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III Coloquio.

La economía como eje transdisciplinario


El discurso de la sustentabilidad y la problemática medio ambiental

1. Economía y ecología

La economía como disciplina surge con la Economía Política Clásica (Smith y


Ricardo) su cuerpo teórico se fundó en una teoría de valor-trabajo, estableciendo
una serie de concepto básicos, donde se establecía el comportamiento de las
actividades económicas como resultado de la división del trabajo, la participación
de las clases en el producto nacional y su distribución (Salarios, Ganancias y Renta)
como una expresión del valor y sus precios, además establecen una serie de
consideraciones sobre la moneda, el papel del Estado, el Comercio Exterior
(ventajas absolutas y relativas) y la importancia del libre mercado, frente a las
visiones fisiócratas y mercantilistas previas.

La Economía Política Clásica, posteriormente se divide en dos grandes núcleos de


pensamiento o paradigmas, la economía marginalista, que luego se transforma en
Neoclásica, que se ubica en una teoría del valor de carácter subjetivo (utilidad
marginal) y la utilización de herramientas matemáticas para establecer un sistema
lógico basado en el mercado como mecanismo que asigna de manera eficiente
recursos escasos, está visión es complementada por la visión keynesiana, que
considere la posibilidad de no utilización plena de recursos y la existencia de fallas
de mercado, que justifican la intervención mediante medidas fiscales y monetarias
para alcanzar favorecer la demanda efectiva.

Por otro lado, la Crítica de la Economía Política (Marx y otros) mantiene una visión
objetiva del valor y mediante una metodología histórica y la utilización de categorías
dialécticas (fuerzas productivas, relaciones sociales de producción, modo de
producción, plusvalía, acumulación, entre otras), explica los procesos de crisis y
acumulación capitalista, como un sistema de alcance mundial.

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En ambos casos, no hay un estudio permanente y sistemático de los aspectos
relativos a los flujos de energía y materiales dentro del sistema capitalista, sin
embargo, hay algunas expresiones que parciales de los efectos del proceso
económico en el subsistema ambiental. La neoclásica, pasó del estudio de la
economía de los recursos renovables y no renovables a la economía ambiental, en
tanto la Crítica ha generado una vertiente que estudia los procesos espaciales y
ambientales en la acumulación y reconoce los efectos de la acumulación y la crisis
contemporánea capitalista en su escala global (cambio climático), generalmente
conocido como ecomarxismo o ecología política

En tanto, la ecología ha tenido un proceso de evolutivo que ha implicado la


utilización de distintas metodologías y conceptos para explicar el desenvolvimiento
de los proceso biológicos y su interacción con las actividades antropocéntricas,
tanto desde una visión sistémica como aquellas de corte evolucionistas, por lo que
el estudios de los flujos de energía y la utilización de materiales, mediados por las
leyes de la termodinámica, han permitido el surgimiento de la economía ecológica.

La economía ecológica, la economía ambiental y la crítica de la economía política


ecológica, son distintas maneras de explicar y atender los fenómenos de deterioro
ambiental, incluido el cambio climático, sin embargo, no existe una sola visión o una
metodología única para tales aspectos, en particular los relativos a los flujos
energéticos y el uso de materiales, además al incorporar el debate sobre el
desarrollo sustentable habría una multiplicidad de visiones, métodos e indicadores
de los fenómenos. Lo más importante sería la generación de visiones que permitan
dotar de operatividad a los conceptos y atender los fenómenos más relevantes que
tienen efectos en la calidad de vida de las personas y atentan contra el hábitat
global. Se ponen a prueba las teorías en la construcción de políticas públicas
nacionales, regionales, locales y globales.

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2. Contaminación y externalidades

La economía ambiental (Neoclásica) es una respuesta de la economía convencional


al fenómeno evidente de la contaminación (iniciado con la Revolución Industrial)
provocado por el aumento de la emisión de desechos sólidos y líquidos, así como
los efectos sobre el espacio, tanto por su función de sumidero de residuos o su
capacidad de carga de las actividades productivas y de servicios, que realiza la
humanidad, como el principal agente transformador del hábitat.

La forma en que asumió el fenómeno, fue mediante la utilización de sus principios


fundamentales: sí el mercado es el mejor instrumento para asignar recursos
escasos, entonces la falla de este o la falta de derechos de propiedad privada sobre
los recursos naturales (renovables o no), la solución fue entonces, asignar
impuestos a quien contamina por la externalidad (respuesta keynesiana) o derechos
de propiedad y creación de mercados para los bienes ambientales con el fin de
optimizar el uso y aprovechamiento de recursos, se utilizan diversas técnicas para
alcanzar tales niveles de optimización con instrumentos de mercado.

Sin embargo, no se consideran los flujos de energía y los efectos permanentes o


irreversibles de la contaminación, además se supone que en el largo plazo habrá
desarrollo y cambio tecnológico para garantizar el nivel de vida y calidad ambiental
(capital natural) del planeta y sus habitantes.

Otra manera de atender las externalidades negativas ambientales ha sido la


asignación de tasas de descuento (estudios intertemporales) con el fin de garantizar
la sustentabilidad ambiental en el tiempo o para las generaciones futuras (capital

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total constante, aunque se modifique la composición entre capital construido
(tecnología) y capital natural).

Las críticas a esta forma de “resolver” con instrumentos de mercado (los agentes
en el futuro pueden tener preferencias o decisiones indeterminadas), nos llevan a
discutir con mayor profundidad como atender los aspectos sustentables para las
generaciones presentes y futuras, pues estos instrumentos no dan una respuesta
estructural y mantiene como al mercado (en este caso como un mercado de futuros)
como un instrumento para lograr la eficiencia en el uso de los recursos.

El tema de la equidad intergeneracional y la intrageneracional ponen en el centro


del debate, a las actividades económicas y sus efectos distributivos, así como
ambientales, en tal sentido, se refleja en la posibilidad que el sistema capitalista no
sólo ha tenido efectos negativos en la distribución de la riqueza, también hay que
agregar los daños ambientales en el planeta, por lo que el debate debe ir hacia el
tema del desarrollo integral, sustentable y sostenible que la civilización humana
debe de promover e implementar.

Con la construcción de la ecología humana y la creación de una economía ecológica


se busca, abandonar la visión antropocéntrica que la economía convencional
sostiene, pero este proceso debe ampliar sus instrumentos y criterios para avanzar
en una nueva ciencia económica que atienda y responda a los fenómenos urbanos,
ambientales, sociales, institucional y culturales que se han dejado de lado, para
priorizar los procesos de crecimiento, sin desarrollo y con altos efectos ambientales
e injusticia distributiva.

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3. El discurso de la sustentabilidad

Para Leff el discurso del cambio global y el desarrollo sustentable generó un


consenso mundial en torno a los problemas del medio ambiente en una escala
planetaria, la firma de protocolos y convenciones internacionales, como esfuerzos
de concertación mundial, sobre la capa de ozono, los cambios climáticos y la
conservación de la biodiversidad (2001:326-327).

Sin embargo, estos consensos mundiales no disuelven las diferentes perspectivas


teóricas y políticas que se presentan para la construcción de un nuevo orden
mundial con base en la sustentabilidad.

La discusión se encuentra polarizada en dos tendencias, la primera, donde domina


el discurso del desarrollo sustentable, que destaca la reconversión ecológica de la
racionalidad económica por la vía de la liberación del comercio y la acción
equilibradora de los mecanismos del mercado, con el propósito de internalizar las
condiciones ambientales de una producción sustentable y sostenible, con el fin de
lograr una “democratización del capital” (que se expresa en la denominada
sustentabilidad débil), mientras que la segunda, se funda en el concepto de gestión
participativa de los recursos y democracia ambiental, que subraya la construcción
de una nueva racionalidad social y económica, en la descentralización y la
desconcentración del poder que apunte hacia una democratización de las formas
de apropiación de la naturaleza, de la vida política y de los procesos productivos
(que parcialmente coincide con la opinión de la sustentabilidad fuerte).

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“En el discurso del desarrollo sustentable, la preservación de la biodiversidad, los
derechos de los pueblos indígenas, la agricultura sustentable y las tecnologías
limpias aparecen como objetivos compatibles con la ambientalización de la
economía de mercado y la internacionalización de las externalidades y los valores
ambientales transformados en capital natural, cultural y humano. En los documentos
oficiales sobre el desarrollo sustentable, cohabitan ambas tendencias, asumiendo
que podrán integrarse sin conflicto” (Leff, 2001:237).

Por otro lado, otros autores señalan que los acuerdos y compromisos logrados (por
ejemplo, los de la Cumbre de Río en 1992 y su Carta de Principios- Agenda 21),
son parte de un proceso para construir la “transición hacia el desarrollo sustentable”
como un “proceso social de cambio que evidencia, suficientemente, la agonía de
algunos dogmas del desarrollo que derivaron en costosos olvidos y consumo
irracional del potencial natural para el crecimiento” (Borrayo, 2002: 4).

La problemática ambiental tiene diferentes enfoques, pues la preocupación en los


países desarrollados y en desarrollo deriva de sus niveles de bienestar, para los
primeros, la cuestión ambiental se inserta en la consolidación de la calidad de vida,
pues han superado sus problemas de desarrollo, mientras que para los segundos,
que aún no logran aún satisfacer sus necesidades básicas, su preocupación
fundamental se ubica en cómo utilizar el sistema natural para acelerar el desarrollo
y el crecimiento, pero ahora sin agotar sus recursos naturales ni dañar al medio
ambiente (Bifani, 1997:85-109).

La “noción integral de sostenibilidad y la concepción del desarrollo sostenible a


escala global” abre una nueva etapa en la renovación del paradigma clásico del
desarrollo y, más en concreto aún, en la teorías convencionales del “desarrollo
económico”, pues tanto aquellas corrientes de “corte convencional”, porque confían

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en la posibilidad de “desarrollar las economías subdesarrolladas” (entre ellas, las
teorías del crecimiento, de las etapas del crecimiento, incluido el enfoque
estructuralista), como las otras corrientes que recalcan las incongruencias del modo
de producción capitalista (teoría imperialista, teoría de la dependencia y teoría
Centro-Periferia), no recogen los “teoremas de lo imposible” que conocemos como
las leyes físicas, ecológicas y termodinámicas de la naturaleza (Jiménez, 2000:90-
94).

A pesar de los intentos por lograr la creación de un concepto de desarrollo


sustentable único, existe una serie de interpretaciones que han permito la presencia
de un debate, que en este momento, no se encuentra concluido, lo que confirma la
existencia de un proceso de construcción de un nuevo paradigma, lo que no debe
significar la ausencia de un marco donde este asuma una carácter funcional y
operativo, de manera que “el verdadero problema es el de acordar una concreción
operativa del concepto, cuyo contenido se irá definiendo mediante la construcción
de una red sistémica de relaciones” (Tudela, 1992:29).

Sin embargo, “el concepto Desarrollo Sustentable lo entendemos como una


interacción compleja y dinámica del desarrollo, que responde más a los procesos
de adaptación que a un estado definitivo de equilibrio”, es pues una apuesta a
establecer un conjunto de requerimientos mínimos (eliminación de la pobreza,
redistribución del crecimiento demográfico, distribución equitativa de recursos,
personas más saludable, instruidas y capacitadas, gobiernos descentralizados más
participativos, sistemas de comercio más equitativos y abiertos, tanto internos como
externos, mejor comprensión de la diversidad de ecosistemas, soluciones
localmente adaptadas para problemas ambientales y mejor monitoreo del impacto
ambiental producido por las actividades de desarrollo, así como considerar los
recursos naturales como un capital natural y como un capital social escaso y
altamente depreciable) que postulan evitar a toda costa el conflicto entre la

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protección ambiental y el crecimiento económico, entre el bienestar de esta
generación y el bienestar siguiente. En suma, desarrollo económico y medio
ambiente no son alternativos ni excluyentes. (Saldívar, 1998:34, 58), sino que
requieren la definición de objetivos, instrumentos y medios para avanzar en la
construcción de la sustentabilidad económica, ambiental y social (incluyendo las
instituciones democráticas).

5. Economía ecológica transdisciplinaria

La economía ecológica es un nuevo paradigma que integra distintos ámbitos del


conocimiento, sin embargo, existen consideraciones sobre la operatividad de esta
visión, toda vez que su interés por incorporar procesos ambientales y energéticos
enfrenta limitaciones en su medición e instrumentación (indicadores de
sustentabilidad fuerte). Mientras que la economía ambiental (economía
crematística-precios) cuenta con indicadores que proceden de los sistemas de
cuentas nacionales (cuentas ambientales y satélite) que permiten una aproximación
a los fenómenos, desde la información existente.

En este sentido, la posibilidad de tener una explicación científica y una propuesta


para atender los daños ambientales, presente y evitar su persistencia en el futuro,
ponen en el debate el riesgo de mantener al mercado como el sustento económico
de la asignación de recursos, incluyendo los naturales, por lo que existe el riesgo
de mantener esta visión, no se responda y atiendan los aspectos críticos señalados.

Sin embargo, también es urgente que la economía ecológica cuente con más y
mejor información para explicar y responder el reto de la sustentabilidad planetaria.
Las explicaciones van más allá de los precios y los flujos de energía, son más
amplios y complejos, porque se involucran procesos históricos y sociales, relaciones
de poder, instituciones e ideologías en distintas escalas temporales y espaciales.

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La economía ecológica “surgió en la década de los ochenta entre un grupo de
académicos que comprendieron que los avances en la política y la administración
ambiental, así como la protección del bienestar de las generaciones futuras,
dependía de la integración [ente economía y ecología] de estos campos del
conocimiento” (Costanza et. al., 1999: 55).

Para otros resulta de la revisión del paradigma termodinámico. Este último explica
el universo a partir de leyes físicas, principalmente la Ley de la Entropía, para
considerar los límites de la acción del hombre en el mundo físico, aunque “no logra
informar correctamente sobre los seres vivos y su evolución” (Corona, 2000: 79).

La visión de los trabajos realizados por Prigogine sobre la termodinámica del


equilibrio negativo crea la base científica correspondiente y completa las
enseñanzas de la termodinámica clásica, lo que significa que la verdadera amplitud
de la aportación del paradigma de los seres vivos sólo puede percibirse en cuando
se efectúa un análisis de relaciones entre la economía y el medio ambiente. “La
comprensión del funcionamiento del subsistema económico como un sistema
abierto al medio ambiente supone una de las piezas clave en la renovación del
paradigma económico ortodoxo. La aplicación de las leyes de la naturaleza y de la
termodinámica nos conduce a una visión simbiótica de los sistemas económico y
ecológico, tal como se podría expresar en un “holograma complejo” (Jiménez
Herrero, 2001:179).

Bajo esta premisa, la economía y la ecología han de relacionarse mediante


procesos de intercambio de materia, energía e información, entonces el sistema
económico puede redefinirse bajo la óptica de la multidimensionalidad de las
interacciones dinámica con el resto de los sistemas humanos y con el ecosistema
global.Otra contribución importante fue realizada por Georgescu-Roegen, que en
1971 publicó su trabajo denominado “La Ley de la Entropía y el Proceso

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Económico”, donde establece la relevancia de la termodinámica para la economía
y construye las bases para la “bioeconomía” que más tarde será fundamento de la
economía ecológica contemporánea (Carpintero Redondo, 1999).

Por ello, contabiliza los flujos energía y los ciclos de los materiales en la economía
humana, analiza las discrepancias entre el tiempo económico y el tiempo
bioquímico, también estudia la coevolución de las especies con los seres humanos,
sin recurrir a un solo tipo de valor expresado en único sistema monetario, por lo que
abarca a la economía neoclásica ambiental y la trasciende al incluir también la
evaluación física de los impactos ambientales de la economía humana (Martínez
Allier y Roca Jusmet, 2001:13-14).

La economía ecológica parte de un pluralismo conceptual, porque el estudio de los


sistemas complejos, ecológicos y económicos, requiere una metodología múltiple,
adopta un enfoque holístico, interdisciplinario y amplio para estudiar y gestionar el
mundo, es decir transdisciplianrio, lo que supone que la economía ha de tomar en
cuenta los impactos y dependencias ecológicas; al mismo tiempo, se requiere una
ecología más sensible a las fuerzas económicas y a los incentivos e imperativos
económicos, por ello deben tratarse íntegramente los sistemas económicos-
ecológicos con un conjunto diversificado de instrumentos conceptuales,
metodológiocos y de tipo analítico.

Sin embargo, Jiménez Herrero establece que: “La integración progresiva entre
economía y ecología es el núcleo aglutinador del proceso de aproximación entre las
ciencias naturales y las ciencias sociales impulsado por el cambio global. En parte,
esto se debe a que aún no es posible contar con una “ciencia total” para estudiar la
globalidad, sistemicidad, integralidad y complejidad organizada de las relaciones
entre los sistemas humanos y los ambientales. Pero mientras tanto, el emergente
“híbrido-económico-ecológico” está definiendo con mayor precisión el proceso
general de investigación interdisciplinaria natural-social, que procura orientarse más

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hacia la solución de los problemas que a la mera identificación de los instrumentos”
(2000:197).

Es el producto de un desarrollo histórico evolutivo, es un grupo dinámico de


cuestiones en constante cambio, evoca una visión fundamentalmente
transdisciplinaria, del esfuerzo científico que enfatiza el diálogo y la cooperación
para resolver problemas. El punto de vista transdisciplinario es esencial para tener
una visión practica y compartida acerca de la forma en la cual el mundo funciona y
sobre qué sociedad sustentable queremos tener; para contar con métodos de
análisis y modelaje que sean relevantes para los problemas y preguntas que implica
esta visión; y nuevas instituciones e instrumentos que puedan usar efectivamente
el análisis para poner en práctica la visión de una forma adecuada (Costanza et. al.,
2001: 399-542).

Por lo que, una conclusión presumible de este enfoque (sistémico) es la tesis


según la cual, la sociedad es un sistema de sistemas interconectados: los sistemas
biológicos, económicos, políticos y culturales, entonces toda sociedad
moderadamente compleja puede ser considerada como un supersistema
compuesto por un sistema natural, el biológico y tres sistemas artificiales (la
economía, la política y la cultural), la interdependencia entre estos aspectos es la
base material del enfoque interdisciplinario en las investigaciones en ciencias
sociales y en el diseño de las políticas sociales sistémicas, presentando dos
variantes: multidisciplinariedad (suma de campos de investigación) e
interdisciplinariedad (intersección) (Bunge 2004: 142-164, 217- 221).

Aún más, la visión sistémica tiene la posibilidad de construir un enfoque o visión que
se pueda operar-aplicar a aspectos diversos, ubicados en diferentes escalas y
tiempos, creando marcos de funcionamiento que ayuden a definir los caminos que
permitan la construcción de la sustentabilidad, como un proceso que requiere
generar cambios que finalmente mejoren la calidad de vida, lo que incluye los
ámbitos económico, social, ambiental e institucional (democracia representativa,

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directa y participativa), ámbitos que le dan sentido funcional y operativo al concepto
de desarrollo sustentable, donde la transdisciplinar obliga a los economistas a
generar el dialogo necesario para dejar atrás la visión disciplinar convencional de
ortodoxia económica.

La visión transdisciplinaria, apunta Costanza et. al., “proporciona una coherencia de


gran alcance que puede anudar el conocimiento de la disciplina y abordar los
problemas, que no se pueden abordar dentro de una estructura disciplinaria”; se
trata de considerar una nueva forma de abordar el problema que puede agregar
valor a los enfoques existentes y abordar algunas de las deficiencias del enfoque
disciplinario. Esto requiere de la integración de tres elementos: 1) una visión práctica
y compartida de la forma como funciona el mundo y la sociedad sustentable que
deseamos lograr; 2) métodos de análisis y modelados que sean pertinentes para
las nuevas preguntas y problemas que comporta esa visión; y 3) instituciones e
instrumentos nuevos que puedan utilizar eficazmente los análisis para implantar
adecuadamente esta visión” (1999:86-87). Es pues, una nueva manera de entender
y construir la sustentabilidad, bajo una metodología y epistemología distinta a la que
la economía ha utilizado desde su surgimiento.

Conclusiones

La ciencia económica no es cuerpo uniforme y monolítico, algunas de sus vertientes


han sido capaces de ofrecer respuesta a algunos fenómenos, otras tienen
limitaciones de origen, algunos paradigmas utilizan instrumentales matemático
sofisticados para responder cuestionamientos, sin embargo, es urgente que la
ciencia económica amplié sus esfuerzos hacia una disciplina que dialogo con otras
áreas del conocimiento y de la ciencia, tal oportunidad se vislumbra bajo la
economía ecológica con un enfoque transdisciplinario y sistémico.

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La economía debe modificar radicalmente su visión y considerar que los ámbitos de
la producción, la circulación, la distribución y el consumo, para ubicarse en un
marco, donde el planeta contiene estos ámbitos, donde existen otros seres y
organismos que deben mantener su presencia en el tiempo, para preservar el
hábitat con un bien colectivo global y no como un espacio de generación de riqueza
para un pequeño sector (el 1% de la población), a costa de la vida presente y futura.

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