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Las nueve esferas del Cielo son Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, las

Estrellas fijas, y el Primer móvil. Esos astros están organizados según la jerarquía de los
ángeles. Dante también evoca otras asociaciones, como la existente entre Venus y el amor
romántico. Las primeras tres esferas están asociadas a formas deficientes de Coraje,
Justicia, y Templanza. Las otras cuatro se vinculan a ejemplos positivos de Prudencia,
Coraje, Justicia, y Templanza; por su parte, la Fe, la Esperanza y la Caridad se concentran
en la octava esfera.

Estructura del Paraiso de Dante

Primera esfera (la Luna, los inconstantes)

En el Canto II Beatriz explica a Dante las diferencias de luminosidad de la Luna.

En su visita a la Luna, Beatriz explica a Dante el porqué de las marcas en su superficie,


describiendo un sencillo experimento de óptica. También expresa su estima por el método
experimental en general (Canto II).

Dante y Beatriz hablan con Piccarda Donati y Constanza, (Canto III).

Las fases de la Luna se asocian con la inconstancia. Su esfera es por ende la de las almas
que abandonaron los votos monásticos, y por ende presentaron deficiencias en su virtud de
coraje (Canto II). En esta los protagonistas conocen a Piccarda Donati, la hermana de
Forese Donati, amigo de Dante, quien murió poco después de ser obligada a abandonar el
monasterio. También conocen a Constanza I de Sicilia, quien fue arrancada por la fuerza de
un monasterio para que contraer nupcias con Enrique VI (canto III). Beatriz habla sobre la
libertad de la voluntad, el carácter sacro de los votos, y la importancia de resistir a las
presiones (Canto IV).

Beatriz explica que un voto es un pacto firmado entre el hombre y Dios en el cual una
persona ofrece su libertad a Dios. Estas decisiones no deben tomarse a la ligera, y deben
mantenerse una vez realizados, a menos que mantenerlo acarree un mal demasiado grande,
como el sacrificio de la hijas de Jefté y de Agamenón (Canto V).

Segunda esfera (Mercurio, los ambiciosos)


Debido a su proximidad al sol, el planeta Mercurio suele ser difícil de ver. Desde un punto
de vista alegórico, el planeta representa a quienes hicieron el bien por el deseo de adquirir
fama, pero quienes debido a su ambición fallaron en la virtud de la justicia. Su gloria
terrenal palidece en junto a la de Dios, del mismo modo que el planeta Mercurio es casi
insignificante junto al Sol.
El emperador Justiniano se encuentra en la esfera de Mercurio, (canto V).

Dante conoce en esta esfera el emperador Justiniano, quien se presenta con las siguientes
palabras: "Cesar fui y soy Justiniano," indicando que su personalidad permanece, pero que
su cargo terrenal ya no tiene validez (Canto V). Justiniano cuenta la historia del Imperio
romano, mencionando entre otros a Julio César y Cleopatra; y lamenta la situación actual
de Italia, debido al conflicto entre güelfos y gibelinos que así describe en el (Canto VI).

Por asociación, Beatriz habla sobre la Encarnación y la Crucifixión de Jesús, que sucedió
en tiempos del Imperio romano (canto VII).

Tercera esfera (Venus, los amantes)


Al planeta Venus tradicionalmente se lo asocia con la diosa del amor, por lo que el autor lo
convierte en la esfera de los amantes, quienes fallaron en la virtud de la templanza (Canto
VIII).

Dante encuentra a Carlos Martel de Anjou-Sicilia, a quien ya conocía, y quien expresa que
para funcionar correctamente cualquier sociedad necesita gente de diferentes tipos. Esas
diferencias se ilustran con Cunizza da Romano, quien se encuentra en el Cielo, mientras
que su hermano Ezzelino III da Romano en el Infierno, entre los violentos del séptimo
círculo.

El trobador Fulco de Marsella habla de la tentación del amor, y recuerda que el cono de la
sombra de la Tierra toca la esfera de Venus. Condena la ciudad de Florencia por producir
la "flor maldita" responsable de la corrupción eclesiástica, y critica la clerecía por dedicarse
al dinero, en vez de consagrarse a las Escrituras y en los textos de los Padres de la Iglesia
(Canto IX).

Fulco de Marsella lamenta la corrupción de la Iglesia, con la clerecía recibiendo dinero de Satán, (Canto IX).

Cuarta esfera (el Sol, los sabios)


Más allá de la sombra de la Tierra, Dante encuentra ejemplos positivos de Prudencia,
Justicia, Templanza, y Coraje. En el Sol, que es la fuente de luz de la Tierra, Dante
encuentra los máximos ejemplos de prudencia: las almas de los sabios, quienes ayudaron a
iluminar el mundo intelectualmente (Canto X).

Al principio un círculo de doce luces brillantes baila alrededor de Dante y Beatriz. Se trata
de las almas de Tomás de Aquino, Alberto Magno, Graciano, Pedro Lombardo, el rey
Salomón, Dionisio Areopagita, confundido con Pseudo Dionisio, Paulo Orosio, Boecio,
Isidoro de Sevilla, Bede, Ricardo de San Víctor y Siger de Brabant. Tomás de Aquino
cuenta la vida de San Francisco de Asís en el Canto XI.
En una segunda etapa doce nuevas luces aparecen, una de las cuales es San Buenaventura,
un franciscano, que cuenta la vida de santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden a la
que Santo Tomás pertenece. Como las dos órdenes no siempre fueron amigas en el mundo
terreno, tener miembros de una homenajeando al fundador de la otra muestra que el amor
reina en el cielo (Canto XII). Las veinticuatro luces giran en torno a Dante y Beatriz,
cantando la Trinidad. Santo Tomás explica la sorprendente presencia de Salomón, quien se
encuentra en el lugar por sabiduría real, más que filosófica o matemática (Cantos XIII y
XIV).

Dante y Beatriz encuentran dos grupos compuestos por doce sabios cada uno en la esfera del Sol, (Canto X).

Quinta esfera (Marte: los guerreros de la Fe)


Al planeta Marte tradicionalmente se le asocia con el dios de la guerra, por lo que Dante
hace de esta esfera la de los guerreros de la fe, quienes dieron su vida por Dios, mostrando
por ende la virtud del coraje. Las millones de centellas de luz que son sus almas forman una
cruz griega en el planeta Marte, y el autor la compara con la Vía Láctea (Canto XIV).

Las almas en el Canto XIV forman una cruz griega, que el autor compara con la Vía Láctea.

Aunque Dante dice que los sabios están "perplejos" por la naturaleza de la Vía Láctea, en
suConvivio ya había descrito su naturaleza con bastante precisión en los siguientes
términos:
"Lo que Aristóteles dijera no se puede saber con certeza, porque su sentencia no es la
misma en una traducción que en otra. (...) En la Vieja dice que la Galaxia no es sino una
multitud de estrellas fijas, tan pequeñas que no podemos distinguirlas desde aquí abajo,
pero que de ellas aparece aquel albor, que llamamos Galaxia: y puede ser, que el cielo en
aquella parte sea más denso, ya que retiene y refleja aquella luz. Y esta opinión parecen
tener, con Aristóteles, Avicena y Tolomeo."

Dante conoce a su ancestro Cacciaguida, quien participó en la Segunda Cruzada, y habla en


términos elogiosos de la República de Florencia del siglo XII, pero lamenta la decadencia
de la ciudad de los tiempos del autor (Cantos XV y XVI). Como el tiempo de la narración
de la obra sucede antes del de la escritura, en 1300, y por ende antes del exilio del autor,
algunos personajes del poema pueden "predecir" un porvenir ominoso. De hecho,
Cacciaguida responde a una pregunta de Dante sin el menor ambage, revelándole que vivirá
en el exilio (Canto XVII).

Cacciaguida predice sin ambages que Dante sufrirá un amargo exilio de Florencia.
Sin embargo, Cacciaguida también encarga a Dante escribir y contar todo lo que ha visto en
los tres reinos de ultratumba. Dante por último encuentra varios otros guerreros de la fe,
como Josué, Judas Macabeo, Carlomagno, Roldán y Godofredo de Bouillón (Canto XVIII).

Sexta esfera (Júpiter, los buenos gobernantes)

Las almas que forman la "M" en "TERRAM" se transforman en el Canto XVIII en un águila imperial.

El planeta Júpiter se suele asociar con el rey de los dioses, por lo que Dante lo escoge como
la esfera en que figurarán los reyes que se caracterizaron por su justicia. Las almas
deletrean la versión latina de "Justicia del amor, que juzgas", tras la cual la "M" final de la
frase toma la forma de un águila imperial gigante. (Canto XVIII).

En esta esfera se encuentran David, Ezequías, Trajano, Constantino I, Guillermo II de


Sicilia, y Rifeo el troyano, quien fue un pagano salvado por la merced de Dios. Las almas
que forman el águila imperial hablan con una sola voz, y hablan de la justicia de Dios.
(Cantos XIX and XX).

Séptima esfera (Saturno, los contemplativos)


La esfera de Saturno es la de los contemplativos, que incluye la templanza. Dante encuentra
a Pedro Damián, y discute con él sobre el monacato, la doctrina de la predestinación, y la
triste situación de la Iglesia (Cantos XXI and XXII). Beatriz, quien representa la teología,
se hace cada vez más adorable y llena de gracia, lo cual es una señal que indica la cercanía
de la percepción del observador a la de Dios.

Dante y Beatriz encuentran a Pedro Damián, quien les cuenta su vida, y les habla sobre la predestinación,
(Canto XXI).

Octava esfera (las estrellas fijas, fe, esperanza y amor)

Dante y Beatriz en la esfera de las Estrellas fijas.

La esfera de las Estrellas fijas es la de la Iglesia militante. En este punto, Dante vuelve la
vista atrás para contemplar tanto las siete esferas por las que ha pasado como la Tierra
(Canto XXII):
Dante ve asimismo a la Virgen María y otros santos (Canto XXIII). San Pedro examina a
Dante sobre la fe, preguntándole qué es, y si alberga o no ese sentimiento. Tras la respuesta,
San Pedro le pregunta al protagonista cómo sabe que la Biblia es verdadera, y Dante cita el
milagro de que la iglesia haya crecido tan pronto y tan robusta a partir de orígenes tan
humildes (Canto XXIV).
Santiago, examinando a Dante sobre la esperanza, (Canto XXV).

Santiago examina a Dante sobre esperanza, y Beatriz da fe de que el autor alberga ese
sentimiento (Canto XXV).

Por último, San Juan examina a Dante sobre el amor. En su respuesta, el protagonista se
refiere al concepto de "amor torcido" discutido en el Purgatorio (Canto XXVI).

Por último San Pedro acusa a Bonifacio VIII en términos de gran severidad, y agrega que a
sus ojos la Santa Sede está vacía (Canto XXVII).

Novena esfera (el Primer Móvil, los ángeles)

Dante y Beatriz ven a Dios como un punto de luz rodeado de ángeles, (Canto XXVIII).

El Primer Móvil es la mayor esfera del universo físico. Dios la mueve directamente,
haciendo que por reacción a su vez se muevan todas las otras esferas que alberga (Canto
XXVII).

El Primer Móvil es la morada de los ángeles, y allí ve Dante a Dios como un intenso punto
de luz rodeado de nueve anillos de ángeles (Canto XXVIII). Beatriz explica la creación del
universo, y el papel de los ángeles, terminando con una severa crítica a los predicadores de
entonces (Canto XXIX).

Beatriz critica a los predicadores contemporáneos del autor, sugiriendo que un "ave" siniestra anida en su
cuello, (Canto XXIX).

El Empíreo
Desde el Primer Móvil, Dante asciende a una región que está más allá de la existencia
física, el Empíreo, que es la morada de Dios. Beatriz, que representa la teología, se hace en
este lugar más bella que nunca, y Dante se ve envuelto por la luz, de modo que es capaz de
ver a Dios (Canto XXX).

Dante ve una rosa enorme, que simboliza el amor divino, cuyos pétalos son las almas
entronizadas de los fieles. Todas las almas que ha conocido en el Paraíso, incluyendo a
Beatriz, tienen su morada en esta rosa. A su alrededor hay ángeles volando como abejas,
distribuyendo paz y amor. Cuando Beatriz pasa a ocupar su lugar en la rosa, Dante ya se
encuentra más allá de la teología y a su vez puede contemplar directamente a Dios, y San
Bernardo, en cuanto místico contemplativo, será su guía en esta última etapa (Canto
XXXI).
Los tres círculos de la Trinidad, (Canto XXX).

San Bernardo continúa explicando la predestinación, y reza a María a favor de Dante. Por
último, el protagonista entra en contacto directo con Dios (Cantos XXXII y XXXIII), quien
aparece como tres círculos idénticos que ocupan el mismo espacio, los cuales representan al
Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

Dentro de esos círculos el protagonista discierne la forma humana de Cristo. La Divina


Comedia termina con el poeta tratando de entender cómo los círculos logran encajar, y
cómo la humanidad de Cristo se refiere a la divinidad del Sol no obstante, como Dante lo
señala, para continuar "no bastaban las propias alas". Tras un rayo de comprensión, que el
poeta no puede explicar, Dante entiende, y su alma entra en total armonía con el amor
divino:

"A la alta fantasía aquí faltaron fuerzas;


mas ya movía mi deseo y mi velle,
como rueda a su vez movida,
el amor que mueve el Sol y las demás estrellas".

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