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de la filosofía
Ensayo ontológico
sobre la ''anarquía”
de los sistemas
y la verdad filosófica
Adolfo P. Carpió
/ / ® u A
l l de Da j
© 1977
E D IT O R IA L U N IV E R SIT A R IA D E B U E N O S AIRES
Sociedad de Economía Mixta
Rivadavia 1571/73
Hecho el depósito de ley
IM PR E S O E N L A A R G E N T IN A — P R IN T E D I N A R G E N T IN A
ÍNDICE
A b r e v ia t u r a s . . . ........................................................ — XIX
M. Fierro, in fine
Este ensayo —que también hubiera podido titularse “ La legi
timidad de la filosofía” , o aun, si se nos disculpa la usurpación
de tan ilustres palabras, “ Crítica de la razón filosófica” —tiene
por tema una Cuestión de acuciante urgencia para nuestro tiem
po: la del sentido, o sin-sentido, de la filosofía. Es cierto que és
ta aparece en las formas más variadas de la existencia de nuestra
época; no sólo en el teatro, la novela o la poesía, en las ciencias,
en las religiones y en sus sucedáneos más o menos “ orientalizan-
tes” , sino que su nombre irrumpe en los contextos más inespe
rados, hasta el punto de que la palabra “ filosofía” acaba deco
rando la mismísima fraseología burocrática. Sin embargo ^ocurre
que la filosofía misma se siente acosada por su propia conciencia
histórica, que la intimida con la amenaza del relativismo. Por
su parte, la época pone en tela de juicio su “ valor” . De un lado
—que no es sólo un modo de hablar, sino que representa un sector
de la realidad históríco-mundial—, desde el punto de vista teoréti
co, por obra del positivismo; del otro, desde el punto de vista “ prác
tico” : sea porque la especulación es sospechosa de enemiga de la
vida, sea porque la filosofía —la teoría— se hadado por concluida
y reemplazada por la praxis, por la acción, inclusive por la acción
directa; y todo ello en beneficio de la suprema soberana del día:
la eficacia. Pues bien, la convicción que anima las siguientes pá
ginas es precisamente lá de que la filosofía tiene sentido (o, me
jor, “ es” el sentido originario) —siempre que seamos capaces de
traspasar la capa de prejuicios y supuestos en que reposan las di
ficultades que el tema provoca, y si no nos dejamos dominar por
la superstición que lleva el nombre de “ eficacia” .
Esos prejuicios y supuestos ha sido Heidegger quien los puso
adecuadamente al descubierto: de ahí que este libro podría des
cribirse como un ensayo “ heideggeriano” , en la medida en que,
según se verá, es el pensador de Friburgo a quien primordialmen-
te se ha seguido a lo largo de estas páginas. Con todo, ello de
be acompañarse de dos restricciones. Por un lado, que aquí se
trata, en lo fundamental, del “ primer” Heidegger (hasta 1935,
poco más o menos). En segundo lugar, no quiere decirse que este
trabajo consista meramente en una exposición de Heidegger, o
en una “ aplicación” de sus ideas a un tema especial; la sola se
lección de ciertas cuestiones, la omisión de otras, su diversa “ eco
nomía” , lo impiden. El lector entendido podrá apreciar las “ infi
delidades” en que se haya incurrido, sea porque no se haya alcan
zado la adecuada comprensión del gran filósofo, sea porque se
haya seguido distinto camino. Al fin y al cabo ha dicho aquél
que los caminos del pensar son Holzwege: cada cual habrá de
abrirse trabajosamente el suyo propio, y si bien es ineludible, y
no sólo instructivo, haber recorrido otros senderos, la experien
cia del propio es insustituible.
Aunque la investigación tiene un significado independiente,
debe decirse que posee además una proyección o interés “ prác
tico” . Porque fundar ontológicamente —como aquí se pretende—
la diversidad de la filosofía —o, para decirlo en este lugar de ma
nera más sencilla: la diversidad de las “ opiniones” de los hom
bres— lleva consigo implícita una “ moral” y hasta cierta peda
gogía: la del respeto y la tolerancia mutuas, la de la veneración
por la diversidad, riqueza e irreductibilidad de cada existencia
humana. No es preciso reflexionar mucho sobre nuestra época
para apreciar en qué medida las concepciones del mundo o ideo
logías se han convertido en instrumentos de combate; Nietzsche
lo profetizó: “ Llega la época en que ha de librarse la lucha por el
dominio de la tierra —se librará en nombre de doctrinas filosó
ficas f u n d a m e n t a le s En estos tiempos nuestros de violenta
intolerancia, no será entonces inoportuno, por cierto —y sin
que ello signifique ilusionarse acerca del eco de la filosofía
en época de creciente sordera—, el intento de mostrar, no sólo
que no se da una Verdad única válida para todos, sino que ade
más y sobre todo ello significaría, en caso de logrársela y toma
do al pie de la letra, la conversión de la humanidad en un rebaño
de la más completa uniformidad y regimentación, la negación de
la persona, que por serlo es diversidad.
* * *
Julio de 1972
2
J. G a o s , “ El interés de la filo so fía” , en Discurso de filosofia, Xa-
lapa (M éx ico ), Universidad Veracruzana, 1959, p. 41.
Las obras de Heidegger se citan según las siguientes siglas:
Faust I, Studienzimmer
2. La invasión de lo histórico
Xa¡Ji7rd5ta 'éx°VTe<; d ia d c ó o o v c iv
P l a t . R e p . I, 328 a
J, M a n r iq u e , C oplas p o r la m uerte
de su padre, in fine
Se comienza por fijar un primer sentido de la historia de la
filosofía, que llamaremos formal en cuanto no toca al contenido
de los filosofemas, a su “ verdad” . Aquí interesará señalar sólo
algunos momentos de este tema, sin ánimo exhaustivo ninguno
(sobre ciertas cuestiones, además, habrá de volverse más adelante,
especialmente en lo que toca a la comprensión de ios filosofemas
como cosas o hechos, y ai tema conexo de las influencias). Se
verá, además, que este sentido formal es en buena parte común
al de la historia general y otras historias particulares; por ello
ocurrirá que nos ocuparemos de categorías, procedimientos y en
foques “ historiográficos” , aunque no para considerarlos desde tal
punto de vista —porque aquí no se trata de estudiar puntualmen
te la labor del historiador de la filosofía—; sino que se han es
cogido algunos aspectos de esa labor con el solo propósito de
preparar el camino cuya meta será la comprensión de la índole
del filosofema y de la verdad filosófica: la primera etapa se efec
tuará como crítica del “ realismo” u “ objetivismo” (§ § 11 y 12);
la segunda consistirá en un discrimen entre historia de la filo
sofía e historia de la ciencia (cf. cap. III, § 4); no obstante,
todo ello tendrá sólo carácter preparatorio, y su justificación
adecuada se hallará únicamente a partir del momento en que se
revele la índole de la verdad filosófica como verdad ontológica
(a partir del cap. V III, § 13).
6 Sobre las res gestae y lo que llamamos “ gestión’’ y “ gestar” , cf. cap.
X, § 8.
La filosofía entonces se nos ofrece primariamente como
una realidad histórica. Luego, ahondando esta circunstancia, o
interpretándola, podrá decirse que la filosofía tiene historia,
o que se realiza históricamente, o bien que filosofía e historia
se identifican; pero en el lugar en que nos hallamos, antes de
cualquier teoría que pretenda decretar qué sea la filosofía, nos
encontramos simplemente con el hecho de su existencia histórica
—con que la filosofía se nos da como historia, como su propia
historia, naturalmente, i.e., como historia de la filosofía. Además,
el que todo filósofo (cf. cap. III, § 2) tome una actitud, sea la
que fuere, ante el pasado de la disciplina, señala también la histo
ricidad de la misma: no sólo el factum textual, pues, sino también
el filosofar mismo, que siempre se enfrenta con su historia (cf.
cap. X, § 13).
Como ocurre con toda realidad histórica —sociedad, litera
tura, política, e tc —, ese pasado nos informa acerca de la filo
sofía, nos dice qué es la filosofía en el modo de lo que hasta aho
ra ha sido (cf. cap. III, § 12). En tal sentido, nos enseña. De
manera semejante a como el contacto y goce con las obras de
arte es el mejor medio para llegar al conocimiento de lo que
el arte sea, el trato, la lectura y meditación de las obras filo
sóficas sería el medio más idóneo para llegar a penetrar en la
esencia de la filosofía; así como el arte revela su verdadera natu
raleza sólo a quien se entrega a la emoción de su multitud de
obras, de modo parejo la esencia de la filosofía —entendida como
hecho histórico, y no en función de consideraciones normativas
cualesquiera— se hace patente tan sólo a aquel que se entrega
al estudio de los clásicos.7
De esa historia, de ese pasado, proviene todo filósofo, quien
de tal manera encuentra determinado, al menos en parte, su
respectivo horizonte especulativo (cf. cap.X, § 13). Por tanto es
preciso examinar con más detención bajo qué formas particulares
se da ese pasado y cómo nos situamos frente a él; así podrá
ir abriéndosenos su sentido.
(Conviene aquí formular dos observaciones. La primera, que
las categorías con que por lo pronto habremos de encontrarnos,
según se adelantó, son determinaciones historiográficas genera
les. Pero es preciso fijarlas porque nos servirán más adelante,
y para mostrar que no se bastan a sí mismas, sino que exigen una
toma de posición filosófica. En cambio, a partir del momento en
16 M. H e i d e g g e r , SG , p. 83.
no se la puede obedecer unívocamente. Es la tarea de venir a sí mismo
merced a ella en el acto de cerciorarse, de hallar en su origen el p ro
pio origen.17
30 loe. cit
9. La interpretación
47 Cf. M.
M e r l e a u - P o n t y , P h é n o m e n o lo g ie de la p e rc e p tio n , Paris,
Gallimard, 1945, p. II: “ Un commentaire philologíque des textes ne donne-
rait ríen: nous ne trouvons dans les textes que ce que nous y avons mis, et
si jamais histoire a appelé notre ínfcerprétation, c’est bien l ’histoire de la
philosophie” .
75 Cf. H e g e l , E n e y cL , § 1.
lugar las más diversas opiniones acerca de su concepto, acerca de lo
que deba y pueda dar.76
12. Continuación
Y agrega en nota:
■87
S cie n ce and P o litic s in the A n c ie n t W orld y G reek S cien ce, Hard-
m onsworth, Penguin Books, 1953. Véase la crítica de F. M. C o n f o r d , “ The
Marxist V iew o f Ancient Philosophy” en T h e U n w ritle n P h ilo so p h y , Cam-
abierta y sus enemigas* 8 Y padece de radical incomprensión to
da interpretación que pretenda para sí la única verdad posible
y se cierre a la riqueza inagotable del pensar y de la historia.89
En efecto, las diversas operaciones que cumple el historiador
tienen por fin llegar al autor y permitir que el texto manifieste
sus posibilidades. De ahí las exigencias a que está sometida su la
bor —empleo lo más completo posible del material documental,
aprecio por el mismo, por su “ diccionario y sintaxis lingüística” ,
etc.—90 y que en definitiva se reducen al respeto personal hacia
quien se quiere interpretar. Lo que se busca es llegar a la fuente
para cumplir, con una especie de veneración personal, pero a la
vez en un acto intransferiblemente propio por parte del intérpre
te, el movimiento de trascender en que el filosofar consiste:
Trad. esp.. Buenos Aires, Paidós, 1957, obra donde el primer enemigo
resulta ser el propio Popper, dada su manera de “ interpretar” los textos. Cf. R.
B. L e ven so n , In D efen se o f Pla to, Cambridge, Mass.,Harvard University Press,
1953, y E. M. MANASSE, op. c¿f.,ppj. 76 ss., por lo que se refiere a Platón;en lo
que toca a Hegel, G. R. G . M u r e declaró que “ninguna época, salvo la nuestra,
pudo haber recibido con respeto y no ridículo una obra basada en tan amplía
ignorancia y mala inteligencia (m is c o n c e p tio n ) como ladel Dr. Popper” (cit.
por T. M. K n o x , “ Hegel in English-speakíng Countries since 1919” , H egel-
S tu d ien , Bd. 1 (1 9 6 1 ), p, 316); véase también G. R. G. M u r e , T h e P h ilo s o -
p h y o f H egel, London, O xford University Press, 1965, p. viii, nota. Cf. W.
K a u ffm a n n , “ Hegel: Legende und W irklichkeit” , Z e its c h rift fü r p h ilo s o
ph isch e Forsch u n g, Bd. X (19 5 6 ), 2, 191-226 ; el procedimiento de Popper,
“apenas puede distinguirse de la caiumnia” (p. 199),
89 Cf. M. H e i d e g g e r , SG , p. 136.
91 K. J a s p e r s , P h ilo s o p h ie , p. 245 c.
no quiere decir que, mediante la interpretación, los filosofemas m o
dernos hayan de introducirse con violencia y precipitación en los tex
tos clásicos. Más bien la filosofía de nuestro tiempo guiará al intérpre
te hacia cuestiones que las generaciones anteriores no vieron motivo
para considerarlas.92
97 *
Estas diferenciaciones en el concepto de “ sentido” , y la nom en
clatura, las tomamos de W. B l u m e n f e l d , Sentido y sinsentido, Buenos
Aires, Losada, 1949, pp. 17 ss.
condiciones determinantes de los otros —por ejemplo, en forma
de influencias o de fuentes (cf. § 5)—, fundamentos de los otros;
porque, en efecto, el historiador no puede limitarse a ofrecernos
una galería de monografías, sino que intenta explicar, estable
cer relaciones de fundamentación: sentido lógico o fundante
(cf. § 10). Por último, hay un sentido final o télico en la medida
en que el historiador discierne una marcha en la historia filosófi
ca: la dirección que apunta hacia una “ mejor comprensión” del
filósofo, hacia la continua renovación del texto, hacia el presente
que lo interpreta (cf. § 9), hacia el despliegue de su inagotable
riqueza (cf. § 11), hacia el descubrimiento de los supuestos98
y de su cuestionabilidad (cf. § 12).
G a r c i l a s o , Égl. I, 260-262
Sh elley , “ H elias”
10 .
H. G lo ck n m < P h ilos. E in le itu n g ..., cit., p. 68. Gl.OCK.NER admi-
te que su principio es una exigencia no siempre cumplida por los historia
dores (p . 71); y de ahí se desprende la diferencia que hemos hecho más arri
ba entre las grandes Historias de la filosofía y los manuales escolares,
por más eruditos que puedan ser. Pero, de todas maneras, si bien en tal caso
el “ filosofar” está reducido a su mínima expresión, por así decirlo, y de
allí resulta la palidez y superficialidad de la exposición, aun en éstos se cum
ple el principio, en tanto que su trabajo está necesariamente precedido por
una idea de filosofía. Sobre la exigencia de “ Unparteilichkeit” , cf. H e g e l ,
S ystem u. G esch ich te, pp. 134-135, con la muestra de cóm o Tennemann,
sostenedor de tal exigencia, no la pod ía satisfacer.
11 o p . cit., p. 35.
historiografía filosófica y filosofía: porque el filósofo no es sino
el primer expositor de su pensamiento, y el historiador no hace
otra cosa sino renovar aquella exposición:
12 H. G l o c k n e r , op. cit., p. 7 4 .
Después de una hora o dos de charla, iba a mis libros hasta la co
mida. Comenzaba poi alg.ún libro de filosofía, com o la Lógica de
Port-Royal, el Ensayo de Locke, Malebranche, Leibniz, Descartes,
etc. Pronto me di cuenta de que todos estos autores se encontraban
entre sí en contradicción casi perpetua, lo que me fatigó mucho
y me hizo perder mucho tiempo. M e enredaba la cabeza, y no ade
lantaba nada. 18
23 loe. cit.
29 H e g e l , System u. Geschichte, p. 9.
nacida a su amparo y a la vez su propulsora—, el prestigio de la
ciencia, ha determinado que el problema de la filosofía se plantee
dentro de tal horizonte. Y de éste brotan, expresa o implícita
mente, las diversas teorías de la historia de la filosofía, que pa
saremos a considerar en sus formas más características y en sus
ejemplares más eminentes.30
Pero antes apuntemos —como advertencia para lo que si
gue inmediatamente y a la vez como anticipación de lo que lue
go se dirá {cap. X I)— otra manera de hacer la pregunta, manera
que se orienta hacia un horizonte totalmente diferente : ¿No será
más bien que la “ anarquía” , o, mejor, la pluranimidad es una
condición esencial de la filosofía, pero sin que ello signifique
su detrimento, sino, por el contrario, su virtud prominente?
¿No será la historia de la filosofía, por tanto, radicalmente di
ferente de la historia de las ciencias, y el “ saber” filosófico de
raíz esencialmente distinta al de cualquier ciencia? Preguntan
do de esta manera nos instalamos en una perspectiva ajena a
la superstición cientificista, y se coloca en la anarquía el punto
de partida del filosofar (cf. cap. I, § 6). Si retenemos este plan
teo, estaremos además en condiciones de llevar a cabo una crítica
radical de las doctrinas por examinar.
Corresponde entonces a continuación analizar las distintas
actitudes teoréticas frente a la historia de la filosofía —las di
versas “ filosofías de la historia de la filosofía” . De hecho tales
teorías surgen determinadas por la realidad histórica de la filo
sofía com o pluralidad de filosofías dispares y contradictorias,
anárquicas. Y nos preguntamos entonces cómo se coloca el filó
sofo frente al pasado, esto es, cómo entiende el hecho de que
otros han filosofado ya antes de él, con el resultado de la anar
quía.31
Podemos distinguir dos grandes grupos de doctrinas. Unas
para las cuales la historia es meramente adjetiva respecto de la
[...] se comprende sin dificultad que no puede haber más que una [filo
s o fía], com o no hay más que una Física, una Quím ica, etc. [...], y esto
sea cual fuere la multitud de sistemas filosóficos contradictorios, más
o menos artificiales, que ha construido el espíritu humano engañado
por la imaginación o descarriado por las aviesas pasiones.32
el hom bre más sabio después de su tiempo hasta el fin del mundo,
sin temor de ser superado por nadie, cuyos escritos brillan sobre to
dos los demás p or su pureza y verdad: tanquam veritate fulgentib et
A udacter dico quod iste praecessit Sapientia omnes qui fuerunt ante
eum, immó et post eum in Universitate ista,
48 A T I, 271.
fía en absoluto, no hace sino lo que han hecho, harán, y deben hacer
todos los que proyectan una filosofía según su propio plan.49
8. (2) El escepticismo
9. Criticas
57 op. c i t , 1 ,163.
59 D i ó g e n e s L a e r c i o , I, 21.
61 D e leg. I, 36.
67 Cf. P. O. K r i s t e l l e r , en E. C a s s i r e r , P. O. K r i s t e l l e r , J. H.
K a n d a l l , The Renaissance Philosophy o f M a n , Chicago', The University o f
Chicago Press, 1961, p. 220.
alimentado del tesoro de sabiduría de los Padres, iluminados por
Dios en los orígenes de la historia.68
68 Cf. Oration on theDignity ofM an, tr. E . L. Forbes (en The Renai-
ssance Philosophy o f Man, cit. pp. 223-254) ■,Discurso sobre la dignidad del
hom bre, trad., est. prel.,y notas de A . Ruiz D íaz (M endoza, Universidad N.
■risj Cuyo, Instituto de Literaturas M odernas, 1972; y cf. E . G o g u e l d e L a -
BROUSSE, “ Introducción" a su trad. (de la primera mitad de D e la dignidad
del h om bre), Notas y Estudios de Filosofía (Tucum án), vol. IV , n° 16,
oct.-dic. 1953, p. 357.
porque
Q uien cree que el pensar filo s ó fic o pueda deshacerse de esta histo
ria con un acto de autoridad {M a chtspruch)y i de im p roviso resulta
ven cid o p o r ella m ism a, y p o r c ierto que con Un g o lp e d el que
jamás puede recuperarse, p o rq u e es e l g o lp e de la ceguera. Ésta se
figu ra ser originaria, cuando en verdad sólo rep ite lo trad icion a l y
en trem ezcla interp retacion es tradicionales para con stitu ir algo pre
suntam ente n u e v o .76
76 N I , 234-235.
12. La historia de la filosofía como organon de la filosofía
EL HISTORICISMO
1. E l historicismo
5 Metaph., á 'i n i n i t
S e c c i ó n i; H eg el
M e l v i l l E , M o b y Dick, chap. L II
12 loe. cit
el ser f i l o s o f í a 3 y resistirse a verlo equivaldría a la pedante
ría del ejemplo .
Para comprenderlo mejor es preciso considerar que aquella
diversidad de las filosofías debe entenderse en un sentido total
mente diferente del que resulta cuando se las enfoca según la
oposición abstracta entre verdad y error;14 la diversidad no es
un defecto o carencia, sino una necesidad esencial para la fi
losofía. Porque es cierto que “ la verdad sólo es una ”, pero esta
afirmación
25 S y s t u. Gesch., p. 113.
28 Phánom., p. 21 b.
35
Encyc., § 13.
36
op. cit.. § 86 Zusatz 2 (V III, 204).
37
op. cit., § 13.
38
Syst. u. Gesch., p. 34 d.
39
Encyc., § 14.
40
Syst. u. Gesch., p. 34; cf. p. 11S a.
41
Wiss. d. Logik, I, 74.
goría del ser, y de allí pasa a la nada, luego al devenir, más ade
lante al ser-para-sí, etc., corresponden los eleatas, los sistemas
orientales y, en especial, el budismo, Heráclito,42 los atomis-
tas.43 Y como cada categoría contiene en sí todas las anteriores,
cada filosofía resulta más desarrollada, rica y concreta que las
precedentes:
48 loe, c i t
cia de que, siendo un punto de vista unilateral, incompleto,
pretenda expresar la verdad suprema:
49 loe. cit
69 op. cit., p. 20 b.
lo Absoluto; nó ya iptXo-acupía, sino ocnoía sin más.70 La auto-
conciencia finita se convierte así en infinita, absoluta.71 De ma
nera que con Hegel culmina, y a la vez se cierra, la historia de la
filosofía, y la filosofía misma llega a su fin.
No se nos escapa que se trata de una cuestión controverti
da; pero no obstante no vemos la manera de escapar a esta con-,
secuencia si la Idea es, como Hegel sin duda sostiene, un siste
ma perfectamente cerrado, y si la filosofía hegeliana pretende
haber concillado todos los contrastes y oposiciones, si la filosofía
absoluta es la verdad y lo verdadero es el todo. Aquí, por lo
demás, no podemos, sin distraernos bastante de nuestro tema,
entrar en un estudio pormenorizado de la cuestión; nos limita
mos, pues, a una rápida observación, dejando para otra oportu
nidad su tratamiento puntual.
G. E. G. Mure,72 cuya interpretación no coincide con nues
tro punto de vista, hace sin embargo una importante observa
ción que puede aprovecharse en favor de nuestra tesis: la pre
gunta por “lo que viene después” en la historia, supone que
uno está pensando pictorially, “con imágenes” , en función de
“representaciones” (Vorstellu n gen), esto es, que sólo se tiene:
71 W W X I X 689.
Sólo Hegel logró, aparentemente, saltar sobre esta sombra [la pro
pia] —pero sólo de m odo tal que puso de lado la sombra, i. e., la
finitud del hombre, y saltó al sol^mismo. Hegel sorteó la sombra,
pero no p or ello saltó sobre su sombra, i 8
74 W W X IX , 685.
76 W W X IX 689-690.
78 M.. H e i d e g g e r , F D , p. 118.
Pero puede insistirse: ¿no es que sigue habiendo filosofía
después de Hegel? Con todo, sin embargo, no está aún decidi
do en modo alguno que Hegel no estuviese en lo cierto. ¿Es
acaso imposible imaginar que el pensar que le sucedió no sea sino
no-filosofía (cf. cap. XI, § 6), o bien derivaciones o deforma
ciones o excrecencias de su propio sistema o que el “estilo” pen
sante llamado filosofía deba ser reemplazado por otra forma
del pensar? 79 No es aquí nuestro intento enfrentarnos con
aquellas preguntas, que no son precisamente retóricas; nos bas
ta con haberlas formulado,'señalando así un problema. Hay en
cambio otra dificultad que debe ocupamos a continuación.
5. La historia co m o simulacro
82 loe. cit.
85 op. cit., p. 336. Las categorías hegelianas, según esto, serían catego
rías “ de ser” y no “ de acontecer” ; cf. op. cit., p. 346.
que la Idea representa.®6 La dialéctica, de esta manera» no puede
ser sino el “movimiento” —lógico, eterno— de la Idea, y, por
tanto» una dialéctica suprahistórica, que transportada al devenir
histórico no significa más que la actualización de las posibi
lidades implícitas.
Pero entonces es cuestión de preguntarse si esta “repeti
ción” o reiteración de la Idea intemporal en el medio del tiempo
no será nada más que un simulacro de la Idea, una reducción
de la historia a la lógica, y en definitiva un simulacro de historia,
una imagen engañosa ( TrughÜd) de la misma —pero no verda
dero acontecer (G esch eh en ), no imprevisibilidad. (Veremos en su
momento —cap. VI, § 3— que todo esto radica en el descono
cimiento del concepto de posibilidad existen ciaría, y que por ello
Hegel sólo puede ver la historia como actualización de una
esencia.)
En cuanto despliegue de la autoconciencia de la Idea —des
pliegue pensado como desarrollo y concreción—, la historia de
la filosofía representa un progreso fatal, puesto que cada sistema
es más perfecto, más rico, más completo que los precedentes. Pe
ro también el concepto de progreso se ha vuelto problemático
en nuestro tiempo; y si bien se trata de una noción que legítima
mente puede aplicarse al campo del conocimiento científico y
de la técnica (cf. cap. III, § 4 a), puesto que en este terreno
se dispone de las normas con qué determinarlo —la eficacia en el
dominio de sus objetos—, es muy dudoso que pueda emplearse
con sentido en el terreno del arte, de la religión, de la cultura
o de la moralidad. Y tampoco en el campo de la filosofía dis
ponemos del criterio y de la meta con qué “ medir” tal progreso
(cf. cap. XI, § 4); ello queda reservado eminentemente a la
filosofía absoluta, que por consistir en la autoposesión de la
Idea, posee con ella el órgano para tal valoración. Pero, ¿es que
Platón ha sido “superado”? ¿lo ha sido Spinoza? ¿es casualidad
que Platón sea más “actual” que la mayoría de nuestros “ con
temporáneos”? Si la historia de la filosofía es un proceso pro
gresivo, ¿por qué no nos limitamos a estudiar su Vollendung ,
su perfección y acabamiento en la filosofía absoluta, y en cam
bio nos entregamos, una y otra vez, al estudio de todo su pro
ceso, como hizo el mismo Hegel?
87 M. H e i d e g g e r , S D , pp. 62-63.
88 Encyc. § 214.
90 Phánom., p. 21.
99 X V I, 482.
110 Wiss. d. Logik II, 230. Cf. Encyc. § 213 (V I I I , 423). Para lo que
sigue, véase W . M AR X, op. cit., pp. 55 ss.
115 W . M a r x , o p . c i t , p. 59.
116 loe. c it
7. La Razón, y el filósofo
119 E n cyc. § 1.
120 op. cit., § 24, Zusatz 2 (V III, 9 0 ); cf. Vorlesungen iiber die Phi
losophie der Religión I, 34 (Lasson) (= W W X V , 4 0 ), II 2 , 35-36 ( = X V I, 207).
dentro del tod o son ellos [los individuos] como ciegos en él, el espíri
tu interior los im pulsa.128
128 X IX , 691.
Faust I, 192-193
9. La filosofía de la filosofía
10. La vida
2 V II, 290.
4 v m , 7.
cas en la interconexión (Zusammenhang) de la persona” ;5por
tanto, se trata de la vida que se sabe a sí misma, aquello que en
la reflexión nos es inmediatamente accesible a nosotros mismos
desde dentro y con lo que tenemos inmediata familiaridad; es
lo “ primero y lo siempre presente” , lo “ sabido de dentro” , lo
“ que se abre en la comprensión” . Constituye un hecho funda
mental y último, en el que se encuentra el punto de partida de
todo filosofar:
L a vida es el hecho fundamental que debe constituir el punto de
partida de la filosofía. Es lo interiormente sabido. Es aquello detrás
de lo cual [y a ] no se puede retroceder.6
5 V , 408.
6 V I I , 359.
7 loe. cit.
8 V III, 69 (C M 71).
9 V III, 147.
13 V , 373-374.
17 V , 405.
19 C f . V , 379.
surge en este proceso la intuición del nexo psíquico en el tiempo,
nexo que constituye el transcurso vital (Leben sverla u f)” ,20 En
este sentido, la vida es desarrollo, evolución {Entw icklung).
La vida, conexión entre el yo (S elb st) y el mundo, no se
agota en el individuo; en tanto nexo estructural y teleológico
constituye el conjunto de todas las relaciones humanas. Fácil es
comprender entonces que la determinan múltiples factores:
21 V II, 228.
22 ..VII, 229.
23 V , 11.
La naturaleza del hom bre es siempre la misma. Pero lo que en ella
hay de contenido de posibilidades de existencia, sólo la historia lo
revela.24
25 V II, 229.
28 V III, 86 (C M 139).
29 V , 379 (C M 213).
Todas las concepciones del m undo, cuando tratan de ofrecer una so
lución completa del enigma de la vida, contienen regularmente la mis
ma estructura. Esta estructura consiste siempre en una conexión en
la cual se deciden las cuestiones acerca del significado y sentido del
m undo sobre la base de una imagen de él, y se deduce así el ideal, el
31 V III, 82 (C M 134).
32 V IH , 86 (C M 138, m odif.).
33 V III, 87 (C M 139).
35 V III, 78.
bien sumo y los principios supremos para el [respectivo] m odo de
vivir. Se halla determinada p or esa legalidad psíquica según la cual la
captación de la realidad en el curso de la vida constituye la base para
la estimación de los estados y de los objetos según placer y d o lo r,.
agrado y desagrado, asentimiento y reprobación, y esta apreciación
vital constituye, a su vez, el estrato último para las determinaciones
de la voluntad.36
37 V I I I , 86 (C M 139).
40 V , 400.
42 V II, 151.
tentará abarcar la conexión interna entre “ la captación de la
realidad, la experiencia afectiva interior de los valores y la rea
lización de fines de vida” en un “ saber universalmente válido” .43
43 V, 375.
48 V III, 152.
49 V III, 150.
s0 V III, 148 (C M 101, retoc.); cf. V III, 150. Recuérdese la célebre fra
se de F i c h t e , que más adelante recogemos (cap. X, § 12, 3).
53 V III, 140 (C M 93 ).
55 V , 401,
56 V , 404.
La filosofía entonces se presenta como serie de creaciones
históricas y como pluralidad de filosofías, como una historia
dentro de la cual cada sistema da una respuesta ligada a un
determinado presente y a una determinada situación, transfor
mada la cual se transforma también la concepción del mundo
y por tanto la filosofía.57 Ya sabemos que estas soluciones se
encuentran en recíproco conflicto. Pero si bien esta pugna se
continúa de un filósofo a otro, los enemigos que en el fondo
luchan no son mortales, y si se habla de desarrollo en la historia
de la filosofía, ello habrá que entenderlo, no a la hegeliana,
sino dentro de aquella lucha:
60 V III, 152.
61 V III, 218.
resueltos de la misma manera todos los problem as. A s í se produce esa
marcha que adopta el espíritu hum ano. Destacará un problem a, que
se le figura com o el decisivo, y como ese problem a se manifiesta
en un antagonismo que se da en lo experimentado, tratará de resol
verlo partiendo de uno de los dos lados de la cuestión.
64 VIII, 111.
presentativa, “ valor” de la afectiva, “ fin” de la volitiva, y del
mismo modo como en el sujéto no podemos retroceder hasta un
principio o fundamento a que se reduzcan tales actitudes, tam
poco podemos reducir aquellas categorías una a otra ni a nin
gún principio más hondo. Sólo el recurso a sofismas o la de
formación de las estructuras de la vida destacando arbitraria
mente un aspecto en perjuicio de los otros, podrán lograrlo:
68 V III, 37.
Los “ sistemas de la metafísica han caído*’ ,69 y la filosofía enton
ces tendrá que ocuparse, ya no del enigma de la vida, sino de re
flexionar sobre sí misma: la filosofía de la filosofía, la propia
filosofía de Dilthey, he aquí la única filosofía legítima:
69 V , 11.
70 V III, 13.
15. La solución del problema
74 V III, 39.
75 V III, 171, Cf. V III, 172: “Mas esta inteligencia plena y efectiva
( wirkliche) contiene también en sí la religión o metafísica o lo incondicio-
nado com o un lado de su realidad, y sin éste jamás es real ( wirklich) ni efi
caz (w irk sam )” .
sofía de la filosofía, la concepción histórica del mundo, la auto-
gnosis histórica, reflexiona sobre la vida.
76 V III, 77-78.
77 V , 406.
83 V , 406.
84 V III, 226.
colmar una ruptura y dar término a la historia filosófica. Pero
si ese término en Hegel celebraba con júbilo la ‘“ consumación”
del espíritu y el advenimiento del “ concepto absoluto” , el “ rebo
sar de la infinitud” del “ cáliz del reino de los espíritus” 85 la
“ última palabra” de la conciencia histórica es la resignación :
86 V , 390. Cf. V , 409: “ Todo coopera para que eí hom bre se haga más
libre y abierto para la resignación y para la dicha de la entrega a las grandes
objetividades de la vida” (C M 244 retoc.).
la historia para abarcarla en función de los tipos que en ella
se realizan a modo de ideas platónicas,8 7posibilidad que tropieza,
en irremediable conflicto, con la convicción dilthey ana de que to
da comprensión ha de efectuarse en estrecha relación con el
momento histórico respectivo. Se -trata en definitiva de la con
tienda entre lo concreto y lo universal que tiene su base en la va
cilación sobre la que se mueve el concepto fundamental de “ vi
da” .
En efecto, la “ vida” , cimiento de todas las manifestaciones
espirituales, constituye, en tanto realidad irreductible a cualquier
otra y a la vez explicativa de las demás, el principio metafísica 88
fundamental; la filosofía de la filosofía resulta desenmascararse
como filosofía de la vida (Lebensphilosophie). Pero esta especie
de superfilosofía o metafilosofíá que pretende colocarse por en
cima de la historia, más allá de la pugna entre las concepciones
del mundo, la filosofía de la vida, ¿no es ella misma también
una concepción del mundo, ahora esteticistá, y en pugna con las
otras? ¿Puede decirse que acabe con la lucha y la anarquía una
97 I V , 250.
99
C f. V , 415: “T o d o comportamiento anímico busca un punto firme
sustraído a la relatividad.”
102 Cf. V III, 85: “ [ — ] la realidad [...] es siempre y por doquier la mis
m a” . D i l t h e y se mueve inequívocamente dentro del horizonte cartesiano
(cf. cap. III, § 7); cf. V , 90 (pasaje que se cita en Sein und Zeit, p .2 05, nota;
tr. I a- 236-237, 4 a- 22 6): “ Pues sí ha de haber para el hom bre una ver
dad universalmente válida, es necesario aplicar el m étodo propuesto p or pri
mera vez p or Descartes, abriéndose el pensamiento un camino desde los he
chos de la conciencia hasta la realidad externa” (trad. G aos).
M í o (¿id, 12
1. E l prestigio de la ciencia
4 loe. cit. , erad, esp., Investigaciones lógicas, IVIadr " Revista de Oc
cidente, 1929, I, 31-32.
5 .Aporética de la aporética
18 op. cit., p. 67
26 op. c i t , p. 44.
30 Monadologie, § 7.
se abundará en el próximo capítulo), y de modo parecido te-
tenemos que preguntarnos si el “ mundo’ ’ o el ‘‘sentido de la
vida” —tan esenciales para la filosofía— son nada que pueda
propiamente llamarse “ objetos” ni nada que nos sea “ dado” .31
Con respecto a lo que ocurra con el “ ser” mismo, de ello también
tendremos que ocuparnos luego in extenso (espec. cap. IX» § §
5 y 6 ); baste por el momento con apuntar que el ser, justo
por ser tal, no es ente. Y por último conviene agregar que aque
lla “ indiferencia” , que Hartmann postula, del objeto respecto a
su ser conocido está estrechamente vinculada con su manera
de entender la acción como relación inversa a la de conocer, y
donde, por lo demás, tal acción está muy lejos de encontrarse
ontológicamente aclarada (cap. X, § 18).
e) Conocimiento y acción, reconoce Hartmann, son rela
ciones entre entes: entre el ente-sujeto y el ente-objeto. Por de
trás, pues, de la relación de conocimiento —y, respectivamente,
de la acción— ha de haber entonces una relación ontológica.
Mas “ qué sea esta relación ontológica detrás de la gno se©lógica,
esto es justamente la aporía ” ,32 pues:
34 Cf. SZ, § 13, y p. 208 c-d (1 > 239-240 ; 4 a* 228-229) y nota. Sobre
el origen “ práctico” del conocimiento, véase D. CRUZ VBLEZ, Filosofía sin
supuestos, Buenos Aires, Sudamericana, 1970, pp. 265-273, y H e l e n e
W eiss, Kausalitat und Zufall in der Philosophie des Aristóteles, Darm-
stadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1967, pp. 99-148.
36 Si bien no basta con ello solo para que aparezca la ciencia; cf. cap.
V H Í, § § 2 y 3.
nocimiento como “ expreso ‘dirigir-ía-mirada-a” (ausdrüchliches
Hinsehen) o actitud contemplativa: ésta permite que el ente
aparezca “ sólo no más que en su puro aspecto (Aussehen) ,
(cióos ) ” ,37 y lo determina en cuanto tal.
El conocimiento no es, según esto, una relación originaria,
sino un tipo particular de encuentro óntico entre dos entes, fun
dado en una especie de familiaridad precognoscitiva del uno con
el otro, en un encontrarse el “ sujeto” como habitando entre
los entes: y sólo sobre la base de tal “ familiaridad” puede re
sultar luego el conocimiento, como relación derivada, y, ade
más, deficiente, en tanto representa un empobrecimiento —ser
“ nada más que” — medida respecto de la riqueza inherente a
la primaria relación de presencia, de familiaridad, entre el hom
bre y los entes (relación que más adelante se analizará con ma
yor detalle, cap. V I, § § 6 -8 ). De todos modos conviene agre
gar, para evitar malentendidos, que tampoco la vinculación “ prác
tica” es propiamente originaria; sino que tambiéi. ella está fun
dada en aquella primaria “ familiaridad” como en su condición
previa38 (cf. cap. V II, § 5, y cap. X, § 18).
37 S Z loe. cit.
42 R egu la e. V III (A .-T . X, 396). Esta doctrina la form ula Descartes sin
em bargo con alguna vacilación; cf. L. J. BECK, T h e M eta p h y sics o f Descartes ,
O xfo rd , A t the Clarendon Press, 1967, pp. 176-177 y 205-206.
La antigua y famosa pregunta con que se creía estrechar a los ló
gicos y se trataba de ponerlos en la alternativa o de dejarse sor
prender en un miserable dialelo o de confesar su ignorancia y por
ende la vacuidad de tod o su arte, es la siguiente: ¿qué es la verdad?
L a definición nominal de la verdad, a saber: que es la coincidencia
del conocimiento con su objeto, se concede aquí y se presupone.
Se desea empero saber cuál sea ei criterio general y seguro de la
verdad de cada conocimiento.43
45 B X V I (trad. I, 30).
cuán diversas pueden ser las opiniones tocantes a una misma mate
ria, sostenidas todas por gentes doctas, aun cuando n o pu ed e ser v er
dadera más que una sola [... ].49
Kant, por su parte, se formula de manera expresa la pre
gunta acerca de “ si puede haber más de una filosofía” , para
responderla negativamente:
como, considerando objetivamente ia cuestión, sólo puede haber una
razón humana, así tampoco puede haber muchas filosofías, es decir,
sólo es posible un sistema verdadero de la misma según principios,
por más diversa y con frecuencia antagónicamente que se haya filo
sofado aun sobre una misma proposición. A sí dice el m oralista con
derecho: no hay más que una virtud y doctrina de la misma
el q u ím ic o , que hay sólo uña quím ica (la de Lavoisier); el m aestro
de m e d icin a , que hay un solo principio para la clasificación sistemá
tica de las enfermedades (el de B ro w n )
9. La verdad proposicional
54 Cat. 4, 2 a 7.
55 Cf. S Z 32-33 (1«-. 37-38; 4*- 42-43); EiM 44. Cf. D e interp. 1,
16 a 12.
56 Categ. 4 , 2 a 8-9.
Sólo que en tal caso ya no sería una proposición que como pro
posición concordase con la cosa. Por tanto, “ ¿cómo la proposi
ción, justamente en tanto persiste en su esencia [de proposición],
puede adecuarse a algo otro, a la cosa? ” 67 Estas preguntas sólo
pueden responderse si se logra determinar primero de manera su
ficiente la relación que se da entre la proposición y la cosa (cf.
cap. V II, § 1). Mas para ello, a su vez, es preciso una investiga
ción previa sobre el ser del hombre.
65 Cf. W W , en W eM 78-79.
67 loe. cit.
ta oscuridad. De ahí que al pensarse a la verdad como “ coinci
dencia” no se pudiese echar ninguna luz sobre el sentido de esta
relación.
Ahora bien, contra todo lo que creyó la filosofía moderna,
lo primario no es un sujeto pensado (implícita o explícitamente)
como substancia, con sus estados de conciencia o representacio
nes volteando en él, de manera que circunstancialmente estas
representaciones hubieran de poder compararse —aunque no se
sabe cómo— con las cosas mismas. Tampoco se trata, al menos
en primera instancia, de que el “ sujeto” realice un acto de juicio
o piense una proposición, referidos a una situación objetiva con
la que puedan coincidir o no. En efecto, cuando enunciamos:
“ la puerta es verde” , no alcanzamos originariamente la puerta
verde mediante la proposición; sino que, por el contrario, la pro
posición supone que ya antes hemos tenido acceso a la cosa, y
que sólo gracias a este acceso originario podemos luego determi
nar si esa proposición (u otra cualquiera) es verdadera o falsa.
La experiencia primaria, soslayada por la “ fenomenología
del conocimiento” , dice pues que ante todo y por lo pronto la
cosa misma se nos muestra, que nos hallamos en presencia de
ésta (cf. § 5 b) en una relación de familiaridad con ella (§ 6 ),
inmediatamente referidos a ella, en el ejemplo, a la “ puerta ver
de” misma. Antes de cualquier enunciación posible estamos ya
bei dem Ding, para emplear la expresión de Heidegger: “ cabe”
la cosa, junto a ella, a la manera como nos encontramos en nues
tra casa ( bei), con la familiaridad, aproblematicidad e inmedia
tez con que habitamos nuestra casa y con que nos hallamos y
movemos respecto de las cosas que la pueblan. La proposición,
la adaequatio y el conocimiento se fundan en el previo ser-fami-
liar-con-las-cosas del hombre.
Resulta entonces necesario intentar poner a plena luz tal
relación de familiaridad. Pues para evitar las “ aporías” del cono
cimiento no basta con mostrar la radical insuficiencia ontológica
del concepto de “ sujeto” ( “ substancia” ) con que se ha movido
la filosofía, sino que es preciso determinar, ahora positivamente,
el ser del hombre como inmediato ser-junto-a-las-cosas. Empren
der, pues, una rápida caracterización de la estructura de la exis
tencia humana constituirá el tema del próximo capítulo.
L A ESTRUCTURA DE L A EXISTENCIA
Ich weiss nicht, was ich bin; ich bin nicht, was
ich weiss;
Ein Ding und nit ein Ding, ein Stüpfchen und
ein Kreis.
4 SZ 12 d ( I a- 15 c; 4 a*22 c).
pensada a partir de la verdad [i.e., del estado-de-no-oculto} del
ser como tal” .5
Puede decirse, pues, que el vocablo Dasein “ nombra el
punto en que se cruzan el hombre y el ser. Este cruce es la
dimensión esencial en que se encuentra el hombre” .6 Porque
el hombre es el único ente que tiene con el ser la esencial
relación que consiste en comprenderlo. También podemos decir
que el Dasein es —metafóricamente hablando— el “ lugar” (da)
del “ ser” (Sein), el lugar donde el “ ser” se muestra.7 A la vez
que ese “ da” del Dasein indica su referencia a un lugar y tiempo
determinados.
El ser del hombre, la existencia, es la comprensión-del-ser;
el hombre “ sabe” del ser en general, y por tanto de su propio
ser (que es la comprensión-del-ser), el cual entonces le preocupa
esencialmente. A diferencia de los otros entes, que están sim
plemente dados, el hombre es esencial interés por su propio ser;
éste no sólo no le es indiferente, sino que en su ser él es este
interés por su ser:
El hombre, entonces:
7 Cf. “ Para designar a la vez y con una sola palabra tanto la referen
cia del ser a la esencia del hom bre, cuanto también la relación esencial del
hombre a la apertura [O ffe n h eit] ( “ a h í” ) del ser como tal, se eligió el
término ‘Dasein’ para el dominio esencial en que el hombre está ( steht) co
mo hom bre.”
8 S Z 12 b ( I a- 14 d; 4 a-21 e).
abierto éste a él mismo. La comprensión-del-ser es ella misma una
determinación-de-ser del Dasein. L o ónticamente señalado del Dasein
reside en que éste es ontológico.9
10 SZ 42 a ( I a- 50 a; 4a-53-54).
antemano los determina en su ser —el ser, que no es cosa alguna
ni siquiera ente (cf. cap. IX, § 5; cap. X, § 6 ).
2. Cadacualidad y quehacer
16 SZ 42 e ( I a- 50 e; 4a-54 e).
es “ cerrada” , fijada por la esencia): “ Este género de posibili
dad no pensada a partir de la realidad a realizar [...] es funda
mentalmente ‘abierta’ y déjase transformar en una nueva ‘ fuerza
de lo posible’ . ” 17 No puede decirse, entonces, que el hombre
“ tenga” posibilidades, sino que ES sus propias posibilidades en
cuanto que, por tener-que-ser, es dirección-hacia-su-ser, pues sus
determinaciones no son algo dado que resulte de una essentia
(cf. § 4), sino de la relación con sus posibilidades. La posibi
lidad se la piensa aquí como lo que justamente no puede llegar
a “ realizarse” , porque ello contradiría la determinación ontológi
ca del hombre,18
19 S Z 143 c ( I a 166 b; 4* 1 6 1 b ).
21 loe. ci t.
El hom bre es un ente que es en medio del ente, y por cierto de modo
tal que en ello siempre ya se le ha hecho patente el ente que él no
es y el ente que él mismo es. Este m odo de ser (Seinsart) del hom
bre lo llamamos existencia. Sólo sobre el fundamento de la com
prensión-del-ser es posible la existencia.15
23 EP.
25 K M 205 d.
31 SZ 42 c ( I a- 50 c; 4a- 54 c),
b .E l mundo
37 C f. S Z 45 a ( I a- 53 a; 4a- 57 a ).
38
H e i d e g g e r se r e fie r e a un “ c a m b io e n la e s e n c ia ” , pero en r e la c ió n
c o n el te m a d e l p en sar d e l ser y la s u p e ra c ió n d e la m e ta fís ic a , e n la “ In tr o -
den, frente a lo cual habría otra cosa o conjunto cósico de co
sas llamado “ mundo” . Pero ni el hombre es cosa ni lo es el mun
do; por el contrario, éste es constitutivo de la existencia. Un hom
bre como pura subjetividad, sin relación ninguna intrínseca con
las cosas, sería un fantasma de hombre. A pesar de lo que haya
pensado con Descartes prácticamente toda la filosofía moderna,
la suposición de un cogito subsistente, de una conciencia repre
sentativa encerrada en sí misma con sus propias representaciones,
no es un hecho, no es ningún fenómeno, no es un dato de nues
tra existencia, sino una construcción especulativa de la filosofía.
El ego cogito es sólo una abstracción —es decir, algo irreal—, por
que para llegar a él se ha eliminado la concretez misma en que
consiste el que piensa; menos todavía que una abstracción o una
fantasía: un puro espectro dt sí mismo, porque yo sin mundo,
sin relación con las cosas y las personas, no existo, no soy en rea
lidad nada. En lugar del ego cogito hay que afirmar que yo soy-en-
el-mundo, o. si se nos permite la expresión, que soy “ mundean-
do” (con lo cual se apunta al carácter “ humano” del mundo).
El ser-en-el-mundo —lo señala la frase misma— constituye
una estructura compleja, una totalidad integrada por varios
miembros articulados de modo determinado, no un simple agre
gado de partes. Habrá que considerar entonces sus diversos inte
grantes, pero sin olvidar nimca que cada uno de ellos sólo tiene
sentido en función de la totalidad que contribuye a constituir.
Examinaremos pues, sucesivamente: 1. el mundo; 2. el ser-en, el
especial y complejo tipo de relación que se da entre el Dasein y
el mundo; y 3. el quién que por lo pronto y regularmente es en
el mundo.
El “ mundo” no se lo entiende aquí como especie de “ reci
piente” cósmico “ dentro” del cual estarían las cosas y los hom
bres. Para despejar este posible equívoco basta señalar que el
“ en” de la expresión ser-“ en” -el-mundo no tiene en absoluto sen
tido espacial, sino que, por el contrario, indica la relación del
Dasein con el mundo señalando su “ ocupación” y “ preocupa
ción” con él —como cuando decimos que Fulano está “ metido
en sus asuntos” , o está “ enfrascado en sus estudios” , o que “ su
vida transcurre en los negocios” . Está perfectamente claro que en
ninguna de estas expresiones tiene el “ en” sentido locativo, y
que en cambio significa el modo de vincularse el hombre con las
cosas y con las personas ocupándose y preocupándose de ellas:
40 C f. S Z 64 (Xa- 75).
6 . La disposicionalidad
46 W G 44 b = W eM 64 a.
47 N I , 55 a.
dor” , tendría el mismo valor, es decir, la misma falta total de va
lor, la misma neutralidad absoluta, que las imágenes de un film
absolutamente en blanco. Ahora bien, ni el mundo ni nosotros
mismos somos tai “ espectáculo” ; por el contrario, nos dominan
nuestras preocupaciones, así sean las preocupaciones teoréticas.
Todo esto significa entonces que los entes y nuestra existencia
no se nos revelan, en cuanto que son, por vía intelectual o
cognoscitiva, sino de modo mucho más hondo o con-movedor.
“ Las posibilidades de apertura del conocer se quedan demasiado
cortas frente al abrir originario de los temples.” 43 Si el hombre
fuese sólo “ teorético” , nada le concerniría, nada le afectaría
—por ejemplo, como amenazador, o amable, o aun como inser
vible, resistente, gastado, etc .;49 mas sí de hecho todo esto se nos
“ abre” , ello quiere decir que somos- entes capaces-de-afección,
radicalmente dis-puestos.50
La disposicionalidad, entonces, le revela al hombre ante to
do el hecho bruto de que existe, y que esa existencia suya “ le
va” : le permite “ sentir"1
’ que existe --cosa que jamás podría “ sa^
ber” mediante ninguna otra vía—, que se encuentra ahí, de una
u otra manera, ya siempre existiendo con un cierto pasado, co
mo una especie de lastré que no puede esquivar. Por la disposi
cionalidad, al hombre se le manifiesta su estado-de-yecto (Gewor
fenheit), es decir, la circunstancia esencial para la existencia hu
mana de que se encuentra siempre “ arrojada” o “ lanzada” ( “ yec-
ta” ) en el mundo, y en él des-amparada.
En sentido estricto, el estado-de-yecto equivale a la fad ici
dad (Faktizitát); ésta, a su vez, significa dos cosas. En primer
lugar, señala que el hombre es, que es sin que —digámoslo así—
se le haya preguntado si quería existir o no, sino que, por el con
trario, se encuentra siempre ya existiendo antes de cualquier deci
sión suya; por ello precisamente se dice que se encuentra “ arroja
do” (yecto) en la existencia. Existiendo además en lugar y tiem
po determinados, que tampoco ha elegido, en circunstancias que
no dependen de él, sino a las que ha sido “ lanzado” : un determi
7. La comprensión
52 W G 43-44 = W eM 63 c.
Es decir que
61 SZ 144 b.
62 K M 212 d.
63 Cf. W G 43 b = W eM 63 a.
8 . El lenguaje66
porque
9. Autenticidad e inautenticidad
10. La preocupación
80 P la t ., Fedón, 114 d.
11. La trascendencia
Aunque más adelante habrá que volver sobre este tema, con
viene en este punto adelantar algunas precisiones. Dijimos que
la existencia designa la relación del hombre con el ser; ahora
agregamos que la trascendencia señala esta misma relación, pero
poniendo de relieve en ella el momento dinámico, el movimiento
“ desde... hacia...” ^
La trascendencia no es una “ facultad” o atributo del ente
llamado “ hombre” , sino su ser mismo; es el acontecimiento fun
damental ( Grundgeschehnis) en que el hombre acontece (ge-
schieht), esto es, la historia ( Geschichte) primordial.83 El hombre
“ es” (es decir, “ acontece” ) en tanto transgrede sus límites natu
rales, en cuanto se pro-yecta más allá de todo lo que en él es “ na
turaleza” , más allá de la constitución biológica de los instintos,
del contorno vital, de lo relevante para sus necesidades inmedia
tas. Por ello es capaz de decir “ no” a sus impulsos, a la “ vida” : es
el “ asceta de la vida” , según la feliz expresión de Scheler,84 Lo
trascendido en el trascender, pues, es la naturaleza,85 la totalidad
del ente en tanto el hombre se halla “ dispuesto” en medio de
82 KM 213 c.
85 WG 18 b in fine — WeM 35 a.
ella.86 En cuanto al terminus ad quem del trascender, no es si
no el mundo como proyecto de significatividad, como “ sistema”
de las posibilidades proyectadas, donde el ente, sobrepasado en
el trascender, “ reaparece” como accesible, integrado en una tota
lidad de sentido. Ese mundo constituido en el trascender tiene
siempre una “ forma” o figura fundamental,87 que no es sino el
ser mismo tal como en-cada-caso se lo comprende, la “ figura”
que en cada caso asume (como ¿5ea, como ovoía, actus purus, es
píritu absoluto, voluntad de poderío, etc.), bajo cuya respectiva
condición tan sólo se muestran los entes en totalidad (cf. p. 403).
En el trascender, pues, se constituye la comprensión-del-ser.
La ex-sistencia humana es el movimiento mismo “ desde... .
hacia...” . Pero no se trata de un movimiento absoluto, infinito,
como el de la Idea hegeliana, porque en ese movimiento el hom
bre no se despoja jamás de la cautividad en que lo tiene el ente,
en medio del cual “ se encuentra” dis-puesto, ya que la dis-po
sición es esencial para su ser y siempre necesita del ente para
existir: la trascendencia (comprensión, proyecto) es entonces
siempre radicalmente finita (disposicionalidad, facticidad, depen
dencia referencial). Sin embargo, esta finitud de la trascendencia,
del hombre, no puede entenderse en el sentido de la mera finitud
de entes como las piedras o animales, es decir, como si estuviese
establecida por una esencia fija que lo predeterminara en lo funda
mental en cada uno de sus pasos, como el animal, incapaz de
sobrepasar su medio. El horhbre, según lo expresara Pico della
Mirandola, es un ente de “ naturaleza indeterminada” , sin “ mora
da fija ni aspecto propio ni tarea peculiar” . Ni dios ni bruto, no
pertenece al ser pleno ni se encuentra encerrado en el reino natu
ral (el reino de las “ naturalezas” , L e., “ esencias” ), ningún límite
lo estrecha porque en él se hallan “ las semillas de todas las espe
cies y los gérmenes de todas las formas de vida” — las semillas
y gérmenes, esto es, las posibilidades, de manera que de su li
bertad depende lo que haya de ser.88 El hombre, entonces, po-
87
Cf.: “ [...] con el mundo se da un aspecto (imagen) (B ild ) originario,
el cual, no captado expresamente, no obstante hace las veces justamente de
modelo ( Vor-bild) para todos los entes manifiestos” (W G 36 b = WeM 55 a).
88
Cf. Oratio de dignitate hominis, trad. A. Ruiz Díaz, pp. 42*43 (cf.
cap. III, n. 68). Cf. B. G r o e t h u y s e n , Antropología filosófica, trad. esp.,
Buenos Aires, Losada, 1951>pp. 185 ss.
dría decirse que no es simplemente “ finito” , sino continuo trans-
gresor que a cada instante sobrepasa los límites para encontrar
otros; por tanto, trans-finito.89
ót¡\ ovv hacer patente aquello de que “se habla” en el habla. Aris
tóteles explícito más rigurosamente esta función del habla co
mo anapaíveodai. El A070? deja ver (ipaíveo-d-ai) algo, a saber,
aquello sobre que se habla, y por cierto para el que habla (voz me
dia) o a los que hablan unos con otros. El habla “deja ver” aíro...,
a partir de aquello mismo de que se habla. En el habla (aTJCKpavoK)
en la medida en que es genuina, aquello que se habla debe sacarse
de aquello sobre que se habla, de manera que la comunicación habla
da hace patente en lo dicho aquello sobre lo que habla, v así [lo hace]
accesible al otro. Ésta es la estructura del \c>7<X como á7ró¿>cu>aic;.3
5 loe. cit.
8 Ilias, I (I X ), 312-313.
lo que no está oculto para el saber común (áAr^é? [...} ro
\r¡&ov t t ) V i<,oivr}v yvcófíriv)” .9
no es evidente { einsichtig) por qué algo que es, deba estar oculto.
¿Qué acontecimiento es éste, por el cual el ente viene a parar a un
estado-de-oculto del que lo debemos volver a arrebatar? Pero esto
no lo pensaron los griegos ni los que los siguieron —fue su suelo
natural.11
10 EP.
14 EP.
ra la cosa penetra en el ámbito de desocultamiento dei hombre,
y en tal sentido acontece la historia (cf. cap. X, § 8 ).
Por lo tanto es preciso separar con rigor tal avenencia y
recepción de la verdad, de la pertenencia de la misma.
15 EP.
16 EP.
sas, es patente (abierto) por s¿ mismo; en cuanto ex-siste, es en
e s t a d o -de-no-oculto, mientras que ias cosas sólo son patentes (des
cubiertas) por obra de un hombre.
19 EP.
20 ibid.
handenes) es esencialmente común (gemeinsam) ” .22 Por ejemplo,
un hombre pinta, habla, cultiva la tierra, adora sus dioses, hace
la guerra, o simplemente contempla un paisaje o el cielo estre
llado. Entonces se le acerca otro hombre; y esto quiere decir que
el segundo entra en el ámbito de patencia del primero —con su
propio ámbito: su lenguaje, los dioses a que rinde culto, sus ro
pas o armas, su actitud hacia el primero. (Y , a la inversa, el pri
mero entra en el ámbito propio del segundo.)
Y cuando hablamos del ser-con, no mentamos por cierto
la relación espacial de proximidad, ni ninguna otra relación lo
cal, que aparece sin embargo en el ejemplo; porque, por el con
trario, dos hombres bien pueden ser-con en la más remota leja
nía y sin “ conocerse” siquiera: por ejemplo, cuando ambos, uno,
digamos, en Canadá, el otro en la Polinesia, investigan la físi
ca solar, algo común; pues el M it, el “ con” , “ señala hacia una Ge-
meinsamkeit” ? 3 Ser-con significa participación en algo común;
y este algo común es el respectivo ámbito de patencia o zona de
lo no-oculto, la verdad como estado-de-no-oculto. Somos-con
en la medida en que, de un modo u otro, nos comportamos
respecto de algo común; de manera que “ Miteinander es partici
par (Sich-Teilen) en la verdad del ente” ,24 existir-con quiere de
cir entrar, o haber entrado, en el ámbito de patencia del otro.
Tal ámbito es, en definitiva —esto es, en toda su amplitud—,
el mundo.
Un excelente expositor de Heidegger describe este fenóme
no valiéndose como ejemplo de la visita a un museo; mientras
contemplo el cuadro, aparece otro visitante:
22 ibid.
23 ibid.
24 ibid.
30 SZ 219 c ( I a- 2f>l d; 4a- 240 a). Cf. cap. VI. § 4, nota 27.
34 loe. cit.
te siempre en relación de familiaridad con un círculo o ámbito
determinado de entes: los de su inmediata ocupación, por ejem
plo. En ambos sentidos, pues» la verdad queda afectada por la
fadicidad, y, con ello, por la finitud. Lo cual a su vez señala
ya hacia los fenómenos de la no-verdad y del error.
Porque si el hombre es en la verdad sólo de modo tácti
co y finito, si en cada caso lo que le es en estado-de-no-oculto
es un mundo determinado y un determinado ámbito de patencia,
tendrá que ocurrir a la vez que en cada caso también sea el
hombre en la no-verdad, es decir, en estado-de-oculto. La afirma
ción de que el Dasein es-en-la-verdad señala “ la condición de po
sibilidad de algo tal como error y no-verdad” , porque “ sólo a un
ente tal que de por sí reside (aufhált) en el estado-de-no-o culto,
al que con su ser otro ente es abierto, sólo a un ente tal puede
también quedarle oculto otro ente ” .35
3) El Dasein se proyecta comprendiéndose, y esta compren
sión puede efectuarse, o bien desde el “ mundo” concreto en que
existe y desde los otros, o bien “ desde su más propio o auténtico
poder-ser” . Según esto, el estado-de-abierto será inauténtico o
auténtico: este último “ muestra el fenómeno de la más originaria
verdad en el modo de la autenticidad {Eigentlichkeit)” . El más
originario y más auténtico estado-de-abierto es “ la verdad déela
existencia” .36 (Cf. cap. V I, § 6 .)
4) Y no sólo la finitud en general, sino en particular esa
modalidad suya que es la caída interesa en este punto. En efec
to, por lo pronto y por lo general, el hombre se encuentra caído,
perdido entre los entes de que se ocupa, “ es” perdido en el “ mun
do” como conjunto de los entes de su ocupación. En la caída
se distinguen tres fenómenos: las habladurías, la avidez de nove
dades y la ambigüedad. En tanto que la función genuina del len
guaje consiste en damos acceso a los entes (cf. § § 1 y 2 ), las
habladurías (Gerede) lo impiden, porque lo que le interesa al
“ uno” es tan sólo que “ se hable” , le interesan únicamente las
puras palabras y absorberse en ellas, con lo que se pierde el con
tacto con las cosas. La avidez de novedades (Neugier) es la de
gradación de la genuina curiosidad impulsora del verdadero saber;
as la búsqueda de lo nuevo por puro afán de novedad y distrac
ción, y para saltar otra vez a lo que “ se” da por nuevo en el ins
tante siguiente; es correr de una cosa a otra sin detenerse ni
ahondar en ninguna. De manera que “ uno” termina por no dis-
35 EP.
38 ibid.
E l Dasein, puesto que es esencialmente cadente, según su constitu
ción-de-ser es en la "no-verdad
12. La no-verdad
44 Com o, sin embargo, traduce Gaos; cf., poV ejemplo, I a- 255 línea 3
(4 a* 243, línea 5), tom ado al azar.
45 EP.
to ’ ” .46 La caída es lo que obliga al hombre a luchar y vencer
la ocultación y la desfiguración para lograr el estado-de-descubier
to del ente. Por ejemplo, puede ocurrir que se corte la relación
entre el lenguaje y las cosas mismas de que se habla, que nos que
demos con las palabras sin ponemos propiamente en contacto
con el ente mismo, el fenómeno de las habladurías o cháchara:
48 EP.
49 EP.
d o - d e - o c u l t o como no-verdad auténtica es aquel .“ del que provie
ne todo ‘estado-de-des-oculto’ o ‘estado-de-no-oculto’ , y que, en
tanto ‘misterio’ , domina por completo al Dasein” .50
Así, v. gr.,
56 W W 16 c = W eM 86 a.
tanto, el mismo que eí modo de ser del hombre, L e., la existen-
cia. Entonces Heidegger puede afirmar que la verdad “exis
te” (con una expresión, por lo demás, que puede incluso tener
un sentido polémico, pues Bolzano, en efecto, sostenía que “ una
verdad no es nada existente” ) . 57
Sólo porque existen [es decir, porque tienen la form a de ser propia
del h om bre], sólo por ello las proposiciones referentes al ente pueden
ser verdaderas; y sólo porque los enunciados son y pueden ser ver-
dad eros, pueden "valer ” las proposiciones. Si no existe ningún Dasein,
tampoco existe verdad ninguna —e igualmente tampoco existe ningu
na no-verdad. Entonces no hay (ís f) sino la noche absoluta, en la que,
com o dice Hegel, todos los gatos son pardos.58
58 EP.
61 Cf. W eM 270 e.
de mí como hombre; pero que se trate concretamente de una ro
ca, por ejemplo, y de tal o cual peso y forma, no depende por
cierto de mí.
Esta argumentación rara vez yerra su meta. Pero reposa en una especie
de intimidación. En la tesis de que la verdad se encuentra en el sujeto
en tanto sujeto, y que p or tanto es subjetiva, nada hay que cambiar,
ciertamente. M as la cuestión es ésta: ¿qué quiere decir aquí “ sujeto” ,
y, p or tanto, “ subjetivo” ? Porque esto no se dice en la argumenta
ción anterior, y sin embargo es preciso aclararlo. Bien pudiera ser
que justamente porque, y sólo porque, la verdad pertenece al Dasein,
la verdad no puede ser en absoluto algo subjetivo, si tomamos [la pa
labra] “ subjetivo” según la concepción tradicional —que supone un
“ y o ” que está enquistado en sí y está cerrado y aislado (abgeschlas-
sen) respecto de los otros entes.
el hom bre ante todo resulta instalado en medio del ente, de modo
que puede y debe regirse (richten) por él. Sólo la pertenencia, de la
verdad a la constitución esencial del Dasein garantiza una posible:
objetividad de la verdad. Por cierto que la pertenencia de la verdad al
Dasein exige una esencial relatividad de la verdad, que sin embargo
no pone en peligro su objetividad, sino que señala la multiplicidad y la
riqueza en que la verdad puede transformarse.65
64 EP.
65 EP.
respecto, mostrar cómo ocurre tal derivación y, con ello, el ca
rácter también derivado de la “ coincidencia” o “ concordancia” .66
El lenguaje o “ articulación” es inherente al estado-de-abier
to como ser-en; de ahí que el Dasein como “ descubridor” de los
entes se exprese en proposiciones: éstas dicen los entes del
modo cómo son descubiertos, y quien escucha la proposición
también se coloca por ello en relación descubridora respecto de
lo descubierto que la proposición expresa.
El estado-de-descubierto queda conservado ( verwahrt) en
la proposición en tanto proposición “ sobre” tal o cual cosa. Y
¿íésde este momento la proposición se convierte en una especie
de útil o instrumento (Zuhandenes) que puede ser “ manejado”
—recogid o, guardado y repetido— como cualquier otro instru
mento, y donde queda conservado el estado-de-descubierto. De
este modo el hombre, sin necesidad de experiencia originaria,
puede ponerse en relación con lo descubierto, meramente escu
chando o leyendo la proposición. Es lo que ocurre usualmente,
justo porque el “ uno” se atiene a lo que “ se dice” . ¿
Ahora bien: si el hombre quiere con todo lograf la expe
riencia originaria —el “ contacto” directo con el ente de que se
trate—, la proposición entonces deberá comprobarse como pro
posición que efectivamente descubre (§ 1 ). Tal comprobación:
68 ibid.
M e l v i l l e , M o b y Dick, chap. C C X X V II
6 EP.
y que le prestaría sus determinaciones —sus “ límites” , su de-fi-
nición; menos todavía se intenta caracterizarla en función de
ninguna ciencia particular dada (positiva) (Descartes, positivis
mo, etc .).7 Por el contrario, de lo que se trata es de hacer pa
tentes los límites esenciales de toda ciencia como camino para
penetrar en el “ territorio” propio de la filosofía, desde el cual
tan sólo pueden fijarse las fronteras de la ciencia, ensayar su de
finición y medir sus posibilidades esenciales. Aquí es la filoso
fía la que traza la figura de la ciencia, la que la funda —no la
ciencia a la filosofía — Por lo demás, este camino que conduce a
la filosofía a través del dominio de la ciencia, no es por cierto el
único posible, sino solamente uno. Podría también transitarse
la senda que lleva a la filosofía partiendo de la existencia cotidia
na, o del arte. Por qué Heidegger elige precisamente aquél, es
cosa que podemos conjeturar quizás porque tai recorrido permite
a la vez comprender el carácter “ teorético” —y, en tal sentido,
“ científico”— de la investigación filosófica. Nosotros lo elegimos
porque vemos en la “ ciencia” el origen del prejuicio que con
vierte la multiplicidad de la tarea filosófica en “ anarquía” (cf.
cap. IV, § 17).
Para los griegos más antiguos, el sol era el dios Helios que todas las
tardes se sumerge en el Océano. Más tarde el sol es un disco, luego
una esfera que se mueve en tom o de la tierra. Y pronto cae también
esta concepción, y ahora la tierra se mueve alrededor del sol. Y por
últim o: este sol con su sistema de planetas no es más que uno entre
muchos otros sistemas. ¿Dónde está, pues, la verdad? ¿Nuestra astro
nom ía puede afirmar que el m odo y manera cómo ella ha descubier
to el cosmos sea la verdad? ¿Y que entonces la concepción anterior
sea falsa y que la concepción m ítica sea una superstición y un error?
D ebem os acordarnos de que nosotros —aún en la época de la
desintegración del átomo— contemplamos alguna tarde la caída del
8 EP.
sol, de que todavía comprendemos los poemas de Hólderlin. ¿Dónde
está la verdad? ¿O es que aquéllas son verdades distintas? 10
¿De dónde sacan las ciencias —para las cuales queda forzosamente
oscura la procedencia de su propia esencia— la competencia para ta
les juicios? ¿De dónde sacan el derecho a determinar el puesto del
hom bre y a establecerse como criterio de tal determinación? 12
Una sola cosa es segura: que el estadio actual de la ciencia de la na
turaleza —a pesar de sus muchos resultados— no tiene derecho a de
cir que lo que ella conoce sea la verdad.13
10 EP; cf. W h D 59 a.
11 Cf. W hD 16-18.
12 W hD 18 a.
13 EP.
cuando interrumpo la operación práctica, entonces lo que se mues
tra es justamente el ente com o tal que reclama la elaboración, que
apremia a la elaboración —por tanto, en el no-hacer-nada se muestra
el ente [to d av ía ] com o útil.*4
el carácter de útil del ente con que nos encontramos, sino a la vez algo
que pertenece a tod o útil a-la-mano: su sitio. Este se vuelve indife
rente. [...] El sitio se convierte en un punto del espacio y del tiempo,
un “ punto del m u n d o ” que no se distingue de ningún o t r o .19
17 EP.
25 EP.
Galileo fijó un concepto de la naturaleza según el cual se la concibe
com o un plexo de entes cuyo carácter fundamental reside en la ex
tensión espacial y temporal, y el movimiento no es más que cam
bio de lugar en el tiempo. Según esta determinación fundamental de
la naturaleza, la multiplicidad del ente se vuelve inmediatamente ho
mogénea, i. e. de la misma especié, en el sentido de que la natura
leza queda determinada matemático-cuantitativamente de manera uni
forme, tanto respecto de su carácter espacial como del tem poral.26
26 EP.
27 EP.
28
Metaphysische Anfangsgründe der Naturuitssenschaft, Vorrede WW
(Cassirer) IV , 372.
5. Kant, KrV, B xii-xiii
Cuando Galileo hizo rodar por el plano inclinado las bolas cuyo pe
so había él mismo determinado; cuando Torricelli hizo soportar al
aire un peso que de antemano había pensado igual al de una determi
nada colum na de agua [...], entonces percibieron todos los físicos
una luz nueva. Comprendieron que la razón intelige sólo lo que ella
misma produce según su proyecto ( E n tw u rf); que debe adelantarse
con principios de sus juicios, según leyes constantes, y obligar a la
naturaleza a contestar a sus preguntas, no empero dejarse conducir
como con andadores; pues de otro m odo, las observaciones contin
gentes, los hechos sin ningún plan ordenado de antemano, no pueden
venir a conexión en una ley necesaria, que es sin embargo lo que
la razón busca y necesita. La razón debe acudir a la naturaleza lle
vando en una mano sus principios, según los cuales tan sólo los
fenóm enos concordantes pueden tener el valor de leyes, y en la otra
el experimento, pensado según aquellos principios; así conseguirá ser
instruida por la naturaleza, mas no en calidad de discípulo que escu
cha todo lo que el maestro quiere, sino en la de juez autorizado,
que obliga a los testigos a contestar a las preguntas que les hace.30
6 . Testimonio de Schelling
[...] la determinación del ser del ente no se cumple de manera tal que
se capten empíricamente algunas propiedades cualesquiera del ente,
sino que esta determinación del ente com o naturaleza precede a toda
observación.
32 EP.
La referencia del hom bre al ser es oscura. Sin embargo estamos por
todas partes y continuamente en esta referencia, donde y cuando
quiera que nos conducimos respecto del ente. ¿Cuándo y dónde no
nos conduciríamos —nosotros que también somos entes— respecto del
ente? N os conducimos respecto del ente y nos mantenemos sobre
todo en la referencia al ser. Sólo así el ente en totalidad es para no
sotros apoyo y estancia. Esto quiere decir: estamos en la diferencia
entre ente y ser. Esta diferencia sostiene la referencia al ser y sostiene
la relación al ente. Dom ina sin que le prestemos atención.37
8 . Platón, Fedón 74 a - 75 e
Entonces:
a) Para poder conocer algo como “ igual” o “ bello” o “ jus
to” , es preciso que tengamos ya un saber de lo “ igual-en-sí” , de
lo “ bello-en-sí” , o de lo “ justo-en-sí” .
b) El “ conocimiento” del ser —el ser-igual, el ser-justo, e tc —
es condición de posibilidad del conocimiento de los entes (igua
les, bellos, justos, etc.). Sólo porque “ conocemos” el ser, pode
mos conocer los entes.
c) Ese “ saber” de las ideas “ nos pertenece” , es oléela
é7TLOTijt¿r¡, un conocimiento “ familiar” , que nos pertenece como
nuestra propia casa porque en él y gracias a él vivimos; es el
saber que nos es propio porque nos hace ser lo que somos: íos que
“ sabemos” del ser, los que somos comprensión-del-ser.
38 74 e - 75 a.
39 75 e.
d) Tal conocimiento es un saber “ previo” (írpo-eiSémi),
“a priori” , de tal modo que al conocer los entes (sensibles)
“ nos acordamos” —actualizamos, ponemos en obra— la com
prensión-del-ser. Pues “ lo apriori no es una propiedad del ser,
sino éste mismo.” 40
De esta manera cabe afirmar que toda filosofía, en tanto
afirmación de la idea, es decir, de la comprensión-del-ser, es
platonismo. Porque en definitiva la cuestión de la filosofía no es
si hay “ ideas” (lo a priori), sino más bien cómo las hay .41
[...] que las cosas percibidas en sus cualidades son -^esto está para
nosotros más allá de ía percepción misma, es ló absolutamente no-
intuitivo. [...]. L o s sentidos no pueden dam os el ser, sino que, al
revés, es algo que nosotros damos a los sentidos, un algo metafísico.
40 N II, 227.
43 EP.
sas sueltas, sino que lo primero que se trazó o proyectó fue el sistema, y
este proyecto determina el qué de los muchos entes singulares que asoman en
en él” .
45 EP.
46 E p
nada [ „ . ] y el proceso natural entero como unidad homogénea de co
sas materiales móviles.47
Q ue a la ciencia como tal, es decir, como la ciencia que ella es, le re
sulten inaccesibles sus conceptos fundamentales y lo que éstos abarcan,
está en relación con el hecho de que ninguna ciencia puede jamás
enunciar nada sobre sí misma con sus propios recursos científicos.48
Para hacer física, el físico calcula o mide. Pero, ¿qué podría me
dir o calcular para responder a la pregunta acerca de qué sea la
física? ¿O qué cálculos hacer en matemáticas para saber qué es la
matemática?
48 N I , 372.
50 V A 66 c.
51 N I , 372.
es conocimiento del ente, no del ser. Con esto se señala un lím i
te de la ciencia —frontera que es la filosofía misma.
52 N I , 520 a.
53 N I , 520 b.
Tales proposiciones pueden llamarse “ proposiciones regionales”
{Gebie tssatze) . 54
Con esto queda a la vez dicho que la ciencia misma tiene
siempre carácter regional', se orienta de modo exclusivo hacia una
determinada región de entes —la que su respectivo proyecto
acota—, es Kara pépos. Toda ciencia es ciencia especial y en tal
sentido hevTépcnpikooo\pia.
54 C f. N I, 521, d.
58 EP.
59 Timeo 47 a-b.
15. Testimonio de Platón, Fedro, 249 e
Para que el hom bre pueda ser este hom bre viviente corporal que está
aquí, debe ya haber visto el ser. ¿Por qué? ¿Qué es, pues, el hom
bre? Esto no se lo dice expresamente [en el pasaje de Platón], si
no que está presupuesto: eí hombre es el ente (W esen) que se con
duce respecto del ente como tal. Pero esta esencia (W esen) no po
dría él serla, i. e. el ente no podría mostrársele com o ente, si de an
temano no tuviese, el hombre, siempre ya a la vista el ser gracias
a la “ teoría” . El “ alm a” del hom bre tiene que haber visto el ser,
pues el ser no es captable con los sentidos. Es el ser aquello de que
el alma “ se nutre” , rpáperat: [248 c], El ser, la referencia que mira'
(der ausblickende Bezug) hacia eí ser, concede al hom bre la relación al
ente.
Si no supiéramos qué quiere decir diversidad y q u é iguald
entonces jamás podríam os encontrarnos con cosas diversas, es decir,
con cosas, en absoluto. Si no supiéramos qué quiere decir identidad
y oposición, entonces jamás podríam os conducirnos respecto de no
sotros mismos com o los mismos de cada caso, jamás estaríamos en
(bei) nosotros mismos y jamás seríamos nosotros mismos. Tam poco
podríam os tener experiencia de lo que se nos opone y así de lo
otro de nosotros mismos. Si no supiéramos qué quiere decir orden,
y ley, incumbencia ( F u g) y estructura (G efü g e), entonces no p odría
mos disponer ni edificar nada, instalar nada ni conservarlo en exis
tencia. Esta figura viviente llamada hom bre sería absolutamente im
posible, si en ella no dominara ya radicalmente y por encima de todo
la mirada hacia el ser.60
61 EP.
62 EP.
64 EP.
65 A 11-12.
de la razón pura se dice claramente que toda verdad óntica reposa
en la verdad trascendental y la supone:
69 A 156 - B 195.
Por el contrario:
73 EP.
[ . . . ] una s erie d e c o n e x io n e s , c o n s titu id a d e m a n e ra rig u ro s a m e n te
u n ív o c a : u n a in v e s tig a c ió n r e q u ie r e p r o b le m a t iz a c ió n , la p r o b le m a t iz a -
c ió n r e q u ie r e te m a , el te m a r e q u ie r e un o b je t o , e l o b je t o r e q u ie r e
la p a te n c ia d e l e n te , la p a te n c ia d e l e n te r e q u ie r e el p r o y e c t o d e l ser,
e l p r o y e c t o d e l ser r e q u ie r e T R A S C E N D E N C IA .74
Nosotros mismos somos la fuente de la idea del ser. Pero esta fuente
debe entendérsela com o la trascendencia del Dasein extático. Sólo
sobre el fundam ento de la trascendencia se da (es g ib t) la articulación
de los diversos m odos de ser.75
74 EP.
7S. W eM 383 e.
EL “ TE M A” DE L A M ETAFÍSICA
5 Metaph. K 1 1059 b 1.
6 1003 a 21-22.
g B 4 1001 a 22.
10 A 2 982 b 9.
12 X. Z u b ir i, Naturaleza..., p. 120.
15 r 2 1003 b 5-6.
20 E 1 1026 a 19-21.
pavos tcai 7? ipvois, “ de este fundamento, pues, depende el cielo y
la naturaleza” .21
e) Como el ente es lo que-se-muestra, lo patente, ocurrirá que
lo delov es lo más verdadero o patente: toare tcai aKr¡dkorarov ró
rols vurépOLS atrios rov akr¡&éoiv eívai, “ ya que también lo más
verdadero es causa del ser verdadero de las demás cosas” , 5ió
1ras TÚv aei óvtojv apxás avayicaiov áei elvai aXtideo raras ‘ ‘por
ello es necesario que los fundamentos de lo que siempre es sean
siempre los más verdaderos” . En consecuencia, se llega a un quin
to nombre: bp\)<jjs $’ €X€(- KCií To KaXéio&ai rr¡v <pLkooo<píav ¿tti-
arñpr]' rf¡.s á\r¡deáis> “ es pues justo llamar a la filosofía ‘ciencia’
de la verdad” 22 , es decir, de la patencia, i. e., del ser.23
24 C f. M. H e i d e g g e r , EiM 142-143.
25 C f.M . H e i d e g g e r , ID 56-57.
cosmologia.......... mundus
Metaphysica
metaphysica specialis psychelogia (sive
anthropologia). . . homo
30 M . H e id e g g e r , N 1 ,12, 80.
32 EiM 30 b.
Por ello, y aunque emplease la palabra “ ser” , pensó prunordial-
mente en términos de ente: en esto consiste el olvido del ser (Seins-
vergessenheit), que Heidegger no se ha cansado de denunciar.
De todo lo cual depende, a su vez, el motivo por el que se pensa
se —sobre todo a partir de la época moderna— en la filosofía co
mo ciencia (efectiva o posible), como conocimiento “ objetivo” ,
etcétera.
Sin embargo, esto no quiere decir que el ser le haya sido
totalmente “ ajeno” a la metafísica, ni que le hayan faltado vis
lumbres acerca de su sentido y diferencia respecto del ente; ello
no podía ocurrir por la simple circunstancia de que el ser es
el “ suelo” , aunque ignorado, de que el pensamiento metafísico
se nutre. Por el contrario, eh cada caso —en cada época, en cada
filósofo— el concepto de ente en general y el de ente supremo
están presididos por una determinada “ idea” del ser, por más
inexpresa que sea; porque el hombre es comprensión del ser.
Mas lo que sucede es que tal “ idea” o “ figura” del ser sólo ha im
perado, en cuanto ser, “ ocultamente” —yx)ol<; KpVTtTeo^aL </?t-
Áeí—, confundida con la del ente, siempre pensada en función del
ente, como ser del ente (no como el ser en cuanto tal, en su
“ verdad” , en su diferencia respecto del ente), arrastrada enton
ces hacia la dimensión del ente. E inclusive esa “ idea” del ser ha
quedado fijada desde los griegos en una determinada perspectiva:
la del ser como permanente presencia y como fundamento, pers
pectiva que no tiene por qué ser la única posible; por lo menos,
no se ha mostrado por qué tenga que serlo. Pero no se ha pre
guntado por el ser mismo en su verdad, es decir, en su propio
estado-de-no-oculto.
Hemos visto (cap. V III) que toda verdad óntica se funda
en la verdad ontológica, en la verdad del ser. Pues bien, esa ver
dad ontológica es el ámbito en el cual se mueve toda la filosofía,
el sentido del ser sobre la base del cual en cada caso el filósofo
interpreta y comprende el ente en general y el ente supremo,
la condición de posibilidad para que haya entes y objetos. De
tal suerte, es el ser aquello por lo que la filosofía —secreta o
desembozadamente— en definitiva pregun ta. Pero entonces habrá
que decir que el ser y la verdad del ser no son nada que pueda
entenderse como ente u objeto, ya que el ser es “ diferente” del
ente y no es nada dado —dado es sólo el ente o el objeto—;
sino pro-yecto (cap. V III, § 9), algo que acontece y que acon
tece como trascender (salto) (cap. VI, § 11, cap. V III, 1 § 16 y
y 17, y cap. X, § § 7 y 8 ).
6 . La filosofía no tiene objeto
38
Llam am os “ metafísica doctrinal” a la que pretende constituir
se com o disciplina, como ciencia o “ saber” sistemático y demostrativo, por
oposición a la metafísica como trascender; cf. pp. 358, 389-390.
44 W M 24 f = W eM 3 f.
blece, las “ doctrinas” metafísicas y el suelo del que brotan, no
pueden colocarse en el nivel de las exigencias y del lenguaje cien
tífico, por respecto de los cuales y separándose de los cuales todo
lo demás se le finge “ cuento” al entendimiento científico y al co
tidiano, encandilado por el hábito de las ciencias que todo lo
aplana y nivela expulsando los matices, y tiende entonces, en
cuanto la filosofía o el arte intentan “ diferenciar” algo de los
entes u objetos, a pensar en invenciones o fantasmagorías.
En este sentido podemos interpretar la famosa frase de He
gel, según la cual la filosofía es “ el mundo vuelto al revés” :
51 “ Die Entstehung und u rsprü nglich e Bedeutung des Nam ens Meta-
physik” , Zeitschrift fürphil. Forschung, V I I I (1 9 5 4 ), 2, 210-237.
una ciencia [en la que de lo que se trata esl de progresar del conoci
miento dé lo sensible al de lo suprasensible.5
fi Encyc. § 86.
no es sino un vapor y un error.8 Pero en nuestra época es
particularmente importante —por lo menos en punto a vigen
cia— la actitud que al respecto asume el empirismo lógico al de
clarar como “ sinsentid o” todo término o proposición metafísica,
es decir, todas las proposiciones que no son ni analíticas ni veri
ficabas. Siguiendo a R. Carnap,9 A. J. Ayer sostiene que toda
especulación sobre el “ ser” ( being) nace simplemente de una
confusión gramatical, de una infracción a la lógica del lenguaje:
[...] ahora ésta es por cierto la pregunta: si el planteo del ser como
el concepto más universal (a llg em e in s te ) acierta en la esencia del ser,
o si de antemano lo interpreta mal, de tal m odo que preguntar [por
él] se torna inútil. Ésta es por cierto la pregunta: si el ser puede valer
sólo como el concepto más universal que inevitablemente se presenta
en todos los conceptos particulares, o si el ser es de esencia totalmente
otra y con ello cualquier cosa, sólo que no el objeto de una “ ontolo
g ía ” .
20 N II, 212.
Para hablar del ente, y decir que “ es” o “ no es” tal o cual, y, en
general, para poder en absoluto conducirnos respecto del ente, es
preciso que ya previamente comprendamos “ ser” y “ no-ser” .
24 EiM 58 c.
25 EiM 59 b-c.
finge roja. Mas para todo ello es preciso que previamente dis
tínganlos entre ser y no-ser:
Sólo que ya para que algo tal, en general, pueda volverse solamente
dudoso, hay que tener alguna idea de ía determinada diferencia entre
ser y no-ser. De que el ser sea diferente del no-ser, de ello en este caso
no dudam os.26
27 EiM 59 f: “ das Sein ais das bestimmte vóllig U nbestim m te” . Cf.
G. SlMMEL, Hauptprobl. d. Phil., p. 45: “ [...] el ser, la representación más
rica o la más p obre.” .
cialísima peculiaridad —podría decirse, heterogeneidad— del ser
respecto de todo lo demás, es decir, respecto de todo ente y de
toda palabra que nombre al ente:
4 . La palabra “ser”
28 EiM 60 b-c.
Porque:
las palabras y el lenguaje no son cajas donde las cosas pueden ser
empaquetadas para el tráfico hablado y escrito. Sólo en la palabra,
en el lenguaje, devienen y son las cosas.3?
31 N I, 364.
33 EiM 30 c.
34 Cf. G. Sim m el, Hauptproblem e ..., p. 45: “ [...] el ser [...] el más
filosófico de todos los conceptos” . N o es casualidad que ÁÓ7 0 C significa
se “ palabra” y también el “ ser” (cf. sobre esto último, ID 56-57).
35 6? b.
a todas sus formas (es, será, siendo, ente, etc.)—, no ocurriría
simplemente, como sucedería si fuese solamente una mera pala
bra más, que nos encontraríamos con un verbo y un sustantivo
menos, sino algo infinitamente más grave: desaparecería el lengua
je como tal.
37 EiM 67 d.
39 EiM 63 b.
40 EiM 62’a.
y nos volvamos hacia lo particular, sino que más bien resulta lo con
trario: que nosotros perseveramos en ello y admitimos el saber de la
singularidad de este nombre y de su denominación.41
[el Dasein es] el ente que en cada caso ya en su ser se conduce res
pecto de aquello por lo cual se pregunta en esta pregunta. La pre-
gunta-del-ser no es pues, empero, otra cosa sino la radicalización de
una tendencía-de-ser esencial perteneciente al Dasein mismo [la radica
lización] de la comprensión-del-ser preontológica.44
41 loe. cit. Cf. N . H a r tm a n n , Zur Grundlegung..., pp. 45, 47, 48, 88,
etc.
42 EiM 64 c.
43 S Z 4 b ( I a- 5 c ; 4 * 13 c).
47 Cf. SZ 4 d, 9 a; EiM 64 b.
49 Cf. S Z 2 a, b ( I a- 3 a, b ; 4 a* 11 a, b ).
50 S Z 8 d ( I a- 11 b ; 4a- 18 c).
52 EiM 63 d.
6 . El significado de la pregunta
64 W M 21 b = WeM 210 c.
65 W M 21 d = W eM 211 c.
7. Caracteres de la pregunta
66 EiM 4 d.
bl EiM 2 d.
Este salto es originario porque se origina a sí mismo, se da su pro
pio fundamento, es un acto de libertad:
70 EiM 15 f, 16 a.
71 EiM 1 c, 4 e, 1 a
72 EiM 4 in fine.
73 EiM 5 c.
■-8 . La pregunta como “acontecimiento” (Geschehnis).
La historia
74 EiM 16 b.
75 Cf. EiM 16 c.
76 EiM 17 c.
La pregunta opera la apertura del ente en cuanto ente, el
“ en cuanto tal” :
Con nuestra pregunta nos colqcamos en el ente de tal m odo que éste
pierde su comprensibilidad-de-suyo com o ente. En tanto que el ente,
dentro de la más amplia y extrema alternativa, la de “ o ente — d n^.-
d a ” , comienza a vacilar, el preguntar mismo pierde todo suelo firme. 9
77 EiM 3 d.
78 Cf. K M '206 b.
79 EiM 22 c.
80 Cf. EiM 22 a, 23 d, 24 d.
que es “ un suceso eminente que llamamos acontecimiento (Ge-
$chéhni$)’\si Podríamos llamarlo también “gestión” , porque allí
se gestan (geschehen) las res gestae (Geschichte), es decir, porque
allí se encuentra el origen esencial de la historia, ya que el “ acon
tecimiento” es el proyecto como instauración de sentido, como
fundación de un mundo. Hay historia cuando se gesta la tras
cendencia, cuando ésta acontece (cf. p. 235).
81 EiM 4 c.
86 E iM 3 4 b.
S7'C f . E iM 3 3 á.
nifiesto, es porque ha realizado el salto hacia el ser; es porque el
hombre es “trascendente
88 E P .
89 W M 3 7 e = W eM 1 8 d .
90 o 5 e ave^éTaciTOS filos ou (hcoróc; a v d p cotioj (A p o l . 38 a). E n su
tra d u cc ió n (P L A T Ó N , A p o lo g ía d e Sócrates, Ü u eno s A ire s , E u d e b a , 19 6 6 ,
p. 7 8 ) o bserva L . E . N o u s s a n - L e t t r y que “ la v id a sin e x a m e n es el m ero
vivir c o m o h e c h o , sin cuid a rse d e l se n tid o d e l v iv ir ” ; c f. el e x ce le n te
apénd ice a su tra d ., espec. pp . 1 1 0 - 1 2 9 .
91 K M 2 1 2 c.
de referencias dentro del cual solamente el ente puede tener sen
tido, o para decirlo en lenguaje kantiano: establece las condicio
nes de posibilidad de la experiencia (del ente). Y en efecto, ex
poniendo a Kant pone de relieve Heidegger la finitud del cono
cimiento humano, que radica en la circunstancia de que no es
“ ónticamente creador” , puesto que “ no somos dueños del ente” ;
en tanto finito, el conocimiento es un “ intuir receptivo” , es decir,
está esencialmente referido a que se le dé algo que lo enfrente,
que lo afecte ;92 para que haya conocimiento humano el ente tie
ne que mostrarse, ponerse frente, tiene que darse. Pero con esto
solo no basta; por otro lado es preciso “ que de antemano y en to
do tiompo le sea dada al ente la posibilidad del hacer-frente
[Entgegenstehen)” . Ahora bien, estas condiciones de la posibili
dad de los objetos —es decir, de que los entes lleguen a ser objeto
de conocimiento— no están en el ente mismo, puesto que son
sus condiciones, y por ello Heidegger las llama una nada, para
señalar lo que no es ente. Resulta, pues, que para dar al ente la
posibilidad de que haga-frente y sea ob-jeto, el hombre tiene que
estar manteniéndose en la nada,93 es decir, trascendiendo.
Es preciso insistir explícitamente en que la “ nada” de que
aquí se habla (cf. pp. 288 y 320) no es un nihil negativum, sino
lo que no es ente —es decir, el ser, puesto que éste es diferente
de aquél (diferencia ontológica): “ la nada [...], que nunca ni en
ninguna parte es un ente, se desvela como lo que-se-diferencia
de todo ente, que nosotros llamamos el ser” .94 La nada es lo
que permite que el ente en totalidad se desoculte en cuanto tal, y
el ser es lo que hace ser al ente; ser y nada son, pues, lo mismo,
“ se copertenecen” ,95 el ser sólo se muestra a la finitud humana;
como la contrafigura del ente, como nada. (Por algo pudo decirse
—§ 1 b— que el ser parece un vapor y un error; por eso no se lo
encuentra ni se sabe dónde está cuando se lo busca entre los en
tes imaginándose poder hallarlo como un ente o algo óntico ).96
93 C f . K M 7 1 a.
95 W M 36 c = W eM 1 7 b.
97 C f. K M 1 1 4 e, d o n d e ta m b ié n se po ne a la nada en re la c ió n c o n el
objeto tra sce n d e n ta l k a n tia n o . E n S Z 1 8 7 b ( I a- 2 1 6 a; 4 a- 2 0 7 b ), y co n re fe
rencia al m u n d o , se la lla m a el “ m ás o rig in a rio a lg o ” (“ u rsp rü n g lic h ste s
‘E tw a s’ ” ). R e sp ecto de la “ n a d a ” c o m o e q u iv a le n te de “ m u n d o ” , c f. ibid.:
“la na d a , esto es, e l m u n d o en c u a n to t a l” .
99 K M 2 1 2 .
10. La metafísica como trascender
101 W M 38 b = W eM 1 9 .
to que es cura (Sorge) del ser, cuide expresamente de éste (cf.
§ 5). La filosofía, entonces, no® sólo no es ocupación extraña
al hombre, sino que, por el contrario, radica en su más funda
mental esencia y significa el pleno despliegue de la misma.
102 E P .
103 W M 3 8 b — W eM 1 9 .
104 W M 3 7 -3 8 - W eM 1 8 d. C f . Z S F 3 3 = W eM 2 4 1 a. E n e l m ism o
se n tid o , K M 2 1 8 d. C f . W h D 2 4 -2 5 , d o n d e se in t e r p r é t a la d e fin ic ió n t r a d i
c io n a l d e l h o m b re —animal rationale — co m o el ir de lo se n sib le a lo su p ra-
sible.
dad teorética ni práctica del hombre, sino que ella es un aconte
cer mucho más primario que theoría y praxis” , 505 puesto que la
disyuntiva teoría-praxis se da en el plano óntico, y la filosofía en
cambio instaura la verdad ontológica. La filosofía es una necesi
dad, la necesidad del hombre (cf. § 5), la necesidad esencial de
la existencia: que el hombre no está atado a los entes, sino que
“ puede” colocarse más allá, en su totalidad, en el mundo, com
prendiendo el ser. El hombre podrá dedicarse a estudiar física o
no, podrá elegir un oficio o no, porque todo ello puede serlo o
dejar de serlo; pero el hacer filosofía en aquel sentido fundamental
y originario del trascender, del comprender-el-ser y de la posibilidad
de la radicalización de esta comprensión —eso no depende del hom
bre, ni de la contingencia de las circunstancias en que viva, sino que
representa su condición misma. La filosofía es lo único impres
cindible para el hombre: podrá renunciar a la ciencia, a la técnica,
quizás incluso al arte, pero no a trascender. La filosofía —el
trascender— es eso que acontece cuando hay hombre. De manera
que vistas las cosas en esta perspectiva, el filosofar asume un ca
rácter mucho más fundamental y esencial que el que pudiera
caberle aun al considerárselo como la más alta y desinteresada
de todas las disciplinas, actividades o creaciones suyas, porque
resulta constituir la esencia más íntima del hombre. La metafísi
ca es así “ la metafísica que necesariamente acontece en cuanto
Dasein” .106
106 K M 2 0 8 e.
107 S y m p . 2 0 4 a.
108 2 0 2 b y e.
un 8a¿¡icop, hijo de Recursos y de Apuros (Jlópov Kai Ilevías
yak) , 109 “ 8S necesario que sea filósofo, y que, siendo filósofo, sea
intermedio entre el sabio y el ignorante” (apayKaiov "E p u ra
ipCKooo^pov eivai, ipikboo<pov 5e bvra p.era^v eívai aoípov kcu apa-
tfoík) . 110 El Eros es pues el “ impulso” —el trascender— que lleva
de la ignorancia al saber, del “ estado de naturaleza” al hombre
como tal; es el “ motor” de la dialéctica ascendente, la aspira
ción hacia lo perfecto y compléíb, puesto que el que ama, ama
lo que no posee, desea aquello de que carece, y el amor no es sino
el deseo de remediar esa carencia. El Eros, en suma, es el movi
miento que de lo sensible —los entes— conduce a lo suprasensi
ble —el ser, al sentido:
109 203 c.
1,0 204 b.
112 OWOlTTlKÓc; Resp. 537 c. Sobre esta relación, cf. W. JAEGER, Pai-
deia (trad. esp., M éxico, F ondo de Cultura. Económica, 1944), II, 235.
Físicos simples y puros, de hecho lo son sólo los animales, pues és
tos no piensan, mientras que el hom bre, en tanto ente pensante,
es un metafísico nato.115
Pero hemos dicho que las más de las Veces la filosofía está
“ dormida” en el hombre. Porque el “ protohecho metafísico”
consiste en que el ser es “ sabido” o notorio ( bekannt), pero “ no
en forma conceptual” ,118 tal como Hegel dice de las categorías:
118 K M 210 d.
[...] las determinaciones del pensar [...] son lo más intimo [de todas
las cosas], pero a la vez son lo que siempre tenemos en la boca y
que p or ello parecen ser algo enteramente notorio. Pero lo que es así
notorio es por lo común lo más desconocido. *,19
120 W M 38 b = W eM 19.
tancias en que llegó a su idea del eterno retorno de lo igual, di
ce: “ Da kam mir dieser Gedanke” — “ Entonces me vino este
pensamiento’ \ 121 Y Heidegger comenta:
122 N I , 263.
Para el hom bre individual, esta verdad (dieses Wahre), puesto que con
cierne al ente en totalidad, jamás puede documentarse y demostrarse
inmediatamente en su realidad mediante hechos. Al ente en totalidad
llegamos siempre sólo mediante un salto en tanto ejecución y co-eje-
cución y re-ejecución de aquel proyecto, nunca en tanto sigamos ten
tando la cadena de hechos y nexos de hechos individuales unos tras
otros dentro del dominio de la relación de causa y efecto. Por lo
tanto, lo pensado en este pensamiento no es dado nunca com o [algo]
real individual y cósico, sino en cada caso es sólo una p o sib ilid ad .*"
126 N I , 290.
en el medio del concepto, gracias al cual toma sentido la totali
dad del ente como tal.
Intentamos ahora desarrollar esta fórmula en sus rasgos más
generales.
U n proyecto tal abre el ente de manera que por ello todas las cosas
cambian su semblante y su importancia. Pensar verdaderamente un
pensamiento esencial de esta especie quiere decir: ingresar a la nueva
claridad que el pensamiento abre, ver todas las cosas bajo su luz y en
contrarse dispuesto con la voluntad entera para todas las decisiones
allí encerradas.130
130 N I , 263-264.
Sólo que por “ alma” no habrá que entender aquí nada psíquico,
sino la “ autenticidad” cómo movimiento existencial en que el
filósofo ad-viene a su destino. En este sentido es “ original” todo
auténtico filosofar: no meramente porque inaugure lo nuevo, una
transformación más o menos vasta y total, sino porque en él se
recupera el “ salto originál’ ’ de la existencia. El mismo Fichte
señala que el fundamento del filosofar reside en un “ interés”
(Iriteresse), que no es sino el del propio pensador:
135 op. cit., I, 433 {trad. Gaos, pp. 28-29, m odificada). N o sería ino
portuno reflexionar sobre la relación entre tal “ interés” y el Worumwillen o
para-qué final (cf. S Z 84 ss. tr. I a* y 4 a*98 ss.).
1^8
Confesiones profesionales, p. 140.
ya lo impide—; de lo que se trata (§ 10 in fine) es de asumir la
autenticidad, la plenitud de la talcualidad.
Es entonces el momento del ajuste-de-cuentas, de la Au$-
einander-setzung. Hasta aquí se había llevado una vida ajena,
por así decirlo, vampirista -nina forma del impersonal—: sea
entusiasmado e hipnotizado por un pensador, sea por el espectá
culo de los pensadores que ofrece la historia de la filosofía. Mas
ahora hay que poner término a tal modo de vida:
T odos son iguales: quien no lo sienta así, que de buen grado vaya
al m anicom io.144
Ei m od o-d e-ser del D asein e xig e por tanto de una interpretación on-
tológica que se ha puesto por meta la originariedad de la mostración
fenoménica, que ella se co n q u is te para s í el ser de este en te con tra su
p ro p ia tendencia al o cu lta m ie n to . El análisis existeneiario, por lo
tanto, respecto de las pretensiones o la modestia y tranquila compren-
sibilidad-de-suyo de la explicitación cotidiana, tiene constantemen
te el carácter de una v io le n c ia . 155
154 EiM 34 b.
165 Phanomenologie (H offm eister), pp. 102 ss. ( “ Kraft und V erstan d ").
lis muy fácil notar post factum que una filosofía determinada corres-:
pondió a la necesidad espiritual de un cierto momento histórico. Taí
juicio se basa frecuentemente en el diagnóstico de esta “ necesidad”
histórica, sugerido por la obra en cuestión, ó sea, por lo que ela u to t
consideró como su situación y, en consecuencia, com o su tarea. 167
167 L . SCH AJO W ICZ, M ito y existencia, San Juan de Puerto Rico, U n
versidad de Puerto Rico, 1962, p. 107.
Contra la teoría de la influencia del medio y de las causas exteriores:
la fuerza interior es infinitamente superior; mucho de lo que, visto
desde fuera, tiene el aspecto de una influencia, es solamente la aco
modación de aquélla desde su propio interior. Precisamente los mis
mos medios pueden interpretarse y aprovecharse de form a opuesta:
no hay hechos (es gibt keine Tatsachen) . 168
181 K rV B XXX,
187 “ J’ay trouvé que la pluspart des Sectes ont raison dans une bonne
partie de ce q u ’elles avancent, mais non pas tant en ce q u ’elles nient” (Phil.
Schr. Gerh. III, 607).
189 N I, 178 a.
196 N I , 91-109.
ra dar con la esencia de la obra de arte: porque el cuadro da “ a
entender qué es en verdad el par de zapatos” .
198 H o 2 4 d , 2 5 b , 33 b.
200 Ello indica que el arte, no sólo no es teoría, sino que tampoco es
“ praxis", puesto que, por instituir un mundo, se sitúa en un plano previo.
L o “ práctico” del arte, las operaciones manuales del artista, son de género
totalmente otro: no constituyen 7T£>a£ic s*no l¡0Ír¡0i£ en un sentido eminente
que no alude a ninguna manipulación o fabricación óntica, sino a la institu-
(Que la filosofía no sea ciencia y se aproxime al arte no
significa, empero, repitámoslo, en sentido ninguno, que sea ella
lugar de puras ocurrencias, fruto del capricho o la libre inven
ción, el territorio de las corazonadas y pareceres, donde cual
quiera pudiera, con derecho, intervenir y opinar. Tan poco como
lo sea la obra de arte, pues como ésta, el trabajo filosófico exige
esfuerzo, método, rigor, disciplina, “ conocimientos” •)
ción del mundo. Pero qué relación tenga con precisión el arte con el tras
cender, y por ende con la filosofía, es tema que a q u í no estamos<en condi
ciones de abordar.
SENTIDO DE L A HISTORIA DE L A FILOSOFÍA
1. Despeje de la “anarquía''''
2. La pluranimidad de la filosofía
2 P l a t ó n , Resp. 477 a.
tido a partir del ser-en-el-mundo. La crítica al racionalismo, y
aun ai intelectualismo, no implica tampoco en modo alguno la
renuncia al pensamiento; por el contrario, ha de entendérsela co
mo un llamado para que el pensamiento asuma su tarea más pro
pia, para que se esfuerce en pensar eso de: “ ser” .)
(Sólo en im respecto restringiríamos el “ derecho” de la plu-
ranimidad, a saber, en sentido ético: contra la intolerancia y el
dogmatismo, contra todo pensamiento que intente presentarse
como el único válido y como capaz de anular a los demás; por
que ello significaría ni más ni menos que arrogarse el derecho de
negar el trascender ide los demás hombres, de suprimir a las demás
personas en tanto personas --exigir, en lugar de la vida libre y
auténtica, la regimentación •)
8 Cf. S Z 51 b (1 “- 61 a ; 4 a 63 b ).
ro a la vez este salto, esta pregunta, en la medida en que efecti
vamente ,1o sean, en la medida en que el filósofo experimente el
salto, se convierte en acto suyo inalienable y personal. Esto
último representará la instancia libre, auténtica, en-cada-caso-mía;
en una palabra, significa la novedad, la efectiva creación, cuya
condición de posibilidad reside en que el hombre no es realiza
ción de una esencia, es decir, de algo ya dado, sino más bien
“ producción” en cada caso de su propia “ esencia” , la existen
cia (cap. V I, § 3 y § 4 in fin e ). El filosofar entonces es'rc-
• creación: donde “ re-” mienta el filosofar anterior, como “ defi
nitiva” realización humana incorporada como herencia, lo sido
que permanece y no ha “ pasado” ; y “ creación” señala el aspec
to “ personal” . Y esto último ocurre sin que la “ discontinuidad”
del salto interrumpa la continuidad del proceso total, que no só
lo se restablece gracias a la vinculación con el pasado, a la re
ceptividad dePTilósofo, a su compromiso (y a la labor de los epí
gonos), sino que necesita de la creación, del cambio, para ser
un verdadero proceso, a la manera como la negatividad es el mo
tor de la dialéctica hegeliana.
Lo que se acaba de decir descubre al par la dialéctica pro
pia de la historia de la filosofía, que no responde en el fondo
a ningún esquema, como no sea el puramente abstracto y vacío
de lo “ viejo” y lo “ nuevo” . La dialéctica es la historia misma,
con toda su imprevisibilidad, puesto que es la historia el diálo
go originario de los hombres, el “ origen” de toda o-posición.
La unidad de la historia de la filosofía no es entonces re
sultado de ninguna “ construcción” más o menos sistemática ope
rada sobre la historia de la filosofía, y que la deformaría al eli
minar lo imprevisible e incomparable del gran pensador, 9 sino
unidad como la de un organismo que se desarrollase en un pro
ceso abierto y sin que podamos prever un desarrollo total o úl
timo ni una figura definitiva. Debemos pensar esa unidad a la
manera de una Idea kantiana —que no es construcción, sino con
dición de posibilidad de las construcciones—; o a la manera de
una “ totalidad sucesiva” , para valernos del profundo concepto
áe A. Rouges: 10 una totalidad en cuyo desarrollo temporal sus
tres dimensiones se determinan recíprocamente, como una com
posición musical, de modo que un sistema filosófico,y la histo
ria entera de la filosofía, sólo se comprenden adecuadamente
11 N I , 319.
' Pero aquello que ¿a filosofía es según el juicio del sentido común
—bien justificado en su dom inio— no alcanza a la esencia-de la filoso
fía, la cual [esencia] sólo puede determinarse a partir de la referen
cia a la verdad originaria del ente com o tal en totalidad .24
24 W W 24 = W eM 94.
25 P D 29 f.
26 Cf. W W 24 b = W eM 94 c.
ña inclusive esta verdad para cuidarse únicamente del cálculo
y manejo de las proposiciones, pues éstas han terminado por
convertírsele en cosas manipulables (cap. V II, § 15), en circuitos
electrónicos con los que simplemente se opera y entre los que
el hombre anda vagabundo y arrastrado, náufrago del olvido, ya
sin patria.
La filosofía pues tiene su no-esencia en la no-filosofía, es
decir, en la que se presenta con la pretensión de serlo y no es sino
su contrafigura. Y no por casualidad, no eventualmente, sino por
necesidad esencial, por su constitutiva “ ambigüedad” .27 Si la fi
losofía es trascender, salto, pregunta, la no-filosofía será la que
no actúa el movimiento del salto, la que no pregunta propia
mente aunque aparente preguntar y preocuparse, aunque haga
todos los “ gestos” del que interroga y se interesa, por todo.
La no-filosofía no pregunta porque lo tiene todo resuelto y dis
ponible con ayuda del “ sentido común” y del entendimiento
formal (sofística), o de una “ dialéctica” aplanada al nivel de lo
corriente y que se aplica como molde que fuerza y deforma to
dos los fenómenos en función de las necesidades del momento
(marxismo-leninismo). O bien no pregunta porque la filosofía
se ha convertido en “ objeto” profesional, en “ cosas” que mera
mente pueden describii e, analizarse, tratarse y clasificarse co
mo insectos ( “ ciencia de la filosofía” o “ ciencia filosófica ” : 28 la
de los manuales, tratados y “ profesores” ). “ La philosophie, elle
aussi, a ses scribes et ses pharisiens,” .escribió Bergson. En efec
to.
Nuestra época requiere por todas partes una “ filosofía”
—para sus empresas técnicas, políticas...— y hasta se llega a ha
blar de la “ filosofía” de tal o cual empresa comercial... A s ila
forma más corriente y “ necesaria” que la no-filosofía asume en
esta época es la Weltanschauung, la “ concepción del mundo” o
“ cosmovisión” . Esta no es filosofía porque convierte al mundo
—que no es sino un nombre para el ser (cap. V I, § 5, y cap. X,
§ 9)— en “ objeto” de “ visión” (Anschauung, Ansicht), es decir,
lo reduce a “ representación” , a algo que en definitiva el sujeto
se pone y domina, algo que en el fondo puede calcular y some
ter; el “ mundo” queda convertido en, “ sistema” representativo,
28 Cf. EiM 9 b.
con olvido del ente en totalidad como tal y del ser. Porque
la Weltanschauung no pregunta, sino que constituye un siste
ma de respuestas, determinado tan sólo por la búsqueda de se
guridad, de salvación y de dominio,29 Mientras que la filosofía
es pregunta y riesgo, entrega a aquel peligro30 de cuya belleza
sabía Platón: K aX ck yáp o k lv 8 v v o < ;.z i
Resulta entonces que la no-verdad de la filosofía, el “ error” ,
consiste en dar por “ objetos” o “ contenidos objetivos” aquello
de que la filosofía se ocupa, el ser; es su “ objetificación” o enti-
ficación. En definitiva, la no-verdad no es sino la Fraglosigkeit, el
estado en que toda duda está ausente y en que nada parece cues
tionable, la dictadura de lo “ comprensible-de-suyo” ( Selbst -
verstá'ndlichkeit). Pero la filosofía es pregunta, problematicis-
mo, socratismo, atención a la voz, esencialmente cuestion-able,
del ser; de modo que la filosofía será auténtica en la precisa me
dida en que efectivamente preste oídos al llamado cuestionan
te del ser, porque cada filosofía es un temple (Stimmung) que
acuerda (stimmt) con su voz (Stimme), y la disonancia es la no-
filosofía. (Mas para determinar tal disonancia, una vez más, no
hay ninguna norma, ningún criterio objetivo, como no lo hay
para distinguir la auténtica poesía de las meras producciones ri
madas.)
31 Fedón 114 d.
37 S Z 310 c, trad. Gaos ( I a-ed. 357 c; 4 ^3 3 7 c). Cf. supra, nota 13.
de las pretensiones de absoluto y exención de todo supuesto,
conducen a inquirir qué ocurre con la pregunta por el ser, y con
las preguntas en que ella se despliega. “ Las preguntas de la filo
sofía” —según suele formularse la cuestión—, “ ¿se solucionan o
no?”
De manera prácticamente unánime, la tradición ha entendi
do que todo problema filosófico es en última instancia suscepti
ble de “ respuesta” y “ solución” ; y ello por analogía con lo que
ocurre con los problemas científicos. En efecto, en este supuesto
de que haya en filosofía la posibilidad de “ soluciones” confluyen
en cierto modo todos los prejuicios “ cientificistas” que inficio
nan su ámbito y que hemos ido señalando: dominio de la verdad
proposicional, unanimidad, unidad, objetividad, etc., etc. Uno
de los motivos por los cuales no se haya logrado suficiente cla
ridad en tom o de la heterogeneidad existenciaria, y se la haya
interpretado negativamente como “ anarquía” , reside en que, a
sabiendas o no, suele partirse de la idea según la cual sería
posible en filosofía dar “ soluciones” o “ respuestas” en el sen
tido que estos vocablos tienen dentro del dominio de las cien
cias. Los análisis precedentes, sin embargo, deben habernos pues
to en condiciones de desenmascarar también esta pretensión,
o, quizá mejor, de fijar su justo sentido. Porque con el término
“ solución” pueden entenderse tres cosas bastante diferentes y
que conviene distinguir con pulcritud: “ solución” puede signifi
car “ disolución” , “ absolución” o “ resolución” .
40 SZ 42 a ( I a- 50 a; 4 a-53-54).
45 P l a t ó n . Rep- 518 c - d.
dramático: que del problema que más hondamente lo de-termi
na, no hay para el hombre más guía que su propia resolución.
Y hablamos aquí de “ recuerdo” porque el carácter “ resolutivo”
de la filosofía muestra la verdad ontológica en su propia luz: re-
co ociándose como resolución, la existencia re-conoce que se
mueve en el juego de verdad y no-verdad.
La función de la filosofía, pues, no consiste en disolver los
problemas o absolver de ellos, sino en despertar nuestra capacidad
de resolución. Su tarea no es la de ofrecer remedios, a la mane
ra de las ideologías y concepciones del mundo. Sino que “ la ver
dadera filosofía es la que nos enseña a poder vivir sin recetas” ,
el interrogar radical que nos alerta e impide que se “ paralice” el
“ impulso mismo de seguir interrogando” .46 Habiéndonos desem
barazado de la torcida idea de que en filosofía hubiera “ objetos”
cuyos interrogantes cupiese disolver o absolver, se hace patente
que tratar un problema filosófico ño significa librarse de él, de
jarlo de lado, sino, por el contrario, aclararlo, es decir, hacerlo
más problema, ahondarlo en cuanto problema, radicalizar su pro-
blematicidad en el más alto grado posible para discernir entonces
el modo cómo el problema nos afecta, nos inter-esa: preguntar
trascendiendo todo lo dado de manera que cualquier “ solución”
tome su sentido del denuedo del acto mismo. “ Solucionar” un
problema filosófico quiere decir comprender cómo me consti
tuye en cuanto existencia, más todavía, el modo cómo soy en la
forma de mi problematicidad, y en la medida en que se lo agu
dice seré más yo mismo, alcanzaré la autenticidad. Tal es el
frágil tejido de lo humano, la raíz de su caducidad, de su pasión
por lo imposible, de su paradoja toda.
La resolución no significa entonces que la existencia quede
con ella ya “ solucionada” en el sentido de algo concluido, listo y
acabado, ni siquiera como problematicidad. Por el contrario; el
hombre es constitutivamente “ cadente” ; por lo pronto y las más
de las veces estamos caídos. La autenticidad y el salto no consti
tuyen nunca un “ resultado” , un logro fijo y permanente, sino
una posibilidad que raramente se alcanza, para volver a escurrir
se de inmediato. Por tanto, quien tome la decisión radical, debe
a cada instante re-novar la resolución, volver a experimentar el
salto, a riesgo de naufragar en el impersonal, en los hábitos, así
sean los hábitos de los discursos filosóficos. Sería duro engaño
no libre de soberbia creer que porque somos “ profesionales” de
N 1, 2 9 5 .
55 N 3 0 5 ; c f. 3 0 7 b , 3 1 0 .
tido más propio” , como respuesta filosófica a una pregunta filo
sófica , no da nada más que “ una indicación para la investigación
ontológica concreta” . Esto significa que la “ respuesta” ha de
consistir tan sólo en una “ señal” 56 para la investigación, para que
ésta marche efectivamente, para que el pensar piense; la respues
ta no debe entenderse nunca como resultado, sino como indica
ción para un camino que es camino de investigación, esto es, de
interrogación. Eso es lo único que la respuesta puede dar.
Pero tal “ único” , que mienta una restricción, ai par encie
rra en sí una plenitud; porque entendida de aquella manera lá
“ respuesta” , en lugar de constituir un término o resultado, se
convierte en principio (apxv)-> como aquello que sostiene y do
mina al filosofar, lo que lo mantiene en marcha, a la vez que,
conforme al doble sentido de apxv> establece la comprensión
del ser que es el fundamento desde donde brota cualquier inte
ligibilidad y al mismo tiempo domina. El ser no es sino en el
proyecto, y en definitiva en el trascender, en el salto. Por ello
la respectiva “ respuesta” a la pregunta fundamental es el res
pectivo mundo (cap. X, § 10), el horizonte de la comprensión-
del-ser donde todo lo dado se transforma en campo de juego pa
ra las posibilidades en que el hombre consiste y despliega como
comprensibilidad. La filosofía no es sino el interrogar radical que
sólo logra su cumplimiento en la serie de sus interrogaciones
y como responsabilidad en que la pregunta se vuelve más ori
ginaria, de modo que ninguna “ respuesta” puede jamás anularla
o agotarla.
57 W M 40 b = W eM 1 0 0 b.
L a respu esta a la p regu n ta, c o m o to d a g e n u in a resp u esta, es s ó lo la
m ás e x tre m a salid a d e l ú ltim o paso de u n a larga s* rie de pasos in q u i
s itiv o s . T o d a respuesta co nse rva su fu e rza cb m o respu esta só lo en
ta n to está e n ra iza d a en el p re g u n ta r.58
58 H o 5 8 b.
59 K r V A 3 2 3 = B 38 0 .
60 A 3 2 8 = B 384.
61 A 3 2 6 = B 3 8 2 . C f. A 308 = B 36 5, A 3 27 = B 3 8 3 , _ A 3 2 7 -
384.
62 A q u í n o p o d e m o s m ás que se ñ a la r la re la c ió n que h a y e n
tre “ Id e a ” , to ta lid a d y f in a lid a d ; c f. K ritik d er Urteilskraft , § 6 5.
lu la m e n t e c o m p le ta , y que la ra z ó n se entregue a l rep o so c o m o si
hu b ie se c u m p lid o en te ram e n te su q u e h a ce r.63
63 A 6 8 9 -6 9 0 ~ B 7 1 7 - 7 1 8 .
65 Metaph. Z 1 1 0 2 8 b 2 -4 .
68 U S , p . 9 9 . C f . S Z 4 3 7 , d o n d e y a aparece la e x p re sió n “ u n te r
w egs” . L a p a la b ra “ c a m in o ” (W e g ), y m u c h a s o tras ex p re sio n e s e m p a re n ta
d as c o n e lla (en c a m in o , p a so , m a rc h a , experiencia,* e tc .) son fre c u e n t ís i
m as en lo s te x to s de H e id e g g e r; las re fe re n c ia s que a q u í señ alam o s están
h e ch a s casi a l azar. S o b re la p alab ra china, “ t a o ” y su se n tid o c o m o “ c a m i
n o ” , c f. U S . 1 9 8 . S o b re este aspecto “ it in e r a n t e ” del p e n sa m ie n to heidegge-
ria n o , in siste e sp ecialm e n te O . P o g g e l e r , D e r D e n k w e g M a rtin H eideggers
(c f. v. gr., p p . 9, 1 0 , 9 4 -9 5 ).
69 C f . S G 1 0 6 .
70 U S , p . 1 9 8 ; S G 1 0 6 .
71 W W in fine = W eM 9 7 b . C f . W M 4 0 = W eM 1 0 0 b , c it. en n o ta 5 7 .
y acabar con ella como pregunta, sino, por el contrario, para
“ agravar” su problematicidad, para darle todo su peso e impor
tancia, para exacerbar, digamos, el preguntar mismo:
73 N I , 4 5 7 -4 5 8 . C f . “M o ir a ” , V A 2 5 6 : “ Q u ie n [ ...] aguard a d e l p en
sar só lo u n seguro y c a lc u la el d ía en que p o d rá p asarlo p o r a lto c o m o in
se rv ib le , éste e xige e l s u ic id io del p e n sa r" .
marcha incesante, no es sino ¿a historia de la filosofía —la marcha
para que la filosofía siga siendo filo-sofía, “ idea” , para que ese
amor y aspiración perpetuos no mueran ni se agosten: Kakóv yáp
tó á$\ov Kai 77 éXíric fieyakri , “ pues el premio es hermoso y gran
de la esperanza” .74
¿Tiene así “ sentido” ia historia de la filosofía?
12. Final