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Japón y África
Escenología de la prehistoria al siglo XIII
Japón
Dentro de las artes escénicas a nivel mundial el teatro de Japón tradicional es una de las
áreas con mayor disciplina dentro del ámbito, teniendo muchos años de tradición y
conservando gran parte de los principios hasta hoy en día, teniendo como principales
exponentes el teatro kabuki y nō.
La historia del kabuki comenzó en 1603 una sirviente de un templo shinto comenzó a
realizar un nuevo estilo de danza dramática. Las ejecutantes femeninas interpretaban tanto
los papeles femeninos como masculinos en situaciones cómicas de la vida cotidiana. Este
estilo se hizo popular de una manera casi instantánea incluso llegando a la Corte Imperial.
Dado el rotundo éxito, no tardaron en aparecer rivales, y el kabuki nació como un conjunto
de drama y danza ejecutado por mujeres. Muchas de las ejecuciones en este período fueron
de carácter indecente realizadas por muchas imitadoras que estaban disponibles para la
prostitución, y los miembros masculinos de la audiencia podían requerir libremente de los
servicios de estas mujeres.
El kabuki utiliza una extensión adicional del escenario conocida como hanamichi (camino
florido), una calzada que se extiende hasta la audiencia en donde se hacen las entradas y
salidas dramáticas. Los teatros y escenarios kabuki se han ido sofisticando
tecnológicamente de forma constante, y entre las innovaciones se encuentran las puertas
y escenarios giratorios, introducidos en el siglo XVIII.
El nō (能) o noh es el drama lírico japonés que procede de las danzas rituales de los
templos, danzas populares, y mitología. En oposición al Kabuki, que siempre ha sido muy
popular, es un drama aristocrático para una determinada elite intelectual que sigue teniendo
su público en la actualidad. Es único por su lentitud, su gracia austera y por el uso distintivo
de máscaras.
Hasta el siglo XIV, el nō era conocido como sarugaku (espectáculo de mímica). Durante la
misma época, las tradiciones y los ritos campesinos habían dado nacimiento al dengaku,
conjunto de bailes y rituales destinados a asegurar buenas cosechas. La popularidad del
dengaku estaba en su apogeo cuando nació Kiyotsugu Kan'ami, que, en 1345, creó una
síntesis del sarugaku con los bailes y canciones del dengaku dando como resultado un arte
elegante y refinado, adaptado a los gustos de un público aristocrático.
La historia posterior del nō está estrechamente vinculada a sus relaciones con el poder
recibiendo el favor de de los shōgunes. En el siglo XVI, la cultura espléndida de la época
transmitió al nō el gusto por los trajes majestuosos, la forma de las máscaras y la forma del
escenario. El nō constituye en el siglo XXI una de las artes tradicionales mejor reconocidas.
Fue la primera forma de arte dramático en inscribirse, en 2001, en la lista del Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
El escenario consiste en un cuadrilátero abierto sobre tres lados entre las pilastras de Hinoki
(ciprés japonés). Se cubre de un techo, incluso en interiores, para reproducir la presentación
original que en el pasado tenía lugar al aire libre. Bajo el escenario se encuentra un sistema
de jarras de cerámica que amplía los sonidos en las danzas. El acceso al escenario para
los protagonistas se hace por el hashigakari, estrecha pasarela a la izquierda de la escena
que representa la unión del mundo de los vivos con el mundo de los muertos. Todos estos
elementos, así como las propiedades de resonancia de la escena obligan a los
protagonistas a utilizar un particular paso deslizado, sin choque de los pies sobre el suelo
y con las caderas muy bajas (suriashi). A causa de la amplia apertura del escenario, el
público está dispuesto prácticamente sobre tres lados.
Además de los actores, el escenario está ocupado por cuatro músicos y un coro. La música
se produce por medio de tres tipos de tambores de tamaño creciente, que llevan el compás
y una flauta de bambú que lleva la melodía. Debido a que las antiguas máscaras nō se
sostenían por la boca y los actores no podían pronunciar texto, era el coro el que
antiguamente hablaba en su lugar. Actualmente, el coro se encarga de proporcionar los
elementos de narración.
África
Este tipo de teatro se toma desde un punto de vista unitario, ya que se toman referencias
de diferentes puntos de vista de muchas culturas dentro del territorio, mismas que se fueron
transmitiendo de generación en generación vía oral. El teatro en África subsahariana es
producto de la influencia de la ocupación colonial. Recién a partir de mediados del siglo XX
es que el teatro africano comienza a tomar fuerza.
El sentido del ritmo y de la mímica, la afición por la palabra y la verborrea son cualidades
que todos los africanos comparten en mayor o menor medida y que hacen de ellos actores
natos. La vida cotidiana de los africanos transcurre al ritmo de variadas ceremonias, rituales
o religiosas, concebidas y vividas generalmente como verdaderos espectáculos.
El teatro africano es entretenimiento, pero también puede ser estética, política, social y
espiritualmente comprometido, y a menudo es todas estas cosas simultáneamente. El
teatro africano es una experiencia total de mente, cuerpo y alma que se relaciona con, y se
alimenta de una muy receptiva, audiencia involucrada y vocal.
Entre los autores se destaca la producción de Sankie Maimo que entre mediados a fines
del siglo XX produjo diversas obras, entre las que sobresale Yo estoy justificado (I Am
Vindicated). Entre los escritores en idioma inglés se destaca especialmente Bole Butake,
cuyas obras que tratan sobre temas contemporáneos se nutren de un rico trasfondo político,
especialmente notables son La violación de Michelle (1984), Dios Lago (1986), Los
sobrevivientes (1989), y Zapatos y cuatro hombres armados (1994).
Hacia la década de 1970 Aidoo escribió las obras El dilema del fantasma y Anowa, en
ambas se encuentra presente el tema de la esclavitud y los desafíos que se enfrentan en
las transiciones desde los orígenes indígenas, pasando por la época colonial hasta llegar a
la época postcolonial. Los temas recurrentes en su obra son "el matrimonio, la maternidad,
la dependencia económica y emocional, la educación de las mujeres, su marginación
económica y política y su resistencia a la opresión", en palabras de Florence Stratton, según
recoge Laura Frías en su entrevista con Ama Ata Aidoo.
Nigeria posee una sólida trayectoria teatral. La rica base cultural de Nigeria, ha permitido
que la dramaturgia se irguiera en un valioso vehículo mediante el cual canalizar el debate
político, la identidad social, y los sentimientos. En Nigeria el teatro en gran parte se
manifiesta en las representaciones callejeras de figuras con disfraces tal como Egungun, o
las diversas festividades promovidas con motivo de matrimonios, funerales y ritmos
estacionales, o por determinados oficios.
Una rica tradición de teatro popular (como la opera Yoruba) ha sido una fuente de
inspiración de los escritores de teatro. Se destaca la tarea de Hubert Ogunde en idioma
yoruba, quien ha escrito diversas obras sobre temáticas políticas y bíblicas con variados
elementos visuales, cantos y danzas que han recorrido el país, siendo representadas en
espacios públicos. Entre las obras de Ogunde se destacan El Jardín de Eden y el Trono de
Dios (1944) y Pan y Bala (1950).