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Trastorno de Personalidad

Un trastorno de personalidad es un patrón permanente e inflexible de experiencia y


comportamiento que se aparta de lo que se considera habitual en la cultura del sujeto que
lo padece y que se manifiesta en la forma de percibir el mundo que lo rodea, la afectividad,
las relaciones interpersonales y el control de los impulsos.

Todo el mundo tiene sus patrones característicos de percepción y de relación con otras
personas y ante las diferentes situaciones de estrés. Por ejemplo, algunas personas
responden a una situación problemática solicitando ayuda de otras personas. Otras
prefieren enfrentarse a los problemas por sí mismas. Algunas minimizan los problemas.
Otras los exageran. Sin embargo, si sus patrones característicos de comportamiento son
ineficaces o tienen consecuencias negativas, las personas mentalmente sanas tienden a
probar enfoques alternativos. En contraste, los sujetos con un trastorno de la personalidad
no modifican sus patrones de respuesta, incluso cuando estos patrones son
repetidamente ineficaces y sus consecuencias son negativas. Estos patrones se
denominan patrones de mala adaptación, porque la gente no se adapta como las
circunstancias lo requieren. Los patrones de mala adaptación varían en su gravedad y en
su duración. En la mayoría de los pacientes con un trastorno de la personalidad, el
trastorno causa problemas moderados. Sin embargo, algunos padecen graves problemas
sociales y psicológicos durante toda su vida.

Alrededor del 13% de la población sufre un trastorno de la personalidad. Generalmente


afectan a hombres y mujeres por igual, aunque algunos tipos específicos afectan a un
sexo más que al otro. Los trastornos de la personalidad resultan de la interacción de los
genes y el ambiente. Es decir, algunas personas nacen con una tendencia genética a
padecer un trastorno de la personalidad, y esta tendencia disminuye o aumenta en función
de los factores ambientales. Generalmente, los genes y el ambiente contribuyen
aproximadamente por igual al desarrollo de los trastornos de la personalidad.

La mayoría de los pacientes que presentan un trastorno de la personalidad sienten un


malestar subjetivo y tienen problemas en las relaciones laborales y en las distintas
situaciones sociales. Muchos desarrollan también trastornos del ánimo, ansiedad,
síntomas por somatización abuso de sustancias o trastornos de la alimentación. Si el
paciente presenta un trastorno de la personalidad junto con alguna de estas alteraciones,
es más probable que no responda al tratamiento de estas y, por lo tanto, que tenga peor
pronóstico. Los cuales los trastornos de la personalidad se refieren esencialmente a los
problemas relacionados con: Identidad y el sentido de sí mismo y Relaciones
interpersonales.
Tasa ajustada de mortalidad por suicidio. La tasa más reciente que se tienen es de 2016,
la de Colombia es de 5,07 por 100.000 habitantes, el rango de los resultados va de 0,95 a
12,21 por 100.000. De las 37 entidades territoriales analizadas, 19 (51,3%) tienen tasa por
encima de la nacional, sin embargo, solo 2 departamentos (5%): Arauca (11,67 por 100.000
hab.) y Vaupés (12,21 por 100.000 hab.) tienen tasas con una diferencia relativa de la tasa
nacional que es estadísticamente significativa. Putumayo (9,22) y Guainía (9,15) se
encuentran muy cerca del límite estadístico que separa las cifras altas de las similares a la
media nacional. Las tasas más bajas las tuvieron San Andrés, Providencia y Santa Catalina
(0,95), Chocó (2,11) y Vichada (2,16).

“Las personas que padecen trastornos mentales y del comportamiento y aquellas que
tienen trastornos por consumo de alcohol u otras sustancias psicoactivas, tienen mayor
probabilidad de presentar conducta suicida, al igual que quienes han tenido eventos críticos
en su vida, como pérdidas de un ser querido, del empleo, han tenido experiencias
relacionadas con conflictos, peleas con los padres, separación, rompimiento con la pareja,
cambio de vivienda, madre con trastornos mentales (principalmente en adolescentes),
historia familiar de suicidios, maltrato, desastres, violencia y abuso sexual; personas con
factores genéticos o biológicos que se asocian con mayor frecuencia del evento; entre
otros” 3,4,5
.
Los departamentos con tasas similares o superiores al nivel nacional deberán realizar de
manera prioritaria una sala situacional (siguiendo la metodología de la Organización
Panamericana de la Salud-OPS), con el fin de analizar cuáles son los determinantes
sociales de la salud que se encuentran asociados causalmente con el suicidio en su
territorio y así construir y ejecutar un Plan para la Prevención y Atención Integral de la
Conducta Suicida que se ajuste a sus necesidades, conforme a lo establecido en los
lineamientos nacionales del Ministerio de Salud y Protección Social para tal fin.3,4
Tasa ajustada de mortalidad por epilepsia. La tasa ajustada de mortalidad por epilepsia
del país en 2016 fue de 1,34 por 100.000 habitantes, con un rango territorial que va de 0 a
2,28. Como se observa en la tabla 1, hay 17 entidades territoriales (45,9%) con tasas por
encima de la medida nacional y 20 por debajo (54,1%), pero estas diferencias no son
significativas. Esto significa que todas las cifras del indicador son similares a la cifra
nacional, sin embargo, es importante anotar que Guaviare tiene una cifra de 2,78 por
100.000 habitantes y es la entidad con la tasa más elevada, seguido de Casanare con 2,32
y Boyacá con 2,27. Las tasa más bajas las tuvieron: Amazonas y San Andrés y Providencia
con 0 por 100.000.

Problemática

Los individuos con trastorno de personalidad límite carecen de importantes habilidades de


autorregulación, de relación interpersonal y de tolerancia al malestar. En particular, son
incapaces de inhibir las conductas desadaptativas dependientes del estado de ánimo o
de iniciar conductas independientes del estado de ánimo actual necesarias para
plantearse objetivos a largo plazo. Segundo, las emociones intensas y las creencias y
supuestos disfuncionales asociados aprendidos en el entorno invalidante original (junto
con el encuentro de entornos constantemente invalidantes) forman un contexto
motivacional que inhibe el uso de las habilidades conductuales que la persona tiene y
frecuentemente refuerza conductas con trastorno de personalidad límite inapropiadas. Sin
embargo, a medida que mis colegas y yo desarrollábamos este enfoque de tratamiento
se nos hizo rápidamente evidente que:

1) la enseñanza de habilidades psicosociales, tal como la creemos necesaria, es


extraordinariamente difícil si no imposible, dentro de un contexto de terapia orientado a
reducir la motivación a morir y/o actuar con trastorno de personalidad límite.

2) no se puede prestar suficiente atención a los temas motivacionales en un tratamiento


con el riguroso control de la agenda terapéutica necesaria para la formación de
habilidades. A partir de ello nació la idea de dividir la terapia en dos componentes: uno
que se centrase fundamentalmente en la formación de habilidades psicosociales y otro
que se centrase en factores motivacionales, incluida la motivación de seguir con vida, de
sustituir las conductas con trastorno de personalidad límite por conductas competentes y
de construir una vida que valga la pena vivir.
Los criterios para el TPL tal como se define en la actualidad reflejan una pauta de
inestabilidad y desregulación conductual, emocional y cognitiva. Esas dificultades pueden
ser resumidas en cinco categorías; en la TDC se proponen cuatro módulos de habilidades
específicas en función de esas cinco categorías. Primero, como ya hemos comentado
antes, los sujetos con trastorno de personalidad límite suelen experimentar desregulación
y labilidad de emociones. Las respuestas emocionales son reactivas y los individuos
gerazones para un curso de habilidades neuralmente tienen problemas con la ira y la
expresión de la misma, así como episodios de depresión, ansiedad e irritabilidad. Uno de
los módulos del programa de formación de habilidades sociales de la TDC se dirige a
enseñar habilidades de regulación de las emociones.

Segundo, los sujetos con trastorno de personalidad límite suelen experimentar una
desregulación interpersonal. Sus relaciones son normalmente caóticas, intensas y llenas
de dificultades. A pesar de ello, los sujetos con trastorno de personalidad límite encuentran
muy difícil abandonar las relaciones; en vez de ello, ponen en marcha esfuerzos intensos
y desesperados para evitar que los abandonen. Por otro lado, los individuos con trastorno
de personalidad límite parecen llevarlo bien en relaciones estables y positivas y mal en
las que no son estables. Por ello, otro módulo de la TDC tiene como objetivo enseñar
habilidades interpersonales efectivas. Tercero, los sujetos con trastorno de personalidad
límite tienen pautas de desregulación conductual, como evidencian sus conductas
impulsivas extremas y problemáticas, así como los intentos de herirse, mutilarse o
matarse. Las conductas suicidas o impulsivas son vistas desde la TDC como intentos
desadaptativos de resolución de problema, resultantes de la incapacidad personal para
tolerar el malestar emocional el suficiente tiempo como para conseguir soluciones
potencialmente más efectivas. De ahí que exista un módulo de formación de habilidades
dirigido a enseñar habilidades de tolerancia al malestar.

Cuarto, es común una desregulación del sentido del yo. No es inusual que un individuo
con trastorno de personalidad límite informe de que no tiene el más mínimo sentido del
yo, de que se siente vacío y de que no sabe quién es. Y quinto, también presentan una
breve alteración cognitiva, no psicótica (incluida la despersonalización, la disociación y las
ideas delirantes), que aparece en situaciones estresantes y que normalmente
desaparecen cuando se alivia la tensión. Para tratar ambos tipos de desregulación, existe
un módulo de formación de habilidades que les enseña un conjunto de habilidades de
«conciencia» (mindfulness), esto es, habilidades relacionadas con la capacidad para
experimentar y observarse conscientemente a uno mismo y al entorno.

Objetivo General
Investigar cuáles son las causas por las que se genera un trastorno de personalidad, si se
genera más en niños, adolescentes o adultos y dar a conocer información para distinguir
de qué manera conmueve o afecta a las personas tanto psicológico, social y
actitudinalmente.
Objetivos específicos
1) Identificar cuáles son los síntomas principales que aparecen en los trastornos de
personalidad.
2) Reconocer las diferentes características y las sintomatologías de los diferentes tipos
de trastornos de personalidad.
3) Presentar y explicar las diferentes técnicas de tratamiento que suelen ser aplicadas
de forma individual a las personas que presentan diferentes tipos de trastornos de
personalidad.
4) Investigar en cuantos y cuales países de Sur América se genera este problema, y
cuál es el país donde más se genera el trastorno de personalidad.
5) Averiguar en qué rango de edad se genera más este problema y porque razones.

Título del tema que va

 LOS ORIGENES DEL MODELO DEL TRASTORNO DE PERSONALIDAD


La prolífica obra de Theodore Millon tuvo su primer exponente de relieve en "psicopatología
Moderna" (1969), un excelente y singular manual de Psicopatología, profundamente
adelantado a su época, que incluyó la primera formalización moderna de la teoría de los
patrones de personalidad, defendiendo la idea de un continuo normal-anormal. En él se
proponía una aproximación funcional interpersonal que daba cuenta de los nexos
conceptuales entre las características clínicas observadas en los individuos que podían ser
identificados como prototípicos de un determinado patrón y los factores etiológicos
(biológicos y psicológicos) y etapas evolutivas que podían hipotetizarse para cada uno de
esos prototipos; también se introducía la importancia de las estrategias de afrontamiento
que se traducían en estilos de comportamiento interpersonal, la consideración de los
dinamismos intrapsíquicos (mecanismos de defensa y procesos inconscientes) que podían
inferirse a partir del examen retrospectivo y prospectivo de la trayectoria biográfica personal,
y finalmente la posibilidad de observar o modelizar las estrategias intra e interpersonales
que consciente o inconscientemente tendían a autoperpetuar el patrón de personalidad,
consolidándolo. De esta manera, cuando en 1969 Millon desarrolla su primera formulación
del modelo se trata ya de algo mucho más complejo que una mera tipología; se han sentado
las bases de un modelo que permitirá tender puentes entre las (i)rregularidades de las
observaciones clínicas y la consistencia que debe exigirse a un modelo teórico comprensivo
y potencialmente explicativo, lo que hará posible que nuevas observaciones enriquezcan la
teoría y que ésta permita rastrear nuevas evidencias; todo ello se plasmará en un conjunto
ordenado y articulado de proposiciones (Millon, 1981, 1992a, 1986a, 1986b; Millon y Millon,
1974; Millon y Everly, 1994); otra repercusión importante de este modelo es que permitirá
construir instrumentos de evaluación coherentes con la teoría y con los que poner a prueba
empíricamente el modelo (Millon, 1982,1987); e incluso dos décadas más tarde, al tiempo
de culminar el modelo teórico contribuirá a la proposición de estrategias de tratamiento de
los trastornos de la personalidad (Millón, 1990; Millon, Everly y Davis, 1993), explorando el
nexo psicopatología/psicoterapia.

Un examen superficial de sus teorías y propuestas podría hacer creer al lector que Millon
es un autor ecléctico, que bebe de diferentes fuentes para producir un resultado compatible
con diferentes enfoques teóricos y aceptable para clínicos pertenecientes a tradiciones muy
diversas. Millon ciertamente es integrador, sincrético -como subraya Valdés (1994)- pero la
constante búsqueda de coherencia teórica para sus propuestas le aleja del eclecticismo, a
la par que le permite no renunciar a todo lo que encuentra de valioso en las tradiciones
teóricas anteriores. En su obra de 1969 encontramos frecuentes alusiones a otros modelos
surgidos con anterioridad. A título de ejemplo recordemos los tipos de carácter derivados
de la evolución psicosexual freudiana (Millon cita particularmente a Freud, 1959; Abraham,
1927; Brown, 1940 (oral-dependiente, oral-sádico, anal-retentivo, anal-expulsivo y fálico);
los tipos neuróticos de K. Horney, 1945: (retraído, sumiso y agresivo); las tendencias de
personalidad descritas por E. Fromm, 1947: (receptiva, comercial, explotadora,
acumuladora); los prototipos de T. Leary- 1957: (Personalidades desconfiada, dependiente,
excesivamente convencional, narcisista, sádica, masoquista, hipernormal y autocrática); las
neurosis de carácter de B. Wolman, 1965: (hipervectorial, hiperinstrumental y paramutual);
los tipos interpersonales de McNair y Lorr, 1965: (B: hostil, desconfiado; C: Afiliativo,
sociable; D: retraído, desconfiado; E: insulso, inhibido; F: pasivo, G: Amistoso).

Que las propuestas de Millon sean superadoras e integradoras de contribuciones


precedentes, o sólo un intento más de organizar el conocimiento sobre la personalidad
normal y patológica no lo podremos valorar cabalmente hasta al menos dentro de una
década, momento en el que ya podrá apreciarse el impacto que las contribuciones genuinas
de este modelo han causado realmente en la Psicología de la Personalidad, la
psicopatología, la Evaluación Clínica y los Tratamientos. Entre tanto convendrá evitar
proposiciones apresuradas que quieren capitalizar las florecientes aportaciones de este
modelo al servicio de "paradigmas" particulares: el enfoque cognitivista, el interpersonal, la
Psicobiología de la adaptación u otros, También es un error soslayar el importante
basamento que sus planteamientos originales tienen en las formulaciones teóricas de
orientación psicoanalítica y en el relevante papel que Millon nunca ha negado a los
dinamismos inconscientes que se infieren como articuladores explicativos en los principales
prototipos que propone.
2. CONSTRUCCION DE LA PERSONALIDAD NORMAL Y PATOLOGICA: DE LOS
"ESTILOS" A LOS "PATRONES"
En la primera formulación del modelo, que denominaremos didácticamente de "4 x 2" (en
alusión a las categorías que integran las dimensiones), aparecía la idea de que en un
paciente, además de que se determine si a nivel estructural y fenoménicamente presenta
características neuróticas o psicóticas, podría estudiarse si hay o no características
disfuncionales de personalidad. De esta forma empezamos a considerar la personalidad
como una "dimensión" evaluable en el ámbito de la psicopatología, más allá de los sistemas
tradicionales de categorías diagnósticas más o menos cerradas.

Para proponer una tipología, ha de fundamentarse hipótesis sobre el origen de la


personalidad (Millon, 1981). Esbozada ya una primera versión en 1969, es en 1981 cuando
aparece desarrollada en profundidad una teoría del desarrollo/construcción de la
personalidad en la que se acepta una interacción compleja entre bases biológicas, procesos
evolutivos y peculiaridad de los aprendizajes. De forma complementada, y como resultante
de la determinación que ejercen las diversas fuentes de influencia, Millon sostiene que se
habría ido definiendo un "estilo de personalidad" y construyendo un "patrón de
personalidad" en base a la calidad de las experiencias interpersonales que el sujeto tiene a
lo largo de su vida (principalmente en las primeras etapas).

Las influencias biológicas que se consideran incluyen la herencia y como consecuencia las
disposiciones temperamentales ya observadas tempranamente en la infancia; La
modulación de estas disposiciones por los procesos de aprendizaje adaptativo y refuerzo
recíproco nos conducen al concepto de individualidad biofísica de la persona. Esta primacía
de la individualidad se conservará en la teoría de Millon como uno de sus elementos
esenciales, porque si bien se definirán prototipos "ideales" de la personalidad, cada
individuo singular es visto como único y sólo podrá ser descrito analógicamente en términos
de un perfil (en qué medida los diferentes prototipos ("patrones") le representan); los perfiles
del MCMI, MAPI, MACI, MBHI o MIPS (véase después) aportarán hipótesis descriptivas
para los individuos en términos de códigos de 2 y 3 puntos 1, y rara vez encontraremos
sujetos que se ajusten casi perfectamente a un único prototipo.

Las etapas evolutivas están caracterizadas por representar situaciones cualitativamente


diferentes en el continuo del desarrollo. A partir de la interdeterminación entre plasticidad
madurativa y aportación estimular que caracteriza a la etapa más precoz del desarrollo, la
formulación evolutiva de Millon discurre entre las aportaciones recogidas de las teorías
piagetianas, neuropsicológicas y del apego, primero una etapa de fijación sensorial (entre
el nacimiento y los 18 meses), calificada por las capacidades sensoriales y las conductas
de apego; posteriormente una etapa de autonomía sensorio-motora (entre los 23 meses y
los 6 años), caracterizada por las capacidades sensorio-motoras y las conductas
autónomas de exploración; más adelante una etapa de iniciativa intra-cortical (desde los 4
años a la adolescencia), en la que aparecerán las conductas de iniciativa, las habilidades
mentales abstractas. Todas ellas sesgadas (positiva o negativamente) por una dimensión
integrada por los vectores de enriquecimiento vs, empobrecimiento estimular en el plano
interpersonal, que dará lugar a experiencias características del aprendizaje determinadas
por hiperestimulación o infraestimulación en una o varias de dichas etapas, balanceadas
con la plasticidad madurativa de que disponga el sujeto. Una aportación de estímulos
interpersonales más pobre podría ser compensada por una mayor plasticidad madurativa,
mientras que una mayor rigidez en la maduración podría verse compensada si la aportación
estimular interpersonal es más rica. En cualquier caso este balance no deja de lado la
importancia que tiene recibir una rica y variada aportación estimular interpersonal en las
etapas más precoces.
El aprendizaje es considerado en cuanto persistencia y continuidad de los aprendizajes
tempranos en sus muy variadas modalidades (resistencia a la extinción, aprendizaje pre-
simbólico, aprendizaje aleatorio, aprendizaje generalizado, refuerzo social, experiencias
repetitivas, refuerzo recíproco, estereotipos sociales, autoperpetuación, constricción
protectora, distorsión perceptiva y cognitiva y generalización de la conducta) y teniendo en
cuenta las áreas y fuentes patógenos del aprendizaje, bien por la manera en que se ejerce
el control de la conducta, estilos de comunicación proclives a la formación patológica, el
mismo contenido de los aprendizajes que puede ser inadecuado, pero también las
determinaciones patológicas de la estructura familiar o las experiencias traumáticas -
principalmente las relaciones, más que sucesos traumáticos aislados- que se atraviesan en
el desarrollo. Un modelo de la interdeterminación de estos procesos ha sido articulado por
Millon y Everly (1994) como se resume en la figura 1.
En la formulación de Millon coexistirían dos ejes de aprendizaje, que se solapan
evolutivamente:
a) el aprendizaje interpersonal y de las actitudes sobre sí mismo, categorizado en tres
subprocesos evolutivos; 1) el aprendizaje de la confianza en otros (confianza básica); 2) el
aprendizaje de la auto-competencia; y 3) el aprendizaje de la identidad personal,
culminación del proceso de integración del concepto de sí mismo, imagen y esquema
corporal, eje que se combina con:
b) el aprendizaje de las estrategias de afrontamiento intra e interpersonal, que da lugar al
predominio de un estilo básico de personalidad en cada individuo, aunque se adquieran
características de diversos estilos que son utilizadas de manera complementaria o
alternativa Cuando se aprecia un estilo de afrontamiento bien definido, ya se dispone de un
repertorio de mecanismos de defensa secundarios, al servicio de la integración y estabilidad
del Yo.
Descendiendo al nivel descriptivo de los "estilos de personalidad" prototípicos que Millon
propone como observables ya en la adolescencia, revisamos a continuación los que elaboró
originalmente para la construcción del MAPI, incluyendo las variantes posteriores surgidas
de las revisiones posteriores (Millon, 1981; Millon y Everly, 1994; Millon, Millon y Davis,
1994a; Millon, Weiss, Millon y Davis, 1994). Distingue los siguientes:
Introvertido. Se trata de sujetos aislados, más bien silenciosos y poco emotivos. Indiferentes
y no fácilmente excitables, tienden a no involucrarse emocionalmente con los demás y
tampoco se sienten fuertemente implicados con los objetos o tareas con las que se
relacionan. No evitan sistemáticamente a las otras personas pero manifiestan una
indiferencia básica sobre todo lo que les rodea.
Inhibido. Sujetos totalmente reservados o que experiencian molestia en la relación social
con los demás. A estos individuos les gusta permanecer incomunicados de la gente y han
aprendido que para ello lo mejor es mantener la distancia y evitar las amistades de otros.
Sin embargo, a menudo se sienten solos, eluden el contacto interpersonal por miedo a ser
rechazados y tienden a evitar a los otros por la extrañeza de sus propios sentimientos. Una
variante de este tipo es el estilo lastimero depresivo, que Millon incorpora en sus últimos
trabajos (Millon, Millon y Davis, 1994a)
Cooperativo/Sumiso: Sujetos que tienden a ser compasivos, sentimentales y bondadosos
en sus relaciones con los demás. En general están poco dispuestos a imponerse y evitan
tomar la iniciativa o asumir el rol de líder, dejando a otros tomar el liderazgo y escoger la
dirección. Es típico de ellos el estado de ánimo bajo, unido a escasa confianza en su propio
rendimiento y habilidades.
Sociable/Dramatizador. Sujetos con una personalidad que se expresa de manera locuaz
y socialmente encantadora; frecuentemente dramáticos y emocionalmente expresivos,
tienden a mantener con los demás una intensa pero breve relación, Buscan nuevos focos
de excitación y experiencias interesantes. De forma aparentemente contradictoria pueden
sin embargo mantener relaciones de forma rutinaria y duradera, si éstas les procuran
seguridad.
Confiado en Sí mismo/Egoísta: Sujetos totalmente confiados en sus habilidades, a
menudo vistos por los demás como egocéntricos. Raramente tienen alguna duda sobre su
propio valor y el de sus actos, y en cierto modo están seguros de sí mismos. Estas personas
tienden a no hacer caso a los demás y a no compartir o adecuar sus propios intereses con
las necesidades de aquellos con quienes se relacionan,
Enérgico/indócil. Sujetos con voluntad firme y pensamiento rígido, tendentes a manejar y
dominar a los otros, Frecuentemente cuestionan las habilidades de los otros y prefieren
tomar la responsabilidad y dirección en la mayoría de las situaciones. Pueden llegar a ser
frecuentemente desafiantes y crueles, tendiendo a ser intolerantes con los problemas o
debilidades de los demás. Este estilo se desdobla en dos variantes: Indócil (independiente
Activo) y Poderoso/Enérgico (Discordante Activo).
Respetuoso/Conformista. Sujetos con un pensamiento serio, eficiente, buenos
conocedores de las normas, que se comportan de manera correcta y característica. Intentan
mantener bajo control sus emociones y las antipatías hacia los demás. Prefieren vivir sus
experiencias de una manera muy ordenada y bien planificada, evitando situaciones
imprevisibles e inesperadas.
Oposicionista/Sensible: Sujetos que tienden a mostrarse como descontentos y
pesimistas. Frecuentemente exhiben un comportamiento impredecible; a menudo pueden
parecer extravertidos y entusiastas, pudiendo pasar rápidamente al polo contrario. Estas
personas sienten frecuentemente culpabilidad por sus cambios bruscos de humor, se
disculpan, pero pronto vuelven a tener esos mismos cambios imprevisibles. Millon distingue
en sus últimos trabajos dos variantes: Sensible-Oposicionista (Ambivalente Activo) y Auto-
desvalorizado (Discordante Pasivo),
Estos "estilos" ya derivan de la sistemática del modelo 4 x 2 que será descrito más adelante, y son
en lo esencial convergentes con las propuestas que Millon ha efectuado recientemente (1994) en
su Indice de Estilos de Personalidad (MIPS), donde se ha cuidado particularmente la articulación
de su modelo teórico-dimensional con las contribuciones precedentes sobre patrones de
comportamiento interpersonal en las diferentes tradiciones del estudio de la personalidad en base
a modelos de rasgos, que le permitirá proponer 10 estilos, organizados bipolarmente en 5 ejes de
comportamiento interpersonal: Retirándose / Exhibiéndose; Dudando / Asertivo; Disentidor /
Conformista. Descubridor / Controlador; Quejoso / Acomodable. Conviene en este punto
detenernos a considerar qué entiende Millon por patrón de personalidad normal y qué por patrón
de personalidad patológica.

La personalidad emerge como resultante de la interdeterminación de dos procesos: cómo el


individuo interactúa con las demandas de su medio ambiente y cómo se relaciona consigo mismo.
Si el complejo proceso evolutivo de determinaciones biológicas e interpersonales que atraviesa el
individuo da lugar a que se manifieste un patrón de personalidad caracterizado por que el
individuo manifieste habilidad para abordar su entorno con flexibilidad y capacidad de adaptación,
tolerante ante la frustración y aceptando demora en la gratificación, de manera que sus
comportamientos y percepciones característicos fomenten el aumento de gratificaciones
personales, entonces podemos hablar de normalidad. Esta "normalidad" se concreta en una
actitud constructiva ante el entorno y en comportamientos promotores de salud.

Si por el contrario el individuo muestra escasa flexibilidad para adaptarse, lo que se traduce en
que dispone de escasas estrategias alternativas en la relación con los demás, utilizándolas de
forma rígida, y es incapaz de adaptarse a los cambios, tendiendo a modificar su entorno para que
éste no le exija comportamientos que están fuera de su repertorio, entonces hablaremos de
patrón de personalidad patológico. En él encontraremos además la tendencia a crear círculos
viciosos que se manifestarán como patrones repetitivos, y en algunos casos, los más
disfuncionales, el patrón de personalidad será inestable, a causa de la debilidad del Yo, y dará
lugar a un patrón de personalidad patológico "por naturaleza" o que es fácilmente observable
como tal en cualquiera de sus ámbitos de manifestación. Esta rigidez y repetitividad del patrón
indicará la exacerbación patológica de un estilo de personalidad que podría haber sido normal de
ser más flexible, mientras que la inestabilidad del patrón dominante indica una disfunción más
grave (p.e, las personalidades esquizotípica, límite o paranoide).

Para Millon los Trastornos de Personalidad son extensiones patológicas de los patrones de
personalidad normal. Resumiendo, los trastornos de personalidad son considerados "... como
emergiendo de los patrones de personalidad normal como resultado de interacciones complejas
de disposiciones biológicas, aprendizaje desadaptativo y especialmente cambios ambientales
estresantes" (Millon y Everly, 1985).

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