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un crack en la ciudad:
rupturas y continuidades
El proceso creciente de dispersión y de fragmentación territorial al que asisten las metrópolis, ante el
progresivo desvanecimiento de la tradicional “ciudad compacta”, conduce a una fractura de las
tradicionales tendencias de crecimiento de las ciudades. El vaciamiento de las áreas consolidadas, la
descentralización del terciario avanzado, el desarrollo de los sistemas de infraestructura viaria, el
aumento de la movilidad intraurbana y el incremento de la ocupación del suelo inciden en el surgimiento
de piezas urbanas a modo de ínsulas autónomas, en yuxtaposición y convivencia con bolsas de
marginalidad, vacancia y pobreza.
A través del tiempo, numerosos estudios centrados en la cuestión urbana identificaron a la ciudad en
relación con la jerarquía de funciones y de equipamientos existentes sobre un territorio. La huella
trazada permite centrar la atención en los fenómenos de apropiación de centralidades territoriales. En el
marco del capitalismo industrial (fordista), a mediados del siglo XX se consolidó la “metrópolis
moderna”, con una estructura jerárquica de relaciones funcionales y sociales. En el proceso de
crecimiento, la ciudad invadía el espacio rural circundante, dando lugar a una expansión urbana
continua, en mancha de aceite, con una neta separación entre campo y ciudad. Los núcleos centrales, de
alta densidad, eran habitados por la burguesía, y los bordes urbanos, a modo de “periferias-dormitorio”,
por el proletariado industrial.
Dado que el centro decidía y controlaba los destinos de la periferia, era la industria y la residencia de los
sectores sociales bajos los que se desplazaban hacia los suburbios y consolidaban un crecimiento
relativamente compacto. Con lo cuál, la ciudad tradicional, si bien ofrecía una distinción entre el paisaje
urbano y el paisaje rural, presentaba una fuerte dependencia económica, social y cultural del
campo. Desde esta perspectiva, la periferia fue entendida como el “no-centro”, y constituía aquella parte
de la ciudad que rodeaba al núcleo consolidado. Carente de estructura funcional autónoma, de atributos
de centralidad, de identidad y de sentido de pertenencia, era el lugar donde se habitaba por necesidad,
con baja densidad y homogénea composición social. (cfr. Bozzano, 1999).
El escenario planteado da cuenta de un proceso específico de transformaciones urbanas que no puede ser
descrito como una simple suburbanización de actividades económicas. En Buenos Aires presenciamos
un proceso de reestructuración de la centralidad que transforma todos los ámbitos urbanos y suburbanos.
Funciones comerciales, de oficinas y de entretenimientos mutan de manera sustancial. La lógica de
ubicación que caracteriza a esta reestructuración urbana en gran parte se acoge a los sistemas de
centralidad seculares de esta ciudad, y genera problemas sociales, funcionales y ambientales específicos
que resulta indispensable afrontar. (Tella, 2001).
–Subcentros tradicionales: Desde su arribo, asentados sobre las tierras altas, los ferrocarriles surcaron el
territorio con más de 150 kilómetros de vías, que dieron origen a más del 90 por ciento de los subcentros
actuales. A través del tiempo, la red vial fue acomodando su traza respecto de la ferroviaria, y el
transporte público le imprimió fluidez y continuidad comercial a los corredores vehiculares.
–Nuevas centralidades: Nuevas formas de concentración y de dispersión manifiestan la vocación hacia
una economía de servicios en la ciudad, que induce a la diseminación de las actividades sobre el
territorio, con migración de actividades de las áreas centrales hacia los bordes metropolitanos;
conformando aglutinamientos insulares de pequeños fragmentos urbanizados entrelazados sobre
entornos no urbanos. Esta situación manifiesta una relación dicotómica entre procesos que tienden a una
mayor integración económica pero, también, a una mayor dispersión espacial.
Desde esta perspectiva, se han identificado diez patrones territoriales que intentan definir el nuevo
escenario metropolitano de Buenos Aires:
Este modelo de organización del territorio metropolitano, signado por particulares lógicas de movilidad,
de aprovisionamiento, de recreación y de producción, conduce a un tipo de ciudad dispersa y
fragmentada, cerrada y excluyente, y atenta contra los valores de la ciudad tradicional.
Tradicionalmente, la plaza era el lugar del abasto público, del comercio de alimentos perecederos. Al
mismo tiempo, constituía uno de los escasos ámbitos urbanos en los que, además de su función de
abastecimiento, se desempeñaban como articuladores sociales, fortaleciendo las relaciones de vecindad.
En Buenos Aires se manifiesta un cierto paralelismo entre la ubicuidad del mercado como realidad
absoluta y el modo en que sus herramientas globales, el andamiaje funcional de una economía
transnacional, se implantan sobre sistemas territoriales previos. Sin promover una tabula rassa,
considerando al espacio como una suerte de áreas deseables y conexiones viales eficientes, este modo de
operar sobre el territorio logra descomponer y desarticular a la ciudad preexistente, y la vacía de valores
y contenidos.
El cambio profundo que resulta de pasar de un sistema abierto e inclusivo, como es el tejido tradicional
de la ciudad, a este nuevo esquema va acompañado por cambios de conducta del hombre urbano. Sucede
que, mediante una nueva red de recintos y conectores, se rompe la interioridad de la ciudad redefiniendo
la pertenencia y la figura del ciudadano. Contrasta en este escenario la función del Estado, otrora gestor
del bien público y hoy identificado con el gerenciamiento inmobiliario, con la inversión transnacional,
direccionando recursos fiscales a obras de mejoramiento de áreas privilegiadas en detrimento de áreas
con profundas necesidades insatisfechas.
Buenos Aires muestra en estos tiempos cómo su subordinación a nuevos modelos de ciudad y de
disciplinamiento social, el de la ciudad global y el de la ciudadanía de consumo, desarticula el contrato
fundacional representado en su trama indiana. Tachada por yuxtaposiciones funcionales y herida por
exclusiones sociales, aquella trama que hasta no hace mucho tiempo funcionaba como integradora de
barrios, humores y vivencias, parece no ser hoy un espacio de participación y sí resulta lleno de
violencias y temores.
hacia una integración de las ínsulas
Al hacerlo, se pierde el marco referencial que guía el comportamiento social, y regenerar los lazos de
comunidad deviene en una ardua tarea. Resulta interesante observar cómo estos artefactos se convierten
en nuevas pseudo-plazas para el esparcimiento-consumo de los ciudadanos, que ostentan derecho de
admisión y permanencia restringida de público por parte de sus propietarios. Tratándose de estructuras
fundamentalmente centrípetas, disgregan en el exterior mediante la disolución del zócalo comercial
tradicional.
Sólo a partir de la revisión de los procesos profundos y estructurales que afectan hoy a Buenos Aires,
tanto en su dimensión conceptual e instituyente como en aquella construida e instituida, será posible
delinear respuestas. La presencia que en distintas escalas generan nuevas centralidades en la ciudad,
reconoce una yuxtaposición del sistema tradicional de ciudad con uno nuevo y dominante.
Desde esta perspectiva, las estrategias posibles parecieran ser: potencializar nodos de concentración de
actividades de carácter social, económico y cultural; corregir la distribución territorial de equipamientos
“de prestigio”; incorporar las dinámicas locales; favorecer trazados que permitan la permeabilidad y el
contacto entre partes; definir nuevas formas de articular lo público y lo privado, lo individual y lo
colectivo, y configurar un tejido conectivo, continuo y equilibrado. Dado que este fenómeno de ruptura
en las tendencias tradicionales de conformación de centralidad se encuentra atravesando una fase crucial,
se torna indispensable generar nuevos mecanismos de producción, evaluar sus efectos y proponer
repuestas alternativas a las lógicas de fragmentación instaladas en la ciudad.
© Guillermo Tella
En: Tella, Guillermo. (2007), “Un crack en la ciudad: Rupturas y continuidades en la trama urbana de
Buenos Aires”. Buenos Aires: Ediciones Nobuko. ISBN 978-987-584-081-2.
Fuentes citadas
–Augé, Marc. (2000), Los no lugares: Espacios del anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad. Barcelona: Gedisa Editorial.
–Bozzano, Horacio. (1999), Le territoire mètropolitaine. En: Les territoires de la restructuration
industrielle dans la Region Metropolitaine de Buenos Aires. Universidad de París III-Sorbonne
Nouvelle, Tesis Doctoral.
–Dematteis, Giuseppe. (1998), “Suburbanización y periurbanización. Ciudades anglosajonas y ciudades
latinas”. En: Francisco Javier Monclús Ed.; La ciudad dispersa: Suburbanización y nuevas periferias.
Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona; pp. 17-33.
–Dupuy, Guy. (1991), Les territoires de l´automobile. París: Anthropos-Economica.
–Garreau, Joel. (1992), Edge City. New York: Anchor Books.
–Hall, Peter y Hay, David. (1980), Growth Centers in the European Urban System. Londres:
Heinemann.
–Soja, Edward. (1996), Six Discourses on the Postmetropolis. Imagining Cities, Routledge.
–Tella, Guillermo. (2001), La modernización tardía de una metrópolis semiperiférica. El caso de Buenos
Aires y sus transformaciones socioterritoriales recientes. Madrid, España: Revista Urban Nº 6,
Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, Escuela Técnica Superior de Arquitectura,
Universidad Politécnica de Madrid; pp. 61-76.
–Tella, Guillermo. (2003), “La mutación de enclaves urbanísticos en Buenos Aires”. Guadalajara
(México): Revista Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad, Volumen IX (septiembre-diciembre);
Universidad de Guadalajara; Departamento de Geografía y Ordenación Territorial; pp. 211-237.