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Plátanos en lugar de inyectables
Para sus defensores, como los estadounidenses David Weiner, uno de los
pioneros en este campo, y Ronald C. Kennedy, que estudia su aplicación al
cáncer, el futuro de la inmunoterapia está en las vacunas genéticas. "Las
vacunas de ADN conservan todos los aspectos positivos de las vacunas
tradicionales a la vez que evitan sus riesgos", afirmaban en un reciente
trabajo en la revista Scientific American.
Pero esta superioridad teórica debe ser demostrada. Por ahora, hay
vacunas genéticas en fase de experimentación contra el sida, la
tuberculosis, el rotavirus (agente infeccioso causante de diarrea infantil) y
algunos tipos de cáncer, entre ellos el de mama, el de próstata o el linfoma.
La mayoría de estas vacunas apenas han superado la etapa de
experimentación con animales y se encuentran en la primera fase de los
ensayos clínicos (con personas sanas) para estudiar si realmente son
seguras. Aunque parece que son bien toleradas, no han demostrado aún su
eficacia en la prevención o el tratamiento.
Entre otras tendencias, Liu destacaba en ese artículo que las vacunas del
futuro servirán no sólo para prevenir, sino también para curar. Y admite que
el límite entre las vacunas genéticas y la terapia génica es cada vez más
borroso.
Pero este futuro puede quedar lejos. Aunque se han acortado los plazos, el
desarrollo de una vacuna puede durar 10 o 20 años. La mayoría se quedan
a mitad de camino y alguna incluso cuando ya está a la venta. De las dos
últimas vacunas aprobadas por la Food and Drug Administration de Estados
Unidos, una de ellas (contra el rotavirus) ha habido que retirarla porque
provocaba numerosas reacciones adversas.
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