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Así como existe una tendencia propia de todo saber a creerse absoluto,
hay formas de denunciar las fallas en el saber y ese es el lugar propio de lo
sintomático: vale decir, el lugar de una negatividad. Es por eso, que en esta
presentación se propone pensar que el psicoanálisis sólo existiría en un futuro
como síntoma, es decir, denunciando la pretensión de adecuación estricta y
radical entre el individuo y la cultura, capitalizando las diferencias, las fallas, las
rupturas.
Se podrían pensar dos frentes de acción para el psicoanálisis. Por un
lado, como práctica que aloja el malestar del sujeto en la cultura, y por otro,
como discurso –en tanto producción simbólica de la cultura– que se relaciona
con otros movimientos, con otras formas, con otro flujo de conocimientos, otras
disciplinas, diferentes movimientos sociales, etc. La política del síntoma debe
sostenerse en ambos, dado que, por su naturaleza, aparece para agujerear:
Agujerear es aquí metafórico, por supuesto. Pero, justamente, ¿no son las
metáforas, en sí mismas, un agujero en lo lleno del discurso, una suerte de
bloque de luz que ilumina la oscuridad discursiva desde su claro? ¿Por qué?
Porque la metáfora produce una pequeña separación o demarcación entre dos
representaciones. (Borreil, 1993, p.51)
Referencias bibliográficas: