por eso, que en esta
presentación se propone pensar que el psicoanálisis sólo existiría en un futuro
como síntoma, es decir, denunciando la pretensión de adecuación estricta y
radical entre el individuo y la cultura, capitalizando las diferencias, las fallas, las
rupturas.
Se podrían pensar dos frentes de acción para el psicoanálisis. Por un
lado, como práctica que aloja el malestar del sujeto en la cultura, y por otro,
como discurso –en tanto producción simbólica de la cultura– que se relaciona
con otros movimientos, con otras formas, con otro flujo de conocimientos, otras
disciplinas, diferentes movimientos sociales, etc. La política del síntoma debe
sostenerse en ambos, dado que, por su naturaleza, aparece para agujerear:

Agujerear es aquí metafórico, por supuesto. Pero, justamente, ¿no son las
metáforas, en sí mismas, un agujero en lo lleno del discurso, una suerte de
bloque de luz que ilumina la oscuridad discursiva desde su claro? ¿Por qué?
Porque la metáfora produce una pequeña separación o demarcación entre dos
representaciones. (Borreil, 1993, p.51)

Esta demarcación indica la suspensión del sentido y, lejos de ahogar el


vacío con nuevas significaciones que pertenecen al orden del saber, el
psicoanálisis reivindica la posición creadora del sujeto. Sabemos que el
síntoma es aquello que confronta al sujeto con su radical división en saber y
verdad. Y en la misma línea, tal vez, podemos pensar que las sociedades se
ven confrontadas con una irremediable fractura en su seno, que pone en
evidencia que allí hay lo que no anda.

Si el psicoanálisis sostiene la política del síntoma, es justamente para


determinar que el psicoanalista sea aquel que espera al sujeto para
acompañarlo: lo cual quiere decir que está allí para escoltar una ausencia de
algo por venir, porque es algo que no está, e incluso, no es seguro que venga.

El psicoanálisis sólo puede sobrevivir en tanto los analistas lo conciban


como un síntoma, siempre y cuando no deserten de su posición ligada a la
interpelación constante y teniendo presente que, si bien el lenguaje es el que
desarticula las relaciones del sujeto con el mundo y lo enferman, sólo por la vía
de la palabra el sujeto puede construir un modo de soportar dicha condición.

El lenguaje es puramente multívoco, lo que le otorga su infinita


capacidad de invención. Esto va a contrapelo de los intentos de reduccionismo,
centralización, homogeneización y fijación del psicoanálisis en un solo lugar.
Por lo tanto, este trabajo ensaya un movimiento que, enraizado en lo
subversivo del psicoanálisis, implica ir del diván a la ciudad, para vislumbrar un
futuro ni utópico ni distópico, sino marcado por la castración como condición del
deseo.

Referencias bibliográficas:

Freud, S. (1986). “Sobre el psicoanálisis «silvestre»”. En Obras completas,


Tomo XI. Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (2006). El triunfo de la religión: precedido de Discurso de los
Católicos. Buenos Aires: Paidós.

Han, B. C. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.

Borreil, J. (1993). La razón nómade. Barcelona: Ediciones Payot.

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