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El valor de la disciplina consiste en someter nuestra voluntad y acción al

cumplimiento de un fin.

La capacidad de concentrar nuestras cualidades personales


sistemáticamente sobre objetivos concretos, materializa una vida con límites
definidos, delimitados y coherentes que permiten la convivencia social
ordenada. Como seres creadores de nuestra existencia, terminar cuanto
emprendemos es requisito para integrarnos a la vida común, tanto en la
producción material como espiritual. La vida social, que es un proceso
continuo e infinito, exige modelos, paradigmas, metas, con los cuales
contrastar nuestra actividad individual. Nuestra imitación de los ideales
sociales más altos nos otorga progresivamente la capacidad de contribuir a
su refinamiento. Así surge la necesidad de la disciplina, pues una vez
emprendida nuestra acción su continuidad sostenida asegura que
reproduzcamos aquel valor que la sociedad expone como digno de alcanzar.
La disciplina asegura que los valores sociales se mantengan y se expresen
en la vida diaria cada vez más perfectamente.

La práctica de la disciplina mental y física orienta nuestra atención y


habilidades sobre la tarea emprendida, una y otra vez, cuantas veces sea
necesario, para superar los estímulos que nos distraen del interés que
hemos definido. Un pensamiento firme y sostenido, disciplinado, permite
experimentar serenidad, lo cual proporciona salud y nos infunde la convicción
de alcanzar nuestras aspiraciones. Además, induce a nuestro organismo al
despliegue armónico de sus energías, otorgándonos la capacidad de trabajar
ininterrumpidamente. La mente educada en la práctica de la disciplina supera
las sugestiones de debilidad, de duda, de temor, de fracaso y concentra su
conciencia en la experiencia de la fuerza, de la certeza, de la valentía y del
éxito. Quien controla su conciencia para seleccionar los mensajes de su
entorno que lo inducen a la consecución de metas valiosas, cosecha el éxito
cotidiano a nivel emocional, sentimental, laboral, físico y espiritual.

La práctica de la disciplina es requisito para la expresión del propio talento.


Es reconocido que la creación de obras innovadoras es producto de la
aplicación persistente, continua, eficaz, de las energías personales a la
obtención de resultados concretos de manera sistemática. Grandes
producciones se obtienen al trabajar disciplinadamente, concentradamente.
Prestar interés al objetivo establecido desarrolla en nuestra imaginación
ideas análogas que nos permiten el acceso a modos más eficientes de
plasmarlo. El prestar atención constante a la meta y recordar sus beneficios
a modo de estímulo interior es característica de una conciencia bajo los
efectos de la disciplina.

La práctica de este valor moral por los individuos de la comunidad genera


estabilidad social, confianza entre sus miembros, asegura el incremento de
las comodidades materiales y de los bienes físicos e espirituales. Con
individuos que respetan las horas de descanso y se ejercitan regularmente
para mantenerse saludables, que se alimentan con prudencia y se
entretienen con moderación, como consecuencia de la aplicación de la
disciplina a su vida cotidiana, un país sobresale a corto plazo y consolida un
futuro digno de ser imitado a mediano y largo plazo.

Cómo desarrollar la disciplina

Lo podemos lograr si...

• Aprendemos a reconocer los apoyos que tenemos y los


aprovechamos de tal manera que nos ayuden a llegar a la meta.
• Descubrimos que este valor nos ofrece la oportunidad de participar
cívicamente.
• Nos preocupamos por leer, ejercitarnos y alimentarnos
adecuadamente.
• Pensamos que con paciencia y disciplina podemos aprender muchas
cosas y llegar muy lejos.
• Somos realistas y nos esforzamos por desarrollar más nuestras
habilidades y destrezas.

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