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Los dos primeros son los más usados en los últimos tiempos, debido a lo más
económico de los mismos por el incremento de la velocidad de ejecución y una
mayor garantía en la calidad de los resultados. En los casos en que se emplea el
hormigón simple, y el hormigón armado, se obtienen resultados muy similares a
los anteriores, en cuanto a comportamiento y durabilidad, siempre que se empleen
las juntas de expansión necesarias, debidamente espaciadas y diseñadas de
forma tal que no se filtre el agua a través de ellas hacia la subrasante. En estos
dos métodos se logra un acabado superficial uniforme y de buena textura. En el
caso de usar hormigón postensado, el componente económico se eleva, por lo
que se usa solamente en casos de pavimentos que estarán sometidos a grandes
cargas de impacto, como es el caso de las pistas de aeropuertos.
Base estabilizada con cemento (suelo-cemento)
Lo primero debe ser la comprobación de que la subrasante reúna las condiciones
de resistencia mínima y que presente los perfiles con las pendientes necesarias
para los drenajes, además de hallarse en la cota o altura pedida como base o
fondo del pavimento según los requerimientos del proyecto. En segundo lugar se
comprueba si todas las instalaciones y canalizaciones que van bajo el pavimente
están correctas. Una vez realizadas las comprobaciones, se colocan las gualderas
y guías que limitarán los paños de hormigonado hasta las juntas de construcción y
expansión. Antes de verter el hormigón, se deben humedecer bien la subrasante y
las gualderas. El hormigonado se hará en cuadros alternos, a fin de ir dejando
juntas de construcción que puedan ser usadas como de expansión; esos cuadros
deben ser de 4.00 x 4.00 m.
Después de verter el hormigón, se procede ha emparejar la superficie usando de
ser posible, reglas vibratorias. Posteriormente, se logra el acabado de textura de la
superficie mediante fratasadoras mecánicas o manuales.
Bibliografía