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El impuesto pagado sobre las mercancías que entran o salen del reino, o que viajaron entre los
puertos españoles, se llamaba "almojarifazgo". Inicialmente, la colección estuvo a cargo de la
"almojarife", una palabra de origen árabe que significa inspector. Más tarde, la responsabilidad
se le dio al Tribunal Consulado, una organización establecida en 1613, predecesora de la Cámara
de Comercio de hoy y cuyos miembros fueron los principales comerciantes y armadores de la
época. Más tarde aún, la responsabilidad de recaudar el impuesto fue asignada a la
Administración Real de Impuestos Especiales.
Inicialmente, el almojarifazgo era un impuesto del 10% sobre todos los tipos de productos
importados, y el importe se calcula sobre el valor de las mercancías en las Indias y no en el precio
de estos tendrían en el puerto original de embarque.
A medida que el puerto del Callao ganado en importancia, con el tiempo se convirtió en el eje
fundamental de todo el comercio de América del Sur, la recaudación de impuestos provenientes
de este flujo económico también se convirtió cada vez más importante.
Así, a través de una Real Orden expedida el 15 de noviembre de 1770, la Real Aduana fue creado
por el virrey Manuel Amat y Juniet. Aunque los términos de esta resolución fueron lo
suficientemente amplia y clara, sobre todo en la transferencia de la responsabilidad de la
recolección de los impuestos especiales y las oficinas de almojarifazgo de la Real Aduana, las
operaciones de la nueva institución requiere regulaciones precisas.
El Estado, a través de la Corporación Aduanera Peruana, debe cumplir el rol de las aduanas a
nivel mundial, que es el control de las mercancías y la recaudación de tributos. Sin embargo, con
la globalización y la dinámica del comercio exterior, este rol debe estar enfocado a ser una
entidad facilitadora más que fiscalizadora, por lo que los procesos deben ser ágiles y sencillos.
Manteniendo los mejores métodos de control aduanero y adaptándose a los más modernos
sistemas que posibiliten su ejercicio, la aduana tiene que ser capaz de una gestión rápida, ágil,
flexible, económica para los operadores, transparente, imparcial y, en definitiva, de alta calidad
para llegar a estar entre las mejores y más operativas