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SITUACIÓN CON LA CORONA

La relación entre encomenderos e indios estuvo regulada desde sus inicios para beneficiar a los
primeros, de manera que determinaban los tributos y servicios que los indios debían de
proporcionarles. A esto responde el proceso de ordenamiento jurídico de la Corona, imponiendo la
tasación de tributos como elemento importante para controlar la institución.
El virrey del Perú, en 1562, se manifestó contrario a la perpetuidad. Conceder ésta suponía que los
españoles que no tenían encomiendas, pero esperaban tenerlas, y que eran tantos como los
encomenderos, al ver frustradas sus esperanzas, o se alzarían contra éstos y les darían muerte o se
volverían a España: aparte de que, perpetuadas las encomiendas, ni los encomenderos ni los
pretendientes mostrarían adhesión al virrey, porque ya nada tenían que esperar de éste. Iguales
razones esgrimieron también en el Perú, por entonces, Diego de Robles, viendo en la perpetuidad
ocasión para que los encomenderos, seguros de su poder, desacatasen al rey; y que de otorgarse
fuese sólo a unos cuantos, para que los demás, por alcanzarla, extremasen sus méritos. Estas
razones de tipo político: estimular la fidelidad y el servicio a la corona, fueron decisivas contra la
perpetuidad de la encomienda, que nunca llegó a establecerse.
La corona desarrolló una serie de mecanismos para limitar el omnímodo poder de los
encomenderos, restringiendo sus privilegios, así como su capacidad de embolsar cuantiosas rentas.
Sin embargo, el control que pretendió ejercer sobre el grupo de los encomenderos no siempre llegó
a ser eficaz.
En México, en 1565, el oidor Ceynos advertía, que los encomenderos no perjudicaban a los indios.
Siendo concedida la encomienda en nombre del rey y dependiendo de la voluntad de éste que
durase dos vidas o llegase a perpetuarse, el encomendero tuvo que mostrarse sumiso a la Corona y
servirla en la medida de sus fuerzas. Sin embargo, la primera generación integrada por los
conquistadores, consciente de que por su solo esfuerzo y sin ayuda del poder público se habían
incorporado a la monarquía española territorios de extensión y riqueza incalculables, mantuvo una
actitud decidida en defensa de sus intereses. Estos primeros encomenderos fueron los que forzaron
al rey a reconocer las encomiendas cuando éste se mostraba dispuesto a suprimirlas. Incluso se
rebelaron en el Perú y se proclamaron independientes cuando las Leyes Nuevas las declararon a
extinguir y privaron de ellas a los que habían militado en las guerras civiles.
Desde mediados del siglo XVI, los encomenderos no pudieron alegar más que méritos ajenos o de
servicio civil; su posición se hizo con ello más débil. Hubieron de aguardar de la merced real lo que
no podían exigir por su actuación. Y lentamente, distanciados en el espacio y desperdigados por
pueblos y ciudades, sin la unión que daba el haber participado en las mismas o análogas luchas,
fueron quedando inermes, sin brío para oponer un frente a la política real. La nueva provisión de las
encomiendas vacantes por muerte de sus titulares se hizo muy parcamente en el siglo XVII,
prefiriéndose incorporar los indios a la Corona para incrementar los ingresos de ésta. Pero se
proveyeron las suficientes para que, con la esperanza de recibir alguna de ellas, los pretendientes y
los favorecidos extremasen su adhesión al monarca.
En principio, los miembros de las diversas instancias de la administración española en indias
(ministros de real audiencia, funcionarios de la real hacienda, escribanos, corregidores, etc.),
estuvieron por ley impedidos de gozar de la posesión de repartimientos de indios, ya el capítulo
XXXVI de las leyes nuevas había dispuesto que se despojase de sus encomiendas a todo ministro
que hubiera recibido tales mercedes. Señalándose que las razones de esa prohibición habían sido los
“desórdenes en el tratamiento de los indios “suscitados por la posesión de los mismos por parte de
funcionarios.
No vio la corona conveniente que sus ministros en Indias tuviesen intereses o fuerzas vinculantes en
las sociedades donde ejercían sus funciones. Precisamente el gobierno metropolitano impuso en
Indias la organización burocrática para evitar que surgiesen “autoridades patrimoniales locales” que
pudiesen poner en cuestión la soberanía del monarca sobre las posesiones ultramarinas; a pesar de
ello hubo numerosas excepciones a la norma -como cuando el virrey marqués de Guadalcázar se
dirigió al soberano refiriéndole sobre el peligro en el que se encontraba el virreinato ante las
noticias acerca de “ armadas de enemigos” que se aproximaban a sus costas; es así que dicho
monarca expreso, que de darse tales hechos , algunos encomenderos hicieran servicios
considerables, no se entiende para ellos la prohibición referida a la tenencia de encomiendas, porque
con esto se animen a servir y merecer de nuevo (De la puente,1990).
Una de las medidas orientadas a limitar el poder económico de los encomenderos, es la
incorporación de cargas salariales sobre el monto de los tributos. Dichas cargas se destinaban a
cubrir los emolumentos correspondientes a los jueces defensores y procuradores de naturales, a los
sacerdotes doctrineros y a los curacas -señores indígenas-y sus “segundas personas” (Reformas
toledanas).
Otra de las medidas fue la puesta en práctica de la real cédula, recibida durante el periodo de
gobierno de Lope García de Castro, la cual ordenaba que se dispusiese que en la composición de
todos los cabildos uno de los dos alcaldes ordinarios no fuese encomendero, sino un morador- es
decir un habitante sin encomienda-; es así que fue el virrey Toledo quien se propuso hacerla
efectiva en todas las ciudades de virreinato. Por ejemplo: durante su visita al cuzco en 1571. Tal
suceso constituyó un triunfo sobre la aristocracia encomendera, instaurando una situación en la cual
la administración de justicia podía llegar más fácil a ser impartida.
2.2. SITUACIÓN ECONÓMICA
Desde los inicios de la invasión europea, la necesidad de mano de obra fue palpable; esta fue
resuelta primero por medio de la esclavitud y, luego, mediante la encomienda, de tal manera que se
inducía al control de la fuerza de trabajo bajo el eufemismo de “enseñar a trabajar y prosperar a los
indios”. (Noejovichs, Salazar Soler, Suárez, Glave, & Salas, 2009)
La conquista, en su calidad de empresa económica, fue la adquisición de propiedades, tanto para los
socios de la compañía y sus otros inversionistas como para el resto de los integrantes de la hueste.
La mayoría de conquistadores recibió una encomienda principal, que determinaba la ciudad de su
vecindad. Por su condición privilegiada, los Pizarro obtuvieron numerosas encomiendas repartidas
en las jurisdicciones de las ciudades de españoles fundadas en el Perú (Gabai, págs. 271-315)
En el Perú de aquella época el estado tenía materia de transferencias de excedentes económicos.
Dado lo estrecho del mercado y la enorme proporción que tenía la economía de autosubsistencia en
la que vivía la mayor parte de la población indígena, era el pago de los tributos la vía más
voluminosa de las transacciones. Por la vía del tributo parte del excedente de los indios iba a las
manos de los encomenderos y parte del excedente de los productores mineros iba a manos del
Estado. Esto quiere decir que el mercado no se movía tanto por transacciones voluntarias, sino por
transferencias coactivas. (Contreras)
Cualquier cambio en las pautas tributarias tenía así un fuerte correlato en la economía colonial. Un
aumento en el tributo cobrado a los indios, incrementaría su oferta de trabajo a los empresarios
locales (si es que no desataba una rebelión); una disminución del impuesto cobrado a los
productores del sector mercantil o “sector español” (terratenientes o mineros) podía hacer crecer su
producción de forma significativa, o devolver al registro legal la parte que circulaba como
contrabando.
Habitualmente, se señala que los españoles introdujeron en el Perú la propiedad privada y el
comercio. Los cronistas del siglo XVI, buscando defender la legitimidad de la presencia hispana en
el país, criticaron que durante el período de la “tiranía de los incas”, estos no dejaban tener a los
indios “cosa suya, propia en particular”. Con esta condena, los cronistas abrían paso a la idea de que
los nuevos vasallos del rey en América debían acceder, ya cristianizados, a la propiedad privada de
sus tierras y recursos, siempre y cuando cumpliesen con sus tributos. (Noejovichs, Salazar Soler,
Suárez, Glave, & Salas, 2009)
Esta convicción, junto con la instauración de la escritura, que permitió un registro más eficiente de
la propiedad, dio paso a la extensión de los primeros “títulos de propiedad” en el Perú. Incluso las
comunidades indígenas recibieron sus títulos de tierras, pero estos no llegaron a individualizarse al
nivel de cada familia, permaneciendo estas tierras “comunales”, igual que las de la Iglesia, como
una propiedad “corporativa”.
Los españoles
necesitaban de
los indios para
sobrevivir

La
El Recompensar justificación El Los trabajos
a los económica de mineros.
conquistadores. la jurisdiccionales.
encomienda

Enseñar a
trabajar a los
indios”.

2.3. SITUACIÓN JURÍDICA


La encomienda es una institución jurídica que supone una determinada relación entre un español y
un grupo de indios
La encomienda y el encomendero nacen como creaciones de la ley, por una serie de actos reflexivos
del legislador. El encomendero no aparece espontáneamente como resultado del juego de las fuerzas
sociales o económicas ni como resultado indirecto o imprevisto de un complejo de circunstancias.
Al crearse la encomienda se ha creado el encomendero, o más propiamente, se ha creado la
encomienda al crear el encomendero. En éste ha cifrado el legislador la solución de una serie de
problemas de enorme complejidad. Estos problemas eran económicos, políticos y religiosos (Gaixo,
1951)
La chispa que hizo explotar el barril fue el famoso sermón de adviento del dominico Fray Antón de
Montesinos en Santo Domingo en el que acusó a los colonos españoles de maltratar a los nativos
que trabajaban para ellos y les negó la confesión, sucesos que llegaron hasta Castilla y provocaron
la condena del superior de los dominicos, Fray Alonso de Loaysa, a sus propios compañeros y del
rey Fernando que ordenó que el fraile fuera conducido a España para ser castigado por poner en
duda las órdenes reales ejecutadas en el Nuevo Mundo. La Encomienda era una de ellas.
En el año de 1512 La Junta de Burgos dio como resultado las Leyes de Burgos debido al abuso de
indios por parte de los encomenderos. Estas leyes constituyeron dos hechos importantísimos en sí
mismos:

Era el primer texto normativo de carácter general sobre el tratamiento de los indios en
la América recién descubierta.

Fue el embrión de una nueva teoría filosófica, teológica, jurídica y social que determinó
el nacimiento del Derecho Internacional y el reconocimiento de los Derechos Humanos.
La denominación original de estas leyes fue el de “Ordenanzas reales para el buen regimiento y
tratamiento de los indios”. Constaba de 35 leyes o artículos que regulaban el régimen de los indios,
sus condiciones personales de vida y de trabajo, sus derechos, los límites a su utilización como
mano de obra, etc, y lo que es más importante se reconocían por primera vez su condición de
hombre libre y titular de derechos humanos básicos, como el de la libertad y la propiedad.
Resultado
Estas Leyes se reconocen como los primeros pasos que la corona española dio para normar el
estatus jurídico de los indios americanos, lo cual continuó profundizándose años después bajo el
término de “polémica de los naturales” o “justos títulos”, cuyo contenido fue materializado por la
Junta de Valladolid a través del dictamen de las conocidas Leyes Nuevas de 1542.
El más importante cambio de la situación jurídica de los indios llegó con las Leyes Nuevas de 1542.
Los indios pasaron a ser plenamente súbditos de la Corona. Esta decisión provocó que se ordenara
que no se creasen nuevas encomiendas y que las existentes se extinguiesen con el fallecimiento del
encomendero. Quedaban suprimidas las encomiendas vinculadas a la Corona y la Iglesia. Se
limitaron y disminuyeron los tributos que debían pagar los indios. Quedó prohibida cualquier tipo
de esclavitud. Tampoco se podían imponer trabajos forzosos a los indios. El emperador se implicó
en estos cambios y ordenó a los virreyes una especial atención para que se cumpliese la nueva
legislación. (Montagut, 2016)
Los dominicos no quedaron contentos y siguieron protestando consiguiendo la aprobación de
nuevas mejoras en las Leyes de Valladolid del año siguiente, 1513, sobre todo referentes a las
mujeres y los niños indios.
Su aplicación fue más bien limitada, el poder de los encomenderos y las grandes extensiones donde
debía de ser vigilada su aplicación lo hicieron muy difícil pero ahí- estaba y quedaba el esfuerzo de
la corona por mejorar la calidad de vida de los nativos americanos.

2.4. SITUACIÓN SOCIAL.


El mundo indígena sufrió profundas transformaciones sociales a raíz del proceso de conquista. En
las sociedades aborígenes, los grupos ubicados en la cúspide de la pirámide social fueron
eliminados o perdieron la autoridad política sobre sus respectivos pueblos. De esa manera, y a pesar
de persistir ciertos rasgos autóctonos, la trastocada sociedad indígena y sus grupos sociales
comenzaron a girar en función de la estructura impuesta por los conquistadores españoles. (Rosati,
1996)
La encomienda tuvo que adaptarse a las diversas circunstancias que se iban encontrando los
conquistadores. En este sentido la variable más importante fue el tipo de organización social que
tenían las comunidades sometidas. En aquellas con niveles de jerarquización más complejos se
desarrolló un modelo clásico de encomienda y se consolidaron como «áreas centrales» de la región
(Gamboa, 2004)
Los encomenderos no constituyeron una clase social distinta de quienes no lo eran. Los
conquistadores y pobladores, los hijos de unos y otros, en general, y cuantos podían considerarse
beneméritos en la tierra, formaban un círculo poco diferenciado. Sus intereses eran los mismos en
su mayor parte; unos por ser encomenderos y otros por aspirar a serlo. El rey y sus altos
funcionarios atendieron al interés general del grupo y trataron de evitar favorecer de una manera
decisiva a los encomenderos en perjuicio de los que no lo eran. Si favorecieron a aquéllos con la
concesión de encomiendas, no olvidaron otorgar a éstos cargos públicos o pensiones. Unos y otros
constituyeron una clase destacada en la esfera local, cuya dirección se puso en sus manos bajo la
vigilancia del rey. (Gaixo, 1951)

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