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Estamos finalizando el mes de Elul.

De acuerdo a la Tradición estamos en una época sensible


para la TESHUVÁ.
Ésta suele traducirse como “arrepentimiento”, lo que es
correcto, pero sumamente parcial y superficial.
Al estudiar un poco más, descubrimos que en realidad es el
proceso por el cual se retorna a la senda correcta, lo cual se
entiende como una forma más profunda e intensa del mismo
arrepentimiento.
Sin embargo, la real dimensión de la TESHUVÁ excede por
completo el hecho de haber pecado y estar en camino de
corregirse.
TESHUVÁ es la conciencia de estar en constante conexión
con el Creador y hacer lo posible para manifestar esta
realidad espiritual en cada oportunidad que tenemos en este
mundo.
Es decir, no requiere de un pecado previo que debe ser
reparado, sino que es estar actuando desde la conciencia de
que somos espíritu que estamos viviendo una vida en este
mundo.
En otras palabras, poner nuestro Yo Vivido (personalidad,
ego) en sintonía con nuestro Yo Esencial (NESHAMÁ,
espíritu, chispa de la Divinidad).
El poder de la TESHUVÁ es impresionante, puesto que nos
permite usar todo el potencial del infinito en nuestra finita
existencia.
Sabernos unidos al Eterno, ser chispas de Él, nos tiene que
servir para fortalecernos en cada aspecto de nuestra vida
material.
Encontrar el motivo para estar confiados, dispuestos a
enfrentar las dificultades, a disfrutar la alegría en cada
pequeña cosa que se nos presente.
Ahora volvamos a pensar a la TESHUVÁ solo como
arrepentimiento para comprender un poco más del proceso
que se realiza en ese caso.
Podemos entender a los pecados como las acciones que se
apoderan de chispas de LUZ de forma incorrecta.
Es decir, realizamos acciones negativas, egoístas, movidos
por el deseo para recibir para sí mismo, atrapando esa
chispa de LUZ y encerrándola dentro de una cáscara de
oscuridad. Quitamos un poco de la LUZ del Creador,
sumiendo al mundo un poco más en la oscuridad, en el caos,
en la confusión, en el sentimiento de exilio de la Presencia.
Por supuesto que esta cáscara oscura está opacando nuestra
LUZ, haciendo que nos sintamos desconectados un poquito
más de nuestro Yo Esencial.
Vamos a ver un ejemplo para entenderlo de forma práctica.
Cometimos el robo de un objeto, ese es el pecado, que es ir
en contra del Código de conducta espiritual, es desobedecer
un mandamiento que tenemos incorporado en nuestro ADN
espiritual, así como un mandamiento que ha sido expresado
por el Eterno en Su Ley Revelada (Torá para los gentiles y
Torá para el pueblo judío).
El hecho material es apropiarnos de ese objeto que no es de
nuestra propiedad.
En el plano espiritual, no lo vemos, no nos damos cuenta, no
tenemos percepción del asunto, pero lo que estamos
haciendo es rodear una partícula de la LUZ del Creador y
quitar una infinitésima parte de santidad del mundo.
De cierta manera es como si asumiéramos que allí no está el
Creador, porque si tuviéramos conciencia de que no hay
nada sin Su Presencia, no nos permitiríamos actuar de
manera negativa.
Lo interesante del asunto es que aunque caímos, igualmente
allí está el Eterno.
Dentro de la cáscara formada por el pecado, sigue estando la
vibrante e inquebrantable LUZ.
Al llegar la TESHUVÁ quebramos la caparazón y brota la
LUZ, lo que espanta la oscuridad un poquito más.
Habiendo pecado, y por tanto oscurecido nuestra existencia,
igualmente el Creador estuvo a nuestro lado, imperturbable,
alumbrando con Su Eterna LUZ, a la espera de que
pudiéramos hacer nuestra parte para disfrutar de su LUZ.
Con esto en mente, releamos el famoso párrafo del salmo:
« Él me invocará, y Yo le responderé; con él estaré en la
angustia. Lo libraré y lo glorificaré;»
(Tehilim/Salmos 91:15)
Dios está con nosotros en cada angustia, y no hay nada más
angustiante que pecar.
Allí también está Dios a nuestro lado, sosteniéndonos,
esperando por nuestro cambio de conciencia y por tanto de
conducta.
Él confía en ti, aunque te equivoques, aunque vayas por el
camino errado adrede.
Su Amor es infinito, y te espera para que recuperes la
conciencia perdida, que vuelvas a darte cuenta de tu
verdadera esencia sagrada.
Allí está Él, hasta en la oscuridad esperando a que quiebres
la caparazón de oscuridad que te tiene aprisionado, salgas de
la celdita mental, dejes caer el Sistema de Creencias que te
lleva a vivir en exilio y puedas volver al abrazo sagrado con
tu Padre.
Y así lo encontramos en la parashá de esta semana, que
siempre es la que antecede a Rosh haShaná:
«tú volverás a escuchar la voz del Eterno, y pondrás por
obra todos sus mandamientos que yo te mando hoy.
El Eterno tu Elohim hará que sobreabundes en toda la obra
de tus manos, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu
ganado y en el fruto de tu tierra. Pues el Eterno volverá a
gozarse en ti para bien, así como se gozó en tus padres, si
escuchas la voz del Eterno tu Elohim para guardar Sus
mandamientos y Sus estatutos escrita en este libro de la
Torá; si te vuelves al Eterno tu Elohim con todo tu corazón
y con toda tu alma.»
(Devarim/Deuteronomio 30:8-10)
El gozo de todo lo bueno se encuentra en el cambio de
conciencia, en la TESHUVÁ.
Si esto se consigue liberando la LUZ del envoltorio de la
cáscara, ¡imagina cuando grande será el gozo si la LUZ está
alumbrando de manera constante!
Al permitirnos actuar desde la TESHUVÁ, toda nuestra
vida cambia… ¡para mejor!
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