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El socialismo explicará su incapacidad de cavar hondo en el campo obrero con su

remanida fórmula de la "política criolla", que es la transferencia a la política del juicio que

tienen hecho sobre la ineptitud del nativo —pero que también ocurre para el hijo del

inmigrante—; el socialismo requiere supuestos "niveles culturales", y así los maestros del

mismo identificando su juicio con el de la "gente principal", atribuyen su fracaso a una

irremediable falta de cultura popular que por su carácter congénito corresponde a un

inconfesado racismo.

Por un lado descarta como objetivo el criollaje, que es para él "lumpen proletariat"

indigno de su prédica —todavía lo será en 1945— y por el otro se opone, con su libre

cambismo, a la industria nacional, única posibilidad de clase obrera como exige.

El hecho que no percibía, y que aun, en general, no perciben las izquierdas, no es

exclusivo de Buenos Aires y del país, y se parece en mucho a lo que ocurrió en la sociedad

norteamericana del siglo pasado, en la etapa de la inmigración masiva y la marcha hacia una

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frontera interior7. Se trataba de una sociedad en movimiento por la ampliación o modificación

constante de sus bases económicas, la Argentina que se incorporaba al mercado mundial

como productora de materias primas —sin perjuicio de que después, llegado el límite se

intentara detenerla— era un país en desarrollo cuya estática se había roto y donde estaban

abiertas las posibilidades del ascenso vertical. Eso es lo que precisamente buscaba el

inmigrante; el único sector que no lo había buscado antes, ni había tenido perspectivas, el

criollo, en Buenos Aires se incorporaba entonces a la misma actitud ante la ruptura de su

situación cristalizada, y las nuevas posibilidades.

El carácter que los sociólogos atribuyen a la clase media que no se cristaliza sino que tiene una

movilidad constante ascendente y descendente, era compartido por los estratos más bajos de
la

sociedad y aun lo es. Además, las condiciones cambiantes del trabajo, la aparición de nuevas

actividades y la reunión frecuente en los mismos sujetos, de actividades de productor, de


comerciante y
hasta de especulador, facilitaban el cambio de las actividades, con mayor razón en quienes no
tenían

ningún status que cuidar: se alternaban las labores de la ciudad con los trabajos estacionales
del campo,

en las épocas de las cosechas, y se pasaba de un trabajo al otro, siempre tentando la aventura
del éxito,

cuyo objetivo había traído el inmigrante y cuya posibilidad era fácilmente constatable en el
vecino de

ayer de la pieza del inquilinato, en el compañero de trabajo que cambiaba el mismo y en la


sucesión

constante de individuos que, saliendo de las más modestas condiciones, estaban “parados”
poco

tiempo después. En una palabra: el comportamiento cultural de la clase baja no era, según los
esquemas

transferidos de la lucha de clases, y se parecía más al de las clases medias con una esperanza
de ascenso

en los hechos, ya que la mayoría de los individuos ubicados más alto, de origen inmigratorio de
la clase

media a la burguesía, eran de reciente ascenso. (Se trataba de los compadres del pueblo
originario, los

compañeros de la tercera del barco, muchos de los cuales habían vivido en la pieza de al lado
durante

largos años, o sus hijos, de muchos de los cuales el obrero había sido padrino en la piedra
bautismal,

cuando no estaban ligados por vínculos de parentesco que no había borrado todavía del todo
las

distancias de la fortuna).

LAS CARACTERÍSTICAS DEL INMIGRANTE

No comprender esta particularidad es además desconocer la naturaleza del fenómeno

inmigratorio. Se emigra precisamente para salir del estrato de sociedad cristalizada a que se

pertenece; no es el hambre, como se ha dicho con frecuencia, el móvil inmediato de la

emigración, que sólo actúa excepcionalmente, y los emigrantes, ya se ha señalado, son

individualmente fuertes, ansiosas de avance, con relación a los que se quedan, incapaces de
tentar la aventura: son los nuevos conquistadores siguiendo la huella de los que se abrieron

7 Germani, en “Argentina, sociedad de masas”, trae la siguiente cita: En un libro publicado en


1942, F. Serret nos

cuenta que su primer empleo en Buenos Aires fue el de desbarbador en una fundición, luego
pintor de letras, cuyo oficio no

conocía, para tentar después el de profesor de matemáticas y francés con el mismo desenfado
anterior. En una nueva y

efímera experiencia tiene un conflicto con los alumnos y a los diez días será changador de
bolsas de maíz en Zárate, por dos

días. Pasa a ser mecánico de un aserradero en Córdoba, tendero, panadero, conductor de


mulas, minero en Salta, empleado

de farmacia, tapicero, pintor de arte, cocinero en la Quiaca y finalmente ingeniero, cargo al


que llegó por un aviso en la

prensa y para el que demuestra los mismos conocimientos que para los anteriores.

Desde luego que este francés es un campeón, pero si hago memoria de mis ascendientes
recuerdo que mi abuelo

paterno, de cuyos oficios no estoy muy enterado, trabajó en Zárate entre el 50 y el 60, que
anduvo con carretas, que después

fue fondero en Salto y Arrecifes, hornero más tarde y que tuvo en General Ponto cancha de
pelota. Agregaré que mi

bisabuelo materno vino como escultor a San Pablo y lo mataron los indios como ganadero
cerca de Junín; mi abuelo materno

vivió en Lincoln y Carlos Tejedor y había trabajado antes entre los primeros pobladores de
Barranqueras y en Posadas,

donde mi madre pasó la primera infancia. De un hermano de este abuelo, que se perdió,
recuerdo que tenía una mano

inválida, pues se le había helado como buscador de oro en Tierra del Fuego. Con esto, quiero
señalar que el personaje citado

por Germani es corriente en la extraordinaria movilidad del medio en la época y sus analogías
con la formación de la

sociedad norteamericana del Oeste.

camino

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