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LOS FABULOSOS NÚMEROS UNO

En los primeros meses de 2005 hubo algo parecido a la promesa de un renacimiento del cómic en

México, pues en fechas muy cercanas salieron al mercado los números uno de revistas con persojnajes

entrañables para muchos de nosotros: Kalimán el hombre increíble, Karmatron y los Transformables, Blue

Demon Jr.; y Santo, la leyenda de plata. Hoy miércoles 21 de junio de 2006 me entero con gran desazón de

que ninguna de las cuatro revistas sale ya. Dos de ellas desde hace un mes, según informes de tres

voceadores; las otras dos, desde hace dos meses más o menos. Escribí estas líneas antes de enterarme

de tan triste suceso. El tiempo ya pasó y eso ha mostrado qué tan ciertas eran las expectativas que nos

creamos al rededor de las revistas. Comenzaré hablando de uno de los personajes que fungió como

padre putativo de muchos compatriotas.

Kalimán, el hombre increíble

Para comentar la actuación del nuevo Kalimán, forzosamente hemos de tomar en cuenta al anterior.

Aunque recordamos con cariño sagas como “El dragón rojo”, “La venganza de Karma” o “El triángulo

de la muerte”, ya era justo ver nuevas aventuras del hombre increíble. Aún más motivador sería que

los autores dotaran de coherencia al personaje. Modesto Vásquez nunca se dio cuenta de lo que tenía

en sus manos: algún día declaró que la historieta debe ser ligera, fácil de digerir, y con esto perdió de

vista el gran potencial argumental y didáctico de Kalimán. Son notables los descuidos en el concepto

del proyecto historietístico nacional que más ha vendido.

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Como hemos dicho en otras ocasiones, el original tenía serias deficiencias de información, los

autores mezclaban arbitrariamente aspectos de diferentes culturas, desconocían la religión hindú,

como se hizo evidente al poner como demonio de tres cabezas a Vishnú, cuando en el hinduismo esa

deidad no tiene un aspecto negativo, sino que es parte de la Trinidad. También había contradicciones,

por ejemplo, en las frases del protagonista: a veces hablaba contra sus oponentes que atacaban a

traición, y otras se pronunciaba a favor del ”factor sorpresa”. Nuestro comentario no tiene el objeto de

pedir a los responsables un Kalimán todo razón, pues como sabemos desde hace mucho, hay

realidades que jamás podremos explica por esta vía; campos donde la lógica, tal como la conocemos,

no opera; entonces hemos de acudir a otras herramientas, como la intuición.

El nuevo Kalimán aún tiene formato media carta, pero el acabado a cuatro tintas ha reemplazado la

ya legendaria impresión en sepia. El dibujo de José Luis Corona en algunas viñetas es muy detallado

(núm. 1, p. 18) y en otras, demasiado simple (núm. 1, p.28). El personaje principal sigue teniendo

rasgos europeos sin que sepamos por qué, pues se supone que nació en algún lugar de Asia. Esto toma

relevancia sobre todo en el contexto de esta aventura de arranque, “Infierno blanco”, donde combate

contra unos racistas austriacos que se hacen llamar “neos”. Ojalá podamos ver un día un Kalimán con

rasgos hindúes.

La caligrafía es clara y de buen tamaño, pero se utilizan las tintas azul y roja en algunos globos y

sus textos, lo cual sólo dificulta la lectura y rompe el equilibrio cromático (núm. 3, p. 4). La redacción

es comprensible pero se abusa de los enunciados entre signos de admiración (núm. 3, p. 19).

Cualquier lector con un mínimo de curiosidad se preguntará qué tiene que ver la actitud del

Hombre Increíble con la divinidad de la cual deriva su nombre, y que es representada con muchos

brazos que blanden armas. Aunque en la revista nunca nos dieron la justificación, ésta posiblemente

sea muy sencilla: Kali es el aspecto agresivo de la Diosa, pero si ésta tiene armas en las manos y una

imagen que intimida, es sólo porque se trata de su “advocación” de madre protectora.

Ahora que el internet ha conectado realmente a México con en el resto del mundo, sería

interesante que en las secuencias de pelea Kalimán empleara algunos sistemas de combate que, por su

formación, es lógico que domine: kalaripajat, el arte marcial de India; lama pai, el linaje Kung fu del

Tíbet; y, tal vez, penjkak silat, el arte marcial de Indonesia. Eso haría muy atractivos los combates

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físicos que sostiene contra sus enemigos; aún más, si el Hombre Increíble ha viajado por diversas

partes del mundo, no sería raro que conociera incluso otros sistemas de defensa y ataque… la lista de

recursos gráficos podría extenderse favorablemente.

Las imprecisiones continúan: en la página 11 del número 3 se define el lamasterio como “monsterio

budista”, pero esta definición sin más aclaraciones incluye erróneamente a los budistas de la rama

Zen, y en Tíbet sólo están la rama mahayana y el lamaísmo, que une elementos de budismo mahayana

con chamanismo propio del Tíbet.

El tema de la raza no es el único que ha hecho su reaparición en la escena de México. Con él,

vuelven rumores como el de la existencia de Agartha, el mítico reino en cuya existencia creía Adolf

Hitler, por lo menos según Louis Pauwels y Jacques Bergier (El retorno de los brujos, pp. 345 a 356).

Por último, me queda sólo señalar que, aunque la historieta nacional atraviesa tiempos difíciles,

debidos entre otras cosas a la feroz competencia que representan otros medios de entretenimiento,

Kalimán sigue siendo referencia en nuestra cultura. ¿No sería emocionante leer un crossover de

Kalimán vs. Orión el atlante, vs. El lama Garab Yidam o vs. Elektra?

Karmatron y los Transformables

Lo primero que me alegró fue ver que ahora tiene formato de cómic y no media carta, como al

principio, ni ese formato extraño de Ka-Boom, el comic; lo cual da gran flexibilidad a la narrativa visual

en las 32 páginas que lo constituyen. El papel es de buena calidad y permite apreciar los terminados.

El autor, Óscar Gonález Loyo, ha recurrido a los avances tecnológicos para crear efectos que

enriquecen la parte gráfica: cuenta con color y efectos digitales, como los difuminados que refuerzan

la diferencia entre planos. El diseño de la armadura es más imponente y se aleja bastante de la primera

versión. La Serpiente Kundalini ahora es muy parecida a las de algunos monumentos arqueológicos

de México. Por su parte, la imagen de los Guerreros Estelares (Titán, Acuarius, Estelaris y Unicornio)

no ha cambiado sustancialmente, pero el manejo de los detalles es más generoso.

El argumento de la primera aventura es ya conocido por quienes llevamos un tiempo con

Karmatron como parte de nuestras vidas, nos habla de Zacek, un personaje de la raza zuyua que

adquiere poderes superiores a los humanos, no por accidente ni por ambición, sino gracias a sus

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logros espirituales. Así, es capaz de convertirse en Karmatron y combatir al mal, representado por

Asura y su ejército que pretende dominar el cosmos. La primera misión de Zacek será llevar a un

lugar seguro a la raza zuyua, cuyo planeta es destruido por el ejército metnalita. La información sobre

los chakras o centros de energía (cuya cantidad en la tradición hindú es de siete, pero que varía de

cultura en cultura) se desgrana con naturalidad a lo largo del texto, las imágenes no adornan sino

realmente refuerzan la explicación.

La sección “Hablando de cómics con…” es realmente interesante. En el número 3 consta de una

entrevista con John Buscema Sr. y John Buscema Jr., donde ambos dibujantes dan consejos

importantes a los nuevos valores: el historietista ha de ser culto, el trabajo constante es la única

manera no sólo de triunfar, sino de no ser desplazado, y la humildad es indispensable para quien

quiere aprender.

El “Correo Karmatron” es un testimonio de algo que casi siempre pierden de vista aquellos que se

consideran “artistas”: la responsabilidad del creador ante su público. Si todo aquello que

consideramos nuestra obra y que será publicado llegará a las manos de alguien, tendrá un efecto sobre

esa persona. Gonázlez Loyo es consciente de esto, al grado de que ha tomado lo mejor de ciertas

tradiciones, ciertos libros, ciertos símbolos, influencias que sin embargo (por prudencia, quiero creer),

omite mencionar abiertamente.

El carácter combativo sigue presente en su obra. Si en los años 70 se burlaba del materialismo

histórico, ahora su crítica cae sobre el pesimismo mostrado en Operación Bolívar, de Edgar Clément y

Buba, de Ricardo Peláez. ¿Será cita textual el comentario de Roby, el robot, acerca de que el

conocimiento interno y la quietud mental son “tonterías e infantilismos ridículos de bajo nivel para

alguien adulto.

He seguido la trayectoria de Óscar desde el tiempo en que su dibujo era rudo y el protagonista se

llamaba Alfa; fungían como sus maestros el pequeño saurio Mukti, el supercomputador Avidya, el ave

Garuda; un oso llamado Dharma, un mago quien le ayudaba a adquirir conocimiento esotérico, y un

tigre, quien lo instruía en artes marciales. ¿Qué habrá pasado con esos personajes? Quisiéramos verlos

de nuevo y también ver concretados los proyectos de Saskunah el maya y El mundo de Gnani.

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Óscar fue de los primeros historietistas en confrontar diferentes personajes y estilos de dibujo en

una sola revista, pues Karmatron enfrentó a Destrúktor, que tenía su propia serie, además de a

Intercepto y Arela, de Carlos Tron estos últimos. Me pregunto si algún día podremos ver los

siguientes crossovers: Karmatron vs. Kalimán, Karmatron vs. Blue Demon, Karmatron vs. Santo, y Karmatrón

y Garab Yidam. Estoy convencido de que el cómic nacional saldría ganando.

Blue Demon Jr.

Las características físicas del cómic son las mismas, que las de Karmatron y los Transformables. La

gráfica de Horacio Sandoval está muy cerca de un estilo más o menos reciente de cómic

estadounidense de superhéroes (Gregg Capullo y Joe Madureira son presencias innegables en esta

revista… tal vez incluso Art Adams), al grado de que Blue Demon sin máscara es demasiado parecido

a Peter Parker (núm. 1, p. 13) . Las tintas son limpias y las escenografías acertadas, al igual que el color

digital. Esperamos ver pronto que HS despegue con un estilo propio, pues deja ver que posee un

enorme talento.

La narrativa visual es explosiva, un verdadero logro de Horacio y de Óscar González Guerrero, el

director de arte. Me pregunto de qué manera y en qué medida ha participado Blue Demon Jr. en la

factura de la revista, pues sería sumamente interesante saber cómo se concibe a sí mismo un luchador

en su cómic.

Es notable la cantidad de texto que se incluye en cada página, y que esto no resta fluidez a la

narración, debido en gran parte a la composición de los cartones, con un promedio de seis viñetas

cada uno. Algo que considero superfluo es los textos en japonés, pues no enriquecen la narración: sólo

sirven para que el público se entere de que alguien del equipo conoce ese idioma. En todo caso, ojalá

pronto veamos una edición japonesa de la revista, que lleve la lucha libre mexicana a Japón también

en cómic, pues en la realidad de este deporte hay gran intercambio entre ambos países.

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Santo la leyenda de plata

Un enorme gusto ver al máximo icono mexicano de la lucha libre y el cine de culto nuevamente en

cómic. Aunque el formato media carta no ayuda mucho a la fluidez de la narración, los trazadores se

las han arreglado para dar una buena dosis de dinamismo, sobre todo a las secuencias de pelea. Algo

que estorba un poco al lector son las aclaraciones legales respecto de que se trata de reseñas luchísticas

Supongo que el equipo se vio obligado a incluirlas.

La fascinación nacional por las máscaras se ve de nuevo estimulada en la historieta, no sólo por la

narración en sí, sino también por la sección “Santo… un héroe sin límite de tiempo” donde se dice

algo muy cierto: Santo no es un personaje que existe sólo en la imaginación, es real en tanto deportista

que podemos ver luchar en vivo. Coincido con Hoss y Martaine cuando afirman que el hijo del Santo

ya se ha ganado el nombre de “Enmascarado de Plata” a fuerza de trabajo duro.

En la portada del número 1, que incluye la Victoria alada (mal llamada “Ángel de la

Independencia”) de Reforma, el maestro Antonio Santillán realiza, como de costumbre, una excelente

aplicación de color, con contrastes adecuados entre luz y sombra, brillos sorprendentes y texturas bien

logradas. En el número 3 el trazador Óscar Bazaldúa nos muestra que sigue atrapado en el estilo

Frazzetta, de hace más de 40 años: al igual que en casi todos los dibujos del clásico, la voluptuosa

mujer es sólo un montón de carne sometida, incapaz de hacer algo más que desorbitar los ojos. No es

una re-creación del estilo Frazzetta, porque no lo toma para enriquecerlo (el contra ejemplo sería cierta

etapa en la gráfica de Simon Bizley). Bazaldúa no ha dejado de dibujar igual por lo menos en los

últimos diez años, débase a lo que se deba.

Otro límite de ÓB lo constituye la falta de congruencia gráfica de los personajes, en especial Gaby.

En algunas viñetas se ve como adolescente, casi niña (núm. 1, pp. 18 y 19) y en otras como una mujer

de entre veinte y treinta años, salida de alguna película con Luis de Alba o Valentín Trujillo, pero de

menor estatura (núm. 2, p. 20; núm. 3, pp. 3-5). En el universo Sensacional de… todas las mujeres tienen

las mismas medidas espectaculares, la misma boca, la misma nariz y los mismos ojos… difíciles de

erradicar estos estereotipos.

La redacción es casi siempre clara y eficiente. Un inconveniente es el interletraje, que a veces junta

demasiado los caracteres y dificulta la lectura. El argumento está en la línea de las películas: Santo

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enfrenta a las fuerzas de un demonio llamado Caín, evidentemente dentro de la cosmovisión católica.

También aborda un tema de actualidad que ojalá sólo fuera parte de la ficción: los secuestros.

El manejo del protagonista es predecible pero acertado: es un hombre que se preocupa por sus

semejantes, lucha contra el mal, armado no con superpoderes, sino con su destreza luchística, su

inteligencia, tecnología de su propiedad, capacidad de investigación y una inquebrantable fe en el

bien.

¡Larga vida al Santo y gracias a todos los participante en esa aventura!

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