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EL ESPEJO DE

LOS MÁRTIRES
Los mártires y los reinos del mundo
Traducido por Olen Yutzy y Anthony Hurtado

1
De “Martyr’s mirror”
Thielman Jans van Braght, 1659 d.C
Traducido por Olen Yutzy y Anthony Hurtado bajo el
título “El espejo de los mártires”

Publicado por: www.laiglesiaprimitiva.com


Setiembre del 2010, Lima-Perú
Esta traducción es obsequiada al dominio público. No
tiene derechos reservados.

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anthony-1525@hotmail.com

Si desea libros, tratados, mensajes referentes al


cristianismo primitivo, le invitamos a nuestra
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2
CONTENIDO
PÁG.
Prefacio a la presente traducción………………………………5
Introducción………………………………………………...…7

PRIMERA PARTE
LOS MÁRTIRES EN EL PERIODO
DE LA IGLESIA PRIMITIVA

¿Por qué fue perseguida la iglesia primitiva?.............................9


1. Los mártires del siglo I……………………………………..11
2. Los mártires del siglo II…………………………………....28
3. Los mártires del siglo III…………………………………...44
4. Los mártires del siglo IV…………………………………...52

SEGUNDA PARTE
LOS MÁRTIRES EN LA EDAD OSCURA

5. Los mártires de los siglos V-XV (400-1500 d.C)……..…..58

TERCERA PARTE
LOS MÁRTIRES ANABAPTISTAS DEL
SIGLO XVI (1500-1600 d.C)

¿Quiénes eran los anabaptistas?……………...………………....73


6. Los mártires de 1520-30…………………………………...76
7. Los mártires de 1531-40…………………………………...87
8. Los mártires de 1541-50…..…………………………...…..99
9. Los mártires de 1551-56………………………………..….107
10. Los mártires de 1557-58……………………………….....120
11. Los mártires de 1559-65……………………………….....133
12. Los mártires de 1566-69……………………………….....144
13. Los mártires de 1570-73……………………………….....157
14. Los mártires de 1573-92………………………………….175

Índice general………………………………………………...189

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4
PREFACIO
A LA PRESENTE TRADUCCIÓN

Estimado lector,
Agradecemos al Señor por haber sido posible presentar algunos de los
testimonios de sus santos. Oramos que tu admiración por ellos no sea sólo
una emoción pasajera, sino que te impulse a la acción. Te animamos a tomar
en serio las palabras de Jesús en los evangelios y a obedecerlas de una
manera real en tu vida, y experimentarás tú mismo qué significa llevar la
cruz. Sólo entonces este libro tendrá sentido para ti, tendrás comunión con
los mártires que vivieron en tiempos pasados, y serás digno del reino de
Dios. Considera en las siguientes citas el grito de los mártires del siglo
dieciséis:
El mundo también se salvaría con alegría si no fuera necesario
pasar por medio del desprecio y el dolor, lo cual sufren todos los
verdaderos cristianos.
Él que desea seguir a Cristo tiene que ignorar el desprecio de este
mundo: tiene que llevar su cruz con sinceridad. No hay otro camino
que lleva al cielo.
Él que desea ir por el camino estrecho, será despreciado por todos
aquí… el camino es estrecho y el que desea entrar por él, primero
tendrá que soportar gran sufrimiento.
No tengo lugar para morar aquí en la tierra. Adonde vaya, tengo
que ser castigado. La pobreza es mi destino. La cruz y el sufrimiento
son mi gozo. Las cadenas y el encarcelamiento han llegado a ser mi
vestidura. Ni entre los animales del bosque hallo descanso. La gente me
persigue allí también, o me expulsa. No puedo entrar en ninguna casa.
La gente no me lo permite, o me echa fuera. Debo ocultarme,
desaparecer, gatear como un ratón. Todos mis amigos me han
abandonado. Todas las calles están cerradas para mí. Le gente está
determinada a capturarme tan pronto como me encuentre. Sufro en sus
manos. Me golpean con palos. Me odian sin causa. La gente me da las
migajas de su mesa con desprecio. No me permiten beber agua de sus
pozos, y no quieren que disfrute ni la luz del sol. No tengo paz entre
ellos. No me dejan pasar de su puerta. Se avergüenzan de mí porque he
decidido seguir a Cristo.

5
Antes de tener en poco las cosas que escribieron o pensar que ellos se
desequilibraron, escribiendo de una manera tan “pesimista” debido a los
tiempos en que vivían, nosotros debemos examinarnos a nosotros mismos
para ver si somos verdaderos seguidores de Cristo, pues estos discípulos
sencillamente repetían lo que Cristo había enseñado desde el principio. En
Juan 15:18, Él dice: “Si el mundo los odia a ustedes, sepan que a mí me odió
primero. Si ustedes fueran del mundo, la gente del mundo los amaría, como
ama a los suyos. Pero yo los escogí a ustedes entre los que son del mundo y
por eso el mundo los odia, porque ya no son del mundo.”
Nosotros podemos afirmar que vivimos en “tiempos de paz” a diferencia
de “tiempos de persecución,” pero el mundo nunca dejará de odiar a los
verdaderos cristianos. Si nosotros no hemos llegado a entender esta gran
verdad, todavía no sabemos de la verdadera naturaleza del cristianismo.
Muchos de los mártires fueron a sus muertes llenos de gozo y alabando a
Dios por haber sido hallados dignos de sufrir por Él. ¿Somos nosotros dignos
de sufrir por Él? ¿Hay suficiente luz en nuestras vidas que pueda llevarnos a
un conflicto con las tinieblas de este mundo? ¿O vamos a satisfacernos con
ser “buenos cristianos” estimados por el mundo? ¡Que Dios nos ayude!
En Hebreos 11:37-40 dice que los hijos de Dios:
“… fueron apresados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de
espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras,
pobres angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno;
errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas
de la tierra.”
¡Sigamos el mismo camino, siguiendo al Cordero ensangrentado de Dios
que ellos seguían! Amén.

Olen y Anthony, setiembre del 2010

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INTRODUCCIÓN

Estos tiempos son más peligrosos que los días agobiantes y


sangrientos de los mártires.
Los tiempos en que vivimos son tristes. En verdad, hay más peligro ahora
que en los tiempos de nuestros antepasados, quienes sufrieron la muerte por
el testimonio del Señor. Pocos creerán esto, pues la gran mayoría tiene
puesta la mirada sólo en las cosas externas y visibles. Y con respecto a ello,
el tiempo actual es mejor porque es más tranquilo y cómodo. Muy pocos ven
lo interno, lo que tiene que ver con el alma, de lo cual todo depende, “¿Pues
de qué le aprovecha al hombre, si ganare el mundo entero y perdiera su
alma? ¿O qué dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26.
Estos tiempos son más peligrosos, pues en los días de los mártires,
Satanás aparecía abiertamente por medio de sus siervos, como un león
rugiente, incluso al mediodía. Así fue posible reconocerlo y esconderse de
él. Además, su propósito principal era destruir el cuerpo. Pero ahora, él
viene en la noche o en el ocaso, disfrazado de una extraña pero agradable
apariencia, esperando destruir el alma…
En contraste, aquellos mártires, muchos de los cuales personas débiles y
de edad avanzada, jóvenes y aún otros muchos de quienes ni siquiera se ha
hecho mención, no estimados por el mundo, han hecho infinitamente más
por medio del poder de su fe, su ardiente amor a Dios, y especialmente la
constancia que mantuvieron hasta la muerte. Por eso fueron capaces de
abandonar y aún despreciar toda cosa visible, sacarla completamente del
pensamiento; y olvidar y dejar eternamente hasta la consumación de todas
las cosas: dinero, propiedades, casas, negocios, hermanos, hermanas, padres,
hijos, amigos y parientes queridos, y aún también sus propias vidas y
cuerpos, y todo lo que le es placentero y deleitoso a la carne

Palabras dirigidas a los viejos y a los jóvenes:


En este tiempo los jóvenes y los viejos se hallan tan profundamente
absortos y apegados a los asuntos terrenales que casi resulta imposible
desprenderlos de allí. Es a causa del deseo inseparable que sienten por los
bienes de este mundo. En este libro verás personas, quienes en la flor de su
vida, pudieron haber ganado mucho, pero no lo buscaron, pues no querían
perder el premio celestial. Estos tenían corazones contentos; se vestían con
pieles de animales para protegerse del frío y la desnudez, vivían en cabañas
o chozas sencillas para refugiarse de la lluvia, el viento, el granizo y la

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nieve; comían pan para saciar el hambre y bebían agua para apagar la sed.
Más que eso no tenían.
Thielman Jans van Braght, julio de 1659

La invocación del autor

¡Perdóname, oh mi Señor y mi Dios! Que yo, que no soy sino


polvo y ceniza, me acerque a Ti… Tu siervo David, un hombre
conforme a tu propio corazón, cantó: “Preciosa es a la vista del
Señor la muerte de sus santos.” Salmos 116:15
Sin embargo, lo que realmente causó que mis lágrimas
cayeran fue el recuerdo de los sufrimientos y la muerte de tus
mártires, corderos indefensos, totalmente inocentes, llevados al
agua, al fuego, a la espada y a las bestias salvajes en la arena.
Allí para sufrir y morir por la causa de tu nombre. Pero
experimenté gran gozo al contemplar la confianza viva que ellos
tenían en tu gracia y cuán valientemente lucharon en su camino
para entrar por la puerta estrecha.
¡Ah, cuán a menudo sentí deseos de haber participado con
ellos! Mi alma fue con ellos a la prisión. Yo los animaba en el
tribunal a soportar pacientemente, sin quejarse ni estremecerse, la
sentencia de la muerte. Tuve la impresión de haber ido con ellos
al lugar de la ejecución, al cadalso y a la estaca, diciéndoles en su
última prueba: “Peleen valientemente, queridos hermanos y
hermanas. La corona de la vida les espera.” Casi creí que había
muerto con ellos. Cuán inseparablemente estuvo ligado mi amor
a tus mártires por la causa de tu santo nombre.

Willem Jans, otro campeón de Cristo, fue quemado vivo en Ámsterdam en


marzo de 1569, después de haberse esforzado para estar presente en la ejecución de
su querido hermano Peter Beckjen, y animarlo con voz fuerte: “Pelea valientemente,
querido hermano.”

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PRIMERA PARTE
LOS MÁRTIRES EN EL PERIODO DE
LA IGLESIA PRIMITIVA
Por qué fue perseguida la iglesia primitiva
El periodo de la iglesia primitiva abarca desde el tiempo de los apóstoles,
el 30 d.C hasta el concilio de Nicea que tuvo lugar el 325 d.C
En el principio, antes que Jerusalén fuera destruida el año 70 por los
romanos, fueron los judíos los que perseguían a los cristianos. Los judíos no
aceptaron los cambios que Dios había introducido por medio de Cristo.
Mientras los judíos eran parte de un reino terrenal y luchaban en guerras para
defender su territorio, los cristianos eran ciudadanos de un reino celestial y
amaban a sus enemigos. Los cristianos ya no estaban sujetos a la ley de los
sacrificios, los diezmos, el sábado, las fiestas solemnes, el sacerdocio y en
muchos otros aspectos de la ley. Ahora ellos vivían bajo otras leyes más
altas y perfectas: las enseñanzas y los mandamientos de Cristo.
Poco a poco la oposición de los judíos menguó, pero la crueldad de los
romanos comenzó a nacer. Debido a las persecuciones por parte de los
judíos, los cristianos huyeron y se dispersaron en todo el territorio del
Imperio romano, predicando el reino de los cielos y haciendo discípulos. El
estilo de vida de los cristianos fundado en los principios de Cristo fue
principalmente lo que causó la furia de los romanos.
En el Imperio romano, la adoración a los dioses y la religión oficial
estaban ligadas estrechamente al gobierno y a la vida diaria de las personas.
Pero los cristianos despreciaban a los dioses y a sus templos. Así, los
paganos creían que la actitud de los cristianos atraería el enojo de los dioses.
Tertuliano, escribiendo a los romanos cerca del segundo siglo, dice:
“Ustedes piensan que los cristianos son la causa de toda
desdicha común y de toda aflicción que viene sobre el pueblo. Si el
río Tíbet sube hasta las murallas de la ciudad; si el Nilo no llega a
regar los campos; si el cielo está sereno y no da lluvia; o si hay un
terremoto; si hay hambre y pestilencia; inmediatamente el pueblo
grita: “¡Los cristianos a los leones!”
También, todo ciudadano debía rendir homenaje a la estatua del
emperador reinante como símbolo de sumisión. Pero los cristianos no lo
hacían. Los romanos eran guerreros y se hallaban en tiempos de expansión y
9
conquista de nuevos territorios y debían salir a luchar por su patria. Pero los
cristianos no participaban en tales guerras, tampoco servían como ministros
o siervos del estado romano. Por otro lado, los cristianos miraban con
desprecio las diversiones groseras de los romanos: los teatros, los banquetes,
las luchas de gladiadores, el coliseo. Por estas y muchas otras razones, los
cristianos eran considerados como los peores anarquistas, trastornadores del
orden social, enemigos del Imperio y de la raza humana, dignos de ser raídos
de la tierra.1
Celso, un filósofo crítico del cristianismo, escribió lo siguiente referente
a los cristianos, por medio de lo cual podemos saber cómo veían los romanos
a los cristianos (claro, no todo lo que los romanos escribieron era cierto, pues
hubo acusaciones tanto verdaderas como falsas):
“Hay una raza nueva de hombres nacidos ayer, sin patria ni
tradiciones, asociados entre sí contra todas las instituciones
religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente
cubiertos de infamia, pero auto glorificándose con la común
blasfemia: son los cristianos. Mientras las sociedades autorizadas y
organizaciones tradicionales se reúnen abiertamente y a la luz del
día, ellos mantienen reuniones secretas e ilícitas para enseñar y
practicar sus doctrinas...” (178 d.C)
Los cristianos de aquella época tomaron en serio las palabras de Cristo en
los evangelios y las obedecieron literalmente. Ellos vieron el verdadero
cristianismo en el ejemplo vivo de los apóstoles. Seguir a Cristo: su vida y su
mensaje, les causó un conflicto intenso con el mundo de aquel entonces.
Comencemos entonces por este largo viaje, fascinante para todos los
buscadores de la verdad.

1
Para obtener una información más detallada de las mismas fuentes antiguas
sobre el cristianismo y su relación con el judaísmo y el Imperio romano, véase
nuestro Diccionario de la iglesia primitiva bajo los títulos Ley mosaica y
Cristianismo respectivamente, publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
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Capítulo 1

Los mártires del siglo I


El apóstol Felipe, con su cabeza atada a un pilar fue apedreado
en Hierápolis, Frigia, el 54 d.C

El apóstol Felipe siendo apedreado hasta morir con su cabeza atada a un pilar.

Felipe, nativo de Betsaida, Galilea, tuvo una esposa e hijas de vidas


honorables. Juan 1:44. Cristo lo llamó para ser su discípulo, y él lo siguió
durante los tres años de su ministerio en la tierra.
Después de haberse distribuido los países, enseñó por varios años en
Cintia, donde fundó muchas iglesias; y desde Siria hasta la parte más alta del
Asia cayó en su parte, donde cimentó la fe en muchos de esos lugares.

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Finalmente vino a Frigia e hizo muchas señales en Hierápolis. Allí, los
ebionitas,2 quienes no sólo negaban la divinidad de Cristo, sino también
adoraban ídolos, continuaron obstinadamente en sus doctrinas blasfemas e
idolátricas, y no escucharon a este apóstol de Cristo; sino que lo
aprehendieron, y habiendo atado su cabeza unida a un pilar, lo apedrearon.
De esta manera pasó la muerte por él y cayó dormido en el Señor. Y su
cuerpo fue enterrado en la ciudad de Hierápolis.

Jacobo, hermano del Señor, arrojado del templo, apedreado y


azotado a muerte con un garrote, 63 d.C.

Jacobo, después de haber sido empujado desde el pináculo del templo y haber
sido apedreado, un hombre le golpea la cabeza con un garrote, mientras él ora por
sus perseguidores, terminando así con él.

2
Los ebionitas fueron una secta herética que creía en Jesús como el Mesías judío. No
obstante, no aceptaban su divinidad y continuaron guardando la ley de Moisés. Si desea tener
mayor información sobre las enseñanzas de los ebionitas, le recomendamos leer nuestro
Diccionario de la iglesia primitiva bajo el tema “Herejes, herejías.” II.3.1.

12
A Jacobo se le llama el hermano del Señor en Gálatas 1:19.
Fue nombrado por los apóstoles como el primer obispo de la iglesia en
Jerusalén. Esto sucedió poco tiempo después de la muerte de Cristo. Él
ejerció fielmente los deberes de su cargo durante treinta años, llegando a
convertir a muchos al cristianismo. Esto lo hizo no solamente por medio de
la enseñanza pura de Cristo, sino también por medio de su vida santa. Fue
por eso que se le llamaban el Justo.
Él fue muy firme y santo, un verdadero nazareo, tanto en su vestimenta
como en el comer y beber; oraba a diario por la iglesia de Dios y por el bien
común.
Este apóstol escribió una epístola para el consuelo de las doce tribus que
se hallaban dispersas por las naciones. Escribe: “Santiago, siervo de Dios y
del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.
Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se hallan en diversas
pruebas” Santiago 1:1-2.
Pero aunque consolaba a los que creían en el nombre de Cristo con
muchas y muy excelentes razones, los judíos inconversos no podían sufrir
sus enseñanzas. Entonces Ananías, audaz y cruel, hombre joven entre ellos,
siendo el sumo sacerdote, lo ordenó a que se presentara delante de los jueces
para que lo obligaran a negar que Jesús es el Cristo, y lo forzaran a renunciar
al Hijo de Dios y al poder de su resurrección.
Con estos propósitos, el sumo sacerdote, los escribas y los fariseos lo
plantaron sobre el pináculo del templo durante el tiempo de la pascua para
que renunciara a Cristo delante de todo el pueblo. Pero cuando estuvo de pie
delante del pueblo, confesó con mayor confianza que Jesucristo era el
Mesías prometido, el Hijo de Dios, que Él está sentado a la diestra de Dios, y
que volverá otra vez en las nubes del cielo para juzgar a los vivos y los
muertos.
Escuchando el testimonio de Jacobo, la multitud del pueblo alabó a Dios,
magnificando el nombre de Cristo. En consecuencia, los enemigos de la
verdad clamaron: “¡Oh, el Justo también ha errado! ¡Saquémoslo de aquí,
pues es peligroso!” Entonces lo arrojaron de allí y lo apedrearon.
Pero no murió por la caída y el ser apedreado, sino que solamente las
piernas se le habían fracturado. Él entonces, arrodillado, oró por aquellos
que lo habían apedreado, diciendo: “Perdónalos, Señor; pues no saben lo que
hacen.”
A cuenta de esto, uno de los sacerdotes pidió salvarle la vida, diciendo:
“¿Qué hacen? El Justo ora por nosotros. ¡Dejen de apedrearlo!” Pero otro de
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los que estaba presente, teniendo en la mano un garrote, lo golpeó en la
cabeza hasta hacerlo morir. Durmió en el Señor y lo enterraron en el sitio
donde había sido arrojado del templo. Esto sucedió en el año 63 d.C. Fue el
año séptimo del reinado de Nerón. El sumo sacerdote Ananías instigó este
lamentable hecho.

Marcos el evangelista, murió en camino al ser arrastrado hasta


llegar a la estaca en Alejandría, 64 d.C

Marcos, siendo arrastrado con garfios y cuerdas hasta las afueras de la ciudad,
Alejandría.

Marcos el evangelista fue sobrino de Bernabé. Su madre, una mujer


piadosa, dio su casa en Jerusalén para reunir allí a los cristianos. Él
acompañó a Pablo y Bernabé en sus viajes misioneros, pero en el viaje a
Pamfilia, regresó a Jerusalén. Hechos 12:25; 13:13.
Tiempo después, el apóstol Pablo lo recomendó a la iglesia de Colosas,
pidiéndoles que lo recibieran como a un compañero en el reino de Dios.
También ordenó a Timoteo traer a Marcos con él, porque era útil para su
ministerio. Col.4:10; 1 Ti.4:11.

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Este Marcos estaba en prisión con Pablo y lo sirvió fielmente en sus
cadenas. Filemón 23,24. El apóstol Pedro en su epístola llamó a Marcos hijo
suyo 1 Pedro 5:13; indudablemente porque por medio del evangelio lo había
regenerado en Cristo. Luego, llegó a ser su discípulo, intérprete y escritor del
evangelio que él había enseñado.
Tiempo después, cuando Marcos fue enviado por Pedro a Egipto, viajó a
través de Aquilea, la ciudad capital de Friol, donde convirtió a muchos a la
fe y nombró a Hermágoras como obispo de esa iglesia. Luego viajó a África:
Libia, Marmórica y Pentápolis con la enseñanza del evangelio.
Referente al fin de su vida, Galecio declara que él murió como mártir: En
el octavo año del gobierno de Nerón, en la fiesta de la pascua; mientras
Marcos predicaba el recuerdo bendito del sufrimiento y la muerte de Cristo
a la iglesia de Alejandría, los sacerdotes paganos y la población entera se
apoderó de él. Con ganchos y cuerdas amarraron su cuerpo, lo sacaron de la
congregación arrastrándolo por las calles hasta fuera de la ciudad. Mientra
era arrastrado su carne se adhería a las piedras y su sangre salpicaba sobre el
suelo, hasta que con las últimas palabras pronunciadas por su Salvador,
entregó su espíritu en las manos del Señor.
Luego, los paganos intentaron quemar su cuerpo muerto, pero ya que
fueron impedidos por una tormenta, los cristianos lo tomaron y lo sepultaron.
Esto sucedió el 21 de Abril del 64 d.C

LAS DIEZ PERSECUCIONES SANGRIENTAS CONTRA


LOS CRISTIANOS EN DÍAS DEL IMPERIO ROMANO

LA PRIMERA PERSECUCIÓN IMPERIAL CONTRA LOS


CRISTIANOS BAJO EL EMPERADOR NERÓN, 66 D.C

En cuanto a la manera en que los cristianos fueron torturados y muertos


en tiempos de Nerón, A. Melino da la siguiente narración de Tácito y de
otros escritores romanos. Cuatro formas de tortura extremadamente crueles e
innaturales fueron empleadas contra los cristianos.
Primeramente, los vestían con pieles de animales domésticos y salvajes
para luego ser despedazados por perros u otros animales salvajes. En
segundo lugar, siguiendo el ejemplo de su Salvador, los fijaban vivos a
cruces de diversas maneras.
En tercer lugar, después de herirlos cruelmente con azotes o varas, los
cristianos inocentes eran quemados y ahumados por los romanos, poniendo
antorchas y lámparas debajo de sus hombros y en otras partes blandas de sus
15
cuerpos desnudos. También los quemaban con virutas de madera encendidas
y con haces de leña. Para eso, ataban a los cristianos a estacas que costaban
apenas medio estatero, que es como un centavo cada una. Por tal motivo, a
los cristianos se les consideraba personas de poco valor, y así eran quemados
a fuego lento.
En cuarto lugar, estos mártires cristianos acusados miserablemente eran
usados como velas, antorchas o lámparas, para dar luz y así iluminar de
noche los coliseos romanos.
A algunos los ataban o clavaban a estacas, sujetándolos con un gancho
que les insertaban por la garganta para que no pudieran mover la cabeza
cuando derramaban sobre su cabeza cera, sebo y otras sustancias inflamables
e hirvientes, y entonces les prendían fuego. Como resultado de esto, toda la
materia untuosa del cuerpo humano, derritiéndose al caer, iba formando
surcos largos sobre las arenas del teatro. De este modo, seres humanos eran
encendidos como antorchas y quemados como lumbreras en la noche para
los malvados romanos.
Juvenal y Marcial, ambos poetas romanos, así como también Tertuliano,
cuentan esto de manera diferente, diciendo que los romanos los envolvían en
un manto de dolor o de fuego, atando sus manos y pies, a fin de que se les
derritiera el mismo tuétano de los huesos.
Lo que es más, A. Melino declara de los ya mencionados autores, en lo
concerniente a aquellos mantos, que los tales eran hechos de papel o de lino.
Los empapaban gruesamente de aceite, brea, cera, resina, sebo o azufre, y se
los rociaba por todo el cuerpo para luego encenderlos.
Para presenciar este espectáculo, Nerón donó sus jardines, apareciendo él
mismo entre la gente, llevando la ropa de un cochero, tomando parte activa
en los juegos como cochero y guiando un carro puesto de pie en el circo.
A continuación una cita de Tácito, un historiador romano no cristiano,
describe los tormentos de la primera persecución imperial contra los
cristianos llevada a cabo por Nerón:
A fin de contrarrestar el rumor (que señalaba a Nerón como el
culpable del incendio de Roma), él acusó a personas llamadas por la
gente “cristianos” y quienes eran odiados por sus fechorías,
culpándolos y condenándolos a los mayores tormentos. El Cristo de
quien habían tomado el nombre, había sido ejecutado en el reino de
Tiberio por el procurador Poncio Pilatos; pero aunque esta
superstición había sido abandonada por un momento, surgió de nuevo,
no sólo en Judea, el país original de esta plaga, sino en la misma
16
Roma, en cuya ciudad cada ultraje y cada vergüenza encuentra un
hogar y una gran diseminación. Primeros unos fueron detenidos y
confesados, y, después, basándose en su denuncia, un gran número de
otros, quienes no eran acusados del crimen del incendio sino del odio
a la humanidad. Su ejecución (la muerte de los cristianos) constituyó
una diversión pública; fueron cubiertos con las pieles de fieras y
después devorados por perros, crucificados o llevados a la pira y
quemados al venir la noche, iluminando la ciudad. Para este
espectáculo Nerón facilitó sus jardines, y hasta preparó juegos de
circo en los cuales se mezcló con el pueblo con el traje de carretero, o
montado en un carro de carrera. 3

Pablo, el apóstol de Cristo, perseguido y finalmente decapitado


en Roma bajo el emperador Nerón, 69 d. C.

El apóstol Pablo, decapitado en Roma, 69 d.C.

3
Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Persecución, publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
17
Saulo, después llamado Pablo, era de descendencia judía, hebreo de la
tribu de Benjamín. Pero en cuanto a su padre y madre, no se encuentra
ningún registro en las Sagradas Escrituras.
En cuanto al lugar de su nacimiento, sus padres, ya sea por la
persecución, o por la guerra romana o por alguna otra razón, dejaron su lugar
de residencia entre la porción de Benjamín, y fueron a vivir en la ciudad
romana libre de Cilicia, llamada Tarso. Allí nació Pablo quien a pesar de ser
judío, por razón del privilegio de nacer en tal ciudad, llegó a ser un
ciudadano romano.
En cuanto a su educación temprana, fue diligentemente instruido por el
sabio Gamaliel en la ley de sus padres.
Vivió sin falta, según la ley de Moisés y de los santos profetas, y de la
forma más estricta según la costumbre judía. Pero puesto que aún no había
sido instruido correctamente en la doctrina del santo evangelio, manifestó un
celo equivocado, y persiguió a la iglesia de Cristo. Sí, al punto que en la
muerte de Esteban, guardó las ropas de los que le dieron muerte.
Pero después, habiendo obtenido cartas de los sacerdotes de Jerusalén a
las sinagogas de Damasco, en las que se pedía traer presos a hombres y
mujeres que confesaban el nombre de Cristo, el Señor del cielo lo detuvo en
su camino, diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él respondió:
¿Quién eres, Señor?” Y le dijo: “Yo soy Jesús, a quién tú persigues; dura
cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor,
¿qué quieres que yo haga?” Y el Señor le dijo: “Levántate y entra en la
ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.” Los hombres que iban con Saulo se
pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, pero sin ver a nadie. Entonces
Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, lo
llevaron por la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió
ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien
el Señor dijo en visión:… Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y
busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él
ora… Entonces Ananías respondió: Señor he oído de muchos acerca de este
hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén… El Señor le dijo:
Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en
presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le
mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces
Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano
Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me
ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al

18
momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista;
y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:4-18).
Así fue la conversión de Saulo, a quien después se le llamó Pablo y llegó
a ser uno de los principales apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Sí, llegó a
trabajar más abundantemente que todos los demás.
De sus viajes misioneros, él da un repaso breve en su segunda epístola a
la iglesia de Corinto, donde escribe así: “De los judíos cinco veces he
recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas;
una vez apedreado, tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he
estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de
ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los
gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar,
peligros entre hermanos falsos, en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en
hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez” 2 Corintios 11:24-27.
Según la primera epístola a los Corintios, lo arrojaron a las bestias
salvajes en el teatro en Éfeso para que lo despedazaran, o al menos para que
tuviera que luchar por su vida con las bestias, de lo cual Dios lo libró. En
cuanto a esto, él mismo escribió: “Si como hombre batallé en Éfeso contra
fieras, ¿qué me aprovecha?” 1 Corintios 15:32.
En cuanto a su encarcelamiento en Roma, casi todos los antiguos
escritores opinan que, aunque casi todos sus amigos lo habían abandonado
cuando le tocó presentar su defensa, habiendo sido llevado ante el César, se
defendió tan inteligentemente contra las acusaciones de los judíos, que se le
puso en libertad por un tiempo. Pero cuán cierto sea, lo dejamos a su propio
mérito, y al Dios omnisciente.
Pero lo siguiente es cierto. Mientras estaba preso en Roma, escribió a su
hijo espiritual, Timoteo, diciéndole que ya estaba listo para ser ofrecido
como libación y que la hora de su partida estaba ya a la mano. Dijo que lo
confortaba el pensamiento de que había peleado la buena batalla, terminado
su carrera, y guardado la fe, y que para él ya estaba preparada una corona de
justicia, la cual el Señor, el juez justo, le daría en aquel día (2 Ti. 4:6-8).
Según los registros antiguos, él fue entonces decapitado a órdenes de
Nerón, a las afueras de Roma, en el camino a Ostia, llamado Vía Ostiense,
donde los romanos tenían el lugar de las ejecuciones, en el último año de
Nerón, el 69 d. C.

19
El apóstol Andrés crucificado en Patras, Acaya, 70 d. C.
Andrés, el hijo de Jonás y hermano de Pedro, era nativo de Betsaida,
Galilea. Primeramente había sido discípulo de Juan el Bautista. Y ya que era
mayor que Pedro y llegó a conocer a Cristo antes que aquel, llevó a su
hermano a Cristo, el verdadero Mesías. Siendo pescador como Pedro, el
Señor le llamó prometiendo hacerlo pescador de hombres. Juan 1:40-44;
Mateo 4:18-19
Él, junto con sus compañeros en el ministerio, recibió orden de predicar
el evangelio en todo el mundo y en todas las naciones. Con este fin recibió el
Espíritu Santo en toda su plenitud el día de Pentecostés.

Crucifixión del apóstol Andrés en Patras, Acaya, 70 d.C

Habiendo marchado en obediencia al mandato de Cristo, fue a enseñar a


muchos lugares, tales como Ponto, Galacia, Bitinia, Antropofagia, y Escitia.
También viajó por los países nórdicos y por los del sur, llegando a Bizancio,
y más lejos aún, hasta Tracia, Macedonia, Tesalia y Acaya. Por todas partes
predicaba a Cristo, convirtiendo a muchos al reino de Dios.
En cuanto a la causa y manera de su muerte, poseemos el siguiente relato:
En Patras, ciudad de Acaya, convirtió a la fe cristiana, entre muchos otros, a
20
Maximilia, esposa de Agueo, el gobernador. Por esta razón el gobernador se
enfureció contra Andrés y lo amenazó de muerte en la cruz. Pero Andrés dijo
al gobernador: “Si hubiera temido a la muerte de cruz, no habría predicado la
majestad y la gloria de la cruz de Cristo.”
Los enemigos de la verdad, habiéndolo apresado, sentenciaron de muerte
al apóstol Andrés. Él fue gozosamente al lugar donde iba a ser crucificado.
Llegando a la cruz, dijo: “¡Oh, amada cruz! Grandemente te he anhelado. Me
gozo al verte aquí alzada. A ti me acerco con una conciencia pacífica y con
alegría, deseando yo ser también crucificado, como discípulo de Cristo quien
fue colgado en la cruz.” Y el apóstol entonces dijo más: “Cuanto más me
acerco a la cruz, más me acerco a Dios. Y entre más lejos esté de la cruz,
más lejos permanezco de Dios.”
El santo apóstol estuvo colgado en la cruz durante tres días. Sin embargo,
no se calló y, mientras podía mover la lengua, instruía a los que venían junto
a la cruz a creer en la verdad, diciendo entre otras cosas: “Gracias a mí Señor
Jesucristo que, habiéndome usado por algún tiempo como embajador de su
Palabra, me permite ahora tener este cuerpo, para que yo, por medio de una
buena confesión, pueda obtener la gracia y la misericordia. Manténganse
firmes en la Palabra y en la doctrina que han recibido, instruyéndose los
unos a los otros, para que puedan vivir juntamente con Dios en la eternidad y
recibir el fruto de sus promesas.”
Los cristianos y otras personas piadosas suplicaron al gobernador que les
entregara a Andrés para bajarlo de la cruz. (Pues al parecer, a él no lo
clavaron en la cruz como Cristo, más bien lo amarraron.) Pero cuando el
apóstol se enteró de aquello, alzó la voz a Dios, diciendo: “¡Oh, Señor
Jesucristo!, no permitas que tu siervo que aquí cuelga de este árbol por tu
nombre, sea soltado otra vez para morar entre los hombres; sino recíbeme.
¡Oh mí Señor, mí Dios! A quien he amado, a quien he conocido, a quien me
aferro, a quien deseo ver, y en quien soy lo que soy.” Y habiendo dicho estas
palabras, el santo apóstol entregó su espíritu en manos de su Padre celestial.

Tomás, apóstol de Cristo, atormentado con fierros al rojo vivo,


echado al horno y su costado traspasado con lanzas por los
salvajes en Calamina alrededor del año 70 d.C.
Tomás, llamado Dídimo, era nativo de Galilea y su ocupación, según
parece, era pescador (Juan 11:16). De sus padres y del tiempo de su
conversión, no nos informan nada los evangelios. Solamente hacen mención
de su llamamiento al apostolado (Mateo 10:3).

21
Él mostró su amor y afecto ardiente que tenía para Cristo cuando
exhortaba a sus hermanos que fueran a Jerusalén para morir con él (Juan
11:16). Pero puesto que aún no había resistido hasta la sangre y habiendo
obrado mal en la muerte de Cristo, él y los demás discípulos abandonaron al
Señor en tiempo de prueba (Juan 14:5; Mateo 26:31).
Después, cuando el Señor había resucitado y aparecido a los demás
apóstoles en ausencia de Tomás, él no podía creer, como dijo, “si no metiere
mi dedo en el lugar de los clavos” con los cuales el Señor había sido
crucificado y “metiere mi mano en su costado, no creeré”. Pero, cuando el
Señor vino de nuevo y apareció también a él, Tomás le dijo: “¡Señor mío y
Dios mío!” (Juan 20:24-28).

El apóstol Tomás siendo llevado al horno ardiente en la India.

Después de esto, él junto con los demás apóstoles recibió mandamiento


de predicar el evangelio por todo el mundo y bautizar a los creyentes. Para
este fin, diez días después, en el día de Pentecostés, él y sus condiscípulos
recibieron el Espíritu Santo en plena abundancia (Mateo 28:19,20 y Marcos
16:15,16).
Según otros libros históricos, a Tomás le tocó evangelizar a las naciones
de la India, Etiopía y muchas más. Parece que tenía miedo de los árabes y de
22
los pueblos salvajes de la India. Sin embargo, habiendo sido fortalecido por
Dios, obedeció; y muchos abrazaron a la verdad por medio de su obra.
Respecto a la muerte de Tomás, la historia más verídica encontrada es la
siguiente: En Calamina, una ciudad de las Indias Orientales, él puso fin a la
idolatría abominable de los paganos, quienes adoraban a una imagen del sol.
Por medio del poder de Dios obligó al maligno que destruyera la imagen.
Por tanto, los sacerdotes paganos lo acusaron delante de su rey, quien lo
sentenció a ser quemado con fierros calentados al rojo vivo y después a ser
echado a un horno de fuego ardiendo. Pero cuando los sacerdotes idólatras,
parados delante del horno, vieron que el fuego no le dañaba, traspasaron su
costado con lanzas y de esta manera él dio testimonio del Señor Jesucristo,
siendo constante hasta el fin. Según la historia, su cuerpo fue sacado de las
ascuas y sepultado en el mismo lugar.

LA SEGUNDA PERSECUCIÓN CONTRA LOS


CRISTIANOS BAJO EL EMPERADOR DOMICIANO QUE
COMENZÓ EL 93 D.C

Lucas el evangelista, colgado de un árbol de olivo, Grecia, 93


Lucas, según el testimonio de los antiguos, nació en Siria, Antioquía. Fue
médico de ocupación y parece que no tenía esposa. Fue la voluntad de Dios
usarlo como un médico de almas. Con dicho fin, dejó a la humanidad dos
libros excelentes de medicina espiritual: el Evangelio y los Hechos de los
apóstoles.
Según la opinión de Jerónimo, antes de su conversión, fue un judío
prosélito, descendiente gentil; lo cual es bastante probable, ya que de
acuerdo al juicio de los lingüistas, su estilo es más excelente y perfecto en
griego que en hebreo.
Después de lo cual, se convirtió al cristianismo por medio de la
predicación de Pablo el 38 d.C Llegó a ser un discípulo de los apóstoles,
pero especialmente un compañero de viajes del apóstol Pablo; pues él estuvo
con el apóstol en muchas dificultades y peligros por mar y tierra.
Lucas estuvo unido a Pablo y fue su especial amigo en tal grado que,
según los antiguos, él escribió el Evangelio bajo su dictado e instrucción.
Lucas, por tanto, no sólo acompañó a Pablo en sus viajes, sino también
durante su encarcelamiento en Roma. Él compareció dos veces junto con
Pablo ante el emperador Nerón.

23
Respecto a su fin, algunos escribieron que, mientras predicaba en Grecia,
fue colgado a un árbol de olivo por los paganos impíos.

Lucas, colgado de la rama de un árbol de olivo por los griegos incrédulos.

El apóstol Juan desterrado a la isla de Patmos, 97 d. C.


Juan, apóstol y evangelista, fue uno de los hijos de Zebedeo y hermano de
Jacobo el mayor. Nació en Nazaret y era pescador de oficio (Mateo 4:21). A
él lo llamó Cristo cuando lo vio ocupado junto con su padre, remendando las
redes para la pesca. En seguida dejó las redes, el barco y su padre, y, con
Jacobo, su amado hermano, siguió a Cristo.
Después de ser discípulo, se convirtió en apóstol de Cristo y fue contado
entre los doce que el Señor había escogido para su servicio.
Después de la resurrección de Cristo, se mostró tan ansioso que al correr
hacia la tumba del Señor juntamente con Pedro, su compañero apóstol, se le
adelantó a Pedro, mostrando así el afecto que sentía por su Señor quien había
sufrido una muerte deshonrosa y que había sido enteramente abandonado por
sus demás amigos. Juan 20:4

24
Años más tarde, a fin de refutar los errores hechos por Ebión y Cerinto,4
quienes negaban la divinidad de Cristo, él escribió su evangelio para
glorificar y exaltar a su Salvador, comenzando de esta manera: “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada
de lo que ha sido hecho, fue hecho.” También leemos: “Y aquel Verbo fue
hecho carne” Juan 1:1-14. Con estas palabras, nos da a entender la verdadera
encarnación del Hijo de Dios, a quien sea la alabanza y la gloria para
siempre. Amén.
A Juan se le llama en el evangelio el amado del Señor, o el discípulo a
quien Jesús amaba, porque el Señor amó a Juan de manera especial.
Pero ya que es la voluntad de Dios llevar a sus hijos a la gloria por medio
de mucha tribulación y aflicción, este amado amigo de Cristo tampoco se
pudo escapar, sino que a través de toda su vida fue probado con diversas
tribulaciones, según lo que el Señor les había dicho a él y a su hermano
Jacobo: “A la verdad, del vaso que yo bebo, beberán, y con el bautismo con
que yo soy bautizado, serán bautizados” Marcos 10:39. Es decir, serán
sujetos al sufrimiento y aflicción como fue sujeto Cristo.
Esto llegó a cumplirse en él de varias maneras. Los antiguos escritores
escribieron que en Roma lo metieron en una tina llena de aceite hirviendo,
pero que milagrosamente de ella fue salvo, el mérito de lo cual dejamos sin
dudarlo. También según las Escrituras, es cierto, que a él le tocó pasar largo
tiempo en la desértica isla de Patmos, donde había sido desterrado por causa
del testimonio de Jesucristo. Con respecto a ello, Juan mismo hace esta
declaración: “Yo Juan, su hermano, tengo parte con ustedes en la tribulación,
en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos,
por causa de la palabra de Dios, y el testimonio de Jesucristo” Apocalipsis
1:9.
Pero por quién o por qué había sido desterrado a esa desértica isla, no
nos dicen las Escrituras, excepto que él estaba en tribulación por la Palabra y
por el Señor. Algunos de los escritores antiguos, sin embargo, sostienen que
el emperador Domiciano desterró a Juan en 97 d.C, quien lo había
sentenciado y desterrado allí en su ira y disgusto, porque Juan predicaba la
Palabra de Dios.
En dicha isla, situada en el Mediterráneo entre Asia menor y Grecia,
aproximadamente a unos ciento noventa kilómetros hacia el noroeste de

4
Si desea saber más sobre las enseñanzas de estos falsos maestros de los siglos uno y dos, le
recomendamos leer nuestro Diccionario de la iglesia primitiva bajo el tema “Herejes,
herejías.”
25
Jerusalén, fue en verdad abandonado por todos, quedándole solamente la
compañía de fieras salvajes y animales venenosos que habitaban aquel lugar.
No obstante, el Señor habitó junto con él, dándole su consuelo celestial.
Durante su destierro, el Señor se le presentó y reveló a Juan muchas cosas
hermosas y visiones gloriosas en cuanto a la condición de la iglesia de Dios
hasta el fin del mundo.

El apóstol Juan desterrado a la isla de Patmos, 97 d.C


Él escribió su Apocalipsis o Revelación, un libro excelente, lleno de
divinas y verídicas profecías, procedente de las visiones y celestes
apariciones. Algunas han sido ya cumplidas, pero otras aún faltan por
cumplirse.
Cuando la hora de su partida se acercaba, el Señor le habló en esa isla,
diciendo: “Ciertamente vengo pronto”, y Juan contestó con un alma llena de
consuelo: “Amén; sí, ven Señor Jesús” Apocalipsis 22:20.
Cuando el emperador Domiciano, quien lo había desterrado a esa isla,
murió y Nerva reinaba en su lugar, Juan fue librado y llevado de vuelta a
Éfeso, donde antes había sido obispo de la iglesia. Esto ocurrió como en el
año 99 d. C. según la historia. Consecuentemente, el confinamiento de Juan
duró dos años allí. Los antiguos escriben que todavía sufrió mucho por el
26
nombre de Cristo y fue obligado a beber veneno. Pero el veneno no le hizo
daño según la promesa de Cristo. Finalmente murió en paz en Éfeso, durante
el reinado del emperador Trajano, después de haber servido en el santo
evangelio por cincuenta y un años, siendo ya de la edad de ochenta años. Y
así, esta gran luz reposa en el Asia.

27
Capítulo 2
Los mártires del siglo II
LA TERCERA PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS
BAJO EL EMPERADOR TRAJANO QUE COMENZÓ EL 102 D.C
Con el comienzo del segundo siglo, 102 d.C, surgió la tercera
persecución pagana contra los cristianos bajo el Emperador Trajano.
Estando instigado por Mamertinus, el gobernador de Roma, y Targuinus,
el encargado de la adoración de los dioses paganos, persiguió a los cristianos
en una manera horrible, y les dio una muerte indigna.
Era llamado un buen emperador, pero era muy supersticioso en cuanto a
la adoración pagana. Por esta razón fue persuadido más fácilmente a
emprender este lamentable trabajo. Otra cosa que no ayudaba a los cristianos
era que los sacerdotes paganos y los idólatras pagaban grandes impuestos
para extirpar por medio de sufrimientos y de la muerte a los cristianos, como
si éstos fueran enemigos de Dios y del hombre, porque se oponían a sus
dioses.

Ignacio, discípulo del apóstol Juan, devorado por las fieras


salvajes en el circo de Roma, 111 d. C.
Ignacio, un discípulo del apóstol Juan, y sucesor de Pedro y de Evodio,
estuvo en el servicio de la iglesia de Cristo en Antioquía, Siria. Era hombre
muy temeroso de Dios, fiel y diligente en su obra. Se le apodaba Teóforo,
que quiere decir “el portador de Dios,” aparentemente debido a que con
frecuencia portaba el nombre de Dios y su Salvador en la boca y porque
llevaba una vida notablemente piadosa. A menudo se le oía decir: “La vida
del hombre es una muerte continua, a menos que Cristo viva en nosotros.”
También: “El Cristo crucificado es mi único y completo amor.” Y: “El que
se permite llamar por alguien que no sea Cristo, no es de Dios.” Y también:
“Como el mundo odia a los cristianos, así Dios los ama.”
Habiendo escuchado que el emperador Trajano después de las victorias
que había obtenido frente a los dacianos, los armenios, los asirios, y otras
naciones del Oriente, había dado gracias a los dioses en Antioquía,
28
habiéndoles ofrecido gran sacrificio como si estas victorias hubieran
provenido de ellos, Ignacio reprobó por ello al Emperador, y esto,
abiertamente en el templo.
El Emperador, sumamente enfurecido debido a aquello, mandó que
apresaran a Ignacio. Pero por temor a un alboroto, ya que Ignacio era
estimado por la gente de Antioquía, no hizo que lo castigaran allí, sino que
lo encomendó en manos de diez soldados, trayéndolo prisionero a Roma,
para ser castigado allí.
Mientras tanto, se le hizo saber de la sentencia de muerte que le habían
impuesto, diciéndole de qué manera y dónde habría de ser martirizado: iba a
ser despedazado por las fieras salvajes en la ciudad de Roma.
En su camino a Roma escribió varias epístolas de consuelo a sus amigos,
los fieles en Jesucristo, y también a las distintas iglesias de Esmirna, Éfeso,
Filadelfia, Tralla, Magnesia, Tarso, Filipos, y especialmen-te a la iglesia de
Cristo en Roma, a la cual envió su carta antes de su llegada.
Bien parece que la idea de ser despedazado por las dientes de las fieras
salvajes estaba constantemente en su mente durante el viaje, pero no como
asunto que le causara desaliento, sino como un deseo sincero. A esto se
refiere en su carta a la iglesia de Roma, escribiendo:

Viajando de Siria hasta Roma, por agua y por tierra, de día y de


noche, lucho con fieras salvajes, apresado entre diez leopardos, a
quienes cuanto más me acerco y les muestro amistad, más crueles y
malignos se vuelven. Sin embargo, a través de las crueldades y
tormentos que a diario me infligen, me encuentro cada vez más
ejercitado e instruido; sin embargo, no me justifico. ¡Ojalá que ya
estuviera entre las fieras, las que están listas para devorarme! Bien
espero que dentro de poco tiempo las encuentre tal como deseo que
sean: crueles y dispuestas a destrozarme rápidamente. Pero si no se
abalanzan sobre mí y me desgarran, entonces con bondad habré de
incitarlas para que no me dejen salvo, como ya a varios cristianos
han dejado, sino que rápido me despedacen y me devoren.
Perdónenme por hablar así. Bien sé lo que necesito. Apenas ahora
comienzo a ser un discípulo de Cristo, no siento apego por lo
visible ni por lo invisible, de lo cual el mundo se asombra. Para mí
es suficiente llegar a tomar parte con Cristo. Que el diablo y los
hombres malvados me aflijan con toda forma de dolor y tormento,
con fuego y con la cruz, con la lucha contra fieras salvajes, con el
desparramamiento de los miembros y los huesos de mi cuerpo;
29
todas estas cosas las tengo en poca estima, si al menos llego a
disfrutar de Cristo. Sólo oren por mí, para que me sea dada
fortaleza interna y externamente, no solamente para hablar o
escribir estas cosas, sino también para cumplirlas y poder soportar.
Deseo no solamente ser llamado cristiano, sino en verdad ser
hallado como tal.5

Llegando a Roma, fue entregado por los soldados al gobernador junto con
las cartas del Emperador que contenían la sentencia de muerte. Lo
mantuvieron en prisión durante varios días, hasta cierto día festivo de los
romanos, cuando el gobernador, siguiendo la orden del Emperador, mandó
traerlo al anfiteatro. Primero, buscaron por medio de muchos tormentos
hacerlo blasfemar el nombre de Cristo y ofrecer sacrificios a los dioses. Pero
ya que Ignacio no se debilitaba en su fe, sino que cuanto más lo
atormentaban más fortalecido parecía estar negando ofrecer sacrificios
paganos, fue condenado en seguida por el Senado romano a ser arrojado a
los leones.
Cuando Ignacio fue llevado de la presencia del senado, hacia el anfiteatro
romano, con frecuencia iba repitiendo el nombre de Jesús en la conversación
que él sostenía con los creyentes en su camino a la muerte. Además, repetía
el nombre de Jesús en su oración secreta a Dios. Habiéndosele preguntado
por qué repetía eso, respondió así: “Mi amado Jesús, mi Salvador, está tan
profundamente grabado en mi corazón, que yo tengo la confianza de que si
me abrieran el corazón y lo cortaran en pedazos, el nombre de Jesús se
hallaría en cada pedazo.” De esta manera, el hombre piadoso indicó que no
solamente la boca, sino también lo interno de su corazón estaban lleno del
amor de Jesús, pues de la abundancia del corazón habla la boca. Así también
Pablo, lleno del amor de Jesucristo, ha usado en sus cartas, como doscientas
veces las palabras “nuestro Señor Jesucristo.” El nombre “Jesús” escribe
como quinientas veces.
Cuando toda la multitud se había reunido para observar la muerte de
Ignacio (pues la noticia se había difundido por toda la ciudad que un obispo
había sido traído de Siria, que según la sentencia del Emperador habría de
luchar contra las fieras salvajes), trajeron a Ignacio y lo pusieron en medio
del anfiteatro. Entonces, Ignacio, de todo corazón, se dirigió a la multitud
reunida: “A ustedes, romanos, a todos ustedes quienes han venido a ser
testigos de este combate con sus propios ojos, sepan que este castigo no se
me impone por mala conducta o algún crimen, pues de ninguna forma he

5
Ignacio, Carta a los romanos
30
cometido, sino para que vaya a Dos, a quien mucho recuerdo y a quien llegar
a disfrutar es mi deseo insaciable. Pues, yo soy el grano de Dios. Molido soy
por muelas de bestias para que sea hallado pan puro en Cristo, quien es el
pan de vida para mí.”

Ignacio, devorado por los leones en el año 111 d.C.

Estas palabras habló Ignacio cuando se hallaba de pie en medio del


anfiteatro y escuchaba los rugidos de los leones, que también escucharon los
hermanos de la iglesia que estaban en medio de la gente. Así testificaron
ellos.
Terminado esas palabras, dos espantosos y hambrientos leones fueron
soltados hacia él de sus fosos. Instantáneamente lo despedazaron y
devoraron, sin dejar casi nada, ni de sus huesos. Y así durmió feliz en el
Señor este fiel mártir de Jesucristo en el año 111 d. C. en el año duodécimo
del emperador Trajano.

31
Una descripción del estilo de vida de los cristianos
(Los cristianos) son los que más que todas las naciones de la tierra han
hallado la verdad… Los mandamientos del mismo Señor Jesucristo los
tienen grabados en sus corazones y los guardan, esperando la resurrección de
los muertos y la vida del siglo por venir. No adulteran, no fornican, no
levantan falso testimonio, no codician los bienes ajenos, honran al padre y a
la madre, aman a su prójimo y juzgan con justicia. Lo que no quieren que se
les haga a ellos no lo hacen a otros. A los que los agravian, los exhortan y
tratan de hacérselos amigos, ponen empeño en hacer bien a sus enemigos,
son mansos y modestos... No desprecian a la viuda, no contristan al
huérfano; el que tiene, le suministra abundantemente al que no tiene. Si ven
a un forastero, le acogen bajo su techo y se alegran con él como con un
verdadero hermano. Porque no se llaman hermanos según la carne, sino
según el alma. Están dispuestos a dar sus vidas por Cristo, pues guardan con
firmeza sus mandamientos, viviendo santa y justamente según se lo ordenó
el Señor Dios, dándole gracias en todo momento por toda comida y bebida y
por los demás bienes. Arístides (125 d.C.)6

Persecuciones severas de los creyentes cerca del año 130 d.C


Por este tiempo, escribe P. J. Twisck, los instrumentos del diablo no
pudieron inventar castigos suficientemente severos para lo que merecían los
cristianos, según ellos pensaban. Pues fueron vigilados, tanto dentro como
fuera de sus casas. Los hombres gritaban contra ellos en todo lugar público;
eran azotados, apedreados, arrastrados y apresados; placas de hierro al rojo
vivo eran aplicados a sus cuerpos desnudos; luego eran colocados dentro de
un cierto instrumento diseñado para torturar a los criminales y echados a los
lugares más profundos y más oscuros de las prisiones donde eran ejecutados
y afligidos por medio de tormentos dolorosos.

Policarpo, discípulo del apóstol Juan y obispo de la iglesia de


Esmirna, martirizado con la espada y el fuego, 155 d. C.
Leemos en el Apocalipsis que el Señor mandó a su siervo Juan que
escribiera ciertas cosas al ángel de la iglesia de Esmirna, para amonestación
del maestro, así también para el beneficio de la iglesia: “Escribe al ángel de
la iglesia en Esmirna: El primero y el último, el que murió y ha vuelto a

6
Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Cristianismo I., publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
32
vivir, dice esto: Yo conozco tus obras, y tus sufrimientos, y tu pobreza… No
temas en nada lo que vas a sufrir. He aquí, el diablo meterá a algunos de
ustedes en la cárcel, para que sean probados, y tendrán tribulación por diez
días. Mantente fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap.
2:8-10). Estas palabras del Señor Jesús indican que los creyentes de Esmirna,
y el maestro de ellos, se hallaban en la tribulación y la pobreza y que se
acercaba aún más sufrimiento para ellos. Por tanto, los exhortaba a la
constancia, prometiéndoles la corona de la vida.
En cuanto al maestro de esta iglesia, muchos de los escritores antiguos
dicen que era Policarpo, discípulo del apóstol Juan, por cuanto había
escuchado a Juan predicar la Palabra de Dios y se había asociado con
algunos de aquellos que habían conocido personalmente al Señor Jesucristo.
También dicen que Juan lo había nombrado obispo y maestro de la iglesia de
Esmirna.
En cuanto a los sufrimientos, el Señor dijo que iban a azotarle a él y a la
iglesia donde era maestro; esto comenzó tiempo después. Sucedió que este
buen pastor precedió, y muchos de los corderos de su rebaño lo siguieron
fielmente. Sin embargo, es nuestro intento hablar aquí únicamente del obispo
Policarpo.
Dicen que tres días antes de ser arrestado y sentenciado a muerte, de
repente cayó dominado por el sueño mientras oraba. Y mientras soñaba, tuvo
una visión en la cual vio la almohada sobre la que dormía, que comenzó de
repente a arder hasta ser completamente consumida. Habiéndose despertado
instantáneamente por la visión concluyó que a él lo iban a quemar por el
nombre de Cristo.
Cuando los que buscaban apresarlo se le acercaban, sus amigos
procuraron esconderlo, llevándolo a otro lugar en el campo. Sin embargo,
poco tiempo después fue descubierto por sus perseguidores. Ellos habían
detenido a dos muchachos, a quienes por medio de azotes obligaron a que les
dijeran dónde se encontraba Policarpo. Y aunque de la habitación donde se
hallaba fácilmente pudo haberse escapado a una casa que había en la
vecindad, no lo hizo. Más bien dijo: “Hágase la voluntad del Señor.”
Entonces, descendió las gradas para ir al encuentro de sus perseguidores a
quienes tan bondadosamente recibió, que aquellos que nunca antes lo habían
conocido, arrepentidos dijeron: “¿Qué necesidad tenemos de darnos prisa
para apresar a un hombre tan anciano?”
Inmediatamente, Policarpo hizo poner la mesa para sus apresadores,
insistiéndolos con afecto a que comieran para poder hacer su oración sin
interrupción mientras ellos comían, lo que le fue permitido. Cuando terminó
33
su oración y se acabó la hora en la cual había reflexionado sobre su vida y
encomendado la iglesia a Dios y a su Salvador, los soldados lo sentaron
sobre una asna y lo llevaron de camino a la ciudad el día sábado de la gran
fiesta.
Nicetes y su hijo Herodes, llamado el príncipe de paz, le salieron al
encuentro. Lo alzaron de la asna y le hicieron sentarse junto a ellos en el
carro. De esta manera, buscaron hacer que apostatara de Cristo. Así, a él le
decían: “¿Qué importa decir, señor Emperador, y ofrecer sacrificio e
incienso a él, para salvar tu vida?” Al principio Policarpo para nada
respondió, pero cuando ellos persistían en preguntar, exigiéndole que les
diera respuesta, finalmente dijo: “Jamás haré lo que me piden y aconsejan
que haga.” Cuando vieron que Policarpo era inconmovible en su fe,
comenzaron a insultarlo, y al mismo tiempo le empujaron del carro. Al caer
se le hirió la pierna severamente. Sin embargo, jamás demostró que se había
herido por la caída, sino que al levantarse, otra vez se entregó a los soldados
para ser llevado al lugar de ejecución, caminando tan rápido como si nada le
molestara.
Apenas Policarpo había entrado al circo o anfiteatro donde iba a ser
ejecutado, cuando se oyó una voz del cielo, diciendo: “Sé fuerte, ¡oh
Policarpo! Sé valiente en tú confesión, y en el sufrimiento que te espera.”
Nadie vio la persona de la cual había salido esta voz; pero muchos de los
cristianos que por allí se hallaban presentes la escucharon. Sin embargo, a
causa del gran alboroto que se había creado, la mayor parte de la gente no
escuchó la voz. No obstante, tuvo la tendencia de fortalecer a Policarpo y a
los que la oyeron.
El gobernador lo amonestó a tener compasión de sí mismo por la edad
avanzada que tenía, incitándolo a que jurara por la fortuna del Emperador, y
así negar a Cristo. Policarpo le dio la siguiente candorosa respuesta: “Hasta
ahora he servido a mi Señor Jesucristo ochenta y seis años, y jamás me ha
hecho daño alguno. ¿Cómo podría entonces negar a mi Rey, quien hasta aquí
me ha guardado de todo mal, y que tan fielmente me ha redimido?”
Entonces el gobernador lo amenazó con fieras salvajes que lo
despedazarían si no desistía de su propósito, diciéndole: “Frente a mí tengo
las fieras, a las que habré de lanzarte a menos que te conviertas a tiempo.”
Policarpo le contestó sin temor: “Que vengan las fieras; pues mi
propósito no cambiará. No podemos ser convertidos o pervertidos del bien al
mal por medio de la aflicción. Pero mejor fuera si ellos, los hacedores de
maldad, quienes en su malignidad persisten, llegaran a ser convertidos a lo
que es el bien.”
34
El gobernador replicó: “Si aún no sientes pena, y desprecias las fieras
salvajes, habré de quemarte con fuego.”
Una vez más, Policarpo le contestó, diciendo: “Ahora me amenazas con
el fuego, que habrá de arder por una hora, y pronto se apagará. Pero no
conoces el fuego del juicio futuro de Dios que está preparado y reservado
para castigo y tormento eterno de los malvados. Pero ¿por qué ahora te
detienes? Trae el fuego, o las fieras, o cualquier otra cosa que hayas de
escoger. Por ninguna de ellas me persuadirás a negar a Cristo, mí Señor y
Salvador.”

El martirio de Policarpo: quemado vivo en la hoguera, Esmirna, 155 d.C

Finalmente, cuando la muchedumbre demandaba que lo mataran, fue


entregado por el gobernador para ser quemado. Inmediatamente trajeron un
gran montón de madera, fardos de leña, y virutas. Cuando Policarpo vio
aquellas cosas, él mismo se desvistió y se despojó del calzado, para que lo
acostaran sobre las maderas descalzo y sin vestidura. Habiendo ya hecho
esto, los verdugos estaban a punto de echarle mano para clavarlo a los
maderos, pero él les dijo: “Déjenme así. Aquél quien me ha dado la fortaleza
para soportar el dolor del fuego, también me ha de fortalecer para
permanecer en el fuego, aún si no me clavan en el madero.” Entonces ellos,

35
según lo pedido, no lo fijaron con clavos a los maderos, sino que apenas con
una cuerda le ataron las manos atrás.
Así pues, preparado ya como un holocausto, y puesto sobre los maderos
como cordero de sacrificio, oró a Dios, diciendo: “Oh Padre de tu amado y
bendito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido el
conocimiento salvador de tu bendito nombre; Dios de ángeles y poderes y de
todas las criaturas, pero especialmente de todos los justos que viven al lado
tuyo, gracias te doy por haberme llamado en este día y esta hora y hallado
digno para tener parte y lugar entre el número de tus santos mártires, según
como tú, oh Dios de verdad, que no puedes mentir, me has preparado, y me
lo hiciste saber, y que finalmente ahora lo has cumplido. Por tanto, te
agradezco y alabo por sobre todo hombre, y honro tu santo nombre por
Jesucristo, tu amado Hijo, el eterno sumo sacerdote, para quien junto contigo
y el Espíritu Santo, sea la gloria, ahora y para siempre. Amén.” Tan pronto
que pronunció la última palabra de su oración (la palabra “Amén”), los
verdugos encendieron los maderos sobre los cuales yacía. Y cuando las
llamas circundaban altas sobre el cuerpo de Policarpo, para asombro de
todos, se vio que el fuego poco o nada le había herido. Por tanto, al verdugo
le dieron orden de traspasarlo con la espada, lo cual hizo inmediatamente. Y
la sangre le salió a borbotones de la herida a tal punto que casi llegó a
extinguir el fuego. De esta manera, este fiel testigo de Jesucristo, habiendo
muerto a fuego y espada, entró en el reposo de los santos.
Otra descripción del estilo de vida de los cristianos en el
Imperio Romano en el siglo II.
Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la
localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en ciudades
propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida
extraordinaria... Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros,
según ha dispuesto la suerte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en
cuanto al alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la
constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa
(paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en
sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les
corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las
opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda
patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran
hijos; pero no se desquitan de su descendencia. Celebran las comidas en
común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no
viven según la carne. Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está
36
en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus
propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No
se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun
así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a
muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se
habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos
bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados
como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les
volviera a dar vida. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y
los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar
razón de su odio. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)7

Felícita con sus siete hijos martirizados en Roma, 164 d.C


Felícita era una viuda cristiana en Roma, madre de siete hijos, cuyos
nombres eran Januarius, Félix, Filipo, Silvano, Alejandro, Vitalis y
Martialis. Estos vivieron juntos con su madre en la misma casa, como una
iglesia entera. De la madre se afirma que por las conversaciones que ella
tuvo con las mujeres, convirtió a muchas a Cristo. Los hijos, por su parte se
mostraron dignos por ganar a muchos hombres a Cristo.
Ahora, cuando los sacerdotes paganos se quejaron de esto ante Antonio,
el Emperador, el cual revivió la persecución que había empezado con
Trajano pero había perdido su fuerza, diciendo que había no solamente
hombres, sino también mujeres que blasfemaban contra sus imágenes,
pisoteaban la adoración del Emperador de los dioses- la adoración de los
dioses según la manera del Emperador- de hecho alejaron a muchos de la
religión antigua de los romanos; se afirmaba que aquello había sido hecho
principalmente por una cierta viuda llamada Felícita y sus siete hijos, y para
impedirlo ellos tendrían que ser obligados a renunciar a Cristo y sacrificar a
los dioses, o en caso de rehusar hacer eso, serían llevados a la muerte. El
Emperador, siendo provocado de esta manera, le otorgó a Publio, el
magistrado principal, la absoluta autoridad sobre ellos.
Publio quería perdonar a Felícita, pues era una mujer muy respetable.
Primero los llamó secretamente a su propia casa. Allí él les rogó con
palabras agradables y promesas, pero después amenazó castigarlos con
torturas severas a no ser que abandonaran la religión cristiana, y aceptaran
otra vez la antigua adoración de los dioses romanos. Felícita, recordando las

7
Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema Vida
de los cristianos, el estilo de., publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
37
palabras de Cristo, “Él que me confiesa delante de los hombres, yo le
confesaré también delante de mi Padre que está en los cielos,” no lo evitó,
usando palabras disfrazadas o indirectas, sino respondió brevemente: “Yo no
estoy conmovida por sus halagos y ruegos, ni atemorizada por sus amenazas;
porque yo experimento en mi corazón la obra del Espíritu Santo, el cual me
da un poder vivo y me prepara para enfrentar el sufrimiento y soportar todas
las aflicciones que usted puede causarme.”

Felícita, presenciando la muerte de sus siete hijos antes de ser ella misma
martirizada, Roma 164 d.C.
Ya que Publio no pudo mover a la mujer de su firme propósito, él le dijo:
“Muy bien; si le parece agradable morir, muera sola, pero compadécete de
tus hijos y pídeles que sacrifiquen a los dioses para salvar sus vidas.”
Entonces Felícita le respondió al juez: “Tu compasión es pura maldad y
crueldad, porque si mis hijos sacrificaran a los dioses, no rescatarían sus
vidas, sino las venderían al demonio del infierno, cuyos siervos en cuerpo y
alma serán reservados por él, en cadenas de oscuridad para el fuego eterno.
Después, mirando a sus hijos les dijo: “Sigan firmes en la fe, porque
Cristo y sus santos los están esperando. He aquí, el cielo está abierto delante
de ustedes; por lo tanto, luchen valientemente por sus almas, y demuestren
que son fieles en el amor de Cristo en el cual él los ama a ustedes y ustedes a
él.”

38
El magistrado se llenó de ira contra ella y mandó golpearla en su mejilla,
mientras que al mismo tiempo le reprendía con vehemencia diciendo:
“¿Cómo te atreves a exhortar con insolencia a tus hijos en mi presencia, y
hacerlos obstinados a desobedecer los mandatos del Emperador? Sería
mucho más correcto para ti que los incitaras a la obediencia a él.”
Felícita, a pesar de haber sido amenazada con la muerte, respondió con
valentía de varón: “Si usted, o juez, conociera a nuestro salvador Jesucristo y
el poder de su divinidad y majestad, sin duda dejaría de perseguir a los
cristianos y no intentaría apartarnos de la religión cristiana obligándonos a
blasfemar, porque cualquiera que maldice o blasfema a Cristo y a sus fieles,
maldice y blasfema a Dios mismo, quien vive por la fe en sus corazones.”
Entonces, aunque le golpearon la cara con sus puños para acallarla, ella
no dejó de amonestar a sus hijos a permanecer fieles y no temer las torturas
ni al potro, ni aun la misma muerte, sino morir voluntariamente por el
nombre de Cristo.
Por lo tanto Publio llevó a cada uno de sus hijos separadamente y habló
primero a uno y después a otro, esperando por este último recurso a
apartarlos de la verdad, tanto por amenazas como por promesas, por lo
menos a algunos de ellos. Pero como no pudo persuadirlos, mandó un
mensaje al Emperador, diciendo que todos permanecieron obstinados y que
él no pudo persuadirlos a sacrificar a los dioses de ninguna manera. Entonces
el Emperador condenó a la madre junto con sus siete hijos para ser
entregados en las manos de los verdugos y ser martirizados de diversas
maneras. Sin embargo, la madre tendría que ver morir a todos sus hijos antes
de su martirio.
De acuerdo con esta sentencia, primero azotaron a Januarius el
primogénito hasta que murió en la presencia de su madre. Los azotes fueron
diseñados de cuerdas con bolas de plomo atadas en sus extremos. Los que
tuvieron que sufrir este tipo de tortura fueron azotados con ellos en sus
cuellos, espaldas, costados y otras partes tiernas de sus cuerpos, o para
torturarlos o para martirizarlos como en este caso. Félix y Filipo, el segundo
y tercer hermano, fueron azotados hasta la muerte con varas. Silvano fue
arrojado desde un lugar alto. Alejandro, Vitalis y Martialis fueron
decapitados. Esto sucedió bajo el emperador Antonio Pio.

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LA CUARTA PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS
BAJO MARCOS AURELIO Y LUCIO VERO, LA CUAL COMENZÓ
CERCA DEL AÑO 166 D.C.
Por todas partes y en todas las ciudades, escribe P.J.Twisck, los edictos y
decretos contra los cristianos fueron manifiestos; por esta razón los
magistrados y oficiales procedieron cruelmente contra ellos, se levantaron de
una manera muy cruel contra ellos, persiguiéndolos hasta la muerte, con gran
atrocidad e ira. Porque diversos tipos de torturas, castigos y muerte, y sin
importar cuán grandes, severos y crueles, fueron producidos o planeados por
estos hombres malvados, tiranos e instrumentos del diablo. Se pensaba que
los cristianos como malditos, como enemigos del gobierno y como la causa
de toda desgracia merecían ser objetos de burla pública, encarcelados
eternamente, exiliados, azotados, apedreados, estrangulados, decapitados y
quemados. Además, se pensó que era menos de lo que ellos realmente
merecían.
En ese tiempo empezaron a poner placas calentadas al rojo vivo sobre las
pobres personas hasta hacerlos morir; también arrancaron la carne de sus
huesos con tenazas al rojo vivo; fueron colocados en sillas de hierro y
quemados a fuego lento.
Todo esto fue acompañado por una crueldad más: Los cuerpos de los
muertos fueron arrojados a los perros y guardados por soldados para impedir
que otros cristianos los llevaran para enterrarlos. En resumen, tan grande era
el sufrimiento que, solamente en la ciudad de Lyon, el obispo Ireneo y
diecinueve mil de sus ovejas fueron cruelmente masacrados.
Átalo, asado en una silla de hierro, tostado, arrojado a las
bestias salvajes y decapitado por el río Rhone, cerca del año 172
En este tiempo, la espantosa presión de conciencia siguió bajo los
emperadores Marcos Aurelio y Lucio Vero; y no cesó hasta que los
cristianos terminaron sus vidas bajo muchos tormentos. Y sucedió que un
cierto cristiano piadoso, llamado Átalo, que había sido arrestado por ser
cristiano, fue torturado de una manera muy cruel. Sí, hasta llegó a ser
colocado sobre el fuego en una silla de hierro y asado. Cuando le
preguntaron qué nombre tiene el Dios de los cristianos, él respondió: “Donde
hay muchos dioses, se los distingue por nombres; pero donde hay un solo
Dios, no se necesita un nombre.” Por fin él fue llevado al Coliseo para ser
devorado por las bestias. Pero ellas, o por la mano de Dios, o porque ya
habían sido saciadas, no lo tocaron, ni con sus garras, ni con sus dientes; así

40
que él, junto con otros mártires, fue acuchillado por la garganta. Algunos
escriben que después fue decapitado.

Maturus, Santos, Blandina y un joven del Ponto, cruelmente


atormentados por el río Rhone cerca del año 172 d.C
Los antiguos escritores atestiguan que cerca del tiempo en que Átalo fue
muerto, varios otros también fueron martirizados por causa de Cristo, como
Maturus, Santos, Blandina, y un joven de quince años del Ponto. En cuanto a
las circunstancias de sus sufrimientos y su muerte, ocurrió de esta manera:
En primer lugar, tres de ellos, fueron atormentados cruelmente,
especialmente Blandina. Los otros temieron mucho por ella, pues no
pudiendo resistir el dolor, ella podría negar a Cristo. Pero ella permaneció
tan firme en todos sus sufrimientos que las manos de sus verdugos se
cansaron antes que su corazón desmayara. Eusebio Panfilio ha escrito sobre
ella que los verdugos en la mañana desde muy temprano la torturaron hasta
la noche y se sorprendieron mucho que ella siguiera aún con vida. Pero él
explica esto, diciendo que cada vez que ella repitió las palabras, “soy
cristiana,” su espíritu se fortalecía y pudo seguir soportando.
Santos, quien era el diácono o el que cuidaba a los pobres, fue
atormentado con placas de cobre, al rojo vivo, los cuales se aplicaron en su
abdomen. Siendo interrogado en cuanto a su nombre, su nación, su ciudad, si
era esclavo o libre, no dijo otra cosa, sino que a todas las preguntas
respondía en latín: “Soy cristiano.” Esto era para él su nombre, su patria y su
raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras. Esto enojó
a los tiranos y los llenó de una furia atroz que siguieron torturándolo hasta
que su cuerpo tenía la apariencia de ser una sola herida. Pero él permaneció
animado y valiente; soportó el calor del fuego por las consolaciones
celestiales de Jesucristo.
Maturus fue tratado casi de la misma manera y permaneció igualmente
firme. Habiendo sido terriblemente atormentadas, estas tres personas fueron
echadas a la cárcel otra vez. Después fueron sacadas y atormentadas
nuevamente. Primero Blandina y después Maturus y Santos. Fueron azotados
la segunda y tercera vez con todo tipo de varas; además fueron golpeados
con palos, garrotes, y astillas afiladas; también fueron pellizcados, cortados y
desgarrados con todo tipo de ganchos, cuchillos, garras, tenazas y peines de
hierro. Por fin, cuando muchos miles se habían reunido en el anfiteatro,
Maturus y Santos fueron colocados en sillas de hierro bajo las cuales un gran
fuego fue encendido, así que sus cuerpos, lacerados con muchos azotes
fueron inmediatamente consumidos por el fuego; sin embargo, cuando los
41
enemigos de la verdad vieron que sus espíritus permanecían firmes, los
decapitaron.
De Blandina está escrito que ella fue tendida en diagonal y atada a una
estaca, para ser arrojada a las bestias. Sin embargo, ella fue llevada otra vez
a la cárcel. Pero después, en el último día de los juegos, fue sacada junto con
el joven del Ponto el cual había sido ordenado por el juez a ver los
sufrimientos y las muertes de los mártires anteriores para que le infundieran
temor. Siendo llevados al centro del lugar de ejecución delante del juez,
fueron ordenados a jurar por los dioses, lo cual se negaron a hacer,
reprendiendo a la vez la idolatría de los paganos. En eso, los paganos se
indignaron, y los atormentaron mucho, tanto que el joven, no pudiendo
soportar más, murió.

Blandina, asada en una parrilla y luego arrojada a toros salvajes, 172 d.C

Blandina se regocijó tanto al ver la firmeza del joven muerto que ella
había adoptado como hijo, y también la muerte de sus amigos fieles que ya
habían pasado el conflicto, siendo azotados por el tirano, que ella saltó de
gozo. En cuanto a su muerte, se escribe que ella fue asada en una parrilla y
después envuelta en una red y arrojada a toros que la lanzaron al aire con sus
cuernos y después la dejaron caer al suelo. Sin embargo, como ella aún no
había muerto, el juez ordenó que le cortaran la garganta, lo cual hicieron;
aunque otros dicen que ella fue clavada con una espada. De esta manera la
piadosa mártir y los otros tres mártires de Jesús terminaron sus vidas, y
42
ahora están esperando el dichoso premio que el Señor dará en el gran día de
la recompensa a todos los que han sufrido y luchado, aun hasta la muerte,
por causa de su nombre.

En las siguientes citas Celso, un filósofo romano incrédulo, crítico del


cristianismo, describe a los cristianos como enemigos del Imperio o
revolucionarios; puesto que ellos no obedecían las órdenes del
Emperador tales como participar en la guerra o en la política, o en la
adoración de los dioses del Imperio.

Hay una raza nueva de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones,
asociados entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles,
perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero auto
glorificándose con la común blasfemia: son los cristianos. Mientras las
sociedades autorizadas y organizaciones tradicionales se reúnen
abiertamente y a la luz del día, ellos mantienen reuniones secretas e ilícitas
para enseñar y practicar sus doctrinas. Se unen entre sí por un compromiso
más sagrado que un juramento y así quedan confabulados para conspirar con
más seguridad contra las leyes y así resistir más fácilmente a los peligros y a
los suplicios que les amenazan…
Vamos a tratar de otro asunto. Los cristianos no pueden soportar la vista de
templos, de altares ni de estatuas… Los persas comparten ese mismo
sentimiento… Sé de buena fuente que entre los persas la ley no permite
construir altares, templos, estatuas. Se considera locos a quienes lo hacen…
El menosprecio que los cristianos muestran hacia los templos, las estatuas y
los altares es como el signo y la señal de reunión, misteriosa y secreta, que
entre sí intercambian. (178 d.C.)8
Por esta y por otras razones, como dice Tertuliano: “Las asambleas
paganas tienen todos sus circos donde están prestos para gritar con alegría:
“Muerte para la tercera clase (refiriéndose a los cristianos).” O se decretaban
leyes contra los cristianos de parte del gobierno, como esta: “No es lícito que
los cristianos vivan en el mundo.”

8
Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Cristianismo IV., publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
43
Capítulo 3
Los mártires del siglo III
LA QUINTA PERSECUIÓN IMPERIAL CONTRA LOS
CRISTIANOS BAJO EL EMPERADOR SEVEREO, LA CUAL
COMENZÓ EL 201 d.C
Las siguientes citas son fragmentos de una carta dirigida por
Tertuliano, obispo de la iglesia de Cartago, África, a cristianos
encarcelados en tiempos de persecución.
Los demás impedimentos y aun sus mismos parientes les han
acompañado tan sólo hasta la puerta de la cárcel. En ese momento han sido
separados del mundo. ¡Cuánto más de sus cosas y afanes! ¡No se aflijan por
haber sido sacados del mundo!
Si con sinceridad reflexionamos que este mundo es una cárcel, fácilmente
comprenderíamos que no han entrado en la cárcel sino que han salido.
Porque mucho mayores son las tinieblas del mundo que entenebrecen la
mente de los hombres. Más pesadas son sus cadenas, pues oprimen a las
mismas almas. Más repugnante es la fetidez que exhala el mundo porque
emana de la lujuria de los hombres. En fin, mayor número de presos encierra
la cárcel del mundo, porque abarca todo el género humano, amenazado, no
por el juicio del procónsul, sino por la justicia de Dios…
En la cárcel se entristece el que suspira por las dichas del mundo; pero el
cristiano, que afuera había renunciado al mundo, en la cárcel desprecia a la
misma cárcel. En nada les preocupe el rango que ocupan en este siglo,
puesto que están fuera de él. Si algo de este mundo han perdido, gran
negocio es perder, si perdiendo han ganado algo mucho mejor. Y ¡cuánto
habrá que decir del premio destinado por Dios para los mártires!9

9
Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Mártires I., publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
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Perpetúa y felícita de Tuburbi, Mauritania, y otros,
violentamente martirizados cerca del año 201 d.C
Perpetúa y Felícita, dos mujeres cristianas muy piadosas y honorables en
Tuburbi, una ciudad en Mauritania, una provincia de África. Ambas fueron
arrestadas sin advertencia para sufrir por el nombre de Cristo: Felícita estaba
a punto de dar a luz y Perpetua había acabado de dar a luz a un niño que ella
estaba amamantando. Pero esto no les causó temor para que abandonaran a
Cristo, ni las impidió de seguir en el camino de la piedad; antes bien,
permanecieron como discípulos fieles de Cristo y llegaron a ser mártires
fuertes.

Felícita de Tuburbi, burlada por el carcelero momentos después de dar a luz en la cárcel,
Mauritania, 201 d.C

De acuerdo con las leyes romanas, esperaron que la mujer embarazada


diera a luz para luego sentenciarla y condenarla a la muerte. Cuando los
dolores de la muerte le sobrevinieron en la cárcel, ella gritó de angustia y
temor. El carcelero le dijo: “Tú tienes tanto temor y angustia ahora, y gritas
en voz alta por el dolor. ¿Cómo entonces soportarás mañana o el día
siguiente cuando seas llevada a la muerte?” Felícita respondió así: “Ahora
sufro como pobre mujer el castigo que Dios, debido al pecado, ha puesto

45
sobre el sexo femenino. Pero mañana sufriré como mujer cristiana.” Con
estas palabras ella demostró claramente que había fundado su fe firmemente
e inquebrantablemente sobre Cristo, el cual nunca abandona a los suyos
aunque estén en medio del fuego y sean consumidos. Dios le dio fuerzas
especiales para que ella pudiera soportar sus sufrimientos.
Refiriéndose a todo esto, Tertuliano escribe: “Perpetua, la mártir muy
fuerte y firme, tuvo una revelación o visión del paraíso celestial en el día de
sus sufrimientos, en la cual ella vio solamente a sus compañeros de martirio.
¿Y por qué a ningún otro? Porque la espada ardiente que aguarda la puerta
del paraíso cede la entrada solamente a los que mueren por Cristo.” Después
de tantos sufrimientos estas dos heroínas piadosas de Jesucristo, fueron
martirizadas; por tanto, serán coronadas con la corona que no se envejece
como un triunfo sobre los enemigos que ellas vencieron: las crueldades y los
dolores de la muerte.
Los que fueron martirizados junto con ellas fueron cuatro. Se supone que
uno de ellos murió en la cárcel, debido a las extremas circunstancias, pero
que los otros fueron arrojados a las bestias salvajes: toros, leones, osos,
leopardos, etc., para ser desgarrados por ellos. Así ellos cambiaron sus vidas
por la muerte, por causa de Cristo.

“Qué hermoso espectáculo para Dios, cuando el cristiano se enfrenta al dolor,


cuando enfrenta las amenazas, suplicios y tormentos, cuando desprecia sonriente el
estrépito de la muerte y el horror que inspira el verdugo, cuando hace valer su
libertad frente a reyes y príncipes y sólo se somete al único Dios, a quien pertenece,
cuando, triunfante y victorioso, desafía a quien pronunció la sentencia contra él.
Porque al final venció quien obtuvo aquello por lo que luchó.” Marco Minucio Félix.

LA SEXTA PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS, BAJO


EL EMPERADOR MAXIMINIANO EN EL AÑO 237 D.C
La sexta persecución de los cristianos surgió bajo el emperador
Maximiniano, un hombre de carácter cruel, y fue dirigido contra los
cristianos, y especialmente contra los líderes. Afortunadamente él reinó
solamente dos años. Y puesto que era un enemigo violento de los obispos, la
persecución comenzó contra ellos, los autores y maestros de la religión
cristiana. Se pensaba que si ellos fueran eliminados, la gente común
fácilmente podría ser persuadida a abandonar el cristianismo. Por esta razón,
Orígenes, un líder de la iglesia, con el fin de exhortar a los cristianos a
permanecer firmes, escribió un libro sobre el martirio y lo dedicó a
Ambrosio, el obispo de la iglesia de Milán. Tocando la causa de estas
persecuciones la Introducción del libro dice así: “Los paganos odiaron tanto
46
a los cristianos que cuando ocurrían terremotos, tempestades, etc., ellos
culpaban a los cristianos; afirmando que sus dioses estaban ofendidos porque
su honor entre la población estaba menguando por causa de los cristianos.
De lo cual se deduce que los paganos trataron a los cristianos de la peor
manera.”

Miles de personas quemadas en sus lugares de reunión en varias


ocasiones por la verdad del evangelio, bajo los decretos del Emperador
Maximiniano cerca del año 237 d.C.

He aquí, un hecho cruel y malvado llevado a cabo por el emperador


Maximiniano. Mientras los cristianos se hallaban reunidos en sus lugares de
reunión, el Emperador mandó a sus soldados a cerrarlos y a amontonar leña
alrededor y prenderles fuego para quemar a todos los cristianos dentro de
ellos. Pero antes de encender la leña, él hizo proclamar que cualquiera que
saliera y sacrificara a Júpiter, sería perdonado; además, sería premiado por el
Emperador. Los cristianos respondieron que no sabían quién era Júpiter; que
Cristo era su Señor y Dios y por el honor de su nombre iban a vivir y morir.
Es un milagro especial que entre tantos miles de cristianos ni siquiera uno
deseó salir y negar a Cristo para salvar su vida; todos juntos permanecieron

47
fieles, cantando y alabando a Cristo hasta que el humo y el vapor apagaron
sus voces.
“Entre más nos persigan ustedes, más crecemos nosotros. La sangre de los
cristianos es una semilla… Y después de meditar en ello, ¿quién habrá entre ustedes
que no quisiera entender el secreto de los cristianos? Y después de inquirir, ¿quién
habrá que no abrace nuestra enseñanza? Y cuando la haya abrazado, ¿quién no
sufrirá la persecución de buena voluntad para que también participe de la plenitud de
la gracia de Dios?” Tertuliano10

LA SÉPTIMA PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS


BAJO EL EMPERADOR DECIO, 251 D.C

Los tormentos con los cuales los pobres cristianos fueron llevados a la
muerte en aquellos días, fueron muy severos. Fueron exiliados, despojados
de sus bienes, condenados a las minas, azotados, maltratados, decapitados y
ahorcados. Se vertía alquitrán caliente sobre ellos; fueron tostados a fuego
lento, apedreados; pinchados en el rostro, en los ojos y en todo el cuerpo con
instrumentos puntiagudos y filudos; arrastrados por las calles sobre piedras
puntiagudas, estrellados contra las rocas, lanzados desde lugares altos, sus
miembros rotos en pedazos, envueltos en mantos con espinas, dados como
presa y comida a las bestias salvajes…

LA OCTAVA PERSECUCIÓN BAJO EL EMPERADOR


VALERIANO Y SU HIJO GALENO, 259 D.C.
Verdaderamente el emperador Valeriano fue un príncipe muy piadoso y
digno de elogio, distinguido de los demás. Pero ¿de qué sirvió? Aunque al
principio favoreció mucho a los cristianos y tanto honró a sus líderes que su
casa era considerada una iglesia del Señor; después fue corrompido por un
doctor, el malvado jefe y príncipe de todos los hechiceros de Egipto. Él
convenció al Emperador que no iba a prosperar mientras toleraba a los
cristianos en su corte y en el Imperio. Entonces el Emperador mandó
perseguir y matar a estos hombres santos y justos, dado que ellos se
opusieron a la hechicería con la cual él había sido contaminado.
Dicho hechicero también había convencido al Emperador a matar y
sacrificar a niños y adultos en honor de Satanás; y este ordenó matar a niños
para realizar sus impuras ceremonias y abominables sacrificios, arrebatando
a los niños de sus padres; tanto despreció y oprimió a los cristianos que no
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Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Mártires I., publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
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perdonó a anciano, ni joven, ni hombre, ni mujer. Al contrario, humilló hasta
la muerte los que le trajeron.
En todo el territorio de Roma eran martirizados de diversas maneras:
arrojados a las bestias, golpeados, heridos, ejecutados con la espada,
despedazados, pellizcados con tenazas al rojo vivo; otras veces sus dedos y
nervios eran fijados con clavos al rojo vivo. Algunos eran colgados de sus
brazos con pesas atadas a sus pies, y así eran despedazados poco a poco en
medio de un gran dolor. Otros, cuyos cuerpos habían sido cubiertos con
miel, eran tendidos en el suelo bajo un sol caliente para ser atormentados y
picados hasta morir por moscas, abejas y otros insectos. Otros eran
golpeados con palos y encarcelados hasta perecer dolorosamente. Muchos
cristianos tenían que andar sin rumbo fijo por países extranjeros, por lugares
aislados y cuevas; en medio de pobreza y necesidad; dejando la comodidad,
el honor y la prosperidad, su paz, sus amigos y sus bienes.

Cipriano, un obispo de la iglesia de Cartago, escribió lo siguiente en cuanto


a esta persecución:
Valeriano dio una carta al Senado, ordenando que los obispos y
ancianos y diáconos fueran ejecutados al instante, que… debieran ser
despojados de sus bienes, además de la dignidad, y, si perseveraren en
su cristianismo, después de despojados de todo, fueran decapitados…
Estamos esperando cada día que llegue esta carta, manteniéndonos en
pie con la firmeza de la fe dispuestos al martirio, y esperando de la
ayuda y misericordia del Señor la corona de la vida eterna.11

LA NOVENA PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS,


BAJO EL EMPERADOR AURELIANO, 273 D.C.

P. J. Twisck escribe: “El emperador Aureliano comenzó la novena


persecución contra los cristianos. Por naturaleza él se inclinó a la tiranía; era
tan sanguinario que mató a su sobrino. Por fin, por causa de lo atroz de su
propio carácter y los malos consejos que recibió, él llegó a ser enemigo y
perseguidor de los cristianos. Él mandó cartas a los gobernadores en todo el
Imperio romano para fastidiar a los cristianos; pero cuando estaba a punto de
iniciar la persecución, no pudo firmar los decretos contra los cristianos, pues
Dios paralizó su mano. Por medio del juicio divino, él fue aterrorizado con

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Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Persecución, publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
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truenos, relámpago y rayos de fuego mientras meditaba en cómo matar y
exterminar a los cristianos. Poco tiempo después, fue asesinado por su
notario.

Dos mujeres martirizadas por el testimonio de Jesucristo en


Cilicia, 285 d.C.
Eulalio, el carcelero, sacó a Donuina de la cárcel y la llevó a Lisias, el
gobernador. Él le dijo: “Mira, mujer, este fuego y estos tormentos están
preparados para ti. Si deseas escapar del dolor, sacrifica a los dioses.”
Donuina respondió: “No lo haré, pues no quiero caer a los eternos dolores
del infierno. Yo sirvo a Dios y a su ungido Cristo, quien ha creado los cielos
y la tierra y todo lo que hay en ellos. Sus dioses son de madera y piedra,
hechos por manos de hombres.”
Llevaron a Donuina al potro y Lisias ordenó: “Quítenle toda la ropa,
estírenla y hieran todos sus miembros y todo su cuerpo con varas.” Ella
murió después de soportar muchos golpes. Entonces el verdugo le dijo al
gobernador: “Gobernador, Donuina ha muerto.” Entonces Lisias ordenó
arrojarla al río.
Después el carcelero dijo al gobernador: “Aquí está Theonilla, la otra
mujer.” Lisias le dijo: “Mujer, has visto el castigo sobre los desobedientes y
de qué modo han sido torturados: Honra a los dioses y sacrifica para escapar
de estos tormentos.”
Theonilla contestó: “Yo temo a aquel que tiene poder para arrojar el alma
y el cuerpo al infierno y quemar a todos los que se apartan de Dios y honran
a Satanás.”
Lisias ordenó al verdugo: “Golpéala en las mejillas; arrójala al suelo, ata
sus pies y tortúrala sin piedad.”
Theonilla respondió: “¿Te parece bueno tratar así a una mujer respetable?
Tú sabes que no puedes esconder de Dios lo que haces conmigo.”
Lisias mandó colgarla de sus trenzas y golpearla en las mejillas.
Luego ordenó que la torturaran en el potro. Habiendo sido quitada su
ropa, Theonilla le preguntó: “¿No te da vergüenza descubrir mi cuerpo y así
deshonrar a tu madre y esposa, quienes son mujeres también?”
Lisias preguntó si ella tenía esposo o si era viuda.
Theonilla respondió: “Yo he sido viuda durante más de veintitrés años y
he permanecido sola para poder servir mejor a Dios con ayunos, vigilias y

50
oraciones, al Dios que no llegué a conocer, sino hasta haber renunciado al
mundo y a los ídolos.”
Lisias ordenó humillarla aún más. Raparon su cabello, amontonaron
espinas alrededor de su cuerpo, la estiraron entre cuatro estacas, la azotaron
en todo el cuerpo, y colocaron carbones al rojo vivo sobre su cuerpo para
que fuera consumida. Después que el carcelero y el verdugo hubieron
cumplido todo esto, ella murió e informaron a Lisias, diciendo: “Señor, ya ha
muerto.” Entonces, el gobernador mandó meter el cuerpo de Theonilla en un
costal y arrojarlo al río. De esta manera sufrieron estas dos mártires puras
bajo el gobernador de Cilicia.

51
Capítulo 4
Los mártires del siglo IV
LA DÉCIMA PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS BAJO
EL EMPERADOR DIOCLECIANO, INICIADA EN EL AÑO 301 D.C.

Crucificados de diversas maneras, azotados, devorados por perros salvajes,


quemados con agua hervida y con fuego en la espantosa persecución contra los
cristianos bajo los emperadores Diocleciano y Maximiliano, 301 d.C.

Los enemigos de la verdad aprovecharon de un suceso para incitar al


emperador Diocleciano a actuar contra los cristianos. Hubo un incendio en la
ciudad de Nicodemia, donde los emperadores solían vivir, por el cual el
palacio del Emperador fue completamente destruido y los cristianos fueron
culpados por esta calamidad. El Emperador, sumamente enojado, fácilmente
creyó la difamación, pensando que había suficiente evidencia para ello.
52
Por tanto, en el decimonoveno año de su gobierno, él emitió un decreto
ordenando que todos en todo lugar debieran sacrificar a los dioses de los
emperadores y el que rehusara hacerlo debía ser matado; también que las
iglesias y los libros cristianos debían ser completamente destruidos. En casi
todas las ciudades del Imperio murieron alrededor de cien cristianos cada
día. En un mes, diecisiete mil cristianos fueron ejecutados. De esta manera la
sangre derramada coloreó de rojo muchos ríos. Algunos fueron ahorcados,
otros decapitados, algunos quemados; y hasta hundieron barcos llenos de
cristianos en las profundidades del mar.
Los tiranos arrastraron a algunos por las calles atándolos a las colas de
caballos y, después de haberlos herido y torturado, los encarcelaron para que
reposaran en camas de puntas afiladas. Su reposo fue más doloroso que la
tortura. A veces doblaron con mucha fuerza las ramas de los árboles, y
amarrando una pierna a una rama y la otra a otra rama, dejaron que las ramas
volvieran a sus posiciones naturales. De este modo, sus miembros fueron
despedazados de una manera horrible. Cortaban sus orejas, narices, labios,
manos y los dedos de sus pies, dejando solamente sus ojos para afligirlos con
más dolor. Afilaban clavos de madera y los clavaban entre las uñas y los
dedos; derretían plomo y lo derramaban lo más caliente posible sobre sus
espaldas desnudas.
De esta persecución, Salpitius Severo escribió: “Bajo los gobiernos de
Diocleciano y Maximiliano surgió una persecución muy amarga: por diez
años atormentó al pueblo de Dios. En ese tiempo, el mundo entero fue
manchado con la sangre santa de los mártires; los hombres se apuraron
heroicamente para participar en esas famosas luchas; es decir, el martirio por
el nombre del Señor, para obtener por una muerte honrosa y digna el honor
que merece un mártir.”
En Egipto, los decapitaron en cantidades tan grandes que los verdugos se
cansaron y sus espadas quedaron sin filo de tanto cortar. Los cristianos iban
a la muerte alegremente, sin ser atados; pues, temían que el tiempo de morir
como mártires se acabaría.

Eulalia, una joven cristiana, quemada con lámparas y


antorchas y asfixiada en Lusitana en el año 302 d.C.
Había una jovencita cristiana de 12 o 13 años llamada Eulalia. Ella era
llena de fervor en su espíritu: deseaba morir por el nombre de Cristo. En
consecuencia, sus padres tuvieron que llevarla de la ciudad de Merida a un
53
pueblo alejado y vigilarla con mucho cuidado. Pero ese lugar no pudo apagar
el fuego de su espíritu, ni mantenerla encerrada por mucho tiempo. Una
noche escapó y al día siguiente fue al tribunal muy temprano y con voz alta
dijo al juez y a todas las autoridades: “¿No les da vergüenza entregar sus
propias almas además de las de otros a la perdición eterna por negar al único
y verdadero Dios, el Padre de todos nosotros y el Creador de todas las cosas?
¡Oh, hombres desdichados! ¿Buscan ustedes a los cristianos para matarlos?
Aquí estoy, he aquí un enemigo de sus sacrificios satánicos. Con mi corazón
y mi boca yo confieso solamente a Dios; pero Isis, Apolo y Venus son ídolos
vanos.”
El juez a quien ella habló con tanta audacia se enfureció y llamó al
verdugo ordenándolo llevársela de una vez, desvestirla y someterla a varios
castigos. Él dijo que por medio del castigo ella conocería a los dioses de sus
padres, y aprendería cuán difícil es despreciar el mandato del Emperador
Maximiliano.
Pero antes que la llevaran a torturarla, el juez le habló con estas palabras
agradables: “¡Cuánto me gustaría perdonarte! ¡Oh que pudieras renunciar las
enseñanzas perversas de los cristianos antes de tu muerte! Piensa en cuánto
gozo podrías experimentar en un matrimonio honroso. Mira, todos tus
amigos lamentan que vas a morir en la plenitud de tu juventud. Mira, los
verdugos están preparados para torturarte hasta la muerte con todo tipo de
tormentos. Serás decapitada o desgarrada por las bestias o quemada con
antorchas. Eso te hará gritar y llorar porque no podrás soportar el dolor ni el
ser quemada con fuego. Fácilmente puedes escapar de todo eso. Solamente
toma un poco de sal e incienso y sacrifica a los dioses. Hija, si aceptas,
escaparás de todos estos severos castigos.”
La mártir fiel pensó que las palabras del juez no merecían una respuesta.
Más bien, empujó las imágenes, el altar, y otras cosas, volteándolos.
Inmediatamente dos verdugos vinieron y desgarraron sus miembros tiernos y
con cuchillos cortaron sus costados hasta llegar a las mismas costillas.
Eulalia, contando los cortes en su cuerpo, dijo: “¡He aquí, Señor
Jesucristo! ¡Tu nombre está siendo escrito en mi cuerpo; cuánto me gozo al
leer estas letras, porque son señales de la victoria! He aquí, mi sangre rojiza
confiesa tu nombre santo.”

54
Eulalia, sin responder al juez, empujó el altar y sus imágenes, rechazando así la
adoración pagana. Luego fue sofocada y quemada, Villa Nova, Portugal, 302 d.C
Ella habló esto con un rostro feliz, sin demostrar la menor angustia,
aunque la sangre fluía como una fuente de su cuerpo. Después de haber sido
cortada hasta las costillas, quemaron sus costados y su abdomen con
lámparas y antorchas. Por fin, su cabello, al encenderse, la asfixió. Así murió
esta heroína, joven de edad, pero madura en Cristo, amando más la
enseñanza de su Salvador que su propia vida.

“Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros (los cristianos) lo que
nos atrae el odio de algunos que dicen: miren cómo se aman, mientras ellos se odian
entre sí. Mira cómo están dispuestos a morir el uno por el otro, mientras ellos están
dispuestos, más bien, a matarse unos a otros. El hecho de que nos llamemos
hermanos lo toman como una infamia.” Tertuliano12

Pancracio, un joven de catorce años, decapitado por el testimonio de


Jesucristo fuera de la ciudad de Roma, el año 303 d.C.

12
Esta cita fue tomada de nuestro Diccionario de la iglesia primitiva del tema
Cristianismo IV., publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
55
Había un joven cristiano de catorce años que fue llevado al emperador
Diocleciano. Este favoreció mucho al joven y prometió adoptarlo si él
abandonaba a Cristo y honraba a los dioses romanos. Pero este joven era
maduro en el conocimiento y amor a su Salvador: permaneció firme al
defender la verdad y al despreciar a los dioses. Por lo tanto, el Emperador se
enfureció y mandó decapitar al joven en las afueras de Roma: De esta
manera, el joven amó la honra de Cristo más que su propia vida, y ahora
tiene su lugar entre los piadosos mártires.

Julieta de Iconio, una honorable viuda, después de haber huido


mucho, fue decapitada por el nombre del Señor en Tarso, Cilicia,
304 d.C.
Cuando la persecución iniciada por Diocleciano se hallaba en su mayor
esplendor, cierta viuda de Iconio intentó huir de ella. Fue a todo lugar con su
hijo de tres años de edad, desde Lyconia hasta Seleucia, desde allí hasta
Tarso en Cilicia. Pero no pudo permanecer en secreto debido a la fuerza de
la persecución: el procónsul de esa región la aprehendió. Después de mucho
esfuerzo de persuadirla a renunciar el cristianismo, mandó a azotarla con
fuertes azotes de cuero.
Mientras tanto, el procónsul se esforzó por mantener tranquilo al niño con
muchas palabras agradables; pero el niño lo resistió con sus manos y sus
pies, rehusando ser cuidado por un tirano; y finalmente corrió a su madre.
Sin embargo, el tirano lo atrapó otra vez, pero esta vez no se volvió pacífica
y agradablemente, pues el niño había arañado su cara y pateado sus costillas.
Por tanto, el dolor lo enfadó. Luego, tomó al niño de sus piernas y lo lanzó
hacia las gradas empedradas. La madre, viendo esto, se dirigió al tirano,
diciendo: “No creas que sea tan tímida para ser rendida por tus crueldades;
pues el dolor de mi cuerpo no me atemoriza, ni el estrangulamiento de mis
miembros moverá mi espíritu, ni las amenazas del fuego, ni la muerte
misma será capaz de separarme del amor de Cristo. Cuanto más me
amenaces con tormentos, más aceptables serán por mí; pues espero muy
pronto volver a ver a mi querido hijo y recibir con él la corona de justicia de
la mano de Cristo.”
A causa de estas palabras, el procónsul la suspendió a la estaca de tortura,
su cuerpo fue desgarrado con peines de metal, derramaron brea caliente
sobre su cuerpo desnudo y sobre sus frescas heridas. Finalmente fue
decapitada.

56
Julieta siendo azotada mientras su pequeño hijo era arrojado por el procónsul a
las gradas de piedra.

Cuarenta jóvenes arrojados a una piscina de agua fría y quemados


vivos al día siguiente en Antíoco, 304 d.C.
Mientras todo el Imperio Romano era muy perturbado por la persecución
violenta, cuarenta jóvenes, como defensores valientes de Jesucristo,
predicaron abiertamente y sin temor a Jesucristo en la ciudad de Antíoco. El
gobernador de esa región, después de haberlos arrestado, hizo todo lo posible
para apartarlos de la fe; pero cuando no pudo, los desvistió en el tiempo más
frío del invierno y mandó arrojarlos a una piscina muy fría. Como siguieron
con vida, al día siguiente ordenó quemarlos hasta reducirlos a cenizas.
Uno de ellos, como era muy joven, por compasión, había sido devuelto a
su madre; pero ella lo trajo otra vez y lo puso en el carruaje con los otros
jóvenes y le exhortó a terminar la carrera al lado de sus hermanos.

57
SEGUNDA PARTE
LOS MÁRTIRES EN LA EDAD
OSCURA
Una invitación a una viaje por los lugares donde anduvieron y
murieron los queridos mártires en los días pasados y oscuros
Como una introducción a los mártires de este periodo de la historia,
Thielman van Braght escribe lo siguiente:
Con pasos lentos iremos por un largo viaje, un viaje maravilloso y a la
vez triste. Los lugares por donde pasaremos son las montañas de Lombardía,
cerca de Novaria, las ciudades de Crema y Steyer en Austria, Zuidenitz en
Polonia, Marsella en Francia. Luego, pasaremos a Bohemia, terminando
nuestro viaje por el Mar Báltico.
¿Qué cosas hallaremos en el camino, queridos amigos? Ciertamente nada
que agrada a los deseos humanos o la carne; el fuego nos amenaza por un
lado y las aguas profundas por el otro; y en medio de ambos solamente se
encuentran el cadalso sangriento: las horcas, las estacas e innumerables
instrumentos horribles de la muerte y la tortura, los cuales someten a las
personas a una muerte lenta, que equivale a morir mil veces. Se ve un grupo
enteramente compuesto de cuerpos quemados, ahogados, decapitados o
martirizados de alguna u otra manera; así pues, tenemos que caminar por en
medio de cráneos y esqueletos: vemos sangre púrpura que parece fluir como
arroyos, a veces hasta como ríos grandes.
Sin embargo, nuestros corazones se llenan de gozo, nos deleitamos en
este viaje, y nos revestimos de vida en los valles de la muerte; porque aquí
está la entrada a los cielos, la puerta al bendito palacio; una puerta
verdaderamente estrecha, en cuyos postes quedan adheridos la carne y la
sangre; pero por esta puerta se entra a espaciosas moradas celestiales y al
jardín infinito y eterno del bendito paraíso. Aquí se escucha con los oídos de
la fe las voces alegres de los ángeles, superiores en canto a los cánticos de
pájaros o a la música instrumental más agradable, la cual de hecho suena
discordante y desagradable cuando se la compara con aquellas voces
angélicas. Aquí también se ve con claridad la majestad de Dios, Jesús, el
Salvador del mundo y las sociedades celestiales. No nos atrevemos hablar
más de ello porque ojo humano no lo ha visto, y el hombre ni siquiera ha

58
pensado en las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. (1
Corintios 2:9)
Todo esto se siente en el alma, aunque los cuerpos sufran una gran
angustia; pues pronto termina. ¿No debemos anhelar este viaje? ¡Por
supuesto! Entonces sigamos adelante. Que el Señor nos guíe y enseñe el
camino correcto.
¡Oh multitudes de mártires! Ustedes han testificado con su sangre el
nombre de Dios. Hemos venido a contemplar sus martirios y darlos a
conocer por escrito a nuestros hermanos; no es que pensamos ir de
peregrinación a los lugares donde murieron, para adorarlos; ni queremos
traerles ofrendas como hacen los sacerdotes; de ninguna manera; antes bien,
queremos recordar sus buenos ejemplos.

59
Capítulo 5
Los mártires de los siglos V-XV (400-1500 d.C)
Sobre los tiranos y su tiranía en el año 401
Entre los perseguidores sanguinarios de los cristianos cuentan Esdigerdis
y su hijo Geroranes, que no solamente mataron y asaron vivos a los
cristianos, sino también cortaron carrizos y los ataron fuertemente al lado
cortado contra los cuerpos desnudos de los mártires, lacerando así
terriblemente sus cuerpos. También los confinaron desnudos en celdas,
atando sus manos y sus pies, haciendo entrar muchas ratas hambrientas que
poco a poco los devoraron completamente. Sin embargo, con estas
crueldades y otras parecidas, persuadieron sólo a pocos cristianos a negar a
su Redentor.

La gran crueldad de Elvelid, el musulmán, el cual mató a todos


los cristianos que se hallaban encarcelados, 739 d.C.

Se escribe que en el año 739, el príncipe musulmán Elvelid, mandó


ejecutar a todos los cristianos en todas las ciudades.
Ya que los escritores antiguos no nos han dejado información detallada
en cuanto a sus enseñanzas y prácticas, no escribiremos con detalle sobre el
obispo de la iglesia de Damasco, Pedro Mavimenus y otros que en ese
tiempo fueron martirizados en el Oriente por el testimonio de Cristo.
¡Oh cuán lamentable es que los escritores antiguos no nos hayan dejado
más información clara y especifica de esos tiempos! Estamos seguros que
alentaría muchos corazones sinceros y esforzaría su fe si ellos pudieran ver
que en días pasados y turbulentos muchos de sus hermanos y hermanas
amaron tanto a Cristo, su querido novio de sangre, y las enseñanzas
celestiales, que sin vacilar, testificaron por Él por medio de la muerte, en el
fuego y el agua, en los dientes y en las garras de las bestias o en la espada
mortal y de otros modos.

Nunila y Aloida, hermanas jóvenes, ejecutadas por la espada en la


ciudad de Osca por el nombre del señor Jesús, cerca del año 857 d.C.

60
El Señor preparó no solamente hombres, sino también mujeres y
doncellas. Cerca del año 851 entre los musulmanes, dos hermanas llamadas
Nunila y la otra Aloida, no vacilaron en testificar de Jesucristo, su novio
celestial, con su sangre y su muerte.
Su padre era musulmán y su madre una cristiana de nombre, pero no muy
piadosa, pues, después de la muerte de su esposo se casó con un musulmán
incrédulo. Así pues, estas mujeres jóvenes piadosas no pudieron practicar
con libertad su vida cristiana debido a las restricciones de su padrastro
incrédulo. Por lo tanto, dejaron la casa de su madre y fueron a vivir con su
tía, una cristiana verdadera, la cual les enseñó más del evangelio.
El enemigo de los hombres se llenó de envidia porque ellas, las hijas de
un padre musulmán, se habían convertido al cristianismo. Él los acusó por
medio de personas malvadas ante el policía principal de la ciudad de Osca;
luego ellas fueron llevadas al juez. Éste les prometió muchos regalos para
apartarlas de la fe. También prometió darlas en matrimonio a los mejores
jóvenes, si ellas se convirtieran a la fe musulmana. Pero si ellas siguieran
obstinadas, él amenazó con torturarlas y matarlas con la espada. Por
consiguiente, estas doncellas piadosas fortalecidas por el Espíritu de Dios,
contestaron firmemente y sin temor al juez, diciendo:
“¡Oh juez! ¿Por qué nos ordenas a apartarnos de la verdadera
piedad? Porque Dios nos ha mostrado que no hay nadie en todo el
mundo más rico que Jesucristo, nuestro Salvador, y que no hay
nada más dichoso que la fe cristiana, por la cual los justos viven y
los santos han conquistado reinos. Porque sin Cristo no hay vida, y
sin su conocimiento hay solamente la muerte eterna. Morar con Él
y vivir en Él es nuestro único y verdadero consuelo; pero apartarse
de Él es perdición eterna. No nos apartaremos de nuestra comunión
con Él en toda nuestra vida, porque habiendo confiado nuestra
inocencia y juventud a Él, esperamos llegar a ser su novia. Porque
la ganancia de las cosas temporales de este mundo, con las cuales
piensas seducirnos, nosotras las vemos como basura para ganar a
Cristo; porque nosotras sabemos que todas las cosas en el mundo
son vanidad, excepto Cristo. Ni nos conmueven las amenazas del
castigo, porque sabemos que las torturas duran poco tiempo; aun la
muerte que presentas como el terror más grande, la anhelamos
porque sabemos que por medio de ella vamos directamente al cielo
y a Cristo, nuestro novio, para ser abrazados inseparablemente por
Él en su amor.”

61
El juez, viendo su firmeza y convicción, mandó separarlas y entregarlas a
mujeres musulmanes para ser instruidas en la religión musulmana. También
las prohibió estrictamente ser acompañada una con la otra o con cualquier
otro cristiano. Las mujeres musulmanes expusieron diariamente su doctrina
idólatra y malvada, buscando envenenarlas con la copa de la ira de Dios por
medio de Mahoma, el profeta de los musulmanes. Pero todo era en vano;
ellas permanecieron firmes. Sus enemigos las vieron como obstinadas.
Por fin, fueron llevadas delante del tribunal; allí, confesaron otra vez a
Cristo y afirmaron que Mahoma era enemigo del cristianismo. Por lo tanto,
fueron ejecutadas por la espada en la ciudad de Osca en España en el año
851 d.C.

Pelagio, un joven de trece años, le cortaron las piernas y los


brazos y luego lo decapitaron, Córdova, 925 d.C.
Pelagio, un joven cristiano, a la edad de trece años fue entregado al rey
Árabe en Córdova. Este joven era muy diligente en el camino del Señor al
prepararse para su martirio, que se acercaba. Cuando fue llevado al rey, se
paró e inmediatamente empezó a confesar su cristianismo, diciendo que
estaba disgusto a morir por ello. Pero al rey no le interesó escuchar sus
palabras acerca de Jesús y del cristianismo; y tentó al joven el cual era muy
inocente en los caminos de la maldad, a hacer algunas cosas impuras. Pero
este héroe de Cristo valientemente negó hacerlo, prefiriendo morir antes de
vivir vergonzosamente para el diablo, y contaminar su alma y su cuerpo. El
rey, deseando persuadirlo, mandó a sus siervos a prometerle muchas cosas
buenas, diciendo que si él rechazara su fe, el rey lo criaría con mucho
esplendor en su corte. Pero el Señor, en quien confiaba, lo fortaleció para
resistir todas las seducciones de este mundo; él les dijo: “Yo soy cristiano, y
permaneceré cristiano y obedeceré solamente los mandamientos de Cristo
por toda mi vida.”

62
Pelagio permanecía en oración mientras el verdugo terminaba de cortar sus
brazos. Martirizado en Córdoba, España, 925 d.C
El rey, viendo que permaneció firme, se llenó de ira y ordenó a sus
guardias colgarlo con tenacillas de hierro, pellizcarlo, y levantar y bajarlo
hasta que muriera o negara a Cristo. Pero habiendo soportado todo eso,
permaneció sin temor y estaba dispuesto a sufrir más, aun hasta la muerte.
Cuando el tirano vio la firmeza del joven, ordenó cortar sus miembros y
echarlos al río. De pie delante del rey, mientras que la sangre fluía de su
cuerpo, oraba a nuestro Señor Jesús: “Oh Señor, sálvame de las manos de
mis enemigos.” Cuando levantó las manos orando, los verdugos jalaron y
cortaron sus brazos y sus piernas y su cabeza; y luego arrojaron los pedazos
al río. Así este joven héroe y testigo fiel terminó su vida en el año 925 d.C.
Su martirio duró desde las siete de la mañana hasta la noche.

63
Arnaldo de Brescia, después de mucha persecución, quemado en
Roma por sus enseñanzas contra la Iglesia Católica, 1145 d. C.

Los verdugos, bajo la inspección de los sacerdotes, sacan del fuego los restos de
Arnaldo para luego convertirlos en cenizas y echarlas al río Tíbet.

En el año 1139, Arnald de Brescia, Italia, habiendo sido instruido por


Pedro Abelard, empezó a enseñar contra la misa, la transubstanciación y el
bautismo de infantes. Por tanto, el Papa Inocente II le mandó callarse. Él
huyó a Alemania o Suiza, donde siguió enseñando por un tiempo. Después
de la muerte del dicho Papa, regresó a Roma. Pero mucha gente lo seguía y
los papas Eugenio y Adrián empezaron a perseguirlo severamente y el huyó
al emperador Federico Barbarossa, quien lo entregó al Papa. De esta manera
finalmente, en Roma, fue atado a una estaca, quemado, y sus cenizas fueron
arrojadas al río Tíbet, para que la gente no lo honrara. Esto ocurrió en el año
1145 d.C. después que él había enseñado dichas doctrinas durante seis años.

64
Pedro Bruis quemado en St. Giles; Enrique de Toulouse apresado
y martirizado y sus seguidores perseguidos por los hombres del
Papa 1145, 1147 d.C.

P. J. Twisck da el siguiente relato para el año 1145: “Llegaron a ser


conocidos en Francia, un ex-sacerdote, Pedro Bruis y su discípulo, Enrique
de Toulouse. Ambos habían sido monjes, eran educados y grandemente
criticaron los errores papales, hablando la verdad sin temor a nadie. Al Papa
lo llamaron El príncipe de Sodoma y a la ciudad de Roma Madre de toda
injusticia y abominación. Ellos hablaron contra las imágenes, la misa, los
peregrinajes y otras instituciones de la iglesia romana. Ellos renunciaron el
bautismo de infantes, diciendo que sólo los creyentes deben recibir el
bautismo.
Cuando Pedro había predicado por aproximadamente veinte años, desde
1126 hasta 1145 y mucha gente había llegado a seguirlo, fue quemado
públicamente en la ciudad de St. Giles.
Su discípulo, Enrique Thoulouse, que lo seguía en la enseñanza, fue
apresado después por los hombres del papa y martirizado, aunque no se sabe
de qué manera. Se supone que esto ocurrió dos años después, en el año 1147
d.C.
Después de sus muertes, una cruel persecución surgió contra todos los
que habían seguido sus enseñanzas, de los cuales muchos fueron a la muerte
llenos de gozo. En breve, por más que los papas, con todas sus cabezas
rapadas y ayudados por sus príncipes y magistrados seculares se esforzaron
para exterminarlos, primero por medio de debates y después por el destierro
y la excomulgación, por maldiciones y cruzadas, y por el dar indulgencias y
perdón a todos los que persiguieran dichas personas, y por fin por toda clase
de tormento, fuego, cadalso y cruel derramamiento de sangre, hasta que en
todo el mundo se había producido un tumulto. Sin embargo, no pudieron
impedir que sus enseñanzas se extendieran a todos los países y reinos. Se
reunieron tanto en secreto como públicamente, con pocas personas o
muchas, dependiendo de la crueldad o tiranía de los tiempos hasta el año
1304, de los cuales más que cien personas eran quemadas en París y sus
descendientes siguieron por medio de mucha tribulación hasta el día de
hoy.” P. J. Twisck

65
La conversión de Pedro Valdo y el surgimiento de los
valdenses, 1160 d.C
Cerca del año 1160, algunos ciudadanos principales de la ciudad de Lyon,
Francia, se encontraban conversando, cuando uno de ellos repentinamente
cayó al suelo y murió. Esta tragedia, un ejemplo de la mortalidad del hombre
y de la ira divina, aterrorizó a uno de ellos llamado Pedro Valdo, un hombre
muy rico. Éste se puso a reflexionar y decidió, impulsado por el Espíritu
Santo a arrepentirse y a temer a Dios. Desde entonces, él empezó a dar
muchas limosnas y a enseñar el bien a los de su propia casa y a otros que
venían. Les habló del arrepentimiento y de la verdadera piedad. Siguió
ayudando a los pobres y se dedicó a aprender, además de enseñar a otros con
más fervor, ya que más gente se acercaba a él. Él les enseñaba las Escrituras
en francés, el idioma del pueblo. Pero el obispo y sus hombres, quienes
según Cristo, tienen la llave de los cielos, pero ni ellos mismos entran ni
permiten entrar a otros, se molestaron bastante que este hombre común y sin
educación predicara las Escrituras en la lengua común y que muchas
personas vinieran a su casa para ser instruidas y amonestadas por él. Él era
muy celoso para honrar a Dios y por mostrar la salvación a los hombres. Las
personas deseaban tanto escuchar la palabra de Dios, la cual no era predicada
con pureza en las iglesias, ni públicamente, que no pudo ser prohibido por la
orden de los fariseos y sacerdotes católicos: por lo cual tanto Pedro Valdo
como los que eran enseñados por él, dijeron que hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres; pues él, a pesar de las órdenes de los malvados,
decidió sostener a los cristianos no solamente con las cosas materiales, que
por causa de dar mucho fueron disminuyendo cada día, sino también con la
palabra de Dios y buenas instrucciones y amonestaciones. Puesto que los
sacerdotes buscaron eliminar con tiranía y mandatos malvados la enseñanza
sencilla y pura de la palabra de Dios, Valdo y sus seguidores empezaron a
examinar la religión y los motivos de los sacerdotes; y sin temor hablaron
contra ellos.
El conflicto con los sacerdotes se puso más intenso, y más confusiones y
supersticiones en la iglesia católica fueron descubiertas y atacadas. Valdo
también leyó algunos escritos de los líderes apostólicos y así defendió la
verdad con la Escritura y con el testimonio de los antiguos. Cuando el obispo
con sus fariseos y escribas católicos vieron con qué firmeza Valdo y sus
seguidores enseñaban la palabra de Dios, les dolió que la ignorancia y el
error de su propia doctrina fueran atacados por Valdo y sus seguidores.
Entonces, los excomulgaron a todos. Viendo que la excomulgación no tuvo

66
ningún efecto, los persiguieron y usaron la cárcel, la espada y el fuego en
maneras atroces para obligarlos a dispersarse a otros países.
El clero, impotente para detener el avance y, alarmado, pidió al papa
Celestino III que tomase medidas contra ellos. El papa mandó un delegado
en 1194, que convocó la asamblea de prelados y nobles en Mérida,
asistiendo personalmente el mismo rey Alfonso II de Aragón, quien dictó el
siguiente decreto:
“Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están
excomulgados de la Santa Iglesia, son enemigos declarados de este
reino y tienen que abandonarlo, e igualmente todos los estados de
nuestros dominios. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy
permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus
perniciosos discursos o proporcionarles alimentos, atraerá por esto la
indignación de Dios Todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán
confiscados sin apelación y será castigado como culpable del delito de
lesa majestad; además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro
de nuestros estados a uno de estos miserables, sepa que si los ultraja,
los maltrata o los persigue, no hará con esto nada que no nos sea
agradable.”

El testimonio de escritores antiguos acerca de las vidas


virtuosas de los valdenses
Es asombroso que los peores enemigos de los valdenses no encontraran
ningún mal en sus vidas aunque las examinaron con detalle.
Reinerius, un fraile dominico e inquisidor cruel de los valdenses, buscó
difamarlos, pues, dijo que ellos leían frecuentemente las Escrituras: “Cuando
los Valdenses quieren demostrar su educación, ellos citan las palabras de
Cristo y sus apóstoles para enseñar muchas cosas acerca de la pureza, la
humildad y otras virtudes, y dicen que hay que alejarse del pecado. También
enseñan que solamente los que siguen la vida de los apóstoles son sus
seguidores; que el Papa, los obispos y el clero, los cuales tienen las riquezas
de este mundo y no siguen la santidad de los apóstoles, no son los ministros
de la iglesia de Jesucristo.”
Es sorprendente de qué modo excelente Reinerius, quien solamente trató
de calumniar a los valdenses y comprobar que eran herejes, más bien
demostró sus virtudes. Él dijo: “Se puede ver en su comportamiento y en sus
palabras que no son herejes, porque su actitud es muy modesta y seria. Su
ropa no es costosa ni exagerada. No participan en el comercio; no mienten,
67
ni juran ni estafan; antes bien, se sostienen por el trabajo de sus manos. Sus
líderes son tejedores y zapateros que no amontan riquezas; sólo se satisfacen
con las necesidades de la vida. Son puros, moderados en el comer y beber, y
no van a los tabernas, etc.”
En cuanto a su manera de orar, se encuentra lo siguiente en un antiguo
libro católico: “Los valdenses oran así: Se arrodillan, apoyándose en una
banca o algo parecido. De esta manera, arrodillados con sus cuerpos
postrados, suelen seguir en oración todo el tiempo que toma repetir el Padre
Nuestro treinta o cuarenta veces. Ellos hacen esto con gran reverencia. No
oran ni enseñan, ni tienen otra oración aparte del Padre Nuestro. Condenan
el Saludo angélico y el Ave María.
También fue escrito de los valdenses que ellos ayunaban tres o cuatro
veces a la semana, comiendo solamente pan y agua, a menos que tuvieran un
trabajo muy agotador que hacer. Ellos oraban siete veces al día. El más
anciano de ellos empezaba la oración.

Gerardo, con treinta personas más, hombres y mujeres, marcados


con hierros candentes, azotados y expulsados de la ciudad para morir en
la miseria del frío en Oxford, Inglaterra, en el año 1161 d.C.

En el año 1161 cerca de treinta personas, tanto hombres como mujeres,


nativos de Alemania, navegaron a Inglaterra. Los católicos los llamaron
espíritus erróneos y publicanos, diciendo que eran de orígenes desconocidos.
Otros los llamaron Petrobrusianos, Berengarianos, hombres pobres de Lyon
(valdenses) etc.; porque se opusieron al bautismo de infantes, a la
transubstanciación y a otros errores de la Iglesia Católica.
“Hubo más de treinta de ellos,” escribe el escritor católico, “que
ocultando sus errores, habían entrado al país pacíficamente para propagar sus
enseñanzas. Su líder era Gerardo, pues, sólo éste era un poco educado,
mientras que todos los demás eran necios analfabetos, personas de la clase
baja y simples. Pero no pudieron esconderse durante mucho tiempo, porque
algunas personas sospecharon de ellos; y cuando se enteraron que
pertenecían a una secta extraña, fueron apresados.
Habiendo sido sentenciados, fueron llevados al lugar del castigo. Fueron
con alegría y presurosos. Gerardo, el líder, fue adelante, cantando:
“Dichosos ustedes, dice el Señor, cuando los hombres los odian por mi
causa.”
Entonces fueron marcados con hierros candentes en sus frentes. Gerardo
recibió dos marcas, una en su frente y la otra en su barbilla para señalar que
68
él era el líder. Después les quitaron sus ropas hasta las cinturas y
públicamente los azotaron y los expulsaron de la ciudad. Y puesto que era
pleno invierno, y nadie les mostró ni la más mínima compasión, todos
murieron desdichadamente en el frío intenso.

Ciento ochenta discípulos llamados albigenses, quemados fuera


del castillo Minerve, 1210 d.C.

La quema de 180 albigenses en la gran hoguera preparada por la Iglesia Católica


Romana, 1210 d.C
En el año 1210 d.C. tuvo lugar un gran sacrificio de creyentes llamados
Perfecti o albigenses fuera del castillo Minerve. Cerca de ciento ochenta
personas, tanto hombres como mujeres, dejando al anticristo de Roma, se
mantuvieron fieles a Cristo y a su verdad divina y fueron quemados
públicamente; habiendo encomendado sus almas a Dios, ahora están
esperando la corona y el premio de los fieles.
Los escritores católicos escriben de esta manera: “El Papa de Roma había
mandado una segunda cruzada para exterminar a los albigenses de todo
lugar, prometiendo el perdón de pecados e incluso la salvación eterna a todos
los que se involucraran en la matanza y quema de los albigenses.
69
Había en el castillo de Minerve muchos albigenses llamados Perfecti (los
perfectos) que vivieron allí bajo la protección del señor del castillo. El
castillo, situado en una piedra alta fue atacado por los soldados del Papa. Por
fin, el señor del castillo fue obligado a rendirse por la escasez de agua en el
castillo. El comandante del ejército ordenó matar a todos los que no se
someterían a la Iglesia católica.
Sin embargo los albigenses respondieron: “No abandonaremos nuestra fe;
rechazamos su fe romana; su labor es en vano porque ni la vida ni la muerte
son capaces de apartarnos de Cristo.” Esta era la respuesta firme de los
hombres, todos reunidos en una casa. Las mujeres, en otra casa se mostraron
tan valientes que el abad, con todas sus palabras agradables, no pudo
conmoverlas.
Entonces, todos los cristianos fueron obligados a salir del castillo, donde
les esperaba un gran fuego y todos fueron arrojados en él, excepto tres
mujeres que apostataron y así escaparon del fuego.

244 Valdenses quemados en la plaza cerca de Toulouse, 1243 d.C

Para llevar a cabo un gran espectáculo abominable como éste, participaba todo el
pueblo: sacerdotes, autoridades civiles y hombres comunes. Todos ellos unidos
contra los indefensos seguidores de Cristo.

70
Cuando el viento norte de la persecución surgió con fuerza en el jardín de
los verdaderos cristianos en 1243. Aprehendieron, cerca de Toulouse, a
doscientas cuarenta y cuatro personas llamadas valdenses. Estos inocentes e
indefensos corderos de Cristo, habiendo rehusado abandonar al gran pastor
de las ovejas, Jesucristo, y a sus mandamientos, fueron condenados a ser
quemados vivos. De esta manera, ofrecieron a Dios un sacrifico vivo, santo y
aceptable.

Katherine de Thou, en Lorain, quemada por enseñar el camino


de Dios a las monjas católicas en Montpelier, Francia, 1417 d.C.
El 2 de Octubre, cerca de las dos de la tarde, en Montpelier, Francia, una
mujer recta y temerosa de Dios fue sentenciada a la muerte y ejecutada en
ese mismo día; pues, amando al Señor más que su propia vida, luchó
valientemente hasta la muerte, entrando con fuerza por la puerta estrecha a
los mansiones celestiales, habiendo dejado su carne y sangre en los postes de
la puerta, es decir en las llamas ardientes de Montpelier en Francia.
El 15 de noviembre de 1416, después de la misa en la iglesia de San
Fermín en Montpelier, Katherine Saube, una nativa de Thou en Lorain vino
a la iglesia para presentarse. Ella había pedido el permiso de las autoridades
para vivir con las monjas en un convento local. Dichas autoridades llevaron
a Katherine como si fuera una novia al convento y la dejaron allí.
En cuanto a su motivo de entrar al convento, algunos creen que al
experimentar los principios de la verdadera piedad y de una fe ferviente, fue
impulsada por un deseo santo a enseñar a las otras monjas el verdadero
conocimiento de Jesucristo. Esto es muy probable, puesto que testigos
confiables afirman que después de su muerte, el convento entero fue
quemado, junto con las monjas; sin duda, por causa de su religión.
Está escrito que el 2 de octubre de 1417 el juez estaba sentado en el
tribunal de la ciudad de Montpelier. Había muchas personas allí; la plaza
principal se llenó. El juez sentenció a Katherine diciendo que ella había
pedido vivir en el claustro con las monjas, que era una hereje, que había
enseñado varias herejías contra la fe católica, afirmando que la verdadera
iglesia está conformada solamente por hombres y mujeres que siguen la vida
de los apóstoles. También enseñó que es mejor morir que causar el enojo de
Dios o pecar contra Él. Tampoco adoraba la hostia que el sacerdote
consagraba, porque no creía que el cuerpo del Señor estaba presente en ella.
Además, enseñó que no es necesario confesarse al sacerdote porque es
suficiente confesar nuestros pecados a Dios; que confesar los pecados al

71
sacerdote no tiene más valor que confesarlos a algún hermano discreto y
piadoso. También enseñó que el purgatorio no existe.
Ya que esta heroína piadosa de Dios siguió en la fe con toda firmeza, la
sentenciaron a morir quemada.

Recordando a un héroe

El siguiente tributo fue escrito por Thielman Jans van Braght, en


recuerdo al mártir Gerardo, quien por el testimonio de Jesucristo fue
cantando delante de sus compañeros, cinco varones, dos mujeres y una niña
en el camino para ser quemado en la estaca Colonia, Alemania, 1161 d.C

Escala tus alturas doradas, oh héroe de las almas santas que


siguieron la bandera ensangrentada de Dios en medio de la opresión y
la miseria, donde nada sino el humo y el vapor de sacrificios humanos
ascendía a las nubes. Pero tú, héroe, fuiste delante de ellos; sí, peleaste
en tu camino para entrar por la puerta estrecha al espacioso cielo.
El espantoso fuego sacrificial, las estacas resplandecientes, la
vergüenza que sufre Sión, no pudo turbar ni impedir al pueblo
escogido de Dios, ni atemorizarlos de llevar el nombre de Cristo,
como en una nube blanca: hasta que una llama ardiente hubo
consumido sus cuerpos, por lo cual sus almas se reconfortaron con
Dios.

72
TERCERA PARTE
LOS MÁRTIRES ANABAPTISTAS
DEL SIGLO XVI
¿Quiénes eran los anabaptistas?13
Estos discípulos de Cristo surgieron en el siglo XVI durante el tiempo de
la Reforma protestante. Unas pocas personas al inicio estudiaban las
Escrituras bajo el liderazgo del reformador en Zúrich, Suiza, Ulrico
Zwinglio; pero ya que éste no tuvo la valentía para realizar los cambios
necesarios en la iglesia; pues Zwinglio, sujeto a la política de su gobierno, no
quiso realizar ningún cambio sin el consentimiento del Concejo de Zúrich.
Sus alumnos, jóvenes sinceros, se apartaron de él y decidieron seguir a
Cristo de manera muy literal sin importarles las decisiones del Consejo. Esto
les ocasionó ser perseguidos. Zwinglio y sus magistrados rápidamente
arrestaron a cualquier anabaptista que pudieron encontrar. A éstos les
esperaba una vida mísera en las oscuras prisiones de muchos lugares. Y si
ellos se retractaban, les ataban las manos detrás de la espalda y los ahogaban
en el río.
En Alemania, Austria y Holanda surgieron otros líderes y grupos
cristianos independientemente de los anabaptistas en Suiza. Estos grupos, al
leer las Escrituras sin la influencia de los reformadores, descubrieron el
mismo evangelio, y pronto se pusieron en contacto los unos con los otros.
Los reformistas y los católicos llamaron a todos estos cristianos por el
nombre de anabaptistas.
La sociedad europea del siglo XVI y su organización dependían de la
antigua unión entre la iglesia y el Estado. Nadie se había atrevido a romper
sus lazos que ya duraban más de un milenio. Los anabaptistas vieron la
necesidad de poner en práctica literalmente las palabras de Jesús en los
evangelios, especialmente en el Sermón del monte. Por esta razón, no se
involucraron en la política, no unieron al nuevo cuerpo de creyentes con el

13
Anabaptista significa rebautizador. Ellos rehusaban llamarse así. Más bien fueron
llamados así por los reformadores, porque sin importarles el valor del bautismo que
habían recibido de niños en las iglesias estatales, se bautizaban de adultos cuando
decidían seguir a Cristo según la enseñanza del Nuevo Testamento. Al contrario, los
reformadores enseñaban el bautismo infantil para conformarse a la política de sus
respectivos gobiernos.
73
gobierno civil, rechazaron el juramento, rehusaron servir como soldados en
el ejército de sus países y de participar en conflictos armados, practicaron la
no resistencia, llevaron vidas sencillas (en verdad la mayoría era pobre). Así
rechazaron a las iglesias del Estado y decidieron seguir el cristianismo
original de Jesús y los apóstoles. Llevaron el mensaje del evangelio a todo
lugar, y cristianos verdaderos surgieron en todo el norte de Europa.
En verdad, los gobiernos europeos y sus respectivas iglesias reformadas y
católicas, consideraban muchas de las enseñanzas de los anabaptistas como
revolucionarias y radicales. A diferencia de los anabaptistas, los
reformadores: Martín Lutero, Calvino, Zwinglio y otros casaron a sus
iglesias con los gobiernos de este mundo, utilizaron el poder político, la
espada y el fuego para perseguir y matar a aquellos opositores de su teología,
los cuales en su mayoría eran seguidores de Cristo, al igual que la Iglesia
Católica lo estaba haciendo. La persecución contra los anabaptistas fue
realmente peor que la que habían enfrentado los cristianos en el periodo de la
iglesia primitiva. Pues fue mucho más minuciosa y prolongada, sin
momentos de paz ni alivio. Los gobiernos decretaban leyes en las cuales se
estipulaba que era ilícito que los anabaptistas vivieran sobre la tierra. En
resumen, los reformadores protestantes y sus gobiernos tiñeron Europa con
la sangre de los santos.
En la tercera parte de este libro, conocerás a los mártires anabaptistas en
sus luchas reales. Los verás en la última prueba de sus vidas, enfrentándose
al fuego, al agua, a la horca, al potro de tormento; a la incomprensión de sus
familiares y seres queridos, a la desaprobación de sus vecinos y amigos, a la
sentencia cruel de las autoridades de los pueblos donde vivieron. Leerás
cartas que ellos mismos escribieron en la prisión, dejando atrás a padre,
madre, mujer, hijos pequeños, esperando su sentencia ser leída o después de
haber sido sentenciados a la muerte. Porque ellos no amaban las cosas
terrenales. Ellos tenían un reino celestial.

Un relato de los mártires del siglo XVI


Los primeros mártires mencionados fueron Hans Koch y Leonardo
Meister, los cuales perdieron sus vidas por la verdad del evangelio en
Ausburgo, 1524.
Hubo una gran multitud que dio su vida por la causa de Cristo como
también una gran cantidad de leyes y decretos sangrientos. Desde el año
1524 hasta 1597 los piadosos mártires fueron arrestados, torturados y

74
llevados a la muerte por medio de la espada y el fuego, siendo ahogados o
enterrados vivos.
Una gran puerta se abre ante nosotros y nos muestra la arena donde
sufrieron los mártires: los dichosos seguidores de Cristo. Ninguna de las
persecuciones anteriores puede ser comparada a la de este siglo. Después de
haber contemplado el sufrimiento de los mártires durante mil quinientos
años, nos vemos ante la necesidad de confesar que aún no hemos visto lo que
veremos en este siglo. La persecución larga y severa y el gran número de
cristianos martirizados darán testimonio de esto.
Es verdad que si ponemos en balanza los mil quinientos años de
persecución, éstos serían más pesados que los años de persecución en este
último siglo (el siglo XVI). Pero ninguna de las persecuciones anteriores se
prolongó por tanto tiempo sin momentos de alivio, sino sólo de sangre
inocente derramada; nunca hubo un lugar de descanso, sino sólo prisiones
oscuras, tribunales de muerte, hogueras ardientes y otros instrumentos de
muerte diseñados en este tiempo en toda Alemania, los Países Bajos
(Holanda y Bélgica) y Suiza (Norte de Europa).

75
Capítulo 6
Los mártires de 1520-30 d.C
Hans Koch y Leonardo Meister: descendientes de los antiguos
valdenses, ambos, llevados a la muerte en Ausburgo por causa de la
verdad del evangelio, 1524 d.C.

Martirio de Hans Koch y Leonardo Meister, 1524 d.C


La luz de los antiguos valdenses todavía brillante: se hizo visible en dos
hombres piadosos, quienes amaron la verdad de Cristo, la cual mantuvieron
más que sus propias vidas; éstos fueron condenados a muerte en la ciudad de
Ausburgo, Alemania, según la drástica sentencia de la corte en el año 1524
d.C.

76
Oración de Hans y Leonardo
Escrita por ambos antes de su muerte y enviada para el consuelo de sus
hermanos cristianos.
¡Oh Dios, contempla ahora, desde tu alto trono, la miseria de tus
siervos, de qué manera el enemigo los persigue y con qué odio son
menospreciados; pues tus siervos tienen el propósito de andar en el
camino estrecho! El que llega a conocerte y se mantiene fiel a tus
palabras es despreciado. ¡Oh Dios del cielo!, todos hemos pecado; por
tanto, castíganos en tu misericordia. Te rogamos que permitas nuestro
gozo en tu gracia, y no causar tu deshonra delante de este mundo que
parece estar dispuesto para raer tu palabra. Nosotros podríamos tener
paz con el mundo, si no confesáramos tu santo nombre. La única
razón por qué el enemigo muestra su furia hacia nosotros cada día es
porque ya no cumplimos su voluntad y porque te amamos a ti, Oh
Dios, lo cual Satanás ni sus seguidores puede soportar. Por esta razón
desean afligirnos con mucha tribulación. Pero si nos entregáramos a la
idolatría y a practicar toda clase de maldad, el mundo nos dejaría vivir
en tranquilidad y paz.
Si nosotros rechazáramos tu palabra, el anticristo no nos odiaría. Si
creyéramos en sus falsas enseñanzas y transitáramos con el mundo en
el camino ancho, tendríamos el favor de ellos. Pero puesto que
buscamos seguirte, somos odiados y abandonados por el mundo. Pero
estos tormentos que nos trae el enemigo no sólo suceden con nosotros,
sino también fueron sufridos por Cristo. Pues ellos lo afligieron con
mucho reproche y sufrimiento; y de esta manera se hizo con todos
aquellos que le siguieron y creyeron en sus palabras. Por esto, Cristo
mismo dijo: “No se extrañen si el mundo los odia; pues a mí me odió
primero. No han recibido mis palabras; tampoco recibirán las suyas. Si
a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Y cuando
todo esto suceda con ustedes, alégrense y regocíjense, porque su
premio es grande en los cielos” Ya que Dios nos promete descanso
eterno, ¡qué importa si por un breve tiempo somos ridiculizados y
menospreciados aquí!
Oh Señor, tú sabes el sufrimiento que padecen tus hijos, pequeños
y débiles. Por ello oramos a ti, oh Dios; protege tu propio honor y
santifica tu nombre que aquí en la tierra es profanado, tanto por la
gente noble como por el pueblo común. Ten compasión de tus pobres
ovejas que están dispersadas y no tienen ya un verdadero pastor que
les enseñe en los días siguientes. Envíales tu Espíritu Santo, y Él los
77
alimente; y no oigan la voz de los extraños. Escucha nuestra petición y
no nos abandones, puesto que nos encontramos en gran tribulación y
conflicto. Danos una paciencia firme por Cristo. A Él sea el honor y su
santo nombre glorificado. Amén.

La sentencia de muerte contra los mártires anabaptistas, 152714


“Aunque es terrible el mirarlo” admitió Lutero, él dio su bendición sobre
la sentencia de muerte de los anabaptistas, publicada por los electores,
príncipes y margraves de la Alemania protestante el 31 de marzo de 1527. La
sentencia estaba basada en los siguientes cuatro puntos:
1. Los anabaptistas convierten en nada el oficio de la predicación de la
Palabra.
2. Los anabaptistas no tienen doctrina bien definida.
3. Los anabaptistas suprimen y convierten en nada la sana y verdadera
doctrina.
4. Los anabaptistas quieren destruir el reino de este mundo.
“Para la preservación del orden público” tanto Lutero como Zwinglio
promovieron la eliminación total de los anabaptistas a través de la pena
capital como un asunto de urgencia suprema. Acusaron a los anabaptistas de
crimen contra la gente en general “no porque enseñan una fe diferente, sino
porque alteran el orden público al socavar el respeto por la autoridad.”
George Wagner, 1527 d.C.
George Wagner, arrestado en Múnich, Baviera, debido a que él sostenía
enseñanzas diferentes a las de la Iglesia de Roma. Como él no cambiaba su
posición, fue severamente atormentado, tanto que el príncipe de Múnich se
compadeció de él, y personalmente vino a él a la prisión y con sinceridad lo
amonestó que renunciara, prometiéndole ser su amigo durante toda la vida.
Por último, su esposa y su hijo le fueron traídos a la prisión para que de este
modo lo movieran a retractarse; pero no lo lograron. Él dijo que su esposa y
su hijo eran tan queridos para él que el príncipe no podría comprarlos con
todo su dominio; pero aún así, no abandonaría a su Señor y Dios por ellos.
Muchos vinieron a persuadirle, pero él se mantuvo firme en lo que Dios le
había enseñado. Finalmente, fue sentenciado al fuego y a la muerte.

14
El presente subtítulo fue tomado del libro El secreto de la fuerza, Peter Hoover,
cap. 7 ; publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
78
Habiendo sido entregado en las manos del verdugo y llevado en medio de
la ciudad, dijo: “Hoy confieso a mi Dios delante de todo el mundo.”
Envuelto de gozo en Cristo, caminó sonriendo hacia el fuego. Su rostro no
palidecía ni sus ojos mostraban temor. El verdugo lo sujetó a una escalera y
ató a su cuello una pequeña bolsa con pólvora, mientras decía: “Sea hecho
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. De esta manera, feliz
ofreció su espíritu el 8 de octubre de 1527.
A continuación, el himno que describe la muerte victoriosa de este mártir,
el cual se encuentra en las líneas del Ausband, himnario usado por los
mártires anabaptistas de esa época.
El que desea seguir a Cristo tiene que ignorar el desprecio de este
mundo: tiene que llevar su cruz. No hay otro camino que lleva al
cielo. Esto se nos ha sido enseñado desde nuestra niñez.
Esto también aspiró George Wagner: subió al cielo en medio del
humo y el fuego; fue probado por la cruz como el oro por el fuego.
Esto era el deseo de su corazón.
Encarcelado en una torre, su alma encontró la libertad. Ninguna
tristeza humana lo desvió: no fue conmovido por su pequeño hijo, ni
por su propia esposa.
Ya tenía que separarse de ellos, aunque deseaba haberse quedado,
su amor y tristeza brotaban; se había esforzado con diligencia en su
piadoso matrimonio.
Aunque tuvo que abandonarlos, no fue un sacrificio pequeño, el
hecho de separarse de ellos; ningún príncipe con todas sus riquezas
pudo desviarlo de su propósito
Dos monjes descalzos vestidos de plomo quisieron consolar a
George en sus aflicciones: desearon convertirlo. Él les dijo que
volvieran al monasterio, y no quiso escuchar sus palabras.
El verdugo lo llevó con una soga; en la sala del tribunal escuchó
cuatro acusaciones, de las cuales dependía su vida. Y antes de negar
aun una verdad, estaba dispuesto a morir.
El primer artículo era de importancia, trató sobre la confesión de
pecados, decir que el sacerdote puede perdonar pecados, es pecar
contra Dios, pues sólo en él se encuentra el perdón.
El bautismo es bueno, como Cristo ha enseñado. Cuando se enseña
bien, demuestra su muerte amarga; es un lavamiento de nuestros
pecados, por lo cual conseguimos la gracia.

79
Sobre el sacramento del señor Jesús, George Wagner confesó con
alegría: “Yo lo veo como un símbolo del cuerpo sacrificado de
Cristo,” él habló con sinceridad.
En cuarto lugar, él no pudo aceptar que Dios pudiera ser
constreñido a descender a la tierra hasta que cumpliera su juicio de los
malos y los buenos.
Algunos verdaderos hermanos cristianos hablaron a George
secretamente antes de su muerte (él murió en el fuego como un
verdadero cristiano), pidiéndole una señal.
Él dijo: con mucho gusto lo haré. A Cristo, el verdadero Hijo de
Dios, confesaré con mi boca; mientras estoy con vida, confesaré a
Jesús.
Se acercaron dos verdugos, lo amarraron firmemente; él predicó la
fe a la gran multitud allí reunida, tanto hombres como mujeres.
George Wagner miró alrededor sin temor, su semblante no
palideció, muchos se asombraron al escucharlo hablar. Esto ocurrió en
el año mil quinientos veintisiete.
En febrero de ese año, el octavo día del mes, públicamente los
hombres lo colgaron de un cadalso, una pequeña bolsa de pólvora le
arrebató el alma allí.
Los hombres lo amarraron a una escalera, la leña y la paja
comenzaron a arder; ahora se escuchaba la burla de la multitud.
“¡Jesús! ¡Jesús!,” cuatro veces gritó con voz alta desde el fuego.
Elías dice la verdad, que en un carruaje de fuego fue llevado al
paraíso. Así también nosotros oramos al Espíritu Santo que nos
ilumine.

Weiken: una viuda quemada en la hoguera, 1527 d.C.


El 15 de noviembre de 1527, una viuda de nombre Weiken fue
encarcelada en el castillo de la Haya. El día 17 llegó el gobernador de
Holanda. Al día siguiente, Weiken fue traída delante del gobernador y de
todo el concejo de Holanda. Allí, una mujer le interrogó: ¿Has considerado
las cosas que mis señores te han propuesto?
Weiken: Reconozco todo lo que he dicho.
La mujer: Si persistes hablando de esa manera y no te vuelves de tu error,
serás sometida a una muerte rápida.
Weiken: Si les es dado poder de arriba, estoy lista para sufrir.
80
La mujer: Entonces, ¿no temes la muerte aún sin haberla probado?
Weiken: Es cierto, y más aún, nunca probaré la muerte; pues Cristo dice:
“Si un hombre guarda mis palabras, nunca verá la muerte.” Juan 8:51 El
hombre rico probó la muerte y la probará por toda la eternidad. Lucas 16:23
La mujer: ¿Qué opinión tienes de los santos?
Weiken: No conozco otro mediador que Cristo.
La mujer: Tú morirás, si persistes en eso.
Weiken: Ya estoy muerta (Gálatas 2:19). El Espíritu vive en mí; el Señor
está en mí y yo en Él (Juan 14:20).
La mujer: ¿Quién te ha enseñado todo esto?
Weiken: El Señor, el cual llama a Él a todos los hombres. Yo soy una de
sus ovejas, por eso escucho su voz.
Después de muchas palabras similares, Weiken fue llevada de vuelta a la
prisión. Durante los dos días siguientes fue tentada, y muchas personas:
monjes, algunas mujeres y sus amigos más íntimos le suplicaron a que mejor
volviera a su vida antigua. Especialmente una mujer vino, la cual se
compadecía de esta manera: “Querida madre, ¿no puedes pensar en aquello
que te agrada y mantenerlo para ti misma? Entonces, no morirías.”
Weiken le respondió: “Querida hermana me ha sido ordenado hablar y
me siento constreñida para hacerlo. Por lo tanto, no puedo permanecer en
silencio.”
La mujer: Temo que serás entregada a la muerte.
Weiken: Aunque me quemen mañana, no me preocupa, pues el Señor así
lo ha ordenado. De todos modos me adheriré al Señor. Para mí no es un
problema si pierdo la vida. Aunque cada vez que desciendo del castillo, lloro
sin consuelo, pues me entristece ver que estos hombres buenos sean tan
ciegos. Oraré al Señor por ellos.
A mitad de semana fue traída nuevamente a la corte, y ya que permanecía
firme, sin pensar siquiera en retroceder, la sentenciaron a ser quemada y
confiscaron todos sus bienes.
En el lugar de su muerte, el monje la tentaba con la cruz, diciéndole que
ése era su Dios. Pero ella la arrojó de sus manos y le dijo: “¿Por qué me
tientas? Mi Señor y Dios está en el cielo.” Luego, siguió caminando muy
alegre hacia la estaca, como si se dirigiera a una boda. Y en su rostro no se
notaba temor alguno al fuego. El monje persistió: “Ahora, irás al fuego, ¿te
arrepentirás?” Weiken le respondió: “Estoy muy contenta. Que se haga la

81
voluntad del Señor” Y luego, ella misma se paró en la estaca, en la cual iba a
ser quemada.
El verdugo, entonces, preparó las cuerdas para estrangularla. Weiken se
quitó el velo (de la cabeza) y lo puso alrededor de su cuello. Por última vez
exclamó el monje: “¿Morirás alegre como cristiana? ¿No renunciarás?”
Weiken le respondió: “Sí, moriré. Este es el verdadero camino. Me adhiero a
Dios.” Cuando hubo dicho esto, el verdugo comenzó a estrangularla. Ella
cerró los ojos con suavidad como si hubiese caído en un sueño y entregó el
espíritu. Era el 20 de noviembre de 1527.

Dieciocho personas quemadas en Salzburgo, 1528 d.C.

Dieciocho personas quemadas en Salzburgo, 1528 d.C.

Estas dieciocho personas fueron despertadas al temor de Dios, los cuales


se volvieron a Dios de este mundo y su idolatría y fueron bautizadas en
Cristo, presentándose ante Él en obediencia a su evangelio. Los adversarios
no pudieron soportar todo esto. Por consiguiente, estos dieciocho fueron
encarcelados; y ya que se adherían a su fe, sufrieron muchas torturas y
fueron sentenciados al fuego y quemados en el mismo día.

82
Ellos nos dejaron la siguiente oración como un monumento de su
seguridad en Dios:
Oh Dios del cielo, protege a tu manada pequeña; líbrales de su gran
aflicción, porque la bestia los persigue aun en la muerte. Pues son
echados en prisiones míseras, donde magnifican tu nombre. Ten
compasión; ven rápidamente, y socorre según tu voluntad a estos tus
pobres hijos. Ellos desean apartarnos de ti con su poder y pompa. Oh
Señor, concédenos tu divino poder. No tenemos Señor en el cielo ni en
la tierra, sino a Ti.
Cristo envía sus mensajeros y por medio de ellos nos muestra su
reino celestial, lo cual es ridiculizado por el mundo. Pero nosotros
hemos aceptado tu reino y gracia con gran gozo. Por esta razón los
sacerdotes rugen contra nosotros y nos odian terriblemente. Ellos han
escondido la verdad por más de quinientos años, desprecian y pisotean
la palabra de Dios. Oh Señor, que ellos puedan corregir sus pasos y
hacer tu voluntad.
Estos dieciocho testigos de Salzburgo fueron quemados juntos por causa
de la enseñanza de Cristo. Se adhirieron a Él, y recibieron su marca. Y como
soldados cristianos, alcanzaron la corona.

Hans de Stotzingen, 1528 d.C.


Hans de Stotzingen fue encarcelado por la verdad del evangelio en
Alsacia, y finalmente condenado a muerte en 1528. En su camino al lugar de
la ejecución, exhortó al pueblo con las siguientes palabras:
Líbranos, oh Señor, de nuestra angustia; pues nuestro corazón
desea ofrecerte un sacrificio puro. Este sacrificio es mi cuerpo entero,
mi vida y mis huesos; mi esposa y mis hijos. Estamos dispuestos a
ofrecer libremente nuestros cuerpos porque el amor nos constriñe.
Faraón no alterará ni impedirá esto. No tenemos ni el más leve deseo
de renunciar.
Queridos hermanos, Cristo ha preparado una corona gloriosa para
aquellos que perseveren hasta el fin. El Mar Rojo se abrirá; y si
Faraón nos persigue, perecerá. No teman, manada pequeña. Cristo nos
promete consuelo y gozo eterno si permanecemos firmes en él. ¡Pero
también tenemos que tomar la copa del sufrimiento y sufrir con
Cristo! Por tanto, no teman el dolor ni la muerte. Yo he esperado este
momento, pues morir es ganancia para mí. Oh Dios, permíteme ser un
participante en los sufrimientos de tu Hijo Cristo. Amén
83
Terminadas estas palabras, Hans fue entregado a la espada para ser
decapitado.

Vilgard y Gaspar de Schoeneck, 1528 d.C.


Estos dos hombres fueron decapitados por la verdad en Fluchthal como
fieles testigos de Cristo. Dejaron la siguiente exhortación a sus hermanos:
Oigan, Dios visitará a los pecadores, grandes y pequeños, a
aquellos que ahora lo desprecian y se burlan de Él, y no se fijan en sus
vidas pecaminosas.
Si consideramos la enseñanza de los profetas, vemos que este es el
último tiempo; y en este tiempo Dios llama a los hombres a volverse a
Él y a vivir de acuerdo a su voluntad y obedecer sus mandamientos. Si
hacemos esto, su ira terminará y será nuestro Padre. Dios está
dispuesto a perdonar a los que abandonan su pecado.
Oh Dios, guía a tus hijos hacia tu reino celestial… Amén.

La llama del movimiento anabaptista 15


Martín Lutero y sus colegas se reunieron en Espira en 1529. Se
reunieron para definir las libertades evangélicas de los nuevos estados
protestantes de Alemania, y para establecer a la iglesia protestante en “paz,
libertad, y bendición de Dios.” En esa reunión, también firmaron esta
resolución: “Todo anabaptista, varón o mujer, debe ser matado con fuego,
espada, o de alguna otra manera.”
Pero Martín Lutero y sus colegas no pudieron llevar a cabo sus planes.
Ni tampoco lo pudieron hacer los católicos romanos, ni Ulrico Zwinglio, ni
Juan Calvino. La flama del movimiento anabaptista, en vez de vacilar o de
extinguirse, creció más. Gaspar Braitmichel, escribió:
“Las autoridades querían extinguir la luz de la verdad, pero más y
más personas se convertían. Atraparon a hombres, mujeres, jóvenes y
señoritas: a todo el que se rendía a la fe y se apartaba de los asuntos
impíos de la sociedad. En algunos lugares las prisiones se llenaron. Los
perseguidores querían aterrorizar. Pero los hermanos cantaban en la
prisión en cadenas de tal forma que más bien los carceleros temían.
Las autoridades de pronto ya no sabían qué hacer.

15
El presente subtítulo fue tomado del libro El secreto de la fuerza, Peter Hoover,
cap. 17; publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
84
El Kurfust arrestó, conforme al mandato del Emperador, a cerca de
450 creyentes. Su subordinado, el señor Diedrich von Shonberg,
decapitó, ahogó, y mató de otras maneras a muchos anabaptistas en
Altzey. Sus hombres buscaron anabaptistas, los traían de sus casas, y
los llevaban como ovejas al matadero en la plaza de la ciudad.
De esos creyentes, ninguno se retractó. Todos fueron con gozo a la
muerte. Mientras que algunos estaban siendo ahogados y decapitados,
el resto cantaba esperando su turno. Se pararon fuertes en la verdad
que profesaban y seguros en la fe que habían recibido de Dios. Unos
pocos de ellos a quienes no quisieron matar inmediatamente, fueron
torturados: les cortaron los dedos, les quemaron cruces en la frente, y
les hicieron otras maldades. Pero el señor von Schonberg finalmente
preguntó con desesperación: “¿Qué más hago? ¡Entre más sentencio a
muerte, más se multiplican!”
Entre más rugían los vientos fuertes de la persecución, más se alzaban
las llamas del avivamiento anabaptista. Las cortes alemanas pronto
descubrieron que el testimonio gozoso de los anabaptistas agitaba, movía,
despertaba e incitaba a las masas. Esto hizo que los amordazaran, y en
algunos casos les atornillaran la lengua al paladar, o que en otros casos
llamaran al ejército para que con sus tambores y ruido militar impidieran
que la gente oyera lo que los cristianos tenían que decir. Pero el testimonio
anabaptista no podía ser extinguido. Incluso con la lengua cortada, manos
atadas, y con una bolsa de pólvora en su mandíbula, todavía podían alzar un
dedo y sonreír en señal de victoria.
Las compañías de soldados armados autorizados para matar
anabaptistas por sorpresa rondaban en toda Alemania. Primero, había
cuatrocientos soldados, pero pronto el número tuvo que ser incrementado a
mil soldados. Las crónicas de los hermanos de Moravia, al final de un
reporte de 2173 hermanos asesinados por lo que creían, dicen:
Nadie podía arrancar de su corazón lo que habían
experimentado… El fuego de Dios ardía dentro de ellos. Antes,
morirían la muerte más violenta. De hecho hubieran muerto diez veces,
antes que abandonar la verdad a la que se habían adherido y con la
que se habían casado… Habían bebido de la fuente del agua de la vida
de Dios y sabían que Dios nos ayuda a llevar la cruz y a vencer la
amargura de la muerte.

85
Trescientas cincuenta personas llevadas a la muerte según el
mandato imperial, 1529 d.C.

350 cristianos ejecutados por turno en Altzey, 1529d.C:


En un corto tiempo, cerca de trescientos cincuenta personas, fueron
ejecutadas por la verdad debido a una orden imperial. Los gobernantes de la
ciudad de Altzey causaron que muchos sean decapitados, ahogados y
ejecutados. Estos cristianos se vieron separados de sus hogares y llevados
como ovejas al matadero. De ningún modo podían ser persuadidos a
apostatar. Al contrario, gozosamente enfrentaban la muerte. Mientras unos
eran ahogados y puestos a muerte, los demás, que aún estaban con vida y
esperaban la muerte, cantaban hasta que el verdugo intervenía para cumplir
su misión.
Ellos torturaban y mutilaban sus cuerpos o les cortaban los dedos y
quemaban cruces en sus frentes, sometiéndolos a humillantes sufrimientos.
Sin embargo, ellos permanecieron como soldados valientes, con gran
firmeza en la verdad y seguros en la fe que habían recibido de Dios. Los
eruditos y los grandes de este mundo se encontraban confundidos a causa de
aquellos mártires. E incluso el mismo gobernador se expresó: “¿Qué
haremos? ¡Cuanto más ordeno matarlos, más se multiplican!”
86
Capítulo 7
Los mártires de 1531-40 d.C
El segundo edicto emitido por el consejo de Zúrich, en el cual los
anabaptistas son amenazados con la muerte, 1530 d.C.
En las iglesias de Zwinglio (de línea protestante), desde sus inicios ha
habido un gran odio contra los llamados anabaptistas, lo cual se evidencia
por la tiranía que mostraron hacia ellos desde sus primeros años de
surgimiento. Dicho abuso se prolongó y llegó al extremo que, en el año
1530, emitieron un edicto muy semejante a los decretos sangrientos de los
emperadores romanos. A continuación se transcribe literalmente:
“Por tanto, ordenamos estrictamente a los habitantes de nuestro país y a
aquellos que de alguna manera están en contacto con ellos (los anabaptistas);
particularmente a los magistrados de alto y bajo rango, oficiales, jueces y
autoridades eclesiásticas: Si oyen de algún anabaptista, infórmennos. Que en
ningún lugar sean tolerados, sino arrestados y entregados a las autoridades.
Pues hemos decidido castigar con la muerte a los anabaptistas y a los que se
unen a ellos. Castigaremos sin misericordia según lo que merecen a quienes
no los reportan ni los traen como prisioneros; puesto que, violarían la fe y el
juramento con el cual juraron a sus autoridades”.

Los mártires y su celo para difundir el mensaje de Cristo16


Menno Simons, un líder anabaptista, dijo: “Predicamos donde podemos,
tanto de día como de noche; en las casas y en los campos; en bosques y en
terrenos baldíos; en este país y en el extranjero; en prisiones y en cadenas;
desde el agua, el fuego y la estaca; desde la horca y sobre la rueda; ante
príncipes y señores; oralmente y por escrito, arriesgando posesiones y vida.
Hemos hecho esto ya por varios años sin cesar.”
Entre más se acrecentaba el gozo de los anabaptistas en el Señor y entre
ellos como hermandad, y entre mayor era su deseo de traer almas a la
comunidad con Cristo, más terrible era la persecución que enfrentaban.

16
El presente subtítulo fue tomado del libro El secreto de la fuerza, Peter Hoover,
cap. 16; publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
87
Lutero los llamó Schwarmer (un enjambre malo). Tanto los protestantes
como los católicos los llamaron bichos, chusma, pandilleros, y ladrones.
Sebastián Frank escribió en 1531: “Los anabaptistas se multiplican tan
rápido que su enseñanza pronto ha cubierto la tierra… Han ganado a
muchos y bautizado a miles… Crecen tan rápido que el mundo teme
que se levante una insurrección organizada por ellos, pero yo sé que ese
temor infundado no tiene justificación alguna.”
Wolfgang Capito, un líder protestante en Estrasburgo, escribió en 1527:
“Francamente confieso que en la mayoría de los anabaptistas se puede ver
sólo la piedad y la consagración. Son celosos de tal manera que no puede uno
sospechar que haya entre ellos hipocrecía. ¿Qué ganancia terrenal esperan
recibir por soportar exilio, tortura, y un castigo inenarrable de la carne? No
es por falta de sabiduría que ellos se muestran indiferentes hacia las cosas
terrenales. Es por su motivación divina.”

Cristina Haring, 1533


En el año 1533, una hermana llamada Cristina Haring, fue arrestada y
luego atada a una cadena. Ella permaneció firme en la fe. Pero ya que estaba
embarazada y pronto iba a ser confinada, le permitieron ir a su hogar hasta
que diera a luz a su bebé. Aunque ella sabía que iba ser detenida otra vez, no
huyó; al contrario, permaneció con osadía en el mismo pueblo. Y cuando vio
al oficial venir, Cristina salió para recibirlo y le preguntó qué deseaba. Él
respondió: “He venido para llevarte otra vez”. Y de este modo la llevaron a
la ciudad de Kitzbul, donde, corto tiempo después, le quitaron la vida con la
espada (lo cual no se solía hacer con una mujer). Su cuerpo fue después
quemado.
Esta mujer valiente y heroica dejó atrás a su esposo, a su hijo recién
nacido y todas las cosas temporales, fortaleció su corazón de mujer. De esta
manera cumplió su voto al Señor; y gozosamente, con su lámpara ardiendo y
su luz brillante, fue a encontrarse con Cristo su novio. Muchos se llenaron de
asombro.

Hans Estiert y Peter, 1538


Cerca de este año hubo dos vecinos en Miredor, Flandes, uno llamado
Hans y el otro Peter. Estos dos jóvenes, buscadores de Dios, residían con
sus padres en este pueblo. Y como mostraban celo por las cosas de Dios,
compraron una Escritura y pronto percibieron que la fe, según las
enseñanzas de Cristo, era una señal de haber sepultado los pecados pasados y

88
levantados con Cristo para caminar en una nueva vida, y los creyentes y
regenerados tenían que recibir el bautismo en agua.
Y puesto que estos dos jóvenes lo deseaban, viajaron a Alemania para
buscar a otros cristianos. Pero como no hallaron a ninguno, regresaron a
casa, donde buscaron al Señor su Dios con toda honestidad, haciendo mucho
bien a los pobres y diciendo como Zaqueo que si ellos hubiesen defraudado a
alguno, lo devolverían cuadruplicado. Y cuando los católicos ciegos,
seguidores de los papas, quienes odiaron más amargamente la luz de la
verdad, al darse cuenta del estilo de vida de estos dos corderos, los apartaron
de las casas de sus padres y los encarcelaron en otro pueblo.
Cierto día, cuando sus hermanas vinieron a traerles algunas prendas finas
a la cárcel, ellos les dijeron que si las recibían, no podrían protegerlas de los
gusanos, los cuales se arrastraban entre sus alimentos, ropas y cuerpos.
Hans fue una vez liberado de la prisión, pues se había enfermado
gravemente. Y aunque ya había obtenido su libertad, voluntariamente
regresó a la prisión, deseando alegremente morir al lado de su querido
hermano Peter por el nombre de Cristo.
Después de cierto tiempo ambos fueron llevados para ser ejecutados.
Peter, el cual caminaba primero hacia su muerte, fijando su mirada al cielo,
atrevidamente gritó a Hans, diciendo: “Pelea valientemente, mi querido
hermano; pues veo los cielos abiertos frente a nosotros”
Juntos fueron sometidos a la muerte por medio de la espada en el pueblo
de Vinderhout. Cuando sus padres llegaron allí, inquiriendo por sus hijos, los
pobladores les informaron que ambos ya habían sido ejecutados con la
espada. Así, dichos padres fueron privados de sus hijos por estos tiranos.

Lutero, Zwinglio y Calvino: enemigos de los mártires


anabaptistas17
En la Dieta de Augsburgo el 25 de Junio de 1539, los gobernantes y
líderes de la iglesia de la Alemania protestante se reunieron para definir la
Confesión de Fe de Augsburgo. Entre sus posiciones “balanceadas” y
“racionales” basadas en las Escrituras, la confesión declara:
Se enseña entre nosotros que todos los gobiernos del mundo y
todas las reglas y leyes fueron instituidas y ordenadas por Dios por
causa del orden, y que los cristianos pueden, sin pecar, ocupar cargos

17
El presente subtítulo fue tomado del libro El secreto de la fuerza, Peter Hoover,
cap. 6; publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
89
de oficio civil, o servir como príncipes y jueces, tomar decisiones y
sentenciar de acuerdo con las leyes imperiales y de otra índole
existentes, castigar a los hacedores de maldad con la espada,
involucrarse en la guerra, servir como soldados, comprar y vender,
tomar los juramentos requeridos, poseer propiedades, casarse, etc.
Aquí están condenados los anabaptistas, quienes enseñan que
ninguna de las cosas indicadas anteriormente es cristiana. También
condenados aquí están los que enseñan que la perfección cristiana
requiere de abandonar el hogar y la casa, la esposa y los hijos, y la
renuncia a tales actividades mencionadas anteriormente. Realmente, la
perfección verdadera consiste solamente de un temor de Dios, porque
el evangelio no enseña un modo de existencia externo y temporal, sino
interno y eterno, y una justicia de corazón.
Después de otras cinco condenaciones en contra de los “anabaptistas,
donatistas y novacianos,” la Confesión de Augsburgo fue firmada por los
príncipes alemanes. Pero los anabaptistas no les prestaron atención. Ellos
seguían a Cristo.
También, en el lejano sur, en la Suiza protestante, Ulrico Zwinglio y Juan
Calvino también se preguntaban cómo tratar con “la pestilencia anabaptista.”
En una carta a Vadián (el cuñado de Conrado Grebel) Zwinglio dijo: “Mi
lucha contra la antigua iglesia (el catolicismo) fue un juego de niños en
comparación con mi lucha contra los anabaptistas.” Juan Calvino, en su
Breve instrucción para armar a aquellos de la fe sana en contra de los
errores de los anabaptistas, escribió:
Estos miserables fanáticos no tienen otra meta más que poner
todo en desorden… Se descubren ser los enemigos de Dios y de la
raza humana… Si no es correcto para un cristiano el ir ante la
ley contra ninguno para arreglar agravios relacionados con
posesiones, herencias, y otros asuntos, entonces pregunto a estos
buenos maestros, ¡¿Qué será de este mundo?!
Los anabaptistas no le contestaron a Juan Calvino con otro tratado. Le
contestaron con sus vidas.

90
Gran persecución en Austria: condenados a la esclavitud en la
galera, 1539
La iglesia se había establecido por un corto tiempo en Einsterborn,
Austria; y habiendo aumentado en número, Satanás, la antigua serpiente, no
pudo soportar verla. En su ira suscitó a los hijos de la maldad, especialmente
a sus siervos los sacerdotes, los cuales acusaron injustamente a estos
piadosos cristianos ante el rey Fernando. Éste envío al supervisor de los
tribunales de Viena con muchos hombres a caballo. Éstos llegaron en
multitud y se precipitaron sobre los cristianos de Esteinborn en la noche del
6 de diciembre; y encerraron a todos los hombres en un cuarto y a las
mujeres en otro. Su principal propósito fue arrestar a los líderes para obtener
dinero del pueblo, pero no los hallaron, ni tampoco encontraron dinero a
pesar de haberlo buscado en todo rincón. En su tiranía arrestaron a seis
personas, algunos niños y una mujer embarazada. Estos hermanos estuvieron
listos para ofrecer sus cuerpos y vidas a Dios ya sea por medio del fuego o la
espada.
En la noche, en tanto la persecución tomaba lugar, algunos cristianos
vinieron a sus opresores con el propósito de hacerles saber los fundamentos
de su iglesia y de sus vidas. De esta manera, cerca de ciento cincuenta
hermanos fueron encerrados y encarcelados en el castillo de Falkenstein.
Desde aquí, escribieron una carta a la iglesia, dirigida especialmente a los
que aún no habían recibido el pacto de gracia del bautismo y a los que
habían apostatado de la verdad, exhortándoles que si por el testimonio del
Señor se unieran a Él en todo sufrimiento, angustia y dolor, lo cual les
sobrevendría, serían considerados sus compañeros en el reino de Cristo.
Inmediatamente después la iglesia respondió afirmando que todos estaban
de acuerdo con aquella carta y deseaban demostrar un testimonio honesto de
la verdad, sufrir y dar sus vidas por ella y así llegar a ser compañeros.
Cuando los hermanos que se encontraban en la cárcel recibieron esta
respuesta, confiadamente se entregaron al Señor.
En la noche de navidad, sus enemigos les preguntaron en qué se basaba
su esperanza y donde se encontraban sus riquezas y su dinero. Ellos
respondieron que Cristo era su única esperanza y tesoro. Así permanecieron
bajo custodia, hasta que al principio del año siguiente, los encargados del
Rey y el Almirante imperial vinieron para examinarlos. Pero ya que
confesaban la verdad con firmeza, rápidamente fueron encadenados de a dos.
Allí se hallaban presentes, una gran cantidad de mujeres creyentes que
llegaron al castillo, pues los ciento cincuenta que allí estaban siendo
examinados, serían llevados al mar en marcha por Austria e Italia del norte
91
hacia el puerto de Trieste, sentenciados a una muerte prolongada de remeros
en las galeras contra los turcos.
Algunos oraban y suplicaban al Dios Altísimo que guardara a sus
hermanos encarcelados de caer en el error y pecado tanto en el mar como en
la tierra. Y les dé una mente firme para perseverar hasta el fin.
Interrumpiendo esta oración, el Vicerrector del Imperio Español allí
presente, ordenó que sacaran a todos los que habían venido al castillo para
ver a los prisioneros. Entonces ellos comenzaron a despedirse con muchas
lágrimas, amonestándose afectuosamente a adherirse firmemente al Señor y
a su verdad. Una y otra vez se encomendaban a la protección de Dios, sin
saber si ésa era la última vez que se iban a ver. De este modo, el hombre y su
esposa se separaban el uno del otro y dejaban atrás a sus pequeños hijos.

Una conmovedora despedida: mujeres y niños llorando al despedirse de sus seres


queridos que eran llevados a la esclavitud por causa de sus vidas cristianas, 1539 d.C
Fue tan conmovedora esta despedida que el Mariscal del Rey y otros
como él no podían contener sus lágrimas. De esta manera, noventa de ellos
fueron conducidos de dos en dos desde la torre hacia el barco, después de
haber sido encarcelados por más de cinco semanas en Falkenstein. En tanto,

92
desde las paredes del castillo, las mujeres veían a los hermanos con mucha
tristeza, hasta que en la distancia desaparecieron de sus vistas.
Después de este acontecimiento, ellas retornaron a los lugares donde
vivían. Y los hermanos que no fueron llevados al mar, debido ya a sus
cuerpos enfermos o a su edad joven, permanecieron como prisioneros en el
castillo. Desde entonces, algunos de los más jóvenes sirvieron de esclavos a
los nobles de Austria.
El gran conflicto de estos cristianos se debió simplemente a que ellos
testificaron en el reino del anticristo contra la idolatría y la vida injusta de
los sacerdotes.
NOTA: Algunos que viajaron al mar como prisioneros, lograron escapar
del puerto de Trieste y volvieron a la iglesia de Austria, predicando en su
camino de regreso por los pueblos italianos. Otros fueron recapturados y
nunca se volvió a oír de ellos.
“Oh Dios, considera la miseria de tu pobre pueblo en estos últimos días
en la tierra. Ten misericordia de ellos y ayúdalos en el amor de tu santo
nombre, porque tú les has encargado de dar un testimonio fiel en este
mundo. Padre santo, fortalece y capacita a tu pueblo, lucha por ellos y sé su
capitán… no permitas que los avergüencen. Alabado sea tu nombre a través
de ellos y guíalos a tu verdad, permaneciendo firmes hasta el final.”

Espantosamente odiados sin causa18

Atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;


perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; los
anabaptistas llevaban en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de
Jesús, para que su vida se manifestara en ellos. 2 Corintios 4:8-11. Menno
Simons, un obispo en Holanda, escribió:
Con mi esposa e hijos he soportado miseria y persecución ya por
dieciocho años… Mientras ellos (los predicadores protestantes) reposan
en camas con almohadas suaves, nosotros nos escondemos en esquinas
apartadas y remotas. Mientras ellos oyen música en banquetes y
bodas, nosotros oímos a los perros ladrando, advirtiéndonos de un
arresto inminente. Mientras que a ellos se les saluda como Doctor,
Señor, y Maestro, nosotros somos llamados anabaptistas, predicadores
nocturnos, engañadores y herejes. La gente nos saluda en nombre del

18
El presente subtítulo fue tomado del libro El secreto de la fuerza, Peter Hoover,
cap. 17; publicado por www.laiglesiaprimitiva.com
93
diablo. Mientras ellos son recompensados por sus servicios con buenos
ingresos, nosotros recibimos como pago sólo el fuego, la espada y la
muerte.
Leonardo Schiemer escribió:
Estamos dispersos como ovejas sin pastor. Hemos dejado nuestras
casas y tierras y hemos llegado a ser como lechuzas o pájaros
nocturnos en parajes muy distantes. Andamos furtivamente en los
bosques. Los hombres nos localizan con sus perros, luego nos llevan
de vuelta al pueblo como corderos. Allí hacen un espectáculo de
nosotros y dicen que seremos culpables si se levanta una
insurrección. Somos contados como ovejas de matadero. Nos llaman
herejes y engañadores.
Oh, Señor, ninguna tribulación es tan grande que pueda alejarnos
de Ti… Gloria, triunfo y honor son tuyos desde ahora y hasta la
eternidad. Tu justicia siempre es bendecida por la gente que se reúne
en tu nombre. ¡Vendrás otra vez a juzgar la tierra!
Cristóbal Bauman, un anabaptista suizo, escribió:
¿A dónde iré? Soy tan ignorante. Sólo a Dios puedo ir, porque sólo
Dios puede ser mi ayudador. Confío en Ti, mi Dios, en toda mi
angustia. Tú no me abandonarás. Estarás conmigo, incluso hasta la
muerte. Me he entregado y encomendado a tu Palabra. Es por eso que
he perdido el favor de toda la gente en todo lugar. Pero por perder el
favor del mundo, he obtenido el Tuyo. Por lo tanto digo al mundo:
¡Fuera contigo! Seguiré a Cristo.
Ya fue suficiente, mundo; el largo tiempo que anduve flotando en ti,
oh mar traicionero. Me engañaste por mucho tiempo. Me retuviste.
Mientras era esclavo del pecado y le hacía daño a Dios, me amabas
y me honrabas. Pero ahora me odias. He llegado a ser un espectáculo
para el mundo. Todos en todo lugar gritan: “¡Hereje!” Porque amo
la Palabra de Dios. Pero no tengo mayor tesoro que la Palabra de
Dios, así que no me dejaré ser arrastrado y alejado de ella, de mi
Dios y Señor. Seguiré siendo “obstinado.”
No tengo lugar para morar aquí en la tierra. Adonde vaya, tengo
que ser castigado. La pobreza es mi destino. La cruz y el sufrimiento
son mi gozo. Las cadenas y el encarcelamiento han llegado a ser mi
vestidura.
Ni entre los animales del bosque hallo descanso. La gente me

94
persigue allí también, o me expulsa. No puedo entrar en ninguna casa.
La gente no me lo permite, o me echa fuera. Debo ocultarme,
desaparecer, gatear como un ratón. Todos mis amigos me han
abandonado. Todas las calles están cerradas para mí. Le gente está
determinada a capturarme tan pronto como me encuentre. Sufro en sus
manos. Me golpean con palos. Me odian sin causa.
La gente me da las migajas de su mesa con desprecio. No me
permiten beber agua de sus pozos, y no quieren que disfrute ni la luz
del sol. No tengo paz entre ellos. No me dejan pasar de su puerta. Se
avergüenzan de mí porque he decidido seguir a Cristo.
Soy vendido en manos de mis enemigos y traicionado por todos
aquellos a los que les he hecho bien. Los he servido con gozo día y
noche. Pero ahora me llevan como cordero al matadero. Yo busqué su
salvación, pero ellos rechazaron mis esfuerzos. Me maldicen y me
echan por ello. Me echan al dolor… fuera de sus casas, campos, y
bosques. A donde llego, me expulsan. Me tratan brutalmente. Me
cazan como a un venado. Me ponen trampas y me buscan, listos
para golpearme en la cabeza, atarme, y apuñalarme. Me veo obligado
entonces a abandonar mi casa y abrigo, y salir a la lluvia y al viento.
Incluso los que quieren parecer cristianos me condenan. Por causa
del nombre de Dios me han expulsado de su iglesia. Las masas
hipócritas me llaman loco. Dicen que pertenezco al diablo y que no
tengo a Dios. Dicen y hacen esto por sus caminos malos. Y porque yo
evito el camino del pecado, la gente grita en pos de mí: “¡Hereje, vete
de aquí!” Me echan en cara mis pecados pasados y dicen de mí:
“¡Que el verdugo dispute con él!” Me han puesto en el potro para
torturarme. Quieren despedazar mi cuerpo. Dios, ¿no verás en tu
bondad lo que la gente está haciendo? Me encomiendo a Ti y me
abandono en tus manos.
Dios, oro a Ti del fondo de mi corazón, que perdones los pecados de
todos los que me afligen. Y que guardes a tus hijos a salvo,
dondequiera que se hallen dentro de este valle de dolores: evitados o
desechados, torturados, encarcelados y sufriendo gran tribulación.
Padre preciosísimo a mi corazón, guíanos a la tierra prometida.
Sácanos de este dolor y martirio, angustia y cadenas, a tu santa
comunidad. Allí únicamente Tú serás exaltado por los hijos a los que
Tú amas: ¡los que viven en obediencia a Ti! Amén.

95
Anneken de Rotterdam, horas antes de su muerte escribió un
hermoso testamento a su pequeño hijo, 1539 d.C.

Anneken rumbo a su muerte entregando a su niño a un señor panadero con todo


el dinero que tenía y la presente carta que se hallaba en aquel bolso.
En la ciudad holandesa de Briel, Anneken Jans vivía una vida acomodada
en una casa grande con sus padres. Ellos tenían dinero, y ella era hija única.
En la flor de su juventud, ella conoció a un joven llamado Arent. Él era
barbero, y su amor los llevó al matrimonio. Pero el dinero, las fiestas, los
vestidos lujosos y los vinos caros, no satisficieron los anhelos de sus
corazones.
Una noche un joven llegó a la casa de ellos. Su nombre era Meynart, y él
les habló a cerca de seguir a Cristo. Antes de irse, bautizó a Arent y a
Anneken. Pero por haberse bautizado, ambos tuvieron que huir. Dejaron el
hogar de sus padres y escaparon por el Canal Inglés a Londres. Allí les nació
un bebé, al que pusieron por nombre Isaías. Pero Arent se enfermó y murió.
Anneken empacó sus pocas pertenencias y regresó con algunos creyentes de
los Países Bajos. De vuelta a Holanda, en un vagón cargado de gente que se
dirigía a Rotterdam, Anneken y su compañera, Cristina Barents, entonaban
cantos cristianos. Era una fría mañana de diciembre. Un pasajero sospechó
que eran anabaptistas (ni católicas ni protestantes) y las reportó tan pronto
96
como llegaron a la ciudad. La policía las arrestó mientras abordaban una
barca para Delft.
Por un mes, ambas hermanas estuvieron en la cárcel. Anneken cuidaba a
Isaías que ahora tenía un año y tres meses. Luego, fueron sentenciadas a
morir ahogadas. En la mañana del día de su ejecución, Anneken se levantó
temprano y escribió una carta: un testamento a su hijo. La carta amonestaba
al niño a rechazar el mundo y seguir a Cristo. He aquí una porción de la
misma:
“Hijo mío, recibe tu testamento: Escucha hijo mío los consejos de tu
madre; abre tus oídos a las palabras de mi boca. Ahora en este día, voy por el
camino de los profetas, apóstoles y mártires, para beber de la copa de la que
ellos bebieron. Voy por el camino de Cristo, que tuvo que beber de esa copa
Él mismo. Puesto que Él, el pastor, ha ido por ese camino, Él llama a sus
ovejas a seguirlo por donde quiera que va. Éste es el camino a la fuente de la
vida.
“Es el camino de los muertos que claman debajo del altar: ‘Señor,
¿cuándo tomarás venganza por la sangre que ha sido derramada? Y se les
dieron vestiduras blancas y se les dijo que esperaran un poco más de tiempo
hasta que se completara el número de sus hermanos que habían de ser
muertos por el testimonio de Jesús’ Es el camino de aquellos que están
sellados en sus frentes por Dios mismo. He aquí, todos éstos no habrían
podido alcanzar la ciudad celestial sin primero sufrir el juicio y castigo en el
cuerpo. Pues Cristo, la eterna verdad, fue el primero. Mira, todos ellos
tuvieron que beber de la copa amarga como ha dicho el que nos rescató: ‘El
siervo no es mayor que su señor, sino debe conformarse con llegar a ser
como su señor’ También Pedro dijo: ‘Ya ha llegado el tiempo en que el
juicio comience por la propia familia de Dios. Y si el juicio esta comenzando
así por nosotros, ¿cómo será el fin de los que no obedecen al mensaje de
Dios?’ (1 Pedro 4:17) Nadie viene a la vida eterna excepto por este camino.
Entra, pues, por esta puerta estrecha y agradece la disciplina del Señor.
“Mira, hijo mío, el camino del Señor no tiene desviaciones. El que lo
deja, sea por un lado o por otro, heredará la muerte. Este camino es hallado
por pocos y caminado por aún menos. De veras, hay muchos que saben que
éste es el camino a la vida. Pero el camino es demasiado duro para su carne.
“Por esto, hijo mío, no te fijes en la gran multitud de pecadores. No andes
en sus caminos. Apártate de la senda de ellos, porque van al infierno como
ovejas a la matanza. Como el profeta Isaías dijo: ‘Como una fiera, el
sepulcro abre su boca sin medida, para tragarse al pueblo y a sus jefes, a esa
gente que vive en juergas y diversiones.’ (5:14)
97
“Donde oigas de un rebaño pequeño, pobre, sencillo y rechazado por el
mundo, únete a ellos. Pues donde oigas de la cruz, allí está Cristo. No te
apartes de ellos. Huye de la oscuridad de este mundo, uniéndote a Dios.
Teme sólo a Él, observa todas sus enseñanzas, obedece sus mandamientos y
escríbelos en la tabla de tu corazón; habla de su ley día y noche y serás un
árbol frondoso en el tribunal de Dios. Que el temor del Señor sea tu padre; y
la sabiduría, la madre de tu entendimiento. Si sabes esto y lo haces, hijo mío,
serás dichoso. No te avergüences de confesar a Dios delante del mundo. No
tengas miedo de los hombres. Abandona tu vida antes que apartarte de la
verdad. Si pierdes tu cuerpo, lo cual es terrenal, el Señor tu Dios te ha
preparado uno mejor en el cielo.
“Hijo mío, lucha por la justicia ¡hasta la muerte! Ponte la armadura de
Dios. Evita la injusticia, el mundo y todo lo que está en él; y ama sólo lo que
es de arriba. Recuerda que no perteneces al mundo, así como tu Amo y
Señor tampoco perteneció a él. Sé un verdadero discípulo de Cristo y no
tengas ninguna comunión con el mundo.
“No fijes tu atención en las cosas que están delante de tus ojos, sino sólo
en las cosas de arriba. Recuerda mis instrucciones y no las abandones. Que
Dios permita que crezcas para temerle. Honra al Señor con el trabajo de tus
manos. Que la luz del evangelio brille en ti. Ama a tu prójimo, alimenta al
hambriento y viste al desanudo. No tengas dos del mismo artículo, pues
alguien lo necesitará más que tú. Comparte todo lo que Dios te da como
resultado del sudor de tu frente. Distribuye lo que Él te dé. Dáselo a los que
aman a Dios y a los que no atesoran nada, ni para la mañana siguiente;
entonces, Dios te bendecirá. ¡Oh hijo mío, vive una vida digna del evangelio,
y que el Dios de paz te haga santo en cuerpo y alma! Amén.”
Rumbo a su muerte, Anneken dijo al gentío allí congregado: “Aquí tengo
un bebé de quince meses ¿Quién lo quiere? Voy a dar todo mi dinero al que
le da un hogar.” Entonces, un panadero de seis hijos tomó al niño, junto con
la pequeña bolsa de dinero. En ella halló esta carta, la cual Anneken había
escrito aquella mañana. Era el 24 de enero de 1539.

98
Capítulo 8
Los mártires de 1541-1550 d.C
Leonardo Berkop, 1542 d.C.

Leonardo Berkop, quemado costado por costado, 1542

En la ciudad de Salzburgo en 1542, Leonardo Berkop fue arrestado por la


fe. Muchos lo indujeron a apostatar, pero él se paró firme en el camino
estrecho de la verdad de Dios. Entonces, lo condenaron a muerte. Después,
lo llevaron al lugar de su ejecución, en el cual prendieron fuego muy cerca a
él e inmediatamente lo asaron. Pero Leonardo se adhirió firmemente a Dios
y dijo a sus verdugos mientras quemaban su cuerpo: “Este lado ya está
quemado, voltéenme y quémenme también del otro lado. Pues, este
sufrimiento es insignificante en comparación con el eterno.”
De esta manera, él obtuvo la victoria sobre la bestia y su imagen. En
lugar de recibir su marca o actuar en contra de Dios, su Padre celestial,
99
semejante a los siete hijos valientes que temían a Dios (2 Macabeos 7),
entregó su cuerpo para ser quemado en el fuego. Todo este sufrimiento de
ningún modo pudo separarlo del amor de Dios.

María Bekun y su cuñada Úrsula, 1544 d.C.

La madre de Úrsula no pudo hacer que su hija renunciara a la vida que había
encontrado en las enseñanzas de Cristo, lo cual causaba conflicto con el mundo.

María Bekun, expulsada de su hogar por su madre debido a que ella se


había unido a los anabaptistas, escapó de Frisia a casa de su cuñada Úrsula,
cerca a Deventer. Su madre puso a la policía tras su rastro. Una mañana muy
temprano, una cuadrilla armada rodeó la casa y capturaron a María,
sacándola de la cama. María pidió a Úrsula que la acompañara a ir con ellos.
El amor de ambas era más fuerte que la muerte. La madre y la hermana de
Úrsula vinieron a verla, pero no pudieron conmoverla, porque ella había
escogido sufrir la aflicción en lugar de tener el gozo del mundo y fue con
María a la ciudad de Deventer. Allí, los líderes ciegos del mundo buscaron
con sutileza ganarlas para las instituciones humanas. Pero ellas
respondieron: “Nosotras no hacemos caso de los decretos del Papa ni de los
errores del mundo”

100
Ya que ellas consideraban a todas las instituciones del papado como casas
de herejía, fueron llevadas al tribunal de Delden. Los hijos de Pilato y Caifás
las sentenciaron a morir en la hoguera, lo cual les produjo gozo: el ser dignas
de sufrir por el nombre de Cristo y llevar su reproche con Él. Cuando fueron
llevadas a la estaca, mucha gente lloraba al ver su firmeza. Pero ellas
cantaban y decían: “No lloren. Nosotras no sufrimos por ser criminales, sino
porque nos unimos a Cristo.”
Cuando la muerte se acercaba, María dijo a Úrsula: “Querida hermana, el
cielo está abierto para nosotras; pues si sufrimos por un corto tiempo ahora,
seremos siempre felices al lado de nuestro Novio.” Luego se dieron el beso
de la paz, y oraron a Dios que perdonara a sus jueces, los cuales como el
mundo estaban hundidos en la ceguera.
Primero tomaron a María, quien suplicaba a las autoridades que no
derramaran más sangre inocente. Y con gran alegría caminó hacia la estaca,
diciendo: “Oh Cristo, a ti me he entregado. Estoy segura que viviré contigo
por siempre. Dios del cielo, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Después
de quemar a María, las autoridades preguntaron a Úrsula si iba a renunciar.
Ella respondió: “No, no renunciaría las riquezas eternas por la muerte. Mi
carne es también buena para ser quemada por el nombre de Cristo.”
De este modo ambas permanecieron firmes hasta el fin y sellaron la
palabra de Dios con su muerte, dándonos ejemplo.

Francis de Bolswirt: ¡Éste es el único camino!,1545 d.C.


En Bolswirt, Friesland, vivía un verdadero cordero de Cristo, íntegro en
el temor de Dios. Fue arrestado y llevado a Liwarden, donde fue interrogado
por el concejo de la ciudad. Francis era acusado de no prestar juramento, ni
participar de la santa cena en las iglesias del Estado. A esto, él respondió:
“Cristo nos enseña que no debemos jurar en ninguna manera; y puesto que
ustedes son incrédulos e impuros, yo no tendré comunión con ustedes.” Con
estas palabras, las autoridades se ofendieron y dijeron: “Nosotros no somos
ladrones ni asesinos. Entonces, ¿por qué nos llamas impuros? Más bien, nos
parece que tú sostienes una falsa doctrina; y herejes como tú hay muchos, a
los cuales pensamos exterminarlos por completo.”
Por tanto, las autoridades, aconsejadas por los sacerdotes de Jezabel, se
expresaron acerca de Francis, diciendo: “Él desprecia nuestra misa y
condena nuestras costumbres. Y nosotros, según una orden estricta, hemos
llegado al acuerdo que él merece la muerte.”

101
De esta manera, fue sentenciado a morir en la hoguera el domingo de
Ramos de 1545. Después de oír su sentencia, Francis se dirigió a las
autoridades y les dijo: “Yo les perdono de todo corazón por lo que harán
conmigo, deseando que puedan arrepentirse y vivir según las palabras de
Dios. Yo, ahora voy a la santa ciudad, a la heredad de mi Padre.” Entonces,
fue conducido a la muerte como una oveja al matadero. Muchos que lo
vieron lloraron. Pero él les decía: “No lloren; más bien, prepárense ustedes
mismos y mueran a sus pecados. Este es el verdadero camino para entrar a la
vida.”
Después que hubo orado abiertamente y entregado su alma a la paz de
Dios, el verdugo comenzó su trabajo. Fue la voluntad de Dios que de este
modo él sea contado entre los mártires.

Hans Blietel: 1545 d.C.


Este hermano fue encarcelado en Ried, Baviera. Se ofreció una suma de
dinero por su arresto. Para este propósito hubo un traidor, el cual, con
palabras suaves, pretendiendo ser muy celoso y mostrando deseos de estar
con él, lo llevó a su casa. Hans pensó que aquel hombre estaba preocupado
por la salvación de su alma; y fue con él. Así, dicho traidor, encerrándolo en
su casa, le dijo: “Hans, eres prisionero.” El traidor prometió soltarlo a
cambio de dinero. Pero, puesto que Hans rehusó acceder a su petición, aquél
fue a las autoridades y lo traicionó. Mientras éste se dirigía a las autoridades
para dar la información sobre Hans, su esposa pedía lo mismo al hermano.
Pero él no quiso darle nada; y con la ayuda de Dios sufriría cualquier
tribulación.
En tanto, las autoridades llegaron acompañadas con un gran número de
hombres armados y arrestaron a Hans, al traidor y su esposa. Atándolos bien,
con cadenas y cuerdas, las autoridades castigaron duramente tanto al traidor
y su esposa como al hermano, pues pensaron que ellos habían tomado el
dinero del hermano. Su traición se convirtió en dolor para ellos.
Hans Blietel, después de haber estado en prisión por cuatro o cinco
semanas, cerca del día de San Juan, fue sentenciado a ser quemado vivo.
Hacia el lugar de su muerte, los sacerdotes lo sedujeron a abandonar el
anabaptismo. Pero él les dijo: “Ustedes son los que deberían abandonar su
engaño malvado. Yo no oiré a sus falsos profetas. Hoy debo seguir al Señor
mi Dios y cumplir lo que he prometido.” Por consiguiente, los sacerdotes lo
dejaron en paz.
En el camino a su muerte, vio a unos de sus conocidos llamado Michael
Dirks. Hans lo miró con un rostro alegre, señalándole el cielo. De este modo
102
se dirigía hacia la muerte y el fuego. Este escenario produjo una gran tristeza
a Michael y su esposa, los cuales no comieron por tres días, y luego
buscaron unirse a la iglesia y llegaron a ser discípulos de Cristo.
Ya en el lugar de su muerte, Hans levantó su voz dirigiéndose a la
multitud reunida allí: “Esta es la verdad divina. Arrepiéntanse, abandonen
sus vidas injustas, malvadas y viciosas. Porque si no lo hacen, el Dios eterno
vendrá por sus pecados y los castigará por toda la eternidad y demandará la
sangre inocente de sus manos y los castigará por ello.”
Atado a una escalera, mientras el fuego ardía, él testificaba que ésa era la
verdad y el camino a la vida eterna. Este amante de Dios también cantó en
medio del fuego cual oro puro y precioso.

Richst Heynes: después de haber dado a luz en la cárcel, la


torturaron, 1547 d.C.

En el año 1547, una mujer piadosa cuyo nombre era Richst Heynes, vivía
en el Ilst, en Friesland. Ella también dobló sus hombros bajo el yugo del
Señor Jesús, escuchando y siguiendo su bendita voz, evitando la voz de todo
extraño que se opusiera a Él. Pero los enemigos de Dios, al ver esto,
rápidamente buscaron hacerle daño e impedir lo que hacía. Para este fin, le
enviaron siervos tiránicos, que llegaron como lobos rapaces y apresaron a
esta cordera indefensa. Su esposo, al darse cuenta, pudo escapar con gran
peligro de perder la vida. A ella la maltrataron de manera atroz sin la más
mínima compasión, aunque se encontraba embarazada y a punto de dar a luz.
Pero a pesar de ello, se la llevaron con ellos, mientras sus pequeños hijos
lloraban y gemían. La llevaron hasta Liwarden y la echaron en prisión,
donde después de tres semanas dio a luz a un hijo varón.
Después, la torturaron tan cruelmente que no podía llevarse las manos a
la cabeza. Así ella fue maltratada con torturas inhumanas, principalmente
porque se negaba a traicionar a sus hermanos, pues aquellos lobos de
ninguna manera se sentían satisfechos, sino que tenían más sed de sangre
inocente. Sin embargo, el Dios fiel, quien es una fortaleza en la hora de
necesidad y escudo a todos los que en Él confían, guardaba sus labios para
que nadie fuera traicionado por ella. Y siendo que nada podía separarla de
Cristo, después de sentenciarla, la echaron en un saco como si se tratara de
una bestia irracional, y la lanzaron al agua, ahogándola. Todo esto ella
soportó con paciencia y firmeza como cordero inocente de Jesucristo por el
nombre del Señor, permaneciendo fiel hasta la muerte. Por esta razón fue
hallada digna de recibir de Dios la corona de la vida eterna.
103
Seis hermanos y dos hermanas quemados en la hoguera en el
mismo día en Ámsterdam el 20 de marzo de 1549

Mientras el verdugo se calienta las manos y los sacerdotes conversan sobre cosas
triviales, los corderos indefensos de Dios son consumidos por el fuego.

Cerca de veinte personas, entre hombres y mujeres, se hallaban en la


prisión de Ámsterdam por causa de la verdad de Cristo. Y algunos escaparon
de ella de la siguiente manera:
Uno de los prisioneros tenía dos hermanos, los cuales pasaban su tiempo
en las tabernas. Un día, sentados en una de ellas, un poco embriagados,
pensando en su hermano encarcelado y en el día que iban a quitarle la vida,
juraron rescatar a su hermano de la cárcel aún si eso les costara sus vidas. Y
lo confirmaron levantando sus manos, tirando sus sombreros al aire y
poniendo a Dios como testigo.
A la mañana siguiente, estando más sobrios, se turbaron al pensar en su
peligroso plan de rescatar a su hermano de la cárcel. Pero al recordar su
solemne juramento y a su hermano, decidieron llevar a cabo su plan.
Tomaron una cuerda, un bloque engrasado y un gancho de metal; los

104
empacaron en una canasta y las guardaron en la casa de Jan Jans que se
encontraba detrás de la prisión.
Cuando llegó la noche, ya listos, lanzaron el gancho atado a la cuerda
hacia la ventana que daba a la celda de su hermano y subieron. Luego,
encontraron a su hermano y lo bajaron sirviéndose de la cuerda. De la misma
manera recataron a los demás prisioneros, excepto a Ellert Jan, el cual
rehusó salir diciéndoles que él estaba animado para morir como una ofrenda
a Dios, y no esperaba una vida larga ni mejor. En esto consistía su felicidad.
Pues temía que en el camino, a través de este largo desierto, su coraje
decaería y así nunca atravesaría el Jordán ni llegaría a la tierra prometida.
También dijo que era muy bien conocido por su pierna de madera, lo cual
facilitaría su captura.
Pero otros ocho de ellos se hallaban en otras mazmorras donde casi no
podían escuchar lo que sucedía. Ellos permanecieron en confinamiento hasta
el día de su muerte, excepto Litgen a quien le perdonaron la vida debido a su
embarazo. Ella dio a luz un niño en medio de sus cadenas. El dolor del parto
le afectó de tal modo que causó trastornos en su mente, después de lo cual se
estableció por un largo tiempo en una pequeña casa en Ámsterdam hasta que
murió.
Cuando llegó el día de la ejecución de las ocho personas mencionadas, El
primo de Ellert Jans, el que tenía la pierna de madera, vino a ver el espíritu
que éste mostraría en la hora de su muerte. Mientras todo el pueblo oía la
sentencia del tribunal, se asombraron al ver el feliz semblante de Ellert Jans.
Éste amonestaba al pueblo reunido allí a no ser seducidos por la Babilonia.
Y afirmaba que nunca antes había experimentado un día tan alegre como ése.
Al verlo su primo, lo guardó en su corazón; y desde entonces llevó sobre sí
el peso de la cruz.
De esta manera todos ellos terminaron sus vidas con gran gozo,
quemados vivos en la hoguera.
La sentencia de estos mártires obtuvimos del libro de las sentencias
criminales de la ciudad de Ámsterdam. Estos fieles discípulos de Cristo eran
considerados criminales por la sociedad medieval.

105
Dos jovencitas, enfrentaron alegres el reproche del viejo
mundo, 1550 d.C
Cerca del año 1550 en Bamberg, dos jovencitas abrazaron a Cristo por la
fe y fueron bautizadas según las enseñanzas de Cristo; y abandonando el
pecado, buscaron caminar en nueva vida con Él. Los anticristianos trataron
de impedirles su decisión; y lograron echar a estas dos corderas jóvenes a la
prisión, donde fueron torturadas con gran severidad. También buscaron
medios anticristianos para empujarlos a apostatar. Pero ya que ellas
permanecieron firmes durante toda su prueba, las autoridades, las cuales
generalmente siguen el consejo de los falsos profetas, las condenaron a
muerte; lo cual produjo gozo e intrepidez en ellas.

Dos jovencitas, llevando coronas de espinas en el camino hacia su muerte.


Mientras eran llevadas al lugar de la ejecución, sus perseguidores les
pusieron coronas de pajas en la cabeza en son de burla y reproche. Después
de lo cual, una le dijo a la otra: “Ya que Cristo llevó una corona de espinas
por nosotras, ¿Por qué no deberíamos llevar estas coronas de paja en honor a
Él?”
De este modo, estas dos ramas jóvenes, armadas de paciencia según el
ejemplo de su Capitán, permanecieron fieles en la muerte y obtuvieron la
corona de Dios en el cielo. Ellas mostraron mucho ánimo y firmeza en la
muerte. Ellas tenían los verdaderos cimientos de las palabras de Cristo, a
quien invocaron en su angustia: murieron con gran esperanza.
106
Capítulo 9
Los mártires de 1551-56 d.C
Guillis y Elizabeth: un joven y una joven fieles hasta el final,
1551 d.C
El 21 de julio de 1551, dos piadosos cristianos: un hermano de nombre
Guilis y una hermana llamada Elizabeth fueron sentenciadas como herejes
de acuerdo a un decreto imperial en Ghent, Flandes. Se les entregó a la
muerte a la una de la tarde: una hora no usual. Después que hubieron subido
a la plataforma, ellos oraban a Dios. Allí, el verdugo desató el vestido de
Elizabeth el cual calló cuando ella se puso de pie. Y en son de burla el
verdugo le hizo poner pantalones blancos y sueltos. Avergonzada en esos
momentos, inmediatamente caminó hacia la estaca y dijo: “Te agradezco, oh
Señor, por ser digna de sufrir por tu nombre. Ahora estoy parada donde son
probados los elegidos de Dios. Oh Señor, fortaléceme y no me dejes.”
Guilis entonces le dijo: “Querida hermana, ten paciencia en tu
sufrimiento. Dios no te abandonará.” “Oh querido hermano, nunca me
apartaré de Él,” dijo ella. Luego Guilis comenzó a llorar: “Oh Señor,
perdona los pecados de quienes me llevan a la muerte. Pues como no te
conocen, no saben lo que hacen.”
Finalmente, ambos levantaron su voz: “Oh Padre celestial, en tus manos
encomendamos nuestro espíritu.” Y así tuvieron una muerte dichosa y
agradable a Dios: por medio del fuego.

Gerónimo Segers y su esposa Lijsken Dirks y Big Henry, 1551


Estas tres personas cayeron a manos de los tiranos por el testimonio de
Jesús en Antwerp, Brabant. Ellos sufrieron muchas torturas y detalladas
examinaciones; pero por la gracia de Dios lo soportaron todo. Ya que nada
pudo hacerlos apostatar, Gerónimo y Henry fueron llevados al matadero.
Puestos en estacas, con gran firmeza entregaron sus cuerpos a Dios como un
agradable sacrificio.
La esposa de Gerónimo Lijsken Dirks, a quien después de dar a luz (pues
se hallaba embarazada) la metieron en un costal y entre las tres y cuatro de la

107
mañana la arrojaron al río Scheldt. Dichos mártires ahora descansan debajo
del altar.
Las siguientes cartas escritas por ellos dan testimonio de su fe fuerte, su
firme esperanza y su ardiente amor a Dios y su verdad.

Una carta de Gerónimo Seger escrita en la prisión de Antwerp a su


esposa de Lijsken, quien se hallaba en la misma prisión, 1551 d.C.

Siempre teme a Dios.


Me encuentro en esta prisión, entre paredes estrechas, por causa de
Cristo. Te deseo gracia, paz, gozo, consuelo, una fe firme, seguridad y un
ardiente amor a Dios mi querida esposa Lijsken Dirks. Contigo llegué al
matrimonio delante de Dios y de su santa iglesia de acuerdo al mandamiento
del Señor.
Sé muy bien, mi cordera escogida, que te encuentras en medio de gran
aflicción por mí; pero deja de lado toda tristeza y mira a Jesús. Caminemos
en toda justicia y santidad como hijos de paz. Usemos bien el tiempo de
gracia considerando cuán gran misericordia nos ha mostrado el Señor. Oh mi
querida esposa, recuerda cuán fielmente servimos a Dios. Él no será
confusión para nosotros.
Cuando confesamos la verdad, nos separamos del mundo y renunciamos
todos los deseos. Y esto no es todo. Debemos luchar también contra los
enemigos: emperadores, potestades y el príncipe de este mundo. Debemos
sufrir en este mundo, pues Pablo dijo que todo aquel que desea vivir
piadosamente en Cristo, sufrirá persecución. Tenemos que ser mayores que
el mundo, el pecado, la muerte y Satanás. Espero entrar pronto a la ciudad
descrita por Juan, la cual está hermosamente adornada; sus fundamentos son
doce piedras preciosas y sus paredes y calles son de oro puro.
Te informo que recibí tu carta por medio de mi madre. La leí con
lágrimas. Me sentí consolado por tus palabras y me alegré oír de tu firmeza.
Por otro lado, también me he presentado delante del gobernador. Con él
estuvieron dos monjes dominicos, dos jueces y el escribano de la corte
criminal. Sentimos una gran alegría por riquezas como éstas: nuestra,
esperanza y amor. Éstas no nos abandonarían aun si ellos nos encerraran en
prisiones oscuras, separados tú y yo.
He aquí, mi querida esposa, no ceses de servir al Señor tu Dios con todo
tu corazón, y sigue sus pasos. ‘Pues lo que sufrimos en esta vida es cosa
ligera que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho
más grande y abundante. Porque no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo
108
que no se ve, ya que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se
ven son eternas. Nosotros somos como una tienda de campaña no
permanente; pero sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene
preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sida hecha por manos
humanas. Por eso suspiramos mientras vivimos en esta casa actual, pues
quisiéramos ya mudarnos a nuestra casa celestial.’ 2 Corintios 4:17-5:2
Por tanto, con diligencia pasa los días de tu peregrinación en este mundo
con temor y temblor. Esto es vivir en obediencia a los mandamientos y leyes
de Dios. No temamos al mundo ni temblemos delante de él. Pues Cristo dijo:
‘No teman a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; teman
más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.’
Mateo 10:28.
Quienes por un breve tiempo han sido rechazados y despreciados,
perseguidos y sometidos a una muerte humillante, dolorosa y vergonzosa por
el testimonio de Jesucristo, triunfarán y vivirán por siempre con Dios.
Nuestras lágrimas y tristezas se convertirán en alegrías.
Oh mi querida esposa, persevera fiel hasta la muerte. La corona no se
halla al principio ni en medio de la carrera, sino al final. Antes que Dios
limpie todas nuestras lágrimas, ellas tienen que ser derramadas primero.
Antes que nos libre de nuestros sufrimientos, debemos sufrir en este mundo.
Sí, tenemos que luchar contra leones feroces, dragones y osos. Sí, contra la
malvada generación de víboras, contra los gobernadores que son como
serpientes, contra la descendencia malvada de Caín.
Mi querida esposa y hermana, pelea con Pablo la buena batalla, párate
firme contra las puertas del infierno para que puedas recibir la salvación de
tu alma. Amén.
Una carta de Lijsken, la esposa de Gerónimo, escrita desde la prisión
de Antwerp 1551 d.C.
Gracia y paz de Dios el Padre sea con nosotros.
Mi querido esposo en el Señor, al principio de mi encarcelamiento éste
me parecía muy largo. Pues no estaba acostumbrada a la cárcel y lo único
que escuchaba era tentaciones para apartarme del Señor. Ellos me decían:
‘¿Por qué te preocupas por las Escrituras? Ocúpate en coser tu vestido.
Parece que tú no sigues a los apóstoles. ¿Qué señales muestras? Ellos
hablaron en varias lenguas una vez que recibieron el Espíritu Santo. ¿Dónde
están las lenguas que tú has recibido del Espíritu Santo?’ Pero para nosotros
es suficiente haber creído por medio del evangelio de Juan lo que dijo Cristo
en su intercesión por sus discípulos antes de ser entregado: ‘No te ruego
109
solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el
mensaje de ellos’ Juan 17:20.
Gracias a Dios el Padre; pues Él nos ha dado tal amor, gozo, sabiduría y
una mente firme por medio de Cristo y el poder del Espíritu Santo para
prevalecer contra las bestias, dragones, serpientes y las puertas del infierno,
los cuales utilizan gran sutileza para seducir, engañar y destruir nuestras
almas.
El Espíritu Santo declara: ‘Si somos muertos con él, también viviremos
con él; si sufrimos, también reinaremos con él.’ 2 Timoteo 2:11-12. ‘Fijemos
nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la
perfecciona. Jesús sufrió en la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa
muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se
sentó a la derecha del trono de Dios.’ Hebreos 12:2. Oh mis más querido en
el Señor, confío en Dios el cual da su sabiduría sólo a los sencillos e
inocentes y a los despreciados por este mundo, que Él nos animará hasta que
nuestro viaje haya finalizado.
Por eso, mi más querido en el Señor, alégrate y mantente animado delante
de Dios, pues Él nos ha escogido para ser encarcelados por largo tiempo a
causa de su nombre, habiéndonos hallados dignos de él. Aunque los hijos de
Israel estuvieron mucho tiempo en el desierto, habrían entrado a la tierra
prometida, si hubiesen sido obedientes a la voz del Señor. De la misma
manera también nosotros nos encontramos en el desierto entre bestias
voraces, las cuales diariamente tienden sus redes para cazarnos. Pero el
Señor no abandona a los suyos. Por tanto, perseveremos contentos en Él,
pacientemente y con gozo tomemos nuestra cruz y esperemos con firme
confianza lo que Él nos ha prometido. Amén.

La última carta de Gerónimo a su esposa, escrita en la noche que fue


sentenciado, 1 de setiembre de 1551
La gracia y paz de Dios sean contigo para una consolación permanente,
gozo y fuerza en tus cadenas y sufrimientos.
Mi más querida y amada, deseo al Cristo crucificado como un novio para
ti, el cual te ha elegido para ser su hija, novio y reina. Ahora te encomiendo a
este Rey: el Padre eterno y celoso amante y Dios. Él será tu consolador y
novio. Puesto que Él me llamó y me toma a mí primero, ahora debo ser un
ejemplo para que puedas seguirme tan valientemente como iré yo antes que
tú. Porque el Señor nos hizo dignos de sufrir por su nombre.

110
Oh mi querida corderita, sigue fielmente los pasos de tu novio, no temas
las amenazas del mundo ni te atemorices frente a sus torturas; pues ellos no
pueden herir un pelo de tu cabeza sin la voluntad del Padre que está en los
cielos. Sigue fielmente la enseñanza de Cristo, pues sus ovejas oyen su voz y
lo siguen; pero no oyen la voz de los extraños. Pelea valientemente para la
gloria del Señor así como Él peleo por la salvación de nuestras almas. Cristo
dijo: ‘Dichosos los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos.’ Mateo 5:11. El Señor dijo también cuando
ellos nos lleven delante de señores y príncipes y nos torturan y matan,
pensarán que así rinden servicio a Dios. Por lo tanto, confía sólo en Cristo:
Él no te abandonará.
Yo no espero ver tu rostro otra vez, pero sí espero verte debajo del altar
de Cristo. Mi querida esposa, la hora de mi partida ya ha llegado. Ahora me
dirijo con gran alegría y gozo a nuestro Padre celestial, y te pido que no te
entristezcas por esto. Solamente siento tristeza porque te dejo en medio de
estos lobos; pero estoy seguro que el Señor te guardará hasta el fin. Se
valiente en el Señor.

Cómo Lijsken Dirks, la esposa de Gerónimo, confesó valientemente


los fundamentos de su fe delante de las autoridades y de todo el pueblo;
y cómo fue puesta en un costal y arrojada en una noche al río Scheldt.
Lijsken, nuestra hermana, quien estuvo en cadenas por un largo tiempo,
habló con claridad en la corte delante de las autoridades y del pueblo común.
Ella rechazaba el bautismo de infantes como algo instituido por los hombres
y les hablaba a los jueces sobre el juicio de Dios. Después de lo cual, los
señores ordenaron a los guardias, diciendo: “Sáquenla de la corte.”
Ella regresó a la prisión diciendo que muchas almas fueron asesinadas
por ellos. Muchas personas corrieron a ella para verla. Lijsken hablaba con
audacia y valentía a la gente y luego se puso a cantar un bello himno. Dos
monjes vinieron para atemorizarla, pero ella rehusaba completamente
escucharlos. Y la oían asombrada desde la calle. Entonces, ella dijo a la
gente desde la ventana de su cuarto: “Los borrachos, adúlteros y las
prostitutas son tolerados; pero los que viven y caminan de acuerdo a la
voluntad de Dios son oprimidos, perseguidos y llevados a la muerte.” Luego
comenzó a cantar: “Todos escuchen. ¡Qué pobres ovejas somos!...”
Romanos 8:36. Antes que hubo terminado de cantar, las autoridades llegaron
y la sacaron de la ventana; y ya nadie la volvió a ver.
Muy temprano en la mañana, el pueblo volvió para ver a Lijsken; pero los
verdugos ya la habían ejecutado entre las tres y cuatro de la mañana. Éstos la
111
habían metido en un costal y arrojado al río Scheldt. Por consiguiente, el
pueblo, enojado, decía: “Los asesinos y delincuentes son presentados
públicamente delante de todos.” Algunas personas reflexivas decían: “La
razón es que ellos obedecen los mandamientos de Dios más que los de los
emperadores y hombres. Pues ellos se han vuelto a Dios, de la mentira a la
verdad, de la oscuridad a la luz, de la injusticia a la justicia; han corregido sus
vidas y han sido bautizados de acuerdo al mandamiento de Cristo y la práctica
de los apóstoles.” También dijeron que los justos siempre habían sufrido,
desde el tiempo de Abel hasta ahora; e incluso Cristo también tuvo que sufrir y
así entrar a la gloria de su Padre, dejándonos ejemplo para seguir sus pasos.
Pues todos los que vivimos piadosamente en Cristo, sufriremos persecución.

María de Monjou 1552 d.C.

María de Monjou, aún momentos antes de ser ahogada los monjes la seducían a
abandonar la verdad que ellos llamaban herejía, 1552 d.C.
Según el testimonio de las Escrituras, todos los que desde el principio del
mundo han sido justos y han vivido piadosamente en Cristo, han tenido que
sufrir. María, una mujer piadosa y temerosa de Dios, tomó parte de dicho
sufrimiento. Pues habiéndose ella bautizado según la enseñanza del Nuevo
Testamento y conducido de manera ejemplar entre los hermanos y todo el
pueblo, el funcionario de la ciudad de Monjou la encarceló: ella permaneció
112
en confinamiento por más de un año. Y aunque tuvo que sufrir mucho, lo
soportó con gozo. Constantemente animaba a los hombres piadosos a
caminar en amor y guardar firme el pacto de Cristo. Ella se esforzó para
presentar su cuerpo como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
Las autoridades ordenaron torturarla por tres días consecutivos, mas no
pudieron inducirla a abandonar el anabaptismo; porque ninguno que teme a
Dios de corazón puede ser confundido. Por fin, la condenaron a morir
ahogada. Y María deseaba dar su vida por la causa de Cristo.
En su camino al lugar donde iban a ahogarla, ella cantaba con un corazón
alegre porque aquel día había llegado; pues ella había vivido para ver esa hora.
Y de esta manera procedió en las manos de Pilato como lo hicieron con Cristo:
cual oveja llevada al matadero. Las Escrituras también lo testifican: “Ellos los
matarán a ustedes, y pensarán que así rinden servicio a Dios.” Juan 16:2.
En el camino, María dijo: “Una vez fui la novia de un hombre; pero hoy
espero ser la novia de Cristo y heredar su reino con Él.” Ya acercándose al
agua, unos de los hipócritas le decía: “María, arrepiéntete o no te irá bien.”
Ya en el agua, los verdugos retrasaron su muerte por más de dos horas,
creyendo que podrían inducirla a apostatar y abandonar la verdad. Luego,
ella les dijo: “Yo me adhiero a Dios. Hagan lo que tiene que hacer. El trigo
debe ser trillado entre la paja. Porque la palabra de Dios tiene que
cumplirse.” Después de tales palabras, se encomendó al Padre celestial y la
ahogaron. De este modo fue entregada a la muerte.

Simón, el vendedor de telas: un desafío al poder de la Iglesia


del Estado, 1553 d.C.
En el pueblo de Bergen, Holanda, un vendedor de telas llamado Simón,
vendía sus mercancías en un toldo en la plaza del mercado. Cierto día, los
sacerdotes pasaron en procesión19 con su ídolo cerca de su mostrador. Simón
se negó con desprecio a honrar a este ídolo hecho por manos humanas; pues
él sólo serviría y adoraría al Señor su Dios. Por tanto, fue arrestado por los
preservadores de la roma anticristiana. Al ser interrogado, libremente
confesó su rechazo al bautismo de infantes inventado por ellos mismos
juntamente con todos los mandamientos humanos, sosteniéndose solamente

19
Era el día de procesión, cuando el pan consagrado era llevado por las calles. Se
esperaba que todos se arrodillaran ante el pan y lo adoraran como a Dios. La
procesión era una exhibición del poder que tenía la Iglesia Católica. Las personas
tenían que someterse a ese poder.
113
con el testimonio de la palabra de Dios De allí, los enemigos de la verdad lo
sentenciaron a morir en la hoguera. Muchas personas se asombraron al
contemplar la grande firmeza y valentía de este testigo de Dios, el cual
obtuvo la corona de la vida eterna.

Simón rechazó la adoración pagana de los católicos, al rehusar arrodillarse


mientras pasaba la procesión. Sus vecinos le piden que se arrodille, 1553 d.C

David y Levina 1554


En el año1554, un hermano joven llamado David fue encarcelado en
Ghent, Flandes, a causa de seguir a Cristo y vivir de acuerdo a los
mandamientos de Dios. Cuando fue examinado, le preguntaron qué pensaba
él del sacramento (la hostia). Él les respondió que todo ello era idolatría.
Entonces un sacerdote le dijo: “Te costará la vida si no cambias de
mentalidad a tiempo.” A esto respondió David suavemente: “Estoy listo para
derramar mi sangre por el nombre de Cristo; pues Dios es mi salvación. Él
me guardará de todo el mal.” Entonces el sacerdote le respondió: “Serás
quemado públicamente en la estaca para una vergüenza eterna.”
Luego, David se presentó a la corte donde fue condenado a muerte y su
sentencia fue leída. Fue considerado como alguien que había caído de la
114
verdadera fe a la herejía; y por tanto, según el edicto imperial, sería
estrangulado y quemado.
También fue sentenciada con él una mujer de nombre Levina, quien
prefirió abandonar no sólo a sus seis queridos hijos, sino también su propia
vida terrenal en lugar de abandonar a su querido Señor y Novio Jesucristo.

El verdugo tomando el trinche para clavarlo en el vientre de David aún después de


haber sido quemado en el fuego.
Al llegar al lugar de la ejecución, David intentó arrodillarse para dirigirse
a Dios en oración, pero se le impidió; e inmediatamente se les condujo a
ambos a las estacas. Parados en ellas, David se dirigió a Levina: “Gózate,
querida hermana, porque lo que sufrimos aquí no se compara con los bienes
eternos que nos esperan.” Romanos 8:18. Una pequeña bolsa que contenía
pólvora fue atada a cada uno de ellos. Cuando ya estaban completamente
quemados, la gente vio que David movía su cabeza. En aquel momento el
verdugo tomó un trinche y lo clavó tres veces en su vientre. Pero aun
después de esto él seguía moviéndose. Entonces, el verdugo ató una cadena
alrededor del cuello de David y la apretó a la estaca hasta romper su cuello.
De este modo, estos dos valientes lucharon en el camino hacia la vida.

115
Agustín, el panadero, 1556 d.C.

La captura de Agustín el panadero mientras se encontraba trabajando, 1556 d.C

En la ciudad de Beverwijk, un panadero llamado Agustín despreció el


mundo y se bautizó de acuerdo a la ordenanza de Cristo, lo cual no podían
soportar los papistas. En este tiempo hubo cierto burgomaestre lleno de
amargura y celo perverso. A veces decía que él proporcionaría la madera y la
turba para quemar a Agustín. Pero el funcionario, encargado de los acusados,
había declarado que no arrestaría a Agustín sin previamente advertirlo; pero
no guardó su palabra. Pues él mismo sorprendió a Agustín en su trabajo
mientras éste amasaba; y aunque intentó huir, fue atrapado rápidamente por
sus perseguidores y lo metieron en la cárcel.
Puesto que Agustín era muy querido, la esposa del magistrado, muy
entristecida, le dijo a su esposo: “Oh asesino, ¡qué has hecho!” Pero todo en
vano, él siguió a Jesús su Señor cual cordero llevado al matadero. Las
autoridades dictaron una sentencia cruel sobre él: ser atado a una estaca y ser
arrojado al fuego para ser quemado.

116
Tres mujeres quemadas en la hoguera 1556 d.C.
Tres mujeres fueron arrestadas en Belles, Flandes, por causa del
testimonio de la verdad. Sufrieron mucha tribulación y tormento. Cuando los
verdugos quisieron desnudar a la mujer de mayor edad para torturarla, ella
les dijo a los señores presentes: “Recuerden que ustedes nacieron de una
mujer. Les pido que no me avergüencen.” Por esta razón le permitieron
permanecer con sus vestidos sobre el potro de tormento.
La segunda, una joven doncella, soportó espantosos sufrimientos. Pero
todo en vano: no lograron que ella abandonara la verdad. Porque ella prefirió
el gozo eterno y sufrir el dolor temporal que buscar el placer efímero y sufrir
eternamente.
La tercera, una señorita también, yacía desnuda sobre el potro; y puesto
que no podían lograr que ella apostatara por medio de las torturas,
comenzaron a preguntarle si no se sentía avergonzada de estar allí desnuda.
Ella les respondió: “Yo no me presenté aquí desnuda por mí misma. Ustedes
que infligen esta miseria y desgracia sobre mí que soy inocente: sufrirán
vergüenza eterna por haberlo hecho.” Y aunque fue torturada hasta tal punto
que su sangre fluía sobre el potro, permaneció firme.
Después del tormento, estas tres mujeres fueron sentenciadas a morir en
la hoguera. Parada en la estaca, ésta última dijo: “Esta es la hora que mucho
he anhelado: pondrá fin a mi tribulación.”

Gerardo Hasenpoet, separado de su familia, 1556 d.C.


En el verano de 1556, hubo en la ciudad de Nimeguen, Países Bajos, un
fiel hermano llamado Gerardo Hasenpoet, sastre de oficio. Habiendo huido
de la ciudad debido a la severa persecución, secretamente volvió, ya que su
esposa e hijos vivían aún allí. Él fue visto por el guardia del magistrado, el
cual le informó a su señor. El magistrado inmediatamente fue tras él y lo
capturó. De esta manera este amigo de Cristo tuvo que separarse de su
esposa y sus hijos e ir a la prisión, a la tribulación y a la miseria por el
nombre de Jesús.

117
Gerardo despreció el vino ofrecido por las autoridades, señalando con el dedo
hacia arriba que lo bebería en el reino de su Padre. En tanto, su esposa lloraba
sosteniendo a su bebé en los brazos, momentos antes de caer desmayada.

Mientras era examinado por los señores de este mundo, Gerardo no se


avergonzó de la verdad que ellos creían que era herejía. Por tanto, fue
sentenciado a morir quemado en la estaca, lo cual él lo aceptó valientemente.
En el día de su muerte, la esposa de Gerardo vino para hablar con él por
última vez y despedirse de su querido esposo. Ella tenía un bebé en sus
brazos, que apenas podía sostener a causa de su gran dolor. Cuando las
autoridades le ofrecieron vino a Gerardo,20 lo cual era costumbre hacer con
los sentenciados a la muerte, él le dijo a su esposa: “Yo no deseo este vino.
Yo espero beber del nuevo vino, que me será dado en el reino de mi Padre.”
Así, ambos fueron separados en medio de gran dolor y se despidieron el uno
al otro de este mundo. La mujer casi no podía sostenerse en pie por más
tiempo: parecía desvanecerse por el dolor, y cayó desmayada.
Una vez que Gerardo fue llevado al lugar de su muerte, levantó su voz y
canto un himno: “Padre celestial, a Ti clamo; fortalece mi fe ahora.” En la

20
Según la costumbre, prepararon una copa grande con vino para Gerardo. Se
suponía que esto era un acto de clemencia para amortiguar el dolor y aliviar el temor
de la ejecución.
118
estaca, el tiró sus zapatos de sus pies, diciendo: “Sería una lástima
quemarlos, pues algún pobre puede necesitarlos.” Y cantó la última estrofa
del mismo himno mientras el verdugo preparaba las cuerdas para
estrangularlo: “Hermanos y hermanas, adiós a todos. Ahora debemos
separarnos para poder reunirnos más allá de estos cielos con Cristo, nuestra
única cabeza. Los esperaré allí.” Entonces el verdugo lo sujetó con cuerdas,
y este testigo de Cristo cayó dormido en el Señor; y luego, prendieron el
fuego. Voluntariamente entregó su cuerpo por la verdad.

119
Capítulo 10
Los mártires de 1557-58 d.C
Algerio: un joven quemado con agua y luego por el fuego en
Roma, 1557

El joven Algerio soportando el aceite hervido que echaban sobre su cuerpo


desnudo para luego reducirlo a cenizas.
Algerio, aunque era muy joven fue un estudiante en el reino de Nápoles
en Padua. Allí conoció a un hermano del cual indagó con diligencia cual era
el camino y la voluntad de Dios. Escuchó con cuidado y pronto fue
bautizado en la muerte de Cristo. Inmediatamente después fue arrestado y
echado a la prisión donde soportó muchos conflictos severos. En gran
manera fue fortalecido por Dios, en quien había fijado sus ojos, lo cual es
probado por la carta mencionada anteriormente. La escribió a los hermanos

120
en Italia, estando él en la prisión de Padua. Escribió con el fin de
fortalecerlos en la tristeza que sufrían por su causa.
Tentado en Padua por las autoridades para que se retractara lo enviaron a
Venecia. Allí tampoco pudieron convencer a Algerio que se retractara,
tendiéndole trampas por medio de promesas agradables a la carne; pero él
rechazó todo ello para ganar únicamente a Cristo. Finalmente lo mandaron a
Roma y fue sentenciado a ser quemado de la siguiente manera: primero ser
ahorcado y estrangulado y luego quemado.
Siendo llevado en una carreta a lugar de su muerte se hizo un atentado
final contra él. Un monje tendía un crucifijo delante de él y lo amonestaba a
honrar a su señor allí crucificado, lo cual Algerio empujó a un lado,
diciendo: “Mi Señor y Dios vive arriba en los cielos.” En esto los
espectadores dieron voces y dijeron: “¡Fuera con él! Está por completo
endurecido y cegado. Ya no tiene remedio.”
Por tanto lo desvistieron hasta la cintura y primero derramaron aceite
hirviendo sobre su cabeza y su cuerpo desnudo, lo cual Algerio sufrió con
paciencia, aunque le produjo mucho dolor. Al frotarse el rostro con las
manos, se arrancó la piel y el cabello. Después lo redujeron a ceniza. Todo lo
sucedido era muy raro en Italia. Algerio tuvo que glorificar a Dios de una
manera más alta. Al Señor Jesucristo que obró en él por el poder del Espíritu
Santo, sea la alabanza y gloria para siempre. Que Él nos ayude a nosotros
pobres y débiles mortales a seguirle.

Una carta consoladora de Algerio escrita desde la prisión, la cual


refleja la mentalidad de los mártires.

“A mis hermanos amados y compañeros en Jesucristo que han salido de


Babilonia rumbo al monte de Sión; gracia, paz y misericordia les deseo de
Dios nuestro Padre, de Cristo nuestro Señor.
“Con el propósito de endulzar o quitar el dolor que ustedes sufren por mi
causa, deseo comunicarles la dulzura que experimento, para que se regocijen
conmigo en la presencia del Señor. Diré al mundo una cosa increíble: he
encontrado una dulzura infinita en el vientre del león. ¿Quién creerá lo que
voy a relatar aquí?
“En un foso profundo he hallado placer; en un lugar de amargura y
muerte, descanso y esperanza de la salvación; en el abismo o profundidades
del infierno, gozo. Donde otros lloran, yo río; donde otros temen, he hallado
fuerza. ¿Quién va a creer esto? En la miseria he disfrutado grandes delicias;
en un rincón solitario, he estado en la más gloriosa compañía, y en el
121
cautiverio más severo, gran descanso; todas estas cosas me las ha dado la
mano de Dios. He aquí, Él que primero estaba lejos de mí, ahora está
conmigo; y a Él que poco conocía, ahora veo con claridad. A Él que antes yo
anhelaba, ahora me extiende la mano, me consuela, me llena de gozo, aleja
la amargura de mí y renueva dentro de mí la fuerza y la dulzura. Me
conserva con salud. Me sostiene, levanta y fortalece. ¡Oh cuán bueno es el
Señor que no permite que sus siervos sean tentados más allá de lo que
pueden soportar! ¡Oh cuán fácil, placentero y dulce es su yugo!
“Aprendan, amadísimos hermanos, qué tan dulce, misericordioso y fiel es
el Señor; Él vivifica a sus siervos en tiempos de prueba. Él se humilla y baja
para estar con nosotros en nuestras humildes chozas y moradas. Nos da una
mente alegre y un corazón pacífico.
“¿Creerá estas cosas este mundo ciego e incrédulo? Más bien me diría:
‘No vas a soportar por mucho tiempo el calor, el frío y la incomodidad de
este lugar. ¿Y cómo podrás soportar la cruz, los muchos desprecios, los
reproches indebidos y las burlas inmerecidas? ¿Podrás borrar completamente
de tu mente todos tus profundos estudios? ¿Perderás lo mucho por lo poco?
¿Por qué motivo has estudiado y trabajado tanto, aun desde tu juventud? ¿No
tienes temor de la muerte que te espera, aun siendo tú inocente? ¡Oh, qué
locura extrema e ignorancia es, poder escaparte de la muerte y evitar todo
con una sola palabra, y lo rehúsas!’
“Pero, oigan, hombres mortales y ciegos. ¿Qué será más caliente e
intenso que el fuego preparado para ustedes? ¿Qué es más frío que su
corazón que todavía está en tinieblas y no tiene luz alguna? ¿Cuál tesoro es
más precioso que la vida eterna? ¿Dónde hay gozo, riquezas y honra más
grande que en los cielos? Si no temo al fuego ardiente, ¿temeré a caso al
calor natural? A aquel que se consume y se derrite en el amor de Dios, ¿le
atormentará el hielo? El calor es para mí un placer refrescante y el invierno
un gozo en el Señor.
“En verdad este lugar es duro y severo para los culpables y malhechores,
pero para los inocentes y justos es muy placentero y dulce. Es verdad que se
estima este foso como lugar solitario y humillante; sin embargo para mí es
un valle espacioso y uno de los lugares más excelentes del mundo.
“Díganme, hombres miserables, ¿podría haber una pradera más agradable
que esta? Pues aquí contemplo reyes, príncipes, estados y naciones; aquí veo
conflictos: unos destrozados, otros victoriosos; algunos han caído a un
estado bajo, otros han logrado grandes honores. Aquí subo y entro al cielo.
Jesucristo está parado ante mis ojos; alrededor de mí se paran los patriarcas,
profetas, apóstoles y todos los siervos de Dios. Él me abraza y sustenta; los
122
otros me exhortan, me muestran cosas santas, me consuelan y me conducen
con melodías y cantos.
“¿Puedo decir que estoy solo con tanta compañía? Pues, aquí veo
compañeros, consoladores y ejemplos. Veo muchos que fueron crucificados,
decapitados, apedreados, aserrados, asados. Otros fueron tostados en ollas y
hornos de aceite; a algunos les sacaron los ojos; a otros les cortaron la
lengua. Unos fueron degollados y sus cabezas envueltas en su propia piel; a
otros les cortaron las manos y los pies. Algunos fueron echados en hornos
ardientes, otros arrojados como alimento para las bestias. Sí, ocuparía
demasiado tiempo relatando todo aquí.
“Finalmente, veo aún a otros que han sufrido diversas torturas y
martirios. Y algunos están vivos ahora y están libres de todo dolor. Para todo
hay un sólo remedio que cure sus dolores, y éste es el remedio que me da
fuerza y alegría para enfrentar todos estos temores y aflicciones. La
esperanza puesta en los cielos, es el remedio. No temo a los que me
reprochan y persiguen, puesto que Aquel que mora en los cielos los
rechazará y desarraigará. Dios quebrará los dientes de los pecadores, porque
el poder y dominio son de Él. El reproche que sufrimos por la causa de
Cristo nos da gozo y alegría, porque está escrito: ‘Pero si alguno padece
como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello’ 1 Pedro
4:16. Por tanto, si tenemos tanta seguridad de nuestra salvación, no haremos
caso de los reproches injustos de los que nos desprecian.
“En este mundo no tengo ciudad permanente, ni lugar de descanso. Mi
hogar y mi patria están en los cielos. Busco la Jerusalén celestial, la que ya
veo delante de mí. Miren, ya estoy en el camino, allí está mi dulce hogar,
mis riquezas, mis padres, mis amigos, mi placer y mi honor. No tengo temor
de despreciar lo terrenal. Todas estas cosas no son más que sombras,
transitorias y vanidad de vanidades.
“¿Quién se atreverá a decir que he perdido mi edad y mis años? Se me ha
llamado tonto, puesto que no oculto mi conocimiento de Dios ni me importa
si hablo en secreto o abiertamente. El mundo desea que guarde silencio y
piensa que me he engañado a mí mismo. Que el mundo ciego cese de
imaginar tales cosas. Pues está escrito: ‘Por causa de ti somos muertos todo
el tiempo; somos contados como ovejas de matadero’ Así somos partícipes
con Cristo quien dijo que el discípulo no es mayor que su maestro. Él
también nos dejó mandamiento de que cada cual tomara su cruz y le
siguiera.
“Que sea perfecta nuestra paciencia en cada lugar, pues estas cosas nos
son prometidas aquí en la tierra, porque está escrito que los que nos matan
123
pensarán que así rinden servicio a Dios. Por eso, el temor y la muerte nos
enseñan a entender nuestro llamamiento. Regocijémonos en una vida futura
y demos voces con alegría en el Señor, separados de todo pecado y
golpeados y entregados a la muerte. Tenemos el ejemplo de Jesús y los
profetas; y los hijos de la injusticia lo mataron conforme a su costumbre. He
aquí, ¿qué haremos ahora? ¡Bienaventurados son los que han seguido fiel!
Nos alegramos en nuestra inocencia. Dios castigará a los que nos persiguen.
“Nunca negaré a Cristo; al contrario, lo confesaré dondequiera que sea
necesario. No estimaré mi vida más preciosa que mi alma; no cambiaré el
futuro por el presente. ¡Oh, cuán poco entiende y sabe el que piensa y anda
en la locura! ¡Ay amadísimos! Eleven los ojos y guarden el consejo de Dios.
“El siervo más celoso, el encarcelado y amado Argelio. Escrito en el más
hermoso jardín: la prisión llamada Leonia, el 12 de julio de 1557.”

Hans Brael: un sufrimiento prolongado y espantoso, 1557 d.C.


Durante un viaje en el año 1557, en Pusterthal unos días antes de la
Ascensión, el hermano Hans Brael, a unos cinco kilómetros del castillo, se
encontró con el juez que iba a caballo. El juez no lo conocía; solamente lo
saludó y siguió su camino. Hans le dio gracias por el saludo, pero el
secretario que acompañaba al juez se acercó a Hans preguntándole: “¿A
dónde vas? ¿Qué estabas haciendo aquí?” Él respondió que había estado con
sus hermanos. El secretario le preguntó si los anabaptistas eran sus
hermanos. Sí, contestó él. Entonces el secretario lo agarró y el juez le quitó
al hermano su propia correa y lo amarró, haciéndolo caminar a un lado de su
caballo por el lodo como si fuera un perro. Así caminaron hasta llegar al
castillo. Él sufrió tanta fatiga de la caminata y de haber sido amarrado tan
cruelmente, que no pudo permanecer parado, sino que se cayó en el campo.
El señor del castillo amonestó al juez por haberle atado tan duro. Allí lo
interrogaron y le quitaron todo lo que traía y lo echaron a la cárcel.
Al día siguiente lo sacaron y el señor del castillo lo interrogó tocante al
anabaptismo y lo que pensaba del sacramento. Cuando él predicó la verdad
divina, insistieron que la renunciara. Y cuando él les dijo que no esperaran
que él iba a renunciar a la verdad, lo echaron otra vez a la cárcel. Ocho días
después lo trajeron otra vez. El señor con otros seis lo examinaron, pero no
lograron nada, entonces lo volvieron a mandar a la cárcel. Después de ocho
días más fue examinado delante de todas las autoridades reunidas. El juez le
aconsejó urgentemente que se salvara, porque su cuerpo iba a ser torturado si
rehusaba nombrar a las personas que le habían hospedado. Hans preguntaba
al juez y a todo el concejo si a ellos les parecía bien que él traicionaría a los
124
que le habían tratado con tanto amor y le habían alimentado y hospedado. El
juez se enfureció mucho, y le preguntó si estaba acusando al concejo con sus
palabras. Al fin lo mandaron a la cárcel otra vez, ya que no pudo ser
convencido.
Después lo trajeron al juez y lo llevaron al potro, donde él mismo se quitó
la ropa y delante de ellos se acostó. Se sometió pacientemente a las sogas de
tortura de tal manera de los ojos de los espectadores se llenaron de lágrimas
y no podían contener su llanto.
El verdugo lo suspendió de una soga, y el juez lo amonestó que se salvara
y que divulgara los nombres que deseaban. Él dijo que no iba a traicionar a
nadie. Entonces amarraron una piedra grande en sus pies. El juez se enojó
cuando percibió que no podía lograr nada con él y dijo: “Ustedes juran que
no se van a traicionar los unos a los otros.” Hans respondió: “No juramos,
pero no nos traicionamos porque sería malo.” Entonces lo dejaron colgado
de la soga y se fueron, pero el verdugo se quedó con él.
Luego trajeron dos sacerdotes de la ciudad de Innsbruck y disputaron
con Hans por dos días, y al no lograr nada, el señor del castillo se encolerizó
tanto que le dijo: “¡Oh, tú, perro terco! He hecho todo lo posible contigo y
seguiré haciéndolo. Ahora te pondremos en una estaca puntiaguda, y
veremos como vas a confiar en Dios.” Él respondió que sufría no por hacer
el mal, sino por la verdad.
Después de tres días lo pusieron en un foso profundo, oscuro y asqueroso
donde no podía ver ni luna ni sol. Él no podía saber si era de día o de noche.
También era tan húmeda que se podría la ropa que tenía puesta y se quedó
casi desnudo. Por mucho tiempo no tuvo ni una prenda para ponerse,
solamente un abrigo áspero con el que se envolvió, y así se sentaba en
miseria y oscuridad. La camisa que tenía se había podrido tanto que
solamente le quedó el cuello, el cual colgó en la pared.
Una vez cuando estos hijos de Pilato lo sacaron para tratar de hacerlo
apostatar, la luz hería tanto sus ojos que se sintió mejor al ser bajado otra vez
al foso oscuro. Por la suciedad de este hoyo, también salía un hedor tan
repugnante que cuando lo sacaron, todos se alejaron de él. Aún los miembros
del concejo decían que nunca habían encontrado una peste tan horrible. En
ese foso también había muchos bichos. Por un tiempo protegía su cabeza con
un sombrero viejo, que por compasión alguien se lo había tirado. Al
principio Hans se espantó mucho, pero luego se acostumbró. Los bichos
también le comían la comida. Cuando le bajaban su comida tenían que
comer todo de una vez antes de poner el plato en el suelo, porque de otra

125
manera los bichos cubrían el plato y no le dejaban comer. A veces los bichos
también se metían en su bebida.
Sin embargo, su aflicción más grande en toda esta prueba era que no
recibía ninguna carta de sus hermanos ni de la iglesia. En ese tiempo, un
siervo del Señor llamado Hans Mein tenía un gran deseo de oír algo del
hermano, y le mandó palabra al foso diciendo que si él se encontraba firme
en la verdad que le mandara una seña. La miseria y pobreza del hermano era
tan grande que ni una paja podía hallar. De repente pensó en el cuello que
había colgado en la pared. Agarró el cuello que se había podrido y se lo
mandó a Hans Mein como una señal de que su fe no había cambiado, sino
que permanecía firme en Dios. Tampoco deseaba ropa de los hermanos, los
cuales le ofrecieron, pues él les dijo que si las autoridades llegaran a
descubrirlo, lo mandarían al potro otra vez para que divulgara sus nombres.
De esta manera, él yacía en ese foso asqueroso todo el verano hasta el
otoño, hasta que lo sacaron por el frío que hacía, y lo echaron a otra cárcel.
Allí tuvo que pasar más de ocho meses con una mano y un pie en el cepo.
Durante todo ese tiempo no podía ni acostarse ni sentarse bien. Tuvo que
mantenerse parado y tuvo que soportar muchos reproches y burlas de la
gente incrédula que decía: “Mira, allí esta un hombre santo; no hay otro tan
sabio como él. Él es luz del mundo y testigo de su Dios y su iglesia”; y otras
burlas que le echaron en la cara.
La señora del castillo mandó llamar a Hans y le indujo a que se retractara
y así obtener su libertad; pero al no aceptar lo que ella propuso, Hans tuvo
que pasar otro invierno en la cárcel.
Entonces llegó una orden del concejo de Innsbruck, la cual los señores la
leyeron a Hans. Su contenido era lo siguiente: Puesto que él era tan terco, lo
iban a mandar al mar. Iba a salir la mañana siguiente para darse cuenta de
cómo los malhechores son desnudados y castigados.
Dejaron a Hans salir de la prisión y caminar en el castillo por dos días
para aprender a andar otra vez. Por el maltrato que había recibido en el cepo
y los grilletes, no podía caminar muy bien. Él estuvo en la cárcel por casi dos
años, y no había visto la luz del sol durante un año y medio. Le asignaron un
guardia que lo llevaría al mar. Entonces se despidió de todos del castillo,
exhortándoles que se arrepintieran. Luego, el guardia llevó a Hans camino
hacia el mar.
Después de dos días de viaje, el guardia se embriagó en una taberna de
Niederdorf. En casa, en lugar de ir a su cama, se acostó en una mesa e
inmediatamente se durmió como una bestia, y se cayó de la mesa. Cuando

126
Hans vio esto, abrió la puerta del cuarto y de la casa, y cerrándolas con llave
se fue.
De esta manera, Dios le ayudó a escapar de noche en el año 1559, y
regresó con paz y gozo a la iglesia del Señor y a sus hermanos. Con esto
podemos ver como Dios socorre y ayuda a sus hijos, y como Él, por medio
de la fe firme que tienen sus hijos, puede dar paciencia y fuerza en el
sufrimiento a los que se adhieren a Él de corazón.

Joris Wippe, ahogado en secreto, Holanda 1558 d.C.

Joris, momentos antes de ser ahogado en un barril lleno de agua


Mientras Joris Wippe vivía en la oscuridad del papado, era el
burgomaestre de la ciudad de Meenen, Flandes. Pero habiendo venido al
conocimiento del evangelio, tuvo que huir de la ciudad rumbo a Dortrecht,
Holanda, donde vivió como tintorero. Al llegar a ser conocido en poco
tiempo por la instigación de algunos enemigos, fue llamado a presentarse
delante de las autoridades. Algo alarmado por lo que sucedía, Joris consultó
con algunos hombres de influencia para los cuales él realizaba su trabajo.
Ellos le aconsejaron que debería presentarse a las autoridades y oír lo que le
dirían, pues tenían plena confianza en el magistrado.

127
Cuando Joris se presentó y los señores del pueblo lo vieron, se
consternaron y habrían preferido que él hubiese tomado su cita al magistrado
como una advertencia para escapar secretamente, pues ellos no tenían sed de
sangre inocente. Pero ya que él se había presentado, el juez se apoderó de él
como de alguien que debía perder su vida y sus propiedades de acuerdo al
decreto imperial. Esto sucedió el 28 de abril de 1558. Después de su arresto,
las autoridades intentaron por todos los medios salvarlo de la muerte, pero
no lo lograron.
Él dejó un buen testimonio en cuanto al favor que mostraba con los
pobres. E incluso cuando fue sentenciado a la muerte, el verdugo lamentó
con lágrimas en sus ojos, ya que él tenía que llevar a la muerte al hombre
que había provisto alimento para su propia esposa e hijos. Por tanto el
verdugo prefirió dejar su oficio que matar a un hombre que le había hecho
mucho bien a él mismo y a muchos otros y nunca había dañado a nadie.
Por consiguiente, en medio de la noche fue ahogado en un barril lleno de
agua por uno de los que tenían por oficio capturar a delincuentes, el cual,
llevando a cabo el oficio del verdugo, lo empujó hacia atrás y Joris cayó de
cabeza al barril lleno de agua.
De esta manera, ofreció su vida al Señor a los 41 años de edad. Al día
siguiente, Joris fue colgado de pies en el lugar de las ejecuciones de la
ciudad como un objeto de escarnio delante del pueblo. Así, igual que su
Maestro, fue contado entre los malhechores.
Joris escribió varias cartas en prisión, tres de las cuales han llegado a
nuestra posesión.

Primera carta de Joris Wippe escrita a su esposa


“Te deseo gozo y alegría eterna, mi queridísima esposa y hermana en el
Señor, a quien amo en Dios. Amén.
“No te fijes en el gozo y placer de este mundo, pues todo lo que el
hombre siembra, eso también segará. Tu modestia, obediencia y amor a Dios
sean un modelo y ejemplo para nuestros queridos y obedientes hijos, los
cuales el Señor nos ha dado para su alabanza y gloria. Sé diligente cuando
les enseñes y los amonestes. Hagan lo mejor que puedan para poder verlos a
todos ustedes en la resurrección de los justos. Estén siempre contentos y
fijen su corazón y mente en el Dios vivo, porque Él no abandonará a las
viudas y a los huérfanos, sino que sus ojos los contemplan y su oído está
abierto a sus oraciones.

128
“Oh querida esposa, ora al Señor por mí mientras me encuentre en este
pobre y débil cuerpo. Y te agradezco afectuosamente por enviarme tus
exhortaciones, que son un alimento para el alma. También te agradezco por
las cosas temporales.
“Escrito por mí, Joris Wippe, tu esposo y hermano en el Señor, preso en
Hague, Holanda, por el testimonio de Jesucristo.”

Segunda carta de Joris Wippe escrita a su esposa


“Gozo que dura para siempre, gracia y paz de Dios nuestro Padre
celestial, por medio de Jesucristo nuestro Señor y el gozo del Espíritu Santo
en tu corazón y consciencia, sean contigo, mi muy amada esposa y hermana
en el Señor.
“Te informo con gozo que mi mente, corazón y alma aún están fijos en el
Dios y Padre. Su palabra es verdad; y sus mandamientos, vida eterna. Cristo
fue delante de nosotros con mucha miseria y tribulación. Y nosotros
debemos seguir sus pasos, ya que el siervo no es mayor que su señor. Pues
Él muy bondadosamente nos amonesta que observemos esto, diciendo: ‘Si
ellos me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Todas estas
cosas harán con ustedes porque no me han conocido a mí ni a mi Padre.’
“Piensa en la pobre y afligida viuda que echó dos moneditas en las
ofrendas, y Cristo dijo que había echado más que todos, para que seas
hallada como una verdadera viuda delante del Señor, que ha lavado los pies
de los santos, consolado a los afligidos, criado hijos en el temor de Dios y
diligentemente ha seguido toda buena obra…
“La paz de Dios sea contigo. Escrito por mí, Joris Wippe, tu esposo, en
cadenas, Hague, Holanda.”

Tercera carta de Joris Wippe escrita a sus hijos


“Mis queridos y obedientes hijos, les deseo una vida piadosa y virtuosa
en el temor de Dios todos los días de sus vidas para la alabanza del Padre y
la salvación de sus almas.
“Me encuentro en cadenas aquí por el testimonio de Jesucristo. Confío en
ustedes, mis tres queridos hijos, que honrarán a su pobre madre todos los
días de su vida, pues ella les trajo con gran sufrimiento y dolor. Si ustedes
persiguen la justicia y buscan caminar en el temor de Dios y guardan sus
mandamientos, nos encontraremos en el rebaño con todos los hijos de Dios
en la resurrección de los justos. Yo les amonesto a que nunca consientan el

129
pecado, ni se rebelen contra los mandamientos del Señor. Coman su pan con
el hambriento y den a los necesitados de lo que el Señor les da.
“A ti, mi querida hija, te encargo a ser obediente a tu madre. Aprende a
leer y a ser diligente en toda buena obra, y pasa tus días en santidad y en el
temor de Dios, como Sara la esposa de Tobías (Tobit 3:15), no te asocies con
las hijas sensuales de este mundo, cuyo fin será la destrucción. Adórnate con
toda virtud, para que cuando Cristo nuestro novio venga, estés preparada
como las cinco vírgenes prudentes para entrar con el Novio al reino del
Padre.
“Ustedes tres, trabajen diligentemente con sus manos, lo cual es honroso,
recordándoles las palabras del apóstol: ‘Es más dichoso dar que recibir.’
Adornen la doctrina de Dios nuestro salvador en todas las cosas. Pasen el
tiempo que Dios les da en toda justicia, orando a Dios que Él les guarde de
todo mal. No tengan compañerismo con los hijos de este mundo para que no
sean partícipes de sus obras malas. Siempre caminen con hombres sabios y
llegarán a ser sabios. Nada se oculta de los ojos de Dios. Sus ojos son como
una llama de fuego.
“Ahora me despido de ustedes para siempre, mis queridos hijos hasta la
resurrección. Les encomiendo a Dios y a las palabras de su gracia. El
Espíritu de Dios les consuele y fortalezca en toda justicia.
“Escrito por mí, Joris Wippe, su padre, preso en Dortrecht por el
testimonio de Jesucristo.”

Hans Smith, Hendrick Adams, Hans Beck, Mathijs Smit,


Dileman Snijder y siete otros, sorprendidos en una reunión, 1558
Hans Smith, un ministro de la palabra de Dios, fue enviado por la iglesia
a buscar y reunir a aquellos que anhelaban la verdad. Él viajó a los Países
Bajos donde, junto con cinco hermanos y seis hermanas, fue arrestado en la
ciudad de Aix-la-Chapelle.
En una noche, mientras se hallaban reunidos en una casa para hablar
sobre las Escrituras, fueron sorprendidos. Muchos hijos de Pilato vinieron a
aquel lugar, sirviéndose de un traidor, con lanzas y espadas desnudas;
provistos de cuerdas y cadenas, sitiaron la casa y ataron a estos hijos de
Dios. E incluso arrestaron a una mujer que tenía un bebé en su cuna. Pero los
prisioneros eran valientes y se animaban el uno al otro para no desmayar, ya
que eran encarcelados por la verdad de Dios. Hasta comenzaron a cantar de
gozo. Y pronto fueron confinados en celdas separadas.

130
Sorprendidos en una casa mientras estaban reunidos escuchando la predicación
de Hans Smith, el mensajero para esa iglesia cuya carrera allí terminó: todos fueron
encarcelados.

En la mañana siguiente, cada uno por separado fue llevado delante del
juez y los volvieron a la cárcel al ver su firmeza. Sin embargo, el día
siguiente, Hans Smith el ministro se presentó por segunda vez ante las
autoridades. Le preguntaron a cuántos había bautizado, quiénes eran y dónde
se realizaban sus reuniones. Pero él les dijo que prefería perder su vida antes
de ser un traidor. Por tanto, fue torturado por un cuarto de hora, a lo cual se
sometió voluntariamente, quitándose la ropa y caminando hacia el potro de
tormento. Y ya que los señores no lograron nada con eso, salieron y
retornaron pronto y dijeron: “Tienes que respondernos o te torturamos hasta
romper los miembros de tu cuerpo.” Entonces lo colgaron de sus manos y
luego ataron una piedra pesada a sus pies y lo suspendieron en el aire por un
tiempo; sin embargo, no lograron su propósito, y lo echaron a la prisión
hasta el domingo en la mañana.
En otra ocasión, cuando los señores, acompañados por sacerdotes, le
preguntaron sobre los magistrados, si éstos debían ser considerados
cristianos o no. Él respondió que los observaba como ministros de Dios, pero
engañados por los sacerdotes. Volvieron a preguntarle si eran ellos cristianos
o no. Hans les respondió que si ellos se negaran y abandonaran a sí mismos,
131
y tomaran la cruz y abandonaran la pompa y la tiranía para seguir a Cristo,
podrían ser cristianos; mas no de otro modo. Al ser cuestionado sobre el
juramento, respondió que Cristo lo había prohibido.
El 23 de agosto fue el día fijado para la ejecución del ministro Hans y del
hermano Hendrick. Ambos fueron traídos a la corte; luego caminaron
sonriendo entre la gente al lugar de la ejecución. Estaban llenos de gozo y
esperanza, puesto que entrarían juntos al paraíso. Sin embargo, las
autoridades, esperando conseguir que se retractaran, despidieron al pueblo, y
a ellos los volvió a echar en la cárcel; lo cual les produjo mucha tristeza, ya
que esperaban sellar la verdad con su sangre. Permanecieron en la cárcel
hasta el otoño y tuvieron que sufrir y ser tentados mucho; después de lo cual
fueron condenados y ejecutados.
Hans Smith fue ejecutado primero. Mientras era llevado por en medio de
la ciudad, cantó alegre. No habló mucho; caminó tranquilo al lugar de la
muerte, como un cordero mudo. Allí fue estrangulado con una cuerda; luego
encadenado y entregado al fuego. Así ofreció su sacrificio el 19 de octubre
de 1558.
Tres días después, Hendrick y su hermano Hans Beck, sufrieron la
violenta oposición de las autoridades, las cuales viendo la firmeza de los
hermanos, enojados dijeron: “Fuera con ellos. A la muerte y al fuego. Todo
se pierde con ellos. No se les debe conceder más perdón.” En consecuencia,
estos dos hermanos fueron estrangulados en la estaca (como previamente lo
había sido el ministro Hans), y luego los ataron con cadenas en la estaca para
ser quemados.
Los otros restantes fueron ejecutados el 4 de enero de 1559. Ellos
testificaron con su sangre la verdad divina.

132
Capítulo 11
Los mártires de 1559-65 d.C
Jacks: traicionado y decapitado, 1559

Antes del día de la ejecución de Jacks, su esposa vino a la cárcel a despedirse de


él. “¡Oh hermana en el Señor, no permitas que esto te entristezca!”
El señor Wael, concejal en el pueblo de Harlingen, diligentemente buscó
a Jacks; se dirigió a él amistosamente y lo invitó a su casa, diciendo que
tenía una carta para él. Ya en su casa, mostraba un gran celo por las verdades
antiguas. Pero cuando Jacks iba a salir de allí, el señor Wael, con palabras
suaves, pero con el corazón de un Judas, le dijo que viniera a su casa en otra
oportunidad para trabajar con él. Cuando Jacks vino otra vez a su casa, Wael
le saludó muy gustosamente mientras enviaba secretamente un mensajero al
Concilio, llamando al comisario y al magistrado. Al llegar el magistrado, el
traidor dijo: “Arréstenlo, éste es el hombre.”

133
Entonces Jacks se dirigió al señor Wael y le dijo: “Oh mi señor, ¿por qué
me traicionas de esta manera? Yo te confié mi vida y mis bienes. ¿Por qué
buscaste mi vida y tienes sed de mi sangre?” El señor Wael dijo que lo hizo
para cumplir su juramento; y leyó a Jacks el mandato cruel y tirano. Y
añadió que él no era arrestado debido a algún crimen, sino simplemente
porque se había aferrado a la herejía. Además le preguntó si era un
anabaptista, lo cual Jacks negó, afirmando que él había recibido un bautismo
de acuerdo a la palabra del Señor. Cuando le preguntó concerniente a la
iglesia de Roma, Jacks respondió que ella no era de Dios. Luego, el traidor,
simulando tristeza, le preguntó: “Oh Jacks, ¿por qué caíste en mis manos?”
Jacks respondió: “Mi señor, yo confié en ti debido a tu conocimiento y a
nuestra relación. Pero alegremente y de todo corazón te perdono. Y es mi
deseo que el Señor tenga compasión de ti.” Luego, Jacks fue enviado a la
prisión de la ciudad de Leewarden.
Mientras Jacks se encontraba preso en la cárcel, su esposa vino a él. Este
amigo de Dios, se hallaba lleno de tristeza y ansiedad al contemplar a su
esposa con tanta congoja, pues se encontraba embarazada. El carcelero la
separó de él con violencia. Pero algunas personas presentes le pidieron que
permitiera a la mujer ir a su esposo. Entonces Jacks le dijo a su esposa: “Oh
querida, ve a casa y consuélate en el Señor. Pues estoy aquí preso por la
palabra de Dios. No es mi deseo causarte vergüenza ni desgracia, puesto que
no he dañado a nadie.” Ella le respondió: “Que el Señor te fortalezca en la
verdad, porque después de este conflicto hay una corona eterna preparada
para ti. ¡Oh si pudiera morir contigo y heredar aquella vida dichosa!
Entonces mi corazón se alegraría.” Jacks volvió a hablar: “Oh hermana en el
Señor, no permitas que esto te entristezca. Aunque yo deba ir antes que tú, es
la voluntad del Señor.” De esta manera, estos dos queridos corderos fueron
separados; pero se encontrarán otra vez en la resurrección de los justos,
donde el lamento y la despedida jamás serán oídos.
Habiendo soportado muchas agresiones, numerosas examinaciones y
amenazas de parte de los sedientos de sangre, Jacks murió con gran firmeza
por el testimonio de Jesús. Él fue secretamente asesinado en una noche.
Algunas personas lo vieron temprano en la mañana ya muerto y tendido
sobre su sangre. Ahora él descansa debajo del altar de Jesús, esperando con
los escogidos de Dios la resurrección y la vida eterna.

134
Jans Jans Brant, sur de Holanda, 1559 d.C.
El 9 de noviembre de 1559, Jans Jans Brant fue arrestado por seguir a
Cristo. Cuando fue examinado, firmemente se adhirió a la verdad y la
confesó con libertad, diciendo: “Este es el camino verdadero a la vida eterna,
el cual es hallado por pocos y caminado por aun menos; pues es demasiado
estrecho y causa mucho dolor.” Debido a palabras como éstas, los que le
interrogaron se llenaron de amargura contra él más que contra cualquier
malhechor, que quisieron deshacerse de él sólo en dos semanas, pero debido
a la intercesión de algunas personas, él permaneció en la prisión durante un
mes. Luego lo sentenciaron a ser ahogado, para lo cual Jans ya estaba
preparado. El verdugo lo metió en un saco y lo arrojó al agua desde un lugar
muy alto. Pero el saco se abrió, y el verdugo comenzó a golpear con un palo
el cuerpo de Jans, ya que éste gritaba desde el agua: “¡Oh, de qué manera me
asesinas!” Muchos fueron movidos a compasión, puesto que moría de un
modo muy mísero. Así, el ofreció su sacrificio y descansó de su labor, y
ahora está esperando el sábado glorioso que habla Isaías: el descanso con
Cristo en el paraíso.

Adrián Pan y su esposa embarazada: ambos encarcelados, 1559


d.C
En el año 1559, Adrián Pan y su esposa cayeron en las garras de los lobos
en la ciudad de Antwerp, donde soportaron un severo encarcelamiento y
crueles examinaciones; pero por medio de su fe viva y su verdadera
esperanza, se unieron con firmeza a su capitán Jesucristo. Por consiguiente,
fueron condenados a la muerte por los gobernadores de la oscuridad, quienes
no conocen la luz de la verdad. De este modo, Adrián fue miserablemente
entregado a la muerte por medio de la espada. Su esposa, que se encontraba
embarazada, lo soportó todo por causa de Cristo. Después de haber dado a
luz a su hijo, fue ahogada, lo cual sufrió con gran firmeza. Así, ambos
entraron al descanso eterno con el Señor.

Una carta de Adrián Pan, escrita después de haber sido sentenciado


“Gracia y paz de Dios nuestro Padre celestial, por medio de los méritos
de Jesucristo, con la verdadera iluminación del Espíritu Santo, deseamos
para todos aquellos que aman la eterna verdad. Amén.
“Mi querida N., te informo que el 2 de junio estuve en el potro de
tormento y el 16 fui llevado a la corte. Ellos me consintieron hablar y yo les
dije que yo creía todo lo que está escrito en la ley y en los profetas y que
135
estaría dispuesto a vivir y morir por lo que Cristo y sus apóstoles enseñaron
y mandaron, y que fui bautizado bajo el conocimiento de mis pecados. Por
tanto, ellos me sentenciaron. Mas yo estoy listo para vivir o morir por el
nombre del Señor. No puedo expresar mi agradecimiento a Dios por
haberme llamado para sufrir por su nombre. Jamás experimenté un día tan
feliz en mi vida que cuando fui arrestado y sentenciado. Mi querida N., no
temamos a los que matan el cuerpo.
“Mi esposa y yo te saludamos muy afectuosamente con la paz del Señor.
Agradezco al Señor por todas las cosas que Él me ha dado. ¡Adiós!
“Escrito por mí, Adrián Pan.”

Andrés Langedul, Mateo Potebaker y Laurens Leyen,


decapitados, 1559 d.C

Andrés Langedul, sorprendido leyendo las Escrituras.


Tres hermanos fueron arrestados por la verdad en la ciudad de Antwerp.
Andrés Langedul fue arrestado mientras se llevaba a cabo una reunión en su
casa, en la cual predicaba la palabra de Dios. Alguien espiaba afuera y el
comisario llegó justo después que la congregación se hubo dispersado, y
arrestó a Andrés mientras éste estaba sentado leyendo las Escrituras.
136
Mientras el comisario caminaba hacia la recámara, descubrió a la esposa de
Andrés y vio que la partera tenía un bebé en su regazo y arrestó a ambas.
Andrés Langedul ofreció su sacrificio juntamente con Mateo y Laurens el
9 de noviembre de 1559, no públicamente, ya que fueron decapitados en la
prisión, en un lugar donde los otros prisioneros podían verlos desde las
ventanas de sus celdas.
Mientras Andrés se arrodilló para someterse a la espada, extendió sus
manos y dijo: “Padre, en tus manos…,” pero “encomiendo mi espíritu” no
fue acabado: la rapidez de la espada lo impidió. De esta manera, estos tres
fueron llevados al matadero como corderos de Cristo.

Fragmento de una carta escrita por Jelis Bernaert, 1559 d.C


Nosotros vivíamos sin Dios en el mundo, mientras servíamos a los deseos
de nuestra carne y caminábamos según la corriente de este mundo. Éramos
enemigos del mundo, y éste nos alababa; pero despreciados por Dios, como
dijo Santiago: “Cualquiera que sea un amigo del mundo, es enemigo de
Dios” (4:4). Por tanto, no obtuvimos misericordia de Dios, pues Cristo dijo:
“No puedes servir a dos amos; debes odiar a uno y amar al otro.” Mateo
6:24. Y si renunciamos al mundo y abandonamos nuestra propia vida, para
vivir no según la voluntad de nuestra carne, sino según la voluntad de Dios,
Él tendrá misericordia de nosotros y nos guiará de la mentira a la verdad y de
la oscuridad a la luz.

Soutgen van den Houte: una viuda apartada de sus pequeños


hijos, y Martha, 1560 d.C
Soutgen, una mujer piadosa, cayó en manos de los perseguidores de la
verdad. Después de un encarcelamiento severo, ella testificó y confirmó la
verdad con su muerte y sangre el 27 de noviembre de 1560 en la ciudad de
Ghent, y con ella otra mujer llamada Martha. Soutgen también declaró que
su esposo, del mismo modo, había caminado antes que ella por el lagar del
sufrimiento y que sin temor testificó la verdad y entregó su vida por ella. La
siguiente carta lo demuestra con claridad.

137
Una carta de Soutgen a su hermano, hermana e hijos
La paz del Señor sea con ustedes mis queridos hermano y hermana y mis
tres corderos a quienes dejo atrás. Los encomiendo al Señor y a aquellos a
quien Él los dirija en su gracia.
Me despido una vez más. Pienso que ahora es el último tiempo. Sentimos
tanto ánimo para ofrecernos como sacrificio que no puedo expresarlo. Podría
saltar de gozo cuando pienso en las riquezas eternas, las cuales el Señor nos
las prometió como nuestra herencia, y a todo aquel que persevere en lo que
el Señor ha mandado. Mateo 10:22.
No sé cómo expresar mi agradecimiento a Dios, pues Él nos ha escogido,
a Martha y a mí, para estas riquezas. Nosotros que somos pobres, corderos
sencillos, nunca estimados en el mundo, rechazados por todos. Dios ha
escogido simples gusanos de la tierra, rechazados y miserables, para ser sus
testigos y para que Dios obrara por medio de ellos.
Esta carta fue escrita después de haber participado de nuestra última cena
del Señor. Nos gozamos en el Señor y nos despedimos hasta podernos reunir
en la nueva Jerusalén.
Oh mis queridos corderos, no pasen sus vidas en vanidad, orgullo,
borrachera y glotonería; sino en sobriedad y humildad en el temor del Señor
y diligentes en toda buena obra para que Dios los haga dignos por su gracia
de entrar a las bodas del Cordero para vernos allí con gozo. Tu padre, yo y
otros muchos les han mostrado el camino a ustedes. Tomen como ejemplo a
los apóstoles y profetas y a Cristo mismo: todos ellos fueron por este
camino. Y donde la cabeza ha ido antes, los miembros de su cuerpo deben
seguirla.
Les encomiendo al Señor y a la palabra de su gracia. Esta es mi última
despedida, mis queridos corderos. Recuérdense siempre el uno al otro en
amor; aprendan con diligencia a leer y escribir, y obedezcan a todos en lo
que es bueno.
Una vez más les decimos “adiós,” mis queridos hijos, hermanos y
hermanas. Salúdense con el beso de la paz.
Escrito por mí, Soutgen, su madre en cadenas, escrito de prisa (mientras
temblaba de frío), con amor para todos ustedes. Amén.

138
Joost Joosten, un adolescente quemado en Veer, Holanda, 1560
d.C

Los enemigos de la verdad atraviesan las piernas del joven Joost con cinceles,
para luego quemarlo en la hoguera.
Cerca del pueblo pequeño de Zealand, Joost Joosten, un joven versado en
el idioma latín, fue arrestado. Cuando era un joven de catorce años, el Rey
Felipe de España se deleitó tanto al escuchar a Joost cantar en el coro de la
iglesia católica de aquel pueblo que quiso llevárselo a España. Debido a esto,
Joost se escondió durante seis semanas, pues no deseaba ir.
De esta manera, él se bautizó y llevó una vida cristiana. Los enemigos de
la verdad no pudieron soportarlo, de allí que lo encarcelaron a los 18 años de
edad. Sufrió mucho y fue tentado de diversas maneras para ser apartado del
anabaptismo. Y puesto que tampoco pudieron convencerlo por medio de
disputas teológicas, lo torturaron espantosamente: atravesaron sus rodillas
con cinceles calientes hasta que salieron por sus tobillos. Pero todo esto lo
soportó con gran paciencia y fielmente guardó el tesoro que tenía en una
vasija de barro. Por tanto, los hijos de Herodes, lo sentenciaron a morir
quemado un lunes antes de Navidad.

139
En el camino hacia su muerte, se alegró grandemente en el Señor; y
mientras caminaba hacia la choza de paja dentro de la cual iba a ser
quemado, cantó el último verso del himno que él mismo había compuesto:
“Oh Señor, siempre estás en mis pensamientos…”

Lawrens, Antonis, Kaleken y Mayken Kocx: la mirada puesta


en la eternidad, 1561 d.C.
En 1561, algunos hermanos y hermanas fueron a vivir cerca de Flandes.
Habiendo dejado dinero, propiedades, amigos y parientes para seguir a
Cristo y vivir allí en quietud, ocupándose en tejido para su sustento, fueron
espiados mientras trabajaban juntos; y el inquisidor vino a arrestarlos,
acompañados por hombres provistos de palos, espadas y cuerdas. Ellos
llegaron en el momento en que Antonis estaba despidiéndose en la puerta,
listo para irse después de visitarlos.
Cuando ellos llegaron con mucho ruido, una hermana quiso escapar (pues
estaba embarazada), pero fue aprehendida. Karl N. también corrió, pero el
señor Klass, gran perseguidor y ayudante del inquisidor, lo persiguió y la
golpeó con una espada desnuda. Sin embargo, aunque Karl fue herido, logró
escapar.
Mayken Kocx, también embarazada, fue atacada por el inquisidor, el cual
sostenía una espada desnuda y como ella gritaba fuerte para salvar la vida de
su hijo, él actuó como un loco sediento de sangre, que se hirió así mismo.
Lawrens, Antonis y Kaleken fueron también arrestados, pero Hendrick
escapó. Y a ellos los llevaron a la prisión de la ciudad.
Mientras estaban siendo atados, se animaba el uno al otro con la palabra
de Dios. Mientras iban a la ciudad, Kaleken comenzó a cantar un himno. Y
el señor Klass le dijo: “Los apóstoles no cantaban como tú lo haces, ¿por qué
entonces cantas?” Mas Antonis le dijo a ella: “Hermana, no temas a éstos;
sigue cantando.” Y Lawrens se unió a su canto. Cuando llegaron a la ciudad,
había gran concurrencia de personas, y ellos les predicaron cantando y
hablando. Entre otras cosas, Lawrens les dijo: “Somos arrestados no por
obrar mal, sino porque vivimos de acuerdo a la palabra de Dios.” Kaleken
dijo: “Estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida. Hagan el
bien y abandonen el mal, y no teman a los gobernadores de este mundo.
Compren los testamentos (refiriéndose a las Escrituras), lean allí el consejo
de Dios y síganlo.” Entonces fueron confinados en la prisión por varios
meses.

140
Finalmente, habiendo sufrido muchas torturas y habiendo sido
examinados, Lawrens y Antonis fueron sentenciados por las autoridades a
ser quemados públicamente en la estaca. Los cargos contra ellos eran los
siguientes: ellos habían confesado que el Papa de Roma era el anticristo, que
la iglesia de Roma era la Ramera de Babilonia, y que el sacramento que ellos
celebraban (refiriéndose a la hostia) era un ídolo abominable.
En el lugar de su muerte, el verdugo les pidió perdón por lo que estaba a
punto de hacer; y ellos le perdonaron amablemente, según la enseñanza de
Cristo. Mateo 6:14.
Lawrens se dirigió con voz fuerte hacia las autoridades diciendo que en
verdad les perdonaba. Y como el tercer hijo de Macabeos dijo: “De Dios
recibí estos miembros. Por tanto, los rendiré por causa de su ley” 2
Macabeos 7:11. Luego, ambos lloraron al despedirse y encomendaron sus
almas a Dios.
En el mes de octubre del mismo año, Kaleken, una mujer modesta, sin
temor e inquebrantable, no fue movida de los caminos de Dios por promesas
de riquezas ni prosperidad temporal, ni por sufrimientos ni crueles
tormentos. Y aun cuando su madre la visitó en la prisión, no pudo moverla;
pero al oír su madre de la firmeza de su hija y ver su trato bondadoso, se
expresó diciendo: “Mi hija es mejor que yo.”
Ella también fue sentenciada a ser quemada. Antes, ella se dirigió a las
autoridades: “Ahora ustedes me sentencian al fuego según el decreto del
Emperador. Mas bien teman el juicio de Dios que vendrá y los condenará al
fuego eterno.”
Una gran multitud se reunió en la ciudad el día señalado para la ejecución
de Kaleken. Viendo esto, las autoridades temieron que se provocara un
disturbio. Por tanto, enviaron al verdugo para informar al pueblo que ella ya
estaba muerta. Pero al día siguiente, muy temprano, la ejecutaron sin realizar
preparativos. Ella partió de este mundo, llevando una lámpara encendida
para encontrarse con su novio. Mateo 25:1.
En el mismo tiempo, Mayken Kocx permanecía inmovible; pero
permaneció en prisión hasta que dio a luz un bebé. Entonces, fue separada de
su esposo e hijos, y sentenciada a ser públicamente quemada en la estaca.
Ella entregó su espíritu a Dios y gozosamente partió de este mundo.

141
Hendrick Emkens, 1562 d.C

El verdugo aproxima un ato de paja encendida a la bolsa de pólvora colgada


sobre el pecho de Hendrick, lo cual produjo una explosión.

En la ciudad de Utrecht, Hendrick Emkens, un sastre de oficio fue


arrestado por causa del testimonio de nuestro querido Señor Jesucristo, quien
después de muchos sufrimientos en la prisión, finalmente le informaron que
iba a morir. Esto le produjo gozo, pues tuvo el privilegio de ser un testigo del
Señor.
Al día siguiente fue interrogado intensamente por los monjes; pero él se
mantuvo firme y respondió a sus preguntas con gran fluidez fundado en las
Escrituras.
Luego, Hendrick se dirigió al lugar de ejecución; desde allí comenzó a
hablar a la gente allí reunida, diciendo: “Buenos ciudadanos, arrepiéntanse y
crean en el evangelio y no en las tradiciones de los hombres.”
Cuando lo presentaron ante las autoridades para oír su sentencia, él
volvió su rostro al pueblo y dijo que todas las prácticas que observaban sólo
eran tradiciones humanas y cualquiera que no las siguiera, tendría que sufrir

142
el reproche y vituperio de todos los hombres; y así sufrir la muerte. Mateo
15:6; 1Corintios 4:13.
Habiendo sido leída la sentencia, Hendrick cayó de rodillas y derramó su
oración delante del Señor. Cuando el verdugo lo vio, lo agarró con violencia
y él no pudo acabar su oración.
Entonces, Hendricks dijo a la multitud con voz fuerte: “Queridos
ciudadanos, arrepiéntanse y vivan según los mandamientos de Dios y las
palabras del evangelio. Éste es el camino estrecho y la puerta angosta:
caminen por él. Pues el que lucha firmemente hasta la muerte será salvo. De
esto no tengo duda.” Con gran valentía se paró en la estaca. Luego, el
verdugo tomó una cadena y lo apretó alrededor de su cuerpo y ató una
pequeña bolsa de pólvora a su cuello, la cual tenía la apariencia de ser un
collar colgado sobre su pecho. Casi ya no podía oírse su voz, pues habían
ajustado a la estaca una cuerda alrededor de su cuello. Hendrick cerró sus
ojos: parecía desmayado. No hablaba, ni se movía más. Luego, el verdugo
tiró el banco, sobre el cual Hendrick estaba parado; y sirviéndose de un
trinche, tomó en sus puntas un ato de paja y la aproximó al pecho de
Hendrick, y se encendió la pólvora. Hendrick, levantó sus manos al cielo una
vez más, después de lo cual no mostró más ninguna señal de vida.
Así murió este valiente testigo del Señor el 10 de junio de 1562 entre las
diez y once de la mañana.

143
Capítulo 12
Los mártires de 1567-70 d.C
Cristian Langedul, Cornelio Claes, Mateo de Vick y Hans
Simons, torturados horriblemente, 1567 d.C

Cristian y sus tres compañeros llevados a la choza donde morirían asfixiados por el humo
y quemados por el fuego.

En la mañana del día domingo 10 de agosto de 1567, Cristian Langedul


salió para llevar una carta a su hermano R. L. y luego se dirigió a Amberes
para ayudar a resolver un problema entre sus amigos.
Dicho encuentro había sido espiado. Un capitán llamado Lamotte se
presentó allí bajo el pretexto de buscar a sus soldados y, en medio de la
reunión, entró a la casa donde estaban reunidos con soldados armados e
inmediatamente envió a su siervo a llamar al comisario. Mientras tanto,
Cristian conversaba con el capitán sobre lo que estaba sucediendo.

144
Cuando el comisario llegó montado en su caballo, tomó a Cristian y a los
que estaban con él, Cornelio Claes, Mateo de Vick y Hans Simons y los
llevó a la cárcel. Allí fueron tan cruelmente torturados que temían más la
tortura que la muerte, como Cristian lo mencionó en una carta a su esposa.
Habiendo pasado más de un mes anhelando oír su sentencia, finalmente
fueron sentenciados a muerte. Cuando les informaron que iban a morir, ellos
se llenaron de audacia y ánimo; sin embargo, Cristian lamentó grandemente
por su esposa e hijos, especialmente en esta última noche; pues la congoja de
ellos causó una gran tristeza en su corazón.
El sábado 13 de noviembre muy temprano, estos cuatro amigos fueron
llevados de dos en dos a la plaza principal de la ciudad, donde se hallaban
soldados bien armados formando círculos.
En medio de la plaza habían preparado cuatro estacas dentro de una
choza de paja, en la cual iban a ser quemados. Mientras caminaban hacia
este lugar, Mateo dijo a la gente: “Ciudadanos, si sufrimos aquí es por la
verdad; porque vivimos según la palabra de Dios.” Hans Simons exhortó a
sus hermanos a no temer a los que matan el cuerpo. De esta manera llegaron
a la plaza para ser sacrificados. Allí, el asistente del verdugo tomó primero a
Cristian y lo ubicó en la estaca dentro de la choza, y de allí Cristian animaba
a sus hermanos a que contendieran valientemente por la verdad, los cuales se
dieron el uno al otro el último beso de la paz. Luego, los tres también fueron
atados a las estacas. Y con el propósito de que el pueblo no les oyera hablar,
tocaron tambores fuertemente cerca de la choza. El verdugo los estranguló y
luego prendió fuego a la choza. De esta manera estos cuatro amigos llegaron
a un fin dichoso de acuerdo a las palabras del Señor: “El que persevere hasta
el fin será salvo” Mateo 10:22.

Fragmentos de cartas de Cristian Langedul escritas durante su


encarcelamiento
Primera carta de Cristian a su esposa
Te deseo gracia y paz todos los días de tu vida.
Mi amada esposa y hermana en el Señor… he disfrutado grandes alegrías
y consuelo durante este breve tiempo en la prisión; sin embargo, el Señor
sabe también de mi gran tristeza y de mis lágrimas por causa de ti y de
nuestros hijos.
Mi querida esposa, mantén buen ánimo en todos tus sufrimientos debido
a mi causa; porque los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de
ser comparados con la gloria que se manifestará en nosotros… Tengo
145
confianza de que no me afligirás más de lo que estoy debido a la presión de
mi esperada ejecución. Sé que eres muy valiente para eso… espero que el
Señor nos fortalezca hasta el final… Espero verte después de esta vida. En la
vida eterna nunca más nos separaremos. Te encomiendo al Señor.
Escrito por mí, tu débil esposo, Cristian Langedul, desde la prisión por el
testimonio del Señor.

Segunda carta de Cristian a su esposa


Te hago saber, mi querida esposa que ayer nosotros cuatro fuimos
severamente torturados uno después del otro. Cornelis el zapatero fue el
primero; luego Hans Simons. Mi turno vino después. Cuando me acerqué al
potro de tormento, los señores allí presentes me dijeron: “Desvístete tú
mismo o dinos dónde vives.” Entonces me desvestí y me resigné al Señor
para morir; entonces me ataron en el horrible potro: rompieron dos cuerdas
durante la tortura al estirar mis muslos y tobillos… Y vertieron mucha agua
en mi nariz y en mi cuerpo. Luego me preguntaron: “¿Aún no nos dirás?”
pero yo no abrí mi boca. Entonces los señores dijeron a los verdugos:
“Vayan otra vez y estírenle la otra pierna.” Así, ataron con cuerdas mi
cabeza, mis muslos y tobillos. Me dejaron tendido en el suelo y me gritaron:
“Dinos, ¿dónde viven tu esposa y tus hijos?” Pero yo no dije ni una palabra.
El Señor guardó mis labios. ¡Qué espantoso! Teníamos más temor a ser
torturados una segunda vez que a la misma muerte…
Después fue torturado Mateo. Él nombró la calle y la casa donde vivimos,
y dijo que había una puerta. Pero yo no recuerdo ninguna puerta en esa calle.
También nombró la casa de R.T. y la calle donde vive F.V. Esfuérzate y
salva del peligro a estas personas. Mateo está muy triste por lo que dijo.
De tu esposo C.L. en la prisión de Antwerp, 12 de agosto de 1567.

Jacobo Dircks, con sus dos hijos, Andrés Jacobs y Jan Jacobs en el
año 1568 d. C.
En este tiempo sangriento y peligroso de persecución, el piadoso Jacobo
Dircks y sus dos hijos: Andrés Jacobs y Jan Jacobs, también cayeron en
manos de los tiranos. Jacobo Dircks, un sastre de oficio, residía con su
familia en Utrecht. Ya que los duques lo querían apresar, él huyó a Antwerp
por temor a los tiranos. Su esposa, no habiendo aceptado la misma creencia
religiosa, permaneció allí por un tiempo más. Entonces las autoridades se
apoderaron de su propiedad y agarraron casi la mitad.

146
Durante el tiempo que Jacobo Dircks vivió en Antwerp con su familia, su
esposa falleció. Habiéndose escapado de las manos de los tiranos en Utrecht,
él y sus dos hijos después cayeron en las garras de los lobos en Antwerp,
donde la prueba de su fe fue hallada mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero, se prueba con fuego. 1 Pedro 1:7. Éstos fueron
condenados juntos para ser quemados, cada uno en una estaca. Sufrieron esto
por causa de la verdad divina, habiendo vivido de acuerdo con ella, y no por
haber cometido algún crimen. En el camino hacia el lugar de su muerte, el
hijo menor de Jacobo Dirck llamado Pedro Jacobs, se encontró con ellos, y
con sus brazos asió a su padre del cuello. Entonces las autoridades lo
arrebataron cruelmente y lo echaron debajo de los pies de la multitud que
seguía. Fácilmente se puede imaginar la tristeza del padre y de los hijos
cuando vieron esto.

El hijo menor de Jacobo Dirks, abrazando a su padre en el camino a su muerte


Cuando este padre y sus dos hijos fueron puestos cada uno en una estaca,
preguntó: “¿Cómo están ustedes, mis queridos hijos?” y cada uno respondió:
“Muy bien, mi querido padre.” Andrés Jacobs estaba comprometido con una
novia en este tiempo. Su novia y la hermana de él, con corazones llenos de
tristeza y sus ojos llenos de lágrimas observaron de lejos su muerte. Vieron
como su novio y hermano prefirió mejor dejar a su novia temporal, puso a un
lado las relaciones temporales para escoger al Esposo eterno Jesucristo sobre
147
todas las cosas visibles. Cada uno de estos héroes fue estrangulado y luego
quemado, sellando de esta manera la verdad con su muerte y con su sangre el
día 17 de marzo de 1568. Por tanto, éstos también, debido a su severa y
dolorosa fatiga, escucharán la voz dulce de Cristo: “Bien, buen siervo y fiel,
sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu
señor”. Y otra vez el Rey dirá: “Venid benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo” Mateo 25:23,
34.

Peter Beckjen, quemado vivo por el testimonio de Jesucristo en


Ámsterdam, Holanda, 1569

Peter Beckjen en su barca, reunido con otros discípulos leyendo las Escrituras,
lejos de la ciudad de Ámsterdam.
Las espantosas muertes en estacas de los inocentes seguidores de Cristo
no eran suficientes en este tiempo para disuadir de la práctica de un
verdadero cristianismo al hermano, precioso y fiel testigo del Señor llamado
Peter Beckjen. Éste reunía en su barca a la pequeña manada de cristianos
oprimidos que residían cerca de Ámsterdam para edificarse los unos a los
otros con las Escrituras.

148
En este tiempo, la esposa de Peter dio a luz a un bebé; y Peter llevó a su
hijo recién nacido a un lugar seguro de la superstición de los papistas, donde
no podría ser bautizado.
A pesar de la crueldad de los gobernadores de la oscuridad, él mostraba
celo en todo lo concerniente al servicio de Dios, hasta que finalmente fue
denunciado ante los magistrados de la ciudad de Ámsterdam. Fue
encarcelado, espantosamente torturado y por último, puesto que él no
apostató, fue sentenciado a ser quemado vivo.
En su sentencia están escritos los cargos contra él: abandonó a la madre
Iglesia de Roma, llevaba a cabo reuniones prohibidas en su barca y no
permitió que su hijo sea bautizado según las ceremonias de la antigua Iglesia
Católica de Roma: cosas que son crímenes contra la majestad divina y
secular y que perturban la paz. Por lo cual lo condenaron al fuego según el
decreto imperial y confiscaron todos sus bienes.
Su sentencia se halla preservada en el libro de sentencias criminales entre
los archivos de la ciudad de Ámsterdam.

Dirk Willems: el amor verdadero, 1569 d.C


En el año 1569 un fiel y piadoso seguidor de Jesucristo, llamado Dirk
Willems, fue arrestado en Asperen Holanda. Él tuvo que soportar una tiranía
severa de parte de los sacerdotes. Puesto que no había fundado su vida sobre
la arena movediza de mandamientos humanos, sino sobre la roca firme, que
es Jesucristo, permaneció constante hasta el fin. Por lo tanto cuando aparezca
el Príncipe de los pastores en las nubes del cielo (1 Pedro 5:4) y recoja a sus
elegidos de todas partes del mundo, oirá este hermano también las palabras:
“Bien buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor” Mateo 24:31; 25:23.
El hermano Dirk Willems fue aprehendido mientras huía de un hombre
encargado de capturarlo. Los dos, con mucho riesgo de hundirse, corrían
sobre el hielo de un río congelado (era invierno), y el hermano Dirk apenas
alcanzó llegar a la ribera. Cuando el perseguidor corría sobre el hielo, éste se
quebró, y el hombre comenzó a hundirse. Cuando el hermano se dio cuenta
que su perseguidor estaba en peligro de perder su vida, regresó para
rescatarlo del agua congelada. Después de ser rescatado, el perseguidor
quería dejarlo libre, pero el magistrado le gritó duramente a él, e insistió que
lo agarrara. Entonces capturó al hermano Dirk y lo echó en la cárcel.

149
Dirk Willems rescatando la vida de su perseguidor, Holanda 1569
Después de un severo encarcelamiento, y grandes pruebas de parte de los
papistas, lo sentenciaron a morir a fuego lento. Dirk lo soportó hasta el fin
con gran firmeza. Con su muerte y sangre, confirmó la fe de la verdad. Él es
un ejemplo instructivo para todos los cristianos de este tiempo y para la
eterna desgracia de los tiranos seguidores del Papa.
Las memorias de los que estaban presentes durante la muerte de este
testigo fiel de Jesucristo, atestiguan que este relato aconteció fuera de
Asperen. Un viento fuerte del este causó que las llamas no alcanzaran la
parte superior de su cuerpo, mientras que estaba en la estaca. En
consecuencia, Dirk sufría una muerte lenta, tanto que fue oído exclamar más
de setenta veces: “¡Oh, mi Señor, mi Dios!” El magistrado que estaba
presente, se llenó de tristeza y de lástima por los sufrimientos del hombre, y
estando montado a caballo, dio vuelta para no mirar al lugar de la ejecución,
y dijo al verdugo: “Termina con él con una muerte rápida.”
De qué manera el verdugo lo hizo no se llegó saber, pero sí que su vida
fue consumida por el fuego, y que el hermano pasó por el conflicto con gran
valor, habiendo encomendado su alma en las manos de Dios.

150
Jacob de Roore y Hermán van Vleckwijck, quemados vivos en la
estaca en Flandes por el testimonio de Jesucristo el 10 de junio de 1569

Jacob de Roore en disputa con los enviados del Papa dentro de la cárcel, 1559
El hermoso país de Flandes, cerca del año 1569 parecía una cueva de
asesinos donde mataban sin vacilar a los seguidores de Cristo; los mataban
por medios sumamente horrorosos, es decir, por el fuego. Esto causó una
profunda tristeza para muchos que lo vieron llorando. Había entre muchas
otras personas, dos héroes valientes, campeones de Jesucristo. Uno de ellos
era Jacob de Roore, un líder de la iglesia, un hombre temeroso de Dios,
inteligente, bondadoso y elocuente, que arriesgó su vida para guiar y
alimentar al rebaño de Jesús por los pastos verdes de la verdadera enseñanza
del evangelio por los bosques y los desiertos. El otro era Hermán de
Vleckwijck, un hermano de mucho talento, el cual tenía muchos dones de
Dios.
Ambos fueron llevados presos a Bruges, una ciudad flamenca, donde
fueron severamente tentados por los católicos, quienes buscaron apartarlos
de la verdad; pero como ellos estaban basados en la roca segura, Jesucristo,
su casa también permaneció firme y no pudieron ser conmovidos. Por tanto,
las autoridades, instigadas por los católicos, los mataron, quemándolos hasta

151
reducirlos a cenizas. Esto ocurrió el 10 de Junio de 1569. El siguiente poema
fue escrito sobre ellos:
El 10 de junio, en la ciudad de Bruges
Rodeados por las llamas ardientes, Jacob y Herman
Testificaron ante el mundo, la palabra de Dios,
Sellándola con la sangre de sus corazones.
Así trajeron sus sacrificios
Al Dios todopoderoso que habita los cielos.

Abraham Picolet, Hendrick van Etten y Maeyken van der Goes, 1569
d. C.
En la ciudad de Antwerp había un tal Abraham Picolet, que conocía bien
a Hendrick van Etten y a Herman N. Éste iba a volver a su casa y pidió a
Abraham que lo acompañara una distancia para regocijarse juntos, cantando
y platicando sobre la palabra del Señor. Así se despidieron después de
haberse animado en el Señor. En ese tiempo había una gran persecución bajo
el duque de Alba. Mientras caminaban por el bosque, fueron detenidos por el
alguacil de Borgerhout. Él vio que tenían varios libros, incluso un Nuevo
Testamento, y los interrogó detenidamente y los llevó presos a Antwerp.
Pero el dicho Herman no estaba fundado sobre la piedra principal y su casa
no duró. Cuando lo interrogaron, el confesó haber ido a la misa el día de
Pascua aunque eso no era cierto. El sacerdote también afirmó que era cierto,
y así salió de la cárcel. Pero los otros dos, sosteniéndose en su fe,
atravesaron muchos conflictos y discusiones con los filósofos ciegos, que se
esforzaron mucho para apartarlos de la verdad. Pero ellos huyeron y se
refugiaron en su capitán, y no fueron abandonados; pues, su fe crecía cada
vez más. De esta manera anhelaron el día de su liberación: el día de su
martirio. Romanos 7:24. Eran muy diligentes, escribiendo muchas cartas
exhortando a sus conocidos. Por sus cartas y su firmeza ganaron a algunos
aún en las cadenas. Filemón 10. Después de un tiempo, los tiranos, viendo
que no iban a apartarse de la verdad, los sentenciaron a muerte. Ellos estaban
de buen ánimo y firmes. En camino a la ejecución Abraham dijo: “Si alguno
de ustedes sufre que no sea por asesino, ladrón o criminal, ni por
entrometerse en asuntos ajenos. Pero si sufre por ser cristiano, no debe
avergonzarse, sino alabar a Dios por ello” 1 Pedro 4:15, 16.
Hendrick habló muy poco, pero se veía claramente que no tuvo temor. Se
pararon delante de los jueces y escucharon leer sus sentencias. Después

152
Abraham agradeció a las autoridades por haber tratado con él y dijo que
había pedido al Señor que los iluminara. También una mujer, Maeyken van
der Goes, era sentenciada a la misma muerte. Ella siguió valientemente a su
esposo que había sido sacrificado antes que ella. De este modo, los tiranos
satisficieron sus deseos con estos tres corderos llevados a la matanza, y los
quemaron al día siguiente después de sujetar sus lenguas con tornillos para
impedirles hablar. Pero en todo esto, ellos vencieron valientemente por
medio de Cristo, que los esforzó. Sin temor, avanzaron con Josué y Caleb
para poseer la tierra prometida. Así consolaron y fortalecieron a muchos que
los vieron. Después de haber sido quemados, dieron sus cuerpos a las aves.

Una carta de Abraham Picolet a sus hermanas


Que la abundante gracia y la eterna paz de Dios, nuestro Padre celestial,
y el Señor Jesucristo quien es el padre de misericordia y el Dios de toda
consolación les dé la sabiduría cristiana, una fe constante, una mente firme y
un verdadero entendimiento de la palabra divina en la verdad: esto les deseo,
queridas hermanas, con todo mi corazón. Amén. Romanos 1:7; 2 Corintios
1:3; Mateo 24:13
Sepan, hermanas mías, que yo, Abraham, su hermano, encarcelado por
causa de la palabra de Dios, que su amor sepa que yo recibo fuerza y valor
de parte del Señor; espero seguir firmemente en Él, y puesto que Él no me
abandona yo confío que con la ayuda del Señor he de confesar su palabra
divina delante de los hombres ciegos mientras tenga vida, pues, veo y siento
que Él nos muestra gran ayuda. Gracias a Él por la gracia que me muestra…
Sepan, hermanas mías, que me he alegrado muchas veces al escuchar que
ustedes también decidieron seguir al Señor, que se adhirieron a la verdad
eterna todos los días de sus vidas, y sirven y temen a Cristo, porque Él es el
camino, la verdad y la vida.
Sepan, hermanas mías, que en la tarde del sexto día de este mes, fui
llevado a N. N., una autoridad, y al carcelero y a otro hombre los cuales
tomaban vino en la mesa. El carcelero me dijo: “Abraham, tú tienes que
venir a la corte el día martes.” En mi conversación con ellos, me preguntaron
si ellos iban a ser salvos. Yo les respondí: “El apóstol Juan dice: ‘Él que
dice, yo conozco a Dios, y no obedece sus mandamientos, es un
mentiroso.’” 1 Juan 2:4. No pude terminar lo que quise decir, porque ellos
me interrumpieron. También cité lo que el apóstol dijo que ni los que
cometen inmoralidades sexuales, ni los borrachos, ni los asesinos, ni los
mentirosos, ni los orgullosos, ni los chismosos, ni los glotones, ni los que
hacen cosas parecidas heredarán el reino de Dios, ni tienen a Dios. 1
153
Corintios 6:9, 10. Ellos me interrumpieron de nuevo, porque el Señor me
ayudó tanto a hablar que ellos no pudieron soportarlo.
Hablamos muchas cosas más, pero no pude terminar lo que iba a decir,
aunque era éste mi deseo, puesto que un hombre honesto estuvo presente.
Aquél reprendió al carcelero por haberse enojado. Entonces el carcelero me
trajo un vaso de vino y yo le agradecí, diciendo: “¡Salud!” Él me preguntó
porqué no dije, “Dios te bendiga.” Yo le dije, “No debemos tomar el nombre
del Señor como lo hacen los fornicarios y los borrachos.” Esto lo enojó tanto
que me llevaron sin darme el vino. Alabado y agradecido sea el Señor por su
gracia y por dar a los suyos todo lo necesario para su salvación. Me dijeron,
hermanas mías, que hicieron esto sólo para ver si yo me apartaría del Señor;
pero sé que ellos nunca me inducirán a abandonar mi fe.
Disculpen por mi carta sencilla. Yo anhelo mucho el día de nuestra
salvación. En la noche que escuché que nuestra salvación estaba cerca, me
regocijé tanto que mis lágrimas cayeron. Alabado sea el Señor por su gran
gracia. Esperemos nuestro tiempo con confianza y paciencia. Quizás ellos
pensaron asustarme, pero yo me regocijé. Alabado sea el Señor que me da
tanta fuerza. ¡Oh mis hermanas! ¿No debemos regocijarnos en la esperanza
de ser librado de toda tristeza por la gracia del Señor? ¡Ojala fuéramos
dignos de ello! ¡Cuán gozoso sería para mí! Sin embargo, yo lo espero por la
gracia del Señor, aunque no lo merezca. ¡Ojalá el horno ardiente estuviera
preparado! ¡Ojalá me encontrara en la puerta estrecha, donde uno tiene que
dejar la carne y la sangre, para que todo llegue a su fin!
Oh mis queridas hermanas, siento tanto ánimo y recibo tanta fuerza del
Señor que no puedo expresarlo. Que Él sea alabado para siempre por su gran
gracia que me muestra. Veo que es cierto: el que confía solamente en el
Señor, tiene tanto gozo en sus sufrimientos, que nadie puede saberlo excepto
el que lo experimenta.
Adiós. Las encomiendo al amor en la gracia. Oren a Dios por mí. Yo haré
lo mismo por ustedes.
Escrito por mí, su débil hermano, Abraham Picolet.

Una carta de Clemente Hendrick a su padre y su madre, escrito


desde la cárcel en Ámsterdam donde él dio su vida por el conocimiento
de la verdad.
Un saludo muy amistoso a ustedes, mí querido padre y mí querida madre.
Les informo que sigo con buen ánimo y salud, y espero que ustedes también
se encuentren así.
154
Además, mi querido padre y madre, quiero informarlos cómo me va en
mis cadenas. No puedo agradar suficientemente al Señor porque me consuela
tanto en mis aflicciones. Tengo el firme propósito de temer al Señor mientras
siga aquí, aunque la carne y la sangre sufran.
También les informo cómo me arrestaron. Había salido a una invitación
el miércoles en la noche y estábamos hablando de volver a casa, cuando los
guardias nos encontraron. Nos llevaron arriba a Floris den Bral el cual nos
preguntó de donde veníamos, si habíamos asistido a una reunión de la nueva
religión (el anabaptismo). Dijimos: “No.” Él nos pidió que confirmáramos
eso con un juramento. Yo le dije. “¿Por qué no me crees? Mi intención es
decirte la verdad.” Pero él insistió que juráramos y cuando lo rehusamos, él
dijo: “Llévenlos abajo,” y nos llevaron al calabazo como si fuéramos
ladrones y delincuentes.
En la mañana nos llevaron arriba de nuevo. El alguacil me dijo:
“Clemente.” Yo dije: “Señor alguacil.” Él me preguntó: “¿Cuántas veces has
asistido a las reuniones de los menistas?” Yo no le respondí. Entonces fui
llevado a otro cuarto, solo. Después, me llevaron a las autoridades de nuevo.
Otra vez, el alguacil me preguntó cuántas veces había asistido a las
reuniones. Me preguntó si había asistido diez veces. Yo dije, “No.”
“¿Ocho?” “No.” “¿Siete?” “No.” ¿Tres veces?” “Sí.” Entonces me preguntó
quién había predicado. Yo dije: “No pienso decirte.” También quiso saber la
casa y qué personas habían asistido. Le dije que no iba a decirle. Él me dijo
que me iba a obligar a decirle. Entonces me llevaron al calabazo.
El día siguiente me trajeron a las autoridades otra vez y el alguacil me
preguntó si ahora iba a decirle quién había predicado, dónde nos habíamos
reunido y quiénes habían asistido. Yo le dije: “Yo estoy en problemas y no
quiero ocasionar lo mismo para otros: Aquí me tienes. Haz lo que quieras
conmigo.” El alguacil les dijo a los jueces: “Yo ordeno ponerlo en el potro
para desgarrarlo. Llévenlo.” Me llevaron al potro y me desvistieron. Me
sentaron sobre el potro y me taparon los ojos. Entonces el alguacil vino y
me preguntó si no iba a darle la información y yo le dije que no. Entonces
me acostaron sobre el potro y me amarraron con siete cuerdas. Estiraron las
cuerdas y yo pensé que iban a romper mis costillas. Echaron orina en mi
boca, y acostado en medio de un gran dolor, me golpearon en el pecho. El
Señor sabe cómo me trataron. En medio de gran dolor, nombré a cuatro
personas; esperaba que no estuvieran en la ciudad. Todo esto duró
aproximadamente media hora. Yo les dije que pusieran una soga en mi
cuello para matarme de una vez. Cuando soltaron las sogas, no pude

155
levantarme: los siervos tuvieron que ayudarme. De nuevo me volvieron al
calabazo.
El día siguiente me llevaron otra vez, y si Joost Buyck no hubiera estado,
me habrían torturado de nuevo, aunque casi era incapaz de caminar. El
alguacil me preguntó si estuve dispuesto a hablar con un monje. Le dije que
el monje se alejara de mí. Volví al calabazo y un sacerdote y un monje
vinieron para discutir conmigo. Ellos empezaron a decir muchas cosas sin
sentido y a contar fábulas, pero yo guardé silencio. Ellos se enojaron porque
yo no les respondí, y uno me dijo que yo estaba poseído por el diablo.
Cuatro días después me llevaron arriba otra vez y me dijeron que me
preparara para el sábado. Yo dije: “Si el Señor quiere, yo estoy dispuesto.”
Me devolvieron al calabazo y no esperaba otra cosa que ofrecer mi sacrificio
el sábado. Un sacerdote vino para exigirme a confesarme ante él. Yo le dije
que no, porque él no puede perdonar los pecados. Yo le dije: “La mejor
confesión es confesar al Señor mi Dios.” Entonces el alguacil y dos jueces
vinieron y me dijeron que me iban a esperar todavía dos semanas, pero yo
tenía buen ánimo para entregar mi sacrificio. Filipenses 2:17.
Y ahora sigo con buen ánimo a pesar de la cárcel. Empecé a irritarme por
tanta demora. Yo anhelo salir de mi cuerpo y me he resignado con alegría a
ofrecer mi sacrificio. El Señor no abandona a los suyos que confían en él.
Además, mi querido padre, te informo que recibí tu carta y me regocijé al
enterarme que estás contento. Además, mí querido padre y querida madre,
les digo adiós si Dios quiere, hasta la venida de nuestro Señor. Que la paz
del Señor sea con ustedes eternamente.
Por mí, Clemente Hendricks, indigno preso en el Señor.

156
Capítulo 13
Los mártires de 1570-73 d.C
Arent van Essen y su esposa Úrsula; Neeltgen, una anciana y
Trijntgen, su hija: quemados en chozas de paja, 1570 d. C.

Úrsula, colgada de sus manos mientras el verdugo la castiga con fuertes azotes.

Durante el tiempo de paz, después de la destrucción de las imágenes, la


congregación en Maestricht prosperó; aumentándose en número los
miembros de la iglesia. Mas el duque de Alba llegó a esa región y los
cristianos empezaron a huir como podían. Algunos se quedaron atrás; entre
ellos un hermano, anciano de la iglesia y también maestro. Se llamaba Arent
van Essen y su esposa se llamaba Úrsula. En la misma casa con ellos vivía
otro matrimonio y la esposa se llamaba Trijntgen. La mamá de Trijntgen se
llamaba Neeltgen. Estas personas fueron traicionadas y sus nombres
divulgados a las autoridades. Un día, a media noche, llegó el juez de paz, un
hombre muy violento, junto con los alguaciles a la casa del profesor y con
157
mucho alboroto agarraron al señor Arent y lo llevaron a la casa del juez.
Después de una hora volvieron a la misma casa y agarraron a las dos
mujeres, a las que antes no habían molestado. En ese momento llegó la
ancianita, Neeltgen, a ver a su hija, y fue arrestada también, juntamente con
las otras dos. Los alguaciles las llevaron a la misma casa del juez.
En la mañana los cuatro se encontraron juntos, y se regocijaron en el
Señor, consolándose el uno al otro. Al comparecer ante el juez, cada uno
testificó de la doctrina piadosa. La hermana Úrsula era una persona
enfermiza, y por lo tanto muy frágil, pero en cuanto a la fe no era tímida.
La apartaron de los demás y la hicieron comparecer ante el juez y el
alguacil quienes juzgaban en casos graves. La llevaron a otro lugar llamado
Dinghuys y la maltrataron con muchas amenazas las cuales ella soportó
mansamente. De igual manera su esposo, Arent, fue llevado al mismo juez
donde trataron de persuadirlo que abandonara a Cristo.
Cuando trajeron a la ancianita, Neeltgen, y a su hija, Trijntgen, al mismo
lugar en Dinghuys, las dos estaban llenas de gozo y valor. Trijntgen, por la
alegría que tenía en el Señor, empezó a cantar.
Mientras los tenían presos en Dinghuys, los jueces, tanto como los
sacerdotes y padres de la Iglesia Católica, les tentaron frecuentemente a que
negaran a Dios, pero Dios protegió sus ovejas de la furia terrible de esos
lobos. Entonces empezaron a atormentar a Arent. Siete veces lo afligieron
tan cruelmente que empezó a desesperarse, pero Dios extendió su mano y lo
fortaleció y desde entonces siguió luchando con valentía. Su esposa, Úrsula,
al ver a su esposo Arent sufrir tanto, también lo animaba y lo fortaleció
mucho. Los enemigos tampoco se contentaron con eso, sino atando las
manos de la pobre, la levantaron del piso hacia el techo con una soga.
Teniéndola suspendida así, el verdugo le abrió la ropa con su cuchillo y
empezó a torturarla, golpeándola con un palo no tan sólo una vez sino dos
veces en el mismo día. (Se dice que un jesuita lo recomendó). Todo eso lo
padeció pacientemente. Con la ayuda de Dios, soportaba todas las torturas y
azotes.
También a la anciana Neeltgen la llevaron a torturar. Cuando se
confrontó con el potro, que es un instrumento hecho para estirar a la gente,
sin resistir se acostó sobre él, pero los alguaciles no la atormentaron por su
gran edad. Se fijaron que mucho antes ya había sufrido esa misma tortura,
pero de una manera milagrosa había escapado con vida.
A su hija Trijntgen la trataron con mucho menos cortesía y la hicieron
sufrir muy cruelmente. Después de maltratarla mucho sobre el potro, la
quitaron y la pusieron casi desmayada sobre una cama, pero tan pronto que
158
volvió en sí, le volvieron a hacer lo mismo. Al sufrir tanto, clamó con gran
voz: “¡Oh, Dios! Socórreme y sella mis labios,” pues querían que divulgara
los nombres de otros creyentes para poder atraparlos también. Dios oyó sus
peticiones y selló sus labios para que no traicionara a nadie. Cuando la
atormentaron por última vez, glorificó a Dios diciendo: “¡Te glorifico y te
doy gracias, oh Señor!”
Su madre, Neeltgen, la oyó y preguntó: “¿Acaso eres tú, hijita mía?”
Acercándose Trijntgen contestó, “Sí, madre mía,” y se abrazaron y se
besaron.
El 9 de enero de 1570 avisaron a Arent y a su esposa que los jueces
habían decretado quemarlos en la hoguera. Con estas noticias se regocijaron
de ser dignos de morir por el nombre de Cristo, y daban gracias a Dios ese
día y en la noche, alabándole mientras esperaban su redención.
En la mañana el alguacil del pueblo llegó a donde estaba Úrsula y mandó
que no hablara mientras caminaba por la calle rumbo al lugar donde la iban a
quemar. Contestó Úrsula: “¿Ni siquiera me permiten cantar, ni decir una
palabra?”
De ninguna manera iban a permitir eso, y ya sabiendo sus intenciones
decidieron taparle la boca a Úrsula. Con un palo metido entre los dientes le
amarraron la boca. Al pasar por la ventana donde estaban encerradas
Neeltgen y Trijntgen, ellas la vieron y ésta empezó a gritar y animarle a
Úrsula que luchara con valor para ganar la corona de la vida. Así iba Úrsula,
atada, y sin poder hablar. Viéndola así, las demás personas empezaron a
quejarse en gran manera de cómo le tenían tapada la boca para que no
hablara ni siquiera una palabra.
Llegando al lugar de la ejecución, Úrsula se metió sin demorar en la
choza a la cual el verdugo prendió fuego luego que había entrado en ella. Así
la redujeron a cenizas; un holocausto para el Señor.
Poco después le avisaron a Arent, el esposo de Úrsula, que se preparara
para la muerte. A él también le taparon la boca con una mordaza de una
manera despiadada. Para él le habían preparado una choza en otro lugar, en
un mercado donde vendían animales. Los hicieron morir en distintos lugares
para que no se consolaran el uno al otro. Llevado así a ese lugar, Arent iba
sin quejarse, sino con gozo. Ascendió a la plataforma, el piso elevado donde
habían construido la choza, y cayó de rodillas para orar. Luego se levantó y
entró a la choza, quitándose algo de ropa antes de morir. El verdugo no le
pudo esperar sino que prendió el fuego, quemándolo inmediatamente. Así
murió otro testigo de Jesucristo.

159
El día 23 de enero del mismo año, la ancianita Neeltgen y su hija
Trijntgen recibieron aviso por medio de los jueces que también tendrían que
sufrir la muerte igual que los demás. También se pusieron gozosas,
esperando con ansias el día de su alivio del sufrimiento y su descanso en el
cielo con su Padre celestial. Él permite que haya sufrimientos y tentaciones
aquí, mas nunca desampara al creyente sino le saca de su calamidad. Así
alabaron al Dios santísimo toda la noche, anhelando ansiosamente el día de
su redención. En la mañana el verdugo llegó y las ató, como a los demás, y
con mordaza puesta se fueron gozosamente a donde las iban a matar.
Trijntgen quiso destaparse la boca para poder declarar la razón de su muerte,
pero no la dejaron sino que juntamente con su madre la metieron en la choza
y las quemaron juntas. Ellas se habían encomendado en las manos de Dios.

Joost Verkindert y Lauwerens Andriess martirizados por el


testimonio de Jesucristo en Antwerp el 13 de setiembre de 1570
Una carta de Joost Verkindert a su esposa, madre, hermano y
hermana, escrita el 7 de junio.
Gracia y misericordia del Padre celestial por los méritos de nuestro
querido Señor Jesucristo, quien nos redimió en el árbol por derramar su
sangre preciosa, cuando aún éramos enemigos, junto con la consolación del
Espíritu Santo que consuela a todo corazón afligido; les deseo a todos todo
esto como un saludo cordial y sincero. Me encomiendo completamente a
ustedes y les agradezco por todo el amor que me han mostrado, y la
exhortación y consolación en mi presente aflicción, la cual sufro porque el
Señor lo permite y lo había previsto. Porque Cristo dice: “Los cabellos de su
cabeza los tiene contados.” Mateo 10:30
Cuando salimos, yo temía encontrar al guardia, lo cual sucedió, porque
nuestra reunión no estaba bien planeada, pero hay un propósito en todo. Les
cuento de nuestro arresto: El alguacil con algunos ayudantes encontraron a
Lauwerens y a mí y nos preguntaron. “¿De dónde vienen? ¿A dónde van?”
Al escuchar, nos asustamos y ellos se dieron cuenta de quiénes éramos. Nos
ataron inmediatamente y nos llevaron, maldiciendo y llamándonos pícaros.
Al llegar a la cárcel, interrogaron a Lauwerens a solas. Después me llevaron
a mí también y me preguntaron si había recibido otro bautismo además del
de mi infancia. Yo le pregunté cuáles eran las acusaciones que tuvo contra
mí. Él dijo: “Has sido rebautizado. Tu siervo me lo ha dicho.” Yo le dije:
“Déjame solo. Mañana hablaré delante del gobernador.” Pero él no se
satisfizo con eso porque tuvo un cuaderno para apuntar información. Al no

160
conseguir información de mí, se enojó, diciendo: “Te obligaré a
responderme o sí o no.” Yo dije: “Mi señor, satisfágase por ahora.” Y
cuando vio que no iba a decir más, me hizo sentar en la silla del tormento y
se fueron. Yo pensaba que habían ido para traer al verdugo. Mientras estuve
allí solo, me afligí pensando en varias cosas; Satanás me tentó fuertemente
trayéndome a la mente pensamientos acerca de mi esposa e hijos, mis
posesiones y muchas otras tentaciones, por lo cual lloré mucho, clamando a
Dios por su ayuda y empecé a comparar mi vida con la palabra de Dios,
desde el principio hasta el día de hoy, y vi que todas las dificultades que he
pasado no han sido en vano. Aunque he desobedecido el mandamiento de
Dios muchas veces, no lo hice con audacia, y encontré la gracia de Dios.
Al día siguiente, ambos fuimos llevados a la torre donde Lauwerens fue
torturado. Me cuestionaron sobre mi edad y mi cristianismo, y yo respondí a
todo sin vergüenza. Me preguntaron si tengo esposa y yo respondí: “Sí.” Me
preguntaron si tengo hijos. Yo dije: “Dos.” Me preguntaron los nombres de
mis hijos y si habían sido bautizados. Yo respondí: “No han sido bautizados,
porque yo no reconozco el bautismo de infantes. En las Escrituras vemos un
solo bautismo de fe, como Cristo nos enseñó, y como los apóstoles lo
practicaron.” Yo les escribo brevemente, porque estoy siendo vigilado con
mucho cuidado; ni he tenido una oportunidad de conversar solo con
Lauwerens. Por tanto, guarden silencio sobre todo esto porque yo temo que
me van a torturar aún más, y eso me da mucho temor en mi carne, pues, aquí
torturan de muchas formas: con cadenas, poleas, sogas y el potro en el cual
he sido torturado, como ustedes saben.
¡Oh amigos míos! Que todos rueguen al Señor por mí con mucho fervor.
Hechos 12:5 Yo oro al Señor con muchas lágrimas; y riego mi cama con
lágrimas delante del Señor (Salmos 6:6), para que Él me haga digno de Él
por su gracia.
Con esto les encomiendo al Señor y les digo adiós.
Escrito en cadenas por mí, Joost Verkindert. Indigno preso en el Señor.
Fue arrestado el 30 de mayo y martirizado el 13 de setiembre del mismo año.

La última carta de Joost Verkindert escrita a su esposa después de


haber sido sentenciado el 12 de setiembre.
El Dios de toda consolación, nos consuela en todos nuestros sufrimientos
para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el
mismo consuelo que él nos ha dado en Dios por medio de Jesucristo. A Él
sea la alabanza, el honor, la gloria, el dominio, el poder y la majestad
eternamente. Amén.
161
Te deseo un cordial saludo de amistad, mi querida esposa y hermana en el
Señor, como una despedida perpetua en la tierra. Te informo que me
encuentro bien, por lo cual doy gracias y alabanzas al Padre todopoderoso,
Dios mío y tuyo, por haberme elegido para sufrir esto. Por lo tanto, mi
querida, no te entristezcas demasiado por mí, sino alaba y agradece al Señor
por haber tenido a un esposo quien es considerado digno de dar su vida por
la verdad.
Oh, mi preciosa, te ruego y exhorto una vez más que te mantengas en
silencio y en el temor de Dios, para poder juntos recibir las hermosas
promesas, dónde no hay más frío, ni calor, ni hambre, ni sed, sino gozo; lo
cual ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, el grande
gozo y alegría que Dios ha preparado para los que le aman.
Oh mi querida, esto me ocurrió cuando menos lo esperábamos, pero
alabado sea el Dios Todopoderoso por medio de Jesucristo; pues, sigue
ayudándome y socorriéndome en mi aflicción.
Ahora, encomiendo a ti y mis dos pequeños hijos a Jesucristo, como su
esposo.
Oh mi querida, nunca abandones a este esposo y novio, porque Él es el
padre de las viudas y huérfanos. Salmos 68:6. Adiós, mi más querida, junto
con mi madre y todos nuestros amigos. Los encomiendo en esta tierra al
crucificado Jesucristo. Adiós, adiós a todos ustedes. Escrito por mí,
Joost Verkindert.
Tu querido esposo, escrito en mis cadenas.

Gerit Cornelio, 1571 d.C.


En el año 1571, en Ámsterdam, Holanda, un hermano joven, llamado
Gerit Cornelio fue arrestado por causa de la verdad mientras trabajaba en un
bote. El alguacil lo ató y lo llevó al Concejo. Al día siguiente lo interrogaron
acerca de su fe, la cual él confesó abiertamente; pero cuando le pidieron los
nombres de lo otros creyentes, guardó silencio; en consecuencia, tuvo que
sufrir la tortura. Le taparon los ojos y ataron sus manos. Después lo
suspendieron en el aire y lo desvistieron y lo azotaron severamente. A pesar
de todo no nombró a nadie. De nuevo lo tendieron sobre el potro, lo azotaron
con varas, echaron orina en su boca, y quemaron sus axilas con velas;
después, todavía desnudo, lo suspendieron por las manos otra vez con un
peso sujetado a sus pies. Lo dejaron así por un tiempo y se fueron.
Volviendo, le dijeron con malicia que si él no nombrara a nadie, seguirían
torturándolo todo el día. Pero Dios guardó sus labios, y él no puso en peligro
162
a nadie. Tanto lo torturaron que ya no pudo caminar, y tuvieron que llevarlo
en una silla.

Gerit, suspendido en el aire de su pulgar con un peso colgado de sus pies,


mientras sus verdugos juegan a las cartas.
Pocos días después, llevándolo a la corte, en son de burla, lo coronaron
con un sombrero de flores, y lo sentenciaron a ser ahorcado y quemado.
Escuchó su sentencia con gozo y paciencia. Al llegar a la estaca, oró con
fervor, diciendo: “Oh Padre y Señor, ten misericordia de mí; permíteme ser
uno de tus corderos indignos, o un miembro indigno de tu cuerpo. Oh Señor,
tú ves desde lo alto y conoces los corazones y todas las cosas ocultas. Tú
conoces el amor sencillo que tengo por ti. Acéptalo, y perdona a los que me
afligen con sufrimiento.”
Habiéndose levantado se dirigió a la gente con voz fuerte: “Oh hombres,
la eternidad es tan larga. Oh, sí, la eternidad es tan larga, pero estos
sufrimientos aquí muy pronto pasarán; aún así, el conflicto aquí es muy
intenso y severo. Oh, aún siento mucho temor. Oh carne, soporta y resiste un
poco más, porque este es el último conflicto.” Cuando colocaron la soga
alrededor de su cuello, él clamó: “Oh Padre celestial, en tus manos

163
encomiendo mi espíritu.” Diciendo esto, murió tranquilamente y después fue
quemado. De esta manera, ofreció su sacrificio, parándose sin vergüenza por
el nombre de Cristo, no temiendo el dolor ni el sufrimiento, ni la vergüenza,
ni a los gobernadores de este mundo, sino esforzándose constantemente y
con valor hasta la muerte. Por tanto, en el último día, cuando el cordero
sacrificado abra los libros de la vida, su nombre será encontrado, pero los
apóstatas serán escritos en la tierra; y la tierra, con todo lo que hay en ella,
será quemada.

Anneken Hendricks, 1571 d.C


En el año 1571, una mujer llamada Anneken Hendricks fue quemada en
Ámsterdam, Holanda, por el testimonio de Jesús. Habiendo venido desde
Friesland hasta Ámsterdam, fue traicionada por su vecino, un alguacil que
entró a su casa para apresarla. Ella le dijo con espíritu manso: “Vecino Evert,
¿qué deseas? Si me buscas, me encontrarás fácilmente. Aquí estoy para
servirte.” Este Judas traidor dijo: “Entrégate en el nombre del rey.” Y ató a
Anneken y la llevó, así como Judas y los escribas habían llevado a Jesús.
Cuando llegaron al Dam, ella dijo que no deben tener temor de mirarla
puesto que ella no era ni prostituta ni delincuente, sino una prisionera por el
nombre de Jesús. Después de llegar a la cárcel, ella agradeció y alabó a su
Señor y Creador con corazón humilde por tenerla digna de sufrir por causa
de su nombre. Y ella habló la verdad sin temor delante de Pieter, el alguacil
y los otros señores. Ellos la atormentaron grandemente con los sacerdotes de
Baal para que apostatara, pero por la gracia de Dios ella resistió
valientemente. Esto asombró al alguacil y él le dijo: “El señor Alberto,
nuestro capellán, es un hombre tan santo que debe ser exhibido en oro puro.
Y tú no quieres escucharlo, más bien te burlas de él. Por lo tanto, tendrás que
morir en tus pecados; tanto te has alejado de Dios.”

164
Anneken, quemada en una escalera.
Después, ellos colgaron a esta mujer anciana y temerosa de Dios (que no
pudo ni leer ni escribir) de sus manos, como Cristo; y torturándola
severamente, buscaron averiguar por medio de ella los nombres de otros
creyentes, porque estaban sedientos de más sangre inocente. Pero ella no les
dijo nada, tan fielmente Dios guardó sus labios. Por tanto el alguacil la acusó
de herejía, habiendo abandonado a la madre, la iglesia santa, a eso de seis
años antes y habiendo aceptado la maldita doctrina de los menistas
(refiriéndose a los anabaptistas), fue bautizada por ellos y se casó con un
hombre de entre ellos. En seguida fue sentenciada a ser quemada. Ella los
agradeció y dijo con humildad que si ella había hecho algún mal a alguien,
pediría perdón. Pero los señores se levantaron sin responder. Después fue
atada a una escalera. Entonces ella dijo a su vecino, Evert, el policía, “Tú,
Judas, yo no merezco ser asesinada de esta manera.” Y ella le dijo que debe
dejar de hacer tales cosas o Dios le castigaría. Él respondió enojado que
haría lo mismo con todos los que creyeran igual que ella. Después vino el
alguacil con un sacerdote, atormentándola y diciéndole que si ella no se
retractara, ella pasaría de este fuego al fuego eterno. Anneken respondió
firmemente: “Aunque soy sentenciada y condenada por ti, sin embargo lo
que tú dices no viene de Dios; yo confió firmemente en Dios, que me

165
ayudará en mi aflicción y me salvará de todos mis problemas.” Ellos no la
permitieron seguir hablando, sino llenaron su boca con pólvora y la llevaron
del Concejo al fuego y la arrojaron allí. Cumplido esto, Evert, el guardia se
reía, como si pensara que hubiese hecho un buen servicio a Dios. Pero el
Dios misericordioso, el consolador de los piadosos, le dará a esta testigo fiel,
a cambio de su pequeño y temporal sufrimiento, un premio eterno, cuando su
boca, antes tapada con pólvora, será abierta en plenitud de gozo y sus
lágrimas tristes (por causa de la verdad) serán secadas, y ella será coronada
con un gozo eterno con Dios en los cielos.

Doce cristianos en Deventer en el año 1571


En el año 1571, el 11 de marzo en la noche, los españoles salieron con
espadas y armas para arrestar a las ovejas de Cristo. Entraron a muchas casas
y arrestaron a todos los que encontraron, encadenándolos y diciéndoles:
“Perros, herejes, puesto que niegan la fe católica romana, tendrán que
morir.” Cerraron las puertas de la ciudad por algunos días y leyeron una
publicación, diciendo que nadie debe esconder a nadie y si alguien supiera
de alguien escondido, debe denunciarlo. Doce personas fueron arrestadas. Al
principio todos eran valientes y confesaron a Cristo; pero algunos tuvieron
mucho temor según la carne y abandonaron la verdad aun antes de ser
torturados. Otros siguieron fieles en la tortura, pero después negaron a
Cristo; y cuatro de ellos permanecieron fieles en todo.
Frecuentemente fueron visitados y los que habían negado a Cristo con la
boca se llenaron de tristeza y prometieron que si el Señor les diera gracia y
los librara de la cárcel, ellos volverían a la verdad. Cuando un amigo vino a
visitarlos, les dijo que traía malas noticias: todos iban a morir.
En la noche del 24 de mayo, los sacerdotes vinieron para hablar con ellos,
diciéndoles que debían prepararse, porque iban a morir al día siguiente. Se
fueron a la medianoche, pero volvieron a las cuatro de la mañana. Ellos
salieron de la cárcel con caras llenas de gozo y sonriendo.
Así hicieron las cuatro mujeres, pero los dos hermanos, Bruyn y Antonis,
el tejedor, quienes fueron llevados con ellas, estaban muy tristes y no
hablaron. Sin embargo, las mujeres hablaron mucho y reprendieron
duramente a los monjes. De hecho, se las escuchó decir que Cristo, su novio
y pastor, había pasado delante de ellos por este camino, y que ellos iban a
seguirlo como ovejas y se besaron con mucho cariño. Las dos hermanas,
Lijsbet y Catarina Somerhuys, se tomaron las manos y empezaron a cantar:
“Dios mío, ¿a dónde iré?”

166
Cuando llegaron al cadalso, Catarina, la hermana menor, fue llevada
primero. Ella habló sin temor diciendo: “Sepan ciudadanos, que esto no es
por algo malo, sino por causa de la verdad. Cuando subió al cadalso, su
sentencia fue leída: “Si ella permanece en la Iglesia Católica, morirá por la
espada; de lo contrario, será quemada viva.” Le preguntaron si quería
permanecer en la Iglesia Católica. Ella respondió: “No, yo quiero
permanecer en la verdad.” Ellos aseveraron, “Entonces serás quemada viva.”
Ella contestó: “Eso no me preocupa. Ustedes hablan con mentiras,” y habló
con mucha audacia. Entonces la sacaron del cadalso y la llevaron al carruaje
de nuevo, cerrando su boca, para que no pudiera hablar más.
Después, los dos hermanos, Antonis y Bruyn fueron llevados al cadalso,
y fueron decapitados sin palabras; excepto uno dijo: “Oh Señor, ten
misericordia de mí.” Luego volvieron a la torre y sacaron a Dirck y Harmen.
Les habían cerrado las bocas para que no pudieran hablar. Pero ellos hicieron
señales y sonrieron sin temor, lo cual llenó de asombró a la gente.
Fueron llevados al cadalso donde Harmen se arrodilló y oró al Señor;
pero como demoró mucho tiempo, el verdugo lo levantó y él fue a la estaca
sin temor. Mientras que el verdugo ataba a Harmen, Dirck se arrodilló y
clamó a Dios con mucho fervor, porque no podían hablar. Después, Dirck se
levantó y abrazó a Harmen con cariño, y lo besó y señaló el cielo con su
dedo. Después Dirck, gozoso y sonriendo se paró en la estaca y levantó sus
ojos al cielo.
Después, trajeron a las cuatro mujeres al cadalso y ellas vieron a los dos
hermanos en las estacas. Se alegraron mucho y sonrieron, doblaron sus
manos, levantaron sus ojos al cielo, se besaron una a la otra y se arrodillaron
y se pararon en las estacas sin temor. Mientras se besaban, vino un ruido
como de trueno o de un carruaje sin caballos. Las personas cayeron, una
encima de la otra; nadie sabía que era, y todos se llenaron de miedo.
Antes de esto, cuando habían decapitado a Bruyn y Antonis, los monjes
habían dado un discurso, diciendo que la gente debía guardar a sus hijos de
estas personas (los anabaptistas) y que nadie debe ofenderse verlos siendo
quemados, pues, era la voluntad del Rey, y que nadie debe causar estorbo
ninguno. Tan pronto como terminaron de hablar, vino un ruido y la gente se
llenó de miedo. Los españoles gritaron una alarma y empezaron a tocar los
tambores pero todo pasó sin ningún daño. Algunos dijeron que vieron una
luz sobre el cadalso, como un sol oscuro. Un hermano entre la gente señaló
al cielo con su mano y les animó a confiar en Dios. Ellos levantaron sus ojos
al cielo, excepto Dirck van Wesel, que se había desmayado debido a la
presión de las cadenas alrededor de su cuello; además él había sido
167
severamente torturado, así que se desmayó. Entonces el verdugo prendió el
fuego y los seis fueron quemados juntos.

Llegó el carruaje español mientras las dos jóvenes se abrazaban viendo con
alegría cómo los otros hermanos soportaban con paciencia el sufrimiento.
Esto ocurrió por Deventer, en el Brink, el 25 de mayo de 1571. Después,
el 16 de julio del mismo año, los otros héroes valientes, Claes Opreyder,
Ydse Gaukes, Lijntgen Joris, y su hija, Catarina, fueron llevados desde la
torre con sus bocas cerradas para que no pudieran hablar y pasaron por las
calles, sin temor y sonriendo, saludando con la cabeza a la gente. Primero
llevaron a Claes al cadalso y él se arrodilló para orar, pero el verdugo lo
levantó, pues los españoles no lo permitieron, sino gritaron: “¡Villanos,
villanos!” Pero los seis primeros en ser ofrecidos, habían terminado sus
oraciones sin impedimento. Se les había permitido estar juntos y besarse.
Pero como la gente habló mucho sobre su manera de orar y besarse con tanto
amor, ellos decidieron traerlos uno por uno al cadalso.
Mientras que Claes estaba en la estaca, trajeron a Ydse al cadalso, y él
luchando con fuerza, se acercó a Claes y lo besó. Por tanto, los españoles
gritaron de nuevo y se enfurecieron. Mientras ataban a Ydse, uno de los
líderes de los españoles junto con un monje, se acercó a Catarina. Su madre
estaba lejos de su hija y no pudo escuchar lo que decían a su hija. El monje
168
le dijo: “Tu madre se ha rendido. Ella confiesa que ha sido seducida. Ella
morirá con la espada. Si tú te rindes, no morirás, porque todavía eres joven.
Tú podrías casarte y recibir muchos bienes; nosotros te ayudaremos. Pero
ella contestó negando con la cabeza. Los otros españoles le dijeron mucho,
diciendo que debe retractarse y salvar su vida; pero otros dijeron: “No le
digan eso, sino asegúrenle que si ella renuncia esta herejía (anabaptismo),
morirá como cristiana piadosa con la espada.” Y otros dijeron: “Basta con
hacerla creer que puede salvar su vida; después de retractarse, morirá de
todos modos.” Pero a todo esto ella respondió negando con la cabeza.
Entonces el monje dijo: “Querida hermana, retráctate, de lo contrario, irás de
este fuego al fuego eterno; esto te prometo por mi alma.”
Entretanto, llevaron a su madre también al cadalso y la pusieron en la
estaca. Entonces Catarina se regocijó grandemente, pues, vio que todo lo que
le habían dicho acerca de su madre era mentira. Después, llevaron a Catarina
al cadalso también y ella subió las gradas rápidamente, pues, ella, igual que
los otros mártires, anhelaba la hora de su redención. Los cuatro fueron
atados con la espalda de uno frente a la del otro, para que no pudieran verse
ni señalarse uno al otro con la cabeza.
De esta manera estos cuatro ofrecieron su sacrificio el 16 de junio de
1571; muchos siguieron sus ejemplos, reconociendo que eran verdaderos,
esforzándose por la gracia de Dios a llevar una vida justa y temerosa de
Dios.

Jan Smit, colgado de su pie, 1572 d.C


Cerca del año 1572 había un hermano piadoso y temeroso de Dios,
llamado Jan Smit, del país de Marck. Él fue llevado preso a Munnekendam
por el testimonio de Jesús. Pero cuando Munnekendam fue tomado por los
protestantes, fue puesto en libertad. Después, trabajando en un barco fue
apresado por un capitán español y llevado hasta Ámsterdam. Fue
encarcelado hasta que decidieron que debería ayudar a remar un barco en el
lago de Haarlem, contra los habitantes de Haarlem. Pero cuando lo llevaron
al lugar donde iba a ayudar, él dijo que no se sentía libre en su conciencia
para remar, ya que él no tenía enemigos; dijo que ellos podrían hacer con él
lo que les parecía bien. Por tanto, fue llevado a Haarlem donde fue
severamente cuestionado en cuanto a su vida y fue descubierto que era un
menista (anabaptista). Puesto que no apostató frente a severas examinaciones
y amenazas, pues tenía su base en la roca firme de Cristo y venció todo con
la verdad, Don Frederico, hijo del duque de Alba, lo sentenció a ser colgado

169
de su pie en el cadalso, y de esta manera murió este héroe y soldado de
Jesucristo.

Jans colgado de su pie.

Maeyken Wens y algunas de sus compañeras creyentes,


quemadas por el testimonio de Jesucristo en Antwerp, 1573 d.C.
El viento norte de la persecución soplaba ahora con más fuerza por el
jardín del Señor; así que las plantas y los árboles del mismo (es decir los
verdaderos creyentes), llegaron a ser desarraigados de la tierra por medio de
la violencia que se desencadenó contra ellos. Esto pasó en el caso de una
mujer piadosa y temerosa de Dios llamada Maeyken Wens, quien era la
esposa de un fiel ministro de la iglesia de Dios en la ciudad de Antwerp,
cuyo nombre era Mattheus Wens, albañil de profesión.
Como por el mes de abril de 1573, ella, juntamente con otras de sus
compañeras creyentes, fue aprehendida, encadenada y confinada en la
prisión más severa de Antwerp. Al mismo tiempo, los así llamados
espirituales o eclesiásticos, así como también las personas seglares, la
sometieron a muchos conflictos y tentaciones con el fin de causar que ella
renunciara al anabaptismo. Pero ya que no podían de ninguna manera, ni con
torturas severas, la sentenciaron el 5 de octubre de 1573 y la pronunciaron en
público en la corte de Antwerp. La sentencia decía que ella debe, con la boca
170
atornillada o con la lengua atornillada al paladar, ser quemada hasta las
cenizas como hereje juntamente con otras que se encontraban en prisión y
que eran de la misma creencia.
El día siguiente, esta piadosa heroína de Jesucristo temerosa de Dios, así
también como sus compañeras creyentes que habían sido condenadas con la
misma sentencia, fueron sacadas con las lenguas firmemente atornilladas,
como corderos inocentes para el matadero. Habiendo atado a cada una a una
estaca en la plaza, las furiosas y terribles llamas les quitaron la vida y
quemaron sus cuerpos. En corto tiempo ya habían sido consumidos hasta las
cenizas. Soportaron firmemente el severo castigo de la muerte. Por tanto, el
Señor en el porvenir transformará los cuerpos de ellas para que sean
semejantes al cuerpo de la gloria Suya. Filipenses 3:21.
El hijo mayor de la arriba mencionada mártir, llamado Adrián Wens,
como de unos quince años de edad, no podía apartarse del lugar de la
ejecución el día cuando su querida madre fue ofrendada. Aquel día él había
traído consigo a su hermano menor que se llamaba Hans Mattheus Wens, de
tres años de edad. Alzó al niño en sus brazos y fue a pararse junto con él
sobre un banco, no muy lejos de donde habían clavado las estacas, para
contemplar la muerte de su madre.

El hijo mayor de Maeyken Wens, junto a su pequeño hermano, buscando entre


las cenizas el tornillo con el cual atornillaron la lengua de su madre.

171
Pero cuando la trajeron y la colocaron junto a la estaca, él perdió el
conocimiento, se cayó al suelo y permaneció en tales condiciones hasta que
ya habían quemado a su madre y a las demás.
Después, cuando la gente se había marchado, y habiendo vuelto en sí, se
acercó al lugar donde habían quemado a su madre y se puso a buscar entre
las cenizas, donde halló el tornillo con el cual le habían atornillado
firmemente la lengua a su mamá, tornillo que él guardó como recuerdo de su
madre.

Carta de Maeyken Wens dirigida a su esposo Mattheus Wens,


albañil, que fue ministro de la iglesia de Dios en Antwerp, sacrificada el
6 de octubre de 1573 d. C.
Gracia y paz de Dios el Padre, por medio de Jesucristo su Hijo Unigénito,
quien te dé la sabiduría y el entendimiento para que te gobiernes sabiamente,
y gobiernes también a tus hijos, para que los críes en el temor de Dios. Para
tal propósito, que el buen Padre te fortalezca, y que el Espíritu Santo te
consuele en tu tribulación. Éste es el saludo y deseo de mi corazón para ti,
mi queridísimo y amado esposo en el Señor…
Oh, mi amigo querido, jamás pensé que salir de esta vida fuera tan duro
para mí como lo es ahora. Es verdad que a mí me parecía muy difícil la
prisión, pero eso fue, porque ellos fueron muy tiránicos. Pero ahora la
partida es lo más duro de todo.
Oh, mi queridísimo y amado esposo, ora con fuerza al Señor por mí, que
aparte de mí el conflicto, pues está en su poder, si es su voluntad. Con
verdad ha dicho el Señor que el que no deja todo no es digno de Él. Bien
sabía el Señor que sería difícil para la carne. Pero espero que el Señor me
ayude a vencer, así como ha ayudado a muchos. Por eso yo confío en Él.
Oh, qué fácil es ser cristiano mientras la carne no es probada y no hay
nada que dejar. Entonces es muy fácil ser cristiano…
Saluda a todos los conocidos en mi nombre, y también a los amigos en la
carne. También mis compañeras te saludan a ti y a mis hijos.
Escrita por mí, en mis prisiones.
Maeyken Wens

Carta de Maeyken Wens, escrita en la prisión en Antwerp a su hijo.


Mi queridísimo hijo Adrián. Mi hijo, a ti dejo esto por testamento porque
tú eres el mayor. Quiero exhortarte a que comiences a temer a nuestro
querido Señor, pues ya estás llegando a ser lo suficientemente mayor para
172
poder percibir el bien y el mal. Piensa en Betteken, que es de casi la misma
edad que tú.
Hijo mío, desde tu juventud sigue el bien, y apártate del mal. Haz el bien
mientras tengas la ocasión, y fíjate en tu padre, de con cuánto amor me
guiaba con bondad y amabilidad, siempre instruyéndome con la Palabra del
Señor. ¡Ay! ¡Si a él hubiera seguido así, cuán ligeras serían mis prisiones!
Por tanto, mi querido hijo, esté alerta a lo que es malo para que después no
tengas que lamentarte: “Si esto o aquello hubiera hecho; pues entonces,
cuando ya el asunto esté tan avanzado como lo está para mí ahora, será
demasiado tarde.”
Escucha la instrucción de tu madre: aborrece a todo lo que el mundo y tu
sensualidad aman, y ama el mandamiento del Señor. Deja que Él mismo te
instruya: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo,” lo que
quiere decir que abandones a tu propia sabiduría, y ora así: “Señor, que se
haga tu voluntad.” Si haces esto, la unción del Espíritu Santo te enseñará
todo cuanto hayas de creer. (1 Juan 2:27).
No creas lo que dicen los hombres, pero obedece lo que te manda el
Nuevo Testamento, y pídele a Dios que te enseñe cual es su voluntad. No
confíes en tu propio entendimiento, sino en el Señor, y deja que tu consejo
permanezca en Él, y pídele que te dirija por sus caminos.
Mi hijo, aprende cómo debes amar a Dios el Señor, cómo debes honrar a
tu padre y todos los otros mandamientos que el Señor requiere de ti.
Cualquier cosa que no está contenido en ellos, no lo creas. Pero todo lo que
está contenido en ellos, obedece.
Júntate con los que temen al Señor, y apártate del mal, y por amor haz
todo cuanto está bien.
Oh, no tengas en cuenta a las grandes multitudes ni a las costumbres
antiguas, sino fíjate en el rebaño al que se le persigue por la palabra del
Señor. Pues los buenos a nadie persiguen, más bien son perseguidos.
Cuando te unas a ellos, guárdate de toda doctrina falsa, pues Juan dice:
“Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene
a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al
Hijo” 2 Juan 9. La doctrina de Cristo es misericordia, paz, pureza, fe,
mansedumbre, humildad y obediencia total a Dios.
Mi hijo querido, sométete a lo que es bueno. El Señor te dará el
entendimiento. Esto te doy como mi último adiós. Mi hijito querido, presta
atención a la disciplina del Señor; pues cuando haces mal, Él te disciplinará

173
en tu mente. Desiste entonces, y pide la ayuda del Señor, y odia lo que es
malo, y el Señor te librará, y el bien vendrá a ti.
Que Dios el Padre, por medio de su amado Hijo Jesucristo te conceda su
Espíritu Santo, para que Él te guíe a toda la verdad. Amén. Esto, yo
Maeyken Wens, tu madre, he escrito mientras me hallaba en prisión por la
Palabra del Señor. Que el buen padre te conceda su gracia, mi hijo Adrián.
Escríbeme una carta hablándome de lo que hay en tu corazón, si deseas
temer al Señor o no. Esto sí me gustaría saber.
“De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden
sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” 1 Pedro 4:19.

Otra carta de Maeyken Wens escrita a su hijo


¡Oh mi querido hijo! Aunque yo te sea quitada de aquí, en tu juventud
esfuérzate por temer a Dios y tendrás a tu madre otra vez en la nueva
Jerusalén, donde no existirá le despedida. Mi queridísimo hijo, espero ahora
ir antes de ti; sígueme así según valoras tu alma. Pues aparte de éste no
existe otro camino a la salvación.
Ahora te encomiendo al Señor. Espero que el Señor te guarde, si tú le
buscas. Ámense los unos a los otros por todos los días de su vida. Lleva a
Hansken en tus brazos, de vez en cuando. Hazlo por mí. Y si su padre les
fuere quitado, cuídense el uno al otro. Que el Señor les guarde. Mis queridos
hijitos, bésense el uno al otro en memoria de mí. Adiós, mis queridos hijitos.
Adiós a todos ustedes.
Mi querido hijo, no temas estos sufrimientos, pues no son nada
comparados con los que durarán eternamente. El Señor quita todo temor. Yo
no sabía qué hacer por el gozo que sentí cuando me sentenciaron. Por tanto,
no dejes de temer a Dios por causa de mi muerte temporal. No puedo
agradecer suficiente a Dios por la gracia que me ha mostrado.
Adiós una vez más mi querido hijo Adrián. Te suplico que siempre seas
bondadoso para con tu afligido padre por todos los días que te quedan de
vida, y que no le causes tristezas. Lo que te escribo a ti, también se lo digo a
tu hermano menor. He aquí, una vez más les encomiendo al Señor. Estoy
escribiendo la presente carta después de haber sido sentenciada a muerte por
el testimonio de Jesucristo, 5 de octubre de 1573.
Escrito por mí, como recuerdo para ti, de tu madre, quien te dio a luz en
medio de grandes dolores. Guarda bien esta despedida de tu madre.

174
Capítulo 14
Los mártires de 1573-92 d.C
Cinco piadosos cristianos quemados en estacas en Antwerp en
el año 1573
La cueva terrible de homicidas de la ciudad de Antwerp: aunque llena de
estacas, de cuerpos muertos y de las cenizas de los santos, no estaba todavía
saciada con las muchas masacres que habían sido ejecutadas contra los
inocentes corderos de Cristo por causa de la verdad.
Esto sucedió también en el caso de cinco piadosos cristianos: Hans van
Munstdorp y Janneken Munstdorp su esposa, juntamente con Mariken,
Lijsken y Maeyken. Esto sucedió en el año 1573. Mientras estaban reunidos
para escuchar la palabra de Dios, fueron juntos aprehendidos y confinados
en la prisión de Antwerp.
Pero cuando de ninguna manera pudieron hacer que se desviaran de la
firmeza de su fe a pesar de las muchas amenazas terribles, las disputas con
muchos hombres mundanos y eruditos y otros modos de castigo que usaron
en contra de ellos, determinaron dar muerte a todos ellos. Y esto, no de
manera fácil o acelerada, sino por medio de fuego, hasta que se les
extinguiera la vida.
Esto fue primeramente ejecutado contra Hans van Munstdorp, quien
como por el mes de septiembre de 1573 fue sacado de entre la compañía,
retirándolo de los otros cuatro como oveja para el matadero. Según la
sentencia que se le había señalado, fue dado muerte en una gran hoguera,
muerte grave y severa que firmemente soportó con un corazón lleno de gozo.
La razón por la cual a las otras cuatro personas no les dieron muerte
juntamente con él fue sencillamente porque su esposa, Janneken Munstdorp,
estaba en los últimos días de su embarazo y estaba a punto de dar a luz, lo
que ocurrió corto tiempo después de que quemaron a su queridísimo esposo.
Ella dio a luz a una niñita, a la cual ella, como estaba ya a punto de morir,
llamó Janneken como ella misma. Ella entonces se esforzó grandemente para
hacer llegar la hijita a sus amigos, antes que los sacerdotes vinieran a
llevársela. Ella se la encomendó de corazón a los amigos, y también escribió
un testamento lleno de instrucciones excelentes a su hijita, cuando ésta

175
apenas tenía un mes de edad, testamento que sus amigos preservaron para
ella.
Cuando casi había llegado la hora de su sacrificio, ella fue sentenciada a
seguir una muerte similar a la de su esposo. Las otras tres mujeres, Mariken
Lijsken y Maeyken, recibieron el mismo mensaje. Ellas entonces se
prepararon gozosas y de buena voluntad, aguardando la hora de su
redención.
Esta sentencia les fue ejecutada en la fecha y hora ya determinada,
cuando ofrecieron al Señor un sacrificio vivo, santo y agradable, por el cual
ellas en el más allá serán eximidas del fuego eterno, y les será permitido
entrar al bendito gozo del paraíso de Dios. “Ya no tendrán hambre ni sed, y
el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está
en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y
Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” Apocalipsis 7:16-17.

Una carta de Hans van Munstdorp dirigida a su esposa, cuando


ambos se encontraban en la prisión de Antwerp.

Un saludo muy cariñoso a ti, mi amada esposa, a quien de todo corazón


amo, y a quien estimo más que a cualquier otra criatura. Ahora te tengo que
abandonar por causa de la verdad, por causa de la cual debemos estimar
todas las cosas como pérdida y amar a Él por sobre todas las cosas.
Aunque los hombres nos separen aquí, espero que el Señor nos vuelva a
reunir en su reino eterno donde nadie podrá separarnos.
Te informo mi amada esposa que aún tengo la mente fija para adherirme
sin dudar a la verdad eterna. Espero que éste también sea el propósito de tu
mente, lo cual me causaría gozo escucharlo… por tanto, mi fiel corderita,
guárdate y no codicies lo malo. No mires hacia atrás como la mujer de Lot,
no sea que te suceda lo mismo que a ella… Acuérdate de la palabra del
Señor: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto
para el reino de Dios” Lucas 9:22.
Por tanto, mi amada corderita, a quien yo amo como a mi propia alma,
persevera con firmeza. No te preocupes de carne y sangre, pues todo pasará.
Aunque aquí tengamos un cuerpo rechazado y vil, el Señor lo transformará
según su propio cuerpo glorioso, si permanecemos en la verdad hasta la
muerte.
Nota: por medio de un buen amigo, llegó hasta nuestras manos una copia
de un testimonio de consuelo que Janneken Munstdorp, esposa de Hans van
Munstdorp, escribió en la prisión de Antwerp poco después de haber sido
176
martirizado su esposo y cuando ella esperaba la muerte todos los días. El
siguiente testimonio fue escrito a su querida hijita, a quien dio a luz en
prisión, que ahora tenía apenas un mes de edad, para un recuerdo y una
despedida de este mundo.

Testamento escrito a Janneken, mi única hijita, mientras estaba


confinada por la causa del Señor en la prisión de Antwerp, 1573.
Que el verdadero amor y la sabiduría del Padre te fortalezcan, mi
queridísima hijita. Yo te encomiendo al Dios Todopoderoso; que Él te
guarde y te haga crecer en su temor, o que te lleve al eterno hogar en tu
juventud. Esta es la petición de mi corazón al Señor. Esto oro por ti, que eres
tan joven, y a quien tengo que dejar aquí en este mundo malvado y perverso.
Ya que el Señor ha ordenado que deba yo dejarte aquí, privándote de
padre y madre, te encomendaré al Señor, que Él haga contigo según su
voluntad. Por tanto, mi querida corderita, yo que estoy encarcelada por causa
del Señor, no puedo ayudarte de ninguna manera. Me alejé de tu padre por la
causa del Señor: lo pude tener sólo por un corto tiempo. Se nos permitió
vivir juntos sólo por medio año, luego fuimos arrestados porque buscábamos
la salvación de nuestras almas.
A él lo apartaron de mí sin saber en la condición que me encontraba, y
tuve que permanecer encarcelada y verlo siendo apartado de mi lado. A él le
causó gran pena tener que permanecer aquí en la cárcel. Y ahora que debajo
de mi corazón te he llevado en gran tristeza por nueve meses, y que aquí en
la cárcel te he dado a luz con gran dolor, te me han quitado.
He aquí, ando esperando la muerte cada mañana, y ya pronto seguiré a tu
querido padre. Y yo, tu querida madre, te escribo, mi querida hija, para que
tengas una memoria, algo que te haga recordar a tu querido padre y a tu
querida madre.
Y ahora que he sido entregada a la muerte y tengo que dejarte aquí sola,
recuerda por medio de las letras de este testimonio cuando obtengas el uso
de razón, procures temer a Dios, y veas y examines por qué y por quién los
dos morimos. Y no te avergüences de confesarnos ante el mundo, pues
sabrás que no fue por causa de alguna maldad. Es el mismo camino por el
cual también los profetas y los apóstoles anduvieron, el camino angosto que
conduce a la vida eterna. No se hallará otro camino por el cual hallar la
salvación.
Por tanto, mi corderita, busca este camino angosto cuando tengas el uso
de razón, aunque a veces hay mucho peligro en él según la carne, así como

177
podemos ver si con diligencia leemos las Escrituras. Mucho se dice en ellas
acerca de la cruz de Cristo. Y hay muchos en este mundo que son enemigos
de la cruz, quienes buscan librarse y escaparse de ella.
Pero mi hijita, si con Cristo buscamos y heredamos la salvación, también
debemos cargar su cruz. Y esta es su cruz: seguir sus pisadas, y ayudarle a
llevar sus reproches. Pues Cristo mismo dice que seríamos perseguidos,
muertos y dispersos por causa de su nombre.
Sí, Él mismo anduvo por la senda del reproche delante de nosotros y nos
dejó un ejemplo para seguir sus pisadas. Pues por su causa hay que
abandonar todo: padre, madre, hermana, hermano, esposo, hijo y hasta
nuestra propia vida.
Yo también abandonaré todas estas cosas por causa del Señor, cosa que el
mundo no se digna de sufrir. Pues si hubiésemos continuado en el mundo, no
habríamos sufrido molestias. Pues cuando amábamos toda forma de
injusticia, podíamos vivir en paz con el mundo. Pero cuando deseamos temer
a Dios y apartarnos de tales costumbres impropias, entonces no nos dejaron
en paz y empezaron a buscar nuestra sangre. Entonces tuvimos que llegar a
ser presa de todos y llegamos a ser espectáculo a todo el mundo. Aquí ellos
buscan asesinarnos y quemarnos. Somos puestos en postes y estacas, y
nuestra carne es dada como comida a los gusanos.
De esta manera, mi queridísima hija, le ha sucedido ya a tu querido padre.
Aunque no todos somos escogidos para esto, el Señor lo quiso para nosotros.
Por tanto, sigue el ejemplo de tu padre y madre.
Y mi hijita querida, esto te pido, desde que eres bastante pequeña y joven.
He escrito esta carta cuando tenías apenas un mes de edad. Y puesto que la
hora de mi muerte se acerca, te digo que cumplas mi súplica, uniéndote
siempre con los que temen a Dios sin tener en cuenta a las grandes
multitudes cuyos caminos conducen al infierno. Antes bien, fíjate en el
pequeño rebaño de israelitas que no tienen libertad por ningún lado, y
siempre tienen que huir de una tierra a otra, para luego obtener tu patria en el
más allá. Si buscas tu salvación, es fácil saber cuál es el camino a la vida o el
camino que conduce al infierno. Pero sobre todas las cosas, busca el reino de
los cielos y su justicia, y cualquier otra cosa que necesites en la vida, se te
añadirá…
Aquí te dejo. ¡Oh si le hubiese agradado al Señor permitir que yo te
criara! Habría hecho lo mejor que pudiera hacer. Pero parece que no es la
voluntad del Señor. Y aun si hubiese sido su voluntad, y yo hubiese
permanecido contigo por algún tiempo, el Señor hubiera podido apartarme
de ti. Entonces tendrías que quedarte sin mí, así como sucedió con tu padre y
178
conmigo, que pudimos vivir juntos por tan corto tiempo. Por nada del mundo
nos hubiéramos abandonado. Pero nos apartaron por la causa del Señor.
El Señor que te creó y te hizo, ahora me quita de ti. Es su santa voluntad.
Ahora me toca pasar por este camino angosto por el que los profetas y los
mártires de Dios pasaron. Ahora están esperando bajo el altar hasta que el
número de ellos se cumpla, entre los cuales tu padre ya se cuenta. Y ahora yo
estoy a punto de seguirlo. Pues a la muerte me han entregado…
Queridísima Janneken, no te hemos dejado mucho de los bienes de este
mundo. Sin embargo te dejamos un buen ejemplo para que temas a Dios, lo
cual es mucho mejor que los bienes temporales de este mundo. Sigue en
nuestros pasos y tendrás suficiente riqueza. Es verdad que eres pobre aquí,
pero poseerás riquezas si temes a Dios y te apartas del pecado
Por tanto, mi querida corderita, no ceses de temer a Dios a causa de la
cruz, pues el cristiano no se hace digno sino por la mucha tribulación y
persecución en este mundo. Cristo dice: “El discípulo no es mayor que su
maestro, ni el siervo más que su señor. Si al padre de familia llamaron
Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa…?” El que no toma su cruz y sigue
en pos de mí, no es digno de mí.” Mateo 10:24,25. Si a Él le persiguieron,
también a nosotros nos perseguirán. Pues su reino no era de este mundo. Si
su reino hubiera sido de este mundo, el mundo lo habría amado. Así también
es ahora. Ya que nuestro reino no es de este mundo, el mundo nos odia. Pero
mejor es para nosotros que seamos despreciados por el mundo, que luego
tengamos que lamentarnos eternamente. Los que no quieren probar lo
amargo aquí, tampoco podrán esperar la vida eterna en el más allá…
Por tanto, mi hijita querida, esté contenta. Sé siempre honorable y
generosa para con todos los hombres. Y deja que tu modestia sea manifiesta
a todos los hombres cuando seas joven.
Aquí te dejo entre mis amigos. Espero que mi padre y mi madrasta y mis
hermanos te cuiden bien. Sujétate a ellos y obedéceles en todo, a no ser que
sea contario a Dios…
Ahora me despido de ti, mi querida Janneken Munstdorp, y te beso
tiernamente con un beso eterno de la paz. Sígueme a mí y a tu padre, y no te
avergüences de confesarnos ante el mundo, pues nosotros no nos
avergonzamos de confesar nuestra fe ante el mundo y ante esta generación
adúltera.
Ahora te encomiendo al Señor y a la palabra consoladora de su gracia.
Adiós. Sígueme, mi queridísima hija. Una vez más adiós, mi más querida en
la tierra. Adiós. Sígueme.

179
Escrita el 10 de agosto de 1573 en Antwerp.
Éste es el testamento que escribí en la cárcel para mi hija Janneken, a
quien llevé y di a luz aquí en mis prisiones.
Por mí, tu queridísima madre, encarcelada por la causa del Señor.
Janneken Munstdorp.

Hans Bret, atornillaron su lengua para impedir hablar, 1576

Para silenciar la voz de los cristianos, las autoridades ordenaban atornillarles sus
lenguas. Aquí el verdugo lo realiza con Hans.

Hans Bret, de veintiún años de edad, era hijo de un inglés llamado Tomás
Bret. Además de sus labores cotidianas, las cuales ejecutaba al servicio de su
amo, estaba muy interesado y ocupado en el estudio de la palabra del Señor
en la cual él se ejercitaba en la mañana y en la tarde, exhortando a los que lo
escuchaban por medio de pasajes instructivos de las Sagradas Escrituras, a
tener una vida de virtud y piedad.
Aquellas exhortaciones las hacía Hans con gran fervor y edificante
doctrina, que muchos buscaban estar con él, percibiendo en él la obra del
poder de Dios y el avance que tenía en el conocimiento de Cristo, del que él,
aunque tan joven de años, tan ricamente estaba lleno, y que tampoco

180
guardaba sólo para sí, sino que permitía que de él se desbordara y fluyera,
para ganancia y beneficio de su prójimo.
Pero el diablo, el enemigo de la justicia y del crecimiento de la virtud y
de la iglesia de Cristo, no podía tolerar eso. Pues, percibiendo en este siervo
el celo piadoso en la verdad y la diligencia para convertir a los que se
desvían, él, con sus instrumentos (hombres sedientos de sangre, los cuales
siempre han deshonrado el templo de Dios, matando a sus corderos,
asesinando a sus santos, derramando la sangre de ellos y dando su carne por
comida a las bestias del campo), buscaron turbar a este siervo de Dios con
aflicciones, y disminuir la brillantez de su luz, la cual en parte realizó.
Aproximadamente dos meses después de que fue bautizado según el
mandato de Cristo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, el
sexto día del mes de mayo del año 1576, como a las nueve de la noche, el
magistrado de Antwerp, junto con muchos siervos, llegaron a la casa del
amo de Hans Bret, quien había sido traicionado junto con todos los de su
casa.
Vigilaron cuidosamente detrás de la casa por donde había dos salidas, así
como por el frente, con hombres armados y alguaciles. Luego tocaron a la
puerta delantera, que Hans fue a abrir sin saber que los que estaban sedientos
de la sangre de su amo y la de los de su casa y de la suya propia, estaban
frente de la puerta. Él preguntó quién estaba allí. Ellos dijeron: “Abre”,
fingiendo querer comprar algo.
Al mismo tiempo, al escuchar que habían metido una herramienta en la
puerta para abrirla desde afuera, comenzó él a pensar que se trataba de los
tiranos y los lobos que venían a devorar a los inocentes e indefensos
corderos de Cristo. Y no les abrió la puerta.
Pero ellos pudieron abrirla desde afuera. Dándose cuenta de eso, Hans
entró corriendo en la casa, donde su amo, junto con la esposa de él y otras
varias mujeres, estaban sentados a la mesa comiendo, y les dio la alerta.
Todos a una se levantaron y salieron corriendo hacia la parte posterior de la
casa, pensando escaparse por la puerta trasera. Así también lo pensaba Hans
Bret, el cual salió corriendo junto con ellos. Pero cuando abrieron la puerta
trasera, los alguaciles del magistrado se les lanzaron con gran crueldad,
apresándolos con gran prisa, capturando a todos cuantos Dios les permitió,
entre los cuales se encontraba este siervo de Dios. Pero el amo de él, junto
con otros, fue maravillosa y admirablemente librado y preservado por medio
de la mano y la ayuda de Dios.

181
Fue así como este inocente cordero de Cristo fue a caer en las manos de
los lobos. Fue confinado en prisión por la enseñanza de nuestro Señor
Jesucristo y la práctica de la misma.
Ahora, bien, cómo procuraban seducirlo con engaños, falsas promesas y
amenazas severas, buscando con ello desalojarle y despojarlo de la salvación
de su alma; y cómo ellos por motivo de que él había escrito algunas cartas a
sus hermanos y amigos, lo echaron en una odiosa mazmorra; junto con las
varias disputas que sostuvo con los sacerdotes y los seductores de almas, y
cómo él las respondió y qué valor manifestó por medio de la ayuda de Dios;
todo esto se tratará por completo en las siguientes cartas escritas por él.
Cuando había estado encarcelado durante ocho meses, los tiranos por fin
usaron el máximo de su poder en el caso de este siervo de Dos y fiel
seguidor de Cristo. El viernes, antes del Derthien-Avondt, en el año 1577, lo
hicieron comparecer ante la corte. Él se presentó muy valientemente, ya que
le habían puesto ataduras no por causa de crimen, maldad o injusticia alguna
que él hubiera cometido, sino por la doctrina de su Amo y Señor, Jesucristo,
por la justicia y la verdad, por las cuales los hijos de Dios siempre han tenido
que sufrir constantemente, ellos quienes han ayudado a Cristo a cargar su
cruz como insignia auténtica de que son siervos, discípulos y seguidores de
Cristo.
Habiendo sido traído delante de los señores y jueces, le preguntaron si a
él lo habían bautizado. Él finalmente lo confesó y lo reconoció, sin sentir
vergüenza por lo que había hecho por mandato de su Amo y Señor,
Jesucristo. Él sabía que no le habían preguntado para que él les enseñara,
más bien querían sacarle una palabra de la boca por la cual pudieran
sentenciarlo a muerte.
Cuando los señores y los jueces criminales habían escuchado sus
palabras, se levantaron y salieron para sentenciarlo a muerte. Y habiendo
regresado de su consulta malvada, pronunciaron y declararon la sentencia
que le habían impuesto al siervo de Dios: que él debería ser quemado
públicamente en vida, en la estaca, hasta que la muerte le viniera.
Cuando había recibido la sentencia, otra vez lo condujeron a prisión. Él
sin desanimarse fue con ellos, y sin duda se dirigió a la gente común con
ciertos comentarios sobre las Escrituras, explicando que la causa de su
prisión y sufrimiento no era por maldad o crimen algunos, sino por practicar
los mandamientos de Dios, lo cual el mundo no soporta.
De esta manera Hans Bret fue llevado de regreso de la corte a la cárcel,
donde fue confinado y mantenido hasta el siguiente día, que era el sábado.
Entonces por la mañana, el verdugo vino hasta él en la prisión a fin de
182
atornillarle la lengua firmemente, cerrarle la boca e impedir así que hablara.
¡Oh, qué crueldad miserable!
Los asesinos y los peores criminales tienen el privilegio y el permiso de
usar la lengua con libertad. Pero he aquí a un seguidor de Cristo, un hijo de
Dios, uno que está apartado del mundo, en quien habita la justicia y en el que
no se ha hallado causa de muerte: miren cómo a él se le prepara a la muerte,
cerrándole la boca y firmemente atornillándole la lengua, para que la verdad
no sea proclamada, ni la justicia escuchada, ni testimonio alguno dado acerca
del nombre de Cristo. ¡Oh Cristo, baja la mirada, y alienta a tus santos!
Cuando el verdugo llegó, le ordenó que sacara la lengua, lo cual él (siervo
fiel y piadoso de Dios) hizo sin negarse, ya que no tenía miembro alguno del
cuerpo que no estuviera dispuesto a entregar al sufrimiento por el nombre de
Cristo. Pues estaba seguro que todos los padecimientos de este mundo no
son dignos de ser comparados con el gozo y la gloria que Dos les ha
prometido a los que vencieren.
Y cuando sacó la lengua, el verdugo se la aseguró con un pedazo de
hierro y se la atornilló bien fuerte con una tenaza o tornillo, y luego tocó la
punta de la lengua con un hierro ardiente para que se inflamara y no dejara
deslizar o aflojar el tornillo. ¡Oh crueldad más amarga y gran tiranía!
Cuando lo habían traído a la plaza del mercado, cerca de la estaca y de la
hoguera, se levantó por su propia cuenta y descendió del carro, estando de
buen ánimo en Dios y perseverante en el conflicto. Con las manos dobladas,
se arrodilló en el suelo, alzando humilde los ojos al cielo, preparándose así a
adorar a su Dios y Señor para encomendarse a Él.
Pero cuando esos hombres malvados vieron esto, no podían tolerar ni
soportarlo. A él apresuradamente lo levantaron del suelo, impidiéndole
invocar a Dios de rodillas. Y con gran crueldad lo condujeron hacia la
estaca.
Para sufrir todo esto, él humilde y mansamente entró en la choza que
había sido construida de paja y madera, encaminándose a donde sería fijado
en la estaca, lo ataron con cadenas que le pusieron alrededor del cuerpo.
Todo esto él sufrió con gran valor por la verdad y la Palabra de Cristo.
Cuando estaba parado en la choza, fijo a la estaca, encendieron el fuego,
quemando y devorando a este cordero. Su cuerpo en verdad fue quemado,
pero su alma fue recibida en el paraíso. Así terminó la vida este joven y
piadoso cristiano de veintiún años el cual ofreció y entregó su cuerpo por la
Palabra de Dios en el año 1577 en Derthien-Avondt.

183
Aquí siguen algunas cartas que Hans Bret escribió cuando estaba en la
cárcel.
Carta de Hans Bret, escrita en prisión a su querida madre, Antwerp,
1576.
Que la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre celestial, por medio de su
único Hijo, Jesucristo, y el consuelo del Espíritu Santo sean contigo para el
crecimiento de tu fe y la salvación de tu alma. Amén.
Sólo de Él esperamos la fortaleza para resistir a estos lobos crueles para
que no puedan tener poder sobre nuestras almas. Pues más crueles son que
los lobos. No se satisfacen con desgarrarnos el cuerpo sino que también
buscan devorar y matar a nuestras almas, tal como se lo dije a tres
sacerdotes.
Sin embargo, según las palabras de Cristo, no pueden dañarnos el alma.
No miramos ahora las cosas que se pueden ver, sino que esperanza
tenemos en las que no se pueden ver—en lo imperecedero, en ser coronados
con la corona de vida eterna, sí, y en llegar a ser revestidos de blanco lino
fino, y descansar junto con las almas que están debajo del altar, las que por
la Palabra de Dios fueron muertas. Hasta que el número de nuestros
hermanos se haya cumplido, los cuales también serán matados según el
testimonio de Juan en su Apocalipsis.
Por tanto, querida madre, anhelo de sábado a sábado ofrecer mi sacrificio.
Con cuántas ganas había anhelado poder ofrecer mi sacrificio este día, pero
al Señor no le ha complacido. Por tanto, espero poder ofrecer mi sacrificio el
sábado siguiente, si al Señor así le place. Entonces tendré con el Señor ese
gozo y felicidad que oído jamás ha escuchado y el corazón del hombre jamás
puede imaginar; sí el que está preparado para los justos, los que no se
avergonzaban de confesar el nombre del Señor ante esta generación adúltera
mientras tenían aliento para hablar en el cuerpo, sí, hasta que fueron
privados del habla.
Pues mi querida madre, nada más me ha sucedido a mí de lo que a todos
los hombres justos les ha sucedido desde el principio del mundo hasta el día
presente. Si ellos mataron a Cristo, el autor de la fe, en quien no había
pecado, ¿qué le han de hacer a sus siervos? Pues ni es mayor el discípulo que
su maestro, dice Cristo. Por tanto, consuélese mi querida madre, y regocíjese
en saber que no me pueden hacer nada más de lo que el Señor les permita.
Pues el Señor dice que aun los cabellos de nuestras cabezas están contados, y
que ni un pajarillo se cae al suelo sin su voluntad. Pero ¿cuánto más valemos
nosotros que los pajarillos? Sí, Él dice que no debemos temer a los que
184
matan el cuerpo, pues no tienen poder sobre el alma. Por tanto, resígnese y
ore al Señor por mí y por mis compañeros de prisión.
Así pues, querida madre, es hora de parar por falta de papel. Le saludo,
madre mía, y también a todas mis queridas hermanas, con el beso santo de la
paz. Saluda por mí también a todos a quienes conoces, también a mi amo, sí,
y a todos los amigos. G. y mi hermana K., que con ustedes esté el Señor, y
con todos nosotros, y que les guarde.
Así pues, mi queridísima madre, adiós, y que el Señor esté contigo. Creo
que ya no verás más mi rostro en esta vida. Tampoco sé si voy a tener alguna
otra oportunidad de escribir. Así pues, que el Dios de Abraham, Isaac y
Jacob esté con todos ustedes. Amén.
Por mí, tu hijo, preso por el testimonio de Jesucristo.

Lawrens Jans Noodtdruft de Delft, 1577 d.C.


Había un hermano piadoso llamado Lawrens Jans, un zapatero, que
prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios que gozar por un tiempo de los
placeres del pecado con los pecadores, con la esperanza de disfrutar después
la libertad en el cielo con todos los verdaderos hijos de Dios. Prefirió morir a
su propia carne y a los placeres de este mundo por un pequeño tiempo, que
pagar después con un lamento eterno en la tormenta del infierno. En
consecuencia, fue arrestado por los perseguidores de la verdad en agosto de
1576 en Antwerp, donde soportó la mísera cárcel, y por la gracia de Dios
resistió muchas tentaciones. Puesto que estaba edificado firmemente sobre
Cristo, los gobernadores de este mundo lo condenaron a muerte. Por
consiguiente, en enero de 1577 fue quemado vivo, testificando la genuina fe
de la verdad con su sangre y muerte. De esta manera, a cambio de su casa
terrenal destruida, consiguió una casa eterna, que no ha sido hecha por
manos, que permanecerá por siempre en los cielos. Ya que este amigo de
Cristo no pudo conseguir papel, escribió a sus amigos con una aguja sobre
dos cucharones.

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Lawrens Jans llevado rumbo a la estaca para ser quemado.
En una cuchara escribió lo siguiente: “Les deseo a todos mis hermanos y
hermanas mucha gracia de Dios nuestro Padre; que la paz de nuestro Señor
Jesucristo, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones; y que el
amor de Dios, que sobrepasa todo conocimiento, crezca en ustedes, para que
estén firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor. ¡Oh mis queridos
amigos, ayúdense unos a otros! Esto les ruego, yo, que soy un preso indigno
en el Señor.”
En la otra cuchara escribió: “Que la gracia y paz de Dios el Padre y de
nuestro Señor Jesucristo estén contigo, querida y amada hermana mía en el
Señor, Weyndelken con su hija M.; esto les deseo con todo mi corazón
delante de Dios, que prueba los corazones y las mentes, para que vivan
delante de él, protegidos y prosperados en su verdad, a la cual él las llamó;
siempre mirando a Cristo y a todos los justos. Adiós, en este tiempo, adiós.
Lawrens Jans Nudtruft, de Delft.”

186
Mattheus Mair, 1592

El verdugo metiendo y sacando del agua a Mattheus, deseando conseguir su


renuncia.
En el año 1592, Mattheus Mair fue apresado por Wier, en el distrito de
Baden. Esto fue llevado a cabo por un sacerdote, quien al salir de la iglesia,
y viendo a este hermano, mandó a su sierva a seguirlo para ver si iba a salir
del pueblo. También la ordenó a hablar con él, como si tuviera deseos de
convertirse a su religión y acompañarle para conocer a sus compañeros.
Entretanto, el sacerdote mandaría a más personas para hablar con él. Con
tales palabras la sierva detuvo al hermano, mientras el sacerdote envió a
algunos campesinos a arrestarlo y llevarlo al pueblo de Baden. Seis días
después, el 28 de julio, como no los escuchó, ni renunció la verdad, la horda
despiadada de sacerdotes procedió contra él. Sin embargo, guardaron en
secreto los detalles de su conversación con él. Cuando fue llevado a la
muerte, estuvieron presentes su cuñado y algunos de sus amigos, y ellos
ofrecieron pagar dinero por él. Pero ni siquiera consiguieron hablar con él.
Al salir entre la gente, él preguntó dónde estaban su cuñado y sus amigos
y como ellos podrían venir a él; dijo que deseaba hablar con ellos para que
encargaran a sus hermanos y hermanas, personas piadosas, a cuidar a su
esposa y sus hijos. Entonces uno de sus amigos lo consoló y le animó a que
permaneciera fiel y valiente porque pronto iba a vencer. En seguida alguien
187
hirió al amigo que había dicho esto y le dijo que él también era hereje y
debía ser tratado de la misma manera que los demás.
Cuando el verdugo había metido al hermano Mattheus al agua, lo sacó de
nuevo tres o cuatro veces y cada vez le preguntó si iba a retractarse. Pero
cada vez dijo, “No,” mientras pudo hablar. Por tanto fue ahogado el 29 de
julio, permaneciendo fiel por el poder de Dios. Hubo muchos comentarios
sobre su muerte por personas de toda clase, diciendo que lo habían asesinado
y que el traidor Judas y el sacerdote eran malditos, porque Mattheus era
conocido como un hombre piadoso y bueno; por lo tanto Dios también le dio
poder para permanecer fiel hasta el fin.

Conclusión del siglo XVI


Querido lector, aquí te hemos presentado muchos ejemplos hermosos de
hombres, mujeres, jóvenes y doncellas, quienes siguieron fielmente a
Jesucristo en la verdad, temiendo a Dios desde la profundidad de sus almas,
y con corazones puros buscaron la vida eterna; los cuales florecieron y
resplandecieron como luces brillantes delante de todo el mundo, en el amor y
poder de Dios. De sus bocas fluía la santa palabra y la doctrina del Señor, la
cual se mostró más en la manifestación del Espíritu que en el lenguaje
elegante o la sabiduría humana. Porque todos sus pensamientos, palabras y
acciones eran para agradar a su líder y único pastor. Por causa de su nombre,
entregaron con alegría sus vidas a la muerte temporal. No buscaron un reino
de paz terrenal en este mundo, sino, como verdaderos peregrinos, viajaron
rumbo hacia la patria eterna y celestial, sabiendo bien y habiendo
experimentado que los que quieren vivir piadosamente, tendrán que sufrir
persecución.
En el último día, el crucificado Jesucristo aparecerá con sus poderosos
ángeles en las nubes del cielo como Todopoderoso, victorioso y glorioso rey,
para tomar venganza de todos los que no han conocido a Dios, ni han
obedecido su evangelio, para ser glorificado con todos los santos de Dios.
Aparecerá con todos los creyentes elegidos en la resurrección y la revelación
de la gloria celestial, para ser vestidos de ella por el poder de Cristo y
heredar con Él la gloria eterna en la perfección, y poseerla por toda la
eternidad. Amén.

188
ÍNDICE GENERAL

PRIMERA PARTE
LOS MÁRTIRES EN EL PERIODO DE LA IGLESIA
PRIMITIVA

CAPÍTULO 1 LOS MÁRTIRES DEL SIGLO I

El apóstol Felipe, con su cabeza atada a un pilar fue apedreado en Hierápolis,


Frigia, el 54 d.C
Jacobo, hermano del Señor, arrojado del templo, apedreado y azotado a
muerte con un garrote, 63 d.C.
Marcos el evangelista, murió en camino al ser arrastrado hasta llegar a la
estaca en Alejandría, 64 d.C
La primera persecución imperial contra los cristianos bajo el emperador
Nerón, 66 d.C
Pablo, el apóstol de Cristo, perseguido y finalmente decapitado en Roma,
bajo el emperador Nerón, 69 d. C.
El apóstol Andrés crucificado en Patras, Acaya, 70 d. C.
Tomás, apóstol de Cristo, echado al horno y su costado traspasado con lanzas
por los salvajes en Calamina alrededor del año 70 d.C.
La segunda persecución contra los cristianos bajo el emperador Domiciano
que comenzó el 93 d.C
Lucas el evangelista, colgado de un árbol de olivo en Grecia, 93 d.C
El apóstol Juan desterrado a la isla de Patmos, 97 d. C.

CAPÍTULO 2 LOS MÁRTIRES DEL SIGLO II

La tercera persecución contra los cristianos bajo el emperador trajano que


comenzó el 102 d.C
Ignacio, discípulo del apóstol Juan, devorado por las fieras salvajes en el
circo de Roma, 111 d. C.
Una descripción del estilo de vida de los cristianos
Policarpo, discípulo del apóstol Juan y obispo de la iglesia de Esmirna,
martirizado con la espada y el fuego, 155 d. C
Otra descripción del estilo de vida de los cristianos en el Imperio Romano en
el siglo II.
Felícita con sus siete hijos, martirizados por la fe en Roma, 164 d.C
La cuarta persecución contra los cristianos bajo Marcos Aurelio y Lucio
Vero, la cual comenzó cerca del año 166 d.C.
Átalo, asado en una silla de hierro, tostado, arrojado a las bestias salvajes y
decapitado por el río Rhone, cerca del año 172 d. C.

189
Maturus, Santos, Blandina y un joven del Ponto, cruelmente atormentados
por el río Rhone cerca del año 172 d.C

CAPÍTULO 3 LOS MÁRTIRES DEL SIGLO III

La quinta persecución imperial contra los cristianos bajo el emperador


Severo, la cual comenzó el 201 d.C
Perpetúa y felícita de Tuburbi, Mauritania, y otros, violentamente
martirizados cerca del año 201 d.C
La sexta persecución contra los cristianos, bajo el emperador Maximiniano en
el año 237 d.C
Miles de personas quemadas en sus lugares de reunión en varias ocasiones
por la verdad del evangelio, bajo los decretos del Emperador Maximiniano
cerca del año 237 d.C.
La séptima persecución contra los cristianos bajo el emperador Decio, 251
d.C
La octava persecución contra los cristianos bajo el emperador Valeriano y su
hijo galeno, 259 d.C.
La novena persecución contra los cristianos, bajo el emperador Aureliano,
273 d.C.
Dos mujeres martirizadas por el testimonio de Jesucristo en Cilicia, 285 d.C.

CAPÍTULO 4 LOS MÁRTIRES DEL SIGLO IV

La décima persecución contra los cristianos bajo el emperador Diocleciano,


iniciada en el año 301 d.C.
Eulalia, una joven cristiana, quemada con lámparas y antorchas y asfixiada en
Lusitana en el año 302 d.C.
Pancracio, un joven de catorce años, decapitado por el testimonio de
Jesucristo fuera de la ciudad de Roma, el año 303 d.C.
Julieta de Iconio, una honorable viuda, después de haber huido mucho, fue
decapitada por el nombre del Señor en Tarso, Cilicia, 304 d.C.
Cuarenta jóvenes arrojados a una piscina de agua fría y quemados vivos al
día siguiente en Antíoco, 304 d.C.

SEGUNDA PARTE
LOS MÁRTIRES EN LA EDAD OSCURA

CAPÍTULO 5 LOS MÁRTIRES DE LOS SIGLOS V-XV (400-1500 d.C)

Sobre los tiranos y su tiranía en el año 401 d.C


Una invitación a una viaje por los lugares donde anduvieron y murieron los
queridos mártires en los días pasados y oscuros
190
La gran crueldad de Elvelid, el musulmán, el cual mató a todos los
cristianos que se hallaban encarcelados, 739 d.C.
Nunila y Aloida, hermanas jóvenes, ejecutadas por la espada en la ciudad
de Osca por el nombre del señor Jesús, cerca del año 857 d.C
Pelagio, un joven de trece años; le cortaron las piernas y los brazos y luego
lo decapitaron, Córdova, 925 d.C.
Arnaldo de Brescia, después de mucha persecución, quemado en Roma por
sus enseñanzas contra la Iglesia Católica, 1145 d. C.
La conversión de Pedro Valdo y el surgimiento de los valdenses
El testimonio de escritores antiguos acerca de las vidas virtuosas de los
valdenses.
Gerardo, con treinta personas más, hombres y mujeres, marcados con
hierros candentes, azotados y expulsados de la ciudad para morir en la
miseria del frío en Oxford, Inglaterra, en el año 1161 d.C.
Ciento ochenta discípulos llamados albigenses, quemados fuera del castillo
Minerve, 1210 d.C.
244 Valdenses quemados en la plaza cerca de Toulouse, 243 d.C
Katherine de Thou, en Lorain, quemada por la fe en Montpelier, en Francia,
en el año 1417 d.C.

TERCERA PARTE
LOS MÁRTIRES ANABAPTISTAS DEL SIGLO XVI

CAPÍTULO 6 LOS MÁRTIRES DE 1520-30 d.C

Hans Koch y Leonardo Meister: descendientes de los antiguos valdenses,


ambos, llevados a la muerte en Ausburgo por causa de la verdad del
evangelio, 1524 d.C.
La sentencia de muerte contra los mártires anabaptistas, 1527
George Wagner, 1527 d.C.
Weiken: una viuda quemada en la hoguera, 1527 d.C.
Dieciocho personas quemadas en Salzburgo, 1528 d.C.
Hans de Stotzingen, 1528 d.C.
Vilgard y Gaspar de Schoeneck, 1528 d.C.
La llama del movimiento anabaptista
Trescientas cincuenta personas llevadas a la muerte según el mandato
imperial, 1529 d.C.

CAPÍTULO 7 LOS MÁRTIRES DE 1531-40 d.C

El segundo edicto emitido por el consejo de Zúrich, en el cual los


anabaptistas son amenazados con la muerte, 1530 d.C.
191
Los mártires y su celo para difundir el mensaje de Cristo
Cristina Haring, 1533
Hans Estiert y Peter, 1538
Lutero, Zwinglio y Calvino contra los mártires anabaptistas
Gran persecución en Austria: condenados a la esclavitud en la galera, 1539
Espantosamente odiados sin causa
Anneken de Rotterdam, horas antes de su muerte escribió un hermoso
testamento a su pequeño hijo, 1539 d.C.

CAPÍTULO 8 LOS MÁRTIRES DE 1541-1550 d.C

Leonardo Berkop, 1542 d.C.


María Bekun y su cuñada Úrsula, 1544 d.C.
Francis de Bolswirt: ¡Éste es el único camino!,1545 d.C.
Hans Blietel: 1545 d.C.
Richst Heynes: después de haber dado a luz en la cárcel, la torturaron, 1547
d.C.
Seis hermanos y dos hermanas quemados en la hoguera en el mismo día en
Ámsterdam el 20 de marzo de 1549
Dos jovencitas, enfrentaron alegres el reproche del viejo mundo, 1550 d.C

CAPÍTULO 9 LOS MÁRTIRES DE 1551-56 d.C

Guillis y Elizabeth: un joven y una joven fieles hasta el final, 1551


Gerónimo Segers y su esposa Lijsken Dirks y Big Henry, 1551
María de Monjou 1552 d.C.
Simón, el vendedor de telas 1553 d.C.
David y Levina 1554
Agustín, el panadero 1556 d.C.
Tres mujeres quemadas en la hoguera 1556 d.C.
Gerardo Hasenpoet 1556 d.C.

CAPÍTULO 10 LOS MÁRTIRES DE 1557-58 d.C

Algerio: un joven quemado miserablemente, Roma, 1557


Hans Brael: un sufrimiento prolongado y espantoso, 1557 d.C.
Joris Wippe, ahogado en secreto, Holanda 1558 d.C.
Hans Smith, Hendrick Adams, Hans Beck, Mathijs Smit, Dileman Snijder y
siete otros, 1558 d.C
CAPÍTULO 11 LOS MÁRTIRES DE 1559-65 d.C

Jacks: traicionado y decapitado, 1559


Jans Jans Brant, sur de Holanda, 1559 d.C.
192
Adrián Pan y su esposa embarazada: ambos encarcelados, 1559 d.C
Andrés Langedul, Mateo Potebaker y Laurens Leyen, decapitados, 1559 d.C
Soutgen van den Houte: una viuda apartada de sus pequeños hijos; y Martha,
1560 d.C
Joost Joosten, un adolescente quemado en Veer, Holanda, 1560 d.C
Lawrens, Antonis, Kaleken y Mayken Kocx: la mirada puesta en la eternidad,
1561 d.C.
Hendrick Emkens, 1562 d.C

CAPÍTULO 12 LOS MÁRTIRES DE 1566-69 d.C

Cristian Langedul, Cornelio Claes, Mateo de Vick y Hans Simons, torturados


horriblemente, 1567
Jacobo Dircks, con sus dos hijos, Andrés Jacobs y Jan Jacobs en el año 1568
Peter Beckjen, quemado vivo por el testimonio de Jesucristo en Ámsterdam,
Holanda, 1569
Dirk Willems, en el año 1569
Jacob de Roore y Hermán van Vleckwijck, quemados vivos en la estaca en
Flandes por el testimonio de Jesucristo el 10 de junio de 1569
Abraham Picolet, Hendrick van Etten y Maeyken van der Goes, 1569

CAPÍTULO 13 LOS MÁRTIRES DE 1570-73 d.C

Arent van Essen, su esposa, Úrsula; Neeltgen, una anciana y Trijntgen, su


hija: quemados en chozas de paja, 1570 d. C.
Joost Verkindert y Lauwerens Andriess martirizados por el testimonio de
Jesucristo en Antwerp el 13 de setiembre 1570
Gerit Cornelio, colgado de su pulgar, 1571
Anneken Hendricks, 1571 d.C
Doce cristianos en Deventer en el año 1571
Jan Smit, 1572 d.C
Maeyken Wens y algunas de sus compañeras creyentes, quemadas por el
testimonio de Jesucristo en Antwerp, 1573

CAPÍTULO 14 LOS MÁRTIRES DE 1573-92 d.C

Cinco piadosos cristianos: Hans van Munstdorp y Janneken Munstdorp su


esposa, Mariken, Lijsken y Maeyken, todos quemados en estacas en Antwerp
en el año 1573
Hans Bret, atornillaron su lengua en el año 1576
Lawrens Jans Noodtdruft de Delft, en el año 1577
Mattheus Mair, 1592

193
Libro
recomendado
¿Qué les dirían los
anabaptistas a los
cristianos actuales?
“El secreto del reino
de Dios les ha sido
dado,” les dijo Cristo a
sus seguidores. Y unos
pocos pesca-dores, un
publicano y una gran
multitud di-versa de
creyentes de Jerusalén
partieron para trastornar
el mundo.
Ellos tuvieron éxito.
Y los anabaptistas
en Europa en el siglo
dieciséis, predicando de
noche en las ciu-dades y
en los bosques, detrás de
cercas y ba-randillas,
empezaron a hacer lo
mismo. ¿Cuál era su
secreto? En este libro
podrás saber lo que ellos
lograron mientras que
recordaron el secreto, y lo que perdieron cuando lo olvidaron.
¿Fue su secreto un retorno a la Biblia? No, eran más que sólo biblistas o
fundamentalistas. ¿Fue un retorno al modo apostólico? No, eran mucho más que
guardadores de tradiciones. Ni el fundamentalismo ni el tradicionalismo jamás han
mantenido unido al cristianismo ni lo han hecho trabajar y operar bien.
El “secreto del reino de Dios” es pasmosa e imponentemente sencillo. Con sólo
dos palabras, Cristo se lo reveló a sus amigos, quienes, después de comprenderlo,
llegaron a un repentino conocimiento de la voluntad de Dios, de la Biblia entera y
del modo correcto de vivir.
El propósito de este libro es ayudar a entender lo mismo.

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El espejo de los mártires
Thielman Jans van Braght
Con pasos lentos iremos por un largo viaje, un viaje
maravilloso y a la vez triste… ¿Qué cosas hallaremos en el
camino, queridos amigos? Ciertamente nada que agrada a los
deseos humanos o la carne; el fuego nos amenaza por un lado y
las aguas profundas por el otro; y en medio de ambos solamente
se encuentran el cadalso sangriento: las horcas, las estacas e
innumerables instrumentos horribles de la muerte y la tortura,
los cuales someten a las personas a una muerte lenta, que
equivale a morir mil veces. Se ve un grupo enteramente
compuesto de cuerpos quemados, ahogados, decapitados o
martirizados de alguna u otra manera; así pues, tenemos que
caminar por en medio de cráneos y esqueletos: vemos sangre
púrpura que parece fluir como arroyos, a veces hasta como ríos
grandes.
Sin embargo, nuestros corazones se llenan de gozo, nos
deleitamos en este viaje, y nos revestimos de vida en los valles
de la muerte; porque aquí está la entrada a los cielos, la puerta al
bendito palacio; una puerta verdaderamente estrecha, en cuyos
postes quedan adheridos la carne y la sangre; pero por esta
puerta se entra a espaciosas moradas celestiales y al jardín
infinito y eterno del bendito paraíso…
Todo esto se siente en el alma, aunque los cuerpos sufran una
gran angustia; pues pronto termina. ¿No debemos anhelar este
viaje? ¡Por supuesto! Entonces sigamos adelante. Que el Señor
nos guíe y enseñe el camino correcto.

“El que desea seguir a Cristo tiene que ignorar el desprecio de este mundo: tiene que
llevar su cruz. No hay otro camino que lleva al cielo.”
Un anabaptista anónimo

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