Sei sulla pagina 1di 2438

HISTORIA UNIVERSAL

Esta sección (en construcción) contiene un esbozo de la historia de la humanidad. No pretendo analizar ni explicar los
hechos, sino tan sólo narrarlos con el detalle suficiente para dar una visión de conjunto de cómo ha evolucionado la cultura
humana. Cuando los historiadores discrepan sobre cronologías, nombres o sucesos, no he procurado mostrar todas las
posibilidades, sino que he optado arbitrariamente por una de ellas. La idea no es establecer cómo fueron las cosas, sino,
al menos, cómo pudieron ser de acuerdo con la información disponible. Sin duda habrá muchas imprecisiones e
inexactitudes. Agradeceré toda corrección que se me haga llegar.

Ésta es la lista de las páginas. Cada una empieza en la fecha indicada entre paréntesis, mientras que el suceso citado a
continuación es una muestra orientativa de su contenido, aunque no se corresponde necesariamente con la fecha inicial.

1. El origen del hombre (12.000 millones de años) Desde el Big Bang hasta la aparición del hombre.
2. El origen de la civilización (20.000 años) Antecedentes de las primeras civilizaciones históricas.
3. Los sumerios (4000) Los sumerios inventan la escritura.
4. La Edad del Bronce (3000) Unificación de Egipto.
5. Los acadios (2500) Sargón de Acad funda el primer imperio de la historia.
6. El fin del tercer milenio (2225) Altibajos de Mesopotamia y Egipto.
7. Los amorreos (2000) Los amorreos invaden Mesopotamia.
8. Babilonia. (1800) Babilonia domina Mesopotamia. Egipto cae en manos de extranjeros.
9. El Nuevo Imperio Egipcio (1600) Egipto expulsa a los extranjeros y reconstruye su imperio.
10. El Egipto faraónico (1400) Egipto se convierte en la mayor potencia del Oriente Próximo.
11. La Edad del Hierro (1300) Apogeo de la Grecia Micénica. Los israelitas invaden Canaán
12. Un siglo de crisis (1200) Pueblos indoeuropeos hacen decaer a Grecia, Egipto y Mesopotamia.
13. Los israelitas (1100) Los israelitas eligen a Saúl como rey.
14. El rey David (1000) David es elegido rey de Israel.
15. El rey Salomón (975) Salomón sucede a David en el trono de Israel.
16. Los asirios (900) Asiria se convierte en la mayor potencia del Oriente Próximo.
17. La fundación de Roma (800) Según la tradición, Roma fue fundada en el año 753.
18. El apogeo de Asiria (750) Asiria resurge bajo Teglatfalasar III.
19. La caída de Israel (725) Israel desaparece con las deportaciones forzosas establecidas por Asiria.
20. La Grecia clásica (700) Grecia sale de su edad oscura.
21. La caída de Asiria (650) Los caldeos y los medos destruyen Asiria.
22. El Imperio Caldeo (600) Nabucodonosor II se convierte en rey de Babilonia.
23. El judaísmo (575) Los judíos son deportados a Babilonia.
24. El Imperio Persa (550) El rey Ciro II funda el Imperio Persa.
25. Sabios y filósofos (530) Confucio, Buda, Pitágoras, Heráclito.
26. El final del siglo VI (520) Darío I organiza Persia, surge la república romana y la democracia ateniense.
27. La revuelta jónica (500) Atenas ayuda a las ciudades jónicas en una rebelión contra Persia.
28. Las guerras médicas (480) Jerjes I de Persia invade Grecia.
29. La Atenas de Pericles (470) Pericles llega al poder en Atenas.
30. La Edad de Oro (450) Atenas llega a su apogeo político y cultural.
31. La guerra del Peloponeso (430) Estalla la guerra entre Esparta y Atenas.
32. El fin de la guerra (416) Termina la guerra del Peloponeso.
33. La recuperación de Atenas (400) Atenas logra reponerse de la derrota frente a Esparta.
34. La caída de Esparta (390) Esparta es derrotada por Tebas.
35. El ascenso de Macedonia (370) Filipo II de Macedonia convierte a su país en la mayor potencia griega.
36. Filipo II de Macedonia (350) Filipo II conquista Grecia.
37. Alejandro Magno (337) Alejandro Magno conquista Persia.
38. El fin de Alejandro (330) Muerte de Alejandro Magno.
39. La Grecia helenística (320) El imperio de Alejandro se fragmenta en varios reinos.
40. El ascenso de Roma (300) Roma se convierte en la mayor potencia de Italia.
41. Pirro (280) El rey Pirro de Épiro combate contra Roma.
42. La primera Guerra Púnica (270) Roma y Cartago se disputan Sicilia.
43. Amílcar Barca (250) Amílcar Barca al frente del ejército cartaginés.
44. La Liga Aquea (230) La Liga Aquea disputa el dominio del Peloponeso a Esparta y Macedonia.
45. Aníbal (220) Aníbal entra en Italia y los romanos son incapaces de derrotarlo.
46. El triunfo de Roma (210) Roma derrota a Cartago y se convierte en la primera potencia de Occidente.
47. Roma en el Este (200) Roma empieza a intervenir en Macedonia, Grecia y Asia Menor.
48. Los Macabeos (175) Antíoco IV persigue el judaísmo y Judas Macabeo se rebela.
49. El fin de Cartago (160) Los romanos destruyen Cartago hasta los cimientos.
50. Los Gracos (140) Los Gracos intentan reformar la República Romana y son asesinados.
51. La guerra de Yugurta (120) Roma se enfrenta al númida Yugurta y a una invasión de tribus germánicas.
52. Mario y Sila (100) Mario y Sila rivalizan por la dominación de Roma.
53. La conquista de Oriente (80) Roma se anexiona Bitinia, El Ponto, Siria y Judea.
54. La conjuración de Catilina (63) Cicerón hace fracasar la conspiración de Lucio Sergio Catilina.
55. La Guerra de las Galias (58) Julio César conquista la totalidad de la Galia.
56. Julio César (50) César se adueña de Roma.
57. Marco Antonio (45) César es asesinado. Octavio y Marco Antonio se reparten el poder.
58. El fin de la república (35) Octavio se convierte en el primer emperador romano.
59. La época de Augusto (25) Los primeros años del Imperio Romano.
60. El año cero (0) El año cero no existe.
61. Tiberio (1) Tiberio sucede a Augusto y se convierte en el segundo emperador romano.
62. Jesús de Nazaret (25) Jesús de Nazaret es crucificado, acusado de proclamarse Rey de los Judíos.
63. El cristianismo (30) Los discípulos de Jesús afirman que éste ha resucitado y crean el cristianismo.
64. Pablo de Tarso (35) Pablo de Tarso sienta las bases del cristianismo moderno.
65. Claudio (40) Calígula es asesinado y Claudio es elegido emperador.
66. Nerón (50) Agripina envenena a Claudio y su hijo Nerón se convierte en emperador.
67. Vespasiano (70) El Imperio Romano bajo Vespasiano y sus hijos, Tito y Domiciano.
68. Trajano (100) Bajo Trajano, el Imperio Romano alcanza su máxima extensión.
69. Adriano (117) Adriano sucede a Trajano como emperador.
70. Marco Aurelio (140) El Imperio Romano bajo Antonino Pío y Marco Aurelio.
71. Septimio Severo (180) El Imperio Romano bajo Cómodo, Pertinax y Septimio Severo.
72. El fin de la dinastía Han (210) Tras cuatro siglos y medio de existencia, el Imperio Chino se desmembra.
73. La anarquía (235) El Imperio Romano se desmembra bajo una rápida sucesión de emperadores débiles.
74. Diocleciano (270) El emperador Diocleciano restablece la autoridad imperial.
75. Constantino (300) El emperador Constantino se convierte en protector del cristianismo.
76. Constantinopla (325) Constantino funda Constantinopla y la convierte en capital del Imperio.
77. Los hunos (365) Los hunos se desplazan hacia Occidente.
78. Teodosio (380) Teodosio I convierte el catolicismo en la religión mayoritaria del Imperio Romano.
79. Las invasiones bárbaras (400) Suevos, vándalos, alanos y visigodos penetran en el Imperio Romano.
80. Genserico (420) Francos y burgundios cruzan el Rin. El vándalo Genserico funda un reino en África.
81. El saqueo de Roma (450) Genserico entra en Roma y la saquea.
82. La caída del Imperio Romano (470) Fin de la Edad Antigua e inicio de la Edad Media.
83. Clodoveo (500) El rey franco Clodoveo I conquista la Galia.
84. Justiniano (511) Justiniano se convierte en emperador.
85. La conquista de Occidente (532) Justiniano se propone reconquistar el Imperio de Occidente.
86. El apogeo de Justiniano (550) Los últimos años del reinado de Justiniano.
87. El fin del arrianismo (575) Los visigodos y los lombardos se convierten al catolicismo.
88. Mahoma (600) Mahoma empieza a predicar en La Meca.
89. El islam (615) Mahoma une a los árabes mediante la religión islámica.
90. La expansión árabe (630) Los árabes conquistan Siria, Egipto y el Imperio Persa.
91. La guerra civil (645) Los califas Alí y Muawiya se disputan el gobierno del islam.
92. El islam contra Constantinopla (665) El califa Muawiya asedia Constantinopla.
93. El fin de los visigodos (700) Los musulmanes conquistan el reino visigodo.
94. Carlos Martel (720) Carlos Martel derrota a los musulmanes en Poitiers.
95. Pipino el Breve (740) Pipino el Breve se convierte en rey de los francos.
96. Carlomagno (760) Carlomagno se convierte en rey de los francos.
97. El Imperio Franco (790) El papa León III nombra emperador a Carlomagno.
98. El apogeo de Carlomagno (800) Carlomagno consolida su imperio.
99. Ludovico Pío (815) Ludovico Pío sucede a Carlomagno.
100. El tratado de Verdún (835) Los hijos de Ludovico Pío se reparten el Imperio.
101. Los nietos de Carlomagno (850) Los nietos (y bisnietos) de Carlomagno se disputan el Imperio.
102. El fin del Reino Medio (860) Carlos el Calvo y Luis el Germánico absorben el Reino Medio.
103. Alfredo el Grande (870) Alfredo el Grande libra a Wessex de la conquista danesa.
104. Carlos el Gordo (880) Carlos el Gordo hereda todo el Imperio Franco.
105. Francia y Alemania (900) Conrado I se convierte en el primer rey no carolingio de Alemania.
106. Abd al-Rahmán III (915) Abd al-Rahmán III toma el título de califa en Córdoba.
107. Los reinos medievales (930) Inglaterra, Alemania y León se fortalecen mientras Francia sobrevive.
108. Otón el Grande (950) Otón I de Alemania se convierte en emperador.
109. Almanzor (970) Almanzor gobierna al-Ándalus y sus ejércitos son invencibles.
110. El fin de los carolingios (985) Hugo Capeto sucede a Luis IV, el último rey carolingio.
111. El mundo en el año 1000 (1000) Panorámica del mundo civilizado al fin del primer milenio.
112. El matador de búlgaros (1001) El emperador bizantino Basilio II aplasta a los búlgaros.
113. Canuto el Grande (1015) Canuto de Dinamarca crea un imperio escandinavo.
114. Los reinos de taifas (1030) El Califato de Córdoba se disgrega en pequeños reinos.
115. Guillermo el Bastardo (1040) Guillermo el Bastardo se convierte en duque de Normandía.
116. El cisma de Oriente (1050) Las Iglesias de Roma y de Constantinopla se separan definitivamente.
117. Guillermo el Conquistador (1060) El duque de Normandía conquista Inglaterra.
118. La querella de las investiduras (1070) El papa Gregorio VII y Enrique IV de Alemania se disputan la
supremacía.
119. El Cid Campeador (1080) El rey Alfonso VI destierra a Rodrigo Díaz de Vivar.
120. Los almorávides (1090) Los almorávides se adueñan de Al-Ándalus.
121. La primera Cruzada (1095) El papa Urbano II predica la primera Cruzada.
122. Los Estados latinos de Oriente (1100) Los cruzados fundan varios Estados en Oriente.
123. Las órdenes religiosas (1110) Constitución de las órdenes del Císter, los Hospitalarios y los Templarios.
124. La sucesión en Alemania e Inglaterra (1120) Intrigas en torno a la sucesión de Enrique V y Enrique I.
125. Las guerras de sucesión (1130) Guerras de sucesión en Alemania, Inglaterra y Aragón.
126. La segunda Cruzada (1140) Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania dirigen la segunda Cruzada.
127. El Imperio Angevino (1150) Enrique II Plantagenet forma el Imperio Angevino.
128. Tomás Becket (1160) Tomás Becket es investido arzobispo de Canterbury.
129. El papa y el emperador (1170) Termina el conflicto entre el papa Alejandro III y el emperador Federico I.
130. La decadencia de Constantinopla (1180) El Imperio Bizantino se desintegra poco a poco.
131. La tercera Cruzada (1190) Ricardo Corazón de León dirige la tercera Cruzada.
132. La cuarta Cruzada (1200) La cuarta Cruzada se desvía y conquista Constantinopla.
133. El Imperio Latino de Oriente (1205) Los cruzados organizan un Imperio Latino con capital en
Constantinopla.
134. La cruzada albigense (1209) Inocencio III envía una cruzada contra los cátaros del condado de Tolosa.
135. La quinta Cruzada (1215) Andrés II de Hungría encabeza la quinta Cruzada.
136. La sexta Cruzada (1222) Federico II recupera Jerusalén negociando con el sultán al-Kámil.
137. La reconquista de España I (1230) Sancho II, Fernando III y Jaime I conquistan la mayor parte de Al-
Ándalus.
138. La reconquista de España II (1240) Al-Ándalus se reduce a los reinos de Granada, Murcia y Niebla.
139. La séptima Cruzada (1248) El rey Luis IX de Francia dirige la séptima Cruzada.
140. La caída de Bagdad (1255) Los mongoles destruyen el Califato de Bagdad.
141. La reconquista de Constantinopla (1260) El emperador Miguel VIII de Nicea toma Constantinopla.
142. El fin de los Hohenstaufen (1265) Carlos I de Anjou derrota a los últimos Hohenstaufen.
143. La octava Cruzada (1269) El rey Luis IX de Francia organiza la octava Cruzada.
144. El fin de la dinastía Song (1275) Los mongoles conquistan China.
145. Pedro III el Grande (1280) El rey Pedro III de Aragón se adueña de Sicilia y derrota a Felipe III de Francia.
146. El fin de los Estados latinos (1285) Los mamelucos expulsan a los occidentales de Tierra Santa.
147. Jaime II el Justo (1291) Los primeros años de reinado de Jaime II de Aragón.
148. Felipe el Hermoso (1295) Felipe IV de Francia se enfrenta a Inglaterra y al papa Bonifacio VIII.
149. El mundo al final del siglo XIII (1300) Panorámica del mundo en 1300.
150. La caída del papado (1301) Felipe IV de Francia triunfa sobre Bonifacio VIII y somete a sus sucesores.
151. El fin de los templarios (1305) Felipe IV acaba con la orden del Temple.
152. Felipe V de Francia (1314) Felipe V de Francia implanta la ley sálica.
153. El fin de Eduardo II (1320) Eduardo II de Inglaterra es derrocado por la nobleza.
154. La sucesión de Carlos IV (1328) El rey Carlos IV de Francia muere sin descendencia masculina.
155. La Guerra de los Cien Años (1334) Eduardo III de Inglaterra reclama el trono de Francia.
156. Petrarca y Boccaccio (1340) La Edad de Oro de la literatura italiana.
157. La peste negra (1346) La peste negra causa estragos en Europa.
158. Juan el Bueno y Carlos el Malo (1350) Carlos II de Navarra reclama el trono de Francia a Juan II.
159. La batalla de Poitiers (1355) Eduardo, el príncipe de Gales, derrota a Juan II de Francia en Poitiers.
160. Los dos Pedros (1360) Guerra entre Pedro el Cruel de Castilla y Pedro el Ceremonioso de Aragón.
161. Enrique de Trastámara (1365) Enrique de Trastámara derroca a su hermanastro Pedro el Cruel.
162. El cisma de Occidente (1373) Urbano VI y Clemente VII son elegidos papas el mismo año.
163. Juan I el Grande (1380) Juan I es proclamado rey de Portugal y evita la anexión a Castilla.
164. Carlos el Loco (1386) El rey Carlos VI de Francia se vuelve loco.
165. Benedicto XIII (1393) Benedicto XIII es elegido papa en Aviñón.
166. Timur Lang (1400) El turco-mongol Timur Lang muere tras descalabrar el Imperio Otomano.
167. El compromiso de Caspe (1406) Fernando de Antequera es elegido rey de Aragón.
168. La batalla de Azincourt (1412) Enrique V de Inglaterra invade Francia.
169. El fin del cisma (1415) El concilio de Constanza pone fin al cisma de Occidente.
170. Brunelleschi, Donatello y Masaccio (1420) La renovación del arte en Italia.
171. Juana de Arco (1428) Carlos VII de Francia es coronado en Reims gracias a Juana de Arco.
172. El Renacimiento (1431) El resurgir de la cultura europea.
173. El concilio de Florencia (1435) El papa Eugenio IV trata de poner fin al cisma de Oriente.
174. Los aztecas y los incas (1440) Los orígenes de los Imperios Azteca e Inca.
175. La exploración de África (1443) Los portugueses entran en contacto con el Imperio de Mali.
176. El fin de la Guerra de los Cien Años (1450) Inglaterra pierde todas sus posesiones en Francia.
177. La Guerra de las Dos Rosas (1455) El duque Ricardo de York reclama la corona de Inglaterra.
178. La guerra civil aragonesa (1461) Cataluña se rebela contra el rey Juan II de Aragón.
179. Isabel y Fernando (1466) Isabel de Castilla se casa con Fernando de Aragón.
180. El fin de Carlos el Temerario (1471) Luis XI de Francia acaba con el duque de Borgoña.
181. La guerra de Granada (1477) El rey de Granada Muley-Hacén declara la guerra a Castilla.
182. Cristóbal Colón (1482) Cristóbal Colón busca financiación para llegar a las Indias por Occidente.
183. La conquista de Granada (1487) El reino musulmán de Granada es anexionado a Castilla.
184. El descubrimiento de América (1492) Cristóbal Colón llega a América creyendo haber llegado a las Indias.
185. La guerra de Italia (1493) El rey Carlos VIII de Francia trata de conquistar el reino de Nápoles.
186. La exploración del mundo (1497) Castilla, Portugal e Inglaterra exploran el planeta.
187. La Edad Moderna (1500) El mundo al final de la Edad Media.
188. El Gran Capitán (1501) Gonzalo Fernández de Córdoba conquista el reino de Nápoles.
189. La sucesión de Isabel la Católica (1504) Muere la reina Isabel I de Castilla.
190. La colonización de las Indias (1508) Castilla funda colonias en América y Portugal en la India e Indonesia.
191. Selim I (1512) El sultán otomano Selim I declara la guerra a Persia.
192. Martín Lutero (1515) El agustino Martín Lutero protesta contra las indulgencias.
193. Hernán Cortés (1517) Hernán Cortés inicia la conquista del Imperio Azteca.
194. Las comunidades y la germanía (1520) Rebeliones en España contra Carlos I.
195. La vuelta al mundo (1521) Juan Sebastián Elcano completa la primera vuelta al mundo.
196. La conquista de América Central (1522) Nueva España y Castilla del Oro se disputan Centroamérica.
197. El saco de Roma (1525) El ejército de Carlos V se amotina y saquea Roma.
198. La reforma protestante (1527) Los protestantes perfilan su doctrina y la difunden por Europa.
199. Francisco Pizarro (1530) Pizarro inicia la conquista del Imperio Inca.
200. Juan Calvino (1534) Calvino instaura una dictadura protestante en Ginebra.
201. La conquista de Sudamérica (1537) Los conquistadores españoles se extienden por Sudamérica.
202. Nicolás Copérnico (1540) Copérnico publica su teoría heliocéntrica.
203. El concilio de Trento (1543) El papa Paulo III convoca el concilio de Trento.
204. La batalla de Mühlberg (1547) El emperador Carlos V derrota a los protestantes.
205. El mundo a mediados del siglo XVI (1550) Europa se consolida como la vanguardia de la cultura mundial.
206. La abdicación de Carlos V (1552) Carlos V abdica en favor de su hermano Fernando y de su hijo Felipe.
207. Isabel I y Felipe II (1557) Los primeros años de reinado de Isabel I de Inglaterra y de Felipe II de España.
208. Las guerras de Religión (1560) En Francia estalla la guerra entre católicos y protestantes.
209. La rebelión de Flandes (1565) Los Países Bajos se rebelan contra la intolerancia religiosa española.
210. La batalla de Lepanto (1568) España, Venecia y los Estados Pontificios derrotan a los turcos en Lepanto.
211. La matanza de san Bartolomé (1572) Sangrienta matanza de hugonotes en Francia.
212. El Imperio Español (1576) Felipe II de España se convierte en rey de Portugal.
213. Las Provincias Unidas (1581) El norte de los Países Bajos se independiza de España.
214. La Armada Invencible (1586) Felipe II de España declara la guerra a Inglaterra.
215. Enrique IV de Francia (1592) Enrique IV de Francia pone fin a las guerras de religión.
216. El mundo al final del siglo XVI (1600) Termina el Renacimiento europeo.
217. Don Quijote de la Mancha (1601) Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo...
218. Kepler y Galileo (1606) Johannes Kepler y Galileo Galilei encabezan la revolución científica.
219. La colonización de Norteamérica (1610) Ingleses, franceses y neerlandeses fundan colonias en
Norteamérica.
220. La Guerra de los Treinta Años (1616) Los protestantes de Bohemia se rebelan contra los Austrias.
221. El conde-duque de Olivares (1621) España bajo el gobierno del conde-duque de Olivares.
222. El cardenal Richelieu (1627) La Francia del cardenal Richelieu.
223. La condena de Galileo (1632) La Santa Inquisición obliga a Galileo a abjurar del heliocentrismo.
224. René Descartes (1637) Descartes inaugura la filosofía moderna.
225. La revolución inglesa (1642) El parlamento inglés se rebela contra el rey Carlos I.
226. La paz de Westfalia (1647) Fin de la Guerra de los Treinta Años.
227. Oliver Cromwell (1650) Inglaterra cae bajo la dictadura militar y puritana de Cromwell.
228. La restauración inglesa (1655) Carlos II es reconocido como rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda.
229. El rey Sol (1661) El rey Luis XIV instaura el absolutismo en Francia.
230. La guerra de Devolución (1667) Luis XIV invade los Países Bajos españoles.
231. La guerra de Holanda (1672) Luis XIV declara la guerra a las Provincias Unidas.
232. El apogeo de Luis XIV (1676) Luis XIV llega a la cumbre de su poder.
233. Isaac Newton (1682) Isaac Newton sienta las bases de la física.
234. La segunda revolución inglesa (1687) Jacobo II de Inglaterra es derrocado tras suceder a Carlos II.
235. La sucesión de Carlos II (1692) El problema de la sucesión de Carlos II de España.
236. El mundo al final del siglo XVII (1700) El apogeo del absolutismo.
237. La guerra de sucesión española I (1701) Felipe de Borbón y Carlos de Austria se disputan el trono español.
238. La guerra de sucesión española II (1706) Inglaterra y Escocia forman el Reino Unido de Gran Bretaña.
239. El tratado de Utrecht (1712) Fin de la guerra de sucesión española.
240. La Cuádruple Alianza (1717) Inglaterra, Francia, los Países Bajos y Austria se alían contra España.
241. La sucesión de Pedro I el Grande (1724) Muere el zar Pedro I el Grande.
242. La guerra de sucesión de Polonia (1732) Austria y Rusia se enfrentan a Francia y España por Polonia.
243. La guerra de sucesión de Austria (1738) Europa contra María Teresa de Austria.
244. La paz de Aquisgrán (1743) Fin de la guerra de sucesión de Austria.
245. La ilustración (1750) El mundo a mediados del siglo XVIII.
246. Benjamin Franklin (1751) Franklin se revela como el primer científico americano.
247. La guerra de los Siete años (1756) Gran Bretaña arrebata a Francia sus colonias norteamericanas.
248. Las trece colonias (1761) Las colonias británicas en Norteamérica reivindican derechos.
249. El motín de Esquilache (1765) Revueltas en España y en Norteamérica.
250. Catalina la Grande (1769) Catalina II de Rusia introduce la Ilustración en su país.
251. La Revolución Americana (1773) Las trece colonias se rebelan contra Gran Bretaña.
252. La declaración de independencia (1776) Los Estados Unidos de América se declaran independientes.
253. La guerra de Independencia (1778) Washington, con ayuda francesa, derrota a los británicos en Yorktown.
254. El tratado de Versalles (1781) Gran Bretaña reconoce la independencia de los Estados Unidos.
255. La Constitución de los Estados Unidos (1786) George Washington es elegido primer presidente de los
Estados Unidos.
256. La Revolución Francesa (1789) Los franceses desafían al rey Luis XVI y reclaman un gobierno
constitucional.
257. La República Francesa (1791) Luis XVI es guillotinado y Francia se convierte en una república.
258. La guerra de la Vendée (1793) Guerra civil en Francia entre monárquicos y republicanos.
259. El Terror (1793) Robespierre instaura en Francia el terrorismo de Estado.
260. El Directorio (1794) Los moderados toman el poder en Francia.
261. Napoleón Bonaparte (1796) Tras haber conquistado el norte de Italia, Bonaparte se lanza a la conquista de
Egipto.
262. El Consulado (1799) Un golpe de Estado convierte a Bonaparte en la máxima autoridad de Francia.
263. La Edad Contemporánea (1800) El mundo al final del siglo XVIII.
264. El ascenso de Bonaparte (1801) Bonaparte se hace con el poder absoluto en Francia.
265. El Imperio Francés (1803) Napoleón se corona emperador de Francia.
266. El fin del Sacro Imperio (1805) Napoleón disuelve el Sacro Imperio Romano Germánico.
267. La guerra de la Independencia Española (1808) España se rebela contra la ocupación francesa.
268. Las insurrecciones sudamericanas I (1809) Las colonias americanas se rebelan contra el gobierno español.
269. Las insurrecciones sudamericanas II (1810) Venezuela proclama una declaración de independencia.
270. El declive de Napoleón (1812) El ejército de Napoleón es destrozado por el invierno ruso.
271. Occidente en guerra (1813) Europa contra Francia, los Estados Unidos contra Gran Bretaña, Sudamérica
contra España...
272. La restauración (1814) Restauración del absolutismo en Francia y España.
273. El congreso de Viena (1815) Las grandes potencias rediseñan Europa.
274. La independencia de Sudamérica I (1816) Bolívar y San Martín contra la corona española.
275. La independencia de Sudamérica II (1818) Simón Bolívar funda la República de Colombia.
276. La independencia de México (1820) Agustín de Iturbide proclama la independencia de México.
277. El trienio liberal (1821) Los Cien mil hijos de san Luis restauran en España el absolutismo de Fernando VII.
278. La insurrección griega I (1823) El Imperio Otomano intenta sofocar la insurrección independentista griega.
279. La insurrección griega II (1825) Gran Bretaña, Francia y Rusia deciden apoyar la revolución griega.
280. La independencia de Grecia (1827) Las potencias europeas establecen la independencia de Grecia.
281. El Libro de Mormón (1828) Un embaucador llamado Joseph Smith recibe revelaciones divinas.
282. Las Tres Gloriosas (1830) El rey Carlos X de Francia es derrocado por el pueblo de París.
283. La independencia de Bélgica (1831) Las grandes potencias europeas reconocen la independencia de Bélgica.
284. La guerra de Halcón Negro (1832) La política de traslado de indios al Oeste del presidente Jackson provoca
una guerra.
285. La primera Guerra Carlista (1833) La muerte del rey Fernando VII desencadena una guerra de sucesión en
España.
286. La revolución texana (1834) Los colonos estadounidenses en Texas se rebelan contra el gobierno mexicano.
287. La independencia de Texas (1836) El dictador mexicano Santa Anna es hecho prisionero y Texas proclama
su independencia.
288. Las revueltas canadienses (1837) Canadá exige a Gran Bretaña más autonomía.
289. La guerra del Opio (1838) Gran Bretaña declara la guerra a China.
290. El Imperio Británico (1840) Canadá, Sudáfrica, Afganistán, la India, Australia, bajo el gobierno británico.
291. El tratado de Nanking (1841) China acepta las condiciones británicas tras la guerra del Opio.
292. La caída de Espartero (1842) Un golpe de Estado implanta un gobierno moderado en España.
293. La anexión de Texas (1844) La posible anexión de Texas genera tensiones tanto en los Estados Unidos como
en México.
294. La guerra entre México y los Estados Unidos I (1845) La anexión de Texas hace estallar la guerra.
295. La guerra entre México y los Estados Unidos II (1847) El ejército estadounidense toma la capital mexicana.
296. La primavera de los pueblos I (1848) Una ola de revoluciones liberales recorre Europa.
297. La primavera de los pueblos II (1849) Francisco José I asciende al trono de Austria y reafirma el absolutismo.
298. El mundo a mitad del siglo XIX (1850) La Europa de la reina Victoria y el emperador Francisco José.
299. Napoleón III (1851) Luis Napoleón Bonaparte es elegido emperador de Francia.
300. La guerra de Crimea I (1854) Gran Bretaña y Francia declaran la guerra a Rusia.
301. La guerra de Crimea II (1855) Los aliados toman Sebastopol y el zar Alejandro II pide la paz.
302. Kansas sangrante (1856) Luchas entre esclavistas y abolicionistas en Kansas.
303. La rebelión de los cipayos (1857) Rebelión de los soldados indios contra las autoridades británicas.
304. Abraham Lincoln (1858) Lincoln se presenta a senador en los Estados Unidos y destaca por sus discursos
contra la esclavitud.
305. Italia contra Austria (1859) Victor Manuel II de Cerdeña entra en guerra con Austria con la ayuda de Francia.
306. La unificación de Italia (1860) Víctor Manuel II de Cerdeña y Garibaldi se hacen con el control de casi toda
Italia.
307. La guerra de Secesión I (1861) Once Estados de los Estados Unidos deciden abandonar la Unión.
308. La guerra de Secesión II (1862) Robert Lee derrota estrepitosamente al ejército federal en Fredericksburg.
309. La guerra de Secesión III (1863) Lee es derrotado en Gettysburg y poco después Grant toma Vicksburg.
310. La guerra de Secesión IV (1864) Grant acorrala a Lee en Richmond mientras Sherman devasta Georgia.
311. La guerra de Secesión V (1865) Abraham Lincoln es asesinado en los últimos días de la guerra civil.
312. La guerra Austro-Prusiana (1866) Prusia arrebata a Austria la hegemonía sobre Alemania.
313. La reconstrucción de los Estados Unidos (1867) Los Estados Unidos en la posguerra.
314. La era Meiji (1868) El emperador japonés Meiji recupera el poder tras la caída del último Shogun.
315. La aniquilación del Paraguay (1869) El dictador Francisco Solano López lleva a Paraguay al borde de la
extinción.
316. La caída de Napoleón III (1870) Prusia invade Francia y captura a Napoleón III.
317. El segundo Imperio Alemán (1871) El rey Guillermo I de Prusia es coronado como emperador alemán.
318. La República Española (1872) El rey Amadeo I de España abdica y se proclama la república.
319. La tercera República Francesa (1874) Francia se constituye oficialmente en una república.
320. El centenario de los Estados Unidos (1876) Los Estados Unidos celebran el centenario de su declaración de
independencia.
321. La guerra ruso-turca (1877) El ejército ruso llega hasta las puertas de Constantinopla.
322. La guerra del Pacífico (1879) Chile declara la guerra a Bolivia y Perú.
323. La colonización de África (1881) Las potencias europeas en Egipto, Túnez, Argelia, el Congo, etc.
324. La guerra Sino-francesa (1883) Francia ataca a Vietnam y termina en guerra contra China.
325. El reparto de África (1885) Las grandes potencias fijan las reglas para repartirse el continente africano.
326. El año de los tres emperadores (1887) Muere el Kaiser Guillermo I de Alemania, y poco después su hijo
Federico III.
327. La carrera africana (1889) Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Bélgica se apresuran a abarcar en África
el máximo territorio posible.
328. La guerra civil chilena (1891) El parlamento chileno se rebela contra el presidente Balmaceda.
329. La revolución hawaiana (1893) Una revuelta en Hawai derroca a la reina Lili'uokalani y solicita la anexión
a los Estados Unidos.
330. La guerra sino-japonesa (1894) Japón declara la guerra a China.
331. El nacimiento del cine (1895) Edison, los hermanos Lumière y varios inventores más rivalizan por la
audiencia.
332. La guerra de Cuba (1896) La rebelión cubana contra el gobierno español se extiende por toda la isla.
333. La guerra greco-turca (1897) Grecia apoya la independencia de Creta y el Imperio Otomano le declara la
guerra.
334. La guerra hispano-estadounidense (1898) Los Estados Unidos apoyan la revolución cubana contra España y
entran en guerra.
335. La guerra filipino-estadounidense (1899) Los Estados Unidos arrebatan a España Puerto Rico y las Filipinas,
pero éstas se rebelan.
336. El mundo al final del siglo XIX (1900) El apogeo del imperialismo europeo.
337. La segunda guerra bóer (1901) Gran Bretaña se anexiona la República Sudafricana y el Estado Libre de
Orange.
338. La guerra ruso-japonesa (1903) Japón ataca a Rusia para disputarle la influencia sobre China y Corea.
339. La revolución rusa I (1905) Las protestas populares obligan al zar Nicolás II a promulgar una constitución.
340. La revolución rusa II (1906) Nicolás II frustra todas las reformas liberales que le había impuesto la
revolución.
341. El nacimiento de la aviación (1908) Los hermanos Wright y el conde von Zeppelin hacen viable la aviación
civil y militar.
342. La revolución mexicana (1910) El dictador Porfirio Díaz se ve obligado a abandonar México.
343. Las guerras balcánicas (1912) Italia y los países balcánicos declaran la guerra al Imperio Otomano.
344. La Primera Guerra Mundial I (1914) Austria y Alemania (y luego el Imperio Otomano) declaran la guerra a
Servia, Rusia, Francia y Gran Bretaña.
345. La Primera Guerra Mundial II (1915) Italia se une a los aliados y Bulgaria a las potencias centrales.
346. La Primera Guerra Mundial III (1916) Muere el emperador austro-húngaro Francisco José I.
347. La revolución bolchevique (1917) El zar Nicolás II es derrocado por una revuelta popular, que finalmente
cae bajo el control de Lenin.
348. La guerra civil rusa I (1918) El ejército rojo se enfrenta a los monárquicos y a los socialistas moderados
contrarios a la dictadura bolchevique.
349. El fin de la Primera Guerra Mundial (1918) El colapso de los Imperios Centrales.
350. El tratado de Versalles (1919) Alemania firma con los aliados un tratado de paz humillante.
351. La guerra civil rusa II (1919) El ejército rojo avanza sobre Siberia y acorrala a Kolchak.
352. La guerra de independencia turca (1920) Los nacionalistas turcos se rebelan contra el reparto de Anatolia
entre los aliados.
353. La revolución irlandesa (1920) El Ejército Republicano Irlandes (IRA) inicia una campaña de atentados
contra la policía y el ejército británicos.
354. La independencia de Irlanda (1921) Gran Bretaña reconoce la independencia de Irlanda.
355. El ascenso del fascismo (1922) Los fascistas toman Roma e imponen a Mussolini como primer ministro.
356. La independencia de Turquía (1923) Europa alcanza finalmente la estabilidad tras la Primera Guerra
Mundial.
357. La Unión Soviética (1924) Stalin inicia su ascenso político tras la muerte de Lenin.
358. Il Duce (1925) Mussolini instaura una dictadura en Italia.
359. Chiang Kai-shek I (1926) Chiang Kai-shek inicia una campaña contra los señores de la guerra que
controlaban el norte de China.
360. Chiang Kai-shek II (1927) Chiang Kai-shek rompe con los comunistas y desata una sangrienta persecución
contra ellos.
361. La reunificación de China (1928) Chiang Kai-shek toma Pekín.
362. La Gran Depresión (1929) El hundimiento de la bolsa de Nueva York marca el inicio de una crisis económica
mundial.
363. La caída de Primo de Rivera (1930) Dimite el dictador Miguel Primo de Rivera y la monarquía del rey
Alfonso XIII de España se tambalea.
364. La Segunda República Española (1931) Alfonso XIII es obligado a abdicar y se proclama la república en
España.
365. La invasión japonesa de Manchuria (1932) Japón invade Manchuria y crea un Estado títere.
366. Adolf Hitler I (1933) Hitler transforma la república alemana en una dictadura.
367. Adolf Hitler II (1934) Tras la muerte del presidente Hindenburg, Hitler se convierte en la máxima autoridad
alemana.
368. La Larga Marcha (1935) Mao Zedong se convierte en el líder de los comunistas chinos.
369. El fin de la república española (1936) El Frente Popular gana las elecciones en España y el fascismo se
multiplica.
370. La guerra civil española (1936) Un golpe de Estado parcialmente fallido origina una guerra civil en España.
371. Las purgas estalinistas (1937) La Unión Soviética se convierte en el territorio más inseguro del planeta para
los comunistas.
372. La segunda guerra sinojaponesa (1937) Japón invade China y los nacionalistas se unen a los comunistas para
repeler el ataque.
373. La anexión de Austria (1938) Hitler invade Austria y la incorpora al Tercer Reich.
374. La crisis de los Sudetes (1938) Gran Bretaña y Francia consienten que Hitler inicie el desmembramiento de
Checoslovaquia.
375. La victoria de Franco (1939) Los nacionales ganan la guerra civil española.
376. La Segunda Guerra Mundial (1939) Hitler invade Polonia. Gran Bretaña y Francia le declaran la guerra.
377. La batalla de Francia (1940) Hitler invade Francia.
378. La batalla de Inglaterra (1940) Hitler inicia una campaña de bombardeos contra Gran Bretaña.
379. La invasión de Yugoslavia y Grecia (1941) Hitler invade Yugoslavia y Grecia.
380. La operación Barbarroja (1941) Hitler invade la Unión Soviética.
381. Pearl Harbor (1941) Japón ataca las colonias estadounidenses, británicas y neerlandesas en el Pacífico.
382. La expansión japonesa (1942) Japón se extiende por las Filipinas, Birmania, Malasia, Indonesia y las islas
del Pacífico.
383. Los primeros éxitos de los aliados (1942) La flota japonesa es derrotada en Midway y en Guadalcanal,
Rommel es frenado en Alam el Halfa.
384. Victorias en África (1942) Montgomery derrota a Rommel en El Alamein. Los aliados desembarcan en
Marruecos y Argelia.
385. Stalingrado (1943) Los soviéticos derrotan al Eje en Stalingrado y los estadounidenses, británicos y
franceses liberan el norte de África.
Aquí termina esta entrega de Historia Universal. Las páginas siguientes aparecerán mensualmente a partir de
febrero de 2020.

EL ORIGEN DEL HOMBRE


El suceso más antiguo que puede datarse en el universo que conocemos se remonta a unos 12.000 millones de años. En este primer
instante, toda la energía (y todo el espacio) del universo se encontraba concentrada en un punto, que fue el origen de una gran
explosión (big bang). Durante los primeros segundos, la temperatura era de más de un billón de grados y toda la energía se hallaba en
forma de radiación. Durante los primeros 10 segundos se formaron las partículas elementales y al cabo de 15 minutos se
formaron núcleos de hidrógeno y helio, en proporción de cuatro a uno. Unos 10.000 años después la temperatura había descendido a
unos 100.000 grados y se formaron los primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos 400.000 años el hidrógeno empezó a
condensarse en nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en cúmulos mayores (las futuras galaxias).

Hace 11.000 millones de años la temperatura del universo era de unos 3.000 grados, y se formaron las primeras estrellas: la gravedad
hizo que los núcleos de muchas nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15 millones de grados, lo que
permitió la fusión del hidrógeno en helio, proceso que origina la emisión luminosa de las estrellas. Cuando las estrellas agotan el
hidrógeno del núcleo son capaces de seguir generando energía fundiendo a su vez el helio en materiales más pesados. De este modo, en
los núcleos de las primeras estrellas se formaron todos los elementos químicos que actualmente hay en la Tierra. En las estrellas más
grandes, este proceso genera cada vez más energía, hasta que llega un momento en que la gravedad no es capaz de contenerla y la estrella
explota lanzando al espacio gran parte de su materia. Esto sucede a una edad diferente según la masa de cada estrella. Las explosiones
de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del
cual se formaron nuevas estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se encuentra el Sol.

El Sol empezó a brillar hace unos 5.000 millones de años. En esta época el universo se había enfriado ya a unos 100 grados bajo cero.
Existen muchas teorías sobre cómo se formaron los planetas del sistema solar, pero fuera como fuera, la edad de la Tierra se estima en
unos 4.600 millones de años. Al principio era una masa incandescente cuya superficie tardó relativamente poco en enfriarse. Parte de la
atmósfera se licuó y se crearon así los mares y océanos. La composición química de la atmósfera y de los océanos era muy diferente de
la actual: No existía la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta, la atmósfera soportaba una intensa actividad
eléctrica. Estas condiciones fomentaron la formación en las aguas de compuestos químicos cada vez más complejos y variados:
compuestos orgánicos que culminarían con la aparición de formas de vida.

La vida en la tierra surgió hace unos 3.500 millones de años. Se inició así un proceso evolutivo de animales y plantas del que tenemos
pocos datos, pues las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales y plantas blandos (algas, gusanos) que no dejan
restos fósiles. Este primer periodo de la vida se conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más
fielmente la evolución biológica a través de los fósiles. A partir de aquí, los biólogos dividen el tiempo en eras:

La era primaria o paleozoica comienza hace 570 millones de años. Se distinguen a su vez varios periodos:

En el periodo cámbrico abundan los trilobites, moluscos y crustáceos. En el periodo ordovícico (que se inicia hace 505 millones de
años) siguen abundando los trilobites, se extienden los equinodermos y braquiópodos y aparecen los primeros peces. El
periodo silúrico se inicia hace 440 millones de años. Aparecen peces acorazados gigantes, las primeras plantas terrestres y de
pantanos, grandes escorpiones marinos. El periodo devónico empezó hace 410 millones de años. Aparacen los peces modernos y
los anfibios, evolucionan las plantas terrestres. En el periodo carbonífero (iniciado hace 360 millones de años) se extienden los
anfibios, aparecen los primeros reptiles, la tierra se llena de musgos y helechos, cuyos restos formarán las cuencas de carbón. En el
periodo pérmico (que empezó hace 285 millones de años) se extienden los reptiles, mientras los anfibios pierden importancia, se
extinguen los trilobites y aparecen las primeras coníferas.

La era secundaria o mesozoica empezó hace 245 millones de años. Su primer periodo es el triásico, en el que aparecen los
primeros dinosaurios y grandes reptiles marinos. También aparecen los primeros mamíferos. Abundan los amonites, aparecen nuevas
especies de plantas, se forman grandes bosques de coníferas. Durante el periodo jurásico (iniciado hace 210 millones de
años) los dinosaurios dominan la Tierra. Aparecen reptiles voladores y las primeras aves, junto con nuevas especies de pequeños
mamíferos. Durante el periodo cretácico aparecen las primeras plantas con flores. Al final del periodo se extinguen los dinosaurios y
muchos otros reptiles, al igual que los amonites.

La era terciaria o cenozoica se inicia hace 65 millones de años. Comienza con el paleoceno, en el que proliferan los mamíferos. En
el eoceno (hace 60 millones de años) aparecen nuevas especies de animales (caballos y elefantes primitivos) así como de plantas.
El oligoceno se inicia hace 35 millones de años. Proliferan las plantas con flores, aparecen muchos de los mamíferos actuales, entre
ellos los primeros primates. Hace 25 millones de años, en el mioceno, se multiplican los primates, especialmente abundantes en África.
Los primates vivían cómodamente en los árboles, alimentados de frutos, prácticamente sin predadores. Sin embargo, hace unos 14
millones de años las cosas empezaron a cambiar. Muchos primates se vieron obligados a abandonar su hábitat arbóreo. Tal vez su vida
fácil condujo a la superpoblación y algunos grupos fueron expulsados de los bosques, hacia las sabanas, un ambiente hostil para unos
animales incapaces de digerir hierba y pobremente dotados para la caza. De esta época datan los restos más antiguos conocidos de una
especie de primate llamada Ramapithecus, que pobló buena parte de Europa, África y Asia (el primer ejemplar se encontró en la India).
En su esqueleto se advierten vestigios de posición erguida. Podemos suponer que estos primates desplazados compensaron su debilidad
formando manadas, al estilo de los mamíferos cazadores. La postura erguida favorecía que cada miembro de la manada pudiera mantener
contacto visual con los restantes, de modo que podían avisarse más eficientemente si detectaban algún peligro. Así pues, la selección
natural favoreció a los individuos mejor dotados para la "incómoda" postura erguida.

El Ramapithecus se extinguió hace 8 millones de años, pero no era el único primate expulsado del paraíso. Hubo más especies en sus
mismas circunstancias que sobrevivieron más o menos tiempo. En general, estos monos cazadores reciben el nombre
de homínidos. Desde hace unos 6 millones de años fueron apareciendo en el este de África varias especies de homínidos agrupadas por
los biólogos bajo el género Australopithecus. En realidad son los primeros a los que se puede aplicar sin discusión el calificativo de
homínido: paulatinamente, las distintas especies de Australopithecus fueron adquiriendo la postura erguida como postura habitual y su
capacidad craneana -aun siendo pequeña en comparación con la del hombre actual- fue aumentando. Lo que estaba sucediendo era que
los homínidos compensaban sus pocas dotes de supervivencia con un incremento de sus habilidades: la postura erguida hizo que ya no
necesitaran sus manos para caminar, y pronto aprendieron a usarlas para matar presas pequeñas con piedras, potenciaron su agilidad, su
capacidad de comunicación y su capacidad de observación, y todo ello se corresponde fisiológicamente con un incremento de la
complejidad neuronal de su corteza cerebral.

El plioceno se inicia hace unos 5 millones de años, con un enfriamiento del clima que provoca la extinción de muchos grandes mamíferos.
Sin embargo, los Australopithecus proliferaron y se vieron obligados a extenderse, pues no había muchas presas a su alcance y una
pequeña porción de territorio no podía alimentar a muchos individuos. Poco a poco fueron ocupando todo el este de África, desde Etiopía
hasta el extremo sur. La naturaleza proporcionó entonces una ayuda más a los homínidos: la maduración retardada. En un momento
dado, aparecieron homínidos con un defecto genético: nacían prematuramente y su crecimiento era demasiado lento. A primera vista,
esto era un grave inconveniente: con el tiempo, las crías llegaron a nacer sin pelo, sin dientes, con la caja craneal todavía sin soldar, sin
capacidad de andar, y tardaban un tiempo desmesurado en valerse por sí mismas. Sin embargo, estos inconvenientes eran compensados
con creces por una única ventaja: una infancia más larga implicaba mayor tiempo para aprender. En efecto, las crías de los primates
actuales muestran un alto grado de curiosidad durante su relativamente breve periodo juvenil, pero después ésta desaparece casi por
completo. Los homínidos conservaron su interés por observar y aprender durante toda su vida, y esto los hizo notablemente más
inteligentes. Ésta es la razón por la que la selección natural estimuló la maduración retardada, que se fue agudizando a lo largo de las
sucesivas especies de homínidos. Hace unos 2.5 millones de años apareció entre los Australopithecus una nueva especie que ya no puede
englobarse en este género. Se trataba del Homo habilis, al que, como vemos, los biólogos le han asignado el nuevo género
llamado Homo.

El Homo habilis superaba a los Australopithecus en capacidad craneana y en inteligencia. Como muestra de ello, nos encontramos con
que el Homo habilis fue el primer homínido que aprendió a tallar piedras para hacerlas cortantes o punzantes. Dispuso así de armas de
caza significativamente más eficientes. Con la aparición del género Homo y su habilidad para fabricar útiles de piedra se inicia la
llamada Edad de Piedra, cuyo primer periodo se conoce como paleolítico y cuya primera etapa, a su vez, es el paleolítico
inferior. El Homo habilis se extendió rápidamente por los territorios habitados por los Australopithecus. Poco después de su aparición
se produjo un drástico cambio climático: las temperaturas descendieron notablemente en todo el planeta. Desde el precámbrico, la Tierra
había pasado por varios periodos de frío conocidos como glaciaciones, algunas de las cuales habían extinguido a algunas especies, pero
ésta era la primera glaciación que arrostraban los homínidos.

Evidentemente, las condiciones de vida empeoraron. La caza fue más escasa y los inviernos eran periodos de hambre. Pese a ello, los
homínidos se adaptaron a las circunstancias. Más aún, en plena glaciación, hace 2 millones de años, surgió una nueva especie del
género Homo: el Homo erectus. Con él da comienzo la era cuaternaria, cuyo primer periodo se conoce como pleistoceno. La glaciación
duró cerca de un millón de años, es decir, hasta hace 1.5 millones de años, pero la era cuaternaria reservaba cuatro glaciaciones más,
separadas por breves periodos interglaciares.

La primera glaciación de la era cuaternaria se inició hace algo más de 1 millón de años y fue más intensa que la anterior. La competencia
entre las distintas especies de homínidos terminó con la extinción de los Australopithecus poco después del inicio de la glaciación y la
del Homo habilis hace 800.000 años. El Homo erectus sobrevivió, entre otras cosas porque aprendió a valerse del fuego. Por aquel
entonces no sabía producirlo ni controlarlo, sino que se lo encontraba cuando un rayo incendiaba un árbol. Tal vez aprendió a conservarlo
como algo valioso. La glaciación terminó hace unos 700.000 años y no debió de pasar mucho tiempo hasta que el Homo erectus aprendió
a controlar el fuego. Esto le supuso una mayor protección frente al frío y los animales carnívoros, así como la posibilidad de alimentarse
de la carne de muchos animales que difícilmente podía digerir en estado crudo.

La segunda glaciación de la era cuaternaria se extendió desde hace 600.000 años hasta hace algo más de 300.000 años. Durante esta
época el Homo erectus aprendió a organizarse para cazar grandes mamíferos. Su modo de vida era ya muy similar al de otros mamíferos
cazadores, pues su inteligencia había compensado ya con creces su inferioridad física.
Así pues, la adversidad climática ya no era un obstáculo serio para el Homo erectus, que empezó a proliferar, pero, al igual que les
ocurrió a los Australopithecus, se encontró con que cada pequeño grupo requería una gran cantidad de territorio para cubrir sus
necesidades, por lo que se extendió paulatinamente por toda la Tierra. No obstante, el número total de habitantes nunca debió de superar
el medio millón. Tras un breve periodo interglaciar sobrevino la tercera glaciación, desde hace algo más de 200.000 años hasta hace
algo más de 100.000 años. A su término el Homo erectus ya ocupaba medio planeta: poblaba toda África, buena parte de Asia y casi
toda Europa (excepto el norte). También había aprendido a fabricar cabañas que le protegieran de la intemperie en ausencia de cuevas
naturales, que hasta entonces habían sido su único refugio.

Durante la tercera glaciación surgieron las primeras formas de dos nuevas especies: el Homo sapiens y el Homo neanderthalensis. En
Alemania se encontró un fósil preneandertalense de al menos 200.000 años y en Israel se ha encontrado un fósil de hace unos 100.000
años antecesor del Homo sapiens, en compañía de restos neandertalenses y de los últimos vestigios de Homo erectus, que se extinguió
hace unos 90.000 años. Con la aparición de estas especies se inicia el paleolítico medio.

La capacidad craneal de las nuevas especies triplicaba a la del Homo habilis. En un primer momento, las diferencias entre los Homo
neanderthalensis y los Homo sapiens eran pequeñas, al igual que las diferencias culturales respecto al Homo erectus. No obstante, al
principio de la cuarta glaciación, hace unos 80.000 años, encontramos ya una cultura neandertal claramente definida. Entre sus nuevas
costumbres se encontraba la de enterrar a los difuntos, y entre sus nuevas habilidades la fabricación de flechas. Respecto a las
inhumaciones, no es razonable suponer en ellos una capacidad de pensamiento abstracto o religioso, pero sí podemos entrever cierto
grado de autoconciencia. La selección natural fomentó la existencia de relaciones afectivas de los padres hacia los hijos en mayor grado
que las usuales en otros animales, pues unas crías absolutamente inválidas no podían sobrevivir sin una buena dosis de paciencia en sus
progenitores. Probablemente, sus crías fueron las primeras en reír como recurso para agradar y mantener la atención de sus padres. Estas
relaciones afectivas debieron de mantenerse entre adultos, de modo que llegaron a sentir el dolor de la muerte e hicieron lo posible para
evitar que sus cadáveres fueran alimento de las fieras.

El Homo sapiens y el Homo neanderthalensis se extendieron por Europa, Asia y África. Cazaban todo tipo de animales y se adaptaron
con eficiencia a cada medio ambiente. Hace unos 40.000 años el Homo sapiens se convirtió en el primer poblador humano de Australia.
Hace unos 35.000 años empezó a manifestar su superioridad cultural frente al hombre de Neandertal, dando inicio así al paleolítico
superior. Una buena prueba de esta superioridad es que la población mundial pasó en un tiempo muy breve de poco más de un millón de
habitantes a casi cinco millones. A esta época corresponden los restos más antiguos conocidos de arte prefigurativo (incisiones y
marcas decorativas en hueso y en piedra). Las primeras muestras conocidas de arte figurativo (cabezas y cuartos delanteros de animales
pintados en piedra) datan de hace unos 30.000 años. Este avance hay que asociarlo a una significativa evolución intelectual. Es imposible
poner fechas a esto, pero el hombre adquirió la capacidad de pensamiento abstracto, es decir, la capacidad de pensar en algo sin necesidad
de ningún estímulo externo que le impulsara a ello. Así mismo desarrolló el lenguaje articulado: los homínidos llevaban mucho tiempo
comunicándose entre sí con gran eficiencia, pero siempre mediante signos cuyo significado lo fijaba el contexto (un grito en un momento
dado podía ser la señal de iniciar un ataque conjunto a una presa, o el indicio de algún peligro cuya naturaleza había que percibir
directamente, etc.). El lenguaje articulado suponía la posibilidad de aludir a algo de forma unívoca independientemente del contexto. Tal
vez las figuras esquemáticas fueron al principio un método de ponerse de acuerdo en el significado de las palabras, de convenir qué caza
iban a buscar, tal vez se quedó como costumbre hacer dibujos de las presas que esperaban cazar, tal vez llegaron a imaginar que dibujar
los animales era una forma mágica de atraerlos. Es difícil saber cómo concebían el mundo estos primeros hombres.

A medida que el Homo sapiens fue cobrando conciencia de su existencia en el mundo debió de percibir su debilidad e impotencia frente
a la naturaleza: había animales feroces a los que era mejor no enfrentarse salvo extrema necesidad, otros, en cambio, podían ser
dominados con habilidad. Por otra parte, nada había que hacer contra las fuerzas del cielo, los rayos y los truenos. Sin duda el Sol y la
Luna debieron de intrigarle. Probablemente llegó a la conclusión de que en el cielo habitaban seres muy poderosos y de humor voluble,
a los que era mejor tener contentos, pues ejercían gran influencia sobre la tierra. En manos de estos seres estaba que hubiera o no buena
caza, que las mujeres tuvieran o no hijos... La imaginación del Homo sapiens ante lo desconocido pudo ir por mil caminos diferentes,
creando creencias de toda índole, acompañadas de ritos y costumbres. Es difícil saber qué finalidad concreta tendrían los objetos que
hoy calificamos de "manifestaciones artísticas". Se conocen estatuillas femeninas fabricadas desde hace unos 27.000 años. A partir de
aquí se van produciendo imágenes pictóricas, bajorrelieves y esculturas cada vez más perfeccionadas.

Hace unos 25.000 años se extinguió el hombre de Neandertal, con lo que el Homo sapiens pasó a ser la única especie humana sobre la
Tierra y ya podemos referirnos a él simplemente como "el hombre". Aparte de mínimas diferenciaciones raciales, no se ha producido
ninguna evolución fisiológica importante desde entonces. La extraordinaria evolución del hombre ha sido puramente cultural. Hace al
menos 23.000 años el hombre pobló América por primera vez. Accedió a ella desde Siberia, cruzando un estrecho de Bering seco (el
nivel del mar era inferior al actual a causa de la glaciación) o helado. Así, el hombre no tardó mucho en poblar la práctica totalidad de
la Tierra.

EL ORIGEN DE LA CIVILIZACIÓN
Hace unos 20.000 años, durante la cuarta y última glaciación de la era cuaternaria, el hombre vagaba por la Tierra en busca de caza y
un grupo humano llegaba a una zona rica en caza o en vegetación comestible, establecían campamentos temporales hasta agotar los re
especialmente fértiles, hasta el punto de que se regeneraban antes de ser agotados, de modo que poco a poco fueron surgiendo campa
recolección. Así fue cómo el hombre se hizo sedentario.

Tal vez los ejemplos más antiguos de este tipo de poblados (aunque no muy numerosos al principio) son una serie de asentamien
en el actual Egipto, los primeros de los cuales datan de hace 19.000 años. Al parecer, sus habitantes recogían anualmente cosechas de
el norte de África era una selva rica en fauna y vegetación, pero pronto terminaría el periodo glaciar y comenzaría un proceso de dese
obstante, la zona noreste continuó siendo fértil mucho tiempo gracias al río Nilo. Se trata del río más largo del mundo, que nace en e
sus aguas hacia el norte hasta el Mediterráneo. De todos modos, esto sólo se descubrió mucho más tarde. En la antigüedad, ningún hom
una serie de cataratas impedían seguir su curso río arriba a través de la selva.

Otra zona donde hay indicios tempranos de recolección de cereales es la costa más oriental del Mediterráneo, lo que hoy es Palestina
demuestran que en esta región el hombre había aprendido a moler el grano. Palestina formaba parte de una zona de condiciones espec
fértil. Se trata de una región que, como indica su nombre, tiene forma aproximada de media luna. Su parte este es lo que podríamos ll
de Palestina al sur y Fenicia al norte, si bien estos nombres están relacionados con pueblos que habitarían la región posteriormen
llamado corredor sirio y luego desciende hacia el sur siguiendo el curso de dos ríos que fluyen paralelamente: el Éufrates y el Tigri
en el Golfo Pérsico. En la antigüedad el mar cubría una extensión mayor de terreno, de modo que el Éufrates y el Tigris tenían dese
los dos ríos (y, por extensión, sus alrededores) se conoce como Mesopotamia. Mesopotamia limita al este con los montes Zagros
poblaron estos montes hace casi 13.000 años.
La vida en poblados estables supuso un cambio cultural importante. Se abre así una última fase del periodo paleolítico conocida com
son sus primeras manifestaciones, si bien la cultura mesolítica sólo empezó a ser representativa desde hace unos 12.000 años, es decir,
que empieza el último periodo de la era cuaternaria: el holoceno. De esta época se conservan poblados palestinos con cabañas circula

En el IX milenio terminó la cuarta glaciación. La cultura mesolítica se extendió desde Palestina hasta Siria siguiendo la media luna
estado mesolítico durante varios milenios, en el Oriente Próximo se produjeron cambios relativamente rápidos. Los hombres seden
comportamiento de las plantas y los animales. Lentamente, descubrieron que era posible retener y alimentar a algunos animales en lu
su carne cuando fuera más necesaria. Hay indicios de que por esta época, en un asentamiento que más tarde sería la ciudad de Jericó
los hombres de la parte occidental de la media luna fértil se hicieron pastores y agricultores.

Los que optaron por reunir animales y apacentarlos se encontraron con que tenían que viajar de un sitio a otro en busca de pastos, lo q
en pueblos nómadas. Por el contrario, los agricultores debían permanecer junto a sus tierras, las cuales requerían toda clase de trab
numerosos, pues, por una parte, la tierra trabajada proporcionaba alimento para más personas y, por otra, necesitaban defenderse de
escrúpulos de llegar y llevarse sin esfuerzo el fruto del trabajo ajeno.

Con la aparición de la agricultura y la ganadería entramos en la segunda etapa de la Edad de Piedra: el neolítico. Las primeras manife
Palestina a partir del año 8600. Por aquel entonces, la Tierra debía de contar con alrededor de ocho millones de habitantes. Los nuevo
junto con otras innovaciones. En el año 8000 se descubrió la cerámica en el Sahara y en Siria independientemente. Las vasijas de barro
de piedra. No obstante, el labrado de la piedra también se perfeccionó. De hecho, la denominación paleolítico/neolítico marca el trá
bien, como ya queda dicho, no es ésta la diferencia más significativa entre ambas culturas, sino la aparición de la agricultura y la gana

Hacia el 7500 se empezó a cultivar el trigo en Jericó, y se domesticaron el cerdo y la cabra. Por esta época la agricultura y la ganad
su parte norte, la más alejada del mar). Palestina continuaba a la cabeza de la civilización: Hacia el año 7000, las viejas cabañas circula
rectangular, subdivididas en habitaciones y con las paredes y el suelo cubiertos de arcilla. Sus pobladores enterraban a los difuntos b
cubrían de arcilla y lo adornaban con pinturas. Esto indica un complejo ceremonial religioso.

En general, las culturas agrícolas desarrollaron una religión más compleja y sofisticada que los pueblos nómadas. Los nómadas ll
capaces de dominar su entorno. Eran gente ruda y fuerte. A menudo efectuaban provechosas incursiones en aldeas de agricultores ind
que era la escasez o falta de recursos. Las únicas cosas que no podían controlar eran las tormentas, las enfermedades y tal vez los en
sus religiones se limitaban a algún "dios de las tormentas" o "del trueno" o "del rayo", a quien implorar clemencia en las tempestades, o
y pedir protección antes de un enfrentamiento. Por el contrario, los agricultores estaban rodeados de eventos que escapaban a su con
momento oportuno, de que no hubiera tormentas devastadoras, de que las cosechas fueran buenas, de que los ríos trajesen agua sufic
estaciones del año y las vinculaban con los cambios de posición del Sol y las estrellas en la bóveda celeste. Así, el agricultor apre
extendió rápidamente entre los pueblos agrícolas, y surgieron toda clase de ritos para mantener propicios a los dioses de la lluvia y de
tardan en surgir sacerdotes especializados en velar por que los dioses estuvieran satisfechos con el pueblo. Los sacerdotes tienen fam
preguntas de todo tipo, para las que siempre tienen alguna respuesta basada en historias sobre tal o cual dios. Así, cada pueblo fu
imaginación de sus gentes, y en consonancia con el grado de sofisticación de cada sociedad.

Durante el VII milenio la densidad de población en la media luna fértil aumentó notablemente. Se domesticó al buey. En Siria se ex
de recipientes de cal, aunque estas técnicas no tuvieron continuidad. La agricultura se extendió por la península de Anatolia (Turquía)
pueblos de cerca de 6.000 habitantes, con casas y santuarios de ladrillo crudo y frescos de divinidades femeninas y toros. A finales del
adornos, puntas de lanza y objetos diversos, pero el metal era escaso y el descubrimiento no tuvo muchas repercusiones.

Por esta época empieza a aparecer también la agricultura en algunas zonas del actual México.

Al comienzo del VI milenio las técnicas agrícolas se habían perfeccionado notablemente en la zona occidental de la media luna fér
extendió desde Siria por ambos "cuernos" de la media luna. El Éufrates y el Tigris suministraban excesiva agua en primavera y poca e
grandes aldeas de obreros que construyeron presas y canales para almacenar y distribuir el agua. Se ocupó la baja Mesopotamia, que

Los agricultores podían cosechar más de lo que necesitaban consumir, lo que propició que algunos hombres optaran por especia
los agricultores por sus sobrantes. Así, tras la cerámica surgió la cestería y luego la elaboración de tejidos. Se formó una im
de Ur. Allí surgió una comunidad de comerciantes que llegaron a recorrer por mar las costas de Arabia. Su emplazamiento está actua
hasta sus inmediaciones. Hay constancia de que durante un cierto periodo la aldea fue completamente inundada por el mar. Es posible
pervivió durante milenios en la zona sobre un "diluvio universal", que supuestamente había inundado la totalidad de la Tierra. El ma
con el tiempo se convertirían en ciudades importantes. Al norte de la media luna fértil, cerca del nacimiento del Tigris, se fundó Nín
poderoso imperio.

Mientras tanto, la vida en Anatolia debió de ser especialmente difícil. El único avance cultural durante el sexto milenio fue la con
sufrían frecuentes incursiones de pueblos nómadas vecinos. En Egipto las condiciones eran más propicias que las de Mesopotamia o
avances de estas regiones y continuó en su tradición mesolítica de caza y recolección durante todo el milenio. Por el contrario, la cu
hacia Europa. Hacia el año 6000 aparecen las primeras comunidades agrícolas en el sureste de Europa y a lo largo del milenio se e
mismo apareció la agricultura alrededor del valle del Indo (en el actual Pakistán).
A lo largo del V milenio la cultura neolítica se expandió y consolidó por Europa, Asia y África. La prosperidad fue tal, que en este per
de habitantes hasta casi 50 millones. En Europa y África central surge la cultura megalítica, caracterizada por la construcción de gran
levantadas a modo de columnas, a veces alineadas según ciertos patrones, otros en forma de enormes losas horizontales apoyadas
construcciones debían de estar asociadas a nuevos rituales y creencias más o menos sofisticadas, típicos de la cultura neolítica. En G
llegó hasta la isla de Creta. En Asia la agricultura continuó extendiéndose lentamente por el valle del Indo.

En América el progreso fue ligeramente más lento: en algunas zonas de México y Perú hubo pueblos de cazadores-recolectores que em
animales e inventaron la cerámica. Los cultivos eran muy variados, pero la agricultura les proporcionaba sólo una pequeña parte d
vegetales.
En China se formaron asentamientos mesolíticos a lo largo del río Amarillo (Huang He), donde finalmente se aprendió a cultivar el ar
nómadas que se extendieron y diversificaron por Siberia y Asia central. Su influencia llegó hasta China. Al oeste de los montes Ura
mar Caspio y el mar Negro. Sus integrantes hablaban una lengua común, conocida como Indoeuropeo. La península arábiga y el nor
también hablaba una misma lengua, conocida como Afroasiático o Camitosemítico. No obstante, el desierto del Sinaí supuso una s
que las variantes dialectales del Afroasiático de Arabia formaron pronto un grupo de lenguas bien diferenciadas de las africanas, cono
se hicieron ganaderas, mientras que las del norte de África continuaron viviendo durante mucho más tiempo de la caza y la recolecció

Los mayores avances se produjeron en la Baja Mesopotamia, esto es, la parte más cercana a la desembocadura del Éufrates y el Tigris
alta de la región llegó hasta el sur, lo que permitió aprovechar plenamente las posibilidades que ofrecían los ríos, dando origen a una
más fértil y próspera de la época. Además de la agricultura, florecieron el comercio y la alfarería. Los mercaderes inventaron un ant
barro se marcaban con sellos planos que imprimían un relieve distintivo de su propietario o de su contenido. A finales del milenio algun

Hasta entonces, las aldeas pequeñas tenían una estructura tribal, formadas por unas pocas familias que obedecían a algún patriarca, pe
que no descansara en vínculos familiares. Así, las ciudades mesopotámicas se fueron convirtiendo en ciudades-estado. Cada ciudad
gobernada por un rey. La administración corría a cargo de los sacerdotes. Éstos ejercían de tesoreros y recaudadores de impuestos y,
de intermediarios con los dioses, la religión se fue sofisticando más y más. El templo era el centro de cada ciudad. Además de la clase
que originó una demanda de adornos, tejidos y obras de arte. El modo de vida de la Baja Mesopotamia fue imitado rápidamente po
cultura similar.

En la península del Sinaí se descubrió la fundición del cobre, y el sistema se extendió rápidamente tanto hacia Mesopotamia como
invadido por un pueblo que conocía la fundición del cobre. Por la misma época aparecen los primeros poblados neolíticos en Egipto, ju
Las inmediaciones del Nilo hubieran requerido un sistema de canales similar al de Mesopotamia para ser aprovechadas adecuadamente,
alejadas de las súbitas crecidas del río) eran más adecuadas para una población que acababa de descubrir la agricultura y la ganadería

La metalurgia del cobre prosperó en Irán, que importaba el mineral de la India y lo exportaba manufacturado a Mesopotamia, jun
especialmente útil en Mesopotamia. El oro y la plata son blandos, y sólo servían para confeccionar adornos. El cobre, en cambio, es
que las de piedra, armas con que repeler las incursiones de los nómadas, que se hacían más frecuentes cuanto más prosperaba el
habitaban en los montes Zagros, al este, y por otra los habitantes del desierto arábigo al suroeste. Las ciudades-estado se fortificaron,
Egipto, en cambio, estaba rodeado por el mar, el desierto y las cataratas del Nilo, así que vivió mucho más tranquilamente que Mesop

Hacia el año 4000 la Baja Mesopotamia no pudo resistir por más tiempo la presión de los pastores, que invadieron la región desde lo
en una profunda crisis.

LOS SUMERIOS
Con la invasión del 4000, la Baja Mesopotamia pasó por varios siglos de desorden y decadencia, pero los invasores
terminaron por asimilar la cultura de la región que habían conquistado y se esforzaron por alcanzar el nivel de vida
anterior. Surgió así una nueva civilización, conocida como Sumer. Los sumerios dominaron la Baja Mesopotamia
durante todo el cuarto milenio y se vieron obligados a defenderla de las incursiones de los pueblos vecinos, que la
hostigaban como ellos la habían hostigado durante el milenio anterior.

Naturalmente, los sumerios trajeron consigo sus propios dioses, que pronto se combinaron con los de los pueblos
conquistados. El panteón resultante tenía tres dioses destacados: Anu era el dios del cielo, y tenía su santuario más
importante en la ciudad de Uruk, Enlil era el dios de la tierra y su santuario principal estaba en Nippur, mientras
que Ea era el dios de los ríos y era especialmente adorado en Eridu. Probablemente los dos últimos eran dioses previos
a la invasión, pues la tierra y los ríos son preocupaciones típicas de los agricultores, mientras que Anu sería el dios
principal que trajeron los sumerios, un dios de pastores. Por supuesto, cada ciudad adoraba también a otros dioses
menores.

Como cabía imaginar, el dios más importante resultó ser Anu. Esto queda reflejado en el mito de la creación: al principio
de los tiempos, el mundo era un caos dominado por Tiamat, diosa del mar (el mar era signo de caos y destrucción para
un pueblo que no tenía ningún conocimiento de navegación). Fue Anu quien la derrotó y con su cuerpo creó el Universo.
Esta victoria era la que le otorgaba la preeminencia sobre los otros dioses.

La forma habitual que tienen los pastores de contentar a sus dioses celestes es quemar animales sacrificados, haciéndoles
llegar así el agradable humo perfumado. Tal vez los sumerios sintieron que al mudarse de las montañas al valle se habían
alejado de sus dioses, por lo que solían escoger lugares elevados para hacer sus sacrificios y erigir sus templos. No
obstante, las principales capitales sumerias estaban en lugares bajos, de modo que se originó la costumbre de crear grandes
plataformas elevadas sobre las cuales realizar los sacrificios, para que éstos pudieran ser mejor contemplados por los
dioses. Con el tiempo se fueron construyendo plataformas menores sobre otras mayores y así en el último cuarto del
milenio los sumerios llegaron a construir imponentes pirámides escalonadas llamadas Zigurats. Hoy en día no se
conserva ninguno íntegro debido a que estaban hechos de ladrillos de barro. La religión sumeria fue sofisticándose en
concordancia con su nueva cultura agrícola, pero nunca perdió su orientación hacia el cielo. Los sacerdotes sumerios se
convirtieron en los primeros astrónomos. Desde los Zigurats observaban las estrellas y las llegaron a conocer bien.
Descubrieron cómo el Sol se desplaza durante el año por la banda del zodíaco. Fueron ellos quienes dividieron esta banda
en doce partes y crearon mitos alrededor de cada signo zodiacal.

El número doce no es casual: los sumerios (y tal vez también sus antecesores) contaban señalando con el pulgar las doce
falanges de los otros cuatro dedos de la mano, y marcaban los múltiplos de doce con los cinco dedos de la otra, de modo
que el mayor número que podían contar con los dedos era 60. Por ello dividieron el zodíaco en 12 signos, y el año en 12
meses y el día en dos grupos de 12 horas, y cada hora en 60 minutos.

Mientras tanto Egipto iba organizándose. La cultura neolítica propició el típico desarrollo de la religión y el surgimiento
de una poderosa clase sacerdotal. Los primeros dioses los debieron de modelar los cazadores, que los vinculaban a ciertos
animales, de tal suerte que adorando al dios adecuado se podía esperar una buena caza del animal deseado. Así, había
dioses con cabeza de halcón, de chacal, de hipopótamo, etc. Con la agricultura aparecieron nuevos dioses, el más
importante de los cuales fue Ra, el dios del sol, al que vinculaban con el cambio estacional, las crecidas del Nilo, etc. Los
egipcios contaban que fue el dios Osiris quien les enseñó las artes agrícolas. Osiris era, pues, un dios de la vegetación.
Se le representaba con forma humana. Fue asesinado y descuartizado por su hermano Set, pero su esposa Isis recogió los
pedazos y lo devolvió a la vida. No obstante, uno de los fragmentos se perdió, y Osiris no quiso permanecer así entre los
hombres, sino que descendió al mundo subterráneo, donde reinaba desde entonces sobre las almas de los muertos. Isis y
Osiris habían tenido un hijo, Horus, representado con cabeza de halcón (lo que hace pensar en un mito del tiempo de los
cazadores que pervivió en las leyendas de los agricultores). Horus vengó la muerte de su padre matando a Set.

Posiblemente, los egipcios fueron el primer pueblo que desarrolló una teoría sofisticada sobre la vida después de la muerte.
La supervivencia a la muerte no era automática, sino que dependía de ciertos ritos que controlaban los sacerdotes. Es
probable que estas creencias fueran expresamente desarrolladas por los sacerdotes para conseguir la sumisión del pueblo
a su autoridad. Y en verdad que no pudieron tener más éxito. La supervivencia a la muerte debió de ser durante cientos
de años casi una obsesión para los egipcios de todas las clases sociales, que nunca en su historia abandonaron una
incondicional sumisión a la autoridad religiosa.
Hacia el año 3500 empiezan a aparecer casas semisubterráneas en México.

Los sumerios descubrieron cómo extraer cobre de ciertas rocas, con lo que el uso de este metal se generalizó y permitió
a los sumerios construir armas mejores con que defenderse de los pueblos nómadas. También inventaron el carro con
ruedas, tirado por un asno. En Uruk se inventó el sello cilíndrico, un pequeño rodillo de piedra con un relieve que se
marcaba repetitivamente en la arcilla al hacerlo rodar sobre ella. Los mercaderes usaban estos sellos a modo de marca de
sus productos. Con el tiempo adquirieron la costumbre de marcar los recipientes de barro con señales que representaran
la naturaleza o cantidad de su contenido. Pronto descubrieron que no necesitaban hacer las marcas sobre los propios
recipientes, sino que marcando tablillas de arcilla podían guardarse registros de existencias, etc. Al principio cada
mercader usaría sus propios convenios, pero hacia el 3400 ya estaba extendido un mismo código común.

Por aquel entonces los reinos egipcios del delta del Nilo (el Bajo Egipto) se unificaron bajo la monarquía de Buto, cuyos
reyes ostentaban la corona roja, mientras que el resto del territorio (el Alto Egipto) estaba gobernado por los reyes
de Hieracómpolis, que ostentaban la corona blanca. No parece que estas unificaciones se produjeran violentamente, sino
más bien por medios políticos. Egipto nunca había sufrido amenazas externas, por lo que carecía de ejércitos.

La actividad comercial de Canaán fue en aumento. Hacia el año 3300 se fundó la ciudad de Biblos, que pronto empezaría
a comerciar por mar con Egipto y las islas del Mediterráneo. Probablemente fue a través de comerciantes cananeos cómo
Egipto fue conociendo los avances culturales que se estaban produciendo en la media luna fértil.

Hacia el 3200 el rey Nármer de Hieracómpolis unificó el Alto y el Bajo Egipto en un único reino y ciñó las dos
coronas. Él y sus descendientes (la I dinastía de reyes de Egipto) consolidaron el poder real y la unidad del país
difundiendo la idea de que el rey era un dios dueño de todo el valle del Nilo. Nármer estableció la capital del reino
en Tinis, de donde al parecer era originario, si bien construyó la ciudad de Menfis en la frontera entre el Alto y el Bajo
Egipto, tal vez con la intención de convertirla en capital si el Bajo Egipto recelaba de ser gobernado desde el Alto Egipto,
cosa que no llegó a suceder.
Bajo la primera dinastía los egipcios construyeron canales con que regar las zonas del valle más alejadas del Nilo.
Surgieron trabajadores especializados, se idearon barcas con que transportar materiales por el río, se fomentó la
agricultura y la ganadería, etc. Indudablemente todo esto es una clara huella de la influencia cananea-mesopotámica.

Los sacerdotes sumerios aprovecharon el código de signos que habían elaborado los mercaderes y lo extendieron para
reflejar ideas abstractas. Hacia el 3100 los sumerios disponían de una auténtica escritura. Escribían sobre tablas de arcilla
mediante un punzón que producía marcas en forma de cuña. Cada palabra se representaba con un signo que, si bien en un
principio podía haber sido un esquema de su significado, la práctica lo había reducido a una agrupación de cuñas
puramente convencional. Este tipo de escritura se conoce como escritura cuneiforme. La escritura era entonces una
técnica muy compleja, pues los sumerios tenían un signo para cada palabra, lo que suponía un inventario enorme de signos
que sólo los sacerdotes dominaban. Esto proporcionó mucho poder a la clase sacerdotal.

Así, el sumerio es la lengua más antigua de la que tenemos constancia escrita. Es una lengua completamente diferente a
todas las que se conocen hoy en día: sus palabras son monosilábicas y las oraciones se forman aglutinando palabras, de
modo que muchas de ellas actúan como prefijos y sufijos de otras.

Mientras tanto, el resto de la media luna fértil se alimentaba de la cultura sumeria. Al este de la Baja Mesopotamia, al sur
de los montes Zagros, en el actual Irán, se formó un pueblo conocido como Elam, que prosperó con el control del
comercio entre Irán y Mesopotamia. Los elamitas adoptaron la cultura sumeria, pero conservaron su propia lengua, que
subsistió hasta el siglo XI d.C.
El resto del mundo continuaba su lenta evolución neolítica. Hacia el 4000 había surgido una nueva comunidad agrícola
en China en el bajo Yang-Tse Kiang, probablemente por influencia de la civilización del río Amarillo. En el valle del
Indo la civilización se perfeccionó sensiblemente a lo largo del milenio: se construyeron ciudades de ladrillo, empezó a
usarse el cobre y se inició el comercio con Mesopotamia. En Europa el neolítico estaba ya muy extendido. No hay muchos
datos, pero parece ser que la Europa neolítica "típica" estaba formada por sociedades agrícolas sedentarias, poco belicosas,
matriarcales, que tendían a formar pueblos y ciudades relativamente numerosos. Por el contrario, los pueblos
indoeuropeos, que habitaban el oeste asiático, formaban sociedades eminentemente pastoriles, de carácter patriarcal y
espíritu guerrero. Habitaban en pequeños poblados con casas semisubterráneas.
LA EDAD DEL BRONCE
Hacia el año 3000 una nueva oleada de nómadas invadió la media luna fértil, tal y como había sucedido mil años antes
con los sumerios. Esta vez no provenían de las montañas del este, sino que eran pueblos semitas de Arabia. Probablemente,
las condiciones de vida debieron de volverse más arduas, o debió de haber un exceso de población, o algún conflicto
tribal. Fuera como fuera, varias de estas tribus se lanzaron hacia el norte con un ímpetu inusitado, fenómeno que se iba a
repetir varias veces en la historia.

Los sumerios consiguieron mantener a los semitas alejados de sus ciudades principales, a lo largo del Éufrates inferior,
pero perdieron muchas ciudades en la Alta Mesopotamia, como Mari, que había sido fundada recientemente. Otros
grupos de semitas se asentaron en la costa norte de Canaán y a lo largo de Siria. Al igual que había sucedido con la
ocupación sumeria, los territorios conquistados entraron en un periodo de decadencia del que tardarían siglos en
recuperarse. La zona que se recuperó más rápidamente fue la costa norte de Canaán, cuyos nuevos habitantes se dedicaron
pronto al comercio por mar, y son los que hoy conocemos como Fenicios. Es probable que la crisis moviera a algunos
cananeos a abandonar su patria. Quizá algunos marcharon a la isla de Creta, lo que explicaría que por estas fechas empezó
a usar el cobre y a construir buenos barcos con los que inició unas relaciones comerciales con Egipto y Canaán.
Por su parte, los sumerios seguían progresando. El tercer milenio se inició con un descubrimiento crucial: la posibilidad
de mezclar el cobre con el estaño para fabricar bronce. El cobre es un metal bastante blando, y el estaño mucho más, pero
la mezcla de ambos en una proporción adecuada produce una aleación mucho más fuerte que los dos ingredientes. Esto
permitió fabricar armas mucho más efectivas que las anteriores. Con ello, los sumerios tuvieron la posibilidad de
imponerse definitivamente sobre los pueblos bárbaros que les amenazaban, pero las ciudades-estado prefirieron emplear
las nuevas armas para enfrentarse las unas a las otras y formaron ejércitos cada vez mejor organizados. Los comerciantes
elaboraron un complejo sistema de pesos y medidas. Incluso se estableció una especie de servicio postal.
Egipto siguió recibiendo y asimilando los conocimientos sumerios. Poco después del 3000 había adaptado su sistema de
escritura. En lugar de escribir sobre tablillas de arcilla los egipcios usaron un soporte más sofisticado: de unas cañas que
crecían en abundancia a orillas del Nilo extraían unas fibras que entretejían en varias capas, las empapaban en agua, las
prensaban y con ello obtenían unas láminas llamadas papiros, en las que era muy fácil escribir con tinta. La escritura
sobre papiro era mucho más cómoda que sobre arcilla, por lo que los signos egipcios no se volvieron esquemáticos, como
los sumerios. Al contrario, representaban figuras muy claras, como águilas, ojos, etc. Eso sí, seguían el principio sumerio
de que a cada palabra le correspondía un signo, con toda la complejidad y elitismo que ello conlleva. La escritura egipcia
se conoce como escritura jeroglífica. Indudablemente la escritura resultó indispensable para la organización del estado
egipcio.

Los reyes egipcios desarrollaron una ostentación y un lujo inusitados hasta entonces. En parte era necesario: cuanto más
lujosa era la monarquía más convencido quedaba el pueblo de su naturaleza divina y más fervorosa era su devoción. Esto
se plasmó en su preocupación por la vida de ultratumba: Tras la muerte, el alma realizaba un viaje hasta la gran Sala del
Juicio. Si llegaba sana y salva (lo cual podía lograrse con los rezos y ritos adecuados), su vida era juzgada y si resultaba
absuelta de todo mal ganaba la gloria eterna junto a Osiris. Al parecer, para lograr la vida eterna era necesaria la
conservación del cadáver, por lo que los egipcios desarrollaron una sofisticada técnica de momificación para conservar
los cadáveres incorruptos durante un largo periodo de tiempo. Los ataúdes, o sarcófagos, se depositaban en unas
construcciones oblongas de ladrillo llamadas mastabas. Se incluían estatuas del difunto y las paredes se decoraban con
escenas de su vida (quizá para abogar por sus virtudes). La idea de la vida después de la muerte se entendía en un sentido
muy literal, pues también se depositaban alimentos y bebidas, así como las riquezas del difunto. Los entierros reales
debieron de ser ceremonias fastuosas. Muchas tumbas de reyes de las dos primeras dinastías se encuentran en Menfis,
pese a que la capital oficial era Tinis. Esto puede significar que algunos monarcas gobernaron en la práctica desde Menfis,
o tal vez que era más conveniente celebrar el espectáculo en un lugar al que podían acudir fácilmente los habitantes del
Alto y el Bajo Egipto. Pronto los cortesanos influyentes consideraron que también ellos debían "disfrutar" de esta clase
de rituales, y exigieron ser momificados. Debió de establecerse una cierta competencia en quién tenía la tumba más
fastuosa y con más tesoros. Esto hizo surgir la figura del ladrón de tumbas, que conseguía fácilmente grandes tesoros de
oro y plata expoliando tumbas, pese a que con ello horrorizaba a sus devotos paisanos. Se promulgaron leyes contra ellos,
se les amenazó con la venganza divina, se trató de esconder bien las tumbas y de sellar sus entradas, pero pocas de ellas
han llegado intactas a nuestros días.

El desierto aumentaba paulatinamente su extensión. El lago Moeris, centro de riqueza de una importante región de Egipto,
amenazaba con secarse. Los egipcios construyeron un sistema de canales que lo conectaba con el Nilo, una imponente
obra de ingeniería gracias a la cual la zona conservó su prosperidad de antaño. Los problemas de reparto de tierras hicieron
prosperar la geometría (cuando el Nilo se desbordaba, las divisiones se borraban y había que restablecerlas), el comerció
fomentó la aritmética, el afán por predecir los desbordamientos anuales del Nilo llevó al estudio de la astronomía. Hacia
el año 2800 los egipcios adoptaron un calendario de 365 días, que mejoraba al sumerio, que constaba tan sólo de 12 meses
de 30 días (360 en total).

Por aquel entonces, la ciudad sumeria más poderosa era Kish, que había sido fundada a finales del cuarto milenio. Su
preeminencia no debió de durar más que unas décadas y pronto fue reemplazada por Uruk, pero su efímera grandeza dejó
una gran huella, pues los reyes sumerios posteriores se llamaban a sí mismos "reyes de Kish", pese a que no reinaban en
esa ciudad. De entre los reyes de Uruk, el más famoso fue Gilgamesh, quinto rey de la I dinastía de Uruk, que reinó hacia
el año 2700. Mientras tanto, la ciudad de Kish fue absorbida por los semitas. La cercana Nippur, en cambio, siguió siendo
sumeria, pues, aunque había perdido su importancia política, continuó siendo un centro religioso que aunaba a los
sumerios en el culto al dios Enlil.

Hacia el 2680 se produjo un segundo cambio dinástico en Egipto (del primer cambio que dio origen a la II
dinastia sabemos poco más que el hecho de que se produjo). El primer rey de la III dinastía fue Zoser, quien estableció
definitivamente la capital en Menfis, confirmando una tendencia ya marcada por las dinastías anteriores. Con Zoser
termina un primer periodo de la historia egipcia conocido como periodo arcaico y comienza el llamado Imperio
Antiguo. La nueva dinastía llevó el lujo de la casa real hasta extremos nunca vistos. Tal vez los nuevos reyes temían que
el pueblo recelara del cambio de dinastía, por lo que se vieron en la necesidad de confirmar su naturaleza divina mediante
una ostentación inusitada. Entre los consejeros de Zoser se encontraba Imhotep, al que podemos considerar como el
primer científico conocido en la historia. Con el tiempo se crearon muchas leyendas en torno a él. Se dijo que era un
médico casi milagroso, se dijo que fue capaz de predecir un gran periodo de sequía, lo que permitió almacenar reservas
de trigo que salvaron al pueblo del hambre. Al margen de lo que estas leyendas puedan tener de verdad, Imhotep fue el
primer arquitecto del que tenemos constancia. Construyó la tumba de Zoser, que era de piedra y no de ladrillo. En un
principio tenía 63 metros de lado y 8 de altura, pero a Zoser no le debió de parecer suficientemente grandiosa, por lo que
Imhotep la amplió hasta que la base midió 121 x 109 metros, luego construyó otra menor sobre la primera, y luego otra,
hasta llegar a seis pisos con una altura total de unos 60 metros. El monumento tenía otras estructuras auxiliares a su
alrededor, y el conjunto estaba rodeado por un muro de unos 550 por 275 metros. Aunque bastante deteriorada, la mastaba
de Zoser subsiste en nuestros días. Se terminó sobre el 2650, por lo que tiene casi 5.000 años.

Las ciudades sumerias disminuyeron en número, pero las restantes aumentaron de tamaño. Por estas fechas, la ciudad
de Ur alcanzó la supremacía en Sumer, a expensas de Uruk. Los reyes y reinas de Ur fueron enterrados en tumbas
monumentales, acompañados de tesoros y siervos. Los sumerios fundaron la ciudad de Assur en la Alta Mesopotamia,
junto al Tigris, que prosperó rápidamente.

Mientras tanto Egipto empezó a explotar zonas vecinas: extraía cobre del Sinaí e importaba toda suerte de productos de
Nubia, la región situada al sur: trigo, ganado, marfil, ébano, plumas de avestruz, pieles de leopardo y de pantera, etc.

Hacia el 2614 se instauró en Egipto la IV dinastía. Su primer rey fue Snefru que, movido de la aparente necesidad de
ostentación que acompañaba a cada cambio de dinastía, decidió construir una mastaba que superase a la de Zoser. La
suya tenía ocho pisos, pero Snefru mandó rellenar los escalones de cada piso para que las caras presentaran una figura
triangular uniforme. Después cubrió toda la estructura con piedra caliza blanca y brillante. El resultado fue una
impresionante pirámide sin comparación con ningún monumento anterior. Después empezó a construir otra pirámide sin
pisos, en la que la sección disminuía paulatinamente a un ritmo constante. Sin embargo, a partir de cierta altura se aumentó
significativamente la inclinación. Parece ser que tuvo que variar el ángulo porque los cimientos no resistían y aparecieron
grietas. Además parece que hubo un accidente laboral en el que se perdieron muchas vidas, y la construcción fue
abandonada. Luego hizo otro ensayo que sí que concluyó, también variando la inclinación para disminuir el peso y
aumentar la estabilidad. Aparecieron grietas que no aseguraban que fuera a durar muchos años, de modo que la pirámide
fue usada como sepulcro falso, en un intento de engañar a los posibles saqueadores de tumbas. En un tercer intento
consiguió ya una pirámide estable, siempre con la punta más inclinada.
Por otra parte, Snefru organizó un ejército que afianzara la dominación de Egipto sobre las regiones vecinas,
especialmente Nubia y el Sinaí. Creó la figura del visir o primer ministro, a cuyo cargo dejó el ejército y un cuerpo de
policía. Se rodeó también de una corte de altos funcionarios. Por esta época los sacerdotes de Ra empezaron a ganar
influencia. Ra era el dios principal de la ciudad de Heliópolis, un poco al norte de Menfis, en el Bajo Egipto. En cambio,
el dios principal de Menfis era Ptah, que para los egipcios era el creador del mundo. Sin embargo, los sacerdotes de Ra
consiguieron convertirlo en el dios principal del panteón egipcio. Snefru fue declarado hijo de Ra, título que ostentarían
también sus sucesores, ratificando así su naturaleza divina, pero, a su vez, vinculando precisamente a Ra con la divinidad
del Rey.

Snefru envió barcos a Fenicia. Su contacto principal fue Biblos, de donde importaba entre otras cosas resinas y metales.
Otro producto de la zona muy cotizado fue la madera. Los cedros del Líbano gozaron de un gran prestigio en el mundo
antiguo. Los egipcios no eran grandes marineros. Sus barcos, que hasta entonces sólo habían recorrido las tranquilas aguas
del Nilo, bordeaban cautelosamente la costa mediterránea hasta Fenicia y volvían por el mismo camino. Snefru también
envió expediciones por el mar Rojo, que llegaron a Arabia y Somalia, de donde traían incienso, resinas y lapislázuli. La
isla de Chipre se convirtió en un importante suministrador de cobre. Por estas fechas la isla de Creta entró en la Edad del
Bronce. Surgió una nueva civilización conocida como cultura minoica (en una primera etapa conocida como
periodo minoico antiguo) que también mantuvo estrechas relaciones comerciales con Egipto.
El sucesor de Snefru fue Jufu, más conocido por la versión griega de su nombre: Keops. Jufu construyó la mayor de todas
las pirámides. Fue emplazada cerca de la ciudad de Giza. La obra se terminó hacia el 2580. La base era cuadrada, de unos
227 metros de lado y su altura era de 147 metros. Estaba formada por más de dos millones de bloques de piedra, la
mayoría de los cuales pesaban más de dos toneladas. Estos bloques de granito se extraían de las canteras del sur, junto a
la primera catarata del Nilo, y se transportaron en barcos por el río. Los egipcios afirmaban que se construyó en 20 años
y que en ella trabajaron 100.000 hombres.

Jufu fue sucedido por su hijo mayor Jafre (o Kefrén) y luego por su hijo menor Menkure (o Micerino). Ambos
construyeron pirámides monumentales junto a la de su padre, aunque un poco menores. La de Jafre se terminó hacia
el 2530, y la de su hermano hacia el 2510. Las tres pirámides formaban un mismo complejo arquitectónico: cada una de
ellas estaba rodeada de mastabas menores, destinadas a otros miembros de la familia real o de la corte, había templos,
estatuas y otros monumentos. Tal vez el más famoso sea la Esfinge, una gigantesca figura con cuerpo de león y cabeza
humana que los griegos pensaron que era de mujer, pero al parecer es una imagen de Jafre.

LOS ACADIOS
La segunda mitad del tercer milenio fue una época de grandes cambios. Los pueblos indoeuropeos del oeste de Asia se
desplazaron hacia el sur. Una tribu de grecohablantes ocupó el noreste de los Balcanes. Por aquel entonces los
indoeuropeos ya conocían la agricultura, si bien se decantaban más por la ganadería. Sus armas eran de piedra, pues no
conocían la metalurgia. En el sur de Grecia, la población nativa (no indoeuropea) hacía tiempo que comerciaba con el
bronce, que obtenía principalmente de Chipre. Los pueblos semitas que habían invadido Mesopotamia cinco siglos
antes empezaron a salir de su "edad oscura". La ciudad de Mari desarrolló una cultura mixta que conservaba su lengua
semítica, pero, por ejemplo, adoraba a los dioses sumerios.

En Perú aparecen las primeras casas semisubterráneas, mayoritariamente en zonas costeras o junto a cauces de ríos, pues
sus habitantes eran principalmente pescadores.

En Egipto se instauraba la V dinastía, que reinó desde el 2500 hasta el 2430, cuando se instauró (obviamente) la VI
dinastía. Al parecer, el monarca que sucedió a Menkure fue un sacerdote de Ra, lo que culminaba el ascenso político de
este cuerpo sacerdotal. La construcción de pirámides entró en decadencia. Probablemente los egipcios decidieron invertir
sus esfuerzos en cosas más útiles, como el refuerzo de sus ejércitos.

Mientras tanto, alrededor del 2425, los elamitas se unieron por primera vez bajo la dinastía de Awan. Siglos después
pervivió una tradición según la cual esta ciudad había dominado Mesopotamia antes de la llegada de los sumerios. Puede
ser cierto y puede ser que la leyenda se creara a partir de este periodo de esplendor. Por esta época, los elamitas ya habían
adaptado la escritura sumeria a su propia lengua.
Hacia el 2400 en Sumer destacó Eannatum, rey de la ciudad de Lagash, que al parecer derrotó a los ejércitos unidos de
Uruk y de Ur. Como conmemoración de sus victorias, Eannatum erigió una serie de columnas de piedra o estelas con
inscripciones e imágenes. La más famosa es la Estela de los buitres, en la que se ve una formación de soldados con cascos
y lanzas avanzando sobre los cadáveres de los enemigos devorados por perros y buitres. Según las inscripciones, el ejército
vencido era el de la ciudad de Umma, que provocó la guerra al quitar ciertas piedras que marcaban las fronteras.
Naturalmente, no conocemos la versión de los vencidos. Lagash conservó su preeminencia durante algo más de un siglo.
Llegó a dominar un territorio de unos 4.500 kilómetros cuadrados. Su último rey fue Urukagina, que ascendió al trono
alrededor del año 2350. Por estas fechas los semitas crearon otro reino poderoso alrededor de la ciudad de Ebla, en Siria,
cerca de Fenicia, que llegó a dominar muchas ciudades del norte de la media luna fértil, de Anatolia y de la Alta
Mesopotamia. Otro tanto sucedió con la ciudad de Mari, que dominó muchas ciudades de su entorno, entre ellas Assur.

Volviendo a Lagash, parece ser que Urukagina fue un rey ilustrado, que trató de impulsar reformas sociales para reducir
el excesivo poder de los sacerdotes en beneficio del pueblo. Sin embargo, los sacerdotes podían llegar a tener más poder
que el rey sobre un pueblo temeroso de los dioses. Lagash se debilitó por sus convulsiones internas y Umma encontró la
ocasión de vengar su pasada derrota. A la sazón su rey era Lugalzagesi, que se apoderó de Ur, se proclamó rey de Uruk
y, desde allí, en el año 2330 atacó Lagash y la saqueó. Pronto adquirió el control de todo Sumer.

Naturalmente, si conocemos todos estos detalles es porque a partir del año 2800 los sumerios empezaron a usar
sistemáticamente la escritura con fines históricos y literarios (los egipcios harían otro tanto a partir del 2100). A los
sumerios de siglos posteriores les debió de sorprender la ausencia de registros anteriores al 2800. Posiblemente no se les
pasó por la imaginación que la causa fuera que antes se desconocía la escritura o, por lo menos, que ésta tenía un uso aún
muy restringido, así que conjeturaron que ésa debía de ser la fecha del Diluvio Universal, una leyenda sobre una inmensa
inundación que posiblemente era mucho más antigua. Los sumerios ubicaron todas sus leyendas en la época
"antediluviana".

Según dichas leyendas, el mundo fue creado en siete días. El número siete se debe a que los astrónomos sumerios habían
identificado siete cuerpos celestes, aparte de las estrellas: el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno.
Estos astros eran divinidades que influían sobre los hombres. El destino de una persona dependía fuertemente del astro
dominante el día y la hora de su nacimiento. Cada día se nombraba según el astro que dominaba en su primera hora, y así
surgió la división del tiempo en semanas de siete días.

Las listas de reyes sumerios fueron completadas con diez reyes antediluvianos, a los que atribuían reinados de decenas
de miles de años. El último y más famoso de estos reyes fue Gilgamesh, rey de Uruk. Su leyenda se basa indudablemente
en el Gilgamesh histórico que reinó hacia el 2700, pero el Gilgamesh legendario fue situado antes del Diluvio, como era
preceptivo. Según la leyenda fue un héroe valiente que realizó hazañas increíbles. Tras la muerte de un amigo se puso a
buscar el secreto de la vida eterna. Así pasó una larga serie de peripecias. Entre ellas sobrevivió al diluvio, causado por
unos dioses enojados. Otro de los supervivientes fue Utnapishtim quien, favorecido por los dioses, construyó un barco
en el que se salvó juntamente con su familia. Los dioses, sin hombres que les ofrecieran sacrificios, sintieron hambre,
pero Utnapishtim, cuando el Diluvio hubo pasado, sacrificó animales en acción de gracias. Dice el poema:

Los dioses olieron su aroma,


Los dioses olieron el dulce aroma,
Como moscas, se agruparon sobre el sacrificio...
En agradecimiento, los dioses otorgaron a Utnapishtim el don de la inmortalidad. Se encontró con Gilgamesh y le
indicó que debía buscar cierta planta mágica. La encontró, pero, cuando se disponía a comérsela, una serpiente se la
robó (lo que explicaba la creencia antigua de que las serpientes rejuvenecen al cambiar de piel).

Otra ciudad semita que había alcanzado cierto esplendor era Kish. Mientras Lugalzagesi reinaba en Uruk y ejercía su
influencia sobre todo Sumer, el primer ministro del rey de Kish se las arregló para usurpar el trono, tras lo cual adoptó el
nombre de Sargón, que significa "Rey legítimo". Su legitimidad no debía de estar tan clara, pues el nuevo rey prefirió
trasladar la corte a una nueva capital fundada por él mismo y que no estuviese asociada a la monarquía anterior. Esta
capital fue Agadé, o Acad, y desde entonces el rey fue conocido como Sargón de Acad. Alrededor del 2300 Sargón se
enfrentó a Lugalzagesi y lo derrotó. Según sus inscripciones conmemorativas, esta victoria le dio el dominio de todo
Sumer, pero parece ser que en realidad necesitó varias campañas más para lograr esta meta. En cualquier caso, Sargón
acabó dominando una extensa región de Mesopotamia que incluía a todo Sumer y que fue conocida como el Imperio
Acadio. Más aún, sometió al reino de Elam, dejándolo bajo el gobierno del rey de Susa, una de sus ciudades menos
destacadas, que a partir de este momento empezó a ganar influencia.
Sargón siguió combatiendo y sojuzgando ciudades del norte y del este, mientras la capital de Acad iba engrandeciéndose.
Por ejemplo, la ciudad de Assur se había liberado recientemente del dominio de Mari, e instauró una monarquía propia,
pero sus reyes se convirtieron en tributarios de Sargón. La propia Mari no tardaría en someterse también al yugo acadio.
Por el contrario, Ebla estuvo a punto de derrotar a Sargón, quien, no obstante, logró rehacerse. Ebla conservó su
independencia y se convirtió en un importante centro cultural que absorbió la cultura acadia (que a su vez había
incorporado la cultura sumeria). En sus restos se han encontrado numerosas tablillas cuneiformes escritas en eblaíta con
textos jurídicos, religiosos, diplomáticos, administrativos y económicos. Incluso se han encontrado diccionarios sumerio-
eblaítas. Según los escritos acadios, Sargón llegó en sus campañas hasta la costa de Canaán.

El Imperio Acadio fue el primer imperio histórico en el sentido de un pueblo que dominó militarmente a otros pueblos
extranjeros. En este sentido, el Imperio Antiguo egipcio no era un imperio, sino una cultura homogénea que poblaba un
territorio extenso. El gobierno de Sargón fue opresivo para los pueblos que sojuzgó. Los gobernantes sumerios del sur
fueron sustituidos por guerreros brutales, lo que causó muchas revueltas que Sargón tuvo que sofocar. Por otra parte,
Sargón instituyó el acadio como lengua oficial del imperio y debió de tomar medidas para fomentarlo pues, a pesar del
prestigio que tenía el sumerio, terminó desplazándolo.
Indudablemente, la entrada de los acadios conquistadores en las ciudades de Sumer debió de generar una gran confusión,
agravada por el hecho de que los recién llegados hablaban una lengua que casi nadie entendía. Tal vez las gentes más
humildes, cuya visión del mundo se reducía a su entorno más inmediato, ni siquiera entendían por qué "de repente" habían
aparecido hombres que hablaban una lengua tan extraña que ahora se veían coaccionados a aprender. Era natural pensar
en un castigo de los dioses. Con el tiempo, cuando Sumer y Acad se borraron de la memoria de las gentes, pervivió la
leyenda de que hubo un tiempo en que todos los hombres hablaban la misma lengua (o sea, el sumerio), pero que un día
los dioses los castigaron y sembraron la confusión haciendo que hablaran dos lenguas distintas. Por otra parte, los zigurats
eran ya monumentos del pasado y lo que la gente sabía de ellos es que habían sido construidos para acercarse al cielo.
Esto era cierto: muchos pueblos con divinidades celestes eligen lugares elevados para estar más cerca de sus dioses al
hacer sus sacrificios, y los zigurats fueron la peculiar forma que tuvieron los sumerios de plasmar esta idea. Sin embargo
la gente encajó muy bien ambas historias: los antiguos construían torres cada vez más altas con la pretensión de alcanzar
el cielo, pero los dioses se enojaron por este intento de "invasión" y lo evitaron sembrando la confusión: les hicieron
hablar cientos de lenguas distintas, con lo que ya no podían trabajar conjuntamente y el proyecto fracasó. Los hombres
se dispersaron según sus lenguas, y esta era la causa de que en el mundo hubiera tantos pueblos con tantas lenguas
diferentes. Por una cuestión de coherencia esta leyenda tuvo que ubicarse después del Diluvio (los hablantes de lenguas
extrañas no habían perecido), lo cual, por otra parte también encajaba en la historia: tal vez los antiguos querían llegar al
cielo para salvarse en caso de que los dioses provocaran otro diluvio universal.

Hacia el 2300 se inicia un periodo de esplendor en el valle del Indo. La llamada civilización del Indo fue extendiéndose
hasta ocupar un territorio mayor que el actual Pakistán. Se construyeron grandes ciudades de ladrillo con casas
rectangulares y calles de 8 metros de ancho, disponían de instalaciones sanitarias, almacenes, piscinas y un sistema de
canales muy estudiado. Sus habitantes cultivaban el trigo y la cebada, y se han encontrado los restos más antiguos del
cultivo del algodón. Disponían de una escritura reducida de 270 signos diferentes (cuyo significado se desconoce), que
únicamente se han encontrado en sellos, por lo que debían de ser identificaciones de mercancías. Sorprende la ausencia
de templos en las ciudades, si bien se han encontrado objetos de culto, tal vez antecedentes de la futura religión de la
India. Tampoco había palacios, lo que suscita muchos interrogantes sobre el tipo de estructura social de esta cultura. Las
capitales más importantes eran Harappa y Mohenjo-Daro. Se ignora si eran capitales de estados distintos o si formaban
parte de un mismo imperio. Hay constancia de un intenso comercio marítimo con Sumer.
Por esta época reinaba en Egipto el tercer rey de la VI dinastía, Pepi I, nativo de Menfis. Los nómadas del desierto de
Libia empezaron a hostigar el país, pero fueron rechazados cinco veces por los ejércitos egipcios, dirigidos por un general
llamado Uni. Este general consolidó también el dominio de Egipto sobre la península del Sinaí, rica en metales, e incluso
supervisó expediciones a Nubia, al sur de la primera catarata del Nilo. El Imperio Antiguo alcanzó así su apogeo.
Probablemente, Pepi I decidió que las relaciones comerciales que Egipto mantenía con Fenicia desde hacía mucho tiempo
no eran satisfactorias: los cananeos pagaban poco por las exportaciones egipcias y cobraban mucho por sus productos.
(Cuando dos personas negocian y una tiene a sus órdenes un ejército poderoso, es natural que llegue a esta conclusión.)
Los fenicios fueron exhortados a pagar periódicamente un tributo al rey, pero algunas ciudades decidieron negarse. Como
consecuencia, Uni dirigió una expedición contra Fenicia: una columna marchó por tierra y otra, transportada por mar,
desembarcó hacia el sur de Biblos. El ejército derribó murallas, incendió ciudades, destruyó cosechas, se apoderó de toda
clase de objetos valiosos y, sin duda, consiguió que las ciudades castigadas se comprometieran a pagar el tributo.
Hacia el año 2280 muere Sargón de Acad. Inmediatamente, Sumer y los pueblos de los montes Zagros vieron en la muerte
del rey una oportunidad para liberarse de la tiranía acadia y se rebelaron. Sin embargo, Sargón fue rápidamente sucedido
por su hijo mayor Rimush, quien, con ayuda de su hermano Manishtusu, sofocó las revueltas.

En 2272 el hijo de Pepi I subió al trono de Egipto con el nombre de Pepi II. Era sin duda un niño, pues su reinado duró
noventa años, y es, al parecer, el más largo de la historia.

En 2252 Naram-Sin, nieto de Sargón, ocupa el trono de Acad. Tras sofocar varias revueltas internas, Naram-Sin continuó
la tradición imperial de su abuelo, reemprendiendo expediciones a tierras lejanas. En el 2200 destruyó el floreciente reino
de Ebla. Para consolidar su autoridad se hizo proclamar dios, organizó un cuerpo de nobles-funcionarios que supervisaban
o sustituían a los reyes locales e instaló colonias de acadios en las ciudades sospechosas de rebeldía. La cultura floreció
en la corte de Acad. Los escribas acadios desarrollaron y superaron las tradiciones sumerias. Aunque el lenguaje de la
cultura siguió siendo el Sumerio, los comerciantes y la administración hablaban acadio.

Mientras tanto, como es habitual, en los cielos se reproducían los acontecimientos de la tierra: Los dioses acadios se
mezclaron con los sumerios. Es fácil distinguirlos porque tienen nombre semíticos. Además son todos dioses celestes,
como corresponde a las culturas de pastores. Así, Sin, dios de la luna, se convirtió en el dios principal de Ur (Naram-Sin
significa "amado por Sin"); Ishtar, identificada con el planeta Venus, diosa del amor y la belleza, se convirtió en la diosa
principal de Uruk, desplazando el culto a Anu. Esto era aceptable, pues pronto se descubrió que Ishtar era hija de Anu.
También estaba Shamash, dios del Sol, que no consiguió tanta notoriedad como sus compañeros.

EL FIN DEL TERCER MILENIO


En el último cuarto del tercer milenio la civilización se encontró con cambios aún más drásticos que en el periodo
precedente. En China aparece el primer reino del que tenemos constancia histórica. Los historiadores chinos
situaban en los inicios de su historia unos reyes legendarios, a cada uno de los cuales se le atribuía un avance
cultural: Fuxi inventó la adivinación, Shennong la agricultura, Huangdi la técnica, Yao y Shun el arte de gobernar
y Yu es presentado como un ingeniero que acabó con una gran inundación. Una de las leyendas en torno a Yu dice que,
cuando éste reguló las aguas, apareció una tortuga divina que llevaba números escritos en su caparazón. Yu los examinó
y los ordenó según el esquema de la derecha. Los chinos llamaban a este diagrama el Loh Shu (escrito del río Loh),
porque, al parecer, la primera referencia por escrito (posterior a la época que nos ocupa) fue encontrada junto al río Loh.
El Loh Shu es lo que los matemáticos modernos llaman un cuadrado mágico, y su "magia" consiste en que se trata de
una ordenación de los números del 1 al 9 en la que las tres filas, las tres columnas y las dos diagonales del cuadrado
suman la misma cantidad, a saber, 15. Otra leyenda atribuye a Fuxi la invención del Loh Shu, lo que lo
remonta principios del milenio.

Siempre según la leyenda, Yu fundó la dinastía de los Xia, que reinó durante cerca de 500 años. No se conocen detalles
concretos sobre este reino. Según las leyendas su capital estuvo en Anyi. Los chinos eran, por aquel entonces, un
pueblo de cazadores, pescadores y cultivadores de cereales. Edificaban con tierra batida, practicaban la adivinación con
caparazones de tortuga y celebraban fiestas con danzas y cantos rituales. Tenían un sentido muy fuerte de la cohesión
familiar y un gran respeto hacia los ancianos y los antepasados.

Mientras tanto, en 2218 moría Naram-Sin, el rey de Acad, a quien sucedió su hijo Sharkali-Sharri. Por esta época el
imperio estaba muy debilitado. Tantos siglos de represión habían mermado la capacidad bélica de los territorios
sometidos, y toda la fuerza estaba centralizada en torno a los ejércitos de la capital. En ausencia de influencias exteriores,
esta situación sería la óptima para Acad, pero Mesopotamia nunca dejó de estar amenazada por los pueblos nómadas,
tanto por Arabia como por los montes Zagros, y ahora la población no sólo no estaba capacitada para defenderse de sus
incursiones, sino que cualquier ataque al imperio era bien recibido y alentado por sus súbditos. Por otra parte, el control
de un territorio extenso había obligado a los reyes a transferir parte de su autoridad a una nobleza que no tardaría en
generar diversos aspirantes al trono. Para derrocar a un rey hace falta un ejército propio o, al menos, un estado de confusión
que anime al ejército a cambiar de jefe. Por ello parte de la nobleza vio también con buenos ojos las incursiones bárbaras.

Así, hacia el 2200 una tribu de bárbaros invadió Mesopotamia desde los montes Zagros. Se llamaban a sí mismos
los guti. Los intentos de Sharkali-Sharri de detener los saqueos fueron vanos, y en 2193 fue asesinado, al tiempo que la
ciudad de Acad fue arrasada. La destrucción fue tan minuciosa que Acad es la única ciudad importante de la época cuyo
emplazamiento se desconoce. Es razonable pensar que los sumerios y los elamitas se unieron a los guti y descargaron
sobre Acad todo el odio y las ansias de venganza que habían acumulado desde muchos años atrás. El resultado fue que
no quedó piedra sobre piedra.

Ahora bien, los habitantes de Mesopotamia no tardarían en descubrir que los guti no eran mejores que los acadios. Los
guti tenían el poder, pero carecían de la cultura necesaria para emplearlo con la eficiencia de los acadios. Los sistemas de
canales de los ríos se deterioraron y sobrevino una época de hambre.

En 2182 murió Pepi II, el último rey de la VI dinastía egipcia. La evolución del país había sido similar a la del
Imperio Acadio. Desde el reinado de Pepi I la nobleza adquirió cada vez más poder. Esto debió de acentuarse en los
años en que el rey Pepi II era un niño y, por consiguiente, no ejercía directamente el mando. Mientras el rey vivió, todo
estaba aparentemente bien, pues la lealtad al rey del ejército y el pueblo debía de ser poco menos que inquebrantable. Tal
vez la nobleza consiguió que el rey muriera sin descendencia, de modo que muchos ocultaran aspiraciones de ocupar el
cargo tras su muerte. El caso es que nadie lo consiguió y el Imperio Antiguo se desmembró en muchos reinos pequeños
en lucha continua. Como en Mesopotamia, ésta fue una época de miseria. En un papiro que ha sobrevivido, su
autor, Ipuwer (tal vez con cierta exageración poética), describe así la situación:

...la risa ha perecido y no se ha vuelto a dar. La aflicción ronda por el país mezclada con lamentos... El país se ha
entregado al hastío... el trigo ha perecido por todas partes... el granero está vacío y quien lo custodiaba yace cuan largo
es sobre el suelo...
Durante este periodo fueron saqueadas todas las tumbas de la época de las pirámides. Muchos de los reyes que figuran
en los anales egipcios tras Pepi II fueron gobernantes locales que reinaron simultáneamente. Así, los reyes de
las dinastías VII y VIII reinaron en Menfis o en Heliópolis, en el Bajo Egipto, mientras que los de las dinastías IX y
X eran de Heracleópolis, junto al lago Moeris.

Tanto en Egipto como en Mesopotamia, los primeros signos de recuperación de la crisis los encontramos en las ciudades
alejadas de lo que habían sido los grandes centros de poder. Así, en Egipto empezó a prosperar la ciudad de Tebas, al
Sur, de cuya historia anterior se sabe muy poco. Probablemente era una aldea fundada durante la V dinastía que vivió de
las rutas comerciales que llegaban hasta Nubia, más allá de la primera catarata del Nilo. Los gobernantes de las ciudades
del norte se olvidaron del "lejano sur" en sus disputas, así que Tebas prosperó. Su dios principal era Amón, un dios de la
fertilidad completamente desconocido en tiempos del Imperio Antiguo.

En Mesopotamia, mientras tanto, los guti se habían asentado hacia el norte, donde había estado la capital de Acad. Esto
permitió a algunas ciudades de Sumer comprar su libertad comprometiéndose a pagar un tributo. Uruk progresó bajo
su IV dinastía, Ur bajo su II dinastía, pero el gobernante más notable del periodo fue Gudea de Lagash, hacia
el 2141, bajo el cual la ciudad prosperó en paz, libre de los afanes conquistadores de los tiempos del rey Eannatum. Gudea
embelleció los templos ya existentes y construyó otros quince nuevos. Los escultores de Lagash aprendieron a trabajar la
diorita, una piedra muy dura que se traía del exterior. El primer resto sumerio que se descubrió (a finales del siglo XIX
d.C.) fue el palacio de Gudea. Tras su muerte, el pueblo mostró su agradecimiento incluyendo al rey entre sus dioses.

Mientras tanto, los guti fueron absorbiendo la cultura acadia, al igual que los acadios habían absorbido la cultura de los
sumerios y éstos la de los habitantes primitivos de la región.

Volviendo a Egipto, en 2132 se inicia una dinastía de reyes tebanos, registrada como la XI dinastía egipcia, que combatió
a los reyes de Heracleópolis, de modo que en 2124 Tebas dominaba todo el Alto Egipto.

Paralelamente, en 2123 el rey Utu-Hegal, de la V dinastía de Uruk logró expulsar a los guti de Mesopotamia, en coalición
con la ciudad de Ur. Uno de los oficiales de Utu-Hegal se erige en rey de Ur (iniciando así su III dinastía) bajo el nombre
de Ur-Nammu. Bajo su reinado, toda Mesopotamia quedó unida en un imperio tan grande como el acadio, pero de
carácter más comercial que militar. Aunque no es probable que fuera el primero, lo cierto es que el código de leyes más
antiguo que conocemos procede de este periodo. Es sorprendente el carácter progresista de estas leyes. Los antiguos
tendían a castigar los delitos mediante la muerte o la mutilación, mientras que en el código de Ur-Nammu se establecen
compensaciones monetarias. Tal vez esta idea fuera natural en un pueblo de comerciantes. Bajo la III dinastía de Ur se
construyó el mayor Zigurat edificado hasta entonces. Su base medía 90 por 60 metros, y sus muros inferiores (hechos de
ladrillo) tenían un espesor de dos metros y medio. Se conservan dos plantas, pero parece ser que tenía una tercera, con
una altura total de 40 metros. El sumerio volvió a ser la lengua oficial de Mesopotamia y este periodo se considera la
Edad de Oro de su literatura.
Hacia el 2052 el quinto rey de la XI dinastía tebana de Egipto, conocido como Mentuhotep II, conquistó el Bajo Egipto,
con lo que todo el país volvió a estar unificado bajo un solo rey, esta vez tebano. Surgía así el Imperio Medio egipcio.
Habían pasado 130 años desde el desmembramiento del Imperio Antiguo. Aquí surgió un conflicto religioso, pues el dios
principal de Tebas era Amón, mientras que en el Bajo Egipto los sacerdotes de Ra seguían dirigiendo la religión y, con
ella, gran parte de la política. Afortunadamente, Amón no tenía un cuerpo sacerdotal tan desarrollado, y los sacerdotes de
Ra descubrieron rápidamente que en realidad Amón y Ra eran el mismo dios, que a partir de entonces fue llamado Amón-
Ra. La idea funcionó y los sacerdotes de Ra mantuvieron su status en los nuevos tiempos. Tebas, la nueva capital del
imperio, fue creciendo y enriqueciéndose con templos y monumentos.

Entre tanto, los días de gloria de la III dinastía de Ur fueron acabando. En efecto, Mesopotamia mantuvo bastantes guerras
con las regiones vecinas, especialmente con el reino de Elam. Sin embargo, en un momento dado las ciudades sumerias
retomaron la antigua costumbre de luchar entre sí. El último rey de la dinastía fue Ibbi-Suen, que reinó desde 2028 sin
más dominio que su propia ciudad. En 2004 un ejército elamita aprovechó la anarquía y un periodo de hambre que azotó
a la propia Ur para entrar en la ciudad y hacer prisionero a Ibbi-Suen.

LOS AMORREOS
El periodo de anarquía en que se vio envuelta Mesopotamia al final del tercer milenio facilitó una nueva invasión del
territorio por una nueva oleada de pueblos semitas. Éstos se llamaban a sí mismos Amurru, pero actualmente son más
conocidos como Amorritas o Amorreos. La invasión no fue tan traumática como las anteriores, en parte porque esta
vez el caos de la región no lo habían ocasionado ellos, en parte porque su lengua era muy similar al acadio, por lo que
fueron asimilados fácilmente y no se les tuvo por odiosos extranjeros, como había sucedido con los guti. Tal vez no
sería exagerado afirmar que los amorreos, pese a su falta de cultura, impusieron el orden necesario para que la cultura
mesopotámica siguiera floreciendo. No obstante, fueron necesarios unos dos siglos para que la vida volviera a ser la de
antes. Los amorreos se asentaron en lo que había sido Acad y también en Canaán. La ciudad más importante tras la
caída de Ur fue Isin. El reino de Elam también ejercía su influencia sobre las ciudades mesopotámicas más cercanas.
Más al norte destacaban las viejas ciudades de Mari y Assur, así como la ciudad de Eshnunna. No fueron ocupadas por
los amorreos, pero parece que dependieron seriamente de ellos.

Los amorreos no introdujeron muchas novedades. Se limitaron a asimilar la cultura preexistente. Ni siquiera introdujeron
nuevos dioses, pues la similitud de su lengua con el acadio favoreció que sus dioses se identificaran con algunos de los
ya existentes. Tenían un dios nacional, Amurru, que pervivió como un dios secundario.

También hubo movimientos en el norte. Los indoeuropeos domesticaron el caballo. Hasta entonces los únicos animales
de carga eran los bueyes y los asnos. El caballo, aun domesticado, no servía para estos fines, pues los arneses primitivos
les oprimían la tráquea y los asfixiaban. Durante un par de siglos tal vez fue usado únicamente como alimento. Ya hacía
tiempo que un pueblo indoeuropeo se había asentado en el norte de Grecia, y ahora otro se asentó al sureste de Anatolia.
Se les conoce como Hititas. Como es habitual, tanto los hititas como los griegos tardaron varios siglos en asimilar la
cultura de la zona y durante este periodo dieron poco que hablar.

Al mismo tiempo, la civilización empezaba a cuajar en dos zonas de América: En México aparecen los primeros núcleos
urbanos con viviendas rectangulares de techos de paja. En las ciudades se desarrolló una economía autosuficiente basada
en la agricultura, caza, pesca y recolección. El metal era desconocido. En Perú los avances fueron más espectaculares,
allí las ciudades contaban con edificios públicos para ceremonias y en Las Haldas destaca un templo piramidal
compuesto por siete terrazas superpuestas. No conocemos muchos detalles sobre la sociedad que llevó a cabo estas
construcciones, pero en cualquier caso podemos deducir que había excedentes económicos y una organización social
estratificada que regulaba la actividad comunal.

La isla de Creta se convirtió en una nueva potencia. Ya llevaba mucho tiempo comerciando por mar con Egipto y Canaán
principalmente, pero ahora la isla se unió bajo un gobierno poderoso, cuya capital fue la ciudad de Cnosos. Ahora los
barcos comerciales cretenses estaban protegidos por una flota militar. La prosperidad y la influencia de la isla fue
aumentando gradualmente en los siglos siguientes. La Grecia continental fue ocupada por un pueblo indoeuropeo que
implantó una cultura homogénea en la región, típica de las primeras fases de la Edad del Bronce. No obstante esta cultura
no llegó al Peloponeso ni a las zonas costeras, que continuaron habitadas por una población nativa bajo la influencia de
Creta.

Egipto estaba en los mejores días del Imperio Medio. Los reyes Mentuhotep IV y Mentuhotep V tuvieron un capaz
primer ministro llamado Amenemhat, de origen tebano. De algún modo se rebeló y en 1991 se convirtió en rey con el
nombre de Amenemhat I, inaugurando así la XII dinastía. Trasladó la capital del imperio a Lisht, cerca de Menfis, pues
debió de juzgar que Tebas estaba demasiado al sur para controlar eficazmente el Bajo Egipto. La construcción de
pirámides continuó, si bien éstas nunca volvieron a alcanzar las proporciones de las del Imperio Antiguo. Amenemhat
reforzó el dominio egipcio sobre el Sinaí, restableció el comercio con el sur y mantuvo controlada a la nobleza. Así mismo
ordeno la limpieza y restauración del canal que unía el Nilo con el lago Moeris, lo que aumentó considerablemente la
fertilidad de la región.

La XII dinastía fue considerada en épocas posteriores como la Edad de Oro de la literatura egipcia. A esta época
corresponden los ejemplos más antiguos que conocemos de literatura de ficción no relacionada con la mitología, como el
cuento del náufrago que se encuentra con una serpiente monstruosa, o el cuento de Sinuhé, que cuenta la vida de un
exiliado egipcio entre las tribus nómadas de Siria. También las ciencias progresaron. Se conoce un papiro que explica
cómo operar con fracciones, así como el cálculo de ciertas áreas y volúmenes. Hay recopilaciones de refranes y
proverbios. Se cree que uno de ellos fue escrito por el propio Amenemhat I para su hijo. Parece que la vida de palacio no
era del todo fácil, pues entre otros consejos leemos:

Ten cuidado con tus subordinados... ten cuidado con tu hermano, no conozcas al amigo y no intimes con nadie...
En 1971 Amenemhat I fue sucedido por su hijo Sesostris I, quien conquistó la región de Nubia, situada al sur de la
primera catarata del Nilo. Los nativos eran un pueblo primitivo que no tenía nada que hacer frente al ejército egipcio.
Quince siglos después, cuando Egipto había perdido su poderío, los sacerdotes contaban historias legendarias sobre las
extraordinarias hazañas de los reyes del pasado, que habían conquistado todo el mundo conocido, y el mayor de todos
los conquistadores era Sesostris I.

Mientras tanto, en Mesopotamia, la ciudad de Larsa se liberó de la dominación de Elam, en 1924 derrotó a Isin y tuvo
su propio siglo de grandeza. Podemos decir que hacia 1900 los sumerios habían desaparecido de la historia. No fueron
exterminados ni expulsados. Simplemente perdieron su identidad nacional. Ya nadie hablaba sumerio, si bien la lengua
se conservo como "lengua culta" en los rituales religiosos (algo similar a lo que le sucedería al latín mucho después).
Durante 2.000 años los sumerios habían inventado el transporte con ruedas, la astronomía, la matemática, la empresa
comercial, la construcción con ladrillo a gran escala y la escritura, y a partir de este momento fueron paulatinamente
olvidados, hasta tal punto que no se volvió a saber de su existencia hasta los descubrimientos arqueológicos del siglo XIX
d.C.
A esta época corresponden los sucesos narrados en la parte final del libro del génesis, en la Biblia. El génesis fue escrito
por sacerdotes judíos más de mil años después. Su primera parte es una versión de los mitos sumerios sobre el Diluvio y
las épocas anteriores, drástica y sistemáticamente adaptados para dejar como único protagonista al dios judío, que en la
época que tratamos ahora no existía todavía. Por ejemplo, se conserva una tablilla sumeria de esta época que hace
referencia a un conflicto entre un dios pastor y un dios agricultor, en los que no es difícil reconocer a los que la Biblia
presenta como Caín y Abel. Los diez reyes legendarios de antes del Diluvio son sustituidos por diez patriarcas de Adán
a Noé. Luego viene la adaptación de la leyenda sobre los hombres que querían construir una torre que llegara al cielo.
Ahora es el dios judío el que lo impide haciendo que cada cual hablara una lengua distinta. La Biblia sitúa la historia en
la ciudad de Babel o Babilonia. Al parecer los judíos encontraron una falsa etimología que relaciona el nombre con la
palabra "confusión", cuando en realidad Babel es una derivación de Bab-Ilum (puerta de Dios), nombre de una pequeña
ciudad mesopotámica que tomaron los amorreos y que pronto iba a destacar en la región. Tras una larga lista de
descendientes de Noé, el génesis prosigue con la historia del patriarca Abram. Las fuentes de esta última parte ya no son
mesopotámicas, sino cananeas. No se conoce ninguna otra versión más que la de la propia Biblia. En principio, toda la
historia de Abram podría ser una invención muy posterior, pero hay indicios de que existe un sustrato que se remonta
realmente a los finales del siglo XX o principios del XIX. Por una parte, se describe una situación política que cuadra con
la realidad histórica:

Aconteció por aquel tiempo que Amrafel, rey de Senaar; Arioc, rey de Elasar; Codorlahomor, rey de Elam y Tadal, rey
de Naciones, hicieron la guerra contra Bara, rey de Sodoma, y contra Bersa, rey de Gomorra, y contra Senaab, rey de
Adama y contra el rey de Bala, la misma que después se llamó Segor. Todos estos vinieron a juntarse en el valle de las
Selvas, que ahora es el mar salado. Y el motivo fue que, habiendo estado doce años sujetos a Codorlahomor, al
decimotercero sacudieron el yugo. (Gen. XIV, 1-4)
Senaar es el nombre que la Biblia da a Mesopotamia, mientras que Elasar debe de ser Larsa y, obviamente, el mar
salado es el mar Muerto. Las ciudades de Sodoma, Gomorra, etc. eran cananeas. Debían de estar cerca del mar Muerto,
pues la Biblia sigue explicando que allí tuvo lugar el enfrentamiento como consecuencia del cual fueron derrotadas y
saqueadas. En el texto hay una aparente contradicción, pues parece que Elam es la potencia más poderosa (era la que
tenía sometidas a las ciudades cananeas), mientras que a Amrafel se le presenta como rey de Mesopotamia.
Probablemente Amrafel era rey de Babel, y se le atribuye el gobierno de toda Mesopotamia anacrónicamente, pues poco
después la ciudad dominaría en verdad toda la región.

Otro indicio del valor histórico de la última parte del Génesis es que la historia de Abram parece haber sido modificada
varias veces, en particular para encajarla con el siguiente libro de la Biblia, el Éxodo. Así, los protagonistas cambian de
nombre de forma repentina y a veces muy forzada. El propio Abram (padre excelso) pasa a llamarse Abraham (padre de
una multitud excelsa), su mujer Sarai (señora mía) pasa a llamarse Sara (señora) y sus nietos Esaú (velloso) y Jacob (que
echa la zancadilla) pasan a llamarse Edom e Israel. Estas modificaciones sugieren que existía una primera versión que
fue necesario conciliar con la que más convenía a los judíos.

El núcleo de la historia de Abram es el siguiente: Abram parte de Ur con su padre, su mujer y su sobrino y se asienta en
Canaán (donde muere el padre). Durante un periodo de hambre viajan a Egipto, donde son bien recibidos por el rey, pero
Abram le hace creer que Sarai es su hermana, el rey la toma como esposa y Dios castiga a Egipto con terribles plagas.
Cuando el rey se entera de que Sarai es la mujer de Abram, le invita a marcharse de sus tierras con ella y toda su familia.
Vuelven a Canaán. Abram se asienta en la ciudad de Hebrón, a mitad de camino entre la costa y el mar Muerto, mientras
que su sobrino Lot se asienta en Sodoma, que debía de estar junto al Jordán, al norte del mar Muerto. Entonces tuvo lugar
el enfrentamiento descrito más arriba, en el cual Lot fue hecho prisionero por Codorlahomor. Abram se entera, recluta un
ejército, persigue y derrota a Codorlahomor, librando así a Lot y restituyendo a Sodoma sus prisioneros y riquezas
incautadas. Luego Abram pasa a la ciudad de Gerara, donde nuevamente hace creer a su rey que Sarai es su hermana y se
repite el mismo incidente que en Egipto, pero esta vez se aclaran las cosas y el rey de Gerara permite a Abram que ocupe
la parte de su territorio que más le plazca. Pero la parte más importante de la leyenda es que, en varios momentos, Dios
promete a Abram que entregará a sus descendientes toda la tierra de Canaán. A partir de aquí, los distintos apaños
posteriores de la leyenda parecen intentos de unos y otros por considerarse descendientes directos de Abram y, por
consiguiente, legítimos propietarios por voluntad divina de la tierra de Canaán.

El primogénito de Abram es Ismael y la Biblia afirma que sus descendientes poblaron la costa arábiga del mar Rojo. (Más
de dos mil años después, Mahoma se consideraría descendiente de Ismael.) Pero resultó que no era hijo de Sarai, la mujer
legítima, sino de una esclava, luego el verdadero primogénito era Isaac. A su vez, éste tuvo dos hijos gemelos, Esaú nació
primero y Jacob nació después cogiéndolo por el tobillo (como intentando nacer antes, de ahí su nombre). Teóricamente,
la posesión de Canaán correspondía a Esaú, pero éste la vendió a su hermano por un plato de lentejas y, mediante un
engaño, Jacob logró que Isaac ratificara el trato en su lecho de muerte.

Un posible análisis de esta fábula sería el siguiente: El hecho de que Abram pudiera reclutar un ejército indica que en
realidad debía de ser un rey de alguna ciudad o bien un caudillo de una de las tribus amorreas que llegaron de Arabia. La
procedencia de Ur no es verosímil. Tras todo el folletín de la descendencia de Abram, los judíos terminaban siendo
(obviamente) sus legítimos herederos. Son muchos los pueblos que remontan su origen a un personaje concreto, y siempre
tratan de atribuirle un origen ilustre. Cuando se escribió el Génesis, la ciudad de Ur conservaba la leyenda de su antigua
fama, y es natural que los judíos la eligieran como patria de su antepasado. Lo más razonable es que Abram fuera un
caudillo amorreo que no consiguió un buen territorio en la invasión, por lo que llevó a sus hombres hacia Egipto con la
esperanza de encontrar mejores oportunidades. Allí se encontró con un poderoso Imperio Medio que debió de rechazarlo
sin apenas esfuerzo. Naturalmente los hombres de Abram debieron de silenciar rápidamente esta parte de la historia, por
lo que se convirtió en un punto oscuro que los judíos rellenaron con fragmentos posteriores: por una parte, las plagas de
Egipto están tomadas del siguiente libro bíblico, el Éxodo, y el incidente entre Sarai y el rey tiene toda la traza de ser una
duplicación del incidente análogo con el rey de Gerara. Es probable que los hombres de Abram se sintieran descontentos
con un caudillo que los llevaba de un sitio a otro infructuosamente. Tal vez Abram los aplacó con alguna historia sobre
un dios portentoso enfadado con los cananeos y los (restantes) amorreos y que estaba dispuesto a usarlos a ellos como
brazo de su venganza, de modo que con su ayuda conquistarían todo Canaán. No podemos saber nada sobre el dios de
Abram, pues la Biblia atribuyó toda intervención divina al dios de los judíos, eliminando cualquier resto de otra religión.
En cualquier caso, parece que los hombres de Abram cobraron ánimo y, de vuelta en Canaán, tuvieron alguna victoria
destacada (probablemente no tan importante como derrotar al rey de Elam). Finalmente pudieron asentarse en Gerara (la
historia de que el rey les ofreciera voluntariamente su territorio es increíble). Fuera así o de otro modo, es plausible que
los amorreos de alguna ciudad de Canaán se formaron la leyenda de que un dios les había otorgado el territorio que
ocupaban a través de un pacto con su primer caudillo, Abram. Tal vez fueron muchos los toscos invasores amorreos que
se sentían acomplejados frente a la cultura de los pueblos conquistados, por lo que acogieron gratamente la historia y se
apresuraron a encontrar líneas genealógicas que los remontaran al patriarca y legitimaran así (con la voluntad divina) su
posición dominante. La genealogía de Abram que recoge la Biblia es posterior, pues termina con pueblos que todavía no
habían entrado en escena.

Otro hecho notable que narra el Génesis es la destrucción de Sodoma y Gomorra. Es posible que la caída de un meteorito
o, más probablemente, un terremoto acabara con estas ciudades. Naturalmente una catástrofe de esta envergadura debió
de suscitar muchas historias cuya conclusión natural era el castigo divino. De todos modos no debía de haber muchos
detalles (o los que había debían de discordar mucho de la religión judía) porque para describir la vida pecaminosa de
Sodoma y Gomorra los autores bíblicos tuvieron que adaptar una historia posterior contenida en el libro de los Jueces
sobre unos hombres que trataron de sodomizar a un levita (capítulo XIX) y en su lugar éste les ofreció a su mujer para
que la violaran. (Irónicamente, los pecados que los judíos atribuían a los sodomitas están basados en historias sobre los
propios israelitas.)

Por esta época, las ciudades más importantes del sur de Canaán eran Siquem, Betel, Salem, Hebrón y Beersheba. Salem
no debía ser la más destacada por estas fechas, pero tal vez era la mejor emplazada, sobre una colina con fuentes de agua,
lo que la hacía fácil de defender y la capacitaba para resistir asedios. Más adelante cobraría importancia bajo el nombre
modificado de Jerusalén. En general, lo amorreos pasaron los siglos XX y XIX entre tensiones y disputas. Durante el
siglo XIX la ciudad de Kish tuvo una época de predominio, pero no tardó en cedérselo a Babel. En 1850 los amorreos
tomaron la ciudad de Assur, que por aquel entonces era una próspera ciudad comercial.

En 1842 murió el rey de Egipto Sesostris III, poco después de haber sometido a su dominio a todo Canaán. Le sucedió
su hijo Amenemhat III, que extendió la hegemonía egipcia a algunas ciudades interiores de Siria. La ciudad de Biblos
se benefició de su larga tradición de buenas relaciones con Egipto, y gozó de una especial protección. Hacia el sur, Egipto
dominó el curso del Nilo hasta la tercera catarata. Por esta época debió de implantarse en Canaán la circuncisión, un rito
egipcio tal vez relacionado con la fecundidad que los cananeos terminarían interpretando como símbolo del pacto entre
Abram y su dios. Aunque no sabemos nada a ciencia cierta sobre este dios, el hecho de que los cananeos se circuncidaran
en su nombre es indicio de que ser identificados como descendientes de Abram era de suma importancia para ellos.
Amenenmhat III construyó dos pirámides junto al lago Moeris, además de numerosas estatuas colosales con su imagen y
un complejo grupo de palacios, todo ello rodeado de un mismo muro. Al parecer la construcción contaba con tres mil
quinientas habitaciones, la mitad de las cuales eran subterráneas y se usaban como cámaras funerarias. Al parecer el rey
trató de burlar a los ladrones de tumbas escondiendo las momias y los tesoros en un complicado sistema de pasadizos en
lugar de bajo una mole de piedra. Los egipcios denominaron a esta construcción con una palabra que significa "el templo
a la entrada del lago", pero los griegos de tiempos posteriores la deformaron a Labyrinthos, esto es, Laberinto. El
Laberinto egipcio debió de ser una obra imponente, hecha de mármol blanco, con una cuidada ornamentación, si bien no
cumplió su cometido, pues todas las tumbas que contuvo fueron saqueadas con el tiempo. También la ciudad de Tebas
fue embellecida con nuevos templos, estatuas y otros edificios notables.

En 1822 ocupó el trono de Larsa el rey Rim-Sin, que tuvo que luchar frecuentemente con Isin para mantener la
supremacía de su ciudad sobre la región. En 1814 un amorreo consiguió hacerse con el poder de Assur, fundando una
dinastía que iba a gobernar durante mil años. Se llamaba Shamshi-Adad I. Sometió a Mari, que por entonces era la otra
gran potencia comercial del entorno, y dominó así el norte de Mesopotamia, formando un pequeño imperio que más
adelante crecería y sería conocido como el Imperio Asirio.

BABILONIA
A principios del siglo XVIII el norte de Mesopotamia empezó a sufrir los ataques de los hurritas, un pueblo que contaba
con una nueva arma de guerra: el caballo. Este animal era completamente desconocido en el mundo civilizado, pero hacía
ya tiempo que los indoeuropeos lo usaban como alimento. Ahora los hurritas (aunque no eran indoeuropeos) habían
resuelto los problemas técnicos que impedían usarlo como animal de tiro. Diseñaron nuevos arneses, así como nuevos
carros de dos ruedas, más ligeros y maniobrables, consistentes en apenas una plataforma para el auriga. Incluso las ruedas
fueron perfeccionadas, pues las nuevas eran anulares con radios en lugar de macizas. Con los carros, las incursiones
nómadas multiplicaron su eficiencia. Podían desplazarse mucho más rápidamente que un ejército de infantería, que a lo
sumo contaba con pesados carros tirados por asnos para transportar la carga pesada. Podían elegir los lugares más
desprotegidos, atacar y huir con el botín antes de que llegaran las defensas. No obstante, en un primer momento estos
pueblos carecían de la organización y la amplitud de miras necesarias para ser algo más que una lacra dolorosa. Por el
momento, el rey asirio Shamshi-Adad I seguía fortaleciendo su imperio y sirvió de pantalla contra los ataques hurritas,
pero la llegada de una invasión seria era sólo cuestión de tiempo.

En 1794 Rim-Sin, el rey de Larsa, venció definitivamente a Isin y unió bajo su dominio el sur de Mesopotamia. Dos años
después, en 1792 subía al trono de Babilonia el sexto rey de su I dinastía (instaurada con la invasión amorrea). Se
llamaba Hammurabi. Su situación era delicada, pues su pequeña ciudad estaba entre dos grandes potencias: Asiria al
norte y Larsa al sur. Sin embargo, Hammurabi era joven y los reyes Shamshi-Adad I y Rim-Sin eran ya mayores.
Hammurabi se sometió a Shamshi-Adad I y, bajo su protección, arrebató a Larsa las ciudades de Ur e Isin.

En 1790 murió el rey de Egipto Amenemhat III. No se conocen bien las causas, pero el Imperio Medio se desmoronó y
el país se sumió en la confusión. Los egipcios registran dos dinastías que debieron de reinar simultáneamente: la XIII
dinastía gobernó el Alto Egipto desde Tebas y la XIV dinastía gobernó el Bajo Egipto desde Xois, en el centro del delta
del Nilo.

En 1782 murió Shamshi-Adad I, y bajo su sucesor el poder asirio declinó. Hammurabi aprovechó para concentrar sus
fuerzas contra Larsa. En 1762, tras un año de guerra, aplastó a Rim-Sin y se hizo con el control de lo que había sido
Sumer. Después se dirigió hacia el norte. En 1758 saqueó Mari, en 1755 se apoderó de Eshnunna y, tras unos años de
resistencia, hacia 1754 Assur se hizo tributaria de Babilonia. Su rey conservó el trono, con lo que la dinastía fundada por
Shamshi-Adad I no se vio interrumpida.

En 1750 la cultura cretense inició un periodo de apogeo. Se construyeron grandes palacios, construcciones complejas con
salas de uso religioso, de ceremonias y de banquetes. Había almacenes con reservas de vino, aceite, grano, lana, metales,
etc. Alrededor de los palacios estaban los talleres de los artesanos metalúrgicos, de los grabadores y los alfareros. Se
conservan magníficas piezas de cerámica y orfebrería. La influencia de Creta sobre las islas del Egeo y el sur de Grecia
debió de reforzarse en esta época. Probablemente, fue este periodo el que dio origen a la leyenda griega sobre un poderoso
rey cretense llamado Minos, al cual los atenienses debían pagar anualmente un tributo humano para alimentar al
Minotauro, un monstruo, hijo de Minos, con cabeza de toro. Ciertamente en Creta se celebraban rituales con toros.
Mientras tanto un grupo de pueblos indoeuropeos que se llamaban a sí mismos Arios (nobles) comenzó a descender sobre
la India. Parece ser que la invasión se produjo lentamente a lo largo de varios siglos, pero es posible que hubiera una
primera oleada especialmente violenta, ya que la civilización del Indo, que ya contaba con más de medio milenio de
historia, se extinguió repentinamente. Se ha constatado que uno de sus centros principales, la ciudad de Mohenjo-Daro,
fue víctima de una cruenta matanza. La lengua de los arios era el sánscrito. Eran pastores de rebaños bovinos. Habían
domesticado el caballo y conocían el uso del arado. Tenían muchos dioses, pero el principal era Idra, que les ordenaba
la guerra santa para dar muerte a los dasa (los aborígenes de la India), que tuvieron que desplazarse hacia el sur. Las
ciudades fueron destruidas y sustituidas por pequeños poblados de pastores.

Aún más al este, en China, tras el largo periodo de la dinastía Xia, se instauró la primera dinastía de la que se tiene
un auténtico conocimiento histórico: la dinastía de los Chang. Su capital estaba en la ciudad de Erlitou y dominaba
una buena parte del valle del río Amarillo. La organización política era rudimentaria y no estuvo exenta de tensiones y
luchas con los vecinos. Durante el reinado de los Chang se fijaron los rasgos específicos de la antigua China: la escritura,
el transporte mediante carros, la fundición del bronce, y una organización política estructurada en torno al rey y la capital.

Volviendo a Babilonia, Hammurabi murió en 1750, siendo rey de un territorio tan extenso como el que había gobernado
el acadio Naram-Sin seis siglos atrás. El ascenso de Babilonia tuvo muchas consecuencias en todos los ámbitos. Desde
su fundación, el dios principal de Babilonia había sido Marduk, totalmente desconocido fuera de su entorno inmediato.
Cuando los amorreos tomaron la ciudad, adoptaron también a su dios y lo pusieron a la cabeza de su panteón. El segundo
dios en importancia fue Nabu, que era el dios principal de una ciudad situada un poco más al sur, llamada Borsippa. Las
victorias de Hammurabi se reflejaron en un ascenso análogo de Marduk en el cielo mesopotámico. Al final de su reinado
la epopeya de la creación ya no era la misma que habían imaginado los sumerios. Ahora el dios Anu ya no lograba vencer
a la oscura Tiamat, sino que retrocedía mientras Marduk (que, por cierto, resultó ser hijo de Ea) se enfrentaba sin temor
a la diosa del caos y la mataba. Así, Mesopotamia se enteró de que en realidad fue Marduk el heroico dios que creó el
Universo y, por consiguiente, su legítimo gobernante. Nabu acabó siendo hijo de Marduk, con la notoriedad que ello
conllevaba. No obstante, esto no era así en Assur, cuyos habitantes se aferraron al culto del dios Assur, que daba nombre
a la ciudad.
Al igual que ya habían hecho muchos reyes anteriores, Hammurabi puso por escrito las leyes de su reino. El
llamado código de Hammurabi es el sistema de leyes más antiguo que conocemos en su integridad. Fue inscrito en una
estela de diorita de casi tres metros de altura. En lo alto hay una imagen de Hammurabi arrodillado ante Shamash, el dios
del Sol, que al parecer fue quien le dictó el código. En una fina escritura cuneiforme, la estela contiene las casi trescientas
leyes de que constaba el código, indudablemente basadas en las legislaciones precedentes. La estela estaba situada en el
templo de Shamash de la ciudad de Sippar, al norte de Babilonia. Podía ser consultada por cualquiera (que supiera leer),
lo que garantizaba en cierto modo la objetividad de la justicia.

La ley dividía a los hombres en tres categorías: nobles, campesinos y esclavos. Las diferencias de clase están
cuidadosamente estipuladas: era mayor la pena por dañar a un noble que a un campesino, y ésta era a su vez mayor que
la pena por dañar a un esclavo. Por otra parte, un noble debía sufrir un castigo mayor que un campesino por el mismo
delito. Los esclavos eran marcados en la frente, y estaba prohibido ocultar la marca. Había métodos por los que los
esclavos podían comprar su libertad, así como leyes que los protegían de un trato abusivo. El código de Hammurabi tiene
un pronunciado carácter comercial: considera los contratos como compromisos sagrados, da leyes sobre la posesión, venta
y transferencia de bienes, regula el comercio, los beneficios y los alquileres, prohíbe el engaño en el peso, los artículos
de mala calidad y los fraudes en general. También regula el matrimonio, el divorcio y la adopción. El marido podía
divorciarse a voluntad, pero debía restituir la dote a la esposa. Las mujeres y los niños gozaban de protección legal. Se
legislaba incluso sobre los delitos pasionales. Los hombres eran responsables de los diques y canales. Si por negligencia
se producía una inundación, el culpable debía pagar fuertes multas. En cuanto a las penas, la más frecuente era la
mutilación: Si un hombre golpeaba a su padre, se le cortaba la mano, si un carpintero construía una casa, ésta se
derrumbaba y moría el inquilino, el carpintero debía morir, pero había atenuantes por accidente. Se regulaba la profesión
médica, su ética y sus honorarios. Un cirujano inexperto podía perder la mano.

A la vista de este código, podemos afirmar que la moral de los babilonios (y, probablemente la de los mesopotámicos en
general) era muy similar a la moral moderna, con las diferencias obvias (esclavitud, rigor en las penas, etc.) Durante
mucho tiempo ha existido una falsa imagen de perversión en las culturas paganas motivadas por las difamaciones de la
Biblia. En realidad, la única diferencia notoria entre la moral babilónica y la judía parece ser el exacerbado puritanismo
de ésta en materia sexual.
Hammurabi estableció una compleja y eficiente red administrativa que él mismo supervisaba. Bajo su reinado el acadio
se convirtió en una lengua literaria, si bien el sumerio continuó siendo una lengua culta. En 1749, tras la muerte de
Hammurabi, ocupó el trono su hijo Samsuiluna, que conservó bastante bien su herencia. El acoso de los hurritas era por
entonces mucho más intenso. En 1720 Samsuiluna consiguió rechazar una oleada hurrita que arrasó Canaán, bien provista
de carros, arcos y flechas. La horda no se detuvo, sino que siguió hacia el sur, engrosada con cananeos, y llegó hasta
Egipto. Por aquel entonces, Egipto estaba desmembrado y débil, por lo que no pudo oponer ninguna resistencia. Los
egipcios llamaron hicsos a los invasores (que, al parecer, significa "extranjeros") y contaron a sus reyes en las dinastías
XV y XVI. No sabemos gran cosa de los hicsos, pues los egipcios los odiaron profundamente y no escribieron nada sobre
ellos, salvo algunos pasajes difamatorios. Los hicsos formaron un imperio que comprendía el Bajo Egipto y Canaán. Su
capital estuvo en Tanis, sobre la rama más oriental del Nilo en el delta. Al parecer, el delito de los hicsos a ojos de los
egipcios (aparte del hecho de que eran extranjeros y su invasión había herido el orgullo nacional) fue que no adoptaron
los dioses y el culto nativo. Egipto era un pueblo firmemente arraigado a su tradición y no podía concebir otra forma de
vida decente que no fuera la suya. Acusaron a sus conquistadores de ateos y crueles y nunca dejaron de mostrarse hostiles
con ellos. El imperio hicso tenía su capital en Egipto, pero su fuerza estaba en Canaán, donde fueron bien aceptados. Los
hicsos no extendieron su dominio sobre el Alto Egipto, pero lo dejaron sumido en un estado de caos del que tardaría en
recuperarse.

Mientras tanto, los hititas, que tiempo atrás habían ocupado Anatolia, empezaban a dar muestras de organización. El
primer rey del que tenemos noticia se llama Anitta, rey de Kussara, que emprendió un proceso de conquista y unificación
del territorio. Hacia 1700 dominaba la mitad de la península. Los hititas adoptaron la escritura cuneiforme y la adaptaron
a su lengua indoeuropea. Mientras tanto, los nómadas de los montes Zagros, llamados ahora casitas, aprendieron la
técnica del carro y el caballo e iniciaron un proceso de incursiones sobre el Imperio Babilónico.
Por estas fechas un terremoto sembró la destrucción en la isla de Creta, que perdió temporalmente su hegemonía en el
Mediterráneo. Es posible que los griegos aprovecharan la situación para infligir una derrota a los cretenses. Tal vez esto
diera pie a la leyenda sobre Teseo, el príncipe ateniense que mató al Minotauro y liberó a su ciudad del tributo que debía
pagar al rey Minos de Creta.

Hacia 1645 la ciudad de Tebas estaba recuperada de los estragos de los hicsos. El dios principal de la ciudad era Amón,
y sus sacerdotes lograron restablecer el orden y eligieron entre ellos un rey, el primero de la XVII dinastía, que coexistió
con la XVI dinastía hicsa. Los reyes tebanos se consideraban los reyes legítimos de todo Egipto, si bien en la práctica
sólo dominaban la ciudad y sus alrededores.

Hacia 1640 el rey Hattusil I de Kussara logró dominar a los hititas del oeste de Anatolia y a los hurritas del norte de
Siria, formando así un reino poderoso con capital en Hattusa. Con el tiempo, la capital se convertiría en un importante
centro cultural. En 1610 Hattusil I fue sucedido por su nieto Mursil I, que reafirmó su poder en la región y puso su mirada
en Babilonia. De este modo, Babilonia se vio enfrentada simultáneamente a los hititas al noroeste, a los hurritas al norte
y a los casitas al este. El fin estaba cerca

EL NUEVO IMPERIO EGIPCIO


Durante el siglo XVI, la isla de Creta se recuperó de su declive. Se volvieron a construir palacios más grandiosos que los
de los tiempos anteriores. Los nuevos palacios tenían un gran patio central con gradas monumentales para espectadores,
donde se celebraban competiciones de lucha (algo similar al boxeo, aunque también se golpeaba con los pies) y juegos
rituales con toros: unos atletas saltaban sobre los animales y, tras una voltereta, caían de pie. El toro tenía una gran
importancia religiosa en esta cultura. La parte de la leyenda griega sobre el Laberinto, que el rey Minos había hecho
construir para encerrar al Minotauro, parece remontarse a esta época. Las casas particulares tenían hasta cinco plantas
con escaleras interiores. Se conservan pinturas de escenas cotidianas, en las que los hombres juegan a un cierto juego de
tablero mientras el ama de casa teje lana, hay escenas de caza, otras de hombres acompañados de perros y gatos, etc. Los
cretenses tenían un dios principal poderoso e iracundo, pero también había una diosa Madre a la que se podía rogar que
aplacara a su hijo. El rey era descendiente de este dios y, de hecho, era éste quien le decía en cada momento lo que
convenía hacer, de modo que oponerse a una orden real era oponerse a la voluntad divina. Todo esto es lo que se desprende
de las numerosas pinturas de la época. De los testimonios escritos no se puede concluir nada, pues no se conoce la lengua
cretense. La escritura del periodo anterior (la que terminó en 1700) era pictográfica, pero ahora se usaba una nueva en
forma de líneas onduladas irregulares (escritura Lineal A).

La cultura cretense se extendió por las islas Cícladas y por el Peloponeso, cuyas ciudades principales a la sazón
eran Micenas, Tirinto y Argos. Otras ciudades que más adelante adquirirían importancia eran Esparta y Corinto y, ya
fuera del Peloponeso, Atenas y Tebas.
En 1595 el rey hitita Mursil I tomó Babilonia. No obstante, no pudo controlar la ciudad, pues los casitas aprovecharon la
ocasión, descendieron definitivamente de los montes Zagros e impusieron su dominio sobre lo que había sido el Imperio
Babilónico. Una vez más, la región pasó por un largo periodo de decadencia mientras los bárbaros invasores fueron
asimilando lentamente la cultura mesopotámica y la versión babilónica de la religión sumeria. En 1590 Mursil I fue
asesinado por su cuñado y sucesor, Hantil I.

Por otra parte, las ciudades civilizadas habían aprendido de los hicsos el uso bélico del caballo, con lo que éste dejó de
ser una ventaja para los pueblos nómadas. Los reyes tebanos del Alto Egipto tenían caballos y los usaron para combatir a
los invasores. El último rey de la XVII dinastía fue Kamosis, que redujo el dominio hicso a las vecindades de su capital.
En 1570 fue sucedido por su hermano Ahmés (que, por algún extraño motivo, los egipcios catalogaron como primer rey
de una XVIII dinastía). Ahmés libró una batalla decisiva en el Delta, en la que derrotó a Apofis III, el último rey hicso.
El ejército hicso huyó a Palestina, pero Ahmés lo siguió y lo volvió a derrotar. Indudablemente, los hicsos ya no eran
entonces los toscos guerreros de antaño, sino que habían asimilado los lujos egipcios y se habían debilitado. A partir de
aquí desaparecen de la historia: la mayoría de ellos permanecieron en el territorio entre los fenicios, cananeos, amorreos,
etc., pero ya sin ninguna identidad que los uniera.

Con sus victorias, Ahmés logró imponer su autoridad sobre un Nuevo Imperio Egipcio. Parece que las tensiones entre
el rey y la nobleza quedaron atrás. Ahora Egipto tenía carros y caballos, así como un nuevo orgullo nacional. El rey ya
no sólo era sacerdote y dios, sino también un gran general. Su autoridad era indiscutible. Una muestra de la nueva
reverencia que se le reservaba es que los egipcios ya no se referían a él como "el rey", sino con el circunloquio más
pomposo de "la gran casa" o "el palacio", voz que ha derivado en la expresión Faraón. Aunque anacrónicamente se llama
faraones a todos los reyes egipcios, lo cierto es que este título surgió con el Imperio Nuevo.

En 1560, el rey hitita Hantil I fue asesinado junto a su hijo y sus nietos por su yerno y sucesor Zidanta I, que años atrás
había sido su cómplice en la conjura contra Mursil I. Las leyes hititas no establecían claramente la fórmula de sucesión
del rey, por lo que las conjuraciones eran cada vez más frecuentes. A los pocos años de subir al trono, Zidanta I fue
asesinado por su hijo Ammuna. Los desórdenes dinásticos, unidos a una grave sequía sumieron al reino en una profunda
crisis.

En 1545 el faraón Ahmés fue sucedido por su hijo Amenofis I, quien retomó Nubia, el Sinaí y todo Canaán hasta
Fenicia, como en los tiempos del Imperio Medio. Al oeste, los pastores libios protagonizaban frecuentes incursiones
en territorio egipcio desde tiempos de los hicsos. El nuevo faraón puso fin a esta situación ocupando una buena franja del
desierto libio.

En 1525, tras la muerte de Amenofis I ocupó el trono Tutmosis I, quien extendió el control egipcio sobre el Nilo hasta la
cuarta catarata, mucho más allá que en cualquier época anterior. En Canaán llegó hasta la ciudad de Karkemish, en plena
siria, a orillas del Éufrates. Los soldados egipcios quedaron fascinados por la abundante lluvia: "un Nilo que cae del
cielo". El propio Éufrates fue también causa de sorpresa, pues los Egipcios usaban la misma expresión para referirse al
Norte que para decir "río arriba". Así, el Éufrates era un río que, "fluyendo hacia el norte, fluye hacia el sur".

La ciudad de Tebas gozaba ahora de más prestigio que nunca. Tutmosis I construyó grandes templos, y cada uno de los
reyes posteriores trató de superar a los precedentes. La construcción de pirámides se abandonó definitivamente (todas
habían sido saqueadas por los ladrones de tumbas). En su lugar, Tutmosis I optó por ocultar su mausoleo tras una compleja
red de túneles excavados en la roca de una colina cercana a Tebas. Durante los últimos años de su reinado gobernó junto
a su hijo y sucesor, Tutmosis II.

Mientras tanto, hacia 1500, los hurritas, que llevaban hostigando a Mesopotamia desde hacía tres siglos, finalmente se
organizaron en un estado conocido como Mitanni, que ocupó una buena parte de lo que había sido el ahora decadente
Imperio Asirio. Asur conservó su independencia, pero fue tributaria del nuevo reino. Mitanni arrebató también a los hititas
gran parte de sus dominios, mientras éstos seguían bajo monarquías débiles que se disputaban el poder. El
rey Telibinu trató de establecer una ley de sucesión clara, pero no pudo evitar que el reino hitita sucumbiera ante los
hurritas de Mitanni.

En la actual Guatemala se estaban formando las primeras comunidades agrícolas.

En 1490 murió el faraón Tutmosis II. Siguiendo una costumbre egipcia, éste se había casado con su
hermana Hatshepsut (probablemente, los orgullosos reyes egipcios consideraban que ninguna mujer era digna de ellos
salvo que fuera de su propia familia). Fue ella quien realmente gobernó el Imperio desde la muerte de Tutmosis I. Por su
parte, Tutmosis II había tenido un hijo con una concubina, Tutmosis III, a quien teóricamente le correspondía el trono,
pero era menor de edad y su tía y madrastra quedó como regente. Hatshepsut es la primera mujer gobernante conocida en
la historia. En los monumentos que construyó se representa a sí misma con vestimentas masculinas, sin pechos y con una
barba postiza. Bajo su mandato dejó de lado la expansión militar y, en su lugar, fomentó el comercio, las minas y la
industria. En aquella época estaba de moda la construcción de obeliscos gigantes: finas columnas de piedra de tal altura
que todavía no está claro cómo conseguían erigirlas sin que se rompieran. Originalmente fueron erigidos en honor al dios
Ra, en tiempos del Imperio Antiguo, pero entonces no eran especialmente altos: unos tres metros y medio. En el Imperio
Medio se construyeron obeliscos de más de 20 metros de altura, Tutmosis I construyó uno de 24 metros y Hatshepsut
llegó a los 30 metros.

Hatshepsut murió en 1469, cuando Tutmosis III tenía unos veinticinco años. Indudablemente, debió de vivir oprimido
por su madrastra, pues tras su muerte ordenó eliminar su nombre de todos los monumentos en los que aparecía,
sustituyéndolo por el suyo o por el de su padre o su abuelo. Incluso dejó su tumba incompleta, que es la mayor venganza
que podía tomarse, de acuerdo con la mentalidad egipcia.

El periodo pacifista de Hatshepsut había acrecentado a las ciudades cananeas. El nuevo faraón había sido un títere de su
madrastra, así que los cananeos debieron de pensar que sería un monarca débil y que era el momento idóneo para librarse
del yugo egipcio. El reino de Mitanni fomentó la rebelión, que fue encabezada por la ciudad de Cadesh, tal vez el último
resto del Imperio Hicso.

Sin embargo, el nuevo monarca resultó ser un buen general. En 1468 se enfrentó con un ejército cananeo en Megiddo, un
enclave estratégico para la defensa de Cadesh. Tutmosis III aprovechó que el grueso del ejército se encontraba en otra
parte (pues tomó una ruta diferente a la que sus enemigos habían conjeturado) y consiguió así una primera victoria. Dejó
parte de su ejército sitiando la ciudad y siguió avanzando. A los siete meses Megiddo cayó en poder egipcio. Año tras
año, Tutmosis III reanudaba sus campañas en Canaán, hasta que en 1462 llegó a la misma Cadesh y la destruyó. Luego
cruzó el Éufrates y se internó en Mitanni, pues Cadesh no habría resistido tanto tiempo sin su ayuda. No obstante no se
atrevió a ocupar permanentemente una región tan alejada. Durante un siglo, el dominio de Egipto sobre Canaán no tuvo
discusión.

Mientras tanto, el dominio de Creta sobre el Mediterráneo fue decayendo en favor de la civilización micénica.
Hacia 1450 se aprecian signos de destrucción en muchas ciudades cretenses, e incluso periodos de ocupación griega.

En 1438 murió Tutmosis III y fue sucedido por su hijo Amenofis II, que continuó la política de expansión de su padre y
reprimió dos levantamientos en Asia.
Hacia 1430 el reino hitita encontró finalmente un gobierno estable bajo el rey Tudhaliyas I, que logró algunas victorias
sobre Mitanni.

Amenofis II reinó hasta 1412, cuando fue sucedido por su hijo Tutmosis IV. Éste promovió una política de paz con
Mitanni, y llegó incluso a tomar por esposa a una de sus princesas (algo completamente inusitado hasta entonces). Con
Tutmosis IV empezó a cobrar importancia un dios que hasta entonces sólo había desempeñado un papel secundario en el
panteón egipcio, el dios Atón. Es probable que en ello influyera la reina. La religión hitita era mucho más simple que la
egipcia, por lo que tal vez a la reina le resultó más fácil identificar sus creencias con el culto a un dios modesto como
Atón frente al sofisticado culto a Amón-Ra. En cualquier caso, lo cierto es que Tutmosis IV le rindió un ostensible
homenaje.

Hacia 1400 murió el rey hitita Tudhaliyas I, que fue sucedido por su yerno Arnuanda I.

EL EGIPTO FARAÓNICO
Con el siglo XIV se inicia la llamada Edad Micénica griega. Las ciudades del Peloponeso, con Micenas a la cabeza,
arrebataron gradualmente a Creta su dominio sobre el mar Egeo. Al parecer, los griegos micénicos eran el resultado de la
fusión entre un pueblo indoeuropeo que llevaba ya siglos ocupando el norte de Grecia con un pueblo nativo no
indoeuropeo, conocido como Pelásgico, que ocupaba las costas y las islas. No tenemos muchos detalles de este periodo,
pero de algún modo los indoeuropeos grecohablantes absorbieron la cultura de los pelásgicos (que a su vez éstos habían
tomado de los cretenses) y se convirtieron en una clase dominante. Prueba de ello es que en 1400 cayó definitivamente
en manos de los griegos micénicos la ciudad de Cnosos, y a partir de entonces la escritura lineal A (no descifrada) fue
sustituida por una escritura de aspecto similar, la lineal B, que ha resultado ser una forma de griego arcaico. Los
documentos descifrados contienen recetas e instrucciones para el trabajo. No hay literatura, ni ciencia, ni historia, por lo
que podemos pensar que los micénicos eran una mezcla sencilla de comerciantes, navegantes y guerreros. Tal vez los
griegos indoeuropeos fueron los que promovieron la rebelión contra el dominio cretense y ello les diera a su vez el
predominio sobre los pelásgicos. La lengua pelásgica debió de conservarse en un segundo plano frente a la griega durante
varios siglos. Por su parte, los griegos situados más hacia el interior no recibieron con igual intensidad la antigua cultura
cretense, sino que permanecieron en un estadio más primitivo frente a los griegos micénicos. Es probable que esta
diferenciación cultural se corresponda con la diferenciación de dos de los dialectos más importantes del griego clásico:
los griegos micénicos debían de hablar el dialecto jónico, mientras los griegos del interior debían de hablar el eólico. La
cultura micénica se extendió hasta el sur y el centro de Italia.

Mientras tanto Canaán florecía bajo el protectorado egipcio. Los fenicios revolucionaron la escritura. Todos los sistemas
de escritura conocidos hasta entonces se basaban en asignar un signo a cada palabra. Esto hacía que la escritura fuera un
arte muy complejo, pues había que recordar cientos de signos distintos. Ocasionalmente, algunos signos se usaban con
valor fonético para modificar el significado de otro signo, pero los fenicios fueron los primeros que desarrollaron la idea
y crearon un sistema de escritura alfabética, es decir, un sistema en el que cada signo representa un sonido, de tal modo
que con un reducido inventario de signos (alfabeto) se puede representar cualquier palabra. Para ello eligieron palabras
que empezaran por cada uno de los signos de su lengua y convinieron en usar sus signos para representar únicamente a
dicho sonido inicial. Por ejemplo, la palabra "buey" era aleph, cuyo primer sonido era una oclusión glótica que no existe
en castellano, y su signo pasó a ser la primera letra del alfabeto cananeo. Las siguentes fueron beth, gimel y daleth, que
significan "casa", "camello" y "puerta", respectivamente, pero que para los fenicios pasaron a representar los sonidos b,
g y d, respectivamente. El alfabeto fenicio no tenía signos para las vocales. Ello se debe a que en las lenguas semíticas
cada raíz léxica está asociada a un grupo específico de consonantes, de modo que las vocales sólo tienen una función de
apoyo, en todo caso con un valor gramatical que puede deducirse del contexto, es decir, en la lengua cananea no había
grupos de palabras como "peso" y "piso", que comparten las mismas consonantes con significados completamente
distintos, por lo que, si se escribían las consonantes, cualquier hablante podía reconstruir las vocales. La escritura ha sido
inventada independientemente por varias culturas a lo largo de la historia, pero todos los sistemas de escritura alfabética
conocidos provienen del fenicio.

Por otra parte, el comercio fenicio se enriqueció con productos novedosos. Mejoraron las técnicas egipcias de fabricación
del vidrio, pero sobre todo descubrieron la púrpura, un tinte rojo extraído de unos moluscos con el que se elaboraban
tejidos de color brillante que no desteñían al ser lavados. Los fenicios guardaron celosamente el secreto de la elaboración
de este tinte, con lo que monopolizaron su comercio durante siglos. La púrpura fue muy codiciada, y se vendía a precios
elevados. Entre las ciudades que más se beneficiaron de estas innovaciones estaban Tiro y Sidón.
En 1387 ocupó el trono de Egipto Amenofis III, hijo de Tutmosis IV y de la princesa de Mitanni con la que se casó. Bajo
su reinado Egipto disfrutó de un largo periodo de paz. El nuevo faraón se casó también con una princesa de Mitanni,
llamada Tiy, de la que estaba profundamente enamorado, como se deduce de diversas inscripciones. Construyó para ella
un monumental lago de recreo de más de un kilómetro de largo en la orilla occidental del Nilo. Durante su reinado el dios
Atón siguió ganando protagonismo. Es posible que Amenofis III, influido por sus padres y su esposa, llegara a
considerarlo como a su dios principal, si bien oficialmente mantuvo los ritos tradicionales. Sin embargo, parece ser que
su hijo no recibió una educación religiosa "tradicional", sino que nunca llegó a identificarse con las antiguas creencias
egipcias.

La alianza entre Egipto y Mitanni había perjudicado gravemente al reino hitita. En 1385 el rey Arnuanda I murió
enfrentándose a invasiones y rebeliones internas, y fue sucedido por su hijo Tudhaliyas II, quien, reuniendo los restos
del ejército real, logró recuperar el control del estado.

Mientras tanto, Babilonia seguía sumida en el periodo de decadencia que produjo la invasión de los casitas. Mitanni cayó
en una crisis interna debido a disputas en la sucesión al trono, al igual que había ocurrido en el reino hitita en los años
anteriores, mientras que éste se recuperó con las campañas militares del príncipe Shubbiluliuma, hijo de Tudhaliyas II,
que fue proclamado rey en 1371, después de que una conspiración derrocara a su hermano Tudhaliyas III.

En 1370 murió Amenofis III. En su honor se construyó un magnífico templo, cuya entrada estaba flanqueada por dos
enormes estatuas suyas. Una de ellas tenía la propiedad de emitir una nota al amanecer. Sin duda los sacerdotes habían
preparado algún dispositivo mecánico que dio lugar a muchas leyendas. El trono fue ocupado por el que en un principio
se llamó Amenofis IV, pero que en 1366, cuatro años después, cambió por el de Akenatón. Su antiguo nombre
significaba "Amón está complacido", mientras que el nuevo era "Agradable a Atón". Con ello el nuevo faraón declaraba
su apostasía respecto del dios principal de los egipcios, Amón-Ra, y su intento de sustituirlo por el dios Atón. El nuevo
faraón tenía ideas revolucionarias en materia religiosa. Al principio representaba a Atón con cuerpo humano y cabeza de
halcón, pero pronto abandonó esta imagen y la sustituyó por una representación del Sol, como un disco del que partían
rayos que terminaban en manos. Al igual que Ra, el dios Atón era para Akenatón el dios del sol, pero el faraón negaba
todos los mitos que los egipcios habían reunido en torno a Amón-Ra. Para Akenatón, su dios era el mismo Sol, no un dios
antropomorfo que dominaba el Sol, sino el mismo Sol, un ente celeste que proporcionaba la luz, el calor y la vida a la
Tierra y velaba por todas las criaturas. Más aún, Akenatón no se conformó con elevar el rango de Atón entre los dioses
egipcios, sino que lo convirtió en sumo hacedor y afirmó que era el único dios verdadero. Se trata del primer caso de
monoteísmo en la historia (la tradición judía remonta su monoteísmo al principio de los tiempos, pero es muy improbable
que Abraham tuviera a su dios por único).

Akenatón trató de abolir la religión egipcia, objetivo que, naturalmente, era imposible incluso para el monarca más
poderoso del mundo. Se encontró con la incomprensión del pueblo y con la oposición implacable de los poderosos
sacerdotes. Decidió construir una nueva capital dedicada íntegramente al culto a Atón. La llamó Aketatón (el horizonte
de Atón) y fue emplazada a mitad de camino entre Menfis y Tebas. Allí construyó templos y palacios para sí mismo y
para la nobleza que le era leal. El templo de Atón era un edificio singular, pues carecía de techo, para que el Sol pudiera
lucir siempre en su interior. Akenatón terminó aislándose en su nueva capital desatendiendo los asuntos exteriores. Se
dedicó casi exclusivamente a perseguir al antiguo clero, a rectificar inscripciones eliminando las referencias a los dioses
y a difundir sus creencias en el entorno reducido de su familia y la corte.

La mujer de Akenatón se llamaba Nefertiti, y es muy conocida porque se conserva un hermoso busto de piedra con su
imagen. Probablemente era una princesa asiática, como su madre. La familia real (el matrimonio y sus seis hijas) ocupaba
un lugar central en el nuevo culto que ideó el faraón. Sus himnos hablan de amor universal y revelan un pensamiento
místico y humanista. Akenatón propició también un arte natural y verista. Hasta entonces, los egipcios representaban
siempre las cabezas de perfil, el tronco de frente y las piernas de nuevo de perfil, de modo que las poses resultaban
artificiales y las expresiones faciales eran siempre similares. En cambio, Akenatón y Nefertiti se retrataron en poses
informales, en escenas cotidianas, jugando con sus hijas, en momentos de afecto, etc. El propio Akenatón es representado
como un hombre feo, barrigudo y de muslos gruesos, un realismo inusitado en Egipto.

Durante el reinado de Amenofis III había ascendido al poder un general semita llamado Yanhamu, que llegó a ser
gobernador de los territorios egipcios en Palestina. No fue el único cananeo que gozó de una posición de prestigio en
Egipto. Es probable que alguno de ellos (o varios) diera origen al mito bíblico sobre José, un cananeo que ascendió de la
esclavitud a virrey de Egipto. Bajo el reinado de Akenatón Yanhamu estuvo en Egipto, y es plausible que ocupara el alto
cargo de "director de los graneros", lo que acabaría vinculándolo con una antigua leyenda egipcia, originariamente
atribuida a Imhotep, según la cual José interpretó los sueños del faraón y previno siete años de hambre, y así ordenó a
tiempo almacenar las provisiones necesarias para alimentar al pueblo en los años de escasez.

Mientras tanto, el rey hitita Shubbiluliuma había recuperado las provincias que su reino había perdido años atrás y
en 1365 asoló Mitanni. Formó así un imperio (conocido como Nuevo Reino Hitita) al que los reyes del suroeste de
Anatolia y el norte de Siria estaban sometidos por tratados desiguales. Al tiempo que Mitanni decaía, en Asiria surgió un
rey poderoso, Ashur-Uballit, que logró la total independencia de su reino respecto de Mitanni.

Se suponía que Mitanni era aliado de Egipto, pero Akenatón no respondió a las peticiones de ayuda, ni tampoco a
las de los virreyes y generales de Egipto en Siria, que le informaban de que las posiciones egipcias se veían
seriamente amenazadas y solicitaban que enviara a Yanhamu con un ejército. En efecto, unas nuevas tribus nómadas
semíticas habían surgido de Arabia, al igual que sucediera con los amorreos tiempo atrás, y amenazaban las posesiones
egipcias en Canaán. Eran los hebreos. Pese a la negligencia de Akenatón, los ejércitos egipcios pudieron impedir que los
hebreos se instalaran permanentemente al oeste del Jordán. Sin embargo, los recién llegados formaron tres reinos al
este: Amón, Moab y Edom. Los hebreos adoptaron la lengua cananea (estrechamente emparentada con la suya), así
como el alfabeto, con algunas adaptaciones. Paulatinamente fueron asimilando diversos aspectos de la cultura cananea.

En 1362 murió Akenatón, con seis hijas, pero sin ningún hijo que pudiera sucederle. El trono fue ocupado por uno de sus
yernos, Smenkere, que teóricamente profesaba el culto a Atón, pero no hizo nada para impedir que todas las innovaciones
religiosas promovidas por Akenatón quedaran en el olvido. Los conversos a la nueva religión la abandonaron rápidamente,
los sacerdotes recuperaron todo su poder. En 1352 ocupó el trono un segundo yerno de Akenaton, que en principio se
llamaba Tutankatón, pero que cambió su nombre por el de Tutankamón, confirmando así el retorno a la religión
tradicional. Tebas pasó a ser de nuevo la capital del imperio. La ciudad de Aketatón fue abandonada y se convirtió en una
especie de "ciudad fantasma". Como faraón, Tutankamón no tuvo gran importancia: tenía unos doce años cuando inició
su reinado y murió sobre los veinte. No obstante ha pasado a la historia por ser el único faraón cuya tumba no fue saqueada
por los ladrones. Ello se debió a que en la construcción de una tumba para un faraón posterior la entrada de la tumba de
Tutankamón fue cubierta por unas piedras de forma accidental, y así pasó desapercibida.
A la muerte de Tutankamón, en 1338, el trono egipcio no tenía heredero. Finalmente se hizo con el poder un devoto de
la religión de Akenatón, llamado Ay, que al parecer no era de sangre real, pero se casó con la viuda de Tutankamón para
legitimar su título. Ay intentó reconstruir la obra de Akenatón, pero se trataba de un intento desesperado. Los sacerdotes
buscaron el apoyo de un general competente, Horemheb, al que lograron convertir en faraón en 1333 casándolo con una
princesa. Horemheb erradicó definitivamente el culto a Atón y reorganizó el país. Envió expediciones para restablecer el
control egipcio sobre Nubia, pero prefirió no enfrentarse a los hititas en Siria.

En 1330 murió el rey asirio Ashur Uballit, que fue sucedido por su hijo Enlil-ninari.

Babilonia empezaba a dar muestras de recuperación tras la invasión de los casitas. Éstos habían reconstruido el templo
de Marduk y ahora patrocinaron la reconstrucción de Ur.

En 1322 murió el rey hitita Shubbiluliuma victima de una epidemia, que al año siguiente mató también a su hijo y
sucesor Arnuanda II. El trono pasó entonces al segundo hijo de Shubbiluliuma, Mursil II. El nuevo rey supo mantener
el poder del Nuevo Reino conteniendo eficazmente las revueltas relativamente frecuentes de los reinos sometidos. Ocupó
las posiciones egipcias en Siria y sometió completamente a Mitanni.
En 1319 murió el rey asirio Enlil-ninari, que fue sucedido por su hijo Arik-den-ili, que a su vez fue sucedido
en 1308 por su hijo Adad-ninari I.

En 1306 murió el faraón Horemheb y es reemplazado por uno de sus generales, Ramsés I, con el que comienza la XIX
dinastía. En realidad sus dos antecesores no pertenecían a la familia de la XVIII dinastía salvo por matrimonios de
conveniencia, pero los egipcios los incluyeron en ella. Ramsés I era ya mayor, por lo que reinó poco más de un año.
En 1304 fue sucedido por su hijo Seti I. El nuevo faraón restableció todo el poderío del Nuevo Imperio egipcio.
Recuperó las posiciones de Siria, si bien no pudo aplastar a los hititas, con los que tuvo que firmar una paz de
compromiso.
LA EDAD DEL HIERRO
A principios del siglo XIII los hombres aprendieron a fundir el hierro y combinarlo con carbón para producir acero. El
hierro mineral es blando e inútil, pero el acero es un metal duro que permitía fabricar armas mucho más poderosas que
las de bronce, por lo que tenía un valor estratégico incalculable. El descubrimiento tuvo lugar al sur del Cáucaso, en una
zona controlada a la sazón por el poderoso reino hitita. Las técnicas de fundición del hierro eran mucho más complicadas
que las del bronce, pues requieren temperaturas mucho más elevadas. Además no se conocían muchos yacimientos. Los
hititas mantuvieron la nueva técnica en secreto, a la espera de poder utilizarla a gran escala. Así, durante algún tiempo las
regiones civilizadas ignoraron su existencia. Sin embargo, para las tribus nómadas indoeuropeas unas pocas armas de
hierro podían ser decisivas en pequeñas luchas con tribus vecinas, así que las nuevas técnicas se difundieron hacia el norte
entre los pueblos indoeuropeos. Se iniciaba así la Edad del Hierro.

El hierro llegó hasta Grecia. Hay constancia de que las tribus eolias que habitaban la Grecia interior, menos civilizadas
que las tribus jónicas de la Grecia micénica, importaban del norte hierro fundido en pequeñas cantidades, si bien no lo
fabricaban. Los historiadores griegos se refieren a estas tribus con el nombre de Aqueos. No hay muchos datos sobre
quiénes eran los aqueos. Tal vez fueran simplemente los griegos eolios o tal vez éstos absorbieron, pacíficamente o no, a
nuevas tribus del norte que les trajeron el conocimiento del hierro junto con nuevos rasgos culturales. Por ejemplo, una
costumbre diferenciada de los aqueos que permite seguirles el rastro frente a los micénicos es que en lugar de enterrar a
sus muertos los incineraban. La incineración parece haber surgido con las nuevas técnicas de fundición que requería el
hierro. Los aqueos debieron de ser un pueblo más rudo que los micénicos, pero éstos debieron de ver en ellos un refuerzo
conveniente para sus campañas militares.

Combinando la arqueología con la tradición griega posterior, la Grecia micénica ofrece esta imagen: había una oligarquía
dominante (probablemente indoeuropea, frente a un pueblo de origen pelásgico). Los nobles son carnívoros y prefieren
los lechones, mientras que el pueblo es vegetariano y se alimenta principalmente de trigo tostado y pescado. Los nobles
beben vino y usan la miel como edulcorante, mientras que el pueblo bebe agua. La propiedad de la tierra está vinculada
a la familia, en cuyo seno rige una especie de régimen comunista. No hay una división del trabajo en oficios, sino que
cada familia se fabrica lo que necesita. Hasta el rey siega, cose y clava tachuelas. No labraban metales, sino que
importaban el bronce del norte y, en escasas cantidades, el hierro. Usaban carros tirados por mulos, aunque eran caros y
pocos podían permitírselos. Había esclavos, pero poco numerosos y, por lo general, bien tratados. Principalmente eran
mujeres que se ocupaban de las labores domésticas. Usaban el oro como dinero (a peso, sin acuñar monedas), pero sólo
para transacciones importantes, lo habitual era pagar con pollos, medidas de trigo, cerdos, etc. La riqueza de una familia
no se medía por su dinero sino por sus posesiones. Daban gran importancia a la elegancia y la belleza física. Sus trajes
eran de lino, a modo de saco con un agujero para la cabeza, si bien trataban de adornarlos con bordados y otros detalles.
Un buen vestido era considerado como algo muy valioso. Las casas de los pobres eran de adobe y paja, las de los ricos
de piedra y ladrillo. Constaban de una estancia única con un agujero en el techo a modo de chimenea. No tenían templos,
sino que las estatuas de los dioses quedaban al aire libre.

Por esta época debió de empezar a cobrar importancia la ciudad de Troya. Estaba situada en la costa de Anatolia, en un
lugar estratégico para controlar el paso por el Helesponto, un estrecho que comunica el Mediterráneo con un pequeño
mar, la Propóntide, que a través del estrecho del Bósforo comunica a su vez con el Mar Negro. El Mar Negro, ofrecía
grandes posibilidades para el comercio, alejado del disputado Mediterráneo y con una extensa costa llena de pueblos no
muy civilizados a los que se podía ofrecer artículos de lujo a cambio de minerales y otras materias primas. Algunos
comerciantes llegaron incluso a China por esta vía, de donde importaban artículos exóticos, como el Jade. Así pues, Troya
estaba en condiciones de aprovecharse directa e indirectamente de este comercio, sin más que exigir un tributo a todo el
que quisiera cruzar el Helesponto.

No se sabe a ciencia cierta quiénes eran los troyanos. La ciudad estuvo habitada desde mucho tiempo atrás, pero ahora
había caído bajo el control de una nobleza grecohablante. Tal vez fueran griegos micénicos que la habían ocupado a modo
de colonia, pero es más plausible que los "nuevos" troyanos fueran un grupo de cretenses que, ante la decadencia de su
nación, decidieron trasladarse a un lugar más propicio para "volver a empezar". Su buen conocimiento del Mediterráneo
les habría llevado a Troya, donde habrían sometido a la población asiática y se habrían convertido en un molesto rival
para los griegos micénicos.

Mientras tanto, las grandes potencias cambiaban de reyes. Hacia 1300 el rey Ashur-Uballit ya había muerto, pero su hijo
continuó reforzando a Asiria y llegó a saquear el agonizante reino de Mitanni. En 1295 muere el rey Mursil II y es
sucedido por Muwatalli, bajo cuyo gobierno el reino hitita siguió siendo la potencia dominante en Siria y, por
consiguiente, la mayor preocupación para Egipto. En 1290 murió el faraón Seti I, y fue sustituido por su joven
hijo Ramsés II, que reinó durante sesenta y siete años, marca sólo superada en la historia de Egipto por el antiguo rey
Pepi II. Ramsés II resulto ser el ególatra más poderoso del mundo. Cubrió Egipto de monumentos en su honor, con
inscripciones que relataban jactanciosamente sus victorias y su grandeza. Incluso puso su nombre en monumentos más
antiguos para atribuirse méritos ajenos. Amplió el ya enorme templo de Tebas, de modo que se convirtió en el templo
más grande y fastuoso construido jamás en la historia. La mayor sala del templo, la sala hipóstila, medía unos 5.000
metros cuadrados y su techo se sustentaba mediante 134 columnas de 21 metros de altura.

En 1286 se enfrentó al rey hitita Muwatalli cerca de la ciudad de Kadesh. La única información que tenemos sobre ella
es la versión oficial del faraón, según la cual el ejército egipcio fue pillado por sorpresa y se tuvo que retirar
precipitadamente, pero Ramsés decidió vencer o morir, se lanzó él solo contra todo el ejército enemigo y lo mantuvo a
raya hasta que sus hombres se reorganizaron y recibieron refuerzos. Finalmente los hititas fueron estrepitosamente
aniquilados. No hay motivos para creer nada de todo esto. Pasara lo que pasara en la batalla, la realidad es que el poder
hitita no disminuyó lo más mínimo, sino que la guerra se mantuvo durante tres años, hasta que ambos reyes firmaron una
paz de compromiso en 1283.

Se inició entonces el periodo de mayor esplendor de la cultura hitita. En los archivos de Hattusa, su capital, se han
encontrado miles de tablillas escritas en hitita y algunas en acadio con anales, tratados, leyes, actas de distribución de
tierras y textos religiosos, algunos en lenguas muertas (en la época). Egipto, pese al acuerdo de paz, inició una serie de
intrigas, estimulando a Asiria contra el reino hurrita. El rey Adad-Ninari I ocupó el reino de Mitanni, vasallo de los hititas,
tras lo cual se otorgó a sí mismo el título de Gran Rey, y envió una carta al rey Muwatali tratando de rebajar la tensión
ocasionada por la invasión. En ella trataba a Muwatalli de hermano, algo frecuente en la época entre los reyes de potencias
del mismo rango, pero la respuesta de Muwatalli fue bastante brusca: ¿Acaso somos hijos del mismo padre o de la misma
madre? Pese a todo, no estalló la guerra entre ambos reinos, ya que Muwatalli estaba más preocupado por Egipto que por
Asiria. Adad-Ninari I murió en 1275, y fue sucedido por su hijo Salmanasar I. Luego murió Muwatalli, en 1272, y fue
sucedido por su hijo Mursil III.
En 1270 Salmanasar I arrebató definitivamente a los hititas lo que había sido el reino de Mitanni, fecha en la que podemos
considerar que éste desaparece definitivamente de la historia, pasando a formar parte del que se conoce como Primer
Imperio Asirio. Asiria recuperó todo el territorio que había poseído en tiempos de Shamshi-Adad I, el fundador de la
dinastía que había gobernado ininterrumpidamente en Assur tanto en los buenos como en los malos tiempos. Salmanasar
usó las riquezas y los esclavos obtenidos con sus conquistas para embellecer Assur, la capital, y Nínive, la segunda ciudad
más emblemática del reino. Sin embargo, consideró que su nuevo imperio requería una nueva capital, y así fundó a mitad
de camino entre ambas la ciudad de Calach.

Mursil III murió en 1265, y fue sucedido por su tío Hattusil III.

Hacia 1250 Canaán empezó a recibir el embate de nuevas tribus nómadas emparentadas con los hebreos que cien años
antes habían ocupado el este de Canaán. Sin embargo, este parentesco no influyó en los hebreos, que rechazaron a los
recién llegados. Las primeras en hacer su aparición debieron de ser las tribus de Rubén, Isacar y Zabulón, formaron la
coalición de Lía (el nombre de una diosa de los pastores cananeos, vinculada con la Luna), a la que luego se sumaron
como tributarios Gad y Aser. La primera de estas dos tribus deriva su nombre de un dios de la buena fortuna, cuyo culto
se extendía desde Fenicia hasta Arabia. Aser proviene de Ashir, que era una diosa cananea también de culto muy
difundido. La ciudad de Hesbón, situada en el límite septentrional de Moab, aprovechó que el ejército moabita estaba
concentrado al este contra los recién llegados y se rebeló con éxito, deshaciéndose de las pocas tropas moabitas de la
zona. Las tribus de Lía reaccionaron rápidamente y aprovecharon el caos creado por Hesbón. Atacaron la ciudad y la
arrollaron, con lo que se abrieron paso hasta el Jordán. Ocuparon un territorio entre Amón y Moab que más adelante se
quedaría en exclusiva la tribu de Rubén.

En 1245 murió Salmanasar I, y fue sucedido por su hijo Tukulti-Ninurta I, bajo el cual el imperio asirio llegó a su
máxima extensión. Condujo campañas a los montes Zagros y llegó hasta el Cáucaso, donde un grupo de hurritas se
acababa de asentar formando el reino de Urartu. Luego derrotó a los casitas en el sur y los sometió a tributo, y más tarde
ocupó Elam. De este modo, Asiria dominaba ahora toda Mesopotamia. Además, Asiria conoció así las nuevas técnicas
hititas para tratar el hierro, si bien todavía no se disponía de él en cantidades necesarias para que fuera relevante.
En 1237 el rey hitita Hattusil III fue sucedido por su hijo Tudhaliyas IV. Durante su reinado la cultura hitita recibió
muchas influencias hurritas y mesopotámicas (probablemente el reino hitita recibió muchos refugiados de lo que había
sido Mitanni y de otras regiones ocupadas por Asiria). El nuevo rey supo sofocar las revueltas que periódicamente se
producían en distintos puntos de los dominios hititas, e incluso extendió sus fronteras hacia el oeste, alcanzando el Egeo.

Mientras tanto, el Imperio Egipcio disfrutaba de un periodo de paz y prosperidad. La corte era ostentosa y magnificente
como nunca lo había sido, Ramsés II tenía muchas esposas que le dieron una multitud de hijos, pero a medida que se iba
haciendo mayor fue dejando de lado los asuntos del gobierno, y como consecuencia la nobleza fue ganando poder. La
mejora del nivel de vida hizo difícil encontrar hombres con vocación militar, por lo que el ejército se nutría cada vez más
de mercenarios extranjeros, de los que no se podía esperar el arrojo de los soldados movidos por un fervor patriótico, e
incluso podían volverse peligrosos en épocas difíciles. Así, aunque aparentemente todo estaba en orden, lo cierto es que
las bases del poder egipcio estaban siendo minadas poco a poco.

Durante los últimos años del reinado de Ramsés II la presión sobre los reinos hebreos de Edom, Amón y Moab seguía
aumentando. Llegó una nueva tribu dirigida por un caudillo poderoso: Josué. Esta tribu debió de ser especialmente
belicosa y parecía tener muy claro el objetivo de cruzar el Jordán e invadir Canaán. Tal vez por ello acogió gustosa en su
seno a los hombres más fieros que encontró en la zona: por una parte a una tribu de honderos ambidiestros de gran puntería
y por otra a un pueblo de pastores oriundo del norte de Palestina llamado Bene-jamina, cuyo caudillo tenía el título
de Dawidum, (posible origen del nombre David). Éstos formaron la tribu de Benjamín, y formaron con los hombres de
Josué una coalición identificada con el nombre de Raquel, una diosa de características similares a las de Lía (tal vez las
diferencias de culto Lía/Raquel se usaron como signos distintivos de los dos grandes grupos tribales que acechaban
Canaán). La coalición de Raquel se engrosó pronto con las tribus de Dan y Neftalí.

Josué debió de pactar una alianza con las tribus de Lía para facilitar su plan de invasión. La confederación se
llamó Israel, que significa algo así como "Dios lucha con nosotros". Hacia 1226, Josué cruzó el Jordán con sus hombres
y ocupó una rica franja de tierra a la que llamaron Efraím (región fértil), mientras que Benjamín ocupó la zona
inmediatamente más al sur. Probablemente, la tribu original de Josué estaba formada por dos clanes poderosos, uno de
los cuales ocupó Efraím y el otro fue extendiéndose hacia el norte hasta tener su territorio propio, al que dio el nombre
de Manasés. Así, las tribus de Raquel pasaron a ser tres: Efraím, Manasés y Benjamín. De la federación de Raquel
original surgió también una tribu diminuta: la tribu de Leví, que en realidad era una clase sacerdotal que no ocupó más
que unas pocas ciudades dispersas. Posteriormente la tribu de Leví fue considerada como una tribu de Lía, en lugar de
una tribu de Raquel.

En 1223 murió Ramsés II y fue sucedido por Meneptah, su decimotercer hijo, que ya tenía entonces sesenta años.
Meneptah condujo el ejército egipcio a Canaán para rechazar a los israelitas invasores. Como testimonio de la campaña
dejó una inscripción según la cual "Israel está arrasado y no tiene semillas". Evidentemente esto era una exageración
propia de los "partes oficiales", pues los israelitas seguían allí. Sin duda el faraón no pudo terminar con los israelitas
porque se vio obligado a volver a Egipto a marchas forzadas, ya que su reino se encontró con un peligro proveniente de
un lugar insospechado: el mar. Hasta entonces el tránsito marítimo por el Mediterráneo había tenido un carácter
esencialmente comercial. Es verdad que Creta había desarrollado una armada con la que había impuesto su hegemonía
en el Egeo, pero debieron de encontrarse con una resistencia mínima. Los mismos egipcios usaban barcos para transportar
sus tropas a Canaán, pero siempre bordeando la costa. Nadie hasta entonces había enviado tropas en barcos para librar
una batalla importante lejos de sus costas. La idea de llevar tropas al otro lado del mar debía de ser considerada una locura
para los egipcios.

Sin embargo, los griegos micénicos empezaron a aventurarse por el mar con fines militares. Sin duda les llegaron
productos exóticos provenientes de tierras lejanas a través del mar Negro, pero esta vía comercial estaba enteramente bajo
el control de Troya. Oriente debió de adquirir fama de ser una tierra rica y paradisiaca. En efecto, los griegos tenían una
leyenda al respecto, según la cual mucho tiempo atrás un grupo de cincuenta héroes mitológicos capitaneados
por Jasón emprendieron una arriesgada aventura hacia oriente en busca del vellocino de oro, la piel de un carnero divino
cuya lana era de oro, símbolo de la prosperidad de las tierras lejanas. Embarcaron en la nave Argos, por lo que eran
conocidos como los Argonautas, entre los cuales estaba el mismo Teseo, el que venció al Minotauro y liberó a Atenas del
dominio cretense, y con él Hércules, y su padre Peleas, y Orfeo, y muchos otros. Respecto a Troya, resultó ser un
pequeño obstáculo en el camino, pues, cuando trató de impedir el paso a la expedición, Hércules desembarcó, saqueó la
ciudad y mató al rey Laomedonte junto con todos sus hijos excepto Príamo, que era el rey a la sazón. Nada de esto tiene
visos de realidad. Más bien debemos suponer que estas historias fueron inventadas por los griegos micénicos para animar
al pueblo, o tal vez a los aqueos, pueblo tan poco interesado por el mar como Egipto, a lanzarse sobre Troya y acabar con
su hegemonía. Las leyendas griegas al respecto hablan de una coalición de Argivos y Aqueos en una expedición contra
Troya. En principio "argivo" hace referencia a la ciudad de Argos, que era una de las ciudades micénicas más importantes,
pero es probable que el término se usara para referirse indistintamente a todos los griegos micénicos. Naturalmente,
el casus belli según los griegos no fue tan prosaico como el de borrar del mapa una ciudad molesta. Según la tradición, la
guerra se debió a que Paris, el hijo de Príamo, se llevó (no está muy claro si por la fuerza o de mutuo acuerdo) a Helena, la
mujer de Menelao, rey de Esparta, quien solicitó la ayuda de su hermano Agamenón, rey de Micenas, para recuperarla. A
su vez, éstos reclamaron la ayuda de otros reyes, como Ulises de Ítaca o el aqueo Aquiles. Al margen de los detalles
poéticos, las tradiciones griegas parecen describir dos facciones en pie de igualdad: los argivos, capitaneados por
Agamenón y los aqueos, capitaneados por Aquiles. La ciudad de Troya fue destruida y los griegos convirtieron el
acontecimiento en una de sus gestas más memorables.

Las leyendas griegas continúan explicando que, al volver a su patria, los héroes se encontraron con una situación
turbulenta. Las fábulas se inclinan hacia sucesos más románticos en torno a adulterios, envenenamientos y disputas por
el poder, pero la realidad histórica subyacente era de otra naturaleza. Los pueblos indoeuropeos se habían ido extendiendo
por la Europa oriental, eran belicosos y en estos momentos debían de pasar por un periodo de escasez o superpoblación,
por lo que se expandían en todas direcciones y desplazaban a su vez a otros pueblos. La Grecia micénica empezó a sufrir
el acoso de otro pueblo indoeuropeo, emparentado con los griegos pero mucho menos civilizado: los Dorios. Los dorios
tenían armas de hierro, lo que les concedía una superioridad contra la que los griegos micénicos no tenían nada que hacer.
Como fruto de estas convulsiones el Mediterráneo se llenó de hordas de piratas que sobrevivían atacando y saqueando
las ciudades costeras. Estaban formados por mezclas heterogéneas de dorios, griegos micénicos y habitantes de
poblaciones variadas que no encontraron mejor salida que lanzarse al mar. Un grupo numeroso de estos piratas
desembarcó en las costas de Libia y se unió a los nativos en un ataque contra Egipto.

Los sorprendidos egipcios, que nunca habían sufrido un ataque por mar, llamaron "Pueblos del Mar" a los invasores, y
así se les conoce en la historia. Meneptah consiguió expulsarlos a duras penas, pero el poder egipcio se vio seriamente
dañado. De Egipto, los pueblos del mar pasaron a Chipre, desde donde amenazaron las costas de Canaán y de Anatolia.
En 1211 un nuevo faraón, Seti II, se hizo con el trono de Egipto, destronando para ello a Meneptah y casándose con su
viuda. Se inicia así una rápida sucesión de faraones débiles que reinan durante breves periodos de tiempo (Seti II reinó
cinco años).

En 1209 murió el rey hitita Tudhaliyas IV, que fue sucedido por su hijo Arnuanda III. La presión de los pueblos del mar
se hacía cada vez más insoportable para todos los pueblos del Mediterráneo, a la vez que los pueblos indoeuropeos
presionaban a la ya descoyuntada Grecia micénica por un lado y a los hititas y otros pueblos de la Europa oriental por
otro. Mesopotamia seguía bajo el Imperio Asirio, pero tras la muerte de Tukulti-Ninurta en 1208 se sumió también en la
crisis que afectaba a sus vecinos. Canaán sufría mientras tanto los embates de los israelitas. En 1207 murió Arnuanda III
y le sustituye el que iba a ser el último rey hitita: Shubbiluliuma II.

UN SIGLO DE CRISIS
Durante el siglo XII aparece en México la cultura Olmeca. Los olmecas construyeron centros ceremoniales y
desarrollaron el arte sacro: altares monolíticos, estelas con bajorrelieves, esculturas. Idearon una escritura jeroglífica y
tenían un calendario. Las aldeas aumentaron de tamaño y se construyeron casas sobre plataformas de tierra. Adoraban a
deidades jaguares, relacionadas con la lluvia. El control social estaba en manos qude chamanes y hechiceros.

Las estepas euroasiáticas, desde el Danubio hasta Siberia, fueron ocupadas por los Escitas, un pueblo indoeuropeo cuya
lengua estaba emparentada con la de los arios. Eran ganaderos itinerantes, y sometieron a la población campesina.

Mientras tanto, la mayor parte del mundo civilizado sufría conmociones en mayor o menor medida. Egipto había
rechazado a los pueblos del mar, pero tras la muerte de Meneptah cayó casi en la anarquía. Los pueblos del mar pasaron
a Chipre, y desde allí atacaron Fenicia. En 1200 arrasaron las ciudades de Tiro y Sidón. En 1191 muere el rey
Shubbiluliuma II y, con él, el imperio hitita desaparece de la historia, desmembrado por los pueblos del mar y las
sublevaciones internas. No obstante, la cultura hitita no se perdió, sino que se conservó en una serie de minúsculos reinos
neohititas que sobrevivieron dominados por una u otra potencia según los tiempos. Al noroeste de Anatolia empezaron
a destacar los Frigios. En la Ilíada son mencionados como aliados de Troya, luego ya estaban allí antes de la llegada de
los pueblos del mar, pero su auge llegó tras ellos. Tal vez se aprovecharon de los desórdenes o tal vez los invasores
ocuparon Frigia y se convirtieron así en "nuevos frigios".

Asiria inició un largo periodo de luchas frustrantes en las que trataba de dominar sin éxito a los territorios circundantes,
pero no pudo controlar a Babilonia y, sobre todo, al poderoso reino de Urartu. En realidad Asiria ganaba la mayoría de
las batallas, pero sus enemigos se recuperaban más fácilmente mientras estaba ocupada en otros lugares. De todos modos,
la situación fue sin duda caótica e incierta para toda la zona.

Por su parte, Egipto logró reponerse temporalmente. En 1186, un gobernante tebano llamado Setnajt, que afirma ser
descendiente de Ramsés II, logra unificar todo Egipto y se convierte en el primer faraón de la XX dinastía. En 1184 le
sucede su hijo con el nombre de Ramsés III. Mientras tanto la Grecia Micénica iba de mal en peor. Equipados con armas
de hierro, los dorios fueron abriéndose paso lentamente sin que los orgullosos aqueos pudieran hacer nada por evitarlo.

Desde Chipre, los pueblos del mar atacaron Canaán y avanzaron de nuevo hacia Egipto. En 1177 Ramsés III logró
rechazarlos en la que se considera la primera batalla naval de la historia, pero ésta sería su última campaña. Egipto perdió
sus posesiones imperiales. A partir de entonces sus fronteras se redujeron al valle del Nilo. El Nuevo Imperio había
terminado. Palestina fue ocupada por los pueblos del mar. Éstos se llamaban a sí mismos Peleset, aunque actualmente se
les conoce como Filisteos. El nombre de "Palestina" deriva de Peleset. Los filisteos eran principalmente griegos, una
oleada que precedió a la de los dorios y que fue empujada al mar por éstos, pero al llegar a Palestina se encontraron con
una cultura superior a la suya y no dudaron en asimilarla. En poco tiempo habían abandonado su propia lengua y adoptado
la de los cananeos (una forma arcaica de hebreo). Esencialmente, los filisteos ocuparon cinco ciudades gobernadas cada
una por su propio rey, pero que mantenían una débil coalición. Tres de ellas estaban junto a la costa: Asdod,
Ascalón y Gaza, mientras que otras dos estaban en el interior: Ecrón y Gat.

Sin la intervención egipcia, los israelitas pudieron penetrar más fácilmente en Canaán. Poco a poco fueron enfrentándose
a las ciudades locales, esclavizando a las más débiles y pasando a cuchillo a las más beligerantes. En cambio, no pudieron
imponerse a los filisteos que, pese a ser pocos, tenían armas de hierro. Más aún, los filisteos consiguieron someter a
tributo a la tribu israelita de Dan y a otras dos tribus invasoras que sólo más tarde fueron incluidas en la federación de
Israel: las tribus de Judá y Simeón. La primera parece estar muy relacionada con los edomitas, mientras que la segunda
fue una tribu menor que no tardó en ser absorbida por Judá.

Babilonia había quedado libre de la dominación asiria, pero sus gobernantes casitas no fueron capaces de aprovechar la
situación y quedó en la anarquía. Quien sí supo reaccionar fue el antiguo Elam, que envió expediciones para saquear
Babilonia. En 1174 los elamitas se llevaron dos grandes reliquias: la estela con el código de Hammurabi y la estela de
Naram-Sin.

En 1158 murió Ramsés III, que fue sucedido por una larga serie de reyes llamados todos Ramsés, conocidos
como ramésidas. Se abría así un periodo en el que el poder del faraón fue decayendo en favor del poder sacerdotal. Todas
las tumbas de Tebas (excepto la de Tutankamón) fueron saqueadas.

Mientras tanto los dorios ocupaban posiciones cada vez más al sur de Grecia y con sus movimientos desplazaban a las
tribus eolias. Hacia 1150 una de ellas, la formada por los tesalios ocupó la región en la que se establecerían
definitivamente, y que tomó el nombre de Tesalia.

Por esta época la ciudad fenicia de Sidón se había recuperado del ataque de los pueblos del mar y había logrado
hacerse con armas de hierro. Las tribus israelitas estaban distribuidas más o menos como indica el mapa. La de Leví
era la menor de todas y no ocupó más que unas pocas ciudades dispersas. La tribu de Dan estaba junto a los territorios
filisteos, pero un grupo de danitas que no estaba dispuesto a soportar la dominación filistea decidió emigrar hacia el norte,
tomó la ciudad de Lais, la saqueó y se estableció en ella, rebautizándola con el nombre de Dan. Judá y Simeón estaban
sometidas a los filisteos, mientras Gad y Rubén, al otro lado del Jordán, litigaban con los reinos hebreos de Amón y Moab.
Aser, por su parte, quedó bajo la dominación de Sidón. Las tribus del norte (aparte de Aser) tenían menos problemas, y
parece que la de Efraím disfrutaba de un cierto liderazgo entre ellas.

Los cananeos del norte aprovecharon el resurgimiento de Sidón para planear una gran ofensiva contra los israelitas. La
liga cananea fue encabezada por Jabín, rey de la ciudad de Hazor. La tribu más cercana sobre la que se cernía la amenaza
era Neftalí, que a la sazón tenía como caudillo a Barac. Éste debió de comprender que sus hombres no podrían resistir
por sí solos a un ejército bien dotado, así que se apresuró a pactar con Efraím. Según la Biblia, por aquel entonces Efraím
estaba dirigido por una mujer llamada Débora, la cual (bajo la condición de capitanear el ejército) aportó no sólo sus
propios hombres sino también los de las tribus de Manasés y Benjamín (las otras dos tribus de Raquel, al parecer bajo el
dominio de Efraím). Puesto que también les afectaba de cerca la amenaza cananea, las tribus de Zabulón e Isacar se
unieron a la coalición, con lo que en total fueron seis las tribus a las que se enfrentó Jabín. Los israelitas aplastaron a sus
oponentes junto al monte Tabor, destruyeron Hazor y, a partir de entonces los cananeos ya no supusieron ningún peligro
serio para Israel.

Hacia 1120 otra tribu eolia, los beocios, se vio obligada a asentarse al sur de Tesalia ante el avance dorio. La región se
conoció desde entonces con el nombre de Beocia.

Hacia 1124 un babilonio nativo consiguió hacerse con el poder y puso fin a la dominación casita. Se
llamaba Nabucodonosor I. También derrotó completamente a los elamitas. Por un momento parecía que Babilonia iba a
dominar de nuevo Mesopotamia, pero no fue así. Por aquel entonces, Asiria también estaba recuperándose. En 1115 llegó
al trono Teglatfalasar I, el cual dispuso de un ejército con armas de hierro con el que derrotó a Nabucodonosor I
en 1103 y reconstruyó lo que había sido el imperio de Tukulti-Ninurta. Por el oeste llegó hasta Fenicia, donde hizo
tributarias a Biblos y a Sidón. La frontera más conflictiva era Arabia. Durante los años de anarquía precedentes, las tribus
árabes habían hostigado como de costumbre a Mesopotamia. Ahora Teglatfalasar I intentaba detenerlas. Esta vez se
trataba de los Arameos, contra los que Asiria inició una serie de campañas. En general, las campañas contra los nómadas
nunca son definitivas, pues los guerreros nómadas se retiran fácilmente y aparecen por otras zonas indefensas, o
sencillamente desaparecen hasta que pasa el peligro.

También los israelitas sufrían ahora los ataques de los nómadas de Arabia. Los llamados Madianitas azotaban
principalmente a la tribu de Manasés. El caudillo de esta tribu era entonces Gedeón. La Biblia describe una trama con la
que Gedeón cuestionó la supremacía de Efraím. Al parecer, Gedeón formó una coalición con las tribus del norte que
habían luchado contra los cananeos en el monte Tabor, pero sin dar a Efraím ningún trato preferente. Al contrario, le
informó tarde y parcialmente de sus planes, de modo que cuando atacó por sorpresa a los madianitas los guerreros de
Efraím no estaban presentes, sino que Gedeón los condujo a los vados del Jordán, por donde esperaba que huyeran los
madianitas. Así, Efraím destruyó a los madianitas en fuga, pero todo el mérito recayó sobre Gedeón. Sin embargo, Efraím
no acepto la situación e Israel estuvo al borde de la guerra civil. Gedeón tuvo que reconocer la supremacía de Efraím.

Las tribus de Israel tuvieron que enfrentarse cada vez con más frecuencia a luchas internas por el poder. Hasta entonces,
cada tribu estaba dirigida por un caudillo o juez elegido por aclamación popular. Esto funcionaba bien cuando los israelitas
eran sencillas tribus nómadas, pero ahora el poder significaba riqueza, con lo que cada vez fue más codiciado. Así, con
la fama que había adquirido Gedeón era natural esperar que fuera sucedido por uno de sus hijos, así que uno de
ellos, Abimelec, decidió matar a sus numerosos hermanos para ser el único pretendiente legítimo a la judicatura. Sucesos
como estos movieron a algunos israelitas a proponer una monarquía hereditaria que evitara los conflictos en la sucesión.
El problema era que elegir un rey podía ocasionar conflictos mucho más violentos que la sucesión de cualquier juez. Entre
tanto, las aspiraciones al liderazgo continuaban. En la tribu de Gad surgió un caudillo capaz, llamado Jefté, que consiguió
una victoria completa contra el reino de Amón. Por lo visto, Efraím consideró que Jefté no le había consultado
debidamente sus planes, por lo que le exigió cuentas igual que lo había hecho con Gedeón. Sin embargo, Jefté no se
amilanó, sino que dejó que Efraím enviara un ejército a pedirle cuentas, lo derrotó, e incluso pudo cortarle la retirada por
los vados del Jordán hasta aniquilarlo completamente. Esto sucedió hacia el 1100 y así terminó la supremacía de Efraím.

LOS ISRAELITAS
Durante el siglo XI China experimentó cambios importantes en su estructura política y social. Tras un reinado de
unos 500 años, la dinastía de los Chang fue derrocada, y se instauró la dinastía Cheu. Su primer rey fue Wu, y provenía
de los confines occidentales del país. Estableció la capital en Hao, en el valle del Wei. Distribuyó el territorio entre los
miembros de su familia y los aliados. Se originó así un sistema feudal en el que unos grandes señores ejercían a la vez la
autoridad política y religiosa, regulando el culto tradicional a los antepasados. Estos señores gozaban de gran
independencia, y la sumisión al rey era meramente formal. Sólo los parientes más próximos (que ocuparon los estados
de Qi, Lu y Jin) estuvieron realmente sometidos al monarca. En los siglos siguientes se llamó Wu a una clase de
sacerdotes hechiceros que gozaron del respeto (o a veces del temor) de los chinos de todas las clases sociales. En esta
época la diversidad cultural china se había subsumido en una identidad nacional por la que los chinos se distinguían a sí
mismos de los bárbaros no civilizados del entorno. El mundo se concebía como un cuadrilátero, a cada uno de cuyos
lados correspondía un color y una divinidad. Por encima de los dioses de los puntos cardinales, del Sol, de la Luna, de la
Tierra, de las montañas, nubes, ríos y demás fenómenos naturales, estaba Shangdi, la divinidad suprema omnipotente,
que residía en un palacio junto con cinco ministros. No obstante, Shangdi no contaba con santuarios, ni se le ofrecían
sacrificios. Los antepasados del rey estaban en contacto con Shangdi. Los vivos podían ponerse en contacto con sus
antepasados mediante un oráculo basado en la observación de huesecillos.

El rey Wu fue sucedido por su hijo Ch'eng, cuyo reinado legitimó definitivamente el cambio dinástico. Se conservan
muchos documentos sobre ceremonias y actos de investidura encaminados sin duda a que la antigua nobleza aceptara a
los nuevos amos.

En México aparecen las primeras manifestaciones arquitectónicas olmecas: los poblados se concentran alrededor de los
centros ceremoniales, se construyen casas sobre plataformas de piedra, templos, basamentos escalonados y montículos
funerarios. Aparece una mitología más estructurada. Los principales dioses eran Huehueteotl, dios del fuego
y Tlaloc, dios de la lluvia. Se han encontrado cabezas colosales de más de dos metros de altura, lápidas, sarcófagos y
muchas obras de gran maestría técnica.

Hacia 1100 los dorios ocuparon el Peloponeso, con lo que completaron la conquista de Grecia y terminó definitivamente
la Edad Micénica. Grecia cayó en la paz de los cementerios. Durante los desórdenes de los años precedentes, los
campesinos tendieron a atrincherarse en ciudades amuralladas, que ahora se convirtieron en unidades autosuficientes bajo
el dominio dorio, conocidas como Polis. La palabra Polis significa "ciudad" en griego, pero la polis no era una ciudad en
el sentido usual. Era una ciudad-estado sin ninguna relación con las polis vecinas, con una economía de subsistencia y,
en esta época, en los umbrales de la miseria. Mientras los griegos micénicos se habían mezclado con los pelásgicos, los
dorios adoptaron una actitud clasista, o incluso racista, frente a los micénicos, reducidos a la esclavitud. Esparta se
convirtió en una de las principales polis dorias, mientras que Micenas, Tirinto y otras ciudades importantes del periodo
anterior fueron incendiadas y reducidas a tristes aldeas. Hubo, no obstante, unas pocas regiones que se libraron del
dominio dorio. Una de ellas fue el Ática, con Atenas a la cabeza, y otra era Arcadia, situada en los montes más altos del
Peloponeso. En estas zonas surgió una identidad jonia que reivindicaba su legítima ocupación de Grecia, frente a los
dorios invasores. Así, mientras los dorios tenían a los jonios como iguales a sus esclavos, los jonios tenían a los dorios
como salvajes. Una parte de la población jonia emigró a las islas del Egeo. La primera en recibirlos fue Eubea, la isla
mayor del Egeo y más próxima al continente. Allí se fundó la ciudad de Calcis, cuyo nombre deriva de la palabra griega
para "bronce". Probablemente fue un centro de trabajo del bronce. Al este de Calcis estaba la ciudad de Eretria, que
también alcanzó cierta importancia.

Mientras tanto, Egipto seguía bajo el reinado oficial de los ramésidas y bajo el dominio real de los sacerdotes. En 1093 fue
asesinado el rey asirio Teglatfalasar I y sus sucesores no supieron mantener el imperio. Las invasiones arameas se hicieron
más efectivas y toda Mesopotamia permaneció en la anarquía durante más de un siglo, a lo largo del cual se libraron
continuos y estériles combates entre Asiria, Babilonia y Urartu. En 1075 murió Ramsés XI y fue sucedido por el sacerdote
de Amón, pese a no guardar ningún parentesco con el antiguo rey. Por otro lado, en la región del delta se proclamó rey
simultáneamente otro sacerdote que inauguró la XXI dinastía. Egipto volvía a estar dividido.

En Canaán, los fenicios y los filisteos ocupaban la costa con cierta prosperidad, mientras los israelitas iban afianzando
sus conquistas. Aunque originalmente eran un conglomerado de tribus muy distintas en todos los aspectos, la necesidad
de hacer causa común frente a los cananeos fue unificándolos y paulatinamente fueron creando una mítica historia común
basada en tradiciones diversas.

El relato afirma que los israelitas eran originariamente esclavos en Egipto, a los que un patriarca llamado Moisés liberó
con la ayuda de un dios poderoso. Éste hizo un pacto con los israelitas: a cambio de ser adorado les concedería una tierra
prometida, habitada hasta entonces por pecadores a los que debían destruir en su nombre y con su ayuda. La forma en
que debían adorar a este dios quedaba completamente estipulada en la alianza a través de un código escrito de diez
mandamientos. Los israelitas (incluido el propio Moisés) incumplieron en muchas ocasiones estas leyes, así que fueron
castigados a vagar por el desierto del Sinaí durante cuarenta años, de modo que sólo sus hijos verían la tierra prometida.
Moisés fue sucedido por Josué, que conquistó fácilmente Canaán con la ayuda divina.
Se ha puesto en cuestión que algo de esto tenga una base histórica, pero indudablemente la ley mosaica existe y, aunque
probablemente tiene muchos añadidos posteriores, su núcleo es un complejo sistema de leyes diseñado para regular la
vida de un pueblo de ganaderos nómadas. Además de los diez mandamientos primitivos, había todo un sistema de leyes
transmitidas oralmente que regulaban por completo la vida itinerante de los israelitas en sus aspectos penales, sociales
(regulación de la propiedad, incluida la esclavitud), religiosos y hasta cuestiones de higiene y alimentación. La base del
sistema de justicia era el ojo por ojo y diente por diente: los delitos de sangre se pagaban con la muerte y los daños a la
propiedad con multas. No es razonable suponer que dichas leyes fueron creadas después, cuando los israelitas ya no eran
un pueblo nómada (al contrario, muchas de ellas quedaron desfasadas) y, a la vez, la ley mosaica era demasiado refinada
para haber sido ideada por unos toscos pastores. Por otra parte, la leyenda de Moisés y sus antecedentes están adornados
con varias fábulas de indudable origen egipcio.

Una conjetura razonable es que Moisés dirigió la retirada de un grupo (relativamente pequeño) de cananeos cuando los
hicsos fueron expulsados de Egipto y los condujo hacia el Sinaí. Tal vez planeó reclutar un ejército entre la población
nómada de la península con el que reconquistar Egipto o al menos una parte de Canaán. Tal vez alertó a los nativos de
que un Egipto resurgido amenazaba con dominar de nuevo sus tierras y los llevó consigo hacia el sur (librándolos, en
cierto sentido, de la esclavitud egipcia). Tal vez así se convirtió en caudillo de una tribu (la que después se desdoblaría
en las tribus de Efraím y Manasés). En cualquier caso, podemos aceptar que alguien llamado Moisés guió por el desierto
a un pueblo de pastores nómadas y que, según la Biblia, les dio unas leyes. El relato bíblico encaja aquí muy bien: como
todos los legisladores de la época, Moisés no podía esperar que sus leyes fueran respetadas si no tenían un origen divino,
así que debió de escoger el dios más temido por sus hombres, un dios de las tormentas al que los pastores suplicaran
clemencia en los peores temporales, se retiró a un monte y volvió con unas tablas de piedra en las que estaban esculpidos
los diez mandamientos básicos de su ley.

Moisés fue más meticuloso que Abraham al describir a su dios. Probablemente no lo inventó, sino que lo tomó de entre
los numerosos dioses que a la sazón debían de tener sus hombres. Probablemente, este dios se llamaba Eloím. Se conocen
dos textos de la época en la que los israelitas ya estaban asentados en Canaán, uno correspondiente a la tribu de Efraím y
otro a la de Judá, los cuales relatan tradiciones similares, pero el dios de Efraím se llama Eloím,mientras que el dios de
Judá se llama Yahveh. La tribu de Judá fue una de las últimas que se unió a la confederación de Israel, y es probable que
identificara un dios propio con el dios de Efraím (igual que los egipcios identificaron en su día los dioses Ra y Amón).
La versión final de la Biblia fue escrita por los judíos, por lo que el nombre definitivo del dios de Moisés fue Yahveh. De
hecho, los israelitas desarrollaron más adelante la idea de que pronunciar el nombre de dios era un sacrilegio. Es posible
que ello fuera un medio con el que los sacerdotes trataron de evitar polémicas sobre si el dios común de los israelitas era
Eloím, Yahveh, u otro. Esto casi hace que los judíos olvidaran el nombre de su dios. En efecto, el hebreo sólo escribe las
consonantes, si bien más tarde se ideó un sistema de signos ortográficos para indicar las vocales. En las ediciones de la
Biblia, sobre las consonantes YHVH los judíos anotaban las vocales de Adonay, el Señor, que es lo que leían en la práctica
para no pronunciar el inefable nombre de Dios. La combinación de las consonantes de Yahveh con las vocales de Adonay
produce una palabra extraña al oído hebreo que evoluciona de forma natural a Jehovah. Aún hoy hay creyentes que llaman
así a su dios, sin darse cuenta de que este nombre es simplemente un híbrido absurdo de vocales y consonantes de dos
palabras distintas.

Volviendo a Moisés, sus leyes muestran claramente su esfuerzo por asegurar el temor de dios en su pueblo, así como un
intento de excluir la competencia de otros cultos. Basta leer los dos primeros mandamientos:

1) Yo soy el Señor, dios tuyo, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. No tendrás otros dioses
delante de mí.

2) No harás para ti imagen de escultura ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni
de las que hay en las aguas, debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto. Yo soy el Señor, dios tuyo, el fuerte,
el celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, de aquellos que me
aborrecen; y que uso de misericordia hasta millares de generaciones con los que me aman y guardan mis
mandamientos. (Ex XX, 2-6)

Es de notar que Moisés no tenía las pretensiones de Akenatón, y en ningún momento insinuó que su dios fuera el único
verdadero. Sólo decía que su dios no toleraba que quienes le adoraban rindieran culto también a otros ídolos. Moisés
instituyó una clase sacerdotal que cuidaba de las cuestiones del culto y le sustituían como juez en los casos menores.
Según la Biblia, el sacerdocio estaba encomendado a la tribu de Leví, a la cual pertenecía el propio Moisés. Tal vez los
levitas fueran los cananeos que escaparon de Egipto con Moisés cuando los hicsos fueron expulsados.

Las Tablas de la Ley fueron guardadas en un arca sagrada, el Arca de la Alianza, pues Dios prometió a los israelitas
una "tierra de la que mana leche y miel", como a menudo es descrita en la Biblia, si seguían sus leyes. Éstas son las
palabras de la Alianza:

Respondió el Señor: Yo estableceré Alianza con este pueblo en presencia de todos; haré prodigios nunca vistos sobre la
tierra, ni en nación alguna: para que vea ese pueblo que tú conduces la obra terrible que Yo, el Señor, he de hacer. Tú
observa todas las cosas que Yo te encomiendo en este día y Yo mismo arrojaré de delante de ti al amorreo, y al cananeo,
y al heteo, al ferezeo también, y al heveo, y al jebuseo. Guárdate de contraer jamás amistad con los habitantes de aquella
tierra, lo que ocasionaría tu ruina. Antes bien destruye sus altares, rompe sus estatuas y arrasa los
bosquetes [consagrados a sus ídolos]. No adores a ningún dios extranjero. El Señor tiene por nombre Celoso. Dios quiere
ser amado Él solo. No hagas liga con los habitantes de aquellos países, no sea que después de haberse corrompido con
sus dioses y adorado sus estatuas, alguno te convide a comer de las cosas sacrificadas. No desposarás a tus hijos con
sus hijas, no suceda que, después de haber idolatrado ellas, induzcan también a tus hijos a corromperse con la
idolatría. (Ex XXXIV, 10-16).
Evidentemente este texto contiene anacronismos, pero tal vez refleja una prevención original de Moisés, que no estaba
dispuesto a que sus hombres cometieran el mismo error que los hicsos y así, para evitar que convivieran con los pueblos
invadidos con riesgo de que éstos terminaran alzándose contra ellos, inventó e inculcó en sus hombres la intolerancia
religiosa. En efecto, cada vez que los israelitas tienen ocasión de conquistar una ciudad, el mandato divino es siempre
pasar a cuchillo a todos sus habitantes, incluso a las mujeres y a los niños. Los israelitas aplicaron esta política siempre
que la ocasión lo permitió.

Si en efecto Moisés salió de Egipto cuando la expulsión de los hicsos, entonces su peregrinaje no fue de cuarenta años,
sino de unos trescientos. Tal vez el plan original de Moisés fue reconquistar Egipto o, al menos Canaán, lo antes posible,
pero en un momento dado debió de darse cuenta de que el Nuevo Imperio Egipcio era intocable, por lo que debió de
comunicar a su pueblo que, a causa de sus muchos pecados, Dios había decidido que ninguno de ellos vería la tierra
prometida, sino que se la daría a sus hijos, después de que ellos murieran en el desierto. Los israelitas usaban la palabra
"hijo" en un sentido muy laxo, que igual podía significar "nieto", o "bisnieto", o lo que fuera. De este modo, los israelitas
(o una parte de los que después serían llamados israelitas) debieron de permanecer en la península del Sinaí, o tal vez en
Arabia, mientras Egipto fue invencible, conservando siempre la ilusión de la tierra prometida, y salieron de nuevo a escena
tan pronto como detectaron signos de debilidad.

Hay una parte del relato bíblico que no encaja con esta interpretación, lo que indica una procedencia distinta. Según esta
parte, los israelitas descendían de José (en realidad de José y sus once hermanos, pero este añadido es sin duda muy
posterior), que era un cananeo que, de esclavo, había pasado a virrey de Egipto. La leyenda de José parece provenir de
los tiempos de Amenofis III y Akenatón (cuando Moisés ya llevaría muerto mucho tiempo). La familia de José proliferó,
pero "Entre tanto, se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía de José" (Ex. I, 8) y los israelitas fueron reducidos a la
esclavitud. Después, el dios de Moisés lanza sobre Egipto una serie de plagas hasta que el rey decide liberar a los israelitas,
luego se arrepiente de su decisión y sale a perseguirlos, pero el dios de Moisés abre un pasillo en las aguas del mar Rojo
y lo vuelve a cerrar cuando los israelitas ya habían pasado al otro lado, mientras el rey egipcio moría ahogado. ¿De qué
faraón escaparon los israelitas? La Biblia dice también que los esclavos israelitas "... edificaron al faraón las fuertes
ciudades almacenes de Fitom y Ramsés" (Ex. I, 11), Así que el faraón debía de ser Ramsés II o, a lo sumo, su hijo
Meneptah. Ahora bien, por supuesto, ninguno de ellos murió en el mar Rojo.

Es muy probable que alguna de las tribus israelitas escapara de la parte oriental del delta del Nilo en tiempos de Meneptah
(los que edificaron las ciudades de Fitom y Ramsés). Las siete plagas pueden ser un recuerdo de las calamidades que
sufrió Egipto con la invasión de los pueblos del mar y, ciertamente, éstas pudieron darles la oportunidad de escapar. El
nombre de la tribu de Isacar parece provenir de Sokar, que era un dios egipcio. Las historias de los recién llegados
acabarían fundiéndose anacrónicamente con las leyendas sobre Moisés, aportando más colorido a la salida de Egipto. El
intervalo tradicional de cuarenta años puede ser un compromiso entre los tres siglos de una fuente y los pocos años de
otra.

Al llegar a Canaán, los israelitas entraron en contacto con la leyenda de Abraham. Probablemente fue a través de los
hebreos. Al parecer, los Idumeos se consideraban descendientes de Esaú, el primogénito de Isaac, hijo a su vez de
Abraham, y, por consiguiente, legítimos herederos de la tierra que le había sido concedida a éste por su dios. Por su parte,
los moabitas y amonitas se consideraban descendientes de Lot, sobrino de Abraham. Esto obligó a modificar las leyendas
no sin cierto descaro. Por ejemplo, la relación de Esaú con Edom es explicada así en el Génesis:

Había un día guisado Jacob cierta menestra cuando Esaú, que volvía fatigado del campo, se llegó a él y le dijo: Dame
esa menestra roja que has cocido, pues estoy sumamente cansado. Por cuya causa se le dio después el sobrenombre de
Edom [que, por una falsa etimología, se interpreta como "rojo"]. (Gn XXV, 29-30).
Esta teoría legitimaba las posesiones hebreas, pues el dios de Abraham había otorgado Canaán a sus descendientes. En
Gen. XIV, 13, Abraham es llamado Abram el hebreo. Ahora bien, Josué llegaba también con un dios que le había
prometido una tierra que, sin duda, tenía que ser Canaán. No debió de ser difícil identificar el dios de Moisés con el dios
de Abraham. Para consolidar la recién creada confederación israelita, Josué debió de convencer a sus socios de que
todos ellos descendían de Abraham a través de su nieto Jacob. Con el tiempo se limarían los detalles: al igual que Esaú
había tenido doce hijos (que se correspondían con otras tantas tribus idumeas), también Jacob tuvo doce descendientes,
uno de ellos era José, que a su vez tuvo dos hijos: Efraím y Manasés, y once hermanos, en correspondencia con las once
tribus restantes. Sin embargo la leyenda necesitaba algunas modificaciones que, de nuevo, la Biblia recoge sin
complejos. Por ejemplo, intercalado en la historia de Jacob, sin que guarde relación alguna con lo anterior y lo
posterior, encontramos este sorprendente pasaje:
Quedóse solo y he aquí que se le apareció un personaje que comenzó a luchar con él hasta la mañana. Viendo este varón
que no podía sobrepujar a Jacob, le tocó el tendón del muslo, que al instante se secó. Y le dijo: déjame ir, que ya raya el
alba. Jacob respondió: No te dejaré ir si no me das la bendición. ¿Cómo te llamas?, le preguntó. Él respondió: Jacob.
No ha de ser ya tu nombre Jacob, sino Israel [que, por una etimología no del todo correcta, significa "hombre que lucha
con Dios"], porque si con el mismo Dios te has mostrado grande, ¿cuánto más prevalecerás contra los hombres?
Preguntóle Jacob: ¿cuál es tu nombre? Respondió: ¿por qué quieres saber mi nombre? Y allí mismo le dio su
bendición. (Gn XXXII, 24-29)
En lo que sigue, Jacob sigue llamándose Jacob. Sólo en el libro del Éxodo pasa a ser llamado Israel. De este modo, los
israelitas pasaron a considerarse hijos de Jacob. Según estas cuentas, las tribus de Israel pasaron a ser doce: Efraím y
Manases eran dos medias tribus, que componían la tribu de José. La diosa Raquel pasó a ser la madre de José y
Benjamín, mientras que Lía se convirtió en la madre de Rubén, Isacar y Zabulón. Gad y Aser pasaron a ser hijos de una
esclava de Lía, mientras que la madre de Dan y Neftalí fue una esclava de Raquel. El supuesto antecesor de la tribu
sacerdotal de Leví, así como los de los últimos miembros de la coalición, Judá y Simeón, debieron de incorporarse
tardíamente entre los hijos de Lía. La tierra concedida por el dios de Abraham a sus descendientes se convirtió en una
mera promesa que no se realizó hasta que sus auténticos herederos, esto es, los israelitas, ocuparon Canaán. De nuevo,
algunos puntos débiles del argumento se fueron retocando más adelante. Por ejemplo, Jacob no era realmente el
heredero de Abraham (por línea directa), sino que lo era Esaú, pero Esaú decidió cederle amablemente los derechos a
cambio de la famosa menestra roja (que, más concretamente, era un plato de lentejas). Además, Jacob se las arregló con
la ayuda de su madre para que Isaac lo declarara su heredero en su lecho de muerte, confundiéndolo con Esaú. En fin,
añadiendo a esto una serie de profecías que garantizaban que era voluntad divina que Jacob heredara los derechos de
Abraham, los israelitas se encontraron con que su invasión era, se mirara como se mirara, la voluntad de Dios.

La Biblia da indicios de que Josué debió de aprovechar la historia de Abraham para infundir ánimo a sus hombres. Al
parecer, Dios ordenó a Josué que los circuncidara a todos. Probablemente fue Josué quien "descubrió" que el dios de
Abraham (o el de Moisés) había ratificado su alianza con el rito de la circuncisión (rito de origen egipcio que practicaban
los cananeos, pero no los israelitas). Josué debió de explicar a sus hombres que durante los años de peregrinaje por el
desierto habían abandonado la circuncisión, y sin duda ése era el motivo por el que Dios no les ayudaba a conquistar la
tierra prometida, pero la orden que Dios le daba ahora hacía presagiar que, una vez circuncidados, los reconocería como
su pueblo elegido y los conduciría triunfantes a la victoria. Filosofías aparte, es razonable pensar que unos hombres toscos
amedrentados por la opulencia de las tierras civilizadas (algo revueltas, pero civilizadas al fin) redoblarían su ánimo tras
un ritual tan molesto como el que se les proponía (un hombre dispuesto a eso merecía sin duda los favores del "dios de
los ejércitos", como se le empezaba a llamar).

Según el libro de Josué, el efecto de la circuncisión fue inmediato: los israelitas ganaron todas las batallas. Dios separó
las aguas del Jordán para facilitar el paso de su pueblo. Para tomar Jericó, sólo tuvieron que hacer sonar unas trompetas
(siguiendo la indicación divina) y las murallas cayeron, luego fueron tomando una ciudad tras otra matando a cada rey
junto con todos sus habitantes, el Sol detuvo su curso para que Josué pudiera terminar una batalla, etc. En cambio, en el
libro de los Jueces la invasión se describe como un proceso mucho más penoso, lleno de avances y retrocesos, un proceso
que se llevó a cabo a lo largo de unos cien años.

La religión israelita era muy diversa. Todas las tribus debieron de adoptar como dios principal al dios de Efraím,
identificado con el de Abraham, llamado Eloím o Yahveh. Le erigieron un santuario en Silo, en territorio de Efraím,
donde se guardaba el Arca de la Alianza, que contenía las tablas con los diez mandamientos y era el centro de numerosas
peregrinaciones y rituales. Los levitas consiguieron que las pocas ciudades que quedaron a su cargo se convirtieran en
una especie de santuarios respetados por todos, donde podían refugiarse los perseguidos en busca de justicia. Tal vez ellos
conservaron más o menos íntegras las tradiciones del culto a Yahveh, en particular su recelo y desprecio hacia otros
dioses, pero lo cierto es que esta pretendida exclusividad fue siempre minoritaria entre los israelitas: cada tribu había
traído sus propias creencias a las que no estaba dispuesta a renunciar. Los israelitas adoraban a una multitud de dioses de
origen cananeo o incluso egipcio: Baal, Astarté, Anat, etc. Estaba muy difundida la creencia de que los muertos viajaban
a un lugar llamado Seol, sobre el que, al parecer, Dios no tenía jurisdicción, donde permanecían para siempre, si bien se
les podía invocar con ayuda de unas estatuillas sagradas llamadas Terafim con las que se les podía consultar y predecir el
futuro. Otra manifestación religiosa israelita la constituían los profetas. Aunque el concepto de profeta evolucionó
considerablemente a lo largo de la historia, en esta época eran una especie de místicos que entraban en trance y
supuestamente tenían visiones adivinatorias. Los profetas en éxtasis debían de intimidar bastante a las gentes sencillas,
así que gozaban de cierta autoridad.

Los principales enemigos de los israelitas eran, sin duda, los filisteos. La Biblia contiene muchas leyendas sobre las luchas
entre israelitas y filisteos, la más famosa de las cuales es la de Sansón y Dalila. Hacia el 1050 los filisteos infligieron una
grave derrota a los efraimitas cerca de Silo. Efraím trató de reponerse recurriendo a sus aliados, pero la disciplina filistea
superó con creces a la desorganización israelita y los filisteos vencieron de nuevo. Una derrota completa de Efraím podía
suponer la creación de un imperio filisteo y el desastre para todos los israelitas. Efraím trató de dar un golpe de efecto:
transportó el Arca de la Alianza desde Silo hasta las inmediaciones de los ejércitos filisteos. Esto infundió ánimos a sus
hombres, pues pensaban que ahora su dios estaba con ellos (la idea de que Dios está en todas partes no se le había ocurrido
todavía a nadie, la cuestión entonces para los israelitas era más bien si Yahveh sería capaz de derrotar a los dioses
filisteos). Sin embargo, los filisteos confiaron en sus propios dioses, atacaron inmediatamente y las armas de hierro
prevalecieron una vez más sobre las armas de bronce y el dios israelita juntos. Silo fue destruida para siempre y el Arca
de la Alianza fue capturada. Los filisteos dominaron los territorios de Efraím y Benjamín, poniendo en jaque al resto del
territorio israelita.

Sin embargo, parece ser que resistió una especie de guerrilla en las montañas encabezada por un líder religioso
llamado Samuel, que pronto ganó una gran reputación entre todos los israelitas. Más tarde, cuando Samuel ya era mayor,
destacó un joven benjaminita llamado Saúl. Hacía tiempo que los israelitas se planteaban la conveniencia de elegir un
rey, pero ahora Samuel retomó la cuestión con más insistencia y propuso elegir a Saúl. Si Israel quería sobrevivir
necesitaba unirse bajo un mando único. La idea no acababa de convencer a los profetas y, aunque la mayoría de los
israelitas debía de verla con buenos ojos, el problema era que ninguna tribu parecía dispuesta a aceptar un rey de otra
tribu por el mero hecho de que conviniera aceptar uno.

Sin embargo, Saúl logró la reputación necesaria gracias a unos incidentes ocurridos en Gad, al este del Jordán. Los
amonitas habían cercado la ciudad de Jabes-Galaad y sólo aceptaban la rendición si sus habitantes consentían que se les
sacara el ojo derecho (o al menos, así lo contaron luego los israelitas). Por ello, los sitiados decidieron resistir y pidieron
ayuda a las tribus del otro lado del Jordán. Saúl aceptó la petición, reunió todos los hombres que pudo, eludió a los
filisteos, llegó a la ciudad antes de lo previsto, sorprendió a los amonitas y liberó la ciudad. Fue la primera hazaña de la
que los israelitas podían enorgullecerse desde los tiempos de Jefté. El éxito de Saúl hizo triunfar a la corriente partidaria
de elegirlo rey y Samuel, haciendo valer su propia reputación, se apresuró a investirlo con un ritual religioso apropiado.
Esto sucedió hacia el 1020. El nuevo rey estableció su capital en Guibá, en el territorio de Benjamín, a unos cinco
kilómetros al norte de Jerusalén.

Por esta época llegó al trono de Tiro el rey Abibaal. La ciudad tenía ya varios siglos de historia, pero hasta este momento
había estado supeditada a Sidón, la principal ciudad fenicia. Sin embargo, ahora la situación iba a cambiar. La ciudad
entera fue trasladada a una isla rocosa, donde era prácticamente inexpugnable y podía ser bien defendida con la ayuda de
una flota. Los fenicios contaban con una larga tradición naval que se había venido abajo con la llegada de los pueblos del
mar. Bajo Abibaal, la ciudad de Tiro fue recuperando esa tradición y ello le dio la supremacía frente a la antigua Sidón.
Volviendo a los israelitas, los filisteos se propusieron abortar la creación del reino de Saúl, pero no les resultó
fácil. Jonatán, el hijo de Saúl, derrotó a una pequeña guarnición filistea cercana a Guibá, mientras su padre se
atrincheraba en Michmash, un poco más al norte. Los filisteos avanzaron contra Michmash, pero fueron sorprendidos
por una rápida incursión de Jonatán. Los filisteos calcularon mal el número de tropas que les atacaba y decidieron retirarse.
Ante esta situación, Judá, sometida desde un principio a los filisteos, decidió rebelarse y se declaró fiel a Saúl. Un ejército
unido judeo-israelita derrotó a los filisteos en Shocoh, al sur de Jerusalén, y toda Judá quedó anexionada a Israel. Saúl
llevó sus tropas a Judá y derrotó a los amalecitas, un pueblo nómada que vivía al sur y que causaba los típicos estragos
periódicos. Así el rey mostró su poder a Judá al tiempo que se ganaba su gratitud.

Sin embargo, Saúl no fue tan buen diplomático como general. Por una parte recelaba de su hijo Jonatán, que había
conseguido gran popularidad ante el ejército y temía que pudiera derrocarle. Llegó a ordenar la ejecución de Jonatán por
cierta violación de un ritual, pero el ejército se opuso y tuvo que revocar la orden. La situación se volvió más tensa. Por
otro lado, Saúl disputó a Samuel la autoridad religiosa, lo que le valió la enemistad del propio Samuel. Tras otros roces
menores, la situación más tensa se produjo a raíz de la campaña contra los amalecitas. Al parecer, Samuel había indicado
a Saúl cuál era la voluntad de Yahveh:

Ve, pues, ahora y destroza a Amalec, y arrasa cuanto tiene: no le perdones ni codicies nada de sus bienes, sino mátalo
todo, hombres, mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos. (Samuel XV, 3)
Sin embargo, Saúl sólo mató a los amalecitas, pero perdonó la vida a su rey Agag, (tal vez para usarlo como rehén) y
distribuyó el botín entre sus soldados como recompensa (en lugar de sacrificarlo a Dios). El caso es que Samuel humilló
públicamente a Saúl, tras lo cual consideró prudente retirarse a un segundo plano, pero Saúl sabía que en lo sucesivo
contaba con la oposición de Samuel y, con él, la de los profetas. Saúl se volvió receloso hasta la paranoia. Entre las
víctimas de sus sospechas estaba, además de su hijo, un joven judío que se había trasladado a Guibá tras la anexión. Se
llamaba David, y pertenecía a una importante familia de Belén, al sur de Jerusalén. David era un político inteligente
(más que Saúl) y también un buen general. Al principio gozó del favor de Saúl, que le concedió la mano de su
hija Mical, pero era íntimo amigo de Jonatán, lo que suscitó los recelos del rey. Como David no era hijo suyo, lo tenía
más fácil para urdir su muerte, pero Jonatán le previno y David abandonó sigilosamente Guibá y llegó a Judá, donde
tuvo que mantener una guerra de guerrillas contra Saúl. David contaba con el apoyo de Samuel y los profetas, tal vez
por el mero hecho de que se oponía a Saúl.

El rey persiguió implacablemente a David. Llegó a matar a un grupo de sacerdotes al enterarse de que uno de ellos había
ayudado a David cuando huyó de Guibá. Con el tiempo, logró que a David le costara más obtener ayuda, hasta el punto
que en un momento dado decidió pasarse al bando de los filisteos. Éstos vieron ahora su oportunidad. Israel estaba
convulsionado por revueltas internas entre los partidarios de Saúl, los de Jonatán, los profetas, y ahora uno de los
oponentes de Saúl se aliaba con ellos. Sin duda, un vigoroso ataque filisteo en estas condiciones iba a tener éxito.

Hacia 1000 un ejército filisteo se enfrentó nuevamente a Israel. Jonatán optó por ayudar a su padre ante la gravedad de
los hechos, pero el ejército israelita fue arrollado por el pesado armamento filisteo. Jonatán murió en la batalla y Saúl,
cuando lo vio todo perdido, se suicidó. Los filisteos obtuvieron de nuevo la hegemonía sobre Israel, como si Saúl nunca
hubiera existido.

EL REY DAVID
A principios del primer milenio (si no antes) los pueblos indoeuropeos llegaron hasta Italia. Llevaron consigo el hierro y
las nuevas costumbres asociadas a la metalurgia, como la incineración de los muertos. No introdujeron ningún tipo de
organización política, sino que con el tiempo irían cristalizando distintas culturas a lo largo de toda la península. Francia
empieza a ser ocupada por los Celtas, que introducen nuevas técnicas agrícolas.

En el este, los arios estaban plenamente instalados en la India. Por esta época se consolidó una rígida división social en
cuatro clases. Estaban los brahmanes (sacerdotes), los chatria (guerreros), los vaisya (ganaderos y comerciantes) y
los sudra (los antiguos aborígenes de la India, ahora reducidos a la esclavitud). En un largo proceso que arranca incluso
antes de la invasión, los arios fueron desarrollando una religión antecedente del actual hinduismo. Los brahmanes eran
los únicos que podían conocer los ritos y los textos sagrados, conocidos como veda, o revelación, redactados en sánscrito
pero no por escrito, sino que se transmitían oralmente. El dios principal era Visnú, también llamado Siva, quien se
ocupaba del mundo a través de sus numerosas esposas, entre ellas la benevolente Parvati, la guerrera Durga y la
destructora Kali. El hinduismo se refiere a su doctrina como sanatana-dharma, que significa algo así como "ley cósmica
universal sin origen", pues, al contrario que otras religiones, el hinduismo no tiene ningún fundador renombrado. Uno de
sus aspectos más destacados es la idea de los ciclos y la reencarnación. Por ejemplo, cuando un hombre muere, se
reencarna en una de las cuatro clases según la medida en que hubiera respetado el orden cósmico en sus vidas anteriores.
Así, bien mirado, las desigualdades por el nacimiento eran una expresión de la justicia universal.

Las acciones de un individuo que determinan su próxima reencarnación son su karma, pero el hombre cuenta con distintas
vías para salir del ciclo de reencarnaciones (samsara) y llegar finalmente a la liberación (moksa). Puesto que todo
pensamiento influye en el karma, una de las vías era el control del pensamiento mediante la meditación (la vía de la
meditación). La principal técnica de meditación era el yoga. Por otra parte, estaba la vía de las obras, consistente en
observar cuidadosamente los rituales tradicionales con la esperanza de acumular así un karma favorable y meritorio.

En Guatemala proliferan las comunidades agrícolas formadas por pueblos con una lengua común y que se extienden
por la península de Yucatán. Es el preludio de la cultura Maya.

En Perú aparece la cultura Chavín, ya plenamente agrícola, que aunó a un amplio territorio cuyos habitantes adoraban a
un dios felino. Su orfebrería en oro es la más antigua de América. En Chavín de Huantar se halla una plaza bordeada
de plataformas presidida por una gran pirámide truncada, cuyo interior es un conjunto de galerías, cámaras y escaleras.
Dispersas por todo el territorio, se encuentran estelas con representaciones de seres humanos con atributos felinos y
aspecto feroz.

La ciudad fenicia de Tiro seguía afirmándose como potencia marítima. Comerciaba con Egipto y con Grecia, y empezaba
a explorar el Mediterráneo occidental.

Los griegos jonios, tras haber ocupado paulatinamente las islas del Egeo, empezaron a poblar la costa oriental. Fueron
ellos quienes la bautizaron como "Anatolia", que en griego significa "sol naciente". Así mismo adaptaron las palabras
semitas "assu" y "ereb" (este y oeste), convirtiéndolas en Asia y Europa. Más precisamente, parece ser que fueron los
cretenses quienes adaptaron así las palabras semitas, y los jonios las tomaron de los cretenses. La costa oriental del Egeo,
juntamente con las islas, recibió el nombre de Jonia. Se fundaron doce ciudades en la costa, la más importante de las
cuales era Mileto. Así los griegos entraron en contacto con los frigios, que por aquel entonces dominaban casi toda la
mitad occidental de Anatolia, pero no se opusieron a la colonización griega. Al contrario, se sintieron atraídos por su
cultura y mantuvieron siempre relaciones amistosas. Su capital más importante era Gordion. Los griegos decían que ha
había fundado Gordias, que había sido un campesino al que Zeus designó para ser rey de Frigia mediante un oráculo.

La Grecia continental empezaba a conseguir cierta estabilidad tras los estragos de la invasión doria. Hesíodo describe la
Grecia de tres siglos más tarde y habla de cabañas de adobe con una única estancia para hombres y animales. Se pasa frío
en invierno y calor en verano. Se come grano, cebollas, queso, leche y miel, pero no muy a menudo. Hay paludismo, y
para huir de él hay que ir a colinas pedregosas, donde en su lugar hay hambre. No se podía comprar o vender con oro o
cualquier otra cosa que sirviera de moneda. Para comprar un carro varias familias tenían que juntar sus reservas de grano.
Periódicamente, los amos dorios venían de la ciudad a requisar parte de la cosecha, o incluso parte de los hombres, como
soldados. Los nobles dorios llevaban una vida sobria, pero más llevadera. Algunos hombres encontraron una nueva forma
de ganarse la vida: entreteniendo a sus amos con historias antiguas y no tan antiguas. Naturalmente, no eran historias
sobre campesinos y sus cabañas de adobe. Trataban sobre héroes, reyes y dioses. Así, en Grecia fue surgiendo una de las
mitologías más ricas de la historia, modelada en gran parte a conveniencia de los nuevos amos.

Por ejemplo, el triunfo de los dorios frente a los griegos micénicos tuvo su lógica contrapartida celestial: el dios principal
de la religión micénica era Cronos, pero fue abatido por el dios principal de los dorios: Zeus, exactamente igual como
Cronos había desplazado en su día a la diosa Gea. Naturalmente, el relevo de poder no podía deberse a una usurpación
ilegítima. La leyenda explicaba que cuando Cronos derrocó a su padre Urano, éste le vaticinó que lo mismo le sucedería
a él. Para evitar la profecía, Cronos devoraba a sus hijos tan pronto nacían, pero su esposa Rea reemplazó uno de ellos
por una piedra, que el padre se tragó sin apreciar la diferencia. El hijo que se salvó fue Zeus, quien, tras una serie de
vicisitudes, destronó a su cruel padre y le obligo a regurgitar a sus hermanos (que seguían vivos, porque eran inmortales).
Entre ellos estaban Hera (la que sería su última esposa), Poseidón y Hades. Los tres hermanos se repartieron el universo:
Zeus quedó como rey de los cielos, Poseidón como dios de los mares y Hades como dios del mundo subterráneo de los
muertos. De ellos surgiría la nueva generación de dioses griegos que gradualmente eclipsaría a las dos anteriores (la
pelásgica y la micénica).
Igual que los sumerios situaron sus héroes míticos antes del diluvio, ahora los griegos situaban a los suyos en la era
micénica, la Edad de Oro que había precedido a la presente Edad del Hierro, como ellos la describían. En la historia
mítica de los griegos, Europa se convirtió en la primera pobladora de Creta, madre del rey Minos. Había una leyenda que
debió de gustar especialmente a los dorios (si no es que fue íntegramente diseñada para ellos). Hacía referencia
a Hércules, hijo del propio Zeus y de la reina Alcmene, esposa del rey tebano Anfitrión. Se contaban muchas historias
sobre él, que lo convertían en el héroe griego por excelencia, pero la que ahora nos ocupa hace referencia a sus
(numerosísimos) hijos, que resultaron ser una horda de poderosos bandidos, los heráclidas. Uno de ellos retó uno por
uno a los soldados que el rey de Micenas había enviado para expulsarlos de Grecia. Las condiciones eran que si él les
vencía a todos, los heráclidas gobernarían Micenas, mientras que si perdía se iría del país con todos sus hermanos, que se
comprometían a no volver al menos hasta cincuenta años más tarde (esto es, en las personas de sus hijos y nietos). El caso
es que perdió, por lo que los heráclidas se fueron, pero a la tercera generación, cumplido el pacto, volvieron y se adueñaron
de Grecia. Evidentemente, los nietos de los heráclidas eran los dorios que, por consiguiente, al invadir Grecia no hicieron
sino volver a la tierra de sus antepasados. Es la versión griega de la tierra prometida de los israelitas.

En cuanto a los israelitas, tras la muerte de Saúl se encontraban completamente a merced de los filisteos. No
obstante, Abner, el que había sido el principal general de Saúl, se retiró con parte del ejército llevándose consigo
a Isbóset, el único hijo de Saúl que quedó con vida, y se retiró al este del Jordán, lejos de la influencia filistea. Los reinos
hebreos, siempre hostiles hacia los israelitas, aprovecharon las circunstancias. Así, el reino de Moab absorbió totalmente
a la tribu de Rubén. Mientras tanto, David aprovechó la situación y convenció a los ancianos de Judá de que lo
proclamasen rey de Judá, y estableció su capital en Hebrón, una ciudad fortificada a unos 30 kilómetros de la capital
filistea de Gad. Al contrario que Saúl, el rey David era un astuto diplomático, y supo convencer a los filisteos de que bajo
su gobierno los israelitas serían un fiel títere del que jamás tendrían que preocuparse.

David tuvo suerte: Isbóset discutió con Abner a causa de una mujer, y éste se enfadó hasta el punto de iniciar
negociaciones con David para ayudarle a derrocar al que había sido su protegido. David exigió a Abner que le entregara
a Mical, la hija de Saúl que había sido su esposa antes de verse obligado a huir de Guibá. Sin duda David comprendía la
importancia de poder presentarse como yerno de Saúl a la hora de reclamar el trono de Israel. Abner le entregó a Mical y
pactó con David. Posiblemente le cedió una parte del ejército israelita. Luego Joab, el general de David que hacía de
intermediario, mató a Abner a traición, teóricamente por una venganza personal (pues Abner había matado a su hermano,
o al menos eso dijo Joab), pero es más probable que siguiera órdenes de David, para impedir que Abner pudiera volverse
atrás y revelara el pacto a Isbóset. David lamentó públicamente la muerte de Abner, pero Joab siguió en su cargo.

Cada vez estaba más claro que la casa de Saúl decaía, mientras David se hacía más fuerte. Tal vez ello movió a dos
oficiales de Isbóset a cortar la cabeza de su rey y llevársela a David. No sería descabellado suponer que David fue el
inductor de esta nueva traición, pero oficialmente se mostró más consternado aún que con la muerte de Abner. Según la
Biblia, mandó matar a los dos asesinos, se les cortó las manos y los pies y fueron colgados públicamente junto al estanque
de Hebrón. Ahora Israel estaba sin rey. En una situación tan crítica, bajo la doble amenaza hebrea y filistea, la necesidad
de un rey fuerte era indiscutible, y el único candidato era David, el poderoso rey de Judá, yerno de Saúl. Una embajada
israelita fue recibida en Hebrón, donde suplicó a David que aceptara reinar en Israel y éste aceptó. Era el año 991.

La Biblia llama Israel al reino de David, pero en realidad nunca fue un reino unido. Constaba por una parte del Israel
propiamente dicho, que ocupaba los dos tercios septentrionales del territorio, y del reino de Judá, en la parte sur. Los
israelitas nunca acabaron de considerar a Judá como parte de su pueblo. La Biblia se esfuerza por ocultar este hecho
porque fue escrita por judíos, pero el verse obligados a recurrir a un rey judío debió de ser humillante para los israelitas.
David era consciente sin duda de estos problemas y empleó toda su diplomacia en paliarlos. Su primera medida fue
cambiar la capital (los israelitas no hubieran tolerado mucho tiempo ser gobernados desde el centro de Judá). La ciudad
ideal era Jerusalén. Estaba situada en la frontera entre ambos territorios, era una ciudad amurallada fácil de defender. Ésta
era a la vez su mayor virtud y su mayor inconveniente: Jerusalén era tan fácil de defender que israelitas, judíos y filisteos
nunca habían podido conquistarla. Seguía en poder de una tribu cananea, los Jebuseos.

De algún modo, en 990 David se las arregló para tomar Jerusalén. La Biblia no explica cómo lo hizo, así que es probable
que empleara alguna treta no muy honrosa. Tampoco es fácil explicar por qué los filisteos toleraron impasibles el ascenso
de David. De algún modo, David debió de convencerles de que trabajaba para ellos, pero tras la toma de Jerusalén los
filisteos le exigieron que abandonara la ciudad como muestra de lealtad. David se negó y así entró en guerra. Sin embargo,
los israelitas estaban ahora crecidos por su notable victoria en Jerusalén y David disponía de buenos generales. El
resultado fue una victoria completa sobre los filisteos, que desde este momento abandonaron para siempre toda idea
imperialista. Se retiraron a sus ciudades tradicionales y pagaron tributo a David.

Una vez establecida la nueva capital en Jerusalén, los esfuerzos de David por unificar su reino bimembre se encaminaron
hacia la religión. Desde que los filisteos destruyeron el santuario de Siló, los israelitas no tenían ningún centro religioso
común. Cada aldea adoraba a sus dioses locales en pequeños altares, situados especialmente en las colinas (sin duda un
vestigio de la antigua cultura nómada de los israelitas: los pastores suelen venerar a sus dioses celestes en lugares
elevados). De entre la fértil mitología israelita, la parte que más posibilidades unificadoras brindaba era la referente a
Moisés y su alianza con Dios. En torno a ella se conservaba el Arca de la Alianza, que los filisteos habían capturado y
conservado en la ciudad de Quiryat-Yearim, al norte de Judá (los filisteos temían a los dioses extranjeros tanto como a
los propios, así que no se atrevieron a destruir el Arca, y tampoco a introducirla en su territorio). David llevó el Arca a
Jerusalén y la situó en un santuario próximo a su palacio. Aunque él mismo ejerció buena parte de las funciones
sacerdotales, nombró sumo sacerdote a Abiatar, el único superviviente del grupo de sacerdotes que Saúl hizo ejecutar
por considerarlos partidarios de David. Posiblemente fue en este periodo cuando empezaron a tomar forma las leyendas
bíblicas que presentan a las doce tribus de Israel viajando unidas por el desierto a las órdenes de Moisés ayudados por su
dios.

Unida política y religiosamente la nación, David se vio con fuerzas para iniciar una expansión imperialista. En el fondo
esto puede verse como una medida más para aunar a su pueblo con un sentimiento de superioridad patriótica. Uno a uno,
conquistó los reinos hebreos de Amón, Moab y Edom. Luego avanzó aún más al norte. No intentó atacar a los fenicios
(hubiera sido un suicidio sin la ayuda de una flota). En su lugar, firmó con ellos tratados comerciales. Sin embargo,
sometió a tributo a las poblaciones del Éufrates superior. De este modo los israelitas se vieron dueños de un imperio de
dimensiones respetables. Los límites que Dios fija a la tierra prometida cuando le habla a Abraham según la Biblia son
precisamente los de este imperio.

EL REY SALOMÓN
Una de las cuestiones que más problemas ocasionaron al rey David fue la sucesión. Por una parte estaba la casa de Saúl.
Ahora que los tiempos eran buenos, era fácil que surgieran corrientes nacionalistas israelitas (anti-judías) que reclamaran
un rey israelita. Bajo uno u otro pretexto, David se las arregló para ejecutar a todos los descendientes de Saúl que pudieran
reclamar un derecho de sucesión. Sólo quedaba un hijo lisiado, incapacitado para reinar, por lo que David lo acogió en
su casa, como muestra de buena voluntad hacia la casa de Saúl. Más problemas le ocasionaron sus propios hijos. Era
costumbre entre los monarcas orientales disponer de un harén tan numeroso como fuera posible. Esto daba una imagen
de magnificencia tanto a los súbditos como a los extranjeros. Una forma de sellar una alianza con otro pueblo era
incorporar al harén una de sus princesas. Era todo un honor. El problema era que las distintas mujeres rivalizaban entre
sí, y todas trataban de que sus hijos gozaran de mayores privilegios frente a los de las demás. Particularmente delicada
era la cuestión de cuál de ellos heredaría el trono. Era frecuente que cuando el rey moría, uno de los hijos matara a sus
hermanos, dirimiendo así toda disputa por la sucesión. Sin embargo, una jugada inteligente podía ser matar a la vez al rey
y a los hermanos, mientras éstos estaban desprevenidos esperando la muerte de su padre.

La monarquía de Israel era joven, pero cayó en todos estos tópicos. El hijo favorito de David era Absalón, quien fue
gradualmente ganando partidarios hasta que en 970 reunió un ejército en contra de su padre y marchó contra Jerusalén.
David fue cogido por sorpresa, pero seguía siendo un buen estratega. En lugar de resistir un asedio en la capital (hubiera
sido humillante) logró escabullirse, huyó al otro lado del Jordán, organizó a todas las tropas leales de que pudo disponer
y volvió a Jerusalén, donde no tuvo dificultad en aplastar a su inexperto hijo. David ordenó capturarlo vivo, pero Joab, el
jefe del ejército, consideró más prudente matarlo.

La crisis alentó a los israelitas descontentos con un rey judío. Un benjaminita llamado Seba encabezó un alzamiento que
David sofocó con relativa facilidad. Aunque el rey demostró por segunda vez tener las riendas bien sujetas, lo cierto es
que estas rebeliones mostraban que su gobierno no estaba tan bien afirmado como él había pretendido.

Mientras tanto murió Abibaal, el rey de Tiro. En 969 fue sucedido por Hiram, que siguió impulsando la expansión de los
fenicios por el Mediterráneo. Parece ser que fue por esta época cuando los fenicios aprendieron a orientarse en mar abierto
mediante las estrellas, lo que facilitó las grandes expediciones a tierras lejanas.
Volviendo a Israel y el rey David, en 961 estaba ya próximo a la muerte y las tensiones de la sucesión eran mayores que
nunca. Al parecer, David había designado como heredero a Adonías, su hijo mayor tras la muerte de Absalón. Adonías
contaba con el apoyo de Joab y con el de Abimelec, el sacerdote. Sin embargo, la esposa favorita de David era Betsabé, la
cual gozaba de cierta influencia, la necesaria para intrigar en favor de su hijo Salomón. Se ganó el apoyo del
general Banaías, que sin duda vio la posibilidad de sustituir a Joab, y el del sacerdote Sadoc, que vio la posibilidad de
sustituir a Abimelec. Al parecer, Adonías se vio prácticamente coronado rey y antes de la muerte de su padre ya lo celebró
con un banquete. La reina jugó bien sus cartas. Ella, Banaías y Sadoc afirmaron que David les había expresado en su
lecho de muerte su voluntad de que su sucesor fuera Salomón. Acusaron a Adonías de usurpador y lograron volver al
pueblo contra él. Joab y Abimelec no pudieron hacer nada. El primero fue asesinado y el sacerdote tuvo que retirarse de
la vida pública. Banaías consiguió la jefatura del ejército y Sadoc el sumo sacerdocio.

Hacia 960, la ciudad de Tiro fundó su primera colonia de ultramar: fue Útica, situada en la costa africana justo al sudoeste
de la isla de Sicilia. Sin duda, las largas expediciones fenicias necesitaban de ciudades intermedias donde hacer escalas.
El Mediterráneo estaba libre de competencia, pues Grecia y Creta prácticamente no existían y Egipto casi tampoco.

Volviendo a Salomón, el nuevo rey hizo lo que frecuentemente ha hecho un usurpador con medios al llegar al trono:
desplegar tal magnificencia que nadie se atreva a cuestionar su realeza. La Biblia describe el harén de Salomón, formado
por unas mil mujeres, entre esposas y concubinas. Salomón ordenó construir un soberbio templo a Yahveh en Jerusalén,
donde residiría el Arca de la Alianza. La construcción quedó al cuidado de los arquitectos y artesanos de Tiro.

El rey Hiram puso dos flotas a disposición de Salomón, una en el Mediterráneo y otra en el mar Rojo. La primera llegó
hasta España y pasó incluso el estrecho de Gibraltar, con lo que, por primera vez, un barco navegó por el océano Atlántico.
En la desembocadura del Guadalquivir fundaron la ciudad de Tartesos, y a poca distancia la ciudad de Gades, la
actual Cádiz. La segunda flota tenía su base en Elat, en el extremo norte del mar Rojo, y en sus expediciones llegaba
hasta el sur de Arabia.
En 954 se terminó el templo, tras lo cual Salomón inició la construcción de un palacio real, mucho más grandioso que el
templo, así como otros templos para otros dioses distintos de Yahveh, en especial para los dioses principales de los reinos
sometidos de Moab y Amón.

La Biblia describe con orgullo que Salomón tenía en su harén una princesa egipcia. Esto es cierto, pero el Egipto de la
época no era el de antaño. La esposa egipcia de Salomón era hija de Psusennes II, que gobernaba únicamente sobre el
delta del Nilo, en un reino menor que el de Salomón. Su ejército estaba compuesto mayoritariamente por mercenarios
libios. Su comandante se llamaba Sheshonk. Indudablemente Sheshonk acabó por tener en sus manos el poder real, hasta
el punto que Psusennes II debió de verse obligado a casar una de sus hijas con el hijo de Sheshonk, signo de que éste
albergaba aspiraciones al trono. Probablemente fue esta situación la que llevó a Psusennes II a solicitar la ayuda de
Salomón, de modo que probablemente fue el faraón el que tuvo por un honor que una hija suya formara parte del harén
de Salomón, y no al revés.

Con la riqueza que obtuvo con el comercio, Salomón aumentó su ejército, compró caballos en Asia Menor y construyó
carros. Paulatinamente, los gastos de la corte empezaron a superar los ingresos. Salomón tuvo que reformar el cobro de
impuestos. Para ello dividió el imperio en doce distritos que no tenían nada que ver con las antiguas fronteras tribales, y
puso a cargo de cada uno de ellos a un gobernador. La mayor eficiencia en el cobro de impuestos causó un lógico
descontento del pueblo, que también se veía obligado a colaborar en las grandes construcciones. Además, Salomón dejó
a Judá libre del pago de impuestos, mientras que los israelitas se veían equiparados a los pueblos conquistados, como
Amón, Moab y Edom. Esto causó aún mayor resentimiento. Algunas autoridades religiosas israelitas empezaron a
cuestionar la legitimidad del templo de Jerusalén, recordando que el auténtico santuario de Yahveh debía estar en la
antigua Siló.

Por otra parte, la situación exterior, hasta entonces tan favorable a Israel, empezó a cambiar. En 940 murió Psusennes II,
con lo que terminó la dinastía XXI. El primer rey de la dinastía XXII fue, naturalmente, Sheshonk I, quien estableció su
capital en Bubastis y poco después logró hacerse con el control de Tebas, con lo que Egipto volvió a estar unido. Mientras
tanto, las tribus arameas que llevaban más de un siglo infiltrándose y hostigando a Asiria empezaron a organizarse. Los
arameos no parecen haber aportado ninguna cultura nueva, sino que absorbieron la de los pueblos que encontraron, en
especial la de algunos reinos neohititas. Al norte de Israel se formaron principados arameos. Un hombre
llamado Rezón fue erigido rey y estableció su capital en Damasco, muy cerca de la frontera israelita. El nuevo reino es
conocido como Siria, si bien éste es el nombre que le dieron los griegos mucho después.

La situación explotó en 938, cuando un efraimita llamado Jeroboam estaba a cargo de los grupos de trabajo forzado
encargados de las construcciones. Influido por Ajab, un líder religioso que defendía la restauración de Siló, inició una
rebelión que Salomón pudo sofocar, pero Jeroboam recibió mucho apoyo popular y logró huir a Egipto, donde Sheshonk
I lo acogió amistosamente. No era el primer prófugo israelita al que Sheshonk acogía. Ya tenía alojado a Hadad, un
edomita que también había intentado rebelarse sin éxito contra Salomón. Probablemente Sheshonk I vio en Israel una
amenaza desde que su antecesor entabló alianza con Salomón, y ahora estaba proyectando lentamente un ataque.

La ocasión se presentaría con la muerte de Salomón, que tuvo lugar en 931. Fue sucedido por su hijo Roboam. Éste no
tuvo dificultades en la realización del ritual necesario para ser proclamado rey de Judá, pero para ser aceptado como rey
de Israel debía pasar otros rituales en Siquem, el antiguo centro político de Efraím. Los israelitas trataron de obtener
concesiones y exigieron una disminución de los impuestos. Roboam respondió con una altanera negativa, e Israel se
rebeló. Probablemente Sheshonk estimuló la rebelión, e inmediatamente envió a Jeroboam, que fue proclamado rey de
Israel y estableció su capital en Siquem, si bien pronto la trasladó a Tirsa, algo más al norte. Esto no supuso únicamente
una partición del reino, sino un completo desmembramiento. Siria se apropió del norte de Israel, Amón recuperó su
independencia, mientras que Israel retuvo a duras penas a Moab. Judá retuvo a Edom. En 926 Sheshonk I invadió Judá,
saqueó Jerusalén y se llevó buena parte de los tesoros que Salomón había acumulado. Sin duda Judá se convirtió en
tributaria de Egipto durante algún tiempo.

Mientras tanto, Jeroboam se encontró con ciertos problemas políticos que debía resolver. Durante los reinados de David
y Salomón se hizo un considerable esfuerzo por aunar a todos los israelitas y judíos en torno a un culto común, con centro
en Jerusalén. Sin embargo, dicho culto era ahora una amenaza para la monarquía israelita. Si Israel seguía rindiendo culto
al dios de Jerusalén, sus ejércitos podrían negarse a atacar a Judá en caso de necesidad por cuestiones religiosas. Jeroboam
podría haber reconstruido Siló, pero tal vez consideraba peligroso de todos modos compartir un dios con Judá. En su
lugar, fomentó dos centros religiosos, uno al sur, en Betel, a sólo 16 kilómetros de Jerusalén, y otro al norte, en Dan. En
ambos colocó la figura de un toro joven, cuyo culto estaba muy arraigado en Efraím, y organizó una clase sacerdotal que
cuidara de los rituales. Esto originó una perpetua enemistad entre la realeza y la aún poderosa clase sacerdotal dedicada
al culto de Yahveh o, mejor dicho, de Eloím, que era el nombre que los israelitas daban al dios bíblico.

De esta época datan los documentos más antiguos que se conocen sobre la religión judeo-israelita. En ellos podemos
apreciar los esfuerzos realizados durante los reinados de David y Salomón por dotar a judíos e israelitas de una tradición
común. Supuestamente, las doce tribus de Israel llegaron juntas a Canaán conducidas primero por Moisés y luego por
Josué. En realidad Josué debió de ser uno de los jueces o caudillos que tenía cada tribu, pero los mandatos simultáneos
de estos caudillos son presentados como sucesivos, de modo que aparentemente las doce tribus estuvieron siempre bajo
un mando común incluso antes de la monarquía. El dios de Moisés, identificado con el de Abraham, desempeña un papel
central en el destino de Israel: cada vez que los israelitas sufren un revés, ello se interpreta como la represalia divina por
una ofensa atribuida al pueblo o a sus dirigentes (normalmente la adoración de otros dioses); cada vez que las cosas van
bien, ello es signo del favor de Dios hacia algún varón virtuoso. (Entre los casos más forzados está el de una epidemia de
peste que hubo durante el reinado de David. Según la Biblia, la causa fue que David ofendió a Dios ordenando hacer un
censo de Israel.)

Además de los textos históricos y pseudohistóricos (con la historia de Abraham, Isaac, Jacob-Israel, sus doce hijos, etc.)
también encontramos mitos cananeos de origen sumerio adaptados a la visión del mundo judeo-israelita. Hay una vaga
historia de la creación del hombre, así como una versión del diluvio universal seguida de extensas genealogías de los
patriarcas, que se corresponden con nombres de pueblos y tribus. Por ejemplo, Noé, el superviviente del diluvio según la
versión israelita del mito, tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Del último descendían los pueblos más lejanos, entre ellos
los egipcios, de Sem descendían los propios israelitas y pueblos afines, como los hebreos, mientras que Cam era el
antecesor de los cananeos y otros pueblos sojuzgados (Canaán era uno de los hijos de Cam). En una primera versión, Cam
(o Canaán) castró a su padre mientras éste dormía borracho. La versión final de la Biblia suavizó el crimen de Cam
reduciéndolo a "ver desnudo a su padre y no cubrirlo". En cualquier caso, Noé maldijo a Cam (y a sus descendientes),
condenándolo a ser "esclavo de los esclavos de sus hermanos", lo que justificaba que los israelitas mataran o esclavizaran
a los cananeos. Los egipcios habían importado tiempo atrás esclavos negros procedentes del África central. Los israelitas
explicaron el color negro de su piel como signo de que eran descendientes del maldito Cam, y así introdujeron en la
historia una idea que, aunque no consta explícitamente en la Biblia, sería retomada en muchas ocasiones de la tradición
judía por su extremada conveniencia: que los negros están hechos para ser esclavos.

Mientras tanto, en 919 murió el rey de Egipto Sheshonk I y fue sucedido por Osorkon I, que heredó un Egipto
relativamente próspero, si bien el nuevo rey no supo o no pudo hacer más que mantenerlo a duras penas.

El rey Roboam de Judá murió en 913 y fue sucedido por su hijo Abiyyam, que murió a los dos años y fue sucedido a su
vez por su hijo Asa, en 911. Los judíos recordaban el reinado de David como su época más gloriosa, y nunca cuestionaron
el derecho al trono de sus descendientes. No ocurría lo mismo en Israel, cuya mayor debilidad fue en todo momento la
falta de una tradición tanto política como religiosa. Por esta época los arameos estaban sólidamente instalados en Siria.
El reino de Damasco, bajo el rey Benhadad I, se había extendido en los últimos años hasta convertirse en una nación tan
grande como Israel. Sin embargo, también la vecina Asiria estaba resurgiendo. El mismo año que Asa subió al trono de
Judá, el rey Adad-Narari II ocupaba el trono de Asiria y empezó a reorganizarla. Pronto empezó a mostrar su poder
sobre los principados arameos.

Jeroboam murió en 910 y fue sucedido por su hijo Nadab, pero no logró mantenerse en el trono más de un año. Un
general llamado Basa dio un golpe de estado en 909 y ocupó el trono. Para consolidar su cuestionable derecho al trono
estimuló la guerra contra Judá. El rey Asa envió presentes al rey sirio rogándole que atacara a Israel. Benhadad I accedió
complacido ante esta posibilidad de expansión, y así se formó una alianza gracias a la cual la débil Judá pudo resistir a
Israel.

LA FUNDACIÓN DE ROMA
En el siglo VIII unos grupos olmecas procedentes de la zona de Veracruz se instalaron en nuevos poblados, el más
importante de los cuales fue Monte Albán. Éstos fueron el origen de la cultura Zapoteca. Realizaron construcciones en
piedra, desarrollaron la numeración, la escritura jeroglífica y el calendario. En Monte Albán los zapotecas construyeron
una enorme plaza limitada al norte y al sur por plataformas elevadas, mientras que en los otros dos lados había templos y
otras construcciones. En el centro se alza una hilera de templetes. La plataforma norte se abría al exterior mediante una
amplia escalinata y un pórtico de doce columnas de dos metros de diámetro. En la plataforma sur se alzaba una gran
pirámide. En el lado oeste se alzaba el Templo de los Danzantes, que era la parte más antigua de la ciudad.

Los celtas poblaban ya el norte de España, con lo que la cultura indoeuropea estaba extendida a lo largo de toda Europa.
Allí se mezclaron con la población indígena, los Íberos. Los celtas usaban flechas, hondas, espadas cortas de hierro y una
especie de alabarda. Rendían culto a Lug (el Sol), Taranis, (el rayo) y a muchos otros dioses, hasta cerca de 400. Sus
sacerdotes, los druidas, tenían fama de buenos médicos. Eran buenos agricultores y amigos de las novedades. Cuidaban
la forma física y practicaban el deporte. No tenían estructuras políticas a gran escala. Cada clan estaba gobernado por un
jefe y la jefatura la heredaba el primogénito. Los otros hijos tenían que emigrar para asentarse en nuevos territorios. Tal
vez por ello fueron el pueblo indoeuropeo que más se extendió por Europa.

Los historiadores antiguos dicen que los íberos eran de mediana estatura, morenos y enjutos. Muy caballeros, leales y de
carácter indomable, muy buenos guerreros. También dicen que eran indolentes y perezosos, y odiaban todo lo extranjero.
Las tribus íberas se agrupaban en diminutos estados monárquicos o republicanos. Habitaban poblados construidos en
lugares altos y muy fortificados. Pero la cultura más importante en la península ibérica seguía siendo Tartesos, al sur,
bajo la influencia fenicia.

Mientras, en Italia coexistían dos coaliciones rivales de ciudades-estado: Etruria al noroeste y el Lacio inmediatamente
al sur. El resto de la península itálica estaba poblado por tribus primitivas.

Grecia progresaba muy lentamente. No hacía mucho que Homero había compuesto sus dos famosos poemas: la Ilíada y
la Odisea, rememorando para los señores dorios las glorias de la era micénica. La vida seguía siendo dura. La vida en las
polis (o ciudades-estado) condicionó fuertemente la evolución de la sociedad griega. La figura del rey perdió relevancia
(en una ciudad pequeña y pobre, el rey no podía tener grandes atribuciones, ni hacer grandes ostentaciones). En muchas
polis llegó incluso a desaparecer, y el gobierno quedaba en manos de asambleas de nobles (la aristocracia o gobierno de
los mejores). Cada ciudad tenía su propio ejército. Estos ejércitos eran, naturalmente, pequeños, formados por soldados
de infantería pesadamente armados, los hoplitas. La calidad de vida de una ciudad, dentro de la pobreza generalizada en
que vivían todas, dependía en gran medida de la calidad de su ejército, así que los griegos eran ejercitados en el combate
desde niños. Las polis más fuertes sometían a sus vecinas.

Así, por ejemplo, Esparta controlaba toda Laconia, formada por las ciudades del valle del Eurotas. Su forma de
gobierno era atípica, pues tenía simultáneamente dos reyes, probablemente fruto de que dos tribus dorias se la
repartieron siglos atrás (los espartanos decían que sus reyes descendían de los dos hijos gemelos de su primer rey). No
obstante, el poder de los reyes se limitaba a dirigir el ejército. Los asuntos internos estaban regulados por una asamblea
de treinta ancianos (la gerusía) en la que los reyes contaban como dos votos más. Además había cinco éforos o
magistrados encargados de hacer cumplir las decisiones de la asamblea. Tenían incluso autoridad para multar o castigar
a los reyes si violaban la ley. Los espartanos propiamente dichos no superaban apenas el cinco por ciento de la población.
Las únicas actividades que consideraban honorables eran el gobierno y la guerra. El resto de las actividades estaban en
manos de los ilotas (esclavos) y los periecos, hombres libres pero sin ningún poder político. La mayor rival de Esparta
era Argos, que controlaba la Argólida. Su organización era similar a la espartana (sin la duplicidad de reyes), pero algo
menos rígida. Así podríamos recorrer ciudades y más ciudades, cada cual con sus características propias, cada cual con
su propia identidad nacional que se negaba a identificarse con cualquier otra, pese a la afinidad cultural que, sin duda,
había entre todas ellas.

Una ciudad que destacó por otras razones fue Delfos. Estaba situada en la región llamada Fócida, al pie del
monte Parnaso. En tiempos micénicos se llamaba Pito,y en ella había un santuario dedicado a la antigua diosa Gea,
atendido por una sacerdotisa de la que se creía que podía hablar con los dioses. Tras la invasión doria, Pito cambió su
nombre por Delfos y se consagró al dios Apolo (Gea no significaba nada para los dorios). Con este cambio de imagen
consiguió que perdurara su tradición de interlocutora de los dioses. El oráculo de Delfos fue ganando en reputación, y
todas las ciudades enviaban periódicamente embajadores a consultarlo. Los embajadores llevaban ofrendas, con lo que
Delfos se enriqueció.

Entre tanto Egipto seguía sumido en el caos, con un ejército incontrolable sobre el que el faraón no tenía ninguna
autoridad. Si el oriente próximo no hubiera estado tan convulsionado por esta época, sin duda Egipto habría sido una
presa fácil para el saqueo.
Asiria había quebrado el poder de Siria para poco después decaer ella misma. Israel y Judá aprovecharon la situación.
En 798 el rey Joacaz de Israel fue sucedido por su hijo Joás, cuyo ejército no tuvo dificultad en derrotar al rey sirio
Benhadad III en tres batallas sucesivas, con lo que Israel recuperó los territorios que había poseído en tiempos de Ajab.
En Judá, el descontento de los sacerdotes y del ejército con el rey Joás culminó con un golpe de estado en 797, tras el cual
se proclamó rey a su hijo Amasías, quien pronto restableció el dominio de Judá sobre Edom. Joás y Amasías, viendo que
la fortuna les sonreía, no tardaron en medir sus fuerzas. Esto sucedio en 786, en la batalla de Betsamés, cerca de Jerusalén.
Israel logró una victoria decisiva. Amasías fue tomado prisionero y Jerusalén fue ocupada. Parte de sus fortificaciones
fueron destruidas y el templo fue saqueado. Amasías continuó siendo rey de Judá, pero su reino se convirtió en tributario
de Israel. Joás de Israel murió en 783 y fue sucedido por su hijo Jeroboam II, que sometió completamente a Siria e hizo
de Samaria la ciudad más influyente de la mitad occidental de la media luna fértil.

En 782 murió el rey Hsüan, y el trono chino fue ocupado por su hijo Yü. Ahora un pueblo bárbaro procedente de las
estepas del norte, los Ch'uan-jung, amenazan las fronteras.

En 778 subió al trono de Urartu el rey Argistis I, quien aprovechando el declive asirio logró unir bajo su dominio el norte
de Mesopotamia. Por su parte, Babilonia cayó en poder de los caldeos.

En el año 776 se celebraron los primeros Juegos Olímpicos en Grecia. Se celebraban cada cuatro años en la ciudad
de Olimpia, al oeste del Peloponeso en honor del dios Zeus. Los griegos llegaron al compromiso de suspender toda guerra
durante el periodo de los juegos, para que todo el que quisiera (de sexo masculino, eso sí) pudiera acudir a presenciarlos.
Olimpia se convirtió en una ciudad sagrada, al igual que Delfos, ciudades a las que nadie se atrevía a atacar, pues con ello
se ganaría la represalia conjunta de toda Grecia. Los representantes de las distintas ciudades podían reunirse allí a
parlamentar aunque sus ciudades estuviesen en guerra, sin temor a un ataque a traición. Los ganadores de los juegos no
recibían ninguna recompensa, aparte de una rama de olivo y, por supuesto, la fama.

En 771 los Ch'uan-jung, aliados con miembros descontentos de la familia real, ocupan el valle del Wei, con lo que se
perdió la mayor parte de las tierras reales. El rey Yü murió en los desórdenes y su hijo P'ing se hizo cargo del gobierno
y se vio obligado a trasladar la capital hacia el este, a Luoyang. El rey P'ing contó con la ayuda del estado de Qin, pero
cuando éste recuperó la tierra que habían invadido los bárbaros, no la devolvió al rey, sino que la incorporó a sus dominios,
lo que le convirtió de repente en una nueva potencia en China. A partir de este momento los nuevos monarcas (Cheu
orientales) dejaron de tener poder real, pero conservaron una autoridad formal que se mantuvo durante mucho tiempo.

Volviendo a Canaán, el derrotado rey Amasías de Judá fue víctima de un golpe de estado como lo fuera su padre. Fue
asesinado en 769 y sucedido por su hijo Ozías. Bajo su reinado Judá siguió supeditada a Israel, pero el rey no hizo nada
por modificar la situación. Al contrario, se centró en recuperar económicamente el país y tuvo éxito. Reconstruyó las
fortificaciones de Jerusalén, tomó algunas ciudades-estado filisteas y reconstruyó el puerto de Elat, a orillas del mar Rojo,
que había tenido cierta importancia en tiempos de Salomón. Con ello revitalizó notablemente el comercio en Judá.

En 761 Egipto se fragmentó una vez más. En Tebas se instauró la XXIII dinastía, mientras en el Bajo Egipto continuaba
reinando (formalmente) la XXII. En realidad había un tercer centro de poder. Desde el desmoronamiento del Imperio
Nuevo, Egipto había perdido el control de Nubia, que pasó a ser gobernada por nativos, con capital en Napata. Sin
embargo, Nubia había asimilado completamente la cultura egipcia. Cuando Sheshonk ocupó Tebas, algunos sacerdotes
de Amón se refugiaron en Napata, donde fueron bien recibidos y formaron una especie de gobierno en el exilio, que en
estos momentos era tan fuerte o más que las dos partes en que se había dividido Egipto.

En 760, un pastor de Judá llamado Amós se atrevió a penetrar en el santuario israelita de Betel y habló en nombre de
Dios con unos planteamientos novedosos:

... Porque tengo sabidas vuestras muchas maldades y vuestros escandalosos delitos; enemigos sois de la justicia,
codiciosos de recibir dones, opresores de los pobres en los tribunales. [...] Buscad el bien y no el mal, a fin de que tengáis
vida; y así estará con vosotros el Señor Dios de los ejércitos, como decís que está. [...] Yo aborrezco y desecho vuestras
festividades, no me es agradable el olor de los sacrificios en vuestras reuniones, y cuando vosotros me presentéis vuestros
holocaustos y vuestros dones, no los aceptaré, ni volveré mi vista hacia las gordas víctimas que me ofrecéis en
voto. (Amós, V 12-22)
En suma, Dios acusaba a los israelitas de respetar los rituales al tiempo que llevaban una vida corrupta, y por ello les
amenazaba con mil desgracias si no se arrepentían. El sacerdote de Betel conminó a Amós a que volviera a Judá y así lo
hizo, pero fue la primera voz entre otras muchas que se alzaron a partir de entonces anteponiendo la rectitud de
costumbres a la práctica de los rituales.

El año 753 es, según la tradición, el año en que se fundó una ciudad llamada Roma. La tradición es pura leyenda: habla
de un rey de Alba que usurpó el trono a su hermano, mató a los hijos de éste y obligó a su hija a hacerse virgen vestal
(algo parecido a lo que hoy en día es una monja). No obstante, la virgen concibió dos hijos gemelos del dios
Marte, Rómulo y Remo, que fueron abandonados, criados primero por una loba y luego por unos pastores y, cuando
fueron adultos, restauraron a su abuelo en el trono y se dispusieron a fundar una nueva ciudad. Discutieron sobre el lugar
idóneo para ello, Rómulo eligió el monte Palatino, y marcó con un arado los límites de la ciudad. Remo cruzó el surco
para indicar que no reconocía la autoridad de su hermano sobre el territorio, y entonces éste lo mató. Así Rómulo fundo
Roma y se convirtió en su primer rey. Los colonos eran latinos, pero entre ellos había escasas mujeres, así que se las
arreglaron para secuestrar mujeres sabinas, lo que ocasionó una guerra. A causa de una traición, los sabinos lograron
entrar en Roma, pero las sabinas, que se habían aficionado a sus esposos, intercedieron por ellos, y así la Roma primitiva
resultó ser una mezcla de latinos y sabinos.

¿Qué sucedió en realidad? Por supuesto es imposible decir nada a ciencia cierta. La Roma primitiva estaba emplazada
sobre el monte Palatino, junto al Tíber, pero con el tiempo se extendió hasta otras seis colinas vecinas, siete en total. Se
sabe que el Palatino estaba ocupado por cabañas de pastores desde al menos el siglo X y que en la fecha tradicional de la
fundación las demás colinas tenían también habitantes. Probablemente, Alba decidió fundar una colonia fortificada en el
Palatino para contener a los etruscos (Roma estaba situada justo en la frontera con Etruria). Por algún motivo, Roma
escapó al control de Alba, probablemente con la ayuda de los sabinos y, por qué no, de los propios etruscos. La actividad
de los primeros romanos fue rural. Los ciudadanos estaban divididos en tres tribus: tricios, ramnos y lucerios, que tal
vez se correspondan con tres colectivos, uno de latinos, otro de sabinos y otro de etruscos, que se unieron para formar
Roma. Cada tribu se dividía en diez curias, a su vez formadas por varias familias. Poco se puede decir de Roma en esta
época. De hecho, sería absurdo ocuparse de una ciudad tan insignificante si no fuera por que siglos más tarde iba a dominar
el m

EL APOGEO DE ASIRIA
En la segunda mitad del siglo VIII el mundo civilizado experimentó muchos cambios. En 750 el rey nubio Kashta avanzó
hacia el norte y conquistó Tebas, tras lo cual los sacerdotes nubios descendientes de los sacerdotes de Amón exiliados
tiempo atrás recuperaron el poder de sus antepasados.

Mientras tanto, Hesíodo escribe "Los trabajos y los días". Era un campesino beocio, y en su obra enseña la administración
de una granja. Su descripción de la Grecia de su tiempo, desde el punto de vista de un hombre humilde, es desoladora,
pero por estas fechas Grecia empezaba a salir de su edad oscura. Una de las zonas más prósperas a la sazón era la isla de
Eubea. Llegó a tener tal exceso de población que buena parte de ella tuvo que emigrar. La ciudad de Calcis llegó a fundar
en cien años hasta treinta colonias al norte del mar Egeo, en la que pasó a llamarse península Calcídica.

En el Peloponeso, la ciudad de Argos llegó a la cumbre de su poder bajo el rey Fidón. Su influencia sobrepasó la Argólida
y llegó hasta el oeste, e incluso hasta algunas islas próximas.

Israel vivía un periodo de esplendor bajo Jeroboam II, mientras que Judá progresaba bajo Ozías. Sin embargo, en Judá
había un conflicto interno, y era la rivalidad entre el rey y el sumo sacerdote. Desde los tiempos de David y Salomón, el
sumo sacerdote había estado supeditado al rey, pero el reinado y el derrocamiento de Atalía había dado alas al clero. Joás
y Amasías no consiguieron imponerse y fueron asesinados, y ahora Ozías luchaba también por reafirmar su autoridad.
Hasta trató de presidir los sacrificios en el templo, pero de algún modo fracasó. La versión de la Biblia (tal vez no muy
fiable) es que Ozías enfermó de lepra (por castigo divino, naturalmente), y un leproso no podía entrar en el templo.
Desde 749 su hijo Jotan actuó como regente.

En 748 murió Jeroboam II y su hijo Zacarías le sucedió en el trono de Israel, pero sólo reinó medio año, tras lo cual hubo
un golpe de estado al que siguieron unas semanas de conmoción. Finalmente fue hecho rey un general
llamado Menajem. Era año olímpico en Grecia. Los juegos anteriores los había organizado Élide, ciudad cercana a
Olimpia, pero en esta ocasión Argos consiguió arrebatarle la organización. Élide pidió ayuda a Esparta y así se inició una
enconada rivalidad entre Esparta y Argos. No se sabe muy bien lo que sucedió, pero Esparta debió de imponerse, pues a
partir de entonces Élide organizó casi ininterrumpidamente los juegos, y los registros de 748 fueron borrados. Desde
entonces, Argos se unió a todos los enemigos de Esparta y jamás participó en ninguna actividad en la que la conductora
fuera Esparta.

Desde la muerte de Salmanasar III, Asiria había sido gobernada por monarcas débiles, pero en 745 un general dio un
golpe de estado, con lo que puso fin a una dinastía que había gobernado el país durante mil años, desde que la fundara
Shamshi-Adad I. El nuevo rey adoptó el nombre de un gran conquistador asirio y pasó a ser Teglatfalasar III. Bajo su
mandato, Asiria resurgió. Empezó por reorganizar el Imperio. Ajustó la maquinaria administrativa e hizo a todos los
funcionarios responsables ante él. Creó un ejército profesional asalariado, que podía actuar constantemente, sin necesidad
de reclutar campesinos durante periodos limitados de tiempo. Esto requería dinero, para lo cual tuvo que saquear a los
pueblos tributarios. Luego pasó a ocuparse de pueblos circundantes. Los medos nómadas llevaban años campando a sus
anchas. Fueron perseguidos y sometidos a tributo. A continuación se dirigió al oeste.

Las naciones cananeas se coaligaron contra Asiria. La coalición estaba encabezada por Ozías de Judá, pero el intento fue
un fracaso y en 738 el ejército cananeo fue derrotado por Teglatfalasar III. Israel, Judá, Siria, Tiro y las demás ciudades
fenicias fueron sometidas a tributo. Ese mismo año murió Menajem de Israel, que fue sucedido por su hijo Pecajya.

Según la tradición griega, 738 fue también el año en que ocupó el trono de Frigia el rey Midas. Buena prueba de la
prosperidad de Frigia en esta época es la conocida leyenda griega según la cual Midas convertía en oro todo cuanto tocaba.

Volviendo a Israel, el rey Pecajya hizo cuanto pudo para contentar a Asiria, pero el pago del tributo exigía recaudar
muchos impuestos y el pueblo estaba descontento. Además en Judá había desde siempre un sentimiento de odio hacia los
extranjeros, lo que unido a una subestimación del poder asirio culminó con un golpe de estado en 736, que le dio el trono
a un general llamado Pecaj, que se apresuró a organizar una nueva coalición contra Asiria. No tardó en conseguir el apoyo
del rey Rezin de Siria, hijo de Benhadad III, pero tuvieron dificultades en convencer a Jotan (el hijo de Ozías, regente de
Judá). En 735 apareció en la vida pública de Judá el profeta Isaías, profeta en la línea reformista inaugurada por Oseas
años antes. Sin embargo, a diferencia de Oseas, Isaías era de familia aristocrática, por lo que tenía fácil comunicación con
el rey y los sacerdotes, y estaba en contra de una rebelión contra Asiria. Para complicar más las cosas, en 734 murió Ozías
y poco después murió también Jotan, con lo que el trono pasó a su hijo Ajaz. El nuevo rey estuvo de acuerdo con Isaías
y optó por la neutralidad de Judá en un hipotético enfrentamiento contra Asiria por parte de Israel y Siria.

Este mismo año los corintios fundaron la ciudad de Siracusa, al oeste de Sicilia. Se abría así un proceso de expansión de
Grecia por el Mediterráneo. La política de los griegos fue fundar colonias en zonas costeras adecuadas para el comercio.
Sus ciudades se especializaban en elaborar productos de artesanía con materias importadas que después intercambiaban
con tribus del interior, más primitivas, que les suministraban alimentos.

Mientras tanto, las fuerzas conjuntas de Siria e Israel invadieron Judá, en represalia por su negativa a integrarse en la
coalición antiasiria. No tuvieron dificultades en tomar todo el país. Los edomitas y los filisteos aprovecharon para
independizarse y Ajaz vio reducido su reino a los alrededores de Jerusalén. El rey pidió ayuda a Asiria y Teglatfalasar III
no tardó en responder. Sus ejércitos llegaron a Siria en 732 y la aplastaron sin dificultad. Con ello Siria desapareció para
siempre de la historia como nación independiente. Esta aniquilación se debió a que Teglatfalasar III empleó una política
mucho más astuta de la de sus predecesores. Mientras éstos trataron de contener a los pueblos sometidos mediante el
terror, Teglatfalasar III decidió realizar deportaciones en masa. Diseminaba la aristocracia de un pueblo entre otras
regiones lejanas, mientras que otros extranjeros eran llevados a ocupar el vacío dejado. Así logró borrar muchos
sentimientos nacionales, a la vez que creaba fricciones internas entre los antiguos habitantes de una zona y los recién
llegados, fricciones que consumían unas energías que de otro modo podrían haberse empleado contra Asiria. El caso fue
que los sirios se diseminaron por el imperio Asirio, y con ellos se llevaron su lengua, el arameo. Se trataba de una lengua
mucho más simple que el acadio, la lengua de Asiria, por lo que fue rápidamente adoptada por los mercaderes y se
convirtió en una especie de idioma internacional del Asia occidental. Con el tiempo desplazaría también al hebreo.

Israel sobrevivió a las represalias asirias, pero el reino de Pecaj se redujo a los alrededores de Samaria. El descontento
dio pie a un golpe de estado por el que fue proclamado rey el general Oseas, que logró la aprobación de Asiria
comprometiéndose a pagar el correspondiente tributo.
En 730 el rey nubio Pianji, sucesor de Kashta, conquistó el delta del Nilo, con lo que se convirtió en rey de un Egipto
unido de nuevo. Se le considera el primer rey de la XXV dinastía. En realidad pequeñas zonas del Bajo Egipto quedaron
bajo el control de reyes nativos, englobados en una XXIV dinastía.

En esta misma fecha surgió un conflicto en Grecia. Al oeste de Esparta, en el Peloponeso, se extendía la región
de Mesenia. Los dorios que se habían establecido en Mesenia se mezclaron con la población nativa, al contrario de lo
que sucedió en Esparta, por lo que los espartanos despreciaban a sus vecinos. No conocemos los detalles, pero en 730 se
inició la Primera Guerra Mesenia, con una invasión repentina por parte de Esparta. Tras algunos años de lucha, los
mesenios, conducidos por su rey Aristodemo, se vieron obligados a parapetarse en el monte Itome, un pico de unos 800
m de altura, donde resistieron algunos años más.

Mientras tanto Teglatfalasar III dirigía su atención hacia Babilonia, que ahora estaba gobernada por un rey caldeo. Cuando
éste murió marchó sobre la ciudad y se proclamó él mismo rey con el nombre de Pulu (tal vez su verdadero nombre). Esta
unión fue corroborada en los cielos como era habitual, de modo que el dios asirio Asur obtuvo la supremacía sobre el dios
babilónico Marduk.

Teglatfalasar III murió en 727 y fue sucedido por su hijo Salmanasar V. Egipto había observado con inquietud el
progreso de Asiria. Temía que en cualquier momento los asirios pudieran llegar a sus fronteras, así que se dedicó a apoyar
todo intento de rebelión contra el Imperio. La muerte del rey era el mejor momento posible para una rebelión, así que el
rey egipcio indujo a Oseas de Israel a rebelarse. Éste aceptó la propuesta y se negó a pagar el tributo pactado.
En 725 Salmanasar V puso sitio a Samaria.

LA CAÍDA DE ISRAEL
El rey asirio Salmanasar V se encontró con serios problemas para tomar Samaria. El asedio se prolongó infructuosamente
durante tres años. No sabemos bien lo que sucedió, pero tal vez un ejército acostumbrado a victorias fáciles se exasperó
ante las dificultades. El caso es que Salmanasar V fue depuesto y sustituido por un nuevo rey (quizá uno de sus generales),
que adoptó el nombre de Sargón II (que, como ya sabemos, significa "rey legítimo"). Samaria fue tomada finalmente
en 722. Sargón II se atribuyó la conquista, mientras que la Biblia la atribuye a Salmanasar V. Babilonia aprovechó el
cambio de monarca para rebelarse. Un noble caldeo se apoderó de la ciudad y se proclamó rey con el nombre de Marodac-
Baladán. Su reinado duró mientras Sargón II estuvo ocupado en otros puntos de su imperio.

El rey Oseas no sobrevivió a la caída de Samaria, y con él desapareció para siempre el reino de Israel. Sargón II siguió la
política de deportaciones iniciada por Teglatfalasar III, de modo que 27.000 personas tuvieron que abandonar Israel, entre
aristócratas, terratenientes y funcionarios. Fueron trasladados a más de 700 km de distancia, al extremo oriental de la
media luna fértil, donde perdieron su identidad al mezclarse con la población nativa. Para ocupar las regiones despobladas
se llevó allí deportados de otras regiones, que al mezclarse con la población nativa se convirtieron en los que en
generaciones posteriores fueron llamados samaritanos. Los samaritanos adoptaron el culto a Yahveh, así como las
tradiciones principales de los israelitas.

El poder de Sargón II llegó hasta la isla de Chipre, donde se han encontrado estelas erigidas por él. Mientras tanto, el
Mediterráneo estaba cada vez más transitado. Los fenicios potenciaron sus expediciones comerciales ante la necesidad
de reunir a tiempo el tributo que periódicamente les exigía Asiria. Los griegos les iban a la zaga. En 721 fundaron la
ciudad de Síbaris en el empeine de la "bota" italiana. Por aquel entonces ya había una colonia Griega en la península
itálica. Era Cumas, que según la tradición había sido fundada sobre el año 1000. Probablemente fue una colonia temprana
de Calcis, pero de ningún modo podía ser tan antigua. Fue el asentamiento más al norte que ocuparon los griegos.

Mientras tanto a Sargón II le surgieron problemas en su propia capital, Calach. Al parecer, la dinastía a la que él mismo
había derrotado contaba con mucho apoyo en la ciudad. Eligió un lugar al norte de Nínive y puso a trabajar
implacablemente a una legión de prisioneros de guerra en un proyecto monumental. Se trataba de una nueva capital, que
iba a llamarse Dur-Shakurrin (fuerte de Sargón) cuya planta era un cuadrado perfecto de más de kilómetro y medio de
lado. Sus ángulos estaban orientados exactamente según los puntos cardinales. Las obras comenzaron en 717.

Por esta época China estaba sufriendo transformaciones importantes. Los señores feudales se otorgaban ya el título
de reyes, y el monarca Cheu era ahora un emperador meramente nominal que ejercía una débil influencia en los
estados más cercanos a la capital, los Reinos del Centro. Algunos señoríos periféricos se aliaron ocasionalmente con
pueblos bárbaros y aumentaron su poder hasta eclipsar el de la monarquía Cheu. Destacaron cinco reinos, conocidos como
los cinco supremos: Qin, Jin, Qi, Chu y Song. En los siglos siguientes serían los auténticos protagonistas de la política
china. Pese a ello, los Reinos del Centro se negaban a admitir la situación. Para ellos el rey Cheu era considerado el Hijo
del Cielo y su dominio era "Todo bajo el Cielo". China era una isla rodeada por bárbaros y por "los cuatro mares". El
estado más poderoso era Qi, pues tenía el ejército más fuerte y contaba con riquezas naturales. El estado monopolizó la
extracción del hierro y de la sal.

Según las leyendas romanas, Rómulo reinó hasta 716, tras lo cual desapareció (al parecer porque los dioses lo llevaron
consigo, convertido en el dios Quirino) y fue sucedido por el sabino Numa Pompilio, el segundo rey de Roma (tal vez
en realidad fue el primero). La tradición dice que Numa instituyó la religión romana, si bien ésta era esencialmente la de
los etruscos y los sabinos. Por ejemplo, Quirino era el dios sabino de la guerra, equivalente al dios
latino Marte. Posteriormente los romanos identificaron sus dioses con los dioses griegos, con lo que trasvasaron
directamente a su mitología todas las leyendas griegas. Así, Zeus se identificó con el principal dios romano, Júpiter, sus
hermanos Poseidón y Efesto se identificaron con Neptuno y Plutón. El dios de la guerra Ares se identificó con Marte, la
diosa de la belleza Afrodita con Venus, etc. Durante un tiempo, los mitos sobre los dioses griegos fueron más conocidos
a través de sus equivalentes romanos. No obstante, algunos dioses romanos no hallaron un equivalente entre los griegos.
Aparte de que cada familia tenía sus propios dioses menores como protectores, estaba, por ejemplo, Jano, dios de las
puertas y, por extensión, de las entradas y salidas, de los cambios. Había un templo en Roma dedicado a Jano cuyas
puertas se cerraban únicamente en tiempos de paz. Dichas puertas estuvieron cerradas durante el reinado de Numa, pero
una muestra de la trayectoria posterior de Roma es que en los siete siglos siguientes las puertas del templo de Jano sólo
estuvieron cerradas cuatro veces, y ello por cortos periodos de tiempo.

La máxima autoridad religiosa en Roma era el Pontifex Maximus. Es interesante que Pontífice significa literalmente
"constructor de puentes". Tal vez aquí encontramos un vestigio de una antigua cultura palafítica, esto es, de viviendas
construidas sobre el agua a modo de protección, en la que el cuidado y la vigilancia de los puentes era una cuestión vital
encomendada a los sacerdotes.
También se atribuye a Numa Pompilio una modificación del calendario. El calendario primitivo de los latinos contaba
con diez meses lunares, de los cuales sólo los cuatro primeros tenían nombre propio: Martius (dedicado a
Marte), Aprilis (el mes en que se abren las flores), Maius (dedicado a la diosa Maya), Iunius (dedicado a la diosa Juno, la
esposa de Júpiter, identificada con Era). Los siguientes se enumeraban: Quintilis, Sextilis, September, October,
November y December. Al parecer, fue Numa quien añadió dos meses más: Ianuarius (dedicado a Jano) y Februarius (el
mes de unas fiestas llamadas Februa). El número de días de cada mes sufrió algunas variaciones a lo largo de la historia,
pero el año tenía 354 días (que hacen un total de 12 ciclos lunares completos). Para ajustar el año a los ciclos estacionales
faltaban 11 días, que se añadían normalmente en bloques de 22 días cada dos años, pero la decisión correspondía al
Pontifex Maximus y había cierta flexibilidad.

En 715 unos colonos procedentes de Calcis fundaron Zancle en Sicilia. Ese mismo año murió el rey Ajaz de Judá, que
fue sucedido por su hijo Ezequías. Su política fue compleja, pues pagaba tributo a Asiria, pero no dejaba de oponer
resistencia a dicha dominación. La principal arma de Ezequías fue la religión. Siguiendo la forma de pensar común de la
época, los asirios daban por sentado que su dios Assur era más poderoso que Yahveh, pues sólo así se explicaba que los
judíos estuvieran postrados ante Asiria. Por consiguiente, esperaban que los judíos adorasen a Assur con el debido respeto.
En cambio, Ezequías fomentó el culto a Yahveh, trató de eliminar otros cultos, centralizando así en el templo todo el
sentimiento religioso de su pueblo. Los sacerdotes difundieron y modelaron las antiguas historias sobre el cautiverio en
Egipto y la forma en que Yahveh liberó a su pueblo, fomentando así la esperanza de una nueva liberación. Los primeros
libros de la Biblia empezaron a tomar su forma actual en esta época. Por otra parte, Ezequías fortificó y aprovisionó varias
ciudades, construyó una canalización de agua para abastecer a Jerusalén y consiguió financiación de Egipto. Sólo faltaba
encontrar la ocasión adecuada para sublevarse.

Por esta época, la región comprendida entre el mar Negro y el mar Caspio estaba ocupada por los cimerios, que al parecer
eran una tribu escita. Otras tribus escitas iniciaron un proceso de expansión, y los cimerios huyeron hacia el sur, a través
del Cáucaso. Siguieron las rutas que habían seguido anteriormente los hititas, los hurritas y los arios, pero tuvieron menos
suerte, pues se encontraron con el poderoso Imperio Asirio. En realidad primero se encontraron con el maltrecho reino
de Urartu, y apenas empezaron a acosarlo por el norte cuando Sargón II se lanzó sobre él por el sur. En su campaña,
siguiendo la tradicional política asiria de terror, Sargón II destruyó el sistema de irrigación de Urartu, lo que supuso un
duro golpe para la tierra, pues reconstruirlo suponía una tarea de años. Por otra parte, el rey admiró el sistema de acequias
subterráneas y llevó la idea a Asiria, de donde se difundió por el mundo antiguo en general. En 714 Urartu capituló
definitivamente ante Asiria, aunque sus reyes conservaron su poder (siempre como tributarios de Asiria). Juntas, Urartu
y Asiria se enfrentaron a los cimerios y los expulsaron de la Media Luna Fértil. A continuación Sargón II pudo por fin
ocuparse de Babilonia. El rey caldeo Marodac-Baladán fue depuesto y enviado al exilio en 711.

En 710 se fundó Crotona, unos 80 Km. al sur de Síbaris. Síbaris y Crotona mantuvieron desde siempre una enconada
rivalidad. Este mismo año Esparta logró la capitulación de Mesenia en la guerra que libraban contra dicha región desde
hacía 20 años. Encolerizados por tanta resistencia, los espartanos convirtieron en ilotas a los mesenios. También en esta
fecha, el rey egipcio Pianji fue sucedido por su hermano Shabaka, que trasladó la capital de la lejana Napata hasta Tebas.

Por esta época Etruria se estaba convirtiendo en una de las grandes potencias del Mediterráneo, junto a los griegos y los
fenicios. Etruria era (y sigue siendo) una de las regiones más fértiles de Italia, así que no es extraño que los etruscos se
dieran pronto al comercio. Hubo grandes contactos e intercambios culturales. Así, los etruscos adaptaron a su lengua el
alfabeto griego (alfabeto que éstos habían adaptado a su vez del fenicio). Las primeras inscripciones etruscas conocidas
datan de estas fechas. Así mismo recibieron influencias religiosas. Las ideas etruscas sobre el Averno que les aguardaba
tras la muerte eran muy similares a las griegas. Paulatinamente fueron imitando el arte griego. En arquitectura llegaron a
aventajar a los griegos, pues los etruscos sabían construir arcos que reducían el número de columnas necesarias para
sostener una construcción.

Se han encontrado restos etruscos en Campania, la región de Italia situada al sur del Lacio, donde se encontraba la colonia
griega de Cumas. De aquí se infiere que los etruscos navegaban por las costas de Italia. De hecho, también fundaron
colonias en la isla de Cerdeña. Los griegos distinguían claramente entre pueblos bárbaros y civilizados. No cabe duda de
que a los etruscos los tenían entre los segundos. Un hecho notable es la imagen que los griegos, y más tarde los romanos,
tenían de las mujeres etruscas. Por ejemplo, Teopompo de Quíos (en el siglo IV a.C.) escribe:

Entre los tirrenos es costumbre arraigada que las mujeres sean propiedad común. Éstas prestan mucha atención al
cuidado de su cuerpo y hacen ejercicio desnudas, a menudo con hombres y en ocasiones entre ellas. No comen con sus
maridos, sino con quien se encuentren por azar en ese momento, y beben a la salud de quien quieren, pues son grandes
bebedoras y muy bellas. Los tirrenos crían a todos los niños que vienen al mundo sin saber de qué padre procede cada
uno.
Al parecer, nada de esto tiene fundamento. El origen de esta imagen parece deberse al desconcierto que en griegos y
romanos producía la posición social y la independencia de que gozaban las mujeres etruscas, similar a la de las mujeres
de los países civilizados de hoy en día. Las mujeres griegas nunca salían de casa por placer, y cuando tenían que salir lo
hacían bien cubiertas para no llamar la atención de los hombres y carecían de instrucción y de iniciativas. En Atenas la
costumbre era que comieran aparte, sin participar en las conversaciones de los hombres. Plutarco cuenta que en Mileto
hubo en una ocasión una racha de suicidios femeninos, signo de la frustrante vida que llevaban las mujeres. Por cierto,
que las autoridades resolvieron el problema decretando que las víctimas serían exhibidas desnudas en público. Por el
contrario, las mujeres etruscas participaban en todos los aspectos de la vida social. Una diferencia frente a las mujeres
romanas era que tenían nombre propio. En efecto, un ciudadano romano como Numa Pompilio tenía dos nombres:
Numa era su nombre propio, mientras que Pompilio era el nombre de su familia. Las mujeres, en cambio, tenían sólo el
nombre familiar. Si Numa hubiera tenido una hija, se habría llamado irremisiblemente Pompilia, y si hubiera tenido otra
más le habrían improvisado una forma de llamarla lo más simple posible. En cambio, Clelia, Ati, Larthia, son ejemplos
de nombres propios de mujer etrusca, algo prácticamente desconocido en Roma. Por último, las inscripciones funerarias
muestran que cada difunto conocía perfectamente su árbol genealógico.

Al terminar la Primera Guerra Mesenia, Esparta se lanzó al mar como sus vecinos. En 707 fundó Tarento, que llegó a
convertirse en la ciudad griega más importante de Italia. Por esas fechas terminaba la construcción de la que había de ser
la nueva capital de Asiria. El "fuerte de Sargón" era una ciudad magnífica, con un zigurat de siete pisos, muchos templos
y un palacio para Sargón II con una extensión de 100.000 metros cuadrados. Además había una biblioteca en la que el
rey reunió las tablillas cuneiformes que contenían la antigua literatura mesopotámica.

En realidad Sargón II no llegó a habitarla, pues los cimerios rechazados en el norte de Asiria se desviaron hacia el oeste
e invadieron Asia Menor, donde los frigios, ahora también tributarios de Asiria, no eran capaces de contenerlos. El rey
tuvo que acudir a marchas forzadas y en 705 murió en una batalla contra los nómadas.
Sargón II fue sucedido por su hijo Senaquerib. La sucesión trajo consigo los habituales disturbios, por lo que los frigios
tuvieron que arreglárselas por sí mismos contra los cimerios. Edom había acogido al rey caldeo Marodac-Baladán y ahora
le estimuló a recuperar su trono. Senaquerib tuvo que descender a poner orden en Babilonia.

Por alguna razón, Senaquerib no quiso ocupar la ciudad construida por su padre, que nunca fue habitada. En su lugar,
eligió Nínive como capital. Nínive siempre había sido una ciudad importante del Imperio Asirio, pero nunca había sido
la capital. Senaquerib la reconstruyó desde sus cimientos, la dotó de un gran acueducto que garantizaba el suministro de
agua y se edificó un gran palacio de 80 habitaciones.

Mientras tanto, el rey Ezequías de Judá había aprovechado también la sucesión asiria para llevar a la práctica sus proyectos
de rebelión. En alianza con Fenicia, los filisteos y Egipto, se negó a pagar el tributo. En 701 Senaquerib pudo dejar
Babilonia y enviar un ejército a Canaán. Las ciudades fenicias fueron asoladas, y el rey de Tiro tuvo que huir a las colonias
fenicias de Chipre. Tras varios años en que el único apoyo de Egipto a Canaán había sido monetario, el rey Shabaka
consideró que ya se hacía necesario intervenir militarmente, así que envió a su sobrino Taharka contra Senaquerib. El
encuentro se libró en territorio filisteo y los asirios vencieron sin dificultad. Luego Senaquerib se dirigió a Judá y tomó
todas sus ciudades excepto Jerusalén, a la que puso sitio. Los egipcios atacaron de nuevo y fueron nuevamente rechazados,
pero el ejército asirio se debilitó. Además, Senaquerib debió de recibir noticias de una rebelión en Babilonia, y Babilonia
era sin duda mucho más importante de Jerusalén, por lo que no podía permitirse un largo asedio. Así pues, llegó a un
acuerdo con Ezequías, que se comprometió a seguir pagando el tributo y el rey asirio se marchó.

LA GRECIA CLÁSICA
Los historiadores toman la instauración de los Juegos Olímpicos como fecha de inicio del "Periodo Helénico" en el que
Grecia alcanzó su máximo esplendor. Pero el resurgir de Grecia fue, naturalmente, un proceso gradual, y es a partir
del siglo VII cuando la recuperación se hizo realmente palpable. Entre la heterogeneidad de las polis griegas, había dos
que llaman especialmente la atención. Por una parte la belicosa Esparta, que había demostrado su tesón y su fuerza en la
larga guerra de veinte años contra Mesenia. En un extremo contraste con ella estaba Atenas.
Atenas fue pionera en un proceso que poco a poco iría afectando a la mayoría de las polis: la decadencia de la monarquía.
En una ciudad pequeña y austera, un rey no era muy diferente de otros nobles ni podía acumular mucha autoridad. Esto
facilitó la experimentación de formas de gobierno alternativas. Atenas carecía de rey desde hacía mucho tiempo. Según
la última tradición, su último rey fue Clodro, que en tiempos de las invasiones dorias luchó por mantener libre a Atenas.
Un oráculo predijo que vencería aquel ejército cuyo rey muriese primero, por lo que Clodro decidió dar su vida para que
Atenas siguiera siendo jónica. Los atenienses decidieron que un rey tan bueno no podía tener sucesor, pues ninguno estaría
a su altura. A partir de entonces Atenas fue gobernada por un Arconte, (que en griego significa algo así como
"presidente"). Al principio el cargo era vitalicio y pasaba de padre a hijo a partir de los descendientes de Clodro (o sea,
el arconte era un rey), pero luego se estipuló una duración de diez años para el arcontado, así como que éste no tenía por
qué pasar necesariamente de padres a hijos, pero sí conservarse dentro de la nobleza. Evidentemente la historia del origen
del arcontado es falsa, pero lo cierto es que de un modo u otro Atenas había pasado a un sistema de gobierno diferente de
la monarquía usual.

Mientras Esparta imponía su autoridad sobre el Peloponeso por la fuerza de sus hoplitas, Atenas logró la supremacía
sobre el Ática por procedimientos exclusivamente políticos. Lentamente fue absorbiendo a las poblaciones vecinas, en el
sentido de que todos los habitantes del Ática eran considerados atenienses aunque no hubieran nacido ni habitaran en la
ciudad. Este proceso de unificación del Ática terminó en 700, cuando se incorporó Eleusis, ciudad situada al noroeste del
Ática.

En Eleusis se practicaban unos ritos que en muchos aspectos fueron más importantes que la religión oficial griega, la de
los dioses del Olimpo, que había sido modelada en gran parte a gusto de los grandes señores, pero aportaba poco al
hombre común. Los Misterios Eleusinos eran probablemente un resto de la religión arcaica de Grecia. Los iniciados tenían
prohibido revelar nada sobre ellos bajo pena de muerte. Estaban relacionados con ciertos dioses agrícolas, con el grano
que muere en otoño pero deja una semilla que le hace renacer en primavera. Al principio debieron de ser ritos para
garantizar buenas cosechas, pero más tarde se aplicaron sus principios de muerte y resurrección a los hombres, de modo
que quien participaba en los ritos moriría y resurgiría otra vez en otro mundo. La religión olímpica, en cambio, sólo
ofrecía a los muertos un Averno desolador.
Al norte de Grecia había cinco regiones diferenciadas: Al noroeste estaba Iliria, que permanecería lejos del contacto con
la civilización durante siglos, salvo la presencia de algunas colonias griegas en su costa. Al sur de Iliria
estaba Épiro, habitada desde los tiempos de Homero por diversos pueblos grecohablantes en los que sólo se encuentran
pequeños vestigios de la cultura griega, como el culto a Zeus. En esta época los preponderantes eran los Tesprotas. Al
este de Iliria y Épiro estaba Macedonia, ocupada en un principio por pueblos tracios, pero unas tribus que descendieron
del monte Pindo los expulsaron hacia el este y se organizaron en una monarquía cuyo primer rey fue Perdicas I. Éste
construyó la ciudad de Egas y la convirtió en la capital de Macedonia. Al sur de Macedonia estaba Tesalia, una región
fértil y llana que había gozado de cierta notoriedad en la época micénica. Es la única zona de Grecia lo suficientemente
llana como para que los caballos tengan utilidad en las batallas. Por ello fue cuna de buenos jinetes. Los mitos griegos
sitúan a los legendarios centauros en Tesalia, probablemente un recuerdo de los primeros encuentros de los griegos del
sur con los jinetes tesalios. Según la tradición, un rey llamado Alevas organizó el territorio en
cuatro tetrarquías confederadas, dirigidas conjuntamente en tiempos de guerra por un único líder llamado tagos. Por
último, al este de Macedonia, sobre la costa norte del Egeo, estaba Tracia, región que ya había empezado a alojar
numerosas colonias griegas, especialmente en la península calcídica.

Mientras tanto, Judá acababa de librarse por poco de la destrucción total. Senaquerib dejó entera a Jerusalén, si bien
Jerusalén fue lo único que quedó entero en Judá. En 697 el rey Ezequías, cansado y deshonrado, delegó el gobierno en su
hijo Manasés. Mientras tanto Senaquerib se preparaba para un ataque definitivo contra Babilonia. Comprendió que el
reino de Elam era responsable en gran parte de las rebeliones periódicas de Babilonia, pues había adoptado como forma
de defensa el ayudar a todos los rebeldes babilónicos para que mantuvieran ocupados los ejércitos asirios. Así que decidió
atacar primero a Elam, pero no a través de Babilonia, lo que haría llegar a sus ejércitos debilitados, sino mediante un
ataque inesperado por mar. Construyó secretamente una flota, para lo que recurrió a los fenicios y tal vez a los griegos.
Es posible que este fuera el primer contacto de los griegos con Asiria y el origen de las leyendas sobre Nino y Semíramis.
La flota descendió por el Éufrates, pasando junto a Babilonia sin detenerse y desembarcando en Elam. Sin embargo, los
elamitas respondieron al inesperado ataque de forma igualmente inesperada: dejaron en el país una mínima defensa
mientras el grueso de su ejército huyó a Babilonia, para unirse allí con los rebeldes y amenazando con incomunicar al
ejército asirio.
Esta jugada debió de provocar la cólera de Senaquerib. Hasta entonces, Asiria había sido relativamente respetuosa con
Babilonia. Sin duda, la ciudad tenía una tradición cultural que impresionaba a los asirios. Aunque Asiria superaba sin
duda alguna a Babilonia en cuanto a poderío militar, tanto asirios como babilonios reconocían la superioridad cultural de
Babilonia, pero ahora Senaquerib ya no estaba dispuesto a reconocer nada. En 689 se abrió paso hasta Babilonia, arrasó
sus canales, derribó los diques, llenó las acequias del barro de las casas que hizo abatir desviando el Éufrates, destruyó
incluso los templos y se llevó a Asiria la estatua del mismo Marduk.

En 687 murió Ezequías y su hijo Manasés ocupó el trono. Su política fue la de una total sumisión a Asiria. Pagó
puntualmente el tributo, fomentó el culto a los dioses asirios y se opuso al culto a Yahveh, cuyos partidarios continuaban
propugnando la rebelión contra el yugo asirio. Naturalmente, esto le hizo blanco de toda suerte de descalificaciones en la
Biblia. Pese a ello, el reinado de Manasés fue un periodo de paz para Judá.

El mismo año en que murió Ezequías surgió un nuevo reino en Asia Menor. Se trataba del reino de Lidia. Los lidios eran
una tribu que había estado bajo el dominio frigio y que lucharon junto a ellos contra los cimerios. Ahora habían encontrado
un general capaz llamado Giges, que fundó el nuevo reino y continuó la lucha contra los nómadas invasores.

En 685 el duque Huan se convirtió en el señor del estado chino de Qi. Por esta época nuevos pueblos bárbaros
amenazaban a China: las tribus de Man e I al sur y las de Jung y Ti al norte. Se trataba de pueblos seminómadas que
compartían los rasgos fundamentales de la cultura china, por lo que "bárbaros" ha de ser entendido simplemente como
"extranjeros".

Mientras tanto, colonizadores griegos llegaron hasta el estrecho del Bósforo y fundaron una ciudad en la costa asiática a
la que llamaron Calcedonia, por las minas de cobre que había en sus cercanías. Ese mismo año, la opresión que Esparta
infligía a Mesenia se hizo tan insufrible que los mesenios se alzaron de nuevo en armas, dirigidos por Aristómenes, dando
así comienzo a la Segunda Guerra Mesenia. Poco después Atenas modificaba ligeramente su sistema de gobierno.
En 683 el arconte dejó de ser el gobernante absoluto. La ciudad pasó a estar gobernada por nueve hombres elegidos
anualmente entre los nobles. Uno de ellos era el arconte, que daba nombre al año, pero también estaba el polemarca, que
gobernaba el ejército, otro ejercía de sumo sacerdote, y así las tareas de gobierno se distribuían entre los nueve. Además
surgió el Areópago, un consejo de nobles que actuaba como tribunal supremo.

En 681 Huan, el señor de Qi, negoció una alianza con Song, Lu, y otros estados chinos periféricos, a la que paulatinamente
se fueron incorporando nuevos miembros, preocupados por las incursiones bárbaras.

Entre tanto, el rey asirio Senaquerib fue asesinado en una conjuración organizada por sus dos hijos mayores. No
conocemos los detalles, pero algo debió de salir mal, pues ambos se vieron obligados a huir a Urartu, donde reclutaron
un ejército. Otro hijo del rey asesinado reclamó el trono y consiguió el respaldo de la nobleza. Se llamaba Asarhaddón, y
no tuvo dificultad en derrotar a sus hermanos. Su política fue radicalmente diferente a la de sus antecesores. Inició la
reconstrucción de Babilonia, una tarea que le llevó años. Llegó a un acuerdo de paz con Elam, el cual se comprometió a
no fomentar más rebeliones en Babilonia. Con Judá no tuvo problemas, pues Manasés no dejó de pagar el tributo
convenido. En 679 tuvo que dirigir una campaña contra los cimerios, que ante la presión de los escitas volvieron a penetrar
en Urartu. Asarhaddón los derrotó, pero a la vez trató de llegar a un acuerdo con ellos, el cual fue sellado, según era
habitual, incorporando a su harén una de sus princesas.

El rey asirio tomó medidas para que su propia sucesión no pusiera en peligro el poder asirio, como había ocurrido con las
sucesiones precedentes. Tenía dos hijos adultos y no estaba dispuesto a pasar por traiciones o intentos de asesinato que
pudieran terminar en una guerra civil. Eligió a su hijo menor como sucesor y obligó a toda la nobleza a jurarle fidelidad
como futuro rey. A su hijo mayor lo nombró virrey de Babilonia.

Finalmente a Egipto le tocó el turno de enfrentarse a Asiria. El rey actual era Taharka, el que había dirigido el ejército
egipcio contra Senaquerib mientras sitiaba Jerusalén. Asiria era consciente de las mil intrigas que Egipto había urdido en
los últimos años, y ahora estaba dispuesta a pedirle cuentas. En 675 Asarhaddón envió una expedición a Egipto que,
contra todo pronóstico, Taharka supo rechazar.

En 673 dice la tradición que murió el segundo rey de Roma, el sabino Numa Pompilio. Su sucesor fue Tulo
Hostilio. Hasta entonces Roma ocupaba tres colinas: los montes Palatino, Capitolino y Quirinal. El nuevo rey la extendió
al monte Celio edificando allí su palacio. El poder del rey no era absoluto, sino que era aconsejado por el Senado, una
asamblea de cien ancianos, representantes de los diversos clanes que componían la ciudad.

En 671 Asarhaddón pudo enviar de nuevo a Egipto un ejército mayor y mejor equipado que el anterior. Tomó Menfis y
el Delta, mientras Taharka se vio obligado a retroceder hacia el sur. En 669 Babilonia estaba completamente reconstruida
y recuperó su esplendor.

Mientras tanto Esparta seguía enzarzada en la Segunda Guerra Mesenia, que ya duraba 17 años. Argos debió de pensar
que era un buen momento para atacar a Esparta y efectivamente ganó una batalla, pero no pudo sacar mucho partido, pues
al año siguiente, en 668, Esparta pudo derrotar finalmente a los mesenios. Su caudillo Aristómenes y un grupo de aliados
tuvo que abandonar su patria, mientras Mesenia quedaba postrada una vez más ante Esparta. Fueron acogidos en la ciudad
de Zancle, en Sicilia, donde un poco después se hicieron con el poder y le cambiaron el nombre por el de Messana, en
honor a su tierra de origen.

El mismo año en que terminaba la Segunda Guerra Mesenia murió el rey asirio Asarhaddón, mientras marchaba a Egipto
en una tercera campaña. Tal y como había sido dispuesto, fue sucedido por su hijo menor, Asurbanipal. Bajo su reinado
Nínive llegó a su apogeo. Su población alcanzó los 100.000 habitantes y sus caravanas comerciales llegaban hasta la
India. Asurbanipal había recibido una esmerada educación, y se interesó por la cultura babilónica. Construyó una inmensa
biblioteca en su palacio en la que catalogaba cuidadosamente ejemplares de cuantas tablillas cuneiformes interesantes
llegaban a sus manos. Gran parte de los conocimientos que tenemos de Mesopotamia se deben a esta biblioteca.

En 667 la alianza de estados chinos que había promovido Huan se convirtió en una confederación de todos los estados
periféricos liderada por el propio Huan. Los estados de la confederación dejaron de considerarse bárbaros, y se incluyeron
entre los reinos del centro, que reconocían formalmente la autoridad Cheu. La capital se trasladó a la ciudad de Yong, más
hacia el este. La supremacía de Huan se debió en gran parte a la eficiencia de su primer ministro Kuan Tsong, que realizó
notables reformas económicas y fiscales. Entre otras cosas, introdujo en China el uso de monedas. A pesar de la
confederación, las incursiones bárbaras seguían produciéndose. Algunos estados más alejados se aliaron con los bárbaros
y aumentaron su poder. Entre ellos estaban Wu y Yue.
Entre tanto Roma se vio enfrentada a la que hasta entonces era considerada la mayor potencia del Lacio: la ciudad de
Alba Longa. Los detalles están envueltos en la leyenda. Según los historiadores romanos Roma y Alba convinieron en
sustituir una eventual batalla por un duelo de tres hombres contra tres hombres, con el compromiso de acatar los
resultados. Los romanos eligieron a tres hermanos de la familia de los Horacios, mientras que los albanos escogieron a
tres hermanos de la familia de los Curiacios. Dos de los Horacios murieron, pero el tercero echó a correr y fue perseguido
por los otros. Entonces se detuvo y luchó con ellos uno a uno, a medida que llegaban a él, y los mató a los tres. Alba
aceptó el resultado, pero poco después aprovechó una ocasión para rebelarse, con lo que en 665 fue tomada y destruida
por Roma. En resumen, que Roma acabó de un modo u otro con la hegemonía albana y se inventó una leyenda para
demostrar que su conducta fue justa.

En 661 Asurbanipal dirigió una nueva campaña contra Egipto. Esta vez llegó hasta Tebas y la saqueó, con lo que puso
fin a la dinastía de reyes nubios. Éstos continuaron reinando en Nubia mil años más, pero su civilización declinó pronto.
Asurbanipal nombró virrey de Egipto a Necao, un príncipe del Bajo Egipto que había sido prisionero de guerra durante
algunos años, con lo que conocía bien a Asiria y sabía lo peligroso que era rebelarse contra ella.

En 660 una expedición griega fundó una ciudad en la parte europea del Bósforo, enfrente de Calcedonia. Se
llamó Bizancio. Según la tradición, el nombre procede de Bizas, que era el jefe de la expedición, pero los griegos eran
muy dados a inventar personas que daban nombre a pueblos o ciudades. Calcedonia y Bizancio se hallaban en la situación
de privilegio en que antes había estado Troya, pues podían regular a su antojo el comercio con el mar Negro (o el Ponto
Euxino, como lo llamaban los griegos), que cada vez era más floreciente. A partir de esta fecha, las costas del mar Negro
fueron poblándose con más y más colonias griegas.

Ahora nos encontramos con un precedente de un fenómeno que iba a ser común en las ciudades griegas de los años
posteriores. Cuando una ciudad pequeña, como lo eran todas las polis griegas, alcanza un cierto nivel de prosperidad, el
pueblo podía ejercer mucha presión sobre un gobernante ineficaz, y algunos hombres carismáticos podían canalizar la
insatisfacción del pueblo para hacerse con el poder, lo cual ahora (antes no) suponía un ascenso social significativo. Así
empezaron a surgir los tiranos, palabra que designaba simplemente a alguien que asumía el poder sin ninguna clase de
respaldo dinástico, nobiliario o religioso, sin las connotaciones negativas que hoy tiene esta palabra para nosotros. Así,
en 655, Cipselo se hizo con el poder en Corinto.

Por estas fechas murió Necao, el gobernador de Egipto nombrado por los asirios, y su hijo Psamético ocupó su lugar.
Compró mercenarios lidios y con su ayuda plantó cara a las guarniciones asirias destacadas en Egipto. Al mismo tiempo,
Asurbanipal recibió la petición de auxilio de los principados de Asia Menor, que sufrían de nuevo los ataques de los
cimerios. Decidió atender antes este asunto, con lo que combatió una vez más al lado del rey lidio Giges contra los
nómadas. Entre ambos consiguieron abatir a los cimerios, pero Giges murió en la lucha, en el año 652. Este mismo año
Psamético había expulsado definitivamente a los asirios de Egipto y fue convertido en Psamético I, el primer rey de
la XXVI dinastía. Estableció la capital en Sais, al oeste del Delta. Por ello su dinastía es también conocida
como saítica. Asurbanipal no pudo ocuparse de él porque al mismo tiempo le surgió un problema mucho mayor. Elam
había vuelto a su antigua política de intrigas y había convencido al hermano del rey, que gobernaba Babilonia, a que se
rebelara, con lo que Asiria se vio envuelta en una guerra civil.

LA CAÍDA DE ASIRIA
En la segunda mitad del siglo VII el mundo civilizado vio muchos cambios. En la India empiezan a reaparecer las
ciudades, extinguidas desde la invasión aria. Egipto parecía haber vuelto al pasado. Bajo el gobierno de Psamético
experimentó una renovación económica y un renacimiento artístico. Los tiempos de los constructores de las pirámides
fueron ensalzados, se estudiaron los rituales religiosos que se describían en las tumbas antiguas, se recordaron los clásicos
literarios del Imperio Medio y se repararon los daños causados en Tebas por los asirios. Sin embargo, Egipto no contaba
ya con buenos soldados, y éstos eran ahora más necesarios que nunca. Psamético contrató hoplitas griegos mercenarios y
los instaló en guarniciones al este del Delta, para prevenir un posible ataque asirio. Las continuas luchas entre las diversas
polis griegas habían hecho de los hoplitas unos guerreros muy eficientes, tal vez los mejores soldados de la época. Por
eso muchos de ellos encontraron como forma de ganarse la vida el ofrecer sus servicios a otras ciudades o naciones.

También Esparta cambió radicalmente tras su experiencia en las dos largas guerras contra Mesenia. La ciudad entera se
convirtió en un cuartel. Los niños eran examinados al nacer para ver si eran lo suficientemente robustos. Si no lo eran se
les abandonaba para que murieran. A los siete años se les separaba de sus madres y se les criaba en una especie de
academia militar, donde aprendían a soportar el frío y el hambre, el cansancio y el dolor. Tenían que saber luchar, cumplir
órdenes ciegamente y morir antes que retirarse.

Los espartanos adultos comían en una mesa común, a la que cada uno llevaba su parte, y todos contribuían con lo que
producían sus tierras con el trabajo de sus ilotas. La comida era austera (los griegos de otras ciudades decían que
vomitiva). El arte, la música y la literatura fueron erradicados de Esparta. Hasta la oratoria fue mal vista desde entonces.
Aún hoy usamos la palabra lacónico para referirnos a la parquedad de palabras que fue característica en Laconia a partir
de entonces, en contraposición con el gusto por la dialéctica de que los demás griegos siempre hicieron gala. Esparta
abandonó todo interés por el comercio o la colonización y se concentró en ser la ciudad más poderosa del Peloponeso y,
con el tiempo, de toda Grecia. En siglos posteriores, los espartanos decían que las leyes que configuraban su modo de
vida, la constitución espartana, habían sido implantadas por Licurgo en el año 850 a.C., pero esto es falso: hasta
el 650 Esparta contaba con músicos y poetas. Fueron las guerras mesenias las que hicieron triunfar al militarismo en la
ciudad. Probablemente Licurgo jamás existió.

En el reino de Lidia surgió una innovación. El gobierno empezó a emitir pepitas de oro con un sello que garantizaba su
valor, de modo que podían ser usadas cómodamente en las transacciones comerciales. Eran las primeras monedas. Los
comerciantes griegos adoptaron la idea. Al parecer, la primera ciudad que usó este sistema de cambio fue Egina, una
pequeña isla situada en el golfo formado entre el Ática y la Argólida. El uso del dinero la enriqueció, y otras ciudades-
estado se apresuraron a imitarla.

Etruria vivía su época de mayor esplendor. Por esta época, las ciudades etruscas empezaron a rodearse de sólidas murallas,
construidas con rocas cuidadosamente unidas sin cemento. No se sabe si para protegerse de enemigos exteriores o para
protegerse unas de otras. Los griegos los tenían por guerreros valerosos. Su influencia se extendía bastante más allá de
sus fronteras por tierra y por mar. Por esta época se refuerza su presencia en la Campania, al sur del Lacio, que se veía
así rodeado por los etruscos, al norte y al sur.
Asiria, en cambio, vivía un momento delicado. El ejército de Asurbanipal tuvo que enfrentarse al de su hermano en
Babilonia. En 648 éste se vio acorralado y se suicidó. El rey asirio comprendió que Elam estaba detrás de todos los
problemas que ocasionaba Babilonia, así que emprendió una campaña contra dicho reino.

En 643 murió Huan de Qi, lo que permitió a otros estados chinos competir por la hegemonía. El estado de Chu se extendió
hacia el norte.

En 642 murió el rey Manasés de Judá, y fue sucedido por su hijo Amón, que continuó la política de su padre de total
sumisión a Asiria.

En 641 murió Tulo Hostilio, el tercer rey de Roma, y el Senado Romano eligió como rey al nieto de Numa Pompilio,
cuyo gobierno siempre fue gratamente recordado por los romanos. El cuarto rey se llamaba Anco Marcio. Según la
tradición, Anco Marcio llevó a Roma nuevos colonos que contribuyeran al crecimiento que estaba experimentando la
ciudad. Los alojó en el monte Aventino, que pasó a ser la quinta colina de Roma. Sin embargo, los recién llegados no
llegaron con igualdad de derechos. No se les permitió enviar representantes al Senado ni ocupar cargos públicos. Los
senadores eran llamados también patricios, porque eran como padres que dirigían la gran familia que era la ciudad. Por
extensión, la palabra se aplicó también a las familias de los senadores, en oposición a los recién llegados, que fueron
llamados plebeyos. Los patricios se agrupaban en grandes familias, llamadas gentes, que veneraban a un antepasado
común. Junto a ellas vivían los clientes, pobres o antiguos esclavos que buscaban la protección del pater familias, o jefe
de la familia.

En 640, tras sólo dos años de reinado, fue asesinado el rey Amón de Judá, y fue sucedido por Josías, su hijo de ocho años.
No sabemos exactamente cómo ocurrió, pero es razonable conjeturar una intriga de los sacerdotes yahvistas, pues los
últimos reyes habían adoptado el culto asirio y un rey de ocho años sería fácil de manipular. De esta forma había muchas
posibilidades de restaurar el culto a Yahveh, como en efecto ocurrió.

Ese mismo año la ciudad de Megara siguió el ejemplo de su vecina Corinto y eligió como tirano a Teágenes, quien hizo
construir un magnífico acueducto que suministrara agua dulce a la ciudad. Los tiranos necesitaban ganarse el respaldo
del pueblo con todo tipo de reformas y mejoras, por lo que en general las tiranías eran preferibles a las oligarquías de
nobles, que no se sentían obligadas a justificar de ningún modo su autoridad.

El debilitamiento de Asiria favoreció la prosperidad de Fenicia. Aunque los griegos se estaban apoderando del
Mediterráneo oriental, los fenicios se aventuraron hacia el oeste. Crearon bases en la que ahora es Argelia, ocuparon las
islas Baleares y extendieron su ocupación de la costa española. Más aún, sus barcos se adentraron en el océano Atlántico
y bordearon la costa hasta llegar a las que llamaron "islas del estaño", que al parecer eran las islas Scilly, situadas frente
a la costa de Cornualles, al suroeste de Inglaterra. De allí y tal vez de la misma Cornualles llevaban estaño a Tartesos,
donde lo usaban para fabricar bronce.

Por esta época el rey de Egipto Psamético tuvo una idea atrevida. Instó a los griegos de Mileto a fundar una colonia en el
Delta del Nilo. Los griegos aceptaron encantados y construyeron Naucratis, que en griego significa "soberana del
mar". La idea de Psamético era usar a los griegos para distribuir por el Mediterráneo los excedentes egipcios, y funcionó
bien. Ésta fue la principal toma de contacto de Grecia con Egipto desde hacía muchos años. La mayoría de las palabras
con que nos referimos a muchos aspectos de la cultura egipcia son de origen griego y datan de esta época (pirámide,
jeroglífico, esfinge, obelisco, etc.), así como muchos nombres de ciudades y de reyes egipcios. Por ejemplo, los egipcios
llamaban No a la ciudad que, por algún motivo, los griegos decidieron llamar Tebas, que era también el nombre de una
polis al oeste del Ática.

En 639 Asurbanipal logró la victoria definitiva frente a Elam. Tomó su capital, Susa, y la destruyó. Todo el país quedó
devastado y el reino que había existido desde tiempos de los sumerios desapareció finalmente de la historia. Por esta
época el rey debía de rondar los sesenta años y probablemente estaba cansado. Ya no emprendió más campañas militares
y los pueblos sojuzgados por Asiria empezaron a notar que sus cadenas se debilitaban.

En 637 el duque Hsiang del estado de Sung se enfrentó con el estado de Chu, pero éste aniquiló su ejército y sometió a
Sung. Hsiang murió en la batalla.
En 632 un ateniense llamado Cilón, casado con la hija del dictador Teágenes de Megara, trató de convertirse en tirano de
Atenas. Un día festivo, mientras los atenienses estaban distraídos con celebraciones, se apoderó de la Acrópolis (la colina
fortificada de la ciudad) con la ayuda de algunos nobles y de soldados megarenses. La oligarquía ateniense no era muy
popular y la Acrópolis era prácticamente inexpugnable, por lo que un mínimo apoyo del pueblo habría dado la victoria a
Cilón, pero no obtuvo ninguno a causa de los soldados megarenses. Ningún ateniense estaba dispuesto a deshacerse de la
oligarquía al precio de someterse a unos extranjeros. No intentaron tomar la Acrópolis, sino que esperaron a que los
asaltantes se rindieran por hambre. Cilón logró escapar, pero los demás tuvieron que rendirse a cambio de la promesa de
que se respetaran sus vidas. El arconte de Atenas de ese año era Megacles, miembro de una de las familias más poderosas
de la ciudad, los Alcmeónidas. Megacles pensó que era más prudente deshacerse de los traidores y los mandó matar, pese
a la promesa que les había hecho de conservar sus vidas. Esto llenó de preocupación a los atenienses: Megacles había
roto una promesa efectuada solemnemente ante los dioses. El arconte y otros miembros de su familia fueron juzgados por
sacrilegio y expulsados de la ciudad. Por su parte, Teágenes declaró la guerra a Atenas.

Ese mismo año, el rey Josías de Judá, a sus dieciséis años de edad, ya era un perfecto yahvista, y suprimió el culto asirio.
En China, Wen, señor de Jin, logró una victoria decisiva que detuvo el avance de Chu con la ayuda de Qi y Qin. De este
modo Wen se hizo con la hegemonía de la confederación china, hegemonía que fue ratificada por el propio rey Cheu.

En 630, los griegos fundaron la ciudad de Cirene sobre la costa libia, fuera de las fronteras egipcias. Esta colonia sería el
núcleo de una próspera población griega en la zona. Además descubrieron la existencia de Tartesos y entablaron
relaciones comerciales. A raíz de ello fundaron la colonia de Mainake, cerca de la actual Málaga. Los fenicios perdieron
así el monopolio del comercio con Tartesos.

En 628 el estado chino de Qin inició una expansión hacia el este que le enfrentó a los estados de Jin y Chu.

En 627 murió el virrey que Asurbanipal había impuesto en Babilonia cuando derrotó a su hermano, y varios pretendientes
a la sucesión se disputaron el poder por un breve tiempo. Finalmente venció un caldeo llamado Nabopolasar. Por esta
época, los escitas habían estado luchando contra los medos, pero ante el declive de Asiria decidieron aliarse contra ésta.
El mando fue asumido por un jefe medo llamado Ciaxares.
En 625 Cipselo se las arregló para que su hijo Periandro heredara la tiranía de Corinto. Bajo su gobierno Corinto se
convirtió en la ciudad más culta de la Grecia continental, así como la más próspera. Acogió en su corte al famoso
poeta Arión (del que se contaba que fue arrojado al mar por unos piratas, pero que con su canto logró atraer a unos
delfines que lo llevaron a la costa). Por esta época los griegos empezaron a construir templos de piedra y no de madera.
Corinto desarrolló el llamado orden dórico, basado en líneas de columnas adornadas con acanaladuras que sostenían los
techos.

Cuando Asurbanipal murió en 622, Asiria se encontró rodeada de enemigos preparados para abatirse sobre ella. Ciaxares
se erigió en rey de Media, dominando un territorio aproximadamente igual al del Irán actual. Nabopolasar también declaró
la independencia de Babilonia. Naturalmente, esto supuso la guerra con Asiria. Por su parte, el ejército de Judá avanzó
rápidamente hacia el norte y se adueñó del territorio que antaño ocupaba Israel. El rey Josías ordenó la renovación del
templo, que estaba muy deteriorado desde los tiempos del último rey yahvista. En un hueco de la construcción, el sumo
sacerdote Helcías afirmó haber encontrado una primera versión del Libro de la Ley, un libro presuntamente escrito por
Moisés del que hasta entonces no se tenía noticia. No conservamos este libro, pero parece que era una primera versión
del Deuteronomio, el quinto libro de la Biblia. En él se recordaba la historia de Moisés, se detallaba minuciosamente la
ley mosaica, así como todo el ritual del culto, se establecía el Templo como único lugar admisible para dicho culto y se
exhortaba al pueblo a obedecer a los profetas que hablaban en nombre de Dios. En resumen, el Libro de la Ley fue la
forma en que los sacerdotes dijeron a Josías qué era exactamente lo que tenía que hacer. Josías creyó que el libro era
auténtico y fue eliminando del país todo culto no yahvista. Todos los santuarios locales, yahvistas o no, fueron
clausurados, de modo que el Templo de Jerusalén quedó como único santuario.

Mientras tanto, Atenas se defendía precariamente de Megara. Las dificultades en la guerra aumentaron la insatisfacción
del pueblo frente a la oligarquía gobernante. Se elevaron voces que afirmaban que los nobles eran injustos en su
administración de las leyes tradicionales. Esto era difícil de sostener sin un código escrito, y así el pueblo exigió la
redacción de un sistema de leyes.

Dicho código fue elaborado en 621 por Dracón, un noble partidario de la oligarquía. Su sistema de leyes simplemente
reflejó la práctica al uso con todas sus injusticias y arbitrariedades. Solamente hubo un cambio, y fue la extremada dureza
de las penas. Por ejemplo, robar una col conllevaba la pena de muerte. Cuando se le preguntó por qué, se dice que Dracón
respondió "Porque no puedo concebir un castigo más severo". Un acreedor podía esclavizar a sus deudores si no podía
pagar las deudas. Este artículo llevó a la esclavitud a muchos agricultores atenienses.

Ese mismo año murió el rey Perdicas I de Macedonia y fue sucedido por su hijo Argeo I. Sus descendientes fueron
conocidos como argéadas, e iban a gobernar Macedonia durante dos siglos. La organización del reino recuerda a la Grecia
arcaica: nada parecido a las ciudades-estado del sur. El "rey de los macedonios" era el jefe de los guerreros y gobernaba
asistido de un consejo de "compañeros". Los campesinos estaban sometidos al poder del rey. Su lengua era un dialecto
griego.

En 617 el trono de Lidia fue ocupado por Aliates, el nieto del rey Giges, quien extendió las fronteras lidias a lo largo de
Asia Menor al tiempo que continuaba la lucha contra los cimerios.

En 616 Nabopolasar pactó una alianza con Ciaxares. El sucesor de Asurbanipal no estaba a la altura de su padre y
Nabopolasar avanzaba lentamente hacia Nínive, pero quería asegurarse de que su suerte no cambiaría por un revés
imprevisto. El acuerdo fue sellado con el matrimonio entre la hija de Ciaxares y el hijo de Nabopolasar. Ciaxares no tardó
en tomar Assur, la antigua capital.

Este mismo año murió Anco Marcio, y Lucio Tarquinio Prisco fue elegido quinto rey de Roma. Aquí Tarquinio es el
nombre familiar, que indica el origen etrusco de este rey, pues Tarquinia era una importante ciudad etrusca. El tercer
nombre, "Prisco", es un apelativo diferenciador añadido que algunos romanos recibían a lo largo de su vida o a veces
incluso heredaban (algo similar a un mote o un alias, pero más institucionalizado). En este caso significa "el primero" o
"el mayor", probablemente para distinguirlo de un hijo tocayo. Es difícil saber si los romanos eligieron libremente un rey
etrusco (tal y como afirmaban sus historiadores) o si les fue impuesto desde Etruria (cosa bastante probable). Lo cierto es
que Roma prosperó bajo su mandato, pues se benefició de la avanzada cultura etrusca. Él construyó el Circo Máximo, un
recinto ovalado en el que se celebraban carreras de carros. Introdujo también juegos atléticos, usuales entre los etruscos,
construyó un gran templo a Júpiter en el monte Capitolino. El templo fue llamado Capitolio, y fue al mismo tiempo una
fortaleza donde pudieron refugiarse los romanos en los peores momentos de su historia. También construyó la Cloaca
Máxima, que desecó las zonas pantanosas del valle entre el Capitolino y el Palatino. Allí estaba el foro, un mercado, pero
ahora se convirtió en un lugar público donde la gente se reunía para comerciar y realizar todo tipo de actos públicos.

Todas estas construcciones se realizaron bajo la dirección de ingenieros y artistas etruscos, que habían aprendido gran
parte de su oficio de los griegos, aunque también habían realizado muchas aportaciones propias, tales como el uso del
arco, que permitía reducir el número de columnas necesarias para sostener un edificio. Roma no tardaría en tener sus
propios ingenieros y arquitectos, que con el tiempo realizaron magníficas obras de las que los romanos siempre se
mostraron muy orgullosos.

Tarquinio obtuvo victorias militares frente a otras ciudades latinas (que tal vez veían a Roma como una ciudad etrusca
más) e introdujo la costumbre etrusca del Triunfo. Cuando un general lograba una gran victoria entraba en la ciudad
precedido por funcionarios del gobierno y seguido de su ejército y de los prisioneros y el botín conquistado, y avanzaba
hasta el Capitolio entre los aplausos del pueblo. En el Capitolio se celebraban unos oficios religiosos y la ceremonia
terminaba con una gran fiesta. Hay que advertir que Roma no tenía entonces un ejército profesional, sino que sus soldados
eran los propios agricultores, que dejaban sus tierras mientras era necesario para defender la ciudad o ajustar cuentas con
alguna ciudad vecina.

En 615 murió el rey Argeo I de Macedonia, y fue sucedido por su hijo Filipo I. Durante este periodo de su historia,
Macedonia permaneció ajena al progreso que estaban experimentando las ciudades griegas del sur. De hecho, a pesar de
su lengua, los griegos tenían por bárbaros a los macedonios.

En 614 el estado chino de Chu aumentó su influencia bajo el gobierno de Chuang.

Volviendo a la acorralada Asiria, en su desesperación se vio obligada a pedir ayuda a Egipto. Psamético aceptó ayudarla,
no por simpatía, ciertamente, sino porque a Egipto le interesaba una Asiria débil, pero no una Asiria acabada que
fácilmente fuera reemplazada por otra potencia amenazadora, como Babilonia o Media. Pero la ayuda egipcia fue escasa
y tardía. En 612 Nabopolasar y Ciaxares sitiaron conjuntamente Nínive y la tomaron, para regocijo de todo el Oriente
Próximo. Nínive fue literalmente arrasada y jamás se consintió que fuera reconstruida. De no haber sido porque su historia
aparece en la Biblia, su nombre habría quedado completamente olvidado en los siglos posteriores. De todos modos,
algunos fragmentos del ejército asirio sobrevivieron al desastre y se retiraron a la ciudad de Harrán, al norte de la Media
Luna Fértil, donde resistieron un tiempo bajo la conducción de un general llamado Ashur-Ubalit.

En 610 ascendió al poder en Mileto uno de los tiranos más famosos, Trasíbulo, bajo cuyo mandato Mileto fue
probablemente la ciudad más próspera del mundo griego. Ese mismo año murió Psamético, cuyo reinado fue el más largo
desde los tiempos de Ramsés II. Fue sucedido por su hijo, Necao I, quien decidió socorrer a los asirios refugiados en
Harrán con la esperanza de que mantuvieran entretenidos a medos y caldeos y que éstos no tuvieran ocasión de fijarse en
Egipto. En el camino hacia Harrán estaba Judá y, aunque Necao I hubiera preferido no perder el tiempo con los judíos, el
caso era que Josías no estaba dispuesto a dejar pasar a los egipcios por su territorio. En 609 el ejército egipcio se enfrentó
al judío en Megiddo, justo donde seis siglos antes el gran Tutmosis III había derrotado a los cananeos. Josías murió y fue
sustituido por su hijo menor Joacaz, pero éste sólo reinó un mes, pues Necao I consideró que no era suficientemente fiel
a los intereses egipcios, así que lo llevó preso a Egipto y puso en el trono al hijo mayor de Josías, llamado Joaquim. El
nuevo rey juró lealtad a Egipto y se comprometió a pagar un tributo.

El ejército de Necao I siguió avanzando hacia el norte, pero llegó demasiado tarde. Nabopolasar había tomado Harrán y
Ashur-Ubalit tuvo que huir hasta encontrarse con el ejército egipcio, con ayuda del cual trató de recuperar Harrán, pero
fue inútil. A partir de 605 no hay noticias de Ashur-Ubalit y con él desapareció definitivamente el último resto de Asiria.
En ese momento Nabopolasar se sintió enfermo y regresó a Babilonia, pero dejó a su hijo Nabucodonosor (el que se
había casado con la hija de Ciaxares) con la misión de deshacerse de los egipcios. Tras un enfrentamiento en Karkemish,
Necao I tuvo que retirarse precipitadamente a Egipto. Nabucodonosor podía haberle seguido, pero le llegó la noticia de
la muerte de su padre y tuvo que ir a Babilonia para asegurarse la sucesión. En efecto, allí se convirtió en Nabucodonosor
II, rey de los caldeos.

Nabucodonosor II y Ciaxares se repartieron amistosamente los territorios conquistados. Mientras el primero se enfrentaba
a Egipto, el rey medo destruyó el reino de Urartu, que a partir de aquí desaparece de la historia, convertido en una parte
de Media. Ciaxares se quedó con la Media propiamente dicha (el actual Irán), lo que había sido Urartu y la parte oriental
de Asia Menor (la parte occidental estaba en manos del rey lidio Aliates). Por su parte Nabucodonosor II se quedó con
toda la Media Luna Fértil, un territorio más pequeño pero mucho más rico, que ahora conformaba el Imperio Caldeo o
el Nuevo Imperio Babilónico.

Por esta época surgió en Judá un profeta llamado Jeremías. En sus predicaciones advertía de que Babilonia era en realidad
Asiria con otro nombre y otro rey, pero que seguía siendo la misma amenaza de antaño. Al parecer, los judíos
infravaloraban el poder de Babilonia, pues la historia les había llevado a creer que el Templo hacía invencible a Jerusalén.
Al igual que los demás profetas, Jeremías denunciaba las inmoralidades del pueblo que, no obstante, se creía protegido
por Dios. Afirmaba que si los judíos no se arrepentían inmediatamente, Dios les castigaría a través de los caldeos. Al rey
Joaquim le aconsejaba abandonar su política de sumisión a Egipto y sustituirla por unas buenas relaciones con Babilonia,
pero Joaquim no le escuchó.

En 601 Nabucodonosor II condujo sus ejércitos contra Egipto, pero Necao I pudo rechazarlo en la frontera. Esto bastó
para confirmar al rey Joaquim la conveniencia de aliarse con Egipto y se negó a pagar tributo a Nabucodonosor.

EL IMPERIO CALDEO
A principios del siglo VI, la ciudad de Babilonia debía de ser la mayor del mundo. Los arqueólogos han encontrado la
puerta de Ishtar, una de las entradas a la ciudad, decorada con ladrillos azules esmaltados con relieves, en rojo y blanco,
de toros y dragones. En una eminencia del terreno se levantaba el palacio real, con una superficie de 52.000 metros
cuadrados. La estancia mayor era la sala del trono, que tenía 70 metros de largo y casi lo mismo de ancho. Sus muros
también estaban decorados con leones en ladrillos esmaltados. Al parecer el rey mandó cubrir de tierra ciertas
construcciones, tras lo que se plantaron arbustos y flores. Eran los famosos Jardines Colgantes de Babilonia. Al parecer
los construyó para agradar a su esposa meda, pero la tradición griega los atribuyó más tarde a la legendaria reina
Semíramis. También embelleció y amplió los templos, de los que había más de cien. Marduk recuperó su categoría de
dios principal.

En Babilonia se reunían comerciantes de todas las naciones. En sus escuelas se enseñaba la ciencia acumulada desde los
tiempos de los sumerios, tres mil años atrás. Muchos griegos acudieron a estudiarla, y así fue como la cultura griega
asimiló la ciencia babilónica. Fueron los griegos los que llevaron a occidente el sistema sexagesimal babilónico, en virtud
del cual la circunferencia tiene 360 grados, una hora tiene 60 minutos, etc. Pero la ciencia por excelencia en Babilonia
era la astronomía, y así la palabra "caldeo" pasó a ser sinónimo de "astrónomo" y, más adelante, de "adivino". Los
astrónomos caldeos elaboraron un calendario lunar, formado por meses lunares de 28 días. Para mantener la coherencia
con el año solar establecieron ciclos en los que algunos años tenían 12 meses y otros 13. Los griegos adoptaron este
calendario.

Mientras tanto Egipto disfrutaba todavía de una prosperidad amenazada por Babilonia. Según Heródoto, Necao I quiso
descubrir si podía pasarse del mar Mediterráneo al mar Rojo bordeando África, para lo cual organizó una expedición
integrada por marinos fenicios para que lo comprobaran. Heródoto cuenta que la expedición logró su propósito en un
viaje de tres años. Él no da crédito a la historia, pero la razón por la que no la cree es, de hecho, un buen motivo para
aceptar que es cierta. Al parecer, los marineros afirmaron a su regreso algo que para Heródoto era sin duda una burda
mentira: durante una buena parte del viaje, el sol del mediodía estuvo al norte, en lugar de al sur (como ciertamente sucede
en el hemisferio sur).

Entre los griegos que estudiaron en Babilonia se encontraba Tales de Mileto. Bajo la tiranía de Trasíbulo, Mileto había
alcanzado un alto nivel de vida basado fundamentalmente en el comercio y la industria textil. La ciudad había fundado
unas ochenta colonias, incluyendo la ciudad de Naucratis en Egipto, y muchas otras en la costa del mar Negro, por aquel
entonces salpicada toda ella de colonias griegas. Esta prosperidad la convirtió también en un gran centro artístico y
cultural. Tales había nacido sobre 625, hijo de un mercader acomodado. Tenía fama de meditabundo y despistado. Decían
que de joven se había caído en un pozo mientras caminaba distraído, convirtiéndose en objeto de burla de sus
conciudadanos. Estudió en Babilonia y en Egipto, donde aprendió geometría y calculó la altura de las pirámides, que
nadie conocía a ciencia cierta. Para ello se basó, naturalmente, en el llamado teorema de Tales, midiendo la sombra y
comparándola con la de un palo. Se cuenta que a su regreso a Mileto logró predecir una buena cosecha de aceitunas, por
lo que el invierno anterior se las arregló para comprar a bajo precio todas las almazaras de la ciudad. Cuando su predicción
se confirmó obtuvo grandes beneficios al monopolizar la producción de aceite. Tales fue un gran observador. Fue el
primero en estudiar cómo el ámbar atrae pequeños objetos tras ser frotado, así como una piedra negra que obtuvo en la
ciudad cercana de Magnesia, que tenía la propiedad de atraer el hierro. Se trata de los primeros estudios sobre electricidad
(ámbar en griego se dice elektron) y magnetismo. Afirmó que el Universo se rige por leyes inmutables que nada tienen
que ver con dioses o demonios, sino que pueden ser conocidos mediante la razón. Su línea de pensamiento fue el primer
precedente del razonamiento y el método científico moderno.

Hacía ya varias décadas que los griegos habían entablado relaciones comerciales con los escitas que habitaban en
la costa norte del mar Negro. Es posible que la península de Crimea deba su nombre a los cimerios, que entonces la
ocupaban junto con otras tribus escitas. Los griegos la llamaban Quersoneso Táurico, pues en ella habitaban también
los Tauros, que tal vez estuvieran allí antes de la llegada de los escitas. Los primeros griegos en establecerse en esa zona
habían sido los milesios, en Panticapea, en la orilla del Bósforo Cimerio, el estrecho que comunica con el lago
Meotis (el actual mar de Azov), y por esta época fundaron Teodosia, que fue un centro exportador de trigo durante los
siglos siguientes. Poco después, unos exiliados de la Heraclea Póntica (colonia fundada recientemente por los mesenios)
crearon una nueva colonia a la que llamaron simplemente Quersoneso.

Durante la primera mitad del siglo, una nueva religión surgió en el actual Irán, al sur del mar de Aral, más allá de las
fronteras del Imperio Medo. Un sacerdote llamado Zaratustra, también conocido por la versión griega de su
nombre, Zoroastro, afirmó que se le había aparecido Ahura-Mazda, el Señor de la Sabiduría, quien le había
encomendado la misión de predicar la verdad. Si bien había muchos dioses, Ahura-Mazda era el más grande de todos, y
el único digno de adoración. No sólo representaba la verdad, sino también el bien. Si en el mundo existe el mal ello es
debido a que existe otro dios tan poderoso como Ahura-Mazda, pero que personifica al mal y a la mentira. Su nombre
es Ahrimán, en perpetua lucha con Ahura-Mazda. Este conflicto entre ambos dioses divide a todo el Universo. Los
hombres buenos son servidores de Ahura-Mazda, mientras que los malos están poseídos por Ahrimán. Zaratustra tuvo
muchos seguidores y propagó su religión, conocida como Mazdeísmo o Zoroastrismo, por todo el territorio medo,
reformando el culto preexistente. Los sacerdotes medos, que paulatinamente fueron adoptando el Mazdeísmo, eran
llamados magos. Con el tiempo esta palabra se extendió para referirse a cualquier poseedor de poderes sobrenaturales,
equiparándose a "caldeo".

En 600 la ciudad de Sición, situada al noroeste de Corinto, fue gobernada por el tirano Clístenes. Mientras tanto, el rey
lidio Aliates había acabado definitivamente con los cimerios. La actitud de Lidia hacia las ciudades griegas de Asia Menor
no era tan amistosa como la de los frigios, pero sus luchas contra los cimerios favorecieron a los griegos. Tales advirtió
de la amenaza que suponía Aliates y propuso una alianza de todas las ciudades jonias, pero no fue escuchado y, una a
una, todas las colonias griegas de Asia Menor fueron cayendo bajo el dominio Lidio, a excepción de Mileto. Ahora el
reino de Lidia se extendía sobre toda la mitad occidental de Anatolia. El río Halis marcaba al este la frontera con el
Imperio Medo. La capital lidia fue instalada en Sardes, a unos 80 kilómetros del mar Egeo. Era la primera vez que unas
ciudades griegas quedaban bajo dominio "bárbaro". No obstante el yugo lidio fue ligero. Con el tributo que le rendían las
ciudades griegas, Lidia se enriqueció notablemente.

Mientras tanto, colonos griegos procedentes de la ciudad jonia de Focea fundaron la ciudad de Marsella. El comercio
griego se había ido extendiendo por la actual Francia a través del Ródano, con lo que la cultura celta empezó a mostrar
influencias griegas, al igual que etruscas. Estas relaciones no siempre fueron amistosas. Por esta época empezaron a
producirse incursiones celtas por el norte de Italia, causando estragos en muchas ciudades etruscas. Los griegos de Cumas
fundaron otra ciudad un poco más al sur, también en la costa occidental. La llamaron "ciudad nueva", o sea, Neápolis
o Nápoles. Así los griegos reafirmaron su posición en la Campania, por lo demás controlada enteramente por los etruscos.

Esparta estaba relativamente en paz. En el Peloponeso dominaba a Mesenia, y su mayor enemiga, Argos, no se atrevía a
provocarla. Sólo quedaba la región conocida como Arcadia, cuyas ciudades principales eran Tegea y Mantinea, que
luchaban entre sí con frecuencia, y alguna vez tuvieron también conflictos aislados con Esparta, pero ésta no quiso
involucrarse seriamente en una guerra que pudiera prolongarse como las guerras mesenias.

En 598 Nabucodonosor II, ante la negativa de Judá de rendirle tributo, asedió Jerusalén. En el curso del asedio murió el
rey Joaquim y fue sustituido por su hijo adolescente Joaquín. A los tres meses de su reinado Jerusalén cayó.
Nabucodonosor II se llevó exiliados a Babilonia a Joaquín y a mil hombres de la clase dirigente. No obstante respetó la
ciudad y consintió que Sedecías, tío de Joaquín y tercer hijo de Josías, ocupara el trono.

En 597 Chuang, señor del principado de Chu, derrotó al principado de Jin y se puso a la cabeza de la confederación china.
Poco después el estado de Wu invadió a Chu con la ayuda de Jin.
En 595 murió el faraón Necao I, y fue sucedido por su hijo Psamético II, quien dirigió una campaña militar contra Nubia,
como prevención contra un posible intento de recuperar el dominio de Egipto que había tenido poco antes. No obstante
Psamético II no trató de mantener un dominio permanente sobre Nubia, pues Egipto no era entonces lo suficientemente
fuerte para lograrlo. Se limitó a reforzar la isla de Elefantina, junto a la primera catarata del Nilo, que se convirtió así en
el límite meridional de Egipto.

Mientras tanto las tensiones políticas en Atenas iban en aumento. La guerra contra Megara duraba ya casi cuarenta años.
Los nobles contemplaban con inquietud cómo el tirano Periandro estaba destruyendo a las casas nobiliarias de Corinto,
así que pensaron que convenía hacer algunas concesiones. En 594 se nombró arconte a Solón, con el encargo de revisar
las leyes. Se trataba de un noble, perteneciente a la antigua familia real, que se había enriquecido con el comercio, pero
contaba con una fama de inteligencia y honradez con la que se había ganado la confianza del pueblo. Dicha confianza
resultó estar bien justificada, pues probablemente las reformas de Solón fueron mucho más lejos de lo que la nobleza
hubiera deseado.

Abolió todas las deudas, para que el pueblo pudiera empezar de nuevo. Acabó con la práctica de esclavizar a la gente por
deudas y liberó a los que ya habían sido esclavizados. Los atenienses esclavizados que habían sido llevados fuera de
Atenas fueron liberados a costa del tesoro público. Instituyó tribunales integrados por gente del pueblo a los que los
ciudadanos podían apelar en lugar de al Areópago. Pero la mayor revolución de Solón fue la de dividir a la población
según el censo. Los ciudadanos se dividían en cuatro clases atendiendo exclusivamente a los impuestos que pagaban (no
a sus títulos nobiliarios). Instituyó una asamblea, constituida por ciudadanos de las cuatro clases, con la potestad de elegir
a los arcontes y a los miembros del Areópago, si bien los arcontes sólo podían elegirse entre las dos primeras clases, y los
miembros del Areópago entre los de la primera exclusivamente. Así apareció la primera democracia de la historia, es
decir, la primera ciudad organizada (no una tribu rudimentaria) en la que el pueblo elegía y controlaba sistemáticamente
a sus gobernantes.

Solón debió de tener unas inmensas dotes diplomáticas para llevar adelante su proyecto. Para conservarlo, consideró
como delito permanecer neutral ante una revuelta. A diferencia de otros legisladores, jamás pretendió que sus leyes
hubieran sido dictadas por los dioses. Aceptó cuantas críticas se le hicieron. Cuando le preguntaron si consideraba a sus
leyes las mejores en sentido absoluto, respondió que no, que sólo eran las mejores en sentido ateniense. En 590, la ciudad
de Crisa, cercana a Delfos, trató de apoderarse del oráculo, lo que originó la Primera Guerra Sacra, en la que las ciudades
vecinas se unieron para defender a Delfos.

Ese mismo año, el principado chino de Lu inauguró el primer sistema de reclutamiento, que no tardó en ser imitado por
los principados más poderosos. Hasta entonces la guerra había sido patrimonio de los nobles, mientras que ahora la
infantería formada por campesinos quitó importancia a los carros de guerra. Esto destruyó los planteamientos heroicos de
la nobleza y el prestigio ritual cedió terreno frente al poder real. La organización social sufrió muchos trastornos.

En 589 un tirano se hizo con el gobierno de Mitilene, la principal ciudad de la isla de Lesbos. Se trataba de Pítaco, quien
tiempo atrás había participado en una rebelión contra un mal gobernante, pero se negó a asumir el poder, hasta que le
convencieron de que la única forma de garantizar que la ciudad tuviera un buen gobierno era que él mismo aceptase la
tiranía. Bajo su mandato la isla floreció. Es la época de Safo, la primera poetisa conocida en la historia, cuya obra no se
conserva, pero los griegos la equiparaban a Homero. Los atenienses habían establecido un puesto en Sigeo, cerca de
donde había estado Troya, en la parte asiática del Helesponto. El territorio era lesbio, y Pítaco envió una expedición que
expulsó a los atenienses de la zona.

El mismo año murió Psamético II y su hijo Haibria ocupó el trono de Egipto. El nuevo rey continuó la antigua política
egipcia de fomentar disturbios en el Oriente Próximo como medida de seguridad. Haibria consiguió convencer a Judá,
Moab, Amón y Tiro para que se resistieran contra Nabucodonosor II, prometiendo ayuda militar si fuera preciso. Judá y
Tiro dejaron de pagar tributo a Babilonia, lo que atrajo inmediatamente a Nabucodonosor II con su ejército. Sin embargo,
los presuntos aliados, incluido Egipto, dejaron en la estacada a los rebeldes. El rey caldeo fue drástico. Saqueó Jerusalén
y destruyó el templo hasta los cimientos. El rey Sedecías fue capturado mientras huía. Una cantidad ingente de judíos fue
deportado a Babilonia y el gobierno de la región quedó a cargo de Godolías, perteneciente a la nobleza Judía, pero que
no pertenecía a la familia real ni tuvo el título de rey, sino el de gobernador de una provincia caldea. El reino de Judá
había desaparecido. Tres meses después Godolías fue asesinado. Los judíos comprendieron que Nabucodonosor II vería
eso como un intento de rebelión, por lo que muchos de ellos emigraron a Egipto (llevándose a Jeremías contra su
voluntad).
A continuación Nabucodonosor II se volvió contra Tiro, entonces gobernada por el rey Etbaal III. En 587 asedió la
ciudad, pero ésta resultaba más fácil de defender que Jerusalén, pues los caldeos no disponían de una flota con la que
impedir que barcos fenicios abastecieran la ciudad. Este enfrentamiento permitió al faraón Haibria reforzar su territorio.
Creó una flota integrada por marinos griegos y ocupó la isla de Chipre.

En 586 murió Periandro, el tirano de Corinto. Fue sustituido por un sobrino que fue derrocado a los pocos meses, tras lo
cual la nobleza recuperó el dominio de la ciudad.

Poco después se produjo un enfrentamiento que hacía ya tiempo que se estaba haciendo esperar: el reino lidio y el Imperio
Medo trataron de extender sus dominios uno a costa del otro con el fin de dominar toda el Asia Menor. Se enfrentaron
el 28 de mayo de 585. Es el primer hecho histórico del que conocemos la fecha exacta, y ello se debe a que ese día hubo
un eclipse de sol. Los ejércitos quedaron tan aterrorizados que los reyes Aliates y Ciaxares firmaron inmediatamente la
paz, cada cual volvió a su patria y la frontera natural marcada por el río Halis nunca más volvió a ser cuestionada. Por
cierto, Tales de Mileto se hizo famoso entre sus conciudadanos porque predijo el eclipse (aunque casi lo acusan de
brujería). Poco después, en 584 murió Ciaxares y el Imperio Medo quedó en manos de su hijo Astiages. No se sabe nada
de él, lo que significa que no libró ninguna batalla, sino que gobernó pacíficamente su imperio.

En 582 terminó la Primera Guerra Sacra. El ejército del tirano Clístenes logró derrotar a Crisa, la ciudad que se había
apoderado de Delfos. La ciudad fue arrasada y se promulgó una maldición contra quien osara reconstruirla. Para
conmemorar la victoria, Clístenes instituyó los Juegos Píticos, que se celebraban en Delfos cada cuatro años, en medio
de cada Olimpiada. Mientras el ganador de los Juegos Olímpicos recibía una guirnalda de hojas de olivo, el premio en los
Juegos Píticos era una guirnalda de hojas de laurel, pues el laurel, al igual que el oráculo de Delfos, estaba consagrado a
Apolo. Desde entonces el laurel es símbolo de la gloria.

En 579 Pítaco renunció a la tiranía en Mitilene a los setenta años de edad. Fue recordado por los griegos como un
gobernante ejemplar.
En 578 el rey de Roma Lucio Tarquinio Prisco fue asesinado por hombres pagados por los hijos del rey anterior, Anco
Marcio (descontentos por no haber heredado el trono). Sin embargo, un yerno de Lucio Tarquinio reaccionó rápidamente
y tomó el poder. El sexto rey de Roma fue Servio Tulio. También era etrusco, y tal vez la historia del asesinato de
Tarquinio esconde un intento de rebelión de Roma contra la dominación etrusca. Sin embargo, lo cierto es que el nuevo
rey no favoreció en absoluto a los intereses etruscos. Al contrario, formó una nueva Liga Latina por la que Roma se puso
a la cabeza de las demás ciudades del Lacio. La ciudad se extendió sobre dos colinas más, el Esquilino y el Viminal, y las
siete colinas fueron rodeadas por una muralla (la muralla Serviana) que marcó los límites urbanos durante los quinientos
años siguientes.

Entre tanto las ciudades de la India iban prosperando. En el valle del Ganges surgieron varias repúblicas aristocráticas
gobernadas por oligarcas. Una de las más importantes fue Sakya, cuya capital estaba en Kapilavattu. Contaba con un
parlamento de 500 miembros, dirigido por un presidente elegido periódicamente. Otras de estas repúblicas se unieron en
una confederación liderada por los Vrji, de la que formaban parte también los Videha, los Jñatrka, los Licchavi, y
otros. La ciudad de Vaisali, capital de los Licchavi, debió de ser una de la

EL JUDAÍSMO
La política de deportaciones iniciada por Asiria y continuada por Babilonia había logrado destruir muchas identidades
nacionales, y todo parecía indicar que lo mismo sucedería con el nacionalismo judío. Sin embargo no fue así. La cultura
judía sobrevivió en Egipto y en la propia Babilonia. Nabucodonosor II era un monarca ilustrado. Se limitó a hacer lo que
consideró necesario para que los judíos dejaran de ser una amenaza, pero, una vez instalados en Babilonia, los trató con
total indulgencia. No prohibió ni desalentó en absoluto el culto a Yahveh. Pese a todo, el exilio debió de ser traumático
para los judíos, pues su creencia de que el Templo de Jerusalén era inviolable se había desmoronado. Más aún, la última
tendencia del yahvismo había sido la de inculcar que el Templo era el único lugar donde se podía rendir culto a Yahveh.
Los judíos creían que Yahveh sólo tenía poder sobre su territorio, y que al ser arrancados de él se les había alejado
completamente de su dios. Estas creencias hubieron de ser modificadas rápidamente. No tardaron en descubrir que, en
realidad, Yahveh estaba en todas partes, y que se le podía rezar y adorar en cualquier lugar del mundo. Disponían de
textos escritos con parte de sus tradiciones, y formaron congregaciones (en griego sinagogas) para estudiarlos y continuar
el culto.

En las sinagogas, la tradición judía sufrió fuertes transformaciones. Muchos judíos aceptaron con interés los mitos
babilónicos, por lo que los sacerdotes tuvieron que terminar por admitirlos también, debidamente modificados para que
fueran compatibles con el culto a Yahveh. Los judíos conocían desde mucho antes versiones vagas de los mitos
mesopotámicos sobre la creación, el diluvio, etc., pero ahora descubrieron de primera mano las versiones originales, que
incorporaron a sus creencias de forma mucho más precisa y fiel, salvo por la criba que eliminó casi toda referencia a
dioses extraños. Por ejemplo, la diosa Tiamat (el caos que Marduk destruyó) se convirtió en tehom (lo profundo) en la
versión hebrea del Génesis, es decir, en la profundidad sobre la que estaba el espíritu de Dios. (Recordemos también la
"curiosa" semejanza entre la versión bíblica del diluvio y la del poema de Gilgamesh.) La antigua leyenda sobre la Torre
de Babel debió de impactarles mucho, sobre todo porque pudieron presenciar la construcción de un magnífico zigurat
dedicado a Marduk que había quedado inconcluso tiempo atrás a causa de las guerras con Asiria, pero que Nabucodonosor
II ordenó terminar. Probablemente, la impresionante visión de un ejército de sacerdotes subiendo y bajando por la inmensa
estructura debió de terminar deformándose hasta convertirse en un extraño pasaje del Génesis, donde Jacob ve unos
ángeles subiendo y bajando del cielo por una gran escalera. Los mitos propiamente judíos también se vieron afectados.
Probablemente, la patria original de Abraham había sido Harrán, pero ahora se convirtió en la que el Génesis llama
anacrónicamente "Ur de los caldeos", cuando los caldeos no aparecieron hasta muchos siglos después de Abraham.
Indudablemente, la cultura caldea impresionó tanto a los judíos que dieron por hecho que su patriarca tenía que ser de
origen caldeo.

También en el exilio los judíos adoptaron la costumbre mesopotámica de descansar el sábado. Los caldeos dividían el
tiempo en periodos de siete días en correspondencia con los siete cuerpos celestes que conocían (aparte de las estrellas):
El Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. También los asociaban con dioses, idea que los griegos
transmitieron a Occidente. Por ejemplo, el planeta Venus estaba asociado a Ishtar, diosa de la belleza y del amor.
También éste era el origen y significado de unos candelabros sagrados de siete brazos que usaban los caldeos y que los
judíos incorporaron a sus objetos de culto. Paulatinamente, los judíos fueron olvidando su lengua, el hebreo, que fue
sustituida por el arameo, la lengua que los sirios expandieron por Asiria cuando fueron desterrados.
Pero el cambio más significativo que experimentó la religión judía en el exilio no fue la incorporación de nuevos mitos y
tradiciones. Los judíos asumieron que el exilio era un castigo divino a causa de sus muchos pecados, pero al mismo
tiempo se convencieron de que si cambiaban de actitud y se aferraban a sus creencias, Dios les perdonaría, les devolvería
a su tierra y les enviaría un descendiente de David para que ocupara de nuevo el trono. Ahora bien, sobre este punto
debieron ser cautos. Nabucodonosor II no puso objeciones a que mantuvieran su religión, pero nunca hubiera tolerado
que esperaran un rey que le arrebatara parte de su territorio. Por ello esta parte crucial de sus creencias tuvo que ser
expresada de forma más oscura o ambigua. El ritual para ocupar el trono de Judá exigía que el sacerdote ungiera con un
aceite sagrado al nuevo rey, como signo de la aprobación divina. Así, en lugar de decir que esperaban a un rey, decían
que esperaban a un "ungido", lo que podía pasar también como un jefe religioso políticamente inocuo. Nos son más
conocidas las versiones hebrea y griega de "ungido", que son mesías y cristo, respectivamente. Vaticinaron que el profeta
Elías (que no había muerto, sino que había ascendido al cielo en cuerpo y alma) volvería para ungir al mesías, el cual
reconstruiría el reino de Judá. Muchos pasajes de los textos prebíblicos de que disponían los judíos fueron sacados de
contexto para reinterpretarlos como profecías mesiánicas.

Se formó así lo que podemos considerar realmente como una nueva religión, el judaísmo, muy diferente de la religión
judeo-israelita precedente. A menudo se considera como padre del judaísmo a Ezequiel, un sacerdote que fue llevado a
Babilonia junto con el rey Joaquín en la primera deportación. Ezequiel creía en la restauración del reino y describió con
detalle una reconstrucción del Templo, junto con los rituales posteriores a la restauración.

Mientras tanto, en Canaán se estaban produciendo algunos cambios. Un pueblo árabe, los Nabateos, ocuparon Edom y
establecieron su capital en Petra. Desde allí controlaron varias rutas comerciales, especialmente la del mar Rojo. A su
vez, los edomitas expulsados por los nabateos avanzaron hacia el norte e invadieron el sur de Judá, que no pudo ofrecer
ninguna resistencia, y allí se establecieron en la región que más adelante los griegos llamarán Idumea. Otro punto
neurálgico de la ruta comercial del mar Rojo era la región que los antiguos llamaron la Arabia Feliz, donde actualmente
está el Yemen. Allí había varios reinos muy antiguos que habían alcanzado gran prosperidad y riqueza gracias al comercio.
El más famoso era el reino de Saba, cuyo origen parece remontarse al tercer milenio a. C.
Por otra parte, la política china era cada vez más turbulenta. Las luchas por la hegemonía ya no sólo se daban entre los
distintos estados, sino que internamente se producían enfrentamientos entre los nobles, y esto fue debilitándolos a todos.

En 574 hacía ya trece años que Nabucodonosor II mantenía infructuosamente el sitio de Tiro. Finalmente, la ciudad
decidió negociar la paz. El rey caldeo estaba también deseando terminar su campaña, así que los términos de la rendición
fueron suaves. Tiro no iba a ser ocupada ni saqueada, conservaría su autonomía, el rey Etbaal III renunciaría al trono,
pero sería sucedido por su hijo Baal I, quien juraría fidelidad a los caldeos. Aunque Tiro había, pues, quedado indemne,
lo cierto es que el asedio la debilitó tanto que perdió el control de sus colonias. A partir de este momento fue Cartago
quien reguló la política exterior fenicia, si bien siguió existiendo un vínculo emocional hacia la metrópolis. El
Mediterráneo occidental se fue repartiendo gradualmente entre cartagineses, etruscos y griegos.

En 572, Solón, que había conservado su cargo de arconte en Atenas durante 22 años, renunció a él. Le propusieron
conservarlo de por vida, pero tenía ya sesenta y cinco años y no quiso aceptar. "Ya es hora", dijo, "de que me ponga a
estudiar algo". Tras conseguir la promesa de sus conciudadanos de que conservarían su sistema de leyes durante al menos
diez años, partió hacia oriente.

Pero la guerra contra Megara continuaba. Se había atenuado con la muerte de Teágenes, pero continuaba. Ahora el punto
más conflictivo era la isla de Salamina, situada cerca de la costa, frente a la frontera entre el Ática y Megara. Los
atenienses citaban unos versos de la Ilíada (que los Megarenses consideraban espurios) para argüír que Salamina
pertenecía al Ática. Los intentos atenienses de ocuparla habían fracasado, hasta el punto de que la daban ya por perdida,
pero en 570 era polemarca (arconte encargado de la guerra) un primo de Solón llamado Pisístrato, quien se las arregló
para tomar la isla. Megara se rindió y así termino la guerra. Por aquel entonces la ciudad se había dividido en tres partidos:
el de la llanura, encabezado por Milcíades, reunía a la antigua aristocracia que esperaba recuperar su antiguo poder; el
de la costa reunía a los mercaderes y armadores y, en general, a la burguesía, que aceptaba el sistema democrático de
Solón y estaba dirigido por uno de los Alcmeónidas. Solón les había permitido regresar, pero los nobles no los admitieron
entre ellos, por lo que se hicieron demócratas. Finalmente, el partido de la montaña estaba integrado por el proletariado
urbano y campesino, deseoso de más reformas, al frente del cual se puso el propio Pisístrato, quien sin duda albergaba
ambiciones de poder y comprendió que la mejor manera de conseguirlo era ganarse la confianza de los menos favorecidos.
Mientras tanto, el faraón Haibria se encontró con un problema en el oeste. La colonia griega de Cirene se había extendido
a costa de las tribus libias vecinas, y éstas pidieron ayuda a Egipto. Haibria no podía permitirse tener a unos bárbaros
descontentos al oeste si Nabucodonosor II le atacaba por el este, así que decidió enviar un ejército contra Cirene. Ahora
bien, el grueso del ejército egipcio estaba formado por mercenarios griegos, y no era prudente enviar griegos a luchar
contra griegos, pues podían cambiar de bando. Así que envió un ejército formado por nativos. Dicho ejército consideró
que el faraón favorecía a los griegos frente a los egipcios, pues les asignaba los puestos de mando y, en cambio, les
enviaba a ellos a enfrentarse a un ejército griego, contra el que tenían pocas posibilidades de victoria. Así pues, los
soldados nativos se rebelaron y Haibria tuvo que enviar a Ahmés, un oficial nativo que gozaba de gran popularidad entre
las tropas, para que dialogara con los amotinados. Sin embargo, Ahmés era demasiado popular entre las tropas, que le
propusieron convertirse en su nuevo faraón. Ahmés aceptó y dirigió a sus hombres contra Haibria, derrotó al ejército
griego que éste envió contra él, ejecutó al antiguo rey y ocupó el trono como Ahmés II. Pronto se casó con una hija de
Psamético II (hermana o hermanastra de Haibria), con lo que oficialmente se le consideró integrante de la XXVI dinastía.

Tras zanjar el conflicto con Tiro, cabría esperar que Nabucodonosor II se ocupara de Egipto, pero estaba ya cansado y
decidió no emprender una nueva campaña. Pese a ello, el nuevo faraón continuó preparando el país para un posible choque
con el Imperio Caldeo. Incrementó los efectivos griegos en su ejército, permitió que la colonia de Naucratis se convirtiera
en una gran ciudad, y firmó numerosas alianzas con los griegos.

En 562 murió Nabucodonosor II y fue sucedido por su hijo Amel-Marduk. La Biblia lo menciona porque, al parecer,
liberó de la prisión al derrocado rey Joaquín.

En 561 Pisístrato se presentó ante los atenienses mostrando una herida. Afirmó que se la habían causado los "enemigos
del pueblo", que querían asesinarlo, y solicitó permiso para contratar una guardia personal, de 50 hombres, algo prohibido
por las leyes de Solón. Los atenienses, vacilantes, llamarón a Solón, quien, al parecer, les dijo:

Escuchadme bien, atenienses: yo soy más sabio que muchos de vosotros, y más valeroso que muchos otros. Soy más sabio
que los que no ven la malicia de este hombre y sus fines ocultos; y más valeroso que los que, aun viéndola, fingen no
verla por evitarse problemas y vivir en paz.
Pero Pisístrato tenía a su favor al partido de la montaña y Solón tenía en su contra al de la llanura, por lo que no le
hicieron caso. Dicen que al darse cuenta añadió:
Siempre sois iguales: cada uno de vosotros, individualmente, obra con la astucia de una zorra, pero colectivamente sois
una bandada de gansos.
La petición de Pisístrato fue aceptada, pero en vez de 50 hombres contrató 400, tomó la Acrópolis y se convirtió en
tirano de Atenas. Su posición era débil, por lo que se apresuró a ganarse la confianza de sus ciudadanos. Hizo editar las
obras de Homero en la forma en que actualmente las conocemos, instituyó unas fiestas en honor del dios Dionisio, en
las que se cantaban unas "canciones de machos cabríos" en alabanza al dios. En griego se llamaban tragedias. Al
principio eran cantos a coro alegres y bulliciosos, pero más tarde los poetas empezaron a escribir versos serios para la
fiesta. En un momento dado, un poeta llamado Tespis tuvo la ocurrencia de hacer callar al coro de tanto en tanto y dejar
que un actor solista relatara e interpretara una historia tomada de los viejos mitos. Fue el primer paso de una compleja
evolución que experimentaría el género en los siglos siguientes.

Pisístrato construyó templos en la acrópolis e inició el proceso de embellecimiento de Atenas que terminaría
convirtiéndola en la gran capital que llegó a ser. Instituyó los Juegos Panhelénicos, que reunían en Atenas no sólo a los
atletas, sino a los políticos más importantes de Grecia. En cuanto a la política exterior consiguió que Atenas dispusiera
de colonias en lugares estratégicos. Se preocupó especialmente de proteger las rutas comerciales con el mar negro.
Reconquistó el puesto de Sigeo en el lado asiático del Helesponto, que Pítaco le había arrebatado a Atenas tiempo antes.

En 560 murió Solón, y también fue asesinado el rey caldeo Amel-Marduk en una intriga palaciega. El trono pasó a su
cuñado Neriglisar. También murió el rey lidio Aliates, y fue sucedido por su hijo Creso. Al contrario que su padre, Creso
admiraba la cultura griega, consultaba los oráculos griegos, especialmente el de Delfos, al que enviaba regalos mucho
más valiosos que los que podía enviar cualquier ciudad griega. Por ello Creso adquirió la fama de ser extraordinariamente
rico.

En Esparta fue elegido éforo Quilón, quien reprobó la tolerancia que Esparta estaba teniendo con las ciudades de Arcadia
y reclamó una política fuerte. Los espartanos no tuvieron dificultad en derrotar a los arcadios, que se apresuraron a
someterse. A la ciudad de Tegea se le permitió conservar su independencia, y desde entonces fue la ciudad más leal a
Esparta de todo el Peloponeso, que ahora estaba dominado por Esparta casi en su totalidad (salvo la Argólida).

Mientras tanto, un nuevo gobernante apareció en la región de Anshan. Esta región se encontraba al norte de lo que había
sido Elam, y estaba poblada por medos que fueron incorporados al Imperio por Ciaxares, si bien conservaron
gobernadores locales. El nuevo príncipe se llamaba Ciro II, y hacía remontar su rango a un antepasado
llamado Aquemenes, que había gobernado siglo y medio antes, por lo que su dinastía es conocida
como aqueménida. Anshan formaba parte de una región más amplia llamada Fars por los nativos, pero que nosotros
conocemos por la versión griega de su nombre: Persia. En 559 Ciro II declaró a Anshan independiente de Media.
Astiages envió un ejército que fue fácilmente derrotado por Ciro. En el lugar de la victoria mandó construir la ciudad
de Pasargadas (fortaleza de Persia), que se convirtió en su nueva capital.

En 556 el tirano ateniense Pisístrato organizó una expedición para ayudar a los nativos del Quersoneso Tracio (la actual
península de Gallípoli, en el lado europeo del Helesponto). Como jefe de la expedición eligió a Milcíades, el cabecilla
del partido de la llanura, su principal rival político. (Tal vez fue una forma de librarse de él.) La expedición fue un éxito
y Milcíades acabó siendo tirano de toda la península. Ahora Atenas controlaba los dos lados del Helesponto.

Ese mismo año murió el rey caldeo Neriglisar. Su hijo fue rápidamente destronado y diversos partidos se disputaron el
trono. Al parecer nadie en el partido vencedor quiso asumir el riesgo de convertirse en rey, por lo que asignaron el trono
a un personaje que juzgaron fácil de manipular. El nuevo rey fue Nabónido, quien no demostró ningún interés por la
política. En su lugar, se dedicó a estudiar reliquias antiguas. Desenterró y restauró antiguas tablillas cuneiformes,
desatendió Babilonia y, en cambio, se interesó por ciudades más antiguas, como Ur y Larsa. Para colmo, Nabónido no
había nacido en Babilonia, sino que era natural de Harrán (actualmente bajo dominio medo), hijo de una sacerdotisa de
Sin, dios de la Luna, por lo que también desatendió a Marduk y, en cambio, se interesó por Sin y las ciudades que lo
veneraban. Es evidente que todo esto causó un gran descontento en la corte. En todo lo tocante a la política delegó en su
hijo Baltasar. Un rey títere era lo menos conveniente para Babilonia cuando Ciro II estaba expandiendo sus dominios.
Nabónido creyó que Media y Persia se enzarzarían en una larga guerra civil y así dejarían tranquilo a su Imperio. Incluso
estimuló a Ciro II a atacar a Astiages, y aprovechó los problemas de éste para arrebatarle Harrán en 553. Sin embargo, el
conflicto entre Media y Persia no fue largo. Ciro II usó más de la diplomacia que de la fuerza y consiguió en poco tiempo
tener de su parte a casi todo el Imperio Medo. Finalmente, en 550 marchó sobre la capital meda, Ecbatana, la tomó y la
convirtió en la capital de su nuevo imperio, conocido como Imperio Persa.

Por estas fechas la ciudad jonia de Focea inició la colonización de Córcega y Cerdeña, con lo que pronto entraría en
conflicto con los intereses etruscos.

EL IMPERIO PERSA
En 548 murió Tales de Mileto. Se había ganado el calificativo de "sabio". Cuando le preguntaron cuál era la empresa más
difícil para un hombre dijo "conocerse a sí mismo". A la pregunta de qué es la justicia respondió que "es no hacer a los
demás lo que no queremos que sea hecho con nosotros". Dejó un discípulo, Anaximandro, que fue el primero en trazar
un mapa del mundo conocido, y también realizó descubrimientos notables en matemáticas y astronomía, el cual tuvo
como discípulo a Anaxímenes. Fueron los principales representantes de la escuela de Mileto.

Entre tanto, el rápido ascenso del rey persa Ciro II no pareció preocupar mucho a sus vecinos. El rey lidio Creso pensó
que tantas agitaciones en el este podían marcar un momento propicio para extender sus dominios, así que decidió rebasar
con un ejército el río Halis, que desde hacía tiempo constituía la frontera natural entre Lidia y el Imperio Medo. Se dice
que antes de acometer tal empresa consultó al oráculo de Delfos sobre su conveniencia, y la respuesta fue: "Si Creso
cruza el Halis, destruirá un gran imperio". Creso no preguntó qué imperio sería destruido, sino que inició el ataque
en 547 y no tardó en lograr la completa destrucción de su propio imperio. En efecto, las tropas de Ciro II rechazaron
fácilmente a los invasores. Cuentan que los caballos lidios se sintieron desconcertados por el olor de los camellos persas,
lo que produjo una confusión en la batalla que Ciro II supo aprovechar muy bien. Los lidios fueron perseguidos más allá
del Halis, y en 546 Ciro II se había adueñado de Sardes, la capital lidia.

Mientras sucedía todo esto, el rey caldeo Nabónido permanecía ocupado en una expedición arqueológica en las regiones
desérticas del sudoeste. Cuando resultó evidente que el siguiente paso de Ciro II sería anexionarse el Imperio Caldeo,
Nabónido entabló una alianza con Egipto, que no le reportó ningún beneficio real y, al contrario, le sirvió de excusa al
rey persa para atacar a Caldea.

Las ciudades griegas de la costa de Asia Menor, esto es, las ciudades jónicas que hasta entonces habían estado bajo el
dominio lidio, temieron que, en cuanto Ciro II terminara con los caldeos, terminaría de consolidar su victoria sobre Creso
y las anexionaría a su imperio. Bías de Priene sugirió que todos los griegos de la zona embarcaran hacia el oeste, pero
nadie le hizo caso. Por aquella época el poder griego en el Mediterráneo occidental iba en aumento. Acababan de
establecer colonias en Córcega y Cerdeña, además de las que ya tenían en Sicilia. Esto preocupó tanto a los etruscos como
a los cartagineses, que temían que los griegos pudieran llegar a monopolizar el comercio marítimo en la zona. No tardó
en declararse la guerra. En 540 la flota etrusco-cartaginesa derrotó a la griega frente a la colonia griega de Alalia, en
Córcega, que (según los vencedores) se había convertido en una base de piratas. El resultado fue que los etruscos se
quedaron con toda Córcega, mientras que los cartagineses tomaron Cerdeña. Los griegos mantuvieron a duras penas
algunas colonias en Sicilia, en constante conflicto con las colonias cartaginesas de la isla. Con la batalla de Alalia terminó
prácticamente el periodo de colonización griega.

Mientras tanto el rey Bimbisara ocupó el trono de Magadha, que bajo su reinado se convirtió en el imperio más
importante de la India. Se anexionó el reino de Anga, en el este, cuya capital, Campa, tenía un puerto en el que se reunían
los barcos que navegaban por el Ganges y los que recorrían el sur de la India. El nuevo rey se esforzó por reorganizar el
país. Despidió a los funcionarios incapaces, realizó viajes de inspección, controló la construcción de carreteras y otras
obras públicas. Construyó la ciudad de Rajagrha y la convirtió en la nueva capital del reino.

En 539 Ciro II llegó a las puertas de Babilonia. Nabónido confió la defensa de la ciudad a su hijo Baltasar, pero no hubo
ninguna defensa. Nuevamente, Ciro II usó más de la diplomacia que de la fuerza. Consciente del descontento que el rey
caldeo se había ganado entre la nobleza y el clero, consiguió fácilmente una rebelión interna y la rendición de la ciudad.

Entre los partidarios más incondicionales que Ciro II se encontró en Babilonia estaban los judíos exiliados. En los últimos
años había surgido entre ellos un nuevo ideólogo. Su nombre nos es desconocido, pues sus escritos fueron posteriormente
atribuidos al profeta Isaías, que había vivido dos siglos antes (sin duda para darles mayor autoridad). En efecto, los
primeros capítulos del libro bíblico de Isaías se refieren a la época de Senaquerib, mientras que a partir del capítulo XL
mencionan a Ciro. Por ello este autor anónimo es conocido como "el segundo Isaías". Desde el punto de vista religioso,
el pensamiento del segundo Isaías supuso una revolución sin más precedente en la historia que el del faraón Akenatón.
Hasta entonces, Yahveh era el único Dios al que podían adorar los judíos, pues Yahveh se enojaba si adoraban a otros
dioses. El segundo Isaías afirmó que Yahveh no era sólo el dios de los judíos, sino que era el único dios verdadero. Todo
lo demás eran ídolos, trozos de piedra, de metal o de madera sin ningún poder a los que resultaba estúpido adorar (además
de herético, naturalmente). Sin duda, esta postura surgió como una defensa frente a la gran influencia que debía de ejercer
sobre los judíos la religión babilónica: la mejor manera de rebatir la evidencia de que Marduk era mucho más poderoso
que Yahveh era negar la existencia de Marduk. Si el Templo había sido destruido y los judíos habían sido sometidos a los
caldeos, ello no se debía a que Marduk ayudaba más eficientemente a los caldeos que Yahveh a los judíos, sino únicamente
a que Yahveh había usado a los caldeos como instrumento para castigar los pecados de los judíos, pero ahora que se
habían arrepentido Yahveh les devolvería su reino a través del mesías. Para el segundo Isaías, este ungido o mesías no
era sino Ciro II. El que el propio Ciro no estuviera al corriente de este hecho carecía de importancia:

Esto dice el Señor a mi ungido Ciro, a quien he tomado de la mano para sujetar a su persona las naciones y hacer volver
las espadas a los reyes, y para abrir delante de él las puertas, sin que ninguna pueda resistirle. Yo iré delante de ti, y
humillaré a los grandes de la Tierra, despedazaré las puertas de bronce y romperé las barras de hierro. Yo te daré a ti
los tesoros escondidos, y las riquezas recónditas, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llamo por
tu nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre, te puse el sobrenombre de
Mesías, y tú no me conociste. Yo el Señor, y no hay otro más que yo, no hay dios fuera de mí, yo te ceñí la espada, y tú
no me has conocido, a fin de que sepan de oriente a poniente que no hay más dios que yo: Yo el Señor, y no hay otro. (Is.
XLV, 1-6)
En 538 el Imperio Caldeo era ya una parte del Imperio Persa. Ciro debió de sorprenderse mucho de la devoción que le
profesaron los judíos, pero debió de disimular y aprovecharla, pues al contrario que los asirios, el rey persa adoptó
desde el primer momento la política de tratar bien a los pueblos que conquistaba, con tacto y diplomacia, tratando de
que se sintieran cómodos dentro de lo posible. Así, Ciro autorizó el regreso de los judíos a su tierra (aunque no se habló
nunca de fundar un reino independiente, por descontado). Si para los judíos pasó como enviado de Yahveh, en
Babilonia asumió las funciones sacerdotales propias de un rey caldeo, y se presentó como un humilde servidor de
Marduk. Así se ganó el respeto de los sacerdotes, que mantuvieron a Babilonia leal al Imperio Persa.

Sin embargo, fuera de Caldea estaba ganando terreno la doctrina mazdeísta fundada por Zaratustra a principios de siglo.
Sus discípulos la desarrollaron notablemente, de modo que es difícil determinar qué parte de ella proviene del propio
Zaratustra. El atractivo principal del mazdeísmo consistía en que explicaba la presencia del mal en el mundo y prometía
una recompensa final para los hombres de bien. En efecto, la historia del mundo se dividía en cuatro periodos de tres mil
años. El primero correspondía a la creación de los dos espíritus principales: Ahura-Mazda y Ahrimán, y al conflicto entre
ambos. El segundo correspondía a la creación del mundo material, y concluía con la aparición del primer
hombre, Gayomart. Durante el tercer periodo dioses y hombres luchan unos a favor del bien y otros del mal. Ahura-
Mazda tiene bajo su mando a seis divinidades, los Amesha Spentas, que a su vez dirigían a otras muchas (antiguas
divinidades indoiranias que se reincorporaron al mazdeísmo, tras un primer intento de erradicarlas). Similarmente,
Ahrimán dirigía a un ejército de brujas y demonios. Tras la muerte, las almas de los hombres que han luchado por el bien
van al "mejor de los mundos", mientras que los malos acaban en "la morada del dolor". Aquellos cuyas buenas y malas
acciones se equilibran van a un lugar llamado Hamesta-Kan. Todos ellos esperan el cuarto periodo, cuando Ahura-Mazda
destruirá a Ahrimán, los muertos resucitarán, llegará el Salvador, Sawsyant, que los juzgará y destruirá el infierno y a
todos los condenados. El mundo será purificado y los justos vivirán en un Universo donde sólo existirá el Bien.

En cuanto a la lengua, los persas eran un pueblo indoeuropeo, por lo que el acadio les resultaba una lengua extraña y
difícil. Ciro II mostró en todo momento una gran admiración (tal vez real) por la cultura caldea, pero fomentó el uso del
arameo frente al acadio, pues si bien ambas lenguas eran semíticas, al menos el arameo tenía una base alfabética y
resultaba más sencillo. Bajo la dominación persa el uso del acadio se redujo exclusivamente al ámbito religioso.

Si bien Ciro había autorizado a los judíos a volver del exilio, lo cierto es que sólo una minoría estuvo dispuesta a hacerlo.
La mayor parte de la población judía estaba bien instalada en Babilonia y su vida era próspera. No obstante, hubo varios
grupos de judíos que decidieron partir. El primero fue dirigido por Sebasar, al que cierta tradición consideró hijo del
derrocado rey Joaquín, si bien esto no es sostenible. Ciro II había autorizado también la reconstrucción del Templo, y al
parecer Sebasar presidió el inicio de las obras. No obstante pronto desaparece de la historia (probablemente murió). Fue
sucedido por Zorobabel, al parecer sobrino de Sebasar y presuntamente nieto de Joaquín. Junto a él estaba Josué, hijo
del sumo sacerdote que oficiaba en Jerusalén cuando el Templo fue destruido. Así, los judíos se formaron la imagen más
ficticia que real de que se había restituido el status anterior al exilio: Zorobabel representaba a la casa de David (aunque
sin ningún poder efectivo) y Josué a la familia sacerdotal que se remontaba hasta Sadoc, el sacerdote del rey Salomón.

En realidad, el retorno del exilio no fue tan idílico como los judíos habían supuesto. En la antigua Judá habían quedado
muchos hombres humildes que seguían practicando la religión judía en su forma primitiva, completamente ajena a los
muchos cambios que ésta había sufrido en Babilonia. Los recién llegados no reconocieron como judíos a los nativos y los
llamaron samaritanos, identificándolos con los nuevos pobladores que trajo en su día Sargón II a Israel cuando deportó a
los israelitas. Los samaritanos ofrecieron su ayuda para reconstruir el Templo, pero no fue aceptada, con lo que se
generaron tensiones y recelos. Terminaron concluyendo que los judíos habían corrompido la religión incorporando
elementos caldeos (lo cual era cierto), así que judíos y samaritanos se tacharon mutuamente de herejes. Tal vez sea éste
un buen momento para abandonar el nombre de Judá y referirnos a la región en su nueva situación política
como Judea, que es el nombre que algo después le darían los griegos y más tarde los romanos.

Además estaban Amón, Moab, los antiguos edomitas, ahora idumeos, y los filisteos, que en la reconstrucción del Templo
vieron un resurgir del imperialismo judío. Naturalmente, toda la región estaba bajo el dominio persa, por lo que no podían
hacer uso de la fuerza, pero sí empezaron a urdirse intrigas para indisponer a los judíos frente a la autoridad persa. No fue
difícil conseguirlo. Por aquel entonces los judíos tenían dos profetas destacados: Ageo y Zacarías. Ambos consideraban
a Zorobabel como el Mesías (al parecer, Ciro II no dio la talla, después de todo), así que no debió de ser difícil convencer
a los persas de que los judíos pretendían convertir en rey a Zorobabel. No conocemos los detalles, pero lo cierto es que
Zorobabel desaparece de la historia y la autorización para construir el Templo fue revocada (tal vez no por el propio Ciro
II, sino por alguno de sus funcionarios locales). Probablemente Zorobabel fue ejecutado como rebelde, pero los autores
bíblicos no consideraron oportuno mencionarlo.

En 535 la oligarquía dominante en la isla de Samos fue depuesta por un tirano llamado Polícrates. Hizo construir un
centenar de barcos piratas con los que se adueñó del Egeo. Por otra parte, como era habitual entre los tiranos, fomentó la
cultura y las obras públicas. En especial mandó construir un gran acueducto. Entabló una alianza con el faraón Ahmés II,
una de las muchas que éste estableció con diversas ciudades griegas para fomentar el comercio y la defensa de Egipto.
Mientras tanto, griegos focenses fundan una nueva colonia en la costa suroeste de Italia: Elea.

En 534 fue asesinado Servio Tulio, el sexto rey de Roma. Al parecer, la conjuración fue organizada por Lucio
Tarquino, hijo del antiguo rey Tarquinio Prisco, y esposo de una hija de Servio Tulio. El conspirador se proclamó rey
inmediatamente, y pronto fue conocido como Tarquino el Soberbio. Los romanos contaban que el séptimo rey gobernó
con un despotismo y una crueldad desconocidos hasta entonces. Decían que nombró una guardia personal que le garantizó
la impunidad necesaria para gobernar sin más ley que su voluntad.

El trasfondo de estas historias es sin duda que el reinado de Tarquino el Soberbio fue un periodo en que Roma quedó bajo
la dominación etrusca, cosa que los historiadores romanos nunca hubieran estado dispuestos a admitir abiertamente. En
efecto, aunque parece ser que Servio Tulio era de origen etrusco, lo cierto es que su política no favoreció en nada los
intereses etruscos. Al contrario, había organizado la Liga Latina, con la que el Lacio estaba en condiciones de mantener
su independencia frente a los etruscos. Sin embargo, tras la batalla de Alalia, Etruria se había convertido en la mayor
potencia de la zona, y debía de estar en condiciones de influir en Roma y lograr que el poder acabara en manos de un rey
leal a sus intereses. Éste fue Tarquino el Soberbio. Por ejemplo, los historiadores relataban que el nuevo rey hizo ejecutar
a varios senadores, en lo cual podemos ver una "depuración" del Senado, por la que se deshizo de los principales oponentes
a la dominación etrusca.

Mientras tanto Ciro II continuaba expandiendo su Imperio. Sus generales tomaron una a una las colonias griegas de Asia
Menor que habían estado anteriormente bajo el dominio lidio. Nuevamente Mileto logró conservar su independencia, al
menos formalmente, como ya había hecho antes con Lidia. En las crónicas del Imperio Persa aparecen por vez primera
pueblos "nuevos" como los armenios o los partos. Eran pueblos indoeuropeos que llegaron tras los medos y fueron
ocupando distintos territorios. Los partos, por ejemplo, eran un pueblo ario cuyo nombre es de hecho una variante de
"persa". Otro grupo de arios conservaron su nombre primitivo y la región que ocuparon recibió el nombre de Aria, que
se conserva aún en el actual "Irán". El propio Ciro II dirigió varias campañas hacia el este, anexionándose Margiana,
Bactriana y la lejana Sogdiana. Así el Imperio Persa alcanzó una extensión mayor que la que había tenido el Imperio
Asirio. Ciro II murió en una de sus campañas, en 530. Su fama de gobernante justo e ilustrado le valió el sobrenombre
de Ciro el Grande.

Durante la ausencia de Ciro II, su hijo mayor estaba en Babilonia como regente. Al conocerse la muerte de su padre le
sucedió en el trono sin ningún incidente, con el nombre de Cambises II. Pronto se dirigió al este a completar los proyectos
que su padre había dejado inacabados.

ABIOS Y FILÓSOFOS
En los últimos años del siglo VI surgieron pensadores notables en los puntos más distantes del mundo civilizado. Desde
los principios del siglo, en la India habían surgido corrientes divergentes respecto de la religión brahmánicat oficial. Éstas
se interesaron por los aspectos más filosóficos del brahmanismo: la relación entre el cuerpo y el alma, la reencarnación,
etc., relegando a segundo plano los rituales, a los que a menudo dieron una interpretación alegórica. Una de estas
corrientes fue desarrollada por un grupo de místicos que se retiraron a los bosques y compilaron una serie de abstrusos
tratados conocidos como los Upanisads (que significa algo así como "sentarse junto al maestro"). La filosofía de los
Upanisads es monista, en el sentido de que considera a la materia una ilusión y concibe el Universo como una unidad
espiritual, en contraste con la filosofía dualista conocida como Samkhya, atribuida a Kapila (que tal vez vivió en el siglo
precedente), según la cual existen dos realidades eternas: una es la materia, o mundo de las apariencias, y la otra la
componen un número infinito de almas individuales. Cada alma es prisionera de su cuerpo, al que se cree ligada, y sólo
consigue la salvación cuando comprende su naturaleza distinta, y asimila que es sólo un espectador, no un actor, en el
mundo, y se libera de los deseos, procedentes del cuerpo.

Esta corriente Samkhya fue el punto de partida de lo que ya no puede clasificarse como corriente, sino más bien como
herejía respecto al brahmanismo. Su creador fue Vardhamana, hijo del jefe de un clan, nacido cerca
de Vaisali. Consideró que la única forma en que el alma podía llegar a comprender su naturaleza independiente del
cuerpo, dotada de sabiduría, poder y bondad ilimitados, y lograr así su liberación, era mediante una vida rigurosamente
ascética. Así lo aplicó a su propia persona y, tras doce años de severa ascesis, a la edad de cuarenta y dos años, alcanzó
el conocimiento espiritual pleno y se convirtió en Mahavira (el venerable). Durante los treinta años siguientes recorrió
la región enseñando su sistema, que recibió el nombre de jainismo (dominio de las pasiones). Sus seguidores se
organizaban en comunidades sin un reglamento concreto, que más tarde se dividieron en dos facciones rivales: los vestidos
de blanco y los vestidos de aire, llamados así porque los primeros iban vestidos y los segundos desnudos. Les estaba
prohibido quitar la vida a todo ser animado, así como la mentira, el hurto, la sensualidad y todo tipo de atadura terrena.
También había laicos que, sin abandonar el mundo, hacían los mismos votos, pero sustituyendo el celibato por una vida
casta, y la renuncia absoluta por la reducción de sus pertenencias al mínimo imprescindible. El jainismo no reconoce
ningún dios, sino que la fe se interpreta como el recto conocimiento de la relación entre materia y pensamiento. Los
jainistas no pudieron dedicarse a ninguna actividad como la agricultura, la pesca, etc., que conlleva la muerte de seres
vivos (las plantas también cuentan) así que se dedicaron a actividades comerciales, y hoy en día forman una minoría
próspera, integrada por banqueros, abogados y terratenientes.

En 530 empezó a enseñar en China Kongfuzi (el maestro Kong), al que conocemos como Confucio. Sus enseñanzas
versaban sobre todo sobre ética social. Instruyó a un grupo de discípulos que terminaron ocupando posiciones destacadas
en el gobierno, lo que les dio la oportunidad de poner en práctica las ideas de su maestro. Para Confucio y sus discípulos,
el sabio difunde un orden que se va extendiendo del individuo al universo entero. El hombre debe respetar este principio
de orden tomando ejemplo de los sabios y los grandes hombres del pasado. Las virtudes confucianas son
el ren, compasión o simpatía que induce a socorrer a los semejantes, y el yi, la equidad que lleva al respeto de los bienes
ajenos y de la posición social. La sabiduría se consigue con el estudio, la reflexión y el esfuerzo, y su meta es llegar al
ideal de hombre superior, sereno, virtuoso, sabio y recto, que ha asimilado el principio del orden universal y puede hacer
lo que le place sin transgredirlo.

Confucio atribuye una naturaleza divina al principio de orden universal, pero por lo demás adopta una postura agnóstica,
y no acepta los mitos y rituales religiosos. En contra de lo que podría pensarse, este agnosticismo racionalista fue bien
recibido por el pueblo. Mientras los judíos podían atribuir sus vicisitudes a un castigo divino por sus pecados, los chinos
cumplían escrupulosamente con los ritos religiosos, y ello no impedía que de tanto en tanto se produjeran inundaciones o
periodos de sequía, sin que los dioses parecieran responder a los debidos sacrificios. Así se empezó a dudar de que
realmente los dioses se ocuparan del mundo y que tuviera algún sentido tratar de relacionarse con ellos. A esto hay que
añadir que la religión oficial estaba en manos de los hechiceros Wu, al servicio del Rey, y por aquel entonces estaban
muy desprestigiados. Se contaban historias de un rey que ordenó a un Wu que disparara flechas contra muñecos
representando a los nobles que no acudían cuando eran convocados a palacio, o de otro que se sirvió de un Wu para
encontrar posibles conspiradores, con lo que la población estaba tan atemorizada que apenas se comunicaban por señas.
Evidentemente esto son exageraciones, pero muestran que la religión Wu incomodaba al pueblo.

En realidad el confucianismo fue sólo una de las muchas líneas de pensamiento que surgieron en China como reacción
contra la religión tradicional. Otra no menos importante fue la iniciada por Lao-Tse, del que se tiene poca información,
pero parece ser que fue historiador y astrólogo en la corte real. Escribió un libro llamado Tao-Te-King, en el que sentó
las bases del Taoísmo, una religión mística que puede practicarse en solitario. El taoísmo predica la meditación, la quietud
y la inactividad. Su filosofía es "no hacer nada para alcanzarlo todo", hay que dejar que la naturaleza siga su curso. El
Cielo y la Tierra permanecen porque son la materialización de una realidad inmutable que crea sin esfuerzo ni objeto. La
mayor virtud del sabio es la contemplación, impregnarse del Tao hasta el punto de identificarse con él como realidad
última impersonal y amoldar la propia existencia a su acción incesante y silenciosa. Se dice que Confucio había rechazado
a Lao-Tse calificándolo de soñador incomprensible.

Por esta época un jonio llamado Jenófanes dejó su ciudad natal, Colofón, y decidió emigrar a Sicilia, lejos de los persas.
Más tarde pasó a Elea, donde fundó una escuela de pensamiento conocida como la Escuela Eleática, cuyas figuras más
importantes surgirían en el siglo siguiente. A Jenófanes se le recuerda principalmente por su idea de que la existencia de
conchas marinas en regiones montañosas es un indicio de que en otros tiempos ciertas regiones estuvieron sumergidas
bajo el mar.

Otro jonio ilustre fue Pitágoras de Samos, que, al igual que otros griegos, aprovechó la unidad del gran Imperio Persa
para viajar por sus confines. Pitágoras estudió en Babilonia, e incluso llegó a visitar la India. Cuando volvió a su patria,
Samos, la encontró gobernada por el tirano Polícrates, mientras que él formaba parte de la aristocracia a la que éste había
derrocado. Consideró que la vida en Samos se le hacía insoportable y en 529 se fue a Crotona, la colonia del sur de Italia,
donde había oído que florecía la cultura.

Allí fundó una institución muy peculiar. Podían ingresar tanto hombres como mujeres, pero tenían que hacer voto de
castidad y comprometerse a no tomar nunca vino, huevos ni habas (nunca se sabrá por qué). Debían vestir sencilla y
decentemente, la risa estaba prohibida, y al final de cada curso los alumnos debían hacer una autocrítica en público,
confesando toda infracción de las reglas que hubieran cometido. Los alumnos se dividían en externos e internos. Los
últimos eran los que vivían en la propia institución. Sólo éstos podían ver al maestro, y ello tras cuatro años de iniciación.
Hasta entonces les mandaba las lecciones por escrito, firmadas con authos epha (lo ha dicho él), indicando que no había
lugar a discusión.

Si Tales fue el primer científico, podríamos decir que Pitágoras fue el primer universitario. Timón de Atenas, que le
admiraba intelectualmente, decía que era solemne hasta la pedantería, que había conseguido importancia a copia de
dársela él mismo. Se llamaba a sí mismo filósofo (amigo del saber), término que con el tiempo se aplicaría a todos los
pensadores griegos. En sus descubrimientos había poco de original. La mayor parte de ellos eran cosas que había
aprendido en Egipto y Babilonia. Sus enseñanzas versaban sobre los números, la geometría, la música y la astronomía,
siempre desprovistas de cualquier posible (a la vez que despreciable) aplicación práctica. Parece ser que Pitágoras fue el
primero que afirmó que la Tierra es una esfera que gira sobre sí misma. A estos hechos realmente prometedores, unía
supersticiones tontas (tal vez tomadas del hinduismo), como que, tras la muerte, el alma abandona el cuerpo y, tras una
estancia en el Hades (el infierno griego), vuelve a encarnarse en un recién nacido. Él mismo recordaba haber sido en otra
vida una famosa cortesana, y luego un destacado héroe de la guerra de Troya.
Otra figura destacada en la época fue Heráclito. Había nacido en Éfeso, una de las ciudades griegas de Asia Menor. Fue
más soberbio que Pitágoras y, en añadidura, un misántropo. Despreciaba prácticamente todo lo que le rodeaba, incluso
llegó a escribir:

La gran cultura sirve de poco. Si bastase para formar genios, lo serían hasta Hesíodo y Pitágoras. La sabiduría no
consiste en aprender muchas cosas, sino en descubrir aquella sola que las regula todas en todas las ocasiones.
Con esta forma de pensar, Heráclito decidió abandonarlo todo e irse a vivir a una montaña. Pasó toda su vida
meditando. Reunió sus conclusiones en un libro llamado Sobre la Naturaleza, poco menos que incomprensible, pues al
parecer no quería que los hombres mediocres le entendieran, y con ello se ganó el apelativo de Heráclito el oscuro. La
base de su filosofía consistía en que la realidad es un continuo cambio: todo fluye, nada permanece. Toda la realidad es
el cambio incesante de un único principio: el fuego. De él surgen los gases, que luego se condensan en líquidos y de sus
residuos al evaporarse surgen los sólidos. El universo es fuego en distintos estados. No hay dioses. ¿Cómo iba a existir
un dios eterno e inmutable, si ya ha quedado claro que todo es cambiante? A lo único a lo que en cierto sentido
podríamos llamar "dios" es al fuego, pero teniendo bien claro que el fuego no es bueno ni malo, ni distingue entre el
bien y el mal. Llamamos "bien" a lo que nos conviene llamar "bien", pero nuestro juicio no está avalado por el de
ningún dios antropomorfo. La existencia de algo conlleva necesariamente la posibilidad de cambiar a su contrario. No
puede haber día sin noche, riqueza sin pobreza, vida sin muerte. El cambio de algo en su contrario es una necesidad
inevitable. El sabio debe comprender la necesidad de que existan los opuestos, y resignarse ante el dolor, la pobreza o la
enfermedad como complementos necesarios del placer, la riqueza o la salud.

Por esta época había ganado fama Epidauro, una ciudad de la Argólida a la que acudían todos los enfermos de Grecia.
Allí estaba el templo de Asclepios, dios especializado en curaciones milagrosas. Se han encontrado muchas lápidas con
inscripciones como ésta:

Oh Asclepios, oh deseado, oh invocado dios, ¿cómo podría conducirme dentro de tu templo si tú mismo no me conduces
a él, oh invocado dios que sobrepasas en esplendor el esplendor de la Tierra y de la primavera? Y ésta es la plegaria de
Diofanto: Sálvame, oh dios socorredor, sálvame de esta gota, que sólo tú lo puedes, oh dios misericordioso, sólo tú en la
tierra y en el cielo. Oh dios piadoso, oh dios de todos los milagros, gracias a ti he sanado, oh dios santo, oh bendito dios,
gracias a ti, gracias a ti Diofanto no caminará más como un cangrejo, sino que tendrá buenos pies, como tú has querido.
El templo estaba rodeado por unos pórticos de setenta y cuatro metros de longitud, donde acudían los peregrinos y, tras
darse un baño obligatorio, podían entrar en el templo. No sabemos qué clase de curas se dispensaban allí.
Probablemente los sacerdotes de Asclepios eran unos embaucadores, pero también es posible que conocieran unos
rudimentos de medicina basados en hierbas y aguas termales. De todos modos el ingrediente principal de las curaciones
era sin duda la sugestión de las ceremonias espectaculares.

En 527 murió el tirano ateniense Pisístrato. En un par de ocasiones había sido obligado a abandonar el poder (y la ciudad),
pero logró recuperarlo poco después. Finalmente se ganó el respeto de sus conciudadanos, pues en ningún momento tomó
represalias o trató de instaurar un régimen policial. Al contrario, organizó elecciones libres para los arcontes, se sometió
al control del Senado y la Asamblea, e incluso cuando alguien le acusó de asesinato, su respuesta fue una querella ante
un tribunal. Ganó la causa porque el acusador no se presentó. Su autoridad se basaba en una personalidad arrolladora. Se
hacía lo que él quería, pero sólo después de haber convencido a los demás de que era también lo que ellos deseaban hacer.
Entre sus reformas más destacadas estaba una reforma agraria por la que destruyó los latifundios en favor de los pequeños
propietarios. Había establecido que a su muerte sería sustituido por sus dos hijos, Hipías e Hiparco, y así fue. Éstos
continuaron la política de su padre y Atenas continuó progresando económica y culturalmente.

En 525 murió el faraón Ahmés II y fue sucedido por su hijo Psamético III, quien ese mismo año tuvo que enfrentarse al
desastre para el que su padre había ido preparando a Egipto: El rey persa Cambises II había terminado de ordenar la parte
oriental de su imperio y ahora se dirigía hacia Egipto. Hubo un encuentro en Pelusio, al este del delta, pero las tropas
persas arrollaron a las egipcias sin dificultad. Seguidamente Cambises II tomó Menfis, aceptó la rendición sin resistencia
de los libios, marchó hacia el sur, saqueó Tebas y penetró en Nubia, puso bajo su control la parte norte del país y retornó
a Menfis para aprovisionarse.

Los egipcios describieron a Cambises II en su historia como un gobernador cruel, pero, como en otras ocasiones, "cruel"
puede significar simplemente "extranjero". Contaban que Cambises II fue derrotado en Nubia (lo cual no es probable), y
que al volver a Menfis se encontró a los egipcios en una celebración. Se imaginó que estaban celebrando su derrota y
montó en cólera. Los egipcios le explicaron que la fiesta se debía a que habían encontrado un toro que satisfacía unos
exigentes requisitos que demostraban que era el dios Apis, lo cual prometía buenas cosechas. Cambises II, aún enfadado,
desenvainó su espada e hirió al toro, lo que para los egipcios era un abominable sacrilegio.

En 524 la ciudad griega de Cumas, en Italia, derrotó a una coalición etrusco-itálica. Las tropas griegas estaban
capitaneadas por Aristodemo, que poco después se convertiría en tirano de Cumas. Esta derrota no pareció afectar
sensiblemente al poder etrusco en Italia, ni siquiera en la Campania, la región de Cumas, pero lo cierto es que esta fecha
puede considerarse como el inicio de la decadencia etrusca, que se iría acentuando en las décadas siguientes.

En 523 empezó a predicar en la India Siddhartha Gautama, conocido como Buda (el iluminado). Había nacido en el
bosque de Lumbini, en las laderas del Himalaya. Su padre era el jefe de una aldea y su madre había muerto a los pocos
días de su nacimiento. Por aquel entonces en la India había sociedades muy diversas. Algunas se encontraban todavía en
el neolítico, otras estaban bajo la dominación Aria, y entre ellas algunas estaban empezando a desarrollarse económica y
culturalmente. Gautama tuvo una infancia fácil y protegida, se casó y tuvo un hijo, pero a la edad de 29 años se sintió
conmovido por todo el sufrimiento que veía a su alrededor, con lo que decidió abandonar a su familia y entregarse al
ascetismo. Finalmente, meditando al pie de un árbol, obtuvo la iluminación y se convirtió en Buda, momento en que
empezó a difundir sus enseñanzas. Contaba con la amistad y la protección del rey Bimbisara de Magadha.

Buda aceptó algunas ideas del hinduismo, como la reencarnación de las almas, si bien la concebía en un sentido más
débil: el alma es un agregado de cinco elementos:

1. El cuerpo y los sentidos,


2. los sentimientos y sensaciones,
3. la percepción sensorial,
4. las voliciones y facultades mentales,
5. la razón o conciencia.
Estos elementos están en continuo cambio y su unión se disuelve con la muerte. Lo que se transmite en las
reencarnaciones no es el alma, sino el karma que ésta ha acumulado, un flujo de energía que se reviste de un cuerpo tras
otro hasta que alcanza el fin último, llamado nirvana. Como el jainismo, el budismo es una religión sin dios. Según
Buda hay cuatro verdades excelentes:

1. La existencia humana es sufrimiento,


2. El sufrimiento está causado por el deseo,
3. El sufrimiento puede ser superado por la victoria sobre el deseo,
4. Esta victoria puede lograrse siguiendo el camino de las ocho etapas: visión justa; resolución justa; palabra justa,
verdadera y buena; comportamiento correcto; trabajo correcto; esfuerzo correcto; memoria o atención correcta
y contemplación. A su vez, la contemplación requiere cuatro etapas: aislamiento, que se convierte en
alegría, meditación, que proporciona la paz interior, concentración, que provoca el bienestar del cuerpo,
y contemplación, que es recompensada con la indiferencia ante la felicidad o la desgracia.

El budismo era concebido como un "camino intermedio" para lograr la liberación del alma, intermedio entre las dos vías
(fáciles y superficiales) que reconocía el brahmanismo y el ascetismo riguroso de los jainistas. Aceptó los votos
jainistas modificados para ser compatibles con una vida normal. Así, la muerte de seres vivos era permitida con fines
alimenticios, la castidad fue sustituida por la fidelidad en el matrimonio, etc., pero las bebidas embriagadoras, el juego,
el trato con personas indeseables, etc. estaba rigurosamente prohibido.

En 522 murió Polícrates, el tirano de Samos. Parece ser que fue sorprendido en una emboscada por un enemigo y fue
cruelmente asesinado. Ese mismo año, un sacerdote medo llamado Gaumata afirmó ser Smerdis, hermano del rey persa
Cambises II, y fue proclamado rey por algunos nobles medos mientras Cambises II estaba en Egipto. Sin embargo, el
sacerdote no podía ser quien dijo ser, pues el propio Cambises II había mandado asesinar a su hermano antes de su partida,
en previsión de una posible traición como la que, aun así, tuvo lugar. Cambises II se enteró de lo sucedido mientras volvía
de Egipto. Hizo saber que el verdadero Smerdis estaba muerto, pero no pudo hacer más, porque pronto fue asesinado.
Junto a él estaba un pariente lejano, también, pues, de la familia aqueménida, quien inmediatamente se puso al frente de
las fuerzas leales a Cambises II, marchó sobre Media, mató al falso Smerdis, se hizo proclamar rey y, tras unos meses de
incertidumbre, en 521, logró el control absoluto del imperio. Su nombre era Darío I.

Es muy probable que bajo estos hechos haya motivaciones nacionalistas e incluso religiosas. Por ejemplo, Ciro y
Cambises II aceptaron la religión babilónica, mientras que el falso Smerdis y Darío I eran mazdeístas. Tal vez Cambises
II descubrió o sospechó que un grupo de nobles medos descontentos con el dominio persa estaban urdiendo una rebelión,
y que su hermano podría estar pensando en aprovechar las circunstancias para proclamarse rey. Tal vez Darío I aprovechó
las circunstancias para proclamarse rey matando a Cambises II. Tal vez era mazdeísta o tal vez juzgó que los mazdeístas
eran entonces la facción más poderosa, con lo que la mejor forma de verse respaldado era aparecer como mazdeísta pro
medo a la vez que como aqueménida con derecho al trono. Sea como fuere, Darío I acabó contando con el apoyo de
Media y con los recelos de Babilonia, justo al revés de lo que le había ocurrido a Cambises II.

En 520 Cleómenes I ocupó uno de los dos tronos de Esparta. Poco después marchó sobre la Argólida e infligió a Argos
una decisiva derrota, tras la cual Esparta dominó definitivamente todo el Peloponeso. Estrictamente poseía un tercio del
territorio, otro tercio era Arcadia, que desde hacía tiempo era su aliada incondicional, y el otro tercio era la Argólida, que
ya nunca más se atrevió a cuestionar la autoridad espartana. En el Peloponeso no se movía un soldado sin permiso de
Esparta, y la ciudad fue considerada como el líder del mundo griego, pese a que culturalmente era con diferencia la ciudad
más pobre.

EL FINAL DEL SIGLO VI


Si a lo largo del siglo VI hemos encontrado notables novedades culturales y religiosas, en sus últimos años se produjeron
los acontecimientos políticos más interesantes. El Imperio Persa estaba gobernado por el que sería uno de sus gobernantes
más eficientes, el rey Darío I. Sin embargo, sus primeros años de reinado fueron difíciles. Cuando aparentemente tenía
las riendas del poder en su mano estalló una peligrosa rebelión en Babilonia. Un hombre de impresionante apariencia y
fácil elocuencia dijo ser hijo de Nabónido y se proclamó rey con el nombre de Nabucodonosor III. Levantó defensas a
lo largo del Tigris y se dispuso a impedir que Darío I las atravesara cuando llegara de Media. Darío I no quiso un
enfrentamiento directo, sino que hizo que sus hombres cruzaran el río en grupos reducidos y en puntos muy alejados unos
de otros, y luego ordenó que se reunieran en la retaguardia enemiga, con lo que pillaron por sorpresa a los hombres de
Nabucodonosor III, los derrotó y marchó sobre Babilonia en 519.

Darío I no destacó tanto por sus hazañas militares como por la eficiencia con la que organizó el imperio. Lo dividió en
veinte provincias independientes llamadas satrapías, al frente de cada una de las cuales puso a un virrey
o sátrapa (protector del reino). No obstante extendió ligeramente la frontera del imperio hacia el este. En 518 creó las
satrapías de Gandhara y el Sind, en el valle del Indo. Hizo construir buenos caminos y creó un sistema de mensajeros a
caballo de valor incalculable a la hora de mantener unidos sus territorios. Reorganizó las finanzas, estimuló el comercio,
acuñó moneda y estandarizó los pesos y medidas.

Aunque Darío I era mazdeísta, su actitud para con las demás religiones fue extremadamente tolerante, concedió a los
babilonios el derecho a adorar a sus dioses, y lo mismo hizo en Egipto, quienes lo consideraron como un buen rey pese a
ser extranjero. Los reyes persas fueron incluidos en la XXVII dinastía de reyes egipcios. Los judíos aprovecharon la
situación para solicitar de Darío I el permiso para reconstruir el templo, que les había sido denegado bajo el reinado de
Ciro II. Darío I no puso inconveniente, y en 516 el llamado segundo templo estuvo acabado.

Darío I había establecido la capital de su imperio en Susa, la antigua capital de Elam, pero ordenó construir una nueva
ciudad a unos 40 Km al sur de Pasargadas, destinada a ser la nueva capital, si bien nunca llegó a ser ocupada como tal.
En la práctica nunca pasó de ser una residencia real. Se la conoce como Persépolis. Una obra de Darío I que iba a resultar
valiosísima para los historiadores fue una gigantesca efigie suya que mandó esculpir en un lugar elevado, casi inaccesible,
donde inscribió la historia sobre el falso Smerdis tal y como la conocemos. La inscripción estaba en persa antiguo, en
elamita, en acadio y en arameo. Gracias a ella en 1833 pudo descifrarse el acadio y, más tarde, a su vez, a partir de él se
descifró el sumerio.

Mientras tanto, Hiparco, que junto con su hermano Hipías gobernaba Atenas como tirano, se enamoró de un joven
llamado Harmodio, del cual estaba enamorado también Aristogitón, quien optó por asesinar a Hiparco. Para disimular
sus motivos personales trató de dar tintes políticos al asunto matando de hecho a los dos tiranos con el apoyo de algunos
nobles. Pero los planes no salieron como estaban previstos, sino Hipías quedó con vida y mandó ejecutar a los
conspiradores. Sin embargo, el suceso le amargó y decepcionó tanto que en su desencanto cambió drásticamente su forma
de gobierno e inició un reinado del terror. Naturalmente, entre los atenienses cundió el descontento y Aristogitón se
convirtió en un mártir.

En 514 Ho-hü se convirtió en señor del estado de Wu, bajo cuyo mandato empezó a destacar frente a los desgastados
Reinos del Centro.

Mientras tanto, una vez organizado el imperio, Darío I se interesó por la expansión territorial. Puso los ojos en Europa y
en 512 avanzó sobre Tracia. Avanzó por la costa del mar Negro hasta la desembocadura del Danubio. En esta campaña
cayeron en poder persa nuevas colonias griegas, entre ellas el Quersoneso tracio, conquistado por Milcíades para Atenas
tiempo atrás, así como algunas de las islas del norte del Egeo. El rey Amintas II de Macedonia reconoció el dominio
persa, pero su reino no fue invadido y conservó el trono. El Imperio Persa había alcanzado su máxima extensión.

Volviendo a Atenas, el descontento del pueblo con el tirano Hipías fue canalizado por el alcmeónica Clístenes, nieto de
Megacles, quien construyó un hermoso templo a las autoridades de Delfos a expensas de su familia. Esto indujo al oráculo
a aconsejar a los espartanos que ayudasen a los atenienses a conseguir su libertad. Los espartanos accedieron de buen
grado. Desde que se habían hecho dueños del Peloponeso se las habían arreglado para eliminar todas las tiranías de la
región, y ahora tenían la oportunidad de continuar su obra más al norte. En 510, el rey espartano Cleómenes I marchó
sobre el Ática, derrotó a Hipías y lo condenó al exilio. Esparta pensaba haber restaurado la oligarquía en Atenas, pero
dicha "oligarquía" tenía a la cabeza a Clístenes y, desde los tiempos de la maldición, los alcmeónidas eran demócratas,
así que Clístenes usó su autoridad para reorganizar Atenas bajo un régimen democrático al estilo de Solón.

Ese mismo año se libró una batalla decisiva en el sur de Italia, por la que Crotona destruyó definitivamente a su
rival Síbaris. Los sibaritas habían adquirido fama por su afición a los lujos más refinados. Se decía que un sibarita
se hizo un colchón relleno de pétalos de rosa, pero que dijo que era incómodo porque uno de los pétalos estaba arrugado.
Respecto a la batalla, los historiadores griegos contaban que los sibaritas habían enseñado a bailar a los caballos para los
desfiles, y que los crotonenses aprovecharon el hecho y llevaron músicos al frente, de modo que los caballos se pusieron
a bailar al oír la música y desorganizaron el ejército sibarita. Síbaris fue arrasada de tal modo que durante mucho tiempo
los historiadores dudaron de su emplazamiento exacto.

Por esta época se difundió en China la fundición del hierro.

En 509 Roma logró librarse de la dominación etrusca. El rey Tarquino el Soberbió usó su poder en Roma para doblegar
a las demás ciudades latinas. En aquel momento Roma estaba en guerra con los Volscos, que habitaban el sureste del
Lacio. Mientras el rey estaba en el frente, en la ciudad triunfó una revuelta encabezada por un primo suyo, Tarquino
Colatino, y por un patricio llamado Lucio Junio Bruto (Lucio Junio el estúpido). Al parecer, el rey había ejecutado al
padre de Bruto y a su hermano mayor, y él mismo habría sido ejecutado también si no hubiera fingido exitosamente ser
un débil mental, de donde le vino el apelativo que después llevó con orgullo, como recuerdo de su inteligente estratagema.
Bruto fue recordado como un héroe y por ello el apelativo de Bruto fue honrosamente aplicado a muchos romanos en los
siglos posteriores a pesar de su significado literal. Respecto a Colatino, los historiadores romanos contaban que su esposa
fue violada por el hijo del rey, incidente que hizo saltar la chispa de la rebelión.

El gobierno de Roma quedó en manos del Senado, pero era necesario dotar a alguien de la autoridad necesaria para tomar
decisiones con rapidez, por lo que se creó el cargo de Pretor (el que va delante), elegido anualmente por el Senado con
funciones de presidente de gobierno. Sin embargo, la monarquía dejó tan mal recuerdo en la historia de Roma que, en los
siglos posteriores, lo peor que podía ocurrirle a un político era ser acusado de pretender convertirse en rey. El recelo por
que un solo hombre pudiera acumular demasiado poder hizo que pronto se eligieran dos pretores simultáneamente, de
modo que ninguna de sus decisiones era válida si no estaba avalada por ambos. Con ello se pretendía que cada pretor
cuidara de que el otro no abusara de su autoridad. Poco después los pretores pasaron a llamarse Cónsules (los que se
sientan juntos), palabra de la que deriva el verbo "consultar", pues los cónsules necesitaban consultarse uno a otro para
poder llevar a cabo cualquier acción. Este sistema de gobierno Senado-cónsules era muy similar al de Cartago. La política
pasó a ser considerada responsabilidad de todos (de todos los patricios, se entiende), por lo que el estado (y por extensión
la nueva forma de gobierno) pasó a denominarse República (los asuntos públicos, o del pueblo). También se creó otro
cargo doble: cada año se elegían dos Cuestores que supervisaban los juicios penales en la ciudad.

Pero el rey exiliado no se resignó a su suerte, sino que pidió ayuda a Lars Porsena, rey de la ciudad etrusca
de Clusium, al norte del Lacio. En 508 se presentó ante Roma con un ejército en un ataque por sorpresa. La leyenda
cuenta que los romanos lograron atrincherarse en la ciudad gracias a que Publio Horacio Cocles (el tuerto) retrasó el
avance del ejército etrusco manteniéndolo a un lado del puente de madera sobre el Tíber mientras los romanos lo destruían,
primero con la ayuda de otros dos hombres, luego solo. Cuando el puente fue destruido se arrojó al Tíber y nadó hasta
llegar a la otra orilla y ponerse a salvo.

Porsena se dispuso a asediar Roma. Según la leyenda, un joven patricio llamado Cayo Mucio se ofreció voluntario para
infiltrarse entre los enemigos y asesinar a Porsena, sin embargo fue capturado y Porsena le amenazó con quemarle con
una antorcha si no le revelaba las condiciones en que se encontraba la ciudad y sus posibilidades de resistir el asedio. Sin
embargo, la respuesta de Mucio fue poner él mismo la mano en el fuego y esperar impertérrito a que fuera consumida.
Impresionado, Porsena consideró que era inútil enfrentarse a un pueblo capaz de "poner la mano en el fuego" por su
ciudad (de aquí viene la expresión) y optó por liberar al que desde entonces sería conocido como Cayo Mucio Escévola
(el zurdo) y retirarse sin restaurar la monarquía.
Las leyendas de Horacio y Mucio fueron inventadas por los romanos para ocultar un desenlace menos glorioso: Roma
debió de rendirse ante Porsena y aceptar la dominación etrusca a condición de que la monarquía no fuera restaurada. Al
rey etrusco le debió de parecer un trato razonable y se marchó.

En 507 Roma firmó un tratado comercial con Cartago.

Mientras tanto los nobles atenienses lograron el apoyo de Esparta para expulsar a Clístenes y poner fin a su proceso
reformista. El argumento oficial fue que los alcmeónidas eran malditos y debían ser expulsados. El rey espartano
Cleómenes I volvió a Atenas, los alcmeónidas fueron expulsados y el gobierno quedó en manos de una oligarquía
encabezada por Iságoras. Sin embargo, Cleómenes I pecó de exceso de confianza. El ejército que llevó era demasiado
reducido, el pueblo se rebeló y sitió a los espartanos en la Acrópolis. Cleómenes I accedió a volverse a Esparta, Clístenes
regresó y logró llevar a cabo las reformas políticas.

Dividió al Ática en un complicado sistema de grupos sin apenas relación con la división anterior en función de la riqueza.
Su finalidad era que estos grupos fueran operativos a la vez que carecieran de todo significado, de modo que los
ciudadanos se sintieran simplemente atenienses. Duplicó el número de ciudadanos con derecho a voto. Instituyó
la Asamblea de los Quinientos, dividida en diez secciones que rotaban sus funciones a lo largo del año. Acrecentó y
reglamentó las atribuciones de la Asamblea de los Ciudadanos (Ecclesia), en la que inscribió por primera vez a una gran
masa de metecos y libertos (artesanos y esclavos liberados, hasta entonces sin derecho a voto). Repartió el control del
ejército entre diez estrategas. El Areópago, formado por los nobles, seguía administrando la justicia. Para proteger el
sistema estableció que una vez al año los ciudadanos con derecho a voto se reunieran en la plaza del mercado provistos
de una pieza de cerámica donde podían escribir el nombre de cualquier ciudadano que consideraran peligroso para la
democracia. Las piezas se recogían en urnas y si el número total de votos superaba los seis mil, el más votado debía
abandonar el Ática durante diez años. Este procedimiento se llamó ostracismo, pues los griegos
llamaban ostraka (conchas) a los trozos de cerámica usados en la votación. (Eran fragmentos de vasijas rotas, más baratos
y abundantes que el papiro, y que se usaban habitualmente para escribir notas y mensajes cortos.)
La región colindante con el Ática era Beocia, y entre sus mayores ciudades estaba Tebas, que aspiraba a tener la
hegemonía en la región. La pequeña ciudad de Platea se negaba a aceptar la dominación tebana, y Atenas decidió ayudarla.
Por su parte, Tebas se alió con Esparta. El rey Cleómenes I estaba deseoso de resarcirse del triste papel que había
representado el año anterior, y en 506 atacó a Atenas desde el sur mientras Tebas lo hacía desde el este. Por su parte, la
ciudad de Calcis, rival comercial de Atenas, se unió a los tebanos en el ataque.

Atenas parecía condenada a la destrucción, pero en el último momento Corinto decidió no participar en la expedición
espartana. La principal rival comercial de Corinto era Egina, que por estas fechas era pionera en el uso sistemático de la
moneda en las relaciones comerciales, y sucedía que Atenas y Egina eran rivales, por lo que Corinto pensó que destruir
Atenas sería hacerle el juego a Egina. Esparta no estaba dispuesta a que se cuestionara su autoridad en el Peloponeso, por
lo que prefirió dejarse convencer por Corinto y dejó plantada a Tebas. Los atenienses derrotaron a los tebanos y
confirmaron la independencia de Platea. A raíz de esta derrota, Tebas mantendría una actitud hostil hacia Atenas durante
todo el siglo siguiente. Seguidamente Atenas atacó a Calcis y obtuvo una victoria aún mayor. Obligó a Calcis a cederle
la soberanía de la parte sur de la isla de Eubea, al norte del Ática. Sus habitantes pasaron a ser considerados ciudadanos
atenienses con todos los derechos que ello conllevaba. La ciudad de Eretria, enemiga de Calcis, situada también en
Eubea, se convirtió automáticamente en aliada de Atenas.

El estado chino de Wu derrotó al de Chu, pero inmediatamente después fue invadido por Yue desde el norte. Wu se
defendió y pudo seguir al mismo tiempo la guerra contra Chu.

LA REVUELTA JÓNICA
A la entrada del siglo V, el mundo civilizado gozaba en general de cierta tranquilidad y prosperidad. La moneda hizo su
aparición en la India. El rey Darío I gobernaba suave y eficientemente el vasto Imperio Persa, desde Libia hasta el Indo.
Al norte estaban los escitas. Los restos arqueológicos escitas muestran un estilo artístico bastante homogéneo, desde el
norte del Mar Negro hasta Siberia. En las cercanías de Mongolia se han encontrado tumbas escitas muy bien conservadas
por el hielo. Contenían los cuerpos de altos personajes acompañados de sus caballos. El hielo ha conservado objetos
perecederos, como vestidos de tela, cuero, piel y fieltro, y útiles domésticos de madera. Las tumbas son de gran riqueza,
con telas bordadas, decoradas con perlas y láminas de oro. Sin embargo, hacía ya casi cien años que un nuevo pueblo
indoeuropeo avanzaba hacia Europa desde Asia. Eran los Sármatas, tal vez una rama lejana de los escitas, pues sus
lenguas y sus costumbres tenían ciertas semejanzas.

En el sur de Arabia, los reyes sabeos conquistaron una región de África, en la actual Etiopía, donde fundaron la ciudad
de Aksum. Poco a poco se fue formando una aristocrácia árabe que se impuso sobre la población negra nativa.

En México aparece una nueva cultura alrededor de Teotihuacán. Se trata de pequeños pueblos de agricultores que
veneraban a Tlaloc, divinidad del agua y de la lluvia.

Grecia continuaba su ascenso imparable. La ciudad de Egina alcanzó su apogeo, fruto de su idea de introducir la
moneda en el comercio griego un siglo atrás, que ahora estaba ya plenamente consolidada. La única excepción era
Esparta, que había prohibido el uso de monedas y la importación de artículos de lujo. La oligarquía espartana tenía sus
razones para esto. En otras ciudades, el comercio estaba dando poder a los grandes mercaderes, que rivalizaban con la
antigua nobleza y a menudo contribuían a derrocarla favoreciendo tiranías. La cultura griega seguía
progresando. Hecateo de Mileto viajó por el Imperio Persa y escribió libros de geografía e historia en los que descartó
cualquier explicación mitológica. De hecho, mostró escepticismo y burla hacia las presuntas intervenciones divinas en
los asuntos humanos.
En Elea destacaba Parménides, un pitagórico discípulo de Jenófanes que desarrolló una teoría filosófica opuesta a la de
Heráclito. Frente a la opinión de éste según la cual la realidad es un continuo cambio, Parménides sostenía que lo
auténticamente real es inmutable. Sus argumentos según los cuales todo cambio es ilusorio mantuvieron ocupados a
muchos pensadores griegos en los años posteriores.

Los etruscos se veían obligados a retirarse del norte de Italia ante las incursiones de los galos, esto es, los pueblos celtas
que ocupaban las actuales Francia, Alemania y Polonia y que poco a poco fueron asentándose también al sur de los Alpes,
a lo largo del valle del Po, en la región que los romanos llamarían más tarde la Galia Cisalpina, (la Galia de este lado de
los Alpes). Por esta época, otros pueblos celtas penetraron en la isla que actualmente es Gran Bretaña. El oeste fue ocupado
por un grupo conocido como Gäels, mientras que el este lo ocuparon los celtas britónicos. Parece ser que ambos pueblos
llegaron simultáneamente, pero tenían distinta procedencia y siguieron rutas distintas.

En España desapareció la monarquía de Tartesos. El reino se diluyó en pequeñas ciudades independientes que fueron
perdiendo importancia rápidamente y terminaron siendo absorbidas por los cartagineses. Al parecer, el comerció del
bronce en que se basaba su economía fue decayendo conforme se extendió la metalurgia del hierro, mucho más abundante.

Sin embargo, la tranquilidad no tardaría en acabarse. El detonante fue una revuelta organizada por las ciudades jonias (las
ciudades griegas de la costa del Asia Menor) contra el dominio persa. Los jonios habían tolerado el gobierno lidio porque
habían terminado helenizando a sus dominadores, pero las autoridades persas les gobernaban desde muy lejos y les
imponían unas costumbres muy alejadas de las suyas propias. Sólo necesitaban un líder y lo encontraron
en Aristágoras, cuñado del tirano de Mileto, que al parecer se había enemistado con los persas y no tenía nada que perder
con la revuelta, mientras que si todo iba bien podía acabar como tirano de toda Jonia. En 499 Aristágoras declaró a Mileto
independiente y las otras ciudades jonias, siguiendo su ejemplo, expulsaron a los gobernadores persas.

Inmediatamente Aristágoras viajó a Esparta a pedir ayuda para derrotar a los persas, pero cuando el rey Cleómenes I se
enteró de que había un viaje por tierra de tres meses hasta la capital persa, ordenó a Aristágoras que se marchara. Esparta
no combatiría contra un enemigo tan lejano. Aristágoras marchó a Atenas y allí tuvo más suerte. Los atenienses estaban
acrecentados por su reciente victoria sobre Tebas, además sabían que Hipías, el hijo de Pisístrato que había sido exiliado
años atrás, se encontraba en la corte de uno de los sátrapas persas. Cabía la posibilidad de que aspirara a recuperar el
poder en Atenas con la ayuda persa. Aristágoras volvió a Mileto anunciando que Atenas enviaría barcos y hombres. Sólo
Hecateo pareció juzgar insensato el proyecto. Él conocía bien el poder de los persas, poder que los griegos infravaloraban
indudablemente. De todos modos, recomendó que si la revuelta se llevaba a cabo era crucial disponer de una buena flota
en el Egeo que mantuviera conectadas a las distintas ciudades, pues si los persas lograban incomunicarlas no tendrían
ninguna dificultad en derrotarlas una a una. Nadie le hizo caso.

En Atenas, Clístenes también se mostró en contra de apoyar a los jonios. Los atenienses optaron por desterrarlo. Él y su
familia fueron considerados partidarios de los persas durante el medio siglo siguiente, así que los Alcmeónidas no tuvieron
ninguna influencia sobre la ciudad en este periodo.

En 498 murió el rey Amintas II de Macedonia y fue sucedido por su hijo Alejandro I. Ese mismo año tuvo su primer
éxito el más famoso de los poetas griegos: Píndaro. Había nacido en Tebas, hijo de un aristócrata, pero se educó en
Atenas.

Entre tanto Atenas cumplió su promesa y envió veinte barcos a la Jonia, junto con otros cinco de su aliada Eretria. En
vistas de la situación, otras ciudades griegas de Tracia y Chipre decidieron rebelarse también contra los persas. En Tracia
gobernaba como tirano Milcíades, sobrino del otro Milcíades ateniense que había conquistado el Quersoneso años atrás.
El joven Milcíades había aceptado el dominio Persa y ahora vio la ocasión de librarse de él. Anaxágoras condujo a los
milesios en un ataque sorpresa a Sardes, la antigua capital lidia. Se apoderó de la ciudad, la incendió y volvió a Jonia.
Cuando volvió a Mileto se encontró con el ejército persa que le estaba esperando y fue derrotado. Los atenienses
decidieron marcharse.

Pero el daño estaba hecho. El rey Darío I estaba furioso. Tenía ya más de sesenta años, pero no estaba dispuesto a dejar
las cosas como estaban. Reunió barcos fenicios y se hizo con el dominio del mar Egeo, aislando a las ciudades jonias tal
y como había predicho Hecateo. Aristágoras huyó a Tracia, donde murió poco después. Chipre fue tomada y después la
flota se dirigió contra Mileto.
En 496 subió al trono de Yue el rey Kou Chien, que terminaría logrando una victoria definitiva frente a Wu. Entre tanto,
el rey derrocado Tarquino el Soberbio hizo un último intento de apoderarse de Roma. De algún modo, logró enemistar a
Roma con las ciudades del Lacio, y así, un ejército latino capitaneado por el viejo rey y sus hijos se enfrentó a los romanos.
Esta vez la victoria de Roma fue absoluta, la familia real fue exterminada con excepción del propio Tarquino, que se
exilió en Cumas, donde murió más tarde. Los historiadores explicaban que en la batalla los romanos habían sido ayudados
por Cástor y Pólux, hermanos de Helena de Troya, que desde entonces recibieron honores especiales.

Roma quedó muy debilitada con estas guerras. La peor parte se la llevaron, naturalmente, las clases bajas, los plebeyos.
Muchos se arruinaron y tuvieron que venderse a sí mismos como esclavos, lo que mejoró la posición de la oligarquía
dominante, los patricios, pero a costa de grandes tensiones sociales. En 495 fue nombrado cónsul Apio Claudio, que era
sabino de nacimiento, pero que de joven había acudido en apoyo de Roma con un ejército, por lo que finalmente fue
admitido entre los patricios. Gobernó con mano dura y logró que en 494 los plebeyos terminaran optando por abandonar
la ciudad y establecerse en una colina cercana. Los patricios no podían permitirse prescindir de su mano de obra, así que
tuvieron que negociar.

Se llegó a un acuerdo por el que los plebeyos tendrían funcionarios propios, elegidos por votación como representantes
de la plebe. Eran los tribunos (nombre que antes designaba al jefe de una tribu). Su misión era defender los intereses de
la plebe e impedir que se aprobasen leyes en su perjuicio. Los tribunos tenían derecho de veto en el Senado, de modo que
ninguna ley podía aprobarse sin su consentimiento. Dada la hostilidad con que sin duda iban a ser acogidos entre los
arrogantes patricios, se acordó que los tribunos fueran inviolables, y que cualquier falta de respeto hacia ellos fuera penada
con una multa. Se nombraron ayudantes de los tribunos, llamados ediles, cuya misión era recaudar las multas, pero que
en parte ejercían también una labor policial. Con el tiempo su labor administrativa se extendió, y los ediles llegaron a
estar al cuidado de los templos, las cloacas, el suministro de aguas, la distribución de alimentos y los juegos públicos.
También regulaban el comercio.

El ascenso del poder de la plebe debió de generar un nuevo género de conflictos sociales en la antigua Roma. Los detalles
están ocultos tras leyendas que carecen de fundamento histórico, pero que atestiguan un pulso entre patricios y plebeyos
que terminó con la consolidación de los privilegios recientemente conseguidos por éstos últimos. La más famosa es la
de Cayo Marcio Coriolano. Según contaban los romanos, hubo un periodo de escasez de alimentos que obligó a importar
trigo de Sicilia. Coriolano propuso privar del trigo a los plebeyos si no renunciaban al tribunado. Los tribunos vetaron la
propuesta y Coriolano fue expulsado. Éste marchó a la ciudad volsca de Corioli en el Lacio (recientemente conquistada
por él mismo, de ahí su tercer nombre) y propuso a los volscos, conducirles hasta Roma y saquearla. Según la leyenda,
Roma sólo pudo librarse del desastre por la intercesión de la madre de Coriolano, que le convenció para volverse atrás, a
raíz de lo cual los volscos le mataron.

También en 494 Darío I acabó con la revuelta jónica. Mileto fue incendiada y ya nunca recuperó su ventajosa situación
anterior, si bien las otras ciudades fueron tratadas con indulgencia. Luego el rey envió a su yerno Mardonio a reconquistar
Tracia. Mientras tanto la ciudad de Argos decidió rebelarse contra Esparta, pero Cleómenes I sofocó la revuelta sin
dificultad.

Por esta época, en China, la vida de Confucio sufrió un cambio drástico. Parece ser que llegó a ocupar un cargo político
importante, pero viendo que le era imposible emprender las reformas que pretendía, abandonó y se dedicó a viajar de un
lugar a otro ofreciendo su consejo a cuantos señores se lo pedían, enseñando historia y filosofía.

Atenas se preparaba contra un eventual ataque persa. En 493 fue elegido arconte Temístocles, quien comprendió que la
única esperanza de Atenas era disponer de una flota poderosa, que por el momento no poseía. De todos modos,
Temístocles reforzó una posición en la costa cercana a la ciudad con la intención de convertirla en el futuro en la base de
una flota.

En 492 Mardonio había pacificado Tracia, forzando a Milcíades a volver a Atenas. Mardonio podía haberle seguido, pero
una tormenta dañó en parte a su flota, así que decidió volver a Persia. Pero Darío I no quiso olvidar que Atenas había
ayudado a los jonios en su revuelta. Parece ser que aquí intervino Hipías, que ahora estaba en la corte del mismo Darío I.
Al parecer, el rey persa no había oído hablar de los atenienses hasta que Hipías le explicó lo peligrosos que eran y lo
conveniente que era enviar tropas para dominar la zona. Entre tanto había surgido una disputa entre Cleómenes I y el otro
rey espartano, Demarato, que fue desterrado y huyó a la corte de Darío I. Mientras éste preparaba una expedición contra
Grecia, envió mensajeros a todas sus ciudades exigiéndoles que aceptaran la soberanía persa. La mayoría de las islas del
Egeo aceptaron inmediatamente. La ciudad de Egina sentía tal rivalidad contra Atenas que decidió someterse a los persas
aun antes de que llegaran los mensajeros. Naturalmente, Esparta no aceptó el dominio Persa. Se dice que cuando llegó el
mensajero reclamando "la tierra y el agua", los espartanos lo tiraron a un pozo y le dijeron "ahí tienes ambas". Poco
después el rey Cleómenes I fue víctima de los recelos de la oligarquía espartana, que temían porque estaba acumulando
cada vez más poder, así que también fue exiliado.

En 490 la expedición persa estuvo lista para partir. No era muy grande, pero sí suficiente para someter a unas pequeñas
ciudades belicosas, a juicio de Darío. Atravesó el Egeo ocupando sobre la marcha las islas que no habían aceptado la
rendición. Luego, una parte del ejército desembarcó en Eubea, donde Eretria fue incendiada, mientras la otra parte
desembarcó en el Ática, con el propio Hipías al frente, que la dirigió a una pequeña llanura, cerca de la aldea
de Maratón. Mientras tanto Atenas envió un mensajero llamado Fidípides para que pidiera ayuda a Esparta. Las
tradiciones de Esparta mandaban que no se emprendiera ninguna acción hasta que fuera luna llena, y cuando Fidípides
llegó todavía faltaban nueve días.

Atenas tuvo que enfrentarse sola a los persas, con un total de 9.000 hombres, más otros 1.000 enviados por Platea. A la
cabeza del ejército estaba Milcíades, que había logrado acallar las voces que optaban por la rendición. Milcíades conocía
a los persas y estaba convencido de que el hoplita griego estaba mejor preparado que el soldado persa, tanto en armamento
como en preparación. No sólo insistió en resistir a los persas, sino que afirmó que era esencial atacar primero. Así lo hizo
y, de algún modo, logró coger desprevenidos a los persas, que sufrieron grandes bajas y no pudieron hacer más que
retirarse malamente hasta sus naves. Podrían haberse recuperado y atacado a Atenas, pero su moral estaba destrozada y
les llegaron noticias de que los espartanos estaban en camino, así que volvieron a Persia.

La tradición cuenta que los griegos enviaron un mensajero a Atenas, el mismo Fidípides que había sido enviado a Esparta
poco antes. Recorrió a toda velocidad los 42 kilómetros que separan Atenas de Maratón, balbuceó la noticia de la victoria
y murió con los pulmones reventados. Los espartanos llegaron al campo de batalla poco después de que ésta terminara,
elogiaron a los atenienses y se volvieron a Esparta.
Este mismo año, Ajatasatru se hizo con el trono del reino indio de Magadha tras matar a su padre Bimbisara. Ello lo
enfrentó con su tío Prasenajit, rey de Koraba. Según la tradición Ajatasatru fue hecho prisionero con su ejército, pero
Prasenajit decidió dejarlo en libertad y sellar con él una alianza. Así Ajatasatru se casó con la hija de Prasenajit. Un tiempo
después, Virudhaka, el hijo de Prasenajit derrocó a su padre, que se vio obligado a huir a Rajagrha, donde murió al llegar.

Volviendo a Grecia y Persia, los resultados de la última campaña enfurecieron más aún a Darío I, que inmediatamente
empezó a preparar una nueva expedición. Para colmo de los males, cuando Egipto se enteró de lo sucedido en Maratón
decidió rebelarse. Mientras tanto, Milcíades logró que los atenienses pusieran a su mando una flota de 60 naves, con la
que fue a la isla de Paros en 489 y reclamó a sus habitantes una fuerte cantidad con el pretexto de que habían aportado
un barco a la flota persa. Milcíades pretendió quedarse con este dinero, pero el gobierno ateniense lo reclamó. La disputa
no llegó más lejos porque Milcíades murió entretanto. También murió ese mismo año el rey espartano Cleómenes I. Fue
llamado del exilio, pero enloqueció y tuvo que ser aprisionado. Sin embargo, logró hacerse con una espada y se suicidó.
Su trono fue ocupado por Leónidas, medio hermano de Cleómenes I. Entre tanto Atenas declaró la guerra a Egina, como
represalia por su pronta rendición ante los persas.

En 487 se decidió en Atenas el primer destierro por ostracismo del que se tiene notica. Se trataba de un político
llamado Hiparco.

Darío I no tuvo ocasión de ocuparse de los griegos y los egipcios, pues murió en 486. Fue sucedido por su hijo Jerjes
I, que tuvo que elegir a qué frente acudir primero. Optó por Egipto, que sin duda era más importante para el Imperio Persa
que unas ciudades belicosas. Las convicciones mazdeístas de Jerjes I eran mucho más firmes que las de su padre, y la
revuelta egipcia debió de acrecentar sus recelos frente a las otras religiones. Así, el dominio sobre Babilonia se hizo más
severo y los babilonios terminaron por rebelarse también.

En 485 Gelón se convirtió en tirano de Siracusa. Dedicó todos sus esfuerzos a incrementar la prosperidad de la ciudad y,
ciertamente, consiguió que Siracusa se convirtiera en la ciudad más rica y poderosa del occidente griego, status que
conservó durante casi tres siglos.
En 484 Jerjes I había sometido a Egipto y sus ejércitos se encaminaron a Babilonia. Allí se encargó de destruir la religión
babilónica. Lo hizo sistemáticamente, hasta el punto de que ordenó desmantelar la gran estatua de oro de Marduk, cuyo
culto desapareció para siempre, y con él la grandeza de Babilonia. La ciudad entró en un proceso de decadencia del que
ya nunca se recuperó.

Ese mismo año consiguió su primer éxito en el teatro de Atenas el dramaturgo Esquilo. Se le considera el padre de la
tragedia griega. Hasta su aparición la tragedia consistía en cantos corales que alternaban con un solista. Esquilo introdujo
un segundo solista, con lo que se hizo posible el diálogo. También perfeccionó las técnicas teatrales, la maquinaria
escénica, los decorados y las vestimentas de los actores.

En 483 murió Buda. Sus discípulos organizaron un concilio en Rajagriba, donde se puso por escrito la doctrina del
maestro y se reguló la forma de vida de los monjes budistas de acuerdo con la tradición que él había instaurado. Los
monjes viajaban por toda la India ayudando al pueblo y predicando la religión, pero en los meses del monzón se retiraban
a unos refugios que pronto se convertirían en monasterios. Poco después el rey Ajatasatru de Magadha invadió la
confederación de los Vrji, al tiempo que Virudhaka de Kosala atacó a la república de los Sakya y la destruyó casi
completamente.

Mientras tanto los atenienses estaban sumidos en una controversia sobre la forma más apropiada de hacer frente a los
persas, en caso de que -como era de esperar- volvieran. Naturalmente, se consultó al oráculo de Delfos, cuyo consejo fue
que los atenienses "se protegieran con murallas de madera". Uno de los ciudadanos más ilustres de Atenas
era Arístides. Había sido colaborador de Clístenes, luchó en Maratón y tenía fama de absoluta honestidad e integridad.
Contaban que una noche en el teatro un actor declamaba unos versos de Esquilo que decían: "Él no pretende parecer justo,
sino serlo", y todas las miradas se volvieron hacia Arístides.

Arístides interpretó literalmente el consejo del oráculo: debían construir murallas de madera alrededor de la Acrópolis y
prepararse a resistir. Sin embargo Temístocles encontró una interpretación mucho más sensata: el consejo de Apolo era
construir barcos de madera que protegieran la ciudad. Por aquella época se empezaban a construir trirremes, barcos con
tres filas de remos, mucho más veloces y con mucha más capacidad de maniobra que los barcos viejos. Temístocles
repetía una y otra vez que Atenas tenía que construir una flota de trirremes. Una evidencia a favor de esta postura la
proporcionó la guerra contra Egina, que sí disponía de una buena flota y ello le permitió resistir impune incluso a una
coalición de Atenas y Esparta.

Naturalmente, construir trirremes era caro, pero Atenas tuvo mucha suerte. Al sureste del Ática se descubrieron unas
minas de plata, con lo que de repente los atenienses fueron ricos. La primera idea fue repartir democráticamente la plata
entre todos los ciudadanos, pero Temístocles se opuso: de nada servía que cada ciudadano tuviera un poco más de dinero,
pero con toda esa riqueza se podían construir 200 trirremes. Arístides lo consideró un despilfarro y la disputa entre los
partidarios de Arístides y los de Temístocles se acentuó. Finalmente, en 482 se convocó una votación de ostracismo y
estaba claro que uno de los dos iba a ser desterrado.

Se cuenta una anécdota, según la cual un ateniense que no sabía escribir pidió a Arístides (sin reconocerlo) que escribiera
su voto por él. -¿Qué nombre quieres que ponga? -preguntó Arístides, -El de Arístides -respondió el votante, -¿Por qué?,
¿qué daño te ha hecho Arístides?, -Ninguno, pero ya estoy harto de oír a todo el mundo llamarlo Arístides el Justo.
Arístides escribió su propio nombre y se marchó.

El caso es que Arístides perdió la votación y, si bien podemos decir que no se merecía el destierro, lo cierto es que eso
salvó a Atenas, pues inmediatamente Temístocles ordenó la construcción de la flota de trirremes, justo a tiempo, pues
Jerjes I ya estaba ultimando los preparativos de una campaña contra Grecia.

En 481 las ciudades griegas celebraron un congreso en Corinto presidido por Esparta, si bien Atenas estaba alcanzándola
en prestigio, después de la victoria en Maratón. Se consiguió formar así una coalición única en la historia de Grecia. No
obstante, Argos se negó a incorporarse por su enemistad con Esparta y Tebas hizo lo propio por su enemistad con Atenas.
El congreso aprobó solicitar ayuda de las ciudades griegas más alejadas: Corcira, Creta y Sicilia. Corcira tenía una buena
flota, pero decidió permanecer neutral al ver a los persas demasiado lejos. Creta era débil y sus ciudades mantenían sus
propias disputas al estilo de las de la Grecia continental, con lo que realmente no podía ofrecer ninguna ayuda. Por último,
en Sicilia sólo respondió la ciudad de Siracusa, aunque no parece que la respuesta fuera muy seria, pues el tirano Gelón
se ofreció a colaborar siempre que se le pusiera al mando del ejército conjunto, cosa que nunca habría sido aceptada por
Esparta, por lo que su oferta fue rechazada. También es verdad que Gelón tenía sus propios problemas. Por aquel entonces
los cartagineses habían encontrado un general capaz, Amílcar, que se proponía expulsar definitivamente a los griegos de
Sicilia.

En

LAS GUERRAS MÉDICAS


En 480 murieron Pitágoras y Heráclito. Unos años antes, Pitágoras había sido expulsado de Crotona. En efecto, su escuela
no sólo tenía intereses científicos, sino también políticos. Los crotonenses se dieron cuenta con espanto de que los
hombres más influyentes de la ciudad eran pitagóricos, serios y autoritarios, aburridos y eficientes. Un movimiento
antioligárquico obligó a huir a muchos miembros de la academia, entre ellos el maestro, pero el pitagorismo político
continuó influyendo en la ciudad durante algún tiempo. Las malas lenguas dicen que Pitágoras, en su huida, fue a dar en
un campo de habas y, dado el odio que les tenía, se negó a esconderse en él y fue asesinado por sus perseguidores, pero
lo cierto es que Pitágoras sobrevivió y se trasladó a la ciudad de Metaponte, donde permaneció hasta su muerte.

La muerte de Heráclito fue más pintoresca. Su dieta de eremita no debía de ser muy saludable, pues acabó enfermando
de hidropesía. Si el sabio hubiera sido fiel a su doctrina, debería haber aceptado su enfermedad como parte del devenir,
como mal necesario para que pudiera concebirse la salud, pero no fue así, sino que abandonó su retiro y fue desesperado
de ciudad en ciudad y de médico en médico hasta que le llegó la muerte.

Por esta época llegó a Atenas un joven de unos veinte años llamado Anaxágoras. Había nacido en la ciudad jonia
de Clazómenas y había estudiado con Anaxímenes. Debía de tener cierta fama, pues un almirante ateniense
llamado Jántipo lo había llamado para educar a su hijo Pericles. Allí abrió una escuela de filosofía de la que salieron
muchas de las grandes figuras que iba a producir la ciudad en los años siguientes. Anaxágoras creía que los cuerpos
celestes no eran diferentes a los de la Tierra. Afirmaba que estaban compuestos de las mismas sustancias y obedecían a
las mismas leyes. Las estrellas eran rocas en llamas. El Sol era una roca caliente al rojo blanco, por lo menos del tamaño
de Peloponeso. Fue el primero en explicar los eclipses solares y lunares. Practicó la disección de animales, descubrió que
los peces respiran por las branquias. También estaba convencido de que los otros planetas estaban habitados por seres
similares a los hombres, al igual que la Tierra.

Pero el acontecimiento más notable del año fue sin duda el enfrentamiento entre griegos y persas, que los primeros
contaron como la Segunda Guerra Médica. (Los griegos identificaban a los persas con los medos. La Primera
Guerra Médica fue la que se resolvió con la victoria de Maratón.) Jerjes I dirigió su flota hasta Tracia, donde desembarcó
y se internó en Macedonia y el rey Alejandro I tuvo que confirmar el sometimiento del país al dominio persa que había
aceptado su padre ante Darío I, aunque parece ser que las simpatías del rey macedonio estaban con los griegos. Desde
allí, Jerjes I avanzó hacia el sur. Los tesalios solicitaron ayuda de las otras ciudades que habían participado en el congreso
de Corinto el año anterior. Éstas enviaron una expedición, pero el rey Alejandro I les aconsejó que se retiraran, pues el
ejército persa era demasiado poderoso. Los griegos siguieron el consejo y Tesalia fue ocupada por Jerjes.

Para que el pequeño ejército griego pudiera enfrentarse con éxito a los persas era necesario hacerlo en un lugar estrecho,
donde el contacto real involucrara necesariamente a pocos hombres. Un lugar adecuado era el desfiladero de las
Termópilas, unos 160 kilómetros al noroeste de Atenas. Allí acudieron 7.000 hombres bajo el mando del rey espartano
Leónidas. Con los persas estaba Demarato, el rey espartano exiliado por Cleómenes I, quien advirtió a Jerjes I de que los
espartanos combatirían duramente.

Así fue, los espartanos resistieron tenazmente al ejército persa, pero éste encontró finalmente un estrecho camino por las
montañas que conducía hasta la retaguardia griega. Jerjes I envió un destacamento y los griegos se dieron cuenta de que
iban a ser rodeados. Leónidas ordenó la retirada, pero él mismo y sus 300 mejores hombres decidieron quedarse (la
retirada hubiera sido deshonrosa). Con ellos se quedaron unos 1.000 beocios, parte de los cuales se rindieron al siguiente
combate, mientras que el resto resistió con Leónidas luchando mientras pudieron hacerlo, y al final murieron
todos. Plistarco, el hijo de Leónidas, era menor de edad, así que Pausanias, primo del rey fallecido, actuó como regente.

La batalla de las Termópilas fue recordada durante siglos como ejemplo del heroísmo griego e infundió gran valor a sus
soldados, pero lo cierto es que Jerjes I seguía avanzando. Llegó a la misma Atenas, la ocupó y la quemó, pero lo que el
rey persa se encontró fue una ciudad vacía. Todos los atenienses se habían refugiado en las islas vecinas y los barcos
griegos esperaban entre Salamina y el Ática. Aunque la flota era mayoritariamente ateniense, estaba bajo el mando de un
general espartano, Euribíades, pues en aquellos momentos los griegos sólo se sentían seguros bajo mando espartano,
pero los espartanos no se sentían cómodos en el mar, y a Euribíades sólo le interesaba defender Esparta. Su intención era
dirigirse hacia el sur para proteger el Peloponeso. Temístocles se opuso con tanta insistencia que en un momento dado
Euribíades perdió los estribos y levantó su bastón con ademán de golpearle. Temístocles gritó ¡Pega, pero escucha! El
general escuchó los argumentos del ateniense y sus amenazas de embarcar a todos los suyos y marcharse a Italia. Los
espartanos no podrían resistir mucho tiempo ellos solos sin una flota. Euribíades aceptó quedarse y hacer frente a los
persas, pero Temístocles temió que en cualquier momento cambiara de parecer, así que preparó una estratagema.

Envió un mensaje a Jerjes I proclamándose amigo de los persas y recomendándole que se apoderara de la flota griega
antes de que pudiera escapar. El rey persa confió en el consejo. Al fin y al cabo, Grecia estaba llena de traidores, había
sido un griego quien le reveló el camino alternativo en las Termópilas, igualmente Temístocles podía estar dispuesto a
salvarse a cambio de traicionar a los suyos. Durante la noche, los barcos persas bloquearon la salida al mar de la flota
griega. Esa misma noche llegó hasta la flota Arístides, procedente de Egina, donde había vivido desde su destierro. Al
parecer Temístocles había requerido su presencia. Arístides comunicó a los generales el bloqueo persa y, en efecto, al
amanecer vieron que no podían escaparse sin luchar. La situación era parecida a la de las Termópilas, pero en el mar. En
la estrecha manga de agua no cabía más que una pequeña parte de las naves persas, y los trirremes griegos eran mucho
más ágiles. Fingían embestir a los persas, pero en el último momento giraban y, rozando el barco enemigo, le arrancaban
los remos, con lo que lo dejaban indefensos. En la batalla de Salamina la flota persa fue completamente destruida.

Temístocles hizo llegar otro mensaje al rey persa, según el cual estaba convenciendo a los griegos de que no persiguieran
a los pocos restos de la flota persa, pero que si no huía rápidamente tal vez no pudiera contenerlos. Jerjes I le hizo caso y
marchó a Sardes con un tercio del ejército. El resto quedó bajo las órdenes de su cuñado Mardonio. Griegos y persas
acordaron una tregua durante el invierno, pues ambos necesitaban recuperar fuerzas. Los atenienses volvieron a ocupar
su ciudad.

Los griegos de Sicilia tuvieron que enfrentarse a los cartagineses. Las ciudades de Himera y Agrigento estaban en guerra.
Agrigento consiguió la victoria y expulsó a los oligarcas de Himera, que no dudaron en pedir ayuda a los cartagineses.
Cartago aceptó de buen grado. Los griegos del este estaban enfrentados a los persas, por lo que no podían ayudar a los
sicilianos. Amílcar transportó un ejército a las bases cartaginesas del oeste de la isla, y de allí partió hacia Himera.
Agrigento pidió ayuda a Siracusa, que envió un ejército. En vísperas de la batalla, Amílcar decidió hacer un sacrificio a
los dioses griegos, para persuadirlos de que retirasen el apoyo a su pueblo. Envió a buscar a sus aliados griegos para que
le indicaran el ritual adecuado, pero fueron interceptados por los siracusanos, que enviaron un grupo de sus propios
soldados haciéndose pasar por los que esperaba Amílcar. Se les permitió entrar en el templo y allí mataron al general
cartaginés. Pese a su muerte, la batalla se celebró igualmente, pero sin su general los cartagineses sufrieron una derrota
espectacular, con lo que su amenaza desapareció durante casi un siglo.

No obstante Cartago siguió prosperando. Una expedición cartaginesa al mando de un almirante llamado Hannón cruzó
el estrecho de Gibraltar y llegó hasta las Canarias. Parece ser que continuó bordeando la costa de África hacia el sur y
luego hacia el este, esperando llegar al mar Rojo, pero cuando llegó a Camerún y vio que la costa continuaba de nuevo
hacia el sur, decidió volver a Cartago. Otra flota cartaginesa conducida por Himilcón exploró la costa atlántica de España.

En 479 murió Confucio. Pocos años antes había regresado a Lu, su país, donde estuvo enseñando hasta su muerte. Se le
atribuye el Chunqiu (Anales de las primaveras y los otoños), la primera crónica china fechada de que se dispone, que
abarca el periodo comprendido entre 722 y 481, de un laconismo extremo.

Mardonio envió a Atenas al rey Alejandro I de Macedonia garantizándoles la independencia si permanecían neutrales en
la guerra. Los atenienses se negaron y trataron de convencer a Esparta de que se dispusiera al combate. Esparta siempre
fue lenta de reflejos. Cuando estuvo dispuesta Mardonio ya había hecho una incursión por el Ática e incendiado Atenas.
El rey Pausanias se encaminó al norte con un ejército de 20.000 hombres del Peloponeso, de los cuales 5.000 eran
espartanos. Se les unieron contingentes de otras ciudades, entre ellos 8.000 atenienses dirigidos por Arístides. En total los
griegos disponían de casi 100.000 hombres. Los persas contaban con más de 150.000. Las tropas se encontraron en Platea.
Fue una batalla difícil, pero tras muchas adversidades su armamento pesado les dio la supremacía. En un momento dado,
Mardonio realizó una carga al frente de 1.000 hombres, pero murió alcanzado por una lanza. Los persas se desmoralizaron
y trataron de huir. Los que lo consiguieron se marcharon a Asia.
Los griegos avanzaron sobre Tebas, que en ningún momento había dudado en alinearse con los persas. La ciudad fue
incendiada, sus oligarcas fueron expulsados y se instituyó una democracia. La isla de Samos envió una petición de auxilio.
Estaba siendo amenazada por los pocos barcos con los que Jerjes I había regresado de Grecia después de Salamina. La
flota griega, bajo el rey espartano Leotíquidas, navegó hacia el este, pero los persas no estaban dispuestos a librar otra
batalla naval. Desembarcaron en Micala y esperaron a los griegos. Éstos también desembarcaron y atacaron el
campamento persa. Tan pronto como se vio que la batalla era favorable a los griegos, se rebelaron las tropas jónicas
obligadas por los persas a combatir a su lado, lo cual decidió la contienda. Los persas huyeron y así, tras la batalla de
Micala, las ciudades jónicas recuperaron su independencia.

En 478 la flota avanzó bajo conducción ateniense para despejar el Helesponto y el Bósforo, con lo que terminó la Segunda
Guerra Médica. Ese mismo año murió el tirano Gelón de Siracusa. Fue sucedido por su hermano Hierón I, que había
luchado valerosamente en Himera. Bajo su gobierno la ciudad siguió prosperando y ganando poder. Recibió en su corte
a los artistas más afamados, como Píndaro y Esquilo. Fue en las dos décadas siguientes cuando Píndaro compuso el grueso
de su obra. Su poesía era brillante en estilo y muy espiritual y emotiva en cuanto a su contenido. Los temas eran
principalmente religiosos.

Las ciudades jonias consideraron que necesitaban la flota ateniense para protegerse de la amenaza persa, así que
decidieron formar una alianza con Atenas destinada a presentar un frente único contra Persia. Se estableció que cada
ciudad debía contribuir con barcos para una flota común o con dinero para un tesoro central. El número de barcos o la
suma de dinero fue establecida por Arístides según el tamaño y la prosperidad de las ciudades, y lo hizo tan bien que
ninguna ciudad se quejó de que se le exigiera demasiado o de que a sus vecinas se les exigiera demasiado poco. El tesoro
de la alianza fue depositado en la pequeña isla de Delos, por lo que el grupo de ciudades que conformaban la alianza fue
conocido como la Confederación de Delos.

El punto débil de la Confederación de Delos era la propia Atenas. La flota podía proteger las islas y las ciudades jónicas,
pero era fácil atacar a Atenas por tierra. Temístocles decidió construir una muralla alrededor de la ciudad. Naturalmente,
Esparta se opuso. La misma Esparta no tenía murallas, e incluso pidió que todas las ciudades derribaran las suyas. Pero
los espartanos eran tan lentos de reflejos como rápidos eran los atenienses. Mientras Temístocles los tuvo entretenidos
discutiendo, las murallas empezaron a construirse, y cuando por fin los espartanos se decidieron a actuar, el muro era lo
suficientemente alto como para disuadirlos del intento. Además se reforzaron las fortificaciones que ya Temístocles había
dispuesto en la costa antes de Maratón, convertidas ahora en el Pireo, el puerto de Atenas.

Tras la guerra contra los persas, Esparta y Atenas eran las ciudades con mayor prestigio y poder en toda Grecia. Esparta
receló de la expansión de Atenas, pero no pudo hacer gran cosa en un principio debido a varias crisis internas. En 477 el
regente Pausanias marchó a la conquista de Bizancio. Allí tuvo ocasión de comparar la austera vida espartana con la
lujosa vida oriental, y parece ser que juzgó más interesante la segunda. Los espartanos recibieron con desagrado las
noticias de que Pausanias se había entregado al lujo y a las riquezas. Le ordenaron volver a Esparta y una vez de regreso
le acusaron de negociar no se sabe qué con Jerjes I. Fue juzgado por traición y absuelto por falta de pruebas. Sin embargo
no se le permitió conducir más ejércitos espartanos. Pausanias no se resigno y organizó expediciones privadas al
Helesponto, pero la flota ateniense, bajo el mando de Cimón, el hijo de Milcíades, le arrebató Bizancio.

En 476 el rey Leotíquidas fue hallado culpable de aceptar sobornos y fue desterrado. Fue sucedido por su joven
nieto Arquidamo II. Estos sucesos fueron minando el prestigio espartano. Si los héroes de Platea y Micala eran unos
traidores corruptos, difícilmente se podía pensar que hubiera espartanos dignos de confianza. Atenas, en cambio, cada día
parecía más admirable.

En 474 Hierón I envió una flota en auxilio de la ciudad de Cumas, amenazada por los etruscos. Se libró una batalla que
terminó en una victoria completa para los griegos. Los etruscos nunca se recuperaron de esta derrota. Tuvieron que
abandonar la Campania y contentarse con evitar que los galos descendieran más allá del valle del Po. Etruria también
perdió su influencia sobre el Lacio. Por ejemplo, hasta esta fecha era frecuente encontrar nombres etruscos en las listas
de cónsules romanos, pero a partir de la derrota de Cumas ya no aparece ninguno. A largo plazo, esto debió de favorecer
a Roma, pero a corto plazo la decadencia etrusca supuso también un periodo de recesión para Roma.

La decadencia de Esparta fue inmediatamente aprovechada por Argos, ya recuperada de sus pasadas derrotas. Se apoderó
de Micenas y Tirinto (que entonces ya no eran sino pequeñas aldeas). No obstante, pronto se le unieron otras ciudades
del Peloponeso, incluso Tegea, que hasta entonces había sido firmemente proespartana. En 473 Arquidamo II derrotó a
Argos y sus aliados en Tegea. Argos se retiró de la guerra, pero sus aliados continuaron, con Tegea a la cabeza.

Cimón iba ganando a Temístocles en popularidad. Había destinado gran parte de su riqueza a construir parques y edificios
públicos, era un brillante general y carecía del arrogante orgullo de Temístocles, justificado sin duda, pero desagradable
a los ojos de los atenienses. Además Temístocles no era exactamente un modelo de honradez. Parece ser que aprovechó
su poder para enriquecerse y aceptó sobornos. En 472 fue desterrado por una votación de ostracismo. Se fue a Egina y
desde allí continuó confabulando contra Esparta. Por su parte, Cimón llevó adelante una política proespartana. Su opinión
era que la alianza entre Esparta y Atenas que se había producido durante la guerra debía prolongarse para hacer frente a
los persas. Cimón obligó a las islas del norte del Egeo a incorporarse en la Confederación de Delos.

Los éforos llamaron a Pausanias de nuevo a Esparta. Disgustado con esta orden, Pausanias tramó el peor complot que
podía tramarse en Esparta: organizó una revuelta de ilotas. La conspiración fue descubierta en el último momento.
Pausanias se refugió en un templo, donde no se le podía ejecutar. Los espartanos aguardaron a que le venciera el hambre,
lo sacaron cuando estuvo lo suficientemente debilitado y, una vez fuera del templo, lo ejecutaron. Esto sucedió en 471.

480 Jerjes I se lanzó sobre Grecia con un ejército muy superior al que su padre llevara en su momento.

LAS GUERRAS MÉDICAS


En 480 murieron Pitágoras y Heráclito. Unos años antes, Pitágoras había sido expulsado de Crotona. En efecto, su escuela
no sólo tenía intereses científicos, sino también políticos. Los crotonenses se dieron cuenta con espanto de que los
hombres más influyentes de la ciudad eran pitagóricos, serios y autoritarios, aburridos y eficientes. Un movimiento
antioligárquico obligó a huir a muchos miembros de la academia, entre ellos el maestro, pero el pitagorismo político
continuó influyendo en la ciudad durante algún tiempo. Las malas lenguas dicen que Pitágoras, en su huida, fue a dar en
un campo de habas y, dado el odio que les tenía, se negó a esconderse en él y fue asesinado por sus perseguidores, pero
lo cierto es que Pitágoras sobrevivió y se trasladó a la ciudad de Metaponte, donde permaneció hasta su muerte.
La muerte de Heráclito fue más pintoresca. Su dieta de eremita no debía de ser muy saludable, pues acabó enfermando
de hidropesía. Si el sabio hubiera sido fiel a su doctrina, debería haber aceptado su enfermedad como parte del devenir,
como mal necesario para que pudiera concebirse la salud, pero no fue así, sino que abandonó su retiro y fue desesperado
de ciudad en ciudad y de médico en médico hasta que le llegó la muerte.

Por esta época llegó a Atenas un joven de unos veinte años llamado Anaxágoras. Había nacido en la ciudad jonia
de Clazómenas y había estudiado con Anaxímenes. Debía de tener cierta fama, pues un almirante ateniense
llamado Jántipo lo había llamado para educar a su hijo Pericles. Allí abrió una escuela de filosofía de la que salieron
muchas de las grandes figuras que iba a producir la ciudad en los años siguientes. Anaxágoras creía que los cuerpos
celestes no eran diferentes a los de la Tierra. Afirmaba que estaban compuestos de las mismas sustancias y obedecían a
las mismas leyes. Las estrellas eran rocas en llamas. El Sol era una roca caliente al rojo blanco, por lo menos del tamaño
de Peloponeso. Fue el primero en explicar los eclipses solares y lunares. Practicó la disección de animales, descubrió que
los peces respiran por las branquias. También estaba convencido de que los otros planetas estaban habitados por seres
similares a los hombres, al igual que la Tierra.

Pero el acontecimiento más notable del año fue sin duda el enfrentamiento entre griegos y persas, que los primeros
contaron como la Segunda Guerra Médica. (Los griegos identificaban a los persas con los medos. La Primera
Guerra Médica fue la que se resolvió con la victoria de Maratón.) Jerjes I dirigió su flota hasta Tracia, donde desembarcó
y se internó en Macedonia y el rey Alejandro I tuvo que confirmar el sometimiento del país al dominio persa que había
aceptado su padre ante Darío I, aunque parece ser que las simpatías del rey macedonio estaban con los griegos. Desde
allí, Jerjes I avanzó hacia el sur. Los tesalios solicitaron ayuda de las otras ciudades que habían participado en el congreso
de Corinto el año anterior. Éstas enviaron una expedición, pero el rey Alejandro I les aconsejó que se retiraran, pues el
ejército persa era demasiado poderoso. Los griegos siguieron el consejo y Tesalia fue ocupada por Jerjes.

Para que el pequeño ejército griego pudiera enfrentarse con éxito a los persas era necesario hacerlo en un lugar estrecho,
donde el contacto real involucrara necesariamente a pocos hombres. Un lugar adecuado era el desfiladero de las
Termópilas, unos 160 kilómetros al noroeste de Atenas. Allí acudieron 7.000 hombres bajo el mando del rey espartano
Leónidas. Con los persas estaba Demarato, el rey espartano exiliado por Cleómenes I, quien advirtió a Jerjes I de que los
espartanos combatirían duramente.

Así fue, los espartanos resistieron tenazmente al ejército persa, pero éste encontró finalmente un estrecho camino por las
montañas que conducía hasta la retaguardia griega. Jerjes I envió un destacamento y los griegos se dieron cuenta de que
iban a ser rodeados. Leónidas ordenó la retirada, pero él mismo y sus 300 mejores hombres decidieron quedarse (la
retirada hubiera sido deshonrosa). Con ellos se quedaron unos 1.000 beocios, parte de los cuales se rindieron al siguiente
combate, mientras que el resto resistió con Leónidas luchando mientras pudieron hacerlo, y al final murieron
todos. Plistarco, el hijo de Leónidas, era menor de edad, así que Pausanias, primo del rey fallecido, actuó como regente.

La batalla de las Termópilas fue recordada durante siglos como ejemplo del heroísmo griego e infundió gran valor a sus
soldados, pero lo cierto es que Jerjes I seguía avanzando. Llegó a la misma Atenas, la ocupó y la quemó, pero lo que el
rey persa se encontró fue una ciudad vacía. Todos los atenienses se habían refugiado en las islas vecinas y los barcos
griegos esperaban entre Salamina y el Ática. Aunque la flota era mayoritariamente ateniense, estaba bajo el mando de un
general espartano, Euribíades, pues en aquellos momentos los griegos sólo se sentían seguros bajo mando espartano,
pero los espartanos no se sentían cómodos en el mar, y a Euribíades sólo le interesaba defender Esparta. Su intención era
dirigirse hacia el sur para proteger el Peloponeso. Temístocles se opuso con tanta insistencia que en un momento dado
Euribíades perdió los estribos y levantó su bastón con ademán de golpearle. Temístocles gritó ¡Pega, pero escucha! El
general escuchó los argumentos del ateniense y sus amenazas de embarcar a todos los suyos y marcharse a Italia. Los
espartanos no podrían resistir mucho tiempo ellos solos sin una flota. Euribíades aceptó quedarse y hacer frente a los
persas, pero Temístocles temió que en cualquier momento cambiara de parecer, así que preparó una estratagema.

Envió un mensaje a Jerjes I proclamándose amigo de los persas y recomendándole que se apoderara de la flota griega
antes de que pudiera escapar. El rey persa confió en el consejo. Al fin y al cabo, Grecia estaba llena de traidores, había
sido un griego quien le reveló el camino alternativo en las Termópilas, igualmente Temístocles podía estar dispuesto a
salvarse a cambio de traicionar a los suyos. Durante la noche, los barcos persas bloquearon la salida al mar de la flota
griega. Esa misma noche llegó hasta la flota Arístides, procedente de Egina, donde había vivido desde su destierro. Al
parecer Temístocles había requerido su presencia. Arístides comunicó a los generales el bloqueo persa y, en efecto, al
amanecer vieron que no podían escaparse sin luchar. La situación era parecida a la de las Termópilas, pero en el mar. En
la estrecha manga de agua no cabía más que una pequeña parte de las naves persas, y los trirremes griegos eran mucho
más ágiles. Fingían embestir a los persas, pero en el último momento giraban y, rozando el barco enemigo, le arrancaban
los remos, con lo que lo dejaban indefensos. En la batalla de Salamina la flota persa fue completamente destruida.

Temístocles hizo llegar otro mensaje al rey persa, según el cual estaba convenciendo a los griegos de que no persiguieran
a los pocos restos de la flota persa, pero que si no huía rápidamente tal vez no pudiera contenerlos. Jerjes I le hizo caso y
marchó a Sardes con un tercio del ejército. El resto quedó bajo las órdenes de su cuñado Mardonio. Griegos y persas
acordaron una tregua durante el invierno, pues ambos necesitaban recuperar fuerzas. Los atenienses volvieron a ocupar
su ciudad.

Los griegos de Sicilia tuvieron que enfrentarse a los cartagineses. Las ciudades de Himera y Agrigento estaban en guerra.
Agrigento consiguió la victoria y expulsó a los oligarcas de Himera, que no dudaron en pedir ayuda a los cartagineses.
Cartago aceptó de buen grado. Los griegos del este estaban enfrentados a los persas, por lo que no podían ayudar a los
sicilianos. Amílcar transportó un ejército a las bases cartaginesas del oeste de la isla, y de allí partió hacia Himera.
Agrigento pidió ayuda a Siracusa, que envió un ejército. En vísperas de la batalla, Amílcar decidió hacer un sacrificio a
los dioses griegos, para persuadirlos de que retirasen el apoyo a su pueblo. Envió a buscar a sus aliados griegos para que
le indicaran el ritual adecuado, pero fueron interceptados por los siracusanos, que enviaron un grupo de sus propios
soldados haciéndose pasar por los que esperaba Amílcar. Se les permitió entrar en el templo y allí mataron al general
cartaginés. Pese a su muerte, la batalla se celebró igualmente, pero sin su general los cartagineses sufrieron una derrota
espectacular, con lo que su amenaza desapareció durante casi un siglo.

No obstante Cartago siguió prosperando. Una expedición cartaginesa al mando de un almirante llamado Hannón cruzó
el estrecho de Gibraltar y llegó hasta las Canarias. Parece ser que continuó bordeando la costa de África hacia el sur y
luego hacia el este, esperando llegar al mar Rojo, pero cuando llegó a Camerún y vio que la costa continuaba de nuevo
hacia el sur, decidió volver a Cartago. Otra flota cartaginesa conducida por Himilcón exploró la costa atlántica de España.
En 479 murió Confucio. Pocos años antes había regresado a Lu, su país, donde estuvo enseñando hasta su muerte. Se le
atribuye el Chunqiu (Anales de las primaveras y los otoños), la primera crónica china fechada de que se dispone, que
abarca el periodo comprendido entre 722 y 481, de un laconismo extremo.

Mardonio envió a Atenas al rey Alejandro I de Macedonia garantizándoles la independencia si permanecían neutrales en
la guerra. Los atenienses se negaron y trataron de convencer a Esparta de que se dispusiera al combate. Esparta siempre
fue lenta de reflejos. Cuando estuvo dispuesta Mardonio ya había hecho una incursión por el Ática e incendiado Atenas.
El rey Pausanias se encaminó al norte con un ejército de 20.000 hombres del Peloponeso, de los cuales 5.000 eran
espartanos. Se les unieron contingentes de otras ciudades, entre ellos 8.000 atenienses dirigidos por Arístides. En total los
griegos disponían de casi 100.000 hombres. Los persas contaban con más de 150.000. Las tropas se encontraron en Platea.
Fue una batalla difícil, pero tras muchas adversidades su armamento pesado les dio la supremacía. En un momento dado,
Mardonio realizó una carga al frente de 1.000 hombres, pero murió alcanzado por una lanza. Los persas se desmoralizaron
y trataron de huir. Los que lo consiguieron se marcharon a Asia.

Los griegos avanzaron sobre Tebas, que en ningún momento había dudado en alinearse con los persas. La ciudad fue
incendiada, sus oligarcas fueron expulsados y se instituyó una democracia. La isla de Samos envió una petición de auxilio.
Estaba siendo amenazada por los pocos barcos con los que Jerjes I había regresado de Grecia después de Salamina. La
flota griega, bajo el rey espartano Leotíquidas, navegó hacia el este, pero los persas no estaban dispuestos a librar otra
batalla naval. Desembarcaron en Micala y esperaron a los griegos. Éstos también desembarcaron y atacaron el
campamento persa. Tan pronto como se vio que la batalla era favorable a los griegos, se rebelaron las tropas jónicas
obligadas por los persas a combatir a su lado, lo cual decidió la contienda. Los persas huyeron y así, tras la batalla de
Micala, las ciudades jónicas recuperaron su independencia.

En 478 la flota avanzó bajo conducción ateniense para despejar el Helesponto y el Bósforo, con lo que terminó la Segunda
Guerra Médica. Ese mismo año murió el tirano Gelón de Siracusa. Fue sucedido por su hermano Hierón I, que había
luchado valerosamente en Himera. Bajo su gobierno la ciudad siguió prosperando y ganando poder. Recibió en su corte
a los artistas más afamados, como Píndaro y Esquilo. Fue en las dos décadas siguientes cuando Píndaro compuso el grueso
de su obra. Su poesía era brillante en estilo y muy espiritual y emotiva en cuanto a su contenido. Los temas eran
principalmente religiosos.

Las ciudades jonias consideraron que necesitaban la flota ateniense para protegerse de la amenaza persa, así que
decidieron formar una alianza con Atenas destinada a presentar un frente único contra Persia. Se estableció que cada
ciudad debía contribuir con barcos para una flota común o con dinero para un tesoro central. El número de barcos o la
suma de dinero fue establecida por Arístides según el tamaño y la prosperidad de las ciudades, y lo hizo tan bien que
ninguna ciudad se quejó de que se le exigiera demasiado o de que a sus vecinas se les exigiera demasiado poco. El tesoro
de la alianza fue depositado en la pequeña isla de Delos, por lo que el grupo de ciudades que conformaban la alianza fue
conocido como la Confederación de Delos.

El punto débil de la Confederación de Delos era la propia Atenas. La flota podía proteger las islas y las ciudades jónicas,
pero era fácil atacar a Atenas por tierra. Temístocles decidió construir una muralla alrededor de la ciudad. Naturalmente,
Esparta se opuso. La misma Esparta no tenía murallas, e incluso pidió que todas las ciudades derribaran las suyas. Pero
los espartanos eran tan lentos de reflejos como rápidos eran los atenienses. Mientras Temístocles los tuvo entretenidos
discutiendo, las murallas empezaron a construirse, y cuando por fin los espartanos se decidieron a actuar, el muro era lo
suficientemente alto como para disuadirlos del intento. Además se reforzaron las fortificaciones que ya Temístocles había
dispuesto en la costa antes de Maratón, convertidas ahora en el Pireo, el puerto de Atenas.

Tras la guerra contra los persas, Esparta y Atenas eran las ciudades con mayor prestigio y poder en toda Grecia. Esparta
receló de la expansión de Atenas, pero no pudo hacer gran cosa en un principio debido a varias crisis internas. En 477 el
regente Pausanias marchó a la conquista de Bizancio. Allí tuvo ocasión de comparar la austera vida espartana con la
lujosa vida oriental, y parece ser que juzgó más interesante la segunda. Los espartanos recibieron con desagrado las
noticias de que Pausanias se había entregado al lujo y a las riquezas. Le ordenaron volver a Esparta y una vez de regreso
le acusaron de negociar no se sabe qué con Jerjes I. Fue juzgado por traición y absuelto por falta de pruebas. Sin embargo
no se le permitió conducir más ejércitos espartanos. Pausanias no se resigno y organizó expediciones privadas al
Helesponto, pero la flota ateniense, bajo el mando de Cimón, el hijo de Milcíades, le arrebató Bizancio.
En 476 el rey Leotíquidas fue hallado culpable de aceptar sobornos y fue desterrado. Fue sucedido por su joven
nieto Arquidamo II. Estos sucesos fueron minando el prestigio espartano. Si los héroes de Platea y Micala eran unos
traidores corruptos, difícilmente se podía pensar que hubiera espartanos dignos de confianza. Atenas, en cambio, cada día
parecía más admirable.

En 474 Hierón I envió una flota en auxilio de la ciudad de Cumas, amenazada por los etruscos. Se libró una batalla que
terminó en una victoria completa para los griegos. Los etruscos nunca se recuperaron de esta derrota. Tuvieron que
abandonar la Campania y contentarse con evitar que los galos descendieran más allá del valle del Po. Etruria también
perdió su influencia sobre el Lacio. Por ejemplo, hasta esta fecha era frecuente encontrar nombres etruscos en las listas
de cónsules romanos, pero a partir de la derrota de Cumas ya no aparece ninguno. A largo plazo, esto debió de favorecer
a Roma, pero a corto plazo la decadencia etrusca supuso también un periodo de recesión para Roma.

La decadencia de Esparta fue inmediatamente aprovechada por Argos, ya recuperada de sus pasadas derrotas. Se apoderó
de Micenas y Tirinto (que entonces ya no eran sino pequeñas aldeas). No obstante, pronto se le unieron otras ciudades
del Peloponeso, incluso Tegea, que hasta entonces había sido firmemente proespartana. En 473 Arquidamo II derrotó a
Argos y sus aliados en Tegea. Argos se retiró de la guerra, pero sus aliados continuaron, con Tegea a la cabeza.

Cimón iba ganando a Temístocles en popularidad. Había destinado gran parte de su riqueza a construir parques y edificios
públicos, era un brillante general y carecía del arrogante orgullo de Temístocles, justificado sin duda, pero desagradable
a los ojos de los atenienses. Además Temístocles no era exactamente un modelo de honradez. Parece ser que aprovechó
su poder para enriquecerse y aceptó sobornos. En 472 fue desterrado por una votación de ostracismo. Se fue a Egina y
desde allí continuó confabulando contra Esparta. Por su parte, Cimón llevó adelante una política proespartana. Su opinión
era que la alianza entre Esparta y Atenas que se había producido durante la guerra debía prolongarse para hacer frente a
los persas. Cimón obligó a las islas del norte del Egeo a incorporarse en la Confederación de Delos.

Los éforos llamaron a Pausanias de nuevo a Esparta. Disgustado con esta orden, Pausanias tramó el peor complot que
podía tramarse en Esparta: organizó una revuelta de ilotas. La conspiración fue descubierta en el último momento.
Pausanias se refugió en un templo, donde no se le podía ejecutar. Los espartanos aguardaron a que le venciera el hambre,
lo sacaron cuando estuvo lo suficientemente debilitado y, una vez fuera del templo, lo ejecutaron. Esto sucedió en 471.

LA ATENAS DE PERICLES
Durante el agitado siglo V, la cultura griega seguía dando frutos. En Elea, Parménides tuvo un discípulo
distinguido: Zenón, que transformó las sofisticadas paradojas de su maestro sobre la ilusión de todo cambio en
argumentos elementales capaces de desconcertar a los incautos y a los no tan incautos. La más famosa de sus paradojas
es la que demuestra que el corredor Aquiles nunca podrá alcanzar a una tortuga que le lleve una mínima ventaja: para ello
debería alcanzar el punto de partida de ésta, pero, para entonces, el animal ya habrá recorrido una pequeña distancia
adicional que Aquiles debería recorrer también, pero para cuando lo consiga la tortuga ya estará un poco más adelante y
Aquiles deberá recorrer también este nuevo tramo, pero entonces, etc. Zenón de Elea es considerado el "padre de la
dialéctica", es decir, del arte de razonar para alcanzar la verdad y no sólo para ganar una discusión.

En Agrigento vivía el gran Empédocles, político, legislador, poeta, médico, profeta, purificador y, si hemos de creer en
su fama, incluso taumaturgo (o sea, hacedor de milagros). Más aún, parece ser que también afirmaba que un día sería
llevado al cielo y convertido en un dios. Había estudiado en la escuela de Pitágoras, donde le encantó la teoría de la
transmigración de las almas, y no tardó en descubrir que en otra vida él había sido un pez, pero habló de todo esto fuera
de la escuela, cosa que estaba terminantemente prohibida, así que lo echaron. Dejando de lado estos detalles de su
personalidad, lo cierto es que desarrolló una teoría interesante en la que se oponía al desprecio que Parménides mostraba
hacia los sentidos y la opinión común. Empédocles afirmaba que la base del conocimiento está en el análisis cuidadoso
de los datos que proporcionan los sentidos. Elaboró una teoría de la naturaleza según la cual todas las sustancias son una
combinación en proporciones variadas de cuatro elementos básicos: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Entre ellos se dan
relaciones de amor y odio que provocan los cambios.

Grecia dio también grandes pintores, pero prefería la escultura. Uno de los maestros de la época era Geladas, pero fue
notablemente superado por sus discípulos, entre los que se encontraba Mirón. Las obras de Mirón tenían fama de un
extraordinario realismo. Sus motivos preferidos eran atletas y animales, en los que con una técnica innovadora conseguía
plasmar perfectamente el movimiento. Entre sus obras destacan el Discóbolo y su famosa Ternera, a la que cuentan que
un admirador le gritó ¡muge!

Sin embargo, el mayor escultor griego fue sin duda Fidias, que empezó a trabajar por esta época. Su padre era pintor,
pero Fidias dejó pronto la pintura y se dispuso a ejercitarse en la escultura. Recorrió las principales escuelas de la época
y trató de aprender de todos los maestros que encontró. Llegó a dominar tanto la fundición del bronce como el labrado
del mármol. Se hizo un maestro en una compleja técnica conocida como escultura criselefantina, que consistía en realzar
estatuas de mármol con incrustaciones de oro y marfil, usando madera como engarce.

Las dificultades de los etruscos con los galos iban en aumento. Las ciudades del Lacio, que habían permanecido
relativamente en paz mientras los etruscos las dominaban, empezaron a gozar de la libertad de pelearse entre ellas. Los
volscos del sureste del Lacio estaban ganando poder y no tardaron en enfrentarse abiertamente a las otras ciudades, entre
ellas Roma. Volviendo a Grecia, cuando los persas se retiraron de Tracia, un pueblo nativo, los Odrisios, lograron
organizar un imperio que llegó hasta el Danubio. Su rey se llamaba Siltaces.

En 469 Esparta logró vencer definitivamente a Tegea y con ello volvió a ser la dueña indiscutible del Peloponeso. En
Atenas Cimón era el líder indiscutible. Su popularidad iba en descenso, pero contaba con el apoyo de la nobleza. Por
ejemplo, la isla de Naxos consideró que los persas ya no suponían ningún peligro y optó por abandonar la Confederación
de Delos para usar sus naves según sus propios intereses, pero descubrió que no tenía derecho a ello. Cimón atacó Naxos,
la tomó, destruyó sus fortificaciones y confiscó su flota. Como ya no tenía flota con la que contribuir a la Confederación,
a partir de entonces su contribución fue monetaria.

Estas actitudes autoritarias e imperialistas contrariaban cada vez más a los demócratas, a cuya cabeza
estaba Efialtes. Éste acusó a Cimón de haber sido sobornado por Alejandro I de Macedonia, pero Cimón fue absuelto
triunfalmente con el apoyo de la oligarquía del Areópago. Estaba claro que no había nada que hacer contra Cimón mientras
no sufriera un revés.
En 468 murió Arístides el Justo. Aunque había administrado el enorme tesoro de la Confederación, su capital personal no
fue suficiente para pagar su entierro. Todos los años se celebraba en Atenas una competición teatral durante las fiestas en
honor a Dioniso. El ganador más habitual era Esquilo, pero este año arrebató el premio un joven competidor
llamado Sófocles. Había sido alumno de Anaxágoras. Su aportación principal fue la de incluir un tercer actor en sus
tragedias. Mientras Esquilo estaba más interesado en el argumento fatalista y moralizante de sus tragedias, a Sófocles le
interesaba más la caracterización de los personajes, que presentaba altamente idealizados. Al año siguiente volvió a ganar
Esquilo, pero en los sucesivos Sófocles se mostró imbatible.

En 467 Pericles, que se había convertido en uno de los miembros más ilustres del partido demócrata, fue nombrado
arconte. Su madre era sobrina de Clístenes, por lo que pertenecía a la familia de los Alcmeónidas. Además de con
Anaxágoras, parece ser que también estudió con Zenón.

En 466 murió el tirano Hierón I de Siracusa, y con él terminó la tiranía en la ciudad.

En 464 murió Jerjes I, víctima de una confabulación palaciega. El rey había pasado los últimos años de su reinado recluido
en su palacio, empeñado en proyectos inútiles, como ampliar los palacios de Persépolis. Fue sucedido por su
hijo Artajerjes I, que necesitó cierto tiempo para consolidar su trono. Esto desencadenó una rebelión en Egipto. Más
concretamente, surgió de Libia. Un jefe tribal libio, llamado Inaros, llevó a sus hombres al delta, donde se le unió de
buen grado una multitud de egipcios. El virrey persa, hermano de Jerjes I, fue depuesto.

Ese mismo año un terremoto destruyó Esparta. Los ilotas decidieron aprovechar la ocasión y llevar a cabo la rebelión que
años atrás les propusiera Pausanias. Pero los espartanos reaccionaron y los ilotas tuvieron que retirarse y fortificarse en
el monte Itome, donde antaño se refugiaron los mesenios. Se inició así lo que vino en llamarse la Tercera Guerra
Mesenia. Efialtes propuso ayudar a los ilotas, a lo que Cimón se opuso radicalmente. Recordó a los atenienses los muertos
espartanos en las Termópilas y sus hazañas en Platea. Cimón afirmaba que Esparta y Atenas eran como dos bueyes que
conducían a Grecia: si uno era destruido, toda Grecia sería mermada.
En 462 Atenas envió un ejército a ayudar a los espartanos, pero éstos se sintieron heridos en su amor propio. No pudieron
soportar que los atenienses acudieran a ayudarles contra sus propios esclavos, así que les ordenaron volverse sobre sus
pasos. Efialtes se encargó de presentar esto ante Atenas como una terrible humillación, de la que el único responsable era
Cimón. En 461 se hizo una votación de ostracismo y Cimón fue desterrado. Efialtes dirigió graves acusaciones de
corrupción contra miembros del Areópago cuidadosamente fundamentadas. Como consecuencia, varios de sus miembros
fueron ejecutados o exiliados. Los intentos de comprar a Efialtes fracasaron, por lo que en 460 fue asesinado. Sin embargo
los demócratas no perdieron el poder, sino que Efialtes fue reemplazado por Pericles, que llevó a Atenas a su apogeo.

Pericles extendió internamente la democracia: decretó que los funcionarios públicos cobraran un salario, de modo que
también los más pobres podían servir a la ciudad. Aunque Atenas y El Pireo estaban fortificados, la distancia que los
separaba era de unos ocho kilómetros, de modo que en caso de asedio Atenas se quedaba igualmente incomunicada del
mar. Por ello decidió construir un pasillo amurallado desde la ciudad al puerto, "los largos muros".

Por esta época empezó a destacar Policleto, otro discípulo de Geladas. Además de un gran escultor fue un gran teórico
de la escultura. Se propuso aplicar a su arte reglas deducidas de las observaciones naturales y elaboradas e idealizadas
mediante la geometría. Estas reglas rigieron gran parte de la estatuaria griega. Fidias estudió con Policleto y las incorporó
a su técnica.

En Grecia iba surgiendo una "clase" diferente de sabios. Eran conocidos como sofistas. Hombres que enseñaban las
cualidades más importantes para la vida pública. Entre estas cualidades figuraba, sin duda, la oratoria. Muchos sofistas
afirmaban abiertamente que (por una suma adecuada) podían enseñar a defender cualquier causa o argumento y llevar a
cualquier tribunal, o jurado, o simplemente a la opinión pública, en la dirección deseada. Justo lo contrario de lo que
pretendía Zenón con su dialéctica.

El más famoso de los sofistas fue Protágoras, había nacido en Abdera, aunque pasó varias temporadas en Atenas, Sicilia
y el sur de Italia. Parece que fue él quien acuñó el término "sofista". Rechazaba la existencia de una verdad objetiva. Por
el contrario, para Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas. Enseñó a preparar discursos bien estructurados,
sin buscar el apoyo de la verdad. Sin embargo, parece ser que él mismo no se entregó a estas técnicas (o lo hizo sumamente
bien), pues los que le habían conocido reconocieron que sus argumentaciones eran honestas. Fue el primero en analizar
la lengua griega y su gramática.

Artajerjes I envió un ejército a Egipto a sofocar la revuelta iniciada tras la muerte de Jerjes I. Egipto pidió ayuda a Atenas
y Pericles envió una flota que tomó Menfis, pero los persas resistieron y se inició una larga guerra.

En 459 terminó la guerra que Esparta mantenía con los ilotas rebeldes. No se puede hablar de una victoria aplastante. Los
esclavos se rindieron a cambio de que se garantizara su libertad. Los espartanos les permitieron marcharse y naves
atenienses los transportaron a Naupacta, una estación naval fundada recientemente por Atenas al norte del golfo de
Corinto.

En 458 los largos muros entre Atenas y el puerto de El Piero estaban terminados. Atenas aplastó a Egina, tomó parte en
una querella entre Corinto y Megara. Corinto fue derrotada y Megara quedó bajo protección ateniense. Además se firmó
una alianza con Argos, signo claro de desafío hacia Esparta. Ese año Esquilo logró ganar a Sófocles con la Orestíada, pero
los años siguientes Sófocles vovió a imponerse. Tal vez por esto Esquilo decidió emigrar a Siracusa, donde ya había sido
huésped de Hierón I, que le había tributado grandes honores.

Un nuevo grupo de judíos decidió trasladarse de Babilonia a Judea. Entre ellos se encontraba un escriba (esto es, un
estudioso de la Ley) llamado Esdras. Probablemente, la realidad con que se encontró difería bastante de lo que esperaba
encontrarse. Los judíos se estaban mezclando con la población autóctona y los rituales religiosos estaban perdiéndose.
Esdras reunió al pueblo y leyó los libros de la Ley (los primeros cinco libros de la Biblia actual). Los leyó en hebreo, que
para entonces era prácticamente una lengua muerta, pues los judíos hablaban arameo, pero debió de explicarlos con tal
énfasis y personalidad que despertó gran entusiasmo y una parte suficientemente grande de la población aceptó su
doctrina. Reconocieron el grave pecado que habían cometido al casarse con mujeres extranjeras y acordaron repudiarlas.

Así empezó la separación de los judíos con respecto a los gentiles (los no judíos). Ante la imposibilidad de cualquier clase
de autonomía política, los judíos se aferraron a las costumbres tradicionales consignadas en los textos sagrados como
única forma de preservar su identidad. La circuncisión, la prohibición de trabajar en sábado o de tomar ciertos alimentos
impuros, etc. se aplicaron con el máximo rigor y los judíos rehuyeron el trato con cualquiera que no observara estas y
otras muchas costumbres diferenciadoras. La idea (relativamente nueva) de que su dios era el único dios verdadero les
dotó de una nueva arma ideológica: el sarcasmo. Ahora los judíos se burlaban de las creencias de sus vecinos. Apareció
una nueva leyenda sobre Abraham, sin fundamento bíblico, según la cual su padre, Téraj, estaba al mando de los ejércitos
del rey Nemrod, en Babilonia y adoraba doce ídolos de madera y piedra (todo esto antes de que abandonara Ur con su
hijo, que es donde comienza la narración bíblica):

Abraham llegó a Babilonia y, al ver los ídolos, ordenó a su madre que matase y cocinase un cordero. Después colocó la
comida delante de los ídolos y esperó a ver si alguno comía. Como no fue así, se burló de ellos y le dijo a su madre: "¿Es
posible que el plato sea demasiado pequeño, o que el cordero esté insípido? Por favor, mata otros tres corderos y
aderézalos con más delicadeza." Ofrecido de nuevo el manjar a los ídolos, éstos tampoco se movieron. El espíritu de
Dios descendió sobre Abraham, quien tomó un hacha y destruyó todos los ídolos menos el mayor. Puso el hacha en una
de sus manos y se marchó.
Cuando llegó Téraj, mandó llamar a su hijo y le pidió explicaciones. Abraham dijo: "Ofrecí comida a tus ídolos, sin duda
deben de haberse peleado por ella. Según parece, el mayor ha despedazado a los otros." Téraj exclamó: "¡No me
engañes!, se trata de imágenes de madera y piedra, hechas por la mano del hombre." Abraham preguntó: "Si es así,
¿cómo pueden responder a tus plegarias?". Luego proclamó al "Dios vivo", tomó el hacha y destruyó el último ídolo.
Pese a todo, el judaísmo no se vio libre de influencias externas. Una parte de los judíos que terminó siendo mayoritaria
aceptó algunas de las ideas novedosas del mazdeísmo, que ahora era la religión dominante en todo el Imperio Persa.
Naturalmente el gran Ahura-Mazda se identificó con Yahveh, pero el mazdeísmo tenía una figura de la que carecía el
judaísmo: la representación del mal, Ahrimán. Los judíos le dieron el nombre de Satán, si bien no estuvieron dispuestos
a concederle el mismo poder que a Yahveh. Las deidades al servicio de Ahura-Mazda se convirtieron en toda una
jerarquía de ángeles, o mensajeros de Dios, mientras que las divinidades supeditadas a Ahrimán, se convirtieron
en demonios capitaneados por Satán. Se formaron historias que presentaban a Satán como un "ángel caído" que se había
rebelado contra Yahveh. La idea del Salvador que llegaría al final del mundo para juzgar a vivos y muertos se asimiló a
la del Mesías. El infierno tradicional judío, muy similar al de los griegos, donde iban a parar todos los muertos (con
contadas excepciones) se transformó en el limbo, donde los muertos esperaban el juicio final. La mayor parte de estas
ideas no llegó a incorporarse a la Biblia y parece ser que la clase sacerdotal más conservadora nunca las aceptó.
Roma se hallaba en serias dificultades ante los ecuos, una tribu que habitaba las regiones montañosas del este del Lacio
y que se habían aliado con los volscos y habían logrado acorralar a uno de los cónsules con su ejército. La ley romana
admitía que el consulado fuera suspendido temporalmente en casos de extrema necesidad, de modo que se confería poder
absoluto a un solo hombre durante un periodo de seis meses. Este gobernante era llamado dictador (el que dice lo que
hay que hacer). El Senado decidió nombrar dictador a Lucio Quincio Cincinato (Cincinato significa "de pelo rizado").
La leyenda lo presenta como un modelo de virtud: un patricio conservador al estilo de Coriolano que había decidido
retirarse de la política porque un hijo suyo había sido exiliado por ofender a los tribunos. Siempre según la leyenda,
cuando Cincinato recibió la noticia estaba arando su campo. Dejó el arado, marchó al Foro, reunió un ejército, se dirigió
hacia los ecuos, los derrotó, rescató al cónsul y a su ejército, volvió a Roma y renunció a la dictadura, todo ello en un día.
Esto no es muy creíble, pero el conflicto entre Roma y los ecuos y los volscos sí que es real. Es probable que la leyenda
de Coriolano date también de estos tiempos, aunque después se situó anacrónicamente en la época en que se creó el cargo
de tribuno. Los romanos tuvieron siempre a Cincinato como ejemplo de uso del poder sin abuso.

En 457 Esparta estaba recuperada del serio desgaste que le había supuesto la rebelión de los ilotas. Inmediatamente se
volvió contra Atenas y sus "largos muros", que nunca había aprobado. Atenas estaba concentrando sus fuerzas en la lucha
contra los persas en Egipto y no quería enzarzarse en una lucha en Grecia. Por ello mandó llamar a Cimón del destierro
para que firmara una tregua con Esparta.

En 456 murió Esquilo, en Siracusa. Los atenienses quisieron conocer la última tragedia que había compuesto en Sicilia y
le dieron, después de muerto, el primer premio del certamen anual.

En 455 Artajerjes I logró dominar la rebelión en Egipto. El cabecilla, Inaros, fue ejecutado. La victoria persa pasó por la
destrucción casi completa de las tropas enviadas por Atenas. Fue un duro golpe, que sembró cierta desconfianza entre los
griegos, incluidos los propios atenienses. Como signo de autoafirmación, el tesoro de Delos fue trasladado a la propia
Atenas, dando a entender que era ella quien dominaba sobre todas las demás ciudades de la Confederación. Las tropas
persas se trasladaron de Egipto a Chipre, que también se había rebelado. Atenas mandó de nuevo una flota, esta vez bajo
el mando de Cimón. Los persas fueron derrotados, pero Cimón murió en la batalla y los atenienses firmaron la paz.
Ese año murió el rey Plistarco, el hijo de Leónidas, que asumió el trono tras la muerte del regente Pausanias. Fue sucedido
por Plistoanacte, hijo de Pausanias.

En Atenas hacía su debut un nuevo poeta trágico, que obtuvo un honroso tercer premio con Las Pelíadas. Se trataba
de Eurípides, aunque hijo de familia humilde, recibió una esmerada educación. Entre sus maestros figuraron Anaxágoras
y Protágoras. Sus obras no fueron bien acogidas por los críticos, por lo que sólo iba a ganar el primer premio cuatro veces.
Ello se debía a que eran menos solemnes que las de Esquilo o Sófocles. Sus personajes no estaban idealizados, sino que
tenían defectos humanos y hablaban un lenguaje cotidiano. Eurípides se interesa menos por la acción y más por las
situaciones y las reacciones de los personajes. A menudo las situaciones sin salida se resuelven al final de la obra de modo
inesperado por una intervención divina.

En 454 murió el rey Alejandro I de Macedonia. Fue sucedido por Perdicas II, quien tuvo que enfrentarse a los odrisios.
Por esta época Tesalia empezó a declinar. Hasta entonces había sido una de las primeras potencias griegas, gracias a su
poderosa caballería, pero las rivalidades entre las grandes familias, la intervención de los medos, las luchas sociales y la
aparición de nuevas ciudades debilitaron la Confederación.

En 453 se produjo el desmembramiento del estado chino de Jin en los reinos de Chao, Han y Wei. Este acontecimiento
marca el inicio del periodo de la historia de China conocido como "de los reinos combatientes", en el que se produjeron
continuas guerras, alianzas, invasiones y anexiones.

LA EDAD DE ORO
La evolución de Roma durante la primera mitad del siglo V debió de estar marcada por las tensiones sociales entre
patricios y plebeyos. No conocemos detalles de esta lucha salvo a través de leyendas como la de Coriolano o la de
Cincinato, pero en ellas se pone de manifiesto la resistencia de los patricios a conceder poder a los plebeyos, así como el
avance imparable de éstos. Una de las armas que tiene una oligarquía contra el pueblo es su potestad de dictar leyes según
su conveniencia, y por ello una parte de las presiones populares se encaminan a que las leyes se pongan por escrito para
que se pueda analizar si son justas o no y, sobre todo, para que no puedan ser cambiadas de un día para otro según
convenga. En 450 los plebeyos lograron el compromiso por parte de los patricios de elaborar un código escrito. Eso sí,
dicho código sería elaborado por los propios patricios. Concretamente, el Senado encargó la tarea a diez patricios a los
que otorgó también todo el poder mientras llevaban a cabo su trabajo. Fueron llamados decenviros (que significa "diez
hombres"), a la cabeza de los cuales estaba Apio Claudio Craso (el gordo), hijo o nieto del Apio Claudio que había
provocado la secesión de los plebeyos medio siglo antes.

Las leyes se grabaron en doce tablas de bronce, por lo que se conocen como las Doce Tablas, que se convirtieron en el
fundamento del futuro Derecho Romano. Sin embargo, parece que todo el proceso fue en realidad un intento de los
patricios de recuperar definitivamente el poder, pues, una vez confeccionadas las leyes, los decenviros no renunciaron a
sus cargos. Al contrario, cada uno de ellos se rodeó de una guardia de corps formada por doce lictores. Los decenviros
ostentaban el símbolo del poder en Roma, que era un haz de varas atadas con un hacha en el medio. Había sido el símbolo
de la monarquía y después del consulado. Representaba el poder de azotar con las varas y de matar con el hacha. Estos
símbolos eran llamados fasces (haces).

Ese mismo año moría Cimón en Atenas. Pericles era el gobernante indiscutible de la ciudad, reelegido democráticamente
una y otra vez sin que la nobleza pudiera hacer nada para evitarlo. El gobierno de Pericles coincidió con el apogeo cultural
de Atenas, por lo que este periodo es conocido como la Edad de Oro Ateniense, e incluso como la Era de Pericles. Por
esta época destacaba Leucipo de Mileto, quien afirmaba que la materia está formada por diminutas partículas que no
pueden dividirse en partes más simples. Su teoría fue desarrollada por su discípulo Demócrito, que había nacido en la
ciudad tracia de Abdera y llamó átomos a estas partículas. También afirmaba que la Vía Láctea era una acumulación de
estrellas. Fue un gran viajero. Su padre era un rico mercader, y al morir le dejó una sustanciosa suma de dinero, que él
empleó en visitar Egipto, Nubia, Persia y la India. "La patria de todo hombre razonable es el mundo", decía, y "Es más
importante conquistar una verdad que un trono". Parece ser que compuso tratados de Medicina, Astronomía,
Matemáticas, Música, Psicoterapia, Física, Anatomía, etc.

En 449 murió Temístocles. Después de su ostracismo se había retirado a Egina, pero por algún motivo Atenas lo declaró
traidor y tuvo que huir de Grecia. Llegó a territorio persa y allí fue tratado con gran deferencia. Los persas recordaron
que Temístocles había tratado de ayudarles en Salamina tendiendo una emboscada a los griegos, pues al menos eso era
lo que él les había hecho creer entonces. A los historiadores siempre les ha quedado la duda de si la actuación de
Temístocles durante la guerra fue siempre leal a Atenas o si, por el contrario, arregló las cosas deliberadamente de modo
que él resultara beneficiado ganara quien ganara.

Los focenses se apoderaban de Delfos, y Esparta envió una expedición para derrotarlos. Era la Segunda Guerra
Sacra. Los focenses fueron derrotados, pero cuando se marcharon los espartanos Atenas se puso de parte de Fócida y le
ayudó a recuperarse.

Los decenviros romanos fueron obligados a dejar el poder. La versión de la historia transmitida por los romanos es, como
de costumbre, muy humana. Cuenta que Apio Claudio quiso hacerse con una joven llamada Virginia, hija de un plebeyo.
Ante la oposición del padre presentó unos falsos testigos según los cuales en realidad Virginia era hija de uno de sus
esclavos, lo que automáticamente la convertía en su esclava. El padre, viendo que no podía hacer nada, tomó la decisión
de apuñalar a Virginia en el juicio, como única forma de salvar su honor. Esto hizo saltar a los plebeyos, que amenazaron
con marcharse de la ciudad otra vez, con lo que finalmente los decenviros tuvieron que ceder.

Fuera así o de otro modo, lo cierto es que el poder de los tribunos aumentó. Se les permitió sentarse en el Senado. Se les
otorgó el derecho de interpretar los presagios, cosa más importante de lo que podría parecer, pues si los presagios eran
malos las sesiones del Senado podían ser interrumpidas, al menos temporalmente.

En 447 Pericles ordenó la construcción de un grandioso templo dedicado a la diosa Atenea en la Acrópolis. El arquitecto
fue Ictino y el escultor Fidias. Al contrario que sus maestros, Mirón o Policleto, Fidias pronto demostró su preferencia
por las obras gigantescas. Había esculpido una estatua colosal de Atenea para el templo de Platea y un monumento en
honor de Milcíades en Delfos. Unos pocos años antes Pericles ya le había encargado algunas estatuas monumentales en
bronce para la Acrópolis, pero éste iba a ser el proyecto artístico más grandioso y emblemático que emprendería Atenas.

Las ciudades griegas que se habían sometido a Atenas cuando la amenaza persa no aconsejaba disensiones, empezaban a
reclamar su tradicional independencia. Beocia se levantó contra la dominación ateniense, con Tebas a la cabeza. Atenas
envió un ejército, pero fue derrotado. Tebas se hizo con el control de Beocia e instauró oligarquías en las ciudades donde
Atenas había instaurado democracias. Los focenses estaban separados de Atenas por Beocia, por lo que consideraron más
conveniente abandonar la alianza con Atenas que se había establecido tras la Segunda Guerra Sacra.

Al año siguiente, en 446, fueron Eubea y Megara las que se rebelaron. Atenas no tuvo dificultad en someter a Eubea
porque era una isla, y la fuerza de Atenas estaba sin duda en el mar. Sin embargo, Megara estaba en tierra firme, recibió
ayuda del Peloponeso y Atenas la perdió para siempre. Viéndose en desventaja, Atenas decidió firmar la llamada Paz de
los Treinta Años con Esparta, comprometiéndose a no ejercer su influencia sobre la Grecia continental. Como
compensación Pericles trató de extender el dominio de Atenas en ultramar. Envió colonos a diversas islas del Egeo y del
Quersoneso tracio. Barcos atenienses penetraron en el mar Negro (el mismo Pericles fue en una de esas expediciones), y
estableció relaciones con diversas ciudades costeras griegas.

En 445 Roma dio una muestra más de progreso social: por primera vez se permitía el matrimonio entre patricios y
plebeyos.

En 444 el rey espartano Plistoanacte fue desterrado y sucedido por su hijo Pausanias.

En 443 Atenas fundó la ciudad de Turios en Italia, donde había estado Síbaris. Hacía más de un siglo que los griegos no
fundaban nuevas ciudades. Así Pericles continuaba fortaleciendo la confederación ateniense frente a los golpes que había
sufrido los últimos años.

En 440 llegó a Jerusalén un judío llamado Nehemías. Era copero de Artajerjes I, y usó su influencia para obtener del rey
el permiso necesario para fortificar Jerusalén como defensa frente a los enemigos circundantes. Derruyó las viejas
murallas y empezó la construcción de otras nuevas, con la obvia oposición de los pueblos vecinos, recelosos de un nuevo
imperialismo judío, pero con el apoyo del rey.

La isla de Samos y la ciudad de Mileto se enzarzaron en una disputa sobre el dominio de la ciudad de Priene. Solicitaron
el veredicto de Atenas, y ésta se puso de parte de Mileto. Para prevenir problemas expulsó a los oligarcas de Samos e
instauró una democracia. Samos se rebeló y repuso a los oligarcas, y Atenas necesitó un año para restaurar el orden. La
campaña estuvo dirigida por Sófocles. Surgieron muchas más querellas entre ciudades, y Atenas era requerida casi
siempre como juez, y normalmente Atenas se ponía de parte de unos y Esparta de los otros. La política griega se volvía
cada vez más tensa. También es el año de la muerte de Parménides.

En 438 los griegos crearon el reino del Bósforo Cimerio, con capital en Panticapea, que se extendía por parte de la
península de Crimea (el Quersoneso Táurico) y a orillas del Bósforo Cimerio. Este mismo año murió el poeta Píndaro,
colmado de honores.

En 437 las murallas de Jerusalén estaban terminadas. El área que protegían era pequeña, pero elevó considerablemente la
moral de los judíos. Carecían de autonomía política, pero ahora tenían una capital en condiciones donde -hasta cierto
punto- eran los amos.

En 436 Atenas fundó una segunda ciudad, Anfípolis, en la costa norte del Egeo. En 435 la isla de Corcira sufría una
enconada guerra civil entre aristócratas y demócratas. Los oligarcas llamaron en su ayuda a la ciudad de Corinto, también
gobernada por una oligarquía. Corinto envió una flota, pero los demócratas la destruyeron rápidamente.

La aristocracia ateniense, incapaz de debilitar directamente a Pericles, optó por atacar a sus amigos. Una víctima fácil fue
Anaxágoras. Tenía una teoría cosmológica elaborada sobre la base de que no era necesario invocar a nada sobrenatural
para explicar lo natural. Según él, el cosmos se había generado como consecuencia de un gran remolino que había
separado los cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego, que se recombinaron formando los seres naturales. El
hombre salió favorecido gracias a que al andar sobre sus dos piernas tenía las manos libres y ello le permitió un desarrollo
cultural del que carecieron los demás animales.

Estas ideas no tardaron en escandalizar a una parte de la sociedad ateniense, que no veía con buenos ojos que Zeus quedara
al margen de todo. Cuando Anaxágoras se dispuso a escribir un libro con su teoría, al que llamó Sobre la naturaleza, se
dio cuenta del peligro e introdujo un concepto al que llamó Nous (pensamiento, mente) como origen del remolino inicial.
Lo citaba tan a menudo que algunos atenienses le llamaban cariñosamente nous. Un día, en 434, Anaxágoras puso en
evidencia al clero a raíz de una disputa sobre un presunto carnero sobrenatural que tenía un solo cuerno. Poco después,
Anaxágoras fue acusado de impiedad y un tribunal se puso a escrutar su libro. La conclusión final fue que el nous era una
estratagema para disimular su ateísmo. Fue condenado a muerte, pero Pericles se las arregló para preparar su fuga. Se
refugió en la ciudad de Lampsaco, en el Helesponto,

En 433 Corinto había preparado una nueva expedición contra Corcira para apoyar a los oligarcas. Los demócratas
pidieron ayuda a Atenas, que envió otra flota. Cuando ésta llegó, las naves de Corinto estaban imponiéndose lentamente
sobre los corcirenses, pero los atenienses descompensaron las fuerzas y Corinto tuvo que retirarse por segunda vez. En
venganza, Corinto se las arregló para que la ciudad de Potidea, en la península calcídica, se rebelara contra Atenas, pero
Pericles logró controlar rápidamente la situación. Corinto, fuera de sí, solicitó la ayuda de Esparta. Sin embargo, el rey
Arquidamo II se opuso. Era amigo de Pericles y se las arregló para mantener la paz, apelando a la Tregua de los Treinta
Años firmada entre las dos ciudades.

Mientras tanto, en Atenas le tocó el turno a Fidias. En 432 estuvo acabado el templo de Atenea, que recibió el nombre
de Partenón. El escultor fue acusado de haber robado parte del oro y el marfil que se le suministró para la obra. Tras un
proceso fue encarcelado, pero el hecho causó tal escándalo que la ciudad de Olimpia se prestó a pagar la cantidad
presuntamente robada y encargó a Fidias que esculpiera una estatua de Zeus para el templo de la ciudad. Tal vez el
maestro agradeciera más a Olimpia este encargo que su libertad, pues por fin encontró la posibilidad de esculpir la estatua
de sus sueños: tenía más de veinte metros, y eso que Zeus aparecía sentado. Estaba hecha de mármol con marfil y oro.
De ella no queda más que un trozo del pedestal, pero todos los que la vieron la tuvieron por una obra maestra.

El éxito de los ataques contra Anaxágoras y Fidias llevó a la aristocracia ateniense a intentar un golpe más alto. Tiempo
atrás había llegado a Atenas una mujer llamada Aspasia. Allí fundó una especie de escuela de filosofía según unos, de
prostíbulo según otros, a la que concurrían las figuras más destacadas de la ciudad. Aspasia defendía la emancipación de
la mujer. En la edad de oro ateniense, las mujeres de buena familia permanecían confinadas en sus casas desde niñas, sin
recibir más educación que la concerniente a las tareas domésticas, se casaban con quien su padre decidía y cuando él lo
decidía y luego quedaban obligadas a la más absoluta fidelidad hacia su marido, pues no estaba muy mal visto que un
marido matara a su esposa para limpiar su honor. Es cierto que, en respuesta a esta situación, Aspasia defendía una vida
más promiscua y licenciosa, y no fue la única, sino que poco a poco en Atenas surgió una clase de mujeres "liberadas"
llamadas hetairas, que resultaron ser las únicas mujeres cultas de la época. Vivían del dinero que les ofrecían los
personajes interesados en su compañía y en sus favores, pero no hay que confundirlas con las prostitutas comunes,
o pornai, que se concentraban sobre todo en los barrios portuarios de El Pireo.

El caso es que Pericles se enamoró de Aspasia, repudió a su mujer y la primera dama de Atenas pasó a ser una hetaira.
Ésta aprovechó su influencia para organizar clases de filosofía para mujeres, pero las que asistían eran muy mal vistas.
Finalmente, Aspasia fue acusada de impiedad por los conservadores. La acusaron de haber convertido la casa de Pericles
en un burdel donde se corrompía a las mujeres de la buena sociedad. Estas acusaciones no pudieron ser probadas ante el
tribunal, donde el propio Pericles se encargó de defenderla.

En 431 Fidias decidió volver a Atenas, y fue un error, pues inmediatamente volvió a ser acusado, esta vez de impiedad al
haber esculpido su propio rostro y el de Pericles en el escudo de la diosa Atenea en el Partenón. Fue encarcelado y murió
a la espera del juicio.

Pericles decidió imponer un embargo a la ciudad de Megara, que se había aliado con Corinto en rebelión contra Atenas:
Ningún mercader megarense podía comerciar en un puerto controlado por Atenas, medida que prácticamente asfixiaba el
comercio y la prosperidad de la ciudad. Megara era una de las ciudades bajo protección espartana, y así los espartanos
empezaron a entender lo grave que podía resultarles la hegemonía de Atenas en el mar, a la que hasta entonces no habían
dado importancia. Los éforos espartanos decidieron que Atenas había roto la Tregua de los Treinta Años, e hicieron
prevalecer su punto de vista sobre el del rey Arquidamo II. Éste se vio obligado a conducir un ejército contra Atenas. Se
inició así la Guerra del Peloponeso.

Pericles no intentó enfrentarse a los ejércitos espartanos. En su lugar ordenó a toda la población que se refugiara tras los
"largos muros" que unían Atenas con El Pireo y se dispusieran a resistir. Mientras la flota Ateniense pudiera traer
suministros, no había nada que temer. Los espartanos arrasaron el Ática, pero no consiguieron doblegar a Atenas. Llegado
el invierno se retiraron, y sabían que el año siguiente se encontrarían con la misma situación.

En 430 se publicó el libro de historia griega más antiguo que se conserva íntegro. Su autor es Heródoto, nacido en la
ciudad de Halicarnaso, al sur de Jonia. Tendría ya más de cincuenta años cuando se decidió a escribir. Había viajado por
Persia y Egipto interesándose por todo. El tema principal de su libro era la guerra con Persia. Los atenienses le concedieron
un premio en metálico por su obra.

Ese año volvieron los espartanos, pero Atenas se encontró con un enemigo inesperado: Una virulenta peste se extendió
rápidamente por la ciudad. Los atenienses no sabían cómo combatirla y murió el veinte por ciento de la población. Pericles
fue destituido por votación y juzgado por malversación de fondos públicos, pero no encontrando quien le sustituyera en
el mando, se le volvió a elegir.

LA GUERRA DEL PELOPONESO


A finales del siglo V, la mitad del mundo civilizado, desde Egipto hasta el Ganges, estaba bajo el dominio persa. El rey
Artajerjes I había renunciado a imponerse sobre los griegos e incluso se había resignado a soportar su continuo aguijoneo
en las fronteras. Hacia el este, la India continuaba un lento proceso de organización política. Una tribu aria llegó a la isla
de Ceilán, cuyo nombre procede del nombre de esta tribu: los Sinhala, (de simha, león). Los invasores expulsaron a los
nativos e introdujeron el cultivo del arroz y un excelente sistema de riego. Desde entonces se les conoce
como cingaleses. Más al este aún, las relaciones entre los distintos principados chinos se volvían cada vez más tensas.

En el otro extremo, los cartagineses buscaban rutas comerciales por el océano Atlántico, ya que los griegos les habían
expulsado del Mediterráneo. Etruria decaía. Los galos la acosaban por el norte y Roma la acosaba por el sur. En especial
Roma mantenía casi continuos combates con la ciudad etrusca de Veyes, situada veinte kilómetros al norte. El vacío de
poder dejado por los etruscos en Italia fue llenado en parte por los samnitas, pueblos itálicos que poblaban el este del
Lacio y que empezaron a expandirse y a ganar poder.

El arte griego estaba abandonando la simplicidad de las formas clásicas y se decantaba por estilos cada vez más
recargados. Uno de los primeros pasos en esta dirección lo dio el arquitecto Calímaco, que ideó la columna corintia, más
ornamentada que la tradicional columna dórica. Por esta época murió Demócrito. Al parecer siguió unas normas de
higiene que él mismo recomendaba, lo que le permitió vivir más de noventa años. Algunos dicen que más de cien.
En 430 surgió un reino poderoso en Épiro. Tras el declive de los tespotas, la región había sido dominada por los caonios, y
ahora eran los molosos los que se organizaron bajo una poderosa dinastía con capital en Fenice.

Pero los acontecimientos más dramáticos de la época tenían lugar más al sur, donde acababa de estallar una guerra mundial
en miniatura. Atenas, apoyada por las islas de la confederación, se enfrentaba a Esparta, apoyada por Beocia y todo el
Peloponeso excepto Árgos (que se mantuvo neutral). Al mismo tiempo, Atenas tuvo que enfrentarse con una epidemia de
peste. Fue llamado a la ciudad un joven médico, de hecho el primero que practicó la medicina como ciencia, sin mezclarla
con la religión. Se llamaba Hipócrates y había nacido en la isla de Cos, frente a la costa de Asia Menor, cerca de la
ciudad de Halicarnaso. Su padre era curandero, y vivía de los muchos enfermos que acudían a la isla para bañarse en sus
aguas termales. Hipócrates los examinaba y elaboró una casuística sobre la que basó sus diagnósticos. Sus escritos fueron
organizados en un Corpus Hippocraticum, pero parece ser que la mayor parte del texto fue escrito por sus discípulos tras
su muerte. No parece que Hipócrates hiciera muchas aportaciones científicas, pero lo importante es que recuperó la
dignidad de la medicina, bastante desprestigiada a la sazón, pues hasta entonces estaba en manos de charlatanes y
sacerdotes. Hipócrates se comprometió a sí mismo y a sus discípulos con un juramento que no sólo obligaba a ejercer la
medicina como ciencia, sin engaños, sino también a guardar unas normas de higiene y decoro que inspiraran confianza a
los pacientes. Organizó un gremio de médicos que se reunían periódicamente para intercambiar experiencias y
descubrimientos. No sabemos qué resultados obtuvo en Atenas, pero es posible que ayudara a combatir la peste
recomendando normas de higiene. En 429 la peste acabó con el mismo Pericles.

A la muerte de Pericles, la figura más destacada del partido democrático era Cleón, que abogaba por continuar la guerra,
mientras que a la cabeza de los conservadores estaba Nicias, partidario de firmar la paz con Esparta. En un primer
momento triunfó Cleón, bajo cuyo gobierno Atenas siguió luchando con energía, pero sin la prudencia de Pericles. Por
estas fechas destacaba en Atenas un autor cómico: Aristófanes. Era de familia aristocrática y en sus comedias se burlaba
descaradamente de Cleón y los demócratas, hasta extremos que hoy en día serían inadmisibles por su mal gusto.

Por esta época había adquirido fama en Atenas un hombre singular. Se llamaba Sócrates. Había estudiado con
Anaxágoras (o tal vez con un discípulo de éste, Arquelao de Mileto) y había combatido por Atenas en Potidea. Parece
ser que la guerra del Peloponeso le llevó a la conclusión de que el enemigo del hombre no es la naturaleza, sino el hombre,
por lo que era más importante estudiar al hombre que al mundo. En otras palabras, de los intereses científicos que podía
haberle inculcado Anaxágoras, pasó a interesarse por la ética. En lugar de desarrollar y predicar una teoría como todos
los filósofos anteriores y posteriores, Sócrates paseaba por la ciudad preguntando a la gente cosas como qué es el bien, o
la justicia, o la virtud, etc. Ante la respuesta fácil de "eso lo sabe todo el mundo", Sócrates alegaba ignorancia. Su frase
más característica llegó a ser el famoso "sólo sé que no sé nada". Así, Sócrates forzaba a sus conciudadanos a explicarle
lo aparentemente obvio y, con ello, les hacía caer en contradicciones y les obligaba a reconocer que sus preguntas no eran
tan simples como a primera vista pudieran parecer. Aunque ya otros pensadores habían denunciado la confianza en "el
sentido común" o "la opinión general" en cuestiones científicas, Sócrates fue el primero en cuestionarlos en lo tocante a
la ética, y el primero en señalar lo dañino que es para la sociedad el que se acepten irreflexivamente ciertas opiniones
comunes sobre lo que es bueno o justo. Debía de tener una gran personalidad, pues no tardó en encontrar numerosos
discípulos entre los jóvenes atenienses.

En 428 los samnitas se apoderaron de Capua, la mayor ciudad no griega de la Campania, con lo que pasaron a dominar
la región.

En 427 murió el rey espartano Arquidamo II y fue sucedido por su hijo Agis II. Mientras tanto Esparta logró tomar la
ciudad de Platea, tras un asedio de dos años. Atenas, por su parte, realizaba fructíferas incursiones navales. Es también el
año de la muerte de Anaxágoras. Por otra parte, el rey desterrado Plistoanacte fue admitido de nuevo, y su hijo Pausanias
fue cesado.

En 425 el almirante ateniense Demóstenes tomó y fortificó el promontorio de Pilos, sobre la costa occidental de Mesenia.
Esparta envió un contingente que tomó posiciones en la isla de Esfacteria, situada frente al puerto de Pilos, y puso sitio
a los atenienses, pero la flota ateniense, que se había retirado, volvió y puso sitio a los sitiadores. Allí había un número
demasiado grande de espartanos para que Esparta pudiera permitirse el lujo de perderlos (la supremacía frente a las clases
dominadas podía verse en peligro). Por ello Esparta pidió la paz. Si hubiera estado Pericles, sin duda Atenas habría sacado
el máximo provecho a la situación, pero Cleón decidió imponer condiciones exageradas: la devolución de las regiones
perdidas veinte años antes. La guerra continuó y los espartanos resistieron en Esfacteria. Cleón pronunció enérgicos
discursos en los que afirmaba que los generales atenienses en Pilos eran unos cobardes y que si él estuviese allí sabría
cómo actuar. Entonces Nicias tuvo una idea astuta: pidió rápidamente una votación y se acordó que Cleón fuera enviado
a Pilos. Contra todo pronóstico, Cleón tuvo una suerte increíble: hubo un incendio en los bosques de Esfacteria, donde
estaban refugiados los espartanos. El humo los obligó a salir y fueron capturados definitivamente por los atenienses.
Cleón los llevó como rehenes a Atenas y así la ciudad estuvo varios años a salvo de las incursiones espartanas.

En 424 murió el historiador Heródoto. Aristófanes estrenaba su comedia Las Nubes, donde se burlaba de Sócrates.
Probablemente, tras la caricatura se muestra la imagen que del sabio tenían los atenienses incapaces de comprender las
sutilezas del método socrático: era un harapiento que paseaba descalzo por las calles de la ciudad importunando a los
hombres de bien con preguntas estúpidas y seguido por una comitiva de jóvenes que corrían el riesgo de convertirse en
una nueva generación de Sócrates que atormentaría la ciudad en pocos años. Tal vez, más en el fondo estuviera el rencor
y la humillación de quienes comprendían que un harapiento descalzo les aventajaba intelectualmente.

También murió ese año el rey persa Artajerjes I. Dos de sus hijos fueron asesinados poco después, pero el tercero logró
hacerse con el trono, con el nombre de Darío II. Persia veía con satisfacción la guerra del Peloponeso y confiaba en que
tras ella Grecia quedaría suficientemente debilitada como para que dejara de ser una amenaza. Por ello el nuevo rey hizo
cuanto pudo para avivar la contienda, financiando a las ciudades griegas sin intervenir directamente. Puesto que había
sido Atenas la que tras las guerras médicas continuó arrebatando ciudades a Persia, el apoyo persa fue siempre a favor de
Esparta.

Nicias tomó la ciudad espartana de Citera. Luego los atenienses capturaron Nisea, el puerto de Megara. La propia Megara
estuvo a punto de caer si no hubiera sido porque ese mismo año Esparta encomendó la dirección de la guerra al que resultó
ser un brillante general: Brásidas. En el primer año de la guerra había rechazado una incursión en Mesenia, y luego había
combatido en Esfacteria, pero una herida lo apartó de la contienda. Ahora, con el ejército espartano bajo su mando, alejó
a los atenienses de Megara y se lanzó hacia el norte, a través de Tesalia y Macedonia, hasta la península calcídica, que
era una fortaleza ateniense.

Los atenienses intentaban invadir Beocia, pero fueron derrotados por los tebanos en Delio, sobre la costa que está frente
a Eubea. Allí combatió valerosamente Sócrates, donde salvó la vida a uno de sus discípulos, Alcibíades. Entonces
llegaron a Atenas las noticias de lo que Brásidas estaba haciendo en el norte. A pesar de ser espartano, Brásidas resultó
tener grandes dotes diplomáticas. Había convencido al rey Pérdicas II de Macedonia -hasta entonces aliado de Atenas-
para que se cambiara de bando, y lo mismo sucedió con la mayor parte de las ciudades por las que pasó. Finalmente
avanzó hasta Anfípolis. La defensa de la ciudad estaba a cargo de Tucídides, pero cuando llegó Brásidas no estaba allí.
Llegó tan pronto como pudo, pero fue demasiado tarde. Anfípolis se había rendido ante las buenas condiciones que ofreció
Brásidas.

En 423 los atenienses exiliaron a Tucídides, quien aprovechó su exilio para escribir un libro sobre la Guerra del
Peloponeso (fue él quien le dio este nombre). La inició donde la había acabado Heródoto, pero la diferencia entre ambos
es abismal. La historia de Heródoto está llena de mitos y fantasías, mientras que la de Tucídides es un ejemplo de
racionalidad a la vez que de imparcialidad. En su obra se nota la influencia de los sofistas, con quienes se había educado
y de quienes había absorbido su escepticismo. No emite juicios, destaca lo bueno y lo malo de todos los sucesos, no se
advierten simpatías ni antipatías. Su única debilidad fue poner en boca de sus personajes discursos grandilocuentes
inventados por él.

Este mismo año un grupo de atenienses que habitaban en la península calcídica decidieron dejar sus ciudades y se
trasladaron a la ciudad de Olinto, con el consentimiento de Perdicas II. La ciudad no tardó en dominar a sus vecinas y se
puso al frente de una Liga Calcídica que logró la independencia de Atenas.

Atenas trató de negociar la paz con Esparta, pero ahora fue Brásidas el que se negó a ello. En 422 Cleón marchó hacia el
norte con un ejército, pero murió en una batalla en Anfípolis. Ahora bien, en la batalla también murió Brásidas. Una vez
desaparecidos los principales defensores de la guerra en ambos bandos, se abría la posibilidad de llegar a un acuerdo de
paz. Esparta quería recuperar a sus rehenes, y Atenas estaba prácticamente arruinada. Había tenido que apropiarse de los
tesoros de los templos y duplicar el tributo a las ciudades de la confederación ateniense. En 421 el rey Plistoanacte firmó
la Paz de Nicias, llamada así porque Nicias fue el principal negociador ateniense. Esparta recuperó sus rehenes y la
situación quedó más o menos como al inicio de la guerra, salvo que Anfípolis se convirtió en una ciudad independiente.
Esto disgustó a Atenas, que se negó a devolver a Esparta Pilos y la isla de Citera.
Los plebeyos romanos accedieron a la cuestura. Por aquella época los cuestores no sólo ejercían de jueces, sino que
también se encargaban de las finanzas del estado y de la recaudación de impuestos.

Por esta época se terminó en Éfeso la construcción del templo de Artemisa, una construcción monumental que había sido
iniciada en tiempos de Creso y que impresionó a quienes lo vieron durante casi un siglo.

Corinto y Tebas no se consideraron obligadas por la Paz de Nicias. Querían la destrucción de Atenas. Al mismo tiempo,
Alcibíades se mostró partidario de continuar la guerra. Su madre era prima de Pericles, por lo que pertenecía a la familia
de los Alcmeónidas. Era rico, guapo, inteligente, encantador, y sin escrúpulos. Deseaba realizar grandes hazañas, y para
ello necesitaba la guerra. Organizó una alianza contra Esparta entre Argos, Élide y la ciudad arcadia
de Mantinea. Prometió ayuda ateniense, pero Nicias se opuso a ello y Alcibíades acudió con un ejército escaso.

En 418 el rey Agis II no tuvo dificultades en vencer a la coalición y así Esparta recuperó plenamente el control del
Peloponeso, pero ahora estaba nuevamente en guerra contra Atenas.

Desde la muerte de Cleón, los demócratas estaban dirigidos por Hipérbolo, quien mostró su furia hacia Nicias, pues, en
su opinión, por su culpa Atenas no había podido intervenir adecuadamente en la coalición contra Esparta. En 417 pidió
un voto de ostracismo, confiando en que los seguidores de Alcibíades (demócratas moderados) se unirían a los suyos
(demócratas radicales) y se impondrían sobre los conservadores que apoyaban a Nicias. Sin embargo, los partidarios de
Nicias y los de Alcibíades se pusieron de acuerdo y el desterrado fue el propio Hipérbolo, con lo que el sistema del
ostracismo quedó en ridículo y no volvió a ser empleado.

EL FIN DE LA GUERRA
En los últimos años del siglo V las ciudades griegas de Sicilia seguían luchando entre sí. En 416 la mayor rivalidad se
daba entre Selino, en la costa norte, y Segesta, en la costa sur. Segesta era la más débil, y pidió ayuda a Atenas. Alcibíades
consideró que Sicilia podía ser una útil fuente de suministros durante la guerra contra Esparta, así que propuso enviar
barcos a Sicilia. Esto suponía enfrentarse con Siracusa, que era la mayor potencia de la isla y odiaba toda intervención
externa. Además había sido una colonia de Corinto, por lo que estaba a favor del bando espartano. Nicias se opuso a la
intervención, pero Alcibíades logro convencer a los atenienses de que el dominio de la próspera y rica Sicilia reportaría
grandes beneficios para la ciudad. La expedición partió en 415, dirigida por Alcibíades y Nicias y otros hombres, entre
los que estaba Sófocles.

Una noche, poco antes de partir, unas estatuas del dios Hermes fueron mutiladas. Esto causó cierta conmoción entre los
atenienses, que lo vieron como un mal augurio. Los partidarios de Nicias responsabilizaron a Alcibíades, el cual defendió
su inocencia (de la que es difícil dudar, hubiera sido absurdo por su parte). Finalmente la expedición se hizo a la mar,
pero poco después un mensajero ordenó a Alcibíades que volviera a Atenas para ser juzgado por el asunto de las estatuas.
Alcibíades comprendió que, en su ausencia, sus enemigos se habían hecho con el poder, y que volver a Atenas sería un
suicidio. Marchó, pero no a Atenas, sino a Esparta. Allí convenció a los espartanos de la importancia de impedir que
Atenas se hiciera con el dominio de Sicilia. Nicias estaba obteniendo algunas victorias, pero no tenía grandes dotes
militares y Siracusa siempre lograba recuperarse. En 414 Esparta envió un ejército al mando de un general
llamado Gilipo. Nicias estaba construyendo una muralla alrededor de Siracusa, pero cuando llegaron los espartanos aún
no estaba terminada, lo que les permitió entrar y unirse a los sitiados. Siracusa había estado a punto de rendirse, pero con
la llegada de los refuerzos se recuperó e hizo retroceder a los atenienses. Nicias pidió refuerzos, y en 413 llegó una nueva
expedición ateniense al mando de Demóstenes, (el general que había tomado Pilos). Efectuó un ataque, pero fue
rechazado. Demóstenes era mejor general que Nicias, y comprendió que lo mejor era retirarse. Sin embargo, Nicias estaba
al mando y se tomó un tiempo para pensárselo (sabía que la responsabilidad de la derrota era suya y no quería volver a
Atenas en esas condiciones). El 24 de agosto de 413 hubo un eclipse de luna. Nicias era supersticioso y prohibió toda
acción hasta que fueran realizados ciertos rituales. Cuando terminaron, la flota de Siracusa había cortado la salida al mar
de los atenienses. Tras dos batallas navales, los atenienses se vieron obligados a abandonar sus barcos. En tierra no
tardaron en ser capturados. Muchos murieron, entre ellos Nicias y Demóstenes, y los prisioneros fueron cruelmente
torturados y no tardaron en morir también.

Mientras tanto, Alcibíades hizo ver a los espartanos que en lugar de enviar ejércitos contra Atenas en verano y retirarse
en invierno, era más sensato tomar y fortificar un puesto en el Ática donde permanecer todo el año, de modo que los
atenienses se vieran obligados a permanecer todo el año asediados tras los largos muros sin ocasión de recuperarse. Los
torpes espartanos comprendieron que la idea era buena y enviaron una expedición al mando del rey Agis II. Atenas quedó
acorralada. Tenía, por supuesto, la salida por el mar, pero lo más grave era que no podía acceder a sus minas de plata.
Afortunadamente, la ciudad disponía de una reserva de dinero para un caso de necesidad y parecía claro que éste era el
momento de emplearlo. Se construyó una nueva flota que reemplazara a la perdida en Sicilia y con la que trató se sofocar
las revueltas que Esparta estaba promoviendo en las islas del Egeo.

Ese mismo año murió Perdicas II, el rey de Macedonia. Fue sucedido por su hijo Arquelao. Mientras su padre había
negociado con Atenas y Esparta para mantener la independencia del reino, el nuevo rey se dedicó a fortalecerlo y
estructurarlo. Hizo construir fortalezas y carreteras, reorganizó el ejército y fortaleció con su ayuda el poder real.
Estableció la capital en Pela, y en su palacio acogió a numerosos músicos y poetas, entre ellos a Eurípides.

Esparta comprendió que nunca derrotaría a Atenas mientras ésta dominara el mar. Decidió construir una flota, pero para
ello necesitaba dinero, y no le costó encontrar quién se lo diera. En 412 llegó a un acuerdo
con Farnabazo y Tisafernes, los sátrapas de las dos satrapías en que estaba dividida el Asia Menor persa. Ese mismo
año Alcibíades tuvo que huir apresuradamente de Esparta y se refugió en la corte de Tisafernes. Al parecer, el rey Agis
II había descubierto que su esposa había acogido al extranjero con más hospitalidad de la que permitía su honra, así que
mandó un mensajero tras Alcibíades con orden de asesinarlo.

En 411 los conservadores atenienses aprovecharon la situación crítica en que se veía la ciudad para instaurar una
oligarquía. Se la llamó "de los cuatrocientos", porque estaba formada aproximadamente por este número de hombres.
Eran proespartanos y se esperaba que llegaran a un acuerdo con Esparta que pusiera fin a la guerra, pero uno de los
generales atenienses, Tresíbulo, decidió rebelarse e instauró un régimen democrático sobre la flota, que entonces estaba
en Samos. Puesto que los cuatrocientos no tenían el control sobre la flota, Esparta no negoció con ellos. Al cabo de unos
meses la oligarquía fue reemplazada por otra más moderada, formada por unos 5.000 hombres. Quien negoció con
Tresíbulo fue Alcibíades. No debía de sentirse muy seguro en Persia (aliada espartana) teniendo al rey Agis II en su
contra, así que propuso a Tresíbulo dirigir la flota ateniense. Tresíbulo sabía de las grandes dotes de estratega que tenía
Alcibíades, y no estaba en situación de tener en cuenta la doble traición que había cometido (y que estaba a punto de
convertirse en triple), así que aceptó. Bajo su mando, los barcos atenienses derrotaron a los espartanos cada vez que se
encontraron. En 410 infligió una seria derrota a la flota espartana en Cízico, en la costa sur de la Propóntide. Cuando la
noticia llegó a Atenas se produjo una rebelión que instauró de nuevo la democracia.

En 409 la ciudad siciliana de Segesta seguía en guerra contra Selino y, tras su frustrada petición de auxilio a Atenas,
también se hallaba enfrentada a Siracusa. Ahora decidía llamar en su ayuda a Cartago. Una de las figuras más
destacadas en Cartago era Aníbal, el nieto de Amílcar, que incitó al Senado a que aprobara una intervención. Desembarcó
en la isla de Motya, que era un puerto fortificado cartaginés, una de las escasas posesiones que Cartago había conservado
en la isla. Desde allí avanzó hasta Selino y la tomó por sorpresa. Tras unos días de combate cuerpo a cuerpo por las calles,
la ciudad fue destruida y los supervivientes esclavizados. Desde allí Aníbal marchó con sus hombres contra Himera,
donde su abuelo había sido asesinado. La flota de Siracusa estaba en Grecia, apoyando a Esparta, pero recibió orden de
volver a socorrer a Himera. Cuando estuvo cerca, Aníbal fingió abandonar el sitio de Himera para dirigirse a Siracusa.
La flota cambió de rumbo para proteger a su ciudad, pero Aníbal volvió a Himera y la tomó antes de que pudiera llegar
la ayuda de Siracusa. Los historiadores griegos afirman que Aníbal hizo sacrificar a 3.000 prisioneros en el lugar donde
había muerto Amílcar. Luego volvió a Cartago.

En 408 murió el rey espartano Plistoanacte, y su hijo Pausanias, que había ocupado el trono durante el destierro de su
padre, volvió a ocuparlo. Mientras tanto Alcibíades había logrado el dominio completo de la ruta del mar Negro, la base
del aprovisionamiento de Atenas. En 407 su fama en la ciudad era tan grande que juzgó que ya podía regresar a ella sin
que nadie le recordara su traición. Así fue, los atenienses le recibieron con todos los honores. La ciudad se permitió
incluso el lujo de rechazar una oferta de paz por parte de los espartanos.

Ese año Esparta logró recomponer su flota, destrozada en Cízico. Al mando de las nuevas embarcaciones puso a un
general llamado Lisandro. Éste formó una alianza con Ciro el hijo del rey persa Darío II, conocido como Ciro el
Joven, para distinguirlo del fundador del imperio. La capacidad militar de Lisandro combinada con el dinero de Ciro
resultaron letales para Atenas. Lisandro evitó enfrentarse directamente con Alcibíades, y esperó una oportunidad.
Alcibíades tuvo que abandonar temporalmente la flota para conseguir financiación. Ordenó a sus subordinados que no
emprendieran ninguna acción en su ausencia, pero éstos desobedecieron la orden y atacaron a Lisandro frente a las costas
jónicas, donde la flota ateniense fue derrotada. Cuando Alcibíades volvió ya no había nada que hacer. Los atenienses
recordaron su pasado y le acusaron de haber pactado la derrota con Lisandro. Una vez más, Alcibíades huyo, ahora al
Quersoneso tracio, donde tenía unas propiedades.

En 407 Aníbal fue enviado de nuevo a Sicilia junto a su primo Himilcón, pues Cartago vio que se le abría la oportunidad
de dominar de nuevo la isla. En 406 puso sitio a la ciudad griega más al oeste, que era Agrigento, pero murió en el intento
de tomarla. Ese año Roma inició a su vez el asedio de la ciudad etrusca de Veyes, que se prolongaría durante diez años.
Mientras tanto Cartago seguía con el sitio a Agrigento, que se convirtió en una cuestión de suministros: la flota siracusana
abastecía a Agrigento y la cartaginesa a los sitiadores. Al cabo de nueve meses Cartago triunfó y la ciudad fue tomada.

Ese mismo año Eurípides moría en Macedonia y Sófocles en Atenas. Se cuenta que pocos años antes el hijo de Sófocles
trató de que los tribunales declararan incompetente a su padre para administrar su fortuna. El dramaturgo leyó en su
defensa algunos pasajes de Edipo en Colona, la obra en la que estaba trabajando en ese momento, y no tuvo dificultad en
ganar el juicio.

Entre tanto Atenas había construido una nueva flota. Para ello tuvo que fundir todas las estatuas de oro y plata de la
acrópolis. La flota espartana fue derrotada gracias a que los éforos, recelosos de los éxitos de Lisandro, le habían quitado
el mando. La batalla se llevó a cabo en medio de una tormenta, y eso hizo que los atenienses perdieran muchos hombres.
Esto supuso una gran frustración. Los almirantes fueron juzgados. En el tribunal estaba Sócrates, que votó por la
absolución, pero la mayoría decidió decapitarlos. Poco después los partidarios de la ejecución fueron ejecutados, pero el
caso es que Atenas se quedó sin buenos almirantes. La flota quedó al mando de Conon.

Ciro el Joven exigió a los espartanos que Lisandro fuera restituido en su cargo de almirante, y éstos le hicieron caso. Las
flotas de Lisandro y Conon estuvieron maniobrando hasta que se encontraron en 405 cerca de Egospótamos, en el
Querconeso tracio. Por allí vivía Alcibíades, que conocía bien la región y no había perdido sus dotes de estratega. La flota
ateniense había atracado en un lugar peligroso, desde donde podía ser atacada fácilmente. Alcibíades cabalgó hasta la
costa para advertir a los atenienses que su posición era peligrosa, pero se le respondió que la flota no necesitaba consejos
de traidores. Pocos días después, Lisandro atacó, y casi toda la flota ateniense fue capturada sin lucha. Conon logró huir
hasta Chipre con unos pocos barcos, pero Atenas se había quedado sin flota, sin dinero, sin buenos generales y casi sin
jóvenes que mandar al combate. Lisandro envió un sicario para matar a Alcibíades y éste huyó de nuevo a Persia, pero
los persas lo asesinaron.

Los cartagineses tomaron las ciudades de Gela y Camarina, en Siracusa, situadas al este de Agrigento. El avance
cartaginés provocó conmociones internas en Siracusa. El descontento fue canalizado por un hombre con grandes dotes de
oratoria, que logró convencer a los generales para que pasaran al retiro y se hizo con todo el poder. Se llamaba Dionisio. El
nuevo tirano se apresuró a firmar un tratado de paz con Cartago, por el que Siracusa le reconocía el dominio sobre el
tercio occidental de la isla. Cartago aceptó satisfecha y Dionisio aprovechó la paz para fortalecer su ciudad. Fortificó una
isla del puerto, formó un fuerte séquito a su alrededor, sofocó toda oposición en la ciudad y se apoderó de las ciudades
vecinas. Contrató mercenarios, organizó un ejército y aumentó su flota, tanto en número como en calidad. Con esto
Siracusa se convirtió en la ciudad más poderosa del mundo griego.

En 404 Lisandro dominaba el Egeo y, cuando apareció frente a Atenas, la ciudad no tuvo más opción que rendirse. Tebas
sugirió que Atenas fuese arrasada por completo, pero Esparta recordó lo que Atenas había hecho por Grecia y le permitió
sobrevivir. Los "largos muros" fueron derribados y se instauró una oligarquía en la ciudad. Fue conocida como la Tiranía
de los Treinta. El más famoso de los treinta tiranos fue Critias. Expulsó de Atenas a algunos demócratas e hizo ejecutar
a otros. Incluso hizo matar a los aristócratas cuya conducta le pareció demasiado blanda. Entre otras mil prohibiciones,
prohibió enseñar a Sócrates (pese a que había sido su maestro), orden que el filósofo se negó a cumplir y por ello fue
encarcelado.

Entre los atenienses exiliados estaba Trasíbulo, que reunió a otros exiliados y logró tomar la fortaleza de File, a unos 18
kilómetros al norte de Atenas. Los oligarcas trataron de reconquistar la ciudad en dos ocasiones, en la segunda de las
cuales murió Critias. Trasíbulo logró hacerse con El Pireo. Los oligarcas pidieron ayuda a Esparta. Hasta ese momento,
Lisandro era el hombre más poderoso de toda Grecia, y se había dedicado a instaurar oligarquías, pero se había vuelto
arrogante y los éforos recelaban de él más que nunca. El rey Pausanias, de acuerdo con los éforos, retiró toda autoridad a
Lisandro justo cuando éste se disponía a responder a la llamada de los oligarcas atenienses y, para humillarlo, permitió
que la democracia fuera reinstaurada en Atenas.
Ese año regresó a Atenas de su largo exilio el historiador Tucídides. También fue el año en que murió el rey persa Darío
II, sucedido por su hijo Artajerjes II. Como había ocurrido tras la muerte de cada rey persa, Egipto volvió a rebelarse,
esta vez con éxito, y el trono fue ocupado por una dinastía nativa, la XXVIII. Artajerjes II no pudo ocuparse de Egipto
debido a que su hermano Ciro el Joven consideró que había llegado el momento de pedir a Esparta que le devolviera los
muchos favores que él le había hecho durante la guerra del Peloponeso. Pidió un ejército de espartanos que le ayudaran a
usurpar el trono. Esparta no quiso involucrarse abiertamente, pero el fin de la guerra había dejado a muchos soldados
dispuestos a ofrecer sus servicios como mercenarios. Un exiliado espartano llamado Clearco reunió casi 13.000 soldados
griegos bajo su mando y en 401 se puso a disposición de Ciro.

El ejército atravesó el Asia Menor y llegó al Éufrates superior. Luego avanzó aguas abajo a lo largo de 560 kilómetros.
Artajerjes II reunió apresuradamente un ejército, que contaba incluso con algunos mercenarios griegos, y se dispuso a
hacer frente a su hermano. Los ejércitos se encontraron en Cunaxa, una aldea junto al Éufrates, a unos 159 kilómetros al
noroeste de Babilonia.

Los griegos extendieron su línea con el flanco derecho tocando el río. Frente a ellos estaba el ejército imperial, al mando
del propio Artajerjes II. Ciro comprendió enseguida la situación: Lo único importante era matar a Artajerjes II. Si moría,
Ciro se convertía en rey legítimo, y todos los soldados persas se pondrían a sus órdenes. Por ello sugirió a Clearco que
concentrara el ataque sobre el centro del ejército imperial, que por la desigualdad de número se encontraba frente al flanco
izquierdo del ejército griego. Pero Clearco no era más que un tosco espartano y no estaba dispuesto a aceptar innovaciones.
La tradición decía que el puesto de honor era el lado derecho, y allí iba a ponerse él mismo y sus mejores hombres, y allí
iba a concentrar el ataque.

Así lo hizo, pero, naturalmente, no se encontró ante sí con los mejores hombres del ejército enemigo, sino con su flanco
izquierdo al que los griegos iban menguando sin dificultad, mientras Artajerjes II concentraba su ataque sobre el centro
y el flanco izquierdo griego no menos eficazmente. Ciro, irritado por la ineptitud de Clearco reunió cuantos jinetes pudo
y dirigió un ataque directo hacia donde estaba su hermano, pero éste se hallaba muy bien protegido, con lo que los jinetes
fueron repelidos y Ciro murió. Así terminó la batalla. Clearco se encontró solo a 1.700 kilómetros de su patria sin saber
qué hacer.
Artajerjes II, que prefería evitar un combate, envió una embajada proponiendo escoltar a los griegos hasta el mar. Clearco
no se fiaba, así que el rey persa le dijo que con mucho gusto le recibiría a él y a sus oficiales para darle todo tipo de
detalles sobre rutas posibles y ayuda para volver a Grecia. Clearco aceptó y en cuanto los generales griegos entraron en
la tienda del monarca fueron asesinados. Los persas esperaban que el ejército griego, sin oficiales, se rendiría y sería
dominado fácilmente, pero no fue así. Eligieron como jefe a un soldado raso, un ateniense llamado Jenofonte, que los
condujo unidos hacia el norte, sin que los persas se atrevieran a atacarles. En un momento dado pasaron junto a un enorme
montículo y tuvieron que preguntar qué era aquello. Era imposible reconocer a Nínive, la antigua capital del Imperio
Asirio. Hasta ese punto había sido arrasada. Luego abandonaron el río y penetraron en la región que había sido Urartu,
donde los persas esperaban que fueran destrozados por las feroces tribus locales. Sin embargo, los desorientados griegos
supieron hacer frente a todas las contingencias y en 400 llegaron a la ciudad griega de Trapezonte, en las costas del mar
Negro.

LA RECUPERACIÓN DE ATENAS
Durante el siglo IV, los celtas Gaëls llegaron a la actual Irlanda. Redujeron y asimilaron a la población autóctona y se
dividieron en un centenar de pequeños reinos. Pronto los jefes más importantes obligaron a los demás a reconocer su
autoridad, y a su vez eligieron un "rey supremo", si bien esta jerarquía política era muy débil.

En 400 murió Tucídides. Por aquel entonces su Historia de la guerra del Peloponeso iba por el año 411, y ahí la dejó.
Ahora Grecia estaba recuperándose de aquella guerra. El rey Arquelao de Macedonia debió de pensar que Grecia debía
de estar agotada, así que pasó de la política diplomática que había mantenido en el periodo anterior a invadir Tracia.
Ocupó la ciudad de Larisa, pero Esparta demostró tener el control de Grecia y en 399 el rey fue asesinado. Macedonia
pasó por un periodo de confusión.

Atenas continuaba su proceso de "depuración" para fortalecer la democracia, amenazada por la influencia espartana. Los
demócratas tomaron una decisión particularmente desdichada: la de acusar a Sócrates. No parece plausible que la
acusación fuera fundada. Al contrario, Sócrates había mostrado desobediencia contra los Treinta y había denunciado el
mal gobierno de Critias. De hecho, los cargos fueron de orden moral, signo inequívoco de que eran inmorales. Se le acusó
de impiedad y de "corromper a la juventud".

Tal vez fuera decisivo que entre los discípulos del sabio habían estado Alcibíades y el propio Critias, pero parece
razonable suponer que en el fondo se encontraba la animadversión que Sócrates causaba en una parte influyente de la
ciudadanía con sus preguntas impertinentes, su ironía y su facilidad para dejar al prójimo sin respuestas. También es
probable que no hubiera tenido dificultad en salir absuelto si no hubiera optado por defenderse a sí mismo y de una forma
tan torpe como lo hizo.

En principio no tuvo dificultad en refutar los cargos. Respecto a la impiedad, pudo probar fácilmente que nunca había
incumplido las obligaciones de culto hacia los dioses. Indudablemente Sócrates no creía en ellos, pero eso a nadie le
importaba. Respecto a la acusación de corromper a los jóvenes, desafió a cualquiera que pudiera negar que siempre había
tratado de inculcar la piedad, la templanza y la prudencia a sus discípulos, pero a continuación se lanzó a la más orgullosa
apología de sí mismo, proclamándose elegido por los dioses para revelar la verdad.

La legislación ateniense exigía que tanto la acusación como la defensa solicitaran una decisión concreta del tribunal, de
modo que los jueces sólo podían elegir entre conceder a una de las partes lo que pedía. Sócrates no sólo pidió la absolución,
sino ser proclamado bienhechor público y alojado en el Pritaneo, una especie de templo en que la ciudad agasajaba a sus
héroes. Puesto que esta opción era descabellada, el tribunal aceptó la petición de la acusación, que era la pena de muerte.
No obstante, la votación fue reñida (780 votos frente a 720).

Los discípulos de Sócrates lograron hacer entrar en razón al maestro y solicitaron que el tribunal volviera a reunirse. La
defensa pasó a solicitar como pena el pago de una multa (que sus discípulos se comprometían a reunir, pues Sócrates no
tenía dinero). Sin embargo era demasiado tarde. Cuando se volvió a contar los votos el número de partidarios de la pena
de muerte había aumentado en 80.

El más prestigioso discípulo de Sócrates era un joven de treinta años llamado Aristocles, aunque es más conocido por el
sobrenombre de Platón. Sócrates no dejó ningún escrito, así que lo que conocemos de su doctrina se debe al testimonio
de quienes le conocieron, y Platón es la fuente más importante. Él nos ha narrado la ejecución: murió ingiriendo cicuta.
Ante el desconsuelo de sus seguidores, sus palabras fueron:

¿Por qué os desesperáis?, ¿no sabíais que desde el día que nací la Naturaleza me ha condenado a morir? Mejor es
hacerlo a tiempo, con el cuerpo sano, para evitar la decadencia.
Ciertamente, Sócrates tenía ya 70 años. No es descabellado pensar que se buscó la condena porque sintió que le
quedaba ya poca vida y así tenía la oportunidad de inmortalizar su obra. Fuera como fuera, así sucedió. La ciudad no
tardó en reaccionar. Uno de los que habían promovido la acusación contra Sócrates fue lapidado, y los otros se vieron
obligados a abandonar Atenas. Por su parte, Platón decidió marcharse también y se exilió en Megara, poco después
marchó a Cirene y luego a Egipto, donde estudió matemáticas y teología.

Otro discípulo famoso de Sócrates fue Antístenes, quien desarrolló las ideas de su maestro sobre la necesidad de
renunciar a toda dependencia como único medio posible para alcanzar la felicidad. Esto incluía renunciar a las posesiones
para no verse esclavizado por el temor a perderlas, pero también alertaba contra la dependencia de la opinión ajena.

Una filosofía radicalmente distinta fue la que desarrolló Aristipo. Había nacido en Cirene, pero vivió en Atenas y fue
también discípulo de Sócrates. Enseñó que el único bien es el placer, y que el mejor sentido que un hombre podía dar a
su vida era el de buscarlo. Evidentemente, para defender coherentemente tal postura era necesario tener ciertas dotes.
Parece ser que Aristipo tenía una gran personalidad y un aspecto refinado que inspiraba simpatía entre los hombres y
atraía a las mujeres. Gastaba con prodigalidad el dinero ajeno, por lo que tenía muchos amigos.

Ese mismo año murió el rey Agis II de Esparta. Dejó dos hijos. El mayor se llamaba también Agis, pero sobre él rondaba
la sospecha de que su verdadero padre era Alcibíades. El hijo menor era Agesilao, quien se presentó como legítimo
heredero del trono. En esa época Lisandro, apartado de la política por la fuerza años atrás, vio la oportunidad de recuperar
su antiguo poder. Agesilao era bajo, cojo y de apariencia débil. Pensó que sería un rey fácil de gobernar y le apoyó hasta
convertirlo en Agesilao II. Sin embargo, se equivocó en sus cálculos. El nuevo rey tenía muy claro lo que quería hacer y
Lisandro no pudo sacar ningún partido.
En 398 Dionisio de Siracusa tenía ya organizada su ciudad para imponerse sobre el resto de Sicilia. Disponía de un ejército
de 80.000 soldados de infantería y 3.000 de caballería. Avanzó hacia el oeste y redujo a los cartagineses hasta un pequeño
reducto en la isla de Motya. Los cartagineses confiaban en que podrían resistir un asedio, bien suministrados por su flota.
Sin embargo Dionisio presentó al mundo un nuevo ingenio bélico: la catapulta. Con su ayuda logró ahuyentar los barcos
cartagineses mientras construía un malecón por el que acercarlas a sus fortificaciones. Finalmente la ciudad se rindió y
fue arrasada. Sus habitantes fueron vendidos como esclavos. A Cartago sólo le quedaba un fragmento de costa en el norte,
alrededor de Panormo, (la actual Palermo). Parecía imposible que pudiera resistir, pero había llegado el invierno y
Dionisio se retiró a Siracusa hasta el año siguiente. Cartago reaccionó. Himilcón condujo una expedición que desembarcó
en Panormo, se desplegó por la parte occidental de la isla y fundó una ciudad fortificada llamada Lilibeo en la costa, unos
siete kilómetros al sur de la devastada Motya.

En 396, tras diez años de asedio, Roma logró tomar la ciudad etrusca de Veyes. La ciudad fue destruida y su territorio
anexionado a Roma. Por primera vez Roma gobernaba directamente un territorio más allá de los límites de la ciudad.
Según la tradición, el asedio a Veyes fue dirigido por Marco Furio Camilo. En contra de lo que podría pensarse, esto no
supuso una enemistad entre Roma y Etruria, sino que algunas ciudades-estado etruscas, como Cerverteri y Clusium,
aprobaron la actitud romana. Esto significa que Roma supo aprovechar en su beneficio las disensiones internas entre los
etruscos.

El rey Agesilao II de Esparta decidió acometer una gran empresa. El sátrapa Tisafernes había vuelto a Asia Menor y atacó
a las ciudades griegas como represalia por haber ayudado a Ciro el Joven. Por su parte, el general ateniense Conon,
derrotado en Egospótamos, había conseguido aliarse con los persas, quienes le proporcionaron una flota de 300 barcos
con los que se lanzó a perseguir espartanos. Sin embargo, la aventura de Jenofonte y sus hombres había revelado la
fragilidad del aparentemente poderoso Imperio Persa. Un ejército griego desorientado había podido moverse libre e
impunemente por su territorio. Jenofonte decidió poner su odisea por escrito. La llamó la "Expedición de los Diez Mil" y,
si bien su relato no tiene la objetividad de Tucídides, lo cierto es que es uno de los documentos más importantes que
conservamos sobre la época. El caso es que Agesilao II había perdido todo el temor que Persia había suscitado sobre los
griegos de las generaciones anteriores, así que decidió dirigir una expedición contra Persia.
Al parecer, el rey veía su proyecto como una emulación de la expedición legendaria encabezada por Agamenón contra la
ciudad de Troya. Como Agamenón, antes de partir decidió realizar un sacrificio en la ciudad beocia de Aulis, pero Tebas
no estaba dispuesta a consentirlo. Había sido aliada de Esparta en la guerra del Peloponeso y, al final, no había conseguido
su objetivo, que era destruir a Atenas, debido a la oposición de Esparta. Agesilao II fue expulsado. Pese a ello partió,
llevando consigo a muchos de los "diez mil", entre ellos el propio Jenofonte. En 395 derrotó a Tisafernes, el cual fue
ajusticiado por los persas poco después a causa de esta derrota. Ese año Platón volvió a Atenas, pero pronto decidió
marcharse de nuevo a estudiar la filosofía pitagórica en Tarento.

El general cartaginés Himilcón había logrado avanzar hasta asediar la propia Siracusa. Dionisio no aceptó un combate
directo y se dispuso a resistir un asedio. Al parecer, el tirano era un experto en asedios y ataques por sorpresa, pero nunca
confió en un combate frente a frente.

El rey persa Artajerjes II decidió emplear contra los griegos la misma política que su padre, no muy honrosa, pero efectiva:
financiar a los enemigos de Esparta. Ya lo estaba haciendo con Conon y ahora se ocupó de alzar a Tebas y a Corinto en
contra de su antigua aliada. Pausanias dirigió una expedición contra Tebas. Atacó por el sur mientras Lisandro atacaba
por el norte. Sin embargo, Lisandro murió en una escaramuza y Pausanias tuvo que retirarse. Temiendo un juicio, abdicó
y se exilió a Tegea. Fue sustituido por su hijo Agesípolis I.

Atenas se alió con Tebas, y pronto se unieron Argos y Corinto. En 394 Esparta ordenó a Agesilao II que volviera, pues
sería mucho más útil en Esparta que en Asia. Éste aceptó con renuencia. Por el camino le llegaron malas noticias: Conon
había destruido la flota espartana frente a Cnido, una de las ciudades dóricas en la costa del Asia Menor. Así terminó el
breve periodo en que Esparta tuvo una flota. Cuando llegó a Beocia, tuvo que combatir contra las tropas de la coalición
antiespartana. Logró vencer, pero por un pequeño margen, así que se apresuró a descender hasta Esparta. El sátrapa
Farnabazo reconquistó las guarniciones espartanas en Asia Menor, Conon volvió a Atenas y en 393 los "largos muros"
fueron reconstruidos. En 392 Corinto y Argos se unieron para formar una única ciudad-estado. La situación de Esparta
era cada vez más delicada.
Dionisio de Siracusa logró lanzar un ataque sorpresa por tierra y por mar sobre los cartagineses que asediaban su ciudad,
muy debilitados a causa de una epidemia de peste. Las tropas de Himilcón terminaron cercadas alrededor de Lilibeo,
mientras que Siracusa dominaba el resto de Sicilia.

En 390 Roma pasó por el periodo más crítico de su historia. Hasta entonces, los etruscos le habían servido de pantalla
contra las incursiones galas, pero, ahora que Etruria era una sombra de su pasado, una tribu gala llegó hasta la ciudad, la
conquistó y la sometió a tributo. Su jefe se llamaba Brenno. Los romanos de siglos posteriores tejieron numerosas
leyendas para suavizar esta página de su historia. La versión oficial dice que los galos sitiaron a los romanos en el
Capitolio, pero, incapaces de lograr una victoria definitiva, decidieron retirarse si Roma les pagaba un tributo en oro. Los
galos empezaron a pesar el oro que iban reuniendo los romanos, cuando un general romano observó que un objeto cuyo
peso conocía era tasado por menos valor. Las pesas galas eran falsas. El general protestó, y entonces Brenno exclamó la
famosa frase: Vae uictis! (¡Ay de los vencidos!), y arrojó su espada al plato de la balanza en el que estaban las pesas, para
desproporcionarla más aún. Entonces, los romanos, indignados, se rebelaron contra los galos dirigidos por Camilo, quien
los alentó con la no menos famosa y no menos ficticia frase de "Roma compra su libertad con hierro, no con oro". Los
galos tuvieron que abandonar la ciudad con las manos vacías.

Aunque sin duda los galos se fueron victoriosos, con su tributo y con la amenaza de una próxima visita, sí parece cierto
que Marco Furio Camilo representó un papel destacado en esta crisis. La leyenda en torno a él es más amplia. Cuenta que
tiempo atrás había sido acusado de irregularidades en el reparto del botín obtenido tras la toma de Veyes y que, ofendido,
había partido a un exilio voluntario un año antes (si bien volvió en cuanto tuvo noticias de que Roma estaba en apuros).
Tras la retirada de los galos, los romanos se plantearon la posibilidad de abandonar Roma y establecerse en Veyes, a lo
cual Camilo se opuso enérgicamente, por lo que fue llamado "el nuevo Rómulo" o segundo fundador de Roma.

Parece ser que la invasión gala destruyó la mayor parte de los documentos romanos, de forma que la historia anterior sólo
nos es conocida a través de las obras de los historiadores posteriores, muy poco rigurosas. Sin embargo, el conocimiento
que tenemos de la historia romana posterior a 390 es mucho más fiable y documentado.
En Corinto vivía un general ateniense llamado Ifícrates, que había formado un pequeño grupo de soldados de
características muy diferentes a las del hoplita tradicional. Se llamaban peltastas, por el escudo ligero que llevaban,
llamado pelta. Todo el armamento de los peltastas era ligero. En un combate frente a frente, no podrían hacer nada
frente a los hoplitas, pero Ifícrates los había entrenado para aprovechar su agilidad, para atacar y huir rápidamente y
volver a atacar. El primer enfrentamiento entre peltastas y hoplitas se produjo cuando unos 600 espartanos pasaron
cerca de Corinto. Fue todo un éxito. Los desconcertados espartanos fueron totalmente derrotados. Grecia comprendió
que, si los espartanos no podían ser derrotados por la fuerza bruta, sí podían serlo mediante una estrategia superior.

LA CAÍDA DE ESPARTA
En 389 el rey Amintas III se hizo con el trono de Macedonia. Entabló una alianza con Esparta, que le protegió contra
Olinto.

Por esta época Siracusa se había afirmado como la mayor potencia de occidente, gracias al gobierno autoritario del tirano
Dionisio, que tras asegurarse el dominio de Sicilia había enviado ejércitos al sur de Italia y en el 387 dominaba casi
totalmente la región. Estableció colonias y puestos comerciales en la costa del Adriático, una de las cuales estaba muy al
norte, cerca de la moderna Venecia. También impuso su dominio sobre Épiro, al otro lado del mar.

Es conocida la leyenda de Damocles, un cortesano que envidiaba abiertamente la fortuna de Dionisio, y un día éste le
ofreció ser tirano durante una noche. Damocles aceptó y esa noche se sentó en el sitio de honor durante un banquete, sin
embargo pronto descubrió que Dionisio había mandado colgar de un hilo una espada sobre su cabeza. El tirano le explicó
que su vida estaba siempre pendiente de amenazas, de modo que si Damocles quería disfrutar las ventajas de su posición
durante toda la noche, también debía sufrir sus inconvenientes.

En efecto, parece ser que Dionisio tomaba muchas medidas de seguridad. Se dice que había construido una cámara
acampanada sobre la prisión que conectaba con su habitación, de modo que podía oír las conversaciones de los presos.
Dejando las leyendas, uno de los muchos griegos que acudieron a la lujosa corte de Dionisio fue, cómo no, Aristipo, que
se las arregló para disfrutar de la vida según su costumbre, para lo cual tuvo que soportar constantemente el desprecio
que le demostraba el tirano. Cuentan que una vez Dionisio le escupió en la cara, y que más tarde Aristipo dijo a sus
amigos: "Un pescador ha de mojarse más para capturar un pez más pequeño que un rey".

Dionisio tenía un hijo del mismo nombre, así como una hermana, que se había casado con un joven siracusano
llamado Dión. El tirano lo puso al mando de su flota y estando en Tarento conoció a Platón, por el que sintió gran
admiración y al que decidió invitar a Siracusa, para que se encargara de la educación de su sobrino Dionisio. Platón
aceptó, pero su encuentro con el tirano no fue muy afortunado. El tirano pensó que podía tratar a Platón como hacía con
Aristipo, y en un momento dado le dijo "hablas como un estúpido", pero Platón le respondió: "y tú como un
prepotente", tras lo cual Dionisio prendió al filósofo y lo vendió como esclavo.

Afortunadamente, Platón tenía muchos admiradores, y no tardó en ser rescatado por un tal Aníceres de Cirene, que pagó
las tres mil dracmas requeridas y luego se negó a aceptarlas de los amigos de Platón. Platón volvió a Atenas, donde fundó
una escuela filosófica. Al parecer, el propietario anterior del terreno donde fue instalada se llamaba Academo, por lo que
la escuela fue conocida como "la Academia", y alcanzó tal fama que este nombre se aplicaría después para nombrar
cualquier centro de enseñanza. En efecto, la Academia fue una especie de universidad elitista. Sus alumnos vestían lujosas
capas y se distinguían por su esmerada forma de hablar y de comportarse. No pagaban matrícula, pero, como provenían
de las familias más ricas de Atenas, era frecuente que la Academia recibiera sustanciosos donativos. Allí aprendían
matemáticas, astronomía, música, derecho y ética, entre otras cosas. El sistema de enseñanza incluía clases, diálogos,
conferencias y debates públicos. Las mujeres también eran admitidas. Platón demostró ser un feminista convencido.

Con Platón la filosofía griega alcanzó una de sus mayores cotas. Expuso sus teorías en forma de diálogos, pues
consideraba que el diálogo era la forma natural de plasmar el razonamiento humano (sin duda una herencia de Sócrates).
La creación platónica más genuina es su teoría de las ideas. Platón defendía que la existencia de un objeto material
presupone la existencia de su idea, esto es, no podrían existir mesas si no existiera previamente la idea de mesa, no como
un contenido mental de los hombres, sino como algo objetivo e inmutable. Los objetos reales son reflejos imperfectos de
las ideas y el conocimiento que obtenemos de su observación es impreciso e incompleto, como el de quien observa las
sombras en lugar de los objetos que las producen. Sólo la razón proporciona el verdadero conocimiento. Para explicar
cómo es esto posible, Platón concluye que las almas viven en el mundo de las ideas hasta que son unidas a los cuerpos,
momento en que olvidan todo lo que han aprendido, pero van recordándolo paulatinamente. Para Platón, la más excelente
de todas las ideas es la idea del Bien, en un sentido amplio que contiene el aspecto moral, pero que no acaba ahí. Conocer
la idea de Bien es también comprender lo que es un argumento bien construido, comprender lo que es una obra de arte
bien hecha y, en suma, comprender plenamente todas las demás ideas. Las ideas platónicas son eternas y no podrían ser
de otro modo sino como son, así que es absurdo pretender que sean obra de un dios más o menos caprichoso. Sin embargo,
Platón admite la necesidad de que el caótico mundo sensible sea obra de un creador, pero aún aquí introduce una novedad,
y es que no presenta a dicho creador como un dios omnipotente, sabio y justo, sino más bien un dios menor. Platón lo
llama el demiurgo (el artesano), un dios cuyas capacidades limitadas únicamente le han permitido crear un mundo
imperfecto, en el que las ideas se ven pálidamente reflejadas y, a menudo, desvirtuadas.

Al margen de todo el folklore con que Platón adornó sus teorías, lo cierto es que fue el primero que planteó de un modo
suficientemente argumentado y racional el principio según el cual las ideas son algo objetivo más allá de los contenidos
mentales de cada individuo particular, principio sobre el que los filósofos han debatido durante siglos hasta la actualidad
y constituye la base de las distintas corrientes idealistas de la filosofía occidental.

Volviendo a 387, Esparta, preocupada por la derrota que Ifícrates le había infligido tres años antes, había estado
negociando la paz con Persia y finalmente se firmó la Paz de Antálcidas, llamada así por el principal negociador
espartano. Esparta tuvo que devolver a Persia todas las ciudades griegas de Asia Menor, mientras que Persia reconocía la
libertad de las demás ciudades griegas. De todos modos, Persia tampoco quería problemas, y las ciudades de Asia Menor
fueron gobernadas muy suavemente, hasta el punto de que conservaron sus propios gobernantes.

Una vez libre de Persia, Esparta trató de reafirmar su posición en la Grecia continental. Arguyó que la libertad de las
ciudades griegas que había pactado con Persia suponía que todas las ciudades griegas debían ser libres, o sea,
independientes unas de otras, por lo que instó a Corinto y Argos a que disolvieran su reciente unión y la ciudad de
Mantinea se vio así mismo obligada a disolverse en cinco aldeas. (Naturalmente Esparta no pensó en liberar a las ciudades
que tenía bajo su yugo). De este modo Esparta consiguió debilitar en parte a sus enemigos.
En 386 murió Aristófanes. Antes que él murió su género. Al parecer, el público debió de hastiarse de sus comedias
satíricas llenas de calumnias e infamias. El caso es que sus últimas obras eran comedias frívolas sobre maridos que
engañan a sus mujeres, mujeres que engañan a sus maridos, siervos que engañan a sus señores, etc.

Roma iba recuperándose de la invasión gala. Eran tiempos difíciles donde los más perjudicados eran, por supuesto, los
pobres. Muchos plebeyos fueron esclavizados por deudas. Un patricio llamado Marco Manlio Capitolino (porque al
parecer había salvado el Capitolio de un ataque galo) vio cómo un soldado que había servido valientemente bajo sus
órdenes corría esta suerte, así que decidió pagar la deuda del soldado. Luego empezó a vender sus propiedades y anunció
que mientras él tuviera dinero ningún hombre sería esclavizado. Naturalmente, los demás patricios desaprobaron esta
conducta, afirmaron que Manlio estaba tratando de ganar popularidad para proclamarse rey (y el pueblo romano no podía
concebir traición más horrenda), tras lo cual fue juzgado y ejecutado en 384.

En 383 Dionisio de Siracusa trató de tomar Segesta, uno de los pocos reductos cartagineses en la isla. Con ello estalló
una nueva guerra contra Cartago.

Esparta seguía afirmando su posición frente a las demás ciudades griegas. El rey Agesilao II estaba especialmente
interesado en Tebas, a causa de la humillación por la que le había hecho pasar antes de su campaña contra Persia. Tebas
era la cabeza de la confederación beocia y le exigió que la disolviera. Tebas se negó, pero algunos aristócratas tebanos,
partidarios de Esparta, tomaron la Cadmea (la ciudadela fortificada tebana) y se la entregaron a Esparta, que la tomó
en 382. Con las tropas espartanas en la Cadmea, Tebas se convertía en territorio espartano. En 380 murió el rey Agesípolis
de Esparta (ese mismo año murió también su padre Pausanias) y fue sucedido por su hermano Cleómbroto I.

Por esta época empezó a hacerse oír en Atenas uno de sus más famosos oradores: Isócrates. En realidad no tenía mucha
voz y no se le daba bien pronunciar discursos, pero escribió mucho, y fue el maestro de toda una generación de oradores.
Isócrates insistía en que los griegos debían dejar de luchar entre ellos, que debían unirse en una liga panhelénica. Incluso
propuso una guerra contra Persia si ello servía para unir a los griegos. Sin embargo, estaba luchando contra la esencia del
carácter de sus paisanos y no tuvo ningún éxito.
Por su parte, Persia, tras haber hecho las paces con los griegos, se preparaba para recuperar Egipto. En 379 subió al trono
de Egipto el primer rey de la XXX dinastía. Era Nectanebo I, quien contrató los servicios como mercenario
de Cabrias, un general ateniense con numerosas victorias en su "hoja de servicios". Cabrias reorganizó el ejército egipcio
y lo instruyó en las técnicas de combate más modernas. Convirtió el Delta en un campamento poderosamente defendido.
Artajerjes II no se atrevió a atacar, sino que en su lugar presionó a Atenas para que llamara a Cabrias. El general obedeció,
pero había hecho un buen trabajo. Artajerjes II atacó pero los egipcios supieron defenderse y los persas tuvieron que
retirarse.

Entre tanto los cartagineses lograron infligir una dura derrota a Dionisio de Siracusa cerca de Panormo, el cual se vio
obligado a pedir la paz, pagar una fuerte indemnización y permitir que los cartagineses extendieran su dominio de la isla
unos 50 kilómetros hacia el este.

En 378 volvió a Tebas un hombre llamado Pelópidas, que había permanecido exiliado en Atenas desde que Esparta ocupó
su ciudad, pero que ahora regresaba para encabezar una conspiración. Cierto día que los ocupantes espartanos celebraban
una fiesta, Pelópidas y un pequeño grupo de hombres se unieron al banquete disfrazados de mujeres. Se dice que en el
último momento un traidor tebano envió un mensaje al general espartano para advertirle de la conjuración, pero éste
despachó al mensajero diciendo "los asuntos, para mañana". Los infiltrados sacaron sus cuchillos e hicieron una matanza.
Entre la confusión reinante, los tebanos se apoderaron de la Cadmea. Los comandantes espartanos fueron devueltos a
Esparta, donde fueron ejecutados por rendirse.

En 377 llegó al poder el sátrapa Mausolo, gobernador de Caria, en el interior de Asia Menor. Antes de las invasiones
dorias los carios dominaban también las costas, pero se replegaron al interior cuando llegaron los griegos, fueron
dominados por los lidios y, cuando Ciro II conquistó Caria, sus príncipes conservaron el poder en calidad de sátrapas con
gran independencia. Mausolo expandió sus dominios a costa de las ciudades griegas. Trasladó su capital a la ciudad
costera de Halicarnaso y empezó a construir una flota. Ese mismo año murió Hipócrates.

Tebas se alió con Atenas contra Esparta. Atenas estaba rehaciendo la antigua confederación con las islas, sólo que ahora
de forma más diplomática, sin intentar imponerse como en tiempos de Pericles. Esparta no podía consentir esta alianza y
se inició una nueva guerra. En ella destacó Epaminondas, amante de Pelópidas, que encabezó un grupo especial de
soldados comprometidos a luchar hasta la muerte. Era la Hueste Sagrada, con la que pudo mantener a raya a los
espartanos. Mientras tanto Atenas lograba victorias navales. Esparta trató de organizar una flota, pero en 376 fue
interceptada en Naxos por la flota ateniense y quedó prácticamente destruida. Siracusa envió barcos en ayuda de Esparta,
con lo que las fuerzas quedaron equilibradas de nuevo.

Un nuevo líder unificó Tesalia mediante maniobras políticas y el uso de tropas mercenarias. Se llamaba Jasón, y había
nacido en la ciudad de Feres, en el centro de Tesalia. En 371 fue elegido general en jefe de los clanes tesalios. Puesto que
Esparta se oponía a toda confederación en Grecia, Jasón se alió con Tebas. En este momento la guerra entre Esparta y la
coalición Tebas-Atenas había llegado a un punto muerto y ambos bandos eran partidarios de firmar la paz. Sin embargo,
el rey Agesilao II se dejó llevar por su odio hacia Tebas, y exigió que cada ciudad de Beocia debía firmar la paz por
separado, de modo que no aceptaría que Tebas firmara por todas. Con ello logró que Atenas firmara la paz con Esparta,
mientras que ésta seguía en guerra con Tebas. El rey Cleómbroto I dirigió el ejército espartano contra ella.

La costumbre griega en el combate era desplegar los soldados en un máximo de ocho filas, de modo que todos podían
combatir simultáneamente. En estas condiciones, Tebas no habría tenido nada que hacer contra Esparta, pues los
espartanos eran los mejores soldados. Sin embargo, Epaminondas empleó otra estrategia. Dividió su ejército en tres partes.
Dispuso el centro y la derecha según la disposición habitual, pero la parte izquierda (que se enfrentaría a los mejores
soldados espartanos, según la costumbre de éstos) la ordenó en una columna de cincuenta filas de profundidad. Esta
estructura recibió el nombre de falange tebana, de una palabra griega que significa "leño", pues el plan de Epaminondas
era que actuase como un ariete que penetrara en las filas espartanas sumiéndolas en la confusión.

Los ejércitos se encontraron en la aldea de Leuctra, a 15 kilómetros de Tebas. Los espartanos vieron la extraña
formación tebana y reforzaron sus líneas hasta formar en doce filas, pero no fue suficiente. Todo sucedió según los
planes de Epaminondas, las líneas espartanas se quebraron y murieron mil de sus hombres, incluido Cleómbroto I. Fue
el fin del dominio espartano.

EL ASCENSO DE MACEDONIA
En 370 fue asesinado Jasón de Feres. Parece ser que Jasón planeaba convertir a Tesalia en la mayor potencia griega, pero
con su muerte Tesalia perdió la oportunidad. El gobierno pasó a manos de su sobrino Alejandro, pero éste era un hombre
cruel que perdió el apoyo de las demás tribus tesalias. También murió el rey Amintas III de Macedonia, que fue sucedido
por su hijo Alejandro II. Macedonia trató de imponerse sobre la decadente Tesalia, y así durante un tiempo los dos
Alejandros estuvieron en guerra.

Entre tanto Tebas seguía triturando a Esparta. Epaminondas liberó a Mesenia. En 369 los mesenios fundaron la ciudad
de Mesene alrededor de la fortaleza del monte Ítome, donde tiempo atrás resistieron los ilotas. Esparta se vio reducida
únicamente a Laconia. En este momento Alejandro II de Macedonia pidió ayuda a Tebas contra los tesalios. Tebas envió
un ejército al norte al mando de Pelópidas, quien firmó un tratado con el rey macedonio. Esto dio un respiro a Esparta.
Además, Atenas se inquietó con el ascenso de Tebas y se puso de parte de Esparta. También Siracusa envió tropas y con
esta ayuda el rey Agesilao II pudo defender Laconia de dos intentos de invasión por parte de Tebas.

En 368 Dionisio de Siracusa se vio en condiciones de resarcirse de la derrota que once años atrás había sufrido frente a
Cartago. Marchó de nuevo hacia el oeste y sitió la nueva plaza fuerte cartaginesa: Lilibeo. Sin embargo no pudo tomarla
y, en su lugar, tuvo que contemplar desde la costa una batalla naval en la que su flota fue destruida. Mientras tanto, el rey
Alejandro II de Macedonia fue asesinado por Ptolomeo de Aloros, un cortesano que se proclamó tutor del hermano de
su víctima, ahora convertido en el nuevo rey Perdicas III, y asumió la regencia. Esto deshizo el acuerdo entre Macedonia
y Tebas, por lo que en 367 Pelópidas volvió a su ciudad. Sin embargo, como medida de precaución para evitar que Tebas
pudiera verse amenazada por Macedonia, se llevó como rehenes a algunos nobles, entre ellos Filipo, el tercer hijo de
Amintas III.

Ese mismo año murió Dionisio de Siracusa. Tras la última derrota ante Cartago su imperio estaba desmoronándose. No
obstante, parece ser que tuvo una alegría. Dionisio era aficionado a la poesía y a menudo enviaba sus trabajos a los muchos
certámenes que se celebraban en Grecia. Había llegado a ganar ocasionalmente un tercer y hasta un segundo premio, pero
nunca el primero, hasta este año, en que logró el primer premio con su poema dramático "El rescate de Héctor". Se cuenta
que tras conocer la noticia organizó un gran banquete que le hizo enfermar y le condujo a la muerte.
Dionisio fue sucedido por su hijo, llamado Dionisio el Joven. Tenía entonces veinticuatro años y no mucha experiencia,
pero se dejó aconsejar por su tío Dion y por el historiador Filisto. Dion había pasado varios años en la Academia de
Platón, y convenció a su sobrino para que llamara de nuevo al filósofo a la corte de Siracusa. Platón accedió. Tal vez
tuviera la esperanza de que el nuevo tirano podría poner en práctica sus teorías políticas, que esencialmente consistían en
una férrea dictadura de los sabios. Dionisio se sintió impresionado por el maestro, y empezó a estudiar matemáticas.
Filisto esperó a que el joven se cansara de los teoremas y luego empezó a sugerirle que su tío trataba de distraerle con
Platón para hacerse con el gobierno de la ciudad. Finalmente Dionisio exilió a Dion y Platón optó por volver a su
Academia en Atenas, adonde acudió también Dion.

En Roma los plebeyos lograron finalmente la igualdad de derechos frente a los patricios. Parece ser que en el proceso fue
decisiva la influencia de Camilo, que logró que se aprobaran las leyes Licinio-Sextianas (llamadas así por los dos cónsules
de ese año). Estas leyes establecían que los plebeyos podían acceder al consulado, y un tiempo después se estableció la
costumbre de que al menos uno de los dos cónsules fuera de familia plebeya. Además, se imponían límites a la cantidad
de tierra que podía pertenecer a un solo hombre, de modo que los patricios dejaron de presionar a los agricultores plebeyos
para quedarse con sus tierras. Desde entonces las leyes y los decretos fueron promulgados con las siglas SPQR (Senatus
PopulusQue Romanus, el Senado y el Pueblo Romano), como signo de que el Senado y el Pueblo actuaban conjuntamente.
A partir de este momento Roma inició una vertiginosa recuperación que la convertiría en poco tiempo en una de las
potencias de Italia. Camilo murió en 365.

Ese mismo año el joven rey Perdicas III de Macedonia pudo hacer que asesinaran a su tutor, el que tres años antes asesinara
a su hermano. Acto seguido restableció los tratados con Tebas y así Pelópidas dirigió una expedición contra Tesalia, pero
fue capturado y mantenido prisionero durante varios meses, hasta que otra expedición dirigida por Epaminondas pudo
liberarlo. En 364 Filipo, el hermano de Perdicas III regresó a Macedonia, Pelópidas partió de nuevo hacia Tesalia y se
enfrentó a Alejandro en Cinoscéfalos, al norte de Feres. Los tebanos ganaron, pero Pelópidas murió en la batalla.
Alejandro perdió toda influencia más allá de la propia Feres. Desde entonces se dedicó a la piratería.

En 362 Epaminondas atacó a Esparta por cuarta vez. El viejo rey Agesilao II se mostró dispuesto a defender la ciudad
hasta la muerte, pero Epaminondas debió de pensar que una derrota definitiva de Esparta podría unir a las demás potencias
griegas contra Tebas, así que se las arregló para evitar el combate directo y en su lugar llevó el combate a la ciudad
de Mantinea, donde se enfrentó a las tropas aliadas de Esparta y Atenas. Los griegos seguían sin saber cómo hacer frente
a la falange, y Epaminondas logró nuevamente una victoria total, excepto por el hecho de que una jabalina le alcanzó y
le mató. Con la muerte de Epaminondas y Pelópidas se inició la decadencia de Tebas.

En 361 el estado chino de Qin pasó a manos del duque Xiao. Nombró consejero a Shang Yang, que había ocupado un
cargo menor como funcionario en el reino vecino de Wei. Shang Yang impulsó un sistema de recompensas y multas que
llevó a la mayor parte de la población a adoptar oficios productivos. Fue la primera de una serie de medidas que reforzarían
espectacularmente la posición de Qin frente a los demás estados.

En 360 murió Nectanebo I, rey de un Egipto floreciente, y fue sucedido por su hijo Teos. El Imperio Persa seguía siendo
una amenaza, y el nuevo rey decidió poner su ejército en manos de un general griego. Eligió nada menos que a Agesilao
II de Esparta. El viejo rey no tenía nada que hacer ya en su extenuada ciudad y se vio obligado a ofrecer sus servicios
como mercenario a cambio de una paga. Sin embargo, Teos se sintió decepcionado cuando vio a aquel anciano cojo y
marchito, así que no le dio el mando supremo de su ejército, sino que le confió únicamente las tropas griegas. Mandó
llamar al ateniense Cabrias y lo puso al mando de su flota.

Teos consideró que estaba en condiciones de atacar a Persia, y así sus tropas penetraron en Siria. No obstante surgieron
disputas entre atenienses, espartanos y egipcios, por lo que el proyecto abortó. Por otra parte, un pariente de Teos reclamó
el trono y trató de que Agesilao matara al rey. Éste se negó, pero Teos se vio obligado a huir a Persia, y el pretendiente al
trono lo ocupó con el nombre de Nectanebo II. Agesilao decidió volver a Esparta, pero murió en el viaje. Fue sucedido
por su hijo Arquidamo III.

En 359 Filipo, el hermano del rey Perdicas III de Macedonia, se casó con Olimpia, sobrina del rey de Épiro (tras la muerte
de Dionisio de Siracusa los molosos habían recuperado el gobierno del país). Ese mismo año murió Perdicas III en una
de las muchas escaramuzas que se veía obligado a mantener para proteger su reino de los bárbaros del norte. El trono fue
ocupado por su hijo Amintas IV, pero era menor de edad. Macedonia tenía enemigos en todas direcciones, así que no
podía permitirse un gobierno débil. Filipo fue nombrado regente, con tan sólo veintiún años. Fue una sabia decisión. En
su estancia en Tebas había aprendido mucho de Epaminondas. Atacó en todas direcciones: primero contra los peonios (al
norte), luego contra los ilirios (al oeste). En 358 había puesto fin a las incursiones fronterizas. Las relaciones con Épiro
eran buenas, gracias a su matrimonio. De hecho fue Filipo quien puso en el trono de Épiro a su cuñado, Alejandro
I. Entonces se fijó en el este, en la Calcídica, donde Olinto dirigía una confederación que competía con Atenas. Filipo
supo intervenir en las continuas disputas entre Olinto y Atenas ayudando a una o a otra parte pero siempre en beneficio
propio. Su mayor logro fue apoderarse de Anfípolis. Cuando Olinto y Atenas empezaron a darse cuenta de que estaban
jugando con ellas, Filipo usó de la diplomacia y las mantuvo en calma. Luego amplió y reforzó una ciudad situada a unos
cien kilómetros de Anfípolis y la rebautizó como Filipos. Cerca había valiosas minas de oro cuyos rendimientos supo
aprovechar.

Entre tanto murió el anciano rey persa Artajerjes II, y fue sucedido por su hijo Artajerjes III. El cambio de rey provocó
las convulsiones acostumbradas. Uno de los que más ávidamente había estado esperando la muerte del rey era Mausolo,
el sátrapa de Caria, que en los últimos años había estado preparándose para algo grande y ahora le llegaba el momento de
poner en práctica sus planes. Su primer paso fue intrigar en las islas mayores del Egeo hasta persuadirlas para que se
rebelaran contra Atenas. En 357 Atenas envió una flota, pero fue derrotada y sus generales fueron destituidos. Ese mismo
año murió Alejandro de Feres.

En 356 Filipo de Macedonia tuvo un hijo, al que llamó Alejandro. Tal vez esto le llevó a la conclusión de que su posición
como regente no era la más adecuada. Por ello hizo deponer a Amintas IV y se convirtió en Filipo II de Macedonia. Por
aquel entonces el ejército de Macedonia era sin duda el mejor preparado de toda Grecia. La caballería había sido siempre
parte importante del ejército macedónico. Además, Filipo adoptó las ideas de Ifícrates y entrenó a numerosos peltastas y
honderos. Además perfeccionó la falange tebana. En lugar de concebirla como un mero ariete humano, la hizo menos
densa y con más capacidad de maniobra. Los hombres de la retaguardia hacían reposar sus largas lanzas sobre los hombros
de los soldados siguientes, pero en cualquier momento las podían desplegar en cualquier dirección. Así surgió la falange
macedónica, que durante mucho tiempo iba a ser la más perfecta arma de guerra del mundo civilizado.

Ese mismo año, el grandioso templo de Artemisa en Éfeso fue consumido por el fuego. Resultó ser un incendio provocado.
Cuando se capturó al culpable y se le preguntó por qué lo había hecho, respondió que para que su nombre perdurara en
la historia (tal vez no sea cierto, hoy en día no faltan desequilibrados que se atribuyen falsamente asesinatos y otros delitos
impactantes para conseguir celebridad). El individuo fue ejecutado y se acordó que su nombre fuese borrado de todos los
testimonios y jamás fuera pronunciado para frustrar su propósito, pero lo cierto es que se conoce el presunto tarado: se
llamaba Eróstrato.

En 355 el general ateniense Cares desembarcó en Asia y no tuvo dificultad en imponerse sobre las tropas persas de
Mausolo, pero Atenas no quería conflictos en Asia. Ya no tenía aspiraciones coloniales y aprovechó su ventaja para firmar
una paz generosa con el sátrapa. Admitió la independencia de las islas del Egeo y las abandonó a su suerte. Así se disolvió
para siempre la confederación ateniense. Este año murió Jenofonte.

Dion, el tío de Dionisio el Joven, logró regresar a Siracusa, echó a su sobrino y se hizo con el poder. Gobernó tan
despóticamente como sus predecesores, pero no pudo impedir que Siracusa continuara su declive.

Por otra parte, Fócida se apoderó una vez más de Delfos, en un nuevo intento de dominar la ciudad sagrada que tiempo
atrás fuera suya. Empezó así la Tercera Guerra Sacra. Tebas marchó contra Fócida, y en 354 logró una victoria, aunque
no definitiva. Fócida liberó Delos y decidió expandirse a costa de Tesalia.

Entre tanto, las ciudades del Lacio fueron obligadas a incorporarse a una nueva Liga Latina de la que Roma era el líder
incuestionable. Al mismo tiempo, la parte meridional de Etruria reconocía la soberanía romana, con lo que Roma
dominaba un territorio de unos 7.500 kilómetros cuadrados en el centro de Italia.

Los Tesalios, amenazados por Fócida, decidieron pedir ayuda a Filipo II de Macedonia. Por aquel entonces el rey había
logrado apoderarse de la última posesión ateniense en el norte. Los focenses le hicieron frente, pero finalmente,
en 353 Filipo II venció y se apoderó de toda Tesalia. Los griegos vieron entonces que Macedonia se estaba convirtiendo
en una seria amenaza, así que Esparta, Atenas y otras ciudades se aliaron con Fócida. No obstante Esparta se desvió del
interés común y trató de apoderarse de Megalópolis, antigua posesión suya, así que Atenas retrocedió para impedirlo y el
frente contra Filipo II se rompió.
Ese mismo año Mausolo se anexionó la isla de Rodas, pero murió poco después, con lo que Caria perdió todo
protagonismo. No obstante, Mausolo es más recordado por su muerte que por su vida. Su viuda, Artemisa, decidió erigirle
un magnífico monumento funerario en Halicarnaso. Estaba adornado con gigantescas estatuas del matrimonio, con frisos
esculpidos a su alrededor. Fue llamado el Mausoleo, y su fama fue tal que hoy en día se sigue llamando mausoleo a todo
monumento funerario.

También fue asesinado Dion, el tirano de Siracusa. Tras un periodo de confusión, Dionisio el Joven logró recuperar el
poder que su tío le había arrebatado. Siracusa fue gobernada con más crueldad e ineficiencia que nunca.

En 352 Filipo II se dirigió a Tracia y dominó las rutas por las que Atenas se aprovisionaba desde sus colonias en el mar
Negro. Esto causó la alarma en Atenas. Una de las voces más elocuentes que denunciaron la amenaza macedonia fue la
de Demóstenes. Tendría entonces unos treinta y dos años. Su infancia debió de ser difícil, pues su padre murió poco
después de su nacimiento y un pariente huyó con la fortuna familiar. Se cuentan muchas anécdotas sobre su juventud,
como que se afeitaba sólo la mitad de la cara para obligarse a permanecer alejado de la gente, estudiando. También se
cuenta que superó un problema de pronunciación hablando frente al mar con piedras en la boca. El caso es que terminó
convirtiéndose en uno de los oradores griegos más famosos.

Demóstenes pronunció su Primera Filípica, tratando de convencer a los atenienses de que le declararan la guerra a Filipo
II, pero no tuvo éxito. Parte del pueblo no creía ya que la ciudad pudiera embarcarse con éxito en tales aventuras, e incluso
otra parte no veía a Filipo II como una amenaza, sino como un griego poderoso capaz de unificar definitivamente a Grecia.
Entre los partidarios de Filipo II estaban Isócrates y Esquines, también famoso por su oratoria.

En 351 Artajerjes III estuvo dispuesto para invadir Egipto, pero fue rechazado gracias en gran parte a los mercenarios
griegos. El rey persa tuvo que retirarse, pues Siria se rebeló y cada vez había más piratas griegos causando disturbios en
el imperio.

FILIPO II DE MACEDONIA
En la segunda mitad del siglo IV los estados chinos seguían enzarzados en combates entre ellos mismos y contra los
bárbaros. La amenaza bárbara hizo surgir, especialmente en los reinos fronterizos, un gran sentimiento patriótico. Se
construyeron grandes murallas de adobe para marcar fronteras entre los distintos reinos y, sobre todo, frente a las estepas
del norte.

El estado de Qin seguía progresando con el duque Xiao y su consejero Shang Yang, el cual en 350 dividió el territorio en
31 comandancias, presididas por un director nombrado por el gobierno central. A través de este sistema centralista se
potenció una agricultura eficiente y un ejército fuerte. Por el contrario, la artesanía y el comercio fueron descuidados. Los
señores feudales perdieron todo su poder. Se suprimió el vasallaje y se modificó el código penal, de tal modo que toda la
población tenía los mismos derechos. Las relaciones de vasallaje fueron sustituidas por un sistema de responsabilidad
colectiva que resultó ser muy eficiente. Su principal rival era el estado de Chu, al este, que había absorbido a varios reinos
pequeños.

En el este, los sármatas estaban ocupando la región que iba a ser conocida como Sarmacia. Comprendía las estepas
situadas al norte del Mar Negro hasta el Báltico. Los escitas conservaron los territorios meridionales, pero paulatinamente
fueron siendo desplazados o absorbidos por los sármatas.

Atenas decaía. Paulatinamente se había extendido un sentimiento de desencanto que había culminado con la disolución
de la confederación ateniense cinco años atrás. Durante las numerosas guerras y desastres por las que había pasado, sólo
una cosa se mantuvo intacta: el valor de la dracma. La moneda ateniense conservó siempre el mismo valor equivalente
en plata. Esto convirtió a los banqueros de Atenas en los más poderosos de Grecia. La población se había trasladado a las
ciudades y los campos eran cultivados por esclavos que el gobierno alquilaba a unos pocos terratenientes. También fueron
usados en las minas de plata. Las desigualdades sociales aumentaron. Platón decía que había dos Atenas: la de los ricos
y la de los pobres, una en guerra contra la otra. Isócrates añadía:

Los ricos se han vuelto tan antisociales que preferirían tirar al mar todos sus bienes antes que ceder una parte a los
pobres, los cuales, por su parte, tienen más odio a la riqueza ajena que compasión por sus propias estrecheces.
Se dice que había un club aristocrático cuyos miembros se comprometían por juramento a obrar contra la comunidad.
Los banqueros fomentaron el comercio, el cual hizo crecer a una burguesía sedienta de oro. Ante esta situación
surgieron algunas reacciones individuales. Una de las más famosas fue la de Diógenes. Había nacido en Sinope, una
ciudad de Asia Menor. Su padre había sido banquero, pero fue desterrado por falsificar moneda. Diógenes se hizo
discípulo de Antístenes y llevó más allá sus ideas. Según él, la virtud es el bien soberano. La ciencia, los honores y las
riquezas son falsos bienes que hay que desterrar. El sabio debe liberarse de los deseos y reducir al mínimo sus
necesidades. Platón lo llamaba "Sócrates delirante", porque caminaba descalzo, dormía en los pórticos de los templos y
tenía por única habitación un tonel. Cuentan que un día vio a un niño beber agua con las manos en una fuente. Diógenes
dijo: "Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas", y acto seguido tiró su escudilla. Profesaba
un gran desprecio por la humanidad. En una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas llevando una linterna
encendida y diciendo: "Busco un hombre". Los atenienses se burlaban de él, pero al mismo tiempo le respetaban y le
temían. No cabe duda de que Diógenes disfrutaba escandalizando a sus conciudadanos. Sostenía que el hombre era un
animal y que debía vivir como tal, en armonía con la naturaleza. Hacía sus necesidades en las calles. Una vez alguien le
recriminó por masturbarse en la calle y el respondió "Ojalá pudiera calmar el hambre frotándome el estómago". Tal
vez por esto, Antístenes, Diógenes y sus seguidores fueron llamados Cínicos, que en griego significa algo así como
"perrunos". Otra teoría es que Antístenes vivía en una calle llamada "Perro blanco", y él se llamaba a sí mismo "el
verdadero perro".

Por esta época vivió Teodoro de Cirene, llamado el Ateo, porque en su libro Sobre los dioses negaba la existencia de
cualquier divinidad.

Filipo II de Macedonia había puesto su mirada en Olinto, cuyo territorio constituía la única parte de la Calcídica que
todavía no estaba bajo el poder macedonio. Olinto pidió ayuda a Atenas y Demóstenes pronunció tres discursos en favor
de que su petición fuera atendida, pero Atenas se limitó a enviar a Cares al frente de unos pocos mercenarios. Filipo II
venció sin dificultad y en 348 se apoderó de Olinto. Atenas envió diez embajadores para pedir la paz. Entre ellos estaban
Demóstenes y Esquines. El rey dilató las negociaciones con diversas excusas hasta que tuvo asegurado su dominio sobre
toda Tracia. Finalmente firmó un tratado con Atenas en el que le cedía el Quersoneso tracio. En esta fecha Roma y Cartago
renovaron un antiguo acuerdo comercial firmado en los primeros años de la república.
En 347 murió Platón. Había pasado sus últimos años absorbido por su Academia. Cuentan que un alumno le invitó a ser
su padrino de boda, él aceptó y participó en el banquete, luego se retiró a descansar y a la mañana siguiente lo encontraron
sin vida. Toda Atenas lo acompañó al cementerio.

Uno de los alumnos que más lloró la muerte del maestro fue Aristóteles, que le erigió un monumento. Por aquel entonces
estaba cerca de los cuarenta años. Había nacido en Estagira, una ciudad de Macedonia, y su padre, Nicómaco, había sido
en Pella el médico personal de Amintas III, el padre de Filipo II. Nicómaco le inició en el estudio de la medicina y la
anatomía, y luego lo envió a Atenas, a la edad de 17 años, donde pasó unos veinte años con Platón. Parece ser que destacó
como el más inteligente y el más diligente de sus alumnos. Trató de convertirse en el sucesor de Platón al frente de la
Academia, pero al final la sucesión recayó en Espeusipo, sobrino del maestro. Indignado, emigró a la ciudad
de Atarmea, en Asia Menor, donde gobernaba su amigo Hermias, que había pasado un tiempo en la Academia años
atrás. Allí se casó con Pitia, la hija de Hermias y escribió el diálogo Sobre la Filosofía, en el que expone ideas que le
distancian de las posiciones de Platón. Al mismo tiempo se dedicó a compendiar la obra de los principales filósofos
griegos.

Otros famosos discípulos de Platón fueron Eudoxo y Heráclides. Eudoxo había nacido en Cnido unos sesenta años atrás.
Realizó muchas contribuciones a la geometría y a la astronomía. Fue el primer griego que demostró que el año no tiene
exactamente 365 días, sino 6 horas más. Se dio cuenta de que las observaciones de los planetas contradecían la teoría
platónica de que éstos giran alrededor de la Tierra en órbitas circulares. Platón creía que las estrellas y los planetas estaban
fijados a unas esferas en constante rotación. Eudoxo refinó la teoría suponiendo un total de 26 esferas, cada una de las
cuales gira uniformemente sobre un eje fijado a la esfera siguiente, de modo que los movimientos combinados de todas
ellas se ajustaban a las observaciones. No obstante, el ajuste de Eudoxo no era perfecto y, un poco más tarde, un discípulo
suyo, Calipo de Cízico, tuvo que aumentar el número de esferas hasta un total de 34.

Por otra parte, Heráclides, nacido en Heraclea Póntica (en la costa de Asia Menor en el mar Negro), que tendría unos 43
años por aquel entonces, había señalado que no era necesario suponer que la Tierra permanece inmóvil en el centro del
universo mientras todos los astros giran a su alrededor, sino que el mismo efecto se produciría si fuera la Tierra la que
girara sobre sí misma. Es el primer hombre conocido que conjeturó la rotación de la Tierra. Heráclides también observó
que los movimientos de Mercurio y Venus podían explicarse mejor si se suponía que en lugar de girar alrededor de la
Tierra lo hacían alrededor del Sol.

En 346 Filipo II puso fin a la Tercera Guerra Sacra aliándose con Tebas y expulsando de Delos a los focenses. Ese año
presidió los juegos Píticos, establecidos dos siglos antes con motivo de la Primera Guerra Sacra. Demóstenes siguió
intentando que Atenas declarara la guerra a Macedonia, pero los partidarios de Filipo II se iban imponiendo en la ciudad.
En 344 pronunció su Segunda Filípica.

Entre tanto Sicilia estaba sumida en el caos. Cada ciudad tenía su propio tirano y todas combatían entre sí. A menudo
unas ciudades pedían ayuda a Cartago en contra de otras. Finalmente Cartago puso sitio a Siracusa, la cual pidió a Corinto
en 343 que le enviara un general capaz de unificar a los griegos contra los tiranos y contra los cartagineses. Era mucho
pedir, pero casualmente existía el hombre idóneo. Se llamaba Timoleón, y era a la vez un gran luchador y un gran
idealista. Sus convicciones democráticas eran tan hondas que cuando su hermano se erigió en tirano de Corinto, unos
veinte años atrás, él mismo aprobó su ejecución. Su familia, indignada, lo envió al exilio. Ahora tenía ya casi sesenta
años, pero aceptó la invitación de Siracusa y embarcó a mil hombres en diez naves, con las que navegó hacia Reggio, una
ciudad griega del sur de Italia. Allí se encontró con una flota cartaginesa que le exigió que volviera a Grecia. Timoleón
pidió discutir la cuestión en el concejo ciudadano de Reggio. Allí retrasó la discusión mientras sus barcos se hicieron a la
mar en secreto. Él mismo se escabulló en el último momento y, cuando los cartagineses se dieron cuenta del engaño, ya
era demasiado tarde. Trataron de perseguirle, pero Timoleón llegó a Siracusa. Allí aceptó la rendición de Dionisio, que
se retiró a Corinto.

Timoleón logró convertirse en el centro del patriotismo griego en Sicilia, hasta el punto de que los cartagineses decidieron
levantar el sitio a Siracusa por el temor de que los griegos que tenían de su parte cambiaran de bando. Paulatinamente se
fue haciendo con el dominio de toda la isla, y en cada ciudad afirmó en el poder a la facción anticartaginesa.

Aristóteles vio frustrado su intento de fundar una academia en Atarnea, pues tuvo que huir cuando el sátrapa Mentor tomó
prisionero a Hermias, lo hizo ejecutar y se apoderó de la ciudad. Aristóteles se dirigió a Lesbos, donde pasó un tiempo en
las propiedades de otro antiguo compañero de la academia, llamado Tírtamo, aunque es más conocido con el nombre que
le dio Aristóteles, Teofrasto (el divino hablador). Allí murió Pitia, tras dar a luz a una hija. Poco después Filipo II lo
llamó a Pella para que se encargara de la educación de su hijo Alejandro, que a la sazón tenía trece años de edad. Junto a
Aristóteles, mandó llamar a Lisímaco para que le enseñara literatura y al príncipe moloso Leónidas para que le adiestrara
como soldado.

Poco antes había estallado una especie de guerra civil en Italia entre los samnitas del Samnio propiamente dicho y los que
habían ocupado la Campania tras la retirada de los etruscos. Los samnitas de la Campania pidieron ayuda a Roma, que se
había convertido en una de las grandes potencias de la región. Roma firmó una alianza con la ciudad de Capua y declaró
la guerra a los samnitas. Se iniciaba así la Primera Guerra Samnita. Tras dos años de combates, en 341 ambas partes
acordaron la paz sin una victoria definitiva. Probablemente Roma optó por la paz al darse cuenta de que las ciudades del
Lacio no estaban participando en la guerra como se esperaba, y temió que terminaran rebelándose contra la supremacía
romana.

Ese mismo año Filipo II fundó la ciudad de Filipópolis a unos 160 kilómetros al norte del Egeo. Ningún ejército civilizado
había llegado tan al norte desde los tiempos en que Darío I conquistara Tracia. Ese mismo año Demóstenes consiguió
finalmente que las ciudades griegas de la Propóntide se levantaran contra Filipo II. Entre ellas estaba Bizancio, y gracias
a su Tercera Filípica Demóstenes logró que recibiera el apoyo de Atenas, lo cual puso de nuevo en guerra a Atenas y a
Macedonia. Por primera vez Filipo II sufrió un revés. Tras un largo asedio, se vio obligado a abandonar Bizancio. Esto
aumentó el prestigio de Demóstenes.

Por esta época se celebró el segundo concilio budista, en la ciudad de Vaisali. En él se condenó la relajación de la regla
de los monjes de Vajji, y se acordó que cada monje pudiera almacenar un cuerno de sal, beber leche cuajada después de
la comida y comer durante la tarde.

En 340 Artajerjes III marchó de nuevo contra Egipto. Se produjo un enfrentamiento cerca de la ciudad de Pelusio, en el
Delta. En realidad fue en gran medida una batalla de griegos contra griegos, pues buena parte de ambos ejércitos estaba
formada por mercenarios. El bando persa venció y el rey Nectanebo II tuvo que huir a Nubia. Fue el último rey nativo
que tuvo Egipto.
Ese mismo año las ciudades del Lacio se rebelaron contra Roma. Se inició así la Guerra Latina. Se confirmó la habilidad
de Roma para hacer las paces a tiempo con el Samnio. Sus ejércitos ya habían regresado del sur y estaban listos para
enfrentarse a los latinos. En dos batallas campales derrotaron al grueso de las fuerzas rebeldes. Se cuenta que en una de
ellas, el cónsul Publio Decio Mus (el ratón) se hizo matar deliberadamente para que sus hombres contaran con el favor
de los dioses. Es probable que los romanos combatieran más animosamente sabiendo que Marte estaba con ellos, así
como que los enemigos se sintieran desalentados. Tras las batallas, Roma se dedicó a ajustar cuentas con las ciudades del
Lacio una por una.

En 339 Cartago se vio en condiciones de hacer frente a Timoleón en Sicilia. Envió una gran fuerza a la isla, y Timoleón
tuvo que hacerle frente con un número de hombres mucho menor. Marchó rápidamente hacia el oeste y pudo llegar al
borde del valle del río Crimiso, a unos 65 kilómetros al este de Lilibeo. Se desató una espesa niebla, de modo que los
cartagineses no vieron a los griegos sobre ellos mientras empezaron a cruzar el río. Cuando la niebla se disipó, sólo una
parte de su ejército había cruzado. La caballería y las tropas de elite estaban en el lado griego, pero el grueso del ejército
no. Timoleón atacó inmediatamente y destruyó a la parte más valiosa, pero inferior en número del ejército enemigo.
Cuando el resto del ejército logró atravesar el río se desencadenó una tormenta, y el viento soplaba de forma que la lluvia
daba en la cara a los cartagineses. Éstos se vieron obligados a retroceder hacia el río desbordado y, cuando sus filas se
rompieron, muchos murieron ahogados. Timoleón obtuvo una victoria completa. Tras comprobar que Sicilia estaba libre
de peligro, renunció a todo su poder y se retiró de la vida pública. Murió al año siguiente.

Mientras tanto sucedió que Anfisa, una ciudad focense, estaba cultivando unos campos que habían sido declarados
malditos tras la Primera Guerra Sacra. Los sacerdotes de Delfos denunciaron el hecho y se inició una Cuarta Guerra
Sacra. Filipo II fue llamado una vez más y su ejército acampó en las costas del golfo de Corinto. Demóstenes logró
entonces su mayor victoria diplomática. Logró que Tebas se aliara con Atenas en contra de Filipo II. El enfrentamiento
se produjo junto a la ciudad beocia de Queronea, en 338. Las tropas atenienses se dispersaron y huyeron
deshonrosamente. Entre ellas estaba el propio Demóstenes. Cuando le reprocharon su huida, se cuenta que respondió con
una frase que se ha hecho célebre: "Quien combate y huye, vive para combatir otra vez." La actuación tebana fue más
honorable. La Hueste Sagrada no había sido derrotada desde que la formara Epaminondas, pero para todo hay una primera
vez. La falange macedónica pudo con ella, aunque los tebanos murieron todos de cara al enemigo.
Ese año murió también el rey espartano Arquidamo III. Al igual que su padre, terminó sus días como mercenario, esta
vez al servicio de los tarentinos, que habían solicitado su ayuda contra las tribus nativas italianas. Fue sucedido por su
hijo Agis III.

Filipo II ocupó Tebas y la trató con dureza. En cambio, a Atenas la dejó intacta. Tal vez decidió que era lo más
conveniente, pues, ciertamente, con ello logró que los atenienses promacedónicos se impusieran en la ciudad. A
continuación fueron las ciudades del Peloponeso las que aceptaron la dominación macedonia. Todas menos Esparta, que,
pese a que carecía de todo poder real, se aferró a su orgullo y declaró que no se sometería. Filipo II envió un mensaje que
decía: "Si entro en Laconia, arrasaré Esparta."
Se cuenta que el rey Agis III respondió: "Sí". Es el laconismo más famoso de la historia.

Por algún motivo, Filipo II decidió dejar en paz a Esparta. Tal vez le admiró su respuesta, o simplemente pensó que
destruir una Esparta inerme podría generarle animadversiones en Grecia. Por primera vez, toda la Grecia continental
(salvo Esparta, nominalmente) estaba gobernada por un solo hombre.

Por aquel entonces Roma ya había pacificado por completo el Lacio a base de severos castigos. Desde entonces Roma ya
no aparentó ser la cabeza de una coalición. El Lacio pasó a ser considerado territorio romano y sus ciudades perdieron
toda forma de autogobierno. Fueron gobernadas por las leyes de Roma y cualquier litigio que surgiera tenía que ser
resuelto en Roma. Por otra parte, cualquier latino podía obtener la ciudadanía romana y todos los derechos que ella
comportaba si se trasladaba a Roma.

Entre tanto murió asesinado Artajerjes III y fue sucedido por su hijo Arses, pero, a diferencia de sus predecesores, no
supo hacer frente a los desórdenes que seguían indefectiblemente a la muerte del rey, y el Imperio cayó en la anarquía.
Este mismo año murió Isócrates, y también el duque Xiao de Qin, en China.

En 337 Filipo II convocó una asamblea de ciudades griegas, que se reunió en Corinto. Se votó la guerra contra Persia y
Filipo II fue elegido comandante en jefe del ejército griego. Se envió a Persia una avanzadilla de tropas macedónicas
para preparar el ataque.
ALEJANDRO MAGNO
Filipo II de Macedonia se había preocupado de proporcionar a su hijo Alejandro la mejor educación, y parece ser que éste
la aprovechó plenamente. El rey debió de estar muy complacido de la labor de Aristóteles, pues lo nombró gobernador
de Estagira, su ciudad natal, y parece ser que hizo bien su trabajo, pues desde entonces su aniversario fue declarado día
festivo. Alejandro le escribió una vez a Aristóteles: "Mi sueño, más que acrecentar mi poderío, es perfeccionar mi
cultura." Pero el joven no sólo contentaba a su profesor de filosofía. Su profesor de literatura, Lisímaco, pudo comprobar
que Alejandro se había aprendido de memoria la Ilíada, y Leónidas logró hacer de él un excelente jinete, esgrimista y
cazador. Su personalidad era compleja. Había algo de vanidad: En cierta ocasión le invitaron a participar en las
olimpiadas, pero su respuesta fue "lo haría si los demás participantes fueran reyes". Era excesivamente sensible: se decía
que a menudo lloraba al oír una canción emotiva. Dicen que era capaz de escribir largas cartas a un amigo ausente a causa
de una nadería. Le gustaban los retos y los riesgos hasta la insensatez. Se cuenta que domó él mismo al que se convertiría
en su caballo simplemente porque le dijeron que todos los que lo habían intentado habían fracasado. Lo
llamó Bucéfalo, porque tenía en la cabeza una marca que parecía un buey. Otra vez se encontró con un león y luchó contra
él sin más arma que un puñal. Era abstemio, y afirmaba que una buena caminata le daba apetito para el desayuno, y que
un desayuno ligero le daba apetito para la comida. Además era guapo, atlético y lleno de entusiasmo. Desde los dieciséis
años Alejandro estuvo al frente de Macedonia, mientras su padre asediaba Bizancio, y supo mantener a raya a los bárbaros
limítrofes. A los dieciocho años participó en la batalla de Queronea, y fue él quien condujo la carga definitiva. Los
soldados le admiraban y le adoraban. Su padre también estaba orgulloso: Dicen que cuando domó a Bucéfalo su padre
gritó: "Hijo mío, Macedonia es demasiado pequeña para ti".

Pero la casa real sufrió algunas conmociones. Filipo II era mujeriego, y su mujer Olimpia tenía un carácter demasiado
fuerte para aceptarlo discretamente. En cambio, se dedicó a participar en rituales dionisiacos (o sea, orgías). En una
ocasión, el rey la encontró dormida junto a una serpiente, y Olimpia le explicó que era una encarnación de Zeus, y que
éste era el verdadero padre de Alejandro. Filipo II no dijo nada al respecto, pues no está claro si tenía más miedo a los
dioses o a su esposa, y desde entonces empezó a circular el rumor de que Alejandro era un hijo ilegítimo. Esto enfrió las
relaciones entre Alejandro y su padre.
En 337, justo cuando sus planes de guiar a Grecia a la conquista de Persia estaban empezando a ponerse en marcha, Filipo
II decidió divorciarse de Olimpia y casarse con Cleopatra, la hija de uno de sus generales, Atalo, la cual estaba encinta
de un hijo del rey (que luego resultó ser una hija). Se dice que en un banquete, Atalo propuso un brindis por el
hijo legítimo del rey, y subrayó lo de "legítimo". Alejandro le arrojó un cáliz diciendo: "¿pues yo qué soy?, ¿un
bastardo?" Filipo II se lanzó espada en mano contra Alejandro, pero estaba borracho, tropezó y cayó. "Mirad", dijo
Alejandro, "no se tiene en pie y quiere alcanzar el corazón de Asia".

Tal vez Filipo II vio que Olimpia le podía traer problemas si contaba con el apoyo de su familia, la casa real de Épiro, así
que trató de ganársela para sí. El rey tenía una hija, hermana de Alejandro, y le ofreció su mano a su cuñado (tío de ella),
Alejandro de Épiro, el cual aceptó. La boda se celebró en 336, y en la ceremonia Filipo II fue asesinado. No cabe duda
de que Olimpia debió de planearlo, tal vez con la complicidad de Alejandro. Además el testamento del rey no se encontró,
por lo que Alejandro, con apenas veinte años, fue aclamado por el ejército como nuevo rey de Macedonia. Era Alejandro
III, pero sus hazañas posteriores harían que fuera conocido como Alejandro Magno.

El rey persa Arses fue asesinado, y el trono cayó en manos de un pariente lejano, Darío III, bajo el cual terminó el periodo
de anarquía que se había desatado con la muerte de Artajerjes III. Sin embargo, el carácter del nuevo rey distaba mucho
de poseer la energía de sus predecesores, y que tan necesaria le hubiera sido a Persia en los años siguientes.

Alejandro hizo ejecutar a todo aquel que pudiera disputarle el trono. Entre ellos estaban Cleopatra, la segunda mujer de
Filipo II, su hermanastro recién nacido, e incluso su primo, el que había reinado como Amintas IV hasta que su padre lo
depuso. Entre tanto las ciudades griegas disolvieron la confederación que Filipo II había organizado en Corinto.
Demóstenes organizó fiestas en Atenas e incluso propuso conceder un premio al asesino de Filipo II. Pero Alejandro
pronto estuvo dispuesto a marchar sobre Grecia, aunque los griegos se apresuraron a enviar representantes a Corinto para
aclamarle como general y reconstituir la confederación antes de que llegara.

Hay una anécdota famosa sobre la llegada de Alejandro a Corinto. Cuentan que se encontró con Diógenes, que por
entonces tendría más de setenta años, y estaba tomando el sol fuera de su tonel. Alejandro le preguntó si deseaba algún
favor de él. Diógenes contempló al hombre más poderoso de Grecia y le contestó: "Sí, que no me tapes el sol". Alejandro
se apartó y dijo: "Si no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes".

En 335 Alejandro tuvo que partir precipitadamente hacia el norte, pues supo que Iliria estaba planeando invadir
Macedonia. Los ilirios fueron arrasados en un tiempo mínimo. Mientras tanto, en Grecia corrió el rumor de que Alejandro
había muerto, así que Tebas se rebeló contra la guarnición macedónica, a la que terminó degollando, mientras Demóstenes
reorganizaba su partido con oro persa. Pero Alejandro volvió, su ejército se enfrentó al tebano, que no tardó en huir. Los
macedonios persiguieron a los tebanos, y dicen que entraron en la ciudad al mismo tiempo. Alejandro mandó destruir
todas las casas de Tebas una por una, excepto los templos y el que fuera hogar de Píndaro. Con Atenas, en cambio, fue
indulgente y no tomó represalias. Parece ser que Alejandro sentía una cierta inferioridad frente a la cultura ateniense.
Cuentan que una vez, cuando dos amigos atenienses le visitaron en Pella, les dijo "Vosotros que venís de allá, ¿no tenéis
la sensación de hallaros entre salvajes?" El caso es que Alejandro llegó a Corinto, donde la confederación se rehízo una
vez más. Los griegos estaban deseando que partiera hacia Asia, a ver si moría allí, por lo que no le regatearon los veinte
mil hombres que pidió como refuerzo de sus propios diez mil infantes y cinco mil jinetes.

Por estas fechas muchos príncipes chinos empiezan a otorgarse el título de rey, mostrando con ello que dejaban de acatar
la autoridad del rey Cheu.

En 334 Alejandro marchó hacia Asia. Dejó en Grecia un tercio de sus hombres, al mando de su general Antípatro, pues
ya había tenido ocasión de comprobar la clase de lealtad que podía esperar de los griegos.

Aristóteles había vuelto a Atenas. Allí cumplió finalmente su proyecto de crear una escuela al estilo de la Academia de
Platón. La situó junto a un templo dedicado a Apolo Liceo (Apolo el matador de lobos), por lo que terminó siendo
conocida como El Liceo, y resultó ser una dura competencia para la Academia. Aristóteles escribió cerca de 400 libros,
de los que se conservan unos 50. Si Platón fue el primer gran filósofo, Aristóteles fue el primer gran científico. No escribía
diálogos, sino tratados y ensayos. No dejaba que su imaginación acariciara ideas interesantes, sino que analizaba
racionalmente los hechos y llegaba a las conclusiones más sensatas. Desarticuló la teoría de las ideas de su maestro, y en
su lugar su metafísica se convirtió en un marco para el estudio racional del mundo. En particular desestimó las teorías
paradójicas sobre la imposibilidad del movimiento y los cambios, o de la irrealidad del mundo sensible, defendidas por
Parménides y Zenón. Puede objetarse que sus teorías físicas y astronómicas eran menos acertadas desde un punto de vista
moderno que las de algunos de sus contemporáneos (por ejemplo, descartó el atomismo de Demócrito, o las teorías
heliocéntricas de Heráclides), pero también hay que señalar que en la época no había elementos de juicio para tener a
tales teorías más que como meras fantasías o especulaciones vanas.

Aristóteles creó una física muy distinta a la moderna, pero sin duda la más sensata para su época: la materia es continua,
los cuerpos tienden al ocupar su lugar natural: la tierra más abajo, a continuación el agua, por encima el aire y, más arriba
el fuego. Por eso las piedras caen y el humo sube, etc. A los cuatro elementos clásicos, añadió un quinto, el Éter, del que
ya había hablado Platón, que constituía los cuerpos celestes. Aristóteles creía que un cuerpo dejado a su suerte termina
parándose, por lo que postuló la existencia de un "motor inmóvil", esto es, algo capaz de proporcionar movimiento al
universo (a los astros, al viento, etc.) pero que excepcionalmente no necesitaba de nada que lo moviera a él. Donde mejor
pudo demostrar sus grandes dotes como científico fue en biología. Estudió y clasificó cuidadosamente las distintas
especies que encontró. Fue el primero en observar la forma en que parían los delfines, lo que le llevó a afirmar que no
eran peces. Aristóteles no se interesó por las matemáticas, pero a cambio fue el primero en sistematizar la lógica. Antes
de desarrollar una teoría, Aristóteles se preocupaba de precisar el significado de los términos que empleaba, distinguiendo
entre definiciones, premisas, ..., recogía y analizaba los trabajos precedentes, etc. Tal vez fue el primer "profesor" en el
sentido académico moderno. Naturalmente, también escribió sobre ética, política, etc. En política se mostró partidario de
una Timocracia, mezcla moderada de aristocracia y democracia, pero seguía pensando en términos de ciudades-estado,
estructura que en su tiempo ya se estaba viniendo abajo.

Por las mañanas daba clases a sus alumnos, pero no lo hacía desde la cátedra, sino paseando, razón por la cual sus alumnos
fueron llamados peripatéticos, o paseantes. Por las tardes abría las puertas a los profanos, dando charlas sobre temas más
elementales.

Volviendo a Alejandro, el principal rival con el que tendría que enfrentarse no era persa, sino griego. Se
llamaba Memnón, de Rodas, y estaba al cargo de los mercenarios griegos contratados por Persia. Memnón había luchado
con cierto éxito contra Filipo II y conocía el ejército macedónico. Sugirió dejar que Alejandro avanzara para después
cortarle las comunicaciones por mar, al tiempo que se estimulaban revueltas en Grecia. Sin duda, sabía bien lo que decía,
pero los sátrapas locales no estaban dispuestos a dejar que Alejandro pasara por sus provincias. Pensaban que sería uno
más de los griegos que habían pasado por allí: que deambularía un poco y se iría. Lo importante era que lo hiciera por las
provincias vecinas y no la propia, para lo cual había que hacerle frente.

Los ejércitos se encontraron junto al río Gránico, cerca de donde se había alzado Troya. La caballería de Alejandro
desorganizó a los persas, y la falange pudo con los mercenarios griegos. Luego no tardó en apoderarse de la costa asiática
del Egeo. Esto permitió a Memnón poner en práctica sus planes, y lentamente se dedicó a reconquistar las islas con el fin
de controlar el Egeo y aislar a Alejandro. Tal vez lo habría conseguido, pero murió en 333 mientras sitiaba Lesbos.

Alejandro avanzó hacia el interior y llegó a Gordion, la antigua capital de Frigia. Allí le contaron la leyenda según la cual,
el rey Gordias, fundador de la ciudad, había dedicado a Zeus su carreta cuando éste lo eligió como rey, y había hecho en
ella un nudo intrincado con la profecía de que quien fuera capaz de desatarlo dominaría Asia. Es difícil saber en qué
momento se creó esta leyenda, pero Alejandro se interesó por ella y, sacando su espada, cortó el "nudo gordiano". Esta
técnica no estaba en las reglas, pero fue muy significativa.

El rey Darío III reunió un gran ejército de casi un millón de hombres, muchos más que los que seguían a Alejandro, pero
el número importaba poco. El encuentro se produjo en Isos, donde los mercenarios griegos del lado persa lograron
controlar momentáneamente la falange, pero cuando los hombres de Alejandro se acercaron a las posiciones del rey persa,
éste huyo descaradamente, y con ello los persas se desmoronaron. Darío III envió embajadores ofreciendo a Alejandro
toda Asia Menor y una gran suma de dinero si aceptaba la paz. Dicen que Parmenio, un general de Alejandro, dijo: "Si
yo fuera Alejandro, aceptaría", a lo que Alejandro replicó: "Y yo también, si fuera Parmenio". En cambio, Alejandro
exigió nada menos que la entrega incondicional de todo el Imperio Persa, así que la guerra continuó. Darío III se retiró a
Mesopotamia, pero Alejandro no le siguió. Quería asegurar toda la costa mediterránea para que el plan de Memnón no
pudiera llevarse a la práctica. Para ello tenía que conquistar Fenicia y Canaán.

Las ciudades fenicias no opusieron resistencia. No hacía mucho que se habían rebelado contra Persia y habían sufrido las
represalias de Artajerjes III, así que vieron a Alejandro como un libertador. La única excepción fue Tiro, cuyo
rey Azemilkos, temeroso precisamente de una nueva represalia persa, intentó que Alejandro pasara de largo. Le envió
una embajada aceptando su soberanía, pero a cambio de que Tiro tuviera autonomía en sus asuntos internos. En particular,
cuando Alejandro pidió introducir un contingente en la ciudad, el rey tirio se negó. Alejandro no podía aceptar.
Precisamente, lo que más le interesaba era disponer de la flota de Tiro y de su puerto. Así que inició el asedio.

La empresa era difícil, porque Alejandro no disponía de una flota, y Tiro podía ser abastecida por mar sin dificultades.
La situación se agravaría si Tiro recibiera finalmente la ayuda de Cartago. Siglos atrás, el rey Nabucodonosor II necesitó
trece años para tomar la ciudad, y aun así tuvo que llegar a un acuerdo razonable. Sin embargo, Alejandro no necesitó
más de nueve meses para lograr la rendición total de Tiro. Para ello hizo construir un malecón de 800 metros que uniera
la ciudad a tierra firme. El primer intento fue frustrado por incursiones tirias, pero entonces Alejandro se dispuso a
construir uno nuevo más ancho y más fácil de defender. Por otra parte, los barcos de las ciudades fenicias sometidas a
Alejandro se pusieron de parte de éste y obstaculizaron el abastecimiento de Tiro. Los tirios no se amilanaron. Sacaron
por mar cuantas mujeres y niños pudieron y los llevaron a Cartago. Los barcos leales fueron reunidos junto a las costas y
la ciudad se dispuso a resistir a ultranza. Se terminó el malecón, las máquinas de asedio se acercaron y destruyeron la
muralla, y en 332 la ciudad fue definitivamente tomada. 8.000 tirios fueron acuchillados y 30.000 vendidos como
esclavos. Azemilkos fue el último rey que tuvo la ciudad. Con el tiempo, el mar acumuló arena alrededor del malecón
construido por Alejandro, con lo que Tiro dejó de ser una isla. La roca se halla hoy en la punta de una península de
kilómetro y medio de ancho.

Con la flota fenicia a su disposición, Alejandro pudo seguir hacia el sur, por Palestina. Tampoco allí encontró resistencia
digna de mención, salvo en Gaza, la antigua ciudadela filistea. Los judíos de tiempos posteriores afirmaban que Alejandro
quiso castigar a Jerusalén porque había rechazado una petición de ayuda para el asedio de Tiro, pero a las puertas de la
ciudad se encontró con el sumo sacerdote y su séquito. Al verlo, Alejandro bajó de su caballo y se inclinó, pues, según le
explicó a un general, había visto una figura similar en un sueño. Luego entró en Jerusalén pacíficamente y dejó que los
judíos se gobernaran según sus propias leyes.

Todo esto es falso sin lugar a dudas. Jerusalén era entonces una ciudad insignificante a la que Alejandro nunca habría
pedido ayuda, y lo más probable es que pasara junto a ella sin saber que existía. Gaza era diferente. Tenía importancia
táctica y Alejandro no estaba dispuesto a dejarla en su retaguardia. Estaba rodeada por terreno arenoso por el que no podía
transportar las máquinas de asedio, así que ordenó construir una rampa hasta las murallas sobre las arenas, similarmente
a como había hecho con Tiro sobre el mar. Rompió las murallas con las máquinas mientras sus zapadores excavaban
túneles, penetró en la ciudad y realizó una matanza peor que la de Tiro. Alejandro estaba cada vez más impaciente y toda
resistencia que le hiciera perder tiempo le irritaba cada vez más.

De Gaza llegó a Egipto casi sin luchar. Parece ser que los egipcios habían contactado con Alejandro en Isos pidiéndole
que liberara su país del dominio Persa. Fuera como fuere, el caso es que fue recibido como un libertador. Alejandro tuvo
el cuidado de fomentar esta imagen favorable que tenía entre los egipcios y logró que éstos lo coronaran como faraón,
para lo cual siguió pacientemente todos los rituales oportunos. Fue a un templo de Amón muy venerado en Libia, donde
se declaró hijo de Amón (al que identificó con Zeus, con lo que siguió la corriente a su madre). Algunos ven en esto una
actitud megalómana, pero también hay que objetar que los egipcios nunca hubieran aceptado de buen grado ser
gobernados por un extranjero que no fuera hijo de Amón.

Tarento pidió ayuda a Alejandro de Épiro contra las tribus italianas del norte. El rey aceptó de buen grado. Estaba al tanto
de las hazañas de su sobrino en oriente y tal vez soñara con imitarle en occidente. Inmediatamente se trasladó con un
ejército y empezó a lograr victorias sobre los italianos.

En 331 Alejandro estaba dispuesto para adentrarse en Persia. Dejó el país en manos de autoridades nativas, excepto en lo
tocante a los impuestos y la economía, que dejó en manos de un griego de Naucratis llamado Cleomenes. Su idea era dar
una imagen de que Egipto estaba gobernado por nativos pero, al mismo tiempo, dejar el dinero en manos griegas. Así
Cleomenes fue el verdadero gobernante del país, si bien oficialmente no tenía ningún título. Antes de partir, Alejandro se
fijó en una pequeña ciudad en la desembocadura del Nilo. Ordenó construir allí un nuevo barrio al oeste. La ciudad así
extendida pasó a llamarse Alejandría, aunque el propio Alejandro nunca llegó a verla. Fue proyectada por el
arquitecto Dinócrates de Rodas, y Cleomenes se encargó de que la voluntad del rey se llevara a término.

Darío III estaba esperando a Alejandro. Eligió una región llana situada junto a la ciudad de Gaugamela, cerca de donde
se había alzado Nínive. Hizo eliminar la menor irregularidad del terreno, con la esperanza de que su caballería pudiera
imponerse al comparativamente pequeño ejército griego. Al parecer su plan era expulsar a la caballería griega con la suya
y usar su numerosa infantería para desgastar lentamente a la falange. En realidad no era una buena estrategia, pues las
llanuras favorecían a la falange. Por otra parte, el ejército persa contaba con carros equipados con cuchillas en sus ruedas.
Alejandro llegó a donde Darío III le esperaba. Las líneas persas desbordaban a las griegas por ambos flancos, pero
Alejandro se contentaba con no dejarse rodear. Conocía a Darío III y su plan era muy simple: aguardar la ocasión para
atacarle a él personalmente y provocar su huida como había sucedido en Isos. El combate estaba desplazando al ejército
griego hacia los bordes de la llanura. Temiendo que sus carros no serían efectivos fuera del llano, Darío III los lanzó
prematuramente, pues el ejército de Alejandro todavía estaba perfectamente organizado, y no tuvo dificultad en matar a
los aurigas con flechas mientras se acercaban a la carrera. A los pocos que llegaron se les dejó pasar y los griegos ganaron
confianza mientras seguían avanzando. Finalmente Darío III se puso a tiro y Alejandro ordenó a la falange que avanzara
directamente hacia él. El final fue el previsto: Darío III huyó y con él se llevó la moral de sus hombres.

Tras la batalla, Alejandro llegó a Babilonia, donde fue recibido sin resistencia. Por aquella época, Babilonia seguía sin
rehacerse de la destrucción a que la condenó Jerjes. El templo de Marduk seguía en ruinas. Alejandro adoptó la misma
política que en Egipto: se declaró defensor de las costumbres nativas frente a los zoroastrianos, ordenó la reconstrucción
del templo de Marduk y aceptó participar en cuantos rituales consideraron convenientes los babilonios.

El rey Agis III de Esparta se rebeló contra Antípatro. Desde la partida de Alejandro, Agis III había estado recibiendo
dinero persa, con el que logró levantar a casi todo el Peloponeso contra Macedonia. Únicamente Megalópolis no quiso
unirse a Esparta. Agis III la asedió, pero Antípatro llegó desde el norte con un gran ejército. Los espartanos fueron
derrotados y Agis III murió en la batalla. Antípatro tomó rehenes espartanos y obligó a la ciudad a pagar una gran suma,
pero respetó su independencia.

Al mismo tiempo Alejandro se dispuso a dejar Babilonia para continuar la conquista del Imperio Persa. Dejó la ciudad
bajo el gobierno de Harpalo, que pensó que el rey nunca regresaría de su expedición, así que en lugar de llevar a cabo
los proyectos que le había encargado Alejandro, decidió aprovechar el poder en su propio beneficio. El caso es que
Alejandro partió hacia Susa, y luego fue a Persépolis, donde incendió los palacios persas en represalia por el incendio de
Atenas que ordenara Jerjes. Luego avanzó hacia el norte, hasta Pasargadas, donde visitó la tumba de Ciro. Después supo
que Darío III estaba en Ecbatana y mandó a buscarle, pero el rey persa huyó hacia el este. Finalmente, en 330, uno de sus
sátrapas, Besso, que gobernaba sobre Bactriana, decidió asesinarlo y entregar su cuerpo a Alejandro. A continuación se
hizo proclamar rey, con el nombre de Artajerjes IV.

EL FIN DE ALEJANDRO
Ya hacía algún tiempo que Alejandro se había ganado el sobrenombre de "el grande". Paulatinamente había abandonado
los modos de un rey macedonio (un noble entre los nobles, al estilo homérico), para adoptar las costumbres de los
monarcas persas. Gustaba de las adulaciones y las reverencias, y hasta parecía que empezaba a creerse que era hijo de
Zeus. Estas actitudes empezaron a crear reticencias entre sus hombres o, al menos, así se lo pareció a él. A finales
de 330, cuando se encontraba en el actual Afganistán, acusó de conspiración a Filotas, uno de sus generales, lo llevó a
juicio y lo hizo ejecutar. Filotas era hijo de Parmenio, que estaba a cargo de las tropas de Media, unos 1.500 kilómetros
al oeste. Alejandro comprendió que no podía confiar en Parmenio una vez que éste se enterara de la muerte de su hijo,
así que envió mensajeros con el encargo de asesinarlo, y así lo hicieron.

Grecia seguía firmemente gobernada por Antípatro. Esparta había sido doblegada y Atenas había permanecido al margen,
si bien Demóstenes había estimulado la revuelta espartana. La ciudad le otorgó una corona de oro en reconocimiento de
sus servicios, pero Esquines se levantó para hablar en contra del homenaje pronunciando un magistral discurso.
Demóstenes le replicó con el que sería el más famoso de sus discursos: "Sobre la corona". La victoria de Demóstenes fue
tan completa que Esquines se vio obligado a abandonar Atenas. Se retiró a Rodas, donde pasó el resto de su vida dirigiendo
una escuela de oratoria. Se cuenta que años después un estudiante que había leído el discurso de Esquines contra la corona
se maravilló de que su maestro hubiera perdido. "Ah", respondió Esquines, "no te maravillarías si hubieras leído la
réplica de Demóstenes".

Por esta época, un viajero griego llamado Piteas viajó por la costa atlántica, y de sus informes se desprende que debió de
llegar hasta las Islas Británicas y a Islandia. También exploró el norte de Europa, hasta el mar Báltico. En el Atlántico
observó las mareas, y conjeturó que eran causadas por la luna.
Durante los dos años siguientes, Alejandro siguió combatiendo contra los sátrapas y las tribus salvajes. Nunca fue
derrotado. Persiguió a Besso (o Artajerjes IV), obligándole a abandonar Bactriana. En 329 fue traicionado por sus propios
hombres, que lo entregaron a Alejandro. Éste mandó que le cortaran la nariz y las orejas. Luego lo mandó a Ecbatana,
donde fue ejecutado. En 328 llegó a Maracanda (la actual Samarcanda), en las fronteras orientales del Imperio Persa.
Allí dio un gran banquete. Según la costumbre, varios hombres se levantaron para brindar adulando a Alejandro, diciendo
que era mucho más grande que su padre. Alejandro parecía más complacido cuando más se menospreciaba a Filipo II.
Sin embargo, un viejo veterano llamado Clito no aguantó más y se levantó para defender a Filipo II. Dijo que él había
puesto los cimientos de la grandeza macedónica y que Alejandro había obtenido sus victorias con el ejército de Filipo.
Alejandro, borracho, cogió una lanza y mató a Clito.

El Imperio de Alejandro Magno

Alejandro de Épiro seguía en Italia ayudando a las ciudades griegas del sur contra las tribus italianas del norte. Había
sellado una alianza con Roma, lo que debió de preocupar a los samnitas, que podían verse atacados simultáneamente por
los romanos al este y los griegos al sur. De momento sólo estaban en guerra con los griegos, pero Roma fundó una colonia
en Fregellae, justo en la frontera con el Samnio.

Alejandro Magno quería considerarse rey de griegos y persas por igual. En 327 se casó con una princesa persa, Roxana, y
empezó a entrenar a 30.000 persas a la manera macedónica, para que sirvieran en el ejército. Ese mismo año un rey indio
le pidió ayuda contra un rey rival. Las crónicas griegas le llaman Taxiles, si bien no está claro que fuera su nombre, sino
más bien un nombre derivado del de su reino, Taxilia, situado al norte de la India, cerca de la frontera con Persia. Su rival
era Poros, cuyo reino se extendía al este de Taxilia. Alejandro aceptó inmediatamente y cruzó el Indo, más allá de las
fronteras persas. El ejército de Poros contaba con un arma nueva para Alejandro: elefantes. En 326 tuvo lugar una batalla
junto al río Hidaspes, afluente del Indo. Alejandro maniobró hábilmente su ejército de tal forma que desconcertó a Poros
y no le dio ocasión de aprovechar sus elefantes. En la batalla murió Bucéfalo, el caballo de Alejandro. Tras su victoria,
se dice que preguntó al orgulloso Poros cómo esperaba ser tratado. "Como un rey", respondió él, y así fue. Alejandro le
dejó gobernar su reino en calidad de sátrapa, y Poros le fue leal mientras vivió.

Ese mismo año los tarentinos, que habían llamado a Alejandro de Épiro en su ayuda, decidieron que éste se estaba
volviendo demasiado poderoso, y que les traía mejor cuenta enfrentarse ellos solos a los italianos. Le retiraron su
apoyo y fue derrotado en Pandosia, al sur de Italia. Su sucesor tuvo dificultades para hacerse con el trono epirota, así que
no se ocupó de Italia. En cuanto Alejandro desapareció, los samnitas se volvieron hacia Roma. Por su parte, Roma estaba
deseando la confrontación, y un incidente en Campania sirvió de excusa para iniciar la Segunda Guerra Samnita. Al sur
del Samnio había dos regiones: Lucania y Apulia. Las tribus italianas que las habitaban habían luchado junto a los
samnitas contra Alejandro, pero los samnitas eran para ellas más peligrosos que la lejana Roma, así que se pusieron de
parte de Roma. Para los griegos del sur, Lucania y Apulia eran sus inmediatos enemigos, así que se pusieron de parte del
Samnio. De este modo, los dos tercios de Italia estuvieron en guerra. Etruria no intervino. Hacía tiempo que había
concertado una paz con Roma y la mantuvo escrupulosamente.

Alejandro Magno planeaba atravesar la India y llegar así al fin del mundo, según las creencias de la época, pero sus
soldados estaban cansados. Llevaban seis años luchando lejos de su patria y lo único que querían era volver. Alejandro
estuvo enfurruñado tres días, pero al final consintió en volver. Construyó una flota que navegó por el Indo, mientras el
ejército le seguía por la orilla. Tenía que someter a tribus hostiles a medida que avanzaba. Se cuenta que en una ocasión,
mientras asediaba una ciudad, perdió la paciencia y saltó la muralla junto a tres hombres nada más. Sus hombres lograron
entrar poco después y rescatarlo, pero fue seriamente herido. La flota fue enviada de vuelta por el Indo al mando de un
general llamado Nearco. Llegó hasta Babilonia por el golfo Pérsico. Fue la primera flota occidental que navegó por el
océano Índico.

En 325 el nuevo duque de Qin, se otorgó el título de rey, como ya habían hecho otros príncipes chinos. Qin siguió
haciéndose más poderoso al tiempo que su administración se hacía más eficiente.

Mientras tanto Alejandro atravesaba con su ejército el desierto de Gedrosia, donde sus hombres sufrieron el hambre y la
sed. Se especula sobre la posibilidad de que Alejandro hubiera decidido castigarlos por haberle obligado a volver. En
Babilonia se hallaba Harpalo, que no estaba en condiciones de rendir cuentas a Alejandro sobre su gestión, así que, al
tener noticias de su regreso, huyó y en 324 se presentó en Atenas llevando consigo un gran tesoro. Allí pidió ser admitido
y protegido frente a Macedonia. Por primera vez Demóstenes hizo prevalecer la prudencia frente a su odio a Macedonia.
Sostuvo que Atenas no debía permitirle la entrada. Sin embargo Harpalo hizo ver que con el dinero que traía se podría
hacer que Grecia y Asia se rebelaran contra Alejandro. Con la oposición de Demóstenes, los atenienses acogieron a
Harpalo.

Antípatro exigió a Atenas que entregara al traidor. Demóstenes se opuso por considerarlo indigno. De todos modos,
Harpalo fue arrestado y su dinero guardado en el Partenón con el fin de devolvérselo a Alejandro cuando volviera (sí
volvía, claro). Ahora bien, entre el momento en que Harpalo entregó el dinero y el momento en que éste fue contado y
depositado en el Partenón, la suma se había reducido a la mitad. Tal vez Harpalo hubiera mentido respecto a la cantidad
que poseía, pero ¿no creería más bien Alejandro que los atenienses le habían robado la mitad que faltaba? Para colmo,
Harpalo logró huir a Creta, donde fue asesinado poco después. Atenas abrió una investigación para encontrar responsables
que pudieran aplacar a Alejandro. En la lista se incluyó a Demóstenes, que probablemente era inocente, pero sin duda era
un buen chivo expiatorio. Se le condenó a pagar una cantidad que Demóstenes no poseía, así que fue encarcelado. Sin
embargo logró huir.
Alejandro había llegado a Babilonia y había tomado medidas contra los gobernantes que, siguiendo a Harpalo, habían
desobedecido sus órdenes. Luego continuó con su plan de unificar a griegos y persas. Ordenó a 10.000 de sus soldados
que se casaran con mujeres asiáticas. Además ordenó a las ciudades griegas que le reconocieran como dios, al igual que
hacían los persas. Incluso Atenas aceptó la divinidad de Alejandro, pues con la crisis de Harpalo no estaba para llevarle
la contraria. Incluso Esparta cedió. Sus éforos dijeron con desprecio: "Si Alejandro desea ser un dios, que lo sea".

Ese año murió Hefestión, amigo y amante de Alejandro, lo que afectó gravemente al rey macedonio. Hizo matar al
médico que no pudo salvarle, se negó a comer durante cuatro días, ordenó unas fastuosas honras fúnebres y mandó
consultar al oráculo de Ammón si podía venerar al difundo como a un dios. Naturalmente la respuesta fue afirmativa.

Los planes de Alejandro se volvieron cada vez más grandiosos. Parece ser que empezó a preparar una flota para tomar
Cartago. Sin embargo, en 323 enfermó y a los pocos días murió. Se sospecha que fue envenenado.

Como cuando murió Filipo II, toda Grecia se rebeló contra Macedonia en cuanto se tuvo noticia de la muerte de Alejandro.
Se formó un ejército griego que derrotó a Antípatro en Beocia. El general tuvo que retirarse a Lamia, al norte de las
Termópilas, donde fue sitiado por los aliados griegos. Aristóteles, que era macedonio y no muy popular entre ciertos
sectores atenienses, huyó discretamente a Eubea. Demóstenes entró triunfalmente en Atenas. La ciudad pagó su multa.

La sucesión de Alejandro no estaba nada clara. De la familia real quedaban su madre Olimpia, su mujer Roxana, un
hijo, Alejandro, que nació unos meses después de su muerte, una hermanastra, Tesalónica, y un hermanastro deficiente
mental, Filipo. Ninguno de ellos estaba en condiciones de reclamar el trono. Se dice que, poco antes de morir, le
preguntaron a Alejandro quién debía ser su sucesor, y que la respuesta fue: "El más fuerte". El poder efectivo estaba en
manos de una treintena de generales dispersos por el imperio y que pronto iniciarían una maraña de confusas guerras con
el fin de apoderarse de las conquistas de Alejandro. Fueron conocidos como diádocos (sucesores). Uno de los más hábiles
fue Ptolomeo, del que se rumoreaba que era hijo ilegítimo de Filipo II y, por consiguiente, hermanastro de Alejandro
Magno. (Tal vez el propio Ptolomeo difundió este rumor para legitimar sus pretensiones al trono.) Inmediatamente
después de la muerte de Alejandro se dirigió a Egipto, donde ejecutó a Cleomenes y se apropió del gobierno. Más aún,
tuvo la astucia de apoderarse del cuerpo de Alejandro y enterrarlo en Menfis.
Por su parte, Lisímaco se apoderó de Tracia y Cratero acudió a Grecia para ayudar a Antípatro, asediado en Lamia.
En 322 los griegos fueron derrotados en Cranón por los macedonios, al tiempo que una flota macedonia vencía a la flota
ateniense junto a la isla de Amorgos, al sudeste de Naxos. Toda Grecia cayó en manos de Antípatro. Atenas convino en
entregar a Demóstenes, pero éste huyó a una pequeña isla, donde se refugió en un templo para evitar a los enviados de
Antípatro. Trataron de hacerle salir, pero decidió envenenarse. También ese año murió Aristóteles, al parecer por una
úlcera de estómago. El Liceo quedó bajo la dirección de Teofrasto, cuya investigación se centró principalmente en la
botánica, y llegó a describir laboriosamente más de 500 especies de plantas. Por esta época, Dicearco, un geógrafo que
había estudiado también en el Liceo usó la información traída por los ejércitos de Alejandro para elaborar los mejores
mapas del mundo antiguo. Fue el primero en usar líneas de latitud.

La primera guerra entre los diádocos la inició Perdicas, que había ejercido de primer ministro en la época de la muerte
de Alejandro y dominaba a su hermanastro. Trató de que éste fuera reconocido como Filipo III y, al tiempo, ejercer como
regente. Ante la negativa general, atacó a Ptolomeo sin éxito, luego se alió con Eumenes, a quien Cratero, que acababa
de regresar de Grecia, le disputaba Asia Menor.

Unos años antes, un nativo (no griego) se había erigido en rey de la antigua satrapía de Capadocia, con el nombre
de Ariarates I. Sin embargo, Perdicas lo mató en 321 y se apoderó de la región, poco después Cratero murió en una
batalla y luego Perdicas fue asesinado por un grupo de oficiales conducidos por Seleuco, que logró el control sobre
Babilonia. Capadocia conservó a sus reyes, pero, al igual que Asia Menor, quedó en manos de Eumenes.

En Italia, la Segunda Guerra Samnita duraba ya cinco años, con una leve ventaja para Roma. Un ejército romano de
Campania recibió un falso informe difundido por los samnitas, según el cual una ciudad de Apulia, aliada de Roma, estaba
siendo atacada. Los romanos decidieron acudir en su ayuda, para lo cual tenían que atravesar el Samnio. El camino les
llevaba por un estrecho valle situado junto a la ciudad samnita de Caudio, por lo que era conocido como las Horcas
Caudinas. Cuando los romanos llegaron al final del desfiladero lo encontraron bloqueado por árboles y rocas. Dieron
media vuelta y se encontraron con un ejército samnita. Estaban atrapados (deshonrosamente, además). Los samnitas
optaron por no pelear. Dejaron que los romanos acabaran con sus víveres y esperaron a que murieran de hambre.
Evidentemente, los romanos se vieron obligados a rendirse. Los samnitas exigieron el fin de la guerra con algunas
condiciones adicionales en su favor. Los generales romanos no podían firmar la paz. Sólo el Senado tenía esa atribución,
y los samnitas lo sabían. Así pues, decidieron quedarse con 600 rehenes, tomados de entre los mejores oficiales romanos,
y dejaron marchar al resto del ejército para que negociara la paz.

Cuando el ejército llegó a Roma, el Senado se reunió para tomar una decisión. Uno de los generales propuso que él y su
compañero fueran entregados a los samnitas por haberlos engañado con un falso acuerdo y que los rehenes fueran
abandonados. Casi todos los senadores tenían parientes entre los rehenes, pero la propuesta fue aceptada. Los samnitas
mataron a los rehenes, pero perdieron la oportunidad de obtener una victoria definitiva. La guerra continuó.

En 320 se produjo un cambio dinástico en el reino indio de Magadha. La nueva dinastía fue inaugurada
por Chandragupta, de la familia de los Maurya, que asesinó al último miembro de la casa real con la ayuda de un grupo
de proscritos. Estableció su capital en Pataliputra, e inició un proceso de expansión que convertiría a su reino en el
primer imperio indio históricamente conocido.

LA GRECIA HELENÍSTICA
A finales del siglo IV el estado chino de Qin inició un proceso de expansión hacia el sur y el noroeste por el que
aumentó considerablemente su territorio. Los demás estados tuvieron que hacer grandes esfuerzos diplomáticos, bien para
aliarse en su contra, bien para mantener relaciones amistosas con Qin. Por esta época vivió Mengzi, un filósofo
confuciano del que se conserva el libro que lleva su nombre y en el que desarrolla rigurosamente las teorías de Confucio.
También se redactó en esta época el Zhuangzi, una de las obras fundamentales del taoísmo filosófico. No se sabe nada
de su autor, pero su estilo es mordaz y polemista, características poco habituales en la filosofía china.

En Europa hacía ya algún tiempo que un grupo de pueblos marineros de origen indoeuropeo había iniciado un proceso
de expansión desde la península de Jutlandia o sus alrededores. Por esta época se habían extendido por Escandinavia y
el norte de las modernas Alemania y Polonia, desde el Weser al Vístula. Este último territorio había estado poblado por
celtas, que fueron desplazados hacia la actual Francia. Los celtas llamaron Germanos a estos nuevos pueblos. Al
abandonar el mar, los germanos se convirtieron en guerreros-agricultores. Estaban gobernados por una oligarquía de
nobles, sometidos a un rey cuya autoridad era de origen divino. Adoraban esencialmente a la naturaleza, campo de
batalla para Odín, o Wotan, dios de las tempestades y de las victorias, Tyr, dios de las asambleas,
y Thor, o Donar, dios del rayo. Practicaban su culto en lugares elevados, o al pie de árboles majestuosos, en fuentes,
etc. A diferencia de los celtas, no existía una clase sacerdotal semejante a los druidas, sino que eran los nobles o los
jefes de las familias los que hacían las veces de sacerdotes. En cambio, sí que tenían cantores análogos a los bardos que
en las fiestas sagradas relataban historias sobre los dioses, historias que fueron componiendo una extensa mitología
germana. Por ejemplo, los germanos creían que los guerreros, al morir, eran conducidos hasta Odín por unas hermosas
amazonas, las Valquirias, y en el paraíso gozaban para siempre de la vida feliz de los banquetes y los grandes
combates.

En México la cultura olmeca desaparece rápidamente. Se desarrollaron entonces varias culturas regionales, pero habrán
de pasar varios siglos antes de encontrar nuevos progresos significativos en la zona.

En el occidente civilizado, el final del siglo estuvo marcado por las disputas por el poder entre los diádocos, los antiguos
generales de Alejandro Magno. En 320, Ptolomeo, que dominaba Egipto, envió un ejército a Canaán. Atacó Jerusalén en
sábado, y los judíos se negaron a combatir en su día sagrado, con lo que no tuvo dificultades en tomar la ciudad. Antípatro
dominaba Grecia y Macedonia, pero murió en 319 y, por alguna extraña razón, designó como regente a Polispercón, otro
diádoco, en lugar de a su hijo Casandro. Éste no aceptó la situación y buscó apoyos en Grecia para derrocar a Polispercón.
Los hijos de los diádocos que, como Casandro, también participaron en las disputas por los restos del Imperio, fueron
llamados Epígonos (nacidos después). Casandro trató de legitimar sus aspiraciones controlando a Filipo III, el
hermanastro deficiente mental de Alejandro, pero Olimpia lo hizo asesinar.

En Siracusa había aparecido un nuevo personaje: se llamaba Agatocles, y era de origen humilde, pero tenía un gran
encanto, lo que le permitió casarse con una viuda rica y con ello se convirtió en uno de los hombres más influyentes de
la ciudad. Fue expulsado a causa de sus actividades políticas, pero reclutó un ejército privado y se dedicó a combatir
como mercenario en distintas partes del mundo. Finalmente, en 317 volvió a Siracusa, la tomó e hizo ejecutar a muchos
oligarcas y partidarios de la tiranía. Tras ello, él mismo gobernó como un tirano, pero se ganó el apoyo de las clases
humildes.
Mientras tanto Casandro tomaba Atenas con la ayuda de las ciudades griegas más importantes, y en 316 marchó contra
Olimpia en Macedonia y la hizo ejecutar. Luego encarceló a Roxana, la mujer de Alejandro, junto a su hijo pequeño. Así
se hizo con el dominio de Macedonia y Grecia que le había negado su padre. Ese mismo año, otro
diádoco, Antígono, derrotó a Eumenes en una batalla y lo hizo ejecutar, con lo que se apoderó de Asia Menor. Luego
marchó sobre Babilonia y expulsó a Seleuco. Antígono y su hijo Demetrio no tardaron en dominar la parte asiática del
imperio de Alejandro, y todo parecía indicar que no tendrían dificultades en hacerse con el resto. Pero, precisamente por
ello, Ptolomeo y Casandro se aliaron con Seleuco contra ellos.

En 313 Casandro venció al rey de Épiro, un primo de Olimpia que había sucedido a Alejandro de Épiro tras su muerte en
Italia. Su hijo fue proclamado rey, el cual aceptó el dominio de Macedonia.

En 312 Demetrio atacó a Ptolomeo en Gaza. Llevó allí un formidable ejército formado por 11.000 soldados de infantería,
2.300 de caballería y 43 elefantes. Desde que Alejandro se los encontró en la India, los elefantes pasaron a ser un arma
de guerra griega, parecían un poderoso elemento para desorganizar las tropas enemigas, pero poco a poco se vio
claramente que era fácil rechazarlos: los elefantes reconocían rápidamente el peligro y rápidamente daban media vuelta
y terminaban volviéndose contra quienes los llevaban. Así sucedió en Gaza: Ptolomeo colocó estacas de hierro a intervalos
regulares en el campo de batalla. Cuando los elefantes se las encontraron se detuvieron y Ptolomeo aprovechó el
desconcierto que dominó a sus adversarios, con lo que Demetrio se vio obligado a retirarse apresuradamente. Tras esta
retirada, Ptolomeo arrasó todas las fortificaciones de Judea y Siria, para evitar que Antígono o Demetrio pudieran usarlas
contra él. Además, ayudó a Seleuco a reconquistar Babilonia, de modo que Antígono se viera obligado a luchar en dos
frentes. Por su parte Demetrio decidió combatir a Ptolomeo en el mar. Ptolomeo poseía una flota poderosa, y Demetrio
se apresuró a reunir la suya propia.

Roma seguía en guerra contra los samnitas. Tras el revés sufrido en las Horcas Caudinas, la guerra se encomendó a Lucio
Papirio Cursor (el corredor), que fue cinco veces cónsul y dos veces dictador. Era un hombre que imponía una férrea
disciplina y no era querido por las tropas, pero obtenía victorias. En este periodo, el ejército romano fue perfeccionándose
paulatinamente. En los tiempos anteriores a la invasión gala, la técnica de combate consistía simplemente en reunir una
cantidad adecuada de hombres, entre 3.000 y 6.000, y lanzarse al ataque armados con largas espadas. Este grupo de
hombres era llamado legión, que en latín significa eso mismo: grupo, conjunto. Por otra parte, los soldados no eran
profesionales, sino campesinos que dejaban momentáneamente sus tierras cuando se necesitaba combatir en las cercanías.
Sin embargo, el largo asedio de Veyes obligó a muchos soldados a permanecer lejos de sus tierras durante un periodo de
tiempo indefinido, lo que llevó a instituir una paga, de forma que algunos ciudadanos pasaron a dedicarse exclusivamente
a la milicia. Esto les daba más tiempo para ser entrenados con técnicas más sofisticadas que el mero atacar cuando se les
daba la señal.

Durante las guerras contra el Samnio, la legión se especializó. Se dividió en un grupo de unos 3.000 hombres pesadamente
armados, unos 1.000 ligeramente armados para maniobras más rápidas y unos 300 jinetes para maniobras aún más rápidas.
Se formaron grupos de 10 hombres, llamados decurias, bajo la responsabilidad de un decurión, y 10 decurias formaban
una centuria, bajo las órdenes de un centurión. En la batalla, la legión se ordenaba en tres líneas, todas las cuales llevaban
espadas pesadas y cortas, las dos primeras llevaban también jabalinas y dardos, mientras que la tercera llevaba las espadas
largas. Las dos primeras líneas se dividían en manípulos (algo así como puñados) que se colocaban dejando espacios
entre ellos, de modo que las dos primeras líneas formaban una especie de tablero de ajedrez. Esto permitía una serie de
maniobras adaptadas a cada situación concreta: la primera línea podía atacar, lanzar sus jabalinas y retirarse cuando
estuviera agotada, mientras que la segunda línea podía adelantarse entonces por los huecos de la primera sin que los que
retrocedían entorpecieran a los que avanzaban. La caballería podía reforzar rápidamente los puntos más débiles, etc.

Por otra parte, en 312 fue elegido censor el patricio Apio Claudio. Fue conocido como Apio Claudio el Censor hasta que
se quedó ciego, y entonces se le llamó Apio Claudio el Ciego. Ese mismo año ordenó la construcción de un camino que
uniría Roma con Capua, en la Campania, a una distancia de unos 212 kilómetros. Fue conocido como la Vía Apia. Fue el
primero de los muchos caminos que construirían los romanos. Su objetivo era, naturalmente, permitir a los ejércitos
desplazarse con rapidez a donde fueran requeridos. Otra innovación debida a Apio Claudio fue que extendió la ciudadanía
romana a los individuos que no tenían tierras, lo que indica que en Roma estaba surgiendo una clase media de mercaderes
y artesanos. También estudió gramática, escribió poesía y fue el primer romano que puso por escrito sus discursos. Apio
Claudio es considerado el padre de la prosa latina y con él se pone de manifiesto que la cultura romana estaba sufriendo
también profundos cambios.
Ese mismo año, las ciudades etruscas, que hasta entonces habían respetado y renovado antiguos acuerdos de paz con
Roma, decidieron que los problemas de Roma en el sur les permitirían mejorar su situación en el norte, así que le
declararon la guerra. Roma no se amilanó. Dejó a Papirio Cursor en el sur y envió tropas al norte al mando de Quinto
Fabio Máximo Ruliano (el cuarto nombre indica que fue adoptado de la familia Rulia). Anteriormente, Fabio había
derrotado a un ejército samnita contraviniendo unas órdenes del dictador Papirio Cursor. Éste se mostró indignado, pues
para él una victoria no excusaba la desobediencia. Tal vez estaba dispuesto a ejecutar a Fabio, pero se encontró con la
oposición tajante de los soldados y tuvo que ceder para evitar una rebelión.

En 311 los enemigos de Agatocles decidieron pedir ayuda a Cartago, que envió gustosa una fuerza expedicionaria al
mando de un nuevo Amílcar, que fue aproximándose lentamente a Siracusa, victoria tras victoria.

En 310 Casandro se decidió a ejecutar a la mujer y al hijo de Alejandro Magno, a los que tenía encarcelados. De este
modo, el único descendiente de la casa real era Tesalónica, la hermanastra de Alejandro, con la cual se casó. Además
reconstruyó una ciudad en la Calcídica y le puso el nombre de Tesalónica (la actual Salónica) en honor a su esposa.

Amílcar había llegado a sitiar la misma Siracusa. La situación de Agatocles era comprometida, pues se había excedido
en las matanzas de oligarcas y ahora no encontraba apoyo en ninguna parte. La desesperación le llevó a un plan audaz.
Dejó en la ciudad una pequeña fuerza y embarcó con el resto de sus hombres. Aprovechó que una parte de la flota
cartaginesa rompió un instante el cerco para abordar unos barcos que traían provisiones, y entonces Agatocles zarpó a
toda velocidad hacia el agujero. Cuando los cartagineses se dieron cuenta y cambiaron de rumbo, ya había escapado (más
aún, las provisiones pudieron entonces llegar a Siracusa). Desembarcó cerca de Cartago y, como sus tropas eran
demasiado escasas para llevar parte consigo y dejar parte custodiando la flota, tuvo otro golpe de audacia: hizo quemar
sus naves, de modo que la única posibilidad que tenían sus hombres de volver sanos y salvos era vencer. Luego acampó
en las afueras de Cartago.

Los cartagineses supusieron que el ejército de Amílcar había sido aniquilado, pues de otro modo Agatocles no habría
podido llegar hasta allí. Enviaron mensajeros para enterarse de lo ocurrido y ordenar el regreso de los posibles
supervivientes. Mientras tanto atacaron a Agatocles con un improvisado ejército que fue fácilmente desarticulado, pero
entre tanto la ciudad se pudo preparar para un asedio. Amílcar recibió la orden de regresar, pero no quiso hacerlo antes
de tomar Siracusa, esto le hizo precipitarse, fue derrotado y murió. Las tropas cartaginesas regresaron finalmente a su
ciudad, pero Agatocles había tenido tiempo de construirse nuevos barcos y regresar a Siracusa, que le recibió como un
héroe.

Este mismo año abrió una escuela en Atenas Zenón de Citio. Había estudiado con filósofos cínicos, pero elaboró una
filosofía mucho más refinada. Enseñó que el hombre debía estar por encima de las emociones, debe evitar la alegría y el
dolor, y de este modo hacerse dueño de la fortuna, tanto si es buena como si es mala. Su objetivo ha de ser la virtud y el
cumplimiento del deber. El mayor poder, afirmaba, es el poder sobre uno mismo. Su escuela tenía un pórtico adornado
con pinturas, por lo que los griegos la llamaban la Stoa Poikile (el pórtico pintado). Por ello, Zenón y sus seguidores son
conocidos como estoicos, y su filosofía como estoicismo.

En 309 Seleuco se anexionó Bactriana, la región más oriental del antiguo Imperio Persa y trató de extender su dominio
más al este, lo que le enfrentó al rey indio Chandragupta. Lisímaco fundó la ciudad de Lisimaquia en Tracia y la convirtió
en su capital. Ese año Ptolomeo I nombró gobernador de Cirene a Magas, que se acababa de casar con una hija del rey.

En 308 Fabio logró la rendición de Etruria tras una serie de exitosas campañas, mientras la guerra contra los samnitas
continuaba en el sur. En 307 los cartagineses se vieron obligados a firmar un tratado de paz con el que reconocieron el
dominio de Agatocles sobre la mayor parte de Sicilia. Entre tanto la flota de Demetrio tomaba Atenas y en 306 derrotó a
la flota de Ptolomeo frente a Chipre. Definitivamente, Demetrio se había adueñado del mar. Tras esta victoria, Antígono
decidió que no podía esperar más. Tenía ya setenta y cinco años y las posibilidades de verse con todo el imperio de
Alejandro bajo su dominio eran cada vez menores. Por ello decidió nombrarse rey de Asia Menor, y los otros diádocos
se apresuraron a seguir su ejemplo. Con esto se reconocía finalmente el desmembramiento del imperio.

Ptolomeo pasó a ser Ptolomeo I, el primer rey de la XXXI dinastía, conocida también como dinastía Ptolemaica, porque
todos sus sucesores se llamarían también Ptolomeo. Estableció su capital en Alejandría, que se convirtió en un reducto
de la cultura griega en Egipto. En efecto, los Ptolomeos respetaron totalmente las costumbres egipcias y reverenciaron a
sus dioses, al menos formalmente, y permitieron que todo el país fuera gobernado según las tradiciones por gobernantes
nativos. En cambio, Alejandría fue a todos los efectos una ciudad griega que los egipcios no consideraban parte de su
país. El resultado fue una simbiosis perfecta, de tal modo que los egipcios nunca se rebelaron contra el dominio de los
Ptolomeos, al contrario de lo que había sucedido con los hicsos, los asirios o los persas. Ptolomeo I fue el primer monarca
egipcio que acuñó moneda, lo que dio un gran impulso a la economía del país.

Por su parte, Seleuco se convirtió en Seleuco I, el primer monarca del Imperio Seléucida, que no solo comprendía
Mesopotamia, sino también todos los territorios orientales del imperio de Alejandro. Seleuco I trató de potenciar la
decadente cultura mesopotámica, en detrimento de la cultura irania, e incluso trató de protegerla de la influencia griega.
Desalentó el zoroastrismo y potenció el culto babilónico y la lengua aramea. Parece que decidió dar continuidad al
proyecto de Alejandro de unir a griegos y asiáticos en una cultura común. Fue el único diádoco que conservó a la mujer
asiática que le había impuesto Alejandro. Su intención fue que Babilonia conservara su propia cultura al tiempo
que Seleucia, una nueva ciudad que había mandado construir a 55 kilómetros de Babilonia, fuera como la Alejandría de
Egipto. Sin embargo, la cultura griega arrasó a la antigua cultura de los sumerios. El griego y su alfabeto desplazaron a
las tablillas y la escritura cuneiforme y paulatinamente Babilonia dejó de tener la más mínima relevancia.

Lisímaco se proclamó igualmente rey de Tracia. También Agatocles, en Sicilia, siguió el ejemplo de los diádocos y se
proclamó rey. El siguiente paso de Demetrio tras su victoria en Chipre fue asediar la isla de Rodas, que era aliada de
Ptolomeo I.

En 306 llegó a Atenas un hombre nacido en Samos, si bien sus padres eran atenienses. Se llamaba Epicuro, y enseñó una
versión moderada de la filosofía del placer de Aristipo. Epicuro afirmaba, en efecto, que el placer era el bien principal,
pero añadía que éste sólo podía obtenerse a partir de una vida moderada y virtuosa.

En 305 Seleuco I fue definitivamente derrotado por Chandragupta en la India y firmó un tratado de paz, tras el cual la
India empezó a recibir la cultura occidental a través de sus relaciones con el imperio Seléucida.

Mientras tanto Papirio Cursor lograba expulsar definitivamente a los samnitas de Campania e invadía el mismo Samnio.
Los samnitas se vieron amenazados y no tardaron en pedir la paz. Ésta se firmó en 304, de modo que se reconoció la
soberanía romana sobre Campania, pero el Samnio conservó su independencia. Ese año Demetrio decidió levantar el sitio
de Rodas. Había empleado máquinas aparatosas, pero los rodios lograron resistir. El sitio de Demetrio se hizo tan famoso
que desde entonces fue conocido como Demetrio Poliorcetes (el sitiador). Los rodios, por su parte, decidieron emplear
las máquinas abandonadas por los sitiadores para construir una gran estatua en conmemoración de su victoria. Se trataba
de un proyecto muy ambicioso que tardaría más de una década en completarse.

Tras abandonar Rodas, Demetrio volvió a Atenas, que estaba siendo asediada por Casandro. Demetrio liberó a Atenas y
se hizo con el control de la mayor parte de Grecia. En 302 fue elegido general en jefe de las ciudades griegas, como lo
fueron Filipo II y Alejandro Magno. Pero Casandro envió tropas a Asia Menor para enfrentarse con Antígono. Demetrio
tuvo que volver a Asia para ayudar a su padre, lo que permitió que Casandro retomara Grecia. Finalmente, en 301 todos
los demás diádocos se unieron contra Antígono y Demetrio en una batalla que se libró en Ipso, en el centro de Asia
Menor. En la batalla participaron unos 300 elefantes entre ambos bandos. Antígono fue finalmente derrotado. Se cuenta
que murió gritando "Demetrio me salvará", pero Demetrio tuvo que huir. Lisímaco extendió su reino anexionando a
Tracia los territorios de Antígono en Asia Menor. Seleuco I reprochó a Ptolomeo I que apenas se había implicado en la
batalla de Ipso, y tomó esto como excusa para reclamar Siria. Por otra parte, un persa descendiente de una familia de
sátrapas aprovechó la confusión tras la batalla de Ipso para erigirse en rey de una región de Asia Menor, la correspondiente
a la costa nororiental, conocida como El Ponto (el mar, en griego). El nuevo rey adoptó el nombre de Mitrídates I.

Por esta época abdicó el rey Chandragupta y se hizo discípulo del santo jainista Bhadrabahu. Fue sucedido
por Bindusara, al que los griegos llamaron Amitrajates (Asesino de enemigos).

L ASCENSO DE ROMA
A principios del siglo III los griegos dominaban la mayor parte del mundo civilizado. Las ciudades de la propia Grecia
se habían reducido a una sombra de lo que fueron, pero los restos del imperio conquistado por Alejandro Magno estaban
gobernados por griegos, lo que hacía que a cualquier griego de cualquier condición social le fuera muy fácil encontrar un
trabajo, montar un negocio, viajar, estudiar o establecerse en cualquier parte. Los historiadores distinguen entre el Periodo
Helénico, en el que la preponderancia política la tenían las ciudades de la Grecia continental y el Periodo Helenístico, que
tradicionalmente se acepta que empezó tras la muerte de Alejandro. El mundo helenístico estaba dividido en cuatro partes:
la primera comprendía Grecia, Épiro y Macedonia, gobernadas por Casandro, la segunda incluía Egipto y Canaán,
gobernados por Ptolomeo I, la tercera, bajo el gobierno de Lisímaco, contenía a Tracia y Asia Menor, excepto el reino
del Ponto, al norte, que se acababa de independizar, y la cuarta era el Impero Seléucida, bajo el poder de Seleuco I, que
comprendía Siria y toda la parte asiática del imperio de Alejandro. Aparte estaba Demetrio, que se había quedado sin
territorio, pero todavía conservaba su flota. Por otra parte, también Sicilia era griega casi en su totalidad (gobernada por
Agatocles) y por último había colonias griegas en el sur de Italia.

Seleuco I celebró la reciente anexión de Siria a su Imperio construyendo en 300 una ciudad en la región, a unos 15
kilómetros del mar. La llamó Antioquía, en honor a su padre, que se llamaba Antíoco, y la convirtió en la capital de su
imperio.

Pero la ciudad más importante del siglo iba a ser, sin duda, Alejandría. Ptolomeo I mandó construir una gran biblioteca.
Contrató a un erudito ateniense para que supervisase la organización. Sus primeros ejemplares fueron nada menos que
los que habían constituido la biblioteca de Aristóteles, pero pronto fueron incorporándose nuevos volúmenes. Junto a la
biblioteca había un templo dedicado a las musas, era el Museo, donde los sabios podían vivir y trabajar tranquilamente,
con un sueldo del estado. Se dice que en su apogeo el Museo llegó a acoger a 14.000 estudiantes.

Por otra parte, Ptolomeo I estimuló la emigración de judíos a Alejandría. Parece ser que estaba interesado por su cultura
y su religión. Al menos, la conocía lo suficiente como para haber atacado Jerusalén en sábado. Además de un
enriquecimiento cultural, tal vez el rey pensó que una presencia judía en la capital le daría un ambiente cosmopolita que
atenuaría las fricciones entre griegos y egipcios. Hasta cierto punto fue así, pues en la capital convivieron en relativa paz
las tres culturas, pero lo cierto es que cada parte despreciaba a las otras dos: para los egipcios, los demás eran extranjeros
y no querían saber nada de ellos; para los judíos, ellos eran los únicos que conocían al verdadero dios y abominaban las
costumbres heréticas de griegos y egipcios; los griegos, por su parte, se consideraban los amos del mundo y tenían a su
cultura por infinitamente superior.
Roma había estado afianzando su posición en Italia. Se anexionó un territorio etrusco al norte del Samnio, con lo que
llegó por primera vez al Adriático. Fundó ciudades en los Apeninos que le serían de gran ayuda en una hipotética guerra
contra los samnitas. La expansión romana inquietaba tanto a los samnitas, como a los etruscos y a los galos del norte de
la península, lo que les llevó a aliarse contra su enemigo común. Así, cuando en 298 unas tribus lucanas enviaron una
embajada a Roma para quejarse de que los samnitas les estaban hostigando, Roma no dudó en iniciar la Tercera Guerra
Samnita, e invadió el Samnio, pero los samnitas no opusieron resistencia, sino que su ejército se abrió paso hacia el norte,
para unirse a los etruscos y los galos.

Ese mismo año murió Casandro y sólo dejó dos hijos pequeños, el mayor de los cuales se convirtió en Filipo
IV. En 295 Demetrio puso sitio a Atenas y nuevamente la tomó. Desde allí conquistó Grecia y luego entró en Macedonia,
donde hizo asesinar a Filipo IV. A continuación descendió sobre el Peloponeso y se dirigió a Esparta. Una vez más, los
espartanos se negaron a rendirse y Demetrio tuvo que dejar la ciudad a causa de problemas surgidos en otras partes. El
caso es que, milagrosamente, una Esparta inerme se había salvado sucesivamente de la ocupación por Epaminondas,
Filipo II, Alejandro, Antípatro, y ahora Demetrio. Ese mismo año murió el rey de Épiro, y el trono pasó a su
hermano Pirro. Era uno de los mejores generales de la época. De hecho, la guerra era su mayor, tal vez única, afición. A
los diecisiete años había participado en la batalla de Ipso, del lado de Demetrio, y desde entonces había estado
combatiendo aquí y allá.

Roma envió al norte a Fabio Máximo, el que años atrás había derrotado a los etruscos, sólo que esta vez tenía que
enfrentarse a etruscos, galos y samnitas juntos. Se libró una batalla cerca de Sentinum, a unos 180 kilómetros al norte de
Roma. Los galos y los samnitas resistieron, pero los etruscos se dispersaron en cuanto Roma envió un destacamento a
saquear Etruria. El segundo cónsul, junto a Fabio, era Publio Decio Mus, hijo del cónsul que se había inmolado en la
guerra latina. El hijo decidió hacer lo mismo que su padre y, tras los rituales apropiados, se lanzó él solo contra los
enemigos para morir y ganar el favor de los dioses. Nuevamente, los dioses se sintieron complacidos, pues los galos
fueron barridos y los restos del ejército samnita se retiraron con enormes bajas. Así los romanos se libraron del temor que
les inspiraban los galos desde que Brenno entrara en Roma. Por esta época la vía Apia fue empedrada con grandes bloques
de piedra. En lo sucesivo, los caminos romanos serían empedrados de esta forma y durarían más de mil años.
En 294 Etruria hizo una paz separada con Roma y sólo el Samnio siguió combatiendo.
Por estas fechas Tarento volvió a solicitar ayuda externa para enfrentarse a sus vecinos italianos del norte. La última vez
había apelado a Alejandro de Épiro, ésta llamó a Agatocles. Roma estaba demasiado ocupada contra los samnitas para
prestar atención al asunto, pero al final quedó en nada, pues, al igual que le había sucedido a Alejandro de Épiro, Agatocles
se encontró con que los tarentinos no deseaban que se perturbara excesivamente su cómoda vida, así que, viendo que no
podía hacer nada serio en Italia, decidió volverse a Siracusa.

Los samnitas se rindieron finalmente en 290, pero Roma no se vio en condiciones de exigir demasiado. La paz fue casi
una alianza entre partes iguales. La única condición favorable a Roma fue que el Samnio renunciaba a combatir
independientemente. Sus soldados sólo podrían luchar bajo la dirección romana. No obstante, el Samnio conservaba su
independencia. En 289 murió Agatocles y Sicilia cayó en un periodo de anarquía y desorden. Esto se debió a que
Agatocles había llevado a la isla un grupo de mercenarios italianos llamados Mamertinos (hijos de Marte) que formaban
una especie de guardia de corps. Muerto su jefe, decidieron cobrar su salario saqueando una ciudad tras otra.

En 288 Lisímaco invadió Macedonia, hizo prisionero a Demetrio y se alió con Ptolomeo I, casándose con su
hija Arsinoe. En 287 muró Teofrasto, y la dirección del Liceo pasó a Estratón, de Lampsaco, quien realizó interesantes
experimentos de física y tuvo ideas acertadas sobre el vacío, la caída de los cuerpos y las palancas. En 286 Pirro, el rey
de Épiro, decidió invadir Macedonia, con lo que el reino cayó en un estado de confusión. Pirro fue expulsado a los siete
meses, pero la confusión continuó.

En 285 Ptolomeo I tenía ya ochenta y dos años, y decidió abdicar. El rey tenía varios hijos de varias mujeres. El
primogénito era hijo de su primera esposa, Eurídice, y se llamaba también Ptolomeo. Era conocido como Ptolomeo
Ceraunos (el rayo) para distinguirlo de su hermanastro, llamado también Ptolomeo, hijo de su segunda
esposa, Berenice. Ésta había convencido a su marido de que su hijo estaba más capacitado para gobernar Egipto, así que
unos años antes había exiliado a Ceraunos y desde entonces había compartido las tareas de gobierno con el segundo
Ptolomeo, que ahora se hizo cargo del trono definitivamente como Ptolomeo II. Éste se casó con una hija de Lisímaco,
que se llamaba Arsinoe, como su madrastra.
En 284 Arsinoe convenció a su marido, Lisímaco, de que su hijo Agatocles pretendía asesinarle para usurpar el trono,
por lo que Lisímaco lo hizo matar. Esto provocó una sublevación en Asia Menor. Además, la mujer de
Agatocles, Lisandra, huyó a la corte de Seleuco I, y lo persuadió para que se enfrentara a Lisímaco. Ptolomeo I murió
en 283, el mismo año que Demetrio moría en su cautiverio. Mientras tanto, Ptolomeo Ceraunos acabó en la corte de
Seleuco I, que probablemente vio en él una posibilidad de hacerse con Egipto.

En 282 una ciudad griega del sur de Italia, Thurii, pidió ayuda a Roma contra las tribus italianas de Lucania. Roma se
ofreció inmediatamente y envió un destacamento a Thurii. No era la primera ciudad griega que acudía a Roma, ya Nápoles
había firmado un tratado con ella tiempo atrás, pero Tarento se escandalizó de ver a unos bárbaros en territorio griego,
así que cuando sus barcos se encontraron con unas pequeñas naves romanas que iban hacia Thurii, las hundieron y mataron
a su almirante. Acrecentados por su éxito, enviaron un ejército a Thurii y expulsaron a los romanos.

Por aquel entonces, Roma estaba ocupada en el norte, consolidando los territorios de Etruria y la Galia Cisalpina, así que
no quería problemas en el sur, y mandó una embajada a Tarento para concertar una tregua y pedir la devolución de Thurii.
Los tarentinos se burlaron de la forma en que los romanos hablaban el griego y, cuando uno de los delegados abandonaba
la reunión, alguien de entre la multitud se meó deliberadamente en su toga entre las risas de los presentes. El embajador
anunció montado en cólera que la mancha sería lavada con sangre. Volvió a Roma y mostró la toga al senado.
En 281 Roma declaró la guerra a Tarento. Los tarentinos no tardaron en comprender que se habían metido en un buen lío
y que necesitaban ayuda. Roma dominaba completamente el Lacio, la Campania y Etruria, tenía sometido al Samnio,
atemorizados a los galos y mantenía alianzas con los pueblos de Lucania y Apulia y algunas ciudades griegas. En suma,
era la mayor potencia de Italia con diferencia.

Finalmente, los tarentinos encontraron la persona que estaban buscando: era Pirro, el rey de Épiro. Tras su aventura
macedónica, llevaba varios años sumido en una paz que le hastiaba, así que aceptó encantado la petición de auxilio de los
tarentinos y empezó a preparar una expedición.

Ese mismo año Seleuco I venció finalmente a Lisímaco junto a la ciudad de Corupedion, en el interior de Asia Menor.
Lisímaco murió en la batalla, con lo que Seleuco I fue el último diádoco que quedó con vida. Con la ayuda de Ptolomeo
Cerauno conquistó Macedonia. Arsinoe, la viuda de Lisímaco, se casó con su hermanastro Ptolomeo Cerauno. Seleuco I
quiso viajar a Macedonia para tomar posesión del nuevo territorio, pero allí Ptolomeo Cerauno lo apuñaló, lo que le
permitió apropiarse de Macedonia. El Imperio Seléucida lo heredó el hijo de Seleuco I, Antíoco I.

El cambio de rey fue aprovechado por Filetero, un gobernador local de Asia Menor, para independizar su territorio y
erigirse en monarca del reino de Pérgamo, llamado así por la fortaleza del mismo nombre que pasó a ser su capital,
situada a unos 30 kilómetros de la costa mediterránea, hacia el norte, frente a la isla de Lesbos. Filetero había estado al
servicio de Antígono, Lisímaco y Seleuco, pero se había apropiado de un tesoro que le había confiado Lisímaco con el
que consolidó su poder en la región. En realidad Filetero nunca ostentó el título de rey, sino que fue después de su muerte
cuando fue considerado como tal. El caso es que el territorio dejó de formar parte del Imperio Seléucida.

PIRRO
Bajo Ptolomeo II, Egipto siguió floreciendo. El nuevo rey se preocupó aún más que su padre por la economía egipcia. El
sistema de canales se hizo mucho más eficaz. Puso de nuevo en funcionamiento el canal que unía el Nilo con el mar Rojo,
exploró el Alto Nilo, fundó ciudades en ambas orillas del mar Rojo para proteger el comercio, modificó la política sobre
el lago Moeris: en lugar de mantener alto el nivel del agua, lo drenó parcialmente y dispuso una amplia red de canales
para regar el suelo que había quedado al descubierto. La población de la zona aumentó, al igual que las ciudades. Para
proteger el comercio por el Mediterráneo mandó construir una alta torre en el puerto de Alejandría, en la isla
de Faros: tenía una base cuadrada de unos 25 metros de lado y su altura debía de ser de más de 150 metros (algunos dicen
que 250). Estaba coronada por una estatua del dios Poseidón, y en su cúspide se mantenía encendida una gran hoguera
que por la noche se veía desde lejos y orientaba a los barcos. Otra obra monumental en la ciudad fue un mausoleo para
Alejandro Magno, cuyos restos fueron trasladados desde Menfis.

También continuó la política de mecenazgo de su padre. Persuadió a un sacerdote llamado Manetón para que escribiera
una historia de Egipto en griego. Por desgracia la obra no se conserva, pero las referencias a ella por parte de otros autores
son una de las mejores fuentes que tenemos de la historia del país.
La biblioteca de Alejandría siguió creciendo. Entre los numerosos científicos que acogió estaba Euclides, del que no
sabemos gran cosa, salvo que vivió en el siglo III, pero escribió un tratado en el que exponía la aritmética y la geometría
griegas de forma sistemática y siguiendo un método axiomático que ha sido considerado perfecto durante miles de años,
y hasta hace poco seguía usándose como libro de texto fundamental.

Otra figura ilustre de la época fue Aristarco de Samos, que midió la distancia relativa de la Tierra a la Luna y al Sol. Su
teoría era correcta, pero, como no disponía de instrumentos de medida adecuados, concluyó que el Sol está veinte veces
más lejos que la Luna (cuando en realidad está 400 veces más lejos). De aquí llegó a la conclusión de que el Sol tiene un
diámetro siete veces mayor que el de la Tierra (en realidad es 100 veces mayor). Lo importante es que a partir de estos
datos Aristarco consideró poco creíble que el Sol gire alrededor de la Tierra, y pensó que era más razonable suponer que
la Tierra y los demás planetas giran alrededor del Sol. Desgraciadamente, las ideas de Aristarco no fueron compartidas
por sus contemporáneos y fueron olvidadas.

En 280 Rodas terminó la construcción de la estatua con la que se propuso conmemorar su resistencia al sitio de Demetrio
años atrás. Se trataba de una imagen del dios del Sol, que al parecer era el que les había salvado. Pasó a ser conocida
como el coloso de Rodas, pues medía unos 35 metros de alto y estaba situada en el puerto, de modo que podía verse desde
lejos.

Pero el acontecimiento más interesante que estaba a punto de tener lugar era el enfrentamiento entre los dos ejércitos
más sofisticados del mundo: la legión romana y la falange macedónica. Ese mismo año Pirro desembarcó en Italia
con 25.000 soldados y 20 elefantes en auxilio de Tarento. Al contrario que Alejandro de Épiro y Agatocles, Pirro supo
manejar a los tarentinos. Cerró los teatros y otras sociedades de ocio y empezó a entrenar a los ciudadanos. Envió a Épiro
a los que más protestaron y eso acalló a los restantes. Ese mismo año se dispuso a enfrentarse a los romanos. Preparó el
terreno para la falange cerca de la ciudad de Heraclea, a mitad de camino entre Tarento y Thurii.

Los romanos atacaron, pero cuando Pirro lanzó contra ellos a los elefantes tuvieron que retirarse. Los romanos habían
quedado desconcertados, por no decir aterrorizados, frente a unos animales que nunca habían visto. Los llamaron "bueyes
lucanos". Sin embargo, Pirro paseó por el campo de batalla y observó que todos los muertos tenían las heridas delante.
Todos habían muerto peleando. No se retiraron hasta que no recibieron la orden de hacerlo y, aún así, supieron hacerlo
en buen orden, sin dejarse llevar por el pánico.

Los samnitas recibieron con júbilo las noticias de la derrota romana, e inmediatamente se unieron a Pirro. Sin embargo,
Pirro no veía las cosas tan claras. Envió a Roma a un orador griego, Cineas, para concertar una paz razonable. Cineas
habló ante el Senado, y su discurso estuvo a punto de convencer a los senadores, pero entonces apareció Apio Claudio
Caecus, el viejo censor ciego, tan débil que tuvieron que llevarlo hasta el senado, pero habló muy claramente: nada de
paz mientras un solo soldado extranjero permaneciera en Italia. Claudio infundía un gran respeto, y el senado aceptó
inmediatamente su posición. Cineas tuvo que marcharse y Pirro tuvo que combatir. Marchó hacia la Campania, tomando
ciudad tras ciudad, y llegó a 40 kilómetros de Roma, pero no pudo conmover la lealtad de las ciudades latinas, así que
tuvo que volver a Tarento para pasar el invierno.

Durante el invierno, Roma envió una embajada para negociar la liberación de unos prisioneros romanos. A la cabeza
estaba Cayo Fabricio, que había sido cónsul dos años antes. Pirro recibió a Fabricio con grandes honores y trató de
convencerlo para que abogara por la paz ante el Senado. Le ofreció sumas de dinero cada vez mayores, pero Fabricio las
rechazó todas. Se cuenta incluso que hizo llevar un elefante a su espalda y le hicieron bramar, pero a Fabricio no se le
movió un músculo. Impresionado, Pirro decidió liberar a los rehenes sin rescate alguno (esto lo cuentan los romanos, así
que puede que no sea cierto).

También cuentan que el verano siguiente el médico de Pirro acudió secretamente al campamento romano y propuso
envenenar a Pirro a cambio de un dinero, pero Fabricio lo hizo apresar y se lo entregó a Pirro.

En 279 Pirro se enfrentó nuevamente a los romanos. Eligió un terreno llano junto a la ciudad de Ausculum, a unos 160
kilómetros al norte de Tarento. Uno de los cónsules era entonces Publio Decio Mus, hijo y nieto de los que se inmolaron
para derrotar a los latinos y a los galos, respectivamente. También éste decidió hacer lo mismo, pero esta vez los dioses
ya debían de estar cansados del número, porque los romanos no supieron vencer a la falange, y cuando Pirro lanzó a sus
elefantes tuvieron que retirarse una vez más.
Sin embargo, el ejército de Pirro sufrió muchas bajas, especialmente entre los hombres que había traído consigo. Esto era
grave, pues no podía confiar plenamente en los tarentinos, ni mucho menos en los italianos. Su ejército estaba tan
mermado que cuando los romanos se retiraron optó por no perseguirlos. Cuando alguien le felicitó por la victoria dijo:
"Otra victoria como ésta y volveré a Épiro sin un solo hombre". Desde entonces se usa la expresión "victoria pírrica", para
referirse a una victoria a un coste que no compensa.

Pirro no podía esperar refuerzos de su país, pues mientras tanto una horda de galos había descendido sobre Macedonia y
Épiro. Ptolomeo Ceraunos murió tratando de defender Macedonia y durante unos pocos años el país no tuvo gobernante.
Cada ciudad se las arreglaba como podía para defenderse de los pillajes galos. De hecho, Pirro hubiera hecho bien en
volver a Épiro a defender su país, pero no quiso dejar a medias lo que había empezado.

Tras la muerte de Ptolomeo Ceraunos, su viuda y hermanastra, Arsinoe, volvió a Egipto, donde se convirtió en la segunda
esposa de su hermano Ptolomeo II. Desde entonces fue conocida como Arsinoe Filadelfo (la que ama a su hermano). Tras
su muerte, también Ptolomeo II fue conocido como Ptolomeo II Filadelfo. Casarse con una hermana era tradición entre
los reyes de Egipto, y parece ser que Ptolomeo II quiso continuar esta tradición como un rasgo más de integración entre
las culturas griega y egipcia. Ahora Ptolomeo II estaba casado con dos mujeres llamadas Arsinoe. Se produjo una rivalidad
entre ambas y la primera (la hija de Lisímaco) terminó tomando parte de un complot, por lo que fue desterrada. Por su
parte, la otra Arsinoe dio nombre a varias ciudades y tras su muerte fue divinizada como Afrodita Zefiritis.

Siracusa pidió ayuda a Pirro. Por una parte estaba la antigua amenaza de Cartago, pero además por Sicilia seguían vagando
los mamertinos, los soldados que Agatocles había llevado de Italia y que ahora se dedicaban al pillaje. Pirro debió de ver
aquí una buena excusa para cambiar de aires durante un tiempo y partió hacia Sicilia. Allí libró una guerra de dos frentes:
acorraló a los cartagineses en Lilibeo, en el extremo occidental de la isla y a los mamertinos en Messana, en el extremo
septentrional.

En 278, los galos que habían invadido Macedonia avanzaron hacia el sur, a la misma Grecia. Atenas estuvo al frente de
la defensa griega una vez más. Esta vez a su lado no estaba Esparta, sino Etolia, la región situada al suroeste de la
península, que había tenido escasa importancia durante todo el periodo helénico, pero que ahora empezaba a tenerla.
Atenienses y Etolios esperaron a los galos en las Termópilas. Sucedió casi como la otra vez: los griegos resistieron
firmemente, hasta que unos traidores enseñaron a los extranjeros el paso por las montañas. Pero ahora los griegos estaban
al corriente de esta posibilidad y sus tropas pudieron ser evacuadas por mar. Los galos siguieron hacia el sur y se acercaron
a Delfos, donde a lo largo de los siglos se habían acumulado innumerables tesoros que ningún griego habría osado tocar.
De algún modo, los galos fueron derrotados. No se sabe muy bien lo que sucedió, pues los griegos atribuyeron la victoria
a la intervención divina. Es posible que al ver Delos amenazado todos se hubieran dispuesto a combatir a cualquier precio.
El caso es que los galos abandonaron Grecia, y pasaron a Tracia.

La región que comprende la costa noroeste de Asia Menor, al oeste del reino del Ponto y al norte del reino de Pérgamo,
se conocía como Bitinia. Esta región era prácticamente independiente en los últimos años del Imperio Persa, y Alejandro
nunca envió un ejército allí. Bajo Seleuco I, su gobernador, Zipetes, conservó dicha autonomía, aunque formalmente
Bitinia formaba parte del Imperio Seléucida. Hacía un año que Zipetes había muerto y había sido sucedido por su hijo
Nicomedes, que ahora decidió convertirse en Nicomedes I, rey de Bitinia. Su situación no era muy fuerte, no sólo por la
obvia oposición de Antíoco I, sino porque el trono tenía otros pretendientes. En busca de ayuda, invitó a una tribu gala
de las que estaban por Tracia a pasar a Asia Menor. Pero los galos, después de cumplir su cometido, resultaron
incontrolables: se dedicaron al pillaje como habían hecho en Grecia y se convirtieron en una pesadilla.

En 277 murió el más célebre poeta de la China antigua. Se llamaba Qu Yuan, y fue ministro del estado de Chu, pero fue
destituido por una calumnia y terminó arrojándose a un río. Su obra se conserva como una gran parte de la
antología Elegías del país de Chu, en la que destaca el poema Lisao (dolor de la lejanía).

Mientras tanto Roma selló una alianza con Cartago contra Pirro. Mientras Pirro estaba en Sicilia, los romanos habían
hecho grandes progresos en Italia, así que en 276 los tarentinos le pidieron que volviera. Así lo hizo y avanzó hacia el
noroeste. Mientras tanto, Macedonia lograba unirse bajo un nuevo rey. Era Antígono Gonatas (el patizambo), un hijo de
Demetrio Poliorcetes que había quedado en Macedonia tras su cautiverio. Había pasado un tiempo estudiando en Atenas
con Zenón, el estoico, pero luego volvió a su país para hacer frente a los galos. Finalmente logró hacerse con el trono.
Ese mismo año estalló una guerra entre Antíoco I y Ptolomeo II, es la Primera Guerra Siria, en la que se discutía la
frontera entre Siria (que formaba parte del imperio Seléucida) y Judea (que era egipcia). En esta época, las guerras entre
los reinos helenísticos eran más bien tácticas. Los dos bandos valoraban demasiado sus ejércitos como para ponerlos a
luchar. Se trataba de un juego de toma de posiciones más que otra cosa, y había poca sangre.

En 275 se produjo un nuevo encuentro entre la legión y la falange, pero esta vez los romanos ya contaban con ideas para
resolver el problema. Atacaron en un lugar montañoso, sin permitir que Pirro eligiera un llano como las veces anteriores.
Además, antes de atacar lanzaron flechas con cera ardiendo en las puntas contra los elefantes, que retrocedieron ante el
fuego y rompieron las líneas de Pirro. La falange no pudo constituirse adecuadamente y el ejército de Pirro fue totalmente
derrotado. Decidió regresar a Épiro y dejó que los griegos del sur de Italia se las arreglaran como pudieran contra
Roma. Mientras tanto, Magas de Cirene se casó con Apama, hija de Antíoco I, entabló una alianza con éste y obligó a
Ptolomeo II a reconocer la independencia de Cirene.

En 274 Pirro invadió Macedonia y expulsó a Antígono, pero éste no tardo mucho en recuperar el poder. Macedonia no
tenía la fuerza de antaño, pero Antígono se las arregló para conservar su independencia e incluso ejercer cierto dominio
sobre Grecia. También logró ciertas victorias frente a Egipto que le valieron el dominio del Egeo.

En 272 terminó la Primera Guerra Siria. El resultado fue que Ptolomeo II extendió su dominio sobre Fenicia y algunas
partes más de Asia Menor.

Los romanos tomaron Tarento y se aseguraron de destruir toda su capacidad bélica, pero respetaron su independencia.
Ahora todas las ciudades griegas del sur de Italia reconocían la autoridad de Roma, excepto Reggio, que ofreció resistencia
durante algún tiempo. Por su parte, Pirro recibió una petición de ayuda por parte de Cleónimo, un príncipe espartano que
trataba de acceder al trono. Inmediatamente invadió el Peloponeso y atacó a Esparta. No tuvo dificultad en abatir a su
ejército, pero una vez más Esparta se salvó porque Pirro tuvo que ir a Argos a atender otros asuntos. Allí murió, al parecer
porque una mujer le arrojó una teja desde lo alto mientras él pasaba por la calle. Fue sucedido por su hijo, que reinó
como Alejandro II.
En 270 los romanos tomaron Reggio, con lo que dominaban todo el sur de Italia. Tal vez Ptolomeo II fue el primer griego,
después de Pirro, que comprendió que Roma era una potencia respetable. Por eso, y pese a la lejanía, decidió firmar un
tratado de amistad con Roma.

Cuando Pirro dejó Sicilia, los siracusanos se ocuparon de mantener a Cartago en los límites que Pirro le había impuesto,
pero mientras tanto los mamertinos se recuperaron. Por aquel entonces, el mejor general que había en la isla era un
siracusano llamado Hierón, que había combatido a las órdenes de Pirro y ahora se enfrentaba nuevamente a los
mamertinos. Los derrotó y los confinó de nuevo en Messana. Los siracusanos lo hicieron rey, con lo que pasó a ser Hierón
II de Siracusa. Mientras tanto, los galos de Asia Menor formaron su propio estado, que se llamó Galacia y ocupaba la
parte central de Asia Menor, al sur de Bitinia.

LA PRIMERA GUERRA PÚNICA


De todo el mundo helenístico, Egipto seguía siendo la región más próspera. En 270 vio la luz un nuevo proyecto cultural
de Ptolomeo II. El monarca había heredado el interés de su padre por la cultura judía, y financió una traducción de la
Biblia al griego. Los textos bíblicos estaban escritos en hebreo, si bien la lengua de los judíos era desde hacía tiempo el
arameo. Ambas lenguas eran semíticas, por lo que a los judíos no les resultaba difícil manejar el hebreo como lengua
muerta de uso religioso. Por eso nunca se plantearon traducir la Biblia al arameo. Incluso la idea habría podido verse
como sacrílega, pues, obviamente, el hebreo era la lengua que hablaba Dios. Sin embargo, a un judío de habla griega el
hebreo le resultaba extraño, y así, en Alejandría estaba surgiendo una generación de judíos incapaces de leer la Biblia. La
traducción encargada por Ptolomeo II recibió el nombre de Biblia de los Setenta, porque según la tradición fueron setenta
sabios, entre judíos y griegos, los que la tradujeron. La tradición dice también que los setenta sabios tradujeron
independientemente la totalidad del texto, y que al final comprobaron que las versiones eran idénticas. Evidentemente
esto se dijo para que los judíos lo interpretaran como un milagro con el que el mismo Dios sancionaba la traducción.

Más adelante, la Biblia de los Setenta sería la única versión de los textos sagrados judíos de que dispondrían los cristianos,
así que la traducción tuvo mucha influencia. Sucedió que, pese al milagroso acuerdo entre los sabios, la traducción no era
muy buena. Hubo un error de traducción que influyó particularmente en el pensamiento judeocristiano posterior. En el
libro de Isaías, hay un pasaje en que éste advierte al rey Ajaz que Israel y Siria iban a ser destruidas por Asiria. El pasaje
empieza diciendo: "Una joven grávida dará a luz un hijo y lo llamará Emmanuel". Posteriormente, este pasaje (pese a
que no tenía nada que ver) fue reinterpretado como un anuncio de la llegada del Mesías. El caso es que los setenta
tradujeron la palabra hebrea "almah" (joven) por "parthenos", que es la forma en que los griegos se referían habitualmente
a una joven, pero que literalmente significa "virgen". Puede pensarse que la traducción era a todas luces inapropiada,
hablando de una embarazada, pero la idea de vírgenes embarazadas era familiar en la antigüedad. Muchos personajes
insignes se consideraban descendientes de dioses a través de mujeres que no habían "conocido varón". El mismo
Alejandro tenía fama de ser hijo de Zeus, Rómulo y Remo eran hijos de la virgen Rea Silvia y del dios Marte, y hay
muchos casos más. De este modo, la traducción de los setenta introdujo un nuevo elemento en la profecía mesiánica: el
Mesías tenía que nacer de una virgen y, por consiguiente, sería literalmente hijo de Dios. Esto es más importante de lo
que pueda parecer, pues los judíos habían reconocido el Mesías en varios personajes históricos, para luego caer en la
cuenta de que se habían equivocado. Cuantos más detalles se conocieran a priori sobre el Mesías, más fácil resultaría
descartar falsos pretendientes. Ahora el listón se había puesto muy alto.
En 269 murió el rey indio Bindusara y subió al trono Asoka el Grande, el tercer rey de la dinastía Maurya, que gobernaba
sobre casi toda la India. En efecto, el relativamente pequeño reino de Magadha se había extendido notablemente desde
que el abuelo de Asoka ocupara el trono. Se conservan numerosas inscripciones en columnas y rocas donde explica los
principios de su autoridad, basada en la no violencia y en la adhesión a la Ley. Por esta época la India experimentó un
notable enriquecimiento artístico, principalmente en la escultura y la arquitectura. En el periodo precedente al reinado de
Asoka se deja ver la influencia persa, pero a continuación aparece un estilo propio. En China, Qin sufrió una derrota
frente a una coalición de los estados Zhao y Wei.

En 267 Ptolomeo II decidió poner a su hijo y heredero, llamado también Ptolomeo, al frente del gobierno de Canaán.

Roma estaba acabando de poner en orden la península italiana. Una vez dominado el sur de Italia, se volvió hacia los
samnitas, que habían apoyado a Pirro. No necesitó más de una campaña (a veces llamada la Cuarta Guerra Samnita) para
destruir todo lo que quedaba de la independencia samnita. Luego se volvió contra Etruria y en 265 fue tomada la última
ciudad etrusca independiente. Ahora únicamente los galos del norte y (nominalmente) algunas ciudades griegas del sur
escapaban al gobierno directo de Roma. Cada ciudad italiana estaba sujeta a Roma por un tratado cuyas condiciones eran
más o menos duras en función de la resistencia que la ciudad había ofrecido a la conquista.

Desde la creación de la República, la política romana había experimentado muchos cambios. Las tres tribus originales se
habían convertido en treinta y cinco. Además de la división en curias, se había establecido una nueva división
en centurias. El pueblo se reunía en tres tipos de asambleas llamadas comicios: los comicios tributos, los comicios
curiados y los comicios centuriados, donde cada unidad (tribu, curia o centuria), contaba como un voto
independientemente del número de miembros de que constara. Esto hizo que los comicios curiados se ocuparan sólo de
asuntos menores, mientras que eran los comicios centuriados los encargados de elegir los magistrados más importantes,
de votar las leyes y de dictar sentencias en apelación contra las penas de muerte dictadas por los magistrados contra los
ciudadanos. La razón era que los ciudadanos ricos tenían más votos en los comicios centuriados a pesar de su inferioridad
numérica. Estos ciudadanos ricos, de origen tanto patricio como plebeyo, constituían una nueva clase social,
la nobilitas, que, gracias a este ingenioso sistema electoral, se reservaba las magistraturas y privaba de todo poder político
a los más pobres. Los comicios tributos habían ganado importancia cuando los plebiscitos, que al principio sólo eran
válidos para la plebe, pasaron a ser considerados leyes con efecto sobre todos los ciudadanos. Además elegían a los
tribunos de la plebe (cuya autoridad se extendía también a todos los ciudadanos) y a los magistrados menores. La nobilitas
también dominaba los comicios tributos, pues se las arregló para dar más valor a los votos de las cuatro tribus urbanas
frente a las treinta y una rurales. De todos modos, el poder real lo ejercía el Senado, cuyos consejos (senatus
consultus) tenían fuerza de ley y eran respetados por todos los magistrados. Tenía a su cargo el tesoro público y la religión.
Mientras aparentemente era el pueblo quien gobernaba Roma a través de los magistrados, era el Senado el que ejercía el
poder real. Roma era una oligarquía.

Los mamertinos seguían dando guerra en Sicilia tanto a griegos como a cartagineses, así que, de forma excepcional, los
eternos enemigos decidieron unirse para aniquilarlos definitivamente.

En 264 Nicomedes I de Bitinia estrenó capital: la llamó Nicomedia. Había sido una antigua colonia de Megara destruida
por Lisímaco y que él se encargó de reconstruir.

Los griegos y cartagineses unidos arrinconaron en Messana a los mamertinos una vez más, pero ahora estaban dispuestos
a llegar hasta el final. Los mamertinos estaban en un serio aprieto, pero pensaron que, como eran italianos, podían pedir
ayuda a Italia, es decir, a Roma. Así lo hicieron y Roma aceptó inmediatamente la defensa de su causa. Envió a Sicilia un
ejército comandado por Apio Claudio Cáudex, (el zoquete), un hijo de Claudio Caecus. A pesar de su sobrenombre,
Claudio no tuvo dificultad en batir al ejército de Hierón II en 263. El rey comprendió perfectamente la situación y se
apresuró a firmar una paz separada con Roma. Sólo Cartago continuó la guerra, que se convirtió así en la Primera Guerra
Púnica, pues los romanos llamaban Poeni (fenicios) a los cartagineses.

Ese año murió Filetero, el gobernador de Pérgamo, y fue sucedido por su sobrino e hijo adoptivo, que más adelante fue
recordado como el rey Eumenes I de Pérgamo, si bien, al igual que su tío, nunca llevó el título real. Antíoco I trató de
recuperar el dominio de Pérgamo, pero Eumenes I le derrotó en 262, por lo que a menudo se considera que fue Eumenes
I quien logró la independencia del país frente al Imperio Seléucida (bajo Filetero fue independiente porque Antíoco no
tuvo tiempo de ocuparse de él).
Ese mismo año Roma obtuvo una gran victoria frente a Cartago en Agrigento, al sur de Sicilia. Sin embargo, tras duros
combates, Lilibeo parecía inexpugnable. El problema era que Cartago tenía la mejor flota del Mediterráneo y Roma no
tenía más que unos pocos barcos pequeños. Los romanos ni siquiera sabían construir barcos del tamaño y las prestaciones
de los cartagineses. Todas las victorias las habían obtenido en tierra, y enfrentarse a Cartago en el mar era una locura. Los
barcos romanos eran trirremes, esto es, tenían tres hileras de remos en cada lado, mientras que Cartago contaba con
quinquerremes (barcos mucho mayores, con cinco hileras de remos). Roma tuvo la suerte de que un quinquerreme
cartaginés naufragó y fue arrojado a la costa meridional de Italia. Los romanos lo estudiaron y, con ayuda de los griegos,
lograron construir un quinquerreme.

En 261 murió Antíoco I, y fue sucedido por su hijo Antíoco II. Al año siguiente, en 260, inició la Segunda Guerra
Siria contra Egipto. Por aquel entonces Roma contaba ya con una flota de quinquerremes y estaba dispuesta a enfrentarse
a Cartago en el mar. Es verdad que, además de los barcos, Cartago tenía siglos de experiencia naval, cosa que no es tan
fácil de obtener como una flota. Pero los romanos lo tenían previsto más o menos. Unas pocas naves romanas fueron
fácilmente capturadas por barcos cartagineses, pero poco después salió del puerto el grueso de la flota, al mando de Cayo
Duilio Nepote (el sobrino, para distinguirlo de un tío tocayo). Los barcos romanos maniobraron para situarse
paralelamente a los cartagineses. En principio esta no era una posición favorable, lo ideal (y lo difícil) era ponerse en
posición de embestir lateralmente a una nave enemiga, así que los cartagineses no se preocuparon en exceso, pero Duilio
había diseñado unos palos con garfios en la punta articulados para caer sobre los barcos enemigos y sujetarlos así para
permitir un abordaje. Así sucedió, los soldados romanos saltaron sobre las naves enemigas y libraron una batalla terrestre
sobre las cubiertas de los barcos. Los cartagineses, atónitos, no tuvieron nada que hacer. Catorce barcos fueron hundidos
y treinta y uno tomados. Pero Cartago contaba con muchos más barcos y Lilibeo continuaba intacta.

En 259 el hijo de Ptolomeo II, gobernador de Canaán, se rebeló contra su padre, pero fue asesinado por sus propios
soldados. Mientras tanto Qin logró una victoria definitiva frente a Zhao. Los 200.000 soldados que se rindieron fueron
pasados por las armas. En 256 el monarca Cheu reconoció al rey de Qin como rey de toda China.

Los romanos decidieron imitar a Agatocles y atacar a la propia (y aún indefensa) Cartago. La flota partió al mando del
cónsul Marco Atilio Régulo (el príncipe) bordeando Sicilia. Frente a la costa de Ecnomo, se encontró con una flota
cartaginesa y allí se libró una batalla naval aún mayor que la precedente, de la que Roma salió nuevamente vencedora.
Desde allí se encaminó a Cartago, donde Régulo desembarcó a sus hombres y no tuvo más que presentarse ante las
murallas de Cartago para que los aterrorizados cartagineses le pidieran la paz. Sin embargo, Régulo planteó condiciones
tan duras que Cartago optó por luchar. Casualmente estaba en Cartago un espartano llamado Jántipo. La grandeza militar
de Esparta había desaparecido hace ya tiempo, pero los espartanos seguían pensando como siempre. Jántipo habló
elocuentemente a los cartagineses y afirmó que no habían sido derrotados por los romanos, sino por la incompetencia de
sus generales. Los cartagineses le dieron el mando, Jántipo logró reunir y entrenar un ejército que contaba con 4.000
jinetes y 100 elefantes. En 255 condujo estas tropas contra los romanos que asediaban la ciudad, algo debilitados en
número porque parte de las tropas habían sido trasladadas a Sicilia. El caso es que Régulo fue tomado prisionero y su
ejército fue derrotado.

Ese mismo año terminó la Segunda Guerra Siria, y con ella Antíoco II recuperó parte del territorio que su padre había
perdido ante Ptolomeo II.

Cuando llegaron a Roma las noticias del desastre de Régulo, el Senado envió la flota a África. La flota derrotó a los barcos
cartagineses que trataron de impedirle el paso, pero la astucia con la que habían suplido su falta de experiencia naval para
derrotar a los cartagineses no les valió ante un enemigo mayor: los marineros experimentados sabían reconocer los signos
de tormenta y se apresuraban para resguardarse en el puerto más cercano. Los romanos carecían de la experiencia
necesaria, así que una tormenta les sorprendió en alta mar, la flota fue destruida y miles de soldados murieron ahogados.
Los cartagineses, al enterarse de esto, enviaron refuerzos, y hasta elefantes, a Sicilia. Pero Roma construyó una nueva
flota en tres meses. Zarpó hacia Sicilia y ayudó a tomar Panormo, pero nuevamente fue sorprendida por una tormenta que
la aniquiló, como a la flota precedente.

La Grecia continental dio síntomas de recuperación de su larga decadencia. Desde hacía décadas que estaba sometida al
yugo de Antígono Gonatas de Macedonia. No era un yugo muy opresivo, pues Macedonia tampoco tenía la fuerza de
antaño, pero, por ejemplo, unos años antes había ocupado Atenas y le había obligado a derruir los Largos Muros. Hacía
tiempo que las ciudades-estado se habían aliado en dos "ligas", la Liga Etolia, que reunía a varias ciudades al norte del
golfo de Corinto, y la Liga Aquea, que reunía a otras tantas del Peloponeso. Eran dos asociaciones locales de escasa
relevancia, pero en 251 un hombre llamado Arato se puso al frente de la liga Aquea y se dispuso a hacer de ella un
instrumento eficaz.

La Primera Guerra Púnica continuaba en Sicilia sin que ningún bando mostrara una clara ventaja. Cartago consideró
oportuno negociar una paz de compromiso. Envió una embajada a Roma en la que tomó parte Régulo, quien prometió
volver a Cartago si la embajada fracasaba. En la audiencia ante el Senado, para espanto de los cartagineses, Régulo dijo
que no merecía la pena salvar a prisioneros como él, que se habían rendido en lugar de morir en la batalla, y que la guerra
debía continuar hasta el fin. Régulo cumplió su palabra y volvió a Cartago, donde (según los romanos) fue torturado hasta
la muerte. La guerra continuó.

En 250 murió Magas, y con su muerte terminó la independencia de Cirene, que pasó a formar parte de Egipto
nuevamente.

AMÍLCAR BARCA
En 250, el reino de Qin continuaba el proceso de expansión iniciado años atrás que le había llevado a apoderarse de media
China y a derrocar a la monarquía Cheu. Por estas fechas se anexionó el pequeño territorio dominado por los Cheu, con
lo que la dinastía fue definitivamente destruida. El rey nombró canciller a un magnate comercial llamado Lu Buwei. Poco
después murió el monarca y Lu asumió la regencia del sucesor Cheng, menor de edad.

En la India tuvo lugar el Tercer Concilio Budista, en Pataliputra, por iniciativa del rey Asoka. Parece ser que Asoka se
convirtió al budismo. En cualquier caso, durante su reinado el budismo se expandió más allá de las fronteras de la India.
Según la tradición, Asoka envió misioneros a Bactriana (en el Imperio Seléucida), a Birmania y Ceilán. A pesar de esto,
los Maurya potenciaron igualmente las otras dos religiones indias: el jainismo y el hinduismo. Los fundamentos del
hinduismo están recogidos en los Vedas, antiquísimos textos transmitidos oralmente, considerados como
una revelación. A ellos se añadieron los textos correspondientes a la tradición, interpretación humana de la doctrina
revelada. Estos textos fueron adquiriendo su forma definitiva en un largo periodo que se inicia con el reinado de los
Maurya.
El brahmanismo había generado nuevas variantes. Su versión más popular reconocía una tercera vía para la liberación del
alma: la devoción incondicional hacia alguna de las antiguas divinidades brahmánicas. Los dioses que contaron con mayor
número de adoradores fueron Visnú y Siva. El budismo, por su parte, empezó a escindirse en dos sectas principales. Una
era conocida como el Gran Vehículo, porque consideraba que el budismo podía llevar a la salvación a toda la humanidad,
y consideraba a Buda como una divinidad encarnada. Frente a ella estaba el Pequeño Vehículo, más fiel a las enseñanzas
originales de Buda, que reconocía a su doctrina como incompleta y según la cual la salvación requería una vida monástica.

Ceilán era a la sazón un reino con capital en Anuradhapura, y ese mismo año se había convertido en rey Tissa, el
introductor del budismo. Algo después de que los cingaleses llegaran a la isla les siguieron los Tamiles, y actualmente
ambos rivalizaban por la hegemonía.

El Imperio Seléucida se desmembraba sin que su rey Antíoco II pudiera hacer nada para evitarlo: Diódoto, el gobernador
de Bactriana, declaró su independencia y lo mismo sucedió en Partia, donde un caudillo de una tribu nómada,
llamado Arsaces, afirmó también su independencia. Dijo ser descendiente de Artajerjes II, lo cual era falso sin duda, pero
le dio popularidad entre sus súbditos. De este modo se desgajaron del Imperio dos extensas regiones, que se sumaban a
las que ya se habían segregado los años anteriores. Por el contrario, las relaciones de Antíoco II con Egipto habían
mejorado, hasta el punto de que repudió a su esposa Laódice para casarse con Berenice, hermana de Ptolomeo III. Ese
año murió Nicomedes I de Bitinia y fue sucedido por Ziaelas. El trono del Ponto fue ocupado por Mitrídates II, que tuvo
que hacer frente a los gálatas (los galos que se habían asentado en Asia Menor).

Por esta época destacaba en Alejandría el matemático Apolonio, de Perga, una ciudad costera de Asia Menor. Destacan
sus estudios sobre las secciones cónicas. También estaba Ctesibio, que usó agua y chorros de aire para mover máquinas.
Construyó un reloj de agua en el que un chorro iba levantando un flotador cuya altura marcaba la hora. Pero la figura más
notable de la época era a la sazón el director de la biblioteca: Eratóstenes, de Cirene, quien calculó nada menos que el
radio de la Tierra. En efecto, le llegó la noticia de que en Siena, una ciudad cercana, más al sur, el día del solsticio de
verano (el 21 de junio) el Sol se hallaba a mediodía justo en el zenit (las columnas no producían sombra alguna). Esto se
debía a que la ciudad estaba justo sobre el trópico de Cáncer. Por otra parte, observó que ese día en Alejandría no ocurría
lo mismo, sino que los palos producían una pequeña sombra. Entendió que esto sólo podía deberse a la curvatura de la
Tierra, de modo que mandó medir la distancia entre las dos ciudades y, junto con la medida de un palo y la de su sombra,
calculó que la Tierra es una esfera de 40.000 kilómetros de circunferencia, una cifra casi exacta.

Había otro genio griego, amigo de Eratóstenes, pero no vivía en Alejandría, sino en su ciudad natal, Siracusa. Era pariente
del rey Hierón II. Se llamaba Arquímedes, realizó importantes descubrimientos matemáticos, sobre el cálculo de áreas y
volúmenes, obtuvo una aproximación del número pi con 10 decimales exactos, pero sus avances en física tuvieron mucha
más fama. Descubrió la sencilla fórmula matemática que regula la palanca y comprendió que no había ningún límite
teórico a su posibilidad de multiplicar las fuerzas, lo que le llevó a exclamar: "Dadme un punto de apoyo y moveré el
mundo". Se cuenta que Hierón II le retó a mover algo grande. Arquímedes eligió un barco situado en el muelle y lo llenó
de carga y pasajeros. Construyó un complicado sistema de poleas y con él sacó el barco del agua sin ayuda de nadie.

Más famosa es la historia de la corona. Se cuenta que Hierón II encargó a Arquímedes que descubriera si una corona de
oro que había encargado a un joyero era auténtica o si el joyero había empleado otros metales para abaratarla. Para ello
Arquímedes necesitaba conocer el peso y el volumen. Lo primero era fácil, lo segundo no (el rey no estaba dispuesto a
fundir su corona). Un día Arquímedes observó cómo el agua se desbordaba de su bañera al introducirse él, y comprendió
que el agua desplazada debía tener el mismo volumen que la parte sumergida de su cuerpo, así que podía determinar el
volumen de la corona metiéndola en un recipiente con agua hasta el borde y recogiendo el agua desbordada. Se cuenta
que salió del baño gritando ¡Eureka! (lo encontré) y, en su euforia por contarle su idea al rey, se olvidó de vestirse.

Mientras tanto, Roma y Cartago seguían en guerra. En 249 Roma dispuso de una nueva flota y la envió contra Lilibeo
bajo el mando de Publio Claudio Pulcro (el hermoso), hijo menor de Claudio el Ciego y hermano de Apio Claudio
Caudex. En lugar de mantener el asedio a Lilibeo, Claudio decidió atacar a la flota cartaginesa, que estaba
en Drepanum, algo más al norte. Como era habitual en la época, en las naves iban sacerdotes encargados de dictaminar
si los augurios eran buenos, para lo cual se basaban en el comportamiento de unos pollos. Los pollos no querían comer,
lo cual era muy mala señal, pero Claudio demostró su opinión acerca de tales sandeces arrojando los pollos al mar. "Si no
quieren comer, que beban", dijo. Pero si él no era supersticioso, sus hombres sí que lo era, así que su sacrilegio debió de
causar no poca inquietud. El caso es que los cartagineses vieron venir a la flota romana, cuando Claudio confiaba en un
ataque por sorpresa. Su flota fue destruida y a él se le impuso una pesada multa por traición. Poco después se suicidó.
Finalmente, los cartagineses encontraron a un excelente general. Se llamaba Amílcar Barca y, con tan sólo 22 años, fue
puesto al mando de los ejércitos sicilianos en 248. Trató de llevar la guerra a Italia, y durante dos años dirigió ataques
contra las costas de la península. En 246 tomó Panormo (Palermo) por sorpresa y continuó haciendo incursiones por
Sicilia. Lilibeo resistía mejor que nunca.

Ese mismo año murió el rey parto Arsaces I, y fue sucedido por su hermano Tirídates, que estableció su capital en Dara y
luego en Hecatómpilos. Bajo su reinado Partia extendió sus fronteras. También murió Ptolomeo II, y fue sucedido por
su hijo Ptolomeo III. Poco después murió Antíoco II. Su primera esposa, Laódice, se las arregló para envenenar a su
exmarido, asesinar después a Berenice junto al hijo de ésta, y poner en el trono a su propio hijo, que pasó a ser Seleuco
II. Inmediatamente Ptolomeo III inició la Tercera Guerra Siria para vengar a su hermana, y llegó a conquistar
Mesopotamia. Se cuenta que la esposa de Ptolomeo III, una princesa cirenaica llamada también Berenice, decidió cortarse
el pelo y depositarlo en un templo de Afrodita como ofrenda para que los dioses protegieran a su marido. Un día, la
cabellera desapareció y, para consolar a la reina (o tal vez para evitar que rodaran cabezas cuando volviera Ptolomeo III),
un astrónomo griego le explicó que la cabellera no había sido robada sacrílegamente, sino que los dioses habían aceptado
la ofrenda y la habían depositado en el cielo y, en efecto, le señaló una constelación "nueva" que desde entonces es
conocida como la Cabellera de Berenice (Coma Berenices, en la nomenclatura latina posterior).

En 245 subió al trono de Esparta un rey revolucionario. Se llamaba Agis IV. Trató de imponer un nuevo orden y sugirió
que la tierra fuera redistribuida entre 4.500 ciudadanos, entre los cuales incluía a los periecos (pero no a los ilotas). Sin
embargo, una buena parte de Esparta no aceptaba estas ideas, y logró el apoyo del otro rey, Leónidas II.

En 242 Arato había logrado unir a casi todo el Peloponeso en la Liga Aquea. Faltaba Esparta, con la que no se podía
contar, y Corinto. Con unos pocos soldados, realizó una hábil incursión con la que logró tomar el Acrocorinto (la fortaleza
de la ciudad), expulsó a la guarnición macedónica y logró la adhesión de los corintios a la Liga. Este año murió Alejandro
II de Épiro. Estaba casado con su hermana Olimpia, que continuó como regente del reino. Por esta época, un ilirio
llamado Agrón, que era jefe de un grupo de bandidos, se proclamó rey de Iliria, independizando así su territorio de
Macedonia.
Mientras tanto Roma había construido una nueva flota, con la que derrotó a la flota cartaginesa y privó de suministros a
Amílcar, que no tardó en comprender que no estaba en condiciones de seguir luchando. En 241 Amílcar firmó la paz, con
lo que puso fin a la Primera Guerra Púnica. Cartago se vio obligada por primera vez a abandonar completamente Sicilia,
que pasó a manos de Roma, salvo Siracusa, que siguió gobernada por Hierón II, aliado de Roma. Además Cartago tuvo
que pagar una pesada indemnización.

Roma se encontró así en una situación nueva. Hasta entonces, los territorios conquistados estaban habitados
mayoritariamente por pueblos italianos (con unos pocos griegos) con una cultura y una lengua afines. Roma no tuvo
excesiva dificultad en vender la idea de una "confederación italiana", aunque ella era la única con poder decisorio en
última instancia. En cambio, en Sicilia había una mezcla de griegos, cartagineses y tribus nativas, que poco tenían que
ver con la cultura italiana. Por ello un nuevo sistema de gobierno fue inaugurado. El territorio fue considerado como un
botín de guerra, encomendado a un nuevo funcionario encargado de las "tareas de gestión de la victoria" (en
latín, provincia). Con el tiempo, la palabra "provincia" fue aplicada al territorio mismo. El funcionario fue
llamado pretor, (algo así como presidente, el nombre que antiguamente se había dado a los cónsules).

Ptolomeo III regresó de Babilonia. Comprendió que no estaba en condiciones de afirmar sus conquistas, así que decidió
abandonar Mesopotamia y conservó únicamente las posiciones de Siria y Canaán que juzgó le podían ser útiles. A su paso
por Jerusalén hizo una ofrenda en el templo siguiendo los ritos judíos. Los Ptolomeos siempre tuvieron muy clara la
importancia de contentar a todos sus súbditos en cuestiones religiosas. El rey se llevó a Egipto algunas estatuas y objetos
religiosos que Cambises había tomado siglos antes, por lo que los agradecidos egipcios le concedieron el sobrenombre
de Ptolomeo Evergetes (el benefactor). Ptolomeo III usó su potencial bélico también en Nubia, donde hacía siglos que
no se conocía el dominio egipcio. Durante su reinado, la biblioteca de Alejandría llegó a albergar 400.000 volúmenes. El
rey ordenó que todos los viajeros que llegaran a la ciudad prestasen sus libros para ser copiados.

Seleuco II tenía un hermano, Antíoco, que aprovechó los disturbios causados por Ptolomeo III para apoderarse de Asia
Menor. Muchas ciudades griegas de la zona lograron igualmente la independencia. Los dos hermanos se encontraron
en Ancira. Antíoco se había aliado con Mitrídades II, el rey del Ponto y entre ambos derrotaron a Seleuco II. Luego
Mitrídates II se casó con la hermana de Antíoco, que le dio como dote Capadocia, de modo que Mitrídates II vio
multiplicada la superficie de su reino. Entre tanto murió Eumenes I de Pérgamo, y fue sucedido por Atalo I. Al mismo
tiempo, el rey espartano Leónidas II logró llevar a juicio a Agis IV, que terminó siendo ejecutado. También murió este
año el rey de Macedonia Antígono I Gonatas. Fue sucedido por su hijo Demetrio II, que se casó con Olimpia, la hermana
y viuda de Alejandro II de Épiro, de modo que Épiro fue anexionado a Macedonia. El nuevo rey tuvo que enfrentarse a
la Liga Etolia y se alió con el rey Agrón de Iliria.

La derrota de Cartago frente a Roma le había ocasionado serios problemas con sus soldados mercenarios, a los que no
podía pagar. Una parte de ellos estaba en África, y en 240 ocuparon las ciudades de Útica e Hipona, devastaron los
campos y llegaron a asediar la misma Cartago. Amílcar reunió a todos los hombres leales que pudo hallar y se dispuso a
hacerles frente. El norte de África, desde el actual Marruecos hasta Libia, estaba poblado por tribus nómadas
llamadas bereberes. Había muy poca cohesión y abundantes disputas entre ellas, pero se unían rápidamente ante
cualquier amenaza exterior. Las tribus bereberes que poblaban el oeste de Cartago eran los númidas, que formaban dos
tribus, los masilios y los masesilios. Eran excelentes jinetes, y Amílcar logró que muchos de ellos entraran en sus filas.
Al mismo tiempo, otro grupo de mercenarios se rebeló en Cerdeña. Éstos observaron con preocupación cómo Amílcar
iba reduciendo poco a poco a los rebeldes de África, y comprendieron que en cuanto la situación allí estuviera dominada,
Amílcar pasaría a Cerdeña. Por ello en 239 solicitaron la protección de Roma. Una vez más, Roma aceptó la petición de
ayuda y envió tropas a Cerdeña. Cartago protestó con todo derecho, pues esto era una violación del tratado de paz, pero
Roma declaró la guerra a Cartago y exigió como condición para anularla que Cartago cediera no sólo Cerdeña, sino
también Córcega. Los cartagineses, indignados, no tuvieron más remedio que aceptar este abuso, y Roma se apropio de
las islas, si bien tuvo que iniciar una larga campaña de luchas contra las tribus locales.

En 238 cumplió 21 años el rey Cheng de Qin, que relevó de la regencia al canciller Lu, que permanece como consejero,
pero en 237 es sucedido por Li Si, que iba a diseñar la política china de las próximas décadas.

Ese mismo año Amílcar logró derrotar definitivamente a los mercenarios que amenazaban Cartago. A partir de entonces
pudo planear la reconstrucción de su país. Roma había expulsado a Cartago de Sicilia y después le había arrebatado
Córcega y Cerdeña. Con esto, Cartago había perdido toda influencia sobre el Mediterráneo y el comercio, la base de su
prosperidad, se veía amenazado de muerte. Esto produjo un enfrentamiento entre los gobernantes de Cartago y Amílcar.
La oligarquía que gobernaba Cartago vivía del comercio, por lo que era partidaria de evitar en el futuro cualquier
confrontación con Roma y tratar de recuperarse cuanto antes de los estragos de la guerra. En cambio, Amílcar odiaba a
Roma con todo su ser, pues si bien había vencido a Cartago honorablemente, luego la había extorsionado rompiendo
todos los acuerdos en su beneficio. Ambas partes llegaron a un acuerdo. Amílcar persuadió al senado cartaginés para que
le pusiera al frente de una expedición a España. Allí Cartago tenía unas pocas colonias, pero Amílcar planeaba extender
la influencia cartaginesa sobre toda la costa y también en el interior. Su idea era reclutar y entrenar allí un ejército con el
que poder atacar a Roma, aunque se guardó muy bien de revelar estos planes. El senado cartaginés aceptó con gusto la
idea de que Amílcar se alejara de Cartago. Tal vez muriera en España antes de que pudiera volver. Amílcar partió
acompañado por su yerno Asdrúbal y su hijo Aníbal, de nueve años de edad. El plan inicial de Amílcar había sido dejar
a su hijo en Cartago, pero éste le imploró que le llevara con él, a lo cual Amílcar accedió a condición de que el niño jurara
enemistad eterna hacia Roma. Estableció su base en Gades (la actual Cádiz), desde donde ocupó fácilmente varios
poblados del valle del Guadalquivir, pero luego se encontró con la firme oposición de los turdetanos, descendientes de
los tartesios, según la tradición. Su caudillo Istolacio formó un gran ejército de celtas e íberos, pero Amílcar venció y
mandó ejecutar a Istolacio. Esto no dio fin a la resistencia turdetana. Otro caudillo, llamado indortes, consiguió el apoyo
de los vetones y los lusitanos y, comprendiendo que no podían detener a los cartagineses en los terrenos llanos,
ofrecieron resistencia desde las montañas, probablemente en Sierra Morena.

En 235 Atalo I de Pérgamo se enfrentaba definitivamente a los galos, que todavía continuaban sus pillajes por Asia
Menor. Desde esta fecha, los galos permanecieron en Galacia, donde no tardaron en civilizarse. Atalo I hizo esculpir una
estatua en Atenas en conmemoración de su victoria. Se llamaba El galo moribundo, aunque a veces se la conoce por el
título erróneo de El gladiador muerto. Es una de las muestras más famosas del arte de la época que se conserva en la
actualidad.

Los gálatas establecieron un sistema de gobierno muy diferente de la monarquía, más acorde con las tradiciones galas. El
territorio estaba dividido en tres regiones, correspondientes a tres tribus galas que habían entrado en Asia Menor. Cada
una de ellas estaba gobernada por cuatro tetrarcas.
Ese año murió el rey Diódoto I de Bactriana, y fue sucedido por su hijo Diódoto II que, aliado con el rey parto Tirídates,
frustró el intento de Seleuco II de recuperar lo que había sido la parte oriental del Imperio. También murió el rey de
Esparta Leónidas II y fue sucedido por su hijo Cleomenes III. Éste se había casado con la viuda de Agis IV, y decidió
continuar su proyecto, pero comprendió que primero necesitaba afirmar su autoridad. Reunió cuantos hombres pudo y se
enfrentó a la Liga Aquea en una serie de batallas de las que salió siempre victorioso.

En 232 los romanos eligieron tribuno de la plebe a Cayo Flaminio, que logró imponer una distribución de tierras en favor
de los más pobres, pese a la oposición de los senadores y, en particular, de su propio padre. Estimuló la creación de juegos
para los plebeyos y trató de disuadir a los senadores de todo interés por el comercio (donde podían ejercer muchas formas
de competencia desleal sobre los menos poderosos). Entre tanto Amílcar había sitiado a Indortes, que fue capturado y
asesinado cuando trató de romper el cerco. Ahora Amílcar dominaba el sur de España y logró engrosar su ejército con
indígenas.

En 231 Roma había sometido finalmente a los nativos de Córcega y Cerdeña, y convirtió a ambas islas en su segunda
provincia, después de Sicilia. Por primera vez desde el reinado de Numa Pompilio, las puertas del templo de Jano
estuvieron cerradas, en señal de que Roma no mantenía guerra alguna. Sin embargo contemplaba con recelo los éxitos de
Amílcar en España, que, tras haber afianzado el sur, se estaba ocupando de la costa oriental. Puesto que no tenía motivos
para actuar, se limitó a enviar una embajada con la intención de intimidar a Amílcar, cosa que no logró. Amílcar fundó la
ciudad de Akra Leuké, cerca de la actual Alicante, y la convirtió en la base de sus operaciones.

Ese mismo año, el rey Agrón de Iliria, que ya había conquistado varias ciudades de Épiro, realizó una incursión por el
Peloponeso. Al año siguiente, en 230, ayudó a Demetrio II de Macedonia a levantar el sitio que los etolios habían impuesto
a la ciudad macedónica de Medione, pero murió inmediatamente después de esta victoria.

LA LIGA AQUEA
En 230, Atalo I de Pérgamo asumió el título real. Fue un gran protector de la cultura helenística. Amplió la biblioteca de
Pérgamo y adornó la ciudad con muchos monumentos, entre los que destaca el gigantesco altar de Zeus, cuyo friso, de
200 metros de longitud, representa el combate de los dioses contra los titanes, símbolo de la lucha del helenismo contra
los bárbaros gálatas. Mientras tanto, el reino de Iliria estaba gobernado por Teuta, la viuda del recientemente fallecido
rey Agrón. La escarpada costa iliria se había convertido en un nido de piratas que operaban por todo el Adriático con la
connivencia de la casa real, para desesperación de los comerciantes griegos. Además Teuta mantuvo la alianza que su
marido había establecido con Demetrio II de Macedonia, lo que le permitió atacar Épiro, donde mató a unos mercaderes
itálicos establecidos en la capital, Fenice. Tras este incidente, los griegos consideraron que era el momento idóneo de
pedir a Roma que les ayudara a erradicar la piratería iliria. Roma envió dos embajadores a Iliria, pero Teuta hizo asesinar
a uno de ellos.

En 229 murió Demetrio II de Macedonia. Su hijo tenía doce años, así que el trono fue ocupado por su tutor Antígono
II. Mientras tanto, Demetrio de Faros, uno de los generales de Teuta, conquistó la isla de Corcira. Sin embargo, la
prosperidad de Iliria no podía durar mucho. Ese mismo año llegaron a sus costas 200 barcos romanos dispuestos a pedir
cuentas a la reina. Tras una fácil victoria, Teuta tuvo que comprometerse a no salir del Adriático más allá de Lisos.
Demetrio de Faros negoció independientemente con los romanos, les cedió Corcira y, a cambio, Roma lo impuso como
gobernador de una parte de Iliria. Además Roma estableció su protectorado sobre varios puntos de la costa (Partinia,
Atintania, Epidamno, Apolonia, Orico y Corcira). Los griegos se mostraron agradecidos ante los romanos. Hasta les
permitieron participar en algunas fiestas religiosas, signo de que consideraban a los romanos un pueblo civilizado al par
de los griegos. También murió el rey Zialeas de Bitinia, y fue sucedido por su hijo Prusias I.

En 228 murió Amílcar Barca. Había sitiado la ciudad de Helice (tal vez la actual Elche), pero un
caudillo oretano llamado Orissón acudió a liberarla, Amílcar tuvo que huir y murió ahogado en un río a los 42 años de
edad. El gobierno de las tropas cartaginesas en España pasó a manos de Asdrúbal, quien reorganizó el ejército con
mercenarios indígenas y contingentes africanos. Mediante una política conciliadora consolidó los territorios ocupados por
su suegro Amílcar. Mientras tanto, Atenas lograba expulsar a la guarnición macedónica que la ocupaba y se incorporó a
la Liga Aquea, que llegó entonces a la cumbre de su poder. Sin embargo, no pudo impedir que el rey Cleomenes III de
Esparta obtuviera una victoria tras otra. Sin embargo, el rey estaba más interesado en ganar prestigio que en aprovechar
sus victorias. En 226 consideró que su autoridad en Esparta no tendría ya discusión, así que volvió a la ciudad, hizo
ejecutar a los éforos y puso en práctica las reformas económicas que había planeado Agis IV.
Seleuco II estaba teniendo cierto éxito frente a los partos, pero tuvo que abandonar ante un ataque de su hermano Antíoco
en Asia Menor. Antíoco fue derrotado y muerto, y a continuación Seleuco se dispuso a atacar a Atalo I de Pérgamo, pero
murió durante los preparativos. Fue sucedido por su hijo Seleuco III, quien se dispuso a continuar los planes de su padre
frente a Pérgamo.

Asdrúbal seguía avanzando hacia el norte, y esto inquietó a dos colonias griegas de la costa
mediterránea: Sagunto y Massalia (la actual Marsella). Ambas habían firmado una alianza con Roma, así que apelaron
a ella y Roma envió una embajada a Asdrúbal, por la que éste se vio obligado a aceptar que la expansión cartaginesa no
superaría el río Íbero (el Ebro) y que se respetaría la independencia de Sagunto (pese a que quedaba más al sur del Ebro).
Asdrúbal consideró que el acuerdo le dejaba suficiente margen de maniobra. En 225 fundó una nueva ciudad al sur de
Alicante, a la que llamó Nueva Cartago. Los romanos tradujeron el nombre a Cartago Nova, la actual Cartagena.

Mientras tanto unas tribus galas cruzaron los Alpes, y en alianza con sus parientes de la Galia Cisalpina se lanzaron sobre
Etruria, y llegaron hasta la ciudad de Clusium. Roma envió al norte a Cayo Flaminio, que no era muy buen general, y en
un primer encuentro fue derrotado. Tuvo que recibir muchos refuerzos para conseguir finalmente una victoria.

En 224 un terremoto destruyó el coloso de Rodas. Posteriormente los griegos exageraron su tamaño. Dijeron que se había
apoyado sobre los dos extremos del puerto, de modo que los barcos pasaban entre sus piernas, pero lo cierto es que no
había sido tan grande. Ese año el rey espartano Cleomenes III consideró que Esparta estaba en condiciones de reclamar
de nuevo el dominio del Peloponeso. Partió nuevamente y derrotó a los ejércitos de la Liga Aquea, capturando y
saqueando Megalópolis. También capturó Argos, mientras Corinto y otras ciudades se rindieron y entablaron una alianza
con Esparta. Esto era el fin de la Liga Aquea, pero Arato prefirió entregarla a Macedonia antes que a Esparta. Apeló a
Antígono II, quien le impuso unas condiciones que prácticamente equivalían a una rendición: Arato renunciaba al
liderazgo de la Liga Aquea en favor de Antígono II, Corinto debía ser entregada a Macedonia y, además, la Liga Aquea
debía apoyar en todo momento las acciones de Macedonia.

En 223 Seleuco III estaba combatiendo contra Atalo I de Pérgamo, pero fue asesinado por uno de sus oficiales, y el
Imperio Seléucida pasó a manos de su hermano Antíoco III.
En 222 Antígono II, al frente de su propio ejército macedónico más el de la Liga Aquea y en alianza con el ilirio Demetrio
de Faros, descendió hacia el sur y encontró al ejército espartano en Selasia, a unos ocho kilómetros al norte de Esparta.
Aunque los espartanos lucharon como en los viejos tiempos, su enemigo era muy superior, y fueron derrotados. Además,
esta vez Esparta no contó con la milagrosa suerte que le había salvado en ocasiones similares. Antígono II ocupó la ciudad,
restauró a los éforos y obligo a Esparta a incorporarse a la Liga Aquea. Cleomenes III tuvo que refugiarse en Egipto.

Cayo Flaminio dirigió una nueva campaña por la que la Galia Cisalpina quedó finalmente sometida a Roma. Ahora toda
la península italiana hasta los Alpes estaba bajo el dominio romano.

En 221 Antígono II murió en una batalla contra los ilirios, y el trono de Macedonia pasó a Filipo V, el hijo de Demetrio
II. También murió Ptolomeo III, que fue sucedido por su hijo Ptolomeo IV. En España, Asdrúbal murió a manos de un
esclavo del rey celta Tago, que quiso vengar a su señor, ejecutado por orden de Asdrúbal. A su muerte el dominio
cartaginés llegaba hasta las actuales Salamanca y Zamora. El mando de los ejércitos cartagineses pasó a Aníbal, el hijo
de Amílcar, que a la sazón contaba con 26 años de edad.

Pero el suceso más notable ocurrido ese año tuvo lugar en la lejana China, donde el reino de Qin conquistó el de Qi, con
lo que toda la China civilizada quedó unida bajo el rey Cheng. En este momento, el monarca decidió cambiar su nombre
por el de Qin Shi Huang Di, que podría traducirse por "Primer divino emperador de China". El emperador afirmaba que
la dinastía que él inauguraba iba a gobernar China durante 10.000 generaciones. Modificó la religión para establecer que
el emperador no sólo estaba por encima de todos los chinos, sino también por encima de todos los dioses chinos. Por si
los dioses no le ayudaban lo suficiente, tomó las medidas necesarias para desarticular completamente el sistema feudal
anterior. Los campesinos dejaron de ser arrendatarios, para convertirse en propietarios que pagaban un impuesto fijo. Las
antiguas divisiones territoriales fueron abolidas, y se establecieron otras nuevas. El imperio quedó dividido
en comandancias o prefecturas subdivididas a su vez en distritos. Al frente de cada comandancia había un gobernador
civil, un gobernador militar y un inspector, todos ellos funcionarios cuyos cargos no eran hereditarios, sino que podían
ser nombrados y cesados en cualquier momento por la cancillería imperial. La capital del Imperio se estableció en Xiang
Yang (en la parte oriental del antiguo estado de Qin). La imponente maquinaria burocrática de Qin se aplicó a toda China.
Esto no sólo incluía el estricto código legislativo, sino también todo el sistema de pesos y medidas y las monedas. Una
de las iniciativas más importantes para la unificación fue la simplificación y la normalización de la escritura, que
presentaba variantes en las distintas regiones. El emperador se hizo construir un suntuoso palacio que reflejaba las ideas
de la época sobre cómo era la morada de los dioses. Además se dedicó a recorrer todo su dominio, en parte para ganarse
el respeto de sus súbditos, en parte para relacionarse con los dioses locales del Imperio. Según decía, en las regiones
costeras le resultaba más fácil comunicarse con sus colegas divinos.

En 220 Cayo Flaminio fue elegido censor, e inició la construcción de la que se llamaría via Flaminia, un camino que
uniría Roma con el norte para que los soldados pudieran acudir rápidamente en caso de necesidad. Cuando fue terminada,
la via Flaminia cruzaba oblicuamente Italia a través de los Apeninos y llegaba a las costas del Adriático, en la frontera
con la Galia Cisalpina.

Ese año murió el rey Mitrídates II del Ponto y fue sucedido por su hijo Mitrídates III. Por esta época Capadocia se
independizó del Ponto bajo su rey Ariarates IV. También murió Diódoto II de Bactriana, pero Eutidemo, el sátrapa de
Sogdiana (antigua satrapía persa que ahora formaba parte de Bactriana) desposeyó a su descendencia y usurpó el trono.
Bajo su reinado Bactriana extendió sus fronteras hacia la India.

En Egipto sucedió un triste incidente. Mientras Ptolomeo III había recibido bien al rey espartano Cleomenes III, su hijo
debió de verlo como un estorbo y lo tuvo virtualmente arrestado en Alejandría. Aprovechando que Ptolomeo IV estaba
ausente de la ciudad, Cleomenes se escapó, y luego trató de sublevar a los griegos de Alejandría contra el rey, pero
aunque hablaba de libertad, del antiguo prestigio de Grecia y de cosas similares, la gente no vio en él más que a un viejo
loco. Al año siguiente se suicidó.

ANÍBAL
Aníbal Barca se había criado en España desde los nueve años. Su padre había sido un magnífico estratega y le había
enseñado cuanto sabía, a la vez que le había inculcado un odio visceral a los romanos. Cuando se puso al frente de las
tropas cartaginesas en España, los soldados lo aclamaron, pues había crecido entre ellos, todos le querían y conocían sus
cualidades. Asdrúbal le había preparado un magnífico ejército. Contaba con una firme infantería íbera, con jinetes
númidas, con honderos de las islas Baleares, capaces de arrojar piedras o bolas de plomo con más precisión que los
arqueros, y también contaba con algunos elefantes norteafricanos. No eran los grandes elefantes centroafricanos, sino
otros más pequeños, poco mayores que un caballo. En estas condiciones, Aníbal se propuso realizar el sueño de su padre:
derrotar a Roma. El mayor inconveniente al que tenía que enfrentarse era Cartago. Los gobernantes de Cartago no querían
ni pensar en un enfrentamiento con Roma. Eran comerciantes y lo que querían era comerciar. Pero Aníbal supo cómo
tratar a Cartago.

En 219 asedió Sagunto y exigió su rendición. Los saguntinos apelaron a Roma, que envió mensajeros a Aníbal
inmediatamente para recordarle que estaba violando el tratado firmado por Asdrúbal. Aníbal trató a los romanos de forma
deliberadamente insultante, y les invitó a llevar sus quejas a Cartago, con la esperanza de que los romanos airados
declararan inmediatamente la guerra, pero para su disgusto aceptaron su sugerencia y se dirigieron a Cartago. Aníbal
envió sus propios mensajeros a Cartago, que se adelantaron a los romanos, y trataron de lograr el máximo apoyo posible
a la guerra, a la vez que entorpecieron al máximo las conversaciones entre Roma y Cartago.

Éstas no fueron muy ágiles, porque al mismo tiempo Roma había iniciado una segunda campaña contra la piratería iliria,
bajo la dirección del cónsul Lucio Emilio Paulo (el pequeño). En su primera campaña, Roma había dejado parte de Iliria
bajo el gobierno de Demetrio de Faros, pero éste consintió que los piratas siguieran dominando el Adriático.
Aprovechando la llegada de los romanos la reina Teuta atacó a Demetrio, pero finalmente Paulo arrasó Faros y Demetrio
se vio obligado a huir a Macedonia. La campaña de Paulo puso fin definitivamente a la piratería iliria.

Una disputa entre la Liga Aquea y la Liga Etolia indujo a Filipo V de Macedonia a enfrentarse a los etolios. El rey
demostró ser un excelente general y la campaña le valió para imponer una monarquía absoluta sobre Macedonia.

En 218, tras ocho meses de asedio, Sagunto cayó, y se produjeron los habituales saqueos, que Aníbal no trató de frenar
para encolerizar a los romanos. Confiscó el tesoro de la ciudad y lo envió a Cartago. El caso fue que cuando Roma planteó
el ultimátum: guerra o paz, los cartagineses, enardecidos por la victoria de Aníbal y satisfechos con el oro, respondieron
a los romanos que eligieran ellos. La elección fue la guerra, y así comenzó la Segunda Guerra Púnica.
Aníbal salió de Cartagena con 90.000 soldados de infantería, 12.000 de caballería y algunos elefantes. Dejó a su hermano
Asdrúbal en España al mando de otros 15.000 hombres. Avanzó hacia el norte. Sus hombres terminaron dándose cuenta
del objetivo: se dirigían a Italia. Aníbal permitió desertar a los más temerosos, para que su miedo no se contagiara al resto.
Mientras tanto, Roma, desconocedora de los planes de Aníbal, envió tropas a España, bajo el mando de Publio Cornelio
Escipión. Cuando desembarcó, se enteró de que Aníbal estaba cerca del Ródano, así que volvió a embarcar para dirigirse
al norte. Cuando llegó a la desembocadura del Ródano supo que Aníbal había avanzado a lo largo del río para alejarse de
él, y que se dirigía a toda prisa hacia los Alpes. Escipión no trató de seguirlo, pues cruzar los Alpes era una locura. En su
lugar, envió a su hermano Cneo a España mientras él volvía a Italia, dispuesto a esperar a Aníbal al otro lado de los Alpes,
si es que llegaba.

Aníbal tardó quince días en cruzar los Alpes. Tuvo que librar dos batallas contra los galos y ganó ambas, aunque con
muchas pérdidas. Se acercaba el invierno y sus hombres tuvieron que soportar el frío y la nieve. Cuando llegó al norte de
Italia, sus tropas se habían reducido a unos 26.000 hombres. Carecía de bases, líneas de comunicación o de reservas. Su
empresa parecía un suicidio. Escipión le estaba esperando junto al río Tesino. Allí se produjo un enfrentamiento entre las
caballerías en el que los romanos resultaron derrotados. El mismo Escipión fue herido y al parecer habría muerto si su
hijo no le hubiera salvado la vida. Escipión logró retirar su ejército al otro lado del Po y se replegó al este del
río Trebia. Allí esperó la llegada del otro cónsul, Tiberio Sempronio Longo (el largo), que traía su propio ejército.
Aníbal no estaba dispuesto a mantener otra pequeña escaramuza con los romanos. Quería un combate en serio, así que
esperó al oeste del Trebia y no trató de impedir que los dos ejércitos se unieran. Escipión comprendió que Aníbal era
peligroso, y fue partidario de retirarse, pero Sempronio no estaba dispuesto a aceptar tal deshonra. Aníbal envió un
destacamento de caballería al otro lado del río, los romanos atacaron y, tras una breve resistencia, los cartagineses
huyeron. Los romanos los siguieron de cerca y su infantería se lanzó tras ellos a través del río. Era invierno y el agua
estaba helada. Los romanos llegaron a la otra orilla ateridos de frío, mientras allí les esperaba un ejército seco y en plenas
condiciones. Las legiones romanas lucharon con su profesionalidad y lograron abrirse paso entre las líneas de Aníbal,
pero no pudo resistir la carga de la caballería y los elefantes. Además Aníbal había ocultado dos mil hombres al mando
de su hermano menor, Magón, que atacaron a los romanos por la retaguardia en el momento oportuno. Parte del ejército
romano pudo salvarse, pero a costa de grandes pérdidas. Roma conservó dos guarniciones en la Galia Cisalpina, pero
tuvo que abandonar el resto, ya que los galos, recientemente sometidos, se unieron con júbilo a los cartagineses, con lo
que Aníbal compensó con creces las pérdidas que había sufrido al cruzar los Alpes.

Tras la batalla, Aníbal acampó para pasar el invierno, y los romanos lo dejaron tranquilo mientras reconstruían sus
legiones. Cneo Cornelio Escipión fue enviado a Emporion (Ampurias) para atacar la base de abastecimientos de Aníbal
y evitar así que pudiera recibir refuerzos. Descendió por la costa y se encontró con los cartagineses en Cissa (Tarragona).
Allí, el general Hannón se había aliado con Indíbil, caudillo de los ilergetes, que poblaban la actual Lérida, pero fue
derrotado por Escipión.
Antíoco III había sofocado algunas rebeliones propias del cambio de rey, y luego declaró la guerra a Ptolomeo IV. Así se
inició la Cuarta Guerra Siria. Al principio tuvo una cierta ventaja, pero en 217 se enfrentó al grueso del ejército egipcio
encabezado por el propio Ptolomeo IV. El combate tuvo lugar en Rafia, junto a la frontera egipcia. Los elefantes asiáticos
de Antíoco III se enfrentaron a los africanos de Ptolomeo IV. Los africanos eran más grandes, pero menos dóciles. Hasta
entonces, los ejércitos ptolemaicos habían estado formados únicamente por griegos, pero, ante la amenaza seléucida,
Ptolomeo IV había formado una falange de 20.000 egipcios nativos. También contaba con un buen número de mercenarios
gálatas y tracios. Con estos efectivos, Ptolomeo IV ganó la batalla.

La derrota le reportó numerosos problemas a Antíoco III, que tuvo que enfrentarse durante unos años a una revuelta en
Asia Menor. Por su parte, Ptolomeo IV debió de pensar que Egipto quedaba libre de todo peligro y descuidó las labores
de gobierno en manos de sus ministros. Entre sus aficiones estaba la de construir barcos gigantescos, sin ningún valor
práctico a causa de su nula capacidad de maniobra. El mayor que llegó a tener medía unos 130 metros de largo y tenía
cuatro mil remos.

Publio Cornelio Escipión fue enviado a España para ayudar a su hermano, y también Aníbal mandó a España a su hermano
Magón para ayudar a Asdrúbal. Mientras tanto él condujo a su ejército por los Apeninos hasta las cercanías del
lago Trasimeno, en Etruria. El camino no fue fácil, se perdieron todos los elefantes menos uno. Invirtieron cuatro días
en cruzar una marisma, lo que desencadenó una epidemia de peste. Aníbal perdió la vista en un ojo a causa de la infección.
Roma envió contra él un ejército mayor que el anterior, al mando de Cayo Flaminio.

Junto al lago Trasimeno, Aníbal observó un estrecho sendero que corría por el margen de una colina. Colocó a todos sus
hombres tras la colina y esperó. El ejército romano llegó a la mañana siguiente a lo largo del camino. Aníbal lanzó sus
tropas colina abajo, pilló completamente desprevenidos a los romanos, desparramados en una larga, débil y delgada línea,
y el resultado fue una matanza.

Sin embargo, pese a la victoria, Aníbal sufrió un fuerte revés. Su esperanza era levantar a toda Italia en contra de Roma.
Ciertamente, los galos del norte se le habían unido en cuanto hubo derrotado a Escipión, pero los etruscos no hicieron lo
mismo tras la segunda victoria. Permanecieron fieles a Roma, aunque Aníbal decidió liberar a todos los prisioneros
italianos. Aníbal debió de pensar que necesitaba otra victoria más.

Filipo V se interesó mucho por lo que estaba sucediendo en Italia y se apresuró a firmar la paz con los etolios. Quería
tener las manos libres para intervenir en el momento oportuno.

Roma estaba aterrorizada, así que el Senado nombró un dictador: Quinto Fabio Máximo (el mayor). Fabio adoptó la
política que menos favorecía a Aníbal. Él necesitaba una victoria y Fabio no estaba dispuesto a ofrecérsela. Evitó en todo
momento el enfrentamiento directo. Sus hombres seguían de cerca a los cartagineses y atacaban a cualquier destacamento,
pero se retiraban si Aníbal se acercaba con el grueso del ejército. Fabio recibió el sobrenombre de Cunctator (el que
dilata) y su estrategia fue desgastando lentamente al ejército invasor. Sin embargo, con el paso del tiempo la actitud de
Fabio fue puesta en entredicho en Roma. Los romanos fueron olvidando la capacidad de Aníbal y fue surgiendo la opinión
de que Fabio era un cobarde, y que había que hacer frente a Aníbal de una vez por todas. Así, en 216, cuando terminó la
segunda dictadura de Fabio, fueron elegidos cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo. El primero había
sido uno de los más agresivos críticos contra Fabio, y el Senado les encomendó que se enfrentaran a Aníbal. Lo
encontraron en Cannas, en la costa de Apulia, al sur de Italia. Aníbal tenía unos 50.000 hombres, mientras que el ejército
romano contaba con 86.000. Pero Aníbal no rehuyó el combate. Al contrario, dispuso a sus hombres en forma de
semicírculo, con la parte convexa de cara a los romanos. Cuando éstos atacaron, el centro fue retrocediendo poco a poco,
y los romanos avanzaron con la esperanza de partir las líneas enemigas. Pero en su avance no observaron que los extremos
del frente cartaginés permanecían firmes, mientras que si el centro retrocedía era porque así lo tenía ordenado. El
semicírculo se convirtió en una recta, y luego se volvió cóncavo con los romanos dentro. Cuando los romanos
comprendieron lo que pasaba trataron de impedirlo con la caballería, pero fue rechazada por la caballería cartaginesa que
a continuación cerró definitivamente el círculo en el que el ejército romano fue sistemáticamente aniquilado. Paulo murió
en la batalla y Varrón sobrevivió, pero prefirió suicidarse antes que volver a Roma y dar explicaciones.

La victoria de Cannas dio algunos frutos, aunque tal vez menos de los que Aníbal hubiera esperado. La ciudad de Capua,
en la Campania, decidió apoyar a Aníbal, y a ella le siguieron algunas más, pero pocas. Por otra parte, Filipo V de
Macedonia firmó una alianza con Aníbal.
Hasta ahora, Aníbal le había costado a Roma unas cien mil vidas, pero los romanos no quisieron mencionar siquiera la
palabra rendición. Se prohibió toda señal de luto por los muertos en Cannas y se volvió a la política de desgaste
propugnada por Fabio. Lo esencial era evitar que a Aníbal le llegaran refuerzos. Escipión se mantuvo en España con su
hermano luchando con Asdrúbal. No tuvo mucho éxito, pero mantuvo a Asdrúbal ocupado. La flota romana fue conducida
al Adriático para impedir que Filipo V de Macedonia enviara refuerzos. El cónsul Marco Claudio Marcelo (Marquito),
que había destacado junto a Flaminio en la conquista de la Galia Cisalpina, obtuvo un pequeño éxito al evitar que Aníbal
capturara la ciudad de Nola, cerca de Nápoles, lo cual no era gran cosa, pero sirvió para levantar los ánimos de los
romanos.

En 215 murió el rey Hierón de Siracusa, que fue hasta su muerte un fiel aliado de Roma, pero su hijo Hierónimo decidió
ponerse de parte de Cartago. No era descabellado: si Aníbal vencía, Roma tendría que ceder Sicilia a Cartago, y los
cartagineses habrían sido implacables con una Siracusa prorromana. Puesto que Marcelo había sido pretor en Sicilia, fue
enviado a la isla, derrotó a un ejército cartaginés y puso sitio a Siracusa. Respecto a Macedonia, Roma estableció una
alianza con la Liga Etolia y con Esparta y envió un reducido número de tropas, con lo que empezó la Primera Guerra
Macedónica. Mientras tanto Aníbal llevó su ejército a Capua, donde pasó una temporada recobrando fuerzas. Los romanos
rodearon la ciudad. En España, Asdrúbal trató de avanzar hacia el norte para reunirse con su hermano, pero los Escipiones
le derrotaron en Hibera (cerca de Tortosa) y le obligaron a retroceder.

Entonces los romanos establecieron una alianza con Sífax, rey de los masesilos, los númidas occidentales, quien arrebató
el trono a Gea, rey de los masilios y atacó Cartago. En 214 Asdrúbal tuvo que dejar España para ayudar en la lucha contra
los númidas, y en su ausencia los Escipiones pudieron ocupar el sur de la península con la ayuda de soldados íberos
mercenarios.

Ese mismo año murió Demetrio de Faros en una batalla, y en 213 murió Arato, el que había dirigido la Liga Aquea hasta
que tuvo que ceder ante Macedonia. Filipo V consiguió reforzar ligeramente su dominio sobre Grecia.

Mientras tanto el emperador Qin Shi Huang Di (o, mejor dicho, su ministro Li Si) seguía imponiendo la autoridad
imperial en China. Evidentemente, el nuevo régimen tenía muchos detractores, y este año se tomó una decisión
drástica: se ordenó la quema de los libros subversivos y se condenó a la pena de muerte a todo aquel que los conservara.
La orden se extendía a los textos clásicos del confucianismo, a las notas de las escuelas filosóficas y a todas las obras
históricas excepto la Crónica de Qin. No eran subversivos los libros de medicina, agricultura, etc. Incluso se aceptaban
los libros sobre adivinación. En cambio, se prohibió expresamente "criticar el presente evocando la antigüedad". Esto
hacía alusión a los confucianos, que ponían como modelo de sus teorías políticas a los míticos reinos antiguos.

Por otra parte, las fronteras del Imperio continuaron expandiéndose hacia el sur. En el norte aumentó la presión de los
bárbaros. Ahora dominaban los Hsiung-nu, aunque ya llevaban más de un siglo hostigando a China. Habitualmente se les
conoce como los hunos, aunque es difícil saber si estaban emparentados con el pueblo del mismo nombre que apareció
en Europa siglos más tarde. Las murallas defensivas que habían construido los reinos del norte fueron unidas en una
monumental Gran Muralla de 6.000 kilómetros de longitud. Por el contrario, las murallas interiores que marcaban
límites entre distintos reinos, así como las fortificaciones, fueron destruidas. El emperador potenció grandes obras
públicas: además de la Gran Muralla, construyó un sistema radial de carreteras que unía la capital con los territorios
fronterizos, así como canales de riego y muchos palacios.

Volviendo a Italia, en 212, tras un largo asedio de dos años, Siracusa cayó. La tradición dice que durante el asedio la
pesadilla de los romanos fue Arquímedes, que construyó toda suerte de artefactos, desde catapultas hasta espejos cóncavos
que concentraban los rayos del sol sobre los barcos romanos y los quemaban. Dicen que cuando los soldados veían
aparecer algo extraño sobre las murallas, echaban a correr por si acaso. Naturalmente, es de suponer que los historiadores
griegos posteriores exageraron la lucha entre un cerebro griego frente al ejército romano. El caso es que, al parecer, una
parte de la muralla quedó sin vigilancia durante una fiesta y los romanos lograron entrar. Marcelo dio órdenes de que
Arquímedes fuera llevado a su presencia sin daño alguno. Se cuenta que un soldado lo encontró trazando figuras en la
arena, ajeno a la invasión. Le ordenó que le acompañara, pero el anciano replicó: "No destroces mis círculos", y el soldado
lo mató. Marcelo se contrarió al saberlo y ordenó que se celebrara un honroso funeral en su memoria, a la vez que se
aseguró de que su familia estuviera protegida. Luego se dedicó a limpiar Sicilia de cartagineses.

Los cartagineses lograron dominar al númida Sífax con la ayuda de Masinisa, el hijo del rey Gea. El senado cartaginés
envió de vuelta a España a Asdrúbal, a su hermano Magón y a otro general llamado Asdrúbal Giscón. Con ellos fue
también Masinisa, al mando de un contingente de jinetes númidas. Entre todos y con la ayuda de los ilergetes de Indíbil
lograron derrotar a los Escipiones en Ilorci (Lorca), donde murió Cneo, mientras que Publio tuvo que huir hasta el Ebro
y murió poco después combatiendo contra Asdrúbal Giscón cerca de Cástulo. Las tropas romanas en España quedaron
al mando del hijo de Publio, llamado también Publio Cornelio Escipión. (Algunos sobrenombres, como Varrón o
Escipión, pasaban de padres a hijos). Asdrúbal Giscón regresó a Cartago, donde logró sellar una alianza con el númida
Sífax, al cual le dio en matrimonio su hija Sofonisbe, pese a que estaba prometida a Masinisa, y ésta le hizo olvidar su
antigua alianza con Roma.

Antíoco III trató de reconstruir el disgregado imperio de Alejandro o, al menos, la parte de él que formaba el primitivo
Imperio Seléucida antes de su fragmentación. En los casos que pudo, trató de hacerlo amistosamente. Así, casó a tres de
sus hijas con otros tantos monarcas: una con Mitrídates III del Ponto, otra con Ariarates IV de Capadocia y otra
con Demetrio, el hijo de Eutidemo de Bactriana. Formalmente, estos reinos reconocieron la soberanía de Antíoco III, si
bien gozaban de gran autonomía.

Aníbal había marchado de Capua hacia el sur, buscando unos aliados que no encontraba. La ciudad de Tarento se puso
de su lado y, con ayuda de los propios tarentinos, expulsó a la guarnición romana de la ciudad. Mientras tanto los romanos
asediaron Capua, con la que estaban particularmente enojados, por su pronta rendición. Aníbal dejó Tarento y acudió en
ayuda de Capua, pero los romanos desaparecieron. Cuando volvió a Tarento, los romanos volvieron a Capua. La situación
era frustrante para Aníbal. En 211 se dirigió a la misma Roma. En realidad no disponía de los elementos necesarios para
asediar la ciudad y no estaba en condiciones de recibir suministros. Los romanos no se inmutaron. Ni siquiera llamaron a
sus tropas de Capua, que terminaron tomando la ciudad. Simplemente se dispusieron a soportar un asedio que no podía
durar. Aníbal lo sabía. Se cuenta que llegó a sus oídos que el propietario del terreno sobre el que había acampado lo había
puesto en venta, y que había sido adquirido en todo su valor. También se dice que Aníbal se acercó a la muralla y arrojó
una lanza dentro de la ciudad.

En 210 los romanos tomaron Agrigento, en Sicilia, y con ello los cartagineses quedaron fuera de la isla.

EL TRIUNFO DE ROMA
En 210 murió el emperador de China, Qin Shi Huang Di, en el transcurso de uno de sus viajes. Según su voluntad, fue
enterrado bajo un enorme túmulo de 48 metros de altura, y en su tumba fueron emparedados algunas de sus mujeres y los
obreros que habían transportado los tesoros. En 197 se encontró una fosa anexa al túmulo que contenía un ejército de
estatuas de terracota compuesto por 6.400 soldados de infantería, dispuestos a lo largo de 11 corredores de 200 metros de
largo por 3 de ancho. Tienen un tamaño ligeramente superior al natural, y estan seguidos de caballos y carros de combate.
El ejército estaba formado según una táctica militar común en la época. En otra fosa se encontró otro ejército, esta vez de
bronce, con figuras de talla ligeramente menor.

Los últimos años de su reinado fueron especialmente cruentos. Unos 460 letrados fueron enterrados vivos. Hubo
deportaciones masivas hacia los territorios de la gran muralla. El hijo mayor del emperador se enemistó con su padre y
se vio obligado a suicidarse. Por ello el trono fue ocupado por el segundo hijo, que gobernó más despóticamente, si cabe,
que su padre.

En Roma destacaba el primer autor teatral de importancia: Tito Maccio Plauto. Escribió comedias basadas en los
argumentos de las comedias griegas. Desde que Roma había conquistado las ciudades griegas del sur de Italia, la cultura
griega fue difundiéndose cada vez más entre los romanos de buena familia, que contrataban maestros griegos para sus
hijos, aprendían sus mitos y los adaptaban a su propia religión. Por esta época surgió la idea de que Alba, la ciudad latina
de donde eran originarios Rómulo y Remo, había sido fundada por Eneas, tras escapar de la destrucción de Troya.

Continuaba la guerra entre Roma y Macedonia. La liga aquea, que contaba con el apoyo de Filipo V de Macedonia, se
puso bajo el mando de Filopemén de Megalópolis. Había luchado en Selasia y luego había marchado a Creta en busca
de aventuras. Ahora había regresado a Grecia y reformó el ejército aqueo, con el que se enfrentó a Esparta, la cual recibió,
por su parte, el apoyo de Roma.

Egipto decaía bajo el torpe gobierno de Ptolomeo IV. Años atrás, el rey cometió el error de formar un ejército nativo, y
desde entonces los griegos tuvieron que sofocar una rebelión tras otra.
Ese año murió el rey parto Tirídates, lo cual fue inmediatamente aprovechado por Antíoco III, que en 209 logró pactar
con los partos la anexión de su territorio al Imperio Seléucida. Éstos conservaron, no obstante, una gran autonomía. De
este modo, el Imperio volvía a tener casi su extensión original.

Volviendo a China, eran muchos los sectores descontentos con el régimen imperial. Por una parte, el pueblo llano se
sentía oprimido por el duro código penal, los antiguos nobles y señores feudales estaban resentidos por haber perdido sus
privilegios, y los intelectuales estaban perseguidos y censurados. Aún no había pasado un año del cambio de emperador
cuando estalló un levantamiento popular en lo que había sido el estado de Chu. Estaba encabezado por Chen She, y fue
la primera de las muchas rebeliones a las que el nuevo monarca tuvo que hacer frente.

Entre tanto Escipión ocupaba Cartago Nova. Tomó la decisión de liberar a los rehenes que habían capturado los
cartagineses, con lo que se ganó las simpatías de los nativos. Incluso Indíbil se puso del lado de Roma. Luego Escupión
derrotó a Asdrúbal en Baecula (Bailén).

Pese a sus victorias fuera de Italia, Roma no se atrevía a atacar a Aníbal, cuyo ejército se iba desgastando lentamente.
Pidió ayuda a Cartago, pero Cartago nunca se la dio. Los gobernantes cartagineses recelaban de que un Aníbal victorioso
y carismático pudiera adueñarse de Cartago tras la guerra, así que trataban de ganar la guerra fuera de Italia. Aníbal apeló
a Asdrúbal, quien en 208 decidió repetir la hazaña de su hermano y, evitando a los romanos, se dirigió a Italia a través de
los Alpes.

Al sur de China se formó el reino de Nam-Viet, fundado por Trie Da, que implantó un régimen señorial muy
jerarquizado. El pueblo vietnamita había surgido por la fusión de diversas culturas: muongs, thais y chinos.

En China, las rebeliones se extendían por todo el territorio. El emperador no sabía en quién podía confiar. El propio
ministro Li Si, artífice de la unificación, fue acusado de traición y murió en el patíbulo. Uno de los principales insurrectos
fue Xiang Yu, un guerrero perteneciente a la antigua clase noble. Tomó como lugarteniente a Liu Bang, quien, por el
contrario, procedía de familia humilde. Había sido campesino y luego ocupó un puesto de funcionario menor, una especie
de "jefe de policía rural". En 207 tomó la capital, Xiang Yang. El emperador abdicó y su hijo, el tercer emperador de la
dinastía, no fue más que un títere a las órdenes de Liu Bang.

Ese mismo año Filopemén derrotaba al tirano de Esparta Macánidas, que fue sucedido por Nabis. Éste completó las
reformas iniciadas por Agis IV y Cleomenes III. Hasta llegó a poner fin a la esclavitud en Esparta. Por esta época la
práctica totalidad de Egipto estaba fuera de control. Ptolomeo IV pidió ayuda a los sacerdotes egipcios, que gozaban de
gran autoridad sobre el pueblo. Éstos le concedieron el rango de faraón y lograron mantenerle en el poder, pero despojaron
la monarquía en su provecho.

Asdrúbal había llegado al norte de Italia, y su objetivo era reunirse con Aníbal, que estaba en el sur. Dos ejércitos romanos
los vigilaban, pero no se atrevían a atacar. El ejército que vigilaba a Aníbal estaba bajo el mando de Cayo Claudio
Nerón, que había luchado a las órdenes de Marcelo. Asdrúbal envió mensajeros a su hermano comunicándole un plan de
ruta y un punto de reunión, pero estos mensajeros fueron interceptados por Nerón, que decidió abandonar a Aníbal y
partir apresuradamente hacia el norte. Los dos ejércitos romanos se unieron y atacaron a Asdrúbal por sorpresa a orillas
del rio Metauro. Asdrúbal trató de retirarse cruzando el río, pero perdió mucho tiempo buscando un vado y, cuando lo
encontró, ya era demasiado tarde, los romanos cayeron sobre él y tuvo que luchar. Los romanos obtuvieron una victoria
completa. Asdrúbal murió en la batalla, su cadáver fue encontrado, le cortaron la cabeza, la llevaron al sur y la arrojaron
al campamento de su hermano. Aníbal debió de comprender que la guerra estaba perdida, pero aún no había sido
derrotado. Se retiró con su ejército a Bruttium, en la punta de la bota italiana, donde los romanos le acorralaron, pero sin
atreverse aún a luchar contra él.

En 206 Xiang Yu se arrepintió de haber dejado la capital china en manos de Liu Bang, volvió, la saqueó y se inició una
lucha por el poder entre ambos líderes. El tercer emperador murió sin descendencia, con lo que la dinastía de Qin Shi
Huang Di duró apenas tres generaciones, en lugar de las 10.000 que estaban previstas.

Cartago envió refuerzos a España y se reunió un gran ejército para aplastar a Escipión. El encuentro se produjo
en Ilipa, unos 100 kilómetros al norte de la actual Sevilla. Durante varios días, los ejércitos estuvieron frente a frente sin
combatir. Cada día, a primera hora de la mañana, las tropas eran llevadas a campo abierto dispuestas para la batalla, pero
nadie daba el primer paso. Un día, Escipión formó a sus soldados antes de lo habitual y en una disposición distinta de la
esperada: puso a los aliados españoles en el centro y a las legiones en las alas. Atacaron mientras los cartagineses estaban
desayunando. Éstos formaron precipitadamente según lo habitual, con los aliados en los extremos. Así la legión barrió
rápidamente a los españoles enemigos, rodeó a los cartagineses y obtuvo una victoria definitiva, tras la cual no tardó en
expulsar completamente a los cartagineses de la península. Magón, el hermano de Aníbal, se retiró a las Baleares, donde
fundó una ciudad a la que dio su nombre, la actual Mahón.

Este mismo año terminó la Primera Guerra Macedónica. Sucedió que los aliados griegos ya estaban cansados de la guerra,
así que Roma se vio obligada a firmar la paz para no quedarse sola. También Filipo V estaba deseándolo, así que fue una
paz de compromiso, por la que Roma perdió parte de su influencia en Iliria.

Escipión llegó a un acuerdo secreto con el númida Masinisa. Éste se había aliado con Cartago con la esperanza de
recuperar el trono que Sífax le había arrebatado a su padre, pero ahora Sífax se había aliado con Cartago y se había casado
con su prometida Sofonisbe, así que Masinisa se volvió prorromano.

En 205 Escipión volvió a Italia. Tras sus victorias en España, los romanos pensaban que si alguien podía derrotar a Aníbal,
ése era Escipión. Tenía sólo treinta y un años y no había desempeñado todos los cargos previos que se requerían para
poder ser elegido cónsul, pero fue elegido de todos modos. Cuando se le propuso enfrentarse a Aníbal en Bruttium, el
ofreció una propuesta mejor: Atacar a la propia Cartago, como habían hecho Agatocles y Régulo. A ello se opusieron los
generales más viejos, sobre todo Fabio, en parte porque era peligroso (de hecho, ni Agatocles ni Régulo habían tenido
éxito), pero también en parte por envidia hacia Escipión. El Senado se negó a asignarle un ejército, pero Escipión pidió
voluntarios y los tuvo a miles. En 204 zarpó hacia África, donde se le unió Masinisa, seguido por un ejército de jinetes
númidas leales.

Entre tanto llegaba a Roma Quinto Ennio. Había nacido en Rudia, una antigua colonia griega en el sur de Italia. Había
luchado en Cerdeña y fue un gran difusor de la cultura griega entre los romanos. Escribió tragedias y poemas épicos
inspirados en modelos griegos, pero de corte patriótico romano.
Una muestra de la inseguridad que Aníbal causó en Roma es que los romanos llegaron a plantearse si sus dioses no serían
suficientemente poderosos para protegerles, y empezaron a buscar el apoyo adicional de dioses extranjeros. En Asia
Menor estaba muy extendido el culto a Cibeles, una diosa muy antigua llamada también Gran Madre, o Madre de los
Dioses. Su culto se había extendido por Grecia y Roma, pero este año fue sancionado oficialmente. Una adecuada
interpretación de los Libros Sibilinos prometía la victoria si se trasladaba a Roma una roca sagrada dedicada a Cibeles
que había caído del cielo (o sea, que era un meteorito) y se guardaba en un templo de Pesinonte (en Galacia), famoso por
sus oráculos. Se suponía que Cibeles protegía a los hombres, contra la tentación y contra el mal.

La roca fue trasladada a Roma con toda la pompa, acompañada por una corte de sacerdotes que implantaron en la ciudad
los extraños ritos asociados a la diosa. Los sacerdotes eran eunucos galos que se engalanaban como mujeres, y los ritos
eran orgiásticos. Se celebraban al son de flautas, címbalos y tímpanos, y terminaban en delirios y automutilaciones de los
iniciados. Pocos años después, el gobierno prohibió a los ciudadanos el culto a Cibeles, por lo que éste se volvió
minoritario.

Ese mismo año Antíoco III regresó a Mesopotamia como había regresado en su día Alejandro Magno: con un Oriente
totalmente conquistado. Ello le llevó a hacerse llamar Antíoco el Grande (a imitación de Alejandro). Entre tanto, Ptolomeo
IV se había enamorado de Agatoclea, una cortesana de Alejandría, a la vez que de su hermano Agatocles. Ambos
consiguieron ejercer una gran influencia sobre el rey, hasta el punto de que Agatoclea logró que mandara asesinar a su
madre Berenice y a su hermana y esposa Arsinoe. Ptolomeo IV murió al año siguiente, en 203, y fue sucedido por su
único hijo, Ptolomeo V, que sólo tenía ocho años. Se produjo una lucha por la regencia. Agatocles trató de hacerse con
el poder, pero el pueblo se rebeló y fue asesinado junto con su hermana. Antíoco III vio una gran oportunidad en las
revueltas aguas egipcias y se apresuró a aliarse con Filipo V de Macedonia. Este año murió Magón, el hermano de Aníbal,
cuando se dirigía a Cartago por mar. Escipión venció a Asdrúbal Giscón, que fue apartado del mando por el senado
cartaginés.

En 202 Liu Bang derrotó definitivamente a Xiang Yu y pudo proclamarse emperador de China, el primer emperador de
la dinastía Han. Adoptó el nombre de Han Gaodi, donde "di" es el distintivo imperial que ya había adoptado Qin Shi
Huang Di. Sin embargo Gaodi no pretendió presentarse como un dios. Para evitar que esto mermara su autoridad,
estableció un complejo y magnificente protocolo que rodeaba todo lo relacionado con el emperador. El sistema feudal
anterior fue parcialmente recuperado. Los antiguos príncipes feudales recuperaron sus derechos, que fueron extendidos
además a los antiguos compañeros de armas del emperador, todos de origen humilde. Por otra parte se suavizó el código
penal, con lo que todos los sectores se sintieron satisfechos y se acabaron las revueltas. No obstante, esto no significa que
los logros de la dinastía precedente se perdieran por completo. Al contrario, en lo fundamental, el sistema instaurado por
Qin Shi Huang Di siguió influyendo durante los siguientes dos mil años. El único sector que no recibió la atención debida
fue el de los intelectuales. Gaodi no valoraba en absoluto la cultura, se sentía incómodo entre intelectuales y por ello
evitaba su trato. Si no levantó la polémica prohibición sobre la tenencia de libros subversivos fue simplemente porque no
le pareció una cuestión relevante.

Escipión y Masinisa habían llegado a las murallas de Cartago. Los desesperados cartagineses no tuvieron más opción que
pedir a Aníbal que regresara de Italia. Mientras entablaron negociaciones con Escipión que trataron de prolongar todo lo
posible hasta que llegara Aníbal. Cuando éste apareció, los cartagineses rechazaron los acuerdos que habían aceptado y
confiaron en que Aníbal les libraría de los romanos. Los dos ejércitos se encontraron junto a la ciudad de Zama.

El ejército de Aníbal estaba compuesto de unos 24.000 hombres, la mayor parte italianos, pues el ejército original con el
que había cruzado los Alpes había desaparecido hacía tiempo. El resto lo formaban los mercenarios que había reclutado
Aníbal Giscón (al cual Aníbal repuso en el mando precisamente para poder contar con ellos), más un pequeño contingente
enviado por Filipo V de Macedonia. Además disponía de 80 elefantes.

Aníbal empezó la batalla con una carga de elefantes, pero los romanos hicieron sonar trompetas con las que los asustaron
y los hicieron retroceder, lo que desorganizó a la caballería de Aníbal, que fue destruida por los jinetes de Masinisa, que
atacaron de inmediato. Los pocos elefantes que no retrocedieron pasaron por los huecos que oportunamente dejaron las
legiones, que hicieron gala una vez más de su agilidad en las maniobras. A continuación Escipión dirigió meticulosamente
el avance de cada una de sus líneas de soldados, que hicieron huir a todas las líneas cartaginesas excepto a la última,
formada por los soldados mas veteranos. Como éstos resistían, Escipión hizo retroceder a sus tropas para que Masinisa
atacara por la retaguardia, lo que destrozó finalmente el ejército cartaginés. Escipión fue conocido desde entonces
como Escipión el Africano, en recuerdo de su victoria en África.
En 201 se firmó el tratado de paz que puso fin a la Segunda Guerra Púnica. Cartago perdió todas sus colonias, y vio
limitado su territorio a sus posesiones en África. También tuvo que entregar su flota y sus elefantes y se comprometió a
pagar una pesada indemnización durante un periodo de cincuenta años. Cartago no podía hacer la guerra, ni siquiera en
África, sin el consentimiento romano. Además Masinisa recibió el trono de Numidia, se casó con Sofonisbe y, como
aliado de Roma, tuvo la libertad para perjudicar a la inerme Cartago a su antojo. Muchos romanos eran partidarios de
imponer además que Aníbal fuera entregado, pero Escipión insistió en que se respetara a un militar que siempre había
combatido honestamente. Ahora Roma dominaba el sur y el este de España, aunque iba a necesitar unos pocos años para
consolidar su autoridad en la zona.

Filipo V de Macedonia, viendo frustrados sus intentos de intervenir en occidente al lado de Cartago, decidió intervenir
en Egipto al lado de Antíoco III, y así dio comienzo la Quinta Guerra Siria, con la que Antíoco III y Filipo V se
enfrentaron a un Egipto sumido en el caos. Terminó en 200, y para entonces Antíoco III dominaba toda la media luna
fértil. Egipto había perdido todas sus posesiones en Asia.

ROMA EN EL ESTE
Al inicio del siglo II, se construyó en Teotihuacán un enorme templo piramidal (la pirámide del Sol). Por esta época la
cultura Zapoteca había adquirido sus rasgos más distintivos: destacan las urnas funerarias de cerámica modeladas a mano,
que llevaban adosadas figuras de divinidades con grandes tocados.

En Perú desaparece la cultura Chavín y la región se fragmenta, de modo que surge casi una cultura distinta en cada valle.
Diversas ciudades entran en conflicto al tratar de expandirse. Se construyen ciudades fortificadas, entre las que
destacan Tiahuanaco y Huari. La elevada densidad de población obligó a explotar nuevas tierras y a construir grandes
obras de irrigación e ingeniería.

China había encontrado finalmente la estabilidad bajo Liu Bang (o Gaodi), el primer emperador de la dinastía Han. En la
India seguían gobernando los Maurya, si bien apenas se tienen datos sobre los monarcas que sucedieron a Asoka el
Grande. En la parte occidental de Asia la mayor potencia era el Imperio Seléucida, que bajo Antíoco III el Grande había
llegado a la cumbre de su poder. En Egipto la dinastía de los Ptolomeos estaba en peligro, pues el rey Ptolomeo V tenía
sólo once años. Grecia estaba gobernada por la Liga Aquea, dirigida por Filopemén, que no terminaba de dominar a
Esparta. Cartago acababa de ser reducida a la nada por Roma. Aníbal demostró ser tan buen administrador como estratega.
Se puso al frente del estado y reorganizó las finanzas cartaginesas, de tal modo que Cartago estuvo pronto en condiciones
de pagar a Roma el tributo convenido en el tratado de paz. Y Roma tenía una cuenta pendiente con Macedonia que no
estaba dispuesta a pasar por alto. Filipo V se había aliado con Aníbal e incluso había enviado tropas a Zama. Sólo
necesitaba una excusa para pasar a la acción y la tuvo inmediatamente.

La ciudad de Rodas era una de las pocas ciudades griegas independientes que quedaban. Se encontraba en medio del
campo de batalla de la Guerra Siria, así que decidió pedir ayuda a Roma ante el temor de que terminara siendo absorbida
por Antíoco III o por Filipo V. Algo similar ocurrió con Pérgamo, cuyo rey Atalo I pidió la protección de Roma frente a
Antíoco III. Roma no se hizo de rogar, y decidió -naturalmente- que Filipo V tenía prioridad. En 200 envió una embajada
a Filipo V instándole a evitar todo acto que pudiera perjudicar a Rodas. El rey no aceptó y se inició así la Segunda Guerra
Macedónica. Roma esperaba que toda Grecia se levantase contra Filipo V, pero no fue así, y además Filipo V era un buen
general, con lo que durante dos años la guerra se mantuvo en un punto muerto sin que ningún bando obtuviera una ventaja
decisiva.

Al mismo tiempo Roma envió colonos latinos a la Galia Cisalpina y al sur de Italia, con lo que toda la península quedó
rápidamente romanizada, de modo que las nacionalidades galas, etruscas y griegas se diluyeron. Por otra parte Roma se
ocupaba también de someter el sur y el este de España, considerados como botín de guerra. Envió dos ejércitos, uno a la
zona sur y otro al este. Estableció un impuesto a toda la población y administró las explotaciones mineras. Las rebeliones
de los nativos fueron constantes. En 197 Roma organizó el territorio en dos provincias: la Hispania Ulterior (que
comprendía la parte sur) y la Hispania Citerior (el este). Esto no significaba que los nativos estuvieran bajo control. Al
contrario, ese mismo año estalló una revuelta en el valle del Guadalquivir y en la costa suroriental. Al mismo tiempo, el
general Tito Quincio Flaminio fue enviado a Macedonia, quien obligó a los macedonios a presentar batalla
en Cinoscéfalos, en Tesalia. Filipo V organizó dos falanges, pero los romanos ya conocían la falange desde los tiempos
de Pirro y la legión supo cómo tratarla. Al mismo tiempo Pérgamo había derrotado a otro ejército macedónico en Asia
Menor, así que Filipo V se vio obligado a rendirse. Al igual que Cartago, Macedonia tuvo que renunciar a toda influencia
sobre Grecia, disolver parte de su ejército, ceder su flota y pagar un gran tributo. A Filipo V se le permitió conservar su
corona, pero ya nunca más se enfrentó a Roma.

Flaminio fue invitado a participar en los Juegos Ístmicos, donde anunció la restauración de la libertad de todas las ciudades
griegas. Los griegos aplaudieron calurosamente, pero su concepto de libertad se reducía entonces a la libertad de luchar
unos contra otros, e inmediatamente le pidieron a Flaminio que ayudara a la Liga Aquea contra Nabis de Esparta, al igual
que antes lo había hecho Macedonia. Flaminio aceptó con renuencia. Era un admirador de Grecia y no le agradaba
combatir contra griegos. Expulsó a Nabis de Argos, pero no consintió que la Liga Aquea tomara Esparta.

En esta campaña, Flaminio contó con el apoyo del rey Eumenes II de Pérgamo, que acababa de suceder a su padre Atalo
I y ratificó así la alianza que éste había establecido con Roma. Fue un gran protector de la cultura y bajo su reinado la
biblioteca de Pérgamo se convirtió en la gran rival de la biblioteca de Alejandría. Los egipcios dejaron de exportar papiro,
y cada vez se hizo más escaso. Una alternativa era escribir sobre pieles de animales, que eran mucho más duraderas, pero
también más caras. Sin embargo, alguien en Pérgamo descubrió un tratamiento de las pieles que permitía escribir por las
dos caras, con lo que el precio se reducía a la mitad. Este tipo de piel recibió el nombre de pergamino, por la ciudad donde
fue descubierto, y paulatinamente fue remplazando al papiro.

Por estas fechas Ptolomeo V fue considerado mayor de edad y asumió personalmente el gobierno de Egipto. Se celebraron
los correspondientes rituales y fiestas, y entre los diversos testimonios que se dejaron del acto estaba una inscripción en
piedra, donde el texto aparecía escrito en griego y en dos modalidades de egipcio. Esta inscripción, conocida como
la Piedra de Rosetta, fue la clave dos mil años después para comprender la escritura jeroglífica.

Antíoco III había sido en teoría aliado de Filipo V, pero no sólo no le había ayudado contra los romanos, sino que al
conocer su derrota decidió enviar tropas a Macedonia para conquistar algunos territorios. Esto sucedió en 196, el mismo
año que Roma envió una embajada a Cartago para acusar a Aníbal de planear una nueva guerra, y exigir su entrega
inmediata. Aníbal tuvo que huir y marchó a Tiro, que entonces formaba parte del Imperio Seléucida. En 195 fue a buscar
a Antíoco III. Ambos se encontraron en Éfeso, y Aníbal le propuso que, mientras Antíoco III continuaba su campaña en
Macedonia, le dotara de un ejército que conduciría a Italia contra Roma. Antíoco III no aceptó, y en su lugar le propuso
que fuera a Tiro para reunir una flota fenicia con la que dominar el Egeo. Al mismo tiempo envió más tropas a Grecia.
Aníbal había comunicado a Cartago sus planes de alianza con Antíoco III, pero los cartagineses se asustaron de las
consecuencias que ello podría tener para su ciudad e inmediatamente avisaron a Roma, la cual envió una embajada a
Antíoco III para tratar de conocer sus intenciones, embajada a la que Antíoco III no quiso prestar atención. Mientras tanto,
Roma envió a España a Marco Porcio Catón, que desembarcó en Emporion y desde allí marchó a Tarraco, despejando
toda resistencia indígena hasta el Ebro.

Ese año murió el emperador chino Han Gaodi, y fue sucedido por su hijo Huidi, que continuó la política de su padre y
conservó la estabilidad alcanzada por éste.

En 194 Flaminio dejó Grecia para volver a Roma. Inmediatamente, Filopemén dirigió a la Liga Aquea contra Esparta y
la obligó a unirse a ella. Nabis fue asesinado por unos etolios, con lo que Esparta se desplomó definitivamente.

Mientras tanto, las campañas de Catón en España habían dado resultado y, tras una serie de estragos en numerosas
ciudades, los rebeldes fueron reducidos y esclavizados. Los supervivientes iniciaron una guerra de guerrillas, al tiempo
que, en las fronteras, los celtíberos y lusitanos incrementaban sus incursiones debido a que Roma les había privado de
toda posibilidad de contacto con las civilizaciones del sur y del este, que habían sido una de sus principales fuentes de
subsistencia.

En 193 Catón volvió a Roma con un cuantioso botín, proveniente en gran parte de la venta como esclavos de cuantos
hispanos se le habían rebelado. Había instaurado un sistema de expolio y represión que fue continuado por sus sucesores.

Antíoco III dio un paso más en su política de alianzas matrimoniales casando a su hija Cleopatra con Ptolomeo V. La
Liga Aquea dominaba Grecia con el apoyo de Roma, lo cual puso en mala situación a la Liga Etolia, y así los etolios
decidieron pedir a Antíoco III que llevara a Grecia en su ayuda las tropas que tenía en Macedonia. Antíoco III hizo más
que eso. En 192 invadió Pérgamo, cruzó el Egeo y llevó un ejército a Grecia. Roma intervino inmediatamente, y en 191 un
ejército romano se enfrentó con el de Antíoco III en las Termópilas, donde obtuvo una fácil victoria. Antíoco, aterrado,
volvió a Asia Menor, pero Roma no estaba dispuesta a consentir que Antíoco III retuviera Pérgamo, pues era un Estado
aliado. Una flota romana, reforzada por barcos de Pérgamo y Rodas, derrotó a la flota seléucida, y por primera vez un
ejército romano desembarcó en Asia. A su mando estaba Lucio Cornelio Escipión, hermano de Escipión el Africano. El
Senado había mostrado reticencias a confiar el mando a Lucio, pero su hermano se ofreció a acompañarle como segundo
oficial, y esto inspiró confianza.

Ese mismo año murió el emperador chino Huidi. Poco antes de su muerte había levantado la prohibición que Qin Shi
Huang Di había impuesto sobre los libros subversivos, y así muchos textos del confucianismo que habían permanecido
en la clandestinidad salieron de nuevo a la luz. Parece ser que la viuda de Liu Bang hizo asesinar al hermano de Huidi,
así como a muchas de las concubinas de Liu Bang, lo que le permitió convertirse en emperatriz.

En 190 los romanos se enfrentaron con Antíoco III en Magnesia. Escipión el Africano permaneció en la cama a causa de
una enfermedad, pero su hermano Lucio no tuvo dificultades en vencer y por ello recibió el sobrenombre de El
Asiático. En 189 terminó la Guerra Siria. Antíoco III tuvo que ceder todas sus posesiones en Asia Menor, que pasaron a
engrosar los dominios de Pérgamo y Rodas. También se comprometió a pagar una pesada indemnización y a entregar a
Aníbal a los romanos, pero en cuanto a esto último se las arregló para advertir a Aníbal a tiempo para que pudiera huir.

Se cuenta que Escipión tuvo ocasión de entrevistarse con Aníbal, y que en un momento dado le preguntó quién
consideraba que había sido el mejor general de todos los tiempos. Obviamente Escipión pretendía que Aníbal se decantara
por uno de los dos, pero la respuesta de Aníbal fue: Alejandro Magno. Entonces Escipión insistió: ¿Y el segundo mejor
general? Esta vez la respuesta fue: Pirro. Escipión volvió a insistir: ¿Y el tercero? Yo mismo, dijo Aníbal. Entonces
Escipión le dijo sonriendo: ¿A pesar de que yo te haya vencido? Y Aníbal respondió: Es que si no me hubieras vencido
me habría situado en primer lugar, por delante de Alejandro.

Aníbal huyó a Bitinia, a la corte del rey Prusias I. Era cuñado de Filipo V y le había apoyado en varias ocasiones, así que
no estaba en muy buenas relaciones con Roma, justo al contrario que Pérgamo, su vecino y rival. Aprovechando la derrota
de Antíoco III, los gobernadores Artaxias y Zaridis se proclamaron respectivamente reyes de la Gran Armenia, y
de Sófena y Arzaneno, dos regiones situadas al sur de Armenia. Los armenios habían permanecido sometidos a los medos
desde que entraron en el territorio al que dieron su nombre (el antiguo reino de Urartu), luego estuvieron bajo el dominio
persa y finalmente bajo los seléucidas, y ahora daban el primer paso hacia su independencia.

Antíoco III murió en 187, en Elam, a manos de una multitud que protestaba porque el soberano estaba tratando de saquear
un templo para pagar a Roma. Fue sucedido por su hijo Seleuco IV. Ese mismo año murió Eutidemo, el rey de Bactria,
y el trono se lo disputaron su hijo Demetrio, casado con una hija de Antíoco III, y un general llamado Eucrátides, que
finalmente pudo hacerse con el poder. El débil vínculo que unía a Bactriana con el Imperio Seléucida se rompió para
siempre.

En 185 el rey Eumenes II de Pérgamo, sabiendo que contaba con el apoyo de Roma, le declaró la guerra a Prusias I de
Bitinia. Ese mismo año murió Mitrídates III del Ponto y fue sucedido por su hijo Farnaces I. Mientras tanto, en Roma,
los Escipiones Publio y Lucio fueron acusados de haberse apropiado de parte del dinero pagado por Antíoco III. Escipión
el Africano siempre tuvo enemigos en Roma. En parte por envidia, en parte por su descarada presunción. El caso es que
Lucio estaba dispuesto a mostrar los libros de cuentas, pero Publio se apoderó de ellos y los destruyó. Tal vez era culpable,
o tal vez era inocente y consideraba una ofensa que su palabra no bastara para certificarlo. El caso es que a Lucio se le
impuso una multa y Publio fue llevado a juicio acusado de haber aceptado soborno de Antíoco III. Podía haber sido
condenado, pero recordó al tribunal que ese día era el aniversario de la victoria de Zama, y el clamor popular obligó a
absolverle. No obstante ya no volvió a tener ninguna relevancia política.

En la India el último rey Maurya fue asesinado por Pushyamitra, que inauguró la dinastía de los Sungas. Bajo esta nueva
dinastía, la religión brahmánica recuperó su vigor.

En 184 murió Filopemén en Mesenia, tratando de sofocar una revuelta contra la Liga Aquea. Posteriormente fue
llamado "el último de los griegos", porque fue el último caudillo griego que obtuvo victorias. Ese mismo año el escritor
Ennio recibió la ciudadanía romana. Catón fue nombrado censor, y ejerció con tanto ahínco su función que desde entonces
fue conocido como Catón el Censor. Catón era el arquetipo de la vieja virtud romana. Desconfiaba de las novedades,
como el interés por la cultura griega, era uno de los más enconados enemigos de los escipiones, y reprimió
implacablemente cuanto consideraba inmoral. Se cuenta que multó a Escipión el Asiático porque había besado a su mujer
en presencia de sus hijos. Fue también uno de los primeros prosistas latinos de importancia. Escribió una historia de Roma
y un tratado de agricultura.

Entre tanto, Eumenes II había emprendido una serie de campañas contra los reinos vecinos. Además de la guerra contra
Bitinia, extendió sus dominios a costa de los gálatas y contra Farnaces I del Ponto. Sin embargo, donde se encontró con
serios problemas fue en Bitinia, porque el rey Prusias I tenía como consejero a Aníbal, que pese a su avanzada edad no
había perdido sus dotes. Pérgamo pidió ayuda a Roma una vez más, la cual no desaprovechó la ocasión para acosar a
Aníbal. En 183 fue enviada una embajada que exigió la entrega del cartaginés. Prusias I no se atrevió a imitar a Antíoco
III y facilitar la huida a Aníbal quien, al ver que no tenía escapatoria, optó por envenenarse a sus sesenta y cuatro años.
Se dice que sus últimas palabras fueron: "Pongamos fin a la ansiedad de los romanos, que consideran demasiado largo
y penoso esperar la muerte de un viejo aborrecido." Ese mismo año murió Escipión el Africano. En 182 murió Prusias I
y fue sucedido por su hijo Prusias II.

En 181 murió Ptolomeo V y dejó tan sólo dos hijos pequeños. El mayor de ellos fue coronado como Ptolomeo VI y su
madre, Cleopatra, actuó como regente. Desde que Filipo V de Macedonia fue derrotado por los romanos, se mostró
siempre leal a éstos. Incluso ayudó a Roma en la Guerra Siria, pero al mismo tiempo estaba tratando de reconstruir
discretamente el poder macedónico. Su hijo mayor, Demetrio, era sinceramente prorromano, así que lo mandó envenenar.

En 180 murió la emperatriz Lu, y poco después se produjo una matanza que exterminó a su familia, el trono de China
volvió a la familia de su marido, cuando fue proclamado emperador Wendi, hermano de Huidi. Su reinado supuso un
periodo de paz para el imperio. El estado moderó sus gastos, al tiempo que potenció nuevas obras públicas: mejoras de
caminos, canales y puertos. También se rebajaron los impuestos.

Roma envió a la Hispania Citerior a Tiberio Sempronio Graco, que destacó por su diplomacia y firmó tratados y treguas
con celtíberos y vacceos, con lo que pacificó definitivamente la provincia, al tiempo que derrotaba a los lusitanos y
vascones afianzando las fronteras.
En 179 murió Filipo V de Macedonia y fue sucedido por su hijo Perseo, quien continuó el proyecto de su padre de
fortalecer Macedonia al tiempo que fomentaba el descontento entre los griegos por la dominación romana.

Seleuco IV trataba de recomponer el país del lastimoso estado en que se lo había encontrado tras la derrota de su padre
frente a los romanos. El tributo exigido por Roma había arruinado las arcas del estado y el monarca tuvo que ir sacando
dinero de donde pudo. Una de las fuentes más socorridas eran los templos, pero eso suponía jugar con las creencias
religiosas del pueblo y tenía sus peligros (basta pensar en la muerte de Antíoco III). De todos modos, envió a un
funcionario llamado Heliodoro a expoliar el templo de Jerusalén. A la sazón, el sumo sacerdote de los judíos era Onías
III, quien, al parecer, llegó a un acuerdo con Heliodoro por el que le daba a él parte del tesoro a cambio de no tener que
dárselo todo a su amo. Heliodoro aceptó el soborno, aunque la Biblia relata el episodio en términos ligeramente distintos:

Heliodoro no pensaba en otra cosa que en ejecutar su designio; y para ello se había presentado ya él mismo con sus
guardias a la puerta del erario. Pero el espíritu del Dios Todopoderoso se hizo allí manifiesto con señales bien patentes,
en tal conformidad que, derribados en tierra por una virtud divina cuantos habían osado obedecer a Heliodoro, quedaron
como yertos y despavoridos. Porque se les apareció, montado en un caballo, un personaje de fulminante aspecto y
magníficamente vestido, cuyas armas parecían de oro, el cual, acometiendo con ímpetu a Heliodoro, lo pateó con los
pies delanteros del caballo. Apareciéronse también otros dos gallardos y robustos jóvenes llenos de majestad y ricamente
vestidos, los cuales, poniéndose uno a cada lado de Heliodoro, empezaron a azotarlo, cada uno por su parte, descargando
sobre él continuos golpes. [II Mac III, 23-26] (Los versículos siguientes, hasta el final del capítulo, contienen una de las
manipulaciones bíblicas más divertidas, por su originalidad y descaro.)

Tal vez Heliodoro contó a su señor una historia similar para justificar su regreso con las manos vacías, historia que Seleuco
IV debió de escuchar con no pocas reservas. Así pues, sabiendo que si Seleuco IV descubría lo sucedido tendría los días
contados, en 175 Heliodoro urdió una trama por la que acabaron asesinados tanto el rey como su primogénito. El trono
seléucida pasó a Antíoco IV, hermano de Seleuco IV. Había nacido en Atenas y, tras la derrota de su padre, fue llevado
a Roma como rehén, donde recibió buen trato. Cuando se enteró de la muerte de su hermano, abandonó Roma y se dirigió
a Antioquía, donde no tuvo inconveniente en convertirse en el nuevo rey.
LOS MACABEOS
Los judíos llevaban ya muchos años alejados de los acontecimientos históricos. Se habían acomodado al dominio Persa,
Alejandro pasó por Judea sin provocar conmociones, luego, tras unos pocos ajetreos, Judea quedó en manos de los
Ptolomeos, que gobernaron con suavidad y, finalmente, cuando vieron que Antíoco III tenía las de ganar, los judíos se
pusieron de su parte y tras la Quinta Guerra Siria fueron bien tratados. Las cosas en Canaán estaban más o menos como
al comienzo de este periodo: los judíos poblaban Judea, y al norte, en el territorio que antaño fuera Israel, estaban los
samaritanos, que practicaban una versión primitiva de la religión israelita, ajena a las modificaciones que el judaísmo
incorporó en Babilonia. Judíos y samaritanos se tenían mutuamente por herejes y se odiaban radicalmente. Al norte de
Samaria estaba Galilea, donde habitaban también algunos judíos, pero la población era mayoritariamente gentil. Las viejas
idolatrías contra las que habían abominado siempre los judíos habían desaparecido hacía mucho, pero en su lugar había
llegado a sus tierras una idolatría mucho más peligrosa: la cultura griega. Las costumbres griegas se estaban difundiendo
por el mundo entero. Hasta los romanos, que derrotaban a los griegos en las batallas, eran vencidos por éstos en el terreno
cultural, y estaban adoptando las formas griegas en la religión, en la literatura, en las costumbres, etc. El proceso de
helenización en Judea había sido lento cuando dependía de Egipto, pero se aceleró bajo los seléucidas. Al mismo tiempo,
los judíos más conservadores se escandalizaban al ver a algunos de sus conciudadanos helenizados y se aferraban
radicalmente a las viejas costumbres.

Antíoco IV heredó los problemas monetarios de su hermano y siguió viendo en el templo de Jerusalén un posible remedio.
No simpatizaba con el sacerdote Onías III, tal vez por su empeño de no ceder los tesoros o tal vez porque Antíoco IV
había oído rumores de su trato con Heliodoro. El caso fue que el hermano de Onías III, llamado Josué, propuso un pacto
a Antíoco IV: Podía nombrarlo a él sumo sacerdote (lo que le daría un gran poder sobre los judíos y la oportunidad de
enriquecerse) y a cambio él le cedería una parte generosa del tesoro del Templo. Para tentar aún más a Antíoco IV, le
prometió que impulsaría la cultura griega en Judea. Él mismo decidió cambiar su nombre hebreo de Josué por el nombre
griego de Jasón.

Antíoco aceptó el trato. En 175 Onías III fue llevado en arresto a Antioquía y Jasón ocupo el sumo sacerdocio. Pronto
empezó a cumplir su parte del trato. Antíoco IV obtuvo su dinero y Jasón creó un gimnasio en Jerusalén, donde los jóvenes
acudían a ejercitarse al modo griego. Los judíos conservadores se escandalizaron por el arresto de Onías III y el expolio
del Templo, pero lo que más les escandalizó fue el gimnasio. La tradición griega mandaba que los atletas se ejercitaran
desnudos, y el desnudo público era inmoral para los judíos. Más aún, muchos jóvenes se ponían prepucios postizos para
que no se notara que estaban circuncidados, con lo que renegaban así del distintivo fundamental del judaísmo. Por su
parte, Jasón se embolsaba los beneficios que generaba el gimnasio.

En 173 murió Cleopatra, la madre de Ptolomeo VI, pero el rey era todavía menor de edad y cayó bajo la influencia de los
generales que soñaban con recuperar los territorios perdidos en la última guerra siria, y así Egipto empezó a prepararse
para una ofensiva.

En 172 el rey Eumenes II de Pérgamo alertó a los romanos de las intenciones del rey Perseo de Macedonia, y Roma no
tardó en dar inicio a la Tercera Guerra Macedónica. Perseo contaba como aliados a los griegos y a los bitinios, pero éstos
no tardaron en llegar a la conclusión de que no era buena idea enfrentarse a Roma. Pese a ello, Perseo se dispuso a
combatir en solitario y reunió el mayor ejército que había formado Macedonia desde los tiempos de Alejandro Magno.
Con él resistió varios años a los ejércitos que envió Roma.

Un primo de Jasón llamado Onías, pero que, siguiendo el camino marcado por su pariente, pasó a
llamarse Menelao, ofreció a Antíoco IV otra porción del tesoro del Templo si le nombraba a él sumo sacerdote, y el rey
volvió a aceptar.

Partia seguía gobernada por los descendientes de Arsaces, todos los cuales adoptaban oficialmente el nombre de Arsaces
al llegar al trono, pero a menudo eran conocidos también por sus verdaderos nombres. Por ejemplo, en 171 murió Arsaces
V o Fraates I y subió al trono parto Arsaces VI o Mitrídates I. Teóricamente Partia formaba parte del Imperio
Seléucida, pero desde que murió Antíoco III eso no significaba nada en la práctica. No tardó en extender su territorio a
costa de Bactriana.

En 170 murió el rey Farnaces I del Ponto y fue sucedido por su hermano Mitrídades IV. Entre tanto Onías III tuvo el
valor de denunciar públicamente las prevaricaciones de Jasón y Menelao, y seguidamente se refugió en un templo griego
de un suburbio de Antioquía. Parece ser que Menelao sobornó al gobernador del distrito para que convenciera a Onías III
de que saliera del templo prometiéndole seguridad, pero apenas salió fue asesinado. En Judea se produjeron convulsiones
y disputas sobre quién era o debía ser el sumo sacerdote. Antíoco IV no prestó atención, pues con el dinero que había
conseguido del templo de Jerusalén y de otras fuentes estaba reclutando un ejército con el que esperaba devolver a su
imperio el antiguo esplendor.

Egipto le dio la excusa para iniciar su campaña. Como respuesta a un mínimo ataque, Antíoco IV marchó sobre Menfis,
donde capturó a Ptolomeo VI y se declaró rey de Egipto. Pero Alejandría no se rindió, y fue nombrado rey Ptolomeo
VII, hermano de Ptolomeo VI. En 169 Antíoco IV marchó sobre Alejandría y le puso sitio, pero entonces recibió la noticia
de que Jasón había intentado arrancar el sumo sacerdocio a Menelao por la fuerza, y que Jerusalén estaba en un estado de
guerra civil. El ejército de Antíoco IV, a 550 kilómetros de sus fronteras, no podía permitirse que sus líneas de
comunicaciones pudieran verse interrumpidas, así que el rey se vio obligado a volver apresuradamente a Judea, donde
entró él mismo en el templo a la cabeza de un contingente armado y se llevó cuanto encontró de valor.

En 168 Roma envió a Macedonia a Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul que había muerto en Cannas. Obligó a Perseo a
entablar combate en Pidna, en la costa egea de Macedonia. Sería la última vez que la falange se enfrentaría a la legión.
Paulo ordenó a sus hombres que se introdujeran en las grietas que accidentalmente se producían en la falange tan pronto
como aparecieran. La falange fue neutralizada y los romanos obtuvieron una victoria completa. Paulo recibió el
sobrenombre de Macedónico.

Roma decidió terminar definitivamente con Macedonia. Perseo fue llevado prisionero a Roma, donde murió más tarde.
La monarquía fue abolida y el territorio fue dividido en cuatro repúblicas. Realizó varias operaciones de castigo en Grecia
porque algunas ciudades griegas mostraron simpatías por Perseo. La Liga Aquea era prorromana, pero una parte de sus
ciudades componentes propuso que la Liga permaneciera neutral durante la guerra macedónica. Roma lo prefirió así
porque no estaba segura de poder confiar en los griegos, pero luego decidió castigarlos por su tibieza. Mil de sus hombres
principales fueron llevados a Roma como rehenes. Entre ellos estaba Polibio, que había conducido un contingente de
caballería que la Liga Aquea había enviado en ayuda de los romanos, pero esto no fue tenido en cuenta porque se sabía
que Polibio había sido uno de los principales partidarios de la neutralidad. No obstante, Polibio era un hombre culto que
pronto trabó amistad con Paulo Macedónico y se convirtió en el tutor de sus hijos.

El rey Prusias II de Bitinia no se había atrevido a apoyar a su cuñado Perseo y había permanecido neutral durante la
Segunda Guerra Macedónica. Por si acaso los romanos no consideraban aceptable la mera neutralidad, él mismo viajó a
Roma y se postró a los pies de los senadores, a algunos de los cuales había obsequiado previamente con buenas muestras
del oro bitinio. El apoyo romano le permitió expandir su reino a expensas de Capadocia.

Antíoco IV decidió liberar a Ptolomeo VI, y le dejó volver a Egipto con un ejército, con la esperanza de que reclamara el
trono a su hermano y Egipto se viera envuelto en una guerra civil. Sin embargo, los dos hermanos se pusieron de acuerdo
para gobernar juntos, por lo que Antíoco IV, irritado, marchó de nuevo sobre Egipto y llegó otra vez a la capital, pero en
el ínterin ésta había pedido ayuda a Roma. Roma estaba ocupada en Macedonia, y no envió un ejército. En su lugar,
cuando Antíoco IV llegó ante las murallas de Alejandría, un embajador romano salió a recibirle. Antíoco reconoció a un
antiguo amigo de los tiempos en que había vivido en Roma y se apeó de su caballo para saludarlo con alegría, pero el
embajador estaba allí para decirle únicamente que si no abandonaba Egipto tendría que enfrentarse a una guerra con
Roma. Atónito, Antíoco IV pidió un tiempo para considerarlo, pero el embajador trazó un círculo alrededor del rey y le
dijo: "piénsalo antes de atravesar este círculo".

Antíoco IV había marchado victorioso a través de Egipto, y disponía de un ejército con el que sin duda habría tomado
Alejandría, pero tuvo que retroceder ante un solo romano desarmado. En la historia se han dado pocas humillaciones tan
dramáticas. En 167, de vuelta en Antioquía, decidió que si los romanos le habían humillado los judíos no lo harían.
Decretó que el templo de Jerusalén debía consagrarse a Zeus, identificado con Yahveh, y que en su altar se realizaran los
sacrificios a la manera griega. Las escrituras judías debían ser destruidas, abolidas las regulaciones concernientes a la
alimentación y al Sabath, y la circuncisión quedaba prohibida.

Los judíos conservadores no tardaron en rebelarse. La chispa estalló en la pequeña ciudad de Modín, fuera de los límites
de Judea, donde un anciano sacerdote llamado Matatías se había retirado junto con sus cinco hijos. El tercero de estos
hijos iba a ser el más famoso, y era conocido como Judas Macabeo, por lo que toda la familia acabó siendo conocida
como "los macabeos". Los otros hermanos se llamaban Juan, Simón, Eleazar y Jonatán. Cuando un oficial de Antíoco
IV llegó a Modín dispuesto a que se aplicaran las nuevas leyes, pidió a Matatías como dirigente judío eminente que diera
ejemplo efectuando un sacrificio a Zeus según la costumbre griega. Matatías se negó y cuando otro judío se ofreció a
cumplir la orden real, Matatías lo mató a él y al oficial seléucida.

Inmediatamente, la familia huyó a las montañas del Gofna, y pronto se les unieron otros judíos contrarios a las nuevas
leyes, que formaron así una banda guerrillera. Matatías no tardó en morir, y Judas Macabeo quedó al mando. Pronto se
les unieron bandas de jasideos (piadosos), el sector más conservador del judaísmo, que no tenía ningún interés político,
y sólo echó mano de las armas ahora que se le prohibía profesar su religión. Las montañas del Gofna estaban en territorio
samaritano, y el gobernador de la región, Apolonio, se apresuró a ocuparse de los insurrectos, pero pensó que sería cosa
fácil y no tomó muchas precauciones. Su ejército fue tomado por sorpresa en una emboscada y Apolonio murió.

Por esta época los sacerdotes inventaron muchas historias sobre judíos martirizados en otros tiempos a causa de su religión
y sobre cómo Yahveh les había ayudado y premiado debidamente. Así surgieron el libro de Judit y el libro de Daniel que,
junto con dos libros sobre los macabeos, completaron los textos bíblicos. El libro de Daniel contiene varias historias que
se atribuían primeramente a Abraham (aunque su origen era muy posterior a la época del patriarca), pero que fueron
actualizadas y situadas en la época del destierro en Babilonia. En realidad los libros sobre los macabeos fueron cinco,
pero los tres restantes eran totalmente ficticios y no fueron incluidos en la Biblia.

El Senado Romano decretó que los ciudadanos romanos estaban libres de impuestos directos. Roma tenía suficiente para
abastecerse con las rentas de las provincias y los botines de guerra. También tomó una medida contra la isla de Rodas.
Aunque había sido aliada de Roma, parece ser que vaciló en la guerra contra Perseo, así que Roma estableció un puerto
comercial en Delos y desvió hacia allí su comercio, lo que supuso un duro golpe para la economía de Rodas. Por esta
época se hallaba en la isla Hiparco, un astrónomo que estableció unas bases matemáticas tan firmes para la teoría
geocéntrica (según la cual el Sol y los demás planetas giran alrededor de la Tierra), que permaneció indiscutida durante
diecisiete siglos.
En 166 Antíoco IV envió un ejército mayor a Jerusalén, pero Judas Macabeo le tendió otra emboscada y el nuevo ejército
fue destruido como el anterior. Antíoco IV se estaba quedando nuevamente sin fondos, así que decidió partir hacia el este
para recuperar algunos territorios que poder explotar. Dejó la guerra judía a cargo de su ministro Lisias. En 165 Lisias
reunió un ejército en Emaús, a mitad de camino entre Jerusalén y el territorio controlado por los macabeos. Judas
permaneció a la espera, pues sus 3.000 hombres no eran suficientes para enfrentarse al ejército de Lisias. Éste terminó
por impacientarse, pero cometió un error. Dividió su ejército, y envió sólo la mitad en busca de los macabeos. Entonces
Judas atacó por sorpresa a la parte que se había quedado en Emaús, y luego sorprendió a la parte que regresaba sin éxito
de la expedición. Ese mismo año Lisias dispuso de un nuevo ejército que fue nuevamente derrotado.

Las victorias de los macabeos habían puesto de su parte a un número suficiente de judíos como para intentar tomar
Jerusalén. Las fuerzas seléucidas y los judíos helenizados todavía dominaban los puestos fortificados de la ciudad, pero
en 165 los macabeos lograron apoderarse del Templo. Judas Macabeo procedió a consagrarlo nuevamente, purificándolo
de la profanación seléucida. Echó abajo el altar donde se habían ofrecido cerdos a Zeus y quemó las piedras. Construyó
un nuevo altar, lo dotó de nuevos vasos sagrados y se realizaron los sacrificios adecuados. Los judíos aún celebran hoy
en día el aniversario de esta consagración.

A continuación, Judas Macabeo y su hermano Simón, marcharon hacia el norte con sendos ejércitos y poco a poco fueron
destruyendo todo el dominio Seléucida de la región.

En 164 Ptolomeo VI y Ptolomeo VII riñeron, y el segundo expulsó al primero a Chipre, pero en 163 Ptolomeo VI logró
hacerse de nuevo con el control de Egipto e instaló a su hermano en Cirene.

Ese mismo año murió el rey Ariarates IV de Capadocia, y fue sucedido por su hijo Ariarates V. También murió Antíoco
IV en Persia, probablemente de tuberculosis. En principio, la sucesión recayó en su hijo Antíoco V, que tenía sólo nueve
años, pero un primo suyo reclamó el derecho al trono. En efecto, Seleuco IV había tenido un hijo, llamado Demetrio, que
había sido rehén en Roma como su tío Antíoco IV, pero ahora había logrado escapar y consiguió algunos partidarios entre
los generales seléucidas. Antíoco V era en realidad la baza de Lisias, que se convirtió en su tutor para gobernar el Imperio.
En 162 un ejército seléucida mayor que los anteriores se enfrentó a los macabeos en Betzacaría. El ejército llevaba
consigo un elefante, y Eleazar pensó que sobre él iría el propio Antíoco V, así que se abalanzó sobre él y lo apuñaló por
el vientre, pero el elefante se desplomó sobre Eleazar y lo mató. A fin de cuentas, sobre el elefante no iba el rey. Por
primera vez, Judas Macabeo fue derrotado, y tuvo que llevar los restos de sus tropas a las colinas del Gofna nuevamente,
mientras las fuerzas seléucidas volvían a ocupar Jerusalén. Esta vez se cuidaron de interferir en el Templo. Lisias no
quería conflictos con los judíos porque necesitaba concentrar sus fuerzas contra Demetrio. Sin embargo, ese mismo año
Demetrio logró asesinarle a él y al rey Antíoco V, para a continuación ponerse al frente del Imperio como Demetrio
I. Sus primeros pasos fueron encaminados a ganarse la amistad de Roma mediante regalos. Luego trató de controlar Judea
de forma menos drástica que sus antecesores. Los judíos afirmaban que, desde que Salomón nombró a Sadoc Sumo
Sacerdote, el cargo había permanecido ininterrumpidamente en su familia. Incluso al volver del destierro en Babilonia,
fue nombrado Sumo Sacerdote Josué, que presuntamente pertenecía al linaje de Sadoc. Demetrio I encontró el hombre
idóneo para poner al frente del Templo. Nombró sumo sacerdote a Eliakim, que fue aceptado por los judíos por ser del
linaje de Sadoc y, al mismo tiempo, era partidario de la cultura griega, hasta el punto de que adoptó el nombre griego
de Alcimo. Los jasideos dejaron inmediatamente el combate, y sólo quedó un pequeño grupo de radicales en el Gofna
dirigidos por los macabeos. En principio no suponían un gran problema, pero Judas Macabeo tuvo una idea
extremadamente peligrosa para Demetrio I: pedir ayuda a Roma. El libro I de los Macabeos contiene un pasaje muy
interesante porque muestra la imagen que el mundo tenía de Roma en la época (el texto contiene exageraciones e
inexactitudes):

Y oyó Judas la reputación de los romanos, y que eran poderosos, y se prestaban a todo cuanto se les pedía, y que habían
hecho amistad con todos los que se habían querido unir a ellos, y que era muy grande su poder. Había también oído
hablar de sus guerras, y de las proezas que hicieron en la Galacia, de la cual se habían enseñoreado y héchola tributaria
suya; y de las cosas grandes obradas en España, y cómo se habían hecho dueños de las minas de plata y oro que hay
allí, conquistando todo el país a esfuerzos de su prudencia y su constancia, que asimismo habían sojuzgado regiones
remotas, y destruido reyes que en las extremidades del mundo se habían movido contra ellos, habiéndolos abatido
enteramente, y que todos los demás les pagaban tributo cada año [...] [habla también de Antíoco, Eumenes y de los
griegos], pero que con sus amigos, y con los que se entregaban de buena confianza en sus manos, guardaban amistad, y
que se habían enseñoreado de los reinos, ya fuesen vecinos, ya lejanos, porque cuantos oían su nombre, los temían; que
aquellos a quienes ellos querían dar auxilio para que reinasen, reinaban en efecto; y al contrario, quitaban el reino a
quienes querían; y que, de esta suerte, se habían elevado a un sumo poder; que sin embargo ninguno de entre ellos ceñía
su cabeza con corona, ni vestía púrpura para ensalzarse, y que habían formado un Senado compuesto de trescientas
veinte personas, y que cada día se trataban en este consejo los negocios públicos, a fin de que se hiciese lo conveniente;
y finalmente que se confiaba cada año la magistratura a un solo hombre [en realidad dos] para que gobernase todo el
estado, y que todos obedecían a uno solo, sin que hubiera entre ellos envidia ni celos. [I Mac. VIII, 1-16]
Demetrio I se apresuró a tomar cartas en el asunto antes de que Roma pudiera intervenir. En 161 envió a las colinas del
Gofna su general Baquides con un ejército que arrolló a los rebeldes. Judas Macabeo murió en la batalla, y sus
hermanos Jonatán y Simón pudieron rescatar su cuerpo y enterrarlo en Modín.

En 160 las crónicas indias hablan de un rey Milinda, que en realidad era Menandro, lugarteniente del rey Demetrio de
Bactriana, que realizó una expedición hasta la India y fundó un reino con capital en Singala. Menandro se convirtió al
budismo. Al parecer, hubo otros reinos helenísticos en la India en esta época.

EL FIN DE CARTAGO
En 160 murió Lucio Emilio Paulo, y su hijo menor (aunque ya era mayor de edad) fue adoptado por el hijo de Escipión
el Africano, y pasó a llamarse Publio Cornelio Escipión Emiliano, aunque es más conocido como Escipión el
Joven. Fue uno de los muchos romanos enamorados de la cultura griega. Introdujo en Roma la costumbre de afeitarse la
barba, que a su vez había sido introducida en Grecia por Alejandro Magno. En su círculo de amistades figuraban Cayo
Lucilio, que fue el primer romano que escribió sátiras criticando vicios y desatinos, y Publio Terencio Afer, que era un
cartaginés llevado a Roma como esclavo de un senador, el cual reconoció la inteligencia del joven, le educó y lo liberó.
Terencio ganó fama escribiendo obras de teatro, que, como las de Plauto, estaban basadas, cuando no eran traducciones
literales, en originales griegos. No obstante, el latín que empleaba era bueno. Terencio fue uno de los responsables de que
el latín pasara de ser una lengua de agricultores y soldados a ser una lengua culta. También estaba el griego Polibio, que
había sido tutor de Escipión el Joven y que estaba en Roma como rehén, junto con otros muchos griegos. Escipión trató
varias veces de conseguir que se autorizara el regreso de los rehenes a su patria, pero siempre se encontró con la oposición
firme e intransigente de Catón el Censor.

En 159 murió el rey Eumenes II de Pérgamo y fue sucedido por su hermano Atalo II. Bajo su reinado Pérgamo mantuvo
las buenas relaciones con Roma, lo que le convirtió en árbitro de las disputas entre los reinos helenísticos vecinos.
También murió Alcimo, el sumo sacerdote de Jerusalén. Con él terminó el linaje de Sadoc, y los judíos no supieron a
quién elegir como sustituto, así que durante varios años el Templo quedó sin dirección. El rey Demetrio I estuvo envuelto
en varias campañas contra pretendientes al trono, que le obligaron a retirar soldados de Judea, lo cual fue aprovechado al
punto por Jonatán, el hermano menor de Judas Macabeo, para hacerse fuerte en Judea. Demetrio I no quería problemas
con los judíos, así que en 157 optó por nombrar a Jonatán gobernador de Judea, siempre que reconociera la autoridad
seléucida. Jonatán aceptó.

Ese mismo año Catón el Censor fue a Cartago como parte de una delegación para dirimir una de las muchas disputas que
surgían entre Cartago y el rey Masinisa de Numidia, disputas en las que Roma siempre terminaba inclinándose hacia su
aliado Masinisa. Catón esperaba encontrarse con una Cartago ruinosa, y se horrorizó al descubrir que la ciudad gozaba
de cierta prosperidad y que sus ciudadanos habían logrado cierto bienestar. A partir de ese momento empezó una campaña
para poner fin a esa situación. Su frase más repetida desde entonces fue la famosa Delenda est Carthago (Cartago ha de
ser destruida). Todos sus discursos, independientemente de su contenido, terminaban igual: Praeterea censeo
Carthaginem esse delendam (Al margen de esto, soy de la opinión de que Cartago ha de ser destruida.)

También fue el año de la muerte del emperador chino Wendi, que fue sucedido por su hijo Chingdi. Durante su reinado
se incrementaron las ofensivas de los hunos al norte.

En 153 fue elegido cónsul Quinto Fulvio Nobilior, que se trasladó a España con un ejército de 30.000 hombres. Dos
tribus indígenas, los belos y los titos, huyendo de él se refugiaron en la ciudad de Numancia. Esta ciudad fortificada
estaba situada cerca de la actual Soria y sus habitantes eran arévacos. En tiempos de paz albergaba unos 4.000 hombres,
pero podía duplicar su población. Estaba casi totalmente rodeada por el Duero y era muy fácil de defender. Se había
convertido en refugio de cuantos huían de Roma, así que Nobilior se dirigió hacia ella, pero por el camino fue derrotado
por un grupo de arévacos conducidos por el jefe belo Caros, que murió en el combate. Nobilior acampó a unos 6
kilómetros de Numancia y, tras recibir como refuerzos 10 elefantes y 100 jinetes númidas, se dirigió a la ciudad. Rechazó
una oferta de paz de los numantinos e inició el asedio, pero fracasó y fue sustituido en 152 por Marco Claudio
Marcelo, nieto del Marcelo que había conquistado Siracusa. A su llegada se ocupó de los celtíberos, a los que derrotó y
luego trató con benevolencia, tratando de restablecer la paz. Esto le valió en Roma las críticas de los Escipiones,
partidarios de una política belicista. El Senado le obligó a cambiar de actitud, y entonces puso sitio a Numancia. Los
numantinos pidieron la paz y Marcelo firmó un tratado por el que los celtíberos se comprometían a pagar un crecido
tributo.

Demetrio I había depuesto al rey Ariarates V de Capadocia, pero éste se alió con Atalo II de Pérgamo y con Ptolomeo VI
de Egipto y lograron encontrar un rival para Demetrio I. Un tal Alejandro Balas pretendía ser hijo de Antíoco IV y
recibió el apoyo necesario para desencadenar una guerra civil en el Imperio Seléucida. Ptolomeo VI le dio en matrimonio
a su hija Cleopatra Tea. Tanto Alejandro Balas como Demetrio I trataron de ganarse a Jonatán. El primero le ofreció el
sumo sacerdocio, y el segundo el gobierno de una región más amplia. Jonatán aceptó ambas ofertas. Ese mismo año se
convirtió en sumo sacerdote, y fue el primero en ocupar el cargo sin ser del linaje de Sadoc. Finalmente Jonatán tuvo que
decantarse, y se puso de parte de Alejandro Balas. Mientras tanto Atalo II logró restituir a Ariarates V en su trono.

En 151 murió Tiberio Sempronio Graco. Su viuda, Cornelia, era hija de Escipión el Africano. Contrariamente a lo que
hubiera sido usual, se negó a casarse de nuevo y se dedicó enteramente a la educación de sus dos hijos: Tiberio
Sempronio Graco, que tenía entoces doce años, y Cayo Sempronio Graco, que tenía dos. Además tenía una
hija, Sempronia, que más adelante se casaría con Escipión el Joven, pero en una familia romana una hija era algo
secundario. Cornelia dio a sus hijos, que pronto fueron conocidos como "los Gracos", la mejor educación griega. Estaba
desmesuradamente orgullosa de ellos. Cuentan que en cierta ocasión en que una amiga le enseñaba orgullosa sus joyas y
luego pidió ver las de Cornelia, ésta llamó a sus hijos, puso uno a cada lado y dijo: "Éstas son mis joyas".

Roma envió a España como pretor a Servio Sulpicio Galba. Le acompañaba el cónsul Lucio Licinio Lúculo y Escipión
el Joven como legado senatorial. Los historiadores describen a Lúculo como un hombre avaricioso y despiadado.
Probablemente para ganar fama militar, atacó a los vacceos sin motivo y los sitió en Cauca (la actual Coca), los cuales,
poco belicosos, aceptaron pagar un tributo a cambio de que se les dejara en paz. Una vez cobrado el tributo, Licinio entró
en la ciudad y degolló a sus habitantes. La noticia se extendió por España y se produjeron varias sublevaciones. Escipión
pudo apaciguarlos mediante el uso de la diplomacia. Por su parte, Galba se enfrentó a los lusitanos en la parte occidental
de Andalucía y en Extremadura. Tuvo grandes pérdidas, y en 150 les prometió un reparto de tierras que cultivarían sus
familias bajo la protección de Roma. Unos 30.000 lusitanos acudieron ante esta oferta y Galba les pidió que entregaran
sus armas en señal de amistad. Así lo hicieron, y entonces Galba los rodeó con su ejército, acuchilló a unos 9.000 y vendió
como esclavos a más de 20.000. Unos pocos pudieron escapar. Entre ellos estaba Viriato, un pastor que encabezó a partir
de ese momento la resistencia de los lusitanos.

Ese mismo año Alejandro Balas logró la victoria frente a Demetrio I, que resultó muerto. Alejandro pasó a ser el nuevo
rey seléucida, pero tuvo que enfrentarse al hijo de su rival, llamado también Demetrio. El rey parto Mitrídates I aprovechó
para apropiarse de Media, un paso más en un proceso de expansión que había comenzado con la muerte de Antíoco IV.
A partir de este momento podemos hablar de un Imperio Parto.

También fue el año de la muerte del rey Mitrídates IV del Ponto, que fue sucedido por su hijo (o tal vez
sobrino) Mitrídates V.

En 149 volvieron a Roma Escipión y Galba. Catón acusó al segundo de pactar ilegalmente, de traicionar lo pactado y de
apropiarse de la mayor parte del botín. No obstante, gracias a su origen aristocrático, al cohecho y a su elocuencia, fue
absuelto. No obstante, el tribuno de la plebe Lucio Libón consiguió que se aprobara una ley que ordenaba el rescate de
los lusitanos vendidos por Galba, y poco después el Senado aprobó la Lex Calpurnia, contra los pretores que cobraban
impuestos en beneficio propio.

Por su parte, Escipión volvió de España cubierto de gloria, y finalmente estuvo en condiciones de lograr que los rehenes
griegos, entre los que estaba su tutor Polibio, pudieran volver a su patria. Cuando el Senado discutía la cuestión, Catón
comprendió que no podía evitarlo por más tiempo, así que decidió admitirlo de la forma más grosera posible: se levantó
y dijo: ¿No tenemos otra cosa que hacer más que estar aquí sentados todo el día discutiendo si un puñado de viejos
griegos tendrán sus féretros aquí o en Grecia? Polibio escribió una historia de Roma de la que se conservan algunas
partes y es una de las mejores fuentes que tenemos sobre este periodo.

El rey Prusias II de Bitinia había llevado a su hijo a Roma, pero luego, celoso de sus éxitos, había tratado de asesinarle.
Sin embargo, su hijo logró el apoyo de Atalo II de Pérgamo, asesinó a su padre y ocupó el trono como Nicomedes
II. Ahora Bitinia era firmemente prorromana.

Grecia y Macedonia estaban en la anarquía. Los romanos no gobernaban la zona, pero tampoco permitían que se formaran
gobiernos nativos fuertes. Las cuatro repúblicas en que se dividió Macedonia luchaban constantemente entre sí. Un
aventurero macedónico llamado Andrisco pretendió ser hijo de Perseo, invadió Macedonia con el apoyo de Tesalia y se
proclamó rey. Así se inició la Cuarta Guerra Macedónica.

Este mismo año los continuos hostigamientos del rey Masinisa de Numidia arrastraron a Cartago a alzarse en armas. Se
libró una batalla que ganó Masinisa, y los cartagineses comprendieron que Roma tomaría el incidente como una violación
del tratado de paz, pues Cartago había hecho la guerra sin permiso de Roma, así que ejecutaron a sus generales y enviaron
legados a Roma para dar explicaciones, pero Catón lo tuvo ahora muy fácil para lograr que Roma declarara la Tercera
Guerra Púnica. El ejército romano desembarcó en África, y los cartagineses estuvieron dispuestos a aceptar cualquier
exigencia, hasta la de entregar todas las armas, pero lo que exigieron los romanos fue que la ciudad fuera abandonada y
que los cartagineses construyeran otra ciudad a no menos de quince kilómetros del mar.

Los cartagineses decidieron que si su ciudad iba a ser destruida, lo sería con ellos dentro. Se encerraron y fabricaron
armas casi sin materiales. Y resistieron. Ese mismo año murió Catón, y en 148 murió Masinisa. Ninguno de los dos pudo
ver destruida a su enemiga. El trono de Numidia pasó a manos de los tres hijos de Masinisa: Micipsa,
Gulusa y Mastanabal, pero finalmente Micipsa gobernó en solitario. Embelleció Cirta, su capital, donde se rodeó de
sabios y artistas griegos. Proporcionó trigo y soldados a los romanos.

Andrisco venció en Macedonia a un ejército romano, pero inmediatamente Roma envió otro, esta vez bajo el mando
de Quinto Cecilio Metelo, que, con la ayuda de Atalo II de Pérgamo, derrotó a Andrisco, lo llevó prisionero a Roma y
allí fue ejecutado. Entonces la Liga Aquea aprovechó para saltar sobre Esparta, contraviniendo la orden de Roma de no
librar batallas sin su consentimiento. Metelo envió embajadores a Grecia, pero fueron insultados y Metelo se vio obligado
a intervenir.

En 147 fue enviado a Cartago Escipión el Joven, quien dio un nuevo impulso a la campaña. Le acompañaba Tiberio
Sempronio Graco.

El rey parto Mitrídates I se apoderó de Mesopotamia, aprovechando las luchas por el poder entre Alejandro Balas y
Demetrio. Partia, junto con el Ponto, había sido uno de los refugios principales del mazdeísmo, la vieja religión persa. El
propio nombre "Mitrídates" significa "don de Mitra", y "Mitra" era la forma en que el mazdeísmo había incorporado al
dios Sol. Mitrídates trató de convencer a la clase dominante griega en Mesopotamia de que el dominio parto no iba a
suponer el fin del helenismo, y se hizo llamar Mitrídates Filheleno (el que ama a Grecia). Ciertamente así fue. Los partos
fueron más griegos que los propios griegos, pues éstos habían tratado de conservar la antigua cultura babilónica, mientras
que los partos no se interesaron en absoluto por ella. Bajo el Imperio Parto se extinguió definitivamente la cultura
babilónica.

Un ejército fiel a Demetrio, el hijo de Demetrio I, acampó en Palestina y desafió a Jonatán, que estaba de parte de
Alejandro Balas. Jonatán era entonces lo suficientemente fuerte para enfrentarse limpiamente a un ejército, sin recurrir a
la guerra de guerrillas. Aceptó y venció. La batalla tuvo lugar en Azoto.

El pretor de la Hispania Ulterior, Cayo Vetilio había cercado a los lusitanos en España, pero Viriato les disuadió de
rendirse, les hizo dividirse en grupos pequeños, rompieron el cerco y escaparon. Los romanos les persiguieron, pero
cayeron en una emboscada y Vetilio murió. Así Viriato dominaba prácticamente la Hispania Ulterior, y decidió pasar a
la Citerior. En 146 había tomado muchas posiciones y finalmente derrotó al pretor Claudio Unimano. Con esto, la
autoridad de Roma en España quedó desarticulada.

Ese mismo año Cartago fue finalmente tomada e incendiada hasta los cimientos. Aquellos de sus habitantes que no optaron
por morir entre las llamas fueron asesinados o vendidos como esclavos. Escipión el Joven se ganó el apelativo de "el
joven africano". Polibio estuvo allí, junto a Escipión, y cuenta que mientras Cartago era arrasada él estaba pensativo. Le
preguntó en qué pensaba y Escipión le contestó que la historia tiene altibajos, y que no podía dejar de pensar que quizá
un día Roma sería saqueada como ahora lo estaba siendo Cartago.

El territorio de Cartago fue convertido en la Provincia de África. Al mismo tiempo se constituyó la Provincia de
Macedonia, cuyo pretor tuvo a su cargo también la supervisión de Iliria.

Metelo fue sustituido en Grecia por Lucio Mummio. Metelo no había querido tratar a los griegos con dureza, pues era
uno de los muchos admiradores de su cultura. Por el contrario, Mummio era un hombre rudo que sólo buscaba la gloria
militar. La ciudad principal de la Liga Aquea era Corinto, que se rindió sin oponer resistencia, pero no era esto lo que
quería Mummio, así que la trató como si hubiera sido tomada por asalto. La saqueó, esclavizó a los supervivientes y tomó
como botín cuantas riquezas y obras de arte pudo encontrar. La Liga Aquea fue disuelta definitivamente. Sin embargo,
Grecia no fue convertida en provincia romana, sino que conservó, más o menos formalmente, su independencia.

En 145 el hijo de Demetrio I se había aliado con Ptolomeo VI y logró derrotar definitivamente a Alejandro Balas, se casó
con su esposa, Cleopatra Tea, y se convirtió en Demetrio II. Obviamente Jonatán era su enemigo, pero a la sazón el
Imperio Seléucida se reducía a Siria y Demetrio II estaba más necesitado de amigos que de enemigos, así que llegó a un
acuerdo con Jonatán. Éste le envió un ejército de mercenarios judíos a cambio de los puestos fortificados que rodeaban
Jerusalén. Demetrio II aceptó el ejército, pero luego se negó a entregar los puestos.

En la batalla contra Alejandro Balas, Ptolomeo VI había caído del caballo y murió poco después a causa de las heridas.
Ptolomeo VI había dispuesto que el trono pasara a su hijo, pero su hermano, el que había sido por un tiempo Ptolomeo
VII, logró asesinarlo y quedarse con el trono. Esto produce una discrepancia en la numeración de los Ptolomeos: hay
quien llama Ptolomeo VII al hijo de Ptolomeo VI (rey de Egipto por un breve periodo), y entonces el hermano de
Ptolomeo VI es Ptolomeo VIII, y hay quien no asigna numeración al hijo y conserva el ordinal Ptolomeo VII para el
hermano de Ptolomeo VI (que es lo que haremos nosotros). Ptolomeo VII se casó inmediatamente con su hermana y viuda
de su hermano, Cleopatra. Condenó a muerte o al exilio a cuantos se habían opuesto a él, lo que hizo que muchos
intelectuales abandonaran el museo de Alejandría.
En España, el cónsul Quinto Fabio Máximo Emiliano derrotó a Viriato en campo abierto y le obligó a retroceder hacia
el sur, pero en 143 Viriato volvía a la carga y derrotaba al nuevo pretor de la citerior. Logró que los belos y los titos se
unieran a los lusitanos y así Roma tuvo que enviar un ejército de 30.000 hombres bajo el mando del cónsul Quinto Cecilio
Metelo (el otro cónsul era Galba, pero no volvió a España). Su mandato terminó antes de que tuviera ocasión de
emprender ninguna acción, y fue relevado por el nuevo cónsul Quinto Pompeyo.

Un general seléucida llamado Trifón, utilizó a un niño considerado hijo de Alejandro Balas y le dio el título de Antíoco
VI para rebelarse contra Demetrio II. Jonatán inmediatamente apoyó al pretendiente, para saldar la deuda que tenía
pendiente con Demetrio II. Sin embargo, por algún motivo Trifón se vio inducido a planear el asesinato de Antíoco VI.
Como temía que esto pudiera enturbiar las buenas relaciones con Jonatán y los judíos, planeó asesinar también a éste.
En 142 lo invitó a la ciudad real de Tolemaida, a unos 135 kilómetros al norte de Jerusalén, donde Jonatán acudió
halagado por el trato distinguido y respetuoso que se le estaba otorgando, pero allí fue capturado y asesinado. Su hermano
Simón reclamó el cadáver y lo enterró en la tumba de la familia. Luego le ofreció una alianza a Demetrio II contra Trifón
a cambio de que Demetrio II reconociera la independencia de Judea. Demetrio II aceptó y por primera vez desde hacía
cinco siglos, hubo un estado judío independiente, en el que Simón gobernó como sumo sacerdote (pero no asumió el título
de rey).

En España, Pompeyo se presentaba ante Numancia. A sus ataques se opusieron unos ocho mil indígenas y el resultado
fue indeciso, pese a que Pompeyo se atribuyó la victoria. Finalmente tuvo que retirarse.

En 141 El procónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano logró una victoria frente a Viriato a costa de muchas bajas. En
Jerusalén Simón tomó los puestos fortificados que su hermano había reclamado a Demetrio II, de modo que la capital
quedó libre de soldados seléucidas. También tomó la ciudad costera de Jaffa, para tener una salida al mar. Ptolomeo VII
se casó con su sobrina Cleopatra Evergetis, hija de su hermana y esposa Cleopatra y de su hermano Ptolomeo VII. No
repudió formalmente a su esposa anterior Cleopatra, pero ésta se marchó a la corte del rey seléucida Demetrio II (que
estaba casado con Cleopatra Tea, hija de Cleopatra y hermana de Cleopatra Evergetis). Ese mismo año murió el emperador
Chino Chingdi, y fue sucedido por su hijo Wudi.
LOS GRACOS
En la segunda mitad del siglo II China vivió una de sus épocas de mayor esplendor bajo el emperador Wudi. El nuevo
monarca limitó el poder de la aristocracia local estableciendo un sistema de transmisión de bienes que obligaba a dividir
las grandes propiedades a cada generación, lo que contentaba a los herederos al tiempo que impedía la formación de
grandes terratenientes. Estableció que al lado de cada príncipe local hubiera un "consejero" imperial que hacía las
funciones de censor y espía. Los letrados confucianos, perseguidos por Qin Shi Huang Di y despreciados por Liu Bang
apoyaron al nuevo emperador, pues tuvieron facilidades para ocupar altos cargos. El funcionariado pasó a ser seleccionado
por concursos que requerían una gran preparación. Así se formó una clase de altos funcionarios que se nutría de los
letrados y que recibieron el nombre de mandarines. En esta época vivió el poeta Sima Xiangru, que cultivó un nuevo
género literario llamado fu, una prosa rítmica extremadamente culta.

En el norte, los hunos fueron aquietados a costa de suministrarles cereales y seda. Incluso se les proporcionaban mujeres,
que eran conducidas a la fuerza hasta los campamentos de los hunos. Esto tuvo como consecuencia que la cultura china
se difundió más allá de sus fronteras. En realidad, los hunos llegaron a tener excedentes de seda que intercambiaban por
otros productos con otros pueblos del oeste. Poco a poco, la seda se fue abriendo camino hacia occidente.

En occidente el Imperio Parto había sustituido al Imperio Seléucida, que ahora se reducía a Siria e influía más o menos
en Canaán.
La expansión de Roma había alterado drásticamente su economía. Las familias poderosas se enriquecieron con las
conquistas, obtuvieron tierras y esclavos que eran forzados a producir al máximo, mientras los amos permanecían en la
capital, sin preocuparse de los métodos empleados por los capataces. Los pequeños agricultores no pudieron competir
con estas explotaciones, y emigraron a la ciudad donde se convirtieron en proletarios, que en latín significa "criadores
de hijos", pues los nobles veían a los ciudadanos más pobres como productores de hijos para las legiones. En el sistema
electoral aparentemente democrático que funcionaba en Roma, el pueblo tenía un cierto poder. No el de cuidar de sus
propios intereses, pero sí el de dirimir entre los intereses de distintas facciones de la clase dominante. Por ello los
políticos buscaban la popularidad distribuyendo alimentos a bajo precio, incluso a veces gratis, o bien organizando
juegos para la diversión del pueblo (competiciones, carreras de carros, luchas de gladiadores, combates con animales,
etc.).

Otra novedad que había llegado a Roma hacía unos pocos años era el culto a Isis. Naturalmente, procedía de Egipto, pero
ya hacía tiempo que los griegos le erigían altares. Tradicionalmente, los egipcios representaban a Isis con su hijo Horus,
un dios con cabeza de halcón, pero en las escenas maternales el niño tenía cabeza humana, y los egipcios se referían a él
como Harpechruti (Horus el niño). Fue esta imagen la que tuvo éxito fuera de Egipto. La iconografía representaba al niño
con un dedo en los labios, en una actitud infantil, como si se chupara el dedo, pero los griegos lo interpretaron como una
petición de silencio, y Horus se convirtió en Harpócrates, el dios del silencio. Isis era vista como la "hermosa reina de
los cielos", y su dulce actitud maternal y protectora se ganó muchas simpatías primero en Grecia y luego en Roma.

En el exterior, Roma se había despreocupado de los reinos helenísticos, y concentraba sus esfuerzos en España, donde
los principales focos de resistencia eran los lusitanos dirigidos por Viriato y la ciudad de Numancia. En 140 Serviliano
seguía combatiendo a Viriato, pero se vio cercado y tuvo que aceptar sus condiciones. Viriato fue reconocido como rey
y "amigo del pueblo romano". Se fijaron unos límites territoriales.

El rey seléucida Demetrio II invadió los dominios partos. Ganó varias batallas, pero en 139 cayó en una emboscada. Su
ejército fue destruido y él fue hecho prisionero. Trifón se hizo con el gobierno de Siria. Mientras tanto fue elegido
cónsul Quinto Servilio Cepión, quien logró que el Senado anulara el tratado de paz que su hermano Serviliano había
firmado con Viriato. Pasó a España y, persiguiendo a Viriato, se arriesgó por zonas de la parte occidental de la península
por donde nunca había penetrado un ejército romano. Sus soldados se insubordinaron y no pudo dar el golpe definitivo.
Viriato vio que sus hombres estaban ya cansados de tantos años de lucha, así que envió tres emisarios a negociar la paz.
Cepión los sobornó para que asesinaran a Viriato, así lo hicieron y, cuando regresaron a cobrar lo pactado, Cepión les
pagó con una frase que ha pasado a la historia: "Roma no paga a traidores".

En 138 los cónsules Décimo Julio Bruto y Marco Pompilio Lenas se trasladan ambos a España. El primero persigue a
los Lusitanos, dirigidos ahora por Tántamo, que cruzan el Miño y así se zafan de los romanos, que no se atrevieron a
cruzarlo pensando que tras él estaba el Finis Terrae (el fin de la Tierra). Desde allí corrieron a refugiarse en Numancia.
Éste fue el objetivo de Lenas, que sitió nuevamente la ciudad con 8.000 hombres, pero los numantinos salieron y
destrozaron el ejército invasor.

Ese mismo año murió el rey Atalo II de Pérgamo, y fue sucedido por su sobrino Atalo III (hijo de Eumenes II). Era
aficionado a la botánica, sobre todo al estudio de las plantas venenosas. También murió el rey parto Mitrídates I, y fue
sucedido por su hijo Fraates II. A su muerte el Imperio Parto dominaba la mayor parte de lo que había sido el Imperio
Persa, desde Mesopotamia hacia el este, con la excepción de la parte sur de lo que había sido la propia Persia (cuya
población se aferró a un mazdeísmo radical y nunca llegó a integrarse en el Imperio Parto) y el reino de Bactriana.

En 137 un hermano de Demetrio II derrotó a Trifón y se proclamó rey con el nombre de Antíoco VII. Cleopatra Tea, la
esposa de Demetrio II, se enteró de que éste, en su cautiverio, se había casado con Rodoguna, la hija de Mitrídates I, así
que despechada se casó con su cuñado Antíoco VII. Éste trató de someter Judea, y sus ejércitos se enfrentaron a las tropas
judías, conducidas por los dos hijos de Simón: Juan Hircano y Judas. Éstos obtuvieron la victoria.

El cónsul Cayo Hostilio Manciano trató de sitiar Numancia con 20.000 hombres, pero la noticia de que los cántabros y
los vacceos acudían en ayuda de los sitiados bastó para hacer huir a sus hombres. Manciano tuvo que conceder la
autonomía total a los numantinos. El Senado, indignado por semejantes muestras de debilidad, ordenó que, tanto
Manciano como Tiberio Graco, que había estado a sus órdenes como cuestor, fueran entregados al enemigo atados de
pies y manos, pero el pueblo no consintió en que este castigo se aplicara a Graco. Desde entonces, Tiberio abandonó la
carrera militar y se dedicó a la política.

Por esta época, la isla de Sicilia era el granero de Roma. Sus fértiles campos eran trabajados por un ejército de esclavos
que abastecían a Italia de cereales. Sus condiciones de vida eran infrahumanas. Casi todos ellos habían sido hombres
libres tiempo atrás, y su único delito había sido ofrecer resistencia a la dominación romana o meramente haber habitado
un país conquistado. En 135 un esclavo de Sicilia de origen sirio llamado Euno afirmó ser descendiente de la familia real
seléucida, se hizo llamar Antíoco y encabezó una revuelta. Probablemente nadie le creyó en cuanto a su ascendencia, pero
vieron que tenía dotes de mando y le siguieron. Los esclavos se entregaron al saqueo y la matanza y pronto dominaron la
isla. Naturalmente, Roma intervino al punto, y se inició así la Primera Guerra Servil ("servus" en latín es "esclavo").

En 134 el astrónomo Hiparco observó una estrella en la constelación de Escorpio de la que no pudo hallar constancia en
ningún catálogo. Esto era algo importante, pues una creencia fundamental de la antigüedad era que los cielos eran
inmutables. Sin embargo, no tenía la garantía de que en realidad se tratara de una estrella nueva, pues los datos disponibles
eran muy imprecisos. Para evitar que otro astrónomo se viera en esa situación, Hiparco registró la posición exacta de más
de mil estrellas, que además clasificó según su brillo en magnitudes. Así se elaboró el primer catálogo estelar riguroso.
Comparando sus observaciones con datos más antiguos, Hiparco descubrió la precesión de los equinoccios, es decir, el
movimiento circular del eje de la Tierra que hace que el punto del cielo al cual apunta el Polo Norte cambie lentamente
con el tiempo.

En Judea, Simón fue invitado a un banquete por su yerno Ptolomeo. Acudió con su hijo Judas y, cuando hubieron bebido
lo suficiente, Ptolomeo los mató, tal y como había pactado con Antíoco VII. A cambio recibió el gobierno de Judea. Así
murió el último de los Macabeos. Sin embargo, Juan Hircano, el otro hijo de Simón, se refugió en las montañas con un
grupo de seguidores que se rebelaron contra Ptolomeo. Éste pidió ayuda a Antíoco VII.

Con veintinueve años Tiberio Graco, fue elegido tribuno, junto con su amigo Marco Octavio. Alarmado por el abandono
de las campiñas de Etruria y opinando que la defensa de Roma sólo podía estar en manos de los propietarios de las tierras,
se esforzó por formar una clase media y restablecer la pequeña propiedad. Para ello propuso una ley por la cual las
enormes propiedades de los latifundistas debían ser repartidas entre pequeños propietarios. Una vez hecho el reparto,
serían inalienables, para que los latifundios no pudieran ser reconstruidos. Además cada propietario debería contratar un
cierto número de obreros libres. Los terratenientes, escandalizados, actuaron inmediatamente. Sobornaron a Octavio, que
no tardó en descubrir que en realidad no era amigo de Tiberio y, cuando éste estaba a punto de que se aprobara su ley,
con el apoyo de la mayoría de los romanos, Octavio pudo paralizar la votación, pues era necesario el acuerdo de los dos
tribunos para que una ley pudiera ser votada. Tiberio trató de convencer a Octavio, pero fracasó. Luego logró destituirlo
mediante una votación, tras lo cual logró que la reforma agraria fuera aprobada, pero los terratenientes denunciaron que
la destitución de Octavio era ilegal (y tenían razón), y lo usaron como base para acusar a Tiberio de tratar de burlar la
legalidad romana y derrocar el gobierno.

Estas acusaciones hicieron que Tiberio fuera perdiendo amigos. En 133 murió el rey Atalo III de Pérgamo y, como no
tenía descendencia, optó por legar el país a Roma, confiando en que ésa era la forma en que sus ciudadanos estarían mejor
protegidos. Pérgamo se convirtió así en la Provincia de Asia, pero Tiberio propuso que el tesoro real, en lugar de ir al
Estado (o sea a los senadores) se distribuyera entre los propietarios de las tierras redistribuidas como ayuda para crear
granjas. Esto enojó aún más a los senadores. Por otra parte, Eumenes II había tenido un hijo bastardo
llamado Aristónico, que no tardó en ponerse al frente de los sectores de Pérgamo disconformes con la decisión de Atalo
III y reclamó el trono.

Numancia seguía siendo la pesadilla de Roma. Según relatan sus propios historiadores, bastaba una falsa alarma, un grito
fuerte o el rumor de que los numantinos estaban fuera de las murallas, para que los legionarios fueran presas del pánico.
El Senado decidió enviar la mayor expedición jamás enviada: 60.000 hombres bajo el mando de Escipión el Joven y Cayo
Sempronio Graco. El númida Micipsa aportó caballos y elefantes. Las tropas númidas estaban encabezadas
por Yugurta, sobrino de Micipsa. Éste recelaba de su ambición, por lo que lo adoptó y lo nombró heredero junto a sus
hijos, Adherbal y Hiempsal.

En dos meses, la muralla de Numancia fue rodeada por otra muralla de 3 metros de altura, con torres con catapultas cada
50 metros. Pese al muro, cinco íberos lograron burlar el bloqueo y salieron por trigo hasta Lutia, a 15 kilómetros de
Numancia. Cuando Escipión se enteró, envió una expedición a Lutia, donde cortó la mano a 400 jóvenes por haber
ayudado a los numantinos.

A los ocho meses de asedio, Numancia fue tomada. Sus habitantes murieron de hambre y de peste. Los que quedaron se
comieron los cadáveres y, cuando vieron que no tenían posibilidades, algunos optaron por entregarse, mientras que otros
decidieron suicidarse. Los cabezas de familia mataron a los suyos, luego se mataron entre ellos, y los últimos se arrojaron
al Duero desde lo alto de las murallas.

Mientras tanto Antíoco VII invadía Jerusalén en ayuda de Ptolomeo frente a Juan Hircano, pero lo que él necesitaba era
dinero para poder reconstruir su imperio, y resultó que Juan Hircano le ofreció más que Ptolomeo, por lo que finalmente
entregó Jerusalén a Juan Hircano y Ptolomeo tuvo que huir.

Por estas fechas el Imperio Chino envió una expedición militar a la estepa contra los hunos, a la que siguieron varias más.

En 132 Tiberio Graco estaba a punto de cesar como tribuno, y era consciente de que su vida no valdría nada a partir de
ese momento. (Mientras fuera tribuno era inviolable, y ningún senador podía emprender ninguna acción contra él.) Por
ello trató de ser reelegido, pero, nuevamente, esto era ilegal, y se le acusó de intentar proclamarse rey, y esta palabra
suscitaba siempre en el pueblo el recuerdo de las horribles historias sobre Tarquino el Soberbio. El día de la votación se
produjeron desórdenes que terminaron en motines. Los enemigos de Tiberio estaban mejor organizados, y terminaron
asesinándolo. Su cadáver fue arrojado al Tíber. El asesino de Tiberio era un primo de su madre, Cornelia, de la familia
de los Escipiones. El Senado tuvo que enviarlo al extranjero para protegerlo, y tuvo que permanecer en el exilio de por
vida.

Las disputas entre reformistas y conservadores no terminaron con la muerte de Tiberio Graco. Escipión y Cayo Graco
volvieron a Roma y el primero se puso a la cabeza de los conservadores. En España había declarado públicamente que
Tiberio mereció la muerte. Mientras tanto terminó la Primera Guerra Servil. Los esclavos de Sicilia fueron doblegados y
el trato que recibieron de los coléricos romanos es fácil de imaginar.

Cleopatra, la exesposa de Ptolomeo VII, logró el apoyo de los muchos enemigos que éste tenía en Alejandría y expulsó
al rey del poder, poniendo en el trono a su hijo Ptolomeo VIII.

Aristónico ocupó la ciudad costera de Leuce. Poco después fue derrotado por los romanos en una batalla naval, lo que le
obligó a retirarse hacia el interior, donde obtuvo el apoyo de gran cantidad de desheredados y esclavos (a los que liberó),
así como de buena parte de la población libre, debido al carácter antirromano de su movimiento. Además, contó con la
adhesión de personajes como el filósofo estoico Blosio de Cumas, amigo de Tiberio Graco.

Mientras tanto, el derrocado Ptolomeo VII logró secuestrar a su hijo Ptolomeo VIII, lo hizo asesinar, lo descuartizó y
envió los pedazos a Cleopatra.

En 131 Aristónico logró derrotar a un ejército enviado por Roma, pero al año siguiente, en 130 fue finalmente derrotado,
capturado y llevado a Roma.

Antíoco VII había logrado reunir un ejército adecuado para tratar de obtener algún botín en el Imperio Parto. Logró
conquistar Mesopotamia, los partos se retiraron a Media, Antíoco VII los siguió y en 129 fue derrotado y muerto por el
rey Fraates II, que a continuación liberó a Demetrio II. Esperaba que habiendo sido prisionero de los partos no se atrevería
a volver a atacarlos, y así fue. Demetrio II no intentó salir de Siria, e incluso dejó en paz a Juan Hircano en Judea. Demetrio
II regresó del cautiverio con su esposa Rodoguna, pero Cleopatra Tea la hizo asesinar.

Los partos fundaron la ciudad de Ctesifonte, que pasó a ser la nueva capital del Imperio. Estaba situada al lado oriental
del Tigris, cerca de Seleucia. Las dos ciudades progresaron a la par. Ctesifonte fue la capital irania del Imperio y Seleucia
la capital griega.

En el Senado romano se produjo una sesión tumultuosa en relación con los proyectos reformistas iniciados por Tiberio
Graco. Al día siguiente se esperaba una intervención de Escipión el Joven que podría ser decisiva, pero fue encontrado
muerto en el lecho. Los conservadores acusaron a los reformistas de haberlo envenenado, pero no se pudo probar nada.
Este mismo año Aristónico fue ejecutado en Roma, mientras el cónsul Manio Aquilio terminaba con toda resistencia en
la provincia de Asia. Llamó en su ayuda al rey Mitrídates V del Ponto, y en recompensa Roma le cedió Frigia. Con el
apoyo romano, el Ponto no tardó en anexionarse Capadocia y Paflagonia (una región fronteriza con Bitinia).

Más al sur, Juan Hircano invadió Samaria. En el monte Gerizim estaba el templo sagrado de los samaritanos y Juan
Hircano lo destruyó. Si los seléucidas habían pecado de intolerancia religiosa, no hemos de olvidar que fueron los judíos
los que la inventaron en su día, y ahora no podían quedar en segundo lugar.

Por esta época Ptolomeo VII logró recuperar Egipto, y Cleopatra tuvo que volver a la corte seléucida.

Al noroeste de China, más allá de sus fronteras, vivían unas tribus bárbaras conocidas como los Yue Che. Por esta época
fueron presionados por los hunos y emigraron hacia el Oeste. Así se encontraron con el reino helenístico de Bactriana.
Los griegos llamaron Tokarios a los Yue Che. Bactriana era más débil que el Imperio Chino, así que los Tokarios
encontraron más conveniente hostigar a los bactrianos. El emperador Wudi envió a uno de sus oficiales, Chan Chien para
que siguiera a los Yue Che y sellara con ellos una alianza contra los hunos. Así, por primera vez, un destacamento chino
tuvo noticia de la existencia de la civilización occidental.

En 128 murió Nicomedes II de Bitinia, y fue sucedido por su hijo Nicomedes III. En 127 murió Fraates II y el trono parto
fue ocupado por Artabán II, quien tuvo que enfrentarse a los Tokarios, cuyas incursiones eran cada vez más dañinas.
En 126 el oficial chino Chan Chien regresó a su país e informó al emperador de la existencia de la civilización occidental.
A partir de entonces se multiplicaron las expediciones a occidente, principalmente de carácter comercial. Se fue formando
la llamada Ruta de la Seda, debido a que la seda era el principal producto exportado por China. La principal importación
fueron los caballos. El control de las distintas etapas de la ruta de la seda iba a ser de capital importancia tanto para Oriente
como para Occidente en los siglos venideros.

En 126 un prentendiende al trono seléucida que decía ser hijo de Alejandro Balas derrotó a Demetrio II cerca de Damasco
y se proclamó rey, con el nombre de Alejandro II. Cleopatra Tea, la mujer de Demetrio II, vio peligrar su intención de
que sus hijos heredaran el trono, así que en 125 hizo asesinar a su marido, tras lo cual uno de sus hijos se declaró rey sin
su consentimiento, con el nombre de Seleuco V, pero Cleopatra Tea hizo que su segundo hijo lo matara, y ocupó el trono
como Antíoco VIII. Tuvo que luchar contra el otro rey, Alejandro II.

Mientras tanto, el rey de Judea Juan Hircano conquistaba Idumea. Los judíos obligaron a los idumeos a circuncidarse y
aceptar el judaísmo usando los mismos medios con los que los seléucidas habían tratado de prohibirlo. Tambien lo habían
intentado en Samaria, pero con menos éxito. Al fin y al cabo, los samaritanos eran judíos primitivos, pero igualmente
aferrados a sus creencias.

En Roma se aprobó una ley por la que un tribuno podía ser reelegido, lo que podría ser útil si volvía a elegirse a un tribuno
reformista, para evitar que corriera la misma suerte que corrió Tiberio Graco. Mientras vivió Escipión, fue imposible
aprobar una ley semejante. Paulatinamente, los reformistas fueron ganando terreno en la política romana. Entre ellos
destacaban Cayo Graco y, más aún, Marco Fulvio Flaco, que fue elegido cónsul, pero el Senado encontró una forma de
desembarazarse de Flaco, al menos temporalmente. La ciudad griega de Massilia (Marsella) pidió ayuda a Roma porque
los galos estaban violando su territorio, así que Flaco fue enviado a la Galia, pero no tardó en derrotar a los galos y volver
triunfante a Roma.

En 124 murió el rey parto Artabán II, y fue sucedido por su hijo Mitrídates II. La situación en Egipto era delicada para
Ptolomeo VII. Su exesposa Cleopatra seguía contando con muchos partidarios, así que el rey finalmente optó por
reconciliarse con ella y la trajo de nuevo a Alejandría.
Desoyendo los ruegos de su madre, Cayo Graco se presentó como candidato y fue elegido tribuno en 123. Cayo era mucho
más elocuente que su hermano, y estaba dispuesto a vengar su muerte. Coordinó en un mismo programa los intereses de
diversos grupos opuestos a la nobleza. Inmediatamente puso en vigor la ley de reforma agraria de su hermano, que
finalmente se había dado por aprobada, pero no había sido puesta en vigor por la influencia de Escipión. Multiplicó las
parcelas de las regiones alejadas y montañosas, respetando las posesiones de los nobles en la Campania, el Lacio o
Tarento. Aumentó la cuantía de las asignaciones, y así creó una clase campesina acomodada. Consiguió que se aprobase
la creación de colonias en los territorios de Tarento, Cartago y Capua. Logró que se aprobara una ley frumentaria por la
que se distribuía mensualmente trigo entre los pobres a precio de coste, mientras que se establecía un gravamen sobre los
artículos de lujo. Para ganarse a la clase media que no formaba parte de la nobleza, los llamados equites (caballeros), les
asignó la recaudación de impuestos en la provincia de Asia. También les concedió garantías judiciales, al hacerlos entrar
en los tribunales junto con los senadores, y fijó su importancia social asignándoles localidades especiales en el teatro.

Por esta época los romanos se habían asentado en la costa mediterránea de la Galia, el territorio por donde Aníbal había
pasado a Italia. Fundaron la ciudad de Aquae Sextiae (Aguas de Sextio, la actual Aix) por Sextio Calvino, que era cónsul
ese año.

En 122 Antíoco VIII logró derrotar definitivamente a su rival Alejandro II, que resultó muerto. En Roma Cayo Graco fue
reelegido como tribuno, y se dedicó al acondicionamiento de los mercados, graneros y caminos. Propuso que se
concediera a todos los italianos la ciudadanía romana, y a los restantes aliados el status del que ahora disponían las
ciudades del Lacio. Sin embargo los nobles aprovecharon estas propuestas para excitar el egoísmo del pueblo romano,
que, dentro de sus penurias, se sentía privilegiado respecto a los italianos y no estaba dispuesto a renunciar a este status.
Utilizaron al otro tribuno, Marco Livio Druso, que realizó una política demagógica. La popularidad de Cayo Graco fue
decayendo y, cuando presentó su candidatura para el tribunado en 121, no fue reelegido. Durante una discusión en el
Senado se produjeron disturbios, hasta el punto de que se recurrió al Senatus Consultus Vltimus, por el que se daba plenos
poderes a los magistrados y quedaban en suspenso las libertades individuales. Se produjo una batalla en el monte Aventino
entre los partidarios de Graco y los del cónsul Lucio Opimio, en la que murieron tres mil ciudadanos, entre ellos Marco
Fulvio. Cayo Graco, acorralado, optó por suicidarse. En los años siguientes las leyes de los Gracos fueron paulatinamente
abolidas.
Ese año surgieron desavenencias entre Antíoco VIII y su madre, Cleopatra Tea, ésta trató de envenenar a su hijo, pero no
tuvo éxito y Antíoco VIII la hizo asesinar. Cleopatra Evergetis, la segunda esposa de Ptolomeo VII, tenía tres hijas. La
mayor, Cleopatra, la había casado con su hermano y heredero del trono, mientras que ahora casó a la segunda, Cleopatra
Trifena, con Antíoco VIII. Mientras tanto el sur de la Galia fue convertido en provincia romana.

LA GUERRA DE YUGURTA
A finales del siglo II Judea había afirmado su existencia como reino independiente gobernado por el sumo sacerdote Juan
Hircano. Hay poca información sobre el largo periodo que los judíos pasaron bajo el dominio persa y luego bajo el
dominio del Egipto Ptolemaico, signo de que la vida en Judea había sido tranquila y el culto judío había sido respetado
por los gobernantes extranjeros. Sin embargo, la represión seléucida en primer lugar y luego la autonomía habían dado
un nuevo vigor a la política judía, y las discrepancias entre las distintas facciones pasaron al primer plano. Las mayores
diferencias se daban entre los sacerdotes y los legos. Los primeros tenían en sus manos el Templo y el ritual oficial, y se
llamaban a sí mismos sadoquim, o saduceos, es decir, seguidores de Sadoc, el sumo sacerdote del rey Salomón, en cuya
familia, según la tradición, había recaído el cargo hasta hacía unos pocos años. Los saduceos eran estrictamente ortodoxos
y tradicionalistas, y sólo aceptaban la Ley Mosaica, contenida en los cinco primeros libros de la Biblia. Teóricamente era
la ley que Dios había dado a los judíos antes de entrar en Canaán, pero en realidad llevaba incorporados muchos mitos,
creencias y costumbres babilónicas. (Si alguien conservaba el ritual primitivo, eran los samaritanos, a los que los judíos
tenían por herejes.) En cambio, los saduceos no aceptaban muchas otras creencias populares de los judíos, la mayoría de
ellas tomadas del mazdeísmo persa: la existencia de los ángeles y los demonios, la vida después de la muerte, el juicio
final por el que Dios premiaría a los justos y castigaría a los pecadores, etc. Otra creencia que había surgido durante el
exilio en Babilonia pero que los saduceos no aceptaban era la esperanza en el Mesías. Ésta nunca se había plasmado
explícitamente en los textos sagrados. Los que esperaban al Mesías citaban numerosos pasajes bíblicos, pero siempre se
trataba de párrafos (e incluso frases) sacados de contexto o interpretados forzadamente de forma alegórica.

Los saduceos habían logrado que sólo los sacerdotes pudieran formar parte del Sanedrín, una asamblea en la que se
tomaban decisiones sobre asuntos religiosos, pero teniendo en cuenta que, para los judíos, la diferencia entre religión y
estado civil o política no estaba muy bien definida. Los legos, excluidos, pues, del sanedrín, se llamaban a sí
mismos perushim (separados), palabra que, a través del griego, se convirtió en fariseos. Los fariseos tenían una
exuberante mitología en torno a los ángeles y sus jerarquías, a Satán, el ángel caído, y sus ejércitos de demonios, la
resurrección de los muertos y, sobre todo, la futura llegada del Mesías.

Había muchas otras sectas minoritarias. Algunas de carácter ascético, la más importante de las cuales era la de
los esenios, que habitaban en comunas situadas en su mayor parte en las costas del mar Muerto, en las que no estaba
permitido el acceso a mujeres. Por otra parte, las rebeliones de los Macabeos habían creado algunas sectas violentas,
algunas de las cuales degeneraron en meros bandidos que, de algún modo, se consideraban siervos de Dios.

Juan Hircano simpatizó con los saduceos, como era de esperar: era sacerdote y además, los fariseos esperaban la llegada
de un rey de la casa de David (a la que, ciertamente, él no pertenecía, pues los Macabeos eran levitas, y además la casa
de David se había extinguido hacía mucho), de modo que los fariseos eran traidores en potencia (que en cualquier
momento podían reconocer al Mesías y proclamarlo rey).

En 120 murió asesinado Mitrídates V del Ponto y, como sus hijos eran menores de edad, el poder pasó a su
viuda, Laódice.

En 119 fue elegido tribuno Cayo Mario. Había combatido en España bajo las órdenes de Escipión el Joven, y ahora
destacaba como ferviente defensor de las reformas propugnadas por los Gracos, si bien sus logros fueron modestos.

El emperador chino Wudi tenía grandes planes militares, para los que necesitaba grandes sumas de dinero. Para ello
instauró un monopolio sobre la sal y el hierro e introdujo un impuesto sobre los barcos y las carreteras. Estos fueron los
primeros pasos de una serie de reformas económicas atribuidas en su mayor parte al ministro Sang Hongyang. Fue el
principal representante de la llamada escuela modernista, heredera de la administración Qin, que propugnaba la
intervención del estado en todos los aspectos relevantes de la economía del país. Sang Hongyang impulsó varias leyes
para fijar los precios de las mercancías y coordinar su transporte, de modo que se evitaran tanto la escasez como la
superproducción. El fuerte control económico exigió la creación de un ministerio de agricultura, otro de inspectores de
finanzas, así como una autoridad de vigilancia de los canales y parques.
Desde que Cleopatra volvió a Alejandría, la situación de Ptolomeo VII había mejorado notablemente, y en 118 pudo
declarar una amplia amnistía con la que terminaron las luchas internas en la corte. El heredero al trono repudió a su esposa
y hermana, Cleopatra. Esto lo enemistó con su madre, Cleopatra Evergetis, pero aun así, ésta hizo que aceptara la mano
de su otra hermana, Cleopatra Selene. Al año siguiente casó a Cleopatra con el hermano de Antíoco VIII.

Roma fundó la ciudad de Narbo Marcio (la actual Narbona) en la costa gala, 200 kilómetros al oeste de Massilia. Pronto
se convirtió en la ciudad más importante de la provincia, que pasó a llamarse Galia Narbonense. La región tenía un clima
muy agradable, y se convirtió en el lugar de veraneo de muchos romanos. Puesto que era la única provincia a la que los
romanos solían viajar (negocios aparte), pronto fue conocida simplemente como "la provincia", de donde deriva el
nombre actual de la región: Provenza.

Ese mismo año murió Micipsa, el rey de Numidia. Estaba previsto que el trono lo heredaran sus hijos Aderbal y Hiempsal
junto con su sobrino Yugurta, pero éste asesinó a Hiempsal en 117, invadió el territorio de Adherbal en 116, lo mandó al
exilio y se hizo proclamar rey de Numidia. Numidia era un protectorado romano, y Roma no podía consentir que Yugurta
tomara estas decisiones. El senado formó una embajada que se trasladó a Numidia a enterarse de lo sucedido. Yugurta
colmó de regalos a los senadores y éstos volvieron a Roma explicando que en realidad todo había sido un malentendido.
No obstante, el Senado no quedó satisfecho y Yugurta fue llamado a Roma a dar explicaciones. Allí sobornó a algunos
senadores más y la decisión final fue que Numidia quedó dividida en dos partes: la peor se le asignó a Yugurta y la mejor
a Adherbal.

También murió Ptolomeo VII, el cual fragmentó Egipto, pues legó su reino a su primogénito, Ptolomeo IX, pero dispuso
que su hijo menor Alejandro I se convirtiera en rey de Chipre, así como que un hijo bastardo, llamado Ptolomeo
Apión, fuera nombrado gobernador de Cirene. El ordinal de Ptolomeo IX se debe a que tras la reconciliación entre
Cleopatra y Ptolomeo VII se reconoció el breve reinado del hijo de ambos, Ptolomeo VIII. Quienes cuentan como
Ptolomeo VII al hijo de Ptolomeo VI y llaman Ptolomeo VIII al que nosotros hemos venido llamando Ptolomeo VII,
consideran en consecuencia que el nuevo rey es Ptolomeo X. Esta discrepancia se arrastra a todos los siguientes reyes de
Egipto.
Mientras tanto, el hermano de Antíoco VIII logró arrebatar a éste Fenicia y Celesiria (la región en la que estaba situada
Antioquía, al norte de Fenicia), y se proclamó rey, con el nombre de Antíoco IX. Cleopatra Trifena, la esposa de Antíoco
VIII, hizo asesinar a su hermana Cleopatra, esposa de Antíoco IX, pero éste, al año siguiente, en 115, se vengó asesinando
a Cleopatra Trifena. Entonces la madre de ambas, Cleopatra Evergetis, viuda de Ptolomeo VII, logró que su hija Cleopatra
Selene, que estaba casada con Ptolomeo IX, lo abandonara y se casara con Antíoco VIII.

Este año Cayo Mario estuvo de nuevo en España como pretor, donde pacificó algunas regiones lejanas, aunque no se
trataba de una tarea de las que proporcionaban gloria militar: Desde la caída de Numancia, la resistencia nativa en España
había dejado de ser un problema serio para Roma.

Sin embargo, unos nuevos bárbaros estaban a punto de causar nuevos quebraderos de cabeza a los romanos. Los territorios
que actualmente ocupan Alemania y Polonia habían sido invadidos tiempo atrás por tribus germanas, de entre las cuales
destacaban los cimbrios y los teutones. Éstos últimos se llamaban a sí mismos Teutsch o Deutsch, y "deutsch" es
"alemán" en alemán moderno.

En 113 el Imperio Chino introdujo unas nuevas monedas de cobre y prohibió la acuñación privada de moneda. Estas
nuevas monedas se siguieron usando durante casi mil años.

Los cimbrios y los teutones cruzaron el Rin y entraron en contacto con los helvecios, tribus celtas, dos de las cuales se
les unieron en 112 y se lanzaron todos sobre la Galia, donde se encontraron con la resistencia de los belgas al norte y los
romanos al sur.

Mientras tanto Yugurta hizo la guerra a su primo Adherbal, lo mató y se apoderó de nuevo de toda Numidia. En la guerra
murieron muchos italianos que vivían habitaban la provincia de África y que defendieron a Adherbal. Roma declaró la
guerra a Numidia y envió un ejército al mando de los cónsules Lucio Calpurnio Bestia y Marco Emilio Escauro, pero
Yugurta sobornó a Calpurnio y en 111 se llegó a una paz de compromiso. Poco después, Yugurta asesinó a un primo
suyo, Massiva, que tenía posibilidades de ocupar el trono con el beneplácito de los romanos. Esto hizo que Roma
reanudara la guerra.
En el Ponto, Laódice, la viuda del rey Mitrídates V, trató de poner en el trono a su hijo Cresto, pero su otro hijo mató a
Cresto, encarceló a su madre y se hizo coronar rey con el nombre de Mitrídates VI. El nuevo rey iba a dar mucho trabajo
a Roma en la década siguiente, por lo que se cuentan muchas historias sobre él. Se decía que había recibido una educación
muy vasta, y que hablaba hasta 22 idiomas. La anécdota más famosa sobre él cuenta que tomaba pequeñas cantidades de
toda clase de venenos para inmunizarse contra ellos. En realidad esta técnica sólo es efectiva con muy pocos venenos y
la resistencia así adquirida se conoce actualmente como mitridatismo.

Por esta época los sármatas habían aumentado su presión hacia el sur de sus dominios. Una de sus tribus,
los alanos, ocuparon las tierras al norte del Cáucaso, entre el mar Negro y el mar Caspio, otros, los roxolanos, habían
absorbido a los escitas de las costas del mar de Azov y amenazaban al reino del Bósforo Cimerio. Su rey, Parisades
II, pidió ayuda a Mitrídates VI, con lo que el Bósforo Cimerio pasó a ser un protectorado del Ponto. Algunos cimerios se
habían replegado al sur del Danubio, donde se mezclaron con los tracios.

El emperador chino Wudi conquistó el reino de Vietnam y lo incorporó al Imperio Chino. Los chinos lo
llamaron Annam (el sur pacificado). En 110 logró la anexión de los reinos de Yue y Nanyue. Desde que los chinos
descubrieron la existencia de la civilización occidental, quedó patente la importancia económica de la ruta de la seda, y
desde 109 sus ejércitos empezaron a avanzar por ella para crear un pasillo seguro que protegiera el comercio con
Occidente.

Los romanos lograron encontrar por fin un general que resultó inmune a los intentos de soborno por parte de Yugurta.
Era Quinto Cecilio Metelo, sobrino del general que había ganado la Cuarta Guerra Macedónica. Por primera vez Yugurta
recibió golpes duros, después de una victoria en Suthul, fue derrotado en Muthul, y tras la derrota se vio obligado a
abandonar la guerra regular y emprender una guerra de guerrillas, a causa de lo cual, los progresos de Metelo fueron cada
vez más lentos.

En 108 China se anexionó la península de Corea, tras 20 años de campaña. Destruyó así el reino Gojoseon, al que las
leyendas atribuían una historia de más de dos mil años. Mientras tanto, Juan Hircano, el rey de Judea, puso sitio a Samaria.
Los samaritanos pidieron ayuda a Antíoco IX, pero éste poco pudo hacer. La ciudad cayó en 107 y Judea se ratificó como
la mayor potencia de la zona.

Ese mismo año volvió a Roma Cayo Mario, que había estado en Numidia bajo las órdenes de Metelo. Volvió con cierta
fama de héroe de guerra y empezó a acusar a Metelo de demorar la victoria en interés propio, lo cual no era cierto, pero
sí creíble en los tiempos que corrían, y así Mario consiguió ser elegido cónsul. Inmediatamente quiso asumir el mando
que tenía Metelo, pero el Senado no lo consideró oportuno. Entonces, tras una campaña de violentos discursos contra los
conservadores, logró reclutar un ejército de voluntarios entre el proletariado romano. Era la primera vez que Roma
formaba una legión de proletarios, hombres que resultaron ser más leales a su general que a su gobierno, y que iban a la
guerra con la esperanza de obtener un buen botín.

Alejandro I de Chipre, con la ayuda de su madre, Cleopatra Evergetis, logró derrocar a su hermano Ptolomeo IX y se
convirtió en Ptolomeo X Alejandro, rey de Egipto. A cambio, dejó Chipre a su hermano, quien empezó a tomar parte en
las disputas entre Antíoco VIII y Antíoco IX.

En 105 Mario estaba a punto de darle el golpe definitivo a Yugurta. Ese año se le unió como lugarteniente Lucio Cornelio
Sila, que logró un acuerdo con el suegro de Yugurta, el rey Bocco I de Mauritania (el moderno Marruecos) para que le
entregara a Yugurta. A pesar de que Mario había derrotado a Bocco I en varias ocasiones y de que prácticamente todo el
mérito era suyo, lo cierto es que Sila (mucho más astuto que Mario) se llevó la mayor parte del reconocimiento. Esto se
debió entre otras cosas a que Sila simpatizaba con los conservadores, al contrario que Mario, y éstos lograron difundir las
noticias en Roma según su conveniencia. Naturalmente, esto hizo que Sila se ganara la enemistad de Mario. La parte
occidental de Numidia fue anexionada a Mauritania como recompensa, mientras que la parte oriental quedó bajo la
soberanía del rey Gauda, hermano de Yugurta.

En 104 Yugurta fue llevado a Roma, y murió en la prisión. Mientras estaba todavía en Numidia, Mario fue nombrado
cónsul por segunda vez, y el Senado, al borde de la desesperación, le encomendó la defensa de la Galia Narbonense, en
la que ningún ejército había logrado someter a los cimbrios y los teutones. Una muestra de la desesperación de Roma es
que, de forma ilegal, Mario fue reelegido cónsul cinco años seguidos, mientras duró el peligro.
Ese mismo año murió Juan Hircano, y el reino de Judá pasó a manos de su hijo Aristóbulo I, que añadió el título de rey
al de sumo sacerdote. Conquistó definitivamente Galilea y el reino de Judea alcanzó su máxima extensión, pero murió al
año siguiente, y fue sucedido por su hermano Alejandro Janneo.

A partir de este año, el emperador Wudi envió varias expediciones a Sogdiana (la parte norte de Bactriana).

En 103 los esclavos de Sicilia volvieron a rebelarse, con lo que se inició la Segunda Guerra Servil. Mientras tanto, los
cimbrios y los teutones trataron de saquear Hispania, pero los celtíberos los detuvieron. Esto le dio cierta ventaja a Mario,
que en 102 halló a los teutones a orillas del Ródano. Los siguió hacia el sur dejando que se desgastaran en ataques
parciales, permaneciendo siempre a la defensiva, pero al llegar a Aquae Sextiae les presentó batalla. Los ataques de los
bárbaros no pudieron con las disciplinadas filas romanas. Cuando estuvieron agotados, un destacamento que había
permanecido oculto atacó por la retaguardia y los aniquiló definitivamente.

Pero los cimbrios habían atravesado los Alpes y estaban en la Galia Cisalpina, donde obligaron a los ejércitos romanos a
retirarse hasta el valle del Po. En 101 Mario dejó la Galia y se unió al ejército del Po. Bajo su dirección, los romanos
volvieron a cruzar el río y se enfrentaron a los cimbrios en Vercellae, donde los invasores fueron aplastados. Los helvecios
(que eran celtas, y no germanos) terminaron asentándose en la región que desde entonces se llamó Helvecia (la actual
Suiza).

Ese año los romanos lograron sofocar también la sangrienta revuelta de Sicilia y terminó la Segunda Guerra Servil.
También fue el año en que murió Cleopatra Evergetis, al parecer asesinada por su hijo Ptolomeo X. Por otra parte,
Ptolomeo Apión se proclamó rey de Cirene y la región fue una vez más independiente de Egipto. Por esta época el rey
Mitrídates VI del Ponto dominaba las regiones de Galacia y Capadocia, con lo que su país se había convertido en la mayor
potencia de Asia Menor.

Los chinos, con una victoria en Farganá, dominaron definitivamente la ruta de la seda casi hasta la frontera con Bactriana,
que por aquel entonces estaba siendo saqueada por los tokarios.
En 100 el caudillo cingalés Dutugumunu obtuvo una victoria definitiva sobre el rey tamil Elara, con lo que los
cingaleses dominaron definitivamente la isla de Ceilán. La monarquía cingalesa favoreció el budismo, desarrolló el país,
construyó monumentos, templos y sistemas de riego.

MARIO Y SILA
Al inicio del siglo I, había tres grandes potencias en el mundo: El Imperio Chino, el Imperio Parto y Roma. Hacía
relativamente poco tiempo que China había descubierto la existencia de la civilización occidental, y no tardó en
aprovecharla diseñando una política comercial adecuada. Cada año partían hasta diez caravanas hacia Occidente. China
dominaba el pasillo asiático por el que la llamada ruta de la seda llegaba hasta Farganá, desde donde se bifurcaba en dos
ramas, una hacia el norte, hacia Maracanda (la actual Samarcanda) y otra hacia el sur, hacia Pamir. Las exportaciones
chinas terminaban mayoritariamente en manos de los partos, que a su vez las vendían a los reinos helenísticos y a Roma.
China convirtió la fabricación de la seda en un secreto nacional. De hecho, la procedencia de la seda era un misterio para
los occidentales. La conjetura más aceptada era que el hilo de seda se debía de extraer de un árbol, pero, fuera cual fuera
su origen, lo cierto es que Roma llegaba a pagar un kilo de oro por cada kilo de seda. En esta época vivió Sima Qian, autor
de la primera obra histórica de la literatura china: las Memorias Históricas (Shiji) en ciento treinta volúmenes que abarcan
la dinastía Qin y el principio de la dinastía Han. En ella alternan anales imperiales, monografías sobre los pueblos de Asia
y biografías. Constituye una de las cinco obras que los chinos consideran clásicas. Otras dos son el Shijing (una antología
de trescientos once poemas chinos cuya selección se atribuye a Confucio, aunque abarca obras compuestas entre los siglos
VI y II) y el Shujing (El Libro de la Historia, que primitivamente estuvo formado por una selección de textos históricos
y políticos escogidos por Confucio, pero que se perdió cuando Qin Shi Huang Di ordenó la destrucción de libros y fue
reconstruida también por esta época). Los cinco clásicos se completan con el Chunqiu de Confucio y el Yijing (el Libro
de las Mutaciones), el más antiguo de los cinco, que describe un sistema de adivinación. A los cinco clásicos se añade a
menudo los Cuatro Libros, redactados por los discípulos de Confucio, que son el Lunyu, el Zhongyong, el Daxue y el
Mengzi. El conocimiento de los clásicos daba acceso a las carreras administrativas y confería la calidad de letrado.

Mientras los tokarios se instalaban en Bactriana, hordas de escitas y partos destruyeron los reinos indogriegos fundados
por los bactrianos y en su lugar crearon nuevas monarquías que pronto absorbieron la cultura india.

Roma acababa de entrar en un periodo de calma: Yugurta había muerto, las incursiones de cimbrios y teutones habían
sido neutralizadas, la insurrección de los esclavos de Sicilia estaba sofocada. En estos momentos, el peor enemigo de
Roma era la propia Roma. La política romana degeneraba cada vez más. Estaba dividida en dos facciones: el partido
popular o demócrata y el partido conservador o senatorial, pero estos nombres significaban cada vez menos.
Simplemente eran las dos alternativas que tenía un político para satisfacer sus propios intereses: ganarse el apoyo de las
clases humildes o el de la aristocracia. Las clases humildes de Roma se habían convertido en un proletariado cada vez
menos interesado en lograr tierras o un buen trabajo, y más bien preocupado en apoyar a los políticos que más les dieran
a cambio.

En estas fechas el líder indiscutible del partido popular era Mario, que estaba en su sexto consulado. Mario se había visto
obligado a reclutar un ejército de voluntarios para enfrentarse a Yugurta, y luego los había conducido contra los cimbrios
y los teutones. Ahora necesitaba recompensarlos con tierras, y para ello necesitaba hacer expropiaciones. El instrumento
adecuado eran las leyes de los Gracos. Sin embargo, la política romana requería en la época un talento que Mario no tenía.
Era un buen militar, pero un mal político. Pronto acabó dominado por el tribuno Lucio Apuleyo Saturnino, que unos
años antes había sido cesado de un cargo por el Senado, y desde entonces se volvió un demócrata radical. Hizo aprobar
las leyes que quería Mario, para lo cual tuvo que intimidar a muchos senadores mediante disturbios y movilizaciones de
muchedumbres violentas. Llegó a obligar al Senado a jurar que cumplirían las leyes aprobadas en un plazo de cinco días.
El único que se negó a jurar fue Quinto Cecilio Metelo, hijo y tocayo del general que había participado en la Guerra de
Yugurta. Metelo optó por el exilio voluntario.

Sin embargo, Saturnino defendió, como Cayo Graco, que los italianos recibieran la ciudadanía romana, y los
conservadores aprovecharon una vez más este punto para excitar el egoísmo del proletariado. Organizó al populacho y
los tribunos se vieron obligados a declararse en rebelión abierta. Entonces el Senado exigió a Mario, en calidad de cónsul,
que sofocase la revuelta. Mario consideró que, ciertamente, ése era su deber y, en una batalla campal librada en el foro,
Saturnino y sus partidarios fueron obligados a rendirse, tras lo cual fueron asesinados por una multitud violenta. Todo
esto sucedió en el año 100. Como consecuencia de su intento de nadar y guardar la ropa, Mario perdió el apoyo de los
populares sin ganar por ello el de los conservadores, así que tuvo que retirarse de la política.

En 98 el gobierno chino logró imponer un monopolio sobre el vino. En 97 Sila fue elegido propretor para Cilicia. Cilicia
era la región costera meridional de Asia Menor, que en los últimos años se había convertido en refugio de piratas. En su
lucha contra los piratas Roma se había apoderado de algunas posesiones en la región, y ahora Sila era el delegado del
pretor de Asia en Cilicia, cuya misión era enfrentarse a los piratas.

En 96 murió Ptolomeo Apión, el rey de Cirene, que legó su territorio a Roma, como había hecho Atalo III de Pérgamo
años atrás. En una revuelta palaciega murió Antíoco VIII, rey de lo que ya es absurdo seguir llamando Imperio Seléucida,
pues sus dominios se reducían a una parte de Siria. Fue sucedido por su hijo Seleuco VI, pero su tío Antíoco IX, que
gobernaba Fenicia y parte de Siria, trató de quedarse con todo el reino. En 95 Seleuco VI, con la ayuda de sus hermanos,
venció a Antíoco IX, que resultó muerto, pero su hijo Antíoco X logró el control del reino de su padre y continuó la lucha
con Seleuco VI, lo destronó y lo condenó a la hoguera ese mismo año, pero sus hermanos continuaron la lucha contra
Antíoco X.

Sila contribuyó a que Capadocia se independizara del Ponto, instaurando al rey Ariobarzanes I.
El rey parto Mitrídates II puso como rey de Armenia a un pariente suyo, llamado Tigranes I. (Para algunos es Tigranes
II, porque el nombre correspondía a un legendario rey armenio que había gobernado siglos atrás.) Armenia pasó a ser
prácticamente una posesión parta, y el rey decidió hacerse llamar Mitrídates el Grande.

En 94 dos de los hermanos del difunto Seleuco VI lograron hacerse con el poder de la parte de Siria que había pertenecido
a su padre y se proclamaron reyes, pasando a ser conocidos como Antíoco XI y Filipo I, pero esto no puso fin a la guerra
contra Antíoco X. Poco después murió ahogado en un río Antíoco XI, y su hermano Filipo I compartió el reino con otro
hermano, Demetrio III. Ese mismo año murió el rey Nicomedes III de Bitinia, y fue sucedido por su hijo Nicomedes IV.

En 92 Sila firmó en nombre de Roma un tratado de amistad con el rey parto Mitrídates II.

En 91 Roma eligió un nuevo tribuno reformista: Marco Livio Druso. Su padre había sido tribuno junto a Cayo Graco, y
se había opuesto a las reformas, pero el hijo resultó ser un demócrata convencido, tal vez uno de los pocos idealistas que
quedaban en Roma. Su preocupación principal fue el sistema judicial. Cayo Graco había tratado de quitar poder al Senado
a costa de concedérselo a la clase media (los equites). Sin embargo, los "caballeros" no tardaron en mostrarse tan corruptos
como los senadores. Tenían a su cargo la recaudación de impuestos, que era subastada al mejor postor, de modo que quien
recibía la contrata tenía manos libres para recaudar lo necesario para proporcionar al estado la suma pactada y obtener un
margen de beneficios. Los senadores miraban con desprecio a los equites, pero a menudo pactaban con ellos. Los
gobernadores de las provincias eran normalmente de la clase senatorial, y recibían considerables sumas de dinero de
los equites a cambio de consentir que los impuestos recaudados excedieran con creces lo teóricamente aprobado por
Roma. Cayo Graco había logrado que los jurados de los tribunales estuviesen formados igualmente por senadores
y equites, lo cual benefició sin duda a éstos últimos, pero no a la justicia, pues lo que sucedió es que unos y otros se
encubrían mutuamente sus escándalos y aceptaban sobornos por igual.

Druso trató de ganarse a los equites proponiendo que pudieran ser jueces además de jurados, pero a cambio proponía
también que se nombraran comisiones especiales para juzgar los casos de corrupción. Su plan era lograr que una clase
vigilara a la otra y que, en definitiva, ambas se vieran obligadas a ser honestas. Para ganarse al pueblo presentó el programa
habitual de reforma agraria, pero no dejó de incluir la funesta idea de conceder la ciudadanía a todos los italianos. Nada
de esto fue adelante, porque Druso fue asesinado. Nunca se supo quién fue el asesino.

Para los italianos, ésta fue la gota que colmó el vaso. En los últimos años habían visto con desazón cómo fracasaban todos
los intentos de concederles la ciudadanía. El argumento principal de los senadores era el temor de que los italianos
terminaran gobernando Roma, pero esto era impensable, porque la ley establecía que para votar era imprescindible
trasladarse a la ciudad. En cambio, la ciudadanía habría aportado a los italianos la exención de impuestos, cosa que Roma
se podía permitir holgadamente. Los samnitas proclamaron una República Italiana con capital en Corfinio, unos 130
kilómetros al este de Roma. La rebelión se estuvo fraguando durante mucho tiempo, por lo que una Roma desprevenida
tuvo que enfrentarse de repente a una secesión bien organizada. Se inició así la llamada Guerra Social, del
latín socius (aliado).

Roma reunió apresuradamente un ejército, que se puso bajo el mando del cónsul Lucio Julio César. Tras sufrir varias
derrotas en el Samnio, César decretó en 90 que se otorgaría la ciudadanía a los italianos que permanecieran fieles a Roma.
Mario acababa de regresar de una gira por el este, y el Senado se vio obligado a recordar que, al fin y al cabo, era un buen
general, así que se le pidió que aceptara el mando de un ejército. Mario aceptó con renuencia. Él había estado en su día a
favor de conceder la ciudadanía a los italianos, y ahora se veía obligado a luchar contra ellos por pedir algo que él estimaba
justo. Aceptó, pero en todo momento trató de que los combates fueran poco sangrientos para ambas partes.

Mientras tanto el rey Mitrídates VI del Ponto invadió Bitinia y derrocó a Nicomedes IV. Éste pidió ayuda a Roma que,
pese a sus problemas internos, envió una embajada exigiendo a Mitrídates VI que abandonara Bitinia. Aunque Roma no
estaba en su mejor momento, es posible que su fama hiciera vacilar a Mitrídates VI, que optó por acatar la orden y así
Nicomedes IV recuperó su trono.

En 89 murió César, y el Senado confió el mando supremo a Sila, el cual, desprovisto de los reparos de Mario, no tuvo
dificultad en barrer a los rebeldes en todas partes. El Senado anunció que concedería la ciudadanía a todos los italianos
que la pidieran en un plazo de sesenta días, lo cual hizo abandonar la lucha a la mayoría de los italianos, pero los samnitas
continuaron hasta el fin.
Los dos hermanos, Demetrio III y Filipo I habían logrado arrebatar a Antíoco X la mayor parte de sus posesiones, pero
tras repartirse los territorios conquistados pelearon entre sí. En 88 Demetrio III fue capturado por el rey parto Mitrídates
II y su fragmento de trono sirio fue reclamado por su hermano Dionisio, que pasó a llamarse Antíoco XII. A su vez,
Mitrídates II no tardó en morir, y el Imperio Parto se vio envuelto en querellas internas, pues su estructura era feudal, y
había muchos señores poderosos que se veían con posibilidades de hacerse con el trono. Esto permitió al rey Tigranes I
de Armenia librarse del yugo parto y selló una alianza con Mitrídates VI del Ponto.

También murió el rey Gauda de Numidia, y fue sucedido por su hijo Hiempsal II.

El rey de Egipto Ptolomeo X se había ganado la enemistad de su corte al profanar la tumba de Alejandro. Además se
había destacado por su protección hacia los judíos de Alejandría, que cada vez se llevaban peor con los griegos. Todo
esto permitió a su hermano Ptolomeo IX volver a Egipto y recuperar el trono. Ptolomeo X tuvo que huir y murió en una
batalla naval cerca de Chipre. La ciudad de Tebas se rebeló y Ptolomeo IX tuvo que enviar un ejército para asediarla.

En Italia Sila puso fin a la Guerra Social. Las medidas que tomó Roma en los años siguientes para garantizar la lealtad de
Italia incluyeron, entre otras cosas, la eliminación paulatina de las lenguas italianas diferentes del latín, especialmente el
osco, la lengua de los samnitas. Poco tiempo después el latín era la única lengua de Italia.

En realidad Roma hubiera podido derrotar a los italianos sin necesidad de concederles la ciudadanía, pero para ello habría
necesitado algo más de tiempo, y todo hacía prever que el rey Mitrídates VI del Ponto podía atacar los intereses romanos
en Asia de un momento a otro (más que nada porque Roma había estado estimulando a Nicomedes IV de Bitinia para que
invadiera el Ponto en venganza por la invasión que éste había sufrido dos años antes.) En efecto, Mitrídades VI se
enfureció y sus ejércitos invadieron de nuevo Bitinia, Galacia, Capadocia y ocuparon también la provincia de Asia. El
rey ordenó matar a todo comerciante italiano que se hallase en Asia Menor, y se dice que el número de víctimas fue de
unas 80.000, aunque la cifra puede ser exagerada. Luego pasó a las islas griegas y finalmente invadió la propia Grecia.
Los griegos celebraron encontrar a alguien capaz de resistir a Roma y se unieron a Mitrídates VI.
La reacción de Roma se vio entorpecida porque había dos generales adecuados para la misión y cada uno de ellos tenía
el apoyo de uno de los partidos, y ninguno de los dos estaba dispuesto a permitir que el candidato del partido contrario
volviera triunfante a Roma. Los generales eran, naturalmente, Mario y Sila. El Senado nombró rápidamente a Sila como
general en jefe, amparándose en que era él quien había puesto fin a la Guerra Social. Mario abordó al tribuno Publio
Sulpicio Rufo, que estaba ahogado por unas deudas, y le prometió pagarlas con los beneficios de la guerra. Rufo no tardó
en descubrir su vocación demócrata, e hizo aprobar una ley que aumentaba el peso de los votos de los ciudadanos italianos.
A continuación se encargó de transportar a la capital el número oportuno de votantes y logró que Mario fuera elegido
como general en jefe. El resultado fue que ni Mario ni Sila podían partir hasta que se decidiera quién tenía realmente el
mando. Más exactamente, lo que sucedía es que ninguno estaba dispuesto a abandonar Roma dejando a su rival en la
ciudad con un ejército a sus órdenes.

El ejército de Sila le esperaba en Nápoles, Sila tuvo que escapar de Roma para unirse a él, pero no partió hacia oriente,
sino que marchó sobre Roma. Así empezó la Primera Guerra Civil, del latín ciuis (ciudadano), en la que un general
romano se enfrentaba a otro. Sila logró expulsar de Roma a Mario y a Rufo. El segundo fue capturado y asesinado a poca
distancia, mientras que Mario fue detenido algo después, escapó milagrosamente de la muerte y finalmente pudo abrirse
camino hasta la costa, donde embarcó hacia África. Halló refugio en una isla situada frente a la costa cartaginesa, donde
se puso al frente de un grupo de proscritos.

Sila era ahora un indiscutido procónsul. En principio un procónsul era alguien en el que un cónsul delegaba parte de sus
funciones, pero ahora quería decir simplemente que ejercía de cónsul aunque no había sido elegido como tal. Hizo aprobar
unas leyes constitucionales por las que el Senado tenía únicamente la potestad de dictar leyes (pero no, por ejemplo, la
de destituirlo a él).

En 87 murió el emperador chino Wudi. No se había designado ningún heredero, y las familias de las emperatrices
compitieron por que el nuevo emperador saliera de su seno. Como no se llegaba a ninguna salida, se acordó designar
como heredero a un hijo de ocho años del difundo emperador que no estaba ligado a ninguno de los grandes clanes que
competían entre sí, al tiempo que se establecían tres regentes, el más influyente de los cuales era Huo Guang. El nuevo
emperador recibió el nombre de Zhaodi.
La situación del país era crítica. La política intervencionista de los Han había dificultado la vida de gran parte de la
población. Además los hunos habían logrado recientemente algunas victorias en el norte. Se habían producido revueltas
que fueron sofocadas con dificultad y con la muerte del emperador el funcionariado logró cierta independencia de la corte,
más preocupada de las intrigas palaciegas que de gobernar la nación.

Mientras tanto moría en el cautiverio el rey seléucida Demetrio III. Sila partió finalmente hacia Grecia y no tardó en
ocupar Tesalia y Beocia. Los populares reaccionaron en Roma eligiendo cónsul a Lucio Cornelio Cinna, que había
tratado inútilmente de detener la expedición de Sila. Luego trató de aplicar una ley que convertiría en ciudadanos a
aquellos italianos que no habían podido obtener la ciudadanía al final de la Guerra Servil. El otro cónsul se opuso y Cinna
fue expulsado de Roma. Entonces pidió el apoyo de los italianos y logró que Mario volviera a Italia. Juntos marcharon
contra Roma y la tomaron. Mario se tomó venganza de todas las ofensas que a su juicio le había infligido el Senado. Mató
a todos los que consideró sus enemigos, entre los cuales se encontraban numerosos senadores. En toda la historia de Roma
el Senado nunca había sufrido una afrenta como ésta, y nunca se recuperó de ella. Su autoridad dejó de ser considerada
indiscutible, y en el futuro fueron muchos los generales que no dudaron en pasar por encima del Senado cuando lo
estimaron conveniente.

En 86 Mario obligó al Senado a que le nombrara cónsul, pero murió pocos días después, de modo que la ciudad quedó
bajo el dominio de Cinna. Mientras tanto Sila sitiaba Atenas, que no tardó en caer y fue sometida al pillaje. Después Sila
se enfrentó a Mitrídates VI en Queronea. Mitrídates fue derrotado y tuvo que huir a Asia. Los romanos le siguieron. El
rey Tigranes I de Armenia empezó a expandir su reino a costa del revuelto Imperio Parto y así se hizo con el control del
norte de Mesopotamia.

Cinna envió con un ejército a Asia Menor a un general de simpatías democráticas con la orden de reemplazar a Sila, pero
el nuevo ejército se unió al de Sila y el enviado se suicidó. Sila derrotó nuevamente a Mitrídates VI, que en 85 tuvo que
firmar una paz en la que se comprometía a devolver la provincia de Asia, liberar Bitinia y Capadocia (con lo que
Nicomedes IV y Ariobarzanes I recuperaron sus coronas), ceder a Roma una flota de setenta navíos y pagar una pesada
indemnización. Pasó el invierno en Éfeso, desde donde reorganizó la provincia de Asia, recompensó a las ciudades que
habían permanecido fieles a Roma y castigó a las que se habían unido a Mitrídates VI, luego volvió a Grecia, dejó dos
legiones en Asia Menor y volvió a Italia con sus tropas más leales.

Tras tres años de asedio, la ciudad de Tebas sucumbió ante los ejércitos de Ptolomeo IX. El rey la saqueó tan brutalmente
que la antigua capital faraónica ya no se recuperó jamás.

En 84 murió Cinna en un motín, pero Sila tuvo que enfrentarse a los samnitas y a las tropas leales a los seguidores de
Mario, entre los que se encontraba su sobrino Cayo Mario el Joven. A su lado tenía a Metelo, que dejó su exilio para
unirse a él, así como un joven de 22 años llamado Cneo Pompeyo. Era de familia plebeya. Su padre había destacado en
la Guerra Social y había procurado mantenerse neutral en la lucha entre Mario y Sila, pero el hijo simpatizaba con los
aristócratas. Mientras Mario dominó Roma, Pompeyo trató de pasar inadvertido, pero cuando oyó que Sila volvía de Asia
se apresuró a reunir un ejército por su cuenta para unirse a él.

También murió el rey seléucida Antíoco XII, en una expedición contra los árabes. Sus descendientes no pudieron ocupar
el trono, pues en 83 Tigranes I de Armenia, tras apoderarse de Cilicia (la costa meridional de Asia Menor), ocupó la parte
de Siria que había gobernado Antíoco XII. Ese año murió también Antíoco X, luchando contra los partos, y Tigranes I se
hizo con toda Siria. Construyó una nueva capital, Tigranocerta, al norte de Mesopotamia, cerca de la frontera con Asia
Menor. Se hizo llamar Tigranes el Grande y Rey de Reyes.

En 82 Sila estaba en condiciones de entrar en Roma. Tuvo que enfrentarse a los ejércitos conducidos por los
cónsules Cneo Papirio Carbón y Cayo Mario el Joven. Tras una batalla ante la Puerta Colina de Roma (la misma puerta
a la que se acercó Aníbal en su día), entró en la ciudad. Los cónsules lograron escapar, pero Mario fue derrotado en las
proximidades y se suicidó para no caer en manos de Sila. Por su parte, Papirio Carbón logró huir hasta Sicilia.

Ahora fue Sila el que "depuró" Roma con el mismo rigor que Mario había empleado unos años antes. Más aún, Sila no
sólo hizo ejecutar a sus adversarios políticos, incluidos algunos senadores, sino que incluyó en su lista ciudadanos con
propiedades valiosas. La ley establecía que las propiedades de un condenado por traición pasaban a disposición del
gobierno y debían ser subastadas. Como nadie se atrevía a pujar contra Sila y sus amigos, éstos terminaron con sus
haciendas sensiblemente engrosadas. Se calcula que unas tres mil personas fueron víctimas de la persecución.

Tal vez el más beneficiado por las expropiaciones de Sila fue Marco Licinio Craso. Su padre y su hermano habían
muerto durante el gobierno de Mario, y él pudo salvarse huyendo al sur de España y luego a África, pero se unió a Sila
junto con Pompeyo cuando éste volvió a Italia. Craso ya era rico, pero ahora se había convertido en el hombre más rico
de Roma y era conocido como Crassus Diues (Craso el rico). Se cuenta que montó una especie de cuerpo de bomberos,
de modo que cuando se incendiaba una de las muchas casas míseras de madera que había en la ciudad, sus hombres se
presentaban al instante y negociaban con el propietario para comprarla a un precio ínfimo, tras lo cual apagaban el fuego.
A menudo los vecinos vendían también sus casas a bajo precio, pues de lo contrario los "bomberos" no impedían que el
fuego se extendiera. Así Craso se hizo con una buena parte de las propiedades urbanas de Roma.

Hubo un joven de veinte años que se libró de milagro de la muerte. Se llamaba Cayo Julio César, y era hijo del general
Lucio Julio César (muerto dos años antes) que había intervenido no muy airosamente en la Guerra Social. Aunque su
familia era de origen aristocrático, ninguno de sus miembros había desempeñado ningún cargo político relevante. La
familia había tratado de conservar su prestigio mediante matrimonios, cosa bastante habitual en la época. Así, Julia, la
hermana de Lucio Julio se había casado con Mario, y su hijo Cayo se había casado a su vez con Cornelia, hija de Cinna.
Estos parentescos hicieron que Cayo estuviera mejor relacionado con los populares que con los conservadores. Sila le
ordenó que se divorciara, pero él tuvo el valor de negarse. Las súplicas de su familia convencieron a Sila para dejarle con
vida, pero dicen que dijo: "Vigiladlo. En ese joven hay muchos Marios." De todos modos, Cayo no tardó en abandonar
Roma, instalándose en la provincia de Asia.

Sila se hizo nombrar dictador, pero no como en tiempos de Cincinato o de Fabio Máximo, cuando el cargo tenía una
duración de seis meses y se recurría a él por una situación extrema. La dictadura de Sila tenía duración ilimitada, lo que
le convertía en un monarca absoluto o un dictador en el sentido moderno de la palabra.

Desde Roma, Sila no tuvo dificultad en hacerse con el control de toda Italia. De hecho hizo desaparecer los últimos
vestigios de las culturas etrusca y samnita. En 81 envió a Pompeyo a Sicilia, donde Papirio Carbón resistía todavía. Allí
obtuvo victorias arrolladoras, tras las cuales pasó a África, donde Mario había dejado seguidores. Antes de que acabara
el año había vuelto a Roma cubierto de gloria. Sus soldados le dieron el sobrenombre de Pompeyo Magno (el grande).
Tal era su fama que Sila decidió concederle un triunfo (una entrada solemne en Roma aclamado por el pueblo), pese a
que no reunía los requisitos establecidos: no era un funcionario gubernamental y no tenía la edad suficiente.

A partir de este año Sila se dedicó a reformar las instituciones romanas. Debilitó a los equites, que le eran hostiles,
retirándoles la recaudación de impuestos en Asia y el poder judicial, que devolvió a los senadores. Los tribunos perdieron
el derecho de veto, el derecho de convocar al Senado y el derecho de iniciativa en materia legislativa, ya que sus
proposiciones de plebiscitos no podían ser sometidas al pueblo sin la aprobación del Senado. También prohibió a los
tribunos de la plebe acceder a las magistraturas. La composición del Senado pasó de 300 a 600 miembros, de los cuales
500 eran elegidos por Sila, si bien 300 de ellos debían pertenecer al orden ecuestre. Disminuyó la autoridad de los cónsules
y separó la administración civil de la militar. Ahora los cónsules y los pretores eran gobernadores civiles, mientras que
los procónsules y los propretores dirigían los ejércitos.

En materia jurídica clarificó el derecho penal, agravó las penas, reforzó las medidas represivas contra la inmoralidad y el
lujo. Agilizó la justicia separando los tribunales criminales. También trató de apaciguar a las masas con medidas sociales:
baja obligatoria de los precios, disminución de las deudas, llevó a cabo obras públicas en Italia y fundó colonias militares
para 120.000 veteranos en las tierras incautadas a sus adversarios.

Sila se paseaba por la ciudad acompañado por veinticuatro lictores, como los antiguos reyes de Roma y protegido por
una guardia de corps al estilo oriental. Llegó a acuñar monedas con su efigie, con lo que, a todos los efectos, se había
convertido en rey de Roma.

Este mismo año murió Ptolomeo IX. Había recuperado Cirene para Egipto, territorio que Ptolomeo Apión había legado a
los romanos pero del que Roma nunca llegó a tomar posesión. El rey murió sin descendencia, y el único miembro de la
familia real que podía ocupar el trono legítimamente era un hijo de Ptolomeo X que se había educado en el Ponto, pero
que ahora estaba en Roma. En 80 llegó a Egipto, donde fue reconocido como Ptolomeo XI y se casó con la
reina Cleopatra Berenice, pero luego la mandó matar y los alejandrinos le mataron a él antes de que terminara el año.
En su testamento legó Egipto a Roma.

Tras la muerte del rey Bocco I de Mauritania, el trono fue ocupado por su hijo Bocco II.

LA CONQUISTA DE ORIENTE
Tras su entrada en Roma y con la ayuda de Pompeyo, Sila no había tenido dificultad en someter de nuevo a todas las
posesiones romanas, con una excepción: España se había convertido en el centro de resistencia de los seguidores de
Mario. Poco antes de que Sila entrara en Roma, había sido nombrado pretor de Hispania Citerior Quinto Sertorio, quien
intentó atraerse a los celtíberos y a los lusitanos para enfrentarse a los partidarios de Sila en España. Instaurada la
dictadura, Sertorio tuvo que huir a Cartago Nova, a Ebusus (Ibiza) y de ahí a Mauritania, pero en 80 los lusitanos lo
llamaron para dirigir la resistencia frente a Roma. Adoptó la guerra de guerrillas y se enfrentó con éxito a Quinto Cecilio
Metelo, que a la sazón era procónsul de la Hispania Ulterior.

El Egipto Ptolemaico pasaba por una situación única en su historia: no había heredero al trono. El último rey, Ptolomeo
XI, había legado Egipto a los romanos, pero Roma no estaba, por el momento, en condiciones de ocupar Egipto. Parece
ser que Ptolomeo X había tenido un hijo ilegítimo, llamado Dioniso, el cual, ante la falta de otro candidato, decidió aspirar
al trono. La corte de Alejandría lo proclamó rey inmediatamente, con lo que pasó a ser Ptolomeo XII. No obstante, el
nuevo rey sabía que Roma podría en cualquier momento reclamarle el país tomando como base el testamento de su
predecesor, así que se encargó de contentar al Senado con cuantiosos y periódicos sobornos.

En Roma estalló un escándalo político. Un italiano llamado Sextio Roscio fue asesinado por unos parientes que querían
apropiarse de su fortuna. Tras el asesinato, los parientes tuvieron problemas legales para hacerse con la herencia, así que
negociaron con Crisógeno, un criado de Sila, para que éste obtuviera del dictador una condena contra Roscio que
legitimara el asesinato. Esto les permitió adquirir sus bienes en subasta por mucho menos de su valor real. Sin embargo
Roscio tenía un hijo, llamado también Roscio, que tenía derechos sobre los bienes, así que en 79 Crisógeno lo acusó del
asesinato de su padre para desembarazarse de él. Afortunadamente, el hijo encontró un buen abogado. Se trataba
de Marco Tulio Cicerón.

Cicerón tenía a la sazón 27 años. Pertenecía a una familia italiana de la clase ecuestre. Había estudiado en Roma con
buenos oradores y juristas. Todos ellos pertenecían a la clase senatorial, así que Cicerón era conservador. Hacía un año
que se dedicaba a la abogacía y hasta ahora sólo había defendido un caso rutinario (Pro Quinctio). Por el contrario, la
defensa de Roscio lo llevó al primer plano de la actualidad. Sucedía que, aun con la condena de Sila, el asesinato de
Roscio había sido ilegal, pues Sila había marcado una prescripción para todas las condenas que decretó, y Roscio fue
asesinado fuera de dicho plazo. Cicerón evitó en todo momento atacar a Sila, al contrario, su defensa se basó en que
Crisógeno había abusado de la confianza que Sila había depositado en él, y su discurso instó al tribunal a poner fin a la
corrupción que estaba perdiendo a Roma. La magnífica oratoria de Cicerón ganó la causa e indirectamente manchó la
reputación de Sila. De hecho, Cicerón optó por abandonar la ciudad inmediatamente después. Se dirigió a Atenas, donde
continuó sus estudios en la vieja Academia platónica.

Poco después, un amigo de Sila llamado Marco Emilio Lépido se pasó al partido popular y se presentó al consulado en
contra de la voluntad de Sila. La campaña electoral fue muy violenta, Lépido salió elegido y el Senado ratificó su elección.
A sus sesenta años, Sila no deseaba nuevas luchas, así que prefirió abdicar y se retiró a Cumas, donde murió al año
siguiente, en 78. El día de su funeral el cónsul Lépido trató de rebelar al pueblo contra su colega. El Senado lo desterró a
la Galia Narbonense.

Mientras tanto los alanos atravesaron el Cáucaso y atacaron el desorganizado Imperio Parto.

Después de su estancia en Atenas, Cicerón había estado en Esmirna y Rodas. Ese mismo año regresó a Roma al igual
que César, y ambos iniciaron el "cursus honorum", la larga carrera política romana que exigía pasar por numerosos cargos
intermedios antes de poder aspirar al consulado.

Lépido no tardó en contraatacar, y marchó sobre Roma con un ejército. No obstante, Pompeyo pudo derrotarlo en 77 y
Lépido se vio obligado a huir a España, junto con su amigo Marco Vento Perpenna. Lépido no tardó en morir, pero
Perpenna se unió a Sertorio, al que le aportó cincuenta y tres cohortes. Por esta época Sertorio dominaba toda la Hispania
Citerior. A partir de este momento, Sertorio decidió organizar la provincia a la manera romana: instituyó un Senado de
300 miembros, en los que había representación nativa, y fundó una escuela en Osca para la instrucción de los hijos de los
jefes indígenas.

Pompeyo decidió intervenir en España, para lo cual, en lugar de licenciar a sus tropas, las usó para intimidar al Senado y
obligarle a que lo nombrara procónsul de Hispania Citerior. Llegó a España en 76 y estableció su campamento en
Emporion. Sertorio envió contra él a Perpenna para impedir su avance, pero fracasó. Entonces Sertorio se ocupó
personalmente del asunto y derrotó a Pompeyo una y otra vez durante los dos años siguientes.

Ese mismo año murió el rey Alejandro Janneo. Durante su reinado, Judea prosperó en paz. El único incidente que se
registra fue una revuelta de los fariseos que, durante una fiesta, arrojaron al rey cidras (unos frutos parecidos a los
limones), en protesta por la discriminación que sufrían frente a los saduceos. La respuesta del monarca fue una sangrienta
matanza.

El rey había dejado dos hijos, pero su viuda, Salomé Alejandra, decidió nombrar sumo sacerdote al primogénito, Juan
Hircano II, pero conservó para sí el poder político. Para ello invirtió la política de su esposo y se alió con los fariseos,
que eran el sector mayoritario. Bajo su reinado Judea conservó su prosperidad.

Mientras tanto Julio César había ganado cierta fama, al igual que Cicerón como orador ante los tribunales, pero debió de
comprender que los estudios de Cicerón marcaban una diferencia, así que partió hacia Rodas para perfeccionar su retórica.
En el camino fue capturado por unos piratas. Cuentan que los piratas exigieron veinte talentos como rescate, pero él les
dijo burlonamente: ¡No sabéis a quién tenéis entre las manos!, por lo que la suma se elevó a cincuenta talentos. Durante
su cautiverio, la magnética personalidad de César cautivó a sus captores. Una vez les recitó unos poemas que había
compuesto y, como no parecieron valorarlos adecuadamente, les dijo: ¡Sois unos brutos sin cultura, ¡haré que os
ahorquen! Los piratas le rieron la insolencia. Cuando la familia de César envió el dinero, los piratas lo pusieron en
libertad, él marchó apresuradamente a Mileto, reclutó unos hombres, fletó barcos, atajó a los piratas, los derrotó, repartió
sus posesiones entre sus mercenarios y mandó a los piratas a la cárcel de Pérgamo. El pretor no pareció preocupado por
castigar a los piratas, al parecer porque éstos le habían prometido un buen rescate, pero César fue él mismo a Pérgamo y
los hizo crucificar. Luego volvió a Rodas.

El rey Mitrídates VI del Ponto sabía que Roma no le había perdonado la matanza de italianos que había ordenado unos
años antes en Asia Menor. Sila había procurado evitar enfrentamientos bélicos con otros pueblos, probablemente porque
temía que cualquier inestabilidad pudiera perjudicar su situación, pero tras su muerte era cuestión de tiempo que Roma
encontrara una excusa para aplastar al Ponto, tal y como había hecho con Cartago. En 75 Mitrídates VI selló una alianza
con Sertorio, para ayudarlo a mantener a Roma ocupada en occidente.

Cirene se había convertido en refugio de Piratas, así que Roma decidió finalmente recordar el testamento de Ptolomeo
Apión y convertir el territorio en una de sus provincias.

En 74 murió el emperador chino Zhaodi y se nombró emperador a Liu He, un nieto de Wudi, pero, por algún motivo, el
nuevo emperador no quiso cumplir ciertos rituales y fue depuesto al cabo de 27 días por Huo Guang, el mismo que lo
había designado. El siguiente emperador fue Xuandi, que en cierta medida logró imponerse sobre las intrigas palaciegas.

En 74 murió el rey Nicomedes IV de Bitinia y en su testamento dejó su reino a Roma. Sin embargo Mitrídates afirmó que
el testamento no tenía validez y ocupó Bitinia. Roma envió a Lucio Licinio Lúculo. Era el general al que Sila había
dejado en Asia Menor cuando regresó a Roma. Mientras llegaba, César abandonó Rodas y reclutó algunos hombres para
enfrentarse a Mitrídates, pero regresó a Roma poco después de que Lúculo tomara el mando. Lúculo derrotó a Mitrídates
VI en una serie de batallas en Bitinia hasta conseguir que se retirara al Ponto.

Al mismo tiempo Roma envió refuerzos a Pompeyo para enfrentarse a Sertorio. A partir de este momento la guerra en
España fue muy desigual y ambos bandos obtenían victorias alternativamente.

En 73 Lúculo invadió El Ponto y Mitrídates VI tuvo que huir a Armenia, donde fue acogido por Tigranes I, que estaba
casado con una hija de Mitrídates VI.
Desde finales del siglo precedente, los juegos circenses se habían hecho cada vez más populares en Roma. De hecho,
organizar juegos era uno de los medios de los que se valían los políticos para ganarse el favor del pueblo. Además de las
carreras, cada vez cobraban más interés los espectáculos de lucha. Al principio los luchadores eran soldados a los que el
juego les servía de entrenamiento, pero pronto se descubrió que era más emocionante hacer luchar a esclavos, ya que
entonces podía prescindirse de la deportividad y las luchas podían ser a muerte. Además los esclavos se prestaban a más
combinaciones interesantes, como luchas entre hombres y diversas fieras. Los luchadores recibían nombres distintos
según el arma principal que manejaban: los gladiadores usaban la espada, los reciarios usaban una red etc., si bien era
frecuente llamarlos genéricamente gladiadores. Los gladiadores eran entrenados en escuelas especiales para garantizar
que ofrecerían un buen espectáculo. Su acicate era que un gladiador que triunfara espectacularmente podía conseguir la
libertad, si bien la mayoría perecía en el intento.

Unos años antes, un pastor tracio había ingresado en las tropas auxiliares del ejército romano, pero luego desertó, fue
capturado, convertido en esclavo y vendido en Capua al propietario de una escuela de gladiadores. Se
llamaba Espartaco, y persuadió a sus compañeros de escuela para que se escaparan y usaran sus armas contra los romanos
en lugar de usarlas entre ellos. Así se inició la Tercera Guerra Servil, con la diferencia respecto a las dos anteriores de
que el campo de batalla no era Sicilia, sino la propia Italia. Los gladiadores que escaparon fueron unos setenta, pero Italia
estaba llena de latifundios y los latifundios llenos de esclavos, muchos de los cuales no tardaron en engrosar sus filas, que
pronto contaron con unos 60.000 hombres.

El grueso de los ejércitos romanos estaba distribuido entre El Ponto e Hispania, así que los esclavos no tuvieron
dificultades en derrotar a las pocas fuerzas que Roma envió en su contra. Espartaco condujo hacia el norte unos 30.000
hombres, al parecer con la intención de cruzar los Alpes y establecerse en la Galia, fuera de las fronteras romanas, mientras
otra parte prefirió quedarse en el sur dedicándose al saqueo. Éstos últimos fueron desbandados por los romanos
en 72, pero Espartaco decidió dar media vuelta y volver hacia el sur, tal vez por ayudar a sus compañeros, tal vez porque
tuvo problemas de aprovisionamiento, ya que su ejército había llegado a contar con 100.000 hombres. El retorno de
Espartaco llenó de pánico a Roma. Espartaco derrotó a los generales que habían derrotado a los esclavos del sur e hizo
luchar a muerte a los primeros prisioneros.
Mientras tanto Sertorio había sufrido una serie de derrotas en España que habían minado su prestigio. Perpenna
(probablemente sobornado por Roma) organizó una conjura y lo asesinó durante un banquete en Osca. Poco después el
propio Perpenna fue vencido y muerto por Pompeyo, tras lo cual no tuvo dificultad en dominar toda la provincia.

En el norte de Alemania, los suevos iniciaron un proceso de expansión. Por esta época habitaban al este del Elba, pero
cruzaron el río y paulatinamente fueron avanzando hacia el Rin.

Finalmente Roma puso a Craso al mando de diez legiones con plenos poderes para acabar con Espartaco. Éste se había
retirado al sur de Italia, con la esperanza de pasar a Sicilia en barcos de piratas cilicios, que no llegaron.

En 71 Craso fue derrotado dos veces por los hombres de Espartaco, pero estaba ansioso por vencer antes de que llegara
Pompeyo de España y se llevara todos los honores y en un tercer combate obtuvo la victoria definitiva. Espartaco murió
en la batalla y Craso hizo ejecutar a 6.000 prisioneros, que fueron crucificados en cruces que se extendieron kilómetros y
kilómetros a lo largo de la vía Apia. Poco después llegó Pompeyo y ayudó a Craso a acabar con las últimas resistencias
aisladas. Pompeyo era entonces el general más aclamado de Roma. En realidad su fama era mayor que sus méritos, pues
sus éxitos en España se debían en gran medida a la conjuración contra Sertorio y sus méritos en la Guerra Servil eran que
no había estado cuando Craso y sus predecesores habían sido derrotados y sí en el momento de la victoria, cuando ya
todo estaba hecho.

En principio, Pompeyo y Craso eran rivales, pero ambos aspiraban al consulado y, como el Senado consideraba una
amenaza la posibilidad de que el mejor general de Roma y el hombre más rico de Roma pudieran ser cónsules, decidieron
aliarse, buscaron el apoyo del partido popular y forzaron su elección como cónsules para el año 70. Puesto que ahora sus
apoyos estaban en el bando de los populares, los dos cónsules se dedicaron a demoler la obra de Sila. Restituyeron los
poderes de los tribunos de la plebe y se arrogaron cada vez más potestades.

Ese mismo año, Cicerón defendió otro de sus casos más famosos. Durante los cuatro últimos años, había sido pretor de
Sicilia Cayo Verres. Al principio de su carrera había sido partidario de Mario, pero descubrió sus simpatías hacia Sila a
la vez que comprendía que éste iba a ganar. Sila le perdonó los robos que ya entonces había cometido como cuestor y lo
envió a Asia Menor como miembro del equipo del gobernador de la provincia, donde extorsionó cuanto quiso a los
provincianos. Cuando un pretor cesaba en sus funciones, era habitual que los provincianos lo denunciaran ante los
tribunales romanos por sus excesos, pero los tribunales estaban en manos de los senadores, que consideraban más
saludable no dar crédito a estas acusaciones tan desagradables. Cuando el pretor de Asia fue llamado a juicio, Verres se
las arregló para que todas las culpas recayeran sobre él y salió indemne. Su actuación como pretor de Sicilia superó todos
los límites, y llegó incluso a robar a la misma Roma, pues se embolsó un dinero que se le había suministrado para fletar
barcos de cereales para la capital.

El año anterior a la llegada de Verres a Sicilia, Cicerón había desempeñado el cargo de cuestor en la isla y, al contrario
que con Verres, los sicilianos lo recordaban como un modelo de honradez, así que le pidieron que llevara la acusación
contra Verres. Cicerón aceptó el caso, pese a que Verres contaba con el apoyo de prácticamente todo el Senado. Los
senadores intentaron todo tipo de argucias: proporcionar a Verres un buen abogado, sustituir a Cicerón por otro peor,
demorar el proceso para cambiar al juez por otro más "seguro", etc., pero Cicerón supo esquivar todas las zancadillas y
lo único que consiguieron todas las maquinaciones es atraer la atención de la opinión pública, cosa que beneficiaba a la
acusación. Después de que Cicerón expusiera las pruebas que demostraban la desenfrenada avaricia y falta de escrúpulos
del acusado, ningún tribunal hubiera podido absolver a Verres sin ser linchado inmediatamente después. Sin embargo,
Verres logró escapar y fue condenado en ausencia. Lo cierto es que escapó con parte de su botín y pudo vivir plácidamente
en Massilia durante más de veinte años.

Los sicilianos, agradecidos, enviaron a Cicerón un importante cargamento de trigo. Cualquier otro se lo habría quedado,
pero Cicerón recordó que una ley prohibía que los abogados recibieran remuneraciones excepcionales, así que donó el
trigo a los graneros de la plebe. Esto le dio mucha popularidad, a la que había que añadir la fama que adquirió como
abogado, que hizo que en los años siguientes se le encomendaran muchos casos y así, poco a poco, Cicerón vio
incrementada su hacienda.

Pompeyo y Craso aprovecharon el descrédito que suponía para el Senado el escándalo de Verres para reformar el sistema
judicial y debilitar un poco más a los senadores.
La Tercera Guerra Servil había dejado en un punto muerto la guerra contra Mitrídates VI. Lúculo había mantenido las
posiciones romanas en Bitinia y en el Ponto, pero se había abstenido de atacar a Armenia, donde se había refugiado
Mitrídates VI. Ahora que Italia y España estaban en orden Roma podía concentrarse en Asia Menor, así que envió una
embajada a Tigranes I para que entregara al rey del Ponto. Al parecer, la actitud de los embajadores fue excesivamente
arrogante, así que el rey armenio optó por declarar la guerra a Roma. Lúculo invadió Armenia y en 69 tomó Tigranocerta
(por primera vez un ejército romano entraba en Mesopotamia). Los dos reyes tuvieron que retirarse hacia las partes
montañosas de Armenia. Lúculo los persiguió, pero no era un general querido por sus tropas, y las montañas armenias
eran inhóspitas, así que sus soldados terminaron amotinándose y Lúculo tuvo que retroceder hacia el oeste y Mitrídates
VI pudo volver al Ponto.

Este año Cicerón defendió a Fontenio, exgobernador de la Galia Narbonense, donde se había refugiado Verres, que era
acusado de los consabidos abusos. No hay que olvidar que Cicerón era abogado y que los abogados, antes que personas,
son abogados.

También fue el año en que subió al trono el rey parto Fraates III. Armenia había perdido el control de Siria, y esto
permitió al hijo de Antíoco X recuperar el reino de su padre, con el consentimiento de Lúculo, y adoptó el nombre
de Antíoco XIII. En 68, otro seléucida reclamó el territorio de Antíoco XII, con el nombre de Filipo II. Ambos reyes se
apoyaron en ejércitos árabes.

En la India murió Devabhuti, el último rey Sunga, y fue sucedido por su primer ministro Vasudeva Kanva, un brahmán
que inauguró la dinastía Kanva.

En 68 murieron Cornelia y Julia, la esposa y la tía de César (la viuda de Mario), y César escandalizó al Senado incluyendo
un busto de Mario en la procesión fúnebre. Se lo pudo permitir porque se estaba ganando paso a paso las simpatías del
pueblo, al tiempo que ascendía en la carrera política. También murió el rey Hiempsal II de Numidia, que fue sucedido
por su hijo Juba I.
Los piratas campaban a sus anchas por el Mediterráneo oriental, y Roma decidió combatir enérgicamente la piratería.
Metelo fue enviado a tal efecto y su primer paso fue conquistar la isla de Creta, que en 67 se convirtió en provincia
romana. Pero todavía quedaba Cilicia, que era el mayor refugio de la piratería. Esta vez el elegido fue Pompeyo. La
confianza en él era tan grande que los precios de los alimentos cayeron en cuanto se hizo pública su designación. Le
bastaron tres meses para limpiar de piratas el Mediterráneo, y finalmente derrotó a la flota pirata frente a las costas de
Cilicia y logró su rendición con promesas de indulgencia. Ese mismo año César se había casado con Pompeya, hermana
de Pompeyo.

Ese mismo año murió Salomé Alejandra, la reina de Judea. Era de esperar que su hijo y sumo sacerdote Juan Hircano II
se convirtiera en rey, pero, como Salomé había apoyado a los fariseos, los saduceos vieron la ocasión de cambiar el rumbo
político apoyando al otro hijo de Alejandro Janneo y Salomé Alejandra, que tras derrotar a su hermano en varias ocasiones
se proclamó rey y sumo sacerdote, con el nombre de Aristóbulo II.

En 66 Cicerón ayudó a Pompeyo a elaborar el discurso con el que logró del Senado su nombramiento como procónsul en
Asia, con la misión de continuar la guerra contra Mitrídates VI. Era evidente que Lúculo no podía controlar a sus ejércitos,
así que fue llamado a Roma, donde era tan impopular como en el campo de batalla, por lo que no trató de meterse en
política. Pese a que los populares trataron de impedirlo, se le otorgó el triunfo y el sobrenombre de Póntico, y se retiró a
una villa rural a vivir de las rentas de cuanto había rapiñado en Asia. Pronto adquirió fama por las elaboradas cenas que
celebraba, en las que se servían costosos y refinados platos. Al parecer fue el primero en llevar a Roma una fruta que
había encontrado en la ciudad de Ceraso, en el Ponto. Los romanos las llamaron ceresa, y son, naturalmente, las cerezas.
Por otra parte, Lúculo reunió una magnífica biblioteca, protegió a muchos artistas y escribió en griego una historia de la
Guerra Social, en la que había combatido a las órdenes de Sila.

Ante la acometida de Pompeyo, Mitrídates se vio obligado a huir del Ponto una vez más, pero esta vez Tigranes I decidió
que ya había tenido bastantes disgustos con los romanos y le negó el asilo. El rey huyó al Bósforo Cimerio, que era un
protectorado del Ponto desde hacía tiempo, y Pompeyo prefirió no seguirlo. En su lugar, invadió Armenia y capturó a
Tigranes I. Pompeyo juzgó que sería difícil para Roma mantener un territorio tan agreste como Armenia, así que optó por
exigir a Tigranes I una fuerte indemnización y permitirle conservar su trono, dejando claro que en lo sucesivo estaría a
las órdenes de Roma.

En 65 Julio César fue nombrado edil curul, encargado de la policía romana, de los mercados y, sobre todo, de la
organización de los juegos públicos. Fue tal su derroche en este último punto que su popularidad creció como la espuma,
hasta el punto que pudo permitirse la reposición de la estatua y los trofeos de Mario en el Capitolio. El senado no se
atrevió a protestar, ante la euforia del pueblo. El punto culminante fue un combate de 320 gladiadores con armaduras de
plata.

César era un personaje pintoresco. Se le consideraba blando, y aborrecía las obligaciones sociales. Incluso le molestaba
tener que apretarse el cinturón de la toga y prefería llevarla poco ceñida, lo cual era signo de debilidad y afeminamiento.
También apuntaban en esta línea su rostro blanco y delicado, o su costumbre de depilarse todo el cuerpo y de arreglarse
el cabello. Por otra parte, practicaba el deporte con regularidad. Era culto y parece ser que hizo algunos pinitos en la
tragedia y la poesía. Pero lo que más llamaba la atención era su personalidad carismática. Era amigo de todo el mundo,
derrochaba su dinero para contentar a todos y poco a poco se iba endeudando más y más. Era orgulloso, pero sin ofender
con ello, era ingenioso, alegre y encantador. También tenía una gran capacidad de persuasión, ya fuera mediante la
oratoria, ya mediante su simpatía. Estas virtudes interesaron a Craso, pues él carecía de todas ellas, y comprendió que
César necesitaba un dinero que él podía darle a cambio de contar con su popularidad.

En general, Craso era especialmente dado a aliarse con todos aquellos que podían serle útiles. Ya se había aliado en su
momento con Pompeyo, ahora se interesaba por César e igualmente se había interesado por un individuo llamado Lucio
Sergio Catilina. Había sido pretor en África y se había librado de las habituales acusaciones de corrupción. Había
presentado su candidatura al consulado, pero el Senado la vetó porque sobre Catilina pendía un proceso por chantaje, pero
los dos cónsules elegidos ese año fueron depuestos acusados de haber comprado votos. Entonces se unieron a Catilina
para asesinar a los dos cónsules sustitutos. Cuando hubieran logrado esto, César sería proclamado dictador, y Craso su
lugarteniente. Sin embargo, la conjuración fue descubierta, los nuevos cónsules tomaron posesión del cargo protegidos
por el ejército y César suspendió la operación.
Mientras tanto Pompeyo se dedicaba a organizar los territorios conquistados en Asia con la habitual eficiencia romana.
En 64 El Ponto y Cilicia se convirtieron en provincias romanas. Luego pasó al sur, donde los dos últimos seléucidas
continuaban sus reyertas por las migajas de su imperio, y decidió terminar con la patética historia de su dinastía. Los
derrocó y convirtió a Siria en una nueva provincia.

El rey parto Fraates III derrotó a Tigranes I de Armenia, pero Pompeyo envió embajadores y salvó a Tigranes. Desde
entonces Fraates III se esforzó por mantener relaciones amistosas con Roma.

Mientras Pompeyo se ocupaba de Asia Menor, las disputas entre Juan Hircano II y Aristóbulo II por el trono de Judea
habían continuado. Juan Hircano II tenía como aliado a Antípatro, el gobernador de Idumea (que formaba parte del reino
de Judea). Como las cosas no marchaban bien, Antípatro había pedido ayuda a los nabateos, el pueblo árabe que ocupaba
lo que antiguamente había sido Edom y que había forzado a los edomitas a emigrar a la actual Idumea, en territorio judío.
Los nabateos accedieron gustosos a prestar su ayuda y sitiaron Jerusalén. Entonces, Aristóbulo II decidió pedir también
ayuda externa y así se sumó a la lista de los muchos ingenuos que habían solicitado la protección romana a lo largo de la
historia. Envió una embajada a Siria, donde estaba Pompeyo, el cual envió a su vez un mensajero a Judea ordenando una
tregua. Luego marchó sobre Judea, pero Aristóbulo II debió de entender finalmente que, con tanta ayuda, Judea iba a
correr la misma suerte que Siria, así que negó la entrada a Pompeyo en Jerusalén.

Es una lástima que nadie esculpiera a Pompeyo en el momento justo en que le informaran de que los judíos llevaban más
de dos siglos negándose a combatir en sábado a menos que fueran atacados. (Al parecer, desde que Ptolomeo I conquistó
Jerusalén atacando en sábado sin que Dios hiciera nada por ellos, los judíos habían llegado a la conclusión de que Dios
no tendría inconveniente en que se defendieran por sí mismos en caso de ataque.) El caso es que Pompeyo construyó
tranquilamente una rampa para acercar a la muralla los aparatos de asalto, dedicó un sábado a instalarla tranquilamente y
esperó maravillado al sábado siguiente para lanzar su ataque. Así terminó el reino macabeo y Judea paso a ser una
provincia romana más (que incluía a Galilea e Idumea).

Pompeyo no quiso intervenir en cuestiones religiosas, así que dejó a Juan Hircano II como sumo sacerdote y envió a
Roma como prisioneros a Aristóbulo II junto a sus dos hijos, Alejandro y Antígono Matatías. Como gobernador de
Judea eligió a Antípatro, que en ningún momento había ofrecido resistencia alguna a Pompeyo. Se cuenta que Pompeyo
sintió curiosidad por los extraños ritos judíos, y entró en el sancta sanctorum del Templo, donde sólo podía entrar el sumo
sacerdote. Inexplicablemente (para los judíos más piadosos), Yahveh no lo fulminó por ello.

Entre tanto Mitrídates VI había planeado desde su exilio reunir una horda de bárbaros para atacar Italia, pero sus pocos
seguidores empezaron a rebelarse contra sus inútiles guerras contra Roma. Finalmente uno de sus
hijos, Farnaces, organizó en 63 una revuelta contra él con la ayuda de Pompeyo, y el último rey del Ponto terminó
suicidándose. Pompeyo dejó a Farnaces como rey del Bósforo Cimerio, que pasó a ser un protectorado romano. Ese
mismo año murió el rey Ariobarzanes I de Capadocia y fue sucedido por su hijo Arquelao.

LA CONJURACIÓN DE CATILINA
El partido popular romano ya no contaba con líderes idealistas que buscaran realmente el beneficio del pueblo, sino que
en él se reunían todos aquellos que creían poder satisfacer sus ambiciones o sus deseos de venganza logrando el apoyo
de las masas. Sin duda los conservadores tampoco contaban con muchos dechados de virtud, pero hay que reconocer que
entre sus filas se encontraban al menos dos hombres de buena fe. Uno era Cicerón, y el otro Marco Porcio Catón, bisnieto
del viejo censor del mismo nombre, también conocido como Catón el Joven. Había servido a las órdenes de Lúculo, y
admiraba su sentido de la disciplina. Si admiraba a un hombre con fama de antipático e intolerante era sin duda porque él
pecaba de lo mismo. Catón ajustó su conducta a los principios morales implícitos en las historias sobre los antiguos
romanos. Nunca dejaba de hacer ostentación de su virtud, por lo que no resultaba muy simpático. Además era inflexible
con toda debilidad ajena, y sus escrúpulos le impedían toda clase de compromiso donde hubiera indicios de algo turbio,
así que en Roma no tenía nada que hacer. Cicerón, en cambio, era más operativo. Ambos coincidían en que el hombre
más peligroso en la Roma de la época era Lucio Sergio Catilina. Éste volvió a presentarse como candidato al consulado
junto a su colega Marco Antonio. Cicerón decidió presentarse también, y los elegidos fueron Cicerón y Marco Antonio,
que tomaron posesión del cargo en 63.
Ese año falleció el Pontifex Maximus, la máxima autoridad sacerdotal de Roma, y César presentó su candidatura, pese a
que se le consideraba muy joven para el cargo. Su rival, Catulo, intentó sobornarle para que renunciara a la candidatura,
pero la respuesta de César fue "Pediré prestado para luchar aún más contra ti". Catulo era muy influyente, y César era
consciente de que estaba corriendo un grave riesgo al enfrentarse a él, pues la mañana de la elección le dijo a su
madre: "Madre, hoy verás a tu hijo convertido en Pontifex Maximus o en un proscrito". Afortunadamente para su madre,
fue elegido.

Ese año Catilina volvió a presentar su candidatura para el consulado del año siguiente, y Cicerón también se presentó a
la reelección. Incidentalmente, Cicerón descubrió que Catilina estaba planeando asesinarlo el mismo día de las elecciones.
Se proveyó de una escolta y frustró así el plan de Catilina. Poco después, Catilina empezó a reclutar un ejército en Etruria
con la intención de tomar Roma. Convocó una reunión clandestina de la que Cicerón tuvo noticia, pero apenas tenía unos
pocos datos sobre lo tratado, y no tenía pruebas de nada. Al parecer, Catilina había dispuesto que unos sicarios asesinaran
a Cicerón en su casa. Al amanecer, Cicerón se aseguró de tener testigos que vieran a los enviados para asesinarlo, los
cuales se dieron a la fuga. Logró que el Senado declarara el estado de excepción, protegió la ciudad y acudió al Senado
con la escasa información que poseía. También fue Catilina (era senador), y Cicerón pronunció un soberbio discurso en
el que aparentó conocer la conjuración hasta el último detalle y que estaba esperando a averiguar los nombres de todos
los conjurados para arrestarlos a todos. A medida que acusaba a Catilina, los senadores sentados a su alrededor se iban
levantando para sentarse lejos de él, de modo que al final quedó aislado. Cicerón le incitó a abandonar Roma y ciertamente
lo atemorizó lo suficiente para que siguiera su consejo. Con ello su culpabilidad quedaba de manifiesto.

Con otro discurso ante el pueblo, puso a toda Roma en contra de los conspiradores. Entre ellos estaban, sin duda, César
y Craso, pero Craso supo mantenerse al margen y César fue más allá y aportó datos sobre la conjuración en una carta a
Cicerón. Hubo otras delaciones, y al cabo de unas semanas Cicerón tuvo todas las pruebas que necesitaba para emprender
acciones legales. Hubo muchas detenciones y el paso siguiente era procesar a los detenidos, pero Cicerón temió que el
juicio fuera demasiado lento, o que la corrupción imperante en la ciudad permitiera que los detenidos se escabulleran. En
su lugar, reunió al Senado para que tomara una decisión sobre ellos. Básicamente, estaba pidiendo que autorizara un
linchamiento.
Tal y como esperaba Cicerón, las primeras intervenciones solicitaron un "castigo ejemplar", que era una forma fina de
decir "pena de muerte". Sin embargo, César sorprendió con una pieza maestra de oratoria. Aconsejó no dejarse llevar por
los sentimientos. En su opinión, los dirigentes del estado no debían ceder al amor, al odio o a la cólera, máxime cuando
ningún castigo sería suficiente para los criminales. César no dudaba de la legalidad de la pena de muerte, aunque la
consideraba contraproducente. Creía que la ejecución inapelable de ciudadanos tan distinguidos e ilustres no respondía
ni a la costumbre ni al derecho, ni siquiera tratándose de una situación de emergencia:

Todos los malos ejemplos se han originado a partir de buenas acciones [...] En el consulado de Cicerón se ha conjurado
el peligro, pero en el futuro puede no suceder lo mismo. Quizá otro cónsul con un ejército a su disposición pueda hacer
creer lo falso como cierto. Siguiendo con nuestro ejemplo, si un cónsul desenvaina la espada por orden del Senado,
¿quién limitará su acción o la devolverá a su vaina? [...] ¿Quiere esto decir que soy partidario de liberar a los detenidos
para que refuercen el ejército de Catilina? ¡En absoluto! Yo propongo la confiscación de sus bienes y el confinamiento,
bien custodiados, en las ciudades más poderosas de Italia.
El argumento de César bien podría suscribirlo hoy en día cualquier detractor de la pena de muerte, pero teniendo en
cuenta cuándo fue elaborado, lo único que delataba es que César estaba implicado en la conjuración. Craso ni siquiera
se atrevió a acudir al Senado. En su réplica, Cicerón llamó a Cesar, no sin ironía, el más clemente y compasivo de los
hombres, pero el discurso de Cicerón no surtió pleno efecto, algunos senadores cambiaron de opinión, y explicaron que
se les había malinterpretado. Hasta el hermano de Cicerón se mostró partidario de la propuesta de César. Sin embargo,
la intervención del moralista Catón volvió a cambiar el rumbo de la discusión, y finalmente se votó mayoritariamente la
pena de muerte más la confiscación de bienes, tal y como había propuesto César. Éste protestó aduciendo
que despreciaban el lado humano de su propuesta y aplicaban la resolución más dura, pero lo único que consiguió es
que los senadores arremetieran contra él. Los equites que custodiaban la asamblea irrumpieron en ella y amenazaron a
César con sus espadas, los senadores se apartaron de él como habían hecho con Catilina, hasta que un grupo de amigos
lo rodearon y lo sacaron de allí salvándole la vida.

Los conspiradores fueron ejecutados sin juicio. En 62 un ejército se enfrentó al de Catilina a unos 300 kilómetros al norte
de Roma. Catilina fue derrotado y terminó suicidándose. Cicerón fue aclamado como el salvador de Roma. Ese año se
produjo un incidente relacionado con César. Publio Clodio Pulcro era famoso en Roma por vividor, juerguista y carente
de escrúpulos. Se había encaprichado de Pompeya, la segunda esposa de César, y pensó que la festividad de Cibeles sería
una buena ocasión para abordarla. Ese día se celebraba una fiesta sólo para mujeres en la casa del Pontifex Maximus, o
sea, César, y Clodio se presentó disfrazado de mujer, pero fue descubierto por la madre de César antes de que pudiera
acercarse a Pompeya, y tuvo que huir al galope. César se divorció de Pompeya y Clodio fue procesado por sacrilegio.
Cuando César fue llamado a declarar en el juicio afirmó que él no había estado presente en la fiesta y que no sabía nada
de los cargos que se imputaban a Clodio. Se le preguntó entonces por qué había repudiado a Pompeya, y su respuesta fue
que la mujer de César ha de estar por encima de toda sospecha. En el juicio, Cicerón intervino como testigo. Sus
sarcásticas intervenciones le valieron el odio del acusado, que finalmente fue absuelto gracias a sustanciosos sobornos.
César había salvado su imagen al tiempo que mantuvo una buena relación con Clodio, cuya enemistad con Cicerón debió
de parecerle interesante.

Por cierto, que Clodio tenía una hermana, llamada Clodia, que fue inmortalizada con el nombre de Lesbia por Cayo
Valerio Cátulo, un joven nacido en Verona que acababa de llegar a Roma ese mismo año y compuso poemas de
inspiración muy desigual. Hay desde epigramas satíricos y obscenos hasta delicados y conmovedores versos de amor
hacia Lesbia. Perteneció a un grupo de "nuevos poetas" influidos por la poesía alejandrina y abrió las puertas al desarrollo
posterior de la poesía latina.

César fue elegido propretor para Hispania Ulterior, adonde partió en 61. Ese fue el año en que Pompeyo regresó a Roma.
En los últimos años había estado organizando todos los territorios que había anexionado a Roma en Oriente. A su llegada
recibió el más magnífico triunfo que Roma había visto hasta entonces. El Senado temía que Pompeyo usara su ejército y
su fama para imponer una nueva dictadura como había hecho Sila, pero en cambio, Pompeyo disolvió su ejército confiado
en que Roma sería incapaz de negarle nada. Pidió que el Senado ratificase en una única votación todos los tratados que
había firmado, las provincias que había instituido y los reyes que había depuesto o instalado. Pidió también que se
distribuyesen tierras entre sus soldados, pero, para su sorpresa, Pompeyo se encontró con que había perdido todo su poder.
Catón pidió que cada uno de los actos de Pompeyo fuese discutido separadamente, Lúculo fue especialmente enconado y
Craso puso al partido popular en contra de Pompeyo. La situación no era nueva. Lo mismo le había sucedido a Escipión
después de vencer a Aníbal, y a Mario después de vencer a los cimbrios y los teutones.
Hacía algún tiempo que las distintas tribus galas rivalizaban entre sí. Antes de que Roma ocupara la Galia Narbonense,
los arvernos eran la tribu dominante, pero sufrieron derrotas importantes ante los romanos y la hegemonía pasó a
los eduos. En 60 los secuanos trataron de imponerse y para ello pidieron ayuda a un caudillo suevo llamado Ariovisto, el
cual hizo lo que Roma llevaba haciendo durante siglos: cruzó el Rin, ayudó a los galos y terminó quedándose con la
tercera parte de sus campos de cultivo.

En contrapartida, los eduos enviaron a Roma a Diviciaco, uno de sus gobernantes, para solicitar protección. El Senado se
limitó a ordenar vagamente que el procónsul de la Galia Narbonense debía proteger a los eduos y a todos los pueblos
amigos de Roma. Ese año César regresó de España. Había obtenido algunas victorias militares en la parte occidental de
la provincia que, pese a no ser gran cosa, él se encargó de presentarlas como heroicas. Había obtenido el suficiente dinero
como para saldar sus deudas con Craso. Esto no significa que esquilmara a la provincia según la costumbre. Aunque algo
de eso hubiera, parece que se preocupó por mejorar la administración y los provincianos quedaron contentos con su
gestión.

Lo primero que se encontró César en Roma fueron problemas burocráticos, que naturalmente reflejaban problemas de
fondo mucho más graves. Se le acababa el plazo para presentar su candidatura al consulado del año próximo, y para
presentarla tenía que personarse él mismo en el Senado. Por otra parte, si entraba en la ciudad antes de celebrar el triunfo
que le correspondía, se veía obligado a renunciar a él. César envió un representante al Senado pidiendo que se le eximiera
de presentar personalmente su candidatura al consulado, lo cual se hacía habitualmente en situaciones similares, pero
Catón pronunció un largo discurso oponiéndose a ello que ocupó toda la sesión impidiendo que se produjeran réplicas.

César, irritado, tuvo que renunciar al triunfo y presentó su candidatura. Estaba claro que tenía muchos enemigos políticos
y tenía que buscar aliados. Los hombres más útiles que encontró fueron Craso, con su dinero, y Pompeyo, que seguía
reclamando tierras para sus soldados, estaba deseando vengarse del Senado y sólo necesitaba que alguien le dijera cómo
lograrlo. Los dos no estaban muy bien avenidos, pero César supo reconciliarlos. Se formó así una asociación conocida
como el primer triunvirato (que en latín significa, simplemente, grupo de tres hombres). La presencia de Craso puso de
su parte al partido popular. César ganó las elecciones y fue elegido cónsul para el 59. Lo máximo que lograron los
conservadores fue que el otro cónsul fuera de los suyos y éste trató de sabotear sistemáticamente las iniciativas de César,
pero pronto fue neutralizado: Hacía un tiempo que Clodio aspiraba al cargo de tribuno de la plebe. Para ello tenía que ser
plebeyo y no lo era, pero bastaba con ser adoptado por una familia plebeya. Encontrar familia era fácil, pero la adopción
requería el consentimiento del colegio de sacerdotes, que hasta el momento se lo había denegado, pero ahora César hizo
que se lo concedieran. Así Clodio logró el tribunado y se puso al servicio de César. Clodio tenía a su servicio una banda
de matones que atemorizaron al otro cónsul hasta el punto de que apenas salía de casa, y César tuvo las manos libres para
que se aprobara una ley de reforma agraria que, entre otras cosas, proporcionaba tierras que distribuir entre los veteranos
de Pompeyo (aunque la ley benefició a otras muchas familias romanas, especialmente a las familias numerosas). También
logró que el Senado ratificara todas las decisiones de Pompeyo en Oriente, tal y como éste reivindicaba.

Luego Clodio la emprendió con Cicerón. Lo acusó de haber linchado sin juicio a los conspiradores cinco años atrás.
Cicerón no pudo hacer que la responsabilidad recayera en el Senado, pues era algo vanidoso y en muchas ocasiones se
había atribuido el mérito de haber salvado a la patria con su iniciativa. Como tribuno, Clodio aprobó una ley que castigaba
con el destierro y la confiscación de bienes a todos los que hubieran ordenado ejecutar a ciudadanos romanos sin el
consentimiento del pueblo (o sea, una ley a la medida de Cicerón), el cual prefirió exiliarse voluntariamente antes de que
se le aplicara la nueva ley, y marchó a Épiro. Clodio movió al pueblo para que destruyera su casa, y sus propiedades
fueron confiscadas.

Por su parte, César se encargó él mismo de Catón. Negoció con Ptolomeo XII: el Senado le reconocería oficialmente
como rey de Egipto a cambio de la isla de Chipre, que debía pasar a ser administrada por Roma porque era un refugio de
piratas y Egipto era incapaz de controlarlos. El rey aceptó encantado, y César logró que el encargado de convertir a Chipre
en provincia romana fuera precisamente Catón, que así se vio obligado a abandonar la ciudad. Con él fue su
sobrino Marco Junio Bruto.

Las cosas iban bien para los triunviros, pero al terminar su consulado César podía encontrarse con un millar de acusaciones
y pleitos, así que se las arregló para ser designado procónsul, es decir, gobernador militar. Concretamente, el Senado le
otorgó el gobierno de la Galia Cisalpina e Iliria, pero poco después murió accidentalmente el procónsul de la Galia
Transalpina y el Senado, a propuesta de Pompeyo, le adjudicó también a César esta provincia por un periodo inusualmente
largo de cinco años.
Antes de abandonar Roma, César quiso dejar sus relaciones bien atadas, así que logró que Pompeyo se casara con su hija
Julia, y él contrajo terceras nupcias con Calpurnia, hija de Lucio Calpurnio Pisón, amigo de Pompeyo que al año
siguiente ocupó el consulado y se encargó de que las leyes aprobadas por César no fueran derogadas.

Ptolomeo XII venía esquilmando a Egipto como no lo había hecho ninguno de sus predecesores, pues nadie había tenido
que pagar tanto a Roma como él. La cesión de Chipre lo hizo más impopular todavía, y su ratificación en el trono por
parte de Roma debió de ser vista como una condena para los egipcios. El caso es que en 58 hubo una revuelta y fue
expulsado del país. El poder quedó en manos de su hija Berenice, que comprendió que a la cabeza de Egipto debía haber
un hombre y, como su marido Seleuco no le pareció adecuado, lo estranguló y procedió a casarse con el rey Arquelao de
Capadocia. Ptolomeo XII acudió a Roma en busca de apoyo.

LA GUERRA DE LAS GALIAS


En 58 Julio César marchó a la Galia como procónsul. No parecía estar a la altura del cargo. Tenía ya 44 años y muy poca
experiencia militar. Más bien al contrario, era un hombre que gustaba del lujo y los refinamientos, y no parecía posible
que se adaptara a la vida militar. Probablemente muchos pensaban que iba a estar cinco años ausente de Roma sin hacer
nada relevante o que si, por el contrario, decidía emprender acciones militares, no tardaría en morir o en volver humillado.
Sin embargo César era un hombre inteligente en el más amplio sentido de la palabra, y su voluntad era férrea. No tardó
en demostrar que podía dirigir un ejército tan competentemente como el más rudo de los generales veteranos.

Los helvecios eran una de las tribus galas más rudas y belicosas. Habían ocupado tierras de la actual Alemania hasta que
se unieron a los cimbrios y los teutones en su ataque a la Galia romana, y finalmente se habían instalado en una parte de
la actual Suiza. Ahora juzgaban que su territorio era muy estrecho, limitado por el Rin, el lago Lemann, el monte Jura y
la provincia romana, así que planearon emigrar hacia el oeste, para lo cual tenían que atravesar el norte de la Galia
Narbonense, el territorio de los Alóbrogues, incorporado recientemente a la provincia, y César, que recordaba el historial
de los helvecios, no estaba dispuesto a consentirlo. Los helvecios le enviaron una embajada asegurando que sólo iban de
paso, pero César les dio largas, fortificó la zona y los rechazó cuando trataron de pasar de todos modos. Entonces
emprendieron un camino alternativo a través de territorio eduo. César disponía únicamente de una legión en la Galia
Narbonense, pero rápidamente trasladó otras tres que tenía en la Galia Cisalpina más otras dos que reclutó allí. Con ellas
cruzó el Ródano, que marcaba la frontera de su provincia e impidió el paso a los Helvecios, poco después los eduos
pidieron ayuda a César, y esta petición fue tomada como justificación de su ataque. Los helvecios no tardaron en ser
reducidos a su territorio original.

Su muestra de poder sobre los helvecios acalló las voces de los eduos recelosos de la ayuda romana, y así los dirigentes
eduos, con Diviciaco al frente, solicitaron a César que les protegiera de los suevos. Le explicaron cómo Ariovisto había
exigido la tercera parte de los campos secuanos y ahora exigía una tercera parte más. Estaba continuamente transportando
hombres al otro lado del Rin y, a este paso, pronto sería el dueño de toda la Galia. Por alguna extraña razón, el Senado
había declarado a Ariovisto el año anterior "amigo del pueblo romano", de modo que César no podía atacar sin más
justificación. Le envió un mensaje arrogante y provocativo, con lo que logró que Ariovisto le contestara igualmente en
términos desafiantes y despectivos. Esto fue suficiente para que César pudiera justificar su intención de
ocupar Vesontio (Besançon), la capital de los secuanos, antes de que lo hiciera Ariovisto.

El plan provocó el pánico entre los soldados, que recordaban las luchas contra los cimbrios y los teutones, pero César dio
una muestra más de su increíble retórica. Después de avergonzarlos por su miedo y su actitud improcedente, afirmó que
al día siguiente partiría él solo con los que quisieran seguirle, porque estaba seguro de que la décima legión (la que tenía
inicialmente) no le fallaría. El resultado fue que los de la décima legión se pusieron inmediatamente a sus órdenes,
orgullosos de la gran estima en que César les tenía, mientras que los restantes hicieron lo propio para demostrar que no
valían menos. Cuando su ejército se encontró con el de Ariovisto, los dos líderes tuvieron una entrevista sin desmontar
de los caballos. Ariovisto reclamó su derecho de guerra sobre la Galia, mientras que César argumentó que Roma podría
reclamar el mismo derecho, pero que había decidido que la Galia debía ser libre, y él estaba allí para garantizar la libertad
de la Galia. Tras el desencuentro, César obtuvo una victoria aplastante, de modo que Ariovisto tuvo que pasar al otro lado
del Rin y en la Galia sólo quedaron pequeños destacamentos germanos.

Ahora Roma dominaba (o protegía) la Galia central. Instaló campamentos de invierno para sus legiones y él regresó a la
Galia Cisalpina para atender a sus obligaciones de procónsul y, sobre todo, para informarse del estado de cosas en Roma.
En su ausencia, los conservadores iban ganando terreno. En 57 Catón volvió de Chipre trayendo una gran cantidad de
dinero que había recaudado legalmente y que depositó en el tesoro público sin tomar nada para sí. Los amigos de Cicerón
empezaron a maniobrar para que pudiera volver de su exilio y finalmente lo lograron con la ayuda de Pompeyo (que
siempre había sido amigo de Cicerón). Uno de los que participó más activamente para que Cicerón pudiera regresar fue
el tribuno Tito Annio Milo Papiniano, casado con una hija de Sila. Milo organizó una banda de matones similar a la que
tenía Clodio, pero de simpatías conservadoras, con lo que las calles de Roma vieron constantes disputas y venganzas
similares a las de los gangsters estadounidenses.

Al norte de la Galia estaban los belgas, que en principio eran galos, pero se habían mezclado con grupos de invasores
germanos y eran tan bárbaros como éstos. Los belgas vieron con inquietud la presencia de Roma en la Galia central, y
sus diversas tribus formaron una alianza en previsión de un posible avance de los romanos hacia el norte. Únicamente
uno de sus pueblos, los remos (de donde deriva el nombre de Reims), decidió que era mejor estar a buenas con Roma y
pactaron con César, que no tardó en ocupar su territorio con las cinco legiones del año anterior más otras tres que reclutó
para la ocasión. Al principio los belgas optaron por formar un ejército tan numeroso como fuera posible, y fue tan
numeroso que a César no le costó nada desbaratarlo. Luego decidieron que cada tribu se defendería a sí misma, y eso
permitió que César fuera derrotándolas una a una.

César terminó dominando a los belgas, aunque algunas de sus tribus ofrecieron una rabiosa resistencia, especialmente
los nervios, hasta el punto de que las batallas impresionaron tanto a los galos que los que habitaban lo que actualmente
es Bretaña enviaron embajadas para entregarse sin resistencia. Incluso algunos pueblos del otro lado del Rin enviaron
emisarios para trabar relaciones diplomáticas con César. Ahora Roma dominaba las dos terceras partes de la Galia.
Únicamente quedaba libre Aquitania, la zona sur, lindante con los Pirineos. César distribuyó sus legiones por el territorio
en campamentos de invierno y nuevamente pasó a la Galia Cisalpina.

Mientras tanto, el rey parto Fraates III fue envenenado por sus hijos, que se repartieron el imperio y reinaron
como Mitrídates III y Orodes II, respectivamente.

Durante el invierno se produjeron dos sublevaciones en la Galia, una de menor importancia en los Alpes y otra más grave
en el extremo opuesto, en Bretaña, donde una delegación romana enviada para solicitar provisiones fue hecha prisionera.
Esta chispa hizo saltar a varias tribus vecinas que se aliaron contra los romanos. Los más destacados fueron
los vénetos, un pueblo de navegantes que poblaba la costa sur de Bretaña. También recibieron ayuda de los celtas
de Britania (la actual Gran Bretaña).

A principios de 56, César estaba en Lucca, en la Galia Cisalpina y no podía dirigirse inmediatamente a atender la rebelión
porque estaba entrevistándose con sus socios Pompeyo y Craso. Ambos veían con envidia y recelo los éxitos militares de
César. Especialmente Pompeyo, que era teóricamente el que debía ostentar la gloria militar. El acuerdo al que llegaron
fue que Pompeyo y Craso serían cónsules al año siguiente, con lo que ambos podrían conseguir éxitos militares si así lo
querían. César conservaría la Galia, Craso podía ir a Siria y Pompeyo a España.

Tan pronto como los cabos quedaron atados, César marchó apresuradamente al norte y decidió combatir a los sublevados
por tierra y por mar. Construyó una flota en el Loira con la que libró la primera batalla naval que se conoce en el Atlántico.
Las galeras romanas eran impulsadas por remos, mientras que los barcos vénetos tenían velas, más adecuadas para el
océano. Los romanos adaptaron un aparato usado en los asedios para destruir los aparejos de los barcos enemigos y
privarlos de maniobrabilidad, lo que permitió abordarlos y librar una batalla cuerpo a cuerpo. Tras la rendición, los
caudillos vénetos fueron ejecutados, y los demás fueron vendidos como esclavos. Entre tanto Publio Licinio Craso, hijo
de Marco, conquistó Aquitania con más diplomacia que fuerza bruta.

Ese año se publicó De rerum natura (sobre la naturaleza de las cosas), un largo poema compuesto por Tito Lucrecio
Caro, en el que plasma el atomismo de Leucipo en una concepción racional, materialista y casi atea del Universo. De
todos los escritos antiguos que se conservan, la obra de Lucrecio es la que más se acerca al punto de vista de la ciencia
moderna.

Antígono Matatías, el hijo del rey macabeo Aristóbulo II, depuesto por Pompeyo, y que estaba prisionero en Roma con
su padre y su hermano mayor, logró escapar e inició un penoso camino hacia el este.
En 55 Pompeyo y Craso fueron elegidos cónsules tal y como tenían previsto. En la Galia unas tribus germanas cruzaron
el Rin, y César se dispuso a rechazarlas. Fue a su encuentro y concertó una entrevista en territorio belga, capturó a sus
jefes y luego atacó por sorpresa a sus hombres, que confiaban en que estaban en tregua mientras durara la entrevista.

César quería dejar claro a los germanos que el Rin debía ser su límite natural, así que después de haber aniquilado a los
que lo habían traspasado, construyó en diez días un sólido puente de madera sobre el río, una soberbia obra de ingeniería,
y cruzó el Rin, pero los germanos que habitaban la otra orilla huyeron al territorio de los ubios, que habían sellado una
alianza con César, así que los romanos se limitaron a saquear las tierras abandonadas y volvieron atrás. César no tenía
ningún interés de ocupar territorios más allá del Rin, sólo quiso hacer una demostración de poderío. Similarmente, a
finales del verano hizo una pequeña incursión en el sur de Inglaterra para disuadir a sus habitantes de volver a enviar
fuerzas a la Galia. Aunque no fue gran cosa, el desembarco en una isla desconocida causó sensación en Roma.

Cuando llegaron a Roma las noticias de cómo César había traicionado a los germanos, Catón se levantó para denunciarlo,
y afirmó que el honor de Roma no quedaría lavado mientras César no fuera entregado a los germanos. Pero no era la
primera vez que Roma empleaba esos medios y a nadie más le importó mucho.

A partir de este año Cicerón dedicó la mayor parte de su tiempo a escribir tratados de retórica y política. Este año
publicó De oratore, y empezó a trabajar en De re publica, que le llevaría cuatro años. La prosa de Cicerón, tanto la de
sus tratados como la de sus discursos, se considera el modelo del latín clásico y la cumbre de la literatura latina.

Mientras tanto, el rey parto Mitrídates III fue depuesto por los nobles, tuvo que huir y se hizo fuerte en Mesopotamia,
pero su territorio pasó a ser gobernado por su hermano Orodes II, con lo que el Imperio Parto volvió a estar unido. El rey
convirtió a Ctesifonte en la capital parta. También murió el rey Tigranes I de Armenia.

Finalmente, Ptolomeo XII pudo convencer a los senadores de que si Roma le restituía el trono de Egipto podría
proporcionarles grandes riquezas, saqueando los numerosos templos de su país y matando de hambre a sus súbditos. Fue
enviado a Egipto acompañado de un ejército con el que pudo recuperar el gobierno y condenar a muerte a su hija y
usurpadora Berenice. Su marido Arquelao siguió reinando en Capadocia. Roma dejó en Egipto una guardia de corps para
Ptolomeo XII.

En 54 se unió al ejército de César un oficial de veintinueve años llamado Marco Antonio. Su padre adoptivo formó parte
de los ejecutados por Cicerón a raíz de la conjuración de Catilina, así que Marco Antonio odiaba a Cicerón. Pronto se
convirtió en uno de los más leales seguidores de César. Ese año César llevó otra expedición a Britania con la excusa de
la ayuda que los britanos habían prestado a los vénetos dos años antes. Construyó una flota en el Loira capaz de transportar
cinco legiones y dos mil jinetes. Los jinetes eran en su mayoría rehenes galos que César tomó para evitar rebeliones en
su ausencia. Dumnórix, el hermano de Diviciaco, encabezaba la facción de los eduos contraria a los romanos y se negó
a aportar los rehenes exigidos. Esto lo enfrentó a César y murió en el combate. El incidente no sólo no aplacó, sino que
avivó las corrientes contrarias a Roma entre los galos, sobre todo en el norte. Pese a ello, César desembarcó en Britania
y se abrió paso hasta el Támesis combatiendo a los nativos, que estaban dirigidos por Casivelauno, pero fueron derrotados
y se comprometieron a pagar anualmente un tributo. No obstante César nunca volvió a Britania, y el tributo nunca fue
pagado. Ahora bien, los britanos no volvieron a ponerse en contacto con la Galia, suspendiendo incluso las relaciones
comerciales.

Mientras tanto Craso se dispuso a partir hacia Siria, pues el año anterior, durante su consulado, se había hecho asignar el
territorio tal y como había acordado con César y Pompeyo. El Senado trató de evitar a toda costa su partida. Con la excusa
de la Guerra de las Galias, César tenía cada vez más legiones a su mando y cada vez era más querido y admirado por sus
soldados. Su regreso a Roma podía ser como el de Sila y si esto ya era bastante motivo de preocupación para los senadores,
ahora Craso pretendía marchar a oriente para convertirse en un nuevo Pompeyo o un nuevo César. En realidad no había
ningún conflicto en oriente, pero estaba claro que Craso lo iba a provocar. Hasta ahora, su único mérito era haber aplastado
una rebelión de esclavos, lo cual no lucía mucho. Su objetivo eran los partos. También había temores supersticiosos que
desaconsejaban la partida de Craso: hasta entonces Roma nunca había atacado a nadie sin tener un motivo, por pequeño
que fuera. Por primera vez Craso salía descaradamente con afanes de conquista sin ningún motivo que lo legitimara. Los
dioses podían negarle su apoyo.
Cuando llegó a Siria, el punto más débil del Imperio Parto era Mesopotamia. Allí se había hecho fuerte el derrocado rey
Mitrídates III y acababa de ser capturado y ejecutado. Craso realizó varias incursiones por la región y encontró poca
resistencia. Al contrario, muchas ciudades griegas le dieron la bienvenida. Dejó destacamentos y volvió a Siria a pasar el
invierno y preparar una expedición mayor para el año siguiente hacia la capital parta. Los partos enviaron una embajada
para negociar un acuerdo de paz razonable (a fin de cuentas, no habían hecho nada y no tenían ningún interés en
enfrentarse a Roma), pero Craso despidió altaneramente a los enviados.

A Pompeyo se le había asignado una provincia española, también según lo previsto, pero no fue personalmente. Decidió
que, con sus socios tan alejados, era su oportunidad para hacerse fuerte en la capital. Por estas fechas murió de parto Julia,
la hija de César y esposa de Pompeyo, con lo que se rompió el vínculo más fuerte que unía a los dos generales. También
murió el poeta Cátulo.

Ese año, la cosecha en la Galia fue mala, y César tuvo que diseminar sus tropas en muchos campamentos pequeños para
pasar el invierno. Por precaución, él mismo pasó el invierno en el país. Los galos consideraron que era una ocasión
inmejorable para rebelarse. Los eburones hicieron salir mediante engaños a una legión y media de su campamento y
luego las exterminaron en una emboscada. Inmediatamente se rebelaron los nervios, en cuya región estaba destacada una
legión al mando de Quinto Tulio Cicerón, hermano de Marco. Fue rodeado por nervios y eburones. César reunió
apresuradamente varias legiones y le envió un mensajero que cruzó las líneas enemigas con el mensaje: "¡Ten ánimo!
Salgo en tu ayuda", y logró levantar el cerco. En muchas tribus galas, los partidarios de los romanos fueron destituidos o
asesinados.

Ya entrados en 53, las revueltas continuaban. César alistó dos legiones más y Pompeyo le envió una tercera, con lo que
tenía bajo su mando a diez legiones (unos 60.000 hombres), con las que César pudo sofocar poco a poco las revueltas.
Fue clemente con todos excepto con los eburones (que habían asesinado a más de una legión). Su territorio fue peinado
sistemáticamente por las legiones, que asesinaron o apresaron a sus habitantes, y luego hizo repoblar la zona con otras
tribus para borrar el nombre "del pueblo culpable de un crimen tan horrendo." Luego César convocó una asamblea de
todas las tribus galas en la capital de los remos, donde juzgó a los cabecillas de las revueltas.
Mientras tanto Craso emprendió su campaña contra los partos. El ejército parto era uno de los más poderosos del mundo.
Su fuerza principal era la caballería. Los caballos partos eran los más grandes y más fuertes que existían, y sus jinetes
tenían una increíble capacidad de maniobra. Su especialidad era atacar por sorpresa y retirarse rápidamente. Además, en
la huida los jinetes eran capaces de girar sobre sus caballos y lanzar una andanada de flechas que cogía desprevenidos a
sus perseguidores. Con el tiempo se hizo proverbial la expresión "flecha de parto" para referirse figuradamente a cualquier
golpe inesperado en el último momento. También se extendió la locución "traidor como una flecha de parto".

Además de la caballería ligera, los partos disponían de una caballería pesada, en la que los jinetes y a veces también los
caballos estaban protegidos por pesadas armaduras. Unos atacaban con pesadas lanzas, como una especie de falange
ecuestre, y otros atacaban con flechas al tiempo que sus corazas los hacían inmunes a las flechas enemigas. La caballería
pesada era lenta, pero la combinación de ambas era un ejército temible muy diferente de todo lo que los romanos se habían
encontrado anteriormente.

Craso quería llegar rápidamente a la capital parta, y encontró un guía árabe que se prestó a llevarle a través de
Mesopotamia a un punto en el que podría coger por sorpresa al ejército parto. El árabe lo llevó ciertamente al ejército
parto, pero resultó estar al servicio de los partos, que lo estaban esperando. La mayor parte del ejército estaba oculta, y
Craso se lanzó confiado contra la pequeña parte que encontró, aparentemente en un ataque sorpresa. Pero cuando trabaron
combate los "sorprendidos" jinetes arrojaron sus capas y bajo ellas relucieron armaduras. Los jinetes acorazados
empezaron a hacer estragos. Craso ordenó a su hijo Publio que atacara con la caballería. Los partos se dieron a la fuga,
lanzando flechas por encima de los hombros. Cuando la caballería romana les estaba dando alcance, descubrieron que
habían sido conducidos a donde estaba oculta la caballería ligera parta, mucho más numerosa que la romana y mucho
más hábil en el combate cuerpo a cuerpo. Murieron casi todos los jinetes romanos, entre ellos Publio Craso. Los partos
le cortaron la cabeza y la clavaron en la punta de una lanza. La caballería parta rehízo filas y volvió hacia el cuerpo
principal del ejército romano, enarbolando la cabeza de Publio. Al verla, la moral del ejército se derrumbó, aunque Craso
no dejó de gritar "¡No os desaniméis!, ¡la pérdida es mía, no vuestra!". Los romanos huyeron precipitadamente y los
partos les siguieron acosándolos, hasta que el mismo Craso fue asesinado en unas negociaciones unos meses después.
Sólo la cuarta parte de los hombres pudo regresar, maltrecha, a Siria. Al mando estaba Cayo Casio Longino, que logró
rechazar a los partos cuando éstos trataron de invadir Siria. Las tropas partas habían estado brillantemente dirigidas por
el general Surena, pero Orodes II receló de él y su premio fue el asesinato.

La derrota de Craso produjo una gran crisis política en Roma, que se tradujo en un incremento en las luchas callejeras
entre las bandas de Milo y Clodio. Las elecciones al consulado tuvieron que ser suspendidas, y el Senado decretó que
en 52 Pompeyo sería cónsul único. Los senadores vieron en Pompeyo un buen medio para contrarrestar el poder de César.
Pompeyo volvió a casarse, ahora con Cornelia, de la familia de los Escipiones, lo que suponía un nuevo vínculo entre
Pompeyo y los conservadores.

Un enfrentamiento entre las bandas de Milo y Clodio terminó con la muerte del segundo. Milo fue llevado a juicio y
Cicerón lo defendió, pero una muchedumbre enfurecida lo redujo a la afonía, y apenas pudo pronunciar su discurso. Milo
fue condenado al exilio. Con todo, la situación para los conservadores había mejorado. En unos meses, Pompeyo logró
pacificar la ciudad.

César trató de intervenir en todos estos acontecimientos, pero apenas partió hacia Italia cuando estalló una nueva rebelión
en la Galia que le obligó a partir precipitadamente, pero dejó en Roma a Marco Antonio.

La insurrección surgió en la Galia central, pero a ella se sumó rápidamente el arveno Vercingétorix, que fue proclamado
rey y pronto se le sumaron muchas tribus vecinas, con las que planeó atacar la Galia Narbonense. César fortificó la
provincia y luego se abrió camino arriesgadamente a través de los territorios insurrectos hasta unirse con sus legiones,
que estaban al norte. Vercingétorix obtuvo algunas victorias que finalmente decidieron a los eduos (hasta entonces
prorromanos) a unirse a la rebelión. Se celebró una asamblea en la que se ratificó el liderazgo de Vercingétorix, que
finalmente se dispuso a llevar a cabo su plan de invadir la provincia. César reclutó hombres entre los germanos para
contrarrestar la caballería gala. Cuando los ejércitos se encontraron, los galos lanzaron un ataque de caballería por el
frente y los lados simultáneamente y crearon confusión en las filas romanas. (En este combate, César perdió su espada
corta, que luego fue exhibida con orgullo en un templo arveno. César visitó el templo y cuando alguien de su séquito
quiso cogerla sonrió y se lo impidió diciendo "déjala, que ya no es mía, sino de los dioses".) Pero la mayor capacidad de
las legiones era su capacidad de reorganizarse, y cuando César lanzó a la caballería germana, el ataque galo quedó
pulverizado. Vercingétorix tuvo que retirarse a toda prisa a la fortaleza de Alesia. César se dispuso a rodearla, y
Vercingétorix tuvo el tiempo justo para hacer salir a su caballería con orden de recorrer la Galia en busca de ayuda.

César rodeó la ciudad con un anillo de fortificaciones de 16 kilómetros de perímetro. A lo largo de esta primera línea
puso puestos avanzados, y distribuyó estratégicamente sus campamentos un poco más atrás para que sus hombres
pudieran acudir rápidamente a cualquier punto del anillo donde fueran requeridos. Luego creo un segundo anillo de 21
kilómetros de perímetro para protegerse de ataques exteriores. Dispuso torres a intervalos regulares, protegió
especialmente los puntos más propicios para un ataque, cavó fosos y los llenó de agua cuando fue posible y llenó el
contorno de trampas, cepos y espinos.

Los habitantes de la ciudad empezaron a sentir el hambre, y Vercingétorix expulsó a todos aquellos que no pudieran
empuñar un arma, principalmente mujeres, ancianos y niños. Los romanos no cedieron a sus súplicas, y perecieron de
hambre a mitad de camino entre la ciudad y las fortificaciones.

Luego llegó el ejército que habían enviado a buscar. El primer encuentro fue favorable a los romanos, gracias en gran
parte a la caballería germana. Al día siguiente reinó la calma, mientras los galos se preparaban para un nuevo ataque. Por
la noche atacaron simultáneamente desde el exterior y el interior. Intentaron sorprender a los romanos, pero pudieron con
ellos las trampas interpuestas por César. El combate se prolongó desde la media noche hasta bien entrada la mañana, y
los galos tuvieron que retirarse sin haber logrado nada. Al otro día, se produjo otro ataque conjunto en el que César llegó
a la cumbre de su estrategia que le permitía conducir a cada hombre donde más falta hacía en cada momento. Los galos
del exterior sufrieron numerosas pérdidas y se dispersaron, y al día siguiente capituló Vercingétorix, que fue hecho
prisionero, mientras sus hombres fueron esclavizados.

En 51 César acabó con las últimas resistencias aisladas y la Galia quedó definitivamente pacificada. Ese mismo año murió
Ptolomeo XII, que legó su reino a sus hijos Ptolomeo XIII, de diez años y Cleopatra, de diecisiete. Además encomendó
la tutela de su hijo al Senado romano y éste a su vez encomendó la tutela a Pompeyo. Cicerón pasó el año en Cilicia,
como procónsul.
A principios de 50 César convirtió la Galia en provincia romana. Estableció los tributos de cada tribu según la jerarquía
habitual en función de la lealtad o resistencia que había mostrado hacia Roma. El sometimiento fue absoluto, de modo
que ya no volvieron a producirse disturbios y la provincia fue rápidamente romanizada. Se calcula que la tercera parte de
la población murió en la guerra y otra tercera parte fue esclavizada. Los botines de guerra enriquecieron hasta a los
soldados rasos y César obtuvo dinero suficiente para saldar las deudas que había contraído durante su consulado. Además
ahora contaba con el mejor ejército de Roma y su fama superaba con creces a la de Pompeyo. Para asegurarse de que así
fuera, César puso por escrito todos los detalles de la campaña en sus Comentarios a la Guerra de las Galias, que lo
revelaron además como el más afamado autor de la literatura latina, a la par con Cicerón.

La esposa de Milo fue sorprendida en adulterio con un seguidor de Clodio llamado Cayo Salustio Crispo. Provenía de
una rica familia plebeya y era senador, pero a raíz de este incidente fue expulsado del Senado.

Por esta época el gobierno de China sobre Corea pasó a ser meramente nominal. Corea se dividió en tres reinos que no
tardaron en enzarzarse en eternas disputas fronterizas: Koguryo (al norte), Paikche (al suroeste) y Silla (al sureste).

JULIO CÉSAR
En 50 la carrera política de Julio César pasaba por un momento crítico. En cuanto terminara su proconsulado en la Galia,
sus enemigos en Roma lo tendrían muy fácil para procesarlo por cualquier causa, pues todo gobernador romano podía ser
declarado culpable de cualquier crimen cometido durante su mandato con la misma facilidad con la que podía ser
declarado inocente si así convenía. La única forma de evitarlo era ser elegido cónsul inmediatamente. Por razones
técnicas, el primer consulado al que podía aspirar era al de 48, así que necesitaba prorrogar su proconsulado hasta las
elecciones de 49 y arreglárselas para que el Senado le dispensara de presentar personalmente la candidatura. Esta vez,
cumplir el trámite no sólo le privaría del triunfo que le correspondía por sus victorias en la Galia, sino que presentarse
inerme en Roma podría ser muy peligroso para su vida.

Los últimos años dedicó los beneficios obtenidos en la guerra a ganarse amistades en Roma. Construyó edificios
espléndidos, planeó construir un nuevo foro, planeó unos juegos fastuosos en honor de su difunta hija Julia y, en palabras
de Cicerón, "en cuanto conocía a alguien valeroso y sin escrúpulos cargado de deudas o arruinado, lo incluía en su
círculo de amigos". Entre estos estaban Salustio Crispo, que fue restituido en el Senado por intervención de César, y Cayo
Escribonio Curio, que fue elegido tribuno. Por el contrario, en el consulado estaba un firme representante del partido
senatorial, llamado Marcelo.

El Senado aprobó que César y Pompeyo debían entregar una legión cada uno para una expedición contra los partos, pero
Pompeyo cedió la que unos años antes le había prestado a César, así que fue César quien se vio obligado a prescindir de
dos legiones. Sin embargo, Marcelo no las envió a oriente, sino que las dejó en Capua a disposición del Senado. César
trasladó algunas de sus legiones a la Galia Cisalpina.

Pompeyo era procónsul en España (aunque se las había arreglado para quedarse en Roma), y también terminaba su
mandato. Curio defendió que César y Pompeyo debían disolver sus legiones simultáneamente, ya que sólo así "el Senado
y el Pueblo Romano podrían actuar libremente". Sin embargo, no había signos de que Pompeyo fuera a prescindir de sus
legiones. Al contrario, cuando Marcelo terminó su consulado encomendó a Pompeyo la protección de Roma y le traspasó
las dos legiones que debían haber sido enviadas al este.

Los cónsules del 49 fueron también conservadores, pero en el tribunado estaba Marco Antonio. En la primera reunión del
Senado, Curio presentó una carta de César escrita tres días antes y llevada a caballo. En ella César se mostraba dispuesto
a renunciar a la Galia Cisalpina, e incluso a la Transalpina si fuera necesario, a cambio de conservar el gobierno de Iliria
(asociado al de la Galia Cisalpina) y dos legiones hasta tomar posesión del consulado. Posteriormente rebajó sus
condiciones cambiando la toma de posesión por el día de la elección, con lo que dejaba un periodo en el que podía ser
vulnerable, pero en el que confiaba en poder defenderse.

Sin embargo, esta rebaja y otros hechos anteriores, como la entrega de las dos legiones, fueron tomados como signos de
debilidad, y los conservadores se negaron a negociar. Los tribunos lograron que la carta de César fuera leída en el Senado,
pero los cónsules impidieron que se debatiera sobre ella. A lo largo de la sesión se decidió que si César no disolvía
inmediatamente sus legiones y entraba en Roma como un ciudadano más, sería declarado proscrito. Cicerón trató de
adoptar una posición conciliadora, pero los enemigos de César fueron intransigentes. Tras varios días de negociaciones,
el Senado emitió un Senatus Consultum Vltimum por el que se decretaba el estado de excepción y se conferían plenos
poderes a Pompeyo.

Entonces Marco Antonio urdió una estratagema. Él y el otro tribuno huyeron hacia el campamento de César en la Galia
Cisalpina afirmando que sus vidas corrían peligro. Ahora César podía salir en defensa de los tribunos, sagrados
representantes del Pueblo, amenazados por el Senado. No era legal, pero el pueblo lo consideraría justo.

Esa misma noche César cruzó el río Rubicón con una legión, el cual marcaba la frontera de la Galia Cisalpina. Según las
decisiones del Senado, este paso lo convertía en un proscrito y se iniciaba así la Segunda Guerra Civil. No es muy creíble,
pero se dice que al cruzar el río César pronunció la famosa frase alea iacta est (la suerte está echada). Llegó así a la ciudad
de Rímini, donde se encontró con los tribunos huidos y arengó a sus hombres para que los defendieran de las injusticias
que se cometían contra ellos.

Pompeyo había asegurado al Senado que, en caso de que César se sublevara, bastaría una palabra suya para poner a toda
Italia en pie de guerra, pero, para su sorpresa, se encontró con que César ocupó rápidamente Etruria mientras él se veía
obligado a retirarse hacia el sur, y muchos de sus hombres desertaban para unirse a su oponente. Pompeyo tuvo que
embarcar hacia Grecia, y con él huyeron la mayor parte de los senadores. A los tres meses de cruzar el Rubicón César
dominaba Italia y pronto ocupó también Sicilia, Córcega y Cerdeña, importantes para suministrar alimento a Italia. Curio
fue enviado a África.

Cicerón se había quedado en Roma y César trató de ganarlo para su causa, pero no pudieron llegar a ningún acuerdo y
finalmente Cicerón decidió reunirse con Pompeyo. Pompeyo estaba en Grecia, pero donde más legiones tenía era en
España. César decidió trasladarse a España. Dejó a Marco Antonio en Italia, dispuso dos legiones en Iliria para prevenir
un ataque del este y encargó que se reuniera una flota para defender las costas de Italia en su ausencia. Al partir dijo: "voy
a combatir a un ejército sin caudillo; a mi regreso lo haré contra un caudillo sin ejército". Eligió la ruta terrestre. En su
camino, la ciudad de Massilia le negó la entrada, aduciendo neutralidad, pero luego acogió a oficiales leales a Pompeyo.
César dejó un contingente asediando la ciudad y siguió su camino. Su vanguardia ya había llegado a España pero,
esperando refuerzos, no se enfrentó abiertamente a las tropas de Pompeyo, sino que inició una guerra de posiciones.
Cuando llegó César, tras sufrir algunos percances, logró empujar a sus enemigos a un paraje desértico donde se vieron
obligados a rendirse por falta de agua. César fue magnánimo con los vencidos y la mayoría de ellos se unieron a su
ejército. El resto de la campaña fue muy fácil, pues la mayor parte del territorio se puso de su parte por propia voluntad.
César fue magnánimo con los que se rindieron y muy generoso con quienes le apoyaron. Muchos españoles obtuvieron
la ciudadanía romana.

Mientras tanto Massilia capituló. Ahora César controlaba toda la parte occidental de las posesiones romanas, al menos en
Europa, pues en África las cosas no le iban bien: el rey Juba I de Numidia estaba obteniendo victorias en favor de
Pompeyo.

Como preparación de su campaña en el este para el año siguiente, César liberó a Aristóbulo II, el rey de Judea depuesto
por Pompeyo, junto a su hijo mayor, Alejandro, y los envió a Judea. Si conseguían suficientes seguidores como para que
Aristóbulo II recuperara su trono, ciertamente Judea pasaría a ser partidaria de César. No obstante, Pompeyo logró que
ambos fueran asesinados.

Ese año murió el emperador chino Xuandi. Éste había sabido tomar las riendas del poder en detrimento de la corte, pero
su sucesor, Yuandi, se desinteresó de la política y las intrigas palaciegas volvieron a estar a la orden del día. Una de las
cuestiones que se planteaban entonces era la conveniencia de trasladar la capital a Luoyang, más al este, como una forma
de atenuar el desgaste político que había sufrido la dinastía Han en las últimas décadas.

En 48 César se hizo elegir cónsul por los restos del Senado que quedaban en Roma. Luego embarcó con sus tropas hacia
Iliria acompañado de Marco Antonio y puso sitio a Dirraquio. Al parecer, César ignoraba que Pompeyo había pasado el
año alistando legiones y construyendo una flota, de modo que no era el "caudillo sin ejército" que esperaba encontrar. La
flota de Pompeyo apareció de improviso y César comprendió que debía huir. Se adentró en Grecia. Probablemente,
Pompeyo hubiera hecho bien en aprovechar la ocasión pasando a Italia, pero estaba ansioso de enfrentarse a César y
demostrar al mundo que él era el mejor de los dos. Dejó a Catón en Dirraquio con parte del ejército y se lanzó a la
persecución de César. Lo alcanzó en Farsalia, una ciudad de Tesalia. Allí tuvo lugar la batalla que tanto había anhelado.
El ejército de Pompeyo doblaba al de César en número de soldados. El ataque lo inició la caballería, que trató de rodear
al ejército de César y causar estragos en su retaguarda. Pero César sabía que los jinetes eran jóvenes aristócratas romanos,
así que había dispuesto a algunos hombres para hacerles frente con la orden de no arrojar sus lanzas, sino de usarlas
únicamente contra los rostros de los jinetes. César previó que los presumidos aristócratas antes caerían del caballo que
correrían el riesgo de que sus caras fueran marcadas, y así fue, la caballería fue neutralizada. La infantería de César
desorganizó el ejército de Pompeyo. Éste podía haberse reorganizado (César estaba acostumbrado a recuperarse de
situaciones similares), pero Pompeyo huyó, el ejército se derrumbó y César obtuvo una victoria definitiva.

Tras la victoria de Farsalia, Grecia y las provincias de Asia Menor comprendieron que, en realidad, siempre habían estado
de parte de César. Algunos de los generales de Pompeyo se pusieron también de su lado. Entre ellos Junio Bruto, que tras
la batalla fue a buscarlo y obtuvo inmediatamente su perdón. César le asignó un cargo relevante.

Pompeyo tuvo que huir a Egipto. Allí podría reclutar un nuevo ejército con el que volver a enfrentarse a César. Él era el
tutor del joven rey Ptolomeo XIII, había sido él quien puso en el trono a su padre y, por consiguiente, era rey gracias a él.
No cabía duda de que le debía favores. Cuando llegó, encontró al país en un momento crítico. En la práctica, Egipto
estaba siendo gobernado por varios cortesanos: principalmente el eunuco Potino, el preceptor del rey Teódoto y el
estratega Aquilas. El más influyente era Potino. Cleopatra, la hermana del rey, pronto tuvo desavenencias con todos ellos,
así que unos meses antes había abandonado Alejandría y ahora volvía con un ejército dispuesta a hacerse con el trono.

En estas circunstancias, la llegada de Pompeyo era todo un problema para la corte. Si recibían al general, César podía
ponerse de parte de Cleopatra, y si le negaban el asilo, sería Pompeyo quien la apoyara. Potino encontró una solución al
dilema: envió una barca a la galera de Pompeyo con emisarios que dieron grandes muestras de alegría y le rogaron que
desembarcara para que el pueblo pudiera aclamarlo como se merecía. Pompeyo desembarcó y, apenas hubo puesto el pie
en tierra, ante la vista de su mujer y su hijo, que lo contemplaban desde el barco, fue apuñalado. El plan era brillante:
Pompeyo estaba muerto y no podría ayudar a Cleopatra, y César estaría agradecido a Ptolomeo XIII por haberle librado
de su enemigo, así que tampoco apoyaría a Cleopatra.
Tras la batalla de Farsalia, los conservadores propusieron a Cicerón dirigir la "república en el exilio", pero éste se negó y
volvió a Roma. Catón tomó las tropas que Pompeyo había dejado en Dirraquio y las trasladó a África, para unirlas con
las del rey Juba I. Por su parte, César hizo algunos arreglos en Oriente, entre los cuales estuvo la ratificación de Antípatro
al frente de Judea, el cual nombró a su vez a su hijo mayor, Fasael, gobernador de Jerusalén y a su
hijo Herodes gobernador de Galilea. Luego, envió a Marco Antonio a Roma y, sin conocer la muerte de Pompeyo, llegó
a Egipto con cuatro mil hombres dispuesto a tomarlo prisionero. Potino le llevó su cabeza y le pidió ayuda contra
Cleopatra. Ésta envió una embajada pidiendo audiencia a César, al tiempo que le llevaba unos regalos. Probablemente
Potino habría evitado de un modo u otro que la entrevista se realizara, pero no había motivo para privar a César de sus
regalos. Entre ellos resultó estar una alfombra dentro de la cual resultó estar la propia Cleopatra, que se presentó así en
los aposentos de César.

Cleopatra no tuvo dificultades en convencer a César de que su aspiración al trono de Egipto era legítima. Las razones
principales que aportó se las había dado a ella la Naturaleza, y Potino carecía de argumentos similares con los que
rebatirlas. César ordenó que se respetara la voluntad de Ptolomeo XII: Cleopatra y su hermano habían de gobernar
conjuntamente. Esto no satisfizo a Potino, que comprendió que Cleopatra, con el apoyo de César, no tardaría en deshacerse
de él y de todos sus adversarios. Su respuesta fue ordenar a Aquilas que atacara a César. Los romanos tuvieron que
defenderse por las calles de Alejandría, y con dificultad llegaron al puerto, donde César hizo incendiar todos los barcos
egipcios para que no pudieran impedir la llegada de refuerzos. El fuego se propagó hasta la Biblioteca, y muchos libros
ardieron. Finalmente, César pudo atrincherarse en el Faro y Potino fue tomado como rehén. La situación parecía
controlada y César se dispuso a esperar refuerzos. Sin embargo, Potino logró comunicarse con Aquilas desde su prisión
y organizó varios intentos de envenenar a César, por lo que éste terminó ejecutándolo. La medida generó más revueltas,
y aún se produjeron más cuando Arsínoe, hermana de Cleopatra, abandonó el palacio real junto con su chambelán, el
eunuco Ganimedes. Luego se produjeron disensiones entre los egipcios y Ganimedes reemplazó a Aquilas al mando del
ejército.

Cuando llegaron unos primeros refuerzos, César se dispuso a conquistar toda la isla de Faros. Se produjeron
enfrentamientos y, en un momento dado, César tuvo que tirarse al agua, donde dejó su capa roja para distraer a los arqueros
y pudo salvarse a nado. Al día siguiente los alejandríanos mostraban la capa como trofeo y se extendió el rumor de que
César había muerto. El rumor llegó a Roma, donde se produjeron alteraciones del orden que Marco Antonio sólo supo
refrenar matando a algunos senadores.

Finalmente llegaron refuerzos numerosos desde Pérgamo. Entre ellos había un destacamento de judíos capitaneado por
el propio Antípatro, lo que hizo que la comunidad judía de Alejandría se pusiera de parte de César. Ahora César pudo
ocupar el Delta y marchó sobre Alejandría. Se produjo una batalla junto al Nilo en la que César salió victorioso. Ptolomeo
XIII trató de huir en una barcaza demasiado cargada que terminó zozobrando y pereció ahogado.

Ahora Cleopatra quedó confirmada como reina de Egipto, pero tenía que haber un rey, y afortunadamente le quedaba otro
hermano de diez años, que pasó a ser Ptolomeo XIV. Su hermana Arsínoe fue desterrada a Roma. Se cuenta que Cleopatra
llevó a César río arriba en un fastuoso barco para enseñarle las maravillas del país. El caso fue que César permaneció en
Egipto unos nueve meses, el tiempo suficiente para que, unos meses después de su partida, Cleopatra diera a luz
a Ptolomeo César, más conocido por Cesarión (pequeño César).

Durante su estancia en Egipto, César se sorprendió de la simplicidad de su calendario: el año estaba dividido en doce
meses de 30 días, y al final se añadían otros cinco para que el año tuviera en total 365 días. El calendario romano, en
cambio, era mucho más complicado. Tenía también doce meses, unos de 29 días y otros de 31, excepto el último, febrero,
que tenía 27. El número total de días era de 354 y, para adecuarlo a las estaciones, el Pontifex Maximus añadía 22 días
cada dos años, que se agrupaban con los cinco últimos días de febrero para formar un mes adicional de 27 días al final
del año, llamado mercedario (dejando a febrero con sólo 22 días). César estaba familiarizado con esto porque había sido
Pontifex Maximus, y sabía que el sistema debía de tener algún fallo, porque lo cierto era que, según la tradición, la
primavera empezaba en marzo, pero en la práctica había que esperar lo menos hasta mayo para gozar del tiempo
primaveral.

César trató el asunto con el astrónomo Sosígenes, que le explicó que la causa de ese fenómeno (aparte de que los
pontífices habían alargado o acortado años más de una vez por cuestiones políticas) se debía a que el ciclo estacional no
tenía 365 días, sino 365 días y un cuarto. Por ello era necesario insertar un día más cada cuatro años. Esa pérdida
acumulada durante siglos era suficiente para trasladar las estaciones de sus fechas tradicionales. Por cierto que, aunque
los sabios alejandrinos eran conscientes del problema, nunca consiguieron que los testarudos egipcios aceptaran
incorporar esta corrección a su calendario. En cambio, César encargó a Sosígenes que diseñara un calendario que tuviera
esto en cuenta, que participara de la sencillez del calendario egipcio (es decir, que no requiriera añadir meses adicionales
y mucho menos al gusto de los sacerdotes), pero que respetara en lo posible las tradiciones romanas al respecto. De este
modo, César volvió a Roma con un proyecto de reforma del calendario bajo el brazo que no tardaría en llevar a la práctica.

Pero César no fue directamente a Roma. Durante su estancia en Egipto César había descuidado la guerra que tenía
pendiente. Catón dominaba la provincia de África y contaba con el apoyo de Juba I de Numidia y Bocco II de Mauritania.
La situación de España era inestable, porque los gobernantes partidarios de César no estaban realizando una buena gestión
y ello dio alas a los partidarios de Pompeyo. Al mismo tiempo Farnaces, el hijo de Mitrídates VI del Ponto al que Pompeyo
había dejado como rey del Bósforo Cimerio, aprovechó la guerra civil para invadir el Ponto y tratar de recuperar así el
reino de su padre.

En 47 César marchó al Ponto, allí fue a su encuentro Casio Longino, que había luchado junto a Pompeyo en Farsalia.
César lo perdonó y le permitió seguir prestando servicios bajo su mando. Encontró a Farnaces en Zala, justo en la frontera
occidental del reino. Apenas hubo batalla. Los hombres de Farnaces se dispersaron apenas César lanzó su ataque. Durante
todo este tiempo, César mantenía contacto epistolar con Roma. Su informe sobre este suceso se redujo a su famoso Veni,
uidi, uici (llegué, vi, vencí). Poco después desembarcó en Tarento, donde Cicerón fue a recibirle esperando su perdón.
No tuvo necesidad de pedirlo. César lo saludó efusivamente y conversó con él en un largo paseo. Desde entonces, César
nunca dejó de tratar a Cicerón con respeto. En general, ésta fue la política de César: en lugar de organizar una matanza
como había hecho Sila, César perdonó a todos sus enemigos excepto a aquellos que ya había perdonado una vez y se
habían vuelto a poner en su contra.

En Roma tuvo que tomar muchas decisiones, pues Marco Antonio había demorado todas las cuestiones relevantes hasta
su regreso. En su ausencia se habían sugerido medidas económicas, como abolir las deudas y bajar el precio de los
arrendamientos. César se negó a lo primero para evitar que le acusaran de que lo hacía en su propio beneficio y, en cuanto
a lo segundo, hizo lo que pudo, aunque no era fácil de controlar.
En 46 fueron elegidos cónsules César y Marco Emilio Lépido. Bruto fue designado propretor de la Galia Cisalpina.
César aprovechó el consulado para realizar la reforma del calendario propuesta por Sosígenes. A partir de entonces el año
tendría 365 días repartidos en 12 meses, cada uno con el mismo número de días que tiene en la actualidad. Cada cuatro
años se añadiría un día más para ajustar más exactamente el ciclo estacional. Técnicamente no era un día añadido, sino
duplicado: todos los años tenían 365 días, pero uno de cada cuatro tenía uno duplicado. Este día era el 23 de febrero, que
es donde en el calendario anterior se insertaba el mes mercedario cada dos años. Los romanos no numeraban los días del
mes consecutivamente, sino que había tres fechas distinguidas: las Calendas, los Idus y las Nonas, y cada día se contaba
a partir de los que faltaban para la más próxima de estas fechas hacia delante. Así, las calendas eran el primero de mes, y
el 23 de febrero era el día sexto antes de las calendas de marzo. Cada cuatro años, después de este día venía el día sexto
duplicado antes de las calendas de marzo. En latín, "sexto duplicado" era bis sextus, por lo que los años con día bis
sextus pasaron a llamarse bisiestos.

Para compensar el desplazamiento de las estaciones debido a la acumulación de errores del sistema precedente, César
decretó que ese año tuviera excepcionalmente 80 días adicionales, distribuidos en un mes mercedario usual y el resto
entre noviembre y diciembre. Por razones obvias ese año pasó a ser conocido como el año de la confusión.

Para mayor confusión, para contar el tiempo transcurrido entre dos fechas, los romanos tenían el vicio de contar desde el
primer día considerado hasta el último (y así consideraban que de lunes a lunes había ocho días, igual que nosotros aún
decimos que dos semanas son una quincena y no una "catorcena"). El decreto de César fue mal interpretado, y se entendió
que "cada cuatro años" significaba que la sucesión de los años debía ser así: bisiesto, no bisiesto, no bisiesto, bisiesto, y
hasta que se descubrió el error se intercalaron años bisiestos cada tres años en lugar de cada cuatro.

Otro punto conflictivo fue fijar el inicio del año. La tradición original era que el año empezaba el solsticio de primavera,
esto es, el 21 de marzo, pero pronto hubo quien consideró más natural empezar el 1 de marzo, pero luego hubo quienes
pensaron que el mes de enero (ianuarius) estaba dedicado al dios Jano, relacionado con los principios y finales de las
cosas, luego el año debía empezar el 1 de enero (además era la fecha en que los magistrados ocupaban sus cargos). En la
práctica, cada cual tenía su criterio. El decreto de César establecía que el año empezaba el 1 de enero, pero en este punto
cada cual mantuvo su propia costumbre.
En lo que sí hubo acuerdo fue en que el mes de nacimiento de César dejara de llamarse Quintilis y pasara a llamarse mes
de Julio. (Otra versión dice que esto fue una propuesta de Marco Antonio tras la muerte de César.) El nuevo calendario
se conoce desde entonces como Calendario Juliano.

Mientras tanto Catón, Escipión (el suegro de Pompeyo que llegó de España) y Juba I habían reunido el equivalente a 10
legiones en Útica, en la provincia de África. El hijo de Escipión aportó una flota y así formaron un respetable ejército con
el que oponerse a César. Si hubieran invadido Italia mientras César estaba en Egipto o en El Ponto, tal vez hubieran tenido
una oportunidad, pero perdieron mucho tiempo con disensiones entre ellos, pues todos menos Catón estaban más
interesados en su éxito personal que en el de la postura política que defendían. Ahora César estaba en condiciones de
enfrentarse a ellos. Sin embargo, antes tuvo que hacer frente a un último imprevisto.

La magnanimidad de César provocó el descontento entre los soldados, que esperaban enriquecerse con las propiedades
de sus enemigos. Además, su larga ausencia había relajado la disciplina. Los soldados recibían a pedradas a los emisarios
de los generales y llegaron a asesinar a algunos senadores. Ahora una legión avanzó sobre Roma para presentar sus
exigencias personalmente a César. Éste se dirigió sólo hacia ellos saliéndoles al paso, sin más protección que su espada
en el cinto. Ante su presencia, los soldados enmudecieron. Él les preguntó qué querían, y ellos respondieron que el
licenciamiento (y, se sobrentendía, la generosa recompensa que César concedía a sus hombres cuando los licenciaba). La
despectiva respuesta de César empezó con el tratamiento quirites (ciudadanos), en lugar del
habitual commilitones (camaradas), dando a entender así que los daba por licenciados. Es indicativo de lo bajo que había
caído la ciudad de Roma que César pudiera herir el orgullo de sus hombres llamándolos ciudadanos, cosa que en otro
tiempo hubiera producido el efecto contrario. A continuación les aseguró que tendrían cuanto se les había prometido, pero
después de la expedición que preparaba y tras haber celebrado el triunfo ante todas sus tropas (entre las que, se entendía,
ya no estaban ellos). Los soldados le suplicaron que les dejara participar en la expedición, y renunciaron voluntariamente,
como castigo por su insubordinación, a la décima parte del botín que les correspondiera. César los perdonó a todos, pero
separó a los cabecillas y los destinó a tareas burocráticas.

Cuentan que cuando César desembarcó en África tropezó y se cayó, lo que fácilmente podía haber sido interpretado como
un mal augurio, pero él reaccionó a tiempo, cogió un puñado de tierra y dijo "¡África, ya eres mía!" César se encontró
con las tropas capitaneadas por Escipión cerca de la ciudad de Tapso. En su avance, César llevó a sus enemigos a un
terreno donde no pudieron desplegar adecuadamente sus fuerzas. Los elefantes de Juba I tuvieron que disponerse en el
frente, en lugar de en las alas. César logró ahuyentarlos, de modo que penetraron en sus propias líneas y asolaron su
propio campamento. Los soldados de César obligaron a su trompeta a dar la señal de avance, y avanzaron cuando César
consideraba más prudente esperar un momento más propicio. Penetraron por la brecha abierta por los elefantes e hicieron
una carnicería.

Desde Tapso, César se dirigió a Útica, donde estaba Catón. Cuando se conoció la derrota, Catón, Juba I y otros miembros
del partido senatorial optaron por suicidarse, otros huyeron a España y otros fueron hechos prisioneros y ejecutados. Una
parte de Numidia se convirtió en la provincia de Africa Nova, mientras que otra parte engrosó el reino de Mauritania,
pues el rey Bocco I se decantó por César en el último momento, y César le disculpó haber apoyado a sus enemigos. Como
gobernador de Numidia, César designó a Salustio Crispo, que se enriqueció escandalosamente a costa de sus provincianos,
si bien nunca fue llevado a juicio.

Ahora sólo España ofrecía resistencia. No obstante, César lo dejó correr temporalmente y volvió a Roma, donde celebró
cuatro triunfos en cuatro días consecutivos, por sus victorias en la Galia, en Egipto, en El Ponto y en África. Entre las
muestras de sus conquistas estaba el galo Vercingétorix, que seguía prisionero y, tras ser exhibido en el triunfo, fue
ejecutado.

César fue nombrado dictador por un periodo de 10 años. Cicerón defendió a varios partidarios de Pompeyo, apelando
continuamente a la clemencia de César. No obstante, Cicerón había prácticamente abandonado la actividad política y se
había retirado a su villa de Túsculo, donde se dedicaba a escribir estudios. Ese año publicó sus tratados de
retórica Orator y Bruto.

César no tardó en ocuparse personalmente de España, donde la resistencia estaba encabezada por los hijos de
Pompeyo, Cneo y Sexto, junto con otros generales leales. Dejó Roma a cargo de Lépido y se dirigió a España a marchas
forzadas. Tras unos enfrentamientos menores, la batalla decisiva tuvo lugar en 45 cerca de la ciudad de Munda (la actual
Montilla, al sur de Córdoba). César dio la orden de ataque a pesar de que para ello sus hombres tenían que avanzar colina
arriba. Se entabló un combate encarnizado en el que los pompeyanos resistieron bien porque, entre otras cosas, conocían
mejor el terreno. Por un momento parecía que César, como Aníbal, iba a perder su última batalla, pero, a sus cincuenta y
cinco años, bajó de su caballo y quitándose el casco para que se le reconociera fácilmente se situó en primera línea, con
lo que sus hombres cobraron nuevo ánimo. Cuando César advirtió un movimiento de tropas enemigas gritó ¡ya huyen!, lo
que confundió a los enemigos y acrecentó aún más a los suyos. Después de luchar durante todo el día, César obtuvo una
victoria completa. La mayoría de los líderes pompeyanos murieron, entre ellos Cneo Pompeyo, al que alguien le cortó la
cabeza y se la llevó a César, que la expuso en público. En cambio, Sexto Pompeyo permaneció oculto y empezó a ganar
poder discretamente cuando César dejó España.

El resto de España no tardó en rendirse. César pasó un tiempo reorganizando el territorio con el acostumbrado sistema de
impuestos en función del grado de colaboración o resistencia mostrada por cada ciudad. Luego volvió a Roma y celebró
un triunfo más. Hispania y la Galia fueron repobladas con numerosos veteranos de las legiones de César, lo que aceleró
el proceso de romanización.

Cicerón recibió un duro golpe con la muerte de su hija Tulia. Continuó absorbido por su producción literaria (De
amicitia, De senectute, etc.), en la que incorporó elementos de la filosofía griega

MARCO ANTONIO
Julio César había llegado a la cima de su carrera política y ahora era el dueño de Roma. Se esforzó por consolidar su
posición tratando de justificar por todos los medios su ascenso al poder. Puso por escrito su versión en La Guerra
Civil, cuya calidad literaria está a la altura de su relato de la Guerra de las Galias, si bien se echa de menos la sensación
de objetividad e imparcialidad que transmitía éste. Las últimas campañas de la Guerra Civil no las planteó como tales,
sino como intentos de rebelión de las provincias de África e Hispania que él se encargó de sofocar. En los triunfos que
celebró, no hubo ninguna alusión a Farsalia. Esta propaganda recibió un golpe cuando Cicerón publicó su
panegírico Cato, en el que ensalzaba sobremanera a Catón. César era consciente del peligro que suponía un mártir, así
que se apresuró a responder con un panfleto titulado Anti Cato. En él se las arregla para desprestigiar a Catón sin faltarle
al respeto a Cicerón. Por ejemplo, en alusión a éste decía: "No se pueden comparar las palabras de un soldado con la
fuerza expresiva de un orador nato que además dedica todo su tiempo a la literatura."

En los dos últimos años César había demostrado que no sólo era un gran estratega, sino también un buen gobernante.
Comprendió que era imposible que Roma gobernara ella sola sus extensos dominios, así que procedió a aumentar el
número de senadores a 900 e incluyó entre ellos a representantes de las provincias. Además extendió la ciudadanía romana
a la Galia Cisalpina y a algunas ciudades de la Galia Transalpina e Hispania. Además estableció cláusulas por las que los
sabios podían obtener fácilmente la ciudadanía romana cualquiera que fuera su procedencia. Reformó el sistema de
impuestos tratando de que fuera más justo, trató de fomentar la natalidad permitiendo que las madres usaran ornamentos
especiales y aliviando los impuestos a los padres, reformó el calendario, inició la reconstrucción de Cartago y Corinto,
repoblándolas con romanos y griegos, respectivamente. También creó la primera biblioteca pública de Roma. A su frente
puso a Marco Terencio Varrón, que había luchado en España al frente de dos legiones Pompeyanas pero que, como
tantos otros, había obtenido el perdón de César.

Además César esbozó grandiosos planes, como levantar mapas de todo el ámbito romano, desecar marismas, mejorar los
puertos, reformar el código de leyes, etc., planes que no llegó a realizar porque no tardó en ser asesinado. Al parecer la
conjuración la planeó Cayo Casio Longino. Éste se había casado con Junia, hermana de Marco Junio Bruto, y lo
persuadió para que secundara sus planes. En 45, poco después de que César regresara de España, Bruto se había casado
con su prima Porcia, hija de Catón y César lo nombró para un alto cargo en la misma Roma. Al parecer lo consideraba
uno de sus favoritos. Otro era Décimo Junio Bruto, que había sido uno de los generales de César en la Galia y gobernador
de la provincia durante algún tiempo. César lo había incluido en su testamento. Finalmente estaba Lucio Cornelio
Cinna, hijo del Cinna que había sido cónsul con Mario y hermano de la primera esposa de César.

El motivo de la conjuración fue que había sospechas fundadas de que César planeaba ser elegido rey de Roma. Esto tenía
sentido. La única diferencia entre ser rey o dictador vitalicio, como ya era, consistía en que como rey podría designar un
sucesor y evitar así una sangrienta lucha por el poder. Es verdad que las monarquías orientales mostraban que tras la
muerte de un rey lo más frecuente eran las sangrientas luchas por el poder, pero es plausible que César confiara en
restaurar el respeto por la ley que tan arraigado estuvo en Roma durante la mayor parte de su historia.
En 44 César tanteó el terreno para ver cómo recibían los romanos la idea de tener un rey. En una fiesta celebrada el 15 de
febrero, Marco Antonio le ofreció una diadema, que en oriente era el signo de la monarquía (el equivalente a una corona).
Hubo un silencio tenso y César la rechazó diciendo: "Yo no soy rey, sino César". Hubo tumultuosos aplausos.

Sin embargo, todo el mundo estaba convencido de que César pensaba proclamarse rey en una reunión del Senado prevista
para el día 15 de marzo (los idus de marzo, según el calendario romano). A la entrada del Senado, uno de los conspiradores
retuvo a Marco Antonio en una conversación, mientras los otros, todos hombres de confianza de César, lo rodearon
mientras éste se sentaba al pie de la estatua de Pompeyo. César estaba solo y desarmado cuando salieron a relucir los
puñales. Al principio trató de defenderse, pero luego reconoció a Marco Junio Bruto entre los atacantes y en ese instante
se rindió. Dicen que sus últimas palabras fueron Et tu, Brute? (¿tú también, Bruto?). Así César terminó muerto sobre un
charco de sangre.

Bruto se levantó de un salto blandiendo su puñal ensangrentado y gritó a los senadores que había salvado a Roma de un
tirano. Conminó a Cicerón a que reorganizara el gobierno, pero la ciudad se quedó paralizada, sin que nadie se atreviera
en un primer momento a tomar decisiones. Marco Antonio decidió esconderse prudentemente hasta entender lo que había
sucedido.

Por la noche empezaron las reacciones. Marco Antonio logró apoderarse del tesoro que César había recaudado para una
próxima campaña militar y convenció a su viuda para que le entregara todos los documentos que la víctima guardaba en
casa. Lépido, leal a César, entró en Roma con una legión. Los conjurados lograron finalmente el apoyo de Cicerón, que
al día siguiente logró un compromiso en el Senado que Marco Antonio pudiera aceptar: el Senado ratificaría todas las
acciones de César, su testamento se consideraría válido (a pesar de que no se conocía aún su contenido), pero los asesinos
serían eximidos de toda culpa y se les asignaría el gobierno de diversas provincias.

Se celebraron honras fúnebres por el dictador. Marco Antonio se levantó para pronunciar una oración, y luego leyó su
testamento, en el cual César legaba una pequeña cantidad de dinero a cada ciudadano romano, gesto que conmovió a la
multitud. Marco Antonio siguió describiendo las heridas que César había recibido en recompensa a su grandeza y
generosidad, y así logró que el pueblo clamara venganza contra los asesinos. Éstos tuvieron que andar con pies de plomo,
y no tardaron en abandonar la ciudad rumbo a las provincias que les habían asignado: Marco Bruto fue a Macedonia,
Décimo Bruto a la Galia Cisalpina y Casio a Asia Menor.

Mientras tanto, Ptolomeo XIV, el hermano menor de Cleopatra, cumplió los catorce años y quiso participar en el gobierno
de Egipto, así que su hermana lo hizo envenenar, pero como una mujer sola no estaba en condiciones de gobernar Egipto,
lo hizo con la ayuda de su hijo Cesarión, de tres años, que pasó a ser Ptolomeo XV César.

Salustio Crispo dejó la política y se retiró a una magnífica mansión llena de obras de arte y rodeada de jardines que había
construido en el monte Quirinal con la fortuna que había amasado en Numidia. Desde entonces se dedicó a la literatura.
Escribió un libro titulado La conjuración de Catilina y otro La guerra de Yugurta. También escribió una historia de Roma
de la que se conservan sólo unos pocos fragmentos. Aunque no podía igualar la prosa de Cicerón y César, fue un
historiador apreciado por la profundidad de sus análisis, que recuerdan a Tucídides.

En la turbulenta política romana apareció una nueva pieza clave: era Cayo Octavio, nieto de la hermana de César y su
descendiente más directo (si prescindimos de Cesarión, cuya existencia, al parecer, era desconocida en Roma). En su
testamento lo nombraba hijo adoptivo. Cuando César fue asesinado, Augusto se encontraba en Apolonia completando
sus estudios (tenía diecinueve años), pero volvió inmediatamente a Roma a exigir sus derechos como heredero legítimo
de César. Su familia trató de disuadirlo, pues era obvio que con ello entraba en un terreno muy peligroso. Ciertamente, a
Marco Antonio no le hizo ninguna gracia encontrarse con un joven de aspecto débil y enfermizo que pretendía quedarse
con una herencia que él consideraba se había ganado con su constante fidelidad a César. Logró anular la cláusula del
testamento que nombraba a Augusto hijo adoptivo, pero Augusto la dio por válida y cambió su nombre según la tradición
romana: pasó a llamarse Cayo Julio César Octaviano.

Cicerón pensó que el joven Octavio sería fácil de manejar y podría convertirse en un instrumento útil para enfrentarse a
Marco Antonio, así que le prestó su apoyo y pronunció una serie de eficaces discursos contra Marco Antonio. Muchas
legiones se pusieron de parte de Octavio, en gran parte por la fuerza de su nuevo nombre. Marco Antonio comprendió
que necesitaba el apoyo del ejército y para ello se propuso vengar la muerte de César ejecutando a sus asesinos, lo cual
se vendía bien. El más cercano era Décimo Bruto, que estaba en la Galia Cisalpina, así que se convirtió en su primer
objetivo. Obligó al Senado a reasignarle la Galia Cisalpina y marchó hacia el norte con un ejército. Pero apenas hubo
partido cuando Cicerón convenció al Senado para que Marco Antonio fuera declarado proscrito y se enviara a un ejército
contra él. El ejército lo guiaron los cónsules, pero Octavio fue como segundo comandante. Así empezó la Tercera Guerra
Civil.

Mientras tanto, Sexto Pompeyo, el hijo de Pompeyo que se había salvado en España, logró hacerse con una flota y se
dedicó a la piratería. No tardó en adueñarse de Sicilia.

Décimo Bruto se fortificó en Mutina (Módena). Marco Antonio, con un enemigo dentro de la ciudad y otro fuera, no
tuvo posibilidades. En abril de 43 tuvo que conducir su ejército en retirada a través de los Alpes hasta la Galia Meridional,
donde se reunió con Lépido, que volvía de España con su ejército. No obstante, en la batalla contra el ejército enviado
por Roma murieron los dos cónsules, así que Octavio volvió a Roma como único general victorioso. Lo cierto es que
Octavio no tenía experiencia ni capacidad alguna como militar, pero nadie pareció darse cuenta. En Roma, respaldado
por sus tropas, no tuvo dificultad en que el Senado ratificara su condición de hijo adoptivo de César y fue nombrado
cónsul. Ahora pudo ser él quien dirigiera la venganza contra los asesinos de su tío abuelo. Volvió a la Galia Cisalpina,
pero esta vez no para ayudar, sino para derrotar a Décimo Bruto. No le costó gran esfuerzo, porque una gran parte de los
soldados de Bruto prefirieron pasarse al bando del heredero de César en lugar de defender a su asesino. Bruto escapó,
pero pronto fue capturado y ejecutado.

Mientras tanto Marco Bruto y Casio estaban reuniendo en sus provincias hombres y dinero. Lépido comprendió que si
Marco Antonio y Octavio seguían enemistados los asesinos de César vencerían, así que se esforzó por conciliar a dos
hombres que, más o menos, perseguían el mismo objetivo y el 27 de noviembre de 43 se formó el Segundo
Triunvirato, integrado por Marco Antonio, Octavio y Lépido. Los triunviros establecieron un sistema de proscripciones
como había hecho Sila, donde cada cual puso en la lista a sus propios enemigos. Marco Antonio puso, naturalmente, a
Cicerón, que tanto se había esforzado en atacarlo en favor de Octavio. Curiosamente, y a causa de un incidente personal,
Marco Antonio también reclamó la muerte del viejo Verres, que aún vivía en el exilio en la Galia.
Una vez más, muchos ciudadanos acomodados fueron ejecutados en Roma y sus posesiones fueron confiscadas. Cicerón
trató de escapar en barco, pero vientos contrarios lo devolvieron a la costa y no pudo hacer nada contra los soldados
enviados para matarle.

Una buena parte de los judíos toleraba mal el gobierno de Antípatro. Ciertamente era judío, pero también era idumeo. Los
judíos siempre se habían considerado superiores al resto de los mortales, pero en especial superiores a sus vecinos más
próximos. Según la Biblia los judíos descendían de Jacob, mientras que los idumeos descendían de su hermano gemelo
Esaú. Jacob logró arrebatar a su hermano los derechos que Dios había conferido a Abraham. La Biblia profetizaba que
Jacob dominaría a su hermano, pero que algún día Edom se impondría sobre Judá. Probablemente el autor de esta profecía
nunca pensó que se llegaría a cumplir. Era una forma de mantener a los israelitas en guardia frente a sus vecinos para no
permitir nunca que se escaparan de su yugo. Sin embargo, no hay como dejar pasar mil años para que toda profecía
mínimamente plausible acabe cumpliéndose. Para muchos judíos era una humillación ser gobernados por un idumeo, y
Antípatro acabó envenenado. Sin embargo, por estas fechas Judea estaba bajo el poder de Casio, el cual no estaba para
rebeliones de judíos. Tomó medidas rápidamente y los hijos de Antípatro, Fasael y Herodes, recuperaron el poder.

Con Roma bajo control, los triunviros llevaron su ejército a Macedonia en 42, donde encontraron al ejército unido de
Casio y Bruto junto a la ciudad de Filipos (Octavio cayó enfermo en Dirraquio y tuvo que ser llevado en litera). Casio
opinaba que debían esperar, pues sus enemigos estaban mal abastecidos y era probable que la espera les debilitara, pero
Bruto no pudo soportar la incertidumbre y optó por atacar. La batalla fue igualada, pero Casio se asustó pensando que la
derrota estaba próxima y se suicidó. En realidad el resultado fue un empate. Unas semanas después Bruto forzó una
segunda batalla en la que fue derrotado por fuerzas superiores y también terminó suicidándose.

Una vez cumplida su misión, finalizada la Tercera Guerra Civil, los triunviros pensaron que lo mejor era separarse.
Acordaron que Lépido gobernaría las provincias del oeste, Marco Antonio las del este y Octavio iría a Roma.

Según era costumbre, algunos soldados veteranos fueron recompensados tras la batalla de Filipos con tierras en Italia,
que fueron expropiadas al efecto. El hijo de uno de los expropiados había adquirido cierta fama como poeta. Se
llamaba Publio Virgilio Marón. Uno de los generales de Octavio, llamado Cayo Asinio Polión, era aficionado a la
poesía y había oído hablar de él. Su intercesión logró que al padre de Virgilio le fuera devuelta su granja.

Otro literato afectado por la guerra fue Quinto Horacio Flaco. Había sido oficial en el ejército de Bruto, pero durante la
batalla de Filipos huyó del combate en lo que, de acuerdo con los cánones de la época, se podría llamar un acto de
cobardía. Salvó la vida, pero perdió sus posesiones en Italia. Marchó a Roma y encontró un trabajo como escribano.

A mediados de 41 Marco Antonio llegó a Tarso, en la costa sur de Asia Menor. Allí decidió que Egipto había sido
demasiado neutral en la última guerra y ordenó a Cleopatra que fuera a entrevistarse con él. Probablemente, Marco
Antonio sólo estaba buscando excusas para obligar a Egipto, la región más rica de su radio de acción, a pagarle un
sustancioso tributo. Cleopatra acudió puntualmente, pero entonces tenía veintiocho años, y su capacidad de persuasión
estaba en su apogeo. Después de pasar un tiempo con ella, Marco Antonio decidió que no merecía pagar tributo. Al
contrario, decidió tomarse unas vacaciones en Alejandría. De estas vacaciones nacieron dos gemelos: Alejandro
Helios y Cleopatra Selene.

Esto no hizo ninguna gracia a Fulvia. Había estado casada con Clodio, luego con Escribonio Curio y finalmente se casó
con Marco Antonio. Además de sus objeciones obvias a las distracciones de su marido en el este, también le reprochaba
que hubiera consentido que Octavio se quedara con Roma. A la larga, esto le podría dar una enorme ventaja sobre los
otros dos triunviros. Por ello persuadió a Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, que era cónsul ese año, para que
llevara un ejército contra Octavio. No tenía muchas posibilidades, pero su objetivo real era que Marco Antonio se viera
obligado a luchar contra Octavio por defender a su hermano.

Por esta época Octavio había buscado el apoyo de dos antiguos compañeros de estudios. Uno era Cayo Cilnio
Mecenas, que fue su consejero durante cerca de veinticinco años; el otro era Marco Vipsanio Agripa, que suplió la
práctica nulidad de Octavio en cuestiones militares. Agripa empujó a las tropas de Lucio Antonio a la ciudad italiana
de Perugia y poco después, en 40, se rindieron. Fulvia se vio obligada a huir a Grecia, donde murió al poco tiempo.
Marco Antonio volvió a Italia a defender a su hermano, pero cuando llegó todo había terminado prácticamente y se puso
de acuerdo con Octavio para renovar el triunvirato. Ahora Lépido ya no pintaba nada, y se hizo un nuevo reparto: Marco
Antonio conservaba el este, pero Octavio se quedaba con Italia, la Galia y España. Lépido tuvo que conformarse con
África. Para confirmar el acuerdo, Marco Antonio se casó con Octavia, la hermana de Octavio. Por estas fechas Octavio
se casó también con Escribonia, con la que pronto tuvo una hija llamada, naturalmente, Julia.

Pero los problemas no habían acabado. Después de la batalla de Farsalia, un oficial de Pompeyo llamado Quinto
Labieno huyó al Imperio Parto y ofreció sus servicios al rey Orodes II. Ahora Labieno conducía un ejército parto con el
que no tardó en apoderarse de Siria y Judea, y avanzaba hacia Asia Menor. Con él iba Antígono Matatías, el hijo del rey
Aristóbulo II de Judea, que había escapado de Roma años atrás y que finalmente había llegado al Imperio Parto. Aunque
Fasael y Herodes se mantuvieron firmemente del lado romano, los judíos pensaron que los partos les permitirían librarse
del yugo idumeo, y no tardaron en capturar a Fasael y al sumo sacerdote Juan Hircano II. Al primero lo mataron y al
segundo le cortaron las orejas, lo cual bastaba para inhabilitarle como sumo sacerdote, pues Dios no quería mutilados a
su servicio. El nuevo rey y sumo sacerdote fue, naturalmente, Antígono Matatías, con el que la dinastía de los Macabeos
recuperó el trono, aunque fuera como satélite del Imperio Parto.

Herodes, el otro hijo de Antípatro, se casó con Miriam, hija de Alejandro, el hermano de Antígono, y huyó hacia el sur.
Pasó al país de los nabateos, de allí a Egipto y de Egipto a Roma. Allí logró el apoyo de Octavio y Marco Antonio. El
Senado reconoció su lealtad a Roma y lo confirmaron como rey de Judea, incluyendo Idumea, Samaria y Galilea. El único
problema era que Roma no estaba en condiciones de reconquistar su reino para él. Eso tendría que hacerlo por su cuenta.

Por esta época Virgilio fue presentado a Mecenas por Polión. Sus mejores obras hasta entonces eran las
diez Bucólicas. Mecenas le animó a instalarse en Roma y publicarlas. A instancias suyas, Virgilio trabajó los años
siguientes en las Geórgicas, en las que ensalza la vida campesina, en consonancia con la política de Octavio de fomentar
el interés de sus conciudadanos por la antigua y sencilla forma de vida romana.

En 39 Marco Antonio envió a uno de sus generales, Publio Ventidio Baso, a expulsar a los partos de Asia Menor.
Originariamente, Ventidio había sido un hombre pobre, que alquilaba mulas y carros. Llegó a general con César en la
Galia y se mantuvo siempre fiel a él. Tras el asesinato, se unió a Marco Antonio. Cuando llegó a Asia Menor los partos
se retiraron. Luego libró una batalla en la parte oriental de la península, obtuvo la victoria y obligó a los partos a abandonar
sus conquistas. Poco después Herodes desembarcó en Judea con un pequeño ejército romano al que se le sumaron tropas
idumeas. Con ellas inició una larga lucha contra los judíos, que apoyaban a su nuevo rey Antígono Matatías.

Mientras tanto, Sexto Pompeyo amenazaba seriamente el abastecimiento de Roma, pues no sólo dominaba Sicilia, que
era uno de los principales proveedores de Roma, sino que sus barcos piratas interceptaban frecuentemente los barcos
procedentes de Egipto y otros lugares. Los tribunos se reunieron con él en Miseno, un promontorio cercano a Nápoles, y
llegaron por necesidad a un acuerdo: Pompeyo sería gobernador de Sicilia, Córcega, Cerdeña y el sur de Grecia, y a
cambio se regularizaría el comercio por el Mediterráneo.

Octavio repudió a su esposa Escribonia por "la inmoralidad de sus costumbres". Poco después, en 38, se casó con Livia
Drusila, una romana de buena familia que lo aconsejó bien durante toda su vida, al contrario de lo que le sucedía a Marco
Antonio, a quien Cleopatra trataba de manejar para sus propios fines. Livia tenía diecinueve años, estaba casada, tenía un
hijo y estaba embarazada de otro, pero su marido, Tiberio Claudio Nerón, no puso objeciones al divorcio cuando
Augusto se lo "pidió".

Virgilio había conocido a Horacio en Roma, se interesó por él y se lo presentó a Mecenas, que se convirtió en su protector.
Mientras que Virgilio desarrollaba un verso cada vez más refinado y personal, la especialidad de Horacio eran las sátiras,
la ironía y la crítica. Su poesía es jovial, y al mismo tiempo muy cuidada. Probablemente ha sido el más popular de los
autores clásicos.

Los partos intentaron ocupar de nuevo Asia Menor, pero Ventidio los derrotó en Siria más rotundamente que el año
anterior, mientras Herodes hacía progresos en Judea con alguna ayuda de las tropas de Marco Antonio.

En 37 el rey parto Orodes II murió envenenado por su hijo, que pasó a ser el nuevo rey, Fraates IV. Ese año Marco
Antonio volvió al este. Después de pasar un tiempo en Alejandría relevó a Ventidio y lo envió a Roma a recibir un triunfo,
mientras se preparaba para atacar el Imperio Parto él mismo (obviamente buscaba la fama).

Herodes tomó Jerusalén y así recuperó en la práctica el reino que Roma le había entregado en teoría. Hizo ejecutar a
Antígono Matatías, pero puso como sumo sacerdote al último Macabeo que quedaba (aparte del mutilado Juan Hircano
II). Se trataba de su cuñado Aristóbulo III, hijo de Alejandro, el hermano de Antígono. Sin embargo, no tardó en darse
cuenta de que el pueblo obedecía al sumo sacerdote Macabeo en lugar de al rey idumeo, así que en 36 lo hizo ejecutar y
el sumo sacerdocio dejó de estar vinculado a una familia fija. A partir de entonces fue ejercido por miembros de las
diversas familias saduceas. Esto hizo que la institución perdiera parte de su prestigio y que los fariseos fueran ganando
poder.

Marco Antonio cruzó las fronteras del Imperio Parto. Los partos evitaron en todo momento presentarle batalla, pero no
dejaron de acosarlo en las montañas, sometiéndolo a un lento desgaste. Finalmente, salió con la mayor parte de sus
hombres muertos y sin haber librado ninguna batalla.

Octavio logró reunir una flota que puso en manos de Agripa. Luego buscó un pretexto para iniciar una guerra contra Sexto
Pompeyo y envió la flota tras él. Agripa sufrió pérdidas, parte por los combates, parte por las tormentas, pero finalmente
acorraló a Sexto cerca del estrecho que separa a Italia de Sicilia y obtuvo una victoria completa. Sexto logró escapar y se
dirigió a Asia Menor. Lépido había desembarcado tropas en Sicilia para ayudar a Octavio. Con ello esperaba quedarse
con el gobierno de la isla, pero sus soldados desertaron para unirse a los ejércitos de Octavio, con lo que Lépido perdió
la poca influencia que le quedaba.

En 35 los soldados de Marco Antonio capturaron a Sexto Pompeyo, y poco después fue ejecutado. Marco Antonio trató
de lavar su reputación tras el desastre frente a los partos invadiendo Armenia. Allí capturó y se llevó prisionero al
rey Tigranes II, nieto de Tigranes I y que sólo era un niño. Ese año murió el escritor Salustio.

EL FIN DE LA REPÚBLICA
En 35, a sus veintiocho años, Octavio era el hombre más influyente de Roma. Si bien no podía compararse con César (ni
con ningún otro) como general, pronto demostró que le superaba como político. Se había ganado el apoyo del pueblo, en
parte por su nombre (recordemos que, desde que fue adoptado por César, su nombre pasó a ser Cayo Julio César
Octaviano) y en parte por su buena gestión: redujo el bandidaje en Italia, construyó grandes edificios en Roma y, en
general, supo tomar decisiones juiciosas en cada momento. Además cuidó mucho su imagen pública: era un hombre
casado, fiel esposo, trabajador, esforzado. Todo lo contrario que Marco Antonio, que también estaba casado, pero pasaba
la mayor parte de su tiempo en Egipto, con Cleopatra. Llegaron informes de oriente según los cuales Marco Antonio
usaba vestimentas griegas y sólo se preocupaba por complacer a la reina. Marco Antonio devolvió a Egipto Cirene y
Chipre (cosa que no tenía derecho a hacer), y Octavio afirmó que terminaría cediendo todas las posesiones romanas.
Presentó cartas de Antonio a Cleopatra, e incluso se hizo con su testamento (o tal vez con una falsificación), todo lo cual
apoyaba los augurios de Octavio.

En 33 murió el emperador chino Yuandi. Al igual que él, su sucesor no tuvo gran peso en la política china, sino que el
poder real estaba en manos de los cortesanos.

El rey parto Fraates IV temía que alguno de sus familiares pudiera asesinarlo como él había hecho con su padre, así que
organizó una matanza en la casa real. En general, tuvo fama de cruel entre los partos, lo cual ya era decir, pues los partos
estaban acostumbrados a monarcas duros. En 32 estalló una revolución por la que Fraates IV fue arrojado del trono y
reemplazado por un miembro de la casa real que había logrado sobrevivir. Era Tirídates II. No obstante, Fraates IV
sobrevivió y luchó por recuperar su trono.

Marco Antonio comunicó por escrito a Octavia que se divorciaba de ella, lo que apuntaba a que pronto se casaría con
Cleopatra. Esto fue la gota que colmó el vaso y permitió que Octavio convenciera al Senado para que le declarara la
guerra a Egipto. Así empezó la Cuarta Guerra Civil. (Oficialmente no era tal, porque la guerra era contra Egipto, no
contra Marco Antonio, pero era la Cuarta Guerra Civil.)

Marco Antonio comprendió que la guerra era contra él, así que reunió barcos y se instaló en Grecia, desde donde se
dispuso a invadir Épiro con la intención de invadir luego Italia. Pero pronto apareció la flota de Octavio, conducida por
Agripa. Los barcos de Antonio doblaban en número a los de Octavio y eran más grandes. Después de meses de maniobras
se produjo un enfrentamiento el 2 de septiembre de 31, frente a la costa de Épiro. Agripa maniobró de tal forma que
obligó a Marco Antonio a extender su línea. Entonces aprovechó para que algunos de sus barcos se infiltraran hasta la
retaguardia, donde estaba la flota de setenta barcos de Cleopatra. La reina se asustó y ordenó a sus barcos que huyeran
rumbo a Egipto. Entonces Marco Antonio cometió el mayor de sus muchos errores: subió a un barco pequeño y abandonó
a sus hombres siguiendo a Cleopatra. La huida de su general desalentó a sus hombres, y antes del anochecer Agripa
obtuvo una victoria completa. Cerca del lugar de la batalla, Octavio fundó la ciudad de Nicópolis (ciudad de la victoria),
que más adelante se convertiría en la capital de Épiro.

Octavio volvió a Roma a celebrar un triunfo, mientras Marco Antonio y Cleopatra se quedaron inermes en Alejandría,
esperando que Augusto apareciera en cualquier momento. Antes de ello, Octavio se aseguró de que todas las provincias
orientales tenían claro que Roma era él y no Marco Antonio. El rey Herodes de Judea había apoyado a Marco Antonio,
pero cambió de bando con tanta rapidez y habilidad que se ganó el favor de Octavio. Así salvó a su reino de una cruenta
represalia. Desde Judea, Octavio marchó finalmente sobre Egipto. En julio de 30 trabó combate con Marco Antonio en
Pelusio. La resistencia fue inútil. El 1 de agosto Octavio entraba en Alejandría y Marco Antonio se suicidaba.

Cleopatra tenía entonces treinta y nueve años, pero todavía se sentía capaz de atraer a Octavio hacia sus intereses como
había hecho con César y con Marco Antonio. Octavio la trató con dulzura, pero dejó bien claro que era inmune a sus
"argumentos". Estaba claro que su propósito era buscar la ocasión propicia (cualquier prueba, cualquier intento de
traición) para apresarla y exhibirla en Roma. Octavio, previendo la única salida que le quedaba a Cleopatra mandó quitar
de sus aposentos todo instrumento punzante o cortante, pero un día fue hallada muerta. No se sabe cómo se suicidó, pero
la tradición afirma que murió envenada por un áspid que le llevaron en una cesta de higos. Egipto fue convertida en una
provincia romana.

Octavio hizo asesinar a los hijos de Cleopatra: Cesarión y Alejandro Helios, pues era obvio que eran peligros potenciales.
En cambio, no consideró necesario hacer lo mismo con Cleopatra Selene, que entonces tenía 10 años, y se la llevó a
Roma.

El 11 de enero de 29 las puertas del templo de Jano se cerraron por primera vez en doscientos años, como signo de que
Roma no mantenía ninguna guerra en esos momentos.

Por esta época Virgilio inició su obra más ambiciosa: la Eneida, la epopeya nacional romana que narraba el viaje de
Eneas, superviviente de la guerra de Troya que, tras numerosas aventuras, entre ellas un romance con la reina Dido, la
fundadora de Cartago, a la que dejó lastimosamente abandonada, llegó a Italia, donde fundó la ciudad de Alba, donde
más tarde nacería la madre de Rómulo y Remo. Además Eneas tenía un hijo llamado Julo, del cual descendía, por
supuesto, la gens Iulia, en particular Julio César y, por parte de madre, Octavio. Se dice que fue el propio Octavio el que
encargó la obra, dentro de su programa de fomentar los antiguos valores romanos.

Ahora Octavio tenía las manos libres para hacer lo que César no pudo. No cometió el error de tratar de proclamarse rey.
Al contrario, afirmó en todo momento que su propósito era "restaurar la República", y paulatinamente fue adaptando las
viejas instituciones republicanas para ponerlas a su servicio. Entre sus primeras medidas estuvo la destitución de los
senadores provincianos nombrados por Julio César, dejando sólo los de ascendencia italiana. A partir de aquí, Octavio
trató al Senado con grandes muestras de respeto y guardó todos los protocolos tradicionales. En la práctica ya no tenía
ningún poder decisorio, pero podía aconsejar a Octavio, y se llegó a un equilibrio en virtud del cual los senadores
procuraban no contrariar a Octavio y Octavio seguía las recomendaciones de los senadores.

Recelando una traición, Herodes de Judea hizo ejecutar a su esposa Miriam.

En 27 Octavio declaró ante el Senado que los peligros habían pasado, que la paz estaba garantizada y que, por lo tanto,
renunciaba a toda su autoridad. No habría dado tal paso si no hubiera estado seguro de que los senadores no tenían otra
alternativa sino rogarle que continuara al frente de Roma. Se ratificó su rango de Imperator. Hasta entonces había sido
un nombre genérico que hacía referencia al oficial que gobernaba un ejército, cualquiera que fuera su rango, aunque
también se usaba como título honorífico con el que los soldados aclamaban a sus generales tras una gran victoria. Ahora
indicaba que la autoridad de Octavio estaba por encima de la de cualquier otro general, y pronto pasó a tener el sentido
moderno de emperador, esto es, el hombre que gobernaba el Imperio Romano. La antigua república había muerto, si bien
esto nunca se planteó en estos términos y la mayoría de los romanos no vio sino una continuidad del sistema político
anterior.

El Senado hizo más aún. Le otorgó a Octavio el apelativo de Augusto, que deriva del verbo augere (crecer, desarrollarse)
y hasta entonces sólo se había aplicado a algunos dioses, dioses de los que se esperaba que trajeran prosperidad y
crecimiento, por lo que "Augusto" puede traducirse como "de buen augurio". Así, la figura del emperador empezó a tener
un carácter divino que se reforzaría con el tiempo. Octavio decidió recuperar su nombre familiar original y pasó a ser
conocido como Cayo Octavio César Augusto. El nombre de César pasó a ser sinónimo de "emperador". Octavio se
había presentado como "el nuevo César", y sus sucesores fueron llamados igualmente César. Esta palabra ha pervivido a
lo largo de milenios como el título de los gobernadores más poderosos: Kaiser, Zar, Sha, y algunos más. Curiosamente,
su origen es incierto. Julio César afirmaba que un antepasado suyo había ganado dicho sobrenombre en una de las guerras
púnicas al matar un elefante enemigo, pues, al parecer, César (o algo similar) significaba "elefante" en la lengua de los
cartagineses.

Para que el Senado tuviera realmente algo que hacer, Augusto dividió las provincias en dos
clases: senatoriales e imperiales. Las primeras eran administradas por el Senado, mientras que las imperiales estaban bajo
el dominio directo del emperador. La distribución no fue al azar: las provincias senatoriales eran las que no tenían
fronteras con el exterior y que, por consiguiente, no necesitaban tener asignados muchos soldados. De entre las provincias
imperiales Egipto fue un caso aparte, donde los senadores tenían prohibido viajar sin un permiso específico. Al parecer
esto se debía en parte a que, para los egipcios, Augusto pasó a ser su nuevo rey, y le rendían el culto divino que desde
siempre habían recibido los reyes de Egipto. Esto habría escandalizado a muchos romanos, sobre todo cuando Octavio
siempre se había mostrado contrario a las costumbres orientales en favor de la tradición romana (pero hubiera sido una
locura tratar de alterar las costumbres egipcias). Ahora, por primera vez, Grecia fue constituida en provincia. Roma había
dispuesto de ella a su antojo en los últimos años, pero formalmente había conservado su independencia. Fue llamada la
provincia de Acaya.

Por lo demás, Augusto mantuvo su programa de erradicar las influencias orientales en Italia. Trató de erradicar el culto a
Cibeles, o a Isis, y otros similares. Entre los difusores de las religiones y costumbres orientales estaban los esclavos traídos
a Italia desde el exterior y que terminaban obteniendo la libertad, por lo que Augusto impulsó leyes que dificultaban la
manumisión de esclavos.

Augusto también se ganó el favor de los equites. A algunos los hizo senadores, pero a la mayoría los destinó a la
administración pública. Se convirtieron en "funcionarios" bien pagados que respondían directamente ante el emperador
y que poco a poco fueron asumiendo las competencias de los magistrados. En particular Augusto pudo regularizar la
recaudación de impuestos. Hasta entonces, las irregularidades por las que los recaudadores y los gobernadores se
embolsaban buena parte de ellos se resolvían con sobornos, pero ahora no tenía ningún sentido tratar de sobornar al
emperador, el hombre más rico del planeta y, además, cualquier intento de apropiarse de fondos públicos era considerado
como un robo al propio emperador, muy mal asunto. Esto supuso un alivio para las provincias, que también acogieron
bien, por lo general, el gobierno de Augusto.

El hecho de que los impuestos de las provincias más ricas, como Egipto, se consideraran ingresos personales de Augusto
no era lo que en principio podría parecer. Augusto usaba este dinero para pagar a los funcionarios y, sobre todo, al ejército,
lo que además le daba libertad de aumentar o disminuir los salarios según el rendimiento de cada cual.

El ejército ya se había declarado mayoritariamente leal a Augusto desde hacía años, pero ahora éste era además el que
pagaba los salarios, luego el vínculo fue mayor aún. El Senado, por el contrario, no tenía ningún poder sobre el ejército.
Augusto esparció unos diez mil soldados a lo largo de Italia, la llamada guardia pretoriana. Este nombre se aplicaba
anteriormente a la escolta personal de cada general, y al conservar este nombre la imagen que se daba era que este ejército
se encargaba de proteger los intereses del emperador en Italia. Oponerse a él era oponerse a Augusto en persona. Pero la
parte principal del ejército no permaneció en Italia, donde podía acabar de un modo u otro al servicio del Senado. Las
veintiocho legiones disponibles (de 6.000 hombres cada una más tropas auxiliares) se repartieron por las fronteras,
justamente en los lugares donde podría haber problemas con los bárbaros. Así estuvieron siempre ocupadas.

Con Augusto se inició un largo periodo de paz, conocido como la Pax Romana. Se trataba, ciertamente, de una paz
mantenida sobre la base de unos 400.000 soldados. Pronto surgieron enfrentamientos en las fronteras, pero éstos no
afectaron al núcleo del Imperio Romano, que se vio finalmente libre de las matanzas y guerras civiles que habían
caracterizado al siglo que estaba acabando.

Augusto era elegido cónsul año tras año (con un compañero títere), pero al cabo de unos años decidió renunciar al
consulado y usarlo como un cargo honorífico con el que premiar anualmente a los senadores más meritorios.
El mismo año que Octavio se convirtió en Augusto moría Varrón a sus ochenta y nueve años. Tras la muerte de César,
Marco Antonio ordenó que sus bienes fueran confiscados, al tiempo que perdía su cargo de director de la biblioteca
pública de Roma, pero después Octavio lo indemnizó y lo restituyó en su cargo. Fue un escritor prolífico. Llegó a escribir
setenta y cuatro obras en verso y en prosa, la mayoría de las cuales se han perdido. Si la Edad de Oro de la literatura latina
fue la de Cicerón y César, ahora estaba pasando por su Edad de Plata, no menos gloriosa, con figuras como Horacio,
Virgilio y muchas otras, como Tito Livio, que empezó a redactar una historia de Roma titulada Ab Vrbe Condita (desde
la fundación de la ciudad). Livio demostró toda su vida simpatías republicanas, pero Augusto las toleró con buen humor,
porque el historiador estaba totalmente entregado a su trabajo y no se metía en política. En Mantua, un joven de dieciséis
años llamado Publio Ovidio Nasón estaba haciendo lo que podía para evitar que su padre le obligara a estudiar abogacía,
cuando su vocación era ser poeta. La poesía latina, al igual que la griega, no se basaba en la rima, que prácticamente era
desconocida, sino en el ritmo, en la distribución de acentos y vocales largas y breves en cada verso. Por ello, componer
un sólo verso aceptable tenía su dificultad. Cuentan que, ante una amenaza de su padre conminándole a olvidar la poesía,
Ovidio respondió: Nunc tibi promitto nunquam componere uersus (Ahora te prometo que nunca compondré versos), con
lo que acababa de improvisar un perfecto hexámetro.

En política exterior, Augusto fue contrario a continuar la expansión que Roma había experimentado en el último siglo.
Los territorios colindantes con el Imperio no eran especialmente ricos, y el esfuerzo de conquistarlos no habría sido
compensado. Tan sólo trató de ganar terreno en algunas zonas con el único fin de alcanzar unas fronteras naturales
fácilmente defendibles y que pudieran tener carácter estable en el futuro. Así, por ejemplo, el norte de España estaba
poblado por los cántabros y los astures, que no habían aceptado la soberanía romana y eran foco de continuos disturbios.
Augusto inició una larga campaña encaminada a completar la conquista y romanización de la Península Ibérica.

La política más agresiva de Augusto fue la que llevó contra los germanos. Julio César había logrado convertir al Rin en
la frontera entre la Galia y el territorio germano. Sin embargo, al este la frontera se desdibujaba. Algo más al norte de los
territorios controlados por Roma estaba el Danubio, que constituiría una frontera idónea con los germanos en el este,
como el Rin lo era en el oeste. A partir de Iliria, las legiones ocuparon rápidamente Mesia, una franja de tierra entre la
desembocadura del Danubio y Tracia. En 26 iniciaron el avance por los Alpes.
En general, Augusto consideró satisfactorias las fronteras restantes. Así, cuando en 25 el gobernador de Egipto, Cayo
Petronio, ocupó parte del territorio nubio como respuesta a una invasión, Augusto le ordenó retroceder, y desde entonces
la frontera entre Egipto y Nubia permaneció en calma. Augusto también hizo abortar un intento de invadir el próspero sur
de Arabia a través del mar Rojo. No obstante, en Asia Menor, Galacia fue definitivamente anexionada al Imperio.

Cuando el rey de Numidia Juba I se suicidó, Julio César se llevó a su hijo a Roma, donde recibió una esmerada educación.
Ahora Augusto decidió utilizarlo para atar un cabo suelto: Lo casó con Cleopatra Selene, la hija de Cleopatra y Marco
Antonio, y lo instaló como rey de Mauritania (el rey Bocco II había muerto ocho años antes). Pasó a ser Juba II. Fue un
gobernante ilustrado. Poseía una nutrida biblioteca y escribió varios diálogos en griego. Decidió que la capital de
Mauritania pasara a llamarse Cesarea, y la embelleció con muchos monumentos.

Tras haber asumido vitaliciamente los cargos esenciales del gobierno romano, lo único que le faltaba a Augusto para ser
en la práctica un rey era poder establecer su sucesión. Como no tenía hijos propios (excepto su hija Julia, fruto de su
matrimonio con Escribonia), eligió como sucesor a su sobrino Marcelo, lo casó con Julia y expresó su voluntad al
Senado, que, naturalmente, la ratificó.

LA ÉPOCA DE AUGUSTO
En 24 Roma dominaba el semicírculo al norte de Italia delimitado por los Alpes. Augusto fundó la ciudad de Augusta
Pretoria, la actual Aosta, y continuó su avance hacia el Danubio. En 23 murió Marcelo, el heredero designado por
Augusto, con lo que éste tuvo que empezar a pensar en otro sucesor. Eligió a Agripa, y en 21 lo casó también con Julia y
le asignó la Galia.

Los germanos, inquietos por las hostilidades romanas, planearon unirse en una confederación contra Roma y trataron de
sublevar a los galos. No tuvieron mucho éxito, pues era difícil unir a las indómitas tribus germanas, pero en 20 sí se
produjeron algunas revueltas en la Galia, que fueron sofocadas inmediatamente por Agripa. En vista de su éxito, Augusto
lo destinó a España, donde la guerra contra los cántabros no acababa de acabar.
El derrocado rey parto Fraates IV reconquistó su reino con un ejército de escitas. Tirídates II tuvo que refugiarse en
territorio romano, pero se llevó como rehén al hijo de Fraates IV. Augusto aprovechó la guerra civil parta para afianzar
la frontera. Envió a Armenia con un ejército a Tiberio Claudio Nerón, hijo de Livia y de su marido anterior (por lo tanto
hijastro de Augusto), quien expulsó al rey armenio, puesto por los partos, y en su lugar nombró rey a Tigranes II, que
había permanecido en Roma desde que Marco Antonio se lo llevara prisionero. Luego negoció con Fraates IV, que aceptó
la decisión a cambio de que se le devolviera a su hijo. Más aún, Fraates IV devolvió a Roma los pendones tomados a
Craso en su desastrosa campaña, con lo que los romanos consideraron, más o menos, lavada la deshonra de aquella
aventura. Después Tiberio fue destinado a la Galia en sustitución de Agripa.

En 19 murió el poeta Virgilio. La Eneida estaba todavía en proceso de revisión y Virgilio, movido por su perfeccionismo,
dio orden de que fuera quemada, pero Augusto lo impidió y, tras algunos retoques, fue publicada.

Agripa había pacificado definitivamente la Península Ibérica, que fue reestructurada en tres provincias: La Bética, al sur,
la Lusitania, al oeste y la Citerior (o Tarraconense) al este. Las islas Baleares constituían una provincia independiente.

En 17 Augusto adoptó a los dos hijos de Agripa y Julia (más tarde tendrían tres más). Se llamaban Cayo y Lucio
Vipsanio Agripa, pero ahora pasaron a llamarse Cayo y Lucio Julio César (pues, oficialmente, Augusto era Cayo Julio
César Augusto), y se convirtieron en los herederos del Imperio.

En la India, el reino de los Kanvas, heredero del imperio fundado por el Maurya Chandragupta llegó a su fin. Fue destruido
por un pueblo invasor (probablemente de origen escita) dirigido por Simuka, que fundó la dinastía de los Satavahanas.

La cultura maya había alcanzado ya un gran desarrollo que se puso de manifiesto en la arquitectura y en el conocimiento
del calendario. Adoptaron la costumbre de anotar la fecha de inicio y finalización de sus construcciones, y la fecha más
antigua encontrada es la de una estela con diversos grabados descubierta en Chiapa de Corzo, que se corresponde con
el 9 de diciembre de 16.
Ese mismo año Mecenas decidió abandonar la vida política y dedicarse a lo que desde siempre había sido su afición:
apoyar y patrocinar artistas. Su casa estaba abierta a todos y desde entonces la palaba "mecenas" pasó a tener su
significado actual.

En 15 tuvieron lugar varias campañas contra los germanos. Tiberio avanzó desde la Galia hacia la meseta bávara, mientras
su hermano Druso Claudio Nerón avanzó desde los Alpes. Ahora Roma dominaba Retia, la región que se extendía al
norte de los Alpes hasta el Danubio (más o menos la actual Baviera). Los éxitos de Druso en Germania le acabaron
valiendo el apelativo de Germánico.

En 13 Tiberio y Druso fueron destinados a la Galia, a custodiar el Rin, pero hubo revueltas en el Danubio y Tiberio tuvo
que volver a Retia. En 12 Druso rechazó el ataque de unos germanos que cruzaron el Rin, mientras Tiberio avanzaba
lentamente hacia el este siguiendo el curso del Danubio, con lo que se adentraba en la región llamada Nórica (donde
ahora está Austria). Ese año murió Lépido, que a la sazón era Pontifex Maximus. Su sucesor en el cargo fue Augusto
(naturalmente, con carácter vitalicio y hereditario). Ahora el emperador era también la máxima autoridad religiosa. Entre
sus atribuciones estaba también todo lo relacionado con el calendario, y no tardó en descubrir el error en la interpretación
del edicto de César a causa del cual se habían estado intercalando años bisiestos cada tres años en lugar de cada cuatro.
En consecuencia decretó que todos los años serían comunes hasta compensar el error (el siguiente año bisiesto fue el 4
d.C.). Aprovechando el edicto y para no ser menos que Julio César, decretó que el mes de su cumpleaños, llamado hasta
entonces Sextilis, pasaría a llamarse mes de Augusto (de donde viene el nombre actual "agosto").

También murió Agripa. Había ayudado a Augusto en la remodelación de Roma. Se construyeron dos nuevos acueductos
y numerosas cisternas y fuentes. La ciudad fue dotada de un cuerpo de bomberos y se reorganizó el abastecimiento de
trigo. Se construyeron dos arcos de triunfo, diversos templos, las termas de Agripa (las primeras termas públicas de Roma)
y el mausoleo de Augusto.

Livia quería que el heredero del Imperio fuera su hijo Tiberio, en lugar de los hijos de Agripa y Julia, así que persuadió a
Augusto (que siempre se dejó influir por ella) para que adoptara a Tiberio. Augusto puso como condición previa que
repudiara a su esposa, Vipsania Agripina, con la que estaba felizmente casado y de la que esperaba un hijo, y tomara en
matrimonio a Julia. El casamiento tuvo lugar en 11.

En 9 Druso había llegado al río Elba, 400 kilómetros al este del Rin, pero en el camino de vuelta cayó del caballo y murió
a consecuencia de las heridas. Inmediatamente fue reemplazado por su hermano Tiberio, que continuó combatiendo con
éxito a los germanos. Por estas fechas Roma controlaba todo el territorio al sur del Danubio. Iliria se había convertido en
la provincia de Dalmacia, y el territorio que se extendía al norte hasta el Danubio se convirtió en la provincia
de Panonia. Tracia conservó su independencia, gobernada por caciques dispuestos a complacer a Roma en cuanto fuera
necesario, pero Roma ocupó una estrecha franja de tierra al norte, conocida como Mesia, para defender el Danubio. Al
norte de Mesia estaba Dacia, un reino formado por la síntesis de tribus escitas y un pueblo nativo, los getas. Hacía un
tiempo que en las orillas del Vístula se había asentado un pueblo germano procedente de Escandinavia: los godos.
En 8 murió Mecenas, y poco después Horacio. Augusto lo hizo enterrar en una tumba junto a la de su protector. Tiberio
seguía queriendo a su esposa anterior, y además Julia era frívola y mimada. Tiberio terminó por solicitar el permiso de
Augusto para retirarse a la isla de Rodas. El emperador se lo concedió, tal vez pensando que sería algo provisional, pero
a medida que pasaron los años y Tiberio no mostraba interés por volver, Augusto estaba cada vez más enojado con
Tiberio.

Mientras tanto, el rey Herodes de Judea hacía cuanto podía para vencer la animadversión de su pueblo ante un rey idumeo.
Cumplió con todas las obligaciones religiosas y mejoró el templo de Jerusalén, hasta el punto que dicen que superó al de
Salomón, pero los judíos detestaban a Herodes. Surgieron muchos grupos extremistas, cuyos miembros eran conocidos
como zelotes, que, alentados por los pasados éxitos de los Macabeos frente a los seléucidas, se negaban a pagar impuestos
a Roma, estaban dispuestos a matar a todo romano que entrara en el Templo y abogaban por la rebelión armada. Los
zelotes no eran conscientes de que Roma era infinitamente más poderosa que los últimos seléucidas. Herodes hizo ejecutar
sin juicio al primero de sus jefes, pero el movimiento continuó. Incluso surgió en su seno un ala más radical,
los sicarios, que eran auténticos terroristas que creían en el asesinato como instrumento político.

Entre los judíos que eran conscientes del poder romano, muchos se decantaron por el mesianismo. Cada vez había más
judíos convencidos de que era inminente la llegada del Mesías, un descendiente del rey David que barrería con todos los
enemigos y crearía un poderoso reino mundial con centro en Jerusalén. Cualquier bandido, cualquier predicador, podía
pretender ser el Mesías, encontrar seguidores e iniciar una revuelta. Herodes tuvo que luchar por abortar todo brote
mesiánico, pues si uno escapara a su control demasiado tiempo podría llamar la atención de Roma y ello sería un desastre
para Judea.

Herodes, de acuerdo con las costumbres orientales, tuvo muchas mujeres. Se dice que unas diez. Con ellas tuvo el
suficiente número de hijos como para crear el habitual problema sucesorio, pero en 6 le sobrevino el temor de que, como
también era habitual, algunos de sus hijos que esperaban su muerte para heredar el trono intentaran matarlo para contar
con el factor sorpresa frente a sus rivales, por lo que mandó matar a muchas de sus mujeres e hijos, acusándolos de
traición. Dicen que Augusto, tras enterarse de una de estas ejecuciones, dijo: "preferiría ser el cerdo de Herodes antes
que el hijo de Herodes". Esto le ganó una fama de infanticida que después fue exagerada por la maledicencia de los judíos
y otras causas. Entre las víctimas quedaron Alejandro y Aristóbulo, los hijos que había tenido con Miriam (a la que
también había ejecutado años antes por traición).

El caso es que a su muerte, acaecida en 4, le sobrevivieron cuatro hijos: Herodes Arquelao, Herodes Antipas y dos
conocidos ambos como Herodes Filipo. Según el testamento de su padre, Herodes Arquelao gobernaría Idumea, Judea y
Samaria, Herodes Antipas tendría Galilea y un Herodes Filipo tendría Iturea, una región no judía situada al norte del mar
de Galilea. El segundo Herodes Filipo fue dejado de lado. Naturalmente, estas decisiones carecían de todo valor si
Augusto no las aprobaba, y lo hizo después de muchas dudas. De todos modos les prohibió ostentar el título real. Herodes
Arquelao sería un etnarca (gobernador de un pueblo), mientras que Herodes Antipas y Herodes Filipo
serían tetrarcas (gobernadores de un cuarto). Es costumbre hablar de Herodes Filipo el Tetrarca para distinguirlo de su
hermanastro tocayo.

Cuando el rey parto Fraates IV devolvió a Augusto los pendones de Craso, éste le regaló una esclava llamada Musa, que
pronto se convirtió en la esposa favorita del rey, tuvo un hijo y convenció a su marido para que enviara a Roma a los hijos
de sus otras esposas (lo cual hizo encantado, pues para un rey parto los hijos eran un peligro). Musa esperó a que su hijo
creciera y en 2 asesinó a Fraates IV y su hijo se convirtió en Fraates V.

Ese mismo año Augusto envió al destierro a su hija Julia. Su vida frívola y desordenada estaba poniendo en ridículo el
plan del emperador de reformar las costumbres romanas.

EL AÑO CERO
Los antiguos numeraban los años según sistemas muy diversos. Por ejemplo, los griegos usaban las olimpiadas, de modo
que, para ellos, Pericles llegó al poder el segundo año de la septuagésimo séptima olimpiada (460 a.C.). En general los
romanos no numeraban los años, sino que los indicaban nombrando los cónsules correspondientes. Así, el año 100 a.C.
era el año en que fueron cónsules Cayo Mario y Lucio Valerio. No obstante, para aquellos casos en que una numeración
correlativa era imprescindible, terminaron elaborando un sistema de datación que, teóricamente, comenzaba el año en que
Rómulo fundó Roma. En este sistema, el año 100 a.C. era el año 653 a.u.c., donde las siglas a.u.c. significan ab urbe
condita (desde la fundación de la ciudad). Importa poco si Rómulo existió o no y si, en caso afirmativo, fundó Roma o
no el año 1 a.u.c. Lo importante es que los romanos usaban coherentemente este sistema, que, por razones obvias, pronto
fue el más extendido en Europa.

En 532 d.C., Dionisio el Exiguo, un monje de origen sirio que vivía en un convento de Roma, matemático y teólogo, tras
profundos estudios de la Biblia y de las fuentes históricas, llegó a la conclusión de que Jesucristo había nacido el 25 de
diciembre del año 754 a.u.c., y propuso que dicho año fuera llamado 1 a.D. (anno Domini), es decir, el año 1 del Señor.
El clero difundió rápidamente este sistema de datación, si bien su introducción oficial tuvo lugar en épocas muy distintas
en cada país. Por ejemplo, Carlomagno decretó su uso el mismo año de su coronación, que, de 1554 a.u.c., pasó a ser el
año 800 a.D.

Los eruditos siguieron usando el sistema a.u.c. para numerar los años hasta el 753 a.u.c. y, a partir de aquí, consideraban
que empezaba la Era Cristiana, con lo que el año siguiente pasaba a ser 1 a.D. No fue hasta el siglo XVII que los
historiadores empezaron a nombrar los años anteriores al 1 a.D. contando hacia atrás. Por aquellas fechas, el sistema de
numeración arábigo estaba plenamente difundido y los matemáticos hacía mucho tiempo que manejaban con soltura los
números negativos, pero parece ser que los historiadores no, lo que les llevó a cometer un crimen contra la Humanidad:
impusieron la costumbre de que el año anterior al 1 a.D., esto es, el año 753 a.u.c., pasara a ser el año 1 antes de Cristo, en
siglas 1 a.C., tras el cual venía el año 1 a.D o, equivalentemente, el año 1 d.C. (año 1 después de Cristo). Dicho así puede
sonar razonable, pero el crimen queda patente si miramos la tabla de conversión resultante:

750 a.u.c - 4 a.C.


751 a.u.c - 3 a.C.
752 a.u.c - 2 a.C.
753 a.u.c - 1 a.C.
754 a.u.c - 1 d.C.
755 a.u.c - 2 d.C.
756 a.u.c - 3 d.C.
757 a.u.c - 4 d.C.

¡No hay año cero! Este atentado contra el álgebra elemental puede inducir a mil equívocos y errores a quien no sea
consciente de sus múltiples consecuencias. Por ejemplo, si la temperatura pasa de 4 grados bajo cero a 4 grados sobre
cero el aumento ha sido de 8 grados, pero entre el año 4 a.C. y el año 4 d.C. no han transcurrido 8 años, sino sólo 7 (porque
falta el año 0), tal y como se ve claramente si pensamos que estamos hablando de los años 750 a.u.c. y 757 a.u.c.

Entre los errores más sonados a este respecto figura la celebración del bismilenario de Augusto. En efecto, todos los
historiadores coinciden en que Augusto nació el año 63 a.C. Si hubiera año cero, el bismilenario se cumpliría el año -
63+2000 = 1937, pero así hemos contado un año inexistente, luego nos falta uno más para tener los dos mil. La fecha
correcta, es, pues, el año 1938. Sin embargo, Mussolini, en su campaña de exaltación de la Roma Imperial, celebró en
1937 el citado bismilenario, con toda la magnificencia y los faustos propios de la Italia de la época. Un profesor de la
Universidad de Oxford, J.K. Fotheringam, hizo notar la equivocación, lo que suscitó rabiosas reacciones de la jerarquía
fascista (que, por supuesto, se negó a reconocer el error). De hecho, era la tercera vez que los literatos, historiadores y
políticos italianos metían la pata, pues lo mismo les había sucedido con los bismilenarios de Virgilio y Horacio (que se
cumplían en 1931 y 1936, respectivamente, pero se celebraron también con un año de antelación, eso sí, más
discretamente).

Recientemente, los principales beneficiarios de la sociedad de consumo fomentaron la incultura popular al propagar la
peregrina idea de que el 1 de enero del año 2000 empezaban el siglo XXI y el tercer milenio de la Era Cristiana. El siglo
I comprende los 100 primeros años de la Era Cristiana, de modo que abarca el periodo comprendido entre el 1 de enero
de 1 d.C. y el 31 de diciembre de 100 d.C., por lo que el siglo II da comienzo el 1 de enero de 101 d.C., el siglo III da
comienzo el 1 de enero de 201 d.C. y así, el siglo XXI empezó el 1 de enero de 2001. Igualmente, el primer milenio de la
Era Cristiana comprende los mil primeros años, es decir, el periodo comprendido entre el 1 de enero de 1 d.C. y el 31 de
diciembre de 1000 d.C., con lo que el segundo milenio comenzó el 1 de enero de 1001 d.C. y el tercer milenio comenzó
el 1 de enero de 2001.
Notemos, en cambio, que el criterio es diferente para los siglos y milenios anteriores a Cristo. Igual que no hay año cero,
tampoco hay siglo cero, de modo que el siglo I a.C. comprende los 100 años anteriores al 1 d.C., esto es, el periodo
comprendido entre el 1 de enero de 100 a.C. y el 31 de diciembre de 1 a.C. Así, el siglo I a.C. empieza en el año 100 a.C.
y el siglo XX a.C. empieza en el año 2000 a.C.

Desgraciadamente, el sistema vigente de numeración de los años está tan extendido que intentar modificarlo introduciendo
un año cero es prácticamente impensable.

Para terminar, al respecto de la teoría de Dionisio el Exiguo diremos que no es imposible que Jesucristo naciera el 25 de
diciembre del año 754 a.u.c. (o 1 d.C.), pero, desde luego, no pudo ser así según la Biblia, pues ésta dice que Jesucristo
nació durante el reinado de Herodes, el cual murió en el año 750 a.u.c. (4 a.C.) Por otra parte, Jesucristo murió el año 30
d.C., luego, si aceptamos la tradición de que murió a los 33 años, su nacimiento debió de producirse precisamente en 4
a.C. Ahora bien, del mismo modo que no importa si Rómulo fundó o no Roma el año 1 a.u.c., el hecho de que Jesucristo
haya nacido o no el año 1 d.C. tampoco tiene ninguna relevancia.

Nota: He recibido un par de mensajes defendiendo la "lógica" de que no exista un año cero. Esencialmente, la idea es
que el año 754 a.u.c. es el primer año de la Era Cristiana y el año 753 a.u.c. es el primer año anterior a la Era Cristiana,
por lo que no hay lugar para un año cero. Ciertamente, es una forma coherente de concebir la situación, pero, tal y como
hemos explicado, la coherencia se pierde en cuanto se intenta identificar los números que nombran los años con
números enteros para aplicarles su aritmética.

Lo que afirmamos es que nadie con un conocimiento básico del álgebra elemental hubiera aplicado esa "lógica" para
nombrar los años, sino que, en su lugar, habría usado esta otra: el año 754 a.u.c. es simplemente (aceptando los cálculos
erróneos de Dionisio el Exiguo) "el año en que nació Cristo"; el año 755 a.u.c. es el primer año posterior al nacimiento
de Cristo, el año en que Cristo celebró su primer cumpleaños, el año en que la Virgen María podía decir "ya
hace un año que nació mi Hijo", y por ello podría haber sido considerado el primer año después de (el nacimiento de)
Cristo (1 d.C.); similarmente, el año 756 a.u.c. hubiera podido ser considerado como el segundo año posterior a (el
nacimiento de) Cristo, es decir, el año 2 d.C., y así sucesivamente; por otra parte, el año 753 a.u.c. podría haber sido
considerado como el primer año anterior a (el año del nacimiento de) Cristo, el año en que los profetas podrían haber
dicho "falta un año para que nazca Cristo" y, por lo tanto, llegaríamos al mismo número que ahora se le asigna: 1 a.C., y
así sucesivamente. En estos términos, el año 754 a.u.c. no sería ni anterior ni posterior al año del nacimiento de Cristo.
Ese año, ni faltaría ningún año para el nacimiento de Cristo ni pasaría ningún año desde el año del nacimiento de Cristo,
por lo que le hubiera convenido el nombre de año 0. No 0 a.C. ni 0 d.C, igual que el número entero 0 no es ni +0 ni -0
(o admite ambos signos a la vez).

Esta concepción no es menos lógica que la anterior y tiene la ventaja de ser compatible con la aritmética. En estos
términos, diríamos que el primer año de la Era Cristiana es el año 0 (sería absurdo hablar del año cero de la Era
Cristiana), y ese desfase entre primer año y año 0 es el mismo que se da entre "primer año" y 1789 cuando ahora
decimos que el primer año de la Edad Contemporánea es el año 1789: una cosa es el primer año de un periodo y otra
cosa el número asignado a ese año, que bien podría haberse fijado de forma más sensata, tal y como acabamos de
describir, como el número de años transcurridos (positivos o negativos) desde el nacimiento de Cristo.

Por otra parte, debemos reconocer que es injusto en parte atribuir la responsabilidad del desaguisado a los historiadores
del siglo XVII, que se encontraron con que "el mal ya estaba hecho", pues el año que podría haber sido considerado de
forma natural como año cero ya estaba inamoviblemente asentado como año 1 a.D., y hubiera resultado artificial llamar
año cero al año anterior al nacimiento de Cristo. La "culpa", pues, recae sobre Dionisio el Exiguo, que a su vez podría
argüir en su defensa que en su época se desconocía el número cero. Por otra parte, no es menos cierto que, si los
matemáticos del siglo XVII hubieran sido aficionados a la historia, no habrían dudado un instante en sacrificar la
naturalidad a la aritmética y hubieran llamado año cero al año 753 a.u.c. como un artificio conveniente más de los muchos
que emplean los matemáticos (del estilo de 50 = 1, 0! = 1, etc.)

TIBERIO
La entrada en el primer milenio de nuestra era se produjo sin incidentes dignos de mención. El Imperio Romano disfrutaba
de una paz y una estabilidad política como nunca antes se había conocido. El mayor problema de Augusto en los próximos
años iba a ser el de la sucesión. Livia, su esposa, deseaba que ésta recayera sobre su hijo Tiberio, y había tratado de que
su marido lo adoptara, pero Augusto había puesto como condición previa que se casara con su hija Julia, si bien un tiempo
después de la boda Tiberio decidió que estaría mucho mejor exiliado en Rodas, lejos de su cónyuge. Tras un tiempo
prudencial tras el destierro de Julia, Tiberio solicitó a Augusto permiso para volver a Roma, pero le fue denegado.
Probablemente Augusto pensaba que si Tiberio hubiera ejercido dignamente su papel de marido, no se habría visto
obligado a desterrar a su hija. En 2, a regañadientes y por la insistencia de su esposa, Augusto aceptó finalmente el regreso
de Tiberio.

Sin embargo, los acontecimientos iban a favorecer los planes de Livia. Ese mismo año enfermó y murió Lucio Julio César,
uno de los dos hijos de Julia y Agripa a los que Augusto había adoptado con vistas a la sucesión. Su hermano Cayo,
siendo todavía un adolescente, fue enviado a una misión de escasa importancia en Asia Menor, pero recibió una herida y
murió en el viaje de vuelta, en 4. Contando la muerte de su sobrino Marcelo, ya eran tres los intentos frustrados de Augusto
para designar un sucesor. Julia y Agripa habían tenido dos hijas más, Julia y Agripina, y un hijo, Agripa
Póstumo, llamado así porque había nacido tras la muerte de su padre y a la sazón tenía quince años. Augusto decidió
designarlo como sucesor, para lo cual lo adoptó. No obstante, Augusto tenía ya casi setenta años y comprendía que si le
sorprendía la muerte en un plazo breve, sería un desastre que el Imperio quedara en manos de alguien tan joven, pues las
viejas intrigas resurgirían inmediatamente. Por ello a Livia no le debió de costar mucho convencerlo para que finalmente
adoptara también a Tiberio, que se convirtió, por consiguiente, en Tiberio Julio César. No obstante, Augusto conservaba
su astucia de siempre: Druso, el hermano de Tiberio, había tenido un hijo que había heredado el sobrenombre de su padre
y era conocido como Druso Claudio Germánico. Tenía entonces dieciocho años, y Augusto obligó a Tiberio a adoptarlo,
con lo que pasaba a ser Druso Julio César Germánico, al que no hay que confundir con su hermanastro de trece años,
hijo de Tiberio y su primera esposa, que con la adopción de su padre entraba también en la familia Julia y pasaba a
ser Druso Julio César, conocido también como Druso el Joven. La maniobra de Augusto abría la posibilidad de que la
sucesión saltara directamente a Druso Germánico si no podía recaer en Agripa Póstumo.
En 5 el emperador de China era un niño llamado Pingdi, pero pronto fue envenenado por un ministro llamado Wang
Mang, que logró hacerse con el poder gracias a la ayuda de la madre del difunto emperador.

Tiberio recuperó el mando de las legiones destacadas en Germania. Seguía siendo el brillante general que había sido antes
de su destierro, y en 6 Germania estaba totalmente en calma, así que Augusto lo destinó a Panonia, donde las cosas no
iban tan bien. En Germania puso a Publio Quintilio Varo, que había sido gobernador de Siria, más corrupto de lo que
cabría esperar de un funcionario de Augusto.

Años atrás, Druso había derrotado en Germania a un pueblo emparentado con los suevos, los marcomanos, y algunos de
sus miembros fueron llevados a Roma como rehenes. Entre ellos estaba un niño llamado Marobodo, que ahora regresó
a su pueblo y lo guió en una migración hacia el sureste que lo llevó a establecerse entre el Danubio y el Elba, y allí formó
un reino hostil a Roma.

Donde tampoco iban nada bien las cosas era en Judea. Augusto había recomendado a Herodes Arquelao que tratase
suavemente a sus difíciles súbditos judíos, pero éste decidió gobernar con mano dura y mantener la ley a toda costa, así
que los judíos, ya predispuestos en su contra por ser medio idumeo y medio samaritano, lo odiaron más encarnizadamente
que a su padre y no cesaron de enviar embajadas a Roma solicitando que fuera destituido. Finalmente, Augusto consideró
que era la mejor opción, Herodes Arquelao fue destituido y se retiró de la política, mientras Judea era gobernada por
un procurador, que era el nombre que recibía el gobernador de una parte de una provincia. En efecto, Herodes Antipas
se las arregló mejor en Galilea para evitar enfrentamientos con sus súbditos, por lo que pudo conservar el poder. El único
motivo de tensión fue su decisión de divorciarse de su esposa (hija del rey nabateo) para casarse con Herodías, hija de
Aristóbulo, uno de los hijos ejecutados por Herodes. Herodías estaba casada con su tío Herodes Filipo (el tetrarca), con
quien había tenido una hija llamada Salomé, pero decidió abandonar a su esposo y casarse con su otro tío Herodes
Antipas. En realidad era medio sobrina de ambos, pues Aristóbulo, Herodes Filipo y Herodes Antipas sólo eran hermanos
por parte de padre. No obstante, para los judíos más conservadores ese matrimonio era un incesto. (No menos incesto que
el matrimonio de Herodes Filipo con Herodías, pero ése no pareció molestar a nadie.)
En 6 el rey parto Fraates V fue derrocado por su hermanastro Vonones I, que había sido educado en Roma como rehén y
contaba con el respaldo de Augusto.

En 7 quedó patente que Agripa Póstumo era deficiente mental, así que Augusto revocó la adopción. Para tratar de que se
olvidara la mala imagen que había dado el "sucesor", Augusto lo confinó en una isla, lejos de Roma. Ahora los más firmes
candidatos a la sucesión eran Tiberio y su hijo adoptivo Germánico.

Augusto consideró que Tiberio había dejado a Germania lista para ser convertida en provincia romana, así se lo comunicó
a Varo, que emprendió la tarea con arrogancia y sin ningún tacto, lo que pronto provocó la rebelión de los germanos.

En 8 Augusto tuvo que hacer frente a un nuevo escándalo en Roma. Esta vez lo provocó su nieta Julia, que seguía los
pasos de su madre y, pese a estar casada con Lucio Emilio Paulo, fue sorprendida en un romance con el poeta Ovidio,
que le cantó con el nombre de Corina. Parece ser que entre ambos hubo algo más que cantos, pues ambos fueron
desterrados (a lugares distintos, naturalmente). Ovidio no caía bien a Augusto, pues su poesía distaba mucho del programa
moralizante que habían seguido otros autores, como Horacio, Virgilio o Tito Livio destinado a promover las antiguas
virtudes romanas entre la ciudadanía. La obra más famosa de Ovidio son sus Metamorfosis, donde narra algunos de los
mitos griegos más conocidos y en la que se relatan toda suerte de amoríos, infidelidades, raptos, etc. entre dioses y
mortales. Nada que hoy en día no suene normal, pero suficiente para escandalizar a Augusto, que era bastante puritano.
El caso es que Ovidio terminó en la desembocadura del Danubio y nunca pudo regresar a Roma, pese a sus
famosas Tristes, con las que en vano trató de conmover al emperador.

Entre tanto los germanos encontraron un líder de veinticinco años llamado Hermann. Su pueblo eran
los queruscos. Había sido llevado como rehén a Roma, donde aprendió latín, terminó enrolado en el ejército y llegó a
conseguir la ciudadanía romana. Es más conocido en la historia por la versión latina de su nombre: Arminio.

Arminio no se enfrentó directamente a Varo, sino que durante un tiempo realizó un doble juego. Se ganó la confianza de
Varo y finalmente en 9 lo persuadió para que abandonase la segura frontera del Rin e instalase su campamento en el
interior de Germania, hacia donde vivían los queruscos. Luego organizó una pequeña revuelta para atraer a Varo aún más
lejos, en los bosques, mientras él mismo lo seguía con un contingente germano (supuestamente leal) como retaguardia.
Cuando Varo llegó a la región conocida como Teutoburger Wald, a unos 130 kilómetros al este del Rin, sin saberlo
estaba totalmente rodeado por insurrectos germanos, que, tras tres días de violentos combates, terminaron por exterminar
a Varo y las tres legiones que tenía a su cargo.

Augusto no podía reconstruir las tres legiones sin imponer una inaceptable carga fiscal al Imperio, así que durante un
tiempo las veintiocho legiones romanas se vieron reducidas a veinticinco. Se dice que Augusto pasó un tiempo
desesperado gritando en su palacio: "¡Varo, Varo, devuélveme mis legiones!" Pero Varo había muerto con sus hombres.
Tiberio y Germánico fueron enviados inmediatamente al Rin para evitar que los germanos invadieran la Galia.

Mientras tanto, el usurpador Wang Mang se proclamó emperador de China, fundador de la nueva dinastía Xin, tras lo
cual inició una serie de reformas. El estado seguía siendo el único propietario del suelo, pero las tierras fueron
redistribuidas. Se limitó la esclavitud y se fijaron precios máximos para los productos. El estado se convirtió en un
acreedor despiadado, lo que llevó a una disminución del nivel de vida de los campesinos.

En 10 la actitud del rey parto Vonones I, tan servil hacia Roma, provocó una rebelión nacionalista encabezada por el
gobernador de Media, que se convirtió en el nuevo rey, con el nombre de Artabán III.

En 11 Tiberio y Germánico estuvieron en condiciones de iniciar nuevas campañas en Germania, para dejar claro a los
germanos (y a los romanos) que la derrota de Teutoburger Wald había sido un hecho aislado. Germánico se casó con
Agripina, la hija de Agripa y Julia y hermana de la otra Julia, la cual seguía en el destierro. Tuvieron nueve hijos.
En 13 Tiberio dejó a Germánico al mando y volvió a Roma.

En 14 Augusto agonizaba en el lecho, a sus setenta y siete años de edad. Había reinado durante cuarenta y tres. Dicen que
sus últimas palabras fueron: "¿Creéis que he representado bien mi papel en la vida? Si es así, aplaudid." Tiberio se
encontraba fuera de la ciudad, a punto de partir hacia Dalmacia, pero Livia le envió mensajeros con instrucciones, y al
recibirlos se puso inmediatamente al mando del ejército y regresó a Roma para asumir el cargo de emperador. Al igual
que había hecho Augusto, ofreció al Senado la posibilidad de restaurar la República, pero tanto él como el Senado sabían
que no había más opción que rechazar la oferta, de modo que Tiberio recibió del Senado los poderes de Augusto y así la
figura del emperador dejó de ser una figura excepcional, vinculada a Augusto, para adquirir carácter estable. De todos
modos, por si acaso, Tiberio se apresuró a ejecutar a Julia, la hija de Augusto y a Agripa Póstumo. Tras su muerte, Augusto
recibió honores divinos, con lo que se consolidó definitivamente el llamado Culto Imperial, por el cual el emperador
romano era considerado un dios a todos los efectos.

Tiberio no tardó en tomar firmemente las riendas del poder. Incrementó la vigilancia sobre los gobernantes de las
provincias para castigar la apropiación indebida de impuestos. Por algún motivo, Tiberio llamó a Roma al rey Arquelao
de Capadocia, donde fue encarcelado. Inmediatamente después de la muerte de Augusto las legiones del Rin y del
Danubio se amotinaron pidiendo más paga y menos horas de servicio. Tiberio envió a su hijo Druso el Joven al Danubio
y a Germánico al Rin, y ambos se las arreglaron para resolver la situación con diplomacia (y aumentando la paga). Para
mantener a los soldados ocupados Germánico dio un nuevo impulso a las campañas contra los germanos. En 16 los
queruscos de Arminio fueron derrotados y Germánico recuperó los pendones de las legiones de Varo, pero Arminio logró
huir. Intentó que los germanos lo proclamaran rey, pero lo que hicieron fue envenenarlo.

Aunque la posición de Roma en Germania volvía a ser favorable, Tiberio decidió que no merecía la pena mantener la
ocupación: era tentar al destino, pues los germanos podían obtener una segunda victoria y ello podría acrecentarlos para
invadir la Galia. Para evitar esta posibilidad ordenó a Germánico que se retirara al Rin y cuando la frontera estuvo
firmemente establecida en el curso del río lo envió al Este, a ocuparse de las eternas disputas con los partos sobre Armenia.
(No obstante, una estrecha franja de terreno entre la Galia y el Rin siguió siendo considerada territorio germánico
gobernado por Roma, dividido en dos provincias: Germania Superior y Germania Inferior.)

En 17 Tiberio tuvo que hacer frente a una rebelión de los númidas, que decidieron luchar por su independencia a las
órdenes de Tacfarinas, quien había servido en el ejército romano para luego desertar e iniciar la revuelta. El rey Arquelao
de Capadocia murió en prisión, y su reino se convirtió en una nueva provincia romana.

También murieron Ovidio y Tito Livio. Éste llevaba escritos 142 libros, en los que narraba la historia de Roma desde su
fundación hasta la muerte de Druso (el hermano de Tiberio). Su propia muerte le impidió llegar hasta la muerte de
Augusto, que era lo que tenía planeado. La obra de Livio carece del rigor de los historiadores griegos. Al contrario, los
hechos se presentan de forma muy novelada y están infestados de mitos y leyendas inverosímiles. Sólo sobreviven 35 de
sus libros, más unos resúmenes del resto usados en las escuelas.

En 18 murió el rey Juba II de Mauritania (al que Augusto había casado con Cleopatra Selene) y el trono fue ocupado por
su hijo, que recibió, como no, el nombre de Ptolomeo, conocido en la historia como Ptolomeo el Mauritano. Fue el
último descendiente del general de Alejandro.

Tras la derrota de Varo, los germanos victoriosos supusieron una amenaza para otros pueblos germánicos, entre ellos los
marcomanos, por lo que el rey Marobodo no tardó en reconciliarse con Roma. Sin embargo, en 19 acabó siendo
destronado por un rey vecino y tuvo que refugiarse en Ravena, en Italia, donde permaneció hasta su muerte.

Ese mismo año murió el derrocado rey parto Vonones I. Tres años antes había tenido que buscar refugio en Siria, donde
acabó siendo un prisionero romano. Murió mientras intentaba escapar.

También murió Germánico, a sus treinta y cuatro años de edad. Tiberio no tenía el don de gentes de Augusto. Era muy
eficiente y se tomó muy en serio las labores del gobierno, pero era taciturno, misántropo e introvertido. Mientras Augusto
podía ir por las calles sin protección, Tiberio necesitaba una escolta. Despreciaba (probablemente con razón) a los
senadores por su incompetencia, y no tardó en ganarse su enemistad. Los senadores difundieron el rumor de que Tiberio
había envenenado a Germánico para que el Imperio pasara a manos de su hijo Druso el Joven. Parece ser que Agripina,
la viuda de Germánico, así lo creyó.

La opinión pública consideró autor material del envenenamiento a Cneo Calpurnio Pisón, al que Tiberio pareció
defender en un primer momento, pero luego lo abandonó a su suerte y fue condenado sin pruebas en 20. En realidad lo
más probable es que Germánico muriera de alguna enfermedad.

En 21 un noble eduo llamado Julio Sacrovir encabezó un levantamiento de los galos, al que se le unió el trévero Julio
Floro. Contaron con un importante ejército, pero mal equipado e insubordinado, y finalmente la revuelta fue aplastada
por las legiones de Cayo Silio. Sacrovir se suicidó con sus principales compañeros.
Si hubo algo de cierto en que Tiberio pensó en dejar el Imperio a su hijo Druso, el caso fue que tuvo la misma suerte que
Augusto con sus herederos, pues Druso el Joven murió en 23 a los treinta y ocho años. La muerte de su hijo afectó mucho
al emperador, que empezó a buscar un hombre de confianza que pudiera encargarse del gobierno (a modo de primer
ministro) y le permitiera retirarse de la vida política. Eligió a Lucio Elio Sejano, que a la sazón era el jefe de la guardia
pretoriana (las tropas que Augusto había repartido por Italia a modo de policía). Sejano convenció a Tiberio de que
reagrupara la guardia pretoriana en un campamento cercano a Roma. En general, Sejano se esforzó por aumentar el poder
de Tiberio frente al Senado, lo que le granjeó, obviamente, la enemistad de los senadores.

Tiberio eligió como herederos a dos de los hijos que Germánico había tenido con Agripina: Nerón y Druso Julio
César. Dos años antes, Nerón se había casado con Julia, hija del recientemente fallecido Druso y, por lo tanto, nieta de
Tiberio.

Mientras tanto, en China se produjeron numerosos levantamientos de campesinos que terminaron derrocando a Wang
Mang y restaurando la dinastía Han. El poder pasó a un miembro de la dinastía llamado Liu Xiu, pero que al subir al
trono cambió su nombre por el de Huang Wudi. Una de sus primeras decisiones fue trasladar la capital hacia el este,
a Luoyang, por lo que los historiadores distinguen entre los Han occidentales (o anteriores) y los Han
orientales (o posteriores) para referirse a los emperadores que gobernaron antes y después de Wang Mang,
respectivamente. El nuevo emperador inició un largo proceso de restauración del orden que propició el ascenso de la clase
social de los mercaderes y de los notables, o grandes propietarios.

En 24 el procónsul Publio Cornelio Dolabela puso fin a la rebelión de Tacfarinas en Numidia con una sangrienta
batalla.

JESÚS DE NAZARET
La vieja religión romana, como en su día le había ocurrido a la griega, estaba prácticamente muerta. En sus inicios, tomada
en gran parte de los etruscos, había sido una religión de agricultores, con ritos sencillos destinados a garantizar buenas
cosechas y, más en general, a adivinar el futuro para elegir los mejores momentos para cada acción, lo que después
adquiriría gran importancia en las cuestiones militares. Después se fundió con la religión griega, lo que le dio una mayor
riqueza, atractivo y valor literario, pero no más credibilidad. En tiempos del Imperio eran pocos los romanos para los que
Júpiter, Marte, Venus, etc. significaban realmente algo, si bien esto no era óbice para que el escrupuloso cumplimiento
de los ritos y el respeto hacia los dioses diera buena imagen y fuera considerado signo de honorabilidad. Esta circunstancia
le permitió sobrevivir formalmente, pese a su agonía interna. Además, con la muerte de Augusto se instituyó
definitivamente el Culto Imperial, por el que los emperadores recibían honores divinos en vida y eran considerados dioses
de pleno derecho tras su muerte. El Culto Imperial fue uno de los soportes de la autoridad del emperador. Por ejemplo,
los soldados romanos, en su juramento de lealtad, tenían que reconocer la naturaleza divina del emperador, de modo que
cualquier intento de rebelión podía desatar la venganza de los dioses, una posibilidad capaz de inquietar a muchos
legionarios rudos, pero supersticiosos. De este modo, el fomento del Culto Imperial iba acompañado necesariamente de
un estímulo de las creencias religiosas tradicionales, pues una manifestación pública de ateísmo, o simplemente de falta
de devoción, podría confundirse fácilmente con un desacato al mismo emperador.

Augusto trató en vano de conseguir que los romanos creyeran sinceramente en sus dioses, al tiempo que trató de desalentar
los cultos extranjeros. Sin embargo, bajo Tiberio éstos últimos volvieron al primer plano, si es que habían dejado de
estarlo alguna vez. Las religiones orientales resultaban más atractivas en muchos aspectos. El culto a las diosas Démeter,
Cibeles e Isis eran particularmente gratos a las mujeres, pues se las consideraba diosas amorosas y compasivas. La diosa
Isis se asociaba especialmente con el amor maternal hacia su hijo Horus. Para los hombres con ideales más viriles
estaba Mitra, el dios persa del Sol, al que se le representaba como un hombre joven apuñalando a un toro. Era un guerrero
invicto que no envejecía ni perdía vigor. Su culto, con un fondo de mazdeísmo, se convirtió en una religión de soldados,
del que las mujeres estaban excluidas. También estaba Serapis, la versión grecolatina de Apis, el toro sagrado egipcio
encarnación de Osiris. (Serapis es una deformación de Osiris-Apis). Éstas eran religiones para gentes sencillas. Los más
refinados tenían a su disposición las religiones mistéricas griegas, que, envueltas en su aureola esotérica, habían
conservado su vigor pese al declive de Grecia. La más famosa era la de los misterios eleusinos. Todas estas religiones
tenían un punto en común que las diferenciaba de las creencias tradicionales de griegos y romanos: los dioses "usuales"
podían proporcionar protección o buenas cosechas, pero apenas se interesaban por el individuo. Por el contrario, cada
cual a su manera, de un modo u otro, las creencias que acabamos de mencionar involucraban alguna forma de salvación
tras la muerte, de contacto con lo divino, de consuelo ante las adversidades y, en definitiva, todas daban un sentido a la
vida.

Una alternativa a la religión para dar sentido a la vida era la filosofía. Platón y Aristóteles eran demasiado intelectuales
para alcanzar mucha popularidad, pero, por el contrario, la filosofía epicúrea (que, muy resumidamente, propugnaba la
búsqueda del placer dentro de la moderación) tuvo incontables seguidores entre los griegos cultos y no tardó en contagiar
a los romanos. Tanto fue así que "epicúreo" se convirtió casi en sinónimo de griego. En Judea, donde la cultura griega
ejercía gran influencia desde la época del dominio seléucida, los judíos conversos eran llamados epicúreos, y aún hoy se
les conoce como "apikoros". Otra escuela filosófica en boga (bastante menos popular, pero más admirada), fue el
estoicismo, la vieja doctrina fundada por Zenón de Citio unos trescientos cincuenta años atrás, que propugnaba el
autodominio y la indiferencia ante el placer y el dolor.

Sin embargo, el mayor fenómeno religioso de la época estaba a punto de hacer su aparición en Judea o, más precisamente,
al norte, en Galilea. Judea era sin duda la zona del Imperio donde se registraban más tensiones, precisamente por motivos
religiosos. En 26 Tiberio consideró finalmente que podía confiar a Sejano el gobierno del Imperio y se retiró a la isla
de Capri, en la bahía de Nápoles. Los historiadores romanos contaron que allí se dio a toda clase de orgías, pero es difícil
creerlo si tenemos en cuenta que el emperador contaba ya con sesenta y ocho años, que toda su vida había estado marcada
por la austeridad y que no era la primera vez que los muchos senadores que habían visto menguadas sus prerrogativas
trataban de difamarlo. Ese mismo año Sejano nombro procurador de Judea a uno de sus protegidos: Poncio Pilato. Fue
el sexto procurador romano en la región desde que Augusto depusiera a Arquelao.

Mientras tanto Galilea seguía gobernada por Herodes Antipas, que se las arreglaba para contener el desagrado que los
judíos mostraban ante un rey de origen idumeo. Uno de sus críticos más severos fue un predicador llamado Juan el
Bautista. Vivía al este del Jordán y allí instaba a los judíos a retomar su fe con nuevas fuerzas, arrepintiéndose de sus
pecados pasados. Como símbolo de este arrepentimiento Juan "lavaba" los pecados de sus seguidores mediante una
ablución en las aguas del Jordán. "Bautista" significa en griego "que sumerge en el agua".
Su más famoso discípulo se llamaba Joshua (Yahveh salva) pero es más conocido por la versión latina de su
nombre: Jesús de Nazaret. (Nazaret, sin duda su lugar de nacimiento, era una ciudad de Galilea.) Fue uno de los muchos
a los que algunos judíos tomaron por el mesías, con la diferencia de que la historia ha hecho que hoy en día medio mundo
siga creyéndolo. En un momento dado, Jesús dejó a su maestro y se retiró al desierto por un tiempo, tras lo cual,
en 28, empezó a predicar su propia doctrina. El rey nabateo (padre de la esposa que Herodes había repudiado para casarse
con Herodías) había declarado la guerra a Herodes. La cosa había quedado en nada gracias al poderío romano, pero
Herodes se sintió humillado. Juan el Bautista intensificó sus acusaciones de incesto hacia Herodes (por haberse casado
con su sobrina Herodías), y sus palabras fueron especialmente ofensivas para con la reina. En parte por esto y en parte
porque Herodes acusó al Bautista de estar pagado por el rey nabateo, el predicador fue encarcelado ese mismo año y
ejecutado un tiempo después, a instancias de Herodías.

Volviendo a Jesús, hay que decir que las fuentes históricas sobre su vida son problemáticas. Las principales son los cuatro
evangelios que forman parte de la Biblia, textos basados en una tradición que fue transmitida oralmente durante casi
cuarenta años. Estos textos contienen mucho material ficticio destinado a "demostrar" que Jesús era realmente el Mesías.
Aquí hemos de incluir en particular todos los datos sobre su vida anterior a su carrera como predicador, en especial las
circunstancias de su nacimiento. Así, por ejemplo, el evangelio según san Mateo empieza con una supuesta genealogía
de Jesús que lo remonta al mismo rey David (pues el Mesías debía ser un descendiente de David). También explica que,
pese a que los padres de Jesús vivían en Nazaret, el nacimiento tuvo lugar en Belén (al sur de Jerusalén), que era
precisamente el lugar de nacimiento del rey David:

Por aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto mandando empadronar a todo el mundo. Éste fue el primer
empadronamiento hecho por Cirino, (que después sería) gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a
la ciudad de su estirpe. José, pues, como era de la casa y familia de David, vino desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la
ciudad de David, llamada Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, la cual estaba encinta. Y sucedió
que, estando allí, le llegó la hora del parto. (Lc II, 1-6)
El relato también pretende (Mt II) que unos magos (o sea, sacerdotes persas) preguntaran al rey Herodes por el Rey de
los Judíos, cuyo nacimiento les había sido anunciado por una estrella. Herodes entonces, pensando que su trono
peligraba, ordenó matar a todos los niños de menos de dos años nacidos en Belén. Así fue como la fama de infanticida
que tenía Herodes por haber matado a algunos de sus hijos se multiplicó desaforadamente.

Irónicamente, este celo por justificar que Jesús cumplía todos los requisitos para ser el Mesías delata la adulteración de
las fuentes, pues también se justificó lo que nunca debió justificarse: Según los evangelios, la madre de Jesús
(llamada Miriam, o María en su forma latina) fue siempre virgen, lo que ratificaba así una profecía que en realidad no
era tal, sino tan sólo un error de traducción cometido por los redactores griegos de la Biblia de los Setenta.

Los evangelios están saturados de pasajes tan poco fidedignos como éstos. Por ejemplo, a Jesús se le atribuyen numerosos
milagros, pero la mayoría de ellos son "remakes" de milagros anteriores, principalmente de Elías y Eliseo:

Vino a la sazón un hombre de Baalsalisa que traía para el varón de Dios panes de primicias, veinte Al caer la tarde, sus discípulos se llegaron a é
panes de cebada y trigo nuevo en su alforja. Y dijo Eliseo: Dáselo a la gente para que coma. A lo que Despacha a esas gentes para que vayan a las
respondió el criado: ¿Qué es todo eso para ponerlo delante de cien personas? Replicó Eliseo No tienen necesidad de irse: dadles vosotros
nuevamente: Dáselo a la gente para que coma; porque esto dice el Señor: Comerán y sobrará. de cinco panes y dos peces. Díjoles él: Traédm
Finalmente lo puso delante de la gente, y comieron todos, y sobró, según la palabra del Señor. (Re hierba, tomó los cinco panes y los dos peces,
II, 42-44) dio los panes a los discípulos, y los discípulos
de lo que sobró se recogieron doce canastos l
cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños

Sin embargo, esto no significa que Jesús no tuviera en vida fama de hacer milagros. Aquí conviene hacer una reflexión
general: los evangelios contienen tantos pasajes fantasiosos que algunos historiadores han recelado de su valor
documental, llegando incluso a dudar de la existencia misma de Jesús. Sin embargo, sucede que los propios evangelios
aportan uno de los argumentos más convincentes en favor de su trasfondo histórico. Aunque los evangelistas no dudaron
en añadir cuantos pasajes juzgaron necesarios para presentar la imagen de Jesús tal y como fue concebida tras su muerte
por sus seguidores, sin embargo, no se atrevieron a eliminar algunos pasajes que contradecían dicha imagen. La única
explicación para la presencia de estos pasajes "embarazosos", para los que posteriormente hubo que encontrar delicadas
justificaciones, es que realmente existió un Jesús histórico que no era exactamente lo que luego se dijo que era, y ello
quedó reflejado en varias tradiciones tan firmemente arraigadas que sus discípulos no pudieron negarlas, y lo máximo
que pudieron hacer fue disimularlas entre otras ficciones acordes con la imagen de Jesús que pretendían transmitir. Ya
hemos visto algún ejemplo débil de este fenómeno: si Jesús no hubiera existido, se habría criado sin duda en Belén, y no
en Nazaret, de modo que no habría hecho falta recurrir a un empadronamiento para que su nacimiento se hubiera
producido en Belén.

Otro ejemplo, del que podemos deducir que, en efecto, Jesús tuvo fama de sanador y taumaturgo, es que los evangelios
reconocen que cuando trató de predicar en Nazaret, donde le conocían de niño, apenas fue tomado en serio:

¿No es éste aquel artesano, hijo de María, hermano de Santiago, y de José, y de Judas, y de Simón?, ¿y sus hermanas no
moran aquí entre nosotros? Y estaban escandalizados de él. Mas Jesús les decía: Cierto que ningún profeta está sin
honor sino en su patria, en su casa y en su parentela. Por lo cual no podía obrar milagro alguno; curó solamente algunos
pocos enfermos, imponiéndoles las manos. (Mc. VI, 3-5)
(La interpretación oficial dice que los "hermanos" de Jesús citados aquí eran en realidad "primos hermanos", pues
pretender que María tuvo otros hijos sin dejar de ser virgen era ya excesivo.) En aquellos tiempos, al igual que hoy en
día, un curandero no podía "curar" a los escépticos. Más en general, Jesús se muestra incapaz de hacer milagros siempre
que le son requeridos como prueba de su calidad de profeta. Si Jesús no hubiera existido, habría protagonizado
numerosos pasajes como éste, más propios de la tradición judía:
De nuevo dijo Elías al pueblo: He quedado yo solo de los profetas del Señor; cuando los profetas de Baal son en número
de cuatrocientas cincuenta personas. Se nos den dos bueyes, de los cuales escojan ellos uno y, haciéndolo pedazos,
pónganlo sobre la leña, sin aplicarle fuego, que yo sacrificaré el otro buey, lo pondré sobre la leña y tampoco le aplicaré
fuego. Invocad vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de mi Señor; y aquel dios que mostrare
oír enviando el fuego, ése sea tenido por el verdadero Dios. Respondió todo el pueblo a una voz, diciendo: Excelente
proposición. [Los profetas intentan el milagro infructuosamente ante las mofas de Elías, en cambio Elías dispuso su altar,
incluso hizo mojar la leña, e invocó a Yahveh:] Óyeme, oh Señor, escúchame a fin de que sepa este pueblo que tú eres el
Señor Dios, y que tú has convertido de nuevo sus corazones. De repente bajó fuego del cielo, y devoró el holocausto, y
la leña, y las piedras, y aun el polvo, consumiendo el agua que había en la reguera. Visto lo cual por el pueblo, se
postraron todos sobre sus rostros, diciendo: El Señor es el Dios, el Señor es el Dios. Entonces les dijo Elías: Prended a
los profetas de Baal, y que no se escape ninguno de ellos. Presos que fueron, los mandó llevar Elías al arroyo de Cisón,
y allí les hizo quitar la vida. (1 Re XVIII, 22-40)
Jesús eligió doce discípulos, que fueron sus principales seguidores. Sus nombres eran Simón, Juan, Santiago el
Mayor, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el Menor, Simón el Zelote, Judas Tadeo y Judas
Iscariote. De entre ellos Simón fue el más allegado a Jesús. Éste le puso el sobrenombre de Cefas, "piedra" o "roca", al
parecer como símbolo de que iba a ser su principal apoyo o fundamento. La palabra "cefas" es masculina en arameo,
pero femenina en latín (petra), de modo que el nuevo nombre de Simón pasó a ser Petrus en latín, es
decir, Pedro. Respecto al último discípulo, el apelativo "Iscariote", añadido probablemente para distinguirlo del otro
Judas, no significa nada en Arameo ni en Hebreo, pero parece ser una deformación de "Sicario". Jesús tuvo la prudencia
de no meterse con Herodes, al contrario que Juan el Bautista, así es que pudo predicar en paz y poco a poco fue
ganándose la confianza y la admiración de muchos galileos. En ello debió de influir, sin duda, su gran personalidad,
pero no menos la doctrina que predicaba. Es probable que una muestra representativa de ella sea el sermón de la
montaña:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque
ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos,
porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia [por ser
justos], porque de ellos es el Reino de los Cielos. [...]

No penséis que yo he venido a destruir la Ley ni los profetas. No he venido a destruirla, sino a darle cumplimiento. Que
con toda verdad os digo que antes faltarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la
Ley, hasta un solo ápice de ella. Y así, el que violare uno de estos mandamientos, por mínimos que parezcan, y enseñare
a los hombres a hacer lo mismo, será tenido por el más pequeño en el Reino de los Cielos; pero el que los guardare y
enseñare, ese será tenido por grande en el Reino de los Cielos.

Porque yo os digo, que si vuestra justicia no es más plena y mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
Reino de los Cielos. Habéis oído que se dijo a vuestros mayores: no matarás, y que quien matare, será condenado a
muerte en juicio. Yo os digo más: quien quiera que tome ojeriza con su hermano, merecerá que el juez le condene. [...] Por
tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja
allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu
ofrenda. [...] Habéis oído que se dijo a vuestros mayores: no cometerás adulterio. Yo os digo más: cualquiera que mirare
a una mujer con mal deseo, ya adulteró en su corazón. Que si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecar, sácalo y
arrójalo fuera de ti; pues mejor te está el perder uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al
infierno. [...] También habéis oído que se dijo a vuestros mayores: No jurarás en falso, antes bien cumplirás los
juramentos hechos al Señor. Yo os digo más: que de ningún modo juréis, ni por el cielo, pues es el trono de Dios, ni por
la tierra, pues es la peana de sus pies, ni por Jerusalén, pues es la ciudad del gran rey, ni tampoco juraréis por vuestra
cabeza, pues no está en vuestra mano el hacer blanco o negro un solo cabello. [...] Habéis oído que se dijo: ojo por ojo
y diente por diente. Yo empero os digo que no hagáis resistencia al agravio; antes si alguno te hiriere en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra, y al que quiere armarte pleito para quitarte la túnica, alárgale también la capa, y a
quien te forzare a andar cargado mil pasos, acompáñale otros dos mil. Al que te pide, dale, y no tuerzas el rostro al que
pretende de ti algún préstamo. Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Yo os digo más:
amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen y calumnian, para que
seáis hijos de vuestro Padre Celestial, el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores.
Que si no amáis sino a los que os aman, ¿qué premio habéis de tener?, ¿no lo hacen así aun los publicanos? Y si no
saludáis sino a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de particular?, ¿por ventura no hacen también esto los paganos? Sed,
pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre Celestial es perfecto.

Guardaos bien de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres con el fin de que os vean; de otra manera
no recibiréis su galardón de vuestro Padre, que está en los cielos. Y así, cuando das limosna, no quieras publicarla a
son de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas, y en las calles o plazas, a fin de ser honrados de los
hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Mas tú cuando des limosna, haz que tu mano izquierda no
perciba lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede oculta, y tu Padre, que ve lo oculto, te recompensará. [...]

No amontonéis tesoros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones los desentierran y roban.
Atesorad más bien para vuestros tesoros en el Cielo, donde no hay orín ni polilla que los consuma, ni tampoco ladrones
que los desentierren y roben. [...] Ninguno puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro o,
si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas. En razón de esto os digo:
no os acongojéis por el cuidado de hallar qué comer para sustentar vuestra vida, o de dónde sacaréis vestidos para
cubrir vuestro cuerpo. ¿Que no vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves del cielo,
cómo no siembran, ni siegan, ni tienen graneros; y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Pues no valéis vosotros mucho
más, sin comparación, que ellas? [...] Y acerca del vestido, ¿a qué propósito inquietaros? Contemplad los lirios del
campo, cómo crecen y florecen. Ellos no labran, ni tampoco hilan. Sin embargo, yo os digo que ni Salomón en medio de
toda su gloria se vistió como uno de estos lirios. Pues si una hierba del campo, que hoy está y mañana se echa en el
horno, Dios así la viste, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Así que no vayáis diciendo acongojados ¿dónde
hallaremos qué comer y beber? ¿Dónde hallaremos con qué vestirnos?, como hacen los paganos, los cuales andan
ansiosos tras todas estas cosas, que bien sabe vuestro Padre la necesidad que de ellas tenéis. Así que buscad primero el
Reino de Dios y su justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura. No andéis, pues, acongojados por el día de
mañana, que el día de mañana harto cuidado traerá por sí; bástale a cada día su propio afán. [...] (Mt V-VI)

Así pues, el núcleo de la predicación de Jesús era la inminente llegada del Reino de los Cielos, que era concebida según
la tradición farisea de origen persa sobre el Juicio Final, en el que los muertos resucitarían y un enviado de Dios,
identificado con el Mesías, juzgaría a vivos y muertos:
... Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, a cuya vista todos los pueblos de la Tierra prorrumpirán
en llantos; y verán al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad. [...] Os aseguro que no se
acabará esta generación hasta que suceda todo esto. (Mt. XXIV, 30-34)
La misión de Jesús era prevenir a los judíos para que, llegado ese día, fuesen dignos de la salvación. Para ello los
conmina a respetar el espíritu de la ley mosaica y no sólo su forma, como hacen los fariseos. Aquí hay que entender que
Jesús era fariseo en cuanto a sus creencias, pero él usa el término en el sentido en que hoy diríamos "puritanos" o
"beatos". Al igual que logró la admiración de las gentes humildes a las que ofrecía consuelo, no tardó en ganarse la
hostilidad de los judíos "respetables" a los que ponía en evidencia:
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por fuera
parecen hermosos a los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos, y de todo género de
podredumbre. (Mt. XXIII, 27)
La doctrina de regeneración moral que propone Jesús sigue la línea de los antiguos profetas, pero va mucho más allá en
exigencia. De hecho propugna una actitud similar a la de los filósofos cínicos: renunciar a toda posesión y vivir de la
naturaleza ejercitándose en la virtud. No es imprescindible, pero sí conveniente:
Acercósele entonces un hombre joven que le dijo: Buen maestro, ¿qué buenas obras debo hacer para conseguir la vida
eterna? El cual respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Por lo demás, si quieres entrar en la vida
eterna, guarda los mandamientos. Le dijo él: ¿qué mandamientos? Respondió Jesús: No matarás, no cometerás adulterio,
no hurtarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo. Le dice
el joven: Todos esos los he guardado desde mi juventud, ¿qué más me falta? Le respondió Jesús: Si quieres ser perfecto
anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Ven después y sígueme. Habiendo oído
el joven estas palabras, se retiró entristecido, y era que tenía muchas posesiones. Jesús dijo entonces a sus discípulos:
En verdad os digo que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. (Mt. XIX, 16-23)
Los seguidores de Jesús pretendieron que su mensaje de salvación iba destinado a toda la humanidad, pero uno de los
pasajes más "molestos" de los evangelios lo desmiente:
Cuando he aquí que una mujer cananea venida de aquel territorio empezó a dar voces, diciendo: Señor, hijo de David,
ten lástima de mí. Mi hija es cruelmente atormentada del demonio. Jesús no le respondió palabra. Y sus discípulos,
acercándose, intercedían diciéndole: Concédele lo que pide a fin de que se vaya, porque viene gritando tras nosotros. A
lo que Jesús, respondiendo, dijo: Yo no soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. No obstante ella se
llegó y lo adoró diciendo: Señor, socórreme. El cual le dio por respuesta: No es justo tomar el pan de los hijos y echarlo
a los perros. Mas ella dijo: Es verdad, Señor, pero los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces Jesús, respondiendo, le dice ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase conforme tú lo deseas. Y en la misma hora su
hija quedó curada. (Mt. XV, 22-28)
"Perros" era una expresión habitual que los judíos usaban para referirse a los gentiles (los no judíos). Así pues, Jesús
tenía por "perros" a los gentiles y declara abiertamente que no ha sido enviado para ellos. Es cierto que termina
atendiendo a la cananea, pero lo hace sorprendido y como una excepción. Los discípulos tampoco encuentran mejor
motivo para atenderla que lograr que se vaya de una vez. Tal y como hemos comentado antes, si algo de los evangelios
es auténtico, este pasaje tiene que serlo, porque si no, no estaría ahí. Es razonable inferir entonces que toda la doctrina
de mansedumbre y de amar a los enemigos se refería a las relaciones de los judíos con los judíos (sin duda, Jesús no
amaba a los cananeos).

En este pasaje, la cananea llama a Jesús hijo de David. Así pues, lo reconoce como el Mesías, al igual que hizo mucha
gente. En los evangelios, Jesús afirma una y otra vez que es el Mesías, pero es poco creíble que hiciera tales declaraciones.
Es muy probable que se tuviera realmente por un enviado de Dios, e incluso que anunciara la inminente llegada del
Mesías, pero el Mesías del que él mismo hablaba era un juez poderoso que iba a ensalzar a los justos y condenar a los
pecadores, exactamente como los judíos esperaban que fuera, y, ciertamente, un débil predicador no estaba a la altura del
papel. Más tarde, sus seguidores afirmaron que Jesús era el Mesías en otro sentido, pero Jesús nunca trató de explicar que
la concepción judía del Mesías fuera errónea. Más bien la confirmó. Un argumento de más peso es que si, con el revuelo
que suscitaba, se hubiera declarado el Mesías, rey de los judíos, ya habría sido prendido y ejecutado mucho tiempo antes,
acusado de traición.

En efecto, los sacerdotes judíos estaban buscando desesperadamente motivos para arrestar a Jesús. La situación en
Jerusalén era tensa. Pilato había tomado posesión de su cargo con arrogancia y había introducido tropas romanas en la
capital. Las tropas llevaban imágenes de Tiberio, y los judíos consideraron la presencia de tales imágenes como idolatría.
Ello ocasionó revueltas, hasta el punto de que Pilato fue finalmente convencido para eliminar las imágenes. No obstante
los sacerdotes sabían que Pilato estaba ansioso por tener una excusa para actuar, y no querían dársela. Un brote de
mesianismo era lo último que deseaban en ese momento, pero los únicos cargos que podían presentar contra Jesús eran
no lavarse las manos antes de comer, no respetar el ayuno, y cosas parecidas. Nada que pudiera preocupar a Pilato. Que
la gente lo tuviera por el Mesías no era suficiente si él mismo no lo reconocía. Los evangelios recogen un intento de
acusar a Jesús de un delito grave:

Entre tanto, los fariseos se retiraron para tratar entre sí cómo podrían sorprenderle en lo que hablase. Y le enviaron sus
discípulos con algunos herodianos, que le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas el camino de Dios
conforme a la pura verdad, sin respeto a nadie, porque no miras la calidad de las personas. Esto supuesto, dinos qué te
parece de esto: ¿es o no es lícito pagar tributo a César? A lo cual, Jesús, conociendo su malicia, respondió: ¿por qué
me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda con que se paga el tributo. Y ellos le mostraron un denario. ¿De quién es
esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: De César. Entonces les replicó: Pues dad al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios. Con cuya respuesta quedaron admirados y, dejándole, se fueron. (Mt. XXII, 15-22)

No es razonable pensar que los fariseos estuvieran dando palos de ciego. Todo el preámbulo estaba dispuesto para poner
en evidencia a Jesús si se desdecía públicamente de lo que, con gran probabilidad, había afirmado en otras ocasiones en
ausencia de testigos fiables que los fariseos pudieran emplear en su contra. Así lo reconoce Jesús en su respuesta: si
realmente considerara correcto pagar tributos a Roma, la pregunta no habría sido una tentación. Pero Jesús hizo gala de
una astucia viperina, y logró que su respuesta pudiera entenderse bien como que le parecía correcto pagar los impuestos,
bien como que no reconocía la legitimidad del dinero romano.

Finalmente Jesús cometió un error. Se decidió a entrar en Jerusalén, y allí su fama le precedía: la multitud lo aclamó como
el Mesías. El suceso fue lo suficientemente destacado como para que los sacerdotes se atrevieran a prenderlo y llevarlo a
Pilato acusado de erigirse en Mesías, rey de los judíos y traidor a Roma. El castigo que correspondía a tal delito era la
crucifixión, y así la solicitaron los sacerdotes. Al parecer, se encontraron algunos testigos falsos que declararon contra él.
Los evangelios dicen que Jesús reconoció ser el Mesías ante Pilato, pero, una vez más, esto no es plausible, pues en tal
caso habría sido condenado sin más trámite, mientras que la narración bíblica afirma que Pilato no consideró razonable
tal castigo, y en su lugar lo hizo azotar y lo presentó al pueblo sugiriendo su indulto. En efecto, era costumbre que el
procurador indultara a un preso cada año por la festividad de la Pascua, a petición del pueblo. Es probable que Pilato
mandara azotar a Jesús para presentarlo en un estado lastimoso y lograr así que el pueblo se apiadase de él, pero el efecto
fue el contrario: los judíos que unos días antes habían recibido eufóricos a Jesús como el Mesías se sintieron defraudados
ante un Mesías que, en vez de acabar con todos sus problemas, se dejaba capturar por los romanos y reducir a tan
lamentable estado. La conclusión obvia fue que ése no era el Mesías, sino un estafador que les había engañado, por lo
que insistieron en que fuera crucificado ante el sorprendido Pilato. Así sucedió. Jesús fue crucificado al día siguiente, que
según los evangelios era el viernes 7 de abril de 30, el año en que la festividad de la Pascua cayó en jueves. Nadie podía
imaginar entonces las consecuencias que iba a tener esta crucifixión.

EL CRISTIANISMO
Desde que Tiberio se retiró a Capri y dejó el gobierno del Imperio Romano en manos de Sejano, la vida en Roma se
volvió peligrosa. Sejano endureció las leyes contra la traición y mucha gente fue procesada por causas mínimas. Las
delaciones eran recompensadas, hasta el punto que hubo quienes se ganaban la vida con ellas (y, naturalmente, a un
delator profesional no le importaba mucho si sus acusaciones tenían fundamento). En 30 Agripina, la viuda de Germánico,
fue acusada de conspiración contra Tiberio. Pudo haber algo de cierto, pues al parecer creía que el emperador había
envenenado a su marido. Sejano no se atrevió a actuar contra ella sin el respaldo de Tiberio, pero lo convenció para que
la exiliara. El año anterior Tiberio había desterrado, también a instancias de Sejano, a Nerón Julio César, al que seis años
antes había nombrado heredero. (Ese mismo año murió Livia, la viuda de Augusto.)

Pero los acontecimientos más trascendentes del momento estaban teniendo lugar inadvertidamente en Jerusalén. Unos
días después de la muerte de Jesús corrió el rumor entre sus seguidores de que había resucitado. Los cuatro evangelios
(especialmente los tres primeros) son bastante coherentes en cuanto a los hechos que narran, pero a partir de la crucifixión
se diversifican. Así, según san Mateo, las primeras en ver a Jesús resucitado fueron María Magdalena y "la otra María";
según san Marcos fue María Magdalena; según san Lucas fueron María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago;
mientras que según san Juan fue María Magdalena. María Magdalena era una prostituta, de la que algunos conjeturan
que fue amante de Jesús y, sea esto cierto o no, parece ser que fue una de las que más lloraron su muerte. Es razonable
conjeturar que fue ella quien inició el rumor sobre la resurrección, probablemente aturdida y afectada por los
acontecimientos. Ahora bien, si a uno le cuentan que un hombre ha resucitado, es difícil no mostrar cierto escepticismo,
y si además resulta que el testigo ocular es alguien sentimentalmente vinculado con el difunto a quien la muerte le ha
dejado fuera de sí, y además se trata de una prostituta (tengamos en cuenta la mentalidad de la época), la credibilidad de
la noticia disminuye considerablemente. Por ello, es de prever que los primeros añadidos que tendrá el rumor al pasar de
boca en boca irán encaminados a aportar testigos más solventes, y así no es de extrañar que María Magdalena pronto se
viera acompañada en su testimonio por otras mujeres de más prestigio e imparcialidad reconocida.

Es razonable suponer que, ante el rumor, la gente buscara confirmación en los más allegados a Jesús, esto es, los doce
discípulos. Éstos no habían mostrado una actitud muy heroica cuando su maestro fue capturado. Al parecer se dispersaron
y negaron conocerle de nada. Luego, cuando las aguas se hubieron calmado y tal vez confusos por las gentes que les
preguntaban si era verdad que Jesús había resucitado, decidieron reunirse. En realidad sólo acudieron once de ellos, pues
Judas Iscariote había participado en la detención de Jesús y, según los evangelios, se ahorcó poco después, presa del
remordimiento (aunque esto suena más a moraleja que a historia real).

Los once discípulos tomaron una decisión singular: acordaron mantener que Jesús era el Mesías, que había resucitado,
que se les había aparecido a todos ellos y que antes de ascender al cielo les había ordenado que continuaran predicando
en su nombre el evangelio, esto es, anunciando a todos los judíos que en breve volvería a la tierra en majestad para juzgar
a vivos y muertos. Así se convirtieron en los apóstoles (enviados) de Jesucristo (Jesús el Mesías). Para completar el
número redondo de doce, Judas Iscariote fue reemplazado por Matías.

Para dar coherencia a su historia afirmaron que Jesús se había entregado voluntariamente al tormento. Al igual que los
judíos sacrificaban animales para que se les perdonaran sus pecados, Jesús se había ofrecido en sacrificio para que Dios
perdonara a los judíos todos sus pecados, era el Cordero de Dios, el cordero que Dios había enviado a la tierra para que
los judíos lo sacrificaran por sus pecados.

Para dar mayor credibilidad a toda esta historia, los apóstoles emplearon una técnica muy frecuente en los textos bíblicos,
lo que podríamos llamar la profecía a posteriori: Afirmaron que Jesús les había anunciado su intención de sacrificarse,
así como que resucitaría al tercer día. Pero eso es absurdo. Según cada uno de los evangelios, Jesús advirtió a sus
discípulos que iba a resucitar al menos en tres ocasiones distintas. Se supone que ellos escuchaban con atención a su
maestro, y nada podía impactarles más que la profecía de su resurrección. Entonces, ¿qué sentido tienen pasajes como
éste?:

Las que refirieron esto [que Jesús había resucitado] a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María, la madre de
Santiago y otras compañeras suyas, si bien a ellos estas nuevas les parecieron un desvarío y no las creyeron. (Lc. XXIV,
10-12)
Los discípulos no podían negar que su primera reacción cuando les dijeron que Jesús hubiera resucitado fue de
completo escepticismo, y así ha quedado constancia de ello en la Biblia. Por si esto no bastara, he aquí las últimas
palabras de Jesús en la cruz según cada evangelista:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt. XXVII, 46, Mc. XV, 34)
[Dirigiéndose a Dios] ¡A tus manos encomiendo mi espíritu! (Lc. XXIII, 46)
Todo está cumplido. (Jn. XIX, 30)
La tercera es estoica, la segunda heroica, y la primera real. Las dos últimas puede haberlas inventado cualquiera que
tuviera el propósito de contar una historia emocionante. La primera no la habría inventado nadie, luego sólo puede estar
ahí por ser real (y, además, gana por mayoría simple). No es lo que diría alguien que está dando su vida por todos los
judíos, sino alguien que estaba convencido de que Dios cuidaría de él como alimenta a las aves y viste a los lirios del
campo, y que de repente se vio en las últimas con tres clavos en el cuerpo. Puede que sean las palabras de un gran
hombre que creía profundamente en su causa, pero no las del Cordero de Dios.

La técnica de la profecía tuvo algunos usos secundarios adicionales. Por ejemplo, Pedro se convirtió en el "príncipe de
los apóstoles", pero parece ser que su imagen necesitaba un lavado tras haber negado cobardemente conocer a su maestro
ante el peligro, así que aseguró que Jesús le había predicho que lo iba a negar, con lo que implícitamente le perdonaba
por anticipado. Igualmente, Jesús había predicho que Judas Iscariote le iba a traicionar, lo que confirmaba que su
apresamiento no le llegó por sorpresa, y también la desbandada de los discípulos tras su captura, etc. Naturalmente, los
apóstoles no se pusieron de acuerdo más que en lo esencial, y los detalles de su mentira los debieron de ir improvisando
sobre la marcha, cada cual según su imaginación, lo que explica la diversidad de finales que presentan los evangelios.

Un último elemento que incorporaron los apóstoles a su doctrina fue el Espíritu Santo. Su finalidad es clara: es típico de
las masas negar a los sucesores la confianza que habían depositado en un líder carismático. Además los seguidores de
Jesús podían preguntarse por qué habían sido abandonados tan pronto, cuando tanta falta les hacía el Mesías. La solución
era sencilla: Jesucristo había ascendido al cielo para estar junto al Padre hasta el día de su segunda venida, el día del Juicio
Final, pero dejó en la tierra el Espíritu Santo, gracias al cual los apóstoles recibían la inspiración necesaria para
desempeñar su misión exactamente según la voluntad de Cristo, al igual que si él mismo estuviera presente. En particular
podían seguir sanando enfermos, expulsando demonios, etc.
Los seguidores de los apóstoles fueron llamados nazarenos (porque eran los discípulos del Nazareno, como se conocía a
Jesús), pero más adelante, cuando quedó claro el énfasis que ponían en que Jesús era el Mesías (o Cristo), pasaron a ser
conocidos como cristianos.

Es natural preguntarse qué impulsó a aquellos doce hombres a hacer todo esto. Es poco probable que la razón fuera única
y la misma para todos. Tal vez creyeron el mensaje de su maestro sobre la futura llegada del Mesías, y pensaron que la
única forma de continuar su labor era compensar el desprestigio causado por su muerte con la mentira de su resurrección,
o tal vez les gustaba la vida a la que les había llevado Jesús y no querían volver a sus antiguas ocupaciones, y también
está el único motivo que los textos bíblicos insinúan:

Los apóstoles, con gran valor, daban testimonio de la resurrección de Jesucristo, Señor nuestro, y en todos los fieles
resplandecía la Gracia con abundancia. Así es que no había entre ellos persona necesitada, pues todos los que tenían
posesiones o casas, vendiéndolas, traían el precio de ellas y lo ponían a los pies de los apóstoles, el cual después se
distribuía según la necesidad de cada uno. De esta manera José, a quien los apóstoles pusieron el sobrenombre de
Bernabé, que era levita y natural de la isla de Chipre, vendió una heredad que tenía, y trajo el precio y lo puso a los pies
de los apóstoles. Un hombre llamado Ananías, con su mujer, Safira, vendió un campo y, de acuerdo con ella, retuvo parte
del precio y, trayendo el resto, lo puso a los pies de los apóstoles. Mas Pedro le dijo: Ananías, ¿cómo ha tentado Satanás
tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo reteniendo parte del precio de ese campo? ¿Quién te impedía
conservarlo? Y aun habiéndolo vendido, ¿no estaba su precio a tu disposición? ¿Pues a qué fin has urdido en tu corazón
esta trampa? No mentiste a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó en tierra y expiró. Con lo cual,
todos los que tal suceso supieron, quedaron en gran manera atemorizados. En la misma hora vinieron unos mozos, lo
sacaron y lo llevaron a enterrar. No bien pasaron tres horas cuando su mujer entró, ignorante de lo acaecido. Le dijo
Pedro: Dime, mujer, ¿es así que vendisteis el campo por tanto? Si, respondió ella, por ese precio lo vendimos. Entonces
Pedro le dijo: ¿Por qué os habéis concertado para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los que enterraron
a tu marido, y ellos mismos te llevarán a enterrar. Al momento cayó a sus pies, y expiró. Entrando luego los mozos, la
encontraron muerta y, sacándola, la enterraron junto a su marido, lo que causó gran temor en toda la Iglesia, y en todos
los que tal suceso oyeron. (Hch. IV, 33-37, V, 1-11)
La primera comunidad de cristianos en Jerusalén no debió de ser muy numerosa, y no es muy probable que contara con
fieles tan generosos, pero parece ser que los apóstoles, imitando a su maestro, instaban a los judíos a desprenderse de
sus posesiones, si bien con el matiz de que les inducían a entregarlas a la Iglesia. La existencia de esta estremecedora
historia de san Pedro matando a una mujer en nombre de Dios porque había ocultado una parte de su dinero sugiere que
los apóstoles incidieron tanto en este punto de sus prédicas que lograron impactar a sus seguidores.

Poco a poco el cristianismo se fue extendiendo. En realidad los cristianos eran una secta judía ortodoxa en todos los
aspectos, salvo por que creían que el Mesías había llegado ya, y no tardaría en volver. En general no llamaban mucho la
atención, pero los que insistían mucho en su peculiar visión del mesianismo se ganaban la animadversión de los otros
judíos (que consideraban blasfema la idea de un mesías crucificado) y la de los saduceos, que no querían oír hablar de
ninguna clase de mesías.

En 31 Sejano logró que Tiberio ordenara ejecutar a Nerón Julio César, que estaba casado con Julia, la nieta del emperador.
Llegó a oídos de Tiberio que Sejano planeaba casarse con Julia, lo que apuntaba a que trataba de convertirse en su sucesor.
Más aún, Sejano fue acusado de haber envenenado años atrás a Druso, el hijo de Tiberio. Según esta acusación, sin que
Tiberio hubiera sospechado nada, Sejano había sido amante de Livia, la esposa de Druso, que a su vez era hermana de
Germánico y había estado casada previamente con Cayo Julio César, el nieto de Augusto. Entre los dos habrían planeado
el envenenamiento de Druso. Ese mismo año el emperador envió una carta a Roma desde Capri por la que el todopoderoso
primer ministro fue ejecutado de inmediato. Livia fue encarcelada y no tardó en morir. Tiberio retomó las riendas del
Imperio. Las delaciones se multiplicaron y muchos senadores cayeron en desgracia.

Con la muerte de Sejano, el que había sido su protegido, Poncio Pilato, tuvo que andar con pies de plomo en Jerusalén.
Por aquel entonces, un cristiano llamado Esteban fue lapidado por blasfemo. Fue el primer mártir cristiano. En la
lapidación participó un joven judío, de unos veintiún años, llamado Saulo de Tarso. Era ciudadano romano, pues su padre
había logrado la ciudadanía a base de dinero. En su ciudad natal había frecuentado los círculos intelectuales, hablaba
griego, estaba familiarizado con la filosofía estoica y con las religiones mistéricas, y se había trasladado a Jerusalén para
estudiar el judaísmo en la escuela rabínica del fariseo Gamaliel. Pronto destacó por el más escrupuloso respeto a la ley,
lo que le llevó a convertirse en el más acérrimo enemigo de la herejía cristiana (o nazarena, como aún era conocida).
En 33 Tiberio hizo ejecutar a Agripina, que seguía en el exilio, así como a Druso Julio César, el que hasta entonces había
destinado a la sucesión. Esto le planteó el problema de elegir un nuevo sucesor. No sin vacilaciones se decantó por Cayo
Julio César, hermano de Druso y de Nerón, hijo de Germánico. Lo tenía por un incompetente, pero no veía una opción
mejor.

Un par de años antes había llegado a Roma un joven de treinta y tres años llamado Lucio Anneo Séneca. Había nacido
en Córdoba, en España, donde vivía su familia tal vez desde hacía más de un siglo, pero cuando tenía catorce años (durante
el reinado de Augusto), se trasladó a Roma con sus padres, y allí estudió retórica hasta los dieciocho años, luego pasó
unos años estudiando la filosofía estoica, volvió a la oratoria y se inició en la abogacía. Los últimos años los había pasado
en Alejandría por motivos de salud, en casa de un tío suyo. De vuelta a Roma reanudó su vida de orador e inició la
publicación de su obra Del país y la religión de los egipcios, que actualmente se ha perdido. Finalmente obtuvo una
cuestura y en 34 fue nombrado senador (su familia pertenecía al orden ecuestre). Ese mismo año murió el tetrarca Herodes
Filipo.

Mientras tanto en Oriente se estaban produciendo ciertos cambios. Tal vez fue por esta época cuando los chinos inventaron
el papel, aunque el invento tardaría mucho tiempo en llegar a Occidente. El emperador Huang Wudi logró establecer un
sistema de alianzas con un sector de los hunos, y paulatinamente logró emplearlos para defenderse del resto. Con la ayuda
de la caballería huna, el Imperio Chino dominó grandes extensiones de Asia Central.

Más hacia el oeste, el antiguo estado Bactriano, tras un periodo de decadencia debido a las invasiones tokarias, había
resurgido bajo una nueva organización. Por estas fechas un caudillo tokario llamado Kujula, perteneciente al clan de
los Kusana, asumió títulos imperiales, y se formó así el llamado Imperio Kusana. Kujula impuso su autoridad sobre
otros grupos de tokarios y extendió sus dominios hacia el norte de la India.

PABLO DE TARSO
Durante los últimos años del reinado de Tiberio, el cristianismo continuó extendiéndose. En la mayor parte de las ciudades
de la mitad oriental del Imperio Romano había comunidades judías. Era frecuente que los judíos viajaran de tanto en tanto
a Jerusalén a sacrificar en el Templo, y muchos volvían con la nueva de que el Mesías había llegado, lo cual suscitaba
inmediatamente el interés general. Los apóstoles viajaron a muchas de estas ciudades predicando su doctrina. Las
autoridades religiosas judías veían en el cristianismo una herejía y una probable fuente de problemas políticos con los
romanos, así que hicieron cuanto pudieron por hacerlo desaparecer. En 35 llegaron noticias a Jerusalén de que en
Damasco había una próspera comunidad cristiana, y Saulo fue enviado a combatirla. Según la Biblia, por el camino le
sucedió esto:

Caminando, pues, a Damasco, ya se acercaba a esta ciudad cuando de repente le cegó de resplandor una luz del cielo.
Y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él respondió: ¿Quién eres tú,
señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Dura cosa es para ti dar coces contra el aguijón. Entonces,
temblando y despavorido, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga? (Act. IX, 3-6)
Lo que sigue es un poco enrevesado, pues Saulo tenía compañeros de viaje y obviamente Jesús no podía hablar mucho
con él. El relato cuenta que Saulo quedó ciego, fue conducido a Damasco y allí recobró la vista al tiempo que Jesús le
daba instrucciones a través de un tercero. El caso es que a partir de ese momento Saulo se otorgó a sí mismo el título de
Apóstol de Cristo. Más exactamente, dijo que el mismo Jesús se lo había otorgado, y empezó a predicar el cristianismo.
Resulta natural preguntarse qué movió a Jesús a aparecérsele a Saulo. La Biblia contiene varias "excusationes non
petitae" salidas de su pluma que sugieren una respuesta:
¿Acaso no tenemos derecho de ser alimentados por vosotros?, ¿por ventura no tenemos también facultad de llevar en
nuestros viajes alguna mujer hermana [para que nos asista] como hacen los demás apóstoles y hermanos del Señor?, ¿o
sólo Bernabé y yo no podemos hacer esto? [...] Si nosotros hemos sembrado entre vosotros bienes espirituales, ¿será
gran cosa que recojamos un poco de vuestros bienes temporales? Si otros participan de este derecho a lo vuestro, ¿por
qué no más bien nosotros? Pero, con todo, no hemos hecho uso de esa facultad. Antes bien todo lo sufrimos por no poner
estorbo alguno al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que sirven en el templo se mantienen de lo que es del templo,
y que los que sirven al altar participan de las ofrendas? Así también dejó el Señor ordenado que los que predican el
Evangelio vivan del Evangelio. (I Cor. IX, 4-14)

También os hemos enviado con él al hermano nuestro, que se ha hecho célebre en las iglesias por el Evangelio, el cual,
además de eso, ha sido elegido por las iglesias para acompañarnos en nuestros viajes, y tomar parte en el cuidado que
nosotros tenemos de procurar este socorro [para los pobres de Jerusalén] por la Gloria del Señor y para mostrar nuestra
pronta voluntad, con lo que tendemos a evitar que ninguno nos pueda vituperar con motivo de la administración de este
caudal, pues atendemos a portarnos bien no sólo delante de Dios, sino también delante de los hombres. (II Cor. VIII, 18-
21)

Saulo de Tarso debió de marcarse de muy joven el objetivo de conseguir tal vez fama, tal vez prestigio, tal vez poder, o
tal vez un poco de todo. Su primer intento fue poner todo su empeño en convertirse en un fariseo ejemplar, pero durante
sus años de persecución del cristianismo debió de advertir el potencial de la nueva secta. Los cristianos, impresionados
por el inminente fin del mundo, tenían una fe mucho más firme que los demás judíos, seguían fielmente a sus líderes y
además apenas estaban organizados. En suma, debió de llegar a la conclusión de que le resultaría mucho más fácil
convertirse en un líder cristiano que en un líder judío. Con la saña que había demostrado contra los cristianos tenía difícil
que Pedro lo admitiera entre los suyos, así que se le debió de ocurrir la idea de apelar a una instancia superior.

El caso es que Saulo entró en Damasco y allí no se dedicó a combatir, sino a predicar el cristianismo, precisamente a los
judíos entre los que estaban los que habían pedido ayuda a las autoridades de Jerusalén para que les libraran de los herejes
cristianos. Éstos se volvieron contra él escandalizados y, al parecer, planearon matarlo. Saulo tuvo que huir de Damasco
y volver a Jerusalén. Allí trató de entrar en los círculos cristianos, pero no halló sino desconfianza, hasta que un cristiano
llamado Bernabé lo presentó a los apóstoles, a quienes tuvo ocasión de contar la historia de su conversión. Los apóstoles
le recomendaron que volviera a Tarso por su seguridad. Probablemente trataron de quitárselo de encima y Saulo así lo
comprendió, pues más adelante negaría que este encuentro hubiera tenido lugar (aunque está en la Biblia, Act. IX, 19-
30). Afirmó que tras su conversión había pasado tres años sin contacto alguno con los apóstoles. Puede que fuera así, y
puede que permaneciera quieto en Tarso durante algún tiempo.

El rey parto Artabán III había sido derrocado en una revuelta prorromana, pero en 36 recobró el trono con el apoyo de
Roma. Poncio Pilato fue destituido por Tiberio. Al año siguiente, en 37, el emperador murió durante un viaje. Según había
decidido, su sucesor fue Cayo Julio César, uno de los hijos de Germánico, que a la sazón tenía 25 años. Había pasado su
infancia con sus padres en un campamento militar en Germania, donde el niño se convirtió pronto en una especie de
"mascota" de los soldados. Germánico lo aprovechó para mantener alta la moral de sus hombres. Lo solía vestir con
uniforme militar, y los legionarios pusieron al pequeño y encantador Cayo el sobrenombre de "botitas", en
latín Calígula, y así fue conocido toda su vida. A diferencia de Augusto o Tiberio, Calígula no se había educado en la
antigua tradición romana. Pasó su juventud en la corte imperial, rodeado de lujo, pero también de intrigas palaciegas, por
lo que se hizo receloso y temeroso. Entre sus amistades estaban muchos príncipes de los reinos satélites de Roma, que
solían frecuentar la capital. Probablemente estos amigos describieron con detalle a Calígula la magnificencia de las cortes
orientales y el inmenso poder de sus reyes.

Uno de ellos era Herodes Agripa, hijo de Aristóbulo, uno de los dos hijos que el rey Herodes de Judea había tenido con
su esposa macabea, Miriam. Desde que Herodes hizo matar a Aristóbulo, Herodes Agripa fue criado en Roma
por Antonia, cuñada de Tiberio (viuda de Druso, madre de Germánico). Al parecer, unos meses antes de que Tiberio
muriera había sugerido a Calígula la posibilidad de asesinar al emperador. Tiberio se enteró y lo encarceló, pero tras su
muerte Calígula lo liberó y le dio el título de rey. Le asignó la tetrarquía que había gobernado Herodes Filipo y algunos
territorios más.

La corte recibió encantada al nuevo emperador. Parecía más liberal y agradable que Tiberio. Era tan liberal que gastó en
un año todo el excedente del tesoro público que Augusto y Tiberio habían ahorrado en casi setenta años de prudente
gobierno. Peor aún, antes de que acabara su primer año de mandato cayó gravemente enfermo, y la enfermedad le afectó
al cerebro. Los historiadores romanos dijeron que en realidad Calígula estuvo perturbado desde siempre, y tal vez algo
había de cierto. El caso es que se convirtió en un déspota y usó su inmenso poder para satisfacer toda clase de caprichos.

Calígula protegió a las religiones orientales. En 38 el culto a Isis pasó a ser oficial, como ya lo era el culto a Cibeles. Por
esta época Séneca era uno de los más famosos abogados de Roma y también el orador senatorial más aclamado.

El estado estaba en bancarrota, así que Calígula decidió llamar a Roma a Tolomeo, el rey de Mauritania, nieto de Cleopatra
y de Marco Antonio. Lo hizo asesinar y confiscó el tesoro mauritano. Luego intentó convertir el reino en una provincia
romana, lo que dio lugar a una rebelión. Ese mismo año, Herodes Antipas se quejó a Calígula de que su sobrino Herodes
Agripa disfrutara del título de rey mientras que él sólo era un tetrarca. Calígula evitó la discriminación destituyendo al
tetrarca, enviándolo al exilio y anexionando su territorio al reino de su amigo Herodes Agripa.
Augusto y Tiberio habían recibido tras su muerte honores divinos. En vida recibían ciertas distinciones divinas, pero
Calígula decidió que quería ser tratado exactamente como un dios. Se vestía como Júpiter y ordenó que su imagen
sustituyera a la del padre de los dioses en los templos. Así se hizo, hasta en las partes más remotas del Imperio. Esto llevó
inevitablemente a un conflicto con los judíos. Una de las comunidades judías más importantes era la de Alejandría, donde
eran frecuentes las disputas entre judíos y griegos. Los judíos no sólo se negaban a participar en los servicios religiosos
oficiales, sino que tampoco aceptaban alistarse en el ejército, pues la legión llevaba consigo prácticas religiosas
incompatibles con su fobia a la idolatría. Pese a los disturbios que se ocasionaron, la imagen de Calígula fue introducida
por la fuerza en las sinagogas.

En Jerusalén los judíos se hubieran matado para evitar que la imagen de Calígula entrara en el Templo. Pero no hizo falta,
porque Herodes Agripa pudo convencer al emperador de que los gastos militares que conllevaría combatir el fanatismo
judío no merecían la pena. No obstante, la crisis fortaleció a la secta de los zelotes, que propugnaba la guerra contra
Roma.

Ese mismo año Saulo de Tarso se encontró por segunda vez (o por primera vez, según él) con los apóstoles Pedro y
Santiago en Jerusalén. Tal vez confiaba en que, después de tres años de ausencia, ya nadie se acordara de su pasado. Tal
vez con este fin decidió cambiar su nombre judío Saulo por el romano Paulo o Pablo. El caso es que de Jerusalén pasó a
Antioquía junto con Bernabé, convertido ya en discípulo suyo, dispuesto a predicar el evangelio. Al parecer fue por esta
época en Antioquía donde los "nazarenos" empezaron a ser llamados "cristianos".

Pablo debió de hacer pocos progresos convirtiendo judíos, y ello le hizo volverse hacia los gentiles. Comprendió que el
núcleo del cristianismo podía ser atractivo para cualquier hombre o mujer, y que entre los gentiles no tendría que chocar
contra los prejuicios de la ortodoxia. A partir de entonces se dedicó a vender el cristianismo más popular posible, lo que
requirió modificaciones drásticas de la doctrina que predicaban Pedro y los otros apóstoles. El Cristo del que hablaba
Pablo (esencialmente el Cristo en el que creen los cristianos actuales) difería en muchos aspectos del Cristo de Pedro y
los demás apóstoles (y, por supuesto, en muchos más aspectos del Jesús histórico). Por ello a este Cristo se le conoce
como el Cristo paulino.
El Cristo paulino coincidía con el de los otros apóstoles en que era el Mesías y, más aún, en su naturaleza divina. (La
naturaleza divina de Cristo estaba más o menos implícita en la predicación de los apóstoles, aunque sólo más adelante los
cristianos iban a plantearse cómo debía entenderse esto. Usando un lenguaje posterior, Jesús pasaba a ser el Hijo único
de Dios, partícipe de su misma naturaleza.) Es muy probable que Jesús hubiera considerado blasfemas estas ideas si
hubiera llegado a oírlas:

¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. (Mt. XIX, 17)
Sin embargo, el Cristo paulino había muerto y resucitado para redimir a todos los hombres, judíos o no. Jesús había
ordenado a Pablo predicar el evangelio también a los gentiles, pues también ellos podían salvarse si tenían fe en Cristo,
pese a:
Yo no soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. (Mt. XV, 24)
Uno de los motivos por los que los gentiles eran reacios a abrazar el cristianismo era que ello exigía que aceptaran los
ritos judíos, particularmente la circuncisión. Así lo mantenían Pedro y los demás apóstoles:
No penséis que yo he venido a destruir la Ley ni los profetas. No he venido a destruirla, sino a darle cumplimiento. Que
con toda verdad os digo que antes faltarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la
Ley, hasta un solo ápice de ella. (Mt. V, 17-18)
Por el contrario, el Cristo paulino había anulado la Ley de Moisés y de los otros profetas. En palabras de Pablo:
Jesucristo nos redimió de la maldición de la Ley haciéndose por nosotros objeto de maldición, pues está escrito: Maldito
todo aquel que es colgado de un madero. Y todo esto para que la bendición de Abraham cupiese a todos los gentiles por
Jesucristo, a fin de que, por medio de la fe, recibiésemos la promesa del Espíritu. (Gal. III, 13-14)
El argumento parece débil, pero ello se debe a que es un pequeño fragmento. En sus cartas Pablo aporta toda clase de
razones en virtud de las cuales, la antigua Alianza que Dios había establecido con los judíos a través de Abraham
quedaba sustituida por una Nueva Alianza establecida con todos los hombres a través de Jesucristo. (Pablo hablaba en
griego, y la palabra griega que significa "alianza", también significa "testamento". Cuando, más adelante, el
cristianismo se extendió por la mitad occidental del Imperio Romano, sus predicadores hicieron más daño al latín que
los romanos a sus personas, y así en la jerga cristiana se habla de un "Antiguo Testamento" frente a un "Nuevo
Testamento", pero no hay que deducir de aquí que Yahveh estuviera pensando en morirse.)
Y Dios es el que asimismo nos ha hecho idóneos para ser ministros del Nuevo Testamento, no de la letra [de la Ley], sino
del Espíritu, porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica. (II Cor. III, 6)
En otras palabras, los cristianos ya no estaban sujetos a los aspectos formales de la Ley, sino a su espíritu. En
consecuencia, ya no había motivo para circuncidarse, abstenerse de comer "alimentos inmundos" como el cerdo,
celebrar las festividades judías, abstenerse de trabajar en sábado, etc. Por el contrario, el Cristo paulino comparte con el
Jesús histórico su mensaje de amor y mansedumbre, sólo que ahora es verdaderamente universal:
El amor sea sin fingimiento, tened horror al mal y aplicaos perennemente al bien, amándoos recíprocamente con ternura
y caridad fraternal, procurando anticiparos unos a otros en las señales de honor o deferencia. No seáis flojos en cumplir
vuestro deber, sed fervorosos de espíritu acordándoos de que es al Señor a quien servís. Alegraos con la esperanza del
premio, sed sufridos en la tribulación, en la oración continuos, caritativos para aliviar las necesidades de los santos,
prontos a ejercer la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, bendecidlos y no los maldigáis. Alegraos con los que
se alegran y llorad con los que lloran. [...] A nadie volváis mal por mal, procurando obrar bien no sólo delante de Dios,
sino también delante de todos los hombres. No os venguéis por vosotros mismos, sino dejad que pase la cólera, pues está
escrito: A mí me toca la venganza, yo haré justicia, dice el Señor. Antes bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer,
si tiene sed, dale de beber, que con hacer eso amontonarás ascuas encendidas sobre su cabeza. No te dejes vencer del
mal, mas procura vencer al mal con el bien. (Rom. XII, 9-21)
Ahora bien, el Cristo paulino no tenía la vena cínica radical del Nazareno: El reino de los cielos está abierto por igual a
ricos y pobres, poderosos y humildes. Para seguir a Cristo no hay por qué renunciar a las posesiones y riquezas, pero
tampoco dejar de pagar impuestos o desobedecer a la autoridad. Pablo insiste mucho en que el cristiano no ha de dar pie
a ninguna clase de censura, crítica o escándalo (no sólo hay que obrar bien delante de Dios, sino también delante de
todos los hombres).

Al mismo tiempo que prescindió de las costumbres judías, Pablo potenció nuevos rituales. Por ejemplo, los apóstoles
usaban el bautismo como símbolo de la conversión al cristianismo, recordando que Jesús fue bautizado por Juan el
Bautista. Ello conllevaba el perdón de los pecados. Pablo convirtió el bautismo en símbolo de la fe en Cristo, de modo
que mientras los judíos (y los cristianos según la concepción de Pedro y los otros apóstoles) distinguían entre circuncisos
e incircuncisos, los cristianos de Pablo distinguirían entre bautizados y no bautizados. Con ello el cristianismo de Pablo
se liberaba de toda conexión con el nacionalismo judío.

También puede considerarse a Pablo el instaurador de la eucaristía en sentido moderno. El texto más antiguo conocido
sobre la institución de la eucaristía está en una de sus cartas:

Porque yo aprendí del Señor lo que también os tengo enseñado, y es que el Señor Jesús, la noche misma en que había de
ser traidoramente entregado, tomó el pan, y dando gracias lo partió y dijo: Tomad y comed; éste es mi cuerpo, que por
vosotros será entregado; haced esto en conmemoración mía. Y de la misma manera tomó el cáliz, después de haber
cenado, diciendo: Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre; haced esto cuantas veces lo bebiereis, en memoria
mía. Pues todas las veces que comiereis este pan o bebiereis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que
venga. (I Cor. XI, 23-26)
Es posible que Pedro y los demás discípulos idearan la eucaristía como una forma de legitimar su autoridad: Jesús les
había hecho comer su cuerpo y su sangre, de modo que estaba en el interior de todos ellos. Pero la versión que aparece
en los evangelios es prácticamente idéntica a la cita precedente, y el Cristo que habla es sin duda el Cristo paulino. Fue
Pablo quien convirtió el misterio de la eucaristía en un rito de comunión (unión conjunta) de Cristo y los cristianos, tal
vez inspirado en las religiones mistéricas, cuya finalidad era fortalecer el contacto del hombre con Dios (parece ser que
Pablo estaba familiarizado con ellas, aunque no era un iniciado). Al comer el pan y beber el vino, el hombre recibía a
Cristo en su seno, lo que le exigía la responsabilidad constante de ser digno de ello:
Porque quien lo come y bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación, al no hacer el debido discernimiento
del Cuerpo del Señor. (I Cor. XI, 29).
En definitiva, Pablo aprovechó la ligera, algo confusa, y algo torpe reforma del judaísmo que habían iniciado Pedro y
sus apóstoles, para ponerse a la cabeza de una reforma mucho más sólida, articulada y fundamental, de la que quedaban
excluidos en principio los propios judíos (salvo que abrazaran la fe en Jesucristo), pero que a cambio admitía en su seno
a cualquier hombre o mujer, judío o gentil. Pablo era un hombre con la suficiente cultura como para sentar las primeras
bases de lo que sería la futura teología cristiana. La imagen del cristiano preconizado por Pablo es el cristiano típico de
las películas de romanos, que contrasta en muchos aspectos con la imagen que los evangelios dan de los propios
discípulos de Jesús:
Se llegaron entonces los demás, y echaron la mano a Jesús, y le prendieron. Y he aquí que uno de los que estaban con
Jesús, tirando de la espada, hirió a un criado del príncipe de los sacerdotes, cortándole una oreja. (Mt. XXVI, 50-51)
[En Jn. XVIII, 10 se da el nombre del que saca la espada: es Simón Pedro.]
El cristianismo de Pablo no tardó en demostrar su enorme fuerza. En los años siguientes logró crear en Antioquía una
importante comunidad cristiana acorde a sus planteamientos.

CLAUDIO
En 40 murió Kujula, el emperador Kusana y fue sucedido por Wima, quien expandió considerablemente las fronteras
hacia la India. La dominación Kusana sobre la India y Asia Central supuso una era de estabilidad y prosperidad económica
para la zona. Al parecer los emperadores dejaron un amplio margen de libertad a sus súbditos y favorecieron que la cultura
hindú, especialmente el budismo, se extendiera por Asia. El helenismo siguió siendo una componente destacada de la
cultura Kusana.

En el sureste asiático, alrededor del delta del Mekong, se había creado el reino de Fu-nan. Según la leyenda, fue fundado
por un brahmán de origen indio llamado Kaundinya que se había casado con una princesa del lugar. Sus soberanos
adoptaron el nombre de "rey de la montaña". La lengua de la región era el khmer, y parece ser que Fu-nan es la
transcripción china de "phnom", montaña.

En Vietnam estalló una rebelión contra la dominación china, pero no tuvo éxito.

Mientras tanto, la situación en Roma empeoraba por momentos. Calígula, ávido de dinero, había subido los impuestos y
el más leve incidente bastaba para que rodaran las cabezas de senadores y ciudadanos adinerados cuyos bienes eran
confiscados. Insistía en ser tratado como un dios y llegó a nombrar senador a su caballo.

Calígula tenía una hermana llamada Agripina, que estaba casada con Cneo Domicio Ahenobarbo, hijo de uno de los
asesinos de César que había luchado por Marco Antonio y finalmente se había pasado al bando de Augusto poco antes de
morir. Ahora Domicio era procónsul en Sicilia, pero murió y Calígula desterró a Agripina junto con su hijo Lucio
Domicio.

De entre los celtas que poblaban el sur de la isla de Britania, el jefe más poderoso a la sazón se llamaba Cunobelino, el
cual había firmado un tratado de amistad con Augusto y había permitido que numerosos comerciantes romanos se
asentaran en Britania. Uno de sus hijos, llamado Adminio, había dirigido una rebelión para derrocar a su padre, pero fue
derrotado y desterrado a la Galia. Allí pidió a los romanos que le ayudaran a conseguir el trono, a cambio de convertirse
en un leal aliado (o sea, un títere de Roma). Calígula consideró divertido iniciar una campaña militar, y llevó un ejército
hasta el norte de la Galia, pero luego decidió no cruzar el canal de la Mancha.

El emperador fue el blanco de numerosas conjuraciones, hasta que una tuvo éxito y en 41 fue asesinado, junto con su
mujer y su hija, por unos soldados de la guardia pretoriana. En el momento de su muerte se encontraba con su tío Claudio
(Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico). Era el hermano menor de Germánico, el padre de Calígula, y tenía entonces
cincuenta años. Parece ser que era epiléptico y algo tartamudo, lo que hizo creer a todos que era deficiente mental. Tal
vez él mismo potenciara esta imagen como medio de librarse de las intrigas palaciegas. Lo cierto es que era un intelectual,
que realizó investigaciones históricas y escribió sobre los etruscos y los cartagineses. Esto aumentó su imagen de
excéntrico y, en efecto, nadie se preocupó nunca por él.

Cuando vio apuñalar a su sobrino, Claudio corrió a esconderse tras un mueble. Una vez que acabaron "su trabajo", lo
descubrieron y lo sacaron de su escondite. Claudio pidió temblando por su vida, pero nadie tenía intención de matarlo:
era de la familia imperial, y los asesinos decidieron nombrarlo emperador. A Claudio no le debió de gustar la idea, pero
no podía discutir con soldados armados. No sólo aceptó, sino que prometió recompensar a la guardia pretoriana con una
gratificación general. Esto sentó un peligroso precedente para el futuro: Matar al emperador podía tener recompensa.

La guardia pretoriana impuso al Senado su elección. Claudio era tímido y débil de carácter, pero hizo lo que pudo para
ser un buen emperador. Restableció el poder del Senado, de modo que volvió a desempeñar aproximadamente el mismo
papel que en tiempos de Augusto. Trató de compensar los abusos de Calígula: proclamó una amnistía y prohibió los
procesos de lesa majestad. En particular, su sobrina Agripina pudo volver a Roma con su hijo Lucio. Reorganizó la cúpula
del gobierno, confiando los cargos principales a sus libertos (esclavos liberados) Polibio, Narciso, Palas y Calixto. Llevó
a cabo programas de construcción en Roma, extendió la red de caminos imperiales y drenó lagos para obtener campos de
labranza. En política exterior reforzó las fronteras del Danubio construyendo fuertes, así como la vía Claudia
Augusta, que unía Retia con el norte de Italia. También envió un ejército a Crimea y contuvo al Imperio Parto.

Poco después de ser elegido emperador, Claudio contrajo terceras nupcias con Mesalina, que pronto le dio un
hijo, Tiberio Claudio Británico. Se le atribuyen tantos vicios que el diccionario define "mesalina" como "mujer de
costumbres disolutas". Ejercía gran influencia sobre su marido, rivalizando así con sus libertos, que formaron un frente
contra ella al que se unieron Agripina, que aspiraba a casarse con Claudio para que su hijo pudiera convertirse en
emperador, su hermana Julia, y otra prima suya, llamada también Julia.

La madre de Claudio era Antonia, la misma que había criado a Agripa. Tras el asesinato de Calígula, Herodes viajó a
Roma y ayudó a Claudio a superar su falta de experiencia política. A cambio, Claudio lo recompensó nombrándolo rey
de todo el territorio que había gobernado su abuelo, el rey Herodes. Herodes Agripa tenía un hermano tocayo, al que
Claudio confió el reino de Calcis, una pequeña región del Líbano, a unos cien kilómetros al norte del mar de Galilea, por
lo que es conocido como Herodes de Calcis.

Los judíos aceptaron a Herodes Agripa mucho mejor que a su abuelo, probablemente porque había logrado que Calígula
desistiera de poner su imagen en el Templo. El nuevo rey mostró su lealtad hacia los judíos persiguiendo a los cristianos.
Hizo ejecutar al apóstol Santiago el Mayor (el que, según la tradición está enterrado en Santiago de Compostela, en
España) y tuvo en la cárcel a Pedro durante algún tiempo.

En 42 la rebelión que se produjo en Mauritania cuando Calígula asesinó a su rey fue sofocada, y el territorio se convirtió
en dos provincias: la Mauritania Cesariana y la Mauritania Tingitana.

Séneca fue acusado de estupro por sus relaciones con Julia, la prima de Agripina, y Claudio lo desterró a Córcega. Poco
después, Mesalina se las arregló para que Julia fuera asesinada. En su destierro escribió varias obras filosóficas, tragedias
y tres Consolationes, una de ellas dirigida a Polibio (un liberto, compañero de estudios y favorito del emperador Claudio)
en la que lo adula lamentablemente (y en vano) pidiendo el perdón.

En 43 murió el rey británico Cunobelino y fue sucedido por dos de sus hijos, al parecer de marcado carácter antirromano.
Poco después Claudio ordenó la invasión de la isla. El general Aulo Placidio desembarcó en la actual Kent con cuarenta
mil hombres. Rápidamente sometió la región al sur del río Támesis y mató a uno de los hijos de Cunobelino. El
otro, Caractaco, continuó luchando. Los romanos vadearon el Támesis y establecieron un fuerte y una guarnición junto
al río. Más adelante el fuerte se convertiría en una ciudad a la que los romanos llamaron Londinium (la actual Londres).

El mismo Claudio se trasladó a Britania para aceptar la rendición de varias tribus celtas. Fue a raíz de este viaje por lo
que el hijo de Claudio recibió el sobrenombre de Británico. Por aquel entonces Mesalina le había dado otra hija,
llamada Octavia. Caractaco tuvo que abandonar su capital, situada en Camulodunum (Colchester), que pasó a
convertirse en la capital de la nueva provincia romana de Britania (que abarcaba la parte meridional de la isla).
Lentamente, los romanos continuaron su avance.

Ese mismo año, Licia (en Asia Menor) fue incorporada al Imperio. Durante el reinado de Tiberio, Capadocia había
corrido la misma suerte, por lo que ahora toda Asia Menor formaba oficialmente parte del Imperio Romano, salvo
mínimos territorios que por una causa u otra conservaban nominalmente su independencia.

En 44 murió el rey Herodes Agripa, tal vez de un ataque al corazón, durante unos juegos que se celebraban en honor de
Claudio. Dejó un hijo de unos diecisiete años llamado también Herodes Agripa, al que Claudio no quiso confiar el
gobierno de Judea, así que el territorio volvió a ser gobernado por procuradores y resurgieron los conflictos de los judíos
con Roma. También murió el rey parto Artabán III, que fue sucedido por Gotarzes. En 46 Claudio anexionó Tracia al
Imperio Romano.

La comunidad cristiana de Antioquía financió un viaje apostólico por el que Pablo y Bernabé recorrieron exitosamente
Chipre y Asia Menor convirtiendo al cristianismo a muchos gentiles. Luego volvieron a Antioquía. El viaje de Pablo
generó tensiones entre la iglesia de Jerusalén (dirigida por Pedro) y la de Antioquía (dirigida por Pablo). Durante los
últimos años, muchos aspirantes a cristianos se sintieron desconcertados porque los seguidores de Pedro les conminaban
a seguir los preceptos del judaísmo, mientras que los seguidores de Pablo insistían en que ello no era necesario en absoluto.
Por supuesto, ninguna de las dos partes estaba interesada en generar desconfianza entre los fieles, y ambas habían tratado
de quitar importancia a sus diferencias en público. De todos modos la situación era tensa e incómoda. Finalmente,
en 48 Pablo se entrevistó con los apóstoles Pedro, Juan y " Santiago el Menor (el hermano de Jesús)". Mucho después
esta reunión recibió el nombre de concilio de Jerusalén.

Las conversaciones debieron de ser interesantes: ambas partes tratarían de legitimar sus puntos de vista respectivos por
las instrucciones que Jesucristo les había dado personalmente tras la crucifixión, ambas partes conscientes de que mentían
y de que la otra parte también mentía, pero sin poder reconocerlo bajo ningún concepto. El caso fue que Pablo tenía de
su parte la retórica y los hechos: Era indudable que el éxito que había tenido predicando a los gentiles sólo podía ser
muestra de que ésa era la voluntad de Dios.

Pedro reconoció públicamente la legitimidad del apostolado de Pablo y de sus tesis según las cuales los cristianos no
estaban sujetos a la Ley judaica. Hubo sectarios que no aceptaron esta decisión, pero a partir de ese momento Pablo tuvo
carta blanca para tratarlos de falsos apóstoles y prevenir a los fieles contra ellos. Pablo explicaba que Jesús había
encargado a Pedro la predicación a los judíos y a él la predicación a los gentiles. En un primer momento sostenía que
Dios quería que los judíos mostraran su fe en Jesucristo según sus costumbres y los gentiles según las suyas, pero
gradualmente fue excluyendo la primera opción.

Paulatinamente, Pablo eclipsó a Pedro (que, al fin y al cabo, debía de ser un pescador analfabeto) y sus puntos de vista
prevalecieron. De todos modos, Pablo procuró siempre no predicar a cristianos convertidos por otros apóstoles, para evitar
situaciones embarazosas. Con el tiempo surgieron historias de que Pedro había convertido a gentiles antes incluso del
concilio de Jerusalén, pero parece ser que Pedro nunca tuvo muy clara la doctrina de Pablo:

Y cuando vino después Cefas [Pedro] a Antioquía, le hice resistencia cara a cara, por ser digno de reprensión, pues antes
de que llegasen ciertos sujetos de parte de Santiago, comía con los gentiles [incluso alimentos prohibidos para los
judíos], mas, llegados que fueron, empezó a recatarse y separarse, por temor de aquellos circuncisos, y los demás judíos
se conformaron con su porte disimulado, de manera que aun Bernabé fue inducido por ellos a usar de la misma
simulación. Pero yo, visto que no andaban derechamente conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia
de todos: Si tú, con ser judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo induces a los gentiles a judaizar? (Gal.
II, 11-14)
En suma, Pablo se había convertido ya en El Apóstol por antonomasia, y ya gozaba de la autoridad y el respeto
necesarios para reprender incluso al mismo san Pedro (o, al menos, para afirmar que lo había hecho). A partir de este
momento el cristianismo se difundió rápidamente por todo el Imperio Romano, y no tardarían en aparecer comunidades
cristianas en la misma Roma.

Claudio, que había nacido y había pasado su juventud en la Galia, propuso al Senado en un discurso que algunos dirigentes
galos fueran admitidos como senadores, proposición que naturalmente fue aceptada, tal vez no con mucha satisfacción.

Mesalina cayó finalmente en desgracia. Fue acusada de mantener relaciones con Cayo Silio, con el que pensaba casarse
tras asesinar a Claudio. Al parecer, Silio se había comprometido a adoptar a Británico. Mesalina había logrado asesinar a
Polibio, pero finalmente Claudio creyó la historia (probablemente cierta) y Narciso mató tanto a Mesalina como a Silio.
Ese mismo año murió Herodes de Calcis.

En 49 Claudio se casó con su sobrina Agripina y en 50 adoptó a su hijo, que pasó a ser Lucio Domicio Nerón Claudio y
se convirtió en el nuevo heredero, en detrimento de Británico. Séneca fue llamado a Roma y se convirtió en maestro de
Nerón.

Claudio decidió confiar a Herodes Agripa el territorio que había gobernado su tío Herodes de Calcis, a pesar de que éste
había dejado tres hijos.

NERÓN
A mediados del siglo I el cristianismo se había extendido por todo el Imperio Romano. Desde que el concilio de Jerusalén
sancionara la doctrina de Pablo, según la cual Jesucristo había ordenado a los apóstoles predicar el Evangelio a toda la
humanidad, el número de los devotos con vocación evangelizadora creció espectacularmente y la nueva fe no tardó en
llegar hasta la misma Roma.

Además de las virtudes que en sí misma tenía la nueva religión, su expansión se vio favorecida por su capacidad de
absorber otras creencias. Así, por ejemplo, la fiesta principal del mitraísmo era el día del solsticio de invierno, que con
un pequeño error habían fijado en el 25 de diciembre, fecha en la que celebraban el nacimiento del Sol. Los cristianos
decidieron que ése era precisamente el día en que había nacido Jesucristo y así los mitraístas que se convertían al
cristianismo no tenían que renunciar a su fiesta. Sólo que en lugar de celebrar el nacimiento del Sol celebraban la
Natividad del Señor. Muchos adoradores de Isis, la dulce madre del niño Horus, tardaron poco en convertirse en devotos
de la Virgen María. Probablemente, muchas de las imágenes podían ser reinterpretadas sin retoque alguno. Fueron los
primeros pasos de un proceso que continuaría en los siglos siguientes: cada fiesta pagana fue sustituida por la fiesta en
honor de algún santo o de alguna virgen, con lo que, en cierta medida, el politeísmo popular pervivió enmascarado en el
santoral cristiano. Los cristianos se agrupaban en iglesias (palabra griega que significa "asamblea") al frente de cada una
de las cuales había un obispo o presbítero (más adelante, a medida que se establecía una jerarquía más compleja, estas
palabras dejarían de ser sinónimas).

Los cristianos eran mal vistos entre los romanos. Habían heredado de los judíos su aversión a la idolatría, y era
comprensible que las gentes sencillas se sintieran ofendidas al tratar con unos desconsiderados que se negaban, no ya a
adorar, sino, cuanto menos, a mostrar un mínimo respeto hacia los demás dioses y creencias. Además, unas gentes que
tenían por dios a un crucificado, es decir, a un delincuente, debían inspirar desconfianza por necesidad. Más grave era el
hecho de que los cristianos, en su obsesión por huir de la idolatría, se negaban a aceptar el culto imperial, lo que en
particular significaba que no podían ser soldados (al igual que los judíos), pues se negaban a prestar el juramento debido.

En 50 Claudio promulgó un decreto por el que se expulsaba de Roma a "los judíos que se agitan por instigación de
Cristo". Vemos además que los cristianos eran considerados como judíos, lo que automáticamente les transfería la fama
de conflictivos que los judíos se habían ganado a pulso. Obviamente los cristianos no fueron expulsados de Roma, sino
que a partir de ese momento vivieron en la clandestinidad. Se reunían de noche, adoptaron signos para reconocerse
discretamente, etc. Todo esto contribuyó a empeorar su imagen.
En 51 el rey parto Gotarzes fue sucedido por Vonones II, pero tras unos meses de reinado fue derrocado por Vologeso
I. El nuevo rey decidió reivindicar los derechos partos sobre Armenia, y puso como rey a su
hermano Tirídates, aprovechando una revuelta por la que fueron expulsados los príncipes impuestos por Roma. En esos
momentos, Roma estaba volcada en la conquista de Britania. Caractaco fue finalmente capturado y asesinado.

En la corte, Agripina estaba moviendo los hilos necesarios para que su hijo Nerón, que entonces tenía catorce años,
pudiera heredar el trono pasando por encima de Británico, el hijo de Claudio. Empezó a deshacerse de los partidarios de
Británico y situó a hombres de confianza en los cargos de importancia. Su baza principal fue poner a Sexto Afranio
Burro al frente de la guardia pretoriana. Entre los amigos del joven Nerón estaba Marco Anneo Lucano, sobrino de
Séneca, de doce años, que cursó brillantemente estudios de retórica y filosofía.

En 52 Claudio nombró procurador de Judea a Marco Antonio Félix, el cual se casó con Drusila, una hija de Herodes
Agripa (el difunto rey de Judea, padre del que ahora reinaba en Calcis). Sin duda el matrimonio fue un intento de ganarse
la popularidad que Herodes Agripa había tenido entre los judíos, pero no funcionó.

En 53 Herodes Agripa logró de Roma unos cambios en su jurisdicción, que le llevaron a gobernar un territorio algo mayor
que el que había gobernado Herodes Filipo. Se granjeó la hostilidad de los judíos, en parte porque fue tolerante con los
cristianos, en parte porque se le acusó de mantener relaciones incestuosas con su hermana Berenice.

Nerón se casó con Octavia, la hija de Claudio. Finalmente, en 54, Agripina decidió que ya no necesitaba a su marido, lo
hizo envenenar y la guardia pretoriana proclamó emperador a Nerón. El senado no pudo negarse.

Con el nuevo monarca, Séneca se convirtió en uno de los hombres más influyentes de Roma. Además de participar en el
gobierno, siguió siendo el tutor del joven Nerón. Se vengó de Claudio escribiendo la Apocolocyntosis, una sátira que
circuló clandestinamente, en la que se cuenta que Claudio, rechazado por los dioses por su crueldad, desciende al infierno,
donde acaba convertido en calabaza. También escribió en esta época obras morales destinadas a la educación de Nerón.
En ellas Séneca desarrolla su propia versión del estoicismo, si bien sólo en teoría, pues sus actitudes ante la vida fueron
todo menos estoicas.
Aconsejado por Séneca y por Burro, Nerón siguió una política similar a la de Augusto. Se limitó a dirigir el ejército y la
política exterior, y delegó el resto de la administración en el Senado. Redujo los impuestos y controló más firmemente a
los recaudadores. Respecto a la política exterior, Nerón no estaba dispuesto a consentir el dominio parto sobre Armenia,
por lo que envió a uno de sus generales más capaces: Cneo Domicio Corbulo, quien pasó varios años reorganizando el
ejército oriental antes de enfrentarse a los armenios y los partos.

Séneca y Burro impulsaban a Nerón a librarse de la tutela de su madre, que poco a poco fue perdiendo su influencia.
En 55 amenazó a Nerón con ayudar a Británico a hacerse con el trono, por lo que Nerón lo mandó matar. A partir de este
momento Nerón se fue mostrando cada vez más despiadado. Séneca se dio cuenta de que se les escapaba de las manos y
escribió Sobre la clemencia, tratando en vano de encauzarlo de nuevo. También escribió por esta época Sobre la vida
feliz, una de sus obras más clásicamente estoicas.

Durante los últimos años, Pablo había estado en Éfeso, y luego había recorrido las comunidades cristianas que él mismo
había establecido en sus viajes anteriores. Al parecer, en el concilio de Jerusalén Pablo se había comprometido a recaudar
donativos que Pedro y los otros apóstoles distribuirían entre los pobres de Jerusalén (al menos en teoría). Así que
en 57 llegó a Jerusalén con la recaudación (o con parte de ella, pues parece ser que alguna acusación hubo de
malversación). De estos años son varias de las cartas recogidas en la Biblia. En ellas, además de explicar su doctrina,
resolver pequeñas querellas y desautorizar a los "falsos apóstoles" que pretendían que los cristianos se circuncidaran y
aceptaran la ley judía, Pablo emplea magistralmente todo género de argucias para excitar el amor propio y la
competitividad entre las distintas comunidades y conseguir así las donaciones más generosas.

Sin embargo, cuando Pablo entró en el Templo se encontró con la indignación de los judíos, que consideraban sus
enseñanzas contrarias a la Ley y llegaron a la conclusión de que con su presencia estaba profanando el Templo. Más aún,
corrió el rumor de que había introducido incircuncisos en el Templo. Al parecer Pablo estuvo a punto de ser linchado, y
se salvó por la protección que le ofreció un destacamento romano. No tardó en ser llevado ante el procurador Félix acusado
de haber profanado el Templo. Pablo se defendió presentándose como un fariseo que creía en la resurrección de Jesús,
pero cuando empezó a hablar del fin del mundo Félix llegó a la conclusión de que estaba loco y lo metió en la cárcel más
por acallar a los judíos que por otra cosa.
En 58, Nerón recibió en su palacio a Popea, la esposa de su amigo Marco Salvio Otón, sobre la que no había dejado de
oír elogios últimamente. Los elogios debían de tener fundamento, porque Otón fue pronto enviado a Lusitania. Mientras
tanto Corbulo consideró que estaba en condiciones de enfrentarse a los partos. No obstante, propuso una solución de
compromiso: Tirídates podría permanecer en el trono armenio si juraba lealtad a Roma, pero su propuesta no fue aceptada,
así que invadió Armenia. En 59 había expulsado a los partos, tras lo cual instaló como rey a Tigranes V, de la familia del
rey Herodes. Las tensiones entre Nerón y Agripina terminaron cuando el emperador hizo asesinar a su madre. Burro
aprobó la medida, Séneca probablemente no, pero lo disimuló y continuó en el gobierno, a pesar de las acusaciones de
haberse enriquecido escandalosamente en los últimos cuatro años. No obstante, paulatinamente fue retirándose de la vida
pública para concentrarse en la literatura. Escribió Sobre la tranquilidad del alma y Sobre el ocio, donde incluyó
pensamientos tan nobles como "Si el estado se halla tan corrompido que no hay posibilidad de remediarlo, el sabio
evitará esfuerzos inútiles."

En 60, la tribu británica de los icenos estaba gobernada por un caudillo leal a Roma, pero murió sin hijos varones. Dejó
dos hijas y a su viuda, la reina Budicca (o Boadicea). En su testamento había dejado parte de su fortuna a Nerón, con la
esperanza de que así Roma respetaría a su familia, pero el gobernador romano de la región entendió que, ante la falta de
herederos, todo su territorio pasaba a ser automáticamente territorio romano. Se adueñó de todas las propiedades y, al
parecer, las hijas del difunto rey fueron maltratadas. Cuando Budicca protestó fue azotada. La reina esperó a que parte de
las tropas romanas estuvieran alejadas para levantar a sus propias tribus y a las circundantes en una rebelión contra Roma.
Los britanos rebeldes quemaron Colchester y destruyeron Londres, matando a todos los romanos que encontraron, e
incluso a los britanos prorromanos. Nerón tuvo la fortuna de contar con buenos generales. Mientras en Oriente tenía a
Corbulo, el año anterior había llegado a Britania Cayo Suetonio Paulino, que en cosa de un año sofocó la revuelta. La
reina terminó suicidándose.

En Judea, el procurador Félix fue reemplazado por Porcio Festo. En 61 se entrevistó con Herodes Agripa, y en esos días
se reabrió el proceso de Pablo, que fue llevado ante ellos. Pablo comprendió que la prioridad de Festo era evitar problemas
con los judíos, así que lo mantendría en la cárcel. Por consiguiente apeló a su condición de ciudadano romano y pidió ser
juzgado en Roma (con lo que le abría a Festo otra forma de librarse de él). Así Pablo zarpó hacia la capital del Imperio
en lo que sería considerado su cuarto viaje apostólico.
En 62, tras una falsa acusación de adulterio, Nerón se divorció de su mujer Octavia. Poco después la desterró y luego la
obligó a suicidarse. Antes de que acabara el año ya se había casado con Popea. También fue el año en que murió Burro,
y Séneca ya estaba prácticamente retirado, enfrascado en la redacción de sus Naturales quaestiones, y luego de
sus Epístolas a Lucilio, dos de sus obras mayores. Burro fue sustituido como jefe de la guardia pretoriana por Ofonio
Tigelino, que había sido desterrado por Calígula por sus vinculaciones con Agripina. Tigelino y Popea se convirtieron en
los más influyentes de Roma, ya que sabían manejar a Nerón y el emperador se desinteresó completamente de la política.
Sus preocupaciones se centraron en las artes: escribía poesías, pintaba cuadros, tocaba la lira, cantaba y recitaba tragedias.
Ansiaba actuar en público y recibir aplausos. Ciertamente los recibía, y le concedían premios, pero también hay que tener
en cuenta que no hacerlo era perjudicial para la salud, luego no podemos hacernos una idea de la calidad de su arte. En la
corte se hizo famoso Cayo Petronio, que había sido gobernador de Bitinia, pero ahora se había entregado a la filosofía
epicúrea y se rodeó de placeres y lujos. Escribió el Satiricón, en el que se burla del mal gusto de los que tienen más dinero
que cultura y sólo saben gastar dinero. Nerón lo consideraba el arbiter elegantiarum (el árbitro de las cosas elegantes), y
apelaba a él para imaginar nuevos juegos y formas placenteras de pasar el tiempo. Por el contrario, Lucano se vio apartado
de la corte. Había escrito numerosas obras poéticas, entre ellas un elogio a Nerón, y tenía una buena técnica. Si bien su
inspiración era inferior a la de Virgilio, gozó de fama en su tiempo y el emperador, celoso, terminó prohibiéndole dar
recitales en público.

Ese año murió un joven poeta de veintiocho años llamado Aulo Persio Flaco. Había llegado a Roma a los doce años
proveniente de Etruria. Allí completó su formación en gramática, retórica y se familiarizó con la filosofía estoica. Escribió
seis sátiras en las que criticaba la decadencia moral de la época. Su estilo es un tanto oscuro y rebuscado, pero es posible
que hubiera llegado a ser un buen poeta si hubiera vivido más tiempo. En el campo de la ciencia, dos figuras destacaron
por esta época. Una era un médico griego llamado Dioscórides que sirvió en los ejércitos de Nerón, y escribió cinco libros
sobre farmacopea en los que describía numerosas drogas extraídas de plantas. La otra era Herón de Alejandría, tal vez el
más famoso inventor e ingeniero de la antigüedad. Su invento más famoso fue una máquina de vapor rudimentaria: una
esfera con dos mangos curvos dentro de la cual se podía hervir agua. El vapor salía por los mangos y hacía girar la esfera.
También estudió la mecánica y observó la conducta del aire, temas sobre los que escribió obras muy avanzadas para su
época.
Nerón recelaba de los generales demasiado capaces, así que reemplazó a Corbulo en Armenia. Su sustituto sufrió una
derrota y Tirídates recuperó el trono armenio. Corbulo tuvo que volver a su puesto y en 63 logró que Tiridates fuera a
Roma a recibir su corona de Nerón. En definitiva, todo quedó como Corbulo había propuesto en un principio. Ese mismo
año un terremoto daño la ciudad de Nápoles y sus alrededores.

En 64 se produjo un gran incendio en Roma que duró seis días y destruyó casi totalmente la ciudad. No es difícil imaginar
causas posibles. En los barrios más pobres de la ciudad se apiñaban casas de madera en las que se producían incendios
con frecuencia. Los sistemas de extinción eran rudimentarios y con cierta frecuencia las llamas se propagaban. En esta
ocasión se superaron todos los precedentes. Nerón estaba en Antium, a unos cincuenta kilómetros al sur de Roma. Al
recibir noticias del incendio volvió apresuradamente a Roma e hizo lo que pudo. Sin embargo, parece ser que en un
momento dado le pudo su vena artística: el dramático escenario de la ciudad en llamas le recordó el incendio de Troya,
cogió su lira y se puso a cantar algo que juzgó apropiado.

El emperador no tardó en ser acusado de haber provocado él mismo el incendio de Roma de forma intencionada, pero se
adelantó a los acontecimientos y, antes de que el rumor se hubiera extendido demasiado, encontró un chivo expiatorio:
los causantes del incendio habían sido los cristianos. Toda Roma consideró satisfactoria la explicación, muestra de la
mala imagen que entonces tenía el cristianismo. Nerón decretó la primera persecución organizada contra los cristianos.
No hay datos fiables sobre lo que fue de Pablo tras su llegada a Roma. Se sabe que permaneció un tiempo en prisión,
desde donde escribió algunas de las cartas que se incluyen en la Biblia, pero es probable que terminara en libertad. Una
de las (varias) tradiciones al respecto afirma que murió mártir, ya en esta primera persecución, ya en alguna de las que se
produjeron en los años siguientes.

Con la reconstrucción de Roma, el ya desaforado gasto público se multiplicó. Nerón mandó erigir una colosal estatua
suya, y también inició la construcción de un nuevo y lujoso palacio, la Domus aurea, hecho de hormigón y ladrillo,
materiales resistentes al fuego que se pusieron de moda entre los que se lo podían permitir. Para hacer frente a los gastos
tuvo que alterar el peso del denario y poner de nuevo en vigor la ley que permitía confiscar las fortunas de los traidores.
Evidentemente, pronto surgieron traidores a los que confiscar las fortunas, y los falsos traidores pronto dieron paso a los
auténticos conspiradores. En 65 fue neutralizada una conjuración organizada por el senador Cayo Calpurnio Pisón, que
planeaba asesinar al emperador y ocupar su lugar. Cuando supo que su plan había sido descubierto, Pisón decidió
suicidarse, pero Nerón se encargó de ejecutar a sus colaboradores. Entre los acusados estaban Séneca, Lucano y Petronio,
que se quitaron ellos mismos la vida por mandato de Nerón. A partir de ese momento Nerón vio conspiradores en todas
partes. Popea estaba embarazada y fue víctima de un ataque de histeria de su marido: Nerón le dio un puntapié en el
vientre que le provocó la muerte. Eso sí, en su funeral recibió honores divinos.

Por esta época, un discípulo de Pablo llamado Marcos redactó lo que años más tarde se convertiría en el Evangelio según
san Marcos, recogido en la Biblia, donde por primera vez se ponían por escrito con fines didácticos las palabras y los
hechos de Jesús según las versiones que hasta entonces habían circulado oralmente.

Los historiadores chinos cuentan que el emperador Mingdi tuvo un sueño a raíz del cual mandó traer de la India maestros,
libros e imágenes budistas. Obviamente esto no es creíble, pero es el primer reconocimiento oficial del budismo en China.
Probablemente el budismo se fue infiltrando lentamente en el país desde principios de siglo. Concretamente, lo hizo la
secta del gran vehículo, pues la secta del pequeño vehículo era una religión monacal, y la idea del monacato resultaba
extraña a la mentalidad china, en la que la familia representaba un papel central.

En 66 hubo disturbios en Cesarea, la ciudad de Judea donde el procurador tenía su cuartel general, así que los judíos
fueron expulsados. La noticia llegó a Jerusalén junto con el rumor de que el procurador pretendía apropiarse de parte del
tesoro del Templo, con lo que Jerusalén también se amotinó. En Jerusalén se encontraban Herodes Agripa y su hermana
Berenice, quienes trataron de calmar a la población haciéndoles ver lo que significarían las represalias romanas si la
rebelión seguía adelante, pero los zelotes dominaban la situación y eran fanáticos. Se apoderaron del Templo y luego de
toda la ciudad. La guarnición romana fue expulsada. Una legión romana entró en Jerusalén, pero fue obligada a retirarse
y, durante su retirada, un improvisado ejército judío logró forzarla a presentar batalla y la derrotó. Esto convenció a los
judíos de que habían vuelto los tiempos de los Macabeos, y todo el país se alzó en armas. Se estableció en Jerusalén un
gobierno rebelde y el país fue dividido en distritos militares. En Galilea quedó al mando un sacerdote llamado Josefo, que
dos años antes había visitado Roma para pedir un mejor trato hacia los judíos, al tiempo que en Judea había tratado de
aplacar a los sectores más radicales del judaísmo.
Mientras sucedía todo esto, Nerón estaba de viaje por Grecia. Los griegos organizaron competiciones especiales en su
honor, en las que el emperador pudo medirse con los más destacados poetas, cantantes, músicos, atletas y aurigas griegos.
Para su regocijo, logró vencerlos a todos. Sólo hubo una cosa que los griegos no le consintieron: pidió permiso para
iniciarse en los misterios eleusinos, pero le fue denegado porque había matado a su madre. Nerón no tomó ninguna
represalia, lo que muestra el vigor que todavía tenían las religiones mistéricas griegas.

Nerón podía haber enviado a Corbulo a Judea, pero lo consideró un traidor potencial y en 67 le ordenó suicidarse. Corbulo
se clavó su cuchillo y dicen que murmuró "me está bien empleado", refiriéndose a que debería haber traicionado
realmente al emperador mientras había estado al frente de su ejército. Ésta fue tal vez la decisión más desafortunada de
Nerón, pues a los generales romanos no les importaba mucho que se mataran senadores, pero se inquietaban bastante
cuando la víctima era otro general.

No obstante, el ejército romano tenía muchos otros hombres capaces, y Nerón envió a Judea a Tito Flavio Vespasiano. En
tiempos de Claudio había estado al frente de una legión en Germania y luego se había distinguido en la invasión de
Britania. En tiempos de Nerón había sido procónsul de África hasta este momento en que el emperador lo puso al frente
de tres legiones, con las que se dirigió a Antioquía. Desde allí avanzó hacia el sur y tomó Galilea sin dificultad. Josefo se
refugió en la ciudad de Jotapata, que cayó a las siete semanas de asedio, pero Josefo logró ganarse la confianza de
Vespasiano y se unió a Herodes Agripa en su apoyo a los romanos. Luego Vespasiano fue recorriendo la costa de Judea
sin encontrar mucha resistencia, pues los judíos peleaban en el interior... unos contra otros. Terminó venciendo el sector
más extremista.

Según la tradición, Pedro murió mártir en Roma este año. Se le considera (sin mucho fundamento) el primer obispo de
Roma. Si bien es posible que viajara a Roma, es seguro que no fundó la iglesia de Roma, sino que más bien fue a visitarla,
pero suponerlo primer obispo de Roma iba a tener una gran trascendencia política siglos después. Según la misma
tradición, el segundo obispo de Roma fue un italiano originario de Etruria llamado Lino, al que supuestamente había
convertido el mismo Pedro.
En 68 Nerón seguía en Grecia dedicado al espectáculo para vergüenza de los romanos. La ejecución de Corbulo no tardó
en mostrar sus efectos y en varios puntos del Imperio las legiones se rebelaron. En la Galia fue proclamado
emperador Cayo Julio Víndex, secundado por Servio Sulpicio Galba, gobernador de la Hispania Tarraconense, así
como por las legiones de África. No obstante, Víndex fue derrotado y ejecutado por Publio Virginio Rufo, que
permanecía leal a Nerón y tenía bajo su mando las legiones de la Germania Superior. Entonces Galba fue elegido
emperador por sus soldados y Virginio Rufo se dispuso a combatirlo como había hecho con Víndex.

Nerón volvió a Roma apresuradamente, pero Tigelino comprendió que el emperador estaba perdido y le retiró su apoyo.
Acorralado por la guardia pretoriana, se cuenta que Nerón no tuvo el valor de suicidarse, y tuvo que pedir a su
secretario, Epafrodito, que le clavara una daga. Dicen que sus últimas palabras fueron: "¡qué gran artista muere
conmigo!"

Tras la muerte de Nerón, Galba recibió el apoyo como emperador de Salvio Otón, que seguía siendo gobernador de
Lusitania desde que Nerón lo apartara de Roma para arrebatarle a Popea. Por otra parte, Virginio Rufo fue aclamado
emperador por sus soldados, pero éste declinó y dejó la decisión al Senado. Viendo que Rufo estaba controlado y Galba
no, el Senado nombró emperador a Galba, pero la decisión no fue muy afortunada, pues era un viejo de más de setenta
años que no podía caminar y tenía que ser llevado en litera. Además sus primeras medidas como emperador se
encaminaron a economizar y reponer al estado de los dispendios de Nerón, lo cual era sensato en teoría, pero en la práctica
era un suicidio, pues eran los soldados los que elegían los emperadores y no lo hacían por altruismo, sino por dinero. El 1
de enero de 69 las legiones de Germania nombraron emperador a Aulo Vitelio, un general que se había ganado el favor
de Calígula, Claudio y Nerón a base de adularlos.

Galba era consciente de su debilidad y trató de paliarla nombrando un heredero joven. Eligió a Calpurnio Liciniano
Pisón (10 de enero), pero ello lo enemistó con Otón, que esperaba ser el sucesor. Otón no tuvo dificultad en ganarse a la
guardia pretoriana, que no había recibido la esperada gratificación, y el 15 de enero Galba y Pisón fueron degollados en
el Foro.
Por segunda vez, algunas legiones proclamaron emperador a Virginio Rufo, pero él nuevamente dejó la decisión al
Senado, y el Senado eligió al más peligroso, que era Otón, que también contaba con el favor del pueblo. Entre sus primeras
medidas estuvo la de obligar a Tigelino a suicidarse, pues podía hacer con él lo que él había hecho con Galba. El 14 de
abril, Otón se enfrentó a Vitelio en la batalla de Bedriac, perdió y se suicidó. Vitelio entró en Roma y fue reconocido
emperador por el Senado.

Vitelio castigó a los asesinos de Galba, reorganizó la guardia pretoriana y remodeló el gobierno confiando los altos cargos
a la clase ecuestre en detrimento de la senatorial. El nuevo emperador tampoco satisfizo a las legiones y pronto se
produjeron revueltas en Mauritania y en el Danubio, a la vez que las legiones de Judea y Egipto proclamaban emperador
a Vespasiano. Por aquel entonces Vespasiano había aislado a los zelotes en espacios cada vez más reducidos al oeste del
mar Muerto y estaba preparado para asediar Jerusalén, pero decidió aplazar el ataque. Junto a él tenía a su hijo Tito Flavio
Vespasiano, con quien ocupó Egipto. Luego lo dejó en Alejandría y él se puso al frente de las legiones del Danubio.
En octubre derrotó a las tropas de Vitelio, en diciembre el emperador fue asesinado por el pueblo y, antes de que acabara
el mes, Vespasiano se había convertido en el cuarto emperador del año.

En algún momento de este agitado año volvió a Roma Cayo Musonio Rufo. Había estado implicado en la conspiración
contra Nerón que costó la vida a Séneca, pero su castigo fue sólo el destierro. A su regreso fundó una escuela estoica en
la que predicaba a los hombres de poder (emperadores incluidos). Según él, todos los hombres eran enfermos, y sólo la
filosofía podía curarlo

VESPASIANO
La victoria de Vespasiano frente a Vitelio no puso fin a las guerras civiles que se habían sucedido en los últimos años. En
la Galia había estallado inmediatamente una revuelta encabezada por Claudio Civilis, caudillo de la tribu de
los bátavos, que poseía la ciudadanía romana y había luchado al lado de Vespasiano contra Vitelio. Civilis estaba al
mando de unas tropas auxiliares y logró sublevar a los bátavos, a los frisones y a parte de los germanos, con los que
capturó la flota romana del Rin y se apoderó de todas las ciudades y fortalezas que dominaban el río, excepto Maguncia
y Colonia. Fue proclamado "libertador de la Galia y Germania". Al mismo tiempo se alzó también en armas el galo Julio
Sabino, que también era ciudadano romano.

Vespasiano, al igual que Galba, era ya mayor cuando fue nombrado emperador (tenía 61 años), pero, a diferencia de éste,
todavía estaba en plenas facultades. En 70 envió a la Galia a Petilio Cerealis, quien obligó a Civilis a cruzar el Rin,
mientras todos los pueblos se sometían a Roma. Sabino continuó en rebeldía, pero su movimiento no tuvo ninguna
trascendencia. Al mismo tiempo, Vespasiano había enviado a su hijo Tito de regreso a Judea, donde no tardó en reducir
de nuevo a los zelotes y en mayo puso sitio a Jerusalén. Poco a poco sus murallas fueron siendo destruidas, a la vez que
el hambre y las enfermedades hacían su efecto entre los sitiados. El 28 de agosto fue tomado y destruido el segundo
Templo. No obstante, todavía resistían algunas ciudades de Judea. Los cristianos de Jerusalén interpretaron los desastres
que veían a su alrededor como presagios del inminente fin del mundo que había anunciado Jesucristo, y obraron según
las instrucciones que éste había dado:

Según esto, cuando veais que está establecida en el lugar santo la abominación desoladora que predijo el profeta Daniel
(quien lea esto, nótelo bien), en aquel trance, los que moran en Judea, huyan a los montes. (Mt. XXIV, 15-16)
En efecto, los cristianos huyeron a los montes y no participaron en la defensa de Jerusalén, por lo que desde ese
momento los judíos los tuvieron por partidarios de Roma y rompieron todo vínculo con ellos. Esto supuso la muerte
definitiva del cristianismo de san Pedro. Ya no hubo más cristianos que se consideraran judíos. Por otra parte, a medida
que los cristianos se daban cuenta de que el fin del mundo que esperaban no parecía llegar nunca, empezaron a llegar a
la conclusión de que las palabras proféticas de Jesús se referían simbólicamente a la destrucción de Jerusalén. Esto
reforzó la doctrina de san Pablo, que conminaba a los cristianos a llevar una vida normal, en contra de las enseñanzas de
Jesús y los apóstoles, que invitaban a abandonarlo todo y vivir del aire hasta el fin de los tiempos.

Los judíos también recibieron un duro golpe en Alejandría. Allí se habían ganado a pulso la enemistad de los griegos,
pero el gobierno siempre había logrado mantener una relativa paz entre ambos. No obstante, mientras los judíos estaban
en rebelión en Judea, los gobernantes romanos de Alejandría no se sintieron obligados a proteger a los judíos de la ciudad.
Pronto se produjeron sangrientos tumultos entre griegos y judíos y, como éstos eran minoría, se llevaron la peor parte. El
principal templo judío de la ciudad fue destruido y miles de judíos fueron asesinados. La comunidad judía de Alejandría
sobrevivió, pero conservó siempre una hostilidad hacia Roma y, recíprocamente, los romanos consideraron desde
entonces a los judíos como fanáticos peligrosos. Desgraciadamente para los cristianos, los romanos no distinguían entre
unos y otros, por lo que su imagen también empeoró. Herodes Agripa se mantuvo fiel a Roma, por lo que Vespasiano le
amplió su territorio y le concedió el rango de pretor.

Cuando Tito regresó a Roma se llevó consigo a Berenice, la hermana de Herodes Agripa, de la que se había enamorado.
También marchó a Roma el judío Josefo, que había participado en la toma de Jerusalén. Vespasiano le concedió una
pensión. Otro personaje que destacaba entonces en Roma era Marco Fabio Quintiliano, que había nacido en Calagurris
Nassica (la actual Calahorra, en España), pero había estudiado en Roma. Tras completar sus estudios volvió a Hispania,
pero había regresado a Roma hacía unos años, probablemente con Galba. Alcanzó fama como abogado y como maestro.
Escribió De institutione oratoria, en doce libros, donde ensalzaba el estilo de Cicerón, a quien se tenía por anticuado,
frente a las nuevas tendencias literarias al estilo de Séneca.

En 71 Vespasiano y Tito celebraron un triunfo en Roma, en honor de sus victorias en Judea. Vespasiano fue considerado
un nuevo Augusto, que había puesto fin a las disputas internas y restablecido la llamada pax Romana. Así, el emperador
adoptó los mismos títulos que Augusto, entre ellos el de cónsul, que renovó año tras año. Tito fue nombrado procónsul,
tribuno y jefe de la guardia pretoriana. Era además emperador adjunto y heredero del cargo. Cerealis fue enviado a
Britania, donde mantuvo una larga guerra contra los brigantes, un pueblo celta asentado en el actual condado de York.

El nuevo emperador demostró tener la talla de Augusto en cuanto a la administración. Era el primer emperador de origen
italiano (no propiamente romano). Su familia era de origen burgués y tal vez ello influyó, junto con la evidente decadencia
y envilecimiento de la clase senatorial, en que Vespasiano concediera un papel preeminente a la clase ecuestre. Los
senadores ridiculizaron su avaricia, pero más bien hemos de entender que Vespasiano adoptó las medidas económicas
necesarias para recuperar las arcas del estado de los dispendios realizados por Calígula y Nerón. También reorganizó el
ejército, y disolvió las legiones que habían actuado más desordenadamente durante la guerra civil que precedió a su
nombramiento. Reforzó las fronteras del Rin y del Danubio, y en 72, el propio Vespasiano tomó la Comagena, un
diminuto reino de Asia Menor que había permanecido independiente por capricho de Calígula.
En 73 Vespasiano y Tito asumieron el cargo de censor y realizaron una drástica reforma del Senado. Admitieron como
senadores a los más distinguidos italianos y naturales de otras provincias, con lo que se creó una nueva aristocracia. Así
se estrecharon los vínculos entre Roma y las provincias. Muchas ciudades recibieron la ciudadanía romana y toda Hispania
fue sometida al derecho latino (esto es, al régimen privilegiado del que disfrutaban las ciudades del Lacio, el más ventajoso
después del derecho romano). Esto permitió al emperador admitir en las legiones romanas a hombres naturales de las
provincias, que hasta entonces sólo podían formar parte de tropas auxiliares. No obstante, estableció que sólo los italianos
podían pertenecer a la guardia pretoriana. Estas medidas aceleraron la romanización y la difusión del latín y la cultura
grecorromana.

Ese mismo año cayó el último foco de resistencia en Judea, la ciudad de Masada, en la costa occidental del mar Muerto.
Cuando la entrada romana en la ciudad era inminente, sus habitantes, casi un millar de hombres, mujeres y niños,
decidieron matarse antes que rendirse. Así terminó la rebelión judía. Herodes Agripa era cada vez más impopular entre
los judíos, así que decidió trasladarse a Roma, donde vivía su hermana Berenice.

En 74 los brigantes estaban sometidos a Roma, pero la guerra en Britania continuó, esta vez con una campaña contra
los siluros, que ocupaban el sur del actual país de Gales. La campaña la dirigió Sexto Julio Frontino, que ese año era el
segundo cónsul, junto al emperador. Además de un gran militar, fue un ingeniero de primer orden.

En 77, cuando los siluros quedaron sometidos, Vespasiano decidió que estaba en condiciones de acelerar la conquista de
Britania y envió un gran ejército bajo el mando de Cneo Julio Agrícola, el cual conquistó rápidamente el actual país de
Gales e inició un avance hacia el norte. En 78 su hija se casó con Publio Cornelio Tácito, un joven que estaba destacando
en Roma por su oratoria. Mientras Agrícola continuaba su conquista Frontino fue nombrado gobernador de Britania.

Por esta época aproximadamente, un antiguo compañero de viajes de san Pablo, llamado Lucas, escribió una nueva
versión de la historia de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión. El Evangelio según san Lucas, que forma
parte de la Biblia, se basa en parte en el relato escrito por Marcos más de diez años atrás, pero incorpora otras fuentes.
Lucas escribió también los Hechos de los Apóstoles, donde relata lo que los discípulos de Jesús dijeron que sucedió tras
la resurrección y después se centra en san Pablo hasta su viaje a Roma.
Por su parte, Josefo publicó La guerra de los judíos, a la que pronto tuvo que acompañar de una autobiografía para
defenderse de las acusaciones de haberla provocado.

En 79 los secuanos (un pueblo galo) entregaron a Vespasiano al insurrecto Julio Sabino, que fue condenado a muerte en
Roma. Poco después moría el emperador. Cuentan que cuando vio que le quedaba poca vida dijo: "siento que me estoy
convirtiendo en un dios", aludiendo irreverentemente al culto imperial, por el que los emperadores muertos recibían
honores divinos. Al parecer, en sus últimos instantes pidió a los que le rodeaban que le ayudaran a incorporarse pues "un
emperador —dijo— ha de morir de pie". Sus diez años de gobierno habían remediado las consecuencias del irresponsable
mandato de Nerón.

Tito sucedió sin problemas a su padre. Su carácter alegre y extrovertido hacían temer que se convirtiera en otro Calígula,
pero no fue así. Tomó las riendas del gobierno eficientemente. La única crítica que recibió fue la de tener una amante
judía, Berenice, la hermana de Herodes Agripa, con la que pensaba casarse, pero a la que finalmente tuvo que devolver a
Judea. Antes de que terminara el año se produjo una catástrofe natural. Cerca de Nápoles había una montaña
llamada Vesubio, de la que se sabía que había sido un volcán, pero nadie tenía memoria de una erupción. Junto al Vesubio
se encontraban las ciudades de Pompeya y Herculano, y en su ladera se esparcían numerosas granjas. Pompeya, en
particular, era una zona de veraneo de los romanos ricos. En noviembre el Vesubio sufrió una violenta erupción y, en
pocas horas, Pompeya y Herculano fueron enterradas bajo la lava. Tito se dirigió apresuradamente a la zona, pero poco
después tuvo que volver a Roma, donde se había desatado un incendio que tardó tres días en ser sofocado.

Una de las víctimas más ilustres de la erupción del Vesubio fue Cayo Plinio Segundo, que a la sazón estaba al frente de
la flota de Mesina (en Sicilia). Acudió con su flota y trató de salvar a los habitantes de la costa, pero su vocación eran las
ciencias naturales, se acercó al volcán para observarlo de cerca y murió asfixiado por los gases. Había sido un trabajador
infatigable. Escribió de los temas más diversos, desde gramática hasta el arte bélico, pasando por su Historia natural, que
es la única obra que se conserva. Aunque no tiene valor literario, proporciona mucha información sobre los conocimientos
antiguos de etnografía, zoología, botánica, medicina y mineralogía. A menudo Plinio es conocido como Plinio el
Viejo, para distinguirlo de su sobrino e hijo adoptivo Cayo Plinio Cecilio Segundo, o Plinio el Joven. Tenía unos
dieciocho años cuando murió su tío. Había estudiado con Quintiliano y desde joven destacó como orador. Se conserva
una carta suya en la que relata la muerte de su tío.

En los últimos años de su gobierno Vespasiano había iniciado una serie de obras públicas, la más famosa de las cuales
fue un enorme anfiteatro construido sobre lo que había sido el palacio de Nerón. Las obras finalizaron en 80 y la
construcción recibió el nombre de Anfiteatro Flavio, pero terminó siendo conocido como el Coliseo, debido a que junto
a él estaba el coloso construido por Nerón (una gigantesca estatua suya). Aunque la estatua de Nerón no se conserva, el
Coliseo sigue en pie en bastante buen estado. Tenía capacidad para unos cincuenta mil espectadores. Allí se celebraron
carreras de carros, luchas de gladiadores, luchas con animales, etc.

Por esta época murió el estoico Musonio Rufo, al tiempo que empezaba a ganar fama Marco Valerio Marcial. Había
nacido en Bílbilis (la actual Calatayud, en España), y llegó a Roma un año antes de que Nerón matara a Séneca y Lucano.
Tras la muerte de éstos, la comunidad hispana en Roma quedó desamparada, y durante los años siguientes Marcial tuvo
que vivir de la adulación como parásito, a menudo al borde de la miseria. Ahora destacaba como poeta, principalmente
por sus Epigramas, poemas breves en los que, en palabras de Plinio el Joven, sabía mezclar perfectamente la sal y la hiel,
no menos que el candor. Tito le concedió algunos títulos honoríficos.

Tras sólo dos años de gobierno y a los cuarenta años de edad, murió Tito en 81, y el Senado nombró emperador a su
hermano menor, Tito Flavio Domiciano. Él erigió en honor de su hermano el llamado Arco de Tito, que aún sigue en
pie, y en el que está representado el botín del Templo que fue llevado a Roma tras la caída de Jerusalén. También
reconstruyó los templos destruidos por el incendio del año anterior, construyó bibliotecas públicas y financió juegos para
el populacho. Se preocupó por la prosperidad de las provincias y con frecuencia nombró cónsules no italianos. Trató de
estimular la vida familiar y la religión tradicional. Prohibió la castración de esclavos y, en general, su gobierno fue justo,
firme y prudente. Sin embargo, al igual que Tiberio, era huraño, frío, introvertido y, en suma, nada popular. Además no
ocultaba su desprecio hacia la decadente clase senatorial, lo que le valió la enemistad de muchas personalidades
influyentes.
En Britania, Agrícola había llegado hasta el río Tay, en lo que ahora es Escocia central. Más al norte estaban
los caledonios, tribus que habitaban la isla desde antes de la llegada de los celtas (si bien en esta época estaban muy
mezclados con la población celta). Los romanos llamaron Caledonia al territorio situado al norte de sus dominios en
Britania. En 82 Agrícola inició una campaña contra los caledonios.

Pero la preocupación principal de Domiciano fueron los germanos. El punto más débil de la frontera germana era Retia,
entre los nacimientos del Rin y del Danubio. Las tribus fronterizas eran los catos, que desde los tiempos de Augusto
habían luchado contra los romanos de tanto en tanto. Si avanzaban hacia el sur podrían separar Italia de la Galia con
relativa facilidad, y ello podría haber sido peligroso. En 83 el propio Domiciano se puso al frente de las legiones y derrotó
a los catos. Luego construyó una línea de fortalezas en la región con las que estableció una firme línea defensiva.

En 84 Agrícola había obtenido una victoria decisiva frente a los caledonios, que se refugiaron en las regiones montañosas
del norte de Escocia. Sin embargo, Domiciano no permitió a Agrícola que siguiera adelante con su campaña y le ordenó
volver a Roma. Los senadores le acusaron de hacerlo por celos, pero es razonable conjeturar que el emperador no
considerara rentable enviar legionarios a unas montañas donde los caledonios estaban como en casa.

Al norte del Danubio en la parte oriental del Imperio estaban los dacios, que por esa época se unieron a los sármatas bajo
el mando de un caudillo llamado Decébalo y cruzaron el río helado por sorpresa, invadiendo la provincia de Mesia. Las
legiones romanas lograron expulsar a los invasores.

Alrededor de 85 se escribió el Evangelio según san Mateo, que reproduce unas nueve décimas partes del evangelio de
san Marcos, pero incorpora también tradiciones judaizantes, probablemente tomadas de fuentes cristianas anteriores a san
Pablo.

En 86 los ejércitos romanos ocuparon la Dacia, y Domiciano celebró un triunfo en Roma, pese a que sólo intervino de
forma secundaria en la campaña. Poco antes había sofocado una rebelión en Mauritania.

La naturaleza introvertida de Domiciano le llevó a la soledad. No confiaba en nadie y no se sentía a gusto con nadie.
Recíprocamente, la corte recelaba de que en cualquier momento decretara una serie de ejecuciones paranoicas. Una vez
más, los temores de conspiraciones dieron paso a las conspiraciones auténticas. Un general de la frontera germánica
llamado Lucio Antonio Saturnino hizo que sus tropas lo proclamaran emperador en 88, con la ayuda de los catos.
Domiciano aplacó la revuelta en 89, pero Decébalo y los dacios aprovecharon la situación para rebelarse y una fuerza
romana sufrió una desgracia en la región. No obstante, las legiones lograron controlar la situación de forma algo precaria.

En 90 Domiciano consideró que la guerra contra Decébalo y los dacios era demasiado costosa, así que firmó un tratado
de paz. Decébalo fue coronado por Domiciano, pero en la práctica Dacia siguió siendo independiente. Además Decébalo
recibió un subsidio del emperador, más barato que los costes militares, pero obviamente los senadores prefirieron llamarlo
"tributo vergonzoso", el primero que pagaba Roma desde los tiempos legendarios de la invasión gala.

Por esta época, un grupo de sabios judíos se reunieron en la ciudad de Jamnia, una ciudad costera a unos cincuenta
kilómetros al oeste de Jerusalén, que se había convertido en uno de los centros del saber judío. Allí elaboraron la versión
final de la Biblia judía. En Roma, Josefo escribió su libro Antigüedades de los judíos, cuya finalidad era demostrar que
los judíos tenían una tradición tan gloriosa como la griega o la romana, y más antigua.

Durante la época de Domiciano destacó un escritor de cuya vida se sabe muy poco. Era Décimo Junio Juvenal. En su
obra criticó duramente todos los aspectos de la vida cotidiana de Roma, cambiando el humor de Marcial por la crudeza
más desgarrada. Detestaba tanto la tiranía del emperador como la supremacía del populacho. Fue él quien acuñó la
expresión panem et circenses para resumir los intereses del pueblo.

Mientras tanto China vivía momentos de esplendor. Los comerciantes habían difundido la cultura china entre los bárbaros,
lo que disminuyó las fricciones. La ruta de la seda estaba dominada y proporcionaba sustanciosos ingresos. La invención
del papel había facilitado la difusión de la cultura, lo que se tradujo en un progreso de muchas ciencias: alquimia, cirugía,
medicina, astronomía... El lujo volvió a brillar en la corte, donde los eunucos concentraban cada vez más poder.

La rebelión de Saturnino había acrecentado los recelos del emperador. En 94 promulgó un decreto por el que expulsaba
de Roma a los filósofos, pues el emperador consideraba que defendían un republicanismo idealizado que los convertía en
potenciales traidores. Entre los expulsados estaba Epícteto, que había sido esclavo de Epafrodito, el secretario de Nerón
que le había ayudado a suicidarse, y había estudiado en la escuela de Musonio Rufo. Cuando Epafrodito fue asesinado (a
instancias de Domiciano), Epícteto fue emancipado y se consagró a la filosofía estoica, reducida a una doctrina moral
preocupada por dictar reglas prácticas de conducta sin tratar de justificarlas teóricamente. Epícteto se retiró a la ciudad
de Nicópolis, en Épiro, donde vivió pobremente enseñando su doctrina.

Otro de los filósofos expulsados de Roma fue Dión Crisóstomo, nacido en Bitinia sesenta y cuatro años atrás, donde
había enseñado retórica durante un tiempo y ocupado diversas magistraturas. Tras algunos viajes por Egipto y Grecia
había fijado su residencia en Roma en tiempos de Vespasiano, donde siguió enseñando retórica y no tardó en ganarse la
confianza del emperador. Tras la expulsión llevó una vida errante.

Domiciano emprendió también acciones contra los judíos dispersos por el Imperio, pues era consciente de su enemistad
hacia su padre y su hermano, obviamente extendida a su persona. Los cristianos también sufrieron persecuciones,
probablemente porque eran considerados judíos. Domiciano instituyó la costumbre de que las legiones acamparan en
campamentos separados, de modo que dos de ellas no pudieran unirse contra el emperador. A la larga, las medidas para
evitar que las legiones se unieran entorpeció su efectividad y debilitó las fronteras.

En 95, un tal Juan (que difícilmente podría ser el apóstol, como afirma la tradición cristiana) escribió el Evangelio según
san Juan, el último de los cuatro recogidos en la Biblia, en el que la figura de Jesús aparece más distorsionada. Mientras
en los otros tres Jesús afirma sólo discretamente su condición de Mesías, el Jesucristo de san Juan proclama su naturaleza
divina una y otra vez. Es probable que sea del mismo autor el último libro de la Biblia, el Apocalipsis (la revelación).

Al parecer, los últimos años del gobierno de Domiciano fueron un reinado del terror. Finalmente, en 96 triunfó una
conspiración palaciega en la que estuvo involucrada la misma emperatriz. Los senadores se ganaron la confianza de la
guardia pretoriana y asesinaron a Domiciano. Para evitar que sucediera lo mismo que tras la muerte de Nerón, cuando
varios generales lucharon por adueñarse del Imperio, los conjurados ya tenían designado un sucesor. Se trataba de Marco
Coceyo Nerva, un senador ya mayor, pero sumamente respetado. Había desempeñado cargos de responsabilidad bajo
Vespasiano, Tito y también con Domiciano, pero finalmente había caído en desgracia y Domiciano lo había desterrado
al sur de Italia.
Las primeras medidas de Nerva se encaminaron a cancelar las medidas represivas de Domiciano. Anuló los destierros,
suprimió los decretos contra los cristianos y los judíos y prometió no ejecutar nunca a un senador. Organizó un servicio
postal, creó instituciones de caridad para el cuidado de los niños necesitados y estableció repartos de trigo entre el pueblo,
como no se hacía desde los últimos años de la República. Domiciano no había cuidado mucho la economía, así que Nerva
tuvo que imponer nuevas medidas de ahorro. Algunas de estas medidas afectaron a la guardia pretoriana, con la que
Domiciano había sido especialmente generoso y tolerante. Ahora cundió el descontento.

Dión Crisóstomo estaba en Tracia cuando llegaron las noticias de la muerte de Domiciano y la subida al poder de Nerva.
Allí había un campamento romano y al parecer Dión logró evitar una sublevación de los soldados, lo que le permitió
volver a Roma, donde Nerva lo trató con respeto.

En 97 Nerva puso a cargo del sistema de acueductos de Roma a Frontino, el que había sido gobernador de Britania. A
raíz de este cargo escribió una memoria llamada precisamente Acueductos de Roma, llena de valiosos detalles. También
había escrito un tratado de arte militar (que no se conserva) y otro de agrimensura (del que se conservan fragmentos). Ese
mismo año murió siendo cónsul Virginio Rufo, el general que por dos veces había renunciado al cargo de emperador, tras
la muerte de Nerón y de Galba.

Ese año se produjo una conspiración contra Nerva. El responsable era un senador, pero Nerva fue fiel a su promesa y no
lo ejecutó, sino que ordenó su destierro. Sin embargo, la guardia pretoriana reclamó la muerte del traidor, así como la de
su propio jefe, que también estaba implicado en la conjura. Nerva trató de oponerse, pero los pretorianos asesinaron a
quienes consideraron oportuno y obligaron al emperador a que impulsara una moción del Senado que les agradecía el
servicio prestado.

Nerva comprendió la urgencia de elegir un sucesor competente, pues en cualquier momento podía ser asesinado y el
Imperio se vería envuelto de nuevo en una guerra civil. Eligió a Marco Ulpio Trajano, al que adoptó para legitimar la
sucesión. Había nacido en Itálica (cerca de la actual Sevilla, en España). Iba a ser el primer emperador nacido fuera de
Italia (aunque era de ascendencia italiana). Era un soldado hijo de soldado que siempre había actuado con eficiencia y
capacidad. Tres meses después de la adopción, ya en 98, el emperador murió. Trajano se encontraba inspeccionando la
frontera con Germania en Retia que Domiciano había reforzado y, a pesar de su nombramiento, no volvió a Roma hasta
que consideró concluida su misión.

Tácito escribió la Vida de Agrícola, en la que relata las operaciones militares de su suegro en Britania, elogiando su figura
y atacando la de Domiciano. Poco después escribió Germania, donde analiza con gran precisión las costumbres de los
germanos, elogiando su sencillez y honestidad frente a la corrupción que imperaba en Roma.

En 99 Trajano entro triunfalmente en Roma. Al nuevo emperador le bastó su carisma para someter a la guardia pretoriana.
En 100 murieron Josefo y Quintiliano.

TRAJANO
Al inicio del siglo II, tres de los cuatro grandes imperios civilizados gozaban de prosperidad política, económica y
cultural. China había logrado que los bárbaros del norte asimilaran su cultura y le sirvieran de pantalla contra otros
pueblos. Su influencia se extendía por extensos territorios asiáticos, la ruta de la seda proporcionaba buenos ingresos y el
bienestar social favoreció un considerable desarrollo cultural.

El imperio Kusana estaba en su apogeo bajo el emperador Kaniska, al que los budistas recuerdan como uno de sus más
ilustres protectores. El imperio se extendía por el actual Afganistán hasta casi toda la India. En este periodo floreció el
comercio en Asia Central y muchas regiones se urbanizaron. La cultura Kusana combinaba el budismo con la cultura
griega de la antigua Bactriana.

El Imperio Parto era la excepción. Tenía una estructura feudal, con príncipes locales muy poderosos que desde hacía
varias décadas se enzarzaban con frecuencia en guerras civiles, principalmente por el trono.

Más al oeste estaba el Imperio Romano, cuyos últimos emperadores habían sabido compensar la incompetencia de Nerón.
Las arcas públicas estaban algo escasas de fondos, pero el nuevo emperador, Trajano, se encontró con las mejores
condiciones imaginables para iniciar su gobierno. Pero antes de entrar en la política romana hemos de detenernos en la
evolución del cristianismo. Desde la destrucción de Jerusalén, los judíos dejaron de considerar a los cristianos como una
de sus sectas para tenerlos por gentiles. El beneficio para éstos fue incalculable, pues en aquellos tiempos los judíos tenían
fama de fanáticos agresivos, y a nadie civilizado se le pasaría por la cabeza convertirse al judaísmo. En cambio, una
religión de la que los judíos abjuraban interesó especialmente a sus más enconados enemigos: los griegos. En Alejandría,
el cristianismo cuajó entre la comunidad griega, que pronto diseñó la versión del cristianismo que resultaba más ofensiva
para sus odiados conciudadanos. Se conoce como gnosticismo, que es una curiosa mezcla entre la doctrina cristiana y la
filosofía platónica.

Platón había afirmado que el mundo verdadero es el mundo de las ideas, la más excelsa de las cuales es el Bien, en el más
amplio sentido de la palabra. El mundo que nos muestran los sentidos, el mundo de la materia, es un pálido e imperfecto
reflejo del mundo de las ideas, obra de un demiurgo (artesano), una especie de dios menor que había hecho lo que había
podido, que no era mucho. Para los gnósticos, el dios de los judíos, el dios descrito en el Antiguo Testamento, era ese
demiurgo, ese dios torpe y de segunda categoría. Para algunos de ellos era incluso un demonio. Por contraposición,
Jesucristo era la encarnación perfecta del Bien. La salvación del hombre se basaba en el rechazo a la materia, identificada
con el mal, y el conocimiento superior (gnosis) de las cosas divinas. Los primeros teólogos gnósticos (Menandro,
Cerinto) habían surgido en los últimos años del siglo I, pero la doctrina empezó a tomar su forma definitiva en el nuevo
siglo. Carpócrates enseñaba en Alejandría que el mundo había sido creado por ángeles privados de su pureza primitiva.
La creación es mala y para librarse de ella hay que alcanzar la gnosis, como lo habían hecho Pitágoras, Platón y Aristóteles.

Esta teoría sobre los ángeles y otras ideas gnósticas son duramente combatidas en la que en la Biblia aparece como
segunda epístola de san Pedro, así como en las epístolas de Juan, Judas y Santiago, que obviamente no pudieron ser
escritas por los discípulos de Jesús. Tal vez para negar esta evidencia los antiguos cristianos trataron de remontar el
gnosticismo a Simón el Mago, un personaje citado en los hechos de los apóstoles que, al parecer, trató de comprarles la
gracia del Espíritu Santo (y por eso se llama "simonía" a la compraventa de bienes espirituales).

Durante el siglo precedente la ciudad de Aksum, en Etiopía, se convirtió en la capital de un reino independiente, al que
los árabes llamaron Abisinia, nombre derivado de la tribu de los Habasa, una de las tribus que formaban la aristocracia
semita que dominaba a la población nativa. Su gobernante había adoptado el título de Nigu sa Nagast, (rey de reyes) y
pronto se convertiría en rival del reino sabeo.

En Teotihuacán se construye por primera vez una ciudad de estructura planificada: Una nueva pirámide,
llamada Pirámide de la Luna, da a una plaza rodeada de plataformas y templos, entre los cuales está el gran palacio de
Quetzalpapalotl. En el lado opuesto a la pirámide se inicia una majestuosa avenida de 2 km de largo que pasa junto a la
Pirámide del Sol. Esta avenida, con orientación norte-sur, se cruza con otra perpendicular, y en el cruce se alza una
ciudadela con numerosas plazas y plataformas para ceremonias en cuyo interior se halla el templo de Tlaloc-
Quetzalcóaltl, las dos divinidades principales de la ciudad: el dios del agua y la serpiente emplumada, cuyas cabezas
monstruosas decoran sus muros talladas en piedra y empotradas en ellos. En esta zona hay también un mercado, palacios
para los sacerdotes, centros administrativos, etc. A su alrededor se disponen las viviendas de los servidores de los templos,
los artesanos y los agricultores.

Teotihuacán fue una verdadera ciudad-estado. Su riqueza se basó en el comercio con pueblos lejanos, por lo que su cultura
influyó en un amplio territorio, en especial sobre los zapotecas y los mayas.

Volviendo a Trajano, el nuevo emperador opinaba que Roma se estaba ablandando por falta de buenos enemigos. Desde
la derrota de Varo en Germania, la política exterior romana había sido esencialmente defensiva, y las pequeñas
expansiones del Imperio se habían hecho a costa de pueblos considerados poco peligrosos, como los britanos. Trajano
estaba dispuesto a cambiar la situación, y su primer objetivo era obligado: Roma seguía pagando el vergonzoso tributo al
rey dacio Decébalo según lo dispuesto por Domiciano. Trajano dejó de pagarlo y Decébalo reanudó sus incursiones al sur
del Danubio. En 101 el emperador condujo personalmente sus legiones a la misma Dacia. En 102 Decébalo tuvo que
rendirse y admitir que Roma dejara guarniciones en su propio territorio. A continuación Trajano se dedicó a fortificar la
frontera del Danubio y la de África como había hecho con la del Rin antes de ser nombrado emperador.

En 105 Decébalo se rebeló de nuevo y esta vez los dacios fueron aplastados con mayor dureza, hasta el punto que
Decébalo optó por el suicidio. Trajano convirtió a Dacia en una provincia romana, estimuló la emigración de colonos
romanos y la región se romanizó muy rápidamente. La capital indígena se convirtió en la ciudad de Ulpia Trajana, y
siguió siendo la más importante de la región. En realidad, la costa Dacia del mar Negro no llegó a ser ocupada, pues en
ella había numerosas ciudades de origen griego que aceptaron de buen grado el protectorado romano. Dacia se
corresponde aproximadamente con la actual Rumanía, y la tradición dice que los rumanos descienden de los colonos
romanos llegados en tiempos de Trajano.

Para conmemorar su victoria en Dacia, Trajano erigió en Roma una columna de 33 metros de altura que aún sigue en pie.
En ella se representa la historia de la campaña en un bajorrelieve en espiral que contiene más de 2.500 figuras humanas.
El botín de guerra fue cuantioso, pues al parecer Decébalo había acumulado grandes riquezas, pero además Trajano
estimuló la producción minera de la nueva provincia.

Mientras Trajano combatía en Dacia, uno de sus generales, Cornelio Palma, conquistaba el reino Nabateo, al sur de
Judea, que se convirtió en la provincia de Arabia, y su frontera se protegió con numerosas fortificaciones. La conquista
arruinó a Petra, la capital nabatea, que perdió su papel de intermediaria en el comercio con Oriente. Esto benefició
enormemente a la ciudad de Palmira. Estaba situada en un oasis entre Damasco y el Éufrates y su existencia está
documentada desde fines del tercer milenio antes de Cristo. Los judíos decían que la había fundado el rey Salomón. Su
nombre original era Tadmor (la ciudad de las palmas), y fueron los griegos los que le dieron el nombre de Palmira.
Perdida en el desierto, Palmira siguió siendo la capital de un pequeño estado aliado de Roma incluso después de que ésta
se anexionara Siria. Pronto adoptó las instituciones y el derecho romano. La ciudad empezó a enriquecerse con el
comercio con la India. Sus habitantes recogían mercancías en la desembocadura del Tigris y las llevaban a Damasco o
a Emesa (otra importante ciudad siria).

La expansión también mejoró la economía romana. Trajano pudo bajar los impuestos, y a la vez se preocupó de organizar
funcionarios que evitaran irregularidades en la recaudación. Siguiendo la línea de Nerva, protegió a los huérfanos y a las
familias numerosas. En definitiva, estimuló la natalidad. (Se especula con la posibilidad de que el uso de cañerías de
plomo en las ciudades produjo un lento envenenamiento en la población que disminuyó la fertilidad, y un descenso de la
tasa de natalidad era un problema grave para el Imperio, pues podía llegar el día en que no hubiera suficientes soldados.)
Trajano creó dos nuevas legiones y una nueva guardia imperial, los equites singulares.
A lo largo de su mandato, Trajano realizó numerosas obras públicas: edificó el foro de Trajano en Roma, construyó
bibliotecas, las termas de Esquilino, amplió el puerto de Ostia, construyó la vía trajana, de Benevento a Bríndisi, restauró
la vía apia, etc.

Alrededor de 106 Trajano eligió como sucesor a Publio Elio Adriano. Era hijo de un primo suyo, nacido también en
Hispania y educado en Roma bajo su protección. Había destacado en las guerras contra los dacios y se casó con una
sobrina nieta del emperador.

En 109 las guerras civiles partas terminaron con el advenimiento de Cosroes. Mientras tanto Trajano estaba tratando de
combatir un cierto grado de corrupción en los gobiernos locales, causada en parte por las largas ausencias del emperador
en el transcurso de sus campañas. Así, en 111 Plinio el Joven fue enviado a Bitinia. En la correspondencia de Plinio figura
una carta al emperador donde le consulta sobre el trato que debía dar a los cristianos. Al parecer eran castigados por el
mero hecho de serlo (probablemente porque se los consideraba tan peligrosos como a los judíos, pero más numerosos).
Plinio opinaba que si lograba persuadir a los cristianos de que se retractaran, se les debía perdonar, y tampoco consideraba
correcto actuar ante denuncias anónimas. También constató que el cristianismo se estaba difundiendo muy rápidamente
y que la represión no tenía efectos apreciables.

La respuesta de Trajano fue breve. Aprobó la política de Plinio de perdonar a los cristianos que se retractaban, prohibió
atender denuncias anónimas e incluso ordenó a Plinio que no buscara cristianos. Si alguno era denunciado legalmente y
declarado culpable de serlo en un juicio, debía ser condenado, pero no había motivos para investigar en busca de
cristianos.

En 113 Cosroes cometió la necedad de imponer un gobernante parto en Armenia. La reacción de Trajano no se hizo
esperar. Avanzó rápidamente hacia el este y Cosroes debió de comprender su error, pues trató de aplacar al emperador,
pero Trajano no quiso oír nada. En 114 (año de la muerte de Plinio el Joven) se apoderó fácilmente de Armenia y la
convirtió en provincia romana. Luego tomó la capital parta, Ctesifonte, donde se apoderó del trono de oro de Cosroes,
símbolo de la monarquía. Desde allí avanzó por Mesopotamia hasta el golfo Pérsico. Se cuenta que Trajano miró al mar,
hacia Persia y la India, y exclamó, ¡Si yo fuera más joven! En 116 Mesopotamia y Asiria fueron convertidas en provincias
romanas, y la frontera oriental del Imperio quedó fijada en el río Tigris. Trajano había impuesto un gobernante sobre la
propia Partia, pero Cosroes logró dominar los territorios al este de Mesopotamia, sin que el emperador hiciera nada por
impedirlo.

Trajano tenía que atender un asunto más urgente: Tras la destrucción de Jerusalén y la matanza de judíos en Alejandría,
la comunidad judía más próspera estaba en Cirene, al oeste de Egipto. Tal vez acrecentados por unos rumores de que
Trajano había muerto en el este, tal vez siguiendo a algún mesías, se rebelaron y mataron a todos los gentiles que cayeron
en sus manos. En 117 Adriano fue nombrado gobernador de Siria, pero no ocupó el cargo mucho tiempo, ya que
en agosto murió el emperador mientras regresaba de Mesopotamia apresuradamente para atender la rebelión judía. Al
parecer, la viuda de Trajano declaró que había adoptado a Adriano en su lecho de muerte, lo que facilitó que la sucesión
se llevara a cabo sin contratiempos. (También ayudó una apropiada gratificación a los soldados.) En aquel momento la
rebelión de Cirene ya había sido sofocada y los romanos superaron a los judíos en la profesión de la carnicería. Así
desapareció la última colonia judía importante. Por esta época publicó Tácito sus Anales, obra histórica que abarca el
periodo entre la muerte de Augusto y la caída de Nerón. Previamente había escrito unas Historias que comprendían el
periodo siguiente, desde la caída de Nerón hasta Nerva. También fue el año de la muerte de Dión Crisóstomo.

A la muerte de Trajano el Imperio Romano había alcanzado su máxima extensión. En esta época tenemos los primeros
datos sobre la presencia de algunos pueblos exteriores al mundo "civilizado". Entre los germanos situados más al norte
se encontraban los lombardos (situados alrededor de la desembocadura del Elba) y más al este seguían los godos. Al
sureste nos encontramos con los primeros indicios de pueblos eslavos, pueblos indoeuropeos que habitaban al norte de
los Cárpatos, entre el Vístula y el Dnieper. Estaban separados del mar por los baltos, pueblos que ocupaban la costa
oriental del mar Báltico, cuya lengua era cercana a la de los eslavos. Eran pueblos sedentarios, pero no agrícolas, vivían
de la caza, la pesca y la recolección, aunque también conocían la ganadería. Durante mucho tiempo se mantuvieron
alejados de las rutas comerciales, viviendo en zonas pantanosas poco frecuentadas. Tenían un culto animista y su sistema
jurídico se limitaba a la ley del talión.
Más al norte, en Escandinavia, estaban los escandinavos, que formaban pequeñas comunidades guerreras. En las costas
del norte estaban los lapones, a los que algunos antropólogos consideran descendientes de un tronco común a las razas
blanca y amarilla. Estaban emparentados con los fineses, que habitaban la actual Finlandia. Por último, las estepas que se
extienden entre Europa y Asia seguían en manos de los sármatas, entre ellos los roxolanos y los alanos.

ADRIANO
La mayor prioridad de Adriano fue el bienestar de sus súbditos. Extendió las medidas humanitarias iniciadas por Nerva
y Trajano. Hizo aprobar leyes para mejorar el trato a los esclavos, de los que sólo en la ciudad de Roma había unos
400.000 (sobre una población que debía rondar el millón de habitantes). No obstante, su número se iba reduciendo, pues
los tiempos en los que Roma importaba enormes cantidades de esclavos como parte de los botines de guerra habían
pasado. La agricultura sustituyó gran parte de la mano de obra esclava por arrendatarios libres, pero a menudo los
agricultores dejaban su oficio por la milicia, con lo que a los terratenientes les costaba cada vez más encontrar mano de
obra. Además, los jornaleros podían cambiar de patrón si otro ofrecía más dinero, por lo que el precio de la mano de obra
aumentó (abusivamente, a juicio de los terratenientes). Durante el gobierno de Adriano se dictaron algunas leyes que
tendían a impedir la movilidad de los agricultores vinculándolos a las tierras, para evitar así la inflación.

Adriano reorganizó la recaudación, con lo que pudo aumentar los ingresos del estado a la vez que aligeraba los impuestos.
Mantuvo la política de respeto al Senado, si bien éste ya no tenía ningún poder legislativo. Por el contrario, el emperador
se rodeó de un eficiente equipo de asesores.

En cuanto a su persona, Adriano era un intelectual, y mostró gran interés por la literatura, las antigüedades y las diferentes
culturas que integraban el Imperio. Hizo cuanto pudo para que los dominios de Roma formaran no sólo una unidad
política, sino también económica e intelectual. Fue el primer emperador que abandonó la costumbre de afeitarse el rostro,
extendida en Roma desde hacía unos tres siglos, a imitación de Grecia. Adriano había recibido una educación griega.
Amaba la cultura griega y la patrocinó de muchas formas. Entre sus protegidos se encontraba el escritor
griego Plutarco. Tenía ya 67 años cuando Adriano se convirtió en emperador. Procedente de una familia acomodada,
había estudiado retórica, filosofía y ciencias en Atenas. Viajó a Egipto y a Roma, donde dio conferencias en los círculos
literarios. Adriano honró a Grecia nombrándolo procurador (así Grecia tuvo un gobernador nativo). Conservó el cargo
hasta su muerte, y fue en este periodo cuando compuso sus principales obras.

La mayor diferencia entre Adriano y su antecesor, Trajano, fue la relativa a la política exterior. Adriano quería un Imperio
en paz, y estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para lograrlo. Sus primeras medidas en esta línea fueron devolver
Mesopotamia a Partia en 120 y convertir de nuevo a Armenia en un reino satélite, en lugar de una provincia. Así el orgullo
parto quedó restablecido y, puesto que la situación de Partia no era todavía muy boyante, la nueva frontera —fijada en el
Éufrates superior— fue respetada durante mucho tiempo (aunque Cosroes no recuperó su trono de oro).

Es probable que Adriano hubiera abandonado con gusto la provincia de Dacia, pues el Danubio era una frontera más
cómoda, pero por aquel entonces ya se habían asentado allí muchos colonos romanos a los que no podía abandonar.
Durante el reinado de Adriano Dacia tuvo que ser defendida de numerosas incursiones sármatas.
Por esta época murió Tácito, que no pudo realizar su proyecto de escribir las biografías de Augusto, Nerva y Trajano.

En 121 Adriano inició el primero de una serie de viajes que le llevaron por todo el Imperio, viajes en los que se interesó
por los problemas de cada región y trató de remediarlos con las reformas oportunas, a la vez que observaba con interés
las culturas locales. Recorrió la Galia y Germania, desde donde pasó a Britania en 122. Allí le disgustó la prolongada
guerra contra los nativos del norte, así que ordenó construir la Muralla de Adriano, que recorría la isla de este a oeste en
uno de sus puntos más estrechos, que es justo la frontera actual entre Inglaterra y Escocia. Esto supuso un retroceso
estratégico de unos 160 kilómetros hacia el sur, pero a cambio pasaba a ser una frontera mucho más segura y fácil de
defender. La Muralla de Adriano estaba hecha de piedra, de dos a tres metros de ancho, cinco de alto y ciento veinte
kilómetros de largo. Tenía delante un ancho foso, disponía de numerosas torres de observación y estaba reforzada por
una línea de dieciséis fuertes.

La muralla cumplió bien su misión. Durante el reinado de Adriano, los ataques de los caledonios cesaron y Britania
disfrutó de paz. Sus ciudades crecieron. Londres se había convertido en el puerto principal de la isla y llegó a contar con
quince mil habitantes. Desde Londres partían en todas direcciones unos ocho mil kilómetros de caminos romanos y las
clases superiores construían villas de estilo italiano (los arqueólogos han encontrado unas quinientas).

En 122 Adriano decidió prescindir de los servicios del que había sido su secretario, Cayo Suetonio Tranquilo. Había
estudiado en Roma protegido por Plinio el Joven. A partir de este momento se dedicó a la literatura.

En 123 Adriano visitó Hispania y África. En 124 viajó al este, donde se entrevistó con Cosroes para resolver algunas
tensiones entre los dos imperios, y en 125 fue a Grecia, sin duda el territorio que más admiraba y más le apetecía visitar.
Allí hizo toda suerte de concesiones económicas y políticas, restauró edificios y monumentos, construyó otros nuevos y
trató de revivificar las antiguas tradiciones. A diferencia de Nerón, fue admitido en los misterios eleusinos. En Tracia
fundó la ciudad de Adrianópolis. Ese mismo año murió Plutarco. Dejó escritas numerosas obras, la más famosa de las
cuales son las Vidas paralelas, una serie de biografías agrupadas en parejas de un personaje griego y otro romano de
características similares (Teseo y Rómulo, Alejandro y César, etc.) Su intención es esencialmente patriótica y moral.
En 126 murió Suetonio. Dejó escrita la Vida de los doce césares, que recoge las biografías de Julio César y los once
emperadores desde Augusto hasta Domiciano, así como otro libro, Hombres ilustres, del que sólo se conservan
fragmentos. Su lenguaje es sencillo, pero sus relatos están llenos de chismes y no son nada imparciales, pues defiende el
punto de vista de los senadores y denigra a todos los emperadores que se opusieron al Senado.

En 129 visitó Atenas por segunda vez, y luego se dirigió a Egipto y al este.

En 130 murió Epícteto. Él no escribió nada, pero uno de sus principales discípulos, Flavio Arriano, recogió sus
enseñanzas en dos libros, de los que sólo sobrevive uno de ellos. Arriano era un militar griego, pero había obtenido la
ciudanía romana por su brillante hoja de servicios. La filosofía de Epícteto era bondadosa y humanitaria. Sus consignas
eran Vivir y dejar vivir, Soportar y resignarse, etc.

También murió el rey parto Cosroes, y fue teóricamente sucedido por Vologeso II, si bien su poder efectivo fue más bien
nulo, ya que le fue disputado por muchos pretendientes al trono, y Partia se vio envuelta de nuevo en guerras civiles.

Ese mismo año Adriano pasó por Judea, y le inquietó comprobar que, aunque Jerusalén había sido destruida hacía más
de medio siglo, sus ruinas seguían siendo objeto de veneración para los judíos. Para borrar este recuerdo decidió que se
edificara allí una nueva ciudad romana y que donde se había alzado el Templo judío se erigiera un templo a Júpiter.
Cuando los judíos conocieron esta decisión se dedicaron a organizar una nueva revuelta. El principal líder religioso
fue Aquiba ben Josef, uno de los principales sabios judíos, que tenía más de ochenta años y recordaba cómo era el
Templo antes de su destrucción. Parece ser que Aquiba había recorrido Judea buscando apoyos para la revuelta. No
obstante, era obvio que él mismo no podía dirigirla, así que presentó como mesías a Simón bar Koziba, al que le cambió
el nombre por el de Simón bar Kokhba (hijo de una estrella).

Mientras los judíos confabulaban, Adriano nombró a Arriano gobernador de Capadocia, que fue así el primer griego que
condujo un ejército romano. Se enfrentó a los alanos, que realizaban incursiones en Armenia. Redactó un Plan de
movilización contra los alanos.
Por fin, en 131 estalló la revuelta judía. Estuvo mejor organizada que la anterior. Las fuerzas romanas, cogidas por
sorpresa, tuvieron que abandonar sus campamentos cercanos a Jerusalén. Los judíos rebeldes se apoderaron de las ruinas
de la ciudad, restablecieron los antiguos ritos, acuñaron moneda y trataron de establecer un gobierno. Una legión enviada
apresuradamente a Judea fue totalmente aniquilada, pero los romanos se reorganizaron rápidamente y el mismo Adriano
volvió a Judea. Lentamente, fueron tomando una fortaleza tras otra. En 134 habían recuperado el dominio de
prácticamente toda la región. Los judíos fueron expulsados de Jerusalén. Aquiba fue capturado y, según la tradición, fue
despellejado vivo. Bar Kokhba se refugió en una ciudadela cercana que fue tomada en 135, tras lo cual fue ejecutado. En
estos años de guerra, los romanos arrasaron Judea sin contemplaciones. Al final quedó prácticamente despoblada de
judíos. Se les prohibió acercarse a Jerusalén y desde entonces el pueblo judío dejó de existir como estado y subsistió en
pequeñas colonias dispersas por el mundo.

Por esta época los romanos ya habían comprendido que el judaísmo y el cristianismo no sólo eran religiones distintas,
sino que se odiaban mutuamente. Comprendieron que en realidad los cristianos eran gente tranquila que nunca había
hecho nada malo y que los únicos peligrosos eran los judíos, así que los cristianos recibieron un cierto apoyo como un
medio para asfixiar a los judíos. El cristianismo siguió creciendo, especialmente en las ciudades. Los campesinos eran
más rudos y siguieron aferrados a sus creencias. Tanto es así que la palabra "pagano" significaba propiamente
"campesino" y terminó siendo sinónima de "no cristiano (ni judío)".

A lo largo de este siglo se fue generalizando entre los cristianos la costumbre de llamar Dies Dominica (día del Señor) al
que los romanos llamaban Dies Solis (día del Sol). Según la tradición era el día de la semana en que Jesucristo había
resucitado. Durante el siglo anterior los cristianos más afines a los judíos habían mantenido la festividad del Sábado (el
equivalente al Dies Saturni de los romanos), mientras que otros la trasladaron al día de la resurrección. Tras la ruptura
entre las dos religiones el domingo se convirtió definitivamente en el día santo cristiano.

El cristianismo había empezado nutriéndose del proletariado urbano, especialmente de las mujeres, los esclavos y las
clases pobres en general, pues para ellos una vida eterna colmada de dichas resultaba todo un consuelo. Sin embargo, ya
hacía algún tiempo que el cristianismo prosperaba también entre las clases cultas, pues san Pablo había sembrado una
semilla de pensamiento lo suficientemente sutil para interesar a los filósofos, y paulatinamente habían surgido figuras que
combinaban el pensamiento griego tradicional con la nueva religión. Esto fue dando fuerza a la nueva religión, en el
sentido de que cada vez había más cristianos en posiciones influyentes, pero a la vez la debilitó, porque mezclar a los
intelectuales en algo supone inevitablemente crear facciones divergentes. La combinación más descarada entre filosofía
griega y cristianismo fue el gnosticismo, que —como ya hemos visto— demonizaba a Yahveh y santificaba a Platón,
pero frente a él hubo siempre otras teologías más convencionales que consideraban igualmente divinos a Yahveh (el Dios
Padre), a Jesucristo (el Hijo) y también al Espíritu Santo.

Entre los primeros cristianos filósofos tenemos a Justino, que había nacido en Judea a principios de siglo, pero era hijo
de padres paganos y había recibido una educación griega. Pronto conoció la Sagrada Escritura y se convirtió al
cristianismo. Marchó a Roma donde abrió una escuela y donde enseñaba la doctrina cristiana y afirmaba que toda la
filosofía pagana estaba inspirada, consciente o inconscientemente, en la religión mosaica. Parece ser que sus escritos
impresionaron favorablemente a Adriano, lo que confirmó su política de tolerancia hacia el cristianismo.

Otro pensador cristiano destacaba en Alejandría. Era Basílides, según el cual el Dios supremo cuya encarnación era
Jesucristo había creado 365 cielos, de los cuales el nuestro estaba regido por un demiurgo subalterno, Yahveh.
Evidentemente, Basílides era gnóstico. Su moral era austera y aconsejaba abstenerse del matrimonio. Tuvo muchos
discípulos tanto en Egipto como en Europa.

En 136 Adriano adoptó como sucesor a Lucio Cejonio Cómodo Elio Vero, lo que causó un gran malestar, porque al
parecer sus costumbres eran muy licenciosas, pero murió en 138, así que el emperador adoptó inmediatamente a Tito
Aurelio Fulvio Antonino, que había sido cónsul y procónsul en la provincia de Asia. Le obligó a adoptar a su vez
a Marco Elio Aurelio Antonino (sobrino de la esposa de Adriano, que tenía entonces diecisiete años) y a Lucio Elio
Aurelio Cejonio Cómodo Vero (el hijo de seis años del difunto heredero).

Ese mismo año se terminó una de las construcciones más famosas realizadas durante el reinado de Adriano: la Villa
Adriana, en Tibur (Tívoli), a unos 25 kilómetros de Roma. Se trataba de un complejo arquitectónico que incluía, además
de una villa de descanso propiamente dicha, un templo a Serapis, un estadio, termas, etc. La construcción se había iniciado
veinte años atrás y, aunque Adriano ya había pasado muchas temporadas en ella, apenas pudo verla terminada, pues murió
antes de que acabara el año.

Poco antes de morir, el emperador había compuesto una famosa oda a su alma, testimonio de su afición a la poesía en la
que insinúa su escepticismo respecto a la inmortalidad del alma:

Animula uagula blandula, Amable, huidiza, pequeña alma,


Hospes comesque corporis, huésped y compañera de mi cuerpo,
Quae nunc abibis in loca? ¿Adónde irás ahora?,
Pallidula, frigida, nudula, Pálida, fría y desnuda,
Nec, ut soles, dabis ioca. y sin inspirar alegrías, como ahora.

Adriano fue enterrado (al igual que su pretendido sucesor, Lucio Elio Vero) en un mausoleo que había ordenado construir
en Roma a la orilla del Tíber, si bien no estuvo completamente terminado hasta el año siguiente de su muerte. Fue
conocido como el Mausoleo de Adriano, pero en la actualidad es el Castillo de Sant'Angelo.

Si bien Adriano había sido muy popular en las provincias a causa de sus viajes, parece ser que sus largas ausencias de
Roma no fueron bien vistas en la capital, hasta el punto de que el Senado pretendió no otorgarle tras su muerte los
acostumbrados honores divinos. El nuevo emperador tuvo que intervenir vigorosamente en una de las sesiones antes de
que el Senado accediera a cumplir la tradición. Esta intervención se interpretó como una muestra de amor filial del
emperador hacia su padre adoptivo, y desde entonces fue conocido como Antonino Pío (el piadoso, o devoto).

MARCO AURELIO
Antonino Pío se ganó la fama de ser uno de los emperadores romanos más benévolos y paternales con su pueblo. Concedió
generosamente la ciudadanía romana, continuó con la política de sus antecesores de asistencia a pobres y huérfanos,
Justino mantuvo su escuela cristiana en Roma y el emperador extendió a los judíos la política de tolerancia con los
cristianos.
Precisamente, en 140 fijó su residencia en Roma Valentín, un pensador cristiano de origen egipcio que había estudiado
en Alejandría, por lo que su doctrina era gnóstica, y tal vez una de las más sofisticadas. He aquí un resumen:

Tres proyecciones sucesivas de eones emanaron por parejas del absoluto. De una de estas parejas nació el Demiurgo, ser
intermediario entre Dios y el mundo inferior. Este mundo inferior comprende la materia y los hombres carnales,
los hílicos, cuya inteligencia está ahogada por los órganos del cuerpo. Entre estos hombres, algunos han conseguido
desprenderse parcialmente de las tinieblas y de los sentidos: primero los judíos, psíquicos, y luego los
cristianos, pneumáticos. De los esfuerzos combinados de todos los eones nacerá el eón superior, Jesús, que restablecerá
el orden y lo volverá a llevar todo al absoluto.
Ciertamente, la filosofía griega estaba en decadencia, pero el cristianismo más tradicional tampoco era mejor:
En un principio estaba el Verbo, y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en un principio en Dios. (Jn.
1-2)
Entre los dogmas de fe de la actual Iglesia Católica, uno afirma que estas palabras tienen sentido, y que además
expresan la idéntica naturaleza divina del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En 141 murió la esposa de Antonino, Faustina la Mayor (llamada así para distinguirla de su hija, Faustina la Joven), y
en su honor construyó un templo en el Foro romano. Tras la muerte del emperador el templo fue dedicado también a su
persona, y actualmente es la iglesia de San Lorenzo in Miranda. También dedicó a su esposa una nueva institución de
caridad (puellae Faustinianae).

Durante su reinado apenas hubo acontecimientos bélicos. El emperador consideró que la provincia de Britania era
suficientemente segura como para extender más al norte la frontera, y así en 142 se construyó una nueva muralla a unos
ciento cincuenta kilómetros de la muralla de Adriano. La Muralla de Antonino no era tan sólida, pues estaba hecha de
tierra apisonada en vez de piedra, pero también contaba con un foso y fortificaciones.

Poco más se sabe del reinado de Antonino Pío. Probablemente la falta de información se debe a que no pasó nada
relevante. Su reinado fue esencialmente un periodo de paz. Culturalmente tampoco hubo grandes novedades. Hay pocas
figuras literarias de mención, entre las que destaca Lucio Apuleyo, nacido en Numidia, estudió filosofía en Atenas, donde
se estaba forjando una versión más elaborada y mística de la filosofía de Platón, conocida como neoplatonismo. Luego
se casó con una viuda rica y vivió con ella en Cartago. Escribió algunos tratados filosóficos: De deo Socratis (Sobre el
dios de Sócrates), De Platone eiusque dogmate (Sobre Platón y su dogma) y De Mundo (Sobre el Mundo), pero su obra
más famosa es la Metamorfosis, aunque es más conocida como El asno de oro.

La principal figura científica de la época es Claudio Ptolomeo. Nació a principios de siglo, probablemente en la ciudad
de Ptolemaida (de donde deriva su nombre), pero al parecer pasó toda su vida en Alejandría. Escribió un tratado
enciclopédico conocido como Almagesto en el que desarrolla la trigonometría griega, si bien no de forma teórica y
general, sino únicamente demostrando los teoremas que necesita para sus aplicaciones a la astronomía. En el Almagesto
se describe un modelo matemático que permite calcular la posición de los planetas. La Tierra es el centro del universo y
los astros describen pequeñas órbitas circulares cuyos centros giran a su vez circularmente alrededor de la Tierra inmóvil.
Por supuesto, estas ideas no son originales, sino que son una sistematización de la obra de los científicos alejandrinos de
los siglos anteriores. Ptolomeo también escribió sobre geografía, cartografía, astrología y música.

Por esta época reinaba en China el emperador Shundi. En las últimas décadas el reino había extendido sus fronteras hacia
el este, y allí se había tropezado con los Qiang, tribus bárbaras cuyos ataques se convirtieron en una grave amenaza
durante el reinado de Shundi. Por otra parte, China sufría también conmociones internas. Los anales hablan de unos
"rebeldes demoníacos" que usan "signos y prodigios" para legitimar su causa. Al parecer se trataba de un grupo
revolucionario de filosofía taoísta que aspiraba a un cambio de dinastía como parte de una "renovación cósmica". Para
colmo, también la propia corte tenía sus problemas. La ley de sucesión tuvo diferentes interpretaciones y así, a la muerte
de Shundi, acaecida en 144, se proclamaron tres soberanos distintos, y lo mismo iba a suceder repetidas veces en las
décadas siguientes.

En 145 Marco Aurelio se casó con Faustina la Joven, la hija de Antonino, y desde entonces participó en el gobierno.

En 147 murió el rey parto Vologeso II y fue sucedido por Vologeso III, que finalmente pudo consolidar su autoridad y
puso fin a las guerras civiles partas. Reclamó a los romanos la restitución del trono de oro que Trajano había confiscado
al invadir Ctesifonte. Ante la negativa, amenazó con invadir Armenia, pero los meros preparativos de Antonino bastaron
para apaciguarlo.

En 150 el gnóstico Marción fundó una iglesia en Alejandría. Los marcionitas rechazaban el Antiguo Testamento y sólo
admitían como textos sagrados el evangelio según san Lucas y diez epístolas de san Pablo (en versiones previamente
corregidas).

Por esta época debió de vivir un rey semilegendario llamado Conn, que fundó el reino de Connacht en Irlanda, con
capital en Rathcroghan. Con la fundación de Connacht se terminó de configurar la llamada Irlanda de los cinco
quintos, cinco grandes reinos llamados Ulster, Connacht, Munster, South Leinster (o Meath) y North Leinster. El
más poderoso de ellos era Ulster, pero Conn conquistó Munster y se trasladó a la capital de este reino, Tara. La tradición
dice que fue el primer alto rey (Aird Righ) que teóricamente tenía la supremacía sobre los demás reyes, si bien esta
autoridad nunca llegó a ser muy efectiva.

En 157 un joven de veintiocho años empezaba a destacar en Pérgamo por sus conocimientos de medicina y fue nombrado
médico de los gladiadores. Se llamaba Claudio Galeno. Era hijo de un famoso arquitecto llamado Nicón, y había
estudiado matemáticas, filosofía y medicina en Pérgamo, Esmirna, Corinto y Alejandría.

En 160 murió Marción, pero su Iglesia tuvo seguidores durante más de un siglo.

Antonino Pío murió en 161. Se cuenta que cuando el capitán de la guardia de palacio se presentó para pedir la contraseña
del día el emperador dijo, "ecuanimidad", y poco después murió. Fue enterrado en el Mausoleo de Adriano, sentando una
tradición que continuarían los emperadores siguientes.

Los sucesores designados por Adriano eran Marco Aurelio y Lucio Vero, pero Antonino había juzgado indigno al
segundo, por su vida despreocupada e irresponsable. No obstante, Marco Aurelio decidió que lo justo era respetar la
voluntad de Adriano y estableció que, por primera vez, el Imperio Romano tendría dos emperadores simultáneamente.
No obstante, en la práctica tuvo poco más que uno, pues Lucio Vero apenas participó en el gobierno, y se limitó a
entregarse a los placeres. Pese a todo, es probable que la decisión de Marco Aurelio fuese acertada, pues si hubiera privado
a Lucio Vero del trono tal vez éste habría conjurado contra él y Roma habría quedado una vez más bajo un emperador
inepto.

Marco Aurelio fue un gobernante modélico. En realidad era un filósofo, el más famoso de los estoicos, influido en gran
parte por la doctrina de Epícteto. No creía en la felicidad, sino en la tranquilidad. Creía también en la justicia, en la
sabiduría y en la templanza. Nunca eludió cualquier sacrificio que le exigiera el cumplimiento de su deber. Los cristianos
le inspiraban desconfianza. La política de tolerancia de los emperadores anteriores permitió que la doctrina cristiana se
difundiera públicamente en Roma, lo que hizo patente de nuevo su pertinaz y grosera negación de todas las demás
religiones, en especial del culto imperial. En este punto los cristianos infringían las leyes y, si bien Marco Aurelio nunca
dictó ningún decreto en especial contra los cristianos, tampoco impidió una persecución que, de acuerdo con la legislación
en vigor, se decretó contra ellos en Roma en 163. Marco Aurelio se preocupó por sanear la economía y la justicia. Trató
con rigor a los delatores y humanizó la interpretación de las leyes.

Probablemente, el rey parto Vologeso III pensó que una Roma con dos emperadores estaba abocada a la guerra civil, así
que hizo lo que no se atrevió a hacer mientras reinó Antonino Pío: invadió Armenia e impuso un rey parto. A continuación
invadió Siria. Marco Aurelio envió al este a Lucio Vero, acompañado de un buen general: Avidio Casio Pudens. Casio
penetró en Mesopotamia y en 165 tomó Seleucia, que a la sazón era la mayor ciudad grecohablante fuera del Imperio
Romano. Sin razón alguna, Casio incendió la ciudad, lo que supuso un duro golpe para el helenismo en Oriente. Luego
los romanos cruzaron el Éufrates y tomaron Ctesifonte. El palacio real fue destruido, pero la ciudad quedó más o menos
intacta. Ese mismo año Justino fue asesinado en Roma, por ser cristiano. Se le recuerda como san Justino Mártir.

En 166 Marco Aurelio dio el título de César (es decir, heredero del Imperio) a su hijo Marco Aurelio Cómodo. Lucio
Vero recibió un triunfo en Roma por su victoria contra los partos. Aparentemente la expedición había sido un éxito, pero
en realidad tuvo consecuencias catastróficas. Los soldados trajeron a Europa una epidemia de peste. La enfermedad se
extendió rápidamente y en los años siguientes las víctimas fueron incontables. La medicina popular de la época no tardó
en diagnosticar la causa de la enfermedad: eran los cristianos, así que la hostilidad contra ellos fue en aumento.
Algunos germanos aprovecharon los problemas de Roma para invadir Italia. En 167 Marco Aurelio los había expulsado
de Italia y trataba de empujarlos hasta el Danubio. Ese año murió mártir san Policarpo, obispo de Esmirna.

En 168 los invasores germanos ya estaban al otro lado del Danubio, pero en 169 fueron los marcomanos los que
atravesaron el río. A ellos se unieron sus vecinos orientales, los cuados, que eran otro pueblo germánico muy mezclado
con los sármatas. Marco Aurelio y Lucio Vero acudieron ambos a la frontera.

Galeno fue llamado a Roma por los emperadores, y se convirtió en médico de la corte. Había visitado la ciudad siete años
atrás y dejó tras de sí una gran fama. Tal vez fue llamado para atender a Lucio Vero, pues el emperador murió ese mismo
año. Por lo visto Galeno era un buen orador y su especialidad era hablar bien de sí mismo. Congregaba grandes auditorios
ante los que realizaba experimentos espectaculares, entre ellos disecciones de animales. Escribió más de un centenar de
tratados de medicina.

A partir de 170, las familias poderosas de la corte imperial china se habían destruido mutuamente, y el
emperador Lingdi era un títere en manos de los eunucos, quienes habían desatado una serie de persecuciones políticas
para garantizar su autoridad, persecuciones que se prolongarían durante casi dos décadas. En 172 un sector rebelde
proclamó un nuevo emperador en el sur.

En Occidente la peste renovó las teorías apocalípticas que los cristianos estaban olvidando. Un sacerdote de Cibeles
convertido al cristianismo afirmó ser un enviado del Espíritu Santo, para finalmente revelarse como el propio Espíritu
Santo. Se llamaba Montano y recorría el Imperio acompañado de dos profetisas, Priscila y Maximila. Anunciaba la
inminencia del fin del mundo, y la próxima llegada de Cristo. El montanismo partió de Asia Menor y se extendió por toda
el África romana, y también hubo brotes en la Galia. Era una especie de puritanismo, que propugnaba una estricta virtud
para estar preparados ante el juicio final.

Los marcomanos firmaron la paz, pero los cuados resistieron hasta 174. Al año siguiente, en 175, fueron los sármatas los
que se alzaron en armas, si bien fueron pacificados antes de acabar el año por Avidio Casio. Sus legiones lo proclamaron
emperador, pero murió asesinado a los pocos meses por dos de sus oficiales. Al parecer, el Senado se alineó firmemente
con Marco Aurelio, por lo que éste, en correspondencia, adoptó algunas disposiciones para restaurar (nominalmente) el
prestigio de la institución.

El emperador conmemoró sus victorias en una columna. Según los acuerdos de paz, los germanos devolvieron todos los
prisioneros romanos, cedieron una estrecha zona al norte del Danubio y los pueblos vencidos aceptaron el status de
protectorado romano. A cambio se les admitió por primera vez en el Imperio como colonos y soldados. Era una medida
necesaria. La peste estaba despoblando Europa y, lo que era más grave, estaba dejando al Imperio sin los soldados
necesarios. A partir de este momento, las legiones romanas aceptaron cada vez más germanos en su seno.

Ese mismo año murió Arriano, el general romano discípulo de Epícteto. Dejó escritos varios libros, entre ellos una
biografía de Alejandro Magno, entre cuyas fuentes contó, al parecer, con una biografía escrita por Ptolomeo, el fundador
de la dinastía de reyes egipcios.

En 177 los marcomanos y los cuados se rebelaron de nuevo y Marco Aurelio acudió a la frontera junto con su hijo
Cómodo. Mientras tanto se produjo otra sangrienta persecución de cristianos en Lyon, en la que sufrió el martirio el
obispo san Potino. Parece ser que fue el primer obispo de Lyon y procedía de Asia Menor. Unos años antes había
ordenado sacerdote a Ireneo, también procedente de Asia Menor, pero que estaba en las Galias desde hacía más de veinte
años y ahora se convirtió en el nuevo obispo. Fue uno de los primeros autores cristianos que escribió razonadamente
contra el gnosticismo. Las disensiones entre los cristianos eran numerosas. Por ejemplo, unos años antes Potino había
enviado a Ireneo a persuadir a Eleuterio, el obispo de Roma, para que no excomulgara a los orientales que celebraban la
pascua el mismo día que los judíos. En efecto, los cristianos, siguiendo su costumbre de absorber ritos y fiestas ajenos,
transformaron la pascua judía (que celebra la salida de Egipto) en una conmemoración de la muerte y resurrección de
Jesucristo. Ello dio lugar a una gran variedad de ritos y a numerosas polémicas y confusiones sobre la fecha en que era
apropiado celebrarlos. Finalmente, la opción de celebrar la pascua cuando siempre se había celebrado empezaba a ser
tenida por herética.

En 178 un segundo emperador reclamó el trono de Lingdi en Luoyang.


En 180, mientras se encontraba cerca de la actual Viena en la campaña contra los marcomanos, Marco Aurelio murió
víctima de la peste. En sus últimos años había recogido por escrito sus pensamientos en un libro conocido como
las Meditaciones o los Pensamientos de Marco Aurelio.

SEPTIMIO SEVERO
Apenas acababa de morir su padre, cuando Cómodo, ansioso de entrar en Roma como emperador, hizo una paz con los
marcomanos y los cuados por la que se malversó gran parte del esfuerzo de Marco Aurelio. Una vez en Roma, se entregó
a los lujos y placeres y dejó el gobierno en manos de subalternos, no de los que habían formado parte del equipo de Marco
Aurelio, cuya eficiencia estaba más que probada, sino de favoritos sin más interés que su propio provecho. El primero
fue Tigidio Perennis, al que nombró jefe de la guardia pretoriana.

En 182 el Senado urdió una conjuración contra el despotismo de Cómodo, encabezada por Claudio Pompeyano. El
intento fracasó y fue seguido de numerosas ejecuciones entre los senadores. Cómodo instauró de nuevo un reinado del
terror, volvieron los tiempos de las acusaciones anónimas y las condenas caprichosas.

En China se multiplicaban las amenazas contra el emperador Lingdi. Un rebelde llamado Zhang Jue quiso iniciar una
nueva dinastía de emperadores, por lo que preparó a conciencia un levantamiento que debía estallar simultáneamente en
diversos lugares, en un día determinado de 184. Una traición le obligó a adelantar sus planes, que pese a los imprevistos
tuvo éxito y se produjeron levantamientos al sur, al este y al noroeste. Los rebeldes fueron conocidos como Turbantes
amarillos, por el color de su uniforme.

De forma independiente, otra secta cuyo origen se remonta a los tiempos del emperador Shundi, conocida como "la de
las cinco fanegas de arroz", se levantó al mismo tiempo en el oeste bajo su líder Zhang Lu, que constituyó un estado
independiente basado en nuevos ideales comunitarios y religiosos.

El populacho romano protestó contra Tigidio, y Cómodo no dudó en entregarlo para que lo lincharan. En su lugar puso a
un frigio llamado Cleandro, que estimuló en el emperador las conductas propias de los monarcas orientales. Cómodo
decía ser Hércules y se hizo llamar Hijo de Júpiter. Cambio el nombre de Roma por el de Colonia Commodiana. Su mayor
diversión era matar animales en el anfiteatro (desde una posición segura). Incluso parece ser que participó en combates
de gladiadores. Esto deterioró considerablemente su imagen, pues, aunque el pueblo disfrutaba con las luchas, consideraba
que los gladiadores estaban en lo más bajo del escalafón social, y era completamente indigno de un emperador rebajarse
a ese nivel. Las numerosas fiestas, los dispendios y los juegos arruinaron al estado.

En China murió Lingdi, y su hijo Xian era menor de edad, así que He Jin fue nombrado regente. La facción de la corte
contraria a los eunucos pidió al emperador que tomara medidas contra ellos, pero He Jin no estaba seguro de la fuerza de
este partido y vaciló, a la espera de conseguir la ayuda de las regiones fronterizas. Los eunucos descubrieron la trama y
dieron un golpe de estado y asesinaron a He Jin en 189. Sus enemigos reaccionaron con una masacre en la que murieron
unos dos mil eunucos. A partir de ese momento el gobierno quedó a merced de las disputas de los generales más
poderosos: Dong Zhuo, Yuan Shu, su primo Yuan Shao, Cao Cao, nieto por adopción de un eunuco, y Sun
Ce. Ninguno de ellos consiguió las alianzas necesarias que le aseguraran el predominio, y de las disputas salieron
fortalecidos Yuan Shao y Cao Cao. Sin embargo, el poder de Yuan Shao residía en las provincias orientales, y fue
decayendo a causa de conflictos internos, de modo que fue sucumbiendo ante los ataques que le infligió Dong Zhuo a
partir de 190. Mientras tanto Cao Cao reunía un potente ejército que terminaría convirtiéndolo en el general más poderoso.
Hay que decir, por otra parte, que Cao Cao fue también un gran poeta.

Ireneo, el obispo de Lyon, tuvo que interceder por segunda vez ante el obispo de Roma por los cristianos orientales y el
asunto del día de la Pascua, pues un año antes había muerto san Eleuterio y el nuevo obispo, Víctor, amenazaba de nuevo
con la excomunión.

En 191 murió el rey parto Vologeso III y fue sucedido por Vologeso IV.

Finalmente, en 192 triunfó una conjura en Roma: Macia, la amante de Cómodo, trató de envenenarlo y, como el veneno
no hizo efecto, hizo que un atleta lo estrangulara. Ahora Roma se encontraba en la misma situación que tras la muerte de
Nerón y la de Domiciano. En el primer caso lo que siguió fue un año de guerra civil, mientras que en el segundo el Senado
supo canalizar la sucesión a través de un "emperador de transición", como fue Nerva. Ahora el Senado trató de imitar el
segundo precedente, pero el resultado fue peor que el primero. En efecto, los conjurados habían dispuesto que el nuevo
emperador fuera el anciano y respetado Publio Helvio Pertinax, y la guardia pretoriana estaba dispuesta a aceptarlo
como tal. De origen humilde, Pertinax había ascendido poco a poco hasta convertirse en el equivalente al "alcalde" de
Roma. Pertinax se sentía muy mayor para hacerse cargo del Imperio, pero la guardia pretoriana insistió, y el anciano tuvo
que aceptar a su pesar. Pero cuando trató de reorganizar la economía maltrecha por los derroches de Cómodo, la guardia
pretoriana se rebeló, y cuando Pertinax se presentó ante los amotinados para explicarles la situación fue asesinado. Había
sido emperador tres meses.

Entonces se produjo un triste suceso que demostraba lo mal que andaban las cosas en Roma: la guardia pretoriana decidió
subastar el cargo de emperador: sería emperador quien les prometiera mayor paga. En la puja participó un senador
llamado Marco Didio Juliano, tal vez bromeando, incapaz de dar crédito a la situación, pero ganó la subasta y se vio
convertido en el nuevo emperador. Ahora bien, las cosas no eran tan fáciles. Al igual que a la muerte de Nerón, los
principales generales reclamaron el Imperio. Ahora los candidatos eran los generales al mando de las legiones de Britania,
el Danubio y Asia Menor. El que estaba más cerca era el del Danubio, Lucio Septimio Severo, que se apresuró a entrar
en la capital. Entró en Italia en junio de 193, y la guardia pretoriana se puso de su parte (tenía varias legiones bajo su
mando, y Juliano no). El Senado hizo lo mismo, con lo que Juliano fue arrastrado al cadalso mientras gritaba "Pero, ¿a
quién he hecho daño?, ¿a quién he hecho daño?"

Su primer decreto fue disolver la guardia pretoriana para reconstruirla con soldados de las provincias leales a su persona.
A continuación tuvo que ocuparse de los otros aspirantes al Imperio. Uno era Décimo Clodio Séptimo Albino, apoyado
por las legiones de Britania, el otro Cayo Pescenio Níger Justo, en Asia Menor. (Curiosamente, Albino y Níger significan
en latín Blanco y Negro.)

Severo nombró heredero a Clodio Albino, con lo que logró mantenerlo neutral mientras se enfrentaba a Pescenio Níger.
Las provincias orientales se decantaron por Níger, que confiado en su popularidad no creyó necesario hacer nada, y esperó
a que Severo acudiera a presentarle batalla. El emperador llegó a Bizancio antes de que acabara julio. Allí se encontraba
el grueso de los partidarios de Níger. A lo largo de 194 Severo libró tres batallas y las ganó todas. Finalmente capturó a
Níger mientras trataba de huir a Partia y fue decapitado en el acto. Sin embargo los partidarios de Níger, que sabían que
correrían la misma suerte, resistían en Bizancio. La situación de la ciudad la hacía casi inexpugnable, pero Severo persistió
en el cerco.

El rey parto Vologeso IV aprovechó los desórdenes entre los romanos para invadir un territorio de la Alta Mesopotamia
que estaba en poder de Roma desde los tiempos de Adriano.

En 196 el emperador Chino Xian llamó ante su presencia a los dos generales más poderosos: Yuan Shao y Cao Cao. El
primero se negó a comparecer, pues tenía pretensiones al trono, mientras que el segundo sí compareció y se convirtió en
el principal apoyo del monarca. Se puso al mando del gobierno y reorganizó la corte. Dio brillantes títulos a sus camaradas
de lucha y reorganizó la administración para asegurar la competencia de los funcionarios.

Tras dos años de asedio, Bizancio cayó finalmente, pero Severo, irritado por la resistencia que había ofrecido, mandó
saquearla y arrasó sus murallas. Cuando volvió a Roma, Clodio Albino comprendió que no tardaría mucho en tocarle el
turno, así que decidió atacar primero y pasó a la Galia con sus legiones en 197. Severo corrió hacia el norte y los dos
ejércitos se encontraron cerca de Lyon, por entonces la ciudad más populosa de la Galia. Fue la mayor batalla entre
romanos desde Filipos, y Severo obtuvo una victoria completa. Lyon fue arrasada y ya no se recuperó. Finalmente
Septimio Severo fue el dueño indiscutible del Imperio.

Es difícil saber si por elección o por necesidad, pero Severo no trató de imitar la política de Augusto, sino que reconoció
al ejército como el primer poder de Roma y basó en él la autoridad imperial. Los soldados vieron incrementada su paga,
y se les concedió algunos privilegios, como el poder casarse mientras prestaban servicio o el ser convertidos
en equites tras su retiro. El número de legiones aumentó a treinta y tres, y en cada una de ellas aumentó el número de
tropas auxiliares, con lo que Roma llegó a tener unos 400.000 soldados, todos los cuales estaban bajo el mando directo
del emperador. Todo vestigio de autoridad del Senado sobre las legiones fue suprimido. El Imperio se centralizó. Severo
dividió algunas provincias en otras menores para que ningún gobernador fuera muy poderoso. Italia pasó a ser una
provincia más.
No había acabado el año antes de que Septimio partiera hacia el Este para discutir sobre fronteras con Vologeso IV. Las
legiones romanas pasaron de nuevo por Babilonia, pero esta vez ya no había nada allí. Ya no quedaba nada de la que
había sido la mayor ciudad del mundo.

También este año volvió a Cartago, su ciudad natal, Quinto Septimio Florente Tertuliano. Había tratado de hacer
carrera como abogado en Roma, pero dos años atrás se había convertido al cristianismo (más concretamente, al
montanismo), y decidió retirarse a Cartago para escribir contra el paganismo y contra el gnosticismo, abogando por la
vida puritana según las concepciones montanistas. Fue el primer pensador cristiano que escribió en latín.

En 198 Ctesifonte fue tomada por tercera vez. Severo la saqueó. Mató a los hombres y se llevó a las mujeres y niños como
esclavos. En el camino de vuelta puso sitio a Hatra, una ciudad entre los dos ríos cuya conquista se había resistido a
Trajano, y había sido una de las causas que detuvieron su avance. La fortaleza continuó inexpugnable y Severo tuvo que
retirarse no sin cierta humillación.

Severo estaba casado con Julia Domna, hija de Julio Basiano, el gran sacerdote de un templo de la ciudad siria de
Emesa, consagrado al dios del Sol Elagabal. La emperatriz hizo que afluyeran a la corte muchos intelectuales sirios.
Entre sus protegidos estaba el ya anciano Galeno, que continuaba siendo el médico de la corte, cargo que le había
permitido reunir una respetable fortuna. También estaba Diogenes Laercio, nacido en la ciudad de Laerte, en Asia
Menor. Escribió varias biografías breves de varios filósofos antiguos. Se centra principalmente en anécdotas y citas
curiosas, pero precisamente por esta superficialidad la obra tuvo mucho éxito, se hicieron muchas copias y algunas de
ellas han sobrevivido y son nuestra única fuente de información sobre algunos personajes.

Otra figura destacada de la época fue Dión Casio, nacido en Bitinia, descendía de Dión Crisóstomo por parte de su madre.
Su padre había sido gobernador de Dalmacia y luego de Cilicia. Dión llegó a Roma el año en que murió Marco Aurelio,
donde se hizo amigo de Septimio Severo y fue senador durante el reinado de Cómodo. Severo lo
nombró Curador (administrador del tesoro) de Esmirna, que fue el primero de una serie de altos cargos que ocuparía en
los años siguientes.
Cuando Severo fue convertido en emperador adoptó el sobrenombre de Pertinax para vincularse a su antecesor. Ahora
decidió hacer algo similar con sus hijos. El mayor tenía diez años y se llamaba Basiano, como su abuelo materno, pero
pasó a llamarse Marco Aurelio Antonino, y recibió el título de Augusto, lo que lo convertía en heredero del Imperio.
Severo tenía un segundo hijo, de nueve años, cuyo nombre pasó a ser Publio Septimio Antonino Geta, y recibió el título
de César, lo que lo situaba en el segundo lugar en la línea sucesoria.

Por esta época, el rey de Connacht, en Irlanda, descendiente del rey Conn, conquistó el reino de Ulster.

En 200 murió Panteno, el director de una escuela cristiana en Alejandría, y fue sucedido por Tito Flavio
Clemente. Como los gnósticos, Clemente combinaba la filosofía griega con la teología cristiana y consideraba igualmente
el conocimiento (gnosis) como el ideal cristiano. No obstante, sus teorías no fueron tan radicales como las de los
gnósticos. Más en la línea de san Justino, Clemente consideró al cristianismo como una filosofía, pero una filosofía
superior a la filosofía griega. "Demostró" que los textos hebreos eran más antiguos que los textos de la filosofía griega,
así como que contenían toda la verdad, mientras que los textos griegos sólo contenían parte de la verdad.

En 201 murió Galeno. En 202 volvió Severo a Roma de su campaña en el Este y celebró un triunfo que conmemoró con
el Arco de Severo. A partir de este momento se abrió un nuevo periodo de paz que Severo aprovechó para reorganizar la
legislación. Ese mismo año promulgó un decreto por el que prohibía a los cristianos hacer proselitismo, el cual sirvió de
base para varias persecuciones en los años siguientes.

En 205 Severo cesó al jefe de la guardia pretoriana, Plautiano, detestado por la emperatriz, y lo sustituyó por el
jurisconsulto Emilio Papiniano, tutor de los hijos del emperador, con quien colaboró en la reforma legislativa. Los
comentarios de Papiniano constituyeron la base del Derecho Romano durante los tres siglos siguientes. La economía del
Imperio fue saneada mediante varias medidas, entre ellas una política de confiscaciones.

Mientras tanto, el general chino Cao Cao lograba derrotar a su principal enemigo, Yuan Shao, con lo que dominaba la
mitad norte del Imperio Chino. Más al norte y al noreste, los hunos trataban de imponerse contra los Xianbei. Cao Cao
restableció las antiguas colonias de soldados-agricultores, que debían garantizar el abastecimiento de las tropas, al tiempo
que ellas mismas participaban en las tareas defensivas. Sin embargo, ahora no sólo se establecían en las fronteras
exteriores, sino también en el interior del país. La parte sur estaba fuera del dominio imperial y se la repartían dos
generales: Sun Quan (hermano de Sun Ce, que había muerto cinco años antes) y Liu Bei.

En 208 murió San Ireneo, el obispo de Lyon. En Britania, los acosos de los caledonios eran cada vez más intensos. Tras
la construcción de la muralla de Antonino los romanos descuidaron el mantenimiento de la muralla de Adriano, pero la
muralla de Antonino era más débil, y los caledonios terminaron filtrándose por ambas. Además, el número de soldados
romanos en Britania había disminuido desde que Albino transportó sus legiones a la Galia, y Severo había dividido en
dos la provincia para debilitar a sus gobernadores, debilidad que también se hacía sentir frente a los bárbaros.

El emperador decidió ocuparse personalmente del asunto, y se trasladó a Britania junto con sus dos hijos. El mayor había
popularizado en Roma una capa larga de origen galo llamada caracallus, por lo que era más conocido por el sobrenombre
de Caracalla. En 209, tras un año de intensos combates, el emperador tuvo que conformarse con unos gestos formales
de sumisión por parte de los caledonios, pero conseguidos al precio de abandonar la muralla de Antonino y retirar la
frontera a la muralla de Adriano, que fue restaurada y reforzada. Geta recibió el título de Augusto, lo que significaba que
él y su hermano Caracalla serían coemperadores a la muerte de Severo, al igual que lo habían sido Marco Aurelio y Lucio
Vero.

Ese mismo año murió el rey parto Vologeso IV, y fue sucedido por Artabán IV.

En Indochina se había formado un nuevo reino llamado Shampa, situado entre China y el reino de Fu-nan, a orillas del
mar de China.

Por esta época, Yehudá ha-Nasi codificó por escrito en sesenta y tres tratados una serie de comentarios de los rabinos
judíos sobre la Torá, o ley escrita, que hasta entonces se habían transmitido oralmente y que se conocen como la Mishná.

EL FIN DE LA DINASTÍA HAN


El Imperio Parto nunca consiguió apoderarse definitivamente de Persia, que había mantenido una precaria independencia
basada sobre todo en su defensa de la cultura irania y su repulsa absoluta a la cultura helénica. Así, Persia había sido el
refugio de todos los habitantes del antiguo Imperio Persa, ahora Imperio Parto, que se oponían al helenismo de la clase
dirigente. En 211, tras una disputada sucesión, el trono persa quedó en manos de Ardacher I (una forma posterior del
viejo nombre real "Artajerjes"). Bajo su reinado, Persia se reorganizó y fue adquiriendo poder. Ello hizo surgir
inevitablemente leyendas sobre su rey. Según estas leyendas, era nieto de un pastor llamado Sasán, que en tiempos de
Marco Aurelio había reunido los distintos principados persas en un reino unificado. Por ello los descendientes de Ardacher
I son llamados sasánidas.

Mientras tanto, el emperador Septimio Severo moría en Eboracum (la actual York). Según su voluntad, sus hijos
Caracalla y Geta pasaban a ser coemperadores. Los dos hermanos se odiaban profundamente. Establecieron una rápida
paz en Britania y marcharon a Roma a discutir sus diferencias. Caracalla esgrimió un argumento definitivo por el que se
convertía en el único emperador, y fue que hizo asesinar a su hermano en 212, que murió en brazos de su madre. Luego
eliminó a todos los que fueron testigos de su implicación en este asesinato, entre ellos a Emilio Papiniano, que había
tratado de mediar entre los dos hermanos y terminó enemistado con ambos. Al frente de la guardia pretoriana puso
a Marco Opelio Macrino, un caballero de origen mauritano que había alcanzado el rango de senador.

Antes de que acabara el año, Caracalla encontró un lugar en la historia al promulgar un edicto por el que todos los
habitantes del Imperio adquirían la ciudadanía romana. La diferencia era más honorífica que práctica a estas alturas de la
historia, e incluso es razonable pensar que la decisión no fue tomada por altruismo, sino porque había ciertos impuestos
que sólo eran aplicables a los ciudadanos romanos, y así el Estado aumentaba sus ingresos.

No obstante, Caracalla es hoy más recordado por las famosas Termas de Caracalla. A lo largo de la historia romana el
hábito de tomar baños había ido ganando popularidad, y con el Imperio se convirtieron en un símbolo de lujo. Proliferaban
los baños públicos, grandes construcciones con distintas habitaciones, de modo que los bañistas podían pasar de un baño
a otro con agua a distintas temperaturas, había habitaciones con vapor de agua, otras para hacer ejercicios, otras para ser
untados con aceites y recibir masajes, otras para descansar, leer, conversar u oír recitaciones, etc. Las Termas de Caracalla
eran unos gigantescos baños públicos que ocupaban más de trece hectáreas en Roma.
El precio de los baños públicos no era elevado, por lo que eran muy frecuentados. No obstante, los satíricos romanos y,
sobre todo, los cristianos, consideraban decadente tanto lujo. En algunos baños entraban conjuntamente hombres y
mujeres, lo que escandalizó a muchos moralistas, que suponían que allí tenía lugar toda suerte de perversiones, cosa que
probablemente no era cierta.

A partir de 214 Caracalla otorgó un alto grado de participación en el gobierno a su madre, Julia Domna. Mientras tanto,
él dirigió una brillante campaña ofensiva contra los germanos, a los que mantuvo a raya a lo largo del Danubio. Los
caledonios dejaron de ser un problema, pese a la forma precipitada en que Caracalla había abandonado Britania. Ante
todo, por esta época los documentos romanos dejan de referirse a los caledonios y, en su lugar, hablan de los pictos. En
latín, picto significa "pintado". Es posible que el nombre haga referencia a una costumbre de pintarse o tatuarse la piel,
tal vez como distintivo de los guerreros, aunque también puede ser que picto sea simplemente una deformación de un
nombre tribal. No es plausible que los pictos hicieran desaparecer a los caledonios. Lo más probable es que los caledonios
hubieran sido una tribu dominante que ahora era reemplazada por la de los pictos, si bien la población en su conjunto
siguiera siendo la misma. Fuera como fuera, los pictos apenas presionaron la frontera romana durante mucho tiempo,
debido a que se encontraron con problemas en el norte. En efecto, los irlandeses habían descubierto la piratería y se
dedicaban a hacer incursiones cada vez más profundas en las costas de Caledonia. Estos piratas fueron conocidos
genéricamente como Escotos, probablemente el nombre de alguna de las tribus gaélicas que tomaron parte en las
incursiones.

Caracalla fue el segundo emperador romano que visitó Egipto, después de Adriano. Allí tomó una decisión que lo
enemistó con todos los intelectuales de su tiempo, en particular con los historiadores: consideró que el museo de
Alejandría llevaba ya mucho tiempo sin aportar nada valioso y suspendió la subvención estatal que hasta entonces había
recibido. Probablemente la estimación de Caracalla no era desacertada, y también es cierto que las finanzas del Imperio
no iban muy bien, por lo que la subvención al Museo era ciertamente un lujo difícilmente sostenible. A partir de entonces
el ya decadente Museo aceleró su declive, y otra consecuencia fue que los historiadores acusaron a Caracalla de los
crímenes más desaforados. Se dijo que miles de ciudadanos murieron cuando ordenó saquear Alejandría a causa de una
ofensa insignificante. Tal vez su decisión sobre el Museo provocó algunos disturbios que tuvo que aplacar, pero los relatos
al respecto son sin duda exagerados. No obstante, parece ser que en su momento perjudicaron sensiblemente la imagen
del emperador.

El declive del Museo y la filosofía clásica en Alejandría coincidió con el auge del pensamiento cristiano. Por esta época
murió Clemente, y la Escuela Catequética de Alejandría, que él había dirigido, pasó a manos de su
discípulo Orígenes. Bajo su dirección, la escuela se convirtió en una auténtica escuela de Teología. Su padre había sido
un mártir del cristianismo. Orígenes consagró su vida a los estudios religiosos y se dice que se castró a sí mismo para
evitar distracciones. Escribió numerosas obras en las que comentaba e interpretaba las Escrituras Sagradas, así como
obras en las que, siguiendo el ejemplo de su maestro, ponía la filosofía griega al servicio de la teología cristiana. Unos
años antes, un filósofo platónico llamado Celso había escrito un libro sobre el cristianismo. Se trataba del primer libro
pagano que analizaba seriamente el cristianismo, y su carácter técnico y racional no lo hicieron nada popular, hasta el
punto de que no sabríamos nada de él si no fuera porque Orígenes lo reprodujo casi íntegramente en su libro Contra
Celso. De este modo sabemos que Celso había afirmado que la teología cristiana había sido tomada de la filosofía griega
y deformada en el proceso. Su argumentación era fría y desapasionada, y con ella ponía en evidencia que no era aceptable
creer en vírgenes parturientas o en pescados que se multiplican.

En 215 el general chino Cao Cao logró finalmente someter el Estado occidental que había fundado Zhang Lu más de
treinta años atrás. Cao Cao había convertido el Estado en una dictadura militar en la que los soldados profesionales y sus
familias formaban una casta aparte. Estableció un sistema de promoción basado en el mérito y la recomendación que,
junto al éxito de diferentes programas económicos, afianzaron su poder. No obstante, no pudo someter a las regiones del
sur, sino que a lo máximo a lo que llegó fue a frenar su expansión en la batalla del Muro Rojo, que más tarde se convertiría
en leyenda.

Caracalla no molestó a los cristianos, y éstos aprovecharon el periodo de calma para pelearse entre sí. En 217 murió
san Ceferino, obispo de Roma, y se eligió como sucesor a Calixto, que era esclavo de un cristiano
llamado Carpóforo. La decisión fue cuestionada y otras facciones eligieron como obispo a Hipólito, al parecer mucho
más competente. Calixto promulgó un edicto por el que perdonaba a ciertos herejes, lo que le valió las críticas de Hipólito
y otros rigoristas como Tertuliano.
La discusión principal entre los cristianos de la época era la naturaleza de Jesucristo. El problema era si Jesucristo era
Dios o si, por el contrario, era sólo un hombre, un hombre santo, un enviado de Dios, pero no Dios. No cabe duda de que
Jesús de Nazaret se hubiera escandalizado ante la idea de ser considerado Dios, al igual que les habría ocurrido a sus
discípulos, pues todos ellos eran más o menos samaritanos ortodoxos, judíos en definitiva, y no podían admitir más dios
que Yahveh. Los discípulos, que insistieron en el carácter mesiánico de Jesús, lo concebían probablemente como un
enviado divino al estilo de Elías. Sin embargo, tal vez inadvertidamente, los discípulos de Jesús lo trataron a él y al
Espíritu Santo como iguales a Dios, en el sentido de que los cristianos rezaban a Jesucristo, adoraban a Jesucristo,
esperaban la llegada de Jesucristo como juez en el fin del mundo, etc.

San Pablo recogió estos planteamientos, pero nunca entró directamente en la cuestión de si Jesucristo era o no Dios.
Simplemente, aún no se había formulado el problema abiertamente. Por supuesto, en sus cartas hay pasajes que se pueden
interpretar como se quiera. En cualquier caso, lo cierto es que el Cristo Paulino reunía todos los requisitos para ser
considerado un dios. El evangelio según san Juan parece reflejar la opinión de que Jesucristo y el Espíritu Santo existían
junto con Dios desde el principio de los tiempos y que, de algún modo, eran parte de Dios. No obstante, la teología
cristiana primitiva no era capaz de hilar mucho más fino.

La primera defensa teórica de la divinidad de Jesucristo provino de los gnósticos, pero era demasiado exagerada, pues
concedía la divinidad de Jesucristo a costa de negársela a Yahveh o, al menos, de reducirla a un plano inferior. Esto
entraba en contradicción directa con la doctrina apostólica. En estos momentos, la cabeza del pensamiento cristiano era
la escuela teológica de Orígenes, en Alejandría. No era gnóstica, pues reconocía la divinidad de Yahveh, pero al mismo
tiempo conservaba del gnosticismo la insistencia en la divinidad de Jesucristo. Los cristianos de Alejandría no habían
tenido inconveniente en despreciar al dios de los judíos, pero jamás habrían aceptado que Jesucristo quedara en segundo
plano frente a éste. El gnosticismo siguió existiendo durante un siglo, pero perdió poder en Alejandría (se conservó sobre
todo en Asia Menor). En su lugar, los teólogos alejandrinos defendían el trinitarismo, ya presente como mero esbozo en
la doctrina apostólica, según el cual Dios era a la vez Uno y Trino: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran a la vez tres
personas distintas y una sola esencia o naturaleza. Para que este atentado a la matemática elemental (o este misterio, según
la doctrina cristiana) pudiera pasar por una postura seria y respetable, era necesario apoyarlo con toda la sutileza de la
filosofía griega debidamente prostituida, por lo que la defensa del trinitarismo comprometía a defender los más mínimos
detalles de la teología que lo sustentaba, y no fueron pocos los que a lo largo de la historia trataron de adoptar alternativas
más sensatas.

Por ejemplo, justo el año en que Calixto e Hipólito fueron nombrados simultáneamente obispos de
Roma, Sabelio defendió que el Padre y el Hijo eran una misma persona en lugar de dos, lo que inmediatamente fue
condenado como herejía por ambos obispos. Otras variantes de la doctrina de Sabelio incrementaban la herejía al afirmar
que las tres personas eran manifestaciones diferentes de un único Dios. Quizá el fondo fuera el mismo, pero en el
trinitarismo la forma lo era todo.

Mientras tanto Caracalla había iniciado una campaña contra los Partos. Parece ser que el rey Artabán IV se había negado
a conceder al emperador la mano de una de sus hijas. Caracalla avanzó triunfante por Mesopotamia y llegó hasta el Tigris.
Podría haber llegado más lejos sin problemas, pero fue asesinado por Macrino, que al parecer se creyó amenazado (no
sabemos si justificadamente) por el emperador. Caracalla fue el último emperador romano enterrado en el Mausoleo de
Adriano. Cuando Julia Domna se enteró de la muerte de su hijo se negó a comer y se dejó morir de hambre.

Macrino se proclamó emperador y nombró César a su hijo Diadumeniano. Trató de ganarse al ejército y al Senado con
repartos de trigo y reducciones de impuestos. No obstante, los partos aprovecharon la crisis para recuperarse e invadir
Siria. Macrino se vio obligado a firmar una paz bastante desfavorable que provocó la indignación de los soldados.

Caracalla no tenía descendencia, pero su madre, Julia Domna, tenía una hermana, Julia Mesa, la cual tenía dos
hijas, Julia Soemias y Julia Mamea. Ambas estaban casadas y tenían sendos hijos. El hijo de Julia Soemias se
llamaba Sexto Vario Avito Basiano, que aún no había cumplido los catorce años, pero ya era sacerdote en el templo del
dios del Sol Elagabal, en Emesa, como lo había sido su bisabuelo Basiano. En 218 Julia Mesa presentó a su nieto ante
una legión romana que estaba en Emesa. Afirmó que era hijo de Caracalla y que se llamaba Marco Aurelio
Antonino. Los soldados quedaron impresionados ante la seriedad y belleza del joven, y decidieron proclamarlo
emperador. Fue más conocido por una deformación de Elagabal que, mezclado con Helios, el nombre griego del Sol, se
convirtió en Heliogábalo. Macrino trató de resistir, pero fue derrotado cerca de Antioquía, donde murió junto con su hijo.
Heliogábalo envió una carta al Senado en la que prometía seguir el ejemplo de Augusto y Marco Aurelio, y fue reconocido
como emperador. Su entrada en Roma fue triunfal, y con él iban su madre, su tía y su abuela, que fueron las que realmente
gobernaron en los años siguientes. Julia Mesa hizo que Heliogábalo adoptara a su primo Alexino, el hijo de Julia Mamea,
que pasó a llamarse Marco Aurelio Severo Alejandro. El sobrenombre de Alexino o Alejandro se debe a que había
nacido en (o cerca de) un templo dedicado a Alejandro Magno. Además recibió el título de César, lo que le convertía en
heredero del Imperio.

Una gran piedra negra, centro del culto a Elagabal en Emesa, fue llevada a Roma e instalada en el Palatino. Elagabal fue
convertido en el dios supremo del Imperio, para disgusto de los romanos, que veían cómo la corte se teñía cada vez más
de unas costumbres y ritos orientales en detrimento de la propia tradición romana.

En 220 murió el general chino Cao Cao y su hijo Cao Pi asumió sus poderes. Más aún, aceptó la abdicación del
último emperador Han y se proclamó a sí mismo emperador de Wei (el territorio que realmente dominaba). Así
terminó la dinastía Han, al tiempo que el Imperio Chino se descomponía en tres reinos. En efecto, al año siguiente,
en 221, Liu Bei afirmó pertenecer a la dinastía Han y, como legítimo heredero, se proclamó rey del Estado de Shu Han, al
oeste. Sun Quan acató en un primer momento la autoridad imperial de Cao Pi, pero a cambio de ser reconocido como rey
de Wu, en el este. A partir de 222 su reino fue totalmente independiente de Wei.

Ese mismo año murió Tertuliano. Unos años antes se había visto obligado a romper con la iglesia cartaginesa, pues era
montanista y el montanismo había caído en la lista de las herejías, así que continuó su labor en una pequeña comunidad
montanista cercana, desde donde siguió influyendo en el pensamiento cristiano de la época. También murió uno de los
dos obispos de Roma, san Calixto, pero ello no resolvió el conflicto, pues sus partidarios eligieron como obispo
a Urbano, así que Roma siguió teniendo dos obispos rivales: Urbano e Hipólito. Por último, también fue el año en que
los romanos se cansaron definitivamente de su emperador impío Heliogábalo, de modo que él y su madre fueron
asesinados por la guardia pretoriana. La piedra negra de Elagabal fue devuelta a Siria. No obstante, se respetó la sucesión
prevista y el Imperio quedó en manos de su primo, Severo Alejandro. El nuevo emperador era menor de edad (tenía entre
catorce y diecisiete años), así que su madre, Julia Mamea, ejerció de regente y su abuela, Julia Mesa, no perdió su
influencia.
La madre de Alejandro creó una comisión de senadores y prestigiosos legistas para aconsejar al gobierno. Entre ellos
estaban Julio Paulo, que había sido en su día rival de Papiniano, Domicio Ulpiano, que, por el contrario, había sido su
asesor mientras fue jefe de la guardia pretoriana (Heliogábalo lo había desterrado, pero ahora fue llamado de nuevo a
Roma y se convirtió prácticamente en un primer ministro), y Modestino, discípulo de Ulpiano.

En 224 el rey persa Ardacher I tenía bajo su mando a todos los poderes iranios y se enfrentó al rey parto Artabán IV, cuya
dinastía era cada vez menos popular, ante las continuas y humillantes derrotas que había sufrido frente a los romanos. Se
inició así una lucha entre partos y persas en la que cada vez los últimos ganaban más adeptos.

En 226 murió Jula Mesa, la abuela de Severo Alejandro, con lo que Julia Mamea se convirtió en la única autoridad real
de Roma. Aunque las reformas emprendidas tuvieron algún efecto, la vida política romana no recuperó la estabilidad de
tiempos anteriores. En 228 Ulpiano fue víctima de una conjuración por parte de la guardia pretoriana, que lo odiaba, y
fue asesinado.

Artabán IV trató de llevar la guerra a territorio persa, pero fue derrotado y muerto en Ormuz, en la costa del golfo pérsico,
tras lo cual Ardacher I marchó sobre Ctesifonte y allí fue reconocido como rey de lo que había sido el Imperio Parto, pero
que ahora se convertía de nuevo en el Imperio Persa. Los historiadores se refieren a este nuevo Imperio Persa
como Imperio Neopersa o Imperio Sasánida, para distinguirlo del anterior. Artabán IV es considerado como el último
rey arsácida, si bien la dinastía siguió gobernando en Armenia durante varias generaciones.

El nuevo Imperio Persa era mayor que el Parto, pues incluía a Persia y pronto absorbió a la mayor parte del Imperio
Kusana, ya en decadencia, cuya dinastía de reyes tokarios conservó únicamente un reducido territorio en las regiones
montañosas del actual Afganistán. Había aún más diferencias entre los dos Imperios: Ardacher I acabó con la estructura
feudal parta y creó un fuerte Estado centralizado. Además potenció el mazdeísmo, que acabó erradicando la cultura y la
religión griega. El mitraísmo sobrevivió, pues al fin y al cabo era una forma de Mazdeísmo. Los persas consideraban a
su imperio como la prolongación del antiguo Imperio Persa fundado por Ciro II, y aspiraban a recuperar todos los
territorios que había gobernado Darío I. Esto incluía Asia Menor, Siria y Egipto, que ahora eran posesiones romanas, lo
que no auguraba buenas relaciones entre ambos imperios.
Mientras tanto, Roma estaba aparentemente en calma. En 229 fue cónsul Dión Casio, que desde los tiempos de Septimio
Severo había ido ocupando puestos relevantes, al tiempo que escribía libros de historia. De él tenemos una biografía de
Cómodo y veinticinco de los ochenta libros que escribió en griego sobre la historia de Roma. Dispuso de buenas fuentes
que usó con imparcialidad. Es sin duda el mejor historiador de la época.

Alejandro trató de hacer que las distintas religiones del Imperio convivieran en paz. Respetó a los judíos y se dice que
hasta tenía una efigie de Jesucristo en su despacho. Así pues, la paz que los cristianos disfrutaban desde los tiempos de
Caracalla no se vio interrumpida, lo que significa que pudieron continuar con sus luchas internas. En 230 murió san
Urbano, el obispo de Roma, pero sus partidarios siguieron negándose a aceptar al otro obispo, Hipólito, y eligieron para
el cargo a Ponciano. Las disensiones entre los partidarios de uno y otro debieron de provocar disturbios, porque las
autoridades terminaron interviniendo y los dos obispos fueron desterrados y condenados a trabajar en las minas de
Cerdeña.

Los persas invadieron las provincias orientales del Imperio y el emperador tuvo que marchar al este. En su ausencia, los
germanos atravesaron el Rin e hicieron correrías por las Galias. No se sabe muy bien cómo acabó la guerra contra Persia,
pues Alejandro entró triunfante en Roma en 232, pero se sospecha que hubo más propaganda que victorias reales. Luego
marchó a la Galia (con su madre detrás) y allí no encontró otra forma de deshacerse de los germanos que ofrecerles
generosas sumas de dinero. Los soldados consideraron indigno este proceder y en 235 mataron al emperador y a su madre.

Ese mismo año murió Dión Casio, así como los dos obispos de Roma, Ponciano e Hipólito, agotados por el trabajo en las
minas. Los cristianos de Roma habían comprendido que tener dos obispos enfrentados era un lujo que no se podían
permitir en los tiempos que corrían (y menos aún ahora que acababa de morir el emperador), así que no dudaron de que
ambos obispos habían tenido tiempo y ocasión de limar sus diferencias, los declararon santos a los dos y se pusieron de
acuerdo para elegir un único obispo, Antero.

LA ANARQUÍA
Los historiadores hablan de la crisis del siglo III para referirse a los cambios trascendentales que sufrió la práctica
totalidad del mundo civilizado durante este siglo. En efecto, ya hemos visto cómo el Imperio Chino se desmembró en tres
reinos, los persas se apoderaron del Imperio Parto y absorbieron al Imperio Kusana, y pronto le tocaría el turno al Imperio
Romano. Durante las primeras décadas del siglo, los godos iniciaron un proceso de expansión que empujaría contra Roma
a varias tribus germánicas. Se desplazaron hacia el sur y hacia el este. Remontaron el Vístula y descendieron por el
Dniéster a través de la actual Polonia. Ocuparon las tierras al norte y el noroeste del mar Negro.

Varios grupos de jinetes procedentes de Corea penetraron en el sur del Japón y se instalaron como amos. Eran arqueros
provistos de armaduras de hierro. Se convirtieron en jefes de las comunidades aldeanas y las organizaron en pequeños
estados. La nueva aristocracia trajo consigo nuevas creencias y mitos (chamanismo) y organizaron la sociedad en clanes.

En cuanto a Roma, la crisis estalló con el asesinato del emperador Severo Alejandro en 235. Los soldados rebeldes que
acabaron con su vida en la Galia estaban dirigidos por un campesino tracio de imponente estatura llamado Cayo Julio
Vero Maximino, que se hizo proclamar emperador. El Senado se le opuso, al igual que la población civil de Roma, pero
quedó patente algo que ya era una realidad desde hacía algún tiempo: el ejército era la única autoridad en el Imperio, la
población civil fue tratada brutalmente. La primera preocupación del nuevo emperador fue contener a los bárbaros en el
Main y en el Danubio.

En 238, las legiones de África, apoyadas por el Senado, proclamaron emperador al que hasta entonces había sido
procurador en la provincia: Marco Antonio Gordiano Semproniano. Tenía ya ochenta años, se dijo que descendía de
Trajano, y a lo largo de su vida se había ganado una fama de honradez y laboriosidad. Probablemente fue elegido como
emperador de transición, como lo había sido Nerva. Gordiano trató de declinar la oferta, apelando a sus excesivos años,
pero temiendo por su vida terminó aceptando e inmediatamente asoció al Imperio a su hijo y tocayo, que hasta entonces
había ejercido de lugarteniente de su padre. Ambos emperadores son conocidos como Gordiano I y Gordiano II. No
obstante, no duraron más que unas semanas. Tropas leales a Maximino derrotaron a las dirigidas por Gordiano II, que fue
asesinado y su padre se suicidó al saberlo. No obstante, en Italia estalló otra rebelión y Maximino tuvo que volver
precipitadamente de Panonia, donde estaba luchando contra los bárbaros. Trató de recuperar el control, pero fue asesinado
por un grupo de pretorianos. Los asesinos de Gordiano II trataron de proclamar su propio emperador, pero éste fue
inmediatamente asesinado por otros soldados. Finalmente, el Senado pudo imponer su elección, que recayó en el nieto y
tocayo de Gordiano I, conocido como Gordiano III, que tan sólo tenía catorce años de edad.

El rey persa Ardacher I aprovechaba los desórdenes en Roma para hacer incursiones por el este. En 241 murió y fue
sucedido por su hijo Sapor I, que continuó la política ofensiva de su padre. Ansioso por demostrar su valía, ocupó Siria.
Gordiano III no tenía ninguna experiencia militar, pero en ese momento ya se había casado, y su suegro, Cayo Furio
Timesiteo, suplió esta carencia y expulsó a los persas de Siria. Sin embargo, Timesiteo enfermó y murió en 243, tras lo
cual, el jefe de la guardia pretoriana, Marco Julio Filipo (conocido como Filipio el Árabe), obligó a Gordiano III a
compartir con él el poder, si bien el emperador no tardó en ser asesinado por los partidarios de Filipo, que en 244 fue
proclamado emperador. Filipo firmó un tratado de paz con Sapor I, por el que reconocía el dominio persa sobre Armenia
y Mesopotamia. Por esta época Sapor I pudo al fin desmantelar la fortaleza de Hatra, el último foco de resistencia parta.

Sapor I protegió a los sabios griegos, pero sólo a título personal. Oficialmente desalentó el helenismo, potenció el
mazdeísmo y persiguió a otras religiones, como a los judíos que vivían en Mesopotamia. Durante su reinado se compiló
un libro sagrado de escritos y salmos mazdeístas, conocido como el Avesta. Protegió a un sacerdote
llamado Mani, o Manes, que desarrolló su propia versión del mazdeísmo. Decía haber tenido revelaciones de ángeles.
Su doctrina se centraba en el dualismo de Zoroastro, en los ejércitos del bien y del mal. Afirmaba que había habido
muchos profetas, entre los que contaba no sólo a Zoroastro, sino también a Buda y a Jesucristo (y a sí mismo, claro). Con
Mani el mazdeísmo incorporó ideas budistas y cristianas. El resultado fue que se hizo tan impopular entre los sacerdotes
mazdeístas tradicionales como Jesús se había hecho odiar por los sacerdotes judíos. Pero contaba con la protección del
rey. A diferencia de Jesús, tuvo la precaución de poner por escrito su doctrina.

En 247 se estableció en Roma Plotino, uno de los más famosos filósofos neoplatónicos, donde entabló buenas relaciones
con los senadores y fundó una escuela que tuvo gran éxito en la ciudad. En su compleja doctrina destaca que el hombre,
mediante una moral de pureza, puede distanciarse de su cuerpo y elevar su alma hacia el Uno.

Durante el reinado de Filipo el Árabe Roma celebró con elaborados festejos el año 1000 a. u. c. (o sea, el año 248). Ya se
habían celebrado los años 800 y 900 a.u.c. bajo Claudio y Antonino Pío, respectivamente. La conmemoración del
milésimo aniversario de Roma fue la más fastuosa de todas, y también la última. En realidad no había mucho que celebrar:
por todas partes había tropas en rebelión. Los godos habían atravesado el Danubio y arrasaban Mesia y Tracia. Filipo
envió contra ellos a Cayo Mesio Quinto Decio, pero sus victorias frente a los godos lo hicieron tan popular entre sus
soldados que lo proclamaron emperador. Parece ser que Decio no aspiraba al poder, pero contrariar a unos legionarios
eufóricos era impensable, así que no tuvo más remedio que ponerse al frente de los rebeldes y marchar sobre Roma. Se
enfrentó a Filipo en Verona en 249 y salió victorioso.

La facilidad con la que sus antecesores habían sido derrocados ponía de manifiesto la pérdida de prestigio que había
sufrido la figura del emperador. Ello se debía en gran parte a que las legiones estaban formadas por ciudadanos de las
clases sociales más bajas, incluso por una gran cantidad de bárbaros mercenarios, que no tenían más vocación que la de
ganarse la vida con las armas, sin ninguna vinculación hacia una patria o unos ideales particulares. Decio trató de poner
fin a esta situación con medidas encaminadas a fomentar el respeto al emperador. Se ganó al Senado devolviéndole las
competencias en la administración civil, trató de justificar su legitimidad adoptando el sobrenombre de Trajano, pero su
apuesta más importante fue su intento de revitalizar el culto imperial.

En 250 Decio decretó que todo ciudadano del Imperio debía ser titular de un documento que se obtenía mediante un
simple ritual consistente en dejar caer una pizca de incienso mientras se pronunciaba un juramento en el que se reconocía
la divinidad del emperador y se le juraba lealtad. La alternativa era la pena de muerte. Muchos cristianos prefirieron esta
alternativa antes que caer en la idolatría. El decreto de Decio dio lugar a numerosas persecuciones y martirios. Una de las
primeras víctimas fue san Fabián, que a la sazón era obispo de Roma.

Otro afectado por las persecuciones fue Orígenes. Unos años antes había sido acusado de herejía y se vio obligado a
abandonar Alejandría. Se refugió en Cesarea de Palestina, donde reconstruyó su escuela, y fue allí donde a sus sesenta y
cinco años sufrió torturas por negarse a prestar el juramento exigido. No fue asesinado, pero murió pocos años después
por las secuelas.
El obispo de Cartago era desde el año anterior Tascio Cecilio Cipriano. Había sido bautizado tan sólo cuatro años atrás,
pero había sido retórico y pronto se convirtió en una figura del cristianismo. Las persecuciones de Decio le obligaron a
abandonar la ciudad.

Mientras tanto, los godos habían vuelto a invadir la Dacia. Por otra parte, los blemios, un pueblo árabe que vivía al oeste
del mar Rojo y que llevaba un siglo atacando el comercio egipcio, invadieron el Alto Egipto. Estos contratiempos
obligaron a Decio a poner fin a las persecuciones en 251. Unos meses después, Decio murió combatiendo a los galos, y
los soldados eligieron emperador a Cayo Vibio Treboniano Galo, del que se dijo que había traicionado a Decio para
hacerse con el poder. Se libró de los galos pagándoles una razonable suma.

En 252 murió Sun Quan, el fundador del reino de Wu. Al principio de su historia había sido débil, y sólo las fronteras
naturales lo salvaron de ser absorbido por el norte, pero posteriormente experimentó un crecimiento demográfico que le
permitió crear un sólido ejército. Tras la muerte del rey se produjeron conflictos a causa de la sucesión y que repartieron
el poder entre distintos clanes de señores feudales.

Durante las persecuciones de Decio, los cristianos de Roma encontraron refugio en las catacumbas, antiguos cementerios
subterráneos abandonados, de origen etrusco, que se convirtieron en iglesias y lugares secretos de reunión. Con el cese
de las persecuciones los cristianos pudieron reorganizarse. Cipriano volvió a Cartago y en Roma volvió a haber disputas
sobre la sucesión de san Fabián, que había quedado en suspenso durante un año. Nuevamente hubo dos obispos en
Roma: Cornelio y Novaciano. La principal disputa entre ambos era la postura a adoptar ante los lapsi, es decir, los
"caídos" o apóstatas que habían renegado del cristianismo o, simplemente, habían prestado el juramento exigido para
salvar su vida. La costumbre había sido siempre muy severa con los apóstatas, pero, teniendo en cuenta las circunstancias,
Cornelio era partidario de la indulgencia, mientras que Novaciano propugnaba el rigor más extremo. Se abría así una
polémica que perduraría durante varios siglos. De Roma se extendió a Hispania, Asia Menor, Grecia y Egipto. Cipriano
se puso de parte de Cornelio y las disputas en Roma entre los seguidores de uno y otro obispo debieron causar disturbios,
porque ambos fueron desterrados en 253. Lo mismo le sucedió al nuevo obispo, Lucio, pero pudo volver a Roma y se
mostró partidario de las tesis de Cornelio.
Ese año los galos olvidaron su compromiso con Treboniano y reemprendieron la ofensiva. Fueron rechazados por el
gobernador de Mesia, Marco Emilio Emiliano. Como de costumbre, sus soldados lo proclamaron emperador. Marchó
sobre Roma y venció a Treboniano, pero al morir éste, sus tropas nombraron emperador a Publio Licinio
Valeriano. Emiliano fue asesinado por sus propios soldados y Valeriano fue reconocido por el Senado (de hecho, era de
familia senatorial). Inmediatamente asoció al Imperio a su hijo Publio Licinio Galieno. Entre los dos hicieron lo que
pudieron para reconstruir el Imperio.

Mientras tanto Sapor I expulsaba de Armenia al rey Tirídates II, protegido por Roma, que resultó ser el último
representante de la dinastía arsácida.

En 254 murió san Lucio, el obispo de Roma y fue sustituido por Esteban, que, al contrario que san Lucio, entró en
controversia con Cipriano en la cuestión de los lapsi. Más aún, en 255 se planteó la cuestión del bautismo conferido por
herejes. Los obispos de África negaron su validez, mientras que Esteban la reconocía.

Volviendo a los emperadores, la situación exterior era muy difícil: los germanos ya no eran tribus desorganizadas que
luchaban entre ellas más que contra los romanos. En el este, los godos habían formado dos reinos poderosos, en los que
una aristocracia goda había sometido a una masa de campesinos eslavos. Uno de estos reinos estaba situado al norte del
mar Negro, y sus dirigentes se llamaban a sí mismos ostrogodos. El otro estaba situado al oeste del mar Negro, y sus
ocupantes eran los visigodos. Parece ser que "ostrogodos" significa "godos espléndidos", mientras que "visigodos"
significa "godos nobles". Es probable que la palabra "godo" signifique "bueno". Indudablemente, los godos se tenían en
muy buen concepto.

La amenaza goda llevó a reforzar el Danubio inferior a costa de debilitar el Rin y el Danubio superior, lo cual pronto fue
advertido y aprovechado por otras tribus germánicas. En 256 una nueva coalición atravesó el Rin, cruzó la Galia y penetró
en España. Una parte llegó incluso hasta África. Se trataba de los francos, que tal vez signifique "hombres
libres" o "lanzas" o "valientes". Los emperadores lograron algunos resultados contra los godos y los francos, pero
entonces una nueva coalición germana invadió la propia Italia. Eran los alamanes, que significa "todos los hombres". En
realidad la coalición no era nueva, sino que ya había sido fundada tiempo atrás por los marcomanos, pero ahora se había
vuelto mucho más firme y poderosa.

Las ciudades del Imperio no tardaron en comprender que ya no había ningún gobierno poderoso capaz de protegerlas de
los bárbaros, así que empezaron a construir murallas y se dispusieron a resistir asedios. Era frecuente que los numerosos
legionarios de origen germánico se unieran a los enemigos contra los que se suponía que debían luchar.

En unos tiempos en los que los soldados eran tan necesarios, los cristianos se negaban a formar parte del ejército (no por
objeciones pacifistas, sino porque ello implicaba aceptar el culto imperial). No es extraño que fueran tenidos por traidores,
por lo que los emperadores promulgaron un decreto contra ellos en 257, año en el que murió san Esteban (tal vez en el
martirio) y otro en 258, a consecuencia del cual fue decapitado san Cipriano. Así terminaron las disputas entre ambos.

Ese año los soldados proclamaron emperador al gobernador de Panonia, Décimo Lelio Ingenuo, pero fue derrotado
por Manio Acilio Aureolo y asesinado por sus propios soldados.

Sapor I volvió a invadir Siria y el propio Valeriano condujo un ejército para reconquistarla. Sin embargo, muchos de sus
hombres fueron presa de una enfermedad, por lo que en 259 Valeriano inició negociaciones. En el transcurso de éstas fue
capturado por traición y no se supo más de él. Era la primera vez que un emperador romano caía prisionero del enemigo.
En unos colosales bajorrelieves persas, Valeriano está representado de rodillas ante Sapor I. El rey persa utilizó numerosos
prisioneros romanos en la construcción de puentes y diques para el riego en la Baja Mesopotamia.

El hecho de que un emperador romano fuera capturado por el enemigo provocó una enorme conmoción en el Imperio.
Ahora Galieno gobernaba en solitario, pero hubo hasta dieciocho generales que se rebelaron de forma independiente y
trataron de convertirse en emperadores. Galieno tuvo que maniobrar con suma habilidad para conservar su cargo y su
vida. Su primera acción se llevó a cabo en la Galia, donde se había rebelado Marco Casiano Latino
Póstumo. En 260 Galieno fue herido y murió su hijo Salonino. Póstumo se erigió en emperador del Imperio Romano de
las Galias. Logró dominar no sólo las Galias, sino también la Germania romana, Britania e Hispania. La versión oficial
fue que Galieno le había confiado la defensa de la parte occidental del Imperio, pero la realidad era que se había formado
un imperio independiente de Roma.

Galieno tuvo que aceptar la autoridad de Póstumo porque los alamanes estaban penetrando en Italia. En 261 logró
derrotarlos en Milán.

Ante tantas dificultades, Galieno dejó en paz a los cristianos. Las grandes calamidades que estaba sufriendo la población
aumentaron el interés por la vida eterna que prometía el cristianismo, así que la religión fue prosperando. A medida que
aumentaban los nuevos adeptos, también aumentaban las confusiones y discrepancias en materias de fe, pero al mismo
tiempo se había ido forjando la idea de la unidad de la Iglesia. Se reafirmó la autoridad de los obispos en cuestiones
teológicas y, para conciliar las discrepancias entre distintos obispos se empezaron a celebrar sínodos (reuniones) cuyos
acuerdos debían ser acatados por todos los obispos. Los sínodos fueron más necesarios en Occidente, pues en Oriente
prácticamente nadie cuestionaba la autoridad de los obispos de Antioquía y Alejandría, y cualquiera que la desafiara era
considerado hereje por el grueso de los cristianos. (Recordemos que Antioquía puede considerarse la cuna del
cristianismo, pues allí fue donde san Pablo desarrolló su doctrina. Por su parte, Alejandría era la capital cultural del
Mundo Antiguo, y en particular la cuna de la sofisticada teología cristiana, heredera de la filosofía griega.) En 262, tras
trece años de destierro, el obispado de Alejandría fue ocupado de nuevo por el que sería recordado como Dionisio el
Grande, un discípulo de Orígenes que tomó parte muy activa en las controversias contra los herejes.

En Occidente, en cambio, los cristianos eran menos numerosos y no había ninguna autoridad destacada especialmente
erudita. Los fieles incluso tenían cada vez más dificultades para leer las Sagradas Escrituras, que estaban en griego. Desde
hacía tres años era obispo de Roma otro Dionisio, que convocó un sínodo que condenó el subordinacionismo, una nueva
herejía según la cual Jesucristo era de naturaleza divina, pero no idéntica a la del Padre, sino subordinada a ella.

Mientras tanto Sapor I se estaba adueñando de toda Asia Menor, pero se encontró con un problema inesperado. El estado
de Palmira estaba gobernado entonces por Septimio Odenat. Su padre, del mismo nombre, había sido nombrado senador
por Severo Alejandro, que visitó la ciudad en su campaña contra los persas, en los últimos años de su reinado. Odenat
consideró preferible una alianza con la distante y decadente Roma que una sumisión a los persas, así que atacó a Persia y
obtuvo varias victorias y en 263 amenazaba la propia Ctesifonte, la capital persa, que estaba bastante desprotegida porque
el grueso del ejército persa estaba mucho más al oeste. Los persas tuvieron que retroceder precipitadamente, y esto salvó
a Roma. Galieno colmó de títulos a Odenat y lo nombró gobernador de las provincias orientales del Imperio.

Mientras Póstumo y Odenat se ocupaban del resto del Imperio, Galieno trató de fortalecer su posición en Italia. Su esfera
de influencia estaba limitada a la propia Italia, Iliria, Grecia y África. Prescindió de los senadores en favor de los
caballeros, especialmente en el ejército. Creó la guardia imperial de los protectores, dedicados específicamente a
garantizar la seguridad del emperador. Potenció la caballería, creando una unidad de dálmatas y otra de mauritanos.
Fortificó las principales ciudades italianas. También se preocupó de la cultura y las artes. Él mismo siguió los cursos de
Plotino, y trató de hacer de su neoplatonismo la filosofía del Imperio.

Mientras tanto, en China, el estado septentrional de Wei conquistaba el estado de Shu Han. En 265 una nueva dinastía
tomó el poder de Wei. Fue conocida como dinastía Jin. Su primer rey fue Sima Yan, perteneciente al clan Sima, que
había ido ganando poder hasta imponerse sobre la familia del fundador del reino, Cao Pi. (Éste había muerto hacía casi
cuarenta años). Por esta época vivió el matemático Liu Hui, autor de un libro clásico dirigido a arquitectos, ingenieros,
administradores y comerciantes. Contiene fórmulas de áreas y volúmenes, la aritmética de las fracciones, porcentajes,
extracción de raíces cuadradas y cúbicas, resolución de sistemas de ecuaciones lineales y el teorema de Pitágoras, con
numerosas aplicaciones. Utiliza para pi el valor de 3,14.

Las incursiones de los godos al sur del Danubio eran cada vez más dañinas. En 267 Galieno logró una victoria que los
contuvo durante algún tiempo. Mientras tanto, Odenat fue asesinado juntamente con su hijo mayor. El poder fue asumido
por su esposa Zenobia, que reclamó todos los títulos de su marido para su hijo Vaballath. Inició un proceso de expansión
que pronto le llevó a dominar toda Siria.

Un general de Póstumo llamado Lelio se sublevó y se hizo proclamar emperador. En 268 Póstumo lo asedió en Maguncia
y logró tomar la ciudad, pero fue asesinado por sus propios soldados. El Imperio Galo quedó en manos de Marco Pavonio
Victorino Augusto, que había sido coemperador con Póstumo los últimos años, pero no tardó en morir víctima de una
sedición y la Galia quedó sumida en la anarquía.
Mientras tanto Aureolo se había rebelado también contra Galieno proclamándose emperador. Galieno lo había acorralado
en Milán, pero entonces fue asesinado por unos oficiales ilirios. Los soldados eligieron emperador a Marco Aurelio
Claudio. El Senado lo reconoció como tal y le otorgó el sobrenombre de Augusto. Había sido gobernador de Iliria en los
tiempos de Valeriano, donde había contenido a los godos durante diez años. Es conocido como Claudio II para
distinguirlo del primer emperador Claudio. Logró derrotar definitivamente a Aureolo en Milán, el cual fue asesinado por
sus propios soldados, siguiendo la costumbre.

Claudio II realizó progresos notables. Derrotó a los alamanes y los rechazó al otro lado de los Alpes. Luego marchó a
Mesia, donde derrotó a los godos en varias ocasiones. Por esta época los godos habían construido una flota con la que se
adentraron en el mar Negro y atacaron Asia Menor. Incluso atravesaron el Bósforo y penetraron en Grecia por sus costas.
Incendiaron el templo de Éfeso y saquearon Atenas. También llegaron a las islas de Creta y Rodas. En 269 Claudio II
consiguió importantes victorias contra ellos. Tras destruir un importante ejército godo adoptó el sobrenombre de Claudio
Gótico. Logró recuperar el dominio de Hispania y la Galia Narbonense, pero no pudo hacerse con el resto de la Galia. En
ella se habían rebelado los Bagaudas, una palabra celta que se aplicaba a ciertos campesinos galos (esclavos y hombres
libres sumidos en la pobreza, a los que a veces se unían bárbaros y soldados desertores) que periódicamente se habían
alzado contra los terratenientes y contra el poder imperial. La primera rebelión tuvo lugar bajo Cómodo, y hubo otra bajo
Septimio Severo. La actual se extendió por Aquitania y el sur de los Pirineos.

En 270, mientras se preparaba a enfrentarse nuevamente con los bárbaros en el Danubio, Claudio II murió víctima de la
peste. También fue el año en que murió Plotino.

DIOCLECIANO
Los logros del emperador Claudio II en pro de la reunificación del Imperio Romano se vieron amenazados con su muerte.
En ese mismo año, el 270, un senador del Imperio Romano de las Galias llamado Cayo Pío Esuvio Tétrico fue
reconocido en Burdeos como sucesor de Victorino y gobernó sobre la Galia. Se ganó la fama de buen gobernante. En el
Este los ejércitos de Zenobia dominaban la mayor parte de Asia Menor. Por su parte, los germanos pensaron que con la
muerte de Claudio II el Imperio volvería a ser una presa fácil y aumentaron sus incursiones por el norte. Sin embargo, el
ejército romano eligió un digno sucesor de Claudio II. Se trataba del jefe de su caballería, Lucio Domicio
Aureliano, natural también de Iliria, como su antecesor. Había participado en la campaña contra los godos del año
anterior. Era poco instruido, pero inteligente, y tenía fama de valentía y serenidad. Desde el mismo momento que se puso
a la cabeza del Imperio se dedicó a combatir a los germanos trasladándose constantemente de una frontera a otra.

Mientras tanto Zenobia marchaba sobre Egipto, que no opuso ninguna resistencia a su ejército. Ahora dominaba un tercio
del Imperio Romano y, desde esta posición, en 271, se proclamó a sí misma Emperatriz con su hijo Vaballath como
coemperador. La capital del Imperio estaba, naturalmente, en Palmira, y en la corte de Zenobia fueron acogidos poetas y
filósofos. También protegió a los cristianos perseguidos.

Aureliano derrotó en Italia a los jutungos (un pueblo alamán). Mandó construir una muralla alrededor de Roma, que no
tenía murallas desde hacía cinco siglos, una muestra clara de cómo habían cambiado los tiempos. La muralla de
Aureliano tenía más de dieciocho kilómetros de perímetro, cuatro metros de anchura y una altura variable entre diez y
veinte metros. Tras derrotar nuevamente a los alamanes en el Danubio en 272, Aureliano se dirigió a Palmira. Las tropas
de Zenobia tuvieron que evacuar Egipto inmediatamente para concentrarse en la capital. Se produjo un enfrentamiento
en Emesa en el que murió Vaballath y Zenobia fue hecha prisionera.

Ese mismo año murió el rey persa Sapor I y fue sucedido por su hijo mayor Ormuzd I. (Ormuzd era el nombre que los
persas daban en la época al dios Ahura Mazda). Otro de sus hijos, llamado Mihrah, se convirtió en rey de la parte más
oriental del Imperio, la actual Georgia. Sin embargo, Ormuzd I no reinó más de un año. En 273 el Imperio Persa sufrió
conmociones con una importante componente religiosa. El trono pasó a manos de Bahram I, hermano de Ormuzd I,
quien, en colaboración con el "mago de los magos" Kirdir (es decir, el sumo sacerdote mazdeísta), desencadenó una
persecución contra Mani y sus seguidores para preservar el mazdeísmo ortodoxo.

Cuando los ejércitos de Zenobia abandonaron Egipto, un hombre adinerado llamado Firmo se había hecho proclamar
emperador en Alejandría. Tras la toma de Palmira, Aureliano se dirigió a Egipto, entró en Alejandría y crucificó a Firmo.
Los enfrentamientos que tuvieron lugar destruyeron el museo de Alejandría, pero la biblioteca resultó indemne.
Aureliano había dejado una guarnición en Palmira, pero sus habitantes se rebelaron y mataron a los soldados. El
emperador regresó inmediatamente y arrasó completamente la ciudad, la cual nunca volvió a recuperarse. Ahora
Aureliano dominaba todo el Imperio Romano a excepción de la Galia. Antes de que acabara el año marchó contra Tétrico,
que debió de comprender que una Galia independiente era sólo un blanco fácil para los germanos, así que se dejó derrotar
y Aureliano le reconoció su dignidad senatorial.

En 274 Aureliano celebró un magnífico triunfo en Roma, donde fue aclamado como Restitutor Orbis (Restaurador del
Mundo), pues había reunificado el Imperio. Zenobia fue presentada en cadenas. Aureliano instauró una versión del
mitraísmo como religión estatal: se colocó bajo la protección del Sol Inuictus (el Sol invencible), dios destinado a dominar
y conciliar todos los cultos paganos. Se hizo llamar dios, hecho sin más precedentes que algunos casos aberrantes como
el de Calígula. Difundió la teoría según la cual el emperador ocupaba en la Tierra el mismo lugar que el Sol en los cielos.
Se presentaba en las ceremonias revestido de oro y pedrería, coronado con una diadema (el signo de la monarquía en
Oriente). Es probable que esto no fueran delirios de grandeza, sino más bien una estrategia para reafirmar el prestigio y
la autoridad del emperador, que a lo largo del siglo se había reducido prácticamente a la nada. Estas medidas psicológicas
fueron acompañadas de otras más tangibles: reorganizó administrativamente Italia, equiparándola ya por completo a
cualquier otra provincia, nombró gobernadores de confianza pertenecientes a la clase ecuestre, en lugar de a la senatorial.
Naturalmente, estas medidas le valieron la hostilidad del Senado. Como compensación, Aureliano trató de ganarse al
pueblo de Roma mediante tres distribuciones gratuitas de alimentos. Éstas fueron posibles porque la reconquista de las
provincias le permitió sanear la economía romana.

Mientras tanto Mani fue arrestado y poco después ejecutado. Sin embargo, esto no acabó con su doctrina. Sus seguidores
la conservaron a pesar de las persecuciones de que fueron objeto, convirtiéndose en el equivalente persa a los cristianos
en el Imperio Romano. Arraigó especialmente en Mesopotamia, tal vez como reacción de una parte de la población nativa
al yugo persa.

En 275 Aureliano renunció a defender la Dacia. Todos los colonos romanos fueron trasladados y asentados al sur del
Danubio, con lo que la provincia fue definitivamente abandonada por Roma siglo y medio después de que Trajano la
conquistara.
Para coronar sus éxitos militares, Aureliano se disponía a enfrentarse a Persia, pero fue asesinado en Tracia a consecuencia
de las intrigas de uno de sus secretarios, que había sido acusado de prevaricación. Cuando la noticia llegó a Roma los
militares no tenían ningún candidato claro al que aclamar como emperador, así que acabaron pidiendo a un anciano y
reputado senador que eligiera un sucesor para Aureliano. Se trataba de Marco Claudio Tácito. Cuando el Senado
comprendió que contaba con el apoyo de los soldados, decidió nombrarlo a él mismo emperador, aun en contra de su
voluntad, en un intento de recuperar el poder.

En 276 los godos invadieron Asia Menor y Tácito tuvo que marchar contra ellos. Allí obtuvo algunas victorias, pero
murió tras medio año de reinado. Se dijo que lo mataron sus propios soldados, aunque es probable que muriera de causa
natural. Inmediatamente, los soldados eligieron emperador a Marco Aurelio Probo, el general en jefe de las legiones
orientales, que continuó venciendo a los godos.

El rey persa Bahram I murió y fue sucedido por su hijo Bahram II. Bajo su reinado desaparecieron los últimos restos de
helenismo en Persia.

El emperador Probo afrontó con éxito todas las invasiones bárbaras que amenazaban al Imperio: luchó contra los godos,
los vándalos, los francos, y también contra los burgundios, un pueblo de origen escandinavo que había pasado a
Germania y ahora realizaba incursiones por la Galia. Sin embargo, pactó con algunos grupos permitiéndoles que se
asentaran en territorios fronterizos del Imperio, a cambio de que los defendieran de otros invasores.

En 280 el reino chino de Wei conquistó el reino de Wu, con lo que todo el territorio chino volvía a estar bajo un único
gobernante, el emperador Sima Yan. La conquista fue posible gracias a que los numerosos príncipes del clan Sima habían
formado sus propios ejércitos. El emperador trató ahora de limitar el poder de los señores y reconvertir sus soldados en
campesinos, pero fracasó en su intento, pues los príncipes no cedieron tierras. Los soldados, en vista de que el estado no
les proporcionaba las tierras prometidas, decidieron cobrarse sus servicios vendiendo armas a los pueblos fronterizos,
muchos de los cuales estaban dispuestos a acoger a los chinos como colonos. Con ello aumentó el poder de los bárbaros
del norte.
En 281 la parte oriental del Imperio Romano estaba relativamente en calma, así que Probo dispuso que algunos
legionarios se encargaran de limpiar los canales de los que dependía la agricultura egipcia. Indudablemente era una tarea
necesaria y provechosa, pero los soldados la consideraron indigna y asesinaron al emperador. Fue reemplazado por Marco
Aurelio Caro, que, al igual que Probo, era de origen ilirio y había luchado bajo el mando de Aureliano. Fue el primer
emperador romano que prescindió del reconocimiento del Senado. Hasta entonces, todos los emperadores habían recibido
sus poderes y atribuciones del Senado, por más que se tratara en la mayoría de los casos de un mero protocolo
intrascendente. Sin embargo, Caro ya no se molestó en pasar por él. Castigó a los asesinos de Probo, pero no volvió a
emplear a los legionarios en labores pacíficas. En su lugar dejó la política interior en manos de sus hijos Marco Aurelio
Numeriano y Marco Aurelio Carino (a los que nombró Césares, esto es, herederos) y emprendió una campaña contra
Persia. En 282 tomó Armenia y Mesopotamia y avanzó sobre Ctesifonte, pero entonces lo asesinaron sus soldados.

Según lo previsto, el nuevo emperador fue Numeriano, que asumió el cargo en 283, pero su cuñado Aper, que era jefe de
la guardia pretoriana, lo asesinó en 284 tratando de hacerse con el poder. Sin embargo, la conjuración no tuvo éxito, ya
que los soldados aclamaron emperador al jefe de la Guardia de Corps Imperial, que era un oficial de unos cuarenta años,
nacido en Iliria, llamado Diocles. Tras su elección cambió su nombre como si hubiera sido adoptado por Caro, con lo que
pasó a ser Cayo Aurelio Valerio Diocleciano.

La primera medida de Diocleciano fue formar un juicio sumarísimo contra Aper y después ejecutar él mismo la condena
a muerte. Diocleciano lograría poner fin a la ya tradicional costumbre por la que los soldados asesinaban al emperador a
la mínima ocasión, y esta condena ejemplar fue su primer paso en esa dirección. Carino se consideró heredero legítimo
del Imperio y se enfrentó a Diocleciano con el apoyo de una parte del ejército. Logró derrotarlo en 285, pero sus propios
soldados decidieron que preferían a Diocleciano, así que lo asesinaron.

Por esta época en Egipto surgió una nueva rama del pensamiento cristiano. Un joven Egipcio llamado Antonio había
decidido cinco años antes llevar una vida ascética, pero ahora llegó a la conclusión de que la única forma de lograrlo era
retirarse al desierto. Tenía veinticinco años y se convirtió en el primer monje (que en griego significa "solitario"). Su fama
de santo y piadoso fue tanta que cada año acudían al desierto egipcio varios cristianos que querían seguir su ejemplo, y
así, poco a poco se formaron ermitas solitarias en las que los ermitaños llevaban una vida austera.
Diocleciano llevó a cabo importantes reformas políticas y administrativas. Llegó a la conclusión de que la amenaza
bárbara era demasiado grave como para que un único emperador tuviera que supervisar la situación en todas las fronteras.
Por ello adoptó y nombró César a Marco Aurelio Valerio Maximiano, a quien confió el gobierno de la parte occidental
del Imperio, mientras que él se ocuparía de la parte oriental. La línea divisoria entre ambas partes era una recta que corría
de norte a sur y pasaba por el estrecho que separa Italia de Grecia. A partir de este momento es costumbre hablar de
un Imperio Romano de Occidente y un Imperio Romano de Oriente, si bien se trataba meramente de una división
administrativa. El Imperio de Occidente era algo más extenso, contenía a Roma y era de habla latina. El de Occidente, en
cambio, era de habla griega.

Podría parecer extraño que Diocleciano se hubiera reservado la mitad oriental, pero el Imperio oriental era más rico y
estaba más amenazado que el Imperio occidental. Fijó su residencia en Nicomedia, en Asia Menor, que se convirtió en la
auténtica capital del Imperio. Roma había perdido su importancia hasta tal punto que Maximiano tampoco residió en ella.
Por el contrario, fijó su capital en Mediolanum (la actual Milán), lo que también era sensato, pues estaba más cerca del
Rin y el Danubio superior. El Senado seguía reuniéndose en Roma, pero ya no tenía ningún poder real.

Diocleciano llevó al máximo grado lo que en sus predecesores había sido una tendencia: adoptó toda la pompa, la
magnificencia y el protocolo propio de las monarquías orientales. Los hombres sólo podían acercársele cuando eran
invitados a ello, y sólo con grandes reverencias. Se adoptaron diversos rituales para que la figura del emperador despertara
reverencia, temor y admiración.

Maximiano era un buen general, pero, al contrario que Diocleciano, no era especialmente brillante. Probablemente
Diocleciano esperaba de él que cumpliera sus órdenes con eficiencia pero sin ánimo ni capacidad para intrigar contra él.
En su primer año de gobierno mostró su capacidad sometiendo definitivamente a los bagaudas. Diocleciado debió sentirse
complacido, pues en 286 le concedió el título de Augusto, lo que lo convertía en coemperador teóricamente igual al propio
Diocleciano.

Los francos se habían lanzado al mar y hacían incursiones en Britania. Maximiano construyó una flota y se la confió
a Aurelio Valerio Carausio para que combatiera a los piratas francos, pero pronto fue acusado de tolerarlos para
enriquecerse y se le condenó a muerte. Carausio se rebeló y logró que las tropas de Britania lo proclamaran emperador.
Maximiano construyó otra flota para combatir la de Carausio, pero se perdió en una tormenta, mientras Carausio
dominaba las costas atlánticas del Imperio.

Mientras tanto Diocleciano fortalecía el Imperio de Oriente. Reconstruyó las murallas de Bizancio y llegó a un acuerdo
de paz con el rey persa Bahram II, en virtud del cual una parte de Mesopotamia quedaba en manos del Imperio de Oriente.

En 287 Armenia fue tomada a los persas por el rey Tirídates II, que contaba con el apoyo de Roma (se había educado
precisamente en Roma). Armenia volvía a ser así un protectorado romano.

En 290 murió el emperador chino Sima Yan, lo que desató las fricciones entre los nobles. El nuevo emperador, Hui, era
débil y no pudo evitar que las disputas fueran en aumento.

En 293 murió el rey persa Bahram II y fue sucedido por su primo Bahram III, hijo de Ormuzd I, pero sólo reinó unos
meses, tras los cuales le arrebató el trono su tío Narsés, hijo de Sapor I.

Ese mismo año Diocleciano decidió que dos coemperadores no eran suficientes para gobernar eficientemente el Imperio,
por lo que implantó un sistema más elaborado. Estableció que él y Maximiano, ambos con el título de Augusto, elegirían
sendos sucesores, con el título de César. Éstos serían una especie de ayudantes cuya autoridad sólo estaría supeditada a
la de los coemperadores y que, con el tiempo, se convertirían en los siguientes coemperadores, momento en el cual
deberían elegir dos nuevos césares. El nuevo sistema de gobierno fue conocido como la tetrarquía.

Diocleciano escogió como César a Cayo Galerio Valerio Maximiano, que se casó con la hija del emperador. Maximiano
también dio la mano de su hija a su César, que fue Marco Flavio Valerio Constancio, si bien era más conocido
como Constancio Cloro (el pálido). Constancio no tardó en derrotar a Carausio en Britania, que terminó asesinado
por Alecto, uno de sus lugartenientes.

Las persecuciones contra los cristianos realizadas a lo largo del siglo habían llevado a muchos de ellos a exiliarse en
Persia, donde en los últimos años sufrieron también persecuciones, ahora por parte del Mazdeísmo. Una buena parte de
estos perseguidos prosperó en Armenia, y una muestra de ello fue que en 294 el rey Tirídates II, se convirtió al
cristianismo y pasó a ser el primer gobernante cristiano de la historia.

En 295 un general llamado Aquileo se proclamó emperador en Egipto. Diocleciano partió inmediatamente hacia Egipto,
asedió Alejandría durante ocho meses, la tomó y ejecutó al rebelde.

En 296 Constancio Cloro derrotó a Alecto y se hizo con el control de Britania. Mientras tanto Narsés ocupó una porción
de Armenia y Diocleciano envió a Galerio, que se puso al frente del ejército romano de Mesopotamia y en 297 se enfrentó
a los persas en Carras, la ciudad donde Craso fue derrotado por los partos. Galerio sufrió un revés y tuvo que retirarse,
pero Diocleciano confiaba en él y lo envió a una nueva campaña en Armenia. Dicha confianza resultó justificada, pues
no sólo derrotó a Narsés y lo expulsó de Armenia, sino que casi destroza por completo el ejército persa. Entre los
prisioneros se encontró a la mujer y los hijos del propio Narsés, lo que permitió a Galerio negociar una paz muy ventajosa.
Aparte del aprecio que Narsés pudiera sentir por su familia, lo cierto es que el deshonor que le hubiera supuesto perderla
ante el enemigo le habría costado el trono sin lugar a dudas. Así pues, a cambio de su devolución, Narsés renunció a toda
pretensión persa sobre Armenia, donde el rey Tirídates II fue reafirmado en su trono, y además cedió extensos territorios
de Mesopotamia. Se firmó así una paz entre Persia y Roma que duró más de cuarenta años.

Las persecuciones contra los seguidores de Mani en Persia hicieron que algunos de ellos pasaran al Imperio Romano,
hasta formar una minoría suficientemente notoria como para preocupar a Diocleciano. Fueron llamados maniqueos, y
ante el temor de que se convirtieran en una quinta columna persa, el emperador prohibió y persiguió el maniqueísmo, que
no obstante sobrevivió precariamente como lo había hecho el cristianismo tras las numerosas persecuciones que había
sufrido hasta entonces.

Tras los primeros años de funcionamiento de la tetrarquía, los cuatro gobernantes acabaron repartiéndose los territorios.
El Imperio quedó dividido en cuatro prefecturas. Constancio Cloro quedó al mando de la formada por los territorios al
noroeste de Italia, esencialmente la Galia y Britania; Maximiano retuvo Italia, Hispania y África; Diocleciano se ocupó
de Asia y Egipto, mientras que Galerio gobernó las provincias europeas al este de Italia. Cada prefectura estaba dividida
en varias diócesis, gobernadas por vicarios, palabra que significa "suplente" (del prefecto, el emperador o el César
correspondiente). A su vez, cada diócesis se dividía en pequeñas provincias, suficientemente pequeñas como para que un
gobernador las administrase cómodamente. Se estableció un complejo servicio secreto por el que los prefectos controlaban
a todos los funcionarios. Esto en cuanto a la administración civil. La administración militar era paralela: cada provincia
contaba con una guarnición a las órdenes de oficiales llamados duces (líderes). Además estaban los ejércitos sedentarios
que custodiaban las fronteras y otras fuerzas móviles de apoyo o de reserva, dirigidas por comites (acompañantes).
Diocleciano revisó la legislación, hizo redactar nuevos códigos de leyes de carácter conservador y humanitario. Como la
compleja administración requería una buena financiación, organizó un sistema racional de impuestos directos y puso en
circulación nuevas monedas.
Por esta época en Arabia se habían formado varios reinos: Gasan, Hira, Hiyaz, Kinda ... , pero se tiene muy poca
información sobre ellos.

En América se inicia el periodo clásico de la cultura maya. El territorio maya estaba formado por ciudades-estado
independientes con costumbres variadas entre las que fueron difundiéndose lentamente conocimientos, técnicas artísticas,
creencias y costumbres. Al parecer también guerrearon entre sí con relativa frecuencia. En la zona de Veracruz se empezó
a formar una confederación de ciudades totonacas, entre las que destaca El Tajín.

CONSTANTINO
Al inicio del siglo IV, Diocleciano había reconstruido definitivamente el Imperio Romano, al menos desde un punto de
vista político, pero la situación económica era muy diferente a la que precedió a los años de anarquía. La recuperación
había exigido fijar altos impuestos, muchos de los cuales sólo podían ser pagados en especie por unos campesinos y
artesanos al borde de la ruina. Grandes masas de población se vieron obligadas a ofrecerse como siervos de grandes
señores terratenientes. Ante el gran número de artesanos y agricultores que abandonaban sus trabajos, se promulgaron
leyes que les obligaban a continuar en ellos. Los siervos tenían prohibido abandonar las tierras sin la autorización de su
señor, a los artesanos se les prohibía ingresar en el ejército como medio de mejorar sus ingresos. El ejército se nutrió cada
vez más de bárbaros contratados.

El budismo estaba penetrando en el reino de Shampa. De esta época datan inscripciones en sánscrito de soberanos con
nombres hindúes.

En 301 Diocleciano trató de aliviar la situación con un edicto en el que fijaba precios máximos y salarios mínimos. Trató
de establecer severas medidas contra los señores que incumplieran el edicto y se aprovecharan de sus siervos, pero el
intento fracasó. El resultado fue que la población perdió todo sentimiento de lealtad hacia el gobierno. A la gente le daba
igual ser esquilmado por bárbaros que llegaban en una correría o por funcionarios enviados por el gobernador.
Las penurias aumentaron la popularidad del cristianismo, que se había expandido notablemente en los últimos años, no
sólo entre las clases humildes, sino que ahora era posible encontrar cristianos en altos cargos, e incluso en el ejército. Más
aún, los prisioneros romanos empezaban a difundir su religión entre los bárbaros. A éstos hay que añadir a los que en
épocas de persecución se refugiaron en otros estados, como en Persia y, sobre todo, en Armenia. Este mismo año, el rey
Tirídates III convirtió al cristianismo en la religión oficial de Armenia.

En 302 murió el rey persa Narsés y fue sucedido por su hijo Ormuzd II. No se sabe mucho de su reinado, pero parece
ser que trató de enfrentarse a la aristocracia terrateniente persa. Por esta época el Imperio Persa tenía que hacer frente a
incursiones provenientes de Arabia, donde las antiguas tribus nómadas se habían organizado finalmente en varios reinos.

Volviendo a Roma y al cristianismo, las iglesias cristianas estaban cada vez mejor organizadas y jerarquizadas. Las
incesantes desgracias convencían cada vez a más gente de que el fin del mundo estaba cerca y que Jesucristo no tardaría
en volver para juzgar a vivos y muertos. Esto aumentó la autoridad de la Iglesia sobre el pueblo y no tardó en despertar
temores en las autoridades. Además los cristianos se reafirmaron en su negativa a aceptar las pretensiones divinas de los
emperadores, uno de los pilares de la recuperación política. Por ello, en 303 Galerio instó a Diocleciano a que iniciara
una persecución contra los cristianos. Así sucedió. Fue tal vez la persecución más cruenta a la que los cristianos tuvieron
que hacer frente. Los cristianos fueron expulsados del ejército y de todos sus cargos, se confiscaron y quemaron libros
sagrados, las iglesias fueron destruidas y, en general, cuando una muchedumbre pagana se rebelaba, todo se resolvía
matando a algunos cristianos que, por supuesto, habían tenido la culpa de todo. En 304 murió en el martirio
san Marcelino, obispo de Roma, y el cargo quedó vacante por tres años.

De esta época datan las primeras representaciones cristianas de Jesucristo en la cruz. Esto refleja una evolución del
pensamiento cristiano. Aunque la idea de que Jesucristo había muerto para redimir a los hombres es original de san Pablo,
lo cierto es que durante los primeros siglos los cristianos no la habían asimilado, y para ellos la crucifixión era objeto de
vergüenza. Las alusiones a la crucifixión se hacían mediante cruces simbólicas, que eran parte del complicado sistema de
símbolos esotéricos de que se valían para ocultar su doctrina y pasar desapercibidos. Ahora, en cambio, los cristianos
veían la muerte de Jesucristo como un heroico sacrificio voluntario digno de admiración. La representación de Jesucristo
en la cruz provocaba admiración y devoción en lugar de vergüenza. Representaba un modelo a seguir: quien moría por
Jesucristo en defensa de su fe alcanzaba indudablemente la salvación. Tanto fue así que la cruz se convirtió en el símbolo
por excelencia del cristianismo para desconcierto de los paganos, pues la imagen que esto les debía de causar era similar
a la que hoy causaría una secta religiosa cuyo emblema fuera una horca o una silla eléctrica.

También hay que advertir que Constancio Cloro no aprobó la persecución contra los cristianos, y en sus territorios no
tuvo efecto, si bien él no era cristiano, sino mitraísta.

Finalmente Diocleciano decidió visitar Roma. Estaba previsto que él y Maximiano fueran aclamados en un triunfo, pero
la ceremonia no resultó muy lucida. Desde la distancia, Diocleciano había intentado mostrar respeto hacia Roma, había
ordenado la construcción de baños, una biblioteca, un museo y otros edificios, pero los romanos no le perdonaron que
hubiera trasladado la capital a Nicomedia. El emperador fue objeto de burlas y sarcasmos. Al cabo de un mes abandonó
la ciudad sumamente contrariado. Parece ser que el incidente le deprimió y poco después de su regreso a Nicomedia cayó
enfermo.

En 305 Galerio convenció a Diocleciano para que abdicara. Tenía ya más de sesenta años y estaba cansado del gobierno.
Por el contrario, Galerio estaba ansioso por ocupar su lugar. Diocleciano aceptó, pero tenía sus ideas de cómo tenía que
producirse la abdicación. Obligó a abdicar también al coemperador Maximiano para que los dos césares, Galerio y
Constancio, se convirtieran simultáneamente en Augustos. A su vez éstos tenían que nombrar dos nuevos césares.

Maximiano abdicó de mala gana, y Diocleciano se retiró a un gran palacio que se había construido en la ciudad Iliria
de Salona, cerca de la aldea donde había nacido. Galerio, convertido en emperador, consideró que le correspondía el
mismo papel preponderante sobre su colega Constancio que Diocleciano había tenido sobre Maximiano, así que decidió
nombrar él mismo tanto su César como el de Constancio, sin consultar su decisión con éste último. Para sí eligió a uno
de sus sobrinos, Galerio Valerio Maximino Daya, mientras que para Constancio eligió a uno de sus oficiales, Flavio
Valerio Severo. Esto causó la indignación del hijo de Maximiano, que se llamaba Marco Aurelio Valerio Majencio y
se consideraba con derecho a heredar la autoridad de su padre. Constancio también tenía sus objeciones, pues quería como
César a su hijo Cayo Flavio Valerio Aurelio Claudio Constantino.
El primero en actuar fue Majencio, que se hizo proclamar emperador en Roma y llamó a su padre Maximiano, que no
dudó en secundar sus planes. Galerio envió a Italia a Severo, pero fue derrotado y muerto por las tropas de Majencio, que
conservó el dominio de Italia.

Mientras sucedía todo esto, Constancio estaba ocupado en una campaña contra las tribus del norte de Britania, mientras
que su hijo Constantino estaba retenido en Nicomedia por Galerio para garantizar el buen comportamiento de su padre.
Sin embargo, Constancio murió en 306 antes de haber podido acabar su campaña, y Constantino logró escapar, se dirigió
a Britania a toda prisa y allí las legiones de su padre lo aclamaron emperador.

La debilidad del emperador chino frente a las intrigas de los nobles habían sumido al país en una guerra civil que se había
prolongado durante los seis últimos años y que ahora se zanjaba con el ascenso al trono del nuevo monarca Xi Jin.

En 307 Constantino se casó con una hija de Maximiano, que lo reconoció como coemperador. Galerio se vio así
enfrentado a una alianza entre Maximiano, Majencio y Constantino. Trató de penetrar en Italia, pero fue rechazado.

En 308 un jefe de los hunos meridionales que se habían infiltrado en el norte de China se proclamó emperador. El
emperador chino Xi Jin no pudo hacer gran cosa, pues China aún no se había recuperado de las guerras civiles.

En 309 murió el rey Persa Ormuzd II. Parece ser que no supo tratar a la nobleza persa y fue víctima de una conjura. El
hijo que debía sucederle en el trono fue asesinado, otro fue cegado y otro encarcelado. Con esto la dinastía sasánida estaba
al borde de la desaparición, pero la nobleza comprendió que no era conveniente instalar en el trono a un usurpador, pues
los sasánidas habían logrado el favor del pueblo. La mujer de Ormuzd II estaba embarazada y se acordó que el niño aún
no nacido sería el nuevo rey. Hasta se cuenta que se celebró una "coronación" en la que se puso la diadema sobre el
vientre de la reina y los nobles se arrodillaron prestando juramento al rey.

Afortunadamente para los nobles, la criatura resultó ser un varón, que nació ya convertido en Sapor II. Los nobles
gobernaron el Imperio de forma bastante desordenada, buscando cada cual sus propios intereses. Durante la minoría de
edad del rey los árabes no tuvieron dificultades en traspasar las fronteras y saquear las ciudades persas. Asolaron
Mesopotamia, incluyendo la capital, Ctesifonte.
En 310 Galerio, incapaz de controlar a sus emperadores rivales, decidió pedir ayuda a Diocleciano, que tomó de nuevo
las riendas del poder en la parte oriental del Imperio. Destituyó nuevamente a Maximiano y nombró emperadores de
Occidente a Valerio Liciniano Licinio y a Constantino. Esto puso a Constantino de su parte, que no tardó en traicionar
a Maximiano. Se enfrentó a él, lo derrotó y luego lo hizo ejecutar.

En 311 el emperador chino Xi Jin fue hecho prisionero de los hunos y la casa imperial tuvo que refugiarse en el sur. El
imperio chino se redujo a la zona sur, con capital en Nankin, mientras que el norte pasó a formar parte del nuevo reino
huno de Wei. No obstante, los hunos asimilaron pronto la cultura china, de modo que Wei puede considerarse en la
práctica un reino chino gobernado por una aristocracia de origen extranjero.

Ese mismo año murió Galerio, y Maximino Daya fue elegido emperador. Maximino se alió con Majencio, que todavía
resistía en Italia. En 312 Constantino marchó sobre Italia contra Majencio. Obtuvo una victoria en el valle del Po y
Majencio tuvo que retirar sus tropas hasta Roma. Los ejércitos se encontraron en un puente sobre el Tíber, en la batalla
del puente Milvio el ejército de Majencio trató de impedir el paso al de Constantino, pero fracasó y Constantino no tardó
en apoderarse de Roma. Majencio murió en la batalla. El Senado proclamó emperador a Constantino, quien se apresuró
a disolver definitivamente la guardia pretoriana, que había nombrado y depuesto a tantos emperadores.

En este momento Constantino dio un giro inesperado a la historia con una astuta decisión estratégica. Afirmó que antes
de la batalla del puente Milvio se le había aparecido una cruz de fuego en el cielo bajo la cual leyó las palabras "In hoc
signo uinces" (bajo este signo vencerás). La leyenda posterior afirma que Constantino puso insignias cristianas en los
escudos de sus hombres, y que fue Dios quien le hizo vencer a Majencio, una empresa en la que Severo y Galerio habían
fracasado. Los cristianos celebraron la noticia de que Dios les había dado un emperador dispuesto a protegerlos.
Automáticamente, Constantino tuvo de su parte a una importante quinta columna en Oriente, donde las persecuciones
contra los cristianos no habían cesado desde el edicto de Diocleciano nueve años atrás. Tal vez fue ese mismo año cuando
Constantino ordenó construir la Catedral de Letrán. (Letrán es una plaza de Roma, llamada así, según Tácito, porque en
ella había estado la residencia de los Laterani).
Los cristianos aprovecharon que ya no eran perseguidos para perseguirse mejor los unos a los otros. El obispo de Casae
Nigrae, en Numidia, llamado Donato, mantenía una pugna contra el obispo de Cartago al que reprochaba su indulgencia
contra los cristianos traidores que habían entregado los libros santos a los paganos. Ahora el obispo de Cartago acababa
de morir y en su lugar fue elegido su diácono Ceciliano, pero Donato se negó a reconocerlo, llamándolo verdugo de los
mártires. Donato nombró obispo de Cartago a Mayorino, pero poco después él mismo lo sustituyó en el cargo, con lo que
Cartago tenía dos obispos, cada cual con sus partidarios. Los partidarios de Donato, que fueron conocidos
como donatistas, sostenían que el sacerdocio sólo podía ser ejercido por hombres dignos, de modo que los sacerdotes que
habían eludido el martirio durante las persecuciones y habían entregado los libros sagrados profanando su fe no podían
ahora ser admitidos en la Iglesia. Esto tenía una consecuencia inquietante, pues, si los sacramentos administrados por un
sacerdote indigno no eran válidos, ¿cómo sabía un cristiano si su sacerdote era de fiar?, ¿podría uno creer que estaba
recibiendo la atención espiritual adecuada y en realidad estar al borde del infierno? Frente al puritanismo donatista estaba
la postura de que la Iglesia era Santa, y que los sacramentos administrados en su nombre eran válidos aunque el sacerdote
fuera imperfecto. Por otra parte, todos los hombres, sacerdotes incluidos, podían lograr el perdón y la expiación por
diversos medios.

En 313 Licinio derrotó a Maximino Daya en Tracia (el cual se suicidó tras la batalla) y se reunió con Constantino en
Milán. Allí se reconocieron como coemperadores, Constantino en Occidente, Licinio en Oriente. Promulgaron el Edicto
de Milán, que garantizaba la tolerancia religiosa en todo el Imperio.

Ese mismo año murió Diocleciano en su palacio en Salona. Se cuenta que unos años antes Maximiano le había escrito
una carta instándole a ocuparse nuevamente del Imperio (como finalmente hizo por un breve lapso de tiempo a petición
de Galerio), y que su respuesta fue: "Si vinieses a Salona y vieses los vegetales que cultivo en mi jardín con mis propias
manos, no me hablarías del Imperio". Al parecer Diocleciano pasó sus últimos años felizmente en su palacio, sin que le
importara lo más mínimo que sus intentos de estabilizar la política romana hubieran fracasado.

Mientras tanto, el obispo de Roma, Milcíades, convocó un sínodo en Letrán donde se condenó el donatismo.
En 314 se produjo un enfrentamiento entre los dos emperadores. Resultó un empate, pero quedó claro que las relaciones
entre las dos mitades del Imperio iban a ser hostiles. Cuanto más apoyaba Constantino a los cristianos, más recelaba de
ellos Licinio. No hay que deducir de la actitud de Constantino que se hubiera convertido al cristianismo. Al contrario, no
consintió en ser bautizado y durante toda su vida rindió culto al dios del Sol mitraísta. Los cristianos no dudaron en
minimizar este detalle y ofrecieron su lealtad a un emperador que ya no era un dios, sino que gobernaba por la Gracia de
Dios.

Tras la muerte de san Milcíades fue elegido obispo de Roma Silvestre I, quien representó un papel importante en el
ascenso del cristianismo tras su legalización. Bajo su pontificado se edificaron las primeras basílicas en Roma y se inició
el proceso por el que la administración y la jerarquía eclesiásticas fueron imitando cada vez más a la civil.

El donatismo seguía siendo fuerte en Cartago, pues había adquirido tintes políticos como reacción del campesinado
bereber frente al gobierno romano. Ese mismo año el emperador organizó un sínodo en Arles, que nuevamente condenó
el donatismo. En 316 el emperador en persona oyó los argumentos en favor y en contra del donatismo, y se decantó en
contra. Constantino tenía mucho interés en que los cristianos formaran una iglesia unida, pues contaba con ellos como su
más importante apoyo en todo el Imperio. Lo peor que le podría ocurrir sería que los cristianos de Occidente se
convirtieran en una facción enemiga de los de Oriente, donde en estos momentos no tenía ningún poder efectivo.

En 318 esta posibilidad se convirtió en una seria amenaza en Alejandría cuando un sacerdote libio ordenado cinco años
antes empezó a provocar discusiones con su predicación. Se llamaba Arrio, y afirmaba que Jesucristo no era un verdadero
Dios, sino la primera criatura creada por Dios. Jesucristo era sólo un hombre. El más santo de los hombres y de los
profetas, pero no un dios, puesto que Dios sólo había uno.

Tras la caída del imperio Kusana, la India se había dividido en pequeños reinos. En 320 el rey del pequeño reino de
Magadha, al noreste, se anexionó extensos territorios a la muerte de su suegro, que reinaba en el actual Nepal. Se hizo
llamar rey de reyes y fue conocido como Chandragupta I. Fue el fundador de una larga dinastía de reyes indios.
Desde que Antonio se retirara a los desiertos de Egipto unos cuarenta años atrás, dichos desiertos se habían poblado con
numerosos anacoretas, esto es, religiosos que vivían en solitario o en pequeños grupos retirados de las tentaciones del
mundo. Uno de estos anacoretas se llamaba Pacomio, que tras su conversión al cristianismo se había retirado a las ruinas
de un templo de Serapis. Ahora fundo una comunidad cristiana a orillas del Nilo, que se convirtió en el
primer monasterio en sentido moderno: los monjes seguían una regla escrita y obedecían a un superior. La idea se difundió
rápidamente por Oriente y los monasterios se multiplicaron.

En 321 Constantino promulgó una ley por la que se prohibía la administración de justicia y los trabajos manuales en el
que para los cristianos era el "día del Señor", esto es, el domingo, y para los paganos era el "día del Sol". Recordemos
que Constantino era mitraísta, es decir, adoraba a Mitra, el dios del Sol, por lo que la idea de convertir al domingo en un
día festivo también era acorde a sus propias creencias.

Las predicaciones de Arrio no sólo contradecían el sentir popular de los cristianos, que preferían adorar a un Jesucristo
más tangible que a un Yahveh abstracto al estilo judío, sino también a la tradición teológica de Alejandría, que había
creado la doctrina del trinitarismo. Los sacerdotes de Alejandría instaron a su obispo, llamado Alejandro, a convocar un
sínodo en torno al arrianismo. Así lo hizo en 323 y en él las tesis de Arrio fueron declaradas heréticas. Sin embargo,
Arrio no aceptó la decisión y fue excomulgado. Entonces se dirigió a Palestina y a Asia Menor, donde encontró numerosos
partidarios, especialmente a Eusebio, el obispo de Nicomedia, que se convirtió en el auténtico impulsor del arrianismo.
Es posible que el auge de esta rama del cristianismo inquietara a Constantino. La verdad era que Licinio seguía
mostrándose hostil hacia los cristianos, pero si el arrianismo crecía y Licinio decidiera apoyarlo, Constantino podría
perder su ventaja.

En 324 Constantino avanzó hacia el este y sus ejércitos se enfrentaron a los de Licinio en Adrianópolis, al oeste de
Bizancio. Obtuvo una victoria y Licinio tuvo que refugiarse tras los muros de Bizancio. Constantino controlaba una flota
que manejó con la suficiente habilidad como para cortar los suministros a la ciudad a la vez que lograba aprovisionar sus
propios ejércitos. Licinio consiguió burlar el cerco y escapar a Asia Menor con unos pocos hombres, donde reunió un
nuevo ejército. Constantino mantuvo el sitio a la vez que enviaba un destacamento por Licinio. Se libró una nueva batalla
en Crisópolis, frente a Bizancio, al otro lado del Bósforo. Nuevamente los hombres de Constantino resultaron vencedores
y le proporcionaron el dominio efectivo sobre todo el Imperio. La situación real se hizo oficial en 325, cuando Constantino
hizo estrangular a Licinio y se convirtió en el único emperador romano.

Constantino realizó un esfuerzo similar al de Diocleciano para asegurarse de que su autoridad no sería discutida. Como
éste, adoptó la pompa y la magnificencia propias de las monarquías orientales, en particular la diadema como símbolo
del poder. Además decidió construir una nueva capital para el Imperio, una capital grandiosa que marcara el resurgimiento
del Imperio e hiciera su poder incuestionable. Durante un tiempo pensó en reconstruir Troya, pero mientras meditaba
sobre ello se ocupó de una cuestión más acuciante: decidió tomar cartas en la disputa contra el arrianismo.

Constantino convocó lo que se llamó el Primer Concilio Ecuménico, esto es, universal, llamado así porque en él
participaron por primera vez obispos de todo el Imperio (alrededor de trescientos). Incluso fue invitado un obispo godo
llamado Teófilo. El concilio se celebró en Nicea, al sur de Nicomedia, que por el momento seguía siendo la capital del
Imperio. Allí se convino que existe una única Iglesia Universal (o, dicho en griego, una única Iglesia Católica), cuya
doctrina se plasmó en un Credo que desde entonces pasó a formar parte del ceremonial católico. Además de la unidad de
la Iglesia, el concilio de Nicea ratificó las tesis trinitarias frente a las de Arrio y también zanjó algunas disputas menores
sobre la fecha de la Pascua. No obstante, Arrio y muchos de sus seguidores no aceptaron las decisiones del concilio y
tuvieron que exiliarse, entre ellos Eusebio, que fue despojado de su cargo de obispo.

Al margen de las cuestiones teológicas, del concilio de Nicea también se extrajeron varias consecuencias prácticas. En
primer lugar quedó asentado que era el emperador el que tenía la atribución de convocar concilios ecuménicos, lo cual le
confería un notable control sobre la Iglesia. En segundo lugar se fijó una prelación entre los obispos, que hasta entonces
habían tenido todos el mismo rango. Se aceptó la supremacía de tres de ellos: el de Roma, que a la sazón era Silvestre, el
principal asesor de Constantino en lo tocante al cristianismo; el de Alejandría, que entonces era Alejandro, el más reputado
en cuestiones de teología, y el de Antioquía, la tercera ciudad en importancia del Imperio y cuna del cristianismo. Fue en
Antioquía donde san Pablo desarrolló su doctrina y nunca había dejado de ser un punto de referencia en materias
doctrinales.
Estos tres obispos fueron llamados patriarcas (o primeros padres) de la Iglesia. En realidad Silvestre no estuvo presente
en el concilio de Nicea, sino que envió como representante al obispo de Córdoba, que fue uno de los cinco únicos obispos
occidentales que acudieron (a causa de la distancia, principalmente). La victoria del trinitarismo era previsible, pues era
la doctrina de Alejandría y Alejandría era entonces la capital cultural del mundo. El principal defensor del trinitarismo no
fue el propio Alejandro, sino su diácono Atanasio. Todo parecía apuntar a que el patriarca de Alejandría estaba destinado
a ser la cabeza de la Iglesia Católica, pero ese mismo año Constantino iba a tomar una decisión que frustraría esta
aspiración.

CONSTANTINOPLA
Bajo el reinado de Constantino se produjeron importantes reformas legales por influencia del cristianismo. Se abolió la
crucifixión, al igual que los juegos de gladiadores, que muchos asociaban al martirio cristiano (en su lugar cobraron auge
las carreras de carros), se promulgaron leyes que protegían a los esclavos, la ley se volvió más severa con las costumbres
que los cristianos desaprobaban, como el divorcio y en general las violaciones de la más austera moral sexual.

En 325, poco después del concilio de Nicea, Constantino decidió finalmente que la nueva capital de Imperio sería
Bizancio. Su situación era idónea, a mitad de camino entre Persia y la frontera del Danubio. Estaba rodeada de agua por
tres partes, por lo que sólo podía ser asediada por un ejército que controlara tanto la tierra como el mar. Su puerto
dominaba el paso por el Bósforo. Hasta entonces Bizancio había sido una próspera ciudad comercial, pero ahora tenía
que convertirse en una nueva Roma. La ciudad fue arrasada y reconstruida en un perímetro mucho mayor, sobre siete
colinas. Se construyó un foro, un senado, un palacio y un hipódromo donde celebrar carreras de carros. Naturalmente, las
obras tardaron varios años y casi todo fue hecho mediante mano de obra esclava.

Pese a todo el apoyo que Constantino prestó al cristianismo, él mismo nunca se declaró cristiano. Con quien tuvieron más
éxito los cristianos fue con su madre, Elena, que fue verdaderamente devota. Envió unos trabajadores a Tierra Santa para
buscar reliquias, es decir, restos relacionados con Jesucristo. Naturalmente, las reliquias no tardaron en aparecer, y así
en 326 se encontró nada menos que la Vera Cruz, es decir, la verdadera cruz en la que Jesucristo fue crucificado. No cabía
duda de su autenticidad, pues los que la encontraron fueron testigos de numerosos milagros realizados por ella. En los
años siguientes Elena recibió emocionada los clavos con que fue crucificado Jesucristo, la corona de espinas, la lanza que
le atravesó el costado y hasta la esponja con la que se le dio de beber vinagre. Sin poder competir con la capital, hasta las
iglesias más modestas fueron recibiendo los huesos de tal o cual santo y otras reliquias dotadas siempre de cierta capacidad
de hacer milagros.

En 327 el rey persa Sapor II no había cumplido aún los dieciocho años, pero logró burlar a la camarilla de nobles que
estaba gobernando el Imperio durante su minoría de edad y que confiaba en seguir controlando al monarca de un modo u
otro. Se apoderó del gobierno y el pueblo lo aclamó con entusiasmo cuando se sentó triunfalmente en el trono. Organizó
un ejército con el que aplastó a los árabes que durante los últimos años habían saqueado a sus anchas el territorio persa.

Mientras Constantino continuaba edificando su capital, se dio cuenta de que el concilio de Nicea había sido un fracaso.
Su intención al convocarlo había sido unir a los cristianos y evitar así que un adversario político pudiera volver contra él
a una de sus sectas. Sin embargo, los arrianos siguieron siendo arrianos tras el concilio y, lo que era peor, la mayoría de
los cristianos de Asia Menor eran arrianos. De este modo, el emperador se había comprometido con el catolicismo pero
su corte era arriana. Era necesario dar marcha atrás discretamente. En 328 Eusebio fue restituido como obispo de
Nicomedia y empezó a defender el arrianismo de una forma muy sutil. Se basaba en que toda la teología católica empeñada
en fundamentar que 3 = 1 era, naturalmente, palabrería sin contenido alguno. Eusebio se las arreglaba una y otra vez para
jugar con toda esa palabrería y formular principios que formalmente eran acordes con la doctrina de Nicea, pero que
fácilmente podían ser interpretados desde el punto de vista arriano. Más aún, Eusebio hacía que Constantino sancionara
sus puntos de vista como conformes al credo de Nicea, y luego los usaba como apoyo de sus tesis arrianas. Estas
tergiversaciones provocaron la cólera de Atanasio, que ese mismo año sucedió a Alejandro como patriarca de Alejandría
y continuó defendiendo a ultranza el trinitarismo católico. Sin embargo, poco podía hacer, pues no era sensato enfrentarse
abiertamente al emperador.

El 11 de mayo de 330 la Nueva Roma fue inaugurada oficialmente. Aunque éste fue en lo sucesivo el nombre oficial de
Bizancio, la ciudad fue conocida desde entonces en todo el Imperio como la Ciudad de Constantino, que a través del
griego se convirtió en latín en Constantinopolis, o Constantinopla en castellano. La época de los grandes artistas había
pasado hacía ya siglos, así que Constantinopla fue embellecida mediante el saqueo de otras ciudades. Estatuas y cuadros
de todos los rincones del Imperio fueron llevados a la nueva capital. Atenas fue una de las ciudades más expoliadas. Allí
afluyeron los personajes más influyentes que deseaban conservar su influencia, los comerciantes que deseaban aprovechar
las infinitas oportunidades que proporcionaba la nueva corte, los que querían escalar socialmente, etc. El resultado fue
que Constantinopla se convirtió en poco tiempo en la ciudad más populosa y más rica del Imperio. En el foro se alzaba
una gran columna sobre la que se asentaba una estatua de Apolo, el dios del Sol, pero Constantino no consideró prudente
este signo de paganismo e hizo cambiar la cabeza del dios por la suya. Eusebio fue nombrado obispo de Constantinopla.

Ese mismo año murió el rey Tirídates de Armenia, al igual que el rey indio Chandragupta I, que fue sucedido por su
hijo Samudragupta. Bajo el nuevo rey el Imperio Gupta se extendió hasta abarcar la mitad de la India y el actual Nepal.
Ejerció cierta presión sobre las fronteras orientales del Imperio Persa, lo que mantuvo ocupado por un tiempo a Sapor II.

La ciudad de Jerusalén llevaba un tiempo instando al emperador a que elevara a su obispo al rango de Patriarca, apelando
a la importancia de la ciudad en la historia del cristianismo. Jerusalén era entonces una ciudad insignificante incluso desde
el punto de vista religioso, pero Constancio aprovechó la situación para designar como patriarcas tanto al obispo de
Jerusalén como al de Constantinopla. Los otros tres patriarcas (el de Roma, el de Alejandría y el de Antioquía) se sintieron
agraviados, y las tensiones entre ellos aumentaron. Como el patriarca de Constantinopla era arriano, Roma y Antioquía
hicieron causa común con el catolicismo de Alejandría. Por su parte, Eusebio supo aprovechar su cercanía al emperador
para sustentar su autoridad y beneficiar a sus seguidores.

En 332 los godos atravesaron el Danubio inferior, pero Constantino pudo hacerles frente con eficacia. Tras sufrir
vergonzosas derrotas se retiraron de nuevo a sus territorios. Un godo llamado Wulfilas (cachorro de lobo), si bien es más
conocido por la versión latina de su nombre, Ulfilas, estuvo ese año en Constantinopla, tal vez como rehén, y se convirtió
al cristianismo (en su versión arriana, naturalmente). Cuando volvió junto a su gente se dedicó a predicar el cristianismo.
Tuvo un éxito moderado, pero creó una minoría arriana entre los godos paganos. Ulfilas tradujo la Biblia al gótico, para
lo cual tuvo que inventar un alfabeto, ya que los godos desconocían la escritura. El alfabeto de Ulfilas tuvo menos éxito
que su predicación, pero todavía se conservan algunas de sus páginas. Parece ser que en su traducción suprimió algunos
pasajes bélicos de la Biblia, pues consideró que los godos no necesitaban esa clase de ejemplos.
En 335 los arrianos se sintieron suficientemente poderosos como para dar un golpe de mano contra los católicos.
Constantino convocó un sínodo de obispos en Tiro, que no puede considerarse un concilio ecuménico porque sólo fueron
invitados obispos arrianos. En él se modificó la doctrina de Nicea y se oficializó el arrianismo. Se anuló la condena contra
Arrio y se le permitió volver del destierro, pero murió la víspera del día en que tenía que comparecer para ser restituido
en su cargo. Tenía ya una edad avanzada, por lo que no se puede descartar que la muerte fuera natural. Atanasio fue
desterrado, junto con los principales defensores del catolicismo.

A finales de año murió san Silvestre, el obispo de Roma. Su sucesor fue elegido a principios de 336, pero murió antes de
que acabara el año. Se le recuerda como san Marcos. Éste fue sucedido a su vez por Julio, quien acogió a Atanasio en
Roma.

En 337 Constantino enfermó y decidió retirarse a su palacio de Nicomedia, para reposar lejos de la corte. Murió poco
después. Se cuenta que poco antes de morir aceptó ser bautizado. Es posible que la proximidad de la muerte le hiciera
temer la condenación eterna, pero también cabe la posibilidad de que el bautismo de Constantino sea sólo un invento de
los historiadores cristianos, incómodos al tener que agradecer tantos favores a un pagano. El reinado de Constantino había
superado en duración al de todos los emperadores romanos precedentes a excepción de Augusto. Fue recordado
como Constantino I el Grande.

Al parecer, Constantino compartía la opinión de Diocleciano de que el Imperio podría ser gobernado más eficientemente
por varios coemperadores, por lo que había decidido dividirlo entre sus tres hijos Flavio Claudio Constancio, Flavio
Julio Constantino (Constantino II) y Flavio Julio Constante y sus dos sobrinos Dalmacio y Anibaliano, pero
Constancio se quedó con todo el Imperio Romano de Oriente gracias a una matanza familiar que incluyó a sus dos primos
césares, su tío Dalmacio (el padre de éstos) y a otro tío suyo, Julio Constancio, ambos hermanos del emperador fallecido.
Julio Constancio tenía dos hijos, Flavio Claudio Constancio Galo y Flavio Claudio Juliano, de doce y seis años de
edad respectivamente. Constancio no los consideró una amenaza y los dejó con vida, pero su infancia fue prácticamente
un cautiverio. Por su parte, Constantino se quedó con Britania, la Galia e Hispania, y Constante obtuvo Italia, Iliria y
África. Constancio otorgó al Senado de Constantinopla las mismas prerrogativas que tenía el Senado de Roma.
Sapor II había estado esperando la muerte de Constantino para intervenir en Armenia. En los últimos años había reforzado
el apoyo gubernamental al mazdeísmo ortodoxo a la vez que perseguía a las versiones heréticas como el maniqueísmo y
también a las comunidades cristianas que vivían en su Imperio. Tenía sus buenas razones. Desde el momento en que el
Imperio Romano se había vuelto cristiano, los refugiados cristianos se habían convertido en partidarios de Roma y, en
efecto, en cuanto Sapor II invadió Armenia el obispo de Ctesifonte denunció violentamente al rey. Sapor II intensificó su
persecución contra los cristianos y casi los exterminó por completo. Constancio no mostró muchas dotes militares, perdió
muchas batallas, pero las fortificaciones romanas en el norte de Mesopotamia resistieron bien los asedios persas.

Eusebio, el patriarca de Constantinopla logró de Constancio el mismo apoyo que había tenido de su padre, mientras que
Julio, el obispo de Roma, logró el apoyo de Constante. Esto avivó la pugna entre católicos y arrianos, pues ambas
facciones tenían un emperador de su parte y la disputa se unió a la rivalidad entre los emperadores.

Atanasio volvió a ocupar su cargo de patriarca de Alejandría. Envió un misionero llamado Frumencio al lejano reino de
Abisinia. Allí reinaba entonces el negus Ezanas, que se convirtió al cristianismo. Frumencio fue nombrado obispo de
Aksum y paulatinamente fue evangelizando a la población.

En 339 Eusebio convocó un concilio en Antioquía en el que se negó la supremacía de Roma. Atanasio fue desterrado
nuevamente y fue acogido por Constante.

Constantino era el mayor de los tres coemperadores romanos, por lo que se consideró superior en rango a los otros dos,
pero Constante le dejó claro que los tres tenían el mismo rango. En 340 Constantino invadió Italia, pero fue derrotado y
murió en la huida. Constante pasó a gobernar todo el Imperio Romano de Occidente.

Mientras tanto Abisinia conquistó el reino de Saba, con lo que se convirtió en la mayor potencia de la zona. Esto llevó a
que se fundaran comunidades cristianas en el sur de Arabia. Desde que los judíos fueron expulsados de Jerusalén, algunos
de ellos se habían instalado en Arabia, y ahora las comunidades judías rivalizaron con las cristianas. El resultado fue que
los judíos tuvieron cada vez más influencia sobre la población sabea, ya que el cristianismo era la religión de los invasores
abisinios.
El cristianismo estaba acorralando cada vez más al paganismo. En 341 se promulgó un edicto por el que se prohibían los
sacrificios paganos. Por otra parte, los católicos reaccionaron contra los triunfos recientes de los arrianos: El obispo de
Roma, Julio, convocó un sínodo en el que se aprobó la doctrina de Atanasio.

En 342 murió Eusebio, el patriarca de Constantinopla, y fue sucedido por Macedonio. Dio nombre a una nueva herejía,
la de los macedonianos, que negaba la divinidad del Espíritu Santo, aunque en realidad no fue uno de sus principales
defensores, sino que los macedonianos usaron la autoridad del patriarca como apoyo a su doctrina. También murió el
negus Ezanas, el rey de Abisinia.

En 343 se celebró un concilio en Sárdica, en Tracia. Julio envió un legado que logró que se admitiera el derecho de
apelación a Roma de un obispo que hubiera sido condenado. En 346 Atanasio regresó a Alejandría llamado por
Constancio. En 347 Constante ordenó una persecución contra los donatistas.

Por esta época los pueblos nómadas del noreste asiático iniciaron un proceso expansivo que produjo muchos
desplazamientos de pueblos. Los primeros efectos se sintieron en China, donde en 349 los Xianbei ocuparon la parte norte
del territorio y fundaron el reino de Bei Wei.

Por esta época los judíos de Palestina redactaron la Guemará, unos comentarios a la Mishná que, junto con ella,
conforman el Talmud, el principal libro del judaísmo postbíblico.

En 350 un grupo de conspiradores eligió emperador a Flavio Magno Magnencio, un general romano de origen germano.
Magnencio hizo asesinar a Constante y se apropió del Imperio Romano de Occidente. Constancio decidió vengar a su
hermano (o tal vez aprovechar la ocasión para apoderarse de todo el Imperio). Para ello había de partir hacia Occidente,
pero debía dejar a alguien de confianza en el frente persa. Eligió a su primo Galo, que en 351 fue nombrado césar y se
casó con Constancia, la hermana de Constancio. Esto supuso un cambio radical en la vida de Galo, al igual que en la de
su hermano Juliano, que por fin pudo moverse con libertad. Durante los años siguientes estudió en Constantinopla, y
luego en Milán y Atenas.
Constancio partió hacia el oeste, se encontró con Magnencio en Myrsa, en Iliria y obtuvo una victoria, pero Magnencio
logró retirarse a Italia. En 352 Constancio se apoderó de Italia y Magnencio tuvo que huir a la Galia. Ese año murió san
Julio, el obispo de Roma, y el cargo fue ocupado por Liberio. En 353 Magnencio se vio acorralado y se suicidó.
Constancio gobernaba ahora todo el Imperio Romano. Ese mismo año promulgó un decreto por el que todos los templos
paganos quedaban clausurados. La victoria de Constancio dio un nuevo impulso al arrianismo: se celebró un concilio
en Arles (en la Galia) en el que se aprobaron tesis arrianas que Liberio se negó a aceptar.

Cuando Constancio volvió a Constantinopla se encontró con toda suerte de historias sobre la depravación y la crueldad
de Galo y Constancia. Lo que más le interesó fue cierto rumor sobre que estaban conspirando para derrocar al emperador.
En 354 Constancia murió de muerte natural, y poco después Galo fue ejecutado por orden de Constancio.

En 355 los alamanes aprovecharon los recientes desórdenes en el Imperio Romano de Occidente para cruzar el Rin e
invadir la Galia. Constancio había vuelto a ocuparse de la guerra contra Persia, y necesitaba a alguien de confianza para
que se ocupara del Rin. Decidió nombrar césar a su primo Juliano, que inmediatamente partió para la Galia y se instaló
en Lutecia, una antigua ciudad cuyo nombre completo era Lutetia Parisiorum (Lutecia de los parisinos), por el nombre
de la tribu gala que la había habitado originalmente. Por esta época empezó a ser conocida como París.

Un arriano llamado Auxencio fue elegido obispo de Milán. Milán era ahora la capital de la mitad occidental del Imperio,
por lo que su obispo tenía más influencia que el obispo de Roma. Auxencio convocó un concilio en Milán que ratificó las
tesis arrianas. Atanasio fue nuevamente condenado. Liberio, el obispo de Roma mostró abiertamente su negativa a
aceptarlas, tan abiertamente que Constancio lo desterró a Berea, y luego a Sirmio, en Tracia. En su lugar nombró obispo
de Roma a Félix, que era arriano. En 356 Atanasio fue nuevamente desterrado y, temiendo por su vida, tuvo que ocultarse.

En 356 Juliano dirigió una campaña victoriosa contra los germanos. En 357 incluso cruzó tres veces el Rin como Julio
César había hecho cuatro siglos antes. También resultó ser un buen administrador, y la situación de las Galias mejoró
sustancialmente bajo su gobierno. Como contraste, la actuación de Constancio contra Persia iba de mal en peor. Temía
que Juliano terminara sublevándose y convirtiéndose en emperador de Occidente, pero tenía que obrar con cautela. De
momento Constancio tenía mala prensa entre los católicos occidentales a causa del destierro de Liberio. En 358 trató de
enmendarlo y convocó un concilio en Sirmio donde se firmó un acuerdo de lectura equívoca para satisfacer por igual a
católicos y arrianos y se acordó que Liberio y Félix serían simultáneamente obispos de Roma, pero Liberio no tardó en
conseguir el apoyo necesario para expulsar a Félix de Roma. A continuación se dedicó a repudiar las tesis arrianas
aprobadas en su ausencia.

En 359, tras un asedio de diez semanas cayó una de las principales fortalezas romanas en Mesopotamia. Constancio tomó
esto como pretexto para reclamar a Juliano parte de sus legiones. Juliano denunció el peligro que supondría para la Galia
prescindir de tales fuerzas, pero acató la orden de su primo. Los que no la acataron fueron los soldados, que eligieron a
Juliano emperador. Una oferta así no podía declinarse, y Juliano avanzó hacia Constantinopla. Contra todo pronóstico,
no se produjo una guerra civil, porque Constancio murió de enfermedad en 361 y Juliano fue reconocido como emperador.

Juliano reservaba una sorpresa al mundo: cuando se convirtió en emperador se declaró pagano. Los escandalizados
historiadores de los años siguientes lo llamaron Juliano el Apóstata. No es difícil comprender el punto de vista de Juliano.
Sus parientes Constancio, Constante, Constantino, Galo y Constancia habían sido cristianos, y a la vez habían sido crueles,
asesinos y mezquinos. Su infancia había sido desdichada por el temor constante a que su tío Constancio decidiera
asesinarlo el día menos pensado. Su único refugio había sido el estudio, y para él los días en que Platón se paseaba por la
Academia instruyendo a sus discípulos eran el ideal de la felicidad. La propia Roma había sido gloriosa mientras fue
pagana, y desde que era cristiana estaba en constante decadencia.

Juliano trató de recobrar el vigor del culto pagano, para lo cual era necesario cortarle las alas al cristianismo. Decidió
hacerlo de la forma más sutil y eficiente posible: no trató de perseguir a los cristianos, sino que desató contra ellos a sus
más feroces y sanguinarios enemigos: los cristianos. Juliano decretó una completa libertad de culto, reabrió los templos
paganos y favoreció el retorno de toda clase de herejes desterrados. Su propósito era que católicos, arrianos, donatistas,
los pocos gnósticos que todavía quedaban y, en definitiva, las decenas de sectas cristianas existentes, se combatieran unas
a otras hasta perder todo poder efectivo. Sólo desterró a quienes trataron de oponerse a esta libertad de culto, entre los
cuales estaba Atanasio, que tras la muerte de Constancio había regresado a Alejandría. Por otra parte, Juliano también
tomó medidas administrativas (no violentas) contra los cristianos: les prohibió ejercer la enseñanza y reservó los altos
cargos a los paganos, cuyo clero fue reorganizado como una iglesia oficial.
Al margen de todas estas intrigas, puede decirse que el gobierno de Juliano fue sensato, moderado y justo. En 363, cuando
consideró que sus reformas estaban consolidadas, emprendió una campaña contra los persas. Trató de reproducir en Persia
sus éxitos contra los germanos, pero subestimó el hecho de que los persas no eran bárbaros. Juliano siguió la ruta que
Trajano había seguido en su día, avanzó con una flota por el Éufrates, tomó una ciudad tras otra y llegó a Ctesifonte. La
ciudad se dispuso a soportar un asedio.

Juliano pensó que el ejército persa estaba intacto en el este, y que asediar la capital debilitaría a sus tropas y las haría
vulnerables, así que tomó la arriesgada decisión de quemar sus barcos y lanzar su ejército hacia el este, en busca de las
fuerzas persas. Sin embargo Sapor II adoptó una drástica estrategia: en lugar de hacer frente a los romanos, sus ejércitos
destruían las poblaciones persas, de modo que Juliano no encontraba ni alimentos ni refugio en ninguna parte. Al
comprender que estaba en la garganta del lobo trató de retirarse, pero entonces los persas empezaron a acosar a sus
hombres. Sin presentar batalla campal, atacaban a los rezagados y realizaban pequeñas incursiones.

Entre las filas romanas no tardó en cundir el descontento. Muchos de los soldados eran cristianos, y no tardó en surgir la
idea de que Dios estaba castigando al emperador por su apostasía. Finalmente, en una escaramuza Juliano fue herido por
una lanza. Se dijo que era persa, pero perfectamente pudo haberla lanzado un cristiano. Murió a los pocos días y sus
hombres eligieron un emperador cristiano: Flavio Claudio Joviano. Joviano tenía que regresar rápidamente a Asia
Menor para que su elección fuera confirmada, pero Sapor II no iba a dejar marchar a su ejército sin más. El rey persa ya
tenía redactadas las condiciones del acuerdo: Joviano sólo tenía que firmar y así lo hizo. Con ello devolvió a Persia los
territorios que Narsés había cedido a Roma tras ser derrotado por Galerio. Además admitió que Armenia sería gobernada
por un rey elegido por Sapor II. Además Roma cedía las fortalezas de Mesopotamia que durante tanto tiempo habían
resistido los ataques persas.

Sapor II tuvo muchos problemas para hacer efectiva la parte del acuerdo concerniente a Armenia, pues se encontró con
una encarnizada resistencia por parte de la población cristiana. Se inició así un largo periodo en el que los romanos
fomentaron una intriga tras otra en apoyo de los cristianos armenios.
Por su parte, Joviano murió en 364 en Bitinia, durante el viaje de vuelta a Constantinopla. Apenas tuvo tiempo de aplicar
algunas medidas para contrarrestar los decretos de Juliano en materia religiosa. Entre ellas estuvo el llamar de nuevo a
Atanasio a Alejandría.

El ejército nombró emperador a Flavio Valentiniano (Valentiniano I). Había nacido en Panonia. Su
padre, Galiano, había sido gobernador de África. Sirvió en el ejército, pero fue destituido durante el reinado de Juliano
acusado de cristiano. Al ser nombrado emperador decidió compartir el gobierno con su hermano Flavio
Valente. Valentiniano se instaló en Milán y confió a Valente las provincias orientales.

LOS HUNOS
Veamos en el mapa la situación del mundo civilizado en la segunda mitad del siglo IV:

El Imperio Romano mantenía sus fronteras más o menos intactas, pese a la presión cada vez mayor de los germanos y
los persas. El reino ostrogodo había experimentado una notable expansión en los últimos años. Bajo el gobierno del
rey Hermanarico, se había convertido en un imperio que dominaba extensos territorios desde el mar Negro hasta el
mar Báltico. En realidad esta expansión supuso un debilitamiento para el reino, pues los ostrogodos no se mezclaron
con los pueblos conquistados, sino que se dispersaron formando una oligarquía que dominaba a un campesinado eslavo
sin ninguna tradición guerrera. Los eslavos, y también los baltos, fueron reducidos a la esclavitud. De hecho, los
ostrogodos usaban la palabra "eslavo" con el sentido de "prisionero" o "esclavo", y éste es precisamente el origen de la
palabra "esclavo". Los ostrogodos dominaron también a algunos pueblos germánicos, como los hérulos y los gépidos.

El Imperio Gupta florecía bajo Samudragupta. Dominaba un extenso territorio al norte de la India. La parte sur nunca
pudo ser sometida. Estaba dividida en pequeños reinos florecientes gracias al comercio con Persia, con Arabia, con el
Imperio Romano y con otros territorios más atrasados culturalmente.

El Imperio Chino estaba amedrentado por el reino Wei fundado al norte de su territorio. Las migraciones de pueblos
asiáticos terminaron por expulsar a los hunos, que iniciaron una marcha hacia el oeste. El Himalaya protegió a la India y
los condujo hacia el noroeste.

Volviendo al Imperio Romano, la libertad religiosa concedida por Juliano había permitido que los católicos ganaran poder
en la parte oriental del Imperio. Los arrianos lograron el apoyo de Valente. Atanasio fue nuevamente desterrado, aunque
fue restituido en su cargo un tiempo después. En 365 se produjo un levantamiento católico encabezado por Procopio, que
no dudó en pedir ayuda a los visigodos. Los visigodos eran paganos en su mayoría, y los pocos cristianos que había entre
ellos eran arrianos, pero la idea de apoyar a católicos traidores que les ayudaran a conseguir un buen botín les pareció
prometedora, así que aceptaron. Sin embargo, Valente era un buen general y no tuvo dificultad en sofocar la revuelta
en 366. Procopio resultó muerto, pero la guerra contra los visigodos continuó, al mismo tiempo que Valente luchaba
contra los persas por el dominio de Armenia.

Ese mismo año murió Liberio (curiosamente, el primer obispo de Roma que no ha sido reconocido como santo), y una
vez más facciones opuestas de cristianos eligieron sendos obispos. Uno se llamaba Dámaso y el otro Ursino. Sin
embargo, Dámaso logró el apoyo de Valentiniano y Ursino fue desterrado.

Poco después de que Juliano dejara la Galia, los alamanes habían cruzado el Rin, pero Valentiniano no tardó en
expulsarlos del territorio romano e incluso realizó varias incursiones en territorio germano. En 367 nombró Augusto a su
hijo de nueve años Flavio Graciano. Esto significaba que oficialmente Graciano era emperador como su padre. En la
práctica era una forma de designar un heredero pretendidamente más firme que la usual, consistente en conferirle el título
de César. Valentiniano envió a Britania a su mejor general, Flavio Teodosio, donde derrotó a los pictos, reorganizó las
tropas romanas y volvió triunfante a Londres. En 368 repelió una incursión en la isla por parte de los sajones, un pueblo
germano que ocupaba parte de la actual Dinamarca.

En 369 los visigodos fueron derrotados definitivamente por Valente y firmaron un tratado de paz. Valentiniano envió a
Teodosio a la frontera del Rin, donde siguió prestando brillantes servicios.

En 370 fue elegido obispo de Cesarea Basilio. Había sido amigo de Juliano antes de que fuera nombrado emperador.
Luego había vendido sus bienes y se había retirado a un convento, no sin antes visitar numerosas comunidades de eremitas
de Oriente. Desde su cargo de obispo combatió firmemente al arrianismo, entrando en una peligrosa pugna con el
emperador Valente. Escribió numerosas obras en las que sentó las bases de la vida monacal.

En Hispania empezó a predicar un eclesiástico llamado Prisciliano, que no tardó en atraerse a las clases populares,
especialmente a las mujeres. Prisciliano se oponía a la politización de la Iglesia y a la corrupción que ésta traía consigo.
Instaba a la pobreza y al alejamiento del mundo, y proclamaba la igualdad entre el hombre y la mujer. A medida que fue
haciéndose popular, se ganó la enemistad de las autoridades eclesiásticas de Hispania.

En 372 un jefe bereber conocido como Firmus encabezó una revuelta en África que pronto contó con la adhesión de los
donatistas. En 373 Valentiniano envió a Teodosio, que inició una sangrienta represión.

Por esta época dejó Italia un joven llamado Jerónimo. Procedía de una rica familia cristiana de Dalmacia, y había
estudiado en Roma, donde reunió una buena biblioteca de autores clásicos. Ahora había decidido marchar a Oriente
atraído por la vida ascética. Se instaló en el desierto de Calcis, en Asia Menor, donde se dedicó a estudiar el hebreo para
ser capaz de leer los textos bíblicos. Se impuso severas penitencias para obligarse a renunciar a la literatura pagana.
También fue ése el año de la muerte de Atanasio, el patriarca de Alejandría.
En 374 murió Auxencio, el obispo de Milán, y se produjo un conflicto entre los partidarios de un obispo arriano y los
partidarios de uno católico. Un catecúmeno llamado Ambrosio defendió tan ardientemente el catolicismo que él mismo
fue aclamado como obispo, si bien ni siquiera era sacerdote. Fue bautizado, ordenado sacerdote y consagrado obispo en
el plazo de ocho días. Luego continuó sus estudios: aprendió griego y se interesó por las humanidades.

Mientras tanto los hunos llegaban a las fronteras del Imperio Ostrogodo. En su migración habían derrotado a numerosos
pueblos, muchos de los cuales se habían visto obligados a unirse a ellos, como los vándalos y los alanos. Un grupo de
sármatas huyó hacia adelante, atravesó el Imperio Ostrogodo y trató de traspasar igualmente las fronteras romanas, pero
fueron derrotados por Flavio Teodosio, hijo y tocayo del general de Valentiniano, que recibió el cargo de duque de Mesia.
Mientras tanto su padre estaba acabando de sofocar la rebelión de Firmus en África. En 375 el caudillo ya no contaba con
ningún apoyo y terminó ahorcándose.

Este año fueron muchos los gobernantes que murieron por uno u otro motivo. Uno de ellos fue el rey indio Samudragupta,
que fue sucedido por su primogénito Ramagupta, si bien no tardó en ser asesinado por su hermano Chandragupta
II. Bajo su reinado el Imperio Gupta llegó a su apogeo.

También murió Hermanarico, el rey ostrogodo, que se suicidó al ver cómo los hunos se apoderaban de su Imperio. Los
hunos ocupaban ahora un vasto territorio, pero no puede hablarse de un imperio, pues carecían de cualquier clase de
organización. Eran nómadas que viajaban desde siempre con sus rebaños siguiendo los pastos y, ahora, saqueando cuanto
encontraban a su paso y derrotando a cualquier ejército que se les opusiera.

En el curso de unas negociaciones con los cuados, Valentiniano se exasperó y, al parecer, sufrió un ataque al corazón que
le causó la muerte. Los soldados eligieron emperador a su hijo y tocayo Flavio Valentiniano (Valentiniano II), con la
peculiaridad de que sólo contaba con cuatro años de edad. En vista de ello, Graciano, que era el heredero designado por
el difunto Valentiniano, decidió compartir el gobierno con su hermanastro, que gobernó tutelado por su
madre, Justina. En la práctica, Graciano fue el único emperador de Occidente.
El anciano rey persa Sapor II, en cambio, todavía resistía. Logró finalmente la sumisión de Armenia, pero a costa de
tolerar el cristianismo.

En 376 Graciano ordenó la ejecución de Teodosio. No se conocen los motivos exactos, pero al parecer el viejo general
fue víctima de una confabulación por parte de ciertos funcionarios corruptos que temían ser descubiertos, y lanzaron sobre
él falsas acusaciones. Poco después su hijo Teodosio decidió retirarse a Hispania (su tierra de nacimiento, donde se casó
y no tardó en tener dos hijos).

Entre tanto, los visigodos cruzaron el Danubio aterrorizados por los hunos, pero cuando los romanos se presentaron no
opusieron resistencia, sino que suplicaron protección. Las condiciones romanas fueron que los visigodos tenían que
entregar todas sus armas, y que sus mujeres serían transportadas a Asia como rehenes. A cambio se les dejó asentarse en
Mesia y así, varios cientos de miles de visigodos penetraron en el Imperio al tiempo que los hunos llegaban al Danubio.

Los ciudadanos romanos que entraron en contacto con los visigodos humillaron cuanto pudieron a los refugiados. Les
hicieron sentir que eran unos cobardes y débiles que se habían salvado por la caridad romana. Les vendieron alimentos a
precios abusivos y trataron de explotarlos cuanto pudieron. Finalmente los visigodos lograron hacerse con armas y se
rebelaron. Rápidamente pactaron con los hunos, que estuvieron encantados de acoger a los visigodos si éstos les ayudaban
a invadir el Imperio Romano.

Ajenos a esta amenaza, los cristianos de Occidente seguían en sus luchas contra las diversas herejías. Dámaso, el obispo
de Roma, condenó a los macedonianos y a los apolinaristas. Éstos últimos eran seguidores de Apolinar, obispo de
Laodicea, en Asia Menor, que negaba la naturaleza humana de Jesucristo. En 378 el reino sabeo recuperó su
independencia frente a Abisinia.

Valente firmó una paz desfavorable con los persas y marchó al Danubio a enfrentarse con los godos. Graciano avanzó
apresuradamente hacia el este para unirse a él, pero Valente no consideró necesario esperar y presentó batalla a los
visigodos cerca de Adrianópolis, en Tracia. El jefe visigodo se llamaba Fritigerno. En el momento en que los romanos
se acercaron la caballería goda estaba lejos, en busca de forraje. Fritigerno sabía que no podía enfrentarse a los legionarios
romanos con sus tropas de infantería, así que se rindió. Valente impuso severas condiciones, Fritigerno las aceptó, pero
planteó algunas objeciones menores y arguyó incansablemente sobre ellas. Los soldados romanos permanecieron de pie
durante varias horas, mientras sus generales parlamentaban. Finalmente, algunos soldados iniciaron la lucha sin esperar
órdenes, pero poco después llegó la caballería gótica que Fritigerno había enviado a buscar. Con ella iban también jinetes
hunos. Los soldados romanos estaban cansados y no pudieron ofrecer mucha resistencia a la caballería. Al tratar de
alejarse se desorganizaron y fueron aniquilados sin dificultad por los godos. El propio Valente murió en el combate.

Los hunos eran asiáticos, de corta estatura, y montaban caballos también asiáticos, también pequeños. Podría parecer que
no tenían nada que hacer frente a los robustos germanos, y mucho menos contra los eficientes romanos, pero no era así.
Una de sus principales ventajas era que, desde hacía siglos, usaban estribos, los cuales conferían a sus guerreros una
estabilidad de la que carecían los jinetes germanos, e incluso los romanos. Un jinete romano podía perder el equilibrio y
caer al tratar de esquivar una lanza o una espada esgrimida por un soldado de infantería, por lo que los romanos sólo
usaban la caballería como refuerzo, mientras que el grueso del combate descansaba en los soldados de a pie. La caballería
sólo era eficiente cuando la infantería había desorganizado suficientemente al enemigo, pues un ataque bien organizado
de la infantería sobre la caballería daría inevitablemente la victoria a la primera. Los germanos trataban de imitar la técnica
romana lo mejor que podían, pero la disciplina romana era infinitamente superior, y ello era decisivo casi siempre. Por el
contrario, los hunos luchaban todos a caballo, y su capacidad de maniobra era tal que la infantería no tenía nada que hacer
contra ellos.

La batalla de Adrianópolis supuso el fin de la superioridad militar romana. Los godos habían vencido gracias a una
estratagema, pero no tardaron en aprender las técnicas ecuestres de los hunos, con lo que la infantería perdió todo su valor
estratégico. Durante los próximos mil años la caballería sería el núcleo de los ejércitos, y sólo con la invención de la
pólvora la infantería recuperaría su importancia. Naturalmente, los romanos también terminaron adaptándose a las
circunstancias, pero ahora sus mil años de experiencia militar carecían de valor y sus fuerzas eran iguales a las de sus
enemigos. De momento todavía contaban con una ventaja, y era la desorganización de los bárbaros, pero esta ventaja no
iba a durar mucho.

TEODOSIO
En 380 Teodosio trasladó la corte a Constantinopla. En este momento el Imperio Romano se hallaba en una situación
novedosa: los dos emperadores eran católicos. En realidad Justina, la madre de Valentiniano (el tercer emperador) era
arriana, pero su influencia era mínima. Los católicos supieron aprovechar eficientemente esta ventaja. En 381 Teodosio
convocó el primer concilio de Constantinopla, donde el arrianismo fue condenado. Teodosio endureció las penas contra
los herejes, incluyendo las prácticas paganas: prohibió los oráculos, los sacrificios y las visitas a los templos.

Por su parte, Ambrosio, el obispo de Milán, se ganó la confianza de Graciano y lo convenció para que abandonara su
política de tolerancia. El emperador no tardó en ordenar el destierro contra Prisciliano, pero éste marchó a Roma y allí se
entrevistó con el obispo Dámaso y con el propio Graciano. Luego fue a Milán y habló con Ambrosio, hasta lograr que el
destierro fuera revocado.

En 382 Graciano renunció al título de pontífice máximo, asociado al cargo imperial, prohibió tener propiedades a las
vírgenes vestales, y apagó la "llama eterna", que habían mantenido encendida en Roma durante siglos. Ambrosio logró
también que Graciano quitara del Senado romano el altar pagano de la Victoria. Para ello tuvo que enfrentarse al que es
considerado como el último intelectual pagano en Roma: Quinto Aurelio Símaco. Representó a los escasos senadores
paganos que aún quedaban y no dudó en oponer su retórica al avance del cristianismo. Cuando Graciano quitó el altar de
la Victoria, Símaco escribió una carta a Valentiniano pidiendo una rectificación, pero sólo consiguió ser desterrado. Más
tarde se le permitió volver a Roma, donde siguió desempeñando altos cargos hasta su muerte.

Bajo Graciano y Teodosio los ciudadanos romanos se convirtieron en masa al cristianismo. Muchos tal vez sólo para
evitar perjuicios, pero los hijos de estos conversos por conveniencia recibieron una educación cristiana, por lo que se
convirtieron en católicos sinceros. El arrianismo decayó rápidamente. Algunos arrianos se hicieron católicos, otros
adoptaron otras religiones menos perseguidas, especialmente el maniqueísmo, y otros decidieron abandonar el Imperio y
predicar el arrianismo entre los germanos. A medida que los bárbaros germanos entraban en contacto con la civilización
fueron aceptando también el cristianismo, pero lo hicieron en la versión arriana, en parte porque eso les daba una excusa
para seguir considerando a los romanos como enemigos, y en parte porque para su mentalidad era más fácil concebir a
Jesucristo como un líder tribal humano en vez de como un dios, justo al contrario que los romanos, que estaban
acostumbrados a adorar a un dios de carne y hueso en la figura del emperador.
Jerónimo, que había sido ordenado sacerdote y había participado en los conflictos teológicos defendiendo el catolicismo
en Antioquía, volvió a Italia, y no tardó en convertirse en el secretario del obispo Dámaso. Éste se dio cuenta de lo
extraordinario de contar con un colaborador que sabía griego y hebreo, y le encargó una edición de la Biblia. Los cristianos
de Oriente hablaban griego, que era la lengua del Nuevo Testamento, y para el Antiguo Testamento disponían de la
versión de los Setenta. Sin embargo, eran pocos los cristianos de Occidente que conocían el griego, y sólo podían leer los
textos bíblicos a través de escasas y malas traducciones disponibles. Jerónimo recurrió a las fuentes hebreas y griegas de
los textos bíblicos y realizó su propia traducción al latín literario. Su Biblia junto con sus comentarios y los de otros
teólogos fue difundida más adelante con el distintivo de Vetus et Vulgata Editio (Edición antigua y traducida para el
vulgo), por lo que terminó siendo conocida como "la Vulgata", y es la versión oficial de la Biblia Católica.

Teodosio pactó finalmente con los godos y los dejó asentarse al sur del Danubio como un reino independiente a condición
de que custodiasen la frontera. Además favoreció el alistamiento de godos y otros bárbaros en las legiones romanas. Más
aún convirtió en generales a un buen número de ellos (al fin y al cabo, los bárbaros obedecerían mejor a oficiales bárbaros
que a oficiales romanos). Los germanos introdujeron una novedad en el Imperio Romano: los pantalones. Los romanos
usaban distintas prendas de vestir, pero todas ellas cubrían ambas piernas con una misma pieza de tela que podía levantarse
dejando las piernas desnudas cuando el ropaje dificultaba alguna tarea. Los germanos, en cambio, rodeaban cada pierna
por separado, lo que permitía, por ejemplo, que los jinetes pudieran llevar las piernas cubiertas. Estas nuevas prendas se
difundieron entre los hombres, para los que los ropajes romanos podían ser más engorrosos en sus actividades, mientras
que las mujeres siguieron usando trajes largos a modo de faldas.

Parece ser que Graciano descuidó las labores de gobierno y dedicó cada vez más tiempo a actividades de ocio, como ir
de caza acompañado de jinetes bárbaros. Su popularidad decreció y no tardaron en salir candidatos al trono. En 383 las
legiones de Britania eligieron emperador a su general Magno Clemente Máximo, quien se adueñó de la Galia y mató a
Graciano. Teodosio estaba ocupado con los godos en el Este. Además, la nobleza persa acababa de derrocar a Ardacher
II y lo había sustituido por Sapor III, hijo de Sapor II. Su situación en el trono era delicada, y Teodosio pudo aprovecharlo
para firmar una paz ventajosa con Persia, en la que se reconocía la independencia de Armenia.
En estas condiciones Teodosio no podía ocuparse de Máximo, así que lo reconoció como emperador a condición de que
éste reconociera a su vez la autoridad de Valentiniano (que todavía era un niño de doce años).

En 384 murió san Dámaso, el obispo de Roma. Máximo volvió a desterrar a Prisciliano y un concilio celebrado en
Burdeos lo declaró hereje (maniqueo), brujo y explotador de mujeres. En 385 un tribunal de Treveris (la capital de
Máximo) confirmó la sentencia y Prisciliano fue ejecutado junto con algunos de sus discípulos. Ambrosio condenó la
sentencia y ejecución. Sus restos fueron solemnemente trasladados a Hispania. Jerónimo regresó a Oriente. Se estableció
en Belén, donde se consagró a la erudición, al ascetismo y a la dirección religiosa de grupos de monjes.

En 386 Valentiniano II trató de imponer un obispo arriano en Milán, pero Ambrosio se refugió con numerosos seguidores
en la basílica Porciana, que los soldados del emperador no se atrevían a profanar. Se cuenta que, para mantener
entretenidos a sus fieles durante el encierro, compuso himnos corales y salmos con estribillo, rituales que se difundieron
con rapidez y pronto pasaron a formar parte de la liturgia cristiana.

El arrianismo de Valentiniano II lo ponía en una situación delicada, pues los otros dos emperadores eran católicos. Su
madre Justina consiguió que Teodosio aceptara la mano de Gala, hermana de Valentiniano, lo que reforzó los vínculos
entre ambos emperadores. Poco después, en 387, Máximo invadió Italia y Valentiniano tuvo que huir junto a Teodosio.
Éste aprovechó la ocasión y partió hacia el Oeste. Se encontró con Máximo en la Galia y lo hizo asesinar. Teodosio
restableció a Valentiniano en el trono, pero lo puso bajo la tutela de Arbogasto, un general de origen franco que gozaba
de su confianza y que se dedicó a limpiar la Galia de partidarios de Máximo.

El rey persa Sapor III murió en un motín provocado por sus soldados y fue sucedido por su hermano Bahram IV, cuya
mayor preocupación fue defender el Imperio de los ataques de los hunos.

Ambrosio, el obispo de Milán, bautizó a Agustín. Había nacido en Tagaste, en la diócesis de África. Era hijo de un padre
pagano y una madre cristiana. Él, en cambio, se decantó por el maniqueísmo, que durante su juventud había ganado en
popularidad, pero tres años atrás se había reunido en Roma con su madre, con quien se trasladó a Milán al año siguiente.
Allí se interesó por el neoplatonismo y leyó con interés las obras de Plotino. Finalmente su madre logró conducirlo al
cristianismo a través de Ambrosio. Fue bautizado junto con su hijo Adeonato, de dieciséis años. Cuando se disponía a
volver a Tagaste su madre murió, lo que retrasó su partida hasta 388. En su ciudad natal vendió todos sus bienes y dio el
dinero a los pobres. Después se estableció en Hipona.

En 390 se produjo un incidente en la ciudad de Tesalónica, y el resultado fue que la multitud linchó a los oficiales de la
guarnición romana de la ciudad. Teodosio fue presa de un ataque de cólera y envió su ejército contra la indefensa ciudad.
Se dijo que murieron unas siete mil personas. Ambrosio, el obispo de Milán, quedó horrorizado e hizo saber al emperador
que no sería admitido en los ritos de la Iglesia mientras no hiciera una penitencia pública. Teodosio se resistió durante
ocho meses, pero finalmente tuvo que ceder. Se ponía así de manifiesto el poder que la Iglesia Católica estaba adquiriendo,
y en particular la gran influencia del obispo de Milán.

En 391 Agustín fue ordenado sacerdote en Hipona.

Ésta es la fecha en la que al parecer la mayor parte del Japón se unificó bajo la dinastía del Yamato, que extendió su
influencia hasta el sur de Corea. Allí se impuso sobre un territorio que recibió el nombre de Mimana, arrebatado a los
reinos de Silla y Paikche.
Por esta época se había desarrollado una compleja mitología conocida en japonés como Kami-no-michi (camino de los
dioses), aunque es más conocida con el nombre chino de shen-tao, o sintoísmo. De un caos primigenio, que era como un
océano de lodo envuelto en la oscuridad, nacieron varios dioses. Dos de ellos, Izanagi (el hombre que invita)
e Izanami (la mujer que invita) crearon las islas del Japón. Luego de hacer los campos, las montañas, la niebla, etc.,
engendraron muchos dioses, el último de los cuales, el dios del fuego, quemó a su madre al nacer. La diosa murió y
descendió a los infiernos del mundo subterráneo. Izanagi despedazó al niño y marchó en busca de Izanami, pero ella se
quedó en el mundo subterráneo e hizo volver a Izanagi a la tierra. Allí Izanagi creó a Amaterasu, la gran diosa del Sol,
a Tsukiyomi, el dios de la Luna, y a Susanoo, el dios de las tormentas. A la diosa Amaterasu se le asignó el dominio del
mundo, sólo turbado por las maquinaciones de su hermano Susanoo.

En 392 Valentiniano tenía ya veintiún años y Arbogasto tenía cada vez más dificultades para controlarlo, así que
finalmente lo hizo asesinar y lo sustituyó por Flavio Eugenio, un profesor de retórica que probablemente participó en el
complot. Teodosio se negó a aceptar los hechos y Eugenio trató de ganarse el apoyo de los restos del paganismo. Permitió
al Senado romano restaurar el Altar de la Victoria, pero tuvo que huir a la Galia, donde se hizo fuerte y logró el apoyo de
Hispania.

En 393 Teodosio nombró Augusto a su hijo menor Flavio Honorio (que sólo contaba con nueve años de edad) y le otorgó
el gobierno del Imperio Romano de Occidente, tras lo cual partió hacia el Oeste para hacer efectiva esta decisión.
En 394 derrotó a Arbogasto e hizo decapitar a Eugenio. Poco después Arbogasto se suicidó. Ahora Teodosio gobernaba
todo el Imperio Romano. Ese mismo año prohibió los Juegos Olímpicos, que llevaban celebrándose en Grecia desde hacía
casi doce siglos.

En 395 Teodosio se encontraba todavía en Milán cuando cayó enfermo y murió poco después. Los historiadores católicos
lo recordaron como Teodosio I el Grande, por haber convertido al catolicismo en la religión oficial del Imperio (y haber
perseguido todas las demás). Antes de morir Teodosio dispuso que su hijo mayor, Arcadio, gobernara el Imperio Romano
de Oriente, mientras que su hijo menor, Honorio, gobernaría el Imperio Romano de Occidente. Los nuevos emperadores
tenían dieciocho y once años respectivamente, así que Teodosio les asignó tutores que actuarían como regentes durante
su minoría de edad. Como tutor de Arcadio escogió a Flavio Rufino, un político de origen germano que había prosperado
gracias al apoyo de Ambrosio (había desempeñado un papel importante en las negociaciones entre Ambrosio y Teodosio).
Se había bautizado el año anterior y desde entonces se había dedicado a perseguir arrianos y a enriquecerse confiscando
sus bienes.

El tutor de Honorio era Flavio Estilicón. Era un general de origen vándalo. Estaba casado con una sobrina de Teodosio
con quien había tenido una hija. Teodosio y Estilicón habían acordado que esta hija se casaría con Honorio. Por su parte,
Rufino pretendía casar a su hija con Arcadio, pero su plan fue frustrado por el eunuco Eutropio, de origen armenio, que
logró concertar el matrimonio del emperador con Eudoxia, la hija de un general franco llamado Bauto. La boda se
celebró apenas tres meses después de que Arcadio se convirtiera en emperador. Rufino se encontró con que tenía tres
enemigos poderosos: uno era Eutropio, que le disputaba el control sobre el monarca, otro era Estilicón, pues entre los dos
regentes surgió inmediatamente una rivalidad por el dominio de Iliria, y el tercero era Alarico, el rey de los visigodos,
que había sucedido a Fritigerno unos años antes y al que Teodosio había convertido en general. Alarico consideraba que
había servido fielmente a Teodosio y que, por lo tanto, debía haber sido él y no Rufino el tutor de Arcadio. Por ello
condujo a sus hombres contra Constantinopla, pero pronto descubrió que la ciudad era prácticamente inexpugnable.
Rufino murió asesinado antes de que acabara el año. Parece ser que su muerte la organizó Estilicón. El nuevo regente
pasó a ser Eutropio, que aparentemente era el hombre más poderoso de Constantinopla. Sin embargo, Eudoxia no tardó
en comprender que su marido era un estúpido y ella era hermosa. Y esta combinación bastaba y sobraba para convertirla
en la mujer más poderosa de Constantinopla. Se inició así una rivalidad entre Eutropio y la emperatriz en la que ésta tenía
todas las de ganar.

Frustrado ante los muros de Constantinopla, Alarico dio marcha atrás y se dedicó a saquear Tracia. En 396 sus hombres
entraron en Eleusis. Los visigodos ya eran cristianos en su mayoría (aunque arrianos), así que destruyeron el templo de
Ceres y con ello dieron fin a los misterios eleusinos, que todavía venían celebrándose desde tiempos inmemoriales, ante
la mirada hostil de los cristianos.

Ese mismo año Agustín fue elegido obispo de Hipona. Se había convertido en el principal teólogo cristiano de Occidente.
Sus cartas fueron enviadas a todo el Imperio, sus sermones fueron recogidos en libros, escribió numerosas obras sobre
teología. Agustín creía en la depravación de la humanidad. El hombre nace manchado con el pecado original que
cometieron Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios. Este pecado sólo se limpia con el bautismo. Los niños que mueren
antes de ser bautizados están condenados para toda la eternidad. En sus primeros años como obispo, Agustín escribió sus
famosas Confesiones, una autobiografía en la que no duda en descubrir sus propios pecados de juventud. Mientras fue
obispo se encargó de que los donatistas no dieran problemas en África.

En 397 Estilicón avanzó sobre Grecia con el pretexto de librar al Imperio oriental de la amenaza visigoda. Alarico y sus
hombres estaban ocupando el Peloponeso. No tardó en acorralarlos, pero Alarico logró escapar. Entonces Eutropio realizó
una maniobra. Pactó con Alarico y, junto con otros títulos vacíos pero altisonantes, lo nombró gobernador de Iliria, el
territorio que se disputaban las dos mitades del Imperio. Estilicón tuvo que retirarse y el Imperio oriental mató dos pájaros
de un tiro: se libró de los visigodos y mantuvo a raya a Estilicón.

En 397 murió san Ambrosio, el obispo de Milán. En 398 fue nombrado patriarca de Constantinopla un hombre llamado
Juan, aunque tras su muerte fue recordado como san Juan Crisóstomo (Juan Boca de Oro) a causa de su prodigiosa
retórica. Había sido ermitaño en las regiones desérticas cercanas a Antioquía, y sólo una enfermedad le obligó a retornar
al mundo. Entonces se hizo sacerdote y pronto se hizo popular entre los auditorios que se reunían para escuchar sus
emocionantes sermones. Su fama no se debió sólo a su retórica, sino también a su vida ejemplar. Usó su riqueza y su
influencia para construir hospitales y aumentar la caridad hacia los pobres. Tras ser elegido patriarca, sus sermones
subieron de tono. Denunció el lujo y la inmoralidad, defendía el celibato de los sacerdotes, incluso propugnó la abolición
de la esclavitud, cosa que, al parecer, hasta entonces no se le había ocurrido a nadie. Fue uno de los pocos padres de la
Iglesia que actuó como los profetas del Antiguo Testamento. Naturalmente, los pobres estaban encantados con él, pero se
enemistó con los ricos y poderosos. Entre sus enemigos más peligrosos estaban la emperatriz Eudoxia y Teófilo, el
patriarca de Alejandría, a los que denunciaba públicamente por su vida disoluta.

En 399 Eudoxia logró que Eutropio fuera acusado de traición. Juan Crisóstomo pronunció una homilía en su defensa,
pero finalmente fue decapitado.

Ese mismo año murió el rey persa Bahram IV, y fue sucedido por su sobrino Yazdgard I, hijo de Sapor III. Al igual que
sus predecesores, fue acosado por los nobles y los sacerdotes. Para zafarse de ellos se le ocurrió apoyar a los cristianos,
por lo que suspendió las persecuciones y les permitió reconstruir sus iglesias.

Ahora Graciano era en la práctica el único emperador romano, pues su hermanastro Valentiniano seguía siendo un niño
de ocho años. Graciano por su parte sólo tenía dieciocho años, y no se sintió capaz de reemplazar a Valente, así que
en 379 llamó a Teodosio, lo nombró emperador y le confió el gobierno del Imperio Romano de Oriente. Se estableció en
Tesalónica, pero no trató de enfrentarse con los godos, que saqueaban a su antojo los territorios al sur del Danubio. En
lugar de forzar un enfrentamiento directo, que podría haber sido desastroso, Teodosio trató de enemistar unas facciones
con otras.

Tras la muerte de Sapor II el trono persa pasó a manos de su primo y cuñado Ardacher II, que persiguió cruentamente a
los cristianos, a quienes ya había perseguido anteriormente cuando era gobernador de una provincia persa.
En 380 los ostrogodos que habían participado junto a los hunos en la batalla de Adrianópolis se establecieron en Panonia.
Ese mismo año murió san Frumencio, el obispo de Aksum que había evangelizado Abisinia.

En Hispania, varios obispos de la Bética y de Lusitania denunciaron a Prisciliano como hereje, y un concilio celebrado
en Zaragoza condenó algunas de sus prácticas rituales, aunque no su doctrina. Pese a ello, sus partidarios lograron que
fuera elegido obispo de Ávila.

En Irlanda subió al trono de Connacht uno de sus reyes más poderosos, llamado Niall el de los Nueve
Rehenes, descendiente del rey Conn, fundador del reino. Dirigió muchas expediciones contra las costas de Britania e
incluso tal vez de la Galia.

LAS INVASIONES BÁRBARAS


Al inicio del siglo V el Imperio Romano era ya mayoritariamente católico y apenas quedaban rastros de arrianismo,
excepto entre los numerosos soldados y oficiales germanos que servían al Imperio. Nadie se había atrevido a combatir el
arrianismo entre sus filas, y ellos lo habían adoptado principalmente como una forma de reafirmar su independencia.
Desde un punto de vista político se daba una situación peculiar: hasta entonces, en los periodos en que el Imperio había
sido gobernado por varios coemperadores, siempre había habido uno por encima de los demás que marcara una política
conjunta. Y cuando no había sido así, siempre uno de los coemperadores había terminado imponiéndose sobre los otros.
Ahora, en cambio, las dos mitades del Imperio seguían políticas independientes según sus propios intereses, a menudo en
conflicto mutuo. Estas políticas no estaban marcadas por los coemperadores, Arcadio y Honorio, que eran totalmente
incapaces, sino que en Oriente la última palabra sobre cualquier asunto la tenía la emperatriz Eudoxia, de origen franco,
mientras que en Occidente mandaba el vándalo Estilicón.

La última jugada entre ellos había sido la idea oriental de "contratar" a Alarico y sus visigodos para que custodiaran Iliria
contra los intereses de Estilicón. Pero Alarico no iba a conformarse con Iliria. Había llegado a la conclusión de que el
Imperio de Occidente era más débil que el de Oriente, y sólo esperó las condiciones oportunas para lanzarse sobre el
oeste. En 400 invadió el norte de Italia. Estilicón tardó en reaccionar, y sólo en 402 estuvo en condiciones de hacerle
frente. Los ejércitos (ambos integrados casi completamente por germanos) se encontraron en Pollentia (la actual
Pollenza). Estilicón atacó el domingo de Pascua, con lo que pilló por sorpresa a Alarico, que no creyó que fuera a atacar
en un día santo. El resultado fue una estrecha victoria para Estilicón, a la que siguió otra más rotunda en Verona,
en 403, tras la cual Alarico abandonó Italia y se replegó de nuevo en Iliria.

En Oriente Juan Crisóstomo, el patriarca de Constantinopla, seguía denunciando todo signo de corrupción que llegara a
su conocimiento. La emperatriz Eudoxia le preparó una trampa en colaboración con Teófilo, el patriarca de Alejandría.
Hizo que Arcadio convocara un sínodo en Constantinopla. A él acudirían numerosos obispos, entre ellos Juan Crisóstomo
y Teófilo, y el primero sería acusado de herejía. El veredicto ya estaba acordado. Juan Crisóstomo comprendió la situación
y se negó a comparecer, por lo que fue destituido del patriarcado y enviado al exilio. Sin embargo, su exilio duró sólo dos
días, pues las revueltas del populacho asustaron a la emperatriz.

En 404 se repitió la jugada, pero esta vez un destacamento de mercenarios germanos ocupó Constantinopla. Los germanos
eran arrianos, así que a ellos no les importaban las decisiones de los sínodos católicos. Ahora Eudoxia logró exiliar
definitivamente a Juan Crisóstomo sin que el pueblo se atreviera a replicar la decisión. No obstante, aun sin violencia,
muchos habitantes de Constantinopla se negaron a aceptar la autoridad del nuevo patriarca. De todos modos, Eudoxia no
pudo disfrutar de su victoria, pues ese mismo año murió de parto.

Aunque el intento de invasión de Italia por parte de Alarico había sido frustrado, había conseguido asustar al emperador
Honorio, que decidió trasladar la corte de Milán a Ravena, más al sur. Esto hizo que el obispo de Milán perdiera la enorme
influencia que había ganado en tiempos de san Ambrosio. Ahora el obispo más importante de Occidente era Agustín, en
Hipona.

En 405 murió el rey de Connacht Niall el de los Nueve Rehenes. Sus descendientes, conocidos como los O'Neil, reinaron
en Connacht, en Meath y en una parte de Ulster, que unos años antes se había fragmentado en varios reinos: Ailech (el
que gobernaban los O'Neil), al norte y el oeste, Oriel, al sur y Dalriada y Ulidia al este. Con el tiempo, los O'Neil
llegaron a dominar todo el Ulster.
Los suevos se lanzaron sobre Italia a través de los Alpes. Estilicón pudo frenarlos, pero al precio de dejar desprotegida la
frontera del Rin. En 406 una horda de ostrogodos dirigidos por Radagaiso penetró en Italia desde Panonia y nuevamente
Estilicón pudo aniquilarlos. El último día de este año, los suevos, conducidos por su jefe Hermenerico, cruzaron el Rin
sin encontrar ninguna resistencia. Junto a ellos pasaron los vándalos, dirigidos por Gunderico, y un contingente de alanos.

Estilicón había ido concentrando progresivamente en Italia todas las legiones disponibles. Las únicas fuerzas que
quedaban fuera de Italia estaban en Britania, y su situación era tan precaria que en 407 decidieron elegir su propio
emperador, llamado Constantino. El usurpador pasó todas sus tropas a la Galia dejando a Britania completamente
inerme. Los britanos tuvieron que defenderse como pudieron de los pictos y los piratas de Irlanda. Los escotos
aprovecharon los disturbios y empezaron a instalarse de forma permanente en el territorio de los pictos. Ese mismo año
murió san Juan Crisóstomo.

Constantino logró dominar parte de la Galia, empujó hacia el sur a los suevos, los vándalos y los alanos y contuvo una
invasión de los burgundios, dirigidos por Gundicaro, a los que convirtió en aliados romanos (pero al lado germano del
Rin). Nombró César a su hijo Constante, al cual envió a Hispania para dominar a los bárbaros.

En 408 murió Arcadio y fue sucedido por su hijo de siete años, Teodosio II. Mientras tanto Estilicón estaba proyectando
una expedición a las Galias, pero sus tropas se amotinaron y Honorio no encontró mejor forma de contener la revuelta
que ordenando la decapitación de su mejor general. Sin embargo, la muerte de Estilicón enojó a muchos godos que
prestaban servicio bajo sus filas. A esto se unió el descontento por ciertas medidas antiarrianas que tomaron los sucesores
de Estilicón, y el resultado fue que decenas de miles de godos se unieron a Alarico y en 409 volvió a invadir Italia y no
tardó en estar ante las puertas de Roma.

Por esta época los bárbaros que habían cruzado las fronteras del Imperio se habían asentado en Hispania: los suevos
ocuparon el norte de la península, en el centro se asentaron los alanos y la parte sur los Vándalos. La región se convirtió
en Vandalicia, término del que procede el nombre actual de la región: Andalucía. La parte nororiental estaba bajo el
control de Constante, pero uno de sus generales, Geroncio, se sublevó en Tarragona, mató a Constante y nombró otro
emperador llamado Máximo.
Alarico exigió a Honorio que le entregara tierras para sus visigodos. En realidad tenía la capacidad de quedarse con cuanto
le viniera en gana, pero probablemente en aquellos tiempos nadie era consciente de que el Imperio de Occidente estaba
exhausto. Alarico pensaba que los romanos reunirían un ejército tarde o temprano y barrerían a todos los bárbaros
invasores, mientras que eso no ocurriría si sus hombres fueran precisamente ese ejército encargado de custodiar el
Imperio. Honorio y su corte se sentían a salvo en la bien fortificada Ravena, así que se negó a ceder ante Alarico. Éste
optó por volver a asediar Roma como medida de presión, pero tampoco dio resultado, hasta que en 410 la asedió por
tercera vez y ahora Roma se rindió. Por primera vez desde que los galos entraran en la ciudad exactamente ocho siglos
antes, un ejército enemigo había entrado en Roma.

Alarico permaneció tres días en Roma, y luego marchó hacia el sur. La ciudad sufrió daños mínimos, pues los visigodos
estaban impresionados por la historia de la Ciudad Eterna. Fueron más turistas curiosos que saqueadores. De todos
modos, el prestigio de Roma quedó dañado irreparablemente. Alarico pensó que en una región alejada como África le
resultaría fácil formar un reino similar a los que se habían formado en Hispania. Además podría tomar Sicilia, que era
rica, al contrario que la Galia, sumida en la miseria o Iliria, expuesta al poder del Imperio de Oriente. Sin embargo, una
tormenta destruyó la flota con la que pensaba cruzar el Mediterráneo, así que cambió de idea y volvió atrás. Poco después,
mientras aún estaba en el sur de Italia, cogió una fiebre y murió. Se cuenta que los visigodos, obligados a enterrar a su
jefe en tierra extraña, desviaron el curso de un pequeño río, enterraron el cadáver en su lecho, restablecieron el curso del
río y mataron a los campesinos que habían forzado a realizar el trabajo, de modo que se aseguraron de que su tumba no
sería violada.

Los visigodos eligieron como jefe a Ataúlfo, el cuñado de Alarico, con quien se dirigieron hacia el norte en busca de
tierras. Ataúlfo también buscaba un acuerdo con Honorio que legitimara su posición, y ahora tenían una buena baza a su
favor: en Roma, los visigodos habían capturado a Gala Placidia, la hermanastra de Honorio hija de Teodosio I y su
segunda esposa, Gala.

Mientras tanto Honorio había encontrado un general competente que reemplazara a Estilicón. Se llamaba Constancio, y
fue enviado a la Galia contra Constantino. En 411 lo encontró y lo derrotó en Arles. El otro emperador, Máximo, tuvo
que huir a territorio germano y no se volvió a saber de él. Mientras tanto, un galo llamado Jovino, tal vez representante
de la aristocracia gala, logró el apoyo de un número suficiente de soldados germanos como para proclamarse emperador.
En 412 Ataúlfo llevó a sus visigodos a la Galia y se ofreció a Jovino para "defender" la Galia, es decir, para ocuparla.

Ese mismo año volvió a Roma un monje britano llamado Pelagio. Había vivido en Roma, pero poco antes de la llegada
de Alarico había pasado a Sicilia, luego estuvo un año en África y otro en Oriente. Ahora empezó a predicar, y en su
doctrina afirmaba que el hombre nace libre de pecado, y que son su voluntad y sus actos los que deciden si se salva o se
condena. Esto era grave porque contradecía la doctrina de Agustín, según la cual el hombre nace con el estigma del pecado
original y no puede salvarse sin la Gracia de Dios, otorgada únicamente a través del bautismo.

Tras la muerte de Teófilo, fue nombrado patriarca de Alejandría su sobrino Cirilo. Por aquella época el pensamiento
griego se había extinguido, pero todavía quedaban hombres que, si no aportaron nada original, sí tuvieron la capacidad
necesaria para conservar el conocimiento de los antiguos. El más notable a la sazón no era un hombre, sino una
mujer: Hipatia. Era la directora de la biblioteca de Alejandría y estaba a la cabeza de la escuela neoplatónica. Con la
ayuda de su padre, Teón de Alejandría, había preparado una edición crítica de los Elementos de Euclides y un
comentario del Almagesto de Ptolomeo. Parece ser que también preparó comentarios sobre la Aritmética de Diofanto y
sobre el Tratado de las Cónicas de Apolonio. Era muy popular en la ciudad, y atraía a muchos estudiantes a sus clases de
filosofía. Sin embargo, la moral católica dejaba bien claro qué cualidades convenían a una mujer, y la inteligencia no era
una de ellas. Si unimos a esto que Hipatia era pagana y Cirilo un perfecto católico, el resultado fue que el patriarca no
tardó en engendrar un odio mortal contra Hipatia y aprovechó cuantas ocasiones se le presentaron para difamarla,
maldecirla y volver contra ella a los cristianos.

La entrada en Roma de Alarico también había impactado en Constantinopla. En 413 se inició la construcción de una triple
muralla que protegiera a la ciudad. Las obras se prolongaron durante más de treinta años.

Mientras tanto, Honorio se decidió a negociar con Ataúlfo. Éste entendió que un acuerdo con Honorio tenía más valor
que un acuerdo con el usurpador Jovino, así que traicionó su pacto anterior y entregó a Jovino, que fue inmediatamente
ejecutado. Luego Ataúlfo se tomó más de lo acordado con Honorio: se apoderó de Burdeos, Narbona y Tolosa, y formó
un reino independiente con capital en Burdeos. Por su parte, Gundicaro cruzó el Rin con los burgundios, y fundaron un
reino con capital en Worms que ocupaba parte de la Galia y parte de Germania.

En 414 murió el rey indio Chandragupta II y fue sucedido por Skandragupta.

Ataúlfo se casó con Gala Placidia, en contra de la voluntad de Honorio. Éste envió a Constancio contra Ataúlfo, pero
Constancio consideró que mejor que enfrentarse a él era enfrentar a unos bárbaros con otros. Convenció a Ataúlfo de que,
como cuñado del emperador, su deber era marchar a Hispania y someter a los invasores bárbaros. Ataúlfo, tal vez por el
deseo de más botín y más poder, accedió encantado y marchó hacia Hispania.

Teodosio II tenía todavía trece años, pero su hermana mayor, Pulqueria, tenía ya quince y era lo suficientemente
despierta como para convertirse en regente.

En 415 Cirilo logró instigar a un grupo de monjes para que mataran a Hipatia. Según se cuenta, la desnudaron y la
despellejaron viva con conchas. Parte de la biblioteca de Alejandría fue destruida en una revuelta que se produjo a
continuación. El resto fue conservado, pero la biblioteca fue cerrada y, si ya hacía tiempo que no era un centro de
investigación, ahora dejó de ser también un centro de estudios. He aquí una muestra de cómo la instigación al asesinato
no está reñida con la santidad, pues aún hoy la Iglesia Católica dedica a san Cirilo el 27 de enero de cada año.

En la India murió el rey Chandragupta II, que fue sucedido por Kumaragupta I.

Parece ser que los visigodos se convencieron de que su aventura en Hispania les convertiría finalmente en un pueblo
poderoso, porque el puesto de rey empezó a estar solicitado. Ataúlfo fue asesinado en Hispania junto con sus hijos, y su
sucesor, Sigerico, murió también asesinado a los siete días de reinado. Fue sucedido por Valia, que organizó una
expedición a África para aprovisionarse de víveres, pero fracasó y en 416 se vio obligado a negociar con Roma. A cambio
de una provisión de trigo Valia se comprometía a devolver a Gala Placidia y a luchar como aliado romano contra los
invasores bárbaros de la península.
Con quince años de edad, Teodosio II ya podía ejercer por sí mismo como emperador y Pulqueria dejó de ser regente,
aunque esto sólo era la teoría, pues en la práctica el joven era tan estúpido como su padre y su tío, por lo que Pulqueria
no tuvo dificultades en dominar a su hermano y seguir tomando las decisiones necesarias.

Al rey persa Yazdgard I no le fue tan bien como a Constantino I con su política procristiana. Los obispos cristianos en
Persia, en lugar de conformarse con el apoyo que recibían, tal y como habían hecho los contemporáneos de Constantino
I, pretendieron que Yazdgard I fuera un Teodosio I y que exterminara completamente a los mazdeístas. Por su parte, los
mazdeístas lo llamaban Yazdgard el Pecador, y con este nombre es conocido en la historia. Al verse estrangulado por la
intransigencia religiosa por los dos frentes, Yazdgard I decidió que más vale malo conocido que bueno por conocer, con
lo que abandonó a los cristianos y continuó con las persecuciones donde las había dejado al subir al trono.

Un discípulo de Pelagio llamado Celestio había difundido su doctrina, la cual había llegado finalmente a oídos de Agustín.
Inmediatamente la condenó y en 417 instó al obispo de Roma a que hiciera lo mismo (pues el pelagianismo se había
iniciado en Roma). Desde la muerte de san Dámaso, Roma había tenido tres obispos insignificantes:
san Ciricio, san Anastasio y san Inocencio, que murió este mismo año. Los dos primeros habían sido eclipsados por el
obispo de Milán, y sólo san Inocencio tuvo alguna iniciativa destacada, como denunciar (vanamente) la condena de san
Juan Crisóstomo. Poco antes de morir, san Inocencio confirmó la condena de Agustín contra Pelagio y sus seguidores.
También condenó el origenismo, la doctrina de los seguidores de Orígenes, que aunque en su día fue un teólogo respetado
por los cristianos y martirizado por los romanos, sus seguidores no se dieron cuenta de que la doctrina cristiana había
cambiado mucho desde entonces, por lo que ahora se habían convertido en herejes. El nuevo obispo de Roma
fue Zósimo, que, influido por Patroclo, el obispo de Arles, decidió perdonar a Pelagio y a Celestio. Al enterarse, Agustín
montó en cólera, y Zósimo tuvo que apresurarse a rectificar su decisión. Estaba claro quién mandaba.

Honorio casó a Gala Placidia con Constancio. Mientras tanto Valia estaba cumpliendo a la perfección su parte del acuerdo.
En una serie de campañas, eliminó completamente a los alanos y ya tenía arrinconados a los suevos y los vándalos: a los
primeros en el extremo noroeste de la península y a los segundos en el extremo sur. Un poco más y habría acabado con
todos, pero el emperador (o quien le aconsejara) pensó que unos visigodos demasiado poderosos no eran preferibles a los
reinos bárbaros que estaban destruyendo. Por ello en 418 Constancio llamó a Valia a la Galia, donde acordó con él un
nuevo pacto. Los visigodos se comprometían a prestar al Imperio los servicios militares que les fueran reclamados (entre
los cuales no se incluían, de momento, destruir a los suevos y a los vándalos). A cambio, se les permitiría ocupar
permanentemente el sur de la Galia, donde las dos terceras partes de las tierras pasarían a ser de su propiedad, mientras
que la tercera parte restante quedaría en poder de los terratenientes romanos. Se formó así el llamado Reino de Tolosa, por
la ciudad que eligieron como capital, si bien su primer rey no fue Valia, que murió poco después de firmar el acuerdo,
sino su sucesor Teodorico I. Técnicamente, Teodorico I sólo era rey de los visigodos, mientras que los ciudadanos
romanos seguían siendo súbditos del emperador. Fuera de los territorios que se les habían asignado en propiedad, los
visigodos eran funcionarios romanos (y se les dio toda clase de títulos altisonantes para tenerlos contentos: condes,
duques, etc.). Los visigodos se convirtieron así en una aristocracia dominante que redujo a la servidumbre a la población
romana. Al asentarse adoptaron mayoritariamente el cristianismo, pero siempre en la versión arriana, como era propio de
los germanos.

En 419 el vándalo Gunderico derrotó al suevo Hermenerico, que tuvo que retirarse al extremo noroeste de la península
ibérica. Allí inició una guerra con los pueblos nativos, los galaicos.

En 420 murió en Belén san Jerónimo, el traductor de la Vulgata.

En China, la dinastía Jin fue reemplazada por la dinastía Song, que reinó con capital en Nankin. Por esta época, en las
estepas del norte de China se formó el Imperio Yuan-Yuan. Los Yuan-Yuan eran feroces jinetes, cuyos príncipes tenían
el título de Kaghan, y tenían una capital ambulante fortificada, en la que guardaban los tesoros que obtenían de los
pueblos que conquistaban. Probablemente fueron ellos quienes expulsaron a los hunos hacia el oeste. Los Xianbei
detuvieron su avance, por lo que el Imperio Chino no sufrió su presión. Por esta época vivió uno de los poetas más
apreciados de toda la literatura china. Se llamaba Tao Qian, o también Tao Yuanming. Ahora vivía retirado en el campo,
después de haber dimitido de un cargo de funcionario. Escribió poemas bucólicos (Poema del retorno, Bebiendo vino).

El reino sabeo pasó a ser dominado por la tribu (de origen sabeo) de los Himyaríes, y desde entonces pasó a ser conocido
como el reino de Himyar. Estaban muy influidas por los judíos, e iniciaron persecuciones contra los cristianos.
GENSERICO
Los mazdeístas persas no perdonaron a su rey Yazdgard I su coqueteo con el cristianismo, y en 420 lo asesinaron. Más
aún, no permitieron que sus hijos le sucedieran. Sin embargo, uno de estos hijos había estudiado en el reino árabe de Hira,
que por aquel entonces pasaba por uno de sus mejores momentos. Se conservan muchas poesías árabes de este periodo,
y se dice que fue en esta época cuando surgió la escritura árabe, por influencia persa. El caso es que este hijo del difunto
Yazdgard I contó con el apoyo del rey de Hira, gracias al cual logró hacerse con el trono en 421, y reinó con el nombre
de Bahram V. El nuevo rey continuó las persecuciones contra los cristianos y entabló una guerra contra el Imperio
Romano porque éste acogía a los cristianos que huían de su territorio. Sin embargo Teodosio II encomendó la guerra a
un general germano llamado Aspar, que adquirió fama al derrotar rápidamente a los persas. Bahram V se apresuró a
firmar un tratado: Persia respetaría a los cristianos a condición de que el Imperio Romano respetara a los mazdeístas. Los
sacerdotes mazdeístas persas no debieron de tardar en objetar a su rey que mientras en el Imperio Persa había muchos
cristianos, en el Imperio Romano apenas había mazdeístas, con lo que el tratado era una tomadura de pelo, pero así
quedaron las cosas.

Pulqueria temió perder el control sobre su hermano a medida que éste crecía, así que encontró el modo de tenerlo ocupado.
Le llamó la atención una hermosa muchacha griega llamada Athenais, hija del filósofo Leoncias, por el cual había sido
esmeradamente educada. Pulqueria la convirtió al cristianismo y la hizo bautizar con el nombre de Élia Eudoxia. No le
costó nada que su hermano la aceptara como esposa. Pensó que así estaría entretenido y ella podría seguir gobernando.

Honorio nombró Augusto a su general Constancio, decisión que Teodosio II no quiso aceptar. Estaba a punto de estallar
un conflicto entre las dos mitades del Imperio, pero se resolvió por sí solo, ya que a los siete meses murió Constancio.

En 422 murió Pelagio en Palestina. Pelagio era britano, y su doctrina se había extendido particularmente por su patria,
donde el Imperio Romano y, por ende, la Iglesia Católica, ya no ejercía ningún control efectivo.

En 423 murió Honorio, y fue sucedido por el hijo de Constancio y Gala Placidia, Flavio Plácido
Valentiniano (Valentiniano III), que sólo tenía seis años de edad. Sin embargo, la sucesión no fue fácil. Un general
llamado Flavio Aecio acusó a Gala Placidia de haber conspirado con los visigodos contra Honorio y penetró en Italia con
un ejército de bárbaros, por lo que Gala Placidia tuvo que huir a Constantinopla junto con su hijo. Entró en Ravena y se
hizo con el control del Imperio de Occidente. En principio no había cometido delito alguno, pues Teodosio II no había
reconocido aún a Valentiniano III como emperador. Oficialmente, Teodosio II era ahora el gobernante de todo el Imperio
Romano. Aecio era de origen bárbaro, como casi todos los generales romanos. Había pasado unos años como rehén en el
ejército de Alarico y años más tarde había sido también rehén de los hunos.

Gala Placidia tuvo que negociar con Teodosio II (o más bien con Pulqueria). En 424 logró que Teodosio II nombrara
César a Valentiniano III, es decir, heredero, pero no emperador. Mientras tanto Aecio destinó a África a Bonifacio, el
único general que podía hacerle sombra.

La emperatriz Eudoxia fomentó la creación de una universidad en Constantinopla, que finalmente se inauguró en 425. Se
convirtió en un centro de enseñanza católico con el que no pudo competir la Academia que Platón fundara más de siete
siglos atrás, y que no tardaría en extinguirse. Ese mismo año Gala Placidia logró que su hijo Valentiniano III fuera
declarado Augusto, es decir, emperador. Aecio tuvo que aceptar la decisión y madre e hijo volvieron a Ravena.

En 426 Agustín terminó su libro La ciudad de Dios. En él rebatía una teoría que se había difundido tras la entrada de
Alarico en Roma: Roma había dominado el mundo mientras fue pagana, y su declive se inició cuando llegó el cristianismo,
¿dónde estaba el dios cristiano, que no protegía la ciudad como la habían protegido los dioses paganos? Agustín pasó
revista a toda la historia que él conocía señalando que siempre había habido ascensos y declives. Los bárbaros podían
haber destruido Roma, pero no lo hicieron. ¿Cuándo una ciudad pagana fue protegida así de un saqueo? Además, Agustín
anunciaba que la caída de Roma sólo era el preludio del advenimiento de una Ciudad de Dios celestial, una ciudad divina
que no caería nunca, sino que sería la culminación del plan divino.

En 428 ocupó el cargo de patriarca de Constantinopla un sacerdote de origen sirio llamado Nestorio. Ahora que el
arrianismo estaba prácticamente erradicado, nadie ponía en duda que Jesucristo tenía tanto una naturaleza divina como
una naturaleza humana. Sin embargo, Nestorio se puso a hurgar en el modo en que ambas naturalezas se relacionaban
entre sí. Concluyó que ambas eran independientes, de modo que María era la madre de la parte humana de Jesucristo,
pero no de la parte divina. Así Jesucristo era un ser humano en el que había arraigado una naturaleza divina de la cual era
instrumento. Estas teorías disgustaron a Pulqueria, que rápidamente encontró apoyo en Cirilo, el patriarca de Alejandría
(cualquier motivo era bueno para contradecir al patriarca de Constantinopla, especialmente si se contaba con el apoyo del
emperador).

Ese año murió el rey vándalo Gunderico, y fue sucedido por Genserico. Pronto decidió pasar a África, una región mucho
más rica que la que ocupaba. Hay quien dice que fue el general Bonifacio el que invitó a los vándalos a cruzar el estrecho,
para utilizarlos contra Aecio, y que fue él quien les proporcionó los barcos necesarios. Tanto si fue así como si no, lo
cierto es que en 429 unos ochenta mil vándalos pasaron a África y luego no reconocieron ninguna clase de pacto. Se
dedicaron a saquear todo a su paso y a ellos se les unió rápidamente el campesinado mauritano sometido al poder romano
y también los donatistas y otros herejes a los que hasta entonces Agustín había sometido con mano firme.

Por entonces el obispo de Roma era Celestino. Había sido elegido el mismo año que murió Pelagio. Sus predecesores
habían hecho algunas gestiones para garantizar la dependencia de Roma de varios territorios fronterizos con el Imperio
de Oriente, en especial Iliria. Ahora Celestino se interesaba por Britania, donde el pelagianismo estaba prosperando. Para
ello envió a Germano, obispo de Auxerre, en la Galia, con la misión de combatir la herejía en Britania. Germano pasó
por Irlanda antes de entrar en Britania. Los ejércitos romanos nunca habían pisado Irlanda, y ahora un obispo iniciaba la
predicación del evangelio. No estuvo mucho tiempo, sino que enseguida pasó a Britania y allí murió, pero parece ser que
el cristianismo interesó a los habitantes celtas de la isla.

Mientras tanto Bahram V conquistaba la mitad oriental de Armenia.

Los francos, dirigidos por su jefe Clodión, llevaban varios años haciendo incursiones al otro lado del Rin, hasta que
en 430 ocuparon definitivamente una región en la Galia.

Celestino convocó un concilio en Roma en el que se condenó el nestorianismo, pero el golpe principal contra la herejía
se dio en Éfeso en 431, donde Teodosio II convocó un concilio al que asistieron Nestorio y Cirilo. Las sesiones fueron
turbulentas, y el predominio osciló entre distintos grupos de obispos, pero la opinión de Cirilo predominó y la conclusión
fue la condena del nestorianismo y el destierro de Nestorio, que tuvo que refugiarse en el Alto Egipto. Algunos
nestorianos, por su parte, emigraron al Imperio Persa.

Los vándalos de Genserico llevaban dos años sitiando a Bonifacio en Hipona. La ciudad resistió tanto tiempo gracias a
los suministros que recibía por mar, con la cooperación del Imperio de Oriente. Sin embargo, al final cayó y san
Agustín murió durante el saqueo. Bonifacio escapó a Italia, pero Aecio salió a su encuentro acusándolo de traición, lo
derrotó y lo mató. A partir de este momento Aecio llevó todos los hilos de la política imperial.

Teodosio II envió una flota contra los vándalos dirigida por Aspar. Esta vez no fue tan brillante como lo había sido contra
los persas diez años atrás, y la guerra contra los vándalos se prolongó varios años.

Una flota procedente del reino de Shampa atacó el sur de China.

En 432 un discípulo de Germano fue enviado a Irlanda a proseguir la tarea que éste apenas había iniciado. Se
llamaba Patricio, y era un britano capturado como esclavo treinta años antes. Su labor no pudo ser muy espectacular,
tratándose de un solo hombre, pero creó comunidades cristianas que fueron progresando lentamente entre el paganismo
celta.

Los hunos llevaban unos años en calma. Dominaban vagamente un vasto territorio entre Europa y Asia por el que
diferentes tribus vagaban a sus anchas. Pero en 433 dos hermanos lograron ser reconocidos como reyes por la totalidad
de los hunos. Se llamaban Atila y Bleda. Bajo su dirección la amenaza huna se hizo mucho más peligrosa. Reafirmaron
su dominio sobre los eslavos y algunos pueblos germanos. También atacaron el Imperio Persa, por Sogdiana, pero fueron
rechazados.

Mientras tanto Aecio firmó un tratado de paz con el suevo Hermenerico, con lo que se creó un reino suevo en el noroeste
de Hispania de características similares a las del reino visigodo de Tolosa.

En 434 la flota de Genserico derrotó a la de Aspar, que se vio obligado a retirarse con grandes pérdidas. En 435 los
vándalos obtuvieron de Valentiniano III la condición de federados del Imperio, como lo eran los visigodos.
Los hunos presionaban cada vez más a los germanos. En 436 el rey burgundio Gundicaro murió en combate contra Atila.
Fue sucedido por su hijo Gunderico, quien fue derrotado por Aecio y negoció con él ofreciéndole su apoyo contra los
hunos a cambio de nuevas tierras. Aecio pudo contener también a los francos en un territorio reducido.

Constantinopla seguía convulsionada por el nestorianismo, y las discrepancias resucitaron el caso de san Juan Crisóstomo.
En 437 Pulqueria decidió resolver este problema definitivamente: hizo que Teodosio II revocara la condena contra el
antiguo patriarca, su cadáver se llevó de vuelta a la capital y se le canonizó en una ceremonia en la que Teodosio II pidió
perdón en nombre de sus padres. También fue el año en que Valentiniano III se casó con Licinia Eudoxia, la hija de su
primo Teodosio II y Eudoxia.

En 438 se publicó un nuevo código de leyes en el Imperio Romano de Oriente, conocido como Código de Teodosio.
Hermenerico, el rey de los suevos, se sintió enfermo y abdicó en su hijo Requila. En 439 dirigió varias campañas
militares que le dieron el control del oeste y el sur de Hispania. Genserico se apoderó de Cartago, que se convirtió desde
entonces en la capital del reino vándalo.

Ese mismo año murió el rey persa Bahram V y fue sucedido por su hijo Yazdgard II, que era totalmente mazdeísta, por
lo que el cristianismo volvió a ser perseguido a muerte. La persecución se hizo extensiva hacia los judíos, a los que hasta
entonces no se había molestado, ya que, al contrario que los cristianos, no eran apoyados por ninguna potencia extranjera.

En 440 murió san Sixto, obispo de Roma, y fue sucedido por León. Ingresó muy joven en el clero romano y había pasado
un tiempo con san Agustín. Luego fue consejero de sus predecesores san Celestino y san Sixto. Sin tener la cultura de san
Ambrosio o san Agustín, no cabe duda de que los igualó o superó en vehemencia y no tardó en convertirse en el obispo
más influyente de Occidente. En Roma inició una campaña para acabar con los juegos circenses, a los que consideraba
un resto del paganismo, y fiscalizó estrechamente la administración de los obispos italianos. Es el autor del primer misal
cristiano.

En 441 Yazdgard II rompió la tregua que su padre había firmado con Teodosio II y se reanudaron las eternas querellas
entre los dos imperios. Al mismo tiempo, los hunos atacaron al Imperio Romano y Teodosio no encontró otra forma de
contenerlos que comprometerse a pagar un tributo de setecientas libras de oro anuales, tributo que fue aumentando año
tras año.

Tras la muerte de Hermenerico, su hijo Requila se convirtió definitivamente en rey de los suevos. La expansión del reino
continuó, y en los años siguientes conquistó también la parte oriental de Hispania.

En 442 Genserico tenía preparada una gran flota que causó pánico en el Imperio Romano. Sólo el Imperio de Oriente
tenía una flota capaz de hacerle frente, pero Genserico pactó con los persas y logró que el Imperio Oriental no interviniera.
Valentiniano III tuvo que reconocer el dominio vándalo sobre un territorio aún mayor. Genserico confiscó muchas
propiedades y eximió de impuestos a los propietarios vándalos. No obstante, estableció un sistema legal similar al pactado
entre el Imperio y los ostrogodos: Genserico sólo era rey de los vándalos, mientras que los ciudadanos romanos seguían
regidos por sus propias leyes. De todos modos, una buena parte del clero católico fue desterrada, probablemente para
debilitar a la facción romana.

La emperatriz Eudoxia gozaba de más popularidad e influencia de lo que Pulqueria había previsto, así que la hermana del
emperador inició una campaña de desprestigio. Sobre la emperatriz recayeron diversas acusaciones falsas y
en 443 Teodosio II se vio obligado a decretar su destierro a Jerusalén. Ahora Pulqueria tenía todo el poder en sus manos.

En 443 los burgundios fueron trasladados hacia el sur. Ocuparon Sabaudia (Saboya), fundaron un reino con capital
en Ginebra y se extendieron por las cuencas del Saona y el Ródano hacia el Mediterráneo. El rey se
llamaba Gundioc. Mientras tanto los hunos derrotaron a Aspar junto a las murallas de Constantinopla, que aún no estaban
completamente terminadas.

En 444 murió san Cirilo, el patriarca de Alejandría.

En 445 Atila asesinó a su hermano Bleda. Al parecer, éste ejercía una influencia moderadora sobre Atila, que ahora
desapareció para siempre. La política de Atila se hizo más agresiva.

En 446 China envió una expedición que terminó con los ataques del reino de Shampa.

En 447 murió el rey franco Clodio. Según la tradición fue sucedido por su hijo Meroveo, pero todo lo que se sabe de este
rey parece ser pura leyenda, creada para glorificar a los reyes posteriores de su linaje.

Las murallas de Constantinopla estaban terminadas. Recorrían todo el istmo de la pequeña península sobre la que se
encontraba la ciudad, de modo que era imposible acercarse a ella por tierra sin atravesarlas. En primer lugar había un foso
de casi veinte metros de ancho y siete metros de hondo, que los enemigos tendrían que cruzar a nado o tendiendo puentes,
tras el cual se levantaba un primer muro, no muy alto, preparado para proteger arqueros. Luego venía una segunda muralla
de ocho metros de altura, seguida de una tercera más alta aún, con torres de veinte metros de alto. Esta tercera muralla no
fue atravesada nunca en los mil años siguientes, salvo a través de la traición.
La lucha contra el nestorianismo continuaba. Uno de sus más enconados detractores era un monje de un monasterio
cercano a Constantinopla. Se llamaba Eutiques, y fue tanto su empeño en contradecir el nestorianismo que se pasó al
extremo opuesto: en lugar de admitir que en Jesucristo había dos naturalezas independientes, una humana y otra divina,
afirmó que estaban tan relacionadas que en realidad no se podía decir que fueran dos: Jesucristo sólo tenía una naturaleza
y era divina. Esta doctrina se conoció como monofisismo y contó con el apoyo del patriarca de Alejandría. Por el contrario,
entre sus principales detractores estaban León, el obispo de Roma, y la emperatriz Pulqueria. En 448 lograron que
Eutiques fuera depuesto de su cargo.

El rey suevo Requila murió, y fue sucedido por su hijo Requiario, que, excepcionalmente, era católico en lugar de arriano.
En 449 se casó con una hija del rey visigodo Teodorico I. Por esas fechas se produjo un nuevo levantamiento de los
bagaudas, los campesinos galos que ya habían causado disturbios en otras ocasiones. Ahora invadieron el norte de
Hispania. Requiario y Teodorico I se unieron con el general romano Basilio para aplastarlos.

Mientras tanto el patriarca de Alejandría organizó un sínodo en Éfeso donde León fue condenado y Eutiques rehabilitado.

Sobre 450 Teotihuacán fue saqueada por pueblos extraños que destruyeron los centros de culto. Se inició así su
decadencia cultural. En cambio, la cultura Zapoteca estaba en auge: surgieron nuevas ciudades con grandes centros
ceremoniales con plazas, altares, etc. Entre sus restos también se encuentran grandes cámaras funerarias con antecámaras
y numerosos nichos, decoradas con figuras de sacerdotes ricamente vestidos y figuras de dioses, como Xipe-Totec,
Xochipilli, Cocejo, el dios murciélago, la diosa serpiente, etc.

GENSERICO
Los mazdeístas persas no perdonaron a su rey Yazdgard I su coqueteo con el cristianismo, y en 420 lo asesinaron. Más
aún, no permitieron que sus hijos le sucedieran. Sin embargo, uno de estos hijos había estudiado en el reino árabe de Hira,
que por aquel entonces pasaba por uno de sus mejores momentos. Se conservan muchas poesías árabes de este periodo,
y se dice que fue en esta época cuando surgió la escritura árabe, por influencia persa. El caso es que este hijo del difunto
Yazdgard I contó con el apoyo del rey de Hira, gracias al cual logró hacerse con el trono en 421, y reinó con el nombre
de Bahram V. El nuevo rey continuó las persecuciones contra los cristianos y entabló una guerra contra el Imperio
Romano porque éste acogía a los cristianos que huían de su territorio. Sin embargo Teodosio II encomendó la guerra a
un general germano llamado Aspar, que adquirió fama al derrotar rápidamente a los persas. Bahram V se apresuró a
firmar un tratado: Persia respetaría a los cristianos a condición de que el Imperio Romano respetara a los mazdeístas. Los
sacerdotes mazdeístas persas no debieron de tardar en objetar a su rey que mientras en el Imperio Persa había muchos
cristianos, en el Imperio Romano apenas había mazdeístas, con lo que el tratado era una tomadura de pelo, pero así
quedaron las cosas.

Pulqueria temió perder el control sobre su hermano a medida que éste crecía, así que encontró el modo de tenerlo ocupado.
Le llamó la atención una hermosa muchacha griega llamada Athenais, hija del filósofo Leoncias, por el cual había sido
esmeradamente educada. Pulqueria la convirtió al cristianismo y la hizo bautizar con el nombre de Élia Eudoxia. No le
costó nada que su hermano la aceptara como esposa. Pensó que así estaría entretenido y ella podría seguir gobernando.

Honorio nombró Augusto a su general Constancio, decisión que Teodosio II no quiso aceptar. Estaba a punto de estallar
un conflicto entre las dos mitades del Imperio, pero se resolvió por sí solo, ya que a los siete meses murió Constancio.

En 422 murió Pelagio en Palestina. Pelagio era britano, y su doctrina se había extendido particularmente por su patria,
donde el Imperio Romano y, por ende, la Iglesia Católica, ya no ejercía ningún control efectivo.

En 423 murió Honorio, y fue sucedido por el hijo de Constancio y Gala Placidia, Flavio Plácido
Valentiniano (Valentiniano III), que sólo tenía seis años de edad. Sin embargo, la sucesión no fue fácil. Un general
llamado Flavio Aecio acusó a Gala Placidia de haber conspirado con los visigodos contra Honorio y penetró en Italia con
un ejército de bárbaros, por lo que Gala Placidia tuvo que huir a Constantinopla junto con su hijo. Entró en Ravena y se
hizo con el control del Imperio de Occidente. En principio no había cometido delito alguno, pues Teodosio II no había
reconocido aún a Valentiniano III como emperador. Oficialmente, Teodosio II era ahora el gobernante de todo el Imperio
Romano. Aecio era de origen bárbaro, como casi todos los generales romanos. Había pasado unos años como rehén en el
ejército de Alarico y años más tarde había sido también rehén de los hunos.
Gala Placidia tuvo que negociar con Teodosio II (o más bien con Pulqueria). En 424 logró que Teodosio II nombrara
César a Valentiniano III, es decir, heredero, pero no emperador. Mientras tanto Aecio destinó a África a Bonifacio, el
único general que podía hacerle sombra.

La emperatriz Eudoxia fomentó la creación de una universidad en Constantinopla, que finalmente se inauguró en 425. Se
convirtió en un centro de enseñanza católico con el que no pudo competir la Academia que Platón fundara más de siete
siglos atrás, y que no tardaría en extinguirse. Ese mismo año Gala Placidia logró que su hijo Valentiniano III fuera
declarado Augusto, es decir, emperador. Aecio tuvo que aceptar la decisión y madre e hijo volvieron a Ravena.

En 426 Agustín terminó su libro La ciudad de Dios. En él rebatía una teoría que se había difundido tras la entrada de
Alarico en Roma: Roma había dominado el mundo mientras fue pagana, y su declive se inició cuando llegó el cristianismo,
¿dónde estaba el dios cristiano, que no protegía la ciudad como la habían protegido los dioses paganos? Agustín pasó
revista a toda la historia que él conocía señalando que siempre había habido ascensos y declives. Los bárbaros podían
haber destruido Roma, pero no lo hicieron. ¿Cuándo una ciudad pagana fue protegida así de un saqueo? Además, Agustín
anunciaba que la caída de Roma sólo era el preludio del advenimiento de una Ciudad de Dios celestial, una ciudad divina
que no caería nunca, sino que sería la culminación del plan divino.

En 428 ocupó el cargo de patriarca de Constantinopla un sacerdote de origen sirio llamado Nestorio. Ahora que el
arrianismo estaba prácticamente erradicado, nadie ponía en duda que Jesucristo tenía tanto una naturaleza divina como
una naturaleza humana. Sin embargo, Nestorio se puso a hurgar en el modo en que ambas naturalezas se relacionaban
entre sí. Concluyó que ambas eran independientes, de modo que María era la madre de la parte humana de Jesucristo,
pero no de la parte divina. Así Jesucristo era un ser humano en el que había arraigado una naturaleza divina de la cual era
instrumento. Estas teorías disgustaron a Pulqueria, que rápidamente encontró apoyo en Cirilo, el patriarca de Alejandría
(cualquier motivo era bueno para contradecir al patriarca de Constantinopla, especialmente si se contaba con el apoyo del
emperador).

Ese año murió el rey vándalo Gunderico, y fue sucedido por Genserico. Pronto decidió pasar a África, una región mucho
más rica que la que ocupaba. Hay quien dice que fue el general Bonifacio el que invitó a los vándalos a cruzar el estrecho,
para utilizarlos contra Aecio, y que fue él quien les proporcionó los barcos necesarios. Tanto si fue así como si no, lo
cierto es que en 429 unos ochenta mil vándalos pasaron a África y luego no reconocieron ninguna clase de pacto. Se
dedicaron a saquear todo a su paso y a ellos se les unió rápidamente el campesinado mauritano sometido al poder romano
y también los donatistas y otros herejes a los que hasta entonces Agustín había sometido con mano firme.

Por entonces el obispo de Roma era Celestino. Había sido elegido el mismo año que murió Pelagio. Sus predecesores
habían hecho algunas gestiones para garantizar la dependencia de Roma de varios territorios fronterizos con el Imperio
de Oriente, en especial Iliria. Ahora Celestino se interesaba por Britania, donde el pelagianismo estaba prosperando. Para
ello envió a Germano, obispo de Auxerre, en la Galia, con la misión de combatir la herejía en Britania. Germano pasó
por Irlanda antes de entrar en Britania. Los ejércitos romanos nunca habían pisado Irlanda, y ahora un obispo iniciaba la
predicación del evangelio. No estuvo mucho tiempo, sino que enseguida pasó a Britania y allí murió, pero parece ser que
el cristianismo interesó a los habitantes celtas de la isla.

Mientras tanto Bahram V conquistaba la mitad oriental de Armenia.

Los francos, dirigidos por su jefe Clodión, llevaban varios años haciendo incursiones al otro lado del Rin, hasta que
en 430 ocuparon definitivamente una región en la Galia.

Celestino convocó un concilio en Roma en el que se condenó el nestorianismo, pero el golpe principal contra la herejía
se dio en Éfeso en 431, donde Teodosio II convocó un concilio al que asistieron Nestorio y Cirilo. Las sesiones fueron
turbulentas, y el predominio osciló entre distintos grupos de obispos, pero la opinión de Cirilo predominó y la conclusión
fue la condena del nestorianismo y el destierro de Nestorio, que tuvo que refugiarse en el Alto Egipto. Algunos
nestorianos, por su parte, emigraron al Imperio Persa.

Los vándalos de Genserico llevaban dos años sitiando a Bonifacio en Hipona. La ciudad resistió tanto tiempo gracias a
los suministros que recibía por mar, con la cooperación del Imperio de Oriente. Sin embargo, al final cayó y san
Agustín murió durante el saqueo. Bonifacio escapó a Italia, pero Aecio salió a su encuentro acusándolo de traición, lo
derrotó y lo mató. A partir de este momento Aecio llevó todos los hilos de la política imperial.
Teodosio II envió una flota contra los vándalos dirigida por Aspar. Esta vez no fue tan brillante como lo había sido contra
los persas diez años atrás, y la guerra contra los vándalos se prolongó varios años.

Una flota procedente del reino de Shampa atacó el sur de China.

En 432 un discípulo de Germano fue enviado a Irlanda a proseguir la tarea que éste apenas había iniciado. Se
llamaba Patricio, y era un britano capturado como esclavo treinta años antes. Su labor no pudo ser muy espectacular,
tratándose de un solo hombre, pero creó comunidades cristianas que fueron progresando lentamente entre el paganismo
celta.

Los hunos llevaban unos años en calma. Dominaban vagamente un vasto territorio entre Europa y Asia por el que
diferentes tribus vagaban a sus anchas. Pero en 433 dos hermanos lograron ser reconocidos como reyes por la totalidad
de los hunos. Se llamaban Atila y Bleda. Bajo su dirección la amenaza huna se hizo mucho más peligrosa. Reafirmaron
su dominio sobre los eslavos y algunos pueblos germanos. También atacaron el Imperio Persa, por Sogdiana, pero fueron
rechazados.

Mientras tanto Aecio firmó un tratado de paz con el suevo Hermenerico, con lo que se creó un reino suevo en el noroeste
de Hispania de características similares a las del reino visigodo de Tolosa.

En 434 la flota de Genserico derrotó a la de Aspar, que se vio obligado a retirarse con grandes pérdidas. En 435 los
vándalos obtuvieron de Valentiniano III la condición de federados del Imperio, como lo eran los visigodos.
Los hunos presionaban cada vez más a los germanos. En 436 el rey burgundio Gundicaro murió en combate contra Atila.
Fue sucedido por su hijo Gunderico, quien fue derrotado por Aecio y negoció con él ofreciéndole su apoyo contra los
hunos a cambio de nuevas tierras. Aecio pudo contener también a los francos en un territorio reducido.

Constantinopla seguía convulsionada por el nestorianismo, y las discrepancias resucitaron el caso de san Juan Crisóstomo.
En 437 Pulqueria decidió resolver este problema definitivamente: hizo que Teodosio II revocara la condena contra el
antiguo patriarca, su cadáver se llevó de vuelta a la capital y se le canonizó en una ceremonia en la que Teodosio II pidió
perdón en nombre de sus padres. También fue el año en que Valentiniano III se casó con Licinia Eudoxia, la hija de su
primo Teodosio II y Eudoxia.

En 438 se publicó un nuevo código de leyes en el Imperio Romano de Oriente, conocido como Código de Teodosio.
Hermenerico, el rey de los suevos, se sintió enfermo y abdicó en su hijo Requila. En 439 dirigió varias campañas
militares que le dieron el control del oeste y el sur de Hispania. Genserico se apoderó de Cartago, que se convirtió desde
entonces en la capital del reino vándalo.

Ese mismo año murió el rey persa Bahram V y fue sucedido por su hijo Yazdgard II, que era totalmente mazdeísta, por
lo que el cristianismo volvió a ser perseguido a muerte. La persecución se hizo extensiva hacia los judíos, a los que hasta
entonces no se había molestado, ya que, al contrario que los cristianos, no eran apoyados por ninguna potencia extranjera.

En 440 murió san Sixto, obispo de Roma, y fue sucedido por León. Ingresó muy joven en el clero romano y había pasado
un tiempo con san Agustín. Luego fue consejero de sus predecesores san Celestino y san Sixto. Sin tener la cultura de san
Ambrosio o san Agustín, no cabe duda de que los igualó o superó en vehemencia y no tardó en convertirse en el obispo
más influyente de Occidente. En Roma inició una campaña para acabar con los juegos circenses, a los que consideraba
un resto del paganismo, y fiscalizó estrechamente la administración de los obispos italianos. Es el autor del primer misal
cristiano.

En 441 Yazdgard II rompió la tregua que su padre había firmado con Teodosio II y se reanudaron las eternas querellas
entre los dos imperios. Al mismo tiempo, los hunos atacaron al Imperio Romano y Teodosio no encontró otra forma de
contenerlos que comprometerse a pagar un tributo de setecientas libras de oro anuales, tributo que fue aumentando año
tras año.

Tras la muerte de Hermenerico, su hijo Requila se convirtió definitivamente en rey de los suevos. La expansión del reino
continuó, y en los años siguientes conquistó también la parte oriental de Hispania.

En 442 Genserico tenía preparada una gran flota que causó pánico en el Imperio Romano. Sólo el Imperio de Oriente
tenía una flota capaz de hacerle frente, pero Genserico pactó con los persas y logró que el Imperio Oriental no interviniera.
Valentiniano III tuvo que reconocer el dominio vándalo sobre un territorio aún mayor. Genserico confiscó muchas
propiedades y eximió de impuestos a los propietarios vándalos. No obstante, estableció un sistema legal similar al pactado
entre el Imperio y los ostrogodos: Genserico sólo era rey de los vándalos, mientras que los ciudadanos romanos seguían
regidos por sus propias leyes. De todos modos, una buena parte del clero católico fue desterrada, probablemente para
debilitar a la facción romana.

La emperatriz Eudoxia gozaba de más popularidad e influencia de lo que Pulqueria había previsto, así que la hermana del
emperador inició una campaña de desprestigio. Sobre la emperatriz recayeron diversas acusaciones falsas y
en 443 Teodosio II se vio obligado a decretar su destierro a Jerusalén. Ahora Pulqueria tenía todo el poder en sus manos.

En 443 los burgundios fueron trasladados hacia el sur. Ocuparon Sabaudia (Saboya), fundaron un reino con capital
en Ginebra y se extendieron por las cuencas del Saona y el Ródano hacia el Mediterráneo. El rey se
llamaba Gundioc. Mientras tanto los hunos derrotaron a Aspar junto a las murallas de Constantinopla, que aún no estaban
completamente terminadas.

En 444 murió san Cirilo, el patriarca de Alejandría.

En 445 Atila asesinó a su hermano Bleda. Al parecer, éste ejercía una influencia moderadora sobre Atila, que ahora
desapareció para siempre. La política de Atila se hizo más agresiva.

En 446 China envió una expedición que terminó con los ataques del reino de Shampa.

En 447 murió el rey franco Clodio. Según la tradición fue sucedido por su hijo Meroveo, pero todo lo que se sabe de este
rey parece ser pura leyenda, creada para glorificar a los reyes posteriores de su linaje.

Las murallas de Constantinopla estaban terminadas. Recorrían todo el istmo de la pequeña península sobre la que se
encontraba la ciudad, de modo que era imposible acercarse a ella por tierra sin atravesarlas. En primer lugar había un foso
de casi veinte metros de ancho y siete metros de hondo, que los enemigos tendrían que cruzar a nado o tendiendo puentes,
tras el cual se levantaba un primer muro, no muy alto, preparado para proteger arqueros. Luego venía una segunda muralla
de ocho metros de altura, seguida de una tercera más alta aún, con torres de veinte metros de alto. Esta tercera muralla no
fue atravesada nunca en los mil años siguientes, salvo a través de la traición.
La lucha contra el nestorianismo continuaba. Uno de sus más enconados detractores era un monje de un monasterio
cercano a Constantinopla. Se llamaba Eutiques, y fue tanto su empeño en contradecir el nestorianismo que se pasó al
extremo opuesto: en lugar de admitir que en Jesucristo había dos naturalezas independientes, una humana y otra divina,
afirmó que estaban tan relacionadas que en realidad no se podía decir que fueran dos: Jesucristo sólo tenía una naturaleza
y era divina. Esta doctrina se conoció como monofisismo y contó con el apoyo del patriarca de Alejandría. Por el contrario,
entre sus principales detractores estaban León, el obispo de Roma, y la emperatriz Pulqueria. En 448 lograron que
Eutiques fuera depuesto de su cargo.

El rey suevo Requila murió, y fue sucedido por su hijo Requiario, que, excepcionalmente, era católico en lugar de arriano.
En 449 se casó con una hija del rey visigodo Teodorico I. Por esas fechas se produjo un nuevo levantamiento de los
bagaudas, los campesinos galos que ya habían causado disturbios en otras ocasiones. Ahora invadieron el norte de
Hispania. Requiario y Teodorico I se unieron con el general romano Basilio para aplastarlos.

Mientras tanto el patriarca de Alejandría organizó un sínodo en Éfeso donde León fue condenado y Eutiques rehabilitado.

Sobre 450 Teotihuacán fue saqueada por pueblos extraños que destruyeron los centros de culto. Se inició así su
decadencia cultural. En cambio, la cultura Zapoteca estaba en auge: surgieron nuevas ciudades con grandes centros
ceremoniales con plazas, altares, etc. Entre sus restos también se encuentran grandes cámaras funerarias con antecámaras
y numerosos nichos, decoradas con figuras de sacerdotes ricamente vestidos y figuras de dioses, como Xipe-Totec,
Xochipilli, Cocejo, el dios murciélago, la diosa serpiente, etc.

CLODOVEO
Veamos cómo estaba el mundo civilizado cuando la Europa occidental acababa de entrar en la Edad Media.

El Imperio Chino estaba gobernado por la dinastía Qi. La parte norte estaba ocupada por el reino bárbaro de Wei, que a
su vez servía de pantalla frente a los ataques de varios pueblos bárbaros, especialmente de los Yuan-Yuan. En el sur,
China apoyaba al reino de Fu-nan con la esperanza de que éste dominara al reino de Shampa, pero todos los intentos
resultaban infructuosos. En esta época aparecieron los primeros teóricos de la literatura. Liu Xie escribió el Dragón
clavado en el corazón de la literatura, donde combatió el preciosismo y defendió la tesis de que el objetivo de la literatura
es describir situaciones y sentimientos reales, a la vez que da criterios objetivos para juzgar una obra.

Persia y la India estaban conmocionados por los hunos, si bien Kavad, el hijo del último rey persa, estaba haciéndose con
el control del Imperio gracias a la ayuda de los propios hunos. Durante los últimos años, los cristianos de Persia, Armenia
y el reino árabe de Hira habían adoptado el nestorianismo en su práctica totalidad. Los cristianos nestorianos llevaron de
nuevo a Persia la cultura griega que los sasánidas habían erradicado. También surgió una nueva herejía mazdeísta, creada
por un sacerdote llamado Mazdak. Su doctrina era similar al maniqueísmo, pero propugnaba un modo de vida ascético y
comunista. Denunciaba los intereses de la nobleza y el poderío de los sacerdotes, así que se ganó la enemistad de los dos
poderes del Imperio.

El declive de los hunos en Occidente permitió la expansión de los eslavos. Éstos absorbieron a una parte de los invasores
asiáticos y dejaron de ser los campesinos dóciles a los que habían sometido los cimerios, los sármatas, los ostrogodos, los
hunos y otra vez los ostrogodos. Se convirtieron en guerreros, pero no dejaron de ser campesinos. Mientras los germanos
eran sólo guerreros que esclavizaban a los campesinos que conquistaban, cuando los eslavos conquistaban un territorio
se establecían, formaban familias, labraban la tierra y absorbían a la población nativa. Así, lentamente un amplio territorio
desde los Balcanes hasta las actuales Rusia y Ucrania fue haciéndose eslavo, no en el sentido débil de que estuviera
dominado por una aristocracia eslava, sino que el pueblo se hizo eslavo. Ahora que el Imperio Romano de Oriente se
había librado de la presión germánica al enviar a los ostrogodos hacia Italia, los búlgaros se asentaron junto al Danubio y
se convirtieron en la nueva amenaza bárbara.

Puede cuestionarse si tiene sentido seguir llamando Imperio Romano a un imperio en el que no estaba Roma, pero lo
cierto es que así lo llamaban sus habitantes. Más aún, la capital del Imperio se llamaba Nueva Roma, aunque todo el
mundo la conociera por Constantinopla, la lengua del gobierno era el latín, aunque toda la población hablara griego, y las
instituciones eran las que siempre había tenido el Imperio Romano (salvo en lo tocante a las transformaciones religiosas
que conllevó la adopción del cristianismo).
La polémica más importante a la que tenía que enfrentarse el emperador Anastasio I era la pugna entre el catolicismo y
el monofisismo. Egipto y Asia Menor, liderados por los patriarcas de Alejandría y Antioquía, se habían vuelto
irremediablemente monofisitas para oponerse al patriarca de Constantinopla, y en la capital el clero estaba dividido. Desde
un punto de vista político, el dilema era que apoyar el monofisismo suponía conseguir la lealtad de las provincias, pero
también la ruptura con Occidente (totalmente católico) y, por consiguiente, cerraba las puertas a una posible
reconstrucción del Imperio; por otra parte, apoyar el catolicismo podía facilitar que la población occidental se pusiera de
parte de los ejércitos imperiales si lograban ocupar un territorio, pero a costa de peligrosas tensiones internas. Esta
alternativa no era muy prometedora, pues también estaba la rivalidad entre el papa de Roma y el patriarca de Alejandría,
rivalidad que no se zanjaría aunque ambas Iglesias aceptaran la doctrina católica. Tal vez por ello Anastasio I se decantó
por el monofisismo.

Para colmo de males, esta polémica sobre un asunto teológico que difícilmente podía importarle a un ciudadano corriente
(ni a nadie sensato, en realidad) se vio multiplicada por un fenómeno sociológico. En Constantinopla se habían hecho
muy populares las carreras de carros. Eran el espectáculo nacional, como puede serlo el fútbol en muchos países
contemporáneos. Al principio las carreras se disputaban entre dos equipos, que se distinguían por los colores de sus
trajes: los rojos y los blancos, pero a medida que las carreras ganaron en popularidad surgieron dos equipos más: los
azules y los verdes. Cada aficionado a las carreras apoyaba a un equipo, exactamente igual que cada aficionado al fútbol
de una ciudad con varios equipos se decanta arbitrariamente por uno de ellos. Finalmente, los azules y los verdes se
hicieron mayoritarios, y llegaron a eclipsar a los dos equipos originales. La rivalidad entre los partidarios de uno y otro
equipo creció hasta el punto de que dejó de ser meramente deportiva y se extendió a la política y a la religión. Así, los
azules eran católicos y los verdes monofisitas. Cuando Anastasio se mostró partidario del monofisismo, se encontró con
que media ciudad (los azules) se sintió descontenta y provocaba motines y disturbios cada vez con más frecuencia.

Por esta época los judíos redactaron la Guemará babilónica, unos comentarios a la Mishná que dieron lugar a una segunda
versión del Talmud, por lo que se distingue entre el Talmud de Jerusalén y el de Babilonia. Éste último ha sido el más
difundido y el que ha desempeñado un papel preponderante en la teología judía.
En Occidente, la desmembración del Imperio Romano hizo que cada región corriera una suerte diferente. Sin duda, la
región más privilegiada fue Italia. Bajo el gobierno del que pasó a ser conocido como Teodorico I el Grande, vivió un
periodo de esplendor. Italia nunca había estado tan bien gobernada desde los tiempos de Marco Aurelio. Teodorico
conservó el sistema de gobierno romano, redujo la corrupción, bajó los impuestos, permitió que romanos y ostrogodos
pudieran participar en la vida política con las mismas oportunidades, dragó los puertos, desecó ciénagas, embelleció
Ravena, etc.Incluso surgieron algunas figuras destacadas en el campo de la cultura. Ancio Manlio Torcuato Severino
Boecio había estudiado en Atenas, y el Senado romano lo había designado para parlamentar con Teodorico antes de su
entrada en Roma. El rey godo lo convirtió en su ayudante personal y le confió misiones importantes. Boecio tradujo al
latín obras de Aristóteles y los Elementos de Euclides, comentó obras de Cicerón y también produjo obras originales,
como De los silogismos categóricos, De la división, Fundamentos de la aritmética, Fundamentos de la música, etc.

Flavio Magno Aurelio Casiodoro fue discípulo y amigo de Boecio. Fue tesorero de Teodorico y sus sucesores. Escribió
diversas epístolas con contenido histórico y una Historia de los godos. En el campo de la filosofía destacan Del
alma e Instituciones de las letras divinas y humanas. También escribió una Ortografía.

Teodorico I extendió levemente sus dominios a costa de los burgundios y los visigodos, pero en ningún momento ocupó
un metro cuadrado de tierra imperial. Su política respecto al Imperio de Oriente siempre fue pacífica y conciliadora.

Los territorios ocupados por vándalos, visigodos, suevos y burgundios se caracterizaron por que una aristocracia
germánica arriana dominaba, bien en forma de servidumbre o de esclavitud, a una población católica. En realidad el modo
de vida no cambió mucho con las invasiones, pues estos pueblos mostraron en todo momento un gran respeto por la
cultura romana. Adoptaron el latín y mantuvieron el sistema legal anterior.

No puede decirse lo mismo de los francos, alamanes y otros pueblos germánicos que estaban por llegar. Eran fieros
guerreros que, a lo sumo, podían llegar a ser astutos políticos, como Clodoveo, pero que no tenían ningún interés por la
cultura ni respeto por la civilización romana. Finalmente, la situación más dramática se daba en Britania, donde los
invasores germanos no fueron una minoría. Por el contrario, los jutos, los anglos y los sajones estaban ocupando
masivamente el territorio, desplazando a la población celta nativa, los britanos, que iban siendo paulatinamente
arrinconados hacia el oeste. Los tres pueblos eran muy similares en cuanto a sus costumbres y a su lengua, y así el latín
fue desapareciendo de Britania y fue reemplazado por una lengua germánica que aún tendría que evolucionar mucho para
convertirse en el inglés actual. No se dispone de información detallada de cómo evolucionó la conquista germana en su
primer siglo, pero podemos asegurar que fue una época de terrible caos e inseguridad. En contraste con esta situación, la
población celta de Irlanda conservó intacto su modo de vida. La única perturbación era el lento y pacífico avance de los
monasterios cristianos.

Clodoveo continuaba con su política expansiva. Una vez sometidos los alamanes, el objetivo siguiente eran los
burgundios. Ello suponía romper (según lo previsto) las buenas relaciones entabladas a raíz de su matrimonio con Clotilde.
Fue fácil encontrar una excusa: Clotilde era hija de Chilperico, hermano del rey burgundio Gundebaldo. En el periodo en
que Gundebaldo y sus tres hermanos se disputaban el trono, había tratado de asesinar a Chilperico y a Gundemaro, y
probablemente Clotilde, que era entonces una niña, se salvó de la muerte gracias a la protección de su tío Godegiselo.
Ahora Clodoveo se proponía vengar las afrentas que Gundebaldo había infligido a su adorada esposa Clotilde. Entabló
una alianza secreta con Godegiselo, que se mostró dispuesto a ajustar con su hermano las cuentas que no había podido
pedirle por sí solo unos años antes.

En 500, francos y burgundios libraron una batalla en Dijon. Gundebaldo contaba con unos refuerzos que debía llevar su
hermano Godegiselo, pero éstos nunca llegaron, y así su estrategia se vino abajo y los burgundios fueron derrotados.
Aunque el reino burgundio conservó su casa real, desde ese momento pasó a depender del reino franco de Clodoveo
(Gundebaldo no tardó en vengarse de su hermano, al que derrotó y asesinó ese mismo año). Gundebaldo vio cómo el
clero católico de su reino se ponía de parte de Clodoveo, así que adoptó el catolicismo y convenció a su
hijo Segismundo para que hiciera otro tanto. A partir de ese momento padre e hijo gobernaron conjuntamente.

Clodoveo promulgó un código de leyes conocido como la Ley Sálica. Uno de sus artículos estipulaba que las mujeres no
podían heredar tierras, y tuvo repercusiones sobre los derechos sucesorios de las mujeres en las monarquías europeas de
siglos posteriores.
Por esta época un joven de buena familia llamado Benito de Nursia decidió abandonar Roma, donde había estudiado
retórica, filosofía y derecho, para retirarse a Subiaco, en Italia, donde el monje Román, le impuso los hábitos monásticos.

En 501 el rey persa Kavad estaba ya firmemente asentado en su trono, y prueba de la recuperación del Imperio fue que
pudo declarar de nuevo la guerra al Imperio Romano.

En 502 la dinastía china de los Qi fue derrocada por la de los Liang. Fueron protectores del budismo. El emperador Liang
Wudi convirtió al budismo en la religión oficial del Estado. Hay que decir que el budismo chino había sufrido muchas
transformaciones respecto a sus orígenes en la India. Buda se había convertido en un dios eterno que se había reencarnado
en muchas ocasiones (lo que permitía identificar con encarnaciones de Buda a algunas divinidades locales). También se
creó un Paraíso a disposición de los seguidores de Buda.

También el taoísmo había evolucionado mucho. Los Han lo habían apoyado porque su invitación al quietismo y a la
inactividad era muy conveniente desde un punto de vista político. Pero tanta meditación dio lugar a creencias místicas
cada vez más surrealistas. Se contaba la historia del taoísta Liehtzu, que cabalgaba sobre el viento y podía viajar hasta
quince días impulsado por la brisa. Había hombres que planeaban en el aire entre humo y llamas, un rey fue transportado
al cielo por un mago para contemplar su palacio celestial, y había descripciones de las islas de los inmortales, con plantas
y frutas milagrosas que guardaban de la vejez y de la muerte. También estaba la historia de Chen Tao Ling, que a los
sesenta años recobró la juventud bebiendo dragón azul y tigre blanco, un compuesto que había descubierto cuando subió
al cielo a lomos de un tigre. Muchas sectas taoístas se esforzaban en fabricar oro comestible a partir del cinabrio,
convencidos de que si lo lograban alcanzarían la inmortalidad.

Una prueba de lo bien que marchaban las cosas en Roma era que los partidarios de los dos papas, Símaco y Lorenzo,
podían luchar a muerte sin que nadie les molestara. Los partidarios de Lorenzo llevaban ventaja, hasta el punto de que
Símaco no podía salir a la calle. Teodorico I era arriano, pero intentó poner paz y se decantó por Símaco, y
hacia 505 Lorenzo desistió y Símaco fue reconocido como papa legítimo.
La represión con que el visigodo Alarico II trató de contener a los cristianos favorables a los francos católicos agravó la
situación y puso al reino al borde de la revuelta. Ante la acusación de que el rey no estaba respetando el sistema legal
tradicional por el que se suponía que estaba regida la población, Alarico II se vio inducido a promulgar un nuevo código
de leyes que especificara el marco legal aplicable a la población no visigoda. Este código estuvo terminado en 506 y se
conoce como Código de Alarico. Sus fuentes eran por una parte la legislación romana (principalmente el Código de
Teodosio) y por otra parte los escritos de los jurisconsultos romanos. Teodorico en Italia lo adoptó al poco tiempo con
mínimos cambios.

Mientras tanto Clodoveo ya había consolidado el catolicismo entre los francos y los burgundios, y ahora declaró la guerra
a los visigodos con la excusa de combatir el arrianismo. El ostrogodo Teodorico I trató de mediar entre los dos reyes
aprovechando las relaciones familiares que tenía con ambos: Alarico II estaba casado con la hija de Teodorico I, y éste
estaba casado con una hermana de Clodoveo. No obstante, las negociaciones fracasaron: Clodoveo quería guerra.
En 507 los ejércitos franco y visigodo se encontraron en Vouillé, y aquí Clodoveo obtuvo su mayor victoria. El rey
Alarico II murió en la batalla, y se dice que fue atravesado por la espada del propio rey franco. Los visigodos eligieron
rey allí mismo a Gesaleico, hijo bastardo del difunto rey. Ante el avance de los francos y los burgundios, Gesaleico tuvo
que retirarse hacia el sur y refugiarse en Barcelona. Clodoveo y Gundebaldo se repartieron los territorios visigodos en la
Galia excepto una pequeña parte de la costa mediterránea (la Provenza y una región al este que fue conocida
como Septimania, porque contaba con siete ciudades principales, entre ellas Narbona). Gundebaldo además capturó una
parte del tesoro real visigodo. El reino visigodo quedó limitado a la península ibérica (salvo el reino suevo), Septimania
y la Provenza. Poco después Clodoveo trasladó su capital a París.

Teodorico I comprendió que Clodoveo se había hecho demasiado poderoso y que era necesario pararle los pies. Pese a
todas sus renuencias a emplear la fuerza, estaba claro que no había otra salida. Firmó una alianza con Gesaleico y entre
ambos prepararon un ejército godo unido con el que enfrentarse a los francos. En 508 se libró una batalla en la que
Clodoveo fue derrotado. Clodoveo temió que esta derrota le hiciera perder el apoyo de los francos ripuarios, así que
maniobró de esta forma: en 509 persuadió a Cloderico, el hijo de Sigeberto, el rey de los francos ripuarios, para que
matara a su padre mientras cazaba, luego Clodoveo denunció al asesino y lo hizo ejecutar. Entonces lo tuvo fácil para
ocupar la vacante y convertirse en rey de todos los francos.
El rey visigodo Alarico II había dejado un hijo legítimo, Amalarico, nieto de Teodorico I, que en el momento de la muerte
de su padre contaba tan sólo con nueve años de edad. Por este motivo los nobles visigodos prefirieron a su hermanastro
Gesaleico, pero en 510 Teodorico I argumentó que su nieto era el heredero legítimo del trono, envió a Hispania a su
general Teudis, quien hizo huir a Gesaleico y proclamó rey a Amalarico. Como aún era un niño de doce años, el propio
Teudis actuó como regente en nombre de Teodorico I. Gesaleico tuvo que refugiarse en la corte del rey vándalo
Trasamundo. Ahora Teodorico I gobernaba también Hispania, luego sus dominios constituían aproximadamente la mitad
del Imperio Romano de Occidente. En 511 Gesaleico trató de recuperar el trono, pero murió en el intento. Ese mismo año
Clodoveo convocó un concilio eclesiástico el Orleans, al que acudieron obispos de toda la Galia.

Conviene apuntar que el término "Galia" había quedado en desuso: los francos llamaron Neustria (tierra nueva) a
los últimos territorios conquistados, mientras que sus posesiones originales eran Austrasia (la tierra del este). A su
vez en Neustria cabe distinguir la parte norte, propiamente franca, de la parte sur, la que había sido visigoda, en la que
las costumbres romanas estaban más arraigadas, y que conservó el nombre romano de Aquitania. Neustria y el norte de
Austrasia estaban dominadas por los francos salios, los cuales adoptaron la lengua latina, al igual que los burgundios. En
cambio, los alamanes y los francos ripuarios conservaron su lengua germánica.

A Teodorico I debió de sentarle muy mal que el emperador Anastasio enviara un emisario a Clodoveo para comunicarle
que le había concedido los títulos de Patricio y Cónsul. Clodoveo recibió exultante la noticia. Los títulos en sí no
significaban nada, pero lo que más necesitaba un rey que se las había arreglado para extender su reino a costa de sus
vecinos era legitimidad, y la aprobación del emperador se la estaba concediendo. Indudablemente, Clodoveo era ahora el
monarca más poderoso de Occidente. Remontó su ascendencia a su abuelo Meroveo, del que surgieron toda clase de
leyendas. Por ello la dinastía de reyes francos que en realidad inauguró Clodoveo I se conoce como Merovingia.

El emperador Anastasio prefería al ambicioso, traicionero, bárbaro, despótico y belicoso Clodoveo (pero católico) antes
que al leal, ilustrado y buen gobernante Teodorico I (pero arriano). Ciertamente era un golpe bajo contra el ostrogodo,
que debió de alegrarse cuando se enteró ese mismo año de que Clodoveo había muerto. Tenía cuarenta y seis años, así
que podía haber vivido mucho más. Con su muerte el panorama político cambió drásticamente: el rey que había pasado
toda su vida unificando un reino cada vez mayor, no tuvo ningún reparo en seguir lo que iba a convertirse en costumbre
entre la mayoría de los reyes germánicos: dividirlo entre sus hijos. Los herederos eran cuatro: Thierry, Clodomiro,
Childeberto y Clotario. Thierry era el primogénito (aunque bastardo). Heredó Austrasia (el territorio de los francos
ripuarios y Alamania). Clodomiro recibió la parte central de Neustria, con capital en Orleans. Childeberto heredó la parte
sur y Clotario la parte norte, con capital en Soissons. Borgoña (esto es, el reino Burgundio) siguió en manos de su rey
Gundebaldo

JUSTINIANO
El reinado del emperador Anastasio I fue tranquilo. En lo tocante a la política exterior se limitó a contener a los búlgaros
y a los persas y a mantener relaciones diplomáticas más o menos torpes con los reinos de Occidente. Se concentró en la
administración del Estado y logró acumular un gran tesoro público. Mandó construir una muralla alrededor de
Constantinopla, conocida como la Muralla de Anastasio. También decidió disolver la guardia isauria que había creado
León I, pues estaba adquiriendo demasiado poder. Esto le supuso una guerra en Isauria. Pero los auténticos problemas
empezaron a surgir en 513, cuando Vitaliano, el general que comandaba los ejércitos de Tracia, marchó sobre
Constantinopla para exigir a Anastasio que cesara en su apoyo al monofisismo y defendiera el catolicismo. Obtuvo
algunas promesas, pero como se quedaron sólo en eso, en 514 volvió a la capital, pero ahora secundado por tropas
búlgaras, a las que se suponía que tenía que combatir. Anastasio logró apaciguarlo nuevamente.

Ese año murió el papa san Símaco, y esta vez no hubo disensiones en cuanto a la sucesión. Se nombró papa
a Hormisdas, que resultó ser un enconado defensor del catolicismo frente al monofisismo. Por esta época vivía en un
monasterio de Roma un monje de origen sirio llamado Dionisio el Exiguo, que se dedicó a traducir del griego numerosos
textos religiosos orientales, algunos por encargo del papa.

En 515 murió la emperatriz Ariadna, que al parecer había influido en Anastasio I en favor del monofisismo. Ahora el
emperador decidió que tal vez una política en favor del catolicismo aquietaría los ánimos en la capital al tiempo que le
permitiría mejorar las relaciones con Occidente. Pronto inició una serie de contactos con el papa y otros nobles italianos.
En 516 murió Gundebaldo, el rey de Borgoña, y fue sucedido por su hijo Segismundo, yerno de Teodorico I. Tras su
conversión al catolicismo, tomó medidas contra los arrianos. Fundó el monasterio de San Mauricio para consolidar el
catolicismo y reunió un concilio que condenó el arrianismo.

En 518 murió el emperador Anastasio I. No había un heredero evidente, y la única fuerza armada dentro de la capital
estaba al mando de un general llamado Justino. Cuando sus soldados lo proclamaron emperador, nadie se atrevió a
oponerse. Provenía de una familia de campesinos macedonios, era un rudo soldado sin instrucción, y no hubiera durado
mucho si no hubiera sido por la ayuda de su competente sobrino, Justiniano. Justiniano supo eliminar a todos los
enemigos de su tío y hacerlo popular. Justiniano llevó adelante una política procatólica y persiguió acerbamente el
monofisismo y cualquier otra herejía. Pese a ello, el general Vitaliano volvió a rebelarse, pero nuevamente fue aplacado
con más concesiones.

Finalmente, las Iglesias de Roma y Constantinopla llegaron a un acuerdo. En 519 el papa y el patriarca firmaron
el Formulario de Hormisdas, que reconocía la unidad de la Iglesia Católica. El acuerdo contaba con el beneplácito
imperial y, teóricamente, también con el de Teodorico I, si bien el ostrogodo se sentía cada vez más intranquilo, pues la
población italiana mostraba cada vez más abiertamente su disgusto ante el arrianismo ostrogodo.

En 520 Vitaliano fue nombrado cónsul, pero poco después fue asesinado. Al parecer, Justiniano ya se había cansado de
sus exigencias.

El rey Segismundo de Borgoña estaba casado con una hija de Teodorico I, pero ésta murió y entonces contrajo segundas
nupcias con una hija de Thierry I, el rey de Austrasia, hijo de Clodoveo I. Esta nueva esposa convenció a Segismundo de
que su hijo Sigerico conspiraba contra él, así que Segismundo lo estranguló. Al conocer la muerte de su nieto, Teodorico
I decidió vengarse y se alió con los tres hermanos de Thierry I. Entre todos invadieron Borgoña en 523 y Clodomiro mató
a Segismundo (al parecer, lo arrojó a un pozo junto con su mujer y su hijo). Teodorico I se anexionó algunos territorios
de Borgoña y recuperó el tesoro visigodo del que se había apropiado Gundebaldo, tras lo cual se retiró de la guerra, pero
ésta continuó entre francos y burgundios.
Ese mismo año murió el rey vándalo Trasamundo, y fue sucedido por su hijo Hilderico. Tenía ya sesenta años y había
pasado cuarenta de ellos en Constantinopla, así que su cultura era romana. Decretó la libertad de culto para los católicos
y entabló buenas relaciones con Constantinopla. También murió el papa san Hormisdas, que fue sucedido por Juan I.

Boecio escribió su obra más famosa: la Consolación de la Filosofía, un diálogo entre el autor y la filosofía, representada
como una diosa que acude a consolarlo.

Tras la muerte de Segismundo, el trono de Borgoña pasó a su hermano Gundemaro, que vengó su asesinato derrotando
y matando a Clodomiro en 524. Entonces, sus hermanos Clotario I y Childeberto I se pusieron de acuerdo en asesinar a
todos los hijos de Clodomiro para repartirse su reino. Uno de ellos se salvó, gracias a unos sirvientes. Se
llamaba Clodoaldo, pero no intentó hacer valer sus derechos al trono. En su lugar, se dedicó a la vida religiosa. Años más
tarde fundó un monasterio y tras su muerte fue canonizado.

La antigua Nubia se encontraba ahora dividida en dos reinos: el más septentrional, al sur de Egipto, era el reino
de Nobatia, que se extendía entre la primera y la tercera catarata del Nilo, con capital en Paras; y al sur estaba el reino
de Makuria, con capital en Dongola. Aún más al sur había surgido el reino de Alodia, con capital en Soba.

En los últimos años Abisinia se había expandido hacia el norte, hacia Nubia, y ahora, bajo el rey Kaleb, se lanzó a
conquistar nuevamente el Yemen, teóricamente para ayudar a la población cristiana, perseguida por los reyes de
Himyar durante los últimos cien años. El Yemen se convirtió pronto en un virreinato abisinio.

El emperador Justino había decretado severas medidas contra el arrianismo, medidas que algunos notables italianos
querían poner en vigor también en Italia. Teodorico I se sintió furioso (y con razón: él había dado todas las facilidades al
catolicismo, y ahora se encontraba con la intransigencia más dura contra el arrianismo). Hizo asesinar a algunos
aristócratas acusados de traición. Boecio defendió a uno de los inculpados, el senador Albino, y el resultado fue que él
mismo fue inculpado y torturado hasta la muerte.

Teodorico I intentó negociar una vez más, y en 525 envió a Constantinopla al papa Juan I con la misión de persuadir al
emperador de que suavizara su política religiosa. Justino recibió al papa con todos los honores, e incluso le pidió que lo
coronara, ya que sólo había sido coronado por el patriarca de Constantinopla. Respecto a lo de abandonar el fanatismo,
no se habló nada. A su regreso a Ravena, en 526, Teodorico I lo encerró en prisión, donde no tardó en morir, y él mismo
eligió como sucesor de san Juan I a Félix IV (para algunos Félix III).

Teodorico I murió poco después. Había decidido que su reino pasara a manos de su nieto Atalarico, que tenía sólo diez
años, así que su madre Amalasunta ejerció de regente. Nombró primer ministro a Casiodoro, que fue el que gobernó en
la práctica. No obstante, Teodorico I también había estipulado que el reino visigodo quedara en manos de su otro nieto,
Amalarico, que entonces tenía ya veinticuatro años, con lo que terminó la regencia del general ostrogodo Teudis.
Amalarico estableció la capital del reino en Sevilla.

Ante estos hechos, los reyes francos Clotario I y Childeberto I firmaron la paz con el rey Gundemaro de Borgoña y, en
alianza con Thierry I, atacaron la Provenza, precisamente donde Amalarico había instalado la corte. Tras ser derrotado,
Amalarico tuvo que ceder la Provenza a Atalarico a cambio del tesoro real visigodo. Las posesiones visigodas en la Galia
se redujeron a la Septimania.

En 527 el emperador Justino nombró coemperador a Justiniano y murió poco después. Justiniano se había casado cuatro
años antes con Teodora, que fue coronada emperatriz al mismo tiempo que él. Entre ambos cónyuges hubo siempre una
discrepancia: Justiniano era radicalmente católico y Teodora sentía simpatías por el monofisismo.

En 528 Justiniano nombró una comisión de diez hombres para reorganizar el sistema legal, al frente de la cual puso
a Triboniano, un jurista muy capaz. En 529 estaba terminado el Código de Justiniano, formado por doce tomos con
4.562 leyes, que constituyó la principal referencia jurídica de los siglos siguientes. El código era conservador y se ajustaba
a las tradiciones en la medida de lo posible. Establecía que el emperador tenía poder absoluto y que su palabra era ley,
facilitaba la manumisión de esclavos y la venta de tierras, protegía a las viudas y a los niños. Por otra parte, con las nuevas
leyes el sacrificio a dioses paganos podía comportar la pena de muerte y el converso al cristianismo que recaía en el
paganismo era condenado a la decapitación. A los judíos les prohibía tratar de convertir cristianos o tenerlos como
esclavos. Ese mismo año Justiniano decretó el cierre de la Academia que Platón había fundado en Atenas más de
ochocientos años antes.
Benito de Nursia, en su retiro en el desierto de Subiaco, no había tardado en adquirir fama de santidad, y tuvo numerosos
seguidores a los que había organizado en doce monasterios de doce miembros cada uno. Su comunidad entró en conflicto
con Florencio, sacerdote de una iglesia vecina, y finalmente Benito decidió abandonar el lugar y fundó un gran
monasterio en Montecassino, al sudeste de Roma, sobre las ruinas de un templo pagano. El monasterio se rigió por una
regla redactada por el propio Benito, y no tardó en ser adoptada por otros monasterios, convirtiéndose en el modelo del
monacato occidental. Así surgió la llamada orden benedictina. La regla obligaba a la obediencia, la pobreza y la castidad,
pero desalentaba el ascetismo inútil. Benito no quería que sus monjes fueran mendigos, vagabundos o masoquistas. En
su lugar, los instaba a trabajar, ya fuera en los campos, ya en labores intelectuales. La disciplina era firme, el abad era
elegido de por vida y su autoridad era absoluta. Cada monasterio tenía que autoabastecerse y ser un refugio para la
laboriosidad y el saber.

La guerra contra Persia continuaba. En general, los persas solían ganar las batallas a campo abierto, porque sus ejércitos
eran más numerosos, así que la estrategia romana era evitar tales batallas. En su lugar, los romanos construían sólidas
fortalezas fáciles de defender, con lo que al final ningún bando obtenía resultados definitivos y la frontera era siempre
más o menos la misma. Sin embargo, en 530 destacó un joven general de veintiséis años llamado Belisario. Tras dirigir
varios ataques por sorpresa en Armenia, obtuvo una sorprendente victoria en Dara, al norte de Mesopotamia, contra un
ejército muy superior en cuanto al número de hombres.

Tras la muerte del papa san Félix IV fue elegido como sucesor Bonifacio II, de origen godo. Entre los argumentos
destinados a confirmar la supremacía del papa sobre cualquier otro obispo, ya estaba muy arraigada la teoría según la cual
san Pedro fue el primer obispo de Roma. Se suponía que Jesucristo había confiado a san Pedro la dirección de la Iglesia
(una iglesia que difícilmente podía el nazareno sospechar que se iba a formar), y que a su vez éste había transmitido el
relevo a los subsiguientes obispos de Roma. La iglesia en que oficiaba el papa se dedicó a san Pedro, y se suponía que en
ella estaba enterrado el apóstol. Bajo el pontificado de Bonifacio II se publicó la primera parte del Liber Pontificalis, una
colección anónima de biografías de los papas desde san Pedro hasta Félix IV. Las biografías están noveladas y llenas de
anacronismos. En realidad, de los primeros "papas" que figuran en el libro ningún dato es fiable como no sea el nombre.
La propia presencia de san Pedro en Roma es dudosa y, de ser cierta, difícilmente podría considerársele honestamente
como primer obispo de la ciudad. En cualquier caso, lo cierto es que la lista del Liber Pontificalis determina la numeración
oficial de los papas.

El buen trato que el vándalo Hilderico dispensaba a los católicos fue mal visto por sus hombres, uno de
ellos, Gelimer, encabezó una rebelión de los mauritanos, derrocó a Hilderico, lo encarceló y se convirtió en el nuevo rey.

Una nueva dinastía en el reino de Shampa reconoció la soberanía china, pero esta dependencia fue mal tolerada por
la población. El reino de Fu-nan estaba en su apogeo. Dirigía una talasocracia que aunó diversos poderes locales
unificados por la cultura budista y que mediaba en el comercio entre China y la India.

En 531 murió el rey persa Kavad. Se sabía que su hijo mayor era partidario de la herejía de Mazdak, así que no se le
permitió ascender al trono. El propio Kavad había empezado su reinado apoyando el Mazdakeísmo, pero fue depuesto y
sólo se le dejó recuperar el trono cuando comprendió que el mazdeísmo era la religión verdadera. El nuevo rey fue un
hijo menor de Kavad: Cosroes I, quien, para no dejar duda sobre su religiosidad, se apresuró a ejecutar a Mazdak. La
herejía no desapareció totalmente, pero ya nunca tuvo relevancia. Cosroes I también tuvo que matar a unos cuantos
parientes para evitar una guerra civil, pero esto era casi una tradición ineludible de todo rey persa recién coronado.

Ese mismo año murió Hermanfriedo, el último rey de Turingia. Al parecer, había pedido ayuda al franco Thierry I contra
su hermano Baderico, pero luego se negó a pagarle su colaboración. Entonces Thierry I se unió a su hermano Clotario I
y a los sajones que habitaban al norte de Turingia, derrotaron a Hermanfriedo y, habiéndolo llamado para parlamentar, lo
arrojaron desde lo alto de unas murallas. Thierry I se anexionó la mayor parte de Turingia, mientras que la parte norte se
la quedaron los sajones. Poco después, los sajones se convirtieron también en tributarios de Thierry I.

Por otra parte, el rey visigodo Amalarico había tratado de mejorar sus relaciones con los francos casándose
con Clotilde, hija de Clodoveo I, pero ella era católica y él la obligó a convertirse al arrianismo. Clotilde se quejó a sus
hermanos, Clotario I y Childeberto I, quienes derrotaron a Amalarico cerca de Narbona. Los ejércitos francos penetraron
en la península ibérica siguiendo al rey visigodo, que se refugió en Barcelona, donde murió a manos enemigas.
Los visigodos debieron de quedar satisfechos con la regencia del ostrogodo Teudis durante la minoría de edad de
Amalarico, porque ahora lo eligieron rey. Ciertamente necesitaban un buen general, pues los francos estaban saqueando
el noreste de la península y Teudis tuvo que enfrentarse a ellos.

En 532 murió el papa Bonifacio II y fue sucedido por Mercurio, pero como este nombre pagano no parecía apropiado
para un papa, decidió cambiárselo por el de Juan II, creando así el precedente por el que muchos papas posteriores
cambiarían su nombre al iniciar su pontificado. Éste fue el año en que Dionisio el Exiguo determinó (más o menos) el
año de nacimiento de Jesucristo. Puesto que, según él, había nacido el 25 de diciembre, concluyó que la Inmaculada
Concepción había tenido lugar el 25 de marzo, así que propuso considerar este día como el primero del año. La fecha de
principio de año ya era una cuestión polémica, pues había quien seguía la tradición más antigua de considerar como tal
el 21 de marzo, mientras que otros seguían la propuesta de Julio César y tomaban como primero de año el 1 de enero. A
partir de ahora había una tercera fecha en discordia.

El rey franco Clotario I reanudó la guerra contra el burgundio Gundemaro, al que no tardó en sitiar en Autun.

En Constantinopla, los enfrentamientos entre los verdes y los azules eran cada vez más violentos. Los más belicosos eran
los verdes, pues eran monofisitas y el gobierno ahora era católico. Además, algunas personalidades de la capital
financiaban sus alborotos por diversos fines. Por ejemplo, dos sobrinos del emperador anterior, Anastasio, estaban
resentidos contra la usurpación de Justino y ahora trataban de derrocar a Justiniano. Parece ser que también el jurista
Triboniano tenía intereses para apoyar las revueltas.

Durante un festival en el hipódromo los verdes gritaban quejas al emperador, que permanecía en silencio. Finalmente
Justiniano hizo que un pregonero les ordenara callar. Como no hicieron caso, mandó que les insultaran. Éstos se
enfurecieron más aún y se produjo un diálogo entre el emperador y los verdes que no quedó muy digno para el monarca.
Los verdes tomaron las calles y empezaron a incendiar la ciudad al grito de nika! (victoria), por lo que el incidente se
conoce como la insurrección Nika. Justiniano tuvo que refugiarse en su palacio, que era una fortaleza. En las calles,
algunos ciudadanos coronaron emperador a uno de los sobrinos de Anastasio. En palacio estaba también Belisario, pues
el año anterior había sufrido una derrota ante Cosroes I y había sido llamado a la capital. El palacio tenía una salida al
Bósforo, Justiniano decidió embarcar cuantas riquezas pudieran y huir de la ciudad, pero entonces Teodora replicó (según
se cuenta): "Ahí están tus naves. Por mi parte, me adhiero a la máxima de los tiempos antiguos de que el trono es un
glorioso sepulcro". Ante tanta determinación, el orgullo pudo con Justiniano y decidió quedarse. Consultó a Belisario y
éste consideró que podía hacerse cargo de la situación. Tenía unos tres mil soldados, que llevó discretamente al
hipódromo, donde los verdes se habían reunido para celebrar la victoria. Probablemente estaban medio borrachos. Los
soldados atacaron por sorpresa y en poco tiempo lograron acabar con los amotinados, unas treinta mil personas. Los
sobrinos de Anastasio fueron ejecutados y Triboniano depuesto de sus cargos. Constantinopla estaba ahora a los pies de
Justiniano.

En los disturbios Constantinopla había sufrido graves daños y era necesaria una reconstrucción. Justiniano encomendó la
tarea a dos arquitectos: Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles, que en el curso de varios años remodelaron
drásticamente la ciudad. Además de hermosas iglesias, palacios y obras de arte, Constantinopla disponía de hospitales
gratuitos, lugares de beneficencia para los pobres, brigadas contra incendios, alumbrado público, alcantarillado,
suministro de agua, así como cisternas con agua de reserva y graneros para usarlos en caso de asedio. Era sin duda la
ciudad mejor organizada del mundo, y su población ascendía a unos seiscientos mil habitantes. En algunos momentos de
su historia llegó hasta el millón.

LA CONQUISTA DE OCCIDENTE
Justiniano decidió emplear la capacidad de su general Belisario para fines más ambiciosos que la estéril guerra contra
Persia. Por ello en 532 firmó con Cosroes I la que se llamó "paz eterna". El rey persa estaba pensando en reorganizar su
Imperio, y para ello también le convenía la paz, así que firmó encantado sin tratar de aprovecharse de su última victoria.
Cosroes I realizó un censo en el Imperio y estableció un nuevo sistema de impuestos. Adquirió una sólida fama de monarca
culto, justo y tolerante. De hecho, fue conocido como Cosroes el Justo. Su fama llegó a oídos de los filósofos atenienses
que se habían quedado sin saber qué hacer tras el cierre de la Academia. Decidieron emigrar a Persia y allí fueron bien
recibidos.
El plan de Justiniano era nada menos que reconquistar el Imperio Romano de Occidente. Su primer objetivo fue África,
pues tenía una clara excusa para intervenir: el rey Gelimer tenía prisionero a su predecesor Hilderico, que había sido
aliado del Imperio. Justiniano exigió a Gelimer que le entregara a Hilderico, pero la respuesta del vándalo fue ejecutarlo.

En 533 Justiniano dotó a Belisario de una flota de unas quinientas naves, que transportaban quince mil soldados y otros
tantos marineros, cinco mil caballos y todos los suministros necesarios. Era una fuerza mucho menor que la que León I
había enviado a África medio siglo antes, pero esta vez el mando lo tenía un buen general. Belisario tomó todas las
precauciones para que la población católica de África se pusiera de su lado. Además las fuerzas vándalas estaban
divididas, y una buena parte de ellas se encontraba en Cerdeña cuando Belisario desembarcó cerca de Cartago. Belisario
entró en la ciudad y prohibió a sus hombres el saqueo. Luego se produjo una segunda batalla contra las tropas que habían
regresado de Cerdeña apresuradamente. Gelimer tuvo que huir y refugiarse entre los mauritanos, pero finalmente se
entregó a condición de que se respetara su vida y la de su familia.

Mientras tanto Triboniano fue readmitido en sus funciones, pues había dejado a medias nuevos trabajos jurídicos y era
poco menos que indispensable. Preparó cincuenta tomos de opiniones legales de juristas prestigiosos de los siglos II y III
(la edad de oro del derecho romano), destinadas a orientar a los jueces en la interpretación de las leyes. También redactó
un manual para estudiantes.

Ese mismo año murió san Remigio, el obispo de Reims que había bautizado a Clodoveo I.

En 534 Gelimer fue llevado a Constantinopla, donde figuró en el triunfo de Belisario. Luego recibió dominios en Galacia,
donde se retiró con su familia. África pasó a formar parte nuevamente del Imperio Romano. Los vándalos se diluyeron
entre la población y desaparecieron de la historia. El arrianismo fue erradicado de la región.

Finalmente, Clotario II, con la ayuda de su hermano Childeberto I, acabó con el rey burgundio Gundemaro. Entre los dos
se repartieron Borgoña, que quedó así incorporada a Neustria. Ese mismo año murió Thierry I y fue sucedido por su
hijo Teodeberto I. Había ayudado a sus tíos en la guerra contra Gundemaro, por lo que parte de Borgoña quedó bajo su
dominio.
El joven rey ostrogodo Atalarico enfermó y murió antes de alcanzar la mayoría de edad. Su madre, Amalasunta, no podía
seguir gobernando en solitario, así que inmediatamente se casó con un primo suyo, sobrino de Teodorico I,
llamado Teodato. Sin embargo, en 535 Teodato encarceló a Amalasunta y poco después la hizo estrangular. Era la excusa
perfecta para Justiniano, que al conocer la noticia se apresuró a enviar a Belisario contra Italia. Desembarcó en Sicilia,
donde, al igual que había sucedido en África, logró el apoyo popular contra los visigodos.

Mientras tanto murió el papa Juan II y fue sucedido por Agapito I que, amenazado por Teodato, huyó a Constantinopla.
Belisario pasó a Italia y logró avanzar hasta Nápoles sin encontrar apenas resistencia.

La emperatriz Teodora influía cada vez más en Justiniano en favor del monofisismo. Tenía un buen argumento, pues tanto
Egipto como Asia Menor eran mayoritariamente monofisitas, por lo que cualquier gesto del emperador en favor del
monofisismo sería sin duda bien recibido y potenciaría la lealtad de estas regiones. En 536 murió el papa san Agapito y
la emperatriz Teodora propuso como nuevo papa al monofisita Vigilio, que marchó a Roma para ocupar el cargo, pero
allí el clero romano había elegido a Silverio, hijo del papa Hormisdas, quien contaba con el apoyo de Teodato.

Los francos aprovecharon los problemas de los ostrogodos con el Imperio y no tardaron en apoderarse de la Provenza,
que pasó a formar parte de Neustria. Belisario capturó Nápoles y Teodato tuvo que huir a Ravena, desde donde solicitó
una negociación, pero sus hombres lo asesinaron y nombraron rey a Vitiges, que había sido ministro de Amalasunta. El
nuevo rey trató de legitimar su posición casándose con Matasunta, nieta de Teodorico el Grande. Reunió un ejército en
Ravena, pero no pudo impedir que Belisario tomara Roma. Aquí entraron en conflicto los dos papas, Silverio y Vigilio I.
El primero defendía el catolicismo y el segundo el monofisismo. Teodora trató de que Silverio desautorizara el concilio
de Calcedonia y, ante su negativa, logró que fuera desterrado en 537, tras lo cual no tardó en morir. Vigilio I fue
finalmente reconocido como papa y condenó a su predecesor, san Silverio. Vitiges puso sitio a Roma.

La rebelión de Nika había destruido la basílica de Constantino, la principal iglesia de Constantinopla. Después de cinco
años una nueva iglesia estaba lista para su inauguración. Era la iglesia de Santa Sofía, esto es, la iglesia de la Sabiduría
Divina. Fue construida sobre las ruinas de la anterior, pero sobre un perímetro mayor. Los muros eran de mármol pulido
de varios colores, contaba con columnas talladas en piedras diversas, entre ellas un feldespato de color rojo púrpura
llamado pórfido y un mármol verde veteado llamado mármol serpentino. En la decoración destacaba un nuevo arte que
se había desarrollado bajo el reinado de Justiniano: el mosaico. Se trataba de figuras formadas con pequeños trozos de
vidrio de colores o de vidrio trasparente sobre hojas de oro. Pero lo más espectacular era la cúpula. Desde hacía unos
cuarenta años, los arquitectos de Asia Menor habían perfeccionado una técnica para colocar una cúpula hemisférica sobre
un soporte cuadrado, de modo que la parte inferior de la cúpula podía perforarse con muchas ventanas sin perder su
estabilidad. La cúpula de Santa Sofía era tan grande y tenía tantas ventanas que todo el interior de la iglesia recibía la luz
del sol y los mosaicos brillaban en un sorprendente juego de luces. Se cuenta que cuando Justiniano la vio acabada
gritó "¡Salomón, te he superado!".

En Japón la dinastía del Yamato había ido asimilando paulatinamente la cultura china a través de Corea. Así llegó a la
isla la elaboración de la seda, la escritura, el papel, la cerámica barnizada, la arquitectura y algunos elementos de la cultura
confucionista y taoísta. En un momento dado, el soberano cambió su título (miyatsuko) por el título chino de
emperador (tenno). Unos dos siglos más tarde el emperador japonés encargó la redacción de un par de obras "históricas"
con el fin de legitimar su dominio. En ellas se relata que el Imperio fue creado por Jimmu, que era nieto de Amaterasu,
la diosa del Sol. Así, el Imperio Japonés resulta ser el estado más antiguo del mundo, con una línea imperial ininterrumpida
que se remonta a los primeros padres, Izanagi e Izanami a través de Amaterasu, la diosa del Sol, que instituyó el Imperio
por decreto divino y dio superioridad al emperador por encima de todos los demás. Esta historia figuraba todavía en los
libros de texto oficiales de la escuela primaria japonesa a mediados del siglo XX.

El año 538 se considera el inicio del periodo histórico japonés. Fue el año en que el budismo se convirtió en religión
oficial, aunque también pervivió la vieja religión animista. Muchos aristócratas japoneses iban a estudiar a China,
mientras que los monjes budistas coreanos se instalaban en la corte japonesa. Esto produjo tensiones sociales que se
canalizaron a través de la rivalidad entre dos clanes: el clan Soga, favorable al budismo y a la cultura china, y el
clan Mononobe, partidario de los cultos indígenas y del aislamiento político del Yamato.

Por esta época, un misionero britano llamado Gildosio, que había estado predicando el cristianismo por Irlanda y Britania,
se retiró a la isla de Houat, donde atrajo pronto seguidores y fundó el monasterio de Rhuis.
Belisario resistía en Roma el asedio de Vitiges. Parece ser que Justiniano no le envió los refuerzos necesarios. Esto puede
interpretarse como signo de que el emperador recelaba de un general excesivamente victorioso, pero también pudo
deberse simplemente a que Justiniano pretendía seguir la estrategia que caracterizó al Imperio oriental a lo largo de toda
su historia: obtener victorias con pocos recursos a base de evitar enfrentamientos directos. En cualquier caso lo cierto es
que se generó una tensión entre Belisario y Justiniano. El emperador envió a Roma a Narsés, un eunuco que se había
ganado la confianza de Justiniano durante la insurrección de Nika y que desde entonces se había convertido en el hombre
más influyente de Constantinopla, después de los propios Justiniano y Teodora. Belisario consideró que Narsés no era
más que un espía, y no se llevó bien con él. Logró que Vitiges abandonara el asedio y en 539 fue él quien puso sitio a
Ravena.

Mientras tanto, el franco Teodeberto se lanzó al saqueo sobre Italia y logró varias victorias tanto contra los ostrogodos
como contra el ejército imperial.

En 540 Narsés tuvo que volver a Constantinopla. Vitiges acababa de solicitar la rendición, pero según la versión que
Narsés llevó al emperador (no está claro que sea cierta), Vitiges había ofrecido su rendición ante Belisario, no ante
Justiniano. Entonces Justiniano envió sus propios negociadores para tratar con los ostrogodos por encima de Belisario.
Ofreció un reparto de Italia: el sur para el Imperio, el norte para los ostrogodos. Belisario no aceptó estos términos y
estrechó el asedio, hasta que los ostrogodos tuvieron que rendirse incondicionalmente. Justiniano otorgó a Vitiges el título
de patricio y le dio unas tierras en Asia Menor.

Mientras tanto, los persas, conscientes de que Justiniano estaba demasiado implicado en el Oeste para poder ocuparse
debidamente del Este, invadieron Siria sin previo aviso y llegaron hasta el Mediterráneo. Pusieron sitio a Antioquía y
ofrecieron respetarla a cambio de media tonelada de oro. La oferta fue rechazada, así que la ciudad fue saqueada.

En 541 los ostrogodos eligieron rey a Erarico, pero fue apuñalado al poco tiempo en un banquete. El nuevo rey pasó a
ser Totila. Justiniano destinó a Belisario al frente persa, y Totila aprovechó la circunstancia para tratar de reconstruir el
reino ostrogodo. Ese mismo año Justiniano emprendió ciertas reformas administrativas en el Imperio, entre las que estuvo
la eliminación definitiva del consulado. Hacía ya siglos que el consulado era un cargo meramente honorífico, sin ninguna
función real, y ahora, después de más de mil años de su institución, desaparecía para siempre.

Mientras tanto el duque visigodo Teudiselo logró expulsar definitivamente a los francos de la península ibérica. El rey
Teudis, alarmado por la expansión de Justiniano, tomó la plaza africana de Septem (Ceuta) en 542, si bien pronto fue
reconquistada por el ejército imperial. Belisario logró detener el avance del rey persa Cosroes I. Mientras tanto
Constantinopla tenía que hacer frente a la primera de una serie de epidemias de peste bubónica que iban a castigarla
durante los años siguientes.

La labor de Belisario frente a los persas se vio nuevamente entorpecida por las tensiones con el emperador. En 543 se le
ordenó volver a Constantinopla. Mientras tanto Totila conseguía cada vez más éxitos en Italia, que culminaron con la
toma de Cumas y Nápoles.

El cristianismo estaba penetrando lentamente en Nubia. Un misionero monofisita llamado Julián convirtió al rey de
Nobatia, mientras que el reino de Makuria no tardó en aceptar el cristianismo bizantino. En cambio, más al sur, en Alodia,
triunfó también el monofisismo.

En 544 Totila puso sitio a Roma y Justiniano tuvo que enviar a Belisario de nuevo a Italia.

En 545 murió, retirada en un convento, santa Clotilde, la viuda del rey franco Clodoveo I. También murió el jurista
Triboniano, que fue recordado como "el más sabio de su tiempo". Los persas firmaron finalmente la paz con el Imperio,
si bien Justiniano tuvo que entregar para ello una tonelada de oro.

En 546 Totila asedió Roma por segunda vez, y ahora logró ocuparla sin que Belisario pudiera evitarlo, pues su ejército
era sin duda alguna inadecuado. Aquí acabó la suerte de Roma. Los ostrogodos derribaron sus murallas y destruyeron sus
acueductos. La ciudad se quedó sin su agua corriente y su alcantarillado. Las tierras altas se quedaron sin agua y las bajas
se convirtieron en marismas plagadas por la malaria. En 547 Belisario logró tomar Roma. Ese mismo año murió san
Benito, el fundador de la orden benedictina.
Justiniano había realizado un nuevo gesto de acercamiento a los monofisitas al condenar la obra de tres obispos a los que
los monofisitas acusaban de nestorianos. Eran Teodoro de Mopsuesto, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa. Los tres
habían muerto años atrás. La medida fue bien recibida en Oriente, pero en la propia Constantinopla y en Occidente suscitó
una polémica conocida como el asunto de los tres capítulos. El problema era que Teodoreto de Ciro había destacado en
el concilio de Calcedonia, donde se había condenado el monofisismo, por lo que en Occidente se entendía que al condenar
su obra se ponía en entredicho la resolución del concilio. Justiniano logró que el patriarca de Constantinopla ratificara la
prohibición, y a continuación llamó a la capital al papa Vigilio, para que hiciera otro tanto. La actitud de Vigilio fue
ambigua, pero en 548 ratificó la condena. Poco después, un concilio celebrado en Cartago excomulgó al papa. Vigilio,
asustado, se retractó de su decisión, pero con ello no evitó que el obispo de Aquilea (Italia) negara la autoridad papal. La
polémica se paralizó momentáneamente a raíz de la muerte de la emperatriz Teodora.

También murió el rey de Austrasia Teodeberto I, que fue sucedido por su hijo Teodebaldo. Mientras tanto, Belisario,
frustrado por la falta de recursos, solicitó dejar Italia y regresar a Constantinopla, donde pasó a dirigir la guardia imperial.
Totila no tardó en recuperar Roma. A finales de año murió asesinado el rey visigodo Teudis, y fue sucedido por su general
Teudiselo, pero apenas un mes después, ya en 549, fue también asesinado en un banquete. El nuevo rey fue Agila, pero
su reinado se vio enturbiado por numerosas conspiraciones de la nobleza visigoda.

Los filósofos griegos que marcharon a Persia cuando Justiniano cerró la Academia de Atenas se encontraron con que
Persia no era lo que habían esperado. Cosroes I no los persiguió, pero tampoco se ocupó mucho de ellos, así que decidieron
volver a Grecia. Para ello recibieron la ayuda del rey, que negoció con Justiniano para que les permitiera volver (aunque
se les mantuvo la prohibición de enseñar). Cuando murieron, pocos años después, con ellos murió el paganismo griego.

En 550 el rey ostrogodo Totila extendió sus conquistas por el sur de Italia y dominó las islas: Sicilia, Córcega y Cerdeña.

EL APOGEO DE JUSTINIANO
La región de Chen-la (la actual Camboya), que hasta el momento era tributaria del reino de Fu-nan, se rebeló contra éste
y la larga lucha que siguió fue debilitando su poderío.
Britania llevaba ya siglo y medio sumida en el caos. Desde que las legiones romanas abandonaron la isla, los britanos
tuvieron que enfrentarse por sí solos a los pictos y los escotos primero, y a los invasores jutos, anglos y sajones poco
después. La situación era muy diferente a la del resto de las antiguas provincias romanas: mientras en ellas los invasores
germánicos fueron una minoría que no tuvo grandes dificultades en suplantar a la aristocracia romana, asimilando la
lengua y las costumbres de la población conquistada, Britania fue invadida por una cantidad mucho mayor, en proporción,
de germanos, los cuales desplazaron a la población nativa, arrinconándola paulatinamente hacia el oeste y hacia el norte.
El documento histórico más antiguo que se conserva sobre este periodo es el De excidio et conquestu Britanniae, escrito
por Gildosio alrededor de 550. En su libro relata una gran victoria obtenida por los britanos hacia principios de siglo en
un lugar desconocido llamado Monte Baden. El caudillo britano se llamaba Ambrosio Aureliano, que dio origen a una
leyenda que fue creciendo con el paso del tiempo.

Dejando de lado las leyendas, lo cierto es que a mediados del siglo VI los jutos estaban asentados alrededor de Kent. Los
sajones habían formado varios reinos: Essex (East Seaxe, sajones del este), con capital en Londres, Sussex (South Seaxe,
sajones del sur), con capital en Chichester, y Wessex (West Seaxe, sajones del oeste), con capital en Winchester. Por
su parte, los anglos habían formado el reino de Anglia Oriental y, mucho más recientemente, los reinos de Deira, con
capital en York, y Bernicia, con capital en Bamburgh.

Mientras tanto Persia pasaba por un periodo de esplendor. El rey Cosroes I reorganizó la administración del Imperio,
dividiéndola en cuatro distritos principales. Estableció un sistema de impuestos basado en un censo de propiedades,
restauró el sistema de canales de Mesopotamia y protegió la cultura, no sólo la nativa, sino también la extranjera (filósofos
griegos, cristianos nestorianos, etc.) Hubo un considerable intercambio comercial y cultural con la India. La literatura y
los tratados médicos indios entraron en Persia. Bajo el reinado de Cosroes I también se difundió por Persia el ajedrez, un
juego de origen indio. La palabra persa para "rey" es Shah, de donde deriva la palabra "jaque". La expresión jaque-mate
también procede del persa (shah mat, el rey ha muerto).

El secreto de la seda llegó a Constantinopla. Durante siglos, la naturaleza de la seda había sido un misterio para Occidente,
pero Justiniano logró sobornar a unos monjes chinos que no sólo le revelaron el secreto, sino que incluso regresaron a
China y desde allí volvieron con huevos de gusanos de seda ocultos en cañas de bambú. Constantinopla inició entonces
su propia producción de seda. De esos gusanos de contrabando descienden todos los gusanos usados en Europa en la
producción de seda hasta tiempos modernos.

En el norte de China, el reino Wei se había fragmentado en dos mitades. La mitad oriental pasó a manos de la dinastía
Qi, que había sido derrocada años antes en el sur.

En 551 un noble visigodo llamado Atanagildo se rebeló contra el rey Agila con el apoyo de la población católica. El
reino visigodo cayó en la guerra civil. Mientras tanto Narsés se reveló como un capaz general luchando contra los
búlgaros, así que en 552 Justiniano decidió enviarlo a Italia contra los ostrogodos. A diferencia de Belisario, Narsés
contaba con la confianza del emperador, por lo que pudo disponer de un mejor ejército y no tardó en derrotar a Totila
en Tadinae. Tras su muerte, los ostrogodos eligieron rey a Teias, que trató de reconstruir el ejército y tomar Cumas,
donde Totila había encerrado sus tesoros, pero no tardó en ser derrotado por Narsés, con lo que el reino ostrogodo se
descalabró definitivamente y no tardo en formar parte nuevamente del Imperio Romano. Narsés se convirtió en el nuevo
gobernador de Italia.

En 552 un pueblo tributario de los Yuan Yuan se sublevó contra sus dominadores y se adueñó del imperio de las estepas.
Eran los turcos, dirigidos por dos hermanos, Bumin e Istemi. El primero murió ese mismo año, pero Istemi continuó su
obra y asumió el título de Kagan. Los Yuan Yuan tuvieron que desplazarse hacia Occidente como antaño habían hecho
sus parientes los hunos. En Occidente fueron conocidos como los ávaros. Invadieron los territorios de los eslavos, los
cuales a su vez presionaron sobre el Imperio Romano en los Balcanes.

En 553 Justiniano convocó un concilio en Constantinopla para abordar nuevamente el asunto de los "tres capítulos". El
papa Vigilio propuso una solución intermedia, por la que se condenarían sesenta proposiciones de Teodoro de Mopsuesto,
pero se absolvería a Teodoreto e Ibas. Justiniano amenazó a Vigilio con el destierro, así que el papa se convenció de que
Justiniano tenía razón, y ratificó de nuevo la condena contra los tres obispos.

En 554 el visigodo Atanagildo pidió ayuda a Justiniano contra Agila. El emperador envió tropas bajo el mando
de Liberio, con cuya ayuda Atanagildo derrotó a Agila cerca de Sevilla. El rey se retiró a Mérida, donde fue asesinado
por sus hombres en 555. Los visigodos reconocieron a Atanagildo como rey, pero ahora Hispania estaba ocupada por los
soldados de Justiniano, así que Atanagildo tuvo que ceder al Imperio la parte sur y este de la península, con lo que el reino
visigodo se redujo a un pasillo central entre los suevos y las fuerzas imperiales. En particular los visigodos perdieron su
capital, Sevilla, por lo que la corte se trasladó a Toledo. Atanagildo fue tolerante con los católicos, que le habían apoyado
frente a Agila. El Imperio de Justiniano llegó así a su máxima extensión.

Ese mismo año murió el papa Vigilio en su viaje de regreso a Roma, desde Constantinopla. Justiniano impuso como
nuevo papa a Pelagio I, que, pese a haber nacido en Roma, fue muy mal aceptado en la ciudad. Pelagio I trató de acercar
las posiciones entre Roma y Constantinopla, pero no tuvo mucho éxito.
También murió Teodebaldo, el rey de Austrasia. Como no tenía descendencia masculina, su reino pasó a manos de
Clotario I. Childeberto incitó a Chramno, hijo de Clotario I, para que se sublevara contra su padre, pero tuvo que huir y
refugiarse en Bretaña, bajo la protección del conde Conobrio. Clotario I venció y mató a Conobrio, capturó a su hijo y
lo hizo estrangular y quemar junto con toda su familia.

Una parte de los Yuan Yuan que huía de los turcos cayó sobre el norte de China y desmembró el Estado Wei en pequeños
reinos que combatieron entre sí. La parte oriental siguió en manos de la dinastía Qi, mientras que la mayor parte del reino
Wei occidental pasó a la dinastía Zhou.

En 558 Childeberto murió sin descendencia, por lo que todo el reino franco quedó unificado de nuevo bajo Clotario I,
como lo había estado en tiempos de su padre Clodoveo I.

Un terremoto destruyó la cúpula de Santa Sofía, pero Justiniano ordenó que se construyera otra aún mayor. Cuando llegó
el invierno, una inusitada ola de frío heló el Danubio, lo que permitió a los ávaros y eslavos cruzar el río fácilmente y
arrollar a la escasa guardia imperial que custodiaba la frontera. Los bárbaros avanzaron hacia Constantinopla, que estaba
prácticamente indefensa, pues sus ejércitos estaban dispersos por Italia, Hispania y África.

Justiniano tuvo que recurrir una vez más al leal Belisario, que tomó como base de su defensa a los trescientos guardias
del palacio, a los que sumó varios escuadrones de ciudadanos enrolados a la fuerza. Requisó los caballos de los ciudadanos
adinerados y hasta de los circos. En 559 se enfrentó a los atacantes. Belisario sabía que no tendrían más estrategia que un
ataque directo, así que puso a sus mejores hombres para contener dicho ataque y se aseguró de golpear al mismo tiempo
por ambos flancos. Los bárbaros, tal vez ya atemorizados por la fama del Imperio, no tardaron en retirarse.

Los suevos eligieron rey a Teodomiro. La historia de los suevos durante los cien años precedentes a esta fecha es
prácticamente desconocida. Teodomiro probablemente llegó al poder con el apoyo de los católicos, pues poco después se
convirtió al catolicismo y el reino suevo pasó a ser oficialmente católico. El reino visigodo era ahora el último reducto
del arrianismo.
En 560 los turcos son mencionados por primera vez en documentos persas. Por esta época los turcos habían absorbido
los reinos tocarios, restos del antiguo Imperio Kusana. Al parecer, los persas se aliaron con los turcos para deshacerse
de los hunos, ya en decadencia, lo que permitió al Imperio Persa extenderse por Sogdiana. Los turcos se convirtieron en
los nuevos vecinos de los persas, y éstos pronto descubrirían que no eran mejores vecinos que los hunos

Por esta época subieron al trono en Britania los primeros reyes de los que tenemos un mínimo conocimiento
histórico: Ethelberto de Kent y Elli de Deira.

En 561 Justiniano cayó enfermo y se difundieron rumores sobre su muerte. Cuando se vio que eran falsos, comenzaron
las conspiraciones entre los aspirantes a la sucesión. Justiniano logró cortarlas de raíz. Varios hombres de la familia de
Belisario estuvieron implicados, y fueron torturados hasta la muerte. Acusaron al propio Belisario, que, tras ser declarado
culpable en un juicio, se le confiscaron los bienes y se le sometió a un arresto domiciliario.

Tras la muerte del papa Pelagio I fue elegido Catelino, que cambió su nombre por el de Juan III. Trató en vano de
resolver el cisma de Aquilea, originado a raíz del asunto de los tres capítulos.

El Clodoveo I había convertido al reino franco en la mayor potencia de Occidente, pero su amenaza se disolvió tras su
muerte, a causa del reparto que hizo del reino entre sus hijos. Gracias a este desmembramiento y a las subsecuentes peleas
internas entre los reyes francos, los visigodos y los ostrogodos pudieron resistir mucho más fácilmente. Ahora el reino
franco volvía a ser una amenaza, nuevamente unido bajo Clotario I, pero la historia se repitió: Clotario I murió dejando
siete hijos de varias esposas. Los cuatro mayores asesinaron a dos de sus hermanastros y se las arreglaron para excluir de
la herencia a un tercero, Gramna. Dividieron el reino en cuatro partes y se las adjudicaron a suertes. El
mayor, Cariberto, se quedó con la parte oeste, con capital en París. El segundo, Gontrán, se quedó con
Borgoña. Chilperico I se convirtió en rey de Neustria, con capital en Soissons. Finalmente, Sigeberto I heredó Austrasia,
con capital en Metz. Clotario I tenía además una hija, Clotsvinda, que pronto se casó con el rey
lombardo Alboíno, elegido ese mismo año.
En 562 el Yamato japonés fue expulsado de Corea. Desde entonces China y Japón se disputaron su influencia en la
península. El reino de Paikche aceptó a Japón como aliado, mientras que el de Silla buscó el apoyo de China contra
Kokuryo.

Desde los tiempos de san Patricio, la iglesia céltica irlandesa se había desarrollado notablemente y los monasterios
florecían por toda la isla. La iglesia céltica había permanecido aislada del continente durante mucho tiempo, por lo que
sus tradiciones diferían en algunos aspectos de la tradición romana. En 563 un monje irlandés llamado Columba recibió
del rey de Dalriada una pequeña isla llamada Iona, en la costa escocesa. Allí levantó una iglesia y un monasterio, desde
donde se dedicó a convertir al cristianismo a los salvajes pictos.

En 564 la presión popular obligó a Justiniano a indultar a Belisario y devolverle sus propiedades, pero éste murió poco
después, en 565. Unos meses después moría Justiniano. Durante todo su reinado, no tuvo más dedicación que el gobierno.
Llegó a ser llamado "el emperador que nunca duerme", pues apenas dormía, y prácticamente se abstuvo de toda clase de
placeres. No tuvo hijos ni había designado heredero. Tenía siete sobrinos, pero sólo uno de ellos estaba en Constantinopla
cuando murió el emperador. Se apresuró a hacerse coronar por la guardia de palacio y corrió al hipódromo para ser
aclamado por el pueblo. Así se convirtió en el nuevo emperador, con el nombre de Justino II.

Narsés gobernaba Italia con mano dura, y Justiniano no había dejado de recibir quejas sobre él, de las que siempre había
hecho caso omiso. Probablemente Justino II quiso asegurarse la lealtad de Italia cambiando la situación, así que no tardó
en destituir al que había sido hombre de confianza de su predecesor. Se cuenta que lo hizo de forma brutal, enviándole
un mensaje en que le instaba a dejar la guerra en manos de los hombres y a que se uniera a las mujeres de palacio,
limitándose a tejer (en alusión a su condición de eunuco).

En 567 murió sin descendencia el rey franco Cariberto, y sus tierras pasaron a manos de su hermano Chilperico. Sigeberto
I vio con preocupación el repentino aumento del poder de Chilperico, así que ese mismo año contrajo matrimonio
con Brunilda, hija del rey visigodo Atanagildo. De este modo, en caso de guerra con Chilperico, Sigeberto I podría contar
con el apoyo visigodo. Brunilda era arriana, pero aceptó convertirse al catolicismo sin problemas. Chilperico comprendió
el juego y no tardó en contraatacar. Aunque ya estaba casado, logró que la Iglesia invalidara el matrimonio y se apresuró
a casarse con Galsvinta, hermana de Brunilda. En este caso el matrimonio fue una mera estratagema, pues en realidad
Chilperico estaba enamorado de Fredegunda, una sirvienta de palacio. Sin embargo, antes de que acabara el año moría
Atanagildo, con lo que ambos matrimonios perdieron gran parte de su valor. Los visigodos eligieron rey a Liuva
I. Fredegunda no tardó en asesinar a Galsvinta y a Chilperico no debió de disgustarle mucho la iniciativa, pues pronto se
casó con Fredegunda.

Los ávaros habían llegado hasta el Elba, y allí entraron en contacto con los gépidos y los lombardos, que hacía tiempo
que peleaban entre sí. Ambos trataron de lograr el apoyo de los ávaros frente a su rival, y al final lo consiguió el rey
lombardo Alboíno, que selló una alianza con el kaghan Baián, y entre ambos destruyeron a los gépidos. Alboíno mató al
rey gépido Cunimundo, y se casó con su hija Rosamunda, con lo que se convirtió en rey de los gépidos. Se cuenta que
Alboíno convirtió el cráneo de Cunimundo en una copa para beber. Sin embargo, Alboíno vio que su pueblo no tardaría
en ser dominado por los ávaros, así que decidió cambiar la servidumbre hacia los asiáticos por un futuro de aventuras en
Italia. En 568 los lombardos invadieron Italia, donde hicieron una carnicería entre los católicos, pues ellos eran arrianos.
Ese mismo año murió Narsés, que había permanecido en Italia tras su destitución.

En 569 Leovigildo, el hermano del rey visigodo Liuva I, se había casado con Golsvinta, la viuda de Atanagildo, y
reclamaba el trono. Tenía gran personalidad y muchos partidarios, así que Liuva I no quiso enfrentarse a él y decidió
repartirse el reino con su hermano. Liuva I conservó la parte noreste del reino, y Leovigildo se quedó con el resto.
En 570 Leovigildo atacó al rey suevo Teodomiro, que murió ese mismo año y fue sucedido por Miro. Luego Leovigildo
se volvió contra las posesiones imperiales en Hispania. Atanagildo ya había reconquistado Sevilla, y Leovigildo inició un
proceso expansivo por Andalucía.

También murió el que fue recordado como san Gildosio el Sabio, el monje que escribió la primera historia de Inglaterra.

Los ávaros habían intentado forzar una vez más las fronteras del Imperio, pero se dieron por vencidos y se concentraron
en el oeste, donde Sigeberto I tuvo que vérselas con ellos.
Finalmente, los hunos destrozaron por completo el Imperio Gupta, en la India. Su último rey fue Budhagupta. El
territorio quedó nuevamente dividido en pequeños reinos.

En 571 Leovigildo conquistó Medina Sidonia, y en 572 ocupó Córdoba y se apoderó de toda Andalucía. Acto seguido
declaró la guerra al rey suevo Miro.

Mientras tanto Alboíno fundó un nuevo reino lombardo en el valle del Po, con capital en Pavía. Poco después de tomar
la ciudad, Alboíno murió envenenado por su mujer, Rosamunda. Se dice que el rey, durante la celebración de la conquista,
borracho, obligó a Rosamunda a beber de la copa hecha con el cráneo de su padre, y ello la indujo a planear el asesinato.
Alboíno fue sucedido por Clefi.

Los problemas de Justino II en Italia hicieron que Cosroes I atacara en Asia Menor, pero Justino II concentró sus fuerzas
contra los persas y los mantuvo a raya. El dominio imperial en Italia se redujo a una franja transversal que unía Ravena
con Roma, más el extremo sur de la península y además las islas, Sicilia, Córcega y Cerdeña.

En 573 un joven patricio romano llamado Gregorio decidió renunciar a la política, entregó sus posesiones a la Iglesia y
se dedicó a fundar monasterios según la regla benedictina. Fundó seis monasterios en Sicilia y luego otro en Roma, en el
que él mismo ingresó. A él se debe el inicio de la expansión de la regla benedictina fuera de Italia.

Ese mismo año murió Liuva I y Leovigildo se convirtió en rey de todo el territorio visigodo. Fue el primer rey visigodo
que empleó distintivos regios y que acuñó moneda. Sometió a los vascos, algunos de los cuales huyeron hacia el norte y
ocuparon la región que pasaría a ser conocida como Vasconia y luego Gascuña. Aquí tuvieron que enfrentarse al rey
Gontrán de Borgoña. Durante los años siguientes Leovigildo libró una batalla tras otra para afirmar la soberanía visigoda
sobre todos sus territorios, en especial para frenar cualquier intento de expansión por parte de los suevos.

Mientras tanto Brunilda, la esposa del rey Sigeberto I, convenció a su marido para que dejara las querellas con los ávaros
y vengara la muerte de su hermana Galsvinta. Sigeberto I exigió a su hermano Chilperico que devolviera la dote que había
recibido al casarse con la reina asesinada. Éste se negó y así se inició una guerra entre los dos hermanos.
En 574 murió el papa Juan III y fue sucedido por Benedicto I.

A la muerte del rey Clefi, el reino lombardo se descompuso en varios ducados independientes, entre ellos los ducados de
Spoleto y Benevento, en el sur de la península itálica, que los lombardos habían ocupado durante los dos últimos años.

La tensión provocada por los ataques simultáneos de los lombardos en Italia, los ávaros y los eslavos en los Balcanes y
los Persas en Asia Menor provocaron una crisis nerviosa en el emperador Justino II. Sufrió una parálisis en las piernas
(posiblemente de origen histérico) y quedó claro que se necesitaba un sustituto. Su único hijo había muerto, y el emperador
se llevaba mal con sus parientes más lejanos. Su esposa, Sofía, sobrina de la emperatriz Teodora, lo convenció para que
adoptara a Tiberio, el jefe de la guardia de palacio, que desde ese momento ejerció como gobernante.

En 575 murió Casiodoro, el que había sido ministro bajo Teodorico y sus sucesores. Los últimos años de su vida los
dedicó a la vida monástica. Viendo cómo la cultura decaía cada vez más rápidamente, fundó dos monasterios en los que
se reunían y copiaban libros de toda clase. Puede atribuirse a Casiodoro la vinculación de los monjes con la copia de
libros, idea que fue tomada y sistematizada por los benedictinos, gracias a los cuales la cultura antigua no se perdió
totalmente en Europa.

Sigeberto I estaba arrasando el reino de su hermano Chilperico. Había llegado hasta París y todo apuntaba a que se iba a
anexionar todo el territorio de Chilperico. Sin embargo Fredegunda pagó dos asesinos a sueldo que mataron a Sigeberto
I. Sus hombres se retiraron desmoralizados y Brunilda fue capturada. No habría durado mucho si no hubiera sido porque
se enamoró de ella Meroveo, hijo de Chilperico y su primera esposa. Meroveo ayudó a Brunilda a escapar, luego se
casaron y pidieron la protección del obispo de Tours.

Chilperico hizo anular el matrimonio, pero reconoció como rey de Austrasia a Childeberto II, el hijo de cinco años de
Brunilda y Sigeberto I. Brunilda quedó como regente.

El rey Aidan independizó del reino de Dalriada, en Irlanda, el territorio del mismo nombre que los escotos ocupaban en
Caledonia. Probablemente el monje Columba influyó decisivamente en el proceso.
Cosroes I conquistó el Yemen y lo convirtió en una satrapía persa. El rey Kaleb murió durante la conquista. El gobierno
persa no fue nada eficiente. Los canales de regadío fueron descuidados y la región se empobreció.

En el sur de la India varias tribus se unieron bajo el rey Simhavisnú, que pertenecía a la dinastía los Pallava, cuya historia
puede remontarse hasta dos siglos antes, si bien sólo ahora empezaba a ser relevante. Algunas dinastías vecinas, como
los Pandya o los Chalukya, trataron de contrarrestar el poder ascendente de los Pallava.

EL FIN DEL ARRIANISMO


Desde la muerte de Justiniano el Imperio Romano había perdido algunas posiciones. Los lombardos dominaban la mayor
parte de la península italiana y amenazaban el resto, mientras que el rey visigodo Leovigildo había reducido
considerablemente las posesiones en Hispania. Leovigildo era un rey fuerte, que reprimió con mano dura cualquier intento
de conspiración. Además asoció a la corona a sus hijos Recaredo y Hermenegildo, lo que en particular los convertía en
herederos legítimos y privaba a la nobleza de su tradicional derecho de elegir el nuevo rey. Los nobles se indignaron,
pero el rey supo contenerlos. Leovigildo abolió la ley que prohibía a los visigodos casarse con la población
hispanorromana. También publicó un código de leyes que no se conserva, pero parece ser que apuntaba a la eliminación
del doble sistema legal, por el que los visigodos y los hispanorromanos se regían por códigos diferentes.

En 576 Tiberio pudo firmar una paz razonablemente ventajosa con Cosroes I, lo que le permitió volcarse en Italia.
Básicamente se dedicó a sobornar y conceder títulos a los lombardos más poderosos, y luego firmó también tratados con
los francos para que intervinieran en Italia. Los francos seguían con sus riñas familiares. En 577 Fredegunda logró
asesinar a su hijastro Meroveo, al que se la tenía jurada desde que ayudó a su enemiga Brunilda.

Mientras tanto los sajones llegaron al canal de Bristol, con lo que los britanos quedaron divididos en dos regiones
inconexas. A la península situada al norte la llamaron Wealhas (tierra de extranjeros), que es la actual Gales. La
península situada al sur fue llamada Cornwealhas (tierra de los extranjeros del promontorio), la actual Cornualles. Estas
denominaciones alternaron durante mucho tiempo con las de Gales del Norte y Gales del Sur. Los britanos resistieron
tenazmente en Gales, y menos eficientemente en Cornualles, hasta el punto de que su lengua celta todavía se sigue
hablando hoy en día en Gales. La lengua de Cornualles, el cárnico, se extinguió hacia 1800. En esta época se supone que
vivió un tal san David, del que no se sabe gran cosa, pero que se supone que revitalizó el cristianismo entre los galeses y
aún hoy es considerado el santo patrón de Gales.

En el norte de China, el reino Zhou conquistó al reino Qi, con lo que se convirtió en una gran potencia militar, muy
influido por las costumbres turcas.

En 578 murió el emperador Justino II y Tiberio se convirtió en Tiberio II (ya había habido, en efecto, un emperador
romano llamado Tiberio, el que fue sucesor de Augusto).

Leovigildo tuvo que hacer frente a la mayor rebelión que había surgido hasta entonces, que afectó a toda la costa noreste.
En 579 su hijo Hermenegildo se casó con Ingunda, hija del recientemente fallecido Sigeberto I de Austrasia. Ella era
católica y él arriano, pero antes de que acabara el año Hermenegildo se bautizó según el rito católico y tomó el nombre
de Juan. Pronto se alió contra su padre con todas las fuerzas católicas presentes en Hispania: los suevos y los romanos.
Ese mismo año fue nombrado arzobispo de Sevilla Leandro, que ejerció gran influencia sobre Hermenegildo y viajó a
Constantinopla para solicitar ayuda contra los arrianos.

Ese mismo año murió Cosroes I, y fue sucedido por su hijo Ormuzd IV. Mientras los lombardos sitiaban Roma murió el
papa Benedicto I y fue elegido en su lugar Pelagio II. En 580 trató de suscitar una alianza entre el Imperio y los francos
para proteger a Roma de los lombardos arrianos.

Leovigildo trató de contrarrestar el catolicismo convocando un sínodo en Toledo que dictó medidas para facilitar las
conversiones al arrianismo. Entre ellas se decretó que los católicos que se convirtieran no necesitaban volverse a bautizar.
Parece ser que logró bastantes conversiones entre la población católica. En 581 se rebelaron los vascos, pero Leovigildo
pudo someterlos. Como conmemoración de su victoria fundó la ciudad de Victoriaco, la actual Vitoria.

En China, el general Yang Jian, que se había emparentado por matrimonio con la familia real Zhou, consiguió que el rey
Zhou, menor de edad, le cediera el trono. Fundó así la dinastía que llamó Sui. En principio fue un golpe de Estado no
violento, pero lo cierto es que Yang Jian tuvo que enfrentarse inmediatamente a una rebelión encabezada por el
general Gao Jiong, y sólo después de derrotar a sus tropas pudo Yang Jian consolidar su posición. A partir de ese
momento su principal objetivo fue conquistar el sur de China y unificar así el país.

Ormuzd IV declaró la guerra nuevamente a los romanos. Su principal general era Bahram Subin, que había resultado
victorioso contra los turcos unos años antes. Por su parte, Tiberio II contaba con Mauricio, que derrotó a Bahram Subin
en Constantina. A raíz de ello, Bahram Subin fue humillantemente destituido, mientras que en 582 Tiberio II (que se
sentía moribundo) hizo que Mauricio se casara con su hija Constantina y lo nombró heredero. Ese mismo año murió y
Mauricio se convirtió en el nuevo emperador.

El Imperio Turco se dividió en dos confederaciones, la de los Turcos Orientales, que se extendía al norte de China, y la
de los Turcos Occidentales, que llegaba hasta Sogdiana.

Hermenegildo (o Juan) se rebeló definitivamente contra su padre con el apoyo de sus aliados, principalmente los suevos.
Leovigildo tuvo que reclutar un gran ejército con el que tomó Mérida y Badajoz. Después de asegurarse la neutralidad de
los romanos atacó Sevilla. En el transcurso de la campaña, el rey suevo Miro enfermó y en 583 sus ejércitos se retiraron.
Murió poco después y fue sucedido por su hijo Eborico. El nuevo rey tuvo que someterse a Leovigildo, lo que provocó
una rebelión encabezada por Andeca, que le obligó a abdicar y recluirse en un monasterio.

En China, Yang Jiang preparaba lentamente la conquista del sur. Construyó cuatro silos para asegurar el abastecimiento
de la capital, Chang'an, y en 584 estableció las primeras conexiones por barco con el sur. Firmó acuerdos con los turcos
para garantizar la paz en el norte.

Chilperico I tuvo un hijo con Fredegunda. Los otros dos hijos que le quedaban al rey no tardaron en morir, y el mismo
Chilperico I murió cuatro meses después en una cacería, en circunstancias misteriosas. El recién nacido se convirtió
en Clotario II, rey de Neustria, bajo la tutela de su madre y de su tío Gontrán de Borgoña. Gontrán había puesto en duda
que Clotario II fuera realmente hijo de Chilperico I, pero Fredegunda mató al obispo de Ruan e hizo que otros obispos
juraran que el hijo era legítimo. Chilperico I tenía una hija llamada Berta, que ese mismo año se casó con el rey Ethelberto
de Kent. Ethelberto era pagano, pero permitió que Berta conservara su religión y que llevara sacerdotes al país.
Leovigildo logró finalmente tomar Sevilla. Hermenegildo se refugió en Córdoba, pero Leovigildo la tomó también.
Entonces Hermenegildo se refugió en una iglesia y logró negociar su perdón. Fue desterrado a Valencia. Leandro, el
arzobispo de Sevilla, también fue desterrado.

Los lombardos se reorganizaron de nuevo bajo el rey Autario. Sin embargo, Mauricio, con la ayuda del papa Pelagio II
y con el apoyo de los francos, logró contenerlos y asegurar el dominio de una pequeña parte del territorio italiano. Así se
formó el Exarcado de Ravena. Exarcado significa en griego algo así como "provincia exterior". En 585 el
exarca Esmaragdo logró un tratado de paz con los lombardos por el que se fijaron unas fronteras. El exarcado era una
franja que unía Ravena con Roma alrededor de la vía Flaminia. Contenía además Venecia, Génova y Nápoles.

Ese mismo año murió san Hermenegildo a manos de un enviado de su padre, llamado Sisberto, porque se negó a recibir
la comunión de un obispo arriano. Luego Leovigildo tomó el derrocamiento de Eborico como excusa para hacer la guerra
a los suevos. Derrotó al rey Andeca cerca de Oporto y lo encerró en un monasterio. A partir de ese momento el reino
suevo quedó incorporado al reino visigodo. En 586 murió Leovigildo y, de acuerdo con lo que había establecido, le
sucedió su hijo Recaredo. Se cuenta que el mismo día de su coronación, apenas el obispo le hubo ceñido la corona, se
levantó y señalando a un grupo de nobles dijo "Adiós, Sisberto", y el asesino de su hermano fue ejecutado allí mismo.

El rey Elli de Deira extendió sus dominios hacia el interior. Envió colonos que se asentaron en el territorio que pasó a
denominarse Mercia.

En 587 Recaredo se convirtió al catolicismo, lo cual satisfizo a la mayoría de la población y le permitió apoyarse en la
Iglesia para contrarrestar el poder de la aristocracia arriana. No tardó en estallar una revuelta en el noreste de la península,
dirigida por el obispo Ataloco y por los condes Granista y Vildigerno. La revuelta contó con el apoyo del franco
Gontrán, que era católico, pero que vio la oportunidad de sacar partido de los disturbios y pudo tomar como excusa el
vengar la muerte de Hermenegildo. La revuelta fue sofocada sin dificultad ese mismo año.

Fredegunda había enviado asesinos contra Gontrán, pero éste pudo evitarlos. Luego firmó con Childeberto II el tratado
de Andelot, por el cual lo nombraba su heredero. (En realidad establecía que el que sobreviviera al otro heredaría su reino,
porque con los tiempos que corrían, no podía predecirse quién moriría antes, a pesar de que Gontrán tenía unos cuarenta
y dos años y Childeberto II apenas diecisiete.)

El emperador Mauricio sofocó una rebelión de los bereberes en África.

En Japón el clan Soga, partidario de la cultura china, se impuso definitivamente al clan Mononobe, lo que aceleró el
desarrollo cultural del Imperio Japonés.

En 588 Recaredo tuvo que hacer frente a una nueva revuelta arriana, ahora en el Oeste, urdida por el obispo Sunna y los
condes Segga y Viterico. Como la anterior, también fue sofocada antes de que acabara el año, pero en 589 surgió una
tercera apoyada por el obispo Uldida y Golsvinta, la viuda de Leovigildo. Nuevamente, la conjuración fue sofocada y
además Recaredo logró una victoria frente a Gontrán. Ese mismo año convocó el Tercer Concilio de Toledo, presidido
por Leandro, donde abjuró públicamente del arrianismo junto con varios nobles y dignatarios eclesiásticos, y anunció que
devolvería a la Iglesia parte de los bienes que le habían sido confiscados durante el periodo arriano. En los años siguientes
Recaredo se aseguró de que el catolicismo quedaba firmemente consolidado entre los visigodos.

Los dos primeros concilios de Toledo se habían celebrado medio clandestinamente y carecieron de toda relevancia, pero,
a partir del tercero, los concilios de Toledo se convirtieron en importantes asambleas en las que se tomaron decisiones
tanto políticas como religiosas. En ellos participaban tanto obispos como nobles, los cuales se retiraban una vez tratados
los asuntos civiles.

Desde que Clodoveo se convirtiera al catolicismo, la Iglesia católica había ido ganando paulatinamente en influencia,
tanto política como económica. En efecto, muchos propietarios habían donado sus pertenencias a la Iglesia para evitar
que pasaran a la aristocracia franca, visigoda u ostrogoda. El caso era que la Iglesia terminó siendo propietaria de
numerosos terrenos, ganados, casas, etc. La administración se llevó a cabo a través de las parroquias, que a su vez
dependían de los obispos. El trabajo necesario para hacer productivos los bienes de las parroquias era realizado por
esclavos. Una parroquia con menos de diez esclavos se consideraba pobre. En toda Europa era costumbre que la renta de
una parroquia se dividiera en cuatro partes: una para el obispo, otra para el clero local, otra para la conservación de la
parroquia y la cuarta para los pobres. En algunas parroquias, esta última parte se consideraba superflua y se suprimía.

Con la conversión de Recaredo, la única potencia arriana que quedaba eran los lombardos. Eran más bien salvajes e
intolerantes con los católicos, pero su inconveniente principal residía en su escaso número, que les impedía abarcar más
territorio del que ya ocupaban. El exarca Smaragdo fue sustituido en Ravena por Román, que continuó manteniendo a
raya con éxito a los lombardos. El papa Pelagio II pudo dedicarse enteramente a las cuestiones eclesiásticas. Trató de
resolver el cisma de Aquilea, que se había iniciado con la cuestión de los tres capítulos, pero fracasó igual que sus
antecesores.

Este mismo año Yang Jian logró convertirse en emperador de toda China, unificada nuevamente bajo la dinastía Sui. Tras
su muerte, el nuevo emperador fue divinizado con el nombre de Sui Wendi. El emperador continuó con una campaña de
obras públicas iniciadas años antes para facilitar las comunicaciones entre el norte y el sur. Se construyeron tanto vías
fluviales como carreteras imperiales. Los trabajadores eran reclutados a la fuerza entre la población.

El rey persa Ormuzd IV había tratado de seguir los pasos de su padre en cuanto a tolerancia con los cristianos. Sin
embargo, los sacerdotes mazdeístas consideraron que el hijo era más débil que su padre y se atrevieron a conjurar contra
él. Pronto se ganaron para su causa al general Bahram Subin, que había sido depuesto años antes por su derrota frente a
los romanos y estaba ansioso de vengarse. Finalmente organizó el asesinato del rey, al parecer con el consentimiento de
su hijo, que pasó a ser el nuevo rey persa, con el nombre de Cosroes II. Sin embargo, en 590 Bahram Subin decidió que
él mismo podía ser rey de Persia, y Cosroes II tuvo que huir a la corte de Constantinopla.

El emperador Mauricio tenía cada vez más problemas con los ávaros, así que pensó que una forma de garantizar la paz
con Persia sería ayudar a Cosroes II a recuperar su trono. No debía de ser una empresa difícil, pues el pueblo persa no
estaba contento con un rey que no era sasánida. La parte arriesgada era confiar en la futura gratitud de Cosroes II.

La iglesia celta de Irlanda había hecho grandes progresos. Sus monjes llegaron a aprender griego y durante varios siglos
fueron los únicos occidentales que conocieron esta lengua. En los monasterios irlandeses se copiaron numerosos libros
antiguos. Un monje irlandés llamado Columbano decidió pasar al territorio de los francos, donde creó numerosos
monasterios y difundió el cristianismo celta por el continente. No tardaría en entrar en conflicto con los benedictinos.

Ese mismo año murió el papa Pelagio II, y la situación en Roma era trágica: el Tíber se desbordaba y había una epidemia
de peste. El clero romano, en completo acuerdo con el pueblo, decidió elegir papa a la única persona de la que no cabía
duda que contaría con el beneplácito divino: el monje benedictino Gregorio. Parece ser que Gregorio no quiso aceptar el
cargo, y que llegó a enviar un mensajero a Constantinopla pidiendo al emperador que no ratificase su elección, pero el
mensajero fue interceptado y, tras muchas presiones, Gregorio tuvo que ceder y aceptar la dignidad papal. Así se convirtió
en Gregorio I. Fue el primer papa enérgico desde los tiempos de Gelasio I. Bajo su pontificado los monjes benedictinos
aumentaron su poder frente a los obispos. Gregorio I no fue un gran teólogo, pero sus muchos escritos tuvieron mucha
influencia sobre la doctrina de los siglos siguientes. Tratan sobre ángeles y demonios, sobre el purgatorio, sobre la
penitencia, milagros, reliquias, etc. Llevó a cabo ciertas regulaciones sobre el canto en los monasterios. Es el Gregorio al
que alude el término "canto gregoriano", pero se trata de un error. El tipo de canto en tiempos de Gregorio I es el
llamado "romano antiguo", que cayó en desuso en el siglo XIV, mientras que el canto gregoriano surgió
aproximadamente un siglo después del pontificado de Gregorio I.

Gregorio I reorganizó la administración de la Iglesia, y así pudo sacar partido al hecho de que en realidad la Iglesia era la
mayor potencia económica de Italia. Pudo reclutar un ejército con el que hacer frente a los lombardos, descuidados por
el emperador. También pudo repartir alimento entre la población romana, con lo que se convirtió en el auténtico
gobernador de Roma, aunque reconocía formalmente la autoridad del exarca.

Ese mismo año había muerto Autario y su viuda, Teodelinda, conservó el poder, pero los barones lombardos la instaron
a casarse de nuevo. Eligió como esposo a Agilulfo, que se convirtió así en el nuevo rey. Gregorio I no usó su ejército para
combatir contra él, sino que lo empleó únicamente como arma de presión, que, combinada con unos donativos adecuados,
logró ganarse la confianza del lombardo. Además, Teodelinda era católica, y el papa logró que el heredero al trono fuera
bautizado como católico. Finalmente, el propio Agilulfo cedió y se convirtió también. De todos modos, Gregorio I
estableció al mismo tiempo contactos con el rey franco Childeberto II, por si acaso.
El Khan turco recibió como esposas a varias princesas chinas.

En 591 Cosroes II, con la ayuda de los romanos, estaba de nuevo en su trono. Bahram Subin tuvo que huir a territorio
turco, pero los turcos recordaron las derrotas que habían sufrido ante él años atrás y lo mataron. La estrategia de Mauricio
funcionó correctamente, pues Cosroes II mantuvo en todo momento la paz con el Imperio Romano y le cedió algunos
territorios. Mauricio tuvo que volver precipitadamente de Persia, pues los ávaros se presentaron ante las murallas de
Constantinopla. Por primera vez desde hacía casi dos siglos, un emperador romano dirigía personalmente los ejércitos,
pero pronto los dejó en manos de su general Prisco.

En 592 Gregorio I pudo firmar un tratado de paz con los lombardos en contra de los planes del emperador Mauricio.

En 593 murió el rey Gontrán de Borgoña, y rápidamente Childeberto II de Austrasia ocupó el reino para hacer valer el
acuerdo que lo convertía en legítimo heredero. Ahora sólo quedaban dos reyes francos: Clotario II (de nueve años) y
Childeberto II (de veintitrés), pero las gobernantes reales eran sus madres respectivas: Fredegunda y Brunilda, que se
odiaban a muerte.

También murió el rey Elli de Deira. A la sazón el rey de Bernicia era Ethelfrith, quien rápidamente invadió Deira y unió
ambos reinos en lo que pasó a llamarse reino de Northumbria (el reino al norte del río Humber), con capital
en York. Pero Elli tenía un hijo llamado Eduino, que salvó su vida huyendo al reino de Anglia Oriental, donde
reinaba Redvaldo. Eduino presionó a Redvaldo para que le ayudara a recuperar el reino de su padre, mientras que
Ethelfrith le presionaba con sobornos y amenazas para que le entregara a Eduino. La situación permaneció estacionaria
gracias a la gran influencia del rey Ethelberto de Kent.

En 595 el general Prisco había obligado a los ávaros a retirarse más allá del Danubio.

En 596 murió Childeberto II (las malas lenguas dicen que envenenado por Fredegunda) y el reino fue repartido entre sus
dos hijos: Teodeberto II (de nueve años) heredó Austrasia y Thierry II (de ocho años) heredó Borgoña. Ambos estaban
bajo la tutela de su abuela Brunilda. Fredegunda instó a su hijo Clotario II a declarar la guerra a los dos hermanos, que
sufrieron una derrota en Laffaux, pero la guerra continuó. En 597 murió Fredegunda, pero Clotario II continuó
implacablemente la guerra. El rey apenas tenía trece años. Era evidente que una mujer (aunque tuviera el vehemente
carácter de Fredegunda) no podía gobernar abiertamente a los rudos francos, así que ésta había gobernado a través de
hombres de confianza a los que ella había situado en altos cargos para tener su lealtad. Ahora el hombre más poderoso de
la corte pasó a ser Landy, el Mayordomo de Palacio. En principio las funciones del Mayordomo de Palacio consistían
simplemente en dirigir el Palacio Real, pero Fredegunda lo había convertido en una especie de primer ministro.

Se cuenta que un día el papa Gregorio I pasó frente a un puesto en el que estaban expuestos para su venta un grupo de
jóvenes esclavos anglos. Eran hermosos, con largos cabellos rubios. Gregorio I se interesó por ellos, y preguntó de dónde
procedían. "Son anglos", le respondieron, a lo que él replicó, "Non Angli, sed angeli" (no son anglos, sino ángeles). Sea
cierta o no esta anécdota, lo que sí es cierto es que Gregorio I se interesó por la evangelización de lo que él llamó Angla
terra (la tierra de los anglos), y desde entonces la antigua Britania fue conocida en Europa como Inglaterra. El papa
envió como misionero a Inglaterra a un monje llamado Agustín, que desembarcó en Kent con un grupo de cuarenta
monjes. Llevaba una carta de Gregorio I para Ethelberto, al que trataba como "rey de los anglos" (si bien él era juto y no
reinaba sobre los anglos, aunque es cierto que tenía gran influencia sobre ellos). Ethelberto recibió a los enviados
cortésmente, pero con cautela. Sólo les permitió predicar al aire libre, con la esperanza de que así la magia cristiana se
diluiría. Luego, como no parecía que los cristianos trajeran malos efectos, les permitió usar la iglesia construida para su
esposa cristiana y sus sacerdotes. Poco a poco, Agustín fue haciendo progresos frente al paganismo.

En 599 Teodeberto II y Thierry II derrotaron a Clotario II en Dormelles.

Mientras tanto Gregorio I había hecho grandes progresos con los lombardos. Hacia 600 la mayoría de los lombardos eran
católicos y habían aceptado la lengua y las leyes de sus súbditos. A partir de este momento el arrianismo dejó de tener
influencia alguna y no tardó en desaparecer por completo. Más aún, Gregorio logró persuadir a los lombardos de que los
obispos eran tan independientes del poder secular como el propio papa, y así las ciudades más importantes fueron
gobernadas por sus obispos, de modo que los lombardos sólo dominaron realmente los territorios rurales. Ante tanta
muestra de poder, el cisma de Aquilea terminó definitivamente, y la autoridad papal en Italia no tuvo ya oposición alguna.

Los turcos atacaron china y se aproximaron a la capital, aunque no pudieron tomarla.


También Teotihuacán sufrió diversas invasiones de pueblos chichimecas (este término es equiparable al de bárbaro). La
ciudad fue incendiada y abandonada. Su población se refugió en otras ciudades vecinas. En la ciudad totonaca de El Tajín
se construyó la pirámide de los nichos, constituida por siete plataformas escalonadas.

En el sur de la India murió el rey Simbhavisnú y fue sucedido por su hijo Mahendravarman I. Sometió a los Pandya y
a los Chalukya y extendió las fronteras de su reino. También fue dramaturgo y poeta. Se conserva su pieza
teatral Mattavilasa-prahasana (El juego del borracho) en la que se burla de los budistas y de los devotos de Siva.

MAHOMA
A principios del siglo VII, el mundo parecía el mismo de siempre, pues nadie sabía que unos treinta años antes había
nacido en La Meca, en Arabia, un hombre llamado Muhammad, aunque Occidente no tardaría en conocerlo
como Mahoma, el cual iba a revolucionar la Historia. En efecto, Mahoma iba a descubrir otra única religión verdadera.
Se sabe poco de la Arabia anterior a Mahoma. En el norte se habían formado algunos reinos que mantenían buenas
relaciones, ya con Persia, ya con el Imperio Romano, pero las constantes guerras entre éstos les habían afectado y
últimamente estaban en decadencia. Esto favoreció a otras regiones más pobres, como el Hiyaz, que se extendía a lo largo
de la costa del mar Rojo hasta el Yemen, el cual estaba bajo el dominio Persa. La Meca era la capital del Hiyaz. Era una
tierra árida, pero estaba en la ruta de las caravanas, por la que numerosas tribus de mercaderes nómadas traficaban con
especias, perfumes, oro, joyas y otros productos que llevaban a Occidente procedentes de la India y China. El padre de
familia poseía una gran autoridad, tenía muchas esposas y, por consiguiente, muchos hijos. Cada tribu estaba formada
por varias familias gobernadas por un emir (el que manda), cuyas funciones eran casi nulas excepto en tiempo de guerra,
ya que entonces el emir guiaba a la tribu contra el enemigo.

Los árabes creían en una amplia gama de divinidades: dioses astrales, diosas de la fertilidad, demonios, unos espíritus
llamados jinns, tenían arroyos, pozos y piedras sagradas, etc. En La Meca había un santuario conocido como
la Kaaba, donde trescientos sesenta ídolos rodeaban una gran piedra negra. Se decía que era un rubí ennegrecido por los
pecados de los hombres, aunque los más prosaicos dicen que son dos trozos de basalto unidos por un aro de plata. La
piedra se cubría con una funda de brocado negro que se renovaba cada año. Se cuenta que todos los años se celebraba un
concurso de poesía en la ciudad, y que la rima ganadora se escribía en letras de oro sobre la funda.

También había en Arabia una próspera comunidad judía, que durante cuatro siglos había ido influyendo en las creencias
de los árabes. Así, los judíos terminaron revelando a los árabes que en realidad el templo de la Kaaba había sido construido
por Abraham. Por supuesto, los árabes eran descendientes de Abraham, a través de su hijo Ismael. El dios de los judíos,
ingresó en el panteón árabe con el nombre de Alá, (en árabe allah), deformación del arameo alaha (el Dios). No debían
de ser muchos los que aceptaran a Alá como dios único, quizá algunos lo consideraran como una especie de dios-padre o
dios-supremo, para otros sería un dios más y, naturalmente, muchos no habrían oído hablar de él.

Desde que fueron exiliados, los rabinos judíos continuaron estudiando la Biblia y escribieron numerosos textos conocidos
como Midrash. Algunos son interpretaciones de textos bíblicos, mientras que otros recogen tradiciones orales que nunca
llegaron a formar parte de la Biblia. Algunas de estas tradiciones fueron incorporadas al cristianismo, como la historia
del ángel caído que se negó a adorar a Dios y se convirtió en Satanás, mientras que otras eran más surrealistas. Por
ejemplo, en un Midrash se afirma que Adán era un gigante cuyo cuerpo recostado cubría toda la tierra, pero fue reducido
tras comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal.

En los Midrash se encuentran también minuciosas descripciones del Paraíso. Resulta que está dividido en siete casas o
siete cielos:

El Paraíso contiene siete puertas, cada una de las cuales conduce a la siguiente. La primera casa, frente a la entrada,
alberga a los conversos que llegaron a Dios por propia voluntad. Sus paredes son de cristal, sus vigas son de cedro y
Abdías, el profeta justo, gobierna en ellas.

La segunda casa está construida de forma semejante, y acoge a los penitentes de Israel. La gobierna Manasés ben
Hizkiyahu.

La tercera casa es de plata y oro. Allí crece el árbol de la vida, a cuya sombra se sientan Abraham, Isaac y Jacob, los
patriarcas de las doce tribus, todos los israelitas que salieron de Egipto y toda la generación del destierro, también el
rey David, su hijo Salomón y todos los reyes de Judá -excepto Manasés, que se halla en el infierno-. Moisés y Aarón
guardan esta casa, [...]

La cuarta casa está hecha de oro, sus vigas son de madera de olivo, y alberga a los justos cuya vida fue amarga como la
oliva que aún no ha madurado.

La quinta casa, por la que fluye el Guijón, está hecha de plata, cristal de roca, oro pulido y vidrio. Sus vigas son de oro
y plata y la fragancia del Líbano impregna todas sus salas. [...] Aquí moran el Mesías, hijo de David, y Elías. [...]

La sexta casa alberga a quienes han muerto mientras cumplían su deber con Dios.

La séptima casa acoge a quienes han muerto de pena por los pecados de Israel.

La leyenda de Abraham y los ídolos también aparece en un Midrash. A lo largo del siglo precedente el judaísmo estaba
suficientemente arraigado en Arabia como para que numerosos profetas recorrieran el país exhortando a la población a
abjurar de los ídolos y adorar a Alá.

Mahoma pertenecía a la familia de los Hasim, de la tribu de los Qurays. Fue hijo póstumo del comerciante Abdalá, y su
madre murió poco después del parto, así que fue adoptado por sus tíos Abd-al-Motalib y Abú-Talib, comerciantes de
caravanas con Siria. En sus viajes se familiarizó con el judaísmo y el cristianismo, pero no en sus versiones "ortodoxas",
sino más bien las versiones bastante deformadas de la gente humilde con la que trataba. Parece ser que conoció a un
monoteísta llamado Zayd ben Amr, quien le explicó que había tenido experiencias místicas que atribuía a intervenciones
sobrenaturales. En La Meca se colocó al servicio de una viuda rica, llamada Jadiya, con la que se casó al poco tiempo
(él con veinticinco años, ella con cuarenta, más o menos). Tuvieron tres hijos y cuatro hijas, pero los varones murieron
con pocos años. Se dice que era atractivo, inteligente, y que tenía modales corteses y graves, por lo que caía bien a la
gente.
El Imperio Romano había perdido algunos territorios desde la época de Justiniano, especialmente en Italia, donde una
buena parte de la península estaba dominada por los lombardos, recientemente convertidos al catolicismo y a los que el
papa Gregorio I se las arreglaba para manejar a duras penas.

La Iglesia Católica, a través del papa y sus obispos, tenía cada vez más poder político en Occidente. Agustín, el monje
enviado por el papa a Kent, había construido un monasterio en la capital, Canterbury, y en 601 Gregorio I lo convirtió
en el primer arzobispo de Canterbury. Hasta el día de hoy, el arzobispo de Canterbury ha sido considerado el obispo
más importante de Inglaterra.

En Hispania murió san Leandro, el arzobispo de Sevilla que había representado un papel decisivo en la conversión de los
visigodos. Fue sustituido en el cargo por su hermano Isidoro, que tenía entonces treinta y un años. Ese mismo año murió
el rey visigodo Recaredo I, y fue sucedido por su hijo Liuva II.
El general Prisco derrotó a los ávaros en una gran batalla junto al Danubio, cerca de la actual Belgrado. En 602 los ávaros
ofrecieron al emperador Mauricio la liberación de doce mil prisioneros a cambio de seis mil monedas de oro. Mauricio
no aceptó, y a los soldados no les gustó nada que el emperador valorara las vidas de sus compañeros cautivos en menos
de media moneda de oro, así que se rebelaron bajo la dirección de un centurión llamado Focas y marcharon sobre
Constantinopla. La ciudad podría haber resistido perfectamente a los amotinados, pero allí Mauricio tampoco era muy
popular debido a su tacañería. Otra insurrección surgió dentro de las murallas, así que Mauricio se vio obligado a huir por
mar a Persia con sus cinco hijos. Unos años antes había ayudado a Cosroes II a recuperar su trono y ahora pensaba pedirle
que le devolviera el favor. Los rebeldes abrieron las puertas de las murallas y Focas entró en Constantinopla aclamado
por el populacho. Inmediatamente envió a sus soldados en busca de Mauricio, al que encontraron y mataron junto con sus
hijos. Focas se convirtió en el nuevo emperador.

El rey persa Cosroes II recibió la noticia de estos hechos y decidió iniciar un furioso ataque contra el Imperio Romano,
jurando que no cesaría mientras Focas no fuera ajusticiado por su crimen. A modo de preparación arrasó el reino árabe
de Hira, luego se apoderó del norte de Mesopotamia y penetró en Asia Menor.

Es frecuente que los enemigos de un rey fuerte esperen a su muerte para actuar. Así tras apenas un año de reinado, el rey
visigodo Liuva II tuvo que enfrentarse a una sublevación arriana encabezada por el conde Viterico, que ya se había
rebelado contra Recaredo quince años antes, y ahora se proclamó rey. Liuva II perdió la mano derecha, y murió
en 603. Viterico combatió sin mucho éxito a los romanos y trató de restaurar el arrianismo.

Agustín de Canterbury convirtió finalmente al rey Ethelberto de Kent, el cual tenía gran influencia en los reinos vecinos
de Essex y Anglia Oriental, lo que facilitó la difusión del catolicismo por Inglaterra.

Focas no supo cómo hacer frente ni a los persas ni a los ávaros. Trató de quitarse de encima a los segundos mediante el
pago de un enorme tributo, lo que le valió el desprecio de sus propios soldados. Ante el imparable avance persa, llegó a
la conclusión de que su única esperanza estaba en recibir ayuda de Occidente, por lo que inició una política de
acercamiento. Adoptó medidas severas contra el monofisismo (que lo enemistaron con sus súbditos de Egipto y Asia
Menor), y reconoció la supremacía del papa frente al patriarca de Constantinopla (lo que escandalizó a la capital).
Naturalmente, el papa Gregorio I quedó muy satisfecho y se deshizo en elogios hacia Focas, pero en 604 se convirtió
en san Gregorio I Magno (es decir, se murió). Fue sucedido por Sabiniano.

Japón estaba gobernado por la emperatriz Suiko, de once años, y el príncipe Shotoku Taisi, que actuaba como regente.
Promulgó la "constitución de los diecisiete artículos", inspirada en la moral confucionista. También mandó construir en
Japón numerosos templos budistas y favoreció la llegada de numerosos libros e ideas de China.

Los francos continuaban con sus enconadas guerras civiles. Cuando el rey Teodeberto II de Austrasia tuvo edad suficiente
para gobernar, la nobleza se las arregló para expulsar a su abuela Brunilda, que marchó a Borgoña junto a su otro nieto,
Thierry II, al que dominó sin dificultades. Thierry II obligó a huir a Landy, el mayordomo de palacio de Clotario II, en
una batalla cerca de Etampes. Luego liberó Orleans, que estaba sitiada, y tomó París. En 605 estuvo a punto de capturar
a Clotario II, pero fracasó.

Tras la muerte del emperador Chino Sui Wendi, le sucedió su hijo Sui Yangdi.

En 606 murió el papa Sabiniano y fue sucedido por Bonifacio III, que a su vez murió pocos meses después (en 607) y
fue sucedido por el benedictino Bonifacio IV. También murió san Agustín de Canterbury. En ese momento ya había
obispos en Rochester (Kent) y en Londres (Essex), además de en Canterbury.

En 608 Cosroes II puso sitio a Antioquía. En Constantinopla la población estaba aterrada. Estaba claro que Focas era un
inepto, pero era el emperador y disponía de la guardia de palacio, con la que sometió a la ciudad a un régimen de terror
que mantuvo a raya a los ciudadanos.

El emperador Sui Yangdi continuó con la campaña de obras públicas emprendida por su padre, y mandó abrir un gran
canal que unía Luoyang con Pekin. Aunque al comienzo de su reinado había disminuido el número de trabajadores
forzados, las necesidades de las obras emprendidas le obligaron a rectificar. Fueron reclutados grandes contingentes de
trabajadores, la mitad de los cuales moría en el trabajo. Una expedición china destruyó la capital del reino de Shampa.
No es fácil precisar qué clase de inquietudes llevaron a Mahoma, cuando tenía alrededor de cuarenta años, a retirarse a
meditar a una cueva en el monte Hira, cerca de La Meca, pero el caso es que en 610 tuvo allí un sueño que al principio
no supo interpretar. Pensó que había sido poseído por un jinn, pero, al comentarlo con su esposa y sus amigos de confianza,
no tardó en llegar a la conclusión de que había sido llamado para convertirse en el Profeta de Alá, y que su misión era
librar a su pueblo de la idolatría. Quedó claro que había sido el arcángel san Gabriel el que le había hablado en sueños
para transmitirle este mensaje. Pasaron varios meses y los mensajes no se repitieron, por lo que Mahoma se sumió en una
profunda depresión. Pero es evidente que si la mujer, los parientes y los amigos confían en que te comuniques con el
arcángel san Gabriel, tarde o temprano tienes que darles algún mensaje suyo, o si no quedarías muy mal con ellos. Así
que Mahoma se lanzó a la aventura de ser profeta y san Gabriel volvió a hablarle. Ahora el mensaje estaba bien claro: No
hay más dios que Alá, el todopoderoso, que juzgará a todos los mortales el último día. Para ganarse el favor de Alá y
alcanzar el Paraíso, los hombres tienen que mostrarse humildes y justos, y dar parte de su fortuna a los pobres y a los
huérfanos. Mahoma denunciaba especialmente a los ricos mercaderes de La Meca, y los conminaba a someterse a los
dictados de Alá. Desde entonces, el Profeta se retiraba un mes de cada año a la caverna del monte Hira, donde se dedicaba
a la contemplación y a recibir los mensajes del arcángel.

Mientras tanto los católicos se las arreglaron para conjurar contra el rey visigodo Viterico y lo envenenaron en un
banquete. Eligieron rey a Gundemaro, que reunió en Toledo el que se conoció como concilio de Gundemaro, en el que
proclamó al catolicismo como la religión del Estado. Ya no hubo más revueltas arrianas. Gundemaro combatió a los
vascos y a los romanos.

El monje irlandés Columbano seguía fundando monasterios en el territorio franco. Su regla era más estricta que la
benedictina, e insistía en las prácticas ascéticas y en las penitencias. Brunilda lo expulsó de Borgoña y pasó a lo que ahora
es Suiza, donde fundó un monasterio junto al lago Constanza.

La provincia romana de África (ahora llamada Exarcado de Cartago) estaba a cargo de un general capaz
llamado Heraclio, que había sido nombrado exarca por Mauricio y que había estado esperando la ocasión propicia para
vengar su muerte. Heraclio se alió con Prisco y entre ambos iniciaron una sublevación. Prisco llevó el ejército a Egipto
mientras el hijo de Heraclio, que se llamaba también Heraclio, dirigió una flota hacia Constantinopla. Cuando el pueblo
vio las naves en el horizonte, no esperó más y se lanzó contra el palacio. La guardia imperial no hizo gran cosa para
impedir que Focas fuera torturado hasta la muerte. El joven Heraclio fue aclamado emperador.

Teóricamente, Cosroes II debería haberse dado por satisfecho ante estos hechos, pues Mauricio había sido vengado, pero
parece ser que tantas victorias habían conseguido que el rey persa se olvidara de por qué había iniciado la guerra. Ahora
le llamaban Cosroes el Victorioso y el nombre le gustaba, así que la guerra continuó. Ese mismo año fue elegido patriarca
de Constantinopla Sergio, que se convirtió en consejero de Heraclio y puso a su disposición los bienes de la Iglesia.
En 611 Antioquía cedió ante el asedio persa.

El emperador Chino y sus trabajos forzados no eran muy populares, por lo que se produjo un levantamiento popular
encabezado por Wang Pu. Yangdi logró contenerlos temporalmente.

En 612 murió el rey visigodo Gundemaro y fue sucedido por Sisebuto, que fue el primer rey visigodo que destacó por su
cultura. Escribió una Vida de san Desiderio y el Astronomicon, un poema de sesenta hexámetros dedicado a la influencia
de los astros sobre el hombre (llamemos a esto cultura, que componer hexámetros latinos tiene su mérito).

Varios de los reinos en que estaba dividido el norte de la India fueron unificados por Harsa, el rey de Thaneshwar, que
formó así un reino poderoso en el que floreció la cultura y la tolerancia religiosa. Al mismo Harsa se le atribuyen tres
obras de teatro en sánscrito.

El rey de Borgoña Thierry II había conquistado algunos territorios a Clotario II, pero luego su hermano Teodeberto II de
Austrasia se los arrebató. Brunilda incitó a Thierry II a apoderarse de Austrasia (de donde había sido expulsada unos años
antes), y así Thierry II derrotó a Teodeberto II en Toul. Teodeberto II fue encarcelado y poco después asesinado junto
con su hijo. Así Thierry II se convirtió en rey de Austrasia, pero murió en 613, dejando cuatro hijos menores de edad.
Brunilda iba a convertirse en regente de uno de sus bisnietos, pero los nobles de Austrasia que la habían expulsado unos
años antes no estaban dispuestos a tenerla como regente por tercera vez, así que se la entregaron a Clotario II, que, según
se cuenta, ató a la anciana a la cola de un caballo y dejó que muriera arrastrada por el animal. Clotario II asesinó a los
hijos de Thierry II y, a costa de hacer grandes concesiones a los nobles, fue reconocido en 614 como rey de todo el
territorio franco, que volvía a estar unido por tercera vez desde los tiempos de Clodoveo I.

El emperador Chino Yangdi envió una expedición contra Corea, al tiempo que se producían nuevos levantamientos. Ya
el año anterior había tenido que sofocar la revuelta de Yang Xuangan, hijo del influyente general Yang Su.

Pero el reino franco ya no era una gran potencia. La guerra civil lo había arruinado. Se cerraron las escuelas (excepto las
de los monasterios), por lo que prácticamente toda la población laica era analfabeta. Los viejos caminos romanos eran
intransitables, los acueductos estaban demolidos, la falta de agua y alimentos favoreció las enfermedades y el comercio
desapareció. En contraste, las crónicas chinas datan en este año los primeros fuegos artificiales.

Las guerras entre los francos dejaron un eco en la tradición popular. Se trata de una leyenda cuya primera versión escrita
data de unos seiscientos años más tarde, y que se conoce como la Canción de los Nibelungos. En ella se relata la historia
de Sigfrido (alias Sigeberto I), que se enamora de Crimilda (alias Fredegunda), hermana de Gunther (alias Gontrán), rey
de los burgundios. Gunther le informa de que sólo le concederá la mano de su hermana si le ayuda a conquistar
a Brunilda (alias Brunilda), que es una valquiria y reina virgen de Islandia. Sigfrido ayuda a Gunther y derrota por tres
veces a Brunilda, se casa con Crimilda, pero debe todavía someter a Brunilda, pues, aunque se ha casado con Gunther, se
niega a "cumplir con el deber conyugal". Finalmente lo logra con un artificio mágico. Poco después estalla una contienda
entre Crimilda y Brunilda. Hagen, vasallo de Brunilda, logra matar a Sigfrido, y Crimilda, para vengar su muerte, acepta
casarse con el rey de los hunos Etzel (alias Atila). Luego logra atraer a Gunther y sus guerreros al país de Etzel, donde
son atacados por los hunos con el apoyo de Dietrich (alias Teodorico, el ostrogodo).

La doctrina celta de Columbano difería de la romana en algunos aspectos. Una asamblea de obispos condenó a Columbano
en estos puntos y el monje pasó al reino lombardo, donde el rey Agilulfo le permitió fundar un nuevo monasterio.

Los persas tomaron Jerusalén (tras haber tomado Damasco el año anterior). Allí se custodiaba la Vera Cruz, que fue
llevada a Ctesifonte sin ningún respeto. Antes de que acabara el año, toda Asia Menor era persa, y los ejércitos de Cosroes
II podían ver Constantinopla desde la otra parte del Bósforo. Entre las causas de esta rápida conquista hay que contar con
el hecho de que los habitantes de Asia Menor eran mayoritariamente monofisitas, y los últimos emperadores habían sido
empedernidamente católicos, mientras que los persas (al menos últimamente) eran tolerantes con los monofisitas y los
nestorianos. Así pues, la población se sentía más identificada con los persas que con el dominio imperial.

Con sus predicaciones en la Meca, Mahoma consiguió unos cincuenta discípulos (el primero de los cuales fue su
primo Alí) y muchos más enemigos. Al principio, sus conciudadanos se limitaron a reírse de él, pero a medida que
arreciaban las críticas a la moral de los ciudadanos más ricos y respetables, las risas se fueron transformando en amenazas.
Mahoma tuvo que refugiarse en el territorio de su tío Abú-Talib, junto con su mujer, su hijo adoptivo Zayd, su primo Alí
y su pariente Abú Bakr. La vida de Mahoma estos años fue precaria, pero finalmente convirtió a al-
Arqam, perteneciente a una de las familias más ricas e influyentes de La Meca, y que hasta entonces había sido uno de
sus más enconados perseguidores. Al-Arqam puso su residencia a disposición de Mahoma, para facilitar las reuniones de
los primeros creyentes. Los creyentes se llamaban musulmanes (aquellos que entregan su alma a Dios). La situación
cambió y en 615 numerosos clanes de La Meca se adhirieron a Mahoma.

Ese mismo año murió el papa san Bonifacio IV y en su lugar fue elegido Deodato. También murió san Columbano (sus
discrepancias con la Iglesia Romana no impidieron que al final fuera canonizado).

Una muestra más del poder que la nobleza estaba ejerciendo sobre el rey franco Clotario II es que ese mismo año ocupó
el cargo de mayordomo de palacio un noble llamado Pipino de Landen, que consiguió un decreto del monarca por el que
el cargo de mayordomo de palacio se convertía en hereditario. Así, la familia de Pipino se convirtió en una especie de
"familia real" paralela a la de los merovingios.

Los ejércitos chinos fueron derrotados en Corea. Los turcos volvieron a atacar desde el norte, y esta vez capturaron al
emperador (cuyo rescate fue negociado)

EL ISLAM
En 615 el Imperio Romano parecía estar a punto de desaparecer. Los persas habían conquistado toda Asia Menor y se
disponían a entrar en Egipto. Pero, a diferencia de su antecesor, Focas, el emperador Heraclio no se quedó sin saber qué
hacer. Desde el primer momento que asumió el gobierno y con la ayuda de Sergio, el patriarca de Constantinopla, se
dedicó a preparar al Imperio para reaccionar ante el ataque persa. En primer lugar dividió el Imperio en pequeñas partes
llamadas temas, que era el nombre griego aplicado a una división de tropas, siguiendo la estructura que se había empleado
en el exarcado de Ravena y que había funcionado bastante bien para hacer frente a los lombardos: cada tema estaba bajo
la autoridad de un gobernador militar. Se concedieron tierras y granjas a las familias a condición de que cada generación
fuera educada militarmente y proporcionara hombres al ejército. La idea era formar una población de campesinos-
soldados. Con el dinero aportado por Sergio, Heraclio construyó una flota. Una medida menos elegante fue la de obligar
al general Prisco a ingresar en un convento. Podría justificarse teniendo en cuenta que estaba claro que los años siguientes
iban a ser malos, y que fácilmente un buen general como era Prisco lo podría haber tenido muy fácil para dar un golpe de
Estado.

En 616 Cosroes II dominaba Egipto. Prácticamente no había encontrado resistencia entre la población. Con esta hazaña,
Cosroes II había restaurado el imperio de Darío I. Los persas estaban exultantes.

Isanavarman se convirtió en rey de Chen-la, que recientemente había conquistado completamente el reino de Fu-nan. El
poder económico que había ostentado este reino pasó a manos del reino de Shampa.

Mientras tanto Mahoma había logrado reunir un respetable número de musulmanes en La Meca, así que la aristocracia de
la ciudad empezó a preocuparse y se empezó a extender la idea de que un musulmán muerto era mejor que uno vivo, así
que Mahoma recomendó a sus fieles que se refugiaran en Abisinia. Los abisinios eran cristianos monofisitas, por lo que
compartían con los musulmanes su monoteísmo y su horror a los ídolos. Además Mahoma insistía en que Alá es el mismo
dios que adoran los judíos y los cristianos, y reconocía a Jesucristo como profeta (aunque no como dios, claro). Todo ello
hizo que no vieran con malos ojos a los musulmanes.
El rey visigodo Sisebuto decretó que los judíos debían abandonar su reino o convertirse al catolicismo. Al parecer, unos
cien mil se convirtieron, y los restantes emigraron al reino franco. Isidoro de Sevilla censuró la medida porque "iba contra
la libertad de unos súbditos".

Ese mismo año murió el rey lombardo Agilulfo, y fue sucedido por su hijo Adaloaldo, bajo la tutela de su madre,
Teodelinda.

El emperador chino Yangdi, escarmentado por el último ataque de los turcos, decidió trasladar la capital más al sur,
medida que aumentó su impopularidad entre un importante sector de la corte. La reciente unificación de China todavía
no estaba bien consolidada: el norte tenía la supremacía política y militar, pero el sur tenía (al menos bajo su propio
criterio) la superioridad cultural, y no olvidaba que la parte norte del país había sido ocupada por los bárbaros y como
tales consideraba todavía a los sui. En el norte estalló una revolución encabezada por Li Mi, que se convirtió en poco
tiempo en uno de los rebeldes más poderosos.

También murió el rey san Ethelberto de Kent. Su gobierno fue un periodo de paz y estabilidad para su reino. Publicó un
código de leyes, el primero de Inglaterra, en el que los delitos (desde los más leves hasta incluso el asesinato) se castigaban
con multas. Esto sustituyó al antiguo sistema, por el que, cuando alguien resultaba perjudicado, procuraba hacer todo el
daño posible al culpable, lo que generaba a su vez nuevas venganzas. Además Ethelberto gozaba de cierta autoridad sobre
los reyes vecinos, lo que se notó claramente tras su muerte. Al año siguiente, en 617, el rey Ethelfrith de Northumbria
decidió marchar hacia el sur con una pequeña fuerza para apoderarse de algunos territorios de Anglia Oriental, pero lo
que no sabía es que Redvaldo, el rey de Anglia Oriental, estaba preparándose para invadir Northumbria con todo su
ejército, por lo que las tropas de Ethelfrith se encontraron con todo el ejército de Anglia Oriental reunido. Ethelfrith se
dio cuenta demasiado tarde de la superioridad numérica de su enemigo, entró en combate y fue derrotado y muerto. Esto
puso a Eduino en el trono de Northumbria.

El general chino Li Yuan, después de obtener una victoria sobre los turcos y de derrotar al rebelde Li Mi, decidió derrocar
al emperador Yangdi. En 618 tomó la antigua capital, Changan, e instauró en ella una administración más severa. Mientras
tanto, en la nueva capital, Yangdi caía asesinado en su palacio por el general de su guardia, Yuwen Huaiji. El nuevo
emperador pasó a ser Yang Hao, sobrino de Yangdi, pero en Luoyang fue proclamado emperador Yang You, que abdicó
cuando Li Yuan tomó la ciudad y le cedió las insignias imperiales. Por su parte, Yang Hao carecía de todo poder, así que
Li Yuan no tardó en convertirse en el emperador de toda China, inaugurando así la dinastía Tang. El nuevo emperador
se consagró a consolidar la unidad de China. Supo tratar a sus rivales y ganarse su lealtad con muestras de clemencia,
pero por si acaso dispuso doce ejércitos alrededor de la capital. Reorganizó la administración dividiendo el Imperio en
diez grandes regiones, cada una de ellas bajo el mando de inspectores de administración, finanzas y justicia. Creó
numerosas escuelas estatales y estableció un sistema de exámenes estatales, de modo que con el tiempo la aristocracia
tradicional fue sustituida parcialmente por un nuevo funcionariado profesional.

Los ávaros cruzaron nuevamente el Danubio. Para colmo, el rey visigodo Sisebuto había emprendido una campaña contra
las posesiones imperiales en Hispania y Heraclio no pudo más que hacer las paces precariamente y conservar una
minúscula región. Se cuenta que Heraclio tuvo la idea de abandonar y huir a Cartago, pero Sergio le levantó la moral y
logró que continuara trabajando. Los persas estaban ya firmemente asentados en Egipto y parecía que iban a invadir
Cartago, pero no lo hicieron. Tal vez Cosroes II pensó que eso suponía alargar demasiado las líneas de comunicación, lo
cual era muy peligroso sin disponer de una flota. El rey persa se mantuvo a la expectativa, buscando una paz ventajosa.

Ese mismo año murió el papa san Deodato y fue sucedido por Bonifacio V, que se ocupó principalmente de la
evangelización de Inglaterra.

En 619 murieron Jadiya y Abú Talib, la esposa y el tío de Mahoma. El Profeta intentó predicar en la ciudad de Taif, pero
fracasó, tras lo cual lo intentó con tribus nómadas, y también fracasó. Se dirigió de nuevo a La Meca, donde se casó con
otra viuda, Sauda. Inmediatamente tomó como segunda esposa a Ayesha, la hija de su pariente, ahora suegro, Abú Bakr,
a la que seguirían otras siete mujeres. Parece ser que estos matrimonios tuvieron una finalidad política, para lograr
contactos e influencias.

En 620, durante la fiesta de peregrinación a La Meca, Mahoma mantuvo contactos con seis hombres de la ciudad
de Yatrib, situada unos quinientos kilómetros al norte de La Meca. Allí vivían tribus judías, tribus árabes judaizadas y
tribus árabes paganas, que luchaban constantemente por el dominio de la ciudad. Los seis hombres que trataron con
Mahoma habían oído hablar de él a algunos musulmanes que vivían en Yatrib, y sabían que la autoridad del Profeta no
se basaba en la fuerza de un clan, sino en la religión y en la moral, por lo que pensaron que Mahoma podía llevar la paz
a la ciudad, así que trataron de atraerlo. No obstante, Mahoma rechazó la invitación y prefirió permanecer en La Meca.

En 621 murió el rey visigodo Sisebuto (se dice que envenenado) y fue sucedido por su hijo Recaredo II, que murió a los
treinta días de reinado. La nobleza logró recuperar su derecho a la elección del monarca, y eligió a Suintila, que había
dirigido la campaña de Sisebuto contra las posesiones imperiales en Hispania.

En 622 un grupo de hombres de Yatrib se reunió en secreto con Mahoma y se comprometieron a acoger en su ciudad a
los musulmanes de La Meca y protegerlos. Mahoma invitó a sus fieles a emigrar poco a poco a Yatrib. Él mismo fue el
último en salir junto con Abú Bakr, poco después de sufrir un intento de asesinato perpetrado por unos jóvenes. En Yatrib
fue aclamado por los sectores leales, que dominaban la ciudad. Allí se convirtió en árbitro de las distintas tribus y acabó
por implantar un régimen teocrático en el que él era la autoridad suprema. La ciudad incluso cambió de nombre y pasó a
llamarse Madinat al Nabi (la ciudad del Profeta) y más tarde simplemente Medina. La mayor oposición la encontró en
los clanes judíos, pero Mahoma expulsó al propiamente judío y a los clanes árabes judaizados los convenció de que él
estaba continuando la obra de Abraham, el primer musulmán, padre de la religión pura que ellos habían abandonado. Así
Mahoma tuvo ocasión de desarrollar su doctrina, que recibió el nombre de Islam, es decir, sumisión (a Alá). Sus dogmas
principales son los siguientes:

 Monoteísmo: No hay más dios que Alá, y Mahoma es su profeta.


 Fatalismo o predestinación: Aunque el hombre es libre, todo está escrito.
 Ángeles buenos y malos: Los ángeles buenos son mensajeros de Alá, los malos (identificados con los jinns árabes)
son mensajeros del demonio (Iblis), y acechan para hacer pecar a los hombres.
 El infierno y el paraíso: Los justos tendrán paz eterna en el paraíso, un lugar lleno de ríos de agua, leche y vino,
rodeados de bellas muchachas "con ojos de gacela y puras como perlas en su concha". A los pecadores les espera
el infierno eterno.
 El juicio final: Alá declarará la suerte irrevocable de cada hombre.
Mahoma reconoce como profetas a varios profetas judíos, entre ellos Abraham y Moisés, y también a Jesús, pero las
leyendas que contaba sobre ellos estaban bastante distorsionadas con respecto a la Biblia. Es evidente que su
conocimiento de la religión judía era muy rudimentario. De hecho, Mahoma era analfabeto, por lo que nunca pudo leer
ningún texto bíblico. Todo su conocimiento provenía necesariamente de tradiciones orales, completadas con su propia
imaginación.

El musulmán estaba obligado a cumplir varios preceptos, los más importantes de los cuales son los siguientes:

 Recitar por lo menos una vez en la vida "No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta", en voz alta,
comprendiéndolo y creyéndolo.
 Rezar obligatoriamente cinco veces al día: al amanecer, a mediodía, después del mediodía, a la puesta de sol y de
noche. Previamente hay que lavarse la cara, los pies y las manos, con agua o con arena. Desde que se construyó la
primera mezquita (iglesia musulmana) en Medina, se instituyó la costumbre de que el muedin convocara a la
oración al pueblo desde el minarete (torre de la mezquita). La oración tenía que hacerse con los pies descalzos y
mirando a Jerusalén, pero desde que los judíos de Medina se rieron de la doctrina islámica, Mahoma rectificó y
estipuló que se rezara mirando a La Meca (a la Kaaba, que él consideraba obra de Abraham).
 Dar limosna: "Lo que te sobra no es tuyo".
 Ayunar en Ramadán: El calendario árabe era (y sigue siendo) bastante rudimentario, pues consta de doce meses
lunares que suman 354 o 355 días (se nota que los árabes no eran agricultores). El mes de Ramadán es el noveno
mes, y en él los musulmanes deben ayunar desde el amanecer hasta la puesta de sol, y la abstención alcanza no
sólo a la comida, sino también a la bebida, perfumes, relaciones sexuales e incluso "tragar advertidamente saliva".

Además hay que añadir numerosos preceptos legales y otros más pintorescos, como la prohibición de representar
mediante pintura, escultura o cualquier otro método cualquier ser viviente (esto está tomado de la fobia a los ídolos de
los judíos) y la prohibición de comer carne de cerdo o beber alcohol (cosas que, al parecer, no son nada saludables en
los desiertos de Arabia).
Finalmente, Heraclio estaba en condiciones de sacar partido a los años de paciente preparación. Dio dinero a los ávaros
para que lo dejaran tranquilo y, con la ayuda de su flota, entró rápidamente en Asia Menor. Desembarcaron en Isos, entre
Siria y Asia Menor. Las fuerzas persas, dirigidas por el general Sahrbaraz, acudieron rápidamente, pero, siempre con la
ayuda de su flota y de sus hombres magníficamente entrenados, Heraclio se las arregló para atacar al mismo tiempo en la
primera línea y en la retaguardia enemiga. En enero de 623 obtuvo una gran victoria. Sahrbaraz tuvo que retirarse y
Heraclio avanzó hasta Armenia.

El rey franco Clotario II decidió nombrar en vida a su hijo Dagoberto I rey de Austrasia, mientras que él se reservó
Neustria y Borgoña. Dagoberto I era todavía menor de edad, por lo que lo puso bajo la tutela del mayordomo de palacio
Pipino de Landen y de Arnould, el obispo de Metz.

Un mercader franco llamado Samo logró acaudillar a algunas tribus eslavas que se rebelaron contra los ávaros y se
convirtió en rey de un reino eslavo occidental situado en la actual Checoslovaquia.

En 624 Suintila expulsó definitivamente a las fuerzas imperiales de Hispania.

Los musulmanes de Medina atacaron y derrotaron una caravana de infieles, causando sesenta y tres víctimas. Fue la
primera acción bélica musulmana, nada en comparación con lo que vendría después. Sin ir más lejos, ese mismo año salió
con trescientos musulmanes y venció a novecientos mecanos en la batalla de Badr. Para mover a sus hombres a estas
acciones, Mahoma tuvo primero que vencer el horror que era para los árabes matar a otros árabes. Mahoma los convenció
de que no debían distinguir entre árabes y extranjeros, ni mucho menos entre miembros de una u otra tribu, sino
únicamente entre musulmanes e infieles.

En China se promulgó el Tanglu Shuyi, el primer código legal chino que se conserva completo.

En 625 los habitantes de La Meca, alarmados por las expediciones musulmanas, contraatacaron y derrotaron a los
hombres de Mahoma en Uhud.
El rey Eduino de Northumbria contrajo matrimonio con Ethelberga, hija del difunto rey Ethelberto de Kent. Ello aumentó
considerablemente su prestigio entre los anglos. Ethelberga era cristiana, y llevó consigo a un anciano sacerdote
llamado Paulino, que había trabajado junto a san Agustín de Canterbury años antes. La reina y Paulino iniciaron la lenta
y delicada labor de convertir al pagano Eduino.

Ese mismo año murió el papa Bonifacio V, y fue sucedido por Honorio I, que, al igual que su predecesor, se dedicó a
enviar misiones a Inglaterra.

También murió Teodelinda, la madre del rey lombardo Adaloaldo, el cual murió envenenado en 626, y fue sucedido
por Arioaldo.

Cosroes II "el victorioso" estaba desesperado. Ante el fracaso de todos sus intentos de resistir a los romanos, optó como
último recurso por entablar una alianza con los ávaros, que no tardaron en cruzar el Danubio y llegar hasta las murallas
de Constantinopla. Cosroes II esperaba que los ávaros tomaran la ciudad o que Heraclio se retirara para defenderla, pero
no ocurrió ni lo uno ni lo otro. Constantinopla estaba eficientemente dirigida por el patriarca Sergio, que organizó una
firme defensa. La situación no era especialmente grave, pues las murallas podían resistir y la flota abastecía a la capital.
Al cabo de un tiempo, los ávaros comprendieron que estaban perdiendo el tiempo y se fueron retirando poco a poco.
Cuando los persas recibieron la noticia, se desmoralizaron. En todas partes, los ejércitos persas sólo pedían una
oportunidad para volver a su patria. Las fuerzas de Heraclio volvieron a tomar Egipto y Asia Menor y, después de empujar
hacia Persia a las deshechas tropas enemigas, se lanzó sobre Mesopotamia. Antes de ello entabló una alianza con
los jázaros, un pueblo nómada que entonces habitaba al norte del mar Negro. Parece ser que era descendiente de los
hunos que los turcos habían desplazado desde las fronteras orientales de Persia. Los jázaros atacaron a los ávaros y los
mantuvieron ocupados mientras Heraclio trataba con los persas. La batalla final se libró cerca de las ruinas de Nínive,
en 627. Se prolongó hasta la puesta de sol. Al caer la noche los restos del ejército persa aprovecharon para huir. Heraclio
avanzó y pagó con la misma moneda la devastación que los persas habían causado en Asia Menor. Llegó hasta las murallas
de Ctesifonte.
Entre tanto los musulmanes habían continuado con sus ataques a los infieles desde Medina, hasta que un ejército de
mecanos sitió la ciudad con el propósito de acabar de una vez para siempre con Mahoma y sus seguidores. Sin embargo
el asedio se vio frustrado por un sistema de fosos y terraplenes construido según modelos persas. Mahoma se dispuso una
vez más a atacar La Meca, pero, para no poner en peligro a Medina durante su ausencia, eliminó a los judíos hostiles que
quedaban en la ciudad mediante ejecuciones en masa y vendió a las mujeres y a los niños como esclavos. Luego marchó
a La Meca con un fuerte contingente armado y obligó a sus dirigentes a pactar una tregua con él por un periodo de diez
años. La ciudad ya no volvió a ofrecer resistencia.

En Inglaterra, el rey de Wessex envió un mensajero al rey Eduino de Northumbria, con la orden de que mientras leyera
el mensaje tenía que sacar un puñal envenenado y matar a Eduino. Lo intentó, pero un sirviente del rey se dio cuenta a
tiempo e, interponiendo su cuerpo, dio su vida por la de su rey. El sacerdote Paulino explicó que el dios de los cristianos
había salvado la vida a Eduino para proteger a la reina cristiana. Eduino no lo acabó de creer, pero afirmó que si derrotaba
a Wessex sin problemas y volvía sano y salvo, creería estar protegido por el dios cristiano y se convertiría. Así ocurrió,
con lo que Eduino y su corte se hicieron cristianos. Fueron bautizados en York, y poco después el papa Honorio I nombró
a Paulino obispo de York. El obispado de York rivalizó durante un tiempo con el de Canterbury, pero finalmente aceptó
su lugar de segundo obispado más importante de Inglaterra.

Eduino era ahora el rey más poderoso de Inglaterra y gobernaba el territorio más extenso. En el extremo norte de su reino
levantó un castillo para defender la frontera contra los escotos. Según la tradición, más tarde se formó una ciudad alrededor
del castillo, que se llamó "ciudad de Eduino", es decir, Edimburgo.

El emperador chino Li Yuan fue sucedido tras su muerte por su hijo Li Shimin (después recordado como Taizong), que
con sus dotes militares había ayudado a su padre a alcanzar el poder. Bajo su reinado China alcanzó una prosperidad que
no había conocido desde hacía siglos. El sur adquirió una gran importancia económica y cultural, florecía el comercio,
especialmente el del té, se desarrolló de nuevo el uso de la moneda y los impuestos dejaron de recaudarse en especie. Los
comerciantes crearon bancos y empezó a usarse una especie de letra de cambio.
La aristocracia persa quería firmar una paz con Heraclio lo antes posible, pero Cosroes II trató de continuar la guerra, así
que lo encarcelaron y poco después lo mataron, en 628. El nuevo rey fue Ardacher III, un niño de seis años. Se firmó la
paz con el Imperio Romano, por la cual se le devolvían todos los territorios conquistados y, lo más importante, se restituyó
la Vera Cruz. Heraclio abandonó Persia, que quedó sumida en la anarquía. Surgieron varios candidatos a la corona que
se estuvieron peleando entre sí durante varios años. Persia perdió también el dominio del Yemen cuando su sátrapa se
convirtió al islam.

En Inglaterra un guerrero llamado Penda se convirtió en rey de Mercia, independizándola así de Northumbria. Con
ello terminó de configurarse la llamada Heptarquía, el largo periodo de la historia de Inglaterra en que estuvo
dividida en siete reinos: Kent, Sussex, Essex, Wessex, Anglia Oriental, Northumbria y Mercia. Además de éstos, los
galeses formaron algunos pequeños reinos, que nunca llegaron a unirse contra los germanos invasores. También estaba
en el norte el reino escoto de Dalriada y más adelante los pictos también acabarían formando su propio reino.

Según lo pintan, Penda era un guerrero que disfrutaba en las batallas, pero luego no se preocupaba de sacarles ningún
partido político. Simplemente buscaba excusas para pelear cuando le apetecía un combate. Despreciaba el cristianismo,
pero no hizo ningún intento de impedir que se extendiera por Mercia. Al parecer, su filosofía era que un hombre con lo
que había que tener despreciaría el cristianismo como él lo hacía, y que si alguien caía en sus redes es que no era un
auténtico hombre y no merecía ser salvado. De todos modos, Penda opinó que la conversión de Eduino al cristianismo
bien merecía una guerra, y, tan pronto como estuvo afirmado su dominio sobre su nuevo reino, declaró la guerra a
Northumbria por ese motivo. Para ello se alió con Cadwallan, un príncipe galés que además era cristiano, pero a Penda
esas cosas le daban igual, y los galeses estaban enemistados con Eduino porque años antes habían encajado muchas
derrotas de su parte.

En 629 murió Clotario II y su hijo Dagoberto I gobernó sobre todo el reino franco, si bien su hermano Cariberto recibió
el título de rey de Aquitania. Los periodos de regencia y el deterioro de las comunicaciones habían proporcionado gran
independencia a los señores francos. Cada cual gobernaba sus tierras, impartía justicia según sus propios criterios y a
menudo se olvidaba de enviar al rey los impuestos correspondientes. En el fondo, la población prefería esta
descentralización, pues un señor poderoso que recaudara para sí mismo tendía a proteger a sus siervos y procurarles un
relativo bienestar para mejorar sus rentas, mientras que un señor débil al servicio del rey solía esquilmar a sus súbditos
atendiendo a las exigencias de un monarca que no estaba allí para juzgar si sus peticiones eran razonables o no. Este
fenómeno era más agudo en Austrasia, cuyas tierras nunca habían conocido el gobierno romano y donde la Iglesia tenía
menos peso, por lo que había influido menos en la organización social. Dagoberto I se propuso frenar este proceso de
descentralización. El mismo año en que se convirtió en soberano de Neustria y Borgoña viajó a ambos territorios para
administrar justicia, recuperó los bienes enajenados por sus predecesores y trató de reavivar el casi extinto comercio
mediante una feria anual en Saint Denis.

En una solemne celebración, el emperador Heraclio en persona llevó en procesión la Vera Cruz por Jerusalén hasta
reponerla en el lugar de donde los persas la habían arrebatado. Luego se entrevistó con el general persa Sarhbaraz y le
concedió el apoyo imperial si se apoderaba del trono persa. Sarhbaraz destronó a Ardacher III y se convirtió en rey, pero
al poco tiempo fue asesinado. En los dos años siguientes Persia tuvo unos diez reyes más.

En 630 el ejército de Mahoma entró triunfante en La Meca, mandó destruir los ídolos que rodeaban a la piedra negra y
fue proclamado rey de los árabes. Por aquel entonces muchas ciudades habían aceptado ya la autoridad de Mahoma, que
se incrementaron cuando Mahoma obtuvo una victoria sobre los beduinos. Luego Mahoma envió embajadas a los reyes
vecinos para hacerse reconocer como único soberano.
LA EXPANSIÓN ÁRABE
En 630 el Imperio Chino había logrado neutralizar la amenaza de los turcos orientales (en gran parte gracias a la ayuda
de militares turcos). Después de destruir algunos pueblos turcos y de sellar alianzas con otros, China pudo derrotar
también a los turcos occidentales y establecer su protectorado sobre los territorios de la ruta de la seda hasta Persia y la
India.
Por esta época los tibetanos empezaron a organizarse. El Tíbet estaba dividido en diecisiete feudos situados alrededor del
principado de Yar-Klungs, pero en un momento dado el rey Nam-ri empezó a federarlos bajo su autoridad. Envió a la
India a su consejero Thon-mi Sambhota para que trajera un sistema de escritura.

En el sur de la India murió el rey Mahendravarman I, que fue sucedido por Narasimhavarman I, que mandó construir
el puerto de Mahabalipuram para desarrollar el comercio con el sureste asiático.

El reino visigodo se debatía desde hacía tiempo entre dos tendencias: por una parte, la nobleza reivindicaba su derecho a
la elección del monarca, mientras que algunos reyes poderosos habían tratado de consolidar una monarquía hereditaria al
estilo franco. El rey Suintila había sido elegido por los nobles, pero trató de asociar al trono a su esposa Teodora, a su
hermano Geila y a su hijo Ricimer, con lo cual se encontró con la oposición radical de la nobleza. Además, la Iglesia
Católica también prefería una monarquía electiva, pues tenía la suficiente influencia como para sacar buen partido de la
elección del rey. En 631 murió sin descendencia Cariberto, el rey de Aquitania hermano del rey franco Dagoberto I, quien
transformó Aquitania en ducado y la asignó al duque Boggis. El duque de Septimania, Sisenando, logró el apoyo de
Dagoberto I para derrocar a Suintila. Avanzó hasta Zaragoza, donde fue proclamado rey por la nobleza y el clero.
En 632 Dagoberto I trató de disolver el reino eslavo de Samo, e inició así una guerra en el este.

Después de tres años de guerra, el rey Penda de Mercia, en coalición con el galés Cadwallan, logró acorralar a Eduino de
Northumbria en Hatfield, a unos cincuenta kilómetros al sur de York. Allí murió Eduino y Cadwallan se dedicó a devastar
su reino. La población debió de pensar que tales desgracias se debían a la ira de los dioses, a los que habían abandonado
al convertirse al cristianismo, así que Northumbria volvió al paganismo. Paulino y su gente tuvieron que abandonar York.

Persia consiguió salir de la anarquía bajo Yazdgard III, un nieto de Cosroes II de quince años de edad.

Mahoma había establecido unos años antes que todo musulmán debía peregrinar a La Meca al menos una vez en su vida.
Al poco tiempo de volver de una peregrinación, el Profeta enfermó y murió en Medina. Se dijo que el Profeta había sido
envenenado por una judía, en venganza por la matanza de judíos que había ordenado en Medina unos años antes. La
dirección del islam pasó a manos de su anciano suegro Abú Bakr, que se convirtió así en el primer Califa (sucesor). Tras
la muerte del profeta, numerosas tribus y ciudades que habían manifestado su acatamiento del islam se lo pensaron mejor
y no reconocieron la autoridad del califa. Incluso apostataron del islam. Abú Bakr se mantuvo firme y sometió
sangrientamente a sus enemigos.

Mahoma no había dejado nada escrito (principalmente porque no sabía escribir), por lo que sus enseñanzas se conservaron
únicamente en la memoria de sus seguidores y, ocasionalmente, escritas en los lugares más insólitos (omóplatos de
camello, hojas de palmera, piedras, etc.) Tras la muerte del profeta, todo este material fue compilado por Zhaid ibn
Thabit, bajo la dirección del califa. Así fue redactándose lo que se convertiría en El Corán (la lectura), el libro sagrado
de los musulmanes.

En 633 casi toda Arabia estaba bajo el dominio de Abú Bakr. En un acto de increíble osadía, el califa envió sendos
mensajes a Heraclio y a Yazdgard III invitándolos a someterse al islam. Obviamente, ninguno de los dos gobernantes
hizo el menor caso, así que los audaces jinetes árabes empezaron a hostigar simultáneamente las fronteras de las dos
grandes potencias de la zona.

Dagoberto I tuvo que desistir de su intento de dominar el reino de Samo, así que se limitó a reforzar las fronteras orientales
de su reino. Tuvo que confiar su defensa a los sajones, a los austrasianos y a Radulfo, el duque de Turingia.

Cuando Eduino mató al rey Ethelfrith de Northumbria, los hijos de éste se refugiaron en el norte. Uno de ellos,
llamado Osvaldo, se había convertido al cristianismo céltico, y había pasado un tiempo en Iona. Tras la muerte de Eduino
regresó a Northumbria y mató a Cadwallan en una batalla. Osvaldo se convirtió en rey de Northumbria y se alió con
Wessex casándose con una hija de su rey.

El cuarto concilio de Toledo reconoció a Sisenando como legítimo rey de los visigodos, condenó a Suintila, acusado de
ladrón, asesino y corrupto, estableció como obligatoria la elección del rey por la nobleza y la Iglesia, declaró al rey ungido
de Dios, y por lo tanto inviolable, y también estableció algunas medidas antisemitas.

El concilio estuvo presidido por Isidoro de Sevilla, quien unos años antes había escrito en su Crónica de los visigodos que
Suintila era "munícipe para todos, largo para pobres e indigentes, pronto a la misericordia, hasta el punto de que
mereciera ser llamado no sólo Príncipe de los Pueblos, sino también Padre de los Pobres." Tras el concilio, Isidoro no
borró este párrafo, sino que añadió una nota diciendo que se había equivocado en su juicio. Luego relató los crímenes del
rey y "las riquezas robadas a los pobres". Suintila murió en 634.

Un ejército árabe había entrado en Persia el año anterior. Los persas reunieron rápidamente un ejército y los derrotaron
rotundamente en la llamada batalla del puente. Mientras tanto, en el frente romano, los árabes tomaron la ciudad
de Bosrah, al este del Jordán. La entrega de la ciudad fue considerada una traición en Constantinopla, pues no
consideraban que los árabes fueran un enemigo poderoso. Poco después murió el califa Abú Bakr y fue sucedido
por Umar I, que había sido uno de los colaboradores más activos de Mahoma.

Dagoberto I destituyó a Pipino de Landen de su cargo de mayordomo de palacio y lo mantuvo retenido en Neustria. Su
puesto lo ocupó Ansegisal, hijo del obispo de Metz que había sido regente junto con Pipino durante la minoría de edad
del monarca. Ansegisal se casó con Begga, hija de Pipino. Para consolidar la sucesión, Dagoberto I nombró rey de
Austrasia a su hijo de tres años Sigeberto III. En 635 tuvo un segundo hijo al que convirtió inmediatamente en Clodoveo
II, rey de Neustria.

Tras un largo asedio, los árabes tomaron Damasco. Heraclio empezó a darse cuenta de que había subestimado a este
pueblo. Formó un ejército y lo envió a Siria bajo el mando de su hermano Teodoro, que recuperó la ciudad. Pero los
árabes formaron un ejército mayor y volvieron a la carga en 636. Se libró una gran batalla junto al río Yarmuk, un
afluente del Jordán, al sur del mar de Galilea. La pesada caballería imperial se enfrentó a la caballería ligera de los árabes.
Por tres veces, los romanos rompieron las líneas enemigas, pero los árabes se dispersaban y se reunían ágilmente. Cuando
los romanos quedaron agotados, llegaron árabes por todas partes gritando sus llamamientos a Alá. El ejército imperial fue
aniquilado.

Ahora estaba claro que los árabes constituían una seria amenaza. Mahoma había sembrado en ellos la idea de la guerra
santa: todo musulmán que muriera defendiendo el islam iría al séptimo cielo, la parte más selecta del paraíso. Los
ejércitos musulmanes podían ser más toscos que los romanos y los persas, pero eran más numerosos y sus hombres
desconocían el miedo a la muerte.
Ese mismo año murió el rey visigodo Sisenando, así como san Isidoro de Sevilla, que es la principal fuente de información
sobre el reino visigodo en esta época, por lo que sabemos muy poco sobre el reinado de Sisenando y el de sus sucesores,
el primero de los cuales fue Chintila. San Isidoro fue un erudito que se interesó por todo el saber que estaba a su alcance.
Además del latín, dominaba la lengua gótica, el griego y el hebreo. Escribió sobre historia, teología, ciencia, gramática,
etc. En su obra apenas hay nada original, y trata por igual a todas las fuentes, mezclando hechos reales con toda clase de
leyendas y supersticiones. Pese a ello tuvo una gran difusión y, por consiguiente, una gran influencia en los siglos
posteriores. Además de su hermano san Leandro, también fueron santos sus otros dos hermanos: san Fulgencio y
santa Florentina.

También murió el rey lombardo Arioaldo, que fue sucedido por Rotario.

En 637 los árabes ocuparon Jerusalén. Desde entonces no se volvió a saber nada de la Vera Cruz. Enardecidos por sus
victorias frente al Imperio Romano, volvieron a atacar a Persia. Se produjo un enfrentamiento en Qasidiya, junto al
Éufrates, unos ochenta kilómetros al sur de donde había estado Babilonia. Los dos ejércitos tenían aproximadamente el
mismo número de hombres y la batalla se prolongó durante dos días, pero luego los árabes recibieron un sustancial
refuerzo proveniente de Siria. Una tormenta de arena favoreció a los árabes, pues el viento soplaba hacia el frente persa.
Los soldados tuvieron que retroceder y finalmente huyeron en desbandada. Los árabes tomaron Ctesifonte.

Los persas empezaron a reorganizarse alrededor de la ciudad de Nehavend, cerca de Ecbatana, la antigua capital meda.
Sorprendentemente, Heraclio no hizo lo propio tras las derrotas sufridas ante los árabes. Nunca organizó un nuevo ejército
para enviarlo contra los invasores. Probablemente Heraclio llegó a la convicción de que era inútil tratar de salvar una
tierra que no quiere ser salvada. Siria y Egipto se habían entregado a los persas prácticamente sin resistencia, ahora Siria
había vuelto a entregarse a los árabes y era una mera cuestión de tiempo que Egipto hiciera lo mismo. Enviar un ejército
arreglaría poco, pues podría ganar una batalla, pero eso no sirve para nada sin el apoyo de la población. El problema real
era que Siria y Egipto no sentían ninguna lealtad hacia Constantinopla, y ello se debía principalmente a que sus habitantes
eran monofisitas y Constantinopla era católica.
Nuevamente, Heraclio contó con el apoyo de Sergio, el patriarca de Constantinopla, que estuvo dispuesto a modificar la
postura de la Iglesia para acercarla al monofisismo. En 638 Sergio promulgó una doctrina que fue
llamada monotelismo (una sola voluntad): Los católicos afirmaban que Jesucristo tenía dos naturalezas, una divina y otra
humana, mientras que los monofisitas consideraban que sólo había en él una naturaleza divina. El monotelismo afirmaba
que Jesucristo tenía dos naturalezas animadas por una única voluntad, por lo que en la práctica actuaba como si tuviera
una única naturaleza, tal y como creían los monofisitas. Sergio murió ese mismo año, pero su sucesor, Pablo, siguió
adelante con el monotelismo.

Probablemente Heraclio esperaba que el monotelismo eliminara los recelos de Siria y Egipto hacia Constantinopla y
permitiera que el pueblo acogiera a un futuro ejército como liberador y no como "otro conquistador". Sin embargo el
monotelismo resultó ser un fracaso. Los teólogos de Siria y Egipto lo rechazaron de plano y lo mismo hizo la Iglesia
Romana. No es de extrañar: las sutilezas teológicas sobre Jesucristo difícilmente podían interesar al pueblo llano. Eran
meras excusas para canalizar discrepancias políticas e ideologías nacionalistas que no iban a zanjarse con juegos de
palabras.

En Roma murió el papa Honorio I y en su lugar fue elegido Severino, pero al ser abiertamente opuesto al monotelismo
el gobernador de Roma, Mauricio, impidió su consagración, que no pudo llevarse a cabo hasta dos años después.

También murieron el rey franco Dagoberto I y su mayordomo de palacio, Ansegisal. Nuevamente el reino quedó dividido
en dos: Sigeberto III quedó como rey de Austrasia y Clodoveo II como rey de Neustria. Tenían siete y tres años
respectivamente, lo que hizo que el poder real lo ejerciera la nobleza. En Austrasia el poder recayó en el viejo Pipino de
Landen, que logró recuperar los privilegios que Dagoberto I le había retirado y se convirtió de nuevo en mayordomo de
palacio.

En 639 murió el rey visigodo Chintila, y la nobleza eligió como sucesor a Tulga.
En 640 murió Pipino de Landen. Surgieron muchos candidatos a mayordomo de palacio, pero Grimoaldo I, hijo de
Pipino, terminó imponiéndose e hizo valer el carácter hereditario del cargo tal y como lo había establecido el rey Clotario
II años atrás.

Un ejército árabe partió de Siria hacia Egipto, bajo el mando del general Amr ibn al-As. Llegó hasta Pelusio y, tras un
mes de asedio, tomó la ciudad.

El emperador chino Taizong tomó como concubina a Wu Zhao, hija de un general que había apoyado al emperador para
llegar al poder. Desde entonces se entabló una rivalidad entre ella y la Emperatriz Wang, que era estéril.

El papa Severino pudo ser consagrado finalmente, tras lo cual condenó el monotelismo y, en represalia, el gobernador de
Roma, Mauricio, saqueó el palacio de Letrán. Se dice que Severino murió del disgusto. En su lugar fue elegido Juan
IV, que siguió luchando contra el monotelismo, al que condenó en un concilio celebrado en 641.

Ese año murió el emperador Heraclio, mientras los árabes ocupaban Egipto sin esfuerzo. Entre las medidas que Heraclio
tomó para cohesionar el Imperio, estuvo la de abandonar el latín como lengua oficial y sustituirla por el griego, que era
la lengua que realmente hablaba la población. Esto supuso un paso más en el distanciamiento cada vez mayor entre
Oriente y Occidente. Por esta época en Oriente volvió a ponerse de moda la barba. Puede parecer un hecho intrascendente,
pero contribuyó a acrecentar la hostilidad entre orientales y occidentales. En occicente la barba se asociaba con los
bárbaros incivilizados, mientras que en Oriente los rostros afeitados recordaban a los de los eunucos, que tenían fama de
mezquinos y despreciables. Así, la imagen típica del oriental causaba un cierto rechazo en el occidental típico, y viceversa.

Heraclio dejó el Imperio a sus dos hijos, Constantino III y Heracleonas. Eran hermanastros, pues Heracleonas era hijo
de Martina, segunda mujer y sobrina de Heraclio. Un sector de la Iglesia consideró incestuoso este matrimonio, pero
Heraclio tenía el prestigio suficiente como para seguir adelante. La corte se dividió entre partidarios de uno y otro
emperador, y Martina se puso al frente de los partidarios de su hijo. Tal vez se hubiera desatado una guerra civil si
Constantino III no hubiera muerto a los pocos meses de reinado. Probablemente murió de tuberculosis, pero se rumoreó
que Martina lo había envenenado. La opinión pública se volvió contra Heracleonas y Martina, por lo que el emperador se
vio obligado a abdicar y exiliarse antes de que acabara el año. Fue elegido emperador su sobrino Constante II, hijo de
Constantino III, que contaba sólo con once años de edad.

El rey Penda de Mercia decidió que le apetecía combatir de nuevo contra Northumbria, y usó de nuevo como excusa el
cristianismo de su rey Osvaldo. Al igual que había sucedido con Eduino, el rey Osvaldo fue derrotado y muerto por Penda.
Osvaldo tenía un hermano llamado Oswiu, que se apoderó del trono de Northumbria y, para afianzar su posición, se casó
con una hija de Eduino. Para evitar que se repitiera la historia de sus dos predecesores, Oswiu trató de aplacar a Penda,
le entregó como rehén a uno de sus hijos e hizo que su hija se casara con un hijo de Penda. Luego le ofreció tributo y lo
reconoció como señor.

El rey tibetano Nam-ri murió envenenado, y fue sucedido por su hijo Srong-btsan Sgam-po, que se casó con una princesa
china y otra nepalí, ambas budistas. Fundó la ciudad de Lhassa y empezó la construcción de un gran palacio,
el Potala. Gracias a las buenas relaciones con la China y la India el nivel de vida del Tíbet mejoró sustancialmente:
llegaron la cerveza, el aguardiente, el papel, la tinta y el arte de la cerámica y del riego. Esto permitió iniciar el cultivo de
la cebada.

En 642 Amr ibn al-As tomó Alejandría. La ciudad fue reconquistada por un breve periodo, pero luego volvió a caer, y
desde entonces los árabes dominaron todo Egipto. Se cuenta que los libros de la biblioteca de Alejandría fueron puestos
a los pies del califa Umar, quien sentenció de este modo: "Si estos libros coinciden con el Corán, son innecesarios; si
están en desacuerdo con él, son perniciosos. En cualquier caso, destruidlos." Pero es poco probable que esta historia sea
cierta y, si lo es, es poco probable que los árabes destruyeran más que unos pocos libros. La biblioteca de Alejandría había
sido destruida mucho antes por los cristianos en su lucha contra el paganismo. En Persia los árabes obtuvieron otra gran
victoria. El rey Yazdgard III tuvo que huir hacia el noreste mientras los árabes ocupaban sistemáticamente todo el Imperio.

Tras la muerte del papa Juan IV fue elegido Teodoro I. Condenó el monotelismo, y llegó a deponer a Pablo, el patriarca
de Constantinopla (a lo cual, claro, nadie hizo caso). El emperador Constante II seguía apostando por la posibilidad de
que el monotelismo se ganara a los cristianos persas y egipcios, como paso previo a una posible reconquista de estos
territorios.
El rey visigodo Tulga fue víctima de una conjuración de la nobleza, que le obligó a tonsurarse y convertirse en monje (lo
cual lo inhabilitaba como rey para siempre). En su lugar fue elegido Chindasvinto, que tenía entonces unos setenta y
nueve años. Probablemente fue una elección de compromiso, con la que la nobleza pretendió aplazar unos años (los pocos
que viviera Chindasvinto) la elección del nuevo rey. Sin embargo Chindasvinto no resultó fácil de manejar. Hizo matar a
muchos nobles, redujo a sus familias a la esclavitud y confiscó sus bienes. Muchos nobles tuvieron que huir a África o al
reino franco.

En 643 un peregrino chino llamado Huien Tsang llegó a la India, donde el rey Harsa organizó en su honor una gran
asamblea presidida por una imagen de Buda a la que acudieron reyes vecinos, brahmanes, jainistas y monjes budistas. Se
pronunciaron discursos, se hicieron ofrendas a Buda y Harsa distribuyó una parte del tesoro real.

El rey lombardo Rotario promulgó en Pavía las llamadas Leyes de Rotario, una recopilación de costumbres germánicas.

En 644 murió el califa Umar I, asesinado en la mezquita de Medina por un esclavo persa. Fue él quien estableció la fecha
de la Hégira (la huida de Mahoma a Medina) en el 16 de julio de 622, y la fijó como el primer día del calendario
musulmán, vigente hasta la actualidad. Hay que tener presente que el año islámico tiene 354 o 355 días (es lunar), por lo
que 33 años islámicos equivalen a 32 años solares. Como nuevo califa fue elegido Utmán, yerno de Mahoma y
perteneciente a una familia noble de La Meca, los Omeyas.

Por esta época existían al menos cuatro ediciones del Corán, con las diferencias suficientes para provocar disputas e
interpretaciones divergentes. Por ello Utmán nombró una comisión que preparase una única versión oficial, que sería la
obligatoria para todos los musulmanes hasta la actualidad. Las demás versiones fueron destruidas. El Corán que
sobrevivió consta de 144 suras (capítulos) ordenados (criterio científico donde los haya) según su longitud, desde el más
largo hasta el más breve, salvo el primero, que es más corto pero contiene los dogmas fundamentales del islam.

Se pueden distinguir en él dos fuentes básicas, una más antigua redactada en La Meca en prosa rimada y otra posterior
redactada en Medina en una prosa más pesada, monótona y repetitiva. Ambas aparecen mezcladas en una maraña que
nadie hasta ahora ha intentado analizar. Hay versículos de una intercalados en versículos de la otra, algunos de los más
recientes contradicen a los más antiguos y tal vez sea imposible fechar correctamente las distintas partes. Años más tarde
surgió la versión oficial de que el Corán es la transcripción literal de un libro que está en el cielo y que le fue dictado a
Mahoma por el arcángel san Gabriel.

En 645 el clan Soga perdió la supremacía en Japón. Fue sustituido por el clan Nakatomi, que implantó un sistema de
gobierno calcado de la China de los Tang. Promulgó un código de leyes conocido como código Taika.

LA GUERRA CIVIL
En la primera mitad del siglo VII el mundo había experimentado muchos cambios. China prosperaba bajo el emperador
Taizong. Las relaciones con los turcos eran delicadas, pero de momento los chinos llevaban las riendas. Sin embargo, la
expansión china no era nada comparada con la vertiginosa expansión árabe. Bajo el tercer califa, Utmán, los árabes habían
barrido a los persas, hasta el punto de que su rey Yazdgard III estaba arrinconado en Sogdiana luchando
desesperadamente. Al Imperio Romano le habían arrebatado Siria y Egipto, como poco antes habían hecho los persas.
Pero ahora la situación era diferente: Mientras el mazdeísmo persa no atraía en absoluto a los cristianos, las conquistas
árabes iban seguidas de conversiones masivas al islam.
El califa Umar había ordenado la expulsión de los judíos y los cristianos de Arabia, pero cuando los árabes invadieron
Persia aprendieron la técnica que los mazdeístas habían empleado con los judíos y cristianos: les permitían profesar sus
creencias, pero estaban sometidos a tributos de los que los mazdeístas estaban exentos. Los árabes hicieron lo mismo.
Por este y otros motivos, convertirse al islam era una forma fácil de mejorar el nivel de vida. Por ejemplo, así como los
cristianos no tenían ningún escrúpulo en tener esclavos cristianos, un musulmán no podía ser esclavo de otro musulmán,
luego la conversión significaba el fin de la esclavitud. Esto no significa que los musulmanes no tuvieran esclavos. La
Arabia preislámica ya importaba esclavos negros de las costas orientales de África, más al sur de Abisinia, y esta trata
de esclavos se incrementó a medida que el islam se hizo más poderoso. La idea de que Dios había hecho a los negros
para servir a los blancos es una de las ocurrencias judías que más aceptación ha tenido en la historia (después de la
intolerancia, claro). Por su parte, los esclavos europeos eran principalmente eslavos. La Iglesia Católica era una de las
principales propietarias de esclavos en la época.

Pero no sólo los esclavos eran atraídos hacia el islam. La expansión árabe estaba aportando enormes riquezas y botines
de guerra, y la mejor forma de acceder a ellas (si no la única) era ser musulmán. La conversión al islam podría compararse
con lo que en su día significó la obtención de la ciudadanía romana, con la diferencia de que Roma se resistió mucho
tiempo antes de concederla a los pueblos que conquistó, mientras que los árabes la ofrecían a todo el que la deseara. Así
se demostró que, por conservar sus creencias, muchos hombres están dispuestos a perder su vida, pero no tantos están
dispuestos a perder su dinero.

Además, la religión islámica adoraba al mismo dios de los cristianos, garantizaba un paraíso similar al cristiano, tenía un
ritual un poco más molesto, pero a la vez más simple, y se centraba en los aspectos más importantes de la vida cotidiana:
la obligatoriedad de la limosna, la solidaridad entre todos los musulmanes, etc. Para los hombres, suponía una forma de
vida más grata: el Corán permite el divorcio y la poligamia, lo cual, en tiempos de expansión, da pie a muchas
posibilidades.

Es posible que muchos conversos por conveniencia no se tomaran muy en serio a Alá, pero lo cierto es que a partir de su
conversión tenían que comportarse como musulmanes, y ello implicaba educar a sus hijos en el islam, por lo que al cabo
de una generación el islam quedaba firmemente implantado allá donde llegaba. Más aún, la lengua árabe no tardó en
sustituir a la griega y a la persa en todos los territorios conquistados.

Naturalmente, aunque las conversiones fueron masivas, hubo una parte de cristianos y mazdeístas que optaron por
conservar sus creencias. Antes de la invasión árabe, algunos cristianos monofisitas de Egipto, ante las presiones de
Constantinopla en pro del catolicismo, optaron por pasar a la clandestinidad y, en parte por seguridad y en parte como
reacción nacionalista, abandonaron el griego y adoptaron la antigua lengua egipcia, aunque con un alfabeto moderno
basado en el griego. Se les conoce como coptos, que es una deformación de "egipcios". Aún hoy sobreviven en Egipto
profesando su cristianismo monofisita. La lengua copta es una forma muy evolucionada de la lengua de los faraones.

En Persia algunos mazdeístas se concentraron en lo que actualmente es Irán y luego emigraron a la India, donde aún hoy
sobreviven con el nombre de parsis (una deformación de "persas"). Los parsis cuentan los años a partir del ascenso al
trono de Yazdgard III. Algunos cristianos (nestorianos) acabaron en China.

Los judíos, por su parte, ya estaban acostumbrados a mantener su religión en sociedades gentiles, así que siguieron
resistiendo. Los árabes no los miraban con muy buenos ojos (a causa de los problemas que Mahoma había tenido con
ellos), pero fueron tolerantes, así que puede decirse que durante los primeros años del islam los judíos gozaron de cierta
paz y prosperidad como no habían conocido desde siglos atrás.

El éxito del islam fue muy rápido, pero no tanto como para que desde Constantinopla pudiera captarse la situación desde
el primer momento. Por el contrario, el emperador Constante II debía de pensar que los sirios y los egipcios no tardarían
en desear que les liberaran de la "opresión árabe", y por ello insistía en promover el monotelismo como una vía de
acercamiento que permitiera en el momento propicio reconquistar los territorios perdidos. En 645 los árabes aplastaron
una revuelta en Alejandría, que sería la última.

En 646 se celebró el VII concilio de Toledo que refrendó las drásticas medidas que el rey Chindasvinto había tomado
contra la nobleza y decretó la excomunión perpetua para quien conspirara contra el rey. Chindasvinto dictó numerosas
leyes encaminadas a igualar el marco legal de los godos y el de los hispanorromanos.

En 647 murió en la India el rey Harsa, su reino se fragmentó y la cultura sánscrita entró en decadencia.

En 648 el emperador Constante II promulgó un decreto por el que prohibía toda discusión cristológica.

El siguiente objetivo del califa Utmán era, naturalmente, apoderarse de Asia Menor y luego de Constantinopla. Para ello
mandó construir una flota. Los árabes no tenían ninguna experiencia en el mar, pero ahora contaban con marineros de los
pueblos conquistados. Su primer ensayo fue la isla de Chipre, que fue tomada en 649 (aunque sólo temporalmente).

El rey Chindasvinto nombró heredero a su hijo Recesvinto, lo que aumentó el descontento de la reprimida nobleza
visigoda. Ese mismo año murió el papa Teodoro I, que fue sucedido por Martín I. Inmediatamente convocó un concilio
que condenó el monotelismo, contraviniendo así el decreto imperial del año anterior.

También murió el emperador chino Taizong, y fue sucedido por su hijo Gaozong. Los turcos orientales se reorganizaron
y volvieron a ser una amenaza para China.
Las ciudades mayas formaron una confederación. A la cabeza de todas ellas estaba el halach-uinic, con poderes civiles y
tal vez religiosos. El monarca nombraba, tras un examen, a los bataboob, o jefes de las ciudades, entre los miembros de
la nobleza. Éstos tenían a la vez el poder político y judicial, y gobernaban asesorados por los ah holpopoob (consejeros).
También recaudaban los tributos que debían entregarse al halach-uinic. La clase sacerdotal era hereditaria, al igual que la
nobleza. Estaba dirigida por el ahuacán, o señor serpiente. Los chilanes, o adivinos, proporcionaban las respuestas de los
dioses. Los mayas desarrollaron un panteón complejo, a la cabeza del cual estaba Itzamná, hijo de Hunab Ku, el creador
del Universo. Los dioses mayas estaban muy relacionados con los de las culturas vecinas, por ejemplo, Kukulkán era la
versión maya de Quetzalcoatl, y Chac, el dios de la lluvia, estaba relacionado con Tlaloc y era uno de los dioses más
importantes.

Los mayas poseían dos calendarios, uno ritual y otro solar. Ambos coincidían una vez cada 52 años solares. Su estimación
de la duración del año era de 365,242 días, más precisa que la del calendario juliano vigente en Europa, que era de 365,25
días, (el valor real es de 365,2422 días). El año se dividía en 18 meses de 20 días y se completaba con unos días aciagos.
El sistema aritmético era vigesimal, si bien tenía una irregularidad para compaginarlo con el calendario: la unidad se
llamaba kin, 20 kines formaban un uinal, pero 18 uinales (identificados con los meses) formaban un tun. A partir de aquí
se mantiene la regularidad: 20 tunes forman un katún, 20 katunes un baktún, etc. La numeración era posicional, como la
nuestra. En particular tenían un signo para representar el cero. Sus conocimientos astronómicos les permitían predecir no
sólo las fases de la Luna, sino también las de Venus.

En 651 murió el rey persa Yazdgard III mientras continuaba su lucha por defender frente a los árabes el extremo oriental
de lo que había sido su imperio. Para ello llegó a solicitar ayuda a China. Tras su muerte Bactriana permaneció un tiempo
como un débil reino independiente que continuó resistiendo al islam al tiempo que recibía cada vez más influencia china.
Algunas ciudades importantes, como Samarcanda, tuvieron sus propios reyes.

Los árabes habían ocupado los reinos de Nobatia y Makuria, pero ese año se firmó un tratado de no agresión que reconocía
la independencia de ambos reinos cristianos.
El noble visigodo Froya se sublevó contra Chindasvinto con la ayuda de los vascos, y logró poner sitio a Zaragoza. La
rebelión fue aplastada por Recesvinto.

En 652 murió el rey lombardo Rotario, y fue sucedido por Rodoaldo.

Los ataques del papa Martín I contra el monotelismo colmaron la paciencia del emperador Constante II, el cual lo hizo
detener en la basílica de Letrán y en 653 fue conducido a Constantinopla. Allí fue condenado a ser descuartizado por el
delito de lesa majestad, pero finalmente fue exiliado a los confines del Imperio, a la península de Crimea, al norte del mar
Negro. El emperador marchó a Armenia, donde logró ciertas victorias, pero no pudo conquistar la parte de Armenia que
había sido persa.

Ese mismo año murió el rey visigodo Chindasvinto y, según lo dispuesto, fue sucedido por su hijo Recesvinto. El nuevo
rey convocó el VIII concilio de Toledo, en el que trató de conciliar el perdón real con las severas leyes dictadas por su
padre. De nuevo se estableció que en lo sucesivo serían los obispos y los nobles los que elegirían al rey.

También murió el lombardo Rodoaldo, que fue sucedido por Eriberto I.

En 654 Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum, un código legal inspirado en el derecho romano y que se aplicaba tanto
a visigodos como a hispanorromanos. Así terminaba la doble legislación que había estado en vigor hasta entonces.

La flota árabe obtuvo un nuevo éxito al conquistar la isla de Rodas.

En Inglaterra, el ya anciano rey Penda de Mercia decidió declarar la guerra a Northumbria. No tenía motivos serios para
ello, pues el rey Oswiu había hecho todo cuanto estaba en su mano para contentar a su fiero vecino. Contra su voluntad,
Oswiu tuvo que luchar, y sus hombres lo hicieron con la fuerza de la desesperación. En este tercer enfrentamiento con
Mercia, Northumbria obtuvo la victoria, Penda murió y Northumbria se convirtió en la mayor potencia de la isla. El hijo
de Penda era cristiano y logró erradicar el paganismo en Mercia. El último reducto pagano en Inglaterra era Essex, pero
su rey se convirtió bajo la presión de Oswiu. Así Inglaterra pasó a ser totalmente cristiana.
Aunque teóricamente un papa era papa de por vida, ante la necesidad de tener un papa en Roma el clero decidió elegir
uno a pesar de que Martín I seguía vivo en el destierro. La elección fue supervisada por el gobernador imperial de Roma,
y recayó sobre Eugenio I, que consideró más prudente no manifestar opinión alguna sobre el monotelismo. San Martín
I murió al año siguiente, en 655, a causa de los malos tratos, según se dijo.

En China, la emperatriz Wang fue acusada de haber intentado envenenar al emperador. La concubina Wu Zhao fue
nombrada emperatriz, y apenas un mes más tarde hizo asesinar a Wang y a otra concubina.

Constante II siguió combatiendo a los árabes defendiendo Asia Menor. Sufrió varias derrotas frente a Muawiya, el
gobernador de Siria, pariente del califa Utmán. Luego se puso al frente de una flota con la que trató de destruir la flota
árabe. Sin embargo, el encuentro fue desastroso, pues la flota imperial fue hundida, el emperador escapó con dificultad y
tuvo que regresar huyendo a Constantinopla. De todos modos, la flota árabe sufrió daños serios y estuvo inoperante
durante algún tiempo.

Cuando los árabes estuvieron en condiciones de enviar su flota contra la propia Constantinopla, el Imperio tuvo un golpe
de suerte. El califa Utmán fue acusado de nepotismo. Se consideró que sus familiares recibían más de lo que les
correspondía tanto en los puestos de gobierno como en los botines de guerra. Por esta época los gobernantes musulmanes
ya habían olvidado las austeras virtudes predicadas por el Profeta. En 656 un contingente de soldados de Egipto buscó al
califa en su casa de Arabia y lo mató. Luego supervisaron la elección del nuevo califa, que resultó ser Alí, uno de los
yernos de Mahoma. Sin embargo, Aisa, viuda de Mahoma, encabezó la oposición, imputando a Alí la responsabilidad del
asesinado de Utmán y ganó para su causa a Muawiya, el gobernador de Siria. Se inició así una guerra civil. El primer
enfrentamiento fue la llamada batalla del Camello, en la que vencieron los partidarios de Alí. Éste envió a Aisa a Medina
bajo escolta y luego trató en vano de someter a Muawiya. La guerra civil era más que una mera disputa entre dos aspirantes
al trono. La antigua nobleza persa había recuperado su influencia mediante el apoyo a Alí, por lo que en el fondo se estaba
librando una guerra entre el núcleo árabe del islam y los antiguos persas.

Ese mismo año murió el rey Sigeberto III de Austrasia, que dejó un hijo de cuatro años llamado Dagoberto, pero
Grimoaldo, el mayordomo de palacio, lo envió a un monasterio en Irlanda y afirmó que su hijo había sido adoptado por
el difunto rey antes del nacimiento de Dagoberto, por lo que le correspondía el reino en calidad de primogénito. El hijo
de Grimoaldo se convirtió así en Childeberto III, pero la nobleza franca no entendía de adopciones. Para los francos la
majestad de los merovingios era casi sagrada y Grimoaldo y su hijo no tardaron en ser asesinados con la ayuda de
Clodoveo II de Neustria, que se convirtió así en rey de todo el reino franco.

En 657 Alí libró contra Muawiya la famosa batalla de Siffin. Se dice que Muawiya hizo colocar en la punta de las lanzas
de sus soldados ejemplares del Corán, como signo de reconciliación. Tras la batalla, ambas partes se consideraron
vencedoras, por lo que tanto Alí como Muawiya fueron considerados como califas legítimos por sus respectivos
partidarios. Alí instaló su capital en Kufa, una ciudad a orillas del Éufrates, unos sesenta y cinco kilómetros al sur de
donde había estado Babilonia, que había sido fundada por los árabes poco después de la batalla de Qasidiya. Por su parte,
Muawiya continuó en Damasco.

Ese mismo año murió Clodoveo II de Neustria y fue sucedido por su hijo de tres años Clotario III. Su
madre Batilde ejerció de regente. También murió el papa san Eugenio I, y fue sucedido por Vitaliano, elegido también
bajo la supervisión del exarca de Ravena. Vitaliano se esforzó por no disgustar al emperador y tuvo que disputar la
supremacía de la Iglesia al arzobispo de Ravena.

En China, la emperatriz Wu nombró su propio primer ministro, y en poco tiempo se convirtió en la auténtica gobernante
del país, por encima de su marido.

En 658 murió Samo, el franco que había fundado un reino eslavo treinta años atrás. Con su muerte desapareció también
su reino. Sus súbditos eslavos se dividieron de nuevo en tribus desorganizadas.

Constante II dirigió una operación victoriosa contra los eslavos. A continuación dirigió su mirada a occidente. Bajo el
califa Utmán los árabes habían llegado hasta la Cirenaica, al oeste de Egipto. Era necesario fortalecer el exarcado de
África para impedir su avance. En 660 marchó con parte de la corte a Tesalónica y al año siguiente, en 661, se instaló en
Atenas.
Mientras tanto, el califa Alí iba perdiendo partidarios. Un grupo de musulmanes, cansado ya de la guerra, pensó que
podría terminar si los dos pretendientes eran asesinados. Trataron de llevar a cabo su plan, pero Muawiya logró escapar
y sólo Alí fue asesinado. Muawiya no tardó en hacerse elegir califa, pero no se atrevió a instalarse en Arabia, sino que
convirtió definitivamente en capital a Damasco. Con Muawiya se inicia el que ha sido llamado Califato Omeya. Los
partidarios de Alí no aceptaron la derrota y resistieron en Kufa alrededor de Hasán, el hijo mayor de Alí. No obstante,
Hasán resultó ser un religioso amante del estudio y pronto renunció a toda pretensión al trono. Pese a todo, los partidarios
de Alí resistieron en Kufa.

En 661 murió el rey lombardo Eriberto I, y dos candidatos, Pertarito y Godeberto, se disputaron la sucesión. Godeberto
llamó en su ayuda a Grimoaldo, el duque de Benevento, pero en 662 Grimoaldo mató a Godeberto y se convirtió en el
nuevo rey, tras lo cual cedió Benevento a su hijo Romualdo.

Constante II embarcó un fuerte ejército con el que se instaló en Tarento. Desde allí fortaleció África.

Los reinos francos de Neustria y Austrasia habían sido independientes durante mucho tiempo como para que en Austrasia
admitieran de buen grado a un rey de Neustria. Las tensiones entre los nobles de uno y otro reino iban en aumento, así
que los nobles de Neustria decidieron nombrar rey de Austrasia a Childerico II, hijo de Clodoveo II y hermano mayor
del rey actual, Clotario III, (Childerico tenía entonces nueve años de edad).

En 663 Constante II logró conquistar el ducado de Benevento. Luego visitó Roma, donde al parecer se sintió
decepcionado. Tal vez esperaba una ciudad mínimamente parecida a Constantinopla, pero lo que encontró fue una triste
ruina. No tardó en marchar a Nápoles, de donde a su vez pasó a Siracusa. Allí fijó su residencia, desde donde planeaba
organizar la resistencia frente a los árabes.

Tras varias campañas, China destruyó el reino coreano de Kokuryo e impuso su hegemonía sobre Silla. Los ejércitos
japoneses fueron derrotados y se rompieron las relaciones políticas entre Japón y el continente. Sin dejar de reconocer la
soberanía china, el reino de Silla se extendió sobre toda la península coreana, ocupando el antiguo reino de Paikche y el
sur del antiguo reino de Kokuryo. Al norte surgió el reino de Palhae, que escapó al control de Silla y mantuvo relaciones
con los pueblos bárbaros del norte.

En 664 se convirtió en mayordomo de palacio de Neustria Ebroíno, que pronto se convirtió en el auténtico gobernante
del reino. Con la excusa de fortalecer la autoridad de Clotario III, lo que hizo fue fortalecer su propia autoridad sometiendo
férreamente a la nobleza.

Una vez el cristianismo tuvo el camino expedito en Inglaterra, surgió como siempre el problema de la ortodoxia. Había
dos iglesias cristianas en el territorio: la católica y la celta. La mayor autoridad civil de la época era el rey Oswiu de
Northumbria. Él profesaba el cristianismo celta, pero su esposa era católica. Los sacerdotes de una y otra iglesia se
disputaban el favor del rey, y sus amenazas sobre el fuego del infierno podían poner nervioso a cualquiera. Oswiu no
estaba seguro de estar del lado correcto, así que convocó un sínodo en Whitby en el que escuchó los argumentos de
ambas partes. Allí se expusieron además asuntos tan trascendentales como la forma correcta en que los monjes debían
tonsurarse: ¿Debían afeitarse el centro de la cabeza, dejando un círculo de cabello a imitación de la corona de espinas de
Jesús?, ¿o debían dejarse un mechón de pelo en el medio? (Ésta era la costumbre celta, al parecer una reliquia de la
religión de los druidas.) Los celtas citaron a Columba, pero lo que más impresionó a Oswiu fue el pasaje de la Biblia en
el que Jesús dice: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... Y te daré las llaves del Reino de los
Cielos". Los obispos explicaron que esto significaba que Jesucristo había nombrado sucesor a Pedro, y que la línea
sucesoria se había prolongado hasta el actual papa de Roma, del cual ellos eran ministros. Oswiu se dirigió a los sacerdotes
celtas y les preguntó si eso era verdad. Ellos tuvieron que reconocer que el pasaje había sido citado correctamente. "En
tal caso - dijo Oswiu - debo adherirme a los seguidores de Pedro, no sea que, cuando muera y vaya al Cielo, me encuentre
las puertas cerradas por el depositario de las llaves." Los obispos celtas se vieron obligados a abandonar Inglaterra y
establecerse en Caledonia e Irlanda.

EL ISLAM CONTRA CONSTANTINOPLA


El emperador Constante II tenía tres hijos, a los que nombró emperadores en 666. Tras sus éxitos frente a los lombardos,
éstos respondieron con un enérgico contraataque que les permitió recuperar Benevento. En 668 el duque Romualdo ocupó
numerosos territorios imperiales en el sur de Italia. Constante II debió de presionar excesivamente a sus hombres, porque
terminó siendo asesinado en el baño por un guardia de palacio. Su hijo mayor tenía sólo catorce años, pero se las arregló
para asesinar a sus hermanos y convertirse en el único emperador, Constantino IV. Cuando su padre fue asesinado estaba
en Constantinopla, pero tuvo que desplazarse rápidamente a Sicilia a vengar la muerte de Constante II y aplacar la
rebelión, al tiempo que se producían nuevos motines en Asia Menor. El joven emperador logró restablecer el orden
rápidamente.

El papa Vitaliano, al igual que sus antecesores, puso mucho interés en la evangelización de Inglaterra. Envió a un oriental
llamado Teodoro de Tarso, al que protegió un noble de Northumbria llamado Benito Biscop. En 669 Teodoro fue
nombrado arzobispo de Canterbury, y pronto inició un eficiente programa de organización de la iglesia inglesa. Reformó
las órdenes monásticas y organizó a los obispos. Poco a poco fue borrando los restos del cristianismo celta.

Por esta época el califa Muawiya estaba ya firmemente asentado en el poder y el islam pudo continuar su expansión. Ese
mismo año los musulmanes invadieron Sicilia y en 670 fundaron la ciudad de Kairuán en el norte de África, a unos
ciento veinte kilómetros de Cartago. Esta ciudad fue la base para organizar el ataque al exarcado de África. Nuevamente,
hubo conversiones masivas al islam por parte de la población bereber.

Ese mismo año murió el rey Oswiu de Northumbria.

Los tibetanos hicieron una incursión en Asia central que arrebató a China el control de la zona.

En 671 murió el rey lombardo Grimoaldo I y Pertarito pudo finalmente convertirse en rey.

En 672 murió el papa san Vitaliano, y en su lugar fue elegido el benedictino Adeodato. También murió el rey visigodo
Recesvinto y fue elegido como sucesor el rey Wamba, si bien la elección fue disputada y una parte de la nobleza no la
aceptó. El conde Hilderico se rebeló al poco tiempo en la Septimania con la ayuda de los francos y de los judíos. Wamba
envió contra él al conde Paulo, quien por el camino se lo pensó mejor y terminó siendo proclamado rey en Narbona con
el apoyo de numerosos nobles. Wamba reaccionó rápidamente y en 673, después de sofocar una revuelta de los vascos,
ocupó Barcelona y Gerona, tras lo cual penetró en la Septimania y tomó Nimes, donde Paulo se había atrincherado. Poco
después promulgó una ley que obligaba a todos sus súbditos a prestar servicio militar siempre que el rey lo requiriera.
Los nobles y obispos debían armar (corriendo ellos con los gastos) a la décima parte de sus siervos. En caso de
incumplimiento los obispos serían desterrados y a los seglares se les confiscarían bienes y se les reduciría la servidumbre.

El rey de Neustria Clotario III murió sin descendencia, lo cual puso en entredicho la autoridad del mayordomo de palacio
Ebroíno. Para reafirmar su poder, Ebroíno puso en el trono al hermano menor del difunto rey (el que juzgó más fácil de
manejar) que se convirtió en Thierry III. El mayordomo no se molestó en consultar a la nobleza, pero los nobles se
rebelaron y prefirieron aceptar como rey a Childerico II, el hermano de Thierry III que reinaba en Austrasia. Nuevamente
el reino de los francos estaba unificado.

Teodoro, el arzobispo de Canterbury, convocó un concilio en Hertford, que fue el primero en el que estuvieron
representados los obispos de toda Inglaterra. Teodoro dividió Inglaterra en obispados de dimensiones convenientes,
eliminando la antigua división fortuita. Estimuló la copia y conservación de manuscritos en los monasterios, lo que
contribuyó significativamente a conservar la cultura clásica. Una muestra del impulso cultural que supuso la obra de
Teodoro fue que en esta época surgió en Northumbria un poeta llamado Caedmon. En realidad es probable que fuera
más de uno, pues los poemas que se le atribuyen parecen compuestos por varios autores. Su historia está envuelta en una
leyenda, según la cual Caedmon era un pastor analfabeto que compuso un poema en un sueño y lo recordó al despertar.
Luego se refugió en un monasterio de Whitby, donde la abadesa reconoció su talento y le ofreció hospitalidad.

Mientras tanto un gran ejército islámico se abrió paso por Asia Menor y llegó a orillas del Bósforo, frente a
Constantinopla. Los musulmanes contaban además con una flota, con lo que la situación de la ciudad era crítica.
Constantino IV se dispuso a resistir un asedio que se prometía largo. Las sólidas murallas de Constantinopla demostraron
su valía. Más aún, una clave del éxito imperial fue un arma secreta que, de hecho, seguimos sin saber qué era exactamente.
Se cuenta que la inventó un alquimista de Siria o Egipto llamado Calímaco. Se trataba de una mezcla que flotaba en el
agua y ardía en contacto con ella. Probablemente entre sus componentes había algún derivado del petróleo y cal viva.
Recibió el nombre de fuego griego, y muchos barcos musulmanes se hundieron en llamas. Al poder en sí del fuego griego
había que añadir el terror supersticioso que provocaba en los árabes contemplar una llama flotando en el agua.
En 674 la emperatriz Wu inició en China una política de reformas para eliminar abusos de poder. Para ello instituyó una
especie de secretariado independiente del resto del aparato gubernamental que fue conocido como los sabios de la puerta
norte.

En 675 murió el rey franco Childerico II y los nobles de Austrasia eligieron rey a Dagoberto II, el hijo de Sigeberto III
que Grimoaldo había enviado a Irlanda. En Neustria los nobles prefirieron a Thierry III, el hermano de Clotario III al que
Ebroíno había tratado de imponer. A quien ya no aceptaron fue a Ebroíno, que tuvo que huir a Austrasia.

El rey visigodo Wamba convocó el X concilio de Toledo para combatir la relajación de la disciplina eclesiástica y rechazó
un ataque musulmán en Algeciras.

En 676 murió el papa Adeodato, que había aprovechado que el emperador estaba ocupado defendiendo Constantinopla
para combatir nuevamente el monotelismo. El nuevo papa se llamaba Donino.

En 677 los musulmanes seguían con el asedio a Constantinopla, pero su flota fue destruida al sur de Asia Menor por la
acción combinada de un temporal y un ataque del Imperio. Paulatinamente, los ejércitos de Constantino IV fueron
tomando la iniciativa y los musulmanes fueron retrocediendo. En 678 su ejército en retirada fue totalmente destruido.

China logró restablecer su dominio sobre Asia central haciendo retroceder a los tibetanos.

Ese mismo año murió el papa Donino y fue sucedo por Agatón. En 679 los búlgaros, dirigidos por el
kan Asparuh, cruzaron el Danubio y conquistaron Mesia. Formaron el Primer Imperio Búlgaro, que se extendía por la
actual Rumanía (al norte del Danubio) y parte de la actual Bulgaria (al sur del río).

En Italia, al rey lombardo Pertarito le surgió un rival: Cuniberto.

En Austrasia murió el rey Dagoberto II. Había tenido cuatro hijos, pero todos habían muerto sin descendencia. Ebroíno
se ganó de nuevo la confianza de Thierry III con la promesa de convertirlo en rey de Austrasia. No obstante, la nobleza
de Austrasia no estuvo de acuerdo y se aliaron bajo el liderazgo de Pipino de Heristal, que era hijo de Begga, la hija de
Pipino de Landen, y Ansegisal, el que ocupó el cargo de mayordomo de palacio cuando Pipino de Landen cayó en
desgracia. En 680 Pipino de Heristal recuperó el cargo de mayordomo de palacio que habían disfrutado su padre, su
abuelo y su tío materno, Grimoaldo, e impuso como rey-títere de Austrasia a Dagoberto III, un presunto hijo de
Dagoberto II. Así estalló una guerra civil entre los francos. En realidad fue una guerra entre Pipino y Ebroíno, en la que
los reyes no eran más que excusas para legitimar la autoridad de los mayordomos.

Ebroíno logró coger por sorpresa a Pipino y éste tuvo que huir. Se cuenta que uno de los principales aliados de Pipino,
llamado Martín, se refugió en un santuario, de donde no se le podía sacar sin cometer sacrilegio. Ebroíno envió a dos
obispos que le juraron sobre una caja con reliquias que no se le haría daño. Martín accedió y se encontró con Ebroíno,
que le ejecutó al instante. Eso sí, los obispos no cometieron pecado alguno al mentir, porque en realidad la caja estaba
vacía.

Ese mismo año murió el califa Muawiya. Tal y como había establecido, fue sucedido por su hijo Yazid I, si bien no fue
reconocido en La Meca y en Medina. Los partidarios de Alí persuadieron a Husayn, el hijo menor de éste, para que los
condujera a luchar por el califato. Husayn acudió a Kufa, pero terminó siendo abandonado por sus propios adeptos, y
murió en una batalla contra un ejército omeya que se libró junto a la ciudad de Karbala, cerca de Kufa. Poco después
Yazid I tomó La Meca.

La victoria de Constantino IV sobre los musulmanes aumentó notablemente el prestigio del Imperio. La pérdida de Siria
y Egipto parecía secundaria frente a la heroica resistencia de la capital. El emperador comprendió que no había posibilidad
de recuperar las provincias perdidas, así que el monotelismo era una fuente inútil de discordia con Occidente. Por ello
convocó un concilio ecuménico en Constantinopla donde el monotelismo dejó de existir. Incluso se dictó una condena
contra el papa Honorio por su actitud equívoca ante el monotelismo. Las iglesias de Roma y Constantinopla volvían a
estar unidas y el patriarca de Constantinopla llegó a la cima de su poder. El papa Agatón quedó encantado con este cambio
de rumbo, pero en realidad su opinión no contaba. Estaba dominado por el exarca de Ravena y no podía moverse mucho
si no quería conocer la misma suerte que había corrido san Martín I unos años antes. De todos modos, el obispo de Ravena
reconoció finalmente la autoridad papal que le venía disputando en los últimos años.
El rey visigodo Wamba fue invitado a un banquete por su sobrino Ervigio. Durante la cena, el monarca sufrió un ataque
cataléptico (o bien fue narcotizado, según otra versión). Sus sirvientes le afeitaron la cabeza y lo vistieron como un monje
para facilitar su entrada en el Cielo (o bien por los motivos que enseguida se verán). Cuando el rey "resucitó", se convocó
el XII concilio de Toledo, que se celebró en 681 y resolvió que Wamba era ahora un monje y, como tal, no podía ser rey.
En el mismo concilio se proclamó rey a Ervigio y Wamba se retiró a un monasterio en Burgos. Ervigio suavizó las
sanciones contra los que no cumplían sus obligaciones militares y restituyó los bienes a los nobles que habían participado
en la sublevación de Paulo. Ervigio adoptó severas medidas contra los judíos. Ante la debilidad de la monarquía visigoda,
muchos de los judíos que se habían visto obligados a adoptar el cristianismo en tiempos de Sisebuto estaban volviendo a
afirmarse en sus creencias.

Ebroíno fue asesinado y el nuevo mayordomo de palacio de Neustria pasó a ser Waratton. Pipino reunió un nuevo
ejército y la guerra civil continuó.

En 682 Ilteris Kagan reunificó el Imperio Turco. Tras la muerte de san Agatón fue elegido papa san León II. Mitigó la
sentencia contra el papa Honorio decretada por el concilio de Constantinopla, pero poco más pudo hacer, ya que murió
al año siguiente, en 683. Fue sucedido por Benedicto II, quien tardó un tiempo en ocupar el cargo porque se demoró la
ratificación imperial. Luego Constantino IV delegó en el exarca de Ravena su derecho a ratificar la elección de los papas.
El XIII concilio de Toledo decretó que, salvo en caso de flagrante culpabilidad, los nobles y los sacerdotes no podían ser
privados de su dignidad, encarcelados, torturados o expropiados. Además, no podían ser juzgados más que por sus iguales.
Con ello se acrecentaba la independencia de la nobleza y el clero frente a la autoridad real.

En Damasco murió el califa Yazid I y fue sucedido por Marwán.

También murió el emperador chino Gaozong, que fue sucedido por su hijo Zhongzong bajo la tutela de la emperatriz
Wu. La emperatriz era la que ejercía el poder efectivo. De hecho, en 685 decidió deponer a Zhongzong y sustituirlo por
su segundo hijo, Ruizong, siempre bajo su tutela.
Ese año murió el califa Marwán y fue sucedido por su hijo Abd al-Malik. El nuevo califa organizó una administración
árabe en sus dominios, tanto civil como militar. También murió el emperador Constantino IV. Había recibido el
sobrenombre de el barbudo. La nueva costumbre de dejarse barba había llegado al trono, pero aún llamaba la atención.
Fue sucedido por su hijo, Justiniano II. Al mismo tiempo moría en Roma el papa san Benedicto II. Aprovechando que
Constantinopla estaba ocupada con el cambio de emperador, su sucesor Juan V se hizo consagrar sin esperar la
autorización imperial. Justiniano II llevó a cabo una vigorosa política exterior. Firmó una paz ventajosa con los árabes,
que estaban menos belicosos desde su última derrota. Esto le permitió centrarse en los eslavos. El emperador ratificó las
buenas relaciones que el Imperio tenía con los jázaros desde los tiempos de Heraclio. Él mismo se casó con una princesa
jázara.

En 686 murió el papa Juan V y fue sucedido por Conón. También murió Waratton, el mayordomo de palacio de Neustria,
y en 687 Pipino de Heristal obtuvo una rotunda victoria en Tertry. Entonces decidió apoyar a Thierry III y denunciar a
Dagoberto III como rey ilegítimo. Así el reino franco quedó unido de nuevo bajo el reinado teórico de Thierry III y la
autoridad efectiva de Pipino de Heristal como mayordomo de palacio de Austrasia, que poco después puso a su
hijo Grimoaldo como mayordomo de palacio de Neustria.

Ese mismo año murió el papa Conón y fue sucedido por Sergio I, que fue consagrado con el consentimiento del exarca
de Ravena.

También murió el rey visigodo Ervigio. Poco antes de su muerte había recomendado que fuera elegido como
sucesor Égica, un sobrino de Wamba que estaba casado con una hija de Ervigio. Su intención era reconciliar ambas
familias, pero el nuevo rey, con el consentimiento del XV concilio de Toledo, se desligó del juramento que había prestado
de respetar a la familia de su mujer y la repudió.

En Italia murió Romualdo, el duque lombardo de Benevento, y fue sucedido por Gisulfo. En 688 murió el rey lombardo
Pertarito, y fue sucedido por Alachi, pero éste murió a su vez en 689 y Cuniberto quedó como rey indiscutido de los
lombardos.
Pipino de Heristal inició una campaña contra los frisones, un pueblo germánico pagano que habitaba en la frontera noreste
del reino franco. Mientras tanto Justiniano II obtuvo una victoria sobre los búlgaros. En lugar de tomar duras represalias,
envió unos doscientos mil eslavos a Asia Menor, donde se mezclaron con la población nativa y se convirtieron en una
fuente de soldados. A continuación inició una campaña en Armenia.

En 690 llegó a Frisia como misionero un northumbrio llamado Willibrord, que contó con el apoyo de los francos en la
arriesgada misión de convertir a los frisones al cristianismo. (Torturar y matar misioneros era una diversión muy popular
entre los germanos paganos.)

La emperatriz Wu decidió deponer a su hijo Ruizong y desde ese momento ella fue la suma autoridad en China.

En 691 murió el rey franco Thierry III. Fue sucedido por su hijo Clodoveo III. En realidad no se puede asegurar que los
reyes merovingios a partir de Clodoveo III sean realmente merovingios. Simplemente, los mayordomos de Palacio decían
que lo eran.

También murió Ilteris Kagan, y el Imperio Turco siguió fortaleciéndose y reorganizándose bajo Kapagan Kagan.

En 692 Justiniano II reunió un concilio que aprobó la igualdad del papa y el patriarca de Constantinopla. También acordó
que los sacerdotes casados podían vivir con sus esposas. Ambas decisiones fueron rechazadas por el papa Sergio I. El
califa Abd al-Malik fue el primero en acuñar monedas de oro. Sin embargo, Justiniano II se negó a aceptar estas monedas,
y se rompió la tregua. Las tropas imperiales sufrieron una derrota en Asia Menor, y se culpó de ello a los soldados eslavos.
El prestigio de Justiniano II se vio empañado, y peor aún fue que agobió al pueblo con excesivos impuestos. En 693 un
general llamado Leoncio se ganó la enemistad del emperador a pesar de que había luchado bien en Armenia. En 695 fue
puesto en libertad y se le nombró gobernador militar de Grecia. Sin embargo, Leoncio actuó rápidamente antes de su
partida, se puso al frente de un sector descontento de los habitantes de Constantinopla y logró capturar a Justiniano II. En
lugar de matarlo, decidió ser caritativo: mandó que le cortaran la nariz (pensando que con ello ya no sería aceptado como
emperador) y lo desterró a Quersonea, al norte del mar Negro. Leoncio fue aclamado emperador.
Ese mismo año murió el rey franco Clodoveo III y Pipino de Heristal puso en el trono a su hermano Childeberto III. Por
esta época Pipino terminó su campaña contra los frisones. Willibrord fue nombrado obispo de la actual Utrecht.

Las fuerzas musulmanas llevaban ya tiempo presionando sobre las posesiones imperiales en África, y Cartago era el
centro de la resistencia. La fuerza imperial era mayor en la costa, mientras que en el interior los bereberes estaban
adoptando el islam. En 698 cayó Cartago y con ella el emperador Leoncio: las tropas imperiales en retirada se detuvieron
en Creta y allí se sublevaron. Un general llamado Apsimar fue proclamado emperador con el nombre de Tiberio III y
condujo sus tropas a Constantinopla. Leoncio fue apresado y corrió la misma suerte que Justiniano II: le cortaron la nariz
y lo recluyeron en un monasterio. Tiberio III empezó a gobernar con bastante eficacia y su hermano Heraclio obtuvo
algunas victorias frente a los musulmanes.

En 699 el rey tibetano Khri-hdus-song infligió una nueva derrota a los chinos, tras la cual pactó con ellos.

El reino de Shampa no había logrado controlar el comercio entre China y la India, sino que fue eclipsado
por Srivijaya, una nueva talasocracia centrada en el sur de Sumatra más extensa aún de lo que lo había sido el Fu-nan.
Dominaba Sumatra, parte de Java y parte de Borneo.

EL FIN DE LOS VISIGODOS


Al inicio del siglo VIII, en Sierra Madre y otros lugares montañosos de México empezó a formarse la
cultura Mixteca (habitantes del país de las nubes).

Japón seguía absorbiendo la cultura y las instituciones chinas. El emperador Temmu aplicaba el código Taika de forma
más estricta y estudiaba la posibilidad de mejorarlo. China prosperaba bajo el gobierno de la emperatriz Wu. El imperio
chino gozaba de una eficiente administración basada en un numeroso cuerpo de funcionarios, así como de un poderoso
ejército de caballería que, combinado con una buena diplomacia le permitía dominar un amplio territorio desde Corea
hasta Sogdiana. La existencia de buenas vías de comunicación hizo que cada vez llegaran a China más influencias
exteriores, especialmente de la India. Al norte estaba el gigantesco imperio Turco, y al oeste los tibetanos estaban cada
vez mejor organizados y aguijoneaban cada vez más a los chinos.

La cultura india estaba en decadencia, pero peor suerte corrían los restos del antiguo Imperio Persa, reducido a Sogdiana,
que resistía precariamente el empuje del islam. El Califato Omeya de Damasco seguía expandiéndose. Aunque tuvo que
renunciar a su intento de tomar Constantinopla, acababa de arrebatar el norte de África al Imperio Romano y nada hacía
indicar que fuera a detenerse ahí. En general, los efectos de la conquista árabe fueron nefastos. Egipto estaba islamizado
casi por completo, y había dejado de ser la tierra fértil tan codiciada tiempo atrás. Los árabes entendían poco de agricultura
y dejaron que el sistema de canales alrededor del Nilo se arruinara y el desierto se extendió por lo que antaño habían sido
campos de cultivo. También la grandeza de Cartago llegó a su fin tras la conquista musulmana. La ciudad desapareció de
la historia.

En 700 los partidarios de Alí intentaron una vez más derrocar a los Omeya, pero fracasaron. A pesar de ello no
desaparecieron, sino que continuaron aguardando una ocasión mejor. Fueron conocidos como los partidarios (en
árabe, chiitas), mientras que a ellos se oponían los sunníes, (seguidores de la tradición, o sea, ortodoxos). Los chiitas han
sobrevivido hasta hoy como una secta minoritaria del islam, pero muy arraigada en algunas regiones de lo que fue Persia
y Mesopotamia. Los chiitas consideran que todos los califas después del asesinato de Alí fueron usurpadores. Celebran
el aniversario de la muerte de Husayn como día de duelo y la ciudad de Karbala es para ellos una ciudad sagrada.

El Imperio Romano estaba gobernado por Tiberio III, que había usurpado el trono a Leoncio, el cual a su vez se lo había
usurpado a Justiniano II. No sólo tenía que hacer frente a los musulmanes, sino también a los búlgaros, que recientemente
habían cruzado el Danubio y formado un imperio que se acercaba demasiado a Constantinopla.

El rey visigodo Égica contemplaba impotente cómo los nobles y el clero se dividían en diversas facciones que cada vez
contaban con más poder en detrimento de la corona. Italia estaba dividida entre los dominios lombardos y las posesiones
imperiales. Acababa de morir el rey lombardo Cuniberto, y por esta época su pueblo estaba ya bastante integrado en la
cultura italiana. La lengua que hablaban era ya muy próxima al latín y a lo largo del siglo venidero iba a ser cada vez más
difícil distinguir entre romanos y lombardos, al menos en las ciudades más importantes. La invasión lombarda no había
sido muy numerosa (unos doscientos mil hombres), por lo que apenas podían abarcar más territorio del que de hecho
ocupaban. Sus últimos reyes habían sido pacíficos y se conformaban con mantener sus fronteras, pero Constantino IV
debió de infravalorarlos cuando los atacó en el sur de Italia, pues demostraron tener una gran capacidad de reacción que
le costó la vida al emperador.

Ahora tres candidatos se disputaron la corona lombarda: Liutberto, Raginberto y Eriberto II, pero fue el tercero el que
finalmente se impuso.
Los francos eran la mayor potencia de la Europa occidental. Hacía ya varias generaciones que los reyes merovingios no
eran más que títeres que los mayordomos de palacio empujaban hacia la caza, los banquetes y las mujeres, a cambio de
que les dejaran gobernar. Ahora los mayordomos eran Pipino de Heristal en Austrasia y su hijo Grimoaldo en Neustria.

Desde un punto de vista cultural, la Heptarquía de Inglaterra estaba tomando el relevo a la Hispania visigoda gracias a la
organización eclesiástica. El rey Ine de Wessex promulgó por esta época un código de leyes escritas.

También en Japón se perfeccionaban los códigos de leyes. En 701 el emperador Temmu promulgó el código Daiho, que
sustituía al anterior código Taika.

Ese mismo año murió el papa san Sergio I y fue sucedido por Juan VI, con la oposición del emperador Tiberio III. El
duque de Benevento Gisulfo inició un ataque contra el exarcado de Ravena y se apropió de una parte del mismo.

Hispania pasaba por malos momentos. El rey Égica asoció al trono a su hijo Vitiza, con la oposición de gran parte de la
nobleza. Al mismo tiempo, persistía una sequía que duraba ya varios años, a la que se sumó una epidemia de peste. Vitiza
trató de mejorar la imagen de la monarquía: decretó una amnistía contra los nobles perseguidos por Égica y les restituyó
sus bienes. También detuvo las medidas contra los judíos, que le apoyaron en su política. Égica murió en 702.

En 704 murió el rey tibetano Khri-hdus-song.

Mientras tanto, el derrocado emperador Justiniano II seguía vivo, exiliado en Quersonea con el rostro desfigurado y lleno
de resentimiento. Años atrás se había casado con una princesa jázara, y los jázaros no estaban lejos de Quersonea.
Finalmente logró su ayuda y en 705 fue conducido al reino búlgaro al sur del Danubio. Tres días después logró entrar por
la noche en Constantinopla (con la ayuda de algunos partidarios) y no tardó en ser aceptado de nuevo como emperador.
Leoncio fue sacado del monasterio en que había sido retirado por la fuerza y fue llevado al hipódromo junto con Tiberio
III. Allí Justiniano II presidió un espectáculo de carreras de carros mientras Leoncio y Tiberio III estaban tirados en el
suelo, frente al trono imperial, mientras unos soldados les pisaban con fuerza el cuello y la multitud cantaba el
decimotercer verso del salmo 91: "pisaréis al león y a la víbora". El león era Leoncio, y la víbora (aspis, en griego) era
Tiberio III, cuyo verdadero nombre era Aspimar. Tras los juegos, Leoncio y Tiberio III fueron ejecutados, y a
continuación Justiniano II ordenó la persecución y muerte contra todos los que les habían apoyado (o eran sospechosos
de haberlo hecho).

Ese mismo año murió el papa Juan VI y fue sucedido por Juan VII. El nuevo papa logró un acuerdo con el rey lombardo
Eriberto II, que le cedió un territorio en el norte de Italia.

También murió el califa Abd al-Malik, y fue sucedido por su hijo Walid. El nuevo califa engrandeció las mezquitas de
Medina, La Meca y Damasco, para lo que se valió de arquitectos de Constantinopla.

El gran poder personal que ostentaba la emperatriz Wu en China volvió muy inseguros los altos cargos, por lo que
finalmente sus enemigos entraron violentamente en el palacio real, mataron a la emperatriz y a sus más estrechos
colaboradores y volvieron a poner en el trono a su hijo Zhongzong, que ya había sido emperador unos años antes.

En 707 murió el papa Juan VII y fue sucedido por Sisinio, que murió a los veinte días de su consagración. Le
siguió Constantino I.

Los árabes llamaron Ifriqiyya a la región norteafricana que se extendía desde el este de Egipto hasta Cartago. Por esta
época el islam estaba sólidamente asentado en la zona y su capital económica pasó a ser Túnez, ciudad fundada por los
antiguos cartagineses como plaza fuerte para defender su capital y que había alcanzado gran prosperidad bajo el gobierno
romano. En 708 fue nombrado gobernador de Túnez el general Musa ibn-Nusayr, que continuó hacia el oeste la
expansión musulmana. En el este los ejércitos musulmanes llegaban hasta las fuentes del Indo.

En 710 murió el emperador chino Zhongzong, y fue sucedido por su hermano Ruizong, que también había sido emperador
años antes bajo la tutela de su madre. Ruizong, siguiendo una práctica habitual, envió una princesa para el harén del rey
tibetano, lo cual mejoró las relaciones entre ambos Estados.

La cultura japonesa en esta época estaba marcada por seis escuelas budistas que se instalaron cerca de la ciudad
de Nara. El código Taiho se había desarrollado y promulgaba una redistribución periódica de las tierras entre el
campesinado, precisó los derechos y deberes individuales e instituyó un nuevo sistema militar y social.
Justiniano II invitó al papa Constantino I a su residencia en Nicomedia, donde pasó casi dos años en los que las relaciones
entre el emperador y la Iglesia Romana mejoraron sensiblemente.

Los reinos de Nobatia y Makuria (lo que había sido Nubia) se unieron bajo el cetro del rey del segundo Estado.

El rey visigodo Vitiza nombró sucesor a su hijo Akhila, y poco después murió. Parte de la nobleza no aceptó la decisión
y se sublevó proclamando rey al duque de la Bética, Rodrigo. Se inició así una guerra civil, en la que Rodrigo no tardó
en tomar Toledo. Akhila pidió entonces ayuda a los musulmanes de África. Este episodio de la historia nos ha llegado
envuelto en una leyenda de la que no es fácil extraer detalles concretos fiables. Las crónicas árabes hablan de un
gobernador de Ceuta llamado Ylyan, que la tradición ha convertido en Julián y le ha dado el título de conde. No está
claro si era árabe, beréber cristiano, visigodo o romano. En cualquier caso, parece que hasta entonces había defendido
Ceuta de la conquista musulmana y probablemente contó con el apoyo de Vitiza, del cual se podría considerar vasallo.
Parece ser que Akhila envió dos hermanastros a Ceuta, lo cuales hablaron con Julián, el cual a su vez habló con Tariq
ibn Ziyad, un antiguo esclavo de Musa, de origen beréber, o tal vez persa, que recientemente había sido nombrado
gobernador de la ciudad de Tánger, cercana a Ceuta. El califa Walid encargó a Musa una expedición de reconocimiento
a Hispania en respuesta a la petición visigoda. La expedición fue dirigida por Tarif Abú Zará, que desembarcó en la
ciudad que los musulmanes llamaron desde entonces Tarifa. Tarif comprobó la existencia de un partido fiel a los hijos
de Vitiza, lo que hacía viable apoyarlos.

Tras algunos meses de preparativos, en 711 Musa envió un ejército mucho mayor al mando de Tariq, el cual desembarcó
en el promontorio que desde entonces fue llamado Monte de Tariq (Gebel al-Tariq, o sea, Gibraltar). Allí derrotaron
fácilmente a unas pocas tropas dirigidas por un sobrino de Rodrigo y luego se encaminaron a Sevilla, pues el arzobispo
de la ciudad era hermano de Vitiza y probablemente esperaban su apoyo. Mientras tanto Rodrigo estaba en el norte
luchando contra los vascos, que apoyaban a Akhila. Al enterarse del desembarco musulmán se lanzó a toda prisa hacia el
sur y llegó a Córdoba, donde tras un descanso de ocho días encontró a los musulmanes junto al río Guadalete, cerca de
Cádiz. Una parte de sus hombres, partidaria de Akhila, se pasó al enemigo, con lo que el ejército mahometano llegó a
sumar unos doce mil hombres. Por su parte, Rodrigo contaba con unos cien mil.
Parece ser que en un momento decisivo de la batalla una parte considerable de los hombres de Rodrigo se retiraron
dirigidos por sus generales visigodos, que consideraron conveniente que Rodrigo muriera en la batalla para sucederle,
pero el resultado fue que todo el ejército visigodo fue aniquilado y ya nada pudo impedir que los musulmanes se
extendieran por Hispania. En menos de un año Tariq dominaba todo el territorio que había estado bajo el poder de
Rodrigo. Con el tiempo surgió la leyenda de que el Conde don Julián invitó a los musulmanes a invadir Hispania resentido
porque el rey don Rodrigo había violado a su hija.

La sed de venganza del emperador Justiniano II había ido más allá de Constantinopla. Ahora había organizado un ejército
contra Quersonea, donde había sido recluido, pero al enterarse de ello, Quersonea pidió ayuda a los jázaros. El ejército
imperial decidió que no le apetecía ni enfrentarse a los jázaros ni castigar a una ciudad del Imperio, así que las tropas
proclamaron emperador a su general, Filípico, y regresaron a Constantinopla. Allí mataron al hijo de Justiniano II. El
emperador seguía en Asia Menor, pero Filípico envió a unos soldados que lo cogieron por sorpresa y lo mataron también.

Tras la muerte del rey franco Childeberto III le sucedió su hijo Dagoberto III. Era menor de edad y fue tutelado,
naturalmente, por Pipino de Heristal. Por aquella época el mayordomo de palacio parecía estar próximo a la muerte, y un
sector de la nobleza consideró oportuno asesinar a su hijo Grimoaldo, que debía ser su sucesor. Sin embargo, Pipino
encontró fuerzas para combatir a sus oponentes.

En 712 Musa desembarcó en Hispania y, al comprobar el desmembramiento del Estado visigodo, decide convertir en
guerra santa lo que había empezado como una intervención en la guerra civil visigoda. Rompiendo la alianza con Akhila,
atacó algunas ciudades de la Bética que teóricamente eran aliadas. El general árabe Muhammad ibn al-Qasim conquistó
en Sind la que había sido satrapía persa en el valle del Indo.

Ese año murió el rey lombardo Eriberto II, que fue sucedido por Ansprando, pero éste a su vez no tardó en morir y fue
sucedido por su hijo Liutprando. Pipino de Heristal logró derrotar a sus adversarios, pero lo cierto era que su hijo había
muerto y tuvo que nombrar heredero a su nieto Teodoaldo, menor de edad.
Tras la muerte del emperador chino Ruizong fue elegido para sucederle Xuangzong. China continuaba siendo próspera.
El modelo de carrera para los funcionarios, que determinaba los ascensos mediante un sistema de exámenes, estaba dando
buenos resultados, y el emperador contaba con un equipo de ministros competentes, muchos de los cuales ya habían
servido bajo la emperatriz Wu.

La administración japonesa estaba cada vez más burocratizada. La capital se estableció definitivamente en Nara,
abandonándose así la costumbre de cambiar de capital con cada nuevo emperador. La mayor parte de las tierras seguían
siendo propiedad del Estado, que las distribuía entre los campesinos, pero los impuestos eran tan elevados que muchos
prefirieron emigrar para trabajar tierras pertenecientes a monasterios o a nobles, con lo que el poder del Estado empezó a
debilitarse, mientras que los jefes de los clanes y las comunidades religiosas se vieron fortalecidas. De esta época data la
primera antología conocida de poesía japonesa (escrita en chino), el Kojiki, de contenido histórico-legendario.

En 713 Musa conquistó Sevilla y ocupó Mérida. En menos de un año se encuentra con Tariq en el Tajo. Entre ambos
dominan la mitad sur de la península ibérica excepto una región del sudeste, que comprendía las actuales Alicante y
Murcia, donde resistía el visigodo Teodomiro, que ese mismo año pactó una capitulación con Abd al-Azid, el hijo de
Musa, por la que conservó una autonomía política para él y sus súbditos a cambio de un tributo en moneda y en especie.

El emperador Filípico no estuvo a la altura del cargo. Los árabes invadían Asia Menor, los búlgaros se acercaban a
Constantinopla, y además decidió favorecer el monotelismo, con lo que se ganó la enemistad del papa Constantino.
Finalmente un grupo de soldados lo raptaron cuando salía borracho de un banquete, lo cegaron y lo abandonaron en el
hipódromo vacío. Luego eligieron emperador a un funcionario de la corte que reinó como Anastasio II.

Los árabes dieron a Hispania el nombre de Al-Ándalus, que en árabe significa el Paraíso. El nombre parece deberse a
una asociación entre Vandalicia, el nombre de la zona sur de la península que los vándalos habían llevado a África, y el
aspecto paradisíaco que sin duda debía de causar la tierra hispana a los hombres del desierto.
Musa y Tariq discutieron y, tras haber enviado mensajeros a Damasco, en 714 el califa Walid los llamó a su presencia
para pedirles cuentas de sus actuaciones. Después de algunas campañas más por la mitad norte, los dos jefes partieron
hacia la capital del Califato. Musa nombró a su hijo Abd al-Azid emir de Al-Ándalus, quien estableció su corte en Sevilla.

Los tibetanos realizaron una incursión en las fronteras con China, lo que provocó una violenta respuesta. La superioridad
militar China no impedía a los tibetanos dedicarse al pillaje.

Mientras tanto moría Pipino de Heristal, y su viuda, Plectruda, pretendió tutelar tanto a su nieto Teodoaldo, el nuevo
mayordomo de palacio, como al rey Dagoberto III. Pero había una figura que podía crearle problemas. Pipino de Heristal
había tenido un hijo con una concubina llamada Alpaida, el cual tenía entonces unos veintiséis años. Era conocido
como Karl, aunque es probable que se tratara de una especie de apodo y no de su nombre, pues "karl" es una palabra
germánica que antaño había designado a la clase inferior de los hombres libres, pero que había degenerado hasta hacer
referencia a los siervos. En definitiva, el apelativo "Karl" recordaba que el joven era un bastardo al que no le correspondía
heredar la nobleza de su padre. Sin embargo, Karl iba a pasar a la historia, y la historia se escribía en latín. La versión
latina de "Karl" es Carolus (léase Cárolus) y en castellano se ha convertido en Carlos. Tan pronto como murió Pipino,
Plectruda ordenó encarcelar a Carlos para que no pudiera disputarle a Teodoaldo el cargo de mayordomo de palacio.

Sin embargo, los nobles de Neustria no querían ser gobernados por Austrasia, y mucho menos si los gobernantes iban a
ser una viuda y su nieto. Un rey títere era una cosa, pero un rey títere de un mayordomo de palacio títere ya era demasiado.
En 715 el ejército de Plectruda fue derrotado por el ejército de Neustria, y Dagoberto III murió. Los neustrianos eligieron
rey a Chilperico II, un presunto hijo de Childerico II presuntamente recluido en un monasterio a la muerte de su padre.
Pero los incidentes permitieron que Carlos escapara de la prisión. Éste se puso al frente de los nobles de Austrasia, obligó
a Plectruda a reconocerlo como mayordomo de palacio de Austrasia y derrotó al ejército de Neustria. Nuevamente, los
francos estaban en guerra civil.

Cuando Tariq y Musa llegaron a Damasco, no se encontraron con Walid, pues el califa acababa de morir, sino con su
sucesor Sulaymán, quien, recelando del poder de ambos generales, no tuvo dificultad en encontrar graves acusaciones
por los que sancionarlos e impedirles volver a Al-Ándalus. Pese a ello, Musa se convirtió en el héroe de numerosas
narraciones populares árabes que todavía se recuerdan.

Sulaymán dirigió sus ejércitos hacia el este. La situación de los reinos de Bactriana, Samarcanda y Ferganá era cada vez
más crítica. Finalmente lograron el apoyo directo del emperador Xuangzong, cuyos ejércitos lograron contener a los
árabes.

El emperador Anastasio II se esforzó por atender eficientemente el gobierno e inició algunas reformas militares, pero los
generales ya se habían acostumbrado a poner y quitar emperadores y así un ejército romano de Asia Menor asedió
Constantinopla durante seis meses. Finalmente Anastasio II se acobardó y se retiró a un monasterio. Los militares
nombraron emperador a otro funcionario, que reinó como Teodosio III. Tras la muerte del papa Constantino, fue
elegido Gregorio II.

Los ejércitos de Abd al-Azid avanzaron hacia el norte y llegaron hasta Narbona, pero en 716 fue asesinado, al parecer por
orden del califa Sulaymán, que recelaba de él como había recelado de su padre. Tras su muerte fue elegido emir su
primo Ayyub, que ocupó el cargo hasta la llegada de Al-Hurr, el emir nombrado por el gobernador de África. Éste
trasladó la capital de Sevilla a Córdoba. El rey visigodo Akhila se había rendido y pactó con los musulmanes, quienes le
garantizaron su patrimonio personal en la región de Toledo. Los visigodos eligieron rey a Ardón. El emir Al-Hurr logró
el control de toda la península ibérica excepto la zona septentrional habitada por los vascos. Ardón resistió en la
Septimania.

El que había sido centro del cristianismo celta, la isla de Iona, aceptó el cristianismo católico. La Iglesia celta resistió tres
siglos más al norte de Inglaterra, pero no tuvo ya ninguna influencia. Mientras tanto, un sajón de Wessex
llamado Bonifacio marchó a Frisia y continuó la labor evangélica iniciada por Willibrord unos años antes.

Tras la muerte de Kapagan Kagan, el Imperio Turco quedó en manos de Bilge Kagan y su hermano Kultigin.

En 717 el franco Carlos encontró a un merovingio para el trono de Austrasia: un presunto tío de Dagoberto III que reinó
como Clotario IV.
Ese año huyó de Córdoba un visigodo llamado Pelayo, donde había estado retenido como rehén para garantizar la
obediencia de las gentes de su región, los astures. Volvió al norte con dificultad y empezó a ganar seguidores para
rebelarse contra el dominio musulmán. Se cuenta que reprochó a los cristianos su cobardía y su sumisión y los instó a
defender el país. Luego se refugió en un monte y envió mensajeros a los astures para moverlos a la rebelión.

Mientras tanto el califa Sulaymán estaba listo para lanzar otro vigoroso ataque contra Constantinopla. La situación era
crítica, porque el emperador Teodosio III había demostrado ser un completo incompetente. Por aquel entonces, las tropas
imperiales en Asia Menor estaban bajo el mando de un general llamado León. Parece ser que era de origen sirio, y siendo
niño su familia fue trasladada a Tracia por una estrategia defensiva de Justiniano II. Ingresó joven en el ejército, ascendió
hasta dirigir un tema (distrito militar) en Asia Menor en tiempos de Anastasio II y defendió eficientemente la región ante
las acometidas musulmanas. Cuando tuvo noticias de los planes de Sulaymán se apresuró a marchar sobre Constantinopla.
Teodosio III no tardó en abdicar y se refugió en un monasterio. Poco después León se convertía en León III, el nuevo
emperador. Poco después llegaron los árabes. Atacaron por mar y por tierra. El fuego griego causó graves daños en la
flota árabe, mientras los ejércitos de Asia Menor atacaban las vías de comunicación musulmanas. Luego murió el califa,
y su sucesor, Umar II, se encontró con problemas internos que le impidieron dar al ejército todo el apoyo necesario. En
efecto, el islam había absorbido a tal cantidad de nuevos musulmanes en tan poco tiempo que, aunque teóricamente todos
tenían los mismos derechos, las desigualdades económicas eran abismales y cundía el descontento. Fueron necesarias
drásticas reformas administrativas y fiscales.

El invierno fue especialmente frío ese año. El ejército árabe perdió enormes cantidades de caballos y camellos a causa
del frío, y los soldados sufrieron enormemente. En la primavera de 718 el ejército musulmán estaba destrozado por el
hambre, y León III había entablado una alianza con el kan búlgaro Terbel. León III derrotó a los árabes una y otra vez,
hasta que se retiraron a finales del verano. De ochocientas naves que habían partido, sólo regresaron cinco.

Pelayo fundó el reino de Asturias en el norte de la península ibérica, y se negó a pagar tributos a los musulmanes. Al-
Hurr envió un contingente al mando de su general Al-Kamma. Tras algunos éxitos, los asturianos consiguieron una
primera victoria en Covadonga, donde arrojando piedras y rocas desde lo alto de un desfiladero hicieron huir al ejército
musulmán. Probablemente, la "batalla de Covadonga" fue una mera escaramuza, pero consolidó al pequeño grupo
insurgente y fue magnificada por los historiadores posteriores. El número de combatientes fue aumentando con el tiempo
hasta incluir a la Virgen María. Pelayo casó a su hija Ermesinda con Alfonso, hijo del duque Pedro de Cantabria, y
juntos continuaron combatiendo a los musulmanes.

En 719 Carlos, el mayordomo de palacio de Austrasia, derrotó definitivamente a Neustria e hizo encarcelar al rey
Chilperico II, pero, como poco después murió Clotario IV, sacó de la prisión a Chilperico II y lo convirtió en rey de todo
el reino franco. Esto convertía a Carlos en el auténtico dueño del reino, pero en la práctica no era realmente así, ya que
existían muchos nobles que no reconocían la autoridad central y gobernaban territorios independientes.

Ese año murió asesinado el emir Al-Hurr de Al-Ándalus, y fue sucedido por Al-Samh. El nuevo emir no debió de dar
mucha importancia a los rebeldes asturianos, pues prefirió organizar expediciones más allá de los Pirineos.
En 720 conquistó la Septimania, donde debió de morir el rey visigodo Ardón y con él desapareció el último resto del
reino visigodo, si exceptuamos el pequeño Estado de Teodomiro.

En Japón se terminó la Nihon shoki (Crónica de Japón), una historia nacional escrita en chino por mandato imperial,
elaborada por una comisión presidida por el príncipe Toneri. Consta de treinta volúmenes y comprende desde la edad de
los dioses hasta el reinado de la emperatriz Jito (a finales del siglo precedente).

CARLOS MARTEL
La cultura florecía en la China de los Tang. La corte del emperador Xuangzong era frecuentada por grandes pintores
y poetas como Du Fu, Li Bo, Han Yu o Bo Juyi. Se inventó la Xilografía. Así como la emperatriz Wu había protegido
al budismo, Xuangzong se inclinó por el confucianismo y el taoísmo. Los ejércitos chinos ocupaban buena parte de
Bactriana (los últimos restos del Imperio Persa) y así China absorbió elementos de la cultura indo-irania. Sin embargo,
estaban surgiendo problemas internos. Existía una fuerte rivalidad entre la clase de los funcionarios, bien preparados,
que ascendían a través de concursos y exámenes, y la antigua nobleza, que veía cada vez más menguadas sus
oportunidades. Por ello muchos nobles empezaron a hacerse fuertes militarmente.

La extensión del Califato Omeya superaba a la de cualquier imperio precedente. Después de un siglo de expansión, los
árabes ya no eran los bárbaros hombres del desierto de antaño, sino que estaban absorbiendo la cultura de los pueblos que
habían conquistado. Mientras las invasiones germánicas habían sumido a Europa Occidental en la pobreza, el
analfabetismo y la injusticia social, los omeyas lograron imponer un sistema jurídico justo y tolerante que favoreció la
prosperidad del Califato. Por esta época el islam estaba absorbiendo la cultura india, y no tardaría en interesarse por su
ciencia y sus matemáticas. Los indios recibieron el trato de dhimmi (protegidos) y los hindúes pudieron seguir practicando
sus cultos a condición de pagar el consabido impuesto especial. No obstante, la expansión árabe se detuvo durante mucho
tiempo en el valle del Indo.
La situación era similar en Al-Ándalus, en el extremo opuesto del Califato. La península fue ocupada por una aristocracia
árabe, pero sobre todo por berberiscos originarios del norte de África y que formaban el grueso del ejército. Más adelante
afluyeron también sirios, persas, etc. En general, los conquistadores fueron conocidos como moros (el nombre de un
pueblo beréber al que los romanos llamaban Mauri). La población conquistada se dividía entre los mozárabes (cristianos
que conservaron su religión) y muladíes (antiguos cristianos que se habían convertido al islam, entre ellos los esclavos
que ganaron así su libertad). También estaban los judíos, que gozaron de la protección de los soberanos árabes y cuya
situación mejoró considerablemente respecto a la que habían tenido bajo los visigodos. Como era habitual, los mozárabes
gozaron de completa libertad de culto. La única restricción era que no podían tocar las campanas de la iglesia durante el
mes de Ramadán.

En 720 murió el califa Umar II y fue sucedido por su primo Yazid II. Umar II se había distinguido por su piedad e
integridad, y bajo su reinado el Califato Omeya había llegado a su apogeo. Las cosas empezaron a cambiar con Yazid II
y sus sucesores, cuya actuación fue más bien mediocre y no tardó en surgir el descontento en muchos sectores del Califato.

Carlos, el mayordomo de palacio del reino franco había iniciado un largo proceso que le llevaría a someter a todo el reino
franco bajo su autoridad (o bajo la autoridad merovingia) no sólo nominalmente, sino también de hecho. Actualmente su
influencia real se reducía a Austrasia, y optó por expandirla hacia el este, pues le resultaba más fácil someter a los rudos
germanos. Así pues, el primer paso fue una campaña contra los sajones de Germania. En 721 murió Chilperico II y Carlos
encontró a un presunto hijo de Dagoberto III al que puso en el trono con el nombre de Thierry IV. Aquitania había
conservado cierta independencia respecto al gobierno franco. Por esta época estaba gobernada por el
duque Eudes. Durante las guerras que siguieron a la muerte de Pipino de Heristal había consolidado esta independencia,
pero tuvo que cambiar de política ante la amenaza mora. El emir de Al-Ándalus Al-Samh realizó numerosas incursiones
en el reino franco, hasta que murió bajo los muros de Toulouse luchando contra Eudes. Fue sucedido interinamente
por Abd al-Rahmán, pero el valí de Ifriqiyya (del que dependía Al-Ándalus) nombró emir poco después a Anbasa.

Mientras tanto China tuvo que firmar un tratado de paz con los turcos en el que se comprometió a pagar un pesado tributo.
En 722 Carlos dirigió nuevamente contra los sajones el ejército franco. Mientras tanto, el misionero Bonifacio fue
expulsado de Frisia por su gobernante, Radbodo. Pronto fue llamado a Roma, donde el papa Gregorio II lo consagró como
obispo y luego pasó varios años en Baviera y Turingia, haciendo conversiones, construyendo iglesias y destruyendo ídolos
paganos. Pronto se convirtió en el religioso más influyente de Occidente. Cuando se enteró de la muerte de Radbodo
volvió a Frisia.

Uno de los elementos que el islam había heredado del judaísmo era la prohibición de toda imagen animal o humana. Éste
era el segundo de los diez mandamientos que Yahveh había trasmitido a Moisés según la Biblia, y originariamente era
una medida destinada a combatir el politeísmo israelita. Al contrario que los cristianos, los judíos nunca dejaron de
acatarlo, y los árabes lo hicieron aún más estrictamente, de modo que la práctica totalidad del arte islámico se basa en
figuras abstractas y sólo tardíamente aparecen algunos elementos figurativos. En 723 el califa Yazid II ordenó la
destrucción de todas las imágenes religiosas de las iglesias cristianas. Yazid II se había enemistado con la población siria
y había tenido que sofocar una importante revuelta. Murió al año siguiente, en 724, y fue sucedido por Hisam.

Carlos, el mayordomo de palacio del reino franco, dirigió una tercera campaña contra los sajones que terminaron
aceptando la soberanía franca. En 725 inició una larga campaña contra Baviera. Mientras tanto, Anbasa, el emir de Al-
Ándalus, inició una campaña contra los francos. Se apoderó de Carcasona y Nimes y penetró por los valles del Ródano y
del Saona, pero murió un año después, en 726. Fue sucedido interinamente por Udra, pero a los pocos meses ocupó el
cargo Yahyá, quien decidió seguir una política pacifista y se abstuvo de hostigar tanto a los francos como a los cristianos
de Asturias.

El emperador León III continuaba fortaleciendo el Imperio Romano para resistir al islam. Probablemente, muchos
católicos no podían comprender por qué Dios permitía que unos herejes tuvieran tanto éxito. Naturalmente, los
musulmanes tenían la respuesta: los cristianos habían pervertido la religión (como los judíos ya venían denunciando desde
hacía mucho tiempo). Los judíos se escandalizaban (cuando no se burlaban) de la necia tradición cristiana de
adorar iconos, es decir, imágenes de Jesucristo, la Virgen María, ángeles y santos, así como otras reliquias variadas, a las
que atribuían supersticiosamente propiedades milagrosas. Naturalmente, nadie había hecho caso a los judíos, que eran
pocos e insignificantes, pero ahora los musulmanes decían lo mismo, y Dios parecía darles la razón: los católicos eran
unos idólatras y Dios los castigaba como había castigado en su día la idolatría de los israelitas.

Algo de verdad había en ello: el cristianismo había cubierto la idolatría pagana con una leve capa de monoteísmo, pero
era (y sigue siendo) difícil encontrar diferencias entre el culto cristiano a todo el ejército de vírgenes y santos patronos y
los antiguos cultos paganos. Dejando de lado la teología, lo cierto era que la adoración de iconos era un instrumento por
el que los monjes que habitaban los numerosos monasterios diseminados por el Imperio cautivaban al vulgo. La influencia
sobre el pueblo, la riqueza y el poder de los monasterios se debía más a los iconos, los milagros y los rituales vistosos que
a la religión que supuestamente conservaban. León III debió de considerar que el poder de la Iglesia era una debilidad del
Imperio. Para una parte de la población, rezar fervorosamente a la Virgen María o a tal o cual reliquia local era una
defensa suficiente ante un posible ataque. Además los monjes y los arrendatarios de sus tierras estaban exentos del servicio
militar, lo cual disminuía sensiblemente los efectivos disponibles. También es posible que el emperador creyera
sinceramente que los iconos eran idolátricos y que, al estimular la idolatría, los monjes estaban pervirtiendo el
cristianismo. Fuera como fuera, el caso es que publicó un decreto por el que se simplificaba el ritual eclesiástico y, entre
otras cosas, prohibía los iconos. Funcionarios imperiales empezaron a recorrer las iglesias y monasterios para destruir
iconos, lo que incluía a los crucifijos. Eran los iconoclastas, los destructores de imágenes. Frente a ellos, una parte de la
población, con los monjes a la cabeza, negaron la acusación de iconolatras (adoradores de imágenes) y se
declararon iconodulos (veneradores de imágenes), lo cual, desde su punto de vista, no era en modo alguno una forma de
idolatría. Trataron de convencer al pueblo de que destruir una imagen de Jesucristo o de la Virgen María era la mayor
blasfemia imaginable, y que conllevaba la condenación eterna. Además, puesto que los musulmanes también destruían
iconos, la iconoclastia parecía una influencia islámica.

Donde los decretos iconoclastas no fueron obedecidos fue en Italia. Allí se refugiaron numerosos iconodulos con sus
iconos. Italia ya estaba muy descontenta con León III antes de que declarara la guerra a los iconos, sobre todo por el
riguroso sistema de impuestos que había establecido en el exarcado para sanear la hacienda pública y que perjudicaban
sobre todo a los grandes terratenientes. Y daba la casualidad de que el mayor terrateniente de Italia era el papa Gregorio
II. Por otra parte, el papa no podía aceptar un decreto imperial que modificaba el ritual católico. Se supone que sólo el
papa podía emitir un decreto así. La población católica de Occidente sólo sabía que en Constantinopla el emperador
ordenaba destrozar las imágenes de Jesús, María y todos los santos. El resultado fue que el prestigio del emperador se
redujo a la nada y el del papa aumentó hasta cotas nunca alcanzadas.

Una de las ciudades italianas que más se fortaleció con la oposición a la iconoclastia fue Venecia. Los venecianos eligieron
su propio duque (o dux) como gobernante, que resultó ser Orso I Partecipazio. Venecia iba a estar gobernada por sus
propios duces durante más de mil años. Orso I es el primer dux del que tenemos constancia histórica, pero los anales
venecianos prolongan la lista hacia atrás, de modo que el primer dux que figura en ella es Paoluccio Anafesto, elegido
teóricamente treinta años antes. Orso I aparece como sucesor de su padre Marcello Tegalliano. Probablemente
los duces anteriores fueron gobernadores nombrados desde Constantinopla.

En 727 estalló una rebelión en Grecia y fue proclamado emperador un hombre llamado Cosmas, que partió con una flota
rumbo a Constantinopla. Sin embargo, el ejército imperial veía con malos ojos a los monjes y era mayoritariamente
iconoclasta. La marina imperial y el fuego griego acabaron fácilmente con la rebelión. León III impuso la iconoclastia en
Grecia y Asia Menor y, ya de paso, muchas de las riquezas de los monasterios fueron confiscadas y sus privilegios
derogados.

Hasta este momento, Italia había aceptado la autoridad imperial a causa de la constante amenaza de los lombardos, pero
ahora que la autoridad papal era cuestionada abiertamente desde Constantinopla Gregorio II decidió que los lombardos
eran el mal menor, y en 728 selló una alianza con su rey Liutprando, el cual le cedió algunos territorios y luego se lanzó
sobre el exarcado de Ravena y llegó a tomar temporalmente la capital. El dux veneciano Orso I ayudó al exarca a
recuperarla.

El emir de Al-Ándalus Yahyá fue sustituido por Hudayfa, pero a los pocos meses fue sustituido a su vez por Utmán. Por
esta época Baviera estaba anexionada al reino franco y Carlos se volvió ahora contra el ducado de Alamania, que fue
suprimido en 730. Ese mismo año fue nombrado emir de Al-Ándalus el mismo Abd al-Rahmán que ya había ocupado
temporalmente el cargo tras la muerte de Al-Samh.
Los lombardos habían llegado a las puertas de Roma. El papa Gregorio II receló ahora del peligro que él mismo había
invocado y solicitó la ayuda de los francos, pero Carlos, el mayordomo de palacio, contestó con un cortés rechazo. Estaba
ocupado reunificando el reino franco.

El emperador Xuangzong tuvo que intervenir en el suroeste de China, donde los Iolo amenazaban con la secesión.

En 731 murió el papa san Gregorio II y fue sucedido por Gregorio III, que inmediatamente convocó un concilio en el
que excomulgó a todos los iconoclastas, incluido el emperador León III. Por otra parte, jugó a dos barajas con los
lombardos y con las fuerzas imperiales, y gracias a su intervención el exarca Eutiquio logró detener temporalmente el
avance lombardo y Roma no fue ocupada.

Ese mismo año, un monje northumbrio llamado Beda acabó su obra más famosa: la Historia Eclesiástica de la Nación
Inglesa. Por ella se le considera el "padre de la historia inglesa". Al parecer, Beda pasó toda su vida en un monasterio de
Jarrow fundado por Benito Biscop, y había rechazado el cargo de abad por temor a que le robara parte del tiempo que
dedicaba a sus libros. Su historia es notable porque es la primera que fecha los acontecimientos desde el nacimiento de
Cristo. Además Beda fue un historiador crítico que rechazó muchas leyendas e incluso envió un monje a Roma para que
buscase cartas concernientes a Inglaterra en los archivos papales. En su historia Beda presenta a Ethelbaldo como rey de
toda Inglaterra al sur de Northumbria. Ethelbaldo era en realidad rey de Mercia, y descendía de un hermano del viejo rey
Penda. Tal vez Beda le atribuyó tanta influencia porque Ethelbaldo se hacía llamar jactanciosamente "rey de Britania".

Beda resumió también los escasos conocimientos científicos disponibles en su época. En su obra se lee que la Tierra es
una esfera y que las mareas son causadas por la Luna. También investigó sobre la forma de calcular la fecha de la Pascua,
y descubrió que la fecha de los equinoccios había variado respecto a la prevista por el calendario juliano.

Mientras tanto el emir Abd al-Rahmán derrotaba al duque Eudes, de Aquitania, el cual no tuvo más remedio que llamar
en su ayuda a Carlos, el mayordomo de palacio franco. Los moros avanzaban por Aquitania y Carlos no tuvo más opción
que hacerles frente. Su fama de invencibles le hizo tomar precauciones. La fuerza de los moros se basaba en su caballería
ligera, y Carlos decidió oponerles una caballería pesada al estilo de la que usaban los romanos de Oriente. Para ello
distribuyó entre sus soldados una parte sustancial del patrimonio de la Iglesia franca. Sus hombres se hicieron con caballos
robustos y se protegieron con pesadas armaduras metálicas. Surgieron así los primeros caballeros medievales típicos que
han protagonizado tanta literatura romántica. En 732 los caballeros francos cruzaron el Loira e interceptaron a los jinetes
de Abd al-Rahmán cerca de la ciudad de Poitiers, cuando éstos se dirigían hacia Tours. Las cargas de la caballería mora
se quebraron una y otra vez contra la caballería pesada de los francos. Abd al-Rahmán murió en el combate. Luego cayó
la noche y al amanecer los francos se encontraron con que los moros habían huido sigilosamente.

No se sabe a ciencia cierta el tamaño del ejército moro que se enfrentó a los francos en Poitiers, pero lo cierto es que tras
la victoria el mayordomo de palacio llegó a la cúspide de la gloria, pues se consideró que había detenido el avance
musulmán en Europa. Pasó a ser conocido como Carlos el Martillo, en latín Carolus Martellum, y en castellano Carlos
Martel. Desde la victoria de Poitiers el duque Eudes no tuvo más remedio que aceptar la autoridad de Carlos. Éste
continuó con su programa de unificación y se lanzó sobre los frisones y sobre Borgoña. Al mismo tiempo siguió
patrocinando la evangelización de los germanos. Precisamente ese año el papa Gregorio III nombró a Bonifacio
"arzobispo para el territorio de los germanos".

En la parte central de la isla de Java apareció por primera vez un estado organizado bajo el rey Sanjava.

En 733 León III puso bajo la autoridad directa de Constantinopla a Sicilia, el sur de Italia y la costa de Iliria, para
sustraerlas a la influencia del papa. La autoridad imperial sobre el exarcado fue más difusa, pero no desapareció porque
Gregorio III no se fiaba plenamente de los lombardos.

En 734 Carlos Martel dirigió una segunda campaña contra los frisones, al tiempo que continuaba luchando en Borgoña.

En 735 murió Beda, el historiador. También murió Eudes, el duque de Aquitania, que fue sucedido
por Hunaldo. En 736 Carlos Martel sometió definitivamente a Borgoña y en 737 dirigió una campaña contra Provenza.
Ese mismo año murió el rey franco Thierry IV, pero Carlos Martel no consideró necesario encontrarle un sucesor. No
obstante, nunca intentó asumir él mismo el título de rey.

Ese mismo año murió Pelayo, el fundador del reino de Asturias, al norte de Al-Ándalus. Fue sucedido por su hijo Fávila.
En 738 Carlos Martel tuvo que ocuparse nuevamente de los sajones. También ayudó al rey lombardo Liutprando en un
ataque contra los musulmanes en la Provenza (después de la derrota de Poitiers, los musulmanes conservaron la
Septimania visigoda).

En 739 Carlos Martel sometió la Provenza. Liutprando puso sitio a Roma y el papa Gregorio III solicitó la ayuda de
Carlos como unos años antes había hecho su antecesor. Le ofreció el título de Cónsul de Roma si aceptaba. Carlos se lo
pensó y durante un tiempo hubo un ir y venir de embajadores, pero finalmente rechazó la oferta. El rey astur Fávila murió
en una cacería, al parecer devorado por un oso. Fue sucedido por su cuñado, conocido como Alfonso I el Católico.

El califa Hisam intentó atacar de nuevo a Constantinopla y sus ejércitos avanzaron a través de Asia Menor, pero León III
se había esmerado en su reconstrucción del Imperio, y los musulmanes fueron derrotados con facilidad mucho antes de
que pudieran acercarse a la capital. Aunque la historia suele atribuir a Carlos Martel el mérito de impedir que el islam se
extendiera imparable por Europa, lo cierto es que fue Constantinopla la que por tres veces frenó lo más impetuoso de este
avance, cosa que Occidente nunca le reconoció a causa de las rivalidades políticas y religiosas que siempre mantuvo con
el Imperio Romano de Oriente.

PIPINO EL BREVE
El Califato Omeya seguía en decadencia. A la derrota de Poitiers y el fracaso del ataque al Imperio Romano se unió el
descontento de la población por las cargas fiscales. Estallaron varias revueltas: una en Jurasán (la región nororiental del
Califato, fronteriza con Sogdiana), otra en Berbería, (en el norte de África), y también en Arabia y Mesopotamia.
En 740 los chiitas intentaron derrocar al califa Hisam dirigidos por Zayd ibn Alí, nieto de Husayn, pero no tuvieron éxito.
Zayd murió en Kufa, aunque dejó partidarios conocidos como Zaydíes. Una revuelta en Siria obligó a Hisam a abandonar
Damasco e instalarse en Rusafa, una ciudad enclavada en el desierto. El Califato pasó por un periodo de anarquía.

En 741 el emperador japonés Shomu hizo construir templos budistas en todas las provincias para rogar por una futura
prosperidad. Los jefes de los clanes tuvieron que participar en los gastos, con lo que se redujo su poder financiero.
Ese mismo año murieron los principales personajes que habían dirigido la política europea en los años precedentes: el
emperador León III, el mayordomo de palacio franco Carlos Martel y el papa san Gregorio III.

León III había llegado al poder cuando el Imperio pasaba por una situación crítica y todo parecía apuntar a que sería
incapaz de resistir el avance musulmán. Sin embargo había hecho maravillas y había cerrado por dos veces el paso a
Europa del islam. Reorganizó la administración militar, saneó las finanzas y también mejoró el código de Justiniano. En
general, sus reformas fueron benevolentes y humanitarias. Eliminó las diferencias en los castigos en función de la posición
social (exceptuando a los esclavos, para quienes, por otra parte, se les facilitó la posibilidad de conseguir la libertad).
Algunos cambios mostraban la influencia del cristianismo: abolió el concubinato y desalentó el matrimonio entre
parientes, aunque fueran lejanos. Se hizo más difícil conseguir el divorcio y aumentaron las sanciones por tener hijos
ilegítimos. León III se preocupó por los intereses de los pequeños propietarios rurales y redujo la aplicación de la pena
de muerte (que en muchos casos fue sustituida por la ceguera o la amputación de manos, nariz o lengua). También trató
de sanear la religión católica, y si la iconoclastia que propugnó se hubiera impuesto finalmente, habría pasado a la historia
como uno de los más ilustres defensores de cristianismo, pero no fue así, por lo que la historia lo recordó más bien como
un demonio.

León III había designado heredero a su hijo cuando apenas tenía dos años de edad. Ahora contaba ya con veintitrés años
y se convirtió en Constantino V. Sin embargo, Constantinopla fue tomada por su cuñado Artavazda, que era iconodulo,
y Constantino V tuvo que dedicar los primeros años de su reinado a confirmar su dignidad de emperador.

Carlos Martel dejó dos hijos. El mayor se llamaba Carlomán, que tendría entonces unos veintisiete años, mientras que
el menor, de veintiséis años, era conocido como Pipino el Breve ("breve" en latín significa bajo de estatura). Poco antes
de morir, Carlos Martel había establecido que Carlomán gobernaría Austrasia como mayordomo de palacio, mientras que
Pipino el Breve gobernaría Neustria con el mismo título.

San Gregorio III fue sucedido por Zacarías. Puesto que el emperador estaba excomulgado, Zacarías fue consagrado sin
esperar ninguna autorización de Constantinopla o de Ravena. El lombardo Liutprando seguía amenazando Roma, pero
Zacarías logró pactar con él en 742 ofreciéndole su ayuda contra los duques de Spoleto y Benevento.
La situación de los jóvenes mayordomos de palacio francos era delicada. Carlos Martel había asegurado la sumisión a su
persona de la nobleza franca gracias a su poderosa caballería, que nunca dejó de estar activa, pero su muerte parecía un
momento propicio para hacer que las cosas cambiaran. La situación era peor para Pipino el Breve, que era de Austrasia
pero gobernaba en Neustria. Hacía ya tiempo que los neustrianos toleraban mal a los gobernantes de Austrasia. Hacía seis
años que los francos no tenían rey. En vida de Carlos Martel eso no era importante, porque nadie se hubiera atrevido a
hacerlo notar, pero Pipino el Breve consideró prudente encontrar un merovingio que legitimara su cargo y, naturalmente,
lo encontró. Si la ascendencia de los últimos merovingios es cuestionable, la de este "hallazgo" lo es más que ninguna.
Pipino sacó de un monasterio a un presunto hijo de Chilperico II al que puso en el trono en 743 con el nombre
de Childerico III, si bien fue más conocido como Childerico el Estúpido. Probablemente, el calificativo reflejaba el
principal mérito por el que Pipino lo escogió para el trono. Ahora Pipino el Breve gozaba de una legitimidad que no podía
esgrimir ninguno de sus adversarios.

Ese mismo año Constantino V derrotó a Artavazda y fue reconocido definitivamente como emperador. Era un hábil
general que había luchado contra los árabes al lado de su padre, y si León III había logrado defender el Imperio, él estaba
dispuesto a pasar al contraataque.

La poesía china pasaba por su edad de oro. En este periodo se contabilizan unos 2.300 poetas y unos 50.000 poemas.
Destacan los dos amigos Li Bo y Du Fu, que eran todo lo diferentes que se puede ser: el primero rechazaba toda coacción
tanto en su vida como en su obra, mientras que el segundo defendía que el poeta debe servir al pueblo según el ideal
confuciano.

Mientras tanto murió Teodomiro, el visigodo que aún conservaba un pequeño reino alrededor de Murcia. Fue sucedido
por su hijo Atanagildo. A partir de aquí se sabe poco del reino, pero al parecer conservó su independencia durante un
siglo.

El emperador japonés permitió la posesión individual de las tierras, lo que dio lugar a grandes dominios feudales.
En 744 murió Liutprando y nuevamente dos pretendientes se disputaron la corona: Hildebrando y Rachis. Sus querellas
dieron un respiro a Italia. Pipino el Breve demostró que estaba a la altura de su padre y logró la sumisión de los alamanes.
También murió el califa Hisam y fue sucedido por Marwán II.

En 745 el emperador chino Xuangzong introdujo en su harén como concubina a una sacerdotisa taoísta llamada Yang-
Yuhuan. A partir de ese momento, ella misma y su familia iban a influir cada vez más en el emperador y en la política
china, y muchos de sus parientes alcanzaron puestos relevantes.

El reino de Nubia mantenía sus relaciones amistosas con los musulmanes de Egipto y había logrado prosperar gracias a
una intensa actividad agrícola, ganadera y comercial. Su pujanza le permitió algunos enfrentamientos aislados con los
musulmanes, como una expedición que llevó a cabo el rey Ciríaco ese año en defensa del patriarca de Alejandría.

En 746 los alamanes volvieron a rebelarse y Pipino el Breve volvió a someterlos. En 747 su hermano Carlomán decidió
retirarse a un monasterio, con lo que Pipino se convirtió en gobernador indiscutido de todo el reino franco. Tal vez fue
devoción, pero la futura carrera de Pipino el Breve muestra que era un hábil político, y puede que la abdicación de su
hermano fuera uno de sus primeros éxitos en este campo. Es plausible que Bonifacio metiera la idea de la vida monástica
en la cabeza del monarca siguiendo instrucciones de Pipino.

Ese mismo año fue nombrado emir de Al-Ándalus Yúsuf, quien tuvo que derrotar a unas facciones rivales en una batalla
librada a las puertas de Córdoba.

En 747 China inició una serie de expediciones contra el pillaje tibetano.

En 748 murió el duque Hunaldo de Aquitania y fue sucedido por Wifredo.

En 749 se afirmó definitivamente un nuevo rey lombardo. Se llamaba Astolfo, y no era del linaje de Liutprando, pero
estaba dispuesto a continuar su política de expansión.
El califa Marwán II no fue más popular que sus predecesores. Entre las facciones opuestas a los omeyas destacaba una
prestigiosa familia de La Meca que hacía remontar sus orígenes a al-Abbas, tío de Mahoma, por lo que eran conocidos
como los Abasíes. Eran sunníes, por lo que contaban con el apoyo de los sunníes cansados de los omeyas, pero también
con el de los chiitas, que estaban dispuestos a aliarse con los sunníes en contra de los omeyas. El líder de la familia era
entonces Abul-Abbás, que fue proclamado califa en Kufa. Marwán II reunió rápidamente un ejército que se enfrentó al
de Abul-Abbás en 750 junto al río Zab, afluente del Tigris. Los Abasíes lograron una rotunda victoria, a la que siguió
una sistemática matanza de los miembros de la familia Omeya. A ella sólo escapó (de quien se tenga noticia) un nieto del
califa Hisam llamado Abd-al Rahmán, que se ocultó en el norte de África. Kufa se convirtió en la capital del Califato
Abasí. Los Abasíes fundaron una tradición por la que los califas omeyas fueron vilipendiados (a excepción de Umar II)
y se les reconoció como reyes, pero no como califas (es decir, sucesores legítimos de Mahoma).

Una muestra del paulatino avance cultural del Califato lo proporciona Juan Damasceno, que escribió doctamente sobre
teología y se le considera el primer teólogo que trató de coordinar la filosofía aristotélica con la teología cristiana. Como
su nombre indica, Juan Damasceno vivía en Damasco. El mayor teólogo cristiano de la época desarrollaba su labor en
territorio musulmán.

El emir Yúsuf nombró gobernador de Zaragoza (con jurisdicción sobre el norte del emirato) a Sumayl, que tuvo que
hacer frente a una plaga de hambre, que llevó a muchos bereberes a emigrar hacia el sur, con lo que se formó una banda
de terreno despoblado que separaba el emirato del reino asturiano de Alfonso I el Católico. Éste aprovechó la situación
para emprender una serie de campañas, secundado por su hermano Fruela, en las que mataba a todos los musulmanes
que encontraba en las ciudades medio abandonadas y se llevaba a su reino a los cristianos. Estas campañas, junto con el
hambre y una epidemia de viruela, contribuyeron a ensanchar la "tierra de nadie" que separaba a moros y cristianos.

En Asia, el reino de Chen-la se escindió en dos: el Chen-la del agua, que dominaba Malasia, y el Chen-la de la
tierra, que comprendía la parte interior del reino.

El rey lombardo Astolfo inició ataques contra el exarcado de Ravena. El papa Zacarías se encontraba en el mismo aprieto
en que su predecesor san Gregorio III se había visto unos años antes. Hasta entonces las fuerzas imperiales habían
protegido a Roma de los lombardos, pero ahora el papa estaba enemistado con Constantinopla a causa de la polémica
iconoclasta. Zacarías y Constantino V defendían sus posturas con la misma firmeza que lo habían hecho sus respectivos
predecesores. Nuevamente, el papa pensó en los francos, pero así como Pipino de Heristal y Carlos Martel habían desoído
las peticiones papales, ahora Pipino el Breve tenía algo que ganar. Dueño indiscutible del reino franco, debió de pensar
que ya no necesitaba al títere merovingio, pero deponerlo abiertamente podría provocar una nueva guerra civil. Además
Pipino aspiraba a algo a lo que no habían aspirado su padre o su abuelo: quería el título de rey. La tradición franca parecía
impedir que alguien que no fuera (al menos en teoría) un merovingio pudiera ser admitido como rey, pero, si alguien
podía cambiar esa tradición, ése era Dios o, en su defecto, el papa. El catolicismo estaba firmemente arraigado en el reino
franco y, desde que estalló el conflicto iconoclasta, el papa era visto como un heroico defensor de la fe ante el perverso
emperador que pisoteaba al mismísimo Jesucristo. La palabra del papa valía mucho.

Se establecieron negociaciones secretas: el papa podía reconocer el derecho divino de Pipino a la monarquía y el poderoso
ejército de Pipino podía atacar a los lombardos por la retaguardia para obligarlos a respetar a Roma. Una cosa dependía
de la otra y ambas partes estaban de acuerdo. Por ello, en 751, mientras Astolfo atacaba la misma Ravena, una majestuosa
embajada viajó de la capital de Pipino a Roma para formular una pregunta: ¿era justo que una persona sin ninguna
autoridad fuera llamada rey?, ¿o el título debía llevarlo la persona que realmente gobernaba? El papa respondió, con la
debida ceremonia, que la persona que desempeñaba el papel de rey debía, por derecho, llevar también el título. Poco
después, en otra ceremonia se cortaron los largos cabellos de Childerico III, signo distintivo de la monarquía merovingia.
El rey depuesto fue recluido en un monasterio.

Mientras tanto Astolfo expulsó al exarca de Ravena.

Los árabes derrotaron al ejército chino junto al río Talas, tras lo cual el Califato Abasí no tardó en dominar toda Sogdiana.

En enero de 752 la nobleza franca se reunió en Soissons y Pipino el Breve fue coronado rey de los francos. Se inició así
la dinastía conocida como Carolingia, por Carlos Martel, el padre de Pipino. Los nobles aclamaron al nuevo rey, lo
elevaron sobre su escudo y, finalmente, el arzobispo Bonifacio lo coronó como rey "por la Gracia de Dios". Esto era, no
obstante, una moneda con dos caras. Ciertamente, Dios era un buen aval, pero no era menos cierto que lo que Dios daba,
Dios podía quitarlo. Si en un futuro el papa cambiaba de idea y decidía, por ejemplo, excomulgar a Pipino o a uno de sus
descendientes, su situación pasaría a ser muy comprometida. No cabe duda de que Pipino era consciente de ello.

Ahora era Pipino quien tenía que cumplir su parte del acuerdo con el papa, pero unos meses después murió san Zacarías, y
el nuevo papa electo, Esteban, murió a los tres días, antes de ser consagrado como tal. Luego fue elegido otro Esteban,
al que algunos cuentan como Esteban II y otros como Esteban III.

Mientras tanto Pipino el Breve inició una campaña contra la Septimania, en poder de los musulmanes, y Astolfo acabó
de expulsar a todas las tropas imperiales del exarcado de Ravena. Ahora el Imperio sólo dominaba el sur de Italia (y las
islas, Sicilia, Córcega y Cerdeña). Astolfo estaba a las puertas de Roma tratando de obligar al papa a rendirse.

Esteban II trató de ganar tiempo mediante negociaciones y sobornos mientras instaba a Pipino a cumplir el acuerdo que
había establecido con san Zacarías. Astolfo conocía la situación y estaba en un dilema: si se retiraba de Roma podía perder
el prestigio entre sus hombres y ser derrocado, pero tampoco quería provocar a Pipino. Su mejor carta sería que Pipino
no estuviese muy interesado en ayudar al papa y éste se viera obligado a rendirse, de modo que Roma pasaría a manos de
Astolfo sin que Pipino tuviera excusas para intervenir. La situación estaba en un punto muerto y todo dependía de Pipino.
Pipino supo sacar el máximo partido político a la situación. Su decisión fue que si Esteban II quería su ayuda, tenía que
ir a pedírsela en persona. Un papa suplicando la ayuda del rey franco no sólo reforzaría la autoridad de Pipino sobre sus
súbditos, sino que dejaría claro que el Rey era superior al papa y no al revés. Pipino envió una embajada a Astolfo para
exigir una salvaguarda para el papa, a fin de que éste pudiera atravesar el territorio lombardo hasta llegar a Neustria.
(Pipino fijó en Neustria el lugar del encuentro porque era allí donde necesitaba más reforzar su autoridad, dado que su
familia era de Austrasia.) Astolfo tuvo que aceptar, pues en caso contrario Pipino habría podido atacarle inmediatamente.
El itinerario previsto del papa pasaba por la misma Pavía, la capital lombarda. Astolfo se planteó la posibilidad de
persuadir a Esteban II para que no siguiera adelante y regresara a Roma, mientras que Esteban II también esperaba
negociar un acuerdo razonable con Astolfo para ahorrarse la entrevista con Pipino. Sin embargo, no hubo acuerdo y
Astolfo prefirió apostar por que Esteban II tampoco se entendería con Pipino, así que lo dejó seguir su viaje.
El rey Ethelbaldo de Mercia había impuesto su hegemonía sobre los reinos sajones del sur, pero el rey Cuthred de Wessex
se negó a aceptar su dominio y estalló la guerra entre ambos reinos. Mercia fue derrotada.

Constantino V, viendo perdidas todas sus esperanzas de recuperar Ravena y posiblemente indignado por los nuevos
contactos del papado, convocó un concilio en 753 en el que se ratificaron las tesis iconoclastas. El papa se negó a enviar
un representante al concilio, al cual acudieron únicamente obispos procedentes de los territorios dominados por el
Imperio. Se estableció que los iconos iban contra las Sagradas Escrituras y se simplificó aún más el culto. Los monjes
lucharon con firmeza, pero el emperador tomó drásticas medidas contra ellos. Cerró monasterios, confiscó sus
propiedades, les obligó a llevar trajes corrientes, encarceló a algunos, exilió a otros, obligó a casarse a algunos, se las
arregló para someterlos al escarnio de la gente, e incluso hizo ejecutar a los más molestos.

En 754 murió el califa Abul-Abbás, y fue sucedido por al-Mansur. Aunque los chiitas habían apoyado a Abul-Abbás, el
nuevo califa no podía aceptar su apoyo sin correr el riesgo de enemistarse con la mayoría sunní. Por ello pronto se produjo
una ruptura y los chiitas se rebelaron bajo la dirección de Muhammad, bisnieto de Hasán, que aspiró al califato.

Bonifacio, tras una larga y exitosa carrera evangelizando a los germanos, se encontró con un grupo de frisios paganos que
decidieron martirizarlo a la vieja usanza, y así se convirtió en san Bonifacio.

Los Iolo formaron el reino de Nanzhao al suroeste de China, que se independizó del Imperio de los Tang y pronto cayó
bajo la influencia tibetana.

Esteban II llegó a Châlons, donde se encontraba Pipino. Acudió a recibirlo el hijo mayor de éste, que se llamaba Carlos y
tenía entonces doce años de edad. Pipino fue ungido y coronado nuevamente, pero ahora de la mano del papa. Dios
comunicó al papa su voluntad de que los francos eligieran a sus reyes únicamente en la familia de Pipino durante todas
las edades futuras, y Esteban II así lo transmitió al pueblo. Por ello Esteban II ungió también a Carlos y a su hermano de
tres años, Carlomán. Además el papa otorgó a Pipino el título de "Patricio Romano", el mismo que Clodoveo había
recibido en su día.
Ahora Pipino el Breve se dispuso a cumplir su parte y exigió a Astolfo que le entregara todos los territorios conquistados
que habían pertenecido al exarcado de Ravena. Astolfo se negó y sólo ofreció un salvoconducto para que Esteban II
pudiera regresar a Roma. Pero el salvoconducto era inútil, ya que en 755 el papa regresó acompañado de un ejército
franco. Astolfo trató de impedirle el paso por los Alpes, pero fue totalmente derrotado y los francos asediaron Pavía.
Astolfo aceptó inmediatamente la devolución de los territorios y los francos regresaron a su patria.

Ese año los francos emitieron por primera vez su propia moneda.

La monarquía tibetana alcanzó su apogeo con Khri-srong-Ide-btsan. Fue un budista ilustrado, que trajo de la India a un
sabio doctor budista llamado Padma Sanbhava, que creó una secta adaptada al bon, la religión tradicional tibetana. No
obstante, el budismo en el Tíbet fue una religión de la corte, y el pueblo se mantenía vinculado a sus antiguas creencias.

Mientras tanto, el general chino An Lushan se rebelaba contra el gobierno central. Era el gobernador de la región de
Pekin, protegido de la favorita del emperador, Yang-Yuhuan.

Desde el derrocamiento de los omeyas, Al-Ándalus estaba prácticamente sumida en una guerra civil en la que distintas
facciones se disputaban el poder. En Zaragoza el gobernador Sumayl, leal al emir Yúsuf, fue asediado por facciones
opuestas, pero resistió hasta ser liberado por un ejército partidario de Yúsuf, en el cual militaban numerosos partidarios
de los omeyas que proyectaban entronizar a Abd al-Rahmán. Sin embargo, ante la falta de acuerdo cambiaron de bando
y lograron el apoyo de los sitiadores, que marcharon a Almuñécar (cerca de Granada), donde desembarcó Abd al-
Rahmán. En 756 Abd al-Rahmán derrotó a Yúsuf y se apoderó de Córdoba. Yúsuf se refugió en Mérida pero intentó
rebelarse y no tardó en ser capturado y ejecutado. Abd al-Rahmán se proclamó Abd al-Rahmán I, emir de Al-Ándalus.

Astolfo se había rendido muy rápidamente ante Pipino, lo cual le permitió salir indemne del enfrentamiento. Ahora que
Pipino estaba lejos decidió asediar de nuevo Roma. Probablemente Astolfo pensaba que Pipino daría por saldada su deuda
con el papa y que no estaría interesado en llevar sus ejércitos tan lejos. Si fue así, casi acertó, pues Esteban II tuvo que
enviar una larga carta apelando a todos los recursos posibles para convencer al monarca carolingio de que acudiera en su
auxilio. El caso es que Pipino se decidió a intervenir y su ejército sitió nuevamente Pavía. Una vez más Astolfo se vio
obligado a ceder sus conquistas, pero ahora Pipino pidió rehenes y un oneroso tributo.

Mientras Pipino estaba en Pavía llegaron embajadores de Constantinopla que le exigieron la devolución del exarcado de
Ravena, pero Pipino no vio ningún beneficio en ello y prefirió donar los territorios al papa, que se convirtió así por primera
vez en la historia en un auténtico jefe de estado. Posteriormente, los territorios regidos por el papa se
denominaron Estados Pontificios. Además, Pipino decidió compensar la expoliación que su padre había infligido a la
Iglesia para preparar la resistencia contra los moros estableciendo el pago obligatorio del diezmo, en virtud del cual los
propietarios debían donar a la Iglesia la décima parte de las rentas de sus tierras.

A finales de año murió en una partida de caza el rey lombardo Astolfo, y su sucesor fue uno de sus
generales, Desiderio, que no mostró ningún interés por luchar contra Roma. Al contrario, buscó la alianza con el papa y
le ofreció nuevos territorios. Naturalmente, Esteban II aceptó encantado.

Constantino V logró una importante victoria contra los búlgaros y, aunque no consiguió devolverlos a la otra orilla del
Danubio, no dejó de imponerse sobre ellos, a la vez que combatía a los árabes en Asia Menor.

El emperador chino Xuangzong tuvo que huir de la capital poco después de que su favorita Yang-Yuhuan fuera asesinada
por los guardias que la custodiaban. Fue sucedido por su hijo Shuzong, que continuó resistiendo a la rebelión de An
Lushan. Para ello solicitó la ayuda de turcos, tibetanos y otros pueblos vecinos, los cuales no dudaron en acudir y sacar
partido de la situación.

En 757 murió el rey de Asturias Alfonso I el Católico, y fue sucedido por su hijo Fruela. Su reino abarcaba entonces toda
la parte norte de la península ibérica, desde Galicia, al oeste, hasta los territorios de los vascos al este y casi llegaba a la
costa mediterránea. En ambos extremos surgieron rebeliones, pero el nuevo rey logró sofocarlas y Galicia fue devastada.

El rey Ethelbaldo de Mercia murió víctima de una conspiración. Tras unos meses de confusión, los nobles eligieron rey
a un pariente lejano de Ethelbaldo llamado Offa.
También murió el papa Esteban II. Ahora que el papa era un jefe de estado, el cargo empezó a ser codiciado por la
aristocracia laica italiana, por lo que hubo dos candidatos a papa, por una parte el hermano de Esteban II, que terminó
imponiéndose como Paulo I, y un rival llamado Teofilacto.

En 759 Pipino conquistó completamente la Septimania, con lo que los Pirineos se convirtieron en la frontera entre Al-
Ándalus y el reino franco (aunque el condado de Rosellón, al sur de la cordillera, quedó bajo dominio franco). También
inició una serie de campañas anuales contra Aquitania, pues desde que el peligro moro fue conjurado la sumisión de los
aquitanos al reino franco se había relajado considerablemente.

En Java, la dinastía hinduista que reinaba hasta esta época fue desplazada por la dinastía budista de los Sailendra.

CARLOMAGNO
En 761 un chiita llamado Abd al-Rahmán ibn Rustum declaró independiente del Califato abasí un territorio en el norte
de África, más o menos el actual Marruecos. En 762 el general Isá ibn Musá sitió en Damasco a Muhammad, el chiita
bisnieto de Hasán que pretendía el califato. Fue derrotado y decapitado. Luego Isá marchó por Ibrahím, el hermano de
Muhammad, que marchaba sobre Kufa. Mientras tanto, el califa Al-Mansur decidió que Kufa no era segura como capital,
así que eligió una nueva. Se trataba de una pequeña aldea en la orilla del Tigris llamada Bagdad. Sobre ella construyó
una ciudad monumental que conservó el nombre. La construcción de Bagdad fue la ruina de Ctesifonte, la antigua capital
persa, que fue usada como fuente de materiales y ornamentos para la nueva capital. En 763 Isá se enfrentó a Ibrahím,
quien murió en la batalla alcanzado por una flecha.

En China, la rebelión de An Lushan fue aplastada cuando éste fue asesinado por su propio hijo. Tras ocho años de guerra
civil, el país sufría una grave crisis demográfica, económica y social. El estado impuso una enorme carga fiscal que obligó
a los pequeños campesinos a vender sus tierras y caer en la servidumbre. También fue confiscada una parte de las
propiedades de los mercaderes. Los tibetanos y otros pueblos nómadas se aprovecharon de la debilidad china. Los
ejércitos de Khri-srong-Ide-btsan llegaron hasta la capital de los Tang, la saquearon y luego se marcharon.
El sobrino de Pipino el Breve, llamado Tasilón, era duque de Baviera y decidió independizar su ducado del reino franco.
Pipino no reaccionó, pues estaba más interesado en dominar Aquitania.

En 765 el emperador Constantino V neutralizó una conjuración de los iconodulos, tras la cual no dudó en perseguir
abiertamente a sus enemigos.

Aunque los chiitas se veían obligados a aceptar un califa que según su criterio era ilegítimo, nada les impedía tener su
propia autoridad religiosa. Ésta era lo que llamaban el Imán. Cuando murió el sexto Imán, Yafar al-Sadiq, se abrió una
polémica, pues tiempo atrás Yafar había designado como sucesor a su hijo Ismaíl, pero éste había muerto cinco años
antes. Entonces los chiitas se dividieron en dos facciones, los que consideraban que el séptimo imán debía de ser Ismaíl,
de acuerdo con lo dispuesto por Yafar, y los que consideraban que esto no podía ser, mayormente porque ya debía de
estar algo descompuesto, y en su lugar proponían al segundo hijo de Yafar, Musá al-Kazim. Pese a lo contundente del
argumento, los llamados chiitas septimanos o ismailíes defendieron que en realidad Ismaíl había entrado en Gayba (la
ocultación) y que había que esperar a que volviera entre los vivos (aunque no dieron fecha). Como aún no ha vuelto, los
chiitas septimanos no reconocen más que a siete imanes, mientras que los restantes chiitas continúan la cadena con Musá.
La interpretación más sencilla de este surrealismo septimano es que los ismailíes (o al menos sus fundadores) eran una
facción chiita interesada en que la autoridad religiosa cambiara de manos, y juzgaron que la situación que se dio tras la
muerte de Yafar permitía hacerlo con "coherencia".

En 766 Pipino el Breve sometió definitivamente al duque Wifredo de Aquitania. Con ello dominaba efectivamente todo
lo que había sido la Galia (a excepción de Bretaña) así como extensos territorios al otro lado del Rin. Mientras Pipino
estuvo ocupado con Aquitania, el rey lombardo Desiderio fue cambiando su política inicial de sumisión al papa y pasó a
adoptar una actitud más agresiva. Paulo I tuvo que hacer valer sus buenas relaciones con Pipino para contenerlo.

En 767 murió el papa san Paulo I, y esta vez un duque italiano llamado Toto logró que fuera elegido papa su hermano,
que se convirtió en Constantino II. Sin embargo, en 768 la aristocracia clerical decidió elegir su propio papa, que se
llamaba Esteban III. Tras esta elección Constantino II se vio obligado a recluirse en un monasterio.
Ese mismo año murió el rey Fruela de Asturias, y fue sucedido por Aurelio, sobrino de Alfonso I el Católico. Durante su
reinado se produjo una rebelión de siervos. Las tierras del reino pertenecían a unos pocos señores que las explotaban a
través de un gran número de siervos. No se conocen las causas concretas de la rebelión, pero el caso es que fue sofocada.
Aurelio mantuvo relaciones pacíficas con el emirato de Abd al-Rahmán I.

También murió Pipino el Breve y, fiel a la tradición franca, dividió el reino entre sus dos hijos, Carlos y Carlomán. El
reparto fue extraño, pues no respetaba la división tradicional entre Neustria y Austrasia. Carlos recibió un arco de tierras
occidentales, mientras que el reino de Carlomán estaba formado por los territorios orientales.

En Aquitania acababa de morir el duque Wifredo, y su sucesor, Lobo II, consideró que la muerte de Pipino marcaba el
momento idóneo para librarse del dominio carolingio, por lo que se declaró en rebeldía. El ducado estaba en el territorio
asignado a Carlos, quien inmediatamente se dispuso a sofocar la rebelión. Al parecer, Carlomán no confiaba en su
hermano o, por algún motivo, no se llevaba bien con él. El caso fue que Carlos no recibió ninguna ayuda, sino que tuvo
que enfrentarse solo a los aquitanos. Pese a ello, obtuvo una completa victoria, la primera de las muchas que le valdrían
el sobrenombre de Carlos el Grande, Karl der Grosse, Carolus Magnus o Carlomagno. Tras esta victoria Carlomagno
estableció su capital en Aquisgrán, posiblemente su ciudad natal, situada en la confluencia de las actuales fronteras entre
Bélgica, Holanda y Alemania.

Los recelos de Carlomán hacia su hermano fueron alimentados por el rey lombardo Desiderio, que nunca dejó de adularlo
y estableció una sólida alianza con él, la cual culminó con el matrimonio entre el rey franco y una de las hijas del rey
lombardo. Por otra parte, Berta, la viuda de Pipino el Breve, quiso reconciliar a sus hijos, por lo que indujo a Carlomagno
a casarse con otra hija de Desiderio. Probablemente pensó que las dos hermanas lombardas contribuirían a mejorar las
relaciones entre sus maridos.

En 769 le arrancaron los ojos al papa Constantino II y poco después fue citado a un concilio convocado por Esteban III
en Roma en el que se anularon todos sus actos como papa. Constantino II murió ese mismo año. En el citado concilio,
Esteban III condenó la iconoclastia y precisó la doctrina de la Iglesia Romana respecto a las imágenes.
En 770 el rey Offa de Mercia reemprendió la política de dominación que había iniciado su antecesor Ethebaldo y llevó
sus ejércitos a Sussex y Kent, con los cuales fue logrando lentamente la sumisión de los sajones.

En 771 murió Carlomán, con tan sólo veintiún años de edad. Dejó dos hijos pequeños, además de a su viuda, la princesa
lombarda. Carlomagno comprendió que, si no lo evitaba, el reino de su hermano iba a ser gobernado por Desiderio, así
que actuó rápidamente, se adueñó de él y envió a Pavía a su resentida cuñada, que no tardó en instar a su padre Desiderio
para que tomara medidas contra Carlomagno. Al parecer, la esposa de éste tampoco se mostró nada satisfecha con la
forma en que había sido tratada su hermana, por lo que Carlomagno optó por repudiarla y enviarla también a Pavía.

Los frisios se sometieron a Carlomagno, mientras que Tasilón mantuvo la independencia de Baviera. Pero a Carlomagno
le interesaron más los sajones. Bonifacio había logrado evangelizar a la mayoría de los bávaros y los frisios. Pipino el
Breve había potenciado esta evangelización como un primer paso para el sometimiento de los germanos, y ciertamente
su política había dado frutos. Precisamente por esto mismo, los sajones se aferraron al paganismo, pues comprendieron
que aceptar el cristianismo les llevaría tarde o temprano a ser absorbidos por los francos. Carlomagno, que era muy
piadoso, vio la evangelización de los sajones (o la conquista, que era más o menos lo mismo) como una especie de guerra
santa, así que envió tropas a Sajonia.

Por otra parte, Desiderio sabía que no era lo suficientemente poderoso para enfrentarse abiertamente a Carlomagno, pero
pensó que podría volver contra él algunos señores francos del reino de Carlomán si conseguía convencerlos de que el
trono correspondía legítimamente a sus nietos. Una forma de lograrlo era que el papa reconociera los derechos de los
niños, lo cual podría conseguirse con un poco de presión. La suerte le ayudó, porque en 772 murió Esteban III y los
Estados Pontificios quedaron sumidos una vez más en disputas sobre la sucesión, disputas que Desiderio aprovechó para
invadir el territorio. Finalmente fue elegido papa Adriano I, quien solicitó de inmediato la ayuda de Carlomagno.
En 773 el monarca franco estaba en Italia, y todos los nobles francos le permanecían leales. Desiderio trató de negociar
como había hecho Astolfo ante Pipino, pero Carlomagno no entendía de promesas. Pavía fue asediada durante nueve
meses y finalmente Carlomagno recibió la corona de hierro lombarda, adoptó el título de rey de los lombardos y se llevó
a Desiderio cautivo a territorio franco. Así desapareció de la historia el reino lombardo. Quedaba el ducado de Benevento,
al sur de los Estados Pontificios, pero era débil y allí los lombardos perdieron pronto su identidad mezclándose con los
demás italianos.

Mientras tanto el califa Al-Mansur había logrado sofocar las rebeliones chiitas y envió un general a Al-Ándalus con
credenciales de gobernador. Éste organizó una sublevación contra el emir Abd al-Rahmán I. Los rebeldes se distinguían
con una bandera negra, pero Abd al-Rahmán I los derrotó y devolvió a Al-Mansur la cabeza de su general envuelta en la
bandera negra. Desde entonces Al-Ándalus fue reconocido como emirato independiente. El norte de África seguía bajo
el dominio del chiita Abd al-Rahmán ibn Rustum y fue también independiente. Túnez y Argelia aceptaron la autoridad
abasí, pero sólo nominalmente. Por lo demás, el Califato Abasí dominaba desde Libia hasta la India.

En 774 Carlomagno confirmó al papa Adriano I como legítimo dueño de los Estados Pontificios, tal y como había
establecido su padre veinte años atrás. Este hecho se recuerda como la donación de Carlomagno.

Ese mismo año murió el rey Aurelio de Asturias, y fue sucedido por Silo, que estaba casado con una hija de Alfonso I el
Católico. Silo mantuvo la paz con los moros, pero tuvo que sofocar una rebelión de los gallegos.

En 775 murió el califa Al-Mansur, y fue sucedido por su hijo Al-Mahdí, quien hizo oficial la doctrina sunní. Los chiitas,
que conocían el papel decisivo que habían representado en el acceso al poder de los abasíes pasaron a una resentida
oposición.

También murió el emperador Constantino V, durante una de sus muchas campañas contra los búlgaros. Fue sucedido por
su hijo León IV, después de haber derrotado a sus hermanos Cristóforo y Nicéforo. Los tres habían sido nombrados
césares por su padre. León IV suavizó las medidas contra los iconodulos, tal vez porque estaba casado con Irene, una
ateniense que en secreto era iconodula.

En 776 un monje asturiano conocido como Beato de Liébana escribió unos Comentarios al Apocalipsis en los que
defiende la creencia en el inminente fin del mundo.
En 777 el rey Offa de Mercia derrotó al ejército de Wessex junto al Támesis, cerca de Oxford, y obligó a su rey a aceptar
su soberanía. Luego casó a una de sus hijas con el rey de Wessex y luego a otra con el rey de Northumbria, con lo que su
influencia se extendió prácticamente a toda Inglaterra. En cambio, Offa no intentó derrotar a los galeses. Tal vez sabía lo
peligroso de adentrarse en las montañas galesas. En lugar de ello adoptó la estrategia de los romanos y construyó una
muralla de adobe a lo largo de toda la frontera galesa (aproximadamente la actual) excepto en aquellas zonas en las que
los bosques eran tan densos que en la práctica eran impenetrables. Offa acuñó su propia moneda, a imitación de Kent,
que unos años antes había imitado en esto mismo a los francos. No obstante, las monedas de Offa estaban mucho mejor
trabajadas que las rudas monedas francas.

El cristianismo se había ido extendiendo lentamente entre los búlgaros, hasta que finalmente el kan Telerig aceptó el
bautismo. Esto puso a los búlgaros bajo la influencia de la Iglesia y durante un tiempo dejaron de ser una amenaza contra
Constantinopla.

Mientras tanto, Carlomagno no tenía contra los sajones el mismo éxito que había tenido contra los lombardos. Los francos
habían encontrado en Sajonia un tronco de árbol sagrado llamado Irminsul, que representaba al árbol que sustentaba el
Mundo. Los sacerdotes francos ordenaron la destrucción de tal ídolo, y con ello aumentaron el rencor de los sajones. Se
inició una guerra de guerrillas. Cuando los francos capturaban un grupo de sajones les obligaban a adoptar el cristianismo.
Éstos así lo hacían, pero en cuanto los soldados se alejaban olvidaban sus juramentos, destruían las iglesias y mataban a
cualquiera que hubiera aceptado sinceramente el cristianismo. Los ejércitos de Carlomagno se adentraban cada vez más
en Sajonia, mataban más sajones, tomaban más rehenes, pero todo era inútil.

Mientras tanto, Abd al-Rahmán I tenía problemas en Al-Ándalus para dominar a los nobles moros. Las rebeliones eran
frecuentes y los gobernadores de Toledo y Zaragoza se declararon emires desafiando a Córdoba. Para conseguir sus fines
no dudaban en aliarse con los cristianos de Asturias. Por otra parte estaban los vascos, que sólo pensaban en alejar de sus
tierras a todos los extranjeros, y ello no sólo incluía a los moros, sino también a los francos (el territorio vasco abarcaba
la costa norte de la península ibérica, al este de Asturias, y también la Gascuña al norte de los Pirineos). Carlomagno
quiso poner fin a las correrías de los vascos y aprovechó que el emir de Zaragoza, Al-Arabí, le invitó a intervenir en su
contienda con Abd al-Rahmán I. En 778 condujo sus ejércitos hacia el sur y se dispuso a ocupar Zaragoza, para atacar
después a los vascos por la retaguardia, pero en el último momento Al-Arabí decidió que no le convenía una alianza con
un infiel tan poderoso, y le negó la entrada. Carlomagno se dispuso a asediar la ciudad, pero no tenía suficientes efectivos.
Además le llegaron noticias de que un sajón llamado Widukindo logró levantar a su pueblo en uno de los más cruentos
ataques contra los francos. Hizo matar a todos los sacerdotes de Sajonia y en sus correrías llegó hasta el Rin.

Carlomagno juzgó que lo más adecuado era retirarse de Zaragoza y emprendió el camino de vuelta a través de los Pirineos.
Mientras los atravesaba por el desfiladero de Roncesvalles los vascos lo observaban ocultos desde los laterales. Dejaron
pasar al grueso del ejército y atacaron a la retaguardia, con lo que obtuvieron un buen botín.

El emperador León IV dirigió una expedición contra Siria.

Uno de los mayores centros culturales de Occidente era entonces la escuela de York, en Northumbria, de la que fue
nombrado director su más ilustre alumno, Alcuino de York.

En 780 murió el emperador León IV y fue sucedido por su hijo de diez años Constantino VI. Su madre Irene asumió la
regencia, y a partir de este momento inició el delicado proceso de erradicar la iconoclastia. Era complicado, pues las
principales autoridades eclesiásticas eran iconoclastas y, lo más grave, el ejército era mayoritariamente iconoclasta. Irene
inició una peligrosa política de desgaste del ejército disminuyendo su presupuesto (lo que, por otra parte, le permitió bajar
los impuestos y le granjeó el apoyo de los civiles).

En 781 los súbditos del duque Tasilón de Baviera se sintieron inquietos ante las posibles represalias de Carlomagno por
la rebeldía de su señor y optaron por abandonarlo. Tasilón tuvo así que reconocer la soberanía franca. Carlomagno decidió
nombrar rey de Italia (esto es, del antiguo reino lombardo) a su hijo Carlomán, de cuatro años, más conocido
por Pipino, y rey de Aquitania a su hijo Luis, de tres años de edad (para lo que previamente hizo ejecutar al duque de
Aquitania Lobo II). En ambos casos se trató de una estrategia de integración, pues así ambos territorios se consideraban
gobernados por un rey propio y Carlomagno designó como regentes a hombres de su confianza.

Ese año Carlomagno visitó Roma y el papa Adriano I ungió y coronó a los dos niños según el deseo de su padre. Adriano
dejó de fechar sus documentos por los años de reinado del emperador romano y pasó a fecharlos por los años de reinado
de Carlomagno. Casualmente, Carlomagno se encontró en Roma con Alcuino de York. El rey franco comprendía el
miserable estado del saber en su reino y tal vez intuía que sin hombres educados que lo administrasen no tardaría en
derrumbarse. La alfabetización estaba restringida a los sacerdotes y monjes. Para un franco, alguien que supiera leer y
escribir no era un franco auténtico, ni probablemente un auténtico hombre. La aristocracia se dedicaba esencialmente a la
guerra y dejaba el cultivo de las tierras a cargo de siervos a los que requisaba la mayor parte de su producción. Estos
siervos estaban ligados al suelo, de modo que no podían abandonar la tierra en la que habían nacido. Los señores eran
relativamente leales al rey en cuestiones militares, pero por lo demás cada cual imponía en sus dominios su propia
concepción de la justicia y el derecho, y las disputas entre señores vecinos se arreglaban entre ellos sin que mediara
ninguna autoridad superior y, a menudo, en detrimento de los siervos.

Por ejemplo, una forma típica de dirimir disputas entre aldeanos era la "ordalía". Si alguien era acusado, por ejemplo, de
robo, se le obligaba a coger con la mano un trozo de metal al rojo, o a meterla en agua hirviendo. Si las heridas se curaban
en tres días era inocente. Entre nobles las disputas se resolvían mediante combates, lo cual tenía su lógica, porque Dios
no iba a ayudar sino al que tuviera la razón. Carlomagno trató de potenciar un sistema por el que las disputas entre
aldeanos se resolvían por el veredicto de un grupo de hombres escogidos por su buena reputación.

Volviendo al encuentro entre Carlomagno y Alcuino, el rey quedó impresionado por el religioso y le ofreció la posibilidad
de dirigir un programa de educación en el reino franco. Alcuino aceptó y nunca regresó a Inglaterra. Entre los francos,
Alcuino enseñó a los funcionarios de la corte, fundó escuelas y escribió obras didácticas. Modificó el derecho eclesiástico
siguiendo el modelo italiano, pero añadió tradiciones francas. Su versión fue aceptada en Italia. Pero una de sus mayores
contribuciones a la cultura fue una reforma del sistema de escritura: ideó un alfabeto que ocupaba menos espacio en los
pergaminos y era mucho más claro que el usado hasta entonces, es decir, inventó lo que hoy llamamos "letras
minúsculas". El alfabeto latino sólo tenía hasta entonces letras mayúsculas. Junto a Alcuino, Carlomagno llamó también
para colaborar en su proyecto de educación a los italianos Pablo Diácono y Pedro de Pisa, así como al hispano Teodulfo.

El propio Carlomagno quiso asistir a las clases de la escuela de Alcuino, y obligó a asistir a miembros de su familia y de
la corte. (Probablemente no estaban nada ilusionados con la idea, pero nada podían hacer). Carlomagno, además del
alemán, hablaba latín y un poco de griego, pero ahí acababan sus conocimientos. Su secretario, Eginardo, escribió una
breve biografía del rey en la que relata sus progresos: "Aprendió el arte de contar mediante números", esto es, aprendió
algo de aritmética, lo cual, teniendo en cuenta que los números en cuestión eran los romanos, tenía algo más de ciencia
de lo que parece. También aprendió a leer algo, aunque sus esfuerzos por escribir fueron vanos. Eginardo cuenta que el
rey se llevaba a la cama sus tablillas con modelos de escritura y por la mañana, o si se despertaba durante la noche, se
esforzaba por reproducir las letras, pero no pudo llegar más allá de copiar modelos.

En 782 Carlomagno dirigió una de las campañas más duras contra los sajones. Se dice que ordenó ejecutar a cuatro mil
quinientos sajones en un solo día.

En 783 murió el rey Silo de Asturias. La nobleza eligió rey a Alfonso II, hijo de Fruela, pero fue expulsado del reino por
un hijo bastardo de Alfonso I el Católico llamado Mauregato, que se convirtió así en el nuevo rey. Parece ser que los
disturbios ocasionados por la usurpación favorecieron que los moros iniciaran una campaña contra el reino cristiano. Por
esta época Beato de Liébana escribió un himno litúrgico dedicado a Mauregato en el que se invoca al apóstol Santiago
como cabeza de España. Pronto se difundió la idea de que el apóstol había evangelizado España y que era el santo patrón
de los cristianos españoles.

En la India surgió un gobierno fuerte bajo la dinastía de los Prathiara, que impidió la expansión árabe. El rey actual
era Vatsraja. Su ambición era dominar todo el norte de la India, lo cual le enfrentó con Dharampala, que reinaba al
oeste, en Bengala, al cual terminó derrotando.

En 784 el emperador japonés Kammu fundó una nueva capital en Nagaoka, para liberarse del dominio de los monjes
budistas.

El califa Al-Mahdí fue sucedido por su hijo Al-Hadí.

A lo largo de los últimos cien años se había ido elaborando en Occidente una nueva forma de canto litúrgico conocida
como canto gregoriano (atribuido erróneamente al papa san Gregorio I Magno) y que ahora empezaba a adoptarse en
centros importantes como Metz en sustitución del antiguo canto romano.
En 785 el sajón Widukindo fue derrotado, tuvo que aceptar la conversión al cristianismo y ya no se atrevió a abjurar de
ella (al menos públicamente). De todos modos, la resistencia sajona continuó. Mientras tanto, la ciudad de Gerona, en la
costa mediterránea, al sur de los Pirineos, decidió ponerse bajo la protección de Carlomagno.

Abd al-Rahmán I inició la construcción de la mezquita de Córdoba. Hasta entonces musulmanes y cristianos cordobeses
compartían, según era costumbre, una misma iglesia, la iglesia de san Vicente. Abd al-Rahmán I compró a los cristianos
la mitad de la iglesia e inició las obras en dicha mitad.

En 786 la emperatriz Irene trató de convocar un concilio para revocar la iconoclastia, pero los soldados lo disolvieron.

El califa Al-Hadí fue sucedido por su hermano Harún al-Rashid (Aarón el Justo). Con él llegó el apogeo de Bagdad,
que llegó a tener hasta dos millones de habitantes. Impuso un sistema administrativo justo y razonable (de ahí su
sobrenombre) y el califato pudo prosperar satisfecho. La lengua árabe se extendió por Mesopotamia. Harún
nombró visir (primer ministro) a Yahyá, que pertenecía a la familia persa de los Barmakíes, entre cuyos miembros
habían salido los principales asesores de los primeros califas abasíes y que se distinguieron como protectores de las artes
y la literatura.

Tras la conquista musulmana, Toledo siguió siendo la cabeza de la Iglesia Católica en la península ibérica, pero la
influencia islámica hizo que surgiera un intento de conciliar ambas religiones. Una de las mayores discrepancias entre
ellas era que el islam negaba la divinidad de Jesucristo, así que Elipando de Toledo desarrolló el adopcionismo, teoría
según la cual Jesucristo era un hombre al que Dios había convertido en hijo suyo por adopción. El adopcionismo fue
combatido por Beato de Liébana, que escribió junto con su discípulo Eterio el Tratado apologético para rebatirlo. La
polémica llegó al reino franco y puso a Beato en contacto con Alcuino. El propio Carlomagno se interesó en la cuestión
y emprendió medidas para desvincular la iglesia asturiana de la toledana.

En 787 la emperatriz Irene logró convocar con éxito un concilio en Nicea, donde se restauró el culto a los iconos, si bien
se prohibieron las esculturas, consintiendo a lo sumo los bajorrelieves. La iconoclastia subsistió, pero cada vez con menos
apoyos. Con el tiempo se fueron destruyendo todos los textos en su favor, así que no conocemos sus fundamentos exactos
salvo a través de sus detractores.

El rey Offa de Mercia se permitía tratar a Carlomagno de igual a igual. Probablemente no hubiera sido así si entre sus
reinos no hubiera habido un brazo de mar o si Carlomagno hubiera contado con una flota. El caso es que Offa llegó a la
conclusión de que era insultante para Mercia que la mayor autoridad de la Iglesia de Inglaterra fuera el arzobispo de
Canterbury, en Kent, cuando hacía ya tiempo que la gloria de Kent se había extinguido. Offa pidió al papa Adriano I que
creara un arzobispado en Lichfield, que tendría a su cargo la Iglesia de Mercia, mientras que el de Canterbury limitaría
su jurisdicción al sudeste. Se cuenta que Adriano I se opuso, pero Offa sugirió a Carlomagno que depusiera a Adriano I
y nombrara en su lugar un papa franco. Carlomagno hizo saber a Adriano I que la idea de Offa le parecía acertada y,
Adriano I, conocedor de los consejos que Offa había dado al rey franco, se apresuró a acceder por si acaso.

Los pueblos escandinavos, que habitaban al norte de Europa, basaban su subsistencia más en la pesca que en la agricultura,
pues las bajas temperaturas de sus tierras no hacían a la agricultura muy productiva. Tenían una extensa costa, por lo que
se convirtieron en buenos marineros. A lo largo del siglo VIII algunos pueblos escandinavos descubrieron que podían
sacar del mar un partido mejor que los peces. Se hicieron piratas y se dedicaron a recorrer las costas escandinavas
dedicados al saqueo y al pillaje. Sólo fue cuestión de tiempo que se lanzaran a ultramar. Una pequeña isla en las costas
de Kent recibió la primera "visita" conocida de los escandinavos a la Europa cristiana. No fue especialmente brutal, pero
sin duda volvieron a sus hogares con un buen botín que estimuló nuevas expediciones.

En 788 el duque Tasilón de Baviera fue internado en un monasterio y se le confiscaron todos sus bienes. Ese año murió
el rey de Asturias Mauregato, y fue sucedido por Vermudo I el Diácono, llamado así porque fue elegido rey cuando ya
había recibido el diaconado. Era sobrino de Alfonso I el Católico, hijo de su hermano Fruela. También murió el emir Abd
al-Rahmán I, y fue sucedido por su hijo Hisam I, que tuvo que combatir a sus hermanos Sulaymán y Abd Allah. Hisam
I terminó la construcción de la mezquita de Córdoba. El territorio del actual Marruecos se independizó del dominio
rustemí bajo Idris I, que inició una nueva dinastía de gobernantes musulmanes conocidos como Idrisíes. Su capital
era Fez.
En 789 se convirtió en rey de los pictos Constantino Mac Fergus, que al parecer fue reconocido, al menos
nominalmente, como rey de los escotos.

Carlomagno impuso finalmente su dominación sobre Bretaña. Los bretones se habían resistido hasta entonces a aceptar
la soberanía franca y ahora la aceptaron al menos nominalmente: pagaron tributo y se mantuvieron en una cauta sumisión.

En 790 el emperador Constantino VI tenía ya veinte años y no compartía la iconodulía de su madre. En esto coincidía
con el ejército, así que no tuvo dificultad en lograr que los soldados suprimieran la regencia de Irene y la desterraran.

EL IMPERIO FRANCO
En la última década del siglo VIII los pueblos escandinavos se lanzaron sobre las islas británicas. En la Europa cristiana,
los piratas del norte iban a ser conocidos simplemente como nórdicos, pero ellos se llamaban a sí
mismos vikingos (guerreros). No se sabe su procedencia exacta. Al margen de pequeñas incursiones aisladas, su primer
paso fue tomar algunas islas del norte y usarlas como base para efectuar desembarcos en territorios pictos o escotos.

El emir de Al-Ándalus Hisam I había apaciguado relativamente a sus nobles y estuvo en condiciones de atacar al reino
de Asturias. En 791 envió dos expediciones. Una remontó el Ebro tras haber sometido una revuelta en Zaragoza y llegó
hasta Álava. La segunda devastó Galicia y, de regreso, derrotó al ejército de Vermudo I. Tras esta derrota, el rey decidió
abdicar en su sobrino Alfonso II, el que ya había sido elegido rey años atrás pero había sido derrocado por Mauregato.
Nunca se casó, por lo que fue recordado como Alfonso II el Casto. Instaló la corte en la ciudad de Oviedo, fundada unos
años antes por el rey Fruela.

En 792 el emperador Constantino VI hizo volver del destierro a su madre Irene. Posiblemente la decisión se debió a que
Irene era su madre y la quería, pero lo cierto fue que Irene no quería a su hijo, e inmediatamente empezó a conspirar
contra él. En 793 el emperador tuvo que hacer frente a una revuelta de los que habían sido partidarios suyos. La represión
fue encarnizada, con lo que se ganó más enemigos.

Hisam I envió una expedición contra los francos que llegó hasta Narbona, donde fue detenido por el conde Guillermo de
Tolosa, nieto por parte de madre de Carlos Martel. Probablemente, la incursión mora fue una respuesta al hecho de que
el reino franco había aceptado las peticiones de protección de varias ciudades, como Gerona, que habían escapado así al
dominio moro.

Carlomagno estaba proyectando una expedición contra los ávaros, situados entre las fronteras orientales de Germania y
el Imperio Búlgaro. Los ávaros tenían sometida a la población eslava, pero los eslavos estaban empezando a rebelarse
contra sus debilitados amos. Por ello es probable que Carlomagno hubiera recibido alguna petición de ayuda eslava y
además consiguió la típica alianza con "el vecino del vecino", en este caso con los búlgaros. La campaña contra los ávaros
le ocupó durante tres años consecutivos.

En 794 el emir Hisam I volvió a atacar al reino de Asturias. Un ejército penetró en el territorio de los vascos, mientras
que el otro entró en Oviedo y la saqueó. Sin embargo, el ejército de Alfonso II lo cogió por sorpresa cuando se retiraba y
lo aniquiló.

Los vikingos saquearon y destruyeron el monasterio de Jarrow, en Northumbria, donde había trabajado Beda el Venerable.

El emperador japonés Kammu inauguró una nueva capital, construida siguiendo el modelo de Changan, la capital de los
Tang. La nueva ciudad se llamaba Heiankyo, la actual Kyoto.

El emperador Constantino VI tenía una esposa llamada María y una amante llamada Teodota. Esto no le importaba a
nadie, pero en 795 Constantino VI quiso poner orden en su vida, así que se divorció de su esposa y se casó con su amante.
Esto sí que escandalizó a los más puritanos de Constantinopla, y fue lo que Irene necesitaba para privar a su hijo de todo
apoyo.
Ese mismo año murió el papa Adriano I y en su lugar fue elegido León III. Por primera vez, la elección no fue notificada
al emperador romano, sino a Carlomagno. Como todos los nuevos papas-monarcas, la situación de León III en Roma era
precaria y prácticamente insostenible sin el apoyo carolingio. Por ello León III se apresuró a mostrar su absoluta lealtad
a Carlomagno.

Mientras tanto los vikingos devastaban el monasterio de Iona y desembarcaban por primera vez en Irlanda.

Hisam I envió un nuevo ejército a Oviedo que constaba de hasta diez mil jinetes, según fuentes árabes. Alfonso II le hizo
frente con ayuda de los vascos, pero fue inútil. Los cristianos fueron derrotados tres veces seguidas y Oviedo fue destruida.
Sin embargo el reino asturiano subsistió. Alfonso II envió mensajeros al rey Luis de Aquitania, el hijo de Carlomagno,
con el que firmó un pacto de amistad y alianza contra los moros. Sin embargo no fue necesario recurrir a él, ya que Hisam
I murió prematuramente en 796, y su sucesor, al-Hakam I, tuvo que hacer frente a las pretensiones al trono de sus tíos
Sulaymán y Abd Allah, con lo que no pudo continuar la guerra santa. El primero fue vencido y muerto, mientras que el
segundo marchó a Aquisgrán para solicitar la ayuda de Carlomagno, pero finalmente aceptó de al-Hakam I el cargo de
gobernador de Valencia. Alfonso II no dejó pasar la ocasión y extendió considerablemente hacia el sur las fronteras de
su reino.

Ese mismo año murió el rey Offa de Mercia.

Carlomagno capturó el campamento de Khaghán Tudún, el jefe de los ávaros, que vio reducidos sus dominios a un
pequeño territorio. Los eslavos recibieron a los francos como liberadores. Teóricamente quedaban ahora bajo dominio
franco, pero Aquisgrán estaba muy lejos, por lo que este dominio era mucho más débil que el que habían tenido que sufrir
bajo los ávaros.

En 797 Luis, el rey de Aquitania, hijo de Carlomagno, convocó una asamblea de nobles en Tolosa para estudiar la mejor
forma de defender los territorios al sur de los Pirineos que estaban bajo la protección franca. Se formó el condado de
Ausona y se construyeron numerosas fortalezas. El territorio quedó bajo la custodia del conde Borrell.
Mientras tanto, Irene, la madre del emperador Constantino VI tenía ya el poder necesario para dar su golpe definitivo.
Ordenó que su hijo fuera capturado y cegado. Después no se sabe más de él. Irene no consideró necesario buscar un
hombre al que poner como emperador-títere, sino que ella misma asumió el título de emperador (no ya emperatriz). Irene
ordenó el regreso de un monje al que Constantino VI había exiliado el año anterior por ser uno de los que más abiertamente
había denunciado el matrimonio del emperador con su amante. Dicho monje pasó a residir en el monasterio
de Stoudios, en Constantinopla, por lo que es conocido como Teodoro Estudita. Fue un acérrimo detractor de la
iconoclastia y supo organizar a los monjes contra ella. Reformó la vida monástica y escribió para sus monjes
dos Catequesis, y Estudios espirituales. Entre sus obras polémicas destacan tres Discursos contra los iconómacos. Irene
contaba con el apoyo de los monjes iconodulos pero no con el de los militares iconoclastas. Por ello el Imperio se debilitó
militarmente. En 798 Irene se comprometió a pagar un pesado tributo anual al califa Harún al-Rashid y no hizo nada para
impedir que los eslavos atravesaran las fronteras del norte.

Cuando los jutos, los anglos y los sajones invadieron Inglaterra, dejaron un vacío en la península de Jutlandia que fue
ocupado por un pueblo escandinavo: los daneses. En 798, Godofredo se convirtió en rey de los daneses y bajo su reinado
éstos se lanzaron al mar aumentando el número de los vikingos.

Ese mismo año murió Beato de Liébana. Alfonso II de Asturias llegó hasta Lisboa, la tomó y envió a Carlomagno parte
del botín.

La aristocracia romana presionaba al papa, como de costumbre, planteándole cada vez más exigencias. Como éste no se
mostró dispuesto a ceder, se urdió una conjuración para mutilarlo e incapacitarlo así para el cargo, lo que obligaría a elegir
un nuevo papa (presumiblemente más sumiso). A finales de 799 León III fue encarcelado y tuvo que refugiarse en el
palacio del duque de Spoleto. Desde allí pidió ayuda a Carlomagno, pero éste no se movió. Decidió (al parecer, aconsejado
por Alcuino) que si el papa quería su ayuda tenía que ir a pedírsela personalmente. En aquel momento Carlomagno estaba
nuevamente en Sajonia, tratando de reducir a los sajones mediante deportaciones masivas (ese mismo año Sajonia fue
incorporada al reino franco). El papa tuvo que viajar hasta allí, tras lo cual Carlomagno se brindó a escoltarlo de regreso
a Roma.
A la llegada, los nobles romanos explicaron su grave preocupación por la dudosa moral de León III y lo acusaron de
simonía. Carlomagno podía haber rechazado sin más tales acusaciones, pero hizo algo más provechoso. Convocó una
asamblea de autoridades eclesiásticas presidida por él mismo en la que se esclarecerían los hechos. En definitiva, León
III tuvo que pasar por la humillación de ser juzgado por Carlomagno. El juicio se celebró el 23 de diciembre de 800 y fue
un mero trámite: León III juró su inocencia y su juramento fue suficiente. Pero quedó asentado que el rey franco estaba
por encima del papa y no al revés.

Contra todo pronóstico, la última Nochebuena del siglo León III urdió la treta más astuta imaginable para invertir los
papeles. Al día siguiente él y el rey franco presidieron una misa de navidad, y en el momento en que Carlomagno estaba
arrodillado, tal vez con los ojos cerrados devotamente, León III sacó una magnífica corona que había encargado y la
colocó sobre la cabeza del que ahora pasaba a ser proclamado ¡emperador!

Tenía su lógica. Oficialmente, toda la Europa cristiana formaba parte del Imperio Romano. Importaba poco que el
emperador no tuviera ninguna autoridad real en Occidente. Todos eran súbditos romanos. El linaje de emperadores
romanos se había transmitido desde Augusto hasta Constantino VI, pero ahora el trono imperial estaba vacío. Había una
mujer en el trono, Irene, pero para los francos, una mujer emperador no sólo era un atentado contra la gramática, sino que
carecía de todo sentido. La vieja ley sálica merovingia no consentía que las mujeres reinaran. Así pues, no había
emperador.

Todos los presentes, salvo Carlomagno y sus acompañantes, habían sido prevenidos, y en cuanto León III le impuso la
corona prorrumpieron en aclamaciones. Carlomagno era ahora el emperador del Imperio Romano. No pudo rechazar la
corona. No había forma razonable de hacerlo. Más adelante confesó que si hubiera podido prever la intención de León III
nunca habría ido a Roma. Los historiadores quisieron ver en esto una declaración de modestia, de que no se sentía a la
altura del título, pero lo que Carlomagno quería decir es que vio claramente la manipulación de la que fue objeto. Dos
días antes tenía al papa a sus pies, y ahora el papa podía hacerlo caer en desgracia ante sus súbditos sin más que
excomulgarlo y declarar que no era digno del título de emperador. Además, Constantinopla nunca reconocería la
legitimidad del título y a largo plazo eso podía suponer una guerra. El ejército franco estaba acostumbrado a barrer
bárbaros germanos y, a veces, moros, pero el ejército romano de verdad (el de Constantinopla) era infinitamente superior.
De momento no había peligro, porque Irene no podía dirigir un ejército y, si enviaba a un general y resultaba victorioso,
no tardaría en apoderarse del trono. Pero tarde o temprano habría otro emperador en Constantinopla, y entonces los francos
tendrían problemas. De hecho, Carlomagno nunca usó el título de emperador romano en abierto desafío a Constantinopla.
En su lugar se llamaba a sí mismo Emperador, Rey de los francos y los lombardos.

Pese a las reticencias del nuevo emperador, el fantasmagórico Imperio Romano que había sobrevivido nominalmente
varios siglos a su propia caída se volvió algo más real. A pesar de que Occidente llevaba siglos sin ver un emperador, la
figura del emperador había conservado su prestigio, sólo recientemente empañado con la crisis iconoclasta. Ahora los
súbditos occidentales del Imperio Romano volvían a tener un emperador digno de admiración, designado por Dios para
velar por ellos. Constantinopla volvería a nombrar pronto su propio emperador, pero éste, quien fuera que fuese, ya no
iba a ser tenido en Occidente por el "auténtico emperador". Finalmente, Occidente iba a admitir lo que era evidente desde
hacía siglos: que el Imperio de Constantinopla no tenía nada de romano. Los orientales no eran romanos, eran griegos
barbudos y heréticos. A partir de aquí Oriente y Occidente iban a tener un punto más de desencuentro: iba a haber dos
líneas de emperadores, cada una de las cuales se consideraba legítima continuadora de la línea iniciada por Augusto. En
Occidente, el Imperio de Constantinopla dejó de ser reconocido como Imperio Romano y pasó a ser llamado Imperio
Griego. Los historiadores prefieren un término más preciso, que en un principio debería ser Imperio
Constantinopolitano, pero como ocho sílabas son demasiadas por muy grande que sea el Imperio, han recurrido al antiguo
nombre de Constantinopla para llamarlo Imperio Bizantino. No hay ningún criterio objetivo para fijar en qué momento
el Imperio Romano de Oriente debe pasar a llamarse Imperio Bizantino, pues la transformación fue gradual y muy lenta.
Hay quien fija el cambio en el momento de la caída del Imperio Romano de Occidente, es decir, cuando Odoacro depuso
a Rómulo Augústulo; hay quien mantiene el nombre de Imperio Romano hasta el reinado de Heraclio; y nosotros hemos
mantenido el nombre mientras toda Europa estuvo de acuerdo en mantenerlo, por ficticio y equívoco que éste pudiera ser.
De todos modos, no debemos olvidar que los emperadores bizantinos se llamaron a sí mismos emperadores romanos hasta
el fin del Imperio, pese a que Roma nunca volvió a estar bajo su dominio.

Por otra parte, llamar Imperio Romano al Imperio de Carlomagno no es menos equívoco que llamar así al Imperio
Bizantino, así que hablaremos del Imperio Franco, si bien no debemos olvidar que ambos Imperios eran oficialmente el
Imperio Romano.
Carlomagno decretó que los años fueran datados a partir del nacimiento de Jesucristo, según la costumbre adoptada ya
por algunos historiadores y religiosos, de modo que el año 800 d. C. fue el primero fechado con este sistema de forma
oficial.

Si el papa tenía ahora la autoridad de nombrar (y, por consiguiente, deponer) emperadores, no dejaba de ser cierto que
los Estados Pontificios eran una donación de los reyes francos, Pipino el Breve primero y Carlomagno después. Esto abría
una puerta para que los monarcas francos pudieran recuperar la supremacía frente a los papas, pero en realidad no era así,
ya que no tardó en aparecer un crucial documento histórico.

El clero hizo saber al mundo que alrededor del año 330 el emperador Constantino enfermó de lepra. Los sacerdotes
paganos le recomendaron que se bañara en sangre de niños pequeños, pero Constantino se negó horrorizado. En un sueño,
recibió instrucciones de ver al papa Silvestre I. El papa bautizó a Constantino e inmediatamente la lepra desapareció. El
agradecido emperador decretó que el papa tendría la supremacía sobre todos los obispos y le concedió el derecho a la
mitad occidental del Imperio. Luego, para no interferir en la dominación del papa sobre el oeste, decidió retirarse a una
nueva capital en el este, Constantinopla.

Quien pudiera pensar que esta historia era inventada pecaba de desconfiado, pues no tardó en encontrarse la Donación de
Constantino, es decir, la escritura en la que Constantino cedía a Silvestre I el Imperio Romano de Occidente. De este
modo, al papa no sólo le correspondía legítimamente el gobierno de los Estados Pontificios, sino de todo el Imperio
Romano de Occidente, gobierno que él gentilmente cedía al emperador. Es curioso que el latín en que estaba redactada
la donación no era el propio de un romano del siglo IV, sino más bien el de un franco del siglo VIII, más concretamente
de la zona de París. Pero no hay razón para buscar explicaciones para todo.

El territorio del norte de África que actualmente ocupan Tunicia y Argelia nunca había aceptado en la práctica la autoridad
del Califato, si bien la había reconocido nominalmente. Ahora, el gobernador abasí Ibrahím ibn al-Alglab se
independizó definitivamente e inició la dinastía de los Aglabíes. La capital estaba en Keiruán. Ahora ya eran cuatro los
territorios musulmanes independientes de Bagdad: Al-Ándalus, el reino de los Idrisíes, el de los Rustemíes y el de los
Aglabíes.
EL APOGEO DE CARLOMAGNO
Al inicio del siglo IX Carlomagno estaba en la cúspide de su poder. Su dominio sobre el reino franco estaba bien
consolidado, por lo que el emperador se preocupó fundamentalmente de fortalecer las fronteras. Los territorios fronterizos
más conflictivos recibieron el nombre de marcas, palabra germánica que significa precisamente "frontera", la misma de
la que procede el nombre del reino anglo de Mercia, que fue en su día una "marca" de Northumbria. Al oeste estaba
la marca de Bretaña, donde los bretones eran obligados a aceptar más o menos la autoridad franca. Al noreste estaba
la marca danesa, que limitaba con el territorio de los daneses. El rey Godofredo había iniciado la construcción de una
línea de fortificaciones conocida como Dannewirke para detener el avance de Carlomagno. Con el tiempo, el nombre de
"marca danesa", o Dannmark, pasó a aplicarse a la propia península, de donde le viene el nombre actual
de Dinamarca. Al sureste estaba la marca del este, la ostmark. Para proteger la parte meridional del Imperio,
Carlomagno decidió fortalecer las minúsculas posesiones francas al sur de los Pirineos. Aprovechando la crisis por la que
pasaba el emirato de Al-Ándalus, en 801 su hijo Luis, el rey de Aquitania, tomó la ciudad de Barcelona y ocupó una
estrecha franja de terreno al sur de los Pirineos desde el Mediterráneo hasta la parte más oriental de los territorios vascos.
Esta parte era conocida como Navarra, mientras que el resto se convirtió en la marca hispánica, que fue dividida en
pequeños condados: Aragón (con capital en Jaca), Sobrarbe (con capital en Ainsa), Ribagorza, Pallars (con capital
en Tremp) Urgel (con capital en La Seo), Cerdaña (con capital en Prada), Rosellón (con capital
en Perpiñán), Ampurias, Ausona (con capital en Vic), Gerona y Barcelona. Algunos de ellos estuvieron gobernados por
nativos, como el de Aragón, mientras que otros dependían de nobles francos, como Sobrarbe, Ribagorza y Pallars, que
dependían del conde Guillermo de Tolosa, o Urgel y Ausona, que dependían del conde Borrell. El primer conde de
Ampurias fue Ermenguer, y se le encargó la defensa de las costas. Aunque Gerona ya llevaba un tiempo bajo protección
franca, Luis puso como conde a Rostán. Por último, como conde de Barcelona fue elegido Bera, un noble de Septimania.
El Imperio Japonés dominaba la mayor parte de la isla de Japón, pero en la parte norte quedaban todavía pueblos
bárbaros que efectuaban las típicas incursiones. El general Sakanue no Tamuramaro fue nombrado shogun, que
significa algo así como "jefe militar contra los bárbaros" y procedió a arrinconar a los bárbaros en la región más
extrema de la isla.

En México, los mixtecas de las montañas empezaron a enfrentarse a los zapotecas que habitaban en los valles. Su cultura
había avanzado notablemente. Eran excelentes orfebres: trabajaban en plata, oro, cobre y algunas aleaciones.

La cultura maya inició un rápido proceso de decadencia del que no se conocen las causas. Se especula con un posible
agotamiento de las tierras, o bien la aparición de la malaria, o bien desórdenes sociales en contra de la clase sacerdotal, o
tal vez el declive se produjera a causa de influencias externas.

Unos años antes, Offa había impuesto como rey de Wessex a Beorhtric, para lo cual había tenido que expulsar a otro
miembro de la casa real llamado Egberto. Éste había buscado refugio entre los francos y había servido a Carlomagno en
su corte durante los tres últimos años. Pero Beorhtric murió en 802 y Egberto volvió rápidamente a su patria donde, como
único miembro de la casa real, fue proclamado rey. La muerte de Beorhtric también permitió al Papa León III deshacer
lo que unos años antes se había visto obligado a hacer: el arzobispado de Lichfield, en Mercia, fue abolido y Canterbury
volvió a ser la cabeza de la Iglesia en Inglaterra.

En Asia, Jayavarman II se convirtió en rey del Chen-la de las aguas, se anexionó la otra mitad del reino e instaló su
capital en Mahendraparvata. Instauró el culto a Devarajá, el dios-rey, amo y creador del país.
Mientras tanto, el emir de Al-Ándalus Al-Hakam I no acababa de dominar su territorio. Después de haber resuelto la
rebelión de sus tíos, en Zaragoza se le rebeló Musá ibn Fortún, que pertenecía a una influyente familia de muladíes
conocida como los banú Qasí. Este nombre viene de Cassius, un conde visigodo del valle del Ebro que se convirtió al
islam tras la conquista musulmana para conservar sus tierras (banú Qasí significa "hijos de Cassius"). Musá ibn Fortún
era su nieto y había ayudado a Hisam I en las luchas que se produjeron tras la muerte de Abd al-Rahmán I. Estaba casado
con la viuda de Íñigo Jiménez, un caudillo vasco, y su hermano, Mutarrif ibn Musá, había sido gobernador
de Pamplona, la ciudad más importante de Navarra, donde murió dos años antes de que la tomaran los francos. El
gobernador de Huesca, llamado Amrús ibn Yúsuf, logró, no sin gran trabajo, someter a Musá, que murió ese mismo
año.

El rey Alfonso II de Asturias fue derrocado por unos conspiradores y encerrado en un monasterio, pero poco después sus
partidarios lograron devolverle la corona.

La emperatriz Irene planeó reconstruir la unidad de Imperio mediante una boda con Carlomagno. Se iniciaron
negociaciones con el emperador franco, pero los militares, desde siempre opuestos a Irene, consideraron que la reacción
adecuada ante la usurpación del título imperial por parte del monarca franco no era una boda sino una guerra. Por ello las
negociaciones se interrumpieron cuando una conspiración de generales bien organizada secuestró a Irene y la recluyó en
un convento en la isla de Lesbos (donde murió al año siguiente), al tiempo que era nombrado emperador el que había sido
su tesorero, Nicéforo I. Inicialmente tuvo que complacer a los generales que le habían puesto en el trono y declarar la
guerra a Carlomagno, pero se las arregló para terminar la guerra cuanto antes. No le fue difícil, pues Carlomagno tampoco
estaba interesado en la guerra. En 803 ambas partes firmaron una paz en la que Carlomagno reconocía el dominio
bizantino sobre el sur de Italia y la costa de Iliria, así como sobre la ciudad de Venecia, que estaba totalmente rodeada
por territorio franco, pero cuyos habitantes habían preferido mantenerse fieles a Constantinopla. Por su parte, Nicéforo I
no reconocía el título imperial de Carlomagno. En resumen, Carlomagno aceptó que Constantinopla se quedara con lo
que ya era suyo, pero el acuerdo satisfizo a los bizantinos y la guerra terminó. Así Nicéforo pudo dedicarse a restablecer
las finanzas del Estado, descuidadas por Irene mientras se ocupaba de cuestiones religiosas. Ello supuso aumentar los
impuestos, especialmente a la iglesia, lo que le valió la enemistad de los monjes. Nicéforo I también fortaleció el ejército
decretando el alistamiento obligatorio de los campesinos pobres.
Sin embargo, Carlomagno estableció una alianza con el califa Harún al-Rashid. Era natural, pues tenían los mismos
enemigos: el Imperio Bizantino por una parte y el Emirato Omeya por la otra. El Imperio Franco y el Califato Abasí
estaban demasiado alejados para una cooperación efectiva, pero la mera existencia de esta alianza era motivo suficiente
para inquietar a Constantinopla.

Los Barmakíes cayeron en desgracia en la corte de Bagdad. Yafar, el hijo del primer ministro Yahyá y hasta entonces
amigo íntimo del califa, fue ejecutado inmediatamente, y otros miembros de la familia fueron llevados a prisión. Pese a
ello, la influencia persa se mantuvo presente en el califato Abasí.

En 804 se sometieron a Carlomagno los últimos ávaros rebeldes. A partir de este momento los ávaros desaparecieron de
la historia, diluyéndose rápidamente entre la población eslava que antaño habían oprimido. El conde Guillermo de Tolosa
se retiró a una abadía benedictina. Ese año murió Alcuino de York.

En 805 Nicéforo I obtuvo una victoria importante frente a los eslavos, tras la cual inició una política de colonización que
le permitió restaurar el dominio bizantino en los Balcanes. Entonces se consideró preparado para enfrentarse a los
musulmanes y envió una carta a Harún al-Rashid notificándole que iba a dejar de pagar el tributo anual. La respuesta del
califa es un modelo de diplomacia. El texto completo decía:

En nombre del Dios misericordioso, Harún al-Rashid, jefe de los fieles, a Nicéforo, perro romano. He recibido tu carta,
hijo de infiel, y no escucharás mi réplica, sino que la verás.
El califa organizó rápidamente una invasión de Asia Menor, hizo retroceder a los ejércitos bizantinos y Nicéforo I tuvo
que firmar una paz humillante que, entre otras cosas, le obligaba a seguir pagando el tributo.

Por esta época volvieron de China dos monjes budistas japoneses, Saicho y Kukai, quienes, además de introducir nuevas
doctrinas budistas y nuevas formas artísticas, crearon una escritura silábica para transcribir las desinencias puramente
japonesas. Además fomentaron la enseñanza de la escritura a las mujeres, que hasta entonces no tenían acceso a la cultura
china. Se crearon academias.
En la india murió el rey Vatsraja, que fue sucedido por Nagabhatta II.

En 806 Carlomagno proyectó para después de su muerte un reparto de su reino entre sus tres hijos, Carlos,
Luis y Pipino. La cuestión de quién heredaría el título imperial no pareció preocuparle. Simplemente, no habría
emperador.

Los muladíes de Toledo se rebelaron contra el emir Al-Hakam bajo el liderazgo de Ubayd Allah ibn Jámir y el
poeta Girbib ibn Abd Allah, que reivindicaban que los muladíes recibieran el mismo trato que los musulmanes puros.
Al-Hakam encargó a Amrús ibn Yúsuf que hiciera lo posible para tranquilizarlos. En 807 Amrús decidió invitar a los
principales conversos a un "banquete de conciliación" en su palacio. A medida que los invitados iban llegando, eran
degollados y arrojados a un foso. Por ello el día fue recordado como la Jornada del foso. Según autores, las víctimas
varían entre 700 y 5.000.

En 808 los búlgaros eligieron un jefe poderoso llamado Krum. Nicéforo I llevó dos exitosas campañas contra ellos en
las que tomó su capital, pero la capital de un pueblo tribal no es especialmente importante, y los búlgaros siguieron
combatiendo.

Una disputa en torno a Venecia hizo que se reabriera la guerra entre los francos y los bizantinos. Carlomagno la dejó en
manos de su hijo Pipino, que en 809 se apoderó de Venecia y de las islas que dominaba.

Ese año murió el conde de Aragón y fue sucedido por el primero cuyo nombre conocemos: Aznar Galindo I.

También murió el califa Harún al Rashid y estalló una larga guerra civil entre sus hijos al-Amín y al-Mamún, lo que
alivió la presión sobre el Imperio Bizantino, que pudo concentrarse contra los búlgaros.

Nicéforo I exilió nuevamente a Teodoro Estudita. En 810 aceptó un tratado de paz en el que reconocía la soberanía franca
sobre lo que había sido el exarcado de Ravena a condición de que los francos le devolvieran Venecia. De todos modos,
Venecia pasó a ser a lo sumo un protectorado bizantino cuyos nexos de unión fueron más económicos y culturales que
políticos, pues por esta época Venecia era una potencia independiente. Este mismo año fue nombrado dux Agnello
Partecipazio, quien construyó las primeras edificaciones en el emplazamiento actual de la ciudad. Era un terreno
pantanoso, de modo que las casas (de madera) se construyeron sobre pilares, también de madera, clavados en el barro y
la arena. Sin embargo, el Palacio Ducal y las primeras iglesias se construyeron sobre pilares de piedra.

En China el poeta Bo Juyi publicaba su obra más importante, los xin yuefu. Era una reacción contra la poesía erudita, tan
sofisticada que no podía entenderse al oírla, sino que era necesario leerla. Bo Juyi era la encarnación del ideal confuciano
de funcionario culto cuya obra pretende prestar un servicio. Así, cantó los amores del emperador (Canto del amor
eterno) igual que describió escenas cotidianas, como el placer de beber una taza de té.

En la India murió el rey bengalí Dharmapala, que fue sucedido por su hijo Devpala. Un año antes había conseguido
derrotar al rey Prathiara Nagabhatta II.

Ese mismo año murió el rey danés Godofredo, y fue sucedido por Hemming. También murió Pipino y en 811 murió
Carlos, con lo que, de los tres hijos de Carlomagno, sólo Luis quedaba con vida. Hemming firmó un tratado con
Carlomagno en el que se fijaba la frontera entre su reino y el Imperio.

Mientras tanto los búlgaros lograron infligir una gran derrota a los bizantinos. Nicéforo I murió en el combate y su
hijo Estauracio resultó herido. Los monjes bizantinos celebraron la noticia. Estauracio se convirtió en el nuevo
emperador, pero murió unos meses después a consecuencia de las heridas. El Imperio pasó a manos de Miguel I, el yerno
de Nicéforo I, quien llamó de nuevo a Constantinopla a Teodoro Estudita y lo convirtió en su consejero.

En 812 murió el conde san Guillermo de Tolosa. Unos años después de su retiro había fundado su propia abadía.

Ante la amenaza búlgara, Miguel I reconoció la validez del título imperial de Carlomagno, en un intento de acercamiento
entre las dos potencias con la esperanza de que los francos atacaran a los búlgaros por la retaguardia. Pero el kan Krum
parecía invencible. Obtuvo una victoria en Tracia y en 813 otra más. Los búlgaros marchaban ya hacia Constantinopla
cuando un general bizantino hizo que sus hombres lo proclamaran emperador e inmediatamente se encaminó a toda prisa
a la capital para llegar antes que los bárbaros. Miguel I no opuso ninguna resistencia, abdicó y vivió en paz casi treinta
años más, dejando el Imperio en manos del que pasó a ser León V. Los búlgaros se encontraron, naturalmente, con que
las murallas de Constantinopla eran infranqueables, y León V dirigió expediciones con las que causó numerosas bajas
entre los enemigos. Finalmente Krum se vio obligado a retirarse.

Tras la muerte del rey Pipino de Italia, sus dominios quedaron bajo el gobierno de funcionarios de la corte (sometidos a
Carlomagno, por supuesto) pero finalmente Carlomagno nombró rey a Bernardo, el hijo de Pipino. Puesto que sólo le
quedaba un hijo vivo, el emperador tuvo que alterar sus planes de sucesión. Ahora Luis podía heredar el título imperial,
que ya había sido reconocido en Constantinopla. Luis fue llamado a Aquisgrán y se coronó a sí mismo como emperador
en presencia de su padre, pero no del Papa León III, el cual no se atrevió a poner objeciones. Quedó así establecido que
el Papa no era necesario para coronar emperadores.

El conde Ermenguer de Ampurias obtuvo una victoria frente a los musulmanes en aguas de las Baleares. Carlomagno
firmó un tratado de paz con el emir Al-Hakam I por el que se comprometía a no extender sus fronteras más allá del
río Llobregat.

En un concilio celebrado en Tours se ordenaba a los sacerdotes que pusieran sus sermones "in rusticam romanam linguam
aut theotiscam". La lengua "teotisca" es la que los francos llamaban "Teutsch" y que actualmente se llama "Deutsch", o
sea, el alemán, pero, junto a la mitad de la población franca que no entendía el latín porque hablaba alemán, estaban los
que tampoco lo entendían porque hablaban la "lengua romana rural". Es una de las primeras constataciones de la drástica
evolución y fragmentación que estaba sufriendo el latín no sólo en el territorio franco, sino en todo el territorio en donde
los antiguos romanos lo habían implantado, incluida Italia. Ciertamente, el latín nunca se habló igual en toda Europa,
debido al contacto con las lenguas autóctonas de cada región, pero ahora la evolución se aceleró por causa del
analfabetismo imperante en toda la población laica, hasta el punto de que, como se deduce de la decisión del concilio de
Tours, los clérigos no podían dirigirse en latín a sus fieles si querían ser entendidos.

A pesar del alto grado de dialectización que sufrían las lenguas románicas, en el reino franco podemos distinguir dos
grupos lingüísticos, uno al norte y otro al sur. Así como el alemán y muchas otras lenguas tienen una palabra para decir
simplemente "sí", no ocurría lo mismo con el latín, que tenía, por supuesto, adverbios afirmativos, pero ninguno tan
simple y de uso universal como nuestro "sí" o el "ja" alemán. Por ello cada región se buscó su propia forma de decir "sí".
En el reino franco se adaptó el adverbio latino "hoc" (esto), pero en el norte se convirtió en "oil", mientras que en el sur
se quedó en "oc". Esta diferencia en una palabra de uso tan frecuente llamó la atención de los hablantes, que distinguieron
ambas variantes llamándolas respectivamente la lengua de oil y la lengua de oc.

El general persa Tahir ibn Husayn, que había servido a Harún al-Rashid, tomó Bagdad para su hijo al-Mamún, con lo
que su victoria definitiva frente a al-Amín no tardó en llegar.

Carlomagno murió en 814 a la edad de setenta y dos años. Dejó un imperio de aproximadamente 1.800.000 kilómetros
cuadrados de superficie.
En Italia llegaba desde Lombardía hasta el ducado de Spoleto (dejando en medio los Estados Pontificios), pero el
ducado de Benevento era tributario de Carlomagno. Sólo la parte más meridional de la península (Apulia y Calabria)
era bizantina, junto con las islas Sicilia, Córcega y Cerdeña. Bohemia y los territorios situados más al norte (poblados
por eslavos) también rendían tributo al Imperio.

Las hazañas de Carlomagno pasaron de boca en boca durante los siglos siguientes y, naturalmente, al final distaban
bastante de ser fieles crónicas históricas. Carlomagno se convirtió en un héroe, un jefe de blancos cabellos rodeado por
doce grandes caballeros: los paladines. Originariamente, los paladines eran funcionarios de palacio, pero al aplicarse a
los guerreros de Carlomagno la palabra pasó a nombrar a todo caballero heroico. El más famoso paladín
era Roldán, también conocido como Orlando. Era un sobrino de Carlomagno (que terminó siendo su hijo) y que murió
heroicamente en la retirada de Roncesvalles. Junto a Orlando estaba su fiel amigo Oliveros, cuya amistad nació después
de un duelo de cinco horas en el que ninguno de los contrincantes pudo imponerse sobre el otro. También era
famoso Ogier el Danés, príncipe de Dinamarca, que participó en las luchas contra los sajones. El conde san Guillermo
de Tolosa también dio lugar a su propia leyenda, en la que es conocido como Guillermo de Orange, en la que lucha
contra los piratas moros.

Un inciso sobre la palabra Orange: Los persas llamaban narang a la fruta que los árabes llamaron naranch y que
difundieron por su Imperio. En castellano pasó a ser naranja, y en francés antiguo norange, pero sucede que en
francés une norange se pronuncia exactamente igual que une orange, por lo que los francos analfabetos convirtieron
las noranges en oranges. El cultivo de la naranja se hizo popular en Al-Ándalus y en el sur del reino franco, por lo que
no es extraño que apareciera en la Provenza un señorío de Orange, del que siglos después surgiría una casa nobiliaria.

El Imperio pasó sin discusión alguna a manos de Luis I, el único hijo con vida de Carlomagno, que tenía entonces ya
treinta y seis años (una edad avanzada, para la época).

Ese mismo año murió el kan búlgaro Krum, con lo que el emperador León V lo tuvo más fácil para infligir una nueva
derrota a los bárbaros. El sucesor de Krum fue su hijo Omurtag. Una vez conjurada la amenaza búlgara, León V se
dispuso a dejar las cuestiones religiosas a gusto del ejército. En 815 convocó un concilio en el que se confirmaron las
tesis iconoclastas. Teodoro Estudita fue desterrado por tercera vez, al igual que Nicéforo, el Patriarca de Constantinopla.
Fue autor de tratados acerca del culto a las imágenes, así como de una valiosa historia del Imperio Bizantino
llamada Compendio de Nicéforo, que comprende el periodo 602-769.

Bera, el conde de Barcelona, promulgó una ley que otorgaba ciertos privilegios a los "hispanos" (cristianos emigrados de
Al-Ándalus a tierras cristianas) y se encontró con la oposición de los "godos" (los naturales de estas tierras y de
Septimania), los cuales optaron por aliarse con los moros. Bera acudió a la corte de Aquisgrán para justificar su política,
pero fue acusado de traición y, según la costumbre se acordó hacer justicia mediante un duelo. Bera perdió y tuvo que
retractarse.

LUDOVICO PÍO
Revisemos el estado del mundo civilizado tras la muerte de Carlomagno:

La China de los Tang trataba de recuperarse de la crisis de finales del siglo precedente. Su influencia sobre Japón aumentó.
La nobleza estaba ganando el apoyo popular frente a los funcionarios del estado, que mantenían un agobiante sistema de
impuestos. Muchos nobles apoyaron el budismo, que desarrolló variedades más cercanas a las gentes sencillas, por
contraposición a las doctrinas elitistas que se enseñaban en las escuelas de las grandes ciudades.

La religión islámica estaba empezando a infiltrarse en el Imperio Turco. En Bagdad se había impuesto finalmente el califa
al-Mamún frente a su hermano al-Amín. Era un hombre de gran cultura y estaba totalmente bajo la influencia persa. Bajo
su reinado el califato experimentó un gran avance cultural. La literatura árabe entró en su periodo clásico y proliferaron
los poetas.

En Kufa vivió un alquimista llamado Yabir. Enseñaba la transmutación de los metales, pero negaba la influencia de los
astros sobre su creación. Parece ser que descubrió el ácido sulfúrico, el ácido nítrico y el agua regia. Creó carbonato de
plomo y separó el arsénico y el antimonio de sus sulfuros. Describió la fabricación del acero, el tinte de telas y cueros y
la destilación del vinagre para obtener ácido acético. Su Summa perfectionis constituye el tratado de química más antiguo
que se conoce.

En Bagdad vivió el matemático al-Jwarizmi, que escribió el Libro de la reducción (Kitab al-yabr), del que procede la
palabra álgebra. En él se consignan, en efecto, las primeras reglas del cálculo algebraico y se desarrolla completamente
la teoría sobre las ecuaciones de segundo grado. También contiene diversas demostraciones geométricas. Otra de sus
obras, cuyo original árabe se ha perdido, es De numero indorum, en la que se describe el sistema de numeración usado
por los indios y que es el que usamos actualmente con el nombre de numeración arábiga. Del nombre de al-Jwarizmi
proceden también las palabras guarismo y algoritmo.

Los vikingos, después de varios tanteos sobre las costas inglesas, habían decidido que las costas del norte eran más
vulnerables, y concentraban sus ataques sobre los pictos, los escotos y los celtas de Irlanda.

El reino de Asturias se reafirmaba cada vez con más vehemencia sobre el emirato de Córdoba. Durante el reinado de
Alfonso II se descubrió una tumba en la localidad gallega de Compostela y a nadie le cupo duda de que se trataba de la
tumba del apóstol Santiago, el que había evangelizado España según Beato de Liébana y que fue ejecutado en Judea por
Herodes Agripa. No se sabe a ciencia cierta quién está enterrado allí, pero una teoría más verosímil es que se trata del
obispo Prisciliano. En 816 el ejército de Alfonso II se enfrentó con el apoyo de los vascos a un gran ejército moro.

En el Tíbet subió al trono el que sería el último de los reyes guerreros, un budista llamado Ralpa-chan.

Mientras tanto murió el papa san León III y fue sucedido por Esteban IV. Como ya era habitual, el nuevo pontífice temía
por su seguridad frente a la aristocracia romana y se apresuró a buscar la protección del monarca franco. Juró fidelidad al
emperador e instó al pueblo romano a hacer lo mismo. Luego propuso a Luis visitarle en cualquier lugar que él designase.
La astuta política de Carlomagno había dado sus frutos, la monarquía franca había ganado el pulso al papado y ahora el
papa estaba dispuesto a arrojarse a los pies del emperador suplicando su protección. Pero Luis no era Carlomagno. Recibió
a Esteban IV en Reims, y tan pronto como lo tuvo ante sí fue él quien se postró a los pies del papa y le pidió que lo
coronase emperador. Luis ya se había coronado emperador a sí mismo ante su padre tres años antes, sin la intervención
del papa, y la coronación había sido aceptada por todo el mundo, hasta por el papa. Ya había sido establecido que el papa
no era necesario para investir a un monarca con la dignidad imperial, y ahora Luis lo había echado todo a perder.
Carlomagno debió de revolverse en su tumba. Necedades como esta le valieron al ingenuo emperador el apelativo de Luis
el Piadoso, Ludwig der Fromme o Ludouicus Pius. Por ello es más conocido en la historia por la versión latina de su
nombre: Ludovico Pío. Ludovico llevó a gala tal sobrenombre, pero era menos admirable de lo que hoy podría parecer.
Para los nobles francos, esa "piedad" era signo de debilidad y afeminamiento, por lo que despreciaron y ridiculizaron a
su "emperador". Por su parte, el clero supo bien cómo aprovechar la piedad de Ludovico.

La nueva coronación se celebró en Reims y el papa recobró para siempre la potestad de coronar (y, eventualmente,
destituir) emperadores. Al contrario que su padre, Ludovico Pío ya no volvió a llevar el título de "Rey de los francos y
los lombardos", sino que se hizo llamar solamente emperador. Con Ludovico Pío el Imperio Romano se hizo un poco
más real que con Carlomagno.

En Al-Ándalus, el emir al-Hakam no acababa de superar las dificultades. La inseguridad en que se movía le llevó a
crearse una guardia de corps formada por soldados extranjeros conocidos como los mudos, porque no conocían las lenguas
locales. Se trataba de un recurso habitual en este tipo de situaciones, pues la falta de comunicación hace que la guardia
no se relacione con la población nativa, sino que, más bien al contrario, se establece una relación mutua de rechazo, con
lo que es muy improbable que la guardia traicione al gobernante en defensa de otros intereses. Hacía ya un tiempo que
los alfaquíes (teólogos islámicos) soliviantaban a la población contra el emir denunciando la prepotencia de los mudos y
la falta de piedad de al-Hakam y sus cortesanos. Recordaban sin duda la "jornada del foso" y así en 817 lograron que
estallara la que se llamó Rebelión del Arrabal, en la que el emir se vio acosado en palacio y logró salvar la vida gracias a
su sangre fría. Como represalia ordenó decapitar a un gran número de alfaquíes y a los sublevados que sobrevivieron se
los exilió. Unos 15.000 hombres partieron por mar conducidos por Abú Hafs, cruzaron el Mediterráneo y se apoderaron
de Alejandría, ciudad que usaron como base para dedicarse a la piratería por el Mediterráneo oriental.

El emperador bizantino León V derrotó al kan búlgaro Omurtag en una violenta batalla. Desde entonces los búlgaros
abandonaron toda pretensión sobre Constantinopla y se volcaron hacia el noroeste, formando un gran imperio entre el
Imperio Franco y el Imperio Bizantino.
Mientras tanto murió el papa Esteban IV y fue sucedido por Pascual I, que no tuvo dificultades en obtener de Ludovico
Pío el reconocimiento del derecho absoluto del papa sobre los Estados Pontificios. Carlomagno seguía aporreando su
lápida.

Ludovico Pío tenía tres hijos: Lotario, Pipino y Luis. El emperador quiso dejar acordada la sucesión, por lo que convocó
una reunión de la nobleza en la que se acordó que Lotario, el mayor de los hermanos, fuera proclamado emperador y
sucesor de Ludovico Pío, mientras que Pipino y Luis fueron nombrados reyes de dos territorios situados en los extremos
opuestos del Imperio: Pipino se convirtió en rey de Aquitania y Luis en rey de Baviera. Quedó acordado que ambos reyes
estarían sometidos a la autoridad del emperador. Los tres hermanos aceptaron de buen grado el reparto. Quien no lo aceptó
fue Bernardo, el sobrino de Ludovico Pío que había heredado de su padre el trono de Italia. Decidió sublevarse, pero fue
capturado en 818 y condenado a muerte. Por clemencia se decidió conmutar la pena por la de sacarle los ojos, pero murió
a consecuencia de la "operación". Ese año murió también Ermengarda, la esposa de Ludovico Pío, el cual se casó a los
cuatro meses con una joven princesa bávara llamada Judit.

En 820 Ludovico Pío destituyó a Bera, el conde de Barcelona, y en su lugar puso a Rampón, el conde de Gerona, con lo
que ambos condados quedaron unidos durante algún tiempo. Además el condado de Ausona había sido absorbido por el
de Barcelona.

Por otra parte, el conde de Aragón, Aznar Galindo I, tenía dos hijos, llamados Céntulo y Galindo, y una
hija, Matrona. Ésta se casó con García el Malo, llamado así porque mató a Céntulo, repudió a Matrona, contrajo
segundas nupcias con una hija del noble Íñigo Íñiguez y, con las tropas que le proporcionó su suegro, expulsó a Aznar
Galindo I y se erigió en conde de Aragón. (Según la tradición, la causa de todo esto fue que Céntulo y Galindo habían
gastado a su cuñado la broma de encerrarlo en un pajar el día de San Juan.) Aznar Galindo I marchó a Aquisgrán, y
Ludovico Pío lo puso al frente de los condados de Urgel y Cerdaña, encomendándole la misión de repoblarlos.

El emperador bizantino León V tenía un amigo, antiguo compañero de armas, llamado Miguel. Desde que empezó a
defender la iconoclastia los monjes no dejaron de urdir conspiraciones, por lo que León V terminó sospechando
(probablemente con razón) que Miguel ya no era de fiar, así que lo acusó de traición, lo hizo apresar y ordenó su ejecución.
Un argumento en favor de que las sospechas del emperador estaban fundadas es que inmediatamente, el día de Navidad,
mientras León V dirigía el canto en los servicios de la capilla de palacio, un grupo de conspiradores se lanzó sobre él.
León V trató de defenderse levantando una pesada cruz, pero los atacantes eran muchos y lograron asesinarlo. Miguel fue
sacado de su celda y proclamado emperador, con lo que pasó a ser Miguel II, también conocido como Miguel el
Tartamudo. Para consolidar su posición hizo salir de un monasterio a Efrosina, hija de Constantino VI, y se casó con
ella. Miguel II firmó una alianza con los búlgaros, para los cuales la principal amenaza eran los francos, que iban
extendiendo lentamente sus fronteras hacia el este.

Tras la muerte del rey picto Constantino Mac Fergus, parece que destacó un caudillo escoto llamado Alpin, aunque no se
sabe prácticamente nada de su reinado y hasta qué punto tenía influencia sobre los pictos.

Al-Mamún encargó el gobierno de Jurasán (la región situada al sur del mar Caspio, en el actual Irán) al general Tahir
ibn Husayn, quien desde el final de la guerra civil había sido gobernador de Siria y de la Alta Mesopotamia. En este
destino más alejado, Tahir logró una gran autonomía, hasta que al año siguiente, en 821, Jurasán fue declarado Estado
independiente vasallo del Califato de Bagdad. Tahir inició así la dinastía de los Tahiríes, con capital en Nishapur.

En 822 murió el emir Hakam I de Al-Ándalus y fue sucedido por su hijo de treinta años Abd al-Rahmán II. Ordenó una
ampliación de la mezquita de Córdoba, fue un gran protector de las artes y las letras, pero durante su reinado continuó la
inestabilidad política y social que caracterizó el reinado de su padre. Una de las regiones más inestables fue Murcia, la
que había sido el reino de Teodomiro, que por esta época ya había sido anexionado al Emirato.

La nulidad política de Ludovico Pío hizo que los antiguos ministros de Carlomagno se pusieran en su contra, por lo que
muchos de ellos fueron desterrados poco después de la sucesión. Así mismo, Ludovico Pío había encerrado en un
convento a sus hermanas y sobrinas, pero éstas recibieron el apoyo de los obispos y lograron que el emperador
protagonizara un humillante acto de penitencia en el que se retractó de sus decisiones. Los desórdenes provocados en
Italia por la rebelión y la ejecución de Bernardo todavía no habían cesado, y Lotario inició una larga campaña para
apaciguar el territorio.
En 823 el papa Pascual I coronó emperador en Reims al que pasó a ser definitivamente Lotario I. Ese mismo año
Ludovico Pío tuvo un hijo con Judit, que recibió el nombre de Carlos en honor a su abuelo.

El rey Egberto de Wessex dominaba ya todos los reinos sajones, y ahora Anglia Oriental le pidió ayuda en la guerra que
sostenía contra Mercia. En 823 Egberto derrotó al ejército de Mercia.

En 824 murió el papa san Pascual I, y fue sucedido por Eugenio II, cuya elección fue obra de la nobleza franca. Firmó
con Ludovico Pío la Constitutio Romana, que establecía el protectorado franco en Roma, otorgaba gran poder el
emperador e incluso reconocía que el papa y sus súbditos le jurarían fidelidad.

El hijo de Íñigo Jiménez, llamado Íñigo Arista, se negó a aceptar la soberanía franca y se erigió en (el primer) rey de
Pamplona. (Arista viene del vasco Aritza, y significa "roble".) Ludovico Pío envió una expedición contra él al frente de
la cual estaban los condes Eblo y Aznar. Por su parte, Íñigo Arista contó con el apoyo de su hermanastro por parte de
madre, Musá ibn Musá, hijo de Musá ibn Fortún y que se había casado con Assona, hija de Íñigo. A ellos se unió a su
vez el conde de Aragón, García el Malo, y entre todos rechazaron a los francos.

En 825 Egberto dominaba casi toda Mercia.

Lotario I dio por concluida su labor en Italia y Ludovico Pío lo asoció al gobierno, es decir, hizo que pasara a ejercer de
coemperador.

El rey Alfonso II de Asturias derrotó a dos ejércitos moros que penetraron en Galicia.

El rey danés Hemming había muerto y los hijos de su predecesor, Godofredo, disputaban el trono a Harald I, quien pidió
ayuda a Ludovico Pío. Éste exigió como condición que se convirtiera al cristianismo, y en 826 Harald I fue bautizado
junto con su familia y sus soldados. Antes de que acabara el año estaba firmemente consolidado como rey de Dinamarca
y allí recibió a Anscario, un monje benedictino de veinticinco años que inició la evangelización de los daneses.
Ese año murió el conde Rampón y Ludovico Pío nombró conde de Barcelona-Gerona al duque de
Septimania, Bernardo, hijo de san Guillermo, el conde de Tolosa. Al poco tiempo se produjo una rebelión, porque la
población nativa no estaba contenta con la intervención franca en la Marca Hispánica. Los sublevados, capitaneados
por Aissó, contaron con un ejército moro que en 827 asedió sin éxito las ciudades de Barcelona y Gerona. Luego se
dedicaron al saqueo por la región, que terminó prácticamente despoblada. Ludovico Pío recompensó a Bernardo
asignándole numerosos condados de Septimania. Por su parte, el hermano de Bernardo, llamado Gaucelmo, era conde
de Rosellón y de Ampurias, por lo que todos estos condados formaron un núcleo político muy sólido.

Ese mismo año se convirtió en emperador de China Wenzong. Durante su reinado proliferaron las empresas ilegales, el
contrabando y la piratería.

Tras la muerte de Eugenio II, fue elegido papa Valentín, pero murió a los cuarenta días, tras lo cual fue elegido Gregorio
IV. Él fue quien introdujo la fiesta de Todos los Santos en el calendario romano.

También murió el dux veneciano Agnello, y fue sucedido por su hijo Giustiniano.

El gobernador abasí de Egipto ofreció un buen soborno a Abú Hafs, el cual comprendió al punto que unos valerosos
musulmanes como eran sus hombres no debían causar disturbios en territorio musulmán, sino en territorio bizantino, así
que partió con ellos y se apoderó de la isla de Creta, donde fundó un emirato independiente. Erigió una nueva capital
llamada Chandax, y con el tiempo toda la isla fue conocida con la versión italiana de este nombre: Candia.

Al mismo tiempo que Bizancio perdía Creta, el comandante naval que tenía a cargo Sicilia decidió sublevarse. Se
llamaba Eufemio, y decidió pedir ayuda a los musulmanes Aglabíes, los cuales enviaron una flota que pronto empezó a
luchar por su cuenta. En 828 Eufemio murió en una emboscada, pero los aglabíes no se retiraron, sino que continuaron
combatiendo en la isla contra el ejército bizantino.

Ese año un barco mercante veneciano llevó a su capital desde Egipto nada menos que los restos del evangelista san
Marcos, que fueron depositados en la capilla ducal. Es difícil saber quién tuvo la idea, pero sin duda el dux Giustiniano
comprendió que podía dotar a Venecia de un prestigio religioso inmenso, tal vez sólo superado por Roma. Desde entonces,
el león alado, símbolo de san Marcos, surcaría el Mediterráneo oriental.

En 829 Egberto de Wessex dominaba los reinos sajones y el reino de Mercia salvo una región al norte, había obtenido la
sumisión nominal de Northumbria y era aliado de Anglia Oriental. En definitiva, Wessex estaba ahora a la cabeza de la
heptarquía. El monje Anscario hizo un viaje de un año al territorio que actualmente es Suecia, donde continuó su labor
misionera. Los nórdicos transformaron su nombre en Óscar.

Ese mismo año murió el emperador Miguel II, y fue sucedido por su hijo Teófilo.

Judit, la segunda esposa de Ludovico Pío, llevaba años insistiendo a su marido para que modificara el acuerdo de sucesión
de modo que su hijo Carlos tuviera también una parte equiparable a la de sus tres hermanastros. Finalmente logró
convencerlo y el emperador convocó una nueva reunión de la nobleza en la que se nombró a Carlos rey de Neustria,
decisión que contó con la firme oposición de los tres hermanos, Lotario, Luis y Pipino. Éstos pronto recibieron el apoyo
de diversos nobles, principalmente los de las familias de sus respectivas esposas, que se prestaron a apoyar a los "legítimos
herederos" a conservar toda su herencia frente al hermanastro advenedizo confiando, por supuesto, en que tal apoyo
redundaría a la larga en beneficio propio. En 830 los tres hermanos contaban con un poderoso ejército con el que
enfrentarse a su padre. Ludovico Pío fue capturado junto con su esposa y su hijo menor, y fueron enviados a monasterios
distintos. Al parecer los tres hermanos confiaban en que su padre, como consecuencia del disgusto, optaría por hacerse
monje y renunciaría al trono. En tal caso sería fácil privar a Judit y a Carlos de todo derecho a la sucesión. La emperatriz
Judit fue acusada de adulterio con Bernardo, el duque de Septimania, que tuvo que huir de la corte y refugiarse en sus
posesiones. Probablemente, la acusación fue un intento de desanimar a Ludovico Pío, porque Bernardo se convirtió pronto
en consejero de Pipino.

El califa al-Mamún hizo construir en Bagdad una "Casa de la sabiduría" en la que reunió a sabios de todo el mundo. Allí
se tradujeron al árabe y se estudiaron las obras científicas y filosóficas de los autores clásicos griegos. Los principales
traductores fueron cristianos nestorianos. También se construyó un observatorio para el estudio de la astronomía.
Irlanda sufrió la primera gran ofensiva vikinga.

En 831 los musulmanes lograron apoderarse de Palermo pese a los esfuerzos bizantinos por defenderla, y convirtieron la
ciudad en una base para dedicarse a la piratería. Los piratas moros eran conocidos como sarracenos.

Los sectores leales a Ludovico Pío (el clero, sobre todo, y una parte del ejército que consideraba significativo que el
emperador fuera hijo de Carlomagno) lograron llevarlo a Austrasia, donde se convocó una reunión de la nobleza
en Nimega (en la actual Holanda) y allí se confirmó el acuerdo de otorgar un reino a Carlos. Además Ludovico Pío quitó
sus posesiones al duque Bernardo de Septimania y se las otorgó a Berenguer, el conde de Tolosa.

El monje Anscario, evangelizador de los daneses, se convirtió en el primer arzobispo de Hamburgo, ciudad fundada por
Carlomagno unos años antes.

El kan búlgaro Omurtag murió y fue sucedido por Malamir, bajo cuyo reinado el Imperio Búlgaro continuó
fortaleciéndose y extendiéndose hacia el oeste.

El emperador Teófilo resultó ser un acérrimo defensor de la iconoclastia. En 832 promulgó un edicto que declaró ilegal
el culto a los iconos y nuevamente intentó simplificar el culto bizantino.

Los musulmanes sunníes habían desarrollado la "teoría" de que el Corán era eterno e increado: existía desde el principio
de los tiempos y le había sido revelado a Mahoma palabra por palabra. Frente a esta opinión, los mutazilíes afirmaban
que el Corán estaba escrito en árabe y era obra del hombre. Como tal, podía tener imperfecciones, ambigüedades o
anacronismos y estaba sujeto a la crítica reverente. Además los mutazilíes sostenían que la razón permite llegar al
conocimiento de Dios, por lo que el hombre no debe aceptar ciega y fanáticamente lo que se le presente como voluntad
divina. En 833 el califa al-Mamún, que era un hombre ilustrado, convirtió al mutazilismo en la religión oficial, e incluso
hizo ejecutar a algunos fundamentalistas radicales. Sin embargo, murió ese mismo año y, bajo su sucesor, su hermano al-
Mutasim, el mutazilismo no tardó en perder prestigio, hasta que la doctrina de la naturaleza eterna e increada del Corán
pasó a formar parte de la ortodoxia sunní.
Al igual que había hecho el emir al-Hakam en Al-Ándalus, al-Mutasim se rodeó de una guardia de corps bárbara.
Concretamente, eligió mercenarios turcos y, aun así, no se sintió seguro en la enorme y turbulenta Bagdad, así que se
retiró a Samarra, situada también sobre el Tigris, unos cien kilómetros río arriba. Para evitar disturbios, estableció que
Samarra sería la ciudad de residencia del califa, mientras que la capital del Califato seguiría siendo Bagdad. En Samarra,
al-Mutasim llevó una vida desentendida de la política, entregado a los placeres y delegando su autoridad en sus ministros.

En la India murió el rey Prathiara Nagabhatta II. Fue sucedido por Rambhadra, un monarca incapaz que hizo declinar
su reino, en beneficio del vecino rey bengalí Devpala.

Las relaciones de Ludovico Pío y sus hijos eran tensas desde el intento de éstos de derrocar a su padre. En un momento
dado, el emperador se enfadó con Pipino y decidió desheredarlo, así que añadió Aquitania al reino de Carlos. Una
consecuencia indirecta de esta decisión fue que los condados francos de Pallars y Ribagorza en la Marca Hispánica dejaron
de depender del conde de Tolosa para ser anexionados a los dominios de Aznar Galindo I, el que había sido conde de
Aragón y que ahora era conde de Urgel y Cerdaña.

La reacción de los hijos de Ludovico Pío no se hizo esperar. Se rebelaron nuevamente y esta vez el clero no se alineó con
el emperador tan claramente como en la ocasión anterior. Al clero le preocupaba que los arrebatos de Ludovico Pío
acabaran desintegrando el Imperio Franco, lo que dejaría indefenso al papado y a la Iglesia Occidental en general. Lotario
se encontraba en Italia y aprovechó la reprobación del clero franco hacia el emperador para tratar de convencer al papa
Gregorio IV para que instase a abdicar a Ludovico Pío. El papa, que no se atrevió a ir tan lejos, trató de mediar en el
conflicto, pero no consiguió nada. Lotario formó un ejército con el que se dispuso a unirse a sus hermanos, pero decidió
entrar antes en Roma con fuerzas suficientes para que Gregorio IV no considerara oportuno rechazar su invitación de
unirse a la expedición.

Su ejército se encontró con el de su padre cerca de Colmar (en la actual Alsacia). Los soldados de Ludovico Pío se
horrorizaron al comprobar que frente a ellos estaba el mismo papa. Temiendo por la salvación de sus almas, se negaron
a combatir y el emperador fue capturado sin lucha. Para la mentalidad feudal, la traición que las tropas de Ludovico Pío
habían hecho a su señor era un crimen terrible, y el lugar donde no se celebró la batalla fue conocido desde entonces como
el Campo de las Mentiras.

Ludovico Pío fue retenido más firmemente que en la ocasión anterior. Se le acusó de una larga lista de crímenes, se le
obligó a confesar sus faltas en un humillante ritual de penitencia y se le forzó a renunciar al trono. También intentaron
hacerle monje (lo que le incapacitaría definitivamente para reinar), pero en esto no transigió. Tal vez esperaba que
sucediera lo que en efecto sucedió: los tres hermanos intentaron repartirse el Imperio según el acuerdo original de 817,
pero no lograron ponerse de acuerdo. Lotario reclamaba el vasallaje de sus hermanos, según lo dispuesto entonces, pero
éstos acababan de luchar junto a él en términos de igualdad y no veían por qué tenían que quedar en segundo plano cuando
habían contribuido por igual. Estalló una nueva guerra civil y ahora el clero, que había dado la espalda a Ludovico Pío en
aras de la estabilidad del Imperio, vio que ello no había servido de nada y le devolvieron su apoyo. Ludovico Pío fue
absuelto de todas las acusaciones y un grupo de obispos lo coronó emperador nuevamente. Pipino y Luis también
apoyaron a su padre en contra de Lotario. En 834 Ludovico Pío volvió a Aquisgrán y allí se le unieron su esposa y su hijo
Carlos. Lotario tuvo que retirarse a Italia, al igual que Pipino y Luis regresaron a sus dominios. Todos ellos fueron
perdonados por su padre. En los años siguientes hubo continuas negociaciones y cambios sobre los territorios que
corresponderían a cada hermano sin que ninguna solución resultara satisfactoria para todos, pero al menos no hubo
guerras.

Ludovico Pío transfirió los condados de Ampurias y Rosellón, que estaban en manos de Gaucelmo, el hermano de
Bernardo, el duque de Septimania caído en desgracia, al conde Suñer I, hijo del conde de Carcasona.

En Toledo se produjo una insurrección por cuestiones sociales y la ciudad permaneció en la anarquía durante varios años
sin que Abd al-Rahmán II lograra controlarla.

En 835 murió el conde de Tolosa y para entonces Bernardo había logrado congraciarse con Ludovico Pío, el cual le
devolvió sus posesiones.

EL TRATADO DE VERDÚN
Los pueblos nórdicos habían dirigido sus ataques también hacia el este. Allí la inestabilidad que crearon fue mucho mayor,
pues se encontraron con pueblos con una organización política más rudimentaria. Entre los principales afectados estaban
los jázaros. Después de haber mantenido sólidas relaciones con el Imperio Bizantino durante mucho tiempo, algunos de
sus caudillos se convirtieron al islam, e incluso hubo uno que convirtió a sus hombres al judaísmo. Esto hizo que perdieran
el apoyo del Imperio y las incursiones nórdicas terminaron por debilitarlos hasta el punto de que algunos pueblos
tributarios se les rebelaron. Entre éstos estaba un pueblo que se llamaba a sí mismo on-ogurs, que, al parecer, significa
"diez flechas". Sus vecinos los llamaron ugrianos y su nombre ha llegado hasta nosotros como húngaros. Por esta época
los húngaros recibían el empuje de una feroz tribu turca, los pechenegos, que terminó lanzándolos hacia el oeste buscando
un lugar tranquilo donde asentarse. Los húngaros no eran eslavos ni tampoco turcos. Su lengua estaba emparentada con
la de los fineses y los lapones, así como con otras lenguas asiáticas. Los jázaros apenas pudieron resistir a vikingos,
húngaros y pechenegos.

En Occidente, los vikingos habían atacado únicamente las costas de los pictos, los escotos y los irlandeses. Sólo
accidentalmente habían desembarcado alguna vez en Northumbria, lo justo para darse cuenta de que más al norte era más
sencillo, pero, ante el éxito de sus incursiones, debieron de pensar que a lo mejor merecía la pena atacar más al sur, donde
quizá les aguardaban presas más suculentas. En 835 llegaron a una pequeña isla en la desembocadura del Támesis y
reunieron un buen botín sin encontrar prácticamente resistencia. En 836 desembarcaron más al oeste, en la desembocadura
de un río en la costa de Wessex. Esta vez les esperaba un ejército sajón, pero los soldados de Egberto huyeron nada más
ver a esos feroces guerreros que gritaban y luchaban como enajenados. Egberto convocó una reunión en Londres para
tratar el problema y preparar medidas defensivas.

El califa al-Mutasim no estaba muy interesado en el desarrollo de las eternas refriegas contra los bizantinos, pero cuando
se enteró de que el emperador Teófilo había saqueado y destruido su ciudad natal, las cosas cambiaron y empezó a preparar
una gran contraofensiva. Su objetivo era, naturalmente, destruir la ciudad natal de Teófilo, que era Amorium, en Asia
Menor (esto no es seguro pero, al menos, así lo creyó el califa).

En 837 los vikingos desembarcaron en Cornualles, todavía más al oeste (evidentemente estaban explorando). Para su
sorpresa, se encontraron con que la población galesa no sólo no opuso resistencia, sino que se ofreció a unirse a ellos para
atacar a Wessex. Así lo hicieron, y esta vez el propio Egberto estaba al frente de sus hombres. Los vikingos fueron
derrotados y tuvieron que embarcar precipitadamente. Egberto había demostrado que los nórdicos eran humanos y podían
ser vencidos.

Mientras tanto, los piratas sarracenos saqueaban Nápoles.

En 838 los vikingos se instalaron en la costa central oriental de Irlanda.

Ese mismo año murió Pipino, uno de los hijos de Ludovico Pío, y ello permitió al emperador resolver definitivamente el
conflicto que tenía con sus hijos en lo tocante a la sucesión. Les propuso volver al acuerdo original de 817, salvo que
Carlos se quedaría con Aquitania, la parte que allí se había dispuesto para Pipino. Lotario y Luis aceptaron la propuesta,
pero quien no la aceptó fue el hijo de Pipino, que se llamaba también Pipino. Los aquitanos tampoco lo aceptaron, pues
inmediatamente proclamaron rey al joven Pipino (que entonces tenía unos quince años, aproximadamente la misma edad
que Carlos).

También murió Aznar Galindo I, el conde de Cerdaña-Urgel, tras lo cual Ludovico Pío encomendó dichos condados
a Sunifredo, hijo del conde de Carcasona y hermano de Suñer I, el actual conde de Ampurias y Rosellón.

Abd al-Rahmán II logró finalmente apaciguar la ciudad de Toledo.

Mientras tanto, los ejércitos del califa al-Mutasim lograron su objetivo y tomaron Amorium. Las crónicas bizantinas dicen
que murieron treinta mil habitantes y que no quedó ningún edificio en pie. Con esto el califa se dio por satisfecho, y no
tuvo inconveniente en pactar una tregua con Teófilo. El emperador aprovechó esta tregua para instalar mercenarios turcos
en El Ponto, con los que reforzar las defensas contra los musulmanes.

En 839 murió el rey Egberto de Wessex y fue sucedido por su hijo Ethelwulf. Los vikingos fundaron la ciudad
de Dublín, en Leinster, en Irlanda, a la que convirtieron en capital de un reino. Pronto formaron otro con capital en la
ciudad celta de Limerick. Aunque sólo se asentaron en las costas, el terror vikingo se hizo sentir también en el interior
de Irlanda, que dejó de ser una de las reservas culturales de Occidente para sumirse en la barbarie. El cristianismo celta
desapareció completamente de la isla, y sólo sobrevivió minoritariamente entre los escotos y los pictos. Los reinos del
Ulster fueron los que mejor resistieron a los vikingos.

Por su parte, los sarracenos atacaron Ancona, al norte de la costa adriática, que era territorio carolingio.
En 840 desalojaron a los bizantinos de Bari y Tarento, y también establecieron bases en la desembocadura del Ródano.

Ese año murió el emperador chino Wenzong, y fue sucedido por Wuzong. La corte no lograba imponer la legalidad en el
país y la mayoría de la población simpatizaba con el budismo. Muchos sectores de la corte creían que era necesario
fomentar sentimientos nacionalistas en el pueblo para levantar el país, y consideraban que para ello era necesario erradicar
los cultos extranjeros y las creencias populares. Estas ideas no eran nuevas en la historia de China, sino que ya hacía
mucho tiempo que las distintas creencias eran favorecidas o perseguidas según las clases dominantes y las clases que
protegían a cada doctrina. No obstante, ahora la animadversión contra todo lo extranjero parecía tener más virulencia que
en épocas anteriores.

En la India murió el rey Prathiara Rambhadra, y fue sucedido por Mihirbhoj, quien poco pudo hacer para recuperar el
poder perdido frente a Bengala durante el reinado de su antecesor.

También murió el emperador Ludovico Pío. Según lo convenido, Lotario se convirtió en el nuevo emperador, y exigió
que sus hermanos Luis y Carlos le rindieran vasallaje, pero éstos no estaban dispuestos a hacerlo. Ocuparon sus territorios
de Baviera y Aquitania y se dispusieron a luchar contra Lotario. El 25 de junio de 841 lograron unir sus ejércitos
en Fontenoy, a unos cien kilómetros al sudeste de París. Lotario fue derrotado y tuvo que huir. Pronto fue acorralado y
su única esperanza era fomentar la disensión entre sus dos hermanos (era fácil, pues Carlos seguía siendo el hermanastro
advenedizo). Sin embargo, ambos reyes supieron reaccionar y en 842 se reunieron en Estrasburgo para consolidar su
alianza. Se redactó un juramento que suscribirían tanto ellos como sus hombres, pero dicho juramento tuvo que redactarse
en dos lenguas: en alemán antiguo para que lo entendieran los hombres de Luis y en francés antiguo para que lo
entendieran los hombres de Carlos. El texto es el siguiente:

In Godes minna ind in thes christianes folches ind unser bedhero gealtnissi
Pro Deo amur et pro christian poblo et nostro commun salvament

(Por amor a Dios y por el pueblo cristiano y por nuestra común salvación)

El juramento de Estrasburgo es el documento más antiguo que se conserva en ambas lenguas. Es la primera
constatación histórica de que los francos del este no se entendían con los francos del oeste, y probablemente éste era el
principal obstáculo para que el Imperio Franco pudiera permanecer unido mucho tiempo.

Ese mismo año murió el duque de Spoleto, Lamberto, que no era de origen lombardo, sino franco. Fue sucedido por su
hijo Guido, quien implantó sólidamente su dinastía en la Italia central. También murió el califa al-Mutasim. Fue sucedido
por su hijo Wateq, que siguió la misma "política" de gozar del lujo en Samarra y delegar las labores del gobierno en sus
ministros.

El emperador chino Wuzong decretó medidas contra los cultos extranjeros: el budismo, el maniqueísmo, el cristianismo
nestoriano, etc. Se ordenó una limitación sobre las propiedades que podían tener los monasterios, muchas de las cuales
fueron confiscadas. En cambio, en el Tíbet, el rey gLang-dar-ma trató de frenar la difusión del budismo, pero fue
asesinado por un monje. Durante los dos siglos siguientes, el Imperio Tibetano se descompuso agitado por luchas entre
el budismo y el bon. El gobierno pasaba de manos de ministros a las de dirigentes religiosos de una y otra facción.

El emperador bizantino Teófilo murió dejando como sucesor a un niño de cuatro años, que se convirtió en Miguel
III. Actuó como regente su madre, Teodora. Los musulmanes avanzaban en Sicilia mientras los ejércitos bizantinos
retrocedían lentamente.

El rey asturiano Alfonso II el Casto murió sin descendencia (como su nombre indica), así que los nobles proclamaron rey
a su primo Ramiro I (conde de Galicia, hijo de Vermudo I el Diácono). Ramiro I se encontraba fuera de la corte a punto
de contraer matrimonio. Cuando regresó se encontró con que el noble Nepociano se había proclamado rey. Reclutó un
ejército en Galicia y con él se enfrentó al usurpador, lo capturó, lo dejó ciego y lo encerró en un monasterio.
Los gobernadores moros de Tudela y Zaragoza saquearon Pamplona, así como los dominios del muladí Musá ibn Musá.
Parece ser que respecto a éste último hubo un malentendido y que el emir Abd al-Rahmán II lo resarció de algún modo,
pues ese mismo año Musá ibn Musá dirigió la vanguardia del ejército de Abd al-Rahmán en Álava y también contra el
conde Sunifredo, a manos del cual sufrió una derrota. Sin embargo, al año siguiente, en 843, Musá ibn Musá unió su
ejército al de Íñigo Arista contra Abd al-Rahmán (tal vez Musá ibn Musá sufrió alguna clase de traición en las campañas
del año anterior o bien antepuso la llamada de su suegro a su lealtad al emir). El ejército de Abd al-Rahmán fue derrotado,
aunque Íñigo Arista quedó paralítico. Nuevamente, Abd al-Rahmán prefirió aclarar amistosamente el conflicto con Musá
ibn Musá. Le otorgó su perdón y reconoció la independencia del Reino de Navarra a cambio de un tributo anual. Debido
a su parálisis, Íñigo Arista asoció al gobierno a su hijo García Íñiguez.

Ese mismo año murió el conde de Aragón García el Malo. Se cuenta que Galindo, a cuyo hermano había matado García
y a cuyo padre, Aznar Galindo, había usurpado el condado de Aragón, recabó apoyo de los francos, tomó Jaca y arrojó a
García el Malo por un barranco. Fuera como fuera, el caso es que Galindo se convirtió en el nuevo conde de Aragón, con
el nombre de Galindo I Aznárez.

La emperatriz Teodora vio peligrar su posición de regente y para consolidarla buscó el apoyo de los iconodulos. Convocó
un concilio que restableció el culto a las imágenes. Sin embargo, al contrario que Irene, no tomó medidas drásticas contra
los iconoclastas, sino que paulatinamente logró atraerlos sin forzarlos. En poco tiempo erradicó la iconoclastia para
siempre.

Lotario se vio obligado a ceder y aceptar las exigencias de Luis y Carlos. Representantes de los tres hermanos se
reunieron en la ciudad de Verdún y firmaron el primer gran acuerdo de la Europa moderna, conocido precisamente
como el tratado de Verdún. En él se estableció que Luis no gobernaría únicamente sobre Baviera, sino sobre todos los
territorios comprendidos entre el Rin y el Elba. Esto es aproximadamente el territorio que actualmente ocupan Alemania
y Austria, y recibió el nombre de Francia Oriental. Por su parte, Carlos obtenía Neustria además de Aquitania (Francia
Occidental). A Lotario le quedaba una franja de tierra que iba desde el mar del Norte hasta la Italia central pasando por
Borgoña. Era un territorio heterogéneo que casi no tenía ni nombre, pero por llamarlo de alguna manera podemos
llamarlo Reino Medio. Además Lotario conservaba, por supuesto, el título imperial. Ahora Luis y Carlos no tuvieron
inconveniente en jurar vasallaje a Lotario, pues sabían que, con semejante reparto ese vasallaje no significaba nada en la
práctica. Por otra parte, Pipino había apoyado a Lotario y ahora se vio abandonado, pero siguió luchando por su cuenta
contra Carlos por el dominio de Aquitania. Le apoyaba Bernardo, el duque de Septimania. Puesto que el reino de Luis
comprendía esencialmente los territorios de habla germana, Luis fue conocido como Luis el Germánico.

Tras haber sido rechazados de Wessex, los vikingos decidieron probar otras rutas y cayeron sobre las costas de la Europa
continental. Sitiaban y saqueaban ciudades y se apoderaban de los tesoros de los monasterios. Poco después del tratado
de Verdún se presentaron en la desembocadura del Loira. Desde allí recorrieron la costa atlántica y saquearon Lisboa y
Sevilla. Abd al-Rahmán II se apresuró a llegar a Sevilla donde logró derrotar a los nórdicos. Algunos fueron hechos
prisioneros y con el tiempo se integraron con los nativos. Una de sus dedicaciones más celebradas fue la fabricación de
quesos.

Abd al-Rahmán II ordenó la construcción de fortalezas en las desembocaduras de los ríos para prevenir futuros ataques
vikingos. Estas fortalezas se llamaban Ribat. Algunos ejemplos de ellas son La Rábida, en el río Tinto, de Huelva,
la Rábita en Granada, San Carlos de la Rápita en Tarragona, etc. Los musulmanes acudían a estos Ribat para hacer turnos
de retiro espiritual, a la vez que vigilaban y se adiestraban militarmente. El emir también dispuso la construcción
de Atarazanas (astilleros), para construir naves con las que enfrentarse a los vikingos y asegurar las comunicaciones
marítimas entre las costas de Al-Ándalus.

En 844 Carlos asedió Tolosa, capturó a Bernardo y ordenó decapitarlo. Los condados de Narbona, Barcelona y Gerona
pasaron al conde Sunifredo, al que Carlos nombró marqués de Gotia. (Gotia era otro nombre que los francos daban a
Septimania, que recordaba que antaño había sido parte del reino godo.)

Ese año murió el papa Gregorio IV y fue sucedido por Sergio II, quien consideró que Lotario no era precisamente
Carlomagno, por lo que no era necesario pedir su autorización para ser consagrado. Sin embargo, los ejércitos de Luis, el
primogénito de Lotario, se acercaron a Roma y Sergio II tuvo que prestar un juramento de fidelidad al emperador para
que éste ratificara su elección. Además Luis acabó siendo nombrado rey de Italia y Sergio II ofició la ceremonia.
El rey Ramiro I derrotó a los vikingos en las costas gallegas. Pero quienes llevaban más tiempo sufriendo a los vikingos
eran los pictos y los escotos. Finalmente optaron por formar un frente común, y un caudillo escoto llamado Kenneth mac
Alpin se convirtió en Kenneth I, el primer rey de Escocia. Puesto que era escoto, para ganarse a los pictos celebró su
coronación en Scone, un importante núcleo de población picto. Aprovechando que los pictos hacía tiempo que habían
abrazado el cristianismo, llevó consigo una piedra que había servido de almohada a Jacob cuando soñó con los ángeles que
subían y bajaban del cielo. Kenneth I fue coronado sentado en dicha piedra, que pasó a llamarse Piedra de Scone, y la
tradición fijó que en ella fueran coronados los sucesivos reyes de Escocia. El territorio del reino era mucho menor que el
de la Escocia actual, pues parte de lo que ahora es Escocia estaba ocupado por Northumbria y la parte norte estaba bajo
el dominio de los vikingos.

En 845 Pipino se avino finalmente a rendir vasallaje al rey Carlos, el cual le permitió conservar el título de rey de
Aquitania, si bien nombró duque de Aquitania al conde Ranulfo de Poitiers. Una flota vikinga remontó el Elba y llegó
hasta Hamburgo. La ciudad fue destruida, y sus habitantes se dividieron entre los que huyeron y los que murieron. El
arzobispo Anscario tuvo que trasladar su sede a Bremen. Otra flota remontó el Sena y llegó hasta París. La población
europea estaba aterrorizada y prácticamente inerme. Su principal estrategia defensiva fue incluir en la letanía la
plegaria"De la furia de los nórdicos, líbranos, buen Señor", que, claro, muy efectiva no era. Mientras tanto, un conde
llamado Nominoë derrotó a Carlos y se erigió en rey de Bretaña. Los bretones recobraron así la independencia que habían
perdido con Carlomagno.

Ese año fue nombrado obispo de Reims un monje llamado Hincmaro. Fue uno de los principales teólogos de la época.
Escribió voluminosos tratados sobre diversas cuestiones doctrinales.

El emperador chino Wuzong proclamó un edicto por el cual todas las propiedades de los monasterios, incluidos los
esclavos, eran transferidas al Estado y que prohibía que cualquier persona de menos de cuarenta años pudiera hacerse o
seguir siendo monje. Pocos meses después publicaba estos datos:

 4.600 monasterios cerrados,


 260.500 monjes secularizados,
 40.000 capillas y ermitas destruidas,
 unos 67.000.000 de hectáreas de tierras fértiles requisadas,
 150.000 nuevos esclavos inscritos en el registro oficial.

Sin embargo, Wuzong murió en 846 antes de cumplir los treinta y dos años. Fue sucedido por Xuangzong, que era
adepto al budismo y cambió completamente la política al respecto.

Por esta época los pueblos eslavos estaban empezando a organizarse políticamente. Un caudillo eslavo
llamado Mojmir fundó un pequeño reino al este del Imperio Franco. Fue conocido como Moravia. Mojmir murió ese
mismo año y fue sucedido por Rotislav.

Los irlandeses empezaban a rechazar a los invasores nórdicos. Uno de sus caudillos había conseguido una victoria dos
años antes y ahora era elegido Aird Righ (alto rey). Se llamaba Maelsechlainn I. En 847 saqueó Dublín, la capital
vikinga.

Los sarracenos habían devastado la campiña romana durante más de un año. El papa Sergio II había iniciado grandes
construcciones con una financiación dudosa, por lo que sus súbditos dedujeron que los piratas moros eran un castigo
enviado del cielo. Finalmente, Sergio murió y fue sucedido por un monje benedictino llamado León IV. Ese mismo año
los sarracenos saquearon la basílica de San Pedro. Para entonces ya dominaban casi la totalidad de la isla de Sicilia, en la
que el Imperio Bizantino sólo mantenía pequeños reductos. Por otra parte, la larga y desigual lucha entre Bizancio y los
eslavos había hecho que algunos grupos de bárbaros se hubieran asentado en los territorios del Imperio, de modo que a
Constantinopla le había resultado más conveniente pactar con ellos, y usarlos como aliados contra los demás eslavos, que
tratar de expulsarlos. Por esta época Teodora logró convertir al cristianismo a los eslavos que habitaban en el Peloponeso.

Mientras tanto se convertía en califa al-Mutawakkil, el nieto de al-Mutasim. Trató de trasladar la capital de nuevo a
Damasco, pero la idea fue impopular y pronto desistió. Como sus antecesores, terminó olvidándose de todo en Samarra.

En 848 el rey Carlos se hizo coronar en Orleans. Ese mismo año se le rebeló Guillermo, el hijo del duque de Septimania,
Bernardo, al que Carlos había hecho decapitar cuatro años antes. Al parecer, como consecuencia de la revuelta murieron
el conde Suñer de Ampurias y Rosellón y su hermano Sunifredo, conde de Pallars, Ribagorza, Cerdaña, Urgel, Barcelona,
Gerona, Narbona y marqués de Gotia. Los condados de Pallars y Ribagorza pasaron a depender del conde de Tolosa, los
de Urgel y Cerdaña pasaron a un tal Salomón, tal vez pariente de Sunifredo, y con los restantes no se sabe muy bien qué
sucedió en los años siguientes. Al parecer pasaron por diversos gobernantes, algunos de los cuales se rebelaron contra el
rey franco. En 849 Carlos nombró conde de Tolosa a Fredelón.

Hincmaro hizo detener y azotar al monje Godescalco porque sus teorías sobre la predestinación no eran ortodoxas.

En 850 el papa León IV consideró prudente asegurar unas buenas relaciones con Luis, el hijo de Lotario, al que su
antecesor, Sergio II, había ungido como rey de Italia. Por ello, de acuerdo con Lotario, que tenía previsto dejarle en
herencia el título imperial, León IV coronó a Luis como emperador, el cual se convirtió así en Luis II. (Ludovico Pío
había sido Luis I). Ante los continuos ataques de los eslavos, Luis el Germánico convirtió en ducado a Sajonia. El primer
duque fue Liudolfo.

Mientras tanto los vikingos se asentaron en Frisia, en pleno territorio de Lotario.

Ese año murió el rey Ramiro I de Asturias. En algún lugar había logrado encontrar un arquitecto (tal vez un peregrino de
Oriente) que le construyó un palacio y dos iglesias. Fue sucedido por su hijo Ordoño I.

Varias tribus eslavas, mayoritariamente silingos, polanos y vislanos, se unieron para formar un nuevo Estado. Los
polanos lograron finalmente la hegemonía y el Estado fue conocido como Polonia. Los polacos establecieron un intenso
comercio con Occidente, especialmente de pieles y esclavos.

Tras la muerte del rey Jayavarman II, el reino de Chen-la pasó a su sobrino Indravarman I.

México empezó a sufrir las acometidas de pueblos procedentes del norte. Pertenecían a un grupo de tribus de cazadores
nómadas que hablaban una lengua diferente de las de los pueblos civilizados de la zona. Se les conoce como Nahuas, y
su lengua era el náhualtl. Los primeros nahuas en imponerse fueron los Toltecas, que establecieron su capital en Tollan
Xicocotitlán. La cultura tolteca muestra rasgos heredados de la de Teotihuacán.
Por esta época aparece al sur de los toltecas un nuevo pueblo que se llamaba a sí mismo Olmeca, si bien no parece tener
ninguna relación con los antiguos olmecas, pues éstos (llamados olmecas arqueológicos) se extinguieron hacia el 300 d.
C. A los nuevos olmecas se les llama olmecas históricos.

LOS NIETOS DE CARLOMAGNO


A mediados del siglo IX, la región más próspera de Europa era, sin duda, Al-Ándalus. Pese a las turbulencias políticas,
el emir Abd al-Rahmán II había logrado hacer de ella una potencia económica. Organizó el monopolio de acuñación de
moneda, según el cual el Estado garantizaba la aleación de las monedas, aunque no el peso (por lo que en los pagos había
que pesar las monedas). El sistema tributario era de lo más eficiente: el Estado determinaba lo que debía pagar cada
ciudad, cada ciudad estipulaba la parte que debía pagar cada barrio y cada barrio establecía el tributo de cada vecino. Si
un vecino consideraba que se le aplicaba una tasa injusta podía reclamar a los tribunales y, en caso de fallo favorable, el
Estado le devolvía el dinero y castigaba a los culpables.

Todas las ciudades, por pequeñas que fueran, tenían su zabacoque, funcionario estatal que inspeccionaba los mercados,
su zabaxorta, jefe de policía local que cuidaba del tráfico, y un cuerpo de darrab o vigilantes nocturnos. Los moros que
llegaron de África apreciaron la vegetación hispana casi hasta la idolatría, y se esmeraron por mejorar las antiguas técnicas
agrícolas romanas. Salvo en periodos muy específicos, Al-Ándalus siempre rebosó de trigo, y el aceite andalusí era
codiciado hasta por los vikingos, que lo aceptaban como rescate para liberar prisioneros. Introdujeron en la península, y
con ello en Europa, la higuera, el limonero, el naranjo, el arroz, la caña de azúcar y el algodón.

El Corán ordena que "todo artesano debe realizar un trabajo bien hecho y venderlo a precio justo". Esta máxima era
conocida como hisba, y los musulmanes se la tomaban muy en serio. Para velar por la pureza de la hisba, los artesanos
se agrupaban en gremios, bajo la dirección del más respetable de ellos, el amin. Entre los productos de la artesanía
andalusí destacaba el cordobán, que era piel decorada con motivos en relieve grabados o prensados y luego pintados con
oro y plata.
Pero la mayor innovación fue el descubrimiento del cristal, que se atribuye al cordobés Abbas ibn Firnas. La fabricación
del vidrio era conocida desde la antigüedad, pero la fórmula del cristal, de mucha mayor calidad, fue mantenida en secreto
por los artesanos de Al-Ándalus durante casi tres siglos. Se cuenta que Abbas ibn Firnas también estudió la posibilidad
de hacer volar al hombre, pero en esto tuvo menos éxito.

Desde China llegó a Al-Ándalus la técnica de la fabricación del papel.

El cristianismo en Al-Ándalus estaba en decadencia. La política de Abd al-Rahmán II era de gran tolerancia, y ello había
favorecido la integración. Muchos cristianos eran polígamos. Esto provocó una reacción vehemente en los mozárabes
más radicales. El sacerdote Perfecto blasfemó públicamente contra Mahoma, lo que le valió la condena a muerte. En el
patíbulo, el condenado profetizó que antes de un año moriría el chambelán Nasar, lo cual ciertamente sucedió. Los
mozárabes consideraron esto un signo de que Dios estaba de su parte, y continuaron con las blasfemias públicas. La
tolerancia mora tenía un límite y, ante los desórdenes que se produjeron, Abd al-Rahmán II convocó un concilio cristiano
en Sevilla en 851, donde los obispos dictaminaron que "los cristianos que provocaran su propio martirio no serían
considerados mártires por la Iglesia". Ese mismo año fueron encarcelados dos de los principales
alborotadores: Eulogio y el obispo Saulo.

Ese mismo año murió Nominoë, el conde que se había erigido en rey de Bretaña. Fue sucedido por Salomón.

Los éxitos que los vikingos estaban obteniendo en Europa les llevaron a plantearse la posibilidad de volver a Wessex,
donde habían sufrido su peor derrota años antes, bajo el reinado de Egberto. Ahora reinaba su hijo Ethelwulf, el cual
recibió la noticia de que unos trescientos cincuenta barcos repletos de guerreros estaban remontando el Támesis. Los
nórdicos saquearon Canterbury y luego Londres. El rey de Mercia trató de detenerlos, pero su ejército fue destrozado y
tuvo que huir. Finalmente los vikingos desembarcaron y se dirigieron hacia Wessex, donde los esperaba un ejército con
el propio Ethelwulf al frente. Nuevamente los vikingos fueron derrotados, al parecer más drásticamente que la vez
anterior. Esta victoria dio tal fama a Ethelwulf que Wessex se confirmó como la cabeza de la heptarquía inglesa.
Por esta época Musá ibn-Musá (teóricamente un general de Abd al-Rahmán II) contaba con un ejército poderoso a su
servicio y actuaba con plena independencia. Derrotó a los gascones y Abd al-Rahmán II, tal vez temiendo que escapara
definitivamente a su control, decidió nombrarlo gobernador de Zaragoza y Tudela en 852. (Tudela era la región donde
Musá tenía sus propiedades y donde ya gobernaba en la práctica, aun sin el título de gobernador.) El emir murió antes de
que acabara el año. Fue sucedido por su hijo Muhammad I, quien tuvo que desbaratar un complot de su madrastra, la
cual intentaba convertir en emir a su hijo Abd Allah. También murió el rey de Pamplona Íñigo Arista y su hijo García
Íñiguez pasó de ser regente a ser el nuevo rey.

Carlos, el rey de la Francia Occidental, consideró que Pipino no era de fiar y lo destituyó de su cargo de rey de Aquitania.
Pipino fue encarcelado. Tras la muerte del conde Fredelón de Tolosa, el condado pasó a su hermano Raimundo I. Era la
primera vez que el condado se transmitía directamente a un familiar. Hasta entonces había sido el rey el que había elegido
al nuevo conde. De todos modos, Raimundo I era un hombre de confianza del rey Carlos y defendió en todo momento
sus intereses frente a la nobleza de Aquitania.

Muhammad I trató de refrenar a los alfaquíes y así, por ejemplo, se opuso a ellos cuando quisieron condenar al jurista Baqí
ibn Majlad porque utilizaba en demasía el raciocinio personal en la elaboración de sus sentencias, (en lugar de aplicar
ciegamente la ley coránica, se entiende). Sin embargo, tuvo que ceder ante sus exigencias en lo tocante a la religión del
Estado: los altos funcionarios mozárabes fueron obligados a dimitir o convertirse al islam. Entre estos estaba el
cristiano Gómez, que ya había sido consejero de Abd al-Rahmán II y siguió siendo hombre de confianza de Muhammad
I. A él se debe que el emir declarara el domingo como día festivo para los cristianos. La situación de los mozárabes se
fue haciendo cada vez más precaria, y un buen número de ellos emigró al reino de Asturias.

En Roma se terminó una muralla que había mandado construir el papa León IV como defensa ante los piratas sarracenos.
La muralla rodeaba la basílica de san Pedro y la unía con el antiguo Mausoleo de Adriano, que por aquel entonces ya era
conocido como el Castillo de sant'Angelo. Se formó así la pequeña ciudad leonina, donde los romanos podían refugiarse
cuando llegaban los moros. Es significativo que un recinto tan pequeño bastara para acoger a toda la población romana,
lo cual hubiera sido impensable en los tiempos de esplendor de la ciudad.
Los búlgaros amenazaron nuevamente Constantinopla, pero Teodora se las arregló para negociar la paz. Murió el kan
Malamir y fue sucedido por su sobrino Boris I.

En 853 la ciudad de Toledo se sublevó nuevamente como había hecho en tiempos de Abd al-Rahmán II y, como entonces,
la ciudad estuvo varios años fuera del control del emirato. En 854 Ordoño I envió un ejército a Toledo al mando del
conde Gastón, que fue derrotado por los hombres de Muhammad I en la batalla de Guadalecete. Pese a ello, la rebelión
de Toledo continuó.

El territorio dominado por el reino de Asturias era mucho mayor que el que realmente poblaban los cristianos. En realidad
sólo estaban pobladas las zonas más montañosas del norte. Los asturianos habían logrado que los moros desalojaran una
porción considerable de terreno mucho más al sur, pero durante muchos años no dispusieron de población suficiente para
colonizar permanentemente las nuevas tierras. En ellas apenas habían construido algunas pequeñas fortificaciones que
servían de refugio temporal a uno y otro bando cuando hacían incursiones en territorio enemigo. La afluencia de
mozárabes llevó a Ordoño I a plantearse un programa de repoblación. Por esta época fueron repobladas Tuy,
Astorga y León. León era una ciudad romana que los cristianos se encontraron prácticamente intacta, y algunos de sus
edificios fueron causa de desconcierto para los rudos montañeses. Por ejemplo, se encontraron con unas termas y, sin caer
en la cuenta de su finalidad, las emplearon como iglesia.

Pipino logró escapar de la prisión donde Carlos le tenía encerrado y trató una vez más de recuperar su reino.

En la India murió el rey de Bengala Devpala, que había logrado convertir su reino en un pequeño imperio gracias a sus
dotes militares y diplomáticas. Fue sucedido por Vigrahapala, que no estuvo a la altura de su antecesor y el esplendor
de Bengala decayó. Esto permitió al rey Mihirbhoj empezar a recuperar el esplendor perdido de los Prathiara.

En 855 murió el papa san León IV, y fueron nombrados dos sucesores: Anastasio III y Benedicto III. El primero contaba
con el favor del emperador y logró encarcelar al segundo, pero éste tenía el apoyo del clero romano y pudo ser liberado.
Desde ese momento ambos actuaron como el legítimo papa.
El emperador Lotario debió de sentir la proximidad de la muerte, así que decidió abdicar y retirarse a un monasterio
(donde murió antes de que acabara el año). Siguiendo la pertinaz costumbre franca, dividió su reino entre sus tres
hijos: Luis II se quedó con sus títulos de emperador y rey de Italia, Lotario II recibió la parte norte del Reino Medio,
territorio que pasó a llamarse Lotaringia, en alemán Lothringen, que en el habla occidental se convirtió en Lorraine y de
aquí proviene el nombre castellano Lorena. Por su parte, Carlos obtuvo Provenza y Borgoña. Lotario tenía además una
hija, Rotilda, que se había casado con el duque Guido de Spoleto. El título imperial estaba cada vez más devaluado, pues
Luis II sólo gobernaba Italia y su autoridad no podía competir con la de sus poderosos tíos, Carlos y Luis.

El rey Ethelwulf de Wessex había adquirido la fama de gran guerrero, pero en su interior era más religioso que hombre
de armas. Aprovechó el buen momento por el que pasaba su reino para cumplir lo que debió de ser una ilusión de su vida:
viajar a Roma. Llevó consigo a su cuarto hijo, Alfredo, y dejó como regente a su hijo mayor, Ethelbaldo. A su regreso
pasó por la corte de Carlos, el rey de Francia Occidental que, para distinguirlo de su sobrino tocayo, era conocido
como Carlos el Calvo. El monarca ofreció al sajón vencedor de los vikingos la mano de su hija.

Pipino seguía reclamando el trono de Aquitania, así que Carlos el Calvo penetró con su ejército en la región e hizo coronar
rey de Aquitania a su hijo menor, también llamado Carlos. En 856 Pipino perdió el apoyo de sus principales partidarios
y tuvo que esconderse. Luis el Germánico no tardó en comprender que Carlos el Calvo había recibido la mejor tajada en
el reparto de Verdún y consideró adecuado forzar algunos cambios. Para ello se alió con Roberto el Fuerte, un noble de
ascendencia bávara pero que poseía territorios en el valle del Loira, al este de Bretaña. (Su esposa, Adelaida, había estado
casada con un sobrino de Judit, la segunda esposa de Ludovico Pío y madre de Carlos el Calvo.)

Cuando Ethelwulf regresó a Wessex, se encontró a su hijo Ethelbaldo tan firmemente asentado en el trono que juzgó más
oportuno abdicar, aunque siguió siendo rey de Sussex, Essex y Kent.

Mientras tanto Ordoño I reconstruía las murallas de León y Musá ibn-Musá saqueaba el condado de Barcelona. Ahora
dominaba todo el valle del Ebro y se hacía llamar jactanciosamente "el tercer rey de España" (donde había que entender
que los dos primeros eran el emir de Al-Ándalus y el rey de Asturias).
El joven emperador Miguel III consideró que ya podía gobernar por sí mismo y que su madre Teodora debía dejar la
regencia. Teodora no estaba de acuerdo, pero Miguel III se alió con Bardas, hermano de Teodora, quien asesinó
a Theoctistos, el principal consejero de la Emperatriz. Ante esto, Teodora no tuvo más remedio que retirarse a un
monasterio. El Patriarca de Constantinopla era entonces Ignacio, partidario de Teodora, y no tardó en excomulgar a
Bardas, por lo que Miguel III no pudo vincular a Bardas al poder, tal y como probablemente habrían apalabrado para
conjurar contra Teodora. Pero en 858 Bardas logró que Ignacio fuera destituido de su cargo y en su lugar se nombró a un
teólogo llamado Focio. Se inició así en Constantinopla una larga polémica entre los partidarios de Ignacio y los de Focio,
pero Bardas se convirtió en el auténtico gobernante del Imperio.

En la India murió el rey de Bengala Vigrahapala, que fue sucedido por Narayapala. El rey Prathiara Mihirbhoj le venció
y le arrebató una parte de su territorio.

El duque Guido de Spoleto abdicó en su hijo, llamado también Guido.

Ese mismo año murió el rey Ethewulf, y su hijo Ethelbaldo quedó al frente de la heptarquía inglesa. Mientras tanto, los
vikingos remontaron el río Ebro y llegaron hasta Pamplona, donde hicieron prisionero al rey García Íñiguez y lo liberaron
a cambio de un fuerte rescate. El rey asturiano Ordoño I también tuvo que rechazar una incursión vikinga en las costas
de Galicia.

En Japón, un ministro del clan Fijuwara tomó el título de regente y durante varios siglos los Fujiwara llevaron las riendas
del poder tutelando a los emperadores. Se instauró una era de paz y desarrollo cultural considerada como la era clásica
japonesa.

El emperador Luis II no había ayudado mucho a resolver la polémica de los dos papas, Anastasio III y Benedicto III, pues
su favor había ido pasando de uno a otro. Finalmente, murió Benedicto III y el que había sido consejero de san León IV
y de Benedicto III logró granjearse el apoyo del emperador y fue elegido papa con el nombre de Nicolás I. Si Luis II
quería un papa enérgico que zanjase la disputa, lo había encontrado. Desde el nombramiento de Nicolás I, Anastasio III
tuvo que renunciar a toda pretensión sobre el pontificado. Nicolás I fue el primer papa en usar las llamadas falsas
decretales, es decir, decretos presuntamente promulgados por papas y concilios anteriores que en realidad eran
falsificaciones, pero que de este modo gozaban de mucha más autoridad que si se presentaban como decisiones del papa
actual. Nicolás I presentó una serie de decretales de las que dijo que aparecían compiladas por san Isidoro de Sevilla, por
lo que se llaman decretales pseudoisidorianas. Según estos "documentos", el papa debía ser ayudado en su gobierno por
un colegio de obispos principales o cardenales, que tendrían a su cargo (junto al papa, por supuesto) todas las cuestiones
sobre legislación eclesiástica. Así ningún obispo podía discrepar del clero romano, pues si no era cardenal su palabra no
tenía ninguna validez. Este sistema centralista fue apoyado por el bajo clero, que prefería la autoridad de unos cardenales
lejanos ante la de un obispo cercano.

La historia de que en Roma hubo dos papas, uno el bueno (que ahora resultaba ser Benedicto III) y otro impostor, debió
de impresionar o, cuando menos, desconcertar a muchos devotos, porque dio lugar a una leyenda. Con el tiempo, el papa
impostor se convirtió en una mujer de Inglaterra muy erudita que había entrado en un monasterio griego disfrazada de
hombre para estar junto al monje que era su amante. Tras la muerte de él, marchó a Roma, siempre fingiendo ser un
hombre, y allí fue elegida papa con el nombre de Juan VIII. La parte más realista de la historia es que "la papisa
Juana" logró llevar adelante su engaño hasta que en medio de una solemne procesión le acometieron dolores de parto y,
o bien murió del parto, o bien murió lapidada posteriormente, según otra versión.

Luis el Germánico invadió el reino de Carlos el Calvo, pero el clero agrupado en torno a Hincmaro, el obispo de Reims,
le negó su apoyo, y en 859 Luis tuvo que regresar a su territorio. Esto puso en una situación muy delicada a Roberto el
Fuerte, que pasó a apoyar a Pipino en su pretensión al trono de Aquitania.

El emir Muhammad I pudo finalmente sofocar la rebelión de Toledo. Los mozárabes eligieron arzobispo de Toledo a
Eulogio, pero fue prendido y martirizado antes de que pudiera ser consagrado. Hoy es san Eulogio mártir. Poco después,
Muhammad I rechazó una nueva expedición vikinga. Por aquel entonces, Musá ibn Musá estaba construyendo una
fortaleza en Albelda (cerca de la actual Logroño) que Ordoño I consideró una amenaza para su reino, así que decidió
atacarla como medida preventiva. Se libró una batalla cerca del monte Clavijo, en la que Musá ibn Musá fue derrotado
por la conjunción del ejército de Ordoño I y el Apóstol Santiago, que apareció en el cielo montado en un caballo blanco.
El apóstol no tardaría en ser conocido como Santiago Matamoros.
La derrota de Musá ibn Musá permitió al emir Muhammad I recuperar el dominio efectivo del valle del Ebro, y los banú
Qasí estuvieron aquietados durante un tiempo.

La región oriental del reino asturiano constituía un condado conocido como Castilla, debido a que hasta poco antes había
sido tierra de nadie llena de castella (pequeñas fortificaciones). El conde de Castilla se llamaba Rodrigo, y no está claro
si era hermano de Ordoño I. El caso es que Ordoño I y Rodrigo realizaron ese mismo año dos expediciones hacia el sur
y llegaron hasta territorios de las actuales Cáceres y Madrid.

En 860 Muhammad I invadió el reino de Pamplona y se llevó prisionero a Córdoba a Fortún Garcés, el hijo y heredero
del rey García Íñiguez.

Tras la muerte del rey de Escocia Kenneth I, ocupó el trono su hermano Donald I. Una partida de vikingos desembarcó
por sorpresa en Wessex y saqueó Winchester, la capital. Luego fueron rechazados por un ejército reunido con
precipitación. El rey Ethelbaldo murió y fue sucedido por su hermano Ethelberto.

EL FIN DEL REINO MEDIO


A partir de finales del siglo IX empezamos a tener datos más concretos sobre los vikingos. Se trata de datos dispersos y
envueltos en leyendas, como es normal, pero ya es algo más que el simple hecho de que llegaban, saqueaban y se
marchaban. De la actual Suecia partió un numeroso contingente de vikingos que, siguiendo los cursos de los ríos (el
Dvina, el Dniéper, el Volga), viajaban rápidamente, poniendo en comunicación las regiones del norte con el mar Caspio
y el mar Negro. Unos se dedicaron al comercio (esclavos, pieles, armas, seda, especias), mientras que otros se ofrecían
como mercenarios, y muchos hacían ambas cosas a la vez. Al parecer fueron muchos los pueblos que se valieron de sus
servicios (eslavos, pechenegos, búlgaros) hasta el punto de que fueron conocidos como varegos, que significa
"aliados". En 860 unas hordas de eslavos dirigidas por varegos llegaron hasta Constantinopla, pero fueron rechazados.

En 861 el hijo del califa al-Mutawakkil se cansó de esperar el trono y organizó una conspiración por la que la guardia
turca asesinó al califa. Fue el principio del fin de la dinastía abasí, pues los turcos se dieron cuenta de que podían poner
y deponer califas a su antojo. Durante los años siguientes el poder efectivo estuvo en manos de funcionarios turcos que
empezaron a transmitir sus cargos de padres a hijos pero, como se dividían en varias familias rivales, los turcos nunca
llegaron a ser tan poderosos como podrían haber llegado a ser.

Entre los jázaros, tradicionales aliados de Constantinopla, se había difundido el Islam, e incluso el judaísmo. Por ello
Focio envió a dos misioneros para convertirlos al cristianismo. Eran dos hermanos griegos llamados Cirilo y Metodio.

Roberto el Fuerte, se reconcilió con Carlos el Calvo (después de haber apoyado contra él a Luis el Germánico y a Pipino)
y a cambio recibió los títulos de vizconde de Angers y marqués de Neustria. El título de marqués se explicaba por la
vecindad de su territorio con los bretones. Por otra parte, en 862 un noble llamado Balduino raptó a Judit, la hija de
Carlos el Calvo, y luego se casó con ella. Con esto obtuvo del rey varios condados, entre ellos el de Gante y el de Flandes.

El condado de Ampurias pasó a manos de Suñer II, el hijo del conde Suñer I que había muerto catorce años antes. No se
sabe gran cosa sobre los condados de la Marca Hispánica durante este periodo ni de cómo Suñer II recuperó el título.
Poco después decidió compartir el título de conde de Ampurias con su hermano Delá.

Ese año murió Musá ibn Musá, mientras atacaba a su yerno Azrak ibn Mantil en tierras de Guadalajara.

Salomón, el conde de Urgel-Cerdaña, viajó a Córdoba en nombre de Carlos el Calvo para firmar un tratado de paz y
amistad con el emir Muhammad I. Así, durante algún tiempo la Marca Hispánica se vio libre de ataques moros.

Unas tribus eslavas solicitaron, como iba siendo habitual, la ayuda de los varegos en algún conflicto, y una tribu varega
acudió solícita al llamamiento. Era una tribu que se llamaba a sí misma rus, y su jefe era Riúrik. Tomaron la ciudad
de Nóvgorod y la convirtieron en su capital. Con el tiempo, los eslavos que aceptaron a los Rus como gobernantes
(probablemente los mismos que habían asaltado Constantinopla dos años antes) fueron conocidos
como rusos. Naturalmente, puede cuestionarse si realmente los eslavos llamaron a los rus o si éstos se presentaron sin
invitación y luego crearon esta historia como justificación, pero, de un modo u otro, parece ser que así nació el pueblo
ruso.
A medida que los pueblos eslavos formaban estados con pretensiones de estabilidad, sus relaciones diplomáticas con las
potencias vecinas fueron cobrando importancia. En general, un paso poco menos que insalvable para mantener buenas
relaciones con cualquiera de los dos imperios (teóricamente) romanos (el franco y el bizantino) era aceptar el cristianismo,
pero cada imperio tenía su propia versión del cristianismo y de la elección dependía cuál iba a ser el aliado y cuál el
enemigo. Así, el príncipe moravo Rotislav, vecino de los germanos, consideró más conveniente tener a los bizantinos
como aliados, por lo que pidió a Constantinopla que les enviara misioneros para evangelizarlos según el rito oriental.
Focio les envió a Cirilo y Metodio, que acababan de regresar de Oriente. Éstos inventaron un alfabeto para transcribir las
lenguas eslavas y tradujeron la Biblia, al tiempo que trataban de adaptar la liturgia a las costumbres eslavas. Similarmente,
en 863 el kan búlgaro Boris I, vecino de los bizantinos, solicitó a Luis el Germánico que enviara misioneros a su tierra.
Sin embargo, los bizantinos amenazaron con una intervención militar y Boris I aceptó los misioneros que le envió Focio.
Fue bautizado como Miguel y tuvo como padrino al emperador Miguel III. A cambio, Constantinopla reconoció los
derechos de los búlgaros sobre todos los territorios que dominaban de hecho. La aristocracia búlgara se resistió a la
conversión, pero pudo más el empeño del kan.
Los banú Qasí habían representado un papel clave en la contención del reino de Asturias. Ahora Ordoño I vio facilitada
su expansión y, para detener sus avances, Muhammad I envió un gran ejército al mando de su hijo Abd al-Rahmán y
de Abd al-Malik. Ordoño I trató de cortarle el paso pero fracasó y sufrió una gran derrota.

Tras la muerte del rey de Escocia Donald I, fue elegido rey su sobrino Constantino. Pasó todo su reinado combatiendo a
los vikingos. El rey Harald I de Dinamarca murió asesinado. Fue sucedido por Gorm el Viejo, quien mejoró las
fortificaciones construidas por el rey Godofredo para asegurar la frontera meridional. Se mostró bastante benevolente con
el cristianismo.

También murió Carlos, el rey de Aquitania hijo de Carlos el Calvo. Éste puso en su lugar a su segundo hijo, conocido
como Luis el Tartamudo, y no tardó en rebelarse contra su padre en colaboración con el rey Salomón de Bretaña y con
una expedición vikinga que penetró por el Loira. Roberto el Fuerte tuvo ocasión de mostrar la fidelidad jurada a Carlos
el Calvo haciendo frente a la triple amenaza.

El duque Hunifredo de Gotia había sido acusado de traición el año anterior, pero había sido perdonado. Ahora tomó
Tolosa, donde el conde Raimundo I murió defendiendo la ciudad.

Más trascendente fue la muerte sin descendencia el rey Carlos de Provenza, cuyo reino fue repartido entre sus hermanos
Lotario II y Luis II. Por aquella época Lotario II tenía un serio problema: tenía una esposa y una amante. Hasta aquí todo
era normal, pero su esposa no le había dado ningún hijo, mientras que su amante sí. Si moría, el hijo bastardo, que se
llamaba Hugo, no podría reclamar herencia alguna y su reino pasaría sin duda a manos de sus tíos (su hermano Luis II
tenía únicamente una hija, o sea, nada, por lo que tras la muerte de ambos el Reino Medio llegaría a su fin). Para evitarlo
tenía que repudiar a su esposa y casarse con su amante. El trámite para ello era conocido: consistía en acusar a su esposa
de una lista de crímenes y luego pedir a un grupo de obispos que anulase el matrimonio. Siendo rey de Lorena el plan era
viable, si no fuera porque sus tíos Luis y Carlos también eran reyes, más poderosos que él, y tenían exactamente el mismo
interés en impedir el divorcio que él en conseguirlo. Por ello, cuando los obispos que interpretaban la voluntad de Dios
en la versión de Lotario II decretaron el divorcio, otros obispos que interpretaban la voluntad de Dios en la versión de
Luis y Carlos denunciaron el procedimiento. Pese a todo, Lotario II se había apresurado a meter a su esposa en un
monasterio y a casarse con su amante. Se trató de resolver el conflicto entre los obispos en una reunión donde los
argumentos esenciales fueron intentos de soborno por una y otra parte. Los obispos, desbordados, decidieron pasarle la
papeleta al papa.

Teóricamente, esto era bueno para Lotario II, pues Nicolás I debía a su hermano Luis II su elección como Sumo Pontífice
y el emperador estaba igualmente deseoso de que se aceptara el divorcio. Mientras Lotario II ponía de su parte a los
obispos de Colonia y de Tréveris (los dos obispos más influyentes de su reino), Luis II hizo una demostración militar
ante el papa, pero Nicolás I no era fácil de manejar. Dictó sentencia en contra de Lotario II y éste se vio obligado a
abandonar a su amante y a aceptar nuevamente a su esposa. (Sus tíos lo habrían tenido muy fácil para lanzarse sobre él
con el papa de su lado.) Los obispos que habían apoyado la posición de Lotario II fueron depuestos inmediatamente.

Nicolás I fue también un ferviente defensor de la supremacía del papa sobre el patriarca de Constantinopla y, como forma
de poner de manifiesto su punto de vista, dado el éxito obtenido frente a los reyes carolingios, decidió intervenir en la
polémica sobre Ignacio y Focio. Dos años antes había habido un concilio en Constantinopla en el que los legados papales
no habían cuestionado que Focio fuera el patriarca, pero ahora Nicolás I decidió "deponer" a Focio. Naturalmente su
"orden" no tuvo efecto alguno, pero tras no ser acatada excomulgó al patriarca. Naturalmente esto tampoco afectó a Focio.
Incluso puede que le aportara prestigio en Constantinopla. En 864 y durante los dos años siguientes trató en vano de
convertir a los rusos al cristianismo, quienes habían entablado unas buenas relaciones comerciales con los bizantinos.

Durante el reinado de Ethelberto de Wessex los vikingos llegaron a las costas de Kent. Los ciudadanos, asustados, se
prestaron a pagar un dinero a cambio de que se marcharan, y los vikingos pidieron una elevada suma. Después de recibir
el dinero, los vikingos saquearon igualmente la ciudad por si quedaba algo más. Otra partida atacó en Northumbria y uno
de sus caudillos fue capturado. Se llamaba Ragnar Lodbrok y su historia está envuelta en la leyenda. Por ejemplo, se
cuenta que era un rey danés y que los northumbrios lo arrojaron a un pozo con serpientes venenosas. Sus últimas palabras
fueron que los cachorros de oso le vengarían. Se refería a sus hijos Ivar y Ubba, que al enterarse de lo sucedido reunieron
una gran fuerza y desembarcaron en Anglia Oriental en 865, donde no hallaron resistencia y acamparon para pasar el
invierno en espera de refuerzos. Ese mismo año murió Ethelberto y fue sucedido por su hermano Ethelred I.
También murió san Anscario. Su labor misionera en el norte fue continuada por su discípulo Rimberto. Los generales
Abd al-Rahmán y Abd al-Malik llevaron una nueva y exitosa campaña contra el reino de Asturias que hizo retroceder sus
fronteras y obligó a abandonar algunas tierras recientemente repobladas. El conde de Castilla trató de hacer frente a los
moros, pero sufrió una estrepitosa derrota.

Por estas fechas Roberto el Fuerte había logrado someter de nuevo Bretaña a la soberanía franca y ahuyentar a los
vikingos. Luis el Tartamudo se rindió y, por otra parte, los soldados de Carlos el Calvo capturaron a Pipino, el cual fue
condenado a muerte, pero al final se le conmutó la pena por cadena perpetua. De todos modos, murió al año siguiente.

El duque Hunofredo de Gotia se vio obligado a abandonar sus posesiones y refugiarse en Italia, de donde era oriundo.
Carlos el Calvo adjudicó el condado de Tolosa (que Hunifredo había arrebatado a Raimundo I) a Bernardo, hijo de
Raimundo I, y Gotia pasó (con el título de marqués) a Bernardo Plantevelue, conde de Auvernia.

Siguiendo el espíritu de Carlomagno, Carlos el Calvo había fundado la década anterior una "Escuela Palatina" en la que
destacaba la figura de Juan Escoto Eriúgena. Su labor más influyente fue la traducción al latín de los Tratados del
pseudo-Dionisio, escritos en Oriente por un monje desconocido de la época de Justiniano y que fueron atribuidos
a Dionisio el Areopagita, un ateniense mencionado en el Nuevo Testamento. En ellos se describe cuidadosamente la
distribución de los ángeles en diversas jerarquías, idea que fue muy popular dado que calcaba en los Cielos la estructura
social de la época. Ahora acababa de redactar De diuisione Naturae, en la que mezclaba la teoría platónica de las ideas
con cierto panteísmo que lo hicieron sospechoso de herejía. Escoto apoyó al obispo Hincmaro en su celo por la ortodoxia
teológica, pero a Nicolás I no le gustó que Hincmaro tomara ciertas decisiones sin consultarle, así que lo llamó al orden
y el obispo de Reims tuvo que ceder.

Los húngaros llegaron a la frontera del reino de Luis el Germánico y algunos eslavos, empujados por aquéllos, las
traspasaron. Otros se desplazaron hacia el sur y penetraron las fronteras bizantinas. El rey apenas tenía recursos para
hacerles frente. Dividió los territorios más expuestos en nuevos ducados: Franconia, Turingia y Sajonia Occidental, al
frente de los cuales puso a su hijo, Luis el Joven (Sajonia Oriental seguía bajo el duque Liudolfo), pero éste luchó más
contra su padre que contra los eslavos.
El emperador Miguel III no se interesaba por el gobierno, sino más bien por los placeres que su posición le permitía. Fue
conocido como Miguel el Beodo. Pese a ello, el Imperio prosperaba gracias a la labor de su tío Bardas. Sin embargo, un
ministro eficiente y serio acaba cansando a un emperador frívolo. Desde hacía un tiempo, Miguel III se había interesado
por un joven llamado Basilio que trabajaba en los establos de Constantinopla. Tuvo la idea de casar a su amante con
Basilio, de modo que lo tenía más fácil para guardar las apariencias. Finalmente Basilio mató a Bardas con el
consentimiento del emperador y en 866 Miguel III adoptó a Basilio y lo nombró heredero.

Tras la muerte del rey Ordoño I de Asturias, su hijo Alfonso y el conde de Lugo, Fruela Bermúdez, se disputaron la
corona. Finalmente la obtuvo el que pasó a ser Alfonso III.

También murió el duque Liudolfo de Sajonia, y fue sucedido por su hijo Bruno. Roberto el Fuerte logró derrotar a unos
vikingos en el Sena, pero murió en la batalla. Dejó un hijo de seis años llamado Eudes y otro recién nacido
llamado Roberto.

Al llegar a Anglia Oriental los refuerzos que esperaban Ivar y Ubba, por primera vez hubo en Inglaterra un auténtico
ejército nórdico, danés para más exactitud. Los daneses avanzaron hacia el norte a través de Mercia y llegaron a York, en
Northumbria, derrotaron a las fuerzas que les salieron al paso, capturaron al rey y lo asesinaron después de torturarlo.

El kan búlgaro Boris I intentó escapar a la tutela bizantina y pidió al papa Nicolás I que nombrara un obispo en su reino.
El papa aceptó encantado, pues con ello pasaba por encima de los religiosos enviados por Focio y confirmaba que el papa
estaba por encima del patriarca. Sin embargo, sus legados fueron interceptados en la frontera búlgaro-bizantina y se abrió
una larga polémica entre Roma y Constantinopla sobre quién tenía derecho a evangelizar a los búlgaros. En 867 Focio
publicó una encíclica en la que enumeró los muchos "errores" de la doctrina cristiana propugnada por Roma. El más
famoso de todos fue el conocido como la disputa del "filioque" (léase filiocue). Consistía en que la Iglesia de
Constantinopla aseguraba que el Espíritu Santo provenía del Padre (e Patre), mientras que la Iglesia de Roma sostenía
que el Espíritu Santo provenía a la vez del Padre y del Hijo (e Patre Filioque). La diferencia, pues, se reducía, al menos
en latín, a una palabra: filioque (y del hijo), pero era fundamental, suficiente para justificar que en un concilio reunido en
Constantinopla Focio excomulgara a Nicolás I. (¿Cómo podría tenerse por cristiano a alguien que osaba afirmar que el
Espíritu Santo provenía del Padre y del Hijo?). Ni que decir tiene que para la Iglesia Romana la disputa del filioque tenía
la misma trascendencia, y en la actualidad sigue siendo uno de los principales puntos de divergencia entre ambas iglesias.

Dos muertes suavizaron la tensión. Una fue la de san Nicolás I, que fue sucedido por Adriano II. Pero también murió
Miguel III, asesinado por el que había sido su favorito y que ahora pasaba a ser Basilio I. Inmediatamente destituyó a
Focio, lo internó en un monasterio y restituyó a Ignacio como patriarca de Constantinopla. Con esto se restablecieron las
relaciones entre la Iglesia Romana y la de Constantinopla. Sin embargo, la polémica sobre quién podía evangelizar a los
búlgaros no se resolvía. Además, dado que Constantinopla cuestionaba la posibilidad de que Roma enviara misioneros a
Oriente, el arzobispo de Ratisbona denunció la labor de Cirilo y Metodio en Occidente, quienes, después de instruir a los
moravos, habían continuado su labor entre los polacos y luego entre los húngaros. Adriano II llamó a Roma a los dos
hermanos y llegó con ellos a un acuerdo: reconoció el rito eslavo que prácticamente habían inventado y se ofreció a
financiarles, pero a partir de ese momento Cirilo y Metodio se consideraron enviados del papa y no del patriarca de
Constantinopla.

Aunque no influyó en nada, también murió Teodora, la madre de Miguel III.

Quien más debió de alegrarse con la muerte de san Nicolás I fue Lotario II, que se apresuró a viajar a Roma para pedirle
a Adriano II que reconsiderara su petición de anulación de matrimonio. Adriano le dio largas y le prometió revisar el
caso, pero Lotario II pasó un año entero en Roma sin sacar nada en claro.

También murió ese año el conde de Aragón, Galindo I Aznárez. Fue sucedido por su hijo Aznar Galindo II. Practicó
una política de amistad con sus vecinos, los navarros y los moros. Se casó con Oneca, hija del rey de Pamplona García
Íñiguez (Oneca es la versión latina de Íñiga), a su hijo Galindo lo casó con una hija del conde de Gascuña, y a su
hija Sancha la casó con el gobernador moro de Huesca, al-Tarwil.

El califato Abasí seguía desmembrándose: Yaqub al-Saffar, emir de Sistán (la región limítrofe con la India) declaró a
sus dominios independientes de Bagdad, iniciando así la dinastía de los Saffaríes.
Un año antes había muerto el duque Ranulfo I de Aquitania, a quien Carlos el Calvo había nombrado para controlar a su
sobrino Pipino. En 868 el rey nombró duque de Aquitania a Bernardo Plantevelue, ahora para controlar a su hijo Luis el
Tartamudo. El condado de Poitiers había pasado al hijo de Ranulfo I, llamado también Ranulfo.

En 869 Carlomán, el hijo mayor de Luis el Germánico condujo un ejército contra Moravia. Ese mismo año murió san
Cirilo, y su hermano Metodio fue nombrado obispo en Panonia. Su jurisdicción abarcaba prácticamente todo el territorio
eslavo cristianizado. Ignacio convocó un concilio en Constantinopla en el que se condenó a Focio y se discutió sobre el
derecho del patriarcado de Constantinopla sobre los búlgaros. Sobre el filioque no se llegó a ningún acuerdo.

El gobernador de Egipto, Ahmad ibn Tulún, se independizó de Bagdad gracias a su poderoso ejército formado por turcos
y esclavos negros. En realidad no sólo gobernaba Egipto, sino también Siria y todo el norte de África hasta el reino aglabí.
Inició la dinastía de los Tulúnidas. Con ella Egipto pasó por un periodo de esplendor y desarrollo cultural.

Lotario II regresaba de Roma todavía casado, pero murió durante el viaje. Teóricamente, al carecer de descendencia
directa, su reino debía pasar a Luis II, en calidad de emperador y de pariente más próximo. Sin embargo, Carlos el Calvo
se apoderó de toda Lorena, ante la indignación del emperador Luis II, de Luis el Germánico y del papa Adriano II. De
estos tres, la única amenaza seria era Luis el Germánico, de modo que Carlos se lo pensó mejor. En 870 se reunió con
Luis en Mersen, al norte de Aquisgrán, y los dos reyes se repartieron Lorena. En términos modernos, Luis II se quedó
Renania y el norte de Holanda, mientras que Carlos se quedó el sur de Holanda y Bélgica. El Reino Medio quedó reducido
al territorio italiano en manos de Luis II, el cual tampoco tenía descendientes masculinos, por lo que sus días estaban
contados. Luis II estaba organizando una expedición contra los piratas sarracenos, a la que también se unieron los
bizantinos.

Metodio fue hecho prisionero por los obispos germánicos, que no discutían su jurisdicción y no admitían su liturgia. Por
esta época los eslavos crearon el reino de Croacia, al sur del territorio ocupado por los húngaros, en lo que hasta poco
antes había sido territorio bizantino.
Murió García Íñiguez, el rey de Pamplona, y su hijo Fortún Garcés seguía prisionero en Córdoba. Fue nombrado
regente García Jiménez, otro miembro de la casa real. También murió el conde Salomón de Urgel-Cerdaña, y fue
sucedido por Wifredo el Velloso, hijo del conde Sunifredo que había precedido a Salomón. Tal vez le ayudó su
hermano Riculfo, que era obispo en el Rosellón. Poco después, Wifredo segregó de sus dominios el condado de
Conflent, que entregó a su hermano Miró.

En Inglaterra, los daneses se extendieron desde Northumbria en todas direcciones. El rey Edmundo de Anglia Oriental
fue martirizado hasta la muerte.

ALFREDO EL GRANDE
En 870 el rey Rotislav de Moravia fue derrotado por Svatopluk, que se convirtió en el nuevo rey y extendió
considerablemente sus fronteras.

Los ejércitos daneses habían conquistado ya casi toda Inglaterra. Sólo resistía la parte septentrional de Northumbria, la
parte occidental de Mercia y, sobre todo, Wessex, que seguía intacto. En 871 los daneses llegaron al Támesis, donde se
encontraron con el ejército dirigido por el rey Ethelred y su hermano Alfredo (el que había acompañado a su padre
Ethelwulf en su viaje a Roma). Una vez más, el ejército de Wessex derrotó a los nórdicos (aunque más tarde se dijo que
Ethelred y Alfredo no habían participado igualmente en la batalla: Alfredo había dirigido el ataque mientras Ethelred
asistía a una misa). No obstante, la victoria no fue decisiva. Los daneses recibieron refuerzos y un par de semanas más
tarde estaban preparados para otro encuentro. Esta vez los hombres de Wessex se vieron obligados a retirarse y Ethelred
cayó mortalmente herido. El rey tenía dos hijos pequeños, pero los tiempos que corrían no eran para nombrar rey a un
niño estando ahí Alfredo, que era un guerrero consumado. Así Alfredo fue elegido rey de Wessex con veintitrés años de
edad. Los daneses aprovecharon la confusión que sigue siempre a una sucesión para invadir el país, y derrotaron a Alfredo
en Wilton, a unos cuarenta kilómetros de Winchester, la capital sajona. Pero Alfredo pudo retirarse a tiempo y conservar
su ejército esencialmente intacto. De todos modos, Alfredo sabía que necesitaba tiempo para reorganizarse, así que ofreció
dinero a los daneses a cambio de una tregua. Los daneses juzgaron conveniente aceptar y dedicarse a sofocar la última
resistencia de Mercia y Northumbria para poder luego dedicarse plenamente a Wessex.
El emperador Luis II dirigió finalmente la expedición contra los sarracenos que había estado preparando con la ayuda de
los bizantinos, y logró tomar la ciudad de Bari, que los piratas habían tomado a Constantinopla ya hacía varias décadas.
Los bizantinos se apresuraron a tomar de nuevo el control de la ciudad con lo que, en realidad, Luis II no obtuvo ningún
provecho directo. Luego intentó someter al ducado de Benevento, pero no tuvo éxito. Incluso llegó a ser capturado y
estuvo retenido durante algún tiempo como rehén.

En Al-Ándalus, Mutarrif ibn Musá, hermano de Musá ibn Musá, se alzó contra el emir de Córdoba y tomó Tudela.
Pronto fue capturado y asesinado junto con sus tres hijos, pero entonces sus hermanos Ismaíl y Fortún se aliaron con
Alfonso III de Asturias y se adueñaron nuevamente del valle del Ebro.

En 872 murió el papa Adriano II y fue sucedido por Juan VIII, quien demostró tener una gran energía al dirigir él mismo
una campaña contra un desembarco sarraceno.

Tras la muerte del conde Bernardo de Tolosa, Carlos el Calvo adjudicó el condado a su rival, el marqués de Gotia Bernardo
Plantevelue. Los condados de Pallars y Ribagorza se independizaron entonces del de Tolosa.

Por esta época un caudillo vikingo llamado Harald Harfager (el de la bella cabellera) logró una gran victoria naval sobre
sus enemigos, los Jarls, y logró expulsarlos de su territorio. A partir de este momento inició un proceso de unificación
política que le llevó a dominar la mayor parte de la costa escandinava. Estableció un sistema de impuestos y se convirtió
así en Harald I, el primer rey de Noruega.

Los muchos noruegos forzados al exilio por Harald I siguieron suertes diversas. Algunos se refugiaron en las islas
próximas, pero Harald I los persiguió en varias expediciones a las islas Shetlands, las Orcadas y las Hébridas; otros se
incorporaron a las expediciones vikingas que asolaban Escocia, mientras que otros llegaron aún más lejos: en 874, un
noruego llamado Ingolfur Arnarson llegó hasta la isla que llamó Islandia (tierra de hielo). Es posible que la isla hubiera
recibido algunas visitas anteriores, probablemente de monjes irlandeses que huían de las primeras incursiones vikingas,
pero lo cierto es que Islandia estaba deshabitada desde hacía más de setenta años. Los noruegos se convirtieron en sus
primeros pobladores estables al fundar la ciudad de Reykjavik.
Ese mismo año murió el undécimo imán chiita y dejó como sucesor a un niño de cinco años, llamado Muhammad al-
Mahdí. Al parecer, el tiempo había hecho ver a los chiitas que tener un imán desaparecido como el de los ismailíes era
más conveniente que tener uno sometido a las miserias humanas, así que aprovecharon la ocasión para hacer "desaparecer
misteriosamente" a la criatura, según la versión oficial, y desde entonces su religión adoptó también el carácter mesiánico
que tenía la versión ismailí. No obstante siguieron caminos separados: por una parte estaban los chiitas septimanos y por
otra los duodecimanos, según el número de imanes que reconocían antes de la "ocultación".

Los moravos fueron obligados a reconocer la dominación franca.

Mientras tanto los daneses acabaron la conquista de Mercia, con lo que ya dominaban toda Inglaterra a excepción de
Wessex, contra el cual volvían ahora su mirada. La tregua que habían pactado años antes con el rey Alfredo podía darse
por acabada. Pero Alfredo no había perdido el tiempo en esos años. Comprendió que lo que hacía fuertes a los daneses
era su dominio del mar, y que para hacerles frente en igualdad de condiciones era necesaria una flota. Buscó la ayuda de
piratas frisios, que dirigieron la construcción de barcos y se ofrecieron a tripularlos. En 875 la flota de Alfredo derrotó a
los sorprendidos daneses.

En China la dinastía Tang no lograba reconstruir el poder estatal. Un grupo de campesinos insurrectos, organizados
por Wang Xianzhi y Huang Chao, recorrían el país saqueándolo.

La zona más oriental del Califato Abasí reclamó también su independencia bajo su gobernador Samán Judat, un
mazdeísta que se había convertido años antes al Islam. Ahora la autoridad del Califato sólo se extendía sobre Arabia,
Mesopotamia y poco más.
El emir de Córdoba, Muhammad I, sustituyó a los viejos y expertos recaudadores de impuestos por otros más jóvenes que
no tardaron en herir los sentimientos de los muladíes. Mérida se rebeló bajo Abd al-Rahmán ibn Marwán, a la vez
que Umar ibn Hafsún extendía la rebeldía por la zona sur. Mientras, los banú Qasí seguían resistiendo en el valle del
Ebro. Abd al-Rahmán ibn Marwán capturó a Hasim ibn Abd al-Aziz, ministro de Muhammad I, y lo entregó al rey
Alfonso III de Asturias como muestra de buena voluntad. Muhammad I envió a León sus tropas fronterizas de Toledo y
Guadalajara, al tiempo que un ejército mayor partía de Córdoba para reunirse con las otras fuerzas. Alfonso III atacó por
sorpresa a las primeras hasta aniquilarlas, tras lo cual se dispuso a defender León. Cuando el ejército cordobés se enteró
de lo sucedido trató de retroceder, pero también fue alcanzado y derrotado. El emir se vio obligado a pagar un rescate en
oro por Hasim ibn Abd al-Aziz, el cual, de regreso en Córdoba, aconsejó a Muhammad I que pactara una tregua por tres
años con Alfonso III. Era la primera vez que el emirato de Córdoba pedía una paz al reino de Asturias. El rey asturiano
pasó a ser conocido como Alfonso III el Magno.

Ese mismo año murió el emperador Luis II, sin más descendencia que una hija llamada Ermengarda, que legalmente no
podía heredar nada. Técnicamente, el heredero natural era Luis el Germánico, pues era el mayor de los hijos de Ludovico
Pío, pero la pugna entre emperadores y papas sobre quién tenía autoridad para nombrar a quién había sido ganada por los
papas (gracias a Ludovico Pío). Así pues, la decisión última correspondía a Juan VIII. Sin embargo, una cosa era quién
debía decidir y otra quién podía hacerlo. Carlos el Calvo se apresuró a tomar Provenza y desde allí avanzó hasta Roma
con un ejército. Hizo saber a Juan VIII que, además de sus soldados, llevaba consigo una suma considerable de dinero,
así que el papa decidió invitarlo a entrar en Roma. Luis el Germánico perdió así la oportunidad de recibir el título imperial
y, lo más importante, los territorios de Luis II. Tal vez perdió la ventaja porque dio por hecho que iba a ser elegido por el
papa sin más discusión, o bien porque las constantes rebeliones de sus hijos le impidieron dirigirse a Italia como había
hecho su hermanastro. El caso es que Juan VIII coronó emperador a Carlos el Calvo el día de Navidad, justo setenta y
cinco años después de la coronación de Carlomagno.

Por otra parte, Carlomán, el hijo mayor de Luis el Germánico trató de presionar a Juan VIII para que lo nombrara rey de
Italia, y empezó a intrigar con la ayuda de Engelberga, la viuda del emperador Luis II, pero Juan VIII se apresuró en
coronar como rey de Italia al emperador Carlos el Calvo. Éste dejó Italia al cuidado de su cuñado Bosón, al que nombró
duque de Borgoña.

En cuanto a Luis el Germánico, que hubiera perdido la iniciativa no significaba que tuviera que perderlo todo: preparó la
guerra, pero murió seis meses después, en 876. Carlos aprovechó la ocasión para apoderarse de la parte de Lorena que
había tenido que cederle años atrás, pero Luis el Joven reaccionó rápidamente y se enfrentó a Carlos el Calvo
en Andernach, en el Rin medio, donde obtuvo una victoria. El reino de Luis el Germánico se dividió entre sus tres hijos:
Carlomán se convirtió en rey de Baviera, Luis el Joven en rey de Sajonia y Carlos el Gordo en rey de Alamania.

Mientras tanto Alfredo de Wessex obtenía una segunda victoria naval frente a los daneses, aprovechando que una tormenta
dañó la flota enemiga.

En 877 Engelberga, la viuda del emperador Luis II, urdió una nueva conspiración contra el papa Juan VIII, esta vez con
la ayuda de Formoso, el obispo de Porto, al tiempo que los sarracenos reanudaban sus ataques. El papa llamó en su ayuda
a Carlos el Calvo, pero éste murió en el camino. Su hijo Luis el Tartamudo se convirtió en Luis II, rey de Francia
Occidental. Éste, que hasta entonces había sido rey de Aquitania, no nombró un nuevo rey para este territorio, pero
mantuvo al duque Bernardo, por lo que Aquitania pasó a ser definitivamente un ducado. Poco después el duque de Spoleto
y el marqués de Toscana expulsaron de Roma a Juan VIII, que tuvo que refugiarse en la corte de Luis el Tartamudo. Italia
seguía gobernada por Bosón, y Engelberga logró que se casara con su hija Ermengarda.

Juan VIII tenía que elegir al nuevo emperador. La elección más sencilla hubiera sido Luis el Tartamudo, el único hijo
vivo de Carlos el Calvo y actual protector del papa, pero necesitaba a alguien poderoso que le ayudara a recuperar el
dominio de Roma, así como a enfrentarse a los sarracenos. Según estas consideraciones Luis el Tartamudo no era un buen
candidato. Era débil y enfermizo, y no especialmente poderoso. Por esta época Luis el Joven se quedó definitivamente
con la parte de Lorena que Carlos el Calvo le había intentado arrebatar. Así pues, Juan VIII decidió demorar lo más
posible la elección del nuevo emperador.

Ese año murió san Ignacio, el Patriarca de Constantinopla, y el emperador Basilio I puso de nuevo en el cargo a su rival,
Focio, pero no le permitió adoptar posturas extremas contra Roma. También murió Juan Escoto Eriúgena. El rey escocés
Constantino I vivió luchando contra los vikingos y murió luchando contra ellos. Fue sucedido por su hermano Aodh, pero
su reinado no duró más de un año y no está claro qué pasó después.

El duque Bernardo de Septimania se rebeló contra Luis el Tartamudo. Al parecer era hijo del Guillermo que también se
había rebelado contra Carlos el Calvo, a raíz de lo cual los condes Sunifredo y Suñer habían perdido sus dominios en la
Marca Hispánica. Ahora sucedió lo contrario: el conde Wifredo el Velloso y sus hermanos (Miró,
Riculfo, Radulfo y Sunifredo) se enfrentaron a Bernardo en apoyo del rey. En 878 éste recompensó sus servicios
otorgando a Wifredo el Velloso los condados de Barcelona y Gerona y a Miró el condado de Rosellón. Poco después
Wifredo segregó del condado de Gerona el condado de Besalú, que entregó a Radulfo. Riculfo y Sunifredo eran clérigos,
así que no reclamaron posesión alguna. De todos modos Sunifredo ayudó a Wifredo en el gobierno de sus dominios. En
los años siguientes Wifredo se dedicó a repoblar muy densamente sus dominios.

Uno de los caudillos daneses más poderosos de Inglaterra era Guthrum, que se dispuso a acabar definitivamente con la
resistencia de Wessex. A principios de año, el rey Alfredo estaba en Chippenham, cerca del Támesis. Los daneses
lograron acercarse sigilosamente a las murallas de la ciudad sin ser advertidos (al parecer, porque los sajones seguían
celebrando la Navidad y el Año Nuevo). Cuando los daneses forzaron las puertas y entraron ya era demasiado tarde.
Efectuaron una matanza y Alfredo tuvo que huir acompañado de unos pocos hombres. Tuvo que refugiarse en los bosques
y marismas de Sommerset, al sur del canal de Brístol, mientras los daneses completaban la conquista de Inglaterra. Sin
embargo, cinco meses después Alfredo había reunido un ejército con el que logró pillar por sorpresa a Guthrum y lo
derrotó en Edington, al sur de Chippenham. Finalmente, Guthrum se encontró sitiado en una pequeña fortaleza, donde
Alfredo le dio a elegir entre negociar o morir de hambre. Guthrum aceptó la negociación y Alfredo no fue muy exigente.
Sólo pidió que Guthrum evacuase Wessex y a cambio reconocería la soberanía danesa en el resto de Inglaterra. No
obstante, Alfredo insistió además en que Guthrum debía convertirse al cristianismo, y Guthrum aceptó. Se bautizó con el
propio Alfredo como padrino. Con esta condición, aparentemente fuera de lugar, Alfredo demostró su gran visión política:
una Inglaterra dividida en una mitad cristiana y otra pagana se habría destrozado en luchas continuas, mientras que si los
daneses se convertían al cristianismo no tardarían en asimilar la cultura sajona, y la vida en Wessex no iba a cambiar
mucho porque sus vecinos fueran anglos o daneses. Naturalmente, Alfredo contaba con que la mayoría de los daneses
seguirían a su caudillo en la conversión, como en efecto sucedió. Quedaron algunos grupos de daneses independientes
que conservaron el paganismo, pero sólo causaron molestias menores y a la larga se extinguieron.

El territorio gobernado por Alfredo, que no sólo comprendía Wessex, sino también Sussex, Kent, y parte de Mercia
(la frontera se fijó según el curso de los ríos Dee y Támesis) siguió llamándose Inglaterra, mientras que la parte
danesa fue conocida como el Danelaw, esto es, el territorio sujeto a las leyes danesas. Alfredo, que había recuperado
media Inglaterra en unos meses cuando todo parecía perdido, fue conocido como Alfredo el Grande. Alfredo puede ser
considerado como el primer rey de Inglaterra (pese a que su reino no abarcaba todo el territorio que hoy llamamos
Inglaterra), pues con la invasión danesa la heptarquía había llegado a su fin. En realidad, el Danelaw no tardó en
fragmentarse en núcleos de poder independientes, pero estas divisiones no tenían nada que ver con los antiguos reinos
anglos y sajones.

Ese mismo año murió tras más de treinta años de reinado, el rey galés Rhodri Mawr (el grande), que a través de
conquistas sucesivas había logrado unificar los pequeños reinos galeses, a la vez que impidió la invasión danesa. Sin
embargo, a su muerte sus tres hijos se repartieron el reino y Gales volvió a quedar dividido y débil.

En Escocia, el rey Constantino I había muerto el año anterior dejando, al parecer, un hijo pequeño, y ahora dos rivales se
disputaban el trono.

La tregua pactada entre Muhammad I y Alfonso III el Magno había concluido, y ambos monarcas habían aprovechado el
tiempo para fortalecerse. Muhammad I envió una expedición contra el reino asturiano que resultó ser un fracaso. Mientras
tanto Alfonso III, en alianza con Abd al-Rahmán ibn Marwán, marchó hacia Toledo, cruzó el Guadiana cerca de Mérida
y derrotó a un ejército de Muhammad I.
El Imperio Bizantino supo aprovechar la decadencia del Califato Abasí para hacer progresos en Asia Menor. Lo peor era
la flota de los musulmanes asentados en Creta. En Sicilia hizo progresos y pareció que la isla volvería a ser bizantina en
breve, pero luego hubo un cambio de suerte y los aglabíes tomaron Siracusa, tras lo cual los bizantinos sólo pudieron
mantener algunos puntos de la costa. El fortalecimiento de los sarracenos inquietó al papa Juan VIII. El enfermizo Luis
el Tartamudo murió en 879 con sólo treinta años de edad.

El papa Juan VIII todavía no había elegido al nuevo emperador y apenas podía retrasar la decisión por más tiempo. Luis
el Tartamudo había dejado dos hijos adolescentes, Luis III y Carlomán, que reinaron conjuntamente, y un hijo póstumo
llamado Carlos. Por otra parte estaban los tres hijos de Luis el Germánico. Carlomán, que ya había intentado convertirse
en rey de Italia a la muerte del emperador Luis II, se dirigió a Roma con el mismo propósito que había llevado a visitar
la Ciudad Eterna a Carlos el Calvo unos años antes. El poder efectivo en Italia seguía ejerciéndolo Bosón, el duque de
Borgoña. Su esposa Ermengarda se alió con Carlomán y éste logró que algunas autoridades religiosas proclamaran a
Bosón rey de Borgoña. Con ello Carlomán tuvo el campo libre en Italia, pero Juan VIII no quiso precipitarse en su decisión
y durante algún tiempo logró dar largas a su invitado. Luis el Joven aprovechó la ausencia de su hermano para ocupar
Baviera. Entre tanto la Iglesia franca se extendía por Moravia y los obispos recelaban de la liturgia eslava creada por san
Cirilo y su hermano Metodio. El papa llamó a Roma a éste último y nuevamente aprobó su doctrina, como ya lo había
hecho su antecesor. Metodio marchó a Moravia.

Tras la muerte del emir saffarí Yaqub al-Saffar, le sucedió su hermano Amr ibn al-Layt, que extendió notablemente los
dominios saffaríes. También murió Riúrik, el primer príncipe Ruso, y fue sucedido por un pariente llamado Oleg.

El emir Muhammad I envió una flota contra las costas gallegas, pero fue destruida por una tormenta.

Ese año murió también el conde Balduino I de Flandes, que fue sucedido por su hijo Balduino II.

En 880 Carlomán enfermó en Roma y murió poco después. Carlos el Gordo se convirtió en rey de Italia. Su hermano Luis
el Joven estaba dedicado a hacer la guerra en el norte contra los hijos de Luis el Tartamudo, Carlomán y Luis III. Algunos
nobles de Francia Occidental le alentaron para que interviniera y debilitara aún más a los dos débiles hermanos en
beneficio de una mayor independencia de la nobleza. Con tales apoyos, Luis el Joven no tuvo dificultad en apoderarse de
toda Lorena. Carlomán y Luis III decidieron finalmente repartirse (lo que les quedaba de) su reino: A Carlomán le
correspondió Borgoña y Aquitania, mientras que Luis III se quedó con Neustria.

Juan VIII comprendió que ninguno de los monarcas carolingios que quedaban podría defender a Roma de los sarracenos,
mientras que los bizantinos eran cada vez más fuertes, así que no tuvo más remedio que iniciar un acercamiento y
reconoció a Focio como Patriarca de Constantinopla. De todos modos, nunca consintió en conceder que la verdadera
religión cristiana pudiera seguir siendo la misma si se viera desprovista de la palabra filioque.

Ese mismo año murió Bruno, el duque de Sajonia, y fue sucedido por su hermano Otón, que hasta entonces había sido
conde de Turingia.

CARLOS EL GORDO
El Papa Juan VIII no pudo demorar más la elección del nuevo emperador. Luis el Joven no parecía interesado en el título,
mientras que Carlos el Gordo estaba en Italia y, por consiguiente, más cerca de la voluntad divina. En 881 se convirtió en
el emperador Carlos III. Hacía un tiempo que los sarracenos se habían instalado en Campania, y Juan VIII había estado
buscando un emperador vigoroso que le ayudara a combatirlos. Ciertamente Carlos el Gordo no se ajustaba al perfil: era
un monarca enfermo y débil y, cuando Juan VIII comprendió que no podía contar con él para nada, se vio obligado a
recurrir al emperador bizantino, Basilio I, quien expulsó a los sarracenos. Mientras tanto, en Neustria, el rey Luis III logró
una victoria contra una expedición vikinga.

Los ataques vikingos estaban arreciando. Entre los vikingos más temibles estaba Rollón el Caminante, llamado así
porque, según se decía, era tan corpulento que ningún caballo aguantaba su peso, y tenía que caminar. (Aquí hay que
aclarar que los caballos de los nórdicos eran pequeños.) Al parecer fue uno de los muchos que abandonaron Noruega
expulsados por Harald I. Se dedicó a la piratería y acosó primeramente a Inglaterra, pero luego se volvió hacia las costas
del continente, donde obtuvo victorias frente a varios nobles francos.

En 882 murió Juan VIII. Hay quien dice que le partieron la cabeza con un martillo en una conspiración palaciega, aunque
según otras fuentes fue envenenado. Fue sucedido por Marino I, que había sido el legado papal en el concilio de
Constantinopla que había condenado a Focio trece años atrás. Por ello Focio convenció a Basilio I para que no reconociera
la legitimidad de Marino I.

Ese mismo año murió Luis el Joven, y su reino fue heredado por su hermano Carlos el Gordo, que gobernaba ahora toda
Francia Oriental. Por su parte, Carlomán se convirtió en rey de toda Francia Occidental a la muerte de su hermano Luis
III. También murió Hincmaro, el influyente obispo de Reims.

El emir cordobés Muhammad I envió a Hasim ibn Abd al-Aziz con un ejército contra Ismaíl y Fortún, los banú Qasí que
dominaban el valle del Ebro. Después de enfrentarse a ellos marchó hasta León, donde le esperaba Alfonso III. Al ver la
situación, Hasim optó por no combatir, y canjeó algunos parientes suyos que estaban retenidos en Asturias por algunos
banú Qasí retenidos en Córdoba. También fue liberado Fortún Garcés, el rey de Pamplona que finalmente pudo ocupar
su trono. (Alfonso III se había casado con Jimena, de la familia real navarra.)
El príncipe ruso Oleg conquistó la ciudad de Smoliensk y luego Kíev, a la que convirtió en la capital de un nuevo Estado,
conocido precisamente como el Estado de Kíev. Progresivamente fue sometiendo a las tribus eslavas y finesas que
poblaban "el camino de los varegos a los griegos", es decir, la ruta que conectaba el mar Báltico (por donde los varegos
llegaban desde la península escandinava) con el Imperio Bizantino.

En 883 Hasim ibn Abd al-Aziz condujo el mismo ejército que el año anterior en una campaña similar, y nuevamente León
no fue atacada. Los banú Qasí Ismaíl y Fortún fueron derrotados por su sobrino Muhammad ibn Lope ibn Musá, quien
llegó a encarcelarlos y por un breve periodo aceptó la autoridad cordobesa. Tras la muerte de Fortún, Ismaíl y Muhammad
volvieron a independizarse del emir.

En China, los campesinos rebeldes dirigidos por Huang Chao tomaron la capital, Changan, y la corte Tang tuvo que
retirarse a Chengdu.

En 884 murió en un accidente de caza Carlomán, el rey de Francia Occidental. Su hermanastro Carlos apenas contaba
con cinco años de edad, y la nobleza franca no juzgó oportuno ponerlo en el trono. En su lugar, ofrecieron el reino al
emperador Carlos el Gordo. Así, sin hacer nada para lograrlo más que esperar una muerte tras otra, Carlos el Gordo se
encontró con todo el Imperio unificado bajo su autoridad.

Los disturbios ocasionados con la sucesión permitieron que un noble se hiciera con los condados de Pallars y Ribagorza,
en la Marca Hispánica, y los independizara del Imperio Franco. Es conocido como Ramón I, quien tuvo que enfrentarse
a los banú Qasí. No tardó en perder la ciudad de Roda, que era la sede eclesiástica de ambos condados, por lo que éstos
pasaron a depender de la sede de Urgel. Los banú Qasí atacaron también al conde Wifredo el Velloso, que estaba tratando
de fortificar la ciudad de Barcelona.

El papa Marino I murió y de su sucesor se sabe muy poco. Murió en 885, y muy bien lo debió de hacer, pues se le recuerda
como san Adriano III. Fue sucedido por Esteban V.

Tras la muerte de san Metodio, el evangelizador de los eslavos, los obispos francos no tardaron en expulsar de Moravia
a los sacerdotes que seguían el ritual creado por él y su hermano san Cirilo. Fueron acogidos por el rey búlgaro Boris I,
quien hasta entonces no había podido más que esperar con resignación que las dos Iglesias discutieran entre ellas por el
derecho de enviar misioneros a su territorio.

En Armenia varios príncipes crearon pequeños Estados relativamente independientes del Califato Abasí. El más
importante de ellos fue el reino de los bagratíes, con capital en Ani.

La capital china fue tomada de nuevo por los ejércitos imperiales, pero el emperador Tang no tenía ya ningún poder
efectivo en el país. Los gobernadores provinciales actuaban de forma prácticamente independiente.

En la India murió el rey Prathiara Mihirbhoj, que fue sucedido por su hijo Mahendrapala I. Éste supo mantener con
éxito los territorios heredados de su padre, e incluso los extendió con partes de Bengala y otros reinos vecinos.

Tras la muerte del duque de Aquitania, Bernardo Plantevelue, Carlos el Gordo asignó el ducado al conde Ranulfo II de
Poitiers. El hijo de Bernardo, Guillermo II, heredó el condado de Tolosa y la marca de Gotia.

Una partida de vikingos remontó el Sena y asedió París. La defensa de la ciudad fue organizada por el conde Eudes, hijo
de Roberto el Fuerte, que había muerto precisamente luchando contra los vikingos. Después de varios meses de resistencia
que convirtieron a Eudes en un héroe para la población, ya en 886, llegó Carlos el Gordo, pero no para combatir a los
bárbaros, sino para comprar su retirada. Pero era invierno y los vikingos no estaban dispuestos a desplazarse en esa
estación, así que el emperador les ofreció una región para que invernaran como parte del acuerdo, es decir, les consintió
que la saquearan.

Mientras tanto Alfredo el Grande de Inglaterra decidió que necesitaba la ciudad de Londres para repeler los ataques que
sufría su reino por parte de grupos de daneses no sometidos al dominio de Guthrum. La tomó e inmediatamente se dispuso
a tranquilizar a Guthrum, con quien puso por escrito el tratado de paz que contenía la última modificación de la frontera.
Se le conoce como el Tratado de Wedmere.

Ese mismo año murió el emperador bizantino Basilio I y le sucedió su hijo León VI. Por esta época se estaba imponiendo
en Constantinopla la idea de la legítima sucesión dinástica, según la cual el emperador no tenía que ser elegido por la
ciudadanía, el clero, la nobleza o el ejército, sino que el cargo debía pasar hereditariamente al hijo mayor o, en su defecto,
al familiar más cercano según un criterio preestablecido. La justificación de esto era que así la elección del nuevo
emperador recaía sobre Dios, pues sólo él concedía los hijos a quien estimaba oportuno. León VI había sido educado por
el patriarca Focio, pero no debió de congeniar con su maestro, ya que al poco de ocupar el trono lo destituyó.

También murió el emir de Al-Ándalus Muhammad I, y fue sucedido por su hijo al-Mundir.

El contraste entre las actuaciones del conde Eudes y el emperador Carlos el Gordo frente al ataque vikingo a París hicieron
que la nobleza depusiera al emperador en 887. Éste no intentó oponer resistencia. Era evidente que el Imperio era
demasiada carga para él. Fue recluido en un monasterio. A la cabeza de los nobles que depusieron a Carlos el Gordo
estaba Arnulfo, hijo ilegítimo de Carlomán y nieto de Luis el Germánico. Si se pasaba por alto su ilegitimidad era un
carolingio y, a falta de otro mejor, los francos orientales lo aceptaron como rey. Por su parte, los francos occidentales no
lo reconocieron y optaron por abandonar el linaje carolingio: eligieron rey al conde Eudes. Poco después el duque Ranulfo
II de Aquitania se proclamó rey.

En Italia varios nobles se disputaron el control sobre el papa. Los principales eran dos: el duque Guido de Spoleto, que
era nieto por parte de madre del emperador Lotario, y Berengario, hijo del marqués Eberardo de Friul y de Gisela, hija
del emperador Ludovico Pío. Ambos eran, pues, carolingios por parte de madre, si bien esto no significaba nada en teoría,
a causa de la ley sálica.

Ese mismo año murió el rey Bosón de Borgoña, y su viuda Ermengarda logró que su hijo Luis, de siete años, fuera
reconocido como rey, mientras que ella misma ejerció como regente. Sin embargo, pronto surgieron conflictos y en 888 el
reino se escindió en dos partes: la parte occidental volvió a ser un ducado bajo Ricardo el Justiciero, hermano de Bosón
y respaldado por Eudes, mientras que la parte oriental continuó como reino bajo un noble que se convirtió en Rodolfo
I de Borgoña. Ermengarda se retiró a un monasterio y a Luis se le asignó el gobierno de Provenza. Rodolfo I ocupó
Lorena y se hizo proclamar también rey de este territorio, pero luego se lo restituyó a Arnulfo a cambio de que éste
reconociera su título de rey de Borgoña.
En Japón subió al trono el emperador Uda, quien protegió a un brillante funcionario llamado Sugawara no
Michizane. Éste dedicó su carrera a fortalecer al emperador frente a la dominación del clan de los Fujiwara.

En el sur de la India los chola se sublevaron contra el rey Pallava Aparajita, del que eran tributarios, e iniciaron un rápido
ascenso hasta obtener la hegemonía en el sur.

Ese mismo año murió el Emir de al-Ándalus al-Mundir, al parecer envenenado por su hermano Abd Allah, que se
convirtió en el nuevo Emir. Se casó con Oneca, hija del rey de Pamplona Fortún Garcés.

También murió Carlos el Gordo, lo cual dejaba vacante oficialmente el título de emperador. Guido de Spoleto y
Berengario de Friul iniciaron negociaciones para forzar al papa a nombrar emperador a uno de ellos y repartirse el Imperio.
Sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo. Berengario decidió prestar fidelidad a Arnulfo y Guido lo derrotó en Trebbia
en 889, entró en Pavía y allí se hizo proclamar rey de Italia.

El rey búlgaro Boris I decidió abdicar en su hijo Vladimiro y retirarse a pasar los últimos años de su vida en un
monasterio. Bajo su reinado, y gracias fundamentalmente a su decisión de adoptar el cristianismo, los búlgaros habían
realizado un gigantesco avance cultural: ahora tenían un alfabeto que se convirtió en un potente medio de expresión y una
estructura estatal asimilada de la administración eclesiástica.

En Escocia fue elegido rey Donald II, hijo de Constantino I. No se sabe gran cosa de su reinado.

Tras la muerte del rey Indravarman I, el trono de Chen-la pasó a su hijo Yasovarman I. Éste fundó una nueva capital
llamada Yasodharapura (que en sánscrito significa "ciudad que lleva y posee la gloria"). Actualmente se conoce
como Angkor, por lo que el reino es más conocido como reino de Angkor. En la capital se construyeron templos
monumentales conocidos como "templos montaña".

En 890 murió el autoproclamado rey Ranulfo II de Aquitania, y fue sucedido por su hijo Ebles. También murió
Ermengarda, la viuda del rey Bosón de Borgoña.
Un campesino de la región de Kufa, Hamdan Qarmat, convertido al ismailismo, fundó una misión-refugio para sus
partidarios, que estaban organizados en sociedades secretas, y predicó una doctrina igualitaria con la que suscitó
numerosas revueltas contra los abasíes. Sus seguidores fueron conocidos como Qarmatas, y se adueñaron de la parte
nororiental de Arabia.

Los reyes de las dos mitades del Imperio Franco, Eudes y Arnulfo, tenían cada vez más problemas con los vikingos.
Rollón el Caminante venció al conde de Bayeux y luego se casó con su hija. Además Eudes se encontraba con que la
nobleza que lo había aclamado rey no se sometía a su autoridad. Por el contrario, la posición de Arnulfo era fuerte e
incluso algunos de sus nobles lo habían aclamado emperador. Sin embargo, para legitimar el título tenía que ser coronado
por el papa y las luchas contra los vikingos y una rebelión de los moravos le impedían marchar a Italia. Quien sí que
estaba en Italia era Guido de Spoleto, que finalmente, en 891, logró que Esteban V lo coronara emperador. El papa murió
ese mismo año. Con su pontificado se inició un periodo que es conocido como la noche del papado, pues él y sus
sucesores fueron papas débiles, manejados por la nobleza italiana, e incluso no italiana. El siguiente fue Formoso, el
obispo de Porto que había conjurado años antes contra Juan VIII.

El Emir de Al-Ándalus Abd Allah logró arrebatar Zaragoza a los banú Qasí con el apoyo de otra familia de origen árabe,
los tuyibíes, que ya habían ayudado a Mohammad I en esta misma dirección. Zaragoza pasó a estar gobernada por Yahyá
al-Ankar, que derrotó hasta los últimos enemigos de Abd Allah en la región, pero luego se volvió tan independiente
como lo habían sido éstos, salvo que reconoció formalmente la autoridad del Emir.

En 892 el papa Formoso firmó acuerdos con el emperador bizantino León VI para mejorar su posición. Guido de Spoleto
asoció al imperio a su hijo Lamberto.

Rollón el Caminante sitió París y poco después se estableció en Ruan. En los años siguientes los nórdicos se asentaron
definitivamente en la región situada al oeste de París, como lo habían hecho en Escocia y en Irlanda (y como los daneses
en Inglaterra).
El rey búlgaro Vladimiro no se había llevado bien con su padre, así que apenas ocupó el trono empezó a buscar apoyos
entre los sectores de la nobleza más opuestos a Boris I y trató de deshacer lo que su padre había hecho. En particular trató
de restaurar el paganismo. Pero Boris I aún vivía y en 893 salió de su retiro monástico, logró el apoyo de la mayoría del
país, volvió a asumir la monarquía, cegó a su hijo y castigó a los nobles que le habían apoyado, organizó de nuevo la
Iglesia y cambió la capital a otra ciudad menos vinculada con tradiciones paganas. Luego colocó en el trono a su segundo
hijo, Simeón, que había sido educado en Constantinopla, y volvió a su retiro. Bajo el reinado de Simeón el cristianismo
oriental se asentó definitivamente entre los búlgaros. Simeón resultó tener una ambición desmesurada. Proyectó construir
una Gran Bulgaria, y empezó por atacar a los eslavos situados entre los búlgaros y los croatas: eran los servios, que a la
sazón estaban organizados en pequeños principados de entre los que ocasionalmente uno se imponía sobre los demás. El
más poderoso entonces era el de Raska.

El emperador León VI terminó una revisión del sistema jurídico iniciada por Basilio I. La obra tenía sesenta tomos. Con
ella desapareció el último vestigio de la autoridad del Senado.

En sus últimos enfrentamientos con los vikingos, el rey Eudes de Francia Occidental tuvo que emplear el mismo sistema
que había empleado Carlos el Gordo: el dinero, y pronto fue víctima de la misma decepción que derrocó a su antecesor.
Poco antes, Eudes se había reconocido vasallo del carolingio Arnulfo, con la esperanza de que éste le prestara el apoyo
de sus ejércitos, pero la lectura de la nobleza fue que, si hacía falta un carolingio, mejor uno del país. Carlos el Gordo
había sido aceptado como rey de Francia Occidental porque el único hijo que quedaba de Luis el Tartamudo tenía entonces
cinco años, pero ahora tenía ya catorce, y el arzobispo de Reims lo ungió como rey de Francia. Era Carlos III, aunque es
más conocido como Carlos el Simple. Sin embargo, Eudes logró mantenerse en el trono.

Ese mismo año murió el conde de Aragón Aznar Galindo II y fue sucedido por su hijo Galindo II Aznárez.

Los chiitas zaydíes fundaron un Estado en el Yemen que pronto se extendió por Arabia hasta más allá de la Meca.

En 894 murió Guido de Spoleto y su hijo Lamberto se convirtió en el nuevo emperador. Sin embargo, Arnulfo se
encontraba ahora más libre que cuando Guido se hizo con el título imperial: había derrotado a los vikingos y pactó una
paz con los moravos, luego se alió con los húngaros, con lo que los moravos quedaron en una situación delicada. Así,
Arnulfo pudo emprender una campaña contra Lamberto en Italia.

Mientras tanto estalló un conflicto entre los búlgaros y el Imperio Bizantino. Al parecer la causa fue una disputa comercial,
pero el kan Simeón la tomó como excusa para iniciar una guerra. Al parecer aspiraba a convertirse en emperador bizantino.

Tras la muerte de Svatopluk, Mojmir II se convirtió en rey de Moravia. La región meridional del país era conocida
como Bohemia. El nombre procede de los boios, un pueblo celta del I milenio a. C., pero actualmente estaba habitada
por los checos, un pueblo eslavo cuyo caudillo Borivoj I dominó a otros pueblos eslavos de la zona y se convirtió en
duque de Bohemia. Entre los checos había aún un poderoso sector pagano, si bien Borivoj I había sido evangelizado
veinte años antes por san Metodio junto con su esposa Ludmila y fomentó la expansión del cristianismo. En principio
adoptaron el rito bizantino, pero pronto fue sustituido por el latino.

El emperador japonés Uda nombró ministro a Sugawara no Michizane, lo que le permitió enfrentarse mejor a los Fujiwara.
Se rompieron las relaciones oficiales con China.

En 895 murió Focio, el depuesto patriarca de Constantinopla. Dejó una obra interesante, el Myriobiblion, en el que
comenta numerosas obras de la Grecia clásica de las que no tenemos otra referencia. También escribió numerosas obras
teológicas: Anfiloquia, Contra los maniqueos, Tratado del Espíritu Santo, Contra los latinos, etc.

Por esta época una de las tribus húngaras eligió como jefe a Árpád, que es el primer caudillo húngaro cuyo nombre
conocemos.

En 896 murió Miró, el conde de Rosellón y el condado pasó a manos de Suñer II, el conde de Ampurias. El rey Arnulfo,
en una segunda campaña sobre Italia, logró tomar Roma, expulsó a Lamberto, capturó a otro hijo de Guido de Spoleto,
llamado también Guido, y el papa Formoso lo nombró emperador. Pero Lamberto tenía muchos partidarios en Roma, así
que Formoso se encontró en un aprieto. Murió en abril de ese mismo año y su sucesor, Bonifacio VI, murió también a
los quince días. El nuevo papa fue Esteban VI.
Los búlgaros infligieron una grave derrota a los bizantinos, así que el emperador León VI decidió aliarse con los húngaros,
con lo que los búlgaros se vieron atacados por la retaguardia. Como respuesta, los búlgaros se aliaron a su vez con los
pechenegos. La guerra se complicó.

El emperador germánico Arnulfo tuvo que abandonar Italia por problemas en su reino, Francia Oriental. Inmediatamente
Lamberto retomó el control de Roma y el papa Esteban VI quiso dejar claro que, en realidad, siempre había sido partidario
del "legítimo" emperador, por lo que en 897 acusó de usurpador a Formoso, ordenó exhumar su cadáver y lo arrojó al
Tíber, pero poco después fue cogido por el populacho y asesinado. Su sucesor, Romano, proyectó la rehabilitación de
Formoso, pero murió a los tres meses de pontificado. Dicha rehabilitación fue establecida por Teodoro II, el cual murió
a finales de año.

Mientras se sucedían los papas, Carlos el Simple logró los apoyos suficientes para que el rey Eudes lo reconociera como
sucesor en el trono de Francia Occidental.

Los pechenegos empujaron a los húngaros, pero los húngaros, en su huida, ocuparon territorios a los búlgaros que éstos
nunca pudieron recuperar. Fue un golpe duro para Simeón, que se vio obligado a firmar una paz con el Imperio Bizantino.
No obstante, logró que el emperador León VI conviniera en pagarle un tributo anual.

El ministro japonés Sugawara no Michizane interrumpió las embajadas con la China de los Tang. Fue uno de los primeros
japoneses que promovió el retorno a una cultura propiamente japonesa, libre de la influencia china. Sin embargo, el
emperador Uda abdicó ese mismo año para hacerse monje budista, con lo que fue nombrado emperador su hijo Daigo
I. Esto debilitó sensiblemente a Sugawara no Michizane frente a los Fujiwara.

Ese mismo año murió el conde Wifredo el Velloso, que repartió sus posesiones entre sus hijos: Wifredo II
Borrell y Suñer I recibieron los condados de Barcelona, Gerona y Osona, Sunifredo II recibió Urgel y Miró II recibió
Cerdaña. Wifredo el Velloso murió derrotado por el banú Qasí Lope ibn Muhammad, hijo de Muhammad ibn Lope.
Los banú Qasí expulsados de Zaragoza por los Tuyibíes se apoderaron de Toledo. En 898 los banú Qasí trataron de
recuperar Zaragoza, pero fracasaron en su intento. Muhammad ibn Lope murió, y la familia centró sus esfuerzos en la
lucha contra Navarra.

Ese mismo año murió Eudes, y así Francia Occidental quedó de nuevo bajo la dinastía carolingia, pues los nobles
aceptaron a Carlos el Simple como rey. No obstante, este apoyo no era muy entusiasta y Carlos sabía que si quería
conservar el trono no podía irritar demasiado a la nobleza. El rey Ebles de Aquitania fue depuesto y Carlos nombró duque
al conde Guillermo II de Tolosa (ahora duque Guillermo I de Aquitania). El condado de Tolosa pasó a Eudes, hijo del
conde Raimundo I de Tolosa.

El sucesor del papa Teodoro II fue Juan IX, que defendió también la legitimidad de Formoso, pero estableció que la
consagración de los papas debía hacerse en presencia de delegados imperiales. El conflicto entre Lamberto y Arnulfo
terminó con la muerte de ambos en 899. También murió el rey de Inglaterra, Alfredo el Grande. En los últimos años de
su reinado tuvo ocasión de estudiar las leyes bíblicas del Antiguo Testamento y las comparó con otros códigos publicados
por Ethelberto de Kent, Offa de Mercia e Ine de Wessex. Luego publicó un código que, a su entender, recogía lo mejor
de todos ellos. Reunió a sabios de sus dominios e invitó a otros sabios francos. Como el latín era desconocido para la
mayoría de los ingleses, promovió la traducción de numerosos libros al inglés antiguo. Parte de las traducciones las hizo
él mismo. Creó escuelas para que la gente aprendiera a leer y a escribir. A su muerte, Inglaterra era de nuevo un país
fuerte y culto.

La muerte de Alfredo originó un conflicto por la sucesión. Alfredo había sucedido a su hermano Ethelred, que en el
momento de su muerte había dejado dos hijos pequeños, que fueron descartados en favor de Alfredo porque los tiempos
eran críticos y no convenía un rey menor de edad. Sin embargo, ahora uno de ellos, Ethelwald, era ya adulto y reclamaba
su derecho al trono frente a Eduardo, el hijo de Alfredo. Sin embargo, la grandeza de Alfredo prevaleció y la nobleza
eligió a Eduardo. Entonces Ethelwald huyó al Danelaw y se dedicó a persuadir a los caudillos daneses para que le ayudaran
a recuperar el trono, probablemente prometiéndoles vasallaje.

Tras algunas vacilaciones, en 900 los nobles de Francia Oriental aceptaron como rey al hijo de seis años del difunto
Arnulfo, que fue conocido como Luis el Niño. Arnulfo había designado como tutor de Luis a Hatton, el arzobispo
de Maguncia, que se convirtió en regente. El título imperial quedó en el aire, porque tenía que ser el papa quien lo
otorgara, y precisamente ese año murió Juan IX, que fue sucedido por Benedicto IV. Por otra parte, Luis, el hijo de Bosón
de Borgoña (y nieto por parte de madre del emperador Luis II) logró coronarse rey de Italia.

Tras la muerte del rey de Escocia Donald II fue elegido rey su primo Constantino II.

FRANCIA Y ALEMANIA
Al inicio del siglo X una gran parte de las regiones civilizadas estaban atravesando una crisis más o menos profunda. Los
mayas eran ya una sombra de su pasado. Japón era la excepción más notable, pues el clan Fujiwara seguía dirigiendo el
país con mano firme. Los emperadores eran meros títeres. La propiedad privada estaba ya consolidada: el territorio se
fragmentó en grandes propiedades, los terratenientes reclutaron ejércitos particulares entre los colonos guerreros del norte
y del este. Estos ejércitos actuaban a modo de policía contra el bandidaje. Los Fujiwara también tenían sus propios
ejércitos, aunque no se produjeron conflictos significativos. Al contrario, el periodo de los Fujiwara fue una época pacífica
que trajo un gran desarrollo cultural.

Muy diferente era la situación de China, que se encontraba prácticamente en la anarquía. Oficialmente seguía habiendo
un emperador Tang, pero en la práctica no había ninguna autoridad a nivel nacional.

El Tíbet seguía sumido en la inestabilidad política, lo cual benefició al budismo, que cada vez estaba más arraigado.

En el sur de la India los chola habían formado un imperio que dominaba los mares, mientras los reinos del norte seguían
impidiendo el avance del islam.

El antaño gran Califato de Bagdad seguía fragmentado en numerosos emiratos independientes, mientras los califas
seguían dominados por los mercenarios turcos.
No obstante, la cultura seguía avanzando. En una ciudad del Éufrates superior llamada Rakka trabajaba el astrónomo al-
Battani. Sus observaciones le permitieron determinar la oblicuidad de la eclíptica, midió la duración del año trópico,
detectó el movimiento del Sol y rectificó la constante de precesión dada por Ptolomeo. En el hospital de Bagdad
trabajaba al-Razi, al que se le atribuyen más de cincuenta libros de medicina, entre ellos un Tratado sobre la viruela y la
escarlatina, que es la primera descripción clásica de estas enfermedades. También tiene unos cuarenta libros de filosofía
(lógica, metafísica, teología) y sobre alquimia.

Los turcos pechenegos seguían presionando sobre los húngaros, los cuales presionaban a los moravos, e incluso habían
llegado a realizar algunas incursiones por Italia en los años precedentes.

El Imperio Bizantino había llegado a un acuerdo de paz con los búlgaros, y el mayor problema del emperador León VI
era que no tenía un heredero. Ahora que los bizantinos estaban aceptando que era Dios el que designaba los emperadores
concediéndoles hijos, era algo molesto que a León VI no le concediera ninguno. En sus intentos de remediarlo, León VI
se había casado ya tres veces, lo cual no complacía a la Iglesia, cuyo ideal era el de un único matrimonio. De hecho, el
propio León VI había promulgado tiempo atrás una ley que prohibía que un hombre contrajera matrimonio por cuarta
vez. Las terceras nupcias eran admitidas, pero estaban mal vistas.

El Imperio Romano de Occidente era poco más que nada. La parte occidental estaba gobernada por Carlos el Simple,
mientras que en la oriental reinaba teóricamente Luis el Niño, si bien el territorio estaba dividido en la práctica en
varios ducados independientes, los más importantes de los cuales eran Lorena, Suabia, Sajonia, Franconia y Baviera. El
más poderoso era el de Sajonia, cuyo duque era conocido como Otón el Magnífico y dominaba además el condado de
Turingia. Sin embargo, el regente Hatton, considerando a los sajones una amenaza para la escasa autoridad del rey, decidió
apoyarse en Conrado de Lahngau, duque de Franconia, que estaba casado con Glismut, hermana de Luis el Niño. En
Italia, Berengario reclamó nuevamente el título imperial que le había negado su derrota frente a Guido de Spoleto doce
años atrás, pero sus enemigos apoyaron al nieto del emperador Luis II, al que el papa Benedicto IV coronó emperador
en 901, con lo que pasó a ser Luis III.
Un príncipe omeya predicó la guerra santa entre los bereberes que habitaban en la frontera de Al-Ándalus con el reino de
Asturias. Ibn al Qitt reunió un ejército de varios miles de hombres con el que atacó Zamora, donde el rey Alfonso III
pudo resistir.

El emperador Japonés Daigo I dio crédito a las calumnias propagadas por los Fujiwara y desterró al ministro Sugawara
no Michizane, que murió pocos años después y fue divinizado por el pueblo.

En la isla de Java la dinastía de Mataram se había impuesto sobre la de los Sailendra. Ahora ascendía al trono el
rey Balitung, que a su muerte fue venerado como divinidad.

En 902 el Imperio Bizantino perdió frente a los musulmanes sus últimas posesiones en Sicilia. Mientras tanto, un noble
persa llamado Ismaíl ibn Ahmad derrocó al príncipe saffarí Amr ibn al-Layt y fundó así la dinastía de
los Samaníes, llamada así por el abuelo de Ismaíl, que se llamaba Samán Judat. Al parecer era un mazdeísta que se
convirtió al islam.

En Inglaterra reinaba Eduardo, pero su primo Ethelwald logró el apoyo de los daneses de Anglia Oriental para que
invadieran Inglaterra y le concedieran el trono. No obstante, Ethelwald murió en la batalla apenas se iniciaron las
hostilidades. Esto no puso fin al ataque danés, pero Inglaterra era ahora mucho más fuerte que a principios del reinado de
Alfredo el Grande, y los daneses asentados en la isla habían perdido buena parte de su furia. Además no estaban unidos
bajo un monarca común, por lo que sus actuaciones estaban peor coordinadas. Se inició un largo ciclo de guerras en el
que los ejércitos de Eduardo no tuvieron dificultades en mantener a raya a los daneses.

En Bohemia murió el duque Borivoj I, y fue sucedido por su hijo Spytihnev I, que rechazó una invasión húngara en 903.

Ese año murió el papa Benedicto IV y fue sucedido por León V, pero al cabo de un mes fue derrocado y murió en la
cárcel. Sergio III se hizo proclamar papa con la ayuda de una escolta franca. Persiguió encarnizadamente a los defensores
de la memoria del papa Formoso.
En 904 el rey Constantino II de Escocia logró una victoria decisiva frente a los escandinavos, tras la cual extendió
considerablemente las fronteras de su reino.

Los esfuerzos bizantinos por contener la piratería musulmana resultaban infructuosos. Un pirata especialmente audaz,
conocido como León de Trípoli, navegó por el Egeo y llegó a la ciudad de Tesalónica, donde capturó a unos veinte mil
prisioneros que vendió en los mercados islámicos. León VI reforzó su flota para evitar que sucesos como éste se repitieran,
y finalmente logró echar a los piratas del Egeo, pero la piratería musulmana siguió siendo fuerte.

El rey de Asturias Alfonso III estaba asediando la ciudad de Grañón, pero tuvo que abandonarla ante el ataque del banú
Qasí Lope ibn Muhammad.

En 905 León VI tuvo un hijo con su amante Zoe. Puesto que no había tenido descendencia con ninguna de sus tres esposas
anteriores, decidió casarse con Zoe, pero el patriarca de Constantinopla, conocido como Nicolás el Místico, se negó a
consagrar un cuarto matrimonio. Se inició así una tensa negociación entre el emperador y el patriarca que se prolongó
más de un año.

Mientras tanto Berengario seguía luchando por el título imperial y logró expulsar de Italia al emperador Luis III. Cuando
éste trató de volver, Berengario lo capturó, lo cegó y lo obligó a permanecer en Provenza. Desde entonces Luis fue
conocido como Luis el Ciego. Delegó el gobierno de Provenza en el conde Hugo de Arles. Sin embargo, Berengario no
pudo obtener el ansiado título imperial, que continuó disputado entre varios pretendientes sin que el papa Sergio III se lo
concediera a ninguno.

Tras la muerte de Conrado de Lahngau, el ducado de Franconia pasó a su hijo Conrado el Joven.

El Califato de Bagdad reconquistó Egipto y Siria, poniendo fin a la dinastía de los tulúnidas.

En Japón, un alto funcionario llamado Ki no Tsurayuki compuso por orden del emperador el Korin-waka-shu (Colección
de poemas de antaño y de no hace mucho), cuya introducción es la más antigua arte poética del waka (poema japonés).
Se establecieron formas poéticas consistentes en versos alternados de cinco y siete sílabas, sin rima (nagauta,
tanka y haiku).

El rey de Navarra Fortún Garcés mantenía buenas relaciones con el banú Qasí Lope ibn Muhammad, por lo que el rey
asturiano Alfonso III, junto con el conde de Pallars, ambos enemigos de los banú Qasí, organizaron un golpe de estado
en Navarra por el que ocupó el trono Sancho Garcés I, hijo de García Jiménez, el que había sido regente de Navarra
durante el cautiverio de Fortún Garcés. Para legitimar su posición Sancho Garcés I se casó con Toda Aznar, hija
de Aznar Sánchez, sobrino de Fortún Garcés, y de Oneca, la hija de Fortún Garcés que había estado casada previamente
con el emir de Córdoba Abd Allah. Fortún Garcés murió en 906.

También murió el rey Mojmir II de Moravia, bajo cuyo reinado la presión húngara se hizo insoportable. El país cayó en
la anarquía y la desintegración. Enrique, el hijo de Otón el Magnífico obtuvo una victoria contra los húngaros.

El papa Sergio III tuvo un hijo con su amante Marozia, hija de Teofilacto, un influyente senador romano, y esposa de un
marqués de Toscana llamado Alberico. A través del papa, Marozia se convirtió en la auténtica gobernante de Roma,
juntamente con su madre, Teodora.

En 907 murió en su retiro Boris I, el que fue rey de Bulgaria, padre del rey actual, Simeón. El emperador bizantino León
VI logró convencer al patriarca Nicolás de la imperiosa necesidad de que legitimara a su heredero. Nicolás consintió en
bautizarlo a condición de que León renunciara por completo a su amante Zoe. El emperador aceptó, el niño fue bautizado
con el nombre de Constantino, y a los tres días León VI se casó con Zoe. Nicolás se puso furioso, pero León VI lo
destituyó y lo envió al exilio.

El príncipe ruso Oleg dirigió una expedición naval contra Constantinopla. El emperador pudo resolver el conflicto
diplomáticamente, y el resultado final fue un acuerdo comercial según el cual los rusos disfrutarían de una protección
especial en la capital bizantina.

El caudillo húngaro Árpád aprovechó un conflicto entre dos aspirantes al gobierno de la marca del Este para invadirla y
apoderarse de ella. Poco después murió y fue sucedido por su hijo Zolta.
En China fue derrocado el último emperador Tang, si bien ya hacía años que los emperadores carecían de poder real. La
parte norte del país permaneció unida bajo emperadores débiles divididos en una rápida sucesión de cinco dinastías, por
lo que el periodo es conocido como el de las cinco dinastías. En cambio, durante la última década el sur se había ido
dividiendo en varios reinos: Shu, Chu, Han Meridional, Min, Wu-Yue, Wu, Anhui, Jiangxi y Ping
Meridional. Algunos de ellos fueron sustituidos por otros y en total se habla de los "diez reinos". La división política no
supuso una recesión económica, sino que algunos de estos reinos fueron prósperos. El más pujante fue el de Wu-Yue,
resultado de la unión de dos reinos bajo el principado de Qian-Lu, quien estuvo a punto de erigirse en emperador, pero
que terminó aceptando nominalmente la autoridad del emperador Zhu-Wen.

Por otra parte, al norte de China habitaban los Khitán, que habían estado sometidos al Imperio, pero que al caer la dinastía
Tang eligieron emperador a uno de sus caudillos, Apaoki, el iniciador de la dinastía Liao, que formó un Imperio de
características similares al Imperio Chino.

En 908 murió Lope ibn Muhammad, y con él terminó la hegemonía de su familia. Los banú Qasí se disgregaron. Algunos
se convirtieron al cristianismo y emigraron a los reinos de Asturias y Navarra, mientras que los más se instalaron en
Córdoba. Esto fortaleció al viejo rey asturiano Alfonso III el Magno.

En 909 los aglabíes fueron derrotados por un ejército encabezado por Ubayd Allah al-Mahdí, que decía ser descendiente
del séptimo imán chiita, Ismaíl, y, por consiguiente, de Alí y Fátima, la hija de Mahoma. Era, pues, el enviado que los
chiitas septimanos estaban esperando desde hacía más de un siglo. Ello hizo que sus partidarios lo reconocieran como
califa, y gobernó como tal el territorio de los aglabíes. Sus descendientes y partidarios son conocidos
como Fatimíes. Aunque Bagdad no tenía ninguna autoridad efectiva sobre las distintas regiones islámicas, hasta entonces
todas las dinastías de gobernantes habían aceptado teóricamente la autoridad del califa abasí. Con Ubayd hubo por primera
vez dos califas al mismo tiempo.

En 910 el rey de Asturias Alfonso III descubrió una conjuración de su hijo mayor, García, al que hizo encarcelar, si bien
la intervención del conde Nuño Fernández, yerno de García, hizo que fuera el rey el que acabó encarcelado en Zamora,
donde no tardó en morir. Durante su reinado Asturias había multiplicado su extensión y en él se formó una sociedad nueva
integrada por cristianos en el norte y mozárabes en el sur, que aportaron una versión islamizada de la cultura visigótica.
Ahora los hijos de Alfonso III se repartieron el reino. García se quedó con los territorios conquistados más recientemente,
y estableció su capital en León, con lo que pasó a ser el rey García I de León. Su hermano Fruela gobernó los territorios
más antiguos con el título de Príncipe de Asturias, mientras que Ordoño pasó de ser conde de Galicia a proclamarse rey
de Galicia. Los tres hermanos lucharon entre sí durante los años siguientes.

Los húngaros destruyeron definitivamente el reino de Moravia y ocuparon una buena parte de su territorio. A partir de
este momento se volvieron contra los ducados de Francia Oriental, que habían sido sus aliados en la época del rey Arnulfo.
Las rivalidades entre los distintos ducados hicieron imposible una resistencia organizada y los húngaros terminaron
imponiéndoles un pesado tributo anual.

El duque Guillermo I de Aquitania donó a la Iglesia una villa (junto con sus siervos, bosques, viñas, campos, prados,
aguas, granjas, molinos y arrendatarios) para que fuese construido un monasterio en honor de los santos Pedro y Pablo.
Así surgió la abadía benedictina de Cluny, bajo la dirección del abad Bernón. Guillermo I estableció que la abadía no
estaría sujeta a ningún obispo o noble, sino que dependería directamente del papa. Desde entonces fue conocido
como Guillermo I el Piadoso.

En la India murió el rey Prathiara Mahendrapala I, que fue sucedido por Bhoja II.

El rey Eduardo de Inglaterra había nombrado conde de Mercia a su cuñado Ethelred, si bien la auténtica gobernante del
territorio fue su esposa, Ethelflede, conocida como La Dama de los Mercianos. Eduardo y Ethelflede, mantuvieron una
vigorosa lucha contra los daneses y conquistaron Northumbria. En 911 murió Ethelred, pero ello no alteró el status de
Ethelflede. Los dos hermanos cuidaron de no perder los éxitos cosechados en un exceso de confianza, de modo que
dedicaron los años siguientes a consolidar su posición mediante fortificaciones en la frontera danesa.

El pirata León de Trípoli infligió una derrota a la flota bizantina en el Mediterráneo, mientras el rey García I de León
realizaba una expedición hasta Toledo en la que capturó un buen número de prisioneros.

Tras la muerte de Sergio III fue elegido papa Anastasio III, un títere de Marozia y de su madre.
En Barcelona murió el conde Wifredo II Borrell, y el condado siguió gobernado por su hermano Suñer I.

Luis el Niño, el rey de Francia Oriental, murió sin descendencia a los dieciocho años de edad. Carlos el Simple, el rey de
Francia Occidental, pensó que era su ocasión para reunificar una vez más el reino franco, pues era el único descendiente
vivo de Carlomagno por vía estrictamente masculina. Sin embargo, para hacer valer sus derechos en la parte oriental del
reino, tenía que tener libertad de acción, y el mayor inconveniente para ello eran los vikingos de Rollón que se habían
asentado en su territorio. Si Carlos el Simple llevaba sus ejércitos hacia el este, Rollón podría expandir fácilmente sus
dominios. Por ello llegó a un acuerdo con él. Rollón pidió que Carlos lo reconociera como legítimo gobernante del
territorio que de hecho ya ocupaba, mientras que Carlos exigió a cambio que Rollón lo reconociera como su señor, lo cual
era sólo un formulismo sin contenido, pero que permitía que la capitulación vergonzosa de Carlos el Simple pudiera
presentarse como un tratado de paz. Se cuenta que Rollón no quiso pasar por el ritual de besar el pie al rey, por lo que
ordenó a uno de sus subalternos que lo hiciera en su nombre. Éste tampoco estaba por la labor, así que levantó el pie del
monarca para no tener que agacharse, y lo hizo con tal brusquedad que Carlos el Simple cayó torpemente hacia atrás. El
territorio de Rollón pasó a ser el ducado de Nortmannia (el ducado de los hombres del norte), si bien el nombre se deformó
pronto en Normandía, y sus habitantes nórdicos fueron conocidos como normandos. Rollón admitió convertirse al
cristianismo y fue bautizado como Roberto.

Zanjado el problema nórdico, Carlos el Simple marchó hacia el este y conquistó Lorena, pero los demás ducados de
Francia Oriental lo consideraron un invasor y se pusieron de acuerdo en combatirle. Hatton, el arzobispo de Maguncia
que había sido regente de Luis el Joven, se puso a la cabeza de la nobleza y logró que fuera elegido rey el duque de
Franconia, Conrado el Joven, que se convirtió así en Conrado I. Así, Luis el Joven fue el último carolingio que gobernó
la parte oriental del reino franco. En realidad, los habitantes de Francia Oriental no se consideraban francos, y la expulsión
de los carolingios fue presentada como una liberación del dominio que los francos habían ejercido sobre sus territorios
desde Carlomagno. Por ello ya no se volvió a hablar de Francia Oriental, sino que el territorio retomó el antiguo nombre
de Deutschland, (la tierra de los teutones) que es lo que en castellano llamamos Alemania, si bien este nombre procede
de la también antigua confederación de los Alamanes. Desde entonces, Francia Occidental pasó a ser
simplemente Francia.
Podemos considerar, pues, a Conrado I como el primer rey de Alemania. Sin embargo, los duques que lo habían aclamado
como rey no estaban dispuestos a concederle más que el mero título. Además, el duque de Sajonia, Otón el Magnífico,
consideraba que el título real debía haber sido para él, pues Sajonia era sin duda el ducado más poderoso. Otón murió
en 912, pero su hijo Enrique tomó el relevo en la lucha por el trono alemán.

También murieron el rey Rodolfo I de Borgoña, que fue sucedido por su hijo, Rodolfo II, y el príncipe ruso Oleg, que
fue sucedido por su yerno Ígor.

En la India, el rey Prathiara Bhoja II fue derrocado por Mahipala. Poco antes había muerto el rey Narayapala de Bengala
y había sido sucedido por Rajyapala, pero por esta época se había convertido en potencia dominante un reino situado
más al sur (en el centro de la India) llamado Rashtrakuta, a la sazón gobernado por Indra II. Éste atacó a Mahipala, y
al resultar patente la debilidad del rey Prathiara algunos de sus gobernadores se declararon independientes. Fue el
principio de un lento proceso de desintegración del reino, que se prolongó durante los cien años siguientes.

En Córdoba murió el emir Abd Allah. Unos años antes, su segundo hijo, Al-Mutarrif, había asesinado a su hermano
mayor, Muhammad, en un intento de tomar el poder que incluía también el asesinato de Abd Allah. Sin embargo, el
padre logró apresarlo y lo hizo decapitar. El sucesor de Abd Allah fue su nieto Abd al-Rahmán III.

En Constantinopla murió el emperador León VI y su hijo Constantino tenía entonces seis años de edad. Nadie cuestionó
su derecho al título imperial, pero su tío se erigió en regente y adoptó todas las prerrogativas del emperador, por lo que
habitualmente se le incluye en la lista de emperadores bizantinos como Alejandro II. Emprendió una política opuesta a
la de León VI. Exilió a Zoe e hizo regresar al patriarca Nicolás. También dio orden de que se dejara de pagar el tributo
exigido por el rey búlgaro Simeón. Esto fue un grave error, pues, a pesar de que los húngaros habían arrebatado a Bulgaria
las provincias del norte, Simeón había fortalecido notablemente el resto en los años anteriores. Ahora se hacía
llamar Simeón el Grande, y en 913 estaba ante las murallas de Constantinopla. Sin embargo, Alejandro II no tuvo la
oportunidad de enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones, pues murió ese mismo año. Dejó un consejo de regentes
formado por seis hombres que no dejaban de discutir entre sí. El patriarca Nicolás tuvo que dirigir la resistencia frente a
los búlgaros, y no tuvo mejores armas que la diplomacia, los regalos y agasajos para Simeón. El kan búlgaro quería la
promesa de que el emperador Constantino se casaría cuando tuviera la edad adecuada con una hija suya, y Nicolás habría
aceptado probablemente si no hubiera entrado de nuevo en escena la emperatriz Zoe. Aprovechando las disensiones entre
los regentes y el desprestigio de Nicolás por las concesiones que había hecho a los búlgaros, se incorporó al consejo de
regentes.

Mientras tanto murió Hatton, el arzobispo de Maguncia, cuyo arzobispado había sufrido en los últimos años varios ataques
por parte de su enemigo, el duque Enrique de Sajonia.

Tras la muerte de Radulfo, el hermano de Wifredo el Velloso, conde de Besalú, su condado pasó a su sobrino Miró, conde
de Cerdaña.

También murió el papa Anastasio III y Teodora hizo que eligieran a Landón, pero éste murió en 914 y entonces puso en
la silla de san Pedro al arzobispo de Ravena (y, según se decía, antiguo amante suyo), Juan X.

El rey García I de León atacó a los musulmanes en La Rioja y obtuvo una victoria, pero poco después enfermó y murió.
Su hermano Ordoño marchó a León, donde fue aclamado rey, con el nombre de Ordoño II. Cabe suponer que su hermano
Fruela, que gobernaba en Oviedo, aceptaba su soberanía, con lo que el antiguo reino de Asturias volvía a estar unido, sólo
que ahora la capital quedó definitivamente asentada en León y el reino pasó a ser conocido como Reino de León. Ordoño
II entabló una alianza con el rey de Navarra Sancho Garcés I contra el emir Abd al-Rahmán III.

Simeón el Grande tomó la ciudad de Adrianópolis a los bizantinos.

Tras la muerte de Wifredo II Borrell, su hermano Suñer, con quien compartía el condado de Barcelona, heredó sus
posesiones. En 915 murió el otro Suñer, el conde de Rosellón y Ampurias, que fue sucedido por su hijo Gausberto I.

ABD AL-RAHMÁN III


Los sarracenos continuaban atacando las costas italianas. A los procedentes de Sicilia se les habían unido ahora los
fatimíes, cada vez más poderosos y en plena expansión, cuyos piratas llegaron a ocupar la ciudad
de Génova. En 915 Alberico (el marido de Marozia) dirigió una campaña contra la piratería islámica, pero quien puso
fin definitivamente a las incursiones fue el papa Juan X. Reunió a varios nobles italianos y además llamó a Berengario,
al que le concedió lo que había ansiado durante más de una década: lo nombró emperador. En 916, por primera vez en la
historia, un papa condujo un ejército. Se enfrentó a los musulmanes junto al río Garigliano, a unos ciento sesenta
kilómetros al sudeste de Roma, y la victoria que obtuvo fue definitiva. Los sarracenos conservaron Sicilia, pero dejaron
de atacar a Italia. Esto supuso un gran alivio para los bizantinos, que todavía conservaban el sur de Italia y ahora pudieron
concentrar sus esfuerzos en la guerra contra los búlgaros.

El duque Spytihnev I de Bohemia murió y fue sucedido por Vratislav, un hijo del duque Borivoj I de Bohemia, que
centró sus esfuerzos en la lucha contra los húngaros.

Mientras tanto, el emir de Al-Ándalus Abd al-Rahmán III había logrado el apoyo de la mayor parte de la aristocracia
islámica y estaba a punto de acabar con las disensiones que habían enturbiado los gobiernos de sus antecesores. Los
únicos grupos disidentes eran el encabezado por Umar ibn Hafsún, en el sur, cuya sublevación databa de los tiempos
Muhammad I, el bisabuelo de Abd al-Rahmán III, y el de Toledo, que recibía ayuda del reino de León. El emir llevó una
campaña contra Umar ibn Hafsún y tomó algunas ciudades. En 917 murió el anciano Umar ibn Hafsún y sus hijos
continuaron la lucha, pero pronto quedó sólo Bobastro como fortaleza inexpugnable. Entonces el emir envió un ejército
contra el reino de León al mando de Ahmad ibn Abí Abda.

Eduardo de Inglaterra y su hermana Ethelflede, considerando que ya estaban en condiciones de derrotar definitivamente
a los daneses, invadieron con grandes efectivos la parte oriental de Mercia que permanecía bajo el dominio danés, y,
venciendo toda resistencia, tomaron la fortaleza de Derby. A finales de año habían conquistado Anglia Oriental.

La campaña definitiva para ocupar todo antiguo territorio sajón estaba prevista para el verano de 918, pero tuvo que
aplazarse debido a la muerte repentina de Ethelflede, en junio. Eduardo tuvo que detener los ataques contra los daneses
para asegurarse de ser reconocido como rey de Mercia frente a otros nobles locales. Sin embargo, antes de que terminara
el año estuvo en condiciones de reanudar la campaña y todos los territorios daneses lo aceptaron como rey. En realidad
los daneses no fueron expulsados, sino que se mezclaron con la población sajona. Algunos príncipes daneses conservaron
incluso cierta autoridad como vasallos de otros señores sajones.

Mientras tanto, Ahmad ibn Abí Abda fue derrotado y muerto por los cristianos de León.

También murió el rey alemán Conrado I. En su reinado había estimulado el poder de los obispos más influyentes en un
intento de neutralizar el poder de los duques. Conrado I no tenía más que una hija, por lo que el ducado de Franconia pasó
en herencia a su hermano Eberardo. Sin embargo, anteponiendo la unidad alemana a los intereses familiares, el difunto
rey había dejado establecido que la corona pasara al que hasta entonces había sido su peor enemigo, el duque Enrique de
Sajonia, que era con mucho el más poderoso de todos los duques alemanes. Parece ser que cuando Enrique recibió la
noticia estaba cazando aves, lo que le valió para siempre el sobrenombre de Enrique el Pajarero. Al contrario que su
predecesor, Enrique trató de independizarse de la Iglesia y no consintió en que su coronación se convirtiera en un ritual
religioso.

También murieron el duque de Aquitania Guillermo el Piadoso, el conde Eudes de Tolosa y el conde Balduino II de
Flandes, sucedidos por sus hijos respectivos: Guillermo II, Raimundo II y Arnulfo I.

En Constantinopla, el gobierno de Zoe y el consejo de regentes no estaban teniendo mucho éxito contra los búlgaros, por
lo que poco a poco se fue extendiendo la opinión de que era necesario un hombre fuerte. En 919 el almirante de la flota
bizantina, Romano Lecapeno, juzgó que la opinión pública vería con buenos ojos un golpe de Estado, así que partió con
sus naves desde la desembocadura del Danubio, donde estaban ancladas, para luchar contra los búlgaros, y entró en
Constantinopla, donde el pueblo lo aclamó y los regentes no tardaron en dimitir. Romano asumió el gobierno y envió a
Zoe a un convento. En 920 se nombró emperador asociado, con lo que pasó a ser Romano I, y casó a su hija Helena con
el emperador Constantino VII. Parece ser que a Constantino VII no le importó quedar relegado a un segundo término.
Durante toda su vida disfrutó de todo el ceremonial asociado al emperador, que le gustaba mucho, sin tener que afrontar
las obligaciones del cargo. Dedicó gran parte de su tiempo a fomentar la literatura y el arte en general. Él mismo escribió
diversos libros a lo largo de los años siguientes.
Los qarmatas arrebataron Siria a los abasíes y fundaron una dinastía conocida como los Hamdaníes.

El conde Raimundo II de Tolosa rechazó un ataque vikingo.

Los musulmanes obtuvieron una victoria frente a los reyes Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Navarra, tras la cual,
el propio emir Abd al-Rahmán III se puso al frente de sus tropas. El emir obtuvo una gran victoria en Valdejunquera, al
parecer debida en parte a la traición de los condes castellanos, que querían independizarse de León. Aunque parece que
la derrota fue estrepitosa, lo cierto es que las fronteras no se modificaron, y Ordoño II mandó llamar a una junta a los
condes castellanos, los apresó y los encarceló. En 921 Ordoño I pudo realizar una incursión en territorio musulmán.

Ese mismo año murió Vratislav, el duque de Bohemia, en batalla contra los húngaros. Fue sucedido por su
hijo Venceslao, de trece años. Como su padre y su abuelo, Venceslao había sido bautizado según el rito eslavo. Había
recibido una piadosa educación a cargo de su abuela Ludmila. En principio, fueron nombradas regentes su
madre Drahomira y su abuela Ludmila, pero Drahomira aún era pagana, se hizo con el poder y mandó estrangular a santa
Ludmila, la actual patrona de Bohemia.

También murió el duque de Borgoña Ricardo el Justiciero, y fue sucedido por su hijo Raúl, el cual estaba casado
con Emma, sobrina del rey Eudes de Francia, el antecesor de Carlos el Simple.

En 922 murió el conde de Aragón Galindo II Aznárez y fue sucedido por su hija Andregoto Galíndez. También murió
Ramón I, el conde de Pallars y Ribagorza, que separó ambos condados concediendo el primero a sus hijos Isarn y Llop, y
el segundo a su hijo Bernardo, que estaba casado con Toda, hija del conde Galindo II Aznárez y que había aportado
como dote el condado de Sobrarbe. Desde este momento los condados de Sobrarbe y Ribagorza permanecieron unidos.

En 923 se produjo una rebelión contra el rey francés Carlos el Simple, encabezada por Roberto, el hermano de Eudes,
que contaba con el apoyo de su cuñado el duque Raúl de Borgoña y de otros nobles poderosos, como el duque Gilberto de
Lorena. Los ejércitos de Carlos y los de Roberto se enfrentaron en Soissons. El resultado fue ambiguo, pues Carlos fue
derrotado, pero Roberto murió. Carlos tuvo que huir, pero fue capturado y encarcelado por Herberto de
Vermandois. Carlos el Simple estaba casado con Eduvigis, hija del rey Eduardo de Inglaterra, con la cual había tenido
un hijo llamado Luis que ahora tenía dos años. La reina se lo llevó consigo a Inglaterra.

Por su parte, Raúl reclamó el trono de Francia y fue aclamado por los partidarios de Roberto, si bien el cautivo Carlos el
Simple tenía también sus partidarios y se inició así una guerra civil. Mientras tanto, el rey Rodolfo II de Borgoña inició
una campaña en Italia contra el emperador Berengario, al que derrotó en Plasencia.

Otro partidario de Roberto que murió en Soissons fue el conde Raimundo II de Tolosa. Fue sucedido por su
hijo Raimundo III Poncio.

Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Navarra iniciaron la repoblación de La Rioja, y Ordoño II se casó
con Sancha, hija del rey Navarro, lo que consolidó su alianza. Sin embargo Ordoño II murió al año siguiente, en 924. El
trono pasó a su hermano Fruela II, hasta entonces príncipe de Asturias. Las crónicas lo retratan como un rey injusto e
impopular, que ordenó ejecuciones y destierros de inocentes. Mientras tanto Abd al-Rahmán III saqueaba el reino de
Navarra.

Ese mismo año Berengario fue asesinado por sus propios hombres. Fue el último emperador descendiente de Carlomagno.
Rodolfo II fue elegido rey de Italia, pero el cargo de emperador quedó vacante.

También murió el rey Eduardo de Inglaterra. El mayor de sus hijos se llamaba Athelstan, y había pasado su infancia en
Mercia, educado por su tía Ethelflede. Inmediatamente fue elegido rey de Mercia y luego inició las maniobras necesarias
para ser reconocido como rey de toda Inglaterra.

Los normandos también aprovecharon los disturbios en Francia para dedicarse a la rapiña, el rey Raúl se enfrentó a ellos,
pero tuvo que firmar una paz poco honrosa que, de todos modos, no puso fin a las incursiones.

Los húngaros atacaron Provenza, el territorio asignado a Luis el Ciego que en la práctica gobernaba Hugo de Arles.
Durante dos años se dedicaron al saqueo. El conde de Tolosa Raimundo III Poncio detuvo su avance. Esto le permitió
añadir a sus dominios varios condados y convertirse en uno de los nobles más influyentes de la región.
En Constantinopla, el emperador Romano I no defraudó las expectativas de los que lo llevaron al poder. Derrotó
definitivamente al pirata León de Trípoli. Aunque las incursiones piratas no terminaron por completo, al menos se
volvieron menos graves. Pero su mayor logro fue concertar una reunión con el rey búlgaro Simeón. Ya estaba viejo y
cansado. Aunque había obtenido grandes victorias frente a los bizantinos, su mayor ambición era tomar Constantinopla,
y estaba claro que nunca lo conseguiría. Romano I lo convenció para firmar la paz. Sin embargo, en 925 Simeón decidió
que si no podía ser emperador de Constantinopla sería emperador de Bulgaria, así que adoptó el título de César, que en
búlgaro se deformó a zar. Oficialmente, Romano I protestó por esta usurpación del título, pero es probable que la idea de
convertir a Simeón en zar de Bulgaria fuera suya y fuera, de hecho, el principal argumento con el que convenció a Simeón
para firmar la paz. El papa Juan X reconoció inmediatamente el título, probablemente para molestar a Constantinopla.

El duque Venceslao de Bohemia logró deshacerse de la tutela de su madre pagana, se rodeó de sacerdotes y fundó
numerosas iglesias.

Finalmente, Athelstan fue aclamado rey de Inglaterra. Siguiendo la política centralizadora iniciada por su abuelo y su
padre, procedió a asumir el gobierno directo de todos los territorios de Inglaterra, acabando con los gobernantes daneses
que aún disfrutaban de cierto poder supeditado a la corona. Recientemente una nueva expedición noruega había
acrecentado el poder danés en York, pero ahora los noruegos fueron expulsados y marcharon a Irlanda.

En Roma, Marozia se enfadó con el papa Juan X y éste inmediatamente tuvo problemas. Alberico, el marido de Marozia
se enfrentó a él, pero Juan X había conseguido cierta popularidad entre los romanos y Alberico fue asesinado. Esto dejó
a Marozia en una posición delicada, pero la resolvió casándose inmediatamente con Guido, marqués de Toscana. Había
sido uno de los muchos pretendientes al título imperial y fue encarcelado por Berengario. Había permanecido en prisión
hasta la muerte de éste.

Enrique el Pajarero aprovechó la guerra civil francesa para atraerse al duque Gilberto de Lorena, que aceptó su autoridad,
y así Lorena volvió a ser parte de Alemania. Como parte de la alianza, Enrique prometió a Gilberto la mano de su
hija Gerberga. El matrimonio no se celebró inmediatamente porque Gerberga tenía sólo doce años.
Otra joven casadera apetecible era Andregoto Galíndez, que excepcionalmente se había convertido en condesa de Aragón,
con lo que su dote no era nada desdeñable. El rey Sancho Garcés I de Navarra se apresuró a concertar el matrimonio entre
ella y su hijo García Sánchez, de seis años de edad (Andregoto tendría unos veinticinco años). Así García Sánchez se
convertía en el conde de Aragón y su padre, como tutor, era el gobernante efectivo.

No se sabe muy bien cómo, pero murió el odiado rey de León Fruela II. Hay quien dice que murió de lepra, pero eso
parece un intento de demostrar que existe la justicia divina. El trono pasó a su hijo Alfonso Froilaz el Jorobado, que,
como su apelativo indica, tampoco era muy bien visto. Los hijos de Ordoño II, Sancho y Alfonso, se rebelaron y
recibieron el apoyo del rey navarro Sancho Garcés I. Este apoyo fue decisivo, a pesar de que Sancho Garcés I murió ese
mismo año. (Su hijo se convirtió en García II Sánchez, y como regente quedó la reina Toda.) A los pocos meses de
reinado, ya en 926, Alfonso Froilaz fue derrocado y se retiró a las montañas. Su breve reinado no fue reconocido como
tal, pues el hijo de Ordoño II pasó a reinar como Alfonso IV Ordóñez, cuando el ordinal IV debería haber sido para
Alfonso Froilaz. Por su parte, Sancho Ordóñez obtuvo el título de rey de Galicia, con lo que el reino de León volvió a
quedar dividido en dos.

Por esta época los ataques de los húngaros sobre Provenza habían amainado, lo que permitió a Hugo de Arles (que
gobernaba en nombre de Luis el Ciego) enfrentarse a Rodolfo II de Borgoña, que también era a la sazón rey de Italia.
Obtuvo una victoria y se quedó con el título de rey de Italia. Para evitar represalias por parte de Rodolfo II acordó cederle
todos los derechos sobre Provenza, con lo que el reino de Rodolfo II pasó a llamarse el Reino de las dos
Borgoñas (Borgoña y Provenza). Luis el Ciego no tuvo nada que decir sobre todo esto. De este modo, Hugo de Arles
pasó de gobernar Provenza en nombre de Luis el Ciego a ser rey de Italia. En realidad el cambio era menos significativo
de lo que podría parecer, porque los señores feudales italianos no estaban dispuestos a obedecer mucho al rey.

La península de Corea había disfrutado de más de dos siglos de paz hasta que se volvió a sentir la presión de los nómadas
del norte. El reino de Palhae fue destruido por los Khitán.

En 927 murió el zar Simeón I de Bulgaria y fue sucedido por su hijo Pedro I. El emperador bizantino Romano I lo
reconoció como nuevo zar y no tuvo dificultades para dominarlo. Durante las décadas siguientes, la poderosa Bulgaria
construida por Simeón I fue un magnífico escudo para Constantinopla, pues fueron los búlgaros los que tuvieron que
hacer frente a los ataques de los húngaros y los pechenegos. Por esta época una serie de malas cosechas trajo el hambre
al Imperio Bizantino. Romano I promulgó leyes para evitar que los grandes terratenientes se aprovecharan de la situación
para absorber las granjas de los pequeños propietarios.

También murió Bernon, el primer abad de Cluny, y fue sucedido por Odón. Durante sus primeros años de existencia, la
orden benedictina de Cluny logró afirmar su independencia frente a toda autoridad distinta de la del papa, de acuerdo con
la voluntad de su fundador, Guillermo de Aquitania. El nuevo abad inició un proceso de reforma por el que la regla de
Cluny pasó a diferir en algunos aspectos de la de san Benito. Uno de los cambios más notables fue la reducción del trabajo
manual al mínimo imprescindible, de modo que la mayor parte de la jornada se empleaba en el oficio divino y el cultivo
del espíritu.

El año anterior había muerto el duque Guillermo II de Aquitania y el ducado había pasado de nuevo a la casa de Poitiers,
primero en la persona del conde Alfredo, si bien no tardó en ser recuperado por Ebles, el rey que había sido derrocado
por Carlos el Simple.

En 928 murió Luis el Ciego, si bien su muerte no afectó en nada la situación política.

También murió Miró, el conde de Cerdaña y Besalú, hijo de Wifredo el Velloso. Sus condados pasaron a sus
hijos Wifredo (Besalú) y Sunifredo (Cerdaña).

Abd al-Rahmán III logró reducir finalmente la ciudad de Bobastro, con lo que el único lugar de Al-Ándalus donde se
cuestionaba su autoridad era ahora Toledo, y en ella centró sus esfuerzos militares.

Gerberga, la hija de Enrique el Pajarero, se casó con Gilberto de Lorena. El rey alemán estaba desarrollando una eficiente
política militar. Construyó castillos, fortificó ciudades y dirigió con éxito la lucha contra los eslavos. Tras ocupar la ciudad
de Praga, el duque Venceslao de Moravia le rindió vasallaje.
Finalmente, Marozia logró que su segundo marido, Guido de Toscana, marchara a Roma con un ejército y depusiera al
papa Juan X, que murió en la cárcel poco después. Marozia eligió como nuevo papa a León VI, pero se le murió ese
mismo año y en su lugar puso a Esteban VII. Guido de Toscana murió en 929, pero ello no impidió que Marozia siguiera
siendo la dueña de Roma a través del papa.

Al este del Elba habitaban varias tribus eslavas de un grupo conocido como los vendos. Carlomagno los había sometido
y había convertido su territorio en la marca véndica, pero después de su muerte los vendos recobraron su independencia.
Ahora se vieron obligados a pagar tributo a Enrique el Pajarero.

Carlos el Simple murió en prisión, lo que hizo aumentar el número de los partidarios de Raúl para el trono francés. Entre
éstos estaba Foulques I el Rojo, vizconde de Angers, descendiente del primer vizconde de Angers, Roberto el Fuerte.
Ahora se convirtió en el primer conde de Anjou. Su territorio, alrededor de la ciudad de Angers, estaba situado al sureste
de Bretaña y tuvo que rechazar algunas invasiones bretonas, así como a los vikingos.

También murió el rey de Galicia Sancho Ordóñez, con lo que su reino volvió a incorporarse al reino de León bajo su
hermano Alfonso IV Ordóñez. El emir Abd al-Rahmán III sufrió algunas derrotas frente a los leoneses, pero su autoridad
en Al-Ándalus era mucho mayor que la de todos sus antecesores y dio un paso más para afianzarla: adoptó el título
de califa, es decir, se proclamó legítimo sucesor de Mahoma. Tenía su lógica: era descendiente por línea directa del califa
omeya Hisam. Los omeyas habían sido expulsados del poder por los abasíes, quienes declararon que sus predecesores no
habían sido auténticos califas. Sin embargo, bajo los abasíes el califato se había fragmentado y deteriorado, hasta el punto
de que los actuales califas de Bagdad eran meros títeres de sus ministros turcos. El califa actual era Al-Qahir. Los
qarmatas estaban causando estragos en Bagdad. Quedaba demostrado que los abasíes no tenían el apoyo de Allah, y que
los auténticos califas eran los omeyas. En 930 los qarmatas llegaron a apoderarse de la Piedra Negra de La Meca. Ahora
el número de legítimos sucesores de Mahoma ascendía ya a tres: el califa Abasí de Bagdad, el fatimí del norte de África
y el omeya de Al-Ándalus.

El Califato de Córdoba fue durante mucho tiempo la nación más próspera de Occidente. Abd al-Rahmán III era nieto de
una vasca e hijo de una esclava franca, ambas rubias, de las que heredó sus ojos azules y su pelo rojizo que se teñía de
negro para parecer más árabe. Era bajito, rechoncho y de piernas cortas. Montaba a caballo perfectamente, pero tenían
que ayudarle a subir. Había recibido una esmerada educación a cargo de eminentes maestros. Además del árabe, hablaba
el "romance local", del que surgirían las distintas lenguas españolas. En esta época, la aristocracia andalusí usaba el
romance como lengua coloquial, especialmente adecuada para contar chistes y cosas así.

Abd al Rahmán III era un fiel cumplidor de los preceptos islámicos, pero no era un fanático. Nombró a sus ministros entre
los más competentes, sin distinción de si eran cristianos, judíos o musulmanes, pero era muy exigente en el cumplimiento
de los trabajos encomendados a cada cual. Córdoba se convirtió en una ciudad magnificente, entre cuyos monumentos
destacaban la Mezquita, el Alcázar y el palacio de Madinat al-Zahra. Su escuela de medicina era la más avanzada de
Europa. En la ciudad había unas seiscientas casas de baños, con sauna y masaje, frecuentadas por los hombres por las
mañanas y por las mujeres por las tardes.

Se cuenta que para alimentar a toda la gente que vivía en el Alcázar se necesitaban trece mil libras de carne diarias,
además de aves, pescados, cereales, hortalizas, frutas, etc., que llegaban al palacio en hileras de animales de carga que
medían varios kilómetros. El harén del califa llegó a albergar seis mil trescientas mujeres. Un poeta historiador
desconocido dejó escrito que su señor Abd al-Rahmán III "se quitaba de la boca los alimentos para que pudieran comer
en su corte más filósofos". Se calcula que el número de intelectuales protegidos por el califa estuvo entre tres mil y ocho
mil. Se cuenta de él la siguiente anécdota:

Unos embajadores francos llegaron a la corte de Córdoba a fin de lograr una alianza con el califa. Son citados al día
siguiente para visitar a Abd al-Rahmán en el palacio de Madinat al-Zahra. Al salir el sol los francos son conducidos a
la puerta de Córdoba, donde arranca la carretera de cinco kilómetros hasta Madinat al-Zhara. Una alfombra de tapices
cubre toda la distancia; a ambos lados, hombro con hombro, quince mil bereberes escogidos, con sus alfanjes extendidos
sobre sus cabezas, tienden una bóveda de espadas, bajo la que caminan los atemorizados franceses. Cada cien metros
aparecen chambelanes ricamente vestidos, sentados en sillones de oro y plata. Los francos se postran ante ellos, creyendo
estar ante el califa, pero los chambelanes les decían: "seguid, yo sólo soy un humilde esclavo de mi señor". Después de
dos horas de recorrido, llegaron a un salón con suelo de tierra y sin ninguna decoración, en el cual había un hombre
sentado en el suelo, vestido con un traje raído que le estaba pequeño, mirando distraídamente un alfange, una hoguera
y un ejemplar del Corán que tenía frente a sí. A los francos les dijeron al oído: "Ése sí que es el califa", y rápidamente
se postraron ante él. Abderramán levantó la cabeza y, antes de que ellos dijeran nada, les habló secamente: "Cuando
vosotros permitáis en vuestro reino esto (señaló el Corán) como yo permito en el mío vuestros libros santos, yo enterraré
mi espada (dijo mientras la enterraba en la arena) y alimentaré todos los días la hoguera de la amistad (echó un leño al
fuego)". Les mandó salir sin dejarles hablar. Jamás volvieron.
Si la anécdota es cierta, lo del traje harapiento fue sin duda una broma del califa, pues tenía el Monopolio del Estado
para la Fabricación de Trajes Suntuosos (sic), y debía de ser el hombre más ricamente vestido durante siglos.

Islandia se organizó bajo una peculiar forma de gobierno: se estableció una asamblea de hombres libres,
llamada Althing, que incluía una asamblea legislativa y un tribunal, pero no había ninguna clase de gobierno ejecutivo,
sino que los distintos clanes familiares eran los encargados de hacer cumplir las leyes en sus dominios. Esto provocó una
larga serie de luchas entre ellos. Con el tiempo, el cargo de representante en el Althing se hizo hereditario, negociable y
a veces honorífico, hasta que quedó en manos de una oligarquía.

LOS REINOS MEDIEVALES


En 930 el rey Raúl de Francia obtuvo una victoria significativa sobre los normandos, lo que consolidó su título real.

Cuando Abd al-Rahmán III se proclamó califa, entró necesariamente en conflicto con su vecino fatimí del sur Ubayd
Allah al-Mahdí, que reclamaba para sí el mismo título y había absorbido los reinos de los rustemíes y los idrisíes.
En 931 el omeya inició una ofensiva y conquistó Ceuta, Melilla y Tánger. En los años siguientes fue avanzando hacia el
interior apoyándose en ciertas tribus indígenas que reconocieron su autoridad.

Ese año murió el papa Esteban VII, y Marozia puso en su lugar al hijo que había tenido veinticinco años antes con el papa
Sergio III, y que ahora se convertía en Juan XI. El nuevo papa (o su madre) concedió a Odón, el abad de Cluny, el
permiso para incluir bajo su jurisdicción las abadías que fueran reformadas según la Orden de Cluny. Este permiso fue
usado hasta el máximo: numerosas abadías fueron unidas, de buen grado o por la fuerza, y casi todas perdieron su
personalidad hasta convertirse en meras dependencias de la gran abadía.

También murió el duque de Normandía, Rollón (o Roberto) el Caminante. Fue sucedido por su hijo Guillermo I Larga
Espada, quien prestó su apoyo al rey Raúl de Francia a cambio de extender su territorio.

Tras la muerte de Gausberto I, el conde de Ampurias y Rosellón, los condados pasaron a su hijo Gausfredo I.

Tras la muerte de su esposa, el rey Alfonso IV de León decidió abdicar. Cedió la corona a su hermano Ramiro II y se
retiró a un monasterio. Desde entonces es más conocido como Alfonso IV el Monje. Sin embargo, en 932 cambió de
opinión y, aprovechando que Ramiro II había partido en ayuda de Toledo, sitiada por Abd al-Rahmán III, se proclamó
rey nuevamente, pero Ramiro II regresó precipitadamente, apresó a su hermano y lo hizo cegar junto con sus primos, los
hijos de Fruela, con lo que eliminó a todos los posibles aspirantes al trono. Alfonso IV murió ese mismo año. Ramiro II
se erigió en cabeza de los reinos cristianos contra el islam. En una primera campaña tomó la fortaleza de Madrid.

Hugo de Arles, en vista de que su autoridad como rey de Italia era muy limitada, decidió casarse con Marozia, pero esto
disgustó a Alberico, un hijo que Marozia había tenido con su primer esposo, el cual expulsó de Roma a su padrastro y
encarceló a su madre. Roma se convirtió así en un ducado independiente gobernado por Alberico.

Tres hermanos se sublevaron contra el califa al-Qahir de Bagdad. Eran hijos de un persa llamado Buwayhi, que afirmaba
descender de los antiguos reyes sasánidas, por lo que son conocidos como buwayhíes. El califa murió y fue sucedido
por al-Muqtadir, que en 933 fue sucedido a su vez por su hijo al-Radi. La revuelta buwaiyhí continuó.

Ese mismo año murió el rey Harald I de Noruega. Los últimos años de su reinado se habían visto perturbados por las
querellas entre sus numerosos hijos. Uno de ellos, conocido como Erik Blodyks (Hacha Sangrienta), tras matar a unos
cuantos de sus hermanos y derrotar a otros tantos, consiguió que todos lo reconocieran como el sucesor idóneo. Todos
menos uno, llamado Haakon, que había sido educado en Inglaterra y huyó a la corte de Athelstan.

El rey chola Rajaraja conquistó Ceilán. La monarquía cingalesa se refugió en las regiones montañosas del sur.
Enrique el Pajarero estaba convirtiendo a Alemania en un reino poderoso. Después de haber derrotado a los eslavos
obtuvo una victoria frente a los húngaros y en 934 venció a los daneses.

Después de algunas victorias, el rey leonés Ramiro II fue derrotado por los musulmanes. Burgos y Cardeña fueron
devastadas. Ese mismo año murió el califa fatimí Ubayd Allah al-Mahdí, mientras luchaba contra los magrawa, aliados
de Abd al-Rahmán III. Fue sucedido por su hijo al-Kaím.

El rey Athelstan se hacía llamar Rey de toda Gran Bretaña, donde con esta expresión hacía referencia a toda la isla de la
que formaba parte Inglaterra. En efecto, Athelstan no se conformaba con ser rey de Inglaterra, sino que ambicionaba todo
este territorio. Por ello envió sus ejércitos al norte, contra Escocia, al mismo tiempo que sus barcos recorrían la costa
escocesa hasta su extremo septentrional. Durante los años anteriores, el rey Constantino II de Escocia había sufrido las
incursiones sajonas desde el sur, pero esta última acción colmó su paciencia. Buscó aliados. Entre Escocia e Inglaterra,
al oeste de Northumbria, quedaba un reino celta independiente, el reino de Strathclyde, que se alió inmediatamente con
Constantino II, al igual que lo hicieron varios príncipes galeses. Recibieron refuerzos de Irlanda, desde donde llegó una
horda de guerreros irlandeses y noruegos acaudillados por Olaf Guthfrithson, que gobernaba Dublín y cuyos familiares
habían dominado Kent hasta que Athelstan los expulsó.

Mientras los celtas se organizaban, Haakon pudo volver a Noruega y obtener allí los apoyos suficientes para derrocar a
su hermano Erik. En 935 se convirtió en Haakon I el Bueno. Erik se convirtió en pirata y sus hijos trataron en vano de
arrebatar el trono a Haakon I, mientras éste, a su vez, trataba en vano de imponer el cristianismo a los noruegos.

También murió san Venceslao, el duque y luego patrón de Bohemia, asesinado por su hermano, que se convirtió en el
nuevo duque, Boleslav I.

Egipto y Siria volvieron a independizarse de Bagdad, esta vez bajo Muhammad ibn Tugy, que inauguró la dinastía de
los Ijsidíes.
En la península de Corea se hundió la dinastía que gobernaba el reino de Silla, y un jefe nómada llamado Wanggeun se
proclamó rey de Corea y fundó la dinastía llamada Koryo. Llevó a cabo una serie de reformas administrativas y agrarias
con las que logró fortalecer el país.

En la India murió el rey de Bengala Rajyapala, que fue sucedido por Gopala II.

En Japón los letrados preferían escribir en chino, y fueron las mujeres quienes impulsaban ahora la poesía escrita en
japonés. Cultivaban el género llamado uta-monogatari (cuentos poéticos), cuyo primer ejemplo conocido es un texto
anónimo de finales del siglo precedente, el Cuento del cortador de bambúes. El poeta Ki no Tsurayuki usó un pseudónimo
femenino para publicar en japonés su Tosa-nikki (Diario de Tosa), con el que abrió un nuevo género que sería cultivado
mayoritariamente por mujeres: el diario íntimo.

En México los toltecas fundaron un imperio. Su primer gobernante fue identificado con Mixcóatl (Serpiente de las
Nubes), un dios de los chichimecas (al parecer relacionado con la Vía Láctea) que los toltecas incorporaron a su panteón.
Antaño había tenido dos templos en Teotihuacán.

Ese mismo año murió el papa Juan XI, y en 936 Alberico nombró como sucesor a León VII, quien no tuvo inconveniente
en ser su títere en las cuestiones civiles. En lo religioso dejó hacer a Odón, el abad de Cluny, cuyo poder crecía por
momentos.

El duque Ebles de Aquitania fue derrocado por segunda vez, ahora por el rey Raúl de Francia. El conde Raimundo III
Poncio de Tolosa (que había rendido homenaje a Raúl cuatro años antes) logró que el rey le concediera el gobierno
efectivo del ducado, si bien el título ducal pasó nominalmente a Guillermo III Cabeza de Estopa, hijo del duque
Guillermo II, con lo que Aquitania volvió a la casa de Auvernia.

Poco después murió Raúl, al igual que el rey Enrique de Alemania. Raúl había logrado el trono de Francia tras la muerte
de Roberto en la batalla que derrocó a Carlos el Simple. Roberto tenía un hijo llamado Hugo, que heredó el título de
conde de París. Aunque a la muerte de su padre debía de tener unos veinticinco años, no trató de reclamar el trono, ni lo
iba a intentar ahora. Pese a que era muy rico, no quiso hacerse con una corona que había costado la vida a su padre y a su
tío Eudes. Sin embargo, se le ocurrió emplear la misma maniobra que ya había empleado Carlos Martel cuando era el
auténtico gobernante del reino franco a la sombra de un rey merovingio. Esta vez sería un carolingio el que haría de títere.
Se trataba del hijo que Carlos el Simple había tenido con Eduvigis, la hermana del rey Athelstan de Inglaterra. Una
embajada francesa enviada por Hugo solicitó el regreso del joven, que ahora tenía quince años. Éste aceptó y se convirtió
en Luis IV de Ultramar. Sin embargo, Luis IV no estaba dispuesto a hacer de títere y se inició así el que sería un largo
pulso entre el rey y el conde de París.

Por otra parte, el rey Raúl tenía un hermano llamado también Hugo, (conocido como Hugo el Negro, para distinguirlo
del conde de París, al que llamaban Hugo el Blanco). Hugo el Negro heredó el ducado de Borgoña, aunque Hugo el
Blanco, a través de Luis IV, le obligó a entregarle parte de sus tierras.

En Alemania, Enrique el Pajarero fue sucedido por su hijo Otón I. En 937 el reino sufrió una invasión por parte de los
húngaros y algunos duques alemanes aprovecharon la situación para rebelarse contra el rey. Otón I se enfrentó a ellos
separadamente y fue derrotándolos y sustituyéndolos por sus propios parientes.

Mientras tanto, Olaf Guthfrithson entró con sus barcos por el Humber y, después de unírsele sus aliados escoceses y
galeses, avanzó tierra adentro. El ejército celta se enfrentó a las tropas de Athelstan, el cual, tras una larga batalla, obtuvo
una victoria decisiva. Constantino II y Olaf escaparon con vida, pero sufrieron muchas bajas y la hegemonía de Athelstan
ya no fue discutida.

Ese año murió el rey Rodolfo II de Borgoña y fue sucedido por su hijo Conrado el Pacífico. También fue el año de la
muerte de Marozia.

El califa Abd al-Rahmán III había sometido al gobernador tuyibí de Zaragoza, que a la sazón era Abu Yahyá
Muhammad ibn Hasim, nieto de Yahyá al-Ankar, quien había conquistado Zaragoza a los Banú Qasí. Sin embargo, Abu
Yahyá se declaró vasallo del rey Ramiro II de León, aunque poco después rompió la alianza por la presión de Abd al-
Rahmán III. El califa atacó Navarra y la reina Toda aceptó pagarle tributo.
El conde Hugo de París estableció una alianza con el rey de Alemania Otón I y con el duque de Normandía Guillermo I
Larga Espada contra Luis IV de Ultramar, y nuevamente estalló la guerra. En 938 Luis IV de Ultramar logró el apoyo del
duque Hugo el Negro de Borgoña.

Mientras tanto Otón I lograba una victoria contra los vendos, tras la cual se anexionó un vasto territorio al este del Elba.

El duque Eberardo de Franconia se sublevó contra Otón I, pero fue derrotado y muerto en 939, y Otón I se nombró a sí
mismo duque de Franconia. Ese año murió el duque Gilberto de Lorena y Otón I eligió como nuevo duque a su
hermano Enrique. El papa León VII fue sucedido por Esteban VIII, nuevo títere del duque Alberico.

Tras sus victorias contra Zaragoza y Pamplona, Abd al-Rahmán III preparó la "campaña de la omnipotencia" contra los
leoneses. Sin embargo, éstos vencieron en Simancas al ejército musulmán, el cual sufrió una nueva derrota en su retirada.
Los cronistas cuentan que los musulmanes fueron obligados a replegarse hacia un foso profundo en el que "fueron
cayendo los hombres hasta cubrirlo de borde a borde". Parece ser que los navarros también participaron en la batalla de
Simancas con su reina al frente, rompiendo así el vasallaje pactado dos años antes. Las fronteras del reino de León
avanzaron más allá del cauce del Duero.

También murió el rey Athelstan de Inglaterra. El país había sido gobernado por tres reyes poderosos en los últimos sesenta
y ocho años, los cuales lo dotaron de una administración eficiente. Estaba dividido en secciones administrativas
llamadas scires (actualmente shires, equiparables a los condados). Al frente de cada shire estaba un ealdorman (hombre
viejo), con funciones judiciales. La autoridad central estaba representada por un representante del rey
llamado reeve (oficial), aunque la expresión scire-reeve pronto se convirtió en sheriff, y con el tiempo el sheriff se
convirtió en el auténtico gobernador del shire, mientras la figura del ealdorman perdía relevancia. Por ello el título
de sheriff puede equipararse al de conde. Por otra parte, el rey tomaba sus decisiones aconsejado por
la Witenagemot, (asamblea de consejeros) integrada por sheriffs, obispos y terratenientes. Esta asamblea ayudaba a elegir
el nuevo rey, asesoraba en la elaboración de las leyes, fijaba los impuestos, juzgaba a los nobles acusados de algún delito,
etc.
Athelstan fue sucedido por su hermanastro Edmundo I el Magnífico, donde el sobrenombre muestra que la corte inglesa
estaba empezando a conocer el lujo. El noruego Olaf Guthfrithson, que aún gobernaba en Dublín, pensó que el cambio
de rey podría cambiar la suerte de los sajones y desembarcó nuevamente en Northumbria junto con su pariente Olaf
Sitricson. Se inició así una guerra que se prolongó durante varios años.

Un caudillo vietnamita llamado Ngo Quyén derrotó a las fuerzas chinas que ocupaban el país y se convirtió en el primer
monarca histórico de Vietnam. Bajo su reinado, el territorio conservó el nombre chino de Annam.

En 940 la intervención del papa puso fin a la guerra en Francia. El rey Luis IV de Ultramar se casó
con Gerberga, hermana del rey alemán Otón I, lo que debilitó la posición del conde Hugo de París, que tuvo que
someterse.

En Japón, un señor del clan de los Taira se rebeló en el este y trató de proclamarse emperador. Los fujiwara enviaron
contra él tropas reclutadas en otro clan guerrero: los Minamoto, pero ambos clanes terminaron uniéndose contra los
fujiwara, iniciaron una serie de guerras y organizaron sus territorios como Estados.

En Bagdad murió el califa al-Radi, después de haber renunciado a todas sus prerrogativas, excepto las religiosas. Los
buwayhíes estaban conquistando Persia.

En Dinamarca murió el rey Gorm el Viejo y fue sucedido por su hijo Harald Blatand (Diente Azul). Hasta Gorm el
Viejo, la autoridad de los reyes daneses no era mucha, pero Gorm había empezado a unificar el país bajo su autoridad, y
Harald continuó esta tarea.

En los últimos años, los rusos habían venido presionando sobre Constantinopla para mejorar sus acuerdos comerciales,
hasta que finalmente en 941 el príncipe Ígor dirigió una gran flota a través del mar Negro contra Constantinopla. Sin
embargo, los bizantinos disponían todavía del fuego griego con el que se habían enfrentado a los musulmanes. Las naves
rusas fueron destruidas con relativa facilidad.
En 942 murió el papa Esteban VIII y fue sucedido por un tal Marino II, del que apenas se sabe nada. También murió san
Odón, el segundo abad de Cluny, que fue sucedido por Aymard. El rey Hugo de Italia estableció una alianza con el
emperador bizantino Romano Lecapeno contra los musulmanes, si bien no obtuvieron resultados de provecho.

El duque de Normandía Guillermo I Larga Espada murió a manos del donde Arnulfo I de Flandes, y fue sucedido por su
hijo Ricardo I Sin Miedo. El conde Hugo de París estableció una alianza con él y nuevamente se produjeron disturbios
en Normandía. El rey Luis IV de Ultramar fue hecho prisionero por los normandos, Hugo reclamó al rey y le fue devuelto,
pero a partir de ese momento el rey fue su prisionero.

También murió el Conde Foulques I de Anjou, y fue sucedido por su hijo Foulques II el Bueno.

En 943 el rey Constantino II de Escocia abdicó en Malcom I, hijo de Donald II, y murió poco después. Por esta época
Edmundo I había rechazado la incursión de Olaf Guthfithson en Northumbria, pero los daneses que habitaban en la zona
iniciaron una rebelión. No obstante, la política sajona iba a dar un giro debido a la aparición de un nuevo personaje: se
trataba de Dunstan, un monje educado en la abadía de Glastonbury, una de las más antiguas y prestigiosas de Inglaterra.
Era un hombre culto e inteligente, y es posible que se esforzara por hacérselo ver a quienes no se daban cuenta a primera
vista, por lo que pronto tuvo numerosos enemigos en la corte que lo acusaron de practicar magia negra y le forzaron a
exiliarse. Esto sucedió durante el reinado de Athelstan. Desde su exilio, Dunstan vivió como un ermitaño, pero Edmundo
I lo hizo llamar y lo tomó como consejero. Ahora lo nombró abad de Glastonbury y en la práctica fue quien dirigió la
política de Inglaterra durante los años siguientes. Junto con Odón, el arzobispo de Canterbury, emprendió una labor de
reforma de la vida monástica, siguiendo la regla benedictina.

En Gales, un nieto del rey Rhodri Mawr llamado Hywel Da (el Bueno) logró reunificar nuevamente una gran parte del
país. Codificó por escrito las costumbres del país creando un código legal que permaneció en uso durante mucho tiempo
tras su muerte.

La parte oriental del reino de León, esto es, el territorio conocido como Castilla, estaba dividido en varios condados que
cada vez aceptaban de peor grado la autoridad leonesa. Uno de los mayores roces se había producido dos décadas antes
cuando la batalla de Valdejunquera, y desde entonces los castellanos habían elegido unos jueces cuya autoridad mediara
entre ellos y el rey. El conde Fernán González canalizó los sentimientos antileoneses y logró el apoyo de otros condes
en una actitud de rebeldía que terminó cuando el rey Ramiro II lo encarceló junto a sus seguidores y lo desposeyó de sus
títulos. En su lugar puso a Assur Fernández y envió a su hijo Sancho a Castilla.

El matrimonio entre el rey de Navarra García II Sánchez y la condesa de Aragón Angregoto Galíndez fue anulado, y el
rey se casó con Teresa, una hija de Ramiro II. Andregoto Galíndez se retiró a sus tierras de Aragón, pero el condado
siguió en manos del rey navarro.

En 944 el emperador bizantino Romano Lecapeno tenía unos sesenta y cinco años, y sus
hijos, Constantino y Esteban, se cansaron de esperar el momento de sucederle, así que entraron en palacio con algunos
hombres armados y llevaron a su padre por la fuerza a una isla cercana donde tuvo que hacerse monje. Sin embargo,
Helena, la hija de Romano casada con el otro emperador, Constantino VII, no aprobó estos actos y acusó a sus hermanos
de planear el asesinato de su marido. Unas semanas más tarde los usurpadores fueron apresados y llevados a la misma
isla que su padre, pero Romano I decidió continuar con la vida monacal. Ahora Constantino VII quedaba como único
emperador, pero siguió sin ocuparse apenas de las tareas del gobierno. En la práctica gobernó Helena ayudada por
ministros.

En 945 el príncipe ruso Ígor murió luchando contra los pechenegos. Fue sucedido por su hijo Sviatoslav, pero su
madre Olga, la hija del príncipe Oleg, ejerció de regente.

El califa de Bagdad reconoció el triunfo de los buwayhíes al reconocerlos como gobernadores. Los tres hermanos tuvieron
el gobierno efectivo de los territorios que hasta entonces habían dependido de Bagdad, y que ahora quedaban divididos
en tres Estados independientes.

La autoridad de Hugo de Arles en Italia se vio amenazada por Berengario, el nieto y tocayo del último emperador de
occidente, que había muerto veinte años atrás sin que nadie se hubiera dignado a heredar su título.
Gerberga, la esposa de Luis IV de Ultramar, logró recabar la ayuda de su hermano, el rey Otón I de Alemania, para liberar
a su esposo del cautiverio al que lo había reducido el conde Hugo.

Ante la amenaza de Abd al-Rahmán III, el rey Ramiro II de León decidió liberar y rehabilitar al conde Fernán González.
Para reconciliarse con él casó a su primogénito Ordoño con Urraca, hija del conde castellano. (La madre de Urraca,
llamada también Urraca, era hija del rey García II Sánchez de Navarra. No hay que confundir a estas dos con la segunda
esposa del rey leonés, llamada también Urraca, hermana de García II Sánchez.)

El rey Edmundo I de Inglaterra aplastó definitivamente la rebelión de los daneses en Northumbria. Siguiendo las
directrices de Dunstan, Edmundo I hizo una apuesta atrevida: conquistó Strathclyde y se lo ofreció al rey Malcom I de
Escocia, a cambio únicamente de una alianza. Dicha alianza se estableció en 946 y dio lugar a una gran estabilidad, pues
los daneses quedaron privados de todo apoyo. Por otra parte, se inició una política conciliadora también con ellos, y se
les asoció al poder a la par de los sajones. Edmundo I murió ese mismo año. Se cuenta que estaba celebrando la fiesta de
san Agustín cuando un conocido proscrito entró en la sala. El rey se abalanzó sobre él para ordenarle que se marchara,
pero recibió una puñalada. El proscrito murió allí mismo, pero el rey también. Dejó dos hijos, el mayor de los cuales tenía
cinco años, así que Edmundo I fue sucedido por su hermano Eadred, el último nieto vivo de Alfredo el Grande. El cambio
de monarca fue aprovechado esta vez por el viejo Erik Blodyks, el derrocado rey de Noruega convertido en pirata.
Desembarcó en Northumbria y fue aclamado rey por los daneses, con lo que se inició una nueva y larga rebelión.

Tras la muerte de Marino II fue elegido papa Agapito II. También murió el califa fatimí al-Kaím y fue sucedido por al-
Mansur, quien fundó una nueva capital en África, Mansuriyya.

En 947 murió Hugo de Arles, el rey de Italia, y el título pasó a Berengario, quien ya dominaba la región desde hacía
tiempo.

También murió el jefe húngaro Zolta, que fue sucedido por Fajsz.

Ese mismo año murió Mixcóatl y fue sucedido al frente del Imperio Tolteca por su hijo Ce Acatl Topiltzin
Quetzalcóatl, que era sumo sacerdote del dios Quetzalcóatl y con el tiempo fue identificado con éste.
El conde Suñer de Barcelona se retiró a un monasterio y dejó los condados de Barcelona y Gerona a sus hijos Borrell
II y Miró I. En 948 Borrell II recibió el condado de Urgel al morir sin descendencia el conde Sunifredo.

El rey de Alemania Otón I dedicó grandes esfuerzos a la evangelización de los pueblos conquistados y los vecinos. Así,
dos años antes había fundado el obispado de Havelberg, en el territorio de los vendos, y ahora convertía la fortaleza
venda de Brennabor en el obispado de Brandeburgo, ambos dependientes del arzobispado de Maguncia.

Al morir el duque de Baviera Arnoldo el Malvado, el ducado pasó en herencia al duque Enrique de Lorena (el hermano
del rey Otón I), que estaba casado con Judit, la hija de Arnoldo.

Similarmente, en 949 murió el duque Hermann de Suabia y Otón I otorgó el ducado a su hijo Ludolfo, que estaba casado
con Ida, la hija de Hermann.

El conde Hugo de París fue excomulgado por el concilio de Tréveris, con lo que su situación se volvió muy difícil.
En 950 se vio obligado a firmar la paz y la autoridad de Luis IV de Ultramar como rey de Francia ya no fue discutida.

El rey de Borgoña Conrado el Pacífico logró erradicar las bandas de húngaros y sarracenos que asolaban el país.

Ese año murió el conde de Tolosa Raimundo III Poncio, que fue sucedido por su hijo Guillermo III Tallaferro. Su
muerte permitió que el duque Guillermo III de Aquitania se hiciera con el dominio efectivo del ducado.

El rey de León, Ramiro II, dirigió una expedición contra los musulmanes y derrotó al ejército cordobés en Talavera. El
Conde Borrell II de Barcelona envió una embajada a Córdoba y logró firmar un tratado de paz con el califa Abd al-
Rahmán III, con quien en el futuro mantuvo buenas relaciones. También estableció relaciones con el papa a través de los
monjes de Cluny, que empezaron a asentarse en la Marca Hispánica.

El conde Bernardo de Sobrarbe y Ribagorza murió y fue sucedido por su hijo Ramón II.
El persa Adud al-Dawla unificó todos los dominios buwayhíes bajo su autoridad. El califa abasí no tenía ya ningún poder
efectivo.

OTÓN EL GRANDE
Se cuenta que Adelaida de Borgoña, una joven y hermosa viuda, había sido hecha prisionera por Berengario, el rey de
Italia. En 951 el rey alemán Otón I entró en Italia para rescatarla y la convirtió en su esposa. Además de combatir a
Berengario, Otón I tuvo que enfrentarse a los húngaros que saqueaban el norte de la península.

Tras la muerte del rey de León Ramiro II, le sucedió su hijo, que pasó a ser Ordoño III.

En el norte de China se instauró la dinastía Zhou posterior, la quinta desde el desmembramiento del Imperio Tang, bajo
la cual el país del norte experimentó un rápido desarrollo: aumentó la tierra roturada, se expropió el patrimonio de muchos
monasterios, se reorganizó el sistema de impuestos y se construyeron nuevos canales y diques con mano de obra forzada.

En 952 murió el duque de Borgoña Hugo el Negro.

El rey Ordoño III de León era hijo de la primera esposa de Ramiro II, y tenía un hermanastro conocido como Sancho el
Craso, cuyo apelativo era una forma fina de referirse a su extremada gordura. Sancho era hijo de Urraca, hija del rey de
Navarra Sancho I Garcés y de la actual reina Toda. En 953 trató de usurpar el trono leonés con la ayuda de su abuela y
de algunos nobles, entre ellos el conde de Castilla Fernán González. Cuando los rebeldes se acercaban a la ciudad de
León, Ordoño III les salió al paso y logró derrotarlos. Sancho se refugió en Navarra y Fernán González tuvo que someterse
al rey leonés.

Ese mismo año murió el califa fatimí al-Mansur y fue sucedido por su hijo al-Muizz, quien no tardó en iniciar una
campaña de expansión para recuperar los territorios africanos que el califa omeya Abd al-Rahmán III había ocupado años
antes.
Mientras Otón I estaba en Italia, su hijo Liudolfo encabezó una rebelión en la que participaron Conrado el Rojo, duque
de Lorena (nieto de Conrado I y cuñado de Liudolfo), y Federico, el arzobispo de Maguncia. Se inició así una guerra
civil que favoreció las invasiones húngaras y eslavas. En 954 Otón I había sofocado la rebelión. Conrado el Rojo fue
desposeído de sus tierras, aunque luego se reconcilió con el rey y recibió dominios en Franconia. El ducado de Lorena
pasó a Bruno, el obispo de Colonia y hermano del rey de Francia Luis IV de Ultramar. Sin embargo, los húngaros y los
eslavos parecían incontrolables. Los primeros fueron desviados hacia Francia. Allí murió Luis IV, que fue sucedido por
su hijo Lotario, de trece años. Hugo el Blanco conservaba su influencia, pues fue nombrado regente. Además obtuvo el
dominio de Aquitania y el ducado de Borgoña.

También murió el rey Malcom I de Escocia mientras trataba de sofocar una rebelión. Fue sucedido por Indulfo. En
Inglaterra, murió Erik Blodyks, y el rey Eadred logró sofocar la rebelión danesa en Northumbria. Sin embargo, no tardó
en enfermar y murió al año siguiente, en 955. No estaba casado y no tenía hijos, así que fue elegido rey su sobrino Edwy
el Hermoso, hijo del rey anterior, Edmundo I. Edwy tenía unos quince años. Se cuenta que durante la fiesta de su
coronación el rey se cansó de la compañía de la nobleza borracha y se retiró junto con una joven llamada Elgifu. Su
ausencia fue notada y Dunstan salió de la sala en su búsqueda. Encontró a la pareja en compañía de la madre de ella.
Dunstan se puso furioso: consideró que la actitud de Edwy era un insulto a la nobleza, reprendió al joven rey y lo llevó
sin miramientos junto a los invitados.

En cuanto Edwy vio consolidada su corona acusó a Dunstan de irregularidades financieras durante el reinado de su tío y
lo llevó al exilio. A continuación se dedicó a combatir todas las reformas que Dunstan había emprendido. Como Dunstan
había fomentado el celibato entre los religiosos, destituyó a los eclesiásticos solteros para favorecer a los casados. Además
se casó con Elgifu.

Sin embargo, Dunstan tenía el apoyo de la población danesa de Inglaterra, pues siempre había favorecido una política
conciliadora para con ella. Pronto surgieron voces amenazadoras en favor del regreso de Dunstan, que fueron encauzadas
por Odón, el arzobispo de Canterbury, con lo que Edwy se vio forzado a rehabilitar a Dunstan. La mitad norte de Inglaterra
(donde se concentraba la población danesa) rechazó a Edwy como monarca y aceptó, en cambio, a su hermano Edgar. Por
su parte, Dunstan obligó a Edwy a divorciarse de Elgifu, la hizo secuestrar y la mandó a Irlanda.
Otón I preparó una campaña contra los húngaros. Reclutó un ejército de caballeros de todas las partes de su reino. Los
húngaros también se agruparon en una enorme horda. Los ejércitos se encontraron el 10 de agosto junto al río Lech. Los
húngaros cruzaron el río para atacar y se lanzaron a la carga. Debieron de pensar que ésta sería imparable, pero los
caballeros acorazados con sus armaduras permanecieron en sus posiciones. El frente húngaro fue detenido y dividido.
Los húngaros trataron de huir, para lo cual tenían que cruzar el río otra vez y lo hicieron en completo desorden. Los
caballeros los persiguieron e hicieron una matanza. Entre las bajas cristianas estuvo el duque Conrado el Rojo, entre las
húngaras Fajzz, que fue sucedido por Taksony. El 16 de octubre Otón I derrotó a los eslavos.

Desde que Carlos Martel reunió el primer ejército de caballeros con armadura, la efectividad de la caballería franca había
sido muy variable. El problema principal consistía en que los caballeros (nobles) eran muy indisciplinados y revoltosos,
por lo que rara vez se empleaban con toda su potencia. Además se hallaban constantemente envueltos en conflictos
locales, o incluso en guerras civiles, que agotaban sus fuerzas. Las victorias de Otón I mostraron que la situación estaba
cambiando. En el futuro los europeos ya no se iban a sentir inermes ante las invasiones de nórdicos, bárbaros del este o
musulmanes, sino que los ejércitos de caballeros se estaban convirtiendo en un arma poderosa.

El rey alemán pasó a ser conocido como Otón el Grande y se convirtió en el héroe de la cristiandad. Los húngaros (o
ugros) ya no volverían a preocupar a los alemanes, pero éstos conservaron en su memoria relatos sobre los
temibles ogros que tanto les habían aterrorizado hasta entonces.

Tras la victoria de Lech, los húngaros fueron expulsados de la Marca del Este, que Otón I asignó a Burchard. La Marca
Véndica se la asignó a Gerón, que había participado en su conquista diecisiete años atrás. Éste se dedicó a organizar
firmemente el territorio y vencer toda posible resistencia por parte de los vendos.

Ese mismo año murió el papa Agapito II y Alberico puso en su lugar a su hijo Ottaviano, de tan sólo dieciocho años, el
cual adoptó el nombre de Juan XII. Alberico murió poco después y el papa cayó bajo la dominación de Berengario.

También murió el duque Enrique de Baviera (el hermano de Otón I) y su heredero fue su hijo Enrique, de cuatro años de
edad.
Hacía algunos años que en el Estado ruso de Kíev se había asentado una pequeña comunidad cristiana entre cuyos logros
se encontraba la conversión de Olga, la madre y regente del príncipe Sviatoslav. Ésta decidió visitar Constantinopla,
donde fue recibida con gran magnificencia, pues el protocolo era la especialidad del emperador Constantino VII.

El rey de León Ordoño III tuvo que enfrentarse a continuos ataques moros, especialmente en Galicia y en las fortalezas
de Castilla, defendidas por el conde Fernán González, que obtuvo una victoria en San Esteban de Gormaz. Ordoño III
decidió responder a estos ataques con una gran expedición que llegó hasta Lisboa. Abd al-Rahmán III envió a negociar
a Hasday ibn Saprut, un judío erudito que destacaba por sus conocimientos de medicina y botánica, pero también como
diplomático. Éste negoció una tregua que fue aceptada por el califa. Pocos meses después, ya en 956 murió
prematuramente Ordoño III. Sólo dejó un hijo de corta edad y al parecer bastardo, por lo que Sancho el Craso pudo
reclamar el trono y se convirtió en Sancho I.

Sin embargo, la nobleza leonesa despreciaba a Sancho I, a causa de su gordura, que casi le impedía tomar las armas. A la
cabeza de los disconformes estaba, como no, el conde Fernán González. Éste casó a su hija Urraca con Ordoño, el hijo
del rey Alfonso IV el Monje.

Mientras tanto moría el conde de París, Hugo el Blanco, y la regencia sobre Lotario pasó a su tío Bruno, el arzobispo de
Colonia y duque de Lorena. Por otra parte, Hugo el Blanco dejó un hijo que le sucedió en el condado. Se llamaba como
su padre y acostumbraba a usar una capa corta que le valió el sobrenombre de Hugo Capeto. De este modo, la pugna
entre Luis IV y Hugo el Blanco se reprodujo entre sus hijos Lotario y Hugo Capeto. Hugo el Blanco había acabado por
hacerse con la totalidad del ducado de Borgoña, que pasó a manos de su segundo hijo, Eudes.

En 957 murió el duque Ludolfo de Suabia, hijo de Otón I, y el ducado pasó a Burchard, que estaba casado
con Eduvigis, la hermana del duque Enrique de Baviera y sobrina del rey alemán.

También murió el conde Wifredo de Besalú, y el condado pasó a su hermano Sunifredo, conde de Cerdaña.

En 958 la nobleza leonesa derrocó a Sancho I el Craso y, a instancias del conde Fernán González, eligió como rey a su
yerno, al que se conoce como Ordoño IV el Malo, para distinguirlo del padre de Sancho I, al que se recuerda
como Ordoño III el Bueno. Pero la enérgica reina Toda de Navarra marchó a Córdoba con su hijo el rey García II
Sánchez para solicitar a Abd al-Rahmán III que curara a su nieto Sancho de su gordura y que le proporcionara tropas para
devolverle el trono de León. El califa los recibió solemnemente en el palacio de Madinat al-Zahra, donde "los politeístas
reconocieron la supremacía califal en su propio palacio". A cambio de su ayuda, Toda ofreció a Abd al-Rahmán III la
cesión de diez fortalezas del Duero. Abd al-Rahmán III encomendó el enfermo a Hasday ibn Saprut, que al cabo de unos
meses lo dejó lo suficientemente delgado como para que encabezara el ejército que el califa puso a su disposición.
En 959 este ejército sitió y tomó Zamora mientras el ejército navarro atacaba a Fernán González. Sancho I logró la
adhesión de los pueblos de la zona del Duero y de parte de la nobleza leonesa, dirigida por Fernando Ansúrez, con cuya
hermana, Teresa, se casó el monarca.

Por esta época las posesiones del califa Abd al-Rahmán en el norte de África se habían reducido a unas pocas plazas
costeras. El resto quedó de nuevo bajo el control del califa fatimí al-Muizz.

El ducado de Lorena escapó al control del arzobispo Bruno y de dividió en dos: la parte sur, la Alta Lorena, quedó en
manos del duque Federico I, mientras que la parte norte, la Baja Lorena, pasó al duque Godofredo I.

Mientras tanto moría el joven rey Edwy de Inglaterra y el trono pasó a su hermano Edgar, que ya reinaba en las regiones
septentrionales y ahora se convertía definitivamente en Edgar I de Inglaterra. El nuevo rey no dudó en conceder a
Dunstan todo el poder que éste ambicionaba. Para empezar lo nombró obispo de Londres.

También murió el emperador bizantino Constantino VII y fue sucedido por su hijo Romano II. Bajo su reinado destacó
un general llamado Nicéforo Focas, que en 960 dirigió un ataque contra la isla de Creta, base de la piratería islámica en
el Mediterráneo oriental.

Por esta época se convirtió en príncipe de Polonia Mieszco I, que es el primer gobernante polaco del que tenemos
conocimiento histórico. Al parecer era hijo y sucesor de Ziemomysl Piast, pero todos los datos sobre sus antecesores son
legendarios.
Tras la muerte del conde Ramón II de Sobrarbe y Ribagorza, los condados pasaron a su viuda Garsenda, conjuntamente
con sus hijos Unifredo, Arnaldo, Isarn y Toda.

En el norte de China murió el emperador Zhou, y el ejército aclamó como nuevo emperador al jefe de la guardia de
palacio, Zhao Kuangyin, de modo que la emperatriz viuda tuvo que abdicar junto a su hijo. Se instauró así la nueva
dinastía Song.

En Noruega murió el rey Haakon I el Bueno, mientras combatía a los hijos de su antecesor y hermano, Eryk Blodyks.
Haakon I había designado como sucesor al que pasó a ser Harald II Gráfell (el de la pelliza gris), nieto de Harald I
Hàrfager. No obstante, para ocupar el trono tuvo que enfrentarse a muchos competidores, y no pudo ocuparlo
efectivamente hasta 961. Además, su autoridad no fue reconocida en todo el territorio, sino que Noruega se fragmentó.

La ciudad de León se había mostrado leal al rey Ordoño IV el Malo, pero finalmente tuvo que huir a Asturias y Sancho I
recuperó la corona. Sin embargo, la muerte de Abd al-Rahmán III sirvió de excusa al rey para incumplir su parte del
acuerdo. Se dice que las últimas palabras del califa fueron: "En toda mi vida no he gozado más que de catorce días sin
preocupaciones de ninguna clase." Fue sucedido por su hijo al-Hakam II.

Los castellanos seguían reconociendo como rey a Ordoño IV el Malo, que se había refugiado en Burgos, pero el conde
Fernán González fue hecho prisionero por los navarros y esto puso fin a la resistencia. El califa al-Hakam II pidió al rey
García II Sánchez que le entregara a Fernán González, pero éste (que debía de ser un liante de cuidado) logró su libertad
a cambio de retirar su apoyo a su yerno, al que expulsó de Burgos y lo envió a Medinaceli, de donde a su vez pasó a
Córdoba. Al-Hakam II decidió apoyar a Ordoño IV el Malo en represalia por la traición del rey Sancho I. Rápidamente,
Sancho I se avino a cumplir el acuerdo, con lo que Ordoño IV perdió todos los apoyos y no tardó en morir en Córdoba.

Tras una campaña que duró más de un año, Nicéforo Focas logró expulsar a las fuerzas musulmanas de Creta y forzó a
los habitantes de la isla a adoptar el cristianismo. Creta ha sido cristiana desde entonces hasta la actualidad. Esta hazaña
elevó considerablemente la reputación de Nicéforo.

Edgar I nombró a Dunstan arzobispo de Canterbury y apoyó todas sus reformas.


El papa Juan XII se cansó de las imposiciones de Berengario y apeló a Otón I. Es probable que el rey alemán tuviera a
Carlomagno como modelo desde mucho tiempo atrás, pues había elegido el palacio de Carlomagno en Aquisgrán para la
ceremonia de su coronación. Ambos compartían además el sobrenombre de "el Grande". Ahora Otón I entró nuevamente
en Italia y se detuvo en Pavía, la antigua capital de los lombardos. Allí se hizo proclamar rey de los lombardos, como lo
hiciera Carlomagno en su día, luego marchó sobre Roma y el 2 de febrero de 962 Juan XII lo coronó emperador. El título
había quedado vacante desde la muerte del abuelo del actual Berengario. Éste ya no pudo resistir ante el rey alemán. Fue
capturado, derrocado y desterrado a Alemania.

En tiempos de Carlomagno y de Ludovico Pío, el emperador era visto como (o pretendía ser) el heredero de los
emperadores romanos, pero cuando Occidente dejó de ver en el Imperio Bizantino al antiguo Imperio Romano y los
emperadores de Occidente pasaron a ser personajes insignificantes, el fantasma del Imperio Romano casi se esfumó, y
así Otón el Grande ya no era visto como (ni pretendía ser) un nuevo emperador romano, sino más bien como un nuevo
Carlomagno, un monarca poderoso, invencible y de autoridad indiscutible. Podemos llamar a su imperio el Imperio
Germánico. Uno de sus primeros decretos como emperador confirmaba los derechos del papa sobre los territorios
romanos, pero al mismo tiempo establecía el control del emperador sobre la administración pontificia, e incluso sobre la
elección del Sumo Pontífice.

Antes de iniciar su campaña en Italia, Otón I había cedido el ducado de Sajonia a Hermann Billung. Mientras tanto
Gerón pudo sofocar una rebelión de los vendos derrotándolos junto al río Recknitz. Para acelerar la evangelización de
estos pueblos eslavos, Otón I creó el arzobispado de Magdeburgo, del cual pasaron a depender los obispados de
Havelberg y Brandeburgo, que hasta entonces dependían del más alejado arzobispado de Maguncia.

Un mercenario turco llamado Alp Tigin, fue destituido como jefe de la guardia de corps del príncipe samaní, tras lo cual
se trasladó a una región en el actual Afganistán llamada Gazni, donde se declaró gobernador independiente. A sus
sucesores se les conoce como los gaznawíes.

El emperador chino Zhao Kuangyin logró que el ejército se sometiera a la autoridad civil, con lo que puso fin a la
inestabilidad política del periodo anterior.
En Escocia murió el rey Indulfo y fue sucedido por Dubh.

El rey Sancho I de León cambió nuevamente de idea sobre lo de cumplir lo pactado con el califa Abd al-Rahmán III
cuando éste le ayudó a recuperar su trono. Logró una alianza con el conde castellano Fernán González, con el rey García
II Sánchez de Navarra y con los condes Borrell y Miró de Barcelona, pero el califa actual, al-Hakam II, emprendió una
expedición de castigo y Sancho I tuvo que pedir una tregua. En 963 al-Hakám derrotó también a García II Sánchez. La
reina Toda había muerto no mucho antes.

Ese mismo año murió el duque de Aquitania Guillermo III Cabeza de Estopa, y fue sucedido por su hijo Guillermo IV
Fierebrace.

El hijo menor de un conde francés adquirió un castillo situado en una posición estratégica al noreste de Francia. El castillo
se remontaba a la época romana y entonces era conocido como Luxemburgo, su nuevo dueño se llamaba Sigfrido y
tomó el título de conde de Ardennes.

El emperador chino Zhao Kuangyin inició una campaña expansiva por la que a lo largo de la década siguiente fue
anexionándose uno tras otro los reinos del sur, con lo que reconstruyó la unidad del Imperio Chino bajo su dinastía, la
dinastía Song.

Nicéforo Focas dirigió un ejército bizantino por Asia Menor y tomó al emir hamdaní Sayf al-Dawla la ciudad
de Alepo. Poco después murió el emperador Romano II. Nunca se había tomado muy en serio el gobierno, sino que
durante su reinado éste estuvo en manos de su esposa Teófano. Dejó dos hijos que ya habían sido coronados como
coemperadores en vida de su padre. Eran Basilio II y Constantino VIII, pero sus edades eran de cinco y tres años,
respectivamente, por lo que Teófano se convirtió en regente. Poco después, una rebelión militar contra los jóvenes
emperadores llevó a Teófano a casarse con Nicéforo Focas, que se convirtió en regente y emperador asociado (Nicéforo
II).

Juan XII comprendió demasiado tarde que Otón I no iba a ser más manejable que Berengario. El emperador terminó
acusándolo de conducta escandalosa y un concilio lo depuso el 4 de diciembre y en su lugar eligió a León VIII, que ni
siquiera era sacerdote. Sin embargo, cuando el emperador abandonó Roma poco después, ya en 964, Juan XII volvió a
adueñarse de la ciudad y persiguió a los partidarios de León VIII. Sin embargo murió poco después y fue sucedido
por Benedicto V. Pero Otón I apoyó a León VIII y durante los años siguientes volvió a haber dos papas en Roma.

Ese año murió el duque Godofredo I, de la Alta Lorena. Fue sucedido por Ricardo.

En el Estado ruso de Kíev murió Olga, con lo que su hijo, el príncipe Sviatoslav, asumió las labores del gobierno. Su
primera acción fue una campaña contra los viátichi, un pueblo vecino. Después se enfrentó a los jázaros.

El emperador bizantino Nicéforo II inició una campaña contra Cilicia y Chipre y otra contra Sicilia. La primera fue
exitosa, y en 965 dominaba ambas regiones, pero ese mismo año cayó la última posesión imperial en Sicilia, con lo que
la isla se perdió para siempre.

Ese año murió Eudes, el duque de Borgoña, hermano de Hugo Capeto, y el ducado pasó a un tercer hermano, conocido
como Enrique el Grande.

También murió el conde Arnulfo I de Flandes, conocido como Arnulfo el Grande. Durante dos años, su
hermano Balduino III se había apoderado del condado, pero Arnulfo I lo había recuperado y ahora lo transmitió a su
hijo Arnulfo II, que se casó con Susana, una hija de Berengario.

Tras la muerte de Gerón, la Marca Véndica fue dividida en seis marcas menores que pasaron a sus familiares.

Así mismo murió el conde Sunifredo, que dejó el condado de Besalú a su hermano Miró y el condado de Cerdaña a su
hermano Oliba.

Tras la muerte del papa León VIII, Otón I impuso como sucesor a Juan XIII, si bien éste fue expulsado de Roma por el
conde de Campania, Rofredo, ayudado por el pueblo, en favor del otro papa, Benedicto V, pero en 966 Otón I impuso
nuevamente a Juan XIII y se llevó a Alemania exiliado a Benedicto V. Ese mismo año murió Berengario, exiliado también
unos años antes.
La política evangelizadora del emperador estaba dando sus frutos: Ese mismo año el rey de Dinamarca Harald Blatand
adoptó el cristianismo y lo extendió por su país. También fue bautizado el príncipe de Polonia Mieszco I, que el año
anterior se había casado con Dabrówka, hermana del duque Boleslav I de Bohemia.

En Galicia se produjo una rebelión contra el rey de León Sancho I el Craso. El monarca logró sofocarla, pero fue
envenenado y murió en el camino de vuelta a la capital. Sancho I dejó un hijo de cinco años, que pasó a ser rey con el
nombre de Ramiro III y bajo la regencia de su tía Elvira (que era monja). La situación era irregular, pues en teoría la
monarquía leonesa era electiva y no hereditaria, por lo que no había motivo para aceptar como rey a un menor de edad.
Por ello se realizó una ceremonia de elección al estilo visigodo que confirmara a Ramiro III como nuevo rey, pero esto
no acalló las protestas y se produjo una inestabilidad que obligó a Elvira a firmar una tregua con el califa de Córdoba, al-
Hakam II. Esta tregua fue rápidamente suscrita por el conde Borrell de Barcelona, que a partir de este momento volvió a
mantener relaciones cordiales con el califato. Su hermano Miró había muerto poco antes.

El emperador bizantino Nicéforo II obtuvo nuevas victorias contra los musulmanes en Siria. El zar Pedro I de Bulgaria
tenía serios problemas con los húngaros en el norte, y para controlarlos decidió firmar una alianza con ellos contra
Constantinopla. Nicéforo II respondió con una alianza con el príncipe Sviatoslav de Kíev, que en 967 se lanzó
sangrientamente contra Bulgaria.

En Bohemia murió el duque Boleslav I y fue sucedido por su hijo Boleslav II.

En Escocia murió el rey Dubh y fue sucedido por Culen.

La civilización americana seguía convulsionada. Un pueblo del norte invadió la ciudad maya de Chichén Itzá. Esta ciudad
había sido fundada unos quinientos años antes por los itzaes, un pueblo maya que, por causas desconocidas, la había
abandonado unos trescientos años después. Los invasores se identificaron con estos itzaes, pero no está claro que fueran
los mismos (más bien parece una de las típicas historias para legitimar una conquista). Tal vez fueran chontales (un
pueblo que habitaba más al norte) que habían adquirido algunos rasgos mayas por contacto con los toltecas. El caso es
que los invasores empezaron a construir en la ciudad monumentos grandiosos de estilo tolteca: el Castillo, el Templo de
los Guerreros, un observatorio astronómico, etc. También introdujeron el culto a Quetzalcóatl y los sacrificios humanos,
juntamente con un espíritu militarista ajeno a las costumbres mayas. Por esta misma época, la ciudad maya de Uxmal tuvo
que acoger también forzosamente a un pueblo invasor, los Xiues, que introdujeron cambios similares en su entorno.

Siguiendo el ejemplo de Carlomagno y Ludovico Pío, el emperador Otón I hizo que el papa Juan XIII coronara emperador
a su hijo Otón II, que tenía entonces unos trece años de edad. En 968 Otón I trató de extender su dominio en Italia a toda
la península, para lo que emprendió una campaña contra Apulia. No obstante, no pudo vencer a los bizantinos. El
emperador Nicéforo II estaba entonces nuevamente en campaña contra Siria y regresó a Constantinopla. Sus generales
continuaron la tarea y en 969 tomaron Antioquía (en octubre) y Alepo (en diciembre). En el botín obtenido en Antioquía
figuraba una capa vieja y deshilachada que, sin duda alguna, había pertenecido a san Juan el Bautista.

Mientras tanto Otón I había intentado un nuevo ataque contra Calabria, pero las posiciones bizantinas en el sur de Italia
permanecieron firmes.

Como respuesta a la alianza entre los bizantinos y los rusos, los búlgaros habían establecido una alianza con los
pechenegos, que se habían lanzado sobre Kíev obligando al príncipe Sviatoslav a regresar para defender su patria. En
cuanto hubo puesto a raya a los pechenegos, volvió furibundo contra los búlgaros, y fue tan recio su ataque que inquietó
al mismo emperador Nicéforo II, el cual terminó aliándose con los búlgaros contra los rusos. Puesto que Constantinopla
veía a los búlgaros como su principal enemigo, esta alianza manchó la imagen del emperador. Además Nicéforo II había
aumentado considerablemente los impuestos para financiar sus numerosas campañas, de modo que su popularidad había
decaído notablemente.

A finales de año, un sobrino de Nicéforo II, un general llamado Juan Tzimiscés, entró en el dormitorio del emperador
junto con otros oficiales y lo asesinó. Así se convirtió en el nuevo emperador Juan I. Respetó el derecho de los dos
jóvenes emperadores Basilio II y Constantino VIII (que ahora tenían once y nueve años, respectivamente).

Mientras tanto los rusos despedazaban Bulgaria y mataban al zar Pedro I. Fue sucedido por su hijo Boris II, que a sus
veinte años tuvo que enfrentarse precariamente a la invasión rusa.
El califa fatimí al-Muizz conquistó Egipto y puso fin a la dinastía de los Ijdisíes. Decidió iniciar la construcción de una
nueva capital a la que llamó al-Qáhira (la Victoriosa), actualmente El Cairo.

Vietnam pasó a ser gobernado por una nueva dinastía, la de los Dinh, fundada por Dinh Bo-linh, quien logró que China
reconociera definitivamente la independencia del reino, el cual abandonó definitivamente el nombre chino de Annam y
se convirtió en Dai-Viet. Se inició un proceso de expansión que obligó a replegarse al reino de Shampa, cuya capital
tuvo que trasladarse unos trescientos kilómetros hacia el sur. El reino de Shampa también estaba sufriendo las
acometidas del reino de Angkor, aunque estas habían amainado tras la muerte del rey Rajendravarman, acaecida el
año anterior.

Teófano, la viuda del emperador Nicéforo II, trató de casarse con Juan I, pero en 970 éste optó por enviarla al exilio y se
casó con Teodora, hermana de Romano II y tía de los dos emperadores.

Hugo Capeto se casó con Adelaida, hija del duque de Aquitania Guillermo III Cabeza de Estopa. Adelaida era carolingia
por parte de madre.

ALMANZOR
En 970 murió el rey de Navarra García II Sánchez y fue sucedido (como rey de Navarra y conde de Aragón) por su
hijo Sancho II Garcés Abarca. En realidad García II Sánchez dejó en herencia una pequeña parte de su reino a su
segundo hijo, Ramiro Garcés, que se convirtió así en rey de Viguera (en la actual provincia de La Rioja). No obstante,
este nuevo reino mantuvo una fuerte dependencia del reino navarro.

En Burgos murió el conde de Castilla Fernán González. Con su política había logrado la plena independencia de Castilla
respecto de la monarquía leonesa. Para ello había fomentado en su condado todos los rasgos culturales que diferenciaban
a sus habitantes de los leoneses hasta inspirar un fuerte sentimiento nacionalista castellano. Fue sucedido por su
hijo García I Fernández.

También murió el rey de Noruega Harald Gráfell, y entonces su reino se disgregó y volvió al paganismo. La parte sur se
convirtió en un protectorado danés.

El príncipe Sviatoslav de Kíev, tras haber despedazado Bulgaria, se dirigió contra el Imperio Bizantino. El emperador
Juan I envió su flota al Danubio para obstaculizar la retirada rusa y después envió sus ejércitos hacia el norte anticipándose
a lo que los rusos creían que iba a hacer. Los rusos libraron batalla con un arrojo extremo sin preocuparse de las bajas, tal
y como era su costumbre, pero, a pesar de superar en número a los bizantinos, no pudieron contra los jinetes acorazados
y finalmente Sviatoslav tuvo que rendirse, aceptar las condiciones de paz y volver a su patria. Los territorios búlgaros
conquistados por los rusos fueron anexionados al Imperio y el joven zar Boris II fue obligado a abdicar. El Imperio
Búlgaro cayó en la anarquía.

En 971 el trono de Escocia pasó a Kenneth II, hijo de Malcom I. El rey Edgar de Inglaterra le cedió la parte norte de
Northumbria, lo que había sido antaño el reino de Bernicia y al que los escoceses llamaron Lothian. No se conocen
exactamente los motivos de esta donación, pero lo cierto es que el territorio había sido un foco de problemas para los
sajones en los últimos años a causa de las sublevaciones danesas. Así la frontera entre Inglaterra y Escocia pasó a ser
aproximadamente la actual. Esta incorporación fue un gran cambio para Escocia, pues hasta este momento había sido
completamente celta, mientras que ahora pasaba a tener un sector sajón que con el tiempo extendió su lengua y su cultura
por una parte del territorio escocés. Así Escocia terminó dividida en dos regiones diferenciadas: las Tierras Altas del
norte, primitivas, tribales y célticas, y las Tierras Bajas del sur, de cultura sajona. Las Tierras Bajas eran más fértiles y
su población aumentó hasta convertirse en mayoritaria. El resultado fue que Escocia conservó sus sentimientos
nacionalistas celtas frente a los sajones pero inmersos en una cultura que apenas difería de la sajona en lo esencial.

En los últimos años, el Imperio Bizantino había militarizado hasta tal punto Asia Menor como defensa ante los
musulmanes, que los gobernadores adquirieron mucho poder y una notable independencia, casi equiparable a la situación
de los nobles feudales de Occidente. Uno de ellos, el general Bardas Focas, sobrino de Nicéforo Focas, se rebeló contra
el emperador Juan I (también sobrino y además asesino de Nicéforo Focas). Los demás gobernadores de Asia Menor
consideraron que si Bardas Focas se convertía en emperador favorecería sus intereses frente a los funcionarios de la corte
que trataban de mantener la cohesión del Imperio. Sin embargo, la rebelión fue sofocada, no sin dificultad, por el
general Bardas Escleros. Focas fue desterrado a una isla del Egeo.

Juan I cambió de actitud respecto a su predecesor en lo tocante al Imperio Germánico. Reconoció el título imperial de
Otón I y en 972 casó a su sobrina política Teófano (hija de Romano II y de Teófano) con Otón II. Teófano introdujo la
seda entre los toscos germanos, a los que también desconcertó con su extraña costumbre de bañarse con frecuencia. Se
dice que por esta época vivió en Venecia un primo de Teófano que introdujo el uso del tenedor en el mundo occidental.

Los húngaros, tras las graves derrotas que habían sufrido unos años antes, comprendieron la importancia de unirse, así
que todas las tribus aceptaron la autoridad de Géza Esteban, un descendiente de Árpád, que acababa de suceder a
Taksony. Géza acabó con las incursiones húngaras en los estados vecinos al promover la sedentarización de su pueblo.
Estableció una alianza con Otón I por la cual consentía que los monjes germanos evangelizaran a su pueblo. Finalmente,
él mismo se bautizó.

Cuando el príncipe ruso Sviatoslav estaba llegando a Kíev fue asaltado por los pechenegos y murió en combate.
Teóricamente, su sucesor fue su primogénito Yaropolsk I Sviatoslavich, pero en los años siguientes sus
hermanos Oleg y Vladimiro le disputaron el trono.

Tras la muerte del papa Juan XIII fue elegido Benedicto VI.
El rey Edgar de Inglaterra no admitió ser coronado hasta que cumplió treinta años, en 973. Tal vez quiso evitar una
situación similar a la que se dio en la fiesta de coronación de su hermano mayor. La suya fue todo un éxito, mejor que
cualquier otra que los sajones pudieran recordar.

El Cairo se convirtió en la nueva capital del Califato Fatimí.

Ese mismo año murieron el duque de Sajonia, Hermann Billung, que fue sucedido por su hijo Bernardo I, el duque
Burchard de Suabia, que fue sucedido por Otón, hijo del duque anterior, Ludolfo, y nieto del emperador Otón I, y también
murió el emperador, que fue sucedido por su hijo Otón II. La sucesión produjo algunas convulsiones. Un patricio romano
llamado Crescencio dirigió un motín que expulsó de Letrán al papa Benedicto VI. A continuación nombró pontífice a
Bonifacio VII, el cual hizo estrangular a Benedicto VI. Sin embargo, en 974 los sectores leales a Otón II hicieron huir a
Bonifacio VII (que fue acogido en Constantinopla, tal vez porque se llevó consigo una parte del tesoro del Vaticano) e
impusieron como Sumo Pontífice a Benedicto VII. Esto no impidió que la nobleza romana mantuviera una actitud de
rebeldía frente al nuevo emperador. Siguiendo la tradición, la autoridad del papa era prácticamente nula.

En Japón se publicó el Kagero nonikki (Diario de una efímera), atribuido a la madre del
ministro Michitsuna, considerado como la culminación del género del diario íntimo.

Las relaciones entre el Califato Omeya y sus vecinos cristianos del norte fueron especialmente turbulentas en este periodo.
El conde García I Fernández de Castilla concedió privilegios de nobleza a los villanos que disponían de medios para
combatir como jinetes (caballeros villanos). Tras una negociación frustrada con al-Hakam II atacó sin éxito la fortaleza
de Deza, lo que dio paso a una guerra abierta entre Castilla y el califato. El año anterior el rey de Navarra Sancho II
Garcés había sido derrotado en un ataque a San Esteban de Gormaz, mientras Elvira, la regente del reino de León, vio
fracasar la embajada con la que solicitaba la prórroga de la tregua firmada seis años antes. En estas circunstancias, García
Fernández logró que en 975 Sancho II Garcés y Ramiro III firmaran con él una coalición cristiana contra al-Hakam II.
En abril la coalición asedió Gormaz, pero en junio fue liberada por Galib, el gobernador de Medinaceli. La coalición fue
completamente derrotada. Galib invadió Castilla y derrotó a García Fernández.
El papa Benedicto VII excomulgó al otro papa (exiliado), Bonifacio VII.

Ese año murió el califa fatimí al-Muizz y fue sucedido por al-Aziz.

También murió el rey Edgar de Inglaterra, y dejó dos hijos, Eduardo, de doce años, y Ethelred, de seis. Tenían madres
distintas y Elfrida, la madre de Ethelred, quería que su hijo fuera el nuevo rey. No obstante fue elegido el primogénito,
que se convirtió así en Eduardo II de Inglaterra. Esto no desalentó a Elfrida, que se puso a buscar partidarios. Los
encontró entre los nobles descontentos con las reformas de Dunstan. En efecto, la política de Dunstan para integrar a los
daneses había perjudicado a algunos nobles sajones, lo cual, unido a cuestiones religiosas, era suficiente para minar la
autoridad del rey. Durante los años siguientes Inglaterra se vio conmocionada por enfrentamientos y tensiones entre los
partidarios de Eduardo II y Dunstan frente a los partidarios de Elfrida y Ethelred.

El emperador bizantino Juan I había iniciado un año antes una exitosa campaña contra los musulmanes, ahora había
llegado hasta Damasco y Nazaret y estaba cerca de Jerusalén, pero los resultados fueron escasos, porque la población era
firmemente islámica, por lo que no podía conservar las conquistas. En 976 enfermó, probablemente de fiebre tifoidea,
volvió a Constantinopla y allí murió.

Entonces el emperador Basilio II tenía ya dieciocho años, y su hermano Constantino VIII dieciséis. Basilio II decidió
ocuparse de las tareas de gobierno, bajo la tutela del gran chambelán Basilio Lecapeno y también con el apoyo de su
madre, Teófano, que regresó de su destierro. Sin embargo, el general Bardas Escleros consideró que podía sustituir a Juan
I como emperador y regente de los dos hermanos, por lo que inició una rebelión en Asia Menor, tal y como había hecho
Bardas Focas años antes. Sus soldados lo proclamaron emperador.

Mientras tanto los búlgaros se reorganizaron bajo la dirección de un nuevo zar llamado Samuel, que era hijo del
gobernador de una de las regiones occidentales del antiguo Imperio Búlgaro donde no habían llegado ni los rusos ni los
bizantinos. En los años siguientes, aprovechando que los bizantinos estaban ocupados tratando de controlar Asia Menor,
fue reconquistando los territorios que habían formado parte de Bulgaria.
También murió el califa Omeya al-Hakam II. Fue probablemente el monarca más culto de al-Ándalus. Cultivó la poesía,
protegió hasta a 2.000 intelectuales y su biblioteca llegó a contar con 400.000 volúmenes. Por esta época se inició la
fabricación de papel en al-Ándalus, y no tardó en exportarlo a Europa. Al-Hakam fue sucedido por su hijo de once
años Hisam II, bajo la regencia de su madre Subh (de origen vasco), del primer ministro al-Mushafí y de Almanzor, un
protegido de la princesa Subh que en los últimos años había ascendido rápidamente.

El duque Otón de Suabia arrebató el ducado de Baviera al que ya era conocido como Enrique el Pendenciero. Por otra
parte, el emperador Otón II confió la Marca del Este a Leopoldo I de Babenberg, que arrebató a los húngaros la región
de Viena.

El ducado de la Baja Lorena pasó a manos de Carlos, hermano del rey Lotario de Francia.

En Irlanda, el rey de Thomond, Brian Boru, derrotó a los escandinavos de Limerick y así se convirtió en rey de todo el
Munster.

En 977 murió el gobernador gaznawí Alp Tigin y fue sucedido por Sebuk Tigin, quien extendió considerablemente los
dominios de Alp Tigin hasta formar prácticamente un imperio turco musulmán en las regiones de la frontera indoafgana.

En 978 el rey Eduardo II de Inglaterra fue asesinado por los partidarios de su hermano Ethelred. El rey gozaba del favor
del pueblo, hasta el punto de que actualmente se le recuerda como san Eduardo el Mártir. Ahora a Ethelred le
correspondía legítimamente la corona, y Dunstan, como arzobispo de Canterbury, no tuvo más opción que coronarlo
como Ethelred II. Sin embargo, se negó a seguir en su función de consejero del rey, así que se retiró a Canterbury. El
nuevo rey no pudo obtener un asesoramiento como el que sus predecesores habían recibido de Dustan, y parece ser que
fue el propio Dustan quien le impuso el sobrenombre de Ethelred the Unraedig (Ethelred el mal
aconsejado, de "raed", que era "consejo" en inglés antiguo). Sin embargo, historiadores posteriores cambiaron la
palabra unraedig (inexistente en inglés moderno) por unready, que suena aproximadamente igual, por lo que el rey es
conocido en la historia por el inexacto nombre de Ethelred el No Preparado.
El príncipe ruso Yaropolsk Sviatoslavich fue asesinado por su hermano Vladimiro, aunque éste tuvo que luchar durante
algún tiempo más hasta hacerse con el gobierno de Kíev.

También murió el duque Federico I de la Alta Lorena, que pasó a su hijo Thierry I.

El conde de Castilla García Fernández se apoderó de las fortalezas de Gormaz y Atienza. En 979 Almanzor había relegado
a la princesa Subh y degollado al ministro al-Mushafí, con lo que se había convertido en el auténtico gobernante de Al-
Ándalus. Controlaba el entorno del califa Hisam II y logró inculcarle el gusto por no hacer nada. Almanzor se alió con el
general Galib y logró una serie de victorias frente a los cristianos que aumentaron su popularidad.

Almanzor creó un ejército profesional formado por bereberes y mercenarios provenientes de los reinos cristianos del
norte, pues no les exigía el cambio de religión para ingresar en sus filas. También contaba con mercenarios franceses e
italianos. Impuso una férrea disciplina. Se dice que un jinete fue decapitado durante un desfile por desenvainar el alfanje
antes de tiempo, o que un caballo que relinchara durante una parada militar recibía veinte azotes de castigo. Almanzor
nunca sufrió una derrota.

Por otra parte, una de las primeras acciones de Almanzor cuando tuvo todo el poder en sus manos fue quemar la biblioteca
de al-Hakam, pues consideraba a la filosofía, la astronomía y las ciencias en general como sospechosas, perversas e
ilícitas. También hay que decir que fue un administrador eficiente que aumentó la prosperidad de Al-Ándalus, claro que
con su carácter no debió de tener muchas dificultades en garantizar que todo marchara a la perfección.

El emperador bizantino Basilio II encontró la forma de acabar con la rebelión de Bardas Escleros: negoció con el antiguo
rebelde Bardas Focas y lo rehabilitó en el ejército a cambio de que derrotara a Escleros, que era precisamente quien le
había derrotado a él años antes. Los dos generales se encontraron el 24 de marzo, y las fuentes cuentan que llegaron a un
enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Focas tumbó a Escleros, al que sacaron del campo de batalla medio muerto, pero logró
huir a Bagdad.

Tras la muerte del conde Unifredo, los condados de Sobrarbe y Ribagorza continuaron en manos de su madre y sus
hermanos.
En China, el emperador Zhao Kuangyin había unido bajo su poder todo el territorio que habían gobernado los tang, salvo
la parte ocupada por los khitán, en el noroeste, gobernados por la dinastía Liao. La unificación realizada por Zhao
Kuangyin fue probablemente la menos cruenta de cuantas vivió China, pues eran muchos los sectores que coincidían en
la conveniencia de reconstruir el Imperio. Zhao Kuangyin murió poco después, y fue sucedido por Taizong, quien atacó
sin éxito a los khitán.

En 980 el príncipe Vladimiro Sviatoslavich era ya el gobernante indiscutido del estado ruso de Kíev.

En el reino vietnamita de Dai-Viet se instauró la dinastía de los Le.

Otón II marchó a Italia para restablecer la autoridad alemana, que era discutida por la nobleza local desde seis años atrás.

El rey de Meath, Maelsechlainn II, derrotó a Olaf Guthfrithson en Dublín y fue elegido Aird Righ de Irlanda.

En 981 Almanzor fijó su residencia en un lujoso palacio que se había construido cerca de Córdoba desde donde dirigía el
califato sin necesidad de rendir homenaje al califa. Su alianza con Galib se había roto, y éste se pasó al bando cristiano.
En julio Galib se unió a los ejércitos del conde García Fernández y del rey Sancho II Garcés, pero todos ellos fueron
derrotados en Rueda por Almanzor, que en agosto devastó Castilla. El rey Sancho II Garcés se apresuró a hacer las paces
con Almanzor, y le concedió la mano de su hija Abda.

El emperador Basilio II trató de frenar la expansión búlgara, pero no pudo derrotar a Samuel y tuvo que retirarse
humillado.

La derrota de Rueda volvió impopular al rey Ramiro III de León (a lo que también contribuyó, al parecer, su carácter
altanero) y en 982 los nobles gallegos proclamaron rey a un hijo bastardo de Ordoño III, que pasó a ser Vermudo II el
Gotoso, rey de Galicia.

Mientras tanto, algunos navegantes islandeses habían llegado a la isla con relatos sobre la existencia de tierra más hacia
el oeste. Un pirata islandés llamado Erik Thorvaldson, más conocido como Erik el Rojo, decidió partir en su busca.
Después de navegar algo más de trescientos kilómetros se encontró con la isla más grande del mundo, eso sí, cubierta por
una enorme capa de hielo. Navegó hacia el sur siguiendo la costa, y juzgó que la parte meridional era habitable.

El duque Otón de Baviera, murió sin descendencia, de modo que Enrique el Pendenciero pudo recuperar el ducado.

El emperador Otón II fue derrotado por los sarracenos en Cabo Colonna. En 983 murió el papa Benedicto VII y el
emperador eligió en su lugar a su canciller Pietro Canepanova, que había sido antes obispo de Pavía. Así se convirtió
en Juan XIV. Sin embargo Otón II murió poco después y dejó como heredero a un hijo de tres años, que se convirtió
en Otón III. Como regente actuó su madre, Teófano.

También murió el soberano Buwaihí Adud al-Dawla, que gobernaba en Mesopotamia, pero ahora el territorio se
fraccionó.

Vermudo II derrotó a Ramiro III en Portilla de Arenas, pero Ramiro III se hizo fuerte en León. Vermudo II pactó con
Almanzor, quien en 984 le ayudó a tomar la capital a cambio de instalar contingentes militares musulmanes en territorio
leonés. Ramiro III tuvo que huir a Astorga, donde murió poco después.

También murió el conde Miró de Besalú, y el condado pasó a su hermano Oliba, conde de Cerdaña.

Los vendos recuperaron algunos de los territorios que les habían arrebatado los alemanes, entre ellos la fortaleza de
Brandeburgo.

El papa Bonifacio VII regresó a Roma de su exilio en Constantinopla e hizo apresar al otro papa, Juan XIV, que fue
encerrado en el castillo de Sant'Angelo, donde murió de hambre a los pocos meses. Para ello contó de nuevo con la ayuda
de Crescencio, pero éste murió ese mismo año y en 985, de forma repentina, murió también Bonifacio VII. En su lugar
fue elegido Juan XV. Crescencio tenía un hijo llamado también Crescencio, que siguió la línea de su padre e hizo huir
de Roma a Juan XV, que tuvo que refugiarse en Toscana. Luego lo pensó mejor y permitió que regresara a Roma, pero
bajo su tutela.
El rey tolteca Topiltzin tuvo que abandonar Tollan, su capital, no se sabe muy bien por qué, pero lo más natural es que la
ciudad sufriera una invasión. En efecto, poco después el culto a Quetzalcóatl fue sustituido por el culto al
dios Tezcatlipoca. El caso es que un ejército tolteca se trasladó al Yucatán, donde Topiltzin instauró una férrea dictadura
militar bajo la cual creció el número de los esclavos, formados por prisioneros de guerra, hombres libres condenados por
robo u otros delitos y también por hijos de esclavos. Más que como mano de obra, los esclavos servían como víctimas
para los sacrificios humanos.

EL FIN DE LOS CAROLINGIOS


El emperador bizantino Basilio II estaba tratando de llevar adelante una reforma agraria en Asia Menor para fragmentar
los latifundios que daban poder a los grandes señores que habían apoyado las rebeliones de Bardas Focas y Bardas
Escleros. En 985 éstos entraron en negociaciones con Basilio Lecapeno, pero el emperador descubrió la conspiración y
recluyó al chambelán en un monasterio. A partir de este momento gobernó en solitario, sin ninguna clase de tutela. En
los últimos años la personalidad de Basilio II se distanció enormemente de la de su hermano menor, Constantino VIII:
mientras éste pasaba su vida entre placeres y lujos, Basilio II renunció a los banquetes, al vino y a las mujeres y se
consagró a las labores de gobierno. Se decía que su único placer era la guerra. De momento continuó en su empeño de
someter Asia Menor.

En una de sus campañas más exitosas, Almanzor destruyó la ciudad de Barcelona, donde mató a la mayor parte de sus
habitantes, y luego asoló las tierras fronterizas cristianas.

Mientras tanto Erik el Rojo había regresado a Islandia de su expedición y estaba reclutando colonos para poblar la tierra
que había descubierto. Para ello la describió como un paraíso, e incluso tuvo el descaro de llamarla Groenlandia (tierra
verde) y con este absurdo nombre se la conoce hoy en día. Hay evidencias de que Groenlandia estuvo habitada en dos
ocasiones anteriores por cazadores árticos provenientes de América del Norte. La primera vez fue alrededor del 2000 a.
C., y la segunda a principios de la era cristiana. En ambos casos los colonos resistieron durante varios siglos, pero
terminaron extinguiéndose. Cuando llegó Erik el Rojo Groenlandia estaba deshabitada. En 986 partió nuevamente con
veinticinco barcos y fundó una colonia vikinga en el sur que resistió durante varias generaciones. Poco después, la parte
norte de la isla recibió nuevos pobladores, esta vez lapones provenientes de Escandinavia, que se han mantenido en la isla
de forma continuada hasta la actualidad.

Ese mismo año murió el rey de Dinamarca Harald Blatand, y fue sucedido por su hijo Svend I Tveskaeg (Barba
Bifurcada), bajo cuyo reinado el cristianismo siguió expandiéndose por Dinamarca.

El duque Carlos de Lorena, pese a que era hermano del rey Lotario de Francia, se había sometido al rey alemán. Lotario
trató de conquistar Lorena, para lo cual tuvo que enfrentarse a Carlos, a Hugo Capeto y a Adalberón, el arzobispo de
Reims, aliado de Hugo Capeto. Lotario murió en combate y fue sucedido por su hijo Luis IV.

El rey Vermudo II de León, una vez se sintió afianzado en el trono, expulsó de su territorio a las fuerzas musulmanas que
había aceptado en su acuerdo con Almanzor. Su respuesta no se hizo esperar: en 987 saqueó Coimbra.

Los terratenientes de Asia Menor volvieron a rebelarse contra Constantinopla, y llamaron en su apoyo a Bardas Escleros,
que volvió de su exilio para conducirlos. Basilio II recurrió a Bardas Focas, pero esta vez el general decidió unirse a su
enemigo y sus soldados lo proclamaron emperador por segunda vez. Constantinopla se vio asediada por tierra y por mar
entre ambos generales.

En mayo Luis IV de Francia cayó de su caballo en el transcurso de una cacería y murió a los pocos días. Dado que no
tuvo ocasión de hacer nada en su escaso año de reinado, es recordado en la historia como Luis el Holgazán. Su tío Carlos
de Lorena reclamó el trono de Francia, pues era, en efecto, el único carolingio vivo (al menos si admitimos únicamente
la ascendencia masculina). Sin embargo, el arzobispo de Reims, Adalberón, se negó a realizar la ceremonia de coronación,
y sin tal ceremonia Carlos no podía considerarse rey legítimo. Naturalmente, Carlos de Lorena sólo tenía que reunir las
fuerzas suficientes para que el arzobispo recapacitara, pero mientras se puso a ello, Adalberón declaró que los señores de
Francia tenían la potestad de elegir a quien quisieran como rey, carolingio o no, y luego pasó a defender la conveniencia
de elegir a Hugo Capeto. El secretario del arzobispo, Gerberto, preparó los argumentos eruditos necesarios para
demostrar que Hugo Capeto tenía que ser elegido rey. La nobleza francesa se reunió a mediados del verano y eligió
unánimemente a Hugo Capeto. Naturalmente, Carlos de Lorena no acató la decisión y se convirtió en el mayor enemigo
del nuevo rey.

El conde Borrell II de Barcelona se negó a asistir a la ceremonia de coronación de Hugo Capeto, y este hecho puede
considerarse la primera muestra de independencia de los condados de la Marca Hispánica frente a Francia.
Tradicionalmente se ha dicho que el primer conde independiente fue Wifredo el Velloso, pero es más razonable considerar
como tal a su nieto Borrell II.

Unos meses después de su coronación, Hugo Capeto hizo que el arzobispo de Reims coronara también como rey de
Francia a su hijo Roberto, que a la sazón tenía unos dieciséis años. De este modo, los nobles tuvieron que jurarle fidelidad
y ello contribuiría a que la sucesión fuera pacífica y no diera lugar a una guerra civil. Los capetos siguieron esta costumbre
de coronar al heredero en vida del padre (como ya hiciera Carlomagno en su día) y ello contribuyó a mantener su dinastía.

Ese mismo año se convirtió en conde de Anjou Foulques III Nerra (el Negro), guerrero que tuvo en jaque a todos los
señores del centro de Francia.

En 988 el rey de León Vermudo II se encontró con revueltas de la nobleza gallega y con ataques por parte de Castilla.
Todo ello fue aprovechado por Almanzor que dirigió una expedición contra León. Vermudo II huyó a Zamora, de donde
Almanzor lo hizo huir hasta Galicia. Almanzor se apoderó de la mayor parte del reino leonés, cuyo gobierno confió al
conde de Saldaña Garci Gómez.

Ese año murió el conde Arnulfo II de Flandes, que fue sucedido por su hijo Balduino IV. Su viuda, Susana, hija de
Berengario, el que había sido rey de Italia, se casó con Roberto, el hijo de Hugo Capeto.

El emperador Basilio II encontró la ayuda que necesitaba contra sus enemigos. Prometió la mano de su hermana Ana al
príncipe Vladimiro de Kíev si éste le proporcionaba un ejército de mercenarios. Pronto llegaron a Constantinopla seis mil
rusos con los que Basilio II pudo derrotar a las tropas que asediaban la capital. Los prisioneros fueron tratados con
desmesurada crueldad para desmoralizar a sus oponentes. En 989 combatió contra las fuerzas principales de los dos
generales en Asia Menor. Se cuenta que Bardas Focas exigió el combate cuerpo a cuerpo contra el emperador, al igual
que años antes lo había exigido contra Bardas Escleros. Basilio II hizo como que aceptaba, pero cuando Bardas Focas se
dirigía hacia él dio orden a sus arqueros de que lo derribaran. Bardas Escleros combatió durante unos meses más, pero ya
estaba viejo y terminó aceptando un indulto y un título nobiliario a cambio de su rendición.

El príncipe Vladimiro de Kíev reclamó la mano de la princesa Ana, según lo acordado. Basilio II trató de echarse atrás,
pero Vladimiro cortó el suministro de agua a la ciudad de Quersonea y luego la tomó temporalmente. Basilio II aceptó
enviarle a su hermana, pero a condición de que Vladimiro se convirtiera al cristianismo. Así lo hizo y en poco tiempo el
Estado de Kíev fue cristiano (según el rito oriental, por supuesto). Las relaciones entre Kíev y Constantinopla se hicieron
más intensas y, poco a poco, la corte de Vladimiro se impregnó del lujo y el esplendor bizantino. Con la religión también
llegó la escritura cirílica, que era la más adecuada para la lengua rusa, del grupo eslavo.

Finalmente, Basilio II logró que triunfara su reforma agraria y la autoridad imperial ya no volvió a ser disputada.

El hijo de Almanzor, Abd Allah, se rebeló contra su padre y huyó a Castilla, pero Almanzor derrotó a los ejércitos del
conde García I Fernández y le exigió que le entregara a su hijo. El conde decidió decapitar él mismo a Abd Allah y envió
su cabeza al califa Hisam II, como regalo.

Ese año murió el conde Oliba de Besalú y Cerdaña. Dejó cada condado a uno de sus hijos: Besalú fue para Bernardo I
Tallaferro y Cerdaña para Wifredo II.

El hijo de Hugo Capeto, Roberto, repudió a su esposa Susana para casarse con Berta, la hija de un señor vecino de Blois.
Parece ser que su primer matrimonio fue concertado y el segundo fue por amor.

Hugo Capeto había conseguido la corona de Francia gracias al apoyo de la Iglesia y, naturalmente, la Iglesia esperaba
contar con el apoyo de la corona para sus propios intereses. En 990 varias reuniones de obispos en el sur de Francia
propugnaron la llamada Tregua de Dios, según la cual las propiedades eclesiásticas debían ser consideradas territorio
neutral que no podía ser atacado en las continuas guerras entre señores feudales. Así mismo, los eclesiásticos debían ser
respetados. No puede decirse que esto fuera aceptado por todos y en todo momento, pero ciertamente el rey apoyó la
propuesta y, aunque algunos señores en principio pudieran desdeñar estas normas, debían tener en cuenta el respeto que
la Iglesia inspiraba en sus vasallos y las nefastas consecuencias que podría tener el romper sus esquemas mentales.

Ese mismo año murió el conde Gausfredo I de Ampurias y Rosellón, y dividió sus tierras entre sus dos hijos: Hugo
I recibió Ampurias y Guislaberto I recibió el Rosellón. También murió el conde Oliba de Besalú y Cerdaña. El condado
de Besalú pasó a su hijo Bernardo y el de Cerdaña a Wifredo. Así mismo murió el conde Arnaldo de Sobrarbe y
Ribagorza, al igual que su madre Garsenda. Quedaron como condes su hermano Isarn y su hermana Toda.

Por esta época otra poderosa tribu turca se convirtió al islam: eran los karajaníes, que absorbieron la religión
mahometana por contacto con los samaníes. Desde entonces se organizaron y trataron de extender sus territorios, lo que
les llevó a continuas luchas contra los samaníes y los gaznawíes.

También de esta época son los primeros datos de un rey de Suecia llamado Erik Segersäll (el Victorioso). Su historia es
más bien legendaria, pero cuenta que se convirtió en rey de los suecos tras derrotar a un caudillo llamado Styrbjörn
Starke, y que poco después invadió Dinamarca, de donde arrojó al rey Svend I y gobernó sobre ambos reinos. Algo habrá
de cierto en esto, porque por estas fechas Svend I empezó a asolar las costas de Inglaterra según la vieja tradición vikinga.
A él se le unió un noruego llamado Olav Tryggvesson. Era hijo de uno de los jefes vikingos que murieron en las disputas
por el trono noruego que se produjeron tras la muerte de Haakon I. Aún no había nacido cuando murió su padre, y su
madre embarazada se unió a un grupo de suecos que marchaban al Estado ruso de Kíev. Tendría unos veinte años cuando
decidió abandonar la corte del príncipe Vladimiro para volver a Noruega, y así fue cómo terminó dedicado a la piratería
junto al derrocado rey Svend I. Los nórdicos contaban con el apoyo de la población danesa de Inglaterra, que estaba
descontenta con el rey Ethelred II.

En 991 Ethelred II aceptó pagar un tributo a los vikingos para que se marcharan. Para ello tuvo que establecer un impuesto
especial, el danegeld, cuya recaudación se puso en manos de los señores locales. Esto les confirió un gran poder, además
hizo que los agricultores se endeudaran y tuvieran que entregarse a los señores como siervos. En definitiva, bajo el reinado
de Ethelred II, Inglaterra empezó a feudalizarse según los esquemas de Francia y Alemania.
Ese año murió el rey Ramiro de Viguera, el pequeño reino que se había desgajado de Navarra. Tras su muerte reinaron
conjuntamente sus dos hijos, Sancho Ramírez y García Ramírez.

También murió Adalberón, el arzobispo de Reims, y le sucedió en el cargo su secretario Gerberto.

En Alemania murió Teófano, la madre y regente del rey Otón III, que ahora tenía once años. La regencia pasó a su
abuela Adelaida.

Ese mismo año fue elegido dux de Venecia Pietro Orseolo II. Era hijo de san Pedro Orseolo, que también había sido
dux y luego se había retirado a un monasterio en el condado del Rosellón.

En Francia, Carlos de Lorena había reunido un ejército y había tomado las ciudades de Laon y Reims, en los límites de
los territorios de Hugo Capeto. Su ascendencia carolingia le atraía muchos apoyos entre el pueblo, pero el rey Hugo
Capeto persuadió al arzobispo de Laon para que organizase una conspiración contra Carlos. El pretendiente al trono fue
cogido en su lecho y entregado a Hugo. Fue encarcelado y murió al año siguiente, en 992. Así terminó el último carolingio.
La Baja Lorena pasó al duque Otón.

Ese mismo año el rey de Navarra Sancho II Garcés visitó en Córdoba a su hija Abda, a su yerno Almanzor y a su nieto
de ocho años, Abd al-Rahmán Sanchuelo. En verdad que el matrimonio entre Almanzor y la hija del rey navarro fue lo
mejor que le pudo ocurrir a Navarra, pues mientras los otros territorios cristianos de la península tuvieron que sufrir
impotentes las acometidas de Almanzor, Navarra fue respetada en todo momento.

Precisamente el conde Borrell II de Barcelona estaba tratando de reconstruir la Marca Hispánica de la última incursión
musulmana, pero murió y dejó los condados de Barcelona, Gerona y Ausona a su hijo Ramón Borrell. El de Urgel lo
legó a su hijo Armengol I, pero era menor de edad y Ramón Borrell fue su tutor.

También murió el príncipe Mieszco I de Polonia. Fue sucedido por su hijo Boleslao I.
El dux veneciano Pietro Orseolo firmó un acuerdo con el emperador bizantino Basilio II por el cual los comerciantes
venecianos tendrían que pagar unos aranceles mucho más bajos que los que se imponía a los demás comerciantes. A
cambio Orseolo se comprometía a poner su flota a disposición del emperador siempre que la requiriera para transportar
soldados. El acuerdo satisfacía a ambas partes: los venecianos eran los marinos más hábiles del mediterráneo y eran un
complemento ideal para el ejército bizantino. Por otra parte, el acuerdo convertía a los venecianos en los principales
beneficiarios del comercio entre el Imperio y Occidente, y las arcas venecianas no tardaron en notarlo.

En la India murió el rey de Bengala Gopala II, y fue sucedido por Mahipala I, que aprovechó la decadencia de los
Prathiara para reconstruir el imperio bengalí de los tiempos de su antecesor Devapala.

En 993 murió el rey de Borgoña Conrado el Pacífico, y fue sucedido por su hijo Rodolfo III.

En 994 murió Adelaida, la abuela y regente del rey de Alemania Otón III, que ahora tenía catorce años. A partir de
entonces el gobierno de Alemania estuvo en la práctica en manos de Willigis, el arzobispo de Maguncia.

También murió el duque de Aquitania Guillermo IV Fierebrace. A pesar de ser cuñado de Hugo Capeto, se había negado
a rendirle pleitesía. Su hijo y sucesor, conocido como Guillermo V el Grande, se dio a sí mismo el título de "duque de
toda la monarquía de Aquitania", lo cual estaba a un paso de una declaración de independencia.

En la Marca del Este murió Leopoldo I, que fue sucedido por Enrique I el fuerte.

El abad de Cluny Aymard fue sucedido por Odilón, con lo que se convirtió en uno de los personajes más influyentes de
Europa. Había sido uno de los impulsores de la tregua de Dios.

Svend I y Olav Tryggvesson remontaron el Támesis y pusieron sitio a Londres. La ciudad resistió, así que los vikingos la
dejaron y saquearon las regiones del sur. Hubo que pagarles dieciséis mil libras de plata para que se marcharan. Poco
después les llegó la noticia de la muerte del rey de Suecia Erik Segersäll, que fue sucedido por su hijo Olof
Skötkonung. Entonces Svend I se apresuró a volver a Dinamarca, donde pudo hacerse de nuevo con el trono que Erik
Segersäll le había arrebatado.
En Navarra murió el rey Sancho II Garcés y fue sucedido por su hijo García III Sánchez.

El hijo del conde García I Fernández de Castilla se rebeló contra su padre, al parecer, apoyado por su madre y por los
principales nobles castellanos. Aprovechando los disturbios, Almanzor se apoderó de Gormaz, pero el conde no se dio
por vencido y en 995 hizo varias correrías por los alrededores de Medinaceli. En una de ellas fue herido y capturado por
los moros. No tardó en morir. Le sucedió su hijo Sancho I García, quien rápidamente negoció una tregua con Almanzor,
el cual le entregó el cadáver de su padre.

Almanzor hacía que los tiempos fueran difíciles para los cristianos, los gobernantes tenían que ocuparse constantemente
de la repoblación de tierras devastadas, para lo cual tenían que conceder toda clase de privilegios a los colonos. Sancho I
García fue conocido por sus medidas a este respecto como Sancho el de los Buenos Fueros.

En 995 Olav Tryggvesson decidió seguir el ejemplo de su camarada Svend I y navegó hasta Noruega, donde encabezó
una rebelión que terminó convirtiéndolo en el rey Olav I. Luego se dedicó a implantar nuevamente el cristianismo en su
país, para lo que se valió de clérigos de Inglaterra y Alemania. Olav había conocido el cristianismo en Kíev y también en
su amigo Svend I.

El califa fatimí al-Aziz asedió la ciudad de Alepo, en Asia Menor, pero el emperador bizantino Basilio II atravesó Asia
Menor en pleno invierno en tan sólo dieciséis días y logró que los egipcios se retirasen.

Ese mismo año murió el rey Kenneth II de Escocia y fue sucedido por Constantino III.

También murió el duque de Baviera Enrique el Pendenciero, y el ducado pasó a su hijo, conocido como Enrique el Cojo.

En 996 murió Hugo Capeto y, tal y como estaba previsto, fue sucedido por su hijo Roberto II, conocido también
como Roberto el Piadoso.

El poder de los reyes capetos era muy limitado. El hecho de que Hugo Capeto hubiera sido elegido por la nobleza y no
pudiera apelar a ninguna legitimidad de sangre ponía a los monarcas en una situación muy delicada. Durante los reinados
de los últimos carolingios la nobleza gozó de un gran margen de libertad y muchas familias fueron haciéndose poderosas.
El poder del rey se medía por los recursos de los que disponía en realidad. Así, Roberto, como conde de París, gobernaba
realmente las tierras que rodeaban a la ciudad. Más poderoso en la práctica era el conde Eudes II, que ese mismo año
acababa de heredar el condado de Blois, que limitaba al oeste con los territorios de Roberto, y también el condado
de Champaña, que limitaba al este con el de París. Naturalmente, Roberto tenía aliados. El principal era la Iglesia.
Roberto apoyó la tregua de Dios tan decididamente como lo había hecho su padre. En el terreno militar, el principal aliado
de Hugo Capeto había sido el duque de Normandía Ricardo I Sin Miedo, que también había muerto ese mismo año y fue
sucedido por su hijo Ricardo II el Bueno. El condado de Blois había mantenido varios altercados recientemente con el
ducado Normandía, así que la tradicional alianza entre Hugo Capeto y Ricardo I se prolongó entre Roberto y Ricardo II.
Ese mismo año se produjo una querella entre Ricardo II y el rey Ethelred II de Inglaterra. No se conocen las causas, pero
Ethelred II llegó a preparar una flota con la que invadir Normandía. Sin embargo, Ricardo II no tuvo dificultades para
rechazar el ataque.

El zar Samuel había logrado reorganizar Bulgaria, de suerte que ahora era tan poderosa como en sus mejores tiempos.
Los búlgaros invadieron Grecia, pero los ejércitos del emperador bizantino Basilio II estaban bien preparados para resistir
el ataque. La lucha duró varios años, pero fueron los búlgaros los que llevaron la peor parte.

En Roma murió el papa Juan XV y en su lugar fue elegido Bruno de Carintia, que adoptó el nombre de Gregorio V. Era
primo de Otón III y pasó a ser el primer papa alemán. El 21 de mayo coronó emperador a su primo.

Por primera vez aparece el nombre de Ostarrichi (en alemán moderno Osterreich, dominio del este) para nombrar lo que
hasta ahora era la Ostmark (la Marca del Este). De aquí proviene el nombre moderno de Austria.

Ese mismo año murió el califa fatimí al-Aziz y fue sucedido por al-Hakim.

En 997 murió el príncipe húngaro Géza y fue sucedido por su hijo Esteban, que redobló los esfuerzos de su padre por
evangelizar el país. Estaba casado con Gisela, hermana del duque Enrique de Baviera y nieta por parte de madre del rey
de Borgoña Conrado el Pacífico.
El trono de Escocia pasó a Kenneth III, hijo de Kenneth II.

Cuatro años atrás, el rey Vermudo de León había tratado de llegar a un acuerdo con Almanzor entregándole a su
hija Teresa, pero no le funcionó tan bien como al rey navarro, pues poco después Almanzor asedió Astorga, luego se
apoderó de gran parte del territorio al sur de Galicia y ahora destruía completamente Santiago de Compostela. Respetó el
sepulcro del apóstol, pero se llevó (a hombros de cautivos cristianos) las puertas y las campanas del santuario. Instaló las
puertas en la mezquita de Córdoba y fundió las campanas para hacer lámparas, también para la mezquita.

Crescencio hizo huir de Roma a Gregorio V, fue elegido patricio y cónsul de Roma y nombró papa a Juan XVI. Al
enterarse, Otón III volvió rápidamente a Roma, donde en 998 cegó a Juan XVI y decapitó a Crescencio.

Ese año murió el conde Sigfrido de Ardennes, y fue sucedido por su hijo Enrique I.

Los khitán iniciaron una serie de ataques contra el reino de Corea.

En 999 murió el príncipe Boleslav II de Bohemia y fue sucedido por su hijo Boleslav III el Rojo.

También murió el rey de León Vermudo II el Gotoso (aquejado de gota) y fue sucedido por su hijo Alfonso V. Era menor
de edad, así que empezó su reinado bajo la tutela de su madre Elvira (hija del conde de Castilla García I Fernández) y
del conde gallego Menendo González.

También murió el rey tolteca Topiltzin. Los mayas lo recordaron como un héroe que les trajo la civilización y terminaron
confundiéndolo con el dios Quetzalcoatl (parece ser que los mayas habían olvidado sus siglos de grandeza anteriores a la
decadencia que precedió a la llegada de los toltecas). Quedó la leyenda de que un día volvería a gobernarlos. Fue sucedido
por Matlacxóchitl.

El turco Mahmud de Gazni se convirtió en el nuevo soberano gaznawí. Su padre, Sebuk Tigin, había muerto tres años
antes, y ahora Mahmud se hizo proclamar rey. Tuvo que combarir a Ilek Kan, el caudillo de los turcos Karajaníes, que
se acababa de anexionar el amplio territorio de la Transoxiana. La dinastía de los Samaníes entró en una rápida decadencia.
En Roma murió el papa Gregorio V y en su lugar fue elegido Gerberto, el que era secretario del arzobispo de Reims
cuando fue elegido rey Hugo Capeto. Con anterioridad había sido también preceptor del emperador Otón III durante
algunos años. Adoptó el nombre de Silvestre II.

Basilio II había logrado expulsar definitivamente de Grecia a los búlgaros, que tuvieron que retirarse con muchas bajas.

L MUNDO EN EL AÑO 1000


En el año 1000, Japón estaba gobernado en la práctica por el todopoderoso Fujiwara no Michinaga, mientras el
emperador era sólo una institución vacía. Aunque al principio la legislación japonesa prohibía la propiedad privada de
tierras, lentamente la economía japonesa había evolucionado hacia la situación "habitual" en la que la aristocracia y el
clero eran los grandes terratenientes. La nobleza japonesa llevaba una existencia refinada, con gran lujo de ceremonias y
concursos de poesía. La literatura en japonés seguía principalmente en manos de las mujeres de la corte.
Destacaban Murasaki Shikibu, autora de los Genji monogatari (Cuentos de Genji), y su rival, Sei Shonagon, autora de
los Makurano zoshi (Cuentos de cabecera).

El Imperio Chino estaba gobernado por la dinastía Song. Era algo menos extenso que en tiempos de la dinastía Tang, a
causa del Imperio Liao formado al norte por los khitán, que en estos momentos presionaban a Corea. No obstante, China
pasaba por una de sus épocas más prósperas: el ejército se había sometido finalmente a la autoridad civil, el cuerpo de
funcionarios fue revitalizado y se volvió al sistema de exámenes de acceso. Las materias principales eran tres: estilo
administrativo, narración y poesía. Los exámenes podían durar hasta tres días. Los postulantes (después de haber sido
registrados) eran encerrados en pequeñas celdas provistos de pincel, tinta y papel. Se valoraba mucho la caligrafía. Los
manuscritos debían ser impecables, sin tachones ni añadidos, y todas las líneas debían contener el mismo número de
caracteres. Surgió así el cuerpo conocido como los mandarines (consejeros), que se convirtieron en el eje del Estado en
detrimento de la familia real, eunucos y concubinas. No eran admitidos en el cuerpo actores, músicos, marineros,
verdugos, carceleros o sus descendientes. El derecho progresó notablemente. Aunque no se llegó al principio de igualdad
ante la ley, pues se distinguía entre ocho grupos sociales con distintos privilegios, se instauró la investigación de oficio y
se reconoció el derecho a apelar una sentencia. El Estado empezó a hacerse cargo de las tareas de asistencia social a
pobres y enfermos, se descubrió la brújula y se empezó a usar la pólvora con fines militares.

Los reinos del norte de la India impedían la penetración de los musulmanes, con lo cual protegían a los chola, que
dominaban el sur y habían formado una talasocracia que controlaba el comercio con Occidente y con China. La
talasocracia Srivijaya hacía de intermediaria entre la India y China.

Entre la India y China estaba también el Tíbet, también de cultura budista, cuyos tiempos belicosos habían pasado ya. Al
norte, los turcos estaban convirtiéndose al islam y ya habían formado dos Estados islámicos poderosos: el de los gaznawíes
y el de los karajaníes. Por otra parte, mercenarios turcos habían acaparado mucho poder en distintas partes de los
disgregados dominios islámicos. El Estado islámico más extenso era el Califato Fatimí. El califa al-Hakim era un fanático
que persiguió encarnizadamente a los cristianos, en particular a los coptos de Egipto. Al sur sobrevivía aún el reino
cristiano de Aksum. Durante mucho tiempo tuvo que replegarse hacia el sur, lejos de la costa del mar Rojo, ocupada por
los musulmanes, pero recientemente había ganado de nuevo la costa.

El Estado ruso de Kíev vivía tiempos de esplendor bajo el Gran Príncipe Vladimiro. Otro tanto podía decirse del Imperio
Bizantino, gobernado por el emperador Basilio II. Vladimiro le había proporcionado unos años antes un contingente de
mercenarios con los que pudo resolver sus problemas internos y puso a raya a los búlgaros. Formaron la llamada guardia
varega, que en el futuro se alimentó de mercenarios de las más diversas procedencias. Ahora el emperador se puso al
frente de su ejército para invadir Bulgaria.

La fortaleza militar de Constantinopla contrasta con un primer indicio de debilidad: en la capital se había instalado una
colonia de comerciantes venecianos en una situación de privilegio. Los venecianos tenían una lengua y una cultura muy
diferente de la bizantina. Venecianos y bizantinos se despreciaban mutuamente, se producían continuos conflictos y por
ello los venecianos pidieron al emperador un status extraterritorial, es decir, pidieron (y consiguieron) ser regidos por sus
propias leyes y estar exentos de los tributos imperiales. Desde un punto de vista económico, la gran Constantinopla se
convirtió en una colonia veneciana donde los mercaderes obtenían dinero fácil. Naturalmente, la contrapartida para el
Imperio era el apoyo logístico de la flota veneciana. Las ciudades bizantinas del Adriático, pese a formar parte del Imperio,
pidieron a Venecia que las protegiera frente a los croatas, así que el dux Pietro Orseolo extendió sus dominios
hasta Split, a la que los italianos llamaban Spalato.

En Europa occidental se estaban produciendo cambios muy significativos. Naturalmente fueron graduales, pero los
historiadores consideran el año 1000 como una buena fecha en la que fijar el final de la Alta Edad Media y el inicio de
la Baja Edad Media. Entre los factores que propiciaron dichos cambios estaban varios adelantos en la agricultura: Durante
mucho tiempo, los campos se araban principalmente con bueyes. Los caballos no eran tan apropiados, porque los arneses
les ahogaban y no podían tirar con demasiada fuerza. A principios del siglo X empezó a usarse la collera, que evitaba
este problema, y así resultó que un caballo podía de repente hacer el trabajo de varios bueyes. También se empezaron a
usar las herraduras. Otro adelanto fue el arado de vertedera, que penetraba más profundamente en la tierra y la echaba a
un lado formando un montículo al lado de un surco. Esto hacía que el agua de riego se aprovechara mejor y multiplicaba
la fertilidad de la tierra.

El aumento de la productividad agrícola trajo consigo un mayor crecimiento demográfico y un aumento de la riqueza. Por
supuesto, la riqueza no se distribuyó equitativamente, sino que hizo que los señores fueran más ricos, tuvieran a su
disposición más caballos y más soldados. En Alemania ello contribuyó a que los ejércitos de caballeros pudieran contener
a las hordas de húngaros y eslavos. En Francia, en cambio, donde no había muchos enemigos exteriores, el efecto principal
fue que los señores lo tuvieron más fácil para pelearse entre sí por motivos cada vez más insignificantes. Ésta fue una de
las razones por la que los eclesiásticos tuvieron interés en promover la tregua de Dios y en apoyar a una monarquía que
pudiera unificar el país y evitar las destructivas disputas entre nobles.

Sobre esto hay que añadir que los nobles, especialmente los franceses, desarrollaron unas normas peculiares para la
batalla: cuando un caballero luchaba contra soldados de a pie era casi invencible: acorazado en su armadura podía
destrozar con su espada a cuantos infantes se le acercaran; pero cuando dos caballeros se enfrentaban entre sí era fácil
que uno lograra derribar al otro, y un caballero derribado era como una tortuga patas arriba: era fácil encontrar una
articulación en su armadura por donde clavar una espada. Por ello, se estableció la costumbre de que un caballero
derribado debía rendirse, y entonces no debía ser atacado: simplemente era capturado y después se le liberaba previo pago
de un rescate. Con estas normas "caballerosas" la guerra era relativamente segura para los caballeros y eran los villanos
de a pie los que se llevaban la peor parte.

Como ya hemos comentado, esta creciente prosperidad permitió que los alemanes construyeran un sólido imperio que
frenó a los bárbaros. La Iglesia se ocupó de que el emperador estuviera a la altura de las circunstancias: Otón III era un
hombre culto (al menos, para el nivel de su tiempo). Hablaba latín y griego, además de alemán. Probablemente soñaba
con hacer de su Imperio Germánico una reencarnación del antiguo Imperio Romano, y por ello fijó su capital en Roma.

Otra muestra del cambio de los tiempos eran los hombres que el emperador eligió como papas: después de una larga
sucesión de papas ineptos que fueron meros títeres de la aristocracia romana, Otón III protegió a papas que eran auténticos
hombres de iglesia. El actual, Silvestre II, era un erudito. Su gran afición eran las matemáticas, introdujo el ábaco para
los cálculos matemáticos y usó los números arábigos, construyó relojes e instrumentos astronómicos, se interesó por los
manuscritos antiguos, incluso de autores paganos, y logró despertar este interés en otras personas. Poco a poco, dejó de
considerarse incuestionable que la ciencia antigua era obra del diablo, y empezó a surgir el interés por los textos árabes
que contenían las obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, etc. Naturalmente, este saber llegó al principio con
cuentagotas, y además se necesitó mucho tiempo para que surgieran intelectuales capaces de aprovecharlo plenamente,
pero se estaban dando los primeros pasos.

En relación con la religión y el fin del milenio hay que mencionar que no faltaron los religiosos que, basándose en
el Apocalipsis, predicaron la inminencia del Juicio Final durante los últimos años. Se ha especulado mucho sobre el efecto
que estos augurios causaron en la población europea, inculta y supersticiosa. Tal vez el hecho de que llegara el año 1000
y Jesucristo no apareciera pudo ser uno de los desencadenantes de un cierto sentimiento de desconfianza hacia la Iglesia
como institución. En diversas ciudades de Francia se produjeron algunas protestas contra los privilegios del clero que
inmediatamente fueron declaradas heréticas por las autoridades eclesiásticas y fueron convenientemente reprimidas.

Una parte importante de la política germánica fue la de evangelizar a los pueblos vecinos, de modo que en los últimos
años el cristianismo se extendió de forma insospechada. Para premiar la gran labor que hizo evangelizando su país, el
papa Silvestre II envió al príncipe húngaro Esteban la que ahora se conoce como Corona de san Esteban, junto con el
título de "Rey Apostólico". Así Esteban se convirtió en Esteban I, el primer rey de Hungría. Los húngaros vieron en esta
corona a la misma realeza, hasta el punto de que la trataban como a una persona: tenía sus oficiales, sus propiedades, etc.

Los príncipes Boleslao I de Polonia y Boleslav III de Bohemia habían aceptado el título ducal, con el que se reconocían
vasallos de Otón III. Boleslao I inició un proceso de expansión. Por el norte llegó hasta el mar Báltico y por el sur no
tardaría en arrebatarle a Boleslav III la región de Moravia. También declaró a la Iglesia polaca independiente del Imperio
Germánico y creó un arzobispado en Gniezno. Pronto fue conocido como Boleslao el Valiente.
La fortaleza del Imperio Germánico contrastaba con la debilidad del reino de Francia. El rey Roberto II había logrado
recientemente contener al duque Eudes II de Blois y de Champaña gracias a sus buenas relaciones con el duque Ricardo
II de Normandía. Los vikingos que se habían asentado en esta región en tiempos de Carlos el Calvo habían asimilado
completamente la cultura francesa y ahora constituían una de las regiones más fuertes y mejor organizadas del país (si
es que se la puede considerar parte del país). Aquitania, gobernada por el duque Guillermo V el Grande, era
prácticamente independiente. Entre Francia y Alemania estaba el reino de Borgoña, regido por Rodolfo III.

Aunque, en general, las relaciones entre Roberto II y la Iglesia eran buenas, recientemente había surgido un conflicto.
Sucedía que su esposa Berta era también prima suya. Los matrimonios entre primos eran frecuentes entre la nobleza
francesa, más que nada porque era difícil para un noble encontrar a una mujer de su misma clase social que no fuera
pariente, pero para ello era necesaria una dispensa de la Iglesia. Por lo general estas dispensas eran fáciles de conseguir,
pero a veces había interferencias políticas y algún noble podía presionar a algún eclesiástico para que denunciara un
matrimonio pecaminoso en su provecho (o la Iglesia misma podía usar esta posibilidad como medida de presión). Así
sucedió con Roberto II, que terminó siendo excomulgado, a pesar de lo cual se negó tenazmente a abandonar a Berta.

En Al-Ándalus Almanzor seguía invicto y omnipotente. Los reinos cristianos del norte sobrevivían a duras penas tratando
de paliar en la medida de lo posible las desastrosas consecuencias de sus feroces campañas. El conde de Castilla Sancho
I García se puso al frente de una coalición cristiana que se enfrentó al musulmán en Peña Cervera. El ejército cristiano
empezó ejerciendo una gran presión sobre las dos alas del ejército moro, pero Almanzor hizo creer a los cristianos que
estaba recibiendo refuerzos, éstos se retiraron atemorizados y a partir de ese momento Almanzor no tuvo dificultad en
dominar la situación. Una vez más resultó victorioso.

El rey de Navarra García III Sánchez se había mantenido al margen del conflicto por las buenas relaciones de parentesco
que mantenía con Almanzor, pero murió ese mismo año y fue sucedido por su hijo Sancho III Garcés, más conocido
como Sancho III el Mayor. El nuevo rey tendría unos ocho años, por lo que su madre Jimena ejerció la regencia, junto
con los obispos de Pamplona, Nájera y Aragón. De este modo, los dos reinos cristianos más poderosos, Navarra y León,
tenían ahora reyes menores de edad: Sancho III el Mayor y Alfonso V.

Inglaterra se encontraba en decadencia. El rey Ethelred II era débil, su poder había disminuido al tiempo que aumentaba
el de los nobles, los vikingos habían saqueado el país unos años antes y podían volver en cualquier momento. La debilidad
cada vez mayor de las ciudades sajonas contribuyó al ascenso de Londres. Durante muchos años había sido una ciudad
fronteriza entre los distintos reinos sajones, pero desde la unificación Londres había ido creciendo, y su resistencia al
asedio vikingo seis años antes había aumentado su prestigio. No tardaría en convertirse en la ciudad más importante de
Inglaterra.

El rey Olof Skötkonung de Suecia se enfrentó al rey Olav I Tryggvesson de Noruega en la batalla naval
de Svolder. (Recordemos que Olav I se había apoderado del territorio a la muerte del padre de Olof). Con ello Olof pudo
ocupar una buena parte del territorio noruego y el resto quedó en la anarquía. Parece ser que Svend I de Dinamarca,
antiguo compañero de piratería de Olav I, luchó esta vez del lado del rey sueco.

Leif Eriksson, el hijo de Erik el Rojo, el descubridor de Groenlandia, trató de llegar a la isla. Al parecer, su intención era
llegar al extremo meridional, pero el tiempo estaba brumoso y se perdió. Más adelante relató que al continuar su viaje se
encontró con una tierra a la que llamó Vinland (tierra del vino), porque en ella había muchas vides. Es muy probable que
Leif estuviera hablando de América, pues el continente se encuentra a unos 960 kilómetros de Groenlandia y era difícil
no dar con él. Por otra parte, si hubiera navegado esa distancia en la dirección oportuna se habría encontrado con la región
de El Labrador, que está helada y ciertamente en ella no crecen vides, por lo que se especula sobre si Leif llegó mucho
más al sur. De todos modos, si el padre llamó Tierra Verde a Groenlandia, también es posible que el hijo llamara Tierra
del Vino a cualquier cosa. Tal vez fue esto lo que pensaron sus compatriotas, porque el caso es que nadie quiso aventurarse
a visitar Vinland de nuevo.

En Perú agonizaban dos culturas milenarias. Ambas habían surgido tras el desmoronamiento de la cultura Chavín:
La cultura Mochica estaba integrada por un pueblo de agricultores y pescadores que construyeron ciudades con
grandes templos, como las pirámides gemelas de Moche, llamadas huaca del Sol y huaca de la Luna. Construyeron un
templo dedicado al Sol con 130 millones de ladrillos. También disponían de acueductos y canales de regadío. Conocían
técnicas de tejido, bordado, brocado y de la tapicería. También elaboraban joyas muy trabajadas. La cultura mochica se
extendió por varios valles separados por regiones desérticas que nunca llegaron a tener una unidad política.

Los mochicas habían coexistido con los nazcas, un pueblo pacífico que vivía en pequeñas aldeas dedicado a la agricultura
y el pastoreo y en el que no se advierten signos de grandes señores poderosos. Habían sido grandes tejedores que
dominaban el bordado, la tapicería, el brocado, las gasas, el punto de aguja, etc. Pero lo más destacado de esta cultura son
dos extrañas construcciones: una es un monumento consistente en largas hileras de troncos durísimos hincados en el suelo
formando grupos, y otra es una red de líneas y figuras de animales trazadas en el suelo por medio de piedrecillas y que
forman imágenes de tal tamaño que sólo pueden ser apreciadas desde aviones. No se conoce su finalidad, y no ha faltado
quien pretendiera ver en ellas un campo de aterrizaje para naves extraterrestres.
En su lugar se estaban imponiendo las culturas de Tiahuanaco y Huari. La cultura de Tiahuanaco, que ya contaba con
dos siglos de antigüedad, se extendió por el altiplano boliviano, en la ribera del lago Titicaca. Entre sus principales
monumentos destaca la pirámide Acapana, en un recinto al que se accedía por la monolítica Puerta del Sol (un bloque de
andesita de tres metros de alto por casi cuatro de ancho en el que se talló una puerta rectangular). En general, las
construcciones de Tiahuanaco tienden a ser monumentales, con grandes bloques de piedra representando figuras poco
detalladas. Su cultura fue más militarista y no tardó en unificar el mundo andino. Sobre Huari se sabe menos, pero hay
indicios de que fue una segunda capital de Tiahuanaco y constituyó el centro de un gran imperio. Se calcula que debió de
albergar unas 40.000 personas.

Los toltecas habían revitalizado la cultura maya. Se formó una alianza entre las ciudades de Chichén Itzá, Uxmal, y
Mayapán. Eran grandes comerciantes: navegaban en grandes piraguas con las que llegaban hasta Panamá y Cuba.
Entre los negocios más rentables estaba el tráfico de esclavos: en las ciudades mayas se compraban en gran cantidad para
los sacrificios humanos. Usaban como moneda el grano de cacao. El estado de guerra era casi continuo (la guerra era una
fuente de esclavos más barata). Tenían pocas armas y su estrategia principal era el ataque por sorpresa. Cuando el jefe
moría o era capturado abandonaban la lucha. Cada ciudad tenía una biblioteca (conocían el papel). Los sacerdotes
enseñaban a leer, a escribir y a interpretar el calendario. La clase humilde no sabía leer, pero si un esclavo aprendía era
liberado.

Los mayas eran de baja estatura, y tenían un sentido de la estética que, digamos, no les abriría las puertas de Hollywood:
cuando nacían les apretaban unas tablas en la cabeza para deformarles el cráneo y lograr un aspecto que juzgaban más
esbelto. También sujetaban una bolita del pelo de los niños para que les colgara ante los ojos y se hicieran bizcos. Se
tatuaban el cuerpo y se perforaban la nariz y las orejas.

Del África negra se tiene poca información. Las fuentes árabes hablan de un reino de Tekrur, en el valle del río
Senegal, formado originariamente por los pueblos Nolof y Serere, que en el siglo IX fueron invadidos por
los Fulbé. Entre los ríos Senegal y Níger estaba el Imperio de Ghana, que existía al menos desde el siglo IX, si bien es
posible que se remonte al siglo V. Estaba poblado por los Soninké, aunque tal vez la etnia dominante fuera otra. Mantuvo
luchas constantes contra sus vecinos del norte, los bereberes. Su prosperidad se basó en la extracción y exportación de
oro. Al parecer, una nobleza dominante convenció a la población de que el oro era maléfico, y que sólo los poderes
religiosos del monarca podían conjurarlo, por lo que debía ser extraído y enviado al rey, para que lo purificara con las
ceremonias oportunas. De todos modos, la principal actividad de esta ingenua población era la agricultura y la ganadería.

Entre los pueblos bereberes destacaban los Tuareg, a los que los árabes llamaban "hombres del velo" u "hombres
azules" por su costumbre de llevar un velo negro o azul. Disponían de su propio sistema de escritura y formaban una
sociedad muy jerarquizada: En primer lugar estaba el amenokal, jefe supremo de una confederación, al que sucedían los
nobles guerreros ihaggaren, luego estaban los siervos o vasallos, imrad, que poseían ganado, y, por último,
los iklan, cautivos o esclavos, que descendían de negros capturados en incursiones hacia el sur. Al contrario de lo que
sucedió con otros bereberes, los tuareg rechazaron la cultura islámica y conservaron sus costumbres: su lengua, su
escritura, su tradición de herencia matrilineal, la monogamia, etc. En la cultura tuareg la mujer goza de una gran libertad
y de alta consideración.

Más hacia el este se encontraba el Imperio Songay, formado antes del siglo VIII por la unión de un pueblo de pescadores
y otro de cazadores. Su capital fue Kukya, pero un poco antes del fin del milenio se trasladó a Gao, un importante centro
del comercio entre los territorios islámicos y el África negra. Este cambio coincidió aproximadamente con la islamización
de la dinastía gobernante: los Dia. Más al este aún estaba el reino de Kanem, datado desde finales del siglo IX y que
surgió cuando una aristocracia de origen nómada se impuso sobre un pueblo sedentario. Al igual que el Imperio Songay,
a finales del milenio el reino de Kanem había asimilado el islam.

EL MATADOR DE BÚLGAROS
En 1001, el rey gaznawí Mahmud de Gazni se lanzó a una campaña contra la India. Era el primer ataque importante que
los musulmanes emprendían contra este territorio.

Aunque probablemente el emperador Otón III sentía más afinidad hacia Italia y el Imperio Bizantino que hacia los
alemanes, lo cierto es que no era nada popular en Italia. Una rebelión en Roma lo obligó a abandonar la que había escogido
por capital y retirarse a Ravena.
Los vikingos volvieron a visitar Inglaterra y, para que se marcharan, el débil rey Ethelred II tuvo que pagarles un tributo
mucho mayor que el de la última vez. Tal vez fue la sensación de indefensión lo que movió al rey a buscar una alianza
con los normandos. Ethelred II era viudo y consiguió que el duque Ricardo II de Normandía le concediera la mano de su
hermana Emma, quien llegó a Inglaterra en 1002. No se sabe su fecha de nacimiento, pero debía de ser una adolescente.
Fue llamada "la Flor de Normandía". Emma llevó consigo una corte de normandos, hombres eficientes a los que Ethelred
II no tardó en confiar cargos de importancia. Lentamente, los normandos fueron ocupando puestos cada vez más
destacados en la corte inglesa, y al mismo tiempo Inglaterra fue interesando cada vez más a los normandos del continente.

Apenas medio año después de su boda, Ethelred II quiso dar otra muestra de poderío. Decidió que la población danesa
que vivía en Inglaterra apoyaba a los vikingos en sus incursiones (lo cual era cierto a medias: había ciertamente daneses
que habían apoyado a los vikingos, pero también daneses leales a la corona inglesa y sajones que habían sacado partido
de las incursiones). El caso es que Ethelred II organizó una matanza de ingleses de ascendencia danesa. Quizá el rey
pensó que con esta "limpieza étnica" eliminaría un foco de traidores al tiempo que pondría de su parte al resto de la
nación, apelando a su orgullo nacional. Pero en sus cálculos no debía de estar previsto que una de las víctimas asesinadas
fuera una hermana del rey Svend I de Dinamarca, que vivía en Inglaterra como esposa de un noble inglés de ascendencia
danesa. Svend I, junto con su aliado Olof de Suecia, estaba en el apogeo de su poder y dominaba, directa o indirectamente,
toda Escandinavia. Cuando se enteró de la matanza de daneses en Inglaterra y de la muerte de su hermana en particular,
empezó a preparar un ataque contra Ethelred II.

En Irlanda, Brian Boru había arrebatado el Leinster a los escandinavos y, tras derrotar a Maelsechlainn II, le obligó a
cederle la dignidad de Aird Righ.

En el reino de Angkor subió al trono un usurpador conocido como Suryavarman I (el protegido del Sol), que convirtió
al budismo en la religión oficial. (El budismo era la religión de la poderosa talasocracia Srivijaya.) Bajo su reinado se
inició el periodo en que Angkor gozó de mayor poderío.

Ese mismo año murió sin herederos el duque Enrique de Borgoña, tío del rey de Francia Roberto II el Piadoso. En teoría,
cuando un noble moría sin herederos su territorio pasaba a la corona, así que Roberto II reclamó su derecho, pero un noble
llamado Otón Guillermo, que poseía un condado en el reino de Borgoña, se consideró con derecho al ducado y se inició
así una guerra que duró varios años.

También murió el emperador Otón III de Alemania. No dejó descendencia. Los alemanes eligieron como nuevo rey al
duque de Baviera Enrique el Cojo, ahora Enrique II, bisnieto del rey Enrique I y cuñado del rey Esteban I de Hungría.
Por su parte, los italianos nombraron por su cuenta a su propio rey, Arduino, que fue coronado en Pavía.

En Al-Ándalus, el general Almanzor regresaba victorioso de una de las numerosas campañas que había dirigido contra
los reinos cristianos. Esta vez acababa de saquear el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, en La Rioja,
cuando le dio un ataque de gota y se detuvo en la fortaleza de Medinaceli. Allí murió y fue enterrado sin ninguna clase
de ceremonia, bajo una simple losa y cubierto por el polvo de los ropajes usados en sus batallas, recogido por sus
servidores para este fin a lo largo de su vida.

Unos años después de su muerte los cristianos difundieron una historia sobre una grave derrota que el general moro había
sufrido frente a una coalición cristiana en Calatañazor, pero dicha batalla fue sólo una historia, no Historia. Almanzor
nunca fue derrotado.

En Córdoba se produjeron agitaciones, pues un sector del pueblo deseaba que el califa Hisam II tomara las riendas del
gobierno, pero finalmente, el sucesor de Almanzor fue su hijo Abd al-Malik. El conde de Barcelona Ramón Borrell y su
hermano Armengol, conde de Urgel, organizaron una ofensiva contra los musulmanes en la frontera de Urgel, pero Abd
al-Malik reaccionó inmediatamente y en 1003 asoló las tierras del conde de Barcelona. En alguno de estos
enfrentamientos murió el conde Isarn de Sobrarbe y Ribagorza y fue sucedido por su hijo Guillermo Isarn.

El rey Roberto II el Piadoso decidió reconciliarse finalmente con la Iglesia y renunciar a su prima y esposa Berta, para
casarse con Constanza de Provenza, que no tardó en escandalizar a la corte, hay quien dice que por sus costumbres
refinadas y quien dice que porque era una arpía. Había una razón de peso por la que Roberto II no podía seguir con Berta:
y es que durante los casi quince años de matrimonio no le había dado ningún descendiente, y la corona de Francia
necesitaba un heredero más que ninguna otra cosa. Desde este punto de vista, el matrimonio con Constanza fue todo un
éxito, pues la nueva reina le dio a Roberto II cuatro hijos y una hija.

El rey Svend I de Dinamarca desembarcó finalmente en Inglaterra. Para coger desprevenidos a los sajones lo hizo
en Exeter, al sudoeste. El territorio estaba a cargo de uno de los nobles normandos que llegaron al país con la reina Emma,
el cual no dudó en juzgar que la venganza danesa no iba con los normandos y dejó hacer a los vikingos. Durante los años
siguientes las correrías danesas por las costas de Inglaterra se hicieron habituales. Ahora sí que, definitivamente, los
invasores contaban con el apoyo de la población danesa del país, resentida contra Ethelred II y los sajones. Si el rey
confiaba con la ayuda del duque Ricardo II de Normandía, éste no sólo no colaboró, sino que algunas acusaciones de
traición contra los normandos terminaron enemistándolo con Ethelred II.

El duque Boleslao I de Polonia había hecho prisionero al duque Boleslav III de Bohemia, que murió en su cautiverio
mientras su reino se desmembraba. Poco después Polonia ocupaba Bohemia.

En Roma murió el papa Silvestre II. A la sazón estaba en la ciudad Crescencio, el hijo del Crescencio decapitado por
Otón III y que estaba dispuesto a continuar la tradición familiar de control sobre el papado. Primeramente nombró papa
a Juan XVII, pero no debió de quedar muy satisfecho con su elección, pues seis meses después lo depuso y nombró en
su lugar a Juan XVIII. (El anterior no tardó en morir.) Tras el destello de Silvestre II volvieron los papas títeres.

En 1004 Enrique II de Alemania derrotó a Arduino y se hizo coronar rey de Italia en Pavía. El derrocado Arduino se retiró
a un monasterio. A partir de este momento Enrique II tuvo que librar incesantes luchas contra los polacos. Ante la
imposibilidad de seguir ocupándose del ducado de Baviera, lo confió al conde Enrique I de Ardennes (ahora
duque Enrique V de Baviera).

Mahmud de Gazni destruyó definitivamente el reino Samaní y se anexionó su territorio.

China renunció definitivamente a conquistar la parte de (lo que había sido) su territorio integrada en el imperio Liao. Se
firmó un tratado de paz por el que la China de los Song se comprometía a pagar un tributo de sedas y plata.
El conde de Castilla, Sancho I García, trató de convertirse en regente de su sobrino, el rey Alfonso V de León, desplazando
al regente actual, el conde Menendo González. Se produjeron disturbios, y al final se impuso como mediador Abd al-
Malik, quien resolvió a favor de Menendo González. Sin embargo, en 1005 Abd al-Malik devastó Zamora con la ayuda
del conde de Castilla. El caudillo moro ya era conocido con el sobrenombre de al-Muzaffar, el triunfador, y tanto
musulmanes como cristianos estaban convencidos de que con la muerte de Almanzor nada había cambiado.

Durante los últimos años, el emperador Basilio II había derrotado una y otra vez a los búlgaros. El zar Samuel no podía
hacer otra cosa más que retroceder y evitar en lo posible enfrentamientos directos. Los bizantinos habían llegado a las
costas del Adriático.

En Escocia murió el rey Kenneth III y fue sucedido por Malcom II, hijo de Kenneth II.

En Francia fue escogido obispo de Chartres un antiguo discípulo del que luego sería Silvestre II. Se llamaba Fulberto, y
había llegado a la ciudad más de veinte años atrás para estudiar medicina. Adquirió fama como maestro por su elocuencia
y su capacidad dialéctica. Aunque no se conoce su doctrina, parece ser que era de orientación platónica.

La ciudad italiana de Pisa, junto con los puertos de la Campania, fue uno de los primeros centros en reaccionar contra los
musulmanes. El año anterior había sufrido las últimas expediciones sarracenas, pero ahora Pisa obtuvo una victoria en el
estrecho de Messina, a la que siguieron numerosas expediciones.

En 1007 murió el conde Menendo González, el regente de León, y la madre del rey Alfonso V decidió que éste fuera
declarado mayor de edad y que asumiera las labores de gobierno. El conde de Castilla Sancho I García se puso al frente
de una coalición contra Abd al-Malik, que terminó en un fracaso. Sin embargo, Abd al-Malik murió en 1008. Hubo
sospechas de que murió envenenado por su hermanastro Abd al-Rahmán Sanchuelo, el hijo que Almanzor tuvo con Abda,
la hija de Sancho II Garcés. Alfonso V se casó con Elvira Menéndez, hija de Menendo González.

Ese mismo año el rey de Suecia Olof Skötkonung se convirtió al cristianismo y fue bautizado. El reino noruego que había
conquistado unos años antes tenía un eficiente sistema fiscal que Olof imitó. Mandó acuñar las primeras monedas suecas.
En 1009 Mahmud de Gazni dirigió otra exitosa campaña contra la India. El califa fatimí al-Hakim demolió la iglesia del
Santo Sepulcro en Jerusalén, y la noticia provocó una gran indignación en Europa. En Roma murió el papa Juan XVIII y
Crescencio nombró a Sergio IV.

Mientras Abd al-Rahmán Sanchuelo estaba en campaña contra Castilla, los cordobeses hicieron abdicar al califa Hisam
II y su lugar fue ocupado por Muhammad II. Éste hizo encarcelar a Hisam II, buscó un cadáver que se le pareciera y lo
hizo enterrar como si fuera el califa. Abd al-Rahmán Sanchuelo marchó hacia Córdoba para sofocar la rebelión, pero sus
hombres le abandonaron y fue asesinado por los partidarios de Muhammad II.

El conde castellano Sancho I García ayudó a los bereberes acaudillados por Sulaymán al-Mustaín, entró en Córdoba y
depuso a Muhammad II, quien, para salvarse, confesó que Hisam II seguía vivo. Muhammad II consiguió huir a Toledo,
donde siguió actuando como califa. En 1010, recibió la ayuda de Wadih, el gobernador de la frontera norte, que acudió
a Toledo junto con un ejército cristiano de diez mil hombres reclutado por el conde de Barcelona Ramón Borrell y su
hermano Armengol I, conde de Urgel. También participó el conde Hugo de Ampurias. La coalición derrotó a Sulaymán
en la batalla de El Vacar, con lo que Muhammad II recuperó Córdoba, pero luego fue asesinado por los hombres de
Wadih, el cual repuso a Hisam II, pero Sulaymán puso sitio a Córdoba. El conde Armengol I murió en Córdoba, y el
condado de Urgel pasó a su hijo Armengol II.

Para evitar que Sancho I García reafirmara su alianza con Sulaymán, Wadih le concedió importantes plazas fuertes, que
se unieron a los territorios que Castilla había arrebatado a León durante la minoría de edad de Alfonso V. El conde
castellano dio a su corte un aire oriental. Él mismo usaba vestimentas musulmanas. Se atribuyó los títulos de conde de
Álava y de Asturias.

Dos descendientes de Almanzor, llamados Mubarak y Muzaffar, que hasta entonces estaban encargados de la
inspección del sistema de riego en la región de Valencia, se proclamaron reyes de Valencia, rompiendo así toda relación
con el Califato de Córdoba. Otro descendiente de Almanzor llamado Muyahid al-Muwaffaq se erigió igualmente en rey
de Denia, al sur de Valencia.
Por esta época el reino gaznawí de Mahmud de Gazni se había convertido en la mayor potencia musulmana. Gazni
rivalizaba con Bagdad, si no la superaba, en riqueza, poder y cultura. Contaba con grandes construcciones y a ella
afluían tesoros con cada campaña de Mahmud, especialmente de la India. En Gazni renació la vieja cultura persa. Un
poeta llamado Firdusi compuso un largo poema de unos sesenta mil dísticos (siete veces la extensión de la Ilíada de
Homero) en el que relata la historia de los reyes persas, desde sus orígenes legendarios hasta Cosroes II. Estaba escrito
en persa, y no en árabe. El impulso que adquirió la lengua persa durante este periodo fue esencial para que no sucumbiera
ante el árabe, y así, hoy sigue siendo la lengua hablada en Irán y Afganistán. El poema empieza con la figura
de Rustam, que parece ser una adaptación persa del mito de Hércules. Alejandro Magno también aparece, pero con madre
persa.

Firdusi presentó el poema a Mahmud, pero éste era sunní, mientras que el poeta era chiita, así que recibió un pago
insultantemente exiguo. Firdusi se vengó escribiendo una sátira despectiva contra Mahmud y luego huyó rápidamente del
país. La capital gaznawí acogió también a numerosos geógrafos, historiadores y literatos.

En el reino vietnamita de Dai-Viet, la dinastía Le fue sustituida por la de los Li, quienes establecieron la capital en Thang
Long, donde está la actual Hanoi, y dividieron el reino en veinticuatro provincias gobernadas por príncipes y
administradas por letrados.

En 1011 murió el conde Sunyer de Pallars, descendiente del conde Ramón I, a cuya muerte se separaron los condados de
Pallars y Ribagorza. En principio el condado pasó a sus dos hijos, pero éstos pronto lo dividieron en dos: el Pallars
Sobirá y el Pallars Jussá.

Ese año murió el duque Bernardo I de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Bernardo II.

En 1012 alcanzó la mayoría de edad el rey Sancho III el Mayor de Navarra y conde de Aragón.

En Roma murió el papa Sergio IV, y Crescencio nombró a Gregorio VI, pero otro candidato, Benedicto VIII, protegido
por los condes de Túsculo, tuvo el apoyo del emperador Enrique II y logró expulsar a Gregorio. Crescencio murió y los
condes de Túsculo asumieron el control del papado.
También murió el duque Otón de la Baja Lorena, que fue sucedido por Godofredo II.

Inglaterra seguía sufriendo impotente los ataques daneses. Una banda de ellos asesinó al arzobispo de Canterbury cuando
éste se negó a pagar un tributo.

Tras dos años de asedio, Sulaymán logró tomar Córdoba en 1013. Sus bereberes procedieron a saquear despiadadamente
la capital. Finalmente, Hisam II abdicó y Sulaymán se convirtió en el nuevo califa. No se sabe muy bien si Hisam II fue
asesinado o si huyó a Oriente.

Ese año murió el conde Guislaberto de Rosellón y fue sucedido por su hijo Gausfredo II, que tenía unos trece años de
edad. Su tío Hugo I de Ampurias trató de aprovechar su minoría de edad para unificar los condados, pero lo impidió el
conde de Besalú Bernardo I Tallaferro.

La nueva monarquía de Dai-Viet estaba creando una importante red viaria y poniendo en práctica un nuevo sistema fiscal
que permitió a su vez formar un fuerte ejército con el que los vietnamitas avanzaron hacia el sur ganando terreno a los
Shampa.

El rey Svend I se convenció finalmente de que Inglaterra no tenía capacidad alguna de defensa y decidió llegar hasta el
final conquistando el país. Desembarcó en lo que había sido el Danelaw, donde contaba con más simpatías. Allí las
distintas ciudades fueron rindiéndose sin ofrecer resistencia, lo que desmoralizó a los sajones. Londres se dispuso a ofrecer
la última resistencia, pero Ethelred II huyó a Normandía, adonde había enviado a su familia un tiempo antes. Svend I se
convirtió en rey de Inglaterra, aunque sólo por seis semanas, pues pasado ese tiempo murió. Dejó dos hijos. El mayor fue
proclamado rey de Dinamarca en 1014, con el nombre de Harald II. El menor se llamaba Canuto, y le había
acompañado a Inglaterra, pero ante la muerte inesperada de su padre, decidió regresar a Dinamarca para regresar más
adelante con más hombres. Esto permitió el regreso del rey Ethelred II, pero la nobleza sajona le impuso condiciones,
que llegaron a plasmarse en un acuerdo escrito. No fue especialmente importante, pero es el primer precedente conocido
en la Edad Media de un acuerdo escrito que limita la autoridad de un rey.
El rey alemán Enrique II había logrado pacificar a los polacos el año anterior, tras casi diez años de guerras, y decidió
aprovechar el prestigio que había ganado para marchar a Roma y hacerse coronar emperador.

La facción irlandesa partidaria del rey Maelsechlainn II, a quien Brian Boru le había arrebatado el título supremo de Aird
Righ, decidió unirse a los escandinavos, así que Brian Boru reunió un ejército que se enfrentó a la coalición de irlandeses
y escandinavos en la batalla de Clontarf. En realidad fue el hijo de Brian Boru el que dirigió a sus hombres, pues su padre
tenía ya más de setenta años. La batalla duró unas doce horas, y ambos bandos sufrieron considerables pérdidas, pero al
fin fueron los nórdicos los que rompieron filas y huyeron. Algunos fueron muertos y otros alcanzaron unos barcos. Una
de las partidas que huía dio casualmente con la tienda donde estaba Brian Boru, el cual fue reconocido y asesinado allí
mismo. Con todo, el dominio escandinavo sobre Irlanda había llegado a su fin. Esto no significa que la población
escandinava abandonara la isla, sino que muchos nórdicos permanecieron en Irlanda dedicados principalmente al
comercio y fundaron numerosas ciudades, aunque ahora bajo dominio celta. Por su parte, Maelsechlainn II recuperó su
anhelado título de alto rey.

Los búlgaros continuaban defendiéndose de los bizantinos como buenamente podían, hasta que en un momento dado el
zar Samuel creyó ver una situación ventajosa en el valle del río Struma, y decidió atacar. Durante un tiempo parecía que
la batalla iba a quedar en un empate, pero una unidad bizantina logró rodear el frente enemigo y atacó por la retaguardia.
Los búlgaros se asustaron y cayeron en un tremendo desorden. El emperador Basilio II hizo 15.000 prisioneros. Samuel
pudo huir hasta la ciudad de Ohrid, y un tiempo después recibió la noticia de que su ejército regresaba. No podía
comprender lo que había sucedido. Salió rápidamente al encuentro de sus hombres y al verlos le dio una apoplejía que le
llevó a la muerte dos días más tarde: estaban todos ciegos excepto 150 de ellos, que sólo conservaban un ojo. Basilio II
había ordenado cegar a todos los prisioneros excepto a uno de cada 100, que fue dejado tuerto para que pudiera servir de
guía a sus compañeros. El siempre victorioso emperador bizantino no tardó en ser conocido como Basilio
Bulgaroktonos (el matador de búlgaros).

En 1015 murió san Vladimiro I, el príncipe de Kíev que convirtió a su pueblo al cristianismo, actualmente uno de los
santos patrones de Rusia (santo sólo para la Iglesia Oriental, no para la Católica). Fue sucedido por su hijo, conocido
como Yaroslav el Sabio. En vida de su padre era gobernador de Nóvgorod y allí permaneció durante unos años más.
El rey de Denia Muyahid al-Muwaffaq conquistó las Baleares y no tardó en convertirse en una potencia marítima.

Los pisanos expulsaron a los sarracenos de la isla de Cerdeña.

De esta época datan las primeras referencias al título de conde de Holanda, que empezó a usar un tal Dirk III. Al parecer,
Carlos el Simple había dotado a su abuelo o bisabuelo Dirk I con los bienes de la abadía de Egmont, y la familia fue
aumentando sus dominios. Ahora Dirk III fundaba la ciudad de Dordrecht.

CANUTO EL GRANDE
En 1015, el danés Canuto volvió a presentarse en Inglaterra con un ejército, dispuesto a adueñarse del país como había
hecho su padre poco antes.

El duque de Polonia Boleslao I volvió a rebelarse contra el emperador Enrique II y se inició una nueva guerra.

El conde de Barcelona Ramón Borrell lanzó una nueva ofensiva contra los debilitados musulmanes y llegó hasta el Ebro,
tras lo cual inició un proceso de repoblación.

El rey de Francia, Roberto II, seguía luchando por su derecho sobre el ducado de Borgoña cuando su posición se vio
reforzada por la muerte, también sin descendencia, del conde de Dreux. Esta vez no tuvo dificultad en apropiarse del
condado, y en 1016 ocurrió lo mismo con el condado de Melun. Finalmente pudo hacerse con el ducado de Borgoña,
aunque transfirió el título ducal a su hijo Enrique, que tenía entonces ocho años de edad.

El emperador germánico Enrique II logró que el rey de Borgoña Rodolfo III, que no tenía descendencia, lo reconociera
como su sucesor en Estrasburgo.

El emperador bizantino Basilio II tomó a los búlgaros la ciudad de Ohrid. Fue la última resistencia destacable que éstos
ofrecieron. A partir de entonces huían apenas tenían noticia de que se acercaba Basilio Bulgaroktonos.
El rey Harald II de Dinamarca dominaba una parte de Noruega, pero otra había quedado en la anarquía desde la muerte
del rey Olav I. Ahora se organizó bajo un nuevo rey, Olav II Haraldson, que se había convertido al cristianismo e impuso
su religión sobre los noruegos.

En Córdoba se produjo una insurrección contra el califa Sulaymán, encabezada por Alí ibn Hammud con el apoyo de
los bereberes. Acusó a Sualymán de haber asesinado a Hisam II, lo hizo ejecutar y se proclamó califa. Fue el primer califa
de Córdoba que no pertenecía a la dinastía Omeya.

El rey de Denia Muyahid al-Muwaffaq atacó sin éxito la isla de Cerdeña. Su hijo fue hecho prisionero y rescatado más
adelante.

El rey de Navarra Sancho III el Mayor se había casado con Munia, hija del conde de Castilla Sancho I García. Las
relaciones entre Navarra y Castilla se volvieron cordiales, hasta el punto que el rey navarro pudo fijar a su gusto la frontera
entre ambos territorios.

El rey Ethelred II murió y fue sucedido por Edmundo II el Valiente, un hijo de su primera esposa, cuyo sobrenombre le
vino precisamente por la valentía con la que se enfrentó a Canuto. En vida de su padre ya había combatido a los daneses
en el norte de Inglaterra, pero tuvo problemas con sus oficiales, que llegaron a negarse a combatir si no les dirigía el rey
personalmente. Muerto Ethelred, Edmundo II tenía más posibilidades. Obtuvo algunas victorias y acudió dos veces en
defensa de Londres, que resistía los asedios. Finalmente, desafió a Canuto a un combate singular (o sea, entre ellos dos),
con el argumento de que era mejor que muriera un hombre en lugar de miles. Canuto era inteligente, aunque no hacía
falta mucha inteligencia para darse cuenta de que Edmundo era un hombre grande y fornido, mientras que él, Canuto, era
más bien pequeño. Pero, compartiendo la idea de no derramar sangre inútilmente, propuso dividir el territorio como en
tiempos de Alfredo el Grande. Se firmó el acuerdo, pero apenas dos meses después Edmundo murió, y no había ningún
sucesor aceptable en la familia real. Ethelred II había tenido dos hijos con su segunda esposa, Emma, pero el mayor de
ellos tenía entonces catorce años y no estaba en condiciones de dirigir un ejército. Fueron sacados del país y acabaron en
Hungría. La misma suerte corrieron los dos hijos de Edmundo II. A principios de 1017 los sajones no vieron mejor opción
que reconocer a Canuto como rey de Inglaterra. Para su sorpresa, Canuto resultó ser un buen rey. Supo cómo tratar a los
sajones: ese mismo año se casó con Emma, la viuda de Ethelred II, lo que dio cierta legitimidad a su corona. También
convocó la asamblea del Witenagemot, que lo eligió como rey oficialmente. Además no intentó que Inglaterra fuera regida
por leyes danesas, sino que mantuvo las leyes inglesas y respetó sus tradiciones. Reforzó el orgullo sajón al dirigir un
ejército a Escocia y obtener sin combate alguno el territorio de Lothian, que el rey Edgar había cedido años atrás. De
todos modos, Canuto se protegía por una guardia de corps danesa.

Siguiendo la costumbre instaurada su padre, Hugo Capeto, el rey Roberto II de Francia concedió el título de rey a su
primogénito Hugo cuando éste cumplió los diez años de edad.

Ese mismo año murió el conde de Castilla Sancho I García y fue sucedido por su hijo de siete años García II Sánchez. Se
nombró un consejo de regencia en el que pronto se impuso el rey Sancho III de Navarra, cuñado del joven conde. De
hecho, los documentos de la época consideran a Castilla como parte del reino de Navarra.

Ahora se invertían los papeles: el conde Sancho I García había aprovechado la minoría de edad del rey Alfonso V de
León para arrebatarle algunos territorios, y ahora Alfonso V aprovechó igualmente la minoría de edad de García II
Sánchez para recuperarlos.

Mientras tanto, el gobernador tuyibí de Zaragoza, siguiendo el ejemplo de Valencia, se proclamó rey con el nombre de al-
Mundir I. También se había proclamado rey en Tortosa un musulmán de origen eslavo llamado Labib, que se había
puesto bajo la protección del conde Ramón Borrell de Barcelona, el cual derrocó ahora a los reyes de Valencia.

El califa fatimí al-Hakim proclamó su naturaleza divina como reencarnación del imán Ismaíl.

En 1018 murió el rey Harald II de Dinamarca, y su hermano Canuto, el rey de Inglaterra, pasó a ser también rey de
Dinamarca. No obstante, siguió residiendo en Winchester, en Inglaterra. El rey Malcom II de Escocia logró que Canuto
le devolviera la región de Lothians.

En Austria murió el marqués (o margrave, en alemán) Enrique I el Fuerte, y fue sucedido por Adalberto el Victorioso.
El conde Dirk III de Holanda derrotó al duque Godofredo II de la Baja Lorena, con lo que aseguró la pujanza de su
condado.

El emperador Basilio II terminó la conquista de Bulgaria y convirtió el territorio en una provincia. Ya no hubo más zares
búlgaros. Basilio II recorrió Grecia triunfante, se detuvo en Atenas y luego marchó a Constantinopla, donde fue aclamado
por el pueblo. En contraste con la crueldad con la que resolvió la guerra, su gobierno sobre Bulgaria fue benévolo. Evitó
que la nobleza suscitara rebeliones invitando a Constantinopla a los búlgaros más ilustres, donde fueron tratados como
iguales a los bizantinos y acordemente a su rango. No intentó imponer el cristianismo bizantino, sino que permitió que la
Iglesia búlgara mantuviera sus costumbres propias. Pronto Bulgaria se convirtió en una fuente de soldados para el Imperio,
lo que permitió que Constantinopla dependiera menos de Asia Menor, refugio del feudalismo y de todos los problemas
que éste acarreaba. Los generales de Basilio II obtenían victorias en todas partes: tanto en la parte oriental de Asia Menor,
frente a los musulmanes, como en el sur de Italia.

El rey Rodolfo III de Borgoña tuvo que renovar en Maguncia su compromiso de legar su reino al emperador Enrique II,
pese a la oposición de sus súbditos. Mientras tanto, Enrique II tuvo que firmar la paz de Bautzen con el duque Boleslao
I de Polonia, en la que reconocía la anexión a Polonia de un vasto territorio que incluía la región de Brandeburgo, Moravia
y Bohemia.

Ese mismo año murió el conde de Barcelona Ramón Borrell y fue sucedido por su hijo de doce años Berenguer Ramón
I. La madre del nuevo conde, Ermessenda, quedó como regente.

El año anterior había muerto sin descendencia el conde Guillermo Isarn de Sobrarbe y Ribagorza, y finalmente el título
condal pasó al rey Sancho III el Mayor de Navarra.

En Córdoba murió asesinado el califa Alí ibn Hammud. Fue sucedido por su hermano al-Qasim, quien, para frenar la
indisciplina de sus propios soldados bereberes, trajo de África milicias de negros. Algunos señores de Almería y Zaragoza
marcharon a Valencia, donde residía un bisnieto del califa Abd al-Rahmán III y lo nombraron califa, con el nombre
de Abd al-Rahmán IV, y marcharon hacia el sur con el propósito de derrocar a al-Qasim, pero antes de llegar lo
asesinaron al ver que no era fácil de manejar.

El rey de Denia Muyahid al-Muwaffaq atacaba ahora el condado de Barcelona, pero, al igual que su expedición contra
Cerdeña, resultó un fracaso.

Mahmud de Gazni emprendió una expedición más a la India. Los Prathiara gobernaban ahora una pequeña parte de lo
que había sido su territorio. Cuando Mahmud se acercó a una de sus ciudades el rey Rajapala decidió abandonarla y huir,
lo que provocó que un rey vecino llamado Gauda enviara indignado a su hijo Vidydhar a invadir el reino de Rajapala,
pero en lugar de apoderarse de él se limitó a derrocar al rey e instaurar en su lugar a su heredero Trilochanpala, con lo
que la agonizante dinastía de los Prathiara se mantuvo por un tiempo.

En 1019 el príncipe Yaroslav el Sabio se trasladó finalmente a Kíev.

Corea infligió una derrota definitiva a los kithán, que dejaron de presionar sobre el reino.

El rey Canuto de Inglaterra consideró que se había ganado el respeto de sus súbditos sajones e hizo volver a Dinamarca
a su guardia de corps. En 1020 convirtió a un sajón llamado Godwin en su principal consejero, al que nombró earl de
Wessex y Kent.

El conde Berenguer Ramón de Barcelona se casó con Sancha, hermana del conde García II Sánchez de Castilla, a raíz
de lo cual surgieron discrepancias entre el conde y su madre Emerssenda, a quien le fue cuestionada la regencia.

Tras la muerte sin descendencia del conde de Besalú, Bernardo I Tallaferro, el condado pasó a Guillermo I el Craso, hijo
del arzobispo de Narbona, Wifredo, que a su vez era hijo del conde Wifredo II de Carcasona, hermano de Bernardo.

En 1021 murió el califa fatimí al-Hakim y fue sucedido por al-Zahir.


El califa de Al-Ándalus al-Qasim fue destronado por su sobrino Yahyá ibn Alí ibn Hammud, quien adoptó el legitimante
título de al-Mutali bi-Llah (el elevado por Dios).

El rey Labib de Valencia fue derrocado por un hijo de Abd al-Rahmán Sanchuelo llamado Abd al-Aziz, quien reconoció
la supremacía nominal de Córdoba y mantuvo buenas relaciones con los Estados cristianos del norte. Al mismo tiempo
amurallaba Valencia.

El emperador bizantino Basilio II llegó hasta el Cáucaso y sometió a los pequeños reinos en que estaba dividido.

En 1022 murió el rey de Suecia Olof Skötkonung y fue sucedido por su hijo Anund, quien contribuyó a la evangelización
del país.

El rey Suryavarman I de Angkor extendió sus fronteras hacia el este, conquistando gran parte de la actual Tailandia.

En Mérida murió el gobernador Sabur, un antiguo esclavo del califa omeya al-Hakam II que desde los últimos años
gobernaba un amplio territorio independizado de Córdoba. Un bereber llamado Ibn al-Aftas se proclamó rey y tomó el
título honorífico de al-Mansur. La capital del reino pasó a ser Badajoz.

El rey de Navarra Sancho III el Mayor estaba introduciendo cambios en su reino. Había introducido la regla benedictina
en los monasterios, que hasta entonces se habían regido por normas visigóticas. Ahora envió a Roma a su hijo García para
iniciar relaciones con la Santa Sede, y poco después se proclamó Rey por la Gracia de Dios, es decir, introdujo en su
reino la teoría de que era Dios quien elegía a los reyes a través del nacimiento, teoría que había sido crucial en la Francia
merovingia y carolingia (y que los capetos trataban de aplicar también), mientras que era desconocida entre los visigodos
y en los reinos cristianos medievales de la península ibérica. Contrasta con esto una historia que se cuenta de Canuto de
Inglaterra: cansado de los rebuscados halagos de sus cortesanos hizo instalar su trono a la orilla del mar y se sentó en él
mientras subía la marea. En términos grandilocuentes, ordenó al mar que retrocediese y no osase mojar su ropa. El mar
no le hizo caso y, al cabo de un rato, ya mojaba el manto real. Entonces Canuto preguntó a sus cortesanos que dónde
estaban los poderes divinos que le atribuían.
El rey Alfonso V de León se había aprovechado de la minoría de edad del conde García II Sánchez de Castilla para
recuperar algunas tierras, y ello había causado tensiones entre ambos Estados. Éstas amainaron cuando Alfonso V se casó
con Urraca, la hermana del rey de Navarra Sancho III el Mayor. A partir de este momento el rey leonés se centró en la
lucha contra los musulmanes, para resarcirse de las derrotas sufridas en tiempos de Almanzor. Era, en efecto, una buena
ocasión, pues Al-Ándalus estaba desintegrándose a pasos agigantados. En 1023 el califa derrocado al-Qasim logró tomar
Córdoba y Yahyá tuvo que huir. Sin embargo, el pueblo de Córdoba se rebeló y nombró califa a un omeya llamado Abd
al-Rahmán V.

En Zaragoza moría el rey al-Mundir. Había acogido en su corte al poeta Ibn Darray al-Qastalli, cuyas composiciones
ilustran la política de su señor, esforzado en lograr una alianza con los condados de Castilla y Barcelona para frenar el
expansionismo del rey de Navarra Sancho III el Mayor. Su hijo y sucesor Yahyá siguió la misma política.

El rey de Denia Muyahid al-Muwaffaq atacó esta vez el reino de Tortosa, pero tampoco tuvo éxito.

Finalmente, el conde de Barcelona Berenguer Ramón llegó a un acuerdo con su madre Emerssenda por el cual gobernarían
el condado en igualdad de condiciones ellos dos y Sancha, la esposa del conde. Al menos, esto era así en teoría, pues en
la práctica el conde fue conocido como Berenguer Ramón el Curvo, en alusión a la facilidad con que se dejaba doblegar
por su madre y por su esposa.

Ese año murió el duque Godofredo II de la Baja Lorena, y el ducado pasó a Gozlón, pariente del conde Enrique I de
Ardennes.

Nuevamente, la India sufrió los ataques de Mahmud de Gazni.

En 1024 el califa de Córdoba Abd al-Rahmán V fue derrotado y hecho ejecutar por Muhammad III al-Mustakfi, que se
convirtió en el nuevo califa (también de la dinastía Omeya).
En Roma murió el papa Benedicto VIII, que poco antes había expulsado de Cerdeña a los sarracenos. Le sucedió Juan
XIX, que ni siquiera era sacerdote, pero era hermano de Alberico, el conde de Túsculo. Para ocupar la silla pontificia
abandonó su cargo de "cónsul, duque y senador de todos los romanos".

El duque Boleslao I de Polonia logró que el emperador Enrique II le reconociera el título de Rey, lo que hacía teóricamente
a Polonia independiente del Imperio Germánico (en la práctica lo era desde hacía varios años). El emperador murió poco
después. Se había ocupado personalmente de numerosos problemas religiosos: había participado en discusiones
teológicas, había elegido papas, había favorecido el monaquismo y trató de llevar adelante una reforma moral del clero.
Por ello se le recuerda como san Enrique II o Enrique II el Santo.

El emperador murió sin dejar descendencia directa. La nobleza alemana ofreció la corona al duque Guillermo V de
Aquitania, pero éste rehusó. El segundo intento convirtió en rey de Alemania a Conrado II, bisnieto del duque de
Franconia Conrado el Rojo y de Liutgarda, hija del emperador Otón I.

En 1025 murió el rey Hugo de Francia, es decir, el hijo del rey Roberto II que, siguiendo la costumbre de los capetos, ya
había sido coronado como sucesor.

También murió el rey Boleslao I de Polonia, que fue sucedido por su hijo Miezsko II.

El emperador Basilio II estaba planeando una expedición para reconquistar Sicilia a los musulmanes, pero ya había
cumplido los setenta años y murió antes de poder llevarla a cabo. No dejó herederos, así que quedó como único emperador
su hermano Constantino VIII, con quien había compartido nominalmente el gobierno hasta entonces. El Imperio tenía
una extensión como no había tenido en los últimos tres siglos, y además las arcas del Estado estaban repletas. La economía
y el comercio florecían, el arte bizantino era imitado desde Rusia hasta Italia, la Universidad de Constantinopla era pujante
de nuevo. De esta época se conserva una historia en diez tomos escrita por León el Diácono, que abarca el periodo desde
959 a 975. También se conserva una obra de ficción de autor anónimo titulada Digenís Akritas (algo así como "Doble
ascendencia, el luchador de la frontera"), cuyo protagonista es el hijo de un noble árabe convertido al cristianismo y una
mujer griega. Se trata de un relato de aventuras muy similar a las historias de caballeros que años más tarde surgirían en
Occidente.

El califa de Córdoba Muhammad III fue asesinado por uno de sus cortesanos después de que el bereber Yahyá lo derrocara
y volviera a asumir el título califal, pero en 1026 llegaron tropas que lo obligaron a huir y los cordobeses eligieron califa
a otro Omeya: Hisam III. Éste nombró ministro a Hakam ibn Saíd, un tejedor que logró restaurar parcialmente la
economía cordobesa. Sin embargo, Habbus ibn Maksán se erigió en rey de Granada. Pertenecía a la familia Banú
Zirí, que había luchado en el ejército de Almanzor y a la que el califa Sulaymán había concedido en feudo el territorio de
Granada. En Zaragoza murió el rey Yahyá, y fue sucedido por su hijo al-Mundir II.

En Barcelona murió Sancha, la esposa del conde Berenguer Ramón el Curvo, con lo que su madre Ermessenda pasó a
tener el control pleno de los condados de Berenguer (Barcelona, Gerona y Ausona). En esta época se conquistaron y
repoblaron numerosos territorios.

También murió el duque Enrique V de Baviera. El ducado pasó al rey Conrado II de Alemania, mientras que en el condado
de Ardennes fue sucedido por su hijo Enrique II.

El rey Canuto de Dinamarca e Inglaterra tenía los ojos puestos desde hacía tiempo en los reinos escandinavos. El rey Olav
II de Noruega estableció una alianza con Anund de Suecia ante la amenaza danesa, pero Canuto los derrotó a ambos
en Blekinge.

El rey Conrado II de Alemania se hizo coronar rey de Italia en Milán, y en 1027 se hizo coronar emperador en Roma por
el papa Juan XIX, que poco antes había sido expulsado de la ciudad por una sublevación y ahora recibía el apoyo imperial.
Conrado II fue el primer emperador germánico que se refirió a su imperio como Romanorum Imperium, es decir, que
trató de presentarlo como una prolongación del Imperio Romano, como en los tiempos de Carlomagno y Ludovico Pío.
Hasta entonces, para los alemanes, lo que venimos llamando Imperio Germánico era simplemente "el Imperio".

Conrado II traspasó el ducado de Baviera al duque de Suabia, ahora Enrique VI de Baviera.


Ese mismo año murió el duque Ricardo II de Normandía. El ducado estaba en el apogeo de su poder. Legó el ducado a
su primogénito Ricardo III, pero su segundo hijo, Roberto, no estuvo de acuerdo con la decisión y se rebeló. Ricardo
III pudo sofocar la revuelta, pero murió poco después, tal vez envenenado. Su hermano se convirtió así en el
duque Roberto I el Magnánimo.

También murió el duque Thierry I de la Alta Lorena, y fue sucedido por su hijo Federico II.

Tras la muerte de su primogénito dos años atrás, el rey Roberto II de Francia designó como sucesor a su segundo hijo,
Enrique, al que había concedido el ducado de Borgoña y que ahora se convertía en el rey Enrique I. Desde este momento
el ducado de Borgoña fue gobernado conjuntamente por ambos.

Mahmud de Gazni saqueó la India una vez más. Aunque estas incursiones le proporcionaron espléndidos botines, lo cierto
es que Mahmud nunca llegó a consolidar una posición en la India y el islam no penetró en este territorio. Se cuenta que,
en una de sus expediciones, Mahmud llegó hasta el gran templo hindú de Somath, donde se encontraba la enorme
escultura de un falo que debía ser lavado cada día con agua del Ganges, llevada hasta allí por mil aguadores. Este ídolo
era servido por unos mil brahmanes y seiscientos músicos, bailarinas y ayudantes. El templo recibía las rentas de unos
diez mil pequeños pueblos vecinos. Como buen musulmán, Mahmud ordenó la destrucción del templo pagano y cincuenta
mil hindúes murieron defendiéndolo.

Durante dos siglos de anarquía e inestabilidad política, el budismo había arraigado profundamente en el Tíbet. Florecieron
los monasterios en los que los monjes produjeron un gran número de obras literarias (leyendas, teatro, tratados de
gramática, etc.) y se tradujeron al tibetano numerosos textos sánscritos. Los nuevos predicadores introdujeron un
calendario llamado kalakacra (la rueda del tiempo), inspirado en un modelo chino.

En 1028 Canuto de Dinamarca e Inglaterra aprovechó una revuelta contra el rey Olav II de Noruega para ocupar su
territorio, formando así un imperio escandinavo sin precedentes. Por ello es recordado en la historia como Canuto
el Grande.
Siguiendo la idea francesa, el emperador germánico Conrado II hizo coronar rey de Alemania a su hijo Enrique III, a sus
once años de edad.

El emperador bizantino Constantino VIII se sentía próximo a la muerte, así empezó a preocuparse por el problema de la
sucesión. Tenía tres hijas, a las que había mantenido solteras para evitar yernos con aspiraciones prematuras al poder. El
carácter hereditario del título imperial ya estaba firmemente consolidado, de modo que la única posibilidad para garantizar
una sucesión no traumática era casar a una de ellas con el hombre adecuado. La mayor, Eudocia, tenía el rostro
desfigurado por la viruela y vivía retirada; la segunda, Teodora, se dedicó a la vida monástica; así que sólo
quedaba Zoe, la menor de las tres. Constantino VIII le eligió como esposo a Romano Argiro, que a la sazón era el alcalde
de Constantinopla. Romano estaba felizmente casado y no tenía interés en cambiar su vida, pero se le insinuó que en lugar
de cambiarla podría perderla, así que aceptó divorciarse y casarse con Zoe. Tres días más tarde murió Constantino VIII y
él se convirtió en Romano III.

La situación del imperio no era tan buena como tres años antes, a la muerte de Basilio II. Desde que Constantino VIII se
convirtió en el único emperador los derroches de la corte habían aumentado, y había asignado los altos cargos a parientes
incapaces. Los dos grandes poderes tradicionales del Imperio, los señores feudales de Asia Menor y la Iglesia, se dieron
cuenta de que ahora el emperador era débil y que podían recuperar los privilegios que la férrea mano de Basilio II les
había arrebatado. Romano III trató de congraciarse con los señores feudales, pero ello sólo les animó a conspirar contra
él. Por su parte, los monjes volvieron a su deporte favorito: perseguir herejes. Basilio II había anexionado al Imperio
regiones orientales de Asia Menor donde había monofisitas, descendientes de exiliados que habían aprovechado la
tolerancia religiosa de los musulmanes, pero que ahora se volvían a encontrar gobernados por los bizantinos. Algunos de
ellos emigraron nuevamente hacia el este, pero otros se quedaron dispuestos a favorecer cualquier ofensiva islámica.

Ese año murió Fulberto, el obispo de Chartres.

El duque Federico II de la Alta Lorena murió al año de tomar posesión del ducado. Fue sucedido por su hijo Federico III.

Un pueblo de lengua tibetana, los tangutios, arrebató algunos territorios al Imperio Chino y se asentó en ellos.
La isla de Java había pasado por un periodo de anarquía, tal vez debido a un ataque desde Sumatra, pero ahora un caudillo
llamado Airlanga inició la unificación política de la isla.

Mientras tanto moría el rey Alfonso V de León, herido por una flecha durante el asedio de la ciudad de Viseu. Fue
sucedido por su hijo Vermudo III, que tenía tan sólo once años de edad, por lo que su madre Urraca de Navarra ejerció
la regencia. Ese mismo año se casó con Jimena, hermana del conde de Castilla García II Sánchez, que alcanzaba entonces
la mayoría de edad, y a su vez se concertó el matrimonio de éste con Sancha, la hermana de Vermudo III. En 1029 García
II Sánchez marchó a León, acompañado del rey de Navarra Sancho III el Mayor, para conocer a su prometida, y allí fue
asesinado por los Vela, una familia noble de León enemiga ancestral de la familia de los condes de Castilla. Dicen las
malas lenguas que Sancho III el Mayor intervino en la conjuración, pues con la muerte del conde de Castilla la sucesión
recaía en su hermana Munia, que era precisamente la esposa del rey navarro. El caso fue que Sancho III el Mayor ocupó
Castilla y nombró conde a su hijo mayor, que se convirtió en Fernando I a sus trece años de edad. Más aún, el rey navarro
ocupó los territorios leoneses que Sancha iba a aportar como dote en su matrimonio con García II Sánchez. El reino de
León toleró estos actos porque la regente era Urraca, hermana de Sancho III el Mayor. De hecho se formó un partido
navarro encabezado por la reina, y para evitar una reacción de otros sectores, Sancho III el Mayor apoyó varias rebeliones
en Galicia.

La aristocracia normanda no había perdido completamente las costumbres de sus antepasados y de vez en cuando
embarcaban para atacar las costas europeas. En 1030 arrebataron a los bizantinos un territorio en el sur de Italia y lo
convirtieron en el condado de Aversa.

Ese mismo año murió García Ramírez, el rey de Viguera. (Su hermano Sancho había muerto algo antes.) Ante la falta de
descendencia masculina, el reino quedó en manos de su hija Toda.

También murió el duque Guillermo V de Aquitania, y fue sucedido por su hijo Guillermo VI.

Así mismo murió el gran Mahmud de Gazni. Sus sucesores fueron mediocres, de modo que el reino gaznawí empezó a
declinar.
Canuto el Grande terminó con toda resistencia en Noruega cuando, tras la batalla de Stiklestad, murió asesinado el
derrocado rey san Olav II.

LOS REINOS DE TAIFAS


En 1030, el emperador bizantino Romano III sufrió una derrota en Siria, en la que se puso de manifiesto su escasa
capacidad militar. No obstante, supo remediarlo buscando a los hombres adecuados. Uno de ellos fue el general Jorge
Maniaces, que en 1031 reconquistó Edesa.

Los polacos atacaron las fronteras del Imperio Germánico y el emperador Conrado II tuvo que hacerles frente.

En Al-Ándalus, el califa Hisam III fue derrocado por la burguesía cordobesa, dirigida por Abul-Hazm ibn Yahwar. Se
le permitió escapar a Lérida. Nominalmente siguió siendo el califa, pero lo cierto es que a partir de ese momento Al-
Ándalus dejó de tener un gobierno común. En los años anteriores, desde la muerte de Almanzor, algunas regiones de Al-
Ándalus se habían convertido en reinos independientes, y ahora este fenómeno se generalizó. Estos reinos, débiles en su
mayoría, fueron conocidos como Reinos de Taifas (de una palabra árabe que significa "destacamento"). En el reino de
Málaga estaba el bereber Yahyá ibn Alí, que había sido califa por dos veces y al que algunos seguían considerando como
tal. En Toledo se convirtió en rey Yaís ibn Muhammad ibn Yaís.
Los reinos de Taifas eran débiles, pero sus gobernantes trataron de mostrar magnificencia patrocinando las ciencias y
las artes. Era frecuente que nombraran como ministros a sabios y poetas. Los libros que en el periodo anterior habían
estado concentrados en pocas bibliotecas (en Córdoba y Toledo principalmente) se copiaron y repartieron por toda Al-
Ándalus. Los reyes trataron de imitar los modelos orientales, adoptando pretenciosos títulos honoríficos. Como fruto de
esta imitación se dio gran libertad a las mujeres y se impusieron costumbres que hasta entonces habían sido
consideradas licenciosas. Sin embargo, los viajeros que venían de Oriente no estaban muy entusiasmados con lo que allí
habían visto, pues, en efecto, el Califato Abasí era sólo una sombra de su fama.

Ese año murió el rey de Francia Roberto II el Piadoso, y fue sucedido por su hijo Enrique I (que ya había sido coronado
rey cuatro años antes), pero su hermano menor Roberto le disputó la corona con el apoyo de su madre, Constanza de
Provenza, y el duque Eudes II de Blois. Estalló una guerra civil, y Enrique I obtuvo el apoyo del duque Roberto I de
Normandía. En 1032 Roberto tuvo que rendirse y reconocer a su hermano como rey. A cambio recibió el ducado de
Borgoña. El duque de Normandía no había prestado su ayuda por nada. No tenía hijos legítimos, pero tenía un bastardo
de cinco años, llamado Guillermo, al que quería legarle el ducado. La nobleza normanda lo tenía muy fácil para desdeñar
a Guillermo a la muerte de su padre, y así alguno de sus miembros podría convertirse en el nuevo duque. Por ello Enrique
I se comprometió a tutelar al joven Guillermo, porque el apoyo del rey de Francia podía ser decisivo a la hora de la
sucesión.

El emperador Conrado II logró rechazar a los polacos al otro lado del Oder, con lo que recuperó las marcas del territorio
de los vendos y las asignó a la familia Wettin. Tras la muerte del rey Rodolfo III de Borgoña se anexionó su territorio,
según el acuerdo pactado entre su padre y el difunto rey. Uno de los nobles más poderosos del reino era
entonces Humberto I Blanca Mano, que tenía el título de conde de Saboya, aunque gobernaba numerosos condados.
Por otra parte, un conde llamado Renaldo I, hijo y sucesor del conde Otón Guillermo que había disputado el ducado de
Borgoña a Roberto II, se negó a rendir vasallaje al emperador, y su condado pasó a llamarse el Condado Libre de
Borgoña.

En Roma murió el papa Juan XIX. A causa de una disputa con el patriarca de Constantinopla, había roto las relaciones
con Bizancio. Entre sus protegidos había estado un monje benedictino llamado Guido D'Arezzo. Había sido profesor de
canto en la abadía de Pomposa, al norte de Italia, pero sus técnicas pedagógicas no fueron bien recibidas y se estableció
en Arezzo. Ideó un sistema para recordar la entonación dando nombre a los distintos tonos. Para ello se basó en un himno
a san Juan Bautista, en el que ciertas sílabas formaban una escala ascendente:

VT queant laxis REsonare fibris


MIra gestorum FAmuli tuorum
SOLue polluti LAbii reatum
Sancte Ioannes
Así dio nombre a las notas musicales: VT, RE, MI, FA, SOL, LA. Más adelante los músicos se dieron cuenta de que
necesitaban un nombre más y rebautizaron las notas como A, B, C, D, E, F, G, donde la A correspondía a la nota LA de
D'Arezzo y B era el nombre de nota que faltaba en su escala. No obstante, ambas notaciones coexistieron. Durante un
tiempo, las notas musicales fueron llamadas también VT, RE, MI, FA, SOL, LA, B, hasta que finalmente se encontró un
nombre para la séptima nota acorde con los de las anteriores: SI (de las iniciales de Sancte Ioannes). También se le
atribuyen a D'Arezzo innovaciones sobre la notación musical: notas sobre líneas y entre ellas, pero sobre esto hay que
ser más cautos, pues mucho de lo que se le atribuye estaba ya inventado o estaba por inventar.
Volviendo al papado, Juan XIX fue sucedido por su sobrino Theofylacto, que adoptó el nombre de Benedicto
IX. Contaba con el apoyo del emperador.

El conde Fernando I de Castilla se casó con Sancha, la hermana del rey Vermudo III de León que había estado prometida
al anterior conde de Castilla, García II Sánchez. Poco después el rey Vermudo III de León fue considerado mayor de
edad, pudo controlar una nueva rebelión en Galicia y a continuación expulsó al partido navarro, que estaba encabezado
por su madre Urraca, lo que dio lugar a una insurrección general.

En 1033 el duque Gozlón de la Baja Lorena se adueñó de la Alta Lorena.

En 1034 el rey de Navarra Sancho III el Mayor decidió intervenir abiertamente en el conflicto leonés y se adueñó de
Zamora, Astorga y León. Vermudo III conservó el título real, pero tuvo que marcharse a Galicia.

El rey Miezsko II de Polonia era conocido como Miezsko el Indolente. Bajo su reinado el país sufrió ataques por parte
de los rusos, daneses, checos y de Franconia. Finalmente, Miezsko II tuvo que jurar vasallaje al emperador Conrado II,
pero murió poco después, la nobleza se sublevó y el heredero Casimiro tuvo que huir a Hungría. El país se fragmentó.
Esto permitió que Bohemia se reorganizase bajo Bretislav I.

También murió el rey Malcom II de Escocia y fue sucedido por su nieto Duncan I, así como el rey Tolteca Matlacxóchitl,
que fue sucedido por Nauhyotzin.

El emperador bizantino Romano III trataba de compensar los gastos desmesurados que se habían producido durante el
reinado de Constantino VIII, tras la muerte de su hermano Basilio II. La emperatriz Zoe no vio con agrado esa política de
austeridad, y era consciente de que Romano III sólo era emperador por su matrimonio, así que había empezado a buscar
otro hombre. Esto no escapó a la atención de un funcionario de palacio llamado Juan Orfanotrofo. Era eunuco, así que
no podía ser emperador, pero se apresuró a llevar a la corte a su bello hermano Miguel el Paflagonio. La emperatriz
quedó encantada con él y un día Romano III apareció ahogado en su bañera. Inmediatamente Zoe se casó con Miguel,
quien se convirtió así en el emperador Miguel IV. Resultó ser un buen general, que no tardó en someter una revuelta
búlgara tras la cual la Iglesia búlgara quedó nuevamente supeditada a la Iglesia bizantina. Su hermano Miguel dirigía
competentemente la administración civil y otros hermanos fueron ascendidos y contribuyeron competentemente al
gobierno del Imperio. El general Jorge Maniaces seguía obteniendo victorias frente a los musulmanes y el Imperio seguía
expandiéndose por Siria. A él se le había unido Harald Hardrade (el severo), un noruego de más de dos metros de altura
que dirigía la guardia varega. Era hermanastro del rey san Olav II de Noruega, y había tenido que huir cuando éste fue
asesinado por el rey Canuto de Dinamarca. Pasó un tiempo en Nóvgorod, pero tuvo que marcharse porque, al parecer, se
enamoró de él la hija del príncipe Yaroslav y esto no gustó al padre. Fue entonces cuando marchó a Constantinopla.

Canuto confió el gobierno de Noruega a su hijo Sven, pero murió al año siguiente, en 1035, y los noruegos expulsaron a
Sven dirigidos por Magnus el Bueno, hijo natural de san Olav, que se convirtió así en el nuevo rey de Noruega. Canuto
tenía otros dos hijos: Hardeknud (Canuto el Fuerte) se encontraba en Dinamarca cuando murió su padre y tuvo que
esforzarse por consolidar su autoridad en el país. En Inglaterra la situación era más compleja. Hardeknud era hijo de
Canuto y Emma de Normandía, su viuda, por lo que podía considerársele heredero legítimo de la corona de Inglaterra, y
así lo defendieron Emma y Godwin de Wessex, pero la nobleza sajona recelaba del poder que estaba acumulando Godwin
y propuso como sucesor a Harold I Pie de Liebre, un hijo ilegítimo de Canuto. El hecho de que Hardeknud estuviera
ocupado en Dinamarca dio ventaja a los partidarios de Harold I. Por otra parte, Ethelred el rey de Inglaterra derrocado
por Canuto, había tenido dos hijos, Alfredo y Eduardo, que fueron evacuados del país durante la invasión danesa.
Pasaron su infancia en Hungría, pero ahora ya tenían edad suficiente para pretender la corona de su padre. Alfredo estaba
en Normandía, si bien allí poca ayuda podía obtener. El año anterior, el duque Roberto I de Normandía había partido en
peregrinación a Tierra Santa. Antes de marchar, siguiendo la costumbre, obligó a la nobleza a jurar fidelidad a su heredero,
Guillermo, pero Roberto I murió en el viaje de vuelta y la nobleza no recordó muy bien qué había jurado. Guillermo tenía
entonces unos ocho años, y su tutor era Gilberto de Brionna, pero no tardó en ser asesinado y reemplazado por Raúl de
Gacé. Los descendientes legítimos de los duques Ricardo I y Ricardo II desdeñaron al joven bastardo y trataron de
apoderarse del ducado. El rey Enrique I de Francia tuvo ocasión de devolver el favor que Roberto I le había hecho al
ayudarle años atrás a consolidar su trono. Mantuvo a Guillermo prácticamente escondido para evitar que los nobles
normandos acabaran con él. El ducado pasó por un periodo de anarquía.

El emperador Conrado II logró imponer su dominio a Bohemia.


Mientras tanto moría el rey de Navarra Sancho III el Mayor. Fue sucedido (como rey de todo el territorio de Navarra,
Castilla y Aragón) por su hijo García IV Sánchez. Al mismo tiempo, el difunto rey había dejado tierras a sus otros hijos
(en calidad de vasallos del rey de Navarra): su hijo Fernando I era conde de Castilla desde unos años atrás, Ramiro
I obtuvo el condado de Aragón y Gonzalo I los condados de Sobrarbe y Ribagorza. La muerte de Sancho III permitió
que Vermudo III volviera a León. La reina Toda de Viguera casó con Fortún Sánchez, que ostentó el título de Princeps.

También murió el conde de Barcelona Berenguer Ramón el Curvo. En su testamento dividió sus territorios entre sus
hijos, Guillermo I y Ramón Berenguer I, pero, por no perder la costumbre, su madre Ermessenda dispuso otra cosa y
se erigió en regente de sus nietos. El conde Wifredo II de Cerdaña se retiró a un monasterio y dejó el condado a su
hijo Ramón I Wifredo.

El gobernador de Sevilla, Abu-I-Qasim, pertenecía a la familia de los Abadíes, y hasta entonces había acatado la
soberanía de Yahyá ibn Alí, que gobernaba Málaga con el título de califa, pero ahora presentó a un individuo como el
desaparecido califa Hisam II, bajo el cual pretendió reunir a los taifas árabes para atacar a los bereberes banú Zirí que
gobernaban en Granada. Sin embargo, ello lo enfrentó a Yahyá ibn Alí.

En 1036 Alfredo, el hijo del rey Ethelred de Inglaterra, recibió una carta en Normandía en la que se le invitaba a volver a
Inglaterra y derrocar a Harold Pie de Liebre. No está claro quién se la envió y con qué intención, pero el caso es que
Alfredo desembarcó con una pequeña flota, fue recibido por Godwin de Wessex, el cual dio alojamiento a los invasores
en una serie de casas y allí los hizo asesinar, salvo Alfredo, que fue llevado a Londres y allí fue ejecutado por orden de
Harold.

El príncipe Yaroslav de Kíev obtuvo una victoria significativa sobre los pechenegos, tras la cual su Estado se vio libre de
incursiones nómadas durante bastantes años. Construyó fortalezas y colonizó las estepas de la orilla oriental del Dnieper.

Ese año murió el derrocado califa cordobés Hisam III, quien poco antes había declarado abolido el califato, legitimando
con ello a los reinos de taifas. En Toledo Yaís ibn Muhammad fue derrocado por el berberisco Ismaíl ibn Zennun al-
Zafir, de la familia de los banú Di-I-Nun.
También murió el califa fatimí al-Zahir y fue sucedido por su hijo de siete años al-Mustansir. Su madre actuó como
regente.

Así mismo murió el conde Balduino IV de Flandes, que había convertido a su condado en un doble feudatario de Francia
y del Imperio Germánico. Fue sucedido por su hijo Balduino V el Piadoso, que estaba casado con Adelaida de
Francia, hermana del rey Enrique I.

En 1037 murió el conde Eudes II de Blois y de Champaña. El condado de Blois pasó a su hijo Teobaldo III, mientras
que Champaña la heredó un hermano menor.

Harold Pie de Liebre logró aplastar a los partidarios de su hermanastro Hardeknud y se reafirmó en el trono de Inglaterra.
Su madrastra Emma tuvo que exiliarse.

El emperador germánico Conrado II había tenido que sofocar una rebelión tras otra en Italia. Ahora se alzó contra él el
arzobispo Ariberto de Milán, al que no logró derrotar.

El rey Vermudo III de León reabrió la polémica en torno a los territorios de la dote de su hermana Sancha. Recordemos
que había estado prometida al conde García II Sánchez de Castilla, pero éste fue asesinado antes de la boda, y al final
Sancho III el Mayor de Navarra pudo hacerse con el control del condado, se adueñó de la dote de Sancha, nombró conde
a su hijo Fernando I y poco después, aprovechando siempre la minoría de edad de Vermudo III y la regencia de su madre
Urraca (hermana del rey navarro), lo casó con Sancha. El ejército de Vermudo III se enfrentó al de los hermanos Fernando
I de Castilla y García IV Sánchez de Navarra en la batalla de Tamarón (un valle de Burgos), que terminó con la muerte
del rey leonés. Como no dejó descendencia, el derecho a la corona pasó a Fernando I a través de su esposa Sancha,
hermana de Vermudo III.

Fernando I transformó sus títulos de conde de Castilla y rey de León en rey de León y de Castilla, es decir, técnicamente
incluyó Castilla en el reino de León, pero este reino ya no era el reino de León, sino el reino de León y Castilla. Esto
debió de encender los ánimos del conde Ramiro I de Aragón. Él era el hijo mayor de Sancho III el Mayor, pero era
ilegítimo, y a ello se debió que no heredara el reino navarro, que había pasado a su hermanastro García IV Sánchez. Ahora
no sólo tenía un hermanastro rey, sino dos. Se propuso hacer valer sus derechos, pero empezó atacando el punto más
débil, es decir, a su otro hermanastro, Gonzalo I, el conde de Sobrarbe y Ribagorza. Logró alianzas con los señores más
influyentes de estos condados y éstos decidieron su anexión al condado de Aragón. Gonzalo I fue asesinado.

El antiguo califa de Córdoba Yahyá ibn Alí atacó finalmente Sevilla, donde estaba el presunto califa Hisam II, pero murió
en el combate y el gobierno de Málaga pasó a su hermano Idris I, que se otorgó el título de califa, pero Algeciras, que
hasta entonces había permanecido unida a Málaga, pasó a su primo Muhammad al-Qasim, proclamado rey por sus
soldados africanos.

En Persia murió a los cincuenta y siete años uno de los más famosos médicos y filósofos musulmanes: Abú Alí al-Husayn
ibn Siná, conocido en Europa como Avicena. Fue un niño prodigio que asimiló muy pronto las ciencias de su época. Se
dice que a los diecisiete años curó a un príncipe de una grave enfermedad, lo que le abrió las puertas de su biblioteca.
Escribió numerosos libros, entre los que destaca su Canon de la medicina, donde describe con precisión la meningitis
aguda, las fiebres eruptivas, la pleuresía y la apoplejía. Su terapéutica se basa en el equilibrio en la alimentación y en el
uso de determinados medicamentos. Su Libro de la curación es una enciclopedia que abarca la lógica, la física y la
metafísica.

Airlanga había logrado finalmente la unificación de Java y ahora era coronado rey. Es el protagonista de una de las obras
más antiguas de la literatura javanesa.

En 1038 murió san Esteban, el primer rey de Hungría. Dejó una organización en el país que pervivió durante ocho siglos.
El rey tenía amplios poderes, pero estaba asistido por un senado compuesto de obispos y de altos funcionarios. Instituyó
la figura del conde palatino, cuya misión era administrar la justicia en nombre del rey. San Esteban fue sucedido por su
sobrino político Pedro Orseolo.

Los años siguientes a su muerte fueron tumultuosos, y Hungría fue sacudida por guerras de sucesión.

El emperador bizantino Miguel IV demostró muchas más aptitudes que su antecesor. Envió a Sicilia a sus generales Jorge
Maniaces y Harald Hardrade, quienes no tardaron en ganar territorio frente a los musulmanes.
El rey Hardeknud de Dinamarca se entrevistó con Magnus de Noruega y renunció a toda pretensión inmediata sobre el
trono de Noruega (que había formado parte del imperio de su padre, el rey Canuto).

A finales del siglo precedente, una tribu turca conducida por un príncipe llamado Salyuq pasó a servir a los samaníes y
luego a los karajaníes. Fueron conocidos como turcos selyúcidas. Ahora estaban dirigidos por un nieto de Salyuq
llamado Muhammad Tugril Beg.

Un musulmán llamado Ibn Yasín había fundado una rábida en un islote en la desembocadura del río Senegal, desde
donde se dedicó a predicar en la zona una versión fundamentalista del islam. Su mayor éxito fue convertir a su doctrina
a dos hermanos bereberes, Yahyá y Abu Bakr, que dirigían un pueblo nómada. Con su ayuda, los habitantes de la
rábida (en árabe castellanizado, almorávides) empezaron a convertir a las caravanas de bereberes que atravesaban el
Sahara, que fueron engrosando las filas almorávides hasta formar un auténtico ejército.

El rey Abd al-Aziz de Valencia conquistó las taifas de Murcia y Almería. El rey de Granada Habbus ibn Maksán murió
y fue sucedido por su hijo Badis, bajo el cual el reino alcanzó su apogeo. Era aliado del rey Zuhayr de Almería, pero
antes de que acabara el año se enemistaron, Zuhayr fue hecho prisionero y el mismo Badis lo ejecutó. La crueldad de
Badis generó varios alzamientos en Granada en los años siguientes, pero todos fueron duramente reprimidos.

El conde Armengol II de Urgel murió y fue sucedido por su hijo Armengol III.

Al noroeste de China, los tangutios controlaban ya un extenso territorio al que denominaron Imperio Xixia.

En 1039 murió el emperador germánico Conrado II y fue sucedido por su hijo Enrique III, que ya había sido coronado
rey de Alemania años atrás.

El duque Guillermo VI de Aquitania había muerto el año anterior, y fue sucedido por el duque Odo, si bien a los pocos
meses el ducado pasó a Guillermo VII, hijo de Guillermo VI.

También murió el conde Dirk III de Holanda, y fue sucedido por su hijo Dirk IV.
Gales fue nuevamente unificado bajo el rey Gruffudd Ap Llewelyn, que atacó Mercia a la vez que rechazaba la
colonización sajona.

El rey de Zaragoza al-Mundir II fue asesinado por su pariente Abd Allah ibn Hakam, pero los zaragozanos se rebelaron
contra el regicida y proclamaron rey al que hasta entonces era sólo rey de Lérida, Abú Ayyub Sulaymán ibn
Muhammad, de la familia de los banú Hud, que sustituyó así a los Tubiyíes en el trono de Zaragoza.

El rey Badis de Granada derrotó a los abadíes de Sevilla en Écija, pero éstos conservaron sus dominios.

El califa Idris I de Málaga fue sucedido por su hijo Yahyá ibn Idris, quien mantuvo constantes disputas con Muhammad
al-Qasim, el rey taifa de Algeciras, disensiones fomentadas desde Sevilla. Yahyá murió en 1040 y Málaga cayó en un
periodo de inestabilidad política.

El reino de los karajaníes se dividió en dos kanatos: occidental y oriental, mientras el selyúcida Tugril Beg derrotó a los
gaznawíes y ocupó una parte de su territorio, la región de Kirmán.

Los generales bizantinos Jorge Maniaces y Harald Hardrade lograron tomar Siracusa a los musulmanes, pero el emperador
Miguel IV receló de los éxitos de Maniaces y le ordenó volver a Constantinopla, por lo que las conquistas sicilianas se
perdieron al poco tiempo.

Los polacos llamaron a Casimiro, el hijo de su último rey, Mieszko II, que había huido a Hungría y ahora estaba en
Francia. Le ofrecieron el trono y pasó a ser conocido como Casimiro I el Renovador. Sin embargo, Casimiro no llevó
el título de rey, sino de duque, pues tuvo que jurar vasallaje al emperador Enrique III. Estableció la capital en Cracovia y
no sólo reunificó políticamente el país, sino que también unificó la Iglesia. De todos modos, no pudo liberarse del dominio
de la nobleza que lo había llevado al poder.

Mientras tanto moría el rey de Inglaterra Harold I Pie de Liebre. Su hermanastro Hardeknud, ahora que ya estaba
firmemente asentado en Dinamarca, no tuvo dificultad para hacerse también con la corona de Inglaterra. Harold había
tenido que rechazar recientemente una invasión escocesa sobre Northumbria (en respuesta a varios intentos de los
northumbrios de recuperar la región de Lothians). El rey escocés Duncan I murió asesinado ese mismo año. Lo mató el
conde Macbeth, instigado por su esposa Gruoch (más conocida en la literatura como Lady Macbeth), cuya familia estaba
enemistada desde generaciones atrás con la familia de Duncan I (el abuelo de Gruoch había muerto combatiendo contra
Malcom II, el abuelo de Duncan I). Por ello, Gruoch convenció a Macbeth para que matara al rey y ocupara el trono. Al
parecer, tanto Duncan I como Macbeth descendían de la familia real por línea materna, por lo que es difícil saber quién
tenía mayor derecho al trono, si bien esto importaba poco en la Escocia de la época, donde el trono correspondía
"legítimamente" a quien podía hacerse con él. Macbeth tuvo éxito y se convirtió en el nuevo rey de Escocia. Fue un rey
capaz y no hay indicios de que sus súbditos lo consideraran un usurpador. Duncan I tenía un hijo, Malcom, que huyó a
Inglaterra.

También murió el conde Hugo I de Ampurias. Fue el primer conde de Ampurias que acuñó moneda y que afirmó ser
conde "por la gracia de Dios". Fue sucedido por su hijo Poncio I.

Así mismo murió el conde de Anjou Foulques III Nerra, que fue sucedido por su hijo Godofredo Martel.

En la India murió el rey de Bengala Mahipala I, que fue sucedido por Nayapala. Cuatro años antes había mue

GUILLERMO EL BASTARDO
La China de los Song pasaba por una época de prosperidad. Desde hacía ya dos décadas que el poder estaba en manos de
un grupo ideológico conocido como los "innovadores", cuya figura principal era Wang Anshi. A progresos como la
brújula o el uso de la pólvora de cañón con fines militares se unía ahora la imprenta de tipos móviles (eso que se dice que
inventó Guttemberg), cuya primera referencia data de 1041. Así empezaron a editarse las primeras enciclopedias. Wang
Anshi suprimió la prestación personal (por la que los ciudadanos tenían que trabajar un tiempo para el Estado) y la
sustituyó por un sistema de impuestos. El comerció se desarrolló notablemente, especialmente el del té. También destacó
como poeta y autor teatral. El ministro Ouyang Xiu, rival de Wang Anshi, destacó como poeta, historiador, ensayista y
crítico. Escribió la Nueva historia de la dinastía Tang.
Ese mismo año murió el emperador bizantino Miguel IV. Su hermano, el eunuco Juan Orfanotrofo, no estaba dispuesto a
perder por ello el poder que su familia había ejercido durante años, por lo que se apresuró a llevar a la corte a un joven
sobrino, también llamado Miguel, y convenció a la emperatriz Zoe para que lo adoptara. El joven se convirtió así
en Miguel V y, acto seguido, cometió una estupidez: envió al destierro a su tío Juan, con lo que Constantinopla se quedó
sin cerebro.

El rey Hardeknud de Dinamarca e Inglaterra no tenía hijos, así que eligió como sucesor a su hermanastro Eduardo, hijo
de Emma y del rey Ethelred el Mal Aconsejado. Lo llamó a Inglaterra y Eduardo acudió. Pocos años antes, Alfredo, el
hermano de Eduardo, había recibido una invitación parecida y acabó ejecutado por el rey Harold, sin embargo, Eduardo
no se equivocó al fiarse de Hardkund, pues fue recibido con respeto y amistad.

Mientras tanto se convertía en earl de Northumbria un noble llamado Siward. Lo consiguió matando al tío de su esposa,
que ocupaba el cargo hasta entonces. Acogió a Malcom, el hijo del rey Duncan I de Escocia, asesinado por Macbeth.

El duque Bretislav I de Bohemia tuvo que reconocer como soberano al rey Enrique III de Alemania, que le confió el
gobierno de Bohemia, Moravia y Silesia.

El rey de Hungría, Pedro Orseolo, fue derrocado por una rebelión pagana y antialemana encabezada por Samuel
Aba, cuñado de san Esteban, que se convirtió en el nuevo rey.

El selyúcida Tugril Beg confió el gobierno de Kirmán a su sobrino Qawurd.

El conde de Barcelona Ramón Berenguer I tenía ya dieciséis años, se había casado hacía dos y pronto chocó con su abuela
Ermessenda, de cuya regencia quiso sustraerse. Un noble llamado Mir Geribert, nieto de Borrell II por parte de madre,
aprovechó los disturbios para rebelarse proclamándose Príncipe de Olérdola.

En Al-Ándalus el reino de Almería se independizó del de Valencia. Los bereberes del norte de África se independizaron
del Califato Fatimí y reconocieron la autoridad del Califato Abasí de Bagdad (lo cual era lo mismo que no reconocer
ninguna autoridad). En particular el territorio dejó de ser chiita para reconocerse sunní.
En 1042 el emperador bizantino Miguel V metió a Zoe en un monasterio para poder gobernar sin intromisiones, pero fue
la peor idea que pudo haber tenido: al pueblo le había dado igual el destierro de Juan Orfanotrofo, pues los favoritos
imperiales solían ser impopulares, pero Zoe era la emperatriz legítima, sobrina de Basilio II, el Matador de Búlgaros. Se
produjo un levantamiento y Miguel V, asustado, sacó a Zoe del convento y la presentó vestida de monja, pero era
demasiado tarde. La muchedumbre invadió el palacio y cogió a Miguel V junto a un tío suyo, lo llevó al hipódromo y allí
fue escarnecido, torturado, cegado y de allí fue enviado a un monasterio. No se sabe nada más de él.

Ante la necesidad de un emperador, Zoe se casó por tercera vez y su esposo se convirtió en Constantino IX. Al igual que
Zoe, tenía más de sesenta años, y era más conocido como Constantino Monómaco (el tuerto). Se interesó por las artes
y el estudio, descuidó el ejército y dilapidó mucho dinero en lujos. Restituyó a Jorge Maniaces, que fue destinado a Italia,
a enfrentarse con los normandos. Por su parte, Harald Hardrade prefirió volver al Estado ruso de Kíev.

Ese mismo año murió el rey Hardeknud de Dinamarca e Inglaterra. La primera cayó en manos del rey de Noruega Magnus
I el Bueno, mientras que en Inglaterra fue elegido rey, de acuerdo con la voluntad de Hardeknud, Eduardo III el
Confesor, llamado así por lo escrupuloso que era en el cumplimiento del deber de la confesión y otros ritos piadosos. En
realidad fue Godwin de Wessex el que aseguró que Eduardo recibiera la corona y fue él quien gobernó realmente el país.
Había sido responsable de la muerte del hermano de Eduardo, pero juró su inocencia y su declaración fue corroborada
por otros nobles. Tanto si Eduardo lo creyó como si no, lo cierto es que Godwin era demasiado poderoso como para que
el rey pudiera enfrentarse a él.

El conde Enrique II de Ardennes logró recuperar el ducado de Baviera, que había regido su padre. Se convirtió así en el
duque Enrique VII de Baviera.

El rey de Sevilla Abu-I-Qasim murió y fue sucedido por su hijo al-Mutadid.

Mientras tanto llegaba al Tíbet un budista hindú llamado Atisa, que empezó a predicar el budismo aplicando estrictamente
las normas de la Orden.
Una vez más, los éxitos de Jorge Maniaces contra los normandos causaron recelo en Constantinopla, así que en 1043 un
emisario imperial marchó a Italia a ordenar al general que regresara a la capital. Lo hizo delante de sus hombres y en
términos insultantes, así que, a una señal suya, sus soldados mataron al emisario. Maniaces embarcó con sus hombres y
se instaló en Épiro. Desde allí emprendió una marcha hacia Constantinopla y todo hacía augurar su victoria, si no hubiera
sido porque le alcanzó una flecha y murió. Al marcharse Maniaces, los normandos prosperaron en Italia y fundaron
el condado de Apulia.

El emperador Constantino IX nombró patriarca de Constantinopla a Miguel Cerulario. Tres años antes, cuando aún era
seglar, había conspirado contra Miguel IV, y por ello fue obligado a hacerse monje y permaneció un tiempo exiliado,
pero se distinguió en la Iglesia y terminó ganándose la confianza del emperador.

El príncipe ruso Yaroslav llevó una campaña contra Bizancio, pero fue un fracaso.

El rey de Zaragoza Abú Ayyub derrotó y mató al rey de Toledo Ismaíl ibn Zennun, y ocupó su capital durante unas
semanas, pero luego fue expulsado por su hijo al-Mamún, que se convirtió en el nuevo rey toledano. Entonces Abú
Ayyub entabló una alianza con el conde Ramiro I de Aragón, que todavía aspiraba a ser reconocido como rey de Navarra
frente a su hermano García IV Sánchez. Sin embargo la coalición fue vencida por el rey navarro en la batalla
de Tafalla. Tras ella los dos hermanos llegaron a un acuerdo cuyos términos se desconocen, pero todo indica que el conde
Ramiro I tuvo que reconocer la autoridad de su hermano, al menos formalmente.

Los obispos de Gerona y de Vich lograron que el conde Ramón Berenguer I de Barcelona se reconciliara con su abuela
Ermessenda, lo que quiere decir que Ermessenda volvió a gobernar el condado sin discusión. Mir Geribert reconoció la
autoridad de Ramón Berenguer I.

El reino de Denia pasó a manos de Iqbal al-Dawla, el hijo del rey Muyaid.

El rey Magnus de Noruega y Dinamarca aplastó a los vendos en Lyrskov Hede.


Al norte del reino de Angkor había surgido poco antes un reino llamado Pagan, cuyo trono era ocupado ahora
por Anoratha. Bajo su reinado, Pagan llegó a su apogeo. Por otra parte, en la isla de Java había surgido el reino de
Kediri.

En 1044 el rey Enrique I de Francia ayudó al conde de Anjou Godofredo Martel a arrebatar Turena al conde Teobaldo
III de Blois.

Ese año murió el duque Gozlón de Lorena, y repartió el ducado entre sus hijos: Gozlón II obtuvo la Baja Lorena
y Godofredo el Barbudo la Alta Lorena.

El rey Enrique III de Alemania derrocó al rey de Hungría Samuel Aba y restituyó en el trono a su antecesor, Pedro
Orseolo.

En 1045 Godwin de Wessex hizo que Eduardo el Confesor, el rey de Inglaterra, se casara con su hija Edith. Probablemente
su intención era tener un nieto de sangre real, pero Eduardo había hecho voto de castidad y no hubo nada que Godwin
pudiera hacer para que lo olvidara.

El rey alemán Enrique III logró que los húngaros reconocieran su soberanía.

Los ejércitos bizantinos tomaron Ani, la capital del reino de los bagratíes, en Armenia.

Harald Hardrade se casó con Isabel, la hija del príncipe Yaroslav de Kíev (la misma con la que ya había tenido alguna
relación años antes y por cuya causa había tenido que marchar a Bizancio). Poco después decidió volver a su patria, a
Noruega, donde se enfrentó a su sobrino Magnus, que se vio obligado a cederle la mitad de sus territorios.

La muerte del emperador Conrado II había privado al papa Benedicto IX de su principal apoyo. Finalmente, un capitán
romano llamado Gerardo di Sasso lo expulsó de Roma y puso en su lugar al obispo de Sabina, que adoptó el nombre
de Silvestre III, sin embargo, dos meses después Benedicto IX recuperó la silla pontificia por las armas, pero el arcipreste
de Letrán, llamado Giovanni Graziano, lo convenció poco después para que abdicara en su favor a cambio de una
pensión, y así se convirtió en papa con el nombre de Gregorio VI. Benedicto IX abandonó Roma.

En Badajoz murió el rey Ibn al-Aftas, y fue sucedido por su hijo Muhammad al-Muzafar.

En 1046 estalló una rebelión de la nobleza normanda contra el joven duque Guillermo, que tendría entonces unos
diecinueve años y estaba a punto de tomar las riendas del poder. Una vez más, el apoyo del rey Enrique I de Francia fue
decisivo. Un noble normando llamado Roberto Guiscardo (Roberto el Astuto) abandonó el ducado por esta época y
marchó al sur de Italia a reunirse con sus hermanastros, Dreu, Guillermo Brazo de Hierro y Unfrido. El primero había
participado en la conquista del condado de Apulia y acababa de convertirse en el nuevo conde.

Ese año murió el rey de Zaragoza Sulayman ibn Muhammad y repartió su reino entre sus cuatro hijos, pero uno de
ellos, Abú Yafar Ahmad al-Muqtadir, logró pronto la hegemonía. Al-Muqtadir, junto con su hermano al-Mudafar, que
reinaba en Lérida, atacó al conde Armengol III de Urgel, pero el conde Ramón Berenger I de Barcelona acudió en su
ayuda, derrotó a los musulmanes y les obligó a pagar unos impuestos anuales que fueron conocidos como parias. Poco
después, el rey Fernando I de León obligó también a al-Muqtadir a que le pagase parias. Antaño habían sido los pequeños
reinos cristianos los que habían tenido que pagar a los gobernadores musulmanes y ahora la situación se estaba invirtiendo.

En Roma los papas Benedicto IX y Silvestre III trataban de derrocar a Gregorio VI, que ocupaba la silla pontificia en
virtud de su acuerdo con el primero de ellos, pero el rey alemán Enrique III viajó hasta allí y organizó el Concilio de
Sutri, que el 20 de diciembre depuso a los tres. Benedicto IX volvió a huir de Roma, Silvestre III fue obligado a ingresar
en un monasterio y Gregorio VI fue desterrado a Colonia. El 24 de diciembre el concilio consagró como nuevo papa
a Suidger de Morsleben Hornburg, un hombre de confianza de Enrique III, procedente de Sajonia, que adoptó el
nombre de Clemente II, justo a tiempo para que, según la tradición carolingia, pudiera coronar emperador a Enrique III
el día de Navidad. Sin embargo, Clemente II murió unos meses después, ya en 1047, y Benedicto IX aprovechó la
circunstancia para volver a Roma y convertirse en papa por tercera vez.
El duque Guillermo de Normandía, con el apoyo del rey Enrique I de Francia, logró aplastar a los nobles rebeldes en Val-
des-Dunes, tras lo cual pudo restablecer el orden y fundar una villa fortificada en Caen, desde donde gobernó el ducado
con mano dura. En cierta ocasión tomó un castillo cuyos habitantes, durante el asedio, le habían gritado alusiones sobre
su madre. La matanza con que Guillermo respondió al insulto hizo que nadie más tuviera ganas de recordarle las
circunstancias de su nacimiento. Por otra parte, el joven duque despreciaba la simulación y hasta alardeó con arrogancia
de su origen. Firmaba los documentos oficiales como Guillermo el Bastardo, pues sabía que así era como le llamaban a
sus espaldas, aunque, desde luego, nadie se hubiera atrevido a llamarlo así en su presencia. Guillermo obligó a todos los
nobles a jurarle fidelidad directamente a él, y no indirectamente según la cadena feudal (de modo que cada noble juraba
fidelidad a su inmediato superior), como era costumbre. Prohibió la construcción de castillos fortificados sin su permiso
específico, permiso que raramente concedía.

Los militares bizantinos estaban muy descontentos con el emperador Constantino IX, que apenas dedicaba su atención a
los problemas militares. Éstos se estaban agravando con la lenta ocupación normanda del sur de Italia. A la rebelión de
Maniaces unos años antes le siguió ahora la del general León Tornicios, que, no obstante, también pudo ser sofocada.

El rey Pedro Orseolo de Hungría volvió a ser derrocado, y esta vez sus adversarios dieron la corona a Andrés I, que
pertenecía a la familia real, pero que había tenido que exiliarse tras la muerte de san Esteban. De este modo el país volvía
a rechazar la tutela alemana.

El duque Casimiro I de Polonia derrotó al príncipe de Mazovia (una región polaca que permanecía independiente) y se
anexionó sus territorios.

Ese año murió el conde de Saboya Humberto I Blanca Mano. Fue sucedido por sus hijos Amadeo I y Odón I. El segundo
se había casado dos años antes con Adelaida de Susa, condesa de Turín, con lo que el condado se extendió sobre
territorio italiano.

Tras la muerte del duque Enrique VII de Baviera su antecesor Enrique VI pudo recuperar el ducado. En el condado de
Ardennes fue sucedido por su hijo Gilberto. El año anterior un noble llamado Adalberto de Matfrieding había
arrebatado la Alta Lorena a Godofredo el Barbudo, y ahora un pariente de Gilberto llamado Federico hacía lo propio con
la Baja Lorena.

También murió el rey de Noruega y Dinamarca Magnus el Bueno. Magnus había encomendado el gobierno de Dinamarca
a Sven II Estridsson, que era hijo de Estrid, hermana de Canuto el Grande, y que ahora se convirtió en el nuevo rey de
Dinamarca. Reorganizó la Iglesia en obispados leales a la corona, con lo que aumentó el poder real. En Noruega Harald
Hardrade no tuvo dificultad en dominar la situación y convertirse en el nuevo rey. En 1048 fundó la ciudad de Oslo.

Ese año murió el duque Adalberto de la Alta Lorena, que fue sucedido por Gerardo.

El emperador germánico Enrique III no aceptaba, naturalmente, la legitimidad de Benedicto IX como papa, pues dicha
legitimidad le había sido denegada en el concilio de Sutri organizado por él medio año antes, así que se encargó de que
fuera exiliado y en su lugar nombró papa a Dámaso II, hasta entonces obispo de Brixen. (Esta ciudad se encontraba en
una región del ducado de Baviera, pero, para debilitar el ducado, los reyes alemanes la habían sustraído al dominio del
duque asignándosela al obispo de Brixen, que dependía directamente del rey.) El nuevo papa alemán fue mal acogido por
los romanos, pero no les causó muchos problemas, pues marchó en peregrinación a Tierra Santa y allí murió antes de
cumplir un mes de pontificado. El emperador convocó un concilio en Worms, donde fue elegido papa Bruno de
Egisheim Dagsburg, hijo del conde Hugo de Egisheim y primo del emperador Conrado II, que adoptó el nombre
de León IX. Llegó a Roma en 1049 vestido de peregrino, para que se le "eligiera" canónicamente.

Con León IX llegó a su fin la llamada noche del papado. Durante siglo y medio, la principal virtud para ser elegido papa
había sido la de ser un buen títere, o a veces incluso un buen amante. Había llegado a haber un papa adolescente, otro que
ni siquiera era sacerdote, etc. Los papas eran débiles y quienes los manejaban no conseguían con ello dominar más allá
de la ciudad de Roma y sus vecindades. Con León IX la situación iba a cambiar. En realidad el mérito no fue tanto suyo
como de su consejero Hildebrando, un monje que ya había sido consejero de Gregorio VI, a quien había seguido en su
destierro. Ahora se ganó la confianza de León IX y se dio cuenta de que éste era el papa adecuado para llevar adelante
sus ideas sobre lo que debía ser el papado, pues contaba con el favor del emperador. Hizo que León IX convocara tres
concilios ese mismo año: en Roma, en Reims y en Maguncia, en los que se pidió cuentas a los dignatarios eclesiásticos
corruptos. Ese mismo año murió san Odilón, el quinto abad de Cluny, y fue sucedido por Hugues. La Orden de Cluny se
convirtió en el principal apoyo del papado. Era una poderosa y eficiente estructura internacional centralizada bajo el
mando único del abad, el cual no estaba supeditado a ninguna autoridad más que la del papa. Hasta el advenimiento de
León IX estar supeditado al papa era no estar supeditado a nadie, pero el abad de Cluny comprendió que el liderazgo del
papa, con el apoyo consiguiente del emperador, ofrecería a su orden nuevas posibilidades de expansión que hasta entonces
habrían sido impensables. Se inició así un movimiento reformista en la Iglesia que reconocía al papa como autoridad
suprema, cuyas figuras más destacadas fueron reclutadas entre los monjes de Cluny.

Mir Geribert volvió a levantarse contra el conde Ramón Berenguer I de Barcelona.

Ese año murió el duque Enrique VI de Baviera, y el ducado pasó a Conrado I.

En Holanda murió el conde Dirk IV, y fue sucedido por Florencio I.

También murió el rey tolteca Nauhyotzin y fue sucedido por Matlacoatzin.

En Java murió el rey Airlanga, y su reino se dividió en dos: Janggala, al oeste, y Panjalu, al este. El reino oriental se
convirtió en una gran potencia marítima.

En 1050 murió Guido d'Arezzo. Su obra Micrologus, que contiene dos capítulos dedicados a la polifonía, fue el tratado
musical más conocido durante los cinco siglos siguientes.

En Suecia murió el rey Olav II y fue sucedido por su hermano Edmundo el Viejo.

También murió el rey de Angkor Suryavarman I.

rto Jasapala, el último rey de la dinastía de los Prathiar


EL CISMA DE ORIENTE
En 1050 un teólogo francés llamado Berengario de Tours se convirtió en uno de los primeros blancos del movimiento
reformista del papa León IX. Berengario había sido discípulo de Fulberto de Chartres, y afirmaba que la eucaristía era
sólo un símbolo, y que en ella el pan y el vino no se convertían en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. El papa lo declaró
hereje. En 1051 fue condenado por un concilio en Vercelli, una ciudad italiana gobernada por obispos.

En Italia fue asesinado el conde Dreu de Apulia y fue sucedido por su hermano Unfrido. También murió el conde Amadeo
I de Saboya, y el condado permaneció en manos de su hermano Odón I.

El selyúcida Tugril Beg decidió aliarse con Kaiem, el califa abasí de Bagdad (aunque, probablemente, el califa no decidió
nada) y en su nombre arrebató un extenso territorio a los buwayhíes. El Califato Fatimí perdió todo control sobre los
territorios al oeste de Egipto.

El rey de Inglaterra Eduardo III el Confesor no era muy popular entre la nobleza sajona. Eduardo tenía motivos para estar
resentido contra Godwin de Wessex, que había participado en la ejecución de su hermano Alfredo, pero al que tenía que
aceptar en la corte porque era, de hecho, el hombre más poderoso de Inglaterra. Tampoco sentía ningún aprecio por su
madre, Emma, que había favorecido a Hardeknud sin mostrar aparentemente ningún interés por los exiliados Eduardo y
Alfredo. Por ello Eduardo se había apropiado de las posesiones de su madre y la había internado en un convento. En
general, los nobles sajones eran indisciplinados. Si Godwin gobernaba Wessex a su antojo, Siward hacía lo propio en
Northumbria, y otro señor llamado Leofric gobernaba los territorios intermedios que antaño fueron el reino de Mercia.
Como contrapartida a esta situación, Eduardo III se apoyaba en los nobles normandos que habían llegado al país desde
que Emma de Normandía se convirtió en reina, y otros tantos que fueron invitados por el propio rey. Eduardo III había
sido educado en Normandía, y por ello prefería las costumbres normandas, más refinadas que las de los sajones. Hablaba
y vestía como un normando, introdujo el cargo de canciller, o secretario del rey, copiado de la administración normanda.
Algunos cortesanos trataron de complacer al rey imitando estas costumbres, lo cual generó una reacción nacionalista en
la nobleza sajona, cada vez más irritada por estos hechos. Naturalmente, a la cabeza de este movimiento se puso Godwin
de Wessex. Eduardo no podía quitar tierras a los nobles sajones para dárselas a los normandos, pero sí podía disponer
libremente de los cargos religiosos, y pronto los más importantes estuvieron ocupados por normandos. La gota que colmó
el vaso fue cuando nombró obispo de Canterbury a un normando llamado Roberto de Jumiège. Entonces Godwin de
Wessex se alzó abiertamente en rebeldía y reunió un ejército contra el rey. Sin embargo, los nobles recelaban entre sí
tanto o más que del rey y, para evitar que Godwin pudiera convertirse en rey si derrotaba a Eduardo III, tanto Siward
como Leofric se pusieron de parte de éste. Godwin fue derrotado y enviado al exilio, la reina Edith (hija de Godwin) fue
recluida en un monasterio.

La política pronormanda del rey Eduardo III se vio consolidada, hasta el punto de que ese mismo año invitó a visitarle
nada menos que al propio duque de Normandía, Guillermo I el Bastardo, que a sus veinticuatro años ya era conocido en
Europa por su férrea autoridad.

Tras esta visita, corrió el rumor de que Eduardo III había prometido en secreto a Guillermo I que lo nombraría heredero
al trono de Inglaterra. Existía entre ambos un cierto parentesco, pues Emma, la madre de Eduardo III era hija de Ricardo
I, el bisabuelo de Guillermo I. No obstante esto no permitía que Guillermo I pudiera considerarse miembro de la casa real
de Alfredo el Grande, la cual había gobernado Inglaterra hasta entonces salvo durante la dominación danesa. Esto bastaba
para poner no sólo a la nobleza, sino también al pueblo sajón en contra de su rey. No está claro si realmente Eduardo III
hizo dicha promesa o si fue un invento de Godwin, pero lo cierto es que tuvo su efecto y en 1052 Godwin regresó a
Inglaterra y recuperó todo su antiguo poder sin que Eduardo III pudiera hacer nada para impedirlo. Godwin hizo que
Eduardo III depusiera al arzobispo de Canterbury y en su lugar nombrara a Stigand, un sajón partidario de Godwin que
había sido capellán de Canuto y consejero de Emma. Sin embargo, esta medida tuvo una consecuencia que Godwin no
podía haber previsto. Hasta entonces, los reyes, o incluso nobles poderosos de rango inferior, nombraban obispos a su
antojo en sus territorios, pero Hildebrando estaba convenciendo al papa León IX para que reclamara su derecho exclusivo
a nombrar y deponer obispos. Hasta entonces el papa no había propuesto a ningún candidato a ningún obispado (al menos
no en ningún caso que chocara contra la voluntad de algún noble poderoso), pero Hildebrando consideró que León IX no
podía aceptar la deposición del arzobispo de Canterbury, pues no se le había consultado, y Stigand no fue reconocido por
Roma.
El conde de Anjou, Godofredo Martel, conquistó el condado de Maine, que estaba situado entre Anjou y Normandía, lo
que suponía una amenaza contra el ducado normando así como para el propio rey de Francia, Enrique I, cuyos escasos
territorios alrededor de París no quedaban lejos. Por ello Enrique I, con el apoyo del duque Guillermo I el Bastardo, se
apoderó de las plazas fuertes de Alençon y Domfront. El rey francés no tenía hijos, así que decidió contraer segundas
nupcias, pero para evitar los problemas que su padre, Roberto II, había tenido con la Iglesia al casarse con una prima, se
aseguró de que su nueva esposa no tuviera con él ningún vínculo de sangre, y para ello eligió nada menos que a Ana de
Kíev, la hija del príncipe Yaroslav, con la que tendría tres hijos.

Mientras tanto moría en Italia uno de los nobles más poderosos, el marqués Bonifacio de Toscana. Había sido leal a los
emperadores Enrique II, Conrado II y Enrique III, salvo por un breve periodo en el que había apoyado al papa Benedicto
IX frente a Dámaso II, el candidato de Enrique III, pero tras la pronta muerte de Dámaso II se había reconciliado con
León IX haciendo solemnes manifestaciones de penitencia. Estaba casado con Beatriz de Lorena, y el duque de la Alta
Lorena, Godofredo el Barbudo, se apoderó de Toscana.

El papa León IX reabrió la polémica sobre si la primacía de la Iglesia correspondía al papa o al patriarca de Constantinopla.
Como respuesta, Miguel Cerulario cerró todas las iglesias de las posesiones bizantinas del sur de Italia que celebraban la
misa según los ritos occidentales.

El conde de Barcelona Ramón Berenguer I se casó en terceras nupcias con Almodis tras repudiar a su segunda esposa,
Blanca, con la que se había casado un año antes (su primera esposa, Isabel, había muerto a su vez un año antes). Almodis
influyó sobre su marido y ello suscitó un nuevo conflicto con Ermessenda, la abuela del conde, que apeló a un recurso
que ya había empleado en tres ocasiones anteriores: se quejó a Roma de que su nieto la maltrataba y logró que éste fuera
excomulgado (por cuarta vez). Mientras tanto Mir Geribert fue llevado ante un tribunal y obligado a reconocer la autoridad
del conde de Barcelona, pero no hizo caso de la sentencia.

El rey de Sevilla al-Mutadid ambicionaba reunificar Al-Ándalus, y había logrado someter algunos señores bereberes
vecinos. Mediante una trampa, asesinó ahora a los que le ofrecieron resistencia. Sin embargo, su mayor obstáculo seguía
siendo el rey Badis de Granada.
Tras la muerte del conde Guillermo I de Besalú, el condado pasó a sus hijos Guillermo II el Trueno y Bernardo II.

El duque de Normandía Guillermo el Bastardo se casó con Matilde de Flandes, hija del conde Balduino V. Con esta
alianza Guillermo I fortaleció su posición en el exterior y el conde de Flandes dispuso de apoyo para los sangrientos
enfrentamientos que mantenía con el emperador Enrique III. Balduino V no fue el único problema al que tuvo que
enfrentarse el emperador. También estaba el duque de la Alta Lorena, Godofredo el Barbudo, que se había apoderado de
la Toscana sin su consentimiento, y ahora tenía que ocuparse también del normando Roberto Guiscardo, que había
arrebatado Calabria a los bizantinos y había ayudado a su hermano el conde Unfrido a derrotar en Civitate a las tropas
del papa León IX, que fue hecho prisionero en Benevento. Para recuperar la libertad tuvo que reconocer las conquistas
normandas.

En 1053 murió Godwin de Wessex, y su hijo Haroldo heredó el título de earl de Wessex. Haroldo fue, como su padre,
el hombre más poderoso de Inglaterra, por encima incluso del rey Eduardo III el Confesor.

También murió Abú Amr al-Dani, que escribió varios tratados sobre el modo de recitar el Corán, que aún son de uso
corriente. Vivió en el reino de Denia.

El emperador germánico Enrique III intentó asegurar el carácter hereditario de su título imperial instituyendo el título
de rey de romanos, que concedió a su hijo Enrique, de tres años, como expresión de su condición de heredero. (El título
de rey de romanos se explica si recordamos que lo que llamamos Imperio Germánico era oficialmente el Imperio
Romano.) Además lo nombró duque de Baviera, con lo que Conrado I perdió el título, si bien siguió gobernando el ducado
durante la minoría de Enrique.

Los almorávides eran ya los dueños del Sahara y ahora Ibn Yasín los dirigió más al norte, y así ocuparon los primeros
oasis del actual Marruecos.

León IX convocó un concilio en Roma y dirigió una larga memoria al patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario sobre
la primacía pontificia, a la que, naturalmente, el patriarca no hizo ningún caso. En 1054 envió como legados a
Constantinopla a Federico y Humberto de Lorena, para dirimir la cuestión de la supremacía entre el papa y el patriarca,
pero, como cabía esperar, no se llegó a ningún acuerdo. Los legados excomulgaron a Miguel Cerulario el 16 de julio por
orden del papa, pero, al contrario que en otras ocasiones similares, esta ruptura entre las dos ramas de la Iglesia Católica
nunca fue reparada. Cerulario organizó un sínodo que condenó al papa y así fue cómo se produjo el Cisma de Oriente que
dividió la Iglesia Católica en dos Iglesias independientes y que se consideran mutuamente heréticas: la Iglesia Católica
Romana y la Iglesia Ortodoxa Griega. El pueblo bizantino aprobó la decisión, pues odiaba a los occidentales tanto como
a los musulmanes (en gran parte por su contacto con los comerciantes venecianos establecidos en la capital). Cerulario se
convirtió entonces en el hombre más poderoso del Imperio. El poder de Roma también se fortaleció. Un concilio celebrado
en Tours condenó nuevamente la doctrina de Berengario de Tours, que no tardó mucho en abjurar de ella. El papa, que
murió antes de que acabara el año, es recordado como san León IX.

El nuevo papa fue elegido una vez más por el emperador Enrique III. Optó por un pariente suyo llamado Gebhard, conde
de Dollsnten-Hirschberg, que adoptó el nombre de Víctor II.

Por su parte, el emperador seguía sin someter a Godofredo el Barbudo, que se casó con Matilde, la viuda del difunto
marqués de Toscana para legitimar su ocupación del territorio.

El rey Enrique I de Francia empezó a recelar de su hasta entonces aliado el duque Guillermo I de Normandía. Súbitamente,
decidió aliarse con Godofredo Martel, el conde de Anjou (al que poco antes había combatido junto con Guillermo), e
invadió Normandía, pero fue derrotado por Guillermo.

Finalmente Siward, el earl de Northumbria, se decidió a atacar al rey escocés Macbeth, con el pretexto de devolver el
trono al legítimo rey Malcom, hijo del rey Duncan asesinado por Macbeth (pero con la intención real de apoderarse de
Lothians). Siward derrotó a Macbeth, pero la victoria no fue decisiva.

Ese año murió el príncipe de Kíev Yaroslav el Sabio. Entre sus principales legados se encuentran la catedral de Santa
Sofía, en Kíev (junto con muchas otras iglesias repartidas por el país), y la redacción de la primera parte de la Russkaia
pravda (la Verdad rusa), un código legal basado en el derecho consuetudinario. La muerte del príncipe inició el declive
del Estado de Kíev. Su hijo Iziaslav I logró únicamente el dominio de la región de Kíev, pero el resto del territorio quedó
en manos de distintos gobernantes locales, que se erigieron en príncipes y se disputaron sangrientamente el dominio de
la capital. En la práctica, el resultado fue que el Estado se dividió en numerosos principados. Algunos de ellos llamaron
en su apoyo frente a otros a pueblos bárbaros. Por primera vez aparecen referencias a un pueblo nómada que se llamaba
a sí mismo Qipcaq, si bien los rusos los llamaron Polovtses y más tarde los griegos los conocerían como Komanoi. De
ahí deriva el nombre de cumanos. Formaron rápidamente un imperio nómada que llegaba desde el Dnieper hasta Crimea.
Conquistaron los territorios de los búlgaros del Volga y los de los jázaros.

También murió el emperador bizantino Constantino IX, y el único representante vivo de la dinastía de Basilio I era
Teodora, la hermana de Zoe, que había permanecido hasta entonces en un monasterio (excepto en el breve periodo entre
la muerte de Miguel V y la elección de Constantino IX, en que fue obligada a gobernar con su hermana para evitar
disturbios). Para permitir una sucesión legítima, Miguel Cerulario la convenció para que nombrara sucesor a un tal Miguel
Estratiótico, que era viejo y enfermizo, justo lo que Cerulario necesitaba para seguir dominando el Imperio.

Al morir sin descendencia el príncipe de Viguera Fortún Sánchez, el reino se incorporó finalmente al reino de Navarra.
El rey Fernando I de León y Castilla reclamaba ciertas tierras de Santander y La Rioja a su hermano García IV Sánchez
de Navarra. El rey navarro se negó a entregárselas y Fernando I penetró en Navarra con un ejército. Aunque García IV
Sánchez contaba con el apoyo de tropas gasconas y musulmanas, fue derrotado y muerto en la batalla de Atapuerca. Parte
de los territorios reivindicados por Fernando I fueron incorporados a Castilla. En la propia batalla Fernando I hizo
proclamar rey de Navarra al hijo del rey fallecido (su sobrino): Sancho IV Garcés, que tan sólo tenía quince años de
edad. La historia pinta al nuevo rey como caprichoso e irascible, pero parece ser que sus tíos Fernando I de León y Castilla
y Ramiro I, el conde de Aragón, supieron tratarlo en su propio provecho.

En el Tíbet murió Atisa, el reformador budista. Su obra más conocida es el Bodhipatha pradipa (Luz sobre la vía de la
iluminación). Su discípulo Bromston fundó la secta Bka-gdams-pa (los que siguen el precepto), que se convirtió un
tiempo después en la secta dominante del Tíbet bajo el nombre de Dge-lugs-pa (practicantes de la virtud). Proliferaron
los monasterios budistas, cada uno de los cuales estaba gobernado por un lama. Los lamas budistas instituyeron una
teocracia que llegó a eclipsar a la antigua aristocracia latifundista. El país cortó toda relación con el exterior y se encerró
en sí mismo.
En 1055 el turco Tugril Beg marchó sobre Mesopotamia, que cayó sin oponer resistencia, y entró en Bagdad. Así terminó
el dominio de los buwayhíes sobre el Califato Abasí. En lugar de destituir al califa Kaiem y dar excusa a cualquier
gobernador para alzar al pueblo contra él apelando a la religión (el califa era el legítimo sucesor de Mahoma), Tugril Beg
optó por rendir vasallaje al califa y gobernar en su nombre. Los selyúcidas eran sunníes, así que Kaiem los recibió como
liberadores frente a los buwayhíes chiitas. En lugar de instalarse en Bagdad, Tugril Beg tomó como su capital la antigua
Ecbatana, cuyo nombre se había transformado en Hamadán. Se aseguró de que el califa tuviera el control de
Mesopotamia, si bien ahora eran los selyúcidas quienes dominaban el Califato Abasí.

Mientras tanto moría la emperatriz bizantina Teodora, y Miguel Estratiótico se convirtió en Miguel VI. Fue una marioneta
en manos del patriarca Miguel Cerulario, que pasó a llevar botas de púrpura, uno de los símbolos de la autoridad imperial.
Se cuenta que en una ocasión en que el emperador trató de hablar por sí mismo el patriarca le dijo: "Te creé, imbécil, y
puedo destituirte también".

También murió el duque Bretislav I de Bohemia, que fue sucedido por su hijo Spytihnev II. Sus hermanos heredaron
Moravia, pero terminó apropiándosela también.

El emperador Enrique III estaba tratando de aplastar al duque Godofredo el Barbudo, pero se le escapó y sólo pudo
capturar a su esposa Beatriz, a la que encarceló.

Un conde de Suabia llamado Werner se construyó una fortaleza a la que llamó Habichtsburg (Castillo de los Azores),
y decidió cambiar su título por el de conde de Habichtsburg, si bien el título familiar se terminó deformando, y así, Werner
es ahora conocido como el conde Werner I de Habsburgo. Era hijo del conde Radbot y de Ita, una bisnieta de
Carlomagno.

La casa de Babenberg seguía gobernando Austria desde que Otón I se la asignó a Leopoldo I. Ese año murió el margrave
Adalberto el Victorioso, que fue sucedido por Ernesto el Valeroso.

El papa Víctor II no era del agrado de Hildebrando. Más que como papa, se comportaba como representante del emperador
en Roma. Dejó de lado la reforma de la Iglesia que había estado impulsando Hildebrando a través de san León IX y se
concentró en la lucha contra los normandos que se estaban adueñando del sur de Italia. El conde Unfrido de Apulia
acababa de arrebatar a los bizantinos el sureste de la península. Por ello Hildebrando se hizo nombrar legado en Alemania,
a donde marchó en busca de mejores contactos.

En 1056 murió el emperador germánico Enrique III y su hijo de seis años se convirtió en el rey Enrique IV de Alemania.
Su madre Inés actuó como regente.

Los almorávides iniciaron la ocupación de un amplio territorio al sur de Marruecos.

Un sínodo celebrado en Tolosa confirmó la excomunión contra el conde de Barcelona Ramón Berenguer I y su esposa
Almodis. En 1057 el conde llegó a un acuerdo con su abuela Ermessenda, en virtud del cual le compraba todos los
derechos sobre los condados de Barcelona, Gerona y Ausona a cambio de cien onzas de oro. Ermessenda se comprometía
así mismo a hacer lo posible para que se anularan las cuatro excomuniones que ella misma había propiciado. Ermessenda
se retiró a sus posesiones y murió al año siguiente. Nuevamente, el conde Mir Geribert se sometió a Ramón Berenger I.

El rey Badis de Granada logró conquistar el Califato de Málaga a los hammudíes.

Los militares bizantinos encontraron un nuevo general dispuesto a enfrentarse a la autoridad civil, como lo habían hecho
unos años antes Jorge Maniaces y León Tornicios. Se trataba de Isaac Comneno, hijo de un oficial de Basilio II cuya
educación había corrido a cargo del mismo emperador. Los generales de Asia Menor lo eligieron como jefe y marchó
hacia Constantinopla. La conspiración tenía el apoyo del patriarca Miguel Cerulario, quien hizo estallar un motín en la
capital y convenció a Miguel VI para que abdicara. Isaac entró en la ciudad y se convirtió en el emperador Isaac I
Comneno.

Siward, el earl de Northumbria volvió a enfrentarse al rey escocés Macbeth y está vez logró darle muerte en la batalla
de Lumphanan. El hijo del rey Duncan subió al trono como Malcom III. En los años que había pasado en Inglaterra se
había hecho católico, por lo que se dedicó a erradicar el cristianismo celta, que aún pervivía en Escocia.
El rey Enrique I de Francia trató de invadir nuevamente Normandía, y nuevamente fue derrotado por el duque Guillermo
I el Bastardo, esta vez en Varaville.

La emperatriz Inés otorgó el ducado de Suabia a Rodolfo, hijo del conde de Rheinfelden.

Ese año murió el conde Renaldo I de Borgoña, que fue sucedido por su hijo Guillermo I.

También murió el conde Unfrido de Apulia y fue sucedido por su hermano Roberto Guiscardo. También murió el papa
Víctor II y fue sucedido por Esteban IX, que era hijo del duque Gozlón I de la Baja Lorena y hermano del duque
Godofredo el Barbudo de la Alta Lorena y marqués de Toscana. Hasta entonces había sido abad de Montecasino. El nuevo
papa continuó la política de reformas que había iniciado san León IX, para lo que reunió varios sínodos en Roma, pero
murió en 1058. Los condes de Túsculo trataron entonces de terminar con los papas nombrados desde Alemania y eligieron
a Juan Mincius, obispo de Velletri, que se convirtió en Benedicto X.

Los normandos fundaron en Italia el principado de Capua.

El califa abasí Kaiem concedió al selyúcida Tugril Beg lo único que podía concederle: un título. Lo nombró sultán, que
significa algo así como dominador, y Rey de Oriente y Occidente. Desde entonces el soberano selyúcida llevó siempre el
título de sultán. Teóricamente era el segundo título más alto después del de califa, pero en la práctica era el más alto.

Tras la muerte del duque Guillermo VII de Aquitania le sucedió su hijo Guillermo VIII.

En Polonia murió el duque Casimiro I el Renovador y fue sucedido por su hijo Boleslao II.

El rey de Sevilla al-Mutadid desposeyó a los hammudíes de su último reducto al tomar Algeciras.

El papa Benedicto X había sido elegido como reacción contra sus predecesores alemanes, por lo que su política fue
opuesta a la de éstos y, en particular, se opuso a las reformas de Hildebrando. Este cambio de política obligó a huir de
Roma a un grupo de cardenales partidarios de las reformas. En principio, el término cardenal designaba vagamente a
algunos eclesiásticos destacados por uno u otro motivo, pero en los últimos años se reservaba el término para los asesores
o auxiliares del papa. Entre los cardenales que huyeron de Roma estaba Pedro Damián, que había sido nombrado
cardenal por Esteban IX el año anterior y se había dedicado a la reforma del clero desde el pontificado de Gregorio VI.
En 1059, estos cardenales se reunieron en Siena y eligieron papa al arzobispo de Florencia Gérard de Bourgogne, que
adoptó el nombre de Nicolás II. Hildebrando, que para entonces se había ganado la confianza del marqués de Toscana,
Godofredo el Barbudo, y de Inés, la madre del rey Enrique IV de Alemania, logró que ambos apoyaran a Nicolás II frente
a Benedicto X. Gracias a la condesa Matilde de Toscana (la hija del marqués Bonifacio y de Beatriz de Lorena), Nicolás
II pudo entrar en Roma y Benedicto X fue depuesto. Ese mismo año Hildebrando instó a Nicolás II a reunir un concilio
que decretó que en lo sucesivo sólo los cardenales podrían elegir al nuevo papa, si bien la elección debía ser confirmada
por el emperador.

Aunque Nicolás II logró el papado gracias en gran parte al apoyo alemán, decidió que el papa no podía estar sometido al
emperador, así que, para fortalecer su posición frente a Alemania, logró un tratado con el conde Roberto Guiscardo por
el cual éste se declaraba vasallo del papa a cambio de un tributo anual y de ser reconocido como duque de Apulia y
Calabria y futuro duque de Sicilia (es decir, supuesto que cumpliera el trámite de conquistarla).

La emperatriz alemana Inés concedió la mano de su hija Matilde al duque Rodolfo de Suabia, aunque la prometida no
vivió más de un año tras la boda.

Ese año murió el duque Bernardo II de Sajonia, que fue sucedido por Ordulfo. También murió el conde Gilberto de
Ardennes, que fue sucedido por su hijo Conrado I.

El emperador bizantino Isaac I Comneno había vuelto triunfador de una ardua campaña en el norte contra los pechenegos.
Ahora estaba emprendiendo una serie de reformas militares y financieras, para las cuales necesitaba dinero. La Iglesia
tenía dinero, pero Miguel Cerulario no estaba dispuesto a cedérselo al Estado. Isaac I logró destituirlo y encarcelarlo a la
espera de un juicio. Probablemente el patriarca habría acabado exiliado o cegado, pero murió antes de que pudiera
celebrarse el juicio. El emperador no pudo resistir la presión del clero, irritado por estos sucesos, así que terminó
abdicando en favor de un funcionario de la tesorería, que se convirtió en Constantino X.
El rey al-Muqtadir de Zaragoza conquistó el reino de Tortosa.

Los almorávides de Ibn Yasín ya eran los dueños del sur de Marruecos. Su base principal estaba en la ciudad de Agmat.

El conde Mir Geribert se trasladó a la corte del conde de Barcelona. Murió en 1060 junto a su hijo luchando contra los
moros. En Tolosa murió el conde Poncio, el hijo de Guillermo III Tallaferro, y fue sucedido por su hijo Guillermo IV.

El rey Andrés I de Hungría murió derrotado por su hermano, que se convirtió en Bela I. El nuevo rey había contado con
el apoyo de su tío, el duque Boleslao II de Polonia. Hizo fracasar una conspiración que pretendía restaurar el paganismo.

En Suecia murió el rey Edmundo el Viejo y varias familias de nobles se disputaron la corona. Se impuso el
rey Stenkil. Por esta época cesaron las expediciones vikingas.

También murió el conde Odón I de Saboya y su esposa Adelaida de Susa actuó como regente de su hijo Pedro I, que
añadió al título de conde de Saboya el de marqués de Turín.

La ruptura entre las Iglesias romana y bizantina había sacudido especialmente al reino croata, donde ambas estaban
representadas y se disputaban la soberanía. Finalmente, en un concilio celebrado en Split, el rey Petar Kresimir
IV impuso el rito latino. Continuó habiendo luchas entre los partidarios de una y otra Iglesia, pero terminó imponiéndose
la Romana.

UILLERMO EL CONQUISTADOR
En 1060 murió el rey Enrique I de Francia y por primera vez un Capeto llegaba al trono francés siendo menor de edad.
En efecto, el hijo de Enrique I, ahora Felipe I, tenía tan sólo ocho años de edad. La regencia la asumió el conde Balduino
V de Flandes, que estaba casado con una hermana de Enrique I. Si el poder efectivo de los Capetos en Francia había sido
bastante limitado hasta entonces, el de Felipe I y su regente fue aún menor.
El rey de Zaragoza al-Muqtadir rindió vasallaje a Fernando I de León y Castilla y aceptó pagarle parias, al igual que se
las pagaba ya al conde de Barcelona.

El almorávide Ibn Yasín murió guerreando contra la tribu de los bargawatá, que no aceptaba la conversión por las
buenas. Se produjeron varias intrigas en torno a la sucesión, en las cuales destacó la influencia de una mujer
llamada Zaynab, que en 1061 logró finalmente que el poder pasara a su cuarto marido Yúsuf ibn Tasfin (Zaynab se
había divorciado tres veces, según le había convenido).

Ese año murió el papa Nicolás II y, de acuerdo con lo establecido dos años antes, los cardenales eligieron al nuevo papa,
que resultó ser Anselmo da Baggio, el obispo de Lucca, que adoptó el nombre de Alejandro II.

También murió un tal Burckhard von Zolorin, un señor feudal cuya familia se dedicaba al bandidaje en la ruta comercial
que unía Italia con Alemania. Su hijo tomó el título de Federico I, conde de Zollern.

En Bohemia murió el duque Spytihnev II, que fue sucedido por Vratislav II.

En Holanda murió el conde Florencio I, que fue sucedido por Dirk V.

En Valencia murió el rey Abd al-Aziz y fue sucedido por su hijo Abd al-Malik.

Un hermano de Roberto Guiscardo acudió a reunirse con él desde Normandía. Se llamaba Roger de Hauteville, y en
nombre de Ricardo se apoderó de Messina, en Sicilia. En 1062 ambos hermanos firmaron un acuerdo por el que se
repartieron el poder. Roger se convirtió en el conde Roger I de Sicilia, si bien sólo poseía un pequeño territorio en la isla.
Se estableció en Reggio, en la punta de la bota italiana, frente a Messina, y desde dicho asentamiento participó en la
conquista de Sicilia, que se prolongó durante casi una década.

El rey de Alemania Enrique IV tenía doce años, y su madre, Inés, se vio obligada a ceder la regencia a los
arzobispos Annon de Colonia y Adalberto de Brema. El primero se encargó de la educación del niño. El año anterior,
aprovechando la minoría de edad del rey, un noble sajón llamado Otón de Nordheim se había apoderado del ducado de
Baviera.

El condado de Maine cayó bajo la dependencia del duque de Normandía Guillermo I el Bastardo, lo que supuso un notable
fortalecimiento frente a su principal adversario, el conde de Anjou.

El rey Fernando I de León y Castilla hizo tributario al rey de Toledo al-Mamún.

El almorávide Yúsuf ibn Tasfin fundó la ciudad de Marrakech, a la que convirtió en capital, y desde ella se lanzó
a la conquista del norte del territorio que desde entonces se llamaría Marruecos.

El califa abasí prometió la mano de su hija a Tugril Beg, si bien el matrimonio no llegó a celebrarse porque el sultán
murió al año siguiente, en 1063. Fue sucedido por su sobrino Alp Arslán (el héroe león).

Ese año subió al trono de Ghana uno de sus reyes más conocidos: Tunka Bassi. (Tunka era el título que habían adoptado
los monarcas de Ghana.) El Imperio estaba en su apogeo. Contaba con un ejército de unos doscientos mil hombres, entre
los que había más de cuarenta mil arqueros. Exportaba principalmente marfil, oro y esclavos, e importaba sal, que en el
sur era muy valorada. La prosperidad del comercio se debía en gran parte a la rígida justicia: los ladrones eran vendidos
como esclavos o ejecutados, los adúlteros eran desollados vivos, la capital, Kumbi Saleh, albergaba una gran prisión de
la que nadie regresaba. Los comerciantes musulmanes habían formado una comunidad que se había convertido casi en
una segunda ciudad a unos once kilómetros de Kumbi Saleh. Prueba de su importancia es que contaba con doce mezquitas.
Los mercaderes musulmanes importaban frutas, trigo, abalorios, ropa de Egipto e incluso de Europa, aunque ésta quedaba
reservada a una reducida minoría. Pese a este íntimo contacto, la población nativa de Ghana se resistió a la islamización
y conservó sus rudimentarias creencias animistas.

En Hungría murió el rey Bela I y fue sucedido por su sobrino Salomón, el hijo del rey Andrés I al que había derrocado
Bela I.
En Inglaterra, el earl Siward de Northumbria había muerto junto con su hijo tratando en vano de conquistar Lothian a los
escoceses, y Haroldo de Wessex logró que Northumbria pasara a manos de su hermano Tostig. Luego murió Leofric de
Mercia y los dos hermanos lograron desposeer a sus herederos y repartirse sus territorios. Para ello tuvieron que deponer
a algunos señores, que buscaron ayuda en Gales, pero Haroldo y Tostig los derrotaron.

El conde Teobaldo III de Blois arrebató a su sobrino Eudes III los condados de Champaña y Meaux.

Los pisanos destruyeron una flota musulmana en el puerto de Palermo. El enorme botín que obtuvieron sirvió para
construir una espléndida catedral. Alejandro II convirtió el obispado de Pisa en un arzobispado.

Fernando I de León y Castilla hizo tributario al rey de Sevilla al-Mutadid, lo que le hizo desistir de su aspiración de
reunificar Al-Ándalus. Ese año Fernando I y su esposa Sancha regalaron a la iglesia de san Isidro de León un crucifijo de
marfil de medio metro de alto cuyo Cristo tiene las pupilas incrustadas de azabache. Es la principal obra escultórica del
reino en el siglo XI. Se conoce como el Crucifijo de Fernando y Sancha.

El conde Ramiro I de Aragón logró que su sobrino, el joven rey Sancho IV de Navarra, le entregara algunas poblaciones,
pero luego Sancho IV se alió con el rey al-Muqtadir de Zaragoza contra Ramiro I. El conde murió y fue sucedido por su
hijo Sancho I Ramírez.

El conde de Barcelona, Ramón Berenguer I, había tenido dos hijos con Almodis, su tercera esposa: Ramón
Berenguer y Berenguer Ramón, el mayor de los cuales acababa de cumplir diez años. Almodis dominaba a su marido,
y había logrado relegar a un segundo plano a Pedro Ramón, el hijo que el conde había tenido con su primera esposa,
Isabel, hasta el punto de que, a partir de este momento, el primogénito no aparece en ningún documento oficial.

El reino de Murcia se independizó del de Valencia bajo los Banú Tahir.

El emperador bizantino Constantino X trató de poner fin a las rebeliones militares que se habían ido sucediendo en los
últimos años, para lo cual redujo al mínimo los gastos militares. No fue una idea afortunada, pues el Imperio necesitaba
un ejército fuerte más que nunca. En 1064 el sultán turco Alp Arslán se apoderó de la región de Armenia que Basilio II
había conquistado años antes y destruyó la capital, Ani. Los húngaros obtuvieron algunas victorias en la frontera
occidental y, mientras tanto, los cumanos atravesaban las estepas rusas y amenazaban la frontera septentrional.

El rey de Inglaterra, Eduardo III el Confesor, tenía ya más de setenta años, y no había tenido hijos. Se le planteaba, pues,
el problema de la sucesión. Es probable que sus simpatías fueran hacia Guillermo I de Normandía, pero no podía proponer
tal cosa. Haroldo de Wessex hubiera lanzado contra él a toda la nobleza sajona y probablemente habría terminado
haciéndose con la corona. El único miembro vivo de la casa real era su sobrino Eduardo. Era hijo del rey Edmundo II el
Valiente, que logró oponer resistencia a Canuto el Danés hasta el mismo momento de su muerte. Entonces, ante la
inevitable conquista danesa, Eduardo y su hermano Edgar fueron enviados a Hungría, al igual que había sucedido con el
propio rey Eduardo III y su hermano Alfredo. Edgar había muerto, pero Eduardo era un buen candidato al trono, y además
estaba casado con una hija del emperador germánico Enrique II.

Eduardo III el Confesor llamó a Inglaterra a su sobrino y tocayo, que se apresuró a acudir junto con su esposa y sus dos
hijos, Edgar y Margarita. La medida fue extremadamente popular, pero algo no marchó bien, pues Eduardo III retrasó
la audiencia de su sobrino. Tal vez no la retrasó él, sino Haroldo de Wessex, o tal vez fuera justo al contrario: que la idea
de traer a Eduardo hubiera partido de Haroldo y, por consiguiente, no agradara a Eduardo III. En cualquier caso, lo cierto
fue que el príncipe Eduardo no creó muchos problemas, pues no tardó en morir. Ahora el único descendiente varón de
Alfredo el Grande (aparte del viejo rey) era el joven Edgar, de apenas trece años de edad.

El rey al-Mutadid de Sevilla había mantenido a un títere al que había presentado como el califa Hisam II, pero su
sometimiento al rey Fernando I de León y Castilla lo hacía ya inútil, así que anunció que Hisam II había muerto. Al-
Mutadid y el rey al-Muzafar de Badajoz habían mantenido numerosas disputas que habían debilitado sensiblemente a éste
último. Gracias a esto Fernando I pudo arrebatar varias plazas a al-Muzafar: Viseo, Lamego, y ahora Coimbra, que fue
una de sus victorias más destacadas. El territorio fue convertido en condado y pasó a considerarse parte de la Terra
Portucalense, que era el condado más meridional de Galicia. El rey confió todo este territorio a uno de sus generales, el
conde Sisenando Davídiz. Por su parte, el conde Ramón Berenguer de Barcelona y el rey Sancho IV de Navarra
arrebataron Barbastro al rey al-Muqtadir de Zaragoza con la ayuda del duque Guillermo VIII de Aquitania, si bien éste la
recuperó en 1065 con la ayuda del rey sevillano al-Mutadid.
Fernando I atacó ahora Valencia y logró tomar Paterna, pero enfermó y tuvo que retirarse, tras lo cual no tardó en morir.
Valencia se salvó en parte por esto y en parte por la intervención del rey de Toledo, al-Mamún suegro del rey valenciano
Abd al-Malik. No obstante, con la colaboración del primer ministro de Abd al-Malik, el toledano acabó anexionándose
Valencia.

En su testamento, el rey Fernando I legó el reino de Castilla y las parias de Zaragoza a su primogénito Sancho II el
Fuerte, el reino de León y las parias de Toledo fueron para el segundo hijo, Alfonso VI, pero de éste segregó Galicia,
territorio que legó, también con título de rey, a su hijo García, junto con las parias de Sevilla y Badajoz. Finalmente, a
sus hijas Elvira y Urraca les legó el señorío sobre los monasterios del reino.

Para efectuar esta división del reino, Fernando I tuvo que acogerse a las leyes navarras, pues el reino de León se regía por
las antiguas leyes visigodas y éstas no permitían la división del reino.

El primogénito, Sancho II el Fuerte, no quedó satisfecho con el reparto, pues hubiera preferido el reino de León (que en
la práctica estaba en decadencia frente a Castilla, pero que en la época todavía se percibía como el más prestigioso).
Inmediatamente se dispuso a ampliar su reino, para lo cual atacó al rey Sancho IV de Navarra. Se inició así la
llamada Guerra de los tres Sanchos, pues el conde Sancho I Ramírez de Aragón apoyó a su sobrino navarro.

Sancho II nombró alférez real a un joven caballero castellano llamado Rodrigo Díaz de Vivar. Ya había luchado a su
lado dos años antes, cuando los castellanos defendieron al rey al-Muqtadir de Zaragoza frente al conde Ramiro I de
Aragón.
Los northumbrios no aceptaron el gobierno de Tostig, el hermano de Haroldo de Wessex. Lo acusaron de cruel y rapaz,
y lo expulsaron de su territorio. En su lugar nombraron earl de Northumbria a Morcar, un hijo de Leofric de Mercia.
Tostig buscó el apoyo de su hermano, pero Haroldo debió de tener en consideración que Eduardo III el Confesor no
tardaría en morir, y que la sucesión iba a ser polémica, así que no le convenía tener a los northumbrios descontentos.
Por ello aceptó el nombramiento de Morcar traicionando con ello a Tostig, que abandonó el país furioso y buscando la
manera de vengarse.

Ese año, Godofredo el Barbudo, el que había sido duque de la Alta Lorena, se apoderó de la Baja Lorena y pasó a ser el
duque Godofredo III.

El 5 de enero de 1066 murió el rey de Inglaterra Eduardo III el Confesor. Inmediatamente, Haroldo de Wessex se
proclamó rey. (Haroldo II). Como no pertenecía a la familia real, muchos nobles tuvieron una excusa fácil para no aceptar
esta decisión. Se produjeron sublevaciones, algunas con la intervención de galeses y escoceses, que se dieron al saqueo.
Pero la amenaza más grave estaba al otro lado del mar: el duque Guillermo I de Normandía anunció que él era el legítimo
heredero de la corona inglesa por decisión del difunto rey Eduardo, y se dispuso a hacer valer su derecho. La situación
no podía ser más propicia: transportar el grueso de su ejército a Inglaterra suponía dejar Normandía casi indefensa, pero
el conde de Anjou, Godofredo Martel, había muerto hacía poco y sus hijos, Godofredo y Foulques, se disputaban el
condado, así que no tenía nada que temer por esa parte. El rey Enrique I de Francia, que también le había dado algunos
problemas, había muerto y el regente de su hijo Felipe I era el conde Balduino V de Flandes, que casualmente era el
suegro de Guillermo I.

Por otro lado, invadir un reino vecino podía suscitar recelos en otras potencias, que podrían oponerse a ello como medida
preventiva para no correr la misma suerte en el futuro. Sin embargo, el papa Alejandro II dio su aprobación a la empresa
de Guillermo I, debido a que los sajones mantenían un arzobispo de Canterbury no aprobado por el papa. Por el contrario,
los normandos siempre habían mantenido buenas relaciones con la Iglesia, no sólo en el ducado, sino también en el sur
de Italia. Por ello, si Guillermo I se convertía en rey de Inglaterra era de esperar que Roma volviera a controlar la Iglesia
del país. El beneplácito del papa sirvió para que muchos caballeros se unieran a los ejércitos del duque Guillermo I
convencidos de que servían a una causa justa. El rey alemán, tutelado por la Iglesia, se declaró neutral.

Y por si todo esto fuera poco, en el cielo apareció un cometa. Se trataba del que mucho después recibiría el nombre
de cometa Halley, que pasa cerca de la Tierra cada setenta y seis años. Como era bien sabido, los cometas presagiaban
desgracias. La única cuestión delicada era saber para quién. Naturalmente, Guillermo I dejó bien claro a sus seguidores
que el cometa anunciaba la desgracia a los sajones y, por consiguiente, el éxito de su empresa. Ya no era posible dudarlo:
Dios estaba de su lado.

Mientras Guillermo I preparaba su flota para cruzar el canal, Haroldo II no perdía el tiempo, y también preparó la suya
para impedir el desembarco. Además distribuyó sus ejércitos por el sur del país para rechazar cualquier intento de
invasión. Sin embargo, tuvo que hacer frente a un imprevisto. Su hermano Tostig había huido a Noruega y allí había
convencido al rey, Harald Hardrade, para que le ayudara a conquistar Inglaterra. Los noruegos desembarcaron en
Northumbria y en un primer momento Haroldo II confió la defensa a Morcar, pero fue insuficiente: Harald y Tostig lo
derrotaron y marcharon sobre York.
Probablemente Guillermo I tuvo noticias de estos hechos y retrasó su invasión. El ejército de Haroldo II se aburría en el
sur esperando a los normandos, que nunca llegaban. Algunos barcos naufragaron accidentalmente, los soldados en tierra
se estaban disgregando. Finalmente Haroldo II decidió que tenía que usar sus fuerzas contra los noruegos. Reunió su
ejército y lo llevó rápidamente al norte, hasta el punto de que pilló por sorpresa a los invasores. Ambos ejércitos se
encontraron el 25 de septiembre en Stanford Bridge. Harold II deseaba una victoria rápida que no arruinara su ejército
antes de tener que usarlo contra el duque Guillermo I, así que trató de pactar con su hermano y le ofreció devolverle
Northumbria a cambio de que disolviera su alianza con Harald Hardrade, pero Tostig no se atrevió a traicionar a su socio
y preguntó a Harold II qué parte de Inglaterra le cedería a Harald. Se cuenta que la respuesta fue contundente: "Siete pies
de tierra para una tumba; o un poco más, ya que Hardrade es tan alto".

Ante la falta de acuerdo se pasó al combate. Los noruegos fueron totalmente aniquilados, Harald recibió sus siete pies de
tierra (o un poco más), pero se permitió que su hijo volviera a Noruega, donde reinó como Olav III juntamente con su
hermano Magnus II. También Tostig murió en la batalla.

Pero con esta victoria, Haroldo II no había hecho sino seguir los planes del duque Guillermo I el Bastardo, que desembarcó
en Sussex el 29 de septiembre, tan sólo tres días después, cuando no había ningún ejército para recibirlo. Su ejército
estaba formado por una tercera parte de normandos y dos tercios de mercenarios que se le habían unido. En lugar de
penetrar en el país y arriesgarse a sufrir una derrota como la de los noruegos, Guillermo I prefirió fortificarse en sus
posiciones en la costa, cerca de sus barcos por si le convenía huir. Haroldo II recibió la noticia del desembarco el 2 de
octubre. Inmediatamente lanzó su ejército hacia el sur y llegó a su destino el 13 de octubre, tan sólo once días después.
Los ejércitos se encontraban en una situación muy distinta: los normandos llevaban quince días de descanso, mientras
que los sajones habían marchado apresuradamente hacia el norte, habían librado una dura batalla y habían vuelto más
apresuradamente aún hacia el sur. Haroldo II hubiera hecho bien en dejar en espera a los normandos un tiempo más, lo
justo para que sus hombres pudieran recobrar fuerzas, pero, por si acaso se le ocurría esta idea, Guillermo I se apresuró a
avanzar nada más supo que Haroldo II estaba cerca. Los sajones fueron tomados por sorpresa y apenas pudieron ponerse
en formación. Se inició así la batalla de Hastings.
El ejército normando se componía de unos 1.500 caballeros con armaduras ligeras apoyados por un contingente de
arqueros; Haroldo II contaba con unos 7.000 hombres, algunos de los cuales eran soldados expertos en el manejo del
hacha, pero muchos otros eran campesinos reclutados apresuradamente y sin mucha experiencia militar. Guillermo I
sondeó la fuerza del enemigo: envió su caballería y fue rechazada, sus arqueros fueron contrarrestados con hondas y
lanzas, así que el duque apostó por aprovechar la misma insensatez sajona que había lanzado contra él a sus adversarios
en lugar de adoptar una estrategia defensiva, mucho más adecuada para las circunstancias. Ordenó a sus hombres que
atacaran y se retiraran muy rápidamente simulando huir. Los sajones, al verlo, se lanzaron alegre y desorganizadamente
en su persecución, pero los normandos sabían lo que estaban haciendo. Ante la señal oportuna, se volvieron de nuevo
contra sus perseguidores, que ya no estaban en condiciones de organizarse o de atender a las órdenes de los oficiales. Para
colmo, los torpes sajones cayeron dos veces en esta misma trampa. Cuando el sol se estaba poniendo, una flecha hirió de
muerte a Haroldo II. Sus hermanos habían muerto poco antes, el ejército sajón quedó sin jefes y no tardó en ser aniquilado.

Poco después, el Witenagemot se reunió en Londres y nombró rey a Edgar II, el sobrino de Eduardo III el Confesor,
pero el joven no tenía ninguna aptitud para hacerse cargo de la situación. No pudo controlar a los nobles sajones que
sobrevivieron a Hastings, los cuales prefirieron replegarse a sus territorios para defenderse como pudieran de los
normandos. Cuando el duque Guillermo I apareció ante Londres Edgar II se rindió. Guillermo I, con cautela, envió un
destacamento para que construyera una fortificación en la ciudad para albergar a una guarnición normanda, fortificación
que fue la base de la actual Torre de Londres. Hecho esto, Guillermo I entró en la ciudad y el 25 de diciembre fue
coronado en Westminster como el rey Guillermo I de Inglaterra.

Se conserva un tapiz de medio metro de ancho y del que quedan unos setenta y siete metros en el que se reproducen los
episodios principales de la conquista de Inglaterra. Se conoce como el Tapiz de Bayeux y la tradición atribuyó falsamente
su autoría a Matilde, la esposa del duque Guillermo I. La primera escena corresponde a una historia que tiene pocos visos
de ser verídica, y que más bien es uno de los típicos relatos que se difunden en casos como éste para legitimar una
conquista. Según esta historia, Haroldo de Wessex (antes de la muerte de Eduardo III) fue víctima de un naufragio que lo
llevó a las costas normandas. Allí fue capturado y llevado ante el duque Guillermo I, quien le "pidió" que usara su
influencia ante Eduardo para que nombrara heredero al duque normando. Haroldo no pudo resistir las presiones y se vio
obligado a jurar que así lo haría sobre la Biblia y ante una asamblea de nobles. Tras el juramento, retiraron la Biblia y la
mesa en que estaba apoyada y Haroldo vio que bajo ella había un cofre con reliquias y huesos de santos, lo cual hacía el
juramento más sagrado si cabe. Tras ello se le permitió regresar a Inglaterra. En el tapiz también hay una escena en la que
unos hombres contemplan maravillados el cometa Halley.

Mientras tanto había muerto el conde de Urgel Armengol III y fue sucedido por su hijo Armengol IV. También murió el
conde de Besalú Guillermo II, y el condado siguió en manos de su hermano Bernardo II.

En el reino de Granada se produjo una revuelta antisemita que derrocó al primer ministro, que era judío. Fue un caso
excepcional, pues los judíos gozaron de bienestar e incluso de prestigio en los reinos de taifas.

En Denia murió el lexicógrafo Ibn Sida, autor de un diccionario ideológico.

El rey Enrique IV de Alemania y el duque Rodolfo de Suabia se casaron respectivamente


con Berta y Adelaida, hermanas del conde Pedro I de Saboya.

En Suecia murió el rey Stenkil I y fue sucedido por su hijo Erik Stenkilsson, pero pronto fue derrotado por sus súbditos
paganos, y durante los años siguientes el trono sueco se lo disputaron diversas familias rivales que mezclaron sus luchas
con guerras de religión entre cristianos y paganos.

La guerra de los tres Sanchos terminó en 1067 sin ningún vencedor absoluto. Castilla logró parte de los territorios que
reclamaba a Navarra. Se cuenta que algunos de ellos fueron ganados por Rodrigo Díaz en combate singular contra el
navarro Jimeno Garcés, victoria que le valió el apelativo de campi doctor, es decir, maestro del campo (de batalla),
apelativo que en la lengua romance de sus hombres degeneró en Campeador.

En Badajoz murió el rey al-Muzafar, tras lo cual estalló una guerra civil entre sus hijos Yayá y Umar. Venció el segundo
y tomó el título de al-Mutawakkil.

El rey Guillermo I de Inglaterra decidió enviar a Normandía al derrocado rey Edgar y su hermana Margarita, mientras
sus ejércitos seguían combatiendo en el norte, tratando de doblegar a los nobles sajones de Mercia y Northumbria.
Ese mismo año murió el conde Balduino V de Flandes, el regente del rey Felipe I de Francia, que a pesar de tener tan sólo
quince años se hizo cargo ya de la corona. El condado de Flandes pasó a Balduino VI.

El Califato Fatimí pasaba por malos momentos. Se inició una época de hambre y miseria en Egipto. Los desórdenes que
se produjeron fueron tales que el califa al-Mustansir tuvo que gastar todo su tesoro en los años siguientes, hasta quedar
totalmente arruinado.

En Constantinopla murió el emperador Constantino X. Mientras el Imperio sufría los ataques de los turcos en Asia Menor,
de los cumanos y los húngaros en el norte y los normandos en Italia, Constantino X había permanecido impasible,
dedicado a las letras y rodeado de sabios y oradores. Dejó tres hijos menores de
edad: Miguel, Andrónico y Constantino. Los tres fueron coronados emperadores en vida de su padre, pero su
madre, Eudoxia, consideró que el Imperio necesitaba un general en lugar de tres niños. A pesar de la oposición de un
sector de la corte, eligió a Romano Diógenes, que se había distinguido en las batallas contra los cumanos y los
pechenegos, y el 1 de enero de 1068 se casó con él. Se convirtió así en el emperador Romano IV, y emprendió la nada
fácil tarea de reorganizar el ejército. Firmó un tratado de paz con el sultán Alp Arslán. No fue difícil, pues el selyúcida
estaba más interesado en Siria, dominada por los fatimíes chiitas.

Los principados rusos sufrieron ese año una intensa oleada de ataques por parte de los cumanos.

El sajón Edgar y su hermana Margarita habían logrado huir de Normandía y llegaron a la corte del rey Malcom III de
Escocia. Éste dio a Edgar un ejército con el que partió hacia el sur para unirse a los rebeldes sajones con la esperanza de
recuperar el trono de Inglaterra. También intervino el rey Sven II de Dinamarca, sobrino de Canuto el Grande. Había
nacido en Inglaterra y debió de considerar que tenía algún derecho a la corona, así que envió una flota.

Mientras tanto el condado de Anjou quedó definitivamente en manos de Foulques IV cuando éste derrotó a su hermano
Godofredo. El rey de Francia Felipe I procuró que el conde comprendiera que Guillermo I era mucho más peligroso que
él, de modo que los conflictos tradicionales entre Anjou y Normandía se reanudaran lo antes posible.
El rey Sancho II de Castilla seguía ambicionando el reino de León, que él consideraba más valioso aunque su padre se lo
había dejado a su hermano menor, Alfonso VI. El ejército castellano se enfrentó al leonés en la batalla de Llantada. Al
parecer fue concebida como un juicio de Dios, es decir, se suponía que ambos reyes discutían su derecho al reino leonés
y que una manera de averiguar quién tenía razón era entrar en combate y dejar que Dios favoreciera al que la tuviera. De
este modo, el que perdiera debía entregar su reino a su adversario, de acuerdo con la voluntad divina. Ganó Sancho II,
pero Alfonso VI debió de sospechar que a lo mejor Dios no se había fijado bien en el asunto, así que se negó a entregar
su reino.

Mientras tanto murió el conde Ramón I de Cerdaña y fue sucedido por su hijo Guillermo I Ramón.

El conde Ramón Berenguer I de Barcelona compró a los herederos los derechos sobre los condados de Carcasona y Razes,
cuyos titulares habían muerto en los dos años anteriores, y Almodis logró que su marido otorgara los condados a su hijo
Ramón Berenguer, en detrimento de Pedro Ramón, el primogénito.

Por primera vez desde hacía más de un siglo, un japonés logró ser nombrado emperador sin estar emparentado ni protegido
por los Fujiwara, y emprendió una serie de reformas.

En 1069 Guillermo I de Inglaterra tuvo que acudir personalmente al norte para acabar con la resistencia sajona. Llegó con
un poderoso ejército, sobornó a la flota danesa para que se retirara y vapuleó a los rebeldes. Para asegurarse de que no
surgirían nuevos brotes de rebelión asoló una franja de terreno de unos cien kilómetros entre York y Durham. Esta medida
ocasionó hambre y despoblación y sus consecuencias se hicieron sentir hasta décadas más tarde, pero cumplió su
cometido.

El rey Sancho IV de Navarra impuso el pago de mil monedas de oro mensuales al rey al-Muqtadir de Zaragoza, en
concepto de parias.

Ese año murió el rey de Sevilla al-Mutadid y fue sucedido por su hijo al-Mutamid. Fue un destacado poeta y protegió
como mecenas a los principales literatos y científicos del occidente islámico. Sevilla se convirtió así en la capital cultural
de la época. Se cuenta de él que un día paseaba por la orilla del Guadalquivir con su amigo, consejero y poeta Ibn-
Ammar e iniciaron un torneo de poesía. Al-Mutamid propuso el primer verso: "La brisa convierte al río en una cota de
malla...", y alguien contestó desde atrás "...qué bella armadura si el frío la helara". Ambos amigos se volvieron: quien
había respondido al verso del rey era Rumaykiyya, esclava del rico Rumayk, encargada de conducir sus mulas. Al-
Mutamid la compró a su dueño y al poco tiempo se casaron.

Yúsuf ibn Tasfn, al frente de los almorávides, tomó la ciudad de Fez.

En Noruega murió el rey Magnus II, pero siguió gobernando su hermano Olav III el Tranquilo, conocido así por el periodo
de paz que supuso su reinado.

También murió el duque Godofredo el Barbudo, de la Baja Lorena, y fue sucedido por su hijo Godofredo IV el Jorobado.

El rey Enrique IV de Alemania tenía ya diecinueve años y hacía poco que había asumido las tareas de gobierno. Ahora
tuvo que enfrentarse a una rebelión encabezada por el duque Ordulfo Sajonia. Apenas estuvo sofocada, en 1070 se rebeló
en Baviera el duque Otón de Nordheim. Enrique IV lo desposeyó de su ducado, y un noble llamado Güelfo I se apoderó
de él.

Por aquel entonces Guillermo I dominaba ya toda Inglaterra. El intento de invasión de los daneses había sido
abortado, Edwin, el último earl sajón de Mercia había muerto y Morcar tuvo que huir de Northumbria para unirse a los
últimos focos de resistencia sajona, que se limitaron a llevar adelante una guerra de guerrillas durante algún tiempo. Esta
guerrilla fue dirigida por un sajón llamado Hereward, que se estableció en una región cenagosa situada unos ciento diez
kilómetros al norte de Londres. Salvo este punto en el mapa, Inglaterra estaba ya totalmente bajo el dominio normando.
En Normandía, Guillermo I dejó de ser conocido como Guillermo el Bastardo para convertirse en Guillermo el
Conquistador.

El duque Guillermo VIII de Aquitania se apoderó de la Gascuña tras una encarnizada lucha contra el conde Bernardo de
Armagnac.
En Flandes murió el conde Balduino VI, quien confió a su hermano Roberto la tutela de sus hijos Arnulfo III, conde de
Flandes, y Balduino II, conde de Hainaut.

También murió el duque Gerardo de la Alta Lorena, que fue sucedido por Thierry II.

El abad Hugues de Cluny envió una embajada a Zaragoza para interesarse por los cristianos de Al-Ándalus.

El príncipe cingalés Vijayavahu expulsó a los Chola de la isla de Ceilán y estableció su capital en Polonnaruwa.

El paulatino avance vietnamita hacia el sur obligó a los shampa a trasladar su capital a Vijaya.

LA QUERELLA DE LAS INVESTIDURAS


En pocas generaciones, los normandos habían pasado de ser un temible pueblo de vikingos salvajes a convertirse en un
pueblo "civilizado" (para la época) y, sobre todo, increíblemente eficiente. Guillermo I el Conquistador se las estaba
arreglando para dominar con apenas cinco mil hombres a toda la población sajona de Inglaterra, que era unas trescientas
veces superior en número. Esto fue posible gracias a una combinación de medidas. Una de las primeras tareas a las que
se vieron forzados los sajones bajo el gobierno normando fue la de construir castillos para sus señores. En poco tiempo
Inglaterra se llenó de sólidos castillos normandos donde un pequeño contingente podía resistir una revuelta mientras el
ejército se reunía y acudía a la zona. Hasta entonces, los normandos habían combatido con armaduras ligeras, pero
Guillermo I empezó a fomentar entre sus caballeros el uso de armaduras pesadas, de tal forma que un caballero armado
apenas tenía nada que temer contra un campesinado sin caballos y sin más armas que a lo sumo hondas o arcos. Las tierras
fueron repartidas entre los normandos que, con el título de sheriff, representaban al rey en cada condado. Se formó así
una nueva nobleza que desplazó a la nobleza sajona (sólo unos pocos nobles sajones pudieron conservar sus tierras, y a
finales del siglo apenas llegaban a la media docena). Guillermo I cuidó hábilmente de que sus nobles fueran lo
suficientemente fuertes como para dominar a sus vasallos sajones, pero lo suficientemente débiles como para que no
guerrearan entre sí. El sistema feudal funcionó en Inglaterra de la forma más eficiente posible.
Por otro lado, Guillermo I supo usar a la Iglesia en su favor. En 1070 depuso a Stigand, el arzobispo de Canterbury no
reconocido por Roma, y, con el debido permiso del papa, nombró en su lugar a un normando de origen italiano
llamado Lanfranco, que a pesar de sus sesenta y cinco años empezó a reformar la Iglesia de Inglaterra según los criterios
de Hildebrando, es decir, se encargó de que los eclesiásticos respetaran una cadena de mandos que terminaba en el papa,
pero cuyo eslabón previo era él mismo. Al parecer, cuando Guillermo I se iba a casar con Matilde de Flandes hubo cierta
oposición por parte de la Iglesia, pero Lanfranco intercedió ante el papa y logró su bendición para el matrimonio. Desde
entonces gozó de la protección de Guillermo. Otro normando llamado Tomás de Bayeux fue nombrado arzobispo de
York. Durante los años siguientes Lanfranco fue colocando a normandos en los principales cargos eclesiásticos del país.

Guillermo I trató de aprender la lengua de los sajones (la que ahora se llama inglés antiguo o anglosajón), y escribía sus
documentos oficiales en latín y en inglés antiguo, pero no logró convencer a sus hombres para que hicieran lo mismo. La
nobleza siguió hablando en francés, y el inglés antiguo quedó para el campesinado, que se vio obligado a aprender francés
(aunque fuera rudimentariamente) para entender a sus amos. Más concretamente, los normandos hablaban una variante
dialectal de la lengua de oil llamada normando, que en Inglaterra evolucionó a otra conocida como anglonormando. Otras
eran el picardo, el valón, el champañés, el lorenés y el franciano, que se hablaba en la zona de París.

El rey Malcom III de Escocia se casó con Margarita, la hermana de Edgar, el heredero sajón a la corona de Inglaterra. Era
una buena "inversión", pues si la dinastía de Guillermo I se extinguía o era derrocada, entonces los hijos de Malcom III
podrían alegar su derecho al trono como descendientes de Alfredo el Grande.

Mientras tanto los cumanos llegaron a las fronteras occidentales de Rusia y atacaron Hungría. El kanato occidental de los
karajaníes se convirtió en un protectorado selyúcida. El sultán selyúcida Alp Arslán dio un paso más en su campaña contra
Siria al tomar la ciudad de Alepo.

En 1071 el normando Roberto Guiscardo tomó la ciudad de Bari, que era el último reducto bizantino en el sur de Italia.
El emperador Romano IV había dado por perdida Italia y en su lugar se centraba en hacer frente a los turcos. Partió hacia
el este con un ejército de 60.000 soldados de caballería pesada. Muchos eran inexpertos, y la lealtad de algunos generales
era dudosa, pero con ellos tomó la ciudad de Mazinkert, que los turcos habían tomado unos años antes. Con ello violaba
el tratado de paz que había firmado con Alp Arslán. Éste se encontraba en Siria y tuvo que abandonar sus planes para
retroceder precipitadamente a enfrentarse a los bizantinos.

La fuerza turca era superior en número, pero estaba formada principalmente por caballería ligera, que no podía resistir un
ataque frontal de la caballería pesada bizantina. Sin embargo, era más ágil y podía maniobrar mejor. Romano IV envió a
su caballería al galope contra los turcos, con lo cual violó una de las normas básicas de la estrategia bizantina: nunca
debía enviarse caballería pesada a perseguir a la caballería ligera, a menos que ésta estuviera acorralada contra un río u
otra barrera: tales persecuciones sólo agotaban a los caballos y los volvían vulnerables ante un contraataque. Así sucedió:
los turcos huyeron con la pericia necesaria para no dejarse acorralar y hostigaron con flechas desde lejos. El emperador
vio que sus tropas se estaban agotando y ordenó la retirada. Mientras trataban de instalarse en un campamento para pasar
la noche, los turcos atacaron por todas partes. Además, un general llamado Andrónico Ducas (pariente del emperador
anterior) había decidido que no había posibilidad de victoria y había retirado a sus hombres sin advertir a Romano IV.
Esta desorganización, sumada a la gran habilidad de Alp Arslán, permitió a los turcos destruir completamente el ejército
bizantino y capturar al propio emperador. Hasta entonces, los persas, los árabes, los búlgaros, etc. habían hecho retroceder
en ocasiones al ejército bizantino y habían ocupado territorios, pero nunca antes habían aniquilado al grueso del ejército.
La derrota de Mazinkert marcó el inicio de la decadencia militar de Constantinopla.

Alp Arslán liberó a Romano IV a cambio de un tratado por el que se comprometía a pagar un cuantioso tributo anual y a
liberar a todos los presos islámicos. Sin embargo, cuando Romano IV llegó a la capital se encontró con que su hijastro
(el hijo de Eudoxia y de Constantino X) había sido nombrado emperador, con el nombre de Miguel VII. Hizo recluir a
su madre en un monasterio y ordenó cegar a su padrastro, que murió en el exilio pocos meses después. Miguel VII era un
erudito, cuando lo que hacía falta era un soldado. Como emperador fue bastante incompetente. Los turcos comprendieron
que el acuerdo firmado con Romano IV quedaba invalidado y se lanzaron sobre Asia Menor, que estaba prácticamente
indefensa.

El rey García de Galicia decidió confiar la Terra Portucalense al conde Menendo Núñez, pero el conde Sisenando
Davídiz no aceptó la decisión y se rebeló. El rey Alfonso VI de León aprovechó los disturbios para invadir Galicia,
empresa a la que pronto se sumó el rey Sancho II de Castilla. García fue derrotado y hecho prisionero por Sancho II,
quien le permitió trasladarse a la corte del rey al-Mutadid de Sevilla. Alfonso VI y Sancho II se repartieron Galicia.

Pedro Ramón, el primogénito del conde Ramón Berenguer I de Barcelona terminó asesinando a su madrastra Almodis,
que desde que se había casado con el conde había hecho todo lo posible para relegar a Pedro en favor de sus propios hijos.
Pedro Ramón fue encarcelado y desheredado.

Tras la muerte (sin descendencia) de Pedro I de Saboya, su hermano Amadeo II se convirtió en el nuevo conde de Saboya
y marqués de Turín.

El hermano del difunto conde Balduino VI de Flandes desposeyó del título a su sobrino Arnulfo III y se convirtió
en Roberto I de Flandes. Ambos se enfrentaron en la batalla de Cassel, en la que Arnulfo III resultó muerto. El rey de
Francia Felipe I había apoyado a Arnulfo III, pero tras ser derrotado comprendió que Roberto era el conde legítimo y se
casó con su sobrina Berta en 1072. El conde Balduino II de Hainaut trató de recuperar en varias ocasiones el condado de
su hermano, pero sus intentos fueron vanos.

Ese mismo año moría san Pedro Damián, uno de los cardenales que más destacó en el impulso de las reformas
eclesiásticas promovidas por Hildebrando. Durante toda su vida combatió la simonía y la inmoralidad de los clérigos. Ha
dejado algunos poemas, biografías de santos y tratados como el Gomorrhianus, en el que describe los vicios eclesiásticos.

También murió el duque Ordulfo de Sajonia y su sucesor, Magnus, se rebeló contra el rey Enrique IV de Alemania, que
el año anterior había sofocado la rebelión del duque de Baviera.

En Japón, el emperador ideó un ardid para librarse de la influencia de los Fujiwara. Abdicó en su hijo Shirakawa (que
tendría entonces unos veinte años) y dejó que los Fijiwara lo controlaran según la tradición, pero él siguió ejerciendo el
poder mediante una especie de gobierno paralelo. Los Fujiwara no supieron reaccionar y no tardaron en dividirse en
diversas facciones.
El rey Guillermo I de Inglaterra no tuvo dificultad en desbaratar un segundo intento de invasión por parte del rey Sven II
de Dinamarca, así como una incursión del rey Malcom III de Escocia. Guillermo I penetró en Escocia y Malcom III tuvo
que rendirle homenaje y abandonó definitivamente todo intento de ayudar a su cuñado Edgar a lograr la corona de
Inglaterra. Edgar tuvo que huir a Flandes y desde entonces llevó una vida azarosa combatiendo en lugares distintos, hasta
en Tierra Santa.

Mientras tanto, los señores normandos seguían sin ser capaces de capturar al sajón Hereward y sus rebeldes. Para penetrar
en su territorio pantanoso, los caballeros tenían que dejar atrás sus caballos y enfrentarse con hombres que conocían cada
palmo del terreno. Una y otra vez eran derrotados. La historia de Hereward fue probablemente el punto de partida de la
leyenda que los sajones crearon en los siglos siguientes sobre Robin Hood, pero el príncipe de los ladrones no tuvo el
mismo final que Hereward, ya que el de éste no fue muy legendario: Guillermo I hizo rodear toda la región donde se
escondían los rebeldes y lentamente fue estrechando el cerco. Cuando el territorio empezó a sentir los efectos del hambre,
unos monjes se ofrecieron a guiar a los normandos por un camino que conducía al campamento de Hereward. Los
guerrilleros tuvieron que rendirse. No se sabe qué fue de Hereward. La leyenda dice que Guillermo le concedió el perdón
a cambio de un juramento de fidelidad y que le fueron devueltas sus tierras, pero esto sí que suena al típico final de
leyenda.

Roberto Guiscardo, junto con su hermano Roger, completó la conquista de Sicilia con la toma de Palermo. A partir de
este momento se dedicó a pacificar el territorio desbaratando las revueltas locales y consolidando una disciplinada
estructura feudal similar a la que Guillermo I había implantado en Normandía y en Inglaterra. Dejó Sicilia bajo el gobierno
de su hermano, el conde Roger I de Sicilia, quien fue respetuoso con la población musulmana, que en muchas ciudades
mantuvo su libertad y sus tradiciones.

Los reyes Alfonso VI de León y Sancho II de Castilla se disputaron la supremacía sobre Galicia y acabaron enfrentándose
en la batalla de Golpejera. Sancho II derrotó e hizo prisionero a su hermano Alfonso VI, tras lo cual entró en León y allí
fue ungido y coronado rey de León. A instancias de su hermana Urraca, el castellano dejó en libertad a Alfonso VI, que
se refugió en la corte del rey al-Mamún de Toledo. Sin embargo, la nobleza leonesa no aceptó a Sancho II y se agrupó en
torno a Urraca, que se hizo fuerte en Zamora. Sancho II puso sitio a la ciudad. Se cuenta que un noble leonés
llamado Vellido Adolfo, amante de Urraca, salió de la ciudad fingiendo pasarse a las filas de Sancho II para después
asesinarlo a traición. Los zamoranos le cerraron las puertas y se vio obligado a huir perseguido por Rodrigo Díaz, que no
logró alcanzarlo.

Como el rey asesinado no tenía hijos, el heredero legítimo del reino de Castilla era precisamente Alfonso VI. Los nobles
castellanos eran reticentes a aceptarlo, sobre todo porque había sospechas de que Alfonso VI había instigado el asesinato
de Sancho II. Para ser ungido rey de Castilla, Alfonso VI tuvo que jurar que no tuvo relación alguna con la muerte de su
hermano. Fue el Juramento de Santa Gadea (llamado así porque tuvo lugar en la iglesia de Santa Gadea, en Burgos).
Probablemente fue el mismo Rodrigo Díaz quien, actuando por última vez como alférez real, tomó juramento a Alfonso
VI. Luego pasó discretamente a segundo plano, pues el nuevo rey no confiaba en el que había sido leal vasallo de su
hermano. Fue sustituido en su cargo de alférez por García Ordóñez. Los principales cargos de la corte fueron ocupados
por el conde de Carrión, Pedro Ansúrez, y por la familia de los beni Gómez.

Tras la muerte de Sancho II, su hermano García pudo recuperar el reino de Galicia, aunque por poco tiempo, ya que
en 1073 Alfonso VI le pidió una entrevista y en el encuentro lo hizo encarcelar y lo mantuvo prisionero en León con
honores de rey.

El condado de Maine se rebeló contra la autoridad de Guillermo I de Normandía, pero éste sofocó la revuelta y reafirmó
su dominio sobre el territorio.

Una revuelta de los karajaníes obligó al sultán Alp Arslán a abandonar nuevamente la campaña de Siria contra los fatimíes,
pero nunca pudo retomarla, pues murió en una batalla contra aquéllos. Fue sucedido por su hijo Malik Sha, quien empezó
por someter a los karajaníes. Los sultanes selyúcidas habían creado una administración llamada diván, presidida por
un visir. Mientras Alp Arslán y Malik Sha dirigían sus ejércitos, quien realmente gobernó el Imperio en su nombre fue el
visir Nizam al-Mulk. Fundó en Bagdad una escuela superior de estudios religiosos (Nizamiyya) que defendió la
ortodoxia sunní frente a los chiitas.
Malik Sha y Nizam al-Mulk fracasaron en sus intentos de hacer sedentarios a los turcos que habían penetrado en el
Califato Abasí. Tampoco pudieron estabilizar su poder, pues los sultanes consideraban el Estado como una propiedad
familiar. Malik Sha distribuyó numerosas tierras entre sus parientes y luego tuvo que hacer frente a sus revueltas.

También murió el papa Alejandro II, y el pueblo de Roma aclamó como nuevo papa a Hildebrando, que adoptó el nombre
de Gregorio VII. Naturalmente, continuó con su programa de reformas.

Ese mismo año dictó sentencia de excomunión y destierro contra Pedro Ramón, el hijo del conde Ramón Berenguer I de
Barcelona, que había asesinado a su madrastra Almodis seis años antes. Pedro Ramón marchó a Al-Ándalus y murió poco
después.

En 1074 Gregorio VII convocó un concilio en Roma en el que condenó la simonía, el concubinato de los clérigos y la
relajación de sus costumbres.

El rey Salomón de Hungría fue derrotado en Mogyoród por su primo, el hijo de Bela I, que se convirtió en rey con el
título de Geza I. Salomón huyó y se hizo ermitaño. Geza I fue reconocido por el papa Gregorio VII y el emperador
bizantino Miguel VII le envió una corona que fue unida a la que san Esteban había recibido de Silvestre II.

El califa fatimí al-Mustansir, incapaz de hacer frente a la ruina económica y a los ataques de los selyúcidas, llamó al
general armenio Badr al-Yamali y lo nombró visir, concediéndole plenos poderes.

El sultán Malik Sha encargó a un grupo de sabios una reforma del calendario. Al frente de éstos estaba Umar
Jayyam, matemático y poeta, director del observatorio de Isfahan. Pero es más famoso como poeta, por sus cuartetas,
que expresan un cierto escepticismo pesimista.

El rey Alfonso VI de León y Castilla se casó con Inés, hija del duque de Aquitania Guillermo VIII, y ese mismo año
Rodrigo Díaz se casó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo, de la que unos decían que era "de tal hermosura que
estando ella había dos lunas en la noche" y otros que era "yegua de piel amarilla, con la que nadie se casa, si no es por
la dote". En cualquier caso, era de sangre real, lo que indica que Rodrigo Díaz gozaba de buena posición en la corte
castellana.

El conde Gausfredo II de Rosellón murió y fue sucedido por su hijo Guislaberto II.

El rey al-Mamún de Toledo conquistó el reino de Córdoba, pero murió al año siguiente, en 1075, y fue sucedido por su
nieto Yahyá al Qádir. Como suele ocurrir cuando muere un rey fuerte, sus enemigos apuestan por que el nuevo rey no
estará a la altura del anterior y aprovechan para saldar sus cuentas. A veces aciertan y a veces no. Esta vez acertaron. Al-
Qádir era mucho menos eficiente que su abuelo, y pronto se vio en apuros ante los ataques de los reyes de Valencia,
Sevilla y Zaragoza, así como por el conde de Aragón Sancho I Ramírez y por un partido interno ortodoxo radical que lo
acusaba de pactista. Valencia se independizó bajo Abú Bakr, hermano de Abd al-Malik, el último rey anterior a la
anexión del reino a Toledo.

El rey de Inglaterra Guillermo I el Conquistador desbarató una conjuración urdida por nobles normandos en colaboración
con algunos de los antiguos nobles sajones.

En Austria murió el margrave Ernesto el Valeroso y fue sucedido por Leopoldo II el Hermoso.

El papa Gregorio VII había enviado un gran número de legados por toda Europa, pero estos se encontraron con trabas,
sobre todo en Alemania, debido a que la nobleza se negaba a perder el control sobre los cargos eclesiásticos que el papa
reclamaba para sí. El punto clave era quién podía nombrar y deponer obispos, pues un obispo se mostraba fiel a quien le
nombraba y podía deponerle. Por ello convocó un concilio en Roma en el que se prohibió bajo pena de excomunión que
los señores concedieran la investidura religiosa a un eclesiástico, y condenó todo atentado a la libertad de las elecciones
episcopales. Así mismo redactó veintisiete disposiciones que fueron publicadas con el título de Dictatus Papae y
que merece la pena leer. Ya de paso, excomulgó a Roberto Guiscardo, que había hecho algunas incursiones por territorios
pontificios. El duque se había apoderado de Amalfi y en 1076 se apoderó de Salerno.
Enrique IV de Alemania no tardó en reaccionar ante las pretensiones del papa: En enero convocó un concilio
en Worms que depuso a Gregorio VII, pero a su vez, en febrero, Gregorio VII excomulgó a Enrique IV y liberó a sus
vasallos del juramento de sumisión. Se inició así la llamada querella de las investiduras.

Mientras tanto, el rey Alfonso VI de León y Castilla escribía a Gregorio VII solicitando ayuda contra los musulmanes.
La carta era descaradamente exagerada. El rey advertía que si no recibía la ayuda necesaria "... falto de asistencia,
luchando contra toda África aliada, trataré con el sarraceno y dejaré libre el paso a los desfiladeros
pirenaicos". Gregorio VII se asustó e invitó a los caballeros europeos a acudir a Castilla a luchar contra los moros.
Algunos franceses y alemanes acudieron a la llamada, pero discutieron entre sí y no tardaron en marcharse.

Por esta época los almorávides conquistaron el Imperio de Ghana, que quedó dividido en dos partes: el norte, dominado
por los almorávides, que se islamizó, y el sur, en el que se refugiaron todos los nativos que no aceptaron el islam.

En Denia murió el rey Iqbal, tras lo cual las Baleares se independizaron del reino y éste cayó inmediatamente en manos
del rey al-Muqtadir de Zaragoza.

En Francia murió el duque de Borgoña Roberto I, el tío de Felipe I. El rey trató de hacerse con el ducado, pero al final se
lo quedó Hugo I, un nieto de Roberto I que gobernó con total independencia.

En Alemania murió el duque de la Baja Lorena Godofredo IV el Jorobado, que había nombrado heredero a su
sobrino Godofredo, pero Enrique IV sólo le concedió el marquesado de Amberes, que comprendía un territorio
llamado Bouillon, por lo que Godofredo fue conocido como Godofredo de Bouillon. El ducado se lo asignó a su
hijo Conrado, de dos años de edad. Con tal duque, los distintos condados que integraban el ducado adquirieron una gran
independencia, hasta el punto de que el título ducal dejó de tener valor alguno. Entre dichos condados destacaron el
de Limburgo y el de Lovaina.

También murió el rey Sven II de Dinamarca y fue sucedido por su hijo Harald Hen. Durante el reinado de su padre había
aparecido el uso de la moneda en Dinamarca. Harald unificó el sistema monetario.
El sultán turco Malik Sha logró finalmente arrebatar Siria a los fatimíes. También les tomó Palestina, en particular la
ciudad santa de Jerusalén.

Así mismo murió el conde de Barcelona Ramón Berenguer I. Nombró herederos a sus hijos Ramón Berenguer II Cabeza
de Estopa y Berenguer Ramón II. Ese mismo año Ramón Berenguer II participó en una campaña contra Murcia de
acuerdo con el rey al-Mutamid de Sevilla. En Granada murió el rey Badis, que fue sucedido por su nieto Abd Allah ibn
Buluggin.

El rey Sancho IV de Navarra no era nada querido en la corte. Era costumbre que el rey eligiera a distintos nobles para los
cargos más relevantes, pero de una forma progresiva, de modo que cada uno iba ascendiendo paulatinamente desde los
puestos más bajos hasta los más altos. Sin embargo, Sancho IV tomó con frecuencia decisiones arbitrarias por las que
unos nobles eran depuestos y otros nombrados sin ninguna consideración a sus carreras. Esto generó numerosas conjuras
palaciegas, hasta que una de ellas triunfó. Durante una cacería en el mes de junio, el rey "se despeñó" por un terraplén
sobre el río Arga, en el despoblado de Peñalén. Por eso es recordado como Sancho IV el de Peñalén. La corona
correspondía por herencia a su hermano Ramón, pero sucedió que Ramón y su hermana Ermesinda eran los
responsables de "lo de Peñalén", así que tuvieron que huir para no ser condenados por regicidas. Ramón es conocido
como Ramón el Fratricida.

La nobleza navarra eligió como nuevo rey al primo del difunto, el conde Sancho I Ramírez de Aragón, que se convirtió
así en el rey Sancho V de Navarra y I de Aragón. En realidad no fue tan sencillo. Parece ser que, desde hacía unos
cuatro años, Sancho I ya se hacía llamar (sin justificación alguna) rey de Aragón. Los antecedentes para esto eran que su
padre Ramiro I había sido el hijo primogénito (aunque bastardo) del rey de Navarra Sancho III Garcés, y había tratado en
vano de hacerse reconocer como rey. Ramiro I había sido derrotado por su hermanastro García IV y tuvo que contentarse
con su título de conde, pero al parecer transmitió a su hijo la idea de que en realidad le correspondía la dignidad real, y
éste se atrevió a asumirla porque el rey navarro Sancho IV no era excesivamente peligroso. En cualquier caso, al
convertirse en rey de Navarra pudo legitimar su título real y, lo que es más, convirtió legalmente a Aragón en reino del
mismo modo que Fernando I había convertido a Castilla en reino al ser proclamado rey de León. Por su parte, el rey
Alfonso VI de León y Castilla también era primo del difunto Sancho IV, así que se consideró con igual derecho al trono
navarro. No consiguió el trono, pero Castilla se anexionó la zona occidental del reino de Navarra (la Rioja) y Sancho I
(V) le rindió vasallaje.

Los historiadores posteriores no debieron o no quisieron entender lo que había pasado realmente para que los condados
de Castilla y Aragón se convirtieran en reinos, así que la "versión oficial" fue que el testamento del rey Sancho III el
Mayor legaba Navarra, Castilla y Aragón a sus tres hijos y que dio a todos el título de rey.

Dos años antes había muerto el rey croata Petar Kresimir IV y se produjeron disputas sobre la sucesión, pero finalmente
un legado pontificio coronó a Dimitar Zvonimir, confirmando así la supremacía de la Iglesia romana en el país.

La querella de las investiduras dio pie para que algunos nobles alemanes se rebelaran contra Enrique IV. El duque
Boleslao II de Polonia tomó parte por Gregorio VII y a cambio éste le concedió el título de rey. Igualmente, el papa
aprobó la decisión que tomaron los duques de Suabia, de Baviera y de Carintia, reunidos en Forchheim, donde eligieron
rey de Alemania al duque Rodolfo de Suabia. Rodolfo había luchado junto a Enrique IV contra las rebeliones de Sajonia,
pero apoyar al papa le pareció más provechoso, luego también más justo. En octubre una asamblea de obispos y príncipes
alemanes reunida en Tribur conminó a Enrique IV a que se sometiera a Gregorio VII.

El enérgico rey que se había enfrentado victorioso a bávaros y sajones vio amenazada su corona por un hombre aún más
enérgico que él. La situación se le iba de las manos y consideró que su mejor alternativa era ceder ante el papa y aparentar
que estaba arrepentido. Escribió una carta de retractación, la promissio, pero no fue suficiente, en enero de 1077 tuvo que
marchar a Italia y permaneció tres días en la nieve vestido de penitente a las puertas del castillo de Canossa, propiedad
de la condesa Matilde de Toscana, donde el papa se había refugiado. Con ello logró que Gregorio VII le diera la
absolución. Matilde había estado casada con el duque de Lorena, Godofredo el Jorobado, que había muerto el año anterior,
y ahora la condesa realizó una donación solemne por la que todos sus Estados pasaban a formar parte de los Estados
Pontificios. En marzo Rodolfo de Suabia fue coronado rey en Maguncia. Enrique IV depuso a los duques que lo apoyaban
y logró expulsarlo de Suabia. Entre los expulsados estaba Güelfo I de Baviera. El ducado quedó bajo el gobierno del rey.
Los turcos dominaban ya la mayor parte de Asia Menor, a la que llamaron Rum (Roma), pues hasta entonces había sido
parte del Imperio Bizantino, es decir, según los bizantinos, del Imperio Romano. Malik Sha confió el gobierno de Rum a
su primo Sulaymán ibn Qutulmis.

En Hungría murió el rey Geza I y fue sucedido por su hermano Ladislao I.

El conde de Besalú Guillermo II el Trueno había dejado un hijo que ahora alcanzó la mayoría de edad y se convirtió en
el conde, Bernardo III, conjuntamente con su tío Bernardo II.

El rey tolteca Matlacoatzin murió y fue sucedido por Tlicohuatzin.

En 1078 el príncipe Iziaslav I de Kíev fue expulsado de su Estado por su hermano Vsiévolod, que estaba casado
con María, una hija del emperador bizantino Constantino IX Monómaco. Los miembros de la familia real de Kíev (los
Riurikovichi) se repartieron los principados pactando una especie de turnos según la edad, de modo que Vladimiro
Monómaco, el hijo de Vsiévolod, obtuvo el principado de Chernígov. Al mismo tiempo, Nóvgorod pasó a manos
de Sviatpolsk.

En Constantinopla la economía iba mal. Se devaluó la moneda, los alimentos escaseaban y los precios subieron.
Finalmente estalló una rebelión. En realidad fueron dos, una en los Balcanes y otra en Asia Menor, ambas dirigidas por
sendos generales llamados Nicéforo. El emperador Miguel VII se apresuró a abdicar y se le permitió ingresar en un
monasterio. Los dos Nicéforos lucharon entre sí y ganó el de Asia Menor, que se convirtió en el nuevo
emperador, Nicéforo III. En realidad Nicéforo III no se mantuvo en el poder por sus propios méritos sino por los de un
gran general: Alejo Comneno, sobrino del emperador Isaac I que había reinado veinte años antes. Su
padre, Juan, ocupaba un cargo en el palacio del emperador, pero Alejo había pasado su vida en el ejército luchando a las
órdenes de Romano IV y Miguel VII. Ahora servía a Nicéforo III y en su nombre derrotó a todos los generales que se le
opusieron.

Los sarracenos fueron expulsados de Córcega, y el papa Gregorio VII confió la administración de la isla al arzobispado
de Pisa.
En Normandía se hallaba el monasterio benedictino de Santa María de Bec, del que fue nombrado abad un italiano
llamado Anselmo, y que era el mejor teólogo de la época. Había llegado al monasterio veintidós años antes, cuando estaba
presidido por Lanfranco, el actual arzobispo de Canterbury. Anselmo es uno de los padres de la Escolástica, es decir, de
la filosofía medieval. Definía la especulación filosófica como una explicación de la fe, sostenía en la necesidad de creer
para comprender, pero insistía en que luego debía procurarse comprender lo que se creía: "No anteponer la fe es
presunción, pero no apelar seguidamente a la razón es negligencia". El mayor legado filosófico de Anselmo es nada
menos que una prueba de la existencia de Dios, el llamado argumento ontológico. Es el siguiente:

Todo el mundo tiene una idea de Dios. Incluso quien niega la existencia de Dios tiene la idea de aquello cuya existencia
niega. La idea de Dios es la idea de un ser perfecto, un ser más perfecto que el cual ningún otro puede ser pensado. Ahora
bien, una de las cualidades que supone esta perfección es la existencia, pues un Dios que no existiera sería inferior a un
Dios que existiera. Por consiguiente, si Dios no existiera, podríamos pensar en un ser más perfecto que Dios, un ser que
fuera igual en todo a Dios pero que además existiera, y esto contradice al concepto mismo de Dios. La conclusión lógica
es que Dios tiene que existir.
Este argumento ontológico ha ocupado a los filósofos durante varios siglos. Una de las primeras refutaciones la
presentó un monje francés llamado Gaunilón en un tratado titulado Liber pro insipiente.

Ese año murió el conde Poncio I de Ampurias. Había jurado fidelidad como vasallo al conde Ramón Berenguer I de
Barcelona. Fue sucedido por su hijo Hugo II. Fue el primer conde de Ampurias que acuñó moneda propia. El conde de
Barcelona Ramón Berenguer II se casó con Mahalda, hija de Roberto Guiscardo.

El hijo mayor del rey Guillermo I de Inglaterra se rebeló contra su padre, instigado por el rey Felipe I de Francia. Era de
baja estatura, lo que le valió el apelativo de Roberto Courteheuse (Roberto Pantalones Cortos).

Los reyes rivales de Alemania Enrique IV y Rodolfo de Suabia se enfrentaron en Mellrichstadt, en Turingia. La victoria
fue para Enrique IV, pero no fue decisiva. Rodolfo se retiró a Sajonia. En 1079 Enrique IV nombró duque de Suabia
a Federico de Beuren, al que concedió la mano de su hija Inés. Federico construyó el castillo de Staufen cerca de Beuren,
y cambió su nombre familiar por el de Federico I de Staufen.
Guillermo I el Conquistador se reconcilió con su hijo Roberto con la mediación del rey Felipe I de Francia. Firmaron el
tratado de Gerberoy, por el que se concedía a Roberto el gobierno del ducado de Normandía.

Los condes de Barcelona, los hermanos Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II no se llevaban bien. Mantenían
controversias casi continuas, que se zanjaron a través de una comisión eclesiástica nombrada por el papa Gregorio VII.
La base de las disputas radicaba en que Ramón Berenguer II era quien, desde la muerte de su padre, dirigía efectivamente
los condados sin permitir la participación de su hermano en las decisiones de gobierno. El acuerdo alcanzado establecía
un reparto de sus dominios, así como el convenio de que los hermanos residirían alternativamente seis meses al año en el
palacio condal.

El rey Alfonso VI de León y Castilla nombró conde de Nájera a su alférez García Ordóñez y arregló su matrimonio
con Urraca de Navarra, hermana del fallecido Sancho IV de Navarra. Con esto García Ordoñez se convirtió en la figura
más importante de la corte castellana. El rey envió a Rodrigo Díaz a cobrar las parias al rey de Sevilla al-Mutamid, y
entonces García Ordóñez buscó un pretexto para atacar Sevilla. Puesto que al-Mutamid pagaba las parias, oficialmente
Sevilla estaba bajo la protección del rey Alfonso VI, por lo que Rodrigo Díaz consideró que su deber era protegerla del
ataque de García Ordóñez. Los dos castellanos se enfrentaron en Cabra y venció el Campeador. Al-Mutamid pagó las
parias y añadió algunos presentes de gran valor para el embajador del rey que tan bien le había defendido. De regreso a
Castilla, Rodrigo Díaz entregó a Alfonso VI las parias recaudadas y se quedó con los regalos recibidos a título personal,
pero sus enemigos en la corte, que no eran pocos, y entre ellos estaba, naturalmente, García Ordóñez, fomentaron
habladurías sobre este hecho.

El débil monarca toledano al-Qádir, incapaz de resistir los ataques de los reinos vecinos, pidió ayuda a Alfonso VI, que
se la prestó a cambio del pago de parias atrasadas y de una suma adicional.

Alfonso VI tomó Coria al rey de Badajoz al-Mutawakkil, el cual decidió enviar una petición de ayuda a los almorávides
de Yúsuf ibn Tasfin. Éste estaba ocupado en la conquista de Marruecos, así que no envió tropas a Al-Ándalus.
El rey Boleslao II de Polonia apoyaba al papa Gregorio VII en su querella contra el rey de Alemania Enrique IV, pero
eso no tenía nada que ver con que fuese un buen católico. Al contrario, el obispo de Cracovia llevaba ya un tiempo
denunciando sus excesos, y finalmente lo excomulgó. Como respuesta, Boleslao II hizo matar a san Estanislao al pie del
altar. Esto provocó una revuelta de la nobleza que arrebató la corona a Boleslao y lo envió al exilio. El rey es recordado
como Boleslao II el Atrevido, y acabó refugiándose en un convento de Hungría. Los nobles pusieron en el trono a su
hermano Ladislao I Herman, pero éste ya no llevó el título de rey que Boleslao II había conseguido de Gregorio VII,
sino que llevó el de duque de Polonia, como su padre.

El conde Hugo I de Borgoña abdicó en favor de su hermano Eudes I Borel y se retiró a un monasterio.

Uno de los hermanos de Malik Sha, llamado Tutus, asesinó al gobernador de Siria, el general Aziz, y ocupó su lugar.

En 1080 Enrique IV de Alemania logró derrotar por segunda vez a su adversario Rodolfo, esta vez en Flarchheim, pero
esta victoria tampoco fue decisiva. De todos modos, era una victoria que Enrique IV trató de aprovechar para intimidar
al papa Gregorio VII, pero la respuesta de éste fue una nueva excomunión (en marzo). Entonces Enrique IV tuvo la idea
de poner a Gregorio VII en la misma situación en que se encontraba él (con un rival que le disputaba el título).
En junio logró reunir en Brixen una asamblea de obispos leales que eligieron papa al arzobispo de Ravena Guiberto, que
adoptó el nombre de Clemente III. Rodolfo se enfrentó nuevamente a Enrique IV en la batalla de Hohenmölsen con la
ayuda de Otón de Nordheim, pero, a pesar de que su ejército resultó vencedor, él murió en el combate. También murió el
conde Amadeo II de Saboya y marqués de Turín. Fue sucedido por su hijo Humberto II.

El duque Guillermo VIII de Aquitania marchó a Castilla para ayudar al rey Alfonso VII de Castilla contra los musulmanes.

En Dinamarca murió el rey Harald Hen y fue sucedido por su hermano Canuto II. Se ganó el apoyo de la Iglesia
concediéndole el cobro de diezmos y castigando severamente la inobservancia de las prescripciones eclesiásticas.

La debilidad de los principados rusos había permitido que se creara un nuevo reino en el Cáucaso, al norte de Armenia.
Se llamaba Georgia, y su rey actual era Jorge II. El pueblo armenio, presionado por los georgianos y por los selyúcidas,
tomó la decisión de emigrar en masa hacia Cilicia (la región al sureste de Asia Menor), bajo la conducción de un príncipe
llamado Rubén. Allí fundaron la Pequeña Armenia (de modo que la tierra de donde provenían fue conocida como la
Gran Armenia).

EL CID CAMPEADOR
El rey Enrique IV de Alemania, tras haber eliminado a su adversario, Rodolfo de Suabia, se marcó como siguiente objetivo
tomar Roma para instalar a Clemente III en los Estados Pontificios, pero no era tarea fácil, pues para ello tenía que
combatir a la nobleza italiana contraria al dominio alemán y que se había declarado partidaria de Gregorio VII. Cuando
Clemente III fue elegido papa, Roberto Guiscardo juró lealtad a Gregorio VII, pero no le ofreció sus ejércitos, porque
estaba planeando una campaña más interesante: nada menos que tomar Constantinopla.

Mientras Guiscardo ultimaba sus preparativos, en Constantinopla se produjo un cambio de emperador. Alejo Comneno
decidió que Nicéforo III carecía de las aptitudes necesarias para el gobierno y que él lo haría mejor. Se había casado
con Irene, la hija del emperador Miguel VII, con lo que consiguió el apoyo de la familia Ducas, (de la que habían surgido
los emperadores Constantino X y Miguel VII, y que era una de las más poderosas en la capital). Un rápido golpe de
Estado le dio el control de Constantinopla, Nicéforo III abdicó y se retiró a un monasterio, y así, en abril de 1081, Alejo
Comneno se convirtió en el emperador Alejo I. La situación del Imperio era crítica: Asia Menor estaba totalmente bajo
dominio turco, salvo unas pocas ciudades costeras que podían resistir asedios avituallándose por mar. Con la pérdida de
Asia Menor, el Imperio Bizantino había perdido su principal fuente de soldados. En junio Roberto Guiscardo se lanzó al
mar con una flota de 150 naves y 30.000 hombres. Tomó sin dificultad la isla de Corfú, luego desembarcó en el continente,
marchó hacia el norte y puso sitio a la ciudad de Dyrrachium.

Alejo I empezó por asegurarse la paz en Asia Menor sobornando a los virreyes turcos, que vieron la posibilidad de
fortalecerse para terminar rebelándose contra Malik Sha. Luego el emperador solicitó la ayuda de Venecia: los venecianos
disfrutaban de grandes privilegios comerciales en Constantinopla a cambio de poner su flota a disposición del Imperio
cuando fuera requerida, y éste era un buen momento. La flota veneciana derrotó fácilmente a la normanda, que estaba
dirigida por Bohemundo, un hijo ilegítimo de Guiscardo. Alejo I esperaba que Roberto Guiscardo se concentrara en
buscar el modo de volver a Italia sin su flota, pero el normando hizo justo lo contrario: se adentró en el continente y
derrotó al ejército bizantino. Alejo I tuvo que apresurarse a reclutar más hombres.

Mientras tanto, el conde de Barcelona Ramón Berenguer II fue asesinado por orden de su hermano Berenguer Ramón II,
que por ello es recordado en la historia como Berenguer Ramón II el Fratricida. Pese al escándalo subsiguiente,
Berenguer Ramón II logró mantener su autoridad sobre sus condados, e incluso logró la tutela sobre su sobrino recién
nacido, llamado también Ramón Berenguer. Los únicos condados que rechazaron esta autoridad fueron los de Carcasona
y Razes, que, con la excusa de reconocer únicamente como conde al hijo del difunto, se desvincularon completamente
del condado de Barcelona y pasaron a manos del conde Bernardo Atón de Béziers. El fratricida compartió la tutela de
su sobrino con el conde de Cerdaña Guillermo I Ramón, que se había casado con su tía Sancha, si bien ésta había muerto
tres años atrás.

En Castilla, el conde de Nájera García Ordóñez, enemigo irreconciliable de Rodrigo Díaz, logró finalmente enemistarlo
con el rey Alfonso VI, a raíz de una brillante campaña que el Campeador había llevado a cabo en tierras de Toledo. El
rey receló de un vasallo que tomaba demasiadas iniciativas y que era tan admirado entre sus hombres, así que ordenó su
destierro. Fue desposeído de todos sus bienes y se prohibió a todos los súbditos del reino que le proporcionaran víveres o
alojamiento. El Campeador abandonó Castilla junto con los hombres que quisieron acompañarlo y se dispuso a ofrecer
sus servicios como soldado a quien quisiera aceptarlos.

En primer lugar ofreció sus servicios al conde Berenguer Ramón II de Barcelona, pero no llegaron a un acuerdo. No se
sabe exactamente por qué, pero es probable que se debiera a que Rodrigo Díaz siempre impuso como condición a la hora
de ofrecerse como mercenario que jamás lucharía contra su señor el rey Alfonso VI.

Entonces marchó a Zaragoza, donde fue contratado por el rey al-Muqtadir, que murió antes de que se acabara el año.
Entre su legado se encuentra el palacio de la Aljafería, un alcázar suntuoso con torres, grandes patios y estancias
decoradas con columnas de mármol. Al Muqtadir fue sucedido por sus hijos al-Mutamin, que recibió Zaragoza y el
apoyo del Campeador, y al-Hayib, que heredó las taifas de Lérida, Tortosa y Denia, si bien hubiera preferido la herencia
de su hermano mayor. Al-Hayib buscó el apoyo del conde Berenguer Ramón II de Barcelona y del rey Sancho V Ramírez
de Navarra (y I de Aragón), pero en 1082, al-Mutamin, con el apoyo del Campeador, los derrotó a todos
en Almenar, donde además hizo prisionero a Berenguer Ramón II. El conde fue liberado a los pocos días.

Los zaragozanos dieron a Rodrigo Díaz el apelativo de Sid, que en una variante dialectal del árabe significa Señor. Por
ello Rodrigo Díaz es más conocido en la historia como el Cid Campeador. Bajo su protección, Zaragoza dejó de pagar
parias a los Estados cristianos.

Mientras tanto Roberto Guiscardo tomaba Dyrrachium, pero Alejo I llegó a un acuerdo con Enrique IV de Alemania, que
estaba atacando Italia, así que el normando consideró oportuno volver a Italia. No obstante, dejó su ejército en Iliria, a las
órdenes de su hijo Bohemundo. Por otra parte, Alejo I tuvo que conceder a los venecianos franquicias comerciales en
todo el territorio imperial, y no sólo en la capital, como hasta entonces.

Ese año fue procesado y obligado a retractarse de su doctrina un profesor de la Universidad de Constantinopla
llamado Juan Ítalo. (El sobrenombre le venía de que había vivido en el sur de Italia hasta que los normandos conquistaron
el territorio a los bizantinos.) Juan Ítalo enseñaba la filosofía de Aristóteles y la doctrina de la que tuvo que retractarse
era, en esencia, la afirmación de que era posible investigar en filosofía con independencia de la teología.

El hijo de Guillermo I de Inglaterra, Roberto Courteheuse, estaba cansándose de esperar que muriera su padre para heredar
la corona, así que volvió a rebelarse contra él, pero fue derrotado y exiliado.

En 1083 Enrique IV tenía asediado a Gregorio VII en el castillo de Sant'Angelo (el antiguo mausoleo de Adriano), y
Roberto Guiscardo se dispuso a liberarlo. Al otro lado del mar, el emperador Alejo I atacó a Bohemundo. La caballería
pesada normanda era la mejor del mundo. Alejo I trató de neutralizarla equipando a sus soldados con carros, pesadas
armaduras y largas lanzas, pero Bohemundo hizo que sus jinetes atacaran por los laterales a los carros bizantinos, que
tuvieron que retirarse por segunda vez. Los normandos ocuparon Tesalia.

Los fatimíes asediaron a Tutus en Damasco, pero la ciudad resistió.


El almorávide Yúsuf ibn Tasfin tomó Ceuta, con lo que completó la conquista de Marruecos.

Los reyes Alfonso VI y Sancho V (o I) Ramírez atacaron territorios del reino de Zaragoza reclamando el pago de parias.
El Cid se negó a combatir al que seguía considerando su rey, pero en 1084 derrotó y persiguió a al-Hayib y al rey navarro-
aragonés cerca de Tortosa.

Un religioso llamado Bruno fundó, junto con seis compañeros, una nueva orden en un paraje solitario cercano a Grenoble,
conocido como la Grand Chartreuse. La orden es conocida como la Cartuja, y sigue la regla benedictina con algunas
costumbres propias. Los cartujos viven en monasterios llamados cartujas y distribuyen su tiempo entre la oración, el
estudio y el trabajo manual. Guardan abstinencia y silencio perpetuos. Su fundador había sido nombrado canciller de la
diócesis de Reims, pero denunció la simonía del arzobispo Manasès de Gourmay, y éste le depuso del cargo y le confiscó
sus bienes, pero Bruno acudió a un sínodo celebrado en Autun y allí se depuso al arzobispo. Fue entonces cuando proyectó
su retiro (de esto hacía ya cuatro años).

El Selyúcida Sulaymán ibn Qutulmis derrotó a los armenios en Cilicia.

El emperador Alejo I logró reunir un nuevo ejército para enfrentarse a Bohemundo. En sus filas había 7.000 soldados
turcos de caballería procedentes de Asia Menor. Se produjo un enfrentamiento en Larisa, en el que Alejo I evitó la
confrontación directa. Con una astuta maniobra, indujo a los normandos a atacar en una dirección equivocada, tras lo cual
envió a su ejército principal contra el campamento y destruyó sus abastecimientos. En los tres años que los normandos
llevaban en territorio bizantino, su ejército había sufrido bajas y un gran desgaste, pues la población odiaba a los
occidentales tanto o más que a los turcos, y empleó contra ellos una guerra de guerrillas. El golpe que ahora les había
infligido el emperador acabó de desmoralizarlos, así que Bohemundo tuvo que retirarse hasta la costa y embarcó para
buscar a su padre.

Mientras tanto, Roberto Guiscardo había liberado al papa Gregorio VII del asedio al que le sometía Enrique IV, pero sus
hombres se dedicaron al pillaje en Roma, así que Gregorio VII se vio obligado a pedir al normando que se fuera mientras
él se refugiaba en Salerno. Así Enrique IV pudo entrar finalmente en Roma y Clemente III ocupó la silla de san Pedro.
Ese mismo año coronó emperador a Enrique IV. Por su parte, Guiscardo volvió junto a su hijo Bohemundo, combatió
nuevamente a las naves venecianas hasta que murió en 1085, mientras asediaba Cefalonia.

El duque Vratislav II de Bohemia reconoció el título imperial de Enrique IV y a cambio éste lo nombró rey de
Bohemia con carácter vitalicio (no hereditario).

El rey Canuto II de Dinamarca preparó una invasión de Inglaterra en colaboración con Olav III de Noruega y con Roberto
I de Flandes. Sin embargo, una rebelión en Jutlandia le hizo abandonar el proyecto y nunca llegó a emprenderse.

Con la muerte de Roberto Guiscardo los normandos dejaron de ser una amenaza para el Imperio Bizantino, pues se planteó
un problema de sucesión: Bohemundo era el primogénito, pero era bastardo, así que los ducados de Apulia y Calabria (es
decir, las posesiones normandas en el sur de Italia) pasaron a su hermanastro Roger I Borsa. Bohemundo volvió a Italia
y logró apoderarse de un territorio entre Bari y Tarento. También murió el papa san Gregorio VII.

El rey al-Qádir de Toledo había tenido que subir drásticamente los impuestos para pagar las parias impuestas por el rey
Alfonso VI de León y Castilla, lo que lo había vuelto impopular. Finalmente estalló una rebelión que lo obligó a huir a
Valencia, donde acababa de morir el rey Abú Bakr y ahora reinaba su hijo Utmán. Los toledanos ofrecieron el trono al
rey al-Mutawakkil de Badajoz. Entonces Alfonso VI aprovechó los disturbios para apoderarse de Toledo. Teóricamente,
debería haberle devuelto la ciudad a al-Qádir, que era su protegido, pero Toledo había sido la capital del reino visigodo y
ahora estaba de nuevo en manos cristianas. Era una conquista demasiado valiosa como para renunciar a ella. En su lugar,
Alfonso VI envió como embajador a Valencia a Álvar Fáñez (un sobrino del Cid), quien logró presionar para que Utmán
fuera derrocado en beneficio de al-Qádir. Así se olvidó de Toledo.

Un tiempo antes, el rey al-Mutamid de Sevilla había conquistado unos territorios a al-Qádir de Toledo, y ahora Alfonso
VI consideró oportuno reclamárselos. Derrotado, el rey moro tuvo que concederle la mano de su hija Zaida y los
territorios en litigio fueron la dote. A continuación Alfonso VI puso sitio a Zaragoza. Allí había muerto poco antes su rey
al-Mutamin, que había sido sucedido por Ahmad al-Mustain.
El rey al-Mutamid estaba furioso con el trato recibido por Alfonso VI. Comprendió que era sólo cuestión de tiempo que
los cristianos dominaran todo Al-Ándalus, así que, al igual que había hecho al-Mutawakkil seis años antes, decidió llamar
en su auxilio a los almorávides de Yúsuf ibn Tasfin. Los reyes vecinos trataron de disuadirlo: le dijeron que si llamaba a
los almorávides perdería su reino, pero dicen que al-Mutamid contestó: Más vale ser camellero en África que porquero
en Castilla.

Esta vez los almorávides respondieron a la llamada. En 1086 estaban en Al-Ándalus y Alfonso VI tuvo que abandonar el
asedio a Zaragoza para enfrentarse a la nueva amenaza musulmana. Requirió la ayuda del rey Sancho V Ramírez de
Navarra (I de Aragón), quien envió un ejército al mando de su hijo Pedro. También acudió Álvar Fáñez, que todavía
estaba en Valencia. Se encontraron con los almorávides en Sagrajas, y los cristianos sufrieron una estrepitosa derrota. A
ello contribuyó que los caballos se asustaron ante los camellos y los tambores almorávides. De un total de 25.000 hombres
sólo sobrevivieron unos 500, entre ellos Alfonso VI, herido gravemente en las piernas. Tras esta batalla, los reinos de
taifas dejaron de pagar parias a los reinos cristianos. Alfonso VI comprendió que necesitaba todos los apoyos posibles,
así que de repente descubrió que Rodrigo Díaz no era tan malo como le había parecido hasta entonces. Se reconcilió con
él y lo colmó de presentes (castillos, tierras, etc.).

El rey Guillermo I de Inglaterra adoptó una medida para consolidar la fidelidad de la nobleza normanda: reunió a todos
los terratenientes de todos los rangos en una asamblea celebrada en Salisbury, unos 130 kilómetros al oeste de Londres,
y allí les hizo prestar juramento de lealtad directamente a su persona. La idea era que si un noble se rebelaba contra el rey
podía reclamar el apoyo de sus vasallos, los cuales, según la teoría feudal, le debían fidelidad a él y no al rey. En cambio,
si todos juraban fidelidad al rey por encima de la debida a su inmediato superior, un noble rebelde podía encontrarse
fácilmente sin los apoyos necesarios. Desde hacía unos años, en Inglaterra se estaba llevando a cabo, por iniciativa del
rey, un proyecto sin igual en la Europa medieval: se estaba elaborando un inventario de la propiedad territorial del reino
que permitiría regular racionalmente los impuestos y serviría de base para resolver jurídicamente los conflictos sobre la
propiedad.

Ese año murió el duque Guillermo VIII de Aquitania, y fue sucedido por su hijo Guillermo IX.
También murió el conde Conrado I de Ardennes, que tres años antes había cambiado su título por el de conde de
Luxemburgo. Fue sucedido por Enrique III.

En Japón, el emperador Shirakawa empleó la misma treta que su padre y abdicó en su hijo Horikawa, pero siguió
ostentando el poder real relativamente libre de la influencia del clan Fujiwara. Se hizo monje con el nombre de Yukaku, y
protegió incansablemente el budismo. Los Fujiwara no supieron responder a esta estrategia, sino que se dividieron en
facciones enemigas. A su vez, esta división fue aprovechada por diversos clanes guerreros que se adueñaron de las tierras
del norte, donde estallaron violentas guerras. Pronto destacaron dos clanes rivales: los Minamoto y los Taira.

Durante la época en que Roma y Constantinopla se disputaban el control de la religión de los búlgaros, había surgido
entre ellos una secta herética radical como reacción contra la politizada religión católica. Su líder se llamaba Paulo y sus
seguidores fueron conocidos como paulicianos. De entre estos surgió una variante más radical aún, encabezada por un
tal Teófilo (amigo de Dios), que en eslavo se dice Bogomil, por lo que sus seguidores fueron
llamados bogomilos. Sostenían que el mundo había sido creado por el Diablo, y que para lograr la salvación era necesario
evitar en lo posible todo contacto con el mundo. La comida, la bebida y el sexo debían reducirse al mínimo imprescindible,
no creían en el matrimonio ni aceptaban ningún ritual eclesiástico. Con el tiempo, los bogomilos se habían extendido más
allá de las fronteras de Bulgaria, a lo largo del Imperio Bizantino. Para los bogomilos, las derrotas que había sufrido el
Imperio en los últimos años no eran nada malo, sino todo lo contrario: al destruir el Imperio se destruía una parte de la
obra del Diablo, pues todo el Mundo era obra del Diablo. Esta actitud no beneficiaba en nada al Imperio, así que el
emperador Alejo I tuvo que tomar severas medidas contra los bogomilos. Finalmente, éstos se sublevaron en alianza con
los pechenegos y los cumanos, que habían llegado al norte del Danubio. Las provincias del Imperio sufrieron ataques
mucho peores que los que habían llevado a cabo los normandos poco antes.

El rey Canuto II de Dinamarca y uno de sus muchos hermanos fueron asesinados en la iglesia de San Albano de
Odense. San Canuto es actualmente el patrón de Dinamarca. Le sucedió otro de sus hermanos, Olaf I.

Los fatimíes expulsaron a Tutus de Siria, y éste derrotó y mató a Sulaymán ibn Qutulmis para apoderarse de Alepo.
Entonces Malik Sha intervino personalmente, expulsó definitivamente a los fatimíes del territorio y envió a prisión a Kiliç
Arslán, el hijo de Sulaymán ibn Qutulmis, con lo que la región quedó pacificada. Tras realizar algunas reformas en la
administración, volvió a Hamadán, y poco después el califa lo recibió solemnemente en Bagdad.

Por esta época enseñaba teología y filosofía un francés llamado Roscelino. Fue el primero en plantear el llamado
problema de los universales, que consiste en determinar cómo deben entenderse los conceptos generales como "hombre",
"mesa", etc. Según el punto de vista de Platón, no sería posible construir una mesa sin tener previamente la idea de "mesa",
luego la idea de "mesa" es algo que existe previamente a cualquier mesa que podamos construir. Igualmente, no podría
haber hombres si no existiera previamente una idea de "hombre". Frente a esta postura, Roscelino defendía la
postura nominalista, según la cual los universales no son más que nombres, palabras, y no existen más que como un
contenido de nuestra mente. Roscelino desarrolló este punto de vista para rebatir el argumento ontológico de Anselmo.
Roscelino afirmaba que dicho argumento partía tácitamente de atribuir existencia a Dios en cuanto concepto, lo cual es
falso. Naturalmente, Anselmo replicó desarrollando una solución opuesta al problema de los universales, la
postura realista, en la línea de la filosofía platónica. Se llama así porque defiende que los universales como "hombre"
tienen existencia real como ideas, una existencia distinta de la existencia de los distintos seres a los que se les puede
aplicar el concepto de "hombre". El problema de los universales acaparó durante varios siglos la atención de los filósofos
escolásticos.

Godofredo de Bouillon se había destacado en su apoyo a Enrique IV frente a san Gregorio VII, así que finalmente el
emperador le concedió el título de duque de la Baja Lorena, que le correspondía por herencia. Así se convirtió
en Godofredo V.

Cuando Enrique IV tomó Roma e instaló a Clemente III como papa, los cardenales partidarios de san Gregorio VII
tuvieron que huir al sur, a territorio normando. Finalmente se organizaron y eligieron papa a uno de ellos, Desiderio da
Montecassino, que adoptó el nombre de Víctor III. Había sido abad de Montecassino y durante su mandato hizo
reedificar la abadía sobre grandiosos planos. Luego, durante el pontificado de san Gregorio VII, hizo de mediador entre
el papa y los normandos. Cuando fue elegido papa, el mes de mayo, estaba enfermo. No pudo ser consagrado hasta mayo
de 1087 y murió el 16 de septiembre.
Una semana antes moría en Ruan el rey de Inglaterra Guillermo I el Conquistador. Al parecer, había llegado a sus oídos
que el rey Felipe I de Francia había hecho una broma grosera acerca de su gordura, y, aunque tenía ya setenta años, el
normando no vaciló en iniciar una serie de ataques contra los territorios de Felipe I. Mientras sus hombres incendiaban la
ciudad de Mantes, a mitad de camino entre Ruan y París, el caballo del Conquistador pisó cenizas calientes, lo que le
hizo dar un salto repentino y el rey se precipitó al suelo. Gravemente herido, fue trasladado a Ruan, donde murió a los
pocos días. Fue enterrado en la iglesia de San Esteban, en la ciudad normanda de Caen.

Para entonces ya se había completado el censo ordenado por el rey, que fue resumido en unos libros conocidos como
el Domesday Book (el Libro del Día del Juicio Final), en alusión a la creencia popular de que Dios (o san Pedro) tiene un
libro en el que están registrados los actos de todos los hombres, y que determinará quiénes irán al Cielo y quiénes al
Infierno tras el juicio final.

El primogénito del difunto rey se encontraba aún en el exilio, a causa de la rebelión que había emprendido cinco años
antes, pero se apresuró a volver a Normandía, donde consiguió ser reconocido como el nuevo duque Roberto II. No
obstante, parece ser que su padre había nombrado heredero en el lecho de muerte a su segundo hijo, conocido
como Guillermo el Rojo. Éste, viendo que en Normandía no tenía el apoyo necesario, zarpó hacia Inglaterra, donde
Lanfranco, el arzobispo de Canterbury, lo coronó rey, y así pasó a ser Guillermo II de Inglaterra. Guillermo el
Conquistador había tenido un tercer hijo, Enrique Beauclerc, al que se le concedieron cinco mil libras de plata y algunas
tierras para que no reclamara más herencia.

Ese año murió el conde Guillermo I de Borgoña, y fue sucedido por su hijo Renaldo II.

El rey Alfonso VI de Castilla seguía luchando contra los almorávides. Había solicitado nuevamente la ayuda de la
cristiandad europea y, entre otros, acudieron a su llamada el duque Eudes I de Borgoña y el conde Raimundo de Saint-
Gilles, hermano del conde Guillermo IV de Tolosa. Por otra parte, Alfonso VI concedió al Cid y a sus descendientes los
derechos sobre todos los territorios que conquistara a los moros en el este de Al-Ándalus.
En cuanto corrió la noticia de que el Cid iba a iniciar una campaña de conquista, le llovieron aliados interesados en
apoderarse de Valencia: el rey al-Mustain de Zaragoza, el rey al-Hayib de Lérida, y también el conde Berenguer Ramón
II de Barcelona. Sin embargo, el Cid llegó a un acuerdo con el rey al-Qádir de Valencia, que aceptó pagarle un tributo, lo
que decepcionó amargamente a al-Mustain. Al-Hayib y Berenguer Ramón II decidieron atacar Valencia por su cuenta,
pero abandonaron tan pronto como supieron que se acercaba el Campeador.

Por otra parte, los reyes moros ya habían comprendido que los almorávides fanáticos les causaban más problemas que los
que les resolvían, así que no colaboraban mucho con ellos, y ésta fue una de las razones principales por las que los
almorávides no pudieron sacar partido de sus victorias contra los cristianos. En 1088 Yúsuf ibn Tasfin puso sitio a la
fortaleza castellana de Aledo, pero Alfonso VI marchó hacia allí y derrotó a los almorávides con el apoyo del rey al-
Mutawakkil de Badajoz. Tras esta derrota, Yúsuf tuvo que volver a África por motivos familiares.

Los turcos selyúcidas penetraron en Georgia y tomaron su capital, Tbilisi.

El conde Guillermo IV de Tolosa cedió sus posesiones a su hermano, el conde Raimundo de Saint-Gilles, que se convirtió
así en Raimundo IV de Tolosa.

Mientras el papa Clemente III seguía en Roma, los cardenales partidarios de san Gregorio VII nombraron papa a Eudes
de Lager, un discípulo de Bruno, el fundador de la orden de la Cartuja, que adoptó el nombre de Urbano II. Continuó
con el programa de reformas de san Gregorio VII, así como con la querella de las investiduras contra el emperador Enrique
IV y su papa Clemente III. En 1089 convocó un concilio en Melfi (en Apulia) en el que condenó las investiduras laicas,
la simonía y el nicolaísmo (es decir, el incumplimiento del voto de castidad en los clérigos).

Podría pensarse que Guillermo II se había llevado la mejor parte de la herencia de su padre, pues era rey de Inglaterra
mientras que su hermano Roberto Courteheuse sólo era duque de Normandía. Sin embargo, en la época las cosas se veían
de forma diferente: Normandía había conquistado Inglaterra, era ella quien tenía el prestigio y el ducado de Normandía
era más valioso que el reino de Inglaterra. Por ello, Guillermo II se propuso invertir la hazaña de su padre y conquistar
Normandía desde Inglaterra. La nobleza normanda tampoco veía con buenos ojos que el territorio de Guillermo el
Conquistador se hubiera dividido. Muchos nobles tenían posesiones a ambos lados del canal, y la división les podía
producir fácilmente conflictos de intereses. La cuestión era entonces si preferían como gobernante único al rey Guillermo
II o al duque Roberto II, y Roberto II tenía más partidarios porque era más débil que su hermano, luego más fácil de
dominar. El caso fue que cuando Guillermo II estaba a punto de iniciar la invasión de Normandía, estalló una rebelión en
Inglaterra, dirigida por Odón, el obispo de Bayeux y hermanastro de Guillermo I. Había participado valientemente en la
batalla de Hastings (eso sí, blandiendo una maza en lugar de una espada, porque era religioso y no podía derramar sangre).
Aunque había ocupado cargos importantes durante el reinado del Conquistador, en los últimos años de su reinado había
caído en desgracia, y de ahí derivó una enemistad hacia Guillermo II.

Aparentemente, Guillermo II tenía las de perder, pues tenía en su contra a la mayor parte de la aristocracia anglonormanda,
pero se encontró con el apoyo de los sajones, que detestaban a esos mismos señores normandos. Guillermo II les prometió
una serie de concesiones que nunca llegó a darles y así pudo derrotar a los barones rebeldes. A Odón se le permitió que
regresara a Normandía, donde sirvió al duque Roberto II.

Ese año murió el conde Teobaldo III de Blois y de Champaña, que legó Blois a su hijo Esteban y Champaña a su
hijo Hugues.

También murió Lanfranco, el arzobispo de Canterbury. Hizo construir una catedral en Canterbury, de la que sólo se
conserva una cripta. Entonces Guillermo II adoptó una política singular: se negó a nombrar un sucesor, con lo que se
embolsaba las rentas del arzobispado. En los años siguientes hizo lo mismo con otros obispados que quedaron vacantes.
Más en general, Guillermo II pronto se hizo famoso por su extremada codicia, que lo enemistó con la mayor parte de sus
súbditos, tanto sajones como normandos. Con el tiempo y unos pesados impuestos, el rey logró reunir un gran tesoro que
contribuyó a estabilizar la economía. Emitió monedas de plata que fueron aceptadas incluso en el extranjero. Algunas de
ellas llevaban marcadas unas estrellas. En inglés antiguo "estrella" era steorling, y es posible que de aquí proceda la
palabra "esterlina", usada para referirse a las monedas de plata de calidad garantizada.

El sultán turco Malik Sha emprendió una nueva campaña de conquistas, ahora hacia el este. Mientras tanto, el rey Jorge
II de Georgia murió y fue sucedido por su hijo, conocido como David III el Constructor, ya que expulsó a los turcos e
inició una campaña de reconstrucción del país, repoblando las llanuras y reconstruyendo las ciudades. (La población se
había refugiado en las montañas cuando llegaron los turcos.) No obstante, la antigua capital, Tbilisi, siguió en poder de
los musulmanes.

Alfonso VI había llamado al Cid en su ayuda para la campaña de Aledo, pero éste no había acudido, y como consecuencia
fue desterrado por segunda vez. Todos pensaron que el Campeador estaba acabado, el rey al-Mustain de Zaragoza rompió
definitivamente su alianza con él, y la cambió por el apoyo del conde Berenguer Ramón II de Barcelona. Hasta el rey al-
Qádir de Valencia le dejó de pagar el tributo. Sin embargo, el Cid reaccionó con energía. Reforzó las numerosas
guarniciones que le eran leales y en 1090 derrotó al rey al-Hayib de Lérida en la región de Denia, que cayó bajo el dominio
del Campeador. Esto hizo que al-Qádir le pagara lo que le debía. Luego el Cid se dirigió hacia el norte y expulsó a al-
Hayib de la huerta de Valencia.

Al-Hayib, junto con al-Mustain de Zaragoza y Berenguer Ramón II de Barcelona, todos interesados en conquistar
Valencia, pidieron a Alfonso VI que les ayudara a deshacerse del Cid, pero éste se negó a intervenir. Entonces al-Mustain
se retiró, mientras que Berenguer Ramón II decidió enfrentarse con el Campeador. El conde fue derrotado y hecho
prisionero en Tévar, si bien fue liberado a los pocos días. Unos meses después murió al-Hayib, y le sucedió su
hijo Sulaymán, menor de edad, bajo la tutela de los Banú Batir, que se sometieron al Cid. Así, el Cid había arrebatado
al condado de Barcelona la influencia sobre los reinos de Denia, Lérida y también Tortosa. Esto supuso un grave perjuicio
económico para Barcelona.

En León murió el rey García de Galicia, el hermano de Alfonso VI a quien éste le impidió reinar.

Conrado, el primogénito del emperador germánico Enrique IV cumplió los dieciséis años y ya había recibido el título de
rey de romanos, que lo reconocía como heredero, pero, para asegurar su lealtad, Enrique IV le concedió el título de rey
de Alemania.

LOS ALMORÁVIDES
A finales del siglo XI se empezaban a ver con claridad los cambios que la Europa medieval había comenzado a
experimentar con el nuevo milenio. Occidente era más fuerte: los caballeros equipados con pesadas armaduras estaban
preparados para hacer frente a cualquier enemigo; por el contrario, Oriente se debilitaba a pasos agigantados. El Imperio
Bizantino había perdido el sur de Italia y Asia Menor, y ahora los bogomilos, los pechenegos y los cumanos arrasaban
las otras provincias y se encontraban ya ante los muros de Constantinopla. La economía en Occidente prosperaba: las
tierras se explotaban más eficientemente, la natalidad había aumentado, existía un comercio incipiente y se extendía el
uso de la moneda; en cambio, el Imperio Bizantino estaba sumido en una crisis económica, el besante había sufrido varias
devaluaciones y los venecianos habían aumentado su control sobre la economía, en detrimento de los comerciantes rusos.
En Occidente estaba renaciendo la filosofía: los filósofos-teólogos escolásticos ya no despreciaban a los autores paganos,
ni se limitaban a citarlos, sino que empezaban a aportar ideas nuevas. Aumentó el interés por la filosofía griega, y aquí
fue decisiva la conquista de Toledo a los musulmanes. Desde los tiempos del Califato de Córdoba, las ciudades de
Córdoba y Toledo habían sido las capitales culturales de Al-Ándalus. Córdoba decayó con el fin del Califato, pero Toledo
no se vio afectada. Intelectuales musulmanes, judíos y cristianos colaboraban en el rescate de la ciencia antigua en la que
fue conocida como la Escuela de Traductores de Toledo. Allí llegaron no sólo las principales obras de los científicos y
artistas musulmanes, sino también innumerables textos griegos perdidos en Occidente, procedentes de las antiguas
bibliotecas de Oriente. Esta actividad tampoco se vio interrumpida cuando Alfonso VI tomó la ciudad. Por el contrario,
esta conquista aceleró el flujo de copias hacia el resto de Europa. En el aspecto político, el feudalismo estaba firmemente
arraigado con resultados diversos según la mayor o menor fortaleza de los gobernantes de turno. La nota más destacada
era el ascenso del papado: la obra san Gregorio VII había hecho que el papado pasara de ser una institución débil e
insignificante a otra capaz de plantar cara al mismísimo emperador germánico. Enrique IV creyó que había resuelto la
querella de las investiduras al imponer a su papa Clemente III, pero no contó con que los principales eclesiásticos europeos
eran hombres de confianza de san Gregorio VII, que ahora no reconocían como papa a Clemente III, sino a Urbano II,
aunque estuviera exiliado en el territorio normando.

Pero el siglo que terminaba todavía iba a presenciar nuevos cambios fundamentales. Para empezar, el emperador Alejo I
se las arregló hábilmente para resolver el aparente colapso al que se enfrentaba: observó que, de todos sus enemigos, los
más fuertes eran los cumanos, así que en 1090 les ofreció el poco oro que le quedaba, los contrató como mercenarios al
servicio del Imperio y los volvió contra los bogomilos y los pechenegos.
En el mundo islámico, la mayor potencia eran los turcos selyúcidas, que eran sunníes y tenían más empeño en combatir
a los chiitas que a los cristianos. Los chiitas habían perdido ante los turcos Mesopotamia y, más recientemente, Siria y
Palestina. Un líder ismailí llamado Hasan ibn al-Sabah, que había abandonado la corte del califa fatimí al-Mustansir
unos años antes, tomó la fortaleza de Alamut, al sur del mar Caspio, en un valle rodeado de montañas a unos 110
kilómetros al norte de Hamadán. Allí fue conocido como el Viejo de la Montaña, y desde allí se dispuso a combatir a los
sunníes. Se cuenta que hacía mascar hachís a sus adeptos y que luego les explicaba las alucinaciones que tenían como
visiones del cielo, donde entrarían inmediatamente si morían cumpliendo su deber (o sea, las órdenes que recibieran). Sus
seguidores fueron conocidos como los hassasiyyin (ebrios de hachís) o, lo que es lo mismo, los asesinos.

Mientras tanto, el almorávide Yúsuf ibn Tasfin volvió a Al-Ándalus para seguir "ayudando" a los reinos de taifas, pero el
rey de Granada, Abd Allah ibn Buluggin, decidió que estaba mejor sin ayuda, así que trató de negarle la entrada. Sin
embargo, algunos sectores de su reino lo acusaron de traición, se dictó una sentencia judicial contra él y Yúsuf ibn Tasfin
no dudó en aprovecharla para destronar a Abd Allah y deportarlo a Marruecos. Así, el reino de Granada, y el de Málaga,
que dependía de él, pasaron a formar parte del Imperio Almorávide. Abd Allah es autor de unas memorias que constituyen
una de las principales fuentes de información sobre los reinos de taifas.

A continuación, Yúsuf ibn Tasfin se dirigió contra Toledo. Alfonso VI recibió la ayuda del rey Sancho V Ramírez de
Navarra (I de Aragón) y, al parecer, llegó a una alianza con el rey al-Mutamid de Sevilla. Enterado de esto, Yúsuf ibn
Tasfin dejó Toledo y se volvió contra Sevilla. En 1091 la tomó, depuso a al-Mutamid y lo envió a África, en compañía
del rey granadino. Luego atacó Valencia, que resistió gracias al apoyo que recibió del Cid y del rey Sancho V Ramírez
de Navarra (I de Aragón).

Alfonso VI casó a su hija Urraca con Raimundo de Saint-Gillés, el hermano del conde Guillermo IV de Tolosa (razón
por la que también era conocido como Raimundo de Borgoña).

Mientras tanto, los cumanos al servicio del emperador Alejo I derrotaron a los pechenegos, que desde ese momento
dejaron de ser una amenaza para nadie. También desviaron a otras hordas de cumanos, que se lanzaron sobre Hungría.
Por esta época, el rey Ladislao I de Hungría se acababa de anexionar Croacia (a la muerte de su cuñado, el rey Dimitar
Zvonimir). Los bogomilos también fueron erradicados del Imperio, si bien continuaron expandiéndose entre los pueblos
eslavos de los Balcanes.

Finalmente, el rey Guillermo II de Inglaterra invadió Normandía, y su hermano, el duque Roberto II, no tuvo mejor medio
para resistir la invasión que pagarle para que se fuera. Durante los años siguientes ambos hermanos siguieron manteniendo
pequeños combates.

Ese año murió el conde Dirk V de Holanda, y fue sucedido por Florencio II.

En 1092 Hasan ibn al-Sabah tenía ya dispuestos a sus asesinos. No formó con ellos un ejército, sino una especie de agentes
secretos cuya misión era asesinar a gobernantes y gente importante. Pasaban desapercibidos, asestaban el golpe y luego
huían si podían, y si no podían no huían, porque no les importaba morir. Esta tara los hacía extremadamente peligrosos.
Sus primeras víctimas fueron nada menos que Malik Sha y su ministro Nizam al-Mulk. A la muerte del sultán, sus
hijos Barkyaruq y Muhammad y su hermano Tutus se proclamaron sultanes simultáneamente y el Imperio Selyúcida
se desmoronó en una guerra civil. Tutus controlaba Siria, Muhammad Mesopotamia, pero Barkyaruq era el primogénito
de Malik Sha y ello le dio los apoyos suficientes para enfrentarse a ambos. Por otra parte, el hijo de Sulaymán ibn Qutulmis
regresó a Nicea y allí se hizo proclamar sultán de Rum, con lo que pasó a ser Kiliç Arslán I.
El rey Felipe I de Francia se enamoró de Bertrade de Montfort, la esposa del conde Foulques IV de Anjou. El rey
estaba casado desde hacía veinte años con Berta, la madre de su hijo Luis, al que ya había coronado como rey de
Francia. Sin embargo, raptó a Bertrade y pagó a algunos obispos para que, con el pretexto que fuera, anularan los dos
matrimonios y le permitieran casarse. Esto le trajo inmediatamente tensiones con la Iglesia, que lo acusó de adulterio.
Por otra parte, un concilio celebrado en Soissons hizo abjurar a Roscelino de su doctrina sobre la Trinidad.

Ese año murió el conde Armengol IV de Urgel, y fue sucedido por su hijo Armengol V. El difunto se había casado en
segundas nupcias con la condesa Adelaida I de Forcalquier, y este condado, situado al norte de Provenza, pasó al
hermanastro de Armengol V, que pasó a ser el conde Guillermo V de Forcalquier.

También murió el rey de Bohemia Vratislav II y fue sucedido (con el título de duque) por su hijo Bretislav II.

El rey Sancho V Ramírez de Navarra (I de Aragón) entabló una alianza con al rey al-Mustain de Zaragoza y con el Cid
para defenderse de los almorávides. El rey Alfonso VI de León y Castilla nombró conde de Galicia a su yerno Raimundo
de Borgoña. Poco antes había realizado una campaña contra los almorávides en Granada, en la que participó también el
Cid, pero fueron derrotados y el rey se enfadó una vez más con el Campeador. A raíz de ello Alfonso VI organizó una
campaña contra Valencia, a la que se unieron Sancho V y al-Mutamid. Por otro lado, acudieron también las flotas de
Génova y Pisa, que estaban limpiando de sarracenos el Mediterráneo occidental.

Los almorávides acudieron "en ayuda" de Valencia, y al acercarse, los atacantes huyeron. No obstante, en la ciudad se
produjo una rebelión, encabezada por el cadí Ibn Yahhaf, que terminó con la muerte del rey al-Qádir. Ibn Yahhaf se hizo
con el poder, aunque no adoptó el título de rey, sino que teóricamente gobernaba una asamblea de nobles con la protección
de los almorávides. Su intención era independizar a Valencia tanto del Cid como de los almorávides. Éstos se apoderaron
de la taifa de Denia.

Desde la muerte de Guillermo I el Conquistador, tanto los galeses, dirigidos por el rey Gruffud Ap Cynan, como los
escoceses, bajo su rey Malcom III, realizaban incursiones frecuentes por Inglaterra, aprovechando que Guillermo II estaba
ocupado en Normandía. En 1093 a Guillermo II se le acabó la paciencia y marchó hacia el norte. Entonces Malcom III se
apresuró a jurarle fidelidad como había hecho con su padre. Sin embargo, pocos meses después Guillermo II cayó enfermo
y Malcom III volvió a invadir Inglaterra. Su ejército se enfrentó al ejército normando en Alnwick, y allí murieron tanto
el rey escocés como su hijo mayor, Eduardo. Su esposa, santa Margarita, murió poco después. Una parte de la corte
escocesa defendía la cultura celta frente a la cultura sajona introducida por Malcom III y santa Margarita, y la muerte de
los reyes permitió que triunfara esta facción nacionalista, que puso en el trono al hermano menor del monarca
fallecido, Donald III Bane. Durante el reinado de Macbeth, Malcom III había vivido en Inglaterra, mientras que Donald
III Bane se había refugiado en Irlanda, por lo que no había recibido ninguna influencia sajona.

La enfermedad de Guillermo II tuvo otra consecuencia: los sacerdotes le explicaron que era un castigo divino por sus
acciones contra la Iglesia. No cabía duda de que estaba a punto de morir y que iría al Infierno. Guillermo II accedió a
hacer cuanto fuera necesario para compensar el mal trato que había dado a la Iglesia, y lo primero que le sugirieron fue
que nombrara de una vez por todas un arzobispo en Canterbury (o, más técnicamente, que autorizara a la Iglesia a nombrar
uno). El nombre que se le propuso fue el de Anselmo, que tenía ya sesenta años y desde entonces fue conocido
como Anselmo de Canterbury. Guillermo II aceptó, Anselmo ocupó el arzobispado y poco después el monarca se
recuperó de su enfermedad.
Otro con menos luces habría concluido que, en efecto, Dios aceptaba su arrepentimiento y le perdonaba, pero Guillermo
II comprendió que le habían tomado el pelo. Por ello, trató de echarse atrás exigiendo a Anselmo una enorme suma como
precio de su cargo. Anselmo no sólo se negó a pagar, sino que recordó al rey que no era él quien le concedía el cargo,
sino el papa, y solicitó permiso para ir a Italia a recibir la investidura de Urbano II. Sin embargo, Guillermo II recordó a
Anselmo que en esos momentos había dos papas: Urbano II y Clemente III y arguyó que él no era quién para decidir cuál
era el legítimo, así que, mientras la Iglesia dilucidaba la cuestión, Anselmo debía permanecer en Inglaterra y recibir las
insignias de manos del rey. Y así fue: Anselmo ejerció de arzobispo, pero no pudo salir de Inglaterra.

Mientras tanto, el papa Urbano II lograba que Conrado fuera coronado rey de Italia y se rebelara contra su padre, el
emperador Enrique IV.

Desde los tiempos del reino franco, los nobles encargados de administrar los palacios reales eran conocidos como condes
palatinos. Muchos de ellos recibían tierras como recompensa a sus servicios y ahora, Enrique II, el conde palatino de
Lorena, recibió un territorio junto al curso medio del Rin, y desde entonces adoptó el título de conde palatino del Rin. En
dicha región habían recibido tierras otros condes palatinos, por lo que pronto fue conocida como el Palatinado.

Desde la muerte de al-Qádir Valencia ya no era aliada del Cid, así que éste se dispuso a conquistarla. No tardó en lograr
la capitulación de Ibn Yahhaf, pero entonces Ibn Wayib, un rival partidario de los almorávides, se hizo con el gobierno
de la ciudad y no aceptó la capitulación, sino que llamó en su ayuda a los almorávides. El Cid sitió la ciudad y derrotó
en Rayosa al ejército almorávide enviado a defenderla.

El conde Guillermo IV de Tolosa cedió su condado a su hermano Raimundo de Saint-Gilles, que pasó a ser el
conde Raimundo IV de Tolosa. En realidad llevaba ya cinco años gobernando el territorio.

Ese año murió el conde Roberto I de Flandes, y fue sucedido por su hijo Roberto II.

También murió el rey Olav III de Noruega, y fue sucedido por su hijo Magnus III.
Mientras los principados rusos hacían frente a un nuevo ataque de los cumanos, murió el Gran Príncipe Vsiévolod de
Kíev, y fue sucedido por Sviatpolsk, el hasta entonces príncipe de Turov. En 1094 Vladimiro Monómaco, el hijo de
Vsiévolod, dejó el principado de Chernígov y ocupó el de Pereiáslav. Otras tribus cumanas atacaron Hungría.

Ese año el papa Clemente III fue expulsado de Roma por los partidarios de Urbano II, una vez más con la decisiva ayuda
de la condesa Matilde de Toscana. Bruno renunció a su cargo de consejero del papa y se retiró a Calabria, donde fundó
la cartuja Della Torre.

Los nobles pisanos consiguieron del arzobispo el reconocimiento de cónsules elegidos de entre ellos para gobernar la
ciudad, si bien la nobleza mantuvo buenas relaciones con el arzobispado, que conservó una gran autoridad en la ciudad.

En Venecia fue consagrada la basílica de San Marcos.

Barkyaruq, el hijo de Malik Sha, logró finalmente dominar el centro del Imperio Selyúcida, si bien su tío Tutus y su
hermano Muhammad seguían reivindicando el sultanato en el oeste y el este, respectivamente.

En El Cairo murió el califa fatimí al-Mustansir, y se desencadenó una guerra civil entre los partidarios respectivos de sus
dos hijos, Nizar y al-Mustalí. Los asesinos de Hasan ibn al-Sabah apoyaron a Nizar, por lo que también son conocidos
como nizaríes, pero finalmente fue al-Mustalí quien conservó el califato.

El rey Sancho V Ramírez de Navarra (I de Aragón) puso sitio a la ciudad de Huesca, pero murió durante el asedio
alcanzado por una flecha. Su hijo mayor se convirtió en el rey Pedro I de Navarra y Aragón. Mientras tanto el Cid
seguía asediando Valencia, pero con mejor fortuna, pues el hambre hizo que los valencianos repusieran en el poder a Ibn
Yahhaf, quien negoció de nuevo la rendición de la ciudad. El Cid entró en Valencia el mes de junio, pocos días después
de la muerte de Sancho Ramírez. Pedro I se dirigió a Burriana, donde se entrevistó con el Cid y reafirmó la alianza que
éste había entablado con su padre dos años antes. Los almorávides enviaron un nuevo ejército contra Valencia, bajo el
mando de Muhamman ibn Tasufin, que fue derrotado por el Cid en Cuarte. Más suerte tuvo otro ejército enviado contra
el rey al-Mutawakkil de Badajoz bajo el mando de Sir ibn Abí Bakr, que pudo vengar la traición que el rey había hecho
a Yúsuf ibn Tasfin al aliarse con Alfonso VI contra él seis años antes. Al Mutawakkil fue ejecutado junto con sus dos
hijos. Un tercer hijo, llamado al-Mansur, logró resistir un tiempo y luego escapó a territorio castellano, donde se convirtió
al cristianismo. Ahora los almorávides gobernaban toda Al-Ándalus excepto la taifa de Zaragoza y las que estaban
protegidas por el Cid.

El duque Guillermo IX de Aquitania se casó con Felipa, la viuda del rey Sancho Ramírez, que era hija del conde
Guillermo IV de Tolosa. Invocando el derecho de su esposa a la sucesión arrebató el condado a Raimundo IV, quien no
tardó en reconquistarlo. El conde Raimundo IV se casó ese mismo año con Elvira, una hija del rey Alfonso VI de León
y Castilla. Alfonso VI encomendó la comarca de Zamora al conde Raimundo de Galicia, quien se encargó de la
repoblación de Salamanca, Ávila y Segovia. En 1095 casó a Teresa, una hija bastarda, con Enrique de Borgoña, nieto
del duque Roberto I de Borgoña y primo del conde de Galicia. El rey le encomendó el gobierno de la Terra Portucalense,
que formaba parte del condado de Galicia. Enrique se convirtió así en conde de Portugal, vasallo de su primo Raimundo.

El Cid gobernaba Valencia con mano dura. Había conservado la asamblea de nobles que gobernaba la ciudad desde la
muerte del rey al-Qádir, presidida por Ibn Yahhaf, pero un año después de haber entrado en Valencia acusó a Ibn Yahhaf
de perjurio y lo hizo quemar vivo. En su lugar nombró a al-Waqasí, un poeta que había ayudado a Ibn Yahhaf en las
negociaciones relativas a la capitulación de la ciudad (es autor de una elegía a la Valencia cercada), pero al-Waqasí no
tardó en dimitir, tal vez porque le preocupó ver cómo también era quemado vivo el poeta Abú Yafar al-Battí, y temió
que él podría ser cesado por el mismo protocolo en cualquier momento.

Diversos incidentes sirvieron de pretexto para que el Cid rompiera los acuerdos establecidos en la capitulación de
Valencia. (Era costumbre frecuente entre los cristianos ofrecer ciertas garantías a los habitantes de una ciudad a cambio
de su rendición para luego romper los acuerdos alcanzados. Así había sucedido, por ejemplo, en la rendición de Toledo)
El Cid se apropió de la mezquita de Valencia y la convirtió en la catedral de Santa María.

Ese año murió el conde de Cerdaña Guillermo I Ramón, que fue sucedido por su hijo Guillermo Jordán I. El conde era
el tutor de Ramón Berenguer, el hijo del conde de Barcelona Ramón Berenguer II, asesinado trece años atrás por su
hermano, y actual conde, Berenguer Ramón II el Fratricida. Trece años era también la edad del heredero, pues su padre
fue asesinado al poco tiempo de nacer él. Ahora que se acercaba a la mayoría de edad, su madre, Mahalda, que se había
casado con Aimeric I, vizconde de Narbona, empezó a mover hilos para recordar el fratricidio de Berenguer Ramón II y
reivindicar los derechos de su hijo sobre el condado.

También murió el rey de Hungría san Ladislao I. Fue sucedido por su hijo Kalmán, para lo cual tuvo que encarcelar a su
hermano Almos, que no reconocía su autoridad. Los croatas, hasta entonces sometidos a Hungría, eligieron rey a Petar
Svacie, que inició una lucha por la independencia de su país.

En Dinamarca murió el rey Olaf I. Durante su reinado se sucedieron varias malas cosechas que hicieron que fuera
recordado como Olaf I Hunger (hambre). Fue sucedido por su hermano Erik, que salvó al país de los estragos del hambre
y por ello fue conocido como Erik Ejegod (siempre bueno).

También murió Enrique II, el conde palatino del Rin, y fue sucedido por su hijo Enrique III.

Así mismo murió el príncipe Rubén I, fundador de la Pequeña Armenia, y fue sucedido por Constantino I.

LA PRIMERA CRUZADA
El papa Urbano II estaba ganando el pulso al emperador Enrique IV de Alemania. Seguía contando con el apoyo de su
hijo Conrado, que en 1095 contrajo matrimonio con Constanza, hija del conde Roger I de Sicilia. Urbano II convocó un
concilio en Piacenza en el que, además de tratar asuntos relacionados con la reforma y con la oposición del emperador,
se excomulgó al rey Felipe I de Francia por adulterio, por simonía (pues había comprado obispos para que anularan su
matrimonio y el de Bertrade de Montfort) y por usurpar los bienes de la Iglesia.

Pero la intervención estrella del concilio fue la de un embajador enviado nada menos que por Alejo I. El emperador
bizantino estaba contemplando cómo el Imperio Selúcida se fragmentaba mientras sus gobernantes se destruían los unos
a los otros. (Ese mismo año Barkyaruq derrotó a su tío Tutus y luego marchó al este a enfrentarse a su hermano
Muhammad sin lograr el dominio de Siria.) Era la situación idónea para recuperar Asia Menor, pero no podía hacer nada
porque no tenía suficientes soldados. Su ejército no tenía más de 50.000 hombres, la mayoría mercenarios, que no podían
ser enviados al este sin dejar indefensas las otras fronteras del Imperio. La situación era frustrante, pero Alejo I encontró
la solución: igual que había empleado a los cumanos contra los pechenegos o a mercenarios turcos contra los normandos,
ahora emplearía normandos contra los turcos. Su embajador recordó a los obispos que los turcos habían conquistado la
Tierra Santa, y que Alejo I no estaba en condiciones de liberarla. Pidió que fuesen voluntarios a Constantinopla para
unirse a la lucha contra los turcos. Además insinuó que si Urbano II colaboraba, tal vez podría resolverse el cisma de
Oriente y el papa podría ser reconocido como superior al patriarca de Constantinopla.

Urbano II estaba encantado. Hacía ya tiempo que a Occidente iban llegando malas noticias sobre Tierra Santa. Casi un
siglo antes, el califa fatimí al-Halim había demolido la iglesia del Santo Sepulcro. No obstante, los fatimíes dejaban que
los occidentales peregrinaran tranquilamente a Tierra Santa, mientras que los selyúcidas eran más fundamentalistas y
cada vez ponían más trabas a los peregrinos. Éstos volvían narrando cuentos exagerados sobre las crueldades de los turcos,
que ensalzaban su heroísmo al tiempo que horrorizaban a su audiencia. Por otra parte, si Urbano II lograba ponerse al
frente de una empresa de tal magnitud como conquistar Tierra Santa, la supremacía papal en Occidente sería indiscutible,
y tal vez incluso en Oriente. A la salida del concilio hizo el llamamiento que pedía Alejo I.

En noviembre convocó otro concilio en Francia, en la ciudad de Clermont. No sólo asistió el clero, sino también la
nobleza francesa. Urbano II era francés, tenía de su parte al clero francés frente al papa alemán Clemente III, los caballeros
más importantes a los que esperaba apelar también eran franceses. Empezó su discurso exaltando la reforma, renovando
la tregua de Dios y predicando la paz entre la nobleza. Luego se levantó para dirigirse a la enorme multitud que había
acudido para oírlo. Era un buen orador, y describió conmovedoramente la ciudad de Jerusalén sometida a los infieles, los
sufrimientos de los peregrinos..., hasta que finalmente urgió a los caballeros de Europa a liberar la Tierra Santa. El
auditorio quedó sobrecogido y entre ellos se extendió el grito: "¡Dios lo quiere!, ¡Dios lo quiere!" Entonces, el obispo de
Clermont, Adhémar de la Puy, se inclinó ante el papa y le pidió que lo reconociera como el primer voluntario. Urbano
II tomó un trozo de tela roja y formó con él una cruz que le dio para que la cosiera en su ropa como símbolo de su misión.
El resto de los presentes corrió por trozos de tela similares para prenderlos en su ropa. La cruz iba a ser la señal de los
guerreros, por lo que la campaña fue conocida como la Cruzada. Más adelante habría otras, así que ésta sería
concretamente la primera Cruzada.
Entre las personalidades más destacadas que se adhirieron a la primera Cruzada estaba el duque de Normandía, Roberto
II Courteheuse. De acuerdo con las palabras del papa, pidió una tregua a su hermano el rey Guillermo II de Inglaterra,
que seguía
tratando de hacerse con el ducado. Le ofreció la custodia de Normandía durante su ausencia a cambio de una elevada
suma de dinero para financiar su expedición. Guillermo II aceptó encantado. Por supuesto, la suma no salió de sus arcas
privadas, sino de nuevos impuestos que ningún buen cristiano podía negarse a pagar, dada su noble finalidad.

Uno de los primeros en partir fue Bohemundo, el hijo de Roberto Guiscardo, que no había logrado como herencia más
que un pequeño territorio en Tarento y (al igual que muchos nobles menores) vio la Cruzada como una forma de mejorar
su situación. Partió con su sobrino Tancredo de Hauteville, hijo del duque de Apulia y Calabria Roger I Borsa. Entre
ambos dirigieron un ejército normando procedente mayoritariamente de Sicilia.

Pero mientras los nobles calculaban prudentemente la expedición, un flamenco llamado Pedro el Ermitaño, que, al
parecer, había sido peregrino y contaba las historias más horripilantes sobre los turcos, predicó por su cuenta a las gentes
humildes y logró agrupar una muchedumbre de campesinos que partió inmediatamente hacia Oriente sin ninguna clase
de organización, dirigida por él mismo, por un tal Gualterio sin Haber, y por algunos barones renanos. Eran como una
plaga de langostas, saqueaban las tierras por donde pasaban y, como entrenamiento, mataban a los judíos que encontraban
por el camino, pues eran tan herejes como los musulmanes. Al pasar por Hungría murieron a millares.

A unos meses de distancia, ya en 1096, les siguió los pasos un ejército regular, encabezado por el duque Godofredo IV
de la Baja Lorena, al que siguió el de Roberto II Courteheuse, el duque de Normandía.

Finalmente, Pedro el Ermitaño y Gualterio sin Haber llegaron a Constantinopla con unos 12.000 hombres. El emperador
Alejo I estaba horrorizado. Había pedido un ejército y, de momento, le llegaba una chusma inútil e inmanejable. Hizo
cuanto pudo para que cruzaran el Imperio lo menos traumáticamente posible y se apresuró a embarcarlos para dejarlos en
Asia Menor. Les indicó el camino de Jerusalén y los dejó a su suerte. Allí se las vieron con el sultán Kiliç Arslán I, que
mató a la mayoría y esclavizó al resto. Sólo unos pocos pudieron escapar, entre ellos Pedro.
Por el mes de julio empezaron a llegar a Constantinopla los ejércitos de verdad. El emperador los alojó mientras esperaban
a los que estaban por llegar. No debió de tardar en maldecir el día en que se le ocurrió la idea de pedir ayuda a Occidente:
los altivos caballeros occidentales generaban continuamente altercados, se apropiaban de cualquier cosa que les llamara
la atención, eran irreverentes, miraban con desprecio a los bizantinos (que para ellos eran tan herejes como los
musulmanes) y carecían de la más elemental educación. Trataban a Alejo I como "rey de los Griegos" en vez de
"emperador de los Romanos", lo que para los bizantinos, muy conscientes de su historia, era un insulto insufrible. Para
colmo, entre ellos estaba Bohemundo, el mismo que unos años antes casi derrota a Alejo I.

A pesar de la aprensión que debían de causarle, el emperador logró manejarlos con cierta destreza. Aprovechó que la
magnificencia de la ciudad impresionaba e intimidaba a los extranjeros, que veían a Alejo I como increíblemente
poderoso. Era una mera apariencia, pues los cruzados, una vez dentro, podían haber tomado Constantinopla fácilmente,
pero la idea no se les pasó por la cabeza. Por otra parte, Alejo I también tenía a su favor las rivalidades que existían entre
los distintos nobles, que se odiaban y despreciaban entre sí tanto o más de lo que podían odiar o despreciar a los herejes
bizantinos.

Mientras tanto apareció un nuevo personaje en la guerra civil de los selyúcidas: Sanyar, otro hermano de Barkyaruq y
Muhammad, se hizo con el Jurasán y apoyó a Muhammad, obligando a huir a Barkyaruq.

Finalmente, Mahalda, la viuda del conde Ramón Berenguer II de Barcelona, logró que Berenguer Ramón II el Fratricida
fuera juzgado por el asesinato de su hermano. En el tribunal estaba el rey Alfonso VI de León y Castilla. El conde fue
declarado culpable y se le permitió abandonar Barcelona y unirse a la primera Cruzada. Precisamente en octubre partió
hacia Constantinopla Raimundo IV de Tolosa, que dejó su condado a cargo de su hijo bastardo Bertrán. Le acompañaban,
entre otros, su primo, el conde de Cerdaña Guillermo Jordán I y el legado pontificio Adhémar de la Puy. Así, el hijo de
Ramón Berenguer II se convirtió en el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, a sus catorce años de edad.

Desde que los musulmanes conquistaron la España visigoda, era evidente que los castellanoleoneses habían hecho muchos
más progresos ganando terreno a los moros que los Estados cristianos del este de la península. La causa no podía estar
más clara: los castellanoleoneses contaban con el apoyo del apóstol Santiago Matamoros, mientras que los demás tenían
que valerse únicamente de sus propios medios. Dado que los castellanos se enfrentaban con frecuencia a sus
correligionarios del este, el apóstol se veía obligado a tomar partido y no podía apoyarlos a todos. Esta injusticia estaba a
punto de verse compensada: el rey Pedro I de Navarra y Aragón retomó el asedio de Huesca que se había visto
interrumpido con la muerte de su padre. En defensa de la ciudad acudieron el rey al-Mustain de Zaragoza y el conde de
Nájera García Ordóñez, pero en noviembre Pedro I los derrotó en la batalla de Alcoraz, tras la cual ocupó Huesca.

En esta batalla, el rey navarro-aragonés contó con el apoyo decisivo de san Jorge. San Jorge había sido un soldado del
emperador Diocleciano, que se negó a acatar las órdenes de persecución dictadas contra los cristianos y a consecuencia
de ello sufrió el martirio. Se hizo muy popular en la Edad Media, especialmente entre los cruzados. De hecho, se le
representaba vestido y equipado como un cruzado, con su armadura y su lanza. Su hazaña más famosa fue matar un
dragón en defensa de una doncella, tópico que se repetiría una y mil veces en las historias medievales sobre caballeros.
Todos los documentos que lo mencionan son apócrifos, así que probablemente nunca existió, pero a partir de este
momento se convirtió en el protector de los aragoneses. (En realidad, la historia de que san Jorge intervino en la batalla
de Alcoraz no surgió en el momento de la batalla, claro, sino un tiempo después.)

El año anterior había muerto Leopoldo II el Hermoso, el margrave de Austria, y ahora le sucedía su hijo Leopoldo III.

También murió el conde Wermer I de Habsburgo y fue sucedido por su hijo Otón II, y el conde Enrique III de
Luxemburgo fue sucedido por su hijo Guillermo.

Güelfo I pudo recuperar el ducado de Baviera.

En 1097 el Cid nombró obispo de Valencia a un francés llamado Jerónimo de Perigord. Mientras tanto los ejércitos
almorávides se dirigieron de nuevo hacia Valencia. El rey Pedro I de Navarra y Aragón acudió a apoyar al Campeador y
entre ambos derrotaron a los musulmanes en la batalla de Bairén. Los almorávides quedaron malparados a pesar de su
superioridad numérica y de que contaban con una flota. Al mismo tiempo, los almorávides atacaron a Alfonso VI de León
y Castilla, al que derrotaron en Consuegra. Pedro I partió en su ayuda, pero, cuando llegó, los almorávides huyeron, así
que no tuvo ocasión de combatir.
Mientras tanto el Cid marchó hacia el norte de Valencia y expulsó a los almorávides de Almenara y Murviedro (la
antigua Sagunto). Mientras asediaba Murviedro, el conde Ramón Berenguer III de Barcelona sitió el castillo
de Oropesa, aún más al norte, pero llegó rápidamente a un acuerdo con el Cid y se retiró. En el acuerdo se incluyó el
matrimonio entre el conde y María, una de las hijas del Campeador. Por esta época se concertó también el matrimonio
entre su otra hija, Cristina, y Ramiro Sánchez, hijo de Sancho, un hermano bastardo del rey de Navarra Sancho IV
Garcés, el que fue despeñado por su hermano Ramón y a raíz de ello la corona pasó a Sancho V Ramírez, el padre del rey
actual, Pedro I.

En Escocia se produjo una rebelión que derrocó a Donald III Bane en favor de su sobrino Edgar, que se había exiliado
en Inglaterra tras la muerte de sus padres, Malcom III y santa Margarita. Para hacerse con la corona recibió el apoyo de
su tío materno Edgar, el que hubiera sido rey de Inglaterra si Guillermo el Conquistador no hubiera invadido el país. El
nuevo rey abrió un periodo de paz en Escocia en el que la influencia de Inglaterra volvió a hacerse notar en el país.

La nobleza de Polonia dominaba al duque Ladislao I y lo obligó a compartir el ducado con sus dos
hijos, Boleslao y Zbigniew.

El rey croata Petar Svacie murió luchando contra Kalmán de Hungría, quien acabó conquistando Croacia y varios puertos
de Dalmacia. Esto lo enfrentó a los venecianos.

También murió el conde Renaldo II de Borgoña, que fue sucedido por Guillermo II.

La región situada al sur del mar de Aral, conocida como el Jwarizm, se independizó de los selyúcidas bajo una dinastía
de gobernadores conocida como los Jwarizmsah, que fue el título que adoptaron.

En abril llegó a Constantinopla Raimundo IV de Tolosa y los cruzados empezaron a prepararse para pasar a Asia Menor.
El obispo Odón de Bayeux había seguido al duque de Normandía Roberto II Courteheuse, pues no se atrevió a quedarse
en Normandía bajo el gobierno de Guillermo II de Inglaterra (contra el que había organizado una rebelión tiempo atrás),
pero murió en el camino.
El emperador Alejo I trató de dejar claro que los cruzados lucharían bajo sus órdenes, y que todos los territorios de Asia
Menor que conquistaran en su camino a Jerusalén le serían entregados. Obligó a los caballeros a jurarle fidelidad, si bien
éstos debieron de pensar que jurar fidelidad a un hereje no era vinculante.

En junio los cruzados embarcaron para Asia Menor y asediaron la ciudad de Nicea. Si la conquistaban tenían que
entregársela a Alejo I, pero nada impedía que la saquearan primero. Los asediados comprendieron bien su situación y
prefirieron rendirse al emperador, que rápidamente envió sus tropas para evitar que la ciudad fuese saqueada.
Naturalmente, esto no gustó nada a los occidentales. No obstante, prosiguieron su avance y en julio derrotaron a Kiliç
Arslán I en Dorilea. Tampoco les gustó ver como Alejo I mantenía sus tropas en la retaguardia y aprovechaba que los
turcos estaban ocupados combatiendo a los cruzados para ir tomando ciudades mal defendidas. También es verdad que
Alejo I había propuesto un itinerario más largo siguiendo la costa para poder recibir ayuda por mar en caso de necesidad,
pero los audaces occidentales se habían negado a atender su consejo. Las bajas de los cruzados fueron numerosas. Entre
ellas estuvo Berenguer Ramón II de Barcelona.

En enero de 1098 pusieron sitio a Antioquía, que estaba en poder de Barkyaruq. La ciudad parecía inexpugnable, y
durante el asedio las enfermedades debidas a la falta de higiene hicieron estragos entre los sitiadores. Se cuenta que
los cruzados usaban las cabezas de sus muertos como proyectiles de sus catapultas, para que la peste entrara en la ciudad.
(La guerra biológica no se inventó ayer.)

Una parte del ejército occidental se había segregado del resto dirigida por Tancredo de Hauteville y por Balduino, el
hermano del duque Godofredo IV de la Baja Lorena. Asediaron y tomaron la ciudad de Tarso, lo cual no fue difícil pues,
aunque estaba sometida a los musulmanes, su población era cristiana armenia. Balduino logró ser aclamado por los
armenios como libertador y así se hizo con el control de la ciudad. En vista de ello, Tancredo marchó para unirse al asedio
de Antioquía.

Un ejército turco partió de Mosul, en Mesopotamia, con la misión de liberar Antioquía del asedio. Esta noticia alarmó al
príncipe Thoros de Melitene, un Estado armenio sometido a los turcos con capital en Edesa. Melitene estaba en la ruta
que tenía que seguir el ejército turco, y era probable que aprovecharan el paso para ajustar ciertas cuentas pendientes. Por
ello Thoros pidió la protección de Balduino. Éste llegó a Edesa en febrero y Thoros lo adoptó como hijo. Sucedía que la
población de Edesa era armenia, pero Thoros no lo era, y sus súbditos lo consideraban un tirano. Cuando Balduino se
hizo cargo de la situación se presentó por segunda vez como libertador de los armenios y promovió una revuelta popular.
Cuando Thoros solicitó la protección pactada Balduino se la negó y dejó que la multitud lo apresara y lo descuartizara.
Puesto que Balduino era su hijo adoptivo, se convirtió "legítimamente" en el conde Balduino I de Edesa.

La situación en Antioquía no mejoraba, hasta que Bohemundo logró negociar en secreto con un vigía turco
llamado Firuz. A cambio de un soborno, éste se ofreció a dejar entrar al normando en la ciudad en el momento oportuno.
El momento llegó el 2 de junio. Bohemundo hizo que una parte del ejército, capitaneado por el conde Esteban de Blois
distrajera a los musulmanes y durante la noche entró en la ciudad junto con sesenta hombres, con los cuales se las arregló
para abrir una de las puertas. Los cruzados entraron y mataron a todos los musulmanes y a algunos cristianos armenios.

Pero apenas se habían apoderado de la ciudad cuando se presentó el ejército turco de Mosul y los sitiadores pronto se
convirtieron en sitiados. La moral de los cruzados estaba por los suelos. El emperador bizantino, que se disponía a hacerse
cargo de la ciudad de acuerdo con lo pactado, se alejó en cuanto tuvo noticia de la llegada de los turcos. Durante el asedio
murió el obispo Adhemar de la Puy. Pero cuando todo parecía perdido, un hombre llamado Pedro Bartolomé dijo que
había sido visitado en sueños por el apóstol san Andrés, quien le había revelado que bajo la iglesia Patriarcal de Antioquía
se encontraba la lanza de san Longinos, el soldado que la clavó en el costado de Jesucristo en la cruz (y que luego,
arrepentido, se hizo cristiano). Efectivamente, allí se encontró una lanza vieja, una reliquia que había tocado al mismísimo
Jesucristo, con cuya protección, sin duda, los cruzados no tenían nada que temer. Salieron a enfrentarse a los sorprendidos
turcos impulsados por tal fanatismo que los sitiadores fueron completamente derrotados. Los más fervorosos vieron
incluso a un ejército de ángeles y santos luchando junto a ellos.

Como Antioquía había sido tomada sin ninguna ayuda bizantina, los cruzados consideraron que no tenían por qué
entregarla. Entonces se pelearon entre ellos para determinar quién se la quedaba. Esencialmente hubo dos candidatos:
Bohemundo y Raimundo IV de Tolosa. Se impuso el primero, que se convirtió en Bohemundo I, príncipe de
Antioquía. Raimundo IV dirigió varias expediciones contra la ciudad de Trípoli, en el Líbano.
Mientras tanto Guillermo II de Inglaterra se volcó en los asuntos del ducado de Normandía, que había quedado a su cargo.
Se dedicó a reconquistar el condado de Maine y un territorio que el ducado se había disputado los últimos años con el rey
de Francia: el Vexin. El arzobispo Anselmo de Canterbury aprovechó para escapar de Inglaterra y viajar a Roma para ser
finalmente investido por el papa Urbano II. Luego consideró más prudente no volver a Inglaterra.

Pese a la resistencia de Guillermo II, lo cierto era que el papado había acobardado a Felipe II de Francia y tenía en jaque
constante al emperador Enrique IV de Alemania. En vista de ello, eran muchos los nobles que no querían tener problemas
con el papa y la mejor forma de mostrar su piedad era mediante generosos donativos a la Iglesia. La representación más
poderosa del papa en el territorio europeo estaba en las abadías cluniacenses, por lo que la Orden de Cluny había ido
enriqueciéndose al mismo ritmo que progresaba la reforma. Además, Cluny había logrado mantener una postura neutral
en el enfrentamiento entre el papa y el emperador, pues el abad Huges defendía una Europa bicéfala, dirigida por el papa
y el emperador. Esto hizo que ambas partes se esmeraran en mantener buenas relaciones con la Orden.

Cluny no sólo había aumentado el número de monasterios de la Orden, sino que éstos habían ido enriqueciéndose y
mejorándose. La modesta capilla original de Cluny (Cluny I) fue reconstruida para convertirse en una importante iglesia
(Cluny II), y desde hacía diez años Hugues había iniciado la construcción un poco más al norte de una imponente Cluny
III sobre un plano magnífico que la convertiría en la iglesia más grandiosa de la época.

Estos lujos fueron denunciados por Roberto, que había sido prior de varios monasterios benedictinos hasta que fundó la
abadía de Molesmes, hacía ahora veintitrés años. Su abadía fue una de las muchas absorbidas nolens uolens por Cluny,
pero Roberto nunca vio con buenos ojos la nueva situación y decidió retirarse para fundar una nueva abadía en la que se
restableciera la austeridad de la regla de san Benito. Así lo hizo, y emplazó su abadía en la ciudad francesa de Citeaux. Por
ello la nueva orden es conocida como la Orden del Císter. Urbano II receló del carácter crítico de Roberto y le pidió que
volviera a Molesmes. Roberto acató la orden papal y dejó como abad del Císter a Alberico.

El duque de Apulia y Calabria, Roger I Borsa, se apropió de los territorios italianos de su hermanastro Bohemundo I,
aunque tuvo que ceder algunos a su tío, el conde Roger I de Sicilia.
El rey Magnus III de Noruega reforzó el dominio marítimo de su país conquistando las islas Hébridas, Orcadas y
de Man, situadas al norte y al oeste de la costa escocesa.

También murió el rey tolteca Tlicohuatzin, que fue sucedido por Huémac.

En Barcelona se celebró la boda entre el conde Ramón Berenguer III y María, la hija del Cid. Naturalmente, el Campeador
fue invitado y, durante su visita a la ciudad, un monje de nombre desconocido le regaló un poema titulado Carmen
Campidoctoris (Cantar del Campeador), en el que relata algunas aventuras del caballero castellano en un latín muy culto
y erudito, más bien pedante. Fue el primero de los numerosos poemas que iban a escribirse sobre el Cid en los siglos
siguientes y que lo convirtieron en el personaje más famoso y admirado de la época. Su espada se llamaba Tizona, y
tizona es hasta hoy, por antonomasia, sinónimo de espada. (En la actualidad se conservan varias docenas de auténticas y
únicas Tizona y Colada, que así se llamaba su segunda espada.) En los relatos se combinaron elementos reales y
legendarios. Se le atribuye incluso una hazaña póstuma, pues cuentan que, al llegarles la noticia de su muerte, que tuvo
lugar el 10 de julio de 1099, los almorávides atacaron Valencia, pero huyeron despavoridos cuando los valencianos ataron
el cadáver del Campeador a su caballo, Babieca, y lo sacaron al frente de su ejército. Sí es cierto que los almorávides se
precipitaron sobre Valencia en cuanto supieron de la muerte del Cid, pero la ciudad resistió más bien por el apoyo que el
conde Ramón Berenguer III prestó a su viuda, Jimena, que continuó gobernando la ciudad.

A primeros de mes los cruzados habían iniciado el asedio de Jerusalén. Habían construido improvisadamente algunas
catapultas y otras máquinas, pero las murallas resistían bien los ataques. Los clérigos recordaron cómo Dios había
derrumbado las murallas de Jericó para Josué, y sugirieron que, en lugar de usar las armas, los soldados debían hacer
penitencia e invocar a Dios, con lo que indudablemente se repetiría el milagro bíblico. Así lo hicieron: los soldados
dejaron las armas y organizaron una procesión alrededor de las murallas. El milagro no se hizo esperar, y fue que los
musulmanes, en lugar de atacarlos y matarlos a todos, como bien podrían haber hecho, se quedaron atónitos observando
lo que hacían. Eso sí, las murallas no cayeron y los cruzados juzgaron conveniente volver a los métodos tradicionales.

El 22 de julio lograron poner una torre a una distancia adecuada como para tender un puente por el que cientos de hombres
penetraron en la ciudad y abrieron sus puertas. Nuevamente, todos los judíos y musulmanes fueron asesinados. Se cuenta
que la sangre de los muertos llegaba a los tobillos de los soldados. Tancredo de Hauteville logró uno de los botines más
sustanciosos al saquear la mezquita de Omar, que guardaba un gran tesoro. Los barones eligieron rey de Jerusalén al
duque Godofredo IV de la Baja Lorena, pero éste no aceptó el título (su intención, una vez liberada Jerusalén, era volver
a Alemania cuanto antes) pero adoptó el de Protector del Santo Sepulcro. Su propuesta era que Jerusalén fuese gobernada
por un patriarca nombrado por el papa, mientras que él asumía el mando interinamente hasta que el territorio estuviese
organizado. Con este fin se apresuró a reclamar ayuda italiana.

Las ciudades de Génova, Venecia y Pisa rivalizaron por la hegemonía en las relaciones comerciales con los territorios
conquistados por los cruzados. Todas ellas sacaron gran provecho. En Génova los comerciantes se agruparon en una
sociedad llamada La Compagna, que garantizó la independencia de la ciudad. En Venecia el poder seguía en manos de
las familias nobles entre las que se elegía al Dux, pero la elección pasó a manos de una asamblea popular
llamada Arengo. A orillas del Gran Canal se estableció un gran mercado internacional, signo de la prosperidad creciente
de la ciudad. Pisa envió una expedición de cruzados a Tierra Santa con la que viajó el arzobispo Daimberto, que fue
nombrado patriarca de Jerusalén.

Godofredo IV nombró príncipe de Galilea a Tancredo de Hauteville. El conde Raimundo IV de Tolosa también había
participado en la toma de Jerusalén, pero seguía sin tener un territorio propio. Regresó a Constantinopla en busca de más
cruzados que capitanear.

En Jerusalén había un Hospital dedicado a san Juan Bautista en el que se atendía a los peregrinos. Godofredo IV dotó
generosamente a su director, Gerardo, que reemplazó a los benedictinos que hasta entonces atendían el Hospital por una
nueva orden religiosa, que fue conocida como Orden de los Hospitalarios de san Juan.

En vista de su prometedor futuro en Tierra Santa, Godofredo IV renunció al ducado de la Baja Lorena, que pasó a Enrique
de Limburgo.

A los pocos días de la toma de Jerusalén, un qadí (juez) de Damasco, llamado Abú Saad al-Harawi, acompañado de
otros, entró en una mezquita de la ciudad y dispuso en el suelo un mantel, puso comida encima y empezó a comer. Cuando
los escandalizados fieles le reprocharon tamaño sacrilegio, él les replicó que por qué se preocupaban sólo de los detalles
superfluos del rito musulmán y no hacían nada ante la carnicería que se había producido en Jerusalén. Luego marchó a
Bagdad y se entrevistó con el califa Mostader, a quien pidió que hiciera una llamada a un movimiento del que no se
hablaba desde hacía siglos: la jihad o guerra santa contra los enemigos del islam. Pero el califa no podía hacer nada: sus
presuntos dominios estaban en guerra civil y en estos momentos a los contendientes no les preocupaba tanto lo que
hicieran los cristianos en Jerusalén como lo que pudieran hacer sus rivales respectivos.

Mientras tanto el emperador germánico Enrique IV logró reducir definitivamente a su hijo Conrado, al que desposeyó del
título de rey de Alemania. El año anterior ya había designado heredero a su segundo hijo, Enrique, otorgándole el título
de rey de romanos.

Ese mismo año murió el conde palatino del Rin Enrique III, y fue sucedido por Luis.

También murió el papa Urbano II y fue sucedido por otro de los cardenales nombrados por san Gregorio VII, que se
llamaba Rainiero, pero que adoptó el nombre de Pascual II. El otro papa, Clemente III, murió poco después, en 1100, y
el emperador Enrique IV nombró como sucesor a Guiberto.

También murió el duque de Bohemia Bretislav II, y fue sucedido por Borivoj II.

Alberico, el abad de Císter, puso la abadía bajo la protección del papa Pascual II.

Briançon era una ciudad situada en lo que había sido el reino de Borgoña, y que ahora pertenecía al Imperio Germánico.
De allí era natural un poeta llamado Alberic de Briançon, autor del Roman d'Alexandre, un poema sobre Alejandro
Magno basado en una antigua crónica carolingia, que a su vez se basaba en una traducción latina del siglo IV de un
original en griego del siglo II.

LOS ESTADOS LATINOS DE ORIENTE


En los extremos de Oriente y Occidente las cosas no habían cambiado mucho en el último siglo: Norteamérica seguía
poblada por culturas neolíticas de cazadores-recolectores, mientras que al sur del actual México florecía el reino tolteca,
y al sur de éste la confederación de ciudades mayas-toltecas. Los zapotecas, que habitaban los valles en torno a Monte
Albán, seguían resistiendo la presión de los mixtecas, que poblaban las montañas. En Sudamérica, la civilización de
Tiahuanaco y Huari seguía imperando en los Andes centrales, si bien estaban apareciendo nuevas culturas, como el
reino Chimú, al norte, con capital en Chanchán.

Japón estaba gobernado teóricamente por el emperador Horikawa, dominado por el clan Fujiwara, si bien el poder real lo
seguía ostentando su padre Shirakawa en alianza con los clanes guerreros del norte y con los principales monasterios
budistas. Esta alianza había permitido que los territorios del norte volvieran a estar en paz desde hacía unos pocos años,
mientras los Minamoto y los Taira desplazaban a los Fujiwara al ocupar cada vez más cargos relevantes en la corte.

China seguía prosperando económica y culturalmente bajo la dinastía Song. Una pequeña parte de su territorio histórico,
al norte, estaba en manos del Imperio Liao, mientras que el reino de Corea conservaba su independencia. Más al norte,
un pueblo que se llamaba a sí mismo Mongol trató de formar un reino. Se trataba de una tribu emparentada con otras
conocidas hoy con el mismo nombre genérico, entre las que estaban los khitán que habían formado el Imperio Liao, pero
también muchas más.

Los cambios más notables se estaban produciendo en Tierra Santa. La Cruzada había permitido al emperador bizantino
Alejo I recuperar las dos terceras partes de Asia Menor. El sultán turco Barkyaruq había tenido que ceder varios territorios,
entre ellos Armenia y Mesopotamia, a su hermano Muhammad.

En 1100 murió el duque Godofredo IV de la Baja Lorena, el Protector del Santo Sepulcro. Los cruzados habrían confiado
sin duda el gobierno de Jerusalén al príncipe Bohemundo I de Antioquía si no hubiera caído prisionero de los turcos poco
antes. Fue el conde Balduino I de Edesa, el hermano de Godofredo IV, quien se hizo con el poder, y adoptó el título de rey
de Jerusalén. Poco a poco logró convertir el nuevo reino en un Estado laico feudal, bien distinto del Estado eclesiástico
proyectado por su hermano. Dejó el condado de Edesa a su primo Balduino II, que gobernó con habilidad y se hizo
apreciar tanto por sus súbditos armenios como por los barones latinos.
El éxito de la primera Cruzada impulsó un movimiento de caballeros en ambos sentidos: por una parte, los nobles
poderosos que habían acudido a Tierra Santa por motivos puramente religiosos consideraron que su misión se había
cumplido y se dispusieron a regresar a Occidente. Entre estos estaba el duque de Normandía Roberto II Courteheuse. Por
otra parte, muchos nobles de segunda fila y gente humilde partieron hacia Tierra Santa en busca de mejor fortuna.
Partieron sobre todo de Lombardía, Poitu, Borgoña y Baviera. Entre los que regresaron se encontraba Pedro el Ermitaño,
que había sobrevivido a la carnicería que los turcos habían hecho con su gente y se había unido a Godofredo IV. A su
regreso a Europa fundó el monasterio de Huy.

Occidente prosperaba. Los condes de Champaña fomentaron en su territorio la celebración de ferias que reunían a todo
tipo de comerciantes, de modo que su condado estableció un puente entre Flandes y el norte de Italia. Los comerciantes
genoveses convirtieron su ciudad en la República de san Jorge.

Esta prosperidad dio pie a la aparición de hombres que se ganaban el sustento cantando, bailando, tocando instrumentos,
recitando poemas y realizando ejercicios circenses. Eran los juglares. Esta palabra está documentada desde mediados del
siglo anterior. Los primeros poemas de juglares que se conocen fueron escritos en la lengua de oc. Precisamente, los
juglares contribuyeron a unificar los distintos dialectos de la lengua de oc en una lengua común conocida
como provenzal. La palabra "poeta" se reservó para quienes componían poemas en latín, mientras que los que componían
en provenzal fueron llamados trovadores (que en provenzal significa algo así como creadores). La nobleza no sólo se
interesó por escuchar los poemas de los trovadores, sino también por componerlos. Así, el primer trovador cuyo nombre
conocemos es nada menos que el duque Guillermo IX de Aquitania. En su obra se distinguen dos clases de poemas: unos
de carácter tabernario con rasgos obscenos y otros de carácter lírico y amoroso, característicos de la literatura provenzal.
En general, los trovadores desarrollaron el ideal de caballero cortés, generoso, enamorado leal de una dama a la que sirve
y rinde un vasallaje amoroso. Por esta época adquirió su forma definitiva la Chanson de Roland (la Canción de Roldán),
que narra un episodio totalmente deformado sobre Carlomagno en Roncesvalles. (En el poema Carlomagno conquista
toda España a los musulmanes.) Poemas como éste contribuyeron a generar un hasta entonces inexistente nacionalismo
francés.
Es probable que llegaran noticias a Inglaterra del regreso del duque Roberto II. Allí se encontraba, junto a su hermano, el
rey Guillermo II, un tercer hijo de Guillermo I el Conquistador. Se llamaba Enrique y había apoyado alternativamente a
sus hermanos durante los enfrentamientos previos a la partida de Roberto II hacia Oriente, pero finalmente se había puesto
de parte de Guillermo II. Tenía entonces veintidós años. El joven debió de darse cuenta de que si Guillermo II moría antes
de que Roberto II regresara él se convertiría en el nuevo rey de Inglaterra, mientras que si lo hacía más tarde el trono
podría pasar a Roberto II o a alguno de sus hijos. Casualmente Guillermo II murió ese mismo año. Fue un accidente de
caza:

Guillermo el Conquistador había creado un bosque cerca de su residencia favorita en Winchester. Para ello había
desalojado una amplísima zona y demolido los edificios para que creciera el que vino a llamarse el Bosque Nuevo. Decretó
que sólo los nobles podían dedicarse a la caza mayor, y que los infractores fueran cegados, pero Guillermo II había
cambiado la sanción por la pena de muerte. Uno de los hijos del conquistador, llamado Ricardo, había muerto en ese
bosque en vida de su padre. En mayo había muerto allí mismo otro Ricardo, hijo ilegítimo del duque Roberto II, y
en agosto el mismo Guillermo II se dispuso a cazar en el Bosque Nuevo.

El pueblo llano, quizá como una forma de consolarse por el atropello que había supuesto la formación del bosque y la
prohibición de cazar, creó la leyenda de que el lugar era visitado por el Diablo, y que los normandos buscaban su perdición
al adentrarse en él. Es probable que Enrique ayudara al Diablo a cumplir el mal augurio con su hermano, si bien la versión
oficial que se contó fue ésta: Guillermo II fue a cazar acompañado de su amigo Walter Tyrrel, cuando dio con un ciervo
y se dispuso a dispararle, pero la cuerda de su arco se rompió y entonces instó a su amigo a que disparara para no perder
la presa. Tyrrel se precipitó nervioso y el resultado fue que la flecha acabó en el corazón de Guillermo II. Comprendiendo
que nadie creería esta historia, Tyrrel huyó a Normandía, desde donde partió a Tierra Santa.

El cuerpo del rey fue encontrado más tarde por un campesino que lo llevó a Winchester. Inmediatamente Enrique se hizo
con el control del tesoro real y tres días más tarde se convertía en el rey Enrique I de Inglaterra. Roberto II estaba en
Italia, apresuró su marcha confiado en que la gloria que traía consigo le daría el trono de Inglaterra, pero Enrique I inició
rápidamente un programa de medidas populares: Escribió una carta conciliadora al arzobispo Anselmo de Canterbury
invitándolo a regresar a Inglaterra, con lo que se ganó el apoyo de la Iglesia; destituyó a Ranulf Flambard, que era el
ministro favorito de Guillermo II y el que se había encargado de gestionar los impuestos abusivos; prometió que rebajaría
los impuestos y que gobernaría de acuerdo con las leyes de Eduardo el Confesor (que era recordado con veneración por
el campesinado); otorgó cartas a Londres y otras ciudades importantes garantizándoles ciertos privilegios que las libraban
en parte de las injerencias de los nobles y, por último, se casó con Edith, la hija del rey Malcom III de Escocia y de santa
Margarita, luego descendiente por línea materna de la vieja familia real sajona. Edith cambió su nombre por el
de Matilde. Cuando el duque Roberto II llegó finalmente a Normandía, todos estos planes se habían iniciado, y ello le
privó de toda posibilidad de hacerse con el trono de Inglaterra. En 1101 trató de invadir el país, pero todo estaba en su
contra y finalmente tuvo que aceptar una suma de dinero de su hermano a cambio de renunciar a todo derecho sobre el
trono de Inglaterra.

Ese año murió el conde Roger I de Sicilia, que fue sucedido por su hijo de seis años Roger II. Su madre Adelaida ejerció
de regente. También murió san Bruno, el fundador de la Orden de la Cartuja, así como el califa Fatimí al-Mustali, que
fue sucedido por al-Amir. Fue proclamado por el visir al-Afdal, que gobernó en su nombre.

También murió el duque Güelfo I de Baviera, que fue sucedido por su hijo Güelfo II el Gordo.

El rey Pedro I de Aragón puso sitio a la ciudad de Zaragoza, pero no tuvo éxito.

El duque Guillermo IX de Aquitania partió hacia Tierra Santa. El conde Raimundo IV de Tolosa, que seguía en
Constantinopla, se puso al frente de un ejército de lombardos y acordó con el emperador Alejo I que tomaría Antioquía
para él. Tancredo de Hauteville se había hecho cargo del principado de Antioquía, pues su tío Bohemundo I seguía
prisionero de los turcos. Es poco probable que Raimundo IV estuviera dispuesto a cumplir su promesa, y es poco probable
que Alejo I confiara en que lo fuera a hacer. Su esperanza debía de ser más bien que Raimundo IV y Tancredo se
destrozaran mutuamente y así luego él podría tomar la ciudad sin gran esfuerzo. Sin embargo, Raimundo IV fue derrotado
y en 1102 fue capturado por Tancredo, aunque pudo escapar y se apoderó de la ciudad de Tartus, en el Líbano.
Ese año murió en Tierra Santa el conde Esteban de Blois y fue sucedido por su hijo de nueve años Teobaldo IV. El conde
se había casado con Adela, la hermana del rey Enrique I de Inglaterra con la que tuvo otro hijo, que tenía ya cinco años,
conocido también como Esteban de Blois y que se educó en Inglaterra con su madre.

El príncipe Constantino I de la Pequeña Armenia murió y fue sucedido por su hijo Thoros I.

El rey Balduino I de Jerusalén depuso al patriarca Daimberto, pero el papa Pascual II ordenó que fuera restablecido. Ese
mismo año murió el último papa designado por el emperador germánico Enrique IV, que fue sucedido por Alberto. El
otro papa, Pascual II, excomulgó al emperador y desligó a su hijo Enrique de los lazos de fidelidad.

También murió el duque Ladislao I de Polonia y fue sucedido por su hijo Boleslao III Boca Torcida, que hizo ejecutar
a su hermano Zbigniew por conspirar contra él. El rey Kalmán de Hungría fue coronado rey de Croacia y de Dalmacia.

En Borgoña murió el duque Eudes I, que fue sucedido por su hijo Hugo II. También murieron el conde Guislaberto II de
Rosellón, que fue sucedido por su hijo Girardo I, y el conde Armengol V de Urgel, que fue sucedido por su
hijo Armengol VI, bajo la tutela de su abuelo materno, Pedro Ansúrez, consejero del rey Alfonso VI de León y Castilla.

Jimena, la viuda del Cid, incapaz de resistir por más tiempo el empuje almorávide, evacuó Valencia con la ayuda de
Alfonso VI. Por esta época un juglar anónimo de San Esteban de Gormaz debió de empezar la composición del Cantar
de Mio Cid, el más antiguo poema que se conserva en lengua castellana. En su primera parte se narra el destierro del Cid
y sus hazañas en Zaragoza; luego se relata la conquista de Valencia y el perdón por parte de Alfonso VI, junto con un
episodio ficticio sobre la boda de las hijas del Cid (en el poema doña Elvira y doña Sol) con los infantes de Carrión, que
luego las maltratan y abandonan. Probablemente, esta parte la incorporó al poema un segundo autor unos treinta años
después.

El rey almorávide Yúsuf ibn Tasfin se proclamó Emir de los Musulmanes y obtuvo el título de Emir de los Creyentes del
califa Abasí.
El rey Magnus III de Noruega murió en el curso de una expedición a Irlanda. Fue sucedido por sus tres hijos Sigurd,
Olav y Eystein Magnusson.

El rey de Dinamarca Erik Ejegod había marchado a Tierra Santa, pero murió en Chipre. Fue sucedido por su
hermano Niels Svensson, el quinto y último de los hijos del rey Sven II que reinaron sucesivamente.

También murió el conde Humberto II de Saboya, que fue sucedido por su hijo Amadeo III.

Vladimiro Monómaco, el príncipe del Estado ruso de Pereiáslav, dirigió una campaña contra los cumanos en la que
participó también el gran príncipe de Kíev Sviatpolsk.

El príncipe Bohemundo I de Antioquía se libró finalmente del cautiverio turco y tomó de nuevo el gobierno del principado,
que hasta entonces había regido su sobrino Tancredo. El emperador Alejo I seguía tratando de hacerse con la ciudad, así
que en 1104 Bohemundo I decidió embarcar en secreto hacia Europa para atacar por la retaguardia al emperador.
Tancredo quedó nuevamente al frente de Antioquía. Ese año participó en una expedición contra Harrán.

Mientras tanto fallecía el sultán Barkyaruq, lo que permitió a su hermano Muhammad establecerse definitivamente como
Sultán.

También murió el rey Pedro I de Navarra y Aragón, que fue sucedido por su hermano Alfonso I, pues su
heredero Pedro había muerto apenas un año antes.

El conde Enrique de Portugal emancipó a Portugal de Castilla en el plano religioso al obtener la elevación a arzobispado
del hasta entonces obispado de Braga.

El rey Felipe I de Francia se reconcilió finalmente con la Iglesia y se anuló su excomunión, si bien el incidente había
minado sensiblemente su autoridad.
Enrique, el hijo del emperador germánico Enrique IV, al que el papa Pascual II había liberado dos años antes de la
fidelidad debida a su padre, ya estaba en condiciones de aprovechar esta excusa, por lo que inició una rebelión. El papa
Alberto (nombrado por Enrique IV) había sido detenido, pero el emperador logró que en 1105 un sector de la población
romana se rebelara contra Pascual II y eligiera papa al arcipreste Maginulfo, que adoptó el nombre de Silvestre IV. Sin
embargo, ese mismo año Enrique obligó a su padre a abdicar, con lo que se convirtió en el rey Enrique V de Alemania.

El conde Raimundo IV de Tolosa se había adueñado de una parte de la costa libanesa, pero murió mientras asediaba la
ciudad de Trípoli. Había nombrado sucesor (de sus dominios en Tierra Santa) a su primo, el conde de Cerdaña Guillermo
Jordán I. En Tolosa le sucedió su hijo Alfonso I Jordán, y Bertrán, el hijo bastardo que había estado rigiendo el condado
en ausencia de su padre, partió hacia Trípoli.

El débil duque de Normandía Roberto II Courteheuse no lograba tener a raya a sus barones. En un momento dado éstos
solicitaron la protección del rey Enrique I de Inglaterra, que no dejó pasar la oportunidad y envió un ejército que
desembarcó en Normandía.

Mientras tanto murió Luis, el conde palatino del Rin, que fue sucedido por Sigfrido.

También murió el duque de Suabia Federico I de Staufen, que fue sucedido por su hijo de quince años Federico II. Su
viuda, Inés, hermana de Enrique V, se casó en 1106 con el margrave de Austria Leopoldo III.

Ese año murieron el duque Magnus de Sajonia y Enrique de Limburgo, el duque de la Baja Lorena. Enrique V concedió
Sajonia a Lotario de Supplimbug, que pertenecía a una familia de la baja nobleza sajona, mientras que la Baja Lorena
se la concedió al conde de Lovaina, que ahora pasaba a ser el duque Godofredo VI.

Enrique V fue coronado por segunda vez rey de Alemania. Enrique IV murió poco después de la coronación y el nuevo
rey se dedicó a perseguir y castigar a sus partidarios. También juzgó conveniente deponer y nombrar los obispos oportunos
para asegurarse su control sobre la Iglesia, lo que suponía reavivar la querella de las investiduras y el enfrentamiento con
el papa Pascual II, a pesar de que había obtenido la corona con su apoyo. Enrique V fue condenado por un concilio
celebrado en Guastalla.
El rey Enrique I desembarcó en Normandía con un ejército mayor que el enviado el año anterior. El 28 de septiembre se
enfrentó al ejército de su hermano Roberto II Courteheuse junto a la ciudad de Tinchebray. Tras una dura batalla, obtuvo
una victoria completa. Roberto II fue capturado y llevado prisionero a Inglaterra, donde vivió bien tratado y mejor
vigilado. También fue hecho prisionero Edgar, el que fue por unos días rey de Inglaterra, y recibió el mismo trato que
Roberto II. Evidentemente, Enrique I se convirtió en el nuevo duque de Normandía.

Ese año murió el almorávide Yúsuf ibn Tasfin, que fue sucedido por su hijo Alí ibn Yúsuf.

También murió el vizconde Aimeric I de Narbona y su viuda Mahalda, la madre del conde Ramón Berenguer III de
Barcelona, marchó a la corte de su hijo. Cuando el padre de Ramón Berenguer III murió asesinado, el conde de Béziers
Bernardo Atón se hizo cargo de los condados de Carcasona y Razes, si bien prometió devolverlos en cuanto el conde
recién nacido llegara a la mayoría de edad. Sin embargo, llegado el momento, no cumplió su promesa y los condados
pasaron a su hijo Roger. En 1107 los carcasoneses se sublevaron contra la tiranía de Roger y rindieron homenaje al conde
de Barcelona, pero éste no pudo ayudarlos porque tenía que hacer frente a los almorávides, que acababan de invadir sus
tierras.

Ese año murió Raimundo de Borgoña, el conde de Galicia, que dejó un hijo de dos años llamado Alfonso Raimúndez. El
rey Alfonso VI de León y Castilla concedió el condado a su hija Urraca (la viuda de Raimundo) conjuntamente con
Alfonso, pero con la salvedad de que si volvía a casarse el condado pasaría a ser únicamente del niño. Además designó
como tutores del infante al conde de Traba, Pedro Fróilaz, y al obispo de Compostela Diego Gelmírez.

El obispo estaba volcado en la construcción de una gran basílica en Compostela para aumentar el esplendor del culto a
Santiago. La ciudad recibía un constante flujo de peregrinos europeos que iban a visitar la tumba del apóstol, y así se
habían consolidado varias rutas de peregrinación conocidas conjuntamente como el Camino de Santiago, en torno al cual
se fundaron varios monasterios, sobre todo de la Orden de Cluny. Gelmírez recibió numerosos favores y privilegios de
Alfonso VI para financiar la basílica, como el de acuñar moneda propia.
En las últimas décadas, los reinos cristianos habían solicitado ayuda en numerosas ocasiones a Roma y a la cristiandad
europea (especialmente a la de Francia) para enfrentarse a los moros, y ello había abierto las puertas a numerosas
influencias extranjeras en el terreno religioso. Una muestra de ello fue que el antiguo ritual visigótico fue desplazado
definitivamente por la liturgia romana.

El duque Borivoj II de Bohemia fue derrocado por un pariente llamado Svatopluk.

En Escocia murió el rey Edgar, que fue sucedido por su hermano Alejandro I el Feroz. Residía en la zona norte del país,
pues la zona sur era patrimonio de su hermano David, pero, aun así, bajo su reinado continuó penetrando en Escocia la
cultura normanda.

Desde su regreso a Inglaterra, el arzobispo Anselmo de Canterbury mantenía un pulso con el rey Enrique I respecto a las
investiduras. Finalmente se llegó a un acuerdo en virtud del cual sería el papa quien nombraría a los obispos, si bien éstos
tendrían que rendir homenaje al rey. El compromiso fue sugerido por Adela, la hermana del rey.

Vladimiro Monómaco, el príncipe del Estado ruso de Pereiáslav, dirigió una segunda y exitosa campaña contra los
cumanos, en la que participó nuevamente Sviatpolsk, el gran príncipe de Kíev.

El rey Sigurd de Noruega decidió unirse a los cruzados en Tierra Santa, para lo cual inició una larga travesía por mar.
Después de hacer escala en Inglaterra, ayudó a tomar Lisboa al conde Enrique de Portugal.

En Asia Menor murió Kiliç Arslan I, el sultán de Rum, que fue sucedido por Sahan Sah. Mientras tanto, Bohemundo I
había reunido un ejército en el sur de Italia y había pasado con él a Épiro, al tiempo que su sobrino Tancredo atacaba en
Siria a las tropas del emperador Alejo I. Sin embargo, los bizantinos derrotaron fácilmente a Bohemundo I en Dyrrachium
y en 1108 éste tuvo que firmar un tratado por el que se reconocía vasallo del emperador y le cedía la ciudad de Antioquía.
Amargado, prefirió no volver a Oriente y se retiró a Italia. Sin embargo, Tancredo no reconoció la rendición de su tío y
se negó a entregar Antioquía.
La región que gobernaba Vladimiro Monómaco había recibido muchos emigrantes rusos en los últimos años, que
huían de los cumanos. Por ello Vladimiro pudo fundar la ciudad de Vladímir. Los rusos se estaban mezclando con
la población autóctona finesa.

En Francia murió el rey Felipe I y su hijo se convirtió en Luis VI. Durante su reinado no hizo nada espectacular, pero
logró ganarse el aprecio de sus súbditos. Fue el primer Capeto realmente popular. Necesitó más de veinte años para librar
a París de los nobles de segunda fila que se dedicaban a saquear a los comerciantes y los campesinos. Apoyó a la Iglesia
y la reforma, fomentó la creación de ciudades en territorio de los nobles más belicosos, a las que concedió ciertos
privilegios. Así los habitantes de las ciudades recelaban de los señores terratenientes vecinos y consideraban al rey como
su aliado y protector. Además las ciudades generaban dinero que en parte acababa enriqueciendo al rey. Eligió a sus
consejeros y funcionarios entre la nobleza menor, el clero y los habitantes de las ciudades, es decir, entre gentes sin gran
poder personal que, por consiguiente, necesitaban al rey como protector. En suma, fue uno de los gobernantes más
inteligentes de su tiempo. Fue conocido como Luis el Gordo, si bien tuvo otro sobrenombre, menos usado pero más
atinado: Luis el Listo.

Alí ibn Yúsuf derrotó en Uclés (cerca de Cuenca) al ejército de Alfonso VI de León y Castilla. El rey salió herido en el
hombro y en el cuello. El conde García Ordoñez halló la muerte mientras trataba en vano de proteger al infante Sancho, el
hijo y heredero de Alfonso VI, que también murió en la batalla. A raíz de esta victoria, los almorávides ocuparon Oporto,
Badajoz, Guadalajara y Madrid, entre otras ciudades.

Álvar Fáñez también había participado en la batalla de Uclés, y poco después se le encargó el gobierno y defensa de
Toledo. Los almorávides intentaron tomarla en 1109, pero no tuvieron éxito.

Alfonso VI tenía ya cincuenta y nueve años, y ahora su reino carecía de heredero. Estaba su hija Urraca y su nieto Alfonso
Raimúndez, de cuatro años. En tiempos tan críticos lo peor que podía pasarle a su reino era tener un rey niño, así que se
empezó a negociar un posible matrimonio entre Urraca y el rey Alfonso I de Navarra y Aragón. Las bodas se celebraron
el mes de septiembre, y poco después murió el rey castellanoleonés, con lo que Urraca pasó a ser la reina de León y
Castilla. La situación era especialmente interesante, pues un futuro hijo de Alfonso I y Urraca podría convertirse
simultáneamente en rey de León, Castilla, Navarra y Aragón. Pero las cosas no eran tan simples, pues dicho plan suponía
dejar de lado al hijo de Urraca, Alfonso Raimúndez, y había muchos intereses en juego. Por una parte estaban sus tutores,
Pedro Fróilaz y el obispo Diego Gelmírez, cuya influencia política dependía sustancialmente de que el infante fuera o no
heredero al trono; luego estaba el conde de Portugal, Enrique de Borgoña, a quien le interesaba que los reinos de León y
Castilla fueran heredados por su sobrino segundo Alfonso ya que ello instalaría a la dinastía borgoñona (su dinastía) en
el trono; por último, la nobleza Gallega, fuera por interés o por sentimientos nacionalistas, quería ver al conde de Galicia
convertido en rey de León y Castilla.

El conde de Portugal empezó por declarar independiente a su condado, y pronto surgió la idea de que el matrimonio era
nulo, dado que Urraca y Alfonso I eran primos segundos (ambos eran bisnietos de Sancho III el Mayor). Enrique contó
con el apoyo de la Orden de Cluny, que tenía gran influencia sobre la nobleza castellana. El resultado fue que la mayor
parte de la nobleza y el clero de León y Castilla fueron partidarios de la disolución del matrimonio y de que Alfonso
Raimúndez fuera declarado heredero, mientras que la burguesía, considerando más práctica la unión de los cuatro reinos,
se declaró favorable al matrimonio y a que el heredero fuera un futuro hijo de la pareja. Hubo un conato de guerra civil,
pero las discrepancias se zanjaron rápidamente ante la amenaza almorávide. Así se estableció un pacto que regulaba el
gobierno conjunto de los dos cónyuges, se establecían sus obligaciones recíprocas y los derechos del infante Alfonso
Raimúndez, pero se estipuló que si la pareja tenía un hijo, éste sería el heredero de los cuatro reinos.

Por debajo de toda esta política había que sumar que los dos cónyuges no se llevaban nada bien personalmente, lo que
complicaba mucho más la situación.

Ese año murieron Hugues, el abad de Cluny, que fue sucedido por Pons de Melgueil, y san Alberico, el abad del Císter,
que fue sucedido por Esteban Harding, uno de los monjes que fundaron la Orden junto con Roberto, el cual aún seguía
en Molesmes. También murió el arzobispo san Anselmo de Canterbury.

En Francia murió el conde Foulques IV de Anjou, que fue sucedido por su hijo Foulques V el Joven, llamado así
porque tenía entonces quince años.
El duque Boleslao III de Polonia se liberó de la dominación alemana. Con la ayuda de los húngaros y los rutenos (así
llamaban los polacos a sus vecinos rusos) rechazó una expedición enviada por Enrique V. Después de eliminar a algunos
parientes, Ladislao I, hermano del derrocado Boriboj II, se convirtió en duque de Bohemia.

Los cruzados lograron finalmente tomar la ciudad de Trípoli, culminando así las campañas en el Líbano iniciadas por el
conde Raimundo IV de Tolosa. En la toma de la ciudad participó Tancredo de Hauteville. Así se constituyó
definitivamente el último de los llamados Estados Latinos de Oriente, que recibió el nombre de Condado de Trípoli. Su
dirección se la disputaron el conde de Cerdaña Guillermo Jordán I, que había sido nombrado heredero por Raimundo IV,
y Bertrán, que reclamaba su derecho como hijo (aunque bastardo) del difunto conde. La disputa se zanjó cuando Bertrán
hizo asesinar a su tío. El condado de Cerdaña pasó a Bernardo Guillermo, hermano de Guillermo Jordán, que ya estaba
gobernándolo desde que Guillermo había partido a Tierra Santa. Bertrán se reconoció vasallo del rey Balduino I de
Jerusalén (lo cual era poco más que un formulismo, teniendo en cuenta el concepto que los franceses tenían de los reyes).
Mientras tanto Balduino I extendía su reino ocupando Beirut, y en 1110 tomó Sidón con la ayuda del rey Sigurd de
Noruega.

El rey al-Mustaín de Zaragoza murió frente al rey Alfonso I de Navarra y Aragón en la batalla de Valtierra, circunstancia
que aprovechó el almorávide Alí ibn Yúsuf para obligar a su sucesor Abd al-Malik a licenciar a sus mercenarios
cristianos y entregarle la ciudad de Zaragoza. Esto no supuso exactamente la desaparición del reino de Zaragoza, sino
que Abd al-Malik continuó al frente de un reino mucho más reducido con centro en la ciudad de Rueda.

El conde de Anjou Foulques V arrebató a Normandía el condado del Maine.

LAS ÓRDENES RELIGIOSAS


El pacto que regulaba el matrimonio entre la reina Urraca de León y Castilla y el rey Alfonso I de Navarra y Aragón
causó un gran malestar en Galicia. En 1111, Pedro Fróilaz, el conde de Traba y Diego Gelmírez, el obispo de Compostela,
tutores del joven Alfonso Raimúndez, proclamaron rey de Galicia al infante en la basílica de Compostela y se nombraron
regentes a sí mismos. La rebelión fue sofocada por Alfonso I, que realizó una campaña por Galicia. Derrotó al conde de
Traba y llegó a un acuerdo con el obispo, quien, no obstante, siguió presionando para que se anulara el matrimonio y se
encontró con un poderoso grupo de adversarios entre sus diocesanos. Los esposos se separaron enemistados, y
luego Bernardo, el obispo de Toledo, los excomulgó y los conminó también a disolver su matrimonio. Urraca acató en
primera instancia el mandato, pero luego se inició una serie de alianzas y rupturas alternativas entre los esposos que
duraron varios años.

El rey Enrique V de Alemania tomó Roma y negoció un acuerdo con el papa Pascual II. Fue el tratado de Sutri, por el
que el papa proponía la secularización de los dominios eclesiásticos en Alemania a cambio de que Enrique V renunciaba
a la investidura de obispos y otros cargos eclesiásticos. El otro papa, Silvestre IV, murió oportunamente. Además Pascual
II coronaría a Enrique V como emperador germánico. La coronación tuvo lugar el 13 de abril, pero en la víspera Pascual
II firmó un privilegio que legitimaba las investiduras laicas. (Hay que tener presente que Enrique V negociaba con un
ejército en la ciudad.)

La conquista de Normandía por el rey Enrique I de Inglaterra preocupaba a numerosos nobles franceses. El conde
Foulques V de Anjou había optado por una demostración de fuerza al apoderarse del condado de Maine, mientras que el
conde Teobaldo IV de Blois se había aliado con el normando. Esto a su vez movilizó al rey Luis VI, que se alió con el
conde Roberto II de Flandes y entre ambos asediaron la ciudad de Mieux, en Champaña. Sin embargo, Roberto II murió
poco después ahogado en el Maine. Fue sucedido por Balduino VII el Severo, llamado así porque logró someter a la
nobleza rebelde. Flandes era, por su situación, uno de los condados más expuestos a un eventual ataque desde Inglaterra,
por lo que en lo sucesivo su política fue marcadamente hostil a Inglaterra en alianza con el rey de Francia, de modo que
contribuyó a incrementar el paulatinamente creciente poder de la monarquía francesa.

El príncipe ruso Vladimiro Monómaco, apoyado por tercera vez por el gran príncipe Sviatpolsk de Kíev, emprendió una
nueva campaña contra los cumanos. Las campañas rusas habían empujado a un gran número de cumanos a pasar al
Cáucaso, donde se aliaron con el rey de Georgia David III el Constructor. Éste había extendido su reino a lo largo de todo
el Cáucaso, desde el mar Negro hasta el mar Caspio, aprovechando las guerras entre los selyúcidas.
El rey Sigurd de Noruega volvió a su patria desde Tierra Santa, donde fue conocido desde entonces como Sigurd
Jorsalagare (el Peregrino de Jerusalén).

En Italia murió Bohemundo I que oficialmente seguía siendo el príncipe de Antioquía, y ahora el título pasaba
definitivamente a su sobrino Tancredo, que se las arreglaba para defender el principado de los turcos, de las pretensiones
de Alejo I y del intento del rey Balduino I de Jerusalén de someterlo a vasallaje.

Occidente penetraba cada vez más en el Imperio Bizantino. Los pisanos obtuvieron la concesión de un barrio de
Constantinopla, con lo que formaron una comunidad rival de la formada por los venecianos desde mucho antes.

El obituario de este año es extenso. Además de Roberto II de Flandes y Bohemundo I, murieron san Roberto de
Molesmes, el fundador de la Orden del Císter; el duque de Apulia y Calabria Roger I Borsa, que fue sucedido por su
hijo Guillermo (bajo la tutela de su viuda, Adela de Flandes); el conde de Habsburgo Otón II, que fue sucedido por su
hijo Wermer II; el conde Federico I de Zollern, que fue sucedido por su hijo Federico II, y el conde Bernardo III de
Besalú que, como no dejó descendencia y estaba casado con Jimena, una hija del conde de Barcelona Ramón Berenguer
III, su condado fue heredado por éste. Jimena era hija de María Rodríguez, la hija del Cid que se había casado con Ramón
Berenguer III, pero que había muerto hacía varios años. El conde se había vuelto a casar y había vuelto a enviudar.
En 1112 se casó por tercera vez con la condesa Dulce de Provenza, con lo que Ramón Berenguer III añadió a sus muchos
títulos el de conde de Provenza. Esto hizo que se interesara por los asuntos de más allá de los Pirineos. Se alió con su
hermanastro, el vizconde Aimerico II de Narbona, con la intención de arrebatarle el condado de Carcasona-Razes a
Bernardo Atón. Sin embargo, la intervención de diversos nobles evitó el conflicto. Bernardo Atón indemnizó a Ramón
Berenguer III, le otorgó otros territorios y le rindió vasallaje.

Una vez que Enrique V abandonó Roma, el papa Pascual II se retractó de su concesión sobre las investiduras. En
el concilio de Letrán el emperador fue excomulgado. Su reacción no se hizo esperar, y el papa tuvo que huir de Roma.

En Oriente murieron Tancredo, el príncipe de Antioquía que fue sucedido por su primo Rogelio de Salerno, y Bertrán,
el conde de Trípoli, que fue sucedido por su hijo Pons, el cual se reconoció vasallo de Antioquía.
En 1113 se terminó la tercera sede de la abadía de Cluny, cuyas obras habían empezado veinticinco años atrás. El papa
Pascual II aprobó la regla de la Orden de los Hospitalarios de san Juan de Jerusalén, que sirvió de modelo para muchas
otras Órdenes hospitalarias.

Ese año murió Sigfrido, el conde palatino del Rin, que fue sucedido por Godofredo.

También murió el conde Girardo I de Rosellón, que fue sucedido por su hijo Gausfredo III.

El duque Guillermo IX de Aquitania regresó de Tierra Santa y volvió a conquistar el condado de Tolosa.

En Rusia murió Sviatpolsk, el gran príncipe de Kíev, que fue sucedido por Vladimiro Monómaco. Sus victorias sobre los
cumanos le permitieron dominar casi la totalidad de lo que había sido el Estado de Kíev.

Mucho más al este, un pueblo que hasta entonces vivía muy atrasado fue organizado por un jefe enérgico
llamado Akuta. Son conocidos como los Yurset, que no tardaron en atacar al reino de Liao, al norte de China.

El trono de Angkor fue ocupado por Suryavarman II, bajo cuyo reinado el país llegó a su apogeo y se impuso sobre
todos los reinos vecinos. No obstante, no se trataba de un dominio sólido, pues Suryavarman II se contentaba con ser
reconocido como rey y con la prerrogativa de nombrar gobernadores. Hizo construir Angkor Vat, el más perfecto de los
templos montaña, consagrado a Visnú, con una extensión de casi doscientas hectáreas.

En 1114 murió Enrique de Borgoña, el conde de Portugal y dejó un hijo de cuatro años llamado Alfonso Enríquez. Su
esposa Teresa consideró que si su hermanastra Urraca podía ser reina, ella también, y se autoproclamó reina de
Portugal. Esto la enfrentó con Urraca que reclamó la ayuda de su marido, pero Alfonso I estaba ya harto de sus problemas
matrimoniales y la repudió definitivamente. Esto la dejó en una situación complicada: en Galicia dominaban los
partidarios de su hijo, Portugal le era abiertamente hostil y en Castilla había muchos partidarios de Alfonso I.
En Segovia se rebelaron contra ella y Álvar Fáñez perdió la vida defendiéndola.
El rey Enrique I de Inglaterra estableció una alianza contra Francia con el emperador germánico Enrique V. Para ratificarla
le concedió la mano de su hija Matilde, que acababa de cumplir los doce años de edad.

Los Pisanos solicitaron permiso al papa Pascual II para conquistar las Baleares y, naturalmente, no tuvieron dificultad en
conseguirlo. El conde de Barcelona Ramón Berenguer III se unió a la expedición y tomó Mallorca, pero tuvo que regresar
precipitadamente porque los almorávides atacaban Barcelona. Para repelerlos hizo un llamamiento a todos los nobles de
sus condados. En el documento en que los convoca aparece por primera vez una palabra para designar a todos los condados
dependientes directa o indirectamente del condado de Barcelona: Cataluña. La etimología es dudosa, pero una teoría es
que viene del latín castellum, a partir de la forma romance "castlán". Si es así, "Cataluña" y "Castilla" son dos variantes
dialectales de la misma palabra. En las últimas décadas, Cataluña había experimentado un proceso de unificación política
bajo el conde de Barcelona, cuyo poder y prestigio había aumentado notablemente. De hecho, el conde actual era conocido
como Ramón Berenguer el Grande.

Los almorávides fueron derrotados en la batalla del congosto de Martorell (un congosto es un desfiladero entre montañas),
pero en 1115 tomaron las Baleares.

Urraca logró que Teresa de Portugal reconociera su soberanía, pero poco después Teresa se sublevó apoyada por el conde
Pedro Fróilaz.

Ese año murió el rey Olav Magnusson de Noruega, y el país siguió bajo el gobierno de sus dos hermanos, Sigurd y
Eystein.

También murió el duque Thierry II de la Alta Lorena, que fue sucedido por Simón I.

Los chinos entablaron una alianza con Akuta, el caudillo de los yurset, contra el Imperio de los khitán, gobernado por la
dinastía Liao. Akuta adoptó el título de emperador e inauguró la dinastía Jin. La organización tribal de los yurset empezó
a asimilar paulatinamente algunos rasgos de la administración centralista China.
Todo parecía indicar que el papado había sofocado con mano izquierda las pretensiones reformistas que tenía san Roberto
cuando fundó el Císter, pero dos años antes había ingresado en la Orden un joven de familia noble
llamado Bernardo junto con otros treinta amigos y parientes, que no tardaron en revitalizar la Orden. En esos dos años
se fundaron cuatro monasterios filiales de la abadía del Císter: La Ferté, Pontigny, Morimond y Claraval. Fueron
conocidos como "las cuatro hijas del Císter". El último fue fundado por el propio Bernardo, por lo que éste es más
conocido como Bernardo de Claraval. Desde su abadía, tuvo más autoridad que el propio abad general del Císter
Esteban Harding, y pronto llegó a tener más peso en la Iglesia que el propio papa.

Después de que el emperador Enrique V fuera excomulgado por el papa Pascual II muchos nobles y obispos lo
abandonaron. Tuvo que enfrentarse a rebeliones en Colonia, Sajonia y la Baja Lorena. Para acabar de complicar las cosas,
murió la condesa Matilde de Toscana y en su testamento legó al papado todos sus Estados. Enrique V no estaba dispuesto
a aceptar esta última voluntad que aumentaría notablemente el poder de su adversario y en 1116 se apropió de todas las
posesiones de la condesa.

Ese año murió el sultán de Rum Sahan Sah, que fue sucedido por Masud I. Aunque Alejo I había recuperado una parte
de Asia Menor, los turcos pudieron retener el resto porque sus habitantes se estaban islamizando. Los campesinos
cristianos que quedaban eran expulsados por bandas de pastores turcos.

También murió el rey Kalmán de Hungría y fue sucedido por Esteban II. Combatió a los checos, a los moravos, a los
venecianos y a los bizantinos.

Así mismo murió el conde Hugo II de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Poncio II.

El conde de Barcelona Ramón Berenguer III viajó a Italia, donde estableció alianzas con Pisa y Génova, y obtuvo del
papa Pascual II el patrocinio de una Cruzada para reconquistar Tortosa.

Urraca, la reina de León y Castilla, había llegado a un pacto con el obispo Gelmírez, pero la burguesía de Compostela se
sintió perjudicada y estalló una rebelión. Una vez sofocada, en 1117 firmó un tratado con su hijo Alfonso Raimúndez con
validez durante tres años en el que se estipulaba qué territorios regiría cada uno.
Boriboj II arrebató el ducado de Bohemia a su hermano Ladislao I.

Ese año murió sin descendencia el conde Bernardo Guillermo de Cerdaña, por lo que su condado fue anexionado a las
posesiones de Ramón Berenguer III.

También murió el sultán selyúcida Muhammad, tras lo cual entraron en conflicto su hijo Mahmud y su
hermano Sunyar. Finalmente Mahmud se quedó con el gobierno de Mesopotamia (que, por entonces, ya era conocida
con el nombre de Iraq) y Sunyar obtuvo Jurasán.

En Gazni moría Masud III, nieto de Mahmud de Gazni, y fue sucedido por su hijo Bahram Sha, que tuvo que
reconocerse vasallo de los selyúcidas.

La ciudad de Pisa dominaba las islas de Córcega y Cerdeña desde hacía algunos años, pero ahora se alió con Génova para
expulsar de ellas a los musulmanes. Luego surgieron tensiones sobre el reparto de los territorios.

Desde que había zanjado sus problemas matrimoniales, el rey Alfonso I de Navarra y Aragón se volcó en los asuntos
militares. Pronto fue conocido como Alfonso I el Batallador. Hizo una petición de ayuda a modo de Cruzada contra el
islam, a la que acudieron varios caballeros franceses, entre ellos el duque Guillermo IX de Aquitania. En 1118, con ayuda
de la caballería francesa, conquistó Zaragoza.

Ese año murió el emperador bizantino Alejo I, a los setenta años de edad. Había encontrado un Imperio al borde del
colapso y lo había dejado casi en perfecto estado. Su hija Ana Comnena aspiraba a ser Emperatriz, por lo que había
tratado de convencer a su padre para que nombrara heredero a su marido, Nicéforo Bryennio, en detrimento de su
hermano Juan Comneno, pero Alejo I no se había dejado presionar y se decantó por el heredero legítimo, que ahora se
convirtió en el emperador Juan II. Ana trató de intrigar contra Juan II en favor de su marido, pero éste se negó a seguir
sus planes y se mantuvo leal a su emperador. Incluso escribió una historia de la familia Comnena.

Juan II trató de mejorar las relaciones del Imperio con Occidente. Constantinopla había dejado de ser para Occidente una
lejana ciudad medio legendaria para convertirse en una ciudad exótica que generaba sentimientos contrapuestos: sus
habitantes eran herejes, pero (al menos en apariencia) eran sabios, poderosos e increíblemente ricos. A su lado, todas las
ciudades empequeñecían. El código de Justiniano llegó a Italia y formó la base de la enseñanza del derecho. A su vez, el
modelo bizantino reforzó la idea del derecho divino de la monarquía, que lentamente estaban tratando de implantar los
reyes occidentales.

También murió el rey Balduino I de Jerusalén y fue sucedido por su primo el conde Balduino II de Edesa, que a su vez
dejó el condado a su primo Jocelin de Courtenay.

En Inglaterra murió santa Matilde, la esposa del rey Enrique I e hija de santa Margarita.

El papa Pascual II trató de regresar a Roma, que seguía bajo el control del emperador Enrique V, pero el intento le salió
mal y murió en el palacio de Sant'Angelo. Los cardenales eligieron papa a uno de los consejeros de Pascual II,
llamado Juan de Gaeta, que adoptó el nombre de Gelasio II. Sin embargo, fue encarcelado por Cencio Frangipani, que
dirigía a los partidarios del emperador en Roma. Luego fue liberado por el pueblo, pero Enrique V se acercaba a Roma,
así que los romanos consideraron más prudente expulsar a Gelasio II, que huyó a Francia, a la abadía de Cluny, donde
recibió el apoyo del rey Luis VI. Entonces Enrique V nombró otro papa, que adoptó el nombre de Gregorio VIII.

Gelasio II murió en Cluny en 1119, y allí mismo fue elegido papa el arzobispo de Vienne, Gui de Bourgogne, que adoptó
el nombre de Calixto II. Era hermano de Raimundo de Borgoña, el padre del infante Alfonso Raimúndez de León y
Castilla.

Mientras tanto el abad del Císter, Esteban Harding, escribió una regla para su Orden, la llamada Carta de Caridad, que
establecía una pobreza absoluta, incluso en el culto divino; prohibía los estudios profanos, recomendaba la sumisión a los
obispos y organizaba el gobierno de la Orden. Esteban plasmaba así el espíritu que había llevado a la creación del Císter:
alejarse de la riqueza, del poder y del lujo que caracterizaban a la Orden de Cluny. Al contrario que Cluny, la regla del
Císter dejaba a cada abad la dirección de su monasterio, si bien disponía que las decisiones generales fueran tomadas en
una conferencia anual de los abades.
Al mismo tiempo se fundaba una nueva Orden religiosa en Jerusalén. La creó un caballero de Champaña llamado Hugues
de Payns, y le dio el nombre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo. Eran una mezcla de monjes y guerreros
encargados de proteger a los peregrinos, y actuaron como una especie de policía en la ciudad. El rey Balduino II los
emplazó en un palacio cercano al templo de Salomón, por lo que pronto fueron conocidos como Caballeros del Templo
de Salomón o, más brevemente, Templarios.

Por estas fechas, un canónigo de París llamado Fulberto encargó la tutela de su sobrina Eloísa a uno de los maestros más
prestigiosos de la época: Pedro Abelardo. De joven había sido el alumno más molesto que podía tener un profesor, pues
no aceptaba sumisamente las enseñanzas sin más, sino que planteaba objeciones y pedía razonamientos, razonamientos
que a menudo sus profesores eran incapaces de proporcionarle. Abelardo era inteligente y no dudaba en dejarlo bien claro,
avergonzando a menudo a quienes en teoría tenían más años y experiencia que él. En cambio, como profesor era adorado
por sus alumnos, pues era un excelente orador y fomentaba en ellos la reflexión y el sentido crítico. En las discusiones se
deleitaba logrando que sus alumnos se rieran de sus adversarios. Era conocido como el Rinoceronte Indomable.

Ahora tenía unos cuarenta años, mientras que Eloísa no llegaba a la mitad. Era hermosa y brillante como alumna. Ambos
terminaron enamorándose y Eloísa quedó embarazada. Se casaron en secreto y huyeron a Bretaña. Cuando Fulberto se
enteró de lo sucedido pagó a unos sicarios para que capturaran a Abelardo y se aseguraran por vía quirúrgica de que no
volviera a tener hijos. Eloísa fue internada en un convento, mientras que los alumnos de Abelardo lograron convencerlo
pronto para que reanudara sus lecciones. Mantuvieron correspondencia de forma regular, una curiosa mezcla de piedad,
pasión y filosofía escolástica.

Ese año murió el conde Balduino VII de Flandes. Por esta época el condado inició un rápido desarrollo económico.
Comenzó con la fundación de varios monasterios cistercienses, que transformaron los pantanos litorales en pólders donde
cultivaban legumbres y criaban corderos. Balduino VII fue sucedido por Carlos el Bueno.

El rey Enrique I de Inglaterra logró el dominio sobre el condado de Blois en la batalla de Brémule. Roberto Courteheuse
el duque de Normandía derrocado y ahora prisionero de Enrique I tenía un hijo llamado Guillermo Cliton, que acababa
de cumplir los dieciocho años y reclamaba su derecho al ducado de Normandía. Para ello se alió al rey Luis VI de Francia
y entre ambos condujeron una expedición por el Sena río abajo. Probablemente no tenían más propósito que hacer un
reconocimiento y dar un golpe de efecto, pero dio la casualidad de que Enrique I conducía por el Sena río arriba una
expedición similar. Los dos ejércitos se encontraron inesperadamente cerca de Les Andelys, ciudad de la frontera
normanda. Se libró una de las batallas típicas de la época: los caballeros se zurraban un poco bien protegidos por sus
armaduras hasta que uno de los dos bandos se agotaba y decidía retirarse. No era muy peligroso: si alguno caía era
capturado y se pedía un rescate por él. De los novecientos caballeros que participaron en total en la batalla, murieron sólo
tres, y probablemente fue por accidente. El caso es que fueron los normandos los que huyeron mientras los franceses les
perseguían sin mucho ánimo.

En 1120, Guillermo Cliton se unió al conde Foulques V de Anjou contra Enrique I, pero esta vez fue derrotado. Aunque
la victoria de los normandos no había sido nada del otro mundo, lo celebraron bien. Enrique I tenía previsto volver a
Inglaterra ese mismo día, pero la partida se retrasó hasta que cayó la noche. Se embarcaron en dos naves, en una iba
Enrique I y en la otra llamada Blanche nef (la nave blanca) su hijo y heredero Guillermo. Estaba oscuro y los marineros
iban algo bebidos. El resultado fue que la embarcación de Guillermo chocó con unos escollos y se hundió rápidamente.
Hubo un único superviviente y no era Guillermo. Pasaron tres días antes de que alguien se atreviese a comunicarle al rey
lo sucedido. Se dice que Enrique I se desmayó al recibir la noticia y que desde entonces no volvió a sonreír.

Ladislao I volvió a hacerse con el ducado de Bohemia, que le había arrebatado su hermano Boriboj II.

Ese año murió el duque Güelfo II de Baviera y fue sucedido por su hijo Enrique IX el Negro.

Pasado el plazo que marcaba la tregua firmada, la reina Urraca de León y Castilla viajó a Galicia para reclamar sus
derechos sobre ese territorio. Llegó a un acuerdo con el obispo Diego Gelmírez, al que le ofreció el gobierno de Galicia.
El obispo había solicitado al papa Gelasio II que elevara su sede al rango de arzobispado, pero su petición fue denegada.
Pero el nuevo papa Calixto II era amigo personal suyo y tío de su tutelado Alfonso Raimúndez, así que renovó su petición
y esta vez le fue concedida.
Mientras tanto el rey de Navarra y Aragón Alfonso I el Batallador había consolidado la conquista de Zaragoza tomando
algunas plazas cercanas y luego derrotó en Cutanda al ejército almorávide que venía desde Valencia para reconquistar
la ciudad. El Batallador tenía el proyecto de abrir una salida al mar para Aragón, y el camino más corto pasaba por Lérida.
Por eso no le gustó que el conde Ramón Berenguer III de Barcelona pactara con el gobernador de Lérida para que le
ayudara a conquistar Tortosa, a la que había sometido a tributo el año anterior.

LA SUCESIÓN EN ALEMANIA E INGLATERRA


Europa occidental estaba experimentando cambios cada vez más rápidos. Las mejoras en la agricultura habían
incrementado la población y habían generado excedentes que a su vez impulsaron el comercio y los intercambios entre
territorios alejados, lo que a su vez generó riqueza que rentabilizó la industria artesanal. A partir de 1120 empiezan a
aparecer los primeros estatutos de oficios, que tratan de mantener la igualdad entre los maestros artesanos o comerciantes
y protegerlos de la competencia de oficios parecidos o de maestros de otras ciudades. El comercio y la industria estaban
en manos de la burguesía, una nueva clase social que cada vez obtenía más privilegios, a veces por medios violentos, en
detrimento de la nobleza. La burguesía se convirtió en uno de los principales apoyos de los reyes para dominar a los
señores feudales, pues un gobierno centralizado con leyes aplicables en un territorio lo más extenso posible era lo que
más convenía a comerciantes y artesanos. El uso y la acuñación de moneda estaba ya bien consolidado en Occidente. Una
importante ruta comercial unía la zona de Flandes con el norte de Italia, pasando por el condado de Champaña y sus
renombradas ferias. En el norte de Italia estaban los puertos de Venecia, Génova y Pisa que contactaban con
Constantinopla, Chipre y Alejandría, que a su vez contactaban con el extremo oriente a través de la antigua ruta de la
seda.

El resurgir económico iba acompañado de un avance cultural similar. Tras la muerte de san Anselmo de Canterbury, el
principal exponente de la filosofía escolástica era Pedro Abelardo. En 1121 publicó un libro titulado Sic et Non (Sí y no),
en el que abordaba ciento cincuenta y ocho problemas teológicos citando lo que sobre ellos habían afirmado autoridades
de máximo prestigio, pero de forma que unas autoridades apoyaban una postura y otras igualmente prestigiosas justo la
contraria. Abelardo se limitaba a contrastar las distintas posiciones sin aportar nada de su parte y sin llegar a ninguna
conclusión. De este modo evidenciaba el nulo valor que merecían los "argumentos" consistentes en citar meramente a
autoridades sin ningún intento de justificación racional, "argumentos" que eran prácticamente los únicos que sabía
esgrimir la mayor parte de los intelectuales de la época. Como alternativa, Abelardo reclamaba que la fe fuera limitada
por los principios racionales que describía en otra obra de ese mismo año: su Dialéctica, que, teniendo en cuenta que es
anterior a la traducción al latín y la difusión de los tratados de lógica de Aristóteles, está muy por delante de su tiempo.

Respecto del problema de los universales, Abelardo combate tanto el realismo como el nominalismo. Su postura (claro
ejemplo de su sensatez) es que sólo existen individuos y hechos particulares, pero que, por comparación y abstracción, el
espíritu separa los caracteres esenciales y obtiene de este modo las ideas o conceptos, a las cuales asocia palabras.

Tanta novedad (y tanta crítica) no cayó nada bien entre sus colegas, así que pronto se encontraron objeciones a su
tratamiento de la Santísima Trinidad en una obra anterior titulada Introducción a la Teología y un concilio celebrado en
Soissons la condenó a la hoguera.

Urraca, la reina de León y Castilla, dirigió una campaña contra su hermanastra Teresa, reina de Portugal, con el apoyo
del arzobispo de Compostela Diego Gelmírez. Teresa fue derrotada en Lanhoso y tuvo que reconocer la soberanía
leonesa.

Unos años atrás había vuelto a Marruecos un religioso llamado Muhammad ibn Tumart, que había estudiado en
Córdoba y en Bagdad. Quedó sorprendido del bajo nivel cultural de sus paisanos y comenzó a predicar lo que él entendía
por cultura: una versión del islam todavía más rigurosa que la de los almorávides. Perseguido débilmente por las
autoridades almorávides, se refugió en la ciudad de Tinmal, en la cordillera del Atlas y se proclamó mahd (el bien
guiado).

Ese año murió el conde Florencio II de Holanda, y fue sucedido por Dirk VI.

En 1122 murió el abad de Cluny Pons de Melgueil y fue sucedido por Pedro el Venerable, entre cuyas dotes destacaba
su habilidad diplomática. Contribuyó a resolver definitivamente la querella de las investiduras, entre el papa Calixto II,
que se hallaba refugiado en su abadía, y el emperador Enrique V. El 23 de septiembre firmaron el concordato de
Worms, en el que se reconocía el derecho exclusivo del papa para la investidura espiritual de los prelados ("por el báculo
y el anillo"), mientras que el emperador sólo guardaba el derecho de investidura temporal ("por el cetro").

Ese año murió Eystein Magnusson de Noruega y su hermano Sigurd Jorsalagare quedó como único rey.

Los pechenegos fueron derrotados por el emperador bizantino Juan II, tras lo cual desaparecieron de la historia para
siempre.

Los yurset ocuparon Pekín y destruyeron el reino khitán de los Liao en el norte de China. Los khitán huyeron hacia el
oeste y se adueñaron de las estepas al este del mar de Aral, donde fueron conocidos como Karajitay. Los yurset
gobernaron los territorios abandonados por los Liao mediante una administración similar a la china.

El rey de Georgia David III el Constructor disponía ahora de un ejército mercenario formado por cincuenta mil cumanos,
con el cual conquistó a los turcos Tbilisi, la antigua capital de Georgia, y en 1123 tomó Ani, la capital de Armenia.

La reina Urraca de León y Castilla consideró que el arzobispo Gelmírez estaba teniendo demasiado éxito en sus campañas
contra Portugal, así que lo hizo apresar y ocupó varias de sus fortalezas. Sin embargo, ante la presión del pueblo tuvo que
firmar con él un nuevo tratado de amistad.

El papa Calixto II, ya instalado nuevamente en Roma, convocó el primer concilio de Letrán, en el que se ratificó el
concordato de Worms. Calixto II murió al año siguiente, en 1124. Los cardenales habían permanecido unidos frente a los
intentos de injerencia por parte de los emperadores, pero ahora que éstos habían cesado empezaron a salir a la superficie
disensiones internas y se eligieron dos papas: Honorio II, que había participado en las negociaciones que habían
conducido al concordato de Worms, y Celestino II, que al poco tiempo reconoció a su rival como papa legítimo.

Ese año murió el rey Alejandro I de Escocia, que fue sucedido por su hermano David I. Había pasado la mayor parte de
su vida en Inglaterra y cuando marchó a Escocia lo hizo acompañado de un séquito de nobles normandos de los que
descendió una buena parte de la nobleza escocesa posterior. Entre ellos estaba Walter Fitzalain, que recibió el título
hereditario de senescal de Escocia. Así Escocia perdió una gran parte de sus raíces celtas. El régimen tribal escocés fue
sustituido por el régimen feudal normando. Fortificó los vínculos entre Roma y la Iglesia escocesa, de modo que bajo su
reinado Escocia quedó definitivamente integrada en la Europa Occidental.

También murió Hasan-i-Sabbah, el fundador de la secta de los asesinos, quienes continuaron actuando y logrando que
ningún gobernante musulmán pudiera dormir tranquilo.

La muerte de Guillermo, el heredero del trono de Inglaterra, convertía la sucesión del rey Enrique I en un problema
complejo. Enrique I tenía otro hijo, Roberto, conde de Gloucester, pero era bastardo, por lo que era fácil cuestionarle el
derecho al trono. Por ejemplo, podía reclamárselo el emperador germánico Enrique V, pues estaba casado con Matilde,
hija legítima de Enrique I; por otra parte estaba Adela, hermana de Enrique I, casada con el conde Esteban de Blois;
también podía añadirse a la lista Roberto Courteheuse, que vivía en cautiverio en la corte de su hermano Enrique I, y su
hijo Guillermo Cliton; por último, aunque con setenta y cuatro años y pocas posibilidades, estaba también Edgar, que
había llegado a ocupar en su día el trono de Inglaterra.

El emperador Enrique V debió de verse con posibilidades. Tenía cuarenta y cuatro años, pero Enrique I tenía ya cincuenta
y seis. De todos modos, no era probable que la nobleza normanda aceptara un rey alemán. Si quería una oportunidad,
Enrique V tenía que hacerse popular entre los normandos. Puesto que los normandos mantenían desde hacía tiempo una
guerra de posiciones contra el rey de Francia, el emperador concluyó que era el momento idóneo para dar un golpe de
efecto contra Luis VI. Sin embargo, se encontró con que la situación de Francia era muy diferente a la de Alemania (que
estaba al borde de la descomposición), pues la popularidad que había adquirido el rey francés hizo que tanto la nobleza
como el pueblo cerraran filas junto a él y Enrique V no tuvo más remedio que retirarse lo más rápidamente que pudo.
Además las cuentas le fallaron completamente, pues fue él quien murió en 1125 sin dejar herederos.

Teóricamente, la corona alemana era electiva. La elección correspondía a una asamblea formada por la nobleza y el clero,
si bien, cuando un rey había designado en vida un sucesor (normalmente su hijo) la asamblea había confirmado la decisión,
lo que en la práctica convertía a la corona en hereditaria. Enrique III había perfeccionado el sistema al hacer que la
asamblea eligiera en realidad al rey de romanos (el heredero de la corona) en vida del rey, con lo que la influencia de éste
en la elección era prácticamente decisiva. El hecho de que las últimas actuaciones de la asamblea hubieran sido meros
trámites había permitido que la "elección" terminara recayendo finalmente en siete representantes distinguidos de la
nobleza y el clero, los llamados príncipes electores. Tres eran eclesiásticos: el arzobispo de Maguncia, que luego se
encargaba de oficiar en la consagración, y sus asesores, los arzobispos de Tréveris y Colonia. Los electores laicos eran
los duques de Baviera, Franconia, Sajonia y Suabia, que eran los encargados de elaborar la lista de candidatos al trono.

En esta ocasión los príncipes electores tenían que elegir realmente un nuevo rey. El duque de Franconia era Conrado, de
la casa Staufen, hermano del duque de Suabia Federico II, que a su vez estaba casado con Judit, hija del duque de Baviera
Enrique IX el Negro. Probablemente, los tres estaban convencidos de que la corona quedaría en la familia, pero los
príncipes electores eclesiásticos, siguiendo las instrucciones del papa Honorio II, decantaron la balanza en favor del más
débil: el duque de Sajonia, que se convirtió así en el rey Lotario III de Alemania. Los otros tres duques no aceptaron la
decisión y se rebelaron contra el nuevo rey.

El ducado de Bohemia pasó a Soboslav I.

Ese año se hundieron varias bóvedas de la nueva abadía de Cluny, terminada doce años atrás. El abad Pedro el Venerable
inició la reconstrucción, pero el incidente dio pie al abad cisterciense Bernardo de Claraval para censurar vivamente la
riqueza y el lujo de la Orden de Cluny.

En Inglaterra murió Edgar, el último rey sajón del país, lo que simplificó mínimamente el problema de la sucesión de
Enrique I.

En Francia murió el conde Hugues de Champaña, y el condado pasó a su sobrino Teobaldo IV de Blois.

En el condado de Borgoña murió Guillermo II, que fue sucedido por su hijo Guillermo III.

En Georgia murió el rey David III el Constructor. Había reformado la Iglesia y la administración de justicia, que separó
del poder ejecutivo. Era muy culto, escribió poesía, protegió las artes y las letras y construyó el monasterio de Guelathi,
que se convirtió en un importante centro universitario.
También murió el gran príncipe de Kíev Vladimiro Monómaco, el último príncipe que logró ejercer alguna autoridad
sobre todo el territorio del que había sido el Estado de Kíev. Sus hijos dominaron algunos de los principados. Kíev se lo
quedó Mstislav. Otro de sus hijos, llamado Yuri Dolgoruki, ocupó el principado de Rostov, pero trasladó la capital
a Súzdal.

Por esta época, Muhammad ibn Tumart había reunido suficientes seguidores como para organizar un Estado
independiente en el Alto Atlas. Había formado una especie de consejo de Estado compuesto por diez de sus discípulos y
otro más amplio formado por cincuenta representantes de las tribus que se adherían a su movimiento. Sus hombres
recibieron el nombre de al-muwahiddún (los unitarios), porque consideraban que los verdaderos creyentes (o sea, ellos)
estaban unidos directamente a Dios, de modo que no necesitaban la intercesión de morabitos (los sacerdotes almorávides).
Son más conocidos por una versión deformada de su nombre: los Almohades. Los almohades se atrincheraron en el Atlas,
bloqueando los desfiladeros de acceso a sus emplazamientos.

Mientras tanto el rey de Navarra y Aragón, Alfonso I el Batallador, dirigió una expedición contra Valencia y Murcia, y
en 1126 llegó hasta las costas de Málaga. Dicen que hasta se montó en un bote y tomó posesión del mar. Lo cierto es que
con tan aventurada campaña no pudo consolidar ningún territorio, pero se trajo consigo a Aragón unos diez mil mozárabes
(cristianos que vivían en territorio musulmán) para compensar los desequilibrios existentes entre musulmanes y cristianos
en las tierras de Zaragoza, recientemente conquistadas. En efecto, Alfonso I había permitido a la población musulmana
conservar sus tierras y su religión (salvo en las ciudades, donde fueron trasladados desde el casco urbano hasta barrios
específicos en las afueras).

Ese año murió la reina Urraca y su hijo se convirtió en Alfonso VII de León y Castilla. Estaba casado
con Berenguela, hija del conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Firmó un tratado de amistad con su tía Teresa de
Portugal, pero al ver que mantenía su título de reina y, sobre todo, que estaba fortificando la frontera norte de su territorio,
la obligó a prestarle vasallaje. También mantuvo un enfrentamiento con su padrastro Alfonso I, tras el cual el rey navarro-
aragonés continuó su tarea de repoblación de Zaragoza. Después Alfonso I selló una alianza con Ramón Berenguer III,
que había sido derrotado por los almorávides en Corbín.
También murió el duque Guillermo IX de Aquitania. Fue sucedido por su hijo Guillermo X, que heredó de su padre la
afición por la poesía trovadoresca. Vivió rodeado de trovadores y literatos.

En Alemania murió el duque Enrique IX de Baviera y fue sucedido por Enrique X el Soberbio, que estableció una alianza
con el rey Lotario III. Éste se casó con su hija y otorgó a su yerno el ducado de Sajonia. Los duques de Suabia y Franconia
continuaron en rebelión abierta contra Lotario III.

En Oriente murió el príncipe Rogelio de Antioquía, que fue sucedido por Bohemundo II, hijo de Bohemundo I.

La caballería yurset irrumpió en el Imperio Chino, entró en la capital y capturó al emperador Huizong, a su
hijo Quinzong y a otros tres mil cortesanos. Otro de los hijos del emperador pudo huir hacia el sur y en 1127 se convirtió
en el nuevo emperador con el nombre de Gaozong. Los yurset devastaban el norte del país mientras Gaozong trataba de
organizar su ejército en el sur para impedirles el avance. La situación era crítica, porque a principios del siglo China
contaba con un ejército de casi un millón de hombres, pero para reducir gastos este número había ido reduciéndose hasta
llegar a unos trescientos mil.

El duque Conrado de Franconia se proclamó irregularmente rey de romanos, tras lo cual, el rey Lotario III lo declaró
proscrito. En estos años había empezado a cuestionarse por qué el rey debía ser elegido precisamente por los príncipes
electores (cosa que a nadie le había importado mientras la elección real la determinaba el rey anterior). No se discutía
tanto la existencia de tres electores eclesiásticos como la lista de los cuatro electores laicos. Para maquillar el asunto se
explicó que éstos intervenían en calidad de funcionarios de palacio y, en efecto, a partir de ese momento los duques de
Baviera, Franconia, Sajonia y Suabia desempeñaron simbólicamente los cargos de senescal, mariscal, camarero y copero
mayor, es decir, los cargos más importantes de la corte. (El senescal era el criado más antiguo del rey, y el mariscal
o condestable era el jefe de las caballerizas.)

Ese año murió el duque Guillermo de Calabria y Apulia, y fue sucedido por su primo, el conde Roger II de Sicilia. Sin
embargo, muchas ciudades no lo aceptaron y trataron de hacerse independientes y contaron con el apoyo del papa Honorio
II, apoyo que desapareció en poco más de un año, en cuanto Roger II demostró que tenía la capacidad necesaria para
dominar sus nuevos Estados. El nuevo duque entabló una alianza con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III.

También murió el conde Guillermo III de Borgoña, que fue sucedido por Renaldo III.

Ahora le tocó al rey Luis VI de Francia el turno de jugar sus cartas en el problema de la sucesión de Enrique I de Inglaterra.
El conde Carlos de Flandes murió asesinado, y Luis VI presionó para que el nuevo conde fuera Guillermo Cliton. De este
modo, si se producía una guerra civil a la muerte de Enrique I, Guillermo Cliton intervendría con el respaldo de la riqueza
de Flandes y, si triunfaba, sería un aliado del rey francés. Sin embargo, el plan no funcionó. La burguesía flamenca
aprovechó que Guillermo necesitaba su apoyo contra la nobleza para sonsacarle todo lo que pudo, y para colmo en 1128 el
conde murió en una batalla. El condado pasó finalmente al conde Dirk I de Alsacia.

Mientras tanto el duque Conrado de Franconia era proclamado rey de Italia.

Luis VI tuvo también un conflicto con el obispo de París y el arzobispo de Sens, pero Bernardo de Claraval medió hasta
llegar a un compromiso. Luis VI le quedó agradecido, y desde entonces Bernardo no tuvo reparos en sermonear a reyes,
legados pontificios o incluso al papa si se terciaba. Su fama de sabio, piadoso y hombre de buen juicio se había extendido
por toda Europa. Su doctrina supuso un contrapunto a la teología escolástica, cada vez más racionalista. Bernardo era un
místico. Distinguía tres grados en el camino hacia Dios: la vida práctica, la vida contemplativa y el éxtasis. Era un devoto
de la Virgen María, devoción que imprimió en el espíritu del Císter y que influyó sensiblemente en la importancia que su
culto conservó en la tradición católica.

Hugues de Payns, el fundador de la Orden de los templarios, había regresado a Francia en busca de vocaciones, y Bernardo
quedó entusiasmado con su proyecto. Le redactó una severa regla para su Orden y se encargó de que fuera reconocida
oficialmente en el concilio de Troyes. Según dicha regla la Orden estaba presidida por un Gran Maestre, que tenía el
rango de príncipe, y bajo su jurisdicción se permitían caballeros (nobles), hermanos laicos y sacerdotes. De este modo,
la Orden de los templarios no fue exactamente una Orden religiosa. Cuando un joven de familia noble se planteaba su
futuro en la vida, hasta entonces tenía dos alternativas: la política o la Iglesia. La primera requería tener unos territorios
que heredar, por lo que el clero se nutría de los hijos menores de las buenas familias. Sin embargo, la Orden de los
templarios brindaba la posibilidad de ser socialmente un caballero y económicamente un monje. Los caballeros templarios
eran guerreros, pero en lugar de luchar por sus posesiones, luchaban por la cristiandad, defendiendo a los peregrinos en
Tierra Santa. (Al menos, ésa era la idea, y resultó bastante atractiva.)

Ese año fue Enrique I de Inglaterra el que jugó su baza en el problema de la sucesión. Su candidata era su hija Matilde,
que hubiera sido inaceptable como esposa del emperador germánico, pero ahora que había enviudado cabía la posibilidad
de buscarle un marido más adecuado. La elección recayó sobre el hijo del conde Foulques V de Anjou, que a sus quince
años era conocido como Godofredo el Hermoso. Matilde tenía entonces veintiséis. El matrimonio se llevó adelante como
conclusión de unas negociaciones iniciadas el año anterior. La intención de Enrique I era que su hija Matilde fuera
aceptada como reina de Inglaterra y que su marido se encargase, tras su muerte, de hacer efectiva esta voluntad. Para
facilitarle las cosas, el rey había reunido a sus barones y les había obligado a jurar fidelidad a Matilde. Entre ellos estaban
los principales aspirantes a la sucesión: su hijo bastardo Roberto de Gloucester y su sobrino Esteban de Blois, hijo de
Adela y del conde Esteban de Blois, que ya había muerto y había dejado su condado a su primogénito, habido con una
esposa anterior y que, por lo tanto, no tenía parentesco alguno con la familia real normanda. El joven Esteban, pues, no
poseía ningún territorio, sino que vivía en la corte de Enrique I, donde había sido educado. Tal vez esto influyó en que el
rey prefiriera la sucesión por vía de Matilde y Godofredo de Anjou que no por vía de Adela y Esteban de Blois.

En Portugal, diversos nobles y obispos habían formado un partido que se oponía a la reina Teresa, teóricamente a causa
de sus amores con el conde gallego Fernando Peres, hijo del conde de Traba Pedro Fróilaz. En ellos se apoyó el infante
Alfonso Enríquez, el hijo de Teresa y del conde Enrique de Borgoña. Alfonso acababa de cumplir los dieciocho años y
reclamaba su derecho al condado, reino o lo que fuera Portugal, que no estaba claro. Tras vencer a las tropas de su madre
en Sao Mamede, se hizo con el gobierno de Portugal, y adoptó el título de conde de Lusitania. Teresa huyó a Galicia con
su amante, pero murió ese mismo año.

El conde de Barcelona Ramón Berenguer III introdujo en Provenza y en Cataluña las Órdenes de los templarios y los
hospitalarios, pues en sus territorios podían desempeñar funciones similares a las que realizaban en Tierra Santa.
Tras la muerte de Godofredo VI de Lovaina, el ducado de la Alta Lorena pasó de nuevo a la casa de Limburgo. El nuevo
duque se llamaba Valeran.

En 1129 el conde Foulques V de Anjou se trasladó a Palestina y dejó a su hijo Godofredo el Hermoso a cargo de sus
condados de Anjou y Maine. Una parte importante de los territorios turcos se estaba organizando bajo la autoridad de un
oficial llamado Imad al-Din Zangi. Dos años antes había sido nombrado atabeg de dos emires (el atabeg era el encargado
de la regencia en caso de muerte del emir) y recibió como pago a sus servicios la ciudad de Mosul. Pero desde allí Zangi
había extendido su autoridad conquistando varios territorios de Iraq y Siria.

En la Pequeña Armenia moría el príncipe Thoros I y fue sucedido por su hijo Constantino II, pero no tardó en morir, con
lo que fue nombrado príncipe León I, el hermano de Thoros I.

También murió Godofredo, el conde palatino del Rin, que fue sucedido por Guillermo, y el conde Guillermo de
Luxemburgo, que fue sucedido por Conrado II, así como el conde Guillermo V de Forcalquier, que fue sucedido por su
hijo Guigó I.

Mientras tanto China se organizaba contra la invasión de los yurset. Algunos comandantes habían forzado al emperador
Gaozong a abdicar en favor de su hijo de tres años, pero llegaron nuevas tropas que restituyeron a Gaozong. Los yurset
atacaron la ciudad de Nankín, que no parecía capaz de resistir mucho más tiempo. Gaozong propuso a los bárbaros
convertirse en su vasallo a cambio de mantener el gobierno nominal de la región. La corte se retiró hacia el sur,
de Hangzhou hasta Yuezhou. La situación militar era desesperada, pero las atrocidades de los yurset mantuvieron a la
población leal al emperador.

A principios de 1130 los yurset decidieron que tenían bastante con el territorio conquistado y dejaron de hostigar a la
China de los Song.
Ahora China era militarmente débil, pero la pérdida territorial que había sufrido no afectó a la prosperidad económica y
cultural del país. La pérdida del control sobre la ruta de la seda por el norte se compensó con el desarrollo del comercio
marítimo por el sur.

Suecia salió finalmente de un periodo turbulento de casi un siglo de guerras dinásticas y de religión cuando ocupó el trono
el rey cristiano Sverker I, que empezó a erradicar el paganismo del país.

También murió, víctima de una conjura, el califa Fatimí al-Amir, que fue sucedido por al-Hafiz

LAS GUERRAS DE SUCESIÓN


En 1130 murió el Papa Honorio II y nuevamente se eligieron dos Papas: uno era Gregorio Papareschi, cardenal diácono
de Sant'Angelo, que adoptó el nombre de Inocencio II, y el otro era Pietro Pierleoni, cardenal de San Calixto, que adoptó
el nombre de Anacleto II. Inocencio II se vio obligado a huir a Francia y buscó la ayuda del que tiempo atrás había sido
su maestro: Bernardo de Claraval. Por su parte, Anacleto II fortaleció su posición en Roma aliándose con el duque Roger
II, al que en septiembre nombró rey de Sicilia. En octubre Bernardo de Claraval sentenció en el concilio de Étampes que
el Papa legítimo era Inocencio II, y tanto Enrique I de Inglaterra como Lotario III de Alemania lo reconocieron como tal.
Sin embargo, Anacleto II era fuerte en Roma.

Mientras tanto murió el derrocado rey de Zaragoza Abd al-Malik (ahora rey de Rueda) y fue sucedido por su hijo Sayf
al-Dawla. También murió el caudillo almohade al-Mahdi, y fue sucedido por Abd al-Mumin.

También murió el rey de Noruega Sigurd Jorsalagare, quien había designado como heredero a su hijo, que pasó a
ser Magnus IV, pero Harald Gille, hermano de Sigurd, rompiendo su promesa de no pretender el trono noruego mientras
viviesen su hermano y su sobrino, se adueñó de la mitad del territorio con título de rey (Harald IV) y ejerció de regente
de Magnus IV, que tenía entonces quince años.

En Oriente murió combatiendo contra los turcos el príncipe Bohemundo II de Antioquía, y el principado quedó en manos
del rey Balduino II de Jerusalén. Sin embargo éste murió poco después, en 1131, y fue sucedido por el conde Foulques V
de Anjou, que el año anterior se había casado con Melisenda, hija de Balduino II. También murió el conde de Edesa
Jocelin I de Courtenay, que fue sucedido por su hijo Jocelin II. Mientras tanto el atabeg Imad al-Din Zangi dio un paso
más en su carrera política al proclamarse líder de la jihad, de la guerra santa contra los cristianos. Inició así un proceso
de reunificación de los turcos, hasta entonces tan desorganizados por las guerras civiles entre los sultanes.

Siguiendo la costumbre de los Capetos, el rey Luis VI de Francia coronó a su hijo Luis y desde este momento ambos
gobernaron conjuntamente.

Las órdenes de los caballeros Templarios y los Hospitalarios se estaban extendiendo por Europa. Su fama de piadosos y
castos guerreros los hacía objeto de admiración y de sustanciosos donativos. El más espectacular fue sin duda el del rey
de Navarra y Aragón Alfonso I el Batallador, que en su testamento hizo constar a ambas órdenes como herederas de sus
reinos.
Ese año murió el conde de Barcelona Ramón Berenguer III el Grande. Los condados catalanes fueron heredados por su
primogénito Ramón Berenguer IV, mientras que su segundo hijo, Berenguer Ramón, heredó el condado de Provenza.

El rey de Rueda Sayf al-Dawla entregó su territorio al rey Alfonso VI de León y Castilla y le rindió vasallaje. A cambio
obtuvo el gobierno de algunas fortalezas en la frontera toledana.

En Hungría murió el rey Esteban II, que fue sucedido por Bela II el Ciego (su tío Kalmán había mandado que le sacaran
los ojos para asegurarse de que no reclamaría el trono que le había disputado a su padre). Bela II tuvo que luchar
contra Boris, el hermanastro de Esteban II, y contra el rey de Polonia Boleslao III, que le disputaban el trono.

El hijo del rey Niels Svensson de Dinamarca, Magnus el Fuerte, asesinó a su primo Canuto Lavard, duque
de Schleswig, lo que desencadenó una guerra civil en el país.

La China de los Song se estabilizó finalmente tras los estragos y la pérdida territorial debida a los yurset. El estado
fomentó la creación de tropas de milicianos voluntarios capitaneados por dirigentes locales para estar en condiciones de
hacer frente a eventuales ataques de los Jin.

En 1132 el turco Imad al-Din Zangi estuvo en condiciones de lanzar una ofensiva general contra los estados latinos de
oriente. Mientras tanto el príncipe León I de la Pequeña Armenia, aliado con Antioquía, se rebeló contra la tutela bizantina
y arrebató al Imperio la ciudad de Tarso y otras más.

El rey Luis VI de Francia tomó como consejero a un monje llamado Suger, que hasta ese momento había sido abad de
Saint-Denis.

Los genoveses penetraron en Córcega y paulatinamente fueron desplazando a los pisanos.

En Rusia murió el gran príncipe de Kíev Mstislav, que fue sucedido por su hermano Yaropolsk II. Gobernó sobre un
territorio muy limitado, siempre en lucha contra sus sobrinos.
En 1133 el rey de Alemania Lotario III marchó a Italia e instaló en Roma al Papa Inocencio II, obligando a huir hacia el
sur a su rival Anacleto II. Entonces Inocencio II coronó emperador a Lotario III, pero poco después de que Lotario III
abandonara Roma, Anacleto II volvió a ocupar la ciudad con el apoyo del rey Roger II de Sicilia, y así Inocencio II fue
desterrado a Francia de nuevo.

Matilde, la hija del rey Enrique I de Inglaterra, casada con el conde Godofredo de Anjou, tuvo un hijo al que
llamó Enrique. El rey reunió nuevamente a sus barones y les obligó a jurar nuevamente fidelidad, esta vez tanto a la
madre como al hijo.

En Al-Ándalus hubo una rebelión contra la intransigencia de los almorávides, a la que rápidamente prestó su apoyo
Alfonso VII de León y Castilla. El rey dirigió una expedición en la que le acompañó Sayf al-Dawla.

A petición del rey Alfonso VII, Bernardo de Claraval introdujo en Castilla la orden del Císter. En 1134 murió san Esteban
Harding, el tercer abad del Císter, si bien la auténtica autoridad en la orden era Bernardo de Claraval. En la reunión anual
de abades insistió en la necesidad de la austeridad, sobre la que ya se había pronunciado con violencia poco antes en
su Apología a Guillermo, dirigida contra el abad de Saint-Thierry, perteneciente a la orden de Cluny. Los cistercienses
llevaban hábito blanco por oposición a los monjes de Cluny, en sus iglesias no había pinturas, esculturas, vidrieras ni
nada que pudiera distraer la atención del monje.

También murió en su cautiverio en Inglaterra Roberto II Courteheuse, con lo que el panorama de la sucesión de Enrique
I se simplificó un poco. Ahora los únicos que podían disputar la sucesión al heredero designado por el rey, Guillermo de
Anjou, eran su hijo bastardo el conde Roberdo de Gloucester y su sobrino Esteban de Blois.

La guerra civil que se había desatado en Dinamarca con el asesinato del duque Canuto Lavard terminó cuando el rey Niels
Svensson y su hijo Magnus fueron derrotados en la batalla de Skänor por el ejército del hermano de Canuto, que hizo
asesinar al soberano y se convirtió en el nuevo rey, Erik II.
El emperador germánico Lotario III confió la Marca del Norte al conde de Ballenstädt Alberto I el Oso. La marca del
norte era una de las seis marcas en que se había dividido la antigua Marca Véndica hacía más de un siglo, en la frontera
con Polonia. Estaba habitada por eslavos, y Alberto I se dedicó a germanizarla y agrandar su extensión.

El general almorávide Yahyá ibn Ganiya dio muerte en la batalla de Fraga al rey de Navarra y Aragón Alfonso I el
Batallador. Sus súbditos no creyeron las noticias de su muerte y durante largo tiempo esperaron su retorno. En su
testamento el Batallador había dejado sus reinos a las órdenes militares de los templarios y los hospitalarios. Sin embargo,
los nobles aragoneses no pensaron ni por un momento en tomarse en serio esa broma pesada, así que, en cuanto se
convencieron de que su rey no estaba realmente en condiciones de volver, se apresuraron a nombrar rey a su
hermano Ramiro II el Monje, llamado así porque había sido abad de un monasterio y luego obispo de Pamplona.
Técnicamente, según las costumbres de la época, un eclesiástico no podía ser rey, así que los nobles y los obispos navarros
no lo aceptaron y en su lugar eligieron a García V Ramírez el Restaurador, hijo de Cristina Rodríguez, la hija del Cid,
y de su esposo Ramiro Sánchez, que a su vez era hijo de un hermano bastardo del rey Sancho IV Garcés el de Peñalén,
cuyo asesinato había dado lugar a la unión de Navarra y Aragón.

Aunque al principio García V Ramírez se declaró vasallo de Ramiro II, pronto cambió de idea y se alió con Alfonso VII
de León y Castilla, que reclamó su derecho a la sucesión como bisnieto de Sancho III el Mayor (era ciertamente, el único
descendiente por línea directa). Alfonso VII se apoderó de Zaragoza y en 1135 se la cedió a García V Ramírez, que le
prestó vasallaje. Los dos reyes declararon la guerra a Ramiro II. Algunos nobles aragoneses, viendo que las cosas se
ponían feas, se rebelaron contra Ramiro II y éste tuvo que huir a Cataluña. De este modo, Ramiro II el Monje tuvo que
enfrentarse a Alfonso VII, a García V Ramirez, a los nobles insurrectos y también a la Santa Sede, que le recordaba que,
según el testamento de Alfonso I el Batallador, los reinos pertenecían a las órdenes de los Templarios y Hospitalarios y,
por consiguiente, se negaba a reconocerlo como rey.

Alfonso VII se hizo coronar en León como Emperador de las Españas, en una ceremonia a la que asistieron García V
Ramírez de Navarra, el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, el conde de Tolosa Alfonso I Jordán y otros nobles de
Aquitania, cuya dependencia real de Alfonso VII era mínima.
Por su parte, el emperador germánico Lotario III, con la ayuda de su yerno, el duque Enrique X de Baviera y Sajonia,
pudo someter a su rival, el duque Conrado de Franconia, que tuvo que renunciar a su título de Rey de Romanos.

El rey Magnus IV de Noruega fue víctima de una revuelta de la corte, dirigida por su tío Harald IV y apoyada por un
ejército danés. El rey fue cegado y encarcelado. Es recordado como Magnus IV el Ciego. Así Harald IV se convirtió en
el único rey del país.

En Inglaterra murió el rey Enrique I. Los historiadores lo recordaron como Enrique I Beauclerc (buen sabio). Fue el
primer rey de Inglaterra culto después de Alfredo el Grande. Aunque la nobleza normanda había jurado fidelidad por dos
veces a su hija Matilde y su heredero, Esteban de Blois recurrió a una técnica que, en vista de ejemplos como éste, casi
podemos calificar de milenaria: buscar trapos sucios en el pasado de Enrique I. Sucedía que la esposa del difunto rey,
santa Matilde, madre de la actual Matilde, de joven había sido internada en un convento en Escocia cuya abadesa era su
tía, y luego fue sacada para contraer matrimonio con Enrique I. Tanto él como el rey Malcom III tenían interés en que se
celebrara el matrimonio, por lo que dejaron de lado el hecho de que una monja no podía casarse. Ahora Esteban de Blois
arguyó que el matrimonio era ilegítimo y que, por tanto, Matilde era también una hija ilegítima y no tenía derecho a
heredar el trono. El juramento quedaba así anulado.

La nobleza normanda acogió bien este argumento, pues, por una parte, el marido de Matilde, Godofredo de Anjou era
muy impopular en Inglaterra, mientras que con Esteban sucedía todo lo contrario (tal vez porque Godofredo tenía un
ejército a su disposición y Esteban no contaba con más apoyo que el que la propia nobleza quisiera otorgarle, por lo que
sería, en suma, un rey débil). Además Esteban era popular no sólo entre los normandos, sino también entre los sajones.
A esto se unió que llegó a Inglaterra apenas murió el rey, mientras que Matilde estaba aún en Normandía. El resultado
fue que los nobles llegaron a la conclusión de que, en efecto, el juramento no era válido y que, en añadidura, el aparato
reproductor de Matilde no era el que correspondía a un rey. Un hermano de Esteban era el obispo de Winchester, quien
le ayudó a apoderarse del tesoro real y persuadió al Papa Inocencio II para que declarara nulo el juramento. El 26 de
diciembre (precisamente el día de san Esteban) el arzobispo de Canterbury coronó al que pasó a ser Esteban I de
Inglaterra.
Por otra parte, en Normandía Godofredo de Anjou logró hacer valer sus derechos como esposo de Matilde y así emepezó
una guerra entre Inglaterra y Normandía.

En 1136 Bernardo de Claraval hizo que el concilio de Pisa excomulgase al Papa Anacleto II y poco después el emperador
Lotario II instaló en Roma por segunda vez al Papa Inocencio II.

En Austria murió el margrave Leopoldo III y fue sucedido por su hijo Leopoldo IV.

También murió el conde Conrado II de Luxemburgo, cuya hija, Ermesinda I, transfirió el condado a su hijo Enrique IV
de Namur. (Se inicia así la segunda casa de Luxemburgo.)

El rey Harald IV de Noruega fue asesinado por un hijo bastardo de Magnus III (luego hermanastro de Harald IV y de
Sigurd I Horsalagare), que se convirtió en el nuevo rey Sigurd II. Sin embargo, el norte del país se rebeló bajo la dirección
del hijo de Harald IV, que fue proclamado rey también, conocido como Sigurd III.

Pedro Abelardo vivía errante, de monasterio en monasterio, a causa de sus muchas enemistades. Por esta época terminó
una autobiografía titulada Historia de mis desventuras, la más relevante desde las Confesiones de san Agustín. También
de estas fechas es la Historia regum Britanniae (Historia de los reyes de Bretaña) de Godofredo de Monmouth, que no
es precisamente un modelo de rigor histórico. En ella se cuenta que un bisnieto de Eneas llamado Bruto fue el primer
poblador de la que, en su honor, se llamó Britannia. Otro troyano, llamado Corineo, dio nombre a Cornualles, de modo
que los britanos, al igual que afirmaban de sí mismos los antiguos romanos, eran descendientes de Eneas. Luego se habla
de reyes britanos posteriores, entre ellos un tal rey Lear o el rey Uther de Pendragon, cuyo hijo Arturo venció a los
pictos, los escotos y los sajones (que acababan de hacer su aparición en la isla) y después, tras casarse con la
reina Ginebra, conquistó nada menos que Islandia, Noruega y la Galia. Luego se dispone a ir a Roma para ser nombrado
emperador, pero tiene que luchar contra un sobrino que le ha usurpado el trono. Arturo debe su poder a la ayuda del
mago Merlín, así como a su espada Excálibur y su lanza Ron. La leyenda del rey Arturo tiene un precedente en la obra
de Gildosio, de quinientos años antes, en la que se le llama Ambrosio Aureliano y que a su vez parece estar basada en un
personaje que existió realmente, un oficial romano llamado Lucio Artoriano Casto, que en la primera mitad del siglo II
ayudó a los Britanos a luchar contra los Armoricanos (los celtas que habitaban la actual Bretaña francesa). Con el tiempo
se convirtió en el símbolo de la resistencia de los britanos contra los germanos. Ahora Godofredo de Monmouth lo
presenta como un modelo de caballero según la usanza medieval. Los reyes posteriores a Arturo fueron perdiendo terreno
frente a los sajones, hasta que, bajo el rey Cadwallader, los britanos huyeron a Bretaña (en Francia). No es difícil adivinar
que Godofredo de Monmouth era galés. De hecho sitúa en Gales (Caerleon) la residencia habitual de Arturo, el mago
Merlín y el hada Morgana.

Más fidedigno fue Guillermo de Malmesmury, que era unos diez años mayor que Godofredo y escribió sobre sucesos
anteriores y posteriores a la conquista normanda.

El rey de Jerusalén Foulques de Anjou llamó a Siria a Raimundo de Poitiers, hermano del duque de Aquitania (y conde
de Poitiers) Guillermo X. Raimundo se casó con Constanza, hija y heredera del difunto Bohemundo II, y así se convirtió
en el nuevo príncipe de Antioquía. Tuvo que enfrentarse con Alix, la viuda de Bohemundo II, y con Raoul de
Domfront. Su primera hazaña fue la conquista de varias ciudades al príncipe León I de la Pequeña Armenia.

Guillermo X tenía también una hermana, Inés de Poitiers, que se casó con el rey Ramiro II de Aragón, que seguía exiliado
en Barcelona. Antes de que terminara el año tuvieron una hija, Petronila, y el rey Alfonso VII de León y Castilla decidió
entonces reconciliarse con Ramiro II, al que le permitió recuperar su reino, le devolvió Zaragoza (haciendo que renunciara
a ella el rey García V Ramírez de Navarra), y solicitó la mano de Petronila para su hijo Sancho, que tenía entonces tres
años de edad.

De este modo, Ramiro II pudo volver a Aragón, y se dice que hizo decapitar a los nobles que se habían alzado contra él,
y que colgó sus cabezas como badajos en las campanas de la catedral de Huesca, con orden de que repicaran el día de su
coronación en Jaca.

En 1137 murió el duque Guillermo X de Aquitania sin más heredero que Leonor, una hija de quince años. No cabía duda
de que la más rica heredera de Europa necesitaba un marido que la protegiera y ¿quién mejor que el heredero de la corona
francesa? En efecto, el rey Luis VI de Francia logró concertar el matrimonio entre Leonor y su hijo Luis, que tenía
entonces dieciocho años. La boda tuvo lugar en julio y Luis VI murió el 1 de agosto. Así el recién casado pasó a ser el
rey Luis VII de Francia, más conocido como Luis el Joven. Con la incorporación de Aquitania, el poder efectivo del rey
francés aumentó espectacularmente. Además la reina Leonor llevó a la corte francesa la cultura provenzal y las ideas
caballerescas sobre el amor, etc. se difundieron entre la ruda nobleza del norte. A Leonor, el interés por la literatura
caballeresca le venía de familia. Presidía un tribunal para trovadores y poetas en el que emitía veredictos sobre los
esotéricos problemas del amor cortesano. Aunque todo esto pueda parecer frívolo, lo cierto es que esta mentalidad
romántica contribuyó a mejorar el status social de las mujeres de la época.

Luis VII mantuvo como consejero al abad Suger, quien precisamente ese año inició la reconstrucción de su abadía de
Saint-Dennis. En ella empleó sistemáticamente ciertos adelantos arquitectónicos que hasta entonces se habían ensayado
de forma discreta y dispersa. Hasta entonces, la única forma en que los arquitectos lograban sostener los pesados techos
de piedra en los grandes edificios era a base de dotarlos de muros extraordinariamente gruesos y con pocas y estrechas
ventanas. Es el estilo arquitectónico conocido como románico. Sin embargo, la nueva abadía de Saint-Dennis se
construyó con muros más delgados y ventanas alargadas más abundantes. Para compensar esta debilitación de las paredes,
los muros se reforzaban mediante unos contrafuertes diagonales llamados arbotantes. Por otra parte, las pesadas bóvedas
románicas homogéneas fueron sustituidas por bóvedas ojivales, consistentes en un armazón de arcos cruzados recubierto
con paredes de escaso espesor, lo que disminuía considerablemente su peso y los requisitos de las paredes para sostenerlas.
Las ventanas se decoraban con vidrieras de colores y el resultado fue que los interiores de las iglesias dejaron de estar
sumidas en la penumbra de las velas para recibir abundante luz solar. Estas técnicas se habían empleado ya separadamente
en diversas iglesias pequeñas, pero fue en Saint-Dennis donde se combinaron por primera vez en lo que podemos calificar
de nuevo estilo arquitectónico.

También murió el emperador germánico Lotario III y el duque Conrado de Franconia volvió a reclamar su derecho al
trono alemán, esta vez frente al duque Enrique X de Baviera y Sajonia.

La nobleza aragonesa recomendó a Ramiro II que no aceptara el matrimonio pretendido por Alfonso VII entre la recién
nacida Petronila y el heredero Castellano-leonés, pues supondría el fin de la independencia aragonesa. En su lugar, le
recomendaron que la casara con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV (que tenía entonces veintiséis años). El
conde negoció con Alfonso VII hasta lograr su aprobación y en agosto se concertó el matrimonio, que se celebraría trece
años más tarde. Luego murió Inés de Poitiers y en noviembre Ramiro II abdicó en su hija, que llevó el título de reina
aunque Ramón Berenguer IV se convirtió en el gobernador efectivo de Aragón. No obstante, Ramiro II (retirado al
monasterio de san Pedro el Viejo) conservó el título de rey, y el conde catalán usó el de príncipe de Aragón. El acuerdo
de matrimonio estipulaba que Ramón Berenguer IV no perdería sus derechos sobre Aragón ni siquiera en el caso de que
muriera la reina Petronila. El rey García V Ramírez de Navarra no quedó contento con tanto acuerdo y entabló una alianza
con el conde Alfonso de Portugal (o de Lusitania). Entre ambos atacaron Castilla, pero entonces tuvieron que enfrentarse
al ejército conjunto de Alfonso VII y Ramón Berenguer IV.

El rey Erik II de Dinamarca murió asesinado en una revuelta de campesinos. Fue sucedido por Erik III Lam (el Cordero),
nieto de Erik Ejegod. Tuvo que luchar contra su primo Olaf, que también se proclamó rey.

El rey Roger II de Sicilia tomó Nápoles e hizo prisionero al último duque.

El conde Pons de Trípoli murió mientras repelía un ataque de los damascenos y fue sucedido por su hijo Raimundo
II, que fue hecho prisionero por el atabeg Imad al-Din Zangi. El conde de Tolosa Alfonso I Jordán acudió para apropiarse
del condado, y ambos se enfrentaron cuando Raimundo II recuperó su libertad. Para defenderse de los ataques turcos,
cada vez más intensos, Raimundo II tuvo que confiar territorios a los Templarios y a los Hospitalarios. Mientras tanto
Zangi atacaba el reino de Jerusalén.

El emperador bizantino Juan II sometió a vasallaje al príncipe Raimundo I de Antioquía y restableció su soberanía sobre
la Pequeña Armenia. En 1138 se llevó prisionero a Constantinopla a León I, que fue sucedido por Thoros II. Luego
dirigió una campaña contra los turcos en la que participó el príncipe de Antioquía. Al regresar trató de apoderarse de
Antioquía, pero una revuelta arruinó sus planes.

En Italia murió el Papa Anacleto II. Sus seguidores proclamaron Papa al cardenal Gregorio Conti, que adoptó el nombre
de Víctor IV, pero Bernardo de Claraval lo convenció para que abdicara y reconociera a Inocencio II.
Finalmente el duque Conrado de Franconia logró el apoyo de la nobleza alemana, que recelaba de la ambición de Enrique
X el Soberbio, y fue elegido rey de Alemania (Conrado III). Un legado pontificio lo consagró en Aquisgrán y adoptó el
título de emperador, pese a que nunca llegó a ser coronado por el Papa. Tan pronto fue elegido, Conrado III desposeyó
de sus feudos a Enrique X, que murió al año siguiente. El ducado de Baviera se lo dio a Leopoldo IV de Babenberg, el
margrave de Austria y hermanastro de Conrado III, mientras que el de Sajonia se lo dio a Alberto I el Oso.

Poco después murió el duque de Polonia Boleslao III. Éste había dividido el país en cuatro ducados que asignó a sus
cuatro hijos, que ahora se pelearon entre sí por la supremacía. En principio, el título de duque de Polonia lo heredó el
primogénito Ladislao II. Alberto I el Oso aprovechó los disturbios para anexionarse la costa del Báltico.

También murió el grán príncipe de Kíev Yaropolsk II, sin haber conseguido restablecer la unidad del antiguo estado de
Kíev. Fue sucedido por Vsiévolod Olgovich.

Ese año murió el filósofo Abú Bakr Muhammad ibn Yahyá ibn Bayya. Había nacido en Zaragoza, pero abandonó la
ciudad cuando fue tomada por los cristianos y se refugió en Sevilla, donde ejerció la medicina. Luego estuvo en Granada
y en Fez. Es autor de comentarios a diversas obras de Aristóteles, de tratados de lógica, un tratado sobre el alma y
el Régimen del solitario, que trata sobre el desarrollo del intelecto. Cuando su obra pasó a la Europa cristiana, los
escolásticos lo conocieron con el nombre de Avempace.

El rey García V Ramírez de Navarra derrotó a Ramón Berenguer IV en la batalla de Gallur, pero la llegada de las tropas
de Alfonso VII le impidió aprovechar la victoria. Por su parte, el conde Alfonso I obtuvo una victoria frente a los
musulmanes en Ourique, y sus hombres lo proclamaron rey de Portugal en el mismo campo de batalla, lo que suponía la
independencia completa de Portugal respecto al reino de León, cosa que su primo Alfonso VII se negó a aceptar. Alfonso
I dio una fuerte organización a su reino, cuya capital fijó en Coimbra.

El almorávide Ibn Yúsuf atacó Toledo en ausencia del rey Alfonso VII. Se cuenta que su esposa Berenguela se asomó a
la torre más alta del alcázar y le gritó entre una nube de flechas: "¿No ves que estás luchando contra una mujer y esto no
es honroso para ti? Ve en busca del emperador y lucha con él de hombre a hombre". Ibn Yúsuf, avergonzado, reunió a
sus hombres, hizo una reverencia y se fue. Puede que la historia no sea cierta, pero lo que sí que es cierto es que los
almorávides se retiraron.

El rey David I de Escocia invadió Inglaterra para apoyar a su sobrina Matilde. Las espadas normandas y los arqueros
sajones derrotaron a su ejército, pero con pérdidas significativas. Sin embargo, la confusión generada por los escoceses
dio pie a que los nobles normandos se pelearan unos contra otros sin que lo que pudiera decir Esteban I le importara a
nadie. Finalmente Matilde desembarcó en Inglaterra en un intento de apoderarse del trono, pero el rey Esteban I pudo
capturarla en el castillo donde se había instalado. Esteban I era más buena persona que buen rey y, en un ataque de
galantería al estilo de las historias de caballeros, decidió ponerla en libertad. Matilde fue a reunirse en Bristol con su
hermanastro, Roberto de Gloucester, donde se hizo fuerte y no dio ocasión a ser capturada de nuevo. Una parte de la
nobleza, admirada de la estupidez del monarca, decidió unirse a ella. Así se inició una larga guerra civil que sirvió de
telón de fondo para mantener docenas de disputas privadas entre la nobleza menor. Godofredo de Anjou se quedó en
Normandía con la excusa de mantenerla bajo el control de Matilde, y es que una esposa con el genio de la que le había
tocado en suerte era mejor tenerla con un brazo de mar de por medio. En 1139 David I pudo apoderarse de los condados
septentrionales de Inglaterra.

Ese año murió sin descendencia Guillermo, el conde palatino del Rin. Por esta época dominaba ya todo el palatinado y
era, de hecho, el único conde palatino. Sus posesiones pasaron a Enrique IV de Babenberg, hermano del magrave
Leopoldo IV de Austria.

También murieron el duque Simón I de la Alta Lorena, que fue sucedido por su hijo Mateo I, y el duque Valeran de la
Baja Lorena, tras lo cual el ducado pasó una vez más de la casa de Limburgo a la de Lovaina. El conde de Lovaina pasaba
a ser ahora el duque Godofredo VII. Más tarde se anexionó el condado de Bruselas, y, para referirse a la totalidad de
sus dominios, adoptó el título de conde de Brabante.

En Noruega murió el rey Sigurd II, y su rival Sigurd III se adueñó finalmente del trono, aunque asoció en el gobierno a
sus hermanos Ingón y Eystein. También murió el derrocado Magnus IV el Ciego.
El turco Imad al-Din Zangi atacó Damasco, pero no pudo tomarla.

El rey García V Ramírez de Navarra firmó finalmente la paz con Alfonso VII de León y Castilla.

El rey Roger II de Sicilia logró capturar al Papa Inocencio II en una emboscada, con lo que logró que reconociera su título
real. El Segundo concilio de Letrán decretó el destierro de Arnaldo de Brescia, un discípulo de Pedro Abelardo que
había encabezado un movimiento reformista popular en Brescia, en el que se exigía que la Iglesia renunciara a sus bienes
terrenales para recuperar la sencillez de la Iglesia primitiva. Arnaldo marchó a Francia, junto a Abelardo, pero allí
en 1140 Bernardo de Claraval hizo que el concilio de Sens condenara tanto a Arnaldo como a su maestro. Abelardo fue
acogido por el abad de Cluny, Pedro el Venerable, que logró reconciliarlo con el Papa.

Ramón Berenguer IV firmó un tratado con un legado del Patriarca de Jerusalén por el que la orden de los Hospitalarios
reconocían al príncipe de Aragón como gobernante idóneo de sus territorios.

El rey Erik Lam de Dinamarca derrotó definitivamente a su rival Olaf.

Gracias al apoyo del emperador Conrado III, el ducado de Bohemia pasó a Ladislao II, el hijo mayor de Ladislao I.

LA SEGUNDA CRUZADA
Los karajitay se habsaían apoderado de Balasagun, la capital de los karajaníes, y allí su caudillo Yalu Dash fue
proclamado gurkan (kan universal). El sultán selyúcida Sanyar trató de detener la invasión, pero en 1141 fue derrotado
por los karajitay, que se adueñaron de la la mayor parte del territorio karajaní. A excepción de en Balasagun, mantuvieron
a las dinastías locales, a las que sometieron a vasallaje y les cobraron impuestos.

En Hungría murió el rey Bela II el Ciego, que fue sucedido por su hijo Geza II. También murió el duque de Baviera y
margrave de Austria Leopoldo IV, que fue sucedido por su hermano, el conde palatino del Rin Enrique IV, que ahora se
convertía en Enrique II de Austria. El condado palatino del Rin pasó a Hermann III de Stahleck, cuya
esposa Gertrudis era hermana del emperador Conrado III y cuya hija Isabel estaba casada con Conrado, hermano de
Federico III Barbarroja y sobrino del emperador.

El rey Esteban I de Inglaterra asedió la ciudad de Lincoln, al norte de Londres, que era partidaria de Matilde, la heredera
designada por el difunto rey Enrique I. Roberto de Gloucester acudió en su auxilio con fuerzas más numerosas y más
leales que las de Esteban I, con las que obtuvo una victoria y logró incluso capturar al rey. Matilde tuvo entonces la
oportunidad de devolverle a Esteban I la galantería que éste tuvo al liberarla cuando fue capturada tres años antes, pero
consideró más práctico encarcelarlo y usarlo para negociar. Convenció al hermano de Esteban, el obispo de Winchester,
para que hiciera por ella lo que en su día hizo por Esteban: que pusiera a su disposición el tesoro real. Así lo hizo, y
Matilde entró en Londres como reina de Inglaterra. Los londinenses no la veían con buenos ojos y, ella, en lugar de
ganarlos para su causa, decidió que su deber era castigarlos por el apoyo prestado al usurpador Esteban I. Estableció
nuevos impuestos y se negó a dar ninguna garantía de que respetaría las leyes de Eduardo III el Confesor. El resultado
fue que los londinenses se alzaron contra ella y la expulsaron antes de que pudiera ser coronada. El obispo de Winchester
cambió de bando inmediatamente.

Matilde huyó a Winchester, donde estaban también David I de Escocia y Roberto de Gloucester. Un ejército leal a Esteban
I atacó la ciudad. David I y Matilde lograron escapar gracias a la resistencia que ofreció Roberto, el cual terminó siendo
capturado. Esto permitió un intercambio de prisioneros: Roberto por Esteban. La guerra civil continuó: la parte occidental
del país estaba a favor de Matilde, mientras que la oriental apoyaba a Esteban I.

Mientras tanto, el rey Luis VII de Francia presionó para que uno de sus capellanes fuera nombrado obispo de Bourges en
contra de la voluntad de las autoridades eclesiásticas. Esto generó un conflicto que llegó hasta el Papa Inocencio II. El
conde Teobaldo IV de Blois y de Champaña decidió apoyar al candidato propuesto por la Iglesia, Pierre de la
Châtre. En 1142 el ejército de Luis VII tomó al asalto la fortaleza de Vitry y la incendió, con la mala fortuna de que las
llamas se propagaron hasta una iglesia vecina en la que se habían refugiado unas mil trescientas personas, que murieron
carbonizadas. Fue un accidente, pero reforzó la posición de Inocencio II, que excomulgó al rey y amenazó incluso con la
supresión completa de las funciones eclesiásticas en sus dominios. Esto significaría que los vasallos de Luis VII no
recibirían ninguna antención religiosa, con lo que sus almas se condenarían irremisiblemente, lo que pondría sin duda al
rey en una situación muy tensa frente a sus súbditos.

Ese año murió Pedro Abelardo, y Eloísa se encargó de organizar su entierro, dejando estipulado que a su muerte sería
enterrada junto a él.

También murió el duque Godofredo VII de la Baja Lorena, que fue sucedido por su hijo Godofredo VIII.

El duque de Sajonia y Baviera Enrique X el Soberbio había muerto tres años antes, dejando un hijo de diez años (que, por
tanto, ahora tenía trece) conocido como Enrique el León. El heredero reclamó los ducados que el emperador germánico
Conrado III había arrebatado a su padre. La nobleza había apoyado en su día la decisión de Conrado III porque el duque
era peligroso, pero ahora que estaba ya muerto nadie veía con buenos ojos que a un duque se le hubieran quitado sus
ducados, ya que podría verse como un mal precedente. Por ello Conrado III tuvo que ceder a las presiones y presionó a
su vez a Alberto el Oso para que renunciara al ducado de Sajonia (aunque se quedó una pequeña parte como
compensación) y se lo entregara al joven Enrique. Alberto el Oso se volcó de nuevo en la Marca del Norte.

La China de los Song firmó finalmente un tratado de paz con el Imperio Jin por el que se establecía el río Huai como
frontera entre ambos estados.

El emperador bizantino Juan II se estaba haciendo fuerte en Asia Menor y una vez más atacó Antioquía, cuya reconquista
era casi el objetivo de su vida. Parecía que la ciudad iba a caer definitivamente en sus manos, pero durante el asedio Juan
II fue herido en una cacería. La herida no era grave, pero se infectó y el emperador murió en 1143. Le sucedió su
hijo Manuel I Comneno, de veinte años. Si su abuelo Alejo había buscado la ayuda de Occidente y su padre Juan la
amistad, Manuel I admiraba a Occidente. Vestía como un occidental y participaba en torneos al estilo occidental. Incluso
llegó a plantearse unificar la Iglesia bajo las condiciones occidentales. Todo esto le ganó la simpatía de los occidentales
y lo hizo impopular entre sus propios súbditos.

También murió Foulques de Anjou, el rey de Jerusalén, que fue sucedido por su hijo Balduino III.
Los venecianos impusieron al dux un consejo de sabios que limitó en parte su autoridad.

El rey Sverker I de Suecia llamó a los cistercienses a su país, que fundaron un primer monasterio en Alvastra, al cual
seguirían otros en los próximos años.

En Francia murió el duque Hugo II de Borgoña y fue sucedido por Eudes II. El conflicto entre el rey Luis VII y la Iglesia
se resolvió con la muerte del Papa Inocencio II. Fue sucedido por un discípulo de Pedro Abelardo llamado Guido di Città
di Castello. Tras ser nombrado cardenal había sido legado pontificio en Francia. Adoptó el nombre de Celestino II. Tras
una intervención conciliadora de Bernardo de Claraval, el nuevo Papa levantó la excomunión al rey francés. Éste se
reconcilió también con el conde Teobaldo IV de Blois y de Champaña.

En Roma estalló una rebelión popular que pretendía restaurar la antigua República Romana. Se constituyó un Senado,
pero también un Parlamento, que era una asamblea de ciudadanos con autoridad para aceptar o rechazar por aclamación
popular las proposiciones que se llevaran ante ella. En realidad el modelo político tenía más que ver con los que estaban
en vigor en las ciudades del norte de Italia que con cualquier vaga idea que los romanos pudieran tener sobre la historia
antigua de su ciudad. Cuando la proclamación de esta república llegó a oídos de Arnaldo de Brescia, éste abandonó su
exilio en Francia y marchó a Italia.

El rey Alfonso VII de León y Castilla reconoció a Alfonso I como rey de Portugal, el cual, naturalmente, tuvo que
declararse vasallo suyo a cambio. Poco después el Papa Celestino II lo reconoció también como rey, de nuevo a cambio
de un juramento de fidelidad y un tributo anual. El príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV llegó a un acuerdo con la
orden de los Templarios por la que ésta renunciaba a sus derechos sobre la herencia de Alfonso I el Batallador a cambio
de varios castillos.

Más decisiva fue la muerte del soberano almorávide Alí ibn Yúsuf, que fue sucedido por Tasfin, al tiempo que estallaba
una revuelta en Mértola dirigida por Abu-l-Qasim ibn Husayn ibn Qasi, dirigente de la secta religiosa de
los muridim, que llegó a dominar Córdoba y Badajoz. Por otra parte, los almorávides apenas tenían tropas en África. De
hecho, sus efectivos más importantes en África eran un grupo de mercenarios cristianos dirigidos por Reverter, vizconde
de Barcelona. En 1144 el almohade Abd al-Mumin rompió fácilmente el bloqueo almorávide y se lanzó sobre el norte de
Marruecos, donde Reverter murió tratando de contenerlos. Un hijo de Reverter se convirtió al islam y se unió a los
almohades con el nombre de Alí. Tras esta victoria, Abd al-Mumin se proclamó Califa y emprendió la conquista del norte
de África.

Mientras tanto, el rey de Rueda Sayf al-Dawla convenció al gobernador de Córdoba Hamdin Muhammad ibn Hamdin a
rebelarse en su nombre contra los almorávides.

Godofredo de Anjou fue reconocido como duque de Normandía.

Ese año murió el rey de Angkor Suryavarman II. Bajo su reinado, Angkor había extendido su dominio hasta Shampa,
Dai-Viet y Pagan. Tras su muerte esta influencia empezó a desaparecer.

También murió el Papa Celestino II, tras poco más de cinco meses de pontificado. Fue sucedido por el cardenal de Santa
Croce, llamado Gerardo Caccianemici, que adoptó el nombre de Lucio II. Se vio enfrentado al senado romano, que
quería limitar el poder del Papa a los asuntos espirituales, reconoció a Alfonso I como rey de Portugal y firmó un tratado
con el rey Roger II de Sicilia por el que se fijaban las fronteras entre su reino y los Estados Pontificios. Roger II construyó
en Sicilia una potente flota que le permitió saquear la costa africana, e incluso tomar algunas plazas en ella.

En Provenza murió el conde Berenguer Ramón I, y el condado pasó a su hijo de ocho años Ramón Berenguer III. Su
tío Ramón Berenguer IV de Aragón y Cataluña ejerció de regente con el título de marqués.

En diciembre el turco Imad al-Din Zangi saqueó la ciudad de Edesa y se adueñó del condado. La noticia de la desaparición
de uno de los Estados Latinos de Oriente impactó en occidente. En 1145 murió el Papa Lucio II, sumergido en la lucha
contra el senado romano. Fue sucedido por Bernardo Paganelli di Montemagno, un monje de Claraval enviado a Italia
por Bernardo, que ahora adoptó el nombre de Eugenio III. Los romanos llamaron a Arnoldo de Brescia, que se encargó
de que el pueblo, la clase mercantil y la nobleza colaboraran entre sí, a la vez que dotaba de mayor coherencia al sistema
republicano. Instituyó un tribunado y un orden ecuestre según la tradición clásica. Eugenio III fue expulsado por unos
meses al poco de ser elegido.

Fue entonces cuando llegó la noticia de la caída de Edesa, y Bernardo de Claraval decidió que había que hacer algo. En
primer lugar habló con (o, mejor dicho, sermoneó una y otra vez a) Luis VII de Francia. El rey era un hombre piadoso y
le remordía la conciencia por la excomunión que había sufrido y por las miles de personas que murieron en el incendio
de Vitry. Bernardo supo sacar partido de todo ello y Luis VII no tardó en convencerse de que su deber era encabezar una
cruzada.

Mientras tanto el príncipe Raimundo I de Antioquía tuvo que rendir vasallaje al emperador Manuel I.

Mientras los almohades se extendían por Marruecos, en Al-Ándalus los almorávides estaban perdiendo el control
frente a las llamadas segundas Taifas: Sayf al-Dawla fue proclamado rey de Córdoba, pero fue destituido a los tres
meses a causa de sus abusos. Los cordobeses eligieron rey a al-Husayn ibn al-Husayn mientras Hamdin ibn
Muhammad se declaraba rey de Málaga y Sayf al-Dawla marchó a Granada. Allí fue derrotado por los almorávides y
tuvo que huir a Murcia, donde logró hacerse con el gobierno de la ciudad. En 1146 murió en la batalla
de Albacete, mientras combatía contra los almorávides bajo las órdenes de Alfonso VII. Fue sucedido en Murcia por ibn
Iyad. El almohade Abd al-Mumin tomó la ciudad de Fez. En las Baleares se proclamó independiente Muhammad, hijo
de Alí ibn Yúsuf, quien reconoció la autoridad del lejano Califa abasí.

El rey Alfonso I de Portugal se casó con Matilde, hija del conde Amadeo III de Saboya.

El rey Erik Lam de Dinamarca, bajo la influencia del arzobispo Eskil, había multiplicado los privilegios y dones en favor
de la Iglesia. Finalmente abdicó y se retiró al monasterio de Odense, donde murió ese mismo año. Si el país ya estaba
muy debilitado por las guerras civiles que había mantenido en las dos últimas décadas, ahora la situación empeoró porque
tres nuevos pretendientes se disputaron el trono, y Dinamarca estuvo nuevamente en guerra.
En Polonia, los hijos del difunto duque Boleslao III seguían disputándose la supremacía. Ladislao II fue expulsado por
uno de sus hermanos, que se convirtió en el nuevo duque Boleslao IV. Desde entonces Ladislao fue conocido
como Ladislao II el Exiliado.

Imad al-Din Zangi, después de una fiesta en la que bebió demasiado, encontró a uno de sus eunucos bebiendo de su copa.
Furioso, le amenazó con ejecutarlo al día siguiente, y poco después cayó dormido. El eunuco, temiendo que su señor bien
podía cumplir su amenaza, lo apuñaló y huyó en medio de la noche. Zangi dejó dos hijos: Ghazi, que gobernó Mosul
y Nur al-Din, que gobernó Alepo. Nur al-Din completó la conquista de Edesa.

El Papa Eugenio III fue expulsado de Roma por segunda vez. Durante una ceremonia celebrada en Vezelay el domingo
de Resurrección, Bernardo de Claraval aprovechó la presencia de numerosos nobles franceses para predicar la Segunda
Cruzada, y el efecto de su oratoria fue similar al que consiguió Urbano II en Clermont. Toda Francia ardía en deseos de
luchar por la cruz. En navidad hizo lo mismo en la ciudad alemana de Spira, donde ganó para su causa a buena parte de
la nobleza alemana, incluyendo al mismo emperador Conrado III.

En Rusia murió el gran príncipe de Kíev Vsiévolos Olgovich. Fue sucedido por Igor III, y poco después por Iziaslav
II, pero el prestigio del título ya no estaba acompañado de ninguna autoridad efectiva. El príncipe más poderoso era
entonces el de Súzdal, Yuri Dolgoruki, que seguía consolidando su estado y fundando nuevas fortalezas,
como Moscú, en 1147.

El rey de Murcia Sayf al-Dawla murió y fue sucedido por ibn Mardanis, conocido también como el Rey Lobo, que
pronto fue reconocido como rey de Valencia. Su suegro, Ibrahim ibn Hamusq, se había proclamado rey de Jaén
y pronto aceptó la soberanía de ibn Mardanis y se convirtió en su lugarteniente. Probablemente era de ascendencia
cristiana (se especula con que Mardanis es una deformación de Martínez). En cualquier caso, muchas de sus tropas y de
sus costumbres eran cristianas, y mantuvo alianzas con todas las potencias cristianas circundantes, incluidas las repúblicas
italianas de Pisa y Génova.
Los reinos cristianos habían aprovechado la crisis del imperio almorávide para avanzar sus fronteras. Alfonso I de
Portugal había instalado a los caballeros Templarios en el sur de su reino, y con su ayuda conquistó Lisboa. Luego fundó
él mismo su propia orden de caballería, la orden de Avís, para combatir a los musulmanes, que seguía la regla del Císter.
Alfonso VII de León y Castilla, junto con García V Ramírez de Navarra y Ramón Berenguer IV de Aragón y Cataluña
tomaron Almería.

El rey de Mértola, ante las dificultades para mantener su independencia frente a los almorávides y las numerosas
defecciones en su ejército, pasó a África y solicitó la ayuda del Califa almohade Abd al-Mumin. Éste acababa de tomar
la ciudad de Marrakech y no dudó en pasar a Al-Ándalus, donde Alfonso VII trató de frenar su avance en alianza con ibn
Mardanis y el rey almorávide Muhammad, de las islas Baleares. Los reyes cristianos habían aprovechado la crisis del
imperio almorávide para avanzar sus fronteras.

En Oriente, el sultán selyúcida Sanyar sometió a vasallaje a los gaznawíes.

En Inglaterra murió Roberto de Gloucester, que era el principal apoyo con el que contaba Matilde para hacerse con la
corona, así que no tuvo más remedio que resignarse y volver a Normandía. Es probable que su regreso fuera el principal
acicate para que su marido Godofredo de Anjou se uniera al rey Luis VII en la Segunda Cruzada. Menos suerte tuvo el
monarca francés, pues su esposa Leonor decidió que eso de la cruzada iba a ser sin duda un emocionante espectáculo en
el que bravos caballeros combatirían con el corazón puesto en el amor de sus damas y que, por consiguiente, ella no podía
perdérselo. Debió de ser digna de ver la cara que puso Luis VII cuando Leonor le anunció que ella también iba, y
acompañada de toda su corte, claro. El rey no tuvo opción. Dejó como regente a su consejero, el abad Suger, y partió
hacia oriente.

El atuendo de Godofredo de Anjou llamó la atención entre los cruzados. No era un traje lujoso, propio de su rango, sino
un traje humilde de peregrino. Su sombrero estaba adornado por un sencillo ramito de retama (planta genet, en francés).
Esto le valió el sobrenombre de Godofredo Plantagenet. Más aún, su familia, la casa de Anjou (o, con más perspectiva
histórica, la primera casa de Anjou), pasó a ser conocida desde entonces como la casa de los Plantagenet.
El ejército de Conrado III partió también hacia Oriente, pero siguiendo un camino separado para evitar disturbios. Antes
de partir el emperador hizo que su hijo Enrique, de diez años, fuera nombrado Rey de Romanos. Ese mismo año murió
su hermano, el duque Federico II de Suabia, que fue sucedido por su hijo Federico III Barbarroja.

Los dos ejércitos se encontraron en Constantinopla. El contacto con el emperador Manuel I fue tenso, pues debemos
recordar que los que llamamos emperador germánico y emperador bizantino se llamaban a sí mismos emperadores
romanos, y ninguno de los dos reconoció el título del otro. Recíprocamente se consideraban el rey de los alemanes y el
rey de los griegos. Pero los cruzados estaban en casa de Manuel I y éste les obligó a que reconocieran su superioridad con
una serie de protocolos que para los occidentales resultaron humillantes.

Los cruzados se internaron en Asia Menor. Los turcos atacaron a los alemanes cerca de Dorilea, y el resultado fue una
carnicería de la que pocos cristianos salieron vivos. Conrado III fue uno de los supervivientes y, tras una corta enfermedad,
regresó a Constantinopla desde donde embarcó hacia San Juan de Acre, en el reino de Jerusalén.

Por su parte, los franceses siguieron la costa, para permanecer en territorio bizantino el mayor tiempo posible. Pero
en enero de 1148, cuando se dirigían a la ciudad de Attalia, los turcos cayeron sobre ellos y también sufrieron muchas
bajas. El propio Luis VII tuvo que subirse a un árbol y esconderse para salvar su vida. Al llegar a Attalia embarcó a su
caballería y zarpó hacia Antioquía, adonde llegó en marzo. Su infantería continuó por tierra y sufrió nuevos ataques de
los turcos, hasta que los supervivientes llegaron a Antioquía en junio. El príncipe Raimundo I de Antioquía instó a Luis
VII a que atacara a Nur al-Din en Alepo, pero el rey francés debió de caer en la cuenta de que eso suponía enfrentarse
una vez más a los turcos, por lo que llevó a la práctica un plan alternativo: llevó a su ejército a Jerusalén por territorio
cristiano y allí sus hombres se dedicaron a orar y a visitar los santos lugares. La reina Leonor no tardó en hacerle observar
a su marido que su actitud no era la propia de un heroico caballero, y que tenía que luchar.

Luis VII no pudo eludir el combate por más tiempo, pero eligió cuidadosamente el enemigo: en lugar de combartir a Nur
al-Din, decidió enfrentarse con los únicos aliados turcos que tenían los cristianos: los damascenos, que eran débiles y
resistían a Nur al-Din gracias al apoyo de los cruzados. Muchos nobles se sintieron indignados por esta decisión y se
volvieron a Francia. El 24 de julio Luis VII puso sitio a Damasco, y la ciudad pidió ayuda a Nur al-Din. Tres días después,
al saber que Nur al-Din se acercaba, los cristianos abandonaron el asedio y la ciudad se entregó al atabeg. Luis VII y
Conrado III permanecieron unos pocos días más en Oriente y luego se volvieron a sus respectivas patrias dejando a los
Estados Latinos en peor situación que antes de su llegada. La Segunda Cruzada fue una humillación para la cristiandad,
para Bernardo y, sobre todo, para Luis VII.

El conde de Tolosa, Alfonso I Jordán, murió envenenado en Tierra Santa, sin haber logrado arrebatar el condado de
Trípoli a Raimundo II. Fue sucedido por su hijo Raimundo V.

También murieron el conde Amadeo III de Saboya, que fue sucedido por su hijo Humberto III, el conde Federico II de
Zollern, que fue sucedido por su hijo Federico III, y el conde Renaldo III de Borgoña, que fue sucedido por su
hija Beatriz I.

El Papa Eugenio III pudo regresar a Roma de su exilio. Ese año concedió un hábito a los caballeros templarios: un manto
blanco y una cruz roja. La orden se había extendido y enriquecido enormemente. Poseía una red de fortalezas en Palestina,
y su fortuna la convirtió en una especie de banca para los peregrinos. En 1149, Nur al-Din venció y mató al príncipe
Raimundo I de Antioquía. Dejó únicamente un hijo de cinco años, así que Antioquía quedó bajo el gobierno de su
viuda Constanza.

Tasfin, el soberano almorávide, murió cerca de Orán mientras huía de los almohades. El único reducto de los almorávides
en Al-Ándalus eran las Baleares. El rey Mohammed suscribió tratados comerciales con Pisa y Genóva que le permitieron
reforzar su precaria situación. El rey Roger II de Sicilia dirigió un ataque contra Constantinopla.

En Egipto murió el Califa Fatimí al-Hafiz, que fue sucedido por al-Zafir.

También murió el conde Guigó I de Forcalquier y fue sucedido por su hermano Bertrán II, el cual murió a su v

EL IMPERIO ANGEVINO
La muerte de Pedro Abelardo no supuso la muerte de su pensamiento progresista, que fue conservado y extendido por los
numerosos discípulos que lo admiraron. Entre ellos destacaba Pedro Lombardo, que fue un brillante teólogo y alrededor
de 1150 escribió un Libro de Sentencias, en el que citaba autoridades, pero no con el propósito de desacreditarlas, como
hizo Aberlardo en su Sic et non, sino seleccionando cuidadosamente las más moderadas y las que defendían el uso de la
razón. Posteriormente escribió otros tres libros de sentencias, y los cuatro se convirtieron en la base de la enseñanza de la
teología durante la Edad Media.

Ese mismo año marchó a Inglaterra Jean de Salisbury, otro antiguo alumno de Abelardo, que ocupó el cargo de secretario
de Teobaldo, el arzobispo de Canterbury. Escribió el único tratado político importante de la Edad Media anterior al
redescubrimiento de las obras políticas de Aristóteles.

Moría entonces Adelardo de Bath, a sus ochenta años. Había nacido en Inglaterra, en la ciudad de Bath, y luego estudió
en Normandía. A sus treinta y cuatro años inició una serie de viajes que le llevaron desde Italia hasta Asia menor. Tradujo
obras árabes de filosofía y matemáticas y comprendió los Elementos de Euclides. Contribuyó a difundir por Europa el
uso de los números arábigos. También escribió un libro de divulgación llamado Quaestiones Naturales, en el que resumió
lo que había aprendido de la ciencia árabe. Godofredo Plantagenet lo había elegido como maestro para su hijo Enrique.

En Alemania moría otro Enrique, el heredero del emperador Conrado III. Tenía un hermano de cinco años, y el emperador
pasaba ya de los cincuenta, por lo que la sucesión podía ser problemática una vez más. Los príncipes electores podían ser
nuevamente decisivos y ello llevó a Conrado III a una oportuna reorganización. Hasta entonces, los príncipes electores
laicos eran los duques de Suabia (que a la sazón era Federico III Barbarroja, sobrino del emperador), de Baviera (entonces
Enrique II de Babenberg), de Sajonia (Enrique el León) y de Franconia (el propio emperador). Conrado III quería que el
Imperio quedara en manos de su familia, los Staufen (o Hohenstaufen), y el principal obstáculo era Enrique el León, que
pertenecía a la poderosa familia de los Güelfos. El hecho de que el propio emperador fuera un príncipe elector era un
inconveniente, pues poco podría elegir después de muerto. Por ello decretó que el duque de Franconia fuera sustituido en
la lista de los príncipes electores laicos por el conde Palatino del Rin, que a la sazón era su cuñado Hermann III. La
situación de Enrique II era delicada, pues Conrado III había arrebatado el ducado de Baviera al padre de Ricardo el León,
y éste venía reclamándolo desde hacía tiempo. Ante la posibilidad de que terminara cayendo en sus manos, Conrado III
decidió aprovechar la lealtad de Enrique II para que éste diera su consentimiento en ser eliminado de la lista de príncipes
electores en favor del duque de Bohemia (en calidad de copero mayor), que entonces era Ladislao II, cuñado del
emperador.

El Papa Eugenio III fue expulsado una vez más de Roma por los republicanos, dirigidos por Arnaldo de Brescia.

Mientras tanto, la reina de Aragón, Petronila, cumplía los catorce años de edad y se casaba por fin con Ramón Berenguer
IV, con quien estaba prometida desde poco después de nacer. Ramón Berenguer IV se alió con Alfonso VII de León y
Castilla a raíz de la muerte del rey de Navarra García V Ramírez, que fue sucedido por su hijo Sancho VI. En realidad
Sancho VI fue el primer monarca que se tituló rey de Navarra, pues sus antecesores llevaron el título de rey de Pamplona.
Castellanos y aragoneses trataron de apoderarse de los territorios navarros y Sancho VI se vio en dificultades para hacerles
frente. Se conserva un documento en el que el rey se queja del desamparo en que le dejaron la nobleza y la burguesía.
En 1151 Ramón Berenguer IV y Alfonso VII firmaron el pacto de Tudela, en el que se repartían los territorios que podía
reconquistar cada estado, principalmente musulmanes, pero también se incluían dominios navarros. Sancho VI logró que
los castellanos renunciaran a sus planes en Navarra al concertar el matrimonio entre su hermana Blanca y Sancho, el
heredero de Alfonso VII.

Los almohades estaban causando estragos en Al-Ándalus. Eran mucho más fanáticos y fundamentalistas que los
almorávides en sus primeros años. Mataban a los morabitas (los sacerdotes almorávides) porque decían que todo
musulmán debía ser santo, por lo que no hacían falta sacerdotes. El rey de Mértola, Abú-l-Qásim, se arrepintió de haberlos
llamado en su ayuda y trató de rebelarse contra ellos, pero finalmente fue muerto y la mayor parte de su territorio quedó
bajo el dominio del Califa Abd al-Mumin. Poco después el rey Hamdín ibn-Muhammad también fue derrocado y Málaga
pasó a manos de los almohades.

En Oriente, un caudillo musulmán llamado Husayn Yahansuz, perteneciente a la dinastía de los Guríes, derrocó al
gaznawí Bahram Sha, que tuvo que refugiarse en la India. Hysayn fue vencido a su vez por el sultán Sanyar.
El emperador bizantino Manuel I envió un ejército al sur de Italia, en respuesta al ataque sufrido dos años antes por parte
del rey Roger II de Sicilia. Es posible que el fracaso de la segunda cruzada le llevara a pensar que Occidente era más débil
de lo que parecía.

Ese año murió Godofredo Plantagenet. El año anterior, poco después de volver de la desastrosa segunda cruzada, había
transferido a su hijo Enrique el ducado de Normandía, y ahora Enrique heredaba también los condados de Anjou y de
Maine.

También murió Suger, el abad de Saint-Denis y consejero de los reyes Luis VI y Luis VII de Francia. Escribió una Historia
de Luis el Gordo, una Memoria sobre mi administración abacial y una Historia de Luis VII que, junto con sus cartas,
constituyen unos valiosos documentos históricos.

La muerte de Suger tuvo una consecuencia importante para el destino de Francia. La esposa de Luis VII, Leonor de
Aquitania, siempre debió de ser más o menos consciente de que los galantes caballeros que protagonizaban los poemas a
los que era tan aficionada no eran de este mundo, pero eso no impidió que se sintiera terriblemente decepcionada ante el
deplorable papel que su marido representó en Tierra Santa durante la segunda cruzada. Ya allí se planteó la posibilidad
del divorcio, pero Suger les quitó esta idea tan poco cristiana de sus cabezas o, al menos, la acalló. Muerto el consejero,
Luis VII no se lo pensó dos veces. No sólo era una cruz para él tener que aguantar todos los días el desprecio de su costilla,
a la que culpaba también de haberle arrastrado a la cruzada al tiempo que le entorpeció con su descabellada idea de
acompañarlo, sino que además estaba el hecho de que sólo le había dado dos hijas, pero no un heredero al trono. En marzo
de 1152 logró que el Papa Inocencio III declarara nulo su matrimonio (por un débil argumento de parentesco), y
en mayo Leonor golpeó a su exmarido donde más podía dolerle: a sus treinta años se casó con Enrique Plantagenet, que
se convertía así, a sus diecinueve años, en el señor más poderoso de Francia, muy por encima del propio rey, ya que
dominaba Normandía, Anjou y Aquitania (incluso Bretaña le rindió vasallaje). Además era bisnieto de Guillermo el
Conquistador, lo que le convertía en candidato a la corona de Inglaterra.
Entre tanto moría el emperador germánico Conrado III y los príncipes electores, reunidos en la dieta
de Frankfurt, eligieron rey de Alemania al duque de Suabia, Federico III Barbarroja, que ahora pasaba a ser Federico
I de Alemania. (Las dietas eran asambleas de nobles en el Imperio Alemán.)

Ese año murió el conde Teobaldo IV de Blois y Champaña. Una vez más ambos condados fueron divididos por la herencia:
el primogénito Enrique II recibió Champaña y el hijo menor, Teobaldo V, recibió Blois. Esto era significativo, porque
hasta entonces Blois siempre había sido considerado el más prestigioso de los dos condados y había constituido la herencia
del primogénito, pero lo cierto era que Champaña se había vuelto el más rico y próspero gracias a su actividad comercial
y así se reflejó en el testamento del conde.

El conde Raimundo V de Tolosa tenía serios problemas para dominar a sus vasallos nobles, algunos de los cuales estaban
entrando en la esfera de influencia de Ramón Berenguer IV. Para reforzar la unidad de su territorio obligó a la nobleza a
servir en la corte, al tiempo que se apoyaba en la burguesía, especialmente en la de la ciudad de Tolosa, a la que otorgó
algunos privilegios.

El rey Alfonso VII de León y Castilla se casó con Riquilda, hija del duque Ladislao II de Polonia. (Su primera esposa,
Berenguela, había muerto tres años antes.)

En Tierra Santa moría el conde Raimundo II de Trípoli, que fue sucedido por su hijo Raimundo III.

A Noruega llegó como legado pontificio un cardenal originario de Inglaterra llamado Nicolás Breakspear, quien
condenó las supervivencias paganas e inició una campaña de occidentalización del país. Los obispos se convirtieron en
las auténticas autoridades del país, y obligaron al rey Sigurd III a convertir la monarquía en hereditaria según la línea
directa de primogenitura y a declarar indivisible el territorio nacional. El rey Sverker I de Suecia recibió un legado
pontificio que organizó también una lucha contra el paganismo, la cual contó con el apoyo decisivo de los cistercienses.

En 1153 el Papa Eugenio III firmó el tratado de Constanza con el rey de Alemania Federico I Barbarroja, que le aseguraba
el apoyo alemán, pero no le sirvió para entrar de nuevo en Roma, porque murió antes de lograrlo. Fue sucedido
por Anastasio IV (que no tuvo que entrar en Roma porque ya estaba allí).
El conde de Anjou, Enrique Plantagenet, desembarcó en Inglaterra dispuesto a hacer valer el derecho de su madre Matilde
a la corona, de acuerdo con el testamento de su abuelo Enrique I. El rey Esteban I tenía ya casi sesenta años y su poder
estaba enormemente mermado a causa de la larga guerra civil que había tenido que afrontar. Enrique Plantagenet contó
con muchos más apoyos de los que había tenido su madre años atrás. Cuando los nobles apoyaron en su día a Esteban de
Blois frente a Matilde y Godofredo de Anjou, su idea era que Esteban quedara al frente tanto de Inglaterra como de
Normandía, pues muchos de ellos tenían posesiones en ambos territorios y era un contratiempo que cada uno de ellos
estuviera sometido a una autoridad diferente. De hecho, los nobles normandos tenían en mayor estima a sus posesiones
en Normandía que a las de Inglaterra. Enrique Plantagenet era ahora el duque de Normandía y la única forma viable de
reunir de nuevo las conquistas de Guillermo el Conquistador era bajo su reinado. Por ello, cuando Esteban I trató de que
su hijo Eustaquio fuera reconocido como heredero, se encontró con una gran oposición tanto por parte de la nobleza
como del clero. Teobaldo, el arzobispo de Canterbury, envió a Roma a un protegido suyo, Tomás Becket, para que
convenciera al Papa para que no aprobara la coronación de Eustaquio. La personalidad de Becket inspiraba simpatía y no
tuvo ninguna dificultad en lograr su cometido. De todos modos, Eustaquio murió ese mismo año y, aunque tenía un
hermano menor, Guillermo, era patente que no tenía voluntad ni carácter para gobernar, así que Esteban I terminó
cediendo: propuso a su rival que le permitiera reinar mientras viviera y a cambio lo reconocía como heredero de Inglaterra.
Enrique aceptó.

La princesa Constanza de Antioquía contrajo matrimonio con Reinaldo de Châtillon, que se convirtió así en el nuevo
príncipe.

En Al-Ándalus los almohades se apoderaban de Córdoba. Navarra y Castilla firmaron un tratado de paz en Soria que se
ratificó con el compromiso matrimonial entre el rey Sancho VI de Navarra y Sancha, hija de Alfonso VII de León y
Castilla. Como contrapartida, el rey navarro tuvo que ceder a Castilla algunas tierras del centro de su reino.

Una tribu turca, los Uguz, se había desplazado hacia el oeste, atacó Iraq e hizo prisionero al sultán Sanyar.

En Escocia murió el rey David I y fue sucedido por su nieto de doce años, que a causa de su carácter apocado era conocido
como Malcom IV la Doncella. También murió san Bernardo de Claraval, así como el conde Poncio II de Ampurias, que
fue sucedido por su hermano Hugo III. En Ceilán murió el rey Vijayabahu, que fue sucedido por Parakramabahu I. El
nuevo rey emprendió un ambicioso programa de construcciones y aventuras militares que terminaron agotando al país.
Todavía más al este, los Yurset establecieron su capital en Pekín. El hecho de que el soberano Jin gobernara desde allí
favoreció la sedentarización de su pueblo.

En 1154 murió el Papa Anastasio IV y fue sucedido por Nicolás Breakspear, que adoptó el nombre de Adriano IV. Poco
después murió el rey Roger II de Sicilia y fue sucedido por su hermano Guillermo I. Adriano IV se alió con el emperador
Bizantino Manuel I contra Guillermo I y apoyó una sublevación en Apulia.

El sultán de Rum Masud I fracasó en un intento de conquistar Cilicia a los armenios.

Ese año murió el Califa fatimí al-zafir, y fue sucedido por al-Faíz. También murió el conde Armengol VI de Urgel, que
fue sucedido por su hijo Armengol VII.

El rey Luis VII de Francia se casó con Constanza, hija del rey Alfonso VII de León y Castilla.

Finalmente, el 19 de diciembre murió el rey Esteban I de Inglaterra y, de acuerdo con lo convenido, fue sucedido
por Enrique II Plantagenet. Para espanto del rey Luis VII de Francia, se formó así lo que se conoce como el Imperio
Angevino (de Angers, la capital de Anjou). Inmediatamente se puso a combatir el bandidaje y a los pequeños señores que
gobernaban sus dominios sin reconocer ninguna autoridad superior. Supo escoger excelentes colaboradores versados en
el derecho canónico y en el derecho romano, puso los cimientos de una administración centralizada y desplegó una intensa
actividad legislativa. También reformó el sistema judicial. Sin cancelar los tribunales locales, creó un cuerpo de jueces
ambulantes que recorrían el país y a los que todo súbdito tenía derecho a apelar. Estos jueces aplicaban un sistema de
leyes común a todo el estado y, por lo general. estaban libres de las presiones de los nobles, pues dependían directamente
del rey. Con el tiempo todo el mundo prefirió acudir a los tribunales del rey frente a los tribunales de los señores feudales,
lo que a su vez mejoró la imagen del rey como protector de su pueblo. Como los jueces no conocían a los implicados en
los casos que juzgaban, se impuso la costumbre de convocar a un grupo de vecinos en cada juicio para que declararan
bajo juramento sobre la veracidad de las declaraciones de los testigos implicados, y éste fue el origen del sistema de
jurados.

Ese mismo año Enrique II selló una alianza con Ramón Berenguer IV de Aragón contra el conde Raimundo V de Tolosa.

El rey de Alemania Federico I Barbarroja también se había dedicado a fortalecer y unificar su Imperio. Cuando se hubo
asegurado de tener a la nobleza alemana bien sujeta, marchó a Italia, llamado por el Papa Adriano IV para que le librara
de Arnaldo de Brescia. Tras ser coronado rey de Italia, llegó a Roma en 1155. Poco antes de que entrara en la ciudad,
Adriano IV excomulgó a Arnaldo y atemorizó a los romanos con la condenación eterna, hasta que terminaron
expulsándolo (quizá más preocupados por la noticia de que Federico I estaba al llegar). Federico I logró que Arnaldo
fuera capturado y entregado a los partidarios del Papa, que lo ahorcaron, lo quemaron y arrojaron sus cenizas al Tíber.
El 18 de junio Adriano IV coronó emperador a Federico I. La ceremonia fue tensa, pues Federico I no se atrevió a
rehusar la coronación, pero indudablemente tenía presente el caso de su tío Conrado III, que fue aceptado como
emperador sin haber sido nunca coronado por el Papa. Federico I se negó a cumplir parte del protocolo de sumisión y,
en correspondencia, Adriano IV no le dio el "beso de la paz". Fue el inicio de un nuevo conflicto entre el emperador y
el Papa sobre si la autoridad de aquél provenía o no de éste.

Enrique II de Inglaterra seguía paralelamente los pasos de Federico I: Una vez tuvo asegurado su dominio sobre la
nobleza, trató de poner a raya a la Iglesia. Durante el anárquico reinado de Esteban I la Iglesia había conseguido muchos
privilegios. Por ejemplo, un religioso (sacerdote, monje, o incluso un simple sacristán) no podía ser juzgado por un
tribunal del rey, sino únicamente por un tribunal eclesiástico, incluso si era acusado de delitos graves como el asesinato.
Los tribunales eclesiásticos eran siempre más indulgentes que los laicos y, además, la Iglesia no podía derramar sangre,
por lo que si, por ejemplo, un clérigo era declarado culpable de asesinato, su pena consistía en que perdía su condición
de clérigo (pero no podía volver a ser juzgado por el mismo delito). En palabras de Enrique II, se necesitan dos crímenes
para colgar a un sacerdote. Los intentos por parte del rey de cambiar este estado de cosas chocaron con la resistencia de
Teobaldo, el arzobispo de Canterbury. Durante el primer año de reinado de Enrique II, en el que se había ocupado
principalmente de dominar a los nobles, Teobaldo fue su principal consejero, pero ahora que el rey se volvía contra la
Iglesia las relaciones entre ambos se enturbiaron.

Teobaldo tuvo entonces una idea brillante: logró que Enrique II nombrara canciller (una especie de primer ministro) a un
hombre de su confianza: Tomás Becket. Había sido nombrado arcediano de Canterbury el año anterior y en todo momento
había mostrado una intachable eficiencia y lealtad hacia el arzobispo. Por ello Teobaldo estaba seguro de que el nuevo
canciller usaría su personalidad carismática para hacer comprender al rey los puntos de vista de la Iglesia. Para su espanto,
resultó que Becket se esforzó por cumplir su nuevo cometido con la misma eficiencia y lealtad hacia el rey como hasta
entonces lo había hecho hacia el arzobispo. Becket se convirtió, de hecho, en amigo íntimo de Enrique II. Abandonó la
austeridad eclesiástica para vivir en un lujo moderado, como correspondía a un canciller honesto y compartió con el rey
fiestas y placeres. Teobaldo tuvo que hacer frente por sí solo a Enrique II y a Becket.
Un normando llamado Robert Wace, protegido de Enrique II, escribió un poema de 15.300 versos octosílabos
titulado Roman de Brut, en el que adaptaba libremente la Historia Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth. El
contenido es esencialmente el mismo: la historia de los reyes bretones desde Bruto (el supuesto bisnieto de Eneas del que
supuestamente descendían) hasta el establecimiento de los reyes sajones en Inglaterra, pasando por el rey Arturo, etc. No
obstante, Wace transformó el seco latín de Godofredo de Monmouth en un poema romántico al estilo de la época, poema
que dedicó, naturalmente, a Leonor de Aquitania. En el poema de Wace aparece por primera vez la Tabla
Redonda alrededor de la cual se sentaban los caballeros de Arturo, de modo que ninguno de ellos la presidía.

La enorme expansión que estaba sufriendo la ciudad de Pisa obligó a ampliar la ciudad a un recinto mayor. Por esta época
se concluyeron las obras de la catedral, a la que se le había añadido un baptisterio. El auge de la nobleza, los armadores
y los comerciantes llevó a la creación de un magistrado único pacificador: el podestà. No menos próspera era su rival,
Génova, donde los banqueros habían desarrollado ágiles sistemas de financiación para las expediciones comerciales. Los
genoveses deseaban mantenerse libres de toda intervención exterior y, ante un posible ataque del emperador Federico I
Barbarroja, fortificaron la ciudad.

El rey Sigurd III de Noruega trató de unirse a su hermano Eystein para desembarazarse de su otro hermano, Ingón, pero
murió en el enfrentamiento entre ambos. Eystein conservó el trono.

En las islas Baleares murió Muhammad, y se acusó de parricidio a su hijo Ishaq. Fue sucedido por su otro hijo Abd
Allah, pero Ishaq no tardó en destronarlo.

Ese año murió el sultán de Rum Masud I. Fue sucedido por Kiliç Arslán II.

El emperador bizantino Manuel I dominaba una cierto territorio del sur de Italia y al mismo tiempo trató de ocupar
territorios húngaros, pero fue derrotado por el rey Geza II, que reafirmó así la independencia de su país. Luego, en 1156, el
rey Guillermo I de Sicilia infligió a los bizantinos una derrota terrestre seguida de otra naval, con lo que Manuel I
abandonó Italia. Esto puso en una situación delicada al Papa Adriano IV, que perdía así el apoyo del emperador de Oriente
y no estaba nada claro que pudiera contar con el del emperador de Occidente. Ese mismo año firmó el concordato de
Benevento, por el que Guillermo I se reconocía vasallo del Papa a cambio de recibir algunos territorios adicionales.

Enrique II Pantagenet y Ramón Berenguer IV de Aragón asediaron la ciudad de Tolosa.

Ese año murió Pedro el Venerable, el abad de Cluny. A su muerte, el número de monasterios cluniacenses superaba los
dos mil. Había encargado una traducción del Corán al latín (para refutarlo, claro). La traducción la llevó a cabo Roberto
de Chester, que ya había traducido numerosos tratados de alquimia, y también las obras del matemático al-Jwarizmi, con
lo que introdujo el álgebra en Europa Occidental.

También murió el rey Sverker I de Suecia, que fue sucedido por Erik IX Jedvardsson, miembro de una familia rival a
la de Sverker y que llevaba ya seis años en rebeldía. No obstante, a diferencia de la situación previa al reinado de Sverker
I, ahora las dos familias eran católicas, por lo que sus disputas fueron menos sangrientas.

El reino de Georgia llegó a su siglo de oro con la subida al trono de Jorge III, que reconquistó todas las ciudades armenias
que seguían en poder de los selyúcidas.

El emperador Federico I Barbarroja consintió en devolver a Enrique el León el ducado de Baviera, que había sido
arrebatado por Conrado III a Enrique el Soberbio, el padre de Enrique el León. Para ello tuvo que quitárselo a Enrique II
de Babenberg, al cual, como compensación, le cambió el título de margrave de Austria por el de duque de Austria, lo que
implicaba que el título se convertía en hereditario. Ese año murió el conde palatino del Rin Hermann III, y el título pasó
a su yerno Conrado, hermano del emperador. Federico I dio libertad completa a Enrique el León para luchar contra los
eslavos. Ese año, Federico I se casó con la condesa Beatriz I de Borgoña.

En 1157 se reunió la dieta de Besançon, en la que, oponiéndose al representante del Papa, el cardenal Rolando
Bandinelli, el emperador afirmó haber recibido el Imperio únicamente de Dios, por medio de los príncipes electores. Esto
implicaba que la coronación por el Papa no era necesaria y, en particular, que el Papa no tenía la opción de rechazar o
deponer a un emperador elegido por los príncipes. El emperador quería librarse de toda dependencia del Papa, pero no
del carácter divino de su autoridad. De hecho, la dieta de Besançon convirtió el que hasta entonces había sido simplemente
el Romanorum Imperium (Imperio Romano) en el Sacrum Romanorum Imperium (Sacro Imperio Romano). A partir de
aquí usaremos este nombre, que los historiadores emplean habitualmente para referirse al Imperio desde que Otón I se
convirtió en emperador y al que nosotros hemos venido llamando Imperio Germánico.

Alberto el Oso conquistó Brandeburgo, la principal fortaleza de los vendos, y tomó el título de margrave de
Brandeburgo. Entonces inició la colonización de la región y la roturación de las tierras.

El rey Malcom IV de Escocia tuvo que hacer frente a varias rebeliones, las cuales fueron aprovechadas por Enrique II de
Inglaterra, al que tuvo que rendir vasallaje (acuerdo de Chester) y cederle los condados del norte de Inglaterra
(Cumberland y Northumbria).

Entre los responsables de los disturbios en Escocia estaba el rey Eystein de Noruega, que había saqueado el país poco
antes. Murió en un ataque de su hermano Ingón, quien previamente había logrado que sus partidarios lo abandonaran.

Una vez el catolicismo estuvo bien asentado en Suecia, el rey Erik IX cayó en la cuenta de que sus vecinos, los fineses,
eran todavía paganos, y organizó una cruzada para convencerlos de su error.

En Dinamarca la guerra civil por la sucesión de Erik Lam terminó con la victoria de Valdemar I el Grande, hijo del
duque Canuto Lavard, cuyo asesinato había provocado la primera guerra civil de este periodo. El nuevo rey reunificó el
país y tomó medidas contra los vendos, que habían sabido aprovechar el estado de debilidad en que las guerras habían
sumido a Dinamarca en los últimos años.

En Holanda murió el conde Dirk VI, y fue sucedido por Florencio III.

En Rusia murió el gran príncipe de Kíev Yuri Dolgoruki. Su hijo Andrei Bogoliubski heredó el principado de Súzdal y
luchó con otros príncipes por el principado de Kíev.

En Iraq murió el sultán selyúcida Sanyar. Un año antes se había liberado del cautiverio Uguz, que continuaron presionando
sobre Iraq.
Finalmente se celebró la boda entre el rey Sancho VI de Navarra y Sancha, la hija de Alfonso VII de León y Castilla, tal
y como había sido pactado años antes. Los almohades cercaron Almería y Alfonso VII murió mientras se retiraba hacia
el norte. El Califa almohade Abd al-Mumin se adueñó de toda Al-Ándalus, con excepción de Valencia, Murcia y las islas
Baleares.

El emperador de las Españas había dispuesto que su primogénito, Sancho III, heredara el reino de Castilla, mientras
que su segundo hijo, Fernando II, heredara el reino de León. En 1158 los templarios abandonaron la ciudad
de Calatrava ante un ataque almohade, y Sancho III encargó la defensa de la ciudad a Raimundo, el abad
de Fitero. Como recompensa, lo nombró Maestre de la Orden de Calatrava, una orden militar compuesta por caballeros
y monjes con la misión de colaborar en la reconquista de España. Pero Sancho III murió de forma inesperada antes de
que acabara el año, y el nuevo rey pasó a ser su hijo Alfonso VIII, que apenas tenía tres años de edad. Dos poderosas
familias castellanas, la de los Castro y la de los Lara, se disputaron la regencia del monarca, y en la disputa participó
también Fernando II. Los castellanos se aseguraron de que Navarra no intervendría en el conflicto devolviendo a
Sancho VI los territorios que éste había cedido cinco años antes. Además Navarra fue dispensada del vasallaje que
había rendido a Castilla en las últimas décadas.
Las ciudades del norte de Italia gozaban de una gran independencia y apenas reconocían ninguna clase de autoridad
nacional. El emperador Federico I Barbarroja cruzó los Alpes y tomó la ciudad de Milán. En la dieta de
Roncaglia proclamó la "recuperación de Lombardía" e impuso funcionarios imperiales en cada ciudad, que recibieron el
nombre de podestà. Obviamente las ciudades recibieron esta medida con desagrado y se volvieron hacia el Papa Adriano
IV en busca de apoyo. Éste lanzó un ultimátum al emperador, conminándolo a respetar sus derechos y a devolverle
extensos territorios italianos, en especial las posesiones de la condesa Matilde de Toscana.

El emperador bizantino Manuel I firmó con el rey Guillermo I de Sicilia la paz de los treinta años, en la que reconocía la
soberanía del normando sobre el sur de Italia. Por otra parte, en 1159 logró que los Estados Latinos de Oriente le rindieran
vasallaje. El príncipe de Antioquía, Reinaldo de Châtillon, tuvo que aceptar que la ciudad pasara a tener un Patriarca
ortodoxo.

El conde Raimundo V de Tolosa, ayudado por Luis VII de Francia, se enfrentó sin éxito a Enrique II Plantagenet, el conde
de Anjou y rey de Inglaterra, aliado de Ramón Berenguer IV de Aragón.

Ese año murió Ladislao II el Exiliado, el duque de Polonia derrocado por su hermano Boleslao IV. El emperador Federico
I Barbarroja había tratado de invadir Polonia para restituirlo, pero la campaña no tuvo éxito.

También murió el Papa Adriano IV y fue elegido como sucesor el cardenal Rolando Bandinelli, que adoptó el nombre
de Alejandro III. Sin embargo, Federico I logró que nueve cardenales eligieran a Ottaviano di Monticello, que adoptó
el nombre de Víctor IV. Con el respaldo imperial pudo entrar en Roma, mientras Alejandro III huía a Sens, en Francia.

Pedro Lombardo fue designado obispo de París, pero murió en 1160. El concilio de Pavía, celebrado en febrero bajo los
auspicios de Federico I, proclamó a Víctor IV como Papa legítimo, pero el concilio de Beauvais, celebrado
en julio, proclamó a Alejandro III y tuvo el respaldo de los reyes de Francia, Inglaterra, Aragón, Castilla, León, Portugal,
Sicilia, Jerusalén y del emperador bizantino Manuel I.

El rey Malcom IV de Escocia logró sofocar los últimos focos rebeldes que cuestionaban su autoridad.
Ese año murió Constanza de Castilla, la segunda esposa de Luis VII de Francia, después de darle una tercera hija. La
corona de Francia seguía sin heredero y el rey se volvió a casar antes de que terminara el año, esta vez con Adela, hermana
de los condes de Blois y de Champaña.

El rey Sancho VI de Navarra no pudo resistir la tentación y terminó ocupando Logroño aprovechando la minoría de edad
de Alfonso VIII y las luchas internas entre los nobles de Castilla.

Suecia fue invadida por el príncipe Danés Magnus Henriksson, que afirmaba tener derecho sobre el reino. El rey Erik
IX murió defendiendo la ciudad de Uppsala. El día de su muerte es hoy fiesta nacional en Suecia. Fue sucedido
por Carlos VII Sverkersson, hijo de Sverker I.

También murió el Califa fatimí al-Faíz, que fue sucedido por al-Adid.

El príncipe de Antioquía, Reinaldo de Châtillon, fue capturado por el atabeg Nur al-Din, que lo retuvo prisionero en
Alepo.

En Japón, las luchas por el poder entre el clan de los Taira y el de los Minamoto llegó a su punto más candente cuando el
jefe de los Taira, Kiyomori, fue depuesto por los Minamoto al mismo tiempo que el emperador. Sin embargo, los Taira
vencieron a los Minamoto en Kyoto.

OMÁS BECKET
En la China de los Jin, la población nativa empezó a rebelarse contra los yurset, lo cual fue aprovechado por los Song
en 1161 para reanudar las hostilidades entre ambos imperios.

En Noruega murió el rey Ingón, asesinado por los partidarios del que pasó a ser Magnus V, sobrino de Magnus IV el
Ciego.
Ibn Mardanis, el rey de Murcia y Valencia, logró conquistar Granada a los almohades.

El emperador bizantino Manuel I se casó con María de Antioquía, hija del difundo príncipe Raimundo I de Antioquía.

El conde de Provenza Ramón Berenguer III se casó con Riquilda de Polonia, la viuda del rey Alfonso VII de Castilla.

En Inglaterra murió Teobaldo, arzobispo de Canterbury y principal obstáculo para la política religiosa de Enrique II. El
rey tuvo entonces una idea brillante, la misma, de hecho, que Teobaldo había tenido unos años antes. Igual que Teobaldo
había propuesto a Tomás Becket para el cargo de canciller, con el objeto de tener a alguien leal en el cargo político más
importante después del rey, ahora Enrique II propuso al Papa que nombrara arzobispo de Canterbury a Tomás Becket,
para tener a alguien leal en el cargo eclesiástico más importante en Inglaterra después del Papa. Becket no recibió la
noticia con agrado, pero aceptó la voluntad real, ratificada por Alejandro III, y en 1162 fue investido arzobispo.
Inmediatamente renunció a la cancillería, pues consideró que no podía desempeñar debidamente ambos cargos, y al
mismo tiempo cambió radicalmente su modo de vida: de llevar la vida alegre de un cortesano pasó a ser un perfecto
asceta. Además, para espanto e indignación del rey, continuó, e incluso llevó a un grado más radical, la política de
Teobaldo a la que él mismo se había opuesto mientras había sido canciller. Cuando el sorprendido Enrique II le señaló
esta contradicción su respuesta fue "Ésa era mi opinión como canciller, pero mi opinión como arzobispo es diferente".

Tomás Becket tenía una personalidad muy peculiar. Al parecer pensaba que cualquier cosa que se le encargara tenía que
hacerla bien y ponía todo su empeño en ello: mientras fue ayudante de Teobaldo le sirvió con lealtad y eficiencia; cuando
fue nombrado canciller pasó a desempeñar el cargo tan bien como supo, entendiendo que ello le exigía ponerse de parte
del rey y en contra del arzobispo; finalmente, ahora que era arzobispo entendía que su misión era servir a los intereses de
la Iglesia y oponerse a los del rey. Pero Enrique II no entendía esta filosofía y lo único que veía era que Becket era un
traidor. La gran amistad que los había unido en los últimos años se convirtió en una enemistad irreconciliable.

Las ciudades del norte de Italia, aunque teóricamente pertenecían desde hacía siglos al Sacro Imperio Romano, habían
gozado en la práctica de una autonomía casi completa, y muchas de ellas no estaban dispuestas a aceptar el control que
ahora pretendía imponerles el emperador Federico I Barbarroja. Éste marchó sobre ellas y, tras un asedio de nueve meses,
arrasó Milán.

Mientras tanto moría Ramón Berenguer IV, el príncipe de Aragón y Cataluña. El año anterior había llegado a un acuerdo
con Federico I en virtud del cual éste reconocía a Ramón Berenguer como marqués de Provenza a cambio de su vasallaje
(lo que suponía que Provenza pasaba a formar parte del Sacro Imperio Romano). Sin embargo, la muerte le sobrevino
mientras se dirigía a Turín, para firmar el tratado.

Provenza pasó a manos del conde Ramón Berenguer III, sobrino de Ramón Berenguer IV, que también rindió vasallaje
al emperador. Por su parte, Ramón Berenguer IV dejó tres hijos menores de edad. El mayor, Alfonso II, recibió a sus
cinco años el título de rey de Aragón (que su padre nunca llegó a adoptar); su hermano Pedro recibió los condados de
Cerdaña, Carcasona y Narbona como vasallo de Alfonso II y Sancho recibió Cerdaña, compartida con Pedro. Los tres
quedaron bajo la tutela de Enrique II Plantagenet. El gobierno efectivo quedó en manos del senescal Guillem Ramón de
Montcada y del obispo de Barcelona, Guillem de Torroja. Oficialmente, la reina legítima de Aragón era Petronila, la
viuda de Ramón Berenguer IV, pero cedió la soberanía a sus hijos según las disposiciones de su marido.

El rey Fernando II de León, aprovechando la guerra civil en Castilla, ocupó Segovia y Toledo, tras lo cual comenzó a
titularse rey de los españoles, que era una forma tímida de recuperar el título imperial que había asumido su padre.

Yúsuf, el hijo del Califa almohade Abd al-Mumin, arrebató Granada a Ibn Mardanis.

Ese año murió el sultán gaznawí Bahram Sha. En los últimos años de su vida había logrado recuperar el dominio de
Gazni, pero sus descendientes no tuvieron ninguna autoridad más allá de la capital. Los dominios gaznawíes estaban
ahora bajo el gobierno de los guríes, con excepción de algunos territorios en el norte de la India.

En Borgoña murió el duque Eudes II, que fue sucedido por su hijo Hugo III.

También murió el rey Geza II de Hungría, que fue sucedido por su hermano Ladislao II. Geza II había fortalecido la
independencia de Hungría frente a los bizantinos al derrotar siete años atrás al emperador Manuel I. Sin embargo, ahora
su hijo Esteban le reclamó la corona a Ladislao II, y éste se vio obligado a buscar el apoyo de Bizancio. Tal apoyo no
impidió a Esteban derrocar a su tío en 1163 y convertirse en Esteban III de Hungría. Entonces Manuel I trató de imponer
como rey a Esteban IV, hermano de Geza II, pero antes de que acabara el año Esteban III tenía todo el país bajo su
autoridad.

Más suerte tuvo en Antioquía, donde acababa de cumplir dieciocho años el hijo del difunto príncipe Raimundo. Su
padrastro, Reinaldo de Châtillon, seguía prisionero del atabeg de Alepo Nur al-Din, así que fue reconocido como nuevo
príncipe, con el nombre de Bohemundo III. Sus dotes de gobernante fueron escasas, y aceptó la soberanía de Manuel I.
Fue conocido como Bohemundo III el Tartamudo.

Nur al-Din, dominaba prácticamente toda la frontera oriental de los Reinos Latinos de Oriente, y parecía una mera
cuestión de tiempo que acabara conquistándolos. Sin embargo, el principal inconveniente era que andaba escaso de dinero.
Su principal arma para reunir a los musulmanes contra los cristianos (la religión, la jihad) no era tan efectiva si no había
además dinero. Había una fuente de dinero relativamente a su alcance: Egipto. El país vivía en la miseria, pero sus
gobernantes, los fatimíes, eran increíblemente ricos, pues Egipto era una de las principales escalas comerciales entre la
India y Occidente. Nur al-Din lo tuvo fácil para reunir un ejército contra Egipto: los fatimíes eran herejes chiitas, y así, si
conquistaba Egipto, sus hombres no sólo podrían recibir un magnífico botín, sino que estarían prestando un gran servicio
al islam. Nur al-Din envió una primera expedición contra egipto que puso bajo el mando de Sirkuh, uno de sus generales
de máxima confianza.

En Jerusalén murió sin descendencia el rey Balduino III, que fue sucedido por su hermano Amaury I.

También murió el Califa almohade Abd al-Mumin. Una intriga política hizo que el Imperio pasara a manos de su
hijo Yúsuf I, que despojó de sus derechos al heredero jurado, Muhammad.

Aragón había estado atacando a Navarra desde que Sancho VI subiera al trono, y finalmente ambos estados llegaron a un
acuerdo y firmaron la paz.
Tras la muerte de san Raimundo de Fitero, el maestre y fundador de la orden de Calatrava, se produjeron desavenencias
entre los monjes y los caballeros que componían la orden. Fue elegido maestre un caballero, García, tras lo cual los
monjes se retiraron a la abadía de Fitero y los calatravos (ya exclusivamente caballeros) pasaron a depender de la abadía
francesa de Morimond. En 1164 el Papa Alejandro III aprobó la regla de los caballeros.

Ese año murió el conde Gausfredo III de Rosellón, que fue sucedido por su hijo Girardo II.

Nur al-Din emprendió una ofensiva contra los Estados Latinos de Oriente en la que hizo prisionero al conde Raimundo
III de Trípoli.

El rey Magnus V de Noruega fue coronado por Eystein, el arzobispo de Nídaros, lo que supuso una alianza entre
la Iglesia, cada vez más influyente en el país, y la monarquía, que estaba emergiendo de un largo periodo de guerras
civiles y religiosas. En Suecia se creó un primer arzobispado en Uppsala que independizó a la iglesia sueca de la alemana.

Ahora los únicos territorios paganos que quedaban en Europa eran una franja a las orillas del mar báltico que separaba a
la Suecia católica de la Rusia ortodoxa. En dicha franja habitaban los vendos (hostigados por los daneses y alemanes),
los obodritas (por los alemanes), los pomeranios y los prusianos (por los polacos), los lituanos, los livonios y
los estonios (por los rusos de Nóvgorod) y al norte los fineses, cuyas tierras eran un continuo campo de batalla entre
suecos y rusos.

El rey Enrique II de Inglaterra aplicaba cada vez técnicas más violentas contra los eclesiásticos en su afán de doblegar a
Tomás Becket. Esto infundió prudencia a muchos sacerdotes, pero Becket permanecía inquebrantable en su posición.
Pero el Papa Alejandro III necesitaba el apoyo de las monarquías europeas contra Federico I y su papa Víctor IV, así que
recomendó moderación a Becket y sólo esto le hizo ceder. En un concilio reunido en Clarendon, Enrique II hizo que
Becket y otros obispos aceptaran la Constitución de Clarendon, por la cual se restablecía la relación entre la Iglesia y el
Estado que había estado vigente bajo los reyes normandos: se limitaba la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos, de
manera que los clérigos acusados de delitos graves serían juzgados por los tribunales del rey; la Iglesia no podía
excomulgar a los súbditos del rey sin el consentimiento de éste (en particular, no podía excomulgar al rey); los
eclesiásticos tenían prohibido abandonar el país o apelar al Papa sin el permiso del rey y, finalmente, el nombramiento de
obispos se haría según lo dispuesto por el tratado entre Enrique I y san Anselmo de Canterbury en 1107. Sin embargo,
poco después murió el Papa Víctor IV, lo que situó a Alejandro III en una posición mejor, hasta el punto de que se negó
a ratificar el acuerdo, e inmediatamente Becket afirmó que eso le eximía de su juramento de respetarlo.

Enrique II ordenó entonces una investigación exhaustiva de los actos de Becket durante el periodo en que ocupó la
cancillería y, naturalmente, se encontraron motivos fundados para acusarlo de traición y confiscar todos sus bienes. La
situación se puso tan peligrosa que el arzobispo decidió huir a Francia, desde donde excomulgó a Enrique II. Le acompaño
Jean de Salisbury, que continuaba en su cargo de secretario del arzobispo.

Por su parte, Federico I Barbarroja había hecho elegir a un nuevo Papa, el cardenal Guido da Crema, que adoptó el
nombre de Pascual III. La situación era delicada, pues el emperador no lo tenía fácil para colocarlo en Roma. La
República de Venecia no formaba parte del Sacro Imperio Romano, pero, temerosa de que Federico I pudiera decidir lo
contrario en cualquier momento, fomentó la creación de la Liga de Verona, una confederación de ciudades italianas
(Venecia, Verona, Vicenza y Padua), que paralizaron al ejército imperial impidiéndole descender hasta Roma. Alejandro
III aprovechó las circunstancias y en 1165 volvió a Roma, desde donde dirigió la lucha de las ciudades italianas contra
Federico I. Por otra parte, el emperador tenía algunos apoyos en Italia, entre los que destacaba Guillermo, el marqués
de Monferrato, que se casó con una hija de Federico I.

Para compensar este golpe y fomentar la lealtad de sus súbditos hacia su Papa Pascual III, el emperador le hizo canonizar
a Carlomagno.

En Escocia murió el rey Malcom IV a sus veinticuatro años de edad, y fue sucedido por su hermano Guillermo el
León. Deseoso de recuperar los territorios que Malcom IV había cedido a Enrique II, entabló una alianza con el rey Luis
VII de Francia. El divorcio de Leonor de Aquitania fue el último de los muchos errores políticos que había cometido el
rey francés. Desde ese momento, ante la amenaza del Imperio Angevino, adoptó una hábil política consistente en apoyar
a todos los enemigos de Enrique II. Sus principales bazas del momento eran Guillermo el León y Tomás Becket. Pero la
mejor noticia que recibió ese año fue que Dios había finalmente escuchado sus fervorosas plegarias y le había concedido
un heredero, un nuevo capeto que fue conocido como Felipe Don de Dios. (Leonor de Aquitania, que no le había dado
ningún hijo a Luis VII, ya le había dado a Enrique II cuatro hijos y tres hijas por aquel entonces.)

También murió Esteban IV de Hungría, que no pudo hacerse con el trono pese al apoyo bizantino.

En China se firmó un tratado de paz entre los Song y los Jin. Las milicias de ciudadanos que el Imperio Song había
formado para defenderse de los yurset se convirtieron en un obstáculo en las negociaciones, pues la guerra contra el
Imperio Jin se había convertido en su modo de vida.

El rey de Dinamarca Valdemar I el Grande había iniciado una política de expansión hacia el mar Báltico. Su consejero,
el obispo Absalón, que había dirigido numerosas expediciones contra los vendos, fundó una ciudad alrededor del castillo
de Kovenhavn (puerto de los mercaderes), ciudad que actualmente se conoce con el nombre de Copenhague.

Los reyes Fernando II de León y Alfonso I de Portugal llegaron a un acuerdo en Pontevedra sobre los territorios
musulmanes que le correspondía conquistar a cada uno. El acuerdo se ratificó con el matrimonio de Fernando II
y Urraca, la hija del rey portugués.

El almohade Yúsuf I venció en Murcia al rey Ibn Mardanis y a su suegro y lugarteniente ibn Hamusq, rey de Jaén.
En 1166 Ibn Hamusq se pasó al bando almohade e Ibn Mardanis inició un periodo turbulento en el que mandó asesinar a
su hermana y a algunos de sus hijos.

En Irlanda, una insurrección derrocó al rey de Leinster Dermot MacMurrough, el cual marchó a Francia y solicitó la
ayuda de Enrique II Plantagenet. El rey tenía demasiados asuntos internos de los que ocuparse, así que no pudo ayudarle
directamente, pero le dio permiso para que reclutara un ejército entre los señores normandos de las marcas gaélicas (que
tenían más o menos dominados a los rebeldes galeses). De este modo algunos caballeros normandos pasaron a combatir
en Irlanda.

Ese año murió el rey Guillermo I de Sicilia, conocido como Guillermo I el Malo, que fue sucedido por su hijo Guillermo
II el Bueno.
También murió el conde de Provenza Ramón Berenguer III, mientras asediaba Niza. El condado pasó a su primo, el rey
Alfonso II de Aragón, pero en 1167 nombró conde a su hermano Pedro, que adoptó el nombre de Ramón Berenguer
IV de Provenza.

En Japón el jefe del clan de los Taira, Kiyomori, se convirtió en canciller del Imperio, pero su dureza hizo que el pueblo
se volcara hacia sus rivales, los Minamoto.

En Alemania murió el conde Werner II de Habsburgo, que fue sucedido por su hijo Alberto III, y en Suecia murió el rey
Carlos VII, asesinado por Canuto Eriksson, hijo de Erik IX, que se convirtió en el nuevo rey.

También murió Matilde, la madre de Enrique II Plantagenet que había intentado en vano hacerse con la corona de
Inglaterra.

El emperador bizantino Manuel I había concedido la mano de su hija María a un nieto del rey de Hungría Bela II el
Ciego, también llamado Bela, pero ese año María de Antioquía le dio un hijo, Alejo, que se convirtió en el nuevo heredero
del Imperio. Entonces Bela decidió que María ya no era tan atractiva como antes de que naciera su hermano y rompió su
compromiso. Más adelante María se casó con Raniero de Monferrato, hijo del marqués Guillermo de Monferrato, que
había marchado a Tierra Santa junto con sus hermanos Guillermo y Conrado.

Nur al-Din envió de nuevo a Sirkuh a Egipto. Nominalmente, el poder fatimí estaba en manos del Califa al-Zafir, pero
quien realmente gobernaba era su visir Shawar. Éste entabló una alianza con el rey Amaury I de Jerusalén. El ejército
turco derrotó al ejército conjunto de egipcios y cruzados y llegó hasta Alejandría. Los cruzados y los egipcios se
reorganizaron y lograron expulsar a Sirkuh, que tuvo que retroceder hasta Damasco.

El Papa Alejandro III patrocinó la reconstrucción de Milán, destruida unos años antes por el emperador Federico I
Barbarroja, a la que puso al frente de la llamada Liga Lombarda, una alianza de ciudades italianas en la que se
integró la Liga de Verona, formada por Venecia, Padua, Treviso, Ferrara, Brescia, Bérgamo, Cremona, Lodi,
Piacenza, Parma, Módena y Bolonia, además de Milán. Como símbolo de la independencia frente al emperador,
fundaron en 1168 la fortaleza de Alessandria. Luego murió el Papa Pascual III y Federico I hizo elegir como sucesor
a Juan de Struma, que adoptó el nombre de Calixto III, si bien se vio obligado a retirar su ejército de Italia. Ese año
legó el ducado de Suabia a su hijo Federico V.

Ese año murió el conde Dirk de Flandes y Alsacia, y fue sucedido por su hijo Felipe.

El emperador bizantino Manuel I arrebató Dalmacia a Hungría.

Los reyes Sancho VI de Navarra y Alfonso II de Aragón firmaron un acuerdo para repartirse las tierras que conquistaran
al rey de Murcia y Valencia Ibn Mardanis.

Ese año murió Huémac, el rey tolteca. Su capital, Tollan, entró en decadencia. Durante el reinado de Huémac habían
llegado a la ciudad nuevas tribus toltecas que entraron en pugna con sus habitantes, los cuales terminaron abandonando
Tollan para conquistar Cholula, habitada por los olmecas históricos. Los toltecas desplazaron a su vez a los olmecas, que
se establecieron en la costa oriental de México.

Al parecer hubo muchas migraciones de pueblos por esta época. La tradición remonta a estas fechas la aparición de un
pueblo pobre trashumante que llegó del norte sin llamar la atención. Eran los Aztecas. Dicha tradición habla de siete
clanes dirigidos por tres caudillos y cuatro sacerdotes que llevaban la imagen del dios tribal, Huitzilopochtli.

El almohade Yúsuf I adoptó el título de Califa que había llevado su padre. Poco antes había nombrado como médico
personal a Abentofail, autor de una novela filosófica titulada El filósofo autodidacto, protagonizada por un huérfano
abandonado en una isla desierta que es criado por una gacela. Su esfuerzo intelectual le lleva a descubrir los misterios de
la naturaleza y llega a unir su mente a Dios en el éxtasis. Ese mismo año Abentofail presentó a Yúsuf I en Marrakech
a Abú-l-Walid Muhammad ibn Rusd, más conocido como Averroes, autor de varios comentarios a las obras de
Aristóteles sobre medicina y ciencias naturales. Al parecer Yúsuf I le encargó que comentara las obras mayores del
estagirita. Como recompensa, en 1169 lo nombró cadí de Sevilla.

El príncipe Andrei Bogoliubski ocupó Kíev y obtuvo el título de gran príncipe, pero en lugar de hacer gala de él, como
todos sus antecesores, saqueó la ciudad y la abandonó para establecerse en Vladímir. Esto supuso el fin definitivo de
Kíev. A partir de entonces ya nadie codició el título de príncipe de Kíev y fueron los príncipes de Vladímir los que
reclamaron la supremacía sobre los demás príncipes rusos.

Ese año murió el rey Thoros II de Armenia, y fue sucedido por Rubén II.

El derrocado rey de Leinster Dermot MacMurrough intentó reconquistar su reino con la reducida tropa de los Fitzgerald y
los Fitzetienne, dos familias aristocráticas normandas. La primera estaba formada por los descendientes de Gerald de
Windsor, que se había casado con la princesa galesa Nesta. En la expedición iban Maurice Fitzerald, el tercer hijo de
Gerald, y su nieto Raymond Fitzwilliam.

Mientras tanto Enrique II Plantagenet quiso asegurar el porvenir de sus hijos. Su primogénito, Guillermo, había muerto
a los pocos años de su nacimiento, por lo que el heredero había pasado a ser Enrique el Joven, al que hizo coronar como
rey de Inglaterra a sus catorce años de edad. Al siguiente, Ricardo, de doce años, lo nombró duque de Aquitania y conde
de Poitiers, a Godofredo, de once, lo nombró duque de Bretaña, y al menor de todos, como sólo tenía dos años, no recibió
nada todavía, por lo que se quedó con el apodo de Juan sin Tierra. Además, el año anterior había casado a su hija
mayor, Matilde, con el duque de Baviera y de Sajonia Enrique el León.

Los cruzados habían atacado Egipto y el visir Shawar no se vio capaz de resistir un segundo ataque, así que pidió ayuda
a Nur al-Din. Éste envió nuevamente a Sirkuh, que unió su ejército al egipcio y derrotó a los cruzados. Sirkuh entró en
Egipto aclamado por el pueblo, al tiempo que el visir caía en desgracia, pues años atrás había pactado con los infieles. Al
parecer, Sirkuh difundió este argumento hasta conseguir la dimisión de Shawar. El Califa al-Zafir nombró visir al general
turco, pero ya tenía más de sesenta años y murió a los tres meses. Entonces al-Zafir nombró visir a Yúsuf, sobrino de
Sirkuh.

El rey Alfonso I de Portugal había conquistado la ciudad de Badajoz, y Fernando II de León consideraba que ese territorio
le correspondía conquistarlo a él, según los acuerdos establecidos entre ambos reinos. Ello inició una guerra en la que el
leonés derrotó a Alfonso I y al caudillo Gerardo Sempavor (Gerardo sin miedo).
En Castilla terminaron las guerras civiles cuando el rey Alfonso VIII fue declarado mayor de edad a sus catorce años.
Fue conocido como el rey chico, y sorprendió a todos por su madurez. En 1170 contrajo matrimonio con Leonor, la
segunda hija de Enrique II Plantagenet y Leonor de Aquitania. El rey Alfonso II de Aragón se casó a sus dieciséis años
con Sancha, tía de Alfonso VIII de Castilla.

El rey de Murcia y Valencia, Ibn Mardanis, tuvo que hacer frente a una rebelión en Alcira, fundada en su poca ortodoxia
religiosa, pero que en realidad era un síntoma del declive de su reino, tras las derrotas sufridas ante los almohades, las
drásticas medidas internas tomadas contra presuntos traidores y la pérdida de algunas tierras en el norte, ocupadas por
Aragón, Navarra y Castilla.

En Armenia murió el rey Rubén II y fue sucedido por Mleh I.

También murieron el duque Federico V de Suabia, que fue sucedido por su hermano Federico VI, y Alberto I el Oso, el
margrave de Brandeburgo, que fue sucedido por su hijo Otón I. En los últimos años Alberto I había sostenido numerosas
disputas con Enrique el León, el duque de Baviera y de Sajonia, en las que el emperador Federico I había intervenido
como mediador. Ahora duque Güelfo pudo fortalecer su posición y fue independizándose paulatinamente de la autoridad
imperial.

El poeta normando Robert Wace terminó el Roman de Rou, una historia de Normandía hasta la batalla de Tinchebray,
escrita en octosílabos.

Al mismo tiempo, un escritor francés del que se sabe poco más que su nombre: Chrétien de Troyes, escribió una novela
en verso titulada Erec y Enide, inspirada en la versión que Wace había dado de la leyenda de Arturo en su Roman de Brut.
(Erec es un caballero de la Tabla Redonda y Enide es su amada.) El relato novelesco es lo que el propio Chrétien llama
la matière, la materia o intriga de su obra, pero a ella añade lo que llama el sens, un sentido o tesis, que en el caso del
Erec es la enseñanza de que el caballero que consigue la fama o el amor o cualquier bien, debe luego seguir ganándoselos
día a día para no perderlos. Por otra parte, en su obra destaca el cuidado con que son descritos los caracteres de los
personajes, algo ausente en la mayoría de sus coetáneos.
El rey de Leinster, Dermot MacMurrough, intentó de nuevo recuperar su reino, esta vez aliado con Richard
Strongbow (arco fuerte), el conde de Pembroke, al cual le prometió la mano de su hija y la sucesión en el trono. Esta
expedición sí que fue exitosa, y Strongbow llegó incluso a conquistar Dublín. En ella también participaron los Fitzgerald
y los Fitzetienne. Richard Strongbow otorgó a Maurice Fitzgerald el territorio de Naas, con el título de barón y el encargo
de conquistarlo.

El rey Enrique II de Inglaterra casó a su hija Leonor con Alfonso VIII de Castilla.

Tomás Becket continuaba atacando a Enrique II desde Francia. Había excomulgado a todos sus súbditos y ahora
amenazaba con el interdicto, es decir, con una huelga indefinida de sacerdotes. El Papa Alejandro III no quería llegar tan
lejos y forzó una reconciliación entre el rey y el arzobispo, reconciliación que ambas partes aceptaron de mal grado.
Becket regresó a Canterbury junto con su secretario Jean de Salisbury. Cuando el año anterior Enrique el Joven fue
coronado como rey de Inglaterra, era al arzobispo de Canterbury, o sea, a Becket, a quien le correspondía oficiar la
ceremonia, pero como estaba exiliado se ocupó de ello el arzobispo de York. Becket consideró que esto había sido una
violación intolerable de sus prerrogativas y el 25 de diciembre excomulgó a todos los obispos que habían asistido a la
ceremonia. Enrique II recibió la noticia en sus dominios continentales y se puso furioso. En un acceso de ira dijo "¡Y ni
uno solo de los cobardes que alimento en mi mesa, ni uno solo de ellos, es capaz de librarme de este sacerdote
turbulento!" Cuatro caballeros, para ganarse la gratitud del rey, le tomaron la palabra y, sin consultárselo, partieron para
Inglaterra. El 29 de diciembre hallaron a Becket en la catedral de Canterbury y lo asesinaron en el mismo altar, en
presencia de su secretario, Jean de Salisbury.

EL PAPA Y EL EMPERADOR
Cuando Enrique II de Inglaterra se enteró del asesinato de Tomás Becket quedó horrorizado. No era para menos: pocos
días después, ya en 1171, Luis VII de Francia se apresuró a enviar un mensajero al Papa Alejandro III exigiendo que
Enrique II fuera excomulgado por haber ordenado el asesinato de un eclesiástico. Es razonable conjeturar que el rey
normando nunca imaginó que sus palabras contra Becket iban a ser tomadas en serio, pues llevaba ya un tiempo
preparando un proceso contra el arzobispo con el que podía haberlo destituido legalmente, incluso tal vez podría haber
acabado ejecutándolo. Ahora no tenía más opción que limpiar su imagen públicamente: hizo numerosos actos de
contrición, envió mensajes (y dinero) al Papa, convocó un concilio en el que juró y perjuró su inocencia y alabó las
virtudes del difunto arzobispo. Todo esto fue terriblemente humillante para Enrique II, pero logró su propósito y evitó los
disturbios y rebeliones que podrían haberse ocasionado si el Papa lo hubiera excomulgado. Eso sí, tuvo que respetar todos
los privilegios de la Iglesia que había tratado de erradicar. Los clérigos siguieron siendo juzgados por el fuero eclesiástico.
En la práctica, como se suponía que cualquiera que supiera leer tenía alguna conexión con la Iglesia, bastaba ser capaz
de leer un versículo de la Biblia para librarse de una pena de muerte.

En Irlanda murió el rey Dermot MacMurrough y, conforme a lo pactado, su reino fue heredado por Richard Strongbow,
el conde de Pembroke. Esto inquietó a Enrique II, pues los celtas irlandeses no suponían ningún peligro para Inglaterra,
pero una Irlanda organizada bajo una autoridad normanda podía volverse una amenaza seria. (Los normandos habían
demostrado con creces su habilidad para organizar estados fuertes, primero en Normandía, luego en Italia y luego en
Inglaterra.) Por ello se decidió a intervenir. Desembarcó cerca de Waterford, a unos 130 kilómetros de Dublín. Los
normandos no opusieron resistencia, Richard Strongbow le rindió vasallaje, y así Inglaterra controló una región de Irlanda
de unos cuarenta kilómetros de radio con centro de Dublín que fue conocida como The Pale (La Estaca), pues el territorio
estaba protegido frente a posibles ataques de las tribus irlandesas por líneas de estacadas.

Las enemistades y rivalidades entre las ciudades italianas hicieron que algunas de ellas se aliaran con el emperador frente
a la Liga Lombarda. Era el caso de Pisa, contra la cual se habían aliado Lucca, Florencia y Génova, pero ahora Florencia
había entrado en una lucha con Siena que le llevó a aliarse con Pisa, que le proporcionó barcos para el comercio.

El emperador bizantino Manuel I había firmado en los dos años anteriores sendos tratados con Génova y con Pisa, lo que
causó inquietud en Venecia. El barrio genovés en Constantinopla fue objeto de un misterioso ataque del que se culpó (sin
duda interesadamente) a los venecianos. Manuel I ordenó que todos los venecianos presentes en la capital fueran
arrestados y que sus propiedades fueran confiscadas (hablamos de unas diez mil personas). Así terminó la larga relación
entre Venecia y el Imperio Bizantino.
Teóricamente, Yúsuf, el visir del Califa Fatimí al-Zafir, era un títere a través del cual Nur al-Din gobernaba Egipto, pero
al parecer él mismo no estaba enterado de ello, ya que derrocó a al-Zafir y se nombró a sí mismo sultán de Egipto. Este
cambio supuso el fin de la dinastía fatimí y el inicio de la llamada dinastía ayubí. En particular, Egipto volvió a ser sunní.
En la práctica, la mayor parte del pueblo había seguido siendo sunní bajo los fatimíes chiitas, y por ello el cambio de
gobierno fue bien acogido.

Poco antes se había instalado en al-Fustat el judío Mosé ibn Maymón, más conocido como Maimónides. Había nacido
en Córdoba treinta y tres años antes, pero su familia había tenido problemas con la intolerancia religiosa de los almohades,
por lo que tuvieron que fingir su conversión al islam y cambiar a menudo de residencia. Finalmente emigraron a Palestina
y de allí a Egipto, donde Maimónides se ganó la vida como médico afamado. Es autor de numerosos tratados en árabe
sobre el asma, los venenos y sus antídotos, las hemorroides, la dieta, así como comentarios a Hipócrates y Galeno.
También había escrito tres años antes una obra de gran importancia para el judaísmo: el Libro de la Elucidación, un
comentario en árabe a la Mishná.

Los almohades tomaron Valencia y poco despues murió el Ibn Mardanis, el rey Lobo, tal vez envenenado. Recomendó a
su hijo Hilal que se sometiese a los africanos, y así los almohades dominaron ya toda al-Ándalus. El único reducto de los
almorávides fueron las islas Baleares. Averroes fue destinado como cadí a la ciudad de Córdoba. Ese año escribió sus
comentarios a la Física de Aristóteles. Realizó numerosos viajes por Al-Ándalus y por Marruecos.

Los almohades eran mucho más intolerantes que los almorávides. Durante los años anteriores habían expulsado a los
cristianos de Al-Ándalus, obligados a emigrar hacia los reinos cristianos del norte (no se les permitía convertirse al islám,
pues su sangre era impura). Esto benefició enormemente a dichos reinos, que recibieron así un considerable aporte
cultural. En 1172 fueron los judíos los que sufrieron el exilio. Algunos pudieron quedarse, pero fueron obligados a llevar
un distintivo.

Ese año murió el conde Girardo II de Rosellón y el condado pasó al rey Alfonso II de Aragón, que se lo encomendó a su
hermano Sancho. También fue el añó en que el rey aragonés fundó la ciudad de Teruel.
En Bohemia murió el duque Ladislao II, que fue sucedido por Bedrich.

En Hungría murió el rey Esteban III, y fue sucedido por Bela III, el que había estado prometido a la hija del emperador
Manuel I. Éste aprovechó las circunstancias para invadir Servia y dejar como rey a Esteban Nemanja, que inauguró la
dinastía de los Nemanjic.

El conde Raimundo III de Trípoli fue liberado del cautiverio al que lo tenía sometido Nur al-Din. Éste respondió a la
llamada de auxilio de Dul-Num, a quien el sultán de Rum Kiliç Arslán II le había arrebatado Cesarea. Nur al-Din penetró
en Asia Menor y conquistó algunos territorios al selyúcida.

La Iglesia de Irlanda era prácticamente independiente de Roma, por lo que el rey Enrique II de Inglaterra encontró una
ocasión para mejorar sus relaciones con el Papa al prestarse para reformar la Iglesia de la isla vecina. Alejandro III
promulgó una bula y Enrique II reunió un sínodo en Cashel que le autorizó a llevar a cabo la empresa. Naturalmente,
para Enrique II, controlar la Iglesia irlandesa era una forma de extender su dominio sobre la isla. El principal obstáculo a
esta expansión fue Rory O'Connor, el rey de Connacht, que dirigió la reacción irlandesa contra los excesos normandos.

Por otra parte, su propaganda en favor de Tomás Becket había producido ya numerosos milagros ante su tumba, por lo
que en 1173 santo Tomás Becket fue canonizado. Su culto se extendió por Europa y su tumba se convirtió pronto en un
centro de peregrinación.

Ese año murió el duque de Polonia Boleslao IV y fue sucedido por su hermano Mieszko III el Viejo.

El duque Bedrich de Bohemia fue derrocado por Soboslav II.

Al-Malik al-Muázam, hermano del sultán Yúsuf de Egipto, conquistó el Yemen.

También murió el conde Hugo III de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Poncio III, así como Petronila, la madre del
rey Alfonso II de Aragón. Éste contrajo matrimonio con Sancha, hermana del rey Fernando II de León y tía de Alfonso
VIII de Castilla. El conde Raimundo V de Tolosa, atrapado entre Aragón y el Imperio Angevino, tuvo que firmar una
tregua con Alfonso II al tiempo que rendía vasallaje a Enrique II Plantagenet.

Enrique el Joven había cumplido los dieciocho años y recordó a su padre que había sido coronado rey de Inglaterra y le
exigió participar en las labores de gobierno. Al instante sus hermanos menores Ricardo y Godofredo reclamaron lo mismo
sobre Aquitania y Bretaña, con el apoyo de su madre, Leonor. Enrique II se negó en redondo y sus hijos respondieron
huyendo a la corte de Luis VII de Francia. Leonor trató de seguirlos, pero fue capturada y Enrique II la retuvo en prisión.
Todo hacía prever que Luis VII no tardaría en suministrar un ejército a los hijos del rey normando y que el Imperio
Angevino se vería envuelto en una guerra civil. También lo vio así el rey de Escocia Guillermo el León, que declaró la
guerra a Inglaterra.

Enrique II reaccionó con rapidez. En 1174 realizó una ostentosa peregrinación al sepulcro de santo Tomás Becket, donde
se impuso una severa penitencia y se hizo fustigar por una cuerda con nudos. La finalidad de esto era que el pueblo se
convenciera definitivamente de la devoción de su rey y no fuera a pensar que todas las desgracias eran un castigo divino.
Una vez tuvo a Dios de su parte, marchó al norte con su ejército y derrotó a los escoceses. Además tuvo un golpe de
suerte (y es que no hay como tener a Dios de parte de uno): El rey Guillermo quedó aislado en la niebla junto con un
grupo de sus caballeros. Cuando la niebla se levantó divisaron a otro grupo de caballeros a los que el rey confundió con
vasallos suyos, pero eran normandos y Guillermo fue capturado antes de darse cuenta de su error. No fue liberado hasta
que no firmó un acuerdo por el que se reconocía vasallo de Enrique II, con lo que Escocia fue anexionada al Imperio
Angevino. A continuación Enrique II pasó a sus dominios continentales y combatió a sus hijos.

El conde Raimundo V de Tolosa entabló una alianza con Génova, con la esperanza de conjurar la amenaza catalana.

El emperador Federico I Barbarroja preparó una nueva expedición contra Italia, pero los duques Enrique el León de
Baviera y Sajonia y Enrique II de Austria se negaron a participar. A pesar de ello llevó adelante su proyecto, pero fracasó
ante Alessandria.
En Pisa se terminó la construcción de un campanile junto a la catedral, el que posteriormente se convirtió en la
famosa Torre Inclinada.

En Noruega estalló una rebelión contra el rey Magnus V que apoyaba a Sverre Sigurdsson.

En Aleppo murió Nur al-Din, y el sultán Yúsuf de Egipto partió inmediatamente para Siria y asedió Aleppo, donde resistía
el hijo de Nur al-Din. Yúsuf se presentó como el sucesor de Nur al-Din al frente de la jihad y el Califa de Bagdad lo
nombró sultán de Siria. Entonces adoptó el nombre de Salah al-Din Yúsuf (Yúsuf, el Honor de la Fe). En Occidente fue
más conocido como Saladino. El sultán de Rum Kiliç Arslán II aprovechó las circunstancias para recuperar casi la
totalidad de los territorios que Nur al-Din le había arrebatado dos años antes.

También murió el rey Amaury I de Jerusalén, y fue sucedido por su hijo Balduino IV, de catorce años de edad. El conde
Raimundo III de Trípoli ejerció de regente y prestó su apoyo a Aleppo para evitar que Saladino acabara rodeando
totalmente a los Estados Latinos de Oriente. En 1175 Guillermo de Monferrato, más conocido como Guillermo Larga
Espada, se casó con Sibila de Anjou, hermana de Balduino IV (recordemos que los reyes de Jerusalén pertenecían a la
casa de Anjou desde Foulques V, el padre de Godofredo Plantagenet).

Los hijos rebeldes de Enrique II Plantagenet, Ricardo y Godofredo, estaban en tal situación que consideraron prudente
suplicar el perdón de su padre. Fueron perdonados, pero su madre, Leonor de Aquitania, fue encerrada en un convento.

El rey de Connacht, Rory O'Connor, en calidad de Aird-Righ de Irlanda, firmó con Enrique II el tratado de Windsor, por
el que le reconocía como rey de toda Irlanda. A partir de ese momento Irlanda fue una colonia de Inglaterra, mal gobernada
entre la aristocracia local y los señores feudales extranjeros, cuya única preocupación era afianzar sus poderes respectivos.

Ese año murió el poeta normando Robert Wace. También murió el rey Mleh I de Armenia, que fue sucedido por Rubén
III.
En 1176 murió Richard Strongbow, el conde de Pembroke y rey de Leinster. Fue sucedido por su yerno Guillermo. El
título de conde de Pembroke llevaba asociado el oficio de mariscal, por lo que Guillermo fue conocido a partir de entonces
como Guillermo el Mariscal, o William Marshal.

En Alemania murió el duque Mateo I de la Alta Lorena, que fue sucedido por su hijo Simón II.

También murió el príncipe de Vladímir Andrei Bogoliubski, asesinado en una sublevación. Fue sucedido por su
hermano Vsiévolod el Grande, que adoptó el título de gran príncipe de Vladímir y sofocó la rebelión. Vladímir se
convirtió en el centro de un nuevo estado ruso, sucesor del Estado de Kíev. Pero en este nuevo estado las ciudades no
desempeñaban el papel económico y político que habían desempeñado en el Estado de Kíev. Sólo las ciudades de Pskov y
Nóvgorod siguieron siendo importantes centros comerciales que mantuvieron relaciones con Occidente.

El emperador bizantino Manuel I decidió marchar al este contra los turcos. Los turcos ofrecieron la paz y los generales
bizantinos recomendaron aceptarla, pero Manuel I quiso combatir. Hizo que su ejército cruzara un valle estrecho cerca
de una fortaleza llamada Miryokéfalon. No se dio cuenta de que todas las alturas estaban tomadas por los turcos. Los
turcos esperaron a que los bizantinos estuvieran diseminados a lo largo de una estrecha fila de más de quince kilómetros
y entonces atacaron. Al cabo de un día de batalla el ejército bizantino había sido aniquilado. El emperador pudo escapar.

Jean de Salisbury fue nombrado obispo de Chartres.

Ese año hubo una hambruna en Lyon, a raíz de la cual, un rico comerciante llamado Pedro Valdo decidió dedicar su vida
a ayudar a los pobres. Metió a sus hijas en un convento, renunció a todo y agrupó a los Pobres de Lyon en un movimiento
que fue llamado valdense. Los valdenses eran laicos anticlericales poco instruidos. Negaban el sacerdocio como
institución, por lo que no aceptaban la autoridad del Papa. Traducían los evangelios al francés y se consideraban
capacitados para interpretarlos sin contar con la Iglesia. Sostenían que cualquiera podía predicar, incluso los laicos o las
mujeres. Las misas, limosnas o plegarias por los difuntos carecían de sentido, pues éstos ya estaban salvados o
condenados. No eran válidos los sacramentos proporcionados por sacerdotes indignos. Lo que importaba era el mérito,
no la ordenación. Prohibían la mentira, el juramento, el servicio militar y la pena de muerte. Los predicadores valdenses
fueron extendiendo su doctrina poco a poco por toda Europa, pues encontraban fácilmente simpatizantes entre las clases
más humildes descontentas con la corrupción de la Iglesia, o su politización, o su lujo excesivo, etc.

En realidad la herejía valdense se encontró el camino trillado por otro movimiento herético más antiguo y más radical: el
de los cátaros. Habían surgido en Francia a finales del siglo anterior y se habían extendido notablemente. Sus principales
centros eran Tolosa, Carcasona, Foix y Beziers. Sus creencias eran similares a las de los bogomilos, por lo que es
razonable conjeturar que surgieron a partir de algún grupo de bogomilos emigrado a occidente. Los cátaros creían en dos
principios: el bien, creador del mundo espiritual, y el mal, creador del mundo material. El hombre, para escapar de Satán
y unirse a Dios, debe apartarse de la materia. Consideraban imposible que Dios (el bien) se hubiera encarnado (como el
mal), así que negaban la divinidad de Jesús. Los cátaros (al contrario que los valdenses) rechazaban los sacramentos de
la Iglesia Católica, a los que calificaban de supersticiones, y administraban un bautismo del espíritu o consolamentum, que
obligaba a quienes lo recibían a una vida casta y austera (cátaro significa puro en griego). Los que recibían el
consolamentum eran llamados perfectos, mientras que los simples creyentes no necesitaban vivir tan rigurosamente y
sólo recibían el consolamentum a la hora de su muerte. Los cátaros tenían sus propios obispos y se consideraban una
Iglesia. Uno de sus centros más importantes fue la ciudad francesa de Albi, por lo que también son conocidos
como albigenses.

La liga lombarda derrotó al ejército del emperador Federico I Barbarroja en la batalla de Legnano. Nuevamente, el duque
de Baviera y de Sajonia, Enrique el León se había negado a participar en la campaña, pues la liga lombarda siempre le
había favorecido. En 1177 Federico I tuvo que pedir la paz. Alejandro III se la concedió en Venecia, donde el emperador
se prosternó a sus pies y recibió el "beso de la paz" que no había recibido cuando fue coronado por Adriano IV. En la
llamada tregua de Venecia Federico I reconoció a Alejandro III como el Papa legítimo (lo que dejó en una situación
delicada a Calixto III), reconoció también a Guillermo II como rey de Sicilia, estableció una tregua de seis años con la
Liga Lombarda y una tregua de nueve años con el reino de Sicilia.

Ese año murió el duque de Austria Enrique II y fue sucedido por su hijo Leopoldo V.
El rey Alfonso II de Aragón pactó con los pisanos una alianza contra Génova, aliada del conde Raimundo V de Tolosa.
Alfonso VIII de Castilla conquistó Cuenca a los almohades. En la campaña participaron los caballeros de la orden de
Calatrava y también colaboró Alfonso II, a cambio de que el rey castellano renunciara a toda pretensión sobre el reino de
Aragón. Mientras tanto, Fernando II de León realizaba una campaña por su cuenta en la que llegó hasta Jerez. Ese año
se casó en segundas nupcias con Teresa de Traba. Su primer matrimonio con Urraca de Portugal había sido disuelto dos
años antes por el Papa Alejandro III con la excusa usual del parentesco.

Enrique II Plantagenet casó a su hija Juana con el rey Guillermo II de Sicilia.

El duque Mieszco III de Polonia trató de que toda la aristocracia de su territorio reconociera su autoridad, pero la
aristocracia decidió que el título de duque era electivo, expulsó a Mieszco III y puso en su lugar a su hermano, Casimiro
II el Justo.

Saladino intentó invadir Tierra Santa, pero fue rechazado en Ramleh.

El que había sido príncipe de Antioquía, Reinaldo de Châtillon, fue finalmente liberado tras diecisiete años de cautiverio.
Mediante un segundo matrimonio obtuvo el señorío de Transjordania.

Sverre Sigurdsson se hizo proclamar rey de Noruega mientras seguía combatiendo al rey Magnus V.

Los shampa invadieron y saquearon el reino de Angkor.

En 1178 se menciona por primera vez a los humillados, una secta religiosa surgida, al parecer, de una asociación de
artesanos de la lana en Milán. Llevaban gruesos vestidos grises en señal de peniencia y propugnaban un retorno a la
Iglesia primitiva.

El duque Bedrich de Bohemia recuperó el ducado que le había arrebatado Soboslav II once años antes.
El Papa Calixto III, privado de todo apoyo, se sometió finalmente a Alejandro III. Para evitar nuevos cismas, el Tercer
concilio de Letrán estableció en 1179 que el nuevo Papa debía ser elegido por los votos de al menos las dos terceras partes
de los cardenales. En este concilio también se condenó a los cátaros por primera vez.

Navarra y Castilla seguían disputándose el territorio de Logroño, que Sancho VI de Navarra había arrebatado a Castilla
veinte años atrás. Finalmente aceptaron como árbitro a Enrique II Plantagenet, quien falló a favor de Castilla y terminó
con el conflicto. Los reyes Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón firmaron el tratado de Cazorla, por el que se
repartían los territorios musulmanes que debía conquistar cada uno.

Siguiendo la costumbre capeta, el rey Luis VII de Francia coronó a su hijo Felipe, que acababa de cumplir catorce años.
Por esta época los Templarios recibieron unos terrenos en las afueras de París donde construyeron una fortaleza que
pronto se convertiría en la sede central de la orden. Fue conocida como El Temple, por lo que la Orden de los Templarios
es también conocida como la Orden del Temple.

El emperador Federico I Barbarroja tenía bien claro que uno de los factores que le habían obligado a humillarse ante el
Papa y la Liga Lombarda era la traición de los duques Enrique II de Austria y Enrique el León de Baviera y Sajonia. El
primero ya había muerto, pero el segundo seguía vivo y no iba a quedar impune. Inició dos procesos contra él acusado
de violación de la paz pública. El duque fue expulsado del Imperio, y en 1180 se le despojó de la mayor parte de sus
feudos.

Federico I entregó Baviera al conde palatino Otón de Wittelsbach, uno de sus principales consejeros (fue quien colocó
en Roma al Papa Víctor IV y obligó a huir a Alejandro III veinte años atrás). El ducado de Sajonia, en cambio, fue
desmantelado: su zona oriental se convirtió en el ducado de Westfalia, que fue confiado al arzobispo de Colonia. Éste a
su vez confió el gobierno a un Landmarshall, algunos obispados y principados pasaron a depender directamente del
emperador, y la parte oriental, atravesada por el Elba, fue donada a Bernardo, hijo de Alberto el Oso, con el nombre
de nuevo ducado de Sajonia.
Finalmente, el rey Sverre Sugurdsson derrocó Magnus V de Noruega, que murió en un intento de recuperar su reino.
Sverre contó con el apoyo de una facción de noruegos descontentos con la monarquía y, sobre todo, con los obispos que
en los últimos años habían acaparado gran parte del poder. Eran conocidos como los birkebeiner. Sverre reorganizó la
administración local y adoptó una actitud abiertamente hostil a los obispos.

En Polonia, la aristocracia pasó factura al duque Casimiro II por haberlo instalado en el poder en lugar de su hermano
Mieszco III. El duque convocó una asamblea en Leczyca en la que tuvo que hacer importantes concesiones políticas y
fiscales.

Ese año murió Jean de Salisbury. Escribió una biografía de santo Tomás Becket y otra de san Anselmo de Canterbury,
así como dos sátiras, el Metalogicus, sobre las costumbres de la época, y el Entheticus, sobre las falsas filosofías.

También murió la reina Teresa de León, la segunda esposa de Fernando II, el cual empezó a tener relaciones amorosas
con una dama castellana llamada Urraca López.

En Tierra Santa murió Guillermo de Monferrato. Poco después, su viuda, Sibila de Anjou, se casó con Gui de
Lusignan. Su hermano, Raniero de Monferrato, el que se había casado con la hija del emperador Manuel I, recibió de
éste el gobierno de Tesalónica.

El judío Maimónides escribió su obra fundamental sobre el Talmud: la Repetición de la ley, también llamada La mano
fuerte. Escrita en hebreo, está considerada la mejor codificación del material jurídico del Talmud. Maimónides se
convirtió en la cabeza de las comunidades judías de Egipto. Está considerado como la principal figura postbíblica, hasta
el punto de que un dicho judío afirma que De Moisés a Moisés no hubo otro Moisés. (El nombre de pila de Maimónides
era Moisés.)

LA DECADENCIA DE CONSTANTINOPLA
En 1180 murió el rey Luis VII de Francia y fue sucedido por su hijo Felipe II. Tenía entonces quince años, y sus tíos
maternos, los condes Enrique II de Champaña y Teobaldo V de Blois, trataron de ejercer de regentes, pero al final se
impuso el conde Felipe de Flandes, que ese mismo año casó a su sobrina Isabel de Hainaut con el joven rey. El
matrimonio originó un roce entre Felipe II y el conde de Flandes en relación con el condado de Artois, que Felipe de
Flandes se negó a entregar como dote.

Más trascendente fue la muerte del emperador bizantino Manuel I. Su heredero era un niño de once años que reinó con el
nombre de Alejo II Comneno. Su madre, María de Antioquía, ejerció de regente. La monarquía bizantina se
occidentalizaba cada vez más: si Manuel I había sido un admirador de occidente, ahora su hijo Alejo II era medio
occidental, y estaba tutelado por una madre completamente occidental. La insatisfacción del pueblo crecía por momentos.
El rey de Servia, Esteban Nemanja, aprovechó la situación para sacudirse la tutela bizantina, con lo que Servia obtuvo la
independencia plena.

En Japón se recrudeció la lucha entre los Taira y los Minamoto. Los disturbios políticos favorecieron el bandidaje. Una
hambruna debilitó el clan de los Taira. Los Minamoto se agruparon bajo las órdenes de Minamoto no Yoritomo, que
organizó tropas de partisanos. Pronto se le unió su hermano Minamoto no Yoshitsune.

El rey Balduino IV de Jerusalén firmó una tregua con Saladino, pero en 1181 Reinaldo de Châtillon atacó una caravana
que iba de Egipto a Siria y Saladino consideró esto un acto ofensivo, por lo que declaró rota la tregua.

El güelfo Enrique el León intentó recuperar los ducados de los que había sido desposeído por el emperador Federico I
Barbarroja, pero fue derrotado y en la dieta de Erfurt se vio obligado a renunciar a casi todas sus posesiones, y se refugió
en la corte de su suegro, Enrique II Plantagenet.

Ese año murió el Papa Alejandro III, y fue sucedido por el cardenal Ubaldo Allucingoli, que adoptó el nombre de Lucio
III. Ahora que los alemanes ya no parecían una amenaza seria, los romanos volvieron a rechazar la autoridad pontificia
y no permitieron que Lucio III entrara en la ciudad. El nuevo Papa tuvo que residir en otras ciudades, principalmente en
Verona.
Los partidarios del conde Raimundo V de Tolosa asesinaron al conde Ramón Berenguer IV de Provenza, hermano del
rey Alfonso II de Aragón. Éste concedió el condado a su otro hermano, que pasó a ser el conde Sancho I.

Los shampa fueron expulsados del reino de Angkor por Jayavarman VII, que restauró la monarquía y reconstruyó el
país, a la vez que restablecía la hegemonía sobre los reinos vecinos. Se convirtió al budismo y construyó una nueva
capital, Angkor Thom, sobre un cuadrado casi perfecto de tres kilómetros de lado, rodeado de una alta muralla con cinco
puertas monumentales.

El hijo segundo de Enrique II Plantagenet estaba demostrando ser un consumado guerrero capaz de mantener bajo su
férreo dominio a los señores de Aquitania. Esto le valió el apelativo de Ricardo Corazón de León. Su hermano, Enrique
el Joven, temió que Ricardo se negara a reconocerlo como rey cuando muriera su padre, y por ello, en 1182 persuadió a
Enrique II para que ordenara a Ricardo rendirle vasallaje como heredero. Ricardo se negó a ello, lo que desencadenó una
guerra entre los dos hermanos. Enrique II trató de mediar entre ambos, pero sólo logró que los dos hermanos se volvieran
contra él, pues cada uno pensaba que su padre favorecía al otro. El rey Felipe II de Francia hizo cuanto pudo para avivar
el conflicto. Por otra parte, ese mismo año hizo prender a todos los judíos de sus dominios y los envió al exilio. Al parecer
se les acusaba de que "cada viernes santo cogían a un cristiano y lo conducían a sus grutas bajo tierra, lo torturaban y
al final lo estrangulaban". Muchos de los judíos se refugiaron en las tierras del conde Enrique II de Champaña.

El duque Hugo III de Borgoña obtuvo los condados de Albon y Viennois, al este del Ródano, por su matrimonio en
segundas nupcias con Beatriz Dauphin. Esto aumentó considerablemente su poder y el rey Felipe II de Francia apoyó
contra él a Hugo de Vergy.

En Dinamarca murió el rey Valdemar I el Grande. Fue sucedido por su hijo Canuto IV, quien entregó el gobierno al
obispo Absalón.

El emperador bizantino Alejo II tenía un primo llamado Andrónico Comneno. Había conspirado en varias ocasiones
contra Manuel I, quien terminó desterrándolo. Pocos años antes de la muerte del emperador volvió suplicando su perdón
y Manuel I lo había destinado como gobernador al Ponto, en Asia Menor. Ahora tenía más de setenta años, pero no dudó
en aprovechar el rechazo que Alejo II y su madre provocaban entre sus súbditos y marchó hacia Constantinopla al frente
de un ejército. Cuando la noticia llegó a la capital el pueblo se rebeló e inició una matanza de occidentales. Andrónico
fue recibido entre aclamaciones y Alejo II se vio obligado a reconocerlo como emperador asociado (Andrónico I).

Saladino dejó Egipto bajo el gobierno de su hermano al-Malik al-Ádil, y marchó a ocuparse personalmente de la guerra
contra los cruzados.

Averroes fue nombrado médico personal del Califa almohade Yúsuf I, en sustitución de Abentofail, que tenía ya más de
setenta años.

El rey Alfonso VIII de Castilla dirigió una campaña contra los almohades en el sur de la península y en 1183 logró
apoderarse de algunos territorios junto al Júcar. Llegó finalmente a un acuerdo territorial con Fernando II de León, quien
fracasó en un intento de conquistar Cáceres.

Ishaq, el rey almorávide de las islas Baleares, se encontraba en serios apuros. Su despotismo le llevó a asesinar a sus
principales servidores almorávides, lo que hizo que su principal apoyo militar, el almirante Lope ibn Maymún, se pasara
a los almohades. Se vio obligado a iniciar negociaciones con el Califa Yúsuf I, pero no pudo concluirlas porque murió
asesinado en una sublevación de cristianos. Fue sucedido por su hijo Muhammad, que continuó las negociaciones con
los almohades a través de Alí, hijo del vizconde Reverter.

Ese año murió el poeta Chrétien de Troyes. Entre sus obras más famosas se encuentran Lanzarote o El caballero de la
Carreta, dedicada a su protectora María de Champaña, que fue quien le sugirió el tema y el inacabado Parceval o El
cuento del Graal. En ellos introdujo dos de los de los tópicos más famosos relacionados con el ciclo artúrico: los amores
secretos de Lanzarote y la reina Ginebra y la leyenda del Santo Grial. En la novela de Chrétien de Troyes era un vaso
misterioso relacionado con una leyenda celta, pero, poco después, otro autor llamado Robert de Boron lo convirtió en el
cáliz que usó Jesucristo en la última cena, y en el que san José de Arimatea recogió la sangre de Cristo crucificado.

El conflicto entre Enrique el Joven y Ricardo Corazón de León terminó con la muerte del primero. Así Ricardo se
convertía en el heredero del Imperio Angevino.
La tregua que Federico I había firmado con la Liga Lombarda había expirado, pero el emperador no tenía interés en
reanudar los combates y firmó la Paz de Constanza, en la que reconoció los derechos de las ciudades italianas.

Tras la muerte de Otón de Wittelsbach, el ducado de Baviera pasó a su hijo Luis I.

El emperador bizantino Andrónico I hizo estrangular a su primo Alejo II y a la madre de éste, María de Antioquía. Además
se casó con la prometida de Alejo II, que era Inés de Francia, hermana del rey Felipe II, de once años de edad. Andrónico
I comprendió que el Imperio estaba al borde del colapso y que era necesario tomar medidas drásticas y rápidas. Luchó
contra la corrupción de la administración, pero no pudo dominar a la aristocracia feudal. Las medidas que tomó contra
ella debilitaron militarmente al Estado, que se vio expuesto a invasiones de servios y húngaros. Ese año murió Raniero
de Monferrato, el gobernador de Tesalónica.

Reinaldo de Chatillón logró algunas victorias frente a los musulmanes y llegó incluso a amenazar La Meca, pero luego
fue sitiado por Saladino. Las cosas se complicaron cuando Saladino logró tomar Aleppo a los hijos de Nur al-Din, lo que
le dio el dominio definitivo sobre Siria. Ahora rodeaba totalmente a los Estados Latinos de Oriente. El conde Raimundo
III de Trípoli decidió pactar con él y el rey Balduino IV de Jerusalén firmó una nueva tregua. Aleppo quedó bajo el mando
de al-Malik al-Ádil.

El gran príncipe de Vladímir Vsiévolod el Grande amplió sus dominios hasta el Volga tras varias campañas militares.

Los Minamoto lograron expulsar a los Taira de Kyoto, la capital imperial.

En 1184 el Papa Lucio III convocó un concilio en Verona en el que se excomulgó a los valdenses, que seguían
extendiéndose por Europa. Poco después se les unió una facción de los humillados de Milán, lo que hizo que al cabo de
unos años se pudiera distinguir dos sectas de valdenses con diferencias doctrinales: los franceses y los lombardos, si bien
todos aceptaban la dirección de Pedro Valdo.

El Califa almohade Yúsuf I emprendió una expedición en la que trató de conquistar la ciudad portuguesa
de Santarem, pero fracasó ante la intervención del rey Fernando II de León. El Califa resultó herido de muerte en la
batalla. Fue sucedido por su hijo Yúsuf II, que corrió a Marrakech para recibir el juramento de fidelidad de sus súbditos.
Unos pocos familiares y funcionarios reacios a aceptarlo como Califa dejaron de poner objeciones una vez asesinados.

El rey Muhammad de las islas Baleares fue derrocado por sus dos hermanos Alí y Yahyá. Cuando les llegó la noticia de
la derrota almohade en Santarem el primero zarpó hacia el norte de África y con la ayuda de tropas beduinas atacó a los
almohades. Muhammad aprovechó esta expedición para hacerse de nuevo con el poder y reconoció a Yúsuf II como
Califa, pero cuando éste trató de hacer efectivo su dominio sobre las islas, Myhammad cambió de idea y se alió con el
rey Alfonso II de Aragón para resistir a los almohades.

También murió el conde Armengol VII de Urgel, que fue sucedido por su hijo Armengol VIII.

En Brandeburgo murió el margrave Otón I, que fue sucedido por su hijo Otón II.

En Georgia murió el rey Jorge III, que fue sucedido por su hija Tamar, a la que había asociado al trono seis años antes.
El reino experimentó una prosperidad como nunca había tenido ni volvería a tener. El poder real estaba limitado por unas
sólidas instituciones feudales y por una poderosa Iglesia. Las ciudades experimentaron un gran desarrollo favorecido
sobre todo por las caravanas de comerciantes que unían Europa con la India. Florecieron la ciencia, la filosofía y el arte,
alimentadas de la cultura bizantina.

El obispo Absalón hizo que el rey Canuto IV de Dinamarca tomara el título de rey de los vendos.

El rey Guillermo II de Sicilia estaba interesando en oriente desde hacía tiempo. Ya había enviado diversas expediciones
para proteger los intereses sicilianos en Egipto, pero la matanza de cristianos llevada a cabo en Constantinopla con el
advenimiento de Andrónico I le proporcionaron la excusa ideal para intervenir en el débil Imperio Bizantino. En 1185 un
ejército normando desembarcó en la costa bizantina del Adriático, tomó Durazzo, avanzó hacia el interior, tomó
Tesalónica y, en represalia por la matanza de cristianos, Guillermo II hizo ejecutar a siete mil griegos. Al mismo tiempo,
el rey Bela III de Hungría envió una expedición a Dalmacia.
En Constantinopla cundió el pánico. El emperador estaba enemistado con la nobleza, a causa de sus intentos de reformas.
Tal vez habría podido resistir si hubiera tratado de ganarse al pueblo, pero cometió el error de prohibir las carreras de
caballos (por ser un gasto imposible de afrontar en los tiempos que corrían), pero, claro, ningún ciudadano podía apoyar
a un emperador que estaba en contra de las carreras de caballos. El populacho se alzó contra el anciano emperador y lo
torturó lentamente hasta la muerte. La rebelión fue dirigida por un primo de Andrónico I, que fue proclamado emperador
con el nombre de Isaac II Ángelo.

Isaac II abandonó todos los proyectos reformistas de su antecesor y, sobre todo, restableció las carreras de caballos. La
suerte le sonrió, pues el general Alejo Branas logró expulsar a los normandos y a los húngaros. Sin embargo, el
gobernador de Chipre se declaró independiente y Constantinopla perdió el dominio del Egeo. También Bulgaria se declaró
independiente, dirigida por dos hermanos, Juan y Pedro Asen, que ocuparon Macedonia.

Mientras tanto moría el rey de Jerusalén Balduino IV el Leproso. Luchó valerosamente contra los musulmanes hasta
que su enfermedad acabó con él. Como no tenía hijos, su sucesor natural era Gui de Lusignan, el esposo de su hermana
mayor, Sibila de Anjou. Sin embargo, las escasas dotes del heredero habían llevado a Balduino IV a asociar al trono dos
años antes a un hijo que Sibilia había tenido en un primer matrimonio con el conde Guillermo de Monferrato. Este hijo,
a sus nueve años, se convirtió en el nuevo rey con el nombre de Balduino V, bajo la tutela del conde Raimundo III de
Trípoli y de Jocelin III, hijo del conde Jocelin II de Edesa, que tenía el cargo de senescal del reino.

También murió el Papa Lucio III y en su lugar fue elegido el cardenal Uberto Crivelli, arzobispo de Milán, que adoptó
el nombre de Urbano III. Como su predecesor, tampoco pudo entrar en Roma y tuvo que residir en Verona. Reforzó la
centralización del poder de la Iglesia.

Hugo de Vergy derrotó al duque Hugo III de Borgoña, tal y como pretendía el rey Felipe II de Francia. Éste se apoderó
finalmente del condado de Artois (a título de dote matrimonial) tras derrotar al conde Felipe de Flandes. A lo largo de los
años siguientes Borgoña iría cayendo paulatinamente bajo el dominio efectivo del rey francés.
El rey Fernando II de León se casó con su amante, la castellana Urraca López, poco antes de que ésta le diera un
hijo: Sancho. El rey ya tenía un hijo de su primera esposa, que se llamaba Alfonso y tenía entonces catorce años. Su
madrastra empezó a mirarlo con malos ojos. El rey Alfonso VIII de Castilla tuvo que retirarse de los últimos territorios
conquistados a los almohades en el valle del Júcar.

En Portugal murió el rey Alfonso I, que fue sucedido por su hijo Sancho I el Poblador, llamado así porque dedicó los
primeros años de su reinado a realizar una importante labor repobladora. Estaba casado con Dulce, hermana del rey
Alfonso II de Aragón.

El rey Alfonso II de Aragón le quitó el condado de Provenza a su hermano Sancho I para otorgárselo a su hijo, que pasó
a ser Alfonso II de Provenza. En compensación, a Sancho I le otorgó el condado de Cerdaña.

El príncipe Igor de Nóvgorod dirigió una campaña contra los cumanos, en la que fue derrotado y hecho prisionero. (Es
el mismo príncipe Igor que da título a la célebre ópera de Borodín.)

El 24 de abril, Minamoto no Yoshitsune destruyó la flota de los Taira en la batalla de Dan-no-ura. Los Taira que no
murieron en combate se lanzaron al mar. El emperador Antoku tenía siete años, y su abuela Nii decidió que no debía caer
en manos del enemigo. La Heike Monogatari (Gesta de los Taira, escrita poco después), relata así lo sucedido a
continuación:

El emperador había cumplido aquel año los siete de edad, pero parecía mucho mayor. Era tan hermoso que parecía
emitir un resplandor brillante, y su pelo negro y largo le colgaba suelto sobre la espalda. Con una mirada de sopresa y
ansiedad en su rostro preguntó a la Dama Nii: ¿Dónde vas a llevarme? Ella miró al joven soberano mientras las lágrimas
rodaban por sus mejillas y [...] lo consoló, atando su largo pelo en su vestido de color de paloma. Cegado por las
lágrimas, el niño soberano juntó sus bellas manitas. Se puso primero cara al Este para despedirse del dios de Ise, y luego
de cara al Oeste para repetir el Nembutsu [una oración a Buda]. La Dama Nii lo agarró fuertemente en sus brazos
mientras decía "en las profundidades del océano está nuestro capitolio", y se hundió finalmente con él debajo de las olas.
Sólo quedaron cuarenta y tres mujeres Taira, que sobrevivieron vendiendo sus favores a los pescadores de la zona. Ellas
mantuvieron vivo el recuerdo de esta batalla, que se sigue conmemorando en la actualidad cada 24 de abril. Entre los
pescadores se extendió la leyenda de que los guerreros Taira permanecían en el fondo del mar en forma de cangrejos.
Cuando pescaban una cierta especie de cangrejo cuyo caparazón recordaba vagamente la cara de un guerrero, lo devolvían
al mar creyéndolo uno de los guerreros ahogados, y esta selección artificial ha logrado, con el paso de los siglos, que hoy
en día exista en la región un cangrejo cuyo caparazón reproduce inequívocamente la cara de un guerrero japonés.

La Heike monogatari es la tercera de tres obras de corte histórico escritas en este siglo. Las dos primeras son la Hogen
monogatari y la Heiji monogatari. El japonés en que están redactadas, especialmente la de los Taira, se convirtió en la
nueva lengua literaria japonesa, fuente directa del japonés moderno.

Volviendo a Yoshitsume, su hermano Yoritomo receló de la popularidad que había adquirido a raíz de su victoria frente
a los Taira y llevó a cabo una campaña contra él.

Juan sin Tierra cumplió los dieciocho años, y su padre, Enrique II Plantagenet, decidió que no debía hacer honor a su
apodo por más tiempo. Era su hijo favorito, pues, a diferencia de sus hermanos, nunca se había rebelado contra él. Por
eso le otorgó el gobierno de sus posesiones en Irlanda. Sin embargo el joven se mostró incapaz de dominar a los señores
normandos y nueve meses después, ya en 1186 tuvo que volver a Inglaterra. Ese año su hermano Godofredo fue arrojado
de su caballo en un torneo y murió a causa de las heridas.

El emperador Federico I Barbarroja concertó el matrimonio de su hijo Enrique con Constanza, hija póstuma del rey
Roger II de Sicilia y tía del rey actual, Guillermo II, el cual no tenía descendencia y, por consiguiente, Constanza era la
heredera legítima del reino. Si todo salía bien, esta alianza podía desembocar en la anexión de la Italia normanda al Sacro
Imperio Romano. Después, el dominio del norte de Italia sería cosa fácil.

El conde Alberto III de Habsburgo incorporó a las posesiones familiares el condado de Zürich y el landgraviato de la Alta
Alsacia.
Un monje alemán llamado Meinhard fundó un obispado católico en Livonia, desde donde se inició la evangelización de
este territorio, todavía pagano.

En Ceilán murió el rey Parakramabahu I, y tras él empezó la decadencia de su reino, que se vio amenazado por
los Tamiles, procedentes de la India. Los cingaleses tuvieron que ir trasladándose paulatinamente hacia el sur, de capital
en capital.

Saladino llamó de nuevo a Egipto a su hermano al-Malik al-Ádil y encomendó Damasco a su hijo al-Malik al-Afdal.

El joven rey Balduino V de Jerusalén murió a los pocos meses de ocupar el trono y su madre, Sibila de Anjou, coronada
reina, asoció al trono a su marido Gui de Lusignan. Reinaldo de Châtillon volvió a interceptar una rica caravana y ello
agotó la paciencia de Saladino, que nuevamente declaró rota la tregua firmada con el rey Balduino IV. En 1187 reunió un
gran ejército y marchó sobre Palestina. Mientras tanto murió sin descendencia el conde Raimundo III de Trípoli, y el
condado pasó a Raimundo IV, el hijo del príncipe Bohemundo III de Antioquía, al que Raimundo III había adoptado
poco antes de morir. No se sabe muy bien qué sucedió entonces, pero al parecer su hermano menor Bohemundo IV se
las arregló para quedarse con el condado y Raimundo IV murió.

Bohemundo IV se alió con Saladino, que empezó a descender hacia Jerusalén. El rey Gui de Lusignan reunió todas las
fuerzas cruzadas, incluyendo a los caballeros templarios y hospitalarios, y partió para hacer frente a los musulmanes. Los
ejércitos chocaron en Hattin, cerca del lago Tiberíades. Los cruzados eligieron mal el terreno y dejaron atacar
insensatamente a los templarios. Fueron arrollados. Todos los templarios y hospitalarios capturados fueron ejecutados, y
Saladino ejecutó personalmente a Reinaldo de Châtillon, tal y como había prometido tiempo atrás. Gui de Lusignan
también fue capturado, pero fue retenido con vida para cobrar un rescate.

Ese año murió el rey Rubén III de Armenia y fue sucedido por su hermano León II el Magnífico, quien rechazó a los
musulmanes, conquistó Isauria y se declaró vasallo del emperador Federico I Barbarroja. Trasladó la capital del reino de
Tarso a Sis.
El rey de Servia Esteban Nemanja extendió su estado conquistando Montenegro, Dalmacia, Herzegovina y la Servia
Danubiana.

Mientras tanto Juan I Asen se proclamó rey de Bulgaria y obligó al emperador bizantino Isaac II a reconocer el
llamado Segundo Imperio Búlgaro. Ocupó la llanura del bajo Danubio (Mesia y Valaquia) en donde instaló su
capital, Tarnovo.

Conrado de Monferrato se casó con Teodora, hermana del emperador Isaac II, pero se separó de ella poco después.

El rey almorávide Muhammad, de las islas Baleares, fue derrocado y sucedido por su hermano Tasufin, que a su vez fue
derrocado por un ejército enviado a toda prisa desde África por su hermano Alí, que puso en el trono a otro hermano, Abd
Allah. Por su parte, Alí fue derrotado por una gran expedición enviada por el Califa almohade Yúsuf II. Los rebeldes
fueron empujados hacia Libia.

En octubre Saladino entró en Jerusalén. Pocos días después murió el Papa Urbano III y fue elegido como sucesor Alberto
di Mora, que adoptó el nombre de Gregorio VIII.

La noticia de la caída de Jerusalén conmocionó a occidente, e inmediatamente surgió el proyecto de una Tercera
Cruzada. Es interesante que la imagen que llegó de Saladino a occidente no fue la de un hereje fanático, sino todo lo
contrario. En sus relaciones con los cruzados sus actitudes se ajustaban más a los ideales caballerescos que las de cualquier
caballero occidental. Pronto se propagaron leyendas por Europa que hacían de él un héroe casi cristiano. Ciertamente,
Saladino fue un buen gobernante y sus súbditos cristianos no tuvieron motivos de queja, pero, desde luego, no tenía nada
de cristiano. Al contrario, su guía fue siempre obrar de acuerdo con el islam. Dedicó grandes esfuerzos a regenerar
material y moralmente sus dominios. Egipto no había estado tan bien gobernado desde los tiempos de Ptolomeo III.

Gregorio VIII murió en diciembre, y fue sucedido por Paolo Scolari, que adoptó el nombre de Clemente III y, gracias
al fervor cristiano que suscitaron los preparativos de la Cruzada, pudo entrar en Roma.
En 1188 Saladino dominaba todo el reino de Jerusalén excepto Tiro, que estaba defendida por Conrado de Monferrato.
Conrado pagó el rescate por el rey Gui de Lusignan, que inmediatamente se puso a organizar a los cruzados. Poco antes
había muerto el marqués Guillermo de Monferrato, el padre de Conrado, así que éste volvió a Italia para tomar posesión
de la herencia.

Ese año murió el rey Fernando II de León. Su madrastra Urraca buscó el apoyo de un grupo de nobles para dar el trono a
su hijo Sancho, de tres años, pero el primogénito del difunto rey no tuvo dificultad en eludir la conjura de Urraca y
proclamarse rey, con el nombre de Alfonso IX. Urraca tuvo que retirarse a Castilla, aunque conservó algunas fortalezas
en León que le había otorgado su marido. Desde el mismo inicio de su mandato, el nuevo rey favoreció a la burguesía en
detrimento de la nobleza. Ese mismo año convocó una curia regia en León a la que asistieron por primera vez
representantes de las ciudades. Esta asamblea se considera el nacimiento de las Cortes de León, en la que se promulgó
una serie de leyes destinadas a asegurar a todos los súbditos, en sus personas y en sus bienes, contra los abusos de poder.

El emperador Federico I Barbarroja concedió el ducado de Rothenburg a su hijo Conrado, que acababa de cumplir
quince años, al tiempo que éste se casaba con Berenguela, hija del rey Alfonso VIII de Castilla.

En África murió el almorávide Alí, pero sus hombres se agruparon en torno a su hermano Yahyá, que mantuvo la guerra
contra los almohades desde Libia.
Mientras tanto la Tercera Cruzada estaba casi dispuesta: Clemente III impuso al clero una contribución dineraria para
financiarla. Lo mismo hicieron Enrique II Plantagenet y Felipe II de Francia, que establecieron en sus respectivos
territorios un impuesto que fue conocido como el diezmo de Saladino, porque obligaba a cada propietario a contribuir
con la décima parte de sus rentas. A los judíos se les exigió una contribución más sustanciosa.

Gregorio VIII había embarcado a Federico I con una hábil diplomacia que terminaba de limar todas las asperezas que
había habido entre el Sacro Imperio Romano y el Papado. A Ricardo Corazón de León no hacía falta convencerlo: había
sido educado por su madre, Leonor de Aquitania, y su cabeza rebosaba de ideales caballerescos: ardía en deseos de partir
hacia oriente a defender la cristiandad. Otro asunto era el caso de Felipe II de Francia. Sabía perfectamente lo nefasto que
había sido para su padre participar en la segunda cruzada y no tenía ningún deseo que la historia se repitiera, pero Ricardo
era ahora su amigo y aliado y, ni quería enturbiar la relación entre ambos, ni tenía argumentos para excusar su
participación en la Cruzada. El prestigio de la corona se resentiría gravemente si dejaba que Federico I y Ricardo luchaban
heroicamente contra los infieles mientras él se quedaba cómodamente en París. Lo único que podía hacer era intrigar para
que su presencia en Francia fuera imprescindible y para que Ricardo tuviera otras cosas en que pensar. No lo tuvo difícil:
Enrique II llevaba un tiempo intentando convencer a su hijo Ricardo de que cediera el ducado de Aquitania a su hermano
Juan. Al fin y al cabo, él era ahora el heredero de todo, luego podía (y debía) cederle una parte a su hermano como vasallo.
Pero Aquitania era la tierra de su madre, Leonor, donde Ricardo había sido educado, y Ricardo no estaba dispuesto a
renunciar a esta parte de su herencia (ni mucho menos al reino de Inglaterra). Felipe II no debió de encontrar dificultades
en hacer ver a su "amigo" lo probable que era que al volver de Tierra Santa se encontrara a su hermano Juan bien instalado
en Aquitania. Con los ojos abiertos por Felipe II, Ricardo habló con su padre y se convenció de que ésas eran realmente
sus intenciones, así que aceptó la oferta del rey Francés y entre ambos empezaron a conquistar uno a uno los castillos de
Aquitania.

En un derroche de virtuosismo diplomático, Felipe II logró convencer también a Juan sin Tierra para que se uniera a ellos
contra su padre: el argumento era que si no estaba junto a su hermano en esto, terminaría quedándose sin nada, mientras
que si lo apoyaba se beneficiaría sin duda de su gratitud. Éste fue el golpe de gracia, pues Enrique II se llevó un amargo
disgusto al enterarse de que Juan, su hijo favorito, se había alzado contra él. Tenía ya cincuenta y seis años y sintió que
ya no le quedaban fuerzas. Dicen que exclamó: ¡Que sea lo que sea! ¡Ya no me preocupo por nada más! En 1189 firmó
un tratado de paz con Felipe II, concedió a Ricardo todo lo que quería, se metió en la cama y en ella permaneció hasta
que murió poco después.

Ricardo y Juan se disputaron la herencia de su padre, pero venció el primero con el apoyo de su madre, Leonor de
Aquitania, que finalmente pudo salir de su cautiverio. Ricardo Corazón de León se convirtió así en el rey Ricardo I de
Inglaterra, duque de Normandía, de Aquitania y de Bretaña, conde de Anjou, etc.

El emperador Federico I Barbarroja inició la marcha a Tierra Santa dejando el Imperio a cargo de su hijo Enrique. El
condado de Borgoña se lo cedió a su otro hijo, que pasó a ser el conde Otón I de Borgoña (su madre, la condesa Beatriz
I, había muerto cuatro años atrás). Al poco tiempo de que Federico I se hubiera marchado, Enrique el León volvió a
Alemania con la intención de recuperar los ducados que le habían sido arrebatados.
Al poco tiempo murió sin descendencia el rey Guillermo II de Sicilia. Teóricamente, el reino debía pasar a Constanza, la
hermana de Guillermo II, que estaba casada con Enrique, el hijo de Federico I, pero los nobles normandos no querían la
dominación germánica, así que aceptaron como rey a Tancredo, conde de Lecce, un hijo bastardo del difunto
duque Roger de Apulia, hermano de Guillermo II. Pronto obtuvo el reconocimiento del Papa Clemente III y del
emperador Bizantino Isaac II, en contra de los intereses de Federico I y su hijo.

También murió el conde de Saboya Humberto III el Santo, que fue sucedido por su hijo Tomás I.

En Japón, tras cuatro años de lucha, Minamoto no Yoshitsune se vio acorralado por su hermano Yoritomo en la fortaleza
de Koromogawa, donde se suicidó. Yoritomo se convirtió desde entonces en el amo indiscutible de Japón.

Tal vez Felipe II de Francia pensó que su socio Ricardo estaría demasiado ocupado tomando las riendas de su Imperio
como para acordarse de la Cruzada, pero no fue así. Ricardo se dispuso rápidamente a preparar su marcha. Para conseguir
dinero vendió todo lo que pudo: vendió cargos eclesiásticos y seculares, vendió privilegios a las ciudades, esquilmó a los
judíos, y hasta vendió Escocia al rey de Escocia, Guillermo el León, al que exoneró de su vasallaje. En 1190 inició el
viaje, dejando el país en manos de William Longchamp, al que el año anterior había nombrado obispo de Ely y al que
ahora otorgó los cargos de canciller y justicia. A su hermano Juan lo envió a Irlanda, con el juramento de que no volvería
a Inglaterra al menos durante los tres próximos años. Felipe II de Francia no tuvo más remedio que marchar también.
Dejó su reino a cargo de un Consejo de Regencia integrado por nobles y burgueses. Ese año murió su esposa, Isabel de
Hainaut. También partieron para Oriente el duque Hugo III de Borgoña, el marqués Conrado de Monferrato y el duque
Leopoldo V de Austria.

Enrique el León aprovechó la ausencia de Federico I Barbarroja para tratar de recuperar sus ducados una vez más, pero
fue derrotado por Enrique, el hijo del emperador.

El rey Sancho VI de Navarra firmó un tratado con Alfonso II de Aragón para defenderse de Alfonso VIII de Castilla. Al
mismo tiempo, los reyes Sancho I de Portugal y Alfonso IX de León firmaban un tratado similar, por el que el rey Leonés
se comprometía con Teresa, la hija de Sancho I. Durante el año anterior, Sancho I había logrado ciertas victorias sobre
los almohades, pero Yúsuf II había vuelto de África e hizo retroceder al portugués hasta Santarem, a la que puso sitio.

En Holanda murió el conde Florencio III, y fue sucedido por Dirk VII.

También murió el duque Godofredo VIII de la Baja Lorena. Su hijo Enrique I adoptó el título de duque de Brabante y de
Lothier (una variante de Lorena) y desde entonces el ducado de la Baja Lorena pasó a ser conocido como ducado de
Brabante, mientras que el ducado de la Alta Lorena se convirtió simplemente en el ducado de Lorena.

Maimónides escribió la Guía de perplejos, su gran obra filosófica, cuyo título alude a quienes vacilan entre la doctrina
judía y la filosofía aristotélica, y en la que se demuestra que no existe ninguna contradicción entre ambas.

LA CUARTA CRUZADA
Desde 1200, los mixtecas, que hasta entonces habían habitado en algunas regiones montañosas de México, empezaron a
emigrar hacia los valles y fueron conquistando los principales centros zapotecas. Éstos tuvieron que retirarse a nuevas
ciudades como Mitla y Zaachila, que después tuvieron que compartir también con los mixtecas. El contacto con los
zapotecas hizo que los mixtecas desarrollaran una nueva cultura. Adquirieron notables conocimientos sobre medicina,
herbolaria, astronomía, historia, geografía, calendario, aritmética, etc. Escribieron códices en largas tiras de piel unidas
entre sí y cubiertas de una capa de cal o yeso.

Más al sur, la ciudad Maya de Mayapán logró la hegemonía sobre sus vecinas y se convirtió en la cabeza de un pequeño
imperio que englobaba unas doce ciudades.

En la América Andina la civilización de Tiahuanaco y Huari estaba prácticamente extinguida y había dado paso a diversas
culturas locales: chimú, chancay, chincha, etc. A esta época se remontan también las leyendas sobre el origen del
pueblo Inca. Hablan de Manco Cápac, el primer Inca (soberano) creado por el dios Sol y que recibió un báculo de oro
junto con la orden de fundar una ciudad allí donde la tierra fuera tan fértil que el báculo se hundiera en ella. Así lo hizo
y, donde el báculo se hundió, Manco Cápac fundó la ciudad de Cuzco. En realidad Cuzco estaba habitada desde mucho
antes de la era cristiana, pero no se sabe prácticamente nada de sus pobladores anteriores a los incas. Los incas eran
entonces uno más de los pueblos que ocupaban el valle de Cuzco y que mantenían equilibradas luchas con sus vecinos.

A esta época corresponden las primeras referencias de un caudillo mongol llamado Timuyin. Tenía ya cuarenta años o
más. Su padre, Yesugei, había sido el jefe del clan qiyat, que había extendido su autoridad sobre cierto número de clanes
mongoles, pero fue envenenado por los Tártaros cuando Timuyin tenía ocho años, y el niño tuvo que huir con su familia
a través de la estepa, en condiciones penosas. Siete años después fue protegido por el rey de los Qarayt, "hermano jurado"
de su padre, y se casó con la mujer que le había sido prometida antes de caer en desgracia. Los qarayt eran cristianos
nestorianos. Con su ayuda, Timuyin venció a los Merkit y fue elegido kan de su tribu.

En el Jwarizm, al sur del mar de Aral, subió al poder el más famoso de los Jwarizmsah, llamado Alá al-Din Muhammad
ibn Tekis, aunque es más conocido simplemente como el Jwarizmsah. En los años precedentes el dominio de los
jwarizmsah se había expandido notablemente, y bajo Alá al-Din este proceso se aceleró.

Safadino reunió bajo su autoridad Egipto, Siria y Mesopotamia, con lo que prácticamente había reconstruido el imperio
de Saladino.

En el África Oriental, el antiguo reino de Aksum había desaparecido unos cuatrocientos años atrás, pero la comunidad
cristiana monofisita de Abisinia no se había extinguido con él. Al contrario, hacía aproximadamente un siglo que se había
formado un nuevo reino cristiano más al sur, en una zona montañosa resguardada de los musulmanes del norte y los
paganos del sur. El nuevo reino conservó el nombre de Abisinia, y ahora estaba gobernado por el rey Lalibela, que hizo
construir (con la ayuda de un ejército de ángeles que bajó del cielo ex profeso y bajo la dirección de san Jorge) once
iglesias monolíticas excavadas en la roca, decoradas con frescos.

Europa había sufrido cambios notables a lo largo del siglo que terminaba. En ella estaban resurgiendo la cultura, el
pensamiento y la enseñanza. Occidente estaba redescubriendo lentamente la ciencia y la filosofía de los antiguos griegos
y romanos, que ya no estaba sólo en manos de monjes amanuenses que se limitaban a copiar códices en oscuros
monasterios, sino que cada vez aparecían más pensadores originales que estaban construyendo la Escolástica, una filosofía
estrechamente emparentada con la teología pero que poco a poco ampliaba sus horizontes. El interés por el conocimiento
llevó a la formación de Universidades, en unos casos como asociaciones de profesores y otras de alumnos. Es difícil dar
fechas precisas de fundación, pero tal vez podríamos considerar a la Universidad de Bolonia como la más antigua, si bien
la de París se convirtió pronto en la más prestigiosa. Poco después se fundó la Universidad de Oxford, a orillas del río
Támesis, a unos ochenta kilómetros de Londres.

En Inglaterra se había producido otro de los cambios más llamativos de la época: la aristocracia normanda se había
integrado gradualmente con el pueblo sajón hasta el punto de que ya podemos hablar de un único pueblo común al que
llamar inglés. Uno de los principales factores cohesionantes fue la lengua: tras la invasión normanda, la aristocracia
hablaba un dialecto francés y el pueblo hablaba inglés antiguo, una lengua germánica. La necesidad de adaptarse a la
nueva clase dominante, junto con la falta de cualquier clase de educación lingüística, hizo que el inglés antiguo degenerara
rápidamente perdiendo las características principales de la gramática alemana e incorporando una gran cantidad de léxico
francés. El resultado fue que surgió una nueva lengua, una versión primitiva del inglés actual, que ya se hablaba a
principios del siglo XII, si bien entonces no merecía la atención de los señores normandos. Sin embargo, la costumbre
normanda establecía que las posesiones las heredaba exclusivamente el primogénito, lo cual creó una clase
de "caballeros" normandos que formaron una clase media que tuvo que mantener un contacto más estrecho con la
población sajona y asimilar la lengua inglesa. Durante el siglo que ahora terminaba los reyes normandos formaron una
sucesión en la que alternaron los buenos y malos gobernantes, lo cual contribuyó a que el pueblo aceptara de buen grado
a los unos por contraposición a los otros. A veces no importaban tanto los hechos como la fama, como muestra claramente
el caso de Ricardo Corazón de León. No puede decirse que se preocupara gran cosa de sus súbditos ingleses (más bien se
limitó a exprimirlos para financiar sus guerras) pero fue idolatrado por su pueblo, al cual no le importó lo más mínimo
que su rey fuera el más francés de todos los reyes que le habían precedido. Por otra parte, los duros enfrentamientos con
Francia favorecieron que la nobleza normanda de Inglaterra se identificara más con sus súbditos sajones que con los
normandos de Normandía, que cada vez eran más vistos como "franceses". No hay que deducir de todo esto que las
diferencias entre normandos y sajones hubieran desaparecido, sino que éstas dejaron de concebirse como diferencias
culturales entre un pueblo invasor extranjero y otro sometido para convertirse en meras diferencias de clase análogas a
las existentes en toda la Europa medieval.
También hemos de destacar el progreso de las técnicas arquitectónicas. Por estas fechas se estaba acabando de construir
la catedral de Nuestra Señora de París, una de las primeras catedrales construidas con las nuevas técnicas de arbotantes
y bóvedas ojivales, que permitían hacerlas más altas, más luminosas y, en definitiva, más monumentales. Siglos más
tarde, los renacentistas llamaron gótico a este estilo, que era una forma despectiva de decir "medieval" (los renacentistas
italianos asociaban la Edad Media con los godos, pues fueron éstos quienes penetraron en Italia y derrocaron al último
emperador romano de Occidente). Nuestra Señora de París es uno de los más famosos representantes del gótico temprano.
Todavía no es muy luminosa, pero sin duda era un edificio imponente en comparación con las iglesias románicas típicas
de la época.

Por esta época, diversos poetas franceses (Lambert le Tort, Alexandre de Bernay, Pierre de Saint-Cloud) estaban
retocando y ampliando el Roman d'Alexandre, de Alberic de Briançon (en realidad partieron de una versión posterior de
autor desconocido), de modo que su protagonista, Alejandro Magno, se estaba convirtiendo en un arquetípico y virtuoso
señor feudal del siglo XII, rodeado de toda clase de elementos fantásticos. Estas nuevas versiones del Roman d'Alexandre
estaban redactadas en un verso que recibió precisamente el nombre de alejandrino. Es un verso de catorce sílabas dividido
en dos hemistiquios heptasílabos.

En este último año del siglo cumplió trece años Luis, el heredero del rey Felipe II de Francia, y se casó con Blanca de
Castilla, hija del rey Alfonso VIII y de la reina Leonor, hija del rey Enrique II Plantagenet. Su abuela, Leonor de
Aquitania, a sus setenta y ocho años, viajó a Castilla para asistir a la boda.

Las cruzadas habían fortalecido espectacularmente al papado. Inocencio III dominaba toda Italia y estaba dispuesto a
poner firmes a todos los reyes europeos. Al rey Sancho I de Portugal le exigió el pago de un tributo que su país se había
comprometido a pagar al Papa para que Alfonso I fuera reconocido como rey. (Por otra parte, Sancho I tuvo que habérselas
con los obispos de Oporto y Coimbra, que luchaban por la supremacía.) Al rey Alfonso IX de León lo excomulgó por el
matrimonio con Berenguela, hija de su primo, Alfonso VIII de Castilla (a pesar de que el matrimonio había contado con
la aprobación de Celestino III). En Francia suspendió todos los actos eclesiásticos mientras Felipe II no abandonara a su
tercera esposa, Inés, y restituyera a Ingeborg. (Felipe II estaba atento a cada movimiento de Juan sin Tierra y no quería
que nada pudiera dejarlo en mala posición, así que aceptó todas las exigencias del Papa y el interdicto fue levantado. De
todos modos no sacó a Ingeborg de su convento, pero le dio el título de reina.) Al rey Federico I de Sicilia lo tenía bajo
su tutela, y en la pugna entre el güelfo Otón IV de Brunswick y el Hohenstaufen Felipe de Suabia, tomó partido por el
segundo, que le dio más garantías. También intervino en Servia, donde acababa de morir Esteban Nemanja. Su
primogénito Vuk contó con el apoyo de Inocencio III y del rey Emerico de Hungría para expulsar del trono a su hermano
Esteban Nemanjic.

No contento con poner orden en la Tierra, también quiso ponerlo en el Cielo, y así, Inocencio III consolidó una iniciativa
de Alejandro III por la que sólo el Sumo Pontífice podía declarar santo a alguien. Hasta entonces cada iglesia tenía su
propio santoral, mientras que a partir de esta época se estableció un proceso de beatificación y canonización que exigía
enviar a Roma toda la información para que el Papa decidiera según unos criterios prefijados.

Otra de las preocupaciones de Inocencio III fueron las numerosas herejías que estaban extendiéndose por Europa.
En 1201 logró que una parte de los "humillados" se reconciliara con la Iglesia y formara una orden religiosa, mientras
que otra parte continuó rechazando la autoridad papal frente a la doctrina de Pedro Valdo. Sin embargo, la intransigencia
de Valdo hizo que las divergencias doctrinales entre los valdenses y los humillados se acentuaran cada vez más y surgieran
fricciones cada vez mayores entre ambas sectas.

El cristianismo seguía penetrando en el Báltico. Dos años antes, los rusos habían fundado un obispado ortodoxo en
Livonia, y ahora, el obispo católico Alberto de Buxhövden fundaba la ciudad de Riga.

El duque Valdemar, hermano del rey Canuto IV de Dinamarca, conquistó Lübeck y Holstein al Sacro Imperio Romano.

El rey Pedro II de Aragón logró deshacerse finalmente de la tutela de su madre, Sancha de Castilla, mediante dos
entrevistas, una en Ariza (el año anterior) y otra en Daroca.

Ese año murió el conde Federico III de Zollern y fue sucedido por su hijo Federico IV, si bien al cabo de unos años cedió
el burgraviato de Nüremberg a su hermano Conrado I.
También murió el príncipe de Antioquía Bohemundo III. Su heredero era su nieto Raimundo Rupén, hijo del difunto
Raimundo IV, cuyo hermano Bohemundo IV le había arrebatado el condado de Trípoli hacía casi quince años, pero
Bohemundo IV se las arregló para usurpar el principado a su sobrino.

La Tercera Cruzada había sido considerada un éxito en Europa: el reino de Jerusalén había estado en riesgo de ser
aniquilado y los heroicos cruzados lo habían consolidado, si bien había faltado la culminación, que hubiera sido la
reconquista de Jerusalén. Poco después de que Ricardo Corazón de León regresara a Inglaterra, un grupo de nobles,
principalmente franceses, decidió organizar una nueva cruzada que terminara lo que la Tercera había dejado inconcluso.
Entre los más sobresalieron predicando la Cuarta Cruzada estuvo Foulques de Neuilly, que, naturalmente, contó con el
apoyo entusiasta de Inocencio III. Sin embargo, la idea no tuvo eco entre los reyes, pues todos tenían entonces sus propios
problemas, por lo que los preparativos fueron más difíciles. Se organizó todo tipo de actividades destinadas a recaudar
fondos: torneos, festivales, espectáculos, etc. Y finalmente estuvo ya todo listo excepto una cosa: el transporte. Los
cruzados acudieron a Venecia. El dux era a la sazón Enrico Dandolo, que debía de tener ya unos noventa y cuatro años
y estaba ciego. Los caballeros le explicaron que deseaban sus barcos para viajar a Tierra Santa, pero que apenas tenían
con qué pagarle. Eso no fue un problema. En la costa oriental del Adriático estaba la ciudad de Zara, que pertenecía a
Hungría. Era un buen puerto y Venecia deseaba tenerlo a su disposición. Dandolo ofreció el transporte a los cruzados a
cambio de que hicieran una escala en Zara y la conquistaran para Venecia. Se firmó el trato, e Inocencio III, que tenía al
rey Emerico de Hungría entre sus aliados, lo condenó en cuanto tuvo noticia del mismo. Esto no impidió que el proyecto
siguiera adelante, y se puso al frente de la expedición al marqués Bonifacio de Monferrato.

Uno de los nobles que estaba preparándose para partir era el conde Teobaldo III de Champaña, pero murió poco antes de
la fecha prevista. Su esposa, Blanca de Navarra, estaba embarazada del que, ya antes de nacer, se convirtió en su heredero,
el conde Teobaldo IV. Su madre ejerció de regente bajo la tutela del rey Felipe II.

En 1202 zarpó la flota veneciana con unos treinta mil cruzados a bordo. De acuerdo con lo pactado, las naves cerraron el
puerto de Zara mientras los cruzados atacaban por primera vez una ciudad cristiana. Finalmente la ciudad cayó e Inocencio
III excomulgó a los cruzados. Luego llegaron a la isla de Corcira, a la que los occidentales llamaban Corfú. Allí recibieron
una visita inesperada. El emperador bizantino Alejo III Ángelo había derrocado y cegado a su hermano Isaac II, pero
respetó al joven hijo de éste, Alejo, al que permitió residir en palacio. Fue un error por su parte, ya que cuando Alejo
cumplió los dieciocho años (un año antes de que partiera la Cuarta Cruzada) logró escapar de Constantinopla y terminó
encontrando a los cruzados en Corfú. Allí les propuso que, igual que habían tomado Zara para los venecianos, podían
tomar Constantinopla para restaurar a su padre, el emperador legítimo. La idea entusiasmó a Enrico Dandolo. Se decía
que su ceguera la había causado el emperador Manuel I, que lo había hecho prisionero años antes y lo había torturado
concentrando la luz solar en sus ojos con un espejo cóncavo. Es probable que esta historia fuera un invento para justificar
el ataque a Constantinopla, pues lo cierto es que los venecianos tenían un buen motivo para acometer la empresa:
recordaban perfectamente la matanza de sus compatriotas ordenada por Manuel I, unida al considerable perjuicio
económico que supuso para la república su expulsión de la capital bizantina. La vehemencia de Dandolo y las recompensas
prometidas por Alejo convencieron a los cruzados, así que la expedición modificó su destino.

Ese año murió el rey Canuto IV de Dinamarca y fue sucedido por su hermano Valdemar II. También murió el rey Sverre
de Noruega, que fue sucedido por su hijo Haakon III Sverresson. Cambió la política de su padre de oposición a los
obispos y puso fin a las discordias religiosas.

Al duque de Polonia Leszek el Blanco le surgió un rival: Ladislao III, sobrino del duque Ladislao II.

El obispo de Livonia Alberto de Buxhövden tenía problemas para convencer a los livonios paganos para que abrazaran
el cristianismo, así que decidió emplear métodos más persuasivos. Transformó una orden religiosa que había fundado tres
años atrás en Bremen en la orden militar de los Hermanos de la Milicia de Cristo, que fue más popularmente conocida
como la Orden de los Caballeros Portaespadas, debido a que sus miembros llevaban una capa blanca con dos espadas
rojas cruzadas. Copiaron la organización de los Templarios y adoptaron la regla cisterciense. Su primer gran maestre
fue Winno von Rohrbach, que se dedicó a erradicar el paganismo erradicando a los paganos.

Un matemático pisano de veintisiete años llamado Leonardo Fibonacci publicó el Liber abbaci, el primer tratado de
matemáticas de Occidente. En él recopiló todas las enseñanzas que había adquirido en sus muchos viajes a los territorios
musulmanes. La primera sección explica el sistema de numeración arábiga, cuya difusión en Occidente debe mucho a
Fibonacci. La segunda sección trata de problemas relacionados con el comercio: cómo calcular el beneficio de una
transacción, cómo convertir una cantidad entre las distintas unidades monetarias de los países mediterráneos, etc. Por
último, la tercera sección trata de problemas puramente matemáticos, el más famoso de los cuales es éste:

Un hombre pone una pareja de conejos en un recinto vallado. ¿Cuántos pares de conejos habrá al cabo de un año si se
supone que, cada mes, cada pareja de conejos produce una nueva pareja, la cual empezará a ser productiva al cabo de
dos meses?

El número de parejas de conejos que habrá cada mes sigue la sucesión 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, ... en
la que cada término es la suma de los dos anteriores. Si suponemos, siguiendo a Fibonacci, que la primera pareja era ya
productiva, la solución es 233 conejos. Esta sucesión (infinita) es conocida como sucesión de Fibonacci, y actualmente
existe una revista, el Fibonacci Quarterly, dedicada íntegramente a las matemáticas relacionadas con ella.

En León, el rey Alfonso IX ocupó las fortalezas que su padre había cedido a su madrastra, Urraca, la cual seguía viviendo
en Castilla.

El kan mongol Timuyin venció a los tártaros.

Mientras tanto un noble francés acudió con una queja al rey Felipe II de Francia. El rey Juan sin Tierra había repudiado
dos años antes a su esposa Isabel de Gloucester para casarse con Isabel de Angulema, heredera del condado de
Angulema, estratégicamente situado al norte de Aquitania. La prometida tenía entonces trece años (y Juan treinta y tres).
La boda se celebró precipitadamente para que ambos esposos pudieran ser coronados juntos como reyes de Inglaterra.
Pero sucedía que la joven Isabel había estado prometida a un miembro de la familia Lusignan, quien se sintió agraviado
y, como Juan sin Tierra no tuvo el detalle de ofrecerle compensación alguna, apeló finalmente a su rey. Felipe II no dejó
pasar la ocasión. Como duque de Normandía, conde de Anjou, etc., Juan sin Tierra era vasallo de Felipe II, por lo que
éste, considerando que se le requería como árbitro de un "típico" conflicto entre vasallos, ordenó a Juan que compareciese
ante él para prestar declaración. Naturalmente, Juan sin Tierra no acudió. Su calidad de rey de Inglaterra se lo impedía, y
Felipe II lo sabía de sobra, pero técnicamente esto ponía a Juan en situación de desacato, lo cual legitimaba al rey para
privarlo de todos los territorios que Juan poseía como vasallo suyo, es decir, toda la parte continental del Imperio
Angevino. Por descontado, esto no significaba nada si no ocupaba efectivamente los territorios, pero eso era precisamente
lo que Felipe II pensaba hacer, ahora que tenía una excusa perfecta.

Felipe II atacó los dominios franceses de Juan sin Tierra, después de haber proclamado sonoramente que el derecho estaba
de su lado. Juan no tuvo más remedio que luchar, y se encontró con dificultades, pues sus súbditos ingleses eran cada vez
más renuentes a embarcarse en guerras al otro lado del canal, en lo que empezaban a considerar territorio extranjero.
En 1203 tuvo que acudir a liberar a su madre Leonor de Aquitania, que estaba sitiada en Mirebeau. El ejército francés
estaba dirigido por su sobrino Arturo de Bretaña, y Juan no sólo liberó a su madre, sino que apresó a Arturo. Lo encarceló
en Ruan y nunca más volvió a saber de él. Felipe II se apresuró a difundir la noticia de que Juan había asesinado al
legítimo rey de Inglaterra, y esto bastó para que muchos vasallos de Juan se pasaran al bando del rey francés.

A continuación Felipe II puso sitio al inexpugnable Château Gaillard, construido por Ricardo Corazón de León. Usó
catapultas para tratar de demoler sus murallas, arietes para tratar de abatir sus puertas, construyó túneles bajo las murallas
apuntalados por vigas de madera y luego hizo quemar las vigas para minar sus cimientos, hasta envió soldados por un
conducto de desagüe con la esperanza de que pudieran abrirse paso hasta el interior, pero el castillo superó las expectativas
con las que había sido construido. Nada dio resultado, pero el asedio continuó inquebrantable.

Mientras tanto estaba teniendo lugar muy lejos otro asedio no menos audaz: la flota veneciana bloqueaba el puerto de
Constantinopla y los cruzados se disponían a rodearla por tierra. El aspirante al Imperio, Alejo, tenía partidarios dentro
de la ciudad, por lo que el emperador Alejo III optó por huir a Tracia. En agosto los cruzados entraron en Constantinopla
y liberaron a Isaac II, que volvió a ser reconocido como emperador juntamente con su hijo, Alejo IV Ángelo. Sin
embargo, los dos emperadores no fueron más que títeres en manos de los occidentales. Intentaron que los cruzados
continuaran ahora su viaje hacia Tierra Santa, pero éstos querían todas las recompensas que Alejo IV les había prometido
y el emperador tuvo que explicarles que la tesorería del Estado estaba exhausta. Los cruzados no lo creyeron, pues habían
oído toda suerte de historias sobre las riquezas de Constantinopla, y se negaron a marcharse sin cobrar lo que les
correspondía.
El rey de Vuk de Servia consintió en abdicar y devolver el trono a su hermano Esteban Nemanjic como resultado de una
reconciliación propiciada por Sava, su otro hermano monje.

El rey Emerico de Hungría encarceló a su hermano Andrés para evitar una conspiración. Emerico llevaba un tiempo
luchando y persiguiendo a los bogomilos.

En Holanda murió el conde Dirk VII y fue sucedido por Guillermo I.

El rey almorávide Abd Allah murió cuando los almohades tomaron finalmente las islas Baleares. En África, Yahyá ibn
Ganiya perdió sus apoyos y se convirtió en un simple bandido. Así desaparecen de la historia los últimos almorávides.

En Japón, el shogun Yoriie abdicó en su hermano Sanetomo y poco después fue asesinado.

El rey de Angkor Jayavarman VII inició una enérgica campaña contra el reino de los shampa.

Timuyin venció a sus antiguos aliados, los qarayt, se anexionó su territorio y luego pasó a atacar a las demás tribus de la
región.

Los cruzados asentados en Constantinopla eran una amenaza para los bizantinos cada vez más alarmante. Durante los
últimos meses no habían ocasionado muchos problemas porque habían acogido de buen grado la posibilidad de pasar
unas "vacaciones" en una ciudad tan fastuosa de la que sólo habían oído maravillas. Sin embargo, este estado de cosas no
podía durar y la población estaba obviamente descontenta, no ya con los extranjeros, sino también con los emperadores
que no hacían más que entretenerlos sin saber cómo resolver el problema. No tardó en surgir una facción partidaria de
expulsarlos por la fuerza, y en enero de 1204 su cabecilla se casó con Eudoxia, una hija de Alejo III (el cual seguía
vagando por Tracia, organizando una resistencia) y se proclamó emperador con el nombre de Alejo V
Ducas. Inmediatamente se apoderó del palacio y estranguló a Alejo IV. Se dice que Isaac II murió del disgusto. Luego el
nuevo emperador se dedicó a empujar a los cruzados al mar
Mientras tanto el invierno estaba acabando con la resistencia del Château Gaillard, asediado por Felipe II de Francia. Para
resistir por más tiempo, los defensores hicieron salir del castillo a unas cuatrocientas personas, mujeres, ancianos y niños.
Confiaban en que Felipe II los aceptaría como prisioneros, pero no fue así. Felipe II no los mató, pero no los dejó pasar.
Los dejó en tierra de nadie para que los sitiados se vieran obligados a acogerlos de nuevo y sus provisiones se agotaran
más rápidamente. El concurso de inhumanidad quedó en empate, pues ninguna de las partes cedió: ambas se quedaron
observando cómo los desdichados morían de hambre y frío hasta recurrir al canibalismo. En marzo el Château Gaillard
se rindió y esta victoria de Felipe II quebró definitivamente la moral angevina. Leonor de Aquitania murió pocas semanas
después.

Volviendo a Oriente, el emperador Alejo V fracasó en su intento de repeler a los cruzados. El 12 de abril se dio por
vencido y huyó junto a su suegro Alejo III. A partir de ese día la actitud de los cruzados cambió radicalmente: ya no
estaban en Constantinopla al servicio de ningún emperador, sino que los bizantinos los habían traicionado y ahora iban a
cobrarse con creces cuanto se les debía. Durante tres días, la ciudad fue sometida a un saqueo despiadado, sus mujeres
fueron violadas, sus sacerdotes torturados, las obras de arte fueron sacadas de la ciudad, como los caballos de mármol
que adornaban el hipódromo, que desde entonces están en la plaza de san Marcos de Venecia, y lo que no pudo
aprovecharse fue quemado, fundido o destrozado. Santa Sofía se convirtió en el punto de reunión donde los borrachos se
jugaban el botín a los dados mientras una prostituta presidía las juergas sentada en la silla del Patriarca.

La consecuencia más trágica de este saqueo (aparte del sufrimiento humano) fue que entre las "cosas no aprovechables"
que los cruzados destruyeron a falta de algo mejor que hacer con ellas estaban los miles de libros distribuidos por las
bibliotecas de Constantinopla. En estos libros se conservaba la práctica totalidad de la cultura griega antigua. Las demás
bibliotecas importantes habían sido destruidas tiempo atrás por diversas especies de bárbaros (cristianos, germanos,
árabes, etc.), de forma que el único lugar del mundo donde se conservaba íntegro el saber antiguo era Constantinopla...
hasta que llegaron los cruzados. Algo se salvó, en parte porque los bizantinos lograron esconder algunos ejemplares y en
parte porque, al fin y al cabo, los cruzados tampoco se pusieron a buscar libros como sabuesos. A esto hay que sumar los
libros conservados en diversos monasterios y aquellos por los que los musulmanes, ya civilizados, se habían interesado
en los últimos siglos y que de sus bibliotecas estaban pasando lentamente a Occidente, pero aun así, la parte conservada
es mínima. Por ejemplo, hoy sólo conocemos siete obras de las cien que escribió Sófocles, y hay muchos autores, tanto
en ciencia como el literatura, de los que sólo conservamos algunos fragmentos junto con algún comentario de que en
realidad fueron intelectuales de primera línea. En suma, el saqueo de Constantinopla corrió un velo sobre el mundo
antiguo que ya nunca podría ser levantado.

Cuando el terror empezó a amainar los bizantinos eligieron emperador a Teodoro I Lascaris, que estaba casado
con Ana, otra de las hijas de Alejo III. Sin embargo, los cruzados decidieron elegir a su propio emperador. Después de
unas disputas entre el marqués Bonifacio de Monferrato y el conde Balduino IX de Flandes, triunfó éste último, que fue
coronado en Santa Sofía como Balduino I, emperador Latino de Constantinopla, y obligó a Teodoro I a huir a Nicea. El
Imperio de Balduino I se llamó Imperio Latino porque el idioma oficial pasó a ser el latín en lugar del griego. De todos
modos, el Imperio era todavía un proyecto, pues los cruzados sólo controlaban realmente la capital. Enrico Dandolo se
apoderó rápidamente de la costa oriental del Adriático, todas las islas, incluida Creta, y retuvo las dos quintas partes de
la ciudad de Constantinopla. Balduino I concedió al dux el título de déspota (señor, en griego) y nombró un Patriarca de
Constantinopla veneciano. Bonifacio de Monferrato conquistó Macedonia y el norte de Grecia y se erigió en rey de
Tesalónica, teóricamente como vasallo de Balduino I.

Cuando Andrónico I fue asesinado por el populacho en la revuelta dirigida por Isaac II, su hijo Manuel murió con él,
pero éste dejó a su vez dos hijos pequeños, Alejo y David Comneno, el mayor de los cuales tenía entonces tres años y
ahora tenía ya veintidos. Ambos habían sido criados por la reina Tamar de Georgia, de la que eran parientes. Con la ayuda
de su madre adoptiva, Alejo se apoderó de Trebisonda (la antigua Trapezonte) en la costa del mar negro de Asia Menor
y se proclamó Gran Comnemo, Emperador y Autocrátor de los Romanos (Alejo I). Su hermano David recibió el título
de Señor de Heaclea, del Ponto y de Paflagonia. En la práctica los dos gobernaron como coemperadores un modesto
territorio.

"Casualmente", los desórdenes en el Imperio Bizantino acabaron con las querellas internas en el sultanato de Rum, en el
que Kayjusraw I logró ser aceptado definitivamente como sultán frente a su rival Sulaymán II.

En junio el ejército de Felipe II tomaba Ruán, la capital de Normandía.


La ruina del Imperio Bizantino había supuesto también la ruina de la Iglesia Ortodoxa, y el Papa Inocencio III no dejó
escapar la ocasión. Creó un patriarcado de Bulgaria y en noviembre su legado coronó a Juan II Kalojan como rey de
Bulgaria (aunque ya lo era) a cambio de que éste reconociera la soberanía de la Santa Sede.

El año anterior, Inocencio III había enviado a Pedro de Castelnau como legado ante el conde Raimundo VI de Tolosa
para urgirlo a tomar medidas contra los cátaros o albigenses. El conde se negó a ello, pero, comprendiendo que Inocencio
III era un enemigo poderoso, decidió romper la tradicional política de enemistad de los condes de Tolosa con los condes
catalanes y entabló una alianza con el rey Pedro II de Aragón, con cuya hermana Leonor contrajo matrimonio. Al rey
aragonés debió de preocuparle que la herejía pudiera manchar su reputación, porque poco después marchó a Roma para
ser coronado por Inocencio III y renovarle su juramento de vasallaje y empezó a hacerse llamar Pedro II el Católico. Ese
mismo año se casó con María, heredera del condado de Montpellier, junto al Rosellón, que se incorporó así a la Corona
de Aragón. Otra de las hermanas de Pedro II, Constanza, enviudó ese año del rey Emerico de Hungría, que fue sucedido
por su hijo Ladislao III, de cinco años de edad. Su tío Andrés ejerció de regente.

El rey Alfonso IX de León aceptó finalmente el mandato de Inocencio III y se separó de Berenguela, la hija de Alfonso
VIII de Castilla.

En Noruega murió envenenado el rey Haakon III, y fue sucedido por su primo Inge Boirdsson.

En Egipto murió el judío Maimónides.

Mientras tanto, el emperador Balduino I y sus vasallos tenían que enfrentarse tanto a los búlgaros, como a los turcos,
como a los emperadores bizantinos Alejo I, Teodoro I, Alejo III, Alejo V y otros cabecillas que se oponían a la dominación
occidental. Entre Alejo III y su yerno Alejo V surgieron fricciones que terminaron en cuanto el primero hizo sacar los
ojos al segundo. Luego se lo llevó con él de Tesalia (amenazada por los búlgaros) a Asia Menor, donde finalmente Alejo
V fue capturado y asesinado por los latinos. El 6 de diciembre Balduino I derrotó a Teodoro I en Poimanenon. Y, ya
en 1205, lo volvió a derrotar en Adramiteo. Teodoro I consideró que su suegro Alejo III sólo le daba problemas, así que
terminó encarcelándolo.
Ese año murieron el margrave de Brandeburgo Otón II, que fue sucedido por Alberto II; el duque Simón II de Lorena,
que fue sucedido por Ferry I; y la condesa Juana de Borgoña, que fue sucedida por su hermana Beatriz II.

EL IMPERIO LATINO DE ORIENTE


Los territorios del fragmentado Imperio Bizantino se encontraban en una situación política y militarmente inestable,
disputados por latinos, griegos, búlgaros y turcos. En 1205, Guillermo de Champaña inició la conquista del Peloponeso,
al que los cruzados llamaban Morea, por su aspecto sobre el mapa, similar a una hoja de morera. Fundó así el principado
de Morea. Pero otro miembro de la familia real bizantina, llamado Miguel Ángelo Comneno, entabló una alianza con
el rey búlgaro Juan II Kalojan, y juntos derrotaron a Balduino I en Adrianópolis, que fue hecho prisionero. El viejo dux
Enrico Dandolo dirigió la retirada del ejército hacia Constantinopla y murió de la fatiga pocos días después. Juan II avanzó
sobre Tesalia, donde los griegos lo recibieron como un liberador, y Miguel se apoderó de lo que pasó a llamarse
el despotado de Épiro, que gobernó como Miguel I. Como el emperador Balduino I estaba cautivo, su
hermano Enrique fue nombrado regente. Mientras los latinos estaban ocupados en Grecia, Teodoro I consolidó el que ya
podemos llamar Imperio de Nicea y derrotó a David Comnemo, al que impidió que expandiera sus dominios.

Ese año murieron el rey Amaury II de Jerusalén y su esposa, Isabel de Anjou. No tenían hijos, pero estaba María de
Monferrato, hija de Isabel con su marido anterior, Conrado, el que fue asesinado al poco de ser elegido rey de Jerusalén,
la cual tenía ahora trece años y fue reconocida como reina bajo la tutela de su tío Juan d'Ibelin, señor de Beirut.

Amaury II también era rey de Chipre, y la isla pasó a su hijo Hugo I.

También murió Ladislao III de Hungría, a sus seis años, y fue sucedido por su tío Andrés II.

En Japón, el shikken (regente) Hojo Tokimasa se vio obligado a dimitir a causa de las disputas entre Masako, la madre
del shogun Sanetomo, y Makiko, la esposa de Tokimasa. El cargo de shikken pasó a su hijo Hojo Yoshitoki.
En Occidente el rey Felipe II de Francia dominaba ya toda la parte septentrional del Imperio Angevino. La
monarquía francesa había desarrollado un sistema de funcionarios y jueces que le permitió imponer fácilmente el
control efectivo del rey sobre estos nuevos territorios. De este modo, Felipe II había empezado su reinado dominando una
pequeña región alrededor de París que incluso había estado a punto de perder ante Ricardo Corazón de León, pero ahora
dominaba realmente media Francia (y el resto reconocía nominalmente su señorío). Esta hazaña le valió el sobrenombre
de Felipe Augusto. (Recordemos que "augusto" viene del latín augere, aumentar, y hace referencia a que Felipe aumentó
drásticamente su reino.) Esto supuso la consolidación definitiva de los capetos como reyes de Francia.

Incidentalmente, fue durante el reinado de Felipe Augusto cuando la flor de lis, símbolo de pureza, pasó a ser el símbolo
de la monarquía francesa. Luis VI y Luis VII ya habían acuñado monedas con este emblema, pero fue Felipe Augusto
quien cambió el estandarte rojo con leones y leopardos (que teóricamente se remontaba a los tiempos de Carlomagno)
por el estandarte de las flores de lis en oro sobre azur.

En Inglaterra murió Hubert Walter, el arzobispo de Canterbury. Y el rey Juan se interesó en la cuestión de la sucesión.
Después de sus derrotas en Francia necesitaba dinero, y tener bien sujeta a la Iglesia acababa proporcionando dinero. Sin
embargo, Juan sin Tierra era uno de los pocos monarcas europeos a los que el Papa Inocencio III no había tenido ocasión
de llevar la contraria hasta ahora y, naturalmente, el pontífice no dejó pasar la oportunidad. Designó a su propio candidato,
que resultó ser Stephen Langton, que tenía ganada una reputación de sabio, pero había estudiado en la Universidad de
París y era más francés que inglés, por lo que era completamente inaceptable para Juan. Se inició así una guerra
diplomática entre Inglaterra y la Santa Sede.

Pedro de Castelnau, el legado de Inocencio III ante el conde Raimundo VI de Tolosa, no estaba obteniendo resultados en
su misión de combatir la herejía albigense, así que le envió como refuerzos a dos castellanos: el obispo de Osma, Diego
de Acevedo y su ayudante, Domingo de Guzmán. Acababan de regresar de una embajada ante el rey de Dinamarca y,
tras una breve estancia en Roma, se dirigieron a Tolosa.

Mientras tanto continuaba la guerra entre Otón de Brunswick y Felipe de Suabia por el Sacro Imperio Romano. Ese año
se unió al ejército pontificio un joven de veintitrés años llamado Juan di Bernardone. Había nacido en la ciudad
de Asís, y su padre, que era mercader, le había enseñado de muy niño a hablar francés, lo que le valió el apelativo
de Francesco, (el francés). Por eso es más conocido en la historia como Francisco de Asís. Hasta los quince años
Francisco estuvo ayudando a su padre, pero soñaba con hazañas caballerescas y participó en una guerra que hubo entre
Asís y Perugia. Fue capturado y permaneció un año en prisión. Su nueva aventura militar no duró mucho, pues tuvo una
visión en sueños que le llevó a volver a Asís para consagrarse cada vez más a la oración y a la limosna. Su devoción y su
manía por ir vestido con harapos irritaron a su padre y le hicieron objeto de burla de sus conciudadanos. Finalmente,
en 1206, su padre renegó de él y Francisco se presentó desnudo en la plaza y gritó:

Escuchad: Hasta ahora he llamado padre a Pietro Bernardone [...] Desde este momento nadie será mi padre más que el
Padre nuestro que está en el cielo.

Desde entonces adoptó una vida de eremita y se empleó en reparar iglesias.

Domingo de Guzmán estaba obteniendo algunos progresos en la predicación a los albigenses. Quería mostrar a los herejes
que la ostentación y el lujo que reprochaban a la Iglesia no era inherente al catolicismo, sino que éste era compatible con
la humildad y la sencillez que reivindicaban los cátaros y demás sectas. Por ello Domingo iba con los pies descalzos,
vestía un modesto hábito blanco y mendigaba para obtener su alimento. Se instaló en Fanjeaux, y en poco tiempo la
herejía cátara casi desapareció en esta ciudad. Fundó un monasterio de religiosas en Prouille, que se convirtió en el centro
de su acción, que tuvo que dirigir en solitario al morir el obispo Diego de Acevedo.

A Constantinopla llegó la noticia de que el emperador Balduino I había muerto el año anterior, cautivo en Bulgaria. Su
hermano Enrique pasó de ser regente a ser el nuevo emperador latino. En Occidente, los condados de Flandes y Hainaut
pasaron a Juana, hija de Balduino y hermana de Enrique.

El rey Sancho I de Portugal casó a su hijo Alfonso con Urraca, hija del rey Alfonso VIII de Castilla.

El duque Ladislao III de Polonia había atacado al clero, lo que le había valido la excomunión y ahora la expulsión de sus
dominios. De este modo Leszek el Blanco fue reconocido de nuevo como duque y concedió a su hermano Conrado las
provincias de Mazovia y Kuiavia.
Ese año murió el duque Ferry I de Lorena, que fue sucedido por su hijo Ferry II.

También murió el sultán Muhammad de Gur, y uno de sus esclavos, el turco Qutb al-Din Aybak, que gobernaba en
Delhi, se proclamó sultán independiente de los dominios guríes en la India. El sultanato fue extendiendo rápidamente sus
fronteras y con él penetró el Islam en el norte de la India.

El kan mongol Timuyin dominaba ya todo el territorio que actualmente se conoce como Mongolia. Su capital era la
ciudad de Karakorum. Reunió en una asamblea a los jefes de todos los clanes que había sometido y éstos lo
nombraron Kan Universal (Gengis Kan), y con este nombre es recordado en la Historia. Se le atribuyen estas palabras:

Aquellos que compartan mi fortuna, y cuya lealtad sea transparente como el cristal, quiero que sean llamados mongoles,
y su poder superará a todo lo que vive.
De este modo Gengis Kan hermanó bajo el nombre de mongoles a distintos pueblos de la misma raza, pero que
hasta entonces se habían considerado a sí mismos pueblos distintos, a menudo enfrentados en guerras. Ahora los
mongoles tenían prohibido luchar unos contra otros y un mongol no podía ser esclavo de otro mongol. El ejército estaba
dividido en decenas, grupos de diez hombres que debían actuar siempre juntos; cada diez decenas formaban
una centena, mandada por un jefe, cada diez centenas eran dirigidas por un kan y los grupos de diez mil hombres eran
llamados hordas, que estaban dirigidas por los lugartenientes del Gran Kan o emperador, llamados orkones. Las hordas
no llevaban bagajes, sino que vivían del saqueo. Los mongoles eran resistentes, rápidos y, sobre todo, crueles. Se cuenta
que Gengis Kan preguntó a uno de sus capitanes qué podía darle mayor placer. El capitán respondió: "Cazar con un
halcón en la estepa, un día claro, montando un buen caballo que me lleve a todo galope.", pero el Kan le
respondió: "No, el mayor placer para un guerrero es aplastar a los enemigos con los pies, quitarles sus caballos y
riquezas, y oír los lamentos de sus mujeres desoladas." Poco antes Gengis Kan había iniciado una campaña contra el
Imperio Xixia de los tangutios, al noroeste de China. En China resurgió la lucha entre el Imperio Jin y el Imperio Song.

En 1207 Kayjusraw I conquistó Antalya a Teodoro I de Nicea, con lo que el sultanato de Rum consiguió por primera vez
una salida al mar (Mediterráneo). Por otra parte, Teodoro I se apoderó de Cícico y Nicomedia, y Enrique, el emperador
latino de Constantinopla, tuvo que firmar una tregua. La atención de Enrique estaba entonces volcada en el norte, pues la
crueldad con que el rey búlgaro Juan II Kalojan trataba a los griegos que había "liberado" dos años antes estaba haciendo
que éstos se mostraran cada vez más partidarios de ser "liberados" otra vez, ahora por Enrique. En efecto, poco después
Juan II fue asesinado frente a Tesalónica y Enrique obtuvo una victoria sobre los búlgaros. Éstos eran el apoyo esencial
del déspota Miguel I de Épiro, el cual no tardó en rendir vasallaje a Enrique.

El heredero de Juan II era su sobrino Juan III Asen, hijo de Juan I Asen, pero un hijo de Pedro II Asen,
llamado Boril, usurpó el trono y Juan III tuvo que refugiarse en Kíev.

Mientras tanto murió el marqués Bonifacio de Monferrato, rey de Tesalónica, el que había dirigido la cuarta cruzada
contra Constantinopla. Fue sucedido por Demetrio de Monferrato.

También murió sin descendencia el conde Bertrán III de Forcalquier, por lo que el condado pasó a su hermano Guillermo
VI.

La guerra entre Castilla y Navarra terminó con un tratado en el que Sancho VII de Navarra ratificaba el dominio castellano
sobre las tierras de Álava i Guipúzcoa, que Alfonso VIII le había arrebatado.

Después de oír todas las alegaciones de Juan sin Tierra, el Papa Inocencio III se mantuvo en su decisión de nombrar
arzobispo de Canterbury a Stephen Langton, que fue consagrado pese a la oposición del monarca. Esto supuso una ruptura
definitiva entre el rey y el Papa. Por otra parte, el conde Raimundo VI de Tolosa seguía protegiendo a sus vasallos
albigenses, así que Inocencio III decidió dar una vuelta más de tuerca y lo excomulgó. Al año siguiente, en 1208, decretó
la suspensión de los oficios religiosos en toda Inglaterra, pero Juan no cedió y obligó a trabajar a algunos sacerdotes.

En Tolosa, el legado pontificio Pedro de Castelnau fue asesinado poco después de haber mantenido una acalorada
discusión con el conde Raimundo VI, y no tardó en circular el rumor de que el propio conde había ordenado el asesinato.
Inocencio III no dudó en dejar bien claro cuáles eran las consecuencias de oponerse al Papa: predicó una cruzada contra
los albigenses. El rey Felipe Augusto de Francia rehusó dirigirla, pero animó a sus vasallos a participar. (El conde de
Tolosa y sus vasallos eran los únicos nobles franceses que escapaban entonces al control efectivo del rey, por lo que toda
acción contra ellos beneficiaba al Capeto.) Finalmente, la dirección de la cruzada fue encomendada a Simón de
Montfort, un noble francés que había participado en la cuarta cruzada, si bien se había negado a aceptar las intrigas de
los venecianos y se había dirigido a Palestina. Tras recibir el encargo, empezó a reclutar un numeroso ejército entre los
nobles del norte de Francia. Como legado del Papa le asistió el cisterciense Arnau Amalric. La única voz discordante
entre los católicos fue la de Domingo de Guzmán, que no quiso vincularse al uso de la violencia e insistió en la predicación
pacífica entre los herejes.

Mientras tanto murió asesinado el duque Felipe de Suabia. El ducado pasó a su sobrino, el rey Federico I de Sicilia, que
acababa de cumplir catorce años y se había casado con Constanza de Aragón (de diecinueve años), hermana del rey Pedro
II y viuda de Emerico de Hungría. Sin embargo, no pudo optar al título Imperial, ya que, con la muerte de su rival, Otón
IV logró finalmente el control del Imperio. No obstante, Otón IV quiso legitimar su autoridad siendo elegido por los
príncipes electores y coronado por el Papa. Para lograr lo primero empezó sustituyendo (por razones obvias) al duque de
Suabia por el margrave de Brandeburgo, con lo que la lista de los príncipes electores quedó como sigue: los arzobispos
de Maguncia, Tréveris y Colonia, como senescal el conde palatino del Rin (entonces Enrique V, hermano de Otón IV),
como mariscal el duque de Sajonia (entonces Bernardo III), como camarero el margrave de Brandeburgo (entonces
Alberto II, hermano del duque de Sajonia) y como copero mayor el rey de Bohemia (entonces Otakar I). Después de este
ajuste, los príncipes electores, reunidos en Frankfurt, eligieron emperador a Otón IV.

La condesa Beatriz II de Borgoña se casó con el duque de Meran, (un ducado que formaba parte del ducado de Baviera)
el cual se convirtió así en el conde Otón II de Borgoña.

El rey Valdemar II de Dinamarca ayudó a Sverker II de Suecia contra las pretensiones al trono de Erik Knutsson, el hijo
del rey anterior, Canuto Eriksson. Sin embargo, Erik les infligió una sangrienta derrota en Lena, que le permitió
convertirse en el nuevo rey. Se casó con la hermana de Valdemar II y fue coronado por el arzobispo de Uppsala.

En China murió Zhangzong, el emperador Jin, y su sucesor, Wai-Wang firmó un acuerdo de paz con los Song. Las
milicias populares cuya creación habían fomentado los Song para defenderse de los Jin dificultaban cada vez más esta
clase de acuerdos. Wai-Wang envió una embajada a Gengis Kan. Le daba el título de "comandante contra los
rebeldes", aludiendo a los pactos tradicionales entre China y los pueblos fronterizos, en virtud de los cuales los rebeldes
se consideraban vasallos del emperador y protegían sus fronteras a cambio de beneficiarse de los productos de la
civilización china. Pero el embajador también reclamó el pago de un tributo. La respuesta del Gran Kan fue la siguiente:

Nuestras tierras están ahora en orden y podemos visitar vuestro país. Decidle a vuestro emperador que no nos importa
que nos considere como amigo o como enemigo. Si quiere ser nuestro amigo le dejaremos gobernar sus dominios bajo
nuestra superior autoridad, pero si prefiere la guerra, pelearemos hasta que él o yo seamos destruidos.
Tras esta embajada, los mongoles empezaron a fabricar dardos y a reunir caballos. Antes de que acabara el año, unos
trescientos mil jinetes cruzaron la gran muralla. La guerra fue larga, porque cada invierno las hordas mongoles se
retiraban al desierto y en la primavera volvían a empezar.

El emperador de Nicea Teodoro I, para reforzar su imagen de legítimo emperador romano (pues había sido elegido como
tal en Constantinopla, después del saqueo), celebró una ceremonia de coronación en Nicea. El sultán turco Kayjusraw I,
inquieto por el creciente poder de Teodoro I, se alió con Enrique de Flandes, el emperador latino de Constantinopla.
Enrique estaba sacando partido de la muerte del rey búlgaro Juan II Kalojan, y logró una victoria contra los búlgaros
en Filipópolis. Al mismo tiempo estaba logrando que los numerosos señores feudales occidentales que habían ocupado
rápidamente territorios en el Imperio Latino (el reino de Tesalónica, el principado de Morea, el ducado de Atenas, el
ducado de Naxos, el señorío de Negroponto, etc.) acataran efectivamente la autoridad imperial. En el parlamento
de Ravénica, en 1209, se reconoció al reino de Tesalónica como vasallo del Imperio, que extendió su dominio sobre el
principado de Morea. Poco antes había muerto el príncipe Guillermo de Champaña y fue sucedido por Godofredo I de
Villehardouin. Los venecianos accedieron a las rutas comerciales del mar Negro, en detrimento de sus rivales, los
genoveses.

Francisco de Asís estaba trabajando en la iglesia de Santa María de los Ángeles, donde oyó un pasaje del evangelio de
san Mateo que le hizo comprender verdaderamente su vocación de pobreza y apostolado:

Id y predicad que el Reino de los Cielos está cercano. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los
leprosos y echad a los demonios; hacedlo de gracia, como de gracia lo habéis recibido. No llevéis oro ni plata, ni cobre,
en los bolsillos; ni dos túnicas, ni zapatos, ni cayado, porque el trabajador merece su sustento...
Empezó a tener discípulos, como Bernardo de Quintavalle, Pedro de Catania y Gil de Asís. Recorrían los campos
mendigando y trabajando para ganarse el sustento, vestidos con una tela de saco ceñida por una cuerda. Predicaban el
amor a Dios, la humildad, la pobreza y la penitencia.

Ese año murió el conde Alfonso II de Provenza, que estaba casado con Garsenda, nieta y heredera del conde Guillermo
VI de Forcalquier. El conde quiso apropiarse del condado, en detrimento de su bisnieto de once años, pero el rey Pedro
II de Aragón, hermano de Alfonso II, hizo valer los derechos de su sobrino, que se convirtió en el nuevo conde Ramón
Berenguer V de Provenza. Pedro II impuso como regente a su tío, el conde Sancho I de Cerdaña, al que Pedro II concedió
también el condado de Rosellón. Por otra parte, el conde Armengol VIII de Urgel murió sin más descendencia que una
niña recién nacida, y el condado pasó a engrosar las posesiones del rey aragonés. No obstante, Argmengol VIII tenía una
hermana que se había casado con el vizconde Poncio III de Cabrera, y el hijo de ambos, el actual vizconde Guerau
IV, reclamó su derecho sobre Urgel.

En Inglaterra Juan sin Tierra seguía desafiando la autoridad de Inocencio III, que lo excomulgó y liberó a sus vasallos de
su deber de obedecerlo. Sin embargo, el rey logró canalizar el reciente nacionalimo inglés de la nobleza, que ya no se
consideraba normanda y se alió con su soberano en contra de un Papa italiano y de un arzobispo afrancesado. Los éxitos
militares de Juan, tanto en Irlanda como en Escocia, afianzaron este apoyo. El rey de Escocia, Guillermo el León, que se
había enemistado con Juan, tuvo que aceptar humillantes concesiones a Inglaterra.

La interdicción papal tuvo un efecto sobre un grupo de profesores de la universidad de Oxford. La universidad dependía
de la Iglesia y sus profesores eran cléricos, así que algunos consideraron su deber abandonar la universidad y se
dispersaron por Inglaterra, aunque muchos terminaron reuniéndose en la ciudad de Cambridge, llamada así por su puente
sobre el río Cam.

Finalmente, Inocencio III coronó emperador a Otón IV en Roma. Por otra parte, el rey Alfonso IX de León cedió a la
presión del Papa y consintió en que su matrimonio con su prima Berenguela, hija de su tío, el rey Alfonso VIII de Castilla,
fuera anulado, lo que reabrió las hostilidades entre ambos reinos. En Castilla se fundó el Estudio General de Palencia, la
universidad más antigua de España.
LA CRUZADA ALBIGENSE
En 1209 la cruzada albigense se había puesto en marcha. El conde Raimundo VI de Tolosa, en el último momento, decidió
hacer penitencia pública, pero ya era demasiado tarde. El ejército de Simón de Montfort cruzó el Ródano cometiendo
toda clase de atrocidades, violencias y pillajes. Tomó la ciudad de Béziers, y entonces se planteó el problema de cómo
distinguir a los herejes de los buenos católicos entre los prisioneros. Se consultó al legado pontificio, Arnau Almaric, y
dicen que su respuesta fue: "Matadlos a todos, que ya el Señor sabrá". Unas veinte mil personas, hombres, mujeres y
niños, fueron pasadas a cuchillo. Como recompensa, Inocencio III concedió a Simón de Montfort el señorío de Béziers y
el de Carcasona, que fue tomada poco después. Ambos territorios eran feudos de Pedro II de Aragón, quien acudió a
Carcasona para tratar de que la capitulación se llevara a cabo en las mejores condiciones y se negó a reconocer a Simón
de Montfort los títulos que ya le había concedido el Papa.

Por esta época Gengis Kan dominaba ya el Imperio Xixia. En 1210 el imperio de los karajitay fue desmembrado: la parte
oriental fue conquistada por los mongoles y la occidental por el jwarizmsah, que ya había expulsado a los guríes de
Afganistán.

Ese año murió el emperador bizantino Alejo III, que seguía retenido en prisión por Teodoro I de Nicea. Éste estableció
una alianza con el rey León II de Armenia y juntos derrotaron al sultán Kayjusraw I. Éste fue derrocado y el sultanato
pasó por un periodo de anarquía.

El emperador latino de Constantinopla, una vez vio consolidado el dominio de los occidentales sobre los bizantinos,
nombró un Patriarca Latino en Constantinopla. Los obispos ortodoxos que no quisieron reconocer su autoridad fueron
expulsados y sustituidos por sacerdotes católicos. Inocencio III envió varios legados para organizar la Iglesia de
Constantinopla, los cuales negociaron con los barones hasta llegar al Concordato de Ravénica. Los sacerdotes ortodoxos
siguieron ejerciendo su ministerio, más o menos sometidos a los católicos, e incluso se planeó la unión de las dos Iglesias,
si bien el proyecto no prosperó.
La reina de Jerusalén, María de Monferrato, cumplió diecinueve años y su tío, el regente Jean d'Ibelin, siguiendo las
indicaciones de Felipe II de Francia, acordó su matrimonio con Juan de Brienne, que se convirtió en el nuevo rey de
Jerusalén.

Como los laicos tenían prohibido predicar, Francisco de Asís y su pequeño grupo de discípulos tuvieron que ir a Roma a
solicitar la autorización de Inocencio III. El Papa titubeó. La doctrina de los franciscanos era similar a la de Domingo de
Guzmán, pero éste era un clérigo universitario y su ortodoxia se podía dar por supuesta, pero, ¿no serían los franciscanos
unos herejes como los cátaros y los valdenses que terminarían volviéndose contra el Papa? Sin embargo, Inocencio III
era lo suficientemente hábil como para no provocar con su actuación que sus sospechas se materializaran. Llegó a un
acuerdo un tanto atípico con Francisco, algo parecido a un "contrato temporal de prueba": le dio permiso para predicar, y
sus discípulos podrían tonsurarse como monjes, pero no les dio el rango de orden religiosa. Inocencio III supervisó y
aceptó la regla redactada por el propio Francisco, que fue conocida como la regla de los hermanos menores. Los hermanos
se instalaron en la Porciúncula, cerca de santa María de los Ángeles, y empezaron la predicación en Italia.

El rey Pedro II de Aragón atacó las fronteras de Valencia y conquistó varias localidades a los almohades.

Tres años antes había muerto Amalarico de Chartres. Había sido profesor en París y fue acusado de herejía ante
Inocencio III. Ahora se dictó sentencia contra su doctrina y diez discípulos suyos, que profesaban una especie de
panteísmo, fueron condenados a la hoguera.

El emperador Otón IV invadió Italia y se apoderó de los territorios de la Toscana, y luego invadió el reino de Sicilia.
Inocencio III lo excomulgó. Mientras tanto, la cruzada albigense continuaba. En Lavaur, todos sus defensores fueron
ahorcados, en Bram sacaron los ojos y cortaron la nariz a todos los hombres. Las ciudades eran tomadas con facilidad,
ya que los obispos abrían las puertas a los cruzados (tal vez porque Simón de Montfort repartía entre ellos las tierras de
los vencidos). Una de las víctimas de la cruzada fue precisamente el conde de Forcalquier, cuyo condado dejó de existir.
El conde Raimundo VI de Tolosa trató de poner fin a la carnicería yendo a Roma a entrevistarse con Inocencio III. El
Papa convocó el Sínodo de Letrán en 1211 para tratar el asunto, pero Simón de Montfort logró el respaldo papal. Entonces
Raimundo VI buscó la ayuda de Pedro II de Aragón, pero éste se acobardó cuando hizo un cálculo aproximado de lo que
sumaban el apoyo de Inocencio III más el apoyo de Felipe II de Francia. El 27 de enero selló un acuerdo con Simón de
Montfort en el que se establecía el futuro matrimonio entre su hijo Jaime, que tenía entonces tres años de edad,
y Amicia, la hija del jefe de la cruzada. Más aún, Pedro II aceptó que Simón de Montfort se quedara con el pequeño Jaime
como rehén. (Parece que Pedro II no tenía en mucha estima a su hijo. Por algún oscuro motivo, estaba intentando que
Inocencio III anulara el matrimonio con su madre, María de Montpellier, desde antes incluso de que Jaime naciera.) Con
este cabo atado, los cruzados de Simón de Montfort iniciaron el asedio de Tolosa.

Raimundo VI no se desanimó y siguió tratando de atraerse a Pedro II. Ese mismo año caso a su
hijo Raimundo con Sancha, hermana del rey aragonés (recordemos que él mismo estaba casado con Leonor, otra
hermana de Pedro II). Por su parte, Pedro II el Católico se aseguró de hacer honor a su sobrenombre enviando a la hoguera
a unos ochenta valdenses. La herejía no tardó en desaparecer de su reino.

La excomunión del emperador Otón IV no tardó en dar fruto. Los Hohenstaufen lograron que los príncipes electores
proclamaran emperador legítimo al rey Federico I de Sicilia, ahora Federico II de Alemania, que contaba con el apoyo
de un sector importante de la nobleza alemana, del Papa Inocencio III y del rey Felipe II de Francia. Alemania se sumió
una vez más en la guerra civil.

Enrique de Flandes, el emperador latino de Constantinopla, derrotó al emperador Teodoro I de Nicea en Pigai. Mientras
tanto el sultanato de Rum se organizó de nuevo bajo Kaykaús I.

Juan III Asen, el hijo del rey de Bulgaria apartado del trono por su primo Boril, solicitó la ayuda de los bogomilos para
recuperar el trono. Boril los hizo condenar por el concilio de Tarnovo.

El rey Andrés II de Hungría solicitó a Hermann de Salza, el gran maestre de la orden teutónica, que
defendiera Transilvania de los cumanos. La orden se había extendido por Tierra Santa y por el Mediterráneo, donde
había fundado numerosos centros comerciales.

Ese año murió el sultán de Delhi Qutb al-Din Aybak y fue sucedido por su yerno y antiguo esclavo Iltutmis. Extendió el
dominio musulmán sobre todo el norte de la India y fue reconocido por el Califa de Bagdad.
El rey Felipe II de Francia hizo que la condesa Juana de Flandes y Hainaut se casara con Fernando, hijo del rey Sancho
I de Portugal, que se convirtió así en el nuevo conde (aunque, naturalmente, tuvo que entregar algunos territorios como
pago del favor a la corona francesa).

El rey Sancho I había terminado sometiéndose a Inocencio III y le pagó el tributo que éste le reclamaba, pero murió poco
después sin haber resuelto el conflicto entre los obispos de Oporto y Coimbra. Fue sucedido por su hijo Alfonso
II. Mientras tanto los almorávides derrotaron a Alfonso VIII de Castilla y se apoderaron de la fortaleza
de Salvatierra. Alfonso VIII decidió entonces recabar toda la ayuda posible contra los moros. Una asamblea reunida en
Toledo decidió que el arzobispo de esta ciudad, Rodrigo Ximénez de Rada, gestionara con Inocencio III la constitución
de un ejército cruzado, a lo cual el Papa accedió encantado. Castilla aportó sesenta mil hombres, a los que se sumaron
otros cincuenta mil aportados entre Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón y un contingente de unos setenta mil
cruzados dirigidos por el arzobispo de Burdeos y Arnau Almaric (que acababa de ser nombrado arzobispo de Narbona).
Alfonso II de Portugal también aportó algunas tropas, pero el gran ausente fue Alfonso IX de León.

En 1212 los castellanos y los cruzados tomaron Calatrava y Malagón, pero Alfonso VIII prohibió el saqueo, y los cruzados
concluyeron que en esas condiciones no tenía sentido luchar por la verdadera fe, así que se marcharon. Tras algunas
escaramuzas más, los castellanos chocaron con el grueso del ejército de Muhammad al-Násir, que contaba con unos
doscientos cincuenta mil hombres, si bien estaban algo desganados porque se les adeudaba la paga de cinco meses, y así
tampoco tenía sentido luchar por la verdadera fe. El encuentro tuvo lugar en las Navas de Tolosa. En un primer embate,
los almohades estaban a punto de rodear completamente a los castellanos, y los refuerzos navarros y aragoneses no
llegaban. Alfonso VIII recordaba la batalla de Alarcos, a la que Sancho VII había llegado demasiado tarde, y ya debía de
estar maldiciendo a sus aliados cuando éstos atacaron por la retaguardia a los moros, desorganizándolos y obligándolos a
huir precipitadamente. Al-Násir cruzó rápidamente el estrecho y Castilla avanzó su frontera hasta el río Guadiana. Sancho
VII se apoderó del tesoro del Califa almohade, lo que lo convirtió en uno de los reyes europeos más potentes
económicamente e hizo cuantiosos préstamos a sus vecinos.

Mientras tanto, en Francia y Alemania se estaba organizando otra de las llamadas "cruzadas populares", como lo había
sido la de Pedro el Ermitaño, quince años atrás. Ésta fue conocida como cruzada de los niños, porque consistió en un
ejército de adolescentes. La teoría era que Jerusalén seguía en manos de los infieles porque los cruzados eran en realidad
pecadores que no eran dignos de servir a Dios. En cambio, un ejército de adolescentes, casi niños, completamente puros,
contaría sin duda con el apoyo divino y, con semejante apoyo, la victoria sería inevitable. Los cruzados no se preocuparon
de concertar un medio de transporte, sino que caminaron hacia el sur, seguros de que al llegar ante el Mediterráneo sus
aguas se separarían para permitirles el paso, como se habían separado las aguas del mar rojo para dejar paso a los israelitas.
Muchos perecieron por el camino, pero cuando los demás llegaron finalmente hasta el mar, en Marsella, rezaron y
esperaron y esperaron a que se separaran las aguas, y entonces sucedió lo que nadie hubiera esperado: las aguas no se
separaron. Afortunadamente, unos marinos se ofrecieron a llevarlos hasta Tierra Santa. Los jóvenes, pensando que Dios,
en su infinita sabiduría, había considerado que ésta era mejor solución que separar las aguas, aceptaron el ofrecimiento,
y así acabaron vendidos como esclavos en Egipto. (Todavía está por estudiar si esto entraba en el plan divino o es que
algo salió mal.)

Inocencio III otorgó el condado de Tolosa a Simón de Montfort, quien juró vasallaje como conde al rey Felipe II de
Francia, si bien esto sólo eran palabras, ya que la capital del condado seguía resistiendo los ataques de los cruzados.

Una joven de dieciocho años llamada Clara, perteneciente a una familia noble de Asís, huyó de casa de sus padres para
unirse al grupo de religiosos de Francisco de Asís. Éste la consagró a la vida religiosa en una casita junto con otras mujeres
que pasaron a ser conocidas como clarisas. Francisco redactó para ella una "Forma de vida", que insistía sobre la
importancia de la pobreza.

Federico II fue coronado en Maguncia como rey de Alemania. Satisfizo los deseos del Papa Inocencio III (que exigía que
el reino de Sicilia no fuera incorporado al Sacro Imperio Romano) nombrando rey de Sicilia a su hijo Enrique II (que
tenía entonces un año de edad). El rey Otakar I de Bohemia hizo que Federico II confirmara el título hereditario de rey
que le había concedido su tío Felipe de Suabia. Por su parte, su rival, Otón IV, se casó con Beatriz, hija de Felipe de
Suabia y, por consiguiente, prima de Federico II. La novia tenía catorce años de edad, pero murió ese mismo año. También
murió el duque Bernardo de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Alberto I.
En el reino de Jerusalén murió María de Monferrato, y su marido Juan de Brienne se encargó de la regencia de su
hija, Isabel II.

También murió el gran príncipe de Vladímir Vsiévolod el Grande, que fue sucedido por su hijo Yuri II.

El Jwarizmsah Alá al-Din conquistó Samarcanda, que se había convertido en el último reducto de los karajaníes, y la
convirtió en la capital de su reino. Desde allí conquistó extensos territorios a los selyúcidas.

El rey Felipe II de Francia estaba planeando una invasión de Inglaterra que dirigiría su hijo Luis, pero no llegó a realizarse,
porque en 1213 Juan sin Tierra se rindió ante la tenacidad de Inocencio III. No sólo aceptó a Stephen Langton como
arzobispo de Canterbury, sino que entregó Inglaterra al Papa. A cambio, Inocencio III le levantó la excomunión y le dejó
gobernar Inglaterra como vasallo suyo a cambio de un tributo anual. Estas condiciones eran sin duda humillantes, pero
algo tenían de bueno: ahora Felipe II de Francia no podía atacar a Inglaterra, pues ello supondría atacar posesiones de la
Iglesia. Por el contrario, Juan empezó a planear la reconstrucción del Imperio Angevino. Para ello estableció una alianza
con Otón IV, el cual se había educado en la corte de Ricardo Corazón de León, por lo que mantenía buenas relaciones
con el rey inglés.

En las tensiones entre Francia e Inglaterra, la burguesía flamenca apoyaba a Inglaterra, principalmente porque en Flandes
estaba surgiendo una poderosa industria textil que se nutría de la lana inglesa. Por ello presionaba al conde Fernando para
que entablara buenas relaciones con Juan sin Tierra, y finalmente Fernando se unió a la alianza entre Juan y Otón IV.

Mientras tanto, Felipe II estaba reorganizando sus nuevos dominios. El ducado de Bretaña pasó a uno de sus
consejeros, Pedro I Mauclerc, el conde de Dreux, que tuvo que esforzarse por someter a la nobleza y el clero de su
ducado.

Ese año murió Geoffroi de Villehardouin, tío del príncipe Godofredo I de Acaya. Dejó escrita una crónica titulada La
conquista de Constantinopla, en la que trató de justificar la Cuarta Cruzada. (Geoffroi fue uno de los que negoció el
transporte con los venecianos e incitó a Bonifacio de Monferrato a aceptar la proposición de Alejo IV.) La crónica tiene
un gran valor histórico y además es la primera obra histórica en prosa que no se escribió en latín, sino en francés
(concretamente en franciano, el dialecto de París).

También murió el duque Ferry II de Lorena, que fue sucedido por Teobaldo I.

El rey Pedro II de Aragón, llamado por sus vasallos ultrapirenaicos, se decidió finalmente a intervenir contra la cruzada
albigense, respaldado por la fama que le dio su participación en la batalla de las Navas de Tolosa. En primer lugar lo
intentó por via diplomática, pero las negociaciones resultaron infructuosas y se zanjaron tras el concilio
de Lavour. Entonces Pedro II desafió a Simón de Montfort, a pesar de que éste todavía retenía a Jaime, el hijo del rey
aragonés. Su ejército se unió al del conde Raimundo VI y pusieron sitio a la ciudad de Muret, donde estaba Simón de
Montfort. Ëste realizó una maniobra arriesgada: salió con sus hombres como si intentara huir, pero luego retrocedió por
sorpresa sobre las tropas de Pedro II, que se dispersaron al morir el rey. Mientras tanto, el ejército de Raimundo VI
permanecía inactivo y al darse cuenta de lo sucedido se desmoralizó y fue rápidamente barrido.

Los nobles aragoneses reclamaron a Simón de Montfort el que a sus cinco años ya era Jaime I de Aragón, y el francés
se negó a devolverlo, pero una enérgica bula de Inocencio III le hizo cambiar de opinión. Su madre, María de Montpellier
había muerto también dos años antes, por lo que el huérfano fue educado por los templarios mientras su tío Sancho, el
conde de Rosellón y Cerdaña, ejercía la regencia.

Como respuesta a la derrota en las Navas de Tolosa, un consejo de jeques destituyó al Califa al-Násir (que murió poco
después), y puso en su lugar a al-Mustansir.

El año anterior, Francisco de Asís había intentado viajar a Siria para evangelizar a los musulmanes, pero su barco encalló
en la costa y se quedó en Italia durante el invierno, pero luego partió para España con el mismo propósito evangélico. Sin
embargo, en 1214 cayó enfermo y tuvo que regresar a Italia una vez más.

Ese año murió el rey Alfonso VIII de Castilla, y fue sucedido por su hijo de once años Enrique I. Su hermana Berenguela
ejerció la regencia, mientras que Enrique I quedó al cuidado de García Lorenzo. Esta división de las responsabilidades
estimuló la pugna entre dos familias castellanas rivales: los Haro lograron influir en Berenguela, mientras que los Lara
consiguieron que García Lorenzo cediera la tutela del rey a Álvaro Núñez de Lara. Leonor de Inglaterra, la viuda de
Alfonso VIII (hija de Enrique II Plantagenet y de Leonor de Aquitania) murió veinticinco días después que su esposo.

También murió el rey de Escocia Guillermo el León, que fue sucedido por su hijo Alejandro II.

El sultán de Rum Kaykaús I tomó Sínope y obtuvo así una salida al mar Negro. Poco después derrotó al emperador de
Trebisonda, David I Comneno, que resultó muerto. El Imperio siguió en manos de su hermano Alejo I, que tuvo que
hecerse tributario del sultán. Enrique de Flandes, el emperador latino de Constantinopla, derrotó una vez más al emperador
de Nicea Teodoro I, esta vez en Luparcos.

El Imperio Almohade fue atacado desde el este de Marruecos por una tribu bereber conocida como los Benimerines, por
la familia que los dirigía: los Banú Marín.

Juan sin Tierra y Otón IV trazaron un plan contra Felipe II de Francia: Juan atacaría desde sus dominios franceses mientras
Otón IV, en alianza con el conde Fernando de Flandes (que ese mismo año había jurado vasallaje a Juan), atacaría desde
este condado. Si conseguían una gran victoria, Juan podría reconstruir el Imperio Angevino y Otón IV podría ganar fuerza
y prestigio para recuperar el Sacro Imperio Romano. Sin embargo, no lograron actuar coordinadamente. Otón IV se
retrasó, con lo que Felipe II pudo enviar al oeste a su hijo Luis con todas sus fuerzas, el cual derrotó a Juan en La Roche-
aux-Maines. Luego, el propio Felipe II marchó hacia el este para enfrentarse a Otón IV y lo encontró junto
a Bouvines. Felipe II cayó de su caballo y fue capturado, pero lo rescataron antes de que sus enemigos lograran abrir un
resquicio en su armadura. Pese a este incidente, los franceses obtuvieron una victoria completa. Otón IV logró escapar y
se refugio en Colonia. Su rival, Federico II, supo aprovechar los acontecimientos. Enrique de Brunswick, hermano de
Otón IV, fue desposeído del palatinado, que fue asignado al duque Luis I de Baviera.

El conde Fernando de Flandes fue capturado y llevado a París, adonde acudió una muchedumbre curiosa a ver al conde
de Flandes encadenado. Felipe II lo mantuvo recluido en el Louvre, un castillo que había hecho construir junto al Sena,
sin que la intercesión de su esposa Juana sirviera de nada. La victoria de Luis sobre los ingleses le valió el sobrenombre
de Luis el León, probablemente en alusión a que no tenía nada que envidiar a Ricardo Corazón de León.
Simón de Montfort pudo finalmente entrar en Tolosa. Obligó al conde Raimundo VI a entregar sus posesiones al Papa y
a exiliarse en Inglaterra. En 1215 Domingo de Guzmán se estableció en Tolosa y empezó a formar a unos pocos discípulos
para que se dedicaran a la predicación.

Los cistercienses habían iniciado una campaña de evangelización en Prusia, dirigida por Cristián de Oliva, que se
convirtió en el primer obispo de esta región europea, uno de los últimos reductos del paganismo. Pero ni los cistercienses
ni los polacos lograban convencer a los prusianos de lo equivocados que estaban adorando falsos dioses.

Teodoro Ángelo Ducas Comneno sucedió a su hermano Miguel I en el despotado de Épiro.

Un poeta alemán llamado Gottfried von Strasburg terminó un poema de unos veinte mil versos que narra la historia
de Tristán e Iseo, una famosa leyenda que parece tener origen celta, inspirada en remotas tradiciones del país de Gales o
de Cornualles, si bien con numerosas incrustaciones de la antigüedad clásica, especialmente del mito de Teseo. La versión
alemana se inspiró en diversas obras de la literatura provenzal. Incluso se conjetura que Chrétien de Troyes compusiera
una versión previa de la obra, actualmente perdida. Los protagonistas son Tristán de Leonís, sobrino del rey Marc de
Cornualles, que se traslada a Irlanda para pedir la mano de Iseo la Rubia, la hija del rey, en nombre de su tío. Un error
hace que los jóvenes beban un filtro de amor que los lleva a cometer adulterio. Tras varios incidentes Tristán huye a
Bretaña y se casa con Iseo la de las Blancas Manos, hija del rey, lo que da pie a los celos de la segunda Iseo que
desembocan en la muerte de la pareja. Gottfried von Strasburg se complace describiendo el amor carnal y culpable de los
protagonistas, diametralmente opuesto al amor cortesano característico de la literatura provenzal. La figura de Tristán
aparecerá más tarde en la literatura italiana, catalana, castellana e inglesa.

Los ataques periódicos de los mongoles al Imperio Jin habían logrado que muchos generales y mandarines, aterrorizados
por su brutalidad, se pasaran al servicio de Gengis Kan. Así los mongoles dispusieron de gentes capaces de escribir,
calcular, construir máquinas de guerra o fabricar pólvora, lo cual multiplicó su poderío. Finalmente entraron en Pekín y
saquearon la ciudad durante un mes entero. Buena parte del Imperio Jin fue cayendo gradualmente en los años siguientes.
Los aztecas llegaron al valle de México, donde se pusieron en contacto con otros grupos tribales (acolhuas, culhuas,
tepanecas, tlatepotzcas, tlahuicas), muchos de los cuales estaban emparentados con ellos, sólo que les habían precedido
en los movimientos migratorios acaecidos en las últimas décadas. Los recién llegados no tardaron en cobrar fama de
ladrones, pendencieros, crueles y falsos a su palabra.

LA QUINTA CRUZADA
La querella que Juan sin Tierra había tenido con el Papa Inocencio III sobre la investidura de Stephen Langton como el
arzobispo de Canterbury no sólo lo había enemistado con el clero inglés, sino también con buena parte de la población.
Si se había mantenido en el poder había sido en gran parte gracias al apoyo de la nobleza, pero su reciente derrota frente
al rey Felipe II de Francia había minado considerablemente este apoyo. Ese mismo año, en 1215, un grupo de nobles y
eclesiásticos, entre los que destacaba Stephen Langton, pusieron por escrito una serie de exigencias a las que el rey debía
someterse, e instaron a Juan a que firmara el documento. El rey se resistió, pero el conde de Pembroke, Guillermo el
Mariscal, le instó a firmar bajo amenaza de una guerra civil. Hubo algunos movimientos y preparativos de guerra, pero
al fin el 15 de junio Juan sin Tierra, reunido con los barones en Runnymede, a orillas del Támesis, firmó la llamada Carta
Magna. Se la ha considerado el primer precedente de la monarquía parlamentaria inglesa, si bien esto es exagerado. La
mayor parte de la Carta Magna no hace sino consagrar los privilegios de la nobleza y de la Iglesia. La presión de la
burguesía permitió incluir alguna cláusura de aires progresistas, como "Ningún sheriff [...] tomará como transporte los
caballos o carros de ningún hombre libre, como no sea por la buena voluntad de dicho hombre libre.", pero hay que
tener presente que "hombre libre" hacía referencia entonces a una clase muy reducida de gentes acomodadas.

Poco después Juan se arrepintió de haber firmado y en esto obtuvo el apoyo de Inocencio III, que se mostró escandalizado
de que alguien que no fuera él se hubiera atrevido a decirle a un rey lo que tenía que hacer. El Papa eximió a Juan de
todos sus juramentos y cesó en sus funciones como arzobispo a Stephen Langton, por su participación en los hechos.
Como consecuencia, en Inglaterra estalló una guerra civil.

Álvaro Núñez de Lara, tutor del joven Enrique I de Castilla, para fortalecer su posición frente a Berenguela, la hermana
del rey y regente del reino, concertó el matrimonio de Enrique I con Mafalda de Portugal, hermana del rey Alfonso II.
Sin embargo, Inocencio III anuló el matrimonio por el parentesco (en realidad por meras ganas de incordiar, pues tal
parentesco consistía en que eran tataranieto y bisnieta del conde Ramón Berenguer III de Barcelona). Mafalda se retiró a
un monasterio en Portugal.

El 11 de noviembre Inocencio III inauguró el Cuarto Concilio de Letrán, en el que se tomaron, entre otras, las
resoluciones siguientes:

 Se condenó nuevamente la doctrina cátara, así como la de un místico italiano llamado Gioacchino da Fiore, que
había muerto hacía más de una década, de cuya vida se sabe poco, pero cuya doctrina consistía esencialmente en
que el mundo, tras haber estado primero bajo el reinado del Padre y luego del Hijo, estaba entrando ahora en el
reinado del Espírituo Santo, en el que los clérigos debían ser sustituidos por los monjes, libres de preocupaciones
doctrinales o morales.
 Se confirmó la destitución del conde Raimundo VI de Tolosa y sus territorios le fueron encomendados a Simón de
Montfort (como vasallo del rey francés).
 Se ratificó la regla de Francisco de Asís (que fue uno de los participantes en el Concilio).
 Se aprobó la predicación de una Quinta Cruzada, ya que la Cuarta se había desvirtuado y Jerusalén seguía en
manos de los turcos.
 Como medio para detectar y combatir la herejía, se decretó que todo católico tenía que comulgar y confesarse al
menos una vez al año, a título de Mandamientos de la Iglesia.
 Por último, pero no menos importante, se adoptó la expresión transustanciación para la eucaristía.

Domingo de Guzmán presentó la solicitud de que la fundación que había organizado en Tolosa recibiera el
reconocimiento como orden religiosa, pero el Concilio no tomó ninguna decisión al respecto.

En Florencia estalló una querella entre dos familias de la nobleza. La familia Arrighi asesinó a Buondelmonte, que había
ofendido a uno de sus miembros, Oddo Arrighi. Durante la guerra entre Otón IV y Felipe de Suabia, Florencia había
sido partidaria del güelfo, por lo que los asesinos de Buondelmonte, temiendo represalias, se pusieron bajo la protección
del Hohenstaufen Federico II. Así, la ciudad quedó pronto dividida en dos facciones: los güelfos, partidarios de la familia
de Otón IV, y los partidarios de los Hohenstaufen, que recibieron el nombre de gibelinos, deformación del grito Hie
Waiblingen! (¡aquí Waiblingen!, en alusión al título de señor de Waiblingen, que ostentaba Federico II) que los
identificaba.

En 1216 murió el rey de Suecia Erik Knutsson. Dejó un hijo póstumo, Erik Eriksson, durante cuya minoría de edad
Suecia estuvo regida por un consejo de clérigos, si bien el poder real lo ejerció Johan Sverkerson, de la familia rival de
los Erik, que venía alternando con ella el gobierno del país durante casi un siglo.

Gengis Kan dominaba ya todo el Imperio Jin. Lo dejó bajo el gobierno de su lugarteniente Mukali, establecido en Pekín,
y regresó a Mongolia para preparar una campaña hacia el oeste.

En el sur de la India murió Kulattonga III, el último rey de la dinastía Chola, que llevaba ya un tiempo en decadencia.
La supremacía pasó a la dinastía Pandya, que había estado dominada por los Chola durante mucho tiempo.

Algunos señores ingleses establecieron una alianza con Felipe II de Francia y le ofrecieron la corona a su hijo Luis el
León, que finalmente llevó adelante la invasión de Inglaterra que había sido abortada tres años antes. Pero Juan sin Tierra
murió en octubre y Guillermo el Mariscal, el conde de Pembroke, defendió los derechos de su primogénito, Enrique
III, como legítimo rey de Inglaterra (y duque de Aquitania y conde de Poitiers). Tenía entonces trece años y el Mariscal
le hizo ratificar la Carta Magna, lo que le ganó algunos partidarios.

También contó con la aprobación de Inocencio III, que se opuso al intento de Luis de apoderarse del trono inglés, pero el
Papa no tardó en morir, y fue sucedido por el cardenal Cencio Savelli, que adoptó el nombre de Honorio III. La elección
se hizo en Peruggia, cuyos habitantes optaron por encerrar a los cardenales para agilizar el proceso de elección, con lo
que sentaron un precedente que se repetiría más veces a lo largo del siglo. Honorio III trató de seguir la política de su
predecesor, pero sólo hubo un Inocencio III. El nuevo Papa aprobó la orden de Domingo de Guzmán.

Otón IV no pudo impedir que Federico II fuera proclamado rey de romanos. Así, para conseguir el título de emperador
sólo faltaba que el Papa lo coronara. A su vez, Federico II traspasó el título de duque de Suabia a su hijo, el rey Enrique
II de Sicilia, que tenía entonces cinco años.
Los tolosanos no tardarón en rebelarse contra Simón de Montfort, y el conde Raimundo VI, junto con su
hijo Raimundo, que tenía ya diecinueve años, inició la reconquista de sus posesiones.

El príncipe Bohemundo IV de Antioquía fue derrocado por su sobrino Raimundo. (Recordemos que Bohemundo IV le
había usurpado el título quince años antes). Raimundo contó con la ayuda del patriarca latino de la ciudad y de su tío
abuelo, el rey León II de Armenia (mientras que Bohemundo IV había contado con el apoyo de las comunidades griegas).

Ese año había muerto Enrique de Flandes, el emperador latino de Constantinopla. Los barones latinos necesitaban a
alguien capaz y eligieron como nuevo emperador a Pedro II de Courtenay, el marido de Yolanda de Flandes, hermana
de Enrique. Se encontraba en Francia y llegó a Oriente ya en 1217, pero, con la precipitación del viaje, acabó capturado
por el déspota Teodoro de Épiro y murió ese mismo año en cautiverio. Yolanda quedó como Emperatriz.

Luis el León, el hijo de Felipe II, sufrió una derrota en Inglaterra la cual, unida a las amenazas de Honorio III y a un
cuantioso pago que le hizo Guillermo el Mariscal, le llevó a retirarse y renunciar a la corona inglesa.

La predicación de la quinta cruzada, acordada en Letrán, no tuvo mucho éxito en Europa. Federico II había dicho que
participaría desde el primer momento, pero, con una u otra excusa, acabó no yendo. El personaje de mayor rango que
participó fue el rey Andrés II de Hugría, que desembarcó en San Juan de Acre y trató sin éxito de conquistar el
monte Tabor. El rey húngaro fue conocido desde entonces como Andrés II el Hierosomilitano (o sea, el de Jerusalén).

Tras el frustrado intento de unir a Enrique I de Castilla con la familia real portuguesa, Álvaro Núñez de Lara trató de
concertar un nuevo matrimonio real, esta vez con Sancha, hija del rey Alfonso IX de León. El acuerdo disponía que
Enrique I se convertiría también en rey de León a la muerte de Alfonso IX, pero todo se vino abajo cuando Enrique I
murió inesperadamente antes de que la boda se hubiera celebrado (le cayó una teja en la cabeza). Entonces Berenguela,
la hermana mayor de Enrique I que había sido desplazada de la regencia por Álvaro Núñez, logró ser aclamada reina de
Castilla, pero inmediatamente abdicó en Fernando III, el hijo de dieciséis años que había tenido con Alfonso IX de León
antes de que Inocencio III les obligara a disolver el matrimonio. Fernando III se había educado en León, en la corte de su
padre, y ahora se trasladó a Castilla. Alfonso IX trató de aprovechar la situación para tomar el control de la política
castellana, pero no lo hizo con el suficiente tacto y sólo consiguió desencadenar una guerra entre ambos reinos.

El Jwarizmsah Alá al-Din había extendido su dominio sobre buena parte de Irán y ahora amenazaba Bagdad.

El Papa Honorio III reconoció a Esteban Nemanjic como rey de Servia y se celebró una ceremonia de cononación según
el rito católico.

En Noruega murió el rey Inge, y fue sucedido por Haakon IV, hijo bastardo de Haakon III, motivo por el cual la Iglesia
se negó a reconocerlo.

Frente a los recelos que todavía suscitaba en la Iglesia su congregación de mendicantes, Francisco de Asis encontró
respaldo en el cardenal Ugolino de Conti. Al parecer, Francisco tuvo la intención de ir a predicar a Francia, pero el
cardenal le recomendó que se quedara en Italia. (No hubiera sido extraño que en Francia se hubiera encariñado con los
cátaros y hubiera acabado acusado abiertamente de hereje.)

En septiembre Raimundo IV tomó Tolosa con la ayuda de un ejército aragonés dirigido por el regente Sancho, el conde
de Rosellón y Cerdaña, pero éste se retiró poco después ante la amenaza de excomunión que lanzó Honorio III. Simón de
Montfort inició una serie de ataques a la ciudad. Los cátaros todavía no estaban acabados. y los valdenses tampoco, a
pesar de que ese año murió Pedro Valdo. En 1218, habiendo desaparecido la férrea autoridad de su fundador, los valdenses
se dividieron definitivamente en dos ramas antagónicas: los franceses y los lombardos. Simón de Montfort murió de una
pedrada mientras asediaba Tolosa. Fue sucedido por su hijo Amaury de Montfort, pero Raimundo VI no tuvo dificultad
en expulsarlo de su condado con la ayuda de la población.

Simón de Montfort había heredado por vía materna un condado inglés, el condado de Leicester, y éste fue heredado por
su tercer hijo, llamado también Simón de Montfort.

Domingo de Guzmán dispersó a sus dieciséis religiosos, que envió a París, Madrid, Bolonia y Roma. Él se dedicó a
predicar y a organizar su orden, que el año anterior había tomado el nombre definitivo de Hermanos Predicadores, aunque
fueron más conocidos como dominicos. En París se establecieron en la calle de Saint-Jacques, lo que les valió el nombre
de jacobinos.

La virgen María se le apareció a un mercader de origen francés que vivía en Barcelona y que se llamaba Pedro
Nolasco. La virgen le pidió que fundara una orden en su honor que, bajo su advocación, se dedicara a la redenció de
cristianos cautivos de los moros. Pocos días después Pedro fundaba, con la ayuda del rey Jaime I, una orden militar que
recibió el nombre de Orden de Santa Eulalia, porque su primera sede fue el hospital de Santa Eulalia.

Ese año murió el duque de Borgoña Eudes III, que había sido uno de los principales dirigentes de la cruzada Albigense.
Fue sucedido por su hijo Hugo IV.

También murió el emperador Otón IV, y los nobles leales a él fueron reconociendo paulatinamente la autoridad de
Federico II. En cambio, Florencia entró en guerra con Pisa, a quien disputaba la supremacía sobre la Toscana. La división
local entre güelfos y gibelinos se extendió ahora a las demás ciudades de la región, según se alinearan con Florencia o
con Pisa. En general, el partido güelfo dominó en Florencia, Bolonia, Milán, Mantua, Ferrara y Padua, mientras que los
gibelinos lo hicieron en Pisa, Cremona, Pavía, Módena, Siena, Rímini y Lucca.

En Inglaterra la situación política se había normalizado bajo Enrique III y su protector, el conde de Pembroke Guillermo
el Mariscal. Stephen Langton fue restituido en su cargo de arzobispo de Canterbury.
Los reyes Alfonso IX de León y su hijo Fernando III de Castilla cayeron en la cuenta de que estaban perdiendo el tiempo
luchando entre ellos cuando los almohades habían quedado completamente desestabilizados tras la batalla de las Navas
de Tolosa, por lo que nunca lo habían tenido tan fácil para conquistar Al-Ándalus. Así pues, hicieron las paces y sus
ejércitos se volvieron hacia el sur.

En Bulgaria, el apoyo de los bogomilos hizo que finalmente Juan III Asen pudiera derrocar a su primo Boril y ser
reconocido como rey.

El emperador Teodoro I de Nicea contrajo matrimonio con María, hija de la Emperatriz Latina Yolanda, en un intento
de recuperar Constantinopla.

En Chipre murió el rey Hugo I y fue sucedido por su hijo Enrique I de Lusignan, que tenía entonces un año de edad.

Juan de Brienne, el regente de Jerusalén, declaró la guerra a Safadino y asedió el puerto de Damieta, en Egipto, donde se
le unió una parte de los contingentes de la quinta cruzada. El sultán dejó a su hijo al-Kámil en El Cairo y marchó a Siria
para dirigir la lucha contra los cruzados que habían quedado en Palestina, pero murió poco después. Fue sucedido por al-
Kámil, quien perdió Damieta en 1219. Francisco de Asís se unió a los cruzados y trató de convertir a al-Kámil.

El obispo de Barcelona, Berenguer de Palau, llamó a Raimundo de Peñafort, un religioso catalán que, tras haber
estudiado derecho en Bolonia durante seis años, llevaba ya tres ejerciendo el magisterio. Puso por escrito sus enseñanzas
en su Summa Iuris. Ahora fue nombrado canónigo de la catedral de Barcelona y prestó su apoyo a Pedro Nolasco y su
orden de Santa Eulalia.

Luis el León, el hijo de Felipe II de Francia, atacó sin éxito el condado de Tolosa.

El rey Alfonso IX de León fundó la Universidad de Salamanca.

El rey Valdemar II de Dinamarca reunió una flota con la que derrotó a los estonios y se dispuso a convertirlos al
cristianismo. Fundó la ciudad de Reval.
Las hordas mongolas habían entrado de nuevo en el país de los karajitay y el jwarizmsah cometió el error de matar a uno
de sus embajadores. Gengis Kan se lanzó sobre su reino. La primera ciudad musulmana que tomó fue Bujará. Sus
murallas no fueron un gran obstáculo. En palabras del Gran Kan: "La fuerza de una pared no es ni mayor ni menor que
la de los hombres que la defienden". Los mongoles llevaban con ellos ingenieron chinos que sabían construir torres y
catapultas. Cuando tomó la ciudad, cuentan que entró en la mezquita y dijo: "Hemos cortado la hierba, dad de comer a
los caballos." (¿?) Cuando se enteró de que la religión del país exigía peregrinar a la Meca dijo: "El poder de los cielos
no está sólo en un lugar, sino en los cuatro ángulos de la tierra." Su religión consistía en que "Hay un solo Dios, creador
del cielo y de la tierra, que nos concede la vida o la muerte, riquezas o miseria, y tiene sobre todo un poder absoluto." Al
parecer, se trataba de la versión del cristianismo nestoriano que conoció en su juventud. Después de Bujara cayó
Samarkanda.

Ese año murió el conde de Pembroke, Guillermo el Mariscal. Fue sucedido por su hijo, también conocido
como Guillermo el Mariscal. Desde ese momento, el principal apoyo del rey Enrique III de Inglaterra (que tenía entonces
doce años) fue la Iglesia.

En Armenia murió el rey León II y fue sucedido por su hija Isabel. Esto permitió al conde de Trípoli Bohemundo IV
arrebatarle el principado de Antioquía a su sobrino Raimundo, que murió privado de apoyo.

También murió Yolanda, la Emperatriz Latina, pero su yerno, el emperador Teodoro I de Nicea, no pudo hacerse con el
Imperio Latino, sino que los barones eligieron emperador a Roberto de Courtenay, hijo de Yolanda, que se encontraba
en Francia. Teodoro I, furioso, se alió con el rey servio Esteban Nemanjic, que pasó de católico a ortodoxo, ya que
Teodoro I le otorgó entonces el reconocimiento de una Iglesia Servia independiente.

En 1220 murió el sultán de Rum Kaykaús I y fue sucedido por Kayqubad I, hijo de Kayjusraw I.

También murieron el margrave de Brandeburgo Alberto II, que fue sucedido por sus hijos Juan I y Otón III, y el duque
Teobaldo I de Lorena, que fue sucedido por Mateo II.
Una vez quedó claro que Federico II no tenía rivales en el Sacro Imperio Romano, el Papa Honorio III lo coronó
emperador. Previamente, Federico II hizo nombrar rey de Romanos a su hijo Enrique, el rey de Sicilia, que tenía ahora
nueve años.

El rey Fernando III de Castilla se casó con Beatriz de Suabia, prima del emperador, hija del duque Felipe de Suabia (el
que había disputado el Imperio a Otón IV antes de Federico II). Por su parte, el conde de Provenza Ramón Berenguer V
se casó con Beatriz de Saboya, hija del conde Tomás I de Saboya, y el rey Jaime I de Aragón se casó (a los doce años)
con Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla (y tía de Fernando III)

Los mongoles recorrían a sus anchas el reino de Jwarizm persiguiendo al rey, que al final se refugió en una isla del Caspio
y allí murió.

Leonardo Fibonacci compuso su Practica geometricae, que contiene los principios de la trigonometría.

También se escribió por esta época La búsqueda del Santo Grial en el que la leyenda adquiere su forma definitiva. De
acuerdo con las ideas introducidas por Robert de Boron, el Santo Grial era ahora el Cáliz que usó Jesucristo en la última
cena, fue llevado a Inglaterra por los descendientes de José de Arimatea y los caballeros del rey Arturo tratan de
encontrarlo, pero sólo un caballero puro podía encontrarlo, por ello, Lancelot, Gauvain, Bohort y Perceval no pudieron
hacerse con él, y fue Galaad, el hijo de Lancelot, completamente casto, quien lo recuperó.

En Francia murió el poeta Jean Bodel, autor de un poema épico: La chanson des saisnes (Cantar de los sajones), varios
poemas líricos y, sobre todo, un poema dramático, Jeu de saint Nicolas (Juego de san Nicolás), donde "juego" significa
obra de teatro. A lo largo del siglo precedente, en las iglesias tenían lugar representaciones teatrales en latín sobre temas
religiosos, luego habían surgido obras en las que el latín se mezclaba con el francés, pero ahora se estaban escribiendo ya
obras en francés donde la religión intervenía en los argumentos de forma secundaria.

Francisco de Asís seguía en Egipto, pero se enteró de que los vicarios que le sustituían al frente de su orden habían
introducido algunas modificaciones y volvió a Italia de inmediato. Dimitió como ministro general y nombró como
sustituto a Pedro de Catania. Entonces reanudó sus predicaciones y su vida de eremita.
En el sureste asiático empezó a hacerse notar un pueblo al que las fuentes de Angkor llamaban thai syam, (siameses
de occidente). Llevaban bajo el dominio de Angkor alrededor de ciento cincuenta años. Antes de la era cristiana
habían habitado en el sur de China (aunque no eran de raza china), y lentamente habían ido emigrando hacia el sur. Ahora
un pueblo siamés expulsaba al gobernador de Angkor.

Domingo de Guzmán dio la forma definitiva a su orden de mendicantes. En 1221 la dividió en ocho provincias e inició
una gran campaña de predicación en Lombardía, pero Santo Domingo de Guzmán murió ese mismo año. Mientras tanto
se promulgó la primera regla franciscana, escrita entre Francisco de Asís y el cardenal Ugolino de Conti, al que poco
después Honorio III nombró cardenal protector de los franciscanos.

En Japón, el shogun Sanetomo fue asesinado, y el emperador Go-Toba trató de recuperar el poder efectivo y declaró
ilegal al gobierno militar de los dictadores shogun y los regentes shikken. Sin embargo, el shikken Hojo Yoshitoki venció
al ejército imperial en Uji y exilió a Go-Toba. Desde entonces los shikken del clan Hojo se asignaron todos los poderes
y nombraron los emperadores a su arbitrio.

Gengis Kan penetró en Afganistán, saqueó Gazni y llegó hasta el Indo. Algunas incursiones mongolas llegaron hasta
Georgia.

En África, Dunama Dabalemi subió al trono del hasta entonces modesto reino de Kanem, y empezó a practicar una
política de expansión, apoyada en un ejército poderoso, sobre todo gracias a su caballería.

El rey Alejandro II de Escocia se casó con Juana, una hermana de Enrique III de Inglaterra, que tenía entonces once
años.

Roberto de Courtenay fue coronado como Roberto I, emperador Latino de Contantinopla y pactó con Teodoro I de Nicea,
que desistió de recuperar Constantinopla. Sava, el hermano del rey de Servia, Esteban Nemanjic, fue investido como
Patriarca de la Iglesia Servia, y coronó a Esteban en una ceremonia ortodoxa. (Recordemos que cuatro años antes el rey
ya había sido coronado según el rito católico.) Desde ese momento recibió el sobrenombre de Esteban Prvovencani (el
Primer Coronado). El Papa Honorio III no puso ninguna objeción a todo esto.
El sultán al-Kámil ofreció a los cruzados todas las posesiones musulmanas en Tierra Santa si abandonaban Egipto, pero
los cristianos decidieron conquistar Egipto primero y negociar después. Un ejército partió de Damieta hacia El Cairo,
pero una crecida del Nilo lo aisló de Damieta y ello permitió a al-Kámil atacar con ventaja. Los cruzados fueron
derrotados, tuvieron que pedir una tregua y abandonaron Damieta. De este modo, la quinta cruzada terminó en un
completo fracaso. El rey de Hungría, Andrés II el Hierosomilitano, volvió a su país. En su ausencia, los señores feudales
habían llegado a alcanzar un gran poder, y en 1222 el rey tuvo que aceptar la llamada Bula de oro, un documento similar
a la Carta Magna inglesa que exoneraba de impuestos a la pequeña nobleza y que admitía la restricción de los privilegios
reales.

El rey de Bulgaria Juan III Asen hizo un intento de apoderarse de Constantinopla con ayuda de Hungría y de Nicea, pero
no consiguió ningún resultado.

El conde Teobaldo IV de Champaña cumplió veintiún años y asumió personalmente el gobierno de sus posesiones, hasta
entonces regentadas por su madre, Blanca de Navarra, y por el rey Felipe II de Francia.

En Holanda murió el conde Guillermo I, que fue sucedido por Florencio IV.

Raimundo de Peñafort ingresó en la orden dominica y pronto ocupó el cargo de confesor del rey Jaime I de Aragón.

LA SEXTA CRUZADA
En 1222 murió el emperador de Nicea, Teodoro I Lascaris y fue sucedido por su yerno Juan III Ducas Vatatzes (casado
con su hija Irene). También murió el emperador de Trebisonda Alejo I Comneno. Poco antes había conquistado a los
venecianos el sur de la península de Crimea y cedió los derechos comerciales a los genoveses. También él fue sucedido
por su yerno, Andrónico I Gidos. El déspota de Épiro Teodoro Ángelo invadió el reino de Tesalónica aprovechando la
ausencia del rey latino.
En Francia murió el conde Raimundo VI de Tolosa, dueño de su condado pese a los intentos de arrebatárselo por parte
de Amaury de Montfort y a las intrigas de Felipe II de Francia. Fue sucedido por su hijo Raimundo VII.

El vizconde Guerau IV de Cabrera logró que Jaume I le concediera el condado de Urgel, que venía reclamando desde la
muerte del conde Armengol VIII, catorce años atrás.

Desde que los mongoles acabaron con el reino de Jwarizm, todos sus territorios, hasta Mesopotamia, quedaron sumidos
en la anarquía y a merced de las incesantes incursiones mongolas. Ese año tomaron la ciudad de Merv y decapitaron a
todos sus habitantes excepto a cuatrocientos artesanos. Con las cabezas formaron una pirámide monumental. La ciudad,
que hasta entonces había sido bastante próspera, nunca se recuperó.

El sultán de Egipto al-Kámil envió sus ejércitos hacia el este para rechazar a los bárbaros. Así llenó el vacío de poder que
se había creado en la región y los restos del fragmentado Imperio Selyúcida cayeron bajo su esfera de influencia.

En 1223 murió el rey de Francia, Felipe Augusto. Una prueba de que la monarquía capeta estaba finalmente consolidada
fue el hecho de que, por primera vez, el heredero no fue coronado en vida de su padre. Felipe Augusto no lo consideró
necesario. Unas semanas después de su muerte, su hijo Luis VIII el León fue coronado junto con su esposa, Blanca de
Castilla, sin que nadie cuestionara la sucesión. La coronación de Luis VIII fijó definitivamente el protocolo que seguirían
las coronaciones posteriores: En la catedral de Reims (cuya construcción se había inciado doce años atrás), el rey juraba
gobernar con justicia y proteger a la Iglesia, luego el arzobispo procedía a la unción con el óleo bendecido y le entregaba
los emblemas de su poder: cetro, espada, mano de justicia, anillo y la corona con ocho flores de lis y doscientas setenta y
tres perlas. Los grandes del reino y el arzobispo conducían al rey hasta su trono, donde era aclamado por la concurrencia.
Con el santo óleo el rey recibía poderes milagrosos: tras la ceremonia, imponía las manos a los escrofulosos para sanarlos.

También murió Sancho de Aragón, el conde de Rosellón y Cerdaña. Fue sucedido por su hijo, Nuño I.

Federico II enviudó de Constanza, tía del rey Jaime I de Aragón. Inmediatamente, el Papa Honorio III empezó a negociar
con Juan de Brienne el matrimonio del emperador con su hija, la reina Isabel II de Jerusalén, al tiempo que instaba a
Federico II (que ya se había escaqueado de la anterior) a organizar una sexta cruzada. Federico II aceptó una vez más con
reservas, y Honorio III empezó a predicar la cruzada.

En Portugal murió el rey Alfonso II. Recientemente había sido excomulgado por Honorio III, pues el rey había hecho
verificar todos los títulos de propiedad de los eclesiásticos y había confiscado los territorios cuya pertenencia legítima no
pudo ser comprobada, al tiempo que prohibía que los eclesiásticos pudieran adquirir bienes inmuebles. Fue sucedido por
su hijo Sancho II, cuya madre, Urraca, era hermana de Berenguela, la madre de Fernando III de Castilla, por lo que
ambos eran primos. El nuevo rey tenía tan sólo diceciséis años, así que reinó bajo la tutela de Gonçalo Mendes y Pedro
Anes, quienes lograron finalmente un acuerdo con la Iglesia.

El rey Haakón IV de Noruega logró finalmente que la Iglesia de su país lo reconociera como rey a pesar de ser hijo
natural. Siguió una política de aplicación estricta de las leyes, con la que consiguió cierta prosperidad. Se enfrentó a los
escoceses en el dominio de las islas Hébridas y las Orcadas. Islandia y Groenlandia se le sometieron espontáneamente.

Los Mongoles habían atravesado Georgia y habían derrotado a los cumanos unos años antes, por lo que éstos se aliaron
a sus tradicionales enemigos, los principados rusos del sur (Kíev, Galitzia, Volinia), pero la alianza sufría ahora una
grave derrota. Sin embargo, el ejército mongol se replegó a Mongolia.

La reina Isabel de Armenia se casó con Felipe de Antioquía, que se convirtió así en el nuevo rey.

Francisco de Asís redactó una nueva versión de la regla franciscana, siempre con la ayuda del cardenal Ugolino de Conti,
que fue aprobada por Honorio III. En 1224, durante un retiro, recibió los estigmas de las llagas de Cristo. Luego volvió a
Asís, donde cayó gravemente enfermo por una enfermedad contraída en Oriente (pero las llagas eran de Cristo, no hay
razón para pensar que la enfemedad tuviera algo que ver en eso). Terminó entonces el Cántico al sol, un poema en que
da gracias a Dios por haber creado el sol, la luna, las estrellas, los animales, el viento, el agua, etc., a los que trata de
hermanos, y que puede considerarse la primera obra literaria escrita en italiano.

Una gran invasión de bárbaros chichimecas acabó con el esplendor del Imperio Tolteca de Tollan. Según la leyenda, los
invasores estaban capitaneados por un héroe llamado Xólotl, del que descendían todas las dinastías chichimecas
posteriores del valle de México. Los recién llegados, al igual que sus predecesores, adquirieron rápidamente la cultura
tolteca. El éxito de los chichimecas se debió al arco y las flechas que se mostró superior a las armas toltecas. Los invasores
establecieron su capital en Tenayuca, donde elevaron un templo dedicado al culto de dos dioses: Tlaloc y Tezcatlipoca.

El califato almohade empezaba a evidenciar su decadencia: en Al-Ándalus, Abd Allah, el gobernador de Baeza, proclamó
su independencia, y el gobernador de Valencia Abú Zaid no proclamó nada, pero también empezó a actuar por su cuenta.
El rey Fernando III de Castilla inició una campaña hacia el sur, y Abd Allah le rindió vasallaje.

El conde Raimundo VII de Tolosa derrotó definitivamente a Amaury de Montfort e hizo una oferta de sumisión a la
Iglesia, pero Amaury cedió a Luis VIII de Francia todos sus derechos sobre el condado de Tolosa, con lo que Raimundo
VII se encontró ante un enemigo mucho más peligroso. Por otra parte, Luis VIII se apoderó del condado de Poitiers, de
modo que el rey Enrique III de Inglaterra conservó únicamente el ducado de Aquitania en territorio francés. El joven rey
tenía ahora nueve años, y estaba bajo la influencia del conde de Pembroke, que se casó con su hermana Leonor.

El emperador Federico II promulgó una ley imperial que condenaba a muerte a los herejes.

El déspota de Épiro Teodoro Ángelo terminó la conquista del reino Latino de Tesalónica al tomar su capital, tras lo cual
se proclamó emperador de Tesalónica. Dominaba, Épiro, Tesalia y gran parte de Macedonia. El emperador latino Roberto
I fue derrotado en Poimamenon por el emperador Juan III de Nicea, quien en 1225 le arrebató además Adrianópolis y
varias islas del Egeo. El Imperio Latino se redujo en poco tiempo a Acaya (el Peloponeso) y los alrededores de
Constantinopla. Teodoro Ángelo le arrebató a su vez Adrianópolis a Juan III.

Los Xixia se habían rebelado contra el dominio mongol y Gengis Kan emprendió una campaña de castigo.

Ese año se celebró el matrimonio de Federico II y la reina Isabel II de Jerusalén, con lo que el emperador se convirtió
teóricamente en el nuevo rey, si bien en la práctica seguía en Italia y la sexta cruzada no daba muestras de ir adelante. A
pesar de todo, depuso a su suegro, Juan de Brienne, que partió para Italia para discutir el asunto. Leonardo Fibonacci
dedicó a Federico II su Liber quadratorum. El emperador siempre había mostrado cierto interés por la "ciencia",
especialmente la astrología y las ciencias naturales. Las malas lenguas decían que hizo asfixiar a un hombre en una tinaja
herméticamente cerrada para averiguar qué le pasaba al alma después de la muerte.

El duque Pedro I de Bretaña, que había sido consejero de Felipe Augusto y ahora seguía siéndolo de su hijo Luis VIII,
cesó en esta función por sus diferencias con la reina.

En Inglaterra se formuló una nueva versión de la Carta Magna (que es la que hoy se conserva).

El rey Valdemar II de Dinamarca había sido capturado dos años antes por el conde de Schwerin, y ahora recuperó su
libertad tras el pago del pertinente rescate.

El rey Andrés II de Hungría había llamado años antes a los caballeros de la Orden Teutónica para luchar contra los
cumanos, pero, después de su encuentro con los mongoles, éstos ya no eran una amenaza para él, cosa que no podía decir
de los caballeros teutónicos. Por ello los expulsó de su reino. Coincidió que, desde el año anterior, los prusianos estaban
dando problemas a Conrado de Mazovia, el hermano del duque de Polonia Leszek el Blanco, así que aquél solicitó la
ayuda del gran maestre Hermann de Salza. Los templarios llegaron a la conclusión de que luchar contra los paganos
estaba mejor visto que intrigar contra un rey cristiano, así que aceptaron la invitación del polaco y dejaron Hungría de
buen grado. En 1226 obtuvieron del emperador Federico II la soberanía de las tierras que conquistaran a los prusianos, y
desde ese momento la orden se volcó en Prusia.

San Francisco de Asís no pudo recuperarse de su enfermedad y murió en una cabaña de la Porciúncula.

También murió el rey de Armenia, Felipe de Antioquía, y su viuda, Isabel, volvió a casarse con el que se convirtió en el
nuevo rey: Hetum I.

Luis VIII de Francia encabezó una nueva cruzada contra los cátaros en general y contra el conde Raimundo VII de Tolosa
en particular. Tomo Aviñón, cuyas fortalezas mandó destruir, y luego conquistó las demás ciudades de la región, los
cátaros se ahogaron en su sangre, pero el rey murió en un combate y esto permitió rehacerse al conde.
La monarquía francesa entró en una situación difícil: el heredero de Luis VIII era su hijo Luis IX, que tenía sólo doce
años de edad, y era hijo de un rey que sólo había reinado tres años. La energía de su madre, Blanca de Castilla, fue
decisiva. El conde Teobaldo IV de Champaña se había aliado con Raimundo VII de Tolosa en vida de Luis VIII y ahora
confabuló contra Blanca junto con otros señores feudales. Sin embargo, la reina supo tratar la situación e hizo valer los
derechos de su hijo. Entre sus apoyos estuvo el conde Fernando de Flandes, al que Luis VIII había liberado ese mismo
año (a cambio de unos cuantos territorios y de que los flamencos renovaran el juramento de vasallaje directo al rey de
Francia). El caso fue que en 1227 Teobaldo IV empezó a tratar de ganarse el favor de la reina.

El señor de Beirut, Jean d'Ibelin, que había sido regente de Jerusalén, se convirtió ahora en regente del reino de Chipre,
donde el rey Enrique I de Lusignan, acababa de cumplir diez años.

El rey Enrique III de Inglaterra nombró conde de Cornualles a su hermano Ricardo.

El rey de Dinamarca se había ganado el sobrenombre de Valdemar II Sejr (el victorioso), pero las cosas empezaron a
cambiar a partir del momento en que fue derrotado por los alemanes en Bornhöved.

Ese año murió el rey de Servia, Esteban Nemanjic, que fue sucedido por su hijo Radoslav.

En Polonia murió el duque Leszek el Blanco, lo que permitió a Ladislao III hacerse de nuevo con el ducado.

También murió el Papa Honorio III, y fue sucedido por Ugolino de Conti, que adoptó el nombre de Gregorio IX. El
ejército de la sexta cruzada estaba reunido en Italia listo para embarcar, pero una epidemia de la que no escapó el propio
emperador obligó a Federico II a retrasarla. Federico II llevaba doce años asegurando que partiría a Tierra Santa, y
Gregorio IX no consideró aceptable que la situación se prolongara un día más, así que lo excomulgó. Por su parte, Federico
II inició negociaciones con el sultán de Egipto al-Kámil que indignaron a Gregorio IX todavía más. Se inició así un nuevo
enfrentamiento entre el emperador y el Papa que inmediatamente se reflejó en las querellas entre güelfos y gibelinos en
el norte de Italia. El año anterior ya se habían producido algunas revueltas en las ciudades güelfas y, a partir de este
momento, los güelfos se declararon partidarios del Papa frente a los gibelinos, partidarios de emperador.
Pero la muerte más sonada del año fue, sin duda, la de Gengis Kan, que murió enfermo durante su campaña contra los
Xixia. Su funeral consistió en un festín en honor de su alma, que duró tres días, en el que cuarenta mujeres fueron
inmoladas para que fueran a servirle en el otro mundo.

Antes de morir, el Gran Kan había repartido su imperio entre sus hijos: Yuci, Yagatay, Ogoday y Tuli. Éste último, el
menor de los cuatro, recibió las tierras de Mongolia y ejerció la regencia hasta que el consejo de los jefes pudiera reunirse
y elegir el nuevo kan.

El rey Jaime I de Aragón cumplió diecinueve años. Su reinado hasta entonces había sido muy difícil y traumático, pues a
sus pocos años tuvo que hacer frente a las intrigas y rebeliones de nobles tanto catalanes como aragoneses. El monarca
había pasado por situaciones de extremo peligro, e incluso tuvo que luchar cuerpo a cuerpo con el noble aragonés Pedro
de Ahonés. Finalmente dominó la situación y pudo gobernar personalmente. La orden del Temple estaba adquiriendo
fama de esotérica y oscurantista, y el hecho de que Jaime I hubiera sido educado por los templarios le dio esa misma
fama. Se llegó a decir incluso (sin ningún fundamento, claro está) que el que reinó no fue el verdadero Jaime I, sino un
desconocido que los templarios pusieron en su lugar.
El rey tenía como amante a Aurembiaix, hija del difunto conde Armengol VIII de Urgel, y en 1228 se separó de su esposa
Leonor, tía de Fernando III de Castilla. Además, Jaime I se convenció de que Aurembiaix era la legítima heredera del
condado, por lo que se lo otorgó, desposeyendo para ello al conde Guerau, primo de la nueva condesa.

Las Cortes de Aragón, reunidas en Barcelona, acuerdan la conquista de las islas Baleares (pues la flota balear era la mayor
molestia para los comerciantes catalanes). El Papa Gregorio IX ordenó a Raimundo de Peñafort que predicara una cruzada
contra Mallorca en las regiones de Arles y Narbona. Jaime I desembarca en Mallorca y, tras dos meses de asedio, cae la
ciudad de Palma. La capacidad de reacción almohade es nula. Al contrario, el gobernador de Murcia ibn Hud se declaró
rey, y durante los años siguientes extendió su reino hasta Córdoba, Sevilla y Niebla, si bien en esta última ciudad se le
sublevó ibn Mahfud, que formó su propio reino taifa. En Túnez Abú Zakariyya fundó la dinastía de los Hafsíes, que,
no obstante, se reconocieron tributarios de los almohades.

Ese año murió Stephen Langton, el arzobispo de Canterbury.

Los caballeros teutónicos barrían a los prusianos con facilidad: los diezmaron y los desposeyeron de sus tierras en
beneficio de colonos alemanes.

El emperador latino de Oriente, Roberto I de Courtenay, incapaz de hacer frente a los distintos emperadores bizantinos
que le rodeaban, trató de huir a Roma, pero murió en Morea. Fue sucedido por su hermano de once años, con el nombre
de Balduino II.

Mientras tanto Federico II partía por fin hacia Oriente al mando de la sexta cruzada. El Papa Gregorio IX, ofendido porque
el emperador no había hecho ninguna clase de retractación pública para que le fuera levantada la excomunión, eximió a
sus súbditos de su juramento de fidelidad. Por otra parte, Gregorio IX canonizó al que había sido su protegido, san
Francisco de Asis.

Federico II tuvo un hijo, Conrado, de su segunda esposa, la reina Isabel II de Jerusalén, que murió a consecuencia del
parto. Las negociaciones que había iniciado con al-Kámil antes de su marcha se completaron según lo previsto (ya que el
interés principal de al-Kámil era tener las manos libres para poder consolidar su dominio en oriente). En 1229 se cerró el
acuerdo por el cual los ayubíes cedían a Federico II Jerusalén, Belén y Nazaret, así como el acceso a estas ciudades.
Además se acordaba una tregua de diez años. El emperador entró en Jerusalén y allí se hizo reconocer como rey, si bien
cedió el título a su hijo Conrado, recién nacido. Mientras tanto, Gregorio IX hizo que la Liga Lombarda invadiera el reino
de Sicilia.

Ese año murió el príncipe Godofredo I de Acaya, que fue sucedido por su hijo Godofredo II. Juan de Brienne había
perdido toda autoridad sobre el reino de Jerusalén, pero fue llamado por los barones del Imperio Latino de Constantinopla
para hacerse cargo de la difícil situación ante la minoría de edad del rey Balduino II.

En Valencia murió el gobernador Abú Zaid, y su sucesor, Zaiyan ibn Sad, se proclamó rey.

En Polonia el duque Ladislao III fue expulsado por segunda vez, y el ducado pasó a Conrado de Mazovia.

El rey de Suecia Erik Eriksson, que acababa de cumplir trece años, tuvo que huir a Dinamarca cuando un primo
suyo, Canuto Lange, usurpó su trono.

Los mongoles eligieron como sucesor de Gengis Kan a su hijo Ogoday Kan, quien dio al Imperio una administración
china.

El conde Raimundo VII de Tolosa no pudo resistir por más tiempo a la monarquía francesa y tuvo que firmar el
desventajoso tratado de París, por el que cedía la zona mediterránea de sus dominios y concertaba el matrimonio
de Juana, su única hija, con Alfonso, hermano del rey Luis IX. Simón de Montfort, viendo que ya no podía sacar ningún
partido, marchó a Inglaterra como conde de Leicester.

El concilio de Lérida, reunido a instancias de Jaime I, disolvió su matrimonio con Leonor de Castilla por la consabida
excusa del parentesco (de cuarto grado). En 1230, Aurembiaix, la condesa de Urgel amante de Jaime I, se casó con Pedro
de Portugal, tío del rey Sancho II, a quien el rey Alfonso IX de León le había confiado el gobierno de la ciudad León y
luego de Zamora.
Ese año murió el conde Hugo IV de Ampurias y fue sucedido por su hijo Poncio IV.

Desde la derrota en las Navas de Tolosa, el Imperio Almohade contempló una rápida sucesión de Califas: al-Násir había
sido sustituido por al-Mustansir, éste fue pronto sustituido por al-Majlú, éste por al-Ádil y ahora se imponía al-
Mamún. Sin embargo, una buena muestra de cómo habían cambiado los tiempos fue que al-Mamún tuvo que pedir ayuda
para tomar Marrakech nada menos que a Fernando III de Castilla, que le envió un ejército de caballeros castellanos.

Poco después murió Alfonso IX. Había nombrado herederas a sus hijas Sancha y Dulce, habidas en su primer
matrimonio, con Teresa de Portugal; pero su segunda esposa, Berenguela, en estrevistó con Teresa y logró convencerla
para que instara a sus hijas a renunciar a la corona en favor del hijo de la castellana: el rey Fernando III de Castilla. Así
sucedió, y en el tratado de Valencia de Don Juan las herederas renunciaron a sus derechos sucesorios. De este modo, los
reinos Castilla y León quedaban unidos de nuevo, tras setenta y tres años de separación. Luego Berenguela se retiró a un
monasterio, como ya había hecho Teresa.

Federico II había regresado a Italia a mediados del año anterior, y se encontró con una sublevación general apoyada por
Gregorio IX. El emperador acabó comprendiendo que con las armas no iba a triunfar y aceptó la Paz de san Germano, por
la que se reconciliaba con la Iglesia. Sin embargo, en Lombardía continuó la pugna entre güelfos y gibelinos.

El rey Juan III de Bulgaria derrotó al emperador de Tesalónica Teodoro Ángelo en Klokonitsa, lo capturó, lo cegó, lo
liberó y se alió con Servia. Incapacitado para gobernar, Teodoro cedió el Imperio a su hermano Manuel.

Ese año murió el duque de Austria Leopoldo VI el Glorioso. Había luchado en Francia contra los albigenses y en España
contra los musulmanes. Acudió en dos ocasiones a Palestina. Fue sucedido por Federico II.

También murió el rey Otakar I de Bohemia, que fue sucedido por su hijo Venceslao I. Llevaba seis años casado
con Cunegunda, hija del duque Felipe de Suabia y prima del emperador Federico II

LA RECONQUISTA DE ESPAÑA I
La vida en el Occidente medieval era muy simple: por una parte estaban los buenos (es decir, los católicos) y por otra los
malos (los paganos y los herejes). Era muy fácil distinguir a unos de otros: los paganos eran salvajes barbudos, como los
herejes bizantinos, que también llevaban barbas a pesar de su sofisticada civilización. Los herejes más perniciosos eran,
sin duda, por su poderío y abundancia, los musulmanes, también fáciles de reconocer por su tez oscura y sus vestimentas
orientales. Tampoco era difícil identificar a un judío y, en último extremo, un sencillo examen anatómico permitía
distinguirlos inequívocamente. Sin embargo, en las últimas décadas esta simplicidad se estaba desmoronando por la
irrupción de unas clases de herejes mucho más peligrosos: los cátaros, los valdenses, etc. eran herejes que parecían
personas normales. Incluso aparentaban ser especialmente virtuosos, ya que denunciaban los abusos de los poderosos o
la corrupción de algunos eclesiásticos, ensalzaban la caridad y la pobreza, etc. Esto desconcertaba a una gran parte de la
población, que ya no sabía a qué atenerse. Cualquiera que predicara la humildad y reclamara alguna clase de justicia podía
ser un hereje y, ¿cómo saberlo? Si no se los detectaba a tiempo, podían multiplicarse y volverse una amenaza, como había
sucedido con los albigenses, a los que tanto había costado exterminar.

Cada vez era más frecuente que uno u otro infeliz fuera catalogado de hereje por sus vecinos, que se apropiaban de sus
posesiones después de haberlo asesinado. Esta clase de ajusticiamientos no podía dejarse en manos de incontrolados, sino
que estaba claro que era la Iglesia Católica la que debía asumir la responsabilidad de juzgar y asesinar a los herejes. El
Papa Gregorio IX extendió a todos los territorios católicos la ley de pena de muerte contra los herejes que el emperador
Federico II había decretado seis años antes, y tomó medidas para asegurarse de su cumplimiento. La principal fue la
creación en 1231 del Tribunal de la Inquisición, que fue confiado a la orden de los dominicos. Gregorio IX nombró
diversos inquisidores a los que asignó distintos territorios. En Alemania designó a Conrado de Marburgo. En Aragón
el rey Jaime I y su confesor, Raimundo de Peñafort, solicitaron la implantación del nuevo tribunal. De éste último se
conserva un Manual práctico de inquisidores, en el que se explica con todo detalle su modo de actuación:

Cuando un inquisidor llegaba a una población, dirigía una alocución a los cristianos y anunciaba el tiempo de
gracia, durante el cual, los culpables que confesaban libremente su culpa eran perdonados y se les imponía leves
penitencias espirituales. Luego comenzaba el interrogatorio sistemático, sin abogados. Concluida la investigación, el
inquisidor promulgaba la sentencia, que podía consistir en la muerte en la hoguera, la cárcel (a menudo cadena perpetua),
la confiscación de bienes, etc. Algunos condenados eran obligados a llevar una cruz en sus vestiduras.
Su reciente elección como rey de León hizo que Fernando III tuviera que poner fin a su brillante campaña contra los
moros. Un sector de la sociedad leonesa no lo aceptó y tuvo que dedicar un tiempo a pacificar sus nuevos dominios. Un
gobernador moro llamado al-Ahmar, que había colaborado con el rey castellano en la conquista de Sevilla y Jerez, se
apoderó de esta última ciudad en 1231.

Ese año murió Aurembiaix, la condesa de Urgell, y su marido, Pedro de Portugal, cedió el condado al rey Jaime I de
Aragón a cambio de Mallorca.

El rey Sancho VII de Navarra no tenía hijos, y llegó a un acuerdo de prohijamiento en Tudela con el rey Jaime I, de modo
que el superviviente poseería ambos reinos. Teniendo en cuenta que Sancho VII era mucho mayor, todo apuntaba a que
Navarra y Aragón se unirían bajo Jaime I.

Juan de Brienne exhortó a los barones del Imperio Latino de Constantinopla que habían requerido su ayuda a que lo
nombraran emperador si efectivamente querían contar con ella. Así lo hicieron, en detrimento del joven Balduino II, que
tenía entonces trece años. Para legitimar la situación, Juan de Brienne lo casó con su hija María y rechazó los ataques del
emperador Juan III de Nicea.

Los mongoles ocuparon rápidamente Corea.

Ese año murió el duque de Baviera, y conde palatino del Rin, Luis I, que fue sucedido por su hijo Otón el Ilustre. También
murió el conde Guillermo de Pembroke. El rey Enrique III de Inglaterra tenía ya veinticuatro años, pero no ejercía gran
autoridad sobre los nobles. En 1232, éstos obligaron a dimitir a su justicia Hubert du Bourg, y abandonó el gobierno en
manos de favoritos franceses.

Los barones del reino de Jerusalén expulsaron de Acre a los representantes del emperador Federico II, aun reconociendo
como rey a su hijo Conrado, que tenía entonces tres años.

En Polonia, el duque de Silesia Enrique el Barbudo integró en su ducado otros dos (la Pequeña Polonia y la Gran
Polonia), con lo que arrebató la supremacía a Conrado de Mazovia, y se convirtió en el nuevo duque de Polonia.
El gobierno militar de Japón promulgó un código de leyes de cincuenta y un artículos, conocido como el Joei Shikimoku.

En Sevilla, al-Basí, se rebeló contra la autoridad del rey ibn Hud de Murcia. Por otra parte, el rey Fernando III de Castilla
y León pudo ocuparse ya de la rebelión de al-Ahmar e inició una segunda campaña contra los musulmanes, secundado
por los ejércitos de las órdenes militares y del arzobispo de Toledo. Por su parte, el rey Sancho II de Portugal contiuaba
su avance sobre las tierras del sur de su reino.

En el este, el rey Jaime I de Aragón daba por concluida la conquista de Mallorca y el gobernador de Menorca le rindió
tributo. En 1233 encabezó una nueva campaña militar, esta vez contra el reino de Valencia.

El conde Raimundo VII de Tososa tuvo que permitir la entrada de inquisidores dominicos franceses en sus ciudades,
donde su rigor provocó un constante estado de ansiedad y revuelta. Menos fortuna tuvo la Inquisición en Alemania, donde
Conrado de Marburgo fue asesinado y no tuvo sucesor. El Santo Tribunal limitó su radio de acción al reino de Aragón,
el sur de Francia y el norte de Italia.

Ese año murieron el conde Fernando de Flandes, cuya viuda, Juana, siguió al frente del condado, el conde Rodolfo II de
Habsburgo y landgrave de la Alta Alsacia, que fue sucedido por su hijo Alberto IV, y el conde Tomás I de Saboya, que
fue sucedido por su hijo Amadeo IV.

También murió Bohemundo IV, el príncipe de Antioquía y conde de Trípoli. Fue sucedido por su hijo Bohemundo V.

El conde Teobaldo IV de Champaña se casó con Margarita de Borbón. (Borbón era un señorío situado en los territorios
dominados directamente por los Capetos desde hacía más de un siglo.) En 1234 murió el rey Sancho VII de Navarra.
Según el acuerdo establecido tres años atrás, debía de ser sucedido por Jaime I de Aragón, pero los navarros prefirieron
a Teobaldo IV, sobrino del fallecido. Así, el conde de Champaña se convirtió en el rey Teobaldo I de Navarra, y la casa
de Champaña sucedió a la casa Jimena en el trono navarro.

El rey Juan III de Bulgaria dominaba al rey Radoslav de Servia, al que terminó reemplazando por su hermano Esteban
III.
En Suecia murió el rey Canuto Lange y Erik Erikson pudo recuperar el trono que su primo le había usurpado, aunque
tuvo que luchar contra la familia del usurpador.

En Holanda murió el conde Florencio IV, que fue sucedido por Guillermo II.

También murió el conde Otón II de Borgoña, que fue sucedido por su hijo Otón III.

El rey Luis IX de Francia cumplió veinte años, y su madre, Blanca de Castilla, lo casó con Margarita, hija del conde
Ramón Berenguer V de Provenza.

Los mongoles se anexionaron los últimos restos del Imperio Jin, al norte de China. A partir de ese momento, el Imperio
Song dejó de apoyar a las milicias populares que combatían a su vecino del norte, pero sus integrantes, habituados a la
guerra, acabaron uniéndose a los mongoles contra sus compatriotas.

El Papa Gregorio IX había nombrado capellán suyo a Raimundo de Peñafort, a quien le encargó la compilación de
las decretales, que constituyen una parte esencial del derecho canónico y, a través de Raimundo, influyeron también en
el derecho catalán. Ese mismo año canonizó a santo Domingo de Guzmán. A petición de Hermann de Salza, el gran
maestre de la Orden Teutónica, decretó una cruzada contra los prusianos, mientras que el emperador Federico II lo
nombraba príncipe del Imperio y le concedía los territorios que conquistara en Prusia. Mientras tanto se le rebeló su hijo
Enrique, el rey de Sicilia. El emperador trataba de consolidar su poder concediendo privilegios a los príncipes alemanes,
mientras que la burguesía se alineó con Enrique, hasta que se produjo el enfrentamiento abierto. La rebelión no tuvo
mucho apoyo en Alemania, pero sí en Lombardía. Sin embargo, Enrique fue derrotado en 1235 y su padre lo desposeyó
de sus títulos y lo encarceló en el sur de Italia. Luego traspasó el título de duque de Suabia a su otro hijo, Conrado, el rey
de Jerusalén, que tenía entonces siete años. Federico II se casó con Isabel, hermana del rey Enrique III de Inglaterra. Ese
año el emperador ayudó a Gregorio IX a derrotar una rebelión en Roma. Raimundo de Peñafort logró que Gregorio IX
aprobara la orden de santa Eulalia.

El Imperio Almohade seguía desmoronándose. El rey de Túnez, Abú Zakariyya, ocupó Argel con la ayuda de un ejército
mercenario de al-Ándalus.
Ese año murió Beatriz de Suabia, la esposa del rey Fernando III de Castilla y León. El rey Jaime I de Aragón conquistó
la isla de Ibiza, mientras seguía su campaña en Valencia. Además se casó con Violante, hija del rey Andrés II de Hungría,
que murió ese mismo año. Uno de los actos más destacados de su reinado fue la proclamación de la llamada Bula de
Oro, similar a la Carta Magna inglesa: exoneraba de impuestos a la pequeña nobleza y admitía la restricción de los
privilegios reales. Fue sucedido por Bela IV, quien trató de aumentar el poder de la monarquía.

También murió el emperador Andrónico I de Trebisonda, que fue sucedido por Juan I Axuke. El rey Juan III de Bulgaria
se alió con el emperador Juan III de Nicea y, para mostrarle su adhesión, rompió la unión religiosa con Roma, mientras
Nicea reconocía la independencia de la Iglesia Búlgara. Atacaron Constantinopla junto con el emperador Manuel de
Tesalónica, pero el emperador Juan de Brienne pudo rechazar el ataque.

También murió el duque Enrique I de Brabante, que fue sucedido por su hijo Enrique II.

Cuando los almorávides conquistaron el Imperio de Ghana, más de siglo y medio antes, la parte sur permaneció
independiente y una buena parte del territorio acabó reorganizándose alrededor del reino de Sosso, que anteriormente
había sido vasallo de Ghana. Sin embargo, los nativos habían perdido el control sobre el tráfico de oro. Más al sur, en el
curso alto del río Níger, se encontraron nuevos yacimientos, que fueron explotados por una comunidad de ciudades que
sus habitantes llamaban Mande, si bien es más conocida por una versión deformada de este nombre: Mali. Este oro
suscitó la codicia de los reyes de Sosso. El rey actual, Sumaoro Kannte, había saqueado Mali hasta nueve veces, y
finalmente había impuesto una severa dominación. Sin embargo, en los últimos cinco años, un tullido llamado Sundiata
Keita había logrado dirigir una resistencia contra los opresores. Finalmente consiguió una brillante victoria que puede
considerarse el inicio del Imperio de Mali. Sundiata Keita abolió la esclavitud entre los mandingas, lo que aumentó su
popularidad.

En 1236 murió Jean d'Ibeline, el señor de Beirut que había sido regente de Chipre. Ahora el rey de Chipre, Enrique I de
Lusignan, tenía ya diecinueve años.
En la India murió el sultán Iltutmis. Había conquistado Bengala y, sobre todo, había mantenido a los mongoles fuera de
sus fronteras. Fue sucedido por Raziyya.

Tras la elección de Ogoday como Gran Kan, los mongoles habían enviado una horda a Corea y otra al norte de China.
Ahora, una tercera horda partía hacia occidente desde Karakorum, conducida por los generales Batú y Sabutai. El
primero era nieto de Gengis Kan, hijo de Yuci, al que su tío Ogoday le concedió todos los territorios que conquistara
hacia el noroeste. El segundo era un general veterano de Gengis Kan que ya había atacado Rusia anteriormente. A finales
de año ya habían destruido el reino de los Búlgaros del Volga y se disponían a continuar su avance.

El rey Enrique III de Inglaterra se casó con Leonor, hija del conde Ramón Berenguer V de Provenza. La condesa Juana
de Flandes se casó con el conde de Piamonte, Tomás II de Saboya. El rey Jaime I de Aragón concedió el condado de
Urgel al conde Poncio IV de Cabrera (ahora Poncio I de Urgel) a cuyo padre Guerau I (IV de Cabrera) le había
desposeído anteriormente del condado en beneficio de su amante Aurembiaix.

La exitosa campaña de Fernando III de Castilla y León terminó con la conquista de Córdoba, la que había sido capital del
Califato de al-Ándalus. Esto causó un gran impacto tanto entre los musulmanes como entre los cristianos. Se cuenta que
el rey mandó fundir las lámparas de la mezquita para hacer campanas, y luego las hizo transportar a hombros de moros
hasta Santiago de Compostela, para restituir las campanas que Almanzor se había llevado casi dos siglos y medio antes.

Al-Ahmar, cuyo nombre completo era Muhammad al-Ahmar ibn Yúsuf ibn Násir, tuvo que replegarse y
en 1237 fundó un nuevo reino con capital en Granada. Inauguró así la que fue conocida como dinastía de
los Nazaríes (por el nombre de su abuelo). Como rey, fue Muhammad I. Fernando III se casó por segunda vez, ahora
con una condesa francesa, Juana de Ponthieu. Ésta era hermana de Matilde, esposa desde hacía dos años de Alfonso, el
hermano del rey Sancho II de Portugal.

El rey Luis IX de Francia formó el condado de Artois con algunos territorios que la corona francesa había incorporado a
su dominio directo algunos años antes a expensas del condado de Flandes. Se lo encomendó al mayor de sus hermanos
(después de él mismo, que naturalmente era el primogénito), el cual pasó a ser desde entonces el conde Roberto I de
Artois. El duque Pedro I de Bretaña, enemistado con Blanca de Castilla, marchó a Tierra Santa y murió al poco tiempo.
Fue sucedido por su hijo Juan I el Rojo.

La Orden de los Caballeros Portaespadas se unió a la Orden Teutónica, si bien los Caballeros Portaespadas se consideraron
una rama autónoma de la Orden Teutónica, que recibió el nombre de Orden Livonia y conservó su propio Gran Maestre.

Ese año murió el sultán de Rum Kayqubad I. Fue sucedido por su hijo Kayjusraw II. Durante el reinado de Kayqubad I
una tribu turca llegó al sultanato de Rum huyendo de los mongoles. Estaba dirigida por Ertogrul. Posteriormente, a raíz
de una victoria sobre los mongoles, Kaijusraw II concedió como feudo a Ertogrul una región al sur de Nicea, desde donde,
con su tribu, se dedicó a hostigar a los bizantinos.

En Constantinopla murió el emperador latino Juan de Brienne. El otro emperador, Balduino II, que tenía entonces veinte
años, se encontraba en Francia recabando ayuda para deshacerse de su suegro. Para obtener dinero vendió al rey Luis IX
sus posesiones francesas de Courtenay. En el tiempo que pasó desde que le llegó la noticia hasta que pudo regresar a
Constantinopla, los barones del Imperio se disputaron la sucesión.

Mientras tanto Miguel Ángelo, hijo del déspota de Épiro Miguel I, logró recuperar el reino de su padre y se convirtió en
el déspota Miguel II.

El emperador Federico II hizo elegir rey de romanos a su hijo Conrado. Se enfrentó en Cortenuova a la Liga Lombarda,
y obtuvo una victoria. Por otra parte, expulsó de sus dominios al duque Federico II de Austria, que había apoyado la
rebelión de su hijo Enrique tres años antes. El duque se había ganado el sobrenombre de Federico II el
Batallador. En 1238 se alió contra el emperador con el rey Venceslao I de Bohemia y con el duque de Baviera Otón el
Ilustre.

Teodoro Ángelo, el que fuera emperador de Tesalónica y que había abdicado en favor de su hermano Manuel después de
que el rey Juan III de Bulgaria lo dejara ciego, desposeyó de su título a Manuel para dárselo a su hijo Juan III Ducas
Comneno, tras lo cual se retiró a Nicea. En Trebisonda murió el emperador Juan I Axuke, y fue sucedido por su
hermano Manuel I.
Ese año murió el sultán de Egipto al-Kámil y fue sucedido por su hijo al-Ádil II. Otro de sus hijos, al-Sálih, que
gobernaba Mesopotamia en nombre de su padre y la defendía de los mongoles, se adueñó de Damasco.

También murió Juana, la hermana del rey Enrique III de Inglaterra, casada con el rey Alejandro II de Escocia. Su hermana
Leonor, la viuda del conde de Pembroke, se casó con el conde de Leicester, Simón de Montfort.

En Polonia murió el duque Enrique el Barbudo, y fue sucedido por su hijo Enrique el Piadoso.

Raimundo de Peñafort fue elegido Maestro General de la Orden de los Dominicos, a raíz de lo cual se trasladó a París.

El rey Jaime I de Aragón conquistó la capital del reino de Valencia. El rey de Túnez, Abú Zakariyya, acudió en ayuda de
los almohades, pero no pudo impedir la capitulación de la ciudad. No obstante, los almohades conservaban todavía
territorios al sur del reino. Por aquel entonces el rey aragonés ya era conocido como Jaime I el Conquistador. En la
toma de Valencia participaron caballeros de la Orden de Santa Eulalia, que por esta época ya era conocida como Orden
de Santa María de la Merced, u Orden Mercedaria.

El reino nazarí de Granada se independizó también del Imperio Almohade. En Murcia murió el rey Ibn Hud, y fue
sucedido por su hijo al-Wátiq, pero fue encarcelado poco después de ocupar el trono, y su reino quedó desmembrado en
manos de gobernadores locales. La capital quedó en manos de un pariente suyo: al-Dawla.

Mientras tanto, los mongoles marchaban hacia el oeste destruyendo cuanto les pudiera impedir el avance o la retirada.
Después de causar estragos entre los cumanos, atacaron el principado de Vladímir. El príncipe Yuri Visievolódovich
murió en una batalla. Las ciudades fueron destruidas y los campos arrasados. El principado se integró así en el reino
conquistado por Batú Kan, que comprendía hasta el momento los territorios de los búlgaros del Volga y de los cumanos
y que recibió el nombre de Horda de Oro. A partir de este momento fue el Kan de la Horda de Oro quien nombró a los
grandes príncipes de Vladímir. Como sucesor de Yuri Visievolódovich, Batú nombró a su hermano Yaroslav
Vsievolódovich.
Unas cuarenta mil familias de cumanos se trasladaron a Hungría, huyendo de la dominación mongola, y se instalaron en
la región que adoptó el nombre de Cumania. Contaron para ello con el permiso del rey Bela IV, pero los húngaros,
recelosos, mataron a Koetoeny, el jefe cumano.

El emperador Federico II estaba consolidando su poder en el norte de Italia. En 1239 nombró rey de Cerdeña a un hijo
bastardo llamado Enzo. Las ciudades güelfas de Lombardía se volvieron hacia el Papa Gregorio IX, que no tardó en
encontrar una excusa para excomulgar al emperador y predicar una cruzada contra él.

Ese año murió Hermann de Salza, el gran maestre de la Orden Teutónica. Por esta época, sus caballeros habían
conquistado y germanizado la práctica totalidad de Prusia.

El rey Sancho II de Portugal tomó las plazas de Tavira y Cacela, con lo que llevó las fronteras de su reino hasta los
límites actuales, es decir, avanzó hacia el sur hasta llegar al océano.

La tregua de diez años pactada entre el emperador Federico II y el sultán al-Málik de Egipto había expirado, por lo que
una nueva expedición partió hacia Tierra Santa (aunque no se le ha asignado un número en la lista tradicional de las
cruzadas). Entre los principales jefes estaban el rey Teobaldo I de Navarra, el duque Hugo IV de Borgoña, el conde
Ricardo de Cornualles (hermano del rey Enrique III de Inglaterra) y el conde de Leicester, Simón de Montfort, con su
hermano Amaury. Llegaron a Jerusalén en 1240. El rey Navarro no tardó en regresar por sus desavenencias con los otros
cruzados. Amaury de Montfort fue hecho prisionero.

Los oficiales turcos de Egipto no estaban satisfechos con su sultán, al-Ádil II, por lo que lo depusieron y ofrecieron el
trono a su hermano al-Sálih, que gobernaba en Damasco.

Finalmente, Balduino II pudo hacerse reconocer como emperador latino de Constantinopla. Cuando se le acabó el dinero
que le había proporcionado el rey de Francia empezó a venderle reliquias bizantinas.

El rey Juan III de Bulgaria se casó con Irene, hermana del emperador Juan III de Tesalónica.
Ese año murió el conde Alberto IV de Habsburgo y landgrave de la Alta Alsacia, que fue sucedido por su hijo Rodolfo
IV, bajo la tutela de su tío Rodolfo III, que compartió con él el título de conde de Habsburgo (aunque el sobrino tenía ya
veintidós años).

También murió el matemático Leonardo Fibonacci.

El emperador Federico II nombró príncipe de Tarento a otro de sus hijos bastardos, llamado Manfredo.

Tras promulgar unas nuevas constituciones para la orden dominica, Raimundo de Peñafort renunció al cargo de Maestro
General y volvió a Barcelona, donde dedicó especial atención al apostolado entre los judíos.

El rey Jaime I el Conquistador otorgó a la ciudad de Valencia la primera redacción de un código legal escrito en latín y
basado en el derecho romano que sería la base de lo que luego se llamaría el Código de Jaime I, o los Fueros de Valencia.

Los mongoles destruyeron completamente la ciudad de Kíev. En cambio, Nóvgorod se libró por pura casualidad, por un
deshielo prematuro que impidió a los bárbaros acercarse a sus murallas y los hizo pasar de largo. El príncipe de Nóvgorod
era entonces Alejandro, hijo de Yaroslav, el gran príncipe de Vladímir. Ese mismo año derrotó a una expedición sueca
junto al río Neva, y desde entonces fue conocido como Alejandro Nevsky. Junto a Nóvgorod, las únicas ciudades rusas
que se libraron del dominio mongol fueron Pskov y Smoliensk.

LA RECONQUISTA DE ESPAÑA II
La Universidad de París se había convertido en el centro cultural más importante de la Europa medieval. Durante las
últimas décadas se había difundido en ella el averroísmo, es decir, la interpretación de la filosofía de Aristóteles realizada
por Averroes. Esta doctrina discrepaba en varios puntos esenciales con la escolástica ortodoxa, por lo que en 1240 la
Universidad condenó varias de sus tesis. Entre ellas estaba la teoría de que la materia es eterna (en contradicción con la
creación bíblica) y, sobre todo, la doctrina de la doble verdad, según la cual la fe y la razón no concuerdan. Precisamente,
la filosofía escolástica estaba desarrollando un programa completamente opuesto, que pretendía mostrar la absoluta
coherencia entre razón y fe.

Por esta época vivió un matemático alemán del que apenas se sabe nada. Firmó sus obras como Jordanus Nemorarius, y
entre los tratados que se le atribuyen figura una Aritmética en la que por primera vez se usan letras para representar
números arbitrarios.

La literatura francesa estaba creando nuevas formas. Por una parte se había consolidado una poesía popular burguesa, en
la que destaca una serie de poemas conocida como el Roman de Renart, (Canción del zorro), cuyos protagonistas son
animales que simbolizan caracteres humanos. El zorro representa al astuto burgués que logra burlar con su ingenio y falta
de escrúpulos a los animales más poderosos, que representan a la nobleza y el clero.

Un clérigo francés llamado Guillaume de Lorris compuso el Roman de la Rose, una alegoría didáctica de 4.058 versos
sobre un capullo de rosa que crece en un jardín, que representa a una joven doncella a la que se le muestran las ayudas
con las que cuenta y los obstáculos que la amenazan.

El poema anómino Aucassin y Nicolette narra la historia de dos jóvenes que se enamoran, se ven obligados a separarse y
finalmente se reencuentran, y está lleno de escenas de suspense y de escapadas por los pelos al estilo de las novelas
románticas.

Mientras tanto, el rey Fernando III de Castilla y León inició su tercera campaña contra Al-Ándalus, no menos exitosa que
las anteriores.

En 1241, el Papa Gregorio IX convocó un concilio con la intención de condenar a Federico II, pero la flota pisana
(gibelina) capturó a la genovesa (güelfa), que transportaba a Roma a un numeroso grupo de cardenales, con lo que el
concilio no pudo celebrarse. El Papa murió poco después y los ejércitos imperiales tomaron los Estados Pontificios. Los
cardenales eligieron Papa a un cisterciense llamado Goffredo Castiglioni, que adoptó el nombre de Celestino IV, si bien
su pontificado duró sólo un par de semanas, tras las cuales la Santa Sede quedó vacante.
El conde Ricardo de Cornualles logró un acuerdo con el sultán de Egipto al-Sálih que confirmaba el dominio de los
cruzados sobre los lugares santos. Amaury de Montfort fue liberado de su cautiverio, pero murió de regreso a Francia.

El rey Luis IX tenía ya veintiséis años. Ya había asumido personalmente el gobierno de Francia, si bien su madre, Blanca
de Castilla, tenía todavía una gran autoridad. Luis IX reprimió sin dificultad una rebelión de nobles en Poitiers y en
Auvernia, condados que encomendó a su hermano Alfonso. (Auvernia formaba parte del ducado de Aquitania, que
pertenecía al rey Enrique III de Inglaterra, de modo que ahora Alfonso era vasallo de Enrique III y éste a su vez, como
duque, era vasallo de Luis IX. Así pues, este nombramiento hacía prácticamente nula la autoridad del rey inglés sobre la
parte occidental de su ducado.) Desde ese momento el país quedó definitivamente pacificado y no se volvió a cuestionar
la autoridad real.

Luis IX tomó numerosas medidas para reforzar la unidad de Francia, como imponer en todo el estado las monedas
acuñadas por él y limitar el poder de los señores feudales prohibiendo las guerras locales y la tenencia privada de armas.
Abolió el combate como forma de resolución de los pleitos. La antigua corte feudal pasó a dedicar algunas de sus sesiones
a asuntos judiciales y de contabilidad. Por otra parte, Luis IX destacó por su carácter piadoso. Se cuenta que besaba los
pies a los leprosos y que invitaba a comer a su palacio a mendigos que olían tan mal que los guardias llegaron a quejarse
(y eso que ellos tampoco debían de oler a rosas).

Ese año murieron el rey Juan III de Bulgaria, que fue sucedido por su hijo Colomán I, y el rey Valdemar II de Dinamarca,
que fue sucedido por su hijo Erik Plovpenning.

También murió el conde Roger Bernardo II de Foix, un vasallo del conde Raimundo VII de Tolosa que había obtenido
por matrimonio un territorio en Cataluña, el vizcondado de Castellbó. Fue sucedido por su hijo Roger I.

Los mongoles derrotaron al rey Bela IV de Hungría en la batalla de Muhi, devastaron el país, cruzaron el Danubio y
llegaron hasta el Adriático. Unas semanas después se presentaron en Polonia, donde derrotaron a Enrique el Piadoso, que
murió en la batalla de Legnica. Conrado de Mazovia volvió a ser reconocido como duque de Polonia. Todo parecía
apuntar a que Batú Kan anexionaría Europa a la Horda de Oro, pero entonces murió el gran kan Ogoday, y Batú Kan se
retiró con sus hordas para participar en la elección del sucesor. Los mongoles no volvieron a Europa nunca más, aunque
Rusia quedó bajo el gobierno de Sarai, la capital que Batú Kan fundó en la desembocadura del Volga. La frontera
occidental del Imperio Mongol quedó fijada en el río Dniéper.

El rey húngaro Bela IV, que había tenido que salir del país huyendo de los mongoles, regresó e inició la reconstrucción
de Hungría. Levantó numerosos castillos y fortalezas.

El príncipe de Nóvgorod Alejandro Nevski, cabeza de la pequeña parte de Rusia libre del yugo mongol, se encontró con
una nueva amenaza que le llegaba de Occidente: los caballeros portaespadas marchaban sobre su estado dispuestos a
conquistarlo con la excusa de combatir el cristianismo ortodoxo ruso (una herejía como otra cualquiera). Sin embargo, el
príncipe ruso obtuvo una rotunda victoria sobre la superficie helada del lago Peipus en 1242. Durante la batalla se
resquebrajó el hielo y una parte de los portaespadas murió ahogada o congelada. No obstante, los caballeros portaespadas
siguieron atacando periódicamente a Pskov durante varios siglos.

Ese año murió Yagatay, el hijo de Gengis Kan que gobernaba la Transoxiana. Tras su muerte, sus dominios mantuvieron
el nombre de kanato de Yagatay, y también fue éste el nombre dinástico de sus sucesores.

Enrique, el que había sido heredero del emperador Federico II, se suicidó en su cautiverio en el sur de Italia.

El conde Ricardo de Cornualles se casó con Sancha, hija del conde Ramón Berenguer V de Provenza.

El emperador Juan III de Nicea trató de usar a Teodoro Ángelo para que persuadiera a su hijo, el emperador Juan III de
Tesalónica, de que renunciara al título imperial y se conformara con el de déspota. Teodoro volvió a Tesalónica, donde,
a pesar de su ceguera, gobernó en nombre de su hijo.

Los benimerines sufrieron los ataques del rey de Túnez, Abú Zakariyya, que tomó la fortaleza de Tremecén, cerca de la
frontera del reino almohade.
El conde Raimundo VII de Tolosa entabló una alianza con Jaime I de Aragón y Enrique III de Inglaterra para sustraerse
al dominio francés. Se produjo una revuelta y el propio Enrique III invadió el condado de Poitiers (que había sido suyo
hasta que fue ocupado por Luis VIII), pero el rey Luis IX derrotó a los aliados en Taillebourg y en Saintes. El conde
Roger I de Foix decidió cambiar de bando y firmó un acuerdo de paz con Luis IX. Poco despuñes Enrique III aceptó una
tregua por la que renunciaba a Poitiers y a Auvernia y, finalmente, el conde Raimundo VII se vio obligado a firmar el
tratado de Lorris, que supuso el fin de la independencia de su condado.

Más de un millar de cátaros se negaron a aceptar las consecuencias de estos acuerdos y se refugiaron en la fortaleza
de Montségur, construida sobre la cresta rocosa de una montaña. En 1243 fue asediada por los ejércitos de Luis IX.

emperador Federico II logró que fuera elegido Papa un gibelino genovés llamado Sinibaldo Fieschi, que adoptó el
nombre de Inocencio IV. El Espíritu Santo le influyó inmediatamente, pues el nuevo Papa abandonó las tesis imperiales
en cuanto ciñó la tiara. El enfrentamiento entre el Imperio y el Papado se recrudeció. Inocencio IV se instaló en Génova,
donde se sentía más seguro que en Roma. Mientras tanto, los representantes del emperador Federico II en Tiro fueron
expulsados de la ciudad, igual que once años antes lo habían sido de Acre.

Ese año murió Conrado de Mazovia, y Polonia quedó bajo el gobierno del duque Boleslao V, que se casó
con Cunegunda, hija del rey Bela IV de Hungría.

También murió el rey Esteban III de Servia, que fue sucedido por su hermano Estaban IV Uros.

Igualmente, el conde Poncio I de Urgel murió y fue sucedido por su hijo Armengol IX, que murió a los pocos días y fue
sucedido por su hermano Álvaro II, que residía en Castilla.

Los mongoles invadieron el sultanato de Rum. El sultán Kayjusraw II conservó su autoridad, pero Rum se convirtió desde
entonces en un protectorado mongol.

El rey de Murcia, al-Dawla, ante el arrollador avance sobre Valencia de Jaime I de Aragón, rindió homenaje a Fernando
III de Castilla. En 1244 el rey Jaime I de Aragón se entrevistó con Alfonso, el hijo del rey Fernando III de Castilla y
León, con quien firmó el tratado de Almizra, que establecía los territorios que le correspondía conquistar a cada reino:
Aragón podría extenderse hasta las fronteras del reino de Murcia, pero no más allá. Ambas partes se comprometían a
devolver cualquier territorio que conquistaran fuera de los límites fijados por este tratado. Además, se pactó el matrimonio
entre Alfonso y Violante, la hija del rey aragonés. El infante Pedro de Portugal cambió Mallorca por varios territorios
conquistados al norte del reino de Valencia. Por esta época se terminó la primera parte del Libre dels feyts del rey En
Jacme (Libro de los hechos del rey don Jaime), una obra autobiográfica del rey aragonés (no escrita directamente por él,
sino a través de varios secretarios) que tiene un gran valor histórico, pues recoge con gran precisión detalle los
acontecimientos más significativos de la vida del monarca, especialmente la conquista de Mallorca y Valencia. La obra
tiene además valor literario, a la altura de la tradición épica de la época.

Tras casi un año de asedio, la fortaleza de Montségur fue tomada, y allí se encontró a unos doscientos cátaros
supervivientes, entre hombres y mujeres, que se negaron a abjurar de sus creencias y fueron condenados a la hoguera dos
días después. A partir de ese momento los inquisidores persiguieron sistemáticamente a los cátaros, que ya no contaban
con el conde de Tolosa o con cualquier otra clase de apoyo.

Mientras tanto, los benimerines, dirigidos por Abú Yahyá, se lanzaron sobre el norte de Marruecos.

El emperador Juan III de Nicea se casó con Constanza, una hija bastarda del emperador Federico II.

Ese año murió el déspota Juan III de Tesalónica, que fue sucedido por su hermano Demetrio Ángelo.

También murió la condesa Juana de Flandes, y fue sucedida por su hermana Margarita.

El sultán ayubí al-Sálih había reforzado considerablemente su ejército con tropas de diversas procedencias. Por una parte
había organizado un ejército de esclavos griegos, cumanos, eslavos y, sobre todo, turcos, que eran comprados por
funcionarios especializados en ello y que eran sometidos a un meticuloso adiestramiento. Se les conoce
como mamelucos, que en árabe significa "esclavos". Los mamelucos tenían un gran sentido de la jerarquía y la disciplina.
El sultán formó con ellos su guardia personal y los instaló en una fortaleza en la isla de Rawda, en el Nilo, frente a El
Cairo.
Por otra parte, al-Sálih había incorporado a su servicio a bandas de jwarizmíes huidas de los mongoles, con las que
destruyó en Gaza el ejército del reino latíno de Jerusalén y volvió a conquistar la ciudad santa. La reacción en Occidente
no se hizo esperar:

En 1245 el Papa Inocencio IV convocó un concilio en Lyon entre cuyas resoluciones figuraban las siguientes:

 La predicación de la séptima cruzada, para recuperar Jerusalén.


 La excomunión del emperador Federico II, al que se le desposeyó también de la corona imperial.
 La deposición del rey Sancho II de Portugal, en favor de su hermano Alfonso III.

El año anterior, el rey Luis IX de Francia había temido por su vida a causa de una enfermedad de la que finalmente se
recuperó, y no fue difícil convencer al piadoso rey de que Dios le había conservado la vida porque su destino era dirigir
la cruzada y tomar Jerusalén. Su madre, Blanca de Castilla, trató de disuadirlo, pero el golpe definitivo lo dio el
emperador Balduino II de Constantinopla, que llegó a París en uno de sus viajes "de negocios", trayendo esta vez nada
menos que la auténtica corona de espinas que llevó Jesucristo durante la pasión. Luis IX hizo construir para ella una
iglesia, la Saint Chapelle (una obra maestra de la arquitectura gótica), e intensificó los preparativos.

Federico II no se vio muy afectado por el concilio de Lyon. Admitió que el Papa podía excomulgarlo, pero no privarle de
una autoridad que no provenía de él. La lucha entre el emperador y el Papa continuó. Inocencio IV no regresó a Italia,
sino que se quedó en Lyon bajo el amparo de Luis IX.

En cuanto a Sancho II, la decisión del concilio se debió a las quejas ante el Papa de la nobleza portuguesa. El rey recabó
ayuda castellana, y entró en guerra con su hermano, el cual prometió en el pacto de París respetar los derechos de la
Iglesia. Alfonso III repudió ese año a su esposa Matilde.

Ese año se trasladó a la Universidad de París un dominico alemán llamado Alberto, cuya fama como filósofo y teólogo
le dio el sobrenombre de Alberto Magno. Había nacido en Colonia, y llegaba a París después de haber enseñado en
numerosas ciudades europeas. Tenía ya algo más de cincuenta años, y afluyeron tantos alumnos a sus clases que pronto
tuvo que darlas al aire libre, en la plaza que pasó a ser conocida como Maubert (abreviatura de Magister
Albertus). Alberto Magno se interesó por los trabajos de los filósofos, teólogos, médicos y matemáticos musulmanes y
judíos, cuyas obras traducidas estaban llegando a Occidente cada vez con más abundancia, así como por las obras de
Aristóteles. Sus estudios le convirtieron en el hombre más culto de su época. Sostenía que es preciso delimitar con nitidez
los campos de la fe y de la razón, y defendió los derechos de ésta dentro de sus límites. Pero lo más innovador fue que se
interesó también por los estudios experimentales, que le llevaron a diversos descubrimientos en el campo de la química.
Es el primer hombre a quien se le atribuye el descubrimiento de un elemento químico: el arsénico.

Apenas llegó a París, Alberto Magno trabó contacto con otro dominico recién llegado, un obeso y callado estudiante de
veintiún años cuyos camaradas llamaban "el buey mudo de Sicilia". Se llamaba Tomás de Aquino. Sus padres eran
condes italianos, y habían enviado a Tomás a la abadía benedictina de Montecasino, donde esperaban que terminara
convirtiéndose en abad. Sin embargo, después de haber estudiado artes y teología en Nápoles, el joven se sintió atraído
por la orden de los dominicos. Al manifestar su intención de ingresar en ella su familia se opuso, y sus hermanos llegaron
a tenerlo retenido durante más de un año. Finalmente, al ver que no podían doblegar su voluntad, lo dejaron libre, y fue
entonces cuando, tras tomar los hábitos, marchó a París.

El rey de Aragón, Jaime I el Conquistador, terminó la conquista del reino de Valencia, hasta los límites pactados con
Castilla.

El conde Pedro II de Saboya cedió a su hermano Tomás II el condado de Piamonte, en el norte de Italia, que se separó
así del condado de Saboya.

En Provenza murió el conde Ramón Berenguer V. Su corte había acogido a numerosos poetas y trovadores. Tuvo cuatro
hijas: Margarita estaba casada con Luis IX de Francia, Leonor con Enrique III de Inglaterra, Sancha con su hermano, el
conde Ricardo de Bretaña y el condado pasó a la única hija soltera: Beatriz I, que al año siguiente, en 1246, se casó
con Carlos, hermano de Luis IX de Francia, que ese mismo año recibió los condados de Anjou y Maine (arrebatados a
Juan sin Tierra por Felipe Augusto). Con él arranca la segunda casa de Anjou (la primera había sido la de los Plantagenet,
que ahora era la casa real inglesa). Así pues, la segunda casa de Anjou era una rama de la famila de los Capetos.
Felipe Augusto y Luis VIII habían acumulado la titularidad de los territorios conquistados a Inglaterra, y ahora Luis IX
los estaba distribuyendo entre sus hermanos, que se volvieron así muy influyentes. Hasta entonces los Capetos habían
tenido que enfrentarse a nobles poderosos, pero contaban con la ventaja de que sus adversarios no pertenecían a la familia
real y ello dificultaba que pudieran aspirar al trono. En cambio, ahora había en Francia varios nobles con los medios
necesarios para aspirar eventualmente al trono de hecho y de derecho (la muerte oportuna de un heredero podía legitimar
totalmente que otro aspirante fuera proclamado rey). Esta política recibió el nombre de apanage (infantazgo, aunque en
francés deriva de "pan") pues teóricamente consistía en dar un sustento a los miembros de la familia. La política era buena
mientras la familia real estuviera cohesionada, pues todo el poder quedaba en la familia, pero si dejaba de estarlo...

El rey Fernando III de Castilla y León conquistó Jaén, tras lo cual Muhammad I de Granada le rindió vasallaje. Los únicos
reinos moros independientes en Al-Ándalus eran ahora Sevilla y un pequeño reino en Niebla. Después de recibir una
importante ayuda económica de la Iglesia, los ejércitos castellanos ocuparon la campiña sevillana y sitiaron la capital.
Poco después murió Berenguela, la madre de Fernando III, que se había encargado del gobierno del reino mientras su hijo
estaba "de reconquista".

El rey Erik Plovpenning de Dinamarca tuvo que enfrentarse a su hermano, el duque Abel, en una guerra civil que llevó
al rey a crear un impuesto sobre el número de arados. Hasta los clérigos tuvieron que pagar impuestos.

Mientras tanto fue elegido por fin el sucesor de Ogoday Kan, que, gracias a las intrigas de su viuda, resultó ser su tercer
hijo, Guyuk. El nuevo gran kan empezó a cobrar impuestos a todos sus súbditos. Encargó la recaudación a un musulmán
llamado Abd al-Rahmán. Sólo el clero estaba exento de todo tributo. Los mongoles se lanzaron nuevamente contra
Mesopotamia.

Ese año murió Yaroslav, el gran príncipe de Vladímir, y Alejandro Nevski fue reconocido como su sucesor. Aunque su
principado, Nóvgorod, no estaba sometido al Imperio Mongol, Alejandro siguió una política prudente, reconoció la
soberanía de la Horda de Oro, aceptó pagar tributos y realizó varios viajes de sumisión a la corte de Batú Kan.
También murieron el rey Colomán I de Bulgaria, que fue sucedido por su hermano de once años Miguel I Asen, mientras
su madre ejercía la regencia; el príncipe Godofredo II de Morea, que fue sucedido por su hermano Guillermo II; y el
sultán de Rum Kayjusraw II. Sus sucesores no ejercieron ya ninguna autoridad. El poder lo detentaba el parwana, el
representante mongol.

También murió Walter, el tercer senescal de Escocia, nieto y tocayo del primer senescal nombrado por el rey David I
casi un siglo y cuarto antes. El título de senescal (stewart o steuart) se había convertido en nombre familiar, por lo que la
familia de los senescales escoceses es conocida como la familia de los Estuardo. Walter fue sucedido por su
hijo Alejandro.

El emperador Juan III de Nicea invadió Tesalónica y entabló negociaciones con el Papa Inocencio IV para
recuperar Constantinopla. El déspota Demetrio murió y su padre, Teodoro Ángelo, se refugió en Épiro, donde gobernaba
su sobrino, el déspota Miguel II.

Conrado, el hijo del emperador Federico II cumplió los dieciocho años y se casó con Isabel, hija del duque de Baviera,
Otón el Ilustre. Federico II de Babenberg se reconcilió con el emperador y pudo recobrar Austria, con la promesa adicional
de que el ducado se convertiría en un reino hereditario, pero el duque murió sin descendencia poco después, en una
expedición contra los húngaros, y con él se extinguió la familia Babenberg. El emperador asignó el ducado a Hermann
de Baden. Al reconciliarse con el emperador, Federico II había roto los acuerdos establecidos en su día con el rey
Venceslao I de Bohemia, entre los cuales se encontraba la cesión de ciertos territorios austriacos. Por ello, Venceslao I
invadió Austria y pretendió convertir en duque a su hijo Ladislao, pero éste fue asesinado en 1247, y una revuelta de la
nobleza lo obligó a compartir la corona con su segundo hijo, Premysl Otakar.

Un grupo de nobles alemanes se rebeló contra el emperador Federico II y eligió rey de romanos al conde Guillermo II de
Holanda.

Ese año murió la condesa Ermesinda II de Luxemburgo, y fue sucedida por su hijo Enrique V, que inició la tercera casa
de Luxemburgo.
Mientras tanto en Japón se había producido una revuelta contra la dictadura militar. Los rebeldes fueron derrotados y sus
bienes confiscados. A partir de ese momento, el shogun se eligió en la familia imperial, pero esto era irrelevante, pues el
poder efectivo lo tenía el shikken (el regente), cargo que siguió en poder del clan Hojo.

El rey Jaime I de Aragón tenía ya tres hijos varones. El mayor era el infante Alfonso, hijo de su primera esposa, Leonor
de Castilla, que tenía alrededor de veinte años, mientras que su segunda esposa, Violante de Hungría, le había dado
a Pedro (de siete años) y Jaime (de cuatro). El rey decidió repartir sus estados entre ellos y así, Alfonso, que hasta
entonces era el heredero de toda la Corona de Aragón, ahora pasó a ser heredero únicamente del reino de Aragón (sin
incluir Cataluña, Valencia, etc.). Esto lo enemistó con su padre, y en sus aspiraciones contó con el apoyo de Pedro de
Portugal.

El apoyo castellano al rey Sancho II de Portugal frente a su hermano Alfonso III no sirvió de nada al rey portugués, pero
sí a Castilla, pues Fernando III logró que los territorios de Extremadura, conquistados recientemente por las órdenes
militares portuguesas, se incorporaran a su reino. En 1248 Sancho II se rindió y se retiró a Toledo, donde murió poco
después. Alfonso III no respetó lo acordado en el pacto de París, sino que restringió aún más los derechos del clero.

Sevilla se rindió finalmente al asedio de Fernando III de Castilla y León, quien se instaló en ella y la convirtió en capital
del reino, ya que desde allí pudo terminar la conquista. Pocos meses después, los únicos reductos moros en la península
Ibérica eran los reinos de Granada y Murcia, vasallos de Castilla, y el reino de Niebla.
Fernando III había conquistado en treinta años más tierras que sus antepasados en tres siglos. Este rápido avance lo
obligó a tomar decisiones rápidas sobre la administración de las nuevas tierras. Tradicionalmente, la mayoría de la
población musulmana había retrocedido a medida que avanzaban las fronteras de los reinos cristianos. Los moros que
decidían permanecer en un territorio cuando éste era conquistado por los cristianos eran una minoría, que se dividía
en mudéjares (los que conservaban su religión islámica) y moriscos (los que se convertían al cristianismo). Esta
división era muy imprecisa, pues a menudo se producían conversiones fingidas y apostasías. Mudéjares y moriscos
constituian un sector lo suficientemente relevante como para dejar su huella cultural en los reinos cristianos (al
transmitir la cultura árabe, mucho más avanzada), pero al mismo tiempo eran un sector insignificante desde un punto de
vista socioeconómico. Los reinos cristianos habían desarrollado una larga tradición de repoblación de los territorios
conquistados por la que se distribuían las tierras, se ofrecían incentivos a los colonos dispuestos a ocupar tierras
fronterizas, etc. Esto cambió radicalmente con el rápido avance cristiano de las últimas décadas. Castilla absorbió una
ingente cantidad de mudéjares/moriscos que no tenía físicamente espacio para retroceder aunque lo hubiera querido. Su
destino fue variado. Algunos fueron embarcados hacia África; de entre los que se quedaron, en general, fueron
expulsados de las ciudades y obligados a vivir en el campo como jornaleros. Los mudéjares que permanecieron en las
ciudades a menudo eran obligados a vivir en barrios separados, a pagar impuestos adicionales y a llevar distintivos en el
vestido. Respecto a los moriscos, teóricamente pasaban a ser cristianos corrientes, pero no fueron aceptados entre la
población, que nunca dejó de desconfiar de ellos. Durante siglos, ser "cristiano viejo", es decir, no descendiente de
mudéjares, fue una honra hasta para el más humilde campesino. Teóricamente, los acuerdos de capitulación de las
ciudades convenían en que se respetaría la libertad de culto de los musulmanes, si bien estos acuerdos nunca se
cumplían en su totalidad y, aunque hubo cierto grado de tolerancia, las presiones hacia la conversión fueron grandes.
Por otra parte, la rapidez de la conquista hizo que los territorios tuvieran que distribuirse también rápidamente. En el sur
de la península se formaron grandes latifundios que Fernando III entregó a parientes, obispos y a las órdenes militares.
Estos latifundios han condicionado la socioeconomía del sur de España desde entonces hasta nuestros días.

Jaime I fue más minucioso en el reparto de tierras. En Mallorca la población musulmana fue mayoritariamente expulsada
y la isla se repobló con catalanes: la nobleza y el obispo de Barcelona se quedaron la mitad de la isla, y la otra mitad se
repartió entre el infante primogénito, la orden del Temple, funcionarios reales y hombres de ciudades y villas reales. En
Valencia la mayoría de las ciudades fueron tomadas por capitulación, por lo que en ellas permaneció una gran masa de
moriscos. Las tierras fueron distribuidas tanto entre los nobles como entre gente común de la Corona de Aragón, y no se
formaron latifundios. Los colonos eran tanto catalanes como aragoneses, lo que produjo una situación lingüística un tanto
caótica: en algunas zonas de Valencia la población hablaba el catalán (una lengua afín al provenzal y al francés) y en
otras el aragonés (una lengua más afín al castellano).

Fue Alfonso III quien se encargó, a lo largo del año siguiente, de terminar la conquista y repoblación del Algarve (la
región meridional de Portugal), donde permaneció una numerosa población de musulmanes y judíos, aunque los territorios
fueron concedidos a colonos procedentes mayoritariamente de la región de Oporto.

Manfredo, el hijo bastardo de Federico II al que éste había nombrado príncipe de Tarento, se casó con Beatriz, hija del
conde Amadeo IV de Saboya. Ese año murió Cunegunda, la esposa del rey Venceslao I de Bohemia y prima del
emperador. En Florencia los güelfos fueron expulsados por los gibelinos, dirigidos por Farinata degli Uberti.

También murieron el duque Enrique II de Brabante, que fue sucedido por su hijo Enrique III, y el conde Otón III de
Borgoña, que fue sucedido por su hija Adelaida.
Un franciscano sexagenario llamado Juan del Pian Carpino escribió la Historia de los mongoles, en la que narra la
expedición que había llevado a cabo dos años antes al territorio mongol, por encargo del Papa Inocencio IV. En principio
su misión era la de convertir a los mongoles al cristianismo, pero, examinada la situación, no consideró prudente intentarlo
y regresó a Lyon. En su libro recoge observaciones geográficas, económicas, militares y políticas, y plasma su admiración
por aquel pueblo. Es la descripción más antigua de Asia Central.

El gran kan Guyuk murió tras tan sólo dos años de reinado. Nuevamente se inició el largo proceso de reunir a todos los
jefes mongoles para elegir a un sucesor.

LA SÉPTIMA CRUZADA
En 1248 el rey Luis IX de Francia dejó su reino al cuidado de su madre, Blanca de Castilla, y marchó a Oriente al frente
de la séptima cruzada, acompañado de sus hermanos, el conde Roberto I de Artois y el conde Carlos de Anjou, así como
del duque Hugo IV de Borgoña.

Aprovechando la ausencia del rey francés, Simón de Montfort se nombró gobernador de Aquitania y marchó al continente
para poner orden y consolidar la autoridad inglesa sobre el ducado.

El año anterior, el sultán de Egipto al-Sálih había arrebatado Tiberíades y Ascalón al reino de Jerusalén, pero al llegarle
la noticia de que Luis IX había desembarcado en Chipre decidió regresar a Egipto.

Luis IX decidió seguir el modelo de la quinta cruzada: tomaría Damietta y, previsiblemente, el sultán estaría dispuesto a
cambiarla por Jerusalén. Así, en 1249 partió de Chipre con destino a Egipto. El rey de Chipre, Enrique I de Lusignan, se
unió a la expedición. De acuerdo con lo planeado, los cruzados tomaron Damietta y al-Ádil ofreció canjearla por Jerusalén,
pero, al igual que sucedió en la quinta cruzada, Luis IX consideró, ante la facilidad con la que habían vencido, que no
había motivos para negociar, y se dispuso a conquistar El Cairo. Conocedor de la historia, no cometió el error fatal que
causó el desastre de la quinta cruzada, y esperó a que las aguas del Nilo volvieran a su cauce. Avanzó y llegó hasta la
ciudad de Mansura, donde se había reunido el ejército musulmán.
Mientras tanto moría el conde Raimundo VII de Tolosa. Dejó como heredera a su hija Juana, que estaba casada con el
conde Alfonso de Poitiers, hermano del rey Luis IX. El control capeto sobre el condado fue absoluto a partir de este
momento.

En Escocia moría el rey Alejandro II, que fue sucedido por su hijo Alejandro III.

En Alemania murió Rodolfo III, que compartía el título de conde de Habsburgo con su sobrino Rodolfo IV, el Landgrave
de la Alta Alsacia. Su hijo Godofredo I heredó el título condal.

También murió Abú Zakariyya, el rey de Túnez. Su hijo, Abú Abd Allah, tomó el título de Califa y adoptó el nombre
de al-Mustansir.

El obispo Enrique de Uppsala predicó una cruzada contra los fineses, en parte porque eran paganos y en parte porque
los fineses comerciaban con Nóvgorod más que con Suecia. Los ejércitos suecos se lanzaron sobre Finlandia, dirigidos
por Birger Jarl, el cuñado del rey Erik Eriksson.

Alberto Magno había regresado de París a su ciudad natal, Colonia, donde fue nombrado rector de la universidad. Le
acompañó su discípulo, Tomás de Aquino.

A finales de año, con los cruzados a las puertas de Mansura, murió el sultán al-Sálih, pero su viuda, Sayarat al-
Durr, mantuvo esta muerte en secreto y confió el heredero, Turán Sha, a los mamelucos. De este modo evitó que las
disputas sucesorias pudieran dividir a los musulmanes y ayudar a los cristianos. El 8 de febrero de 1250 Luis IX lanzó un
ataque por sorpresa contra los egipcios que tuvo un gran éxito, pero su hermano Roberto de Artois se lanzó a una
persecución insensata con sus hombres que acabó con la aniquilación de sus columnas y su propia muerte. Entonces
intervinieron los mamelucos, que contraatacaron hasta forzar la retirada de los cruzados. Se inició una persecución que
duró varios meses, en los que las enfermedades hicieron estragos en los ejércitos cristianos. Mientras tanto trascendió la
muerte del sultán, y los mamelucos vieron con malos ojos a Turán Sha, que había permanecido escondido durante la
batalla contra los cruzados. Lo asesinaron y proclamaron sultana a Sayarat al-Durr. Ésta designó como sucesor a un joven
príncipe ayubí, y encomendó la regencia a un mameluco llamado Aybak.
El 6 de abril los musulmanes rodearon a los cruzados, hicieron una matanza y capturaron a sus jefes, entre ellos Luis IX,
su hermano Carlos y el duque Hugo IV de Borgoña. En Francia se proyectó una cruzada popular de pastores y campesinos
que pretendían liberar a su rey, pero degeneró en una revuelta y Blanca de Castilla tuvo que acabar con él. La reina reunió
hombres y dinero por sus propios medios para rescatar a sus hijos, que para ser liberados tuvieron que entregar, además,
Damietta. (El duque quedó cautivo.)

Richard de Fournival, canciller de la catedral de Amiens, hizo una relación de obras que sería deseable obtener para la
biblioteca de la catedral, y en ella figuraban cuatro libros de un tal Jordanus Nemorarius, del que se sabe poco más que
su origen alemán y que murió en el mar de regreso de un viaje a Tierra Santa. Lo que sí se conocen son muchas de sus
obras: la Demonstratio de algorismo explica el sistema de numeración arábigo, la Demonstratio de minutiis trata de
fracciones, De elementis mathematicae artis y el Liber phylotegni de triangulis son libros de texto sobre álgebra y
geometría; pero su obra más notable es De numeris datis, que es el primer tratado de álgebra avanzada escrito en Europa.
En él continúa el trabajo de al-Khwarizmi sobre resolución de ecuaciones, pero con la diferencia de que da fórmulas
generales en lugar de ejemplos concretos y, por primera vez, usa letras para representar cantidades arbitrarias. También
tiene un tratado de astronomía matemática llamado Planisphaerium, un Tractatus de sphaera, y un tratado de estática
titulado De ratione ponderis, en el que enuncia principios sobre pesos y balanzas.

El rey Erik Plovpenning de Dinamarca murió asesinado por su hermano y sucesor, el duque Abel.

Las cortes de Alcañiz zanjaron las desavenencias entre el rey Jaime I de Aragón y su hijo Alfonso a causa del testamento
del monarca. Se estableción que Alfonso no sólo heredaría Aragón y Cataluña, sino también el reino de Valencia.

El sueco Birger Jarl había ocupado el sureste de Finlandia cuando su cuñado, el rey Erik Eriksson, murió sin descendencia.
Entonces Jarl logró que su hijo Valdemar, de diez años de edad, fuera elegido rey, de modo que él mismo ejerció de
regente. Se inició así una nueva dinastía en Suecia, la de los Folkung. Jarl estableció su capital en Estocolmo. Finlandia
se convirtió en campo de batalla entre los suecos y los rusos de Nóvgorod.
Los benimerines, dirigidos por Abú Yahyá, dominaban el norte de Marruecos y formaron un reino con capital en Fez. Los
almohades conservaban aún la parte sur de su antiguo imperio.

Los siameses formaron un nuevo reino independiente con dos capitales gemelas: Sukhotai y Si Sacchanalai. Poco
después surgió un segundo reino vecino conocido como Lan Na, cuyo primer soberano fue Mangrai.

El 13 de diciembre murió el emperador Federico II. Poco antes se había casado con Bianca Lancia, la madre de su hijo
Manfredo (y de Constanza, la esposa de Juan III de Nicea). De este modo Manfredo, el príncipe de Tarento, dejaba de
ser bastardo. Su hermano Conrado, el rey de Jerusalén, heredó el reino de Sicilia y, teóricamente, puesto que era rey de
romanos, se convertía en el nuevo emperador, Conrado IV, pero tenía como rival al conde Guillermo II de Holanda. El
Papa, que tenía que coronar al emperador, se convertía en una pieza dicisiva. En enero de 1251 Inocencio IV dejó Lyon
para volver a Roma, desde donde se enfrentó a Manfredo, que estaba devastando el sur de Italia para sofocar una rebelión
de la nobleza.

Privado del apoyo de Federico II, el duque de Austria Hermann de Baden no pudo conservar el ducado, que pasó
finalmente a Otakar, el hijo del rey Venceslao I de Bohemia.

Mindaugas, el rey de los lituanos, se convirtió al cristianismo y fue coronado con la bendición de Inocencio IV. Una
sobrina del Papa llamada Beatriz se casó con el conde de Piamonte, Tomás II de Saboya.

Ese año murió el príncipe de Antioquía y conde de Trípoli Bohemundo V, que fue sucedido por su hijo Bohemundo VI.

En Lorena murió el duque Mateo II, que fue sucedido por Federico III.

También murió Violante de Hungría, la esposa del rey Jaime I de Aragón.

El rey Alejandro III de Escocia se casó con Margarita, de trece años de edad, hija del rey Enrique III de Inglaterra.
Mientras tanto, un franciscano de treinta y un años llamado Roger Bacon regresaba a Oxford después de haber pasado
quince años en París. Como era común en los círculos intelectuales de la época, se había interesado por la obra de
Aristóteles, sobre la que había escrito unos comentarios, y en los últimos cuatro años se había consagrado a los estudios
científicos.

Finalmente, los mongoles eligieron un nuevo gran kan, que resultó ser Mangú Kan, primogénito de Tuli, el hijo menor
de Gengis Kan. Fue elegido en gran parte por el apoyo de su primo Batú Kan. Ese año los mongoles llegaron al Tibet. El
territorio estaba desgarrado entre las ambiciones de los clanes aristocráticos y los lamas budistas, pero se llegó a un
simulacro de unidad para negociar con los invasores. Saskya Pandita reconoció el dominio mongol y se hizo nombrar
su representante, con lo que se convirtió en gobernador del Tibet central.

En 1252 Manfredo aplastó definitivamente a la nobleza rebelde y logró que su autoridad fuera reconocida en el sur de
Italia.

Un cátaro llamado Pedro de Verona murió en un "interrogatorio" de la Inquisición. Es el primer caso conocido en el que
el Santo Tribunal usó la tortura, técnica que no tardó en volverse habitual, dados los excelentes resultados que
proporcionaba.

Tomás de Aquino abandonó Colonia y a su maestro, Alberto Magno, para volver a París y terminar sus estudios.

La actuación en Aquitania de Simón de Montfort había suscitado muchas quejas y el rey Enrique III lo destituyó de su
cargo de gobernador.

Ese año murió Blanca de Castilla, la madre del rey Luis IX de Francia. Gobernó Francia hasta poco antes de morir,
mientras su hijo seguía en Oriente, embarcado en la séptima cruzada.

También murió su sobrino, el rey Fernando III de Castilla y León, hoy en día san Fernando, o Fernando III el
Santo. Fue sucedido por su hijo, Alfonso X.
En Dinamarca murió el rey Abel, que fue sucedido por su hermano Cristóbal I. Pasó la mayor parte de su reinado
luchando contra los obispos.

Teodoro Ángelo convenció a su sobrino, el déspota de Épiro Miguel II, para que atacara al emperador Juan III de Nicea,
pero la ofensiva fue un fracaso, Teodoro fue encarcelado y murió al poco tiempo.

En 1253 murió el rey de Navarra, y conde de Champaña, conocido como Teobaldo I el Trovador. El sobrenombre era
justo, pues había compuesto poesías amorosas de entre las mejores de la época. Fue sucedido por su hijo Teobaldo
II. Tenía entonces dieciocho años, y su madre, Margarita de Borbón, tuvo que ejercer de regente ante las pretensiones de
Alfonso X de Castilla, que aspiraba al trono navarro. Para ello firmó una alianza con Alfonso de Aragón, el hijo del rey
Jaime I.

El conde Álvaro II de Urgel llegó a sus dominios desde Castilla, donde había recibido la noticia de su nombramiento diez
años antes. Tras diez años sin conde, el condado estaba revuelto. Diversas familias se lo disputaban, y en la disputa
intervino el propio Jaime I, que se quedó con buena parte del territorio. Mientras tanto estalló una revuelta de musulmanes
en Valencia, alentada por Pedro de Portugal.

Ese año murió santa Clara de Asís, la fundadora de la orden de las clarisas. Entonces el Papa Inocencio IV aprobó la
regla compuesta por santa Clara a partir de la "forma de vida" redactada por san Francisco de Asís, con lo que las clarisas
fueron reconocidas como una orden mendicante dedicada a la contemplación y al trabajo.

En Bohemia murió el rey Venceslao I, y fue sucedido por su hijo Otakar II, que ya compartía el trono con él desde hacía
unos años. El nuevo rey, y duque de Austria, se dedicó a reorganizar sus estados desarrollando la burguesía y debilitando
a la nobleza.

En Baviera murió Otón el Ilustre, duque de Baviera y conde palatino del Rin. Sus hijos Enrique XIII y Luis
II gobernaron Baviera conjuntamente, mientras que el segundo heredó también el Palatinado.
También murió el conde Amadeo IV de Saboya, que fue sucedido por su hijo Bonifacio, de nueve años de edad. El
condado quedó en manos de su tío Pedro, cuya hija Beatriz se casó entonces con el delfín Guigues VII. Delfín era el
título que llevaban los señores del Delfinado, un territorio que formaba parte de lo que había sido el reino de Borgoña,
formado por la expansión del condado de Viennois sobre algunos condados vecinos. Parece ser que el título se remontaba
a un antiguo escudo de armas, en el que aparecía la figura de un delfín.

En Chipre murió el rey Enrique I, que había regresado de la cruzada poco antes. Fue sucedido por su hijo Hugo II.

El mongol Mangú Kan encargó a su hermano Hulagu a terminar la conquista de Irán, el cual empezó a reunir y preparar
una horda.

El mameluco Aybak derrotó al sultán de Damasco y él mismo se nombró sultán de Egipto en 1254, tras destronar al
príncipe al que se suponía que protegía. Luego se casó con Sayarat al-Durr, la viuda del sultán al-Sálih. Inauguró así la
dinastía de los sultanes mamelucos.

Mangú Kan recibió en Karakórum a Guillermo de Rubroek, enviado por el rey Luis IX de Francia para entablar una
alianza contra los turcos. El rey trató también de llegar a un acuerdo con la secta de los asesinos, pero tuvo que abandonar
sus planes y vover a Occidente, ya que, desde la muerte de su madre, se requería imperiosamente su presencia en Francia.
Ese año fue liberado el duque Hugo IV de Borgoña que, al contrario que el rey francés, permaneció en Tierra Santa. No
obstante, la séptima cruzada se podía dar por concluida en un rotundo fracaso.

Poco después Mangú Kan partió junto con su hermano Qubilay para atacar la China de los Song.

Luis IX volvió desencantado de su aventura en el este, y sin querer saber nada de ninguna otra guerra, por lo que abrió
negociaciones con Enrique III de Inglaterra para zanjar definitivamente las disputas entre ambos países.

El rey Jaime I de Aragón confirmó en Monteagudo y Estella la alianza establecida el año anterior entre su hijo Alfonso y
Margarita de Borbón, la madre del rey Teobaldo II de Navarra, contra las pretensiones de Alfonso X de Castilla.
El rey castellano publicó el Fuero Real de Castilla, un código legal basado en los distintos textos tradicionales castellanos
y leoneses que pretendía unificar la legislación de los reinos de León y Castilla. Hasta entonces cada región o incluso
cada ciudad o municipio tenía sus propias leyes, y el Fuero Real fue el primer paso para unificar el derecho
castellanoleonés. (Alfonso VIII, Alfonso IX y Fernando III el Santo lo habían intentado también, pero sus códigos legales
terminaron aplicándose únicamente a los territorios nuevos que conquistaron).

El rey Alfonso III de Portugal se casó con Beatriz de Castilla, hija natural de Alfonso X, lo que le ocasionó prolongados
conflictos con la Iglesia. A su vez, Leonor, una hermana de Alfonso X, se casó con Eduardo, el hijo del rey Enrique III
de Inglaterra. El rey donó a su hijo los territorios galeses dominados por Inglaterra.

En Italia murió Conrado IV, teóricamente emperador del Sacro Imperio Romano, si bien nunca llegó a ser coronado como
tal. Su hijo Conrado V, de dos años de edad, más conocido como Conradino, heredó los títulos de duque de Suabia, rey
de Sicilia y rey de Jerusalén. Su tío Manfredo ejerció como regente del reino de Sicilia y combatió al Papa Inocencio IV,
que no aceptaba a Conradino como nuevo emperador al igual que no había aceptado a su padre. Inocencio IV murió ese
mismo año.

Los cardenales eligieron como nuevo Papa a Rinaldo dei Signori di Ienne, que adoptó el nombre de Alejandro
IV. Continuó la lucha contra Manfredo, aunque sin éxito.

El conde Guillermo II de Holanda fue finalmente reconocido como emperador por los príncipes alemanes, pero que lo
reconocieran no significa que lo apoyaran. Su autoridad fue prácticamente nula.

También murió el emperador de Nicea, Juan III Ducas Vatatzes, y fue sucedido por su hijo Teodoro II Ducas
Lascaris. Recurrió a hombres salidos de las clases medias, confió la dirección del gobierno a su amigo Jorge Myzalon, y
en 1255 puso la Iglesia bajo el mando de Arnesio. Estos apoyos disgustaron a la nobleza y a algunos dignatarios
eclesiásticos, pero el emperador logró la confianza del pueblo y pudo formar un poderoso ejército con el que derrotó a
los búlgaros.
Alejandro IV canonizó a Santa Clara de Asís, de la que se contaba que con sus oraciones había alejado a los sarracenos
que asediaban su ciudad natal. También nombró rey de Sicilia al conde de Lancaster, Edmundo el Jorobado. Para tomar
la corona sólo tenía que derrotar a Manfredo.

El rey Teobaldo II de Navarra se casó con Isabel, hija del rey Luis IX de Francia.

Jaime I terminó con la revuelta de Valencia. El infante Pedro de Portugal se sometió al serle devuelta la isla de Mallorca.

El rey Alfonso X de León y Castilla tuvo que hacer frente a una rebelión en Andalucía encabezada por su
hermano Enrique.

Ese año murió el príncipe mongol Batú Kan.

En África murió Sundiata Keita, el emperador de Mali. Durante su reinado extendió sus fronteras hasta el Atlántico,
englobando incluso a su antiguo opresor, el reino de Sosso. Sundiata fue sucedido por su hijo mansa Ulé, que terminó de
consolidar la estabilidad comercial del Imperio y su apertura al mundo musulmán.

LA CAÍDA DE BAGDAD
En 1255 los hermanos Luis II y Enrique XIII, duques de Baviera, decidieron repartirse sus posesiones. El primero se
quedó con el Palatinado y la Alta Baviera, mientras que el segundo se quedó con la Baja Baviera. Esta división era un
primer síntoma de la debilidad del emperador, a la sazón Guillermo II de Holanda. En 1256 atacó a los frisones (vecinos
y enemigos de los holandeses) y éstos lo mataron al devolverle el ataque. Holanda pasó a su hijo Florencio V, bajo cuyo
gobierno el condado vivió un gran desarrollo económico (pesca, comercio marítimo, trabajo de la lana inglesa).

Los príncipes electores se reunieron y Ricardo de Cornualles (el hermano del rey Enrique III de Inglaterra) logró que el
arzobispo de Colonia lo propusiera como candidato a rey de romanos, sin embargo, a pesar de la presencia del candidato,
no se llegó a un acuerdo y sus detractores buscaron una alternativa: alguien emparentado con los Hohenstaufen y que no
tuviera enemigos en Alemania. Propusieron al rey Alfonso X de León y Castilla, hijo de Beatriz de Suabia, prima del
emperador Federico II. Los dos fueron elegidos reyes de romanos y ninguno lo fue. Ni los príncipes alemanes ni el Papa
los reconocieron. Se inició así un largo periodo conocido como el gran interregno, en el que el Sacro Imperio Romano
no tuvo emperador. Alfonso X empezó entonces a invertir grandes sumas de dinero en apoyo de su candidatura, sin
obtener ningún resultado (más bien sus fracasos le hicieron perder prestigio ante sus súbditos). La falta de apoyo imperial
desequilibró a algunas ciudades italianas.

Mejor le iba al Imperio de Nicea. El emperador Teodoro II obligó al rey Miguel I Asen de Bulgaria a cederle la fortaleza
de Tsepaina, que defendía Tracia. Miguel I pasó el trono a su sobrino Colomán II y murió al año siguiente. Antes de
que acabara el año, Colomán II fue sucedido su primo por Juan Mitso.

La condesa Margarita de Flandes había heredado los condados de Flandes y Hainaut de su hermana Juana. Margarita
había estado casada con el Bouchard de Avesnes y luego con Guillermo II de Dampierre, y había tenido hijos con
ambos, que ahora se disputaban los condados. Tras la mediación del rey Luis IX, se resolvió el conflicto salomónicamente:
Flandes pasó a los Dampierre y Hainaut a los Avesnes.

Eduardo, el hijo del rey Enrique III de Inglaterra, se había dedicado a extender los territorios galeses que le había asignado
su padre, a costa de Gales, naturalmente, y los galeses se alzaron en armas bajo la dirección de Llewelyn II ap
Gruffydd, rey de uno de los muchos diminutos reinos en que se hallaba dividida la región.

Ese año Tomás de Aquino obtuvo el título de maestro en Teología por la Universidad de París, tras comentar, como era
obligatorio, el libro de Sentencias de Pedro Lombardo. No tardó en ocupar una de las dos cátedras reservadas a los
dominicos en la Universidad de París. También acabó sus estudios su amigo Juan de Fidanza, un franciscano más
conocido como Buenaventura, que fue elegido entonces general de su orden. Poco antes, un profesor de la universidad
de París llamado Guillaume de Saint-Amour había publicado el Tractatus de periculis nouissimorum
temporum, (Tratado de los peligros de los tiempos recientes) en el que se oponía a las pretensiones de las órdenes
mendicantes de enseñar en la Universidad de París. Saint-Amour contaba con el respaldo del clero secular de la Facultad
de Teología, pero Buenaventura se dedicó a rebatir estos ataques y el Papa Alejandro IV condenó su tratado.
El rey Alfonso X de León y Castilla reconoció finalmente a Teobaldo II como rey de Navarra, y firmó la paz de Soria, en
la que el rey navarro estuvo representado por Jaime I de Aragón. Por otra parte, Jaime I logró que Pedro de Portugal
renunciara (poco antes de morir) a la isla de Mallorca, en favor del infante Jaime, que cumplía entonces trece años.

Hulagu, el hermano del gran kan Mangú, llegó finalmente a Irán al frente de una formidable horda, con la que destruyó
la fortaleza de Alamut, el cuartel general de la secta de los asesinos. En dos años, los asesinos fueron exterminados en
Irán, aunque algunos sobrevivieron en Siria. En Alamut se encontraba el astrónomo Nasir al-Din al-Tusi, que más de
treinta años atrás había aceptado la invitación del jefe de los asesinos para trasladarse a Alamut, poco después de que
Gengis Kan devastara Tus, la ciudad natal de al-Tusi. Hulago lo trató con respeto y al-Tusi se mostró encantado de unirse
a él como consejerio científico y encargado de los asuntos religiosos. No está claro si al-Tusi se consideraba prisionero
de los asesinos o si más bien tuvo la habilidad de cambiar de bando en el momento oportuno.

Un pueblo azteca llamado Tenochca, dirigido por Huitzilihuitl, se asentó en Chapultepec, pero los culhuas, que
habitaban la región, expulsaron a una parte y redujeron a la esclavitud a la otra.

En 1257 el Papa Alejandro IV extendió la Santa Inquisición a todo el reino de Francia. Robert de Sorbon, un teólogo
francés, clérigo de Luis IX, afamado predicador, fundó en París un pensionado para maestros y estudiantes pobres en el
que se enseñaba teología. Desde entonces el centro es conocido como La Sorbona. Adquirió influencia rápidamente y
reunió una rica biblioteca.

En la Universidad de Oxford se le prohibió la enseñanza a Roger Bacon, que se trasladó entonces a París. En los últimos
años había escrito sus obras De speculis, De mirabili potestate artis et naturae, Metaphysica, De multiplicatione
specierum y De computo naturali. En ellas se reveló como uno de los científicos más avanzados de su tiempo: fue uno
de los primeros en darse cuenta de la inexactitud del calendario juliano; compendió y señaló los puntos débiles del sistema
de Ptolomeo; en óptica enunció las leyes de la reflexión, de la refracción, comprendió los espejos esféricos e ideó una
teoría para explicar el arco iris; describió varios ingenios mecánicos: barcos, coches y máquinas voladoras; en química se
le considera el inventor de la pólvora de cañón, aunque tal vez tomó la fórmula de los árabes.
También fue uno de los primeros en apartarse de la doctrina escolástica al propugnar con entusiasmo una ciencia
experimental:

La ciencia experimental no recibe la verdad de manos de ciencias superiores; es ella la dueña.

Distinguió dos clases de observación empírica: una pasiva y vulgar, otra activa y científica.

El rey Alfonso X de León y Castilla sofocó la revuelta de su hermano Enrique, que marchó al servicio del Califa de
Túnez.

Ese año murió Aybak, el sultán de Egipto, asesinado por orden de su esposa Sayarat al-Durr, y fue sucedido por su
hijo Alí, que a su vez hizo asesinar a Sayarat.

Los mongoles fueron rechazados por los vietnamitas. Mientras tanto, tras unos años de desorden, la Horda de Oro quedó
bajo el gobierno de Baraka Kan, hermano de Batú Kan y nieto de Gengis Kan.

La nobleza búlgara no estaba contenta con su rey Juan Mitso, y lo sustituyó por Constantino Tech, emparentado por
parte de madre con la familia real servia. Inmediatamente repudió a su esposa y se casó con Irene, hija del emperador
Teodoro II de Nicea y de Elena Asen, hermana del rey Miguel I y tía de Juan Mitso. Entonces cambió su nombre por el
de Constantino Asen. Por otra parte, Teodoro II casó a otra de sus hijas, María, con Nicéforo, hijo del déspota de Épiro
Miguel II, que se vio obligado a cederle extensos territorios. Luego Miguel II se alió con los servios contra Teodoro II.
El emperador murió inesperadamente en 1258, y dejó como heredero a un niño de ocho años, Juan IV Ducas
Lascaris. La regencia quedó en manos de Jorge Myzalon.

En febrero, el mongol Hulagu tomó Bagdad. Mustasem, el último Califa abasí, fue torturado, cosido dentro de un saco y
pisoteado por los caballos de los vencedores. (Otra versión sospechosamente moralista cuenta que el Califa fue condenado
a morir de hambre encerrado en un aposento con sus tesoros.) Bagdad fue incendiada tras diecisiete días de saqueo y,
durante un tiempo, su emplazamiento fue reducido a un desierto. Se calcula que murieron unas ochocientas mil personas.
A medio plazo, la destrucción de Bagdad fortaleció al Imperio de Trebisonda, que canalizó el comercio con la India.
Manfredo, el príncipe de Tarento y regente del reino de Sicilia, propaló el rumor de la muerte del rey Conradino, que
tenía entonces seis años, y se hizo coronar rey de Sicilia en Palermo. Su esposa Beatriz de Saboya había muerto el año
anterior y, para reforzar su posición, se casó con Elena, hija del déspota Miguel II de Épiro.

La falta de apoyo imperial había debilitado el dominio gibelino sobre Florencia. Farinata degli Uberti trató de entregar la
ciudad a Manfredo, pero finalmente los güelfos, capitaneados por Guido Guerra, lograron expulsarlo de la ciudad junto
a sus correligionarios, que se refugiaron en Siena.

El rey Enrique III de Inglaterra se negaba a aceptar los acuerdos de paz que le proponía Luis IX de Francia. Estaba
perdiendo todos sus territorios franceses, pero se obstinaba en conservarlos por la fuerza, y el problema era que carecía
de la fuerza necesaria. Por otra parte, su hijo Edmundo el Jorobado demandaba más y más dinero para combatir a
Manfredo en Sicilia y convertirse en rey, según lo acordado con el Papa Alejandro IV. Estos hechos terminaron
provocando una insubordinación de la nobleza, dirigida por Simón de Montfort. Los amotinados se reunieron en Oxford
y redactaron las Provisiones de Oxford, un plan de reforma de la monarquía que establecía un control del rey por un
consejo de barones de quince miembros. Enrique III se vio obligado a aceptar.

Con quien sí que llegó a un acuerdo Luis IX fue con Jaime I de Aragón. Firmó con él el tratado de Corbeil, por el que
Jaime I renunciaba a toda reivindicación sobre los territorios del sur de Francia (Tolosa, Provenza, etc.) a cambio de la
renuncia por parte de Luis IX a los derechos que, como descendientes de Carlomagno, alegaban los reyes franceses sobre
los condados catalanes, incluidos Rosellón y Cerdaña (que ahora son franceses). Hasta este momento, los reyes de Francia
se habían titulado condes de Barcelona y de los demás condados catalanes, aunque su autoridad sobre tales territorios
fuera nula en la práctica. En dicho tratado se acordó también el matrimonio entre Felipe, el heredero de Luis IX,
e Isabel, una de las hijas de Jaime I.

Al mismo tiempo, una hija de Luis IX, llamada también Isabel, se casaba con el rey Teobaldo II de Navarra, conde de
Champaña, y una hermana de éste, llamada Beatriz, se casó con el duque Hugo IV de Borgoña.
Ese año murió Abú Yahyá, el rey de los benimerines, y fue sucedido por su hermano Abú Yúsuf Yaqub. El nuevo rey
inició una campaña contra los almohades, que dominaban el sur de Marruecos.

En Nicea, el regente Jorge Myzalon fue asesinado, y un general llamado Miguel Paleólogo ocupó su lugar. Miguel tenía
un pasado turbio. Ese mismo año había caído en desgracia acusado de traición y se había refugiado entre los turcos, pero
Teodoro II, poco antes de morir, le había concedido el perdón y lo había puesto al frente de las tropas que combatían a
Miguel II de Épiro. Probablemente estuvo detrás del asesinato de Myzalon, y las sospechas contra él hicieron que se le
exigiera una prueba común en Occidente: Debía coger con las manos una bola candente. Si era inocente, Dios no
permitiría que se quemara, y si se quemaba...

Miguel era inteligente y no tuvo inconveniente alguno en someterse a la prueba. Sólo exigió que, en lugar de recoger la
bola del altar de una iglesia, como se le proponía, la recibiera de las propias manos del Patriarca de Nicea, que, puesto
que era un hombre santo, no corría ningún riesgo de quemarse. Entonces el Patriarca aseguró que Miguel merecía toda
su confianza y que la prueba no era en absoluto necesaria. El 1 de enero de 1259 Miguel se convirtió en Miguel
VIII, emperador asociado. Poco después derrotó al príncipe Godofredo II de Morea en la batalla de Paflagonia, tras la
cual Godofredo II tuvo que ceder a los bizantinos numerosas fortalezas del sur del Peloponeso, que Miguel VIII organizó
estableciendo su capital en Mistra.

Presionado por la nobleza, Enrique III de Inglaterra se avino a firmar la paz con Luis IX de Francia. En el tratado de
París Luis IX reconoció a Enrique III como duque de Aquitania, pero entendiendo que el territorio correspondiente a este
título se reducía a la parte costera de Gascuña, conocida como Guyena. Por otra parte, Luis IX le entregó a Enrique III
una suma de dinero destinada a reforzar su autoridad frente a la nobleza inglesa. En el tratado de París prevaleció frente
a otros intereses la voluntad de Luis IX de llegar a una paz sólida con Inglaterra. Una buena parte de los habitantes de los
territorios entregados a Enrique III no quería el gobierno inglés, y los propios consejeros del rey le dijeron que entregaba
lo que poseía, mientras que Enrique recibía lo que no poseía.
Otra peculiaridad del tratado de París (aparte de su inusitada generosidad) fue que no estaba redactado en latín, sino en
francés, y no en el dialecto normando, que todavía era la lengua oficial de la corte inglesa, sino en el dialecto de París,
que con el tiempo se iba a convertir en la lengua de la diplomacia europea.

Ese mismo año Enrique III concertó el matrimonio de su hija Beatriz con Juan, el hijo del duque Juan I de Bretaña.

En los últimos años, Tomás de Aquino había empezado a publicar sus primeras obras importantes: De ente et essentia,
De principiis naturae, Quaestiones disputatae de Veritate, y el Libro I de la Summa contra gentiles, escrito por instancia
de su amigo Raimundo de Peñafort, que en sus intentos de predicación a los judíos se encontraba con que no le valían
citas de los Santos Padres, a los que ni los judíos ni los musulmanes reconocían. La obra de Tomás es "filosófica", para
uso de misioneros que predican en países de infieles.

Ahora Tomás de Aquino marchó a Roma, con el propósito de organizar el plan de estudios de los dominicos. Allí pudo
hacerse con una buena traducción de las obras de Aristóteles, realizada directamente desde el griego por un eclesiástico
holandés llamado Guillermo de Moerbeke, que había pasado mucho tiempo en Oriente.

En Murcia murió el rey al-Dawla, y su antecesor, al-Wátiq, tuvo ocasión de entrar de nuevo en política y encabezó un
sector nacionalista que exigía a Castilla respetar el acuerdo de 1243, cuando Murcia rindió vasallaje a Fernando III. Con
este fin, al-Wátiq, envió un emisario ante el Papa, para pedirle que instara a los cristianos a mantener su palabra. El
enviado fue Abú Talib, que, a pesar de sus grandes conocimientos y su educación, no pudo conseguir el menor respaldo
de Alejandro IV.

Alí, el sultán de Egipto, fue depuesto por Qutuz, que se convirtió así en el tercero de los sultanes mamelucos.

Ese año murió el rey Cristóbal I de Dinamarca, que fue sucedido por su hijo de diez años Erik Klipping (el bizco), que
continuó luchando contra la nobleza y el clero.

También murió el conde Tomás II del Piamonte, sucedido por su hijo Tomás III, de siete años de edad.
Mientras tanto el gran kan Mangú y su hermano Qubilay hacían progresos contra la China de los Song, cuya capital había
tenido que trasladarse hacia el sur el año anterior, pero Mangú Kan enfermó de disentería y murió poco después. Hulagu
estaba planeando la conquista de Jerusalén cuando recibió la noticia y se retiró para participar en la elección del nuevo
gran kan. No obstante, dejó un ejército en Siria.

Los mamelucos aprovecharon la ocasión. En 1260 atacaron Siria y derrotaron a los mongoles en Ayn Yalut. Fue la
primera derrota seria que sufrieron los mongoles en Occidente y el mundo descubrió así que no eran invencibles. En la
batalla se distinguió un general llamado Baybars, que al regresar a Egipto asesinó al sultán Qutuz y los jefes del ejército
lo proclamaron sultán (Baybars I).

Cuando Qubilay Kan llegó a Karakorum, el consejo de jefes había elegido ya como gran kan a su hermano menor, Arigh
Böge, que había convencido a los kanes para que excluyeran a Qubilay por haber adoptado costumbres chinas. Sin
embargo, Qubilay reunió de nuevo el consejo y se hizo elegir gran kan.

Ese año murió Alfonso, el hijo del rey Jaime I de Aragón.

Mientras tanto, el Sacro Imperio Romano, sin emperador, seguía convulso, y la anarquía se reflejaba en el mapa. A la
muerte del duque Alberto I de Sajonia, sus hijos siguieron el ejemplo de los duques bávaros y dividieron el ducado. Juan
I se quedó con Sajonia-Lauenburgo o Baja Sajonia, mientras que Alberto II se quedó con Sajonia-
Wittemberg o Alta Sajonia.

El monje dominico Ranieri Fasani conminó a los habitantes de la ciudad italiana de Peruggia a arrepentirse y flagelarse
para expiar sus faltas, individuales o colectivas. Reunió un grupo de fieles conocidos como flagelantes, que se organizaron
en cofradías y viajaban flagelándose el torso desnudo. Se negaban a permanecer más de un día en el mismo lugar. A
menudo, su paso servía de detonante para que los más desfavorecidos provocaran desórdenes y actos violentos como
protesta por las injusticias a las que se veían sometidos, por lo que las autoridades, tanto civiles como religiosas, no
tardaron en condenarlos.
LA RECONQUISTA DE CONSTANTINOPLA
Mientras el Sacro Imperio Romano se descomponía, Manfredo resultó ser un buen gobernante para su reino de Sicilia y
se ganó la estima de sus súbditos con su habilidad y benevolencia. Sin embargo, tuvo siempre en contra la hostilidad del
papado y las luchas entre güelfos y gibelinos en las ciudades del norte de Italia se asociaron ahora a la pugna entre el Papa
y Manfredo. En 1260 Manfredo derrotó a los güelfos de Toscana en la batalla de Montaperti, batalla en la que
participaron las milicias sienesas reclutadas por Farinata degli Uberti y los demás gibelinos que habían sido expulsados
dos años antes de Florencia. Al parecer, Farinata evitó que sus conciudadanos arrasaran Florencia como represalia por su
destierro.

Por esta época, un mercader veneciano asentado en Constantinopla decidió abrir una sucursal en Sudak, en la porción
bizantina de la península de Crimea, que ahora estaba bajo el control del Imperio de Trebisonda. El mercader se
llamaba Marco Polo, y envió allí a sus hermanos Niccolò y Matteo, los cuales, en su afán de buscar mercancías, no
dudaron en viajar hacia el norte, adentrándose en la Horda de Oro.

El rey Enrique III de Inglaterra trató de desembarazarse de su cuñado Simón de Montfort, uno de los principales
responsables de las restricciones que la nobleza inglesa había impuesto a su rey. Lo acusó de felonía, pero Simón de
Montfort era extremadamente popular, no sólo entre los nobles, sino también entre las clases humildes. El Parlamento lo
declaró inocente. Enrique III siguió intrigando contra él, y en 1261 logró que la Iglesia se pronunciara contra las
Provisiones de Oxford. Entonces Simón de Montfort empezó a organizar una nueva revuelta.

El hijo del rey Bela IV de Hungría, llamado Esteban, a sus veintidós años, tenía asignado el gobierno de la marca de
Estiria, pero el año anterior había atacado Bohemia y el rey Otakar II llegó a un acuerdo con él por el que le compraba
Estiria. Bela IV le ofreció entonces a su hijo el gobierno del principado de Transilvania, pero Esteban exigió toda la
parte oriental de Hungría, que pasó a gobernar con total independencia de su padre.

Un familiar del Califa de Bagdad que se había librado de la matanza efectuada por los mongoles tres años antes logró
llegar a Egipto. Se llamaba Abú-I-Qasim Ahmad al-Mustansir Bi-Llah, y tenía más de sesenta años. Baybars I lo
reconoció como Califa para que éste a su vez le reconociera a él su título de sultán. Además le organizó una expedición
para recuperar Bagdad, en la que el nuevo Califa encontró la muerte.

Pero el acontecimiento más notable del momento fue que el emperador Miguel VIII de Nicea logró por fin reconquistar
Constantinopla. Para tal fin se había aliado con la flota genovesa, prometiendo a los genoveses los mismos privilegios
que los venecianos habían tenido en su día. Sin embargo, la participación de los genoveses no fue necesaria. La flota
veneciana que protegía el Imperio Latino había partido insensatamente a una expedición por el mar negro, y el 25 de
julio Miguel VIII asestó el golpe. Constantinopla cayó sin lucha y el emperador Balduino II tuvo que huir a Occidente.
Aprovechando la inmensa popularidad que le reportó su hazaña, Miguel VIII mandó cegar al otro emperador, Juan IV,
que tenía entonces unos once años, y lo encarceló. No se supo más de él.

El rey Alfonso X de León y Castilla conquistó el reino musulmán de Niebla, con lo que los únicos reinos musulmanes
que quedaban en la península ibérica eran el reino nazarí de Granada y el reino de Murcia, vasallo de Castilla.

Este año se revisaron los Fueros de Valencia, redactados ya en catalán en lugar de en latín.

Ese año murieron el burgrave de Nuremberg Conrado I, que fue sucedido por su hijo Federico III, y el duque Enrique
III de Brabante, que fue sucedido por su hijo Enrique IV.

También murió el Papa Alejandro IV, y fue sucedido por un cardenal francés llamado Jacques Pantaléon, que adoptó el
nombre de Urbano IV. Seis años atrás había sido Patriarca Latino de Jerusalén. Tanto Alfonso X de León y Castilla como
Ricardo de Cornualles trataron de ganarse el favor del nuevo pontífice para que eligiera a uno de ellos como nuevo
emperador, pero Urbano IV les dio largas y no apoyó a ninguno de los dos. Su primer objetivo político fue proseguir la
lucha contra Manfredo. En 1262 propuso a Carlos de Anjou, el hermano del rey Luis IX de Francia, que marchara a Italia
con un ejército y derrotara a Manfredo. Entonces él, Urbano IV, lo coronaría como rey de Sicilia. La oferta era arriesgada
y tentadora al mismo tiempo. Con excepción de las cruzadas y de algún episodio aislado en Inglaterra, los reyes Capetos
nunca habían luchado fuera de Francia, y en su territorio lo habían hecho para unificar el país. Lo que ahora proponía el
Papa era que Francia iniciara una política imperialista que tan desastrosas consecuencias había tenido para Alemania.
Desde luego, Carlos no podía hacer algo semejante sin el consentimiento de su hermano, y su hermano llevaba años
practicando una política de paz y no de guerra. Por otra parte, una guerra en nombre del Papa no podía ser mala. Convencer
a Luis IX le iba a llevar a Urbano IV varios años de negociaciones.

Mientras tanto se celebró el matrimonio convenido cuatro años antes entre Felipe, el heredero al trono francés, e Isabel,
la hija del rey Jaime I de Aragón. La muerte de Alfonso, el primogénito del rey aragonés, acaecida dos años antes, llevó
a Jaime I a establecer un nuevo reparto del reino entre sus hijos Pedro y Jaime: el primero heredaría la Corona de Aragón
(incluido el reino de Valencia) y el segundo heredaría el reino de Mallorca, es decir, las islas Baleares. Ese mismo año
Jaime I casó al infante Pedro con Constanza, hija del rey Manfredo de Sicilia, pese a la oposición del Papa Urbano IV.

Tras tres años de construcción, se terminó un observatorio astronómico en Maragha, la ciudad que el kan mongol Hulagu
había elegido como capital. La iniciativa había partido de al-Tusi, y el proyecto había contado con la participación de
astrónomos chinos. Varios de los instrumentos de medición fueron diseñados por el propio al-Tusi. El observatorio
contaba además con una gran biblioteca.

El Imperio Mongol se había hecho demasiado grande y poderoso como para que el espíritu fraternal predicado por Gengis
Kan se mantuviera vigente entre sus jefes. Baraka Kan, el kan de la Horda de Oro, se había convertido al Islam, y entró
en conflicto con su primo Hulagu, que combatía a los turcos y protegía el cristianismo. Ese mismo año Baraka entabló
relaciones con Baybars I, el sultán mameluco de Egipto. Los dos kanes iniciaron una serie de enfrentamientos que
marcaron el principio del fin de la expansión mongola.

De este modo, los venecianos Niccoló y Matteo Polo se encontraron con dos dificultades que les impidieron regresar a su
país: las guerras entre los mongoles y el hecho de que ahora eran los genoveses y no los venecianos quienes dominaban
el mar Negro. La mejor opción que encontraron fue avanzar por la ruta de la seda y pasar un tiempo en Bujará, la ciudad
que Gengis Kan había arrasado en 1220.

En 1263 murió san Alejandro Nevski, el Gran Príncipe de Vladímir. En una Rusia humillada por la dominación mongola,
las victorias de Alejandro frente a los suecos y sobre los caballeros teutónicos, junto con el hecho de que Nóvgorod no
hubiera sido técnicamente tomada por los mongoles convirtieron a san Alejandro Nevski en un héroe nacional. Dejó un
hijo menor de edad, Daniel, que fue desplazado del principado por Yaroslav III.

También murió a los diecinueve años el conde Bonifacio de Saboya. Le sucedió su tío Pedro II, que hasta entonces había
ejercido la regencia.

En Trebisonda murió el emperador Manuel I. Fue sucedido por su hijo Andrónico II Comneno.

En Noruega murió el rey Haakon IV, que fue sucedido por su hijo Magnus VI.

En Lituania murió asesinado el rey Mindaugas. La región volvió a la anarquía y quedó a expensas de sus vecinos, los
caballeros Teutónicos en Prusia y los Portaespadas en Livonia.

El rey Bela IV de Hungría había tratado de recuperar los territorios que su hijo Esteban se había apropiado, pero Esteban
luchó victoriosamente contra su padre. Luego se dedicó a atacar a Bulgaria a la que arrebató varias fortalezas a orilllas
del Danubio.

La rebelión de Simón de Montfort contra Enrique III de Inglaterra se había convertido ya en una auténtica guerra civil.
En 1264 el rey inglés solicitó la mediación de Luis IX de Francia, que no dio resultado, y Simón obtuvo una importante
victoria en Lewes. El rey tuvo que someterse de nuevo y Simón de Montfort llevó las riendas del gobierno de Inglaterra
con autoridad dictatorial.

En una escritura notarial de este año aparece como testigo Gonzalo de Berceo. Poco se sabe de su vida. Debió de nacer
antes de 1200, fue educado en el monasterio castellano de San Millán de la Cogolla, y fue ordenado sacerdote. Lo que sí
se conserva es una extensa obra poética en lengua castellana, que podemos clasificar en tres bloques temáticos: vidas de
santos (Vida de santo Domingo, Vida de san Millán, Vida de santa Oria), obras marianas (Milagros de Nuestra Señora,
Duelo que hizo la Virgen el día de la pasión de su Hijo) y obras religiosas en general (El sacrificio de la misa, De los
signos que aparecerán antes del juicio, El martirio de san Lorenzo).
Gonzalo de Berceo es el primer poeta en lengua castellana cuyo nombre se conoce. Todas sus obras se basan en fuentes
latinas conocidas, y su propósito era didáctico: sus obras están destinadas a ser leídas a un público popular. Se sabe que
los juglares de la época las incluían en su repertorio. En su obra se combina la tradición culta eclesiástica (apego a las
fuentes latinas, uso de figuras retóricas) con un estilo coloquial y extremadamente sencillo, nada afectado.

Más o menos por las mismas fechas, otro clérigo llamado Juan Lorenzo escribió el Libro de Alexandre, una versión del
Roman d'Alexandre en el que la realidad histórica aparece aún más deformada que en su modelo. Así por ejemplo, en un
episodio se habla incluso de una máquina voladora. Lorenzo, al igual que Gonzalo de Berceo, emplea el equivalente
castellano al alejandrino francés, al que da el nombre de cuaderna vía. El poeta llama a su arte el mester de clerecía, es
decir, el arte de los clérigos, culto, erudito, caracterizado por la escrupulosa medida de los versos frente a las
irregularidades métricas que presenta la poesía vulgar de los juglares (el mester de juglaría):

Mester trago fermoso, non es de joglaría.


Mester es sen peccado, ca es de clerezía:
fablar curso rimado por la quaderna vía,
a sillavas cuntadas, ca es grant maestría.

Otro autor anónimo del mester de clerecía, probablemente aragonés, escribió el Libro de Apolonio, de 2624 versos, basado
en un libro anónimo en latín del siglo III titulado Historia de Apolonio, rey de Tiro. El argumento es una compleja historia
de aventuras con final feliz.

El primer lírico conocido en lengua gallega es el rey de León y Castilla, que se había ganado el sobrenombre de Alfonso
X el Sabio. Es autor de numerosas cantigas, de entre las que destacan las Cantigas de Santa María, muchas de ellas
dedicadas a narrar milagros de la Virgen, y otras simplemente a su alabanza, continuando la tradición iniciada por Gonzalo
de Berceo. Son un total de 420. Escribió también cantigas satíricas, en las que se burla de caballeros cobardes, traidores
o ausentes en las batallas, y también unas pocas cantigas amorosas.
Alfonso X reunió en su corte a poetas provenzales y peninsulares, a juglares y músicos, pero su cultura iba mucho más
allá de su interés por la poesía. También se rodeó de sabios musulmanes, judíos y cristianos, revitalizó la Escuela de
Traductores de Toledo, y sus colaboradores reunían para él materiales con los que escribió libros de los asuntos más
variados, como los libros de los relogios, el libro del astrolabio, el libro del cuadrante, que estuvieron vigentes durante
casi tres siglos. Ya hemos comentado su interés por el derecho. El año anterior había terminado el Código de las Siete
Partidas, un código legal mucho más elaborado que el Fuero Real de Castilla, basado principalmente en fuentes del
derecho romano. (En realidad el nombre es posterior, y hace referencia a que cierta reelaboración del texto fue dividida
en siete partes.)

Qubilay Kan volvió a Pekín, ciudad a la que convirtió en su capital con el nombre de Janbalik (la ciudad del kan). Más
adelante Pekín sería conocida en Occidente como Cambaluc. Qubilay ofreció a los Song una coexistencia pacífica (al
parecer, porque estaba ocupado conquistando otras regiones).

Ese año murió el jefe del partido gibelino de Florencia, Farinata degli Uberti. La Santa Inquisición lo condenó por hereje
a título póstumo.

El Papa Urbano IV logró finalmente llegar a un acuerdo con Luis IX de Francia y su hermano Carlos de Anjou, por el
cual Urbano IV donaba a Carlos el reino de Sicilia y lo coronaría como tal en cuanto llegase a Roma con tal fin. Luego
le dejaba la tarea de eliminar a Manfredo. Carlos se dispuso a partir a Italia con un ejército, pero Urbano IV no pudo
verlo, ya que murió ese mismo año. Poco antes había instituido la fiesta del Corpus Christi. Fue sucedido por otro cardenal
francés llamado Gui Foulques, que adoptó el nombre de Clemente IV. En 1265 Carlos de Anjou llegó a Roma eludiendo
la flota de Manfredo. De acuerdo con lo dispuesto por su antecesor, Clemente IV lo coronó como Carlos I, rey de Sicilia,
y el nuevo rey se dispuso a enfrentarse a su rival. Los güelfos exiliados de Florencia le aportaron un capital considerable.

Simón de Montfort estaba perdiendo partidarios entre la nobleza inglesa debido a su autoritarismo. Para tener a raya a los
nobles de los territorios fronterizos había establecido una alianza con el rey galés Lewelyn II ap Gruffydd, y los partidarios
de Enrique III apelaron entonces al nacionalismo de la nobleza para privarlo de sus apoyos. Tuvieron éxito y finalmente
lo derrotaron en Evesham, donde el conde resultó muerto. Enrique III quedó libre de todas las condiciones que le había
impuesto la nobleza y dictó severas represalias.

Balduino II, el derrocado emperador latino de Constantinopla, buscaba desesperadamente apoyos para reconquistar su
trono. Ahora le concedió al duque Hugo IV de Borgoña el título hereditario de rey de Tesalónica.

Unos años atrás, el senescal del infante don Jaime, hijo del rey Jaime I de Aragón, había dejado su cargo para casarse y
formar una familia. Se llamaba Ramon Llull, y ciertamente, se había casado, había tenido dos hijos y había llevado una
vida de cortesano aficionado a la poesía, hasta que, al cumplir los treinta años, tuvo una crisis y decidió abandonar su
familia, vender sus propiedades y dedicarse a la vida contemplativa. Pergrinó a Santiago de Compostela, y al regresar
visitó a Raimundo de Peñafort en Barcelona, quien le recomendó que regresara a Mallorca, su isla natal, para dedicarse
al estudio. Así lo hizo. Empezó a estudiar filosofía, y un esclavo sarraceno le enseñó la lengua árabe y lo introdujo en el
conocimiento de los científicos y filósofos islámicos.

Ese año murió el conde Roger I de Foix, que fue sucedido por su hijo Roger Bernardo III.

También murió Hulagu Kan, y su hijo Abaqa Kan le sucedió en el gobierno de Irán. En particular continuó las luchas
contra Baraka Kan.

Unos enviados de Qubilay Kan que se dirigían a Janbalik encontraron a los Polo en Bujará y los invitaron a acompañarlos
hasta la corte de Qubilay. En efecto, Qubilay sentía interés por todas las culturas y religiones, por lo que sus hombres
sabían que le complacería conocer a unos "latinos".

El sultán mameluco Baybars I estaba realizando una gran labor en Egipto: restauró muchas plazas fuertes, mejoró el
ejército, creó una marina, mejoró la red de canales y carreteras, organizó un eficiente servicio postal, pacificó Siria y
ahora se dedicaba a debilitar a los Estados Latinos. Este mismo año tomó Cesarea.

Los caballeros teutónicos iniciaron una campaña de aniquilación sistemática de los prusianos, al tiempo que el territorio
era ocupado por colonos alemanes.
Los musulmanes del reino de Murcia estaban cada vez más descontentos del trato que recibían por parte de Castilla que,
como era usual, no se ajustaba a lo pactado en el acuerdo por el que Murcia le rindió vasallaje. Estallaron revueltas y el
rey Jaime I de Aragón decidió intervenir. Al parecer, a sus cincuenta y siete años el monarca añoraba sus años de
conquistador, pues, contra el consejo de su corte, tomó Murcia y, respetando los acuerdos firmados en su día con Castilla,
se la entregó a Alfonso X (aunque se quedó con la parte septentrional del reino, que pasó a formar parte del reino de
Valencia). De este modo, la España musulmana se reducía ahora exclusivamente al reino de Granada.

EL FIN DE LOS HOHENSTAUFEN


El Sacro Imperio Romano seguía dividiéndose. En 1266 murió el margrave Juan I de Brandeburgo, que había
gobernado junto a su hermano Otón III. Ahora, Juan II y Conrado, los hijos de Juan I, reclamaron su parte de la
herencia y Brandeburgo se dividió en tres: la Marca Vieja, al oeste del Elba, la Marca Media, entre el Elba y el Oder, y
la Marca Nueva, al este del Oder.

En Suecia murió Birger Jarl, regente de su hijo Valdemar, que tendría entonces unos veintiséis años y que empezó a
gobernar por su cuenta. Sus hermanos no tardaron en rebelarse contra él.

El rey Alejandro III de Escocia conquistó a los noruegos las islas Hébridas y la isla Man. Escocia estaba pasando por una
época de prosperidad económica.

Llewelyn II ap Gruffydd fue reconocido como príncipe de Gales por los demás reyes galeses, que ahora combatían unidos
contra los ingleses (excepto la costa sur, que no aceptó la supremacía de Llewelyn).

El rey Hetum I de Armenia se había aliado con los mongoles cuando estos habían atacado al sultanato de Rum, pero ahora
le atacaron los mamelucos como represalia.

Ese año murio Baraka Kan, el kan de la Horda de Oro, y fue sucedido por Nogai.
En Japón cundió la alarma ante el riesgo de invasión mongola. El gobierno militar reforzó las defensas y movilizó a todos
los samurai, que era el nombre que recibían los campesinos que acompañaban a los señores en los combates y que tenían
el privilegio de llevar dos sables.

Tomás de Aquino realizó una estancia en la corte pontificia, donde escribió la primera parte su obra más famosa: la Summa
Theologica, en la que sistematiza su filosofía. Esta primera parte (al igual que las que escribiría después) está dividida
en cuestiones, cada una de las cuales se trata en varios artículos. Trata de Dios en si mismo (cuestiones 2-13), de su
actividad interna (14-16), de su vida trinitaria (17-43), de Dios creador (44-49), de los ángeles (50-64), del mundo
corpóreo (65-74), del hombre (75-102) y del gobierno y providencia de Dios sobre las criaturas (103-119).

Al mismo tiempo, en la universidad de París empezaba a destacar un profesor de filosofía llamado Siger de
Brabante, que afirmaba que la filosofía era una disciplina independiente de la teología, en oposición abierta a las tesis
tomistas. Tomás de Aquino lo tachó de averroísta.

El ejército del rey de Sicilia Carlos I se enfrentó junto a Benevento al ejército de Manfredo, el rey de Sicilia. Obviamente
venció el rey de Sicilia. Manfredo manejó sin habilidad su ejército y murió en la batalla. Luego Carlos I entró en Nápoles,
la principal ciudad continental de su reino. Ese mismo año casó a su hija Blanca con Roberto de Dampierre, hijo de la
condesa Margarita de Flandes y heredero del condado.

La posición estratégica que había conseguido Carlos I no pasó desapercibida a Balduino II, el depuesto emperador latino
de Constantinopla. En 1267 ambos firmaron los tratados de Viterbo, por los que Balduino II concedía a Carlos I el
principado de Morea a cambio de que éste dirigiera la lucha contra el emperador Miguel VIII.

El rey Enrique III de Inglaterra fue persuadido por su hijo Eduardo para reconciliarse con la nobleza que le había impuesto
las provisiones de Oxford. El Dictum de Kenilworth restauró la normalidad. Su segundo hijo, Edmundo el
Jorobado, recibió a sus diez años el título de conde de Lancaster.
Ese año murió el margrave Otón III de Brandeburgo y fue sucedido por sus hijos y nietos Juan III, Otón V, Alberto
III, y Otón VI. (Otón IV se reserva para un primo de Otón V, hijo del margrave Enrique, que murió antes que su padre).
También murió el duque Enrique IV de Brabante, que fue sucedido por Juan I.

En Chipre murió el rey Hugo II, que fue sucedido por su nieto Hugo III de Lusignan, hijo de Enrique de Antioquía (que
era hermano del Príncipe Bohemundo V de Antioquía, tío del príncipe actual, Bohemundo VI) y de Isabel de
Lusignan (hija de Hugo II).

Bohemundo VI se había instalado en Trípoli y no mostraba ningún interés por el principado de Antioquía, que
en 1268 cayó en poder del sultán Baybars I de Egipto. Ahora los Estados Latinos de Oriente se reducían al condado de
Trípoli y al reino de Jerusalén, con capital en San Juan de Acre (pues Jesuralén seguía en poder de Baybars I). Los
cruzados, alarmados por la fortaleza del sultán, pidieron ayuda a los mongoles. En Occidente empezó a formarse el
proyecto de una nueva cruzada.

Al rey Carlos I de Sicilia le había surgido un nuevo competidor. En contra de lo que pareció por un tiempo, su antecesor,
Manfredo, no fue el último Hohenstaufen, sino que todavía quedaba uno: Conradino (o Conrado V), el hermanastro de
Manfredo derrocado por éste que acababa de cumplir dieciséis años. Había reunido un ejército y se enfrentó a Carlos I
en Tagliacozzo. Carlos I mantuvo oculta una parte de sus fuerzas, dejó que Conradino derrotara al resto y se dispersara
en la persecución final, y entonces atacó con sus tropas de reserva. Conradino fue capturado y llevado a Nápoles, donde
fue ahorcado. El título de rey de Jerusalén pasó entonces a Hugo III de Chipre.

Uno de los partidarios de Conradino había sido el infante Enrique de Castilla, hermano del rey Alfonso X el Sabio.
Después de haber pasado un tiempo en Túnez había entrado al servicio de Carlos I, pero luego se pasó al bando gibelino
y fue nombrado senador en Roma (por eso es más conocido como Enrique el Senador). Ahora el Papa Clemente IV lo
encarceló.

Carlos I ayudó a los güelfos florentinos que habían financiado sus campañas a regresar a su ciudad, donde recibió el título
de podestà. Florencia estuvo gobernada desde entonces por el partido güelfo.
Ese año murió el conde Pedro II de Saboya, que fue sucedido por su hermano Felipe I, hasta el año anterior arzobispo de
Lyon, si bien, ante la perspectiva de heredar el condado, había renunciado a los hábitos y se acababa de casar con una
condesa de Borgoña.

También murió el conde Álvaro II de Urgel. Urgel era uno de los pocos condados catalanes que no estaban integrados en
la Conona de Aragón, y Álvaro II había mantenido numerosos conflictos con los territorios vecinos y con el propio rey
Jaime I. Como el conde murió sin descendencia, Jaime I aprovechó para apropiarse del condado, pese a Guerau, hermano
del difunto, que reclamó su derecho al condado.

El Papa Clemente IV, antes de ser elegido, había sido protector de Roger Bacon. Dos años atrás le había pedido una copia
de sus obras, y Bacon empezó a redactar entonces los Communia naturalium, en los que hacía un balance de los
conocimientos de su época, si bien abandonó el proyecto para escribir el Opus maius, que hizo llegar al Papa junto con
otras de sus obras. Sin embargo, Clemente IV murió ese mismo año. Las elecciones de los últimos Papas habían sido
difíciles, y los cardenales habían estado sometidos a menudo a distintas presiones, especialmente ahora que del Papa que
eligieran podía depender el nuevo emperador del Sacro Imperio Romano. Tanto fue así que acabó el año sin que se llegara
a un acuerdo sobre quién iba a ser el sucesor de Clemente IV.

Qubilay Kan declaró la guerra a la China de los Song. Inicialmente obtuvo cierta ventaja porque muchos comandantes
chinos se rindieron a los mongoles sin combatir. Esto fue debido a su descontento con la política del canciller Jia
Sidao. La conquista se vio frenada por la resistencia de las ciudades de Xiang-Yang y Fancheng.

En Java tomó el título de rey un caudillo llamado Kertanagara, quien llevaba más de una década extendiendo el dominio
javanés sobre las islas vecinas. El nuevo rey favoreció el budismo.

Tomás de Aquino dejó Italia y en 1269 reanudó su enseñanza en la universidad de París. Allí se encontró un ambiente
muy agitado por la polémica que suscitaban los profesores averroístas, que defendían su absurda tesis de que lo que
Aristóteles dijo en sus escritos era lo que dijo, y no lo que otros como el propio Tomás interpretaban en términos de la
teología católica. También estaban los agustinistas tradicionales que rechazaban las innovaciones tomistas. Más
detalladamente, los averroistas (que, obviamente, no se atrevían a cuestionar la verdad absoluta de la teología católica)
defendían la existencia de una doble verdad: la de la teología y la de la filosofía, y aceptaban que ambas se contradecían
entre sí; mientras que Tomás objetaba que era imposible que ambas verdades se opusieran entre sí cuando ambas
provenían del mismo Dios, Verdad única.

Respecto a los agustinistas, éstos, siguiendo a san Agustín, que a su vez había hecho con Platón lo que ahora Tomás
estaba haciendo con Aristóteles, consideraban que los seres del Mundo son meras sombras o reflejos pobres de las ideas
perfectas que existen en la mente de Dios, mientras que Tomás afirmaba que, aunque los seres creados son sin duda
dependientes de Dios, están dotados de una existencia y una naturaleza propias. Siguiendo su doctrina aristotélica, afirma
que la diferencia esencial entre Dios y los seres del mundo es que la esencia de Dios es un acto puro de existir, mientras
que las criaturas son compuestos acto-potenciales de esencia y existencia. (El lector que no entienda esto no debe
alarmarse: ello se debe únicamente a que esto no significa nada, pero los escolásticos no lo sabían.) Respecto a las
afirmaciones de Aristóteles que indudablemente contradecían al catolicismo, Tomás demostró que en realidad
contradecían también a los principios mismos de la filosofía aristotélica, por lo que eran errores del estagirita que no
desacreditaban su doctrina.

Tomás critica también el argumento ontológico de san Anselmo, pues afirma que Dios no puede conocerse a priori por la
razón, sino sólo por la fe. En cambio, la razón puede llegar a Dios mediante razonamientos a posteriori partiendo del
Mundo. Ello le lleva a sus cinco demostraciones de la existencia de Dios, adaptadas de los argumentos de Aristóteles para
justificar la existencia necesaria de un primer motor inmóvil:

1. Las cosas se mueven, alguien las mueve [...] y éste ha de ser Dios.
2. Las cosas tienen causa, y esta causa tiene otra causa, hasta que llegamos a la causa primera, que llamamos Dios.
3. Las cosas pueden ser o dejar de ser, pero ha de haber algo que sea y no pueda dejar de ser, y éste es Dios.
4. Las cosas tienen su más y su menos, unas son mejores que otras, pero ha de haber una que sea el Ser Supremo,
causa de toda bondad, perfección, etc., y éste es Dios.
5. Todas las cosas tienden a un fin, y el fin del universo entero es Dios.
Otros, mientras tanto, fundamentaban mejor sus conclusiones, como Pierre Le Pèlerin de Maricourt, un ingeniero del
ejército de Luis IX que había sido maestro en París de Roger Bacon. Durante un largo asedio a una ciudad italiana (servía
entonces a Carlos I), escribió la Epistola de magnete, una carta en la que fija las bases del magnetismo y las del método
experimental.

El Sacro Imperio Romano seguía sin Papa y sin emperador. El rey Otakar II de Bohemia se había convertido en el hombre
más poderoso de Alemania. Mientras otros ducados se fraccionaban, su reino se iba extendiendo: comprendía, además de
la propia Bohemia, el ducado de Austria y Estiria, y ahora se anexionaba las marcas de Carintia y Carniola.

El rey Luis IX de Francia otorgó el condado de Valois a su hijo Juan de Damietta (llamado así porque había nacido
diecinueve años antes, cuando su padre tomó Damietta en la séptima cruzada). El condado pertenecía al patrimonio real
desde la época de Felipe Augusto. A su hijo Roberto, de trece años, el rey le concedió el condado de Clermont. Ese
mismo año casó a su hija Blanca, de dieciséis años, con Fernando de la Cerda, el heredero del rey Alfonso X de León
y Castilla.

El rey Teobaldo II de Navarra, en vista de que no tenía descendientes, concertó el matrimonio de su hermano y
sucesor Enrique con Blanca de Artois.

Ese año murió el conde Poncio IV de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Hugo V.

El benimerín Abú Yúsuf Yaqub tomó Marrakech, la capital de los almohades, y absorbió así sus últimos dominios. Adoptó
entonces el título de sultán. Los territorios al este de Marruecos se habían independizado del reino de Túnez y se habían
constituido en el reino de Tremecén, bajo la dinastía de los Abd al-Wadíes.
LA OCTAVA CRUZADA
En 1269 Niccolò y Matteo Polo regresaron a Venecia con un mensaje de Qubilay Kan para el Papa: el jefe de los cristianos
era amistosamente invitado a enviar otros visitantes a China. Los venecianos habían permanecido unos meses en Pekin
para luego iniciar un viaje de regreso que había durado tres años. Al llegar se enteraron de que no había Papa al que
entregar el mensaje.

Para espanto de sus consejeros, el rey Luis IX de Francia había anunciado dos años antes su intención de tomar la cruz
por segunda vez. Los preparativos de la octava cruzada estaban ya casi ultimados. Los reyes Teobaldo II de Navarra y
Jaime I de Aragón se unieron a la empresa, así como el príncipe Eduardo de Inglaterra, que logró convencer a las ciudades
de Pisa, Génova y Venecia para que dejaran de lado sus rivalidades y aportaran sus flotas a la expedición. Jaime I embarcó
con destino a Aigues-Mortes, el puerto francés de donde estaba previsto que zarpara Luis IX (el mismo puerto de donde
había partido en la cruzada anterior), pero un temporal destruyó buena parte de su flota, por lo que el rey aragonés cambió
de idea y al final no participó. Aun así, algunas de las naves catalanas zarparon hacia San Juan de Acre en 1270.

Ese mismo año salió la flota de Luis IX, a quien acompañaban su heredero Felipe, su hijo Juan de Damietta, conde de
Valois, su hermano Carlos I de Sicilia y su sobrino Roberto II el Noble, conde de Artois, hijo póstumo y tocayo del
conde de Artois que murió en la séptima cruzada. También participó el duque Juan I de Bretaña.
Pero hubo un cambio de planes de última hora. Carlos I de Sicilia, tenía planeado atacar Constantinopla según sus
acuerdos con Balduino II, que seguía considerándose emperador de Constantinopla. Por ello, para él, Baybars I era más
un potencial aliado que un enemigo, y no estaba nada interesado en provocarlo. En su lugar, convenció a su hermano de
que sería conveniente tomar primero Túnez, como una primera escala para atacar Egipto. Al parecer le dio los más
variados argumentos: que sería un primer ensayo que evitaría que en los combates realmente importantes los cruzados
estuvieran desprevenidos, que sería una posición estratégica para controlar el Mediterráneo, e incluso que el rey de Túnez,
al-Mustansir, parecía dispuesto a convertirse al cristianismo. De sus intereses en Constantinopla no le debió de hablar, ni
de que Túnez era en realidad el vecino más molesto de su reino de Sicilia. El caso fue que, al final, el idealista Luis IX
accedió en dirigirse a Túnez. El rey Teobaldo II de Navarra y conde de Champaña se unió a la expedición, dejando sus
estados bajo el gobierno de su hermano Enrique.

La expedición desembarcó cerca de donde estuvo emplazada la antigua Cartago, y el ejército no tardó en ser víctima de
una epidemia que el 25 de agosto mató al propio Luis IX el Santo (o, simplemente, san Luis). También murió Juan de
Damietta. Teobaldo II se retiró a Sicilia, pero murió allí antes de poder regresar a Navarra. El rey de Túnez firmó un
tratado ventajoso con los cruzados, el primogénito de san Luis partió para Francia, para ser coronado como Felipe III, y
Eduardo de Inglaterra condujo hacia San Juan de Acre a quienes quisieron continuar. El rey Teobaldo II de Navarra fue
sucedido por su hermano Enrique I el Gordo.

El rey Alfonso X de León y Castilla estaba perdiendo prestigio ante sus súbditos por sus fracasos en sus intentos de ser
elegido emperador. Ese año, miembros de la nobleza y representantes de las ciudades le pidieron que derogara sus códigos
legales y restituyera las leyes tradicionales de cada ciudad o región. Se inició así una pugna entre el derecho viejo y el
nuevo.

El rey Hetum I de Armenia abdicó en su hijo León III y se retiró a un monasterio. El nuevo rey se reconoció vasallo del
mongol Abaqa Kan a cambio de protección contra los mamelucos, que saqueaban el país. Mientras tanto, Abaqa Kan
rechazó una invasión del kanato de Yagatay.
El rey Constantino de Bulgaria había tenido que resistir los ataques de los húngaros y de los bizantinos. Ya había llegado
a un acuerdo con los primeros unos años antes y ahora, tras morir su primera esposa, se casó con María
Cantacuceno, sobrina del emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo.

Ese año murió también el rey Bela IV de Hungría y fue sucedido por su hijo Esteban V, cuya hija María se casó ese
mismo año con Carlos el Cojo, hijo del rey Carlos I de Sicilia, que en 1271 fue nombrado por su padre príncipe
de Salerno y quedó al frente de la parte continental del reino. Otro hijo de Carlos I, llamado Felipe, se casó
con Isabel, hija del príncipe Guillermo II de Morea (título que Carlos I tenía previsto arrebatarle, según lo acordado con
Balduino II, el emperador latino de Constantinopla).

Ese año murió sin descendencia el conde Alfonso de Poitiers y de Auvernia, hermano de Carlos I y tío del rey Felipe III
de Francia, así como su esposa, la condesa Juana de Tolosa. No dejaron descendencia, así que Felipe III heredó sus
posesiones, y así fue como el condado de Tolosa se integró definitivamente en el reino de Francia.

También murió el conde Godofredo I de Habsburgo, que fue sucedido por su hijo Rodolfo V.

En Épiro murió el déspota Miguel II, que fue sucedido por su hijo Nicéforo. Miguel II había conquistado una franja de
terreno al norte de Bulgaria, entre el Danubio y los Cárpatos, llamada Valaquia, y se la dejó a un hijo ilegítimo, que se
convirtió así en el déspota Juan I de Valaquia.

Por esta época debió de acabarse el Poema de Fernán González, escrito en cuaderna vía por un autor castellano anónimo.
Consta de una introducción que relata la historia de España, desde la introducción del cristianismo hasta la invasión
musulmana, y después pasa a narrar la vida del conde Fernán González, al que compara con el Cid. El relato está lleno
de anacronismos y elementos legendarios.

Los cruzados no estaban teniendo mucho éxito en Tierra Santa, pues el sultán Baybars I seguía conquistando plazas
importantes de los Estados Latinos de Oriente. Ese año empezó un ataque sistemático contra los restos que quedaban en
Siria de la secta de los asesinos.
Tras treinta y tres meses de deliberaciones, los cardenales eligieron finalmente un Papa. No cabe duda de que fue una
solución desesperada, pues el agraciado resultó ser Tebaldo Visconti, un italiano nacido en Piacenza que no era cardenal,
ni tan siquiera sacerdote. Recibió la noticia en Tierra Santa, pues, a pesar de tener ya sesenta años, estaba participando en
la octava cruzada. Regresó a Italia rápidamente, justo a tiempo para recibir el mensaje que los Polo habían traído de
Qubilay Kan, pues los venecianos partieron nuevamente ese mismo año rumbo a China. El Papa les dio regalos y un
mensaje para el gran kan. También envió con ellos a dos monjes, a modo de representantes suyos, pero éstos huyeron en
cuanto pudieron por miedo al viaje. Sin embargo, Niccolò y Matteo llevaban esta vez un acompañante: Marco Polo, el
hijo de Niccolò, que tenía entonces diecisiete años.

En 1272, Visconti fue ordenado sacerdote y consagrado como Papa con el nombre de Gregorio X.

Eduardo de Inglaterra tuvo que abandonar la octava cruzada al enterarse de la muerte de su padre, Enrique III. Se convirtió
así en Eduardo I de Inglaterra (ya había habido otros eduardos antes de la invasión normanda, pero los plantagenet no
tuvieron en cuenta a los reyes de dinastías anteriores). Fue un rey enérgico que erradicó las insubordinaciones de la
nobleza sucedidas en tiempo de su padre. Convocó el Parlamento con regularidad para desarrollar según sus puntos de
vista la legislación de todos sus dominios.

Los cruzados no se mantuvieron mucho más tiempo. Negociaron una paz con el sultán Baybars I y así terminó, sin pena
ni gloria, la octava cruzada.

También murió Ricardo de Cornualles, el hermano de Enrique III y candidato a emperador. Gregorio X negó toda
legitimidad a Alfonso X de León y Castilla y apoyó como candidato a emperador al rey Otakar II de Bohemia.

El prestigio de Alfonso X ante sus súbditos se resintió nuevamente ante este golpe. Ese mismo año tuvo que ceder y
derogar el código de las Siete Partidas en favor de los códigos tradicionales de las distintas regiones de sus reinos.

Por otra parte, Judá ben Mosé e Ishaq ben Sid terminaron, a instancias del rey Sabio, las llamadas Tablas alfonsíes, unas
tablas para el cálculo de efemérides, es decir, para determinar la posición de los planetas y las estrellas en la esfera celeste,
desde el punto de vista de Toledo, que, adaptadas posteriormente a distintas ciudades, estuvieron en uso durante más de
cuatro siglos. Los cálculos se basaban, naturalmente, en el sistema Ptolemaico (que suponía a la Tierra en el centro del
universo, alrededor de la cual giraban el Sol y los planetas describiendo círculos alrededor de centros que giraban en
círculo alrededor de centros que giraban en círculos alrededor de la Tierra (con más o menos círculos según la precisión
que requería cada planeta). Dicen que sobre esto dijo el rey: "Si Dios me hubiera consultado sobre el sistema del Mundo,
le habría dado algunas ideas".

A pesar del fracaso de Túnez, Carlos I de Sicilia siguió adelante con su proyecto de tomar Constantinopla. Cruzó el
Adriático, atacó al despotado de Épiro, ocupó algunos territorios y se hizo proclamar rey de Albania. Ese año murió el
duque Hugo IV de Borgoña, rey de Tesalónica, que fue sucedido por su hijo Roberto II.

Otro miembro de la casa de Borgoña, llamado Juan, estaba casado con Inés, heredera de Archambaud, señor de Borbón
(fallecido veintitrés años atrás). Ese mismo año, su hija Beatriz se casó con el conde Roberto de Clermont, (hermano del
rey Felipe III de Francia).

El rey Constantino de Bulgaria tuvo que atacar al emperador bizantino Miguel VIII para conseguir las ciudades de dote
prometidas con ocasión de su matrimonio con María Cantacuceno. Ese año se iniciaron las incursiones mongolas en
Bulgaria, que fueron fomentadas por Miguel VIII.

Poco despues de subir al trono de Hungría, Esteban V entró en guerra con los servios, y ahora, en el transcurso de la
guerra, su hijo Andrés fue raptado, y Esteban V murió persiguiendo al raptor. Fue sucedido por su hijo de once
años Ladislao IV, que ese mismo año se casó con Isabel, hija de Carlos I de Sicilia.

Ese año murió el rey Muhammad I de Granada, que fue sucedido por su hijo Muhammad II. Bajo el reinado de
Muhammad I se empezó a construir el palacio de la Alhambra.

En Rusia murió Yaroslav III, el gran príncipe de Vladímir, que fue sucedido por Vasili.
Tomás de Aquino dejó París y se trasladó a la universidad de Nápoles. Durante los años precedentes escribió, entre otras
obras, la segunda parte de la Summa Theologica, dedicada al movimiento del hombre hacia Dios: la bienaventuranza
eterna, la naturaleza de la actividad humana, las virtudes y los vicios, las virtudes teologales y morales, etc.

En Mallorca, Ramon Llull, al tiempo que avanzaba en sus estudios, escribía sus propios libros. Empezó escribiendo en
árabe, si bien luego tradujo él mismo sus obras al catalán. Ese mismo año acabó dos: el Libre de contemplació en
Déu (Libro de contemplación), dividido en 366 capítulos para meditar cada día del año en alabanza y gloria de Dios; y
el Libre del gentil e los tres savis (Libro del gentil y los tres sabios), en el que un gentil que desconoce a Dios y teme no
ser nada tras su muerte, escucha a tres sabios, un judío, un musulmán y un cristiano, que le exponen sus creencias sobre
la inmortalidad del alma. El gentil se maravilla de que los tres sabios no tengan la misma religión y les pide que le
expongan las razones por las que creen que la suya es la religión verdadera. Cuando el gentil va a decantarse por una de
las religiones, los sabios deciden separarse para no conocer su elección. El libro es un modelo de discusión cortés y
desapasionada, y de respeto a la inteligencia humana.

En 1273 murió Balduino II, el emperador Latino de Constantinopla. Su hijo Felipe I heredó el título, por vacío que éste
fuera. Carlos I de Sicilia lo acogió en su corte y se apresuró a casarlo con su hija Beatriz.

El sultán de Egipto Baybars I exterminó definitivamente a los asesinos de Siria, y así desapareció de la historia esa
peligrosa y estúpida secta (que aun hoy en día tiene imitadores, tan peligrosos como estúpidos).

El rey Magnus VI de Noruega estableció el carácter hereditario de la corona.

El Papa Gregorio X nombró obispo de Albano, y poco después cardenal, al teólogo franciscano Juan de Fidanza,
Buenaventura. Frente al racionalismo de Tomás de Aquino, Buenaventura era un místico. Escribió unas Meditaciones
sobre la vida de Jesucristo y un Speculum Mariae Virginis. Fijó las leyendas sobre san Francisco de Asís, sobre las que
existían versiones contradictorias.

Después de veintitrés años, el 1 de octubre los Príncipes Electores pusieron fin al Gran Interregno, pero no eligieron al
rey Otakar II de Bohemia, que era uno de los electores y contaba con el apoyo del Papa, sino que, dado que los demás
electores recelaban de él porque parecía ser demasiado poderoso, el arzobispo Werner de Maguncia (con la aprobación
de Gregorio X) logró que se aceptara al Landgrave de la Alta Alsacia, el conde Rodolfo IV de Habsburgo, que el 24 de
octubre fue coronado en Aquisgrán como Rodolfo I, rey de Romanos y rey de Alemania (pendiente de ser coronado
emperador por el Papa).

Inmediatamente Rodolfo I se vio enfrentado a Otakar II. En 1274, con el apoyo de los príncipes, lo proscribió del Imperio
en la dieta de Nuremberg. Ese mismo año casó a su hijo Alberto con Isabel, hija de Meinhard V, el conde de Tirol.

Gregorio X convocó el Segundo Concilio de Lyon (el primero fue el convocado en 1245 por Inocencio IV). Fue un
concilio extraordinario, pues no sólo fueron convocados los obispos, sino que el Papa invitó a alrededor de mil quinientas
personas entre obispos, teólogos y príncipes. Naturalmente, entre los invitados no podía faltar Santo Tomás de
Aquino, pero durante el viaje se sintió enfermo y pidió que lo trasladaran a un monasterio, donde murió el 7 de
marzo. Dejó inacabada la tercera parte de la Suma Theologica, que trataba sobre Jesucristo y los sacramentos. Similar
suerte corrió san Buenaventura, que murió en Lyon. El concilio trató principalmente de tres cuestiones:

 La ayuda a Jerusalén: Gregorio X predicó una nueva cruzada, ante el fracaso de la anterior. En especial, encargó
a Alberto Magno la predicación en Alemania y Bohemia.
 La unión de las Iglesias Católica y Ortodoxa: Se entablaron negociaciones que contaban con el beneplácito
del emperador bizantino Miguel VIII, cuyos emisarios reconocieron la supremacía del Papa sobre el Patriarca de
Constantinopla.
 La regulación de la elección pontificia: Para evitar que la elección de un nuevo Papa se demorara tanto como en
la última ocasión, se institucionalizó la costumbre que ya se había practicado en algunas ocasiones de encerrar a
los cardenales bajo llave (esto es lo que significa la palabra cónclave) hasta que eligieran el nuevo Papa. Más
precisamente: se estableció que el colegio cardenalicio debía reunirse diez días después de la muerte del Papa y
permanecer recluidos hasta que finalizara la elección, y durante el proceso recibirían una cantidad de alimentos
que iría disminuyendo paulatinamente.
Tras el concilio corrió el rumor de que Gregorio X iba a atribuir a las órdenes mendicantes el derecho de tener posesiones
comunes, y esto escandalizó a los franciscanos más fieles a la doctrina de san Francisco (o con lo que ellos entendían
como tal) y se separaron de la orden. Hacía algo más de veinte años ya se había segregado en provenza un grupo de
franciscanos radicales por motivos similares, dirigidos por Hugo de Digne, y eran conocidos como los espirituales. La
nueva secta adoptó el mismo nombre, y ahora se distinguía entre los espirituales de Provenza y los espirituales de la
Marca (pues los nuevos espirituales vivían en la Marca de Ancona, una región de Italia en la costa adriática).

El partido güelfo logró el gobierno de Bolonia y un gibelino de unos cuarenta años llamado Guido Guinizelli tuvo que
exiliarse. Era poeta, y se le considera el fundador de un nuevo estilo literario en lengua italiana, nuevo tanto en los
contenidos como en las formas. El mero hecho de escribir en italiano ya era una novedad, pues en Italia el latín gozaba
de mucho más prestigio que en otros países y ello, junto con el auge de la literatura provenzal, había frenado el surgimiento
de una literatura italiana. Compuso sonetos y canciones, en los que exaltaba el amor como la pasión reservada a las almas
nobles y la belleza femenina como la imagen de la belleza celeste.

Ese año murió el astrónomo al-Tusi. No cabe duda de que había sabido aprovechar el observatorio que le había construido
Hulagu, pues recientemente había publicado las Zij-i ilkhani, unas tablas astronómicas que contenían los resultados de
doce años de observaciones. Incluían posiciones de planetas y un catálogo de estrellas, así como tablas trigonométricas
que daban el seno de un ángulo con una precisión de tres cifras sexadecimales para cada medio grado del argumento. Sus
observaciones le llevaron además a proponer un nuevo modelo para el movimiento de la Luna, diferente del propuesto
por Ptolomeo, más sencillo y con la misma exactitud. Está expuesto en su obra al-Tadhkira fi'ilm al-hay'a (Memoria
sobre astronomía). También es notable su Tratado sobre el cuadrilátero, que contiene la primera exposición completa de
la trigonometría esférica. Tiene un tratado sobre minerales que incluye una teoría del color basada en mezclas de blanco
y negro, así como capítulos sobre joyas y perfumes. Escribió además sobre lógica, medicina, ética, y en otros escritos
filosóficos medita sobre asuntos como la naturaleza del espacio.

En Navarra murió el rey Enrique I y no dejó más descendencia que una hija de dos años, que se convirtió así en la
reina Juana I de Navarra y condesa de Champaña.
Isabel de Aragón, la hija del rey Jaime I casada con Felipe III de Francia, había muerto dos años antes, y ahora el rey
francés contrajo matrimonio con María, hermana del duque Enrique IV de Brabante.

Ese año se terminó el Libre dels feyts del rey en Jacme, supervisado por el rey Jaime I de Aragón.

Japón fue atacado por una gran flota mongola y coreana con unos treinta mil hombres, que inexplicablemente se retiró a
la noche siguiente. La corte ofreció oraciones a los dioses. Qubilay Kan envió unos delegados en 1275 para pedir la
sumisión de Japón, pero los japoneses los ejecutaron, armaron una poderosa flota y empezaron a construir una larga
muralla de piedra a lo largo de la costa de Kyushu, la isla japonesa más cercana al continente.

El rey Valdemar de Suecia fue destronado por su hermano Magnus. Tuvo que refugiarse en Dinamarca. Magnus instituyó
un consejo como órgano central de gobierno y contribuyó a feudalizar la sociedad sueca.

Ese año murió el conde de Trípoli, Bohemundo VI, que fue sucedido por su hijo Bohemundo VII.

También murió, aproximadamente a los cien años de edad, san Raimundo de Peñafort.

El año anterior Ramon Llull, considerando acabada su formación, se había retirado a un monte cercano a Palma de
Mallorca, su ciudad, donde recibió una "iluminación" sobre cómo escribir un libro contra los errores de los paganos. Lo
escribió, con el título de Art abreujada d'atrobar veritat (Arte abreviada de encontrar la verdad), y ahora marchó
a Montpellier para presentárselo con el resto de sus obras (diecisiete libros en total) a su viejo amigo el infante Jaime, el
hijo del rey Jaime I de Aragón, a quien había servido en su juventud.

Jaime los hizo examinar por un teólogo para asegurarse de que no contenían errores, y el censor se entusiasmó con ellos,
especialmente con el Libro de Contemplación. Jaime proporcionó a Llull medios económicos para que fundara
en Miramar (en Mallorca) un colegio de lenguas para preparar misioneros.

El conde de Lancaster, Edmundo el Jorobado, se casó con Blanca, hija del conde Roberto de Artois.
EL FIN DE LA DINASTÍA SONG
En 1275 Marco Polo llegó a la corte de Qubilay Kan con su padre y su tío. El mapa siguiente muestra aproximadamente
la ruta que siguió:

Los Polo se detuvieron casi un año en Ganzhou, la primera ciudad China que pisaron, adonde acudió una
escolta mongola que los llevó hasta Shangdu, la residencia de verano del gran kan, al norte de Pekín. Allí, mientras
Niccolò y Matteo se dedicaban al comercio, Qubilay Kan tomó al joven Marco Polo bajo su protección. Marco Polo
describió así la corte de Qubilay:

Qubilay Kan era un hombre de mediana estatura, apuesto y de hermosos ojos negros. Tenía cuatro esposas oficiales, que
le dieron veintidós hijos, y también muchas "amigas", seleccionadas de entre las mujeres más hermosas de la tribu tártara
de los onggirat. Residía en Janbalik. Su palacio era un enorme complejo de murallas y edificios, cuyo centro lo ocupaba
la residencia del emperador. Las paredes estaban recubiertas de plata y oro, cinceladas con dragones, leones y bellas
historias de caballeros enamorados... Los tejados estaban barnizados en colores y resplandecían como joyas. En los
jardines crecían árboles exóticos y vivían animales extraños. El cumpleaños del kan era, junto al año nuevo, la fiesta
más importante del año. El emperador y sus doce mil guardias de corps iban vestidos con seda de distintos colores
bordada en oro, perlas y piedras preciosas. El pueblo ofrecía presentes a Qubilay y éste distribuía recompensas,
generalmente señoríos. El día de año nuevo, los habitantes de palacio se vestían de blanco, el color de la buena suerte.
Los cortesanos se inclinaban ante su soberano y un gran león venía a postrarse a los pies del Kan.

Ese año se creó un arzobispado nestoriano en Pekín. El cristianismo nestoriano se había extendido por Mongolia. Qubilay
fue tolerante con todas las religiones, excepto con el Islam, pues se opuso a la propaganda musulmana en China.

El reino nazarí de Granada sufría convulsiones internas. Al rey Muhammad II se le oponía la familia de
los Escayuela, que pretendían el trono y contaban con el apoyo de los benimerines. Finalmente los benimerines cruzaron
el estrecho, si bien no llegaban para combatir a los nazaríes, sino a los cristianos. Desembarcaron en Algeciras, donde
derrotaron al ejército de Nuño González de Lara, que resultó muerto. El rey de León y Castilla, Alfonso X el Sabio,
estaba entonces en Alemania, pues todavía no se había resignado a renunciar al Sacro Imperio Romano, así que fue su
heredero, el infante Fernando de la Cerda (llamado así por haber nacido con un largo pelo en el pecho) quien se dispuso
a repeler el ataque africano. Sin embargo, mientras estaba en Ciudad Real esperando refuerzos, enfermó y murió al poco
tiempo.

Ausente el rey, se planteó urgentemente la cuestión de quién estaba al mando del reino hasta que volviera. La respuesta
natural era que el nuevo heredero, que teóricamente era Alfonso de la Cerda, el hijo del infante, pero tenía el
inconveniente de que no era fácil poner a un niño de cinco años al frente de un ejército. Una opción era admitir en su
lugar a su tutor, Juan Núñez de Lara, pero la nobleza castellana, dirigida por Lope Díaz de Haro, no quiso aceptar la
autoridad de otro noble (que además, aunque su familia era castellana, era en parte extranjero, pues sus tierras estaban
en Albarracín, que pertenecía a la Corona de Aragón) y designó como nuevo heredero al trono a Sancho el Bravo, el
segundo hijo de Alfonso X el Sabio, de dieciséis años de edad.

Fue, en efecto, Sancho, quien dirigió el reino hasta que regresó su padre, quien lo aceptó como heredero, en parte porque
era ya un hecho consumado y en parte porque el reino de Navarra estaba en manos de una niña de tres años y el primero
que se casara con ella se quedaba el reino: Alfonso X tenía su candidato y Felipe III de Francia tenía el suyo, y la
mediación de Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, podía ser crucial. Por otra parte, Alfonso de la Cerda era sobrino de
Felipe III, por lo que Juan Núñez de Lara tuvo el respaldo francés en su postura de salvaguardar los derechos del niño.

El rey Jaime I de Aragón se vio envuelto en un conflicto similar. Desde hacía un tiempo existía una rivalidad entre su
heredero, Pedro, y el infante Fernando Sánchez de Castro, un hijo bastardo del monarca. Esta rivalidad llevó a un
enfrentamiento entre Jaime I y Pedro, en la que el infante contaba con el apoyo de buena parte de la nobleza. Ese mismo
año, Pedro resolvió en gran parte el problema al asesinar a su hermanastro. En el reino de Valencia se rebeló el caudillo
moro al-Azrak. Jaime I fue derrotado en Luxent y se vio obligado a retirarse a la capital, Valencia, mientras Pedro
asumía la dirección de la campaña.

El Papa Gregorio X murió apenas comenzado el año 1276. El sistema de elección que había implantado funcionó
perfectamente, pues los cardenales eligieron a su sucesor el 21 de enero. Esta vez fue un dominico francés de cincuenta
y seis años: Pierre de Tarentaise, que adoptó el nombre de Inocencio V. Había sido profesor de teología en París y luego
arzobispo de Lyon, hasta que fue nombrado cardenal tres años antes de su elección como Papa. Murio el 22 de junio, y
su sucesor fue elegido el 11 de julio, ahora un genovés llamado Ottobono de'Fieschi, que adoptó el nombre de Adriano
V.

Pocos días después murió el rey de Aragón Jaime I el Conquistador. Se evitó así el de otro modo inevitable conflicto que
había planteado la rivalidad con su primogénito. De acuerdo con el testamento del monarca, Pedro III heredó la Corona
de Aragón, que incluía el reino de Valencia, pero no la herencia de su hermano Jaime II, formada por el reino de Mallorca
(las islas Baleares, de las cuales Menorca era todavía un reino vasallo musulmán) junto con algunos territorios más, entre
ellos los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorío de Montpellier.

Uno de los beneficiados de las desavenencias entre Pedro III y su padre fue el hijo del conde Armengol IX de Urgel, que
antes incluso de que muriera el conquistador había conseguido de Pedro III que le restituyera el condado, y se convirtió
así en Armengol X de Urgel.
El 18 de agosto murió Adriano V. (Estaba claro que los cardenales estaban cumpliendo su parte en las elecciones, no así
el Espíritu Santo, que debía inspirarles el candidato idóneo.) En septiembre fue elegido Papa un portugués de cincuenta
y seis años: Pedro Juliano, que adoptó el erróneo nombre de Juan XXI (erróneo porque nunca hubo un papa o antipapa
Juan XX). Había sido médico de Gregorio X. Era un gran erudito, autor de un manual de dialéctica titulado Summulae
logicales, y de doce comentarios a diversas obras médicas (de Hipócrates, Galeno y otros médicos griegos y musulmanes).

En la ciudad francesa de Arras se representó Le jeu de la feuillée (El juego de la enramada), una obra de teatro que ya
es completamente profana. Su autor, Adam de la Halle (o Adam el Jorobado), natural de la ciudad, intervino como
protagonista.

El enfrentamiento entre el emperador electo Rodolfo I de Habsburgo y el rey Otakar II de Bohemia había llegado a las
armas el año anterior. Rodolfo I derrotó a Otakar II en noviembre y éste tuvo que someterse, pero las condiciones que le
impuso fueron excesivas: Otakar II debía entregar al Sacro Imperio Romano el ducado de Austria y las marcas de Carintia
y Carniola. Poco después, Otakar II volvió a rebelarse y Rodolfo I se atribuyó el título de duque de Austria.

El rey Esteban IV de Servia había logrado situar a su país en buenas relaciones con sus vecinos y contó con el apoyo tanto
de la Iglesia Católica como de la Ortodoxa. Desarrolló la industria minera y creó una moneda servia. Se ganó así el
sobrenombre de Esteban IV el Grande, pero fue destronado por su hijo Esteban V Dragutin, con quien se había negado
a compartir el reino. Se retiró entonces a un monasterio con el nombre de Simón.

Otro país que prosperaba era Noruega. Su rey promulgó un código legal común para todo el reino, lo que le valió el
sobrenombre de Magnus VI el Legislador. Favoreció el comercio y creó ciudades libres, no sujetas al gobierno de ningún
señor.

En Rusia murió el gran príncipe Vasili de Vladímir, y fue sucedido por Dimitri, mientras Daniel, el hijo del gran príncipe
Alejandro Nevski, se erigió en príncipe de un pequeño estado (vasallo, por supuesto, de la Horda de Oro mongola como
el resto de Rusia) con capital en Moscú.
Qubilay Kan se apoderó de Linán, la capital de la China de los Song y el emperador fue capturado. En 1277 Abaqa Kan
fue derrotado en Albistán por los mamelucos de Baybars I. El sultán murió envenenado un tiempo después y fue sucedido
por su hijo.

Las incursiones mongolas en Bulgaria terminaron suscitando una rebelión dirigida por el porquero Ivajlo, que derrotó y
mató al rey Constantino Asen. Luego se hizo proclamar rey. María Cantacuceno, la viuda de Constantino y sobrina del
emperador bizantino Miguel VIII, estrechó sus relaciones con Ivajlo y terminó casándose con él, para que su
hijo Miguel conservara su derecho al trono.

El actual rey de Jerusalén (por más que el título no tuviera en realidad mucho valor) era el rey Hugo III de Chipre, pero
una pariente suya, María de Poitiers-Antioquía, se consideraba con derecho al mismo, y le vendió estos derechos al rey
Carlos I de Sicilia, que ese mismo año ocupó San Juan de Acre. Desde entonces hubo dos reyes de Jerusalén. Se inició
una guerra civil en la que estallaron antiguos conflictos entre las numerosas colonias italianas por una parte, y y los
Templarios y los Hospitalarios por otra.

El rey Eduardo I de Inglaterra derrotó al príncipe de Gales Llewelyn II ap Gruffydd y le impuso el duro tratado
de Conway.

El conflicto respecto a la sucesión del rey Alfonso X de León y Castilla había desembocado en una guerra civil. Violante
de Aragón, la esposa de Alfonso X, sacó de Castilla a sus nietos, Alfonso y Fernando de la Cerda, para su seguridad, y
los entregó a su hermano, el rey Pedro III de Aragón.

Dado que el rey Felipe III de Francia apoyaba los derechos de su sobrino Alfonso, su hermanastro Sancho se alió con
Pedro III, que acababa de sofocar la rebelión musulmana que había estallado en Valencia en los últimos años del reinado
de su padre, Jaime I. Así pues, los infantes de la Cerda habían caído en la garganta del lobo. Pedro III
ocupó Albarracín, donde Juan Núñez de Lara atacaba a los partidarios de Sancho. Por otra parte, Felipe III logró que el
conde Roger Bernardo III de Foix le rindiera vasallaje, y éste usó su influencia en Cataluña como vizconde de Castellbó
para levantar a la nobleza contra Pedro III.
Respecto a la lucha entre Alfonso X y Felipe III por el reino de Navarra, el Papa Juan XXI logró reconciliarlos
(principalmente porque la reina Juana de Navarra tenía entonces cuatro años y los dos rivales comprendieron que les
convenía mantener la paz hasta que llegara el momento de luchar por casarla con sus respectivos herederos). Poco más
pudo hacer Juan XXI, pues murió antes de completar su primer año de pontificado. Fue sucedido por Giovanni Gaetano
Orsini, que adoptó el nombre de Nicolás III. La especialidad del nuevo Papa era la diplomacia. Había participado en los
acuerdos entre el Papa Clemente IV y el conde Carlos de Anjou por los que éste obtuvo el reino de Sicilia, y pronto llevó
a cabo nuevas negociaciones con el propio Carlos I y con Rodolfo I de Habsburgo por las que ambos acabaron cediéndole
algunos territorios.

También murió el conde Hugo V de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Poncio V.

Milán llevaba más de medio siglo dominado por la familia Della Torre, pero ahora Napoleone della Torre, el señor de
Milán, fue derrocado por Ottone Visconti, el arzobispo de Milán, que había sido expulsado por Napoleone y se hizo con
el dominio de la ciudad gracias al apoyo de la nobleza.

El general de los franciscanos, Jerónimo de Ascoli, denunció las obras de Roger Bacon, pues en ellas se atacaba a algunas
personanidades, como Santo Tomás de Aquino o Alberto Magno. El propio Alberto se trasladó a París por unos meses
para defender la obra de su discípulo. Las tesis de Bacon fueron condenadas y él ingresó en prisión. Siger de Brabante
tuvo que dejar también la universidad de París, acusado de averroísta.

En 1278, el emperador Rodolfo I de Habsburgo derrotó y mató al rey Otakar II de Bohemia en la batalla
de Dürnkrut, donde contó con la ayuda del rey Ladislao IV de Hungría. Rodolfo I se apropió definitivamente del ducado
de Austria y de las marcas de Estiria, Carniola y Carintia. Bohemia pasó a Venceslao II, el hijo de Otakar II, que tenía
entonces siete años de edad. Rodolfo I le designó como tutor al conde Otón V de Brandeburgo.

Ese año murió Felipe, el hijo del rey Carlos I de Sicilia que estaba casado con la hija del príncipe Guillermo II de Morea.
Carlos I obligó a Guillermo II a cederle definitivamente el título tal y como había dispuesto Balduino II, el difunto
emperador latino de Constantinopla. Desde Morea, Carlos I trató de conquistar el despotado de Épiro, del que ya dominaba
una parte (Albania).

También murió la condesa Adelaida de Borgoña, que fue sucedida por su hijo Otón IV.

La política tradicional de los Capetos había sido favorecer a la burguesía para disminuir el poder de la nobleza, pero ahora
la legitimidad dinástica de los capetos estaba sólidamente asentada y la nobleza lo tenía asumido, mientras que los
burgueses estaban reclamando constantemente más privilegios para las ciudades. Esto generó conflictos especialmente
en el condado de Flandes, pues la sucesión de la condesa Margarita II estaba disputada. El arbitraje del rey san Luis, más
de veinte años atrás, había establecido como heredero a su hijo Roberto de Dampierre, pero ahora un pariente llamado Gui
de Dampierre recabó el apoyo de los artesanos flamencos y encabezó una revuelta, por la que Margarita II fue derrocada
y Gui se convirtió en el nuevo conde.

En Siam subió al trono Rama Kamheng (Rama el Fuerte) que extendió considerablemente las fronteras de su reino. Ese
mismo año llegó a un acuerdo con el rey vecino Mangrai para defenderse conjuntamente de la amenaza mongola.

En 1279 el rey Pedro III de Aragón obligó a su hermano Jaime II de Mallorca a rendirle vasallaje. También ayudó a un
hermano del Califa al-Mustansir llamado Abú Ishaq a hacerse con Túnez.

En Egipto, el hijo de Baybars I fue destronado por Qalaún, que, tras vencer a un competidor en Siria, se convirtió en el
nuevo sultán mameluco.

El Papa Nicolás III envió misioneros a Mongolia.

Alfonso X el Sabio terminó el Lapidario, un tratado en el que se analizan quinientas piedras preciosas, metales y otras
sustancias (aunque con continuas referencias a la astrología y a creencias populares).

Ese año murió el rey Alfonso III de Portugal, que fue sucedido por su hijo Dionisio el Liberal. Su nombre se debe a las
numerosas medidas que tomó para desarrollar su país: desarrolló la economía, construyó canales, edificó acueductos,
organizó la marina, fundó escuelas y talleres, favoreció a la agricultura, liberó a los siervos y plantó pinos (que más
adelante iban a ser muy útiles para la construcción de barcos).

También murió el duque Boleslao V de Polonia, y fue sucedido por Leszek II el Negro, que resistió los ataques mongoles
con más fortuna que su antecesor.

Los nobles búlgaros hicieron correr el rumor de que el rey Ivajlo había muerto, y proclamaron rey a Juan Mitso, el mismo
al que años atrás habían reemplazado por Constantino Asen. El nuevo rey adoptó el nombre de Juan IV Asen. Ivajlo se
refugió entre los mongoles.

Qubilay Kan completó la conquista de China. Los últimos leales al emperador se arrojaron al mar. En 1280 Qubilay se
hizo proclamar emperador de China, el primero de la dinastía Yuan (que significa "principio"). La guerra había afectado
mucho al país. La población había disminuido desde cien hasta sesenta millones de habitantes. Qubilay reconstruyó las
carreteras imperiales e implantó el sistema de correos mongol, servido por doscientos mil caballos.

Los mongoles nunca llegaron a integrarse en la sociedad china. Los habitantes fueron divididos en cuatro clases con
distintos privilegios: los mongoles eran la clase dominante, muy reducida en número en términos proporcionales. El
segundo grupo eran las "personas con posición especial", en su mayoría aliados de los mongoles procedentes del Asia
central u occidental, sobre todo turcos, pero también persas, sirios, etc. En sus manos estaba la administración de las
finanzas y del patrimonio y de entre ellos surgieron consorcios que actuaban como bancos. La autoridad mongola permitió
la implantación sistemática del papel moneda, que hasta entonces había tenido un uso limitado. En el tercer grupo estaban
incluidos los habitantes de la China septentrional, incluidos los khitán, los yurchén y los coreanos; y el último grupo era
el de los habitantes del recién conquistado Imperio Song, que tenían vedado el acceso a todos los cargos importantes y se
les prohibía aprender lenguas extranjeras. Los mongoles no se molestaron en aprender el chino, sino que el trato con el
pueblo se hacía a través de los aliados extranjeros. Qubilay Kan tenía consejeros chinos, pero nunca trataba con ellos
directamente.
Aunque los que habían constituido las clases más pudientes en la China anterios al dominio mongol fueron excluidos
mayoritariamente del gobierno y la administración, sus propiedades fueron respetadas y, en gran medida, también su
status social. Se formó así una clase de ilustrados retirados de la política que contribuyó al desarrollo de nuevas
manifestaciones artísticas. Lo más destacable fue el surgimiento del género teatral: los diálogos hablados se combinaban
con partes en verso cantadas. Se definieron nueve papeles tradicionales y cada actor, al entrar en escena, anunciaba al
público el papel que representaba. El autor más famoso fue Guan Hanqing, cuya obra maestra es Du'E yuan (La
injusticia cometida contra Du'E). Solía poner en escena heroínas virtuosas e inteligentes perseguidas por la sociedad.

La situación de la mujer en las ciudades había empeorado ya en la época de los Song y este proceso continuó bajo la
dinastía Yuan. En efecto, en el campo la mujer realizaba tareas similares a las que realizaba cualquier hombre, y su
consideración era más o menos paritaria; pero en las ciudades las mujeres no eran necesarias como trabajadoras, y
empezaron a ser tratadas como sirvientes u objetos de placer. Ya en la época Song se había originado la costumbre de
vendar los pies a las niñas para evitar que crecieran, pues las mujeres con pies pequeños se consideraban más hermosas
y perfectas (a pesar de que las malformaciones provocadas de este modo les dejaban secuelas para toda la vida). Esta
práctica se prohibió en el siglo XX.

Ivajlo, el rey de Bulgaria derrocado por Juan IV Asen, intentó recuperar el trono, pero Jorge Terter, el cuñado de Juan
IV, lo puso en fuga de nuevo. Se dirigió a la corte de Nogai, el kan de la Horda de Oro, a solicitar su ayuda, pero allí
estaba Juan IV, que había dejado el reino en manos de su cuñado precisamente para acudir a la corte de Nogai con el
mismo propósito que su rival. Ivajlo fue asesinado. Juan IV murió poco después y su cuñado se convirtió en Jorge I
Terter.

PEDRO III EL GRANDE


El rey Carlos I de Sicilia gobernaba su reino con mano dura: impuso leyes severas contra el asesinato, el robo y el
bandolerismo, que estaban entonces a la orden del día, castigó la corrupción y la brutalidad de los funcionarios locales,
impuso elevados impuestos a los terratenientes ricos y con el dinero construyó carreteras, reformó el sistema monetario,
impuso un sistema de pesos unificado, mejoró los puertos y puso en explotación algunas minas de plata. Sin embargo,
sus súbditos no lo querían: recordaban con añoranza a Manfredo y también a Conradino, que no llegó a gobernar, pero
Carlos I lo había ahorcado y con ello escandalizó a la cristiandad.

La mejor alternativa a Carlos I era clara: Manfredo había tenido una hija, Constanza, que ahora estaba casada con el rey
Pedro III de Aragón. Podía considerarse que Pedro III era el legítimo heredero del reino de Manfredo. Con el tiempo se
difundió incluso la leyenda (falsa) de que cuando Conradino subía al patíbulo arrojó un guante a la multitud, guante que
fue recogido precisamente por Constanza, como presagio de que ella vengaría su muerte.

De momento, Pedro III estába muy ocupado haciendo frente la revuelta de la nobleza catalana dirigida por el conde Roger
Bernardo III de Foix, pero en 1280 pudo sofocarla y el conde fue encarcelado. Otro de los rebeldes había sido el conde
Armengol X de Urgel, que también acabó en prisión, y en la cárcel descubrió en su interior la más firme lealtad hacia su
rey. Una vez pacificado su reino, Pedro III pudo fijar la vista más allá del horizonte.

El que un día fuera meramente conde de Anjou era ahora uno de los hombres más poderosos de Occidente: dominaba
Sicilia y el sur de Italia, Morea, Albania, el reino de Jerusalén, estaba combatiendo en Épiro, había entablado una alianza
con el rey Jorge I de Bulgaria, amenazaba a Túnez, y todo ello no era sino una toma de posiciones para su principal
ambición: tomar Constantinopla. Su dominio sobre el Mediterráneo estaba perjudicando los intereses comerciales de la
Corona de Aragón, y los numerosos enemigos que se iba creando acababan apelando a Pedro III.

Jean de Meung terminó una segunda parte del Roman de la rose, compuesta por 17.772 versos, de características muy
distintas a las de la primera parte. Se conserva el cuadro y los personajes, pero incluye muchas disgresiones en los que se
traducen pasajes de escritores antiguos. El poema es en parte una enciclopedia y en parte una sátira en la que se combate
atrevidamente las supersticiones y creencias de la época. Ataca la avaricia y los vicios de los monjes, con sarcasmo y
virulencia.

Con la muerte de Hulagu Kan, el Imperio de Trebisonda había quedado libre del dominio mongol. Ahora estaba gobernado
por Juan II Comneno, hijo de Manuel I (el emperador Andrónico II, su hermano, había muerto trece años atrás), que se
aproximó a Constantinopla al casarse con Eudoxia, hija del emperador Miguel VIII Paleólogo.
Ese año murió el rey de Noruega Magnus VI el Legislador, y fue sucedidopor su hijo Erik Magnusson, de doce años. Su
madre Ingeborg ejerció de regente. También murieron san Alberto Magno y el Papa Nicolás III. Entonces se le presentó
una oportunidad única al rey Carlos I de Sicilia: en los últimos años había tratado en vano de romper las buenas relaciones
que el emperador bizantino Miguel VIII había entablado con el papado, de cara a que el Papa aprobara un eventual ataque
a Constantinopla. Esto podía cambiar si el próximo papa lo elegía él en lugar del Espíritu Santo. Estaba en condiciones
de influir más o menos descaradamente en la elección, y aun así no le resultó fácil. Los cardenales tardaron seis meses en
elegir a su Papa, hasta que el 22 de febrero de 1281 fue elegido un italiano de unos setenta años llamado Simon de
Brion, que tomó el nombre de Martín IV a pesar de que sólo tuvo un predecesor con este nombre (los cronistas
pontificios tomaron como Martín II y Martín III a los papas Marino I y Marino II, y el nuevo Papa confirmó el error).

La sumisión de Martín IV a Carlos I no tardó en hacerse evidente: el emperador Miguel VIII fue excomulgado poco
después. La antipatía de los italianos hacia Carlos I se extendió hasta Roma, donde el partido gibelino (ahora partidario
de Pedro III) se hizo fuerte y no consintió que Martín IV entrara en la ciudad.

Miguel VIII no se amedrentó. Logró expulsar de Épiro a Carlos I, hizo fracasar una alianza firmada entre Sicilia y Venecia
por mediación de Martín IV y lanzó a los mongoles sobre Bulgaria.

Por su parte, Carlos I casó a su nieto Carlos, el hijo de Carlos el Cojo, que tenía entonces diez años, con Clemencia, hija
del emperador Rodolfo I.

Mientras tanto Qalaún, el sultán de Egipto, derrotaba al mongol Abaqa Kan en Homs, en Siria.

En el otro extremo del mundo, dos flotas de mongoles y coreanos con alrededor de ciento cuarenta mil hombres,
desembarcaron en dos puntos de la costa japonesa. Los samuráis resistieron a los invasores durante todo el verano, y
estaban apunto de sucumbir cuando, en otoño, un tifón destruyó parte de las embarcaciones y obligó a los mongoles a
retirarse precipitadamente. Los que quedaron en tierra fueron masacrados por los japoneses.

Ese año murió el caudillo turco Ertogrul, que seguía luchando contra los bizantinos como vasallo del sultanato de Rum,
y fue sucedido por su hijo Osmán.
También murió, al parecer asesinado, Siger de Brabante.

En Luxemburgo murió el conde Enrique V, que fue sucedido por su hijo Enrique VI.

En 1282 le tocó el turno al rey Erik Klipping de Dinamarca firmar una Carta Magna presionado por la nobleza. El rey se
comprometió además a reunir anualmente a los grandes del reino en un parlamento.

En Noruega, el consejo de regencia que asesoraba a Ingeborg, la madre del rey Erik Magnusson, que tenía entonces
catorce años, decidió que la Iglesia noruega tenía demasiados derechos y privilegios, y entró en conflicto con el
arzobispo Jon Raude, que murió en el exilio. El rey tuvo que ratificar las decisiones del consejo, que disminuían
considerablemente el poder de la Iglesia. Ello le valió el sobrenombre de Erik Prestehater (el que odia a los curas). Ese
año el rey se casó con Margarita, hija del rey Alejandro III de Escocia.

El príncipe de Gales Llewelyn II ap Gruffydd se alzó de nuevo contra el rey Eduardo I de Inglaterra junto con su
hermano David, y ambos fueron secundados por los restantes reyes galeses. Sin embargo, Llewelyn II murió en combate,
lo que supuso un duro golpe para la resistencia galesa.

El rey Esteban V de Servia se retiró a un monasterio con el nombre de Teoktist. Dejó el reino a su hermano Esteban VI
Uros Milutin, que empezó a extender los dominios servios a costa de los búlgaros.

Ese año murió el conde Tomás III de Piamonte, que fue sucedido por su hijo Felipe, de cuatro años.

El emperador Rodolfo I concedió la marca de Carintia al conde Meinhard V de Tirol, y traspasó los ducados de Austria
y Suabia y la marca de Estiria a sus hijos Alberto I y Rodolfo II.

El rey Carlos I de Sicilia estaba ya a punto de lanzar su ataque definitivo contra Constantinopla cuando se produjo un
suceso que alteró radicalmente sus planes. El 30 de marzo, a la hora de las "vísperas" (la plegaria vespertina), los
habitantes de Palermo se sublevaron y la rebelión se extendió rápidamente por toda la isla de Sicilia. La población mató
a cuantos franceses cayeron en sus manos. Fueron las llamadas vísperas sicilianas. Los sicilianos contaron más adelante
que el detonante de la rebelión fue que una mujer siciliana que se dirigía a la iglesia fue asaltada por un soldado francés,
al que la multitud mató inmediatamente, pero, tanto si esa historia es cierta como si no, la mano de Pedro III de Aragón,
secretamente aliado con el emperador bizantino Miguel VIII, fue decisiva.

Carlos I abandonó los Balcanes y con su flota asedió Mesina. Los sicilianos pidieron ayuda al Papa Martín IV, pero éste
apoyaba a Carlos I. En junio Pedro III se trasladó discretamente a Túnez, donde se mantuvo a la espectativa, y envió a
Sicilia a su almirante Pere Queralt, quien convenció a los sicilianos para que ofrecieran la corona. El 30 de
agosto desembarcó en Trapani, donde fue recibido como un libertador, y en septiembre fue coronado rey de Sicilia en
Palermo. No tardó en ser conocido como Pedro III el Grande.

A partir de ese momento existieron dos reinos de Sicilia: el formado por la propia isla y el que comprendía el sur de Italia,
pero que conservó el nombre de reino de Sicilia como una forma de reivindicar el derecho de sus monarcas sobre la isla.
No obstante, aquellos a quienes les daba igual quién era el rey legítimo de Sicilia, empezaron a hablar más propiamente
del reino de Nápoles.

El emperador Miguel VIII se vio libre así de la amenaza francesa, pero no vivió para disfrutar de su éxito. Murió ese
mismo año, y fue sucedido por su hijo Andrónico II Paleólogo. Ganó popularidad al cortar definitivamente la política
de su padre de sumisión al papado. Sin embargo esto le dificultó las posibles alianzas con Occidente. A pesar de ello,
logró el apoyo de los genoveses, que se establecieron en el suburbio de Gálata, en Constantinopla, rodeado por sus
propias murallas. Génova seguía en guerra con Venecia. Los venecianos también lograron por su parte concesiones
importantes en la capital bizantina, cuyos inermes habitantes tuvieron que presenciar más de una vez batallas entre
genoveses y venecianos dentro de la propia ciudad.

El Papa Martín IV excomulgó a Pedro III el Grande. Carlos I lo desafió personalmente en territorio neutral (Burdeos), y
el insensato no tuvo mejor ocurrencia que acudir al desafío. Dejó Sicilia en manos de su esposa Constanza y de sus hijos
menores de edad, Jaime y Federico, y se presentó en Burdeos en 1283, donde estuvo a punto de ser capturado por el rey
Felipe III de Francia. Sin embargo, logró regresar a su reino, donde reclamó de la nobleza y la burguesía urbana el apoyo
necesario a su nueva política mediterránea. Lo obtuvo, pero a cambio de importantes concesiones. En las cortes de
Barcelona, ambos estamentos obtuvieron para Cataluña privilegios que limitaban sensiblemente la autoridad del rey. Unos
meses después, la nobleza aragonesa se alió en la llamada Unión aragonesa, que en las cortes de Zaragoza obtuvo
privilegios similares. Además, logró que Pedro III estableciera que el reino de Valencia fuera regido por los fueros
aragoneses, en detrimento de los fueros valencianos. Se inició así un conflicto entre valencianos y aragoneses. El conde
Roger Bernardo III de Foix fue excarcelado, aunque el rey le obligó a entregarle como rehén a su hija Constanza.

Pedro III había dejado su ejército siciliano al mando de Roger de Llúria. Su padre, Roger, había muerto en Benevento
luchando junto a Manfredo; su madre, Bella d'Amichi, formaba parte del séquito que acompañó a la reina Constanza
cuando se trasladó a la Corona de Aragón. Fue entonces cuando Roger pisó por primera vez suelo catalán, a sus doce
años. Ahora, a sus treinta y tres, derrotaba a los angevinos en la isla de Malta, que se integró entonces en el reino de
Sicilia. Luego empezó a saquear sistemáticamente las costas del reino de Nápoles.

Una buena parte de su ejército estaba formada por los Almogávares, soldados profesionales que habían surgido en
Cataluña durante las largas guerras contra los musulmanes de Al-Ándalus. Entonces habitaban en las montañas y se unían
a los ejércitos cristianos cuando emprendían una campaña. Su especialidad era el combate a corta distancia, con armas
arrojadizas. Vivían de los botines de guerra. Habían desempeñado un papel decisivo en las conquistas de Jaime I, pero
cuando la Corona de Aragón alcanzó los límites pactados con Castilla y dejó de tener fronteras con Al-Ándalus, los
almogávares se convirtieron en un grave problema difícil de controlar.

La campaña de Sicilia fue providencial a este respecto, pues Pedro III logró organizar mínimamente a los almogávares
como para integrarlos en su ejército y embarcarlos, y así mató dos pájaros de un tiro: los alejó de Cataluña y al mismo
tiempo su ejército contó con un un temible contingente de fieros y expertos guerreros.

Un teólogo y filósofo franciscano llamado Pierre Olieu se convirtió en la cabeza de los espirituales de Provenza. Propuso
una teoría del alma como compuesta de varias formas (vegetativa, sensitiva, espiritual) con las que explicaba las formas
más complejas del conocimiento a partir de constituyentes más simples. Más graves eran sus teorías sobre la pobreza
radical, de las que la Iglesia lo obligó a retractarse.
El rey Venceslao II de Bohemia asumió el gobierno de su país a los doce años de edad.

El Imperio Bizantino estaba arruinado y no podía defenderse a sí mismo. En el mar dependía de la flota genovesa, y ahora
el emperador Andrónico II tuvo que aliarse con el rey Esteban VI de Servia para defenderse de los turcos.

Ese año murió Felipe I, el emperador latino de Constantinopla, si bien el título ya no significaba nada. Dejó sólo una hija
de nueve años, la Emperatriz Catalina I.

La muerte de Inés, dama de Borbón, convirtió en nuevo señor de Borbón a su yerno Roberto, el hermano menor del rey
Felipe III de Francia. Con él se inicia la Tercera casa de Borbón, que es, pues, al igual que la segunda casa de Anjou, una
rama de la casa de los Capetos.

También murió Alejandro, el senescal de Escocia, que fue sucedido por su hijo Jacobo.

Pero la muerte más célebre acaecida ese año fue la de Francesca da Rimini, asesinada por su marido, Gianciotto
Malatesta, tras sorprenderla en adulterio con su hermano Paolo Malatesta, que corrió la misma suerte. Ambos hermanos
eran hijos de Malatesta II da Verucchio, señor de Rimini, ciudad situada en la costa adriática al sur de Ravena. Su lucha
contra los gibelinos hizo que Bonifacio VIII le confiara algunos territorios al sur de sus dominios, y su familia empezó
así a aumentar su poderío. Malatesta II tenía otros dos hijos: Malatestino y Pandolfo I.

También murió Manuel, un hermano del rey de León y Castilla Alfonso X el Sabio. Había estado casado
con Constanza, una hermana del rey de Aragón Pedro III el Grande, y luego con Beatriz de Saboya. Dejó un hijo de un
año llamado Juan Manuel. Ese año el rey sabio publicó sus Libros de ajedrez, dados y tablas, y en 1284 terminaba
la Crónica general y la General e grand estoria, sus dos obras de historia, redactadas en los últimos catorce años. La
primera es una historia de España, mientras que la segunda pretendía ser una historia universal que llegara hasta la época
de su autor, pero que sólo llegó hasta los padres de la Virgen María. El rey usó las fuentes más variadas: el Antiguo
Testamento, las Metamorfosis de Ovidio, obras de Ptolomeo, de Suetonio, antiguos romances, así como diversos textos
históricos medievales.
Sin embargo, Alfonso X no aplicaba su sabiduría a la política, pues el rey Felipe III de Francia lo derrotó en la competición
por el trono navarro. Éste consideró que la reina Juana I ya tenía edad para casarse (once años), y logró concertar su
matrimonio con su primogénito (de dieciséis años) Felipe el Hermoso (el sobrenombre formaba parte de la campaña
matrimonial), el cual se convirtió así en el rey Felipe I de Navarra y conde de Champaña.

Para evitar celos, Felipe III concedió a su otro hijo, Carlos, el condado de Valois, que había pertenecido a su hermano
Juan de Damietta.

Ahora que ya no necesitaba a Lópe Díaz de Haro como casamentero, Alfonso X se propuso defender los intereses de sus
nietos, los infantes de la Cerda y, de acuerdo con Felipe III de Francia, propuso diversas particiones del reino entre éstos
y su hijo Sancho, pero Sancho no las aceptó. En enfrentamiento entre padre e hijo llegó a su punto más candente, pero,
cuando Alfonso X estaba consiguiendo algunos éxitos, murió a sus sesenta y tres años.

Su hijo fue reconocido como Sancho IV el Bravo, pero el panorama que se encontró no era muy esperanzador. Tres años
atrás se había casado con su prima María de Molina, y el Papa Martín IV se negaba a validar ese matrimonio. Así,
aunque Sancho IV pudiera defender su derecho legítimo a la corona, este derecho no lo tendrían sus descendientes. Para
conseguir partidarios, había concedido numerosos privilegios a la nobleza y a las ciudades, a las que ahora apenas podía
controlar. El que había sido su principal valedor, Lope Díaz de Haro, pretendía hacerse pagar sus servicios con cargos y
tierras. Los infantes de la Cerda y su tutor, Juan Núñez de Lara, seguían constituyendo una amenaza, aunque no mayor
que la del tío de los infantes, el rey Felipe III de Francia. Por otra parte, Sancho IV mantuvo el apoyo de Pedro III el
Grande, que tuvo que enfrentarse a la rebelión de Núñez de Lara (vasallo suyo, como señor de Albarracín).

El hermano menor de Sancho IV, llamado Juan, trató de ampararse en uno de los intentos de Alfonso X de repartir sus
reinos entre sus posibles herederos y se proclamó rey de Sevilla y Badajoz, pero no encontró apoyos suficientes y tuvo
que rendir vasallaje a su hermano, en Córdoba.
Mientras tanto, Roger de Llúria, al mando de la flota catalano-siciliana, derrotaba en el golfo de Nápoles a la armada de
Carlos el Cojo, el hijo del rey Carlos I, y lo hizo prisionero. Luego se adueñó de Calabria y de otros territorios en el sur
de Italia.

El Papa Martín IV otorgó la Corona de Aragón a Carlos de Valois, el hijo del rey Felipe III de Francia. Felipe III empezó
a organizar la "Cruzada contra los catalanes", es decir, una invasión de Cataluña con el fin de imponer de hecho a su hijo
como rey de acuerdo con el "derecho" que le daba la decisión papal. Actos como éste le valieron al rey francés el
calificativo de Felipe III el Atrevido, atrevimiento que contrastaba con la prudencia que hasta entonces habían mostrado
los Capetos.

En el norte de Italia las ciudades seguían con sus querellas particulares: Génova derrotó a Pisa en la batalla de La
Meloria, como resultado de la cual los pisanos fueron expulsados de Córcega y Cerdeña (donde hasta entonces habían
convivido con los genoveses). Pisa entró en crisis y acabó en manos de Ugolino della Gherardesca, que se adueñó del
poder supremo e implantó un régimen de terror. Por el contrario, Florencia era una de las ciudades más prósperas de la
región. Mantenía buenas relaciones con los angevinos y cerca de un centenar de familias de comerciantes estaban
extendiendo su influencia por toda Europa occidental.

El año anterior, un aventurero llamado Ibn Abi Umara había aprovechado los disturbios en el Mediterráneo para arrebatar
el trono de Túnez a Abú Ishaq, pero ahora un hermano de Abú Ishaq llamado Abú Hafs Umar devolvió el poder a los
hafsíes.

Haciendo un gran esfuerzo militar, el rey Eduardo I de Inglaterra había conquistado la totalidad de Gales durante el año
anterior, con lo que terminó definitivamente la independencia galesa. Ese año murió el rey Hugo III de Chipre y (uno de
los dos reyes) de Jerusalén, que fue sucedido por su hijo Juan I.

También murió Eberardo I, un tío del conde Rodolfo II de Habsburgo que se había casado con Ana, hija
de Herman, el conde de Kyburg, y a través de este matrimonio había heredado las posesiones de los condes de
Kyburg (entre ellas Friburgo y Thun), situadas en lo que antaño había sido el reino de Borgoña. Fue sucedido por su
hijo Eberardo II.

Desde que dicho reino fue absorbido por el Sacro Imperio Romano más de dos siglos atrás, sus territorios habían corrido
suertes diversas: Provenza había terminado (por matrimonio) en manos del conde de Anjou, ahora el rey Carlos I de
Nápoles; el Condado Libre de Borgoña se había mantenido relativamente independiente; otra parte se agrupó en torno a
los condes de Saboya, vasallos del Imperio; mientras que otra parte se agrupó en torno a los condes de Viennois y
constituyó el Delfinado, también vasallo del Imperio. Finalmente, la región septentrional del reino había caído bajo el
dominio directo de diversos señores alemanes, principalmente los Hohenstaufen, los condes de Kyburg y los condes
Habsburgo, que habían obtenido el condado de Zürich. Cuando Rodolfo I de Habsburgo se convirtió en emperador heredó
varias posesiones de los Hohenstaufen que, unidas a la herencia de los condes de Kyburg, convirtieron a los Habsburgo
en los dueños de la antigua región borgoñona.

Los profesores que setenta y cinco años atrás abandonaron la universidad de Oxford para instalarse en Cambridge habían
continuado su labor docente de forma particular, pero con el tiempo habían llegado a atraer alumnos y nuevos profesores.
Ahora se fundaba en Cambridge el colegio Peterhouse.

Venecia empezó a acuñar una moneda de oro, el ducado, que junto con el florín de Florencia iba a ser el patrón monetario
del Mediterráneo occidental.

Suecia dominaba ya una buena parte de Finlandia. El rey Magnus organizó el territorio en un ducado que confió a su
hermano Bengt, el obispo de Linköping.

En 1285 el rey Felipe III de Francia y su hijo Carlos de Valois invadieron Cataluña, y Pedro III el Grande se encontró
con un par de traiciones. Por una parte, Sancho IV de León y Castilla decidió que no podía permitirse el lujo de enemistarse
más con el Papa Martín IV y, con la excusa de una nueva invasión de los benimerines, negó su ayuda al que hasta entonces
había sido su aliado; por otra parte, su hermano Jaime II de Mallorca (que, como señor de Montpellier, era vasallo de
Felipe III) permitió el paso de los ejércitos franceses por el Rosellón y les prestó su apoyo. La "cruzada" llegó hasta
Gerona, que capituló tras un duro asedio. El conde Roger Bernardo III de Foix se unió al ejército francés.

Pedro III no se amilanó. Ordenó a su hijo Alfonso que invadiera el reino de Mallorca y depusiera a Jaime II, y llamó en
su auxilio al almirante Roger de Llúria, que, tras reunir sus naves con las de Ramon Marquet y Berenguer
Mallol, derrotó a los franceses en dos ocasiones el 3 y el 4 de septiembre.

Pocos días después murió el rey Carlos I de Sicilia. Su reino (y el condado de Provenza) pasó a su hijo, Carlos II el
Cojo, pero, como seguía prisionero de Pedro III, se hizo cargo temporalmente su primo Roberto II de Artois.

Los franceses, privados de su armada y víctimas de una epidemia, optaron por retirarse de Cataluña, pero el 1 de
octubre fueron aniquilados por el ejército de Pedro III a su paso por el coll de Panissars. Pocos días después murió Felipe
III el Atrevido, como consecuencia de la epidemia. Fue sucedido por su hijo, el hasta entonces rey Felipe I de Navarra,
que pasó a ser Felipe IV de Francia (el Hermoso).

Pedro III el Grande no pudo saborear su triunfo, pues murió en noviembre. De acuerdo con su testamento, la Corona de
Aragón pasó a su primogénito Alfonso III, y Sicilia a su segundo hijo, Jaime I.

En Nápoles murió el poeta francés Adam de la Halle. Había acompañado a Italia al conde Roberto II de Artois, y pocos
años antes se había representado su Jeu de Robin et Marion, la obra teatral profana más antigua con acompañamiento
musical.

También murió el duque Juan I de la Baja Sajonia, y el ducado fue compartido por sus tres hijos, Juan II, Alberto
III y Erik I.

EL FIN DE LOS ESTADOS LATINOS


En 1285 habían muerto con pocas semanas de diferencia cuatro de los hombres más influyentes de Europa: el rey de la
Corona de Aragón, Pedro III el Grande, el rey Felipe III de Francia, su tío, el rey Carlos I de Sicilia y también el Papa
Martín IV, que fue sucedido por un italiano llamado Jacobo Savelli, que adoptó el nombre de Honorio IV.

Estos cambios favorecieron al rey Sancho IV de León y Castilla: Honorio IV se mostró menos inflexible a la hora de
estudiar la concesión de una dispensa que legitimara su matrimonio, y el rey Felipe IV de Francia se desentendió de la
suerte de sus primos, los infantes de la Cerda. Por su parte, Alfonso III de Aragón estaba más interesado en ajustar cuentas
con su tío Jaime II de Mallorca que con el rey castellano-leonés. En diciembre se apoderó de la isla de Mallorca.

Naturalmente, el conflicto de Sicilia seguía abierto, pero Felipe IV no quiso seguir los atrevimientos de su padre y optó
por la vía diplomática. Su principal objetivo era la liberación de su primo, el rey Carlos II el Cojo. Honorio IV excomulgó
al rey Jaime I de Sicilia.

El emperador Rodolfo I casó a su hija Judith con el rey Venceslao II de Bohemia.

El rey Jorge I de Bulgaria tuvo que rendir vasallaje a Nogai Kan. Su autoridad se redujo casi a la nada. Bulgaria se
desmembró en diversos principados sometidos a los mongoles, pero sin ninguna cohesión real entre ellos. El más
importante fue el principado de Vidin, fundado por Juan Sisman, el hermano de Jorge I.

Entre los muertos del año de menor alcurnia estuvo el conde Felipe I de Saboya, que fue sucedido por su sobrino Amadeo
V. El rey Juan I de Chipre fue sucedido por su hermano Enrique II de Lusignan, que se hizo coronar rey de Jerusalén
en Tiro, y luego fue reconocido como tal en San Juan de Acre.

Egipto florecía bajo el sultán Qalaún. Por esta época terminaba una de las mezquitas más hermosas de El Cairo. Contaba
con un hospital y una tumba junto a la mezquita propiamente dicha.

El reino de Dai-Viet rechazó un intento de invasión por parte de los mongoles.


En 1286 Alfonso III de Aragón conquistaba la isla de Ibiza a su primo Jaime II. La nobleza y la burguesía de Aragón
volvieron a agruparse en la Unión Aragonesa para exigir más privilegios al rey. Por su parte, su hermano Jaime I de Sicilia
reunió un parlamento para recabar el apoyo de sus súbditos ante la amenaza del Papa y de los angevinos de Nápoles.

Ese año murió asesinado el rey Erik Kipping de Dinamarca, lo que provocó una guerra civil que cuestionó el trono a su
hijo Erik Menved. Éste tuvo que buscar el apoyo de nobles alemanes que fueron acumulando cargos e ingresos.

En Escocia murió el rey Alejandro III, y no dejó más descendencia que Margarita de Noruega, una nieta de unos tres
años de edad, hija de su hija Margarita y del rey Erik Prestehater de Noruega. Surgieron muchos pretendientes al trono y,
para evitar una guerra civil, los escoceses recurrieron al arbitraje del rey Eduardo I de Inglaterra, quien (para dejar a todos
contentos no contentando a nadie en particular) insistió en que se respetara el derecho legítimo de la heredera.

También murió el duque Juan I de Bretaña, que fue sucedido por su hijo Juan II.

Ramon Llull se encontraba en Montpellier, donde acababa de escribir el Blanquerna, una novela utópica cuyo
protagonista se inicia en la vida religiosa hasta ser elegido Papa.

En 1287 Roberto II de Artois, regente de Nápoles, preparaba un ataque contra Jaime I de Sicilia con el apoyo del Papa
Honorio IV, pero los sicilianos contaron con la ayuda del almirante Roger de Llúria, enviado por el rey Alfonso III de
Aragón. Llúria derrotó estrepitosamente a los angevinos frente a la costa de Nápoles. Mientras tanto, Alfonso III se
apoderaba de la isla de Menorca, que hasta entonces había conservado un gobierno musulmán vasallo del reino de
Mallorca.

Los mamelucos del sultán Qalaún lanzaron un duro ataque contra el condado de Trípoli y ya lo dominaban todo excepto
la capital, que se rindió a los pocos días de que muriera el conde Bohemundo VII. Únicamente la ciudad de Tartus quedó
en poder de los templarios. Ahora el único reducto cristiano en Tierra Santa era el reino de Jerusalén.
Las tropas de Qubilay Kan ocuparon el reino de Pagan, pero fracasaron por segunda vez en su intento de conquistar
Dai-Viet. Al mismo tiempo tuvo que sofocar la rebelión de un príncipe de Manchuria llamado Nayan.

El arzobispo Ottone Visconti, señor de Milán, hizo elegir capitán del pueblo a su sobrino nieto Matteo Visconti.

En vista del éxito en Sicilia, los angevinos aceptaron la vía diplomática que aconsejaba el rey de Francia, y así, tras un
acuerdo previo firmado en Orolón, se llegó el 28 de octubre al tratado de Canfranc, por el que Alfonso III aceptaba
liberar a Carlos II el Cojo a cambio de que éste reconociera a Jaime I como rey de Sicilia, pagara una suma de dinero,
entregara a dos de sus hijos como rehenes y se comprometiera a entregarse de nuevo si no se cumplía el acuerdo. Los
hijos de Carlos II llegaron a Valencia en diciembre, pero Honorio IV se negó a reconocer a Jaime I como rey de Sicilia,
y, bajo su presión, Carlos II continuó reclamando su derecho sobre la isla.

Poco después murió Honorio IV, y, ya en 1288, los cardenales eligieron como sucesor a un franciscano llamado Girolamo
Masci, que adoptó el nombre de Nicolás IV. Había sido general de los franciscanos, y ahora que tenía la autoridad papal
la empleó para combatir a los espirituales.

El nuevo Papa mantuvo su apoyo a Carlos II el Cojo frente a Alfonso III de Aragón y Jaime I de Mallorca. Alfonso III
hizo prisionero a Roberto, hijo de Carlos II. Las presiones ejercidas sobre el rey aragones fueron aprovechadas por la
Unión Aragonesa para forzarle a aceptar sus exigencias, plasmadas en el Privilegio de la Unión, por el que se
comprometía, entre otras cosas, a reunir cada año las Cortes Aragonesas, a aceptar los consejeros que éstas le indicasen
para los asuntos referentes a los reinos de Aragón y Valencia, y a no actuar contra ningún miembro de la Unión sin
sentencia del justicia. (El Justicia Mayor de Aragón era el cargo supremo de la autoridad judicial de la Corona, elegido
por el rey entre los nobles. Al principio su función había sido meramente la de promulgar las decisiones del rey, pero
desde mediados de siglo había adquirido gran prestigio e independencia.) A cambio de estas concesiones, el rey recibió
el apelativo de Alfonso III el Liberal. Las exigencias de la nobleza aragonesa ponían de manifiesto los esfuerzos del
reino de Aragón por controlar el reino de Valencia.
Por esta época se terminó el Libre del rei En Pere d'Aragó e dels seus antecessors passats, de cuyo autor sólo se sabe la
mención que aparece al principio de la obra: Aquí comienza el libro que Bernat Desclot dictó. La ausencia de cualquier
clase alusión a Bernat Desclot en otros documentos de la época ha hecho sospechar que en realidad era el pseudónimo de
un tal Bernat Escrivà, que ocupó cargos de importancia en la curia real y murió al año siguiente. Los primeros cincuenta
capítulos del libro están dedicados a los antepasados del rey Pedro III el Grande de Aragón, desde la unión de Aragón y
Cataluña. Una buena parte del texto consiste en antiguos cantares de gesta prosificados. Los ciento ocho capítulos
siguientes están dedicados a Pedro III. Minuciosamente documentados, son de una gran fidelidad histórica, aunque la
narración presenta un tono épico y derrocha patriotismo y admiración hacia el monarca.

Ese año Alfonso III casó a su hermana Isabel con el rey Dionisio I de Portugal. Dejando el problema de Sicilia
enteramente en manos de su hermano Jaime I, ahora el rey Aragonés se volvió hacia el oeste y proclamó en Jaca rey de
Castilla al infante Alfonso de la Cerda, para vengar la traición que Sancho IV había hecho a su padre.

Lope Díaz de Haro seguía siendo una de las personalidades más influyentes de Castilla. Dominaba las finanzas del reino
a través de prestamistas judíos y se sentía traicionado por el rey, así que ahora apoyó la candidatura del infante Alfonso,
pero Sancho IV lo hizo asesinar (hay quien dice que lo asesinó personalmente en un arrebato de furia) y buscó el apoyo
de Juan Núñez de Lara, el que había sido tutor de los infantes y que hasta entonces había estado desterrado. Por su
parte, Diego López de Haro, el hijo de Lope Díaz, se unió a los aragoneses y atacó las fronteras castellanas. Una hermana
de Diego, llamada María, estaba casada con el infante Juan, el hermano de Sancho IV, que también se rebeló, pero fue
capturado y encarcelado ese mismo año.

Mientras tanto, Ramon Llull expuso públicamente en La Sorbona su doctrina teológica, a la que él daba el nombre de Ars
Magna, y obtuvo el magisterio en artes (no podía obtenerlo en teología por ser casado).

Ese año murieron el duque de Polonia Leszek II el Negro, que fue sucedido por Enrique IV Probus, y el conde Enrique
VI de Luxemburgo, que fue sucedido por su hijo Enrique VII.
En Egipto murió Ibn al-Nafis, el jefe de los médicos del hospital de El Cairo. En su tratado Al-Mudjiz al-Qanum, describe
sin graves errores la circulación pulmonar de la sangre.

La caída del condado de Trípoli llevo al Papa Nicolás IV a predicar una cruzada en 1289, pero apenas tuvo eco entre la
nobleza europea. Algunos occidentales partieron hacia Oriente por su cuenta, pero no hubo un movimiento organizado
susceptible de ser calificado de "novena cruzada". A petición de Qubilay Kan, el Papa envió a Mongolia al
franciscano Giovanni de Montecorvino.

Ese mismo año coronó como rey de Sicilia a Carlos II el Cojo. Entre los títulos que había heredado de su padre estaba el
de príncipe de Morea, título que transfirió a su ex-cuñada Isabel de Villehardouin, la hija del anterior príncipe, Guillermo
II, que ahora estaba casada con el conde Florencio de Hainaut.

El arzobispo de Pisa Ruggieri degli Ubaldini acabó con la tiranía de Ugolino della Gherardesca. Lo hizo enterrar junto
con sus dos hijos en la torre de Gualandi, desde entonces torre del hambre, y luego arrojó las llaves al Arno. La leyenda
dice que Ugolino murió el último, después de haber intentado comerse a sus hijos.

En Armenia murió el rey León III, y fue sucedido por su hijo Hetum II, que continuó la política de su padre de alianza
con los mongoles como defensa ante los mamelucos. Además trató de entablar relaciones con el Imperio Bizantino y con
Chipre.

Ramon Llull terminó el Libre de meravelles (Libro de maravillas), cuyo protagonista, Félix, recorre el mundo
aprendiendo de ermitaños, sabios y filósofos con los que se encuentra. Así, bajo el tenue hilo argumental, el libro es en
realidad una enciclopedia en la que se exponen conocimientos sobre Dios, los ángeles, las plantas, los animales y el
hombre. Contiene el Libre de les bèsties (Libro de los animales), que desarrolla una complicada trama en la corte del
León, en el que la Zorra está a punto de adueñarse del reino animal. Es una obra instructiva y moralista, en la que cada
animal representa a una clase de hombres.

En 1290 Llull expuso a Nicolás IV un plan de cruzada acompañada de labor misionera, pero el Papa lo consideró
demasiado utópico y no le prestó atención. Entonces Llull marchó a Génova y desde allí embarcó hasta Túnez, donde se
dedicó a la predicación y al debate con sabios musulmanes. Se dice que su poder de convicción fue tal, que el rey lo hizo
encarcelar.

La reina Margarita de Escocia tenía ya edad de casarse (unos ocho años), y la nobleza escocesa había concertado su
matrimonio con Eduardo, el heredero del rey Eduardo I de Inglaterra, pero la prometida murió durante el viaje a
Inglaterra. Así se extinguió definitivamente la familia real escocesa y el país pasó un tiempo en la anarquía.

El rey Dionisio de Portugal fundó la universidad de Lisboa. Fue un rey ilustrado, que acogió en su corte numerosos
trovadores y juglares de Galicia, León y Castilla. Mandó traducir al portugués las obras de Alfonso X el Sabio y él mismo
compuso cantigas líricas y satíricas. (Fue conocido como el rey trovador.)

En Suecia murió el rey Magnus, que fue sucedido por su hijo de diez años Birger Magnusson, bajo la regencia del
mariscal Torgils Knutsson.

También murieron el duque Enrique XIII de la Baja Baviera, que fue sucedido por su hijo Otón III, y el duque Rodolfo
II de Austria, que fue sucedido por su hermano Alberto I.

El rey de Nápoles, Carlos II el Cojo, para dejar satisfecho a Carlos de Valois (que no había podido apoderarse de la
Corona de Aragón otorgada por el Papa Martín IV), lo casó con su hija Margarita y le cedió a ésta como dote los
condados de Anjou y Maine.

Carlos II estaba casado con María, hermana del rey Ladislao IV de Hungría, que murió ese mismo año y fue sucedido por
su hermano Andrés III. Sin embargo, el Papa Nicolás IV reconoció como legítimo rey de Hungría al primogénito de
Carlos II y María, que tenía ya diecinueve años y era conocido como Carlos Martel. Su padre lo hizo coronar en Nápoles
y el joven inició una lucha por la corona contra Andrés III.

En Polonia murió el duque Enrique IV. En los últimos años el país había sido colonizado por comerciantes alemanes que
constituyeron una clase burguesa. A ellos se debió principalmente la elección de Enrique IV y ahora, ya sin cortapisas,
impusieron un duque que era prácticamente alemán: el rey Venceslao II de Bohemia.
Mientras el sultanato de Rum se desmoronaba ante las incursiones de los mongoles, el jefe turco Osmán se declaró
independiente a la vez que adoptaba el título de sultán y el nombre de Osmán I Gazi (el victorioso).

Un grupo de cruzados recién llegados a San Juan de Acre empezó a causar disturbios. Eran borrachos pendencieros, y
terminaron provocando una matanza entre los numerosos comerciantes musulmanes que ocupaban las calles de la capital
del reino cristiano. Cuando el sultán Qalaún se enteró, exigió al rey Enrique II que le entregase a los cabecillas de la
revuelta y, al no obtener satisfacción, montó en cólera y se lanzó sobre los territorios cristianos. En unos meses dominaba
todo el reino de Jerusalén salvo la capital, pero el sultán murió cuando se estaba preparando para asediarla. San Juan de
Acre cayó ante su hijo, Al-Ashraf Khalil, el 18 de mayo de 1291. Los musulmanes habían logrado abrir una brecha en
las murallas y entraban en la ciudad matando a cuantos cristianos hallaban a su paso. Los cruzados echaron a correr en
busca de los pocos barcos disponibles, y los que no pudieron embarcar perecieron a manos de los mamelucos. Los
templarios conservaban algunos castillos en la costa, pero fueron sistemáticamente tomados y derruidos en los días
siguientes. Chipre se convirtió desde entonces en el territorio más cercano a Tierra Santa en manos occidentales. Allí fue
donde los hospitalarios trasladaron su sede central. Ya no hubo más cruzadas.

En la evacuación de San Juan de Acre intervino un caballero templario llamado Roger Blum, hijo de un halconero del
emperador Federico II. Había sido educado por un caballero templario al que sirvió como paje. Después ingresó en la
orden y adquirió una gran experiencia naval, pero tras la caída de San Juan de Acre fue acusado de apropiarse de una
parte del tesoro del Temple, por lo que fue expulsado de la orden y se dedicó a la piratería por el Mediterráneo.

Al rey Alfonso III de Aragón se le acumulaban los problemas. Estaba en guerra con Sancho IV de Castilla, que obviamente
se había aliado con Felipe IV de Francia. El Papa Nicolás IV lo había excomulgado y una excomunión era mala cosa para
un rey en guerra: daba alas a cualquier noble desleal para pasarse al enemigo sin que se le pudiera echar en cara la felonía.
El monarca se vio en una situación comprometida y se rindió. El 19 de febrero firmó el tratado de Tarascón con Carlos
II de Sicilia y el Papa Nicolás IV, en el que se estipulaba que Alfonso III acudiría a Roma personalmente a pedir perdón
al Papa, con lo que se le levantaría la excomunión y se le reconocería como rey legítimo de la Corona de Aragón,
revocándose la investidura de Carlos de Valois. Además, Alfonso III tendría que realizar una cruzada en Tierra Santa,
pagar un censo a la Santa Sede, retirar los temibles almogávares que tenía en Sicilia ayudando a su hermano Jaime I y
hacer lo posible para que éste no retuviera la isla.

Sin embargo, el rey aragonés encontró una forma honrosa de incumplir el acuerdo: muriendo el 18 de junio. Tenía sólo
veintiséis años, no se había casado y no dejó descendencia. Fue sucedido por su hermano, el rey de Sicilia, que ahora se
convertía en Jaime II de Aragón. Jaime II dejó Sicilia en manos de su hermano Federico, y le envió a Roger de Llúria.
El nuevo rey no estaba dispuesto a cometer el mismo error que su hermano y se apresuró a hacer las paces con Sancho
IV para tener las manos libres en la defensa de Sicilia. El 29 de noviembre ambos monarcas firmaron el tratado
de Monteagudo, por el que Sancho IV se comprometía a ayudar a Jaime II en caso de que la Corona de Aragón fuera
invadida desde Francia, y, a cambio, Jaime II se comprometía a ayudar a Sancho IV contra los benimerines. También se
acordó el matrimonio de Jaime II con Isabel, hija de Sancho IV, pero no llegó a realizarse.

Carlos II nombró a su tercer hijo, Roberto, que seguía prisionero en Aragón, heredero del reino de Nápoles (el
segundo, Luis, se había hecho religioso).

JAIME II EL JUSTO
En 1291 murió el emperador Rodolfo I de Habsburgo. Había tenido trece hijos, aunque algunos habían muerto ya. Poco
antes de morir había intentado que los príncipes electores reconocieran a su primogénito, Alberto, como rey de romanos,
pero no lo logró. Sin duda Rodolfo I había logrado que los Habsburgo pasaran de ser una familia relativamente modesta
entre la nobleza alemana a estar entre las más poderosas; pero no fue capaz de reconstruir la autoridad imperial. La
nobleza le había dado su apoyo mientras Otakar II de Bohemia fue una amenaza, pero después las cosas cambiaron. Más
concretamente, se invirtieron: ahora la nobleza alemana recelaba de las ambiciones de los Habsburgo y el hijo de Otakar
II, el rey Venceslao II de Bohemia y duque de Polonia, logró decantar la elección hacia Adolfo de Nassau.

Alberto de Habsburgo no acató la decisión, pero en un primer momento no pudo hacer gran cosa contra su rival
porque se produjo una revuelta en sus dominios en favor del nuevo emperador. Esto sucedió en sus posesiones
occidentales, en los territorios que antaño habían pertenecido al reino de Borgoña. Estaban divididos en unos "condados-
sin-conde" llamados cantones, y ése era uno de los problemas principales: desde mediados de siglo, los Habsburgo habían
decidido que los condes locales no les eran suficientemente leales y los habían sustituido por bailíos o jueces. Los nativos
consideraban humillante esta ruptura de la cadena feudal que los llevaba a estar gobernados por funcionarios foráneos
cuya máxima preocupación era asentar su autoridad castigando severamente cualquier insubordinación, lo que provocaba
más descontento, más insubordinaciones y más injusticias. Mientras el Imperio estuvo en manos de los Hohenstaufen, los
nativos tenían el recurso de apelar al emperador y enfrentarlo a los Habsburgo, pero con un emperador de la casa de
Habsburgo esta vía se cerraba. El 1 de agosto, tres de los cantones, Schwyz, Uri y Unterwalden, se unieron en un pacto
perpetuo para defender sus libertades. Se formó así la Confederación Helvética, nombre derivado de la tribu celta que
habitó la región en tiempos de los romanos: los helvecios. Con el tiempo el territorio pasó a ser conocido por el nombre
del primero de los tres cantones: Schweiz o Suiza.

Alrededor de estos acontecimientos no tardó en forjarse una leyenda: El símbolo de la opresión caprichosa de los bailíos
habsburgueses quedó plasmada en la historia del bailío Gessler, que ordenó a los suizos que saludaran a su sombrero,
colgado en un palo. El ballestero Guillermo Tell se negó a pasar por tal humillación y, como castigo, fue obligado a
disparar contra una manzana puesta sobre la cabeza de su hijo. Lo logró, pero fue acusado de tener preparada una segunda
flecha que hubiera disparado contra el bailío en caso de que su hijo hubiera muerto. Fue encarcelado, logró escapar y
luego mató a Gessler. La historia no es original. El episodo del arco y la manzana ya aparece en la Gesta Danorum de Saxo
Grammaticus, escrita casi un siglo atrás, y ya entonces era viejo.

La nobleza escocesa llevaba ya un año envuelta en disputas sucesorias. Como ningún pretendiente al trono obtenía un
apoyo suficiente, los escoceses recurrieron nuevamente al arbitraje del rey Eduardo I de Inglaterra, que, ya en 1292,
escogió a Juan de Baliol (tataranieto por parte de abuela del rey David I). El motivo de la elección fue claro: era el más
débil de todos los candidatos. La intención de Eduardo I era gobernar Escocia a través de un rey títere que necesitara de
su apoyo para mantenerse en el trono.

Uno de los apoyos con los que había contado el rey Sancho IV de León y Castilla en su enfrentamiento contra su padre,
Alfonso X, había sido el rey Muhammad II de Granada, y la alianza se mantuvo cuando los benimerines irrumpieron en
la península, pues constituían una amenaza tanto para los cristianos como para los nazaríes. Las derrotas que sufrieron
los africanos habían permitido a Muhammad II deshacerse de sus rivales, los Escayuela, que se habían retirado a
Marruecos. Ahora, Sancho IV le ayudó incluso a tomar Tarifa a los benimerines, plaza estratégicamente situada en el
estrecho de Gibraltar, de gran importancia para prevenir una eventual invasión desde Marruecos. Tanto era así, que al
final Sancho IV decidió que era mejor mantenerla en sus manos, y aquí se rompieron las relaciones cordiales entre ambos
reyes. En la toma de Tarifa, Sancho IV recibió la ayuda del rey Jaime II de Aragón, en cumplimiento del acuerdo firmado
el año anterior. También participó el infante Juan, el hermano de Sancho IV, excarcelado también el año anterior.

En abril murió el Papa Nicolás IV, y pasó el año sin que los cardenales llegaran a un acuerdo sobre la sucesión. Al parecer
había varias tendencias opuestas: la de los cardenales influidos por el rey Carlos II de Nápoles, que intentaban elegir un
nuevo títere de los angevinos, la de los cardenales que propugnaban un Papa fuerte que marcara su propia política, y la
de los que propugnaban un Papa "angélico", dedicado exclusivamente a la religión y que se abstuviera de intervenir en
política.

Roger Bacon salió finalmente de la cárcel y se puso a escribir un Compendium Studii Theologiae, pero murió sin
terminarlo.

Una invasión mongola hizo que el rey Jorge I de Bulgaria abandonara el país y se refugiara en Constantinopla, donde fue
encarcelado. Fue sucedido por su hijo Teodoro Svetoslav, quien restableció la unidad de su país y lo libró del dominio
mongol.

En el extremo Oriente, Marco Polo seguía siendo uno de los hombres de confianza de Qubilay Kan, que mantenía su
política de confiar a extranjeros los cargos de responsabilidad. Una muestra de la separación que había entre la clase
dominante y el pueblo chino la da el hecho de que Marco Polo había aprendido el persa y el mongol, las lenguas de la
administración, pero nunca llegó a hablar o leer el chino. Tras más de veinte años lejos de su patria, tanto él como sus dos
tíos expresaron a Qubilay su deseo de regresar a Venecia, y el Gran Kan se lo concedió con renuencia, no sin antes
encomendar a Marco una última misión: en su viaje, los Polo debían acompañar y custodiar a una princesa de la familia
de Qubilay hasta Persia, con cuyo kan iba a contraer matrimonio.
En Java murió el rey Kertanagara, que fue sucedido por su yerno Raden Vijaya. Con él se inicia la edad de oro javanesa.
Trasladó la capital a Mahapahit, dominó un extenso territorio y la talasocracia Srivijaya de Sumatra acabó
desmembrándose ante la presión conjunta javanesa y siamesa.

En 1293 se inició la gran guerra de Carelia, que enfrentó a Suecia y el principado de Nóvgorod.

Ramon Llull seguía encarcelado en Túnez, donde empezó a escribir la Taula general (Tabla general) en la que plasma su
sistema filosófico organizado deductivamente a partir de unos pocos principios y expuesto con la ayuda de un original
sistema de figuras, colores, letras, casillas, círculos concéntricos, etc. Esta obra fue acabada en Nápoles, ya en 1294, pues
en el ínterin fue liberado y, ante la hostilidad del populacho, salió del país en una galera genovesa.

La autoridad del rey Eduardo I de Inglaterra provocó una revuelta de algunos de sus barones, que a su vez generó una
revuelta en Gales, la cual no llegó a amenazar seriamente el dominio inglés. El rey no tardó en dominar la situación.

El rey Carlos II de Nápoles casó a su hijo Felipe con Catalina, la hija de Nicéforo, el déspota de Épiro. Como dote recibió
la mayor parte de la costa de Épiro y las islas, que se convirtió en el despotado de Rumanía. Nicéforo murió ese mismo
año y fue sucedido por su hijo Tomás.

El 5 de julio los cardenales eligieron finalmente un nuevo Papa, tras veintisiete meses de deliberaciones. El designado
fue Pietro Angeleri, que adoptó el nombre de Celestino V. En teoría había ganado la corriente que quería un Papa
apolítico, pues Celestino V era un eremita ingenuo y tímido, casi analfabeto, de setenta y ocho años, que había fundado
unos cuarenta años antes la orden de los Eremitas de san Damián (que después serían conocidos como celestinos), pero
en la práctica esto suponía la victoria de los partidarios de Carlos II, pues el apocado Celestino V fue una marioneta en
sus manos.

El rey Sancho IV de León y Castilla se enemistó de nuevo con su hermano Juan, el cual se unió a los benimerines para
atacar Tarifa. El rey encomendó la defensa de la plaza a Alonso Pérez de Guzmán, el conde de Niebla, más conocido en
la Historia como Guzmán el Bueno. Se cuenta que Juan tenía en su poder a un hijo de Guzmán, y amenazó con matarlo
si no se rendía, pero Guzmán, como respuesta, le arrojó un cuchillo desde lo alto de las murallas, por si no tenían con qué
matarlo.

Sancho IV hizo de intermediario entre el rey Jaime II de Aragón y Carlos II de Nápoles, pero Jaime II descubrió
entonces que su teórico aliado, al que había ayudado militarmente en la toma de Tarifa, estaba más preocupado por que
el Papa legitimara su matrimonio que por defender los intereses aragoneses, y para ello le interesaba más el apoyo de
Carlos II, pues sabía que el Papa consideraría legítimo el matrimonio si Carlos II lo consideraba legítimo. Al constatar
el doble juego del rey castellano, Jaime II montó en cólera y se dispuso a dar un giro drástico a su política exterior.

El dominio de Carlos II sobre el papado sólo duró unos meses más, pues el 13 de septiembre Celestino V abdicó para
retirarse de nuevo a su vida de eremita. Al parecer, su renuncia al papado le fue sugerida por el cardenal Benedetto
Caetani, que el 24 de diciembre fue elegido Papa con el nombre de Bonifacio VIII.

Bonifacio VIII representaba el polo opuesto a Celestino V. Había sido legado pontificio en Francia bajo el pontificado de
Nicolás IV y desaprobaba la sumisión de éste a los angevinos. Estaba dispuesto a devolver al Papado la autoridad que a
su juicio le correspondía y como primera medida precautoria impuso una estrecha vigilancia a su antecesor para evitar
que los enemigos que sin duda tenía pensado hacerse en un futuro próximo pudieran oponérselo como Papa legítimo y
provocar un cisma.

Celestino V había escuchado con interés los proyectos de Ramon Llull sobre cruzadas y evangelización, mientras que
Bonifacio VIII no quiso saber nada de ellos y Llull se marchó a París.

Ese año murió Qubilay Kan. Dejó doce hijos, pero fue sucedido como emperador de China por su nieto Timur, si bien
ya no llevó el título de Gran Kan. Así se reconoció definitivamente el fraccionamiento del Imperio Mongol. Qubilay había
encargado a un monje tibetano el diseño de un alfabeto adecuado para escribir su idioma. Desde los tiempos de Gengis
Kan, los mongoles habían utilizado un alfabeto turco de influencia china, pero con él se producían confusiones entre
vocales e incluso entre palabras de significado muy diferente. Sin embargo, la propuesta de Qubilay no le sobrevivió.
En Rusia murió Dimitri, el gran príncipe de Vladímir, y fue sucedido por Andrei.

También murió el duque Luis II de la Alta Baviera, y sus dos hijos, Rodolfo I y Luis IV, se repartieron el ducado. (El
primero recibió además el Palatinado.) El paso de Luis II a Luis IV se debe a que, poco antes, el duque Otón III de la Baja
Baviera había nombrado duques a sus hijos Luis III y Esteban I, con lo que el antiguo ducado de Baviera estaba ahora
repartido entre un total de cinco duques. También murió el duque Juan I de Brabante, que fue sucedido por su hijo Juan
II.

El emperador Adolfo de Nassau nombró vicario imperial de Lombardía (es decir, su representante en Italia) a Matteo
Visconti. Su tío abuelo Ottone, que tenía ya más de ochenta años, le cedió el señorío de Milán (Matteo I).

Un florentino de veintinueve años llamado Dante Alighieri terminó una especie de diario íntimo, en prosa con treinta y
un poemas intercalados, sonetos y canciones, que tituló La vita nuova (Vida nueva). En él cuenta su amor por Beatriz, a
la que conoció a la edad de nueve años y no la volvió a ver hasta nueve años después. Entonces se enamoró rendidamente
de ella, pero Beatriz murió unos seis años más tarde (o sea, alrededor de 1290). La vita nuova es, pues, una recopilación
de los poemas que Dante compuso en su juventud, inspirados en su mayoría por Beatriz, junto con explicaciones de las
circunstancias en que fueron compuestos y otras reflexiones personales y literarias.

Dante formaba parte de un grupo de poetas, el mayor de los cuales fuera tal vez Guido Cavalcanti (que tenía
entonces treinta y nueve años) y que incluía también a Guido Orlandi, Lapo Gianni, Dino Frescobaldi o Gianni
Alfani. Se consideraban herederos de Guido Guinizelli en lo que se ha llamado (a partir de un verso de Dante) el Dolce
stil novo, que desplazó en Italia a la poesía provenzal, con un arte más depurado, más original, y con un lenguaje poético
más refinado e intelectual.

Dentro de la subjetividad inevitable en este tipo de afirmaciones, no es descabellado decir que estos poetas son los
primeros literatos posteriores a la desaparición de la cultura clásica cuya obra trasciende a su época, en el sentido de que
hoy en día sigue vigente, no ya por su interés histórico o testimonial, sino por su valor artístico intrínseco. Por razones
que no es éste el lugar de analizar, Dante ha destacado por encima de sus amigos, y sus poemas se han convertido en la
primera aportación medieval a la literatura clásica universal.

Como muestra he aquí un soneto de La vita nuova. Dante explica que un amigo, por hacerle un favor, lo llevó (sin decirle
dónde iban) en presencia de un grupo de mujeres entre las cuales estaba Beatriz. Al verla, el poeta se quedó abobado sin
saber qué decir o hacer, y las mujeres se burlaron de él. Su amigo tuvo que llevárselo aparte y luego se marchó llorando
a casa. A riesgo de ofender a algún purista, incluyo también una transcripción fonética para que quienes no sepan italiano
puedan hacerse una idea aproximada de cómo suena el poema.

Chó que mincóntra, ne la ménte móre, Ciò che m'incontra, ne la mente more, Lo que me ocupa,
cuándi véño a vedér voi, bél-la yóia; quand'i' vegno a veder voi, bella gioia; cuando vengo a ve
e cuandió vi son présso, i sénto amóre e quand'io vi son presso, i'sento Amore y cuando estoy cer
que díche: fúyyi, sel perír te nóia. che dice: «Fuggi, se'l perir t'è noia». que dice: «Huye, s
Lo víso móstra lo colór del córe, Lo viso mostra lo color del core, Mi rostro muestra
que tramorténdo, ovuncue pó sappóia; che, tramortendo, ovunque pò s'appoia; que, desfalleciendo
e pér la // ebrietá del grán tremóre e per la ebrietà del gran tremore y, por la embriagu
le piétre pár que grídin móia, móia. le pietre par che gridin: Moia, moia. parece que las pied
Peccáto fáche quial-lóra mi víde, Peccato face chi allora mi vide, Comete pecado qu
se lálma sbigotítta non confórta, se l'alma sbigotitta non conforta, si no conforta mi a
sól dimostrándo que di mé li dólla, sol dimostrando che di me li doglia, sin más que demos
per la pietá quel vóstro gábbo anchíde, per la pietà, che'l vostro gabbo ancide, por la piedad, que
la cuál si cría ne la vísta mórta la qual si cria ne la vista morta que suscita la visió
de liócqui cánno di lor mórte volla. de li occhi, c'hanno di lor morte voglia. de mis ojos, que de

(*) Vuestra burla mata la piedad que yo podría suscitar en otros porque hace que los otros también se burlen de mí; la piedad que, de
otro modo, suscitaría el ver mis ojos muertos que desean morir.

En 1295, el rey Jaime II de Aragón proclamó al infante Alfonso de la Cerda como legítimo rey de León y Castilla. Sancho
IV no pudo hacer nada, pues murió poco después, el 25 de abril. Dejó un hijo de nueve años, que se convirtió en Fernando
IV. Sin embargo, su tío Juan alegó que el matrimonio de Sancho IV no había sido reconocido por la Iglesia y que, por
consiguiente, Fernando era un hijo ilegítimo, por lo que no tenía derecho a la corona. Juan se proclamó rey a sí mismo y
contó con el apoyo del rey Dionisio I de Portugal. Por su parte, Jaime II invadió Murcia. Otro pretendiente al trono fue
Enrique el Senador, el hermano de Alfonso X el Sabio, que se había librado de su cautiverio en Italia y había regresado a
Castilla apenas un año atrás.

En medio de este caos, la actitud de María de Molina, la madre de Fernando IV, fue decisiva. Contentó a Enrique
concediéndole la regencia durante la minoría de edad del rey (aunque no su tutela). También logró pactar con Jaime II
una nueva frontera entre Aragón y Castilla a lo largo del río Segura, lo que suponía que la Corona de Aragón ampliaba
su territorio a expensas de Murcia, pero Jaime II devolvía a Castilla las plazas ocupadas al sur del río. De este modo,
María de Molina sólo tuvo que combatir contra el rey portugués.

Por su parte, el rey Muhammad II de Granada decidió aprovechar estos desórdenes para apoderarse de Tarifa, pero allí
estaba todavía Guzmán el Bueno, que antes de rendirse a los musulmanes prefirió hacerse vasallo de Jaime II de Aragón,
con cuya ayuda mantuvo a salvo la ciudad.

Sin embargo, Jaime II había aceptado este acuerdo por su fidelidad al principio de no combatir en dos frentes al mismo
tiempo. Igual que había hecho las paces con Castilla para combatir en Sicilia, ahora estaba dispuesto a ceder Sicilia para
combatir en Castilla. El 25 de junio firmó la paz de Anagni con el Papa Bonifacio VIII y el rey Carlos II de Nápoles. En
virtud de este tratado, Jaime II renunciaba a sus derechos sobre Sicilia, e incluso se comprometía a ayudar a la Iglesia en
caso de que su hermano Federico se negara a entregarla. Además devolvía las Baleares al rey Jaime II de Mallorca, aunque
éste reinaría como vasallo de la Corona de Aragón. Por su parte, Bonifacio VIII le levantaba la excomunión y le prometía
en secreto las islas de Córcega y Cerdeña (es decir, que si Jaime II las tomaba a los genoveses, el Papa lo reconocería
como gobernante legítimo). Roberto, el hijo de Carlos II, fue liberado de su cautiverio. Estos pactos por los que Jaime II
renunciaba a tantos territorios a los que podría perfectamente no haber renunciado, le valieron el sobrenombre de Jaime
II el Justo. El monarca estaba comprometido con Isabel, hija de Sancho IV, pero anuló el compromiso y se casó
con Blanca, hija de Carlos II.

Ese año murió Carlos Martel, el hijo de Carlos II, sin haber logrado que los húngaros le reconocieran su título de rey de
Hungría. También murió Juan I, el déspota de Valaquia, que fue sucedido por su hijo Constantino.
También murió Margarita, la vizcondesa de Béarn, esposa del conde Roger Bernardo III de Foix, el cual tuvo que
disputarle la herencia de Béarn al conde de Armagnac. El asunto se resolvió en un combate singular, al más puro estilo
medieval.

El emperador bizantino Andrónico II nombró emperador asociado a su hijo de dieciocho años, Miguel IX Paleólogo.

Un grupo de "espirituales" había logrado del Papa Celestino V el derecho a separarse de la orden franciscana con el
nombre de ermitaños pobres, bajo la dirección de Ángel de Clarino, pero ahora Bonifacio VIII anulaba esa decisión. La
mayor parte de los ermitaños pobres se declaró en rebeldía y se mantuvieron fieles a su doctrina de pobreza absoluta (en
contraste con la orden franciscana, que ya acumulaba grandes riquezas). Fueron conocidos como Fraticelos.

Los Caballeros Teutónicos habían sofocado definitivamente las revueltas de los nativos, y los colonos alemanes no
tardaron en enriquecerse gracias a la explotación de las tierras prusianas y el comercio.

Los Polo entregaron a la princesa que tenían bajo su custodia, tras un largo y penoso viaje en el que había muerto la mayor
parte de los miembros de la expedición. Entonces se enteraron tanto de la muerte de Qubilay como de la del pretendiente
de la joven. De todos modos, su misión estaba cumplida y los viajeros regresaron a Venecia. Sus paisanos no creyeron
sus fantásticos relatos hasta que no vieron las riquezas que habían traído de Oriente.

En diciembre se reunió el parlamento de Sicilia, que se negó a aceptar el tratado de Anagni. En su lugar, nombró señor
de Sicilia a Federico, el hermano de Jaime II de Aragón, y le prestó su apoyo en la defensa de la isla frente a los angevinos.

FELIPE EL HERMOSO
El rey Felipe IV de Francia, Felipe el Hermoso, era un gran estadista. Se había rodeado de inteligentes consejeros, buenos
conocedores del derecho romano y que defendían un Estado centralizado y omnipotente. Esta concepción del Estado
requería un buen sistema fiscal, y el sistema feudal de recaudación de impuestos no resultaba muy eficiente. Como
complemento, Felipe IV recurrió a los más diversos métodos para aumentar los ingresos del estado sin disgustar a sus
súbditos: degradó la acuñación, poniendo en las monedas menos cantidad de oro y plata, aumentó los impuestos a los
sectores sociales más impopulares, principalmente a los judíos, vendía títulos nobiliarios a los burgueses ricos, ofrecía a
los siervos la exención de ciertas limitaciones (como la obligación de permanecer en sus tierras) a cambio de importantes
sumas de dinero, etc. Unos años antes había expulsado del país a una colonia de banqueros italianos a los que confiscó
sus bienes.

Felipe IV gobernaba efectivamente la mayor parte del territorio francés. La excepción principal era, naturalmente, la
Guyena, en manos inglesas; luego estaba el ducado de Bretaña, cuya población conservaba más o menos fielmente sus
antiguas tradiciones celtas y se mostraba más o menos indiferente al estado francés; pero la región más delicada era el
condado de Flandes. El conde actual, Gui de Dampierre, había logrado el título encabezando una rebelión burguesa, y
defender las exigencias de la burguesía lo llevaba inevitablemente a enfrentarse a la política centralista de Felipe IV. Lo
más grave era que Flandes mantenía unas fuertes relaciones comerciales con Inglaterra: importaba lana inglesa y
exportaba tejidos de gran calidad. En caso de que surgiera un conflicto entre Francia e Inglaterra, era seguro que Flandes
facilitaría a los ingleses su territorio para desembarcar e invadir Francia.

Esta era la situación cuando surgió un primer roce entre ambos países. En 1295 los escoceses se rebelaron contra su rey,
Juan de Baliol, al que acusaban de ser un títere de Eduardo I de Inglaterra, y para hacerles frente sin darles la razón, el
monarca decidió pedir ayuda a Felipe IV, que le envió un ejército al mando del conde Roberto II de Artois. Esto no hizo
ninguna gracia al rey inglés, que se dispuso a tirar con fuerza de los hilos de su marioneta. Envió también un ejército a
Escocia, con el que en 1296 derrotó al ejército de Juan, que fue capturado y encarcelado. Eduardo I se proclamó rey de
Escocia.

A continuación Eduardo I se dispuso a ajustar cuentas con Felipe IV, y atacó a Francia desde la Guyena. Entonces el Papa
Bonifacio VIII exigió a ambos reyes que firmaran la paz. Los motivos de este imperativo pacifista eran, naturalmente, de
carácter político y económico. Por una parte, Bonifacio VIII estaba en contra de que Francia empleara sus ejércitos en
luchar contra Inglaterra porque quería que los empleara en luchar contra Aragón, pero más importantes aún era que los
dos reyes habían aprovechado la guerra como excusa para aumentar los impuestos al clero, y eso menguaba sensiblemente
los ingresos de los Estados Pontificios.
El caso fue que la guerra continuó y los impuestos al clero se mantuvieron. Como respuesta, Bonifacio VIII promulgó
en febrero la bula Clericis laicos, por la que prohibía, bajo pena de excomunión, todo aumento de tasas sobre el clero sin
la autorización del Papa. Eduardo I se intimidó y rectificó su política fiscal, pero Felipe IV plantó cara a Bonifacio VIII
y no sólo no bajó los impuestos, sino que prohibió totalmente la exportación de oro y plata de su reino, lo que diezmaba
drásticamente las rentas pontificias.

Ese año murió san Pedro Celestino, el que había sido Celestino V.

En mayo los sicilianos coronaron al hermano de Jaime II el Justo, que pasó a ser Federico II de Sicilia y lanzó a Roger
de Llúria y sus almogávares contra Calabria y Apulia.

El rey Carlos II de Nápoles nombró a su hijo Roberto duque de Calabria y vicario general, lo que lo convirtió en el
auténtico gobernante del reino.

María de Molina, la reina de León y Castilla, venció al rey Dionisio I de Portugal y le impuso la paz de Alcañices, con lo
que el infante Juan cambió de patrono y se unió a Jaime II de Aragón, que se alió con los navarros para invadir Castilla.
Acordaron que Alfonso de la Cerda se convertiría en rey de Castilla, Juan recibiría León y Jaime II se anexionaría Murcia.

La decisión de Felipe IV de Francia de prohibir la exportación de oro y plata había golpeado a Bonifacio VIII más
duramente de lo que éste había calculado que podía ser golpeado. En septiembre promulgó la bula Ineffabilis amoris, en
la que protestaba por esta medida, pero sin la arrogancia de su bula anterior.

En París, Ramon Llull había conseguido cierto número de discípulos y se oponía al averroísmo imperante en la Sorbona.
Terminó entonces el Àrbre de sciència, (Árbol de la ciencia), en dos versiones (catalana y latina), según su costumbre.
Era una especie de enciclopedia alegórica sobre todas las ciencias, escrita para ser entendida con facilidad. Bajo el símbolo
del árbol se distribuyen todos los aspectos del saber humano, expuestos de forma ordenada y concisa.

Marco Polo cayó prisionero durante una batalla naval entre Venecia y Génova, y fue encarcelado por los genoveses.
El rey Andrés III de Hungría se casó con Inés, hija de Alberto I de Habsburgo.

Ese año murió el conde Florencio V de Holanda, que fue sucedido por su hijo Juan I.

También murió el conde de Lancaster Edmundo el Jorobado, hermano del rey Eduardo I de Inglaterra, y fue sucedido por
su hijo Tomás.

El rey siamés Mangrai se había adueñado de numerosos territorios que habían estado bajo el dominio de Angkor. Ahora
fundaba Chiangmai (la ciudad nueva), y la convirtió en su nueva capital.

En 1297 el rey Eduardo I de Inglaterra dio el paso esperado en su guerra contra Francia: invadió el país, no por Guyena,
que quedaba muy lejos de París, sino por Flandes, en alianza con el conde Gui de Dampierre. También se alió con el
emperador Adolfo de Nassau, si bien éste pudo prestarle poca ayuda, ya que tenía que hacer frente a su rival Alberto de
Habsburgo.

Mientras tanto los escoceses llevaban mal el dominio inglés. En abril se formó una resistencia dirigida por William
Wallace, que atacaba por sorpresa a los destacamentos ingleses. Entre sus seguidores estaban Jacobo, el senescal de
Escocia y Robert Bruce, uno de los que habían pretendido la corona tras la muerte de Margarita de Noruega. Tenía ahora
veintitrés años. Se había educado en la corte de Eduardo I y el año anterior le había jurado fidelidad.

Por otra parte, el Papa Bonifacio VIII terminó rindiéndose ante el bloqueo económico que le había impuesto Felipe IV.
Llegó a un acuerdo por el que aceptaba el derecho de Felipe IV a imponer al clero los impuestos que considerara oportunos
(que habían aumentado aún más a raíz de la guerra en Flandes) y a cambio éste levantaba el bloqueo. Como muestra de
buena voluntad, Bonifacio VIII canonizó a san Luis, el abuelo de Felipe IV.

En septiembre William Wallace obtuvo la resonante victoria de Stirling sobre el ejército inglés. Sus filas se engrosaron
y los nobles escoceses lo nombraron regente. Eduardo I tuvo que abandonar la guerra en Francia para volver a Escocia.
No tardó en derrotar a Robert Bruce, pero Wallace seguía siendo una seria amenaza. Felipe IV aprovechó la situación
para tomar poco a poco las principales ciudades flamencas.
Bonifacio VIII, viendo que había perdido el apoyo francés, buscó el del rey de Aragón Jaime II el Justo y se aprovechó
de su debilidad por los pactos. Le exigió que cumpliera lo acordado en Anagni, y Jaime II así lo hizo: devolvió las baleares
a Jaime II de Mallorca y se dispuso a convencer (por las buenas o por las malas) a su hermano, el rey Federico II de
Sicilia, para que renunciara a su corona. Por su parte, Bonifacio VIII publicó la bula Super reges et regna, por la que
donaba a Jaime II, en calidad de vasallo suyo, las islas de Córcega y Cerdeña (aunque en la práctica ambas siguieron
dominadas por Génova). Además, reconocía a Roberto, el hijo del rey Carlos II de Nápoles, como heredero del reino. Se
estipuló también el matrimonio entre Roberto y Violante, hermana de Jaime II de Aragón.

Ese año murieron el emperador Juan II de Trebisonda, que fue sucedido por su hijo Alejo II Comneno; el príncipe de
Morea, Florencio de Hainaut, que dejó únicamente una hija pequeña, Matilde, por lo que el título volvió a su esposa,
Isabel de Villehardouin; y el burgrave de Nuremberg, Federico III, que fue sucedido por su hijo Juan I, bajo la tutela de
su tío Conrado II.

El rey Eduardo I de Inglaterra estaba arrasando Escocia, hasta que en julio de 1298 derrotó al ejército de Wallace
en Falkirk. La mayor parte de los barones se sometieron a Eduardo I y Wallace abandonó la regencia, pero continuó la
lucha. Entre los rebeldes que se sometieron al rey inglés estaba John Comyn, al que Eduardo I nombró regente.

El rey Jaime II de Aragón no pudo convencer a su hermano, el rey Federico II de Sicilia, para que cediera la isla a Carlos
II de Nápoles, así que el rey Justo, fiel a lo convenido, se enfrentó a él. Roger de Llúria estaba sirviendo a Federico II,
pero ahora se alineó con Jaime II y, en una campaña en la que tomó parte el propio Jaime II, asedió Siracusa, aunque
fracasó en el intento.

El rey Felipe IV de Francia concedió a su hermano Luis, que acababa de cumplir veintidós años, los condados de Evreux,
Etampes y Beaumont-le-Roger.

Adolfo de Nassau murió en la batalla de Gölheim frente a su rival, Alberto de Habsburgo. Éste fue entonces reconocido
como rey de romanos y coronado en Aquisgrán como Alberto I. Sin embargo, el Papa Bonifacio VIII no accedió a
coronarlo emperador. Al contrario, terminó excomulgándolo. Alberto I traspasó el ducado de Austria a su hijo Rodolfo
III.

También murió el duque Alberto II de la Alta Sajonia, que fue sucedido por Rodolfo I. Lo que había sido la marca de
Brandeburgo se había dividido y repartido hasta el punto de que en los últimos años había llegado a tener ocho margraves.
Ahora quedaban cinco, entre ellos Otón IV, que murió y fue sucedido por su hijo Hermann.

En 1299 los reyes Eduardo I de Inglaterra y Felipe IV de Francia firmaron la paz con el matrimonio del primero
con Margarita, hermana del segundo (la primera esposa de Eduardo I, Leonor de Castilla, había muerto nueve años
atrás). Eduardo I quería tener las manos libres en Escocia y Felipe IV en Flandes. El rey inglés organizó Escocia bajo el
gobierno de un consejo de regentes, en el que figuraba, entre otros, Robert Bruce.

El almirante Roger de Llúria infligió dos derrotas a al rey Federico II de Sicilia una en cabo Orlando y otra en Ponsa. La
primera de ellas fue especialmente sangrienta, pero Jaime II de Aragón no quiso acabar personalmente con su hermano y
poco después regresó a Cataluña. Sus generales prosiguieron la guerra.

Juan Manuel, el sobrino de Alfonso X el Sabio, a sus diecisiete años, se casó con Isabel, hija del rey Jaime II de Mallorca.

Marco Polo salió de la cárcel. En prisión había conocido a un escritor pisano llamado Rustichello, que escribió el Libro
de las Maravillas del Mundo, en el que narra las aventuras del veneciano. Por razones de difusión, en lugar de escribirlo
en italiano lo hizo en francés. El libro se hizo muy popular, si bien muchos dudaron de su veracidad. Uno de los fragmentos
que más interés despertaron con el tiempo fue la descripción que hace del país que los chinos llamaban Jepen Kuo (el
país del sol naciente, es decir, Japón), al que Marco Polo llama Cipango. Dice que está habitado por "gentes blancas, de
delicadas maneras y hermosas". Son idólatras y, sobre todo, tienen oro en grandísima abundancia. Las perlas también
abundan, de suerte que con ellas se llenan las bocas de los muertos. También tienen muchas piedras preciosas, y todas
estas riquezas no salen de la isla, pues se halla demasiado alejada y los mercaderes no osan llegar hasta allí.

El emperador bizantino Andrónico II se casó con Ana, hija del rey Esteban VI de Servia.
Ese año murió el rey de Noruega Erik Magnusson Prestehater, que fue sucedido por su hermano Haakon V, que ya
llevaba años gobernando el país con el título de duque.

También murió sin descendencia el conde Juan I de Holanda, y el condado pasó a su primo, el conde Juan II de Hainaut.

EL MUNDO AL FINAL DEL SIGLO XIII


Mientras Europa Occidental se estaba situando a la cabeza de la civilización mundial, más de la mitad del planeta
seguía anclada en el paleolítico. Así era en toda Norteamérica y buena parte de Sudamérica, habitada aún por cazadores
recolectores. Las excepciones eran, por supuesto, Centroamérica y la América andina. El norte de México estaba
recuperándose de las invasiones sufridas durante el último siglo. Los chichimecas habían absorbido rápidamente la cultura
tolteca y no tuvieron reservas en mezclarse con los otros pueblos del valle de México. Ahora estaban gobernados por su
cuarto soberano, Quinatzin. Más al sur convivían los distintos pueblos que les habían precedido en las invasiones, de la
familia de los aztecas, si bien los más poderosos en esta época eran los tepanecas, gobernados por Tezozomoc, con capital
en Azcapotzalco. La ciudad de Mayapán seguía gobernando a los mayas.

En los andes, el reino de Chimú dominaba un extenso territorio. La capital era Chanchán, pero cada valle tenía una
ciudad que centraba la actividad de la comarca. La expansión del reino se había basado en la política de permitir
que la nobleza local de cada ciudad conservara sus privilegios, sólo que supeditada al monarca chimú. Las leyendas incas
cuentan que por esta época Cuzco estaba gobernada por el cuarto inca, Mayta Cápac, hijo de Lloque Yupanqui y nieto
de Sinchi Roca, el cual había sido a su vez el hijo y heredero del fundador, Manco Cápac. Dichas leyendas atribuyen a
Lloque Yupanqui grandes conquistas, que llevaron a los incas a dominar un territorio que alcanzaba el lago Titicaca, pero
nada de esto tiene fundamento. En realidad Mayta Cápac gobernaba a lo sumo sobre los alrededores de Cuzco. Las
historias sobre estos primeros incas son ficticias casi en su totalidad.

También la mayor parte del continente africano seguía viviendo en el paleolítico. La zona septentrional estaba
repartida entre varios reinos islámicos, el principal de los cuales era el Egipto de los mamelucos, mientras que la
principal organización política del África negra era el Imperio de Mali, gobernado ahora por mansa Sakura.
En el este, el reino de Abisinia había alcanzado un notable desarrollo bajo Yekuno Amlak. Para legitimar su violento
acceso al poder, el nuevo rey se proclamó descendiente de Menelik, fruto de los amores del rey Salomón con la reina de
Saba. Fundó un estado teocrático que consideraba como cabeza de la Iglesia al lejano e irrelevante Patriarca de Alejandría,
que, obviamente no suponía ninguna traba para el monarca. Esta dinastía "salomónica" luchó sin descanso contra la
expansión musulmana por el cuerno de África, donde el cristianismo estaba muy arraigado.

El cristianismo también pervivía en Nubia, Alodia. No obstante, los mamelucos egipcios presionaban a Nubia cada vez
con más intensidad. Las costas orientales de África (al sur de Abisinia) eran visitadas regularmente por comerciantes
procedentes de la India, de China e incluso de Indonesia, de donde obtenían principalmente marfil, oro y hierro. La región
estaba dominada por comerciantes musulmanes, que se las arreglaron para aprovechar en su beneficio las rivalidades
entre los distintos jefes nativos. Estos nativos pertenecían al grupo étnico conocido como Bantú, si bien el contacto
milenario con los extranjeros había hecho surgir una cultura diferenciada en las zonas costeras, la
cultura Swahilí, (palabra de origen árabe que significa, precisamente, "pueblo de la costa"). Los swahilíes adoptaron el
islam, si bien conservaron su lengua bantú, algo modificada con léxico y sintaxis de procedencia árabe.

En el extremo oriental de Asia, Japón continuaba regido por su peculiar régimen de falsos gobernantes: teóricamente, la
cabeza del estado era el emperador, pero el poder real lo ejercía un gobierno militar, el Bakufu, cuya cabeza era en teoría
el shogun, si bien en la práctica éste carecía de poder, que era ejercido realmente por el shikken, o regente. Con la muerte
de Qubilay Kan, Japón se vio provisionalmente a salvo de los mongoles, y las victorias frente a los invasores pronto
dejaron de atribuirse a la fortuna y a los elementos atmosféricos para convertirse en heroicas hazañas de los samurai.

Cuando el bakufu desmovilizó a sus soldados, muchos de ellos se encontraron entonces en una situación económica
precaria, y los que poseían feudos se vieron abocados a venderlos a los comerciantes que se habían enriquecido durante
la guerra mediante el suministro de armas y alimentos. La venta de tierras era ilegal y el gobierno fortaleció las leyes que
lo impedían, pero los samurai dejaron de obedecer al shikken y contaron con el apoyo del emperador. Así el país se vio
envuelto en nuevas tensiones políticas.
El Imperio Mongol, aunque desmembrado, abarcaba más de noventa grados de longitud en el globo terrestre, desde China
hasta la frontera con Siria. Desde la muerte de Qubilay Kan ya no contaba con ningún dirigente especialmente notable,
pero seguía siendo poderoso, al menos en el interior de sus fronteras. En cambio, la presión que ejercía sobre sus vecinos
estaba atenuándose.

El impulso que el astrónomo al-Tusi había dado a la ciencia años atrás seguía dando frutos. Una de las figuras más
destacadas de la época era su discípulo Qutb al-Din al-Shirazi, que a su vez tenía como discípulo a Kamal al-din Abu'l
Hasan Muhammad ibn al-Hasan al-Farisi. Por esta época, al-Shirazi había planteado a al-Farisi un problema sobre la
refracción de la luz, y le aconsejó leer la Óptica de ibn al-Haytam. Al-Farisi estudió este tratado con tal profundidad que
al-Shirazi le propuso que escribiera una revisión. Dicha revisión (Tanqih) fue mucho más que eso. En ella desarrolló
nuevas teorías ópticas, entre la que figura la primera explicación aceptable del arco iris, para la que se basó en
experimentos con esferas de vidrio llenas de agua.

El sultanato de Delhi estaba en su apogeo bajo el sultán Alá al-Din Khalji, que había rechazado las últimas incursiones
mongolas y estaba teniendo un gran éxito sofocando los intentos independentistas de la población hindú. En efecto,
aunque una buena parte de la población india se había convertido al islam, los musulmanes no tuvieron en este territorio
el éxito casi completo que habían logrado en otras regiones: el hinduismo permaneció fiel a sus tradiciones. Aun así,
recibió algunas influencias del islam, influencias que perjudicaron sensiblemente al status social de las mujeres hindúes.
A partir de esta época se les obligó a cubrirse el rostro con un velo, las niñas eran desposadas a los siete u ocho años, e
incluso desde su nacimiento. Apenas recibían educación y se hallaban sometidas primero a su padre y sus hermanos, y
después a su marido y su suegra. Luego el hinduismo llegó a superar al islam instituyendo nuevas costumbres originales:
las mujeres hindúes (a diferencia de las musulmanas) no podían heredar, las viudas no podían volver a casarse, y en
ciertos clanes eran quemadas con el cadáver de sus esposo.

Menos fortuna tenía el otro resto del Imperio Selyúcida, el sultanato de Rum, en el que Kayqubad III tenía serios
problemas para resistir a los mongoles.
En Rusia, el sometimiento a los mongoles del Gran Príncipe de Vladímir había hecho decaer su prestigio entre los otros
principados rusos. En su lugar, la preponderancia pasó al principado de Moscú, no menos sometido que Vladímir, pero
cuyo príncipe era Daniel Nevski, que llevaba sobre sus espaldas la leyenda de su padre, san Alejandro Nevski.

No corrían buenos tiempos para el Imperio Bizantino. El emperador Andrónico II había hecho maravillas para librar a
Constantinopla de las amenazas occidentales, pero ello había sido a costa de muchas concesiones a los búlgaros y los
servios y, sobre todo, a costa de debilitar sus fronteras orientales. De momento tenía la suerte de que los turcos estaban
ocupados con los mongoles, pero el ejército bizantino necesitaba refuerzos con urgencia. En 1300, el rey de Bulgaria
Teodoro Svetoslav forzó a Andrónico II a que liberara a su padre, Jorge I, a cambio de otros nobles bizantinos.

En la Europa occidental podemos ver ya consolidadas muchas de las características de la alta edad media. Las
universidades florecían: a las más veteranas (Bolonia, París y Oxford) les estaban siguiendo muchas otras en numerosas
ciudades. Ese año se fundaba la Universidad de Lérida, la primera universidad de la Corona de Aragón. Con ellas se
desarrollaba la filosofía escolática que, si bien estaba demasiado vinculada a una teología abstracta vacía de contenido,
lo cierto es que estaba fomentando el interés por las obras de los antiguos griegos, obras que trataban de muchas cosas
más que de filosofía, y en este caldo de cultivo surgían cada vez con más frecuencia pensadores originales que trascendían,
aunque fuera tímidamente, el legado clásico.

El progreso cultural tenía también su reflejo en el arte. Los arquitectos habían llegado a dominar las técnicas iniciadas
por los cistercienses y Europa se estaba llenando de catedrales góticas, altas y luminosas. Además de Nuestra Señora de
París, podemos citar las catedrales de Reims y Amiens en Francia, Burgos, Toledo y León en Castilla, Colonia,
Estrasburgo y Friburgo en Alemania, Wells, Lincoln y Ely en Inglaterra (donde también destaca la Abadía de
Westminster), entre muchas otras. El estilo gótico había llegado incluso a Suecia o Polonia.

Si de Francia había surgido la revolución arquitectónica, en Italia estaba produciéndose una revolución pictórica. La
antigua pintura románica (tanto la pintura propiamente dicha como las ilustraciones de los libros) consistía en siluetas
planas, rudimentarias, rígidas, burdas y a menudo desproporcionadas, con enormes cabezas. Italia fue la cuna de la pintura
gótica, cuyas figuras eran también siluetas planas (tal vez algo menos rígidas), pero las proporciones eran más ajustadas
y el dibujo era más fino y expresivo. Entre los precursores de la pintura gótica cabe destacar al florentino Giovanni
Cimabue, que tendría unos sesenta años al terminar el siglo, y de cuya vida se sabe más bien poco. En su obra las
innovaciones son menos destacables que su espíritu innovador, espíritu que supo contagiar a sus discípulos, entre los que
destacan Duccio di Buoninsegna, nacido en Siena, que tendría ahora unos cuarenta y cinco años, y Giotto di
Bondone, de treinta y cuatro. La tradición cuenta que Giotto era pastor cuando Cimabue lo descubrió y lo tomó como
discípulo en Florencia. Su mosaico de la Navicella, en Roma, había sido recibido como una obra maestra.

La escultura sufrió una evolución semejante, pero no sólo en Italia, sino que la escultura gótica había acompañado en toda
Europa al avance de la arquitectura gótica: los burdos relieves que decoraban las iglesias románicas fueron sustituidos
por relieves mucho más refinados y por esculturas propiamente dichas, que a lo sumo pecaban de una cierta rigidez y
teatralidad en las poses. La escultura dejó de representar un papel secundario en la decoración de las construcciones,
supeditado a constituir el acabado final de capiteles y otros elementos arquietectónicos, para convertirse en un fin en sí
mismo, y así las esculturas empezaron a llenar tanto las fachadas como los interiores de las nuevas iglesias.

En Italia la transición de la escultura románica a la gótica está representada por Nicola Pisano (que había muerto dieciséis
años atrás) y su hijo Giovanni Pisano (que tenía ahora cincuenta y dos años). Nicola había nacido y se había formado en
el sur de Italia, pero luego marchó a Pisa, donde nació su hijo. Las esculturas de Nicola son todavía románicas, pero
presentan innovaciones inspiradas en el arte romano antiguo; Giovanni, en cambio, se convirtió en el escultor italiano
más importante de la época, y su obra es definitivamente gótica. Padre e hijo colaboraron en la decoración del exterior de
la catedral de Pisa, y luego Giovanni había dirigido las obras de la catedral de Siena, donde se encuentran algunas de sus
obras maestras: (Isaías, David, Salomón, Moisés).

Es interesante que las innovaciones artísticas italianas surgieron en una región concreta del norte de la península: la
Toscana, la región de Florencia, Pisa, Siena y Lucca. Allí fue donde surgió la nueva pintura, la nueva escultura, y también
el dolce stil nuovo, la joven literatura italiana. La Toscana no era precisamente un remanso de paz que propiciara la
creación artística. Tras la extinción del linaje de los Hohenstaufen, los nuevos emperadores habían perdido todo interés
por Italia, y el partido gibelino había perdido así su principal apoyo. Los güelfos se habían impuesto en Florencia, y Guido
Cavalcanti, que simpatizaba con los gibelinos, fue condenado al destierro. Marchó a Sarzana, donde contrajo la malaria,
regresó a Florencia enfermo y allí murió ese mismo año. Su muerte fue "compensada" por la incorporación de otro poeta
al nuevo estilo, un joven de unos treinta años que estudiaba derecho en la universidad de Bolonia, llamado Guittoncino
de Sighipuldi, aunque es más conocido como Cino da Pistoia (por su ciudad natal).

El triunfo de los güelfos en Florencia no alivió las tensiones políticas, pues éstos se habían dividido en dos facciones,
los blancos (moderados) y los negros (radicales). Los güelfos que dominaban la ciudad eran los blancos, que defendían
la obediencia al Papa como cabeza de la Iglesia, pero que, al mismo tiempo, consideraban que el Papa debía colaborar
con el poder temporal sin pretender soberanía política. No era ésta la opinión del Papa, y los güelfos (blancos) de Toscana
se rebelaron contra los intentos de Bonifacio VIII de dominar la región. El embajador de Florencia en la asamblea güelfa
que dirigió la rebelión fue Dante Alighieri.

Bonifacio VIII recibió a Arnau de Vilanova, un médico valenciano que había servido a los reyes aragoneses Pedro III el
Grande y Jaime II. Había solicitado el amparo del Papa porque era aficionado a la teología, y el año anterior había
escandalizado a los teólogos parisinos al asegurar la inminencia del fin del mundo y de la llegada del anticristo, de lo que
tuvo que retractarse públicamente. El Papa no era precisamente dado a tolerar estas ideas peregrinas, pero Arnau era un
buen médico y le curó una dolencia renal, así que Bonifacio VIII mitigó la condena de París, aunque le recomendó que
en lo sucesivo se dedicara exclusivamente a la medicina.

Bonifacio VIII había encontrado la forma de recuperarse del pulso que había mantenido contra Felipe IV de Francia:
proclamó un jubileo o año santo (el primero de la historia). Con la excusa de celebrar el fin del siglo decimotercero de la
era cristiana, concedió la absolución de todos los pecados a los peregrinos que acudieran a Roma. La ciudad eterna recibió
a un gran número de visitantes, muchos de los cuales contribuyeron a llenar las arcas pontificias con sus devotas ofrendas.
El clamor popular y el tintineo del dinero decidieron al sumo pontífice a proclamar la supremacía del Papa sobre todos
los reyes de la Tierra y a luchar por que así lo reconocieran, al menos, todos los reyes de Occidente. Esto fue lo que
soliviantó a los güelfos de la Toscana.

Pero antes de entrar en política debemos detenernos en otro de los cambios espectaculares que había sufrido la sociedad
occidental en los últimos siglos: el notable progreso de la burguesía. Los artesanos y comerciantes, agrupados en gremios,
se habían convertido en un estamento social equiparable a la nobleza y al clero en cuanto a poder e influencia. La política
de los reyes consistía en aprovechar los conflictos de intereses entre los tres estamentos y apoyarse en uno o en otro según
conviniera en cada momento. Sin embargo, no faltaron las ocasiones en las que los distintos estamentos se aliaron entre
sí en distintos países para conseguir privilegios del rey, como instaurar Cortes o Parlamentos y concederles más
competencias, e incluso limitar la autoridad del monarca mediante documentos escritos. El parlamento inglés se había
convertido en una institución estable, que se reunía periódicamente (no sólo cuando el rey decidía convocarlo) y contaba
con dos caballeros de cada condado, así como representantes de las ciudades importantes, además de obispos, abades y
pares.

Sin duda, los monarcas más hábiles en el trato con los distintos sectores sociales fueron los Capetos, que no hicieron
menos concesiones que otros reyes, pero siempre supieron hacerlo de modo que fueran vistos como gestos de
magnanimidad o justicia por parte del monarca y no como imposiciones de sus inferiores. Los Capetos nunca habían
tenido que jurar una Carta Magna. Huelga decir que al hablar de esta burguesía capaz de doblegar a los reyes no nos
referimos a toda la clase burguesa, que incluía hasta los más humildes artesanos, sino al estrato superior, los comerciantes
adinerados. (Los catalanes habían dado nombre a este sector de la burguesía: eran els ciutadans honrats.)

La buguesía más poderosa era, probablemente, la burguesía alemana, en parte por la debilidad de la nobleza, que había
estado en todo momento enfrascada en guerras civiles y nunca había reconocido plenamente la autoridad real o imperial,
y en parte por la oportunidad que tuvo de ejercer su influencia sobre países más atrasados. Por ejemplo, en Polonia, había
sido la burguesía alemana quien había impuesto la elección del duque Enrique IV y, a su muerte, del rey Venceslao II de
Bohemia, que ahora incorporaba oficialmente el territorio a su reino y adoptaba el título de rey de Polonia. Los polacos
no aceptaron de buen grado lo que consideraron una dominación extranjera.

Ejemplos más claros aún los proporcionan las agrupaciones de comerciantes del norte de Alemania,
llamadas hansas, entre las que estaba la Hansa Teutónica (o Agrupación de Comerciantes de Alemania del Norte),
que fundó sucursales primero en Suecia y luego en Noruega e Inglaterra. El rey Erik Magnusson tuvo que conceder
numerosos privilegios a esta liga, tras un bloqueo de dos años que impidió el comercio en las costas noruegas, y con el
paso del tiempo los privilegios habían ido aumentando. La Hansa Teutónica monopolizó una ruta comercial que unía
Nóvgorod con Londres. El número de ciudades asociadas crecía constantemente, a la par que su influencia en los países
nórdicos.

También estaba la Hansa de las diecisiete ciudades, que desde principios de siglo agrupaba a los fabricantes de paños de
Flandes y organizaba el comercio con Francia, especialmente con la feria de Champaña. La Hansa de Londres era una
asociación más antigua aún, que unía a los comerciantes de Flandes que importaban lana de Inglaterra, y estaba integrada
por unas diez ciudades, encabezadas por Brujas. También estaba encargada de la animación de las ferias de Champaña,
punto de intercambio con los comerciantes italianos que operaban en el Mediterráneo.

No eran estas poderosas hansas flamencas las que habían entregado el condado a Gui de Dampierre, sino que éste se había
apoyado en el pueblo bajo, los clauwaerts, por oposición a los ricos comerciantes, que al ser contrarios al conde, se
hicieron partidarios de Felipe IV y por eso eran llamados leliaerts (partidarios de la flor de lis). Sin embargo, la alianza
del conde con Eduardo I de Inglaterra había complicado enormemente la situación. Aprovechando que Eduardo I estaba
ocupado combatiendo a Robert Wallace en Escocia, Felipe IV terminó su campaña en Flandes encarcelando a Gui de
Dampierre y anexionando su condado a la corona francesa. Ahora los leliaerts se encontraban con que Felipe IV era el
garante de su posición social frente a los clauwaerts, pero, por otra parte, sus intereses económicos los ligaban más bien
a Inglaterra que a Francia.

Por otra parte, Felipe IV firmó una alianza con el emperador Alberto I de Habsburgo, alianza sellada con el matrimonio
de su hija Blanca con Rodolfo III, el hijo de Alberto I y duque de Austria.

La situación política de Alemania había cambiado drásticamente en el último siglo. Los Hohenstaufen habían aspirado a
que el Sacro Imperio Romano fuera realmente un nuevo Imperio Romano (si no el genuino y original Imperio Romano),
pero el resultado final de sus esfuerzos había sido el desmoronamiento casi completo de la autoridad imperial. Alemania
se estaba fragmentando y los duques se volvían inmediatamente contra cualquiera que acumulara demasiado poder, y su
apoyo al emperador se reducía al imprescindible para neutralizarlo. El acceso al Imperio había beneficiado enormemente
a los Habsburgo, que de poseer un pequeño condado habían pasado a ser una de las familias más poderosas de Alemania,
pero no más poderosa que las demás familias ducales. Los nuevos emperadores habían renunciado a la insensata política
italiana de los Hohenstaufen y, en particular, se habían desentendido del eterno conflicto sobre la supremacía del Papa o
del emperador. De hecho, ninguno de ellos había llegado a ser coronado emperador por el Papa (con lo que técnicamente
sólo eran reyes de Alemania y reyes de romanos), y Alberto I estaba incluso excomulgado, lo cual no le afectó
sensiblemente. Una excomunión sólo era peligrosa si había un rival dispuesto a sacar partido de ella, pero Alemania se
había acostumbrado a la oposición papal y las excomuniones ya no escandalizaban a nadie.

Otro cambio espectacular había sido la exitosa apertura al Mediterráneo de la Corona de Aragón. Jaime II el Justo
mantenía su curiosa política de justicia, en virtud de la cual estaba combatiendo a su hermano Federico II de Sicilia para
cumplir un acuerdo con el Papa Bonifacio VIII. Ese año sus generales obtuvieron la victoria de Ponza y luego la derrota
de la Falconera. Supuestamente, lo hacía para zanjar el conflicto de Sicilia y así tener las manos libres para intervenir en
Castilla, pero lo cierto era que, gracias a que él estaba ocupado en Sicilia y Felipe IV de Francia estaba ocupado en
Flandes, Castilla se había librado de ser invadida y desmembrada. La reina María de Molina logró de las Cortes de
Valladolid el dinero que Bonifacio VIII le exigía para legitimar su matrimonio con Sancho IV y, por consiguiente, para
que nadie pudiera cuestionar el derecho a la corona de su hijo Fernando IV, que cumplía ahora quince años. (Ya lo dice
la Biblia: Dad a Dios lo que es del César y al César lo que sobre.)

En esas mismas Cortes de Valladolid el infante Juan, autoproclamado rey de León, aceptó como rey a Fernando IV y se
convirtió en uno de sus consejeros. Entonces María de Molina formó un ejército que envió a Almazán, reducto del infante
Alfonso de la Cerda. Sin embargo, antes de que se librara el combate, el Infante Juan pactó con Enrique el Senador,
regente de Fernando IV, y ambos se entrevistaron con Jaime II de Aragón. La reina trató de contrarrestar esta
confabulación negociando también con Jaime II y con el rey Muhammad II de Granada.

Mientras tanto, Portugal florecía bajo el rey Dionisio el Liberal. Su principal apoyo era la burguesía, cuyas actividades
económicas favoreció en todo momento. Los comerciantes portugueses frecuentaban los mercados de Brujas y Londres,
donde vendían pescado, sal, vino, aceite y cueros. El monarca estableció el dialecto de Oporto como lengua nacional.

Ese año murió sin descendencia el burgrave Juan I de Nuremberg. Fue sucedido por su hermano Federico IV.
El pintor italiano Giotto terminó en Padua los frescos de la capilla de los Scrovegni de la Arena, que constituyen una de sus obras m
personajes en un espacio tridimensional, si bien los personajes mismos siguen siendo siluetas planas y no puede hablarse de perspecti

LA CAÍDA DEL PAPADO


En 1301 el rey Eduardo I de Inglaterra nombró príncipe de Gales a su hijo Eduardo. El principado abarcaba la mayor
parte de Gales, aunque los territorios fronterizos habían sido divididos en varias marcas asignadas a señores ingleses.

Una vez hubo cobrado lo estipulado, el Papa Bonifacio VIII promulgó una bula por la que legitimaba el matrimonio de
Sancho IV de León y Castilla con María de Molina, lo que a su vez legitimaba a su hijo Fernando IV como sucesor. A
sus dieciséis años, fue reconocido como mayor de edad. Enrique el Senador, al dejar la regencia, obtuvo el cargo de
mayordomo. Junto a Juan Núñez de Lara y el infante Juan, logró relegar a María de Molina a un segundo plano, mientras
los infantes de la Cerda seguían aspirando al trono. Ese año moría el rey Muhammad II de Granada, y los infantes
entablaron una alianza con su hijo y sucesor, Muhammad III. A cambio de su apoyo para hacerse con la corona
castellanoleonesa, los infantes se comprometían a entregar Tarifa al reino de Granada, pero allí estaba aún Guzmán el
Bueno, cuya tenacidad impidió que la entrega se consumara.

El rey Andrés III de Hungría murió sin descendencia, y el rey Venceslao II de Bohemia y Polonia logró que su
hijo Venceslao fuera aceptado como sucesor. Esto significaba que, a la muerte de Venceslao II, su hijo se convertiría en
el hombre más poderoso del Sacro Imperio Romano, cosa que no estaban dispuestos a consentir ni el emperador Alberto
I de Habsburgo ni el Papa Bonifacio VIII, que aspiraba a ser él mismo el hombre más poderoso del Imperio. Fue fácil
encontrar un candidato alternativo a la corona húngara. El Papa Nicolas IV, al servicio del rey Carlos II de Nápoles, había
otorgado los derechos sobre Hungría a su hijo Carlos Martel, que había muerto en el intento de ejercerlos, pero había
dejado un hijo, Carlos Roberto, que ahora tenía diez años, y su abuelo lo hizo coronar inmediatamente con el beneplácito
del Papa, tal y como había hecho en su día con Carlos Martel. Nuevamente Hungría se vio envuelta en un conflicto
sucesorio, con la diferencia de que Andrés III era húngaro, mientras que ahora los dos pretendientes al trono eran
extranjeros, por lo que no había ningún claro favorito.

El conde Carlos de Valois, hermano del rey Felipe IV de Francia, había tratado de aprovechar las circunstancias para
apoderarse de la Corona de Aragón, pero lo único que consiguió como compensación fue el condado de Anjou mediante
el matrimonio con la hija del rey Carlos II de Nápoles. Esta primera esposa, Margarita, había muerto dos años atrás, y
ahora Carlos se casaba con Catalina I de Courtenay, poseedora del vacío título de Emperatriz Latina de Oriente, y a partir
de este momento trató de constituir una Liga para recuperar Constantinopla. Para ello se entrevistó, naturalmente, con
Bonifacio VIII, pero éste lo convenció para que le sirviera primero a sus propios fines:

En la Toscana, los güelfos negros, partidarios de Bonifacio VIII, luchaban en desventaja contra los güelfos blancos. Sin
embargo, Dante Alighieri había marchado a Roma como representante de los blancos para ofrecer la paz al pontífice. El
Papa se las arregló para retenerlo allí hasta que hubo concluido su alianza con Carlos de Valois, finales de año, tras lo
cual el ejército francés saqueó Florencia e impuso a los güelfos negros en todas las ciudades de la región.

Luego Bonifacio VIII envió a su nuevo aliado contra el rey Federico II de Sicilia. Carlos puso sitio a Messina, pero los
almogávares lo rechazaron bajo la dirección de un nuevo capitán, el pirata alemán Roger Blum, que poco antes se había
unido a ellos y desde entonces pasó a ser su jefe indiscutible. Los catalanes le tradujeron el apellido y lo conviertieron
en Roger de Flor.

Al mismo tiempo se producía otro incidente en Francia: Felipe IV había hecho arrestar a Bernard Saisset, el obispo
de Pamiers, acusado de insultar a la corona y de intrigar con Aragón. Bonifacio VIII publicó inmediatamente la
bula Ausculta fili, en la que recordaba a Felipe IV que los eclesiásticos sólo podían ser juzgados por tribunales
eclesiásticos, e insistía en que la Iglesia estaba por encima de los poderes temporales. Además convocó un concilio para
tomar medidas.

El 27 de enero de 1302, una sentencia condenaba a Dante a multa, expropiación y exilio, e igual suerte corrieron muchos
de los güelfos blancos que se habían opuesto a la autoridad papal. A lo largo de este año y el siguiente, los desterrados
realizaron varias tentativas de recuperar el poder por la fuerza. Una segunda sentencia del 10 de marzo condenaba a Dante
a ser quemado vivo si se le volvía a ver en Florencia.

Felipe IV se dispuso a defenderse de las amenazas de Bonifacio VIII. Su principal arma era que en Francia se había
extendido en los últimos tiempos una religión más poderosa que la católica: el nacionalismo. Bonifacio VIII podía creer
que vivía aún en el Imperio Romano, unido por una única lengua (el latín), un único emperador, una única religión y una
única Iglesia dirigida por un único Papa, pero eso no era así. La lengua francesa, las gestas sobre caballeros y cruzados
exaltadas por la literatura francesa, junto con muchos otros factores sociales y económicos, habían creado un
fuerte sentimiento nacional francés, y Felipe IV empezó a difundir toda clase de acusaciones contra el Papa en un lenguaje
que lo presentaba, ante todo, como un italiano, es decir, como un extranjero, un no-francés, que pretendía decirles a los
franceses lo que podían y no podían hacer. Por primera vez, reunió los Estados Generales, una asamblea que reunía a
representantes de los tres estados: nobleza, clero y burguesía, procedentes de todo el país (ésta era la novedad). Dejó bien
claro que los Estados Generales estaban reunidos como representación del pueblo francés, y que su responsabilidad era
velar por los intereses del pueblo francés, y logró que incluso el clero se inbuyera de este sentimiento nacional y presentara
su apoyo al rey frente al Papa. Sin embargo, entonces sucedió un imprevisto:

El 18 de mayo los clauwaerts flamencos se alzaron en Brujas contra la dominación francesa y mataron a unos tres mil
franceses, entre ellos el destacamento de soldados que Felipe IV había dejado en Flandes. La rebelión fue conocida como
los maitines de Brujas, por la hora a la que comenzó. La reacción francesa no se hizo esperar. Felipe IV envió al conde
Roberto II de Artois al frente de un ejército de unos cincuenta mil hombres, entre ellos un gran ejército de caballeros
protegidos por sus pesadas armaduras. Los flamencos, por su parte, no pudieron reunir más que un ejército de unos veinte
mil infantes armados con picas (largas lanzas de madera con punta de metal y, a veces, también con un gancho en su
extremo). Los piqueros flamencos ya habían sido usados contra los franceses en la batalla de Bouvines, pero no contra
caballeros. La tradición mandaba que, en una batalla, los caballeros lucharan contra los caballeros y la infantería contra
la infantería, mientras que ahora un ejército completo de caballeros e infantes se iba a enfrentar a un pobre ejército de
infantes. Todo pronosticaba una masacre. Los caballeros eran muy respetuosos con sus enemigos de igual rango: en
cuanto eran derribados, se rendían, eran capturados y después eran liberados a cambio de un rescate; mientras que si un
caballero tenía que rebajarse a luchar contra sus inferiores, lo normal era que los destrozara sin piedad con su espada
desde la situación de privilegio que le proporcionaban su caballo y su armadura (no tenía sentido pedir un rescate por un
miserable).

Los ejércitos se encontraron el 11 de julio en Courtrai. Los flamencos eligieron el campo de batalla. Era un terreno
pantanoso, cruzado por canales, uno de los cuales corría justo por delante del frente de piqueros. Allí esperaron sin
moverse hasta que los franceses se acercaron. Roberto de Artois hizo avanzar a sus ballesteros para que arrojaran una
nube de flechas sobre los flamencos. La estrategia de los ballesteros era correr para acercarse lo más posible a su objetivo,
disparar y marcharse corriendo, pues tensar una ballesta era una operación que requería mucho tiempo (se hacía dando
vueltas a una manivela). Sólo podían disparar una vez. Esto limitaba enormemente la efectividad de esta arma. El caso
fue que los ballesteros quedaron enfangados, por lo que tuvieron que disparar desde lejos y sus flechas no mermaron
apenas las líneas enemigas. Roberto de Artois lanzó luego a sus caballeros distribuidos en varias oleadas. La primera
pisoteó a sus propios ballesteros, el fango no permitió a los caballeros mantener el ritmo de galope habitual, se
desorganizaron, algunos fueron derribados por los que les seguían. El terreno era cuesta arriba, y luego estaba el canal,
en el que cayeron varios de ellos. Entonces atacaron los piqueros. Las picas les permitían derribar a sus adversarios con
cierta facilidad, y no había nada más torpe que un caballero con armadura sobre un suelo fangoso. Las picas encontraban
los resquicios de las armaduras y ensartaban a los sorprendidos guerreros, que no encontraron nada de caballerosidad
romántica en los flamencos. Sólo la retaguardia del ejército francés se libró de la muerte. Al terminar la batalla, los
flamencos recogieron más de setecientos pares de espuelas de oro, que depositaron como ofrenda en la iglesia de Courtrai.

Roberto de Artois fue uno de los fallecidos. Dejó una hija, Matilde, que estaba casada con el conde Otón IV de Borgoña,
y un nieto de quince años (hijo de Felipe, un hermano de Matilde, fallecido cuatro años antes), que pasó a ser el
conde Roberto III de Artois, bajo la regencia de su tía.

El 19 de agosto Federico II de Sicilia firmó la paz de Caltabellota con Carlos II de Nápoles. Según el tratado, Federico
II conservaría Sicilia con el título de rey de Trinacria (el nombre griego de la isla, pues el rey de Sicilia era oficialmente
Carlos II), con la condición explícita de que a su muerte la isla debía volver a Carlos II o a su sucesor. Además Carlos II
se comprometía a pagar a su rival una importante cantidad de oro, o bien a conseguirle del Papa la autorización para la
conquista de Cerdeña o de Chipre. También se acordó el matrimonio de Federico II con Leonor, hija de Carlos II. Esto
supuso también la paz entre Federico II y el rey Jaime II el Justo. Roger de Llúria, que servía a Jaime II, se retiró a
Valencia.

Felipe IV no se dejó amilanar por la derrota de Courtrai y se dispuso a reclutar un nuevo ejército para enviarlo a Flandes,
pero su prestigio había resultado, obviamente, dañado. El emperador Alberto I dio por rescindida la alianza que había
firmado con él dos años antes y, por supuesto, Bonifacio VIII cobró nuevas alas. Levantó la excomunión que pesaba
contra Alberto I y el 18 de noviembre publicó la bula Unam sanctam, que representa la culminación del cesaropapismo.
Despojada de tediosas citas bíblicas sin interés, el resto es digno de leerse:

«Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica, y
nosotros lo creemos firmemente y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los
pecados, [...] La Iglesia, puesto que es una y única, tiene un solo cuerpo, una sola cabeza, no dos, como un monstruo, es
decir, Cristo y el vicario de Cristo, Pedro, y su sucesor, [...] Si, pues, los griegos u otros dicen no haber sido encomendados
a Pedro y a sus sucesores, menester es que confiesen que no son parte de la ovejas de Cristo, puesto que dice el Señor en
Juan que hay un solo rebaño y un solo pastor [Jn. 10,16]. Por las palabras del Evangelio somos instruidos de que, en ésta
y en su potestad, hay dos espadas: la espiritual y la temporal [...] Una y otra espada, pues, están en la potestad de la Iglesia,
la espiritual y la material. Mas ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesia misma. Una por mano
del sacerdote, otra por mano del rey y de los soldados, si bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es
menester que la espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual [...] Que la potestad
espiritual aventaje en dignidad y nobleza a cualquier potestad terrena, hemos de confesarlo con tanta más claridad,
cuanto aventaja lo espiritual a lo temporal [...] Porque, según atestigua la Verdad, la potestad espiritual tiene que instituir
a la temporal, y juzgarla si no fuere buena [...] Luego si la potestad terrena se desvía, será juzgada por la potestad
espiritual; si se desvía la espiritual menor, será juzgada por su superior; mas si se desvía la potestad suprema, sólo
podrá ser juzgada por Dios, no por el hombre. [...] Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a un hombre y se ejerce
por un hombre, no es humana, sino antes bien divina, dada por boca divina a Pedro y a sus sucesores [...] Quienquiera,
pues, que resista a este poder así ordenado por Dios, resiste a la ordenación de Dios [Rom. 13,2], a no ser que, como un
Maniqueo, imagine que hay dos principios, cosa que juzgamos falsa y herética, [...] Así pues, declaramos, decimos,
definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda criatura
humana. »
El infante Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio, era uno de los pretendientes al trono que habían intrigado contra
su primo, Fernando IV, durante su minoría de edad. Una de sus bazas para lograr los apoyos necesarios había sido su
matrimonio con la hija del rey Jaime II de Mallorca, hacía dos años. El matrimonio se había celebrado por poderes, pero
la esposa murió en el viaje a Castilla. Ahora se casaba con un partido a un mejor: Constanza, hija del rey Jaime II de
Aragón.

Al mismo tiempo, Fernando IV de León y Castilla se casaba con Constanza, hija hija del rey Dionisio de Portugal. El
matrimonio había sido concertado cinco años antes, como parte de las maniobras diplomáticas de María de Molina.

Guido della Torre entró en Milán y derrotó a Matteo I Visconti, con lo que la familia Della Torre recuperó el señorío de
la ciudad, que le había sido arrebatado por Ottone Visconti casi veinte años antes.

Ese año murió Valdemar, el que había sido rey de Suecia y que permanecía en prisión desde hacía más de dos décadas.
Otro Valdemar, hermano del rey actual Birger Magnusson, recibió el ducado de Finlandia.

EL FIN DE LOS TEMPLARIOS


En 1305 murió el rey Venceslao II de Bohemia y de Polonia, que fue sucedido por su hijo Venceslao III. No obstante,
los polacos aprovecharon la ocasión para oponerse a la poderosa burguesía alemana que les había impuesto a Venceslao
II y eligieron su propio duque: Ladislao Lokietek, con lo que Venceslao III se encontró con una doble oposición, la de
Lokietek en Polonia y la del angevino Carlos Roberto en Hungría. Considerando que eran demasiados enemigos, decidió
renunciar a la corona húngara en favor del duque Otón III de la Baja Baviera, pero Venceslao III murió asesinado en 1306.
No dejó descendencia. El marqués Enrique de Carintia se proclamó rey de Bohemia, pero finalmente el emperador
Alberto I logró que el título pasara a su hijo Rodolfo III, el duque de Austria. Ese mismo año Rodolfo III se casó
con Isabel, una hermana de Venceslao II. Por su parte, Otón de Baviera siguió luchando contra Carlos Roberto en
Hungría, y Ladislao Lokietek trataba de hacerse reconocer como duque de Polonia por la nobleza polaca, mientras el país
se fraccionaba.

Robert Bruce asesinó al regente John Comyn, y en marzo se hizo coronar rey de Escocia (Roberto I). Pronto controló el
suroeste del territorio.

El rey de Suecia Birger Magnusson tenía ya veintiséis años, pero el mariscal Torgils Knutsson no había abandonado la
regencia. Erik y Valdemaro, los hermanos del rey, se rebelaron contra Torgils y lo hicieron ejecutar. Birger los hizo
encerrar en una torre.

El rey Jaime II de Aragón logró que los genoveses liberaran a Berenguer d'Entença. Éste se reunió con el Papa Clemente
V para intentar convencerlo de que organizada una cruzada (con la descarada intención de atacar, no a los musulmanes,
sino a los bizantinos). El Papa se negó y entonces el catalán vendió todos sus bienes, marchó de nuevo a Oriente y se
presentó en Gallípoli al frente de quinientos almogávares. La ciudad seguía bajo el mando de Ramon Muntaner, que
en julio resistió el ataque de la flota genovesa, dirigida por Antonio Spinola.

También Ramon Llull, a su regreso de un viaje por Chipre y Armenia, trató de convencer a Clemente V para que llevara
adelante su proyecto de una cruzada evangélica, pero tampoco esta vez consiguió nada y volvió a París. En 1307 marchó
de nuevo a predicar, esta vez al norte de África, donde fue atropellado por la multitud y encarcelado. Luego fue desterrado,
y la nave que lo transportaba naufragó frente a la costa de Pisa. Llegó a tierra abrazado a un madero.

El rey de Bulgaria, Teodoro Svetoslav, aprovechó los estragos que los almogávares estaban haciendo en el Imperio
Bizantino para obligar al emperador Andrónico II a cederle varios territorios. Sin embargo, la presión de los almogávares
disminuyó considerablemente a raíz de sus disputas internas: Berenguer d'Entença y Bernat de Rocafort protagonizaron
una dura lucha por el liderazgo. El conflicto terminó cuando llegó a Gallípoli el infante Fernando de Mallorca, hijo del
rey Jaime II de Mallorca, como representante del rey Federico II de Sicilia (muy interesado, como era de esperar, por el
éxito arrollador que estaban teniendo sus soldados). Se organizó entonces un ataque a Tracia, pero los partidarios de uno
y otro jefe empezaron a pelear entre sí durante la marcha. Acabó produciéndose un enfrentamiento abierto y, antes de que
Fernando pudiera imponer su autoridad, Berenguer d'Entença fue asesinado. Entonces Bernat de Rocafort le disputó el
mando a Fernando, y consiguió conservar el liderazgo a costa de negar que los almogávares estuvieran al servicio de
Federico II. En su lugar, se declaró al servicio de Carlos de Valois, que a la sazón tenía el título de emperador latino de
Oriente (título que no tardaría en perder, pues su esposa, la Emperatriz Catalina de Courtenay, murió ese mismo año y la
nueva Emperatriz pasó a ser la hija de ambos, Catalina de Valois, de seis años de edad). Ramon Muntaner se había
mostrado partidario de Fernando de Mallorca, así que, tras el triunfo de Rocafort consideró prudente volver a Occidente,
pero fue apresado por Tibaut de Cepoy, el representante en Oriente de Carlos de Valois. Por su parte, Fernando de
Mallorca cayó prisionero de Gualterio de Brienne, el duque de Atenas.

El rey Carlos II de Nápoles había cedido el principado de Morea a Isabel de Villehardouin, pero ahora se retractó y se lo
cedió a su cuarto hijo, Felipe de Tarento.

El conde Roberto de Borgoña cumplió los siete años de edad, pero tenía dos hermanas, Juana y Blanca, de dieciséis y
once años, que se casaron respectivamente con Felipe y Carlos, hijos del rey Felipe IV de Francia. Éste reconoció a Juana
como condesa de Borgoña (Juana I) y así el título pasó a su marido, Felipe, sin que el joven Roberto pudiera hacer nada
para defender sus derechos.

Ese año murió el rey Eduardo I de Inglaterra y fue sucedido por su hijo Eduardo II. Carecía del férreo carácter de su
padre y dejó el gobierno en manos de favoritos. Esto benefició a los independentistas escoceses: el rey Roberto I ganó a
la Iglesia para su causa.

También murió Rodolfo III, el rey de Bohemia y duque de Austria. No dejó descendencia, y esta vez Enrique de Carintia
tuvo más éxito y se convirtió en el nuevo rey de Bohemia. El ducado de Austria lo heredó Federico I, hermano de Rodolfo
III.

Los mamelucos ejecutaron al rey León IV de Armenia, que fue sucedido por su tío Oshin I.

El rey Dionisio de Portugal fundó la universidad de Coimbra.


El Imperio de Mali pasó al más famoso de sus gobernantes: Congo Musa. Se cuenta que su predecesor, mansa Abucar,
insatisfecho con el resultado de la expedición que había enviado a los confines del océano Atlántico, se puso él mismo al
frente de una nueva expedición, esta vez con cuatro mil navíos, y que nunca se volvió a saber de él.

Pero el acontecimiento más notable del año lo protagonizó el hombre más poderoso de Europa: el rey Felipe IV de Francia.
Aunque sus drásticas medidas fiscales casi habían duplicado los ingresos del estado, el monarca seguía escaso de dinero.
No puede acusársele de derrochador. Lo que sucedía era que estaba convirtiendo a Francia en el primer país con un
auténtico gobierno central, y eso costaba mucho dinero. El año anterior había expulsado a los judíos para apropiarse de
sus riquezas, pero esta medida no bastó para resolver un delicado problema: el monarca debía una importante suma de
dinero a los templarios.

Los templarios se habían convertido en la entidad financiera más importante de Europa. Desde que fue creada la Orden,
habían recibido tantos donativos que en poco tiempo habían reunido un capital considerable, y no tardaron en encontrar
la forma de rentabilizar sus activos. Cuando un hombre acaudalado iba a emprender un viaje, no era prudente que llevara
consigo grandes sumas de dinero. En su lugar, entregaba a los templarios la cantidad que deseaba transportar y éstos le
entregaban un recibo, que luego podía canjear en cualquiera de las innumerables sedes que la Orden tenía distribuidas de
un extremo a otro de Europa (descontando, naturalmente, un porcentaje por el servicio). Aunque la religión católica
prohibía la usura, el gran prestigio de que gozaba la Orden del Temple le permitió ejercerla con la máxima eficacia:
alguien mínimamente poderoso podía dejar de pagar a un prestamista judío con la excusa de que era un perro judío, pero
nadie se atrevía a dejar de cumplir un compromiso con los arrogantes templarios... hasta que el apurado fue Felipe IV.

Ciertamente, ni siquiera el gran Felipe IV, ante cuya majestuosa presencia todos temblaban, podía dejar de pagar su deuda
sin más. Había que hacer las cosas a lo grande. Su plan era acabar con el Temple como había acabado con Bonifacio VIII.
De hecho, encargó el asunto a Guillaume de Nogaret, el mismo que se había encargado de doblegar al Papa. El gran
maestre de los templarios era a la sazón Jacques de Molay, que a sus sesenta y cuatro años se encontraba en Chipre.

El punto débil de los templarios era que formaban una sociedad secreta. Nadie sabía a ciencia cierta en qué consistían sus
ceremonias y rituales, y cuando la gente no sabe algo, está dispuesta a creer lo que le cuenten. Felipe IV pensaba lanzar
contra la Orden una campaña de desprestigio similar a la empleada contra Bonifacio VIII, pero no era conveniente hacerlo
mientras de Molay estuviera fuera del país, pues entonces tendría la oportunidad de defenderse. Por ello Felipe IV y el
Papa Clemente V invitaron a Francia a las principales autoridades del Temple para discutir, supuestamente, la
organización de una nueva cruzada. Los caballeros acudieron sin sospechar nada, y el 13 de octubre los funcionarios del
rey apresaron por sorpresa a todos los templarios que encontraron, incluido el gran maestre. No hubo resistencia ni huidas.
Inmediatamente, la Santa Inquisición inició un proceso contra los detenidos que, debidamente torturados, confesaron toda
clase de delitos: practicaban el culto a un ídolo, escupían sobre la cruz en los rituales de admisión, se entregaban
obligatoriamente a la sodomía, etc.

De Molay defendió a la Orden del Temple ante el Papa Clemente V, que protestó por la actitud del rey y la irregularidad
del proceso, y en noviembre consiguió que le fueran confiados los inculpados, pero Felipe IV reaccionó inmediatamente
y logró que la investigación fuera asignada a unas comisiones pontificias controladas por él. Por supuesto, el rey se
aseguró de que las confesiones de los caballeros del Temple se difundieran por toda Europa.

En diciembre el rey Jaime II de Aragón ordenaba al inquisidor general y a los obispos de Valencia y Zaragoza que
actuaran contra los templarios, y en algunos casos las tropas del rey tuvieron que tomar por la fuerza algunos castillos.

Mientras tanto, Dante recorría el norte de Italia. Por esta época estaba terminando Il convivio (el banquete), un tratado
filosófico en el que, glosando tres de sus canciones, expone doctrinas morales, científicas y políticas. Por otra parte, dejó
inacabado un opúsculo en latín: De uulgari eloquentia, (sobre el habla vulgar), en el que analiza los distintos dialectos
hablados en Italia con el fin de obtener una lengua común más apta para la expresión literaria que pudiera rivalizar con
el latín. Evidentemente, su conclusión fue que el dialecto más adecuado a tales fines era el de su tierra natal, el toscano.

Unos amigos de Dante encontraron en un armario un manuscrito que el poeta había olvidado en Florencia cuando fue
forzado a abandonar la ciudad, y se apresuraron a enviárselo. Dante pensaba que esos papeles habrían sido destruidos
por sus enemigos, y al recibirlos dijo: "Había abandonado ya este proyecto de poema, pero, ya que la fortuna me ha
devuelto estas páginas, probaré de recordar la idea que tenía, y acabarlo con ayuda de la Gracia". Y así retomó un
trabajo que le iba a ocupar sin descanso durante el resto de su vida. Nunca llegó a ponerle título, pero actualmente se
conoce como La Divina Comedia.

En 1308 murió el emperador Alberto I de Habsburgo, asesinado por su sobrino Juan (hijo del difunto duque Rodolfo II
de Austria) mientras conducía su ejército en una campaña para someter los tres cantones suizos de Uri, Schwyz y
Unterwalden.

También murió Jacobo, el senescal de Escocia, y fue sucedido por su hijo Walter.

Felipe IV de Francia trató de conseguir que su hermano Carlos de Valois fuera elegido emperador, pero Clemente V
intentó escapar de las redes del monarca francés y apoyó a un candidato rival: el conde Enrique VII de Luxemburgo, que
ahora pasó a ser el emperador Enrique VII. Ese año Felipe IV casó a su hija Isabel (de dieciséis años) con el rey Eduardo
II de Inglaterra.

Finalmente, el angevino Carlos Roberto logró hacerse con el gobierno efectivo de Hungría y se convirtió en el rey Carlos
I Roberto. Llevó al país las reformas que Felipe IV estaba implantando en Francia: derogó el antiguo sistema de
tributación, por el que cada vasallo tributaba al señor que tenía inmediatamente por encima en la pirámide feudal, y en su
lugar implantó una tributación directa a la corona; instituyó las monedas de oro acuñadas y garantizadas por el soberano;
reformó la justicia; reorganizó el ejército y potenció el desarrollo económico del país fomentando el comercio, las
explotaciones mineras y la llegada de colonos.

El Imperio Bizantino se estaba recuperando de las incursiones de los almogávares y logró incluso que el rey Teodoro
Svetoslav de Bulgaria devolviera los territorios ocupados el año anterior.

Los caballeros hospitalarios trasladaron su sede central de Chipre a la isla de Rodas, por lo que desde entonces fueron
conocidos también como Caballeros de Rodas.

En Brandeburgo, que había sido uno de los territorios alemanes más dividos, quedaban ya sólo dos
margraves: Valdemaro, y Hermann, que murió y fue sucedido por su hijo Juan V.
Ramon Llull terminó su Ars magna generalis ultima, en el que realizó un gran esfuerzo por exponer su sistema filosófico
de la forma más clara posible y defenderlo de sus críticos.

El rey Muhammad III de Granada seguía una política vacilante e hipócrita entre Marruecos y Castilla. Su última jugada
fue arrebatar Ceuta a los benimerines, que, enojados, decidieron aliarse con Fernando IV Castilla y Jaime II de Aragón
para poner fin a las maquinaciones del nazarí. Ante esta amenaza, una revuelta palatina depuso a Muhammad III y lo
sustituyó por su hermano Nasr, que hizo frente como pudo a los aliados. En 1309 un ejército castellanoaragonés,
siguiendo una iniciativa de Guzmán el Bueno, tomaba Gibraltar. Luego los castellanos realizaron una incursión en el
reino granadino que llegó cerca de su capital, y en la que Guzmán perdió la vida. Los aragoneses pusieron sitio a Almería
mientras los castellanos hacían lo propio en Algeciras. Sin embargo, el rey Fernando IV fue traicionado por su tío, el
infante Juan, y por su tío segundo, Juan Manuel, que lo abandonaron en pleno asedio. El rey tuvo que renunciar a la
campaña y Nasr ofreció Ceuta y Algeciras a los benimerines a cambio de que abandonaran la guerra. En el asedio a
Almería participaba Fernando de Mallorca, el hijo del rey Jaime II de Mallorca, que ya había sido liberado de su cautiverio
en Atenas. Fernando IV casó a su hermana Beatriz con Alfonso, hijo del rey Dionisio de Portugal.

Por esta época se publicó una nueva versión, realizada por juristas anónimos, de las Siete partidas, el código legal
unificado que Alfonso X el Sabio había tratado de imponer en su reino (fue ahora cuando se estructuró en siete libros, y
de aquí viene su título), pero no fue presentado como leyes, sino como un texto doctrinal que pretende enseñar la
naturaleza y filosofía del derecho, que debía ser respetado por todos.

Cuando el conde Roberto III de Artois cumplió los veintidós años reclamó el condado a su tía Matilde, que seguía
ejerciendo de regente, pero Matilde logró el apoyo del rey Felipe IV de Francia, que la reconoció como titular del condado.
Quizá Matilde trataba así de compensar a su hijo Roberto, que había perdido el condado de Borgoña cuando Felipe IV se
lo concedió a su hermana Juana dos años atrás, pues ahora su hijo se convertía en el heredero de Artois. Igual que ocurrió
con su primo, las protestas de Roberto III no sirvieron de nada.

El Papa Clemente V se había opuesto a Felipe IV en dos ocasiones: al apoyar la candidatura del emperador Enrique VII
y al oponer resistencia al procesamiento de los templarios. No era eso lo que Felipe IV esperaba de él cuando lo nombró
Papa y, de algún modo, se las arregló para hacérselo entender. Ese mismo año Clemente V trasladó su residencia a la
ciudad francesa de Aviñón, en el condado de Tolosa, cerca de la frontera italiana.

Un primer grupo de templarios (que se habían negado a confesar sus delitos) fue condenado a la hoguera. Esto ayudó a
otros a "sincerarse" ante la Santa Inquisición, entre ellos el propio Jacques de Molay, que finalmente sucumbió a las
torturas y reconoció las acusaciones que se le imputaban a él y a su orden. Los inquisidores se apresuraron a comunicar
a los otros prisioneros que su gran maestre había confesado, y esto a su vez multiplicó las confesiones.

Todavía vivía un compañero de armas del abuelo de Felipe IV, el rey san Luis. Era Jean de Joinville, antiguo senescal
del conde Teobaldo IV de Champaña, que marchó con san Luis en la séptima cruzada, fue capturado con él, y años más
tarde le dijo abiertamente que era un tonto por embarcarse en la octava cruzada, a la que se negó a acompañarlo. Ahora
tenía ochenta y cinco años y terminaba el Libro de las santas palabras y de los buenos hechos de nuestro rey San Luis, en
el que recuerda de forma un tanto vaga, idílica y algo ingenua los años que vivió junto al monarca, y le expresa su más
tierna devoción.

El rey Jaime II de Mallorca casó a su hijo Sancho con María, hija del rey Carlos II de Nápoles. Carlos II murió poco
después y, tal y como estaba estipulado, fue sucedido por su hijo Roberto, que ya llevaba años al frente del reino como
vicario general. Se había ganado el sobrenombre de Roberto el Prudente. Heredó también el condado de Provenza y el
vacío título de rey de Jerusalén. A su vez, traspasó el ducado de Calabria a su hijo Carlos, de once años. El rey Carlos I
Roberto de Hungría protestó por que el reino de Nápoles hubiera pasado a su tío (él era hijo de Carlos Martel, el
primogénito del fallecido Carlos II), y mantuvo siempre sus pretensiones al trono, aunque nunca consiguió nada al
respecto.

Bernat de Rocafort intercedió por Ramon Muntaner, que fue liberado por Tibaut de Cepoy y llegó a Sicilia, donde
Federico II le encargó la pacificación de Gelves, una pequeña isla frente a la costa africana que había arrebatado
recientemente a los musulmanes. Mientras tanto Rocafort conducía a los almogávares a tomar Salónica, por encargo del
duque de Atenas. Sin embargo, por el camino, los mercenarios se hartaron de Rocafort, se sublevaron y se lo entregaron
a Tibaut de Cepoy (a cuyo servicio se suponía que estaban, aunque Rocafort nunca lo había tenido en cuenta para nada).
El francés lo envió prisionero a Roberto el Prudente, quien lo dejó morir de hambre en el castillo de Aversa.

Federico II había hecho llamar a su corte a Arnau de Vilanova para que le interpretara un sueño. El médico visionario
había pasado una temporada en Marsella, donde había escrito su Expositio super Apocalypsi, tratado que, entre otras
informaciones de interés, revelaba la fecha del fin del mundo, previsto para el año 1368. (Todo apunta a que Dios no leyó
el tratado.) Luego fue llamado a Aviñon, donde defendió su doctrina ante la corte pontificia. Ello lo indispuso con el rey
Jaime II de Aragón, pues el médico reveló allí un sueño del monarca que a su juicio tenía valor profético.

El emperador Enrique VII de Luxemburgo firmó una carta que confirmaba todos los derechos reclamados por los tres
cantones suizos y reconocía la independencia del territorio frente a los Habsburgo.

Los caballeros de la Orden Teutónica gobernaban Prusia con total independencia frente al Sacro Imperio Romano o
cualquier otro estado. Ese año trasladaron su capital a Marienburg y aseguraron su contacto con el Imperio arrebatando
a Polonia la región de Pomeralia y la ciudad Danzig. Sin embargo, esto suscitó tensiones con la burguesía alemana, pues
varias ciudades, entre ellas Danzig, se habían unido a la Hansa, lo que les confería el derecho a administrarse por sí
mismas, según los estatutos de Magdeburgo y Lübek, lo que chocaba con las pretensiones de los caballeros teutónicos.

En 1310 los musulmanes del sultanato de Delhi invadieron el sur de la India, y en poco tiempo dominaron los dos tercios
de la península.

El rey Nasr de Granada obligó a Jaime II de Aragón a levantar el sitio de Almería, y con ello terminó la campaña de la
triple alianza contra el reino granadino. Sus únicos logros fueron la toma de Gibraltar para Castilla y la toma de Ceuta y
Algeciras para los benimerines. Sólo Castilla continuó la lucha por su cuenta.

Ese año se convirtió en juez de Tolosa Bernardo Guido, el inquisidor más famoso de Francia. Escribió una guía práctica
para inquisidores en la que se encuentran pasajes muy edificantes:
... Si no se consigue nada y el inquisidor y el obispo creen de buena fe que el acusado les oculta la verdad, que lo manden
torturar moderadamente y sin derramamiento de sangre... Si por estos medios no se avanza, se tortura al acusado de la
forma tradicional, sin buscar nuevos suplicios... Si aun así no confiesa, se le mostrarán los instrumentos de algún nuevo
tormento diciéndole que tendrá que padecerlos todos. Si el acusado, sometido a todas las torturas dichas, sigue sin haber
confesado, se le dejará libre.

El emperador Enrique VII cedió a su hijo Juan, de catorce años, el condado de Luxemburgo, luego lo casó
con Isabel, hermana del difunto rey Venceslao II de Bohemia, tras lo cual depuso a Enrique de Carintia y le concedió a
Juan la corona de Bohemia. Después se dirigió a Italia para reafirmar en el país la autoridad del Sacro Imperio Romano,
que se había reducido prácticamente a la nada. Tenía la intención de acabar con las disputas entre güelfos y gibelinos, y
entre güelfos blancos y negros. El proyecto llenó de euforia a Dante, que de güelfo blanco había pasado a gibelino y
soñaba con un Imperio Romano universal; sin embargo, los güelfos llamaron en su defensa al rey de Nápoles, Roberto el
Prudente, que, erigido en defensor de los intereses temporales del papado, hizo frente al emperador. En 1311 los gibelinos,
dirigidos por Matteo Visconti, se adueñaron de Milán y expulsaron a los Della Torre. Enrique VII declaró la amnistía
para los gibelinos y güelfos blancos que habían sido exiliados de Florencia, aunque Dante fue exceptuado. Trató de tomar
medidas para acabar con las acérrimas rivalidades entre las distintas ciudades italianas, pero cuando estas medidas no
dieron todos los resultados que esperaba, castigó con excesiva (e inoportuna) severidad a las ciudades que obstaculizaron
sus intenciones.

Ese año murió el rey Jaime II de Mallorca, que fue sucedido por su segundo hijo, Sancho I (su primogénito se había
hecho franciscano y renunció al trono).

También murió el médico Arnau de Vilanova. Como médico no fue innovador. Su doctrina era esencialmente la de Galeno
en la versión transmitida y elaborada por los árabes, pero sus éxitos le valieron la fama y la confianza de reyes y papas,
hasta el punto de que se le toleraron unas ideas que en cualquier otro habrían sido tachadas de herejías.

El infante Pedro, hermano del rey Fernando IV de León y Castilla, se casó con María, hija del rey Jaime II de Aragón.
Los almogávares habían cumplido el encargo de tomar Salónica para el duque de Atenas, pero luego Gualterio de Brienne
trató de deshacerse de ellos sin pagarles lo convenido, por lo que se volvieron contra él y lo mataron en la batalla
del Cefiso. Así se apoderaron del ducado de Atenas. Como se habían quedado sin dirección, pidieron al rey Federico II
de Sicilia que les diera uno de sus hijos como señor, y éste eligió a su segundo hijo, Manfredo, que era menor de edad,
así que, en su nombre, los almogávares fueron dirigidos por Berenguer Estanyol.

En octubre el Papa Clemente V presidió un concilio en Vienne (la capital del Delfinado, fuera del territorio francés) en
el que anuló todas las decisiones de Bonifacio VIII contra Felipe IV, incluyendo las bulas Clericis laicos y Unam sanctam.
Incluso levantó la excomunión a Guillaume de Nogaret. El senador Sciarra Colonna fue nombrado cardenal.

También se condenó la teoría de Pierre Olieu sobre la pluralidad de formas del alma (el franciscano espiritual había
muerto hacía más de una década).

Ramon Llull acudió con su plan para la reconquista de Tierra Santa y la creación de una serie de colegios de misioneros.
Sus propuestas tuvieron buena acogida entre los obispos, pero terminaron en el olvido.

El concilio se prolongó hasta 1312 y en él no se reconoció la culpabilidad de los templarios, pero, a pesar de ello, el Papa
disolvió la orden el 3 de abril mediante la bula Vox in excelso. En Francia, la corona se quedó con los bienes mobiliarios
de la orden (ése había sido el móvil de todo el proceso), mientras que los inmobiliarios fueron adjudicados a los
hospitalarios.

Luego Clemente V marchó a Roma, donde coronó emperador a Enrique VII. No pudo coronarlo en San Pedro, porque
estaba en manos de las tropas del "defensor de sus intereses", el rey Roberto el Prudente de Nápoles. La coronación tuvo
lugar en San Juan de Letrán.

El rey Carlos I Roberto de Hungría sofocó una revuelta de la nobleza. En Inglaterra, el rey Eduardo II se vio en un aprieto
similar, pero no consiguió dominar la situación tan rápidamente.
En noviembre, la comisión encargada del proceso a los templarios decretó la pena de cadena perpetua para sus dirigentes
principales.

Ese año murieron el duque Teobaldo II de Lorena, sucedido por Federico IV, así como los duques Arturo II de Bretaña
y Juan II de Brabante, sucedidos por sus hijos respectivos, ambos conocidos por Juan III.

Ya hacía tiempo que en Castilla se había fundado la Hermandad de Colmeneros o Hermandad de Toledo, encargada de
cuidad las colmenas y los ganados, pero desde principios de siglo se le había autorizado a perseguir delincuentes, y ahora
recibía el beneplácito del Papa, por lo que fue también conocida como Santa Hermandad. Tenía tres alcaldes o jueces, a
cuyas órdenes iban los cuadrilleros o guardas, cuyo nombre deriva de los cuadrillos o flechas con las que ejecutaban a
los delincuentes que apresaban en el campo, a los que posteriormente juzgaban.

Castilla seguía en guerra contra Granada. El rey Fernando IV estaba asediando Alcaudete, cuando se sintió enfermo y
fue trasladado a Jaén, donde murió de tuberculosis a los veintisiete años. Esta muerte prematura dio pie a que el difunto
se convirtiera en protagonista de un "remake" de una antigua historia, según la cual, Fernando IV había acusado a dos
nobles hermanos del asesinato del mayordomo real Juan de Benavides, y los había condenado a ser arrojados por un
barranco. Antes de que se cumpliera la sentencia, los hermanos se volvieron hacia el rey y le dijeron: "Como somos
inocentes, te emplazamos par que en el plazo de treinta días comparezcas con nosotros ante Dios para que te juzgue por
esta injusticia que haces a dos de tus fieles súbditos, a los que condenas sin pruebas ni juicio". De acuerdo con la leyenda,
un bacilo de Koch que pasaba por allí debió de conmoverse con las últimas palabras de los hermanos, y se encargó de
hacerles justicia acabando con el rey en treinta días exactos. Lo cierto es que el rey es recordado como Fernando IV el
Emplazado.

Lo realmente grave fue que el Emplazado dejó sólo una hija de cinco años y un hijo de un año, que se convirtió entonces
en Alfonso XI. Su abuela, María de Molina, se vio de nuevo en la tesitura de proteger al rey y al país de las intrigas de la
nobleza. Esta vez contaba con el apoyo de su segundo hijo, el infante Pedro, que fue quien proclamó rey a su sobrino
Alfonso. Tratando de buscar el consenso, se establecieron cuatro tutores para el monarca: la propia María de Molina, su
nuera y madre del rey, Constanza de Portugal, el infante Pedro y el infante Juan, tío de Fernando IV. Sin embargo, pronto
surgieron desavenencias entre ellos y se dividieron en dos bandos: María de Molina y su hijo Pedro por un lado, y
Constanza de Portugal y el infante Juan por otro. Tras la muerte prematura de Constanza, en 1313, María y Pedro trataron
de excluir a Juan de la regencia, lo que originó un conflicto que no pudieron resolver las cortes convocadas
en Palencia. Los infantes de la Cerda volvieron a reclamar su derecho a la corona, si bien ya no tuvieron los mismos
apoyos con los que contaron durante la minoría de edad de Fernando IV.

Por su parte, el infante Juan Manuel se conformó con el cargo de mayordomo mayor y se ocupó de la guerra contra el
reino de Granada. El rey Nasr fue acusado de connivencia con los cristianos y fue derrocado por Ismaíl I, su primo
segundo. Entonces se retiró a Guadix, ciudad que se le concedió con plena soberanía. Desde allí pidio ayuda al infante
Pedro de Castilla.

Ese año murió el conde Poncio V de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Poncio VI.

El primogénito de Carlos de Valois, Felipe, se casó con Juana, hermana del duque Hugo V de Borgoña. Su hermana
Catalina, hija de Carlos de Valois y de su segunda esposa, Catalina de Courtenay, titular del Imperio Latino de Oriente,
se casó con Felipe de Tarento, el príncipe de Morea, hermano del rey de Nápoles Roberto el Prudente, que ahora pasaba
a ser el emperador Felipe II, por poco que esto significara.

El emperador Enrique VII de Luxemburgo murió en el transcurso de una expedición contra Roberto el Prudente. Éste
"aconsejó" al Papa, Clemente V, que en lo sucesivo mantuviera vacante el título imperial, para no dar alas a los gibelinos.
Téngase presente que Roberto era un Capeto, por lo que un consejo suyo al Papa era casi una orden de Felipe IV. El rey
francés debió de hablar con Clemente V para asegurarse de que siguiera este consejo, pues, ya de paso, le hizo canonizar
a san Pedro Celestino, (el Papa Celestino V, al que Felipe IV presentaba como mártir, víctima de Bonifacio VIII). Roberto
el Prudente fue nombrado senador romano.

La sucesión de Enrique VII se la disputaron el duque Luis IV de la Alta Baviera y el duque Federico I de Austria, hijo
del emperador anterior, Alberto I de Habsburgo. A partir de 1314 ambos adoptaron los títulos de rey de Alemania y rey
de Romanos (como Luis IV y Federico III, respectivamente) y Alemania se vio sumida una vez más en una guerra civil.
La muerte de Enrique VII había frustrado las esperanzas que Dante había puesto en él, y el poeta reemprendió su vida
errante. Por esta época terminaba su Monarchia, tratado en latín en el que explica su conversión a las tesis gibelinas, y su
convencimiento de que la salvación de Italia requería la instauración de un Imperio independiente de la autoridad papal.

Ladislao Lokieteck logró finalmente ser coronado como duque de Polonia con el apoyo del Papa Clemente V.

En febrero, Fernando de Mallorca, el hermano del rey Sancho de Mallorca, se casó con Isabel de Sabran, nieta del
príncipe Guillermo II de Morea, y poco después desembarcó en el principado dispuesto a apropiarse de él en nombre de
su esposa.

Ese año estalló un escándalo en la corte de Felipe IV de Francia, cuando sus nueras, Margarita de Borgoña, casada con el
rey Luis I de Navarra, y Blanca, prima de la anterior, casada con Carlos, hermano de Luis I, fueron acusadas de haber
mantenido relaciones adúlteras con dos nobles normandos, Felipe y Gualterio de Aulnay. Felipe IV montó en cólera,
pues consideraba, no sin razón, que era crucial para Francia que la legitimidad de los herederos al trono jamás pudiera ser
puesta en cuestión. Hay que apuntar aquí que, aunque las infidelidades conyugales (en hombres, por supuesto) eran algo
corriente y aceptado en las más prestigiosas monarquías europeas (el emperador Alberto I, por ejemplo, tuvo una única
esposa, pero dejó veintiún hijos), no era esto lo habitual en la dinastía capeta, por lo que, en esta ocasión, Felipe IV pudo
ocuparse del problema sin necesidad del cinismo o la hipocresía que no había dudado en usar siempre que le había
convenido. Lejos de avenirse a echar tierra sobre el asunto, ordenó que se abriera un proceso.

Por otra parte, Felipe IV consideró que los templarios que permanecían prisioneros eran una amenaza contra Francia. De
hecho, su prisión era ya algo excepcional, pues la costumbre de la Santa Inquisición era liberar a los pecadores que
confesaban su culpa y se arrepentían. Sin embargo, el rey decidió ir más allá y acusó a los templarios supervivientes
de relapsos, (que era como la Iglesia llamaba a los herejes que, después de abjurar de su doctrina, volvían a caer en ella),
y los hizo quemar en la hoguera. Cuando el gran maestre Jacques de Molay comprendió las intenciones de Felipe IV, se
retractó de todas sus confesiones, denunció que habían sido obtenidas bajo tortura y acusó al rey y al Papa de los crímenes
que habían cometido contra él y su orden. Esto terminó de despejarle el camino a la hoguera. El 19 de marzo fue quemado
vivo delante de Notre Dame. El 20 de abril murió Clemente V y el 20 de octubre murió Felipe IV. La proximidad de estas
muertes dio pie a la inevitable leyenda de que de Molay, en la hoguera, emplazó al rey y al Papa a comparecer con él ante
el tribunal del Cielo antes de que acabara el año.

El proceso a los templarios, sólidamente respaldado por la monarquía francesa por una mera cuestión económica,
contribuyó a legitimar las técnicas de tortura de la Santa Inquisición y difundió la creencia entre el populacho de la
necesidad de quemar a los herejes en la hoguera como protección contra la brujería y el diablo

También murió el déspota Constantino de Valaquia, que fue sucedido por su hijo Juan II, así como el conde Roger
Bernardo III de Foix, que fue sucedido por su hijo Gastón I. La casa de Armagnac le reclamó el vizcondado de Béarn,
herencia de su madre.

El sultán Kayqubad III murió en combate contra los mongoles, y ello supuso la disolución del sultanato de Rum. Su
territorio se fraccionó en unos diez emiratos independientes que lucharon entre sí para delimitar sus fronteras, y también
atacaron a los bizantinos. El emperador Alejo II de Trebisonda logró derrotarlos y demostró que su pequeño imperio era
sólido. No podía decir lo mismo el emperador Andrónico II de Constantinopla, que no tenía medios para contener a los
musulmanes. Su hijo, el emperador Miguel IX sufrió una estrepitosa derrota ante los turcos y, una vez más, el Imperio
Bizantino tuvo que recabar ayuda occidental. Andrónico II se decantó por Federico II de Sicilia y su petición no podía
llegar en mejor momento. Una vez finalizada la guerra contra los angevinos, los almogávares eran en Sicilia el mismo
problema que habían sido en Cataluña cuando terminaron las guerras contra los musulmanes. Roger de Flor se dispuso
a preparar una expedición a Constantinopla. La Gran Compañía Catalana zarpó rumbo a Asia Menor en 1303, en treinta
y nueve embarcaciones que transportaban cuatro mil infantes y quinientos jinetes.

Juan Núñez de Lara y el Infante Juan habían acaparado la influencia sobre el rey Fernando IV de León y Castilla en
detrimento del antiguo regente, Enrique el Senador. En vista de ello, Enrique acudió, con Diego López de Haro, a la corte
del rey de Aragón, Jaime II el Justo, y allí firmaron el pacto de Ariza, por el que convenían en reconocer a Fernando IV
como rey de Castilla, mientras que el reino de León se lo adjudicaban a su hermana Isabel, que se casaría con Alfonso
de la Cerda. Nuevamente, la habilidad de María de Molina, junto con la muerte de Enrique el Senador, salvaron el reino
del desmembramiento y el pacto quedó en nada.
Dante Alighieri participó en una reunión de los güelfos blancos exiliados de Florencia que se celebró en Forli, pero se
sintió decepcionado del odio partidista de los demás proscritos, que parecían más interesados en destruir Florencia que
en liberarla de los güelfos negros. Se apartó de ellos e inició una vida errante, que le llevó en primer lugar a Verona, donde
fue acogido por la noble familia de los Escalígero.

En Moscú murió el príncipe Daniel Nevski, que fue sucedido por su hijo Yuri Danilovich.

También murió el conde Otón IV de Borgoña, que fue sucedido por su hijo Roberto, de tres años de edad.

En Lorena murió el duque Federico III, que fue sucedido por Teobaldo II.

El rey Felipe IV de Francia continuó con su estrategia contra Bonifacio VIII, que podría equipararse a lo que en tiempos
modernos sería "lanzarle una jauría de abogados". En efecto, hizo que sus juristas redactaran una larga lista de acusaciones
contra el Papa que fueron formuladas públicamente en mayo en una asamblea convocada en París. Bonifacio VIII fue
acusado de herejía, de hechicería, de colocar imágenes suyas en las iglesias y de hacerlas adorar, de haber coaccionado a
su predecesor, Celestino V, para que abdicara, y de haberlo encarcelado y luego asesinado. (Se dijo que el Papa actual,
entonces cardenal, había hecho un agujero en la pared del dormitorio de Celestino V, por donde cada noche le
susurraba: "Debes abdicar, el pontificado es una carga demasiado pesada para tus hombros" y cosas similares.) Se dijo
que Bonifacio VIII llamaba herejes a los franceses, que había amenazado con destruirlos, que decía que hubiera preferido
ser un perro antes que un francés, etc.

Bonifacio VIII no debía de tener mucho de santo, pero después de esta andanada de acusaciones que, naturalmente, fue
extendida y aumentada por los numerosos enemigos que el Papa tenía en Italia, es difícil saber qué parte de ellas es
verídica. Por ejemplo, se le atribuye la frase: Papa sum, Caesar sum (Soy Papa, luego soy Emperador), que va más allá
incluso de las reivindicaciones de la bula Unam sanctam.

Las acciones de Felipe IV contra el Papa estaban dirigidas por el jurista Guillaume de Nogaret, que había ejercido como
abogado y como juez antes de entrar a formar parte de los consejeros del monarca. Nogaret afirmó que, según el derecho
canónico, el Papa podía ser juzgado y, en su caso, depuesto, por un concilio general, es decir, por un concilio al que
estuviesen convocados todos los obispos. (Naturalmente, no era ésa la opinión de Bonifacio VIII, que en la Unam sanctam
había dicho explícitamente que sólo Dios podía juzgarlo). En junio Felipe IV convocó la Asamblea del Louvre en la que
los obispos franceses accedieron a organizar el concilio general en Roma. Entonces Bonifacio VIII inició los trámites
para excomulgar al rey francés, y se inició así una carrera contrarreloj: Nogaret tenía que citar al Papa para que
compareciese ante el concilio antes de que éste excomulgara a Felipe IV.

Entre los principales enemigos que Bonifacio VIII tenía en Roma estaba la familia Colonna, entre cuyos miembros
destacaban el teólogo Egidio Colonna, que había sido discípulo de Santo Tomás de Aquino y preceptor del futuro Felipe
IV, y el cardenal Giacomo Colonna, nombrado por Nicolás III que, con sus seis sobrinos, había tenido que refugiarse en
Francia durante un tiempo después de que los partidarios de Bonifacio VIII los acorralaran peligrosamente
en Palestrina. Ahora habían vuelto a Roma, y el 7 de septiembre, la víspera del día en que Bonifacio VIII iba a hacer
oficial la excomunión de Felipe IV, cuando Nogaret se dirigía "pacíficamente" a la residencia de Bonifacio VIII en Anagni
para citarlo al concilio, se encontró "casualmente" con un grupo de hombres armados dirigidos por uno de los sobrinos
de Giacomo Colonna, el senador Sciarra Colonna, que se disponían a apresar, o tal vez a asesinar, al pontífice. Fueron
ellos quienes se abrieron paso por la ciudad, facilitando que Nogaret pudiera llegar sin trabas hasta Bonifacio VIII. El
hombre que sólo por Dios podía ser juzgado se vio a las puertas de que ello sucediera, aterrorizado y tratado sin ningún
respeto por sus agresores, que debieron de jugar con él al "poli" malo y el "poli" bueno: los Colonna amenazaban con
matarlo y Nogaret le explicaba que sólo podía garantizar su seguridad si se comprometía a comparecer ante el concilio y
a no excomulgar a Felipe IV. Tras unas tensas horas, Bonifacio VIII sucumbió y accedió a cuanto se le exigía, aunque
finalmente ni se produjo la excomunión ni el concilio, pues el anciano Papa, que ya rayaba los setenta años, cayó en una
fuerte depresión y murió del disgusto a las pocas semanas.

Fue sucedido por Niccolò Boccasini, general de los dominicos, de sesenta y tres años, que adoptó el nombre de Benedicto
XI. Había sido nombrado cardenal cinco años antes por Bonifacio VIII, y compartía sus criterios, pero no se atrevió a
continuar la lucha contra Felipe IV. Como gesto simbólico de protesta, se limitó a excomulgar a Nogaret.
El Imperio de Mali pasó a mansa Abucar, del que se cuenta que quiso saber qué había más allá del mar, hacia el oeste,
y envió una expedición de cuatrocientos navíos. Al cabo de un tiempo sólo regresó uno, después de que los restantes
fueran engullidos por una tormenta.

En 1304 Alfonso de la Cerda renunció definitivamente a sus derechos al trono castellanoleonés. El tratado
de Torrellas fijó la frontera entre Castilla y la Corona de Aragón. El antiguo reino de Murcia quedaba en poder de
Castilla, excepto la parte situada al norte del río Segura, que se integró en el reino de Valencia. El año anterior había
muerto Violante, la hija de Jaime II de Aragón y esposa de Roberto, el duque de Calabra, y ahora el heredero del reino
de Nápoles se casaba con Sancha, hija de Jaime II de Mallorca.

Ese año murió el conde Juan II de Holanda, que fue sucedido por su hijo Guillermo III.

Las tropas francesas lograron una victoria en Flandes, en Mons-en-Pévèle, que les permitió ocupar algunas ciudades.
Esto bastó para restaurar el orgullo herido de Felipe IV, aunque su dominio sobre Flandes siempre fue precario y el
monarca consideró prudente no tratar de llevar las cosas demasiado lejos.

Juana de Navarra, la esposa de Felipe IV, a través de la cual había adquirido el título de rey de Navarra, estaba enferma,
y para evitar problemas sucesorios en caso de su muerte, Felipe IV decidió transferir el título de rey de Navarra a su
primogénito, que a sus quince años se convirtió en Luis I de Navarra.

Benedicto XI murió al cabo de un año de pontificado, y entonces Felipe IV decidió imitar a su pariente, el rey Carlos I de
Sicilia, y hacer las veces de Espíritu Santo. Eligió a un hombre de su confianza: Bertrand de Got, el arzobispo de
Burdeos, y empezó a mover los hilos para convertirlo en el nuevo Papa.

En Rusia murió el gran príncipe Andrei de Vladímir, que fue sucedido por Mijail.

En 1305, el rey de Bulgaria Teodoro Svetoslav quiso aprovechar las estrecheces por las que estaba pasando el Imperio
Bizantino para invadirlo, y así llegó hasta las murallas de Constantinopla. El emperador Andrónico II llamó en su auxilio
a los almogávares de Roger de Flor, que combatían victoriosamente a los turcos en Asia Menor. Los búlgaros no tardaron
en retirarse a su llegada. Sin embargo, entonces se planteó un problema: los almogávares eran mercenarios, y combatían
pura y simplemente por dinero. En Asia Menor se cobraban ellos mismos su salario saqueando las ciudades turcas (e
incluso bizantinas, si venía al caso), pero ahora se habían trasladado a Constantinopla, habían peleado y ¿quién les pagaba
el servicio? El Imperio no tenía dinero. Intentaron tomar la capital, pero se dieron cuenta de que no podían abrir brecha
en sus murallas. Irritados, asolaron la campiña y luego se concentraron en Adrianópolis.

Entonces Miguel IX, el hijo de Andrónico II, trató de resolver la situación. En abril invitó a Roger de Flor y a sus hombres
de confianza a un banquete en su palacio, aparentemente, con el fin de llegar a un acuerdo. Sin embargo, lo que hizo fue
asesinar a sus invitados, unos ciento treinta hombres. Cuando los almogávares se enteraron de la muerte de su almirante,
al grito de "Desperta, ferro!" (despierta, espada) iniciaron la que se conoce como Venganza catalana. El mando fue
asignado a Berenguer d'Entença, cuñado de Roger de Llúria (el cual moría retirado en Valencia por estas fechas). El
nuevo jefe almogávar tomó como base de operaciones la ciudad de Gallípoli, en el estrecho de los Dardanelos. Envió una
embajada a Andrónico II para declarar oficialmente la guerra, y el emperador respondió asesinando a los embajadores.
Entonces Dejó Gallípoli bajo el mando de Ramon Muntaner, que hasta entonces había desempeñado el cargo de
administrador de la compañía, e inició una serie de campañas devastadoras por toda Grecia. El 28 de mayo destruyó la
ciudad de Heraclea.

Tras varios meses de deliberaciones, el 5 de junio los cardenales llegaron a un consenso sobre quién sucedería a Benedicto
XI. El agraciado fue Bertrand de Got, el arzobispo de Burdeos, que adoptó el nombre de Clemente V y no fue más que
una marioneta del rey de Francia. Ese mismo año nombró los suficientes cardenales franceses para asegurarse de que sus
sucesores fueran franceses también. Felipe IV había triunfado donde los emperadores alemanes habían fracasado. Después
del "día de Anagni", el papado, como gran poder político, había dejado de existir.

Berenguer d'Entença fue hecho prisionero por los genoveses en Negroponto. El mando de los almogávares pasó a Bernat
de Rocafort, que derrotó completamente a Miguel IX en la batalla de Apros y saqueó Tracia.

Ese año murió la reina Juana de Navarra. Su hijo, Luis I de Navarra, se casó con Margarita, hija del duque Roberto II de
Borgoña, el cual murió poco después y fue sucedido por su hijo Hugo V.
También murió el duque Juan II de Bretaña, que fue sucedido por su hijo Arturo II.

Felipe IV obligó a los flamencos a firmar un tratado por el que devolvía el condado a Roberto de Béthune, el hijo del
conde anterior, Gui de Dampierre.

El médico Arnau de Vilanova había hecho caso omiso del consejo que le diera el Papa Bonifacio VIII y había continuado
difundiendo su doctrina escatológica. Había escrito el tratado De cymbalis ecclesiae, a raíz del cual había sostenido
diversas polémicas públicas con los dominicos, y el 11 de julio defendió sus tesis en Barcelona ante el propio rey Jaime
II. Estas polémicas lo habían acercado a los franciscanos espirituales, pero no se vio envuelto en complicaciones gracias
a su maestría como médico y a que el Papa Clemente V era íntimo amigo suyo.

Robert Wallace seguía luchando por la independencia escocesa, cada vez con menos medios y acosado por el ejército
inglés, hasta que finalmente fue apresado en agosto, llevado a Londres y ejecutado.

Los güelfos (negros) de Florencia eligieron a Roberto, el duque de Calabria, como capitán de la liga toscana güelfa.

El rey Hetum II de Armenia murió asesinado por los mongoles poco después de haber abdicado en favor de su
sobrino León IV.

Alemania seguía su proceso de fragmentación. Los tres duques de la Baja Sajonia se repartieron el ducado en dos: Alberto
III y Erik I se quedaron con Sajonia-Ratzeburgo y Juan II se quedó con Sajonia-Mölln-Bergedorf.

El pintor italiano Giotto terminó en Padua los frescos de la capilla de los Scrovegni de la Arena, que constituyen una de
sus obras más importantes. En ellos intenta situar a los personajes en un espacio tridimensional, si bien los personajes
mismos siguen siendo siluetas planas y no puede hablarse de perspectiva.

EL FIN DE LOS TEMPLARIOS


En 1305 murió el rey Venceslao II de Bohemia y de Polonia, que fue sucedido por su hijo Venceslao III. No obstante,
los polacos aprovecharon la ocasión para oponerse a la poderosa burguesía alemana que les había impuesto a Venceslao
II y eligieron su propio duque: Ladislao Lokietek, con lo que Venceslao III se encontró con una doble oposición, la de
Lokietek en Polonia y la del angevino Carlos Roberto en Hungría. Considerando que eran demasiados enemigos, decidió
renunciar a la corona húngara en favor del duque Otón III de la Baja Baviera, pero Venceslao III murió asesinado en 1306.
No dejó descendencia. El marqués Enrique de Carintia se proclamó rey de Bohemia, pero finalmente el emperador
Alberto I logró que el título pasara a su hijo Rodolfo III, el duque de Austria. Ese mismo año Rodolfo III se casó
con Isabel, una hermana de Venceslao II. Por su parte, Otón de Baviera siguió luchando contra Carlos Roberto en
Hungría, y Ladislao Lokietek trataba de hacerse reconocer como duque de Polonia por la nobleza polaca, mientras el país
se fraccionaba.

Robert Bruce asesinó al regente John Comyn, y en marzo se hizo coronar rey de Escocia (Roberto I). Pronto controló el
suroeste del territorio.

El rey de Suecia Birger Magnusson tenía ya veintiséis años, pero el mariscal Torgils Knutsson no había abandonado la
regencia. Erik y Valdemaro, los hermanos del rey, se rebelaron contra Torgils y lo hicieron ejecutar. Birger los hizo
encerrar en una torre.

El rey Jaime II de Aragón logró que los genoveses liberaran a Berenguer d'Entença. Éste se reunió con el Papa Clemente
V para intentar convencerlo de que organizada una cruzada (con la descarada intención de atacar, no a los musulmanes,
sino a los bizantinos). El Papa se negó y entonces el catalán vendió todos sus bienes, marchó de nuevo a Oriente y se
presentó en Gallípoli al frente de quinientos almogávares. La ciudad seguía bajo el mando de Ramon Muntaner, que
en julio resistió el ataque de la flota genovesa, dirigida por Antonio Spinola.

También Ramon Llull, a su regreso de un viaje por Chipre y Armenia, trató de convencer a Clemente V para que llevara
adelante su proyecto de una cruzada evangélica, pero tampoco esta vez consiguió nada y volvió a París. En 1307 marchó
de nuevo a predicar, esta vez al norte de África, donde fue atropellado por la multitud y encarcelado. Luego fue desterrado,
y la nave que lo transportaba naufragó frente a la costa de Pisa. Llegó a tierra abrazado a un madero.
El rey de Bulgaria, Teodoro Svetoslav, aprovechó los estragos que los almogávares estaban haciendo en el Imperio
Bizantino para obligar al emperador Andrónico II a cederle varios territorios. Sin embargo, la presión de los almogávares
disminuyó considerablemente a raíz de sus disputas internas: Berenguer d'Entença y Bernat de Rocafort protagonizaron
una dura lucha por el liderazgo. El conflicto terminó cuando llegó a Gallípoli el infante Fernando de Mallorca, hijo del
rey Jaime II de Mallorca, como representante del rey Federico II de Sicilia (muy interesado, como era de esperar, por el
éxito arrollador que estaban teniendo sus soldados). Se organizó entonces un ataque a Tracia, pero los partidarios de uno
y otro jefe empezaron a pelear entre sí durante la marcha. Acabó produciéndose un enfrentamiento abierto y, antes de que
Fernando pudiera imponer su autoridad, Berenguer d'Entença fue asesinado. Entonces Bernat de Rocafort le disputó el
mando a Fernando, y consiguió conservar el liderazgo a costa de negar que los almogávares estuvieran al servicio de
Federico II. En su lugar, se declaró al servicio de Carlos de Valois, que a la sazón tenía el título de emperador latino de
Oriente (título que no tardaría en perder, pues su esposa, la Emperatriz Catalina de Courtenay, murió ese mismo año y la
nueva Emperatriz pasó a ser la hija de ambos, Catalina de Valois, de seis años de edad). Ramon Muntaner se había
mostrado partidario de Fernando de Mallorca, así que, tras el triunfo de Rocafort consideró prudente volver a Occidente,
pero fue apresado por Tibaut de Cepoy, el representante en Oriente de Carlos de Valois. Por su parte, Fernando de
Mallorca cayó prisionero de Gualterio de Brienne, el duque de Atenas.

El rey Carlos II de Nápoles había cedido el principado de Morea a Isabel de Villehardouin, pero ahora se retractó y se lo
cedió a su cuarto hijo, Felipe de Tarento.

El conde Roberto de Borgoña cumplió los siete años de edad, pero tenía dos hermanas, Juana y Blanca, de dieciséis y
once años, que se casaron respectivamente con Felipe y Carlos, hijos del rey Felipe IV de Francia. Éste reconoció a Juana
como condesa de Borgoña (Juana I) y así el título pasó a su marido, Felipe, sin que el joven Roberto pudiera hacer nada
para defender sus derechos.

Ese año murió el rey Eduardo I de Inglaterra y fue sucedido por su hijo Eduardo II. Carecía del férreo carácter de su
padre y dejó el gobierno en manos de favoritos. Esto benefició a los independentistas escoceses: el rey Roberto I ganó a
la Iglesia para su causa.
También murió Rodolfo III, el rey de Bohemia y duque de Austria. No dejó descendencia, y esta vez Enrique de Carintia
tuvo más éxito y se convirtió en el nuevo rey de Bohemia. El ducado de Austria lo heredó Federico I, hermano de Rodolfo
III.

Los mamelucos ejecutaron al rey León IV de Armenia, que fue sucedido por su tío Oshin I.

El rey Dionisio de Portugal fundó la universidad de Coimbra.

El Imperio de Mali pasó al más famoso de sus gobernantes: Congo Musa. Se cuenta que su predecesor, mansa Abucar,
insatisfecho con el resultado de la expedición que había enviado a los confines del océano Atlántico, se puso él mismo al
frente de una nueva expedición, esta vez con cuatro mil navíos, y que nunca se volvió a saber de él.

Pero el acontecimiento más notable del año lo protagonizó el hombre más poderoso de Europa: el rey Felipe IV de Francia.
Aunque sus drásticas medidas fiscales casi habían duplicado los ingresos del estado, el monarca seguía escaso de dinero.
No puede acusársele de derrochador. Lo que sucedía era que estaba convirtiendo a Francia en el primer país con un
auténtico gobierno central, y eso costaba mucho dinero. El año anterior había expulsado a los judíos para apropiarse de
sus riquezas, pero esta medida no bastó para resolver un delicado problema: el monarca debía una importante suma de
dinero a los templarios.

Los templarios se habían convertido en la entidad financiera más importante de Europa. Desde que fue creada la Orden,
habían recibido tantos donativos que en poco tiempo habían reunido un capital considerable, y no tardaron en encontrar
la forma de rentabilizar sus activos. Cuando un hombre acaudalado iba a emprender un viaje, no era prudente que llevara
consigo grandes sumas de dinero. En su lugar, entregaba a los templarios la cantidad que deseaba transportar y éstos le
entregaban un recibo, que luego podía canjear en cualquiera de las innumerables sedes que la Orden tenía distribuidas de
un extremo a otro de Europa (descontando, naturalmente, un porcentaje por el servicio). Aunque la religión católica
prohibía la usura, el gran prestigio de que gozaba la Orden del Temple le permitió ejercerla con la máxima eficacia:
alguien mínimamente poderoso podía dejar de pagar a un prestamista judío con la excusa de que era un perro judío, pero
nadie se atrevía a dejar de cumplir un compromiso con los arrogantes templarios... hasta que el apurado fue Felipe IV.
Ciertamente, ni siquiera el gran Felipe IV, ante cuya majestuosa presencia todos temblaban, podía dejar de pagar su deuda
sin más. Había que hacer las cosas a lo grande. Su plan era acabar con el Temple como había acabado con Bonifacio VIII.
De hecho, encargó el asunto a Guillaume de Nogaret, el mismo que se había encargado de doblegar al Papa. El gran
maestre de los templarios era a la sazón Jacques de Molay, que a sus sesenta y cuatro años se encontraba en Chipre.

El punto débil de los templarios era que formaban una sociedad secreta. Nadie sabía a ciencia cierta en qué consistían sus
ceremonias y rituales, y cuando la gente no sabe algo, está dispuesta a creer lo que le cuenten. Felipe IV pensaba lanzar
contra la Orden una campaña de desprestigio similar a la empleada contra Bonifacio VIII, pero no era conveniente hacerlo
mientras de Molay estuviera fuera del país, pues entonces tendría la oportunidad de defenderse. Por ello Felipe IV y el
Papa Clemente V invitaron a Francia a las principales autoridades del Temple para discutir, supuestamente, la
organización de una nueva cruzada. Los caballeros acudieron sin sospechar nada, y el 13 de octubre los funcionarios del
rey apresaron por sorpresa a todos los templarios que encontraron, incluido el gran maestre. No hubo resistencia ni huidas.
Inmediatamente, la Santa Inquisición inició un proceso contra los detenidos que, debidamente torturados, confesaron toda
clase de delitos: practicaban el culto a un ídolo, escupían sobre la cruz en los rituales de admisión, se entregaban
obligatoriamente a la sodomía, etc.

De Molay defendió a la Orden del Temple ante el Papa Clemente V, que protestó por la actitud del rey y la irregularidad
del proceso, y en noviembre consiguió que le fueran confiados los inculpados, pero Felipe IV reaccionó inmediatamente
y logró que la investigación fuera asignada a unas comisiones pontificias controladas por él. Por supuesto, el rey se
aseguró de que las confesiones de los caballeros del Temple se difundieran por toda Europa.

En diciembre el rey Jaime II de Aragón ordenaba al inquisidor general y a los obispos de Valencia y Zaragoza que
actuaran contra los templarios, y en algunos casos las tropas del rey tuvieron que tomar por la fuerza algunos castillos.

Mientras tanto, Dante recorría el norte de Italia. Por esta época estaba terminando Il convivio (el banquete), un tratado
filosófico en el que, glosando tres de sus canciones, expone doctrinas morales, científicas y políticas. Por otra parte, dejó
inacabado un opúsculo en latín: De uulgari eloquentia, (sobre el habla vulgar), en el que analiza los distintos dialectos
hablados en Italia con el fin de obtener una lengua común más apta para la expresión literaria que pudiera rivalizar con
el latín. Evidentemente, su conclusión fue que el dialecto más adecuado a tales fines era el de su tierra natal, el toscano.

Unos amigos de Dante encontraron en un armario un manuscrito que el poeta había olvidado en Florencia cuando fue
forzado a abandonar la ciudad, y se apresuraron a enviárselo. Dante pensaba que esos papeles habrían sido destruidos
por sus enemigos, y al recibirlos dijo: "Había abandonado ya este proyecto de poema, pero, ya que la fortuna me ha
devuelto estas páginas, probaré de recordar la idea que tenía, y acabarlo con ayuda de la Gracia". Y así retomó un
trabajo que le iba a ocupar sin descanso durante el resto de su vida. Nunca llegó a ponerle título, pero actualmente se
conoce como La Divina Comedia.

En 1308 murió el emperador Alberto I de Habsburgo, asesinado por su sobrino Juan (hijo del difunto duque Rodolfo II
de Austria) mientras conducía su ejército en una campaña para someter los tres cantones suizos de Uri, Schwyz y
Unterwalden.

También murió Jacobo, el senescal de Escocia, y fue sucedido por su hijo Walter.

Felipe IV de Francia trató de conseguir que su hermano Carlos de Valois fuera elegido emperador, pero Clemente V
intentó escapar de las redes del monarca francés y apoyó a un candidato rival: el conde Enrique VII de Luxemburgo, que
ahora pasó a ser el emperador Enrique VII. Ese año Felipe IV casó a su hija Isabel (de dieciséis años) con el rey Eduardo
II de Inglaterra.

Finalmente, el angevino Carlos Roberto logró hacerse con el gobierno efectivo de Hungría y se convirtió en el rey Carlos
I Roberto. Llevó al país las reformas que Felipe IV estaba implantando en Francia: derogó el antiguo sistema de
tributación, por el que cada vasallo tributaba al señor que tenía inmediatamente por encima en la pirámide feudal, y en su
lugar implantó una tributación directa a la corona; instituyó las monedas de oro acuñadas y garantizadas por el soberano;
reformó la justicia; reorganizó el ejército y potenció el desarrollo económico del país fomentando el comercio, las
explotaciones mineras y la llegada de colonos.
El Imperio Bizantino se estaba recuperando de las incursiones de los almogávares y logró incluso que el rey Teodoro
Svetoslav de Bulgaria devolviera los territorios ocupados el año anterior.

Los caballeros hospitalarios trasladaron su sede central de Chipre a la isla de Rodas, por lo que desde entonces fueron
conocidos también como Caballeros de Rodas.

En Brandeburgo, que había sido uno de los territorios alemanes más dividos, quedaban ya sólo dos
margraves: Valdemaro, y Hermann, que murió y fue sucedido por su hijo Juan V.

Ramon Llull terminó su Ars magna generalis ultima, en el que realizó un gran esfuerzo por exponer su sistema filosófico
de la forma más clara posible y defenderlo de sus críticos.

El rey Muhammad III de Granada seguía una política vacilante e hipócrita entre Marruecos y Castilla. Su última jugada
fue arrebatar Ceuta a los benimerines, que, enojados, decidieron aliarse con Fernando IV Castilla y Jaime II de Aragón
para poner fin a las maquinaciones del nazarí. Ante esta amenaza, una revuelta palatina depuso a Muhammad III y lo
sustituyó por su hermano Nasr, que hizo frente como pudo a los aliados. En 1309 un ejército castellanoaragonés,
siguiendo una iniciativa de Guzmán el Bueno, tomaba Gibraltar. Luego los castellanos realizaron una incursión en el
reino granadino que llegó cerca de su capital, y en la que Guzmán perdió la vida. Los aragoneses pusieron sitio a Almería
mientras los castellanos hacían lo propio en Algeciras. Sin embargo, el rey Fernando IV fue traicionado por su tío, el
infante Juan, y por su tío segundo, Juan Manuel, que lo abandonaron en pleno asedio. El rey tuvo que renunciar a la
campaña y Nasr ofreció Ceuta y Algeciras a los benimerines a cambio de que abandonaran la guerra. En el asedio a
Almería participaba Fernando de Mallorca, el hijo del rey Jaime II de Mallorca, que ya había sido liberado de su cautiverio
en Atenas. Fernando IV casó a su hermana Beatriz con Alfonso, hijo del rey Dionisio de Portugal.

Por esta época se publicó una nueva versión, realizada por juristas anónimos, de las Siete partidas, el código legal
unificado que Alfonso X el Sabio había tratado de imponer en su reino (fue ahora cuando se estructuró en siete libros, y
de aquí viene su título), pero no fue presentado como leyes, sino como un texto doctrinal que pretende enseñar la
naturaleza y filosofía del derecho, que debía ser respetado por todos.
Cuando el conde Roberto III de Artois cumplió los veintidós años reclamó el condado a su tía Matilde, que seguía
ejerciendo de regente, pero Matilde logró el apoyo del rey Felipe IV de Francia, que la reconoció como titular del condado.
Quizá Matilde trataba así de compensar a su hijo Roberto, que había perdido el condado de Borgoña cuando Felipe IV se
lo concedió a su hermana Juana dos años atrás, pues ahora su hijo se convertía en el heredero de Artois. Igual que ocurrió
con su primo, las protestas de Roberto III no sirvieron de nada.

El Papa Clemente V se había opuesto a Felipe IV en dos ocasiones: al apoyar la candidatura del emperador Enrique VII
y al oponer resistencia al procesamiento de los templarios. No era eso lo que Felipe IV esperaba de él cuando lo nombró
Papa y, de algún modo, se las arregló para hacérselo entender. Ese mismo año Clemente V trasladó su residencia a la
ciudad francesa de Aviñón, en el condado de Tolosa, cerca de la frontera italiana.

Un primer grupo de templarios (que se habían negado a confesar sus delitos) fue condenado a la hoguera. Esto ayudó a
otros a "sincerarse" ante la Santa Inquisición, entre ellos el propio Jacques de Molay, que finalmente sucumbió a las
torturas y reconoció las acusaciones que se le imputaban a él y a su orden. Los inquisidores se apresuraron a comunicar
a los otros prisioneros que su gran maestre había confesado, y esto a su vez multiplicó las confesiones.

Todavía vivía un compañero de armas del abuelo de Felipe IV, el rey san Luis. Era Jean de Joinville, antiguo senescal
del conde Teobaldo IV de Champaña, que marchó con san Luis en la séptima cruzada, fue capturado con él, y años más
tarde le dijo abiertamente que era un tonto por embarcarse en la octava cruzada, a la que se negó a acompañarlo. Ahora
tenía ochenta y cinco años y terminaba el Libro de las santas palabras y de los buenos hechos de nuestro rey San Luis, en
el que recuerda de forma un tanto vaga, idílica y algo ingenua los años que vivió junto al monarca, y le expresa su más
tierna devoción.

El rey Jaime II de Mallorca casó a su hijo Sancho con María, hija del rey Carlos II de Nápoles. Carlos II murió poco
después y, tal y como estaba estipulado, fue sucedido por su hijo Roberto, que ya llevaba años al frente del reino como
vicario general. Se había ganado el sobrenombre de Roberto el Prudente. Heredó también el condado de Provenza y el
vacío título de rey de Jerusalén. A su vez, traspasó el ducado de Calabria a su hijo Carlos, de once años. El rey Carlos I
Roberto de Hungría protestó por que el reino de Nápoles hubiera pasado a su tío (él era hijo de Carlos Martel, el
primogénito del fallecido Carlos II), y mantuvo siempre sus pretensiones al trono, aunque nunca consiguió nada al
respecto.

Bernat de Rocafort intercedió por Ramon Muntaner, que fue liberado por Tibaut de Cepoy y llegó a Sicilia, donde
Federico II le encargó la pacificación de Gelves, una pequeña isla frente a la costa africana que había arrebatado
recientemente a los musulmanes. Mientras tanto Rocafort conducía a los almogávares a tomar Salónica, por encargo del
duque de Atenas. Sin embargo, por el camino, los mercenarios se hartaron de Rocafort, se sublevaron y se lo entregaron
a Tibaut de Cepoy (a cuyo servicio se suponía que estaban, aunque Rocafort nunca lo había tenido en cuenta para nada).
El francés lo envió prisionero a Roberto el Prudente, quien lo dejó morir de hambre en el castillo de Aversa.

Federico II había hecho llamar a su corte a Arnau de Vilanova para que le interpretara un sueño. El médico visionario
había pasado una temporada en Marsella, donde había escrito su Expositio super Apocalypsi, tratado que, entre otras
informaciones de interés, revelaba la fecha del fin del mundo, previsto para el año 1368. (Todo apunta a que Dios no leyó
el tratado.) Luego fue llamado a Aviñon, donde defendió su doctrina ante la corte pontificia. Ello lo indispuso con el rey
Jaime II de Aragón, pues el médico reveló allí un sueño del monarca que a su juicio tenía valor profético.

El emperador Enrique VII de Luxemburgo firmó una carta que confirmaba todos los derechos reclamados por los tres
cantones suizos y reconocía la independencia del territorio frente a los Habsburgo.

Los caballeros de la Orden Teutónica gobernaban Prusia con total independencia frente al Sacro Imperio Romano o
cualquier otro estado. Ese año trasladaron su capital a Marienburg y aseguraron su contacto con el Imperio arrebatando
a Polonia la región de Pomeralia y la ciudad Danzig. Sin embargo, esto suscitó tensiones con la burguesía alemana, pues
varias ciudades, entre ellas Danzig, se habían unido a la Hansa, lo que les confería el derecho a administrarse por sí
mismas, según los estatutos de Magdeburgo y Lübek, lo que chocaba con las pretensiones de los caballeros teutónicos.

En 1310 los musulmanes del sultanato de Delhi invadieron el sur de la India, y en poco tiempo dominaron los dos tercios
de la península.
El rey Nasr de Granada obligó a Jaime II de Aragón a levantar el sitio de Almería, y con ello terminó la campaña de la
triple alianza contra el reino granadino. Sus únicos logros fueron la toma de Gibraltar para Castilla y la toma de Ceuta y
Algeciras para los benimerines. Sólo Castilla continuó la lucha por su cuenta.

Ese año se convirtió en juez de Tolosa Bernardo Guido, el inquisidor más famoso de Francia. Escribió una guía práctica
para inquisidores en la que se encuentran pasajes muy edificantes:

... Si no se consigue nada y el inquisidor y el obispo creen de buena fe que el acusado les oculta la verdad, que lo manden
torturar moderadamente y sin derramamiento de sangre... Si por estos medios no se avanza, se tortura al acusado de la
forma tradicional, sin buscar nuevos suplicios... Si aun así no confiesa, se le mostrarán los instrumentos de algún nuevo
tormento diciéndole que tendrá que padecerlos todos. Si el acusado, sometido a todas las torturas dichas, sigue sin haber
confesado, se le dejará libre.

El emperador Enrique VII cedió a su hijo Juan, de catorce años, el condado de Luxemburgo, luego lo casó
con Isabel, hermana del difunto rey Venceslao II de Bohemia, tras lo cual depuso a Enrique de Carintia y le concedió a
Juan la corona de Bohemia. Después se dirigió a Italia para reafirmar en el país la autoridad del Sacro Imperio Romano,
que se había reducido prácticamente a la nada. Tenía la intención de acabar con las disputas entre güelfos y gibelinos, y
entre güelfos blancos y negros. El proyecto llenó de euforia a Dante, que de güelfo blanco había pasado a gibelino y
soñaba con un Imperio Romano universal; sin embargo, los güelfos llamaron en su defensa al rey de Nápoles, Roberto el
Prudente, que, erigido en defensor de los intereses temporales del papado, hizo frente al emperador. En 1311 los gibelinos,
dirigidos por Matteo Visconti, se adueñaron de Milán y expulsaron a los Della Torre. Enrique VII declaró la amnistía
para los gibelinos y güelfos blancos que habían sido exiliados de Florencia, aunque Dante fue exceptuado. Trató de tomar
medidas para acabar con las acérrimas rivalidades entre las distintas ciudades italianas, pero cuando estas medidas no
dieron todos los resultados que esperaba, castigó con excesiva (e inoportuna) severidad a las ciudades que obstaculizaron
sus intenciones.

Ese año murió el rey Jaime II de Mallorca, que fue sucedido por su segundo hijo, Sancho I (su primogénito se había
hecho franciscano y renunció al trono).
También murió el médico Arnau de Vilanova. Como médico no fue innovador. Su doctrina era esencialmente la de Galeno
en la versión transmitida y elaborada por los árabes, pero sus éxitos le valieron la fama y la confianza de reyes y papas,
hasta el punto de que se le toleraron unas ideas que en cualquier otro habrían sido tachadas de herejías.

El infante Pedro, hermano del rey Fernando IV de León y Castilla, se casó con María, hija del rey Jaime II de Aragón.

Los almogávares habían cumplido el encargo de tomar Salónica para el duque de Atenas, pero luego Gualterio de Brienne
trató de deshacerse de ellos sin pagarles lo convenido, por lo que se volvieron contra él y lo mataron en la batalla
del Cefiso. Así se apoderaron del ducado de Atenas. Como se habían quedado sin dirección, pidieron al rey Federico II
de Sicilia que les diera uno de sus hijos como señor, y éste eligió a su segundo hijo, Manfredo, que era menor de edad,
así que, en su nombre, los almogávares fueron dirigidos por Berenguer Estanyol.

En octubre el Papa Clemente V presidió un concilio en Vienne (la capital del Delfinado, fuera del territorio francés) en
el que anuló todas las decisiones de Bonifacio VIII contra Felipe IV, incluyendo las bulas Clericis laicos y Unam sanctam.
Incluso levantó la excomunión a Guillaume de Nogaret. El senador Sciarra Colonna fue nombrado cardenal.

También se condenó la teoría de Pierre Olieu sobre la pluralidad de formas del alma (el franciscano espiritual había
muerto hacía más de una década).

Ramon Llull acudió con su plan para la reconquista de Tierra Santa y la creación de una serie de colegios de misioneros.
Sus propuestas tuvieron buena acogida entre los obispos, pero terminaron en el olvido.

El concilio se prolongó hasta 1312 y en él no se reconoció la culpabilidad de los templarios, pero, a pesar de ello, el Papa
disolvió la orden el 3 de abril mediante la bula Vox in excelso. En Francia, la corona se quedó con los bienes mobiliarios
de la orden (ése había sido el móvil de todo el proceso), mientras que los inmobiliarios fueron adjudicados a los
hospitalarios.
Luego Clemente V marchó a Roma, donde coronó emperador a Enrique VII. No pudo coronarlo en San Pedro, porque
estaba en manos de las tropas del "defensor de sus intereses", el rey Roberto el Prudente de Nápoles. La coronación tuvo
lugar en San Juan de Letrán.

El rey Carlos I Roberto de Hungría sofocó una revuelta de la nobleza. En Inglaterra, el rey Eduardo II se vio en un aprieto
similar, pero no consiguió dominar la situación tan rápidamente.

En noviembre, la comisión encargada del proceso a los templarios decretó la pena de cadena perpetua para sus dirigentes
principales.

Ese año murieron el duque Teobaldo II de Lorena, sucedido por Federico IV, así como los duques Arturo II de Bretaña
y Juan II de Brabante, sucedidos por sus hijos respectivos, ambos conocidos por Juan III.

Ya hacía tiempo que en Castilla se había fundado la Hermandad de Colmeneros o Hermandad de Toledo, encargada de
cuidad las colmenas y los ganados, pero desde principios de siglo se le había autorizado a perseguir delincuentes, y ahora
recibía el beneplácito del Papa, por lo que fue también conocida como Santa Hermandad. Tenía tres alcaldes o jueces, a
cuyas órdenes iban los cuadrilleros o guardas, cuyo nombre deriva de los cuadrillos o flechas con las que ejecutaban a
los delincuentes que apresaban en el campo, a los que posteriormente juzgaban.

Castilla seguía en guerra contra Granada. El rey Fernando IV estaba asediando Alcaudete, cuando se sintió enfermo y
fue trasladado a Jaén, donde murió de tuberculosis a los veintisiete años. Esta muerte prematura dio pie a que el difunto
se convirtiera en protagonista de un "remake" de una antigua historia, según la cual, Fernando IV había acusado a dos
nobles hermanos del asesinato del mayordomo real Juan de Benavides, y los había condenado a ser arrojados por un
barranco. Antes de que se cumpliera la sentencia, los hermanos se volvieron hacia el rey y le dijeron: "Como somos
inocentes, te emplazamos par que en el plazo de treinta días comparezcas con nosotros ante Dios para que te juzgue por
esta injusticia que haces a dos de tus fieles súbditos, a los que condenas sin pruebas ni juicio". De acuerdo con la leyenda,
un bacilo de Koch que pasaba por allí debió de conmoverse con las últimas palabras de los hermanos, y se encargó de
hacerles justicia acabando con el rey en treinta días exactos. Lo cierto es que el rey es recordado como Fernando IV el
Emplazado.

Lo realmente grave fue que el Emplazado dejó sólo una hija de cinco años y un hijo de un año, que se convirtió entonces
en Alfonso XI. Su abuela, María de Molina, se vio de nuevo en la tesitura de proteger al rey y al país de las intrigas de la
nobleza. Esta vez contaba con el apoyo de su segundo hijo, el infante Pedro, que fue quien proclamó rey a su sobrino
Alfonso. Tratando de buscar el consenso, se establecieron cuatro tutores para el monarca: la propia María de Molina, su
nuera y madre del rey, Constanza de Portugal, el infante Pedro y el infante Juan, tío de Fernando IV. Sin embargo, pronto
surgieron desavenencias entre ellos y se dividieron en dos bandos: María de Molina y su hijo Pedro por un lado, y
Constanza de Portugal y el infante Juan por otro. Tras la muerte prematura de Constanza, en 1313, María y Pedro trataron
de excluir a Juan de la regencia, lo que originó un conflicto que no pudieron resolver las cortes convocadas
en Palencia. Los infantes de la Cerda volvieron a reclamar su derecho a la corona, si bien ya no tuvieron los mismos
apoyos con los que contaron durante la minoría de edad de Fernando IV.

Por su parte, el infante Juan Manuel se conformó con el cargo de mayordomo mayor y se ocupó de la guerra contra el
reino de Granada. El rey Nasr fue acusado de connivencia con los cristianos y fue derrocado por Ismaíl I, su primo
segundo. Entonces se retiró a Guadix, ciudad que se le concedió con plena soberanía. Desde allí pidio ayuda al infante
Pedro de Castilla.

Ese año murió el conde Poncio V de Ampurias, que fue sucedido por su hijo Poncio VI.

El primogénito de Carlos de Valois, Felipe, se casó con Juana, hermana del duque Hugo V de Borgoña. Su hermana
Catalina, hija de Carlos de Valois y de su segunda esposa, Catalina de Courtenay, titular del Imperio Latino de Oriente,
se casó con Felipe de Tarento, el príncipe de Morea, hermano del rey de Nápoles Roberto el Prudente, que ahora pasaba
a ser el emperador Felipe II, por poco que esto significara.

El emperador Enrique VII de Luxemburgo murió en el transcurso de una expedición contra Roberto el Prudente. Éste
"aconsejó" al Papa, Clemente V, que en lo sucesivo mantuviera vacante el título imperial, para no dar alas a los gibelinos.
Téngase presente que Roberto era un Capeto, por lo que un consejo suyo al Papa era casi una orden de Felipe IV. El rey
francés debió de hablar con Clemente V para asegurarse de que siguiera este consejo, pues, ya de paso, le hizo canonizar
a san Pedro Celestino, (el Papa Celestino V, al que Felipe IV presentaba como mártir, víctima de Bonifacio VIII). Roberto
el Prudente fue nombrado senador romano.

La sucesión de Enrique VII se la disputaron el duque Luis IV de la Alta Baviera y el duque Federico I de Austria, hijo
del emperador anterior, Alberto I de Habsburgo. A partir de 1314 ambos adoptaron los títulos de rey de Alemania y rey
de Romanos (como Luis IV y Federico III, respectivamente) y Alemania se vio sumida una vez más en una guerra civil.
La muerte de Enrique VII había frustrado las esperanzas que Dante había puesto en él, y el poeta reemprendió su vida
errante. Por esta época terminaba su Monarchia, tratado en latín en el que explica su conversión a las tesis gibelinas, y su
convencimiento de que la salvación de Italia requería la instauración de un Imperio independiente de la autoridad papal.

Ladislao Lokieteck logró finalmente ser coronado como duque de Polonia con el apoyo del Papa Clemente V.

En febrero, Fernando de Mallorca, el hermano del rey Sancho de Mallorca, se casó con Isabel de Sabran, nieta del
príncipe Guillermo II de Morea, y poco después desembarcó en el principado dispuesto a apropiarse de él en nombre de
su esposa.

Ese año estalló un escándalo en la corte de Felipe IV de Francia, cuando sus nueras, Margarita de Borgoña, casada con el
rey Luis I de Navarra, y Blanca, prima de la anterior, casada con Carlos, hermano de Luis I, fueron acusadas de haber
mantenido relaciones adúlteras con dos nobles normandos, Felipe y Gualterio de Aulnay. Felipe IV montó en cólera,
pues consideraba, no sin razón, que era crucial para Francia que la legitimidad de los herederos al trono jamás pudiera ser
puesta en cuestión. Hay que apuntar aquí que, aunque las infidelidades conyugales (en hombres, por supuesto) eran algo
corriente y aceptado en las más prestigiosas monarquías europeas (el emperador Alberto I, por ejemplo, tuvo una única
esposa, pero dejó veintiún hijos), no era esto lo habitual en la dinastía capeta, por lo que, en esta ocasión, Felipe IV pudo
ocuparse del problema sin necesidad del cinismo o la hipocresía que no había dudado en usar siempre que le había
convenido. Lejos de avenirse a echar tierra sobre el asunto, ordenó que se abriera un proceso.
Por otra parte, Felipe IV consideró que los templarios que permanecían prisioneros eran una amenaza contra Francia. De
hecho, su prisión era ya algo excepcional, pues la costumbre de la Santa Inquisición era liberar a los pecadores que
confesaban su culpa y se arrepentían. Sin embargo, el rey decidió ir más allá y acusó a los templarios supervivientes
de relapsos, (que era como la Iglesia llamaba a los herejes que, después de abjurar de su doctrina, volvían a caer en ella),
y los hizo quemar en la hoguera. Cuando el gran maestre Jacques de Molay comprendió las intenciones de Felipe IV, se
retractó de todas sus confesiones, denunció que habían sido obtenidas bajo tortura y acusó al rey y al Papa de los crímenes
que habían cometido contra él y su orden. Esto terminó de despejarle el camino a la hoguera. El 19 de marzo fue quemado
vivo delante de Notre Dame. El 20 de abril murió Clemente V y el 20 de octubre murió Felipe IV. La proximidad de estas
muertes dio pie a la inevitable leyenda de que de Molay, en la hoguera, emplazó al rey y al Papa a comparecer con él ante
el tribunal del Cielo antes de que acabara el año.

El proceso a los templarios, sólidamente respaldado por la monarquía francesa por una mera cuestión económica,
contribuyó a legitimar las técnicas de tortura de la Santa Inquisición y difundió la creencia entre el populacho de la
necesidad de quemar a los herejes en la hoguera como protección contra la brujería y el diablo.

FELIPE V DE FRANCIA
En 1314, Felipe IV de Francia fue sucedido por su hijo Luis X, que ya era rey de Navarra desde hacía unos años. Una de
sus primeras decisiones como rey de Francia fue la orden de asesinar a su esposa, Margarita de Borgoña, por la acusación
de infidelidad que pesaba sobre ella. Su cuñada, Blanca de Borgoña, fue internada en un convento y los dos presuntos
"colaboradores" en el adulterio fueron ajusticiados en público. Quizá por esto el rey recibió el sobrenombre de Luis X el
Obstinado, aunque por lo demás resultó ser más bien pusilánime y dejó que su tío, Carlos de Valois, gobernara Francia.

Más delicada fue la sucesión del Papa. Los cardenales, reunidos en Lyon, estaban a la expectativa de saber si el Papa iba
a ser elegido por el nuevo rey de Francia o si podían consultar al Espíritu Santo. De todos modos, había un Capeto
poderoso que apoyaba firmemente a un candidato. El Capeto era Roberto el Prudente, el rey de Nápoles, al que Clemente
V, antes de morir, había nombrado "vicario imperial en Italia y capitán general de los estados de la Iglesia", y su candidato
era Jacques Duèse, que había sido canciller del reino de Nápoles antes de ser nombrado obispo de Aviñón, y luego formó
parte de la remesa de cardenales franceses nombrados tras la elección de Clemente V. Roberto era cada vez más poderoso
en Italia. Ese año hizo un intento de recuperar Sicilia, lo que supuso el comienzo de una guerra contra el rey Federico II,
y al mismo tiempo combatió a los gibelinos.

El rey Roberto I de Escocia venció a Eduardo II de Inglaterra en Bannockburn, victoria que marcó el declive de la
dominación inglesa sobre Escocia. Esto insubordinó aún más a la nobleza, dirigida por el conde Tomás de Lancaster, el
cual, a partir de ese momento, tuvo dominado a su primo, Eduardo II.

En la concordia de Palazuelos se llegó finalmente a un acuerdo sobre la regencia del rey Alfonso XI de León y Castilla:
Serían regentes María de Molina y el infante Juan. A partir de ese momento, el infante Pedro se dedicó a la guerra contra
Granada. Aceptó el llamamiento que el rey derrocado Nasr le había hecho el año anterior y dirigió varias campañas contra
el rey Ismaíl I, que trató en vano de recuperar Gibraltar.

Alfonso, el segundo hijo del rey Jaime II de Aragón, se casó con Teresa de Entenza, sobrina segunda del conde
Armengol X de Urgel, que murió sin descendencia por esas mismas fechas, con lo que Alfonso se convirtió en el nuevo
conde de Urgel.

También murió el conde Rodolfo II de Habsburgo, que fue sucedido por su hijo Juan I. En Italia murió el escultor
Giovanni Pisano.

En 1315 el rey Luis X de Francia se casó con Clemencia, hija de Carlos Martel, el difunto aspirante al trono de Hungría,
y sobrina del rey de Nápoles, Roberto el Prudente. Las malas lenguas dijeron que si había hecho asesinar a su primera
esposa era con vistas a este segundo matrimonio. Roberto, el conde titular de Borgoña, murió a los quince años, con lo
que ya nadie podía cuestionar a la condesa Juana I la legitimidad del título que le había usurpado a su hermano. Además
Juana se convertía ahora en la heredera del condado de Artois, que su madre, Matilde, había usurpado a su sobrino,
Roberto III.

También murieron el duque Hugo V de Borgoña (que no dejó descendencia, por lo que el ducado pasó a su
hermano Eudes IV) y el conde Gastón I de Foix, que fue sucedido por su hijo Gastón II. Sin embargo, el vizcondado de
Castellbó y otras baronías que Gastón I poseía en Cataluña las heredó su segundo hijo, que pasó a ser el vizconde Roger
Bernardo II de Castellbó.

Walter, el senescal de Escocia se casó con María, hija del rey Roberto I.

La nobleza francesa, sin cuestionar la autoridad real, se organizó el ligas y obligó al rey a confirmar las cartas que en cada
provincia precisaban sus derechos y costumbres. Un intento de invadir Flandes fracasó a causa de unas lluvias
torrenciales, impropias de la estación.

El 8 de julio Fernando de Mallorca, con la ayuda de su hermano, el rey Sancho, obtuvo la victoria de Clarenzza, en la
que se hizo con el principado de Morea. Su esposa Isabel, que teóricamente legitimaba la conquista, había muerto tres
meses antes.

El 29 de agosto Roberto el Prudente sufrió una derrota en Montecatini frente a los gibelinos, a pesar de lo cual conservó
la confianza de los güelfos de Florencia. Dante fue condenado nuevamente por rebelde. Se le ofreció una amnistía, pero
la rechazó y nunca más volvió a pisar Florencia.

El rey Jaime II de Aragón se casó con María, hermana del rey Enrique II de Chipre. A su vez casó a su hija Isabel con
el duque Federico I de Austria. El año anterior había estallado un conflicto entre el cantón de Schwyz y la abadía
de Eisiedeln, protegida por los Habsburgo, y Federico I envió un ejército al frente de su hermano Leopoldo, que el 15 de
noviembre fue derrotado por la Confederación Helvética. El 9 de diciembre los tres cantones suizos renovaron
en Brunnen su pacto perpetuo.

Poco después terminó Ramon Llull su última obra conocida, el Liber de maiori fine et intellectus amoris et
honoris, fechada en Túnez, a donde se había desplazado el año anterior en una de sus campañas de predicación. A partir
de aquí, a sus ochenta años, se le pierde el rastro. Una vieja leyenda decía que, lapidado por los musulmanes, embarcó en
una nave genovesa y que murió cuando divisaba las costas de su patria, Mallorca. Lo cierto es que sus restos descansan en
el convento de San Francisco, en Palma de Mallorca, y que en 1986 fueron exhumados y analizados, sin que se advirtiera
en ellos ningún signo de muerte violenta. Se considera a Ramon Llull como el padre del catalán como lengua literaria. La
amplitud de temas que trató en sus obras lo obligó a acuñar una gran cantidad de léxico, tomado a veces del propio catalán,
o romanizando voces latinas, e incluso inventando conscientemente nuevas palabras.

En China, Timur, el nieto de Qubilay kan había muerto ocho años atrás, y su sucesor, Haichan, se vio obligado a restaurar
la administración tradicional, basada en funcionarios letrados que accedían a sus cargos mediante un sistema de exámenes.

El 5 de junio de 1316 murió el rey Luis X de Francia a los veintisiete años de edad, de una pleuresía causada, al parecer,
por haber bebido vino en exceso después de haberse acalorado jugando a la pelota. Dejó una hija de cinco
años, Juana, hija de su primera esposa, cuya legitimidad, aunque nunca se había negado, había sido puesta en entredicho
por las acusaciones de infidelidad que habían recaído sobre su madre, Margarita de Borgoña. Por otra parte, su segunda
esposa, Clemencia, estaba embarazada. Si su hijo era varón le correspondía la corona, así que la sucesión de de Luis X
quedó en suspenso hasta que se produjera el alumbramiento. El mayor de los dos hermanos de Luis X, Felipe, se
encontraba lejos de París cuando recibió la noticia de la muerte del rey, pero se apresuró a regresar para proclamarse
regente de su posible sobrino.

El 5 de julio, Fernando de Mallorca, el príncipe de Morea, murió tras ser derrotado en la batalla de Manolada por Juan
I de Orsino, el conde de Cefalonia, lo que puso fin al dominio catalán sobre Morea.

La vacante del trono francés volvía peligrosa para Francia la vacante de la sede pontificia. Habían pasado ya más de dos
años desde la muerte de Clemente V y los cardenales, reunidos el Lyon, se vieron más presionados que nunca por los
influyentes Capetos, que necesitaban un Papa que no enturbiara con maquinaciones políticas los posibles conflictos
derivados de la sucesión. En agosto fue elegido Jacques Duése, el candidato de Roberto el Prudente, que adoptó el nombre
de Juan XXII. No fue un títere como su predecesor, que obedecía a regañadientes los dictados del rey de Francia, sino
que más bien estableció una colaboración entre el papado y los Capetos. Ratificó a Aviñón como residencia papal (que
Clemente V había establecido de modo provisional) y, en general, satisfizo a los Capetos en cuanto esperaban de él, pero
al mismo tiempo aprovechó su apoyo para reafirmar su autoridad como cabeza de la Iglesia. Así, poco después de ser
elegido, empezó a tomar medidas que centralizaban la administración de la Iglesia, como la que establecía que las
posesiones de los obispos en el momento de su muerte pasarían al Papa, o la bula Si grauiter aduertitis, que regulaba
las annatas (anualidades o impuestos que los beneficiarios de propiedades eclesiásticas pagaban a la Santa Sede).

El duque de Calabria, Carlos, hijo de Roberto el Prudente, se casó con Catalina de Habsburgo, hermana del duque
Federico I de Austria.

El 12 de noviembre nació el rey de Francia Juan I el Póstumo, pero murió al cabo de una semana, y su tío Felipe (sobre
el que recayeron sospechas de haberlo asesinado) se proclamó rey de Francia, en detrimento de su sobrina Juana.

En las últimas décadas, los lituanos paganos habían aprendido de los caballeros teutónicos que ocupaban su territorio y
se habían organizado bajo el gran duque Vitenis, que ahora era sucedido por Guedimín. El nuevo gran duque fue el
creador de un gran estado dotado de un ejército que pudo mantener a raya tanto a los caballeros teutónicos como a los
mongoles.

Los mamelucos conquistaron el reino de Nubia, y su clase dirigente no tardó en aceptar el islam. No obstante, los
mamelucos toleraron la pervivencia de una pequeña comunidad cristiana. Incluso hay indicios de que se conservó un
pequeño reino cristiano en la zona norte de la región.

El 9 de enero de 1317 se celebró la coronación del rey Felipe V de Francia y de Navarra, y poco después convocó una
reunión de la nobleza y el clero para dejar zanjado un asunto que había juzgado más prudente no tocar hasta no haber sido
coronado: la asamblea decretó que las mujeres no podían ser reinas de Francia. Ciertamente, nunca había habido una reina
de Francia, pero tampoco se había dado nunca la ocasión de que la hubiera. Las costumbres de transmisión de los títulos
nobiliarios estipulaban que los hijos varones tenían prioridad sobre las hijas, pero en ausencia de descendencia masculina
heredaban las mujeres. No se dio ninguna razón para promulgar esta ley, si bien las razones de estado subyacentes estaban
claras: las mujeres se casaban y transmitían sus títulos a sus maridos, por lo que entregar el reino a una mujer era firmar
un cheque en blanco, un cheque que podía cobrar el primero que se casara con ella, y esto, especialmente si la reina era
una niña, generaba una incertidumbre muy desagradable. Así era como el reino de Navarra, por ejemplo, había pasado a
manos del rey de Francia, y la idea de que Francia pudiera acabar de ese modo en poder del rey de Inglaterra, o de
cualquier otro estado europeo, horrorizaba a los franceses. Desde que los Capetos habían consolidado en Francia la
monarquía hereditaria, nunca había faltado un sucesor varón al trono, por lo que la posibilidad que ahora se había
presentado, que la heredera fuera una mujer, había escapado de las consideraciones de los juristas que habían desarrollado
el sistema legal francés, y existía un vacío al respecto que Felipe V se encargó de cubrir a su conveniencia. Más adelante
se recordó la antigua "ley sálica", que se remontaba a los tiempos de los Merovingios y que estipulaba precisamente eso,
que las mujeres no podían reinar. No existe ninguna constancia escrita de dicha ley, e incluso algunos se han cuestionado
que jamás haya existido, aunque sí que parece que hubo una tradición en esa línea. En cualquier caso, la ley sálica se
convirtió en una firme realidad a partir de este momento.

El reinado de Felipe V fue muy distinto al de su débil hermano. Se impuso a la nobleza, reorganizó la casa real,
perfeccionó el parlamento y la organización financiera del Estado, desarrolló las milicias urbanas, que eran una especie
de cuerpo de policía al servicio del rey y convocó periódicamente a los Estados Generales, convocados por primera vez
por su padre, Felipe IV. Lo único que no tenía Felipe IV era un chivo expiatorio como los muchos que había tenido su
padre: los judíos, el Papa, los templarios, etc., pero terminó encontrando un sector de la población al que utilizar para
canalizar las insatisfacciones de sus súbditos: los leprosos. Fueron acusados de conspirar contra el gobierno y muchos
acabaron siendo ejecutados.

Ese año murió el conde Roberto de Clermont, hermano del rey Felipe III de Francia y tio abuelo de Felipe V. Fue sucedido
por su hijo Luis, que, además, había heredado de su madre el señorío de Borbón.

El rey Carlos I Roberto de Hungría derrotó por segunda vez una coalición de la nobleza y se reafirmó en el trono húngaro.

El duque Luis IV de la Alta Baviera despojó de su herencia a su hermano Rodolfo I, con quien compartía el ducado, con
lo que se convirtió en el único duque y se apoderó además del Palatinado.

Ese año murió Manfredo, el duque de Atenas, hijo del rey Federico II de Sicilia, y fue sucedido por su
hermano Guillermo.
Tras la muerte del margrave Juan V de Brandeburgo, el territorio volvió a quedar unido bajo Valdemaro, el otro
margrave.

Bajo el duque Valdemar, Finlandia había experimentado una gran expansión y se había vuelto prácticamente
independiente de Suecia, hasta que el rey Birger Magnusson asesinó a Valdemar y reincorporó a su reino el ducado.

El príncipe de Moscú, Yuri Danilovich, se casó con Konchak, la hermana del kan Uzbeko de la Horda de Oro, lo que
le valió la carta que lo nombraba gran príncipe, imponiéndose así al príndipe Mijail de Vladímir, que poseía el título
hasta entonces.

La desaparición de la orden del Temple había dejado un vacío en la defensa del reino de Valencia contra las incursiones
musulmanas, por lo que el rey Jaime II de Aragón fundó la Orden de Montesa con los bienes incautados a los templarios.
Similarmente, el rey Dionisio de Portugal permitió reorganizarse a los templarios de su reino fundando para ellos la Orden
de Cristo. Ambos reyes habían protestado ante la decisión pontificia de disolver la orden y protegieron sus bienes de la
orden del Hospital, encarnizada enemiga del Temple, que había tratado de apoderarse de ellos como había hecho en
Francia.

El Papa Juan XXII lanzó la Santa Inquisición contra los franciscanos espirituales, que rechazaban toda propiedad para su
orden. Con la bula Sancta Romana condenó a los espirituales de la Marca, y en 1318, año en que la Santa Inquisición
condenó a muchos de ellos a la hoguera o a cadena perpetua, la bula Gloriosam Ecclesiam condenaba al grupo de Toscana.
El único sector de espirituales que sobrevivió a esta persecución fue el de los fraticelos, que declararon herético a Juan
XXII. Por otra parte, el Papa concedió el estatuto de universidad al colegio Peterhouse de Cambridge. En sus primeros
años de existencia, la universidad de Cambridge se especializó en derecho civil y canónico.

Ese año murió el déspota Tomás de Épiro, asesinado por su sobrino Nicolás Orsini, lo que supuso la desaparición del
despotado. Su territorio fue repartido entre Servia y Albania. También murió el déspota Juan II de Valaquia, tras lo cual
el despotado cayó en poder de Hungría. Los almogávares, dirigidos por Alfonso Federico, hijo bastardo del rey Federico
II de Sicilia, aprovecharon las circunstancias para conquistar nuevos territorios, con los que constituyeron el ducado
de Neopatria y se lo entregaron al duque Guillermo de Atenas. Alfonso Federico fue nombrado vicario general de los
ducados, y fue su verdadero gobernante.

El duque Eudes IV de Borgoña se casó con Juana, la hija del rey Felipe V de Francia, la cual acababa de cumplir los diez
años de edad. El rey Carlos I Roberto de Hungría se casó con Beatriz, hermana del rey Juan de Bohemia. Por
último, Juan, el conde de Gravina, hermano del rey de Nápoles Roberto el Prudente, se casó con Matilde de Hainaut, la
hija de Florencio de Hainaut e Isabel de Villehardouin, que podría considerarse legítima heredera del principado de Morea,
ahora en poder de Felipe I de Tarento, el otro hermano de Roberto.
El rey de Suecia Birger Magnusson fue expulsado del país y tuvo que huir a Dinamarca. En 1319 murieron el rey Haakon
V de Noruega y el rey Erik Menved de Dinamarca. Haakon V no dejó descendencia masculina, pero su hija Ingeborg era
la viuda de Erik, el hermano de Birger Magnusson, y logró que su hijo de tres años, Magnus VII Eriksson, fuera
reconocido como rey tanto en Noruega como en Suecia. Por su parte, Erik Menved fue sucedido por su hijo Cristobal II.

El príncipe Mijail de Vladímir fue sucedido por Yuri III Danilovich.

El rey de Nápoles, Roberto el Prudente, se trasladó a Provenza, desde donde dirigió la lucha contra los gibelinos. Dante
se encontraba entonces en Ravena, donde estaba componiendo sus dos Églogas en latín, de imitación virgiliana, dirigidas
al latinista boloñés Giovanni del Virgilio, quien le había invitado a abandonar la lengua vulgar por el latín.

El infante Jaime de Aragón, primogénito del rey Jaime II, que tenía ahora veintitrés años, se resistía a casarse
con Leonor de Castilla, hermana del rey Alfonso IX con quien su padre había convenido el matrimonio siete años atrás.
Finalmente, ante los ruegos de su padre y del Papa Juan XXII, se avino a que se celebrara la ceremonia, que tuvo lugar
en octubre, pero apenas hubo terminado salió huyendo, y en diciembre renunció a sus derechos a la Corona de Aragón
para hacerse monje. Jaime II nombró heredero entonces a su segundo hijo, Alfonso. Al parecer, más que beatitud, el
infante Jaime padecía un desequilibrio mental.

El rey Ismaíl I de Granada, cansado de las correrías de los infantes Pedro y Juan de Castilla, buscó todos los refuerzos
que pudo conseguir y los derrotó en una batalla en la Vega de Granada, en la que ambos perdieron la vida.

Ese año murió el conde Luis de Evreux, tío del rey Felipe V de Francia, y fue sucedido por su hijo Felipe, que estaba
casado con Juana, la hija del rey Luis XI excluida de los tronos de Francia y de Navarra por la ley sálica.

También murió Valdemaro, el margrave de Brandeburgo, y fue sucedido por su hijo Enrique, pero murió sin
descendencia en 1320. Luis IV de Baviera trató de apropiarse del territorio en calidad de emperador, pero se encontró con
la oposición del rey de Bohemia, Juan I de Luxemburgo.
En Talavera de la Reina, María de Molina fue ratificada como regente de su nieto Alfonso XI de León y Castilla,
juntamente con su hijo Felipe y el infante Juan Manuel, que sustituían a los infantes Pedro y Juan, muertos el año anterior.

Ese año terminó sus estudios en la universidad de Oxford un franciscano de treinta años llamado Guillermo de
Ockham. Como era preceptivo, comentó las Sentencias de Pedro Lombardo, pero no obtuvo el grado de maestro,
probablemente por lo atrevido de sus doctrinas. Mientras los grandes de la Escolástica, con santo Tomás a la cabeza,
pretendían mostrar el total acuerdo entre la fé y la razón, entre la teología y la filosofía, la postura de Ockham es
radicalmente opuesta. Ockham niega que el mundo pueda ser conocido racionalmente, porque ello supondría limitar la
libertad de Dios. Dios ha creado el mundo como ha querido, sin estar sujeto a ideas universales o esencias que le dictaran
cómo debían ser las cosas. No es posible demostrar racionalmente las verdades de la fe, como que sólo hay un Dios, o
que el alma es inmortal, etc., porque si Dios hubiera querido crear treinta Dioses iguales a Él, podría haberlo hecho, y si
hubiera querido que las almas fueran mortales, lo habrían sido. Si fuera posible demostrar racionalmente que sólo hay un
Dios o que las almas son inmortales, ello significaría que Dios estaba obligado a ser único y a crear almas inmortales, lo
cual es inadmisible para Ockham. Lo mismo es válido para la moral: no puede justificarse racionalmente que matar es
malo, porque si Dios hubiera querido que matar fuera bueno, entonces matar sería bueno. La existencia de una
demostración racional de que matar es malo supondría una limitación a la libertad de Dios de decidir qué es bueno y qué
es malo. La única "razón" por la que matar es malo es porque Dios lo ha decidido así.

Lo más sorprendente del caso, es que, de este menosprecio absoluto a la razón humana, Ockham extrajo consecuencias
bastante razonables: sobre el clásico problema de los universales adoptó un claro nominalismo que negaba toda realidad
a las ideas abstractas. Lo único real es el individuo. Los conceptos abstractos existen sólo en la mente como forma de
referirse a los objetos particulares y describirlos más adecuadamente. Por ello el uso de unos conceptos u otros, no depende
en absoluto de si existe o no tal o cual idea universal, sino de cuáles son los conceptos más convenientes para expresar
con más claridad y sencillez lo que se está analizando. En particular, no hay que multiplicar los entes sin necesidad. Si un
concepto no es necesario para describir una realidad concreta, entonces debe ser descartado por vacío de contenido.

La finalidad de la Ciencia es describir la Naturaleza, los hechos, las experiencias que pueden observarse, pero teniendo
presente que ninguna de sus proposiciones puede tenerse como absolutamente cierta, sino únicamente como probable. No
podemos decir: "Mañana saldrá el sol a la hora debida", sino únicamente "Probablemente, mañana saldrá el sol a la hora
debida, salvo que Dios decida hacer una excepción". No hay que razonar sobre el Mundo, hay que observar el Mundo
para describirlo tan fielmente como sea posible. No es posible razonar cómo ha hecho Dios el Mundo, pues la respuesta
es que lo ha hecho como libremente ha decidido hacerlo; lo que hay que hacer es observar atentamente cómo ha hecho
Dios el Mundo. El caso fue que esta doctrina animó con el tiempo a muchos hombres a dejar de estudiar la Naturaleza
leyendo a Aristóteles y pasar a estudiarla observando la Naturaleza. Tal vez a pesar de sí mismo, Ockham es considerado
uno de los fundadores de la ciencia empírica.

Más sorprendente aún es que, del mismo modo que negó toda relación entre la fe y la razón, Ockham negó también que
debiera haber relación alguna entre Estado e Iglesia, y así, también se le considera uno de los precursores teóricos de la
concepción moderna del estado laico.

Felipe V de Francia puso fin a la impopular guerra de Flandes y, para sellar el tratado de paz, casó a su hija Margarita, de
diez años, con Luis, de dieciséis, el nieto y heredero del conde Roberto III de Flandes.

El rey Carlos I Roberto de Hungría se casó con Isabel, hija del duque Ladislao Lokieteck de Polonia, que ese mismo año,
con el beneplácito del Papa Juan XXII, se convirtió en el rey Ladislao I de Polonia.

Matteo Visconti, el señor de Milán, apoyado por los gibelinos, había tratado de aproximarse al Papado renunciando a su
título de vicario imperial, pero Juan XXII lo excomulgó y los güelfos, dirigidos por los Della Torre, atacaron la ciudad.

Ese año murió el rey Oshin I de Armenia, que fue sucedido por su hijo León V.

El sultanato de Delhi pasó a manos de una nueva dinastía, inaugurada por Giyat al-Din Tugluq, que protegió Delhi de
los mongoles y llevó a cabo una política conciliadora entre musulmanes e hindúe

EL FIN DE EDUARDO II
En 1320, el rey Teodoro Svetoslav de Bulgaria restableció las relaciones cordiales con el Imperio Bizantino y se casó
con Teodora, nieta del emperador Andrónico II. Poco después ocurrió un grave incidente en la corte bizantina. Miguel
IX, el hijo de Andrónico al que su padre había asociado al Imperio, tenía a su vez un hijo llamado Andrónico, cuya
amante tenía a su vez otro amante. Andrónico contrató a unos asesinos para que le libraran de su rival, pero éstos, por
error, apuñalaron a Manuel, su hermano menor. Miguel IX, que estaba ya enfermo, no sobrevivió a la noticia de la muerte
de su hijo, y murió a los pocos días. Andrónico II decidió excluir de la sucesión a su nieto fratricida, y Andrónico se
sublevó en 1321. El rey búlgaro prestó su ayuda a Andrónico II, pues la víctima de Andrónico era su cuñado, y entonces
Andrónico recabó la ayuda de los servios.

En Servia acababa de morir el rey Esteban VI, que debía ser sucedido por su sobrino Ladislao. Sin embargo, entró
entonces en escena un hijo bastardo de Esteban VI, llamado también Esteban, al que su padre había hecho cegar y recluir
en un monasterio de Constantinopla siete años atrás. Cegarlo era la forma habitual de incapacitarlo para el trono, pero
Esteban reapareció con la vista recuperada y asegurando que su milagrosa curación demostraba que la voluntad divina
era que él fuera el nuevo rey. Asesinó a Ladislao y a otro competidor que se había hecho coronar como Esteban VII
Constantino, y con el apoyo del clero se convirtió en Esteban VIII. Fue él quien se prestó a ayudar al nieto de Andrónico
II y sólo así, con los apoyos de servios y búlgaros, el débil Imperio Bizantino contó con los medios necesarios para
destrozarse en una guerra civil.

El conde de Winchester, Hugo el Despenser, se había granjeado numerosos enemigos entre la nobleza inglesa por la
forma en que se había apropiado de extensos territorios en el principado de Gales. Su hijo, Hugo el Joven, era uno de los
favoritos del rey Eduardo II, y estaba acumulando también territorios galeses. Finalmente la nobleza se levantó contra
Eduardo II y, su primo, el conde Tomás de Lancaster, se les unió. Sin embargo, los nobles estaban divididos en varias
facciones enemistadas entre sí, lo que permitió al rey combatirlas separadamente e ir derrotándolas una a una.

Eduardo II tenía un hermanastro, Edmundo de Woodstock, hijo de la segunda esposa de su padre, Margarita de Francia,
al que al cumplir los veinte años le otorgó el condado de Kent.
Dante fue acogido por Guido Novello da Polenta, señor de Ravena y hermano de Francesca da Rimini. Francesca y su
amante, Paolo Malatesta, habían sido inmortalizados por Dante al incluirlos en su Divina Comedia, a la que dio fin ese
mismo año.

La Divina Comedia consta de 14.333 tercetos endecasílabos encadenados, y se divide en tres partes:
el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, cada una de las cuales está dividida en treinta y tres cantos, más uno introductorio
que se numera usualmente con los del Infierno, lo que hace un total de cien cantos. En ella Dante narra en primera persona
una supuesta visión que tuvo el jueves santo del año 1300 y que se prolongó durante una semana, hasta el jueves siguiente,
según la cual, hallándose perdido en una selva (que representa los vicios humanos), por intercesión de su amada Beatriz
acude en su auxilio el alma del poeta Virgilio, que conducirá a Dante, a través del infierno y el purgatorio, hasta el paraíso
terrenal, desde donde la propia Beatriz lo llevará hasta el Cielo en un viaje que culminará con la contemplación de Dios.

La Divina Comedia es una de las cumbres de la literatura universal, y la primera obra maestra de la cultura europea
occidental. En ella Dante pone de manifiesto un profundo conocimiento de la cultura clásica, y combina equilibradamente
la mitología judeocristiana y la grecolatina, la política, la religión, el arte, la teología, la espiritualidad y los intereses
mundanos, todo ello sintetizado en un proyecto coherente y bien estructurado, cuya grandeza y ambición nunca han sido
superadas.

También debemos destacar que la Tierra de la Divina Comedia es esférica, y que Dante describe muy lúcidamente las
diferencias astronómicas entre los dos hemisferios, así como las diferencias horarias entre distintas partes de la Tierra.
Más aún, Dante comprende perfectamente que la gravedad es una fuerza de atracción dirigida hacia el centro de la Tierra.
Así, cuando llega a lo más profundo del infierno, Virgilio lo lleva a descender por un conducto cuando, de repente, Dante
se desconcierta y siente que se encuentra boca abajo, y tiene que dar media vuelta para empezar a ascender sin cambiar
el sentido de su marcha (porque ha atravesado el centro de la Tierra y el sentido de la gravedad se ha invertido). En este
enlace hay más detalles sobre la estructura de la Divina Comedia y los personajes más famosos que aparecen en ella.
Dante confiaba que la fama de su Comedia le abriría las puertas de Florencia, pero no tuvo ocasión de comprobarlo, pues
murió el 14 de septiembre, al regreso de una embajada en Venecia. Guido da Polenta le organizó unos magníficos
funerales.

También murió María de Molina, a los cincuenta y seis años, sin tener la certidumbre de que su nieto Alfonso XI, que
tenía ahora diez años, llegaría algún día a gobernar León y Castilla o si, por el contrario, sucumbiría ante las intrigas de
la corte. A los dos regentes, Felipe y Juan Manuel, se añadió ahora Juan el Tuerto, señor de Vizcaya, hijo del infante
Juan, que había sido regente hasta su muerte, acaecida dos años atrás. Los tres se repartieron el reino.

El 2 de enero de 1322 murió el rey Felipe V de Francia, a sus veintiocho años de edad. Dejó dos hijas, Juana y Margarita,
que, de acuerdo con la ley sálica promulgada por el propio Felipe V, no podían ser reinas, pero Juana estaba embarazada
y la ley no decía nada sobre si, a pesar de no poder reinar, las mujeres podían o no transmitir la herencia. Así, si Juana
tenía un hijo se planteaba la duda de si el trono le correspondería a éste o si, por el contrario, debía pasar a Carlos, el
hermano de Felipe V. De todos modos, el conflicto se zanjó cuando nació la criatura, que resultó ser niña. Inmediatamente,
Carlos se convirtió en el rey Carlos IV de Francia y de Navarra, y mantuvo la política de su hermano. Se separó de su
esposa, Blanca de Borgoña (la que había sido acusada de adulterio años atrás) y se casó con María de
Luxemburgo, hermana del rey Juan I de Bohemia. Poco después murió el conde Roberto III de Flandes y fue sucedido
por su nieto Luis I, el marido de Margarita.

Juan I de Bohemia participó en la batalla de Mühldorf, en la que el duque Luis IV de Baviera derrotó e hizo prisionero
a su rival, el duque Federico I de Austria. Esto ratificó a Luis IV como rey de Alemania, pero el Papa Juan XXII se negó
a reconocerlo como emperador.

En Milán murió Matteo Visconti, y fue sudedido por su hijo Galeazzo I Visconti, que contó con el apoyo de Luis IV para
proseguir la lucha de su padre contra los güelfos y los Della Torre.
Eduardo II de Inglaterra logró sofocar finalmente la rebelión de la nobleza. El conde Tomás de Lancaster fue capturado
en marzo y ejecutado poco después. Fue sucedido por su hermano Enrique I, de naturaleza piadosa y moderada. Otro de
los rebeldes capturados fue Roger Mortimer, conde de La Marche, que fue encerrado en la Torre de Londres.

El rey de Nápoles, Roberto el Prudente, seguía intentando conquistar Sicilia, y rechazó las ofertas de paz que le hizo el
rey Federico II. Al mismo tiempo, conquistó el principado de Morea y se lo entregó a sus hermanos, Felipe I de Tarento
(que poseía el título de emperador latino de Constantinopla) y Juan, el conde de Gravina, que estaba casado con Matilde,
princesa de Morea, aunque se divorció de ella ese mismo año para volverse a casar.

El dominio de Hungría sobre la costa adriática siempre había sido muy débil, y los gobernadores locales habían gozado
de gran autonomía Finalmente, bajo el ban Esteban II Kotromanic, la región, conocida como Bosnia, logró su plena
independencia. En el último siglo, los bogomilos habían sido objeto de numerosas persecuciones, y Bosnia se había
convertido en su último reducto. La mayoría de los señores bosnios pertenecía a esta confesión.

El rey León V de Armenia tuvo que hacer frente a una nueva oleada de invasiones de los mamelucos de Egipto.

Ese año murió sin descendencia el conde Poncio VI de Ampurias, y su condado se unió al de Barcelona.

En Bulgaria murió el rey Teodoro Svetoslav, y fue sucedido por su hijo Jorge II, quien, aprovechando la guerra civil en
el Imperio Bizantino, trató de ocupar Adrianópolis, pero fue derrotado en 1323, y murió poco después. Tras unos meses
de anarquía (Jorge II no dejó descendencia), se impuso como sucesor Miguel III.

El rey Jaime II de Aragón había recibido las íslas de Córcega y Cerdeña del Papa Bonifacio VIII, si bien nunca había
tomado posesión de ellas, y ahora inició una serie de campañas con tal fin. Las operaciones fueron dirigidas por su hijo y
heredero Alfonso. La flota zarpó de Cataluña el 28 de mayo, y desembarcó en Palma de Solz, en Cerdeña, desde donde
inició el asedio de Vilaesglesias y Càller (Cagliari), ciudades dominadas por Pisa. Los catalanes contaron con el apoyo
de la flota genovesa.
Los aztecas llevaban ya más de medio siglo asentados en Tizapan cuando tuvieron que huir una vez más, esta vez por la
intransigencia de sus vecinos, que no vieron con buenos ojos que desollaran viva a la hija del señor de Culhuacán.

El rey Magnus VII de Suecia y de Noruega tenía aún siete años cuando Suecia firmó la paz de Pähkinäsaari con el
principado ruso de Nóvgorod, con lo que terminó la gran guerra de Carelia, que incorporó este territorio a Finlandia, bajo
dominio sueco.

Ese año murió el conde Amadeo V de Saboya, que fue sucedido por su hijo Eduardo.

El Papa Juan XXII canonizó a santo Tomás de Aquino. En su lucha contra los Espirituales, promulgó la bula Cum inter
nonnullos, en la que afirmó que, aunque Cristo vivió pobre, reconoció el derecho de propiedad. Mientras tanto, el duque
Luis IV de Baviera, ante la negativa de Juan XXII de coronarlo emperador, envió un ejército al norte de Italia, que,
naturalmente, contó con el apoyo de los gibelinos. Por otra parte, Luis IV derrotó al rey de Bohemia Juan I de Luxemburgo
y se apoderó del margraviato de Brandeburgo, que entregó a su hijo Luis en 1324.

En febrero los gibelinos, apoyados por Luis IV, derrotaron en Vario al rey de Nápoles, Roberto el Prudente.

Desde la derrota de los albigenses y la anexión a Francia del condado de Tolosa, la lengua provenzal había experimentado
un fuerte retroceso. Un grupo de caballeros tolosanos se constituyó en la Sobregaya companhia dels set trobadors de
Tolosa, y organizó un certamen de poesía provenzal que se celebraría anualmente cada 1 de mayo en la ciudad de Tolosa.
Eran los llamados juegos florales. Estaban presididos por una reina, elegida entre las damas de mayor alcurnia, y
arbitrados por siete mantenedores, que premiaban la mejor composición del concurso con una violeta de oro. El ganador
de la primera edición fue el poeta Artaut Vidal.

Los güelfos perdieron el dominio de Lombardía y en junio Roberto el Prudente se vio obligado a regresar a Nápoles. Su
hijo Carlos, el duque de Calabria, enviudó de Catalina de Habsburgo, la hermana de Federico I de Austria, y no tardó en
casarse con María, hija del conde Carlos de Valois.
Juan XXII excomulgó a Luis IV, y el teólogo italiano Marsilio de Padua escribió junto al teólogo francés Jean de
Jandun el Defensor pacis, en el que atacaban audazmente las pretensiones pontificias sobre el poder temporal y
defendían la subordinación de la Iglesia al Estado. También el franciscano Guillermo de Ockham se mostró crítico con
la política papal, y fue llamado a Aviñón, donde se le instruyó un proceso.

Mientras tanto el infante Alfonso, hijo de Jaime II de Aragón, había tomado a los pisanos las ciudades de Vilaesglesias y
Càller, y un par de victorias más le permitieron apropiarse en poco tiempo de toda la isla de Cerdeña. En el asedio de
Vilaesglesias había participado personalmente el rey Sancho de Mallorca, que murió poco después. No dejó descendencia,
pero había nombrado heredero a su sobrino de nueve años, que se convirtió en Jaime III de Mallorca. Era hijo de
Fernando, el que había llegado a ser príncipe de Morea. Su tío Felipe, abad de un monasterio franciscano de Narbona,
hizo de tutor. El rey Jaime II de Aragón, primo del rey Sancho, se consideró legítimo heredero del reino, e incluso hizo
un intento de apoderarse de él por la fuerza, pero el Papa Juan XXII se puso firmemente de parte de Jaime III y Jaime II
renunció a sus pretensiones.

Ese año murió Marco Polo, en Venecia, colmado de honores, junto a su esposa y sus tres hijas.

También murió el rey Enrique II de Chipre, que fue sucedido por su sobrino Hugo IV.

El rey de Granada, Ismaíl I, había aprovechado la crisis de Castilla para apoderarse de numerosos territorios de la frontera
murciana. En la conquista de Martos discutió con Muhammad ibn Ismaíl, hijo del gobernador de Algeciras, sobre la
posesión de una cautiva cristiana, y éste tramó una conspiración contra el rey, que murió apuñalado en el palacio de la
Alhambra. Fue sucedido por su hijo Muhammad IV.

El sultán mameluco al-Nasir recibió en El Cairo a un invitado singular: a Congo Musa, el emperador de Mali, que
organizó una peregrinación a los lugares santos del islam. Formó una caravana compuesta por unos sesenta mil soldados
y esclavos, cargada con unas dos toneladas de oro y gran cantidad de víveres. Los cronistas cuentan que al ser recibido
por al-Nasir estuvo a punto de producirse un grave incidente diplomático, pues la etiqueta estipulaba que cualquier hombre
debía inclinarse ante el sultán, pero esto sería humillante para el emperador. Finalmente se inclinó diciendo: "Me
prosterno ante Alá, que me creó y me trajo al mundo", con lo que todos quedaron satisfechos y ambos soberanos trabaron
amistad. Cuentan que gastó tanto oro en El Cairo que el metal se devaluó y la economía egipcia se vio afectada durante
más de una década.

A su regreso, ya en 1325, se hizo construir una sala de audiencias según los modelos del norte de África. Era una sala
cuadrada, cubierta por una cúpula y con las ventanas recubiertas de plata, oro y esmaltes. Concedía audiencia rodeado
por trescientos esclavos. Los demandantes permanecían prosternados durante toda la entrevista y se lanzaban polvo sobre
la cabeza en señal de respeto. La peregrinación de Congo Musa dio a conocer su Imperio al mundo, y su fama llegó a
Europa y Oriente Medio.

En China empezaron a producirse revueltas populares contra los mongoles. Éstos trataron de reforzar las leyes que
situaban a los mongoles en un status social superior a los chinos, pero con ello inflamaron el nacionalismo chino y las
revueltas se generalizaron.

Cuenta la tradición azteca que, tras pasar dos años errantes, vieron a un águila que devoraba una serpiente sobre un nopal
en un islote del lago Texcoco. Como cualquiera habría interpretado, esto era una señal de los dioses para que fundaran
allí una ciudad. La llamaron Tenochtitlán. Construyeron casas de cañas tejidas con argamasa. No tenían mucho espacio,
pues sus vecinos tepanecas eran más fuertes que ellos y tenían que pagar tributo a Azcapotzalco. En la zona había cinco
lagos poco profundos, y los aztecas se dedicaron a fabricar cestos de juncos, de unos dos metros y medio de diámetro,
que llenaban de tierra y los ponían en el lago, plantando árboles a su alrededor para mantenerlos fijos. Con estos cestos,
en los que cultivaban plantas de diversas especies, fueron drenando los lagos.

Cuando Alfonso, el hijo de Jaime II de Aragón, dejó Cerdeña después de haberla conquistado, los gobernadores catalanes
que puso al frente de la isla actuaron tormemente y dieron pie a que los pisanos estimularan revueltas en las ciudades de
Càller y Sàsser (Sassari), que, no obstante, fueron sofocadas. Ese año Jaime II nombró conde de Ampurias a su hijo Pedro
I, que acababa de cumplir veinte años.
Ramon Muntaner, a sus cincuenta años, decidió retirarse a la localidad de Chirivella, en el reino de Valencia, donde
empezó a escribir una Crónica en la que cuenta la historia de la Corona de Aragón desde Jaime I.

Isabel de Francia, la hermana del rey Carlos IV de Francia y esposa de Eduardo II de Inglaterra, se peleó con su marido.
Las malas lenguas dicen que éste era homosexual y que no atendía debidamente a su esposa. La situación llegó a un punto
en que Eduardo II confiscó todos los bienes a Isabel, que se las arregló para huir a Francia con su hijo Eduardo. Poco
después, el conde Roger Mortimer logró evadirse de su cautiverio y se reunió en Francia con la reina, convirtiéndose en
su amante.

El rey de Nápoles, Roberto el Prudente, envió a su hijo Carlos contra Sicilia, pero el 23 de septiembre los gibelinos
vencieron a sus aliados güelfos de Florencia en Altopascio, y el 15 de noviembre derrotaron también a los güelfos de
Bolonia en Zappolino, por lo que Carlos abandonó la campaña de Sicilia sin haber obtenido ningún resultado y se dirigió
a Florencia, donde los güelfos le entregaron la ciudad. Según el tratado de Caltabellota, el señorío de Federico II sobre
Sicilia era vitalicio, pero no hereditario. Sin embargo, después de los ataques de Roberto el Prudente, Federico II se
consideró liberado de tal compromiso y nombró heredero a su hijo Pedro.

Ese año murió el conde Carlos de Valois y de Anjou. Fue sucedido por su hijo Felipe. También murieron el rey Dionisio
de Portugal, que fue sucedido por su hijo Alfonso IV el Bravo, y el Gran Príncipe de Moscú, Yuri Danilovich, que fue
sucedido por su hermano Iván I. Sin embargo, Dimitri, el príncipe de Vladímir, hijo de Yuri Danilovich, que había
muerto el año anterior, logró del kan de la Horda de Oro que el título de Gran Príncipe volviera a su familia. En el sultanato
de Delhi, el sultán Giyat al-Din murió por instigación de su hijo Ulug kan, y fue sucedido por Muhammad Tugluq.

El rey Alfonso XI de León y Castilla fue reconocido mayor de edad al cumplir los catorce años, y pronto demostró una
capacidad impropia de su edad. No tardaría en ser conocido como Alfonso XI el Justiciero, y no por su amor a la justicia,
sino a los ajusticiamientos, con los que empezó a poner orden entre la díscola nobleza castellanoleonesa. Se deshizo
hábilmente de la influencia de sus tutores: a Juan Manuel lo neutralizó primeramente fingiendo querer casarse con su
hija Constanza, pero cuando el infante se dio cuenta de que estaba siendo burlado, se alió con Juan el Tuerto, al que el
rey también había despachado, y le ofreció la mano de Constanza. Sin embargo, Juan el Tuerto murió oportunamente en
un banquete ofrecido por Alfonso XI en Toro, en 1326. (Hay quien dice que lo mató el rey en persona.)

Juan Manuel se dedicaba también a la literatura. Había escrito El libro de la caza, el Tratado de las armas y el Libro de
los castigos o consejos que hizo don Juan Manuel para su hijo don Fernando. Este año terminó el Libro del caballero y
del escudero, imitación de un libro de Ramon Llull, en el que, bajo una rudimentaria y disconexa trama novelesca, un
escudero va recibiendo todas las enseñanzas que le son necesarias para alcanzar el perfecto estado de la caballería. Tales
"conocimientos" están extraídos principalmente de las Etimologías de san Isidoro y de los escritos de Alfonso X.

Jaime II firmó una paz con Pisa sobre Cerdeña.

En Japón continuaba el pulso entre el emperador, Daigo II, y el shikken. Éste pidio su abdicación, pero el emperador
obtuvo el apoyo de la nobleza y se negó. Más aún, nombró sucesor a su hijo.

En el Imperio Bizantino, el emperador Andrónico II y su nieto Andrónico continuaban su guerra civil. El rey Miguel III
de Bulgaria había empezado su reinado manteniendo el apoyo búlgaro a Andrónico II, pero ahora decidió aliarse con su
nieto. Éste contrajo matrimonio con Ana de Saboya, hermana del conde Eduardo de Saboya.

La Iglesia Rusa apoyó el ascenso de Moscú frente a Vladímir cuando el metropolitano (la máxima autoridad eclesiástica
en Rusia) decidió trasladar su sede de éste a aquel principado.

Al ocupar el trono, el rey Cristóbal II de Dinamarca había firmado una carta en la que se comprometía a respetar los
derechos de la Iglesia y de la nobleza, pero no tardó en incumplir su compromiso. Ahora los nobles lo expulsaron y
pusieron en su lugar a un joven duque de doce años llamado Valdemar III.

En Rímini murió Pandolfo I, el último de los hermanos Malatesta. Sus extensos territorios pasaron a sus hijos, Malatesta
III y Galeotto, que los incrementaron aún más mediante una serie de luchas locales.
En Escocia murió el senescal Walter, que fue sucedido por su hijo Roberto, de diez años. Su madre, María, la hermana
del rey David II, había muerto el mismo año de su nacimiento.

También murió el emir turco Osmán I y fue sucedido por su hijo Orján, que pronto se impuso sobre los emiratos vecinos
y organizó un estado sólido. La forma árabe de Osmán es Utmán y, por ello, los turcos gobernados por Osmán I y sus
descendientes fueron conocidos en Europa como turcos Otomanos. Orján confió la administración a su hermano, el visir
Alá-al-Din, que impuso tributos en dinero y hombres. El emir instituyó un cuerpo de infantería regular, los jenízaros, que
se nutría principalmente de niños cristianos capturados o "recaudados", que eran educados en un islamismo fanático. Por
si el islamismo fanático no era suficientemente patético, les dio como emblema una marmita, símbolo de la abundante
alimentación que se les proporcionaba, y sus oficiales tenían nombres de cargos culinarios: maestro de la gran sopera,
jefe de cocina, aguador, etc.

Isabel de Francia logró el apoyo de su hermano, el rey Carlos IV, contra su marido, el rey Eduardo II de Inglaterra, y el
apoyo del rey de Francia implicaba automáticamente el apoyo del Papa, Juan XXII. Así, Roger Mortimer e Isabel
volvieron a Inglaterra donde se pusieron al frente de una insurrección nacional. La población de Bristol asesinó al conde
Hugo el Despenser, y poco después moría también su hijo Hugo el Joven, a manos de sus adversarios. El 20 de enero de
1327 el Parlamento obligó a Eduardo II a abdicar en su hijo Eduardo III, que aún no había cumplido los quince años. La
reina Isabel ejerció como regente. Obviamente, las relaciones entre Francia e Inglaterra mejoraron a partir de este
momento, y Carlos IV llegó a un acuerdo con los ingleses sobre las fronteras de sus posesiones en Aquitania. Por otra
parte, el rey Roberto I de Escocia supo aprovechar los disturbios en Inglaterra para aniquilar completamente la influencia
inglesa en su país. En el tratado de York los ingleses admitieron su derrota.

Ese año murió el rey Jaime II de Aragón, y fue sucedido por su hijo Alfonso IV. Poco antes había enviudado de Teresa
de Entenza, la condesa de Urgel, y ahora el rey traspasó el condado a su tercer hijo (su segundo hijo varón), que pasó a
ser el conde Jaime I de Urgel. Ese mismo año había muerto Constanza, la hermana de Jaime II casada con el infante Juan
Manuel de Castilla, el cual se casó al poco tiempo con Blanca de la Cerda, hija del infante Fernando de la Cerda que
había pretendido la corona castellanoleonesa en varias ocasiones.
Mientras tanto, el rey chichimeca Quinatzin extendió sus dominios hacia el sur y trasladó su capital a Texcoco, situada
junto al lago del mismo nombre. Nuevos grupos de bárbaros chichimecas estaban llegando al valle de México desde el
norte, pero fueron desviados hacia la sierra Nevada.

El rey de Alemania Luis IV de Baviera entró en Milán y allí recibió la corona de hierro lombarda, asociada al título de
rey de Italia. Junto a él estaba el teólogo Marsilio de Padua, y también Jean de Jandun, que había tenido que huir de
Francia. Los romanos, resentidos contra el Papa por haberse trasladado a Aviñón, se rebelaron en septiembre, expulsaron
a los güelfos y ofrecieron la ciudad a Luis IV. En Milán, Luis IV desconfió de Galeazzo I Visconti y lo hizo encarcelar.

Los cronistas de la época afirman que el 21 de septiembre Isabel de Francia y Roger Mortimer hicieron ejecutar a Eduardo
II. Sin embargo, recientemente se ha encontrado una nota de un sacerdote genovés, notario pontificio, según la cual
Eduardo II pudo huir de su prisión tras matar a un guardia, cuyo cadáver fue enterrado en su lugar. Según este relato, que
destaca por la veracidad de sus detalles, Eduardo II pasó a Irlanda, de ahí a Francia, a Colonia y por último a los Alpes
italianos, donde habría acabado sus días como ermitaño.

El 27 de diciembre Carlos IV de Francia nombró par de Francia, conde de La Marche y duque de Borbón al que hasta
entonces era señor de Borbón, y que a partir de ese momento fue conocido como Luis I el Grande. Recordemos que Luis
I pertenecía a la familia de los Capetos, pues era nieto (por vía masculina) del rey Luis IX el Santo.

En principio, el rey Eduardo III de Inglaterra había adoptado también el título de rey de Escocia, pero en 1328 Inglaterra
reconoció definitivamente la independencia de Escocia en el tratado de Northampton, en el que se acordó además el
matrimonio de Juana, hermana de Eduardo III, con David, hijo del rey Roberto I de Escocia. Ese mismo año Eduardo
III se casó con Felipa, hija del conde Guillermo III de Holanda.

El rey Alfonso XI de Castilla se casó con María, hija del rey Alfonso IV de Portugal.

En Lorena murió el duque Federico IV, que fue sucedido por su hijo Raúl.
LA SUCESIÓN DE CARLOS IV
En enero de 1328 murió el rey Carlos IV de Francia, que dejó una hija y una viuda embarazada (su tercera esposa, Juana
de Evreux, con la que se había casado recientemente). Si el hijo póstumo resultaba ser varón, se convertiría en el sucesor
de Carlos IV, pero si resultaba ser una mujer, se planteaba el mayor problema sucesorio con el que jamás se había
encontrado la dinastía capeta. El diagrama siguiente muestra los principales descendientes del rey Luis VIII de Francia
que estaban vivos a la muerte de Carlos IV (se indica su edad entre paréntesis), junto con sus ascendientes.
Ese mismo año murieron el duque Carlos de Calabria, hijo de Roberto el prudente, y su esposa María, hija de Carlos de
Valois, a la cual no hemos incluido en el árbol genealógico. Dejaron una hija de dos años, Juana. También murió
Clemencia, la hermana del rey Carlos I Roberto de Hungría y viuda de Luis X de Francia.

Si la reina Juana daba a luz una niña, la norma aplicada tradicionalmente estipulaba que la heredera sería su hermanastra
primogénita, pero la ley sálica alteraba esta norma en el caso de la sucesión al trono francés, y excluiría a ambas
hermanastras, al igual que a las otras nietas de Felipe IV. En el siguiente puesto en el derecho de sucesión estaba el único
nieto de Felipe IV, que era nada menos que el rey Eduardo III de Inglaterra. Esta posibilidad resultaba inaceptable para
los franceses, pues el nacionalismo que Felipe IV se había cuidado de asentar hacía impensable que Francia pudiera
acabar gobernada por un rey inglés.

Los Estados Generales se reunieron y no tardaron en encontrar la forma de descartar a Eduardo III como posible sucesor.
Era nieto de Felipe IV, sí, pero por parte de madre. La ley sálica promulgada por Felipe V establecía que las mujeres no
podían heredar el trono francés, pero no decía nada sobre si podían o no transmitir la herencia a sus hijos. Éste era el
momento oportuno para cubrir ese vacío legal, y, naturalmente, se decidió que no, es decir, que sólo podían ser reyes de
Francia quienes descendieran exclusivamente por vía masculina de un rey de Francia. Esto le daba el trono (siempre
suponiendo que el hijo póstumo de Carlos IV fuese niña) al conde Felipe de Valois, nieto por vía masculina del rey Felipe
III. Inmediatamente fue proclamado regente.

El 1 de abril terminó la incertidumbre, pues la reina Juana dio a luz una niña y Felipe de Valois se convirtió así en el
rey Felipe VI de Francia. Aunque era tan capeto como cualquiera de sus antecesores, se trataba del primer rey de Francia
(desde la instauración de la dinastía Capeta) que no era hijo de rey, por lo que la tradición establece que Carlos IV es el
último de los Capetos directos, y que Felipe VI inaugura la dinastía de Valois de reyes franceses. No obstante, hay que
tener presente que una sucesión de estas características no se considera habitualmente un cambio dinástico.

Pero no todo estaba arreglado. Carlos IV, además de rey de Francia, era rey de Navarra, pero Felipe VI no era descendiente
de ningún rey de Navarra. En efecto, el trono navarro había pasado a los capetos por el matrimonio de Felipe IV con la
reina Juana de Navarra, y, por consiguiente, los navarros se negaron a aceptar a Felipe VI como rey. Reunidas las Cortes
en Pamplona, proclamaron reina a la que hubiera sido ya reina en su día si no se hubiera aplicado la ley sálica. Ésta era
Juana, la hija de Luis X el Obstinado. (Al fin y al cabo, la ley sálica era una ley francesa, no navarra, y si Felipe IV había
pasado a ser rey de Navarra era precisamente porque no se había aplicado la ley sálica al trono navarro). Se abrió una
negociación y Felipe VI aceptó ceder el reino de Navarra a cambio de quedarse con los condados de Champaña y Brie
(que Felipe IV había recibido conjuntamente con Navarra al casarse con la abuela de Juana), si bien le cedía a su vez el
ducado de Angulema y otros territorios. Recordemos que Juana estaba casada con el conde Felipe de Evreux, nieto de
Felipe III de Francia, que se convirtió así en el rey Felipe III de Navarra. Para ello tuvo que renunciar a sus eventuales
derechos sucesorios a la corona de Francia.

Mientras tanto el rey Luis IV de Alemania entró en Roma y se hizo coronar por el cardenal Sciarra Colonna, luego depuso
al Papa Juan XXII acusándolo de hereje (al parecer, había afirmado que las almas de los justos no serían admitidas en el
Paraíso hasta el día del juicio final) y nombró en su lugar a un franciscano espiritual llamado Pietro Rainalducci, que
adoptó el nombre de Nicolás V. Marsilio de Padua fue designado vicario general de Roma y Jean de Jandun fue nombrado
obispo de Ferrara, pero murió antes de tomar posesión del cargo. Guillermo de Ockham había terminado abrazando la
doctrina de los espirituales, por lo que huyó de Aviñón en compañía de Miguel de Cesena, el general de la orden
franciscana. Ambos se refugiaron en Pisa, donde recibieron en amparo de Luis IV.

Por su parte, Juan XXII, viendo que el rey Roberto el Prudente no era capaz de defender sus intereses en Italia, buscó el
apoyo del rey de Bohemia Juan I de Luxemburgo, lo que supuso la ruptura de las relaciones entre Roberto y el Papa.

La burguesía flamenca volvió a rebelarse contra su conde, esta vez Luis I, el marido de Margarita, la hija del rey Felipe
V de Francia. Luis I pidió ayuda a Felipe VI, que acudió inmediatamente al frente de un gran ejército reforzado por tropas
del rey de Bohemia. Los piqueros flamencos esperaron a los caballeros franceses junto a la ciudad de Kassel, a unos
cincuenta kilómetros al oeste de Courtrai, y el encuentro se produjo el 23 de agosto. Los piqueros no eligieron tan bien el
terreno como en la batalla de Courtrai, y los caballeros tampoco actuaron tan imprudentemente como entonces. El ejército
francés era lo suficientemente numeroso como para rodear a los flamencos, que carecían de cualquier apoyo. A los
caballeros les costó romper el muro de picas, pero poco a poco fueron desestabilizándolo hasta que llegó el momento
idóneo para lanzarse a la carga, y entonces mataron a casi la totalidad de sus oponentes.
El emperador bizantino Andrónico II fue finalmente derrotado y destronado por su nieto, que se convirtió así
en Andrónico III Paleólogo. El anciano (de setenta y dos años) vivió algunos años más en un monasterio. Andrónico III
instaló en el poder a su primo Juan Cantacuceno, que le había ayudado en la guerra contra su abuelo, pero que se negó
a aceptar el rango de emperador asociado. El rey Miguel III de Bulgaria, que había empezado apoyando a Andrónico III,
se había pasado al bando de Andrónico II, pero en cuanto aquél ganó la guerra se apresuró a establecer con él una alianza
contra Servia.

Gracias a una rebelión que había estallado el año anterior el principado de Tver contra el enviado del kan, el príncipe
Iván I de Moscú obtuvo de los mongoles el título de Gran Príncipe, junto con el privilegio de recaudar el impuesto que
los principados rusos debían pagar periódicamente a la Horda de Oro. Por eso Iván I pasó a ser conocido como Ivan I
Kalitá (Bolsa de Oro). Recaudando algo más de lo exigido por los mongoles, Iván I logró reunir dinero para comprar
territorios a los principados vecinos, y así empezó a crecer el principado moscovita.

En el norte de italia, un capitán llamado Luis Gonzaga expulsó al señor de la ciudad de Mantua y asumió el título de
capitán general de Mantua, con derecho a designar su sucesor. En 1329, el emperador Luis IV le concedió el título de
vicario imperial de Mantua. Similarmente, Azzone Visconti, el hijo de Galeazzo I logró que Luis IV lo nombrara vicario
imperial de Lombardía, y poco después recuperó el señorío de Milán.

El emperador aprovechó el ascendente de su título imperial para poner orden en las desavenencias de su familia, los
Wittelsbach. Para ello convocó a sus parientes a una reunión familiar en Pavía. En ella cedió el Palatinado a su
sobrino Rodolfo II.

Felipe III y su esposa Juana prestaron juramento en Pamplona como reyes de Navarra. El hecho de que el reino de Navarra
se hubiera transmitido a través de una mujer evidenciaba que la ley sálica era sólo un invento francés sin validez fuera de
Francia, y esto llevaba a Eduardo III de Inglaterra a preguntarse por qué debía él acatar la ley sálica y renunciar a su
derecho al trono de Francia. Sin embargo, la influencia de su madre hizo que, finalmente Eduardo III rindiera vasallaje a
Felipe VI de Francia en calidad de duque de la Guyena. Por otra parte, Felipe VI casó a su hermana Blanca con Carlos
de Luxemburgo, hijo del rey Juan I de Bohemia.
El duque Juan III de Bretaña se casó con Juana, hija del conde Eduardo de Saboya, el cual murió poco después y fue
sucedido por su hermano Aimón.

También murió Matilde, la condesa de Artois, por lo que su hija, la condesa Juana I de Borgoña y viuda de Felipe V de
Francia, heredó ahora el condado de Artois. En Escocia murió el rey Roberto I, que fue sucedido por su hijo David II
Bruce.

El rey Alfonso XI de León y Castilla tomó como amante a Leonor de Guzmán o, mejor dicho, ella lo tomó a él, pues
desde entonces el rey vivió sometido a ella. Él tenía dieciocho años, y ella algo más de veinte y acababa de enviudar.
Alfonso XI tenía una hermana mayor, llamada también Leonor, que se casó con el rey Alfonso IV de Aragón. En
Cerdeña, Sàsser volvió a sublevarse contra el dominio catalán, y los genoveses, que hasta entonces habían aplaudido los
éxitos de los catalanes sobre los pisanos, intervinieron en defensa de sus intereses en Sàsser y en todo el norte de Cerdeña.
Se inició así una cruenta guerra entre Génova y la Corona de Aragón, que dio lugar a enfrentamientos en Cerdeña, en el
norte de África y en las mismas costas catalanas y mallorquinas.

El sultán Muhammad Tugluq dominaba la totalidad de la India, y en 1330 trasladó la capital de Dehli a Deogir, ciudad
situada en el centro del país.

Ese año murió el duque Fedrico III de Austria, y fue sucedido por su hermano Alberto II. También murió la condesa
Juana I de Borgoña (la viuda de Felipe V de Francia), con lo que los condados de Borgoña y Artois pasaron a su hija Juana
II, a través de la cual los títulos pasaron a su marido, el duque Eudes IV de Borgoña. Esto exasperó a Roberto III, el que
sería conde de Artois si su tía Matilde y el rey Felipe IV no le hubieran arrebatado el condado. Se había casado con una
hermana de Felipe VI y había defendido ardientemente sus pretensiones al trono de Francia, y luego había contribuido
notablemente para que fuera aceptado como tal. Ahora esperaba que Felipe VI le correspondiera entregándole Artois, y
así se lo dijo abiertamente, pero Felipe VI debió de pensar que el duque Eudes IV era más poderoso que Roberto III y dio
la espalda a su cuñado.
El rey Cristóbal II de Dinamarca, que había sido derrocado por Valdemar III, logró recuperar su trono, pero su poder
efectivo fue escaso y el país se fragmentó.

Ese año murió el emperador de Trebisonda Alejo II, y sus hijos se disputaron la sucesión, pero todo se resolvió
cuando uno de ellos, Andrónico III Commeno, hizo asesinar a sus hermanos.

Por otra parte, Valaquia se organizó bajo la dirección del príncipe Juan Basarab, que derrotó en Posasa al rey Carlos I
Roberto de Hungría y convirtió a Valaquia en un principado feudal independiente. El rey Miguel III de Bulgaria se
apresuró a formar una alianza con Juan Basarab contra Servia, y finalmente atacó al estado vecino con un ejército que
reunía además mongoles, bizantinos y cuantos mercenarios pudo conseguir. Sin embargo, el rey servio Esteban VIII
repelió la agresión. Miguel III murió en la batalla de Kjustendil y Andrónico III, que le había apoyado, fue obligado a
firmar la paz. Esteban VIII mantuvo formalmente la independencia de Bulgaria, pero impuso como rey a Juan VI
Alejandro, hijo de Stracimiro, hermano de Miguel III y de Ana, hermana del propio Esteban VIII, que actuó de regente.

Un clérigo castellano llamado Juan Ruiz, más conocido como el Arcipreste de Hita, de cuya vida apenas se sabe gran
cosa, publicó El libro de buen amor, una obra satírica que narra las aventuras amorosas de don Melón de la Huerta que,
tras varios fracasos amorosos, es aleccionado por don Amor durante un sueño. Como muchas otras obras medievales,
contiene numerosas digresiones, incisos moralizantes, ejemplos, fábulas e historias paralelas. Es una de las últimas
obras escritas en cuaderna vía que se conservan.

El pintor Giotto fue llamado por el rey de Nápoles, Roberto el Prudente, para pintar una galería de hombres ilustres, hoy
desaparecida.

El rey Juan I de Bohemia tuvo más éxito en Italia que Roberto el Prudente. El emperador Luis IV tuvo que abandonar
Roma y se trasladó a Munich. Allí le siguió Guillermo de Ockham, donde se dedicó a escribir diversas obras en defensa
de sus innovadoras teorías sobre la Iglesia y el Estado. El Papa Nicolás V se vió privado de todo apoyo y acabó
trasladándose a Aviñón para someterse a Juan XXII y poner fin al cisma. Marsilio de Padua fue excomulgado.
Roger Mortimer gobernaba Inglaterra con mano dura. Hizo ejecutar a Edmundo de Woodstock, el conde de Kent, hijo
del rey Eduardo I, a pesar de que había participado en la rebelión de 1326. El rey Eduardo III tenía ya dieciocho años y
un grupo de nobles moderados, entre ellos el conde Enrique I de Lancaster, le aconsejaron que asumiera ya el gobierno
del país y que mandara arrestar a Mortimer. Así lo hizo, con su ayuda. Mortimer no tardó en ser arrestado y ejecutado.
Isabel de Francia, la madre del rey, fue expulsada de la corte. En 1331 Eduardo III repitió el ritual por el que se reconocía
vasallo de Felipe VI de Francia en calidad de duque de la Guyena, con lo que implícitamente renunciaba por segunda vez,
ahora en su mayoría de edad, a su teórico derecho a la corona francesa. Similarmente, el rey Alfonso XI de León y Castilla
logró que los infantes de la Cerda le rindieran homenaje.

Roberto III de Artois perdió toda esperanza de entenderse con su cuñado, el rey Felipe VI de Francia, y acabó huyendo a
Flandes pensando en cómo vengarse.

El conde Pedro I de Ampurias se casón con Juana, hermana del conde Gastón II de Foix.

El rey Juan I de Bohemia, después de haber expulsado de Italia al emperador Luis IV, debió de pensar que contaría con
el apoyo de los güelfos para gobernar Italia, pero no fue así: güelfos y gibelinos se unieron contra él y, a partir de ese
momento, los italianos no volvieron a recabar ayuda extranjera para resolver sus conflictos.

Los caballeros teutónicos sufrieron una derrota en Plowce frente a la coalición formada por el rey Ladislao I de Polonia
y el gran duque Guedimín de Lituania.

El emperador del Japón Daigo II fue derrotado por el ejército del shikken y exiliado en la isla de Oki.

Los turcos otomanos estaban ocupando paulatinamente las posesiones bizantinas en Asia Menor. Ahora tomaban Nicea.

En noviembre, el rey Esteban VIII de Servia murió estrangulado por orden de su hijo, que tenía prisa por convertirse
en Esteban IX. Se había educado en Constantinopla, donde su padre había sido exiliado, y ahora tenía la intención de
crear un Imperio Serviobizantino que sustituyera al decadente Imperio Bizantino y cortara el paso a los turcos. Empezó
consolidando el dominio servio sobre Bulgaria, para lo cual se casó con Elena, hermana del rey Juan VI Alejandro.
Durante el reinado del rey Roberto I de Escocia, muchos nobles escoceses habían sido despojados de sus tierras por su
colaboración con los ingleses. En 1332, Eduardo de Baliol, hijo del rey Juan de Baliol, se puso al frente de
estos "desheredados" y, con la ayuda del rey Eduardo III de Inglaterra, derrotó a David II y se hizo proclamar rey de
Escocia.

El rey Juan I de Bohemia se había establecido en Francia, y ahora su hija Bona (de diecisiete años) contraía matrimonio
con Juan (de trece), el heredero del rey Felipe VI, el cual cedió a su hijo los condados de Anjou y Maine. El milanés
Azzone Visconti se había declarado vasallo de Juan I, pero finalmente expulsó de la ciudad a las tropas imperiales e inició
una serie de campañas por las que en los años siguientes fue obteniendo el control sobre las ciudades vecinas.

A los tres cantones de la Confederación Helvética, Schwyz, Uri y Unterwalden, se unía ahora el de cantón de Lucerna.

Ese año murió Felipe de Tarento, el teórico emperador latino de Constantinopla, que en la práctica gobernaba Albania.
Su hijo Roberto heredó el principado de Tarento, mientras que el título imperial lo retuvo su viuda, Catalina de
Valois. Roberto el Prudente, hermano de Felipe, concedió Albania a su otro hermano, el príncipe Juan de Morea.

En Trebisonda murió el emperador Andrónico III y el país cayó en la anarquía. Algo parecido sucedió en Dinamarca tras
la muerte de Cristobal II. Ingeborg, la madre y regente del rey Magnus VII de Suecia y Noruega, logró apoderarse
de Escania (el sur de la península escandinava, hasta entonces en poder de Dinamarca).

También murió el burgrave de Nuremberg Federico IV, que fue sucedido por sus hijos Juan II y Conrado III.

En Granada murió asesinado el rey Nazarí Muhammad IV, y fue sucedido por su hermano Yúsuf I.

El infante Juan Manuel terminó el Libro de los estados, en el que, también imitando a Ramon Llull y a otros autores
judíos, trata el problema del conflicto de las religiones. La trama argumental se basa en la leyenda de Buda, que hacía ya
tiempo que se había difundido por Europa.
Ramon Muntaner terminó su Crónica. Abarca desde el nacimiento de Jaime I el Conquistador hasta la coronación de
Alfonso IV y trata sobre todos los reyes de la casa de Aragón que reinaron en ese periodo, incluyendo los de Mallorca y
Sicilia. Los personajes están algo idealizados y la parte inicial sobre Jaime I es pura fantasía, pero la mayor parte de la
obra describe sucesos vividos por él mismo y es muy fidedigna. Especialmente brillante es la descripción de la campaña
de los almogávares en Oriente. Está escrita en un buen catalán coloquial, con intención moralizante e instructiva, y
desborda un odio acérrimo hacia los reyes de Francia y todo lo francés. Ese mismo año fue nombrado consejero del rey
Jaime III de Mallorca, pero parece ser que no se llevó bien con él, y en 1333 fue nombrado gobernador de Ibiza.

Los benimerines tomaron Gibraltar, dirigidos por el rey Abú-l-Hasan Ali, aliado con el rey de Granada.

El rey de Nápoles Roberto el Prudente nombró duque de Durazzo (Albania) a su hermano Juan, el conde de Gravina. El
rey tenía ya cincuenta y cinco años y sus únicas herederas eran dos nietas: Juana, de siete años, y María, de cinco. El
rey Carlos I Roberto de Hungría se las arregló para que todo quedara en familia al concertar el matrimonio de Juana con
su hijo Andrés, de seis años.

En Lieja se encontró el Pro Archia, un discurso de Cicerón que hasta entonces se daba por perdido. Lo encontró un
florentino de veintinueve años que estaba recorriendo varias capitales europeas para cumplir ciertos encargos de su señor,
el cardenal Giovanni Colonna. El joven se llamaba Francesco Petrarca. Era aficionado a la poesía. Contaba que, seis
años antes, frente a la iglesia de Santa Clara, en Aviñón, había visto a una mujer llamada Laura (de la que no se sabe
nada, ni siquiera si existió o si ése era realmente su nombre), de la que se enamoró y a la que dedicaba la mayor parte de
los poemas que escribía de tanto en tanto.

Ese año murió el rey Ladislao I de Polonia, y fue sucedido por su hijo Casimiro III.

En Japón, el emperador Daigo II pudo abandonar su destierro ayudado por Ashikaga Takauji, del clan de los Minamoto.
Formó un ejército y entró en Kyoto. Los señores se alzaron contra el gobierno militar y su capital, Kamakura, fue tomada
e incendiada. De este modo, Daido II restauró el poder imperial.

En 1334 estalló una guerra entre Navarra y Castilla por disputas fronterizas.
Ese año murió el Papa Juan XXII y fue sucedido por un cisterciense (francés, por supuesto) llamado Jacques
Fournier, que adoptó el nombre de Benedicto XII.

También murió el burgrave Conrado III de Nuremberg, y el título siguió en manos de su hermano Juan II.

En la India, el sultán Muhammad Tugluq no era capaz de mantener unido su Imperio, principalmente por las malas vías
de comunicación. Madura, la región más septentrional, logró su independencia.

LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS


En 1334 sucedieron dos hechos que tensaron las relaciones entre Inglaterra y Francia. Por una parte, el rey David II de
Escocia, derrocado por Eduardo de Baliol con el apoyo de Eduardo III de Inglaterra, viéndose incapaz de recuperar su
corona, huyó y se refugió en Francia. Pero más conmoción causó la huida a Inglaterra de Roberto III de Artois, quien
tuvo ocasión de contarle a Eduardo III cómo Felipe IV, Felipe V y Felipe VI habían violado las leyes consuetudinarias
de sucesión, dando prioridad a las mujeres frente a los varones cuando ello les permitió apropiarse de los condados de
Borgoña y Artois y, en cambio, las habían violado en sentido contrario (negando a las mujeres el derecho de heredar, o
siquiera trasmitir la herencia, en ausencia de hijos varones), cuando ello les permitió acceder al trono de Francia. La ley
sálica era una descarada y burda artimaña con la que Felipe VI se había burlado de Eduardo III al haberle hecho renunciar
a su legítimo derecho sobre la corona de Francia.

Los argumentos de Roberto III hicieron mella en el ego de Eduardo III. El joven rey inglés era un gobernante frío, realista,
sin nervios. Su máxima era "It is that is it", que podríamos traducir por "las cosas son como son". Sin embargo, este
carácter no estaba reñido con un fuerte sentimiento nacionalista. Fue él quien convirtió oficialmente a san Jorge, el santo
caballero, en patrón de Inglaterra. Su héroe era Ricardo Corazón de León, precisamente quien trajo a Inglaterra el culto a
san Jorge. Eduardo III había "desempolvado" el viejo apellido familiar "Plantagenet", que recordaba los tiempos de
Ricardo I y del Imperio Angevino. Ahora empezaba a acariciar la idea de reclamar la corona francesa, pero no se precipitó.
Todavía no se consideraba preparado para ello. No obstante, Inglaterra y Francia entraron en una "guerra fría", cuyos
puntos álgidos eran Flandes y la Guyena.

A la muerte del kan Abú Saíd, en 1335, el kanato de Persia se fragmentó, y sólo Mesopotamia permaneció bajo gobierno
mongol.

Ese año murió Juan, el duque de Durazzo, que fue sucedido por su hijo Carlos. Su segundo hijo, Luis, heredó el condado
de Gravina.

El infante Juan Manuel terminó la más conocida de sus obras, el Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de
Patronio, una recopilación de historias que siguen todas el mismo patrón: el conde Lucanor plantea un problema a su ayo
Patronio, que le contesta con una narración breve que alecciona a su señor, el cual resume la moraleja en un pareado. Si
las obras anteriores del infante están a enorme distancia, tanto en calidad literaria como en su nivel cultural, de las obras
coetáneas de las literaturas francesa, italiana o catalana, el libro del conde Lucanor es la más provinciana de todas:
mientras Dante ponía a su Beatriz en el Paraíso y Petrarca dedicaba los poemas más líricos a su Laura, Patronio enseñba
a su conde, por ejemplo, cómo puede (y debe) un marido someter a una "mujer brava" para que no ose llevarle la contraria
jamás. Además, a juzgar por lo que sabemos de su vida, el propio Juan Manuel quedaba muy lejos del modelo ideal de
noble caballero que presenta en sus escritos. Con todo, es el mayor exponente de la literatura castellana de la época.

En 1336 el rey Esteban IX de Servia inició una serie de ataques contra Albania. El rey de Nápoles Roberto el Prudente
respondió a la llamada de auxilio de su hermano Juan para hacer frente a los servios.

En los últimos años las relaciones entre Castilla y Portugal se habían vuelto tensas, principalmente por la humillación que
sufría María de Portugal, la esposa del rey Alfonso XI de León y Castilla, que la postergaba sistemáticamente frente a su
amante, Leonor de Guzmán (con la que había tenido ya seis hijos). Al infante don Juan Manuel no se le habían escapado
las posibilidades de sacar partido de la situación y ya hacía dos años que trataba de concertar el matrimonio entre su hija
Constanza y Pedro, hermano de la reina María y heredero del trono portugués. Alfonso XI se oponía a ello, pero
finalmente se celebró la boda y el rey Alfonso IV de Portugal terminó declarando la guerra a Alfonso XI. Tras firmar con
Navarra la paz de Fraces, Alfonso XI el Justiciero cercó a Juan Manuel en su castillo de Peñafiel, pero logró huir a
Valencia.

Ese año murió el rey Alfonso IV de Aragón, que fue recordado como Alfonso IV el Benigno. Fue sucedido por su
hijo Pedro IV, de diecisiete años, aunque el condado de Urgel lo heredó su hermano Jaime I, un año menor. El conde
Pedro I de Ampurias fue elegido tutor del rey aragonés, que hasta entonces había vivido "exiliado" en Zaragoza, apartado
de la corte barcelonesa por la enemistad con su madrastra, Leonor de Castilla, y sus hermanastros, Fernando y Juan.

Pedro IV firmó la paz con Génova concluyendo unas negociaciones iniciadas por su padre. Poco después casó a su
hermana Constanza con el rey Jaime III de Mallorca, que había cumplido ya los veintiún años y había sido declarado
mayor de edad un año antes.

También murió Ramon Muntaner, en su cargo de gobernador de Ibiza.

En Japón, Ashikaga Takauji se había convertido en el señor más poderoso, hasta que decidió formar su propio gobierno
militar (bakufu) con capital en Kyoto.

La mayor parte de la india meridional se independizó del sultanato de Delhi formando un gran imperio hindú con capital
en Vijayanagar, que resistió firmemente a los musulmanes. Este imperio dio un nuevo impulso a la literatura sánscrita.

El pintor Giotto, después de haber pasado un tiempo en Milán, marchó a Florencia, donde murió en 1337 a sus setenta y
un años. También murió el poeta Cino da Pistoia. Su amigo Petrarca se retiró a su casa de Vaucluse, donde nacieron sus
dos hijos, Giovanni y Francesca, de madre desconocida. Por esta época empezaba a dedicarse a la literatura otro
florentino de veinticuatro años llamado Giovanni Boccaccio, que desde los doce años trabajaba en la banca de
los Bardi, en Nápoles. En realidad no está muy claro donde nació, pues era un hijo ilegítimo de un mercader florentino
y de madre desconocida. En una novela posterior sitúa en esta época una aventura sentimental que mantuvo con una joven
llamada Maria d'Aquino, de la que sólo se sabe que no era, como él afirma, hija natural del rey Roberto el Prudente. De
momento, su única obra era Ficolo, una adaptación en prosa de una leyenda medieval.
En Holanda murió el conde Guillermo III, que fue sucedido por su hijo Guillermo IV.

En el Imperio de Mali murió el gran Congo Musa, y fue sucedido por su hijo Maghan.

El infante Juan Manuel llegó a un acuerdo con el rey Alfonso XI el Justiciero y regresó a Castilla. Desde que concluyó
este episodio, el rey castellano-leonés tuvo ya firmemente sujeta a la nobleza y, con el apoyo de las cortes como
fundamento de la autoridad real, inició una serie de reformas encaminadas a someter igualmente a la burguesía. En las
ciudades más importantes sustituyó las asambleas generales de vecinos por unos consejos reducidos o regimientos, más
fácilmente controlables. Además creó la figura del corregidor, representante del rey que sustituía a los alcaldes de
fuero, nombrados por los pueblos.

Mientras tanto los benimerines seguían extendiéndose por el norte de África. (Ahora tomaban el reino de Tremecén) y
los turcos otomanos ganaban terreno al Imperio Bizantino en Asia Menor. (Ahora conquistaban la ciudad de Nicomedia,
y no tardaron en ocupar la costa de Bitinia, desde donde multiplicaron sus ataques por mar.) Por el contrario, los
Mamelucos dejaron de hostigar a Armenia.

Eduardo III trató de aliarse con el conde Luis I de Flandes, pero éste decidió mantener su lealtad a Felipe VI y prohibió
la importación de lana inglesa. Esto supuso un grave perjuicio para los artesanos flamencos, que se agruparon bajo la
dirección de un rico mercader llamado Jacob van Artevelde, que a la sazón era capitán general de Gante. Los flamencos
enviaron emisarios a Londres cuyas voces se unieron a la de Roberto de Artois para persuadir a Eduardo III a proclamarse
rey de Francia.

El rey Felipe VI de Francia decidió tomar como excusa la hostilidad y potencial amenaza inglesa para confiscar la Guyena
en beneficio de la corona francesa. En mayo empezó la ocupación. Eduardo III dudó si le convenía contraatacar, pero la
alternativa era perder la Guyena y por ello en octubre se proclamó legítimo rey de Francia. Esto se considera el principio
de la llamada Guerra de los Cien Años, pues, en efecto, iba a durar más de un siglo.

El conde Pedro I de Ampurias logró reconciliar al rey Pedro IV de Aragón con su madrastra y sus hermanastros. También
murió ese año el rey Federico II de Sicilia, y fue sucedido por su hijo Pedro I. Tuvo que realizar un gran esfuerzo para
controlar las facciones rivales de catalanes e italianos que se disputaban la hegemonía en la isla, hasta que prevalecieron
los catalanes.

Los serbios se apoderaron definitivamente de Albania, pese a los esfuerzos del rey de Nápoles, Roberto el Prudente, por
evitarlo. El rey de Nápoles inició en 1338 una nueva campaña contra Sicilia asediando Termini Imerese.

Ese año murió el duque Guillermo de Atenas y Neopatria, hermano del rey Pedro I de Sicilia, y fue sucedido por otro de
sus hermanos, el marqués Juan II de Randazzo.

El rey Pedro IV de Aragón se casó con María, hija del rey Felipe III de Navarra.

Las primeras maniobras de la Guerra de los Cien Años fueron modestas: los franceses iban tomando poco a poco la
Guyena mientras los ingleses trataban de mantener una estrecha franja de terreno frente al canal de la Mancha que habían
ocupado. Eduardo III entabló una alianza con el emperador Luis IV. Si Inglaterra contaba con el emperador, Francia
contaba con el Papa, que podía introducir no poca discordia en las futuras elecciones imperiales, como ya había sucedido
tantas veces en el pasado. Por ello, los príncipes alemanes se reunieron en Rheuse y redactaron una convención que
después fue puesta en vigor por la dieta de Frankfurt. Afirmaba que la corona imperial venía de Dios, y no del Papa, de
modo que ya no se requería el consentimiento de éste, sino únicamente el de Aquél (mucho más fácil de obtener) para
legitimar a un emperador.

En Japón, Ashikaga Takauji se hizo nombrar shogun por el emperador Daigo II y más tarde le obligó incluso a cederle el
título imperial. Daigo II y sus partidarios tuvieron que exiliarse en las montañas de Yamato, abriendo así el
llamado Periodo de las dos Cortes. Daigo II murió en 1339, pero su hijo reclamó el título imperial y así Japón siguió
teniendo dos emperadores.

El rey Alfonso XI de León y Castilla firmó la paz con su suegro, el rey Alfonso IV de Portugal. Sin embargo, la situación
en la corte castellana no había cambiado: Leonor de Guzmán seguía eclipsando a la reina.
El rey Carlos I Roberto de Hungría logró que su cuñado, el rey Casimiro III de Polonia, sin descendencia, reconociera
como heredero a su primogénito, Luis de Anjou, que tenía entonces trece años.

Los comerciantes genoveses derrotaron a los nobles y crearon el cargo de dux vitalicio, que ofrecieron a Simone
Boccanegra. En Milán murió Azzone Visconti, que fue sucedido por su tío Luchino Visconti. En los últimos años,
Azzone se había apoderado de Bérgamo, Vercelli, Cremona, Lodi, Piacenza y Brescia, y ahora Luchino se dispuso a
continuar la expansión milanesa.

La Guerra de los Cien años no parecía algo excesivamente serio, y es dudoso que alguien hubiera pensado en la época
que acabaría recibiendo ese nombre. Eduardo III llevaba ya dos años sin hacer nada decisivo. En dos ocasiones condujo
un ejército ante la vista de los franceses, pero no ocurrió nada. Tan sólo se producían pequeños enfrentamientos
esporádicos en Flandes y la Guyena. Sin embargo, las finanzas inglesas iban mal y Felipe VI lo sabía. Podía haber
esperado tranquilamente a que Eduardo III se desgastara, pero consideró que podía acelerar el proceso con alguna
actuación simbólica, como un desembarco en Inglaterra que destruyera la moral inglesa. Para tal fin reunió una flota de
ciento noventa barcos en Sluis, en la costa flamenca. Eduardo III descubrió los planes de Felipe VI y decidió atacar a la
flota francesa antes de que zarpara, para lo cual reunió apresuradamente unos ciento cincuenta barcos bajo su mando
personal. Ambas flotas se encontraron en 24 de junio de 1340. Los franceses adoptaron una estrategia realmente estúpida:
mantuvieron los barcos anclados y amarrados como si fueran una extensión de la tierra firme, y esperaron que los barcos
ingleses los abordaran para librar un combate cuerpo a cuerpo entre caballeros. Pero los ingleses no hicieron nada
parecido: se mantuvieron a distancia hasta que el sol estuvo a su espalda y el viento fue propicio. Luego, todavía a
distancia, lanzaron oleadas de flechas sobre los soldados franceses, que seguían aguardando en sus barcos inmovilizados.
Los barcos ingleses, en cambio, maniobraron y se agolparon sobre los barcos franceses que habían resultado más dañados
y fueron atacándolos sucesivamente, mientras la mayor parte de los efectivos franceses permanecía inutilizada, lejos del
combate. La flota francesa fue destruida casi en su totalidad.

El conde Roberto III de Artois recibió una grave herida en Flandes. Eduardo III entró en Gante, donde Jacob van Artevelde
le rindió homenaje como rey de Francia. Sin embargo, la economía no acompañaba a los éxitos militares. Los impuestos
con que Eduardo III había cargado a su pueblo para financiar la guerra habían llevado a los ganaderos a subir el precio
de la lana, que ya no se vendía tan fácilmente en Flandes, lo que arruinó tanto a los mercaderes ingleses y flamencos
como a los banqueros que financiaban las relaciones comerciales, etc. El descondento de los flamencos obligó a Eduardo
III a regresar a Inglaterra. Allí se encontró con el arzobispo de Canterbury, John de Stratford, a quien el rey había
confiado el gobierno en su ausencia y, para su sorpresa, Stratford se negó, apoyado por el parlamento, a enviarle dinero.
Felipe VI también tenía problemas económicos, así que el 25 de septiembre ambos monarcas firmaron una tregua de seis
meses.

Eduardo III mostró una gran habilidad política al ceder ante el parlamento y colaborar con él. Tradicionalmente, en
Inglaterra se había llamado "parlamento" a cualquier asamblea en la que el rey consultaba con la nobleza, el clero o la
burguesía, pero por esta época se habían consolidado dos asambleas: por una parte la Cámara de los Lores, integrada por
los lores (los nobles que recibían su feudo directamente del rey), los pares (condes y barones-lores) y eclesiásticos
(obispos y algunos abades), y por otra parte la Cámara de los Comunes, formada por representantes de los condados,
elegidos por la baja aristocracia, y de las ciudades, elegidos por los ricos burgueses. Desde este momento, Eduardo III
prestó atención a las quejas y reclamaciones del Parlamento y otorgaba las reformas solicitadas. En contrapartida, el
Parlamento aprobaba los impuestos que el rey solicitaba para financiar la guerra.

El 30 de octubre, el rey Alfonso XI de León y Castilla, con la ayuda de su suegro, Alfonso IV de Portugal y de Pedro IV
de Aragón, obtuvo una victoria decisiva contra el benimerín Abú-I-Hasán en El Salado. En la campaña participó el
infante Juan Manuel, cuya lealtad al rey ya no volvió a flaquear.

El emperador Luis IV logró apoderarse de la totalidad de Baviera y pasó a ser el único duque.

Dinamarca salió de la anarquía cuando Valdemar IV, hijo del rey Cristobal II, logró imponer su autoridad a todo el país.

El rey Carlos I Roberto de Hungría había tratado de detener la expansión servia, pero fue detenido por una alianza entre
Esteban IX y los venecianos.
Mientras los turcos otomanos apenas encontraban resistencia en las fronteras bizantinas, los pequeños emiratos turcos
que surgieron al desmembrarse el sultanato de Rum ofrecían una tenaz resistencia. Sin embargo, también fueron cayendo
en poder del emir Orján. Ahora caía el emirato de Karasi, situado frente a los Dardanelos.

En Rusia murió el gran príncipe Iván I Kalitá y fue sucedido por su hijo Simeón el Soberbio, que confirmó la supremacía
de Moscú sobre los demás principados al tiempo que mantenía buenas relaciones con el kan de la Horda de Oro. Por esa
época, un joven de poco más de veinte años, llamado Sergio Radonezhski, que había nacido en una familia noble
arruinada por la invasión de los mongoles, se retiró a la soledad de un bosque y no tardó en fundar una orden monástica
conocida como los pustnniki (los del desierto), bajo el patronazgo de la Trinidad. Unió la contemplación a la acción y
defendió a los débiles frente a los poderosos.

PETRARCA Y BOCCACCIO
Bocaccio había escrito su Filostrato, un poema sobre la guerra de Troya, y el poema épico La Teseida. En 1340 tuvo que
regresar a Florencia debido a la quiebra de la banca de los Bardi.

Aunque la obra poética de Petrarca no era apenas conocida, circulaba entre los aficionados a la poesía, hasta el punto de
que tanto Roma como París le ofrecieron el laurel poético del próximo año. Petrarca optó por Roma, y allí lo recibió
en abril de 1341. La mayoría de sus poemas (sonetos y canciones) estaban dedicados a Laura, aunque más bien hablaban
del propio Petrarca y sus sentimientos de enamorado. Pero lo más importante es que en ellos aparecen recursos poéticos
y expresivos "modernos" que superan con mucho a la técnica de Dante, recursos que iban a ser imitados y extendidos
durante los siglos siguientes por poetas de diferentes nacionalidades y lenguas. Uno de los ejemplos más conocidos es
este soneto, en el que describe su amor mediante antítesis:

Páche non tróvo, et nón o da far güérra; Pace non trovo, et non ò da far guerra; No encuentro paz
e témo, et spéro; et árdo, et son un guiácho; e temo, et spero; et ardo, et son un ghiaccio; y temo, y espero, y
et vólo sopralchélo, et yácho in térra; et volo sopra'l cielo, et giaccio in terra; y vuelo sobre el ci
et núl-la stríngo, et tútto il mondo abbrácho. et nulla stringo, et tutto il mondo abbraccio. y nada aprieto, y a
Tal má in preyón, que nón mapre ne sérra, Tal m'à in pregion, che non m'apre né serra, Alguien me tiene e
ne per suó mi ritén ne shólle il lácho; né per suo mi riten né scioglie il laccio; y no me tiene por s
et nón manchíde Amóre, et non mi sférra, et non m'ancide Amore, et non mi sferra, y no me mata Amo
ne mi vuól vívo, ne mi tráe dimpácho. né mi vuol vivo, né mi trae d'impaccio. y no me quiere viv
Véyyo sentsa ócqui et nón o língua et grído; Veggio senza occhi, et non ò lingua, et grido; Veo sin ojos, no te
et brámo di perír, et quéyyo aíta; et bramo di perir, et cheggio aìta; deseo morir y pido
et ó in ódio mé stésso, et ámo altruí. et ò in odio me stesso, et amo altrui. y me odio a mí mi
Páscomi di dolór, pianyéndo rído; Pàscomi di dolor, piangendo rido; Me nutro de dolor
egualménte mi spiáche mórte et víta. egualmente mi spiace morte et vita. igualmente me has
In cuésto státo són, Dónna, per vuí. In questo stato son, Donna, per vui. En este estado esto

Los escoceses estaban descontendos por la absoluta sumisión del rey Eduardo de Baliol a los intereses de Eduardo III de
Inglaterra, lo que provocó una reacción nacionalista apoyada por Francia. Los escoceses se alzaron, derrocaron al rey y
restauraron a David II.

Tanto Eduardo III como Felipe VI tuvieron que revisar sus respectivas políticas fiscales para financiar la guerra. Ese año
Felipe VI creó la gabela, un impuesto sobre la sal que se hizo tan famoso como impopular en toda Francia.

Ese año murieron el duque Juan III de Bretaña y su esposa Juana de Saboya. A pesar de que el duque se había casado tres
veces, no tuvo descendencia, lo que ocasionó un conflicto sucesorio: Juan III había reconocido como heredera a su
sobrina Juana de Penthiévre, hija de su hermano fallecido Gui de Bretaña, pero el difunto duque tenía otro
hermano, Juan de Montfort, que reclamó el ducado y se tituló Juan IV de Bretaña. Consiguió apoderarse del territorio,
pero no obtuvo el respaldo de Felipe VI, que lo apresó en septiembre y reconoció a Juana como duquesa.

El rey de Nápoles Roberto el Prudente, continuaba su campaña contra Sicilia. Tras haber fracasado en Termini Imerese,
ahora asediaba Milazzo. Era ya la sexta expedición que enviaba a la isla en la última década, y hasta el momento no había
conseguido nada importante.

El conde Pedro I de Ampurias cedió el condado a su hermano menor, que pasó a ser el conde Ramón Berenguer I de
Ampurias, a cambio del condado de Prades.
En la India, Bengala se independizó del sultanato de Delhi. En el Imperio de Mali, el mansa Maghan fue sucedido por su
tío Sulayman, hermano de Congo Musa, que continuó la política de éste.

El gran duque Guedimín de Lituania murió en una batalla contra los alemanes. Nunca renunció al paganismo, aunque
toleró todas las religiones, especialmente al cristianismo ortodoxo. Al mismo tiempo practicó una política de acercamiento
al papado. Sus siete hijos se repartieron Lituania, lo que generó numerosos desórdenes.

En Constantinopla murió el emperador bizantino Andrónico III. Dejó un hijo de nueve años, que se convirtió en el
emperador Juan V Paleólogo. Su madre, la Emperatriz Ana de Saboya, hermana de Aimón, el conde de Saboya, fue
nombrada regente, pero Juan Cantacuceno consideró que no estaban los tiempos para que el Imperio Bizantino quedara
gobernado por un niño y su madre, así que asumió la regencia. Empezó a reorganizar el ejército y las finanzas, y trató de
liberar a Constantinopla de la influencia extranjera. Sin embargo, la Emperatriz lo destituyó con el apoyo del
ministro Alejo Apocauco. Entonces, Juan Cantacuceno se rebeló y logró que los terratenientes bizantinos lo proclamaran
emperador (Juan VI), pero reconoció a Juan V como coemperador. Se inició así una nueva guerra civil, en la que Juan
VI contó con la alianza de los servios y los venecianos y Apocauco buscó en contrapartida la de los turcos otomanos. Así
los turcos pisaron Europa por vez primera, al invadir Bulgaria (entonces satélite de Servia). Por su parte, el rey Esteban
IX de Servia invadió Macedonia en 1342. El Imperio de Trebisonda salió de la anarquía y quedó bajo el gobierno del
emperador Juan III Comneno.

Apenas el rey Pedro IV de Aragón hubo alcanzado la mayoría de edad, manifestó su voluntad de incorporar a la Corona
de Aragón el reino de Mallorca-Rosellón, separado por el testamento de Jaime I el Conquistador. Finalmente, el 27 de
febrero dio un paso en esta dirección acusando (sin base alguna) a su cuñado Jaime III de Mallorca de haber acuñado
moneda falsa en los condados de Rosellón y Cerdaña, y le conminó a presentarse en Barcelona. Como no lo hizo, le abrió
un proceso. La reacción de Jaime III fue prestar vasallaje a Felipe VI de Francia, pero no obtuvo la ayuda que esperaba,
y finalmente se presentó en Barcelona el 23 de julio. No obstante, se negó a comparecer ante cualquier tribunal. Entonces
Jaime III fue acusado de planear el secuestro de Pedro IV, y se vio obligado a huir de Barcelona, pero sin su esposa,
Constanza, que prefirió quedarse con su hermano.
Este año murieron numerosas personalidades:

 El Papa Benedicto XII, que fue sucedido por Pierre Roger (francés, naturalmente, de cincuenta y un años), que
adoptó el nombre de Clemente VI. En Aviñón protegió a Petrarca.
 El rey Carlos I Roberto de Hungría. Durante su reinado se descubrieron minas de oro en el país, lo que enriqueció
a la burguesía. Desde entonces se acuñó moneda de oro en Hungría. Fue sucedido por su hijo Luis I.
 El rey Pedro II de Sicilia, sucedido por su hijo de cuatro años Luis I, bajo la tutela de su tío Juan II, el duque de
Atenas.
 El rey León V de Armenia, sucedido por Constantino IV de Lusignan.
 El duque de Borbón Luis I el Grande. Fue sucedido por su primogénito Pedro I. Su segundo hijo, Jaime I, recibió
el condado de La Marche.
 El conde Roberto III de Artois.

En Italia estaban surgiendo ejércitos de mercenarios que se ponían al servicio de las distintas ciudades para resolver sus
querellas, aunque poco a poco se estaban convirtiendo en una plaga que devastaban todo a su paso. Los cabecillas de estas
bandas eran conocidos como condottieri, entre los cuales destacó un antiguo fraile llamado Moriale d'Albano, que ese
año fundó la llamada Gran Compañía.

A pesar del traslado a Aviñón, los Papas seguían siendo los dueños de los Estados Pontificios o, al menos, así lo
pretendían, y enviaban representantes que gobernaran en su nombre, pero no tenían mucho éxito frente a las grandes
familias italianas, que cada vez se hacían más poderosas (los Visconti en Milán, los Ordelaffi en Fiorli, los Manfredi en
Faenza, los Malatesta en Rímini, los Este en Ferrara, etc.). Uno de los legados pontificios que tuvo más éxito en su misión
fue un castellano, el arzobispo de Toledo Gil Álvarez de Albornoz, al que Clemente VI nombró cardenal y envió a Italia
ese mismo año.

Petrarca se había embarcado en una obra de pretensiones comparables a la Divina Comedia. Eran Los triunfos, un largo
poema en tercetos encadenados. El primer capítulo es el Triunfo del Amor, en el que el poeta tiene la visión del dios Amor
en un carro triunfal que va seguido de un cortejo de amantes célebres. Un amigo del autor le sirve de guía y le va indicando
quiénes son esos cautivos. El cortejo llega hasta Chipre (la patria de Venus, madre de Amor), donde el dios celebra su
triunfo. Boccaccio, tras haber compuesto el poema pastoril Ninfale d'Ameto, escribió L'amorosa visione, basado en la
misma idea que el Triunfo del Amor de Petrarca. En 1343 escribió, en prosa, la Elegia di Madonna Fiametta, en la
que Fiametta cuenta su amor por Pánfilo y su desesperación cuando el infiel amante deja Nápoles y la abandona. Parece
ser que la historia está basada en los amores que Boccaccio mantuvo con una tal Maria d'Aquino durante su estancia en
Nápoles, aunque la presenta algo deformanda, pues en realidad fue ella la que lo abandonó a él. Fiametta pasó a ser en la
obra de Boccaccio un símbolo análogo a Beatriz en la de Dante y Laura en la de Petrarca.

Aunque hoy en día Petrarca debe su fama a su obra poética en italiano, lo cierto es que él la consideraba secundaria frente
a su producción en latín. Por esta época estaba trabajando simultáneamente en varios proyectos: las Epistolae
metricae, poemas en hexámetros inspirados en Horacio, De uiris ilustribus, (hombres ilustres), colección de biografías
de romanos ilustres y de personajes del Antiguo Testamento, o los Rerum memorandarum libri (libros de hechos
memorables), compilación de anécdotas breves al estilo medieval, que dejó inacabados ese mismo año.

Clemente VI recibió en Aviñón a Cola di Rienzo, un romano que había sido enviado para convencerlo de que regresara
a Roma. Por supuesto, Clemente VI no accedió (no estaba en su mano), pero Cola le causó muy buena impresión y lo
mandó de vuelta con un título oficial de representante del Papa. Cola era un enamorado de la cultura clásica, y se tomó la
libertad de cambiar este título por el de cónsul.

El 21 de febrero se dictó la sentencia contra el rey Jaime III de Mallorca según la cual éste debía ser desposeído de su
reino en beneficio del rey Pedro IV de Aragón. En mayo, Pedro IV desembarcó en Paguera (Mallorca) y, sin dificultad
alguna, venció a su rival, que huyó precipitadamente. A finales de mes Pedro IV entró en la capital mallorquina y
decretó la unión perpetua y definitiva del reino de Mallorca a la Corona de Aragón. Jaime III conservó el condado de
Rosellón y otros señoríos al norte de los Pirineos, donde tuvo que buscar refugio.

En septiembre, el rey Felipe VI de Francia decidió liberar al (autoproclamado) duque Juan IV de Bretaña, que
inmediatamente rindió homenaje a Eduardo III de Inglaterra y se dispuso a reconquistar el ducado a su hermana Juana.
De este modo, Bretaña se convirtió en un nuevo frente de la Guerra de los Cien Años, junto a Flandes y la Guyena.
Eduardo III se negó a pagar las deudas contraidas con los banqueros de Francia, que en realidad eran italianos.
Los Peruzzi, una de las familias de banqueros más importantes de Florencia, se declararon en bancarrota.

Ese año murió Roberto el Prudente, el rey de Nápoles. Su hijo Carlos había muerto quince años atrás, y como única
heredera quedaba su nieta Juana, (ahora Juana I de Nápoles) casada con Andrés de Hungría, el cual se convirtió así en
el nuevo rey de Nápoles. A su vez, Juana I tenía una hermana de quince años, María, que se casó con el duque Carlos de
Durazzo, primo de su padre.

También murieron el conde Aimón de Saboya, que fue sucedido por su hijo Amadeo VI, y el conde Gastón II de Foix,
que fue sucedido por su hijo Gastón III.

Desde su derrota en la batalla de El Salado, los benimerines no fueron capaces de ofrecer resistencia a los ataques de
Alfonso XI. Ahora el rey castellanoleonés iniciaba el asedio de Algeciras, en el transcurso del cual murió el rey Felipe III
de Navarra, que se había ofrecido a participar en la campaña. Su hijo Carlos, de once años, heredó el condado de Evreux,
pero la corona de Navarra quedó en manos de su viuda, la reina Juana II.

El rey Eduardo III de Inglaterra nombró príncipe de Gales a su heredero, Eduardo de Woodstock, que acababa de
cumplir los trece años. El rey Hugo IV de Chipre, aliado con los venecianos y con el apoyo del Papa logró tomar a los
turcos la ciudad de Esmirna. El rey Casimiro III de Polonia entregó Pomeralia (la costa polaca) a los caballeros teutónicos.

A causa de la presión de la aristocracia, el rey Magnus VII de Noruega y Suecia se vio obligado a ceder noruega a su hijo
de tres años Haakon VI. Al mismo tiempo nombró heredero de Suecia a su primogénito Erik (un año mayor que su
hermano).

En 1344 murió el emperador Juan III de Trebisonda, que fue sucedido por Basilio.

También murió un príncipe sueco llamado Ulf Gudmarsson, a su regreso de una peregrinación a Santiago de
Compostela. Su viuda, conocida como Brígida de Suecia, fundó un monasterio en Vadstena.
El dux de Génova Simone Boccanegra fue derrocado por los nobles de la ciudad.

El rey de Armenia, Constantino IV de Lusignan, fue sucedido por Constantino V de Lamprón.

El rey Felipe VI de Francia casó a su hijo Felipe (de ocho años) con Blanca, hija del rey Carlos IV de Francia. Felipe
recibió de su padre los títulos de conde de Valois y duque de Orleans.

Algeciras se rindió finalmente al asedio del rey Alfonso XI de León y Castilla. En la campaña participó el infante Juan
Manuel.

El rey Pedro IV de Aragón publicó las Ordenanzas de la Casa Real, cuyas reglas de protocolo le valieron al monarca el
sobrenombre de Pedro IV el Ceremonioso. Ese mismo año inició una campaña contra los dominios continentales de
Jaime III de Mallorca, y en 1345 tomó posesión del condado de Rosellón. A Jaime III le quedaba únicamente el señorío
de Montpellier y un par de pequeños territorios más. Pedro IV tenía únicamente dos hijas: Constanza, de diez años,
y Juana, nacida el año anterior. Aunque el monarca sólo tenía veintiséis años, estaba impaciente por nombrar un heredero,
y manifestó su voluntad de designar como tal a su hija Constanza. Esto lo enfrentó a su hermano, el conde Jaime I de
Urgel (que se consideraba un buen candidato a sucesor en ausencia de hijos varones). A pesar de haber participado
lealmente en la campaña contra Jaime III, el conde fue destituido de su cargo de procurador general del reino de Aragón.

Lituania salió de la anarquía cuando el gran duque Olguerd, hijo del gran duque Guedimín, se hizo con poder, asociado
con su hermano Kéistut.

El conde Gastón III de Foix continuaba las luchas que su familia mantenía desde hacía varias generaciones contra el
condado de Armagnac. En uno de estos enfrentamientos el conde de Armagnac fue capturado, y con el rescate que tuvo
que pagar por su libertad Gastón III convirtió a su condado en uno de los más poderosos de Francia. Pronto fue conocido
como Gastón Febo (el Sol).
Ese año murió sin descendencia el conde Guillermo IV de Holanda, y el condado pasó a su hermana Margarita II, que
estaba casada con el emperador Luis IV de Baviera. También murió el conde Enrique I de Lancaster, que fue sucedido
por su hijo Enrique II.

Ante la crisis de la banca italiana, el Papa Clemente VI consideró que no merecía la pena pagar sus deudas, y la crisis se
multiplicó. Otra importante familia de banqueros florentinos, los Acciaiuoli, se declaró en quiebra. Un miembro de esta
familia, Nicolo Acciaiuoli, era consejero de Catalina de Valois, la Emperatriz del inexistente Imperio Latino de
Constantinopla, y estaba a cargo de los principados de Morea y Tarento.

El condado de Flandes estaba dominado por Jacob van Artevelde, que prácticamente gobernaba como un dictador.
Representaba a la alta burguesía, y en los últimos años había tenido que hacer frente a las quejas de los artesanos. Por
ejemplo, los pañeros se habían declarado varias veces en huelga para pedir una limitación en las horas de trabajo. Van
Artevelde propuso al rey Eduardo III de Inglaterra que depusiera al conde Luis I y, en su lugar, nombrara conde de Flandes
a su hijo Eduardo, el príncipe de Gales. Pero en este punto chocó con el nacionalismo flamenco, que no estaba dispuesto
a admitir un gobernante extranjero. Se produjeron revueltas y el 24 de julio van Artevelde fue capturado y asesinado por
una multitud. El conde recuperó el control de su condado y lo mantuvo neutral en la guerra entre Francia e Inglaterra.
Felipe VI logró potenciar en Flandes la importación de lana castellana en sustitución de la inglesa.

Algo similar sucedió en Constantinopla tras la muerte de la Emperatriz Ana de Saboya. Su primer ministro, Alejo
Apocauco, fue encarcelado y poco después asesinado. Y éstos no fueron los únicos asesinatos notables del año, pues
también corrieron la misma suerte el duque (o aspirante a duque) Juan IV de Bretaña, y el rey Andrés de Nápoles. Éste
último fue víctima de un complot urdido por Luis, hermano del príncipe Roberto de Tarento, en complicidad con la propia
reina Juana I de Nápoles. En 1346 Juana I se casó con Luis, pero el rey Luis I de Hungría envió un ejército a Nápoles
para vengar a su hermano Andrés, y Juana I tuvo que refugiarse en Marsella y luego en Aviñón. Entonces murió Catalina
de Valois, y su hijo, Roberto de Tarento, pasó a ser teóricamente el emperador Roberto II.

Con la anexión del condado de Holanda (junto con los de Zelanda y Frisia), herencia de su esposa, el emperador Luis IV
se hizo demasiado poderoso para el gusto de los príncipes alemanes, y así el rey de Bohemia (conocido desde hacía seis
años como Juan el Ciego), logró, con la complicidad del Papa Clemente VI, que los príncipes alemanes destronaran a
Luis IV y eligieran como rey de romanos a su hijo, Carlos IV de Luxemburgo.

En Lorena murió el duque Raúl, que fue sucedido por Juan I.

El rey Esteban IX de Servia terminó la conquista de Macedonia y en su capital, Skopje, se proclamó emperador de los
romanos, de los servios, de los búlgaros y de los albaneses. Mientras tanto, el emperador Juan VI Cantacuceno tuvo que
dar a su hija en matrimonio a Orján, el emir otomano. Constantinopla fue sacudida por un terremoto, que produjo daños
en Santa Sofía.

La Orden Teutónica expandió aún más sus dominios cuando logró que el rey Valdemar IV de Dinamarca le cediera las
posesiones danesas en Estonia.

Boccaccio acabó el Ninfale fiesolano, sobre los orígenes legendarios de Fiesole. Ese año viajó a Ravena.

LA PESTE NEGRA
La peste es una enfermedad de los roedores que se transmite a través de las picaduras de las pulgas. Cuando los hombres
conviven con ratas, sus pulgas pueden transmitirles la peste también a ellos. En algún momento de la tercera década del
siglo XIV, en algún lugar de Asia, apareció una cepa del bacilo de la peste a la que los seres humanos eran especialmente
vulnerables. A veces afectaba a los nódulos linfáticos, especialmente en el cuello, las ingles y las axilas. Los nódulos se
hinchan y endurecen formando "bubones", por lo que la peste se conoce también por peste bubónica. A veces afectaba a
los pulmones (peste neumónica), y eso era peor, porque entonces podía transmitirse por el aire, sin necesidad de pulgas.
En los casos más virulentos, podía matar a una persona a los tres días de los primeros síntomas. En estado terminal,
frecuentemente la piel se oscurecía por manchas hemorrágicas, por lo que la enfermedad también era conocida como peste
negra.
En 1346 los mongoles asediaban la ciudad de Kaffa, en los milenarios dominios bizantinos de Crimea, ahora dominada
por los genoveses, y aplicaron la vieja técnica de arrojar trozos de cadáver sobre las murallas para introducir
enfermedades. Esta vez introdujeron la peste negra, que empezó a hacer estragos.

Mientras tanto, Inglaterra y Francia se dedicaban a algo casi inocuo en comparación con la peste: la guerra. La victoria
de Sluis había dado a Inglaterra el control del canal de la Mancha, pero, por lo demás, la situación de Francia era mucho
más ventajosa: El emperador Luis IV era partidario de Inglaterra, pero ahora había sido reemplazado por Carlos IV, aliado
del Papa, luego de Francia; el asesinato del duque Juan IV de Bretaña había anulado la influencia inglesa en el ducado, y
el de Jacob van Artevelde había anulado la alianza entre Inglaterra y Flandes. En la Guyena el frente francés avanzaba
lentamente.

Eduardo III trató de cambiar las cosas en Flandes fomentando una insurrección contra el conde Luis I y, ciertamente,
logró que muriera a manos de una multitud amotinada, pero los flamencos se mantuvieron neutrales. Tuvo más suerte en
Escocia, donde logró capturar al rey David II en la batalla de Neville's Cross.

Lo único que favorecía a Eduardo III era que Felipe VI de Francia tenía tantos problemas económicos o más incluso que
él. En estas circunstancias, pensó que había llegado el momento de aprovechar su dominio sobre el canal de la Mancha
para desembarcar un ejército en el norte de Francia. Tomar París era impensable, pero tal vez un éxito simbólico, por
pequeño que fuera, bastaría para que cundiera el descontento en Francia y Felipe VI se viera obligado a claudicar.

El 12 de julio desembarcó su ejército en Saint-Hogue, en Normandía, a unos 320 kilómetros de París. Desde allí marchó
hacia el sudeste y el 27 de julio se apoderó de la ciudad de Caen. Continuó avanzando en dirección a París. Su intención
era obligar a Felipe VI a retirar tropas de Bretaña y la Guyena, y pasar cerca de París a modo de propaganda
desmoralizadora. Cuando llegó hasta el Sena, se encontró los puentes destruidos. Esto era peligroso, pues si los franceses
arrinconaban su ejercito contra el río podían hacer una masacre, pero la invasión había pillado a Felipe VI por sorpresa,
y todavía no tenía dispuesto un ejército con el que repeler el ataque. Eduardo III se dirigió aguas arriba hasta que encontró
un puente que se podía reparar. El 16 de agosto cruzó el Sena y se dirigió hacia el norte, hasta Ponthieu, que era una
posesión de la familia real inglesa adquirida por matrimonio en los tiempos de Eduardo I. Al norte estaban Artois y
Flandes, desde donde su ejército podía recibir refuerzos en caso de necesidad. Cuando llegó al río Somme, nuevamente
se encontró los puentes destruidos o bien custodiados, pero esta vez el ejército francés estaba a unos 50 kilómetros aguas
arriba, y se presentaría al día siguiente. No había tiempo de reparar puentes. Ofreció una recompensa a quien le encontrara
un vado, y un francés del lugar le indicó por dónde podía pasar, pero sólo cuando la marea estuviera baja. El 24 de
agosto esperó la marea baja y cruzó el río, justo cuando aparecían los franceses. Entonces se dirigió a la ciudad
de Crécy, y allí encontró un terreno que consideró adecuado para una batalla. En la mañana del 26 de agosto dispuso sus
tropas para el combate.

El ejército de Eduardo III contaba con varias novedades. Por una parte tenía cañones, un tanto rudimentarios, de corto
alcance y escasa precisión, pero cabía esperar que el ruido de la pólvora asustara a los caballos enemigos. Eduardo III los
había recibido de sus aliados flamencos. La primera mención de uso del cañón data de unos veinte años atrás, en Flandes,
pero hasta la batalla de Crécy sólo habían sido empleados de forma esporádica y marginal. Por otra parte, el ejército inglés
estaba formado exclusivamente por infantería, y se iba a enfrentar a un ejército de caballeros. Por supuesto, Eduardo III
tenía algunos caballos, pero los ocultó en un bosque cercano. No pensaba usarlos. La batalla de Courtrai había mostrado
cómo unos soldados de a pie debidamente organizados y con las armas adecuadas podían derrotar a un ejército de
caballeros. Los soldados de Eduardo III tenían un arma mejor que la pica: el arco largo. Al parecer fue un invento de los
galeses. Medía casi dos metros y arrojaba flechas de casi un metro de longitud. Requería arqueros altos, muy robustos y
muy entrenados, pero como contrapartida tenía un alcance de entre doscientos y trescientos metros (el doble que una
ballesta), permitía apuntar con precisión a un objetivo y, más aún, podía disparar una flecha tras otra a gran velocidad (al
contrario que las ballestas, que requerían mucho tiempo para ser tensadas). Los ingleses habían aprendido el uso del arco
largo en sus campañas contra los galeses y lo habían empleado con éxito en sus campañas contra los escoceses.

Eduardo III formó un frente de unos ocho mil hombres en la base de una loma, en la cual dispuso a sus ocho mil arqueros
en tres grupos: uno a cada flanco y otro en el centro. Protegió a los arqueros con cuatro mil hombres más, esparcidos en
una delgada línea sin más misión que ayudar ocasionalmente en caso de necesidad. Él se instaló en un molino de viento,
desde donde dominaba todo el campo de batalla.
Felipe VI llegó al frente de un ejército de unos sesenta mil hombres, tres veces más numeroso que el ejército inglés. Entre
ellos había unos doce mil caballeros con armadura y unos seis mil hábiles ballesteros genoveses. Eduardo III había
pensado en todos los detalles: los franceses tendrían el sol ante sus ojos, y para encararse a su frente tendrían que hacer
un brusco giro que sin duda desorganizaría a sus hombres. Ésta era otra ventaja del ejército inglés: era un ejército
profesional, bien pagado y disciplinado, que se enfrentaba a un ejército de caballeros indisciplinados, bravucones y que
se despreciaban los unos a los otros.

El rey francés propuso esperar al día siguiente. Al amanecer serían los ingleses los que tendrían el sol de cara, y los
franceses se habrían recuperado del cansancio de la persecución a marchas forzadas con la que habían alcanzado a los
ingleses. Sin embargo, los caballeros no quisieron oír de esperar: se enfrentaban a un mero ejército de infantería tres veces
inferior en número. Esperar sería una cobardía. Felipe VI ordenó entonces a los ballesteros que avanzaran. Su capitán
sugirió esperar, pues sus hombres estaban cansados. Los caballeros (que habían viajado a caballo) no vieron motivo para
ello. Así pues, los ballesteros avanzaron, dispararon sus flechas y, mientras cargaban las ballestas a una distancia que
juzgaban prudencial, fueron sorprendidos por una nube de flechas inglesas. Los que no murieron huyeron como pudieron.
Los caballeros se lanzaron entonces a la carga, cada uno cuando quiso, sin esperar una orden. Al encontrarse a los
ballesteros que les venían de cara los arrollaron aumentando la confusión. Una y otra vez los caballeros cargaron en
distintas oleadas, pero todas ellas llegaban menguadas y desorganizadas hasta los soldados ingleses, gracias a los cañones
y a la protección de los arqueros. El resultado fue una rotunda victoria inglesa.

El análisis de la batalla era sencillo: la estrategia y la disciplina eran superiores a la valentía insensata y caótica, pero los
franceses no lo comprendieron. Algunos tal vez llegaron a intuirlo, pero la conclusión general que extrajeron de la derrota
de Crézy fue que los ingleses eran una raza extraordinaria, muy superior a la francesa, pues sólo así se entendía que unos
vulgares soldados de a pie hubieran sido capaces de derrotar a un ejército tres veces más numeroso y formado por lo más
selecto de Francia. No hubo ningún intento de estudiar e imitar la táctica inglesa. Los arcos largos siguieron siendo un
arma exclusivamente inglesa, en parte porque había que fabricarlos con una madera especial y requerían hombres con
características físicas adecuadas y con años de ejercitación para usarlos eficientemente (y, por supuesto, los ingleses
guardaron con todo el celo posible los detalles al respecto). Por el contrario, cualquiera podía aprender en poco tiempo a
usar una ballesta.
También los ingleses llegaron a conclusiones parecidas. Crézy dio el empujón definitivo al nacionalismo y el orgullo
nacional inglés. Obviamente, el hecho de que los ingleses se consideraran superiores a los franceses y que los franceses
se consideraran inferiores a los ingleses facilitó mucho a Inglaterra los futuros enfrentamientos con Francia.

En septiembre, el ejército de Eduardo III puso sitio al puerto de Calais. Felipe VI, con su ejército destrozado, no se atrevió
a hacer nada. Los ingleses ocuparon los alrededores de la ciudad y se dispusieron a esperar tranquilamente su rendición
como si estuvieran en Inglaterra, en lugar de en territorio enemigo.

Entre las víctimas de Crécy estuvo el rey Juan I de Bohemia, quien, a pesar de su ceguera, había insistido insensatamente
en que lo pusieran en medio del combate. Su primogénito, Carlos IV, se convirtió así en el rey Carlos I de Bohemia, y
en 1347 vio confirmado su título imperial cuando su rival Luis IV murió mientras se preparaba para combatirle. Entonces
los Wittelsbach se repartieron Baviera, que pasó a tener seis duques: Esteban I, Guillermo I y Alberto I fueron
corregentes la Baja Baviera y Luis V, Luis VI y Otón V de la Alta Baviera. Por su parte, Carlos IV recibió en Milán la
corona italiana.

Las derrotas del benimerín Abú-I-Hasan Alí frente a Alfonso IX de León y Castilla se compensaban con sus victorias en
África. Ahora conquistaba el reino de Túnez.

El sultanato de Delhi perdió el control sobre todo el sur de la India.

El 3 de febrero el emperador Juan VI Cantacuceno pudo entrar en Constantinopla y se reconcilió con la Emperatriz Ana
de Saboya. Juan V tenía entonces quince años, y su madre aceptó que Juan VI fuera el emperador principal durante los
diez años siguientes. Además Juan V se casó con Helena, hija de Juan VI.

Los ingleses hicieron prisionero al conde Carlos de Chatillon-Blois, el marido de la duquesa Juana de Bretaña.

Ese año murió la condesa Juana II de Borgoña y Artois. Su hijo Felipe había muerto el año anterior, pero había dejado
un hijo recién nacido, llamado también Felipe, que heredó los condados. Su madre era la condesa Juana I de Auvergne.
Roberto de Anjou, el teórico emperador latino de Constantinopla y príncipe de Tarento, se casó con María, hermana del
duque Pedro I de Borbón.

Cola di Rienzo, secundado por un grupo de mercenarios, depuso al gobierno de Roma y se proclamó a sí mismo y al
legado pontificio gobernantes conjuntos de Roma. Unos días más tarde una multitud de romanos lo nombraba tribuno de
la Santa República Romana. Luego convocó a todos los estados italianos para que enviaran representantes a un
parlamento que había de estudiar la mejor manera de garantizar la seguridad y la paz de la Universa sacra
Italia. Veinticinco ciudades güelfas respondieron al llamamiento. Petrarca fue al principio uno de los seguidores de Cola
di Rienzo, pero tan pronto como el Papa y las fuerzas gibelinas empezaron a tomar posiciones contra Roma, se asustó y
buscó la protección de algunos señores italianos. De esta época data la primera versión de su Cancionero o Rerum
uulgarium fragmenta (fragmentos de obras vulgares), una recopilación de los poemas breves que había compuesto hasta
entonces, la mayor parte dedicados a Laura.

El rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso se casó con Leonor, hija del rey Alfonso IV de Portugal (su primera esposa,
María de Navarra, había muerto apenas unos meses antes). En mayo, el conde Jaime I de Urgel, hermano de Pedro IV,
junto con sus hermanastros Fernando y Juan, hizo resurgir la antigua Unión Aragonesa, y plantearon al rey una serie de
exigencias, En Valencia la burquesía y la nobleza formó una Unión de Valencia, que se unió a la Unión Aragonesa en sus
exigencias.

En julio, el rey Felipe VI de Francia se acercó a Calais con un ejército. La ciudad llevaba ya diez meses bajo asedio, y
Eduardo III había tenido tiempo de fortalecer sus posiciones. Además, los barcos ingleses impedían cualquier intento de
socorrer a Calais por mar. El efecto psicológico de Crézy hizo su efecto, y los franceses nunga llegaron a atacar. Felipe
VI abandonó a Calais a su suerte. En lo sucesivo reunió varias veces los Estados Generales para conseguir los apoyos
necesarios a sus actuaciones.

En agosto, el rey Pedro IV de Aragón cedió en las cortes de Zaragoza a las exigencias de la Unión Aragonesa y la Unión
de valencia. Sin embargo, el rey intentó después eludir sus compromisos y la polémica se convirtió en una guerra
declarada. Los unionistas, dirigidos por el conde Jaime I de Urgel, formaron un ejército nutrido principalmente de
soldados castellanos.

Finalmente se rindió la ciudad de Calais. Eduardo III, furioso por la resistencia que había demostrado, ordenó una matanza
indiscriminada de sus habitantes, pero sus oficiales lo convencieron para que cambiara de idea: si hacía tal cosa, en el
futuro las ciudades inglesas podrían ceder fácilmente ante un asedio francés, pues no les cabría duda de que los franceses
recordarían el trato recibido por Calais y pagarían con la misma moneda. Finalmente, Eduardo III ordenó expulsar a la
mayoría de la población, que fue sustituida por ingleses, de modo que Calais se convirtió en la principal base inglesa en
el norte de Francia. Eduardo III concertó una tregua con Francia y regresó a Inglaterra, donde fue recibido entre
aclamaciones.

En octubre una flota de doce barcos genoveses llegó a Mesina, en Sicilia, desde Kaffa. Los pocos tripulantes que no
estaban muertos estaban moribundos. Así entró la peste en Europa. Al poco tiempo, cientos de personas morían
diariamente en la ciudad, y los que trataron de escapar extendieron la peste con rapidez. La siguente ciudad afectada
fue Catania. Antes de que acabara el año llegó a Túnez. También Constantinopla fue infectada por esas fechas.

En noviembre murió el conde Jaime I de Urgel, y no está claro si murió envenenado (dado lo molesto que estaba
resultándole a su hermano últimamente) o si murió de la peste. Fue sucedido por su hijo Pedro II, de diez años. Esto no
detuvo a los unionistas, que quedaron bajo la dirección del infante Fernando, el hermanastro del rey y del conde fallecido.
El 30 de diciembre los unionistas derrotaron a Pedro IV en Bétera (Valencia) y lo hicieron prisionero en Valencia. Allí
comprendió lo justas que eran todas y cada una de las peticiones que se le hacían, que no dudó en conceder, pero entonces
se declaró la peste en la ciudad y los unionistas dejaron marchar al rey por su seguridad.

En enero de 1348 la peste había llegado a Génova y Pisa, en febrero apareció en Venecia y poco después llegó a Francia,
donde se cobró la vida de Juana, la esposa del rey Felipe VI. Boccaccio regresó a Florencia después de haber estado en
Ravena y en Fiorli, y poco después de llegar él, llegó la peste. Según su testimonio, murieron más de cien mil florentinos.
Boccaccio añade que, antes de la calamidad, nadie hubiera pensado que Florencia tuviera tantos habitantes, y ahí acierta,
porque no los tenía. En general, las cifras de muertos dadas por testimonios de la época son exageradas. Aun así, se
calcula que la peste acabó de media con una tercera parte de la población de las ciudades que atacó.

Se cuenta que, un día, Eduardo III estaba bailando en la corte con la condesa de Salisbury cuando ésta perdió una liga.
El rey la recogió y dijo a los cortesanos que sonreían: "Avergüéncese quien piense mal. Quien hoy se ríe, mañana se
sentirá orgulloso de llevarla." Poco después fundó la Muy noble orden de la Jarretera (una jarretera es una liga), formada
por doce miembros (como los caballeros de la Tabla Redonda) además del rey y el príncipe de Gales. Los caballeros de
la orden se reunían en Windsor, en el coro de la capilla de san Jorge. Su divisa era precisamente Honni soit qui mal y
pense.

Luis de Anjou-Tarento había expulsado de Italia al rey Luis I de Hungría y su esposa Juana I regresó junto a él. Luis I de
Hungría se volvió hacia los Balcanes, donde trató de erradicar a los cátaros y a los ortodoxos. Hizo prisionero al hermano
de Luis de Nápoles, el emperador latino Roberto II de Anjou-Tarento.

Ese año murieron el duque Carlos de Durazzo (que dejó sólo tres hijas, la mayor de la cuales, Juana, a sus tres años,
heredó el ducado) y el marqués Juan II de Randazzo, duque de Atenas y Neopatria, que fue sucedido por su hijo Federico
de Randazzo. En Castilla murió el infante Juan Manuel.

El emperador Juan VI reorganizó el Imperio Bizantino. Lo dividió en tres regiones: Tracia (que incluía Constantinopla),
Tesalónica y Mistra. Envió a Mistra como déspota a su hijo Manuel.

Petrarca había recibido órdenes menores y ahora disfrutaba de una canonjía en Parma. Se supone que allí recibió
en mayo la noticia de la muerte de Laura. Por esta época terminó el Bucolicum carmen, formado por doce églogas.

El rey Pedro IV de Aragón, con la dote que el año anterior le había proporcionado su suegro, el rey Alfonso IV de Portugal,
logró formar un ejército que, dirigido por Lope de Luna, derrotó a la Unión Aragonesa el 21 de julio en la batalla
de Épila. La Unión fue disuelta en las cortes de Zaragoza reunidas en agosto. Se cuenta que Pedro IV rasgó con su puñal
el Privilegio de la Unión Aragonesa, firmado por Pedro III, por lo que el rey es conocido también como Pedro IV el del
punyalet. De poco más le valió su matrimonio, pues Leonor de Portugal murió ese mismo año. Como recompensa a sus
servicios, Pedro IV convirtió a Lope de Luna en el primer conde de Luna. Fernando, el hermanastro de Pedro IV, fue
hecho prisionero tras la batalla de Épila, pero luego fue liberado y huyó a Castilla.

Por estas fechas la peste llegaba a Inglaterra y a Marruecos.

El rey Carlos I de Bohemia (Carlos IV de Alemania) se consagró al engrandecimiento de su reino, y en especial de Praga,
su capital. Encargó la construcción de la catedral de san Vito y fundó la universidad de Praga.

El 9 de diciembre Pedro IV el Ceremonioso derrotó a los unionistas valencianos en Mislata. En 1349 las cortes de
Zaragoza disolvían la Unión de Valencia. El rey desencadenó una cruel represión contra los rebeldes. Se cuenta que
mandó fundir la campana que llamaba a reunión a los nobles y obligó a beber el metal fundido a los cabecillas.

Pedro IV seguía sin tener hijos varones, y por ello se apresuró a casarse por tercera vez, ahora con Leonor, hermana del
rey Luis I de Sicilia.

El derrocado rey Jaime III de Mallorca vendió a Felipe VI de Francia el señorío de Montpellier, y con el dinero reunió
una flota y un ejército de mercenarios con los que desembarcó en Pollensa, en Mallorca y avanzó hasta Lluchmayor. Allí
fue derrotado y muerto por los catalanes, sin que los mallorquines, leales a Pedro IV, prestaran ninguna ayuda a su antiguo
rey. En la batalla participó también Jaime, el hijo de Jaime III, de trece años, que fue hecho prisionero. Su
hermana Isabel fue internada en el convento de Santa Clara, en Valencia.

Montpellier no fue la mejor adquisición de Felipe VI. El delfín Humberto II se había arruinado, y vendió su título y su
tierra al rey de Francia. Felipe VI se lo cedió a su hijo Juan, y así se inició la tradición de que el heredero al trono francés
llevara el título de delfín. La compra del delfinado aumentó ligeramente la popularidad de Felipe VI, que últimamente
estaba bajo mínimos.

El hijo del conde Luis I de Flandes, ahora convertido en conde Luis II de Male, logró tomar Gante y ponerse al frente de
la herencia de su padre. Mantuvo a Flandes neutral.
El Papa Bonifacio VIII había establecido que se celebraría un jubileo cada cien años, pero, dado el éxito que había tenido
el primero, ahora Clemente VI decretó que se celebrarían cada cincuenta años, de modo que el año próximo también sería
jubilar.

Brígida de Suecia llegó a Roma en peregrinación, y allí fundó una residencia para peregrinos y estudiantes suecos.

El rey benimerín Abú-I-Hasan Alí se había alejado mucho hacia el este de África y se encontró con que los beduinos
árabes le habían cortado la retirada. Para escapar tuvo que embarcar en Túnez hacia Marruecos, pero allí se encontró con
que su hijo Abú Inán había usurpado el trono y se negaba a abandonarlo.

Mientras tanto, el rey Alfonso XI de León y Castilla puso sitio a Gibraltar. El asedio por mar estuvo bajo la dirección
de Egidio Boccanegra, un pariente del que había sido dux genovés, Simone Boccanegra y que llevaba ocho años al
servicio de Alfonso XI. En tierra, el rey tuvo a su lado a Pedro IV de Aragón.

El emperador Esteban IX de Servia arrebató Tesalia al Imperio Bizantino (excepto la ciudad de Tesalónica). Ahora podían
verse con claridad los efectos de la guerra civil que había padecido recientemente el Imperio:
El rey Luis I de Hungría nombró duque de Transilvania a su hermano Esteban. Transilvania era la región situada al
norte de Valaquia, separada de ella por los Cárpatos.

La condesa Margarita II de Holanda, viuda del emperador Luis IV, cedió el condado a su hijo Guillermo V a cambio de
una pensión que éste no le pagó. Entonces los holandeses se dividieron en dos facciones que pronto cobraron tintes
sociales: los partidarios de Margarita II fueron conocidos como hoeken (anzuelos) y eran mayoritariamente nobles,
mientras que las clases populares apoyaron a Guillermo V y fueron llamados kabeljauwen (bacalaos). Guillermo V
terminó expulsando a su madre del condado, pero eso no puso fin al conflicto.
Ese año murieron:

 La reina Juana II de Navarra, víctima de la peste, que fue sucedida por su hijo Carlos II, de diecisiete años.
 El el duque Eudes IV de Borgoña, y fue sucedido por su nieto Felipe I, que ya había heredado de su abuela el
condado de Borgoña. Ahora tenía todavía tres años, y su madre, la condesa Juana I de Auvergne, hizo de regente.
 Luchino Visconti, el señor de Milán, que fue sucedido por su hermano el arzobispo Giovanni Visconti. Luchino
había extendido el dominio milanés sobre Bellinzona, Locarno, Asti, Parma, Tortona y Alejandría.
 El emperador Basilio de Trebisonda, que fue sucedido por su hijo de once años Alejo III Comneno.
 Guillermo de Ockham.

Pero a esta corta lista hay que añadir la larga lista de víctimas de la peste negra. Tres arzobispos de Canterbury habían
muerto uno tras otro, y en la corte papal de Aviñón murieron cinco cardenales y unos cien obispos. La enfermedad había
llegado a Alemania, Dinamarca e Irlanda. En Inglaterra había llegado hasta la frontera escocesa.

Cola di Rienzo no pudo mantener a flote su República Romana. Finalmente tuvo que huir y refugiarse en Praga, donde el
emperador Carlos IV lo hizo apresar en 1350.

Los siameses fundaron el reino de Ayuthia, gobernada por el rey Ramadhipati, que se extendió a expensas del decadente
reino de Angkor, pero la mayor potencia de la zona era el reino javanés de Mahapahit, a cuyo trono acababa de ascender
el rey Rajasanagara, aconsejado por el gran estadista Gajah Mada.

JUAN EL BUENO Y CARLOS EL MALO


El 27 de marzo de 1350 la peste mató al rey de León y Castilla Alfonso XI el Justiciero, mientras dirigía el asedio a
Gibraltar. El rey había tenido diez hijos con su amante, Leonor de Guzmán, y únicamente dos con su esposa, la reina
María de Portugal. El trono fue heredado por el segundo de éstos, Pedro I, de dieciséis años, pues su
hermano Fernando había muerto antes de su nacimiento. La muerte del rey supuso la caída en desgracia de su amante,
que fue encarcelada en Sevilla y luego en Carmona. Desde la prisión, no dejó de intrigar contra Pedro I y logró casar a
su hijo Enrique con Juana Manuel, hija del infante Juan Manuel. Poco después fue trasladada a Talavera, donde fue
asesinada por Alfonso Fernández de Olmedo, escudero de la viuda de Alfonso XI.

Enrique era apenas un año más joven que Pedro I, y junto con sus hermanos Fadrique y Tello encabezó el grupo de la
nobleza castellana partidaria de apoyar a Francia en la guerra de los cien años, principalmente a causa de que Pedro I era
partidario de apoyar a Inglaterra.

La guerra estaba reforzando el nacionalismo en Inglaterra. Ese año el francés fue sustituido por el inglés en las escuelas.

En Francia, éste fue un año nupcial: el rey Felipe IV se casó con Blanca de Navarra, hermana del rey Carlos II; su hijo,
el delfín Juan, se casó con la condesa Juana I de Auvergne, la madre y regente del conde y duque de Borgoña Felipe I
(Bona de Luxemburgo, la primera esposa de Juan, había muerto el año anterior); y su nieto Carlos, hijo de Juan, que tenía
entonces doce años, se casó con Juana, hija del duque Pedro I de Borbón.

Sin embargo, Felipe VI murió el 2 de agosto, con lo que el delfín Juan se convirtió en el rey Juan II de Francia y Carlos
se convirtió en el nuevo delfín. Juan II tenía otro hijo, de once años, al que en 1351 convirtió en el conde Luis I de Anjou.
Con él se inicia la Tercera Casa de Anjou.

Juan II resultó ser un gobernante mediocre, que confió en consejeros más mediocres e incompetentes aún. Después de
firmar tratados de amistad con Pedro IV de Aragón y Pedro I de León y Castilla, el rey Carlos II de Navarra marchó a
Francia dispuesto a sacar partido de estas "virtudes" de su pariente. La cuestión era que si el rey Eduardo III de Inglaterra
lograra imponer su criterio de que la ley sálica era un fraude, eso no lo convertía a él en rey legítimo de Francia, ya que
la ley sálica había sido aplicada anteriormente para excluir del trono a Juana, la hija de Luis X y madre de Carlos II. Por
consiguiente, si se abolía la ley sálica, el legítimo rey de Francia era el actual rey de Navarra. Si Eduardo III ganaba la
guerra que libraba contra Francia y Juan II se veía obligado a renunciar a su corona, entonces Carlos II lo tendría muy
fácil para conseguir el apoyo de los franceses para que lo aceptaran como rey, como sólida alternativa a un odiado rey
inglés. Aunque no fuera lo suficientemente poderoso como para hacer valer estos derechos, seguro que ambas partes
estarían dispuestas a contentarlo generosamente para que renunciara oficialmente a ellos.
El rey Pedro I de León y Castilla tuvo que tomar medidas contra los estragos que estaba causando la peste negra. En las
cortes de Valladolid trató de imponer precios y salarios, para evitar que subieran los unos y bajaran los otros, declaró
obligatorio el trabajo y dictó medidas contra el bandolerismo. Ordenó confeccionar un índice fiscal en el que figurarían
los privilegios de cada municipio y los impuestos que le correspondía pagar y el beneficiario de los mismos. Esto hubiera
acabado con los privilegios de numerosos señores que cobraban impuestos en determinadas villas sin ninguna
justificación jurídica. La nobleza, dividida esencialmente en dos facciones, según fueran partidarios de Francia o
Inglaterra, hizo ahora frente común en contra de las intenciones fiscalizadoras del monarca.

El rey Eduardo III de Inglaterra recompensó el talento militar del conde Enrique II de Lancaster nombrándolo duque de
Lancaster.

El rey Luis I de Hungría expulsó a los mongoles de Moldavia, la región más oriental del país, al este de los Cárpatos.
Como jefe político y militar, encargado de impedir el retorno de los mongoles, dejó en la región a un guerrero local
llamado Dragos, que llevaba el título de Voivoda.

Los emperadores bizantinos Juan V y Juan VI se enzarzaron en una nueva guerra civil. Juan V se alió con el emperador
Esteban IX de Servia y con su ayuda ocupó Adrianópolis.

El duque Esteban de Transilvania se casó con Margarita de Baviera, hija del difunto emperador Luis IV.

Ese año murió Luis de Wittelsbach, el margrave de Brandeburgo, que fue sucedido por el duque Luis VI de la Alta
Baviera. El duque Luis V logró entonces que el tercer duque, Otón V, el hijo de Luis VI, perdiera también el título al
haber renunciado a él su padre.

Zurich se convirtió en el quinto cantón de la Confederación Helvética.

La peste negra empezó a remitir. Esto no significa que la enfermedad desapareciera, ya que en los siglos siguientes
aparecería a intervalos junto con las otras muchas epidemias que aquejaban a la población europea desde siempre: viruela,
tuberculosis, etc. Se había llegado a comprender que las enfermedades se contagiaban por la proximidad a los enfermos
o a sus cadáveres, de modo que podían ser contenidas mediante cuarentenas. Desde entonces a los mendigos y leprosos
se les hizo la vida mucho más dura, pues cualquiera de ellos podía estar apestado.

La peste y la guerra crearon una cultura de la muerte y lo macabro: la muerte era representada como un esqueleto armado
con una güadaña, con la que segaba las vidas de los hombres. Esta imagen llenó las iglesias, las fiestas populares, los
relatos, etc. Otra alegoría característica de la época es la de la rueda de la fortuna, que hace que unos asciendan a la gloria
y otros caigan de improviso. La preocupación por la "buena muerte" invadió Europa. Los testamentos, incluso los de
gente modesta, incluían largas listas de disposiciones que ordenaban, sobre todo, centenares, e incluso miles de misas y
oraciones por el eterno descanso del alma. (Así proliferaron los capellanes que vivían de este negocio.) Cuando los
cristianos se creían cerca de la muerte, multiplicaban sus obras piadosas, realizaban peregrinaciones, compraban
indulgencias, etc. Inevitablemente, la muerte se asoció al castigo divino, consecuencia de los pecados de los hombres. El
diablo acechaba en todas partes, y a veces lograba que almas descarriadas le rindieran culto. No tardaron en surgir fábulas
sobre brujas que volaban montadas en sus escobas para acudir a los aquelarres. Cualquier infeliz podía ser acusado de
brujería o de estar poseído por el diablo.

En la India murió el sultán de Delhi Muhammad Tugluq, que fue sucedido por Firuz Tugluq. A pesar de que sus dominios
eran mucho más reducidos que los de su predecesor, pudo mantener la grandeza del sultanato.

En China se desbordó el río Amarillo, lo que provocó la inundación de regiones enteras y el hambre hizo estragos. La
situación del país era crítica: una inflación galopante afectaba al papel moneda y la administración estaba sumida en el
caos por la desorganización, la desidia y la codicia de los funcionarios mongoles y musulmanes. Se inició entonces la
rebelión de los llamados "Turbantes rojos", dirigidos por Han Shantong, que afirmaba ser la reencarnación del
buda Maitreyas. Corrió la voz de que unos obreros que trabajaban en el curso alto del río Amarillo habían desenterrado
una vieja estatua de piedra con un solo ojo y que en su parte posterior tenía una inscripción que decía: "No desprecies
esta estatua aunque sea tuerta; su aparición anunciará rebeliones en todo el Imperio". (Este mismo truco de la estatua
enterrada ha servido en Occidente para fomentar el culto a una infinidad de vírgenes y santos.)
Aragón y Génova entraron nuevamente en guerra a propósito de Cerdeña. Los genoveses buscaron el apoyo del rey Pedro
I de León y Castilla, mientras que el rey Pedro IV el Ceremonioso buscó y obtuvo la alianza de
Venecia. En 1352 argoneses y venecianos derrotaron a castellanos y genoveses en el Bósforo. También el emperador
bizantino Juan VI Cantacuceno se alió con los venecianos, a los que tuvo que ceder algunos territorios. Con la ayuda de
los turcos, expulsó a Juan V de Adrianópolis y derrotó a los servios en Didimótica. Juan V se refugió en Tenedos.

El emperador latino Roberto II de Anjou-Tarento fue liberado del cautivero al que lo tenía sujeto el rey Luis I de Hungría.
Éste no pudo evitar que Luis, el hermano de Roberto II y asesino del hermano de Luis I, se coronara rey de Nápoles, tras
lo cual Luis apartó a su esposa Juana del poder.

La Confederación Helvética seguía creciendo, ahora con la incorporación de los cantones de Glaris y Zug, que se
liberaron así del dominio de los Habsburgo.

Ese año murió el príncipe de Valaquia Juan Basarab, que fue sucedido por su hijo Alejandro I.

También murió el Papa Clemente VI, y fue sucedido por el cardenal Etienne Aubert, que adoptó el nombre de Inocencio
VI. El emperador Carlos IV le envió a Cola di Rienzo, que seguía siendo su prisionero, pero el nuevo Papa decidió
liberarlo y en 1353 lo envió a Italia junto con el cardenal Gil Álvarez de Albornoz, que desde Peruggia estaba logrando
restablecer el dominio papal sobre los Estados Pontificios.

La flota aragonesa derrotó completamente a la genovesa en la batalla de Alguer (en Cerdeña). Parecía que la lucha había
terminado, pero Mariano IV, el juez (gobernador) de Arborea, rompió con la política tradicional de su familia y se
sublevó contra el poder catalán en la isla.

El rey Pedro I de León y Castilla derrotó a una confabulación de la nobleza que se oponía a sus reformas. Algunos nobles
se sometieron y otros, entre ellos su hermanastro Enrique, optaron por el exilio y fueron acogidos por el rey Pedro IV de
Aragón. Pedro I gobernó con la ayuda de juristas y burgueses. Ese año se casó con Blanca, hija del duque Pedro I de
Borbón. No obstante, el rey acababa de tener una hija con su amante María de Padilla.
En un intento de controlar al rey Carlos II de Navarra, el rey Juan II de Francia le concedió la mano de su hija Juana, que
se había casado a los cuatro años con el duque de Limburgo, pero que ahora, a sus nueve años, llevaba ya tres años viuda.
(Carlos II tenía entonces veinte años.) Sin embargo, esto no sirvió de nada. Con el rey de Francia como suegro, Carlos II
proclamó más sonoramente aún su derecho al trono. Juan II había prometido a Carlos II los condados de Champaña y
Brie, que habían pertenecido a su madre, así como el condado de Borgoña, del que era regente la reina Juana de Francia;
sin embargo, finalmente no cumplió su palabra, y Carlos II empezó a intrigar en París para apoderarse de ellos. Un tiempo
atrás había sofocado enérgicamente una revuelta en Navarra y había adquirido el sobrenombre de Carlos el Malo, que
ahora se volvía a poner de moda, en parte por oposición a Juan II, que era conocido como Juan el Bueno.

La Confederación Helvética incorporó el cantón de Berna.

El emperador Carlos IV cedió el condado de Luxemburgo a su hermano Venceslao I.

El rey Magnus VII de Suecia volvió a constituir Finlandia en un ducado que entregó a su amigo Bengt Algotsson.

Los duques de la Baja Baviera se repartieron su territorio: Esteban II se quedó con la Baviera de Landshut y Guillermo
I y Alberto I con la Baviera de Straubing.

Ese año murió el gran príncipe Simeón de Moscú, y fue sucedido por su hermano Iván II, que logró mantener la
supremacía de Moscú sobre los otros principados rusos.

También murió el ban de Bosnia Esteban II Kotromanic, y fue sucedido por su sobrino Tvrtko I.

El conde palatino del Rin, Rodolfo II, fue sucedido por Roberto I.

Disfrutando de privilegios eclesiásticos y encargado de diversas labores diplomáticas, Petrarca se trasladó a Milán, donde
se dedicó a sistematizar su producción literaria. Por esta época terminó una de sus más reputadas obras latinas: De secreto
conflictu curarum mearum, formado por tres supuestos diálogos entre Petrarca y san Agustín, en presencia de la Verdad.
Analiza en ellos la lucha interna entre dos tendencias de su alma: el deseo de fama y la aspiración a una vida humilde y
solitaria; el amor de Laura y las imposiciones de la conciencia religiosa.

Boccaccio terminaba la que iba a ser su obra más famosa: el Decamerón (en griego, los diez días), una colección de cien
cuentos hilvanados por la historia de siete mujeres y tres hombres florentinos que, ante la llegada de la peste, deciden
retirarse a una villa vecina, donde, para entretenerse, acuerdan que cada uno de ellos contará un cuento cada día. El retiro
dura diez días, lo que nos da los cien cuentos que contiene la obra. Boccaccio empezó la redacción el mismo año en que
la peste irrumpió en Florencia. Casi ninguno de los cuentos es original del autor, pero sí lo es el tratamiento de las historias,
muy alejadas de los cuentos medievales, superficiales, moralizantes o cargados de un falso idealismo. Los relatos del
Decamerón son sentimentales, trágicos, líricos, edificantes y muchos de ellos licenciosos, pero son presentados como
sátiras burlonas de las flaquezas humanas, con sentido del humor y sin verdadera acritud. Estas características "modernas"
han hecho de Boccaccio, junto con Dante y Petrarca, uno de los primeros autores medievales cuya obra sigue vigente hoy
en día y ha pasado a formar parte de la Literatura Universal.

Hacía más de una década que un príncipe siamés llamado Fa Ngum se había refugiado en el reino de Angkor, donde se
había casado con una princesa local. Con ayuda de un ejército de Angkor, había arrebatado a los siameses un extenso
territorio del que ahora se hacía consagrar rey. Fue conocido como el reino de Lan Xang, con capital en Luang Prabang.

En 1354, el rey Pedro IV de Aragón, tras haber nombrado lugarteniente de la Corona de Aragón a su tío Pedro, el conde
de Prades, participó personalmente en una campaña contra Cerdeña, que fue dirigida por el conde Lope de Luna. Tomó
la ciudad de Alguer y la repobló con catalanes, aunque no terminó con la sublevación de los Arboreas.

Pedro I de Castilla repudió a su esposa, Blanca de Borbón, y se casó con Juana de Castro, si bien su amante, María de
Padilla le dio la tercera de sus hijas (Beatriz, Constanza e Isabel, habidas a una por año). Con la excusa de defender los
derechos de la esposa repudiada, un grupo de nobles se rebeló en Toledo contra el rey, entre ellos su hermanastro Fadrique.

Ese año murió el rey Yúsuf I de Granada. Durante su reinado se fundó la universidad de Granada. Fue sucedido por su
hijo Muhammad V.
En agosto, Cola di Rienzo pudo entrar de nuevo en Roma con el curioso título de senador único, pero fijó unos impuestos
que lo hicieron muy impopular, y fue asesinado durante un tumulto poco después. La historia de Rienzo (o Rienzi) dio
lugar a una leyenda en la que es recordado como el último tribuno de Roma.

En Milán murió el arzobispo Giovanni Visconti, que había adquirido Bolonia. La sucesión pasó a la rama de su
sobrino Stefano, hijo de Matteo I, cuyos hijos, Matteo II, Galeazzo II y Bernabo, se repartieron el estado milanés.

En Moldavia murió el voivoda Dragos, que fue sucedido por su hijo Sas.

El emperador bizantino Juan VI nombró emperador asociado a su hijo Matías Cantacuceno, pero sufrió un revés cuando
un terremoto permitió a sus aliados turcos tomar la ciudad de Gallípoli, que se convirtió en la primera posesión otomana
en Europa, esto minó seriamente sus apoyos bizantinos. El emperador Esteban IX de Servia se disponía a atacar la
mismísima Constantinopla cuando le sobrevino la muerte. Fue sucedido por su hijo Esteban X Uros, que no llevó
adelante el proyecto de su padre.

El conde Venceslao I de Luxemburgo se casó con Juana, la hija y heredera del duque Juan III de Brabante. El emperador
Carlos IV ascendió a su hermano a duque de Luxemburgo.

Boccaccio fue nombrado embajador de Florencia en Aviñón.

El rey Luis de Nápoles lanzó un nuevo ataque contra el rey Luis I de Sicilia. Éste murió en 1355 y fue sucedido por su
hermano Federico III, que continuó la lucha para rechazar el ataque angevino. Ese mismo año, tras la muerte de su primo
Federico de Ranzazzo, Federico III heredó los ducados de Atenas y Neopatria, pero se los cedió a su hermana Leonor,
esposa del rey Pedro IV de Aragón.

Pedro de Portugal, el heredero del rey Alfonso IV, había enviudado diez años atrás de su esposa, Juana Manuel, pero
desde antes de esa fecha tenía como amante a una de sus damas, Inés de Castro, con quien tuvo cuatro hijos: Alfonso,
Juan, Dionisio y Beatriz. La presencia en la corte de los hermanos de Inés, Alfonso y Fernando, inquietó a los
palaciegos, que convencieron al rey del peligro de que Fernando, el hijo legítimo de Pedro y de Constanza, pudiera
perder sus derechos al trono. Entonces Alfonso IV envió a Coimbra a tres hidalgos portugueses que mataron a Inés.
Cuando Pedro se enteró, se alzó en armas contra su padre, y se inició así una guerra civil.

Haakon VI, el hijo del rey Magnus VII de Suecia, al cumplir los quince años, tomó posesión del trono de Noruega. Erik,
el primogénito del rey sueco, se rebeló contra su padre y obtuvo el gobierno de la mayor parte de Suecia.

El emperador latino de Constantinopla Roberto II tenía un hermano llamado Felipe, que se casó ese año con María de
Anjou-Calabria, la hermana de la reina Juana de Nápoles, que había estado casada con el duque Carlos de Durazzo.

El conde Amadeo VI de Saboya se casó con Bona, hija del duque Pedro I de Borbón.

En Milán murió Matteo II, y el emperador Carlos IV concedió el título de vicario imperial a su hermano Galeazzo II.

El emperador bizantino Juan VI Cantacuceno había tenido que romper su alianza con los turcos tras la caída de Gallípoli,
pero no pudo sobreponerse al golpe político. Una revuelta dirigida por Francesco Gattilusio permitió a Juan V entrar en
Constantinopla. Entonces Juan VI se retiró como monje al monte Athos y después a Mistra. No obstante, Juan V tuvo que
continuar la lucha contra Matías, el hijo de Juan VI.

Petrarca terminó por esta época sus Inuectiuae contra medicum, en las que defiende la poesía y se burla de las supercherías
de la época. Son cuatro libros polémicos y apasionados, escritos en una prosa casi coloquial, con toques humorísticos.

Boccaccio acababa el Corbaccio, una sátira misógina, a la que no tardó en seguir su De claribus mullieribus, una
recopilación de elogiosas biografías femeninas.

En China, el cabecilla de los Turbantes Rojos, Han Shantong, logró que su hijo Han Liner fuera proclamado rey,
supuestamente de la dinastía Song. Al mismo tiempo se produjo el alzamiento de un monje llamado Zhu Yuanzhang, que
no tardó en ponerse bajo las órdenes de un guerrero llamado Guo Zixiang.
LA BATALLA DE POITIERS
En 1355 murió el duque Juan III de Brabante, y fue sucedido por su hija Juana, la esposa del duque Venceslao I de
Luxemburgo. Su hermano, el emperador Carlos IV del Sacro Imperio Romano, fue coronado como tal en Roma por el
Papa Inocencio VI.

Eduardo de Woodstock, el príncipe de Gales, tenía ya veinticinco años, y demostró sus dotes militares cuando
en septiembre desembarcó en la Guyena y realizó exitosas incursiones en territorio francés con tropas reducidas. No
estaba interesado en ganar batallas, sino en hacerse con un buen botín.

El rey Juan II de Francia convocó los Estados Generales, donde se encontró con una furiosa oposición a los impuestos,
en constante aumento. Allí destacó la figura de Etienne Marcel, un comerciante en paños que se había convertido en el
hombre más rico de París. Exigió que los impuestos fueran fijados por los Estados Generales y no por el rey, así como
que se permitiera a los Estados Generales supervisar su recaudación. En diciembre fue elegido preboste de los
comerciantes de París. Creó una gorra roja y azul para que la llevaran sus adeptos, y habló, quizá por vez primera, de
la "voluntad del pueblo".

El rey Carlos II de Navarra contaba cada vez con más adeptos entre la nobleza francesa, y ahora se atrajo también a la
burguesía apoyando la política fiscal que defendía Etienne Marcel. En abril de 1356 Juan II lo hizo arrestar, y muchos
achacaron este arresto a las simpatías de Carlos "por el pueblo". Carlos tenía un hermano menor, llamado Felipe, que
siguió defendiendo sus intereses y mantuvo las alianzas con Inglaterra, con la nobleza hostil a Juan II y con la burguesía.

El rey Pedro I de Castilla se reconcilió con su hermanastro Fadrique, que abandonó entonces la rebelion nobiliaria que
había estallado en Toledo dos años antes. Los rebeldes se rindieron en Toro poco después.

Castilla y Aragón habían acumulado una serie de tensiones en los últimos años. Por una parte, Castilla había salido al
Mediterráneo aliándose con génova, mientras que Aragón se había aliado con Venecia y habían chocado en varias
ocasiones; Pedro I de Castilla apoyaba a Inglaterra en la Guerra de los Cien Años, mientras que Pedro IV de Aragón se
decantaba con Francia. Más aún, había acogido a los nobles castellanos desterrados por su apoyo a Francia.
En septiembre Pedro I declaró la guerra a Pedro IV. Se inició así la que sería conocida como Guerra de los dos
Pedros. Castilla contó, además de con el apoyo inglés, con el del reino de Granada, mientras que Aragón recibió el apoyo
de Francia y el de Marruecos. El infante Fernando, hermanastro del rey Pedro IV exiliado en Castilla, puso la región
de Alicante (el sur del reino de Valencia, que había formado parte del reino musulmán de Murcia) en manos del monarca
castellano.

Pedro IV contraatacó llamando a Enrique, el hermanastro de Pedro I, que entonces estaba en Francia. Era conocido
como Enrique de Trastámara, porque el conde Rodrigo Álvarez de Asturias le había cedido dicho condado. Enrique
acudió a Aragón a la cabeza de un ejército de mercenarios que reforzó sensiblemente el ejército aragonés a la vez que
puso en aprietos a Pedro I, pues la nobleza castellana era reacia a luchar contra Enrique.

Tras tomar algunos castillos de Carlos II, el rey Juan II condujo a la Guyena un ejército de unos cuarenta mil hombres,
dispuesto a terminar con las incursiones del príncipe de Gales. Eduardo contaba con unos doce mil hombres que reunió
en cuanto tuvo noticia de la ofensiva francesa. Los ejércitos se encontraron el 17 de septiembre cerca de la ciudad de
Poitiers. Eduardo había ocultado a sus arqueros (unos tres o cuatro mil) entre la vegetación de una colina de forma que
protegían todos los accesos. Si Juan II hubiera tenido algo de entendimiento, habría rodeado la colina y habría esperado
a que los ingleses, carentes de todo apoyo, se rindieran por el hambre o descendieran atacando en desventaja; pero Juan
II no era inteligente, sino caballero, y no concebía otra forma honrosa de ganar una batalla que lanzarse a la carga. Los
franceses no habían aprendido gran cosa de las derrotas de Courtrai y Crécy. Ante el hecho de que soldados de a pie
habían derrotado a ejércitos de caballeros no habían sacado mayor conclusión que la vaga idea de que era mejor combatir
a pie que a caballo. Por ello Juan II ordenó a sus hombres que desmontaran y se lanzaran a la carga. Así, un ejército de
caballeros protegidos por pesadas armaduras que apenas les permitían moverse, se enfrentó a un ejército de infantería
ligera sabiamente protegido por arqueros de arco largo. La batalla fue una repetición de Crécy, salvo por el hecho de que
algunos franceses lograron llegar hasta las líneas inglesas, por lo que el príncipe Eduardo tuvo más bajas (unos 2000
hombres, contando muertos y heridos). Por su parte, unos 2500 caballeros franceses resultaron muertos, y otros tantos
fueron hechos prisioneros.
Pese a la matanza, los franceses, superiores en número, podrían haber atacado de nuevo y haber obtenido una victoria,
pero en el momento más crítico huyeron presas del pánico y el príncipe Eduardo ordenó contraatacar. Lo peor de todo
fue que entre los cautivos estuvo el propio rey Juan II. Parece ser que combatió valientemente, y a su lado estaba el menor
de sus hijos, que tenía entonces catorce años, que, según le llegaban los enemigos, iba gritando "Mira a la derecha, padre;
ahora a la izquierda..." Fue capturado con su padre, y desde entonces fue conocido como Felipe el Audaz. No obtuvo el
mismo reconocimiento su hermano mayor, el delfín Carlos, que huyó de la batalla y se ganó la fama de cobarde y desertor.
(Es probable que huyera por orden de su padre, para evitar que Francia se quedara sin rey ni heredero y se agravara así la
crisis dinástica.)

El príncipe Eduardo trató brutalmente a sus prisioneros que no eran caballeros, mientras que éstos gozaron de todos los
privilegios que puede tener un prisionero de guerra. En particular Juan II fue tratado con honores de rey (a pesar de que
la postura oficial inglesa era que Juan II no era rey de Francia, sino tan sólo conde de Valois).

Entre los muertos en Poitiers estuvo el duque Pedro I de Borbón, que fue sucedido por su hijo Luis II.

En octubre, el delfín Carlos convocó los Estados Generales, que estuvieron dominados por Etienne Marcel y Robert le
Coq. Marcel dominaba todo el comercio de París y tenía más poder en la capital que el propio delfín. Carlos se vio
presionado a establecer reformas, a dar más poder a la clase media y a establecer nuevos sistemas de impuestos; pero
adoptó una estrategia de contemporizar para no convertirse en un títere de Marcel. Por su parte, Juan II enviaba proclamas
desde su cautiverio en Burdeos prohibiendo reunirse a los Estados Generales y declarando nulas todas las decisiones que
tomaran.

El 25 de diciembre, el emperador Carlos IV promulgó en Nuremberg la bula de oro, cuyos cuatro primeros artículos
ordenaban el curso de las monedas, disminuían los peajes y proclamaban la paz pública, mientras que los veintisiete
restantes regulaban la elección imperial. En ella se ratificaba la lista de los príncipes electores: el arzobispo de Maguncia,
al que se asociaba el título de archicanciller de Alemania, el arzobispo de Colonia, archicanciller de Italia, el arzobispo
de Tréveris, archicanciller de Arles (del reino de Borgoña), el rey de Bohemia, gran escanciador, o copero mayor, el
conde Palatino del Rin, gran senescal, el duque de (la Alta) Sajonia, gran mariscal, y el margrave de Brandeburgo, gran
chambelán. (En ese momento, los príncipes electores laicos eran el propio Carlos IV (rey de Bohemia, de la casa de
Luxemburgo), el conde palatino Roberto I y el margrave Luis de Brandeburgo (ambos de la familia Wittelsbach), y el
duque Roberto II de la Alta Sajonia, que acababa de suceder a su padre, Roberto I.

A la muerte del emperador, el arzobispo de Maguncia debía convocar a los electores en Frankfurt, donde debía tener lugar
la elección en un plazo menor de treinta días. El elegido debía obtener, por lo menos, cuatro votos, aun cuando algunos
príncipes estuvieran ausentes. La coronación debía tener lugar inmediatamente en Aquisgrán. Se suprimía la coronación
en Roma y todo tipo de injerencia del Papa en la elección del emperador.

Los príncipes electores fueron equiparados a reyes: ejercían la justicia soberana sobre sus tierras y tenían autoridad sobre
los demás nobles del Imperio. Los electorados se convertían en territorios indivisibles, transmitidos hereditariamente de
padre a hijo primogénito.

Ese año Simone Boccanegra recuperó su título de dux de Génova.

Un noble de origen servio llamado Balsa independizó a Albania del Imperio de Esteban IX.

Suecia seguía dividida entre el rey Magnus VII y su hijo Erik. Una rebelión de partidarios de Erik derrocó al duque de
Finlandia Bengt Algotsson, pero Magnus VII logró dominar el territorio y unirlo a sus posesiones.

En 1557 el rey Carlos II de Navarra fue liberado por sus partidarios y no tardó en entablar una alianza con Etienne Marcel.
En marzo, el delfín Carlos tuvo que aceptar un programa de reformas que limitaba sus propios poderes. Carlos concertó
con el conde Luis II de Flandes el matrimonio entre Margarita, la hija de éste (de siete años) y el conde y duque Felipe
I de Borgoña (de once), hijo de la reina Juana.

Beatriz de Castilla logró que su esposo, el rey Alfonso IV de Portugal se reconciliara con su hijo Pedro y así terminó la
guerra civil que enfrentaba a padre e hijo desde el asesinato de Inés de Castro. Sin embargo, el rey no tardó en morir, y
así Pedro se convirtió en el rey Pedro I de Portugal.
Mientras tanto, el rey Pedro IV de Aragón convenció a su hermanastro Fernando para que se pasara a su bando y lo
nombró procurador general de Aragón. Se puso al frente de los nobles castellanos refugiados en Aragón, lo que dio lugar
a algunos roces con Enrique de Trastámara. Mientras tanto, el rey Pedro I de Castilla tuvo que sofocar una revuelta en
Andalucía encabezada por Juan de la Cerda, el cual fue derrotado por Egidio Boccanegra en la batalla de Trigueros.

El rey David II de Escocia fue liberado tras once años de cautiverio en Inglaterra en virtud del tratado de Berwick, que
reconocía la supremacía inglesa sobre Escocia.

En Holanda seguía la guerra entre los hoeken y los kabeljauwen. El conde Guillermo V enloqueció y tuvo que ser
encerrado. Fue sucedido por su hermano Alberto.

Matias Cantacuceno, el hijo del emperador bizantino Juan VI Cantacuceno, renunció a sus pretensiones imperiales, con
lo que Juan V Paleólogo quedó como único emperador.

Ese año murió el burgrave Juan II de Nuremberg y fue sucedido por su hermano Alberto I y por su hijo Federico V.

En México, los chichimecas habían acogido en su territorio a un pueblo al que las crónicas llaman "los regresados", dando
a entender que se trataba de un grupo de emigrantes del valle. Los regresados trajeron consigo importantes avances
culturales: la escritura, el calendario, la cerámica, etc. El rey chichimeca Quinatzin murió y fue sucedido por Techotlala.

En París, Etienne Marcel era cada vez más poderoso. El 22 de febrero de 1358 llegó a ordenar el asesinato de los
mariscales de Champaña y de Normadía, consejeros del delfín Carlos a los que se responsabilizaba de los desastres
militares, pero Carlos era un hábil diplomático y orador, y terminó ejerciendo un cierto control sobre el preboste tras
admitirlo en el Consejo Real.

La mayor parte de los cadáveres que dejó la batalla de Poitiers eran de campesinos franceses, y ahora el campesinado
estaba sometido a los impuestos adicionales fijados para costear la guerra y recaudar el exorbitado rescate que los ingleses
pedían por el rey Juan II. El 21 de mayo estalló una revuelta campesina dirigida por Guillaume Karle, un antiguo
soldado, que, al grito de ¡Muerte a los caballeros! se dedicó a atacar las casas de la nobleza y a incendiar sus castillos.
Esta revuelta fue conocida como la jacquerie, derivado del nombre Jacques Bonhomme, que empleaban las clases
superiores para referirse a un campesino típico, a un cualquiera.

La jacquerie conmocionó el delicado status político de Francia, pues las noticias sobre la crueldad de los campesinos
pusieron a los habitantes de las ciudades de parte de la nobleza, y ello puso en un aprieto a Etienne Marcel y su proyecto
reformista. Incluso el propio rey Carlos II de Navarra se encontró con que su interesada "defensa del pueblo frente a la
nobleza" se volvía ahora contra él, ya que se hacía sospechoso de apoyar a los sublevados. Carlos el Malo trató de cortar
de raíz estas sospechas empleando su propio ejército para sofocar la revuelta. El 10 de junio capturó a Karle y masacró
despiadadamente a miles de campesinos. Luego entró con su ejército en París, gracias al cual el gobierno de Etienne
Marcel pasó a ser dictatorial. El delfín Carlos no dejó de hacer notar que entre las tropas de Carlos el Malo había
numerosos mercenarios ingleses, y también se las arregló para que la burguesía de varias ciudades distintas de París
recelara de Marcel. Finalmente, el 31 de julio Marcel fue asesinado durante un tumulto popular por Jean Maillart, uno
de los partidarios del delfín.

Ese año murió el duque Alberto II de Austria, que legó el ducado a tres de sus once hijos: Rodolfo IV (de diecinueve
años), Alberto III (de nueve) y Leopoldo III (de siete).

El rey Muhammad V de Granada fue traicionado por su ministro Ibn al-Jatib, que dio el trono a Ismaíl II, hermano del
monarca. Ibn al-Jatib, como la mayor parte de los ministros de Muhammad V, fue un ilustrado y, de hecho, es considerado
como el último historiador de Al-Ándalus. En uno de sus tratados aparece una referencia al uso bélico de la pólvora.

En Marruecos murió el rey Abú Inán, tras protagonizar una situación similar a la que dio fin al reinado de su padre: tras
una exitosa campaña en el norte de África, la defección de los beduinos árables lo obligó a refugiarse en Fez, donde
murió. Marruecos cayó en la anarquía, mientras distintos aspirantes al trono luchaban entre sí.

Los turcos otomanos atacaban Grecia sin que el emperador bizantino Juan V ni los servios de Esteban X pudieran hacer
nada para frenar sus incursiones. El emperador latino Roberto II regresó finalmente a Morea, desde donde trató de
oponerse a los turcos, también sin éxito.
En Japón murió el shogun Ashikaga Takauji, pero el doble gobierno de las dos Cortes se mantuvo con sus sucesores y los
del emperador Daigo II. Los imperiales dominaban la isla de Kyushu, mientras que en el norte muchos señores se
independizaron. El país vivía en una guerra civil con combates esporádicos, pero encarnizados.

Pedro, el conde de Prades y tío del rey Pedro IV de Aragón, enviudó de Juana de Foix y, a sus cincuenta y tres años,
ingresó en el convento de san Francisco de Barcelona.

Isabel, la hija del derrocado rey Jaime III de Mallorca, se casó con Juan Paleólogo, marqués de Montferrato. Pedro IV
el Ceremonioso aprobó el matrimonio, y le prometió una generosa dote si renunciaba a sus hipotéticos derechos sucesorios
a la corona de Mallorca.

El rey Pedro I de Portugal firmó un tratado de alianza mutua con Pedro I de Castilla al tiempo que entablaba negociaciones
secretas con Pedro IV de Aragón. Con su apoyo a Enrique de Trastámara, Pedro IV estaba convirtiendo la guerra de los
dos Pedros en una guerra civil castellana. Pedro I llegó a exasperarse de la lealtad cada vez más flaqueante de sus nobles
y desencadenó una persecución sangrienta que disminuyó aún más el número de sus partidarios. Se ganó el sobrenombre
de Pedro I el Cruel, y entre sus víctimas estuvo su hermanastro Fadrique. En 1359 Pedro I envió una flota que partió de
Sevilla bajo la dirección de los capitanes Egidio y Bartolomé Boccanegra y atacó infructuosamente Barcelona. También
atacó las fronteras aragonesas, que fueron defendidas por el infante Fernando de Aragón.

Aunque Córcega pertenecía nominalmente a la Corona de Aragón, lo cierto es que la isla gozaba de una completa
autonomía. Por iniciativa de Sambucuccio de Alando, la región noreste aceptó la soberanía genovesa.

Ese año murió el rey Ismaíl II de Granada y su hermano Muhammad V pudo recuperar su trono. Continuó así su gobierno
ilustrado, durante el cual se fundaron varios hospitales, en los que destacó el médico Muhammad al-Saquri. Además
Muhammad V pudo intervenir en la caótica política de los benimerines, en Marruecos. Durante un tiempo llegó incluso
a ocupar la ciudad de Ceuta.

El rey Juan II de Francia aceptó los Preliminares de Londres, en los que entregaba a Inglaterra el norte de Francia (casi
la mitad de su reino) a cambio de su liberación, pero el delfín Carlos se negó a aceptar estas condiciones, y los Estados
Generales, reunidos el 19 de mayo, apoyaron su decisión en un clima de fervor patriótico. El rey Eduardo III de Inglaterra
decidió entonces dar una nueva lección a los franceses, ya que las derrotas de Crécy y Poitiers no les habían bastado.
Mientras hacía los preparativos casó a su hijo Juan de Gante (llamado así por la ciudad en que había nacido), con Blanca
de Lancaster, la hija del duque Enrique II de Lancaster.

Finalmente, el 28 de octubre, Eduardo III desembarcó en Calais con un ejército y se dirigió a Reims, en cuya catedral
eran coronados los reyes de Francia. Su intención era entrar en la ciudad y hacerse coronar. Se encontró con un clima
adverso. Sus hombres tuvieron que caminar entre la lluvia y el barro hasta las puertas de Reims, donde llegaron el 30 de
noviembre. Sin embargo, su adversario no era ya el caballeroso Juan el Bueno, sino su hijo, que pronto sería conocido
como Carlos el Sabio. El delfín había cuidado que la ciudad estuviera bien aprovisionada y dejó que los ingleses la
asediaran bajo la lluvia y el frío. Al cabo de unas semanas Eduardo III, ante las enfermedades y las malas condiciones
climáticas, optó por abandonar el asedio, y sus tropas pasaron el invierno haciendo correrías por Francia, aunque sin
obtener ninguna victoria destacada, pues ningún ejército francés les salió al paso.

El duque Juan IV de Bretaña había dejado un hijo, conocido como Juan de Montfort, que tenía tan sólo cuatro años
cuando murió su padre, pero que ahora tenía ya dieciocho y, al igual que su padre, trató de arrebatar el ducado a su tia-
abuela Juana con la ayuda de Eduardo III. Así se reabrió el frente bretón. El conde Carlos de Chatillon-Blois, marido de
la duquesa, tuvo que enfrentarse al ejército de Juan.

En Moldavia murió el voivoda Sas, y fue sucedido por Balc, pero un señor llamado Bogdan, que poseía ciertos territorios
en Transilvania, aprovechó para cruzar los Cárpatos e invadir Moldavia. El rey Luis I de Hungría, como represalia, le
confiscó sus territorios en Transilvania, y la respuesta de Bogdan fue rebelarse contra Luis I y convertir a Moldavia en
un principado independiente. Así se convirtió en el voivoda Bogdan I.

Entre los fallecidos este año cabe destacar:

 Orján, el emir otomano, sucedido por su hijo Murat I.


 El rey Hugo IV de Chipre, sucedido por su hijo Pedro I.
 El gran príncipe Iván II de Moscú, que dejó un hijo de nueve años llamado Demetrio Donskói. Ante su minoría
de edad, el kan de la Horda de Oro otorgó la supremacía sobre los principados rusos al príncipe de
Vladímir Demetrio III Konstantinovich.
 El rey de suecia Erik Magnusson, que había usurpado a su padre, el rey Magnus VII, la mayor parte del territorio
sueco. Su hermano, el rey Haakon VI de Noruega se convirtió entonces en el heredero de Suecia. Recientemente
se había casado con Margarita, la heredera del rey Valdemar IV de Dinamarca.

En 1360 Valdemar IV aprovechó la muerte de Erik para reconquistar Escania, el territorio que Suecia había arrebatado a
Dinamarca hacía casi tres décadas.

Murat I conquistó la ciudad de Adrianópolis.

Se cuenta que el rey Pedro I de Portugal, recordado como Pedro I el Justiciero, hizo ejecutar a los asesinos de su amante
Inés de Castro y que, en la asamblea de Cantahede, el rey presentó pruebas de que se había casado en secreto con Inés,
tras lo cual ordenó trasladar su cadáver a un monasterio y obligó a la nobleza a rendirle honores de reina.

Boccaccio terminó su tratado De casibus uirorum, en el que narra la vida de los hombres más desdichados de la
humanidad, desde Adán a Petrarca, que se le aparecen en sueños para contarle sus desdichas. Luego inició una vasta
compilación de la mitología clásica, de la que llegaría a escribir quince libros bajo el título de De genealogiis deorum, en
los que realizó un incalculable esfuerzo de erudición.

Ese año murió el señor de Mantua, Luis I, que fue sucedido por su hijo Guido Gonzaga. Después de una guerra, su padre
había tenido que reconocer el señorío de los Visconti de Milán.

En el Imperio de Mali murió el mansa Sulaymán, y se inició un periodo de disturbios por la sucesión, ya que entraban en
conflicto las tradiciones locales y las tradiciones musulmanas al respecto.

LOS DOS PEDROS


Una vez pasado el invierno, el rey Eduardo III de Inglaterra llevó su ejército a las puertas de París, y el 30 de marzo de
1360 inició un asedio. Su intención era forzar al delfín Carlos a que le presentara batalla. Para ello, hizo ostentaciones de
fuerza ante las murallas de la ciudad, envió caballeros para que retaran en combate singular a cuantos franceses se
atrevieran a ello, los trató de cobardes, etc. Pero Carlos el Sabio fue inmune a todas las provocaciones: era sabio, no
caballero. Pese a la exasperación de más de un noble, prohibió que nadie saliera de la ciudad a responder a las bravatas
inglesas. Finalmente, el lunes 14 de abril (fecha que los ingleses recordarían como el lunes negro) una tremenda granizada
cayó sobre el campamento inglés, acompañada de fuertes vientos. Además de la mella que el tiempo hizo en los sitiadores,
empezó a cundir la duda de si Dios no se habría vuelto contra ellos (el lunes negro fue el lunes siguiente al domingo de
resurrección, y había cierto ambiente religioso entre los soldados). Eduardo III levantó el asedio. Dos semanas después
se iniciaron negociaciones de paz en Brétigny, a veinticinco kilómetros de París. Allí Eduardo III renunció a sus
pretensiones a la corona francesa y, a cambio, recibió toda Aquitania y una ampliación de sus posesiones alrededor de
Calais. Además se fijó una cantidad razonable como rescate del rey Juan II. Estas condiciones fueron ratificadas en
el tratado de Calais. Se pagó inmediatamente la mitad de lo estipulado y el rey fue liberado, pero dejando como aval de
que se pagaría la segunda mitad a su hijo Luis I de Anjou, que se acababa de casar con María de Blois, la hija del conde
Carlos de Chatillon-Blois. Para compensarlo por las molestias, Juan II le cambió el título de conde de Anjou por el
de duque de Anjou y, para que sus hermanos no se sintieran agraviados, nombró duque de Berry a su tercer
hijo, Juan, y duque de Turena a su hijo menor, Felipe el Atrevido, con quien había compartido el cautiverio.

El 18 de mayo de 1361 Castilla y Aragón firmaron la paz de Deza, que ponía fin a la guerra entre ambos reinos. Se logró
gracias a la mediación de Bernardo de Cabrera, embajador de Pedro IV de Aragón ante Pedro I de León y Castilla.
Pedro IV casó a su hija Constanza con el rey Federico III de Sicilia.

En Portugal se reunieron las cortes de Elvas, en las que el rey Pedro I apoyó las peticiones de la burguesía frente a la
nobleza y el clero.

Juan de Montfort, el aspirante a duque de Bretaña, se casó con María, hija del rey Eduardo III de Inglaterra.
Ese año murió sin descendencia el conde y duque Felipe I de Borgoña. Los condados de Borgoña y Artois pasaron a
manos de su tía-abuela Margarita I, la hermana de su abuela, la condesa Juana II de Borgoña, de la que Felipe I los había
heredado y, por consiguiente, heredera legítima. (Margarita era también la madre del conde Luis II de Flandes.) Sin
embargo, no había ningún heredero legítimo para el ducado de Borgoña y, siguiendo la costumbre en estos casos, el rey
Juan II lo incorporó a su patrimonio. Otros fallecidos fueron:

 El conde Jaime I de la Marche, tío del duque Luis II de Borbón, que fue sucedido por su hijo Pedro, aunque no
tardó en morir también y fue sucedido por su hermano Juan I.
 El duque Enrique de Lancaster, cuyo título pasó a Juan de Gante, el hijo del rey Eduardo III de Inglaterra, que
estaba casado con la hija de Enrique.
 El burgrave Alberto I de Nuremberg, que compartía el título con su sobrino Federico V.
 El duque Luis V de la Alta Baviera, que fue sucedido por su hijo Meinhard.
 Amir Taragai, el gobernador de Kesh, un pequeño principado mongol en Transoxiana, vasallo del kanato de
Yagatay. Fue sucedido por su hijo Timur, de veintiséis años.

El rey Valdemar IV de Dinamarca conquistó la isla sueca de Gotland y, en ella, saqueó la ciudad de Visby, dominada
por la liga hanseática. Los suecos culparon a su rey, Magnus VII, de las derrotas ante Dinamarca y lo depusieron
en 1362, tras lo cual otorgaron el trono a su hijo, el rey Haakon VI de Noruega.

Olguerd, el gran duque de Lituania, estaba conquistando numerosos territorios rusos, y obtuvo una victoria frente a los
mongoles cuando éstos trataron de rechazarlo. En Moscú, Demetrio Donskói, el hijo del fallecido gran príncipe Iván II,
logró a sus doce años recuperar el título frente al príncipe de Vladímir Demetrio III Konstantinovich gracias al apoyo de
la Iglesia, especialmente del metropolitano Alexiéi.

El rey Pedro I de León y Castilla atacó la ciudad aragonesa de Calatayud sin previa declaración de guerra, con lo que se
reanudó la guerra de los dos Pedros.
Las posesiones inglesas en Irlanda se iban reduciendo paulatinamente. La influencia inglesa en la isla se sustentaba
principalmente en familias irlandesas leales a la corona. Así, Eduardo III había casado años atrás a su
hijo Lionel con Isabel, la condesa del Ulster. El año anterior lo había nombrado señor de Irlanda, y ahora Lionel
heredaba a través de su esposa el título de duque de Clarence. Su hermano, Edmundo de Langley, fue nombrado conde
de Cambridge. Por estas fechas, un poeta llamado William Langland publicó un poema satírico de dos mil quinientos
versos (en inglés), titulado Pedro el labrador. Este poema ejerció una gran influencia en la opinión popular e hizo
aumentar el descontento social en el país.

Petrarca se trasladó a Venecia, mientras Boccaccio acababa su Tratatello in laude di Dante. Ese año le sobrevino una
crisis espiritual que lo llevó a renegar del Decamerón y a consagrarse al estudio y las prácticas piadosas.

La ciudad de Bolonia se sublevó contra el señorío de Bernabo Visconti. El Papa Inocencio VI lo excomulgó y trató de
adueñarse de la ciudad.

Ese año murió el Papa Inocencio VI, y fue sucedido por el cardenal Guillaume de Grimoard, que adoptó el nombre
de Urbano V.

También murió el conde Luis de Gravina, que fue sucedido por su hijo Carlos.

El rey Luis de Nápoles había conquistado casi la totalidad de la isla de Sicilia, pero entonces murió, y su viuda, la reina
Juana, se casó en 1363 con Jaime, el hijo del rey Jaime III de Mallorca, que acababa de escapar del cautiverio en el que
el rey Pedro IV de Aragón lo tenía confinado desde hacía trece años (y que pretendía ser reconocido como Jaime IV de
Mallorca). Juana conceció a Jaime el título de príncipe de Calabria, pero no permitió que tuviera poder alguno en Nápoles.
El rey Federico III de Sicilia empezó entonces a recuperar su reino.

El emperador Carlos IV cedió el reino de Bohemia a su primogénito Venceslao IV y el rey Juan II de Francia cedió el
ducado de Borgoña a su hijo Felipe II el Atrevido.
El rey Haakon VI de Noruega se reconcilió con su padre, Magnus VII de Suecia, y entonces los suecos ofrecieron el trono
a un alemán, el duque Alberto de Mecklemburgo, que había sido amigo y colaborador de Erik Magnusson. Alberto
(ahora Alberto III) expulsó de Suecia a Haakon VI y encarceló a Magnus VII. El nuevo rey contó con el apoyo de la
Hansa, pero trajo un séquito de nobles alemanes que causó cierto descontento en el país.

Ese año murió envenenado el dux genovés Simone Boccanegra. También murió el duque Meinhard de la Alta Baviera, y
el ducado se lo repartieron los duques Alberto I y Esteban II de la Baja Baviera. Meinhard era también conde del Tirol, y
los Wittelsbach vendieron el condado al duque Rodolvo IV de Austria, que compartió el título condal con sus hermanos
Alberto III y Leopoldo III, al igual que compartía el título ducal.

También murió el rey de Armenia, Constantino V de Lamprón y los nobles eligieron como sucesor a León VI de
Lusignan. Era menor de edad y su padre, Juan, ejerció de regente.

Por esta época los kanatos mongoles se estaban disgregando en una multitud de pequeños reinos o principados que
combatían constantemente entre sí. Timur, el príncipe de Kesh, había marchado a Persia y destacó en estos combates, por
lo que el kan Cagatai Tugluq lo nombró consejero de su hijo Ilyas Juyya, gobernador de Transoxiana, pero Timur, en
connivencia con su cuñado, Mir Husayn, rey de Kabul, se rebeló contra el kan.

Zhu Yuangzhang dominaba toda la China central cuando se hizo proclamar rey del estado Wu, lo que suponía la ruptura
definitiva con el emperador Yuan de Pekin.

Bernardo de Cabrera logró por segunda vez concertar un acuerdo entre los reyes Pedro I de León y Castilla y Pedro IV
de Aragón. Las negociaciones tuvieron lugar en Murviedro (el nombre que los visigodos habían dado a la antigua
Sagunto) y el rey Carlos II de Navarra actuó como mediador. Se acordó el matrimonio de Pedro I con Juana, hija de
Pedro IV, y el de Juan, el heredero de Pedro IV, con una hija de Pedro I. Cada esposa entregaría como dote una serie de
poblaciones que se estipulaban en el tratado. Los nobles aragoneses reprocharon a Bernardo de Cabrera que el acuerdo
era desventajoso para la Corona, aunque finalmente no se cumplió y los enlaces no se celebraron.
Lo sucedido es algo confuso, pero parece ser que Carlos el Malo trató de entablar una alianza con Pedro I, pero al no
conseguirlo se dirigió a Enrique de Trastámara, a quien le molestaba Fernando de Aragón, que había dirigido la campaña
contra Pedro I hasta la firma del tratado de Murviedro y le robaba el protagonismo que andaba buscando. Entre los dos
lograron que Fernando fuera acusado de conspirar contra Enrique de Trastámara, de haber robado parte del tesoro real y
de tratar de huir a Castilla con algunas tropas. Pedro IV ordenó el asesinato de su hermano, y poco después Enrique de
Trastámara (sin duda previo acuerdo con el rey aragonés, que asestaba así un duro golpe a su rival) reclamó el trono de
Castilla. Para compensar que era hijo ilegítimo de Alfonso XI, inició una campaña de desprestigio contra Pedro el Cruel,
que se apoyaba en los judíos y en los musulmanes de Granada, mientras que él, Enrique, era el defensor de la fe cristiana.

Entonces Pedro I rechazó el tratado de Murviedro alegando que Bernardo de Cabrera se había comprometido, como parte
del acuerdo, a asesinar tanto a Fernando como a Enrique de Trastámara, mientras que el segundo seguía con vida.
Bernardo de Cabrera fue acusado de haber acusado en falso a Fernando de Aragón y de estar planeando la muerte de
Enrique de Trastámara, por lo que fue encarcelado en Zaragoza y decapitado en 1364, tras un rápido proceso. Por su
parte, Pedro I puso sitio a Valencia.

El año anterior, el duque Luis I de Anjou había escapado de su cautiverio en Inglaterra y había regresado a Francia. Su
padre, el rey Juan II, que era todo un caballero, le instó a regresar, pues se había comprometido a permanecer como rehén
hasta que Francia pagara el resto de la cantidad estipulada en el tratado de Calais. Luis II se negó a volver y entonces Juan
II declaró que su dignidad estaba en juego y se entregó a los ingleses. (Es probable que Juan II prefiriera estar en Inglaterra
en vez de en Francia. Allí era tratado a cuerpo de rey y no tenía que afrontar los complicados problemas que planteaba el
gobierno de su país.) Sin embargo, Juan II el Bueno murió poco después, a sus cuarenta y cuatro años. Fue sin duda uno
de los reyes más incapaces e irresponsables que había tenido Francia desde hacía siglos. Si Eduardo III hubiera tenido
algo más de vista, no lo habría tenido apartado de su trono ni un solo día. Por fortuna para el país, su sucesor, Carlos V
el Sabio, era la antítesis de su padre.

Carlos V era un hombre culto, que a lo largo de su vida llegó a reunir unos novecientos libros (cantidad notable, en esta
época en que cada libro era una obra artesanal y un artículo de lujo), y creó la primera biblioteca real de Francia. A pesar
de su cultura, cuidó mucho las relaciones con la Iglesia, pues además de culto era inteligente: sabía que la situación
política exigía que los franceses no dudaran ni por un instante de que Dios estaba de parte de Francia y en contra de
Inglaterra. Además, había jurado respetar el tratado de Calais y pronto necesitaría que Dios le dispensara de su juramento,
pues no estaba dispuesto a permitir que media Francia quedara en manos de Inglaterra. Por ello reforzó el carácter
religioso de la ceremonia de coronación y adoptó siempre una actitud devota. No obstante, a lo largo de su reinado se
preocupó de disminuir el poder de la Santa Inquisición y hasta intervino varias veces en defensa de los judíos.

Carlos empezó su programa de reformas antes incluso de ser coronado: suprimió todas las fiestas, torneos, y otros lujos
que la corte no se podía permitir en esos momentos. Nombró a su hermano, el duque Luis I de Anjou, su lugarteniente
general en Occitania (el sureste del país), con instrucciones de preparar la reconquista de Aquitania. Pero el grueso del
ejército real lo puso bajo el mando de Bertrand Du Guesclin, un bretón tosco, feo, inculto y sin el suficiente abolengo
como para ser digno del cargo, pero con más astucia y talento militar que cualquier ilustre caballero del momento. Tenía
entonces unos cuarenta y cuatro años, y había destacado bajo las órdenes del conde Carlos de Chatillon-Blois, el marido
de la duquesa Juana de Bretaña, en las luchas que había mantenido contra Juan de Montfort. El primer encargo que le
hizo el rey fue enviarlo contra Carlos el Malo, que estaba maquinando de algún modo sabotear la coronación. Los ejércitos
se encontraron en Cocherel el 16 de mayo, y Du Guesclin obtuvo una rotunda victoria. Las noticias llegaron a Reims dos
días después, mientras se celebraba la coronación, y fueron recibidas como un buen augurio.

A continuación Carlos V envió a Du Guesclin a Bretaña, para ayudar de nuevo al conde Carlos de Chatillon-Blois contra
Juan, el pretendiente al título ducal. Se libró la batalla de Auray, en la que Du Guesclin no tuvo tanta suerte: fue hecho
prisionero y el conde Carlos murió. El rey se apresuró a pagar el rescate que pedían los ingleses por Du Guesclin, y tan
pronto fue liberado le encargó otra misión más importante aún: El rey Carlos el Malo había regresado a Navarra tras su
derrota en Cocherel y había entablado negociaciones con Pedro el Cruel. El potencial militar de Castilla era grande y,
ahora que Inglaterra dominaba Aquitania, el destino de Francia podía depender en gran medida de si Castilla apoyaba a
Francia para reconquistar Aquitania o apoyaba a Inglaterra para defenderla. Además, la lana de Castilla era una pieza
fundamental para sontener la economía flamenca sin depender de la lana inglesa. No había esperanzas de que Pedro el
Cruel colaborara con Francia, pero su hermanastro Enrique de Trastámara reclamaba la corona y ya había acudido en una
ocasión a Francia, pidiendo ayuda. Ahora era el mejor momento para prestársela.
Carlos V iba a matar dos pájaros de un tiro: Francia estaba asolada por antiguos soldados que, al verse en la ruina, se
habían convertido en bandidos o mercenarios que luchaban por cualquiera que les pagara y, en ausencia de trabajo, se
dedicaban a hacer correrías por su cuenta. Eran las llamadas Grandes Compañías. Du Guesclin se encargó de ir reuniendo
poco a poco a cuantos pudo encontrar de estos bandidos, mientras Carlos IV negociaba con Pedro IV de Aragón y Enrique
de Trastámara. Si finalmente las Grandes Compañías cruzaban los pirineos, pasara lo que pasara después, al menos
Francia quedaría libre de esta plaga.

El lugar elegido para las reuniones fue la corte papal de Aviñón. Allí acudió el tío del Ceremonioso, el conde Pedro de
Prades, que aceptó encantado el refuerzo francés en la guerra de los dos Pedros. Entre los motivos oficiales de tamaña
injerencia estaba el hecho de que Pedro el Cruel se había casado años atrás con Blanca de Borbón (pariente del rey Carlos
V), pero la había abandonado al poco tiempo por su amante María de Padilla, e incluso había llegado a encarcelarla. La
reina había muerto hacía tres años y corría el rumor de que Pedro el Cruel había ordenado envenenarla.

El conde Ramón Berenguer I de Ampurias (otro de los tíos de Pedro el Ceremonioso) se retiró a un convento y cedió el
condado a su hijo Juan I.

El rey Casimiro III de Polonia, después de haber fundado numerosos hospitales y colegios, fundó la Universidad
de Cracovia.

Ese año murió sin descendencia Roberto II, el emperador latino de Constantinopla. El título (y los territorios latinos de
Morea) pasaron a su hermano Felipe II de Anjou-Tarento.

En Rímini murió Malatesta III, que había aumentado notablemente el patrimonio familiar. El cabeza de familia era ahora
su hermano Galeotto.

También murió el príncipe Alejandro I de Valaquia, que fue sucedido por Ladislao I.

El emperador Alejo III de Trebisonda había logrado que los turcos respetaran su pequeño territorio casando a varias de
sus hijas con emires. Ahora firmaba un acuerdo comercial con Venecia que dio lugar a un periodo de prosperidad. No
corría la misma suerte el Imperio Bizantino. Murat I, el emir otomano, había conquistado ya toda Tracia. En 1365 trasladó
su capital a Adrianópolis y se proclamó sultán. Constantinopla estaba rodeada por los turcos. De los pequeños emiratos
que habían surgido en Asia Menor tras la desintegración del sultanato de Rum, ya sólo quedaba el sultanato otomano y
el emirato de Karamania, que rodeaba a Konya, la antigua capital selyúcida.

En el tratado de Guérande, el rey Carlos V de Francia reconoció como duque de Bretaña a Juan de Montfort, que es
conocido también como Juan IV, como su padre, porque éste nunca llegó a poseer el ducado realmente. Carlos V no
podía negarle lo que había conquistado por las armas, pero con su diplomacia logró al menos que Juan IV le prestara
homenaje.

En la guerra contra Pedro el Cruel destacaban dos hermanos poetas catalanes, Jaume y Pere March, que tenían entonces
sobre los treinta años. Jaume March estaba tomando parte en un asedio a Murviedro, y con esta ocasión compuso su
poema alegórico Debat entre honor e delit (Debate entre honor y deleite).

Ese año murió el duque Rodolfo IV de Austria, y el ducado quedó en manos de sus dos hermanos Alberto III y Leopoldo
III. Éste se casó con Viridis, hija de Bernabo Visconti, el señor de Milán. También murió el margrave Luis de
Brandeburgo (antes duque Luis VI de Baviera), que fue sucedido por su hijo Otón (antes duque Otón V de Baviera).

En Moldavia murió el voivoda Bogdan I, que fue sucedido por Latcu.

Boccaccio, tras haberse reunido con Petrarca en Venecia unos años atrás, había marchado nuevamente a Aviñón en su
cargo de embajador de Florencia, ahora ante el Papa Urbano V.

Timur y Mir Husayn, después de haber independizado Transoxiana del kanato de Yagatay, empezaron a luchar entre ellos
por el poder.

ENRIQUE DE TRASTÁMARA
A finales de 1365 Du Guesclin había logrado reunir unos treinta millares de mercenarios procedentes de las Grandes
Compañías y estaba listo para cruzar los Pirineos. Sin embargo, decidió dar un rodeo y pasar por Aviñón, donde aprovechó
para pedir a Urbano V que contribuyera a financiar tan noble y cristiana empresa. Cuando el Papa vio la ciudad rodeada
por tal marabunta de bandidos, no dudó ni un instante de que Dios estaba con ellos y aportó generosamente una suma
razonable. Desde Aviñón, Du Guesclin se dirigió a Barcelona, donde el 9 de enero de 1366 el rey Pedro IV de Aragón lo
nombró conde de Borja. Desde allí marchó a invadir Castilla. Fue uno de los responsables de que Enrique de Trastámara
fuera proclamado rey de Castilla en Calahorra el 13 de marzo. Desde allí avanzó enérgicamente. A principios
de abril tomó Burgos, donde Enrique de Trastámara fue coronado como Enrique II de Castilla. (Enrique II y sus
sucesores dejaron de titularse "reyes de León y Castilla" para titularse simplemente "reyes de Castilla". El antiguo reino
de León había sido asimilado ya como una parte del reino de Castilla.) Egidio Bocanegra (junto con una buena parte de
la nobleza castellana), se pasó al bando de Enrique II.

El rey Pedro I de León y Castilla se reunió en Bayona con Eduardo de Woodstock, el príncipe de Gales (a quien su padre
le había encomendado el gobierno de Aquitania), y con el rey Carlos II de Navarra y, el 23 de septiembre, los tres firmaron
los tratados de Libourne, por los que, a cambio de ayuda militar, Pedro I ofrecía Guipúzcoa a Carlos II y Vizcaya a
Eduardo.

Ese año el inglés sustituyó al francés en los tribunales de justicia ingleses.

El nombre oficial del condado de Borgoña era Condado Libre de Borgoña, en alusión a su independencia respecto al
Sacro Imperio Romano. De este año data la primera traducción de este nombre al francés: Franche-Compté, de donde
proviene a su vez el nombre de Franco Condado, con el que pasaría a ser conocido en el futuro.

El duque Alberto III de Austria se casó con Isabel, hija del emperador Carlos IV.

Luis de Evreux, el hermano del rey Carlos II de Navarra, se casó con la duquesa Juana de Durazzo.

Eduardo de Woodstock, el príncipe de Gales, desembarcó finalmente en Castilla con su ejército, que se unió a los de
Pedro I de León y Castilla y Carlos II de Navarra. El 2 de abril de 1367 este ejército de castellanos, navarros e ingleses
se encontró con el de castellanos, aragoneses y franceses dirigido por Enrique de Trastámara y Bertrand Du Guesclin. La
batalla tuvo lugar junto a Nájera. De este modo, Inglaterra y Francia, oficialmente en paz, prosiguieron con la Guerra de
los Cien Años en territorio castellano. Los arqueros ingleses fueron especialmente eficaces contra los castellanos de
Enrique, que nunca se habían enfrentado a ellos. Los caballeros franceses llevaban armaduras más robustas que las usuales
y no se vieron muy afectados, pero las Grandes Compañías fueron aniquiladas, y sus restos regresaron a Francia
rápidamente. Eduardo obtuvo una victoria completa: Enrique de Trastámara huyó a Francia; Du Guesclin fue capturado
y nuevamente el rey Carlos V de Francia tuvo que rescatarlo a buen precio, tras lo cual regresó a Francia; También cayó
prisionero el poeta Pere March. Egidio Bocanegra fue uno de los ejecutados, como represalia, por Pedro I; su
hijo Ambrosio formó parte de de la escolta que acompañó a Francia a Enrique de Trastámara.

El rey Jaime IV de Mallorca, derrocado por Pedro IV de Aragón, había abandonado a su esposa, la reina Juana I de
Nápoles, y había acudido a la corte de Carlos V de Francia pidiendo ayuda para recuperar su reino, pero Pedro IV era un
valioso aliado del rey francés y por ello Jaime IV no obtuvo ningún resultado. De Francia había marchado a Castilla, y
participó en la batalla de Nájera, pero fue capturado por Enrique de Trastámara y liberado más tarde por Du Guesclin.

Eduardo de Woodstock, el príncipe de Gales, cogió una enfermedad de la que nunca se iba a recuperar totalmente. Pedro
I aprovechó su debilidad para negarse a entregarle Vizcaya, tal y como había prometido, y entonces Eduardo empezó a
entablar negociaciones con Aragón. En agosto se firmaron dos acuerdos: uno público, de paz entre Castilla y Aragón, y
otro secreto, entre Eduardo y Pedro IV de Aragón. Luego Eduardo regresó a Aquitania con su ejército.

Ese año murió el rey Pedro I de Portugal, y fue sucedido por su hijo Fernando I. El nuevo monarca eligió una forma
peculiar de contraer matrimonio. Raptó a Leonor Teles de Meneses y obligó a su marido, João Laurenço da Cunha, a
repudiarla, para casarse con ella.

En Armenia, el rey León VI fue derrocado por Constantino VI de Lamprón, hijo de su antecesor, Constantino V.
Brígida de Suecia llevaba un tiempo conminando a Urbano V a regresar a Roma en nombre de la opinión pública. Por
esta época, el cardenal Gil de Albornoz había afianzado suficientemente la autoridad pontificia en Italia como para que
el Papa accediera a trasladarse a la ciudad eterna.

En 1368 empezó la gran guerra de la Hansa: setenta y cinco ciudades hanseáticas aliadas atacaron las costas danesas.

Ese año murió Lionel, el duque de Clarence, hijo del rey Eduardo III de Inglaterra. Su hija Felipa se casó con Edmundo
Mortimer, el conde de la Marche.

El gran príncipe Olguerd de Lituania invadió Rusia y llegó a asediar Moscú.

En China, Zhu Yuanzhang tomó Pekín y se erigió en emperador con el nombre de Hongwu. Es el primer emperador de
la dinastía Ming. Pero Hongwu sólo dominaba una parte del Imperio Chino. Los años siguientes los dedicó a reconquistar
y unificar el resto del país. Estableció su capital en Nankin.

En 1369, Enrique de Trastámara volvió a Castilla acompañado de Du Guesclin y su ejército. Esta vez Pedro I el Cruel no
contaba ni con el apoyo inglés ni el de Navarra, y el 14 de marzo su ejército fue totalmente derrotado en Montiel. Sobre
lo que pasó después hay varias versiones: una dice que Pedro I fue capturado por Du Guesclin, otra que el rey castellano
acudió voluntariamente al campamento de Du Guesclin con intención de sobornarlo, y una tercera que acudió víctima de
una trampa tendida por su hermanastro y el francés. En cualquier caso, el hecho es que Pedro I acabó en la tienda de Du
Guesclin y que allí estaba también su hermanastro Enrique. La conversación fue subiendo de tono hasta que los dos
hermanastros terminaron enzarzándose en una pelea cuerpo a cuerpo.

De acuerdo con la mentalidad medieval, el "combate singular" era una forma tan válida como cualquier otra de dirimir
un desacuerdo. De hecho, era preferible que dos aspirantes a rey se mataran entre ellos antes que dejar que murieran miles
de hombres en una guerra. La tradición "caballeresca" mandaba esperar el final de la lucha confiando en que Dios
favorecería a quien tuviera la razón. En un momento dado Pedro se situó en posición ventajosa sobre Enrique y empezó
a estrangularlo. No cabía duda de que la victoria era suya, pero Du Guesclin, que, por suerte para él, tenía de caballero
poco más que el título, decidió que la voluntad divina era inaceptable y tiró de las piernas de Pedro, con lo que dio un
vuelco a la lucha que Enrique supo aprovechar, ya que no tardó en degollar a su hermanastro.

La tradición pone en boca de Du Guesclin (tras su intervención en el combate entre los dos hermanastros) la tan cínica
como celebérrima frase: "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor". (La verdad era que "su señor" era el rey Carlos
V de Francia, que lo había enviado a Castilla precisamente a quitar y poner rey.) También cuenta la tradición que un
escudero del ya definitivamente rey Enrique II, cuyo padre había sido asesinado de un mazazo por Pedro I el Cruel en
persona, cortó la cabeza al monarca muerto.

Enrique II no tuvo dificultades en tomar las riendas de Castilla, pero se encontró con un gran número de rivales: Eduardo
de Woodstock, el príncipe de Gales, seguía aspirando a quedarse con Vizcaya, el rey Carlos II de Navarra seguía aspirando
a quedarse con Guipúzcoa, el rey Pedro IV de Aragón reclamó Murcia según lo acordado, pero Enrique II se negó a
cumplir el compromiso, por lo que el aragonés se añadió a la lista de enemigos del nuevo rey castellano (y, ya puestos,
también se unió a ellos el rey Mohammed V de Granada).

A esto se añadía, naturalmente, que Enrique II era un bastardo usurpador, por lo que era inevitable que surgieran herederos
"legítimos" del trono castellano. En esta ocasión no era tan fácil como podría parecer. Para encontrar un sucesor legítimo
de Pedro I el Cruel había que hacer delicados juegos malabares. Sucedía que Pedro I sólo había tenido un hijo
legítimo, Juan, hijo de su segunda esposa, Juana de Castro, pero había muerto siete años atrás. Sus demás descendientes
eran hijos de su amante María de Padilla (muerta ocho años atrás), de los que sólo sobrevivían dos hijas: Constanza, de
quince años e Isabel, de catorce. En estas circunstancias, era sólo una cuestión de tiempo que se "descubriera" que Pedro
I se había casaso en secreto con María de Padilla, lo que convertía a las dos infantas en herederas legítimas. En otra línea,
el rey Fernando I de Portugal reclamó también la corona en virtud de su parentesco con la familia real castellana (su
madre, Beatriz, era hermana del rey Fernando IV el Emplazado).

Naturalmente, frente a todos estos enemigos, Enrique II contaba con el apoyo de Francia. En mayo nombró a Du Guesclin
duque de Molina. El duque se quedó en Castilla para ayudar a Enrique II contra el rey portugués. Mientras tanto, los
nobles de Aquitania (que desde un principio habían protestado de que su territorio hubiera sido entregado a los ingleses)
se quejaron ante el rey Carlos V por el trato que recibían de Eduardo de Woodstock, el príncipe de Gales. Teóricamente,
Eduardo era vasallo de Carlos V, por lo que el rey tenía derecho a llamarlo a su presencia para pedirle cuentas. Así lo
hizo, y la respuesta de Eduardo fue que estaba dispuesto a acudir, pero con un ejército tras de sí. Carlos V interpretó esta
previsible negativa como la ruptura de los acuerdos de Brétigny y Calais, lo que le daba derecho a reanudar la Guerra de
los Cien años (que ya duraba treinta y dos). El duque Luis I de Anjou invadió Aquitania.

Por su parte, el rey Eduardo III de Inglaterra sostuvo que habían sido los franceses quienes habían violado los acuerdos
al invadir Aquitania, por lo que reclamó nuevamente la corona Francesa y envió a su hijo Juan de Gante, el duque de
Lancaster, al frente de un ejército que desembarcó en Calais, Por su parte, el príncipe de Gales avanzó con sus tropas
desde Burdeos.

Margarita de Borgoña, la viuda del duque Felipe I de Borgoña e hija del conde Luis II de Flandes, se casó con el nuevo
duque, Felipe II el Atrevido, el hermano del rey Carlos V de Francia, que entregó a Luis II algunos territorios por la
ocasión.

El conde Carlos de Gravina se casó con su prima Margarita, hermana de la duquesa Juana de Durazzo. El título carecía
de valor, pues hacía ya tiempo que los angevinos habían perdido Albania, pero Luis realizó (en vano) una expedición para
tratar de recuperar Durazzo para su esposa.

Ese año murió asesinado el rey Pedro I de Chipre y Jerusalén, y fue sucedido por su hijo Pedro II.

También murió el señor de Mantua, Guido Gonzaga, que fue sucedido por su hijo Luis II.

El Papa Urbano V seguía en Roma, y allí recibió una visita muy especial: el emperador bizantino Juan V se presentó en
persona ante él dispuesto a reconocer la supremacía del pontífice romano y poner fin así al Cisma de Oriente (a cambio
de ayuda occidental contra los turcos, naturalmente). Sin embargo, la sumisión del emperador no fue acompañada por el
menor movimiento por parte de su pueblo, que odiaba fervientemente a los occidentales. El cisma continuó y no hubo
ayuda. En 1370 una rebelión en Roma obligó a Urbano V a refugiarse en Viterbo. De allí, aquejado por una enfermedad,
huyó a Marsella y finalmente regresó a Aviñón, donde murió ese mismo año. Fue sucedido por el cardenal Pierre Roger
de Beaufort, que adoptó el nombre de Gregorio XI. Su primera acción fue enviar al cardenal Roberto de Ginebra al
frente de un ejército formado por bretones mercenarios contra la república de Florencia (la principal responsable de los
disturbios que habían obligado a su antecesor a abanonar Roma).

El ejército francés de Du Guesclin y la armada castellana, dirigida por Ambrosio Boccanegra, derrotaron a Fernando I de
Portugal, tras lo cual Enrique II entregó a Du Guesclin una cuantiosa suma de dinero y éste regresó a Francia con sus
hombres. Allí el rey Carlos V lo nombró condestable de Francia y lo convirtió en el máximo responsable del ejército
francés. La enfermedad del príncipe Eduardo se agudizó, y tuvo que ser sustituido en el gobierno de Aquitania por su
hermano Juan de Gante, el duque de Lancaster.

La ciudad aquitana de Limoges se declaró abiertamente leal a Francia, y el príncipe Eduardo ordenó a sus soldados que
tomaran la ciudad, mientras él contemplaba el combate desde una litera, pues su enfermedad no le permitía otra cosa. La
ciudad fue tomada, y Eduardo ordenó que sus habitantes fueran pasados a cuchillo. El efecto fue el previsible: la población
aquitana se volvió enconadamente contra él y, dada su enfermedad, no tuvo más remedio que embarcar hacia Inglaterra
a los pocos días. Du Guesclin empleó una exitosa guerra de guerrillas contra Juan de Gante. A pesar de las provocaciones
con las que el inglés trató de inducir a los franceses a presentarle batalla, Du Guesclin nunca cedió y fue royendo paciente
y paulatinamente los efectivos de su adversario.

El rey de Navarra Carlos II el Malo firmó un nuevo tratado con el rey Pedro IV el Ceremonioso de Aragón contra Enrique
II de Castilla, pero Enrique II derrotó a Carlos II ese mismo año. Entonces Pedro IV procuró mantenerse discretamente
quieto ante el temor de ser atacado simultáneamente desde Castilla y Francia. Por otra parte, el rey Mohammed V de
Granada fue puesto a raya por las órdenes militares, así que Enrique II pudo derrotar por último a los nobles castellanos
partidarios de Pedro I, privados de todo apoyo exterior, y asentarse en el trono con ciertas garantías. Aun así, tuvo que
consolidar su autoridad con las llamadas mercedes enriqueñas, privilegios y territorios que concedió a sus partidarios,
compañeros de exilio, etc. Todas ellas se concedieron con la cláusula de que quedarían automáticamente revocadas si la
dinastía de los Trastámara dejara de ocupar el trono de Castilla. Su hermano Sancho, conde de Alburquerque, se
convirtió en uno de los mayores terratenientes de Castilla; su sobrino Alfonso, que tenía cuatro años cuando Pedro el
Cruel hizo ejecutar a su padre, Fadrique, recibió numerosos títulos y honores, entre ellos el de vincular a su familia el
cargo de almirante de Castilla. En agradecimiento, adoptó el apellido Enriquez. Otro de sus partidarios, Alfonso, hijo
del conde Pedro de Prades, recibió el señorío de Villena (en Murcia) con el título de marqués.

En general, Enrique II trató de afianzar el poder real apoyándose en la baja nobleza frente a los señores más poderosos y
la burguesía. También contó con la colaboración de los judíos, a los que encargó principalmente labores administrativas
y la recaudación de impuestos. La flota castellana colaboró eficientemente con Francia en la Guerra de los Cien Años,
principalmente en Aquitania. Los castellanos controlaron la navegación en el cantábrico y en el canal de la Mancha, de
modo que Castilla se convirtió en el principal proveedor de lana para la industria flamenca. La exportación de lana pasó
a ser la base de la economía castellana.

Ese año murió el rey Casimiro III de Polonia. Dejó únicamente dos hijas, fruto de un matrimonio no reconocido por la
Iglesia, lo que no alteró el acuerdo por el que el rey había reconocido como heredero a su sobrino, el rey Luis I de Hungría,
que pasó a ser conocido como Luis I el Grande. A sus cuarenta y cuatro años no tenía descendencia, y por aquel entonces,
la segunda casa de Anjou contaba únicamente con dos varones más con vida: Felipe II, emperador latino de
Constantinopla, y el conde Carlos de Gravina. El primero se apresuró a "tomar posiciones" casándose con Isabel, hija del
duque Esteban de Transilvania y sobrina de Luis I. Sin embargo, las expectativas de ambos sufrieron un grave revés
cuando el rey de Hungría y Polonia tuvo a su hija María.
Carlos de Gravina puso entonces su mirada en la reina Juana I de Nápoles, que tampoco tenía descendencia, logró que lo
designara como su heredero.

También murió el duque Rodolfo II de Sajonia, que fue sucedido por Wenceslao.

La Hansa derrotó al rey Valdemar IV de Dinamarca y le impuso la paz de Stralsund, que consagró sus privilegios:
libertad de navegación y exención de derechos de aduana.

Timur asesinó a su cuñado Mir Husayn y se proclamó rey de Transoxiana. Aunque era de ascendencia turca, afirmó ser
descendiente de Gengis Kan, y se propuso conquistar todo el Imperio Mongol. Al contrario que el Gran Kan, sabía leer y
escribir, pero no era un hombre culto: sólo era un musulmán fanático hasta la médula. Como su héroe, envió a sus soldados
en todas direcciones, pero sin más plan ni más fin que el de saquear y destruir. Una herida en combate lo dejó cojo, y
desde entonces fue conocido como Timur Lang (Timur el Cojo), nombre que en Occidente derivó a Tamerlán. Entre
los muchos motivos para huir de los turco-mongoles de Timur Lang había que añadir su costumbre de no bañarse o lavar
su ropa (por respeto al espíritu del agua, decían). Llevaban sus vestimentas de tela o piel hasta que se caían hechas harapos.
Las telas eran importadas de China o de los territorios turcos, pues los mongoles desconocían la industria textil.

A sus sesenta y seis años, Petrarca se retiró a Arqua, donde el señor de Padua le había regalado una villa. Boccaccio
estaba de regreso en Nápoles, pero en 1371 se trasladó a Florencia con el encargo de comentar públicamente la Divina
Comedia de Dante. Boccaccio había adquirido un merecido prestigio de hombre docto y piadoso.

Ese año murió el rey David II de Escocia. Su sumisión a Inglaterra le acarreó en los últimos años serios conflictos con la
nobleza, dirigida por los Estuardo. No dejó descendencia, por lo que fue sucedido por su sobrino Roberto II Estuardo, el
séptimo senescal de Escocia. Así accedieron los Estuardo al trono de Escocia.

También murió el rey Juan VI de Bulgaria. Había repudiado a su primera esposa, hija del príncipe de Valaquia Juan
Basarab, para casarse con una judía. Las disputas entre los hijos tenidos con ambas esposas le obligaron a dividir su reino
en su testamento, formando dos principados: el de Sofía y el de Vidin. El emperador servio Esteban X trató de detener el
avance turco, pero fue derrotado por el sultán Murat I en la batalla del (río) Marica, y murió unos meses después. Fue
sucedido por Lázaro Hrebeljanovic. Tras derrotar a los servios, Murat I impuso un tributo a Juan V, el emperador
bizantino.

El rey Carlos II de Navarra firmó el tratado de Vernon con el rey Carlos V de Francia, y desde entonces renunció a sus
aspiraciones en Francia.

El poeta catalán Jaume March había compuesto varios poemas amorosos y otros más extensos: La joyosa garda (La
gozosa guardia) y Rauser de la vida gaya (Rosal de la vida gozosa), éste último inspirado en algunos motivos del Roman
de la rose. Ahora acababa el Libre de concordances, un diccionario de la rima para uso de poetas, dedicado al rey Pedro
IV.

En septiembre, Juan de Gante, el duque de Lancaster, contrajo matrimonio con Constanza, una de las hijas ilegítimas del
rey Pedro I el Cruel de Castilla, aunque, por supuesto, ahora ya era legítima (por el viejo truco del matrimonio secreto),
y se proclamó legítimo heredero de la corona de Castilla. (Naturalmente, se trataba de un matrimonio de conveniencia.
Ese mismo año tuvo un hijo con su amante, Catalina Swynford, y tendría otros más en los años siguientes, mientras que
no tuvo ninguno con Constanza.) Juan de Gante contó con el apoyo de su hermano, el príncipe de Gales, y empezó a
buscar acuerdos con Pedro IV de Aragón, Carlos II de Navarra y Fernando I de Portugal. Poco después, ya
en 1372, Edmundo de Langley, el duque de York, hermano menor de Juan de Gante, se casó con Isabel, hermana de su
cuñada Constanza (también hija legítima de Pedro I).

Martín, el segundo hijo del rey Pedro IV de Aragón, se casó con María de Luna, hija del conde Lope de Luna.

Un teólogo llamado John Wycliffe, recién doctorado en Oxford a sus más de cincuenta años, entró al servicio de la
Corona inglesa en calidad de abogado eclesiástico. Se distinguió por su defensa de la autoridad del rey frente a la curia
papal, y propugnó la secularización de los bienes eclesiásticos.

El 23 de junio, la flota castellana, bajo el mando de Ambrosio Boccanegra, derrotó a los ingleses en La Rochela. Desde
entonces Aquitania quedó aislada de Inglaterra, lo que favoreció sensiblemente a Du Guesclin. En 1373 Juan de Gante
trató de provocar una vez más una batalla, pero Du Guesclin siguió con su política de evitar batallas, pese a los indignados
reproches ingleses a su falta de caballerosidad. El rey Enrique II de Castilla impuso finalmente un tratado de amistad al
rey Carlos II de Navarra. En cambio, el rey Fernando I de Portugal renovó sus pretensiones al trono castellano y la armada
de Enrique II asedió Lisboa. El asedio fue dirigido por Ambrosio Boccanegra, que murió poco después.

El emperador Carlos IV de Luxemburgo arrebató Brandeburgo al margrave Otón y se lo otorgó a su hijo, el rey Venceslao
IV de Bohemia.

El conde Juan I de Ampurias se casó con Juana, hija del rey Pedro IV de Aragón.

Ese año murió el rey Constantino VI de Armenia, y los barones devolvieron la corona a León VI.

También murió santa Brígida de Suecia. Dejó escritas unas revelaciones en las que se mezclan sus visiones sobre la
pasión de Cristo con súplicas por la reforma de la Iglesia. Su hija Catalina inició al poco tiempo las gestiones para
canonizar a su madre y para convertir el monasterio que ésta había fundado en la que después sería conocida como Orden
de santa Brígida.

En el Extremo Oriente murió Fa Ngum, el rey de Lan Xang, y fue sucedido por su hijo, que es conocido con el nombre
de Phya Sam Sen Thai (el señor de los trescientos mil thais), porque durante su reinado organizó un censo que permitió
conocer el número de sus súbditos.

EL CISMA DE OCCIDENTE
En 1373 el emperador bizantino Juan IV participó con su ejército en una campaña en Asia Menor a las órdenes del sultán
otomano Murat I. Juan IV tenía un hijo de veinticinco años, Andrónico Paleólogo, que se alió entonces con el
príncipe Sawy, hijo del sultán otomano Murat I, en un complot para derrocar a sus respectivos padres. El intento fracasó,
y ambos príncipes fueron desheredados y cegados. Pero Andrónico conservó parcialmente la vista, logró escapar, se alió
con los genoveses y acusó a su padre de someterse a los turcos. El Imperio entró así en una nueva guerra civil.
En 1374, el rey Carlos V de Francia jugó contra Pedro IV la carta que tenía en la manga desde hacía unos años: el
derrocado rey Jaime IV de Mallorca cruzó los Pirineos al frente de unos seis mil hombres y empleó en Cataluña una
táctica de guerrillas similar a la que Du Guesclin empleaba en Aquitania.

El Papa Gregorio XI recibió la visita de una dominica llamada Catalina de Siena. Su fama de caer en estados de éxtasis
místico y de recibir estigmas y revelaciones le había granjeado una aureola de santidad. Se había sentido defraudada con
el regreso a Aviñón de Urbano V y, tras cuatro años de meditación, a sus veintisiete años se presentó en Aviñón para
convencer a Gregorio XI de que era voluntad de Dios que restituyera a Roma como sede del Papado (y que el castigo por
desoír el mensaje divino sería soportar los insistentes sermones y las increpaciones de la dominica).

Ese año murió sin descendencia el emperador latino de Constantinopla Felipe II (había tenido tres hijos, pero murieron
jóvenes). El vacuo título imperial y los principados de Tarento y Acaya los heredó su hermana Margarita, quien los
compartió con su hijo Jacobo de Baux.

En Castilla murió Sancho, el conde de Alburquerque, hermano del rey Enrique II. Dejó como heredera a una hija de pocos
años, Leonor, que se convertía en el mejor partido de Castilla. Desde hacía unos dos siglos, los nobles castellanos con
mayor poder político o económico que antiguamente habían sido conocidos como magnates o barones, ahora eran
llamados ricoshombres, y por ello Leonor fue conocida como la ricahembra.

Ahora el conde Carlos de Gravina era el último representante masculino de la segunda casa de Anjou (el único varón vivo
además del rey de Hungría y Polonia Luis I el Grande). Esto prácticamente lo aseguraba como heredero del reino de
Nápoles, mientras que Hungría y Polonia le quedaban más lejos a causa de que Luis I había tenido una segunda
hija, Eduvigis, que ya había cumplido dos años. Luis I venció las reticencias de la nobleza polaca a aceptarlo como rey
cuando concedió el privilegio de Kosyze, por el que eximía a los nobles del pago de impuestos. (Luis I no necesitaba
dinero: casi la tercera parte del oro que circulaba en Occidente provenía de las minas de Hungría.)

Pero la muerte más destacada del año fue la de Francesco Petrarca, a sus setenta años de edad. Durante toda su carrera
como escritor, Petrarca había buscado la inmortalidad literaria, pero creyó que la conseguiría a través de sus obras en
latín. Durante un tiempo, su proyecto más ambicioso fue el Africa, un poema latino en hexámetros sobre la segunda guerra
púnica, basado en la narración de Tito Livio. Llegó a escribir nueve de los doce libros proyectados. Sin embargo, la obra
latina de Petrarca no tardó en ser poco menos que olvidada, fuera de círculos muy especializados, mientras que fue su
obra en italiano la que pronto lo convirtió en una de las figuras más alabadas e imitadas de la literatura universal.

La versión final de su cancionero consta de 317 sonetos, 29 canciones, 9 sextinas, 7 baladas y 4 madrigales. Está dividido
en dos partes, la primera de las cuales contiene los poemas compuestos supuestamente en vida de Laura y la segunda los
compuestos tras su muerte (pero en realidad consta que hay poemas tardíos insertados en la primera parte). Aunque
algunos están dedicados a otros temas (a otros personajes, a censurar el papado de Aviñón, etc.) los de la primera parte
se centran en el amor del poeta por Laura y los de la segunda se dividen entre aquellos en los que el poeta llora la muerte
de Laura y aquellos en los que se arrepiente de haber consagrado su vida al amor.

Petraca acabó sus Triunfos apenas unos meses antes de morir. Constan de más de seis mil versos endecasílabos,
distribuidos en tercetos encadenados. La obra se divide en seis partes y algunas de ellas en capítulos: Triunfo del Amor,
Triunfo del Pudor, Triunfo de la Muerte, Triunfo de la Fama, Triunfo del Tiempo y Triunfo de la Eternidad. Como en la
Divina Comedia, en cada parte aparece una sucesión de personajes ilustres, a cada uno de los cuales se le dedica un breve
espacio.

En Londres acababa de ser nombrado inspector de aduanas del puerto un escritor llamado Geoffrey Chaucer. Hijo de un
negociante, de joven había luchado en Francia y en Castilla. Ahora tenía unos treinta y cinco años, y había escrito el Libro
de la duquesa (cinco años antes) y una traducción al inglés del Roman de la Rose, acabada unos dos años atrás, poco
antes de partir a Génova en una misión diplomática. Es probable que en su viaje por Italia hubiera conocido a Petrarca y
a Boccaccio. El creciente nacionalismo inglés estaba erradicando de Inglaterra el francés normando, y la nobleza
demandaba una hasta entonces prácticamente inexistente literatura en lengua inglesa. Este interés estimuló a Chaucer,
que pronto fue un buen conocedor de la literatura francesa e italiana.

La cultura florecía en Francia bajo la protección del rey Carlos V el Sabio. Ese año se escribió un diálogo anónimo
titulado El sueño del jardín, en el que se defiende que la Corona estaba por encima del rey, quien sólo debía rendir cuentas
a Dios y a la "comunidad del reino". Las reglas de sucesión debían ser fijas y estables, las finanzas sanas y las leyes justas.
Por esta época, el matemático y filósofo Nicolás de Oresme redactó su tratado De origine et mutationibus
monetarum, donde afirmaba que los recursos propios del soberano debían ser distintos de las finanzas públicas, y que la
moneda debía ser estable y no estar sometida a "mutaciones" (devaluaciones), salvo que realmente lo exigiera el bien del
reino.

El teólogo inglés John Wycliffe empezó a enseñar en la universidad de Oxford, donde empezó a redactar una serie de
tratados con una doctrina cada vez más revolucionarioa. En 1375 publicó De dominio diuino y De ciuili dominio. Impulsó
una traducción de la Biblia al inglés y envió por todo el país unos predicadores conocidos como poor
priesters (predicadores pobres), pero que fueron más conocidos como lolardos (del alemán lullen, canturrear en voz baja,
por sus salmodias). Los lolardos predicaban un igualitarismo religioso y social basado en textos bíblicos. Pronto
alcanzaron una gran popularidad.

Los mamelucos llevaban unos años atacando y asolando Armenia, hasta que, el 13 de abril, el rey León VI tuvo que
rendirse y fue llevado prisionero a Egipto.

El tratado firmado dos años antes entre Enrique II de Castilla y Carlos II de Navarra estipulaba el matrimonio
entre Carlos, el heredero de Carlos II, y Leonor, hija de Enrique II, matrimonio que se celebró el 27 de mayo, cuando
Carlos acababa de cumplir los catorce años. (Leonor tenía veinticinco.) Al mismo tiempo, Enrique II casó a su
hijo Juan, de diecisiete años, con Leonor, hija del rey Pedro IV de Aragón. Estos matrimonios formaban parte de la
estrategia del rey castellano para afianzar su dinastía.

Tras algo más de un año de operaciones infructuosas en Cataluña, el rey Jaime IV de Mallorca tuvo que cruzar la frontera
castellana para refugiarse en Soria, donde murió a los pocos meses. Jaime IV había designado como heredera de Mallorca
a su hermana Isabel, la cual había renunciado a sus derechos sucesorios ante Pedro IV a cambio de una dote que nunca
llegó a cobrar (dote por su matrimonio con el marqués de Montferrato, del que había enviudado tres años atrás). En estas
circunstancias, consideró que su renuncia quedó sin efecto y en agosto vendió sus derechos al duque Luis I de Anjou.
El rey Fernando I de Portugal promulgó la ley das Sesmarias, por la que obligaba a los terratenientes a cultivar sus tierras,
bajo pena de expropiación. También había dictado leyes para fomentar la navegación: el estado suministraba madera
gratis a los armadores a cambio de una tasa sobre el flete de sus navíos, tasa con la que a su vez se sufragaba un fondo de
seguros navales.

Florencia había promovido una Liga antipontificia, y Catalina de Siena logró persuadir a Lucca y Pisa para que no se
unieran a ella. Luego se presentó en la misma Florencia, para defender al Papa Gregorio XI, pero tuvo que huir para salvar
su vida ante un motín popular.

El duque Alberto III de Austria se casó con Beatriz de Hohenzollern, hija del burgrave Federico V de Nuremberg.

El gran príncipe de Moscú, Demetrio Donskói, logró que los demás príncipes rusos (excepto los de Tver, Nóvgorod y
Riazán) lo aceptaran como caudillo para encabezar una rebelión contra el yugo mongol. Lentamente, los rusos empezaron
a prepararse, Demetrio contruyó en Moscú un kremlin, o recinto fortificado. En todo momento contó con la colaboración
de Sergio Radonezhski, que contribuyó decisivamente en el proceso de unificación de Rusia.

Entre los fallecidos ese año destacan:

 Giovanni Boccaccio, considerado el padre de la prosa italiana y uno de los pioneros del renacimiento de la cultura
clásica en Italia.
 El rey Valdemar IV de Dinamarca, y fue elegido sucesor su nieto Olaf II, de cinco años, hijo de Margarita, la única
hija de Valdemar IV, y del rey Haakon VI de Noruega. La madre de Olaf ejerció de regente.
 El duque Felipe de Orleans, tío del rey Carlos V de Francia. No dejó descendencia legítima, así que el orleanesado
volvió a la Corona. Con él se considera que empezó y terminó la Primera Casa de Orleans.
 El duque Esteban II de Baviera-Landshut. El ducado fue compartido por su hijo Esteban III juntamente con Otón
V, el que ya había sido duque juntamente con su padre, Luis VI, hasta que éste renunció al ducado a cambio del
Palatinado.
 El voivoda Latcu de Moldavia, que fue sucedido por Pedro I.
En 1376 Andrónico Paleólogo, con la ayuda de los genoveses, logró derrocar a su padre, el emperador bizantino Juan V,
y a su hermano Manuel III, a quien Juan V había nombrado emperador asociado. Así se convirtió en Andrónico III.

El emperador Carlos IV logró que su hijo, el rey Venceslao IV de Bohemia, fuera elegido rey de romanos. Además
concertó con el rey Luis I de Hungría y Polonia el futuro casamiento de Segismundo, su segundo hijo, que tenía entonces
ocho años, con María, la heredera de Luis I, que tenía entonces seis.

Ese año murió Eduardo de Woodstock, el príncipe de Gales, víctima de la enfermedad que ya le aquejaba varios años. Es
recordado como el Príncipe Negro, dicen que por el color de su armadura, pero no hay evidencias de que realmente su
armadura fuera negra, ni mucho menos de que recibiera tal sobrenombre en vida. Al contrario, el nombre de "príncipe
negro" no está documentado hasta dos siglos después de su muerte. Su hijo Ricardo, de nueve años, se convirtió en el
nuevo príncipe de Gales, esto es, en el nuevo heredero del trono británico. Su hermano Juan de Gante, el duque de
Lancaster, se encargó desde entonces de la política exterior inglesa. Geoffey Chaucer fue elegido miembro del parlamento
inglés.

También murió Mariano IV, el gobernador de Arborea, en Cerdeña, que se había sublevado contra el dominio catalán. Su
hijo Hugo IV mantuvo la política de hostilidad hacia los catalanes.

El Imperio Chichimeca se había fragmentado en varios principados, cada vez más independientes del soberano Techotlala.
Entre estos principados destacaba el de los tepanecas, que tenía por rey a Tezozómoc y capital en Azcapotzalco.
Tezozómoc sometió a los aztecas y los puso bajo el gobierno del rey Acamapichtli, que adoptó hábilmente una actitud
amistosa hacia Techotlala y sumisa hacia Tezozómoc, lo que le permitió engrandecer Tenochtitlan, su ciudad. Además,
los tepanecas y los aztecas fueron conquistando conjuntamente las diversas ciudades-estado del valle de México.

El Papa Gregorio XI, viendo fracasados sus intentos de someter a Florencia por la fuerza, decretó un interdicto contra la
ciudad (es decir, prohibió todos los servicios religiosos) y, en septiembre, aceptando las súplicas de Catalina de Siena,
dejó Aviñón y viajó hasta Génova, donde le esperaba Catalina. Las súplicas de la osada dominica vencieron finalmente
la oposición de numerosos cardenales y el Papa marchó a Roma acompañado de Catalina. Allí llegó en enero de 1377 y
restituyó a la ciudad como sede pontificia. Los Papas habían residido en Aviñón durante sesenta y ocho años. Debido a
que, según la Biblia, los judíos estuvieron exiliados en Babilonia durante setenta años, el periodo del papado de Aviñón
es denominado a veces el cautiverio babilónico del papado. La ausencia del Papa había perjudicado gravemente a la
ciudad de Roma. Se cuenta que, cuando regresó, Gregorio XI la encontró en ruinas y medio abandonada. El palacio papal
de san Juan de Letrán servía de refugio a algunos rebaños de cabras, así que el Papa decidió trasladar la sede pontificia al
Vaticano, que contaba con mejores instalaciones, entre ellas el antiguo mausoleo de Adriano, ahora conocido como Castel
Sant'Angelo.

El conde de Foix, Gastón III Febo, había alternado su apoyo a Francia o a Inglaterra en la Guerra de los Cien Años en
función de su antigua contienda con los condes de Armagnac: primeramente había sido leal al rey Felipe VI, pero Juan II
se puso de parte de Armagnac y entonces cambió de bando, y continuó su guerra particular con la ayuda de las Grandes
Compañías. Ahora Carlos V logró ganarse el favor del conde y lo nombró lugarteniente del Languedoc. Desde este
momento, su lealtad a Francia resultó inquebrantable.

El rey Carlos V de Francia nombró obispo de Lisieux a Nicolás de Oresme, que por esta época escribió su Livre du ciel
et du monde, en el que analiza la posibilidad de que la Tierra gire sobre sí misma, en lugar de ser el Sol, los planetas y las
estrellas los que giren a su alrededor. Sin embargo, él mismo descarta esta posibilidad al final de su obra.

En Reims murió, con casi ochenta años, un clérigo llamado Guillaume de Machaut. Había sido secretario del rey Juan
el Ciego de Bohemia, luego sirvió a Carlos el Malo de Navarra y finalmente a la casa real francesa. Fue uno de los músicos
más destacados de su época. Sistematizó el uso de nuevas formas musicales derivadas del canto gregoriano, como
el canon y el motete. Entre sus obras destaca una misa a cuatro voces conocida como Misa de Notre Dame. También fue
poeta, y su obra suma unos ochenta mil versos. Muchos de sus poemas están compuestos para ser cantados. No son muy
originales, pero contribuyeron a fijar diversas formas poéticas y musicales, como el rondó, la balada, el lai, el virelai y
el canto real. Estos géneros fueron cultivados, entre otros, por Eutache Deschamps, que tenía ahora sobre los treinta
años y estaba al servicio de Carlos V. Entre sus obras destaca un elogio fúnebre a Guillaume de Machaut.
Por estas fechas, sin librar ninguna batalla destacada, Du Guesclin había logrado reconquistado la mayor parte de Francia.
Los ingleses conservaban únicamente los alrededores de Calais y la Guyena, poco más de lo que poseían antes de iniciarse
la guerra. Por otra parte, las pérdidas francesas se habían compensado con creces con la anexión del Delfinado y el ducado
de Borgoña. Entonces murió el rey Eduardo III, y fue sucedido por su nieto Ricardo II, de diez años de edad, hijo del
difunto príncipe Eduardo. Durante su minoría de edad, fue Juan de Gante quien gobernó Inglaterra. Éste nombró conde
de Buckingham a su hermano Tomás de Woodstock y duque de Derby a su hijo de diez años Enrique de
Boningbroke.

También murió el rey Federico III de Sicilia. Había logrado reconquistar toda la isla, tras haber estado a punto de perderla
frente al rey Luis de Nápoles. Fue sucedido por su hija María, de diez años, hija de su primera esposa, Constanza y nieta
del rey Pedro IV de Aragón. Éste anexionó a la Corona de Aragón los ducados de Atenas y Neopatria, que Federico III
había cedido a su hermana Leonor, la esposa del rey aragonés. Leonor había fallecido dos años atrás, y ahora Pedro IV se
casaba con su amante, Sibila de Fortiá, lo que enturbió sus relaciones con su primogénito, Juan.

En Lituania murió el gran duque Olguerd. Se había casado con una princesa rusa, Uliana de Tver, que consiguió que
consintiera en ser bautizado, con el nombre de Alejandro. Dejó siete hijos y fue sucedido por uno de ellos, Kestutis.

El conde Amadeo VI de Saboya casó a su hijo Amadeo con Bona, hija del duque Juan de Berry, hermano del rey Carlos
V de Francia.

El ban de Bosnia Tvrtko I se había apoderado de algunos territorios servios y había socorrido a los croatas contra el
dominio húngaro. Ahora cambiaba su título por el de rey de Bosnia. Aliado con los servios, se enfrentó a los turcos.

En Valaquia murió el príncipe Ladislao I, que fue sucedido por Radu.

Tiempo atrás se había segregado de la Horda de Oro la llamada Horda Blanca, dominada por mongoles nómadas, los
únicos capaces de preocupar a Timur Lang. Por ello Timur ayudó a apoderarse de la Horda Blanca al kan Tuqtamis.
El teólogo ingés John Wycliffe fue citado por el Papa, pero no tuvo que acudir a su presencia porque Gregorio XI murió
poco después, el 8 de abril de 1378. Parece ser que, ante las dificultades que estaba encontrando en Italia, el Papa tenía
proyectado su regreso a Aviñón. La mayoría de los cardenales permanecía en esta ciudad, y tan sólo dieciséis estaban en
Roma cuando murió el sumo pontífice. Sólo éstos participaron en el cónclave que eligió como nuevo Papa, con prisas y
entre los gritos amenazadores de los romanos, que exigían un Papa italiano, al arzobispo de Bari, Bartolomeo
Prignano, que no era cardenal, y adoptó el nombre de Urbano VI. Al cabo de un tiempo recibió por carta la obediencia
de los cardenales de Aviñón.

El 20 de julio estalló una revuelta social en Florencia, protagonizada por los ciompi, los obreros que no pertenecían a
ninguna corporación, lo que los excluía de toda función pública y los dejaba particularmente indefensos ante la opresión
de sus amos. Se adueñaron de la ciudad e impusieron algunas reformas, como la creación de tres nuevas corporaciones,
dos para los pequeños artesanos que poseían una tienda y otra para los obreros. El 31 de agosto se produjo una nueva
revuelta, pero fue aplastada por la aristocracia.

El Papa Urbano VI adoptó actitudes radicales muy poco oportunas para la delicada situación política de Italia y del
Papado, y desoyó los consejos de prudencia que le daba Catalina de Siena. Finalmente, varios de los cardenales italianos
que lo habían elegido empezaron a dudar de su salud mental y huyeron a Agnani. Desde allí lanzaron un manifiesto a los
príncipes de la cristiandad en el que denunciaban las coacciones bajo las cuales había sido elegido el nuevo Papa y
declararon inválida esta elección.

Entre los cardenales más prestigiosos que apoyaron este manifiesto estaba el aragonés Pedro Martínez de Luna. Su
opinión fue decisiva y, poco después, se celebró otro cónclave en Fondi, donde el 20 de septiembre fue elegido Papa el
cardenal Roberto de Ginebra, que adoptó el nombre de Clemente VII y regresó a Aviñón. Se inició así el llamado Gran
cisma de Occidente. No era, ni mucho menos, la primera vez que la Iglesia Católica tenía dos Papas en los últimos siglos,
pero hasta entonces había sido fácil distinguir entre "el Papa bueno" y "el malo". En la mayoría de los casos
el "antipapa" había sido elegido por el emperador alemán y apenas había contado con unos pocos adeptos. Sin embargo,
ahora la situación era mucho más desconcertante: la mayoría de los cardenales apoyaba a Clemente VII, pero Urbano VI
había sido elegido primero y se apresuró a formar su propio colegio cardenalicio. En los años siguientes, los distintos
reinos europeos fueron tomando partido por uno u otro Papa y cambiando de opción según conviniera en cada momento
(el principio básico era: el Papa de mi enemigo no puede ser el bueno). Así, como cabía esperar, Francia apoyó a Clemente
VII, lo que hizo que Inglaterra se decantara por Urbano VI. El rey Pedro IV de Aragón adoptó una política de neutralidad,
pero su tío Pedro, el conde de Prades, apoyó también a Urbano VI.

Pero en un primer momento todo era desconcierto. Las cartas de Catalina de Siena a los cardenales disidentes y las
reprimendas a su Papa, Urbano VI, fueron desoídas, y los católicos de a pie fueron dividiéndose sin orientación alguna
entre urbanitas y clementinos.

En este río revuelto cobraron auge los movimientos heréticos (según unos) o reformistas (según otros), que estaban
pasando gradualmente de ser meros movimientos populares de protesta o rebeldía a contar con el apoyo de teólogos
reputados. Era el caso de John Wycliffe, que acababa de escribir su tratado De ecclesia y ahora, tras el cisma, se apresuró
a publicar su De officio regis, en el que negaba toda supremacía pontificia sobre el poder real, condenaba el uso que daban
los Papas a las indulgencias (más o menos: paga e irás al cielo) y, finalmente, concebía una Iglesia desligada del papado,
sometida únicamente a la autoridad de las Escrituras. Wycliffe fue procesado por el arzobispo de Canterbury, pero el
apoyo popular impidió que se tomara medida alguna contra él. Su doctrina puso en entredicho a la universidad de Oxford,
de la que era profesor, y ello fue uno de los factores que permitió a la universidad de Cambridge ponerse a la par de su
rival.

Ese año murió el emperador Carlos IV y, de acuerdo con lo dispuesto, fue sudedido por su hijo, el rey Venceslao IV de
Bohemia. Éste cedió entonces a su hermano Segismundo el margraviato de Brandeburgo.

También murió Galeazzo II Visconti, el señor de Milán, que fue sucedido por su hijo Gian Galeazzo I Visconti. Estaba
casado con Isabel, hermana del rey Carlos V de Francia.

El infante Juan, heredero del rey Pedro IV de Aragón, enviudó de su primera esposa, Mata de Armagnac, y
en 1379 decidió casarse con Violante de Bar, hija del duque Roberto de Bar y de una hermana del rey Carlos V de
Francia. El matrimonio se celebró pese a la oposición de Pedro IV, y Violante no tardó en enfrentarse abiertamente a su
suegro y a la esposa de éste, Sibila de Fortiá, ahondando las diferencias ya existentes entre ambos y su marido. Los
catalanes que ocupaban los ducados de Atenas y Neopatria pidieron a Pedro IV que declarara que estos territorios serían
a perpetuidad parte de la Corona de Aragón.

En mayo murió el rey Enrique II de Castilla, y fue sucedido por su hijo Juan I.

También murieron el duque Otón V de Baviera-Landshut y Felipa, la condesa del Ulster, prima del rey Ricardo II de
Inglaterra. Su hijo de cinco años, Roger Mortimer, heredó el condado.

Los burgueses de Gante y Brujas se rebelaron contra el conde Luis II de Flandes bajo la dirección de Filips van
Artevelde, el hijo Jacob van Artevelde.

Los duques de Austria decidieron repartirse sus posesiones. El mayor, Alberto III, se quedó con Austria, mientras que
Leopoldo III se quedó con Estiria, Carintia, Carniola, el Tirol y Alsacia. De este modo, la familia de los Habsburgo se
dividió en la línea albertina y la línea leopoldina.

El sultán otomano Murat I restableció en el trono bizantino a Juan V, y su hijo Andrónico IV tuvo que conformarse con
la promesa de la sucesión y unos pocos territorios.

En gran príncipe de Moscú, Demetrio Donskói, con la ayuda de Sergio Radonezhski, había logrado mover a los rusos a
la rebelión contra el yugo mongol. En 1380 se negó a pagar el tributo a la Horda de Oro, y el kan Mamai marchó a Rusia
al frente de un ejército, dispuesto a tomar represalias, pero los rusos lo derrotaron en Kulikovo. Poco después Mamai fue
derrotado también por Tuqtamis, el kan de la Horda Blanca, que se adueñó de la Horda de Oro.

Fray Vicente Ferrer, un dominico valenciano de treinta años que estaba estudiando teología y filosofía en Francia,
escribió un libro titulado De moderno Ecclesiae schismate, en el que demostraba que el verdadero Papa era Clemente VII
y no Urbano VI, y se lo dedicó al rey Pedro IV de Aragón, que seguía sin decantarse por uno u otro Papa.
Ese año murió Margarita de Tarento, la Emperatriz Latina de Oriente. Fue sucedida por su hijo Jacobo, que se encontraba
entonces en Morea, donde su madre lo había enviado para asegurar su dominio sobre el principado, dominio que le era
disputado por la reina Juana de Nápoles.

En Noruega murió el rey Haakon VI, que fue sucedido por su hijo de diez años, el rey Olaf II de Dinamarca, ahora
también Olav IV de Noruega. Su madre, la reina Margarita, pasó a ser regente de ambos estados.

También murió santa Catalina de Siena. Su correspondencia y su libro De la doctrina divina figuran entre los clásicos
de la literatura italiana.

En Damasco murió el astrónomo Shams al-Din Abú Abdallah al-Khalili, que había publicado una serie de tablas, como
su tabla para calcular la hora a partir de la posición del Sol y de la latitud del lugar o su tabla para determinar la dirección
de la Meca a partir de la longitud y la latitud. Para comprender la magnitud de su trabajo hay que tener presente que estas
tablas requieren sofisticados cálculos que involucran trigonometría esférica, así como que algunas de ellas tienen unas
trece mil entradas. Sus tablas sobre la dirección de la Meca tienen una precisión superior a una décima de grado.

JUAN I EL GRANDE
En 1380 murió Bertrand Du Guesclin, mientras trataba de arrebatar Châteauneuf-de-Randon a las Grandes Compañías.
Poco después moría el rey Carlos V de Francia, sucedido por su hijo Carlos VI, que, a causa de su corta edad (once años),
fue conocido como Carlos el Bienamado. Carlos V había contado con un excelente equipo de consejeros, y había
dispuesto que éstos asumieran la regencia, pero los tíos del joven rey se las arreglaron para hacerse cargo del reino. Eran
el duque Luis I de Anjou, el duque Juan de Berry, Felipe II el Atrevido, duque de Borgoña y, por parte de su madre, el
duque Luis I de Borbón.

Los cuatro estaban ávidos de poder, y el Papa de Aviñón, Clemente VII, decidió usar al primero de ellos para sus propios
intereses, que no eran sino expulsar de Roma a su rival, Urbano VI, y tomar el control de los Estados Pontificios. Para
ello aprovechó que la reina Juana de Nápoles desconfiaba de su heredero, el conde Carlos de Gravina, y que, por otra
parte, Luis I de Anjou (al igual que sus hermanos) era bisnieto de Margarita, la esposa de Carlos I de Valois e hija del rey
Carlos II de Nápoles. Este parentesco lo dejaba por detrás de Carlos de Gravina en la sucesión de Nápoles, pero la jugada
de Clemente VII fue convencer a Juana de que adoptara a Luis I. Con el beneplácito del Papa, esto lo convertía en heredero
directo. A cambio de este trapicheo, Luis I aceptó marchar a Italia a conquistar los Estados Pontificios en nombre del
verdadero Papa.

Evidentemente, en cuanto Carlos de Gravina se enteró de la maquinación de Clemente VII, adquirió la más fervorosa
convicción de que Urbano VI era el verdadero Papa, y llegó a un acuerdo con él. En junio, Urbano VI excomulgó a la
reina Juana y nombró heredero a Carlos.

Las ambiciones en Italia de Luis I lo apartaron de la política francesa. El duque Juan de Berry también permaneció al
margen, pues prefirió retirarse a sus posesiones en Occitania, donde se hizo famoso por sus extorsiones y malversaciones
que le permitieron amasar una gran fortuna en los años siguientes. Así pues, sólo quedaron como regentes de Carlos VI
los duques de Borbón y de Borgoña. Felipe II concertó el matrimonio entre su sobrino e Isabel de Baviera, hija del duque
Esteban III.

Mientras la burguesía flamenca continuaba alzada en armas contra el conde Luis II, en Inglaterra fueron los campesinos
y los artesanos quienes se rebelaron contra la nobleza. Las causas de la revuelta fueron esencialmente las mismas que
habían provocado en Francia el alzamiento de la jacquerie: la peste y la guerra habían dejado al campesinado en una
situación insostenible; en 1381 hubo una recaudación de impuestos especialmente gravosa y, como represalia a quienes
no pagaban, hubo detenciones arbitrarias de campesinos. En primavera estalló la revuelta en Essex y Kent. A los
campesinos y artesanos se unió una parte de la baja nobleza y del clero. Los insurgentes se organizaron bajo la dirección
de Wat Tyler, un antiguo soldado, originario de Kent. Quemaron castillos, atacaron a los jueces reales, marcharon sobre
Londres y el 13 de junio, ayudados desde el interior, lograron entrar en la ciudad. Allí quemaron varios edificios, entre
ellos el Savoy, el suntuoso palacio de Juan de Gante, el duque de Lancaster. El 14 de junio el joven rey Ricardo II se
entrevistó con Tyler y aceptó sus exigencias (manumisión de los siervos, revisión de los salarios, amnistía, etc.) Sin
embargo, los insurrectos tomaron la torre de Londres y allí asesinaron a Sudbury, el arzobispo de Canterbury, así como
a Robert Hales, el tesorero del reino. El 15 de junio Tyler volvió a reunirse con Ricardo II, pero fue asesinado por
sir William Walworth, el alcalde de Londres, y por un escudero del rey. Sus seguidores, desconcertados, se dispersaron,
mientras la rebelión se extendía de condado en condado. Sin embargo, el obispo de Norwich y varios capitanes reales
reunieron sus tropas y, antes de que terminara el mes, la rebelión estaba prácticamente sofocada. Aun así, desde entonces
los señores tuvieron que buscar soluciones más ingeniosas a sus problemas, más allá de la explotación de sus vasallos.

El teólogo John Wycliffe había apoyado la revuelta de los tyleristas con un panfleto titulado Servants and lords (Siervos
y señores). Con ello aumentó su popularidad, pero la corona empezó a recelar de él.

En julio, el conde Carlos de Gravina entró en Nápoles, se hizo proclamar rey (Carlos III) y capturó a la reina Juana I.

El gurgrave de Nuremberg Federico V casó a su hijo Juan con Margarita, hermana del emperador Venceslao IV.

El emperador latino de Constantinopla, Jacobo de Baux, logró arrebatar a Nápoles el principado de Acaya. Entonces puso
la vista en los ducados aragoneses de Atenas y Neopatria, al frente de los cuales estaba el conde Luis Federico de Salona.

En Lituania murió el gran duque Kestutis, y fue sucedido por su hermano Jagellon.

Ese año, el rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso llegó a la conclusión que quizá el proceso contra Bernardo
de Cabrera había sido un tanto precipitado, por lo que rehabilitó su memoria e indemnizó a sus descendientes.

El cardenal Pedro Martínez de Luna, como legado del Papa de Aviñón, inició una serie de viajes por Europa en busca de
apoyos. Su primer éxito lo obtuvo en Castilla, que ese año reconoció a Clemente VII como Papa en Salamanca. (No lo
tuvo muy difícil: Clemente VII era el Papa de Francia y Castilla era una firme aliada de Francia.) En Aragón murió uno
de los principales partidarios de Urbano VI: el conde Pedro de Prades. El condado de Prades lo heredó su
primogénito, Juan, mientras que su segundo hijo, Alfonso, el marqués de Villena, recibió el ducado de Gandía. El rey
Pedro IV el Ceremonioso pretendía mantenerse neutral frente al cisma, pero su heredero Juan, influido por fray Vicente
Ferrer, se decantaba por Clemente VII, lo que empeoró las ya tensas relaciones entre padre e hijo.
Entre el personal al servicio de Juan se encontraba un catalán llamado Bernat Metge, que acabó entonces su Libre de
Fortuna e Prudència, un poema alegórico que discute la providencia divina al más puro estilo medieval. Al mismo
tiempo, Francesc Eiximenis, un franciscano que ocupaba una cátedra en Barcelona, publicó el primer tomo de una
enciclopedia titulada Lo chrestià (el cristiano).

Leonor Teles, poco después de verse obligada a casarse con el rey Fernando I de Portugal, había tenido una hija,
llamada Beatriz. Poco más consiguió el monarca de su forzada esposa, que no le dio más descendencia y se eligió sus
amantes. El actual se llamaba Andeiro. Leonor quisó asegurarse de que Beatriz heredaría la corona portuguesa. En
principio tenía derecho a ella, pues en Portugal no había nada parecido a la ley sálica, pero el rey tenía tres
hermanastros, hijos de Inés de Castro, que nacieron bastardos pero habían sido legitimados por su padre, con lo que
cualquiera de ellos lo tenía relativamente fácil para hacerse con el reino a la muerte de Fernando I. Mediante intrigas,
Leonor consiguió matar a dos de ellos y desterrar al tercero. Éste acudió, naturalmente, a Castilla, y no lo tuvo difícil
para incitar al rey Juan I a que atacara Portugal, pues Fernando I mantenía sus aspiraciones al trono castellano.

La flota castellana derrotó a la portuguesa en Saltes, y Fernando I pidió ayuda a Inglaterra, que envió una flota al
mando de Edmundo de Langley, el duque de York. Sin embargo, en 1382 Fernando I tuvo que aceptar la paz
de Elvas, en la que se acordó el matrimonio entre Beatriz y Enrique, el heredero de Juan I. Sin embargo, poco después
murió Leonor de Aragón, la esposa de Juan I y, dado que Enrique tenía sólo tres años, mientras que Beatriz tendría
sobre los quince, decidió modificar el tratado y convertirse él mismo, a sus veinticuatro años, en el prometido de
Beatriz. Además el acuerdo establecía que si Fernando I moría sin descendencia masculina, Beatriz heredaría el trono
Portugués, cláusula que satisfizo a la reina Leonor, pero tuvo que ser aceptada a regañadientes por Fernando I, pues
suponía que Portugal iba a acabar anexionado a Castilla.

El rey de Aragón terminó la llamada Crónica de Pedro IV el Ceremonioso, una historia desde su nacimiento hasta 1380.
Entre sus colaboradores en la obra, el principal fue Bernat Descoll, aunque la redacción última parece ser obra del
monarca.
El duque Luis I de Anjou se apoderó de Provenza, y desde allí embarcó hacia el reino de Nápoles para liberar a la reina
Juana I, pero el rey Carlos III la hizo estrangular antes de que llegara su hijo adoptivo. El emperador latino de
Constantinopla, Jacobo de Baux, se casó con Inés, la hermana de la duquesa Juana de Durazzo y de Margarita, la esposa
de Carlos III.

En Flandes continuaba la revuelta de la burguesía encabezada por Filips van Artevelde. En mayo, Filips van Artevelde,
al frente de unos cinco mil hombres, derrotó en el bosque de Beverhout, cerca de Brujas, al ejército del conde Luis II.
Éste pidió ayuda a su yerno, Felipe el Audaz, el duque de Borgoña, que acudió a Flandes con un ejército francés. El 27
de noviembre se enfrentó a los insurrectos en Rozebeke, donde, tras una dura lucha, murió van Artevelde y los piqueros
flamencos fueron arrollados. Los franceses, que no habían olvidado la vergonzosa derrota de Courtrai, buscaron la iglesia
donde estaban depositadas las espuelas de oro de los caballeros vencidos en esa batalla, la quemaron y mataron a cuantos
habitantes encontraron en la ciudad. El conde Luis II heredó los condados de Borgoña y Artois al morir su madre, la
condesa Margarita I.

La aristocracia florentina logró recuperar completamente el control de la ciudad que había perdido con la revuelta de los
ciompi. El gobierno quedó en manos de Maso Albizzi, cuyo tío Piero había sido condenado a muerte durante la revuelta.

El sultán otomano Murat I tomó Sofía, completando así la conquista de uno de los dos principados búlgaros.

El kan Tuqtamis pasó factura a los rusos por su aventura en Kulikovo saqueando Moscú y Vladímir. De este modo, el
intento de Rusia de liberarse del yugo mongol acabó en un fracaso.

El rey Ricardo II de Inglaterra se casó con Ana de Bohemia, hermana del emperador Venceslao IV. John Wycliffe
publicó su Trialogus, mientras en Londres se celebraron a lo largo del año tres sínodos en los que se condenó su
doctrina. Pero el apoyo popular de Wycliffe era tal que en las conclusiones de los sínodos no apareció su nombre. Otra
innovación del teólogo fue su traducción de la Biblia al inglés. La guerra de los Cien Años fue el golpe definitivo que
acabó con el francés normando de Inglaterra. El inglés se había convertido ya en la lengua nacional inglesa a casi todos
los niveles, si bien los siglos de convivencia con el francés le habían aportado una ingente cantidad de palabras latinas
que en muchos casos coexistían con sus equivalentes germánicas (blossom / flower, freedom / liberty, help / aid, etc.).
Geoffrey Chaucer publicó su Troilo y Criseida, una larga tragedia sobre amores desgraciados, inspirada en Boccaccio.

Ese año murió el rey Luis I de Hungría y Polonia y fue sucedido por su hija María, que tenía entonces doce años, por lo
que su madre, Isabel de Bosnia, ejerció de regente.

En Mantua murió Luis II, que fue sucedido por Francisco I.

También murió el rey Pedro II de Chipre, que fue sucedido por su tío Jacobo I. Chipre había pasado un periodo de
prosperidad basado en su papel de intermediario entre los comerciantes catalanes y musulmanes. Sin embargo, la
expansión turca había perjudicado seriamente esta situación. Las deudas del estado con los genoveses obligaron a Jacobo
I a cederles Famagusta en 1383.

Francesc Eiximenis se trasladó a Valencia, donde ejerció como jurista y terminó el duodécimo tomo de su enciclopedia
Lo chrestià, titulado Regiment de la cosa pública. Al parecer, llegó a escribir trece tomos, pero el duodécimo es uno de
los cuatro que se conservan.

Finalmente se celebró el matrimonio entre rey Juan I de Castilla y Beatriz, la hija del rey Fernando I de Portugal. A partir
de ese momento Fernando I se convirtió en un obstáculo, tanto para los intereses de su esposa Leonor como para los del
rey castellano, y por ello no tardó en morir envenenado. Según lo estipulado, Beatriz pasaba a ser la nueva reina de
Portugal, lo que en la práctica convertía en rey a Juan I. La sociedad portuguesa no estaba por aceptar a un rey castellano,
así que Juan I trató de ser diplomático y propuso que Beatriz fuera considerada regente de Portugal en nombre de un
futuro hipotético hijo que tuviera con él. De este modo, Castilla y Portugal no se unirían (salvo en el hipotético caso de
que murieran Enrique, el heredero de Castilla, y su hermano Fernando). La burguesía de Lisboa, cuyos intereses en el
comercio marítimo habían chocado durante años con los intereses castellanos, no estaba muy conforme con estos
acuerdos, y la reina Leonor trató de consolidar los derechos de su hija apoyándose en Juan de Avís, otro hermanastro del
difunto Fernando I, que era maestre de la orden de Avís, lo que le daba un gran prestigio y, sobre todo, era bastardo, hijo
de Teresa Lourenço, lo que le cerraba las puertas de la sucesión. Leonor aumentó su poder militar al
nombrarlo Adelantado del sur del Tajo. Sin embargo, en Lisboa estalló una revuelta dirigida por Álvaro Paes y Nuño
Álvares Pereira, que trataron de atraerse a Juan de Avís nombrándolo Regidor y defensor del reino. Leonor y Beatriz
tuvieron que decidir si aceptaban el apoyo de Juan I de Castilla o el de los sublevados. Optaron por los segundos y Leonor
se declaró reina de Portugal, regente de Beatriz. Juan I reaccionó inmediatamente. Invadió Portugal y obligó a Leonor a
renunciar a la corona. Ante esta situación, Leonor y Beatriz cambiaron de bando y se pusieron de parte de Juan I, pero
entonces fue Juan de Avís quien definitivamente se puso de parte de los sublevados, apuñaló al amante de Leonor, expulsó
a ésta del reino y pidió ayuda a Inglaterra para declarar la guera a Castilla.

En agosto el duque Luis I de Anjou se proclamó rey de Sicilia (que era el nombre oficial del reino de Nápoles).

Timur Lang multiplicó sus campañas en Irán y Mesopotamia: sus capitales fueron espantosamente saqueadas, las dinastías
locales destruidas o expulsadas, las poblaciones diezmadas. En las ciudades que se le resistieron ordenó construir torres
hechas de ladrillos y cráneos humanos, que quedaban engastados en el muro. Las torres eran de altura variable y cada una
podía contener entre mil y dos mil cabezas, provenientes tanto de soldados muertos en combate como de civiles. Cada
soldado debía llevar cierto número de cráneos a los albañiles encargados de construir las torres. Las expediciones de
Timur Lang no parecen seguir ningún proyecto a largo o medio plazo. Conquistaba, saqueaba y se marchaba, sin
preocuparse de dejar ninguna clase de gobierno en las ciudades conquistadas. Destruyó sistemáticamente todas las
comunidades religiosas distintas de las musulmanas, e incluso se ensañó con los musulmanes que consideraba
heterodoxos.

Entre los fallecidos ese año destacan:

 Jacobo de Baux, el emperador latino de Constantinopla. Había tratado de conquistar los ducados de Atenas y
Neopatria al frente de una compañía de mercenarios navarros, pero fue rechazado y murió poco después. El
principado de Morea quedó en manos de Ranieri Acciaiuoli, un sobrino de Niccolò Acciaiuoli, el florentino que
había gobernado el principado bajo la reina Juana I de Nápoles y el emperador latino Roberto II.
 El duque Venceslao I de Luxemburgo. No dejó descendencia, así que fue sucedido por su sobrino Venceslao IV,
el emperador y rey de Bohemia (ahora Venceslao II de Luxemburgo).
 Hugo IV, el gobernador de Arborea que dirigía la rebelión de Cerdeña contra el dominio aragonés. Murió asesinado
por sus propios súbditos. La lucha continuó bajo la dirección de Leonor de Arborea y su esposo, Brancaleone de
Oria.
 El conde Amadeo VI de Saboya, que fue sucedido por su hijo Amadeo VII.

John Wycliffe tenía más de sesenta años. Ante las actuaciones de la Iglesia contra los lolardos, se había retirado
a Lutterworth, donde terminó su Opus euangelicum, la última de sus grandes obras doctrinales. Murió al año siguiente,
en 1384.

También murió el duque Luis I de Anjou, lo que confirmó a Carlos III como rey de Nápoles. En el ducado de Anjou fue
sucedido por su hijo de siete años Luis II. Su madre, María de Blois, ejerció de regente y trató de consolidar, al menos,
el dominio angevino sobre Provenza.

Algo similar sucedió en Flandes, donde la durísima represión desatada por el duque Felipe II de Borgoña estaba acabando
en Gante con los últimos focos de resistencia flamenca cuando murió el conde Luis II. Fue sucedido por su hija Margarita,
que era precisamente la esposa de Felipe II. El duque de Borgoña incorporó Flandes y el Franco Condado al estado
borgoñón.

Ese año murió el príncipe Radu de Valaquia, y fue sucedido por su hijo Dan I.

La nobleza polaca decidió rechazar a su reina María, comprometida con Segismundo, el hermano del emperador
Venceslao IV, y eligió en su lugar a su hermana Eduvigis, con el fin de que el reino no acabara anexionado al Sacro
Imperio Romano. Al mismo tiempo se empezó a negociar el matrimonio de Eduvigis con el gran duque Jagellon de
Lituania. El principal problema era que Jagellon era pagano, pero en 1385 la nobleza lituana se mostró dispuesta a
convertirse al cristianismo (y convertir a sus vasallos) para posibilitar la unión. Con la conversión, los lituanos podían
acceder a la salvación eterna, pero, sobre todo, podían librarse de las incursiones de los caballeros teutónicos, cuya única
excusa para atacar Lituania era que ellos eran cruzados y que los lituanos eran paganos.
El 6 de abril Juan de Avís fue proclamado rey de Portugal en las cortes de Coimbra, y fue conocido como Juan I el
Grande. Con él se inicia la llamada dinastía de Avís. El ejército portugués, reforzado con un contingente de arqueros
ingleses, venció a los castellanos en el Trancoso, y el 14 de agosto obtuvo la victoria decisiva de Aljubarrota, tras la
que Juan I de Castilla tuvo que reconocer la independencia portuguesa. Ante la posibilidad de que este fracaso minara los
cimientos de la joven dinastía de los Trastámara, Juan I convocó las cortes de Valladolid, que sancionaron que la
monarquía era "la representación de Dios en la tierra y custodia del orden, la paz y la justicia".

El rey Ricardo II de Inglaterra cumplió dieciocho años y empezó a gobernar personalmente. Nombró duque de York a su
tío Edmundo de Langley y duque de Gloucester a su tío Tomás de Woodstock. Geoffrey Chaucer publicó La leyenda de
las mujeres virtuosas.

El duque Felipe II de Borgoña casó, respectivamente, a su hijos Juan y Margarita con Margarita y Guillermo, hijos
del duque Alberto I de Baviera.

El rey Olaf II de Dinamarca y IV de Noruega tenía ya quince años, aunque su madre Margarita seguía ejerciendo la
regencia. Ese año conquistó Escania, que la Hansa había arrebatado a Suecia poco antes.

Bernabo Visconti había resultado vencedor sobre las múltiples ligas formadas contra él, hasta que fue envenenado por su
sobrino Gian Galeazzo Visconti, que se convirtió así en el señor indiscutible del principado en que se había formado en
torno a Milán, que pronto fue conocido como el Milanesado.

En Rímini murió Galeotto Malatesta, que fue sucedido por su hijo Pandolfo III Malatesta.

Ranieri Acciaiuoli atacó el ducado de Atenas desde el principado de Acaya.

El derrocado emperador bizantino Andrónico IV Paleólogo murió cuando intentaba una nueva sublevación contra su
padre, el emperador Juan V.
El rey León VI de Armenia fue rescatado de su cautiverio en Egipto, pero no pudo recuperar su reino, que seguía en poder
de los mamelucos, así que se retiró a Francia.

De acuerdo con lo convenido, Segismundo, el margrave de Brandeburgo se casó con la reina María de Hungría, pero el
rey Carlos III de Nápoles se negó a reconocer a María como heredera de su padre Luis I y se proclamó a sí mismo rey de
Hungría en virtud de que era el pariente más cercano de Luis I por línea masculina. Consiguió algunos apoyos entre la
nobleza húngara, pero en 1386, Isabel de Bosnia, la madre de María, lo hizo asesinar en Buda con la ayuda del emperador
Venceslao IV, hermano de Segismundo. También de acuerdo con lo pactado, la reina Eduvigis de Polonia se casó con el
gran duque Jagellon de Lituania, que se bautizó y adoptó el nombre de Ladislao II Jagellon.

En Nápoles, Carlos III fue sucedido por su hijo Ladislao, de diez años, bajo la regencia de su madre, Margarita de
Durazzo.

El rey Alberto III de Suecia nunca había llegado a tomar las riendas del país. La Hansa tenía el poder económico y la
nobleza, dirigida por Bo Jonsson Grip, el poder político. Cuando éste murió, Alberto III trató de asumir el mando, pero
la nobleza llamó en su ayuda a la reina Margarita de Noruega y Dinamarca, que reclamó los derechos sobre Suecia de su
difunto esposo, el rey Haakon VI de Noruega.

Leopoldo III de Habsburgo murió en la batalla de Sempach, en la que trataba de someter a los suizos. Sus
hijos, Guillermo I, Leopoldo IV, Ernesto I y Federico IV, (el mayor de los cuales tenía dieciséis años) mantuvieron los
títulos de duque de Austria, conde del Tirol, etc., pero las posesiones de Leopoldo III pasaron, de hecho, a manos de su
hermano, el duque Alberto III.

En su retiro de Mistra, murió a sus noventa años el emperador bizantino Juan VI Cantacuceno. Dejó unas memorias
históricas sobre el periodo 1320-1358.

En Valaquia murió el príncipe Dan I, que fue sucedido por su hermano Mircea.
Las hordas mongolas llegaron al reino de Georgia y lo saquearon. Timur Lang arrebató Azerbaijan al kan Tuqtamis, de
la Horda de Oro, territorio que éste había ocupado el año anterior. Desde ese momento, Timur Lang tuvo que rechazar
las periódicas acometidas de Tuqtamis.

CARLOS EL LOCO
El ascenso a los tronos inglés y francés de dos reyes menores de edad, Ricardo II y Carlos VI, había enfriado la Guerra
de los Cien Años, mientras los nobles de ambos países se habían preocupado de sacar el máximo partido del vacío de
poder. Ricardo II tenía ya diecinueve años, y desde su intervención la revuelta tylerista había empezado a ocuparse
personalmente de gobernar el país. Por el contrario, Carlos VI, a sus dieciocho años, seguía dominado por sus tíos, que
procuraban entretenerlo con distracciones cortesanas para mantenerlo alejado de la política. Y todo ello a pesar de que su
padre, Carlos V, tal vez previendo lo que iba a ocurrir, había dispuesto que su heredero asumiera el gobierno a la temprana
edad de catorce años.

La revuelta Tylerista había dado cierta ventaja a Francia. En 1386 estuvo a punto de invadir Inglaterra. Barcos franceses
fueron reunidos en los puertos del canal de la Mancha, pero los duques de Berry y Borgoña paralizaron el proyecto a
última hora. Decidieron que recrudecer la guerra no beneficiaría en nada la plácida vida que estaban llevando. El
Inglaterra, Ricardo II era también partidario de la paz, aunque al parecer por razones más altruistas que las de los duques
franceses. Su principal adversario en este punto era su tío, Tomás de Woodstock, el duque de Gloucester, respaldado por
una buena parte de los nobles, que formaron un Partido belicista. Por su parte, el rey buscó el apoyo de algunos amigos,
no muy bien elegidos, a decir verdad, con los que formó el Partido realista. Entre ambos extremos había un Partido
constitucional.

El rey Carlos II de Navarra (Carlos el Malo) tenía ya cincuenta y cinco años, y hacía ya tiempo que había abandonado la
alta política. Ahora casaba a su hija Juana con el duque Juan IV de Bretaña.
Leonor Teles, la viuda del rey Fernando I de Portugal, ingresó en el monasterio de Tordesillas. El nuevo rey, Juan I,
firmó una alianza con Inglaterra. Juan de Gante desembarcó en La Coruña, en Galicia, conquistó Santiago de Compostela
y estableció su corte (en calidad de rey de Castilla) en Orense. En colaboración con Juan I, avanzó hasta tierras leonesas.

En 1387 Tomás de Woodstock, el duque de Gloucester, presentó una querella contra el rey y sus favoritos, que fue
apoyada por el Parlamento. La política interior inglesa se volvía cada vez más tensa y turbulenta.

En Hungría se produjo un alzamiento de un sector de la nobleza partidaria del rey Carlos III de Nápoles, al que Isabel de
Bosnia había hecho asesinar. Isabel y su hija María fueron encarceladas, y María tuvo que presenciar la ejecución de su
madre. Sin embargo, Segismundo de Luxemburgo, el marido de María, pudo tomar el control de la situación y salvar la
vida a su esposa. Luego se hizo coronar como rey de Hungría y asumió el gobierno. Mientras tanto, el rey de Polonia
Ladislao II Jagellon conseguía mediante la diplomacia que los principados de Moldavia y Valaquia le rindieran vasallaje,
para protegerse tanto de los turcos como de los húngaros.

Los otomanos se dedicaban al rapto de niños en los balcanes, que eran forzados a convertirse al islam y luego se les
vaciaba el cerebro para convertirlos en jenízaros. Por esta época el número de jenízaros rondaba los ocho mil hombres.
El sultán Murat I conquistó Tesalónica, pero fue derrotado en Plocnik por los reyes Lázaro Hrebeljanovic de Servia y
Tvrko I de Bosnia.

El emperador Hongwu dominaba ya todo el Imperio Chino. Sin embargo, todavía quedaba mucho trabajo por hacer para
reconstruir una administración capaz de gestionar eficientemente el estado. De momento, el gobierno quedó en manos de
los militares.

Ese año murió con diecisiete años el rey Olaf II de Dinamarca y IV de Noruega. Su madre, Margarita, se convirtió en
reina de ambos estados.

También fue el año de la muerte de los reyes de Navarra y Aragón, Carlos II el Malo y Pedro IV el Ceremonioso.
Carlos II de Navarra fue sucedido por su hijo Carlos III el Noble, que estaba casado con Leonor de Trastámara, hermana
del rey Juan I de Castilla. Tenía entonces veintiséis años, y se encontraba en la corte castellana, donde había participado
en la campaña contra Portugal y contra Juan de Gante.

Pedro IV de Aragón fue sucedido por su hijo Juan I. Su madrastra, Sibila de Fortiá, había huido de Barcelona poco
después de que su esposo enfermara y se previera su muerte, pero Juan I la hizo capturar y le abrió un proceso. A cambio
de renunciar a todos los territorios que le había concedido Pedro IV, se le concedió la libertad y se retiró a un convento.
El cardenal Pedro Martínez de Luna no tardó en presentarse en Barcelona y no tuvo dificultad en conseguir que la Corona
de Aragón reconociera a Clemente VII como Papa. El dominico fray Vicente Ferrer, que ya era maestro en teología, y
había estado enseñando en la catedral de Valencia, se convirtió en consejero y acompañante del cardenal, así como en
confesor de la reina Violante.

La muerte de estos dos monarcas fueron el golpe definitivo que llevó a Juan de Gante a renunciar a sus aspiraciones a la
corona castellana. Su invasión encontró una resistencia popular muy fuerte, su ejército había sido atacado por la peste y
ahora habían muerto sus dos principales aliados en la península ibérica después del rey Juan I de Portugal.

Juan de Gante afianzó la alianza angloportuguesa casando a su hija Felipa con Juan I de Portugal, pero en febrero de
1388 firmó el tratado de Bayona con el rey Juan I de Castilla, por el que se concertó el matrimonio de Enrique, el heredero
de Juan I, con Catalina, hija de Juan de Gante. Los contrayentes (que tenían entonces nueve y catorce años,
respectivamente) recibieron el título honorífico de príncipes de Asturias, y desde entonces los herederos al trono
castellano llevaron este título.

La política matrimonial de los Trastámara estaba dando muy buenos resultados: Juan I había estado casado con Leonor
de Aragón, hermana de Pedro IV el Ceremonioso (y madre de sus hijos, Enrique y Fernando), su hermana Leonor estaba
casada con el rey Carlos III de Navarra, y ahora su hijo Enrique estaba casado con la hija de Juan de Gante. Únicamente
el cambio de dinastía en Portugal había frustrado las relaciones con este reino, cuyo nacionalismo se volvió agriamente
anticastellano y proinglés. Por el contrario, las relaciones entre los reinos Castilla, Aragón y Navarra pasaban por su mejor
momento. El rey Carlos III de Navarra firmó un tratado de paz con Juan I de Aragón.
A nivel personal las cosas no iban tan bien, pero eso no influía en la política. Carlos III tenía una amante, María Miguel
de Esparza, y la reina Leonor pidió permiso a su marido para regresar a Castilla alegando mala salud y nostalgia. Por el
contrario, Violante de Bar, la esposa de Juan I de Aragón, era la dueña de la corte barcelonesa. Intervenía frecuentemente
en los asuntos de estado e influyó en su marido, al que transmitió el gusto por el refinamiento, las artes y la ciencia (fue
conocido como Juan I el Amador de la Gentileza). Sin embargo, la situación económica del reino no era acorde a los
dispendios de la reina, lo que dio pie a una protesta de las Cortes.

Ranieri Acciaiuoli terminó la conquista del ducado de Atenas y se lanzó por el de Neopatria.

María de Blois, la madre del duque Luis II de Anjou, que tenía ahora once años, logró asentar el dominio de Provenza, y
empezó a preparar un ataque contra el reino de Nápoles.

El empeerador Venceslao IV concedió en usufructo a su primo Josse el ducado de Luxemburgo, mientras su hermano, el
rey Segismundo de Hungría, hacía lo propio con el margraviato de Brandeburgo.

Ese año murió el duque Wenzel de Sajonia, y fue sucedido por Rodolfo III.

El 2 de noviembre, un mes antes de cumplir los veinte años, el rey Carlos VI de Francia comunicó su intención de asumir
el gobierno de Francia. El duque Felipe II de Borgoña trató de disuadirlo, pero Carlos el Bienamado contaba con el
respaldo popular y su decisión era firme.

Los suizos derrotaron nuevamente a los Habsburgo, esta vez en la batalla de Näfels.

La reina Margarita de Dinamarca y Noruega había logrado acabar con los partidarios del rey Alberto III de Suecia. El
monarca fue derrotado en Falkoeping, donde cayó prisionero, y en 1389 Margarita fue proclamada reina de Suecia. La
reina aunó a los tres reinos escandinavos en la lucha contra la hegemonía alemana en el Báltico. Con la muerte de su hijo
Olaf, Margarita había quedado sin descendencia. Eligió como sucesor a un sobrino nieto llamado Erik de Pomerania, y
empezó la delicada tarea de lograr que fuera aceptado en cada uno de los reinos. Noruega fue la primera en reconocerlo.
El duque Alberto III de Austria tuvo que firmar un armisticio con la Confederación Helvética.

En junio, el rey de Servia Lázaro Hrebeljanovic, con el apoyo del príncipe Mircea de Valaquia, se enfrentó nuevamente
al sultán otomano Murat I en Kosovo. Tanto Lázaro como Murat I murieron en la batalla, pero los turcos obtuvieron una
victoria aplastante. Mircea se refugió en Transilvania. Murat I fue sucedido por su hijo Bayaceto I, que ocupó la mayor
parte de Servia. El resto quedó bajo el gobierno de Esteban Lazarevic, el hijo de Lázaro, que pronto tuvo que declararse
vasallo de los turcos.

El rey Carlos VI de Francia tenía un hermano de diecisiete años, llamado Luis, que se casó con Valentina, hija de Gian
Galeazzo Visconti, el señor de Milán.

Geoffrey Chauces había caído en desgracia unos años atrás, pero ahora, tras haber publicado su Lamento de la bolsa
vacía, logró que Ricardo II lo nombrara secretario real.

Ese año murió, probablemente envenenado, el Papa de Roma Urbano VI, y catorce de los cardenales que él había
nombrado eligieron como sucesor a un napolitano llamado Pietro Tomacelli, que adoptó el nombre de Bonifacio IX.

En Holanda murió el conde Guillermo V, que permanecía recluido a causa de su locura. Su hermano Alberto se convirtió
ofcialmente en el nuevo conde.

También murió Demetrio Donskói, el gran príncipe de Moscú, que fue sucedido por Basilio I.

El rey Carlos III de Navarra había enviado una embajada a su cuñado, el rey Juan I de Castilla, pidiendo que le fuese
devuelta su esposa Leonor. En 1390 envió una segunda embajada, pero Leonor se negó a volver con su marido alegando
que en Navarra era objeto de malos tratos. Finalmente se acordó que Juana, la mayor de las tres hijas de Carlos III y
Leonor, volvería a Navarra para ser educada como futura reina. Entonces murió Juan I, a sus treinta y dos años, y su
heredero, ahora Enrique III, tenía únicamente once.
Se abrió entonces uno de los periodos más anárquicos de la historia de Castilla. Alfonso y Fadrique de Trastámara, dos
hermanastros bastardos de Juan I, así como su hermana Leonor, trataron de hacerse con el poder, que les fue disputado
por los arzobispos de Santiago de Compostela y Toledo, Juan García Manrique y Pedro Tenorio. La falta de acuerdo
entre ellos permitió a los representantes de las ciudades imponer un consejo de regencia integrado por catorce ciudadanos,
ocho nobles y los dos arzobispos.

Mientras tanto, el cardenal Pedro Martínez de Luna consiguió que el rey Carlos III de Navarra reconociera a Clemente
VII como el verdadero Papa.

El escritor Bernat Metge, que había sido nombrado secretario del rey Juan I de Aragón, se había visto envuelto
últimamente en varios procesos de los que salió absuelto. Mientras tanto había traducido al catalán la historia de Valter y
Griselda, la última narración del Decamerón, pero no sobre el original italiano de Boccaccio, sino sobre una traducción
latina de Petrarca.

El hermano de Juan I era conocido como Martín el Humano. Por aquel entonces ya empezaba a hablarse
de humanismo, para referirse al interés por las cosas humanas (por contraposición a las divinas), como el arte, la historia,
y la cultura en general; y a esto hacía referencia el sobrenombre del infante aragonés. Éste tenía a su vez un hijo de catorce
años llamado Martín el Joven, al que casó con la reina María de Sicilia, que tenía ahora veintitrés años.

Ranieri Acciaiuoli arrebató el ducado de Neopatria al conde Luis Federico de Salona. Desde entonces, la Corona de
Aragón conservó únicamente unos pequeños territorios en Grecia.

El sultán otomano Bayaceto I derrotó a Karamán Oglu Aladdin Alí, el emir de Karamania, en la batalla de Akcay, en
la que éste fue hecho prisionero y después condenado a muerte. Karamania se incorporó así al sultanato otomano.

En Granada murió el rey Muhammad V, que fue sucedido por su hijo Yúsuf II.

En Escocia murió el rey Roberto II, y fue sucedido por su hijo, que se llamaba John, pero que al acceder al trono cambió
su nombre por el de Roberto III. Rondaba ya los cincuenta años, y tenía un único hijo, David, de doce. Dos años antes,
su padre había nombrado regente a su tercer hijo, llamado también Roberto, y a Roberto III le debió de parecer una
decisión acertada, pues lo nombró duque de Albany y dejó el gobierno en sus manos.

También murió Roberto I, el conde palatino del Rin, que fue sucedido por su hijo Roberto II.

El rey Ladislao de Nápoles asumió el gobierno de su país al cumplir los trece años. Tuvo que enfrentarse al duque Luis
II de Anjou, que tenía sus mismos años y había desembarcado en Italia con un ejército, reclamando el trono.

En Trebisonda murió el emperador Alejo III, que fue sucedido por su hijo Manuel III Comneno. En 1391 murió el
emperador bizantino Juan V, pocos días después de que llegara a la capital la noticia de que los turcos habían
conquistado Filadelfia, el último reducto bizantino en Asia Menor. Su nieto Juan VII Paleólogo (hijo de Andrónico IV)
se apoderó de Constantinopla con el apoyo del sultán otomano Bayaceto I. Sin embargo, el hermano de Andrónico IV,
que estaba prisionero de los turcos, logró evadirse, entró en Constantinopla, expulsó a Juan VII y fue proclamado
emperador, con el nombre de Manuel II Paleólogo. Bayaceto I, indignado, puso sitio a Constantinopla, y Manuel II tuvo
que pagarle para que se marchara.

También murió el príncipe Pedro I de Moldavia, que fue sucedido por Romano I. En Bosnia murió el rey Tvrtko I, y la
región entró en crisis, pues sus sucesores, católicos, se vieron enfrentados a los grandes señores, que eran bogomilos.

En Lorena murió el duque Juan I, que fue sucedido por Carlos I.

Mientras tanto, Timur Lang estaba persiguiendo por las estepas rusas a Tuqtamis, el kan de la Horda de Oro. La
intervención de Timur Lang desestabilizó el kanato y permitió que los principados rusos gozaran de una mayor
independencia. Fue también el año de la muerte de san Sergio Rádonezhski.
Castilla seguía sumida en la anarquía. Los miembros del consejo de regencia discrepaban continuamente. Entre ellos
estaba Alfonso de Aragón, el duque de Gandía y marqués de Villena, que había llegado a ser nombrado tutor del joven
Enrique III, pero se desentendió de la política castellana y fue excluido del consejo y desposeído de su título de
condestable de Castilla, que poseía desde hacía diez años. Alfonso marchó a la Corona de Aragón y Castilla quedó privada
de toda autoridad. Hubo además brotes de peste y los judíos se convirtieron en el chivo expiatorio. Los barrios judíos de
numerosas ciudades fueron arrasados, y en la Corona de Aragón, donde la economía no era muy boyante, se copió la idea.
El asalto a la judería de Valencia fue especialmente virulento.

El rey Yúsuf II de Granada había encarcelado o hecho ejecutar a varios parientes y cortesanos tratando de evitar un golpe
de estado, pero murió tras apenas un año de reinado, parece ser que envenenado. Fue sucedido por su hijo Muhammad
VII.

También murió ese año el conde Amadeo VII de Saboya, que fue sucedido por su hijo Amadeo VIII.
En Francia murió el conde de Foix, Gastón III Febo. En un acceso de cólera había matado a su único hijo legítimo, así
que legó todos sus dominios a la corona francesa. Es autor de un Tratado de Caza. El rey Carlos VI confió el condado
a Mateo, el vizconde de Castellbó, que en 1392 se casó con Juana, hija del rey Juan I de Aragón.

El franciscano catalán Francesc Eiximenis seguía en Valencia, donde escribió el Libre dels àngels, una obra de carácter
popular que alcanzó gran difusión y fue traducida al latín, al francés y al castellano.

En abril, Inglaterra y Francia estaban negociando un tratado de paz que quizá hubiera puesto fin a la Guerra de los Cien
Años, pero las conversaciones se interrumpieron a causa de una enfermedad de Carlos VI. El monarca sufrió una fiebre
elevada que le produjo convulsiones y le dañó el cerebro. Aparentemente recuperado, en junio encabezó una expedición
contra el duque Juan IV de Bretaña. Fue un verano muy caluroso y por el camino cayó nuevamente víctima de la fiebre.
Se cuenta que el 5 de agosto, mientras reemprendía la campaña, se le apareció un hombre vestido de blanco que cogió la
brida del caballo del rey y gritó: "¡Detente, noble rey, no sigas adelante, has sido traicionado!". El rey siguió avanzando,
y poco después a uno de sus pajes se le cayó una lanza que golpeó sonoramente un escudo. El rey sacó su espada y
acometió a cuantos le rodeaban, hasta que pudo ser reducido. Desde entonces dejó de ser conocido como Carlos VI el
Bienamado y recibió el sobrenombre de Carlos VI el Loco. Probablemente, esta historia ha sido dramatizada con
posterioridad, pero lo cierto es que desde entonces el rey alternó periodos de lucidez con periodos de locura. Cada uno
duraba aproximadamente medio año, aunque con el tiempo los periodos de cordura fueron menguando.

Inmediatamente acudieron a la corte los duques Felipe II de Borgoña y Juan de Berry, dispuestos a recuperar el poder que
habían perdido cuando Carlos VI asumió el gobierno. A ellos se sumaba ahora Luis, el hermano del rey, que se otorgó en
nombre de su hermano el ducado de Orleans. Con él da comienzo la segunda casa de Orleans. Luis y Felipe II no tardaron
en rivalizar por el dominio del Estado.

Martín el Joven, el marido de la reina María de Sicilia, marchó a la isla con su padre, Martín el Humano. La nobleza
siciliana, que nunca había aceptado la autoridad de la reina María, se rebeló ahora ante las pretensiones de Martín el Joven
de asumir el gobierno.
El rey Ladislao II de Polonia tenía un primo, llamado Vytautas, que se había opuesto desde un principio a la unión de
Lituania con Polonia. Para acallar sus reservas, Ladislao II lo asoció al gobierno de Lituania.

El ducado de Baviera-Landshut se dividió en tres: Baviera-Ingolstadt, Baviera-Munich y Baviera Landshut. Los tres
ducados pronto llegaron a contar con ocho duques, a los que había que sumar el duque de Baviera-Straubing.

El poeta Eustache Deschamps escribió (en prosa) L'art de ditier (El arte poético).

En Japón terminó la guerra de las dos cortes, cuando el shogun Ashikaga Yoshimitsu (el tercer shogun de la familia
Ashikaga) conquistó la isla de Kyushu y obligó a abdicar al emperador Go-Kameyama. El país estaba destrozado. El
shogun reorganizó el país, que fue dividido en tres regiones, cada una de las cuales estaba gobernada por un kanrei (gran
delegado).

En Corea se produjo un cambio dinástico. La dinastía Koryo, que gobernaba el país desde hacía casi quinientos años, fue
sustituida por la dinastía Li. Los nuevos soberanos realizaron reformas económicas y trasladaron la capital a Seúl. El
budismo perdió sus privilegios, mientras que el confucianismo aumentaba su influencia.

La alta nobleza castellana trató de acabar con la anarquía en el reino tomando el poder militarmente, pero frente a ella
reaccionó la baja nobleza que en 1393 logró que las cortes proclamaran mayor de edad a Enrique III a la edad de catorce
años. La naturaleza enfermiza del joven rey le valió el sobrenombre de Enrique el Doliente. No fue, pese a ello, un
monarca débil. Aliado con la baja nobleza, empezó a tomar medidas para dominar a la alta nobleza, especialmente a los
Trastámaras, y para reducir las competencias de las cortes. Ese año su hermano Fernando, que tenía entonces trece años,
se casó con Leonor de Alburquerque, "la ricahembra".

Este fue el año más exitoso para el cardenal Pedro Martínez de Luna, que logró que Brabante, Escocia, Inglaterra e Irlanda
reconocieran como Papa a Clemente VII, así como que el rey Carlos VI ratificara la obediencia de Francia a la corte de
Aviñón decretada por su padre. A pesar de que Inglaterra acababa de cambiar de Papa, el cardenal aragonés no logró que
Portugal hiciera lo mismo, pues los portugueses prefirieron tener un Papa distinto al de sus aliados ingleses antes que
tener el mismo que sus enemigos castellanos.
El rey de Aragón Juan I, el Amador de la Gentileza, era aficionado a la astrología, a la nigromancia, a la medicina, la
música, la poesía y la cultura en general. Protegía a numerosos intelectuales, como Bernat Metge o Francesc Eiximenis,
y ahora instauró en Barcelona unos juegos florales similares a los de Tolosa. Nombró mantenedores a Jaume March
y Lluis d'Averçó.

Los turcos otomanos seguían haciendo progresos en Bulgaria, donde acababa de caer Tarnovo.

El duque Felipe II de Borgoña casó a su hija Catalina con el duque Leopoldo IV de Austria y comprometió a su
hija María, de cinco años, con el conde Amadeo VIII de Saboya.

Ese año murió el rey León VI de Armenia, exiliado en Francia. Su título lo heredó el rey Jacobo I de Chipre, aunque
desde entonces fue uno más de tantos títulos simbólicos sin valor real alguno, como el de rey de Jerusalén o emperador
latino de Constantinopla. Armenia, sometida a los mamelucos, había dejado de existir como reino.

También murió el conde Juan I de la Marche, primo del duque Luis II de Borbón. Fue sucedido por su hijo Jaime II. Su
segundo hijo, Luis, había heredado de su madre el condado de Vendôme.

BENEDICTO XIII
En 1393 fue asesinado en Bohemia san Juan Nepomuceno, consejero del arzobispo de Praga y confesor de la reina
Juana, la esposa del rey Venceslao IV. Las circunstancias de este asesinato son oscuras, y fuentes poco fiables convierten
a la víctima en un mártir del secreto de confesión. Lo cierto es que a raíz de este incidente estalló una revuelta de prelados
y señores y en 1394 el propio rey fue hecho prisionero por un tiempo.

El rey de Castilla Enrique III el Doliente había ocupado las posesiones de su tío Alfonso, había logrado la sumisión
pacífica de su tío Fadrique y el 21 de junio firmó el tratado de Valladolid con el rey Carlos III de Navarra, por el cual,
entre otras cosas, obligaba a su molesta tía, Leonor, a regresar junto a su esposo. El prestigio que obtuvo al dominar de
este modo a la nobleza (con tan sólo quince años) le permitió prescindir de las cortes, que vieron limitadas sus funciones
a la aprobación de las leyes dictadas por el rey. Entre los principales apoyos del joven monarca estaba Alfonso de Aragón,
el duque de Gandía y marqués de Villena, que había regresado a Castilla unos meses antes a instancias del rey Juan I, si
bien su misión era conducir la política castellana en beneficio de la Corona de Aragón.

Ese año murió el Papa de Aviñón, Clemente VII, y sus cardenales eligieron como sucesor al más firme de sus defensores,
el cardenal Pedro Martínez de Luna, que adoptó el nombre de Benedicto XIII. Los teólogos de la universidad de París
llevaban un tiempo buscando posibles soluciones para el cisma de Occidente, y habían puesto objeciones a la elección de
Pedro de Luna, pues su postura radical en favor del Papado de Aviñón era bien conocida, y no era la más idónea para
acabar con el cisma. Sin embargo, los cardenales se decantaron por él, en parte por la simpatía que suscitaba entre ellos
y en parte por su ofrecimiento a terminar con el cisma por la uia cessionis (la vía de la renuncia, es decir, su ofrecimiento
a renunciar a la tiara si se satisfacían algunas condiciones), pero, apenas fue consagrado como Papa, Benedicto XIII se
olvidó de la uia cessionis y propuso en su lugar la uia iustitiae, esto es, que ambos Papas se reuniesen y decidiesen cuál
de los dos debía renunciar (lo que, conociéndolo, equivalía a decidir que renunciara el Papa de Roma). El dominico fray
Vicente Ferrer ingresó en la corte pontificia de Aviñón como confesor papal.

El rey Ladislao II de Nápoles nombró duque de Atenas a Ranieri I Acciaiuoli, pero murió poco después y los venecianos
se apoderaron de los ducados de Atenas y Neopatria. El sultán otomano Bayaceto I invadió Valaquia. En Moldavia murió
el vóivoda Romano I, que fue sucedido por Esteban I.

Timur Lang saqueó Bagdad.

China estaba haciendo un esfuerzo colosal por recuperarse de los años de dominio mongol. Se estableció un catastro, se
restauraron las obras de riego, se distribuyeron gratuitamente bueyes y aperos de labranza, se organizó un sistema de
graneros públicos para tener reservas en tiempos de mala cosecha y se entregaron tierras a los militares para que se
ocuparan de su cultivo.
Por estas fechas, Shi Naian y Luo Guanzhong escribieron Al borde del agua, una novela histórica que narra las
aventuras de ciento ocho bandidos, entre ellos tres mujeres, que viven a orillas del lago Langshanbo, en la época de los
Song. Los autores analizan la psicología de los marginales, así como las reglas de una sociedad a la que critican.

En marzo de 1395 Leonor de Trastámara, de acuerdo con lo pactado el año anterior, volvió a Pamplona para reunirse con
su marido, el rey Carlos III de Navarra. A partir de ese momento las relaciones entre los esposos fueron buenas y la reina
colaboró para mantener el perfecto entendimiento que hubo entre Navarra y Castilla en este periodo.

El emperador Venceslao IV otorgó a Juan Galeazo Visconti el título de duque de Milán, lo que, entre otras cosas, convertía
oficialmente en hereditario el señorío que, en la práctica, ya venía siendo transmitido de padres a hijos.

Martín el Joven, el rey de Sicilia, logró someter a Catania, el núcleo de la revuelta de la nobleza siciliana contra la
dominación aragonesa.

Ese año murió el duque Alberto III de Austria, que fue sucedido por su hijo Alberto IV. Tuvo que enfrentarse a la rama
leopoldina de los Habsburgo, que reclamaba un reparto de territorios, y finalmente aceptó a su primo Guillermo I como
corregente.

Timur Lang llevó a cabo otra campaña contra la Horda de Oro: saqueó Crimea, el Cáucaso septentrional, persiguió durante
un tiempo al kan Tuqtamis y nombró un nuevo kan. Estando así las cosas, el gran príncipe Basilio I de Moscú dejó de
pagar el tributo a los mongoles. Recibió amenazas de Timur Lang, pero al final no llegó a cumplirlas, sino que regresó a
Samarkanda para atender otros asuntos.

Los turcos otomanos dominaban ya toda Bulgaria. La conquista terminó en 1396 con la toma de Vidin. La aristocracia
búlgara fue aniquilada, exepto aquellos pocos que se convirtieron al islam, y fue sustituida por una nueva clase dominante
salida del ejército turco. Los campesinos turcos fueron sometidos a unas condiciones de servidumbre apenas soportables,
que incluían el "impuesto de sangre", por el que una parte de sus hijos eran requisados para ser convertidos en jenízaros.
Las conversiones forzadas al islam se multiplicaron.
La situación en Servia no era tan grave, pues, aunque se había convertido en vasalla de los otomanos, de momento
conservaba su independencia. Donde los turcos no habían llegado era a Albania, que se había independizado bajo una
dinastía de origen servio y, de momento también, no estaba sometida ni siquiera a vasallaje. La situación era más precaria
en Valaquia, donde el príncipe Mircea se esforzaba por rechazar con ayuda húngara las incursiones de los turcos.
Finalmente, el rey Segismundo de Hungría pidió ayuda a la cristiandad. Tanto Benedicto XIII como Bonifacio IX se
pusieron de acuerdo en predicar una cruzada contra los turcos, y Francia respondió a la llamada enviando un ejército al
frente de Juan de Nevers, el hijo del duque Felipe II de Borgoña.

Mientras tanto, en la Corona de Aragón, los regidores de varias ciudades, entre ellas Barcelona y Valencia, acusaron a la
cancillería real de deshonestidad y malversación. Bernat Metge, secretario del rey Juan I, actuó con rudeza contra los
regidores de Barcelona, pero la situación cambió drásticamente el 19 de marzo, cuando Juan I murió inesperadamente en
un accidente de caza. (También era conocido como Juan I el Cazador.) Dejó únicamente dos hijas, Juana, casada con el
conde Mateo I de Foix, y Violante, que a sus catorce años permanecía soltera. Mateo I reclamó la Corona, pero María de
Luna defendió los derechos de su marido, Martín el Humano, el hermano de Juan I, que a la sazón se encontraba en Sicilia
con su hijo Martín el Joven, donde éste acababa de ser coronado rey de Sicilia junto con su esposa.

La acción de María de Luna fue decisiva. Se apoyó en los regidores de las ciudades y procedió contra los que habían
rodeado al difunto rey, que fueron procesados y muchos encarcelados, entre ellos Bernat Metge. Violante de Bar, la viuda
de Juan I, trató de minar la autoridad de María de Luna afirmando que estaba embarazada (de modo que, si tenía un hijo
varón, se convertía indiscutiblemente en el heredero legítimo), pero las cortes de Aragón terminaron reconociendo como
rey a Martín I el Humano.

Juan de Nevers y su ejército se reunieron con el ejército del rey Segismundo en Budapest, a orillas del Danubio, y
avanzaron aguas abajo hasta Vidin, y la tomaron al asalto. Desde allí avanzaron hasta Nicópolis, donde el 28 de
septiembre la caballería francesa avistó a las tropas de vanguardia turcas. El rey Segismundo propuso atacar con sus
hombres a los turcos mientras los franceses permanecían de reserva para cuando llegara el grueso del ejército turco, pero
los caballeros franceses abuchearon la propuesta. Una vez más, como en Courtrai, Crezy o Poitiers, consideraron
inadmisible todo lo que no fuera lanzarse a la carga sin más contemplaciones. Así lo hicieron, aplastaron a los turcos y
los dispersaron, al tiempo que se dispersaban ellos mismos, y entonces apareció en escena el sultán Bayaceto I con su
gran ejército. Había tenido que abandonar un intento de asedio a Constantinopla al recibir noticias de la cruzada, así que
no estaba de muy buen humor. Los exánimes cruzados fueron barridos por los turcos. La mayoría de los caballeros
franceses murió en la batalla, pero Juan de Nevers fue hecho prisionero y su padre tuvo que reunir una gran suma de
dinero para rescatarlo. A raíz de su estúpida actuación en la batalla de Nicópolis, recibió el sobrenombre de Juan sin
Miedo.

Bayaceto I no aprovechó su victoria todo lo que hubiera podido, pues por el momento no estaba tan interesado en expandir
sus fronteras como en consolidar la conquista de Bulgaria. De todos modos, Valaquia se convirtió definitivamente en
vasalla de los turcos y tuvo que pagar un tributo.

En Francia se agudizó el enfrentamiento entre los duques Luis de Orleans y Felipe II de Borgoña. Esenciamente, ambos
querían malversar en su propio beneficio las finanzas del estado francés. A Luis no le había hecho ninguna gracia que
Felipe II hubiera usado fondos públicos para rescatar a Juan sin Miedo, pues estaba planteándose la posibilidad de
construirse un reino en Italia a través de su suegro, el duque de Milán. Por ello, además, estaba interesado en reforzar el
ejército francés, para poder usarlo más adelante en Italia, mientras que Felipe II era partidario de poner fin definitivamente
a la Guerra de los Cien Años, ya que la guerra sólo podía perjudicar a su plácida y suntuosa vida. El rey Ricardo II de
Inglaterra también estaba interesado, al menos, en una tregua, pues sus problemas con la nobleza empeoraban. Ello
permitió que triunfaran los intereses de Felipe II frente a los de Luis (que, a decir verdad, coincidían, aunque sólo fuera
por casualidad, con los intereses de Francia). No se firmó la paz, pero se concertó una tregua por veintiocho años.

Aprovechando que Ricardo II había enviudado dos años antes de su primera esposa, Ana de Bohemia, la tregua fue
ratificada con el matrimonio del rey inglés con Isabel, una hija del rey Carlos VI que tenía entonces siete años. Constanza
de Castilla, la hija de Pedro el Cruel y esposa de Juan de Gante, había muerto también dos años atrás, y ahora el duque
de Lancaster se casó con su amante, Catalina Swynford.

En octubre, el rey Martín I el Humano había emprendido su viaje de regreso a Barcelona desde Sicilia, pero hizo una
escala en Aviñón, donde el Papa Benedicto XIII le concedió la rosa de oro, la máxima condecoración que otorgaba el
Papado. Mientras tanto, el conde Mateo I de Foix, que había reclutado un ejército en Francia, invadió Cataluña reclamando
la corona, pero fue rechazado por el conde Pedro II de Urgel. Martín I entró en Barcelona entre aclamaciones. Poco
después de su coronación marchó a Cerdeña para interesarse por la lucha contra los oponentes al dominio aragonés.

Teóricamente, la isla de Córcega también pertenecía a la Corona de Aragón, si bien, en la práctica, estaba controlada por
los genoveses, y los reyes de Aragón nunca habían enviado allí un soldado. Últimamente habían surgido querellas entre
los corsos y los genoveses, y los primeros pidieron ayuda a Francia. Éste fue un motivo más de disputa entre los duques
Luis de Orleans y Felipe II de Borgoña. Felipe II se oponía a que francia interviniera, pero esta vez Luis de Orleans se
salió con la suya y ese mismo año el mariscal Jean Boucicaut tomó posesión de la isla en nombre de Carlos VI. Boucicaut
había caído prisionero de los turcos en Nicópolis, y había sido rescatado recientemente.

Ese año murió el rey azteca Acamapichtli, y fue sucedido por Huitzilihuitl, que, al casarse con una hija del rey tepaneca
Tezozómoc, redujo los tributos que Tenochtitlán pagaba a Azcapotzalco a un mero símbolo.

La reina Margarita de Dinamarca, Noruega y Suecia logró que Erik de Pomerania fuera reconocido como rey de
Dinamarca y Suecia como ya lo había sido de Noruega. En 1397 fue coronado como rey de los tres países en la dieta
de Kalmar. No obstante, Margarita mantuvo el gobierno en sus manos. La dieta de Kalmar también acordó que el
gobierno de los tres países quedaría en manos de los descendientes de Erik o, cuanto menos, de un mismo soberano
elegido en común.

El cisma de Occidente estaba inquietando a las gentes sencillas, que creían que el Papa era el representante de Dios en la
Tierra y eso no les cuadraba con que hubiera dos Papas. Tal era el malestar, que muchos monarcas consideraban que era
preferible renunciar al propio Papa si así podían presentar a sus súbditos un único Papa. Por ello, Francia, Castilla y
Aragón empezaron a presionar a Benedicto XIII para recordarle aquello de la uia cessionis. El rey Martín I de Aragón se
presentó en Aviñón para negociar una salida para el cisma, pero su intento fue vano.

El Emperador Venceslao IV elevó a duque de Lombardía a Juan Galeazo Visconti, al que el año anterior había nombrado
duque de Milán. Esto equivalía a considerarlo su delegado o vicario en la parte italiana del Sacro Imperio Romano.
Maso Albizzi fue expulsado de Florencia por una sublevación popular, pero regresó e impuso la dictadura oligárquica de
los comerciantes de la ciudad, presidida por un triunvirato del cual formaba parte él mismo.

El rey Segismundo de Hungría otorgó el margraviato de Brandeburgo a su primo Josse, que ya venía gobernándolo en
usufructo desde hacía casi diez años.

Juan de Gante, el duque de Lancaster, había tenido dos hijos con Blanca de Lancaster (Felipa, la actual esposa del rey
Juan I de Portugal y Enrique, el conde de Derby), una hija con Constanza de Castilla (Catalina, la actual esposa del rey
Enrique III de Castilla) y cuatro hijos con su amante (y, desde el año anterior, esposa) Catalina Swynford. Estos cuatro
hijos, que habían nacido bastardos, fueron ahora legitimados con el nombre de Beaufort. Eran Juan Beaufort, Enrique
Beaufort, Tomás Beaufort y Juana Beaufort, la cual se casaba por esas fechas con Ralph Neville, el conde
de Westmorland.

La actitud desafiante de Tomás de Woodstock, el duque de Gloucester, contra su sobrino, el rey Ricardo II de Inglaterra,
facilitó una reacción por parte del rey, que, después de condenar a muerte al duque y a otros dos lores, logró imponerse
sobre sus adversarios e inició un gobierno absolutista. Entre sus principales aliados estaban sus primos Juan Beaufort,
que recibió el título de conde de Somerset, y Eduardo de Norwich, el hijo de Edmundo de Langley, el duque de York,
que recibió el título de condestable y nuevos dominios.

Ricardo II, en cambio, no tenía hijos. No los había tenido con su primera esposa y difícilmente podía tenerlos con la
segunda, Isabel, que tenía ahora ocho años. El rey tenía sólo treinta y un años, pero, por si le sucedía algo, había nombrado
heredero a Roger Mortimer, el conde de la Marche y del Ulster, hijo de su prima Felipa. Sin embargo, en 1398 murió
asesinado en Irlanda y fue sucedido por su hijo de siete años Edmundo Mortimer, que se convirtió en el nuevo heredero.

Unos piratas berberiscos habían desembarcado en el reino de Valencia y habían profanado varias iglesias, por lo que el
rey Martín I de Aragón envió al norte de África una potente flota con la que destruyó Tedeliz, en el reino de Tremecén.
Después un temporal destrozó las naves. Un poeta catalán llamado Andreu Febrer había compuesto un poema para
animar a los caballeros a participar en la empresa, y luego compuso otro de acción de gracias por haber salido de ella con
vida.

El rey Carlos VI de Francia, en uno de sus momentos de lucidez, convocó una asamblea en París en la que se votó negar
la obediencia al Papa de Aviñón, Benedicto XIII, para forzarle a abdicar. El rey Enrique III de Castilla se unió a la
iniciativa, y como Benedicto XIII no dio muestras de cambiar de actitud, Carlos VI envió al mariscal Boucicaut, que
asedió Aviñón. El emperador Venceslao IV, que siempre había apoyado al pontífice romano, se alineó entonces con
Francia, pero Benedicto XIII reaccionó aliándose con un sector de la nobleza alemana, al frente del cual estaba el conde
palatino del Rin Roberto III, que acababa de suceder a su padre, el conde Roberto II.

Por otra parte, Enrique III se cansó de la política proaragonesa de Alfonso de Aragón y lo desposeyó del señorío de
Villena, aunque no del título de marqués. Alfonso se trasladó de nuevo a la Corona de Aragón.

Ese año murió el rey Jacobo I de Chipre. Para sanear la economía del reino había tenido que ceder Famagusta a los
genoveses. Fue sucedido por su hijo Jano.

También murió Federico V, el burgrave de Nuremberg, y fue sucedido por sus hijos Juan III y Federico VI.

En China murió Hongwu, el primer emperador Ming. Fue sucedido por su nieto Ming Huidi.

Y también murió la práctica totalidad de los habitantes de Delhi, después de que Timur Lang pasara por la ciudad.
En 1399 marchó de la India, dejando el sultanato de Delhi sumido en el caos. Después, una campaña por Asia Central
erradicó el budismo de la región.

El autoritarismo del rey Ricardo II hizo ganar apoyos a sus oponentes, entre quienes se encontraba su primo Enrique, el
conde de Derby, primogénito del duque de Lancaster Juan de Gante. Éste murió en febrero y poco después Ricardo II
desterró a Enrique y confiscó sus tierras. Enrique preparó una revuelta que estalló en julio, y el rey se encontró sin apenas
apoyo alguno. En septiembre fue hecho prisionero a traición, se le obligó a abdicar y murió encarcelado poco después.
Enrique fue proclamado rey de Inglaterra (Enrique IV). El nuevo rey fue el primero en usar oficialmente el inglés en el
Parlamento. Isabel, la viuda de Ricardo II e hija del rey Carlos VI de Francia, tenía entonces diez años. Enrique IV trató
de casarla con su primogénito Enrique, de doce años (ahora convertido en príncipe de Gales), pero la niña se negó y fue
encarcelada.

El rey Martín I de Aragón firmó un tratado de amistad con Carlos III de Navarra, que ratificaba el que ya había firmado
su hermano Juan I. El monarca aragonés fracasó en una nueva campaña contra la piratería del norte de África. Luego
envió ayuda al Papa Benedicto XIII, que seguía sitiado en Aviñón. Vicente Ferrer logró salir de la ciudad y empezó un
largo viaje por Europa para predicar y defender al Papa de Aviñón. Predicaba todos los días, y a veces más de una vez al
día. Iba seguido de su "compañía", un conjunto de penitentes, hombres, mujeres y niños, que se flagelaban
gritando ¡misericordia! Vivían de limosnas, y al entrar en una ciudad formaban una impresionante procesión nocturna.
Sus sermones eran escuchados por grandes multitudes.

Bernat Metge continuaba en prisión, donde escribió su obra más importante, Lo somni (El sueño). Está escrita en prosa
en forma de diálogo, y su estilo adapta al catalán las formas del latín clásico. Se basa en Cicerón, Ovidio, Virgilio, Petrarca
y Boccaccio. Toca temas variados, como la inmortalidad del alma, el infierno, el amor divino, y también una justificación
de las actuaciones que lo llevaron a la cárcel.

El mariscal Boucicaut fue enviado de nuevo a Oriente, al mando de una flota francesa, en respuesta al llamamiento del
emperador bizantino Manuel II, pues el sultán otomano Bayaceto I había vuelto a poner sitio a Constantinopla. Boucicaut
reconcilió al emperador con su sobrino Juan VII, hasta el punto de que Manuel II lo dejó a cargo del gobierno mientras
él marchaba a Occidente junto con Boucicaut para solicitar una nueva cruzada.

La conversión de Lituania al catolicismo, si bien había puesto fin a la hostilidad de los caballeros teutónicos, había
agravado las fricciones con la Rusia ortodoxa. Estas fricciones fueron aprovechadas por Vytautas, el primo del rey
Ladislao II de Polonia y gobernador de Lituania, que había iniciado una política expansiva hacia el este. Sin embargo,
esta expansión terminó cuando los mongoles lo derrotaron en la sangrienta batalla de Worska.

Ese año murió el duque Juan IV de Bretaña, que fue sucedido por su hijo Juan V.
También murió sin descendencia el conde Mateo I de Foix, así que sus posesiones pasaron a su hermana Isabel.

El vóivoda Esteban I de Moldavia fue sucedido por Iuga Ologul.

El rey Luis II de Nápoles tuvo que regresar a Provenza sin haber logrado derrotar al otro rey de Nápoles, Ladislao II.
En 1400 se casó con Yolanda, la hermana del rey Martín I de Aragón, el cual era casualmente el padre del rey Martín el
Joven de Sicilia, cuyo reino era casualmente el tradicional enemigo del reino de Nápoles.

Los príncipes electores depusieron al emperador Venceslao IV y eligieron en su lugar a Roberto de Wittelsbach, el conde
palatino del Rin.

El vóivoda Iuga de Moldavia fue sucedido por Alejandro el Bueno.

Los mamelucos no pudieron ofrecer resistencia a Timur Lang cuando éste penetró en Siria. La ciudad de Alepo fue
destruida

TIMUR LANG
En 1400 la Guerra de los Cien Años duraba ya sesenta y tres, si bien pasaba por un largo periodo de tregua: tanto Inglaterra
como Francia atravesaban una crisis que desaconsejaba cualquier aventura en el exterior. El derrocamiento del rey
Ricardo II de Inglaterra no había mejorado mucho la situación del país: la legitimidad del nuevo rey Enrique IV podía ser
cuestionada fácilmente, por lo que no le faltaron enemigos en la corte. Además, al tratar de confiscar las tierras a un
príncipe galés en conflicto con los señores ingleses, provocó una rebelión que pronto se extendió por toda Gales. El citado
príncipe se llamaba Owain Glyn Dwr, aunque es más conocido por la versión inglesa de su nombre: Owen
Glendower. La revuelta galesa puso de manifiesto la debilidad del nuevo rey. Glendower supo aprovechar las disensiones
entre la nobleza inglesa para conseguir aliados.
La lengua inglesa había reemplazado completamente a la francesa en Inglaterra, y a lo largo del siglo que ahora terminaba
había ido desarrollándose como lengua literaria. Había surgido una poesía trovadoresca anónima, en la que destacan
poemas como Sir Gawain y el caballero verde, La muerte de Artús o Perla. Por esta época moría William Langland, el
autor del poema Pedro el labrador, del cual habían surgido posteriormente otras dos versiones ampliadas de autores
desconocidos; pero el inglés alcanzó su madurez literaria con la producción de Geoffrey Chaucer, que fijó el que se
impondría como inglés estándar entre los distintos dialectos hablados en la isla. También murió ese mismo año, dejando
incompleta su obra cumbre: los Cuentos de Canterbury. Su planteamiento es similar al del Decamerón de Boccaccio:
treinta peregrinos van de Londres a Canterbury para visitar la tumba de santo Tomás Becket, se reúnen en la posada The
Tabard y allí el hostelero les propone que cada uno de ellos cuente cuatro historias a sus compañeros, dos a la ida y dos
a la vuelta, de modo que quien cuente la mejor historia sea obsequiado con una comida por los demás peregrinos. Según
esto, la obra debía componerse de ciento veinte historias, pero Chaucer sólo llegó a escribir veinte cuentos completos,
dos inacabados y otros dos deliberadamente inacabados, pues los interrumpe el auditorio. Los cuentos están escritos en
verso y sus contenidos son de lo más dispar: los hay edificantes, desvergonzados, paródicos, etc. Son, sin duda, la primera
obra maestra de la poesía inglesa.

La situación política de Francia no era mejor que la de Inglaterra. La principal actividad de la corte era mantener
entretenido con fiestas y mascaradas al rey Carlos VI el Loco, de lo que se encargaba especialmente Isabel de Baviera, la
esposa del rey y amante de su cuñado, el duque Luis de Orleans. La corte de Paris no podía competir en magnificencia
con las de los ducados de Berry y de Borgoña, que los tíos del rey, Juan y Felipe II, hacían crecer a costa del estado
francés y de sus propios súbditos, a los que no dudaban en extorsionar para patrocinar un ejército de artistas. El duque
Juan V de Bretaña incorporó su ducado a esta competición por el lujo y el arte. Gracias al apoyo inglés, los últimos duques
habían logrado convertir a Bretaña en un territorio prácticamente independiente de Francia. Mientras tanto, el
enfrentamiento entre Luis de Orleans y Felipe II de Borgoña era cada vez más abierto.

Por esta época murió un clérigo llamado Jean Froissart. Dejó una crónica que comprende los tres últimos cuartos del
siglo XIV, una crónica que se centra en noticias pintorescas y en los sucesos de la alta sociedad, no en los hechos históricos
fundamentales.
Alemania era la nación occidental que menos había evolucionado políticamente en los últimos siglos. Es cierto que
precisamente en estos momentos Inglaterra y Francia no daban muy buen ejemplo, pero al margen de situaciones
transitorias de debilidad y fragmentación, los estados europeos habían tendido a sustituir las antiguas estructuras feudales
por sólidos estados centralizados. Alemania, en cambio, seguía siendo el campo de batalla de los recelos y ambiciones de
los grandes señores y la autoridad del emperador era muy limitada y azarosa. Culturalmente, también seguía anclada en
la vieja escolástica, el latín predominaba sobre el alemán en la literatura. La literatura en lengua alemana había dado un
siglo atrás dos obras maestras anónimas: el Cantar de los Nibelungos y Gudrun. Existió una poesía épica alemana de
imitación francesa, que fue pronto sustituida por una poesía burguesa, la de los llamados maestros cantores; aunque la
principal producción en el último siglo era la prosa religiosa de varios autores místicos.

Por el contrario, Italia era la vanguardia de la cultura europea. Últimamente, en el norte había surgido un gran interés por
la lengua griega. Hasta entonces, las obras de los autores griegos se habían vuelto accesibles a través de las traducciones
desde el árabe realizadas en Castilla, o a través de especialistas bizantinos en cuyo buen hacer había que confiar sin
posibilidad de discusión. Los intelectuales occidentales desconocían el griego, y era famosa la frase "graecum est, non
legitur" (es griego, no se lee) con la que los maestros invitaban a sus discípulos a que se saltaran los incisos en griego que
eventualmente aparecían en los clásicos latinos. Desde hacía tres años, residía en Florencia el maestro bizantino Manuel
Chrysoloras, que se dedicó a enseñar griego a unos discípulos entusiasmados. Ese año dejó la ciudad, pero fue sucedido
por Johannes Argyropoulos, que puso a Florencia a la cabeza de los estudios griegos. El interés por el griego no tardó
en extenderse por otras ciudades italianas.

En 1401 se convocó un concurso para realizar una segunda puerta de bronce para del baptisterio de Florencia, acorde a
la que había construido Andrea Pisano años atrás. Siete artistas presentaron otros tantos proyectos, y dos de ellos quedaron
los primeros ex aequo. Eran Filippo Brunelleschi y Lorenzo Ghiberti. Los dos eran florentinos, el primero tenía
veinticuatro años y el segundo veintitrés. Finalmente se decidió encargar el trabajo a Ghiberti y se propuso a Brunelleschi
que fuera su ayudante, pero éste renunció.

El rey Enrique IV de Inglaterra devolvió a Francia a Isabel, la viuda de Ricardo II e hija del rey Carlos VI de Francia, que
tenía ahora doce años. El monarca publicó el edicto De haeretico comburendo, en el que ordenaba quemar por heréticos
los escritos de John Wycliffe. Esta medida no disuadió a sus discípulos, los lolardos, aunque tal vez los desorganizó un
poco, pues, si bien coincidían en negar los sacramentos y en propugnar la confiscación de los bienes eclesiásticos, por lo
demás se dividían en innumerables sectas.

Roberto de Wittelsbach fue coronado emperador en Colonia, pero Juan Galeazo Visconti, el duque de Lombardía, no lo
reconoció como tal, sino que mantuvo su lealtad hacia Venceslao IV. Roberto marchó a Italia, pero Juan Galeazo lo
derrotó en Brescia.

El rey Enrique III de Castilla consideró que los benimerines de Marruecos eran una amenaza constante y decidió hacer
una exhibición de fuerza. Una flota castellana saqueó Tetuán.

El rey Ladislao II de Polonia cedió definitivamente el título de duque de Lituania a su primo Vytautas.

El conde Amadeo VIII de Saboya se casó con María, hija del duque Felipe II de Borgoña.

El duque Guillermo I de Austria se casó con Juana, la hermana del rey Ladislao de Nápoles.

El burgrave de Nuremberg Federico VI se casó con Isabel, hija del duque Federico de Baviera-Landshut.

En la India, la región meridional del sultanato de Delhi se declaró independiente y se convirtió en el sultanato de Malwa.

Timur Lang continuaba en Siria, donde ahora destruía Damasco. No obstante, salvó la vida a los artesanos de la ciudad,
que fueron deportados a Samarkanda. Durante el viaje de regreso, y ya que le venía de paso, saqueó Bagdad una vez más.

El shogun Ashikaga Yoshimitsu restableció las relaciones oficiales con China, y adoptó el título chino de rey de
Japón. Desde el año anterior, Yoshimitsu estaba tratando de reducir a los piratas Wako, que asolaban las costas japonesas,
coreanas y chinas. En los últimos años había proliferado el no, un género teatral cuyas reglas definitivas fueron fijadas
por Zeami, autor de varias obras no, en su tratado Kaden-sho.
El emperador bizantino Manuel II viajaba por Europa Occidental, con una mezcla de dignidad y humillación, solicitando
ayuda para defender su imperio, si es que podía darse ese nombre al conjunto formado por la ciudad de Constantinopla y
el despotado de Mistra. Había estado en la corte de Carlos VI de Francia y en la de Enrique IV de Inglaterra, y todo el
mundo le hacía promesas, pero éstas no se materializaban en ninguna ayuda concreta. El sultán Bayaceto I estaba
empeñado en tomar Constantinopla y su caída parecía ser inminente. Sin embargo, la ayuda que Manuel II no recibió de
Occidente la recibió inesperadamente de Oriente: En 1402 Timur Lang se fijó como objetivo la conquista del sultanato
otomano.

El principio de su campaña fue más fácil de lo esperado: los turcos de Karamania le abrieron sus puertas dispuestos a
unirse a él contra Bayaceto I, que fue derrotado y hecho prisionero en la batalla de Ancira. Timur Lang terminó su
expedición destruyendo una guarnición de los Hospitalarios que resistía en Esmirna. Manuel II regresó a Constantinopla,
donde tuvo que expulsar nuevamente del trono a Juan VII.

El emperador Roberto, después de su derrota en Italia, había regresado a Alemania, donde tuvo que enfrentarse a su
antecesor, Venceslao IV. Éste recabó la ayuda del duque Luis de Orleans, a cambio de la cual le concedió en usufructo el
ducado de Luxemburgo, del que hasta entonces disfrutaba su primo Josse, el margrave de Brandeburgo. El ducado de
Luxemburgo tenía gran valor estratégico para Luis, pues dividía las posesiones de su rival, el duque Felipe II de Borgoña
(Flandes al norte y Borgoña al sur).

En Escocia, el duque de Albany, al que su hermano, el rey Roberto III, había nombrado regente, mantenía una larga
enemistad con David, el heredero del rey, enemistad que terminó cuando David fue encarcelado por orden del duque y
murió en prisión. Este incidente provocó un escándalo y parte de la nobleza escocesa se rebeló contra el rey con ayuda
inglesa. Enrique IV de Inglaterra infligió una derrota a los escoceses, a raíz de la cual, éstos establecieron una alianza con
el rebelde galés Owen Glendower.

En mayo, unos aventureros normandos, llamados Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, partieron de la Rochelle
y en junio llegaron a la isla de Lanzarote, situada frente a la costa de Marruecos. No eran los primeros occidentales que
llegaban a la isla. Al parecer, su nombre se debe a un genovés llamado Lancerotto Marocello, que las había visitado casi
un siglo atrás. Formaba parte de un archipiélago que desde entonces había recibido expediciones de mallorquines,
vizcaínos, andaluces y portugueses. Fueron, al parecer, los mallorquines quienes bautizaron a dicho archipiélago como
islas Canarias, dicen que por los grandes perros que encontraron en ellas. Estos últimos visitantes llegaron con la
intención de adueñarse de las islas, y no consideraron pertinente consultar la opinión de los nativos.

La población de las Canarias era muy heterogénea. Las dos islas mayores se conocen ahora como Gran
Canaria y Tenerife. Ésta última estaba habitada por los guanches, nombre que terminó aplicándose a los nativos
de todo el archipiélago, si bien había etnias de procedencias muy distintas, algunas de las cuales habían llegado allí unos
tres mil años atrás. Gran Canaria estaba gobernada por Artemi Semidan, hijo de la diosa Andamana y el
guerrero Gumidafe. Las demás islas estaban repartidas entre diversos reyes (menceys) que gobernaban otras tantas tribus.
Su economía era esencialmente pastoril y recolectora, aunque practicaban también una agricultura rudimentaria
(desconocían el arado). En Gran Canaria se encuentra el Teide, un volcán habitado por el maligno Guayota, cuya maldad
era, por fortuna, contrarrestada por la diosa madre Achguayaxiraxi, conservadora del mundo. Los guanches también
rendían culto a los muertos, a divinidades astrales y de la naturaleza. Tenían sacerdotes y lugares sagrados.

Los recién llegados se encontraron con que los nativos no veían razón alguna para someterse a ellos, y no fueron capaces
de controlar por sí solos la situación. Entonces solicitaron la ayuda del rey Enrique III de Castilla a cambio de rendirle
vasallaje. Enrique III les envió refuerzos, con los que emprendieron la conquista de las islas.

Otra expedición (sin duda menos pretenciosa) fue la que Enrique III envió nada menos que a la corte de Timur Lang, no
se sabe muy bien para qué. Los enviados fueron Ruy González de Clavijo, Payo Gómez de Sotomayor y Hernán
Sánchez de Palazuelos.

Antonio Acciaiuoli, un hijo natural de Ranieri Acciaiuoli, recuperó los ducados de Atenas y Neopatria, que habían
pertenecido a su familia hasta que los venecianos se los arrebataron a su padre.

Bernat Metge se había congraciado con el rey Martín I de Aragón, en parte gracias su libro Lo somni. Ahora conseguía
un puesto de escribano y un tiempo después sería nombrado secretario del monarca.
Ese año murió la reina María de Sicilia, esposa de Martín el Joven, que se casó poco después con Blanca, la hija del rey
Carlos III de Navarra. Otra hija de Carlos III, Juana, se casó con Juan, el hijo de la condesa Isabel de Foix.

También murió el duque de Lombardía Juan Galeazo Visconti, quien, tras haber ocupado Pisa, Perugia y Bolonia, estaba
a punto de proclamarse rey. Fue sucedido por su hijo Juan María, de trece años, bajo la regencia de su madre, Catalina.

En Inglaterra murió Edmundo de Langley, el duque de York, que fue sucedido por su hijo Eduardo de Norwich.

En 1403 murió el sultán otomano Bayaceto I, y sus hijos se repartieron y disputaron su imperio: Isa ocupó la ciudad
de Bursa, la primitiva capital de los otomanos, donde estaban las tumbas de los antecesores de Bayaceto I; Mehmet
I dominó el resto de Asia Menor, descontando los emiratos turcos que habían sido sometidos por su padre al yugo
otomano, y que ahora recuperaron su independencia; por último, Suleymán dominó Rumelia, que era el nombre que los
turcos daban a la parte europea de su imperio (que para ellos seguía siendo el Imperio Romano).

El sultanato de Delhi seguía desmembrándose. Ahora se independizaba el sultanato de Gujarat.

Un príncipe javanés fundó el puerto de Malaca en la península que hoy se conoce con ese mismo nombre. La región,
hasta entonces disputada por la influencia de Java y Siam, quedó definitivamente bajo la influencia javanesa y Malaca se
convirtió en un punto clave de la ruta de las especias. Esto atrajo a los musulmanes, y el islam empezó a penetrar en la
región.

El rey Enrique IV de Inglaterra se casó con Juana, la hermana del rey Carlos III de Navarra.

El rey Ladislao II de Nápoles reclamaba para sí la corona de Hungría, que su padre, el rey Carlos III, había tratado de
adjudicarse cuando fue asesinado. Ese año se hizo coronar como rey de Hungría, pero no le valió de nada.

En China, el emperador Huidi fue derrocado por uno de sus tíos, que se proclamó emperador con el nombre de Ming
Chengzu, aunque es más conocido por Yongle, que es en realidad el lema de su gobierno, que en este caso
significa Alegría eterna, expresión de la satisfacción nacional por haberse librado de los funestos mongoles. Bajo la
dinastía Ming, el recuerdo del yugo mongol extendió por el país un sentimiento xenófobo.

El señor de Mantua, Francisco I trataba de librarse de la supremacía milanesa mediante una alianza con Venecia. Había
aumentado sus dominios y ese año recibió el título de marqués del emperador Venceslao IV, aunque nunca lo utilizó.

Los intentos de forzar la abdicación del Papa Benedicto XIII eran cada vez más impopulares, debido en parte a las
predicaciones de Vicente Ferrer. El duque Luis de Orleans y los hombres enviados por el rey Martín I de Aragón ayudaron
al Papa a escapar de Aviñón, desde donde huyó a Marsella. Finalmente, Francia y Castilla accedieron a reconocerlo de
nuevo como el Papa legítimo a cambio de su promesa de que abdicaría si Bonifacio IX abdicaba también o moría.

Catalina, la madre de Juan María Visconti, el duque de Milán, decidió devolver Bolonia y Perugia a Bonifacio IX, a quien
el duque Juan Galeazo se las había arrebatado poco antes de su muerte. En 1404 Juan María cumplió catorce años y
decidió que esta política de su madre no era la más provechosa para la familia, así que la hizo encarcelar y dejó el gobierno
en manos del condotiero Facino Cane.

El rey Carlos III de Navarra firmó un tratado con Francia por el que renunciaba a los condados de Champaña, Brie y
Evreux a cambio de unas rentas y del condado de Nemours.

El rey Martín I de Aragón había emprendido la conquista de Córcega, que casi completó con la ayuda del noble
corso Vicentello de Istria.

Un hijo del rey Tvrtko I logró el trono de Bosnia, con el nombre de Tvrtko II.

Ese año murió el duque Felipe II de Borgoña y fue sucedido por su primogénito, el que se había "ganado" el sobrenombre
Juan sin Miedo en la cruzada contra los turcos. No obstante, los condados de Flandes, Borgoña y Artois siguieron en
poder de su madre, la condesa Margarita II. El ducado de Limburgo lo heredó Antonio, hermano menor de Juan.
También murió el duque Alberto I de Baviera-Straubing, que fue sucedido por sus hijos Guillermo II y Juan III. El
primero heredó también el condado de Holanda (Guillermo VI), y estaba casado con Margarita, hermana de Juan sin
Miedo.

En Austria murió duque Alberto IV, que fue sucedido por su hijo de siete años Alberto V. El otro duque, Guillermo I, se
aprovechó de la corta edad del heredero para asegurarse el control sobre la mayor parte de las propiedades de los
Habsburgo, que pasaron así de la línea albertina a la línea leopoldina de la familia.

Pero la muerte más destacada del año fue, sin duda, la del Papa Bonifacio IX. Sucedió en octubre, y antes de que la noticia
llegara a París los cardenales romanos ya habían elegido un sucesor. Era Cosimo Gentile de'Migliorati, que a sus sesenta
y ocho años adoptó el nombre de Inocencio VII.

Benedicto XIII montó en cólera al enterarse, y consideró que su promesa de abdicar a la muerte de Bonifacio IX no podía
aplicarse en estas circunstancias. Al contrario, trató de promover una invasión de Roma, pero no logró apoyos suficientes.
Pese a todo, las invectivas del Papa de Aviñón sirvieron de pretexto a la facción romana opuesta al papado para amenazar
a Inocencio VII, que en 1405 optó por retirarse a Viterbo. Desde allí denunció las doctrinas de un predicador y teólogo
de la universidad de Praga que se llamaba Jan Hus, el cual acababa de publicar una libro, De sanguine Christi, en el que
defendía tesis inspiradas en las del inglés John Wycliffe, en contra de la simonía y de los abusos de la jerarquía
eclesiástica.

El emperador Roberto de Wittelsbach estaba agotándose en sus luchas contra su antecesor, Venceslao IV, y ahora se
encontró con la oposición de una coalición de nobles y burgueses (la liga de Marbach).

En Gales, Owen Glendower era más poderoso que nunca, y el rey Enrique IV de Inglaterra no disponía de medios para
enfrentarse a él.

Antonio Acciaiuoli adoptó el título de duque de Atenas y reconstruyó el ducado con la ayuda de los griegos. Logró
mantener buenas relaciones con los turcos y así consiguió un periodo de paz para la región.
Jean de Bethencourt y sus hombres ya dominaban todas las islas Canarias excepto las dos mayores: Gran Canaria y
Tenerife. Bethencourt decidió regresar a Francia y las islas pasaron al señorío de Niebla.

Por esta época regresó la embajada que el rey Enrique III de Castilla había enviado a Timur Lang. Ruy González de
Clavijo escribió la Embajada a Tamerlán, en la que relataba su aventura.

Timur Lang recibió en Samarkanda las ofertas de sumisión del sultán de Egipto y del emperador bizantino. Estaba
preparando una expedición contra China cuando murió a sus sesenta y nueve años. Antes de morir repartió sus territorios
entre sus numerosos descendientes y decidió que la autoridad suprema la detentaría su nieto Pir Muhammad ibn
Jahangir, que fue rápidamente asesinado por Jalil, otro de los nietos, si bien el poder efectivo lo tuvo desde el primer
momento Sha Ruj, hijo de Timur Lang, que se esforzó por mantener la concordia en su familia.

A diferencia de su padre, Sha Ruj era civilizado. Tomo Harat como capital, donde fundó una magnífica biblioteca y
protegió a los escritores. Él mismo fue poeta y artista.

En 1406 murió el Papa de Roma Inocencio VII, y sus cardinales eligieron sin dilación a un veneciano de ochenta y un
años, Angelo Correr, que adoptó el nombre de Gregorio XII. Ese año Benedicto XIII cumplía setenta y ocho años. Se
organizó una reunión entre ambos en Savona (Italia), pero finalmente ambos renunciaron a comparecer.

También murio el duque Guillermo I de Austria. No dejó descendencia, y sus hermanos mantuvieron el dominio de los
estados habsburgueses frente a su sobrino segundo, el duque Alberto V, que ahora tenía nueve años. El cabeza de familia
era entonces Leopoldo IV, conocido como Leopoldo el Orgulloso. Su hermano menor, el duque Federico IV, se casó
con Isabel, hija del emperador Roberto de Wittelsbach.

La duquesa Juana de Brabante murió sin descendencia, y el ducado pasó a un pariente lejano, el duque Antonio de
Limburgo.

En Champaña murió el poeta Eustaque Deschamps, que dejó inacabado su Miroir de mariage (Espejo del matrimonio),
que constituye una larga argumentación en pro y en contra del matrimonio.
En Escocia el rey Roberto III, que fue sucedido por su hijo de doce años Jacobo I. Poco antes de la muerte de su padre
había sido capturado por los ingleses, y pasó su juventud en Inglaterra, mientras Escocia era gobernada por su tío Roberto,
el duque de Albany.

El duque Luis de Orleans casó a su hijo Carlos con Isabel, la hija del rey Carlos VI de Francia y viuda de Ricardo II de
Inglaterra (y prima de Carlos).

Ricardo de Conisburgh, el hermano de Eduardo de Norwich, el duque de York, se casó con Ana Mortimer, hermana
de Edmundo Mortimer, el conde de la Marche y del Ulster.

Pisa cayó definitivamente bajo el dominio de Florencia.

El emperador chino Yongle derrotó al rey Ho Qui e inició la conquista de Vietnam.

EL COMPROMISO DE CASPE
En 1406 se inició una guerra entre Castilla y Granada. Las fuentes castellanas dicen, naturalmente, que fue Granada quien
la declaró, si bien el reino nazarí atravesaba un periodo de decadencia cultural y no tenemos ningún testimonio que nos
dé su versión de los hechos. El caso es que el infante Fernando de Trastámara, hermano del rey Enrique III, dirigió una
campaña en el sur, al tiempo que la flota castellana desbarataba la escuadra de los sultanes de Túnez y Tremecén. El rey
de Sicilia, Martín el Joven, conquistó la isla de Gelves, junto a las costas de Túnez. El 1 de octubre Fernando tomó la
ciudad de Zahara.

El 25 de diciembre murió Enrique III el Doliente. Los cronistas le contabilizaron unas ochenta dolencias en sus veintisiete
años de vida (tifus, viruela, fracturas, etc.). Dejó un hijo de un año, que pasó a ser el rey Juan II de Castilla. Las cortes
eligieron como regentes a su madre, Catalina de Lancaster, y a su tío Fernando. Pronto surgieron rencillas entre ambos,
en parte motivadas por discusiones sobre quién era el Papa. En abril de 1407 decidieron repartirse geográficamente el
gobierno del reino.
En Granada murió el rey Muhammad VII, y fue sucedido por su hermano Yúsuf III. Se conservan algunos versos suyos,
más bien mediocres.

El rey Martín I de Aragón, que el año anterior había enviudado de María de Luna, se casaba ahora, a sus cincuenta y un
años, con Margarita de Prades, nieta del conde Juan de Prades, que no tenía aún los veinte años cumplidos.

Jaime, el hijo del conde Pedro II de Urgel, se casó con Isabel, hermana del rey Martín I de Aragón.

En Mantua murió Francisco I, que fue sucedido por su hijo Juan Francisco Gonzaga, de doce años.

Ese año hubo un nuevo intento de reunir a los dos Papas, Benedicto XIII y Gregorio XII, esta vez en Marsella, pero una
vez más se negaron a comparecer.

La muerte del duque Felipe II de Borgoña había dado el predominio al duque Luis de Orleans sobre el gobierno de Francia,
especialmente sobre el tesoro real, y el nuevo duque, Juan sin Miedo, adoptó la estrategia de presentarse como reformador
fiscal y defensor de la burguesía. Las tensiones aumentaron, hasta el punto de que el duque Juan de Berry creyó
conveniente invitarlos a cenar e instarlos a que se prometiesen amistad. Así lo hicieron, pero su concepto de la amistad
debía de ser muy peculiar, ya que la tarde del 23 de noviembre, cuando Luis se dirigía a su palacio desde el palacio del
rey, él y su escolta fueron atacados de repente. El duque fue despedazado.

Por primera vez, Juan sin Miedo hizo honor a su sobrenombre y admitió abiertamente haber ordenado la muerte de Luis,
para salvar al pueblo de Francia de impuestos injustos. Así se convirtió en el héroe de los comerciantes de París. La
nobleza, en cambio, se volvió contra Juan y apoyó a Carlos, el hijo de Luis, que a sus dieciséis años se convirtió en el
nuevo duque de Orleans. Su hermano Juan recibió en herencia el condado de Angulema. Entre los más enérgicos
adversarios de Juan estaba el conde Bernardo VII de Armañac (un condado cercano a Tolosa), que estaba casado con
Bona, la hija del duque Juan de Berry que había estado casada con el conde Amadeo VII de Saboya. El ducado de
Luxemburgo, del que Luis de Orleans era usufructuario, regresó a manos de Josse, el margrave de Brandeburgo.
Desde 1408, Juan sin Miedo dirigía a su antojo el consejo del rey.
La negativa de Benedicto XIII y Gregorio XII a entrevistarse y tratar de poner fin al cisma hizo que la cristiandad dudara
de su buena fe. Se planteó entonces la vía conciliar, es decir, convocar un concilio que los depusiera a ambos. Esto era
delicado, pues si no se planteaba adecuadamente podía sentar el precedente de que un concilio tenía más autoridad que el
Papa, y nadie deseaba eso. En primer lugar se les propuso que ellos mismos nombraran un tribunal supremo a cuyo juicio
se someterían, pero, ante la negativa de ambos, en junio se reunieron en Livorno seis cardenales romanos y seis de
Aviñón, los cuales convocaron un concilio en Pisa para el año siguiente. La finalidad del concilio era decidir si los Papas,
perturbadores de la unidad de la Iglesia, podían ser considerados herejes, en cuyo caso habrían dejado de ser Papas sin
que fuera realmente el concilio quien los depusiera. Si Benedicto XIII sufría las presiones de Francia y Castilla, Gregorio
XII tenía que vérselas con el rey Ladislao de Nápoles, que ese año ocupó Roma.

De este año data la primera obra independiente del escultor florentino Donato di Niccolo Betto Bardi, más conocido
como Donatello. Se trata de un David en mármol. Donatello tenía entonces veintidós años, y los años precedentes había
estudiado con Ghiberti, para pasar luego a trabajar en la catedral de Florencia bajo la dirección de Nanni di Banco. Se
había proyectado que la fachada de la catedral contuviera estatuas en mármol de los cuatro evangelistas. Nanni di Banco
recibió el encargo del san Lucas y a Donatello se le encomendó el san Juan.

El condado de Habsburgo, que había permanecido en manos de una rama colateral de la familia, pasó a manos del duque
de Austria Leopoldo IV el Orgulloso tras morir sin descendencia el último conde, Juan IV.

También murieron el escritor catalán Francesc Eiximenis y el conde Pedro II de Urgel, que fue sucedido por su hijo Jaime
II.

El rey Martín I de Aragón envió a Cerdeña a su hijo Martín el Joven, el rey de Sicilia, al frente de una potente expedición
militar con la misión de pacificar definitivamente la isla.

En 1409, el rey Enrique IV de Inglaterra estuvo finalmente en condiciones de enfrentarse seriamente a la revuelta de
Owen Glendower en Gales.
El duque Juan de Borgoña se hizo nombrar preceptor del delfín Carlos, que tenía entonces seis años. Su hermano, el
duque Antonio de Brabante y Limburgo se casó con Isabel de Görlitz, sobrina de los reyes Venceslao IV de Bohemia y
Segismundo de Hungría.

El rey Tvrtko II de Bosnia trataba de mantener su independencia frente a Hungría, pero fue hecho prisionero y trasladado
a Buda.

Tras la conversión de Lituania al catolicismo, la orten teutónica estaba en paz con el país, pero sus territorios privaban
tanto a Polonia como a Lituania del acceso al mar y, ni los polaco-lituanos estaban satisfechos con este estado de cosas,
ni los caballeros teutónicos habían perdido sus ambiciones expansionistas. Tarde o temprano tenía que estallar la chispa
entre ambos estados, y la chispa estalló en forma de una revuelta en Samogitia, ciudad ocupada por los teutónicos.

Musa Celebi, un cuarto hijo del sultán otomano Bayaceto I, se apoderó de una parte del imperio de su padre, en Rumelia
y se sumó a las disputas entre sus hermanos.

El emperador chino Yongle trasladó la capital a Pekín. La ciudad recuperó su antiguo esplendor. Yongle hizo construir
la mayoría de los palacios que todavía pueden admirarse en la actualidad.

El budismo tibetano fue reformado por Tsong-Kha-pa, que fundó el monasterio de Dga-Ida y fundó la secta Dgelugs-
pa.

El rey Martín I de Sicilia no había tenido hijos con su primera esposa, María de Sicilia; su segunda esposa, Blanca de
Navarra le había dado un hijo, Martín, que había muerto a los pocos años de edad, de modo que el único descendiente
del monarca era un hijo bastardo llamado Fadrique, hijo de una de sus amantes, Tarzia Rizzari. El 14 de abril, el Papa
Benedicto XIII lo legitimó a instancias de su abuelo, el rey Martín I de Aragón.

Unas semanas antes había comenzado el concilio de Pisa, compuesto por medio centenar de eclesiásticos, y el 5 de
junio decretó la deposición de los Papas Benedicto XIII y Gregorio XII. El 26 de junio veinticuatro cardenales eligieron
un nuevo Papa en la misma ciudad de Pisa. Se trataba de trataba de un franciscano cretense de sesenta y nueve años
llamado Petros Filargos, hasta entonces arzobispo de Milán y que adoptó el nombre de Alejandro V. Si el propósito del
concilio de Pisa había sido que la Iglesia Católica dejara de tener dos Papas, su éxito fue completo, pues, ciertamente,
desde ese momento la Iglesia Católica dejó de tener dos Papas... ahora tenía tres. En efecto, ni Benedicto XIII ni Gregorio
XII acataron la decisión. El primero huyó de Francia y se instaló en Perpiñán, bajo la protección del rey Martín I de
Aragón; el segundo también tuvo que ponerse a salvo del rey Ladislao de Nápoles, y se instaló en Rímini. Los florentinos,
alarmados por el poder que Ladislao estaba adquiriendo, llamaron en su ayuda al duque Luis II de Anjou, el otro rey de
Nápoles, que dejó Provenza por segunda vez con el propósito de conquistar la corona que pretendía.

El 30 de junio el rey de Sicilia Martín el Joven obtuvo la victoria de Sant Lluri, en la que aplastó al último gran ejército
de los jueces de Arborea, en Cerdeña. Poco después cayó la ciudad de Oristano, que se había convertido en el núcleo de
la rebelión sarda. El rey Martín ya no era tan joven como indicaba su sobrenombre (tenía treinta y seis años), y murió
el 10 de julio, víctima de una súbita enfermedad. A pesar de que su hijo Fadrique había sido legitimado unos meses antes,
el testamento de Martín I legaba el reino de Sicilia a su padre, el rey Martín I de Aragón. Fadrique heredó únicamente el
condado de Luna, que Martín el Joven había heredado de su madre, María de Luna.

Por esta época estaba en Barcelona fray Vicente Ferrer, que seguía siendo partidario incondicional de Benedicto XIII. En
los últimos diez años había recorrido el Delfinado, Saboya, Lombardía, Monferrato, el Piamonte, Suiza, Lyon, Génova,
Flandes, Galicia, Sevilla, Toledo y el Rosellón, y se dice que su fama era tal que en Barcelona acudieron a escucharle
unas veinticinco mil personas (cifra probablemente exagerada, si bien la ciudad debía de tener entonces unos treinta y
cinco mil habitantes).

Ese año murió a sus veinte años Isabel de Orleans, la hija del rey Carlos VI de Francia a la que a los siete años habían
casado con Ricardo II de Inglaterra, y a los diecisiete con el ahora duque Carlos de Orleans.

En México murió Techotlala, el rey de los chichimecas, que fue sucedido por su hijo Ixtlilxóchitl.
Jan Hus fue nombrado rector de la universidad de Praga. Su vocación reformista no se limitaba a la religión, pues se le
atribuye un manual publicado en 1410 con el título de De orthographia Bohemica, que introdujo una reforma de la
ortografía checa.

Ese año murió el Papa de Pisa Alejandro III, y como sucesor fue elegido un cardenal napolitano de cuarenta años
llamado Baldassare Cossa, que adoptó el nombre de Juan XXIII. Mientras tanto, Benedicto XIII celebró un concilio en
Perpiñán donde sus partidarios lo ratificaron como Papa.

El rey Martín I de Aragón, a sus cincuenta y cuatro años, se negaba obstinadamente a nombrar un heredero. Su pariente
más próximo por línea masculina era el conde Jaime II de Urgel, a no ser que se reconociera la legitimidad de su nieto
Fadrique, legitimidad proclamada el año anterior por un Papa cuya legitimidad era a su vez dudosa (Benedicto XIII), y
con unas bases más que dudosas (pues Fadrique había nacido indiscutiblemente fuera del matrimonio). Parece ser que el
monarca estaba preparando un acto solemne para que las cortes reconocieran esta legitimidad, para después proclamarlo
heredero, pero el 31 de mayo le sorprendió la muerte antes de poder llevar adelante su plan.

Sus súbditos no veían con buenos ojos la candidatura de Fadrique, pero un sector importante tampoco quería a Jaime II,
enemistado con un sector importante de la nobleza aragonesa (entre ellos el justicia mayor y el gobernador de Aragón) y
con la burguesía catalana, que lo veía como representante de la nobleza más conservadora. La mayor parte de los
antiurgelistas apoyaban las pretensiones de la ex reina Violante de Bar (la viuda de Juan I), que intrigaba para que la
sucesión pasara a su nieto Luis de Anjou, de siete años. Mientras el rey agonizaba estaban reunidas las cortes catalanas,
donde los antiurgelistas eran mayoritarios, y enviaron una comisión a los aposentos del monarca para formularle la
pregunta: "Señor, ¿os place que la sucesión de vuestros reinos y tierras recaiga en aquel a quien por derecho
corresponda?" y dicen que el rey respondió "Hoc", que en latín significa "eso" o "sí". De este modo, las cortes catalanas
acordaron disolverse para constituir un parlamento de todos los reinos de la Corona para estudiar y decidir a quién le
correspondía la sucesión.

Entre los partidarios de Luis de Anjou estaba la reina Margarita de Prades, la viuda de Martín I. El duque Luis II de
Anjou, el padre del joven Luis, seguía en Italia luchando contra el rey Ladislao de Nápoles, pero desde la muerte de
Martín I se tituló rey de Aragón. En este río revuelto se sumaron dos pretendientes más a la corona: el infante Fernando
de Trastámara, sobrino por parte de madre de Martín I, y el duque Alfonso de Gandía, hermano del conde Juan de Prades
y nieto por línea masculina del rey Jaime II de Aragón.
También murió el emperador Roberto de Wittelsbach. El rey Venceslao IV de Bohemia trató entonces de recuperar el
título imperial que Roberto le había arrebatado, pero se encontró con dos rivales: su hermano Segismundo, el rey de
Hungría, y su primo Josse, el margrave de Brandeburgo. Ambos se arrogaron el título de rey de romanos.

Roberto de Wittelsbach era también el conde palatino del Rin. El Palatinado fue dividido entre sus cuatro hijos: Otón
I heredó el Palatinado-Mosbach, Juan heredó el Alto Palatinado, Luis III heredó el Palatinado
Electoral y Esteban heredó el Palatinado-Zweibrücken.

El 15 de julio el ejército del rey Ladislao II de Polonia y el duque Vytautas de Lituania se enfrentó al de los caballeros
teutónicos cerca de Grunwald (Prusia). Los polacos contaban entre sus filas con algunos mercenarios checos y mongoles.
Teóricamente, los caballeros teutónicos eran aliados de la casa de Luxemburgo, en particular, de los reyes Venceslao IV
de Bohemia y Segismundo de Hungría. Sin embargo, a la hora de la verdad no recibieron ayuda alguna, pues los
Luxemburgo estaban muy ocupados peleando entre ellos por el Imperio. Para colmo, los nobles y burgueses prusianos,
vasallos de los teutónicos, llevaban ya mucho tiempo descontentos con la tiranía de la orden y habían constituido
secretamente la liga de Lucertole. En mitad de la batalla, decidieron abandonar a los teutónicos, que fueron aplastados
completamente. La mayoría de los dignatarios de la orden murió en la batalla, incluido el gran maestre, Ulrich von
Jungingen. Las muertes se contaron por millares.

La tregua concertada entre Castilla y Granada había terminado unos meses atrás y el 24 de septiembre Fernando de
Trastámara obtuvo una sonada victoria al tomar la ciudad de Antequera. A partir de entonces fue conocido
como Fernando de Antequera.

El 25 de septiembre se reunió en Barcelona el parlamento catalán, como paso previo a la constitución del parlamento
general que debía decidir la sucesión del rey Martín I. Sin embargo, su labor no sirvió de nada, pues las violentas luchas
entre urgelistas y angevinistas impidieron la constitución de parlamentos similares en Aragón y en Valencia.

El duque Carlos de Orleans se casó con Bona, la hija del conde Bernardo VII de Armañac. Con el apoyo de los
mercenarios gascones de su suegro, Carlos pudo recrudecer su oposición contra el duque de Borgoña, Juan sin Miedo, y
Francia se vio envuelta en una guerra civil: los partidarios de Juan sin Miedo fueron conocidos
como borgoñones, mientras que los partidarios de Carlos de Orleans eran los armañacs. Juan sin Miedo conservó el
control sobre París, donde apoyó a la clase media, conducida por un carnicero llamado Simon Caboche. Los borgoñones
reclamaban reformas, la disminución de los impuestos y se quejaban de las malversaciones de los funcionarios; los
armañacs querían reforzar las prerrogativas reales, el poder de los funcionarios y la eficacia de la administración.

Otros fallecimientos del año fueron el del duque Luis II de Borbón, que fue sucedido por su hijo Juan I; el de Juan de
Beaufort, el conde de Somerset, hermanastro del rey Enrique IV de Inglaterra, que fue sucedido por su hijo Juan, y el del
poeta catalán Jaume March.

Pierre d'Ailly, teólogo francés, canciller de la universidad de París y confesor del rey Carlos VI de Francia, publicó un
atlas que tituló Imago mundi (Imagen del mundo), en el que incluía hechos sobre la geografía del globo terrestre basados
en los trabajos del geógrafo musulmán al-Fargani. En lo referente a las dimensiones de la Tierra, d'Ailly equiparó la
unidad de medida que empleaba al-Fargani (las millas árabes) con las millas italianas, por lo que el tamaño la Tierra del
Imago mundi es mucho menor que el establecido por al-Fargani, que a su vez ya era ligeramente menor que el real.
En 1411 d'Ailly fue nombrado cardenal por el Papa Benedicto XIII.

Ese año murió Josse, el margrave de Brandeburgo, con lo que su primo Segismundo de Luxemburgo logró imponerse
como emperador. Segismundo recuperó el margraviato de Brandeburgo, mientras que el ducado de Luxemburgo, del que
Josse era usufructuario, pasó a Isabel de Görlitz. Su marido, el duque Antonio de Brabante y Limburgo, adoptó también
el título de duque de Luxemburgo.

El escultor Donatello había estado trabajando en la catedral de Florencia, para la que realizó diversas esculturas. Allí
conoció a Brunelleschi, y ambos viajaron a Roma, donde estudiaron la arquitectura y la escultura clásica.

La Orden Teutónica había estado a punto de desaparecer, pero uno de los caballeros que logró escapar de la derrota de
Grunwald, llamado Heinrich von Plauen, resistió y obligó a negociar al rey Ladislao II de Polonia hasta que se firmó el
tratado de Torun. Polonia consiguió el acceso al mar Báltico, y la Orden Teutónica tuvo que replegarse a Prusia.
Ese año murió el duque de Austria, Leopoldo IV el Orgulloso. El duque Alberto V, que representaba la línea primogénita
de los Habsburgo, tenía aún catorce años, por lo que la rama leopoldina conservó su hegemonía, ahora bajo la dirección
del duque Ernesto I, hermano de Leopoldo IV.

El Papa de Roma, Gregorio XII, se vio finalmente en la necesidad de aceptar la "protección" del rey Ladislao de Nápoles,
lo que llevó al Papa de Pisa, Juan XXIII, a ofrecer indulgencias a quienes le ayudaran en una cruzada contra Ladislao.
Por otra parte, Juan XXIII excomulgó a Jan Hus por sus denuncias contra los abusos de la jerarquía eclesiástica y éste,
con el apoyo del rey Venceslao IV de Bohemia, respondió censurando las indulgencias y negando la legitimidad del Papa
de Pisa. Sin embargo, la llamada a las armas de Juan XXIII tuvo éxito y, gracias a ella, el duque Luis II de Anjou pudo
derrotar a Ladislao en Rocca Secca. Sin embargo, esta derrota no fue decisiva, y Luis II terminó abandonando Italia. De
todos modos, la victoria de Rocca Secca le sirvió a Juan XXIII para entrar en Roma.

En Aragón continuaban las luchas entre urgelistas y angevinistas. Entre los principales partidarios del conde Jaime II de
Urgel estaba Antón de Luna, uno de los mayores terratenientes de aragón. El 31 de mayo asesinó a García Fernández
de Heredia, el arzobispo de Zaragoza, que se negaba a sumarse a la causa urgelista. Este asesinato fue hábilmente
explotado por sus enemigos, que lograron que el Papa Benedicto XIII lo excomulgara. Esto supuso un serio revés para el
urgelismo en Aragón. Antón fue excluido del parlamento y Fernando de Antequera envió tropas a Aragón con el pretexto
de defender el arzobispado de Zaragoza. Si hasta entonces su candidatura no había tenido mucha relevancia, ahora empezó
a aglutinar a los antiurgelistas, que valoraron sus dotes personales: su edad (no era un niño, como Luis de Anjou), su
experiencia de gobierno (era regente de Castilla, donde gobernaba acertadamente), su decisión y su audacia. Además,
como regente de Castilla disponía de grandes recursos, y era el único candidato capaz de imponerse al conde de Urgel (si
contaba con el apoyo suficiente en la Corona de Aragón).

Fernando se instaló en Aillón, cerca de la frontera Aragonesa, donde recibió la visita del predicador dominico fray Vicente
Ferrer, que en los dos últimos años había estado predicando por Valencia y Murcia. Fernando expresó a fray Vicente su
convicción de que Benedicto XIII era el verdadero Papa e, inmediatamente, fray Vicente se convenció de que Fernando
era el mejor monarca que podría tener la Corona de Aragón. Para tener las manos libres en Aragón, Fernando firmó un
tratado de paz con el rey Juan I de Portugal.
Entonces hubo un nuevo intento de reunir los parlamentos de la Corona de Aragón. El de Cataluña se reunió
en agosto en Tortosa, pero en Aragón los urgelistas convocaron un parlamento en Mequinenza y los antiurgelistas otro
en Alcañiz; y lo mismo sucedió en Valencia: se formó un parlamento en Vinaroz y otro rival en Traiguera. A finales de
año, el parlamento catalán decidió solicitar la intervención del Papa Benedicto XIII. Éste propuso que la elección del
sucesor de Martín I se confiara a una comisión de personas doctas. Logró que el parlamento de Alcañiz aceptara su
propuesta, y el 15 de febrero de 1412 el parlamento catalán se sumó a ella. El justicia y el gobernador de Aragón
elaboraron una lista de nueve compromisarios o jueces. La integraban:

 tres compromisarios catalanes: Pere Sagarriga (arzobispo de Zaragoza), Bernat de Gualbes y Guillem de
Vallseca (juristas),
 tres compromisarios aragoneses: Domingo de Ram (obispo de Huesca), Francisco de Aranda (cartujano)
y Berenguer de Bardaxí (jurista),
 y tres compromisarios valencianos: Vicente Ferrer, su hermano, Bonifacio Ferrer (cartujano) y Genís
Rabaça (jurista).

El parlamento de Alcañiz presionó para que excluir a los representantes mallorquines. Los partidarios del conde de Urgel
y de Luis de Anjou recusaron a Gualbes, Ram, Aranda, Bardaxí y Bonifacio Ferrer, pues todos ellos eran declarados
antiurgelistas o devotos de Benedicto XIII o de Vicente Ferrer (lo que los decantaba a priori por Fernando de Antequera).
Naturalmente, lo mismo podía decirse del propio fray Vicente, pero nadie se atrevió a cuestionar su imparcialidad. El 27
de febrero, el ejército de Fernando de Antequera acabó sangrientamente en Murviedro con la facción urgelista valenciana,
con lo que Valencia aceptó la lista de compromisarios, que ya había sido aceptada por Cataluña.

Violante de Aragón, la esposa de Luis II de Anjou, propuso en nombre de su marido que el ducado de Anjou y el condado
de Provenza se integrarían en Cataluña si su hijo Luis era elegido rey de Aragón. Sin embargo, el parlamento de Tortosa
rechazó la propuesta a la vez que aprobaba la lista de compromisarios.

Los nueve jueces se reunieron en Calpe el 18 de abril (aunque Genís Rabaça tuvo que ser sustituido por el jurista Pere
Bertran, por razones de salud). Por espacio de dos meses, escucharon los informes de los abogados de cada uno de los
candidatos, y el 24 de junio pronunciaron su sentencia. Se había acordado que el candidato designado debía contar al
menos con un voto de Cataluña, uno de Aragón y otro de Valencia. El primero en emitir su voto fue Vicente Ferrer, que
apoyó a Fernando de Antequera, por ser el pariente más próximo del rey Martín I. Fue secundado por Ram, Bonifacio
Ferrer, Aranda, Gualbes y Bardaxí. Sagarriga dio su voto en igualdad al conde de Urgel y al duque de Gandía; Vallseca
votó por el conde de Urgel, y Bertran reservó su voto alegando falta de tiempo. El 28 de junio se publicó la sentencia,
conocida como el compromiso de Caspe, en virtud del cual Fernando de Antequera se convertía en el rey Fernando I de
Aragón.

Así pues, Martín I el Humano resultó ser el último rey de Aragón de la casa condal de Barcelona, descendiente por línea
masculina del conde Wifredo el Velloso, y a partir de este momento la dinastía castellana de los Trastámara obtuvo la
Corona de Aragón, como fruto de su acertada política matrimonial.

Todos los pretendientes acataron el compromiso de Caspe excepto Violante de Aragón, que impugnó la elección en
nombre de su hijo Luis, y el conde Jaime II de Urgel, que se declaró en rebeldía. La protesta de Violante no tuvo mayores
consecuencias, pero Jaime II provocó una guerra civil. La burguesía catalana apoyó a Fernando I, pero aprovechó las
circunstancias para solicitar numerosas concesiones al monarca a través de las cortes de Barcelona. Fadrique, el conde de
Luna, se mantuvo leal a Fernando I y luchó contra el conde de Urgel.

Vicente Ferrer reanudó sus predicaciones a lo largo y ancho de la Corona de Aragón, si bien el rey solicitaba a menudo
su presencia en la corte y sus consejos

LA BATALLA DE AZINCOURT
En 1412, el rey Ladislao de Nápoles reconoció a Juan XXIII como Papa, mientras éste excomulgaba por segunda vez a
Jan Hus, que abandonó Praga y se retiró a Kozi Hradek. Desde allí continuó difundiendo sus doctrinas, que se
extendieron por Hungría y Polonia. Escribió (en checo) la Explicación de la fe, de los diez mandamientos de Dios y de
nuestro Padre.
El rey de Servia Esteban Lazarevic arrebató Belgrado a los húngaros y la convirtió en la capital de su reino.

Ese año murió la reina Margarita de Dinamarca, Noruega y Suecia, y sólo entonces empezó el reinado efectivo, a sus
treinta años, del rey Erik de Pomerania.

El duque de Milán, Juan María Visconti, fue asesinado por los gibelinos, no está claro si por su tiranía, por su ineptitud o
por ambas cosas. Había arruinado la obra de su padre, Juan Galeazzo. Fue sucedido por su hermano Felipe María.

También murió el emperador Manuel III de Trebisonda. Se había declarado vasallo de los mongoles, y gracias a ello su
pequeño imperio se mantuvo a salvo de los otomanos. Fue sucedido por su hijo Alejo IV Comneno.

Ahora que Segismundo de Luxemburgo tenía asegurado el título imperial, pudo atender a los caballeros teutónicos, a los
que había dejado en la estacada dos años antes. Se ofreció como mediador entre la Orden y el rey de Polonia, Ladislao II
Jagellon, pero al final acabó poniéndose de parte de Jagellon, al que cedió algunos territorios a cambio de ayuda contra
Venecia y Austria.

En Francia continuaba la guerra civil entre los armañacs de Carlos de Orleans y los borgoñones de Juan sin Miedo. En un
primer momento, el duque Juan de Berry se había puesto de parte de los borgoñones, pero no vio recompensados sus
esfuerzos y se pasó al bando armañac. Para reforzar su posición, entabló una alianza con Enrique IV de Inglaterra.
Finalmente, los esfuerzos del rey por imponerse a la nobleza habían fracasado y en 1413 murió casi aislado. Fue sucedido
por su hijo Enrique V. El nuevo rey nombró canciller a su tío Enrique Beaufort, y estuvo bajo su influencia durante sus
primeros años de reinado.

Juan de Borgoña dejó que Simon Caboche se impusiera en París. En mayo se establecieron las ordenanzas
cabochianas, por las cuales el gobierno estaría a cargo de tres concejos, a la vez que se establecían medidas para poner
fin a las arbitrariedades de los gobernantes.

También en Cataluña hubo reformas políticas: Las cortes catalanas, al igual que sus análogos en otros países, tenían su
poder limitado por el hecho de que sólo se reunían en contadas ocasiones, cuando eran convocadas por el rey. No obstante,
existía una tradición de nombrar comisiones que se encargaran de llevar a la práctica las decisiones tomadas en una sesión,
principalmente las relacionadas con la recaudación de impuestos. Estas comisiones recibían el nombre
de diputaciones. Ahora, la burguesía y la baja nobleza de Cataluña, como contrapartida a su apoyo al rey Fernando I
contra el conde Jaime II de Urgel, lograron que el monarca aprobara la constitución de una diputación permanente,
la Diputación general de Cataluña, formada por tres diputados (un representante de la nobleza, otro del clero y otro de
la burguesía) elegidos por las cortes. Esta Diputación general, que terminó siendo conocida como la Generalidad, se
convertiría pronto en un auténtico órgano de gobierno paralelo al gobierno del rey. Poco después, las cortes de Aragón y
las de Valencia constituyeron sus propias diputaciones generales. En julio, Fernando I acorraló al conde de Urgel
en Balager, su ciudad natal, y puso sitio a la ciudad.

Volviendo a París, los seguidores de Caboche eran demasiado alborotadores, por lo que un sector de la ciudad se sintió
alarmado y se pasó al bando armañac. Carlos de Orleans llevó sus tropas a París, donde entró entre las aclamaciones del
pueblo. Juan de Borgoña tuvo que huir de la ciudad. Juan de Berry fue nombrado capitán de París, y se encargó de acabar
con las reformas de Caboche.

A finales de octubre, la ciudad de Balaguer cedió al asedio de Fernando I de Aragón, que perdonó la vida al conde de
Urgel, aunque lo encarceló de por vida. La historia lo recuerda como Jaime II del Desventurado. El condado de Urgel
se integró en la Corona de Aragón. Durante el asedio, Jaime II había esperado la ayuda de Antón de Luna, pero ésta nunca
llegó y, tras la derrota del conde, Antón huyó a Navarra y sus posesiones le fueron confiscadas. Entre los muertos en la
toma de Balaguer estuvieron el duque Alfonso de Gandía y el poeta Pere March. Se conservan de él tres poemas
extensos (El mal d'amor, L'arnés del cavaller, y Lo compte final) y nueve poesías breves, sentenciosas y moralistas.

Respecto a Alfonso de Gandía, fue sucedido por su hijo Alfonso, mientras que su nieto Enrique heredó el título vacío de
marqués de Villena. La madre de Enrique era una hija bastarda del rey Juan I de Castilla. Huérfano desde muy joven,
pasó su infancia en la corte castellana, donde ni Juan I ni Enrique III lograron interesarlo por las armas. En cambio, se
aficionó por las matemáticas, la filosofía, la astrología y la alquimia, estudios que le dieron fama de brujo. Enrique III lo
hizo maestre de la orden de Calatrava. Al terminar la guerra civil, organizó unos juegos florales que se celebraron en
Barcelona y Zaragoza para festejar la elección de Fernando I como rey de Aragón.
Tras la victoria de Grunwald, los lazos de unión entre Polonia y Lituania se habían reforzado considerablemente. Ese año
se concluyó en Horodlo un tratado de unión por el que cuarenta y tres linajes polacos admitieron en sus clanes a otras
tantas familias lituanas. El rey Ladislao II y el duque Vytautas les concedieron los mismos privilegios fiscales y judiciales
que tenían los señores polacos.

Finalmente, el otomano Mehmet I se impuso sobre sus hermanos y se convirtió en el único sultán del desmoronado
Imperio Otomano.

China terminó la consquista de Vietnam.

Jan Hus escribió sus obras De Ecclesia y De sex erroribus, en latín, pero desde ese momento pasó a escribir en checo por
su deseo de ser leído y entendido.

En Florencia, Nanni di Banco terminó el San Lucas para la fachada de la catedral. La naturalidad y la elegancia de su
pose están ya a una gran distancia de la rigidez propia de la escultura gótica. Por la misma época terminó una de sus obras
más reconocidas: Los cuatro santos coronados, una representación de san Claudio, san Cástor, san Sempronio y san
Nicostrato, escultores cristianos que, según la leyenda, fueron martirizados por Diocleciano al negarse a esculpir un dios
pagano.

El rey Ladislao de Nápoles entró nuevamente en Roma, de donde había sido expulsado por Luis II de Anjou. Expulsó al
Papa Juan XXIII, el cual buscó el amparo del emperador Segismundo. El 9 de diciembre, viendo que contaba con el
respaldo imperial, Juan XXIII convocó un concilio en Constanza para resolver el cisma.

En enero de 1414 tuvo lugar en Zaragoza la ceremonia de coronación de Fernando I como rey de Aragón. Su esposa,
Leonor de Alburquerque, fue coronada junto a él, y desde entonces participó activamente en el gobierno. Fernando I no
tardó en dominar la isla de Sicilia, que estaba en guerra civil desde la muerte de Martín el Joven, y dejó a su
hijo Juan como gobernador. En Cerdeña compró a los Arborea sus derechos sobre la isla, con lo que también quedó
pacificada.
Poco después murió el rey Ladislao de Nápoles. Como no dejó herederos legítimos, fue sucedido por su hermana Juana
II, la viuda del duque Guillermo I de Austria. La reina delegó el gobierno en el gran senescal Pandolfello Alopo, que
combatió a un condotiero llamado Muzio Attendolo, más conocido por el sobrenombre de Sforza. Era mercenario desde
los trece años, y había servido, entre otros señores, al duque de Milán, Juan Galeazo Visconti. Posteriormente se había
unido al ejército de Luis II de Anjou, que le había concedido el cargo de gran condestable.

El rey Enrique V de Inglaterra concedió a su hermano Juan el título de duque de Bedford, y a su hermano Humprey el
de duque de Gloucester. Por otra parte, persiguió enérgicamente a los lolardos. Ese año recibió una embajada del duque
Juan de Borgoña que, tras haber sido expulsado de París por los armañacs, decidió pedir abiertamente la ayuda de
Inglaterra para su partido. Se repitió así por enésima vez la jugada más antigua de la Historia: dos facciones luchan en un
estado y una de ellas, tras sufrir un revés, recaba ayuda de una potencia exterior, la cual acepta encantada, dispuesta a
prestar mucha más ayuda de la que esperan los solicitantes. Enrique V empezó a preparar un ejército, y su propósito no
era precisamente entregar París a Juan de Borgoña. De este año data la primera referencia al arcabuz, la primera arma de
fuego portátil, empleada en la guerra civil francesa. Las primeras versiones lanzaban pelotas de hierro y se disparaban
mediante una mecha.

Fernando I de Aragón se entrevistó en Morella con el Papa Benedicto XIII, y le instó en vano a que abdicara para poner
fin al cisma. En octubre reunió las cortes catalanas en Montblach, pero tuvo que marcharse sin conseguir los subsidios
que había solicitado.

A causa de sus desavenencias conyugales con su esposa María, que pertenecía a la familia real castellana, Enrique de
Villena fue desposeído del maestrazgo de la orden de Calatrava, tras lo cual se retiró a sus posesiones, donde pasó el resto
de su vida dedicado al estudio.

Ante la amenaza cada vez más acuciante de Tezozómoc, el rey de los tepanecas que pretendía adueñarse de Texcoco, la
capital chichimeca, el rey Ixlilxóchitl trató de asegurarse el apoyo de sus pueblos vasallos, y les hizo reconocer como
heredero a su hijo Netzahualcóytl.
Jan Hus escribió Lo esencial de la doctrina cristiana, y al poco tiempo se trasladó a Constanza, donde había sido llamado
al concilio convocado el año anterior por el Papa Juan XXIII. Éste acudió acompañado por el emperador Segismundo, y
el 5 de noviembre se abrió el concilio. Su propósito era triple: zanjar el cisma, acabar con las herejías de John Wycliffe y
Jan Hus, y reformar la Iglesia.

Los distintos estados europeos habían enviado tanto representantes políticos como teólogos, y se decidió que tuvieran voz
y voto, al igual que los cardenales. Pronto destacaron las intervenciones de Jean de Gerson, el teólogo canciller de París,
y la del cardenal Pierre d'Ailly, reputado canonista. Ambos defendieron la teoría de que la autoridad del concilio era
superior a la del Papa, que podía ser convocado sin el consentimiento de éste y que éste no podía disolverlo. Sin embargo,
los asistentes no repitieron el error de nombrar el que se hubiera convertido en un cuarto Papa. Primeramente, pidieron a
Juan XXIII (el único Papa presente) que dimitiera.

Juan XXIII había acudido a Constanza convencido de que allí iba a ser ratificado como el verdadero Papa, y cuando vio
el cariz que estaba tomando la situación, víctima cada vez de mayores hostilidades, huyó a Schaffhausen disfrazado de
palafrenero. La huida se la facilitó el duque de Austria Federico IV, que se encargó de darle asilo. Sin embargo, el
emperador Segismundo envió a sus soldados para que lo capturaran y proscribió a Federico IV del imperio. Segismundo
se alió con los suizos contra Federico IV, a los que instó a que se apoderaran de las posesiones de los Habsburgo al sur
del Rin.

Mientras tanto el concilio se ocupó de otro de los puntos de su agenda y así, en mayo de 1415, condenó la doctrina de
John Wycliffe. A los pocos días Juan XXIII era devuelto a Constanza y, ante su negativa a comparecer de nuevo ante el
concilio, el 29 de mayo fue depuesto por "simonía e indignidad". Como se negó a aceptar la sentencia, fue encerrado en
el castillo de Heidelberg.

Poco después, Gregorio XII envió su dimisión desde Gaeta y el 4 de julio el concilio le reconoció su condición de
cardenal. En cuanto a Benedicto XIII, acantonado en Perpiñán, no dio señales de vida. Los particimantes en el concilio
de Constanza no quisieron nombrar un nuevo Papa mientras seguía habiendo dos que se negaban a abdicar. Mientras
esperaban algún cambio a este respecto, pasaron a otro de los asuntos pendientes: condenaron la doctrina de Jan Hus y lo
quemaron vivo. Se conservan unas emotivas cartas que el hereje escribió a sus amigos poco antes de su martirio. También
son famosas las que se dice que fueron sus últimas palabras: O sancta simplicitas! (¡oh, santa ingenuidad!), pronunciadas
cuando estaba ya en la hoguera y se fijó en un hombre de humilde condición que avivaba el fuego con expresión temerosa
de Dios, que parecía creer que estaba quemando al mismo diablo.

El asesinato de Hus conmocionó a Bohemia. Jerónimo de Praga, un seguidor de Hus que había sido arrestado por orden
del concilio de Constanza y puesto en libertad después de haberse retractado, pronunció públicamente un panegírico en
favor del mártir.

El rey Enrique V de Inglaterra estaba a punto de lanzarse a una aventura en Francia, y necesitaba estar seguro de que la
corte estaría tranquila en su ausencia. Gran parte de los problemas que había tenido que afrontar su padre, Enrique IV, se
debían al modo irregular en que había llegado al trono. Su antecesor, Ricardo II, había designado como heredero a Roger
Mortimer, el conde de la Marche y del Ulster, cuyos derechos habrían pasado a su hijo Edmundo Mortimer. Edmundo
tenía sólo ocho años cuando Enrique IV subió al trono, pero unos años después, cuando él y sus derechos se convirtieron
en una amenaza, el rey lo hizo encarcelar. Enrique V lo había liberado en un acto conciliador, y le dio el cargo de
lugarteniente de Irlanda. No tenía motivos para recelar de él, pero Edmundo había tenido una hermana mayor, Ana, que
había muerto de parto cuatro años atrás, y su viudo, el conde Ricardo de Cambridge, era harina de otro costal. No tendría
nada de extraño que, si Enrique V invadía Francia y las cosas no le iban bien, Ricardo reivindicara su derecho a la corona.
Por ello, antes de embarcar hacia Francia, Enrique IV se las arregló para encontrar una excusa por la que ejecutar a
Ricardo.
Enrique V dejó el gobierno de Inglaterra en manos de su hermano Juan de Lancaster, el duque de Bedford, y el 14 de
agosto desembarcó en Harfleur, en Normandía, con un ejército de seis mil hombres con armadura y veinticuatro mil
arqueros. Así fue como, después de un largo periodo de tregua, se reanudó la guerra de los Cien Años, setenta y siete años
después de que fuera declarada. El mero hecho de desembarcar en Normandía y no en Calais (que seguía en poder de
Inglaterra) fue un golpe estratégico. Harfleur, en la desembocadura del Sena, era el puerto francés más importante en el
canal de la Mancha. Si Enrique V lograba dominarlo, tendría asegurada la conexión con Inglaterra. Por ello su primera
acción fue asediar la ciudad.

Los franceses no acudieron en defensa de la ciudad. En parte porque recordaron la estrategia de Du Guesclin de no
enfrentarse directamente a los ingleses, pero también en parte porque los armañacs no querían exponerse a que París
volviera a caer en manos de los borgoñones. Enrique V usó cañones en el asedio de Harfleur. No eran aún muy efectivos,
pero sin duda eran superiores a los que se habían empleado en Crécy.

Aunque pudera tacharse de cobardes a los franceses, lo cierto es que su estrategia era correcta. Cuando Harfleur cayó,
el 22 de septiembre, al menos la mitad del ejército inglés había desaparecido, por deserción o por enfermedades. Hubo
quien aconsejó al rey regresar a Inglaterra, pero Enrique V no estaba dispuesto a volver con medio ejército y una única
ciudad tomada, que los franceses podían recuperar en cuanto se marchara. En su lugar, decidió marchar rápidamente a
Calais para reconstruir su ejército. El 8 de octubre inició la marcha, siguiendo la costa. Le esperaban unos doscientos
kilómetros de camino. Enrique V quería llegar cuanto antes a su destino y dio orden a sus hombres (ahora unos quince
mil) de que no hicieran saqueos para no despertar las iras del populacho francés. No quería incidentes que pudieran
retrasarle. El viaje fue penoso. Llovía constantemente, las noches eran frías y húmedas, y la disentería se ensañó con sus
soldados. Aun así, en cinco días completó la mitad del trayecto, pero al llegar al río Somme se encontró los puentes
cortados. Empezó a buscar un vado, pero vio que un ejército francés le esperaba en la otra orilla. Si cruzaba, sus hombres
agotados y empapados tendrían que enfrentarse a un ejército fresco. Marchó aguas arriba buscando un puente por el que
cruzar. Se quedó sin alimentos y sus hombres tuvieron que conseguirlos lo más delicadamente posible.

El 18 de octubre, tras haber caminado unos ochenta kilómetros río arriba, llegaron a Nesle, donde un campesino se brindó
a mostrarles un vado al que se podía llegar atravesando una ciénaga. El ejército desmanteló algunas casas para construir
un entarimado con el que cruzar la ciénaga. Lo hicieron durante la noche y, al parecer, pillaron desprevenido al ejército
francés que les vigilaba desde la otra orilla, que desconocía la existencia del vado. De este modo el ejército inglés pudo
cruzar el río de forma segura. No obstante, a Enrique V sólo le quedaban unos diez mil hombres en condiciones de
combatir, y se encontraba a más de cien kilómetros de Calais con un ejército frances interpuesto.

Al frente del ejército frances se encontraba el general Charles d'Albret. Había aprendido junto a Du Guesclin, y sabía
perfectamente lo que tenía que hacer: si esperaba un poco más, el ejército inglés se dermoronaría por sí mismo y sólo
tendría que recoger los despojos. Pero una vez más se repitió la misma escena que en Courtrai, Crécy, Poitiers o Nicópolis:
los caballeros franceses no habían aprendido nada, y consideraron insultante no combatir ahora que tenían al enemigo
frente a ellos y en tales condiciones. D'Albret no pudo hallar argumentos contra sus oficiales, así que se dispuso a cortar
el paso a los ingleses. Los dos ejércitos se encontraron el 24 de octubre junto a la ciudad de Azincourt, a unos cincuenta
y cinco kilómetros de Calais. Se estaba poniendo el sol, así que dejaron el combate para el día siguiente.

Mientras los caballeros franceses hacían apuestas sobre cuántos prisioneros tomaría cada uno, Enrique V puso en práctica
una vez más la cuidadosa estrategia inglesa. Su única esperanza de salir airoso era que los franceses emplearan su
estrategia habitual en las grandes batallas: la estupidez. Eligió el terreno más adecuado para el combate. Dispuso a sus
hombres de a pie (unos mil, que le quedaban sanos) entre dos bosques, de modo que si los franceses se lanzaban a la carga
no pudieran hacerlo todos a la vez, sino unos tras otros, y se aglomeraran como de costumbre. En los extremos de su línea
dispuso a sus arqueros, unos ocho mil, algunos de los cuales estaban afectados por la disentería, pero confiaba en que la
diarrea no les impediría disparar. Los protegió con estacas y comprobó con satisfacción que las mismas lluvias que habían
convertido su marcha en un infierno habían dejado el terreno hecho un barrizal, perfecto para entorpecer la carga de la
caballería pesada francesa.

Llegó la mañana del 25 de octubre y casi no hace falta contar lo que pasó. Los franceses se alinearon frente a las filas
inglesas. Lo único que tenían que hacer para obtener una victoria aplastante era no moverse, pero se lanzaron a la carga.
Cargaron torpe y confusamente, en parte a causa del barro, en parte a causa de que desconocían el uso del cerebro. Cuando
ocho mil flechas de casi un metro de largo cayeron sobre ellos simultáneamente, el caos no pudo ser mayor. Los caballeros
que caían al suelo a penas podían levantarse por el fango y sus pesadas armaduras. Cuando todos los caballeros franceses
estuvieron en el atasco, Enrique V ordenó a sus soldados que avanzaran armados con hachas y espadas. Hasta los arqueros
dejaron sus posiciones para sumarse a la carnicería. Murieron unos diez mil franceses, y unos mil caballeros fueron
capturados. Los ingleses afirmaron que apenas tuvieron un centenar de bajas, aunque esto último no es muy creíble.

Entre las bajas francesas estuvieron dos hermanos del duque Juan de Borgoña: el conde Felipe de Nevers y el duque
Antonio de Brabante y Limburgo, que fue sucedido por su hijo Juan. Entre los prisioneros se encontraban el mariscal
Jean Boucicaut y el propio duque Carlos de Orleans.

Entre las bajas inglesas estuvo el duque Eduardo de York. No dejó descendencia, por lo que su sobrino Ricardo, de cuatro
años, se convirtió en el nuevo duque y único representante de la casa de York.

El 29 de octubre Enrique V llegó a Calais. Su ejército permaneció allí descansando hasta el 17 de noviembre y el 23 de
noviembre el rey entraba en Londres entre aclamaciones.

El conde Bernando de Armañac se adelantó al duque Juan de Borgoña y se hizo con el control del rey Carlos VI y de
París.

La reina Juana II de Nápoles se casó con el conde Jaime II de La Marche, que no tardó en ponerse a perseguir al condotiero
Muzio Sforza.

El rey Fernando I de Aragón casó a su hijo Alfonso con su sobrina María, la hermana mayor del rey Juan II.

En Florencia, Donatello terminó el San Juan Evangelista que le había sido encargado para la catedral. Quizá no era tan
refinado como el San Lucas de Nanni di Banco, pero en la obra resulta patente el estudio de la escultura clásica que tuvo
ocasión de realizar en su viaje a Roma con Brunelleschi.

Sin embargo, el mayor avance técnico del momento lo llevó a cabo Brunelleschi, al interesarse por la pintura. Hasta
entonces, los pintores italianos se habían esforzado cada vez más en dotar a sus representaciones de la máxima
expresividad, naturalidad y detalle, pero las figuras eran irremisiblemente planas, y cada vez eran más las críticas que lo
denunciaban. Podría pensarse que las figuras tenían que ser planas porque las paredes y las tablas eran planas, y que para
conseguir representaciones espaciales había que recurrir a la escultura. Sin embargo, esta excusa podía ser fácilmente
refutada: los espejos son planos, y las imágenes que muestran son completamente naturales.

Brunelleschi se dio cuenta de ello y se puso a estudiar los espejos. Comprendió que todas las líneas paralelas situadas en
un mismo plano, distinto del plano del cuadro, debían converger a un mismo punto. También comprendió las matemáticas
subyacentes a la escala, y supo determinar la relación correcta entre el tamaño de un objeto y el tamaño que debía tener
en un cuadro en función de su distancia al observador. En suma, Brunelleschi descubrió las leyes de
la perspectiva. Usando estos principios matemáticos, representó varias escenas de Florencia, pero por desgracia estos
primeros estudios se han perdido y pasaría un tiempo antes de que otros pintores los incorporaran a su técnica. De
momento, la pintura italiana compartía las características de la pintura gótica europea. Entre las figuras más destacadas
de la época estaba la del sienés Lorenzo Monaco, con obras como la Coronación de la Virgen.

EL FIN DEL CISMA


Portugal atravesaba una crisis económica. El oro escaseaba en el país y buena parte de la nobleza estaba arruinada. Entre
las diversas causas de esta situación estaba que Castilla había frustrado la política comercial portuguesa al apropiarse del
comercio naval con Francia y el noroeste de Europa. Portugal había invertido muchos recursos en la navegación y ahora
le faltaban mercados. Por ello los portugueses empezaron a plantearse una posible expansión por el noroeste de África.
La zona había sido explorada esporádicamente en distintas épocas, y corrían numerosas leyendas (unas con más
fundamento que otras) sobre diversas islas cercanas a la costa africana. Las mejor conocidas eran las Canarias, donde
Castilla llevaba la iniciativa, pero había otras. Más cerca incluso, aunque más alejada de la costa, estaba la isla
de Madeira, sobre cuya existencia habían informado unos marinos italianos hacía casi un siglo. El nombre de Madeira
(madera) se lo dieron más tarde los portugueses por sus abundantes bosques. En un mapa catalán del siglo anterior viene
reflejado el "río de oro" (el río Senegal), que al parecer fue visitado por un anónimo fraile franciscano que escribió un
extenso relato sobre su expedición, aunque éste se ha perdido. Una leyenda originada en torno a san Brandán, un obispo
irlandés del siglo VI, que realizó un viaje por mar (probablemente a Escocia), había dado lugar a una novela de aventuras,
la Navegación de san Brandán, que a su vez hizo aparecer en varios mapas una imaginaria isla de San Brandán o San
Balandrán. Otra isla de fábula era la Isla de los bienaventurados, que se remonta a una antigua leyenda griega
reformulada más tarde en Irlanda, por lo que en la época era más conocida por su nombre en gaélico: Hy Brasil. En
algunas versiones era una isla flotante, que se movía por el océano. Se hablaba también de la gran isla
de Antilia o Antilla, con las siete ciudades de Cíbola, donde se retiraron muchos magnates visigodos cuando los moros
tomaron su reino. (El hecho de que algunos de estos nombres legendarios coincidan con topónimos actuales no significa
que las leyendas fueran algo más que eso, sino tan sólo que, más adelante, los portugueses dieron estos nombres a los
territorios que descubrieron.)

La familia real, la casa de Avís, era especialmente aficionada a la navegación, por lo que la política naval portuguesa
estuvo siempre controlada y planificada por el Estado, y una idea que los portugueses tuvieron clara desde el principio
fue la importancia de lograr la exclusividad. No estaban dispuestos a que sus iniciativas fueran después desbancadas por
otros competidores, como había sucedido en el Atlántico Norte, y por ello, la primera empresa portuguesa importante
hacia África no fue la exploración de alguna isla remota, sino cerrar el paso a posibles intrusiones aragonesas o italianas.
En efecto, en 1415, con la manida excusa de la lucha contra el islam, una flota dirigida por Enrique el Navegante, tomó
el puerto marroquí de Ceuta, plaza estratégica en el control del estrecho de Gibraltar. Enrique era el tercer hijo del rey
Juan I y de Felipa de Lancaster. Su hermano Pedro, duque de Coimbra, le acompañó en la expedición.

Entre los principales apoyos con los que había contado el margrave de Brandeburgo para convertirse en emperador había
estado su sobrino, el burgrave de Nuremberg Federico VI de Hohenzollern, así que ahora le cedió el margraviato, con lo
que éste se convirtió en príncipe elector (Federico I).

El emperador Segismundo se presentó en Perpiñán para conseguir personalmente la abdicación del Papa Benedicto XIII.
Allí estaba también el rey Fernando I de Aragón, que, a pesar de que le debía la corona, le negó su obediencia. El 6 de
enero de 1416, el dominico fray Vicente Ferrer pronunció un sermón en el que anunció que el rey Fernando I se había
sustraído a la obediencia al Papa Benedicto XIII, decisión en la que él mismo había asesorado al monarca. Pese a todo,
Benedicto XIII no se doblegó, sino que se las arregló para escapar y encerrarse en el castillo de Peñíscola, al norte del
reino de Valencia, a donde acudieron los cardenales que seguían siéndole fieles (cuatro, en total).
El concilio de Constanza, que seguía esperando la renuncia de los tres papas antes de nombrar uno nuevo, depuso a
Benedicto XIII, y Benedicto XIII excomulgó al concilio. Para matar el tiempo entre tanto, el concilio continuó matando
herejes. El 30 de mayo fue quemado en la hoguera el husita Jerónimo de Praga, acusado de hereje y relapso.

De regreso a Barcelona, Fernando I protagonizó una disputa al negarse a pagar un impuesto del que se consideraba exento
por aquello de ser rey. La protesta enérgica de los consejeros de la ciudad se materializó en un firme discurso pronunciado
por Joan Fivaller, incidente que pasó a la literatura catalana de la época que idealizó a Fivaller como defensor de los
derechos del pueblo frente a la arbitrariedad del monarca. Fernando I murió poco después, y fue sucedido por su
hijo Alfonso V, de veinte años, que empezó su reinado tratando de vencer la hostilidad de las cortes de Barcelona,
disgustadas por los numerosos cargos políticos que Fernando I había concedido a nobles castellanos. Entre estos
castellanos se encontraba Íñigo López de Mendoza, hijo del almirante de Castilla Diego de Mendoza, que había servido
a Fernando I y ahora Alfonso V lo había nombrado su copero.

Fernando I era también el tutor de su sobrino, el rey Juan II de Castilla. Su cuñada, Catalina de Lancaster, se había visto
obligada hasta entonces a permanecer en segundo plano, y ahora trató de tomar las riendas del gobierno, pero se encontró
con la oposición de una parte importante de la nobleza castellana que, al contrario que la reina viuda, era partidaria de la
política tradicional castellana de oposición a Inglaterra y alianza con Francia. Entre estos nobles destacaba un grupo cuya
riqueza provenía de las "mercedes enriqueñas" y que habían formado una oligarquía cerrada, aficionada a las grandes
fiestas y torneos. Frente a ellos estaban los llamados "infantes de Aragón", que eran dos de los hijos de Fernando I, a los
que su padre había instalado firmemente en la corte castellana. Se trataba de Juan, duque
de Peñafiel, y Enrique, maestre de la Orden de Santiago. Juan recibió en herencia la mayor parte de las posesiones
castellanas de su padre, y se convirtió así en uno de los hombres más poderosos de castilla. Esto hizo a su vez que Enrique
tratara de reforzar su posición controlando al rey Juan II a través de su madre, Catalina de Lancaster.

En París murió el duque Juan de Berry. Fue un hombre vanidoso y sin escrúpulos, pero su gusto por el lujo le llevó a
proteger a numerosos artistas. Su biblioteca contenía algunos de los más bellos códices del siglo, entre los que
destacan Las muy ricas horas del duque de Berry. Los llamados "libros de horas" se estaban poniendo de moda entre los
nobles más refinados. Eran libros lujosamente encuadernados, con incrustaciones de joyas o de marfil, que contenían
oraciones, calendarios, escudos de armas, y, sobre todo, numerosas escenas de la vida cotidiana, históricas, bíblicas, etc.
Los ilustradores de Las muy ricas horas del duque de Berry fueron los hermanos Paul, Herman y Jean de
Limburgo, todos los cuales fallecieron antes que el duque. Se sabe poco de estos y otros muchos ilustradores y artesanos
que se estaban concentrando principalmente en Flandes, al servicio del duque de Borgoña, pues en Borgoña o en Francia
los artistas no tenían la reputación de los artistas italianos, sino que eran considerados meros sirvientes de sus señores, al
más puro estilo medieval, y no se hablaba apenas de ellos. Sin embargo, estaban formando una escuela artística paralela
a la italiana conocida como escuela flamenca. Por esta época, un joven ilustrador flamenco de unos veinticinco años,
llamado Jan van Eyck, estaba trabajando en las miniaturas del llamado Libro de horas de Turín-Milán o, al menos, eso
es lo que se conjetura. Insistimos en que al llamar "flamenco" a van Eyck no estamos diciendo que naciera en Flandes,
sino que forma parte de la escuela flamenca. De hecho, no se sabe a ciencia cierta dónde nacio, pero se conjetura que fue
en la ciudad de Maaseik, en el ducado de Limburgo.

También acababan de morir los hijos mayores del rey Carlos VI de Francia, y su tercer hijo, Carlos, de trece años, fue
nombrado Delfín por los armañacs. Su madre, Isabel de Baviera, fue acusada de complicidad con los borgoñones y
encarcelada en Tours. Sin embargo, logró escapar y fue acogida por el duque Juan de Borgoña. Así, Bernardo VII de
Armañac se había proclamado regente de Francia en nombre del Delfín, y Juan de Borgoña hizo lo propio en nombre de
la reina.

Cuando el rey Enrique V de Inglaterra desembarcó en Francia, los armañacs concertaron una tregua con los borgoñones,
pero lo cierto fue que ninguno de éstos acudió a Azincourt. La alianza secreta entre Enrique V y el duque Juan de Borgoña
ya era de dominio público, y en octubre fue renovada. Ese año murió Owen Glendower, y la rebelión galesa no tardó en
extinguirse con él. Enrique V se preparó para una nueva expedición a Francia. Empezó reforzando su flota y despejando
el canal de la Mancha de barcos franceses o genoveses.

El emperador Segismundo concedió el rango de duque al hasta entonces conde Amadeo VIII de Saboya.

El duque de Milán, Felipe María Visconti, se había rodeado de capitanes eficientes y empezó a restaurar la supremacía
que Milán había tenido sobre las ciudades vecinas en tiempos de su padre, Juan Galeazo.
El sultán Mehmet I estaba reconstruyendo el imperio otomano, devastado por los mongoles. El príncipe Mircea de
Valaquia se vio obligado a pagarle tributo y cederle la Dobrudja, que constituía la salida de Valaquia al mar Negro.

La muerte del rey Phya Sam Sen Thai, de Lan Xang, abrió un periodo de inestabilidad y decadencia.

Erik de Pomerania, el rey de Dinamarca, Suecia y Noruega, convirtió a Copenhague en la capital de Dinamarca.
En 1417 inició una serie de guerras contra la Hansa y contra los condes de Holstein.

El 23 de julio, el rey Enrique V de Inglaterra desembarcó en Francia por segunda vez e inició la conquista sistemática de
Normandía. Dejó nuevamente su reino en manos de su hermano Juan de Lancaster.

Enrique de Villena escribió en catalán Los trabajos de Hércules, y un tiempo después la tradujo él mismo al castellano.

Donatello terminó su magnífico San Jorge, una estatua de mármol de unos dos metros de alto en cuyo zócalo esculpió un
bajorrelieve en el que empleó una nueva técnica conocida como schiacciato, (aplastado), consistente en dividir la escena
en numerosas capas finísimas. Además, en la composición de este bajorrelieve empleó las leyes de la perspectiva
descubiertas por su amigo Bruneleschi.

Ese año murieron:

 El soberano azteca Huitzilihuitl, que fue sucedido por Chimalpopoca, nieto del rey tepaneca Tezozómoc.
 El duque Luis II de Anjou, que fue sucedido por su hijo Luis III, que tenía ahora catorce años y mantuvo tanto las
aspiraciones de su padre al reino de Nápoles así como las suyas propias a la Corona de Aragón.
 El duque Guillermo II de Baviera-Straubing. Dejó una hija de dieciséis años, Jacoba, que heredó el condado de
Holanda, mientras que el ducado quedó en manos de Juan III, el hermano de Guillermo II.
 El rey Yúsuf III de Granada, que fue sucedido por su hijo Muhammad VIII. Era menor de edad, y la regencia
recayó en el visir Yúsuf ibn Sarray, cuya familia, los banú Siray, conocidos entre los cristianos como
los Abencerrajes, empezó entonces a cobrar importancia política en el reino.
 El cardenal Angelo Correr, antes Papa Gregorio XII.
 El florentino Maso Albizzi, víctima de la peste, que fue sucedido en el gobierno de la ciudad por su
hijo Rinaldo, convertido en jefe del partido oligárquico.

El hecho de que Fernando I de Aragón dejara de reconocer a Benedicto XIII como Papa había conllevado el
reconocimiento por parte de Castilla y Aragón de la autoridad del concilio de Constanza, lo que proporcionaba garantías
suficientes para elegir un Papa que fuera reconocido como tal en toda Europa. Por ello el 8 de noviembre se eligió
finalmente al romano Oddone Colonna, que adoptó el nombre de Martín V. Previamente se había decidido que el
concilio podría reunirse sin convocatoria papal en caso de cisma, que cualquier elección pontificia bajo presiones
exteriores sería nula, así como la celebración de asambleas conciliares periódicas que limitarían la autoridad del Papa.

En Constanza se celebró también la solemne investidura de Federico I de Hohenzollern como príncipe elector.

Martín V firmó un concordato con el emperador Segismundo y se trasladó inmediatamente a Roma como demostración
de independencia incluso ante el propio concilio de Constanza, que todavía no se había clausurado. Aunque regresó en
una ocasión a Constanza para sancionar algunas de las reformas de la Iglesia aprobadas en el concilio, se negó a aceptar
todas aquellas que suponían la supremacía del concilio sobre el Papa.

El dominico fray Vicente Ferrer, que había estado predicando por Francia y Borgoña, fue llamado por el duque Juan V
de Bretaña. El 6 de marzo de 1418 entró en Vannes.

Juan XXIII, previo pago de un rescate, fue liberado de su cautiverio y, tras reconocer la sentencia del concilio, fue
readmitido al colegio cardinalicio por Martín V. Únicamente Pedro Martínez de Luna seguía en sus trece en su castillo
de Peñíscola, es decir, insistía en que el seguía siendo el Papa Benedicto XIII, y su terquedad fue tal que ha dado lugar a
la expresión "seguir en sus trece" para expresar pertinacia. Sin embargo, ya no tenía seguidores, y tanto Martín V como
el rey Alfonso V tuvieron paciencia con él. En este estado de cosas, el Cisma de Occidente podía considerarse cerrado.
La Iglesia Católica reconoce como "papas verdaderos" en el periodo del cisma a los romanos: Urbano VI, Bonifacio IX,
Inocencio VII y Gregorio XII. Los demás son considerados "antipapas". El 10 de mayo, Martín V declaró la superioridad
del Papa sobre el Concilio.
En junio el rey Enrique V de Inglaterra puso sitio a Ruan, la que había sido capital de Guillermo el Conquistador. París
seguía dominada por el conde Bernardo VII de Armañac, pero la población se había enemistado con él y era en su mayoría
favorable al duque Juan de Borgoña. Las revueltas se multiplicaban desde hacía un mes, hasta que, el 12 de julio, los
parisinos asesinaron a todo armañac que cayó en sus manos, incluido el mismo Bernardo VII. El 14 de julio Juan de
Borgoña pudo entrar en París y gobernar en nombre del rey Carlos VI. Sin embargo, algunos armañacs pudieron escapar
a la matanza y huyeron de París llevándose consigo al Delfín Carlos. Se establecieron en Bourges, a unos doscientos
kilómetros al sur de París, y allí trataron de convertirse en la cabeza de cuantos se oponían a los borgoñones y a los
ingleses. Mientras tanto, Enrique V mantenía el asedio de Ruan sin que nadie le molestara.

El duque Juan de Brabante y Limburgo se casó con su prima Jacoba, la condesa de Holanda (la madre de Jacoba era
Margarita, hermana de Juan de Borgoña y de Antonio, el padre de Juan de Brabante). El duque trató de hacerse cargo del
condado de Holanda, pero fue desplazado por el duque Juan III de Baviera, tío de Jacoba.

El duque Federico IV de Austria fue derrotado por los suizos, lo que lo obligó a reconocer la independencia de los nueve
cantones de la Confederación Helvética, así como a someterse al emperador Segismundo.

Los portugueses João Gonçalvez Zarco y Tristão Vaz zarparon hacia el archipiélago de Madeira.

Entre los fallecimientos del año destacan:

 Catalina de Lancaster, la madre del rey Juan II de Castilla y tía del rey Enrique V de Inglaterra. Juan II estaba a
punto de cumplir los catorce años y se casó con su prima María, hermana del rey Alfonso V de Aragón.
 Luis de Acaya, el conde del Piamonte. No dejó descendencia, por lo que su condado pasó al duque Amadeo VIII
de Saboya. Luis de Acaya era el último descendiente del conde Tomás II, al que su hermano Pedro II de Saboya le
había cedido el condado hacía más de siglo y medio.
 El príncipe Mircea de Valaquia. Fue sucedido por Miguel I.
 El rey chichimeca Ixlilxóchitl. Intentó huir cuando el rey tepaneca Tezozómoc llegó a las puertas de Texcoco, pero
fue capturado y asesinado. Fue sucedido por su hijo Netzahualcóyotl, que huyó a las montañas mientras los
tepanecas se apoderaban de Texcoco.

La construcción de la catedral de Florencia se había iniciado hacía ya ciento veintitrés años, y su estructura principal
estaba ya muy avanzada. Faltaba cubrir el crucero: un octógono de cuarenta y un metros de diámetro. Los cónsules
del gremio de tejedores de lana, a cuyo cargo iban los gastos, convocaron un concurso para la construcción de la cúpula,
y por segunda vez compitieron Ghiberti y Brunelleschi y esta vez ambos ganaron ex aequo la adjudicación.

En enero de 1419 la ciudad de Ruan se rindió ante el rey Enrique V de Inglaterra. Desde allí empezó a avanzar lentamente,
siguiendo el Sena aguas arriba, hacia París.

Con la muerte de Catalina de Lancaster, el infante Enrique de Aragón había perdido su principal apoyo en Castilla, y para
remediarlo logró que el rey Juan II fuera proclamado mayor de edad el 7 de marzo, y así pudo seguir gobernando en su
nombre. Siguió defendiendo la política de acercamiento a Inglaterra que había defendido Catalina, lo que lo distanció de
muchos nobles castellanos, e incluso de su hermano Juan.

El 5 de abril murió en Bretaña san Vicente Ferrer. Por esta época murió también un discípulo suyo, también valenciano,
llamado fra Antoni Canals. Tradujo al catalán el De prouidentia de Séneca, para demostrar que un autor pagano creía
en un único dios y en su justicia. También escribió un Raonament entre Escipió e Anibal, que, aunque lo presenta como
una obra original, es más bien una traducción del libro VII del África, de Petrarca. Además es autor de algunas obras de
carácter ascético y traductor de obras variadas, generalmente de contenido religioso.

Cuando Enrique V acababa de tomar la ciudad de Pontoise, a treinta kilómetros de la capital, los borgoñones
comprendieron por fin que Enrique V les estaba ayudando más de lo aceptable, y se avinieron a pactar una tregua en serio
con los armañacs. La firmaron el 11 de julio, pero Juan sin Miedo, el duque de Borgoña, se apresuró a huir de París
llevándose consigo al rey Carlos VI y a la reina, para refugiarse en Troyes. La realidad era que el duque había huido por
puro miedo, pero los armañacs pensaron que les había engañado, que mantenía su alianza con el rey inglés, y que por eso
le había entregado París sin ofrecer resistencia.

Los asesinatos de Jan Hus y Jerónimo de Praga habían caldeado los ánimos en Bohemia, donde el rey Venceslao IV
trataba de arbitrar entre católicos y husitas. Aunque su actitud mostraba cierta inclinación hacia éstos últimos, el monarca
desesperó de manener la paz cuando sus consejeros católicos fueron asesinados el 30 de julio. Murió al poco tiempo y,
como no dejó descendencia, fue sucedido por su hermano, el emperador Segismundo. Sin embargo, los husitas se
rebelaron en Praga bajo la dirección de Jan Zizka, un caballero de la corte de Venceslao IV que había combatido junto
a Enrique V en Azincourt. Entre los católicos que se opusieron a la rebelión destacó el cardenal Jan Bucka, más conocido
como Juan de Praga, o también como el Obispo de Hierro. Había participado en el concilio de Constanza.

La huida de París había desprestigiado a Juan sin Miedo. Los armañacs, dirigidos ahora por el Delfin Carlos, lo tenían
muy fácil para ganarse el favor de la mayoría de los franceses, así que el duque de Borgoña aceptó reunirse con el Delfín
en Monterreau, a mitad de camino entre París y Troyes. Allí se encontraron el 10 de septiembre, pero los armañacs
perdieron toda su ventaja cuando uno de ellos, el caballero Tanguy du Châtel, decidió causarle al duque su último dolor
de cabeza al incrustarle en ella su hacha. Se esfumó así toda posibilidad de acuerdo entre borgoñones y armañacs. La
opinión pública se puso entonces de parte del nuevo duque, el hijo de Juan, que fue conocido como Felipe III el
Bueno. Éste, por su parte, enemistado hasta el extremo con los armañacs a causa del asesinato de su padre, se convirtió
en partidario incondicional de Enrique V. Poco antes se había casado con Micaela, hija del rey Carlos VI de Francia.

En Florencia murió el cardenal Baldassare Cossa, antes Papa Juan XXIII.

También murió el duque Rodolfo III de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Alberto III.

En el reino de Granada, los Abencerrajes impusieron como rey a Muhammad IX, primo del padre de Muhammad VIII,
con lo que se inició una guerra civil entre los partidarios de ambos monarcas.

Los coreanos aniquilaron a los piratas Wako.


El príncipe de Malaca se convirtió al islam y tomó el título de sultán.

Un nieto del kan Tuqtamis, depuesto por Timur Lang, recuperó el dominio sobre la Horda de Oro. Se llamaba Ulug
Muhammad.

Las cortes catalanas no dejaban de apretar los tornillos a su nuevo rey, Alfonso V, y pronto se sumaron las cortes
aragonesas. Para ganar popularidad, decidió llevar a cabo una de las aspiraciones tradicionales de la Corona de Aragón:
arrebatar Córcega a los genoveses. Organizó una expedición en la que se enrolaron, entre otros, Íñigo López de Mendoza,
los poetas Andreu Febrer y Jordi de Sant Jordi, así como el valenciano Ausiàs March, hijo del poeta Pere March. El
rey nombró lugarteniente general de Aragón a su esposa, María, y en 1420 marchó al frente de la flota y tomó la ciudad
corsa de Calví.

El 21 de mayo, el duque Felipe III de Borgoña, con la complicidad de Isabel de Baviera, logró que el rey Carlos VI
firmara, junto con el rey Enrique V de Inglaterra el Tratado de Troyes, por el que todas las regiones francesas al
norte del río Loira eran cedidas a Inglaterra, excepto las gobernadas por el duque. Carlos VI conservaría su título de rey
de Francia (pues, por muy loco que estuviera, era indiscutiblemente el rey legítimo), pero Isabel de Baviera juró que el
Delfín Carlos no era hijo del rey, por lo que no tenía derecho a la corona. En su lugar, Enrique V se casaría
con Catalina, hija Isabel (y, en este caso, también de Carlos VI), de modo que un futuro hijo de ambos heredaría las
coronas de Inglaterra y Francia. El matrimonio tuvo lugar el 2 de junio. Naturalmente, el Delfín Carlos no aceptó el
tratado y se mantuvo en Bourges apoyado por los armañacs. Enrique V no tardó en recuperar también las antiguas
posesiones inglesas en la Guyena, pero Carlos logró el apoyo del Languedoc, es decir, de los territorios que habían
formado el condado de Tolosa y sus aledaños, que tan traumáticamente habían sido anexionados a Francia hacía más de
un siglo. La lealtad al Delfín que demostraba ahora indicaba que la región se había integrado perfectamente en Francia,
y que en sus habitantes había arraigado el nacionalismo francés. Felipe III poseía el ducado de Borgoña, el Franco
Condado y los condados de Flandes y Artois, pero su sobrino Juan era el duque de Brabante y su sobrina Jacoba era la
condesa de Holanda y Zelanda. El ducado de Lorena estaba gobernado por el duque Carlos I, cuya hija Isabel se casó ese
año con Renato, hermano del duque Luis III de Anjou. Entre los partidarios más destacados del Delfín estaba un hombre
de treinta y cinco años llamado Alain Chartier, que escribió en latín una Epístola a la universidad de París, en la que
trató de ganar para la causa de Carlos.

El infante Enrique de Aragón, poco después de ser nombrado duque de Villena (al que no hay que confundir con el
escritor Enrique de Villena), dio un golpe de estado (el atraco de Tordesillas) al apoderarse en julio del rey Juan II, al
que prácticamente tenía prisionero, y conseguir de este modo el gobierno efectivo de Castilla. Poco después se casó
con Catalina, hermana del rey. Por estas fechas, Juan de Aragón, el hermano de Enrique, se casaba con Blanca, la hija
del rey Carlos III de Navarra y viuda del rey Martín el Joven de Sicilia.

La persona en que más confiaba el rey Juan II era Álvaro de Luna, hijo bastardo del copero mayor del rey Enrique III.
Un lejano parentesco con el Papa Benedicto XIII le había permitido convertirse en paje de Juan II a los veinte años,
cuando el rey tenía tan sólo cinco. El infante Enrique había cometido un error al permitir que Álvaro permaneciera junto
al monarca. En noviembre Álvaro huyó a Talavera con el rey y se convirtió en la cabeza del "partido monárquico",
opuesto a los infantes de Aragón. Se produjo entonces una crisis que se resolvió pacíficamente gracias a la intervenció de
Leonor de Alburquerque, la madre de Enrique, que en diciembre tuvo que abandonar el poder y retirarse a Ocaña.

El 6 de diciembre el rey Enrique V de Inglaterra entraba triunfalmente en París.

Los husitas obtuvieron las victorias de Zizkov y Pankrác. Jan Zizka tuvo que abandonar Praga, pero hizo construir una
fortaleza en Tábor, donde se concentraron los husitas más radicales.

Valaquia cayó en la anarquía debido a las continuas intervenciones de húngaros y turcos. Dos facciones se disputaban el
poder, una encabezada por el príncipe Radu II y otra por Dan II.

Ese año se terminó en Pekin la construcción del Gugong, el palacio imperial chino, cuya construcción se había iniciado
casi veinte años atrás, cuando llegó al trono el emperador Yongle. Ocupa un rectángulo de casi un kilómetro de largo por
750 metros de ancho, en el corazón de la ciudad. Se compone de varias decenas de edificios y palacios rectangulares,
implantados en patios y recintos simétricos, rodeados de murallas que separan unos de otros. Al sur se hallan los edificios
oficiales y administrativos, mientras que al norte están las residencias privadas del emperador y su séquito.
Unos años atrás, Sha Ruj, el hijo y sucesor de Timur Lang, había puesto a su hijo Ulug Beg al frente de Samarkanda,
donde éste terminaba ahora la construcción de una madrasa, un centro de educación superior, en el que reunió a los
mejores científicos que pudo encontrar. Entre ellos destacaban Salah al-Din Musa Pasha, más conocido como Qadi
Zada (el hijo del juez), que tendría entonces más de cincuenta y cinco años, y al-Kashi, de cuarenta años. (Ulug Beg
tenía entonces veintisiete.) En total habría unos sesenta científicos, pero en unas cartas escritas por al-Kashi a su padre,
éste afirma que sólo Qadi Zada y el propio Ulug Beg merecían su respeto, mientras que los demás eran de segunda fila.
Ulug Beg promovía encuentros en los que se discutían problemas científicos de índole diversa, pero sólo Qadi Zada y al-
Kashi eran capaces de resolver los más difíciles. Por ejemplo, uno de los problemas planteados fue calcular el seno de un
grado con la mayor precisión posible. Qadi Zada y al-Kashi desarrollaron métodos diferentes, con los que consiguieron
una precisión de doce cifras decimales.

BRUNELLESCHI, DONATELLO Y MASACCIO


El duque Luis III de Anjou continuó la tradición de su padre y en 1420 atacó el reino de Nápoles. Contaba con la
aprobación del Papa Martín V, que convenció al condotiero Muzio Sforza para que se uniera a sus filas. Mientras tanto,
el rey Alfonso V de Aragón libraba una batalla junto a la ciudad de Bonifacio, en Córcega. Allí se enemistó con el conde
Fadrique de Luna, que acusó al monarca de incumplir los compromisos contraídos con sus súbditos.

En 1421, un hermano del rey Enrique V de Inglaterra, el duque Tomás de Clarence, invadió el condado de Anjou al
mando de un ejército de unos tres mil hombres. El 23 de marzo fue víctima de una emboscada en Baugé, en la que resultó
muerto. Para los ingleses no fue una derrota importante, pero era una derrota, y hasta entonces los ingleses no había
sufrido ninguna. Los franceses estaban cada vez más convencidos de que los ingleses eran invencibles, y Enrique V no
estaba dispuesto a que pensaran otra cosa. Por ello, el rey decidió volver a Francia inmediatamente, dejando en Inglaterra
a su esposa Catalina, que estaba a punto de darle un heredero.
La reina Juana II de Nápoles llamó en su auxilio al rey Alfonso V de Aragón, al que en julio adoptó para reconocerlo
como heredero.

Por esta época, Felipe María Visconti, el duque de Milán, combinando su habilidad diplomática con la eficiencia de sus
capitanes, había terminado de reconstruir el imperio creado por su padre. Ahora dominaba las ciudades de Como, Lodi,
Vercelli, Piacenza, Cremona, Bérbamo, Brescia y Génova.

Un florentino llamado Leonardo Bruni, canciller de la república, que había estudiado griego con Manuel Crysoloras,
tradujo al latín el Fedro, de Platón. Es también autor de la Historiarum florentini populi libri XII (Doce libros de historia
del pueblo florentino), que abarca la historia de Florencia desde Sila hasta 1402.

Un estudiante mallorquín llamado Jaume de Olesa transcribió un romance, y el destino ha querido que su transcripción
sea el documento más antiguo que se conserva de un romance castellano. Naturalmente, el romance en sí no es el más
antiguo. Los juglares castellanos componían romances desde hacía siglos y los transmitían oralmente. Aunque
generalmente estaban compuestos por versos de dieciséis sílabas con una cesura central, al transcribirlos se adoptó la
costumbre de partirlos por la cesura, de modo que en la práctica los versos eran octosílabos y sólo rimaban los pares.
Muchos de ellos eran romances noticieros, que relataban sucesos recientes, aunque también los había heroicos y
novelescos.

El duque de Austria, Alberto V, se casó con Isabel, hija del emperador Segismundo.

Los venecianos conquistaron Shkodër, la capital de Albania, a la que ellos llamaban Scutari.

El rey Tvrtko II de Bosnia había sido liberado de su cautiverio en Hungría hacía siete años, pero no pudo recuperar su
trono hasta ahora, tras la muerte de Esteban Ostoja, que gobernaba el país.

Ese año murió el escultor Nanni di Banco.


También murió el sultán otomano Mehmet I, que fue sucedido por su hijo Murat II, de dieciocho años, que decidió
asediar Constantinopla. Para hacerle frente, el emperador Manuel II tuvo que vender Tesalónica a los venecianos y
finalmente los turcos tuvieron que abandonar el asedio. La versión oficial dice que su retirada se debió a la Virgen María,
que se apareció en las murallas vestida de violeta y rodeada de una aureola de luz. Manuel II nombró coemperador a su
hijo Juan VIII.

El rey Enrique V de Inglaterra tenía que ofrecer una victoria a ingleses y franceses que demostrara que la derrota sufrida
por su hermano meses antes había sido un mero accidente. Para ello sitió la ciudad de Meaux. El asedio se prolongó
durante el invierno, y allí recibió la noticia de que el 6 de diciembre su esposa había dado a luz un
varón, Enrique. En 1422, tras seis meses de asedio, la pasividad de la Virgen hizo que Meaux cayera, pero el ejército de
Enrique V estaba deshecho y el propio rey había enfermado de disentería. Pudo conocer a su hijo cuando llegó a París
con su madre, en primavera, pero murió el 31 de agosto, a sus treinta y cinco años. Antes había dispuesto que, durante la
minoría de su hijo, ahora el rey Enrique VI, su hermano Humprey, el duque de Gloucester, se encargara de la regencia
en Inglaterra, mientras su otro hermano Juan, el duque de Bedford, se encargaría de la regencia en Francia. A éste le
recomendó que salvara a cualquier precio Normandía y la alianza borgoñona. A Enrique V le faltó muy poco para
convertirse, según lo previsto, en rey de Francia, pues el rey Carlos VI el Loco murió siete semanas después, el 21 de
octubre. Isabel de Baviera, la viuda de Carlos VI, reconoció a su nieto Enrique VI como rey de Francia (Enrique II). Por
otra parte, el Delfín Carlos fue proclamado rey de Francia en Bourges, y en noviembre fue coronado en Poitiers
como Carlos VII. Por desgracia para él, la tradición dictaba que los reyes de Francia se coronaban en Reims, y nadie
podía ser considerado realmente rey de Francia si no era coronado allí. Pero Reims estaba en manos de los ingleses. Los
ingleses lo llamaban burlonamente rey de Bourges, pero, por otra parte, tampoco ellos respetaron la tradición francesa y
no coronaron a Enrique II en Reims, posponiendo la ceremonia hasta su mayoría de edad. Ese año Carlos VII se casó
con María, hermana del duque Luis III de Anjou. Por otra parte, tomó como secretario a Alain Chartier, que escribió
entonces su Cuadrílogo invectivo, en francés, en defensa de los derechos de su rey.

El duque Juan de Bedford era tan buen militar como Enrique V, y bajo su gobierno las posiciones inglesas en Francia se
mantuvieron firmes. Su mayor quebradero de cabeza no fueron los franceses, sino su hermano Humprey: La condesa
Jacoba de Holanda se había casado con el duque Juan de Brabante obedeciendo las ambiciones políticas de su tío, el
duque Juan sin Miedo de Borgoña, pero ahora Jacoba decidió sacudirse el yugo familiar y pidió al Papa Benedicto XIII
que declarara nulo su matrimonio, el cual accedió encantado de que alguien lo tuviera en cuenta para algo; luego Jacoba
escapó a Inglaterra y le propuso matrimonio al duque de Gloucester, que aceptó no menos encantado de convertirse en
conde de Holanda. Sin embargo, esto era una traición hacia el duque Felipe III de Borgoña, que montó en cólera, y el
duque de Bedford tuvo que hacer filigranas para demostrar al duque de Borgoña que podría convencer a su hermano para
que entrara en razón y evitar así la ruptura de la alianza angloborgoñona. Se valió para ello de su tío Enrique Beaufort,
que había sido obispo de Winchester. En Holanda se reavivó el viejo conflicto entre anzuelos y bacalaos, los primeros
partidarios de la condesa, los segundos del duque de Borgoña.

El rey Juan II de Castilla nombró condestable de Castilla a su favorito, Álvaro de Luna, que hizo arrestar al infante Enrique
de Aragón.

El sultanato mameluco de Egipto y Siria empezó a recuperarse de los estragos ocasionados por Timur Lang con la llegada
al poder del sultán Al-Malik al-Asraf Sayf al-Din Barsbai.

En Aragón murió Margarita de Prades, la viuda del rey Martín I el Humano. Íñigo López de Mendoza compuso para la
ocasión su Planto de la reina Margarita. ("Planto" es una forma antigua de "llanto").

A pesar de haber quedado ciego, Jan Zizka seguía capitaneando a los husitas, y derrotó al emperador Segismundo cerca
de Nemecky Brod. El emperador trató de formar un ejército de mercenarios, pero se encontró con la oposición de las
ciudades y de buena parte de la nobleza alemana, que en la dieta de Nuremberg confió la dirección de la guerra contra
los husitas al margrave de Brandeburgo, Federico I de Hohenzollern. Ese año murió sin descendencia el duque Alberto
III de Sajonia, y en 1423 Segismundo concedió el ducado a Federico I de Wettin, como recompensa a la ayuda que le
había prestado contra los husitas. Poco después, Jan Zizka asedió Praga.

El emperador bizantino Manuel II tuvo que declararse vasallo del sultán Murat II y comprometerse a pagarle un tributo
anual.
La reina Juana II de Nápoles, aconsejada por la nobleza, decidió nombrar heredero al duque Luis III de Anjou. El 30 de
marzo Francesco Sforza, un hijo bastardo de Muzio Sforza, tomó por sorpresa la ciudad de Nápoles y el rey Alfonso V
de Aragón tuvo que huir de la ciudad. Con la ayuda del duque de Milán, Felipe María Visconti, expulsó al aragonés del
reino napolitano. El poeta Jordi de Sant Jordi permaneció prisionero en Nápoles durante un mes, donde escribió uno de
sus poemas más personales, titulado Presoner (prisionero), en el que refleja su angustia y su depresión.

Sus partidarios fueron perseguidos por Muzio Sforza. Luis III recibió el título de duque de Calabria. La alianza entre
Milán y Nápoles alarmó a los vecinos del ducado: Saboya, Venecia y Florencia, que se aliaron contra Felipe María y no
tardaron en declararle la guerra.

El duque Juan de Bedfort, como parte de su política de estrechar las relaciones con los borgoñones, se casó
con Ana, hermana del duque Felipe III de Borgoña. El 21 de julio, un pequeño ejército angloborgoñón batió a un ejército
algo mayor de partidarios del rey Carlos VII cerca de la ciudad de Cravant.

En junio de 1424, el husita Jan Zizka derrotó a la nobleza católica en Malesov, y poco después tomó la ciudad de Praga.
Se dispuso entonces a ocupar Moravia, pero murió víctima de la peste. Fue sucedido al frente de los ejércitos husitas
por Prokop el Grande, según unos, el Calvo, según otros. El emperador Segismundo vio cómo dismunuía su autoridad
entre los príncipes alemanes, que ahora encomendaban la lucha contra los husitas a los príncipes electores. Entre ellos
estaban el margrave Federico I de Brandeburgo y el duque Federico I de Sajonia, que debían sus títulos a Segismundo,
pero no parecían recordarlo.

En julio, el matemático Al-Kashi terminó su Tratado sobre la circunferencia, en el que calculó el valor de 2Pi con
dieciséis cifras decimales, lo que superaba con creces a todos los cálculos previos realizados por matemáticos griegos o
chinos (que habían llegado hasta seis decimales).

El rey Carlos VII de Francia nombró condestable a Arturo de Richemont, hermano del duque Juan V de Bretaña. Hecho
prisionero en Azincourt, había pemanecido un tiempo cautivo en Londres. El 17 de agosto un ejército inglés dirigido por
el capitán sir John Fastolf, que el año anterior había sido nombrado gobernador de Anjou y del Maine, derrotó
brillantemente al ejército de Carlos VII en Vermeuil. Sin embargo, en esta batalla los caballeros franceses no atacaron
de frente y desordenadamente como en ocasiones anteriores, sino que trataron de efectuar una maniobra de flanqueo. No
les salió bien, pero por fin daban muestras de estar buscando una táctica inteligente contra la hasta entonces invicta
estrategia inglesa.

El rey Jacobo I de Escocia se casó con Juana, hermana de Juan Beaufort, el conde de Somerset, y entonces fue liberado
de su cautiverio en Inglaterra, donde permanecía desde antes de la muerte de su padre. Fue coronado poco después de
regresar a su país. Tras aniquilar a la familia Albany y a varios jefes de las Highlands, cabezas de la oposición feudal
escocesa, instauró un sistema parlamentario similar al inglés.

Portugal seguía persiguiendo el monopolio del África Oriental, y por ello realizó un intento de arrebatar las Canarias a
Castilla, que no prosperó.

Ese año murió el duque de Austria Ernesto I, que fue sucedido por su hijo de nueve años Federico V. Los otros duques
de Austria a la sazón eran su primo segundo Alberto V el Ilustre, que acababa de cumplir veintisiete años, y era el
representante de la línea primogénita, la línea albertina, y su tío Federico IV el de la Bolsa Vacía, proscrito del Sacro
Imperio por el emperador Segismundo.

En Peñíscola murió el Papa Benedicto XIII, y sus partidarios eligieron como sucesor al canónigo de Teruel Gil Sánchez
Muñoz, que adoptó el nombre de Clemente VIII.

En Italia murió Muzio Sforza.

El conde Fadrique de Luna zarpó en una expedición contra la piratería africana. Ya en 1425, Ausiàs March tuvo una
destacada actuación en el ataque a la isla de Gelves.

Los portugueses iniciaron la colonización del archipiélago de Madeira.

Ese año murieron:


 El emperador bizantino Manuel II, que poco antes había abdicado en su hijo Juan VIII y se había retirado a un
convento.
 El rey Carlos III de Navarra, que fue sucedido por su hija Blanca I, cuyo marido, el hermano del rey Alfonso V de
Aragón, se convirtió a su vez en el rey Juan II de Navarra. Juan y Blanca tenían dos hijas y un hijo de cuatro
años, Carlos. Para asegurar que la corona navarra quedaría en la familia, Carlos III había creado dos años antes el
título de Príncipe de Viana, que llevarían los herederos al trono navarro, y se lo otorgó a su nieto. La influencia de
Juan II en Castilla creció notablemente, hasta el punto de que en octubre logró que su hermano Enrique fuera
liberado de su cautiverio. Ambos hermanos se convirtieron en enemigos acérrimos del condestable Álvaro de Luna.
 El gran príncipe Basilio I de Moscú, que fue sucedido por su hijo Basilio II. Su tío Yuri Dimitrievich no lo
reconoció como gran príncipe y luchó contra él con el apoyo de la Horda de Oro y el gran ducado de Lituania.
 El duque Juan III de Baviera-Straubing. Su hermano Guillermo II había muerto también unos años antes, y sus
territorios fueron repartidos entre las otras partes en que estaba dividido el antiguo ducado de Baviera: Baviera-
Ingolstadt, Baviera-Munich y Baviera-Landshut.
 Edmundo Mortimer, el conde de la Marche, lugarteniente de Irlanda. Murió víctima de la peste. Tras su muerte,
los derechos sucesorios que el rey Ricardo II de Inglaterra había transmitido a su padre, Roger Mortimer, pasaban
ahora a su sobrino Ricardo, el duque de York, que tenía catorce años y era el único miembro vivo de la casa de
York. El joven duque pasó los años siguientes en Irlanda, procurando llamar la atención lo menos posible.
 El poeta Jordi de Sant Jordi. Se conservan dieciocho de sus composiciones en catalán, la mayoría de corte amoroso,
en la tradición de la literatura provenzal.

El año anterior Lorenzo Ghiberti había terminado la segunda puerta de bronce para el baptisterio de Florencia, cuya
adjudicación había ganado veintitrés años atrás. Comprende veintiocho compartimentos que representan la vida de Cristo,
los evangelistas y los doctores de la Iglesia. Ahora se le encargaba la tercera puerta del baptisterio.

El escultor Donatello había alcanzado su madurez artística. Por esta época inició una estrecha colaboración con su
discípulo Michelozzo, con quien realizó la Tumba del antipapa Juan XXIII, en el baptisterio de Florencia. De esta época
son también el bronce Salomé, en el babtisterio de Siena, y los profetas Jeremías y Habacuc en la catedral de Florencia.
Pero el mayor logro artístico del momento lo alcanzó Brunelleschi al terminar la cúpula de la catedral de Florencia. La
principal innovación consistía en que el arquitecto no utilizó cimbras, es decir, no construyó un armazón de madera sobre
el que apoyar la bóveda, sino que diseñó una cúpula ligera de doble pared, poseedora de la misma rigidez que un cuerpo
macizo. Por aquel entonces, Brunelleschi estaba embarcado en otros proyectos que definían un nuevo concepto de la
arquitectura, como el hospital de los inocentes o la iglesia de San Lorenzo. Si en las construcciones góticas primaba la
verticalidad, los diseños de Brunelleschi acentúan la horizontalidad a través de la repetición de patrones sencillos de
columnas y otros elementos (capiteles, medallones, etc.), lo que da lugar a una estética basada en la simplicidad clásica y
alejada del abigarramiento gótico.

En pintura destacaba un joven de veinticuatro años llamado Tommaso di Ser Giovanni di Mone Casai, aunque era más
conocido como Masaccio. Había nacido en San Giovanni Valdarno, pero estaba en Florencia al menos desde los
veintiún años. Entonces había empezado a trabajar con otro pintor llamado Tommaso di Cristoforo Fini, o
también Masolino da Panicale, que tenía a la sazón treinta y nueve años. La pintura de Masolino presentaba las
características propias de la pintura gótica (figuras planas, desproporción, fondos dorados, etc.) y juntos habían pintado
sobre tabla la composición Santa Ana, la Virgen con el Niño y cinco ángeles, en esta misma línea. Ahora Masolino
marchaba a Hungría, donde había aceptado un encargo, mientras que Masaccio siguió trabajando en Florencia.
De 1426 data una Crucifixión sobre tabla, plenamente gótica, y una Adoración de los Magos, también sobre tabla, en la
que se advierte un uso original del color y del sombreado como medio de representación del volumen.

Ese año murió la condesa Isabel de Foix, que fue sucedida por su hijo Juan I.

También murió el rey tepaneca Tezozómoc, que fue sucedido por su hijo Maxtla.

Masolino volvió de Hungría y recibió el encargo de decorar con frescos una capilla en la iglesia de Santa Maria del
Carmine, en Florencia. Apenas iniciado su trabajo, llamó a Masaccio, y su trabajo supuso una revolución: Su San Pedro
y san Pablo repartiendo limosnas muestra unos personajes que, aunque tal vez de forma algo rudimentaria, ya pueden
considerarse tridimensionales, y la única reminiscencia gótica clara son las aureolas doradas que coronan a los santos. Ya
en 1427 terminaba su Adán y Eva expulsados del paraíso, donde el ángel es un tanto tosco, pero los cuerpos desnudos de
Adán y Eva son definitivamente "de carne y hueso", y el dramatismo de su expresión no tiene comparación con ninguna
obra anterior. Muchos de los frescos de esta serie han sido destruidos, pero se conservan algunos más, como El tributo de
la moneda o San Pedro curando a los enfermos, todos ellos alejados definitivamente del simbolismo y el esquematismo
propios del gótico. Por su parte, los frescos pintados por Masolino, como el San Pedro curando a un enfermo, muestran
una clara influencia de Masaccio, si bien no alcanzan la misma calidad, y en ellos se advierten más claramente las
reminiscencias góticas. Su pieza más lograda tal vez sea su Adán y Eva.

Masaccio se interesó entonces por las investigaciones de Brunelleschi en torno a la perspectiva. Ese mismo año pintó un
fresco en un muro lateral de Santa Maria Novella, titulado Trinidad, en el que las figuras están menos cuidadas que en
los frescos de Santa Maria del Carmine, pero, en cambio, destaca el marco en el que se sitúa la escena: una bóveda de
cañón dividida en cuadros que da la impresión de que el muro está perforado. Hay quien defiende que fue el propio
Brunelleschi quien diseñó el marco arquitectónico de la representación. Algo similar sucede con su Natividad, un óleo
sobre tabla circular en el que el esfuerzo del pintor se ha centrado en el estudio geométrico para la disposición de los arcos
y las columnas de la escena.

Finalmente los infantes de Aragón, Enrique, y su hermano, el rey Juan II de Navarra, lograron que el condestable Álvaro
de Luna cayera en desgracia ante el rey Juan II de Castilla, que lo envió al destierro.

Enrique de Villena tradujo al castellano la Eneida, de Virgilio. Es la primera traducción a una lengua romance.

Ausiàs March se había asentado en sus posesiones en el reino de Valencia, donde el rey Alfonso V le había concedido un
cargo de juez. A partir de este momento se dedicó a la poesía, como habían hecho su padre y su tío. Sin embargo, por esta
época era más conocido por sus pleitos que por sus poemas. Ese mismo año fue denunciado por abusos contra una mujer,
lo que estuvo a punto de hacerle perder sus prerrogativas.

Alain Chartier escribió su Tratado de la esperanza. Su estilo se inspira en Cicerón y en Séneca. Por su rigor y elegancia
es considerado uno de los creadores de la prosa oratoria francesa. Ese año cayó en desgracia ante el rey Carlos VII y no
se sabe muy bien qué fue de él. Se sabe que no vivió más de cinco años desde este momento. También destacó como
poeta, y también en sus versos se percibe la influencia de los clásicos. Entre sus poemas destaca La belle dame sans
merci (La bella dama desdeñosa), en el que un enamorado suplica en vano el favor de una dama.

De entre las ciudades leales a Carlos VII, la situada más al norte y una de las más importantes era Orleans. El duque
Carlos de Orleans estaba preso en Inglaterra desde la batalla de Azincourt, y allí había cobrado fama como poeta. Su
padre, el duque Luis de Orleans, había tenido un hijo bastardo llamado Juan, aunque era más conocido como el Bastardo
de Orleans. Tenía veinticuatro años y servía a Carlos VII desde los dieciocho. Como paso previo a un ataque a Orleans,
el duque Juan de Bedford puso sitio a la ciudad de Montargis, a unos sesenta y cinco kilómetros de Orleans. Los armañacs
comprendieron que si caía Montargis, peligraría Orleans, así que se atrevieron a enviar un ejército para romper el asedio,
al frente del cual iba precisamente el Bastardo de Orleans. Condujo a sus hombres con tal destreza que los ingleses se
vieron obligados a retroceder, y los habitantes de Montargis, alentados, salieron para unirse a sus liberadores. Entre todos
hicieron una matanza en la que murieron más de mil ingleses.

También murieron ese año:

 El rey Azteca Chimalpopoca, asesinado por el rey tepaneca Maxtla. Fue sucedido por Itzcoatl, hijo de una
concubina del rey Acamapichtli. Tomó como consejero a Tlacaelel, hijo del rey Huitzilihuitl.
 El rey de Servia Esteban Lazarevic, que fue sucedido por Jorge Brankovic.
 Pandolfo III Malatesta, el señor de Rímini, que fue sucedido por su hijo Galeotto Roberto, de dieciséis años.
 El duque Juan de Brabante y Limburgo, que fue sucedido por su hermano Felipe.

El año anterior, el duque Juan de Bedford había logrado que fuera anulado el matrimonio de su hermano Humphrey, el
duque de Gloucester, con la condesa Jacoba de Holanda, la esposa, ahora viuda, de Juan de Brabante. Como el matrimonio
no había tenido hijos y el tío paterno de Jacoba, el duque Juan III de Baviera, había muerto también, su tío materno, el
duque Felipe III de Borgoña, no tuvo dificultad en apropiarse en 1428 del condado de Holanda (junto a los de Frisia,
Hainaut y Zelanda, unidos al de Holanda desde hacía tiempo).

Los restos del hereje John Wycliffe fueron exhumados, quemados y esparcidos en las aguas del Swift.
Los Trastámara, que desde su ascenso en Castilla habían logrado las coronas de Aragón y Navarra gracias a su política
matrimonial, intentaron un nuevo acercamiento a Portugal con el matrimonio entre Leonor, hermana de los reyes Alfonso
V de Aragón y Juan II de Navarra, y Duarte, hijo del rey Juan I de Portugal. Por su parte, su hermano Pedro, el duque de
Coimbra, se casó con Isabel, hija del derrocado conde de Urgel Jaime II el Desventurado, que seguía en prisión.

El duque Felipe III de Borgoña se había interesado también por Isabel, y había enviado a pedir su mano en su nombre a
su ayuda de cámara, que era, desde hacía tres años, el miniaturista Jan van Eyck. Al anunciarse el compromiso entre
Isabel y el duque de Coimbra, fue enviado a Portugal. (No era casual que el duque encargara este tipo de embajadas a un
pintor, pues así podía recibir un retrato de la posible prometida antes de decidirse a pedir su mano oficialmente.)

Un cortesano llamado Francesco Filelfo había llegado a Venecia el año anterior con una colección de manuscritos
griegos traídos de Constantinopla. Se dedicó a la enseñanza del griego, pero no logró vender sus manuscritos, así que
abandonó la ciudad, al tiempo que llegaba a ella otro bizantino llamado Jorge de Trebisonda.

Brunelleschi proyectó la iglesia del Santo Spirito, donde destacan las proporciones simples entre sus elementos (una nave
central con doble altura que anchura, naves laterales con igual longitud que anchura, etc.)

El pintor Masaccio se trasladó a Roma, donde murió a los veintisiete años.

También murió el duque Fererico I de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Federico II.

Un vietamita llamado Le Loi se rebeló contra la dominación china y fundó una nueva dinastía. Su revuelta se apoyó en
los campesinos, entre los que Le Loi distribuyó las tierras de los mandarines que habían gobernado el país en nombre de
China.

Japón pasaba momentos difíciles. Las epidemias y el hambre provocaron revueltas de campesinos, que formaron ligas p

JUANA DE ARCO
En 1428 la Guerra de los Cien Años cumplía noventa y un años, y estaba más o menos igualada. Después de varias
décadas dudando sobre quién era el verdadero Papa, ahora los franceses se encontraban ante el dilema de quién era el
verdadero rey: Carlos VII o Enrique II. Entre los que parecían no tenerlo claro estaba el propio Carlos VII, de caracter
vacilante hasta la exasperación y sin aptitudes políticas o militares de ninguna clase. Tenía ahora veinticinco años, y la
fortuna de estar rodeado de gente muy capaz, empezando por su suegra, Violante de Aragón, la hija del rey Juan I de
Aragón. Carlos VII disponía de un gobierno en Bourges y un parlamento en Poitiers, pero no tenía ni finanzas, ni un
ejército regular ni aliados poderosos, salvo el sentimiento patriótico popular.

En el bando inglés, el rey Enrique VI no podía hacer mucho a sus seis años de edad. Su tío, el duque Juan de Bedford,
veía cómo la alianza con Borgoña se le escapaba de las manos. Sus esfuerzos por complacer al duque Felipe III habían
tenido una consecuencia negativa: el duque se había dado cuenta de lo importante que era su amistad para los ingleses, y
comprendió que, si en un momento dado decidiera dar su apoyo a Carlos VII, el futuro de Enrique VI en Francia no sería
nada prometedor. Felipe III se había aliado a los ingleses por su rencor hacia los armañacs, que habían asesinado a su
padre, pero las intrigas del duque Humphrey de Gloucester le habían llevado a despreciar ambos bandos por igual, de
modo que Borgoña estaría simplemente de lado del vencedor. Mientras los ingleses ganaran batallas tendrían su apoyo,
pero si flaqueaban...

El duque Juan de Bedford comprendía bien la situación y sabía que sólo podía huir hacia delante. La derrota sufrida el
año anterior en Montargis no había sido grave desde un punto de vista puramente militar, pero si quería contar con el
apoyo de Borgoña debía demostrar que había sido un incidente aislado, y que conquistar toda Francia era sólo una cuestión
de tiempo. Y la mejor forma de demostrarlo era dejándose de preámbulos y tomando Orleans.

Seis mil hombres de refuerzo, conducidos por el conde Thomas de Salisbury, desembarcaron en Calais y marcharon al
sur para unirse a otros cuatro mil veteranos reunidos por Juan de Bedford. Con el conde de Salisbury llegaba John
Talbot, que había combatido en Gales, en Irlanda y también en Francia, y sus constantes victorias le habían valido el
sobrenombre de el Aquiles inglés. El 12 de octubre los ingleses empezaron a organizar el asedio a Orleans.
Por su parte, los habitantes de Orleans se prepararon para el asedio quemando los suburbios situados fuera de las murallas,
para que los ingleses no pudieran protegerse en las casas. Los ingleses llevaron cañones. No eran lo suficientemente
potentes como para resquebrajar las murallas, pero podían causar estragos entre los soldados enemigos. En Orleans
también tenían cañones, y el 27 de octubre uno de ellos disparó una bala que dio en plena cara al conde de Salisbury. (Se
cuenta que el cañón fue disparado por el hijo del artillero, mientras su padre almorzaba.) Al día siguiente, el Bastardo de
Orleans se abrió camino entre los sitiadores y entró en la ciudad con refuerzos. El conde de Salisbury murió el 3 de
noviembre y fue sucedido en el mando por William de la Pole, conde de Suffolk, que inmediatamente puso a sus
hombres a construir una cadena de puestos fortificados alrededor de la ciudad. Llegaba el invierno, y los franceses
volcaron sus esfuerzos en romper el cerco para proporcionar suministros a la ciudad, al tiempo que trataban de impedir
que los ingleses los recibieran.

Los armañacs estaban poniendo tantos recursos en la defensa de Orleans que la toma de la ciudad podría convertirse en
el golpe definitivo contra su causa. Sin embargo, pronto iban a descubrir que un aliado poderoso se había unido a sus
filas: Dios era armañac. En efecto, unos dieciséis años atrás había nacido en la aldea de Domrémy, en Lorena (que
entonces formaba parte del Sacro Imperio Romano), una muchacha llamada Jeanne Darc, elegida por Dios para salvar a
Francia de los ingleses (que, por lo visto, eran cristianos de segunda fila). Los historiadores franceses posteriores
imaginaron que Dios no podía haber elegido a una plebeya, así que cambiaron su apellido por D'Arc, que sonaba más
aristocrático, y por ello la joven en cuestión es conocida como Juana de Arco.

Desde hacía unos años, Juana oía las voces de san Miguel (el patrón de Francia), santa Catalina y santa Margarita, a las
que ella llamaba "sus voces", que le ordenaban en nombre de Dios partir hacia Francia para hacer que el Delfín Carlos
fuera coronado en Reims como rey de Francia, pero esto no sería posible si Orleans caía, así que el primer paso era liberar
Orleans. Juana se encontraba entonces en Vaucouleurs, a unos veinte kilómetros al norte de Domrémy, donde había un
puesto fortificado leal a Carlos VII. Se dirigió a su capitán, Robert de Baudricourt, y le explicó todo el asunto de Dios,
de sus voces, de su misión, etc. Éste, quizá impresionado, quizá acobardado, o quizá deseoso únicamente de librarse de
la joven, tenaz como ella sola, le proporcionó una montura y una pequeña escolta para que fuera a contarle todo eso
personalmente al rey, que a la sazón se encontraba en Chinon, a unos ciento cuarenta kilómetros al sudoeste de Orleans
y a cuatrocientos treinta kilómetros de Vaucouleurs. Salió en enero de 1429. La mayor parte del trayecto atravesaba
territorio en poder de los ingleses. Juana se vistió como un hombre para evitar los problemas habituales que podía tener
cualquier muchacha que se cruzara en el camino de unos soldados.

Poco después Sir John Fastolf salía de París custodiando una caravana de carretas con suministros para el ejército que
asediaba Orleans, y el 12 de febrero una columna francesa trató de interceptarla. Tan pronto como Falstof tuvo noticia de
la proximidad del ejército francés dispuso las carretas a modo de barricadas y emplazó oportunamente a sus arqueros
ingleses y a sus ballesteros franceses (borgoñones). Durante el enfrentamiento, muchos barriles de arenques reventaron y
esparcieron su carga por todo el campo, por lo que el encuentro fue recordado como la batalla de los arenques. La moral
francesa quedó por los suelos y los armañacs no se atrevieron a enviar más refuerzos. Orleans fue dejada a su propia
suerte.

Juana de Arco llegó a Chinon el 24 de febrero y, ya en marzo, mantuvo una entrevista en privado con Carlos VII en la
que se ganó su confianza revelándole un "secreto" muy importante. Nadie sabe con seguridad qué secreto fue ése, aunque
la conjetura más votada es que le aseguró (en nombre de Dios) que, pese a lo que su madre había dicho en Troyes, era
hijo de su padre.

Entonces Juana envió una carta a Enrique II, a Juan de Bedford y a sus lugartenientes conminándolos a levantar el sitio
de Orleans y a ceder al rey Carlos la corona de Francia en nombre del Rey del Cielo. Juana pidió a Carlos VII que la
enviara a Orleans al frente de un ejército, pero los consejeros del rey le advirtieron de un peligro: Juana podía ser una
enviada de Dios, pero también una bruja enviada por el diablo para la perdición de Francia. Antes tomar ninguna decisión,
convenía que una comisión eclesiástica examinara el caso y decidiera si Juana era o no digna de confianza.

Dadas sus pocas luces, es muy probable que Carlos VII se tomara en serio este riesgo, pero no es creíble que sus asesores
recelasen realmente del maligno. La situación era muy simple: si enviaban una lunática a Orleans y se producía un
descalabro (posibilidad nada descartable, con lunática o sin ella), eso no sería una mera derrota más que apuntar en una
larga lista, sino que Carlos VII habría hecho el ridículo, y el esperpéntico envío de Juana se vería como fruto de la más
extrema desesperación. La causa de Carlos VII estaría acabada irremisiblemente. Además, los soldados de Carlos VII no
eran Carlos VII, y cabía la posibilidad de que acogiesen a Juana con algo más de escepticismo. Hacer que Juana pasara
por un tribunal de teólogos resolvía todos los problemas: si el tribunal decidía que Juana era una bruja, o simplemente
que estaba loca, se la podía quemar o se la podía mandar a su casa como si no hubiera pasado nada; pero si el tribunal
decidía que era una enviada de Dios, entonces se la podía mandar a Orleans avalada por prestigiosos teólogos, no por un
rey de pacotilla. Así Carlos VII podría mantener la cabeza bien alta y achacar lo que sucediera a la voluntad de Dios.
Recibir a una enviada de Dios avalada por teólogos, como mínimo, levantaría la moral de los soldados.

Así pues, eruditos teólogos examinaron a Juana en Poitiers durante tres semanas. La chica afirmó sin vacilar la realidad
de sus visiones y tuvo la prudencia de no pronunciarse sobre las sutilezas que iban más allá de sus rudimentarios
conocimientos religiosos, de modo que los sabios no pudieron hallar en ella ningún signo de herejía o de doctrina
diabólica. El veredicto fue que Juana era una enviada de Dios. Inmediatamente fue enviada a Orleans con tres mil soldados
dirigidos por el duque Juan de Alençon, que había dirigido a las tropas francesas en la batalla de Verneuil y a causa de
ello había permanecido un tiempo prisionero de los ingleses. El 29 de abril rompieron el cerco y entraron en Orleans.

La facilidad con la que los franceses rompían el cerco mostraba las dificultades que tenían los ingleses para cubrir todo
el perímetro de la ciudad. Los ingleses formaban una delgada línea dispersa, y los sucesivos refuerzos que había ido
recibiendo la ciudad hacían que ahora hubiera más soldados franceses concentrados dentro que soldados ingleses
dispersos fuera. Los franceses disponían además de buenos generales, como Juan de Orleans, y estaban mejor situados:
si lanzaban un ataque, tenían tiempo para ir derrotando a los ingleses a medida que trataban de reunirse en el punto elegido
para el ataque. Lo único que les faltaba a los franceses era convencerse de que los ingleses no eran invencibles. Y,
ciertamente, un toque divino era una buena forma de conseguirlo. La convicción de Juana infundía muchos ánimos:
apensas llegó a Orleans envió un mensaje a los ingleses en el que les decía cosas como "Devolved a la doncella enviada
aquí las llaves de las ciudades que habéis tomado y violado en Francia". Además pronto corrieron rumores que
confirmaban sus dones sobrenaturales. Por ejemplo, se dijo que cuando fue recibida por Carlos VII, éste permaneció en
segundo plano, pero Juana, a pesar de que no lo había visto nunca, lo reconoció entre los cortesanos.

El Bastardo de Orleans pudo comprobar cómo la llegada de Juana había levantado los ánimos de sus hombres, así que la
mañana del 4 de mayo lanzó un ataque contra las guarniciones inglesas situadas al este de la ciudad. No se molestó en
comunicárselo a Juana (ni Dios tampoco), pero cuando la despertó el alboroto, la muchacha corrió a la muralla oriental,
y su aparición alentó aún más a los franceses, que lucharon ferozmente e hicieron retroceder a los ingleses. Desde ese día
fueron los ingleses quienes se plantearon si Juana podía ser una enviada de Dios o del diablo, pero a ellos les daba igual
cuál de las dos opciones era la correcta, ambas posibilidades eran para echarse a temblar. En otro enfrentamiento Juana
fue alcanzada por una flecha y los ingleses prorrumpieron en vítores, pero la herida era leve y Juana no tardó en reaparecer
en las almenas, con lo que los ingleses empezaron a pensar que era invulnerable.

El 8 de mayo los ingleses se alejaron de Orleans, abandonando sus fortificaciones, su artillería, sus muertos y sus heridos.
Juana propuso entonces marchar sobre Reims para que pudiera llevarse a cabo la ceremonia de coronación de Carlos VII,
pero los generales no lo consideraron prudente. Para ello tendrían que enfrentarse abiertamente a los ingleses. Una cosa
era levantar un sitio y otra derrotar a un ejército inglés en formación. Lo primero lo habían hecho ya en otras ocasiones,
lo segundo no lo habían conseguido nunca hasta entonces. Tras algunas vacilaciones, en junio los franceses empezaron a
perseguir ingleses. Los dirigía Etienne de Vignolles, más conocido como el mariscal La Hire, que se había convertido
en compañero inseparable de Juana de Arco. El 19 de junio los dos ejércitos se encontraron en Patay, a unos veinticinco
kilómetros de Orleans (los ingleses no se habían alejado mucho). En realidad no fue un combate como los anteriores,
porque los ingleses fueron cogidos por sorpresa. No tuvieron oportunidad de disponer sus ejércitos o de proteger a sus
arqueros con estacas, según su costumbre. Falstof observó que los franceses les superaban en número y aconsejó una
retirada. Si huían, podrían recibir refuerzos y organizar adecuadamente el contraataque, pero Talbot no quiso oír hablar
de retirada. Ahora eran los ingleses los que se dejaban llevar por la fanfarronería, pues tantas victorias pasadas los habían
convencido de que unos pocos ingleses podían derrotar sin dificultad a un ejército francés superior en número. No fue
así. Mientras Falstof y Talbot discutían, los franceses atacaron, y al final del día unos dos mil ingleses yacían en el campo
de batalla. Falstof logró retirar el resto de su ejército, pero Talbot fue tomado prisionero. (Los historiadores ingleses
presentaron a Talbot como un valiente y a Falstof como un cobarde, y es que la insensatez y la sensatez se confunden a
menudo con la valentía y la cobardía.)

Los consejeros del rey consideraron que era el momento de apoderarse de París, que desde un punto de vista estrictamente
militar era, sin duda, lo más adecuado; pero Juana insistió en que había que tomar Reims para que Carlos VII pudiera ser
coronado. Quizá en la cabeza de Juana esto fuera el fruto de unas convicciones tontas sobre las tradiciones francesas, pero
lo cierto es que esas mismas convicciones tontas estaban en las cabezas de miles de franceses, por lo que en realidad
Juana tenía razón, y tomar Reims era el mejor golpe psicológico que podía darse en aquel momento. El 29 de junio, el
ejército francés, con Juana de Arco a la cabeza, emprendió una larga marcha hacia Reims, atravesando zonas teóricamente
bajo dominio angloborgoñón, pero lo cierto es que por donde pasaban sólo encontraban aclamaciones. Muchos lugareños
se unieron al ejército como si fuera una peregrinación o una cruzada. Las guarniciones inglesas de las ciudades que
atravesaron no se atrevieron a oponerse a la multitud y no hicieron nada.

El 10 de julio el ejército francés llegó a Troyes, teóricamente un baluarte borgoñón, pero cuando los franceses exigieron
su rendición la obtuvieron al instante sin necesidad de luchar. Otras ciudades se rindieron a su paso, y cada rendición
aumentaba la aureola de Juana de Arco y hacía más fácil la siguiente.

El 16 de julio Carlos VII y Juana de Arco entraron en Reims, también sin lucha, y el 17 de julio tuvo lugar la ceremonia
de coronación. Hasta ese momento, Juana se había dirigido siempre a Carlos VII con el título de Delfín, pero ahora se
arrodilló ante él y lo llamó rey por vez primera.

A continuación Juana propuso atacar París, pero los consejeros del rey se opusieron a ello. Lo sucedido en los últimos
meses era algo increíble, resultaba tentador calificarlo de milagroso, pero una cosa era aprovechar los milagros y otra
muy distinta confiar en ellos. Había llegado el momento de obrar con prudencia, y ahora la prudencia apuntaba hacia el
duque de Borgoña. Una diplomacia adecuada podía hacer que rompiera su alianza con los ingleses y eso sería el golpe
definitivo contra Inglaterra. Pero Juana era ingobernable: ella quería tomar París y no dejó de incordiar a unos y otros
tratando de que le hicieran caso. Durante un mes, el ejército francés fue recorriendo el territorio entre Reims y París
librando algunas escaramuzas, pero sólo a finales de agosto pudo Juana, cada vez más aislada, promover una acción contra
París gracias a los armañacs más extremistas.

Por aquel entonces los ingleses se habían reorganizado y París reforzaba sus murallas. El 8 de septiembre empezó el
ataque, pero los oficiales no estaban dispuestos a sufrir una derrota importante, los franceses actuaron con desgana y tras
unas pocas escaramuzas en las que Juana fue herida en el muslo, se retiraron el 9 de septiembre. No se trató de una derrota
importante, pero nadie dejó de observar que Juana iba a la cabeza del ejército y, a pesar de todo, no habían ganado. Desde
el principio, Juana había hablado únicamente de la coronación de Carlos VII. Tal vez ahora que Carlos VII ya había sido
coronado, la misión de Juana había terminado. Desde luego, Juana no lo veía así, y sus obstinadas peticiones de lucha y
más lucha resultaban cada vez más y más molestas. Con la excusa de que llegaba el invierno, los franceses se negaron a
librar ninguna nueva batalla, y Juana tuvo que estar de brazos cruzados por unos meses, muy a su pesar.

Mientras tanto, el Papa de Peñíscola, Clemente VIII se había sometido a Martín V y recibió el obispado de Mallorca. Así
se zanjó definitivamente el Gran Cisma de Occidente.

En Castilla acababa de cumplir dieciocho años un tercer infante de Aragón, Pedro, hermano de los reyes Alfonso V de
Aragón y Juan II de Navarra, así como del infante Enrique. Por otra parte, Álvaro de Luna se había congraciado con el
rey Juan II de Castilla, y logró que las posesiones castellanas de Pedro fueran confiscadas. Los infantes apelaron a Alfonso
V, que declaró la guerra a Castilla.

El poeta Andreu Febrer tradujo en verso al catalán la Divina Comedia.

Ese año murieron:

 El rey Muhammad VIII de Granada y su rival Muhammad IX quedó definitivamente asentado en el trono.
 El almirante de Castilla, Alfonso Enríquez, que fue sucedido por su hijo Fadrique.
 El emperador Alejo IV de Trebisonda, asesinado por su hijo y sucesor Juan IV Comneno.
 El matemático Al-Kashi. Dejó inacabado su Tratado sobre la cuerda y el seno, que fue completado por Qadi Zada.
 Un florentino llamado Giovanni di Bicci, que había desarrollado un banco familiar con filiales en Roma, Venecia
y Nápoles. Dejó dos hijos, que son conocidos con el nombre de su familia: Cosme y Lorenzo de Médicis. El
primero, que tenía ya cuarenta años, se dedicó a consolidar el negocio familiar.

La embajada en Portugal del miniaturista Jan van Eyck concluyó exitosamente con el matrimonio, celebrado en 1430, del
duque Felipe III de Borgoña e Isabel, hija del rey Juan I. Entonces van Eyck se instaló en Brujas, donde compaginó sus
obligaciones como funcionario de la corte con su afición a la pintura. Se le ha atribuido la invención de la pintura al
óleo, lo cual no es estrictamente cierto, pues esta técnica se usaba desde hacía más de un siglo, pero sí es verdad que los
óleos de van Eyck presentan unas características técnicas innovadoras. Sus pastas incorporaban diversos secativos,
disolventes, barnices y otras sustancias modificadoras de la viscosidad, la transparencia y la velocidad de secado, y se
aplicaban por capas, dejando secar cada capa antes de aplicar la siguiente, y el resultado era de una calidad extraordinaria,
que además ha demostrado resistir muy bien el paso del tiempo.

Ese año murió sin descendencia el duque Felipe de Brabante y Limburgo, y sus ducados pasaron a su primo, el duque
Felipe III de Borgoña. Los dominios de Felipe III formaban dos grandes bloques, separados por los ducados de
Luxemburgo y Lorena y por una franja de territorio francés, alrededor de Reims, que los ingleses habían abandonado el
año anterior sin que los armañacs hubieran llegado a asentarse firmemente en ella. Al contrario, al llegar el invierno, las
tropas francesas se habían replegado al sur del Loira, y los territorios al este de París se habían convertido en una especie
de tierra de nadie. En marzo envió tropas para ocuparlos. Al principio avanzó con cautela hasta ocupar un amplio pasillo
de norte a sur, pero, como no encontró ninguna resistencia, empezó a extenderlo hacia el este.

Entonces volvió a la carga Juana de Arco, que entró en la ciudad de Compiègne cuando Felipe III se disponía a asediarla.
Por el camino logró animar a algunas ciudades a que resistieran contra las tropas borgoñonas, pero otras le cerraron sus
puertas. Juana trató de repetir su éxito de Orleans, y el 23 de mayo dirigió dos salidas contra los borgoñones, pero los
milagros se habían acabado: fue arrojada del caballo y capturada. Desde ese momento, los ingleses empezaron a presionar
a Felipe III para que se la entregara.

La guerra entre Castilla y Aragón se decantaba en favor de Castilla. El conde Fadrique de Luna se declaró rebelde al rey
Alfonso V de Aragón y se expatrió a Castilla, donde se hizo súbdito de Juan II. El rey aragonés aceptó una tregua que le
ofreció Álvaro de Luna (la tregua de Majano), por la que los infantes de Aragón eran expulsados de Castilla. Juan (el rey
Juan II de Navarra) marchó a Navarra, pero su hermano Pedro no aceptó los términos del acuerdo, y se mantuvo en
rebeldía en Extremadura junto a su hermano Enrique. Leonor de Alburquerque, la madre de los infantes y de Alfonso V,
fue encarcelada en el monasterio de las clarisas de Tordesillas por complicidad con la rebelión de Pedro. Álvaro de Luna
se apropió de sus tierras, al igual que las que Enrique regentaba en calidad de maestre de la Orden de Santiago.

El husita Prokov el Grande seguía invencible. En los últimos años había dirigido incursiones a Hungría y a diversas
regiones del Sacro Imperio Romano.
Un mongol llamado Hayyi Girai fundó el kanato de Crimea, desmembrando este territorio de la Horda de Oro. Contó
para ello con la protección de Vytautas, el duque de Lituania, que le consiguió a su vez la ayuda de Polonia. Vytautas
murió poco después, y fue sucedido por su hermano Segismundo.

El principado de Morea, que llevaba ya un tiempo sumido en la anarquía, sucumbió ante el despotado de Mistra, de modo
que todo el Peloponeso pasó a ser bizantino. Para ser más exactos, el Peloponeso era el único territorio que le quedaba al
Imperio Bizantino fuera de su capital. Mientras tanto, los turcos tomaban la ciudad de Tesalónica, que los venecianos
habían comprado nueve años antes a los bizantinos.

El sultán mameluco Barsbai inició una política agresiva. Envió una expedición contra Chipre con la que logró capturar al
rey Jano, al que exhibió cargado de cadenas por las calles de El Cairo y no lo liberó hasta que no recibió un cuantioso
rescate.

Finalmente, el 3 de enero de 1431, Juana de Arco fue vendida a los ingleses por el duque Felipe III de Borgoña. Quedó
bajo la custodia del conde Ricardo de Warwick, y en febrero se le abrió un proceso en Ruan, la capital de Normandía.
El tribunal lo presidía el obispo Cauchon, hombre de confianza del duque Juan de Bedford, cuya misión era sencilla: o
bien lograba que Juana abjurara de sus presuntas visiones (por las que Dios reconocía a Carlos VII como legítimo rey de
Francia), o bien lograba que el tribunal la condenara a la hoguera como bruja o hereje. Los teólogos de la universidad de
París, celosos de los que habían examinado a Juana en Poitiers, desacreditaron su dictamen. Juana fue sometida a un
interrogatorio tras otro, en los que se defendió con gran sensatez y presencia de ánimo. Se conservan las actas del proceso.
Merece la pena citar algunos pasajes:

- ¿Estáis en estado de gracia?


- Si no lo estoy, que Dios me lo dé, y si lo estoy, que Dios me lo conserve.
- ¿Odia Dios a los ingleses?
- Del odio o del amor que tiene Dios por los ingleses nada sé, pero sé que serán expulsados de Francia, excepto los que aquí mueran.
- ¿Qué preferiríais, vuestro estandarte o vuestra espada?
- Preferiría mucho más, cuarenta veces más, mi estandarte que mi espada [...] Yo misma llevaba el estandarte cuando atacábamos al enemigo, a
fin de no matar a nadie. Yo nunca he matado a nadie.
Pronto se la sumió en un laberinto de sutiles cuestiones teológicas (léase sinsentidos) hasta que, unos cuatro meses
después, por agotamiento, se logró que firmara una abjuración redactada en términos lo suficientemente capciosos como
para que ella no entendiera realmente lo que estaba firmando. Sólo al día siguiente, por las reacciones, comprendió lo que
había firmado y se retractó. El 30 de mayo santa Juana de Arco fue quemada en la hoguera acusada de hereje, relapsa,
apóstata e idólatra. Entre las llamas, gritaba la autenticidad de su misión. El último grito que oyó la muchedumbre
fue "Jesús". Sus cenizas fueron arrojadas al Sena.

Sin embargo, como la propia Juana había profetizado, sería mucho más peligrosa para los ingleses muerta que viva. En
efecto, la intención del duque de Bedford había sido demostrar que Juana era una hereje farsante y desmoralizar así a los
franceses, pero el hecho de que Juana hubiera preferido morir antes que abjurar les convenció de que era una santa muerta
en el martirio. Más bien fueron los ingleses los que empezaron a preocuparse por si iban a sufrir la cólera divina por haber
quemado a una santa. En suma, el martirio de Juana de Arco fue un ejemplo más de una de esas lecciones que enseña la
historia y que pocos aprenden: crear mártires, además de malo, es contraproducente.

También hay que mencionar la pasividad del rey Carlos VII, que, pese a todo lo que le debía, no se ofreció a pagar un
rescate por Juana, o a pedir clemencia, o a apelar al Papa, ni nada de nada. Si éste era el rey que Dios quería para Francia,
tal vez, después de todo, Dios no fuera armañac.

Mientras tanto había muerto el Papa Martín V, que fue sucedido por el cardenal Gabriele Condulmer, un monje agustino,
sobrino del papa Gregorio XII, que adoptó el nombre de Eugenio IV. Unas semanas antes de que Juana de Arco muriera
en la hoguera inauguró un concilio en Basilea, con el fin de continuar el proceso de reforma de la Iglesia iniciado en el
concilio de Constanza y de abordar el problema de la herejía husita. Prokop el Grande había sufrido una derrota
en Domazlice y el cardenal Cesarini inició una cruzada que llevó a los husitas moderados, cansados de la guerra, a
distanciarse de Prokop y depositar sus esperanzas en que el concilio de Basilea zanjara la querella. Una de las
reivindicaciones de los husitas moderados era la comunión bajo las dos especies o el uso del cáliz por los laicos, es decir,
que los laicos no sólo recibieran en la comunión el pan, sino también el vino. Por ello eran llamados calixtinos (de cáliz)
o utraquistas (del latín "ambas cosas").
Los turcos amenazaban Albania, que se organizó bajo el liderazgo de Jorge Castriota, un joven de veintiséis años que
cuyo padre lo había entregado como rehén al sultán Murat II hacía casí una década y había sido educado en el islam. Por
sus dotes, los turcos lo llamaban Iskander bey (el príncipe Alejandro, en alusión a Alejandro Magno), nombre que los
cristianos corrompieron en Scanderbeg. Ahora abrazó de nuevo el cristianismo y encabezó la resistencia albanesa frente
a los turcos.

Entonces sucedió algo que cambió los planes del Papa: El 24 de noviembre, el emperador bizantino Juan VIII, procupado
por la amenaza otomana, dejó el Imperio en manos de su hermano Constantino y zarpó hacia Italia. Se entrevistó
en Ferrara con una delegación pontificia, a la que propuso negociar la unión de las Iglesias Católica y Otodoxa a cambio
de ayuda occidental para la defensa de Constantinopla. Sin duda, era un tema para abordar en el concilio, pero el
emperador exigía tratarlo en Italia, así que en diciembre Eugenio IV trató de trasladar el concilio a Bolonia. Para su
sorpresa, ante los progresos que se estaban realizando en el problema de los husitas, el concilio se negó a obedecer y se
mantuvo en Basilea. Se reabrió así de nuevo la cuestión de si el Papa era superior al concilio o viceversa.

El 17 de diciembre, el rey Enrique VI de Inglaterra fue coronado como Enrique II de Francia. Obviamente era un intento
de invertir el desprestigio que cubría a los ingleses desde las victorias de Juana de Arco (entre las cuales podemos contar
su martirio), pero se hizo tarde y mal. En lugar de haber sido coronado en su día en Reims, según la tradición francesa,
Enrique tuvo que ser coronado en París, pues Reims ya no estaba bajo el dominio inglés. Esto hizo que la mayor parte de
Francia viera el acto como lo que realmente era: propaganda mal hecha. De los dos reyes de Francia, Carlos VII era el
único auténticamente coronado. Además, en la ceremonia apenas se dio participación a los franceses, y no hubiera estado
de más acompañarla de algunas medidas populares, como una bajada de impuestos o una liberación de presos. Por otra
parte, el joven Enrique, que tenía entonces diez años, no era un chico muy despierto y, por pobre que fuera la imagen de
Carlos VII, la imagen de su rival no era una alternativa seria.

EL RENACIMIENTO
El interés por los clásicos griegos y latinos se habia convertido en una pasión en el incipiente círculo intelectual italiano.
Un florentino llamado Gianfrancesco Bracciolini, más conocido como Poggio, se dedicaba desde hacía tiempo a la caza
y captura de manuscritos. Su primer descubrimiento fue el De rerum natura, de Lucrecio, catorce años atrás. En una carta
explica cómo descubrió un manuscrito de Quintiliano en la abadía de San Gall, en Suiza:

El monasterio de San Gall queda a unas veinte millas de distancia de la ciudad. Fui allí en parte para distraerme, en
parte para ver si había libros. En la biblioteca, llena de polvo y suciedad, encontré el texto de Quintiliano entero y en
buen estado. Los libros estaban en la sala baja de una torre oscura y húmeda que debió de haber servido de cárcel en la
Edad media. [...] Magnífico, pulcro, elegante y urbano, Quintiliano no podría haber resistido mucho más tiempo la
prisión en que le habían encerrado, ni la salvaje injuria de sus carceleros, ni la bajeza del lugar.

Poggio copió el manuscrito en treinta y dos días, y luego se lo envió al canciller florentino Leonardo Bruni, que le dio las
gracias en una carta en la que se leen párrafos como éste:

Como Camilo fue llamado el segundo fundador de Roma, vos podéis recibir el título de segundo autor de estos libros que
habéis descubierto. Gracias a vos, tenemos ahora a Quintiliano completo; antes poseíamos sólo la mitad del texto, y aun
corrompido y defectuoso. ¡Oh, preciosa adquisición!

Un florentino llamado Palla Strozzi es considerado el primer mecenas italiano. Por esta época tenía ya casi sesenta años
y protegía a un grupo de estudiosos, uno de los cuales dice de él:

[...] Envió a buscar a Grecia infinidad de volúmenes que antes no teníamos. A él debemos que se haya salvado la
Cosmografía de Ptolomeo, con el mapa o pintura que lo ilustraba. Asimismo nos procuró las Vidas completas de
Plutarco, y una copia íntegra de Platón. La Política de Aristóteles no se encontraba en Italia hasta que Palla Strozzi la
envió a buscar. [...] Apasionadísimo por los libros, micer Palla mantenía copistas en su casa, y con ellos fundó la más
notable librería en Santa Trinidad, que estaba en el centro de Florencia y era accesible a todo el mundo.
Uno de los protegidos por Palla Strozzi era Francesco Filelfo, que, después de fracasar en su intento de vender sus
manuscritos griegos en Venecia y en Bolonia, consiguió venderlos en Florencia, pero poco después se peleó con Poggio
y abandonó la ciudad. Llevó una vida errante por Italia, enseñando latín y griego.
Otro florentino, llamado Niccoló de Niccoli, llegó a reunir unos ochocientos libros, probablemente la mayor biblioteca
particular del siglo XV. Entre ellos estaba un libro con siete tragedias de Sófocles y seis de Esquilo. Quiso vivir como
un antiguo. Vestía una túnica púrpura y comía en platos y vasos antiguos. Su afán por propagar el conocimiento de los
clásicos era tal que cuando murió se averiguó que tenía prestados más de doscientos volúmenes de su biblioteca. Sus
manuscritos fueron comprados por Cosme de Médicis, y constituyeron el núcleo inicial de su biblioteca. Estos
manuscritos fueron catalogados por Tommaso Parentucelli, que había sido maestro de los hijos de Palla Strozzi. Al
catálogo, Parentucelli añadió los títulos que hubiera deseado adquirir para completar la colección, y esta lista sirvió de
referencia para formar futuras bibliotecas.

Hacía ya un tiempo que un joven romano llamado Lorenzo Valla daba clases de filosofía y filología en Pavía.
En 1431, a la edad de veinticuatro años, escribió De uoluptate, un tratado en el que demostraba que el cristianismo
concuerda con las aspiraciones más profundas de la naturaleza humana.

Hay que destacar la mención que Poggio hace en su carta a la Edad Media. Fue por esta época cuando empezó a
distinguirse entre la Edad Antigua, en la que floreció la cultura grecorromana; la Edad Media, el paréntesis oscuro en el
que la barbarie extinguió la cultura; y la Edad Moderna, en la que la cultura antigua estaba siendo rescatada y continuada.
A pesar de que Poggio la dé por terminada, los historiadores consideran más adecuado incluir en la Edad Media algunas
décadas más, pues la explosión cultural que se estaba produciendo en Italia es sólo uno de los rasgos que distinguirán la
Edad Moderna del periodo medieval (entendiendo, por supuesto, que esta división sólo es aplicable a la historia de
Occidente), y las otras transformaciones de corte político, económico, social, etc. todavía estaban por llegar o por
consolidarse plenamente. La revolución artística y cultural que estaba viviendo Italia es conocida como el Renacimiento
italiano, expresión acuñada también en la época y que podemos convenir que empieza con el siglo o, si queremos ser más
precisos, con las primeras obras de Brunelleschi y Donatello. Más amplio es el concepto de humanismo, que describe el
interés naciente por todo lo humano (la filosofía, las lenguas clásicas, el arte, la literatura romántica, etc.) por oposición
a la estrechez intelectual de la Edad Media, que hacía de la teología la única disciplina digna de estudio, y que convertía
en hereje potencial a cualquiera que se dejara llevar demasiado por los autores paganos. El humanismo se inició en Italia
en el siglo precedente, en el periodo conocido como el trecento italiano, y sus figuras más destacadas son, por supuesto,
las de Dante, Petrarca y Bocaccio.

Por esta época, Donatello y Michelozzo realizaron un viaje a Roma (el segundo para Donatello). Si Brunelleschi y
Donatello habían sentado las bases de la arquitectura y la escultura renacentistas creando un estilo bien diferenciado del
gótico, la evolución en la pintura iniciada por Masaccio fue más vacilante. El pintor italiano más famoso de la época
conservaba en sus obras las características esenciales de la pintura gótica. Se llamaba Guido di Pietro, y tenía ahora unos
treinta años; cuando ocho años atrás ingresó en el convento de San Domenico de Fiesole cambió su nombre por Fra
Giovanni da Fiesole, aunque su fama de pintar como los ángeles le valió el sobrenombre de Fra Angélico. Sus primeras
obras son muy conservadoras (plenamente góticas), pero su estilo experimentó pronto una evolución, tal vez como
consecuencia de su contacto con Zanobi Strozzi, un destacado miniaturista llegado al convento de Fiesole el año anterior.
Su pintura conservó las características del gótico (figuras planas, predominio del dibujo sobre el color, personajes rígidos
en poses artificiales, etc.), pero Fra Angélico supo aprovechar al máximo sus posibilidades expresivas. Ahora trabajaba
en una de sus obras más conocidas: La anunciación. En ella se aprecian algunos elementos "modernos", como los detalles
arquitectónicos y del paisaje, aunque la perspectiva es más bien defectuosa.

Entre tanto, Netzahualcóyotl, el hijo del rey tepaneca Ixtlilxóchitl, que había sido expulsado de Texcoco por el rey
chichimeca Tezozómoc hacía más de una década, se había aliado con los aztecas y otros tributarios de su padre, con ayuda
de los cuales logró entrar de nuevo en Texcoco. Se formó entonces la llamada cuádruple alianza entre las ciudades de
Texcoco, Tenochtitlan, Cuautitlán y Huetxotzinco contra Maxtla, el rey chichimeca.

Los siameses de Ayuthia se apoderaron de Angkor, la saquearon y se llevaron prisioneros a sus habitantes.

En Valaquia, tras años de luchas y de alternancia en el poder, el príncipe Dan II se había impuesto cuatro años atrás a su
rival Radu II. Ahora moría y era sucedido por Alejandro I.
El emperador Segismundo, viendo cada vez más debilitada su autoridad sobre los príncipes alemanes, marchó a Milán,
donde fue coronado como rey de Italia, y luego empezó a entablar conversaciones con el Papa Eugenio IV para ser
coronado como emperador en Roma.

Álvaro de Luna dominaba ahora Castilla, y para conseguir algo de prestigio decidió atacar al reino de Granada, donde
obtuvo la victoria de La Higueruela.

El duque Luis III de Anjou y de Calabria se casó con Margarita, hija del duque Amadeo VIII de Saboya.

Ese año murió el duque Carlos I de Lorena, cuya heredera era su hija Isabel, pero el duque Felipe III de Borgoña apoyó
a un candidato rival, Antonio de Vaudémont, que derrotó en Bulgnéville a Renato de Anjou, el marido de Isabel, y lo
envió prisionero a la corte de Felipe III. Fue liberado en 1432, tras dejar como rehenes a sus hijos Juan y Luis.

El vóivoda Alejandro I de Moldavia se había declarado vasallo de Polonia, pero ahora se había unido a los lituanos para
atacarla. El rey Ladislao II reaccionó y Alejandro I fue derrotado y muerto. Sus hijos se declararon vasallos de Ladislao
II y empezaron a luchar entre sí por el gobierno de Moldavia.

Un cardenal italiano llamado Nicola Albergati había estado en Flandes en misión diplomática el año anterior, y allí, el
pintor Jan van Eyck hizo un esbozo de su retrato, que ahora convertía en una pintura al óleo, tal vez el primer retrato
de "calidad fotográfica" del que tenemos constancia. El esbozo preliminar lleva notas escritas por el pintor con
observaciones sobre el color que debería tener la versión final: die nase sanguynachtich (la nariz algo sanguínea), die
lippen zeer witachtich (los labios muy blanquecinos), etc.

Ese año van Eyck terminó también la que quizá sea su obra más ambiciosa: el retablo del Cordero Místico, en la catedral
de San Bavón, articulado en veinte tablas de roble, ocho de las cuales (las de las alas) están pintadas por ambas caras.
Desplegado mide 3.50 x 4.61 metros, algo insólito en el arte flamenco, dado a las miniaturas. Una inscripción afirma que
el retablo fue iniciado por Hubert van Eyck, pintor no superado por nadie, y terminado por Jan, segundo en el arte. Poco
se sabe de este hermano de Jan van Eyck, que había muerto seis años atrás. No existe ninguna pintura que se le pueda
atribuir con seguridad. Las imágenes del retablo, siguiendo un complejo programa, probablemente trazado por un erudito
teólogo, recorren un amplio abanico de motivos, y todas ellas se caracterizan por un meticuloso realismo, donde la vista
no detecta el menor toque del pincel. El único defecto que puede señalarse es que van Eyck no domina la perspectiva, y
así, por ejemplo, en la escena de la anunciación, cabe esperar que cuando el ángel se vaya y la virgen se incorpore (en la
escena está de rodillas), tendrá que salir de la habitación encorvada para no romper el techo.

También tiene esta fecha su óleo Hombre con tocado verde, que tal vez sea Gilles Binchois, que servía al duque Felipe
III de Borgoña, y era uno de los compositores más famosos de la época, junto con otro borgoñón, de su misma edad
(treinta y pocos años), llamado Guillaume Dufay. Éste vivía en Roma, donde disfrutaba del cargo de chantre de la capilla
pontificia. Sus obras se basan en la técnica del contrapunto, que se convirtió en uno de los pilares de la música
renacentista.

La pintura de van Eyck dista de la pintura gótica mucho más que la de cualquier pintor italiano del momento, por lo que
se habla de un renacimiento flamenco, paralelo al italiano. Otra figura destacada de este movimiento artístico es la
de Robert Campin, artista algo más de veinte años mayor de van Eyck, del que no se conserva ninguna obra, salvo que
sea correcta la conjetura que lo identifica con el maestro de Flémalle, autor de varios óleos innovadores, aunque sin
alcanzar la calidad de van Eyck. En su Anunciación, por ejemplo, los defectos de perspectiva son mucho más ostensibles.
Un discípulo de Campin llamado Rogier van der Weyden, coetáneo de van Eyck, ingresó ese año en el gremio de
pintores.

En Rímini murió Galeotto Roberto Malatesta, que fue sucedido por su hermano de quince años Sigismondo Pandolfo.

También murió el rey Jano de Chipre, que fue sucedido por su hijo Juan II.

Los marinos portugueses estaban explorando el océano atlántico en busca de nuevas tierras. Una expedición dirigida
por Gonçalvo Velho Cabral llegó a unas islas situadas a unos mil quinientos kilómetros de la costa portuguesa, más o
menos a la altura de Lisboa, que al parecer figuraban en algunos mapas italianos. Las bautizó como las
islas Azores, (halcones) por la abundancia de estas aves.
La guerra entre Castilla y Granada terminó cuando Álvaro de Luna depuso al rey Muhammad IX y lo sustituyó por un
pariente llamado Yúsuf IV, nieto del rey Muhammad VI. No obstante, el nuevo rey murió a los seis meses, y Muhammad
IX recuperó el trono.

La rebeldía de los infantes de Aragón Pedro y Enrique terminó cuando el primero fue capturado en octubre por el duque
Pedro de Coimbra, que firmó con Juan II el tratado de Ciudad Rodrigo. Enrique se unió entonces a una expedición a
Italia organizada por su hermano, el rey Alfonso V de Aragón, al que la reina Juana II de Nápoles había vuelto a nombrar
heredero tras enfadarse con el duque Luis III de Anjou. El rey Juan II de Navarra también marchó con sus hermanos. Sin
embargo, cuando Alfonso V llega a Nápoles, ya en 1433, se encuentra con que la reina Juana se había congraciado con
Luis III y lo había vuelto a nombrar heredero. Alfonso V marchó entonces a Sicilia, desde donde se mantuvo a la
expectativa de la política napolitana. Allí se reunió con su hermano Pedro, que fue liberado después de entregar al rey
Juan II de Castilla las fortalezas rebeldes que le eran fieles. Alfonso V lo nombró virrey de Sicilia. Los turcos atacaron la
isla de Rodas, y la flota aragonesa colaboró en su defensa. La isla estaba en manos de los hospitalarios, y el gran maestre
de la orden en aquel momento era el catalán Antón Fluvià.

El emperador Segismundo confirmó a Juan Francisco Gonzaga el título de marqués de Mantua que Venceslao IV le había
concedido a su padre.

Jan van Eyck terminó su retrato El hombre del turbante, que, por primera vez en la historia de la pintura, aparece mirando
directamente al espectador. No es descabellada la hipótesis de que se trate de un autorretrato.

Enrique de Villena escribió el Arte de trovar, en el que introduce en castellano las técnicas y procedimientos poéticos de
los provenzales.

Ese año murió en prisión el conde de Urgel Jaime II el Desventurado.

También murió el rey Juan I de Portugal, que fue sucedido por su hijo Duarte. Por esta época, las islas Madeira contaban
ya con una colonia portuguesa de unos ochocientos habitantes, y producía cada año una cosecha de unos quinientos
quintales de caña de azúcar, cultivo importado de Sicilia, que resultó ser mucho más productivo en el clima de Madeira.
La cuádruple alianza acabó con el rey Maxtla, y con él terminó el Imperio Tepaneca. Se formó entonces una triple
alianza entre Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan (la principal ciudad tepaneca tras la destrucción de Azcapotzalco). Se
acordó que Tlacopan se quedaría con una quinta parte de los impuestos y los botines de guerra, mientras que el resto se
lo repartirían a partes iguales Tenochtitlan y Texcoco. Sin embargo, Tenochtitlan no tardó en imponerse sobre sus aliados,
por lo que podemos hablar de un Imperio Azteca.

Segismundo de Luxemburgo logró finalmente que el Papa Eugenio IV lo coronara emperador en Roma el 31 de mayo. El
Papa se había desentendido del concilio de Basilea, pero ahora Segismundo se presentó en él en su nombre. Allí tuvo
éxito negociando con los husitas, y el 30 de noviembre los moderados aceptaron los llamados compactata, que concedían
a los husitas la libertad de predicación, el uso del cáliz por los laicos, la supresión de los bienes temporales de la Iglesia
y la aplicación de penas para los pecados mortales. Ya de paso, Segismundo convocó una dieta en Basilea en la que trató
de que los príncipes del Imperio aprobaran una serie de reformas políticas, conocidas como la Restauratio Sigismundi, de
las cuales sólo se puso en práctica unos pocos artículos relativos a los tribunales. El Papa, viendo los progresos que estaba
haciendo el concilio, volvió a reconocer su legitimidad. Los husitas radicales de Tabor no aceptaron los acuerdos de
Basilea, pero en 1434 fueron derrotados en Lipany por una coalición de católicos y husitas moderados. Prokov el Grande
murió en la batalla.

El príncipe Enrique el Navegante había decidido dar prioridad en sus empresas a la exploración de la costa occidental
africana. Empezó a preparar una expedición tras otra, un año tras otro. La de ese año, capitaneada por Gil Eannes, llegó
a doblar el cabo Bojador, ligeramente más al sur que las Canarias. La bruma y los vientos lo habían convertido hasta
entonces en una barrera infranqueable.

Una revuelta en Roma, instigada por los Colonna, obligó al Papa Eugenio IV a huir a Florencia. El año anterior, el
florentino Rinaldo Albizzi había hecho condenar al exilio a Cosme de Médicis, acusado de malversación de fondos
públicos, pero su excesivo autoritarismo hizo que varios partidarios de Cosme fueran elegidos para el consejo de gobierno,
y éstos hicieron que Cosme regresara a la ciudad, al tiempo que Rinaldo era desterrado. Cosme entró triunfalmente en
Florencia, y se convirtió en el hombre más prestigioso de la ciudad. Inició una política de mecenazgo a gran escala, que
le enfrentó a Palla Strozzi y se las arregló para confiscarle sus bienes. El viejo Strozzi se marchó a Padua, donde, a sus
sesenta y un años, todavía fue capaz de crear un círculo de helenistas. Su hijo Filippo marchó a Nápoles, donde fundó
una banca.

Entre los protegidos de Cosme de Médicis estuvo el escultor Donatello, que a la sazón había terminado su Anunciación, un
altorrelieve en mármol con dorados, y estaba trabajando en la Cantoría, la tribuna de los cantores en la catedral de
Florencia. En la pared de enfrente esculpía una tribuna similar un florentino de treinta y tantos años llamado Luca della
Robbia, aunque los estilos de ambos artistas eran antagónicos: la cantoría de della Robbia rebosa clasicismo, mientras
que la de Donatello es sorprendentemente alegre y desenfadada, con unos ángeles bailando festivamente.

Mientras tanto Jan van Eyck terminaba El matrimonio Arnolfini, un retrato de cuerpo entero de un comerciante italiano
residente en Brujas, llamado Giovanni Arnolfini, junto a su esposa Giovanna Cenami, hija de otro mercader italiano.
En la pared del fondo, entre los dos esposos, un pequeño espejo redondo y convexo refleja en una reducida imagen curva,
de extraordinaria precisión, la escena vista desde atrás, y en ella aparecen dos figuras adicionales, una de las cuales, en la
puerta del dormitorio, es el propio pintor (sobre el espejo está su firma: Johannes de eyck fuit hic, Jan van Eyck estuvo
aquí) y la otra es el propio espectador del cuadro.

La ciudad de Angkor, que había llegado a ocupar unos cien kilómetros cuadrados, fue abandonada poco después de haber
sido saqueada por los siameses. Chau Ponhea Yat, el hijo del monarca de Angkor asesinado por los siameses, fundó una
nueva capital más al norte, Phnom Penh, originando así el reino de Camboya, sucesor del de Angkor.

La guerra contra Holstein en la que se había embarcado el rey Erik de Dinamarca, Suecia y Noruega, había terminado en
un gran fracaso, lo que dio lugar a elevados impuestos y al descontento general. Este descontento fue mayor en Suecia,
pues el rey trataba de apoyarse principalmente en funcionarios daneses. Finalmente, los propietarios de las minas
de Dalecarlia (la región situada al norte de Estocolmo), viendo que no podían exportar su hierro, se rebelaron bajo la
dirección de un escudero llamado Engelbreckt. Aunque empezó dirigiendo partidas de campesinos, pronto se le unieron
nobles deseosos de librar a Suecia del dominio danés.
El duque Amadeo VIII de Saboya se retiró a un monasterio y dejó el gobierno de su estado en manos de su hijo Luis, en
calidad de lugarteniente, aunque en la práctica dirigió sus decisiones más relevantes. El año anterior, Luis se había casado
con Ana de Lusignan, hija del rey Juan II de Chipre.

Ese año murió el duque Juan I de Borbón, que fue sucedido por su hijo Carlos I. Su segundo hijo, Luis I, heredó de su
madre el condado de Montpensier.

En Madrid murió el escritor Enrique de Villena. Una gran parte de su obra fue quemada poco después, pues tenía fama
de mago y hechicero. Aun así, se ha salvado, por ejemplo, su Tractado de aojamiento o fascinología, además de otras
obrar más "inocentes", como varias traducciones de Virgilio, Cicerón, La divina comedia de Dante, etc., o algunas obras
originales, como su Arte cisoria, un tratado culinario y de comportamiento en la mesa.

En Polonia murió el rey Ladislao II Jagellón, que fue sucedido por su hijo de diez años Ladislao III.

En Rusia murió Yuri Dimitrievich, el tío y rival del gran príncipe Basilio II de Moscú. Sus hijos Basilio
Yurievich y Dimitri Shemiaka continuaron la lucha contra su primo.

También murió sin descendencia (a los treinta y un años de edad) el duque Luis III de Anjou y de Calabria. En su
testamento legaba sus posesiones, incluidos sus derechos sobre el reino de Nápoles a su hermano Renato, (con excepción
del condado del Maine, que lo heredó su otro hermano Carlos). La reina Juana aceptó esta voluntad, lo que llevó al
emperador Segismundo a reconocer a su vez a Renato como legítimo duque de Lorena, y esto a su vez llevó al duque
Felipe III de Borgoña a encarcelarlo de nuevo. Así, cuando la reina Juana murió en 1435, Renato no tuvo ocasión de
marchar a Italia a hacerse cargo del reino de Nápoles, y el rey Alfonso V de Aragón consideró que había llegado el
momento de pasar a la acción. Asedió la ciudad de Gaeta, pero una flota de quince naves genovesas, aliadas de Renato,
se presentó en su defensa. Ambos bandos libraron entonces una batalla junto a la isla de Ponza, donde Alfonso V fue
estrepitosamente derrotado y hecho prisionero por el duque de Milán, Felipe María Visconti. Otros muchos caballeros
corrieron su misma suerte, entre ellos sus hermanos Juan y Enrique. María de Castilla, la esposa de Alfonso V, convocó
las cortes en Monzón para obtener dinero con que pagar el rescate del rey, y logró que se prolongara la tregua con Castilla.
Ese año murió Leonor de Alburquerque, la madre de Alfonso V.

La captura del rey causó gran conmoción en la Corona de Aragón. Íñigo López de Mendoza compuso la Comedieta de
Ponza, un poema de carácter alegórico y moral sobre la mutabilidad de la fortuna, en el que se describe brevemente la
batalla naval.

Jorge de Trebisonda tradujo la Retórica de Aristóteles, aunque no hacía falta saber mucho griego para sospechar que la
traducción no era muy literal: en ella Aristóteles cita a Cicerón.

Parecía que el Papa Eugenio IV no iba a poder regresar a Roma durante algún tiempo, así que su séquito se reunió con él
en Florencia. Entre otros llegaron el compositor Guillaume Dufay, que reanudó allí sus funciones de chantre pontificio,
y también el canciller pontificio Mulin, que llevó consigo a su secretario, un genovés de treinta y un años llamado Leon
Battista Alberti, que acababa de publicar su De pictura, uno de los tratados en los que empieza a cobrar forma la teoría
renacentista sobre la pintura y el arte en general

La función del pintor consiste en circunscribir y pintar sobre una tabla o pared mediante determinadas líneas y colores
la superficie visible de algún cuerpo, de suerte que, visto a una cierta distancia y desde un determinado ángulo, lo
representado aparezca en relieve y tenga la apariencia del cuerpo.

Alberti destaca la importancia de la formación del artista:

Yo deseo que el pintor sepa todo lo posible acerca de todas las artes liberales, pero deseo, sobre todo, que sea versado
en geometría. Soy del parecer de Pánfilo, muy antiguo y muy ilustrado pintor, que enseñaba a los jóvenes nobles los
primeros elementos de la pintura, de que nadie llegaría a ser un buen pintor si ignoraba la geometría.

Por otra parte, comprende que no puede confiarse únicamente al cálculo geométrico el efecto espacial, sino que no menos
importante es el buen uso del color, que ha de ser diferente en los objetos cercanos y en los lejanos:
Yo creo que la causa de esto se encuentra en el hecho de que los rayos, al pasar a través del aire denso, pierden algo de
su masa de luz y de color. De aquí nosotros derivamos la regla siguiente: cuanto mayor es la distancia, tanto menos
intensa y sin luz aparecerá la superficie observada.

Estos preceptos tardarían aún cierto tiempo en calar en los pintores italianos. De momento, las creaciones de Fra Angélico,
como La anunciación (que acababa de terminar) o El juicio final, de Santa Maria degli Angeli, en Florencia, habrían
horripilado al teórico genovés. En los últimos años habían surgido algunos nuevos autores, como Paolo di Dono, más
conocido como Paolo Uccello (de treinta y ocho años) o Filippo Lippi (de veintinueve), cuyas primeras obras son
esencialmente góticas. En cambio, le habrían satisfecho las obras del flamenco Rogier van del Weyden, que terminaba
por aquel entonces su Descendimiento de la cruz y su Anunciación, en las que se combinan las técnicas pictóricas de van
Eyck con la expresividad del maestro de Flémalle.

La última creación de van Eyck era heterodoxa en otro sentido: representa a la virgen María con su hijo en brazos y un
ángel sosteniendo una corona sobre su cabeza (hasta aquí todo normal) y ante ella, en actitud de oración, uno de los
"patrocinadores" del pintor: Nicolás Rolin, canciller de Borgoña y Brabante. El cuadro se titula La Virgen del canciller
Rolin. Van Eyck es autor de otros cuadros modernos para su época que, por desgracia, se han perdido, como los
titulados Baño de mujeres o Mujer en su toilette, los primeros desnudos profanos en el arte europeo.

Por su parte, Rogier van der Weyden pintó el Descendimiento de la Cruz, un tríptico del que sólo se conserva la parte
central, pintado para la capilla del gremio de ballesteros en la iglesia de Nuestra Señora Extramuros de Lovaina. El cuadro
simula ser un conjunto escultórico situado en una hornacina. Los personajes, de un realismo inusitado, reflejan
perfectamente sus distintos estados anímicos. También data de esta época su Anunciación, un óleo cuyo planteamiento
recuerda a van Eyck.

También China estaba viviendo su propio renacimiento, después de haberse recuperado del yugo mongol. Las piezas de
porcelana Ming son hoy en día cotizadas obras de arte. Ese año moría el eunuco musulman Zheng He, que había dirigido
grandes expediciones marítimas formadas por decenas de barcos, algunos de hasta ciento cuarenta metros de eslora, en
las que participaban más de veinte mil hombres, y que llegaron hasta la India y la costa oriental de África. Su finalidad
era principalmente comercial, pero también diplomática, pues todas ellas tenían carácter oficial.

EL CONCILIO DE FLORENCIA
En 1435 la Guerra de los Cien Años cumplía noventa y ocho años. La situación era cada vez más precaria para los
ingleses. El año anterior el duque Juan de Bedford había tenido que sofocar una revuelta en Normandía. El bastardo de
Orleans tomó Chartres y Saint-Denis, mientras el mariscal La Hire derrotaba a los ingleses en Gerberoy y los expulsaba
de la región de Caux. Más grave aún fue que el duque de Bedford murió el 15 de septiembre, y todavía más grave fue
que el 21 de septiembre el rey Carlos VII de Francia y el duque Felipe III de Borgoña firmaron el tratado de Arras, por
el que terminaba la guerra civil entre armañacs y borgoñones. Por dicho tratado, Carlos VII reconocía a Felipe III como
soberano independiente. En lo sucesivo, el duque de Borgoña no sería vasallo de nadie. Ni Carlos VII ni sus sucesores
tendrían derecho alguno a desposeerlo de sus títulos o sus tierras. Además, Borgoña se anexionaba la mayor parte del
territorio francés conquistado recientemente, de modo que la frontera francoborgoñona se trasladó a ciento treinta
kilómetros de París. Por último, Carlos VII tenía que presentar excusas por el asesinato de Juan sin Miedo, el padre de
Felipe III, y prometer que castigaría a los asesinos.

El rey Enrique VI de Inglaterra acababa de cumplir los catorce años, y la regencia pasó a manos de su tío-abuelo Enrique
Beaufort, de sesenta años, cardenal desde hacía nueve. Propugnó una política pacifista que lo enfrentó al duque de
Gloucester, tío del rey.

Ese año murió el duque Antonio I de Atenas, que fue sucedido por su primo Ranieri II.

En Suecia, el rebelde Engelbrekt convocó una asamblea en Arboga en la que estaban representados eclesiásticos, nobles,
burgueses y campesinos, y que es considerada como el primer parlamento sueco. Se votó una constitución que designaba
a Engelbrekt como regente, pero éste fue asesinado poco después, ya en 1436. Los suecos lo sustituyeron por un noble
llamado Karl Knutsson y el rey Erik, incapaz de dominar la situación, se refugió en Gotland, desentendiéndose de las
tareas de estado.
Los ejércitos franceses seguían obteniendo victorias. Juan de Orleans tomó Meulan antes de dirigirse a París, donde la
población se declaró partidaria del rey Carlos VII y el 13 de abril los ingleses tuvieron que abandonarla, al igual que otras
muchas plazas fuertes, de modo que los dominios ingleses en Francia se redujeron a Normandía y la Guyena. Allí el
dominio inglés era firme, y los ejércitos franceses estaban demasiado agotados para intentar una ofensiva. Por otra parte,
Inglaterra tampoco no estaba en condiciones de contraatacar, así que la guerra se estancó cuando estaba a punto de cumplir
su centenario. Carlos VII tenía un hijo de trece años, el Delfín Luis, que ahora se casaba con Margarita, hija del rey
Jacobo I de Escocia.

Tras la derrota de los husitas radicales, sucedida dos años atrás, el reino de Bohemia había quedado empobrecido y
desorganizado. Una dieta reunida en Jihlava ratificó el 5 de julio los compactata aprobados en el concilio de Basilea, y
el emperador Segismundo fue reconocido como rey de Bohemia. No obstante, el Papa Eugenio IV, que seguía tratando
en vano de trasladar el concilio a Italia para tratar la unificación de las Iglesias Católica y Ortodoxa, nunca llegó a ratificar
las concesiones religiosas que los compactata hacían a los husitas.

El rey Alfonso V de Aragón se las arregló para persuadir a su carcelero, el duque de Milán, Felipe María Visconti, para
que lo liberara y entablara con él una alianza para conquistar el reino de Nápoles. Envió a su hermano Juan de vuelta a
Aragón en calidad de lugarteniente, pero su esposa María se las arregló para conservar la lugartenencia de Cataluña, por
lo que Juan fue únicamente lugarteniente de Aragón y Valencia. Juan casó a su hija Leonor con el conde Gastón IV de
Foix, que acababa de suceder a su padre, Juan I. Enrique de Aragón había acompañado a su hermano Juan en su regreso,
y entre ambos negociaron en octubre un acuerdo con Álvaro de Luna y el rey Juan II de Castilla para recuperar sus
posesiones castellanas.

Una flota portuguesa, capitaneada por Alfonso Gonçalves, llegó un poco más al sur del cabo Bojador, donde confundió
una bahía con la desembocadura de un río y creyó haber hallado el Río del Oro del que hablaban algunas crónicas
(relativas al río Senegal). Desde entonces, esa zona de la costa del Sahara se llama Río de Oro, aunque no hay ningún
río, ni, desde luego, oro.
Basilio II, el gran príncipe de Moscú, encarceló a su primo y rival, Basilio Yurievich e hizo que le sacaran un ojo, por lo
que desde entonces es conocido como Basilio el Tuerto. Su hermano Dimitri continuó luchando contra Basilio II.

En Valaquia murió el príncipe Alejandro I y fue sucedido por su hijo Vlad II Dracul (el Dragón), llamado así por
pertenecer a una orden militar (la Orden del Dragón) fundada por el emperador Segismundo.

Segismundo de Luxemburgo murió en 1437, sin más descendencia que su hija Isabel, que estaba casada con el duque
Alberto V de Austria, por lo que éste heredó los reinos de Hungría y Bohemia, además del ducado de Luxemburgo, que
siguió gobernado por Isabel de Görlitz. No obstante, una parte de la sociedad húngara, contraria a los alemanes, no aceptó
a Alberto, y se mostró partidaria del rey Ladislao III de Polonia, por lo que el país cayó en la guerra civil.

En Castilla, Álvaro de Luna hizo encarcelar a Pedro Manrique, partidario de los infantes de Aragón, que estaba casado
con una hermana de Íñigo López de Mendoza. Sus hijos, Rodrigo y Diego Gómez Manrique, se rebelaron entonces
contra el rey Juan II.

Los ingleses derrotaron al mariscal La Hire junto a Ruan.

En Escocia murió asesinado el rey Jacobo I, que fue sucedido por su hijo de siete años, Jacobo II. La regencia quedó en
manos de sir Alexander Livingstone y sir William Crichton.

También murió, a sus treinta y seis años, Catalina de Francia, hermana del rey Carlos VII, esposa del rey Enrique V de
Inglaterra desde los diecinueve y viuda desde los veintiuno. Unos años atrás, había entablado relaciones con un escudero
de ascendencia galesa llamado Owen Tudor, con quien tuvo varios hijos, entre ellos Edmundo, de siete años,
y Jasper, de seis. El duque de Gloucester hizo encarcelar a Owen, pero éste logró huir y se refugió en Gales.

Ulug Muhammad, el kan de la Horda de Oro, fue derrocado, y marchó con su horda al Volga medio, donde fundó el
kanato de Kazán. En los años siguientes lanzó desde allí diversos ataques contra los principados rusos.
En Samarkanda murió el matemático Qadi Zada. Poco después se publicó el mayor producto de los científicos reunidos
por Ulug Beg. Era el Catálogo de las estrellas, el primer catálogo estelar escrito desde los tiempos de Ptolomeo, que
contenía además de la posición de 992 estrellas, tablas de observaciones astronómicas, cálculos sobre el calendario y
resultados sobre trigonometría. Así, por ejemplo, la duración del año fue estimada en 365 días, 5 horas, 49 minutos y 15
segundos.

Con el fin de acabar con la piratería musulmana en el Atlántico, una flota portuguesa bajo el mando de Enrique el
Navegante puso sitio a Tánger. Sin embargo, los portugueses no sólo no pudieron hacerse con la plaza, sino que además
perdieron Ceuta y Fernando, hermano de Enrique, tuvo que quedarse como rehén de los marroquíes.

Cosme de Médicis encargó al arquitecto Michelozzo la reconstrucción del convento de los dominicos de San Marcos.

El Papa Eugenio IV había donado a los dominicos de Florencia el convento de san Marcos, y Fra Angélico recibió el
encargo de decorarlo con pinturas al fresco. Uno de estos murales reproduce aproximadamente la Anunciación que unos
años atrás había pintado sobre tabla, pero en estas obras ya no hay fallos de perspectiva, al contrario de lo que sucedía en
sus trabajos precedentes, y, en general, las composiciones son realistas, si bien las figuras siguen recordando al dibujo
gótico por su simplicidad y sus poses forzadas. Claro que todo es cuestión de puntos de vista:

Por esto, jamás será lo bastante alabado este santo padre humilísimo y modesto en sus acciones y sus palabras [...] Los
santos que él pinto tienen más aire y apariencia de santos que los pintados por otros artistas. Tenía costumbre de no
repasar ni retocar nunca sus cuadros [...] por creer, según decía, que ésa era la voluntad de Dios. Se dice que fra
Giovanni nunca tomó los pinceles sin haberse dado antes a la oración. No pintó nunca una crucifixión sin que las
lágrimas bañasen sus ojos; y la bondad sincera y la grandeza de su alma, y su espíritu profundamente cristiano, se
reflejan en los rostros y actitudes de sus figuras.

El principal argumento por el que los participantes en el concilio de Basilea se habían negado a aceptar los intentos de
Eugenio IV de trasladar el concilio a Italia era el éxito con el que se estaba tratando el problema de la herejía husita,
asunto que interesaba especialmente al emperador Segismundo. Ahora que el asunto estaba zanjado y que el emperador
había muerto, Eugenio IV no aceptó más dilaciones y el 18 de septiembre convocó a los conciliares en Ferrara, para
principios del año siguiente.

En noviembre, el rey Carlos VII de Francia entró en París, pero no fijó allí su residencia. El rey no acababa de confiar en
la ciudad de la que había sido expulsado en su infancia, y así París dejó de ser la capital de Francia. El monarca residió
en varios palacios del Loira.

Juan, el hijo del duque Renato de Anjou, se casó a sus diez años con María, hija del duque Carlos I de Borbón.

El 8 de enero de 1438, en presencia del emperador bizantino Juan VIII, el Papa Eugenio IV inauguró el concilio de
Ferrara, y se empezó a abordar la posibilidad de terminar con el Cisma de Oriente. Sin embargo, no acudieron todos los
convocados, sino que una parte permaneció en Basilea acordando medidas que limitaban la autoridad papal. El rey Carlos
VII de Francia aprovechó las circunstancias, y el 7 de julio promulgó la pragmática sanción de Bourges, por la que daba
validez en Francia a las decisiones del concilio. En particular, el rey y los señores que tuvieran en sus territorios abadías
y obispados, podían renovar o nombrar a sus titulares sin tener que consultar al Papa. Esto confería obviamente una gran
independencia de Roma a los eclesiásticos franceses, a la vez que los hacía más dependientes de la monarquía francesa.
En particular, los eclesiásticos no tardarían en aprobar reglamentos por los que parte de las anatas (el dinero que pagaban
al Papa) se destinara a financiar al Estado y no a la Iglesia.

La pragmática sanción era un paso más en una tendencia de la Iglesia francesa conocida como galicanismo. Sus orígenes
se remontan al triunfo de Felipe IV sobre el Papa Bonifacio VIII que, junto con el periodo de Aviñón y el cisma de
Occidente, contribuyeron a consolidar de hecho la autonomía de la Iglesia gala, cuando no su dominio sobre la Iglesia
romana. El galicanismo tendía a convertir en una cuestión de derecho esta cuestión de hecho. Los teólogos franceses
estaban elaborando un derecho galicano que no reconocía como ley los cánones y decretos papales si éstos no eran
aprobados por los sínodos de la Iglesia de Francia.

Los príncipes electores proclamaron emperador a Alberto II de Habsburgo (el duque Alberto V de Austria, heredero del
emperador Segismundo).
Pedro Manrique fue trasladado como prisionero al castillo de Fuentidueña, de donde sus hijos lo ayudaron a escapar.

Alfonso Martínez de Toledo, más conocido por su cargo de arcipreste de Talavera (de Talavera de la Reina), terminó
un libro al que quiso llamar Arcipreste de Talavera, pero, como ese título sólo se prestaba a confusiones, acabó siendo
conocido como Corbacho, o Reprobación del amor mundano. Se divide en tres partes. La primera trata de la "reprobación
del loco amor", la segunda de las "maldades y defectos del sexo femenino" y la tercera describe el carácter masculino en
relación con los signos del Zodíaco y los planetas. En suma, Castilla puede considerarse la cuna de la psicología moderna.

El poeta valenciano Ausiàs March se había casado el año anterior con Isabel Martorell, la cual tenía una hermana
llamada Damieta, que por esas mismas fechas fue deshonrada por un primo suyo, Joan de Monpalau, que había
incumplido su promesa de casarse con ella. Ambas hermanas tenían a su vez un hermano, llamado Joanot Martorell, de
treinta y tantos años, que a la sazón se encontraba en Londres y desde allí desafió por escrito a su primo. El propio rey
Enrique VI se prestó a arbitrar el duelo, pero a Monpalau no le vino bien pasarse por Londres y el asunto se resolvió con
una compensación económica. Enrique VI prestó a Martorell un manuscrito de una versión francesa de una novela
titulada Guy de Warwich, que él tradujo al catalán con el título de Guillem de Vàroic.

De este año data el único cuadro fechado del maestro de Flémalle, y probablemente el más tardío de cuantos se conservan.
Son las alas de un tríptico, cuya parte central se ha perdido. En ellos, la influencia de van Eyck es enorme, tanto por la
perfección naturalista, muy superior a la de sus otras obras, como por la copia de la idea del espejo cóncavo que muestra
dos personajes más en la escena, exactamente igual que en El matrimonio Arnolfini.

Ese año murieron:

 El inca Viracocha, octavo según las leyendas incas. Al parecer era hijo de Yahuar Huacac y nieto de Inca
Roca, el cual había sucedido a Cápac Yupanki, hijo de Mayta Cápac, a pesar de no ser descendiente del fundador,
Manco Cápac. Viracocha parece haber sido el primero que, auxiliado por sus hijos y por sus hábiles generales,
convirtió las expediciones militares en un dominio estable sobre los pueblos circundantes. Viracocha quisó que le
sucediera su hijo favorito, Urcon, pero al final fue otro de ellos, Cusi Yupanqui, quien se hizo con el trono, y
adoptó entonces el nombre de Pachacuti.
 El rey Duarte de Portugal, víctima de una epidemia de peste que azotó el país. El monarca era aficionado a las
letras dejó varias obras, entre ellas, El consejero leal y El arte de domar los caballos. También dejó un hijo de seis
años, que ahora se convertía en el rey Alfonso V. Las cortes designaron como regente a su tío Pedro, el duque de
Coimbra.
 El infante Pedro de Aragón. Había participado en la toma de Gaeta, que su hermano, el rey Alfonso V de Aragón
había logrado ocupar en un segundo intento, pero luego llegó a Nápoles el rey Renato I, que había sido liberado
finalmente por el duque Felipe III de Borgoña. Alfonso V pasó entonces a asediar la capital, y allí murió Pedro.
 El conde Jaime II de la Marche, que fue sucedido por su hermano Luis, el conde de Vendôme.
 El conde Fadrique de Luna, que fue pretendiente a la Corona de Aragón.
 El escultor italiano Jacopo della Quercia. Su último trabajo fueron los relieves del Génesis del portal principal
del San Petronio de Bolonia.

Por motivos de alojamiento, en enero de 1439 el Papa Eugenio IV trasladó a Florencia el concilio de Ferrara, al que
acudieron setecientos griegos, entre ellos el emperador Juan VIII, el Patriarca de Constantinopla, e incluso un
representante del emperador Juan IV de Trebisonda. El 6 de julio se llegó a un acuerdo sobre la unión de la Iglesia Católica
y la Iglesia Ortodoxa, plasmado en la bula Laetentur coeli. No obstante, el pueblo bizantino, cuyas convicciones religiosas
y odio a Occidente eran superiores a toda conveniencia política, rechazó mayoritariamente esta decisión. Tampoco la
aceptó (puesto que no necesitaba nada de Occidente) el príncipe Basilio II de Moscú, que hizo encarcelar
al metropolíta Isidoro (el máximo representante de la Iglesia en Moscú). Desde ese momento, la Iglesia Ortodoxa
Rusa se independizó de la de Constantinopla. Mientras tanto, los cardenales que seguían reunidos en Basilea, dirigidos
por el cardenal Luis Alemán, eligieron su propio Papa, el duque Amadeo VIII de Saboya, que adoptó el nombre de Félix
V. Poco después cedió definitivamente el ducado a su hijo Luis, que pasó a ser así el duque Luis I de Saboya.

Eugenio IV, de acuerdo con lo pactado con Juan VIII, predicó una cruzada contra los turcos, en defensa de Constantinopla.
Entre los asistentes bizantinos al concilio de Florencia estuvo Juan Bessarion, nacido en Trebisonda, al que Eugenio IV
nombró cardenal y desde entonces permanecería en Italia. Fue un destacado humanista. Se dice que, ante una traducción
de Las leyes, de Platón, realizada por Jorge de Trebisonda, dijo que contenía tantos errores como palabras.

Con el séquito del emperador había llegado también un curioso personaje. Se llamaba Jorge Gemisto Pletón, y había
nacido en Constantinopla hacía ochenta y cuatro años. De joven había viajado por Oriente, y después se estableció en
donde había estado la antigua Esparta. Allí inventó una nueva religión, que no era sino una mezcla de mazdeísmo,
paganismo y filosofía platónica. El sumo hacedor es Júpiter, creador de las ideas o dioses secundarios, de los que nacen
los planetas, de los que a su vez surgen los demonios y así, tras una larga cadena, se llega a los hombres, los animales y
las plantas. Inexplicablemente, no logró ningún adepto para sus creencias, pero en Florencia logró convencer a Cosme de
Médicis de la importancia de la metafísica de Platón. Gemisto terminó de preparar a Marsilio Ficino, el hijo del médico
del mecenas, que había sido educado especialmente en filología griega para realizar traducciones de los antiguos.

Los hermanos Jean y Gaspard Bureau mejoraron sustancialmente la artillería francesa, tanto en el diseño de los cañones
como en la calidad de la pólvora. Carlos VII comprendió la importancia de la artillería y dio orden a los comandantes de
los ejércitos de que trataran con respeto a los artilleros, e incluso a los cañones, aunque los artilleros fueran generalmente
de origen plebeyo. La primera muestra de la eficacia de la nueva artillería se vio en el asedio de Meaux. Sus murallas
habían resistido durante meses el asedio de Enrique V casi dos décadas atrás, pero ahora sucumbieron rápidamente ante
los cañones franceses. Juan de Orleans dejó de ser conocido por su nacimiento extramarital al recibir el título de conde
de Dunois.

Los infantes de Aragón habían logrado aunar a los principales linajes de la nobleza castellana contra Álvaro de Luna, que
fue desterrado de la corte por segunda vez, y se retiró a Escalona.

El rey Alfonso V de Aragón seguía combatiendo en y por el reino de Nápoles, aliado con el duque de Milán, Felipe María
Visconti. Algunas ciudades del norte de Italia (Venecia, Génova, Florencia y Ferrara), recelosas del poderío milanés,
formaron una alianza contra el duque, en cuyas acciones participó el señor de Rímini, Sigismondo Pandolfo Malatesta,
que se había convertido en un experto condotiero. Mandó construir en Rímini una poderosa ciudadela conocida como
la Rocca malatestiana.

El duque Ranieri II de Atenas fue derrocado por su hermano Antonio I.

Ese año murió el duque Federico IV de Austria, cuyo hijo Segismundo I, de doce años, además del título ducal que se
arrogaban entonces casi todos los Habsburgo, heredó el condado del Tirol. El emperador Alberto II murió en Hungría,
mientras trataba de someter el país. Dejó una hija de dos años, llamada Isabel, y un hijo póstumo, que recibió el nombre
de Ladislao I, teóricamente rey de Hungría y de Bohemia y duque de Luxemburgo, aunque Ladislao III de Polonia no
tuvo dificultad en apoderarse de Hungría en 1440. Contó para ello con el apoyo del Papa, pues se comprometió a dirigir
la cruzada contra los turcos.

Al frente de la casa de Habsburgo estaba ahora el duque Federico V, sobrino de Federico IV, que no tardó en convertirse
en el emperador Federico III. El ducado de Luxemburgo siguió gobernado por Isabel de Görlitz, mientras que Bohemia
quedó a merced de la nobleza, que seguía dividida entre católicos y husitas. En Lituania fue asesinado el gran duque
Segismundo, y el ducado pasó a Casimiro, hermano de Ladislao III.

Por si el Papa Eugenio IV no tenía bastantes problemas, el humanista Lorenzo Valla (entonces secretario del rey Alfonso
V de Aragón) publicó su De falso credita et ementita Constantini donatione declamatio, en la que, mediante el análisis
filológico, demuestra la falsedad de la donación de Constantino, en la que se fundamentaba el poder temporal del papado.
La reacción de Eugenio IV fue insólita, pues en lugar de excomulgar a Valla lo nombró oficial de la curia romana, y es
que Eugenio IV es el primer Papa renacentista con que contó la Iglesia. (En realidad pocos tenían ya por auténtica la
donación de Constantino. El interés del trabajo de Valla eran sus argumentos filológicos.)

Jorge Gemisto partió de Florencia de vuelta a Morea. Durante su estancia en Florencia había escrito dos libros: el Tratado
sobre las leyes (en el que trata de la fatalidad y el libre albedrío) y la Diferencia entre Aristóteles y Platón, donde presenta
a Aristóteles como ateo e inmoral, mientras que Platón es un teólogo modelo. Marsilio Ficino empezó a traducir las obras
de Platón, bajo la supervisión de Cosme de Médicis, que ese mismo año fundó la Academia Platónica de Florencia, una
sociedad de eruditos que se reunían periódicamente para discutir temas literarios. Vespasiano da Vesticci, un
contemporáneo de Cosme de Médicis, lo describe así:

Cuando hablaba con un erudito, Cosme de Médicis manifestaba saber casi tanto de literatura como de negocios; con los
teólogos discurría de teología, y con los músicos y astrólogos de música y astrología. En arquitectura era un experto
consumado, y lo mismo en pintura y escultura.

Desde hacía cinco años residía en Florencia un pintor llamado Domenico Veneziano, natural de Venecia, como su
nombre indicaba. Tendría ahora sobre los cuarenta años, y estaba trabajando en unos frescos para el coro de la iglesia de
san Egidio, que actualmente se han perdido. Entre sus ayudantes se encontraban un joven de veinte años llamado Piero
della Francesca, que había llegado a Florencia el año anterior, y otro de quince, llamado Alessio Baldovinetti.

Un anónimo Maestro di Prato pintó un hermoso mural sobre la Natividad de la Virgen en la catedral de Prato. Se
especula sobre la posibilidad de que el autor sea Paolo Uccelo, aunque tiene diferencias estilísticas notables con otras
obras de este autor. La escena tiene fallos de perspectiva, pero muchos de ellos solo se aprecian tras una observación
minuciosa, lo que se interpreta como que el pintor planeó la escena de forma intuitiva, aunque con gran acierto. Los
detalles no llegan a la perfección de la escuela flamenca, pero se asemejan.

Donatello terminó su David en bronce, para el palacio de los Médicis. Es el primer desnudo en bronce desde la Antigüedad
Clásica.

Un teólogo alemán llamado Nicolaus Krebs, aunque es más conocido como Nicolás de Cusa, publicó ese mismo año De
docta ignorantia, que puede considerarse la primera teoría del conocimiento moderna. Distingue varios grados de
conocimiento: el de los sentidos, el de la razón, el del intelecto, la contemplación intuitiva. La realidad es contradictoria
y sólo Dios supera todas las contradicciones.

Hacía seis años que se había establecido en Estrasburgo un alemán nacido en Maguncia con una gran vocación
empresarial. Se llamaba Johannes Gensfleisch, pero era más conocido como Johannes Gutenberg. Junto a tres socios,
se había interesado en un primer momento por la talla de piedras preciosas, después se pasó a la fabricación de espejos,
pero en los dos últimos años andaba metido en una empresa que mantuvo en riguroso secreto. Ahora tendría algo más de
cuarenta años.

Fernán Pedraza conquistó la isla de Gomera, en el archipiélago de las Canarias, con lo que Castilla dominaba ya todas
las islas menores, y sólo quedaban sin conquistar La Palma, Gran Canaria y Tenerife.

LOS AZTECAS Y LOS INCAS


En 1440 murió el rey azteca Itzcoatl, y fue sucedido por Moctezuma Ilhuicamina, que era hijo del rey Huitzilihuitl,
y había estado al frente del ejército azteca durante los reinados de Chimalpopoca e Itzcoatl. Ahora tenía cincuenta años.

En sus últimos años de reinado, Itzcoatl había convertido a Tenochtitlan en la capital de un pequeño imperio que se
extendía por los alrededores del lago Texcoco. El rey azteca llevaba el título de tlatoani, y reunía poderes de carácter
religioso, político, militar, jurídico, legislativo y fiscal. El segundo hombre más poderoso del imperio era
el cihuacoatl, título ostentado a la sazón por Tlacaelel, que se había convertido en una especie de lugarteniente de Itzcoatl
y conservó su influencia bajo su sucesor.

A Tlacaelel se le atribuye la mayor parte de las reformas políticas, religiosas y económicas que permitieron la
consolidación del imperio azteca. Entre ellas está la elaboración de la historia oficial, por la que los aztecas dejaron de
ser un pueblo de salvajes que había pasado la mayor parte de su historia buscando un sitio donde asentarse de donde no
los expulsaran sus vecinos y se convirtieron en protagonistas de una epopeya místico-guerrera auspiciada por
Huitzilopochtli, el dios del Sol. Previamente, Tlacaelel había hecho quemar todos los códices históricos de los pueblos
sometidos a los aztecas, para borrar el recuerdo de cualquier hecho que contradijera la nueva historia oficial. No obstante,
el rey tepaneca Netzahualcóyotl se negó a acatar la orden.

La sociedad azteca tenía una organización muy compleja. La tradición decía que, originalmente, la tribu azteca había
estado dividida en siete clanes o calpulli, que con el tiempo se habían incrementado a veinte, y a su vez estaban repartidos
en cuatro campan o barrios. Cada calpulli tenía un jefe llamado calpuleque. La clase dirigente estaba formada por los
calpuleque, los pipiltin, o nobles por nacimiento, y los quaupipiltin, o nobles por méritos. De ellos se nutrían los diferentes
consejos encargados de auxiliar a los jefes encargados de las distintas actividades del imperio (religiosas, judiciales,
militares, etc.) La clase sometida estaba integrada por los macehualtin, labradores o artesanos que formaban parte de los
distintos calpulli, los mayeques, arrendatarios de las tierras de los pipiltin, y los tlacotin o esclavos. También estaban
los pochteca o comerciantes, que hacían las veces de espías o de embajadores ante los otros pueblos de México.

Las tierras eran propiedad comunitaria de cada calpulli. El jefe mantenía una parte en común, trabajada por todos, y el
resto lo repartía proporcionalmente a las familias del calpulli. Si una familia dejaba de cultivar su parcela, ésta volvía al
calpulli. No existía la moneda, pero los granos de cacao servían de referencia para los trueques.

Los aztecas conocían una escritura pictográfica cuyas imágenes formaban una especie de guión para la lectura. Escribían
códices sobre un tejido de fibra de maguey recubierto por una disolución adhesiva y cal, o sobre cuero de venado. Había
códices históricos, geográficos, mitológicos, tributarios, etc. Algunos se usaban para la educación de los jóvenes,
especialmente los Huehuetlatolli o pláticas de los ancianos, que reunían arengas, consejos y proverbios. Había dos
centros educativos, el Calmecac para los pilpitin y el Telpochcalli para los macehualtin. En ambos, la disciplina era muy
rígida, los castigos duros y las materias de estudio muy variadas. Los alumnos recibían una formación moral muy severa.

El calendario azteca era muy complejo, y se basaba en un sistema matemático vigesimal y en conocimientos astronómicos.
En realidad había dos calendarios, uno solar de 365 días, formado por 18 periodos de 20 días más 5 días considerados
aciagos, y otro ritual de 260 días, dividido en 20 periodos de 13 días. La combinación de ambos calendarios daba lugar a
un "siglo" de 18.980 días, formado por 52 años solares o 73 años rituales.

El panteón azteca estaba presidido por Quetzalcóatl, dios civilizador, del viento, de la vida y del planeta Venus, y
Huitzilopochtli, dios del Sol y de la guerra. También estaba Tonatiuh, otro dios solar; Metztli, hermana de
Huitzilopochtli, diosa de la Luna; Tezcatlipoca, dios de los hechiceros, de los jóvenes guerreros, patrón de los príncipes,
etc.; Tlaloc, dios de la lluvia y del rayo, uno de los más adorados en México, que los aztecas erigieron en rey de uno de
sus tres paraísos, el Tlalocan, donde todo es felicidad, danza, juego y canción; Coatlique, diosa madre o diosa de la
tierra; Mictaltecuhtli y Mictecacihuatl, que reinaban en el Mictlan, o paraíso subterráneo, y eran dioses de la muerte; y
a éstos les seguían muchas otras y variadas divinidades. El ceremonial religioso era muy diverso y estaba ligado al
complejo calendarios. Comprendía toda clase de sacrificios, incluidos los humanos, algunos voluntarios, y entre ellos se
distinguía entre el sacrificio por espada, por flechas, por decapitación, por degollamiento y por extracción del corazón.
En algunos de los rituales se practicaba la antropofagia.

También los incas, bajo el reinado de Pachacuti, estaban construyendo su propio imperio. Desde la caída del imperio de
Tihuanaco y Huari, más de dos siglos atrás, la región andina no había tenido unidad política, y las distintas culturas
preservaron su independencia construyendo grandes ciudades fortificadas, capitales de pequeños reinos locales. La
potencia más próxima a los dominios incas era el reino de Chancay. Parece ser que el ascenso de los incas se inició con
una victoria frente a los chancas, en la que tal vez perdiera la vida Urcon, el hermano de Pachacuti que debía haber
heredado el reino.

Aunque el territorio dominado por los incas era aún pequeño, una prueba de su vocación de expansión la constituye el
hecho de que Pachacuti impusiera como lengua oficial el quechua, que no era la lengua de los incas (hoy perdida), sino
la de una tribu vecina. Probablemente el quechua había sido la lengua predominante durante el imperio de Tihuanaco, por
lo que, si no era conocida en todo el territorio andino, era de todos modos más conocida y útil que la lengua propia de los
incas. Es probable que la aristocracia inca mantuviera durante un tiempo su idioma como un distintivo elitista más frente
al pueblo llano.

La estructura social de los incas era singular. Podría describirse como una especie de comunismo con aristocracia. En
efecto, a la cabeza del imperio estaba el inca, con poder absoluto por encima de toda ley. Originariamente se casaba con
la hija de algún jefe tribal vecino, pero, con el engrandecimiento del imperio, la exaltación del soberano fue tal que
ninguna mujer era considerada digna de ser su esposa salvo su propia hermana. Esta hermana y esposa recibía el título
de coya. La tradición fue trasladada a los mismos orígenes del pueblo inca, al establecer que el fundador, Manco Cápac,
se había casado con su hermana, Mama Ocllo. De todos modos, la nobleza inca era polígama (no así el pueblo llano),
por lo que el inca disponía de un harén cuyas componentes eran seleccionadas entre las más hermosas de todo el imperio.
Las rechazadas por el inca eran entregadas como vírgenes del Sol y se dedicaban al servicio de los templos, o bien eran
regaladas como recompensa a los nobles que se ganaban el favor del soberano. El inca vivía en un espléndido palacio
rodeado de lujos, viajaba en una litera llevada a hombros por nobles. Durante las audiencias nadie podía alzar los ojos
hacia él y recibía honores divinos.

El pueblo llano se dividía en ayllus, una especie de clanes formados por familias emparentadas que compartían tierras,
animales y posesiones. La propiedad privada se limitaba a unos pocos enseres personales: objetos domésticos, utensilios
y vestidos. Todo lo demás era de uso común. Cada puric, o individuo adulto en edad de trabajar, recibía un terreno y unos
animales para su propio sustento, en función de las necesidades de su familia, pero cada día debía dedicar unas horas a
trabajar las tierras del inca y las de los sacerdotes. Además, durante un cierto periodo del año, cada puric era reclamado
para otros servicios públicos (extracción de minerales, construcción de calzadas, puentes, fortalezas, etc.). Existían oficios
especializados (alfareros, tejedores, etc.) que estaban exentos de trabajar los campos, pero no de prestar servicios en las
obras públicas. Por otra parte, en caso de guerra, todos los purics estaban obligados a participar en las campañas militares
según se considerara oportuno.

Los incas desconocían la escritura, pero tenían un sistema para llevar cuentas y censos conocido como quipu, basado en
cuerdas anudadas. En general, la cultura y el arte de los incas era inferior a los de las culturas que les precedieron, pero
destacaron en los aspectos culturales más prácticos: eran grandes ingenieros y constructores, a pesar de que no conocían
la rueda, ni la bóveda o el arco. Entre sus dioses destacaba el Sol (Inti), la Luna (Mamaquilla) e Ilapa, el dios del rayo
y la lluvia, pero el dios principal era Viracocha, creador del universo y dios civilizador, que enseñó a los hombres la
agricultura y la artesanía. Sin embargo, al margen de esta religión oficial, muchas gentes sencillas se limitaban a rendir
culto a innumerables fetiches (huacas) que eran considerados sagrados por cualquier motivo.

En el lejano reino de Abisinia seguía gobernando la dinastía salomónica, cuyos monarcas pretendían ser descendientes
del rey Salomón. No se sabe mucho de la historia pasada de este reino, pero las crónicas hablan de numerosas guerras
contra los musulmanes. El rey actual era Zera Yakob, ferviente defensor del cristianismo, que instauró en el país una
especie de Inquisición, un grupo de jueces encargado de verificar la ortodoxia de las prácticas. Algunos de sus súbditos
fueron obligados a tatuarse en la piel elementos del credo cristiano. Construyó numerosas iglesias e hizo que los sacerdotes
impartieran enseñanzas religiosas los domingos. Mandó compilar obras de referencia, y él mismo redactó el Libro de la
luz, para exponer sus ideas religiosas. Durante siglos, la Iglesia Abisinia se había considerado supeditada al Patriarca de
Constantinopla, pero Zera Yakob tuvo noticia de la celebración del concilio de Florencia y se dispuso a enviar una
delegación para someter su Iglesia a la Iglesia de Roma. Occidente no había olvidado la existencia de Abisinia. En las
leyendas se había convertido en el reino del preste Juan, un antiguo reino cristiano aislado del resto de la cristiandad, al
sur de los dominios islámicos.

Mientras tanto, el rey Carlos VII de Francia estaba reconstruyendo el Estado, que, tras años de guerra civil y más de un
siglo de guerra contra Inglaterra, distaba mucho de ser la poderosa maquinaria que había sido en tiempos de Felipe el
Hermoso. El rey nunca dejó de contar con eficientes asesores. (Le llamaban Carlos el Bien Servido.) Ese año nombró
ministro de finanzas a Jacques Coeur. Hijo de un peletero de Bourges, se había hecho rico comerciando con Oriente y
había financiado algunas de las campañas del rey contra los ingleses. Ahora se dedicó con éxito a centralizar y racionalizar
la economía francesa.

Como era de esperar, un sector de la nobleza, acostumbrado a la más absoluta independencia en los años precedentes,
veía con malos ojos los intentos del monarca por restaurar la autoridad real, así que conspiraron contra él, y lograron
atraerse como jefe (al menos nominalmente) al mismo Delfín Luis, que tenía ahora diecisiete años. En febrero estalló una
revuelta que fue conocida como la praguería, en alusión a Praga, donde habían surgido las revueltas husitas. Entre los
rebeldes de más peso estaba el duque Carlos I de Borbón. Los nobles trataron de ganarse al pueblo propugnando la paz
con Inglaterra y menos impuestos, pero la población recordaba que cuando Francia había tenido una monarquía fuerte las
cosas iban mejor, así que apoyó al rey. La praguería fue derrotada en Poitu por el condestable Arturo de Richemont,
aunque los vencidos continuaron la lucha en Auvernia. Finalmente, en julio se rindieron al rey en Cusset y obtuvieron
una amnistía. Carlos VII envió al Delfín al Delfinado, donde se reveló como un buen gobernante que hizo prosperar la
región.

El duque Felipe III de Borgoña casó a su hijo Carlos, de siete años, con Catalina, hija de Carlos VII.

En Inglaterra, la praguería había dado alas al partido belicista, dirigido por el duque Humphrey de Gloucester. El mariscal
La Hire fue derrotado en Harfleur. Pero la derrota de la rebelión dio cierta iniciativa a los partidarios de la paz, entre ellos
el regente, Enrique Beaufort, los cuales presionaron para que se liberara al duque Carlos de Orleans, que seguía en un
plácido cautiverio, dedicado a la poesía, desde que fue capturado en Azincourt. Liberarlo sería un acto conciliador con
Francia que facilitaría llegar a un acuerdo de paz. El duque Felipe III, quizá algo incómodo por haber cambiado de bando,
negoció la liberación, que finalmente tuvo lugar en noviembre. Se casó por tercera vez y llevó una vida retirada, en una
corte a la que afluyeron numerosos artistas franceses.

El infante portugués Enrique el Navegante estaba decidido a explorar sistemáticamente la costa africana. Su objetivo era
rodear África y abrir así una ruta hasta "las Indias", que era el nombre genérico que se daba entonces a las tierras del
lejano Oriente, hasta las más remotas, que según el relato de Marco Polo llegaban hasta la isla de Cipango, llena de
riquezas. Cualquier intento de llegar hasta ellas por las rutas conocidas pasaba necesariamente por territorio islámico, por
lo que a las naciones occidentales les era imposible establecer un comercio regular. Una vía marítima que bordeara África,
podía tal vez ser más larga, pero a lo mejor era también más rápida y, desde luego, más segura. Si estas expectativas
podían convencer más o menos a la burguesía para que apoyara su empresa, a la nobleza la seducía con la posibilidad de
contactar con el reino del preste Juan. Una alianza con este reino cristiano permitiría atacar a los musulmanes por dos
frentes simultáneamente, lo que sería de un incalculable valor estratégico en la lucha contra el islam.

Sin embargo, la realidad era que la exploración de la costa africana suponía un gasto enorme para el estado portugués y
no había reportado más que el contacto con una costa desértica de la que no podía extraerse ningún beneficio. Además,
la costa africana se extendía hacia el suroeste, de modo que los barcos que la bordeaban se alejaban cada vez más de las
Indias, en lugar de acercarse a ellas. Una excepción notable la constituían las islas colonizadas en los últimos años:
Madeira y las Azores. Éstas sí habían resultado lucrativas. Además de la caña de azúcar, ahora estaba implantándose con
éxito el cultivo del trigo.

El balance global de la política marítima portuguesa era muy distinto para la burguesía y para la nobleza. La burguesía
estaba satisfecha: las colonización de las islas era muy provechosa y la exploración de la costa africana, aunque no diera
frutos en sí misma, lo cierto era que proporcionaba trabajo a marineros, armadores y a muchos otros oficios (mientras la
corona pudiera sufragar los gastos, claro); la nobleza, en cambio, consideraba más conveniente centrar los esfuerzos en
la lucha contra el islam en el norte de África, lo que proporcionaría grandes botines y emplazamientos estratégicos. El
duque Pedro de Coimbra, y regente del reino, apoyaba a su hermano Enrique, mientras que la reina madre Leonor se puso
al frente de la nobleza y tuvo el apoyo del alto clero, partidario también de la guerra contra los herejes antes que de la
explotación pacífica de unas islas deshabitadas. Se produjo una revuelta que trató de arrebatar a Pedro la regencia en favor
de Leonor, pero la burguesía se alineó con el duque de Coimbra y la revuelta fue sofocada. La reina Leonor tuvo que
exiliarse en Castilla, en la corte de su primo, el rey Juan II. Éste casó a su hijo Enrique, de quince años, con Blanca, de
dieciséis, hija de los reyes Juan II y Blanca de Navarra.

Pedro Manrique murió de una extraña enfermedad, tal vez envenenamiento, contraída mientras estuvo en prisión.

También murió el príncipe elector Federico I de Brandeburgo. Su primogénito, conocido como Juan el Alquimista, había
renunciado a sus derechos sucesorios, así que fue sucedido por su segundo hijo, Federico II.

En Inglaterra murió Juana Beaufort, la hija de Juan de Gante. Dejó una hija de veinticinco años, Cecilia Neville, que se
había casado con el duque Ricardo de York.

El año anterior, los concejos de Dinamarca y Suecia habían depuesto al rey Erik. En Dinamarca fue sucedido por su
sobrino Cristóbal III, que en 1441 fue aceptado también como rey de Suecia, donde Karl Knutsson continuó como
regente.

Ese año murió la reina Blanca de Navarra. En su testamento dejó el reino a su hijo Carlos, al que su abuelo Carlos III le
había otorgado el título de príncipe de Viana para asegurarle la sucesión, pero, en una cláusula, la reina le rogaba que no
tomase el título de rey "más que con el consentimiento y la bendición de dicho rey, su padre". Carlos tenía entonces veinte
años, y reclamó el título de rey, con el apoyo de su hermana Blanca, de diecisiete, que el testamento reconocía como
heredera si Carlos moría sin descendencia, pero Juan II no le dio su consentimiento ni su bendición.

Desde hacía varios años, la nobleza navarra estaba dividida en dos partidos rivales que cuyos enfrentamientos habían
llegado a convertirse en alguna ocasión en una auténtica guerra civil. Uno de ellos estaba dirigido por el señor
de Agramont, por lo que era conocido como el bando de los agramonteses; el otro estaba dirigido por el condestable Luis
de Beaumont y su hermano Juan, por lo que era conocido como el bando de los beaumonteses. Los agramonteses tenían
el apoyo de Juan II, por lo que los beaumonteses apoyaron los derechos del príncipe de Viana, al que reconocieron
como Carlos IV de Navarra. Sin embargo, tras algunas negociaciones, Carlos aceptó el cargo de lugarteniente del reino.
Dueño de Aragón y de Navarra, la influencia de Juan II en Castilla creció notablemente, hasta el punto de que su hermano
Enrique quedó relegado a un segundo término.

Los turcos dominaban la mayor parte de Servia, y ahora lanzaban una incursión sobre Hungría bajo la dirección de Mezit
beg, que fue derrotado en Semendria por Juan Hunyadi, el gobernador de Transilvania.

Las ciudades aliadas del norte de Italia lograron doblegar al duque de Milán, Felipe María Visconti, que tuvo que ceder
varias ciudades. Ese año Francesco Sforza logró casarse con Blanca María, hija natural del duque, a pesar de que éste
no se llevaba muy bien con el condotiero, al que reprochaba no compartir su enemistad contra los venecianos.

El duque Federico I de Sajonia casó a su hija Catalina con Federico II de Hohenzollern, el príncipe elector de
Brandeburgo.

Ese año murió el duque Antonio II de Atenas, y su hermano Ranieri II recuperó el ducado.

Una expedición portuguesa capitaneada por Nuño Tristão llegó al cabo Blanco, donde termina el Sahara. Más al
sur, si no desértica, la costa sigue siendo árida. El territorio se conoce como Mauritania, y era el punto de contacto
entre los musulmanes, instalados desde la época del imperio almorávide, y el África Negra. Desde principios de siglo,
una etnia bereber, los sanhaya, se había aliado con una tribu negra, los kunta, contra los árabes hasaníes, y habían
entablado una lucha encarnizada por la supremacía que se mantendría durante siglos. La zona tenía su importancia porque
la atravesaban las rutas comerciales que unían el imperio de Mali con el norte del continente, principalmente con el reino
de Tremecén, que se había enriquecido con este comercio. Mali seguía siendo el origen de valiosas mercancías: oro,
marfil y esclavos, principalmente, aunque, políticamente, el imperio estaba muy debilitado. Las diferencias entre las
costumbres de la población islámica y la que mantenía la antigua cultura local afectaban entre otros aspectos a la sucesión
dinástica, por lo que había continuas luchas de sucesión. Desde hacía una década, los comerciantes tuareg habían logrado
el control sobre la región que rodeaba a Tombuctú, lo que a su vez había devuelto su autonomía a la región de Gao.
En Bohemia, un religioso llamado Petr Chelcicky, continuador de la obra de Jan Hus, publicó La postilla, una obra en
la que exponía su doctrina, que postulaba el retorno a la pureza evangélica. De este mismo año data la copia más antigua
que se conserva de una obra religiosa anónima escrita en latín, la Imitación de Cristo. La tradición ha convertido en autor
al copista, un sacerdote alemán llamado Tomás Hemerken, aunque es más conocido como Tomás de Kempis. La obra
consta de cuatro partes independientes, que originalmente debieron de circular de forma separada.

En Brujas murió el pintor flamenco Jan van Eyck.

El duque Felipe III de Borgoña logró que Isabel de Görlitz, usufructuaria del ducado de Luxemburgo, dejara en sus manos
el gobierno del ducado. Teniendo en cuenta que el duque Antonio de Lorena no era más que un títere suyo, ahora Felipe
el Bueno gobernaba un vasto territorio entre Francia y Alemania. En 1442 murió Isabel de Luxemburgo, prima de Isabel
de Görlitz, hija del emperador Segismundo, viuda del emperador Alberto II de Habsburgo y madre del pequeño Ladislao,
rey de Bohemia y duque titular de Luxemburgo.

También murió el duque Juan V de Bretaña, que fue sucedido por su hijo Francisco I.

El rey Cristóbal III de Dinamarca y Suecia fue reconocido también como rey de Noruega, que se comprometió a que cada
uno de los tres reinos fuera gobernado por sus naturales. Su tío, Erik de Pomerania, resistía en Gotland.

El difunto rey Duarte de Portugal tenía un hermano bastardo llamado Alfonso, que, tras su matrimonio con una rica
heredera, se había convertido en uno de los personajes más influyentes del país. Ahora recibía se convertía en el
duque Alfonso I de Braganza.

Juan Hunyadi volvió a derrotar al turco Mezit Beg, esta vez en Sibiu. Mientras tanto, al otro lado de los Cárpatos, Vlad
Dracul fue derrocado en Valaquia por Mircea, que poco después fue derrocado a su vez por Basarab II.

Jacques Coeur, el ministro de finanzas del rey Carlos VII, se convirtió en el primer burgués admitido en el consejo real
de Francia. Su destacada posición en la corte redundó en beneficio de sus negocios privados. Obtuvo la concesión de
nuevas minas de plomo argentífero en la región de Lyon, compró extensos dominios, obtuvo el monopolio de la sal en
Occitania, y sus factorías se multiplicaron por toda Europa: Nápoles, Florencia, Brujas, Londres, etc.

Lucca della Robbia terminó el ciborio de Santa María de Peretola, donde empleó la terracota vidriada, una técnica
desarrollada probablemente para impermeabilizar los relieves escultóricos exteriores, pero que adquirió gran popularidad,
en parte porque permitía pintar las esculturas, hasta el punto de que della Robbia la llamó ars superlucrativa. En sus
próximas obras mostró un completo dominio de esta nueva técnica.

El rey Alfonso V de Aragón mantenía el asedio de la capital napolitana, donde el duque Renato de Anjou terminó
claudicando y se dispuso a regresar a Francia. El 2 de junio el rey aragonés pudo entrar triunfalmente en Nápoles.
Proclamado rey de las Dos Sicilias (Sicilia era el nombre oficial del reino de Nápoles y el nombre no oficial del reino de
Trinacria), formó una lujosa corte, en la que protegió a numerosos artistas. Fue conocido como Alfonso V el
Magnánimo. Hablaba castellano, catalán, francés, italiano y latín. Además, como lector asiduo de la Biblia, mostró
interés por el hebreo.

Una de las razones por las que Alfonso V se estableció en Nápoles fue para mantenerse alejado de su esposa, María de
Castilla, a la que no veía desde hacía más de diez años. El rey tenía un hijo de veinte años, Fernando, cuya madre era
una dama valenciana. En 1443 lo nombró heredero, a pesar de ser bastardo. Mientras tanto, María había estado
esquilmando Cataluña para financiar la campaña napolitana de su marido. El resto de la corona de Aragón no tuvo que
soportar esta carga, sino la más liviana de apoyar los intereses en Castilla de Juan II de Navarra, que ese año se casó
con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez. En julio, con la complicidad de su hermana
María, la esposa del rey Juan II de Castilla, dio el golpe de estado de Rámaga, por el que éste quedó prácticamente
prisionero de los infantes de Aragón.

Un poeta de Ferrara llamado Tito Vespasiano Strozzi compuso dos libros de poemas latinos, el Eroticon Liber y
el Eglogarum liber, inspirados en Petrarca.

El husita Petr Chelcicky terminó su obra El lazo de la verdadera fe.


Vlad Dracul recuperó el principado de Valaquia.

LA EXPLORACIÓN DE ÁFRICA
Una expedición portuguesa había hecho prisionero a un nómada en la costa mauritana, el cual proporcionó preciosas
informaciones sobre el Sahara, el África negra y el comercio del oro. Esto dio un giro a las exploraciones, que dejaron de
ser casi una excentricidad de Enrique el Navegante y empezaron a atraer la atención de diversos sectores de la sociedad
portuguesa. En 1443 el infante centralizó las actividades navales en Sagres, en el extremo sudoeste del país. Allí fijó su
residencia y estableció una casa de contratación y una escuela de pilotos. Allí acudieron los mejores técnicos y expertos
navegantes, a los que el Navegante instó a resolver los problemas que planteaba la navegación por el océano Atlántico.
Allí se diseñó un tipo de barco mejor adaptado a las nuevas condiciones: la carabela. Si las galeras usadas en el
Mediterráneo eran alargadas, para lograr mayor velocidad, las carabelas eran más pesadas y robustas, para resistir mejor
los embates del océano. Para compensar su pesadez, disponían de velamen más eficiente, con velas de mayor superficie
y distintas formas. Más "lujosa" era la nao, que disponía de una doble cubierta y ofrecía una mejor distribución de los
espacios interiores. En Sagres se desarrollaron los estudios astronómicos y se simplificó y extendió el uso del astrolabio
y el cuadrante.

Enrique el Navegante era un personaje singular: solía llevar vestimenta negra, con un gorro de fieltro sin adornos. Rara
vez visitaba la corte, vivía soltero, en un círculo de amigos, marinos y pescadores de Sagres, preparando siempre la
expedición del próximo verano. El lema de su escudo era Talent de bien faire (deseo de hacerlo bien). A pesar de su
sobrenombre, no volvió a navegar más. Toda su actividad la realizaba en tierra.

Por otra parte, los portugueses, manteniendo su idea inicial de obtener un monopolio, solicitaron al Papa Eugenio IV la
posesión de todas las regiones que descubrieran en el África occidental. El Papa les concedió sin objeciones lo que nadie
les disputaba, pero no les reconoció el derecho sobre las Canarias, colonizadas por Castilla.

Tal y como se preveía, la exploración de África empezó a ser lucrativa, aunque no tanto por el oro y el marfil como por
los esclavos: en África se libraban numerosas guerras entre tribus rivales, y los vencedores vendían a los vencidos como
esclavos. El cultivo de la caña de azúcar requería mucha mano de obra, y los portugueses descubrieron que podían
multiplicar la productividad de sus islas recién colonizadas usando esclavos adquiridos en África.

Ese año murió el rey Tvrtko II de Bosnia, que fue sucedido por Esteban Tomás.

En Escocia, los regentes Alexander Livingstone y William Crichton habían pasado de rivalizar entre ellos a unirse para
mantener el control sobre el rey Jacobo II, que tenía ahora trece años. El conde William de Douglas se unió a las intrigas
que debilitaban cada vez más a la monarquía.

El rey Enrique VI de Inglaterra tenía ya veintidós años, pero su relevancia política era nula. Ese año, el duque Humphrey
de Gloucester, que seguía a la cabeza del partido belicista, sufrió un revés del que ya no se recuperaría: había proyectado
el matrimonio del rey con una hija del conde Juan V de Armañac, que era uno de los nobles más poderosos del sur de
Francia y había participado en la praguería al lado del Delfín contra su padre. Su intención era convertir al conde en el
sustituto del duque de Borgoña, es decir, en un aliado clave para dominar Francia. Sin embargo, el rey Carlos VII previó
la jugada y envió un ejército, entre cuyos jefes estaba el Delfín, que barrió el sur de Francia y aniquiló la fuerza de los
Armañac. En esta campaña murió el mariscal La Hire.

Este fracaso de la política del duque de Gloucester permitió que en la corte inglesa se impusiera el partido pacifista, al
frente del cual estaba ahora el conde Guillermo de Suffolk. Ese mismo año llegó a Francia con la misión de concertar
una tregua. Al igual que el duque de Gloucester, pensó en la conveniencia de un matrimonio real, pero de carácter muy
diferente: en lugar de buscar un enemigo potencial de Carlos VII, buscó la esposa entre los más allegados al monarca.
Sucedía que el duque Renato de Anjou, recién llegado a Francia, donde era considerado como legítimo rey de Nápoles,
tenía una hija de catorce años, Margarita. El 28 de mayo de 1444 se firmó una tregua por dos años, renovable, a la vez
que se acordaba el matrimonio entre Enrique VI y Margarita de Anjou, celebrado en abril. La tregua ratificaba el dominio
inglés sobre Calais, Normandía y la Guyena, mientras que los ingleses cedían el condado de Maine, que formaba parte
de las posesiones hereditarias del duque de Anjou.
El duque de Gloucester trató de presentar la cesión de Maine como una deshonrosa rendición, y logró que la retirada no
se hiciera efectiva, a pesar de lo pactado. Por su parte Carlos VII se aseguró que las reclamaciones francesas para que se
cumpliera el acuerdo fueran lo suficientemente tímidas como para que no recibieran atención alguna. De este modo,
mientras los ingleses permanecieran en Maine, los franceses estarían legitimados a romper la tregua cuando lo estimaran
oportuno, es decir, cuando se consideraran en condiciones de conquistar los territorios franceses ocupados.

Ese año murió Juan Beaufort, que el año anterior había sido ascendido de conde a duque de Somerset, a la vez que su
hermano Edmundo, conde de Dorset desde hacía dos años, era ascendido a marqués. Juan Beaufort dejó una hija recién
nacida llamada Margarita, pero Somerset pasó a su hermano Edmundo, aunque nuevamente con título condal.

También murió el marqués de Mantua, Juan Francisco Gonzaga, que fue sucedido por su hijo Luis III.

El primer hijo del sultán Murat II había muerto cinco años atrás, y ahora su segundo hijo había aparecido estrangulado en
su habitación. En agosto, Murat II decidió abdicar en su tercer hijo, que a sus doce años se convirtió en el sultán Memet
II. Hablaba fluidamente cinco idiomas: el turco, el persa, el griego, el árabe y el latín; y poseía además conocimientos de
historia, filosofía, retórica, literatura y matemáticas. Murat II se retiró a Brusa, pero su retiro no duró mucho. El año
anterior, el rey Ladislao III de Polonia y Hungría había emprendido la cruzada contra los turcos predicada por el Papa
Eugenio IV a raíz del concilio de Florencia. Tras haber firmado una alianza con el rey Alfonso V de Aragón, había
avanzado hasta Bulgaria en una brillante campaña en la que participaron Juan Hunyadi, el rey servio Jorge Brankovic y
el albanés Jorge Castriota (Scanderbeg). Viendo que su joven hijo no estaba en condiciones de hacer frente a una amenaza
de tal envergadura, Murat II regresó con un ejército tres veces superior al de los cristianos y los derrotó en Varna el 10
de noviembre. Entre las víctimas estuvo el propio rey Ladislao III, que tenía entonces veinte años y no dejó descendencia.
En Polonia fue sucedido por su hermano Casimiro IV, que tenía dieciséis años y estaba bajo la tutela del
obispo Olesnicki. Por su parte, los húngaros reconocieron al rey de Bohemia Ladislao I Póstumo, ahora también Ladislao
V de Hungría, que había cumplido los cuatro años, y eligieron como regente a Juan Hunyadi, que tuvo que enfrentarse
a los partidarios del emperador Federico III, tutor del joven rey.
Superada la crisis, Murat II volvió a confiar el gobierno a su hijo Mehmet II, y pronto se hicieron patentes las
desavenencias entre el gran visir Candarli Halil y los tutores del sultán, Zaganos y Sihabeddin. Todos competían por
lograr el favor y la confianza del inexperto sultán.

Los cantones suizos arrastraban una disputa territorial desde hacía casi una década, y Zurich decidió entonces llamar en
su ayuda al que hasta entonces había sido el enemigo común: los Habsburgo. El emperador Federico III derrotó a los
cantones rivales cerca de Basilea.

Michelozzo construyó el gran palacio de los Médicis, en Florencia, que se convertiría en el prototipo de las mansiones
señoriales florentinas. Destaca el original planteamiento de la fachada (que después fue muy imitado): tiene tres plantas,
cuya altura va decreciendo; la pared de la planta baja está hecha de piedras gruesas, irregulares, y con mucho relieve; la
pared del primer piso está formado por piedras rectangulares uniformes con juntas claramente visibles; mientras que la
pared del segundo piso es completamente lisa.

En Basilea se había asentado unos años atrás un pintor suizo de origen suabo llamado Konrad Witz. Su técnica es algo
primitiva en el dibujo, pero demuestra un gran conocimiento de las leyes de la perspectiva y del claroscuro, tomado de
los pintores flamencos. Invitado por el obispo de Ginebra, visitó la ciudad y pintó el retablo de la catedral, en el que
destaca La pesca milagrosa. Representa a los discípulos de Jesús pescando en el lago Leman (un poco lejos de Galilea,
todo ha de decirse) mientras Jesús espera a Pedro en la orilla. Las figuras son rudimentarias, pero el paisaje es real. Es el
primer paisaje topográficamente exacto que se conoce en la pintura occidental.

Lorenzo Valla escribió sus Elegantiae linguae Latinae, en las que fundamenta el conocimiento del latín en el estudio
razonado de los textos. Su espíritu crítico y el atrevimiento de sus ideas le creó muchos enemigos. Ese año fue denunciado
a la Santa Inquisición después de una polémica que sostuvo sobre el origen del Credo, pero se defendió con éxito ante el
Papa con su Apologia aduersus calomniatores.

El cautiverio del rey Juan II de Castilla por parte de los infantes de Aragón era impopular y se estaba volviendo
insostenible. El rey Juan II de Navarra perdió apoyos entre la nobleza castellana, y entonces su hermana María liberó a
su esposo, el rey castellano, que inmediatamente recabó el apoyo de Álvaro de Luna, y entre los dos encabezaron con
éxito una "vuelta a la legalidad", que desembocó en una guerra abierta entre los partidarios del rey y los de los infantes.
Los principales apoyos del rey se encontraban entre la burguesía, la pequeña nobleza y el bajo clero, mientras que los
infantes de Aragón agrupaban a la alta nobleza. La batalla decisiva tuvo lugar en Olmedo, en mayo de 1445, donde, una
vez más, una infantería bien organizada derrotó estrepitosamente a una caballería confiada y caótica. Enrique de Aragón
murió poco después a causa de las heridas, y su hermano, el rey Juan II de Navarra, tuvo que renunciar por un tiempo a
sus aspiraciones en Castilla. Álvaro de Luna recuperó su hegemonía en la corte castellana y recibió el título de maestre
de Santiago. Sin embargo, la victoria militar de Olmedo no pudo convertirse en una verdadera victoria política porque los
enemigos del rey y del condestable contaron con la protección de Enrique, el príncipe de Asturias (el heredero de Juan
II), que acababa de cumplir los veinte años.

Entre los personajes más intrigantes del momento estaba Juan Pacheco, que a sus veintiséis años dominaba la voluntad
del príncipe y apoyaba, por tanto, a la nobleza enemiga del rey, pero en Olmedo había tenido la habilidad de luchar en el
bando vencedor, por lo que recibió como recompensa el marquesado de Villena.

Entre los derrotados en Olmedo estuvo Rodrigo Manrique, que perdió sus tierras, mientras que entre los vencedores
estuvo Íñigo López de Mendoza, que recibió el título de marqués de Santillana, y es con este título con el que es más
conocido en la historia. Era un gran amante de los libros. Reunió una valiosa biblioteca de la que aún se conserva un buen
número de volúmenes, entre los cuales figuran numerosas traducciones realizadas por encargo suyo. También destacó
como poeta. Por esta época escribió un Proemio a sus poemas que puede considerarse el primer bosquejo de la historia
de la literatura castellana, aunque también se ocupa de autores en lengua catalana, como Ausiàs March, cuya obra ensalza.

Ausiàs March había enviudado hacía seis años de su primera esposa, Isabel Martorell, y se había casado hacía dos
con Joana Escorna, hija de una rica familia valenciana. Sus poemas están dedicados mayoritariamente a dos damas, a
las que se refiere con los pseudónimos de Llir entre cards y Plena de seny (Lirio entre cardos y Llena de entendimiento).
No está claro quiénes eran, pero en su testamento se citan varias concubinas y cuatro hijos, ninguno de los cuales había
nacido de ninguna de sus esposas.
Además de Enrique de Aragón, ese año murieron también sus hermanas María, la esposa de Juan II de Castilla, y Leonor,
la viuda del rey Duarte de Portugal y madre del rey Alfonso V. El duque Pedro de Coimbra, regente de Alfonso V, estaba
casado con Isabel de Urgel, hija del conde de Urgel Jaime II el Desventurado, con la que había tenido un hijo
llamado Pedro, que ahora cumplía los dieciséis años y recibía los títulos de condestable y maestre de Avís. Mientras
tanto, su tío Enrique el Navegante proseguía con éxito la exploración de la costa africana. El año anterior, Nuño Tristão
había llegado a la desembocadura del río Senegal, y ahora Dinis Dias llegaba unos doscientos kilómetros más al sur, hasta
divisar el que llamó cabo Verde, por su color, tan distinto al de la parda costa sahariana. Así Portugal descubrió el imperio
de Mali, y a partir de entonces el contacto con los nativos y las relaciones comerciales se intensificaron.

Al rey Muhammad IX de Granada le surgieron dos nuevos rivales en las persona de Muhammad X, nieto de su primo
Yúsuf III e hijo de Muhammad VIII, y Yúsuf V, sobrino de Yúsuf III y primo de Muhammad X. Los distintos reyes
nazaríes que llevaron desde entonces el nombre de Muhammad se distinguían más por sus sobrenombres que por sus
numerales. Así, Muhammad VII era Muhammad el Pequeño, Muhammad IX era Muhammad el Zurdo y Muhammad
X era Muhammad el Cojo.

El rey Carlos VII de Francia organizó las Compañías de Ordenanza, que no eran sino un auténtico ejército profesional al
servicio del rey.

En Escocia murió Juana Beaufort, viuda del rey Jacobo I.

También murió el último duque de Baviera-Ingolstadt, y el territorio fue repartido entre los duques Alberto III de
Baviera-Munich y Enrique IV de Baviera-Landshut.

El kan de Kazán, Ulug Muhammad, logró capturar al gran príncipe de Moscú, Basilio II, al que liberó a cambio de un
fuerte rescate. Poco después el kan murió asesinado.

El duque Federico II de Sajonia administraba parte del patrimonio familiar en nombre de sus hermanos menores, hasta
que uno de ellos, Guillermo, fue lo suficientemente mayor como para apoderarse de Turingia, lo que inició una guerra
entre ambos hermanos.
Ese año se le encargó la primera obra que conservamos de un pintor italiano llamado Piero della Francesca. Había nacido
veinticinco años atrás en un pueblo llamado Borgo San Sepolcro, donde se encontraba ahora, si bien unos años antes
había estudiado en el taller florentino de Domenico Veneziano. La obra es el Retablo de la Misericordia, de estilo gótico,
con fondos dorados y figuras desproporcionadas. Fra Angélico acudió a Roma, probablemente llamado por el Papa
Eugenio IV. En 1446 murió Filippo Brunelleschi, el inventor de la arquitectura renacentista. Había logrado tal fama que
al morir dejó inacabados numerosos proyectos, que fueron completados más tarde por otros arquitectos.

También murió el conde Luis de Vendôme y de la Marche, que fue sucedido por su hijo Juan II.

Las intrigas palaciegas en la corte del sultán otomano Mehmet II iban en aumento. El gran visir Candarli Halil había
perdido toda su ascendencia sobre el monarca frente a sus tutores, y organizó una revuelta de jenízaros que acabó con la
paciencia de Murat II. En mayo, Murat II decidió retomar el poder y envió a su hijo a Manisa (la antigua Magnesia) junto
con sus tutores para completar su educación. Luego dirigió su ejército contra los dominios cristianos en los Balcanes y
logró que el emperador bizantino Juan VIII se sometiera a su tutela. En Valaquia murió Vlad Dracul, asesinado
por Iancu, que trató de gobernar el principado, pero le surgió la oposición de Ladislao II, que contaba con el apoyo de
Hungría. Vlad Dracul dejó un hijo, llamado también Vlad, que tenía entonces unos dieciocho años, y que tuvo que dejarse
capturar por los turcos como rehén para asegurar su vida.

Nuño Tristão llegó a la desembocadura del río Gambia, 240 kilómetros al sur de cabo Verde, en la costa africana.

En Rusia, Dimitri logró expulsar de Moscú a su primo, el gran príncipe Basilio II, al que previamente sacó los ojos, en
correspondencia con el trato que éste había dado a Basilio el Tuerto, el hermano de Dimitri. Desde entonces Basilio II
fue conocido como Basilio el Ciego, y en 1447 recuperó la capital, desde donde continuó la lucha contra sus rivales.

En febrero, el rey Enrique VI de Inglaterra hizo detener al duque Humphrey de Gloucester a causa de sus intrigas, el cual
murió asesinado cuatro días después. Esto acalló sensiblemente las voces del partido belicista. El monarca favoreció
entonces a su hermanastro Edmundo Tudor y al padre de éste, Owen, que habían escapado a Gales huyendo del duque.
Edmundo tendría entonces alrededor de diecisiete años.
El rey de Polonia y gran duque de Lituania Casimiro IV cumplió veinte años y se deshizo de la tutela del obispo Olesnicki.
Decretó la igualdad de derechos para polacos y lituanos.

En el reino de Granada murió Muhammad X el Cojo, pero su primo Yúsuf V siguió disputando el trono a Muhammad IX
el Zurdo.

En Milán murió sin descendencia el duque Felipe María Visconti y, frente a los distintos candidatos a la sucesión, los
milaneses constituyeron la República Ambrosiana.

Ese año en Portugal se inició la acuñación del cruzado de oro, con metal proveniente de África. El rey Juan II de Castilla
se casó con Isabel de Portugal, hija del infante Juan, hermano de Enrique el Navegante y del duque Pedro de Coimbra.
El matrimonio fue el fruto de un acuerdo por Álvaro de Luna el año anterior, con el propósito de afianzar las relaciones
entre Castilla y Portugal frente a la constante amenaza del rey Juan II de Navarra. Sin embargo, Isabel no tardó en sumarse
a los enemigos del condestable.

En Roma murió el papa Eugenio IV, que fue sucedido por el cardenal Tommaso Parentucelli (el que catalogó la biblioteca
de Niccoli por encargo de Cosme de Médicis), que adoptó el nombre de Nicolás V. Ya de joven había contraído deudas
para comprar libros, y había afirmado que si algún día fuera rico lo gastaría todo en libros y paredes. Ahora que era rico,
hizo honor a su palabra: envió copistas por toda Europa para procurarse manuscritos y pagó generosamente a traductores
de los autores griegos.

Eugenio IV había encargado a Fra Angélico la decoración de una capilla en el Vaticano, que ahora pasaba a ser la capilla
de Nicolás V. Los frescos de esta capilla son plenamente modernos (al menos, si prescindimos de que Fra Angélico no
pudo resistirse a pintar aureolas doradas a los santos).

Leon Battista Alberti entró al servicio de Nicolás V, quien le hizo numerosos encargos, entre ellos un estudio sobre la
reforma urbanística de Roma (Descriptio urbis Romae). Gianozzo Manetti, biógrafo del Papa, recogió el argumento por
el que pontífice consideraba necesaria dicha reforma:
[...] La muy grande y suprema autoridad de la Iglesia romana, que está por encima de todo, puede ser entendida
solamente por aquellos que de ella conozcan los orígenes y evoluciones, a través de las letras. Pero la masa de la
población es ignorante en materia literaria y carece de cultura; y si bien oye afirmar con frecuencia, a doctos y eruditos,
que es muy grande la autoridad de la Iglesia, y a estas afirmaciones da crédito [...], necesita, a pesar de ello, recibir la
impresión de espectáculos grandiosos; de otra manera, apoyada su fe en bases débiles e inestables, se debilitaría con el
paso del tiempo, hasta quedar reducida a nada. En cambio, gracias a la grandiosidad de los edificios y de los
monumentos, en alguna medida imperecederos [...], se puede reforzar y confirmar la propia creencia popular que se
basa en las afirmaciones de los doctos.

Por esta época, Alberti empezó también su De re aedificatoria, un tratado teórico en diez libros sobre arquitectura.
Además, llevó a la práctica sus teorías sobre las proporciones y la estética con la ayuda de varios arquitectos. De esta
época datan el palacio Rucellai en Florencia o el templo malatestiano en la iglesia de san Francisco, en Rímini, aunque
ambos quedaron inacabados.

Filippo Lippi alcanzó su madurez artística con su Coronación de la Virgen, caracterizado por sus figuras dulces y
angelicales.

Ese año murió Sha Ruj, el hijo de Timur Lang, que fue sucedido por su hijo Ulug Beg, el rey astrónomo, que tenía ya
cincuenta años.

En 1448 murió sin descendencia el emperador bizantino Juan VIII, y fue sucedido por su hermano Constantino
XI. Constantinopla sufría entonces una epidemia de peste y muchos de sus barrios estaban medio despoblados. De
momento, los turcos no eran una amenaza, gracias a la diplomacia de Juan VIII. El sultán Murat II seguía combatiendo
en los balcanes, derrotó a Scanderbeg en Albania y luego en Kosovo a Juan Hunyadi, el regente de Hungría.

También murió sin descendencia el rey Cristóbal III de Noruega, Suecia y Dinamarca. Los daneses eligieron como sucesor
al conde de Oldenburgo, que pasó a ser el rey Cristián I de Dinamarca. Sin embargo, los suecos prefirieron al regente
Karl Knutsson, que pasó a ser Carlos VIII, aunque tuvo que hacer frente a una intensa oposición de quienes preferían
mantener la unión de los tres reinos escandinavos y reconocían como rey a Cristián I. Entre éstos destacaba Jöns
Bengtsson, el obispo de Uppsala. Ambos reyes compitieron por ser reconocidos en Noruega.

El rey Ladislao I de Bohemia tenía todavía nueve años, y el país estaba dividido en dos bandos: los católicos y los
utraquistas, o husitas moderados. Al frente del partido utraquista estaba Jorge de Podebrady, perteneciente a la baja
nobleza, que ahora se apoderaba de Praga, hasta entonces en poder de los católicos, y desde allí empezó a extender su
influencia sobre todo el reino.

En Castilla, Álvaro de Luna hizo encarcelar al conde de Alba, primo del marqués de Santillana, el cual escribió a petición
suya el Diálogo de Bías contra Fortuna, en el que expone una versión original de la moral estoica de Séneca. El estilo,
sobrio, de corte clásico, representa una clara evolución respecto a sus obras anteriores, de estilo más próximo a la tradición
medieval.

El Papa Nicolás V nombró secretario apostólico a Lorenzo Valla, que abandonó la corte napolitana de Alfonso V el
Magnánimo para acudir a Roma.

Donatello llevaba unos años en Padua, donde estaba trabajando en una de sus obras cumbre: los relieves en bronce para
el altar mayor de la basílica de san Antonio. El año anterior había empezado a trabajar simultáneamente en la magnífica
estatua ecuestre del condotiero Erasmo de Nanni, conocido como Gattamelata, en la que sigue el modelo romano de la
estatua de Marco Aurelio.

Entre los mayores admiradores paduanos de Donatello figuraba un joven de diecisiete años llamado Andrea
Mantegna. Trabajaba en el taller de su padrastro, un pintor llamado Francesco Squarcione, coleccionista de objetos
arqueológicos y apasionado estudioso de la historia romana. Sin embargo, Mantegna consideró que, a pesar de su corta
edad, ya se encontraba capacitado para fundar su propio taller, y así lo hizo, a pesar de la indignación de su maestro.
Squarcione había inculcado a Mantegna el interés por la escultura y la arquitectura clásica, y sus primeras obras
independientes ya se caracterizan por los complejos ámbitos espaciales en el que las paredes, esculturas y bajorrelieves
parecen estar tratados con más interés y esmero que los personajes. Ese mismo año recibió su primer encargo importante:
la decoración de la capilla de los Ovetari, en la iglesia de los Eremitani.

Johannes Gutenberg regresó a Maguncia, su ciudad natal, donde se dedicó a perfeccionar el invento que mantenía en
absoluto secreto. Se trataba de la imprenta, esto es, de un sistema para imprimir textos mecánicamente, sin necesidad de
copiarlos a mano. El principio básico de la imprenta era conocido por los chinos desde hacía siglos, pero los
perfeccionamientos que introdujo Gutenberg fueron esenciales. Los chinos conocían incluso la imprenta con tipos
móviles, es decir, la impresión a partir de planchas compuestas por pequeñas piezas de madera, una por cada letra, pero
estas piezas eran hasta entonces de madera tallada, su elaboración era costosa y se desgastaban o rompían al cabo de unas
pocas impresiones. Todo esto hizo que los libros impresos chinos fueran casi tan raros y escasos como los manuscritos
en la Europa medieval. En cambio, Guttemberg desarrolló una técnica para fundir tipos de metal a partir de matrices de
acero. Así podía fabricar rápidamente muchas letras muy resistentes y todas iguales entre sí. Gutenberg aprovechó
diversas técnicas de diversa procedencia, como las prensas para aceitunas y, sobre todo, la tinta usada por los grabadores
en boj, que, (a diferencia de la usada para escribir manualmente, que era fluida, para que se deslizara por la pluma) era
más grasa, como requería la imprenta para que no se corriera en el proceso de estampado.

Finalmente, Francia estuvo lista para atacar a Inglaterra. Contaba con un buen ejército dotado de la más moderna artillería.
Un incidente entre Inglaterra y el duque de Bretaña, unido al hecho de que los ingleses seguían ocupando ilegalmente el
condado de Maine, fue todo lo que el rey Carlos VII necesitó para declarar rota la tregua y atacar este condado, como
paso previo a invadir Normandía. Normandía estaba a la sazón bajo el gobierno del incompetente conde Edmundo de
Somerset, recientemente ascendido a duque. Los franceses avanzaron imparables y en 1449 tomaron Ruan y Harfleur.
Talbot fue hecho prisionero. Edmundo retrocedió a Caen y se dispuso a afrontar un asedio.

El Papa Nicolás V logró que su rival, Félix V, abdicara en Lausana, aunque conservó la dignidad de cardenal. El concilio
de Basilea aceptó a Nicolás V y se disolvió. Buena parte del peso de las negociaciones entre Roma y la Iglesia alemana
la llevó Nicolás de Cusa, que seguía siendo el representante del Papa en Alemania. Ese año publicó su tratado Apologia
doctae ignorantiae. Ésta fue la última vez que la Iglesia Católica tuvo dos papas simultáneamente, lo cual no significa
que en el futuro la autoridad papal no fuera a ser discutida, sino que quienes lo iban a hacer ya no considerarían necesario
nombrar un papa alternativo.

Lorenzo Valla publicó una edición crítica de los textos bíblicos titulada In nouum testamentum adnotationes. Fra
Angélico dejó Roma al ser nombrado prior del convento de Fiesole.

Tras la muerte de Jan van Eyck, Brujas tuvo como pintor más destacado a Petrus Christus, que por esta época terminó
su óleo San Eloy en su tienda, en el que una pareja adquiere su anillo de boda al patrón de los orfebres. El pintor mezcla
así el tema religioso con el género profano.

El duque Pedro de Coimbra seguía teniendo en su contra a la mayor parte de la nobleza portuguesa, que había apoyado
en su día a la reina Leonor. Ahora, algunos nobles lograron convencer al rey Alfonso V, que tenía ya diecisiete años, de
que el regente trataba de arrebatarle el trono. El duque se retiró a Coimbra, y poco después marchó hacia Lisboa con un
ejército que demostrara su inocencia, pero fue derrotado y muerto en Alfarrobeira por las tropas del rey. Su hermano
Enrique el Navegante se hizo cargo de la regencia. Fue un erudito y aficionado a la poesía. Su hijo Pedro, que tenía ahora
veinte años, tuvo que exiliarse a Castilla, donde trabó amistad con Álvaro de Luna, el marqués de Santillana y Juan de
Mena, secretario de Juan II y autor de singulares creaciones literarias, como traducciones de obras latinas que violentaban
duramente la sintaxis y el léxico castellano, o extensos poemas alegóricos al estilo de Dante, como la Coronación, o Lo
clarooscuro, en el que alternan estrofas dodecasílabas cultas con estrofas octosílabas típicas de la poesía castellana.

El conde de Tirol y duque de Austria Segismundo I se casó con Leonor, hermana del rey Jacobo II de Escocia.

En Moldavia se hizo con el poder un hijo del vóivoda Alejandro I, que reinó como Bogdán II.

El imperio fundado por Timur Lang se había desmoronado durante el reinado de su nieto Ulug Beg, que finalmente fue
ejecutado y sucedido por su hijo Abd al-Latif.
El rey Carlos VIII de Suecia expulsó de Gotland al derrrocado rey Erik de Pomerania, que se vio obligado a retirarse a
Pomerania. Durante un tiempo logró ser reconocido como rey de Noruega, pero en 1450 su rival Cristián I de Dinamarca
se hizo definitivamente con la corona noruega.

En el Milanesado, las luchas por dominar la joven república Ambrosiana llegaron a tal punto que Francisco Sforza (uno
de los interesados) fue acogido como un libertador y proclamado duque.

Ese año fue jubilar, y entre los visitantes más notables que tuvo Roma estuvo el pintor Rogier van der Weyden, el insignis
pictor o maximus pictor, como lo califican las fuentes italianas de la época. De esta época es su Políptico del juicio
final, en el que pinta esculturas de mármol.

El gran príncipe de Moscú Basilio II el Ciego derrotó definitivamente a su primo Dimitri y tras él no tardó en liquidar a
todos los demás aspirantes al principado.

China estaba atravesando una crisis, pues el año anterior los mongoles habían capturado al emperador Zhengtong. La
capital se trasladó a Pekín, y la ausencia del emperador marcó la ascensión de los eunucos, que de ser meros funcionarios
pasaron a convertirse en los auténticos gobernantes del país. Pese a todo, China supo hacer frente a los nómadas del norte,
gracias a casi cinco mil kilómetros de nuevas murallas, así como a la antigua Gran Muralla, que había sido restaurada.

Ese año murió el duque Enrique IV de Baviera-Landshut, que fue sucedido por Luis IX.

En la Gran Canaria murió el jefe guanche Artemi Semidan, y sus hijos Tenesor y Bentaguaire se repartieron la isla.

La ciudad maya de Mayapán estaba gobernada por la dinastía de los Cocomes, cuando una familia rival, los Tutul-
Xiú, saqueó la ciudad y provocó el hundimiento de la triple alianza que gobernaba los territorios mayas. Todas las
ciudades recobraron su independencia y se inició un periodo de guerras y decadencia en el que dejaron de construirse
calzadas y templos de piedra.
EL FIN DE LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS
Un danés llegó a Roma con la noticia de que en un convento cerca de Röskilde se conservaba el texto íntegro de la historia
de Roma de Tito Livio: Ab urbe condita. Cuando Poggio se enteró de ello, no paró hasta lograr que el Papa Nicolás V
enviara a alguien a Dinamarca en busca de dicho manuscrito. Por su parte, Cosme de Médicis encargaba a su agente en
Lübeck que tratara a toda costa de adquirirlo, pero nadie pudo encontrarlo, y actualmente sólo disponemos de algunos de
los libros de que consta la obra.

El 1 de enero de 1450 el rey Juan II de Navarra destituyó a su hijo Carlos de su cargo de lugarteniente del reino, dispuesto
a convertir a Navarra en la plataforma de su lucha por el poder político en Castilla. Esto dio un giro al conflicto entre
beaumonteses y agramonteses, pues ahora los segundos pasaron a tener el predominio. En Cataluña se estaba formando
una división similar: Barcelona estaba dominada por la alta burguesía, que, como estamento, era conocida como
la biga (la viga). La biga se había enemistado con la reina María a causa de los esfuerzos de ésta por recaudar fondos para
la campaña italiana de su marido, así que María buscó el apoyo de los mercaderes y pequeños artesanos, que se agruparon
en un partido al que llamaron la busca (la astilla, algo pequeño en comparación con una viga), que contó también con el
apoyo del gobernador general de Cataluña, que entonces era Galcerà de Requesens, un hombre de confianza del rey
Alfonso V. Paulatinamente fueron produciéndose enfrentamientos entre ambos bandos.

Otro foco de tensión surgió por parte de los llamados campesinos de remensa, campesinos catalanes que, según el antiguo
derecho medieval, estaban vinculados a sus tierras, que no podían abandonar si no pagaban una remensa, una redención,
al señor del que eran vasallos. En los últimos años se habían organizado en sindicatos y le habían pedido a la reina que
aboliera la remensa a cambio de un pago de 64.000 florines a la corona. Esta petición chocaba con los intereses de los
señores, que pedían incluso que se les permitiera establecer nuevos remensas para los numerosos terrenos que habían
quedado deshabitados por la peste y la emigración.

En el reino de Mallorca surgieron tensiones similares entre forans (campesinos) y ciutadans (burgueses). En general, toda
la corona de Aragón estaba sumida en una profunda crisis: Aragón y Mallorca rozaban la anarquía, pues quien
supuestamente debía ocuparse de su gobierno era Juan II de Navarra, y no lo hacía; únicamente Valencia era próspera,
pues allí no había ningún abismo entre ricos y pobres, sino que predominaban los pequeños propietarios que podían vivir
de una agricultura bien organizada, herencia musulmana.

Un ejército inglés desembarcó en la costa normanda. Los franceses reaccionaron rápidamente, y el 15 de abril ambos
bandos se enfrentaron junto a la aldea de Formigny, no lejos del lugar del desembarco. Los ingleses plantearon la batalla
como siempre lo habían hecho, apostando sus arqueros para repeler un eventual ataque francés. Sin embargo, los tiempos
habían cambiado: los franceses dispusieron sus cañones de forma que el frente inglés estaba bajo su radio de alcance,
mientras que el frente francés quedaba fuera del radio de alcance de los arqueros, significativamente menor. La batalla se
mantuvo igualada durante un tiempo, pero cuando llegaron refuerzos franceses los ingleses huyeron en desbandada, y
sólo un tercio logró salir con vida.

Evidentemente, Guillermo de Suffolk tuvo serias dificultades para defender su política pacifista ante sus furiosos y
humillados compatriotas. Fue desterrado y, el 1 de mayo, cuando trataba de abandonar el país, murió a manos de unos
asesinos.

El 6 de julio los franceses tomaron Caen, y el 12 de agosto cayó Cherburgo, la última posesión inglesa en Normandía.
Ahora los ingleses ocupaban únicamente Calais y la Guyena. El rey Carlos VII de Francia había entrado triunfalmente en
Ruan poco después de la victoria de Formigny, y dos meses después ordenó iniciar una encuesta sobre el proceso y el
suplicio de Juana de Arco, tras lo cual decidió que se abriera un proceso de rehabilitación. En los combates murió el
duque Francisco I de Bretaña, y fue sucedido por su hermano Pedro II.

Los ejércitos franceses se dirigieron luego a la Guyena. Su capital, Burdeos, llevaba tres siglos bajo gobierno inglés, por
lo que en la región no quedaban muchos restos de nacionalismo francés, y la resistencia fue mayor.

Los desastres en Francia desataron una crisis política en Inglaterra, lo que favoreció la llegada a la corte del duque Ricardo
de York, que tenía ya treinta y nueve años, y hasta entonces había permanecido semiexiliado en Irlanda. Durante un
tiempo había sido el único miembro vivo de la casa de York, pero había aprovechado bien su matrimonio con Cecilia
Neville, con la que había tenido tres hijos y dos hijas. El mayor, Eduardo, tenía entonces ocho años. Ricardo llegó
en septiembre, y no tardó en encabezar un intento de reforma del gobierno con la ayuda del Parlamento.

Johannes Gutenberg se asoció con Johann Fust para fundar la razón social Das Werk der Bücher (La obra de los libros).
Al parecer, había resuelto ya todos los problemas técnicos que suponía la impresión con tipos móviles y necesitaba
financiación para llevar a la práctica su invento.

El escultor Lucca della Robbia estaba trabajando en Urbino, donde acababa de tomar como discípulo a su
sobrino Andrea, que perfeccionó la técnica de la terracota vidriada.

El Papa Nicolás V seguía desarrollando una delicada acción diplomática para ganarse a la Iglesia alemana. A Nicolás de
Cusa se unió en 1451 Juan de Capistrano, un franciscano que unas décadas antes había ejercido de inquisidor contra los
fraticelos. El Papa lo nombró legado en Austria, Baviera, Silesia y Polonia. Luchó contra los husitas y predicó la cruzada
contra los turcos.

Ese año murió el sultán Murat II, y su hijo Mehmet II volvió al poder con una fijación: tomar Constantinopla. Parece ser
que esta idea se la habían inculcado sus tutores desde la abdicación de su padre, como una forma de ganarse su confianza
con la promesa de la fama y la gloria que supondría tal hazaña. Empezó derrotando a Scanderbeg en Albania, a raíz de lo
cual éste se hizo vasallo del rey Alfonso V de Aragón. El escenario no era muy esperanzador para los cristianos: El
emperador Constantino XI se vio sin dinero ni recursos, así que trató desesperadamente de buscar apoyo en Occidente;
el príncipe Bogdan II de Moldavia fue asesinado por su hermanastro y sucesor Pedro III; el duque de Atenas Ranieri II
murió y fue sucedido por su hijo Francesco I, bajo la tutela de su madre, Clara Giorgo.

El 5 de junio los franceses entraron en Burdeos, pero los ingleses enviaron un ejército con Talbot al frente, la población
se unió a los ingleses y en octubre Talbot recuperó la ciudad, así como una parte de la Guyena.

El Delfín Luis se casó con Carlota, hija del duque Luis I de Saboya.
Jacques Coeur, el tesorero del rey Carlos VII de Francia, cayó en desgracia y fue detenido, víctima de diversas
acusaciones, desde conspirar con el delfín a vender armas a los musulmanes. Al parecer, detrás de estas acusaciones
estaba la mano de sus numerosos deudores, así como de quienes consideraban humillante que el hijo de un peletero fuera
el hombre más rico de Francia.

Ese año murió Isabel de Görlitz, usufructuaria del ducado de Luxemburgo. El duque titular era el joven Ladislao V de
Hungría y Bohemia, que tenía entonces once años, pero, en la práctica, el duque Felipe III de Borgoña se convirtió ya en
señor indiscutible de Luxemburgo.

El príncipe Carlos de Viana se alió con el rey Juan II de Castilla contra su padre, el rey Juan II de Navarra, pero fue
vencido y hecho prisionero en la batalla de Aybar el 23 de octubre. Juan II de Navarra nombró lugarteniente del reino a
su segunda esposa, Juana Enríquez, que tomó parte activa a favor de los agramonteses contra los beaumonteses.

Diego Manrique, que había luchado del lado de Juan II de Navarra, fue hecho prisionero por Juan II de Castilla, pero
escapó gracias a la ayuda de su hermano Rodrigo, que recientemente había recuperado sus tierras en una maniobra política
y ahora las volvía a perder por este suceso.

Uno de los numerosos descendientes de Timur Lang, llamado Abú Saíd, empezó a reunificar el Imperio desde
Transoxiana.

Tras un periodo de anarquía, el sultanato de Delhi cayó en manos de Bahlul Lodi, que, a diferencia de los sultanes
anteriores, no era de origen turco, sino que provenía de un clan afgano asentado en la India.

El duque Federico II de Sajonia se reconcilió con su hermano Guillermo en el tratado de Naumburg.

El pintor Piero della Francesca perfeccionaba su estilo con el retrato de Sigismondo Malatesta a los pies de su santo
patrón, en Rímini, o El bautismo de Cristo. En 1452 Michelozzo terminaba, por encargo de Cosme de Médicis, los
claustros, la iglesia y la biblioteca de San Marcos. El escultor Ghiberti terminó la tercera puerta del baptisterio de
Florencia, que contiene diez bajorrelieves con escenas del antiguo testamento.
Un poeta francés llamado Arnoul Gréban había compuesto un enorme poema de 34.754 versos titulado el Misterio de
la pasión, en el que se narran diversos episodios bíblicos entre los que se intercalan numerosas poesías líricas. La obra se
representaba con centenares de actores y requería tres o cuatro días.

Antoine de la Sale, secretario del duque Felipe III de Borgoña, autor de varias novelas didácticas, acababa ahora una
novela de costumbres, Juan de Saintré, considerada como una reacción de la burguesía contra la literatura caballeresca.

Los intentos reformistas del duque Ricardo de York se habían enfrentado sistemáticamente a la oposición del duque
Edmundo de Somerset, hasta que Ricardo decidió emplear la fuerza. Sin embargo, su intento fue humillantemente
abortado por el ejército real.

El emperador Federico III se casó con Leonor, hermana del rey Alfonso V de Portugal. Ese mismo año acudió a Roma
para ser coronado por el Papa Nicolás V. Fue el último emperador alemán coronado por un Papa.

El rey Carlos VII de Francia casó a su hija Yolanda con Amadeo, el hijo del duque Luis I de Saboya.

En Valaquia, Ladislao II era oficialmente el príncipe, pero en la práctica sólo dominaba algunos territorios fuera del
principado, en Transilvania. Su rival, Iancu era quien realmente dominaba la región. Hasta entonces no se había producido
ningún enfrentamiento, sino que ambos se habían limitado a tomar posiciones. Finalmente Iancu invadió Transilvania y
arrebató sus tierras a Ladislao II. Entonces entró en escena Vlad, el hijo de Vlad Dracul, asesinado por Iancu, que había
escapado del cautiverio turco y ofreció a Iancu una "fidelidad inquebrantable" a cambio del gobierno de las tierras de
Transilvania que acababa de conquistar.

Aunque Rusia seguía sufriendo el dominio mongol, el poder del gran príncipe Basilio II de Moscú iba en aumento, hasta
el punto de que concedió un territorio a un mongol llamado Kasim, que fundó así el kanato de Kasímov, vasallo de
Moscú.

El husita Jorge de Podebrady, después de terminar con los radicales taboristas, fue reconocido administrador general del
reino de Bohemia. El rey Ladislao tenía entonces doce años.
Un franciscano llamado Francisco de Paula fundó su propia orden, los mínimos, cuya regla era extremadamente severa,
ya que exigía pobreza total, cuaresma perpetua y obediencia rigurosa.

El emperador Constantino XI reconoció nuevamente la supremacía papal para ganarse el apoyo de Occidente. El 12 de
diciembre un sacerdote católico celebró los oficios en Santa Sofía, usando pan sin levadura y agua fría, lo que contradecía
las costumbres ortodoxas. Un monje llamado Gennarus instigó a los bizantinos a protestar, asegurando que lo peor que
podía ocurrirle a la ciudad era la herejía romana. Los fieles, temerosos de que los sacramentos fueran mancillados por los
"esclavos del Papa", dejaron de acudir a Santa Sofía, "guarida del diablo".

Gennarus anduvo encaminado, pues en 1453 el sultán turco Mehmet II lanzó un ataque contra Constantinopla. Reunió
una flota de doscientos ochenta navíos y un ejército de unos doscientos cincuenta mil hombres, entre jenízaros y
voluntarios. Frente a ellos, el joven emperador Constantino XI contaba con la Virgen María, unos cinco mil hombres en
situación de combatir, y unos tres mil aliados occidentales, entre los que destacaban los genoveses, dirigidos por Giovanni
Giustiniana. Por otro lado, muchos de sus súbditos seguían sin perdonarle su sometimiento a Roma. Algunos
funcionarios afirmaron que "antes el turbante que la tiara". El asedio empezó el 3 de abril. Desde que fue construida,
más de mil años atrás, la triple muralla de Constantinopla jamás había sido traspasada por ningún enemigo, sólo la traición
había permitido franquearla en algunas ocasiones; pero ahora los turcos llegaron con gigantescos cañones que disparaban
enormes balas de piedra.

Aun así, los bizantinos resistieron heroicamente. El 18 de abril rechazaron un ataque frontal, pero la noche del 22 de
abril Mehmet II hizo trasladar por una lengua de tierra ochenta galeras hasta el Cuerno de Oro, el puerto de
Constantinopla, cuya entrada estaba cerrada por cadenas bien defendidas. Hizo colocar las naves sobre andamios con
ruedas, desplegaron las velas para que el viento ayudara mientras los jenízaros tiraban con cuerdas. A la mañana siguiente
los bizantinos se vieron atacados por dos frentes.

Pasaron los días, y los cañones iban desgastando lentamente los muros. Cuando ya habían sido destruidas cuatro torres,
el 29 de mayo, Mehmet II, con una maza de hierro en la mano y rodeado de una guardia de diez mil jenízaros, encabezó
un ataque a una brecha de la muralla. Detrás dispuso una hilera de verdugos para que decapitaran a cualquiera que huyera
o mostrara cobardía. Constantino XI murió defendiendo la muralla, los turcos penetraron en la ciudad matando hombres,
mujeres y niños, y a partir de ese momento no hallaron gran resistencia. Los que se habían mostrado partidarios del
turbante frente a la tiara fueron decapitados por el turbante. Constantinopla fue saqueada, aunque el sultán dio orden de
que sus edificios no fueran dañados. Al mediodía, el sultán atravesó el hipódromo y entró en Santa Sofía. Al día siguiente,
que era viernes, el almuecín subió a hacer su pregón desde una de las torres, y el sultán recitó sus plegarias a Alá en el
presbiterio del antiguo templo de Justiniano. Santa Sofía se convirtió en una mezquita: se le añadieron minaretes y sus
hermosos mosaicos fueron cubiertos con cal. Mehmet II convirtió a Constantinopla en su nueva capital, aunque la ciudad
cambió su nombre por el de Estambul. Se especula sobre si se trata de una deformación del griego "eis ten polin" (a la
ciudad), pues los bizantinos llamaban habitualmente "la ciudad" a su capital. Prácticamente, ningún libro sobrevivió a los
turcos, aunque parece ser que no destruyeron ninguno que los renacentistas italianos no hubieran rescatado ya. Francesco
Filelfo había redactado un catálogo de los libros que había encontrado en las bibliotecas bizantinas casi treinta años atrás,
y en él no figuraba ningún título que hoy no conservemos.

La caída de Constantinopla no fue realmente el fin del Imperio Bizantino, pues todavía quedaban Morea y Trebisonda.
No obstante, el emperador Juan IV de Trebisonda tuvo que renovar su vasallaje a Mehmet II ese mismo año, mientras
que Morea se la disputaban los dos hermanos del difunto emperador Constantino XI: Tomás y Demetrio Paleólogo.

El humanista Poggio Bracciolini, a sus setenta y tres años, fue nombrado canciller de la república de Florencia. Le
debemos la recuperación de numerosos textos antiguos, entre ellos el Brutus, de Cicerón, doce comedias de Plauto, así
como muchas otras obras de Lucrecio, Quintiliano, Estacio, Silo Itálico, Valerio Flaco, etc.

El Papa Nicolás V trató de promover una cruzada contra los turcos, pero no tuvo éxito.

Rogier van der Weyden terminó el Tríptico de San Juan Bautista, en el que presenta tres escenas en primerísimo plano,
encuadradas en portadas de iglesia, decoradas con esculturas. Así consigue un efecto como si los personajes salieran del
cuadro.
El rey Alfonso V de Aragón inició una campaña contra los mamelucos de Egipto, mientras su esposa María dejaba la
lugartenencia de Cataluña en manos de Galcerà de Requesens para regresar a Castilla, donde actuó como mediadora entre
su cuñado, el rey Juan II de Navarra, y su sobrino, el príncipe Carlos de Viana. Ambos firmaron la tregua de
Valladolid, aunque Juan de Beaumont y Blanca de Navarra, la hermana de Carlos, instaron a éste a que no se conformara
y reivindicara sus títulos. En Barcelona, Requesens logró que la Busca se hiciera con el gobierno de la ciudad.

Los genoveses confiaron la administración de Córcega a una compañía privada: la Banca de San Jorge. Un veneciano
llamado Niccolò dei Conti regresó de un largo viaje que, durante los últimos veinticinco años, lo había llevado hasta
Sumatra, Java y el sur de China. Fue el viaje más largo realizado por un europeo desde los tiempos de Marco Polo.

Enrique, el príncipe de Asturias, llevaba trece años casado con Blanca de Navarra y no había tenido descendencia, así
que el Papa Nicolás V disolvió el matrimonio gracias al testimonio jurado de dos obispos que alegaron "impotencia
recíproca, debida a malignas influencias de ambos cónyuges". Aconsejado por Juan Pacheco, el marqués de Villena,
Enrique se casó ese mismo año con Juana, hermana del rey Alfonso V de Portugal.

Álvaro de Luna fue hecho prisionero tras un incidente que había terminado con el asesinato de Alonso Pérez de
Vivero. Las presiones de Juan Pacheco, del príncipe Enrique, y de su madrastra, Isabel de Portugal, terminaron
convenciendo al rey Juan II de Castilla para que firmara su sentencia de muerte. El 3 de junio Álvaró de Luna fue
degollado públicamente en Valladolid. El marqués de Santillana compuso su Doctrinal de privados, un poema en
cincuenta y dos coplas de octosílabos en el que plasma su odio por el condestable, pero al mismo tiempo reconoce su
grandeza, y usa su caída como ilustración del destino de los hombres, marionetas en manos de la Fortuna, presentada a la
vez como una fuerza ciega y un instrumento divino. El estilo llano de este poema contrasta con sus Sonetos fechos al
itálico modo, los primeros sonetos escritos en castellano, poco armónicos, cultos y pedantes, a pesar de la influencia de
Petrarca.

Mientras tanto, los franceses seguían acosando las posiciones inglesas en La Guyena. El 17 de julio los franceses llegaron
al puesto avanzado inglés de Castillon y John Talbot se lanzó al combate sin esperar el apoyo de la artillería. Los
franceses, en cambio, habían dispuesto su artillería tras una fuerte línea defensiva. Talbot condujo a la carga una
columna de soldados que fue totalmente aniquilada. Él mismo murió en el campo de batalla. La Guyena fue tomada sin
dificultad en los meses siguientes y el 19 de octubre los franceses entraron nuevamente en Burdeos. Inglaterra sólo
conservó Calais en el continente, y ello porque estaba rodeada por territorio borgoñón, donde los franceses no querían
entrometerse. Así terminó la Guerra de los Cien Años, que en realidad había durado ciento diecisiete. Nunca se firmó un
tratado de paz. Lo único que los ingleses firmaron fue una tregua, pero lo cierto fue que ahí acabo el enfrentamiento.

Es evidente que las pérdidas en Francia agravaron la ya tensa política inglesa. Las intrigas sobre la posible sucesión del
rey Enrique VI parecieron disiparse con el nacimiento de Eduardo, el nuevo príncipe de Gales, pero poco después el rey
sufrió una crisis mental. Incapacitado para gobernar, el Parlamento eligió como regente a su pariente (adulto) más cercano,
que no era sino el duque Ricardo de York. Fue proclamado protector del reino mientras su rival, Edmundo de Somerset,
era encarcelado. Edmundo Tudor recibió el título de conde de Richmond.

Ese año murió Isabel, la duquesa de Lorena, esposa del duque Renato I de Anjou, el cual transfirió el ducado a su
hijo Juan, para dedicarse desde entonces a actividades artísticas y literarias.

La Orden Teutónica se había recuperado en Prusia de la derrota sufrida en Grunwald más de cuarenta años atrás. Los
mismos prusianos que habían formado entonces la liga de Lucertole, habían formado hacía una década la liga de
Marienwerder, pero los caballeros teutónicos pidieron al emperador Federico III que la disolviera. Al hacerlo, las
ciudades se rebelaron con el apoyo del rey Casimiro IV de Polonia.

El rey Ladislao V de Hungría, a sus trece años, fue declarado mayor de edad, y Juan Hunyadi, hasta entonces regente, fue
nombrado capitán general, mientras su hijo Ladislao fue nombrado ban de Croacia.

Jacques Coeur, el exministro de finanzas del rey Carlos VII de Francia, ahora caído en desgracia, fue condenado a pagar
una multa exorbitada, por lo que sus bienes fueron confiscados. En 1454 logró escapar de Francia y se refugió en Roma,
donde fue bien acogido.

El rey Enrique VI de Inglaterra recuperó la cordura y Ricardo de York se vio obligado a renunciar a la regencia. El duque
Edmundo de Somerset salió de la prisión y Ricardo tuvo que abandonar la corte. No tardó en aliarse con los condes de
Salisbury y de Warwick, del poderoso clan de los Neville, quienes, como defensores de la frontera con Escocia, disponían
de un ejército bien entrenado.

Diego García de Herrera, yerno de Fernán Pedraza, el conquistador de la Gomera, trató de conquistar las islas de Gran
Canaria y Tenerife, pero los guanches seguían sin entender qué necesidad había de que alguien fuera a gobernarlos, así
que expulsaron a sus conquistadores, que prefirieron no volver.

Juan de Mena terminó su Laberinto de Fortuna, dedicado al rey Juan II de Castilla, un poema compuesto de 297 coplas
de arte mayor, siguiendo su estilo archiculto, saturado de violentos cultimos sintácticos y léxicos.

Juan II murió poco después, y fue sucedido por su hijo, ahora el rey Enrique IV. Ahora fue Juan Pacheco quien aumentó
su poder en Castilla a expensas del rey, como en su día había hecho Álvaro de Luna. Rodrigo Manrique recuperó así
nuevamente sus tierras y el favor real. Tenía dos hijos, Pedro, de diecinueve años, y Jorge, de catorce. Rodrigo era
aficionado a la poesía, y se le atribuye una reducida colección de poemas populares. De su hijo Pedro se conservan
también dos poemas, escritos unos años atrás, contra un judío converso llamado Juan de Valladolid, o Juan Poeta. Son
poemas rudos, más bien de mal gusto, pero no se les puede negar cierta gracia e ingenio.

Mientras tanto, las intrigas de la Biga contra Galcerà de Requesens hicieron que el rey Alfonso V nombrara lugarteniente
de Cataluña a su hermano Juan II de Navarra, al que aconsejó mantener su apoyo a la Busca.

También murió el rey de Granada, Muhammad IX el Zurdo, y los abencerrajes, que en su día habían apoyado a su rival
Yúsuf V, ahora apoyaron a un primo de éste, llamado Sad Ciriza.

El hijo del duque Felipe III de Borgoña tenía ahora veintiún años, era conocido como Carlos el Temerario y acababa de
reprimir duramente una revuelta en Flandes. Viudo de Catalina, la hija del rey Carlos VII de Francia, se casó ahora
con Isabel, hija del duque Carlos I de Borbón.

El rey Casimiro IV de Polonia, ya en guerra abierta contra los caballeros teutónicos, se anexionó Prusia. El rey polaco se
casó con Isabel, hermana del rey Ladislao V de Bohemia y Hungría.
El duque de Milán, Francisco Sforza, firmó la Paz de Lodi con las potencias del norte de Italia, especialmente con
Florencia y Venecia, lo que garantizó la estabilidad política en la región.

El kan de Crimea, Hayyi Girai, trató de ocupar las colonias venecianas en la península con la ayuda de los turcos, pero
éstas resistieron gracias al apoyo de la Horda de Oro.

Enrique el Navegante se había mostrado contrario a la trata de negros iniciada por los portugueses, pero comprendió lo
absurdo de sus reservas cuando el Papa Nicolás V dio su visto bueno, a la vez que reconocía a Portugal la exclusividad
en las navegaciones por la costa africana en su bula Romanus pontifex. El Papa murió en 1455 y fue sucedido por Alonso
de Borja, que a sus sesenta y siete años adoptó el nombre de Calixto III.

A la muerte de Nicolás V, la biblioteca vaticana tenía más de cinco mil manuscritos, y era la mayor biblioteca de Europa.
Se cuenta que cuando Calixto III entró por primera vez en ella exclamó: ¡Santo Dios, en qué cosas se han gastado los
caudales de la Iglesia!, y es que el nuevo Papa no compartía los ideales renacentistas de su predecesor.

Alonso de Borja era valenciano, y se había trasladado a Italia en compañía del rey Alfonso V, donde había sido nombrado
cardenal once años atrás. Como Papa, practicó un descarado nepotismo, en beneficio de sus sobrinos, Pedro Luis, de
veinticinco años, y Rodrigo, de veinticuatro. Pedro Luis se convirtió en capitán general de los ejércitos pontificios. Así
se inició el auge de la familia Borja en Italia, que no tardó en amasar una gran fortuna. Ese mismo año, Calixto III canonizó
al también valenciano san Vicente Ferrer.

Mientras tanto, Johannes Gutenberg terminaba el primer libro impreso en Occidente: una Biblia latina a doble columna,
conocida como la Biblia de cuarenta y dos líneas. Sin embargo, él había invertido mucho tiempo y su socio, Johann Fust,
mucho dinero. Gutenberg no estaba en condiciones de pagarle los intereses convenidos, así que Fust lo demandó y ganó
el pleito. Ante la insolvencia del impresor, Fust recibió el material tipográfico fabricado con su dinero, Biblia incluida.

El sultán Mehmet II impuso un tributo al príncipe Pedro III de Moldavia.


El emperador Federico III reunió la dieta de Neustadt con la intención de reformar el Sacro Imperio Romano para
restablecer su unidad y poderío, pero su intento fracasó por la oposición tanto de la nobleza alemana como de las ciudades.

Cinco años atrás, el rey Jacobo II de Escocia había logrado desembarazarse del regente Alexander Livingstone, y ahora,
al cumblir los veinticinco años, pudo hacer lo propio con el conde William de Douglas, con lo que inició su gobierno
personal. El principal apoyo con el que había contado el monarca en estos años había sido James Kennedy, el obispo de
Saint Andrews.

Edmundo Tudor, el conde de Richmond, se casó a sus veinte años con Margarita Beaufort, la hija de doce años de Juan
Beaufort, el difunto duque de Somerset (y sobrina del actual duque Edmundo de Somerset). Edmundo murió poco
después, en mayo, cuando el duque Ricardo de York, con sus aliados, derrotó al ejército real en Saint Albans. Esta
victoria, unida a que el rey Enrique VI tuvo un nuevo ataque de locura, permitió a Ricardo retomar el gobierno de
Inglaterra.

LA GUERRA DE LAS DOS ROSAS


En 1455 murió en Roma el pintor Fra Angélico, casi a los sesenta años. Dejó numerosos discípulos, probablemente más
de los que conocemos. También murió el escultor Lorenzo Ghiberti, a sus setenta y siete años. El escultor Donatello, con
casi setenta años, famoso en toda Italia, regresó a Florencia, donde siguió realizando obras de gran originalidad.

El príncipe Ladislao II de Valaquia, que había sido derrocado por Iancu, su rival, había reunido un ejército con el que
entró en sus antiguas posesiones de Transilvania, ahora gobernadas por el hijo y tocayo de Vlad Dracul, y allí se dedicó
a saquear, matar y arrasar.

Las disputas entre el rey Juan II de Navarra y su hijo Carlos, el príncipe de Viana, se habían convertido ya en una auténtica
guerra civil. En octubre, el rey desheredó a Carlos y a su hermana Blanca en beneficio de su tercera hija, Leonor, que
estaba casada con el conde Gastón IV de Foix. Éste se convirtió así en un firme aliado del monarca. Pero el príncipe
Carlos tenía más de cortesano mujeriego y de humanista que de soldado. (Hacía un par de años había terminado
una Crónica de los reyes de navarra, y también fue autor de algunas traducciones de Aristóteles.) En 1456, cansado de
la lucha, se marchó a Francia, y luego se trasladó a Nápoles, a la corte de su tío, el rey Alfonso el Magnánimo.

El Papa Calixto III nombró cardenal y vicecanciller de la Iglesia a su sobrino Rodrigo Borja, a pesar de que no había
recibido órdenes mayores. El pontífice, a través de su embajador, Juan de Capistrano, trató de promover una nueva
cruzada contra los turcos, pero sin éxito alguno. Sólo Hungría se dispuso a combatir, y no tanto por la iniciativa de Calixto
III como porque los turcos amenazaban sus fronteras. Juan Hunyadi obligó a los turcos a abandonar el sitio de Belgrado,
pero murió por las heridas recibidas en la batalla. También murió unos meses más tarde san Juan de Capistrano, como
consecuencia de la epidemia de peste que brotó en el campamento cristiano tras la batalla.

Viendo que el furibundo Ladislao II de Valaquia había escapado a su control, los húngaros dotaron de un pequeño ejército
a Vlad, el hijo de Vlad Dracul, con ayuda del cual pudo apresar y decapitar a Ladislao II y convertirse en el nuevo príncipe
de Valaquia.

El Papa organizó por su parte una expedición en defensa de la isla de Rodas, al frente de la cual puso a Jacques Coeur,
que murió en Quíos, combatiendo contra los turcos.

Un hijo del duque Antonio II de Atenas asesinó a Clara Giorgo, derrocó a su hijo, el duque Francesco I, y se convirtió en
el duque Francesco II de Atenas. Logró todo esto con la ayuda del sultán Mehmet II, quien lo depuso antes de que
acabara el año.

En Inglaterra murió Edmundo Tudor, el hermanastro del rey Enrique VI. Dejó un hijo póstumo, Enrique, que nació al
año siguiente y heredó el condado de Richmond. El rey recobró nuevamente la lucidez y la reina Margarita lo aprovechó
para debilitar en lo posible al duque Ricardo de York. Ciertamente, Ricardo representaba una seria amenaza para que su
hijo, el joven príncipe Eduardo, pudiera heredar la corona: los Lancaster habían obtenido la corona cuando Enrique IV
derrocó a su primo Ricardo II, el cual había nombrado heredero a Roger Mortimer, el conde de La Marche y del Ulster.
En su momento, los Lancaster se habían ocupado tanto de Edmundo Mortimer, el tío de Ricardo, como de su padre, el
conde Ricardo de Cambridge, herederos de los derechos de Ricardo II, y ninguno de ellos se había encontrado en una
situación tan buena como el actual duque de York para hacerse con el trono: el gobierno de Enrique VI estaba siendo
nefasto; Inglaterra había sido humillada ante Francia; la propia reina, Margarita de Anjou, era francesa, y eso la volvía
impopular; Ricardo, en cambio, era popular y tenía aliados poderosos. Además, la casa de Lancaster era en estos
momentos especialmente vulnerable, ya que el rey y el príncipe eran sus únicos representantes vivos. Si el príncipe de
Gales muriera, la corona no tendría otro heredero legítimo que no fuera Ricardo de York.
En Francia tampoco faltaban las intrigas. El Delfín Luis había intervenido en varias sublevaciones contra su padre, el rey
Carlos VII de Francia, y tuvo que huir a la corte del duque Felipe III de Borgoña. Dicen que Carlos VII profetizó: "Mi
primo de Borgoña está alimentando el zorro que va a comerse sus gallinas". Ese año murió el duque Carlos I de Borbón,
que fue sucedido por su hijo Juan II.

En julio, el gran inquisidor Jean Bréal y el arzobispo de Ruán, Guillaume d'Estouteville, proclamaron solemnemente
en esta ciudad la rehabilitación de santa Juana de Arco. Terminaba así un proceso en el que fueron examinados los
documentos encontrados en Ruan sobre el proceso contra Juana y fueron interrogados ciento quince testigos, desde
compañeros de infancia de Juana hasta participantes en el juicio que la condenó.

También el rey Alfonso V de Portugal había rehabilitado la memoria de su tío, el duque Pedro de Coimbra, lo que permitió
que su hijo Pedro regresara a la corte de su exilio castellano. Un veneciano llamado Alvise de Ca'da Mosto, que trabajaba
para Enrique el Navegante y el año anterior había estado explorando el río Gambia, descubrió las islas Cabo Verde, a
unos 500 kilómetros al oeste de la costa senegalesa. Calixto III promulgó la encíclica Inter caetera, en la que concedía a
Portugal el dominio de la costa africana al sur de Marruecos.

El pintor Fra Filippo Lippi, que había cumplido ya los cincuenta años, raptó a Lucrezia Buti, una religiosa de Santa
Margherita del Prato, de donde era capellán, y tuvo un hijo con ella, Filippino. La intervención de Cosme de Médicis,
que apreciaba el arte de Filippo, permitió que la pareja fuera dispensada de sus votos y pudiera casarse.

Mientras tanto Mantegna terminaba en Padua su trabajo en la iglesia de los Eremitani. Había pintado una
monumental Asunción de la Virgen y varios frescos con Historias de Santiago y San Cristóbal, en los que utiliza
impresionantes juegos de perspectiva. Sus escenas están llenas de paredes de piedra, mármoles, columnatas, arcos de
triunfo, cornisas, relieves, etc. Su maestro, Squarcione, dijo, movido por la envidia, que hasta los personajes parecían
estatuas de bronce o de piedra, y algo de razón no le faltaba, pero el resultado era, sin duda, espectacular.

Mantegna marchó entonces a Venecia a visitar a su suegro, el pintor Jacopo Bellini, con cuya hija, Niccolosia, se había
casado dos años atrás. Se conservan pocas obras suyas, de estilo antiguo, bizantino, aunque con influencias renacentistas.
Jacopo tenía otros dos hijos, ayudantes suyos, que no habían cumplido aún los treinta años: Gentile y Giovanni
Bellini. Luego Mantegna marchó a Verona, donde se le había encargado un retablo para el altar mayor de San Zenón de
Verona.

En 1457, el rey Cristián I de Dinamarca y Noruega logró los apoyos suficientes para hacerse proclamar rey de Suecia, en
detrimento de Carlos VIII, que tuvo que marchar al exilio.

En Moldavia, un hijo del príncipe Bogdan II llamado Esteban logró derrocar a Pedro III, el hermanastro y asesino de su
padre.

Ese año murió el duque Pedro II de Bretaña, y fue sucedido por su tío Arturo III. Éste había sido capturado en Azincourt
y llevado a Londres como rehén. Recientemente había participado en la reconquista de Normandía y la Guyena.

En Nápoles murió Lorenzo Valla, unos de los más destacados precursores del pensamiento renacentista.

En China, el emperador Zhengtong fue liberado del cautiverio al que lo tenían sometido los mongoles, y pudo recuperar
el gobierno de su país.

El Delfín Luis se casó con Carlota, hermana del duque Amadeo IX de Saboya.

Johannes Gutenberg se asoció con Peter Schöffer, el yerno de su socio anterior, Johann Fust, que había aprendido sus
técnicas de impresión, y llevó adelante la impresión del Salterio de Maguncia, en cuyo colofón se manifiesta que todo se
ha hecho con "el invento artificioso de estampar y de componer", sin ninguna intervención de la pluma.

Tras la muerte de Juan Hunyadi, el emperador Federico III intentó recuperar de nuevo su influencia sobre el joven rey
Ladislao V de Hungría y Bohemia. Uno de sus partidarios trató de asesinar a Ladislao Hunyadi, el ban de Croacia,
primogénito de Juan, pero los amigos de éste lo impidieron dando muerte al asesino. Entonces Ladislao V hizo arrestar a
Hunyadi y finalmente lo decapitó. Esto desencadenó una reacción por la que Ladislao fue expulsado del trono y muerto
poco después.
Ladislao V tenía entonces diecisiete años, por lo que no dejó descendencia. Con él se extinguía la rama albertina de la
casa de Habsburgo, y sólo quedaba ahora la rama leopoldina, a la cabeza de la cual estaba el emperador Federico III. El
joven Ladislao V nunca había llegado a tener mucho poder efectivo, pero había tratado de compensarlo inflando sus
títulos: puesto que casi todos los Habsburgo ostentaban el título de duque de Austria, él se había arrogado el de archiduque
de Austria, título que ahora tomó para sí Federico III. Frente a la casi media docena de duques de Austria que había habido
normalmente hasta ese momento, a partir de ahora sólo iba a haber un archiduque.

Federico III reclamó los derechos sucesorios sobre Bohemia y Hungría, así como del ducado de Luxemburgo, del que
Ladislao V era también duque titular, pero no tuvo ningún éxito: Luxemburgo se lo apropió el duque Felipe III de
Borgoña, que era usufructuario del ducado desde la muerte de Isabel de Gorlitz, seis años atrás; tras unos meses de
incertidumbre, ya en 1458, la nobleza de Bohemia eligió por unanimidad como nuevo rey a Jorge de Podebrady, que de
hecho había gobernado el país desde el nacimiento del rey Ladislao; en Hungría la sucesión fue más discutida, pero
finalmente el hermano de Ladislao Hunyadi, conocido como Matías Corvino (el cuervo, por el color de su pelo), logró
suficientes apoyos para proclamarse rey, frente a las pretensiones del emperador. Pocos días despues, para legitimar su
posición, se casó con la hija de Jorge de Podebrady.

Ese año murieron:

 El Papa Calixto III, que fue sucedido por Enea Silvio Piccolomini, de cincuenta y tres años, que adoptó el nombre
de Pío II. Al igual que Nicolás V, fue un gran humanista. Se conserva una colección de poemas en latín, así como
varias obras históricas y geográficas.

La muerte de Calixto III suscitó inmediatamente una rebelión en Roma contra los Borja. Pedro Luis, a quien su tío
había nombrado capitán general de los ejércitos pontificios, tuvo que huir de la ciudad y murió poco después. Había
amasado una gran fortuna, que dejó en herencia a su hermano Rodrigo, cuyo título cardenalicio y el dinero le
sirvieron para sortear la delicada situación. Rodrigo tenía una amante llamada Vannozza Catanei, con la que
acababa de tener un hijo llamado Pedro Luis.
 El rey Alfonso V de Aragón y Nápoles. Sólo dejó un hijo bastardo, Fernando, de treinta y cinco años, al que había
nombrado heredero quince años atrás. En Aragón un bastardo era completamente inadmisible como sucesor, así
que el rey Juan II de Navarra no tuvo dificultad en hacerse proclamar rey de Aragón. Sin embargo, seguía interesado
primordialmente en Castilla, y no prestó atención alguna a Nápoles y Sicilia. Allí su hijo Carlos, el príncipe de
Viana, disputó a Fernando la corona, pero acabó huyendo a Sicilia.

Otro pretendiente al trono napolitano fue el duque de Lorena, Juan de Anjou, cuyo padre, Renato de Anjou, le
había disputado Nápoles a Alfonso V. El Papa Calixto III había cuestionado los derechos de Fernando por su
nacimiento extramatrimonial, pero Pío II lo reconoció como rey de Nápoles (Fernando I) frente a Juan de Anjou.
Éste contaba, por otra parte, con el apoyo de la nobleza del sur del reino.

 María de Castilla, la viuda de Alfonso V, pocos meses después que su marido.


 El duque Arturo III de Bretaña, que fue sucedido por su sobrino Francisco II.
 El emperador Juan IV de Trebisonda, que fue sucedido por su hermano David II Comneno.
 El rey Juan II de Chipre, que fue sucedido por su hija Carlota.
 Íñigo López de Mendoza, el Marqués de Santillana.

El rey Alfonso V de Portugal inició una serie de campañas militares contra Marruecos que le valieron el sobrenombre
de Alfonso V el Africano. En esta primera campaña conquistó Alcazarseguer.

El escultor Luca della Robbia había dedicado durante un tiempo su taller a una producción casi "en serie" de vírgenes,
escudos heráldicos, imágenes de devoción, etc. que tenían gran éxito y resultaban muy lucrativas, pero que le habían
hecho perder su prestigio de gran escultor. Sin embargo, en los últimos años había estado trabajando en una obra que lo
puso de nuevo a la cabeza de los artistas de su tiempo: la tumba de Benozzo Federighi, un altorrelieve en mármol,
marquetería y terracota vidriada que lo consagró como profundo conocedor del arte antiguo.

En 1459 el pintor Piero della Francesca terminó una obra enigmática: La flagelación de Cristo, un óleo sobre tabla en el
que la escena que le da título aparece en segundo plano, mientras el primer plano lo ocupan tres personajes vestidos con
ropas de épocas distintas que conversan entre ellos. Se ha especulado mucho sobre el simbolismo de esta escena, pero lo
más patente es el impecable tratamiento de la perspectiva y las proporciones. Al mismo tiempo terminó una de sus obras
más importantes: los frescos sobre La leyenda de la cruz, pintados en la iglesia de San Francisco de Arezzo. Piero trabajó
en estos frescos durante siete años, con la ayuda de varios discípulos. Representan diversas escenas relacionadas con la
cruz, como la batalla de Constantino contra Majencio, etc. En ellos destacan sobre todo los fundamentos geométricos, no
sólo en lo referente a la perspectiva, sino también en la disposición y agrupación de las figuras, simetrías, etc.

Andrea Mantegna terminó su retablo para el altar mayor de San Zenón de Verona. En él sitúa el punto de fuga para la
perspectiva muy cerca de la parte inferior, de modo que las figuras de los santos, ya de por sí semejantes a estatuas,
resultan todavía más monumentales al ser contempladas "desde abajo".

Ese año murieron el humanista florentino Poggio Bracciolini y el poeta valenciano Ausiàs March. Entre sus últimas
creaciones destacan los seis Cants de mort (cantos de muerte), el Cant espiritual, y una serie de poemas filosóficos de
tono sentencioso y didáctico.

El sultán turco Mehmet II terminó la ocupación de Servia. El patriarcado ortodoxo fue suprimido y los servios hubieron
de pagar el impuesto de sangre: debían entregar niños para que fueran islamizados y educados como jenízaros.

El Papa Pío II convocó un congreso en Mantua para tratar de formar una liga europea contra los turcos, pero, como de
costumbre, no tuvo ningún éxito. La principal potencia sobre la que recaía el peso de contener el avance turco era Hungría,
pero, en lugar de recibir ayuda, sucedió que el emperador Federico III se alió con el rey de Bohemia, Jorge de Podebrady,
contra Matías I, el rey de Hungría. Matías I derrotó a ambos, y arrebató a Bohemia los territorios de Moravia y Silesia.

El príncipe Vlad de Valaquia gobernaba sus territorios con eficiencia, pero con absoluta independencia de Hungría, de la
que se suponía que era vasallo. Desde antes incluso de ascender al trono húngaro, Matías Corvino estaba tratando de
incitar a la rebelión a varios adversarios del príncipe, hasta que éste decidió tomar medidas al respecto: Invitó a una fiesta
a unos quinientos nobles, potenciales enemigos, los hizo apresar y atravesar en sendas estacas, como había visto hacer en
la corte turca en su juventud. Esto le valió el sobrenombre de Vlad Tepes (Vlad el Empalador), aunque, obviamente, éste
no apareció por escrito hasta muchos años después de su muerte. Oficialmente era conocido como Vlad Draculea, que
literalmente significa "El hijo de Dracul", es decir, "El hijo del Dragón", aunque también puede traducirse como "El hijo
del Diablo", en concordancia con el carácter sanguinario del que iba a seguir haciendo gala en lo sucesivo. A otros
enemigos que capturó después los hizo arrojar a las llamas.

Carlos, el príncipe de Viana, se había hecho fácilmente con el control de la isla de Sicilia, hasta el punto de que los
sicilianos querían nombrarlo virrey perpetuo. Esto intranquilizó a su padre, el rey Juan II de Navarra y Aragón, que se
apresuró a negociar con él y logró que en agosto Carlos se trasladara a Mallorca como paso previo a un encuentro entre
ambos.

En septiembre, Ricardo de York, considerándose amenazado por las intrigas de la reina Margarita, se declaró en rebeldía
y reivindicó sus derechos a la corona. Planteado así el conflicto, como una cuestión sobre a quién le correspondía
legítimamente la corona inglesa, los partidarios del rey Enrique VI o del duque Ricardo de York se consideraron en
realidad partidarios de la casa de Lancaster o de la casa de York. Los escudos de ambas familias llevaban una rosa, roja
en el de Lancaster y blanca en el de York, por lo que la guerra civil que se iniciaba ahora (aunque hay quienes la remontan
cinco años atrás, a la primera rebelión de Ricardo) es conocida como la Guerra de las dos rosas. En octubre, Eduardo, el
hijo de Ricardo, que tenía ya diecisiete años, llegó a Calais con los condes de Salisbury y Warwick. Los lancasterianos
trataron de expulsarlos, pero consiguieron reunir un ejército al que Londres abrió sus puertas.

En enero de 1460 se produjo una reconciliación entre el rey Juan II de Navarra y Aragón y su hijo Carlos, pero Juan II se
negó a reconocerlo como heredero, pues según las leyes de Aragón, al ser su primogénito, debería necesariamente heredar
el reino, mientras que el rey pretendía legárselo a Fernando, el hijo que había tenido con su segunda esposa, Juana
Enríquez, que tenía ahora siete años. En marzo Carlos desembarcó en Barcelona entre aclamaciones, sin permiso y
enojando a su padre, pero éste lo recibió con aparente cordialidad y lo atrajo hasta Lérida, donde había convocado las
Cortes. En mayo, Juan II inició negociaciones con el rey Alfonso V de Portugal para casar a Carlos con su
hermana Catalina. También entró en negociaciones con Juan Pacheco, el marqués de Villena, que estaba siguiendo una
curiosa política: tramaba conspiraciones con los enemigos del rey Enrique IV y luego denunciaba ante él a los conspirados.
El rey Fernando I de Nápoles fue derrotado en Sarmo por Juan de Anjou, el duque de Lorena.

El rey Carlos VII de Francia aprovechó un escándalo concerniente a la vida privada del conde Juan V de Armañac para
desterrarlo a perpetuidad. El conde era uno de los principales nobles que conspiraban contra el rey junto al Delfín Luis.

El sultán turco Mehmet II conquistó el principado de Morea. Tomás Paleólogo huyó a Italia, mientras que su hermano
Demetrio, acérrimo enemigo de los latinos, prefirió establecerse en la corte del sultán. Ahora lo único que sobrevivía del
Imperio Bizantino era el Imperio de Trebisonda. Por otra parte, Mehmet II hizo ejecutar al duque Francesco II de Atenas,
al que tenía prisionero, con lo que se anexionó definitivamente el ducado.

El príncipe de Valaquia, Vlad el Empalador, logró capturar al que consideraba su enemigo más peligroso, que se hacía
llamar el Dan el Vóivoda. Lo obligó a cavar su propia tumba y a asistir a sus propios funerales antes de decapitarlo.

Se desconocen los detalles de las actividades de Gutenberg durante los últimos años, pero se sabe que en algún momento
dado se disolvió su asociación con Peter Schöffer, quien continuó imprimiendo con su suegro, Johann Fust, mientras
Gutenberg tuvo que abandonar su oficio de impresor. Se sabe que en Maguncia proliferaban los impresores, así como que
recientemente se había abierto un nuevo taller en Estrasburgo.

Andrea Mantegna, aceptó la invitación del marqués de Mantua, Luis III Gonzaga, y se trasladó a dicha ciudad, donde
Luis III lo nombró pintor de corte. De entre los trabajos que realizó allí destaca el Tránsito de la Virgen, un óleo en el
que la disposición de los apóstoles construye una perspectiva que, más que al cuerpo inerte de la Virgen, apunta hacia un
paisaje fluvial que se divisa a través de una gran ventana al fondo.

Después de algunos encuentros, el duque Ricardo de York obtuvo una victoria decisiva en Towton, que obligó a huir al
rey Enrique VI y esconderse en el noroeste del país. El rey Jacobo II de Escocia apoyó a los Lancaster en estos momentos
difíciles, y supuso que a cambio no les importaría que se adueñara de algunas fortalezas fronterizas inglesas, pero murió
en el asedio de una de ellas al explotar uno de sus propios cañones. Fue sucedido por su hijo Jacobo III, de nueve años,
bajo la regencia de su madre, María. Esto privó a los Lancaster del apoyo escocés.
Otro Jacobo, hijo bastardo del rey Juan II de Chipre, derrocó a su hermanastra Carlota y se convirtió en Jacobo II el
Bastardo.

La reina Margarita de Inglaterra conservaba un ejército, que fue derrotado en julio en Northampton, y poco después el
rey Enrique VI fue capturado y llevado a Londres. El Parlamento nombró a Ricardo de York heredero de Enrique VI, y
el rey aceptó el compromiso a cambio de su libertad.

Portugal empezó a poblar las islas Cabo Verde, con colonos portugueses y esclavos negros africanos. La exploración de
la costa africana seguía avanzando, y ésta se inclinaba cada vez más acentuadamente hacia el este. Todo apuntaba a que
se había alcanzado el extremo sur del continente africano y que a partir de ahí, siguiendo la costa, se avanzaría ya en
dirección este camino a las Indias. Enrique el Navegante no pudo confirmar estas expectativas tan optimistas, pues murió
el 13 de noviembre.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El duque Alberto III de Baviera-Munich, que fue sucedido por sus hijos Juan IV, Segismundo y Alberto IV.
 El músico borgoñón Gilles Binchois (a sus sesenta años).
 El teólogo husita Petr Chelcicky (a sus setenta años). Fue uno de los principales promotores de la llamada Unión
de los Hermanos de Bohemia, un movimiento religioso reformista combatido sin mucho éxito por el rey utraquista
Jorge de Podebrady.

El Papa Pío II promulgó la bula Exsecrabilis, por la que prohibía bajo pena de excomunión la apelación al concilio general
(que, según el concilio de Basilea, tenía autoridad sobre el Papa). Ese año nombró cardenal y arzobispo de Siena a su
sobrino Francesco Todeschini-Piccolomini, que acababa de cumplir los veintiún años.

En diciembre, la reina Margarita de Anjou había reunido a sus leales en el norte de Inglaterra. El duque Ricardo de York
y el conde de Salisbury la hostigaron, pero fueron sorprendidos en Wakefield y allí murieron los dos. Eduardo, el hijo de
Ricardo, sustituyó a su padre como jefe de la casa de York.
Mientras tanto, rey Juan II de Navarra y Aragón se enteró (o, al menos, eso dijo él) de que su hijo Carlos planeaba casarse
con Isabel, hermanastra del rey Enrique IV de Castilla, que tenía entonces nueve años, en contra de su voluntad de casarlo
con Catalina de Portugal (y, al parecer, también en contra de su voluntad de que fuera su hijo Fernando el que se casara
con Isabel). Juan II consideró que tal desacato era motivo suficiente para prender a Carlos, y lo encerró en Morella. Esto
escandalizó a los catalanes, y la busca, que últimamente andaba dividida en facciones enfrentadas, se unió de nuevo contra
el rey y la madrastra de Carlos. La Generalidad catalana reclamó la libertad del príncipe y envió un ultimátum al rey. Juan
II no aceptó, y el consejo de Cataluña, dominado por la biga, nombró heredero a Carlos y reunió un ejército para defender
su causa. Esto hizo que Juan II prestara más atención a lo que se le exigía, y en febrero de 1461 liberó a Carlos.

En Inglaterra, el ejército de la reina Margarita había descendido hacia el sur devastando todo a su paso, pero la indisciplina
de sus hombres disuadió a sus jefes de hacerlo entrar en Londres. Volvió hacia el norte y ello fue aprovechado por Eduardo
de York, que en marzo fue reconocido como el rey Eduardo IV de Inglaterra. Su hermano Jorge, de once años, recibió
el título de duque de Clarence, y su hermano Ricardo, de nueve, el de duque de Gloucester. (Edmundo había muerto el
año anterior, a los diecisiete.) El ejército de Eduardo IV obtuvo una nueva victoria en Towton, que obligó a la reina
Margarita de Anjou a refugiarse en Francia con su hijo Eduardo, el príncipe de Gales. Enrique VI se refugió en Escocia.

El 21 de junio, la reina Juana Enríquez de Navarra y Aragón se reunió en representación de su marido con delegados de
la Generalidad de Cataluña. En la llamada Concordia de Vilafranca se reconoció a Carlos de Viana como heredero del
rey Juan II, se le nombró lugarteniente de Cataluña y se estipuló que el rey no podría entrar en Cataluña sin el
consentimiento de sus autoridades. También se limitó la autoridad real en cuanto a la convocatoria de Cortes y el
nombramiento de cargos oficiales, y se decretó el destierro de Galcerà de Requesens.

En julio murió el rey Carlos VII de Francia, y finalmente el Delfín Luis se convirtió a sus treinta y ocho años en el
rey Luis XI de Francia. Su hermano Carlos recibió el título de duque de Berry.

En Portugal murió el duque Alfonso I de Braganza, que fue sucedido por su hijo Fernando I.
También murió ese año Georg von Peuerbach, un matemático y astrónomo, profesor de la universidad de Viena, autor
de numerosos tratados, entre los que destacan los Elementa arithmetices, algoritmus de numeris integris, sobre
matemáticas, y las Theoriae nouae planetarum, sobre astronomía. Un discípulo suyo, llamado Johann Müller, que tenía
entonces veinticinco años, continuó su obra de corrección de errores en las tablas del Almagesto de Ptolomeo.

En septiembre murió el príncipe Carlos de Viana, de tuberculosis según la versión oficial, envenenado por su madrastra
según las malas lenguas. Esto convirtió en heredero de Aragón a Fernando, tal y como quería su madre, la reina Juana.
Fernando, en cambio, no era aceptable como rey de Navarra, pues no era hijo de la reina Blanca I. En este caso, los
derechos de Carlos pasaban a su hermana Blanca, que logró ser reconocida como Blanca II de Navarra ese mismo año.
Los sicilianos, que habían preferido a Carlos de Viana frente a Fernando de Nápoles, reconocieron a Juan II como rey de
Sicilia.

LA GUERRA CIVIL ARAGONESA


En 1461 el Papa Pío II logró que el rey Luis XI de Francia derogara la pragmática sanción, promulgada por su padre más
de dos décadas atrás, por la que reconocía a la Iglesia de Francia casi plena autonomía frente a la autoridad papal. Ese
año canonizó a santa Catalina de Siena, impulsora del retorno a Roma de la sede pontificia, tras el periodo de Aviñón. El
ejército del Papa derrotó en Senigallia al condotiero Sigismondo Pandolfo Malatesta, señor de Rímini, que fue
excomulgado y tuvo que ceder gran parte de su territorio. Entonces pasó al servicio de Venecia, que lo envió a Morea, a
combatir contra los turcos.

El Imperio Otomano se extendía imparable por Europa Oriental. Tras sufrir veintiún días de asedio, el emperador David
II de Trebisonda, desesperando de obtener la menor ayuda de Occidente, capituló ante el sultán Mehmet II, que le permitió
marchar al exilio. Así desapareció el último resto del Imperio Bizantino, que durante siglos había protegido a Europa de
la amenaza musulmana.

Mientras tanto, el emperador Federico III de Habsburgo seguía ajeno al peligro turco, y ahora reclamaba la ayuda del rey
Jorge de Podebrady contra su hermano Alberto, que se le había rebelado.
Con quien no podían los turcos era con Scanderbeg, el príncipe de Albania, con quien Mehmet II se vio obligado a firmar
una tregua. Ese año murió el rey de Bosnia Esteban Tomás, que fue sucedido por su hijo Esteban V Tomasevic. Bosnia
era tributaria de los turcos desde hacía más de una década. Más dudoso era el caso de Valaquia, donde gobernaba Vlad
el Empalador, que se las había arreglado para ser tenido por vasallo tanto de los húngaros como de los turcos y, al mismo
tiempo, no pagar tributo a ninguno de los dos. El sultán Mehmet II, que conocía personalmente a Vlad y sabía que era
peligroso, decidió tenderle una trampa. Le envió como mensajero a un griego llamado Catavolinos, que lo citó
en Giurgiu, una fortaleza cercana a Bucarest, para resolver "un pequeño problema fronterizo" y al mismo tiempo
escondió en las cercanías un destacamento al mando de Hamza Beg. El Empalador no se fio, pero fingió caer en la
trampa. Acudió a la cita con parte de los tributos pendientes desde los últimos años y con presentes para el sultán, pero a
la vez llevó un fuerte contingente que derrotó sin dificultad al ejército turco (muy inferior en número) y le permitió
capturar al griego y al general Hamza Beg. Ambos fueron llevados a Tirgovisthe, la capital de Valaquia, y empalados
poco después. Cuando el sultán le envió embajadores para pedirle explicaciones, mandó que les clavaran el turbante a la
cabeza. A lo largo del año se dedicó a incendiar y saquear los dominios turcos al sur del Danubio.

En una carta fechada el 11 de enero de 1462, dirigida al rey Matías I de Hungría, Vlad Tepes daba cuenta de haber acabado
con más de veinticuatro mil enemigos, y no era una estimación a ojo, sino que el príncipe hacía cortar las cabezas,
amontonarlas y contarlas después de cada incursión. También aclaraba que esta contabilidad no incluía las cabezas de los
que habían muerto quemados en sus casas.

Las sospechas de que la muerte del príncipe Carlos de Viana no había sido natural indispuso definitivamente al rey Juan
II de Aragón con sus súbditos catalanes. A esto se unía el conflicto aún abierto de los campesinos de remensa. El rey
Alfonso V había aceptado la petición de sus sindicados de redimir su adscripción a la tierra a cambio de un pago a la
corona (aunque no de 64.000 florines, como éstos ofrecían, sino de 100.000, lo que retrasó el proceso en tanto reunían el
resto de la suma). Por su parte, Juan II había confirmado esta decisión al subir al trono, lo que lo enemistó con los grandes
señores. Uniendo a esto que el rey había perdido el control de Navarra al reconocer a su hija Blanca II como reina, su
posición era más débil que nunca, y, en cualquier momento, el rey Enrique IV de Castilla podría pasarle la factura de las
innumerables intrigas que Juan II había tejido en este reino. (El rey castellano pasaba por uno de sus mejores momentos.
Acababa de arrebatar Gibraltar al reino de Granada y el rey Sad tuvo que comprometerse a pagarle un tributo anual.) La
pugna entre la Busca y la Biga llegó también a su punto más candente: el 24 de febrero la Biga fraguó el complot de San
Matías, después del cual los más radicales trataron de asesinar a los principales representantes de la Busca, mientras los
moderados tramaban otras intrigas.

Ante esta coyuntura, Juan II marchó a Salvatierra para sellar una alianza con el rey Luis XI. Pidió a su hija Blanca II que
lo acompañara para tratar su posible matrimonio con Carlos, el hermano de dieciséis años del rey francés, que el año
anterior había recibido el título de duque de Berry. (Blanca II tenía ya treinta y ocho años.) La reina de Navarra, temiendo
correr la misma suerte que su hermano, el príncipe Carlos de Viana, renunció a sus derechos en favor de su exmarido, el
rey Enrique IV de Castilla. Al enterarse, Juan II la hizo prender y se la entregó a su yerno, el conde Gastón IV de Foix, a
la vez que nombraba heredera de Navarra a su hija Leonor. No se celebró, pues el matrimonio proyectado, y en su lugar
se acordó el de Magdalena, hermana de Luis XI, de diecinueve años, con Gastón, el hijo del conde de Foix, de dieciocho,
que recibió el título de príncipe de Viana, como heredero del trono navarro.

Mientras Juan II estaba firmando el tratado de Salvatierra, los catalanes nombraron lugarteniente de Cataluña a su hijo
Fernando, que tenía entonces diez años, bajo la tutela de su madre. La reina no supo reaccionar ante estos hechos y, no
queriendo enfrentarse a su esposo, huyó con su hijo de Barcelona y se refugió en la Força Vella, una fortaleza de Gerona.
Allí fue asediada en mayo por el ejército de la Generalidad, que quería hacerse con Fernando, y tuvo que ser liberada por
el conde de Foix.

Mientras tanto, el rey Fernando de Nápoles derrotó definitivamente en Troia a su rival, el duque de Lorena Juan de Anjou.
Para ello contó con la ayuda del propio Juan II, del duque de Milán, Francisco Sforza, e incluso del príncipe de Albania,
Jorge Castriota (Scanderbeg).

La entrada en Cataluña de las tropas del conde de Foix suponían una violación de la Concordia de Vilafranca, aceptada
el año anterior por Juan II, así que los catalanes lo revocaron definitivamente y ofrecieron el título de rey de Cataluña a
Enrique IV de Castilla, lo que definitivamente sumía a Aragón en una guerra civil. Los beaumonteses navarros apoyaron
la insurrección, y el propio Juan de Beaumont se convirtió en el lugarteniente en Cataluña del rey Enrique IV. Los
agramonteses, naturalmente, apoyaron a Juan II.
El portugués Pedro de Sintra exploró la costa africana a lo largo de 1.300 kilómetros al sur de Cabo Verde, y
llegó a un punto desde el que por primera vez pudo divisar un horizonte de mar mirando hacia el este. Los
portugueses llamaron Guinea a todo el territorio situado al sur del río Senegal. El nombre deriva del berebere Akal n-
Iguinauen, que significa Tierra de negros.

Una guerra entre príncipes alemanes llevó al conde de Nassau a saquear Maguncia, lo que hizo emigrar a numerosos
impresores, que se establecieron en varias ciudades alemanas y contribuyeron así a difundir la nueva técnica de impresión.
El mismo Peter Schöffer fue uno de los que abandonó la ciudad para instalarse en Francfurt.

El sultán turco Mehmet II envió un ejército de unos doscientos cincuenta mil hombres junto con una flota que remontara
el Danubio para enfrentarse a Vlad el Empalador. Éste no podía disponer de más de diez mil hombres, y tuvo que adoptar
técnicas de guerrilla y "tierra quemada", con lo que logró resistir hasta que la peste obligó a los turcos a retirarse. El sultán
cambió de táctica y se dedicó a apoyar a un hermano de Vlad, llamado Radu el Hermoso. Una serie de intrigas y unos
documentos falsos lograron que Vlad fuera capturado y entregado a los húngaros, que lo mantuvieron preso, aunque
tratándolo con la máxima consideración. Radu gobernó Valaquia como títere turco.

El emperador Federico III seguía pretendiendo la corona Húngara, pero el rey Matías I se presentó en Austria acompañado
de un poderoso ejército, y allí lo obligó a renunciar a ella.

El Papa Pío II revocó las Compactata de Jihlava, que habían puesto fin a la guerra entre católicos y husitas en Bohemia.
El rey de Bohemia, Jorge de Podebrady, que, a pesar de ser husita, ya tenía bastantes problemas para mantener bajo
control a los reformistas, se negó a aceptar la decisión, por lo que Pío II instó a Matías I de Hungría a emprender una
cruzada contra Bohemia, que acabó en fracaso.

Ese año murió el mecenas italiano Palla Strozzi, a la avanzada edad de ochenta y nueve años. Su hijo Filippo había
amasado una gran fortuna en Nápoles como banquero.

También murió el gran príncipe de Moscú Basilio II el Ciego, que fue sucedido por su hijo Iván III, de veintidós
años. En 1463 se impuso sobre el principado de Yaroslav. Moscú gobernaba ahora una amplia extensión en la que
sólo los principados de Tver y Rostov se mantenían independientes. Más al oeste, el principado de Nóvgorod controlaba
también un vasto territorio que se extendía hacia el norte. Al sur y al este se encontraban los kanatos en que se había
fragmentado la decadente Horda de Oro mongola, separados por territorios anárquicos, habitados por tribus nómadas o
seminómadas.

El sultán Mehmet II conquistó la mayor parte de Bosnia. Sólo el ducado de Herzegovina pudo resistir la invasión. Luego
el sultán declaró la guerra a Venecia, guerra que se libró en dos frentes: en Morea y en las islas del mar Egeo.

Ese año murió Sad Ciriza, el rey de Granada, que fue sucedido por su hijo Abú-l-Hasan Alí, conocido entre los cristianos
como Muley-Hacén. La creciente presión castellana sobre el reino nazarí estaba alimentando una fuerte xenofobia contra
los cristianos, acompañada de una radicalización del islam. Granada generó así un fundamentalismo que no tardó en
exportar a Marruecos.

También murió María, la madre del rey Jacobo III de Escocia, el cual tenía ahora once años. La regencia quedó en manos
de la familia Boyd.

El inca Pachacuti dominaba ya una extensa región alrededor de Cuzco. Sus hijos y su hermano, Cápac
Yupanqui, habían sometido a los chancas y recientemente habían conquistado la populosa región
de Cajamarca. Sin embargo, Pachacuti había hecho ejecutar a su hermano, temeroso de que sus conquistas estimularan
su ambición. Ahora, su tercer hijo, Túpac Inca Yupanqui, inició una serie de campañas más al norte, contra los
poderosos reinos de Quito y Chimú.

El duque de Milán, Francisco Sforza, gracias a un acuerdo con el rey Luis XI de Francia, incorporó Génova a su ducado,
y con ella obtuvo también la isla de Córcega, hasta entonces en manos genovesas. Luis XI se atrevió a enfrentarse al hasta
entonces temido duque Felipe III de Borgoña, al que le arrebató algunas ciudades, y se granjeó la enemistad del duque
Francisco II de Bretaña al tratar de reducir la independencia judicial de su ducado. Luego se ofreció a mediar entre Juan
II de Aragón y Enrique IV de Castilla respecto a la insurrección de Cataluña. El primer se aseguró el favor del rey francés
al aceptar que éste se anexionara los condados de Rosellón y Cerdaña. El rey castellano envió como negociador a Juan
Pacheco, el marqués de Villena, quien una vez más lo traicionó y acordó la renuncia de Enrique IV a la corona que le
habían ofrecido los catalanes. Decepcionado, Enrique IV confió el gobierno de Castilla a Beltrán de la Cueva, lo que
llevó a Pacheco a intensificar sus intrigas contra el monarca.

Los catalanes no se amilanaron porque su candidato a rey les hubiera dado la espalda. Enseguida encontraron otro en el
hijo del duque Pedro de Coimbra e Isabel de Urgel, nieto, pues, del conde Jaime de Urgel, que había disputado la corona
aragonesa a Fernando de Antequera. Llegó a Barcelona con un ejército en enero de 1464, donde fue aclamado como el
rey Pedro IV de Aragón, y se dispuso a combatir a Juan II.

El rey Fernando de Nápoles sofocó la revuelta de la aristocracia meridional, que había apoyado al duque de Lorena, Juan
de Anjou.

El rey Cristián I de Dinamarca, Noruega y Suecia se enemistó con el obispo de Uppsala, Jöns Bengtsson, que había sido
el principal responsable del derrocamiento del rey Carlos VIII de Suecia y ahora demostró que podía quitarle lo que le
había dado: Carlos VIII recuperó el trono sueco.

El rey Eduardo IV de inglaterra se casó en secreto con Isabel de Woodville, viuda de un caballero partidario de los
Lancaster. Este matrimonio desató las ambiciones de la familia Woodville, lo que indispuso al rey con algunos de sus
partidarios.

Ese año murieron:

 La reina Blanca II de Navarra, que seguía cautiva del conde Gastón IV de Foix, con lo que Juan II, su padre, pudo
imponerse de nuevo como rey de Navarra, aunque mantuvo como lugartenientes a su hija Leonor y a su esposo, el
conde de Foix. Los beaumonteses, derrotados repetidamente en Cataluña, se habían rendido
en noviembre, mediante el convenio de Tarragona, pero inmediatamente reanudaron la lucha en Navarra
exigiendo que Leonor fuese coronada reina. Los agramonteses siguieron apoyando a Juan II.
 El Papa Pío II. Tras una nueva llamada a los príncipes europeos para organizar una cruzada contra los turcos, logró
sólo la respuesta de Venecia, Hungría y Albania (los que ya estaban siendo atacados por los turcos). La muerte le
sobrevino cuando se dirigía a Ancona para embarcarse él mismo como cruzado, a sus cincuenta y nueve años. Fue
sucedido por un veneciano llamado Pietro Barbo, que adoptó el nombre de Paulo II.
 El banquero florentino Cosme de Médicis. La autoridad de los Médicis en Florencia era tan grande, que su
hijo Pedro el Gotoso, de cincuenta años, pudo conservar el gobierno de la ciudad, con la ayuda de su
hijo Lorenzo, de quince años, a pesar de que su enfermedad no le permitía salir de su casa. Recientemente, Cosme
había donado la mansión Careggi para que sirviera de centro de reunión a poetas, juristas, filósofos y humanistas
en general. El principal impulsor de la Academia de Careggi fue un joven toscano llamado Marsilio Ficino, que
tenía ahora treinta y un años.
 El duque elector Federico II de Sajonia. El ducado lo heredaron sus dos hijos, Ernesto y Alberto.
 El condotiero Sigismondo Pandolfo Malatesta. Unos meses antes había estado en Morea, a punto de tomar Mistra,
pero se había enemistado con el dux veneciano y había vuelto a Rímini. Sus sucesores siguieron gobernando
Rímini, pero no tenían sus mismas dotes.
 El cardenal, teólogo y filósofo alemán Nicolás de Cusa.
 El pintor flamenco Rogier van der Weyden.

En Castilla, el marqués de Villena Juan Pacheco y su hemano, Pedro Girón, habían organizado a una parte de la nobleza
en la llamada liga de Burgos, que se levantó en armas contra el rey Enrique IV, y en octubre le impusieron el pacto de
Cabezón, en el que, entre otras exigencias, Enrique IV reconoció como heredero a su hermanastro Alfonso, de once años,
aunque a condición de que se casara con su sobrina Juana, la única descendiente del rey, que tenía entonces dos años.
Recordemos que Enrique IV era hijo del rey Juan II y de María de Aragón, la hija del rey Fernando I, mientras que
Alfonso, al igual que su hermana Isabel, eran hijos de Isabel de Portugal, hija del infante Juan. Por otra parte, Enrique IV
había estado casado trece años con la que después sería la reina Blanca II de Navarra y no había tenido descendencia, y
la pequeña Juana había nacido tras nueve años de su segundo matrimonio con Juana de Portugal, hija del rey Duarte.
Cuando nació la niña, el rey ya era conocido como Enrique el Impotente, y ahora Alfonso Carrillo, el arzobispo de
Toledo, el mismo que había bautizado a la heredera, emitió un manifiesto en Burgos en el que afirmaba que ésta no era
hija del rey.

En junio de 1465 el marqués de Villena y sus seguidores proclamaron rey de Castilla en Ávila a Alfonso XII, el
hermanastro del rey Enrique IV, lo que señaló el inicio de una guerra civil en Castilla que, de hecho, había comenzado
ya el año anterior. Alfonso Carrillo dirigió una carta a todo el reino insistiendo en que Juana no era hija de Enrique IV.
Las malas lenguas no tardaron en encontrar cierto parecido entre la niña y Beltrán de la Cueva, el que había sustituido a
Juan Pacheco como hombre de confianza del rey, por lo que Juana fue públicamente conocida como Juana la
Beltraneja. Rodrigo Manrique fue nombrado condestable de Castilla por los partidarios de Alfonso XII.

Los gallegos habían solicitado permiso a Enrique IV para formar una hermandad similar a la Santa Hermandad que
actuaba en Castilla a modo de policía rural, y, dado que entre los adversarios del rey había muchos nobles gallegos, el
monarca accedió a la petición. Sus miembros fueron conocidos como Irmandiños.

La Corona de Aragón seguía con su propia guerra civil. El rey Pedro IV de Aragón sufrió una grave derrota en Calaf, que
le hizo perder prestigio ante las autoridades catalanas, que lo acusaban de debilidad, autoritarismo y parcialidad respecto
a sus militares lusos. Después de algunas misiones diplomáticas en las cortes francesa y castellana, Juana Enríquez, la
esposa del rey Juan II de Aragón, fue nombrada lugarteniente general de la Corona de Aragón.

Los intentos del rey Luis XI de Francia por someter a la nobleza llevaron a la formación de la Liga del bien
público, promovida por Carlos el Temerario, el hijo del duque Felipe III de Borgoña, y en cuyas filas se contaban muchos
de los que habían apoyado al entonces Delfín contra su padre Carlos VII. Carlos el Temerario derrotó a Luis XI
en Monthléry y a continuación asedió París, hasta que obligó al rey francés a firmar los tratados de Saint-
Maur y Conflans, por los que recuperaba las ciudades que éste le había arrebatado a su padre dos años atrás. Los nobles
franceses que habían formado la Liga también obtuvieron beneficios. Entre ellos estaba el duque Carlos de Berry, hermano
del rey, que recibió el ducado de Normandía. Menos suerte tuvo el conde Gastón IV de Foix, que había recibido de su
consuegro, el rey, el cargo de lugarteniente en la Guyena y Occitania, pero que ahora tuvo que huir a Navarra tras haber
tomado partido por Carlos el Temerario.

El rey Carlos VIII de Suecia fue expulsado nuevamente del trono, y el país quedó en manos de los obispos Jöns Bengtsson,
de Uppsala y Kettil Karlsson Vasa, de Linköping. Éste último murió ese mismo año y fue sucedido por Erik Axelsson
Thott.

También murió el duque Carlos de Orleans, que fue sucedido por su hijo Luis, de tres años de edad.

En Marruecos murió Abd al-Haqq, que fue el último gobernante benimerín del país. La dinastía fue reemplazada por la
de los Banú Wattás.

El arzobispo de Maguncia, Adolfo de Nassau, otorgó a Johannes Guttenberg un título nobiliario y lo acogió en su
residencia de Eltwill, donde pudo reanudar sus actividades tipográficas. La imprenta estaba ya muy extendida por
Alemania, y dos impresores ambulantes, Conrad Schweinheim y Arnold Pannartz, se instalaron en el monasterio
benedictino de Subiaco, cerca de Roma, donde produjeron los primeros libros impresos en Italia.

El príncipe de Albania Jorge Castriota (Scanderbeg) reemprendió las acciones contra los turcos tras unos años de tregua.

La región oriental del Imperio de Mali se independizó bajo el caudillo Sonni Alí Bar, animista enemigo encarnizado del
islam. Tras ocupar Tombuctú, en los años siguientes fue tomando el control del comercio transahariano y construyó
el Imperio Songhai.

El rey de Bohemia Jorge de Podebrady trataba en vano de poner orden en las rivalidades entre los católicos y los husitas,
y lo único que había logrado era enemistarse con ambas partes. El Papa Paulo II lo excomulgó en dos ocasiones, la
segunda en 1466, cuando además desligó a sus súbditos del juramento de fidelidad. Esto propició una sublevación de la
nobleza, que fue aplastada.

El rey Pedro IV de Aragón murió de tuberculosis sin dejar sucesión. La Generalidad de Cataluña, que no estaba dispuesta
a aceptar como rey a Juan II, ofreció entonces la corona al duque Renato I de Anjou, nieto por parte de madre del rey
Juan I de Aragón. El duque tenía entonces cincuenta y siete años, y vivía en una corte rodeado de artistas y sabios. Él
mismo había compuesto varias obras en prosa de carácter didáctico y moral, así como novelas en prosa y en verso, y
poesías. Sin embargo, aceptó la oferta y envió a Cataluña como lugarteniente a su hijo Juan, el duque de Lorena que había
disputado sin éxito a Fernando I el reino de Nápoles. Juan acudió a Cataluña acompañado de gran número de barones
napolitanos y con el apoyo del rey Luis XI de Francia. La Generalidad le concedió el título de príncipe de Gerona, que le
correspondía como heredero del rey.

El rey Juan II de Aragón tenía ya sesenta y ocho años, por lo que nombró a su hijo Fernando lugarteniente del reino.
Durante los meses de octubre y noviembre, envió un ejército contra Rosas bajo la dirección de su esposa, Juana Enríquez,
pero la campaña fue un fracaso y dio la iniciativa a Juan de Anjou.

Filippo Strozzi, que había abandonado Florencia cuando Cosme de Médicis confiscó los bienes de su padre regresó a su
ciudad natal a sus cuarenta años, convertido en un poderoso banquero.

Allí murió el escultor Donatello, a sus sesenta años. Estaba entonces trabajando en unos relieves de bronce para
los púlpitos de san Lorenzo, que dejó inacabados. En sus últimos años había esculpido varias obras de gran originalidad,
como su Magdalena, tallada en madera.

Su discípulo más sobresaliente fue Andrea di Cione, más conocido como Andrea del Verrocchio, porque había
empezado trabajando con el orfebre Giuliano Verrocchi. Tenía ahora treinta y un años, y desde el año anterior dirigía
uno de los talleres escultóricos más importantes de Florencia. Entre sus discípulos se encontraba a su vez Pietro
Vannucci, que había nacido en un pueblo cercano a Perugia y por ello era conocido como el Perugino.

También murió el duque de Milán Francisco I Sforza, que fue sucedido por su hijo Galeazzo María.
En Crimea murió el kan Hayyi Girai, que fue sucedido por su hijo Mengli Girai, que fortaleció el kanato declarándose
nominalmente vasallo del sultán otomano y estableciendo alianzas con Moscú contra la Horda de Oro.

SABEL Y FERNANDO
En 1466, la paz de Torun puso fin a trece años de guerra entre Polonia y los caballeros de la Orden Teutónica. Éstos
tuvieron que ceder Pomerania y la parte occidental de Prusia, lo que proporcionó una ventajosa salida al Báltico para el
trigo polaco. Además, el gran maestre se declaró vasallo de Casimiro IV.

El sultán Mehmet II conquistó el emirato turco de Karamania, en Asia menor, que permanecía independiente desde
que Timur Lang descalabrara el primer Imperio Otomano. Más hacia el este se encontraba la confederación de
los Akkoyunlu (Carnero Blanco), una agrupación de varias tribus turcas dirigida por Uzun Hasan Beg, que acababa de
conquistar Armenia y ahora se la disputaba su hermano Yihan Sha, pero fue derrotado en 1467. Más al este aún se
encontraba la confederación rival de los Karakoyunlu (Carnero Negro), otra agrupación de tribus turcas que se habían
independizado poco después de la muerte de Timur Lang y que dominaba el oeste de Persia.

Ese año murió el duque Felipe III de Borgoña, y fue sucedido por su hijo Carlos el Temerario. El estado borgoñón
se componía de dos "piezas": una al sur, formada por el ducado de Borgoña y el Franco Condado, y otra al norte,
formada por diversos condados y ducados a los que Felipe III había dotado de gran cohesión política, y empezaban a ser
conocidos como los Países Bajos, aunque era frecuente referirse a ellos como Flandes, ya que el condado de Flandes
había sido el núcleo desde el que se habían extendido las posesiones borgoñonas en la región. Los Países Bajos disponían
de varios parlamentos provinciales y un parlamento general. Carlos se propuso extender esta cohesión a todos sus
dominios, pero esto era imposible mientras permanecieran divididos. Por ello aspiraba a anexionarse el condado de
Champaña y el ducado de Lorena, para formar así un corredor entre Francia y el Sacro Imperio Romano, una especie de
resurrección del antiguo Reino Medio formado tras el tratado de Verdún. Sin embargo, el rey Luis XI de Francia estaba
firmemente decidido a evitar que esto sucediera.
También murió el conde Juan de Angulema, tío del duque Luis de Orleans, que fue sucedido por su hijo Carlos, de siete
años.

El príncipe Estaban de Moldavia rechazó una invasión húngara. Sus éxitos militares le valieron el sobrenombre
de Esteban el Grande.

En Japón se desencadenó una larga guerra civil entre los pretendientes a la sucesión del shogun Ashikaga Yoshimasa.
Los cronistas cuentan que los grandes señores entablaron la guerra "por placer", para su gloria. La ciudad de Kyoto fue
presa de las llamas, y en las provincias los guerreros se enfrentaban sin conocer los motivos de la guerra.

En Camboya abdicó el rey Ponhea Yat, y el país, que hasta entonces había pasado por un periodo de estabilidad, se vio
sumido en luchas entre distintos pretendientes al trono, alentadas por el vecino Siam.

En abril se produjo un alzamiento general en Galicia contra los señores feudales. Los irmandiños se agruparon en
auténticos ejércitos dedicados a asaltar castillos y perseguir nobles. Algunas fortalezas fueron asaltadas por grupos de
hasta diez mil hombres, y más de treinta mil persiguieron al conde de Lemos. Se calcula que tomaron las armas un total
de ochenta mil irmandiños, dirigidos por algunos nobles enfrentados a los de su clase por razones personales diversas.
Cuando tomaban una fortaleza, la demolían.

El 19 de agosto, el rey Enrique IV de Castilla se entrevistó en Olmedo con la nobleza que apoyaba a su hermanastro
Alfonso XII. Los principales partidarios del rey, defensores de la legitimidad de Juana, eran Beltrán de la Cueva y la
familia Mendoza. Tras el encuentro, un ejército rebelde se presentó en campo abierto ante el ejército real y los mendoza
convencieron a Enrique IV para presentar batalla. Aunque el rey huyó rápidamente del combate, sus hombres obtuvieron
la victoria, pero para su desesperación, el rey se obstinó en continuar su camino dejando que los vencidos se refugiaran
en Olmedo, por lo que la victoria no tuvo ninguna consecuencia.

El duque de Lorena, Juan de Anjou, puso sitio a Gerona, y en noviembre derrotó a los aragoneses
en Vilademat, impidiendo así que avituallaran la ciudad.
Juana Enríquez, la esposa del rey Juan II de Aragón, firmó en nombre de su marido el tratado de Ejea de los
Caballeros, por el que su hijastra Leonor era reconocida como heredera del reino de Navarra.

El rey Carlos VIII de Suecia logró recuperar su trono por segunda vez. Mientras tanto, el rey Cristian I de Dinamarca y
Noruega gobernaba Noruega en provecho de Dinamarca. En 1468, el rey Jacobo III de Escocia se casó
con Margarita, hija de Cristian I, y recibió como dote las islas Orcadas y las Shetland (al norte de la costa escocesa), que
hasta entonces habían pertenecido a Noruega. La nobleza noruega estaba dividida entre la influencia danesa y la sueca y
se producían constantes enfrentamientos.

Los impresores alemanes Schweinheim y Pannartz se instalaron en Roma, donde imprimieron 300 ejemplares de las
cartas de Cicerón, quizá el primer best seller de la historia. Poco después, de la Ciudad de Dios, de san Agustín, se
imprimieron 325 ejemplares, pero el mayor éxito lo alcanzaron las cartas de san Jerónimo, que en dos ediciones
sumaron 1.100 ejemplares.

En Florencia se construyó un reloj de sol para la catedral, diseñado por Paolo dal Pozzo Toscanelli, un médico aficionado
a las matemáticas y a la astronomía, que de paso calculó la oblicuidad de la eclíptica, es decir, el ángulo que forma el eje
de rotación de la Tierra con el plano de su órbita alrededor del Sol. Naturalmente, Toscanelli no sabía que la Tierra gira
alrededor del Sol, y para él se trataba simplemente del ángulo que forma con el ecuador celeste la trayectoria que describe
el Sol sobre la esfera celeste (sobre la que están situadas las constelaciones del Zodiaco). Dicho ángulo determina a su
vez la latitud de los círculos polares y de los trópicos. Toscanelli tenía ya setenta y tres años. En su juventud había sido
amigo de Brunelleschi, sobre quien había influido en sus estudios sobre la perspectiva.

Marsilio Ficino publicó su Vita Platonis, dedicada a su protector, Lorenzo de Médicis.

El rey Jacobo II de Chipre estaba tratando de librarse de la tutela genovesa mediante alianzas con Venecia, que disponía
de un establecimiento comercial en Pafos. Ese año se casó con la veneciana Catalina Cornaro.

El duque de Milán, Galeazzo María Sforza, se casó con Bona, hermana del duque Amadeo IX de Saboya y de Carlota, la
esposa del rey Luis XI de Francia.
El duque de Borgoña Carlos el Temerario se casó con Margarita de York, hermana del rey Eduardo IV de Inglaterra.
Teóricamente, la Guerra de los Cien Años no había terminado, por lo que en cualquier momento Inglaterra y Borgoña
podían atacar conjuntamente a Francia. La ciudad borgoñona de Lieja se rebeló contra Carlos el Temerario tras haber
sido alentada por el rey Luis XI de Francia, con tan mala fortuna que la rebelión estalló mientras Luis XI se estaba
entrevistando con Carlos en Péronne. Carlos reaccionó haciendo prisionero a Luis XI, que tuvo que entregarle el condado
de Champaña y acompañarlo a Lieja, donde fue obligado a asistir a la sangrienta represión que el duque desató sobre sus
aliados. Finalmente, Luis XI logró escapar, y desde entonces libró una guerra a muerte contra el duque. Empezó
"organizando su propia casa" mediante algunos encarcelamientos y algunas decapitaciones, para rodearse de hombres
leales que se lo debían todo.

Ese año murieron:

 El conde de Dunois, en su juventud conocido como el Bastardo de Orleans. Había participado en la Liga del bien
público, pero después se había reconciliado con Luis XI en Conflans. Murió a los sesenta y cinco años.
 Johannes Gutenberg, el inventor de la imprenta. En esta época, el concepto de propiedad intelectual no estaba muy
bien definido, por lo que Gutenberg no obtuvo prácticamente ningún beneficio de su invento. No obstante, aunque
después surgieron dudas y confusiones sobre quién fue el primero en imprimir con tipos móviles, hay que reconocer
que, quienes aprendieron de él su arte, nunca trataron de negarle el mérito (los beneficios sí, pero el mérito no).
 El valenciano Joanot Martorell, que dejó inacabada una novela de caballería titulada Tirant lo Blanc (Tirante el
Blanco), que fue completada por Martí Joan de Galba. La obra se diferencia de otras obras de caballería francesas
o castellanas en su verosimilitud. Su protagonista es un héroe bretón valiente y esforzado, pero no realiza hazañas
exageradas o imposibles. Además el relato incluye rasgos de humor e ironía nada habituales en el género.
 El príncipe de Albania Jorge Castriota, Scanderbeg. Tenía sesenta y tres años. Sus últimas campañas contra los
turcos no habían sido muy afortunadas, y su muerte supuso el fin de la resistencia albanesa. La mitad de la
población se convirtió al islam.
 Juana Enríquez, la reina de Aragón. Su muerte supuso un duro golpe para su anciano viudo, casi ciego de cataratas.
Sin embargo, Juan II conservaba intacta su habilidad para maquinar intrigas. Puesto que había perdido el apoyo de
Francia, que ahora favorecía su nuevo rival, el duque de Lorena, necesitaba urgentemente nuevas alianzas, y por
ello entabló negociaciones con Juan Pacheco, el marqués de Villena, para casar a su hijo Fernando con Beatriz, la
hija de éste, y al mismo tiempo negoció secretamente con la propia interesada el matrimonio de Fernando con
Isabel de Castilla.
 El rey Alfonso XII de Castilla. Murió repentinamente en julio, tal vez a causa de la peste, pero también se especula
sobre si fue envenenado por Juan Pacheco, que vio así el modo de resolver a su favor el conflicto castellano.

En efecto, los partidarios de Alfonso XII pretendieron continuar la guerra contra Enrique IV proclamando reina a su
hermanastra Isabel, pero entonces Pacheco promovió la junta de Castronuevo, que se celebró en agosto y en la que
Isabel, siguiendo su consejo, optó por la reconciliación con Enrique IV. Ésta se produjo el 18 de septiembre en la venta
de los Toros de Guisando, llamada así por su proximidad a un grupo de grandes esculturas celtas en piedra con forma de
animales que data del siglo II a.C. En la concordia, Enrique IV reconocía a Isabel como princesa de Asturias, es decir,
heredera de la corona castellana, y admitía que nunca había consumado su matrimonio con Juana de Portugal, con lo que
indirectamente reconocía que Juana la Beltraneja no era hija suya. Por otra parte, Isabel se comprometía a no casarse sin
contar con la aprobación del rey.

Juana de Portugal, la esposa de Enrique IV, no dejó de sostener la legitimidad de su hija, pero permanecía como rehén
de Alonso de Fonseca, el arzobispo de Sevilla, que en su día había casado a los monarcas. Más tarde había apoyado al
infante Alfonso y, tras haberse reconciliado con Enrique IV, ahora apoyaba a Isabel. El cautiverio de la reina fue una de
las bazas de los isabelinos en las negociaciones. Finalmente escapó de la prisión con Pedro de Fonseca, el sobrino del
arzobispo. Se sabe que Juana y Pedro fueron amantes y tuvieron dos hijos.

El 23 de septiembre el rey dio quince días de plazo a la nobleza sublevada para someterse, y al día siguiente puso en vigor
lo acordado en la concordia.

Esto permitió a Enrique IV desentenderse de sus aliados irmandiños gallegos, que habían escapado a todo control.
Autorizó que los nobles gallegos reclutaran un gran ejército en Castilla, entre cuyos capitanes estuvo Pedro Álvarez de
Sotomayor, un noble gallego dedicado al bandolerismo que había participado en la revuelta de los irmandiños, pero que
ahora había cambiado oportunamente de bando. (Acostumbraba a robar de madrugada, por lo que era conocido con el
sobrenombre de Pedro Madruga.)

La condición sobre la supervisión del matrimonio de Isabel en el pacto de los Toros de Guisando era natural, pues, cuando
una mujer se convertía en heredera de un reino, su matrimonio se convertía en una cuestión de estado. Isabel, a sus
diecisiete años, había recibido tres ofertas de matrimonio: la del duque Carlos de Berry, de veintiocho años, hermano del
rey Luis XI de Francia, la del rey Alfonso V de Portugal, de treinta y seis años, que había enviudado recientemente, y la
de Fernando de Aragón de dieciséis. La situación era esencialmente la siguiente:

 El rey Enrique IV prefería al duque de Berry, pues supondría una alianza con Francia y un refuerzo de su
prácticamente nula autoridad ante la nobleza.
 Juan Pacheco y sus aliados de la nobleza preferían a Alfonso V, pues era un monarca débil, dominado por su propia
nobleza, no tanto como Enrique IV, pero lo suficiente como para que no estorbara. Además Pacheco convenció a
los Mendoza, tutores de Juana, para casarla con Juan, el hijo de Alfonso V, de trece años (Juana tenía ahora seis),
de modo que los esposos ocuparían el segundo lugar en la línea sucesoria. Por otra parte, Pacheco pretendía casar
a su hija Beatriz con Fernando de Aragón.
 Isabel prefería a Fernando de Aragón, que era también el favorito de la mayor parte del pueblo castellano.
 Para Juan II de Aragón y su hijo Fernando, era crucial que Isabel no se casara con el duque de Berry, ya que en tal
caso la Corona de Aragón se vería atenazada por una alianza entre Francia y Castilla. Esto hizo que el matrimonio
de Fernando I con Beatriz Pacheco fuera desestimado, y que las pretensiones de Fernando se centraran en Isabel.
Para hacer más "apetecible" a su hijo, Juan II lo convirtió en el rey Fernando I de Sicilia y prometió a Isabel una
generosa dote que pudo reunir a costa de vender las joyas de la corona aragonesa.

Obviamente, al marqués de Villena no debió de hacerle nada de gracia enterarse del proyecto matrimonial que arruinaba
su triple plan, logró que el enfado del rey fuera equiparable al suyo y que éste amenazara con arrestar a su hermanastra.
Isabel huyó entonces de la corte y se comunicó con Fernando a través de correos secretos. A través de ellos envió a
Fernando I una propuesta de contrato matrimonial en la que se especificaba que Fernando I se comprometía a respetar los
fueros de Castilla, que estaría obligado a residir en ella y a no salir de sus fronteras sin la autorización de Isabel. También
se precisó la distribución de poderes, de tal forma que era Isabel quien detentaría la autoridad absoluta.

Es de suponer que Fernando consideró humillante la propuesta, pero no podía sino aceptarla, así que, ya en marzo de
1469, le devolvió el contrato firmado y jurado, junto con una gargantilla de rubíes que había sido de su madre. El
arzobispo de Sevilla, partidario de Juana la Beltraneja, marcha con numerosos jinetes dispuesto a arrestar a Isabel y
encerrarla en la prisión real de Madrid, Isabel se ve abandonada por sus propios sirvientes y damas de compañía, pero
Alfonso Carrillo, el arzobispo de Toledo, acude con su propia caballería y consigue que Isabel pueda escapar a caballo
hacia Valladolid, donde es recibida entre aclamaciones.

Para entonces, la rebelión de los irmandiños gallegos estaba ya sofocada. Los vasallos tuvieron que reconstruir con sus
manos los castillos que habían derribado.

En Inglaterra, las tensiones entre el clan de los Neville, el principal apoyo que había llevado al trono al rey Eduardo IV,
y el clan de los Woodville, al que pertenecía la reina Isabel, eran cada vez mayores. Los Neville se agruparon alrededor
de Richard Neville, el conde Warwick, que ese mismo año casó a su hija Isabel con el duque Jorge de Clarence, hermano
menor de Eduardo IV. Ambos acabaron huyendo a Francia, donde solicitaron asilo, y el rey Luis XI se las arregló para
reconciliarlos con la casa de Lancaster.

Tras un viaje a la corte de Luis XI realizado el año anterior, Juan de Anjou se presenta en mayo ante Gerona con un
potente ejército francés. Gerona capitula en junio, después de más de año y medio de asedio.

Los consejeros de Isabel de Castilla deciden que su matrimonio con Fernando de Aragón se debe celebrar lo antes posible,
así que envían a Fernando I dos emisarios disfrazados de mercaderes, quienes, después de mil peripecias, convocan al
aragonés para que se entreviste con Isabel en Valladolid. Como las fronteras estaban vigiladas por los partidarios del rey,
Fernando I decidió enviar un cortejo a Castilla en el que se suponía que iba él, cuando en realidad atravesó la frontera por
otro lugar viajando de noche y disfrazado de mozo de mulas.
Tras una penosa travesía, Fernando I y sus acompañantes (auténticos mozos de mulas) llegan en octubre ante las murallas
de Valladolid, donde el vigía les lanza una piedra con la catapulta creyendo que son merodeadores. Habiendo salido ileso
de la pedrada y aclarada su identidad, Fernando I entra en la ciudad entre heraldos y toques de trompeta. A la mañana
siguiente, Isabel y Fernando se entrevistan durante dos horas, en presencia de Alfonso Carrillo, el arzobispo de Toledo.
Era la primera vez que se veían y, según se dice, Isabel se enamoró de Fernando. Era simpático y atractivo y se le daban
bien las mujeres: tenía ya dos hijos bastardos y un tercero estaba en camino.

Se decidió celebrar la boda cuatro días más tarde, oficiada por el arzobispo Alfonso Carrillo. Como los contrayentes eran
primos segundos, el matrimonio requería la autorización del Papa, pero el Papa no la concedería sin el visto bueno de
Enrique IV y, aunque la concediera, no era razonable esperar que llegara a Valladolid sin que fuera interceptada por los
enemigos de Isabel. Pese a todo, la dispensa papal llegó a tiempo, redactada por Carrillo de acuerdo con Fernando, pero
sin que Isabel se enterara del fraude. Fue presentada por el obispo de Segovia que, además, dio fe de su autenticidad. La
boda se celebró según lo previsto, financiada mediante préstamos concedidos por banqueros judíos.

Ese año se casó también una hija de Fadrique Enríquez, el almirante de Castilla, que era, por lo tanto, hermana de la reina
de Aragón, Juana Enríquez. El esposo era García Álvarez de Toledo y Sarmiento, que tenía el título de conde de Alba
de Tormes, pero, a raíz de su matrimonio, se convirtió en el primer duque de Alba.

La exploración de la costa africana estaba produciendo tantos beneficios que el rey Alfonso V de Portugal pudo
desentenderse de ella y encomendársela a Fernão Gomes, que, a cambio del monopolio del comercio con Guinea, se
comprometía, a pagar periódicamente una suma a la corona y a explorar cien leguas de costa cada año.

El Papa Paulo II predicó una cruzada contra el rey de Bohemia Jorge de Podebrady, cruzada que se apresuró a organizar
Matías Corvino, el rey Matías I de Hungría. Éste se hizo elegir rey de Bohemia por la nobleza católica del país, pero la
nobleza husita siguó fiel a Jorge de Podebrady.

Ese año murió Pedro de Médicis, y sus hijos Lorenzo y Juliano fueron reconocidos como príncipes de Florencia.
También murió el pintor Filippo Lippi. Entre sus discípulos destacaba un joven florentino de veinticuatro años
llamado Alessandro di Mariano Filipepi, más conocido como Sandro Botticelli. Sus primeras obras, muchas de las
cuales eran Vírgenes con el niño, siguen fielmente el estilo de su maestro.

Abú Saíd, que había recompuesto parcialmente el imperio de Timur Lang, murió derrotado por Uzun Hasan Beg, que se
adueñó así de Persia. El resto de su imperio se lo repartieron sus hijos, entre ellos Ahmad, que reinó en Samarcanda,
y Umar Sayj, que reinó en Ferganá.

Al otro lado del océano Atlantico murió el rey azteca Moctezuma Ilhuicamina. Tenochtitlan era ahora la capital de
un imperio que continuó expandiéndose bajo su sucesor, Axayácatl. El reino vecino de Tlaxcala quedó sin
conquistar, y en el futuro sería el campo de batalla de las llamadas guerras floridas, en las que los aztecas capturaban
prisioneros para hacer sacrificios humanos en los templos.

Más al sur, en 1470, Túpac Inca Yupanqui, el hijo del inca Pachacuti, conquistó el reino Chimú.

En África, hacía un siglo que el imperio de Kanem había sido asolado por una guerra civil y el ataque de los bulala. La
monarquía había tenido que refugiarse en Bornu, uno de los pocos territorios que le seguían siendo fieles. Ahora subía
al trono el rey Alí Gají, que abrió un periodo de paz interior y de resistencia activa contra los bulala.

Ese año se imprimió en Venecia el Cancionero de Petrarca. El prior de la Sorbona, que a la sazón era un alemán, mandó
llamar a tres impresores compatriotas suyos, que se convirtieron en los primeros impresores universitarios. El primer libro
que publicaron fue el texto de las Epístolas, del célebre latinista Gasparín de Bérgamo.

El príncipe elector Federico II de Brandeburgo abdicó en su hermano Alberto I Aquiles.

El sultán otomano Mehmet II estaba apoderándose de las islas que los venecianos poseían en el Egeo. El Papa Paulo II
trató de unir a todos los príncipes cristianos contra los turcos, pero, según era ya habitual, no tuvo ningún éxito.
Vietnam atravesaba un periodo de fortaleza bajo el rey Le Thant Ton, que había saneado la economía y la administración,
y ahora derrotaba a los shampa.

El arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, tomó a su servicio a un joven de veintinueve años llamado Antonio Martínez
de Cala. Había estudiado en Salamanca, pero los diez últimos años los había pasado en el colegio de Bolonia, donde
había adquirido una sólida formación humanística. Había nacido en el pueblo de Lebrija o Nebrija, y decidió cambiarse
el nombre por el de Elio Antonio de Nebrija, porque en unas inscripciones latinas de su región se mencionaba a
los Aelios.

El matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón no había proporcionado al rey Juan II el apoyo castellano
que éste esperaba contra la insurrección de Cataluña, pero la fortuna lo favoreció cuando en agosto murió repentinamente
el duque Juan de Lorena. Tanto fue así que se sospechó que había sido envenenado por orden del rey de Aragón. Juan de
Lorena dejó un hijo llamado Nicolás, que heredó el ducado, y un hijo bastardo llamado también Juan, que heredó el
vacuo título de duque de Calabria, y que continuó combatiendo a Juan II de Aragón en nombre de su abuelo, el rey Renato
de Cataluña (o duque de Anjou).

En septiembre, el conde de Warwick y el duque de Clarence regresaron a Inglaterra, pero como lancasterianos, y con
financiación francesa restauraron en el trono a Enrique VI, mientras Eduardo IV huía a Borgoña. Ahora que Carlos el
Temerario no podía recibir ayuda de Inglaterra, el rey Luis XI de Francia lanzó un ataque contra Borgoña.

En octubre, el rey Enrique IV de Castilla declaró roto el pacto de los Toros de Guisando, despojó a su hermanastra Isabel
del título de princesa de Asturias y proclamó bajo juramento suyo y de su esposa que Juana era hija suya y, por
consiguiente, la legítima heredera del trono castellano. Juana de Portugal, la esposa de Enrique IV, se retiró a Madrid
después de haber jurado cuanto se le requirió jurar. Allí vivió con su amante, Pedro de Fonseca.

Buena parte de la nobleza que había apoyado a Isabel, dirigida por Juan Pacheco, se vuelve ahora partidaria de Juana, con
lo que Isabel y Fernando se encuentran privados de todo apoyo, sin tener siquiera para su sustento. Isabel reacciona con
audacia y se presenta en Segovia, en la corte de su hermanastro, el cual, intimidado, la acoge con buenas maneras y
muestra públicamente la reconciliación llevando la brida del caballo de Isabel por las calles de Segovia.

Por otra parte, Enrique IV y la nobleza llegaron a un acuerdo con el rey Luis XI de Francia para casar a Juana con el
duque Carlos de Berry. La boda se celebró por poderes, pero el esposo, Carlos de Berry, enemistado con su hermano, dijo
luego que no aceptaba, y el matrimonio resultó nulo. Pacheco propuso entonces el matrimonio de Juana con Alfonso V
de Portugal, pero las negociaciones avanzaron muy lentamente.

Ese año murió Gastón, el príncipe de Viana, por lo que el título de heredero de la corona navarra pasó a su
hijo Francisco, que apenas había cumplido un año.

También murió el rey Carlos VIII de Suecia. Como no dejó descendencia, el rey Cristián I de Dianamarca y Noruega
trató de recuperar el trono de Suecia, pero Sten Gustafsson, un sobrino de Carlos VIII, erigido en regente, levantó a los
campesinos contra el danés y en 1471 lo derrotó en Brunkeberg.

En marzo, el rey Eduardo IV de Inglaterra regresó al país y obtuvo una victoria en Barnet gracias a la ayuda de su
hermano Jorge, el duque de Clarence, que traicionó a Ricardo de Warwick. Éste murió en la batalla, y el ejército
lancasteriano volvió a ser derrotado en mayo en Tewkesbury. El rey Enrique VI fue capturado, encerrado en la Torre de
Londres y ejecutado poco después, junto con su hijo Eduardo. Así se extinguió el linaje de los Lancaster. El año anterior,
Eduardo IV había tenido un hijo, llamado también Eduardo, que ahora recibió el título de príncipe de Gales. Esto cambió
la situación entre Francia y Borgoña, pues ésta volvía a tener a Inglaterra como aliada. El duque Carlos el Temerario
atacó Beauvais, donde la burguesía resistió ferozmente.

El emperador Federico III hizo un nuevo intento de imponer su autoridad a los nobles y burgueses alemanes, para lo que
reunió la dieta de Ratisbona, pero fracasó nuevamente, al igual que en Neustadt, casi veinte años atrás.

Ese año murió el Papa Paulo II, que fue sucedido por el franciscano Francesco della Rovere, que adoptó el nombre
de Sixto IV.
El duque Francisco II de Bretaña se casó con Margarita, hija del gobernador de Navarra, el conde Gastón IV de Foix.

EL FIN DE CARLOS EL TEMERARIO


En 1471 el inca Pachacuti abdicó en su hijo Túpac Inca Yupanqui. Bajo su reinado, el Imperio Inca había alcanzado una
extensión considerable. Su estrategia consistió en respetar los privilegios de la aristocracia de los pueblos conquistados,
de modo que, a menudo, los dirigentes entregaban a su pueblo sin lucha para conservar su status. Sin embargo, los incas
se ocupaban de implantar sus costumbres y su modo de vida sobre los sometidos: la distribución comunal de la tierra, el
servicio militar, el impuesto en trabajo, etc. La tribu de los Lupaca, que habitaba junto al lago Titicaca, se rebelaba
constantemente contra el dominio incaico, por lo que Pachacuti decidió deportar en masa a sus miembros, separándolos
y distribuyéndolos por zonas del Imperio donde la cultura inca estaba bien arraigada. Recíprocamente, la región fue
repoblada con habitantes de la zona de Cuzco. Esta técnica de deportaciones masivas fue conocida como la mitima, y
desde entonces sería usada sistemáticamente con los pueblos más belicosos.

Así, el Imperio gozó de una coherencia y eficiencia poco usuales: se construyeron caminos, almacenes, refugios,
etc. Pachacuti fue también el constructor de la ciudadela de Machu Picchu: emplazada a una altura que la convertía en
inexpugnable, entre el Machu y el Huayna Picchu (la vieja y la joven cima), alrededor de un centro despejado, se
distribuye un complejo de edificios distribuidos en barrios: estaba el barrio real, el religioso, el industrial, y el barrio de
los agricultores, cerca de las terrazas de cultivo.

Los portugueses, que habían perdido el control sobre el estrecho de Gibraltar tras la pérdida de Ceuta, lo recuperaron de
nuevo al conquistar Tánger y Arcila.

Los portugueses continuaban explorando la costa Africana. En una zona de la costa obtuvieron marfil de los nativos, por
lo que la llamaron Costa de Marfil, y más al este aún encontraron una zona rica en oro, que recibió, cómo no, el nombre
de Costa de Oro. Dicha costa se encuentra a unos pocos grados del ecuador, y ese año los portugueses decidieron cruzarlo.
A ello se oponían muchas supersticiones de marineros: a medida que se acercaban al ecuador la temperatura aumentaba
cada vez más, en el ecuador, tal vez el agua del mar herviría y destrozaría los barcos. Si no, las nuevas estrellas y
constelaciones que aparecían en el firmamento podrían tener efectos insospechados sobre los hombres; la estrella polar,
la guía de los marineros, desaparecería de la vista... Todas estas bobadas se olvidaron cuando João Santarem y Pedro
Escobar descubrieron la isla de Santo Tomé y Príncipe, situadas casi sobre el ecuador, al sur de la Costa de Oro y, ya
en el hemisferio sur, llegaron a la isla que llamaron Annobón (Buen Año).

Ese año murió sin descendencia el rey de Bohemia Jorge de Podebrady, pero el rey Matías I de Hungría no pudo hacer
efectivo el título que se atribuía de rey de Bohemia, ya que la nobleza husita eligió como rey a Ladislao II Jagellón, hijo
del rey Casimiro IV de Polonia y de Isabel de Habsburgo, hermana de Ladislao V Póstumo, el rey de Bohemia y Hungría
predecesor tanto de Jorge de Podebrady como de Matías I.

Casimiro IV había entablado una alianza con el principado ruso de Nóvgorod, pero éste fue invadido poco después por el
gran príncipe Iván III de Moscú, que suprimió toda forma de autogobierno en Nóvgorod. Desde la caída de
Constantinopla, el Patriarca de Moscú podía considerarse la cabeza indiscutible de la Iglesia Ortodoxa, y poco a poco
había ido surgiendo la teoría que convertía a Moscú en la heredera cultural de Constantinopla. Esta doctrina se reforzó
en 1472, cuando Iván III se casó con Zoé o Sofía Paleólogo, hija de Tomás Paleólogo, el hermano del último emperador
bizantino, Constantino XI. Ahora los grandes príncipes moscovitas podían considerarse, en cierto modo, (un tanto
forzado, la verdad sea dicha) sucesores de los emperadores bizantinos. Moscú se consideraba la Tercera Roma. Los
moscovitas decían que la primera Roma había caído, la segunda (Constantinopla), también, pero que la tercera no caería
nunca.

La ciudad de Beauvais seguía resistiendo el asedio del duque de Borgoña, Carlos el Temerario. Finalmente,
en julio acudió en su ayuda el ejército de Luis XI. El duque, obstinado en tomar la ciudad, mantuvo inmovilizado a su
ejército, que fue rendido por hambre por los franceses, y se vio obligado a pactar una tregua.

El navegante portugués Fernando Poo descubrió la isla que lleva su nombre. Está situada junto a la costa africana en un
punto donde ésta reservaba una desagradable sorpresa a los exploradores ansiosos por llegar a las Indias: hasta ese
momento, la costa había corrido de oeste a este, pero, frente a la isla de Fernando Poo, gira bruscamente en ángulo recto
y continúa hacia el sur.
La guerra civil aragonesa llegó a un punto muerto que se resolvió el 16 de octubre con la Capitulación de Pedralbes, en
la que Juan II otorgó una amnistía general y reconoció fuertes limitaciones de la autoridad real frente a la Generalidad
catalana. Sin embargo, este acuerdo no vinculaba a los beaumonteses navarros, que no estaban dispuestos a dejar las
armas mientras Juan II no reconociera a Leonor como reina de Navarra. Ese año murió el conde Gastón IV de Foix, el
esposo de Leonor. Su hijo Francisco, el príncipe de Viana, se convirtió en el nuevo conde de Foix.

El rey Fernando I de Sicilia ayudó a su padre a reorganizar la Corona de Aragón, con lo que su esposa Isabel quedó sola
en Castilla, si bien su delicada situación mejoró sensiblemente gracias a que ahora podía contar con la ayuda aragonesa.

El infante Enrique, hermano del rey Juan II, había dejado un hijo póstumo, llamado también Enrique, que ahora cumplía
veintiséis años. Fue llamado el Infante Fortuna, por las grandes riquezas que había heredado de sus padres. Tenía los
títulos de conde de Ampurias y duque de Segorbe, y empezó a maniobrar para conseguir la mano de Juana la Beltraneja,
aspirando así a convertirse en rey de Castilla.

El año anterior, un rico burgués de Nuremberg llamado Bernhard Walther había puesto a disposición del matemático y
astrónomo Johann Müller un observatorio, un taller para la fabricación de instrumentos y una imprenta. Así tuvo la
ocasión de observar un cometa que pasó ese año cerca de la Tierra, sobre el cual escribió un opúsculo en el que defendía
que los cometas no son meteoros, sino astros, cuyas posiciones sucesivas pueden establecerse astronómicamente, al igual
que las de los planetas. Ese año hizo imprimir las Teoriae nouae planetarum, de su maestro, Georg von Peuerbach.

También data de ese mismo año la primera edición impresa de la Divina Comedia, de Dante. En su transcurso murieron:

 El rey tepaneca Netzahualcóyotl, aliado de los aztecas. Fue poeta, filósofo y jurista, y se le recuerda
como Netzahualcóyotl el Grande o el Sabio. Fue sucedido por su hijo Netzahualpilli, cuyo reinado constituye el
periodo más floreciente de Texcoco.
 El duque Amadeo IX de Saboya, que fue sucedido por su hijo Filiberto I, de siete años. Un hermano del difunto
duque, llamado Felipe, se acababa de casar con Margarita, hermana del duque Juan II de Borbón.
 El conde Carlos del Maine, hermano del duque Renato de Anjou. Su hijo Carlos heredó el condado.
 El cardenal y humanista bizantino Juan Bessarion, uno de los promotores del renacimiento italiano. Legó a Venecia
su biblioteca, que se convirtió en el núcleo de la biblioteca de San Marcos.
 El humanista genovés Leon Battista Alberti. Encarnó el ideal humanístico de "uomo universale" cultivando la
física, las matemáticas, la música, la poesía y escribiendo tratados de diversa índole, los de arquitectura ensalzaron
la figura del arquitecto, y contribuyeron a que pasara a ser considerado un artista y un intelectual en vez de un
simple obrero o artesano, al estilo medieval.
 El arquitecto florentino Michelozzo. Había sido uno de los principales arquitectos que trabajaron para la familia
Médicis y ahora le sustituía Verrocchio, a quien Lorenzo de Médicis encargó el mausoleo de Juan y Pedro de
Médicis, en la iglesia de San Lorenzo. En este trabajo Verrocchio usó únicamente motivos ornamentales clásicos:
acantos, cuerdas trenzadas, etc.

Esta generación de artistas y pensadores renacentistas estaba siendo sustituida por otra mucho más numerosa, hasta el
punto de que es imposible dar cuenta detallada en estas páginas de toda la pléyade de pintores, escultores, arquitectos,
latinistas, historiadores, etc. que estaba surgiendo en Italia, en los Países Bajos y en otras partes de Europa. Entre ellos
podemos destacar a un joven de veinte años cuyo padre lo había confiado a Verrocchio para su instrucción, dos años atrás.
Había nacido en Vinci, una localidad cercana a Florencia, por lo que era conocido como Leonardo da Vinci.

El pintor Sandro Botticelli había desarrollado un estilo propio, plasmado en su Adoración de los Magos, que terminó ya
en 1473. Por esta época tenía como colaborador a Filippino Lippi, el hijo de su maestro.

Antonio de Nebrija dejó su cargo en el arzobispado de Sevilla y volvió a la universidad de Salamanca, donde había
estudiado, ahora como profesor de gramática y retórica.

El rey Enrique IV de Castilla enfermó después de una comida, y sus asesores, partidarios de Juana la Beltraneja, lo
convencieron de que su hermana Isabel había tratado de envenenarlo. Isabel se ve obligada a huir de Toledo.

El sultán otomano Mehmet II derrotó al príncipe turco Uzun Hasan Beg en Enzincan.
Ese año murió el duque Nicolás de Lorena. Tenía veinticinco años y seguía soltero. El ducado pasó a su primo Renato
II, de veintidós años, hijo de su tía Yolanda y del conde Ferry de Valdémont. Con Renato II se inicia la tercera casa
ducal de Lorena.

También murió el rey Jacobo II de Chipre, que fue sucedido por su hijo Jacobo III. Sin embargo, el nuevo rey murió
en 1474 y su madre, Catalina Cornaro, gobernó el país.

El Papa Sixto IV dio su aprobación a la orden de los mínimos, fundada por Francisco de Paula.

Andrea Mantegna terminó la decoración de la Cámara de los esposos, una sala del palacio de los Gonzaga, en la que
plasmó diversas escenas de la vida cotidiana de la familia. De esta época aproximadamente es su original Cristo
muerto, en el que el cadáver se muestra muy escorzado, con los pies en primer plano y la cabeza al fondo, de forma que
lo más llamativo son los agujeros de los clavos en las manos y los pies.

El duque de Borgoña, Carlos el Temerario, había tratado de compensar su derrota ante el rey Luis XI de Francia mediante
una alianza con el emperador Federico III, al que le había comprado Alsacia. Le propuso incluso el matrimonio entre su
heredera María, de diecisiete años, y Maximiliano, el primogénito del emperador, que tenía entonces quince. Sin
embargo, los Habsburgo nunca habían sido tan débiles: ese año tuvieron que reconocer la independencia de la
Confederación Helvética en la llamada Paz Perpetua, en la que, no obstante, los suizos se reconocían integrados en el
Sacro Imperio Romano. En estas circunstancias, Federico III consideró que un aliado poderoso era más peligroso que un
enemigo poderoso, y declinó la oferta.

En el transcurso de su guerra contra los Habsburgo, los suizos se habían convertido en el mejor ejército de Europa. Gracias
a una férrea disciplina en el combate, habían aprendido a resistir las cargas de caballería y se adaptaron rápidamente para
enfrentarse a las nuevas armas de artillería. Los Habsburgo no habían consultado a los alsacianos a la hora de venderlos
a Borgoña, y se negaron a aceptar la autoridad de Carlos el Temerario. Entonces solicitaron la ayuda de los suizos, que
se habían quedado ociosos tras la paz con los Habsburgo. Inmediatamente, el rey Luis XI de Francia apoyó a los suizos
y formó con ellos una liga antiborgoñona, la Unión de Constanza, a la que finalmente se unió el propio emperador.
En agosto se incorporó también el duque Renato II de Lorena, después de que Carlos el Temerario invadiera su ducado.

Luis XI hizo que su primo, el conde Carlos del Maine, se casara con Juana, la hermana del duque Renato II de Lorena,
y luego forzó al duque Renato de Anjou a nombrar heredero a su sobrino Carlos, en contra de los derechos de su nieto,
Renato II. De este modo, el futuro duque de Anjou le debería un favor a Luis XI y, si fuera necesario, siempre podría
deshacer lo que había hecho y devolverle Anjou al duque de Lorena. Era la forma del rey de asegurarse la fidelidad de
sus nobles. Por otra parte, Luis XI casó a su hija Ana, de trece años, con Pedro (de treinta y cuatro), hermano del duque
Juan II de Borbón.
El sultán otomano Mehmet II, tras otorgarse el título de Emperador Romano, como sucesor de Constantino XI, lanzó una
nueva campaña de ataques contra Hungría y Austria.

El rey Alfonso V de Portugal transfirió la concesión sobre la exploración y explotación de la costa africana a su
primogénito, el príncipe Juan, que acababa de cumplir los diecinueve años. Su principal objetivo en lo referente a
la exploración era determinar si la costa africana volvía a avanzar hacia el este más al sur de la isla de Fernando Poo. Un
cabo impedía ver desde lejos si era así o no, hasta que fue doblado por Lopo Gonçalves, en cuyo honor fue bautizado
como cabo López. El resultado fue descorazonador: la costa seguía más y más al sur, hasta donde alcanzaba la vista. Esto
paralizó durante un tiempo la exploración. Al fin y al cabo, si el comercio con Guinea y la trata de esclavos ya era rentable,
¿para qué ir más allá?

Al mismo tiempo, se estaba planteando otra posibilidad de exploración: en el siglo III a.C., Eratóstenes había determinado
el radio terrestre con gran exactitud, y los matemáticos y astrónomos musulmanes habían realizado cálculos
excepcionalmente precisos sobre la geometría de la superficie terrestre. Todos ellos coincidían en que la Tierra es una
esfera cuya circunferencia mide 40.000 kilómetros. Sin embargo, el matemático Toscanelli hizo sus propios cálculos,
según los cuales la circunferencia terrestre medía tan sólo 29.000 kilómetros. Por otra parte, basándose en el relato de
Marco Polo, Toscanelli hizo una estimación de la distancia hasta el extremo oriental de Asia, es decir, hasta la lejana isla
de Cipango (Japón). Aquí el italiano asignó a Asia treinta grados de longitud más de lo correcto, y así concluyó que se
podría llegar hasta Cipango navegando unos 5.000 kilómetros hacia el oeste, desde la costa portuguesa. Estas ideas figuran
en una carta que dirigió al médico portugués Fernão Martins, confesor del rey de Portugal.

El rey Fernando I de Nápoles se casó con Juana, hija del rey Juan II de Aragón. Protector de las artes y las letras, ese
mismo año introdujo la imprenta en Nápoles.

La nobleza castellana seguía dividida entre los partidarios de Isabel y los de Juana. El partido isabelino recibió un gran
impulso cuando la familia Mendoza cambió de bando al ser nombrado cardenal el obispo Pedro González de Mendoza.
(Isabel mantenía buenas relaciones con el Papa Sixto IV, que había concedido una dispensa auténtica para su matrimonio
con Fernando, frente a la falsificación atribuida a su antecesor. Por ello, las altas esferas de la Iglesia castellana eran
isabelinas.) Isabel también se vio beneficiada por la muerte de Juan Pacheco, uno de los principales partidarios de Juana.
El marquesado de Villena lo heredó su hijo Diego López Pacheco, que se mantuvo en el bando de su padre. El número
de ciudades partidarias de Isabel iba en aumento, entre las que destacaba Segovia, donde Enrique IV se entrevistó varias
veces con su hermanastra a lo largo del año. Sin embargo, el rey murió repentinamente el 1 de diciembre sin que se
hubiera llegado a ningún acuerdo sobre la sucesión. Isabel reaccionó rápidamente. Marchó a Toledo y comunicó a los
magistrados municipales su deseo de coronarse en dicha ciudad. La ceremonia tuvo lugar el 3 de diciembre.

En Valaquia, el príncipe Radu el Hermoso, sumiso a los turcos, había pasado los dos últimos años luchando con un
rival, Basarab. De algún modo que no está muy claro, Vlad el Empalador, el hermano de Radu, se había liberado del
cautiverio húngaro. Una versión muy novelesca cuenta que la hija del rey Matías I de Hungría, que lo amaba, logró su
liberación a cambio de su conversión al catolicismo (Vlad era ortodoxo). Fuera como fuera, lo cierto es que el 10 de enero
de 1475 participó en la batalla de Vaslui, en la que el príncipe de Moldavia Esteban el Grande derrotó al general
turco Solimán. Vlad formaba parte de un contingente húngaro enviado por Matías I. Cuando el Papa Sixto IV recibió la
notica de la victoria, concedió a Esteban el título de Atleta de Cristo. El sultán Mehmet II tuvo mejor fortuna en Crimea,
donde derrocó al kan Mengli Giray.

Ese año fue jubilar, pues el Papa Paulo II, ante los sustanciosos ingresos que los jubileos proporcionaban a las arcas
vaticanas, había decidido que se celebrara un jubileo cada veinticinco años, en vez de cada cincuenta, como hasta
entonces.

En febrero las cortes de Castilla ratificaron a Isabel como la reina Isabel I de Castilla. Juana la Beltraneja tenía entonces
doce años, y sus partidarios se apresuraron a terminar las negociaciones para casarla con el rey Alfonso V de Portugal.
En mayo, Alfonso V invadió Castilla y tomó Plasencia, Toro y Zamora. Luego se casó con Juana, a pesar de no contar
con la debida dispensa papal. La reina Juana, hermana de Alfonso V y madre de la Beltraneja, murió ese mismo año.
Entre los partidarios de Isabel se encontraba Beltrán de la Cueva, el supuesto padre de Juana la Beltraneja. Toledo se
mantuvo leal a Isabel I gracias en gran parte a su corregidor, que la sazón era Diego Gómez Manrique.
Fernando de Aragón había vuelto a Castilla tan pronto le hubo llegado la noticia de la muerte de su suegro, y consideró
que, ahora que tan necesario le era a Isabel el apoyo militar de Aragón, era el momento adecuado para renegociar el
contrato prematrimonial que había firmado en su día. Argumentó que era descendiente directo de la casa real castellana
de Trastámara, y que la costumbre aragonesa exigía que el gobierno de los estados fuera ejercido por el marido en caso
de un matrimonio real. Los jueces castellanos dijeron que en Castilla esa ley no existía, y que Isabel era reina con todas
las consecuencias. La disputa fue sometida al arbitraje de una comisión de juristas (castellanos) presidida por el arzobispo
de Toledo. La sentencia, que se llamó la Concordia de Segovia, decidió que Isabel sería la reina de Castilla y que
ostentaría todos los poderes del reino, en especial todos los nombramientos civiles, militares y eclesiásticos, y todo lo
relativo a las finanzas. Su marido sería reconocido como rey de Castilla "mientras ella viviere".

Fernando amenazó con volverse a Aragón, pero Isabel "con caricias e buenas razones", según los historiadores, supo
disuadirlo empleando los mismos argumentos dinásticos que había empleado él: le hizo ver que, como hasta el momento
sólo habían tenido una hija, Isabel, Aragón se quedaría sin heredero si no "permanecían juntos" el tiempo suficiente.
Además le prometió que, en adelante, nada se decidiría sin el acuerdo común. Como muestra de buena voluntad le ofreció
el que en lo sucesivo sería el emblema de la pareja: Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, ideado por Antonio
de Nebrija, que afirmó haberlo extraído de un libro de Hechos y dichos de Alejandro Magno. Además Fernando quedaría
como jefe militar en las campañas bélicas.

Fernando terminó aceptando, con lo que añadió el título de rey de Castilla (Fernando V) al que ya tenía de rey de Sicilia.
Probablemente comprendió que Isabel, sin dejar que ello le ofuscara el buen juicio, estaba profundamente enamorada de
él, y que ello le daba muchas posibilidades. En su correspondencia, Isabel se dirigía a él como "el rey, mi señor", en sus
objetos personales mandaba grabar las iniciales "F. I.", y ella misma las bordaba en todas sus ropas.

Isabel I, armada como un caballero, recorrió diversas ciudades en demanda de tropas y fondos, gesto que le valió un
aborto y también una gran afluencia de nuevos partidarios, con los que Fernando V formó un buen ejército.

El rey Juan II de Aragón ratificó la cesión a Francia de los condados de Rosellón y Cerdaña, que el rey Luis XI había
ocupado años atrás aprovechando la guerra civil, pero sobre la que no había nada escrito.
El rey Matías I de Hungría se casó con Beatriz, hija del rey Fernando I de Nápoles.

El duque de Borgoña, Carlos el Temerario, se encontraba cada vez más aislado, pero finalmente logró que el rey Eduardo
IV de Inglaterra aceptara devolverle el favor que le había hecho al restaurarlo en el trono cuatro años atrás. En junio, el
rey inglés reunió en Calais un ejército de treinta mil hombres, pero el duque estaba asediando Neuss, una plaza fuerte de
Colonia defendida por los suizos, y, nuevamente se negó a abandonar el asedio para reunir su ejército con el de los
ingleses. Quien sí que acudió en agosto con el suyo fue Luis XI de Francia, y Eduardo IV, que ya había acudido a Francia
con reservas, prefirió pactar con Luis XI en lugar de combatir sólo en beneficio del duque de Borgoña. En el tratado
de Picquigny, Luis XI no dudó en entregar una gran suma de dinero a Eduardo IV y a prometerle una pensión anual con
tal de que el aislamiento de Carlos el Temerario fuera total. Por su parte, Eduardo IV renunció al derecho a la corona
francesa que se atribuían los monarcas ingleses desde el inicio de la guerra de los Cien Años. El paso siguiente de Luis
XI fue lograr que la banca Médicis negara todo crédito al duque de Borgoña.

El Papa Sixto IV llamó a Roma al astrónomo Johann Müller, a quien deseaba confiarle una reforma del calendario. Müller
fue nombrado obispo de Ratisbona e impartió lecciones de astronomía en Roma. Como su apellido sonába demasiado
exótico a los oídos italianos, se hizo llamar Regiomontanus, porque había nacido en Königsberg (que en alemán significa
"montaña real"). Por ello es más conocido en la historia como Regiomontano. Había escrito un tratado de trigonometría
plana y esférica titulado De triangulis omnimodis, así como un comentario a la traducción del Almagesto de su maestro
Peuerbach, titulado Epítome. Fue él quien acuñó el término seno en trigonometría, aunque le dio un sentido distinto del
actual. Con sus obras se difundieron por Europa los conocimientos de trigonometría de los matemáticos musulmanes. Sin
embargo, Regiomontano no pudo hacer mucho en Roma, ya que murió de peste al año siguiente, en 1476.

El 2 de marzo los suizos atacaron por sorpresa a las tropas borgoñonas en Grandson. El duque Carlos el Temerario logró
escapar gracias al tesoro que llevaba en su bagaje, sobre el que se lanzaron sus enemigos mientras huía. Reconstruido su
ejército, puso sitio a Morat, pero los suizos lo acorralaron y aniquilaron a unos diez mil hombres. Mientras tanto, Luis
XI obligó al duque Luis de Orleans, que tenía entonces once años, a casarse con su hija Juana, de doce.
También en marzo, el ejército isabelino derrotó en Toro al de Alfonso V de Portugal. Mientras Fernando V luchaba al
frente de sus tropas contra los portugueses, Isabel I permaneció en la retaguarda rezando de rodillas las once horas que
duró la batalla, de modo que el mérito de la victoria hay que repartirlo equitativamente entre ambos cónyuges. Alfonso
V fue derribado de su caballo y estuvo a punto de caer prisionero, pero su hijo Juan se interpuso entre su padre y los
castellanos e hizo subir a aquél a la grupa de su caballo. Isabel I, aludiendo a que el gallo era el símbolo de la monarquía
portuguesa, dijo: "Si el pollo no se hubiera mezclado, habríamos atrapado al gallo". Una parte de la nobleza castellana
no intervino en la batalla, sino que observó los acontecimientos desde unas lomas cercanas reflexionando sobre quién era
la reina legítima. Poco después de que terminara el combate comprendieron que era Isabel I y se unieron a ella. Entre los
vencidos estaba el marqués de Villena, Diego López Pacheco, que conservó su título, aunque todas sus propiedades
pasaron a la Corona.

Durante los últimos años, los armadores castellanos se habían abstenido de interferir en las actividades portuguesas en la
costa Africana, pues ello hubiera supuesto una declaración de guerra, pero ahora que Castilla ya estaba en guerra contra
Portugal, ya no había nada que perder y sí mucho que ganar. Por ello, paralelamente a la guerra en tierra, Castilla y
Portugal libraron una batalla en el mar por la supremacía en África. Portugal había contratado los servicios de un pirata
francés llamado Guillermo Casanove-Coullon, que supuestamente debía proteger la costa portuguesa de un posible
ataque castellano, pero que no encontraba dificultades en compatibilizar este servicio con sus negocios privados. Un día
atacó frente a Segres a una flotilla comercial genovesa que se dirigía a Flandes. En ella viajaba un genovés de veinticinco
años, dedicado al comercio de la lana, que no tuvo más opción que nadar herido hasta tierra firme cuando fue hundido el
barco que lo transportaba. Se llamaba Cristóforo Colombo, aunque es más conocido por la versión castellana de su
nombre: Cristóbal Colón. Fijó entonces su residencia en Lisboa, donde se estableció como agente de la compañía
genovesa Centurione.

Las cortes de Madrigal reformaron los estatutos de la Santa Hermandad, que se convirtió en la Santa Hermandad
Nueva, dotada ahora de una administración central, la Diputación general, localizada en Toledo, y unas fuerzas de a pie
y de a caballo dirigidas por Alfonso de Aragón, hijo bastardo del rey Juan II de Aragón (y, por consiguiente, hermanastro
del rey Fernando V de Castilla).
El rey Juan II de Aragón se entrevistó en Vitoria con sus hijos Fernando y Leonor para acordar una tregua en la guerra
civil entre beaumonteses, partidarios de Leonor, y agramonteses, partidarios de Juan II. Se llegó a un acuerdo, pero se
rompió poco después. Un hijo de Leonor, llamado Juan, se casó con María, hermana del duque Luis de Orleans.

Tras la victoria de Vaslui, Vlad el Empalador había regresado triunfante a Valaquia, donde recuperó el gobierno; pero
el 11 de noviembre fue sorprendido por los turcos cuando lo acompañaba únicamente una escolta de doscientos hombres.
Sólo diez de ellos sobrevivieron para contar cómo los turcos decapitaron a Vlad. Su cabeza fue llevada a Estambul y allí
fue exhibida públicamente. Valaquia quedó en manos de Besarab. Vlad Tepes, o Vlad Draculea, fue recordado con una
mezcla de admiración por sus victorias contra los turcos y de espanto por sus técnicas drásticas y sanguinarias. Con el
tiempo prevaleció esta última faceta, y se fue tejiendo a su alrededor una leyenda que acabó convirtiéndolo en el
famoso conde Drácula, el vampiro, la pesadilla de Transilvania.

El mismo día que Vlad el Empalador, murió Rodrigo Manrique, el condestable de Castilla. Se le atribuye una reducida
colección de poesías populares. Dejó un hijo, Jorge Manrique, que tenía entonces treinta y séis años, y que es autor
también de varios poemas, todos los cuales encajan en el estilo tradicional de la época excepto uno, precisamente el que
compuso a raíz de la muerte de su padre. Son sus famosas Coplas a la muerte del maestre don Rodrigo, o Coplas por la
muerte de su padre. En fondo y forma tienen como antecedente las Coplas para don Diego Arias de Ávila, de su tío,
Diego Gómez Manrique, lo cual no les resta originalidad e inspiración. Las coplas de Jorge Manrique pueden considerarse
la culminación de la poesía medieval castellana. Su fama fue inmediata y ha perdurado hasta la actualidad, por lo que, en
cierto sentido, por su vigencia, pueden considerarse también el primer poema castellano "moderno".

Un poeta italiano llamado Matteo Maria Boiardo publicó su Amorum libri tres (Tres libros de amores), un cancionero
que contiene ciento ochenta poemas escritos siguiendo los esquemas petrarquistas. Empezó entonces a escribir su Orlando
innamorato, un poema caballeresco inspirado en los cantares de gesta.

Verrocchio terminó un David en bronce que le dio mucha fama. Fue concebido como una "nueva versión" del David de
su maestro, Donatello.
El pintor flamenco más destacado del momento era Hugo van der Goes, que en su taller de Gante terminaba ahora
el tríptico del Nacimiento, también conocido como tríptico Portinari, porque fue un encargo del comerciante
florentino Tommaso Portinari, agente de los Médicis en Brujas. Está considerado como una de las pinturas supremas
del siglo, en la que el realismo que caracterizó a la pintura flamenca desde la época de van Eyck alcanza cotas insuperadas.
Poco después el pintor abandonó su taller para ingresar en un convendo agustino próximo a Bruselas, donde se le permitió
seguir ejercitando su arte.

El 20 de diciembre murió asesinado Galeazzo María Sforza, el duque de Milán, a manos de tres jóvenes partidarios de la
república. Fue sucedido por su hijo de siete años Juan Galeazzo Sforza, bajo la regencia de su madre, Bona de Saboya,
la cual buscó el apoyo de su cuñado, Ludovico Sforza, conocido como Ludovico el Moro.

A pesar de que las recientes derrotas que había sufrido Carlos el Temerario habían mermado fatalmente su ejército,
en enero de 1477 asedió la ciudad de Nancy, en Lorena, y murió el 5 de enero en combate contra el duque Renato II de
Lorena. Fue sucedido por su hija María, que iba a cumplir los veinte años.

Entre los consejeros del rey Luis XI de Francia se encontraba Philippe de Commynes, que había servido a los duques de
Borgoña hasta hacía entonces cinco años, cuando decidió huir a Francia. Commynes aconsejó a Luis XI que casara al
Delfín Carlos, de seis años, con la duquesa, para que éste incorporara Borgoña a Francia en el futuro; sin embargo, el rey
prefirió encargarse él mismo del asunto: invadió el territorio borgoñón por varios frentes.

En el norte fue donde encontró la mayor resistencia: las ciudades de los Países Bajos no tenían ningún interés en ser
absorbidas por Francia, y María, para evitar una revuelta en un momento tan crítico, no tuvo más remedio que concederles
el Gran Privilegio, firmado el 11 de febrero, por el que abolía las instituciones centrales que había creado su padre para
unificar políticamente sus dominios. Sin embargo, en el sur, Luis XI no tuvo dificultades en dominar el ducado de Borgoña
y el Franco Condado. Sólo entonces propuso a María el matrimonio con el Delfín, pero fue demasiado tarde. Para dominar
los Países Bajos, Luis XI había entrado en negociaciones con el emperador Federico III, al que le había propuesto un
reparto: los condados de Holanda y Zelanda para él y el resto para Fracia. Sin embargo, el emperador vio una forma de
quedarse con todo, que fue ofrecer a María la mano de su hijo Maximiliano. Él mismo había rechazado esa posibilidad
tres años atrás, pero ahora, muerto el duque, las perspectivas eran muy diferentes. La duquesa, deseando a toda costa
escapar de las garras de Luis XI y viéndose incapaz de lograrlo por sí misma, aceptó. La boda se celebró el 22 de mayo, y
Maximiliano se encargó de dirigir la resistencia borgoñona a la invasión francesa.

Para ganarse la confianza de María de Borgoña, Federico III se preocupó de mejorar la imagen de su familia, y empezó
por cambiarle el nombre: en virtud de los acuerdos firmados con los suizos, los Habsburgo habían renunciado a sus
derechos sobre el condado de Habsburgo, por lo que el nombre familiar señalaba una deshonra nada favorecedora. Puesto
que el territorio principal que poseían ahora los Habsburgo (casi el único) era el ducado de Austria, Federico III decidió
que su familia sería en lo sucesivo la Casa de Austria. Además diseñó una ingeniosa divisa, resumida en las
siglas A.E.I.O.U, que abreviaban tanto al latín

Austriae Est Imperare Orbi Uniuerso,


como al alemán
Alles Erdreich Ist Osterreich Unterthan,

que vienen a decir ambas que al Austria le corresponde gobernar el mundo, palabras que, ciertamente, resultaron
proféticas, si bien en este momento no pueden ser consideradas sino pura fanfarronería.

Ese año murió el conde Juan II de La Marche y Vendôme, que fue sucedido por su hijo de siete años Francisco I.

LA GUERRA DE GRANADA
En 1477 murió el príncipe Basarab de Valaquia, conocido como Basarab el Viejo para distinguirlo de su hijo y sucesor,
llamado también Basarab.

Mientras tanto continuaba la guerra entre Castilla y Portugal o, equivalentemente, la guerra entre los partidarios de la
reina Isabel I y los de Juana la Beltraneja. En Galicia predominaban los partidarios de Juana, encabezados por Pedro
Álvarez de Sotomayor (alias Pedro Madruga), aunque ese mismo año fue capturado. En cambio, las esperanzas de
arrebatar a los portugueses el monopolio del comercio con el África subsahariana pusieron a toda Andalucía en contra de
Portugal, es decir, a favor de Isabel I.

Isabel I y Fernando V compraron a Diego García de Herrera los derechos de conquista sobre las islas de la Palma, Gran
Canaria y Tenerife a cambio de una fuerte suma de dinero y del título de conde de la Gomera. (Además, el nuevo conde
conservaba como patrimonio las demás islas del archipiélago.) Los reyes encomendaron la conquista de las islas a Juan
de Rejón, que emprendió la tarea en 1478, pero, al igual que sus predecesores, tampoco fue capaz de explicar
satisfactoriamente a los guanches por qué debían someterse a los castellanos, y su ejército fue derrotado por el rey Tenesor.

El rey Fernando V de Castilla seguía ayudando a su padre, el rey Juan II de Aragón, a gobernar su reino y tratar de paliar
las secuelas de la guerra civil aragonesa. Ese año nombró lugarteniente del reino de Valencia a su primo, el infante
Enrique.

Ese año los reyes Isabel I y Fernando V estuvieron en Sevilla, donde el clero les manifestó el malestar ocasionado por
el "germen contaminante" que suponían los judíos conversos. En palabas de un cura sevillano: « ... cristianos sólo de
nombre, viven dentro de la ley mosaica incluso en su vida externa. Usan pan ácimo, sacrifican animales al modo de los
hebreos, hacen público desprecio de virtudes cristianas como la virginidad, y acumulan riquezas para dominar al resto
de la población». (Esto último era, sin duda, lo más grave.) A esto se unían numerosos rumores que circulaban en torno
a ellos: robaban hostias consagradas para destruirlas, crucificaban niños, hacían concursos de blasfemias y, en fin, todas
esas cosas que ya se sabe que hacen los herejes.

Aunque los reyes no estaban muy convencidos, el 1 de noviembre el obispo de Osma obtuvo del Papa Sixto IV una bula
que les concedía el derecho a designar tres Inquisidores Generales, con la recomendación de que fueran «mayores de
cuarenta años, bachilleres en teología y notoriamente virtuosos». No obstante, los reyes prefirieron no usar este derecho
y aplicar una política de adoctrinamiento en lugar de la inquisitorial. El cardenal Pedro González de Mendoza redactó un
catecismo para general conocimiento «... de los dogmas y obligaciones de la vida cristiana».
Lorenzo y Juliano de Médicis no se interesaban mucho por el negocio familiar, y su banca, que prestaba dinero sin medida,
tenía enormes pérdidas. Algunas filiales fuera de Italia empezaron a quebrar. Los Médicis se interesaban más por el
mecenazgo y por la política florentina. Se apoyaban en el pueblo llano, y, como suele suceder, esto les valió la enemistad
del patriciado, que contaba con el apoyo del Papa. Sixto IV dio su aprobación a la conjura de los Pazzi, banqueros
florentinos que trataron de asesinar a los Médicis en la catedral. Lograron su objetivo con Juliano, pero Lorenzo pudo
escapar. Entonces el Papa lanzó contra él al rey Fernando I de Nápoles, desencadenando una guerra. Lorenzo endureció
su gobierno, que se volvió férreo y dictatorial.

Botticeli terminó su Primavera, encargada por los Médicis, un cuadro sobre madera cargado de simbología de la filosofía
neoplatónica que estaba desarrollando Marsilio Ficino.

Verrocchio terminó una de sus obras maestras: la Dama del ramillete, una escultura en mármol que parece de carne y
hueso. En pintura terminó la Madona con san Donato y san Juan Bautista, en colaboración con un joven discípulo de
veintidós años llamado Lorenzo di Credi. Poco antes había pintado El bautismo de Cristo en colaboración con Leonardo
da Vinci. Leonardo había pintado un par de ángeles, cuya delicadeza contrasta con la aspereza de las figuras principales.

El rey Fernando I de Nápoles casó a su hijo Federico con Ana, hermana del duque Filiberto I de Saboya.

El kan de Crimea Mengli Giray logró recuperar el control de su estado frente a los otomanos, que se lo habían arrebatado
tres años atrás.

Ese año murió el turco Uzun Hasan Beg, y con él empezó a desmoronarse el poder de los Akkoyunlu.

También murió el duque Jorge de Clarence, hermano del rey Eduardo IV de Inglaterra.

En Portugal murió el duque Fernando I de Braganza, que fue sucedido por su hijo Fernando II.

El rey Cristián I de Dinamarca y Noruega casó a su hijo Juan con Cristina, hija del príncipe elector Ernesto de Sajonia.
En enero de 1479 murió el rey Juan II de Aragón, con lo que su hijo, el rey Fernando V de Castilla y Fernando I de Sicilia,
se convirtió en Fernando II de Aragón. Su hermanastra Leonor fue proclamada reina de Navarra, pero murió a los quince
días, por lo que el título pasó a su nieto Francisco, de diez años. Su madre, Magdalena de Francia, ejerció la regencia.

Puesto que Fernando II de Aragón estaba ocupado luchando contra Portugal y los partidarios de Juana la Beltraneja, dejó
Cataluña y Mallorca bajo el gobierno de su primo Enrique, con el título de lugarteniente. En febrero, el ejército castellano
derrotó en la batalla de la Albuera al último núcleo de partidarios de Juana, con lo que el rey Alfonso V de Portugal no
tardó en abandonar la lucha.

En septiembre se firmó el tratado de Alcáçovas, por el que Alfonso V reconoció a Isabel I como reina de Castilla, mientras
que los castellanos reconocían a Portugal el derecho de colonización de la costa occidental de África y de las islas Madeira,
Azores y Cabo Verde. A su vez, Portugal reconoció el derecho de Castilla sobre las Canarias. (El único interés de Portugal
por las Canarias se debía a su afán por evitar la competencia castellana en el comercio con África, pero, una vez Castilla
había renunciado a él, las Canarias carecían de valor.) Por otra parte, se acordó el futuro matrimonio de Alfonso, nieto de
Alfonso V, con Isabel, la hija mayor de Fernando II e Isabel I, que tenía ahora nueve años. A su vez, Alfonso V repudió
a Juana la Beltraneja, y a ésta se le propuso casarse con Juan, el heredero de Fernando II e Isabel I, que tenía poco más
de un año. Juana consintió en renunciar a sus derechos a la corona, pero rechazó el matrimonio y, a sus diecisiete años,
se retiró a un convento de las clarisas en Portugal, donde nunca dejó de titularse reina

Cristóbal Colón se casó con Felipa Moniz, hija de Diego Perestrello, gobernador de la isla de Porto
Santo (perteneciente al archipiélago de Madeira). Luego hizo un viaje a Génova, con motivo de una reclamación contra
la compañía Centurione. La familia Perestrello estaba muy relacionada con las exploraciones portuguesas y, a raíz de su
matrimonio, Colón fue abandonando la navegación comercial para colaborar en empresas geográficas y científicas.

Ese año murió Jorge Manrique. También murió el duque Luis IX de Baviera-Landshut, que fue sucedido por su
hijo Jorge.
El rey Fernando I de Nápoles nombró duque de Bari a Ludovico Sforza, quien se deshizo de su cuñada y gobernó Milán
en nombre de su sobrino, Juan Galeazzo. También tuvo que deshacerse de algunos regentes de Juan Galeazzo, entre los
que se encontraba Giangiacomo Trivulzio, más conocido como Trivulzio el Grande, un condotiero que pasó a servir a
Fernando I.

El conflicto por la herencia del duque de Borgoña Carlos el Temerario seguía abierto. Agotada la diplomacia,
Maximiliano de Austria y el rey Luis XI de Francia se enfrentaron en la batalla de Guinegatte, en la que no hubo un claro
vencedor.

El rey Casimiro IV de Polonia casó a su hija Sofía con Federico de Hohenzollern, hijo del príncipe elector de
Brandeburgo Alberto I Aquiles.

Venecia firmó la paz con el sultán otomano Mehmet II. Tuvo que comprometerse a pagar un tributo a cambio de conservar
algunas plazas en Grecia. El pintor Giovanni Bellini fue nombrado pintor oficial de la República de Venecia.

El vietamita Le Thant Ton conquistó Luang Prabang, la capital del reino de Lan Xang.

Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón estaban decididos a poner fin a las turbulencias que habían caracterizado los
reinados de sus predecesores. Enviaron delegados por sus reinos, revestidos de plenos poderes, que se encargaron de
doblegar a los nobles levantiscos mediante procedimientos tales como el destierro, el derribo de castillos o la ejecución
pura y simple. Se calcula que en Galicia huyeron unos dos mil nobles. En Andalucía, la reina en persona presidió un
tribunal que repartió condenas durante varios meses, e hizo que unos cuatro mil nobles buscaran refugio en Portugal o
incluso en el reino de Granada. Segovia trató de resistirse al gobernador nombrado por los reyes y, cuando la reina acudió
a poner orden, los rebeldes le exigieron garantías antes de dejarla entrar en la ciudad, pero cuentan que ella dijo: "Yo soy
la reina de Castilla, esta ciudad es mía y no entraré en ella con condiciones." Ante tanta contundencia, los rebeldes
aceptaron al gobernador entre gritos de ¡Viva la reina!

Los reyes pusieron gran empeño en mejorar la administración de justicia. Ellos mismos se sentaban una vez por semana
a impartir justicia en la ciudad en la que estuvieran en ese momento. En 1480 convocaron cortes en Toledo, donde se
revisaron los honores y mercedes que los reyes anteriores habían concedido a los nobles, y se anularon muchos de ellos.
Se prohibió a la nobleza levantar nuevos castillos, rodearse de escolta personal armada, hacerse preceder de maceros,
imitar en su correspondencia sellos y signos reales, y hasta batirse en duelo. También debilitaron a las órdenes militares,
valiéndose de su derecho a nombrar a sus maestres: elegían candidatos que, a cambio de ser nombrados, estaban
dispuestos a ceder a la Corona parte de las posesiones de la orden. Isabel I se ocupó también del clero. Se cuenta que
llegó a encarcelar a unas monjas por comportamiento inapropiado. El obispo de Cádiz manifestó públicamente el fracaso
de los intentos encaminados a que los judíos conversos siguieran los preceptos de la vida cristiana, por lo que las cortes
de Toledo extremaron las medidas para distinguir a judíos y cristianos: se obligó a los judíos a llevar distintivos en sus
ropas y a vivir en barrios apartados (juderías). El 27 de noviembre Isabel I nombró los primeros Inquisidores Generales
del reino, que fueron fray Miguel Morillo, fray Juan de San Martín y el capellán López del Barco. Así nació la Santa
Inquisición de Castilla, aunque antes de entrar en funcionamiento se publicaron tres edictos sucesivos de gracia, a los que
se acogieron muchos sospechosos de herejía, que hubieron de cumplir grandes penitencias.

El gran príncipe Iván III de Moscú, aliado con el kan de Crimea Mengli Giray, derrotó a los mongoles de la Horda de Oro
en la batalla de Ugra. Desde ese momento, el vasallaje de Moscú a la Horda de Oro fue meramente nominal, y el gran
príncipe fue conocido como Iván III el Grande.

Durante la década que ahora terminaba, el pintor Piero della Francesca estuvo trabajando principalmente para los duques
de Urbino. A este periodo se deben, entre otras, la Madona de Senigallia y la Madona con Santos y Federico de
Montefeltro (el duque de Urbino).

Ese año murió el duque Renato I de Anjou. De acuerdo con lo acordado con el rey Luis XI de Francia, su heredero era su
sobrino Carlos, pero su nieto (y heredero legítimo), el duque Renato II de Lorena, trató de ocupar su herencia, pero sólo
pudo hacerse con el ducado de Bar, ya que el resto fue ocupado por Luis XI, teóricamente en nombre del nuevo duque,
Carlos, pero en la práctica el ducado de Anjou quedó en manos del rey, y a Carlos sólo le dejó el condado de Provenza.

En Polonia murió a sus sesenta y cinco años el canóngo Jan Dlugosz, preceptor de los hijos del rey Casimiro IV. Durante
los últimos veinticinco años estuvo escribiendo su Historia de Polonia, en doce libros, la primera obra en la que aparece
la idea nacional polaca. Está escrita con gran pureza de estilo y sentido crítico, algo poco frecuente en las crónicas
medievales.

Por esta época (quizá unos años atrás) murió Tlacaelel, el consejero del soberano azteca Axayacatl y de sus predecesores.
Los aztecas sufrieron su primer revés cuando fueron derrotados por los tarascos.

Italia fue invadida por el pánico cuando los turcos ocuparon la ciudad de Otranto, en el reino de Nápoles. El rey Fernando
I recabó inmediatamente la ayuda del Papa Sixto IV y la de su primo Fernando II de Aragón. Lorenzo de Médicis
aprovechó las circunstancias para que Fernando I dejara de apoyar al Papa en la guerra que éste había desencadenado
contra Florencia. Ya en 1481, los turcos fueron expulsados de Italia.

Mehmet II comprendió que no podía atacar Italia si no dominaba antes el Mediterráneo oriental, y de entre las posesiones
cristianas en él, la más importante era la isla de Rodas. En mayo los turcos llegaron a la isla con ciento sesenta galeras.
La isla estaba defendida por los hospitalarios, cuyo gran maestre, Pierre d'Aubusson, previendo el ataque, había llamado
a todos los miembros de la orden, que habían acudido y jurado morir antes que rendirse. En julio los turcos se retiraban
con nueve mil muertos y quince mil heridos.

Mehmet II murió poco después de que su armada regresara a Estambul y entonces se desencadenó una guerra civil entre
sus hijos Yim y Bayaceto II. Esto sucedió porque ninguno de los dos aplicó a tiempo una ley dictada años atrás por el
sultán: "Mis ilustres hijos y mis nietos, al llegar al trono, pueden hacer morir a sus hermanos para asegurar el reposo
del mundo." Finalmente, Yim fue derrotado y tuvo que huir a la isla de Rodas. Los caballeros hospitalarios lo enviaron
preso a Francia, a la espera de ser liberado cuando más conviniera a los cristianos.

También murieron ese año:

 El rey azteca Axayacatl, que fue sucedido por su hermano Tizoc, quien continuó la guerra contra los tarascos.
 El rey Alfonso V de Portugal, el Africano, que fue sucedido por su hijo Juan II.
 El rey Cristián I de Dinamarca y Noruega, que fue sucedido por su hijo Juan I, aunque la nobleza noruega se negó
a aceptarlo.
 El duque Carlos de Anjou, que no dejó descendencia, así que legó todas sus posesiones a su primo, el rey Luis XI
de Francia, quien, de hecho, ya se había apoderado de ellas. Entre los títulos que heredó así el rey de Francia, estaba
el de rey de Nápoles, que la casa de Anjou había tratado en vano de hacer efectivo desde hacía ya cien años. Con
Carlos se extinguió la tercera casa de Anjou.

En Suiza había estallado un conflicto que enfrentaba a los cantones montañeses contra los cantones burgueses, pero,
finalmente, la mediación de un eremita llamado Nicolás de Flue logró que los cantones se reconciliaran en la dieta
de Stans, que renovó la promesa de defensa mutua contra los peligros exteriores e interiores. Además, los cantones
de Solothurn y Friburgo fueron admitidos en la Confederación Helvética.

Siete años atrás, el Papa Sixto IV había encargado la construcción de una nueva capilla en su palacio del Vaticano. Ahora
se la conoce como la capilla Sixtina, y, una vez estuvo acabada, el Papa mandó llamar a varios pintores para decorar sus
paredes, tres florentinos: Sandro Botticelli, Cosimo Rosselli y Domenico Bigordi, más conocido como Ghirlandaio, y
tres umbros: Luca Signorelli (un discípulo de Piero della Francesca), el Perugino, y Bernardino di Betto, más conocido
como il Pinturicchio.

Botticelli pintó tres frescos, dos episodios de la vida de Moisés y La tentación de Cristo, de extremada riqueza de detalles;
Guirlandaio pintó la Vocación de san Pedro y de san Andrés; Rosselli pintó La adoración del becerro de oro, El sermón
de la montaña y La última cena, obras que no resultan no muy afortunadas cuando se comparan con las de sus colegas;
Signorelli pintó más escenas de la vida de Moisés; Al Pinturicchio se deben el Bautismo de Cristo y el Viaje de
Moisés. mientras que los frescos del Perugino fueron destruidos en una reforma posterior, excepto La entrega de las
llaves, considerada como una de las obras más significativas del renacimiento italiano.

Antonio de Nebrija publicó sus Introductiones Latinae, destinadas a la enseñanza de la gramática latina y que han servido
como libro de texto hasta el siglo XIX.
Ese año empezó a actuar el tribunal de la Santa Inquisición de Castilla, con sede en el castillo de Triana, en Sevilla. Las
autoridades laicas se encargaron de cazar la primera remesa de herejes, sobre los que se actuó con un rigor desconocido
hasta entonces.

La reina Isabel I había incrementado sensiblemente la presión fiscal en Castilla, y ello incluía un aumento de los tributos
sobre el reino de Granada. Sin embargo, el 25 de diciembre, en lugar de pagar la suma exigida, el rey Muley-Hacén tomó
el pueblo fronterizo de Zahara. Fue el mayor favor que el rey nazarí podía hacer a Castilla. La nobleza castellana se
estaba sometiendo a la monarquía, pero, ¿cuánto tiempo aguantaría postrada? Una guerra contra Granada era el modo
ideal de que los nobles humillados recobraran honra, fama y riquezas sirviendo a su reina. Fue el caso, por ejemplo, de
Diego López Pacheco, el marqués de Villena, que a raíz de la guerra se reconcilió definitivamente con Isabel I.

En 1482, el rey Fernando II de Aragón, al frente del ejército castellano, envió un ultimátum a Muley-Hacén, que
contestó: "En Granada ya no se labra oro ni plata para pagar tributos, sino lanzas, saetas y alfanjes contra sus
enemigos." Se cuenta que, al recibir tal respuesta, Fernando II montó en cólera y gritó: "¡Yo arrancaré uno a uno los
granos de esa granada!" Como represalia a la toma de Zahara, los castellanos tomaron la ciudad de Alhama.

El rey Muley-Hacén no dejó de colaborar con los castellanos: recientemente había incorporado a su harén a una cristiana
llamada Isabel de Solís, que se había convertido al islam con el nombre de Soraya (Lucero del Alba). La hasta entonces
favorita del rey, Aixa, volvió contra éste a sus hijos, y Muley-Hacén trató de asesinarlos, pero sólo tuvo éxito con el
mayor Yusuf. Su hermano, Muhammad abú Abd Allah, más conocido entre los cristianos por una deformación de su
nombre: Boabdil, logró escapar y buscó el apoyo de los abencerrajes.

Cuando Muley-Hacén salió de Granada para reconquistar Alhama, Boabdil vuelve a Granada y se hace proclamar
rey (Muhammad XI). Alhama resiste el asedio, defendida por dos nobles castellanos, hasta entonces enemigos
irreconciliables: el marqués de Cádiz y el duque de Medinasidonia. Finalizado el ataque, ambos se abrazaron dando fin a
su enemistad. Derrotado en Alhama, Muyey-Hacén se vio obligado a huir a Málaga, donde estaba su
hermano, Muhammad al-Zagall (el Valiente). Los cristianos deformaron el nombre de al-Zagall convirtiéndolo en el
Zagal. Ambos hermanos lograron recuperar Granada, pero entonces el Zagal se proclama rey (Muhammad XII). Así,
Granada tuvo que hacer frente al mismo tiempo a la guerra contra los cristianos y a una guerra civil entre los tres
pretendientes al trono: Muley-Hacén, el Zagal y Boabdil. El rey Fernando II de Aragón se ocupó de avivar las rencillas
entre los tres.

La Santa Inquisición de Castilla estaba causando estragos. Siguiendo la tradición, las confesiones se arrancaban mediante
la tortura, y cualquier acusación anónima servía de base para capturar e "interrogar" a un sospechoso. Las torturas más
populares eran los cordeles, que se apretaban en las articulaciones, y la toca, un paño que se metía por la boca hasta la
garganta y al que se le echaba agua para dejar al borde de la asfixia al presunto hereje. Ambos eran muy dolorosos, pero
difícilmente provocaban muerte o mutilaciones.

Los acusados que no eran absueltos tenían que participar en una procesión pública vestidos con el sambenito, un capote
de lana amarilla con la cruz de san Andrés y llamas de fuego. Además de esto, las sentencias oscilaban entre la
reconciliación pública (el reo abjuraba de sus errores y era perdonado), la inhabilitación para cargos públicos, el uso de
por vida del sambenito, la prisión y la hoguera. A los que se retractaban a última hora en el patíbulo se les conmutaba la
hoguera por el garrote (con el que morían estrangulados). Los cronistas discrepan en las cifras, pero hay quien habla de
unos dos mil reos, entre quemados, desaparecidos y huidos en los tres primeros años de actuación del santo tribunal.

El Papa Sixto IV recibió quejas por la actuación del Santo Oficio, pero, a pesar de lo espeluznante de las denuncias, no
se atrevió a destituir a los inquisidores ni a desautorizar sus actuaciones. Lo único que hizo fue dictar unas normas de
actuación: en adelante, los inquisidores tendrían que actuar con el obispo del lugar y dentro de los cauces del derecho
canónico.

La Santa Inquisición fue uno de los principales pilares que proporcionaron a Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón
un poder absoluto sin precedentes en sus reinos. (Nadie se solidarizaba públicamente con un acusado por el Santo
Tribunal, no fuera a ser tenido también por sospechoso.) Por ello se dispusieron a introducirla también en la Corona de
Aragón, para lo cual sugirieron al general de los dominicos, Salvo Casseta, una lista de nombres de su agrado para que
éste nombrara a los inquisidores generales de Aragón, pero Sixto IV trató de que, esta vez, la situación no se le escapara
de las manos, y nombró él mismo ocho inquisidores dominicos. Esto tensó las relaciones entre el Papa y los soberanos.
El Papa canonizó a san Buenaventura.

El rey Luis XI de Francia y Maximiliano de Austria llegaron finalmente a un acuerdo mediante el tratado de Arras: Luis
XI conservaba el ducado de Borgoña mientras que los Países Bajos y el Franco Condado quedaban para Maximiliano, si
bien éste último formaría parte de la dote del futuro matrimonio entre el Delfín Carlos, que tenía entonces doce años,
y Margarita, la hija de Maximiliano, de dos años. La duquesa María de Borgoña, ahora rebajada a condesa, murió poco
después a consecuencia de una caída de caballo, y entonces las ciudades flamencas se sublevaron contra Maximiliano,
quien les declaró la guerra para hacerse reconocer como tutor de su hijo Felipe, de cuatro años, el nuevo conde de
Borgoña.

Por esta época se había hecho famoso un dístico compuesto por Matías Corvino, el rey de Hungría, a raíz de la boda entre
Maximiliano y María de Borgoña y, en parte, en respuesta a la pretenciosa divisa del emperador Federico III:

Bella gerant alii, tu, felix Austria, nube.


Nam quae Mars aliis, dat tibi regna Venus.

(Que otros hagan guerras. Tú, Austria feliz, cásate, pues los reinos que a otros les da Marte, a ti te los da Venus.) Hay una
malicia de difícil traducción, pues "nubere" en latín es casarse una mujer. (Literalmente significa cubrirse con el velo
nupcial.) Así pues, Matías Corvino le dice a Maximiliano que está obteniendo territorios como los obtienen las mujeres,
por matrimonio, en lugar de como es propio de los hombres, conquistándolos. Este juego de palabras con "nubere" se
encuentra ya en un epigrama de Marcial.

El rey Juan II de Portugal dio un nuevo impulso a la exploración de la costa africana. Diogo de Azambuja fundó el
fuerte de São Jorge da Mina, que sirvió de base para futuras expediciones, mientras que Diogo Cão zarpó con el
encargo de encontrar el extremo sur del continente negro, y plantó padrãos (columnas que indicaban la toma de posesión)
en el estuario del Congo, al que él llamó río Poderoso. Allí descubrió un reino de grandes dimensiones. Su capital, junto
al río, era Mbanza Congo, y dominaba seis provincias. El rey, o mani. era asistido por los nobles de la corte, los
numerosos funcionarios y la guardia real. La monarquía era electiva, aunque los nobles debían elegir al nuevo monarca
en el seno de la familia real. El rey era responsable de la prosperidad del reino. Si llovía demasiado, o demasiado poco, o
sucedía cualquier desgracia, se consideraba que el rey tenía la culpa (pues se creía que tenía poderes mágicos para
ocuparse de esas cosas). Si el rey era viejo, o estaba enfermo o achacoso, sus súbditos pensaban que la salud del país iría
en consonancia, por lo que el rey tenía la obligación de suicidarse. Desde el Congo, Cão avanzó mil kilómetros más al
sur, (hasta donde llega el mapa de la figura), pero la costa no cambiaba de sentido, así que emprendió el viaje de vuelta a
Portugal. Decidió llevarse consigo (sin pedirles opinión) a unos cuantos nobles congoleños.

Al príncipe Basarab de Valaquia le había surgido un rival que finalmente le arrebató el poder. Se llamaba Vlad
Calugarul. Los turcos terminaron la conquista de Bosnia.

Ese año murió a los diecisiete años el duque Filiberto I de Saboya, que fue sucedido por su hermano Carlos I, que tenía
entonces catorce años.

También murieron el pintor Hugo van der Goes y el escultor Luca della Robbia. Su sobrino Andrea heredó su taller.

Leonardo da Vinci se trasladó a Milán, donde entró al servicio de Ludovico el Moro, quien lo empleó como organizador
de fiestas y le encargó la estatua ecuestre de su padre, Francesco Sforza. Allí coincidió con el arquitecto Donato di
Pascuccio d'Antonio, conocido como Bramante, a quien influyó con sus ideas sobre arquitectura. Una de las primeras
obras milanesas de Bramante es la iglesia de Santa Maria presso san Satiro, planteada con gran originalidad.

En Florencia, Marsilio Ficino publicó su Theologia Platonica, en la que demuestra que, en su origen, la filosofía y la
teología estaban estrechamente unidas, y que su separación fue la causa de la decadencia de ambas.

Un humanista de treinta y tres años llamado Aldo Manuzio fue contradado como profesor de Giovanni Picco della
Mirandola, un joven de diecinueve años cuya familia gobernaba la ciudad de Mirandola, en el norte de Italia, desde
hacía más de un siglo. Manuzio había estudiado en Roma y en Ferrara, y era un reputado latinista y helenista. Decía que
había aprendido griego mientras enseñaba latín, aunque no dio detalles sobre este método didáctico.
CRISTÓBAL COLÓN
En 1482 murió Paolo del Pozzo Toscanelli, el matemático italiano que había planteado la posibilidad de llegar hasta las
Indias navegando hacia occidente. Al parecer, nadie tomó en serio su teoría, salvo una persona: se conserva una copia
escrita por Cristóbal Colón de la carta que Toscanelli había remitido a Fernão Martins con sus cálculos. Por esta época
Colón estaba documentándose sobre estas cuestiones. Conocía bien el libro de viajes de Marco Polo y, además de la carta
de Toscanelli, disponía de un ejemplar del Imago Mundi, de Pierre d'Ailly, que también atribuye a la circunferencia
terrestre un tamaño sustancialmente menor que el real y que hacía viable el proyecto.

No se sabe mucho de las actividades de Colón durante esta época. Se sabe que murió su esposa, y que entonces se trasladó
a Lisboa con su hijo Diego, de cinco años, donde su hermano Bartolomé había instalado una tienda de mapas. Existen
indicios de que realizó varios viajes: a Guinea, a Irlanda, y tal vez llegó hasta Islandia. Es probable que en sus viajes a los
países nórdicos oyera las historias que se contaban sobre la "Tierra del vino" de la que había hablado Leif Eriksson cinco
siglos atrás.

Desde su comienzo, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón habían planteado la guerra de Granada como la guerra
definitiva que terminaría la reconquista de España iniciada por los cristianos casi ocho siglos atrás. El Papa Sixto IV
había reconocido la guerra como una cruzada contra los infieles, y a ella habían acudido caballeros de Inglaterra, Irlanda
y Francia. Sin embargo, el avance era muy lento. Ese año los cristianos fueron derrotados en Loja por el general Alí
Atar, quien poco después, ya en 1483, obtuvo una nueva victoria en Ajarquía.

La conquista de las Canarias había pasado a manos de Pedro de Vera, que contó con la ayuda del obispo Juan de
Frías, el cual logró convertir al cristianismo al rey Tenesor. Éste fue bautizado con el apadrinamiento de los reyes de
Castilla y Aragón, y recibió, como no, el nombre de Fernando. Con la colaboración de Tenesor-Fernando, los guanches
de Gran Canaria se sometieron a Pedro de Vera el 29 de abril.

En Inglaterra murió el rey Eduardo IV, que fue sucedido por su hijo Eduardo V, de trece años, bajo la regencia de su tío,
el duque Ricardo de Gloucester. A las pocas semanas, Ricardo declaró el matrimonio de Eduardo IV no era válido, por
lo que Eduardo V, al igual que su hermano Ricardo, de diez años eran bastardos y no tenían derecho a la corona. Ambos
"desaparecieron" misteriosamente en junio, y el regente se hizo coronar como Ricardo III de Inglaterra. Su
hijo Eduardo, de diez años, recibió al mismo tiempo el título de príncipe de Gales. (Al parecer, una vez estuvo
consolidado en el trono, Ricardo III hizo asesinar a sus sobrinos en la torre de Londres. No es prudente matar a un rey si
no estás seguro de que no te van a juzgar por ello.)

Mientras tanto, los castellanos habían capturado en Lucena a Boabdil, uno de los tres reyes nazaríes, y lo liberaron
en agosto, después de hacerle firmar el pacto de Córdoba, en el que se comprometía a entregar a Castilla la zona del reino
en manos del Zagal a cambio del apoyo castellano para recuperar Granada, parte de la cual estaba todavía en manos de
su padre, Muley-Hacén. Éste y su hermano, el Zagal, zanjaron sus disputas y se aliaron contra Boabdil.

El conflicto entre Sixto IV y los reyes a propósito del nombramiento de los inquisidores para la Corona de Aragón se
resolvió espontáneamente cuando uno de los inquisidores nombrados por el Papa se ganó la total confianza de los
monarcas y acabó siendo nombrado Inquisidor General de Aragón. Se llamaba fray Tomás de Torquemada. Era de
ascencencia judía, y los judíos realmente convertidos al cristianismo odiaban los judaizantes, porque las desconfianzas
que éstos generaban recaían también sobre aquéllos. Poco después los reyes lo pusieron al frente del Consejo de la
suprema y general inquisición, vulgarmente llamado "la suprema", con el encargo de crear tribunales en distintas
ciudades de Castilla y Aragón. La suprema era el único organismo que tenía potestad sobre ambos reinos, que por lo
demás conservaban sus propias instituciones políticas y administraivas, en ningún modo afectadas por el matrimonio de
los monarcas.

En Navarra murió el rey Francisco I. Tenía catorce años y permanecía soltero y sin hijos, por lo que la corona de Navarra
pasó a su hermana Catalina, que tenía un año más, bajo la tutela de su madre, Magdalena de Francia, hermana de Luis
XI. Sin embargo, su tío Juan reclamó la corona tratando de que se aplicara en su provecho la ley sálica. Fernando II de
Aragón trató de casar a Catalina con su hijo Juan, de cinco años, que heredaría así las coronas de Castilla, Aragón y
Navarra, pero se encontró con la oposición de Luis XI de Francia, que a través de Magdalena trató de mantener a Navarra
bajo la influencia francesa. Los beaumonteses y agramonteses volvieron a enfrentarse, los primeros partidarios del apoyo
castellano, los segundos del francés.
En Mantua murió el marqués Luis III Gonzaga, que fue sucedido por su nieto Francisco II.

Poco después murió el rey Luis XI de Francia. El año anterior, sintiéndose enfermo, había hecho llamar a Francisco de
Paula, porque tenía reputación de taumaturgo y le pidió que le prolongara la vida, pero los milagros tienen un sospechoso
parecido con las casualidades, y nunca se producen cuando uno pretende que lo hagan, así que el monarca tuvo que
conformarse con que el dominico lo ayudara a morir cristianamente. Fue sucedido por su hijo Carlos VIII, que tenía doce
años, por lo que Luis XI había estipulado que la regencia fuera ejercida por su hija Ana y su yerno Pedro, el hijo del
duque Juan II de Borbón.

El rey Juan I de Dinamarca logró hacerse reconocer como rey de Noruega después de ceder grandes privilegios a la
nobleza. En Suecia, el clero, partidario de la unión escandinava, obligó al regente Sten Gustafsson a reconocer a Juan I
como rey, aunque aquél siguió ejerciendo el poder sin prácticamente ningún cambio.

El rey Juan II de Portugal, con su interés por las exploraciones se había ganado el apoyo de la burguesía, pero se había
enemistado con una parte de la nobleza, más interesada en buscar la anexión de Castilla, fuera por la guerra o por la vía
matrimonial. Pero el rey supo poner a raya a sus cortesanos. El más poderoso era, con diferencia, el duque Fernando II
de Braganza, y fue acusado de mantener negociaciones secretas con Castilla, fue juzgado precipitada e irregularmente y
condenado a muerte. Tras decapitarlo en Évora, sus bienes fueron confiscados. Su familia huyó a Castilla con su heredero,
el nuevo duque Jaime, que tenía entonces cuatro años.

El escultor Verrocchio terminó uno de sus trabajos más originales, el grupo de Cristo y santo Tomás, de Orsammichele,
rico en contrastes de masas y en claroscuro de ropajes.

Después de terminar su trabajo en la capilla sixtina, Domenico Ghirlandaio había vuelto a Florencia, donde se dedicó a
pintar composiciones en las que figuras contemporáneas aparecen retratadas en escenas sagradas. Ese año inició una
serie de frescos con la Historia de san Francisco, en la Santa Trinità. Otro tanto hizo Botticelli, que continuó trabajando
para los Médicis. En 1484 pintó El nacimiento de Venus, considerada como su obra cumbre.
Un médico parisiense llamado Nicolas Chuquet publicó La ciencia de los números, donde manejaba los números
negativos como los mejores algebristas chinos o indios. En su tratado introdujo los exponentes para indicar las potencias
de las incógnitas.

La reina Catalina de Navarra se casó con un noble gascón llamado Juan de Albret, lo que frustró los intentos de Fernando
II de Aragón de controlar Navarra a través del matrimonio de Catalina con su hijo Juan. Cuando el esposo fue coronado
como el rey Juan III de Navarra, los beaumonteses y los agramonteses reanudaron su guerra civil intermitente.

Fray Tomás de Torquemada publicó sus Instrucciones inquisitoriales, en veintiocho artículos. En los años siguientes
convirtió a la Santa Inquisición en una máquina rayana en la perfección, en cuanto a su eficacia, solidez y uniformidad
de su régimen jurídico, orgánico y procedimental.

El 28 de junio los castellanos tomaron a los musulmanes la ciudad de Alora mediante un asedio en el que usaron por
primera vez a gran escala el apoyo de la artillería.

En agosto murió el Papa Sixto IV. Había practicado un nepotismo descarado, especialmente en beneficio de su sobrino,
el cardenal Pietro Riario. Éste había llegado a acumular tal cantidad de rentas eclesiásticas que el lujo en que vivía
escandalizaba a toda Roma. A la muerte de su protector fue desposeído de sus bienes. En los inicios del pontificado de
Sixto IV, los cardenales habían tratado de oponerse a algunas decisiones papales, como la de legitimar a sus hijos
bastardos, pero esos tiempos habían pasado, pues ya sólo sobrevivían cinco cardenales nombrados por pontífices
anteriores. Los demás habían sido designados por el propio Sixto IV, y estaban completamente sometidos a los designios
del Papa, que era más conocido en Roma como vicario del demonio, ministro de adulterio, piloto que lleva la barca de
la Iglesia a la isla de Circe, y otras lindezas por el estilo. Fue sucedido por el cardenal Giovanni Battista Cybo, que
adoptó el nombre de Inocencio VIII. Famoso por su vida disoluta, confió todos los cargos de la corte vaticana a sus
parientes y multiplicó la venta de cargos eclesiásticos. Ese mismo año publicó la bula Summis desiderantes
affectibus, dirigida contra la hechicería. Inocencio VIII recordaba cómo el rey Fernando I de Nápoles había traicionado a
su predecesor aliándose con Lorenzo de Médicis, así que ahora se dedicó a alentar y apoyar sublevaciones de la nobleza
napolitana.
Por esta época empezó a predicar en Florencia un dominico llamado Girolamo Savonarola. Tenía ahora treinta y dos
años, y ya había estado predicando sin éxito en Siena. Su discurso era fogoso y pesimista. Censuraba el gusto por el arte
y las vanidades.

El rey Juan II de Portugal seguía poniendo a raya a sus nobles. Tras la decapitación del duque de Braganza, sucedida el
año anterior, ahora le tocaba el turno a su cuñado, el duque Fernando de Viseu, que conspiraba contra él.

Diogo Cão regresó de su largo viaje por la costa africana. No había llegado hasta el extremo sur del continente, pero Juan
II no se amilanó, y le encargó una nueva expedición para el año próximo que llegara más lejos. Mientras tanto, recibió
una propuesta sorprendente. Cristóbal Colón afirmaba

que por la vía de Poniente hacia el Oeste o el Mediodía descubriría grandes tierras; islas y tierra firme, felicísimas de
oro, plata, perlas, piedras preciosas y gentes infinitas, y que por aquel camino entendía topar con tierras de Indias y con
las grandes islas de Cipango y con los reinos del Gran Kan.

A cambio de los medios para llevar a cabo su plan pedía

que lo honrasen armándolo caballero de Espuelas Doradas [los únicos que podían estar cubiertos ante el rey], que se
pudiese llamar "don" él y sus sucesores, que le diesen el título de Almirante Mayor del Océano, con todas las
prerrogativas, preeminencias, privilegios, derechos, rentas e inmunidades que tenía el almirante de Castilla, que se le
nombrase virrey y gobernador perpetuo de todas las islas y tierras firmes que descubriera por su persona o que fueran
descubiertas por su industria. Se le daría la décima parte de las rentas que el rey hubiese de todas las cosas, que fueran
oro, plata, piedras preciosas, perlas, metales, especierías y de otras cualesquiera cosas provechosas y mercaderías de
cualquiera especie, nombre y moneda que fuesen nombradas y que se comprasen, trocasen, hallasen o ganasen dentro
de su almirantazgo. Reclamaba el derecho a contribuir con un octavo a los gastos de toda la expedición, y, del provecho
que de ello saliese, se llevaría también la octava parte.
Nunca antes (ni después) hizo nadie peticiones tan desmesuradas y extravagantes a un rey. De todos modos, al margen
de una eventual "negociación" posterior, Juan II remitió el proyecto de Colón a la Junta dos matemáticos, una academia
de cosmografía recientemente constituida, que no tardó en desestimarlo. No sabemos con qué información concreta
contaban los portugueses sobre el tamaño de la Tierra, pues todos los datos que obtenían los exploradores se guardaban
con el máximo secreto, pero si no disponían de información sobre el tamaño del ecuador, sí tenían los datos necesarios
para hacerse una idea aproximada de la longitud de los meridianos. Sólo tenían que comparar la distancia que recorrían
al navegar hacia el sur con la variación de latitud que ello conllevaba y que se reflejaba en la posición del Sol y las
estrellas en la esfera celeste. Así, a menos que la Tierra, en lugar de ser esférica, tuviera forma de balón de rugby, las
estimaciones de Colón tenían que ser descaradamente falsas. (De hecho, los cálculos que finalmente presentó, reducían
la distancia entre Europa y Asia a la cuarta parte de la distancia real.)

El 21 de septiembre el ejército cristiano conquistó Setenil a los granadinos, de nuevo con la ayuda de la artillería. El rey
Muley-Hacén derrotó a su hijo Boabdil y lo obligó a refugiarse en la corte castellana.

En Cataluña volvió a estallar el problema de los campesinos de remensa. Tres años atrás, el rey Fernando II, a petición
de las cortes de Barcelona, había negado a los remensas el derecho a comprar su libertad según la sentencia dictada por
el rey Alfonso V, pero el año anterior había autorizado que los campesinos se reunieran para elegir síndicos que estudiaran
la forma más adecuada de resolver su situación. Este derecho de reunión les permitió organizar una rebelión
extremadamente violenta. El alzamiento fue dirigido por Pere Joan Sala, quien el 22 de septiembre derrotó a un ejército
real en Mieres. El infante Enrique, lugarteniente de Cataluña, no pudo sofocar la revuelta, y en noviembre acudió el
propio rey Fernando II a mediar en el conflicto. Sin embargo, tan pronto dejó Cataluña para seguir encargándose de la
guerra de Granada, la rebelión rebrotó. Sala marchó al frente de sus hombres hacia Barcelona, y el 4 de enero de
1485 derrotó en Montornés al ejército que se dispuso contra él. Luego atacó Granollers y Mataró, pero fue derrotado y
hecho prisionero en Llerona el 24 de marzo. Poco después fue ejecutado en Barcelona.

En Zaragoza fue asesinado el inquisidor Pedro de Arbués. Poco antes, se había descubierto en Sevilla una conspiración
contra la Santa Inquisición urdida por el rico Diego Susan, denunciada por su propia hija. Pero el Santo Tribunal era
intocable: estos actos sólo contribuyeron a incrementar la indignación y el odio popular contra los herejes, y la represión
se hizo aún más dura.
El 22 de mayo los castellanos tomaron la ciudad de Ronda. El rey Fernando I de Aragón había hecho venir a alemanes
expertos en la fabricación de pólvora, de Lombardía trajo piezas de artillería pesada y, para moverlas por la montañosa
geografía granadina, creo el primer cuerpo militar de ingenieros de la historia. El cuerpo de intendencia llegó a disponer
de catorce mil mulas. Para adquirirlas, la reina Isabel I tuvo que recurrir a banqueros judíos y empeñar incluso las joyas
de la corona.

Fernando I consiguió unos ingresos adicionales vendiendo el ducado de Gandía. El nuevo duque pasó a ser Pedro Luis
Borja, el hijo mayor del cardenal Rodrigo Borja. Éste seguía siendo uno de los hombres más ricos de Roma. Era asesor
del Papa Inocencio VIII como lo había sido también de sus tres predecesores en el pontificado. Pedro Luis había cumplido
veintiséis años, y se casó con una prima del monarca aragonés, llamada María Enríquez.

El Papa Sixto IV había tratado de abolir los Compactata de Jihlava, las concesiones que la Iglesia había hecho a los husitas
bohemios años atrás, pero finalmente, unos meses después de su muerte, el rey Ladislao II de Bohemia los convirtió en
leyes del reino en la dieta de Kutná Hora.

Las intervenciones de Inocencio VIII en Nápoles estaban dando resultado. La nobleza estaba insubordinada en todo el
reino y contaba, además de con la ayuda del Papa, con la de Génova y Venecia. El rey Fernando I tuvo que pedir auxilio
a su primo Fernando II de Aragón para tratar de sofocar las revueltas. También recibió el apoyo de Milán, Florencia y
Siena.

Cristóbal Colón, ante la negativa de Juan II a financiar su proyecto, se trasladó a Castilla con su hijo Diego. Se instaló en
un pequeño pueblo llamado Palos, cerca de Huelva, donde vivían unos parientes de su difunta esposa. A los pocos días
de llegar, se presenta en el vecino monasterio franciscano de la Rábida, donde conoce a un fraile cordial y acogedor,
fray Juan Pérez, que escucha con atención las ideas revolucionarias del frustrado Almirante Mayor del Océano. Al cabo
de unos días todos los frailes eran fervorosos partidarios del genovés. Eso sí, no tenían dinero. El monasterio se convirtió
en hogar y escuela para el pequeño Diego.
Mientras tanto, Diogo Cão había regresado al Congo. Los congoleños se quedaron atónitos cuando vieron a los
nobles que el portugués había secuestrado unos años antes vestidos a la usanza portuguesa y contando todo cuanto
habían visto en Lisboa. Cão llegó más al sur en la exploración de la costa, casi hasta el trópico de Capricornio (hasta
donde muestra el mapa), pero la costa no dejaba de avanzar hacia el sur. Luego regresó a Portugal.

La crueldad con que Ricardo III de Inglaterra había ocupado el trono había desatado la indignación tanto del pueblo como
de la nobleza, y el rey había emprendido una represión no menos cruenta. Los lancasterianos habían recobrado fuerzas y
partidarios. Sólo les faltaba un candidato a rey, ya que la casa de Lancaster se había extinguido, pero si se busca bien
siempre se encuentra, y encontraron a Enrique Tudor, el conde de Richmond, que tenía ahora veintiocho años, su padre,
Edmundo, era hermanastro del rey Enrique VI por parte de madre y su madre, Margarita Beaufort, era bisnieta de Juan
de Gante, el fundador de la casa de Lancaster. No podía decirse que tuviera mucho derecho al trono inglés, pero, para los
lancasterianos, Ricardo III tampoco lo tenía.

Enrique Tudor estaba exiliado en Francia, pero, cuando en agosto desembarcó en Inglaterra, todo el país abandonó a
Ricardo III. Sus pocos partidarios fueron derrotados en Bosworth. Se cuenta que el rey, habiendo perdido su caballo en
la batalla, se vio obligado a combatir a pie y, poco antes de morir, gritó la famosa frase: ¡Mi reino por un caballo! Su hijo
Eduardo había muerto el año anterior, con lo que los únicos representantes de la casa de York eran ahora dos hijas del rey
Eduardo IV: Isabel y Ana. Enrique Tudor fue coronado poco después como Enrique VII de Inglaterra.

Los duques Ernesto y Alberto de Sajonia decidieron repartirse sus dominios. El mayor, Ernesto, se quedó con el título de
príncipe elector y su parte del ducado pasó a ser llamado el electorado de Sajonia, mientras que los territorios asignados
a Alberto conservaron el nombre de ducado de Sajonia.

El rey Matías I de Hungría era el más poderoso de toda la Europa oriental. En la última década había extendido sus
fronteras a costa de Polonia, Bohemia y de Austria. Ahora tomaba la ciudad de Viena, donde fijó su residencia, a la vez
que mantenía en Buda una brillante corte.
En septiembre los castellanos sufrieron una grave derrota frente a los granadinos. Poco después murió Muley-Hacén,
ciego y enfermo, tras haber abdicado en su hermano Muhammad XII el Zagal. Los castellanos no pusieron ninguna traba
a Boabdil cuando pretendió regresar a Granada. (Era mejor luchar contra dos reyes rivales que sólo contra uno.) El rey
chico no tardó en hacerse con el control de la capital, mientras su tío tenía su base en Málaga.

Alentado por los monjes de la Rábida, Cristóbal Colón marcha a la corte castellana, que a la sazón se encontraba en
Sevilla. Allí es recibido por Enrique de Guzmán, el duque de Medinasidonia, que con sus riquezas podría haber
financiado él solo el proyecto colombino, ... pero no aceptó. Más tarde habló con Luis de la Cerda, el duque de
Medinaceli, que era más rico que el anterior y vio el proyecto con buenos ojos. Dio alojamiento a Colón y empezó a
construir tres carabelas para el viaje, pero su lealtad a los reyes le impidió atribuirse "el honor de la empresa". En su lugar,
le abrió las puertas de la Cancillería Real de Castilla, y el 20 de enero de 1486 Colón fue recibido por la reina Isabel I.
Desde ese momento el navegante ingresó en la servidumbre de la reina, que prometió llevar su proyecto ante una comisión
de "sabios, letrados y marinos". Colón se instaló en Córdoba a la espera de noticias. Para amenizar la espera se buscó una
amante: Beatriz Enríquez de Arana.

El rey Enrique VII de Inglaterra se casó con Isabel, la heredera de la casa de York. De este modo, sus hijos serían los
legítimos reyes de Inglaterra tanto para los partidarios de la casa de York como para los de la casa de Lancaster. Hábil
político, el monarca supo hacer que este matrimonio sirviera de símbolo de la reconciliación de las dos ramas de la dinastía
Plantagenet que, en sentido estricto, se había extinguido, ya que con Enrique VII se iniciaba la dinastía Tudor. Así terminó
la guerra de las dos rosas. (En realidad, la casa de York tenía un segundo vástago: la princesa Ana, que se casó diez años
mas tarde, pero no tuvo hijos.)
La guerra civil entre los reyes de Granada Muhammad XI Boabdil y Muhammad XII el Zagal facilitó enormemente las
cosas a los cristianos, que en mayo tomaron la ciudad de Loja, en cuyo largo asedio destacó un soldado llamado Gonzalo
Fernández de Córdoba. Tenía entonces treinta y tres años, y ya había combatido en favor del rey Alfonso XII de Castilla
frente a su hermano Enrique IV y luego en favor de Isabel I frente a Juana la Beltraneja.

El rey Fernando I de Nápoles logró finalmente someter a la nobleza, pero para ello el 11 de agosto tuvo que declararse
vasallo del Papa Inocencio VIII y comprometerse a pagarle un tributo anual.

En Nuremberg trabajaba por aquel entonces Michael Wogelmut, famoso artesano fabricante de objetos para iglesias, el
cual tomó como aprendiz a un joven de quince años llamado Albrecht Dürer, aunque es más conocido como Alberto
Durero. Alberto destacaba ya como dibujante, como lo demuestra un autorretrato que se había hecho a los trece años.

El Emperador Federico III nombró rey de romanos (es decir, sucesor) a su hijo Maximiliano.

Ese año murió el príncipe elector Ernesto de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Federico III.

También murió el príncipe elector de Brandeburgo Alberto I Aquiles. Fue sucedido por su hijo Juan I Cicerón. Su
segundo hijo, Federico, heredó el margraviato de Ansbach, y el tercero, Segismundo, el margraviato de Bayreuth-
Culmbach.

En Francia murió el conde Luis I de Montpensier, que fue sucedido por su hijo Gilberto. Éste llevaba cinco años
casado con Clara Gonzaga, hija del marqués de Mantua, Francisco II Gonzaga.

Tizoc había sometido a los tarascos e incorporado un vasto territorio al imperio azteca, pero tantos éxitos suscitaron
recelos, y el soberano fue depuesto y asesinado. Fue sucedido por su hermano Ahuitzotl, famoso por su carácter belicoso
y sanguinario. En su primera campaña capturó unos veinte mil prisioneros, que fueron sacrificados en la inauguración del
templo de Huitzilopochtli.
En Roma murió a los noventa años el bizantino Jorge de Trebisonda, que había desempeñado un papel destacado en la
difusión por Italia de la filología griega. El pintor Domenico Ghirlandaio había terminado su serie de frescos sobre san
Francisco y empezó otra serie con Historias de la Virgen y de san Juan Bautista en Santa Maria Novella. Leonardo da
Vinci terminó su Virgen de las rocas, quizá el primer óleo pintado por un italiano que iguala al realismo de los pintores
flamencos, como van der Goes. En ella emplea por primera vez la técnica del sfumato, que diluye los contornos. También
destaca su tratamiento de la luz, que se filtra por las grietas de la cueva.

En diciembre, el rey Fernando II de Aragón puso fin al conflicto de los campesinos catalanes de remensa mediante la
sentencia arbitral de Guadalupe, por la que casi la totalidad del campesinado quedó libre a cambio de una compensación
económica a sus señores.

Cristóbal Colón seguía esperando una contestación de la corte castellana sobre su proyecto de navegación hacia
Occidente. Abatido por este silencio, decidió volverse al monasterio de la Rábida. Allí le llegó finalmente la respuesta,
ya en 1487, y fue negativa. La comisión de sabios consultada por los monarcas no consideraba razonable la propuesta del
genovés, pero parece ser que la reina Isabel I seguía estando interesada. Es probable que los argumentos de los "sabios"
castellanos no fueran tan contundentes como los de sus vecinos portugueses, que tenían mejor conocimiento de causa.
(Incluso es posible que el argumento de fondo de los castellanos, más o menos encubierto, fuera un mero: "si los
portugueses, que saben de esto, le han dicho que no, por algo será".) El caso fue que la negativa que recibió Colón no fue
tan rotunda como para hacerle perder la esperanza de seguir insistiendo.

LA CONQUISTA DE GRANADA
El rey Juan II de Portugal estaba convencido de que la exploración sistemática de la costra occidental africana llevada a
cabo los últimos años estaba cerca de encontrar el extremo sur de África, y de proporcionar, por tanto, un camino a las
Indias que diera a Portugal el dominio sobre una nueva ruta de las especias. Sin embargo, los hechos no parecían
confirmarlo, y la costa parecía interminable. Para aportar luz al problema, decidió enviar dos exploradores a las Indias
por la ruta conocida. Los encargados fueron Pedro de Corvilã y Alfonso de Paiva. Buenos conocedores del árabe,
fingieron ser comerciantes en miel. Si los musulmanes o los venecianos descubrieran el propósito de su misión, no
dudarían en acabar con ellos. En 1487 marcharon a Barcelona, desde allí embarcaron hasta Rodas y desde allí pasaron a
El Cairo. Entonces se unieron a unos comerciantes árabes, con los que llegaron hasta el final del mar Rojo. Allí se
separaron. Paiva se dirigió hacia el sur, buscando el "reino del preste Juan", es decir, Abisinia, pero murió en el viaje.
Corvilã se dirigió hacia el este y llegó hasta la India, visitó varios de sus puertos, desde allí volvió a la costa de África y
regresó a El Cairo, donde entró en contacto con dos enlaces a los que entregó un informe con todo lo que había averiguado.
Él se dirigió de nuevo hacia el sur.

El gran príncipe Iván III de Moscú inició una serie de largas luchas territoriales contra Lituania.

El año anterior, la guerra de Granada se había decantado ligeramente en favor de los cristianos, así que el rey Fernando I
de Aragón decidió poner toda la carne en el asador. Convocó a todos los caballeros para que se presentaran en Córdoba
el 25 de marzo, alistaron también campesinos e incluso garantizaron inmunidad para todos los criminales que decidieran
colaborar en la campaña de ese año. El resultado fue la conquista de toda la zona de Málaga. La propia capital cayó
en agosto, después de un largo asedio. El rey Muhammad XII el Zagal se tuvo que retirar a Guadix, cerca de Granada.
Fernando I firmó tratados generosos con los defensores de las plazas que se rindieron inmediatamente, mientras que en
aquellas que ofrecieron resistencia hizo esclavos a sus pobladores y colgó de las murallas a sus jefes. Además del éxito
estratégico de la campaña, también fue un éxito desde el punto de vista económico: 192 esclavos musulmanes fueron
vendidos por una cuantiosa suma, 683 fueron regalados a eclesiásticos y caballeros, 100 fueron enviados al Papa como
obsequio, y otros fueron liberados previo pago de un rescate. Las tierras conquistadas se repartieron entre las gentes que
habían participado en la campaña.

Ese mismo mes, Bartolomé Dias zarpó de Lisboa con la misión de avanzar en la exploración de la costa occidental
africana. Navegó hasta 640 kilómetros más al sur de donde había llegado Diogo Cão en la última expedición. Llegó
hasta el que hoy se conoce como cabo Dias. Allí pasó por una fuerte tempestad que lo obligó a marchar más al sur,
alejándose de la costa. Cuanto amainó la tormenta, desorientado, navegó hacia el este esperando encontrar la costa, pero
sólo encontró agua. Luego giró hacia el norte, y el 3 de febrero de 1488 tocó tierra, pero, para su sorpresa, la costa africana
corría de este a oeste, y la tormenta le había impedido ver el punto en que cambiaba el sentido. Siguió navegando hacia
el este y, después de recorrer 400 kilómetros, llegó a un punto en que la costa volvía a ascender hacia el norte. Comprendió
que el camino a la India se abría ante él, pero su tripulación estaba cansada y al borde de la rebelión. Dias cedió e inició
el camino de regreso, siempre siguiendo la costa. Así encontró el punto donde la vertiente occidental gira abruptamente
hacia el este, el cabo que no había visto a causa de la tormenta, por lo que lo llamó cabo de las Tormentas. Sin embargo,
cuando Dias llegó en dicienbre a Portugal e informó al rey Juan II, éste se negó a aceptar semejante nombre. No estaba
dispuesto a que las expediciones que enviara en los años siguientes tuvieran que dirigirse a un lugar con un nombre tan
nefasto. En su lugar, decidió que se llamara cabo de Buena Esperanza, un nombre sin duda mucho más atractivo. Pedro
de Corvilã había llegado a Abisinia, donde suscitó un gran interés por parte del rey, hasta el punto de que no le permitió
abandonar nunca su reino, pero allí vivió colmado de honores.

Los sermones moralizantes de Girolamo Savonarola no habían tenido mucho éxito en Florencia, así que el dominico se
trasladó a Ferrara, con resultados similares.

El poeta Matteo Maria Boiardo publicó los dos primeros libros de su Orlando innamorato. Se trata de una novela de
caballerías basada en las leyendas sobre Carlomagno, en la que aparecen todos los elementos del género: duelos,
combates, amores, luchas contra los moros, etc.

En los últimos años, Sandro Botticelli había cambiado la mitología griega por la cristiana, y sus últimas obras giraban en
torno a la Virgen María: Madona de los candelabros, Madona del Magnificat y, ya en 1488, la Madona de la granada.

Ese año murieron:

 El pintor y escultor florentino Andrea del Verrocchio. Su última obra fue la estatua ecuestre de Bartolomeo
Colleoni, con la que invita una vez más a la comparación con Donatello, en este caso con su Gattamelata. Como
en otras revisiones del trabajo de su maestro, la versión de Verrocchio gana en expresividad y dinamismo. Mientras
su genio como escultor no había encontrado un competidor en vida, se cuenta que hacía unos años que había
decidido dejar los pinceles porque no podía igualar con ellos a su discípulo Leonardo da Vinci.
 El rey Jacobo III de Escocia. Poco antes había surgido un conflicto con Inglaterra, y el rey había tratado de
resolverlo pacíficamente, pero esto le granjeó la enemistad de parte de la nobleza, que acabó rebelándose. Jacobo
III fue vencido en Sauchieburn y unos días después fue asesinado por un soldado disfrazado de sacerdote. Fue
sucedido por su hijo Jacobo IV, que tenía entonces quince años y había participado en la rebelión contra su padre.
Sin embargo, se las arregló para mantener el orden en su reino y la paz con Inglaterra.
 El duque Juan II de Borbón. Todos sus hijos eran bastardos, su hermano Carlos era cardenal y renunció al ducado,
así que fue sucedido por su segundo hermano, Pedro II, que a la sazón era el regente de Francia por su matrimonio
con Ana, la hermana del rey Carlos VIII. El rey había cumplido ya los dieciocho años, pero el nuevo duque y su
esposa seguían gobernando el país. Algunos nobles, encabezados por el duque Luis de Orleans, se alzaron en armas
contra los regentes. Fueron derrotados y Luis fue hecho prisionero, pero el joven rey ordenó su liberación.
 El duque Francisco II de Bretaña. Fue sucedido por su hija Ana, de once años. El duque había luchado por mantener
la independencia de Bretaña frente al rey Luis XI de Francia, mediante sucesivas alianzas con Inglaterra, Borgoña
y, finalmente, con Maximiliano de Austria. Por ello, el futuro matrimonio de la joven Ana se convirtió en uno de
los puntos candentes de la política europea.
 El duque de Gandía, Pedro Luis Borja. Fue sucedido por su hermano Juan, que se casó con su viuda, María
Enríquez.
 El sultán de Delhi, Bahlul Lodi, que fue sucedido por su hijo Sikandar Lodi.

Cristóbal Colón tuvo un hijo con su amante, Beatriz Enríquez, que fue bautizado como Hernando. Desesperando de
conseguir en Castilla financiación para su proyecto, pidió a su hermano Bartolomé que lo propusiera de nuevo al rey de
Portugal, del que obtuvo una segunda negativa.

Ese año la guerra de Granada estuvo casi paralizada, salvo algunas acciones aisladas en Almería. Sin embargo, en 1489 los
castellanos tomaron la ciudad de Baza, mediante un asedio que se prolongó del 20 de junio al 4 de diciembre.

Ese año murió Catalina Cornaro, la madre del difunto rey Jacobo III de Chipre y regente del reino. En su testamento cedió
la isla a Venecia.

El Papa Inocencio VIII reclamó la custodia de Yim, el hermano del sultán otomano Bayaceto II, que permanecía
prisionero de los caballeros hospitalarios. Fue llevado a Roma y entonces el Papa negoció con el sultán, que accedió a
pagarle cuarenta mil ducados anuales a cambio de que no liberara a su hermano. Ese año nombró cardenal a Juan de
Médicis, el tercer hijo de Lorenzo de Médicis, que tenía entonces catorce años.

Maximiliano de Austria logró aplastar definitivamente la rebelión en los Países Bajos y fue reconocido como tutor de su
hijo Felipe, el conde de Borgoña, que ahora tenía once años.

Bartolomé Colón presentó el proyecto de su hermano en la corte del rey Carlos VIII de Francia, pero allí tampoco interesó
el proyecto.

Giovanni Picco della Mirandola tenía ya veintiséis años. Había estudiado derecho en la universidad de Bolonia, pero su
vocación era la filosofía. Unos años atrás había hecho imprimir un tratado con novecientas "tesis" y se propuso reunir a
todos los filósofos para discutirlas. Sin embargo, algunos filósofos y teólogos, sintiéndose desafiados y sin ánimo o
capacidad para refutar los cientos de argumentos del tratado, encontraron una salida más fácil al convencer al Papa
Inocencio VIII para que declarara heréticas siete de las tesis. Picco fue excomulgado y tuvo que huir de Roma a Florencia,
para ponerse bajo la protección de Lorenzo de Médicis. Allí entabló una estrecha colaboración con Marsilio Ficino en
defensa del humanismo. Picco conocía el latín, el griego, el hebreo y el árabe, y había estudiado matemáticas, lógica y
filosofía. Mientras tanto, su antiguo maestro, Aldo Manuzio, se había instalado en Venecia.

En 1490 se rindió el rey de Granada Muhammad XII el Zagal. Entregó a Castilla la parte del reino que estaba bajo su
control y emigró a Tremecén. Su sobrino Boabdil resistía en la capital granadina, pero ahora carecía de acceso al mar, y
era evidente que sus días estaban contados.

Ese año murió el rey Matías I de Hungría. Había designado como heredero a su único hijo, Juan Corvino, pero era
bastardo y su viuda, Beatriz de Aragón, se opuso a ello. En su lugar, favoreció la coronación del rey Ladislao II de
Bohemia. Los húngaros esperaban que la unión de Bohemia y Hungría, así como unas buenas relaciones con Polonia,
facilitarían la lucha contra los turcos.
También murió el duque Carlos I de Saboya, que fue sucedido por su hijo Carlos II, de un año de edad. El conde Carlos
de Angulema se casó con Luisa, prima del difunto Carlos I.

Desde hacía dos años, trabajaba en el taller de Doménico Ghirlandaio un joven de quince años llamado Michelangelo
Buonarroti, aunque es más conocido simplemente como Miguel Ángel. Solía acudir al jardín de los Médicis para dibujar
las estatuas clásicas de la colección de Lorenzo de Médicis, que inmediatamente lo distinguió con su predilección y afecto.
Por esta época terminó sus primeras obras: la Virgen de la escalera, un relieve de poco realce cincelado en mármol, y
el Combate de los centauros contra los lapitas, un relieve de mayor profundidad, ambos de una perfección increíble en
un muchacho de su edad.

De esta época datan varios retratos realizados por Leonardo da Vinci, como El músico, La dama de la redecilla de
perlas o La dama del armiño. No se sabe a ciencia cierta quiénes son los retratados, pero destacan por su realismo, la
minuciosidad de los detalles y por la técnica del sfumato.

Mientras tanto, Michael Wogelmut comprendió que no tenía nada más que enseñar a su aprendiz, Alberto Durero,
mientras que éste tenía todavía mucho que aprender. Durero deseaba visitar Italia, pero Wogelmut le aconsejó que primero
viajara por Alemania, que aprendiera de los artistas alemanes y desarrollara su propio estilo.

Bartolomé Colón trató de convencer al rey Enrique VII de Inglaterra de que financiara el proyecto de su hermano, pero
nuevamente fue en vano. Enrique VII estaba muy atareado reconstruyendo Inglaterra política y económicamente, y no
estaba por la labor de gastar dinero en mandar barcos a saber dónde.

Ese año regresó a Florencia el dominico Girolamo Savonarola. En 1491 fue prior del convento de San Marcos y por
primera vez su discurso empezó a cuajar entre el público. Seguía denunciando la frivolidad y la relajación de las
costumbres, anunciaba la llegada de un nuevo Ciro que atravesaría Italia para restablecer el orden. Con su celebridad
crecía su audacia. Lorenzo de Médicis no creyó conveniente castigar sus osadías y sus ataques directos.

El año anterior Maximiliano de Austria se había casado por poderes con la duquesa Ana de Bretaña, pero Ana de Francia,
la hermana y regente del rey Carlos VIII, logró que éste se casara con la duquesa y se declarara inválido su matrimonio
anterior. Este matrimonio supuso, además, la ruptura del compromiso matrimonial pactado años antes por Maximiliano
y el rey Luis XI de Francia entre el entonces Delfín Carlos y Margarita, la hija de Maximiliano. A partir de este momento
Carlos VIII, que tenía ya veintiún años, empezó a tomar las riendas del gobierno y decayó la influencia de Ana y su
esposo, el duque Pedro II de Orleans.

El Papa Inocencio VIII se había hecho construir junto al Vaticano un palacio de verano, el Belvedere (buena vista). Para
decorarlo llamó al Pinturicchio.

El cardenal Rodrigo Borja consiguió para su hijo César, de diecisiete años, el obispado de Pamplona.

Al Congo llegó una nueva expedición portuguesa, que incluía a unos misioneros. El mani Nzinga Kuvu se interesó por
el cristianismo y fue bautizado como Juan I. Muchos nobles siguieron su ejemplo: se habían enterado de que el agua del
bautismo aseguraba la vida eterna, y no iba a ser el rey el único en gozarla.

La reina Isabel I de Castilla encargó a Alonso Fernández de Lugo la conquista de las islas de La Palma y Tenerife.

Fray Juan Pérez, el franciscano de la Rábida amigo de Cristóbal Colón, envió un mensaje urgente a la reina Isabel I
(durante un tiempo había sido su confesor) que fue inmediatamente contestado por otro que llegó acompañado de una
suma de dinero "... para que lo diese a Colón, para que se vistiese honestamente e mercase una bestezuela e pareciese
ante su alteza". La noche anterior al envío de la primera misiva, Colón había estado hablando con fray Juan. ¿Qué había
sucedido? No se sabe, pero hay diversas conjeturas. Entre las más atrevidas está la de quienes suponen que Colón
"confesó" al fraile que si estaba tan seguro de encontrar tierras en Occidente era porque ya había estado allí: él era el
único superviviente de una expedición secreta portuguesa. Colón bien pudo inventarse tal bulo, pero hay explicaciones
más simples: tal vez el genovés se limitó a transmitir a fray Juan su determinación de marchar a Francia o Inglaterra,
siguiendo los pasos de su hermano. La reina Isabel I nunca había dejado de interesarse por su proyecto, si bien había
dejado pasar los años porque la guerra de Granada absorbía todos los recursos del reino. Sin embargo, últimamente las
campañas habían empezado a ser incluso rentables, y además Granada, tras meses de asedio, estaba a punto de sucumbir,
lo que pondría el punto final a la guerra. Si fray Juan advirtió a la reina de la intención de Colón de llevar su proyecto a
otros reyes, ello pudo bastar para que Isabel I se apresurara a llamarlo y evitar así que la oportunidad se le escapara de las
manos.

Conviene tener presente que, aunque la probabilidad de encontrar tierra en Occidente fuera remota, ésa era la única
posibilidad de expansión de Castilla tras la conquista del reino nazarí, pues los tratados firmados con Portugal y con
Aragón vedaban una posible expansión hacia África, tanto hacia el sur como hacia el este. Esto bien podía ser suficiente
para que la reina deseara que el proyecto de Colón fuera viable. Colón se entrevistó con los reyes en el campamento
de Santa Fe, levantado frente a Granada. Allí se enfrentó a una nueva "comisión de sabios" que esta vez informó
favorablemente de su proyecto. (Probablemente, a los "sabios" no se les pasó por alto que la reina quedaría mucho más
satisfecha con un informe favorable que con uno desfavorable, y ello hizo que los argumentos geográficos de Colón
parecieran más sólidos.)

Sin embargo, Colón planteó ante los reyes las mismas exigencias exorbitadas que había planteado al rey Juan II de
Portugal, y eso fue el principio de unas largas y duras negociaciones. De momento, quedaban en segundo plano frente a
la guerra de Granada. Los musulmanes asediados se dividían entre los partidarios de pactar una rendición con garantías
y los partidarios de resistir hasta el final, pero, mientras se decidían, todos colaboraban en defender la ciudad a toda costa.
Sin embargo, la situación era cada vez más desesperada y el 25 de noviembre se firmó un acuerdo por el que el rey
Boabdil se comprometía a entregar Granada a cambio de diversas contrapartidas: la seguridad de los musulmanes y de
sus bienes, el libre ejercicio del culto islámico, etc. Sin embargo, el asedio continuó hasta la noche del 1 al 2 de enero de
1492, en la que Boabdil permitió la entrada de un destacamento de tropas castellanas que mantuvieran el orden a la
mañana siguiente, cuando tuvo lugar la rendición oficial de la ciudad. El rey Fernando II encargó a Gonzalo Fernández
de Córdoba que ajustase con Boabdil los términos definitivos de la rendición.

La conquista de Granada suscitó una profunda emoción en toda Europa. En Roma se hicieron grandes solemnidades
religiosas, que culminaron con una gigantesca procesión de tres días de duración presidida por el Papa. En el reino de
Nápoles la victoria cristiana fue conmemorada con una farsa cuyos personajes alegóricos eran la Alegría, el Falso Profeta
Mahoma y la Fe. En Londres, en la abadía de Westminster, el Canciller de la Corona, ante una enorme multitud
convocada por las campanas, anunció solemnemente la victoria de los cristianos sobre los musulmanes.
El reino de Granada fue anexionado a Castilla y se inició una intensa actividad repobladora, según la tradición castellana
(se calcula que acudieron unos treinta y cinco mil inmigrantes castellanos). Boabdil siguió viviendo en Granada, dedicado
a la caza.

Alonso Fernández de Lugo conquistó la isla de La Palma, con lo que Tenerife era la única isla del archipiélago canario
que aún no estaba sometida a la autoridad de Castilla.

La negociación entre Cristóbal Colón y los reyes no llegaba a ninguna parte. Las peticiones del genovés no sólo eran
desaforadas en lo económico, sino que sus reivindicaciones sobre los derechos sobre las tierras que descubriera suponían
una vuelta a los usos feudales que los monarcas habían combatido con tanto empeño para doblegar a la nobleza y reforzar
la autoridad real. En marzo, el rey Fernando II se enfureció y puso fin a las negociaciones. Colón abandonó la corte
decidido a marchar a Francia o Inglaterra. Marchó a pie, pues no tenía dinero. Sin embargo, apenas había caminado unas
leguas cuando le alcanzó un alguacil de la corte a todo galope: la reina le rogaba que volviera. Al parecer, algunos de sus
consejeros: Santángel, Deza y Cabrero, habían argumentado ante los reyes que, aunque Colón pidiera mucho, no
importaba, pues si no tenía éxito no habría que darle nada y, si lo tenía, las riquezas que proporcionaría el comercio con
las Indias superaría con mucho sus exigencias. Así, los reyes reanudaron las negociaciones con un talante más abierto.

Mientra tanto, Tomás de Torquemada acabó de convencerlos de la inutilidad de luchar contra la heterodoxia de los judíos
conversos mientras éstos se mantuvieran en contacto con los judíos que conservaban abiertamente su fe. Por ello, el 31
de marzo los reyes publicaron un edicto por el que todos los judíos de Castilla y Aragón debían bautizarse o marchar al
exilio en un plazo de tres meses. En el caso de que optaran por el exilio, tenían prohibido llevar consigo oro, plata u
objetos de valor. En años anteriores ya se habían dictado otros decretos de expulsión, pero no se habían aplicado. Se
calcula que fueron expulsados unos ciento sesenta mil judíos, la mayoría de los cuales pasó a Portugal, mientras que otros
prefirieron Marruecos, Túnez o Argelia. También hubo quienes pasaron a Francia o Italia.

Entre los que pasaron a Portugal estuveron los sevillanos Yehuda y Selomó ibn Verga, (cuyo grado de parentesco no se
sabe con seguridad). Vivieron en Lisboa aparentando ser conversos. El primero empezó a escribir La vara de Judá, una
recopilación de episodios que relatan las persecuciones sufridas por los judíos a lo largo de la historia, pero no tardó en
morir y el libro fue continuado por Selomó.

Antonio de Nebrija publicó dos vocabularios, castellano-latino y latino-castellano, así como su Gramática de la lengua
castellana, la primera gramática de una lengua vulgar. Su prólogo resultó profético, pues en él se dirige a la reina Isabel
I y le pondera la utilidad de la obra, gracias a la cual podrán aprender la lengua castellana "muchos pueblos bárbaros y
naciones de peregrinas lenguas" que la reina "metiese debajo de su yugo".

Isabel I eligió como confesor a Francisco Jiménez de Cisneros. Originalmente su nombre había sido Gonzalo. En sus
inicios en la carrera eclesiástica había chocado con el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo, a raíz de lo cual pasó algunos
meses en prisión. Después gozó de la protección del cardenal Mendoza, pero dio un giro a su vida cuando decidió ingresar
en la orden franciscana (y fue entonces cuando cambió su nombre). Esto había ocurrido ocho años atrás, y desde entonces
llevó vida de ermitaño. La decisión de la reina lo obligaba a cambiar de vida nuevamente. Llegó a la corte vestido con un
viejo sayal. Se dice que el primer día que la reina fue a confesarse con él, Cisneros, sentado en su sillón, le hizo señas
para que se arrodillara a su lado. Isabel I le hizo notar que, según el protocolo, era el confesor el que debía arrodillarse
ante ella, pero cisneros replicó: Alteza, aquí no hay reina, sino una penitente; yo estaré sentado, pues represento a Dios,
y vos arrodillada, como simple pecadora. Y así se hizo. La reina comentó después: "Éste es el confesor que a mí me
gusta".

Ese año murieron:

 El rey Casimiro IV de Polonia, y fue sucedido por su hijo Juan I, hasta entonces gran duque de Lituania. A su
vez, Alejandro sucedió a su hermano Juan en Lituania.
 El infante Alfonso de Portugal, heredero del rey Juan II. El año anterior se había casado con Isabel, la hija mayor
de los reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, tal y como se había acordado al firmar el tratado de
Alcáçovas. A sus veintiún años, Isabel tuvo que regresar a Castilla.
 Lorenzo de Médicis, el señor de Florencia, recordado como Lorenzo el Magnífico. Fue sucedido por su hijo Pedro
II, de veinte años. Su protegido, Miguel Ángel, se trasladó a su casa paterna, donde esculpió un Hércules de
mármol, su primera escultura propiamente dicha (no un relieve), que hoy se ha perdido.
 El pintor Piero della Francesca. Dejó dos tratados, De prospectiva pingendi y Libellus de quinque corporibus, en
los que expresó su deseo de plasmar la realidad de las cosas según un orden matemático que sea reflejo de la
suprema armonía de la creación.
 Sonni Alí Bar, el creador del imperio Songhai. Dejó un hijo llamado Sonni Baru, pero los musulmanes,
reprimidos durante su reinado, ayudaron a su general Mamadú Turé a tomar el poder, con el título de askia.

EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
El 17 de abril de 1492, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, por las que
se comprometían a financiar una expedición a las Indias por Occidente capitaneada por don Cristóbal Colón, que recibía,
con carácter hereditario, los títulos de Almirante de la Mar Océana, gobernador y virrey de todas las tierras que
descubriese, así como el derecho a la décima parte de todos los beneficios que generaran sus descubrimientos, entre otras
muchas prerrogativas.

Los franciscanos de la Rábida presentaron a Colón a Martín Alonso Yáñez Pinzón, un navegante de Palos, adinerado,
que tenía ciertas obligaciones para con la corona castellana, probablemente debido a algunas actividades pasadas de
piratería. Poco antes había estado en Roma, visitando a un amigo cosmógrafo que servía al Papa Inocencio VIII, el cual
le había informado de que "aún había tierras por descubrir". Esto había impresionado a Martín, que ahora acogía con
entusiasmo el proyecto de Colón.

Fueron contratadas dos carabelas del puerto de Palos, la Pinta y la Niña, a las que se unió una nao, la Gallega, rebautizada
como la Santa María, construida en unos astilleros cántabros y que era propiedad de Juan de la Cosa, un navegante
experimentado que había participado en numerosas expediciones a la costa occidental de África. Se acordó que Colón
iría al mando de la Santa María, en la que embarcó también Juan de la Cosa como maestre (el segundo oficial). La Pinta
quedó bajo las órdenes de Martín Alonso Pizón, que llevó como maestre a su hermano Francisco, mientras que un tercer
hermano, Vicente, iría al frente de la Niña.

La tripulación de la Santa María constaba de un centenar de hombres, mientras que las dos carabelas llevaban unos
veinticinco cada una. Todos eran originarios de la costa andaluza, excepto tres italianos, un portugués y unos diez vascos
y gallegos llegados con la Santa María. También embarcaron el escribano Rodrigo de Escobedo, el veedor real Rodrigo
Sánchez de Segovia, así como un intérprete conocedor del árabe y el hebreo. Además, Colón llevaba unas credenciales
para entregar al gran kan.

La expedición partió del puerto de Palos el 3 de agosto, media hora antes del alba, con rumbo a las Canarias, que, según
los cálculos de Colón, se encontraban en la misma latitud que Cipango. El 9 de agosto llegaron a Gran Canaria, donde se
reparó el timón de la Pinta y se cambió el velamen de la Niña.

Ese mismo mes murió el Papa Inocencio VIII, y fue sucedido por el cardenal Rodrigo Borja, que adoptó el nombre
de Alejandro VI. Por esta época, media Roma vivía del Vaticano. Con motivo de la investidura de Alejandro VI, los
romanos levantaron un arco de triunfo en el que se leía la inscripción:

La Roma de los césares fue grande, ésta de los Papas lo es más; aquéllos eran emperadores, éstos son dioses.

La rama italiana de la familia Borja había adaptado su apellido a la ortografía italiana, por lo que es más conocidda como
la familia Borgia (que en italiano se pronuncia igual que Borja en catalán). No obstante, Alejandro VI y sus hijos, César,
Juan, la joven Lucrecia, que tenía entonces doce años, y Jofre, de once, seguían hablando entre ellos en catalán, como
lo atestigua su correspondencia. César aún no había cumplido los veinte años, pero su padre lo ascendió de obispo de
Pamplona a arzobispo de Valencia, y lo nombró cardenal. A su vez, Juan, el duque de Gandía, fue nombrado duque de
Benevento y capitán general de los ejércitos papales. La madre de todos ellos, Vanozza Catanei, no fue nunca admitida
en el Vaticano. La amante del Papa era ahora Giulia Farnesio, la institutriz de Lucrecia, que pertenecía a una familia
aristocrática, aunque arruinada. Tras mudarse al Vaticano, Alejandro VI encargó al Pinturicchio la decoración de seis
salas correspondientes a sus aposentos personales.

El 6 de septiembre Colón reanudó su travesía y, después de navegar tres días con vientos desfavorables, sus tres naves
dejaron atrás las Canarias y se adentraron en el océano. Delante iba la Pinta, que era la más rápida de las tres.

Colón calculaba día a día la distancia recorrida y anotaba todo en su diario personal, mientras que en el diario oficial
anotaba cifras menores, que eran las que comunicaba a la tripulación por si las Indias estuvieran un poco más lejos de lo
que él había predicho. No obstante, sus estimaciones eran bastante pobres y sucede que las cifras oficiales teóricamente
falseadas eran más aproximadas que las que el Almirante de la Mar Océana tenía por ciertas. Tuvo la suerte de contar con
condiciones atmosféricas propicias, pues el mar estuvo en calma durante todo el viaje y los vientos fueron favorables.

A finales de mes los vientos fueron más flojos y la tripulación empezó a ponerse nerviosa. Cada vez había más voces que
sugerían dar media vuelta. Colón recurrió a mil y una tretas para convencer a sus hombres de que todo iba bien. Una vez
recogió un cangrejo del mar y explicó que era síntoma de que la tierra estaba cerca, pues los cangrejos nunca se alejan
mucho de la costa (dato zoológico conocido por todos menos por los propios cangrejos). Empleó el mismo truco con las
ballenas y llamó descaradamente vencejos y golondrinas a las gaviotas que se divisaban en el cielo. Un día, la tripulación
vio aterrada cómo la brújula se volvía loca y giraba sin cesar. Colón explicó que ello se debía a una aproximación anómala,
pero no peligrosa, de la estrella polar, pero algunos marineros, hartos ya de tanta tomadura de pelo, decidieron echarlo
por la borda y regresar. La situación se resolvió en gran parte por la habilidad de los hermanos Pinzón.

El 6 de octubre Martín Alonso Pinzón propuso cambiar el rumbo hacia el sur, pero Colón, de acuerdo con sus cálculos,
se negó a ello. En ese momento la Pinta dio a la Santa María la señal convenida para indicar el avistamiento de tierra,
pero fue un error. La tensión en los barcos iba en aumento.

El 8 de octubre divisaron una bandada de aves que se dirigía hacia el sur, y Colón no tuvo más remedio que tragarse su
orgullo y cambiar el rumbo atendiendo a la sugerencia de Martín Alonso Pinzón. Sin saberlo, con ello evitó ser arrastrado
por la corriente del Golfo, que habría alejado a sus barcos de tierra firme.
El 11 de octubre, a las ocho de la mañana, recogieron del mar una caña, un palillo labrado con hierro y un matojo de
hierbas. Entre la tripulación cundió el entusiasmo cuando Colón comunicó el hallazgo. El almirante recordó que los reyes
habían prometido diez mil maravedíes al primero que avistara tierra. Dos horas antes de media noche, Colón afirmó haber
visto una luz en la lejanía. Así se lo comunicó al contramaestre, Pedro Gutiérrez, que salió corriendo a avisar al veedor,
pero cuando éste llegó ya había desaparecido la luz, y no pudo dar fe del acontecimiento.

Fue a la mañana siguiente, es decir, el 12 de octubre, cuando el vigía de la Pinta avistó tierra por primera vez. El vigía
era Juan Rodríguez Bermejo, más conocido como Rodrigo de Triana, y la tierra que divisó era una islita a la que los
indígenas llamaban Guanahaní, pero que Colón, viendo en ella su salvación, bautizó como San Salvador. Tras
desembarcar, Colón tomó posesión de la isla en nombre de Fernando II e Isabel I. Algunos indígenas acudieron a curiosear
mientras Rodrigo de Escobedo y Rodrigo Sánchez de Segovia daban fe del acto jurídico; después, todos los que habían
desembarcado saludaron a Colón como almirante y virrey de las Indias; a continuación Rodrigo de Escobedo notificó a
los indígenas presentes que acababan de convertirse en súbditos de los reyes de Castilla y, como se lo notificó en
castellano, los afectados no presentaron ninguna objeción. Los afectados eran lucayos, pero fueron tomados
por indios, ya que, según los cálculos de Colón, vivían en las Indias. Ese día, Colón anotó esto en su diario sobre ellos:

Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza. Y
todos los que yo vide eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de muy
fermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos cuasi como sedas de cola de caballo, e cortos. Los cabellos
traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás, que traen largos, que jamás se cortan. Dellos se pintan de prieto
y dellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos y dellos se pintan de blanco, dellos de colorado y dellos de
lo que hallan y dellos se pintan las caras y dellos todo el cuerpo y dellos sólo los ojos y dellos sólo la nariz. Ellos no
traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban por ignorancia. No tienen
ningún tipo de hierro. [...] Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos y les pregunté por señas qué era
aquello, y ellos me mostraron cómo allí venía gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían.
Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen
ingenio, pues pronto repiten todo lo que se les enseña a decir y creo que fácilmente se harían cristianos, pues me pareció
que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza
para que aprendan a hablar. No vi ninguna clase de animal, salvo papagayos, en esta isla.

El 13 de octubre Colón escribió:

Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos como dicho tengo. [...] Ellos vinieron
a la nao con almadías [canoas] que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo y todo de un pedazo y labrado
muy a maravilla según la tierra, y grandes, pues en algunas de ellas venían cuarenta o cuarenta y cinco hombres, y otras
más pequeñas, hasta haber algunas en que venía un solo hombre. Remaban con una pala como de hornero y anda a
maravilla y si se les trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos.
Traían ovillos de algodon filado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tardío de escribir y todo daban por
cualquier cosa que se les diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro y vi que algunos de ellos traían un
pedazuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al sur o volviendo la isla
por el sur que estaba un gran rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá y después
vide que no entendían la idea. Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde y después partir para el sudeste, que
según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al sur y al sudueste y al norueste, y que estas gentes del
norueste les venían a combatir muchas veces, y así ir al sudueste a buscar el oro y las piedras preciosas. [...] Agora como
fue noche todos se fueron a tierra con sus almadías.

De acuerdo con que había decidido, Colón dejó San Salvador el 14 de octubre. Previamente rodeó la isla, y pudo
comprobar que su popularidad iba en aumento:

En amaneciendo mandé aderezar el batel de la nao y las barcas de las carabelas y fui al luengo de la isla, en el camino
del nordeste, para ver la otra parte, qué era de la otra parte del este, qué había y también para ver las poblaciones, y
vide luego dos o tres y la gente que venían todos a la playa llenándonos y dando gracias a Dios. Los unos nos traían
agua, otros cosas que comer; otros, cuando veían que yo no curaba de ir a tierra, se echaban a la mar nadando y venían
y entendíamos que nos preguntaban si éramos venidos del cielo. Y vino uno viejo en el batel dentro y otros a voces
grandes llamaban todos hombres y mujeres: "Venid a ver a los hombres que vinieron del cielo, traedles de comer y
beber". Vinieron muchos y muchas mujeres, cada uno con algo, dando gracias a Dios, echándose al suelo y levantando
las manos al cielo y después a voces nos llamaban que fuésemos a tierra.

Desde San Salvador Colón visitó otras dos pequeñas islas, a las que llamó Fernandina e Isabela, en honor a los reyes, y
el 28 de octubre encontró una isla de grandes dimensiones a la que llamó Juana, si bien los indígenas la
llamaban Cobba, y este nombre, deformado en Cuba, fue el que al final prevaleció. Estaba habitada por tres pueblos: en
la parte occidental estaban los guanajatabeys, pueblo primitivo y nómada, en el centro estaban los ciboneys, de cultura
neolítica basada en la agricultura y la pesca, y en la parte oriental estaban los taínos, que habían llegado a la isla
recientemente.

El 21 de noviembre Martín Alonso Pinzón se separó de las otras dos naves para explorar por su cuenta. A principios
de diciembre Colón llegó a otra isla de gran tamaño a la que llamó La Española, aunque los indígenas la
llamaban Haití. Al interior de la isla lo llamaban Cibao, de lo que el almirante dedujo que habían llegado a Cipango.
Pronto comprendió su error, desilusión compensada por un interesante descubrimiento: allí había oro. Los indígenas eran
pacíficos y no era difícil convencerlos para que lo cambiaran por baratijas.

La noche del 24 de diciembre la Santa María encalló en unos arrecifes. Ante la imposibilidad de poner a flote la
nao, la tripulación se trasladó a la Niña. Colón, tal vez movido por los celos, acusó a Juan de la Cosa de haber
hundido su nave intencionadamente. (De vuelta a Castilla, las acusaciones del almirante no pudieron ser probadas y la
corona indemnizó a Juan de la Cosa por la pérdida de su barco.) Con los restos de la Santa María construyeron un fuerte
que, por la fecha, recibió el nombre de Fuerte Navidad. El 3 de enero de 1493 Colón dejó treinta y nueve hombres en
La Española y se dispuso a regresar a Castilla. Martín Alonso Pinzón debería haberse reunido ya con él y no aparecía.
Colón empezó a sospechar que le había traicionado y que había decidido continuar por su cuenta la expedición, pero la
Pinta y la Niña se encontraron el 6 de enero y Martín no parecía tener ninguna intención de traicionar a nadie. A pesar de
ello, el recelo de Colón enfrió la relación entre ambos. Martín trató de retrasar el regreso para continuar con las
exploraciones, pero acató la negativa tajante del genovés.
El rey Carlos VIII de Francia pretendía hacer efectivo su título de rey de Nápoles, que de momento era meramente
nominal. Antes de atacar al rey Fernando I, se preocupó de asegurarse el apoyo o, al menos, la neutralidad de las
principales potencias europeas. El 19 de enero firmó con el rey Fernando II de Aragón el tratado de Barcelona, por el
que devolvía los condados de Rosellón y Cerdaña, que su padre había ocupado durante la guerra civil aragonesa, mientras
que Fernando II se comprometía a no hacer ninguna alianza contra Francia salvo a lo sumo con el Papa.

Un nuevo error de cálculo de Colón hizo que la expedición no entrara en la zona de los alisios, que hubiera dificultado el
regreso. El 13 de febrero una tempestad separó las dos carabelas. La Pinta fue la primera en llegar a puerto, en Galicia,
mientras que la Niña llegó a las Azores con grandes dificultades, el 4 de marzo alcanzó la costa de Portugal y poco después
llegó a Lisboa. Mientras la tripulación reparaba la nave, Colón se entrevistó con el rey Juan II, que lo recibió
ceremoniosamente y disimuló su disgusto con toda la deportividad de la que supo hacer gala. Tras oír la relación del viaje,
el monarca portugués reclamó la posesión de todas las tierras descubiertas en virtud de una interpretación muy generosa
del tratado de Alcáçobas, que, desde su punto de vista, asignaba a Portugal el monopolio de la navegación hacia Oriente.
En cualquier caso, no era con Colón con quien tenía que discutir eso, y el 13 de marzo la Niña abandonó Lisboa. Llegó
al puerto de Palos al día siguiente, el 14 de marzo. Su entrada fue triunfal. Pocos días después llegó a Palos la Pinta.
Martín Alonso Pinzón estaba enfermo y no tardó en morir.

A finales de abril, Colón fue recibido por Fernando II e Isabel I en Barcelona, donde les presentó los indios que había
traído consigo, los papagayos, el oro, etc. El almirante de la mar océana fue tratado como un rey.

En ese momento se encontraba en Barcelona un navegante italiano llamado Giovanni Caboto. Tenía algo más de
cuarenta años. Era genovés de nacimiento, pero desde los once años vivió en Venecia. Luego había realizado viajes por
el Mediterráneo oriental y había residido en Sevilla, Lisboa y Valencia. Enterado de la aventura de Colón, decidió imitarlo,
si bien para ello tenía que buscar un patrocinador muy alejado de Castilla. Por ello marchó al puerto inglés de Bristol y
empezó a relacionarse con los navegantes locales, planteando la idea de navegar hacia el oeste, como Colón.

La entrevista obligada entre los reyes Fernando II de Aragón y Juan II de Portugal no se hizo esperar. Sus posturas eran
irreconciliables: Juan II esgrimía que el tratado de Alcáçovas le otorgaba las islas descubiertas por Colón, mientras que
Fernando II entendía que dicho tratado sólo concecía a Portugal la exclusividad de la navegación hacia Oriente por la ruta
africana. Puesto que Juan II apelaba también a otras bulas papales anteriores, no pudo negarse a aceptar la intercesión de
Alejandro VI.

Alonso Fernández de Lugo había logrado la adhesión de uno de los jefes guanches de la isla de Tenerife, el
mencey Añaterve, y en mayo atacó la isla, pero la mayoría de la población ofreció resistencia acaudillada por el
mencey Bencomo.

El 3 de mayo el Papa promulgó las bulas Inter caetera y Eximiae deuotionis. En la primera reconocía a Castilla la
soberanía de todas las tierras descubiertas por Colón. La segunda tenía esencialmente el mismo contenido, pero estaba
expresamente dirigida a Juan II y le hacía ver que estaba siguiendo con Castilla la misma política que el papado había
seguido con Portugal en ocasiones anteriores, es decir, la de conceder a cada cual lo que ya tenía de hecho. La bula Inter
caetera llegó a Barcelona el 28 de mayo, y el Papa no tardó en conocer la decepción que produjo en ambas partes. En
efecto, el gran problema no era a quién correspondían las islas descubiertas recientemente por Colón, sino a qué debía
atenerse cada reino en materia de exploraciones. Sin una resolución más precisa, los futuros descubrimientos no tardarían
en provocar una guerra entre Castilla y Portugal. Por ello, en junio, Alejandro VI redactó una nueva versión de Inter
caetera, a la que puso la misma fecha del 3 de mayo, y en la que estableció la llamada línea de demarcación, una línea
imaginaria de polo a polo que pasaba a cien leguas al oeste de las Azores. Estipuló que los territorios descubiertos al oeste
de dicha línea pertenecerían a Castilla y los situados al este serían de Portugal.

Esta sentencia era curiosa, tanto en la teoría como en la práctica. En teoría, alguien podría haberse preguntado quién daba
derecho al Papa a repartir el mundo (no europeo) entre dos reinos, sin que contara para nada lo que pudieran opinar los
habitantes de los territorios repartidos; pero probablemente nadie se lo preguntó, ya que, en esa época, la respuesta era
obvia: Dios. En la práctica, el Papa parecía ser el único europeo supuestamente culto que no había caído en la cuenta de
que la Tierra es esférica, pues cualquiera que fuera consciente de ello tendría que haber entendido que un meridiano no
divide nada: Castilla podía llegar a cualquier punto de la Tierra navegando hacia el oeste y Portugal hacer lo propio
navegando hacia el este.
Alejandro VI casó a su hija Lucrecia con Giovanni Sforza, señor de Pésaro, y nombró cardenal a Alessandro
Farnesio, el hermano de su amante, Giulia Farnesio.

Mientras tanto, ajeno a que sus dominios habían sido adjudicados a Castilla, moría Túpac Inca Yupanqui. Había
incorporado al imperio a casi todos los pueblos andinos herederos de antiguas culturas, y finalmente había topado
con pueblos demasiado primitivos para que pudieran asimilar la sofisticada estructura social incaica. Se dice que un inca
decretó que dejasen en su barbarie a aquellas gentes que no quisieran servirle de buen grado, pues más perderían ellas por
no tenerle por señor que él por no gobernarlas. Sin embargo, lo cierto es que los incas, cuando un pueblo no se sometía
por la buenas, lo conquistaban mediante sangrientas batallas en las que morían miles de hombres. Así que muy bárbaro
tenía que ser un pueblo para que el Inca, como la zorra de la fábula, considerara que las uvas estaban verdes. Ése fue el
caso de los araucanos, al sur, o los Chirihuanaj, al este, ante quienes los ejércitos incas no pudieron hacer otra cosa que
retirarse diezmados. Los incas dividían sus dominios en cuatro partes o suyus correspondientes con los cuatro puntos
cardinales: el Chinchasuyu al norte, el Collasuyu al sur, el Antisuyu al este y el Cuntisuyu al oeste. La totalidad del
imperio era conocida como el Tahuantinsuyu.

A Túpac Inca Yupanqui se le atribuyen diversas reformas administrativas, como la división decimal de la población:
Los purics (hombres en edad de trabajar) estaban distribuidos en grupos de diez, bajo la dirección de un camayoc. A su
vez, estos grupos se distribuían en grupos de cien hombres, bajo la dirección de un pachaca-curaca, y cada diez de estos
grupos estaban bajo la dirección de un curaca. Por último, una tribu estaba formada por diez mil hombres, bajo la
dirección de un hono-curaca. Estas divisiones permitieron la elaboración de un censo fiable y la cuidadosa recaudación
de la mita, el impuesto en trabajo que los hombres pagaban al inca. También fue Túpac Inca Yupanqui quien decretó la
regulación definitiva del reparto de tierras, ganado y trabajo: la tercera parte de la tierra y del ganado pertenecía al imperio,
la tercera parte a los sacerdotes y la tercera parte se distribuía entre las familias. Similarmente, cada puric debía trabajar
un tercio del tiempo las tierras imperiales, un tercio las sacerdotales y un tercio las que le habían sido asignadas para su
sustento. Y esto al margen de los periodos de tiempo en que era reclamado para colaborar en las obras públicas o para el
servicio militar. Además, Túpac Inca Yupanqui instituyó los yanaconas (siervos del imperio) y las acllas (doncellas
consagradas al Sol que, en la práctica, eran concubinas legales del soberano).
En los últimos años de su reinado, Túpac Inca Yupanqui se retiró a Cuzco, donde edificó la inmensa fortaleza
de Sacsahuamán, destinada a defender la ciudad. Escogió como sucesor a su hijo Titu Cusi Hualpa, que adoptó el
nombre de Huayna Cápac. Era menor de edad y hubo dos intentos de derrocarlo, uno por parte de un hermanastro y otro
por parte de un regente.

Los porgugueses iniciaron la colonización de las islas de Santo Tomé y Príncipe. Los colonos llevaron esclavos que
dedicaron al cultivo de la caña de azúcar.

El 8 de junio Alonso Fernández de Lugo, rechazado por los guanches, tuvo que abandonar Tenerife y regresar a Gran
Canaria. Se llevó, no obstante, un buen número de prisioneros que vendió como esclavos.

Las condiciones de rendición del reino de Granada no estaban siendo respetadas. Los nobles musulmanes se vieron
hostigados por los nuevos señores cristianos, y muchos no vieron mejor opción que exiliarse. Fue el caso de propio
Boabdil, que fue desterrado a Andarax por los reyes y desde aquí decidió marcharse a Marruecos acompañado de
numerosas familias. Otras familias nobles prefirieron convertirse al cristianismo para permanecer en sus tierras. Cuenta
la tradición que cuando Boabdil dirigió la última mirada a Granada rompió a llorar, y su madre le increpó: "Llora como
mujer lo que no has sabido defender como hombre."

El rey Juan I de Polonia reformó el gobierno del país, que adoptó un sistema parlamentario bicameral. Tras la asamblea
de Piotrków, la dieta general estaba formada por un senado (antiguo consejo real) y una cámara de nuncios, formada
por diputados de la nobleza y de las ciudades.

El 20 de septiembre Cristóbal Colón zarpó de Cádiz con rumbo a las Indias al frente de una flota de diecisiete barcos
tripulados por unos mil quinientos hombres. Su misión era la evangelización de los indios, pero en la comitiva figuraban
unos doscientos nobles más interesados en el oro que en redimir almas. Una de las carabelas fue capitaneada por Alonso
de Ojeda, que había conocido a Colón cuando servía al duque de Medinaceli. Ojeda convenció al almirante para que
admitiera en la expedición a Juan de la Cosa en calidad de cartógrafo.
A mediados de octubre dejaron atrás las Canarias y llegaron a su destino en menos tiempo que en el viaje anterior. Tocaron
tierra en una isla que Colón bautizó como Dominica, y desde allí avanzaron hacia el noroeste recorriendo un arco de islas
a las que el almirante fue bautizando: María Galante, Guadalupe, etc.

El archipiélago que estaba explorando Colón es el que hoy se conoce como las Antillas, aunque este nombre no se
lo puso Colón, sino que les fue aplicado por los geógrafos unos años más tarde. El nombre deriva de Antilia, una de
las islas legendarias que poblaban el océano atlántico según la tradición medieval.

Los primeros habitantes debieron de llegar al archipiélago, procedentes del norte, unos tres mil quinientos años atras, y
sus descendientes debían de ser los primitivos ciboneys que Colón había encontrado en Cuba. A principios de la era
cristiana llegó desde el sur un pueblo más avanzado, los arawak, que conocía la agricultura, pero no la metalurgia. Pronto
se dividió en varias etnias: los iñeri ocuparon las islas meridionales, los taíno las septentrionales y los lucayos habían
pasado al archipiélago de las Bahamas, situado más al norte (al cual pertenece la isla de San Salvador, la primera que
encontró Colón en su primer viaje). Los ciboneys quedaron dispersos en pequeños grupos aislados. Todos estos pueblos
eran, por lo general, pacíficos, pero las cosas cambiaron a principios de siglo, cuando irrumpió un nuevo pueblo muy
belicoso, también procedente del sur: los caribes, que ocuparon algunas de las islas desplazando a los arawaks. Desde
sus dominios hacían frecuentes incursiones a las islas vecinas, si bien nunca habían llegado a imponer ninguna clase de
autoridad a los arawak.

De este modo, en su segundo viaje Colón trabó contacto por primera vez con los caribes, que no lo consideraron un
enviado del cielo, sino un enemigo, y se produjeron enfrentamientos. El 19 de noviembre llegaron a una isla de mayores
dimensiones que los indígenas llamaban Borinquen, y que Colón cambió a San Juan Bautista. Luego llegaron a Fuerte
Navidad, en La Española, o a lo que quedaba de él, pues había sido arrasado y sus pobladores estaban todos muertos. En
su lugar Colón erigió una ciudad a la que llamó La Isabela, regida por un consejo de gobierno nombrado por el virrey,
es decir, por él mismo. Desde allí envió doce barcos a Castilla cargados con oro, falsas especias, pájaros exóticos y
veintiséis indios.
Como ya había advertido en su primer viaje, en el centro de la isla, en la sierra de Cibao, había vetas de oro. Colón
construyó allí el fuerte de Santo Tomás y comenzó a explotarlas. Naturalmente, "construyó" es una forma de hablar,
porque el trabajo pesado lo hacían los indios, quisieran o no. Los recién llegados no tuvieron dificultades en reducirlos a
la esclavitud, en parte gracias a las armas de fuego y a su experiencia militar, aunque también ayudaron bastante las
creencias peregrinas de los indígenas, que tendían a divinizar a sus opresores. A pesar de todo, los trabajos de naturaleza
más técnica no podían ser confiados a los indios, y muchos colonos no digirieron bien el tener que trabajar con un clima
y alimentación tropicales, a los que no estaban acostumbrados. Pronto surgió el malestar entre ellos.

Por otra parte, los colonos eran hombres, y entre los indígenas había aproximadamente un cincuenta por ciento de mujeres.
Este par de observaciones tiene una consecuencia obvia y otra no tan obvia: la segunda fue que las mujeres indígenas
hicieron un regalo inesperado a los advenedizos al transmitirles la sífilis, una enfermedad desconocida en Europa que
entre los indígenas no era especialmente grave, pero que entre los occidentales empezó a causar estragos (y que no tardó
en cruzar el océano con ellos). Claro que, compitiendo en cortesía, los colonos correspondieron con un presente similar:
transmitieron a los indios la viruela, enfermedad para la que ocurría lo contrario: a los europeos les afectaba poco, pero
entre los indios era una plaga. Además, la viruela se contagia mucho más fácilmente que la sífilis.

LA GUERRA DE ITALIA
En 1493 murió el emperador Federico III y fue sucedido, como emperador y como archiduque de Austria, por su
hijo Maximiliano I. Al recibir su herencia, anexionó definitivamente a Austria las marcas de Estiria, Carniola, Carintia
y el Tirol, que hasta entonces habían estado en posesión de la familia como estados independientes, mientras que a partir
de ese momento formaron un único ducado.

El rey Carlos VIII de Francia seguía preparando su guerra en Nápoles, y por ello firmó con Maximiliano I el tratado
de Senlis, por el que le entregó el Artois y el Franco Condado, territorios que Francia poseía como dote del matrimonio
convenido entre Carlos VIII y la hija de Maximiliano I, matrimonio que el rey francés había rechazado al casarse con
Ana de Bretaña.
Nueve años atrás había quedado huérfano un joven neerlandés de quince años llamado Geert Geertzs. Era hijo ilegítimo
de un clérigo. Sus tutores lo internaron en una escuela y no tardaron en presionar para que se dedicara a la vida religiosa,
tal vez porque habían malversado la escasa herencia de su pupilo. Cuatro años después, Geert ingresó en el monasterio
agustino de Steyn, donde fue ordenado con veintitrés años. Pero al joven no le gustaba nada la vida monacal. Decía estar
rodeado de barbarie e ignorancia. Más adelante llegaría a decir que los monasterios en los que pasó su juventud eran
peores que lupanares. Para hacer más agradable su existencia se enfrascó en las letras clásicas y, ahora, a sus veinticuatro
años, era un reputado latinista. Se hacía llamar Desiderius Erasmus Roterodamus, y ahora es más conocido
como Erasmo de Rotterdam. Al ser nombrado secretario del obispo de Cambrai pudo abandonar el monasterio.

En enero de 1494 se levantó una iglesia en La Isabela, la ciudad fundada por Colón en La Española.

Ese año murieron:

 Umar Sayj, el rey de Ferganá, que fue sucedido por su hijo Zahir al-Din Báber.
 El rey Fernando I de Nápoles, que fue sucedido por su hijo Alfonso II. Esto decidió al rey Carlos VIII de Francia
a iniciar su campaña napolitana. El 13 de febrero partió de Amboise con un ejército de veintiocho mil hombres,
entre franceses y mercenarios. Lo acompañaba su cuñado, el duque Luis de Orleans.
 El escritor Matteo Maria Boiardo. Dejó inacabado su Orlando innamorato, del que había compuesto tres libros y
parte de un cuarto.
 El humanista y filósofo Picco della Mirandola, a la edad de treinta y un años. El Papa Alejandro VI le había
levantado la excomunión. Su última obra fue De ente et uno, en la que contrasta su filosofía neoplatónica con la
de Ficino.
 El pintor Domenico Ghirlandaio. Su taller pasó a manos de su hermano David.

Fray Tomás de Torquemada, a causa de su avanzada edad (sesenta y cuatro años) quedó prácticamente sustituido por
cuatro adjuntos al frente de la Santa Inquisición. Se calcula que durante su mandato fueron condenadas a muerte unas
tres mil personas. Había recibido unas doscientas advertencias papales que le exigían moderación y clemencia, pero él
nunca hizo ningún caso, apoyándose en la fe que en él tenían los reyes de Castilla y Aragón.

El 5 de mayo Cristóbal Colón descubrió una isla cuyos habitantes, arawaks, llamaban Jamaica (tierra de bosques y
aguas), pero que él prefirió llamar Santiago. Las islas de Cuba, La Española, San Juan Bautista y Jamaica constituyen las
llamadas Antillas Mayores, mientras que las demás islas del archipiélago son las Antillas Menores.

Mientras tanto, Castilla y Portugal habían seguido negociando a partir de las bulas del Papa Alejandro VI, y
finalmente llegaron a un acuerdo que modificaba ligeramente la decisión papal: Portugal aceptaba la línea de
demarcación a cambio de que ésta fuera trasladada algo más hacia el oeste. Así, el 7 de junio, los reyes Juan II de Portugal
y Fernando II de Aragón firmaron el tratado de Tordesillas, que fijaba la línea de demarcación a 370 leguas al oeste de
las islas Cabo Verde. ¿Por qué insistió Portugal en trasladar la línea hacia el oeste? La razón oficial fue que los marinos
portugueses habían aprendido que, para llegar al sur de África, era más práctico no seguir la costa, sino navegar primero
hacia el oeste y luego hacia el este, describiendo un arco que suponía cubrir una distancia mayor, pero que se recorría en
menos tiempo gracias a que los vientos eran más favorables. Con la línea de demarcación primitiva, Portugal estaría
invadiendo constantemente territorio asignado a Castilla, y no estaba dispuesto a aceptarlo. Los castellanos no tuvieron
inconveniente en aceptar estos argumentos porque estaban convencidos de que las Antillas eran el extremo más occidental
de Asia, con lo que sólo estaban "regalando" a Portugal una trozo de mar en el que, a lo sumo, podría haber alguna isla
insignificante que otra. Sin embargo, el mapa muestra que, con el cambio, Portugal ganó el derecho a una porción
considerable de tierra. ¿Lo sabían los portugueses? Teóricamente no, pero es posible que sus navegantes, en sus travesías,
hubieran visto aves volando hacia el oeste, u otros signos de la proximidad de tierra. Ni siquiera puede descartarse la
posibilidad de que hubieran tocado o, al menos, divisado tierra recientemente y que lo hubieran mantenido en secreto.

Respecto al hecho de que la línea de demarcación no dividía realmente el mundo en dos mitades, ambas partes prefirieron
guardar silencio. La línea resolvía el problema a medio plazo: Castilla no podía navegar hacia Oriente y Portugal no podía
navegar hacia Occidente. Si todo iba bien, tarde o temprano volverían a chocar en las antípodas, pero ya volverían a
reunirse cuando eso sucediera y negociarían en función de dónde sucediera. Así se abría una carrera para tomar posiciones.
El humanista Aldo Manuzio, deseoso de ver publicado un mayor número de libros, había decidido estudiar tipografía él
mismo y fundar su propia imprenta en Venecia, que ahora editaba su primer libro: la gramática griega de Láscaris. Tras
ella empezó a preparar la edición de las obras completas de Aristóteles.

Un franciscano llamado Luca Pacioli, también conocido como Luca di Borgo, publicó la Suma de Aritmética,
geometría, proporciones y proporcionalidad, en la que resume los conocimientos matemáticos de su tiempo. Pacioli tenía
casi cuarenta años, y había enseñado matemáticas en Perugia, Nápoles, Milán, Pisa, Bolonia, Venecia y Roma. Su obra
influyó en una escuela de algebristas alemanes, que eran conocidos como cosistas, porque, siguiendo a Pacioli, llamaban
"cosa" a la incógnita. El tratado de Pacioli incluye también la primera exposición sistemática sobre el método contable
de la partida doble, en la que describe cómo deben llevarse los libros contables: Inventario, Memoriale,
Giornale y Quaderno, que corresponden aproximadamente a los actuales Inventarios y Balances, Borrador, Diario y
Mayor.

Alberto Durero había regresado a Nuremberg después de un largo viaje por Alemania. Había trabado amistad con
numerosos artistas, y en su mente bullían muchas ideas. Entre ellas estaba la convicción de que el arte nuevo debía
basarse en las ciencias, en especial en las matemáticas. El 7 de julio se casó con Agnes Frey, cuyo hermano, Hans
Frey, se había hecho rico fabricando joyas, instrumentos musicales y aparatos mecánicos. Gracias a su matrimonio pudo
montar su propio estudio en Nuremberg, pero antes de que acabara el año emprendió el viaje a Italia que siempre había
deseado hacer. Ya en Augsburgo encontró las primeras influencias del arte italiano, pero su primer contacto con Italia fue
en Trento. Después pasó a Verona y de alli a Venecia, que era su destino. Allí quedó maravillado especialmente por las
pinturas de Giovanni Bellini.

El emperador Maximiliano I se casó con Blanca Sforza, hermana del duque de Milán Juan Galeazzo Sforza.

A principios de septiembre el ejército del rey Carlos VIII de Francia había atravesado los Alpes y se dirigió a Pisa, donde
el rey fue recibido como un libertador. En efecto, Pisa estaba bajo la tutela de Florencia desde principios de siglo y ahora,
gracias a Carlos VIII, podía recuperar su independencia. En Florencia, el dominico Girolamo Savonarola había ganado
gran influencia sobre la nobleza, y la irrupción de Carlos VIII fue el empujón definitivo que necesitaba para imponer su
dominio. Había profetizado la llegada a Italia de un nuevo Ciro y ya había llegado. Carlos VIII entró espectacularmente
en Florencia y 9 de noviembre Pedro de Médicis fue expulsado de la ciudad. Savonarola se convirtió en el nuevo y férreo
gobernante y Pedro murió pocos meses después, intentando en vano recuperar su poder.

En octubre, Carlos VIII firmó un tratado con Ludovico Sforza. El rey Alfonso II de Nápoles protegía a su sobrino, el
duque de Milán Juan Galeazzo Sforza, que tenía ya veinticinco años, pero pocos días después de que su tío obtuviera el
respaldo francés, el 21 de octubre, murió envenenado y el 22 de diciembre Ludovico Sforza fue reconocido como duque
de Milán.

El Papa Alejandro VI abrió a Carlos VIII las puertas de Roma, mientras las tropas napolitanas retrocedían sin ofrecer
resistencia. En 1495 la nobleza napolitana obligó al rey Alfonso II a abdicar en su hijo Fernando II, que se casó con su
tía Juana. En febrero, Fernando II fue derrotado en San Germano y huyó a Sicilia. Carlos VIII se apoderó del reino en
menos de una semana. El rey Fernando II de Aragón se dispuso a intervenir en defensa del nieto de su primo, pero si
quería respetar el tratado de Barcelona firmado con Carlos VIII tenía que aliarse con el Papa. Alejandro VI no tuvo
inconveniente en cambiar de bando. Al contrario, la rápida victoria de Carlos VIII le tenía bastante preocupado.

El 20 de febrero, la reina Isabel I de Castilla hizo que su confesor, Francisco Jiménez de Cisneros, fuera nombrado
arzobispo de Toledo. La petición a Roma se hizo con gran secreto, y cuando Cisneros se enteró huyó de la corte y se tuvo
que enviar a unos hombres a caballo para que lo alcanzaran y le entregaran el nombramiento.

En marzo, Alejandro VI reunió la Santa Liga, que integraba, además de a Fernando II de Aragón, al emperador
Maximiliano I, al duque de Milán Ludovico Sforza y a la república de Venecia. Ludovico cambió también de bando
porque el duque Luis de Orleans reclamaba el milanesado porque su abuela paterna era Valentina Visconti, hija del
duque Juan Galeazzo Visconti.

Fernando II de Aragón envió un ejército dirigido por Gonzalo Fernández de Córdoba, que desembarcó en Messina, pasó
a Calabria y fue derrotado en Seminara. De allí pasó a Reggio, desde donde hostigó continuamente al ejército francés y
le hizo perder gran parte de Calabria. La guerra reunió soldados de diversas nacionalidades, entre los que se extendió la
sífilis. Cada cual acusó a su enemigo favorito, y así, según el país, la enfermedad fue conocida como mal español, mal
francés, mal alemán, mal napolitano, etc. En honor a la verdad, el nombre acertado es el de mal español.

La colonia fundada por Cristóbal Colón al otro lado del océano andaba de mal en peor. Habían surgido disensiones entre
los colonos que estaban al borde de la guerra abierta. Los reyes habían recibido quejas de la incapacidad del virrey para
mantener el orden y habían enviado un juez pesquisidor para que les informase. Al saberlo, Colón decidió informar
personalmente a los soberanos y llegó a Cádiz en junio.

El 5 de julio el Papa Alejandro VI nombró al arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros, reformador de los
monasterios de su diócesis.

El rey Carlos VIII de Francia no quiso dejarse acorralar en Nápoles, y llevó el grueso de su ejército hacia el norte, pero
éste estaba muy diezmado por la sífilis y los coaligados lo atacaron a la salida de los Apeninos el 6 de julio. El rey huyó
hacia adelante y se las arregló para atravesar el territorio enemigo rumbo a Francia. No obstante, sus soldados conservaron
el control de numerosas plazas. El rey Fernando II de Nápoles entró en la capital con el ejército de Gonzalo Fernández
de Córdoba que, poco a poco, fue rindiendo los destacamentos de Carlos VIII. Poco después, Fernando II decretó la
expulsión de los judíos de su reino. Allí habían ido a parar muchos de los expulsados de la Corona de Aragón tres años
atrás, y ahora tuvieron que tomar de nuevo el camino del exilio.

Girolamo Savonarola había instaurado un régimen de terror en Florencia. Había reformado la constitución, la
administración de justicia, el fisco, los vestidos, había suprimido los juegos y las fiestas profanas, hacía quemar lo que
llamaba vanidades, que eran cuadros, libros, objetos artísticos y otras frivolidades. Las iglesias estaban siempre llenas,
los florentinos lloraban cuando Savoranola les recordaba sus pecados y les describía el infierno, que él veía nítidamente.
Se multiplicaron las torturas y las penas de muerte. Usaba niños para espiar a sus familias, profetizaba catástrofes y
denunciaba la corrupción de la Iglesia. El Papa Alejandro VI lo llamó a Roma para pedirle explicaciones, y le prohibió
predicar, pero Savonarola se negó a acudir y continuó con sus violentas predicaciones. Sandro Botticelli, consagrado
últimamente a temas religiosos, terminó La calumnia, de tema pagano y alegórico, pero moralizante, a tono con la beatitud
de la época: la Verdad, desnuda, se enfrenta a la malvada Calumnia, guiada por la Envidia y acompañada de la Sospecha
y la Ignorancia.

Ese año murieron:

 Yim, el hermano del sultán Bayaceto II. Alejandro VI había renegociado el pacto que su antecesor había establecido
con el sultán: los cuarenta mil ducados anuales que venía cobrando por retenerlo podían sustituirse por un único
pago de trescientos mil si Yim moría envenenado, y Yim murió envenenado.
 El rey Juan II de Portugal. Tenía entonces cuarenta años, y su hijo Alfonso había muerto tres años atrás, así que
fue sucedido por su primo Manuel I, de veintiséis, hijo del duque Fernando de Viseu, al que Juan II había hecho
ejecutar. Con la esperanza de heredar Castilla, se casó con Isabel, la hija de los reyes Fernando II de Aragón e
Isabel I de Castilla y viuda del infante Alfonso.
 El conde Francisco I de la Marche y Vendôme, que fue sucedido por su hijo Carlos.
 Segismundo, el margrave de Bayreuth-Culmbach, hermano del príncipe elector de Brandeburgo Juan I Cicerón.
Fue sucedido por su otro hermano, el margrave Federico de Ansbach.
 El príncipe de Valaquia Vlad Calugarul, que fue sucedido por Radu el Grande.

En noviembre, después de haber recabado fondos vendiendo esclavos guanches y asociándose con unos banqueros
genoveses, Alonso Fernández de Lugo volvió a Tenerife.

El 26 de diciembre, el Papa Alejandro VI encargó a Francisco Jiménez de Cisneros la reforma de los conventos
franciscanos.

Erasmo de Rotterdam publicó sus diálogos Antibarbari, en los que defendía que la cultura latina no era incompatible con
la devoción. El obispo de Cambrai había percibido el talento de su descontento secretario, por lo que consiguió de Roma
una dispensa para que se le permitiera marchar a París a perfeccionar sus estudios. Allí entró en contacto con varios
humanistas franceses y acentuó su aversión por lo que él llamaba las áridas y estériles sutilezas del escolasticismo.
Después de haber pasado un tiempo en Venecia el año anterior, Miguel Ángel se había trasladado a Bolonia. Allí colaboró
en el ornato del arca de Santo Domingo, para la que esculpió un ángel candelabro, un san Petronio, que recuerda al estilo
de Donatello, y un vigoroso san Próculo. Luego regresó a Florencia, donde esculpió un san Juan.

Alberto Durero regresó a Nuremberg tras su estancia en Italia. Allí no sólo había estudiado arte, sino que volvió dispuesto
a enfrentarse a las matemáticas de Pacioli y Euclides, así como a los tratados de arquitectura de Alberti.

El gran príncipe Iván III de Moscú trató de invadir Suecia, pero el regente Sten Gustaffson logró rechazarlo.

El emperador Maximiliano I convocó la dieta de Worms en la que trató de reformar el Sacro Imperio Romano. Proclamó
la Paz perpetua en toda Alemania, y creó un tribunal que supuestamente debía regular las querellas internas para impedir
las guerras. El tribunal constaba de dieciséis miembros y era independiente del emperador. También implantó un impuesto
general para formar un ejército imperial.

El hijo de Maximiliano I había cumplido diecisiete años, y era conocido como Felipe el Hermoso. Maximiliano I le cedió
el gobierno de los Países Bajos, que había heredado de su madre, María de Borgoña. En 1496 lo casó con Juana, hija de
los reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, que ese año recibieron del Papa Alejandro VI el título de Reyes
Católicos, y es con este sobrenombre con el que son más conocidos en la historia. El rey Manuel I de Portugal quiso
competir en catolicismo con sus vecinos y expulsó de su reino a todos los judíos y musulmanes, cuyo número había
aumentado sensiblemente tras su expulsion de Castilla y Aragón (en el caso de los judíos) y de la conquista de Granada
(en el caso de los musulmanes, que no fueron oficialmente expulsados de sus tierras, pero sí estaban siendo "motivados"
para abandonarlas).

Bartolomé Colón fundó en La Española la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, que era el santo de su
padre, Domenico Colombo.

Giovanni Caboto convenció finalmente al rey Enrique VII de Inglaterra para que financiara una expedición naval hacia
Occidente. Caboto sería gobernador de las tierras que encontrase (bajo la soberanía inglesa) y disfrutaría de todos los
beneficios comerciales que obtuviera, siempre que pagara la quinta parte a la Corona. Sin embargo, su barco no era un
"último modelo" y pronto tuvo que regresar a puerto sin haber encontrado nada.

En abril, el príncipe elector Federico III de Sajonia visitó Nuremberg, y allí fue retratado por Alberto Durero. Federico
III trató de convencer al pintor de que se trasladara a su corte, pero Durero rehusó la invitación y permaneció en su ciudad
natal.

El 25 de junio el mencey Bencomo capituló ante Alonso Fernández de Lugo, con lo que la isla de Tenerife cayó bajo el
dominio de Castilla, que completó así la conquista de las islas Canarias.

El rey Fernando II de Nápoles, con la ayuda de Gonzalo Fernández de Córdoba, dominaba ya todo su reino, salvo Gaeta
y el castillo de Cosenza, que seguían en manos de los franceses. Pero Fernando II murió el 7 de octubre, y fue sucedido
por su tío Federico I, con la oposición de Fernando el Católico, que se consideraba con mayores derechos. Federico I
expulsó definitivamente a los franceses y nombró a Gonzalo duque de Santangelo.

Ese año murió el duque Carlos II de Saboya, a la edad de siete años, y su tío abuelo Felipe se convirtió en el nuevo duque.
También murió el conde Carlos de Angulema, que fue sucedido por su hijo Francisco, que tenía entonces dos años de
edad.
Tras una breve estancia en los Países Bajos, Erasmo de Rotterdam regresó a París, donde trató de llevar una vida
independiente viviendo de sus lecciones a jóvenes ricos, para los que empezó a redactar unos manuales de conversación
latina.

El obispo de la ciudad polaca de Ermeland, llamado Ukasz Watzenrode, tenía un sobrino de veintitrés años que acababa
de terminar sus estudios en la universidad de Cracovia. Watzenrode pretendía introducir a su sobrino en la carrera
eclesiástica, y tenía ciertamente los medios para conseguirlo, pero le sugirió que, para facilitar las cosas, marchara a
Bolonia a especializarse en derecho canónico. El joven se llamaba Niklas Koppernigk, pero en la universidad había
empezado a usar la forma latina de su nombre: Nicolaus Copernicus, y por ello es más conocido como Nicolás
Copérnico. Era hijo de un comerciante acomodado y durante su estancia en Cracovia su interés principal había sido la
astronomía. En Bolonia conoció al matemático Domenico Maria Novara, que lo animó a compaginar la astronomía con
sus estudios de leyes.

Las últimas obras del Perugino, tras La entrega de las llaves, que había pintado en la capilla Sixtina, eran más bien
repetitivas, pero el maestro recibió un notorio estímulo cuando entró en su taller un prometedor discípulo de trece años
llamado Rafaello Sanzio, aunque es más conocido como Rafael.

Miguel Ángel se había trasladado a Roma. Al parecer, un comerciante había enterrado a sus espaldas una escultura suya
en mármol, el Cupido dormido, para después "descubrirla" y venderla como pieza antigua. La compró un cardenal que
descubrió el fraude, pero se interesó por el escultor y lo llamó a Roma. Allí el banquero y coleccionista Galli le encargó
una estatua en mármol, el Baco ebrio, que terminó en 1497. El dios levanta la copa con la mano derecha mientras adopta
una original postura basculante que revela su embriaguez.

Por esta época Leonardo da Vinci terminaba su famoso fresco sobre La última cena, bastante mal conservado hoy en día,
en parte por un experimento que hizo sobre él con huevo para mejorar su conservación. En los últimos años, Leonardo se
dedicó a diseñar varios modelos de máquinas voladoras, con las que un hombre podía mover unas alas con sus pies
mediante un complicado sistema de correas y poleas. A lo largo de su vida, Leonardo diseñó máquinas de todo tipo:
bombas, grúas, máquinas hiladoras, carros cubiertos, catapultas, etc. No cabe duda de que cualquiera de ellas hubiera sido
muy útil si hubiera funcionado.

Andrea Mantegna, tras un viaje a Roma, había regresado a Mantua, donde Isabel de Este Gonzaga, la esposa del marqués
Francisco II Gonzaga, le encargó diversas obras para decorar su studiolo. Entre ellas destaca El Parnaso, en el que un
coro de musas danzantes recuerda vagamente a Botticelli.

En los últimos tres años, Aldo Manuzio había publicado más de cuarenta libros, entre ellos cinco volúmenes con las obras
completas de Aristóteles, así como obras de Teócrito, Hesíodo y Aristófanes. Manuzio era un impresor muy diferente a
los que le habían precedido en su oficio. Hasta entonces, los impresores eran meros artesanos que imprimían cualquier
manuscrito que caía en sus manos y que consideraban que podía ser rentable, o bien trabajaban por encargo. Sin embargo,
Manuzio era un humanista que elegía escrupulosamente los textos y los revisaba meticulosamente, haciéndose
responsable de la calidad de la edición. Puede considerarse el primer editor en el sentido moderno.

El duque de Medinaceli conquistó Melilla, en el norte de África, aunque en realidad no había mucho que conquistar,
porque la ciudad se la habían estado disputando desde hacía más de un siglo los reinos de Marruecos y Tremecén, y ya
no era más que unas desoladas ruinas.

Los Reyes Católicos tenían cinco hijos: Isabel, la mayor, tenía veinte años y llevaba dos casada con el rey Manuel I de
Portugal; el segundo era Juan, de diecinueve, que por ser varón era el príncipe de Asturias y Gerona, heredero de los
reinos de Castilla y Aragón; Juana, de dieciocho, se había casado el año anterior con Felipe el Hermoso, el conde de
Borgoña, hijo del emperador Maximiliano I; las menores eran María, de quince, y Catalina, de doce. Maximiliano I
quiso redondear su política matrimonial casando con Juan a su hija Margarita, la que había estado prometida con el
entonces Delfín y ahora rey Carlos VIII de Francia. La boda se celebró en abril en Burgos, pero casar a su hija no iba a
ser tarea fácil para el Austria: Juan, de constitución débil, murió poco después. El disgusto que se debió de llevar
Maximiliano I lo debió de compensar con creces la alegría de Manuel I de Portugal, ya que ahora su esposa Isabel se
convertía en la nueva heredera de los reinos de Castilla y Aragón, al menos mientras sus padres no le dieran un hermano
varón.
El 2 de mayo Giovanni Caboto zarpó de Bristol y tomó rumbo a Occidente por segunda vez. Contaba con un único barco
y una tripulación de dieciocho hombres. (El rey Enrique VII era bastante más tacaño que los Reyes Católicos.)

Aunque los franceses habían sido expulsados del reino de Nápoles, todavía conservaban posiciones más al norte, en los
Estados Pontificios. Gonzalo Fernández de Córdoba terminó de expulsarlos de Italia al tomar el puerto de Ostia, y de allí
entró en Roma antes de regresar a Castilla. En la campaña había contado con la ayuda del ejército pontificio, capitaneado
por el duque de Gandía Juan Borgia, el hijo del Papa. Poco después, en junio, Juan fue a cenar a casa de su madre, y al
regresar al Vaticano despidió a sus compañeros para ir al encuentro de una persona enmascarada que lo esperaba cerca
del río. No se sabe quién era ni qué pasó luego, pero el cadáver de Juan fue sacado del Tíber degollado y con graves
heridas por todo el cuerpo. Su bolsa, con treinta ducados, se halló intacta, luego no fue víctima de un ladrón. El Papa
estuvo tres días llorando y sin comer. Hizo llegar este comunicado al colegio de cardenales:

Han matado al duque de Gandía, nuestro dolor es explicable, porque lo queríamos tiernamente. Ya no apreciamos en
nada el ser Papa, ni cualquiera otra cosa. Si tuviéramos siete tiaras, las daríamos para volverle a la vida. Puede que el
Señor haya querido castigarme por mis pecados, pues ciertamente él no merecía una muerte tan cruel.

No cabe duda que Alejandro VI sentía un gran aprecio por su hijo, y ello hizo sospechar que el asesinato había sido
planeado por su hermano César, movido por los celos. Por otra parte, los aspavientos del pontífice sólo duraron unos días,
y luego volvió a ser el mismo de siempre. Juan Borgia dejó un hijo de dos años, conocido como Juan de Borja, que
heredó el ducado de Gandía, donde creció. Desde ese momento, la rama valenciana de los duques de Gandía se instaló en
el reino de Valencia y se desentendió completamente de los asuntos de Italia.

No tardó en producirse otro escándalo: Giovanni Sforza, el marido de Lucrecia Borgia, abandonó Roma en secreto
atemorizado por que, según él, era amante de su esposa, su cuñado el cardenal César Borgia. El Papa anuló el matrimonio
alegando que Giovanni era impotente.
Ese mismo año, César Borgia sobrevivió a la sífilis, y lo hizo con tanta facilidad que su médico, Gaspare Torelle, le
dedicó su tratado sobre el que él llamaba morbo gálico. Afirmó que César podía ser considerado como bienhechor de la
humanidad, pues su caso había arrojado mucha luz sobre el tratamiento de la nueva enfermedad.

Alejandro VI había tratado de someter a Girolamo Savoranola, al que llamaba jocosamente el parabolano, el que habla
por parábolas. Le propuso nombrarlo cardenal (gratis, cuando lo normal era pagar una sustanciosa suma), pero Savonarola
lo rechazó en un sermón en el que decía que la única forma en que Alejandro VI podría acallarlo sería convirtiéndolo en
mártir: No quiero un capelo rojo, quiero sangre roja. Entonces el Papa lo excomulgó, y éste replicó publicando un libro
de teología titulado El triunfo de la cruz. Continuó celebrando misa y predicando:

Dios gobierna al mundo por medio de agentes que pueden equivocarse. Para conocer si los ministros de Dios se
equivocan, observemos cómo viven. Si no practican la caridad y las buenas obras, no estamos obligados a obedecerlos.

Ese año murió el duque Felipe I de Saboya, y fue sucedido por su hijo Filiberto II el Hermoso, de diecisiete años.

La autoridad del gran príncipe Iván III de Moscú era cada vez más sólida. Muchos príncipes de estados fronterizos habían
abandonado al gran duque de Lituania para someterse a él. Había adoptado el título de autócrata, junto a un complejo
ceremonial cortesano. Impuso a los boyardos la obligación de servir de por vida a un mismo príncipe e hizo redactar un
nuevo código legal, el Sudiébnik.

El rey Juan I de Polonia dirigió una campaña contra los otomanos, pero fue derrotado en Moldavia.

El rey Juan I de Dinamarca, Noruega y Suecia logró que Sten Gustafsson dejara el gobierno de Suecia y marchara exiliado
a Finlandia.

Mamadú Turé, el monarca del imperio Songhai, regresó de una larga peregrinación a la Meca con la que se aseguró el
apoyo de los musulmanes. A su paso por Egipto había logrado que el sultán le otorgara un título que tenía vacante, un
título glorioso en su día, pero que, como puede observarse, estaba muy devaluado: ahora era nada menos que el Califa
Mamadú Turé.
ANTERIOR LA EXPLORACIÓN DEL MUNDO
El 24 de junio de 1497 Giovanni Caboto llegó a una tierra desconocida a la que dio el indudablemente descriptivo nombre
de Newfoundland (Tierra nueva encontrada), que en castellano se tradujo a Terranova.

El 8 de julio zarpó una expedición portuguesa mucho más ambiciosa. El rey Manuel I había encomendado a Vasco da
Gama la misión de llegar hasta las Indias. Contaba para ello con cuatro naves construidas con el mayor esmero. Tenían
piezas de recambio normalizadas que podían emplearse indistintamente en cualquiera de ellas.

El 6 de agosto Caboto estaba de regreso en Inglaterra. Informó de la gran riqueza pesquera que había encontrado frente a
las costas de Terranova, pero ésa era la única riqueza que había encontrado. El rey Enrique VII le concedió una modesta
pensión, pero no puede decirse que estuviera impresionado por los resultados obtenidos.

Poco después, Vasco da Gama llegaba a Cabo Verde, desde donde tomó rumbo a Occidente para evitar las calmas
del golfo de Guinea. Durante más de dos meses navegó sin divisar la costa africana. La encontraron de nuevo a
principios de noviembre, pero se encontraban al norte del cabo de Buena Esperanza. Cuando llegaron hasta él, parecía
estar reclamando su nombre original de cabo de las Tormentas, doblarlo no fue tarea fácil, pero finalmente, el 22 de
noviembre, fue rebasado. El 25 de diciembre llegó a un territorio que estaba, sin duda, más allá de donde había llegado
Bartolomé Dias, y la llamó Natal. Era una región desértica.

A finales de enero de 1498 llegaron a la desembocadura del río Zambeze, donde algunos indígenas entendían algo de
árabe. Allí la expedición pudo aprovisionarse de agua dulce. En marzo Vasco da Gama entró en contacto con gentes que
comerciaban con la India por mediación de los árabes, y que no recibieron a los recién llegados con mucha cordialidad.
En abril llegó a Malindi, que convirtió en Melinda, donde la situación fue muy distinta: el rey recibió cordialmente a los
portugueses e intercambió regalos con ellos. Lo más importante fue que les proporcionó un piloto, Malemo Cana, buen
conocedor de los monzones, que los guió hasta la India.
Ese año murió el rey Carlos VIII de Francia. Tenía veintiocho años y sus cuatro hijos habían muerto al poco de nacer, por
lo que fue sucedido por su cuñado, el duque de Orleans, que era su pariente más directo por vía masculina y, por ello, el 7
de abril se convirtió en el rey Luis XII de Francia. Ya de paso, como heredero de Carlos VIII, se proclamó también rey
de las Dos Sicilias, esto es, del reino de Nápoles (oficialmente reino de Sicilia) y del de Sicilia (oficialmente reino de
Trinacria), así como rey de Jerusalén. Además, como heredero de su bisabuelo, Juan Galeazzo Visconti, se proclamó
también duque de Milán. Inmediatamente repudió a su esposa Juana para casarse con la duquesa Ana de Bretaña, la viuda
de Carlos VIII.
Philippe de Commynes, que había sido regente y consejero de Carlos VIII, terminó la redacción de sus Memorias, en las
que relata los principales acontecimientos de los reinados de Luis XI y Carlos VIII.

El rey Manuel I de Portugal vio su gozo en un pozo cuando, tras dar a luz a su hijo Miguel, murió su esposa Isabel, la
heredera de los Reyes Católicos. Como Isabel y Fernando no tenían hijos varones, el nuevo heredero podría ser el pequeño
Miguel o su tía Juana, la esposa de Felipe el Hermoso, el conde de Borgoña.

El 20 de mayo Vasco de Gama tocó tierra en la ciudad que los nativos llamaban Kozhicode, pero que los portugueses
convirtieron en Calicut. Era un importante centro comercial, situado en la pequeña región al sur de la india que escapaba
al dominio del imperio de Vijayanagar. Las relaciones entre Vasco de Gama y el príncipe de Calicut se redujeron
esencialmente a impresionarse mutuamente. El príncipe recibió a los portugueses con todo el fasto oriental que pudo y
los portugueses presumieron de poderío militar.

Cristóbal Colón había salido indemne ante los Reyes Católicos de las acusaciones procedentes de las antillas, y el 30 de
mayo pudo partir de nuevo en el que fue su tercer viaje a las Indias. En agosto llegó a una isla a la que llamó Trinidad. Un
estrecho la separaba de otra costa en la que desembocaba un gran río, el Orinoco. El almirante escribió en su diario:

Yo creo que éste es un gran continente, desconocido hasta hoy, pues de él desemboca una gran cantidad de agua dulce
y, por otra parte, Esdras dice en su libro que sobre la Tierra hay seis partes de tierra firme por una de agua.

Colón intuyó finalmente que no se encontraba en las Indias que había visitado Marco Polo, y no tardó en comprender
dónde estaba: ¡había llegado al Paraíso Terrenal!, en los confines de Asia. En efecto, la Biblia describe el Edén como un
lugar de clima templado en el que desembocan cuatro ríos, y Colón pudo contar cuatro ríos (en la desembocadura del
Orinoco hay un delta donde el río se ramifica en diversas bocas). Además, los nativos, desnudos, sencillos, parecían haber
recuperado la inocencia que Adán y Eva habían perdido. Colón bautizó la costa que había descubierto como Tierra de
Gracia. Desde allí marchó hacia el norte, y encontró las islas de Tobago, Margarita, (que en latín significa perla, y le
dio ese nombre por la abundancia de perlas en sus costas), Concepción (actualmente Ganada) y San Vicente. Entonces
se sintió enfermo y tomó rumbo a la Española.
Mientras tanto, Netzahualpilli, el rey de Texcoco, hizo ejecutar a su esposa acusada de infidelidad. Ésta era hija del rey
azteca Axayácatl y sobrina del rey actual, Ahuitzotl. Esto enturbió las relaciones entre Texcoco y Tenochtitlan.

El Papa Alejandro VI casó a su hija Lucrecia con el duque Alfonso de Biseglia, bastardo de la familia real napolitana.

César Borgia pidió al colegio cardenalicio que le relevara de sus obligaciones, ya que su carácter no era adecuado para
servir a Dios. Los cardenales se excusaron y acordaron que fuera el Papa quien resolviera el asunto, y Alejandro VI
accedió a la petición de su hijo. Inmediatamente marchó a la corte de Luis XII de Francia.

Injuriar al Papa se había convertido en el deporte favorito de los romanos. Circulaban papeles en los que Alejandro VI
era tratado de anticristo, segundo mahoma, etc., y era acusado de toda clase de corrupciones. El pontífice no se inmutaba.
Al contrario, dicen que tenía la costumbre de hacerse leer esos documentos y los comentaba con jovialidad. En una
ocasión comentó al embajador de Ferrara:

César es de buen corazón, pero no puede sufrir que lo insulten; yo le repito a menudo que Roma debe ser una tierra
donde todo el mundo tenga libertad para decir o escribir lo que quiera. A pesar de cuanto se llega a decir de mí, yo no
persigo a nadie.

Otro asunto eran las censuras que desde Florencia lanzaba Girolamo Savonarola. Ni la excomunión le había privado del
apoyo de sus atemorizados seguidores. Sin embargo, el dominico fue traicionado por su propia lengua. En un sermón
tuvo la osadía de decir que podía confirmar que Dios estaba de su parte con la prueba de fuego: uno coje una pieza de
metal incandescente con las manos y, si se quema, es que no goza del favor divino. Entre el público había un
franciscano, Francisco de Puglia, que le tomó la palabra y se comprometió a someterse con él a la prueba de fuego
(siempre que Savonarola fuera el primero, ya que había lanzado el desafío). El Papa envió una nota recordando que
semejante salvajada estaba prohibida por la Iglesia, pero los florentinos no quisieron perderse el espectáculo y enseguida
montaron un catafalco para el evento. Los dos contrincantes acudieron acompañados de muchos frailes en solemne
procesión. Savonarola llevaba una capa blanca y una hostia en la mano. Su contrincante objetó que la capa podía estar
embrujada y que debía cambiársela por otra, a lo que el dominico accedió. Luego quiso que dejara la hostia, a lo que
Savonarola se negó. Esto abrió una profunda y larga discusión sobre si en caso de que se quemara la hostia se quemaban
los accidentes o la sustancia de Jesús. Evidentemente, no era esta discusión teológica el espectáculo que la gente estaba
esperando, y empezó a cundir el descontento. Para colmo se puso a llover y se quiso suspender la prueba. Se dijo además
que en el último momento Savonarola había propuesto ser sustituido por un monje de su orden. Fuera como fuera, la
prueba se suspendió entre la indignación general, y los florentinos empezaron a considerar la posibilidad de que
Savonarola fuera un lunático en vez de un elegido de Dios (en esa época se pensaba que eran cosas distintas).

Ante una coyuntura tan propicia, el Papa propuso a los florentinos que le entregaran a Savonarola para juzgarlo y, como
argumento en pro de su culpabilidad, les ofreció condonar el diez por ciento de las rentas de la Iglesia en todo el
territorio florentino. Los magistrados florentinos replicaron que si subía al treinta por ciento verían con más claridad las
presuntas herejías de Savonarola, Alejandro VI accedió y Savonarola fue juzgado sumariamente en la plaza de
Florencia por unos comisarios enviados desde Roma. Fue condenado a la hoguera y, a pesar de su excomunión, se le
permitió comulgar de su propia mano antes de morir. Ante la hostia consagrada pidió perdón a Dios y a los hombres de
los escándalos que hubiere dado y de todas las faltas que hubiere cometido. Florencia quedó en manos de los grandes
comerciantes, que reorganizaron la república. Entre los funcionarios del nuevo gobierno, al frente de la cancillería de
asuntos exteriores y de la guerra, se encontraba un joven de veintinueve años, hijo de un abogado, llamado Niccolò
Machiavelli, aunque es más conocido como Nicolás Maquiavelo.

El 15 de octubre, Vasco de Gama emprendió el viaje de regreso llevando un mensaje del príncipe de Calicut para el rey
Manuel I de Portugal:

Vasco de Gama, noble de vuestra corte, ha visitado mis estados, lo que ha sido muy de mi agrado. En mi país hay canela,
pimienta, jengibre y piedras preciosas, todo en grandes cantidades. Deseo a cambio oro, plata, cuentas de vidrio y
escarlata.
Giovanni Caboto realizó otro viaje hacia Occidente, esta vez con cinco barcos, y visitó Groenlandia (a la sazón
despoblada) y otros territorios en los que no encontró nada de valor. Murió poco después de regresar a Inglaterra y Enrique
VII perdió el interés por las exploraciones.

Antonio de Nebrija publicó su Cosmographia, en la que trataba el problema del tamaño de la Tierra.

Alberto Durero pintó un nuevo Autorretrato (ya había pintado varios antes), que puede considerarse una de sus primeras
obras de madurez, muy superior a todas sus obras precedentes, incluido el retrato del príncipe Federico III de Sajonia. Su
mirada de reojo y el gesto de su boca le dan un aire soberbio extraño en un pintor de su época. También data de esta fecha
una serie de quince planchas de madera grabadas con ilustraciones sobre el apocalipsis que le dieron fama internacional.

Ese año murió el inquisidor fray Tomás de Torquemada, a la edad de sesenta y ocho años. Aunque hacía unos años que
se había retirado y su cargo era meramente honorario, valga la contradicción, tras su muerte fue sucedido oficialmente al
frente de la Santa Inquisición por el dominico Diego de Deza, obispo de Jaén, uno de los que al parecer habían persuadido
a los Reyes Católicos para que aceptaran las exigencias de Cristóbal Colón y financiaran su primer viaje. Ahora tenía
cincuenta y cinco años. Había sido maestro y confesor del príncipe Juan. En principio, Deza fue nombrado únicamente
inquisidor general de Castilla, pero en 1499 fue puesto también al frente de la santa inquisición aragonesa. Nombró
inquisidor de Córdoba a Diego Rodríguez de Lucero, que, en cierto sentido, fue el verdadero sucesor de Torquemada,
ya que empezó a sembrar el terror en Andalucía.

El 7 de enero Vasco da Gama logró llegar a Melinda desde la India, en una travesía llena de problemas. Su tripulación
estaba siendo exterminada por el escorbuto. Después de aprovisionarse, tomó rumbo a Lisboa.

Decidido a conquistar el Milanesado y el reino de Nápoles, el rey Luis XII de Francia no quiso cometer los mismos errores
que su predecesor, así que no se conformó con buscar la neutralidad de otras potencias, sino que trató de establecer
alianzas sólidas. La primera fue con el papado, a través de César Borgia, que en mayo se casó con Catalina de Albret,
hermana del rey Juan III de Navarra y obtuvo el título de duque de Valentinois. Esta alianza entre César y Luis XII, que
se titulaba rey de Nápoles, inquietó a Alfonso, el marido de Lucrecia Borgia, que pertenecía a la familia real napolitana,
y decidió huir de Roma. Por otra parte, Luis XII firmó con Fernando el Católico el tratado de Marcoussis, por el que
acordaban la defensa mutua en caso de ataque a sus estados. Después de firmar también una alianza con Venecia, el rey
francés envió su ejército a Italia, capitaneado por Trivulzio el Grande, el condotiero que Ludovico Sforza había expulsado
de Milán tiempo atrás. Se había unido al ejército francés cuando Carlos VIII invadió Italia y ahora Luis XII lo había
nombrado mariscal de Francia y gobernador de Milán (supuesto que la conquistara, claro). Trivulzio se apoderó de
Génova y desde allí atacó el Milanesado. Ludovico Sforza se vio obligado a huir a la corte del emperador Maximiliano I.

Leonardo da Vinci, que ya era famoso en toda Italia, abandonó Milán y, tras una estancia en Mantua, donde pintó el retrato
de Isabel de Este, regresó a Florencia.

Mientras tanto, en Roma, Miguel Ángel terminaba su celebérrima Piedad, para la basílica de San Pedro, en la que un
Cristo apolíneo yace en las rodillas de una Virgen jovencísima y hermosa, en una composición geométrica perfectamente
equilibrada.

A la primera edición impresa del Cancionero de Petrarca, en Venecia, casi treinta años atrás, le había seguido casi una
treintena de nuevas ediciones. Si Petrarca había sido más famoso en vida por su obra en latín, mientras que su poesía en
italiano había pasado casi inadvertida, ahora se invertía la situación. Un joven de veintiséis años llamado Antonio
Tebaldi, más conocido como Il Tebaldeo, publicó L'opere d'amore, con aproximadamente trescientos sonetos al estilo
petrarquista, de notable virtuosismo metafórico.

Ese año murió Marsilio Ficino, mientras escribía comentarios sobre las Epístolas de san Pablo.

También murió el príncipe elector de Brandeburgo Juan I Cicerón, que fue sucedido por su hijo Joaquín I Néstor.

Cuando Colón llegó a La Española el año anterior, se encontró con que había estallado una revuelta que su hermano
Bartolomé no era capaz de controlar. Su llegada no arregló nada. A sus escasas dotes de gobernador se unía una radical
contraposición entre sus ideas y las de sus subordinados. Éstos pretendían seguir la política tradicional castellana de
cononización y repoblación, mientras que el almirante tenía una mentalidad mercantil al estilo portugués. Nuevamente
llegaron quejas a los Reyes Católicos, que nombraron juez pesquisidor y gobernador de las Indias a Francisco de
Bobadilla, que se dispuso a cruzar el Atlántico.

Ese mismo mes había zarpado hacia las Indias una expedición capitaneada por Alonso de Ojeda. Era su segundo viaje,
pues el primero para él fue el segundo viaje de Colón. Su piloto mayor era Juan de la Cosa, y le acompañaba también un
florentino llamado Amerigo Vespucci, aunque es más conocido como Américo Vespucio. Había llegado a Sevilla más
de diez años atrás, como agente comercial de los Médicis, y desde que Colón iniciara sus viajes se había especializado en
el equipamiento de las naves que viajaban a las Indias. Finalmente se había decidido a probar fortuna y enrolarse él mismo
en la empresa de Ojeda.

Las naves tocaron tierra algo más al sur del punto donde había llegado Colón en su último viaje, y desde allí, Ojeda
navegó hacia el norte hasta encontrar las islas de Trinidad y Margarita, pero, a diferencia de Colón, siguió bordeando la
costa, llegando hasta la que llamó isla de los Gigantes. Desde allí entró en un golfo en el que había un poblado de casas
sostenidas sobre el agua mediante estacas. A algunos les recordó a Venecia, salvando las distancias, por lo que el golfo
fue bautizado como golfo de Venezuela.

Pocos días después que Ojeda, había partido otro barco con treinta y tres hombres, en una expedición financiada
por Juan Guerra, que embarcó junto con su hermano Cristóbal, si bien como capitán habían contratado los
servicios de Pedro Alonso Niño. Llegaron a la isla Margarita antes que Ojeda, y desde allí entablaron contacto con los
indios de la costa continental situada frente a la isla. Su habilidad diplomática hizo que, mientras Ojeda no consiguió en
su viaje más que unas pocas perlas, Niño pudiera llenar su barco con gran cantidad de oro y perlas. Luego visitaron una
región más hacia el oeste, el cacicato de Chichirivichi, pero estaba habitado por caribes, y sus flechas envenenadas les
hicieron dar media vuelta.

De las cuatro naves con las que había partido Vasco da Gama, sólo quedaban dos, una llegó en julio a Lisboa, mientras
que Vasco da Gama llegó con la segunda en agosto.
Mientras tanto, Américo Vespuccio se había separado de Ojeda y estaba bordeando la costa hacia el sur. Había explorado
el delta del Orinoco y, mucho más al sur, encontró la desembocadura de otro río aún más caudaloso. Avanzó más hacia
el sur aún hasta llegar a un cabo en el que la costa dejaba de avanzar hacia el este y volvía a retroceder hacia el oeste.
Desde allí volvió sobre sus pasos para reunirse de nuevo con Ojeda.

Con la ayuda de tropas francesas y mercenarios pagados con fondos de la Iglesia, César Borgia conquistó las ciudades de
Imola y Forli, expulsando a los señores que las dominaban. Entró triunfante en Roma, donde su padre, el Papa Alejandro
VI, rió y lloró de júbilo. Después, para festejarlo debidamente, se dispuso una mascarada en la que se representó un triunfo
de Julio César.

Tras sufrir una importante derrota, el emperador Maximiliano I se vio obligado a firmar con los suizos el tratado de
Basilea, en virtud del cual, si la Confederación Helvética seguía formando parte en teoría del Sacro Imperio Romano, lo
cierto es que en la práctica desaparecía toda vinculación con él.

El 1 de septiembre, el Papa encargó al arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros, la reforma de las órdenes
mendicantes.

En noviembre, Alfonso de Biseglia, el marido de Lucrecia Borgia, regresó a Roma con motivo del nacimiento de su
hijo Rodrigo.

El año anterior Erasmo de Rotterdam había regresado al monasterio de Steyn, donde se le reprochó la vida tan libre que
había llevado en París, pero sus contactos parisinos hicieron que le llegara una invitación para visitar Inglaterra, invitación
que se le permitió aceptar. Estuvo en Londres y en Oxford, donde trabó amistad con el teólogo John Colet, que le
aconsejó estudiar teología. También conoció a un joven de veintiún años llamado Thomas More, interesado por el
humanismo.

El rey Luis XII de Francia tuvo una hija que fue llamada Claudia. Si el rey moría sin hijos varones, la corona de Francia
le correspondería, en virtud de la ley sálica, al conde Francisco de Angulema, que había cumplido entonces cinco años.
Aunque, tras la muerte de Carlos VIII no hubo ningún problema en que el duque de Orleans se convirtiera en rey de
Francia, cabía la posibilidad de que otros pretendientes de mayor rango nobiliario pudieran disputar el trono a un simple
conde, sobre todo si aun fuera menor de edad llegado el momento, así que Luis XII nombró a Francisco duque de Valois,
que es lo más parecido a Delfín que podía nombrarlo sin ser hijo suyo.

Siguiendo indicaciones de la corte, Francisco Jiménez de Cisneros inició una campaña de evangelización de los moros
granadinos, que hizo que muchos de ellos se vieran forzados a declararse cristianos (lo que permitía a la Santa Inquisición
actuar contra ellos si había indicios de que la conversión no era sincera).

Desde que regresara junto a Cristóbal Colón de su primer viaje a través del océano Atlántico, Vicente Yáñez Pinzón
había estado negociando con los Reyes Católicos hasta lograr unas capitulaciones para emprender por cuenta propia
un nuevo viaje. Se le concedía la quinta parte de todo lo que encontrara. Su expedición zarpó a finales de año con rumbo
a Cabo Verde, para aprovechar mejor los vientos hacia el oeste, pero fue desviado por una tormenta y, en enero de
1500, tocó tierra más al sur de lo previsto, en el que bautizó como cabo de Santa María de la Consolación. Era el mismo
cabo alcanzado unos meses antes por Américo Vespucio y no era buen sitio para explorar, pues, de acuerdo con el tratado
de Tordesillas, caía bajo la soberanía portuguesa. Por ello navegó hacia el norte siguiendo la costa. Durante el trayecto se
encontró con el río que ya había encontrado Vespucio poco antes, y observó que era tan caudaloso que el agua del mar
seguía siendo dulce en una extensa región frente a la costa. A dicha zona de agua dulce la llamó mar Dulce, y al río lo
bautizó como río de Santa María de la mar Dulce. Más adelante llegó a la desembocadura del Orinoco.

El año anterior, poco después de que zarpara Vicente Yáñez Pinzón, salieron tras él dos naves dirigidas por Diego de
Lepe, que tocó tierra más al sur incluso del cabo de Santa María de la Consolación, y desde allí ascendió bordeando la
costa hasta la isla de Trinidad. Desde allí regresó a Castilla terminando un viaje que fue un absoluto fracaso desde el
punto de vista económico.

El duque Jaime de Braganza tenía ya veintiún años. Vivía en Castilla desde los cuatro, cuando el rey Juan II de Portugal
hizo decapitar a su padre. Ahora regresó a su patria y el rey Manuel I le devolvió los honores y propiedades que
correspondían a su familia.
Manuel I envió una nueva expedición a la India, compuesta por trece naves y mil doscientos hombres, capitaneados
por Pedro Álvares Cabral. Zarpó de Lisboa el 8 de marzo, y el 22 de marzo pasaba frente a las islas de Cabo Verde.
Desde allí tomó rumbo suroeste alejándose de la costa, como ya era habitual, pero las corrientes lo arrastraron más al
oeste de lo previsto, y el 23 de abril tocó tierra precisamente en el cabo que Vícente Yáñez Pinzón había bautizado unos
meses antes como Santa María de la Consolación, pero que Cabral tomó por una isla. Ese día, según la tradición, se
celebraba el hallazgo de la Vera Cruz, es decir, del trozo de madera que vendieron a santa Elena, la esposa del emperador
Constantino I, asegurándole que se trataba de la cruz con la que había sido crucificado Jesucristo. Por ello Cabral llamó
a la tierra que había descubierto Isla de la Vera Cruz. De acuerdo con el tratado de Tordesillas, tomó posesión de ella
en nombre del rey Manuel I. Una nave regresó a Portugal para comunicar el descubrimiento, mientras el resto de la
expedición continuó su viaje hacia la India. El escribano de a bordo redactó una carta para el rey en la que describía la
belleza inocente de los indígenas y aseguraba que sería fácil evangelizarlos. Los geógrafos portugueses llegaron a la
conclusión de que la "isla" descubierta por Cabral debía de ser Brasil, una de las muchas islas que la leyenda situaba en
el Atlántico, y ése fue el nombre que finalmente conservó.

Ese mismo mes llegó a Castilla la expedición de Pedro Alonso Niño con su botín de oro y perlas. Allí fue acusado de
fraude y permaneció preso durante unos meses. Sus socios, los hermanos Cristóbal y Juan Guerra, no tardaron en volver
a embarcarse en busca de más perlas. Sin embargo, los colonos de La Española no estaban dispuestos a que cualquiera
que llegara se llevara las perlas y, por ello, unos cincuenta hombres procedentes de Santo Domingo se instalaron en la
pequeña isla de Cubagua, situada entre la isla Margarita y el continente, donde más tarde se fundaría la ciudad de Nueva
Cádiz.

No está claro si el interés de Portugal por las navegaciones hacia Occidente se acrecentó a raíz del descubrimiento de
Brasil o si, por el contrario, Brasil no fue descubierto por azar, sino a consecuencia de dicho interés. El caso es que a la
corte portuguesa habían llegado noticias de los descubrimientos de Caboto, que estaban lo suficientemente lejos de las
islas exploradas por los castellanos como para que el rey Manuel I considerara oportuno enviar su propia expedición a
explorar la zona. Confió la misión a Gaspar Corte-Real, que llegó hasta la Newfoundland y la bautizó como Tierra
Verde.
El cabo de Buena Esperanza seguía reclamando insistentemente el nombre de cabo de las Tormentas que le había dado
Bartolomeu Dias. Éste capitaneaba una de las naves de la expedición de Cabral, y halló la muerte frente al cabo, cuando
la tempestad hizo naufragar su barco. Una vez rebasado el punto fatídico, la expedición empezó a bordear la costa africana
hacia el norte. Diogo Dias, que estaba al mando de otra de las naves, descubrió una isla junto a la costa, a la que llamó San
Lorenzo, pero al final se la identificó con otra tierra a la que Marco Polo había llamado Madagascar, y con ese nombre
se quedó.

En junio regresó a Castilla la expedición de Alonso de Ojeda. Aunque económicamente no fue rentable, Ojeda no se
desalentó y logró que los Reyes Católicos lo nombraran gobernador de Caquevacoa, que fue el nombre con el que se
hacía referencia en la capitulación al litoral venezolano que había explorado. Luego regresó la expedición de Vicente
Yáñez Pinzón, también sin haber encontrado rastro de las riquezas señaladas por Marco Polo.

En agosto Cabral llegó a Calicut, donde las relaciones con el príncipe no tardaron en degenerar, tanto por las intrigas de
los comerciantes árabes como por la total falta de tacto del portugués. Pero lo bueno de tener enemigos es que eso te hace
amigo de sus enemigos, y así Cabral se alió con el rajá de Cochin, vecino y enemigo de Calicut. Emprendió el viaje de
regreso con la promesa de esta alianza y con un valioso cargamento de especias.

Por las mismas fechas que Cabral llegó a la India, llegaba a La Española el juez pesquisidor Francisco de Bobadilla. Nada
más desembarcar, sin apenas dejarlos hablar, hizo encarcelar a Cristóbal, Bartolomé y Diego Colón, junto con algunos de
sus hombres de confianza. A primeros de octubre los envió encadenados a la metrópoli para que fueran juzgados allí. Los
reyes desposeyeron a Crsitóbal de sus títulos de virrey y gobernador, pero le conservaron el de almirante de la Mar
Océana. De este modo, mantenían algunos de los privilegios que le habían concedido en las capitulaciones de Santa Fe,
pero le quitaban todo poder jurisdiccional sobre las Indias.

Ese mismo año zarpó una nueva expedición castellana, capitaneada por el sevillano Rodrigo de Bastidas, en la que
participó también Juan de la Cosa. Se dirigieron a la costa de Venezuela y prosiguieron la exploración hacia el oeste.

LA EDAD MODERNA
Mientras que la caída del Imperio Romano de Occidente simboliza a la perfección el tránsito de la Edad Antigua a la
Edad Media, no es tan fácil elegir un acontecimiento que sirva como referencia del tránsito de la Edad Media a la Edad
Moderna. Los más populares son la caída de Constantinopla, que puede ser considerada como la caída del Imperio
Romano de Oriente, y el descubrimiento de América, pero, simbolismos aparte, es razonable considerar que la Edad
Media termina en el siglo XV: Europa era esencialmente medieval a principios del siglo XV y era esencialmente moderna
a finales del siglo XV. Y aun dándonos este amplio margen, no está de más insistir en que se trata de un tránsito tan
gradual que hay que tener presente que muchos aspectos modernos están ya presentes en los últimos siglos medievales,
al igual que algunos aspectos medievales pervivirán en los siglos modernos. Por otro lado, también hemos de señalar que
esta evolución no se produjo al mismo ritmo en todos los países, sino que en cada momento hubo países más modernos
y países más medievales en unos u otros aspectos.

En el plano político, el paso a la Edad Moderna se caracteriza por la formación de grandes estados centralizados. Según
hemos visto, en la Alta Edad Media Europa era un mosaico de pequeños territorios, sometidos únicamente a la autoridad
del señor feudal de turno. Estos territorios se organizaban en una estructura feudal piramidal que culminaba en el rey,
pero la autoridad de éste era muy limitada, y no iba más allá de dirigir una rudimentaria política exterior (que consistía
esencialmente en reunir a sus caballeros para guerrear contra el reino vecino, o contra los musulmanes, o contra algún
vasallo especialmente rebelde, etc.). Además, los reyes consideraban sus dominios como una propiedad personal que
podían repartir entre sus hijos, que luego trataban de recomponerlos para volver a repartirlos, en un proceso bastante
traumático. A lo largo de la Edad Media esto había ido cambiando. La autoridad de los reyes había ido creciendo a la vez
que surgía el concepto de estado indivisible, cohesionado por el sentimiento nacional de sus habitantes. Para acrecentar
su autoridad, los reyes se valieron de los conflictos de intereses entre la nobleza, la burguesía y el clero, apoyándose en
uno u otro estamento según las circunstancias, pero éstos también obtenían contrapartidas por su apoyo a la monarquía.
Estos procesos se canalizaron a través de parlamentos que conferían legitimidad y autoridad a los reyes a la vez que las
limitaban. El siglo XV contempló la última etapa de esta evolución que terminó de consolidar monarquías más o menos
tambaleantes.
 En Portugal reinaba Manuel I el Afortunado, que recibió este sobrenombre por la prosperidad que vivió su reino
tras entrar en contacto con la India. En realidad Portugal ya era muy próspero desde que monopolizó la exploración
(y explotación) de la costa africana. En 1500 murió Miguel, el hijo de dos años que había tenido con la ya difunta
Isabel, la heredera de los Reyes Católicos. En principio, esto ponía fin a las esperanzas de Manuel I de que la casa
de Avís recibiera en herencia los reinos de Castilla y Aragón, pero el monarca no se rindió y ese mismo año contrajo
segundas nupcias con su cuñada María, que acababa de cumplir los dieciocho años. Aunque la heredera de las
coronas castellana y aragonesa pasaba a ser indiscutiblemente su hermana Juana, casada con el duque Felipe de
Borgoña, si ésta muriera prematuramente, los derechos sucesorios recaerían de nuevo en la casa real portuguesa.
 La monarquía castellana se había consolidado bajo la férrea mano de la reina Isabel I, cuyo régimen rozaba un
absolutismo que, para esta época, puede considerarse inusitadamente moderno.
 Lo mismo sucedía en Aragón, donde el rey Fernando II había sabido aprovechar muy bien su matrimonio con
Isabel I para reafirmar el poder real, tan mermado en tiempos de su padre. Además, el apoyo castellano le permitió
consolidar la presencia aragonesa en el Mediterráneo, interviniendo en la política napolitana, en el norte de África
e incluso en el Mediterráneo oriental.
 El pequeño reino de Navarra, en cambio, se debatía traumáticamente entre la influencia castellana, aragonesa y
francesa. El rey actual, Juan III, representaba los intereses franceses.
 La monarquía francesa estaba consolidada desde el final de la guerra de los Cien Años. El matrimonio sucesivo de
los reyes Carlos VIII y Luis XII con la duquesa de Bretaña había acabado con el último resto de independencia
feudal y, tras haber desmantelado el ducado de Borgoña, Francia se había lanzado contra Italia. Luis XII se había
apoderado del ducado de Milán y ahora amenazaba el reino de Nápoles.
 Ludovico Sforza, el derrocado duque de Milán, logró recuperar su estado con ayuda de los suizos, pero en abril fue
capturado en Novara por el condotiero Trivulzio el Grande y luego fue llevado prisionero a Francia.
 La monarquía Inglesa se había consolidado con el advenimiento de la dinastía Tudor, tras la guerra de las dos
Rosas. El rey Enrique VII había tenido que hacer frente a varias conjuraciones apoyadas desde el exterior, pero
finalmente se había ganado el respeto de sus súbditos mediante una buena gestión y una modélica cooperación con
el Parlamento. Irlanda era teóricamente parte de Inglaterra, pero en la práctica esto sólo se traducía en que algunas
de las familias dominantes en la isla tenían ascendencia inglesa y se mostraban más o menos leales a la Corona.
 Escocia era un país más rural y atrasado que su vecina Inglaterra. Esto lo hacía también más apacible, por lo que
la dinastía de los Estuardo gobernaba con relativa tranquilidad. A lo sumo, algunos de sus miembros habían tenido
dificultades para desembarazarse de regentes molestos, pero poco más. Bajo Jacobo IV la situación era
particularmente tranquila, ya que mantenía buenas relaciones con Inglaterra.
 También los países nórdicos, Dinamarca, Noruega y Suecia, estaban algo más atrasados desde el punto de vista
político, pero estaban igualmente lejos de disfrutar de la placidez de Escocia. De momento, permanecían unidos
bajo el rey Juan I, pero las relaciones entre los tres reinos eran tensas: en Suecia el rey tenía muchos detractores,
mientras que en Noruega había enviado como virrey a su hijo Cristián para pacificar el país y enfrentarse a la
Hansa. Esta antigua asociación de comerciantes, si bien ya no era tan poderosa como en sus mejores tiempos,
todavía constituía un serio adversario para los intereses de la monarquía. Juan I creó la primera flota de guerra
danesa.
 En Polonia gobernaba la dinastía Jagellon. Bajo el rey Juan I, las pugnas entre la monarquía y la nobleza estaban
evolucionando hacia un sistema parlamentario moderno, todavía no ultimado.
 Ladislao II, hermano de Juan I, gobernaba en Bohemia y Hungría. Era un monarca débil, que había perdido ante
la nobleza húngara todo el terreno que había ganado Matías Corvino. Tras la caída del Imperio Bizantino y de los
estados balcánicos, recaía ahora sobre Hungría el peso de contener el avance turco. En el frente turco sólo quedaba,
además de Hungría, la Moldavia de Esteban III el Grande, que cada vez tenía más dificultades para mantener bajo
su dominio el acceso al mar Negro.
 Pero, sin duda, el reino más medieval a nivel político era entonces Alemania. El Sacro Imperio Romano había
perdido el norte de Italia, luego el Delfinado y recientemente los cantones suizos, que oficialmente seguían
integrados en el Imperio, pero esto no se traducía en nada práctico. La nobleza alemana se había resignado a ello
y empezaba a hablar, extraoficialmente, del Sacro Imperio Romano Germánico, que era una forma de despreciar
las pérdidas territoriales identificando al Imperio con el reino alemán. La unidad política era una quimera, los
duques repartían sus ducados entre sus hijos como en los viejos tiempos. Algunos habían tratado de imponer por
ley la indivisibilidad de algunos ducados o electorados, pero había sido en vano. (Ese mismo año murió el duque
Alberto de Sajonia, que se había repartido el ducado con su hermano Ernesto quince años atrás. Fue sucedido por
su hijo Jorge el Barbudo.) También fueron vanos los intentos centralizadores del emperador Maximiliano I. La
dieta de Augsburgo suprimió el tributo general que había establecido la dieta de Worms cuatro años atrás, e
instituyó una Junta Imperial con atribuciones legislativas y ejecutivas que chocó contra el propio Maximiliano I.
 Suiza era una singularidad en Europa: un país en el que la burguesía había logrado expulsar a la nobleza y hacerse
reconocer como estado independiente. Para ello los suizos tuvieron que aguzar el ingenio y la disciplina, hasta
formar uno de los mejores y más temidos ejércitos del continente.
 Un caso intermedio eran las ciudades del norte y del centro de Italia. Como Alemania, habían permanecido
disgregadas. Algunas tenían gobiernos aristocráticos, como el ducado de Saboya, o el ducado de Milán (ahora
ocupado por Francia), otras sencillamente eran gobernadas por antiguas familias señoriales, otras formaban
repúblicas en las que nobleza y burguesía se disputaban el predominio, etc. La república de Venecia todavía pasaba
por ser una gran potencia, si bien estaba en decadencia a causa de los turcos. Génova había perdido su poderío
comercial, pero contaba con los banqueros más influyentes de Europa. Florencia, algo resentida por la dictadura
de Savonarola, era el centro de la región más próspera de la zona.
 Más singular aún era el caso de los Estados Pontificios. A lo largo de la Edad Media, el Papado había pasado de
ser una de las instituciones más poderosas de Europa a verse hostigado por la nobleza romana. Alejandro VI estaba
llevándolo a un término medio: el Papa era aceptado como árbitro en numerosas cuestiones internacionales, si bien
no podía ni soñar con las pretensiones de sus antecesores de imponer su voluntad a reyes y emperadores. Por otra
parte, dentro de los Estados Pontificios, se estaba convirtiendo en un monarca fuerte en el sentido moderno.
Además, su contacto directo con Dios le permitía adoptar actitudes absolutistas mucho más fácilmente que a sus
colegas laicos. Los intentos de convertir al colegio cardenalicio en una especie de parlamento que controlara el
poder papal habían fracasado. Se había llegado a tal punto que el Papa no necesitaba comprar a los cardenales, sino
que más bien los vendía. Ese año Alejandro VI nombró doce cardenales, que le pagaron 120.000 ducados por sus
capelos. Les era rentable, pues, una vez investidos, controlarían numerosas rentas eclesiásticas que les
proporcionarían sumas mucho mayores. Los mercaderes habían vuelto a entrar en el templo y no había nadie para
echarlos a latigazos. Ese año fue particularmente lucrativo para las arcas pontificias, ya que era año jubilar, y Roma
se llenaba de peregrinos dispuestos a pagar grandes sumas a cambio del perdón de sus pecados. Claro que, también
decía un dicho de la época: Roma veduta, fede perduta (Vista Roma, adiós a la fe).

El dinero recaudado por el Papa por la investidura de los cardenales lo dedicó a financiar las campañas militares
de su hijo César, que contaba a su vez con el apoyo del rey Luis XII de Francia. Esto lo enfrentaba a su cuñado, el
duque Alfonso de Biseglia, pues era pariente del rey Federico I de Nápoles, cuyo reino pretendía Luis XII. César
era bastante irreverente con el duque y las relaciones entre ellos iban de mal en peor. Un día de julio, Alfonso fue
atacado por unos asesinos, que lo dejaron malherido en las gradas de San Pedro. Convencido de que había sido
obra de César, en agosto, aún convaleciente del atentado, Alfonso disparó una flecha contra César mientras éste
paseaba descuidado por los jardines del Vaticano. Inmediatamente, los criados de César entraron en las
habitaciones del duque y lo degollaron allí mismo. Ese año César conquistó las ciudades de Faenza, Rímini y
Pésaro.
 El rey Federico I de Nápoles había aceptado pagar un tributo a Luis XII, así como cederle varias plazas, pero el
rey francés no renunciaba a su pretensión de conquistar su reino. No podía recurrir a Fernando el Católico,
tradicional aliado de la monarquía napolitana, pues éste había firmado ahora una alianza con el rey francés. En
vista de ello, Federico I había optado por pedir ayuda al sultán otomano Bayaceto II, que estaba en guerra contra
los venecianos y éstos eran aliados de Luis XII. Esta irresponsabilidad dio pie a que, el 11 de noviembre, Luis XII
y Fernando el Católico firmaran en secreto el tratado de Granada, por el que se repartían el reino de Federico I.
Fernando el Católico se quedaría con Apulia y Calabria, con el título de duque de Calabria, y Luis XII se quedaría
con el resto del reino, con el título de rey de Sicilia Peninsular. El proyecto fue comunicado al Papa Alejandro VI,
que dio su aprobación. Federico I no tuvo noticia de este acuerdo hasta que vio aparecer el ejército de Gonzalo
Fernández de Córdoba.

Pero los cambios más espectaculares por los que podemos considerar terminada la Edad Media son los de índole social,
económica y cultural. En el plano social, el cambio más significativo había sido la emancipación de la burguesía urbana,
que había ido adquiriendo un peso político equiparable al de la nobleza y el clero. A comienzos de la Edad Media, Europa
no contaba más que con una rudimentaria economía agrícola de subsistencia, mientras que ahora florecían la industria y
el comercio. Se manufacturaba toda clase de artículos, los bancos proporcionaban servicios financieros modernos:
préstamos, seguros, letras de cambio, etc., las rutas comerciales recorrían Europa y la conectaban con el lejano Oriente
por mediación de los musulmanes.

El clero había realizado una tarea valiosísima al conservar los restos de la cultura clásica y, llegado un punto, al tratar de
revivirla, pero fueron los renacentistas italianos, en su gran mayoría burgueses, movidos al principio por una especie de
nacionalismo deseoso de desempolvar las viejas glorias de Italia, los que multiplicaron ese afán de recuperar la cultura.
Ciertamente, muchos sectores de la nobleza y el clero se sumaron al empeño, pero fue la participación de la burguesía la
que permitió que el renacimiento no se redujera a un movimiento elitista reservado a unos pocos privilegiados, sino que
arraigara hondamente en la sociedad y se extendiera desde Italia hasta el resto de Europa. Naturalmente, estamos hablando
en términos relativos: gran parte de la población europea era y seguiría siendo inculta durante siglos.

El movimiento renacentista italiano se encuentra, pues, a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna. Si su primer
siglo, el llamado cuatrocento, se considera medieval, su segundo siglo, que ahora iba a dar comienzo, el cinquecento, es
moderno. En realidad, si entendíeramos el término "renacimiento" en sentido literal, tendríamos que darlo por concluido,
pues la cultura clásica ya había renacido. Europa ya había recuperado el saber clásico y estaba preparada para superarlo.

Por ejemplo, los antiguos conocían bien la forma de resolver una ecuación algebraica de segundo grado, es decir, una
ecuación que en notación moderna se expresa en la forma ax2+bx+c =0, donde x es la incógnita y a, b, c son números
cualesquiera. La solución se expresa en términos de la raíz cuadrada del discriminante b2-4ac. Ahora, el matemático
italiano Scipione dal Ferro encontraba la forma de resolver en términos de raíces una ecuación de tercer grado de la
forma ax3+bx+c =0. No obstante, sólo en su lecho de muerte reveló su método a uno de sus alumnos, llamado Fior.

Nicolás Copérnico había acudido a Roma con motivo del jubileo. Allí enseñó astronomía y frecuentó la curia vaticana.

La aparición de la imprenta había acelerado drásticamente el proceso de difusión del saber. El editor y humanista Aldo
Manuzio empezó a publicar libros pequeños, más baratos, el equivalente a lo que hoy llamamos ediciones de bolsillo. El
primer libro de esta serie fue un libro de poemas de Virgilio, al cual le siguieron muchos otros.

Mientras tanto se publicaba en Castilla la segunda edición de la Comedia de Calisto y Melibea, que pronto fue conocida
comúnmente como La Celestina. La primera edición era del año anterior, y en unos versos acrósticos se dice que fue
"acabada" por el bachiller Fernando de Rojas. En esta segunda edición se añadía una epístola "del autor", en la que
explica que halló el primer acto manuscrito y anónimo y lo continuó con quince más. La obra está escrita en forma de
diálogo, como una obra de teatro, pero sin que en ningún momento se haga indicación alguna a decorados o movimientos
de los personajes. Trata sobre un joven rico y hermoso, llamado Calisto, que, al ser rechazado por su amada Melibea
recurre a la mediación de una alcahueta llamada Celestina y de diversos criados. Al final Calisto muere en un accidente
y Melibea se suicida. Su argumento, cotidiano y realista, muy bien planteado y desarrollado, hizo muy popular a la obra,
que pronto fue traducida al italiano, al alemán, al francés, al inglés y al latín.

Alberto Durero puede considerarse el primer pintor renacentista alemán. Ese año pintó el más famoso de sus autorretratos,
en el que se muestra de frente en una actitud serena y majestuosa.

El progreso cultural se produjo a la par del progreso técnico. Además de numerosas mejoras e innovaciones en los
procesos de producción, hemos de contar la invención de la imprenta, que ya hemos destacado; la aparición de los cañones
y otras armas de fuego, que revolucionaron el arte de la guerra, devolviendo la primacía al cálculo y la estrategia frente a
la fuerza bruta; o las innovaciones en la navegación, que posibilitaron los grandes viajes oceánicos, cuyas repercusiones
no tardarían en imprimir su sello en la política, la economía y la sociedad de la nueva era.
Entre los inventos más recientes se encontraban los relojes portátiles. Los primeros relojes mecánicos tenían más de cien
años, si bien eran muy voluminosos y de escasa precisión, pero hacía unas décadas que unos relojeros de Nuremberg
habían tenido la idea de sustituir las pesas por un muelle para producir el movimiento de la maquinaria, lo que permitió
reducir su tamaño hasta convertirlos en portátiles. Se dice que Ludovico Sforza, el duque de Milán, llevaba desde hacía
veinte años un reloj en lugar de uno de los botones de su traje. El arzobispo de Colonia también exhibia muy orgulloso
uno en el pomo de su báculo.

Por último, el fin de la Edad Media también se corresponde con cambios trascendentales en materia de religión. Durante
la Edad Media el paganismo fue erradicado de Europa (a menudo erradicando a los paganos) y sustituido por una de las
dos versiones oficiales del cristianismo: la católica o la ortodoxa. Esto fue un hecho fundamental para la difusión de la
cultura y el progreso. El Papado había mantenido dos grandes disputas: una sobre la primacía del Papa sobre el Patriarca
de Constantinopla y otra sobre la primacía del Papa sobre los reyes y emperadores de la cristiandad. La caída de
Constantinopla había liquidado la primera cuestión. No es que la religión ortodoxa se extinguiera, ni mucho menos
(Grecia no se islamizó y los Balcanes sólo en parte), pero dejó de tener relevancia política, salvo en Rusia. Respecto a la
segunda, el Papado había perdido rotundamente: no sólo no logró someter la política a la religión, sino que la religión se
sometió a la política. Alejandro VI era esencialmente un estadista que usaba su dignidad papal como un recurso más para
llevar adelante sus proyectos políticos y para ocupar un lugar privilegiado en la política internacional.

En Francia e Inglaterra habían triunfado respectivamente el galicanismo y el anglicanismo, que defendían el derecho del
rey a regular los asuntos religiosos del país. En principio esto no suponía ninguna discrepancia en cuanto al dogma (salvo,
a lo sumo, en lo referente a las atribuciones del Papa), mientras que en Bohemia los husitas habían llegado incluso a
imponer algunas variantes respecto del catolicismo oficial. Los Reyes Católicos, a pesar de su engañoso nombre, no
habían dudado en chantajear al Papa Sixto IV sacando a la luz sus trapos sucios cuando éste pretendió negarles su derecho
a nombrar obispos.

Sin duda, hay que interpretar en clave política (que no es sinónimo de acertada) las expulsiones masivas de judíos
producidas en Castilla, Aragón, Portugal y Nápoles en la última década. Parte de ellos había pasado a África y desde allí
se fueron desplazando hacia el Imperio Otomano, en busca de civilización. Los que habían pasado a Nápoles pasarona su
vez a los Balcanes y terminaron reuniéndose con el otro grupo. Estos judíos procedentes de la península Ibérica subsisten
en la actualidad y se llaman sefardíes. Originariamente hablaban castellano, catalán o portugués, pero finalmente el
castellano se impuso entre ellos, excepto en algunos grupos emigrados a los Países Bajos y otros puntos de
Europa, que conservaron el portugués, aunque finalmente lo sustituyeron por la lengua local. Por el contrario, la mayoría
de los sefardíes actuales continúa hablando una mezcla entre el castellano del siglo XV, el hebreo y numerosas intrusiones
de otras lenguas. Con la expulsión de los sefardíes adquirieron mayor importancia las comunidades judías de Alemania
y Polonia. Son los llamados askenazíes, que hablaban una mezcla entre hebreo y alemán, más alemana que hebrea.

Los sefardíes fueron expulsados porque no estaban sometidos al control de la Iglesia, en especial al de la Santa Inquisición.
Otro tanto sucedía con los musulmanes de Granada, y por ello estaban siendo forzados a convertirse al cristianismo. Estos
moros conversos eran llamados moriscos, y es fácil adivinar que no eran muy devotos. Habían sido expulsados de las
ciudades y vivían en el campo, dedicados a la agricultura, la artesanía o al comercio en pequeña escala. Acosados por el
Santo Oficio y por los abusos de los señores, ese año estalló una revuelta, que fue duramente sofocada, y no sería la única.

La evidente corrupción de la Iglesia, que afectaba desde los capellanes más miserables hasta al mismo Papa, había sido
objeto de denuncia por diferentes sectores de la cristiandad, desde los creyentes más humildes hasta teólogos eruditos.
Casi todos habían sido declarados herejes y masacrados convenientemente, pero las denuncias seguían proliferando.
El best seller del año fue la primera edición de Adagiorum collectanea, de Erasmo de Rotterdam. (En las dos décadas
siguientes se imprimirían treinta y cuatro mil ejemplares, lo que es especialmente admirable para un texto en latín.) Es
una colección de dichos comentados en la que se hallan frases mordaces como éstas:

Los griegos decían que Andóclides fue grande porque en su tiempo había confusión; los teólogos producen la confusión
para hacerse ellos grandes.
El Evangelio dice que los sacerdotes devoran los dineros que ha conseguido reunir el pueblo con su trabajo; pero los
hallan tan difíciles de digerir que tienen que hacerlos pasar con vino bueno.

Europa seguía siendo, sin duda, incondicionalmente cristiana, pero esto no estaba reñido con la presencia de un cierto
recelo hacia la Iglesia Católica que muchos individuos albergaban en mayor o menor grado, y con mayor o menor
consistencia. Quizá podríamos comparar la religiosidad "moderna" con el patriotismo contemporáneo: hoy en día hay
individuos más patriotas y menos patriotas, individuos que pueden sentirse muy orgullosos de su patria en determinadas
conmemoraciones o en eventos deportivos y, a la vez, maldecir a su gobierno, censurar pasajes de su historia o evadir
impuestos si lo estiman oportuno.

No debería hacer falta aclarar que la división entre Edad Antigua, Edad Media y Edad Moderna sólo se aplica con
propiedad a la Europa cristiana, pues sólo en ella se produjeron los cambios que aquí hemos resumido y que dan sentido
a estos términos. Forzando la comparación, tendríamos que decir que el mundo islámico se estancó en una mezcla entre
la Edad Antigua y la Edad Media. Sus regímenes políticos fueron despóticos desde el primer momento y nunca cambiaron:
la burguesía nunca tuvo poder político, no surgieron parlamentos, ni se limitó de ningún modo la autoridad de los califas,
emires o sultanes. Por ejemplo, el derecho en el Imperio Otomano partía de la base de que todos los súbditos eran esclavos
del sultán. No faltaron buenos gobernantes que trajeron la prosperidad a sus pueblos, pero la ausencia de mecanismos que
garantizaran la estabilidad provocaba que las glorias fueran efímeras y las penas duraderas.

En Europa, la riqueza se repartía fundamentalmente entre amplios sectores de la nobleza, la alta burguesía y el clero que,
si bien constituían un pequeño porcentaje de la población total, eran mucho más numerosos y activos que su equivalente
musulmán, reducido a una pequeña oligarquía. Por ello en Europa proliferaban las universidades y las innovaciones
técnicas y artísticas, mientras que en el mundo islámico la cultura se extinguía. Mientras Europa era crítica con su religión,
el mundo musulman era tan reverente con la suya como siempre lo había sido. Por cada irreverente hacia la Iglesia que
generaba Europa, el islam generaba cien fanáticos. El islam, desde sus mismos orígenes, fue la herramienta perfecta con
que las autoridades musulmanas supieron mantener sumiso a su pueblo, pero esa sumisión se consiguió al precio del
estancamiento: cuando llegó el momento en que ya no era posible progresar con el esfuerzo de grandes intelectuales
aislados, sino que se requería el esfuerzo conjunto de miles de personas preparadas para aportar cada una su pequeño
grano de arena, su impulso, sus proyectos, sus ideas, sus experiencias, Europa tenía esas personas, pero el islam no. Esto
no significa que el islam fuera débil, pues el fanatismo extremo de los jenízaros otomanos era una fuerza brutal. Si el
islam había sido expulsado de Europa Occidental, no es menos cierto que había penetrado con fuerza en Europa Oriental,
sumiendo a Grecia y los Balcanes en lo que se ha llamado la noche turca, y nada garantizaba que esa noche no acabara
envolviendo a toda Europa, condenándola a la Edad Media perpetua que ha vivido desde esta época el islam.
Tras el Imperio Otomano, la otra potencia musulmana de la época era el Egipto de los mamelucos, que seguía
dominando la costa mediterránea desde Libia hasta Siria. El Imperio Mongol estaba fragmentado y débil, al igual
que lo que había sido el imperio de Timur Lang, o el sultanato de Delhi. El reino de Tremecén sólo controlaba las
inmediaciones de su capital. El territorio entre Tremecén y Túnez también estaba dividido en pequeños principados. En
la península arábiga el único reino poderoso era Yemen, que controlaba la costa del mar rojo y con ella buena parte del
comercio con Occidente.

Mientras el futuro de la Europa el Este quedaba herido de muerte bajo la noche turca, en Rusia sucedía justo lo contrario:
ya estaba prácticamente libre de lo que los rusos llamaban el yugo mongol. Rusia se resentiría de dicho yugo durante el
resto de su historia, pero el vasallaje de Moscú a la Horda de Oro ya era meramente nominal. Afortunadamente, los rusos
no se habían islamizado, sino que se habían aferrado al cristianismo ortodoxo, y esto permitió a Iván III el Grande, el
gran príncipe de Moscú, aproximarse a Europa y tratar de recuperar lo más rápidamente posible el tiempo perdido. Se
esforzó por por dar a conocer su estado a los soberanos europeos, invitó a su corte a artistas italianos y, en suma, hizo del
estado moscovita un estado moderno, centralizado, al estilo europeo, quizá más absolutista de lo que le hubiera convenido
y de lo que hubiera sido si su historia hubiera podido transcurrir por el mismo rumbo que la de sus vecinos occidentales.

La China de los Ming se encontraba en un término medio entre Europa y el mundo musulmán. Su progreso científico
también se había estancado, pero su cultura y su estructura social eran bastante más sólidas y avanzadas que las
musulmanas. Contaba con un eficiente cuerpo de funcionarios cultos que, en cierto modo, sustituía a la burguesía europea.
Además, el pueblo chino distaba mucho de tener la docilidad musulmana, y no dudaba en suscitar revueltas cuando el
gobierno no satisfacía sus necesidades. Tampoco faltaba el sentido crítico entre los escritores: una novela popular en la
época, Shuihu zhuan (Al borde del agua) describe las costumbres disolutas de los mandarines y defiende a los bandidos.

El estancamiento científico de China no se debía tanto a la falta de intelectuales como al academicismo: cuando se
considera que los conocimientos forman un cuerpo cerrado, perfectamente organizado, que se enseña como corresponde
y se aprende como corresponde, es muy difícil que surjan innovaciones, pues éstas no caben en el sistema, sino que más
bien lo trastocan, y por ello son rechazadas. En Europa sucedía algo similar con la filosofía escolástica, totalmente
sistematizada por las universidades. Había asimilado a su manera toda la ciencia aristotélica, y era más fácil convencer a
un profesor universitario de que el cielo era verde antes que de la conveniencia de modificar una sola palabra de un libro
si estaba avalada por el estagirita.

Volviendo a China, hacía unas décadas que había empezado a enviar grandes expediciones navales a la India y a África,
pero éstas cesaron repentinamente. No se sabe la causa a ciencia cierta: tal vez fueran demasiado costosas para el Estado,
o también es posible que China decidiera que no quería saber nada del exterior. Hasta entonces, lo único que había llegado
a China del exterior eran bárbaros, y mostrarse al mundo era una forma de atraer bárbaros.

Entre los bárbaros del exterior bien podían contar a los japoneses. Habían tratado de imitar el modelo de gobierno chino
y de asimilar su cultura, pero ahora Japón era un campo de batalla en el que algo más de un centenar de señores combatían
entre sí con la ayuda de bandas de campesinos-guerreros que no respetaban las caballerosas reglas de los samurai. La
corte, ociosa y arruinada, se había desentendido de la situación.

Del resto del mundo, poco hay que decir: las culturas que habían superado el neolítico no eran muy diferentes de las que
ya existían tres mil años antes en algunos lugares del planeta. Y la mayoría de las que no conocían aún la moderna
cultura europea no tardarían mucho en tener el gusto (un gusto amargo, como es fácil prever.

EL GRAN CAPITÁN
En 1501, el rey Federico I de Nápoles contempló impotente cómo las tropas francesas, capitaneadas por el rey Luis XII
de Francia y César Borgia, saqueaban Capua y tomaban la capital napolitana, mientras las tropas castellano-aragonesas,
capitaneadas por Gonzalo Fernández de Córdoba, ocupaban Calabria y Tarento, donde fue hecho prisionero Fernando, el
hijo de Federico I, que fue enviado a Aragón. Luis XII hizo así efectivo su título de rey de Nápoles. Federico I trató de
huir, pero finalmente optó por entregarse a Luis XII, que le otorgó en compensación el ducado de Anjou.

Después, César Borgia continuó sus conquistas por Italia Central apropiándose del ducado de Urbino. Su padre, el Papa
Alejandro VI, le concedió el título de duque de Romaña. César se dedicó entonces a organizar su ducado. Creó una
administración centralizada y empezó a reparar los daños sufridos por sus ataques en ciudades y fortalezas. Como
arquitecto general al frente de esta reconstrucción, contrató a Leonardo da Vinci.

Ese año los Reyes Católicos casaron a su hija Catalina con Arturo, el príncipe de Gales, hijo del rey Enrique VII de
Inglaterra. Por su parte, el emperador Maximiliano I casó a su hija Margarita con el duque Filiberto II de Saboya.

Tras su estancia en Roma el año anterior, Nicolás Copérnico continuaba en Bolonia sus estudios de derecho canónico,
además de los de griego, matemáticas y astronomía, que estudiaba por su cuenta. Sin embargo, ese año le escribió su tío
Ukazs, el obispo de Ermeland, anunciándole que había obtenido para él una canonjía en la catedral
de Frauenburg. Copérnico quería continuar con sus estudios de astronomía, así que, apenas hubo tomado posesión de su
cargo, pidió permiso a su tío para volver a Bolonia a terminar sus estudios de derecho canónico. El obispo le objetó que,
una vez conseguida la canonjía, ya no necesitaba tales estudios, y Copérnico no encontró más opción que sugerir a su tío
la posibilidad de estudiar medicina en Padua. En efecto, la idea de que la catedral contara con un "físico" (que pudiera en
un futuro atender al obispo y a los demás religiosos de la catedral) fue bien recibida, y Copérnico obtuvo una ayuda
económica para estudiar medicina. Naturalmente, entre las asignaturas de medicina que cursó en Padua se encontraba la
astronomía. (La elaboración de horóscopos y cartas astrales era un método de diagnóstico utilizado por los mejores físicos
de la época.)

Miguel Ángel había dejado Roma para regresar a Florencia, y allí recibió un encargo del arzobispo de Siena, el cardenal
Francesco Piccolomini, que le pedía varias estatuas en mármol para el llamado altar Piccolomini, de la catedral de Siena.

Ese año murió el rey Juan I de Polonia, que fue sucedido por su hermano Alejandro, el gran duque de Lituania,
ahora Alejandro I de Polonia. El gran ducado de Lituania pasó a Segismundo, el hermano menor del nuevo rey.

El rey Juan I de Dinamerca, Noruega y Suecia fue expulsado de este último reino por los partidarios de Sten Gustafsson,
el cual volvió a ejercer la regencia.

El 21 de julio llegó a Lisboa la expedición capitaneada por Pedro Álvares Cabral. Según sus informes, las especias tan
codiciadas en Occidente no provenían de la India, sino que la India las importaba a su vez de un territorio situado aún
más al este llamado Moluco. Los portugueses se plantearon entonces si, para llegar a puntos tan alejados por el este, no
sería más rápido dirigirse hacia el oeste, como Colón había conjeturado. Tal vez Moluco no estuviera muy lejos de la
"isla" de Brasil, recientemente descubierta por Cabral. Para dilucidar la cuestión, decidieron enviar una nueva expedición
a Brasil, que caía bajo la soberanía portuguesa por el tratado de Tordesillas y, si luego desde allí llegaban a algo interesante
más al oeste... ya se renegociaría el tratado. La expedición quedó al mando de Américo Vespucio, que ya había explorado
Brasil el año anterior, y de João da Nova Castella, que, como su nombre indica, era un castellano que había entrado al
servicio de Portugal. Tras una escala en las islas Cabo Verde, alcanzaron Brasil en agosto. Desde allí navegaron hacia el
sur recorriendo la costa y comprobaron que Brasil no era una isla, sino el extremo de un gran continente que se interponía
entre Europa y las Indias.

Mientras tanto, Gaspar Corte-Real había dirigido una segunda expedición a Terranova. Esta vez fue más allá y
exploró una costa más al oeste, donde capturó a unos indígenas que fueron llevados como esclavos a Portugal en
dos de las naves de la expedición. Esto hizo que la nueva costa fuera conocida como Terra del Laboratore (Tierra de
los Esclavos), que en castellano se ha convertido en Labrador. El barco de Gaspar Corte-Real no regresó.

La expedición de Rodrigo de Bastidas llegó hasta la región llamada Darién. Bastidas acuñó el anodino nombre de Tierra
Firme para referirse a la costa continental situada al sur de las Antillas, desde la isla Margarita hasta Darién. Luego, un
temporal le destrozó varias naves y el resto tuvo que refugiarse en Santo Domingo, donde el gobernador Bobadilla le
abrió un proceso y se quedó con todo el botín que había obtenido en su viaje. En la expedición de Bastidas había
participado un joven de veintiséis años llamado Vasco Núñez de Balboa, que se quedó en La Española al obtener la
concesión de unas tierras. Bastidas, en cambio, regresó a Castilla, donde fue absuelto de las acusaciones de Bobadilla y
recibió una pensión vitalicia. Sus quejas sobre el gobernador se unieron a las de Cristóbal Colón y lograron que los Reyes
Católicos destituyeran a Bobadilla en septiembre. El 3 de noviembre nombraron como sustituto a Nicolás de Ovando.

La Confederación Helvética incorporó los cantones de Basilea y Schaffhausen, con lo que incluía ya a un total de doce
cantones.
En Asia Central irrumpió una horda turca, los uzbekos, acaudillados por Saybani Jan, los cuales expulsaron de
Samarkanda al timurí Zahir al-Din Báber, que se vio obligado a llevar una vida errante enfrentándose con diversa fortuna
a los uzbekos.

En diciembre se casó por tercera vez Lucrecia Borgia, a sus veintiún años. Su nuevo esposo era Alfonso de
Este, primogénito del duque de Ferrara. Recientemente, Lucrecia había tenido un hijo de padre desconocido. Las malas
lenguas dijeron que era hijo de su abuelo, el Papa Alejandro VI.

El 1 de enero de 1502, una expedición portuguesa llegó a una bahía de la costa brasileña que fue tomada por la
desembocadura de un río, al que llamaron Rio de Janeiro (Río de Enero), aunque lo cierto es que no había tal río.

Tras muchas dificultades, Alonso de Ojeda se asoció con dos mercaderes sevillanos, Juan de Vergara y García de
Ocampo, para equipar cuatro barcos con los que hacer efectiva la concesión que los Reyes Católicos le habían hecho el
año anterior. Con ellos zarpó del puerto de Cádiz a principios de año.

Nicolás de Ovando llegó a La Española con la misión de implantar la autoridad real sobre las distintas facciones que se
habían generado en la isla durante el gobierno de Colón, fomentar la producción para que La Española se bastase a sí
misma y ayudar al establecimiento de la Iglesia y la difusión de la fe cristiana. Francisco de Bobadilla embarcó rumbo a
Castilla, pero murió al naufragar su barco.

Ovando trató con mano dura tanto a los europeos levantiscos como a los indios que protestaban contra el trato que recibían
de los recién llegados. Introdujo el régimen de encomienda de indios, en virtud del cual los indios, como súbditos
castellanos, eran encomendados a un castellano (el encomendero) que cobraba de ellos los impuestos que, como
castellanos, debían a la Corona (y que los indios pagaban normalmente en forma de trabajo) y, en lugar de transferir estos
impuestos (o los rendimientos derivados de ellos) a la Corona, el encomendero se comprometía a instruir y evangelizar a
sus encomendados. Técnicamente, el encomendero no era dueño del indio o de sus tierras (salvo que recibiera las tierras
por otro tipo de concesión), sino únicamente de su trabajo, sutileza que permitía a algunos eruditos distinguir la
encomienda de la esclavitud. Los encomendados trabajaban las tierras y extraían oro de las minas, principalmente.
Ovando llegó a La Española acompañado de Juan Ponce de León, de cuarenta y dos años, que en su juventud había sido
paje del que luego sería el rey Fernando el Católico y había participado en la guerra de Granada. También le acompañaban
varios jóvenes que buscaban fortuna. Entre ellos se encontraba Bartolomé de Las Casas, de veintiocho años, hijo de un
modesto mercader que había participado en el segundo viaje de Colón. Había estudiado latín y humanidades. En
cambio, Francisco Pizarro, a sus veinticuatro años, ni siquiera sabía leer y escribir, aunque eso no le había impedido
guerrear con éxito en Italia. Era hijo bastardo de un capitán castellano. También iba a acompañarlos un joven de
diecinueve años, de familia noble, aunque no rica, que había estudiado latín, gramática y leyes en Salamanca, aunque no
había llegado a graduarse. Se llamaba Hernán Cortés, pero un accidente acaecido a raíz de un problema de los que
vestían faldas le impidió embarcar.

Cada vez había más evidencias de que los territorios descubiertos en Occidente no eran las Indias, pero el Almirante de
la Mar Océana se dispuso a emprender una cuarta expedición que confirmaría definitivamente lo contrario. Zarpó el 9 de
mayo, con rumbo a Juana (Cuba), que a juicio de Colón era una provincia lejana de China, y desde allí llegaría a la India.
Más aún, Colón anunció que regresaría a Castilla por Oriente, esto es, dando la vuelta al mundo. En este viaje le
acompañaron su hermano Bartolomé y sus hijos Diego y Hernando, que tenían ya veinticuatro y catorce años,
respectivamente. Su hermano menor, Diego, había ingresado en la carrera eclesiástica y no vovería a embarcarse.

Tocó tierra en dos islas nuevas, a las que llamó Martinica y Santa Lucía, al sur de la Dominica y al norte de San Vicente.
De ellas pasó a Dominica y a San Juan, pero tuvo que pasar de largo por La Española, ya que el gobernador Ovando le
prohibió desembarcar.

Ese mismo mes, las cortes de Toledo juraron lealtad a Juana y su marido, Felipe el Hermoso, como príncipes de Asturias,
es decir, herederos del reino de Castilla.

Mientras tanto, Américo Vespucio y João da Nova, después de haber avanzado desde Brasil hasta latitudes mucho más
meridionales que la del cabo de Buena Esperanza sin que la costa cambiara de sentido, decicieron regresar a Portugal.
Durante el camino de regreso tropezaron con una isla a la que llamaron Santa Elena, situada entre Brasil y la costa
africana, aproximadamente a la mitad de distancia de África que de Brasil. Sus informes convencieron a los portugueses
de que para llegar a las Indias era mejor la ruta oriental. Vasco da Gama partió de nuevo hacia la India al mando de una
flota de veinte navíos. Su misión era desarticular el comercio musulmán en aguas orientales. Cerca de Calicut empezó a
cumplirla. Se conserva el relato de un testigo presencial:

Interceptamos un barco que venía de La Meca con 380 hombres a bordo y muchas mujeres y niños. Aprehendimos 12.000
ducados y además nos hicimos con mercancías valoradas en más de 10.000 ducados. Incendiamos después el buque con
los que a bordo estaban.

Al llegar a Calicut, Vasco da Gama exigió al príncipe que expulsara a todos musulmanes de la ciudad como condición
previa para entablar negociaciones comerciales. El príncipe se negó y los portugueses bombardearon la ciudad y
bloquearon su puerto.

Miguel Corte-Real marchó a Terranova en busca de su hermano desaparecido, pero tampoco regresó.

Un violento huracán destruyó la ciudad de Santo Domingo, y el 5 de agosto Nicolás de Ovando ordenó su reconstrucción
en un lugar cercano (su emplazamiento actual). Fue la primera ciudad edificada siguiendo un esquema cuadriculado o de
tablero de ajedrez.

Rechazado en La Española, Colón bordeó la costa meridional de Cuba y luego tomó rumbo sur. El 14 de agosto tocó
tierra en una costa que fue llamada Honduras, al parecer por deformación de una palabra maya que significa "lleno
de agua". Desde allí siguió la costa hacia el sur, buscando un paso que le permitiera llegar a la India. El 12 de
septiembre dobló el cabo que llamó Gracias a Dios. Desde allí la costa descendía hacia el sur, pero el 18 de octubre llegó
a un punto en que giraba hacia el sureste. Finalmente, en la región que llamó Veragua se orientaba definitivamente hacia
el este. Allí fundó la ciudad de Santa María de Belén.

Las cortes de Zaragoza juraron lealtad a Juana y a Felipe el Hermoso como herederos de la Corona de Aragón, con la
salvedad de que si Fernando II tuviera un hijo varón de matrimonio legítimo, quedaba anulado el juramento.
Desde Calicut, Vasco da Gama se dirigió a Cochin, donde impuso las condiciones comerciales que consideró oportunas
y obligó al príncipe a conceder autorización a los portugueses para edificar factorías y fortificaciones militares. Mientras
tanto, el príncipe de Calicut había reunido una poderosa flota, y, al tener noticia de ello, Vasco da Gama consideró que
era buen momento para regresar a Portugal.

Venecia cobró su parte de la alianza que había establecido con Francia y Aragón cuando una flota conjunta de las tres
potencias destrozó la flota del sultán otomano Bayaceto II. Pero las relaciones entre Francia y Aragón no tardaron en
agriarse: el acuerdo pactado entre Luis XII y Fernando el Católico sobre el reparto de Nápoles estipulaba que el primero
se quedaría con la parte norte y el segundo con la parte sur, pero la frontera no quedó bien delimitada, y así Francia y
Aragón entraron en guerra por los territorios centrales. Los franceses obligaron a Gonzalo Fernández de Córdoba a
encerrarse en Barletta, donde se dispuso a resistir a la espera de refuerzos.

Los señores italianos despojados de sus dominios por el duque de Romaña, César Borgia, se aliaron con otros señores
que aún no habían corrido su misma suerte pero podían correrla en cualquier momento. Para hacer frente a esta coalición,
el Papa Alejandro VI necesitaba dinero, pero tuvo la suerte de que muriera el cardenal Ferrari, excepcionalmente avaro
y, en consecuencia, excepcionalmente rico. Alejandro VI confiscó su fortuna y se la cedió a César. En Roma se hizo
célebre un epigrama sobre el difunto cardenal, según el cual "la tierra tenía su cuerpo y el Papa sus dineros, pero el
infierno poseía su alma". Las malas lenguas dijeron que había muerto envenenado por el Papa. Por otra parte, César
Borgia propuso una alianza a la república de Florencia. Los florentinos le enviaron como embajador al obispo
de Volterra, que fue acompañado por Nicolás Maquiavelo.

El príncipe elector de Brandeburgo Joaquín I se casó con Isabel, hija del rey Juan I de Dinamarca, a la vez que su
hermana Ana se casaba con Federico, hermano de Juan I.

Ese año murió el soberano azteca Ahuitzotl, que fue sucedido por su sobrino Moctezuma II, hijo de Axayácatl.

En Inglaterra murió Arturo, el príncipe de Gales, con lo que el heredero de la corona inglesa pasó a ser su
hermano Enrique.
También murió el padre de Alberto Durero, el cual tuvo que hacerse cargo de su madre, inválida y casi ciega. Por esta
época empezó a pintar acuarelas de plantas y animales, detalladas como si fueran láminas de historia natural. Entre ellas
destaca la Liebre.

La Comedia de Calisto y Melibea, pasó a titularse Tragicomedia de Calisto y Melibea a partir de varias ediciones de este
año, que incorporaban cinco actos nuevos, haciendo un total de veintiuno.

El arzobispo de Siena, Francesco Piccolomini, encargó al Pinturicchio la decoración de la librería de la catedral de Siena,
la llamada librería Piccolomini.

En Ardabil, en la orilla occidental del mar Caspio, vivía un líder religioso chiita llamado Haydar, cuyo hijo, de apenas
quince años, llamado Ismaíl, se las arregló para agrupar en torno a él a los discípulos de su padre, así como la unas tribus
turcas llamadas Qizil Bas (cabezas rojas, es decir, con turbante rojo). Gracias a ellas se apoderó de los territorios
dominados por la confederación del Carnero Negro y se proclamó nada menos que sha de Persia. A continuación se lanzó
a darle pleno sentido a este título conquistando Persia.

El kan de Crimea, Mengli Giray, destruyó Saray, la capital de la Horda de Oro, que se fragmentó en innumerables kanatos
sin poder alguno. Esto supuso oficialmente la liberación de los principados rusos, aunque en la práctica disfrutaban ya de
una total independencia desde hacía algunas décadas. Iván III el Grande, el gran príncipe de Moscú, llevaba dos años en
guerra contra Lituania, y en 1503 obtuvo una victoria por la que el rey Alejandro I de Polonia tuvo que entregarle
diecinueve ciudades y setenta territorios.

El rey Jacobo IV de Escocia se casó con Margarita, hija del rey Enrique VII de Inglaterra.

Nicolás Copérnico marchó a la universidad de Ferrara, donde obtuvo su doctorado en derecho canónico. Pasó unos meses
más en Ferrara y luego volvió a Padua a proseguir sus estudios en medicina y astronomía.

Un joven de veintinueve años llamado Ludovico Ariosto terminó sus Carmina en latín y seguía componiendo
sus Rime en italiano. Ese año fue acogido bajo la protección del cardenal Ippolito de Este.
Vasco da Gama, de vuelta en Lisboa, a sus treinta y seis años, se retiró de la navegación. El rey Manuel I envió a Cochin
a Alfonso de Albuquerque, donde construyó un fuerte.

Vasqueanes Corte-Real dirigió una expedición a Terranova en busca de sus dos hermanos desaparecidos, pero no los
encontró y regresó a Portugal. Tras tantos fracasos consecutivos, los portugueses dejaron de interesarse por Terranova.

Alonso de Ojeda había intentado establecer un asentamiento en la costa venezolana, pero el lugar elegido resultó ser una
tierra estéril, faltaban víveres y los tiempos en que los indígenas acogían amablemente a los visitantes ya habían pasado.
Cundió el descontento y sus socios, Ocampo y Vergara, lo hicieron prisionero y lo llevaron a La Española. Allí fue
liberado, regresó a Castilla y allí obtuvo una resolución favorable en el pleito que entabló contra sus ex-socios.

Algo similar le ocurrió a Cristóbal Colón y sus hombres, que tuvieron que abandonar su asentamiento de Santa María de
Belén a causa de la hostilidad de los indígenas. Navegaron hacia Cuba y por el camino se encontraron con las
islas Caimán.

Las cortes de Barcelona juraron lealtad a Juana y Felipe el Hermoso como príncipes de Gerona, con la misma salvedad
impuesta por las cortes de Zaragoza el año anterior. Felipe marchó entonces a Flandes, mientras que Juana se quedó en
Castilla, y allí tuvo en marzo a su cuarto hijo, Fernando.

En abril llegaron los refuerzos que esperaba Gonzalo Fernández de Córdoba. Aun con ellos, se hallaba en inferioridad
numérica respecto a los franceses, así que optó por parapetarse en el pueblo de Ceriñola, situado sobre un cerro y
protegido por un foso, que reforzó con una empalizada. El 23 de abril llegaron los franceses, capitaneados por Luis
d'Aramagnac, el duque de Nemours, al que el rey Luis XII había nombrado virrey de Nápoles. Lucharon frente al pueblo
hasta que el duque se encontró con el foso que le cortaba el paso. Al tratar de rodear el obstáculo fue tomado por sorpresa
por los hombres de Fernández de Córdoba, que obtuvieron una victoria completa. Tanto el duque de Nemours como el
comandante de su infantería murieron en la batalla. El resto del ejército francés tuvo que refugiarse en Gaeta.

En Córcega estalló una revuelta contra el dominio genovés, y Génova envió un ejército bajo el mando del
condotiero Andrea Doria.
El 18 de agosto murió el Papa Alejandro VI. Las circunstancias de su muerte dieron pábulo a los rumores, pues él, su hijo
César y el cardenal Corneto enfermaron tras una cena. Se dijo que el Papa y su hijo habían tratado de envenenar al
cardenal, pero cometieron un error y los tres ingirieron el veneno.

El 22 de septiembre fue elegido Papa el cardenal Francesco Piccolomini. Sobrino del Papa Pío II, decidió adoptar el
nombre de Pío III. Así, durante unas semanas, la Iglesia tuvo otra vez un Papa humanista, pero tenía ya sesenta y cuatro
años y murió el 18 de octubre. El 1 de noviembre fue elegido en su lugar el cardenal Giuliano Della Rovere, que adoptó
el nombre de Julio II.

Otros fallecidos ese año fueron:

 Sten Gustafson, el regente de Suecia. Los suecos se apresuraron a nombrar otro regente, Svante Nilsson, que
combatió al rey Juan I y le impidió tomar el control del país.
 El duque Pedro II de Borbón. Su primogénito había muerto joven, así que el ducado lo heredó su hija Susana, de
doce años.
 Pedro de Médicis, el depuesto duque de Milán, que en sus últimos años había tratado en vano de recuperar su
ducado.
 El duque Jorge de Baviera-Landshut. Su parte del ducado bávaro pasó al príncipe elector Alberto IV, con lo que
Baviera volvió a estar unida.

En diciembre, un ejército francés se dirigía a Gaeta en auxilio de las tropas derrotadas en Ceriñola por Gonzalo Fernández
de Córdoba, sin embargo, éste le cortó el paso atrincherando a sus hombres en el pueblo de Cintura, a la orilla del
río Garigliano. Allí esperó a recibir tres mil hombres de refuerzo, que acudieron bajo el mando de Francisco de
Albiano, y con ellos cruzó el río. Tras varias horas de combate encarnizado, los franceses huyeron también a Gaeta,
aunque no estaban en condiciones de auxiliar a nadie. Sus recientes victorias valieron a Gonzalo Fernández de Córdoba
el sobrenombre de Gran Capitán. El 3 de enero de 1504 entró en Gaeta e hizo proclamar al rey Fernando II de Aragón
como rey de Nápoles. Así tuvo que reconocerlo el rey Luis XII de Francia en el tratado de Lyon, firmado el 31 de
marzo. Ese mismo año murio Federico I, el rey que Luis XII y Fernando II habían destronado. Su hijo Fernando recibió
el título de duque de Calabria.

A partir de ese momento, el rey Fernando II de Aragón adoptó una actitud hostil y recelosa contra Gonzalo Fernández de
Córdoba. A menudo se ha atribuido esto a la mera envidia, pero el rey Católico era demasiado buen político para dejarse
guiar por puerilidades. Había un problema de fondo: La Corona de Aragón podía reivindicar razonablemente su derecho
al trono napolitano, pero lo cierto es que Nápoles había sido conquistado por un ejército esencialmente castellano, y ahora
estaba en manos de castellanos. Sin lugar a dudas, el Gran Capitán era un súbdito leal de Fernando el Católico, pero ¿lo
era en calidad de Fernando II de Aragón o como Fernando V de Castilla? Si su esposa Isabel I moría antes que él y su
yerno Felipe el Hermoso era reconocido rey de Castilla, ¿qué ocurriría con Nápoles? Aunque Fernando II no podía
prescindir de los soldados castellanos, se propuso dejar Nápoles en manos de gobernantes aragoneses, lo cual requería
obviamente mucho tacto y discreción.

El primer paso era sacar de Nápoles al Gran Capitán. Para ello le ofreció el título de maestre de la orden de Santiago a
condición de que volviera a Castilla, pero Fernández de Córdoba rehusó y permaneció en Nápoles. Entonces le pidió que
le presentara cuentas detalladas de cómo había gastado los fondos que el Estado le había proporcionado para la campaña
de Nápoles, y el Gran Capitán le envió una lista en la que figuraban partidas tan curiosas como éstas:

 170.000 ducados en poner y renovar campanas, destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas
victorias,
 10.000 ducados en guantes perfumados para preservar las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos,
 100 millones por mi paciencia en escuchar que el rey pedía cuentas a quien le ha regalado un reino.

Éstas son las llamadas "cuentas del Gran Capitán", forma proverbial de referirse, desde entonces, a las cuentas amañadas
más o menos descaradamente.

El inquisidor general de Castilla y Aragón, Diego de Deza, fue nombrado arzobispo de Sevilla.
El Papa Julio II, enemigo de los Borgia, violando las promesas que le había hecho, hizo detener a César Borgia en Ostia
y lo obligó a entregarle todas sus posesiones en la Romaña. En abril, viendo en peligro su seguridad, César decidió huir
a Nápoles, pero Gonzalo Fernández de Córdoba consideró más conveniente mantener buenas relaciones con el Papa que
con un fugitivo, así que, tras llegar a un acuerdo con Julio II, hizo arrestar a César y lo envió a Castilla, donde fue
encarcelado.

Julio II decidió llevar adelante un antiguo proyecto ya propuesto cincuenta años atrás por el Papa Nicolás V, consistente
la demolición de la vieja basílica de San Pedro, del siglo IV y la construcción una nueva en la que Julio II pretendía alzar
su propio sepulcro. El proyecto de San Pedro se lo encargó al arquitecto Bramante, mientras que para el diseño de su
sepulcro llamó a Miguel Ángel. Sin embargo, como la construcción del nuevo San Pedro llevaría su tiempo y era
precipitado empezar ya con el sepulcro, Julio II cambió el encargo de Miguel Ángel y le propuso decorar la bóveda de la
capilla Sixtina. Mientras Bramante se encargaba de diseñar y dirigir la construcción del andamiaje necesario, Miguel
Ángel empezó a estudiar las técnicas de la pintura al fresco, que nunca había practicado hasta entonces.

A sus veintiún años, Rafael se trasladó a Florencia, después de haber pintado el óleo Los desposorios de la
Virgen, considerado la obra cumbre de su periodo de juventud. Ante un monumental templo de fondo, en el que el artista
hace gala de su dominio de la perspectiva, se disponen los personajes en tres planos. La escena recuerda a la Engrega de
las llaves, que Perugino pintó para la capilla Sixtina, pero la supera en el tratamiento de la luz y la naturalidad de los
personajes.

Por esta época, Luca Signorelli terminaba los frescos para la capilla de San Bricio, en la catedral de Orvieto, entre los
que destacan el Anticristo y Las postrimerías. Tras acabar este trabajo, a sus sesenta años, se retiró a Cortona, donde
dirigió un mediocre taller provinciano.

Alberto Durero terminó un grabado en cobre titulado Adán y Eva, diseñada sobre la base de complicados cálculos
geométricos con regla y compás.
En junio, Zahir al-Din Báber pudo abandonar su vida errante al conquistar la ciudad de Kabul, que convirtió en su cuartel
general para hacer frente a los uzbekos.

Erasmo de Rotterdam publicó su Enchiridion, un opúsculo en el que proponía una audaz reforma religiosa, aunque no
tuvo mucho eco. Unos meses después descubrió un manuscrito con las Anotaciones al Nuevo Testamento, de Lorenzo
Valla, en las que se ponía en tela de juicio la versión de la Vulgata. Esto entusiasmó a Erasmo, que durante un tiempo no
pensó en otra cosa que no fuera dedicarse a las letras sagradas.

Su amigo Thomas More mantuvo una agria disputa en el Parlamento con el rey Enrique VII de Inglaterra, lo que lo obligó
a retirarse de la política.

El rey azteca Moctezuma II sufrió una deshonrosa derrota frente a los tlaxcaltecas, el pueblo en el que los aztecas cazaban
tradicionalmente las víctimas que necesitaban para sus sacrificios humanos. Además tuvo que hacer frente a un año de
hambre en su imperio. Mientras tanto Hernán Cortés pudo finalmente viajar a La Española, donde ejerció de escribano.

Ese año murió el rey de Bornu, Alí Gají, que fue sucedido por su hijo Idris. En los años siguientes logró reconquistar
parcialmente lo que había sido el imperio de Kanem.

También murió el duque Filiberto II de Saboya. No dejó descendencia, así que fue sucedido por su hermanastro Carlos
III.

En Moldavia murió el príncipe Esteban III el Grande, que fue sucedido por su hijo Bogdán III.

El año anterior, el navegante Cristóbal Guerra había cruzado el Atlántico una vez más, pero esta vez no regresó.

El que sí que regresó fue Cristóbal Colón, aunque por Occidente, por donde se había marchado, y no por Oriente, por
donde había anunciado que lo haría.
A SUCESIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Cuando el conde de Borgoña, Felipe el Hermoso, tras haber sido reconocido como heredero de las coronas de Castilla y
Aragón, partió de Barcelona hacia Flandes, Fernando el Católico le encargó que visitara al rey Luis XII de Francia para
sellar un tratado de paz que terminara con las tensiones generadas por la guerra de Nápoles. Sin embargo, Felipe decidió
hacer caso omiso de las instrucciones de su suegro y firmar su propio tratado con el francés. En septiembre de 1504, Luis
XII, Felipe el Hermoso y su padre, el emperador Maximiliano I, firmaron el tratado de Blois. En él se preveía el
matrimonio de Carlos, el hijo y heredero de Felipe, que tenía entonces cuatro años, con Claudia, la hija de Luis XII, de
cinco años, los cuales recibirían como dote el reino de Nápoles. Además, a cambio de una suma de dinero, Maximiliano
I reconocía a Luis XII como duque de Milán (territorio que teóricamente formaba parte del Sacro Imperio Romano,
aunque esto sólo tenía importancia ahora que Luis XII necesitaba legitimar su ocupación).

Mientras tanto, Juana, la esposa de Felipe, empezaba a dar muestras de desequilibrio mental, y su madre se vio obligada
a dejarla marchar junto a su marido. Isabel la Católica estipuló en su testamento (sólo para el caso en que Juana se halle
ausente, o no pueda o no quiera gobernar) que Fernando el Católico actuaría como regente hasta la mayoría de edad de
su nieto Carlos. La reina prohibió expresamente que los cargos políticos se encomendaran a personas que no fueran
castellanas de condición. Isabel I murió el 26 de noviembre, a sus cincuenta y tres años. Fernando el Católico se acogió
a las condiciones del testamento y asumió el gobierno de Castilla, mientras trataba de que las cortes reconocieran la
incapacidad de su hija para gobernar. El rey contó con el apoyo de las ciudades, pero una buena parte de la nobleza
castellana, reprimida férreamente en vida de la Católica, vio ahora la posibilidad de recuperar sus antiguas libertades y
apoyó a Felipe el Hermoso como legítimo rey de Castilla.

En enero de 1505 las cortes de Toro aprobaron el testamento de la reina y Fernando el Católico fue reconocido como
regente en ausencia de Juana, en medio de la hostilidad declarada de la nobleza.

Allí mismo, Fernando reunió la llamada Junta de Toro, en la que participaron Américo Vespucio y Vicente Yáñez Pinzón.
Vespucio había combinado los datos obtenidos por él mismo con los de otros exploradores para perfilar un mapa de (la
costa de) las llamadas Indias Occidentales. Era evidente que las costas que habían explorado no tenían nada que ver con
los datos conocidos sobre el Extremo Oriente, tanto a través de los relatos de Marco Polo como de las recientes
exploraciones portuguesas, por lo que el florentino defendía con vehemencia la teoría que Colón se negaba a aceptar: que
las Indias Occidentales no eran las Indias, sino un continente nuevo que se interpone entre Europa y Asia por el oeste. Si
esto era así, tenía que haber otro océano que separara las Indias Occidentales de las Indias Orientales, y sería posible
acceder a éstas rodeando aquéllas, del mismo modo en que los portugueses habían rodeado África.

Más aún, de acuerdo con la información recabada por los portugueses, a la que Vespucio había podido acceder, las
especias provenían de Moluco, un lugar situado mucho más al este de las regiones alcanzadas por Portugal. Para llegar
hasta allí, los portugueses tenían que atravesar un océano dominado por los musulmanes y otras potencias hostiles, y tal
vez la ruta occidental, una vez bordeadas las Indias Occidentales, fuera más corta y más segura. El dilema que se abría
entonces era si, para bordear las Indias Occidentales, convenía navegar hacia el norte, hacia Honduras, que era lo que
sugería Pinzón, o hacia el sur, que era la apuesta de Vespucio. No obstante, este dilema quedaría sin resolver durante
algún tiempo, ya que la tormenta política desatada por la muerte de Isabel la Católica impidieron de momento al rey
Fernando II destinar recursos a las exploraciones marítimas.

Mucho menos estaba el rey para atender el memorial que Diego Colón, el hijo del almirante, presentó a la corona de
Castilla para que se le otorgara la administración de las Indias, de acuerdo con lo estipulado en las capitulaciones de Santa
Fe.

Alonso de Ojeda, a pesar del desastre de su última expedición, todavía se encontró con ánimos de emprender una nueva,
de la que no se sabe gran cosa, pero que tampoco fue afortunada.

El rey Manuel I de Portugal nombró a Francisco de Almeida virrey de Cochin. Éste construyó fuertes en la costa africana
para servir de base a las actividades portuguesas en el océano Índico. Cuando llegó a Cochin, fomentó una revuelta que
dio el poder a un monarca favorable a los portugueses, ya que les debía el trono. Consolidado el asentamiento en Cochin,
se enfrentó al príncipe de Calicut y derrotó a su flota. Más tarde, una parte de la flota portuguesa, capitaneada por le hijo
de Almeida, se enfrentó al sur de Bombay con la flota del sultán de Egipto. Esta vez los portugueses fueron derrotados y
el hijo de Almeida murió en el combate. Los portugueses desembarcaron por primera vez en Ceilán, junto a un pueblo de
pescadores cingaleses llamado Kolamba, pero que los portugueses convirtieron en Colombo. Allí establecieron un fuerte
y una factoría dedicada al cultivo de especias. Mientras tanto, Alfonso de Albuquerque exploraba la isla de Madagascar.

Ese año murió Ivan III el Grande, el gran príncipe de Moscú. Fue sucedido por su hijo Basilio III.

Tras la muerte de su padre, Alfonso de Este y su esposa, Lucrecia Borgia, se convirtieron en los nuevos duques de Ferrara.
Entre sus protegidos se encontraba el humanista veneciano Pietro Bembo, que tenía a la sazón treinta y cinco años, y
acababa de terminar Gli asolani, obra en prosa, dedicada a Lucrecia, en la que desarrolla una teoría platónica sobre el
amor.

Erasmo de Rotterdam se trasladó a París, donde en abril hizo publicar las Anotaciones al Nuevo Testamento, de Lorenzo
Valla, que había encontrado el año anterior. Luego volvió a Inglaterra, donde reforzó su amistad con Thomas More y
John Colet.

El rey Alejandro I de Polonia promulgó la constitución conocida como Nihil noui, según la cual, el rey, los senadores y
los diputados de las dietas decidían en común las leyes, los impuestos y el reclutamiento de tropas.

El rey de la Corona de Aragón, Fernando el Católico, necesitaba mantener a corto plazo el dominio sobre Castilla, ya que
el reino de Nápoles, aunque teóricamente estaba bajo la soberanía aragonesa, seguía en manos de Gonzalo Fernández de
Córdoba y sus hombres de confianza, mayoritariamente castellanos. Por ello puso en juego sus habilidades diplomáticas.
En primer lugar, el 24 de septiembre firmó la concordia de Salamanca con Felipe el Hermoso (representado éste por un
embajador), en la que hizo de mediador (teóricamente imparcial) el arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros.
El acuerdo reconocía a Felipe y Juana como reyes de Castilla, y a Fernando como gobernador a perpetuidad, de modo
que la administración de justicia y las rentas se repartían entre los tres, mientras que la provisión de cargos había de
hacerse alternativamente.

Esto favorecía sin duda a los intereses de Fernando II, pero no tardó en dar un paso más, y así, el 12 de octubre firmó con
Luis XII el segundo tratado de Blois, que rompía el que el año anterior había firmado el rey francés con el emperador
Maximiliano I y su hijo Felipe. En virtud de este tratado, el rey Católico se comprometía a pagar a Luis XII medio millón
de ducados en concepto de indeminización por la guerra de Nápoles, ambos monarcas prometían guardar paz y amistad
perpetuas, y se concertaba el matrimonio de Fernando con Germana de Foix, sobrina de Luis XII, que tenía entonces
diecisiete años. El rey francés cedía a su sobrina sus derechos sobre el reino de Nápoles, así como el título de rey de
Jerusalén, con la condición de que, si Germana no tenía descendencia masculina con Fernando, estos derechos revertirían
a la corona francesa.
Así Fernando II tenía un margen razonable para hacerse con el control efectivo del reino napolitano sin temor de que Luis
XII pudiera encontrar un buen momento para arrebatárselo. Por su parte, Luis XII también quedó satisfecho, ya que, si
Fernando II tenía un hijo con Germana, la Corona de Aragón, Nápoles incluido, quedaría bajo la soberanía de un rey
menor de edad bajo la tutela francesa.

Alberto Durero terminó una serie de grabados en madera sobre La vida de la Virgen, y pintó La adoración de los Magos.
A finales de año marchó a Venecia, donde ya se falsificaban sus grabados.

Rafael viajaba por Italia para perfeccionar sus técnicas. Tras respectivas estancias en Siena y Urbino, ahora se encontraba
en Florencia, donde se familiarizó con el sfumato de Leonardo da Vinci, y lo aplicó en la Madona del gran
duque. También son de esta época dos tablitas pintadas al óleo con San Miguel y San Jorge.

Por esta época Leonardo pintó la que se considera su obra maestra, el retrato de Monna Lisa, la esposa del
florentino Francesco de Giocondo. La sonrisa desenfadada de la Gioconda contrasta con la seriedad típica de los retratos
al uso.

En Venecia, empezaba a destacar un joven pintor de veintiocho años llamado Giorgio da Castelfranco, aunque era más
conocido como Giorgione. Era discípulo de Giovanni Bellini, y acababa de pintar el óleo conocido como la Pala de
Castelfranco, en el que destaca el novedoso tratamiento de la luz y la tonalidad.

El 21 de enero de 1506 entraron en Roma ciento cincuenta soldados suizos reclutados por Pietro von Hertenstein por
encargo del Papa Julio II para convertirse en su guardia personal. El encargo había sido hecho el año anterior, y el propio
Miguel Ángel había sido el encargado de diseñar un uniforme para el que desde entonces es conocido como el Cuerpo de
la Guardia Suiza Pontificia.

Unos días antes, Felipe el Hermoso, al que ya podemos llamar Felipe I de Castilla, había zarpado de Flandes para tomar
posesión de su reino, pero antes hizo escala en Inglaterra, donde se entrevistó con el rey Enrique VII dispuesto a
compensar el fracaso de sus acuerdos con el rey Luis XII de Francia. El 9 de febrero firmaron una alianza, refrendada por
el compromiso de matrimonio entre el monarca inglés y Margarita, la hermana de Felipe I (que ya había estado casada
con el hijo de los reyes Católicos y con el duque de Saboya), así como el de Carlos, el hijo de Felipe I, con María, la hija
de diez años de Enrique VII.

El 18 de abril, el Papa Julio II bendijo la primera piedra de la nueva basílica de san Pedro. Bramante había desechado la
tradicional planta de cruz latina en favor de una cruz griega (con los cuatro brazos iguales), coronada por una monumental
cúpula de cuarenta metros de diámetro.

El 19 de mayo murió Cristóbal Colón. La tradición de que murió en la pobreza no tiene fundamento. Al contrario, sus
dos hijos, Diego y Hernando, recibieron sustanciosas rentas como herencia. El rey Felipe I reconoció a Diego su derecho
a la décima parte de los impuestos que la corona recibía de las Indias. Por su parte, Hernando pasó el resto de su vida
viajando por Europa entregado a la compra de libros.

Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís emprendieron un nuevo viaje en el que rodearon Cuba (demostrando que era
una isla, lo que hasta entonces no estaba confirmado) y exploraron la costa continental hacia el norte.

El Papa Julio II, a petición del rey Manuel I el Afortunado de Portugal, ratificó la línea divisoria estipulada por tratado de
Tordesillas, que ponía a Brasil bajo soberanía portuguesa, al contrario de lo que sucedía con la línea trazada por el Papa
Alejandro VI.

El portugués Alfonso de Albuquerque conquistó la isla de Socotora, que domina la entrada al mar Rojo, desde donde
trató de cortar el suministro de especias a los mercaderes venecianos. En la expedición participó el castellano Juan de
Nova, pero desertó y marchó a Cochin.

Andrea Doria acabó de someter la isla de Córcega para Génova y desde entonces se dedicó a perseguir navíos turcos por
el Mediterráneo.

Tras haberse instalado en la corte castellana, el 20 de junio se entrevistaron el rey Felipe I de Castilla y el rey Fernando
II de Aragón. El encuentro fue tormentoso y supuso la ruptura de la concordia de Salamanca. Pocos días después firmaron
los acuerdos de Villafáfila, por los que Fernando II renunciaba al gobierno de Castilla y reconocía la incapacidad de su
hija Juana, ya conocida como Juana la Loca, aunque de esto último no tardó en retractarse.

Superado el periodo de hambre, el rey azteca Moctezuma II inició una nueva campaña de conquistas en la que derrotó a
mixtecas y zapotecas.

Nicolás Copérnico dio por finalizados sus estudios en Italia y regresó a Polonia, donde desempeñó el cargo de secretario
y médico personal de su tío, el obispo de Ermeland.

En septiembre, Erasmo de Rotterdam llegaba a Turín, en compañía de los hijos del médico (italiano) del rey Enrique VII
de Inglaterra. Allí se doctoró en teología.

Otro humanista, el alemán Johannes Reuchlin, publicó su De rudimentis hebraicis, el primer tratado europeo moderno
sobre la lengua hebrea.

El 25 de septiembre murió el rey Felipe I de Castilla, de un síncope tras un partido de frontón. Tenía entonces veinticuatro
años. La camarilla de Felipe I trató de que su hijo Carlos fuera reconocido como rey de Castilla, bajo la regencia del
emperador Maximiliano I, pero el arzobispo Cisneros logró el apoyo de la nobleza castellana para que se reconociera a
Juana la Loca como reina. Ahora bien, Juana se negó a firmar ningún documento y encabezó un cortejo fúnebre que paseó
el cadáver de Felipe I por toda Castilla, hasta que se decidió a enterrarlo en el convento de Santa Clara de
Tordesillas. Donde permaneció retirada. Mientras tanto, Cisneros había constituido una junta de regencia presidida por
él mismo. El joven Carlos, a sus seis años, heredó el título de conde de Borgoña y su tía Margarita gobernó los Países
Bajos como regente.

También murieron ese año:

 El rey Alejandro I de Polonia, que fue sucedido por su hermano Segismundo I, hasta entonces gran duque de
Lituania.
 El rey Juan I del Congo, que fue sucedido por Alfonso I. Unos años después de su conversión al cristianismo, Juan
I había abjurado de él y regresado al paganismo, pero bajo el reinado de Alfonso I el país se hizo mayoritariamente
cristiano.
 El pintor Andrea Mantegna.
 El escritor judío Selomó ibn Verga. Expulsado de Portugal, acabó sus días en el imperio Otomano, donde había
nacido su hijo Josef. Éste terminó el libro de su padre, La vara de Judá.

En octubre, César Borgia pudo escapar del castillo de la Mota, donde permanecía cautivo, y se refugió en la corte de su
cuñado, el rey Juan III de Navarra.

En una carta fechada el 18 de octubre, Alberto Durero, que seguía en Venecia recibiendo toda suerte de agasajos, escribe
pensando en su regreso a Alemania: ¡Cómo temblaré de frío añorando el sol! Aquí soy un señor, en casa un parásito. En
otra carta anuncia un viaje a Bolonia "En cuya ciudad, un hombre [Luca Pacioli] va a enseñarme los secretos de la
perspectiva."

Rafael seguía en Florencia, donde había pintado un autorretrato y varios retratos, como el de Guidobaldo de Montefeltro,
el de Agnolo Doni y el de su esposa. Éste último está claramente inspirado en La Gioconda, de Leonardo, aunque la
corpulencia de la dama le dejó poco espacio para el paisaje de fondo.

Gonzalo Fernández de Córdoba había nombrado gobernador de Nola al que fuera secretario del rey Fernando II de
Nápoles. Tenía ya más de cincuenta años y se llamaba Benedetto Gareth, pero desde su juventud se hacía
llamar Cariteo (amigo de las Gracias), ahora publicaba su Endimión, la colección completa de sus poesías: sonetos,
canciones, sextinas y baladas. Más de la mitad son poemas amorosos dedicados a una dama noble a la que llama Luna. Los
demás son políticos (elogios a la actuación de la casa de Aragón en Nápoles) o de tipo histórico (retratos de personajes
ilustres).

Francisco Jiménez de Cisneros, el arzobispo de Toledo logró que la junta de regencia solicitara al rey Fernando II de
Aragón que se hiciera cargo de nuevo del gobierno de Castilla. Éste se encontraba a la sazón en Nápoles, donde había
destituido a todos los funcionarios castellanos para sustituirlos por aragoneses. En 1507 dejó Nápoles para aceptar el
ofrecimiento castellano, pero se hizo acompañar por Gonzalo Fernández de Córdoba, al que dio el título de duque
de Sessa, pero no lo volvió a llamar para ninguna campaña militar. El Gran Capitán había reorganizado el ejército
castellano-aragonés según los esquemas modernos suizos e italianos: la infantería volvió a convertirse en la base del
ejército, apoyada por la caballería y la artillería.

Como recompensa, antes de abandonar Italia, Fernando el Católico consiguió del Papa Julio II el capelo cardenalicio para
Cisneros. Tras destituir a Diego de Deza, nombró también inquisidor general a Cisneros. Dejando al nuevo Cardenal al
frente de Castilla, Fernando el Católico regresó a Aragón. Cisneros orientó la política castellana hacia la conquista del
norte de África y ese mismo año tomó Mazalquivir, en una campaña financiada en parte por la archidiócesis de Toledo.

César Borgia murió en Navarra, en una escaramuza entre beaumonteses y agramonteses. Su muerte supuso el declive
definitivo de su familia. Algunos hijos bastardos de César, y otros parientes, se refugiaron en la corte de Lucrecia Borgia,
en Ferrara. La única hija legítima de César, Luisa, vivió en Francia, donde entroncó con la casa de Borbón. Jofre, hermano
de César, se instaló en el reino de Nápoles. Por otra parte estaba Juan de Borja, el duque de Gandía, que tenía ahora doce
años.

También murió el franciscano san Francisco de Paula, a los noventa y un años.

El portugués Alfonso de Albuquerque conquistó la isla de Ormuz, que domina la entrada al golfo Pérsico.

Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa cruzaron una vez más el océano Atlántico y se instalaron en Santo Domingo.

Ese año un geógrafo alemán llamado Martin Waldseemüller publicó su Cosmographiae introductio, en la que presenta
la información disponible sobre las nuevas exploraciones castellanas y portuguesas, siguiendo en gran medida los datos
reunidos por Américo Vespucio y, en particular, aceptando su tesis de que las tierras descubiertas en Occidente no eran
las Indias, sino un nuevo mundo al que, Waldseemüller bautizó con el nombre de América. En los años siguientes, este
nombre convivió con el más genérico de Nuevo Mundo (acuñado por Vespucio en una de sus cartas) o el de Indias
Occidentales, pero con el tiempo acabó imponiéndose en paralelismo con los de Europa, Asia y África. Es tradición
considerar desafortunado que el nuevo continente no sea conocido hoy en día como Colombia, en honor a su descubridor,
pero tampoco ha faltado quien observara que es significativo de la época que se diera más importancia al "descubridor
intelectual" de América, esto es, a quien reunió datos suficientes y revisó los cálculos sobre el tamaño de la Tierra para
conjeturar que las tierras descubiertas por Colón no podían ser Asia, antes que a su "descubridor material", que, al fin y
al cabo, no hizo sino confiar pertinazmente en una serie de errores. Conviene apuntar que, desde que a Waldseemüller se
le hizo notar que América había sido descubierta por Cristóbal Colón, éste así lo hizo constar en todos sus mapas, pero
mantuvo el nombre de América.

El rey Segismundo I de Polonia inició una guerra contra el gran príncipe Basilio III de Moscú.

Desde Kabul, Báber trató de conquistar Jurasán, pero se le adelantó su adversario, el uzbeko Saybani Jan.

Durero había regresado a Nuremberg, donde pintó dos tablas con Adán y Eva, en las que se aprecia ostensiblemente la
influencia italiana en su arte.

En Florencia, Rafael pintó ese año diversas composiciones marianas: la Madonna del Prado, La bella jardinera, La virgen
del jilguero y La Sagrada Familia. También es de esta época el retrato conocido como La muda, que la crítica considera
uno de sus retratos más logrados. En 1508 dejó inconclusa la Virgen del Baldaquino, pues marchó a Roma llamado con
urgencia por el Papa Julio II, que le encargó la decoración de sus aposentos personales. El Papa no estaba contento
ocupando los aposentos de Alejandro VI, decorados por el Pinturicchio, y puso en manos de Rafael cuatro salones,
después de despedir a otros pintores que ya habían empezado el trabajo. Rafael tuvo que destruir viejos frescos de Piero
della Francesca y Signorelli.

Mientras tanto, Miguel Ángel se puso manos a la obra con la capilla Sixtina. Había tenido que construirse sus propios
andamios, ya que los preparados por Bramante le dejaban a oscuras.

El pintor veneciano Giorgione revolucionó la pintura veneciana al tomar la decisión de no efectuar bocetos previos de
sus obras, sino que creaba cada composición directamente sobre la tabla o el lienzo. Esto le obligaba a veces a realizar
correciones, pero sus obras ganaban en espontaneidad. En su óleo La tempestad, se han detectado mediante radiografías
las distintas modificaciones que realizó el artista. También sorprende la falta de argumento de la composición, en la que
se ve un joven con una lanza, una mujer amamantando a un niño (en otra zona, sin relación con el otro personaje), y un
paisaje campestre con una población al fondo y un cielo nublado en el que salta un rayo. De esta época databan también
unos frescos (hoy perdidos) para el Fondaco dei Tedeschi, en los que colaboró un discípulo suyo llamado Tiziano
Vecellio.

Ese año Garci Rodríguez de Montalvo publicó en Zaragoza el Amadís de Gaula, que se convertiría en el libro de
caballerías más leído en Castilla durante el siglo XVI. En realidad se trata de una refundición de un texto anterior que
data del siglo anterior y que se conserva fragmentariamente.

El cardenal Cisneros, en calidad de inquisidor general, hizo encarcelar y juzgar a Diego Rodríguez de Lucero, el inquisidor
de Córdoba, ante la unánime protesta de inquisidores y laicos. En un solo auto de fe había hecho quemar vivos a ciento
siete herejes, y acciones como ésta debían multiplicarse por los diez años en que ejerció en el Santo Oficio. Se demostró
la falsedad de sus acusaciones y se liberó a las víctimas que había encarcelado, pero se le permitió regresar a su canonjía
de Sevilla, donde murió muchos años más tarde.

Una vez reafirmada su autoridad en Castilla, Fernando el Católico volvió a ocuparse de las Indias Occidentales y reunió
la llamada junta de Burgos, a la cual asistieron Vicente Yáñez Pinzón, Américo Vespucio, Juan de la Cosa y Juan Díaz
de Solís. Tal y como ya había defendido en la junta de Toro, cuatro años atrás, Pinzón se mostró partidario de buscar un
paso hacia las Indias Orientales "al oeste de las Antillas y al norte del ecuador". Ese mismo año fue enviada con tal fin
una expedición comandada por él mismo y por Díaz de Solís. Américo Vespucio seguía sosteniendo que era mejor buscar
por el sur el camino al origen de la ruta de las especias. Aunque no se impuso su criterio, Fernando el Católico creó para
él el título de Piloto Mayor de la Casa de Contratación, el organismo, con sede en Sevilla, a través del cual la Corona
controlaba el comercio y las exploraciones navales. Se le asignó la misión de actualizar las cartas marinas y preparar a
los futuros pilotos de las naves.

La junta de Burgos concedió también el título de gobernador a dos exploradores: Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa. Al
primero se le encargaba fundar una colonia en Tierra Firme, al oeste de Venezuela, que llevaría el nombre de Nueva
Andalucía, mientras que el segundo debería instalarse más al oeste, en lo que se llamaría Castilla del Oro. Ojeda recibió
en Santo Domingo la noticia de la aprobación del proyecto que había presentado, e inmediatamente empezó a preparar
una expedición. Para ello se asoció con el bachiller Martín Fernández de Enciso.

La férrea mano de Nicolás de Ovando suscitaba cada vez más protestas hasta que, finalmente, fue juzgado en La Española,
pero fue absuelto de todos los cargos. De todos modos, Fernando el Católico decidió relevarlo y nombró como nuevo
gobernador a Diego Colón, el hijo del descubridor, que había cumplido los treinta años. No obstante, el título que se le
concedió fue el de gobernador y no el de virrey, que era el que Colón reclamaba apelando a las capitulaciones de Santa
Fe. Juan Ponce de León había ayudado a Ovando a extender el dominio castellano por La Española y ahora marchó a la
isla que Colón había bautizado como San Juan, pero que era más conocida por el nombre que le daban los
nativos: Borinquem. Allí entabló buenas relaciones con el cacique Agüeybana y fundó el primer asentamiento
castellano en la isla, que recibió el nombre de Villa Caparra.

Mientras tanto, el monarca azteca Moctezuma II dirigió una campaña hacia el sur que, de haber tenido éxito, tal vez le
hubiera puesto en contacto con los castellanos, pero tuvo que retirarse tras sufrir una gran derrota en Amatlán.

Los portugueses fundaron la ciudad de Mozambique en una isla cercana a la costa oriental africana, costa que acabaría
recibiendo este mismo nombre. El rey Manuel I nombró virrey de las Indias a Alfonso de Albuquerque.

Giovanni Caboto había dejado un hijo llamado Sebastiano Caboto, que tendría ahora sobre los treinta años y emprendió
un nuevo viaje a Terranova, a donde ya había viajado casi diez años atrás acompañando a su padre. Desde allí exploró
hacia el sur la costa norteamericana.

Ese año murieron el duque de Lorena, Renato II, que fue sucedido por su hijo Antonio; el duque Alberto IV de Baviera,
que fue sucedido por su hijo Guillermo IV y, cautivo en Francia, Ludovico Sforza, el derrocado duque de Milán.

Erasmo de Rotterdam pasó de Turín a Venecia, donde Aldo Manuccio publicó una nueva edición de sus Adagios, muy
aumentados. Luego estuvo en Padua y en Siena.
La expedición de Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís regresó a Castilla después de haber explorado las costas de
Tierra Firme, buscando sin éxito un paso hacia las Indias Orientales. Juan Díaz de Solís fue procesado y encarcelado por
ciertas desavenencias que había tenido con Pinzón durante el viaje.

LA COLONIZACIÓN DE LAS INDIAS


Venecia había arrebatado Ravena a los Estados Pontificios y, en diciembre de 1508, el Papa Julio II formó en secreto la
liga de Cambrai con los reyes Luis XII de Francia y Fernando II de Aragón, y el emperador Maximilano I, por la que
acordaban repartirse las posesiones venecianas. En abril de 1509 el Papa excomulgó a Venecia y se dispuso a participar
él mismo en la campaña. Obligó a Peruggia y a Bolonia a participar en ella. El ejército francés, capitaneado por Trivulzio
el Grande, obtuvo la victoria de Agnadello, gracias a la cual Luis XII se apoderó de todo el territorio veneciano que le
había sido asignado. Venecia no opuso resistencia a los demás coaligados. En mayo, Julio II obtuvo su parte.

Maximiliano I, fervoroso católico desde su alianza con el Papa, ordenó la destrucción de todos los escritos judíos, con
excepción de los bíblicos.

Germana de Foix, la segunda esposa de Fernando el Católico, dio a luz un hijo, Juan, que sólo vivió unas horas.

Juan de Nova murió en Cochin, en la India. El virrey portugués Francisco de Almeida cedió el mando a su sustituto,
Alfonso de Albuquerque, poco después de haber destruido en Diu una flota del sultán de Egipto. Albuquerque trató de
tomar Malaca, pero fracasó, y el sultán Mahmud Sha tomó numerosos prisioneros portugueses.

João Ramalho estableció el primer asentamiento portugués en la costa brasileña.

Nicolás de Ovando, el ex-gobernador de La Española, regresó a Castilla. El nuevo gobernador, Diego Colón, recelando
de las concesiones en Tierra Firme que el año anterior habían obtenido Alfonso de Ojeda y Diego de Nicuesa, envió dos
expediciones para ocupar las islas de Jamaica y Cuba, al frente de las cuales puso a dos hombres que habían acompañado
a su padre en su segundo viaje: Juan de Esquivel y Diego de Velázquez. Esquivel no tardó en fundar en Jamaica los
asentamientos de Sevilla la Nueva y Melilla. En cambio, Velázquez encontró con mayor resistencia por parte de los
indígenas y, de momento, no pudo instalarse en en Cuba.

Los colonizadores que necesitaban atraer al máximo número posible de colonos estaban aprendiendo los rudimentos de
las técnicas publicitarias. Así, la ciudad que Juan Ponce de León había fundado el año anterior en Borinquem cambio su
provinciano nombre de Villa Caparra por el más atractivo de Puerto Rico.

Luca Pacioli publicó su obra De diuina proportione, con dibujos de Leonardo da Vinci, en la que plagió el Libellus
de quinque corporibus, de Piero della Francesca. En su tratado, Pacioli estudia la sección áurea, y su intervención
en diversas construcciones geométricas. Además la relaciona con diversas proporciones del cuerpo humano y de la
naturaleza en general. La sección áurea puede definirse como la proporción que han de tener los lados de un rectángulo
para que, si eliminamos el mayor cuadrado que contiene, el rectángulo resultante tenga la misma proporción. Los antiguos
griegos la consideraban particularmente estética. Ya la conocían los antiguos egipcios, fue estudiada por Euclides y, más
recientemente, por Fibonacci en su Liber abaci.

Erasmo de Rotterdam visitó Roma, y en julio volvió a Inglaterra para enseñar teología en Cambridge.

Rafael había empezado su trabajo en el Vaticano decorando la llamada estancia de la Signatura. Completó la bóveda,
que ya contaba con trabajos de otros pintores, con cuatro medallones representativos de la Teología, la Filosofía, la
Justicia y la Poesía. Entre ellos representó la Astronomía, El juicio de Salomón, Adán y Eva, y Apolo y Marsias. Después
empezó con las paredes. En una de ellas pintó La disputa del Sacramento, en la que los personajes se distribuyen en dos
niveles: en el cielo está la Trinidad con la Virgen y el Bautista, rodeados de ángeles, apóstoles, profetas y santos; en tierra
hay santos, pontífices y fieles, entre los que se reconocen los rostros de Fran Angélico, Bramante, Dante o Savonarola.

Miguel Ángel estaba enfrascado en la bóveda de la capilla Sixtina. La estaba seccionando mediante cornisas, arcos y otros
elementos arquitectónicos fingidos.
El 18 de noviembre, Diego de Nicuesa zarpó de Santo Domingo rumbo a Tierra Firme, dispuesto a colonizar la que iba a
ser desde entonces Castilla del Oro. Sin embargo, su barco naufragó y sus hombres llegaron penosamente a la región de
Darién.

Ocho días antes de su partida había zarpado de Castilla Juan de la Cosa, al mando de un navío y dos bergantines. Se
reunió en Santo Domingo con Alonso de Ojeda, y juntos marcharon a Tierra Firme con el propósito de fundar un
asentamiento estable. Martín Fernández de Enciso, el socio de Ojeda, se quedó reclutando más gente en La Española para
unirse posteriormente a ellos. Ojeda tenía la intención de imponerse por las armas a los nativos, mientras que Juan de la
Cosa no estaba de acuerdo, sino que consideraba más apropiado fundar una colonia desde la que entablar relaciones
comerciales. No obstante, como Ojeda era el gobernador de la aún inexistente Nueva Andalucía, acató su autoridad y
desembarcó con él. En cuanto vieron las intenciones de los visitantes, los nativos atacaron en tal número que los
castellanos fueron arrollados y tuvieron que retirarse a las naves con inmensas pérdidas. Ojeda pudo salvar su vida, pero
Juan de la Cosa murió acribillado por las flechas.

También murió el rey Enrique VII de Inglaterra, que fue sucedido por su hijo Enrique VIII. Poco después se casó con
su ex-cuñada, Catalina de Aragón, la viuda de su hermano Arturo.

El cardenal Cisneros dirigió personalmente la conquista de Orán.

Venecia estaba siendo desmembrada y era incapaz de resistirse a la liga de Cambrai, sin embargo, movió los hilos de la
diplomacia con gran habilidad para disolver la liga. Por una parte, empezó a convencer al Papa Julio II de lo oportuno
que sería expulsar de Italia a todos los "bárbaros", es decir, a los franceses y a los aragoneses, y así el Papa, que, por otra
parte, ya había obtenido su botín, empezó a separarse de sus aliados.

El rey Luis XII de Francia también empezó a distanciarse de sus socios debido a la muerte del infante Juan, el heredero
de Fernando el Católico. En efecto, hasta el momento, Luis XII había mantenido buenas relaciones con Fernando el
Católico porque, tras la muerte de éste, esperaba convertirse en regente de Juan y controlar así la Corona de Aragón,
mientras que el emperador Maximiliano esperaba convertirse en regente de su nieto Carlos y controlar Castilla. La muerte
de Juan reforzaba los lazos entre Fernando y Maximiliano, pero enfriaba la relación entre Fernando y Luis XII.
En diciembre, Fernando firmó con Maximiliano el tercer tratado de Blois, por el que se comprometía a ayudarle a
conquistar la parte del territorio veneciano que le había asignado la liga de Cambrai y, Maximiliano, por su parte,
reconocía a Fernando como regente de Castilla. Dicha regencia había sido hasta entonces una fuente de fricciones entre
ambos.

A principios de 1510, Diego de Nicuesa fundó la ciudad de Nombre de Dios. Por otra parte, Alonso de Ojeda y sus
hombres se habían establecido en un pequeño asentamiento al que llamaron San Sebastián de Urabá.

El portugués Francisco de Almeida, el que había sido virrey de las Indias, murió en su viaje de regreso en una escaramuza
contra unos nativos en el cabo de Buena Esperanza. Los portugueses mantenían buenas relaciones con el imperio hindú
de Vijayanagar. Hacía un tiempo que éste había perdido frente a los musulmanes un territorio en la costa occidental,
donde se había formado un sultanato con capital en Bijapur. En febrero, el nuevo virrey portugués, Alfonso de
Albuquerque, tomaba al asalto Goa, una de sus ciudades más importantes, aunque no pudo hacerse fuerte en ella y hubo
de abandonarla poco después.

Ese mismo mes, el Papa Julio II firmaba un tratado de paz con Venecia, lo que suponía la ruptura de la liga de Cambrai.
Como respuesta, el rey Luis XII de Francia reunió en Tours una asamblea del clero que reafirmó las tesis galicanas según
las cuales los decretos papales no eran válidos en Francia sin la aprobación de la Iglesia de Francia.

La flota castellana cosechaba nuevos éxitos en el norte de África con la toma de Bujía y Trípoli, que a su vez le
permitieron imponer un tributo al rey de Túnez. El mérito de estas vectorias cabe atribuirlo en su mayor parte al militar
castellano Pedro Navarro. Tras recibir tropas de refuerzo, Navarro decidió tomar la isla de Gelves (identificada con
la isla de los lotófagos, de la Odisea). Dichas tropas llegaron bajo el mando de García de Toledo, el primogénito del
duque de Alba (del segundo duque de Alba, Fadrique, ya que el primero, abuelo y tocayo de García, había muerto años
atrás). García de Toledo se internó en la isla y fue sorprendido por los moros mientras sus hombres se hallaban
desperdigados buscando agua. Se produjo un combate en el que murió García de Toledo y, Navarro, incapaz de detener
la desbandada de los soldados, huyó abandonando a unos tres mil hombres, que cayeron prisioneros. Este desastre llevó
a Fernando el Católico a paralizar de momento la conquista del norte de África.

Martín Fernández de Enciso zarpó de Santo Domingo, según lo previsto, para unirse a Alonso de Ojeda con nuevos
colonos. Durante el trayecto, Enciso descubrió un polizón en su barco. Era Vasco Núñez de Balboa, que había
decidido escapar de esa forma de Santo Domingo, donde lo acosaban numerosos acreedores. Enciso le permitió seguir en
la expedición al enterarse de que Balboa ya había estado, con Bastidas, en los territorios a los que se dirigían. Encontraron
la colonia falta de provisiones y con serias dificultades para resistir los ataques de los indios. Ojeda, herido en una pierna,
había regresado a Santo Domingo en busca de ayuda, dejando el mando a su lugarteniente, Francisco Pizarro. Balboa no
tardó en adquirir popularidad y ascendencia entre sus compañeros. Sugirió trasladar San Sebastián más al oeste, a una
zona donde los indios no usaban flechas envenenadas (no eran caribes, sino chibchas), y su idea fue inmediatamente
aceptada, pero dicha zona pertenecía al territorio adjudicado a Nicuesa. Aun así, Balboa fundó allí la ciudad que
llamó Santa María de la Antigua del Darién, desde la cual envió emisarios a Nicuesa, invitándolo a establecerse en la
Antigua como gobernador.

Fernando el Católico despachó algunos nombramientos de gobernadores en América:

 Vasco Núñez de Balboa fue reconocido como gobernador interino de la región de Darién. (Con ello el rey estaba
aceptando un hecho consumado: Balboa había asumido el mando y parecía estar haciéndolo bien. Ojeda seguía en
Santo Domingo y, al parecer, se le habían quitado las ganas de volver a Tierra Firme.)
 Por intercesión de Nicolás de Ovando, que estaba entonces en la corte, Juan Ponce de León fue nombrado
gobernador de Borinquem.
 Juan de Esquivel, que estaba poniendo a trabajar a los indios de Jamaica mediante repartimientos, fue nombrado
gobernador de la isla.

El gran príncipe de Moscú Basilio III anexionó al estado moscovita el principado de Pskov.

Ese año murió el matemático italiano Luca Pacioli.


También murió el pintor Sandro Botticelli, a sus sesenta y cinco años, fue uno de los mayores exponentes
del cuattrocento italiano, si bien el estilo creado por él y sus coetáneos estaba siendo superado por nuevas figuras con
nuevas ideas, especialmente Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael.

Éste último seguía trabajando en la Estancia de la Signatura, donde acababa de pintar uno de sus frescos más
conocidos: La Escuela de Atenas. En un escenario monumental, con una impresionante perspectiva, sitúa a las figuras
más destacadas de la antigüedad: Platón ocupa la posición central, y se ha querido ver en su rostro las facciones de
Leonardo; si Platón señala hacia el cielo, hacia las ideas, la mano de Aristóteles, más pragmático, señala hacia el suelo;
Euclides, con el rostro de Bramante, realiza una construcción con el compás. Entre los retratados figuran también Miguel
Ángel, como Heráclito, y el propio Rafael.

En Venecia murió, a los treinta y tres años, el pintor Giorgione. Dejó inacabados varios cuadros, que fueron completados
por su discípuloTiziano: El concierto campestre, la Venus dormida y La Virgen y el Niño con San Roque y San Antonio
de Padua.

Durante los últimos ocho años, el sha de Persia había hecho efectivo el título que tan prematuramente se había
otorgado, y ya dominaba toda Persia, Iraq y Armenia, por lo que ya podemos considerarlo el sha Ismaíl I, con el
que arranca la dinastía de los safawíes. En diciembre se apoderó del Jurasán al derrotar al uzbeko Saybani Jan en la batalla
de Merv, donde éste resultó muerto. Para cohesionar sus dominios, Ismaíl I fomentó un nacionalismo iranio basado en la
religión chiíta, a la que convirtió en religión nacional.

Alfonso de Albuquerque asaltó de nuevo la ciudad de Goa, esta vez con treinta y cinco navíos y unos mil quinientos
hombres. La victoria fue definitiva y la ciudad quedó bajo el dominio portugués, que controlaba ya prácticamente toda la
costa oriental de la India.

En 1511 Diego de Nicuesa acudió a La Antigua, pero no aceptando la invitación que le había hecho Balboa, sino dispuesto
a castigar lo que consideraba una intromisión de éste en sus dominios. Se produjo un enfrentamiento y los hombres de
Nicuesa fueron derrotados. El gobernador de Castilla del Oro fue forzado a embarcar en una nave desvencijada y no se
volvió a saber de él. Tal vez naufragó, aunque se especula sobre si llegó a Cuba y lo mataron los cubanos, que no estaban
muy contentos con los visitantes que recibían últimamente. Balboa reunió en La Antigua a todos los colonos de Castilla
del Oro, que abandonaron los demás asentamientos. Diego Colón, el gobernador de La Española, lo nombró gobernador
y, más tarde, Fernando el Católico lo confirmó en el cargo que ya le había asignado el año anterior con carácter interino.

Un barco que había zarpado de La Antigua con destino a Santo Domingo chocó contra los arrecifes de Jamaica y unos
veinte hombres, incluido el capitán, Juan de Valdivia, quedaron a la deriva en un bote sin remos. Navegaron durante
trece días hasta que llegaron a una pequeña isla habitada por los mayas. Éstos dieron muerte a todos los náufragos, excepto
a dos, llamados Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, que fueron vendidos como esclavos a un señor maya del
continente.

En cuanto a Cuba, Diego de Velázquez había regresado a la isla, a la región de Maisí, (en la zona oriental) y allí derrotó
al cacique Hatuey, que acaudillaba a los indios ciboneys. En la expedición participó también Hernán Cortés, aunque no
como soldado, sino realizando tareas burocráticas. Con él iba un amigo suyo llamado Pedro de Alvarado, que había
llegado a La Española con sus hermanos el año anterior.

En la isla de Borinquem se produjo el primer alzamiento indígena de importancia al que tuvieron que hacer frente los
colonos. Lo dirigió el cacique Guariney, que destruyó la aldea de Sotomayor.

Diego Colón seguía reclamando los privilegios que le correspondían por las capitulaciones de Santa Fe, pero el consejo
real decretó en mayo que sólo tenía derecho a gobernar las islas descubiertas por su padre con el título de "visorrey de
juro y heredad para siempre jamás", y a la décima parte de los beneficios que la Corona recibía de las islas. A causa de
sus aspiraciones al tesoro americano, no se le dio autoridad sobre los funcionarios de la real hacienda, que dependían
directamente de la corona.

Cuando el sultán de Malaca se enteró de la caída de Goa, se apresuró a liberar los prisioneros portugueses que tenía
retenidos para congraciarse con Albuquerque, pero no le sirvió de nada. En agosto, tras un intento fallido el mes anterior,
los portugueses tomaron la ciudad y la saquearon durante tres días, obteniendo un cuantioso botín. Sus continuas victorias
valieron a Albuquerque los sobrenombres de El Grande o El Marte Portugués.

En octubre, Muhammad Báber pudo conquistar Samarkanda, tras la muerte de Saybani Jan, ocurrida el año anterior.

Ese año se imprimió en París El elogio de la locura, en el que Erasmo de Rotterdam arremete en latín culto contra teólogos
y clérigos. La Locura demuestra a todos sus interlocutores que están locos y que ella es la única cuerda. El libro causó
gran conmoción, y muchos clérigos trataron de que la curia romana condenara a su autor como hereje. Sin embargo, el
Santo Oficio no se movió. Erasmo censuraba extravagancias, supersticiones y abusos, pero nada en su crítica contradecía
a la doctrina católica. A lo sumo, El elogio de la locura podía contener calumnias, pero no herejías. De todos modos, los
obispos y muchas universidades prohibieron la lectura de los libros de Erasmo.

El humanista, Johannes Reuchlin, consultado sobre la orden imperial de destruir los escritos judíos, exceptuados los
bíblicos, defendió en su Augenspiegel la utilidad del Talmud y de la Cábala.

Alberto Durero pintó la Adoración de la Trinidad, un interesante óleo de planteamiento gótico pero de realización
renacentista.

Tiziano pintó tres frescos sobre Los milagros de san Antonio, que es la primera de sus obras íntegramente conservada y
en la que sabemos con certeza que no participó su ya difunto maestro, Giorgione.

Al mismo tiempo que trabajaba en el Vaticano, Rafael aceptó el encargo de decorar la villa Farnesina, perteneciente a un
banquero sienés. Allí terminó El triunfo de Galatea.

El Papa Julio II constituyó la Santa Liga con Venecia y el rey Fernando el Católico, con el objetivo de expulsar a los
franceses del Milanesado. Como parte de la alianza, Julio II proclamó a Fernando el Católico legítimo rey de Nápoles.
Como respuesta, el rey Luis XII de Francia convocó un concilio en Pisa, que inició sus sesiones el 1 de noviembre, con
la participación de 7 cardenales, 16 obispos y 4 abades, acompañados de teólogos, todos opuestos al Papa. Al frente de
sus ejércitos en Italia, Luis XII puso a su sobrino Gastón de Foix, hermano de Germana de Foix, la segunda esposa de
Fernando el Católico.

En Malaca, Alfonso de Albuquerque se informó de la situación del Moluco, el lugar de procedencia de las especias,
y envió una expedición en su búsqueda bajo el mando de Abreu, Serrao y Bisagudo. La expedición hizo su primera
escala en Sumatra. Una parte de la isla estaba bajo el dominio de Malaca, y el resto se lo repartían otros tres
sultanatos: Djambi, Palembang y Atjeh. Luego tocaron tierra en Java, que no era musulmana, sino budista. Allí había
dos reinos principales: Demak y Banten. Abreu visitó también Borneo, muy poco poblada, pero la expedición siguió
navegando hacia el este hasta que finalmente encontró el Moluco, que era un archipiélago, por lo que en lo sucesivo fue
más conocido como las islas Molucas o, también, como las islas de las Especias. La primera en la que tocaron tierra
fue Banda, que es una de las islas menores, situada hacia el centro del archipiélago y a la sazón principal productora
de nuez moscada.

El establecimiento de una audiencia y un juzgado de apelación en Santo Domingo supuso un nuevo enfrentamiento entre
el gobernador Diego Colón y la Corona castellana, pues el virrey reclamaba para sí la administración de justicia y el
nombramiento de todos los funcionarios del Nuevo Mundo. Ese año murió Nicolás de Ovando, el antecesor de Colón en
el gobierno de La Española. El domingo 30 de noviembre, un dominico llamado Antonio Montesinos ofició misa ante
Diego Colón y los altos funcionarios de La Española y en su sermón se dirigió a ellos en estos términos:

Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad
habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de
ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de
comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor
decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios
y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas
racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis
en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis
más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo
El sermón provocó un gran revuelo y, reunidos los magnates en la residencia del virrey, acordaron exigir una rectificación
por parte del fraile. Su superior les aseguró que al domingo siguiente, el 7 de diciembre, fray Antonio volvería a oficiar
la misa y trataría de satisfacer sus exigencias como mejor pudiera. En medio de una gran expectación, el fraile subió de
nuevo al púlpito, pero no hizo sino reafirmarse en lo dicho la semana anterior. Obviamente, no tardó mucho tiempo en
verse embarcado rumbo a España.

El concilio de Pisa se trasladó a Milán, donde los cardenales disidentes depusieron al Papa Julio II. Éste condenó el
concilio por cismático y empezó los preparativos para convocar el suyo propio.

Mientras Juan Ponce de León intentaba sin éxito sofocar la revuelta indígena que había estallado unos meses atrás, recibió
su destitución como gobernador de Borinquem. En febrero de 1512 logró que la Corona le concediera unas capitulaciones
para ir en busca de Bimini, un lugar donde fuentes indígenas bien informadas le habían asegurado que se encontraba
la fuente de la juventud, que tenía la virtud de mantener siempre jóvenes a todos aquellos que bebían de sus aguas. Este
episodio es menos surrealista de lo que puede parecer a primera vista y se iba a repetir en muchas ocasiones: En las
décadas siguientes serían muchos los indígenas americanos que "revelarían" a los conquistadores castellanos la existencia
de tierras ricas en oro u otros prodigios, cuya ubicación concreta podía variar según el informador, pero que siempre
estaban inevitablemente muy, pero que muy lejos. Estas "noticias" iban a impulsar muchas exploraciones, pero rara vez
lograban que los molestos extranjeros abandonaran un lugar donde ya habían puesto el pie.

Los aliados de la Santa Liga estaban asediando Bolonia, pero el, 5 de febrero, Gastón de Foix los obligó a levantar el
cerco. Poco después se presentaba frente a los muros de Brescia, donde derrotó al ejército veneciano y se apoderó de la
ciudad. Allí desencadenó una sangrienta matanza. Un soldado francés provocó graves heridas en la mandíbula y el paladar
a un niño de doce años llamado Niccolò Fontana, que corrió a refugiarse en la catedral, donde estaban su madre y su
hermana pequeña (su padre había muerto seis años atrás). Poco después lo dieron por muerto, pero su madre descubrió
que seguía vivo. Se curó, aunque desde entonces tuvo dificultades en el habla y por ello es más conocido por el
sobrenombre de Tartaglia (el tartamudo). El chico había aprendido algo de matemáticas por su cuenta, y su madre
consiguió que un mecenas le financiara estudios en Padua.
Gastón de Foix atrajo hacia Ravena las tropas de la Santa Liga, dirigidas por el virrey de Nápoles Ramon Folc de
Cardona. El 11 de abril tuvo lugar un combate extremadamente sangriento en el que los franceses obtuvieron una rotunda
victoria. Sin embargo, Gastón de Foix trató de perseguir a un grupo de soldados enemigos que se retiraban y resultó
muerto en la escaramuza. Tenía entonces veintitrés años.

El 10 de mayo, Julio II inauguró el quinto concilio de Letrán, con el fin de frustrar el concilio de Pisa (a la sazón
trasladado a Milán), convocado a instancias del rey Luis XII de Francia. Al Papa le fue fácil alcanzar su objetivo: tras la
muerte de Gastón de Foix, las tropas francesas no tardaron en ser desalojadas del Milanesado, cosa que los cardenales
cismáticos, privados ahora del apoyo francés, debieron de interpretar como señal inequívoca de que Dios estaba de parte
del Papa, y volvieron a reconocer su autoridad.

Julio II entregó el ducado de Milán a Maximiliano Sforza, hijo de Ludovico Sforza, que tenía entonces diecinueve años.
Aprovechando la presencia en Italia de las tropas de la Santa Liga, el Papa apoyó también la restauración de los Médicis
en Florencia en la persona de Juliano, hermano del difunto Pedro de Médicis, el último duque de Milán. Estaba casado
con Filiberta de Saboya, hermana del duque Carlos III de Saboya.

Los participantes en el concilio de Letrán fueron los primeros en admirar la bóveda de la capilla Sixtina, que Miguel
Ángel terminó por esas fechas. Contiene, organizadas en una compleja y original estructura, numerosas escenas del
Génesis, entre las que destaca la famosa Creación de Adán, además de otras escenas secundarias que representan profetas,
figuras juveniles, sibilas, y otros motivos mitológicos. La capilla Sixtina es el monumento artístico más visitado en la
actualidad.

Fernando el Católico había tratado de persuadir al rey Juan III de Navarra para que se incorporara a la Santa Liga, pero,
ante su negativa, logró al menos que se declarara neutral. Sin embargo, tras la victoria francesa en Ravena, Juan III firmó
un tratado en Blois por el que se permitía el paso por territorio navarro de las tropas francesas. El tratado pretendía ser
secreto, pero salió a la luz y el Papa Julio II excomulgó a Juan III. A su vez, Fernando el Católico aprovechó la ocasión
para invadir Navarra en julio. Extenuada por los continuos enfrentamientos entre beaumonteses y agramonteses, Navarra
no opuso resistencia al ejército castellano, que estaba capitaneado por Fadrique de Toledo, el duque de Alba. Juan III y
su esposa Catalina tuvieron que huir a Francia.

Los portugueses fundaron una factoría en Ambon, una pequeña isla situada junto a la isla de Ceram, en el archipiélago
de las Molucas, productora de clavo. Luego la expedición emprendió el viaje de regreso a Malaca, pero la nave de Serrao
se extravió y llegó a las Molucas septentrionales, cuya isla principal es Halmahera, si bien Serrao se instaló en la
pequeña Ternate, donde también se cultivaba el clavo. El resto de la expedición tocó tierra en una isla que los nativos
llamaban Sulawesi, pero que los portugueses deformaron a Célebes. Allí construyeron una fortaleza desde la que
entablaron intensas relaciones comerciales con el sultán de Makasar. Éste gobernaba también sobre las islas Flores, el
archipiélago que prolonga la isla de Java.

Diego de Velázquez fundó Baracoa, la primera colonia en Cuba, seguida de Bayamo y luego de Santiago, a la que
convirtió en capital de la isla. Fueron muchos los colonos que afluyeron desde La Española, pues las minas de oro de esta
isla se estaban agotando. Hacía ya un par de años que se había implantado en La Española el cultivo de la caña de azúcar,
que paulatinamente se estaba haciendo más lucrativo que la extracción de oro, auque, por supuesto, más lucrativo sería
encontrar oro en otra isla.

El gobernador de Jamaica, Juan de Esquivel, fue destituido a causa de ciertas acusaciones de que trataba duramente a los
indígenas. No se tienen noticias de a dónde fue ni de qué hizo tras su destitución, pero murió unos meses después. Al
marcharse Esquivel, también abandonó Jamaica Pánfilo de Narváez, que pasó a Cuba y no tardaría en convertirse en el
lugarteniente de Velázquez. Lo acompañaba como capellán castrense fray Bartolomé de Las Casas, que desde hacía unos
meses era el primer sacerdote ordenado en América. Las Casas obtuvo un buen repartimiento, y empleó a sus indios tanto
en el cultivo de las tierras como en la extracción de oro. También Hernán Cortés trató de hacer fortuna en Cuba de los
modos más diversos: ejerció de agricultor, de ganadero, buscó oro, e incluso fue durante un tiempo alcalde de Baracoa.

Martín Fernández de Enciso, desde que Balboa abandonara a su suerte al gobernador Diego de Nicuesa, no había ocultado
la desaprobación de sus métodos, y finalmente decidió regresar a Castilla, donde no se cansó de presentar acusaciones
contra Balboa. De momento, la marcha de Enciso dejó a vía libre a Balboa al frente de Castilla del Oro. Supo granjearse
la amistad de los caciques locales: entre ellos Ponca, Comogre y Chima, que aceptaron pacíficamente la dominación
castellana. El último incluso concedió a Balboa la mano de su hija.

En Sevilla murió Américo Vespucio, y su puesto de piloto mayor de la Casa de Contratación pasó a Juan Díaz de Solís,
que acababa de ser excarcelado, absuelto e indemnizado por las acusaciones que habían pesado sobre él a raíz de sus
diferencias con Vicente Yáñez Pinzón.

Antonio Montesinos participó en la redacción de las leyes de Burgos, que regulaban las relaciones entre castellanos e
indios, en ellas se reconocía a éstos como hombres libres, pero a la vez daba respaldo legal a las encomiendas.

El rey Luis XII de Francia seguía teniendo tropas en Italia y estaba tratando de recomponer su situación. Mientras
Trivulzio el Grande trataba de recuperar el Milanesado, en diciembre firmaba el cuarto tratado de Blois con el emperador
Maximiliano I, por el que acordaba el futuro matrimonio de su hija Renata, de dos años, con Carlos, el nieto del
Emperador y de Fernando el Católico, que tenía entonces doce años.

SELIM I
En 1512 Alberto Durero empezó a trabajar para el emperador Maximiliano I, para el que llegó a realizar hasta noventa y
dos grabados en madera. Sin embargo, éste no tenía dinero para pagarle, y pidió a los ediles de Nuremberg que lo
eximieran del pago de impuestos.

Rafael, tras haber terminado la decoración de la Estancia de la Signatura, pasó a la siguiente, que hoy se conoce
como Estancia de Heliodoro precisamente por el primer fresco que pintó en ella: La expulsión de Heliodoro, en el que
aparece retratado el Papa Julio II. Representa la expulsión de Heliodoro del templo de Jerusalén, tal y como la relata la
Biblia: la acción transcurre a la derecha, con un jinete y un caballo que recuerdan a Leonardo; el Papa la observa desde
la izquierda; y en el centro del fresco destaca la soberbia arquitectura del templo. Al mismo tiempo, Rafael terminaba
su Madona de Foligno, una de los mejores exponentes de su arte clasicista.
Antonio de Nebrija publicó una segunda edición aumentada de sus vocabularios latino-castellano y castellano-latino, que
ahora contaban con unas cuarenta mil entradas.

El hijo del sultán Bayaceto II logró, con el apoyo de los jenízaros, que su padre abdicara en su favor, y así se convirtió en
el sultán Selim I. A continuación, siguiendo el protocolo, hizo asesinar a sus hermanos y sobrinos. Es conocido
como Selim I el Cruel, pero no por cumplir con sus "obligaciones" familiares, sino porque a algunos melindrosos les
debió de parecer un poco exagerado que, por ser un devoto sunní, hiciera asesinar a unos cuarenta mil chiitas en sus
dominios.

También Muhammad Báber tuvo problemas por ser chiita. Perdió el apoyo de sus súbditos de Samarkanda y fue derrotado
por los uzbekos, con lo que se vio obligado a volver a Kabul.

Ese año murió Svante Nilsson, el regente de Suecia, y la regencia fue ocupada por su hijo Sten Svantesson.

También murió el obispo Ukasz Watzenrode, el tío de Nicolás Copérnico, con lo que éste ocupó definitivamente su
canonjía de Frauenburg. Ahora tuvo más tiempo libre para dedicarse a la astronomía.

Las relaciones entre el rey Jacobo IV de Escocia y su cuñado, Enrique VIII de Inglaterra, eran cada vez más tensas, y el
escocés terminó firmando una alianza con Luis XII de Francia.

Cuando el virrey Francisco de Almeida zarpó de Lisboa rumbo a la India, le acompañó un joven de veinticinco años
(ahora tenía ya treinta y dos) llamado Fernão de Magallanes. Desde entonces no había vuelto a su patria, y había tomado
parte en las exploraciones más relevantes llevadas a cabo por los portugueses en los últimos años. Magallanes fue el
encargado de elaborar en Malaca el informe definitivo que había que enviar a Portugal sobre las Molucas, y, al redactarlo,
cometió la indiscreción de señalar que, si se suponía que la línea divisoria establecida por el tratado de Tordesillas debía
ser prolongada a las antípodas, entonces las Molucas correspondían a la soberanía castellana. Evidentemente, no había
razón para suponer tal cosa (además de que no era así, los cálculos de Magallanes eran erróneos), y mucho menos desde
el momento en que semejante supuesto perjudicaba gravemente los intereses portugueses. Así lo entendió el virrey,
Alfonso de Albuquerque, y en enero de 1513 envió a Magallanes de vuelta a Portugal, advirtiendo a la Corte de la
conveniencia de mantenerlo a raya.

El rey Luis XII de Francia logró que Venecia abandonara la Santa Liga y se convirtiera en su alidada. Poco después
murió el Papa Julio II y, el 11 de marzo, el cónclave, que quería el apoyo de Florencia, designó como sucesor al
cardenal Juan de Médicis, que adoptó el nombre de León X. Dicen que al enterarse del resultado de la votación
dijo: "Gocemos del pontificado, ya que Dios nos lo ha concedido". El nuevo Papa siguió la misma política nepotista de
sus predecesores, en virtud de la cual nombró cardenal a su hermano Juliano y a su hermanastro Julio (hijo bastardo del
hermano de Lorenzo el Magnífico).

Erasmo de Rotterdam compuso el poema que tituló Iulius exclusus e coelis (Julio excluido del cielo), una sátira contra el
Papa guerrero que le había dicho a Miguel Ángel: "Retrátame con una espada, yo no soy hombre de libros". La muerte
de Julio II supuso, paradójicamente, una traba para que Miguel Ángel pudiera llevar adelante su proyecto de sepulcro,
proyecto que le interesaba mucho más que la capilla Sixtina, en la que había estado trabajando hasta entonces. Su
esperanza había sido convertir el sepulcro de Julio II en su obra maestra, pero, dado el escaso interés de los herederos del
Papa, les presentó una versión mucho menos ambiciosa. Aún así, los herederos fueron retrasando la empresa, a pesar de
lo cual Miguel Ángel empezó a trabajar en ella. De este año data un primer prisionero o esclavo moribundo, en mármol,
de más de dos metros de alto.

El retorno de los Médicis a Florencia trajo consigo la caída de Nicolás Maquiavelo, que fue destituido y luego implicado
en un proceso de traición. Fue encarcelado y torturado, pero finalmente quedó en libertad y se exilió en una propiedad
que poseía a las puertas de Florencia. Allí se empezó a redactar diversas obras. El año anterior había terminado el
manuscrito de una Descripción de las cosas de Alemania, que permanecía inédito. Ahora escribió (aunque tampoco
editó) El príncipe, donde describe las características que debería tener un gobernante para que pudiera unificar Italia.
Maquiavelo argumenta que dicha unidad sólo sería posible mediante la imposición de un príncipe que mantuviera una
política fundada en la razón de estado, a la que debían subordinarse la ley y la moral. Esta monarquía italiana no sería
incompatible con el gobierno republicano de las ciudades, pero implicaría la sumisión de la Iglesia y de la nobleza al
Estado, así como la creación de un ejército estatal. Se ha creído que la figura del príncipe de Maquiavelo está inspirada
en César Borgia y en Fernando el Católico.

El 23 de marzo, las Cortes de Navarra, reunidas en Pamplona, proclamaron rey de Navarra a Fernando el Católico. El rey
Juan III de Navarra, con la ayuda de Francia, trató de recuperar su territorio, pero sólo logró hacerse fuerte en la pequeña
porción del reino navarro situado al norte de los Pirineos.

León X ratificó su apoyo a la Santa Liga contra Francia, y el 5 de abril formó la Liga de Malinas, en la que, además del
emperador Maximiliano I y de Fernando el Católico, participó el rey Enrique VIII de Inglaterra, a instancias de su suegro,
Fernando II.

Juan Ponce de León, en su búsqueda de la mítica Bimini, había explorado las islas Bahamas, y el día de pascua llegó a
las costas de lo que tomó por una isla más, a la que llamó Pascua Florida (la pascua florida es la pascua de Resurrección,
por oposición a la pascua granada, que es la pascua de Pentecostés), si bien más adelante se comprobaría que en realidad
era una península, la que aún hoy conserva el nombre de Florida. (Años atrás, Florida ya había recibido las visitas de
Vicente Yáñez Pinzón y Américo Vespucio). Allí fundó un poblado, pero todas las fuentes que encontró eran normales,
de las que calman la sed, pero no dan la eterna juventud. Además, los nativos eran bastante hostiles, por lo que no tardó
en regresar a Puerto Rico. En cambio, los nativos que había encontrado en las Bahamas eran mucho más "tratables", por
lo que pronto empezaron a ser llevados como esclavos a La Española, donde las epidemias y el trabajo forzado estaban
exterminando a la población indígena. Los colonos habían llegado incluso a comprar esclavos guineanos a los portugueses
para paliar la falta de mano de obra, pero ahora se encontraron con que los mansos habitantes de las Bahamas eran un
recurso más barato.

En junio, el ejército francés, capitaneado por Trivulzio el Grande, fue derrotado por Maximiliano Sforza y el virrey de
Nápoles, Ramon Folc de Cardona, que contaron con la inestimable ayuda de mercenarios suizos. (Ese año, el número de
cantones suizos había aumentado a trece con la incorporación de Appenzell). Poco después, Enrique VIII de Inglaterra
invadía Francia y obtenía una victoria en Guinegatte. Entonces el rey Jacobo IV de Escocia, instigado por Luis XII de
Francia, consideró que era el momento oportuno para atacar a Inglaterra, pero fue derrotado y muerto en septiembre, en
la batalla de Flodden. Jacobo IV fue sucedido por su hijo Jacobo V, que tenía apenas un año de edad. Su madre,
Margarita Tudor, ejerció la regencia.

También a Vasco Núñez de Balboa le llegaron historias sobre un territorio rico en oro, situado, como era preceptivo, muy,
muy lejos. Más concretamente, sus informadores le explicaron que, para llegar a él, había que navegar por un gran mar
que se encontraba un poco más al oeste. Es posible que le estuvieran hablando del Imperio Inca, pero probablemente eso
les daba igual a los indígenas, y Balboa tampoco se dejó impresionar por la tentación de un oro muy lejano; en cambio,
empezó a preguntar sobre qué era eso de un gran mar cercano. Cuando le aseguraron que, relativamente cerca, había otro
mar, se dispuso a comprobarlo por sí mismo. Comprendió que ello confirmaría las teorías de Américo Vespucio, según
las cuales tenía que haber otro océano entre América y Asia. Balboa sabía que la Corte no veía con buenos ojos los medios
con los que se había hecho con el gobierno de Castilla del Oro, y estimó que el descubrimiento de ese mar podría
consolidar definitivamente su posición.

Vasco Núñez de Balboa partió al frente de una expedición compuesta por 190 colonos y 800 indígenas amigos.
Atravesar la selva tropical no fue tarea fácil, pero finalmente, el 25 de septiembre encontraron una playa que, aunque
ellos habían caminado hacia el oeste, estaba orientada hacia el sur, así que el mar que baña sus costas fue llamado mar
del Sur. Después de nombrar a los principales miembros de la expedición, entre los que, además de Balboa, se encontraba
Francisco Pizarro, el escribano relata así el momento:

Estos veintidós y el escribano Andrés de Valderrábano fueron los primeros cristianos que los pies pusieron en el mar del
Sur y, con sus manos, todos ellos probaron el agua, que metieron en sus bocas para ver si era salada, como la de la otra
mar; y, viendo que lo era, dieron gracias a Dios.

La zona a la que llegaron recibió el nombre de Panamá. Antes de que la noticia llegara a Castilla, las acusaciones de
Enciso y, sobre todo, el declinar de la influencia de Diego Colón, protector de Balboa, hicieron que fuera nombrado un
nuevo gobernador de Castilla del Oro. El cargo recayó en Pedro Arias Dávila, más conocido como Pedrarias
Dávila. Era de edad avanzada. Había participado en la guerra de Granada y en las recientes campañas en el norte de
África.
Mientras tanto, Alfonso de Albuquerque, viendo que los reinos orientales no ponían objeciones en aceptar a los
portugueses como los nuevos intermediarios del comercio de las especias, pasó a ocuparse de que los egipcios aceptaran
lo también. Trató de tomar la ciudad de Adén, pero no lo consiguió.

En octubre, Ramon Folc de Cardona derrotó a los venecianos en Vicenza y el rey Luis XII de Francia tuvo que retirar
definitivamente sus ejércitos de Italia. Incluso se vio obligado a desautorizar públicamente el concilio de Pisa, que él
mismo había organizado.

El príncipe Bogdán III de Moldavia, agobiado por la presión polaca, decidió rendir vasallaje al imperio Otomano. El
imperio del sultán Selim I atravesaba una época de escasez: apenas le quedaban ya chiitas que matar. Y lo peor era que
los pocos que le quedaban se le refugiaban en el vecino reino de Persia, que todo él era oficialmente chiita. Ello le llevó
a declarar la guerra al sha Ismaíl I. Lo hizo en una comedida carta que empezaba modestamente así:

Yo, el jefe soberano de los osmanlíes, héroe de los héroes, con la fuerza y el poder de Feridun, la majestad de Alejandro
el Grande y la justicia y la clemencia de Cosroes; yo, el exterminador de los idólatras, el destructor de los herejes, el
terror de los tiranos y de los faraones; yo, Selim, graciosamente me dirijo a ti, Ismaíl, jefe de los persas, tirano como
Zoak y Afrasiab, destinado a perecer como Darío, ...

Así empezó la guerra, pero no hubo batalla alguna, pues Ismaíl I se dedicó a huir cada vez más hacia el este de sus
dominios, agotando a los jenízaros en una persecución interminable.

Ese año murió el rey Juan I de Dinamarca y Noruega, que fue sucedido por su hijo Cristián II.

En Siena murió el pintor Bernardino di Betto, il Pinturicchio.

El año anterior, Leonardo da Vinci había acabado en Milán un monumento ecuestre para la tumba de Trivulzio el Grande,
así como unas madonas encargadas por Luis XII. Ahora marchaba a Roma.
Rafael había terminado un nuevo fresco para la Estancia de Heliodoro, que representa El milagro de Bolsena, una misa
milagrosa que la tradición sitúa en el siglo XIII y que dio origen a la festividad del Corpus. A la misa asiste un grupo de
cardenales, entre los que se encuentra el Papa Julio II.

Alberto Durero terminó uno de sus grabados más representativos: El caballero, la muerte y el diablo, cuyo origen fue,
probablemente, un estudio del caballo basado en Leonardo, pero que después convirtió en una obra más profunda al
vincularla con un antiguo opúsculo de Erasmo de Rotterdam en el que describe el ideal de caballero cristiano. Así, Durero
representa a un caballero modélico, impávido ante la muerte y la tentación.

Una vez que el rey Luis XII de Francia retiró sus ejércitos de Italia, los ataques de la Santa Liga fueron arreciando y Luis
XII trató de encauzar las cosas diplomáticamente. En enero de 1514 murió su esposa, la duquesa Ana de Bretaña, y el
monarca aprovechó para contraer terceras nupcias con María, hermana del rey Enrique VIII de Inglaterra. Ese mismo
año casó a su primogénita, Claudia, con el que, en ausencia de hijos varones, debía sucederle en el trono de acuerdo con
la ley sálica, el duque Francisco de Valois, que iba a cumplir los veinte años.

En marzo Luis XII firmó con la Santa Liga la tregua de Orleans, por la que, entre otras cosas, reconocía a Fernando el
Católico como rey de la Alta Navarra (la parte de Navarra al sur de los Pirineos).

Luis XII nombró condestable de Francia a Carlos de Montpensier, el segundo hijo del conde Gilberto de Montpensier.
Tenía entonces veinticuatro años. A los diecinueve había destacado en la batalla de Agnadello. Poco después se casó
con la duquesa Susana de Borbón, con lo que se convirtió en el duque Carlos III de Borbón.

Margarita Tudor, la viuda del rey Jacobo IV de Escocia y hermana de Enrique VIII, se casó con Archibaldo
Douglas, conde de Angus, pero el partido nobiliario contrario a Inglaterra acabó imponiéndose y perdió la tutela del
joven Jacobo V, que pasó al duque Juan de Albany, primo de Jacobo IV.

Alfonso de Albuquerque había impuesto a Siam, Sumatra y Java el pago de un impuesto al rey de Portugal. Después, él
mismo dirigió una expedición a China, que llegó a las costas de Tamao. Allí los portugueses se mostraron más comedidos
y poco después se presentaron educadamente en la cercana Cantón en calidad de embajadores del rey de Portugal.
A Jamaica llegó el nuevo gobernador, que tenía que sustituir al difunto Juan de Esquivel. Se llamaba Francisco de
Garay, y, al igual que Esquivel, había acompañado a Cristóbal Colón en su segundo viaje. Llegaba con el encargo de
convertir a Jamaica en el centro de abastecimiento para futuras expediciones a Tierra Firme. Poco después de su llegaga
hizo un nuevo repartimiento de indios, muy mermados ya por la férrea política de su antecesor.

En Cuba, el gobernador Diego de Velázquez había dejado la conquista de la isla en manos de Pánfilo de Narváez mientras
él se dedicaba a la colonización de las regiones ya conquistadas. El año anterior había fundado las ciudades de Trinidad
Sancti Spiritus y Puerto Príncipe, y ahora fundaba La Habana. Parece ser que Velázquez creía sinceramente en que la
misión de los colonos era civilizar a los indios y no aprovecharse de ellos, por lo que procuró ganarse su confianza y
castigó con dureza los excesos cometidos contra los mismos. Pronto contó con la colaboración de Bartolomé de Las
Casas, que, ese año, cuando iba a predicar la pascua de Pentecostés a Sancti Spiritus, "se convirtió" (según sus propias
palabras), lo que significa que se concienció de que el trato que estaban recibiendo los indios (el trato que él mismo les
había dado hasta entonces) era una canallada, y esto lo llevó a renunciar a sus encomiendas y a dedicar el resto de su vida
a una incansable lucha en defensa de los indios y en contra de las encomiendas. Las Casas convenció a Velázquez para
que fomentara la importación de esclavos negros desde África que pudieran sustituir a los indios en las tareas más duras.
Hacer trabajar a los indios como animales estaba mal, porque eran seres humanos, mientras que a los negros se les podía
hacer trabajar como animales sin remordimientos de conciencia porque, según afirmaba fray Bartolomé, eran realmente
animales (no tenían alma).

El 30 de julio Pedrarias Dávila, el nuevo gobernador de Castilla del Oro, entraba en el puerto de Santa María de la Antigua
del Darién. El descubrimiento del mar del Sur había salvado del desastre a Núñez de Balboa, que, según le comunicó
Pedrarias, recibía los títulos de adelantado del mar del Sur y gobernador de Panamá, subordinado a Pedrarias. Éste había
llegado acompañado de Martín Fernández de Enciso y otros muchos hombres, entre los que cabe destacar a fray Juan de
Quevedo, el primer obispo de Tierra Firme, o Gonzalo Fernández de Oviedo, que había comenzado su carrera como
paje del príncipe Juan (el difunto hijo de los reyes Católicos) y, tras la muerte de éste, había pasado a Italia, donde había
servido a importantes señores, desde los Borja hasta a los reyes de Nápoles y al Gran Capitán. Diez años atrás, Fernando
el Católico le había encargado "compilar noticias de los reyes de España". Ahora llegaba a América con los cargos
de veedor de las fundiciones de oro y escribano real. Otros recién llegados fueron Diego de Almagro, Pascual de
Andagoya, Sebastián de Belalcázar y el joven Bernal Díaz del Castillo, que tenía entonces veintidós años.

Ese año murió en Santo Domingo Bartolomé Colón, el hermano del descubridor. También murió el poeta italiano Cariteo.

Por otra parte, el descubrimiento del mar del Sur llevó a Juan Díaz de Solís a promover una nueva expedición en busca
de una ruta por la que los barcos pudieran acceder a él, en el peor de los casos, bordeando América por el sur, igual que
los portugueses habían bordeado África. La Corona mostró gran interés, ya que el año anterior los portugueses habían
enviado una expedición con tal fin al mando de Nuno Manuel y Cristóbal de Haro. No se sabe con certeza hasta donde
llegaron, si bien no encontraron el paso que buscaban. Así pues, pronto se firmaron las correspondientes capitulaciones y
Díaz de Solís empezó a preparar la expedición.

La colonización de las Canarias podía considerarse terminada. Toda la población era cristiana y hasta los antiguos
príncipes indígenas se consideraban a sí mismos genuinos castellanos. Se había producido un rápido y extenso mestizaje.
La economía era próspera, gracias al cultivo de la caña de azúcar y al comercio con América.

El sha de Persia, Ismaíl I, consideró que los turcos debían de estar ya agotados por la persecución a la que se había
dejado someter y decidió enfrentarse a ellos. El combate tuvo lugar en Tsaldiran el 23 de agosto, y el sha tuvo la
ocasión de comprobar que los cañones otomanos no se agotaban al ser trasladados de un sitio a otro. (Los persas carecían
de artillería.) Ismaíl I conservó su trono, pero Selim I anexionó a su imperio Mesopotamia y Armenia, donde había una
importante población sunní que aceptó de buen grado su liberación de los persas chiitas, así como Georgia, donde la
población era mayoritariamente cristiana, con lo que le daba igual estar sometida a sunníes o chiitas.

El hecho de que Selim I tuviera más interés en combatir al chiismo que al cristianismo fue una fortuna para Hungría, que
se desmoronaba bajo el reinado del rey Ladislao II. El ejército llevaba tiempo sin recibir su paga, y ya no reconocía la
autoridad real. Los campesinos, cuya situación era cada vez más insostenible, organizaron una revuelta.

El rey Segismundo I de Polonia seguía en guerra contra el príncipe Basilio III de Moscú. Tras un intervalo de tregua,
había retomado las campañas hacía dos años, y ahora Basilio III conquistaba Smoliensk. Basilio III dominaba ya todos
los principados rusos, con la única excepción de Riazán. Poco después, los polacos se recobraron en parte de la derrota
sufrida en Smoliensk con una victoria en Orcha, pero la guerra continuó.

En Crimea murió el kan Mengli Giray, que fue sucedido por su hijo Devlet Giray I.

Alberto Durero terminó uno de sus grabados más famosos, titulado La melancolía, lleno de referencias a las matemáticas,
la más notable de las cuales es el llamado cuadrado mágico de Durero:

16 3 2 13
5 10 11 8
9 6 7 12
4 15 14 1

Contiene los números del 1 al 16, y todas filas, las columnas y las dos diagonales suman 34. Además, las casillas centrales
de la fila inferior forman el año en curso. Es el primer cuadrado mágico del que se tiene referencia en Europa. Recordemos
que los chinos conocían el Loh Shu desde tiempos inmemoriales.

Rafael pintó el retrato del conde Baltasar de Castiglione, que a la sazón estaba en Roma como embajador del marqués
de Mantua. Tenía ahora treinta y seis años. A los veintiocho había compuesto una égloga titulada Tirsis.

En la Estancia de Heliodoro, Rafael pintó dos frescos titulados San León deteniendo a Atila a las puertas de Roma, en el
que san León aparece con el rostro del Papa León X, y La liberación de san Pedro. Luego pasó a decorar una tercera
estancia, llamada la Estancia del Incendio del Borgo, porque en ella pintó el fresco con dicho título, que representa un
supuesto milagro del Papa León IV.

El Papa encargó también a Rafael que pintara diez cartones para ser convertidos en tapices en Bruselas, con el fin de
cubrir los zócalos de la capilla Sixtina. Entre ellos destaca el de La pesca milagrosa. A partir de este año, Rafael empezó
a delegar parte del trabajo a sus discípulos, sobre todo cuando, a raíz de la muerte del arquitecto Bramante, León X le
encargó también que se pusiera al frente de la construcción de la nueva catedral de San Pedro. A instancias del Papa,
Rafael modificó el proyecto inicial de Bramante en cruz griega para adoptar el tradicional de cruz latina.

Resueltos los principales problemas políticos italianos, el Papa León X decidió aprovechar el V concilio de Letrán para
tratar la reforma del calendario. En el concilio de Nicea, celebrado en el siglo IV, se habían fijado las fechas más señaladas
de la liturgia católica en relación con el ciclo solar, en particular con las estaciones del año; pero los astrónomos y
navegantes tenían constatado que los solsticios y los equinoccios que marcaban los cambios estacionales no sucedían en
las fechas consideradas en dicho concilio, sino que había un desfase de unos diez días. Numerosos especialistas fueron
convocados para asesorar al concilio, entre los cuales se encontraba el polaco Nicolás Copérnico. Éste fue uno de los
pocos que se abstuvo de acudir a Roma y, en su lugar, envió algunas consideraciones por carta, en las que juzgaba que
era prematuro tratar la reforma del calendario, ya que el movimiento de los cuerpos celestes todavía no estaba bien
entendido. Las enormes discrepancias entre los expertos dieron la razón a Copérnico, y el concilio no adoptó ninguna
resolución.

Por esta época, Copérnico distribuyó entre algunos de sus amigos unas copias manuscritas de un pequeño libro escrito
por él mismo. Sus amigos sabían que él era el autor, pero su nombre no constaba en ningún lugar del documento. En esta
obra, Copérnico propone una explicación de los movimientos de los cuerpos celestes a partir de siete supuestos:

1. El universo no tiene un único centro.


2. El centro de la Tierra no es el centro del universo.
3. El centro del universo está junto al Sol.
4. La distancia de la Tierra al Sol es inapreciable en comparación con la distancia a las estrellas.
5. La Tierra gira sobre sí misma, y esto explica la aparente rotación diaria de las estrellas.
6. El aparente ciclo anual del Sol es debido a que la Tierra gira alrededor del Sol.
7. El aparente movimiento retrógrado de los planetas es causado por el movimiento de la Tierra, desde la que son
observados.
La contradicción entre 1. y 3. se explica si entendemos que Copérnico quería decir que el universo no tiene ningún centro
distinguido, pero que, a efectos de explicar el movimiento de los planetas, podemos considerar al Sol (y no a la Tierra)
como centro del universo. El séptimo supuesto alude a que, en su trayectoria sobre la esfera celeste, algunos planetas,
como Marte, avanzan para luego retroceder y luego volver a avanzar. Esto había llevado a Ptolomeo a diseñar su complejo
sistema en el que los planetas seguían órbitas circulares alrededor de centros que a su vez seguían órbitas circulares
alrededor de la Tierra. Copérnico, en cambio, suponía que la Tierra y los demás planetas describían órbitas circulares
alrededor del Sol a velocidades diferentes, y que esto bastaba para explicar el movimiento retrógrado. En su manuscrito
no da todos los detalles de su teoría, sino que dice:

Aquí, por brevedad, he preferido omitir las demostraciones matemáticas, que dejo para mi obra mayor.

Es probable que Copérnico empezara a trabajar en su "obra mayor" desde ese mismo año.

Erasmo de Rotterdam abandonó Inglaterra, y entonces se le ordenó regresar al monasterio de Steyn, pero él se negó y
realizó un viaje por Alemania, donde fue triunfalmente acogido por todos los humanistas.

En 1515, Bartolomé de Las Casas embarcó rumbo a Castilla, con la intención de defender ante el rey Fernando el Católico
la causa de los indios americanos. También cruzó el océano Diego Colón, el gobernador de La Española, aunque en su
caso no fue por propia voluntad, sino reclamado por los tribunales, a raíz de las muchas acusaciones que pesaban sobre
sus actuaciones. En La Española murió Alonso de Ojeda, el que fuera primer gobernador de Castilla del Oro. El nuevo
gobernador, Pedrarias Dávila, estaba enviando una expedición tras otra para explorar sus dominios. Las primeras habían
sido un fracaso, si bien las últimas estaban aportando información valiosa. Sus relaciones con Vasco Núñez de Balboa
habían sido malas desde el principio, pero mejoraron un poco cuando éste se casó por poderes con una hija suya, que
vivía en Castilla. Balboa repobló la ciudad de Acla, en la costa atlántica, que había sido abandonada por los ataques de
los indios, y desde ella dirigió expediciones hacia el mar del Sur, como la dirigida por Diego de Arbites y Tello de
Guzmán.
El rey Segismundo I de Polonia selló una alianza con el emperador Maximiliano I, ratificada con el compromiso de
matrimonio entre sus sobrinos Luis y Ana y los nietos del emperador, María (de diez años) y Fernando (de doce).

Por otra parte, Maximiliano I casó a otra de sus nietas, Isabel, que tenía entonces catorce años, con el rey Cristián II de
Dinamarca y Noruega.

El conde Baltasar de Castiglione abandonó Roma para regresar a la corte del duque de Mantua, donde contrajo
matrimonio.
ANTERIOR MARTÍN LUTERO
La subida al trono del rey Enrique VIII de Inglaterra había cambiado la fortuna de Thomas More, que, de mantenerse
discretamente distanciado de la política, pasó a ocupar en 1515 un cargo de embajador. Por la misma época, el rey nombró
lord canciller a Thomas Wolsey, al que el Papa acababa de nombrar cardenal por influencia del monarca inglés. Desde
ese momento fue el auténtico director de la política de su país.

Tiziano acabó varios cuadros, a cuál más perfecto, entre los que destacan Mujer ante el espejo, Amor sagrado y amor
profano, Flora, y Salomé.

Miguel Ángel terminó la pieza principal que esculpiría para el sepulcro del Papa Julio II: su impresionante Moisés. de
más de dos metros de alto, pero, en vistas de que su proyecto de sepulcro no era recibido con interés, lo dejó inacabado y
marchó a Florencia.

El 31 de marzo el Papa León X promulgó una bula por la que concedía la indulgencia (esto es, el perdón de los pecados)
a todos los fieles que contribuyeran económicamente a la construcción de la catedral de San Pedro.

Ese año murieron:

 El virrey portugués Alfonso de Albuquerque, acababa de llegar a Goa desde China y se disponía a combatir una
coalición turco-árabe que amenazaba Ormuz. A su muerte Portugal era el dueño absoluto del océano Índico. Si las
hazañas que realizó le habían valido el sobrenombre de "El Marte Portugués", mayores aún fueron algunas de las
que proyectó y no llegó a realizar, entre las que se encontraba un plan para arruinar Egipto desviando el curso del
alto Nilo hacia el mar Rojo, o el de apoderarse por sorpresa de La Meca y del cuerpo de Mahoma, para conseguir
la liberación de Tierra Santa.
 El navegante Diego de Lepe, que preparaba en Portugal una nueva expedición hacia América.
 Gonzalo Fernández de Cordoba, el Gran Capitán, que a sus sesenta y dos años vivía retirado en Granada. Dejó una
hija llamada Elvira, que heredó el título de duquesa de Sessa.
 El rey Luis XII de Francia, que, según lo previsto, fue sucedido por su yerno y sobrino segundo, el duque de Valois,
ahora rey Francisco I de Francia, que tenía entonces diecinueve años. María Tudor, la viuda de Luis XII, se casó
poco después con Carlos Brandon, el duque de Suffolk. Francisco I ascendió a duque de Vendôme al hasta
entonces conde Carlos de Vendôme.

El 13 de septiembre, Trivulzio el Grande, al frente del ejército Francés, derrotaba en Marignano a los mercenarios suizos
al servicio de la Santa Liga, tras lo cual, los franceses ocuparon de nuevo el Milanesado. (El duque, Maximiliano Sforza,
cedió sus estados al rey Francisco I a cambio de una pensión, y se retiró a Francia.) Se firmó entonces la Paz perpetua, por
la que los suizos se comprometían a no luchar contra Francia y a abastecerla de soldados. El Papa León X también firmó
dicha paz, lo que suponía la disolución de la Liga (o, por lo menos, que dejaba de ser santa).

El 8 de octubre zarpó Juan Díaz de Solís, dispuesto a encontrar un paso a las Indias por el oeste.

Una tempestad desvió hacia el norte un barco capitaneado por Juan de Bermúdez, que encontró así unas islas
relativamente cercanas a la costa norteamericana que desde entonces se llaman islas Bermudas.

En diciembre, el rey Francisco I de Francia se entrevistó personalmente en Bolonia con el Papa León X, para discutir
sobre las atribuciones de cada uno de ellos en lo tocante a la Iglesia de Francia.

Leonardo da Vinci aceptó la invitación de Francisco I para trasladarse a Francia, donde se dedicó principalmente a hacer
estudios arquitectónicos para los castillos reales.

El 25 de enero de 1516 murió el rey Fernando el Católico. Se dijo que como consecuencia de haber ingerido un bebedizo
a base de criadillas de toro. (Tiene su lógica: el Católico estaba bastante interesado en dejar un heredero varón, tenía
entonces sesenta y cuatro años, mientras que su esposa, Germana de Foix, tenía 28...)
Su testamento nombraba heredera a su hija Juana, y gobernador a su nieto Carlos, que permanecía en Flandes, camino de
cumplir los dieciséis años, educado bajo la tutela de su tía Margarita. Al día siguiente, siguiendo las disposiciones del
rey, el cardenal Cisneros asumió de nuevo la regencia. Los disturbios no se hicieron esperar. Buena parte de la nobleza
castellana consideró que era el momento de reclamar antiguos privilegios perdidos, y el octogenario cardenal no tenía
intención de tolerar muchos cambios. Surgieron brotes revolucionarios en numerosas ciudades, pleitos entre nobles, ligas
nobiliarias, etc. Algunos nobles se mostraron partidarios de que la corona pasara a Fernando, el hermano menor de Carlos,
que se había educado en Castilla.

En un tiempo mínimo, Cisneros reunió una milicia urbana de unos treinta mil hombres (la Gente de Ordenanza) y, con
no poca habilidad, fue poniendo en vereda a los revoltosos. Se cuenta que una comisión de nobles le exigió que justificase
en virtud de qué poder gobernaba, y Cisneros abrió el balcón, señaló a sus guardias y dijo "éstos son mis poderes". Una
versión más elaborada de la anécdota añade que los guardias estaban junto a cañones dispuestos para ser disparados.

Un embajador francés protestó por la reciente anexión de Navarra a Castilla: "Os digo, señor cardenal, que mi rey está
dispuesto a apoderarse de Navarra y de toda Castilla". Cisneros, sin inmutarse, lo llevó a la estancia donde se guardaba
el tesoro real, mandó que acuchillaran algunos sacos para que se desparramara el oro y, señalando al cordón de su hábito
franciscano dijo: "Decid a vuestro rey que con este dinero y este cordón, si él trata de venir a Navarra, iré yo a darle la
batalla a París". Ciertamente, el derrocado Juan III de Navarra trató de recuperar nuevamente su reino con el apoyo
francés, pero murió en el intento. Dejó un hijo de trece años, al que los partidarios de su padre llamaron Enrique II de
Navarra.

Menos éxito tuvo Cisneros en el norte de África. Ante las incursiones castellanas, los musulmanes habían reclamado la
ayuda de piratas turcos. Ese años dos hermanos, llamados Baba Aruy y Jayr al-Din, se establecieron en Argel, desde
donde rechazaron una expedición dirigida por Diego de Vera que intentó tomar la ciudad.

El príncipe Carlos envió como embajador a su preceptor, Adrian Floriszoon, también conocido como Adriano de
Utrecht. Hubo presiones para que Cisneros le cediera la regencia, pero el cardenal no transigió. Insistió en que, en cuanto
Carlos llegara a Castilla, él mismo le traspasaría los poderes.
Entre todos estos asuntos, Cisneros todavía encontraba tiempo para patrocinar la llamada Biblia políglota
complutense (Complutum es el nombre latino de Alcalá de Henares, en cuya universidad se estaba realizando el
proyecto, desde hacía ya catorce años). Consistía en una versión crítica de los textos arameos, hebreos, griegos y latinos
de la Biblia. En la parte en hebreo y arameo colaboraron los judíos conversos Alfonso de Alcalá, Pablo
Coronel y Alfonso de Zamora, en la parte griega, el cretense Demetrio Lucas, Hernán Núñez y Antonio de Nebrija.
Éste último intervino también en la corrección de la Vulgata. Ese mismo año publicó su Tertia quinquagena, en la que
estudiaba cincuenta pasajes dudosos de la Biblia. Cisneros trataba ahora de convencer a Erasmo de Rotterdam para que
se incorporara al proyecto, pero éste, que también había recibido ofertas de Francia e Inglaterra, las rechazó todas.

A la sazón, Erasmo estaba en Basilea, donde editó su Nuevo Testamento en griego, con notas y traducción latina. La obra
causó gran revuelo, pues Erasmo aprovechaba cualquier pasaje para despotricar en sus notas contra la Iglesia y los
teólogos. También dio a la imprenta una edición de las Cartas de san Jerónimo que, salpicadas de citas en griego y en
hebreo, habían llegado tan corrompidas a través de los manuscritos medievales que, para adivinar su sentido, era
imprescindible la formidable erudición de Erasmo. Éste dedicó ambas obras al Papa León X, y el Papa, no sólo aceptó la
dedicatoria, sino que lo dispensó de vestir el hábito de su orden y lo desvinculó del monasterio de Steyn. La curia romana
perdonaba todas las impertinencias a condición de que vinieran de un helenista. Erasmo también terminó ese año
la Institutio principis Christiani para Carlos de Austria, de quien había sido nombrado consejero.

Thomas More publicó su libro De optimo rei publicae statu, deque noua insula Utopia, más brevemente conocido
por Utopía. Hoy es una palabra castellana, pero fue él quien la acuñó (en su versión latina, cuya etimología griega significa
"en ninguna parte"). En la primera parte de la obra, More critica la sociedad inglesa de su época: el despotismo de las
monarquías, el servilismo de los cortesanos, lo absurdo de las conquistas y del lujo, la injusticia de los nobles y religiosos,
etc. En la segunda parte, en lugar de proponer reformas, las relata como si ya estuvieran aplicadas en una isla lejana. En
Utopía, la igualdad entre las gentes era total, el dinero había sido abolido, la nobleza, suprimida, y las riquezas eran
propiedad del estado. Seis horas diarias de trabajo obligatorio bastaban para que reinase la prosperidad. Había que
levantarse a las cuatro de la madrugada y acostarse a las ocho de la tarde. El gobierno se hallaba en manos del
príncipe Utopus, sometido al pueblo. Las muchachas se casaban a partir de los dieciocho años y los muchachos a partir
de los veintidós. Los matrimonios tenían que concertarse por amor y el adulterio se castigaba con la muerte, pero los
cónyuges descontentos podían divorciarse. Los esposos compartían tareas y ambos tenían la misma autoridad sobre los
hijos. Los utopianos tenían el deber de practicar su religión, pero el fanatismo y la intolerancia estaban proscritos. No
podemos dejar de citar este pasaje:

Ya dije que se esmeran en la atención a los enfermos. No escatiman nada que pueda contribuir a su curación, trátese de
medicinas o de alimentos. Consuelan a los enfermos incurables, visitándolos con frecuencia, charlando con ellos,
prestándoles, en fin, toda clase de cuidados. Pero cuando a estos males incurables se añaden sufrimientos atroces,
entonces los magistrados y los sacerdotes se presentan al paciente para exhortarle. Tratan de hacerle ver que está ya
privado de los bienes y funciones vitales; que está sobreviviendo a su propia muerte; que es una carga para sí mismo y
para los demás. Es inútil, por tanto, obstinarse en dejarse devorar por más tiempo por el mal y la infección que le
corroen. Y puesto que la vida es un puro tormento, no debe dudar en aceptar la muerte. Armado de esperanza, debe
abandonar esta vida cruel como se huye de una prisión o del suplicio. Que no dude, en fin, liberarse a sí mismo, o permitir
que le liberen otros. Será una muestra de sabiduría seguir estos consejos, ya que la muerte no le apartará de las dulzuras
de la vida, sino del suplicio. Siguiendo los consejos de los sacerdotes, como intérpretes de la divinidad, incluso realizan
una obra piadosa y santa. Los que se dejan convencer ponen fin a sus días, dejando de comer. O se les da un soporífero,
muriendo sin darse cuenta de ello. Pero no eliminan a nadie contra su voluntad, ni por ello le privan de los cuidados que
le venían dispensando. Este tipo de eutanasia se considera como una muerte honorable.

Es triste pensar que hace quinientos años un hombre llegó a reconocer tan lúcidamente a la eutanasia como un derecho
de los hombres y que casi todos los países que hoy se tienen por modernos y avanzados siguen considerándola un delito.
Y es que la Edad Media no acaba de acabar.

El conde Baltasar de Castiglione terminó, aunque no publicó, su libro El cortesano. En él traza la imagen ideal del perfecto
caballero renacentista: ha de ser polifacético, tan diestro en las armas como en las artes y las ciencias. La perfección exige
calma y mesura en todos los momentos de la vida.

Ludovico Ariosto pasó al servicio de Alfonso de Este, el marido de Lucrecia Borgia. Publicó entonces su Orlando
furioso, continuación del Orlando inamorato de Boiardo. Está escrito en verso, en cuarenta cantos. Su asunto principal
es la locura de Orlando, debido al desdén de su amada Angélica, que se enamora de un joven sarraceno
llamado Medoro. Recupera la cordura gracias a Astolfo, que, montado en su hipogrifo, cabalga hasta la Luna, donde
encuentra la razón de Orlando y la guarda en una botella cuyo contenido hace respirar a Orlando. Mientras Boiardo se
ceñía a la tradición caballeresca medieval, Ariosto busca sólo un pretexto para tejer mil aventuras fantásticas narradas
con un toque de ironía.

En Marignano, el ejército suizo estuvo acompañado de un cura, viejo amigo de Erasmo de Rotterdam, llamado Huldrych
Zwingli, más fácilmente conocido como Ulrico Zuinglio, que se reveló manifiestamente antifrancés y, de vuelta en
Suiza, organizó una campaña contraria a que la Confederación suministrara mercenarios a Francia. Para entretenerlo, fue
nombrado capellán del santuario mariano de Einsiedeln, donde se dedicó a combatir las prácticas supersticiosas.

El sultán otomano Selim I invadió Siria y Palestina como principio de una campaña contra los mamelucos de Egipto.
Éstos eran suníes, pero no lo suficientemente devotos. El 15 de junio obtuvo una primer victoria significativa en Marj
Dabik, pero los mamelucos se lo pusieron más difícil que los persas. Combatían y, aunque normalmente eran derrotados,
los supervivientes se volvían a organizar y seguían ofreciendo resistencia.

Pánfilo de Narváez había sometido ya la totalidad de la isla de Cuba, y recibió como pago numerosas encomiendas.
Luego, el gobernador, Diego de Velázquez, lo envió a Castilla como procurador suyo. Cuando regresó, lo hizo con el
cargo de contador, es decir, de representante de la Hacienda Real.

Por su parte, Gonzalo Fernández de Oviedo fue enviado por Pedrarias Dávila para informar del estado de Castilla del
Oro. Al morir Fernando, consideró oportuno dirigirse a Bruselas a presentar su informe al príncipe Carlos, pero éste dijo
que hablara con Cisneros. De nuevo en castilla coincidió con Bartolomé de Las Casas, que había logrado entrevistarse
con Fernando el Católico poco antes de que muriera, pero el monarca agonizante no estaba en condiciones de atender a
las denuncias del eclesiástico. Luego volvió a empezar las gestiones para conseguir una audiencia con Cisneros. Empezó
entonces una pugna entre Las Casas y Fernández de Oviedo, que no tardó en convertirse en enemistad personal. Fernández
de Oviedo desconfiaba de los remedios evangélicos propuestos por Las Casas, y era partidario de la formación de una
organización militar, tal vez la orden de Santiago, que se encargara de la conquista y el gobierno de las Indias.
La expedición de Juan Díaz de Solís bordeó la costa americana hasta que encontró un gran estuario al que llamó Mar
Dulce (aunque no era el mismo al que Colón había llamado así, mucho más al norte). Aunque ya había sido visitado por
varias expediciones anteriores, Díaz de Solís decidió explorarlo y se adentró en el río Paraná, al que durante un tiempo
se llamó río de Solís. Desembarcó junto con algunos de sus compañeros y la pequeña comitiva fue invitada a un banquete
por los indios charrúa, ... en calidad de menú del día. El resto de la tripulación contempló desde el barco cómo los
antropófagos devoraban a su capitán, tras lo cual la expedición emprendió el viaje de regreso.

El 13 de agosto, el rey Francisco I de Francia firmó con Carlos de Austria el tratado de Noyon, por el que Francisco
reconocía a Carlos como rey de Nápoles a cambio de que éste lo reconociera como duque de Milán. Por esta época
Venecia había recuperado todos los territorios que poseía antes de la intervención de la Liga de Cambrai. El 18 de
agosto firmó con el Papa León X el concordato de Bolonia, por el que el Papa cedía al rey todos los derechos sobre el
clero católico francés. A cambio, Francisco I reconocía la superioridad del Papa sobre los concilios y aceptaba el pago de
la anata o tributo anual a Roma.

Los portugueses establecieron un acuerdo comercial con el rey Naresuen de Siam. Tras un largo periodo de disturbios,
el trono de Camboya fue ocupado por Ang Chan, que trató de combatir la hegemonía siamesa.

Ese año murieron:

 Juliano de Médicis, al que Francisco I acababa de conceder el título de duque de Nemours, tras haberse casado con
su tía, Filiberta de Saboya.
 El rey Ladislao II de Hungría y Bohemia. Fue suceido por su hijo Luis II, que tenía entonces diez años.
 El conde Juan V de Nassau, que había acumulado numerosos territorios en los Países Bajos. Fue sucedido por sus
dos hijos, Enrique III el Grande y Guillermo el Rico, cuyos sobrenombres dan cuenta de la pujanza que estaba
adquiriendo su familia. Enrique III estaba casado con Claudia, hija del príncipe Juan II de Orange, un principado
del sur de Francia que pertenecía a la casa de Borgoña desde hacía más de un siglo. Guillermo figuraba entre los
consejeros de Carlos de Austria.
 El conde Juan III de Egmont. El emperador Maximiliano I lo había nombrado estatúder de Holanda, Zelanda y
Frisia. (El estatúder era una especie de gobernador civil de los distintos territorios que integraban los Países Bajos.)
Fue sucedido por su hijo Juan IV. El nuevo conde Guillermo de Nassau estaba casado con Walburga, hermana
de Juan IV de Egmont.
 El soberano chichimeca de Texcoco, Netzahualpilli. El rey azteca, Moctezuma II, no había olvidado que
Netzahualpilli había hecho asesinar a su esposa, hermana del azteca, antes de que éste se convirtiera en rey. El
difunto debía ser sucedido por su hijo Ixtlilxóchitl II, pero Moctezuma II apoyó las pretensiones de su
sobrino Cacama. Así se rompió definitivamente la alianza entre Texcoco y Tenochtitlan.
 El pintor veneciano Giovanni Bellini, y su cargo de "pintor oficial de la Serenísima República" pasó a Tiziano.

Por esta época empezaba a destacar un joven pintor alemán, de diecinueve años. Había nacido en Augsburgo, pero desde
el año anterior residía en Basilea. Se llamaba Hans Holbein, conocido como el Joven, para distinguirlo de su
padre, Hans Holbein el Viejo, también pintor. El estilo de su padre era todavía algo primitivo, pero Hans el Joven estaba
aprendiendo las nuevas técnicas. Ese año realizó su primer encargo importante: el Díptico de los esposos Meyer.

Diego de Velázquez, el gobernador de Cuba, envió una expedición hacia el oeste bajo el mando de Francisco
Hernández de Córdoba, que partió de La Habana el 8 de febrero de 1517 y llegó hasta la península que
llamó Yucatán, donde tomó contacto con la civilización maya. (Cuando un exporador daba nombre a un lugar, una región
o un accidente geográfico basándose en algún nombre indígena, el resultado podía variar desde una mera deformación
del topónimo original hasta algo que no tuviera nada que ver. Por ejemplo, se ha conjeturado que "Yucatán" es una
deformación de una expresión maya que significa "no te entendemos"). En su viaje de retorno, Velázquez navegó hasta
Florida, desde allí volvió a La Habana y murió poco después en Sancti Spiritus. En su expedición había participado
también Bernal Díaz del Castillo, que de Castilla del Oro había pasado a Cuba, ya que era pariente del gobernador.

En abril, el sultán Selim I entró en El Cairo convertido ya en el dueño de Egipto. No se interesó por las pirámides ni otros
monumentos faraónicos. Sólo visitó mezquitas, donde oró postrado sobre las losas del pavimento, rechazando los tapices
que le habían preparado. En Egipto encontró a un supuesto descendiente de los abasíes que llevaba el título de Califa. Se
llamaba Al-Mutawakkil, y pretendía descender de un tío del profeta. No conocemos los profundos argumentos teológicos
que Selim I debió de exponerle, pero el Califa acabó cediéndole su título. Selim I fue el primer Califa que no era (o
pretendía ser) descendiente de Mahoma o de sus familiares. Ni siquiera era árabe. Poco después se apoderaba también de
Medina, La Meca y de toda la costa árabe del mar Rojo hasta el Yemen.

En la India murió el sultán de Delhi, Sikander Lodi, que fue sucedido por su hijo Ibrahim Lodi.

Hans Holbein marchó a Lucerna con su padre para decorar los interiores y las fachadas de la casa del
burgomaestre Hertenstein.

El humanista alemán Johannes Reuchlin publicó su De arte cabbalistica, en la que defendía una vez más la cábala judía.

Finalmente se terminó la impresión de la Biblia políglota complutense. Su último tomo incluía un vocabulario hebreo y
arameo y una gramática hebrea. Fue imprimida por Arnao Guillén de Brocar, con tipos griegos y hebreos fundidos ex
profeso.

El 19 de septiembre el príncipe Carlos de Austria desembarcó en Asturias. Tenía diecisiete años y no sabía hablar
castellano. Desde allí se dirigió a Tordesillas, para visitar a su madre.

El Papa León X clausuró el V concilio de Letrán sin llegar a ninguna resolución relevante. La economía de la Iglesia era
especialmente pintoresca en esta época. Los obispados proporcionaban cuantiosas rentas a sus titulares, por lo que el Papa
podía cobrar grandes sumas por otorgarlos, o incluso usar nombramientos como compensación por un servicio. También
los altos cargos en el Vaticano se cotizaban muy bien, pues los puestos eran inamovibles e incluso podían ser revendidos
por sus poseedores a otros que los pagaban con sobreprecio. El Papa Julio II creó un colegio de cien escribientes, a los
que cobró un total de 14.000 ducados por su empleo; León X nombró sesenta chambelanes y ciento cuarenta escuderos,
a los que cobró 202.000 ducados.

El alemán Johann Burchard, obispo de Orta, autor de la crónica pontificia de la época, explica que obtuvo su empleo
de maestro de ceremonias pagando 450 ducados, incluidos todos los gastos, lo que quiere decir propinas. Había ofrecido
en vano al Papa Julio II la suma de 2.000 ducados por una plaza de escribiente, pero logró otra de corrector de escrituras
por 2.040 ducados. En la práctica, esto era como una inversión bancaria: se "depositaba" el dinero en el Vaticano y se iba
recuperando poco a poco, de modo que al cabo de unos años, cuando se había recuperado el capital invertido, los salarios
siguientes eran intereses. La situación se repetía a menor escala en los obispados más importantes.

Evidentemente, tales desembolsos generaban expectativas aún mayores. Últimamente había varios cardenales que
consideraban insuficientes sus beneficios y estaban adoptando una política hostil contra el Papa. León X llegó a encarcelar
al cardenal Alfonso Petrucci, bajo la acusación de intentar envenenarlo.

Las arcas pontificias tenían más fuentes de ingresos. Los años jubilares Roma se llenaba de peregrinos a los que era fácil
sacarles el dinero. El resto del tiempo, estaban las indulgencias (si pagas, irás al cielo). Los dominicos, dirigidos
por Johannes Tetzel, estaban predicando por Alemania la indulgencia que recientemente había concedido León X a
quienes financiaran la construcción de la catedral de San Pedro.

Criticar con más o menos descaro la corrupción de la Iglesia era el panem nostrum quotidianum para amplios sectores
sociales, desde las clases más humildes hasta humanistas, literatos y los propios religiosos. Había que hacerlo con tiento,
no fuera uno a ser declarado hereje, pero había un amplio margen de movimiento, ya que criticar la corrupción no era
herejía. Pero ese año, alguien se atrevió a criticar, no la corrupción de la doctrina de la Iglesia, sino la propia doctrina.
Era un fraile agustino de treinta y cuatro años. No uno cualquiera, ya que dos años atrás había sido nombrado vicario
general de los agustinos de Alemania. Desde hacía cuatro años era profesor de teología en la universidad
de Wittemberg. Enseñaba filosofía, teología y exégesis bíblica. Se llamaba Martin Luther, aunque es más conocido
como Martín Lutero. Al parecer, Lutero había pasado recientemente por una crisis de angustia obsesionado por el
problema de lo que debe hacer un cristiano para lograr la salvación. Cuando, tras profundas reflexiones teológicas,
encontró una respuesta que le satisfizo, encontró insufrible que los enviados del Papa fueran por ahí diciendo que lo único
necesario para salvarse era pagar cierta suma de dinero.

El 31 de octubre clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg un documento en latín con noventa y cinco
tesis contra el principio y la práctica de las indulgencias, tesis que se aprestaba a defender en singular combate dialéctico
contra cualquiera que aceptara el desafío. Un tanto desordenadamente, las tesis de Lutero venían a decir:
 Que la Iglesia sólo puede remitir las penas que ella impone, y no las que ha impuesto Dios en su juicio.
 Que la Iglesia sólo puede disminuir la penitencia y la pena de los vivos; los muertos sólo pueden ser auxiliados
con plegarias para mover la bondad divina a compasión.
 Que para obtener el perdón de los pecados es necesario un sincero arrepentimiento, y no hace falta nada más.

El año anterior, Lutero ya hablaba en sus clases de "nuestra teología", para distinguirla de la doctrina oficial, y días antes
de hacerlas públicas, ya había enviado sus tesis a distintas autoridades y amigos, en especial al arzobispo de Maguncia
(y, por lo tanto, príncipe elector) que, desde el año anterior era Alberto de Hohenzollern, hermano del príncipe elector
de Brandeburgo, Joaquín I Néstor.

El cardenal Cisneros debía acudir a Tordesillas para encontrarse con el príncipe Carlos de Austria, pero murió durante el
viaje, el 8 de noviembre. Diez días después, el 18 de noviembre, Carlos entró solemnemente en Valladolid. El hecho de
que Juana la Loca siguiera con vida hacía que Carlos no pudiera considerarse rey. Oficialmente, la reina legítima era
Juana, y era necesario que las cortes admitieran su incapacidad para que su hijo pudiera sentarse en el trono. No menos
trascendencia tenía el hecho de que Carlos, aun siendo reconocido como rey, no podría disponer de ningún dinero sin la
debida aprobación de las cortes.

De todos modos, el príncipe Carlos gobernaba ahora interinamente de acuerdo con las disposiciones del difunto cardenal
Cisneros. Con él había llegado una camarilla de cortesanos flamencos dispuestos a repartirse el país. Así, al frente del
arzobispado de Toledo, en sustitución de Cisneros, Carlos puso a un joven de dieciséis años, sobrino y tocayo de uno de
sus preceptores, Guillermo de Groy. Como inquisidor general, también en sustitución de Cisneros, nombró a Adriano
de Utrecht. Uno de sus amigos, Jean Sauvage, recibió el título de gran canciller, todo esto entre la obvia indignación de
los castellanos.

Carlos atendió también una serie de denuncias contra la actuación de Pedrarias Dávila en Castilla del Oro, denuncias que
Cisneros no había tenido en consideración, y decretó el nombramiento de un nuevo gobernador, Lope de Sosa. Las
noticias del posible cambio de gobernador habían llegado a Castilla del Oro meses antes de que se produjera realmente.
Vasco Núñez de Balboa se encontraba el la costa del mar del Sur, donde acababa de construir unos barcos para explorarlo,
pero, al enterarse del posible cambio, decidió regresar a Acla, al parecer con la intención de ayudar a su suegro en caso
de que tuviera problemas con su sustituto y las acusaciones que pesaban sobre él. Sin embargo, Pedrarias temió que
Balboa pudiera declarar en su contra y por ello envió a Francisco Pizarro para que lo apresara, bajo la acusación de
conspirar contra el rey. Fue juzgado y condenado a muerte antes de que acabara el año. Finalmente, el cambio de
gobernador no llegó a producirse, ya que Sosa murió antes de llegar a La Antigua y Pedrarias siguió como gobernador
interino.

A principios de diciembre, toda Europa conocía ya las tesis de Lutero, que se habían convertido en la comidilla del
momento. En Italia, Gian Pietro Carafa, el obispo de Chieti, y un clérigo llamado Cayetano de Thiene, fundaron
el oratorio de Amor divino, con la intención de reformar el clero.

HERNÁN CORTÉS
En 1517, el regente de Suecia, Sten Svantesson, se enfrentó al arzobispo de Uppsala, Gustav Trolle, al que terminó
deponiendo. El prelado pidió ayuda al rey Cristián II de Dinamarca, que teóricamente era también rey de Suecia, aunque
los suecos no le dejaban poner el pie en el país. El rey respondió gustoso al llamamiento, pero fue derrotado por
Svantesson en Brännkyrka en 1518.

El 5 de febrero las cortes de Valladolid reconocieron como rey al ahora ya Carlos I de Castilla. Previamente, Carlos había
tenido que aceptar tres condiciones: jurar las leyes, aprender castellano y no dar cargos a ningún extranjero. Respecto a
esto último, las sesiones habían empezado con mal pie, ya que Carlos había designado como presidente de las Cortes a
Jean Sauvage, pero el descontento general hizo que tuviera que presidirlas él mismo. También se le impuso la condición
de que dejaría de ser rey de Castilla si su madre recobrara la razón. Por otra parte, las Cortes concedieron al nuevo monarca
un subsidio de doscientos millones de maravedíes, pagaderos en tres años.

Mientras tanto, Carlos I recibía a Bartolomé de Las Casas. Tras la muerte de Fernando el Católico, el religioso había
conseguido una audiencia con el cardenal Cisneros, que resultó más provechosa que la mantenida con aquél: fue
nombrado protector de indios. Sin embargo, poco después murió el cardenal, y el título no se tradujo en nada más. Las
Casas tuvo que volver a empezar por tercera vez, ahora solicitando audiencia al nuevo rey. Tras conseguirla, denunció
por tercera vez los abusos que se estaban cometiendo contra los indios americanos y, como remedio, además de insistir
en la posibilidad de utilizar esclavos negros, propuso la fundación de comunidades de campesinos españoles que
convivieran con los indios, a los que irían civilizando progresivamente e incorporándolos como súbditos a la corona.

Carlos I no puso objeciones, pero mostró más interés por otros asuntos. Ese año nombró piloto mayor de la Casa de
Contratación a Sebastiano Caboto, cubriendo así la vacante que Juan Díaz de Solís había dejado dos años atrás, a raíz de
sus diferencias con los caníbales. Más interés todavía mostró en un atrevido proyecto:

En los últimos años, Fernão de Magallanes había tratado en vano que la corona portuguesa aprobara diversos proyectos
de navegación, pero todos eran sistemáticamente rechazados. La única empresa en la que consta que participara desde
que regresó de las Indias, cinco años atrás, fue una campaña contra un jeque marroquí, y tras ella fue acusado de
comerciar con los marroquíes. Su último proyecto era alcanzar las Indias por occidente. Con el tiempo había
consolidado sus primeras estimaciones erróneas sobre la situación de las Molucas y sobre la extensión del océano que
debía de separar América de Asia (el mar del Sur, recientemente descubierto por Balboa). Magallanes defendía que la
ruta a las Indias por el oeste sería más rápida que la que hasta ahora seguían los portugueses. Sin embargo, harto de que
el rey Manuel I no se interesara por sus ideas, el año anterior había decidido exponérselas a Carlos I, acompañadas de
su no menos antigua teoría de que, según una interpretación libre del tratado de Tordesillas, las Molucas estaban bajo la
soberanía castellana.

Es fácil adivinar que todo esto resultó interesantísimo a Carlos I, que el 28 de marzo firmó unas capitulaciones con el
que ya es más adecuado llamar Fernando de Magallanes. En ellas, el portugués recibía la exclusividad por un periodo
de diez años en la búsqueda de una ruta a las Indias Orientales por Occidente. Esta empresa continuaba los esfuerzos
que los castellanos estaban realizando por buscar un paso en América que comunicara el océano Atlántico con el mar
del Sur. Los estudios cartográficos de Magallanes "demostraban" además que el mar Dulce que había encontrado Juan
Díaz de Solís era ese paso.

El año anterior había muerto María, la esposa del rey Manuel I de Portugal, hija de los reyes Católicos, y Manuel I se
casaba ahora con Leonor, la hermana de veinte años de Carlos I.

El 3 de mayo las cortes de Calatayud reconocieron al rey Carlos I de Castilla como Carlos I de Aragón, previo juramento
de los fueros aragoneses y con las mismas condiciones que le habían impuesto los castellanos. Además, le proporcionaron
la suma de doscientos mil ducados. (En Zaragoza murió Jean Sauvage, el gran canciller detestado por los castellanos.)
El 19 de mayo las cortes de Barcelona reconocieron a Carlos I como conde de Barcelona y le entregaron doscientas
cincuenta mil libras. Ese año murió la reina Catalina de Navarra, y su hijo Enrique II esperaba la oportunidad de recuperar
su herencia.

Tras reunir, uno por uno, todos los títulos correspondientes, Carlos I fue el primer monarca desde hacía ocho siglos en
titularse rey de España. A lo largo de esos siglos se había ido forjando un nacionalismo español que había terminado
uniendo contra los musulmanes a los diversos estados que se habían formado en la antigua Hispania, romana primero,
visigoda después. Decimos "había terminado uniendo" porque, mientras Al-Ándalus fue potente, dicho nacionalismo
estuvo siempre supeditado a los intereses particulares de los reinos, que no dudaron en aliarse con los moros contra otros
cristianos siempre que lo estimaron conveniente; pero cuando Al-Ándalus dejó de ser un aliado valioso, dejó de ser
también un aliado honroso, y España se hizo un poco más real. Tradicionalmente, se ha considerado a los reyes Católicos
como artífices de la unidad de España, si bien esto sólo es cierto en un sentido muy débil. Durante su reinado, la unión
de Castilla y Aragón consistía únicamente en el nexo matrimonial entre sus monarcas respectivos, traducido tan sólo en
la unidad de su política exterior. La situación no iba a ser muy distinta bajo Carlos I: Castilla, Aragón, Cataluña, Valencia,
las Baleares, Navarra, Nápoles y Sicilia seguían formando una federación de estados, con un mismo rey, pero cada cual
con sus propias leyes e instituciones. Aunque, técnicamente, no cubrían toda España (faltaba Portugal), con este nombre
iba a ser conocida la federación dentro y, sobre todo, fuera de sus fronteras.

El núcleo de España era, sin duda, Castilla. Superaba al resto del territorio en extensión, población y riqueza. En el
originario reino de Aragón se hablaba un dialecto del castellano que estaba siendo desplazado por éste y no tardaría en
desaparecer casi por completo; también penetró en Navarra, así como en el resto de la Corona de Aragón, donde el catalán
se mantuvo vivo, aunque, si no murió como lengua literaria, quedó en estado de coma. En definitiva, el castellano se
convirtió en la lengua de España, hasta el punto de que en el resto de Europa pasó a ser conocido con el absurdo nombre
de "español" (tan absurdo como si hoy llamáramos británico al inglés), como si el catalán, el vasco o el gallego (una
variante dialectal del portugués) no fueran lenguas tan españolas como el castellano. En España, no obstante, el castellano
conservó su nombre.

Carlos I nombró gobernadora de los Países Bajos a su tía Margarita, que convirtió su corte, en Malinas, en un centro
intelectual y artístico.

La hija del Gran Capitán se casó con un pariente llamado Luis Fernández de Córdoba, que se convirtió así en el segundo
duque de Sessa.

En Argel murió el pirata Baba Aruy, y fue sucedido por su hermano Jayr al-Din, más conocido como el
pirata Barbarroja, que se hizo vasallo del sultán otomano Selim I en nombre de los corsarios berberiscos.

En Francia murió, a los setenta años, el condotiero Trivulzio el Grande.

El gobernador de cuba, Diego de Velázquez, había enviado una nueva expedición hacia el continente, compuesta de
cuatro navíos bajo el mando de Juan de Grijalva, sobrino de Pánfilo de Narváez, que tenía entonces veintiocho años. Lo
acompañaban Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo y Alonso Dávila. Desde Cuba llegaron a la isla
de Cozumel, frente a las costas del Yucatán, desde donde siguieron la costa hacia el norte y luego hacia el oeste, hasta
llegar en junio al lugar alcanzado el año anterior por la expedición de Francisco Hernández de Córdoba. Allí fueron
recibidos por una embajada del rey azteca Moctezuma II, al que habían llegado noticias de dicha expedición. El 19 de
junio desembarcó en una islita cercana a la costa a la que llamó San Juan de Ulúa; desde allí, Grijalva envió a Cuba a
Alvarado, en busca de refuerzos, mientras él seguía explorando la costa, pero, tras sufrir un ataque, decidió regresar, pese
a la oposición de Montejo y Dávila.

El príncipe elector Federico III de Sajonia dio su apoyo al agustino Martín Lutero, por lo que la controversia que había
suscitado estaba empezando a adquirir dimensiones políticas. Poco antes, Lutero había hecho llegar sus tesis al Papa León
X, y el 7 de agosto recibió una citación para comparecer en Roma. Sin embargo, Lutero se negó a comparecer alegando
que uno de los religiosos que debían juzgar sus tesis había publicado un panfleto contra él. En cambio, aceptó comparecer
ante la dieta de Augsburgo, convocada por el emperador Maximiliano I para tratar el problema. El Papa envió como
representante a Tommaso de Vio, más conocido como Cayetano, al que había nombrado cardenal el año anterior. Allí
mantuvo un intenso debate con Lutero que se prolongó durante cuatro días. Lutero endureció su posición al afirmar que
la infalibilidad de la Biblia no podía ser inferior a la del Papa. Redactó entonces una apelación al Papa pidiendo un
concilio.

En Augsburgo, el pintor Alberto Durero conoció personalmente al emperador, para el que estaba trabajando desde hacía
seis años. Fue entonces cuando pintó su retrato.

Mientras tanto, un profesor de la universidad de Ingolstadt, llamado Johann Eck, publicó una respuesta a las tesis
luteranas a la que tituló Obeliscos, y Lutero replicó con un documento titulado Asteriscos. Ese mismo año, Lutero
acudió a una reunión de su orden, donde tuvo que explicar sus tesis. Los agustinos lo escucharon con paciencia y le
mostraron su disgusto, aunque no se atrevieron a condenarlo. La frialdad con que fue tratado hizo reflexionar a Lutero,
que terminó publicando una explicación detallada, bastante más metódica y razonada que las Tesis, a la que
llamó Resoluciones.

El Papa León X nombró legado a latere en Inglaterra al cardenal Wolsey. Gracias a la gran influencia que tenía sobre el
rey, estaba realizando grandes reformas en la sociedad inglesa. Entre otras medidas destinadas a reducir el poder de la
nobleza, asignó la jurisdicción sobre las marcas galesas y escocesas al Consejo de las Marcas y el Consejo del
Norte, respectivamente; protegió a las clases más humildes, para las que creó el tribunal de recursos; reforzó su autoridad
sobre el clero, fomentando el estudio y la disciplina; personalmente, se había convertido en un suntuoso mecenas, y casi
tenía su propia corte.

Tiziano pintó su Asunción, que desconcertó a los franciscanos que se la habían encargado por la originalidad de la
composición: el cuadro está dividido en tres niveles: la tierra, el cielo (en el que se está la Virgen) y un tercer nivel en el
que está Dios, hacia el que se dirige María.
Rafael continuaba trabajando en la villa Farnesina, en la que terminó de decorar la sala de Psique, con alegorías y
sensuales desnudos de Venus, Cupido, Psique y las Gracias.

La expedición de Juan de Grijalva había hecho llegar a Cuba interesantes informes sobre la riqueza del Imperio Azteca,
por lo que el gobernador Velázquez se había apresurado a organizar una expedición más poderosa. En principio se la
encargó a Hernán Cortés, que tras haber sido encarcelado acusado de conspirar contra el gobernador, no había tardado en
recuperar la libertad, y poco después también la confianza de Velázquez, al casarse con su cuñada: Catalina
Juarez, conocida como la Marcaida. Cortés puso un gran interés en los preparativos, en los que invirtió todos sus ahorros
y los de algunos amigos. Ello suscitó los recelos de Velázquez, que empezó a ponerle pegas: no podía fundar
establecimientos permanentes, sino que debía limitarse a explorar las nuevas tierras. Cortés llegó a temer que el
gobernador terminara relevándolo del mando antes de que partiera la expedición, así que decidió por su cuenta zarpar
antes de lo previsto. El 18 de noviembre salió de Santiago con once barcos y empezó a hacer escala en diversos puertos
cubanos para reclutar más hombres. Entre sus colaboradores estaba Bernal Díaz del Castillo, que había acompañado a
Hernández de Córdoba y también a Grijalva.

Por otra parte, el gobernador de Jamaica, Francisco de Garay, obtuvo también unas capitulaciones para explorar el golfo
entre el Yucatán y Florida, en busca de un paso al mar del Sur.

El 10 de febrero de 1519 Hernán Cortés dejó Cuba rumbo al Yucatán. En sus once barcos llevaba 110 marineros, 200
indios, algunos negros, 500 soldados, 16 caballos, 14 piezas de artillería y muchos objetos para intercambiar con los
indígenas. Poco después de llegar a la península se encontró con Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, los náufragos
capturados por los mayas ocho años atrás. Aguilar se unió a la expedición y sirvió de intérprete. Sin embargo, Guerrero
se había casado con una india, lo encontraron tatuado y con las orejas perforadas, afirmó que se sentía más maya que
español y se negó a ser "rescatado".

El primer enfrentamiento con los mayas se produjo en Tabasco, donde los españoles obtuvieron una fácil victoria. El 12
de marzo, un jefe maya regaló a Cortés veinte esclavas, entre las que se encontraba una joven llamada Malintzin, aunque
los españoles lo convirtieron en Malinche, y que poco después fue bautizada como Marina. Cortés se la encomendó
a Hernández de Portocarrero y sirvió también de intérprete.

El Papa León X canonizó a san Francisco de Paula. Ese año había llamado nuevamente a Lutero para que se presentara
en Roma, pero el príncipe elector Federico III de Sajonia, como soberano natural del fraile, suplicó al pontífice que el
asunto se discutiese en la propia Alemania, a lo que el Papa accedió, y se decidió que Lutero se enfrentara en Leipzig con
Johann Eck. Lutero trató de conseguir el apoyo de Erasmo de Rotterdam, pero éste se mantuvo neutral y recomendó
moderación a todos.

Ulrico Zuinglio había sido nombrado predicador de la colegiata de Zurich, donde, siguiendo el criterio de Erasmo,
predicaba sobre el conjunto del Nuevo Testamento, en lugar de limitarse a comentar el evangelio del día. Al mismo
tiempo, hablaba con desprecio del Papa y de la curia.

Andrea Doria había recibido el mando de la armada genovesa y con ella obtuvo una victoria frente a los turcos en Pianosa.

En abril, Cortés se instaló en San Juan de Ulúa, donde recibió mensajeros de Moctezuma II, que estaba convencido de
que el español era un enviado del dios Quetzalcoatl con el propósito de derrocarlo e instaurar un nuevo orden.
Intercambiaron regalos y embajadores, pero Moctezuma II rechazó una invitación para visitar a Cortés. Éste, por su parte,
empezó a recabar información sobre la estructura del Imperio Azteca, y descubrió con satisfacción que la mayoría de los
pueblos sometidos a Tenochtitlan no estaban nada contentos con sus amos. Pronto empezó a meter cizaña entre ellos. No
obstante, sus hombres también estaban divididos, pues una parte de ellos era leal a Diego de Velázquez, el gobernador de
Cuba, al que teóricamente Cortés debía obediencia.

Técnicamente, en ausencia del rey o de cualquier representante suyo, la autoridad recaía en la voluntad de los soldados.
Cortés se basó en este principio para fundar, el 19 de abril, la Villa Rica de Veracruz, a cuyo concejo, presidido por
Francisco de Montejo, cedió todos los poderes que le había otorgado Velázquez, y éste a su vez lo nombró Capitán
General y Justicia Mayor, con lo que ahora su autoridad no provenía ya del gobernador, sino que debía responder
directamente ante el rey. En mayo, Velázquez consiguió de la Corona el título de adelantado de Culúa (que era el nombre
que daban a México entonces).

Ese año murieron:

 El navegante Vicente Yáñez Pinzón.


 Lorenzo de Médicis, el señor de Florencia, que no dejó más descendiente que una hija recién nacida, Catalina. El
gobierno de la ciudad quedó en manos del cardenal Julio de Médicis, que se apoyó en un primo suyo, el condotiero
llamado Juan de las Bandas Negras.
 Lucrecia Borgia, la duquesa de Ferrara.
 El marqués de Mantua, Francisco II Gonzaga, que fue sucedido por su hijo Federico.
 Leonardo da Vinci, sin duda una de las mentes más originales del renacimiento italiano.

Aunque la más señalada fue, sin duda, la repentina muerte del emperador Maximiliano I. Su nieto, el rey Carlos I de
España, se convirtió entonces en el nuevo archiduque de Austria, y empezó las gestiones para lograr que los príncipes
electores le otorgaran el título imperial. Así, en junio, Carlos I concertó el matrimonio entre Germana de Foix, la viuda
de Fernando el Católico y Juan de Brandeburgo-Ansbach, hijo del margrave Federico de Ansbach, sobrino del príncipe
elector de Brandeburgo y primo del príncipe elector de Maguncia (que había sido nombrado cardenal el año anterior).
Otro hermano de Juan, llamado Casimiro (tenía un total de dieciséis) se casó con con Susana, hermana del duque
Guillermo IV de Baviera.

Por otra parte, Margarita de Austria, la tía de Carlos I, logró que Jakob Fugger, el banquero de Maximiliano I, le prestara
543.000 florines con los que comprar los votos necesarios. Así, aunque el rey Francisco I de Francia había presentado su
candidatura y algunos electores se inclinaban por el duque Federico III de Sajonia, éste renunció a su candidatura y, ese
mismo mes, Carlos I se convirtió en el emperador Carlos V.

El emperador Maximiliano I había dispuesto que la ciudad de Nuremberg pagara una pensión a Alberto Durero, pero los
ediles de la ciudad, que habían ido posponiendo el pago, aprovecharon la muerte del emperador para olvidarse
definitivamente del asunto. La economía del pintor era buena y no necesitaba esa pensión, pero lo consideró una cuestión
de honor y decidió reclamarla ante el nuevo emperador.

Otro de los hermanos de Juan de Brandeburgo-Ansbach, Alberto, era el gran maestre de la orden Teutónica y, como tal,
gobernaba Prusia Oriental. Ese año declaró la guerra a Polonia con la intención de recuperar la otra mitad del territorio
prusiano.
Lutero llegó a Leipzig acompañado de otros profesores de la universidad de Wittenberg, en dos coches escoltados por
doscientos estudiantes, armados con yelmos y lanzas. Eck tenía un cuerpo macizo y una voz potente, mientras que Lutero
era delgado y de voz débil. Llevaba un ramito de flores en la mano que olía de vez en cuando, en el transcurso de la
disputa. Eck consiguió la victoria. Parece ser que logró desviar la cuestión del punto de las indulgencias y arrastró a
Lutero a declarar que no reconocía la autoridad del Papa. Más aún, le hizo admitir que creía que había algo de verdad en
la doctrina de Jan Hus. En ese momento, el rector de la universidad de Wittenberg (amigo de Lutero) exclamó: "¡Dios
nos libre de Hus y su pestilencia!".

También el humanista Johannes Reuchlin tuvo problemas con la Iglesia, a causa de su interés por el judaísmo. Fue acusado
de herejía por los dominicos de Colonia y llevado ante la Santa Inquisición, pero los humanistas alemanes se volcaron en
su defensa y terminó absuelto. Luego ocupó una plaza de profesor en Tubinga.

Hernán Cortés, tras reprimir una revuelta de los partidarios de Velázquez, envió a Carlos V los ricos presentes que le
había entregado Moctezuma II junto con las noticias de sus hazañas. Luego hundió el resto de sus naves para evitar todo
contacto con Cuba. La tradición dice que las quemó, de donde procede la expresión "quemar las naves", para indicar la
imposibilidad de una vuelta atrás, pero en realidad las barrenó para que se escoraran y se hundieran. De todos modos, fue
sin duda un gran golpe de efecto. A mediados de agosto partió con 300 hombres hacia la capital azteca. Cortés demostró
en todo momento una gran habilidad política: convenció al cacique de Cempoala de que apresase a los recaudadores de
tributos de Moctezuma II, pero luego ayudó a éstos a escapar y se ganó su confianza.

Ese año, los españoles descubrieron la isla de Barbados, al sureste de las Antillas.

Pedrarias Dávila, el gobernador de Castilla del Oro, había enviado una nueva expedición al mar del Sur bajo el mando
de Gaspar de Espinosa, con la misión de establecer un asentamiento permanente en la costa meridional. El 15 de
agosto, Espinosa fundó la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, que no tardaría en convertirse en la
nueva capital de Castilla del Oro. Allí obtuvo una encomienda Sebastián Belalcázar. También acudieron ese mismo
año Gil González Dávila y Andrés Niño, con una capitulación para explorar el mar del Sur. Pronto se descubrió que era
rico en perlas. Por ello, el archipiélago situado en el golfo de Panamá recibió el nombre de islas de las Perlas. Mientras
tanto, Martín Fernández de Enciso publicaba un tratado de geografía que en su momento fue de gran valor. A partir de
este momento no se sabe qué fue de él.

En septiembre, Hernán Cortés aumentó sus efectivos al aliarse con los indios de Tlaxcala, acérrimos enemigos de los
aztecas. Allí recibió emisarios de Moctezuma II, que estaba dispuesto a reconocerse vasallo del rey de España si Cortés
renunciaba a conquistar su imperio. Además lo invitaba a visitar la capital.

El 20 de septiembre, Fernando de Magallanes zarpaba, dispuesto a llegar a las Molucas por occidente, al mando de cinco
naves: Trinidad, San Antonio, Victoria, Concepción y Santiago, tripuladas por doscientos cuarenta y un hombres, bajo
las órdenes de Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada, Luis de Mendoza y Juan Rodríguez Serrano, además del
propio Magallanes.

En Cholula, Hernán Cortés realizó una sangrienta matanza de indígenas por la sospecha de una conjuración. Unos días
después, el 8 de noviembre, entró en Tenochtitlan, donde fue recibido por el propio Moctezuma II, acompañado de 200
de sus nobles. La ciudad sobrecogió a los españoles. Desde sus humildes orígenes, la capital azteca había ido
extendiéndose y enriqueciéndose a lo largo de sus dos siglos de historia. Se calcula que tenía entre 75.000 y 300.000
habitantes. Estaba edificada sobre el lago Texcoco, de manera que sus calles eran canales de agua por los que circulaban
canoas, y estaba unida a tierra por tres grandes calzadas. En el centro se alzaban los edificios públicos. Había muchos
palacios suntuosos, rodeados de jardines, entre los que destacaban el de Moctezuma y el de Axayácatl, en el que fueron
alojados los recién llegados. El recinto del templo mayor era un rectángulo pavimentado de 400 por 300 metros, que
albergaba los principales edificios de culto, entre ellos la pirámide mayor, dedicada a los dioses Tlaloc y Huitzlilopochtli.
Los aztecas habían resuelto los problemas de saneamiento y de abastecimiento de la ciudad. En la zona oriental había un
dique que evitaba el desbordamiento del lago en las épocas de lluvia. Además contaban con dos acueductos. Bernal Díaz
del Castillo, que era el lugarteniente de Cortés, escribiría más tarde: "Creíamos ver las maravillas del Amadís de Gaula".

Los invitados fueron tratados como dioses, y los altares no dejaban de chorrear la sangre de los sacrificios humanos
realizados en su honor, pero entre españoles y aztecas reinaba la desconfianza. Cortés se valió de su esclava Malinche
como intérprete y consejera en sus relaciones con los aztecas (Hernández de Portocarrero había marchado a España y
Cortés se había hecho cargo personalmente de ella).

Ese mismo mes, Fernando de Magallanes tocó la costa brasileña, y desde allí empezó a recorrerla hacia el sur.

En España cundía la preocupación, ya que estaba claro que las deudas que había contraído el rey para convertirse en
emperador tendrían que acabar pagándolas los españoles. El partido antiflamenco castellano cobró nuevas fuerzas. Estaba
encabezado por Hernando Dávalos y Pedro Lasso de la Vega, y ahora se les unía Juan de Padilla, disgustado con
Carlos V porque no le había concedido un cargo que había disfrutado su padre. En Toledo se produjeron revueltas, en las
que participaron Pedro y su hermano García, más conocido como Garcilaso de la Vega. Un pariente de ambos,
llamado Sebastián Garcilaso de la Vega, estaba en América, participando en la conquista del Imperio Azteca bajo las
órdenes de Pedro de Alvarado.

También en Valencia surgieron disturbios. Una epidemia de peste había llevado a buena parte de la nobleza a abandonar
las costas y refugiarse en sus dominios del interior, por lo que los gremios de las ciudades costeras, preocupados por la
posibilidad de ataques berberiscos, pidieron permiso al rey para formar una germanía o hermandad armada que les
sirviera de defensa. El rey tenía prisa por marchar a Alemania a recibir su título imperial y accedió a la petición. En
Valencia se reunió la Junta de los trece, llamada así por el número de representantes gremiales que la componían, y que
fue presidida por Joan Llorenç. El movimiento pronto adquirió un marcado carácter antinobiliario, y Carlos V envió a
Valencia a Adriano de Utrecht, quien trató de contener los disturbios con medidas que favorecían los intereses de los
agermanados. Sin embargo, la nobleza valenciana se dirigió al rey para presionarlo a que atendiera sus intereses.

La flota española, capitaneada por Hugo de Moncada, (que había combatido en Italia a las órdenes del Gran Capitán y
había sido gobernador de Sicilia hasta hacía tres años) trató de desembarcar en Argel, pero fue rechazado por Barbarroja.

Nicolás Maquiavelo terminó sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde expuso una teoría cíclica de la
historia: la monarquía engendra la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía; entonces
surge de nuevo la monarquía.
Tiziano pintó su Bacanal, en la que, para describir el ambiente festivo hasta el último detalle, llega a pintar incluso la
partitura de una canción popular, en la que se lee la letra: "Qui boit et ne reboit, ne sait que boire soit". También es de
ese año su Ofrenda a la diosa de los amores, en la que aparece un coro de amorcillos desnudos que han dado la fama a
Tiziano como uno de los mejores pintores de niños.

El pintor Hans Holbein se instaló en Basilea, donde se casó y fundó un taller. De esta época es su retrato de Bonifacius
Amerbach.

Gonzalo Fernández de Oviedo publicó Don Claribalte, una novela de caballerías, de las que cada vez estaban más de
moda. Unos meses después, ya en 1520, regresó a Castilla del Oro como veedor y regidor de Santa María la Antigua. Le
acompañaba el último compañero de viaje que hubiera elegido: Bartolomé de las Casas, que pretendía fundar una
comundad en la costa Venezolana en la que pudieran convivir españoles e indios, de manera que éstos terminaran siendo
evangelizados de forma pacífica.

Ese año murió Selim I, el sultán otomano, que fue sucedido por su hijo Solimán I, de veintiséis años.

El islam había llegado a la isla de Java a principios de siglo, y finalmente los musulmanes se impusieron sobre los hindúes,
que se refugiaron en la isla de Bali.

Al trono de Lan Xang accedió un nuevo monarca fuerte, Pothisarat, que reconstruyó el país y lo liberó de la dominación
vietnamita.

Baltasar de Castiglione compuso el poema De morte Raphaelis pictoris, a raíz, como indica su título, de la muerte del
pintor Rafael. Apenas había cumplido los treinta y siete años. Recientemente había terminado varios retratos: La
Fornarina (la panadera que fue su amante y modelo), La donna Velata, enigmática y sensual, un triple retrato del Papa
León X junto a dos cardenales, en un sorprendente sesgo diagonal y un doble retrato de él mismo con su maestro de
esgrima, entre otros. Dejó inacabado un óleo titulado La transfiguración, que fue terminado por sus discípulos. También
realizó varios proyectos arquitectónicos, como la villa Madama, para el cardenal Julio de Médicis, o el palacio Branconio
dell'Aquila.
León X dio su visto bueno a la Biblia políglota complutense, que finalmente fue publicada.

Nicolás Maquiavelo seguía al servicio del cardenal Julio de Médicis. Ese año terminó un ensayo histórico titulado La vida
de Castruccio Castracani di Luca, así como La mandrágora, tal vez una de las mejores comedias del teatro italiano.
Puede verse en ella una versión alegórica de la teoría política que Maquiavelo había defendido en El príncipe. El
protagonista, Calímaco, es el príncipe que, en la comedia, no persigue un estado, sino una mujer, la
honestísima Lucrecia, y para lograrla se vale de una astucia "maquiavélica": logra la complicidad de fray Timoteo, el
confesor de la dama, que convence a su esposo, Nicias, "el hombre más necio y simplón de Florencia", de que la única
forma de curar la esterilidad de Lucrecia es darle a beber una poción de mandrágora, cuyo único inconveniente es que el
primer hombre que tenga contacto carnal con ella morirá a los ocho días. Nicias decide entonces entregar a su esposa al
primer joven que encuentren por la calle, al que amordazarán unos criados y lo llevarán a palos a la alcoba de Lucrecia.
Lo más difícil es convencer a Lucrecia para que acepte, pero ésta termina cediendo, ante la insistencia de Nicias, de fray
Timoteo, y de su propia madre, Sostrata, que le hace ver la triste suerte espera a las viudas sin hijos. Por supuesto, el
joven que llevan a la alcoba de Lucrecia no es sino Calímaco, que así consigue su propósito. Luego le revela toda la trama
a Lucrecia, que digiere el engaño con estas palabras:

Ya que tu astucia, la estupidez de mi esposo, la simpleza de mi madre y la perversidad de mi confesor me obligaron a


hacer lo que por mí misma jamás hubiera realizado, juzgo, pues, que todo se debe a un decreto celestial y no puedo
rechazar lo que el Cielo quiere que acepte. Te tomo por señor, amo y guía; eres mi padre y mi defensor, y deseo que seas
todo mi bien, ya que te amo, y lo que mi marido dispuso para una noche, se prolongue para siempre.

Maquiavelo no juzga a sus personajes, cada uno de los cuales busca únicamente su propio beneficio, sino que los presenta
fríamente, con la resignación de que el mundo es como es y cada cual hace lo que le conviene hacer, y que esto no puede
cambiarse.

LAS COMUNIDADES Y LA GERMANÍA


En enero de 1520 la expedición de Fernando de Magallanes llegó al mar Dulce, que él creía que era el paso que conducía
al este de Asia. Lo exploró durante un mes hasta convencerse de que era un callejón sin salida. A partir de ahí tuvo que
improvisar, y se dirigió hacia el sur.

En febrero, el rey Cristián II de Dinamarca derrotó al regente de Suecia, Sten Sture, junto al lago Åsunden. Sture murió,
y el arzobispo de Uppsala, Gustav Trolle, fue nombrado entonces presidente del consejo de regencia, y reconoció a
Cristián II como rey de Suecia. Sin embargo, la viuda de Sture, Kristina Gyllenstierna, defendió Estocolmo.

En Tenochtitlan, Hernán Cortés exigía a Moctezuma II que se reconociera vasallo del rey Carlos I, tal y como había
prometido, pero ahora no se mostraba muy predispuesto a hacerlo. Más problemática fue la obstinación con que los
españoles trataron de que los aztecas abandonaran la idolatría y se convirtieran al cristianismo. Esto les granjeó la
enemistad de los sacerdotes, Sin embargo, después de recibir noticias de que los aztecas habían atacado Veracruz, en un
golpe de audacia, Cortés se apoderó de Moctezuma II, que no tardó en reconocerse vasallo de España, aunque no todos
los caciques lo aceptaron. Con Moctezuma II como rehén, la posición de los españoles mejoró un poco.

En marzo, Diego de Velazquez, el gobernador de Cuba, envió diecinueve naves con mil cuatrocientos hombres, bajo el
mando de Pánfilo de Narváez con la misión de someter a Hernán Cortés.

Desde que quedó patente que Fernando de Magallanes no sabía dónde iba, su tripulación empezó a plantearse la pregunta
de por qué un extranjero tenía que dirigir una expedición española. Al llegar al golfo de San Julián, Juan de Cartagena
encabezó un motín. Magallanes reprimió la sublevación y castigó a los cabecillas. Luego se dispuso a pasar allí el invierno.
Sus hombres tuvieron entonces ocasión de entrar en contacto con los indígenas, a los que llamaron patagones.

En abril, el emperador Carlos V había convocado cortes en Toledo, y durante su celebración las revueltas iniciadas el año
anterior se convirtieron en una auténtica sublevación. Las cortes se trasladaron a Santiago de Compostela, aunque la crisis
se arregló en cuanto las peticiones de los toledanos fueron satisfechas. Garcilaso de la Vega, que había participado en la
revuelta, fue admitido como oficial del ejército imperial.
En Santiago, Carlos V solicitó nuevos fondos a las cortes y, tras un duro forcejeo, los delegados lo aceptaron, a pesar de
que sabían que estaban traicionando la voluntad de las ciudades a las que representaban. En mayo, los segovianos mataron
a su representante, Rodrigo de Tordesillas, instigados por Juan Bravo. El emperador ya había zarpado hacia Alemania,
y había dejado España bajo el gobierno de Adriano de Utrecht. Éste envió a al licenciado Ronquillo para castigar a los
autores del crimen, pero los segovianos le negaron la entrada y los toledanos enviaron en defensa de éstos un ejército
capitaneado por Juan de Padilla. Ronquillo tuvo que retirarse.

Antes de abandonar España, el emperador había nombrado virrey de Valencia a Diego Hurtado de Mendoza, con
instrucciones de contener a los agermanados. A los pocos días de llegar a la capital valenciana, fue expulsado, y tuvo que
refugiarse en Játiva. Joan Llorenç pretendía convertir a Valencia en una república independiente, según el modelo
veneciano o genovés.

Cuando Cortés tuvo noticia de la presencia de Narváez en México, decidió enfrentarse a él, para lo cual dejó una pequeña
guarnición en Tenochtitlan bajo el mando de Pedro de Alvarado y salió a su encuentro. Pocos días después, los aztecas
celebraban la fiesta del toxcatl, y Alvarado, sospechando que preparaban una insurrección, desencadenó una matanza en
el templo mayor. Como consecuencia, el 16 de mayo los aztecas se rebelaron contra él.

El 17 de mayo, una sentencia reconoció a Diego Colón, después de cinco años de pleitos, parte de los derechos que
reclamaba, aunque se le denegó una de las más importantes: el diezmo de los tributos reales de las Indias. Poco después
volvía a Santo Domingo.

El 20 de mayo, Cortés, con una tropa de ochenta hombres, logró capturar en Cempoala a Pánfilo de Narváez, convenció
a novecientos de sus hombres de que en México había oro para todos y que no era momento de perder el tiempo en peleas
tontas, y luego derrotó a los que no quisieron unirse a él.

En junio, Martín Lutero publicó El papado de Roma, donde afirmaba que el reino de Dios no reside en una Iglesia visible,
sino que se halla en el corazón de cada cristiano. Cualquier cristiano, iluminado por el Espíritu Santo, está investido del
sacerdocio.
Adriano de Utrecht envió contra Segovia al capitán general Antonio de Fonseca, al frente de setecientos hombres.

Mientras tanto tenía lugar una entrevista en Calais entre los reyes Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. Fue
tan fastuosa que se la llamó la entrevista del Campo del Paño de Oro. En efecto, unos seis mil obreros y dos mil albañiles
y carpinteros construyeron un palacio de ladrillo, madera y tela para que sirviera de residencia a los séquitos de ambos
monarcas durante las dos semanas que duró el encuentro. El rey inglés llevó un séquito de unas cinco mil personas. La
intendencia se encargó de transportar, entre otras mercancías, 2.014 carneros, 700 congrios, y 52 garzas. Desde el punto
de vista diplomático, el encuentro fue un fracaso, pues Francisco I no logró de Enrique VIII el apoyo que deseaba contra
Carlos V.

El 15 de junio, el Papa León X declaraba heréticas las tesis luteranas mediante la bula Exsurge Domine. En ella se
ordenaba que todos los que tuvieran escritos de Lutero los quemaran inmediatamente.

El 24 de junio Cortés estaba de regreso en Tenochtitlan, donde encontró a los españoles asediados por los aztecas. Obligó
a Moctezuma II a apaciguar a los suyos desde lo alto de la muralla del templo, pero alguien de entre la muchedumbre le
arrojó una pedrada que lo hirió gravemente en la cabeza y murió a los tres días. (Otra versión afirma que lo mataron los
españoles, pero no parece muy lógico.) Los aztecas aceptaron entonces como rey a Cuitláhuac, hermano de Moctezuma
II, que había huido de la capital para reclutar un ejército con el que ahora regresaba a ella. Cortés decidió abandonar la
ciudad durante la noche del 30 de junio, que sería recordada como la noche triste, ya que su plan fue descubierto y los
españoles fueron atacados por el ejército de Cuitláhuac. De unos 1.300 soldados, sólo sobrevivieron unos 440.

El 7 de julio, en la llanura de Otumba, un ejército de unos 10.000 aztecas atacó a los hombres de Cortés, que sumaban
unos 130 españoles más unos 2.000 aliados mexicanos. Al principio, los españoles quedaron completamente
desorganizados y prácticamente sin esperanzas, pero un soldado, Juan de Salamanca, logró matar al capitán azteca que
llevaba el estandarte, y entonces los aztecas se dispersaron, con lo que los españoles se permitieron incluso el lujo de
perseguirlos y aniquilarlos. Cortés se refugió en Tlaxcala. Su victoria le hizo ganar mucho prestigio entre los enemigos
de los aztecas, y el número de aliados fue creciendo día a día.
En los dos últimos meses, las ciudades de Burgos, Madrid, Cuenca, Zamora y Ávila se habían sumado a la insurrección
contra el gobierno de Adriano de Utrecht. Los sublevados de Zamora, que habían tomado la ciudad por las armas, estaban
dirigidos por el obispo Antonio Osorio de Acuña. En Ávila se empezó a reunir la Santa junta de los
comuneros, presidida por Pedro Lasso de la Vega, que nombró capitán general a Padilla e inició deliberaciones, no sólo
sobre la insurrección, sino sobre el gobierno del reino. Su hermano Garcilaso, en cambio, permaneció fiel al rey.

En Valencia, las fuerzas realistas se agruparon en torno al duque de Gandía, y pronto recibieron refuerzos de Andalucía,
donde el marqués de los Vélez había reclutado un ejército.

En agosto Lutero publicó el best seller del año: su Manifiesto a la nobleza cristiana de Alemania, en el que invitaba a los
lectores a unir sus esfuerzos para liberar a los cristianos. Era preciso rechazar la falsa distinción entre clérigos y laicos, el
monopolio del magisterio en la interpretación de las escrituras y la pretendida superioridad del Papa sobre los concilios.

El 17 de agosto, Garcilaso de la Vega participó en la batalla de Olías contra los comuneros, en la que fue herido en el
rostro. Antonio de Fonseca se había dirigido a Medina del Campo para hacerse con la artillería que se custodiaba en la
ciudad, los medinenses se negaron a entregársela y, el 21 de agosto, Fonseca prendió fuego a la ciudad, pero, aun así, no
pudo hacerse con la artillería y, en cambio, logró que muchas otras ciudades se unieran a los comuneros. La aristocracia,
alarmada, se alineo firmemente con el rey. En Valladolid, un motín obligó a Adriano de Utrecht a refugiarse en Medina
de Rioseco. El regente envió a Fonseca y Ronquillo a informar al emperador. Los comuneros se hicieron con la artillería
de Medina del Campo y con ella ocuparon Tordesillas, donde se encontraba la reina Juana, la madre de Carlos V.

Los agermanados valencianos sufrieron serias derrotas, en el norte frente al duque de Segorbe, y en el sur ante el marqués
de los Vélez. Esto dio alas a las facciones más extremistas, encabezadas por Vicenç Peris y Guillem Castellví, que
desplazaron a Joan Llorenç, el cual era ya muy mayor y no tardó en morir. Esto permitió a Peris imponerse
definitivamente. Hasta entonces, los musulmanes habían sido uno de los principales apoyos de los agermanados, pero
ahora Peris se obstinó en bautizarlos por la fuerza, con lo que se pasaban de ser mudéjares a moriscos.
Fernando de Magallanes decidió continuar su viaje. Poco antes, en una expedición de reconocimiento hacia el sur, había
naufragado el Santiago. Luego se detuvo de nuevo en Santa Cruz.

La junta de los comuneros se trasladó a Tordesillas, donde, el 1 de septiembre, algunos de sus miembros se entrevistaron
con la reina Juana y, desde ese momento, dijeron actuar con su aprobación (cosa que no está del todo clara). La junta
envió emisarios al emperador con un largo memorial en el que exponen sus exigencias, pero Carlos V encarceló a todos
los emisarios menos a uno, que se había retrasado y, viendo la situación, volvió a España inmediatamente.

Cuitláhuac murió víctima de la viruela, que empezaba a causar estragos entre los aztecas. Fue sucedido por un hijo de
Ahuitzotl, que tenía entonces diecinueve años y llevaba el profético nombre de Cuauhtémoc (el águila que cae). Por esas
fechas Hernán Cortés estaba en condiciones de iniciar un ataque contra la capital azteca, con la ayuda de Tlaxcala y de
Texcoco. Se inició entonces lo que sería una larga campaña militar.

Nicolás Copérnico había formado parte de una embajada polaca encargada de negociar en Braunsberg un tratado de paz
con los prusianos, pero no se llegó a ningún acuerdo y regresó a Frauenburg. Poco después la ciudad fue asediada y
Copérnico colaboró en la defensa del castillo de Allenstein, pero incluso en una situación tan crítica no dejó de realizar
sus metódicas observaciones astronómicas.

En octubre Lutero publicó La cautividad de Babilonia, escrita en latín, dirigida a los teólogos, en la que identifica al Papa
con el Anticristo, rechaza varios sacramentos y expone una doctrina sobre el matrimonio. Poco después publicaba De la
libertad del cristiano, donde desarrolla, una de las ideas fundamentales de su doctrina: que es la fe y no las obras lo que
determina la salvación del cristiano.

El emperador Carlos V, desde Alemania, asoció al gobierno de España a dos magnates castellanos, el almirante Fadrique
Enríquez y el condestable Íñigo de Velasco. Por su parte, los comuneros nombraron capitán general a Pedro Girón, un
aristócrata que se había unido a ellos por interés y despecho. Padilla, ofendido, regresó a Toledo.

El 18 de octubre, la expedición de Magallanes dobló el cabo que llamó de las Once mil vírgenes, (en alusión a una
antigua leyenda, según la cual una hipotética santa Úrsula fue martirizada por los hunos en Colonia, junto con once
mil vírgenes) tras el cual encontró lo que parecía la entrada de un estrecho. Ordenó a las cuatro naves dirigirse hacia él,
pero Esteban Gómez, el piloto del San Antonio, aprovechando que las naves se habían separado para explorar los
distintos canales que desembocaban en la bahía, con la excusa de que las órdenes eran comunicar al rey la existencia del
paso antes de continuar el viaje, puso rumbo a España. El 21 de octubre, los tres barcos restantes se internaron en uno de
los canales. Durante la noche, en la tierra situada al sur del paso, vieron varios fuegos, por lo que la llamaron la Tierra
del Fuego.

En noviembre murió Kristina Gyllenstierna, la viuda de Sten Sture, con lo que Gustav Trolle pudo tomar el control de la
capital sueca e hizo ejecutar a ochenta y cuatro altos personajes, en lo que se llamó el baño de sangre de Estocolmo.

El 12 de noviembre, tras haber sido recibido por el emperador Carlos V en los Países Bajos, Alberto Durero logró que le
fuera ratificada la pensión que le había prometido Maximiliano I. Otro de los motivos por los que el pintor se decidió a
viajar a los Países Bajos fue que Margarita de Austria tenía un tratado de Jacopo de Barbari sobre las aplicaciones de las
matemáticas al arte, pero, ésta le dijo que le había dado el libro a otro artista.

El 28 de noviembre, la expedición de Magallanes salió a mar abierto, tras de haber atravesado lo que Magallanes llamó
el paso del Sur y que hoy se conoce como estrecho de Magallanes. Durante un tiempo se creyó que separaba América
de un continente austral, pero más tarde se descubrió que la Tierra del Fuego sólo era un archipiélago que constituía el
extremo sur del continente. Habían tardado casi un mes en atravesarlo, pues tuvieron que enfrentarse a terribles tormentas;
sin embargo, al llegar al mar, éstas cesaron, y por ello los marineros le dieron el nombre de mar de las Damas, ya que
hasta una mujer sería capaz de navegar por él. De cara a la posteridad, Magallanes consideró que el nombre de océano
Pacífico expresaba la misma idea con más elegancia.

Pedro Girón conducía desastrosamente el ejército comunero. Permitió que el ejército real se engrosara con la continua
afluencia de magnates, hasta que, el 4 de diciembre, los realistas se apoderaron de Tordesillas y la reina Juana cayó en
sus manos. El 5 de diciembre tomaron también Toledo. No está claro si Girón era un incompetente o un traidor, pues a
los pocos días se presentó ante su tío, el condestable Íñigo de Velasco, dispuesto a cambiar de bando, y recibió el perdón
del rey.
El 10 de diciembre, Lutero quemó públicamente la bula Exsurge Domine.

Hernán Cortés, con la ayuda de sus aliados indios, había puesto sitio a Tenochtitlan, defendida valerosamente por
Cuauhtémoc, que además tenía que hacer frente a una epidemia de viruela, tan española como Cortés y sus soldados.
En enero de 1521 empezó a construir en Tlaxcala tres bergantines que llevó pieza por pieza hasta el lago Texcoco. Luego
destruyó los acueductos que constituían el principal suministro de agua de la ciudad (aunque ésta contaba también con
numerosos pozos).

El Papa excomulgó a Lutero. Poco antes, León X había bautizado a un granadino llamado al-Hasan ibn Muhammad al-
Wazzan al-Zayyati, que fue llevado a Roma capturado por unos corsarios sicilianos. Como cristiano, adoptó el nombre
del Papa que lo bautizó, y hoy es conocido como León Africano, porque escribió un tratado sobre África que sentó
autoridad entre los humanistas del renacimiento. A la edad de dieciocho años había visitado al rey Idris de Bornu.

Ese año murió el rey Manuel I de Portugal y de los Algarves, a este y al otro lado del mar; en África, señor de Guinea y
de la conquista, navegación y comercio de Etiopía, Arabia y Persia. Tan pomposo título se correspondía con el lujo
oriental que rodeaba su corte, mientras el país pasaba una hambruna y se endeudaba con Flandes. Fue sucedido por su
hijo Juan III, que tenía entonces diecinueve años. Su hermana Beatriz se casó con el duque Carlos III de Saboya.

El rey Segismundo I de Polonia firmó un tratado de paz con Alberto de Brandeburgo, el gran maestre de la orden
Teutónica, en virtud del cual la orden recuperaba el dominio de toda Prusia a cambio de rendir vasallaje a Polonia. Como
recompensa por su defensa del castillo de Allenstein, Nicolás Copérnico fue nombrado comisario de Ermland y se le
encargaron las tareas de reconstrucción. Por las mismas fechas firmó también un tratado de paz con el gran príncipe
Basilio III de Moscú, que lo aprovechó para anexionarse el principado de Riazán, con lo que Moscú dominaba ya todos
los principados rusos.

Uno de los asesinados en el baño de sangre de Estocolmo fue Erik Johansson Vasa, un primo de aquel Kettil Karlsson
Vasa que había expulsado al rey Carlos VIII hacía más de medio siglo. Erik tenía un hijo llamado Gustavo, que ahora
tenía ya veinticinco años. Dos años atrás se había escapado de Dinamarca y se había refugiado en Lübeck. Luego volvió
a Suecia, pero no pudo salvar a su padre. Ahora, tras haber organizado una revuelta de mineros en Dalecarlia, tomaba
Uppsala. Pronto se le unieron los nobles de Småland y los de Västergötland, que iniciaron una rebelión contra el rey
Cristián II de Dinamarca y su representante en Suecia, Gustav Trolle.

El sultán otomano Solimán I, después de aplastar una revuelta en Siria, tomó Belgrado a Hungría.

Maquiavelo terminó El arte de la guerra, un manual técnico sobre el reclutamiento de soldados, su armamento, el orden
de batalla, etc. Maquiavelo destaca la importancia de la infantería y defiende las milicias nacionales frente a los ejércitos
de mercenarios.

LA VUELTA AL MUNDO
Tras la deserción de Pedro Girón, los comuneros de Castilla habían vuelto a llamar a Juan de Padilla, el cual reorganizó
un ejército formado por más de diez mil hombres y el 21 de febrero de 1521 tomó Torrelobatón. Se iniciaron entonces
unas negociaciones con los realistas en las que se llegó a un principio de acuerdo, aceptado por Pedro Lasso de la Vega
y por el propio Padilla, pero que finalmente fue rechazado por la Santa Junta cuando llegó el emisario que explicó el caso
que Carlos V había hecho al memorial que le había sido enviado y el trato que había dado a los emisarios. Mientras Padilla
reúne un ejército en Burgos, el obispo Acuña hace lo propio en Madrid, y con él entra en Toledo, donde se hace proclamar
arzobispo aprovechando la reciente muerte de Guillermo de Groy.

El océano Pacífico resultó ser más grande de lo que Fernando de Magallanes había calculado. Después de navegar
tres meses sin apenas provisiones, el 6 de marzo llegaron a una isla que bautizaron como isla de
los Ladrones, porque la tripulación estaba tan agotada que no pudo impedir que los indígenas subieran a bordo y se
llevaran cuanto quisieron. Al día siguiente, tras una noche de reposo, Magallanes tomó represalias y logró hacerse con
alimentos frescos para continuar el viaje.

A mediados de mes llegaron a un archipiélago cuyos nativos se mostraron amistosos. Allí los marineros recuperaron
fuerzas de tal modo que podría decirse que "resucitaron", y por ello Magallanes bautizó el archipiélago como islas de San
Lázaro. Al enterarse de la proximidad de las Molucas, pocos días después, el 28 de marzo, se hicieron de nuevo a la mar
y recorrieron varias islas del archipiélago.

De acuerdo con lo pactado seis años atrás entre el entonces emperador Maximiliano I y el rey Segismundo I de Polonia,
se celebró el matrimonio entre Fernando, el hermano del emperador Carlos V, que acababa de cumplir dieciocho años, y
Ana, la hermana del rey Luis II de Bohemia y Hungría, el cual se casó a su vez, a los quince años, con María, hermana
de Carlos V y de Fernando. En la dieta de Worms, Carlos V cedió a su hermano el título de archiduque de Austria, a la
vez que lo nombraba su vicario y lugarteniente general. En dicha dieta, todos los implicados en la sublevación de las
comunidades de Castilla fueron declarados traidores.

El 3 de abril llegó a Worms Martín Lutero, a quien el emperador había convocado para el día siguiente. El pueblo lo
recibió con júbilo, pero Lutero, según confesó más tarde, creía que lo iban a quemar en la hoguera, como habían hecho
en su día con Jan Hus. No obstante, lo protegía un salvoconducto firmado por el emperador con validez por un periodo
de veinte días. Durante la tarde del día siguiente, el 4 de abril, la dieta trató el asunto de Lutero en su presencia. El nuncio
del Papa, que hizo de fiscal, describiría así la entrada de Lutero: "El infeliz entró sonriendo, miró a su alrededor y bajó
la cabeza. Al verse frente a frente del emperador, no pudo mantenerse quieto, y se movía tembloroso." Por su parte,
Lutero, al contemplar aquella reunión de príncipes alemanes se dijo "Así mirarían los judíos a Cristo".

Lutero fue requerido para que se reconociera como autor de sus escritos y se retractara o insistiera en su contenido.
Entonces, con voz apagada, pidió permiso para considerar el asunto de manera que pudiera contestar sin inferir agravio a
su alma. Su petición pareció impertinente al emperador, puesto que había tenido tiempo suficiente para prepararse, pero
se le concedió de término hasta el día siguiente, a la misma hora, para contestar a la dieta.

El 5 de abril, animado por sus amigos, Lutero habló con voz clara, no sin modestia, y se mostró dispuesto a corregir lo
que pudiera haber de exagerado en sus textos, pero manteniéndose firme en todo lo que considerara fundamental. Como
había hablado en latín, algunos príncipes le pidieron que repitiera su respuesta en alemán. El príncipe elector Federico III
de Sajonia, al verlo pálido y sin preocuparse por guardar las formas, le gritó instándole a retirarse si así lo deseaba, pero
Lutero repitió sus palabras en alemán y se dispuso a ser interrogado: "¿Mantenéis o retractáis vuestras opiniones? El
emperador quiere una respuesta sin ambages." Lutero contestó:

Si no se me convence mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón (porque no creo ni al Papa
ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a sí mismos), por los textos de la
Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni
quiero retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable. ¡Dios me ayude,
amén!

Una vez terminada la sesión, el fraile se retiró. A pesar de que sus respuestas fueron consideradas como una afrenta a la
dieta, nadie lo detuvo, ya que su salvoconducto seguía vigente.

El 6 de abril, tras una larga meditación, el emperador llamó a su cámara a los príncipes alemanes y, aunque no era
frecuente oírlo hablar en público, sino que lo habitual era que sus secretarios lo hicieran por él, esta vez habló lo suficiente
como para que los príncipes comprendieran que él nunca sería luterano, sino que siempre permanecería fiel a Roma. El
nuncio papal, que estaba presente, dijo más adelante que, al oirlo, los príncipes palidecieron como muertos. Al parecer,
lo que más decepcionó a Carlos V fue que Lutero no cogió el cabo que se le echó cuando se le propuso convocar un
concilio ecuménico.

Lutero anduvo todavía unos días por la dieta, recibiendo y rehusando proposiciones de arreglo, pero viendo que el tiempo
que le concedía su salvoconducto estaba a punto de expirar, salió de Worms para regresar a Wittenberg, y con él se
marcharon también los príncipes que lo apoyaban. Luego el emperador decretó que Lutero fuera desterrado del territorio
del Sacro Imperio Romano. Poco después de abandonar Worms, unos desconocidos detuvieron el coche en que viajaba
Lutero y lo secuestraron, de modo que, durante un tiempo, nadie supo nada de su paradero. Alberto Durero escribió en su
libro de memorias: "Lutero, el hombre inspirado por Dios, ha sido asesinado por el Papa, y los sacerdotes lo han matado,
lo mismo que a nuestro Señor Jesucristo lo mataron los sacerdotes del templo de Jerusalén."
Sin embargo, no eran los católicos los que habían secuestrado a Lutero, sino que había sido el propio Federico III de
Sajonia el que lo había organizado todo para la mayor seguridad del religioso, que pasó un tiempo cómodamente instalado
en el castillo de Wartburg. Allí Lutero se despojó definitivamente de sus hábitos, se dejó crecer el cabello y la barba y
hasta ciñó una espada para pasear "de incógnito" por los alrededores.

Los comuneros esperaban refuerzos en Torrelobatón para recuperar Tordesillas, pero sólo llegó una mínima parte de los
que esperaban: las milicias de Segovia, a las órdenes de Juan Bravo, y las de Salamanca, al mando de Francisco
Maldonado. El 19 de abril las tropas realistas estaban ya a una legua de Torrelobatón y Padilla consideró prudente
retirarse a Toro. Sin embargo, el 23 de abril, la caballería realista, dirigida por Íñigo de Velasco, aprovechando que la
lluvia neutralizaba a los arcabuceros enemigos, arremetió contra el ejército comunero cerca de Villalar, el cual (formado,
en palabras del propio Padilla, por proletarios, menestrales y labradores) apenas ofreció resistencia y, a pesar de los
esfuerzos de Bravo y Maldonado, se dispersó. El 24 de abril, Padilla, Bravo y Maldonado fueron degollados en la plaza
de Villalar. La viuda de Padilla, María Pacheco, sostuvo la revuelta comunera en Toledo, junto al obispo Acuña.

Ante la proximidad de los portugueses, Magallanes entabló una alianza con el rey de la isla de Cebú, que fue bautizado
con el nombre de Carlos, como el rey de España. Se reservó a los españoles el comercio con la isla y, a cambio, éstos se
comprometían a ayudar militarmente al rey contra cualquier isla que no acatara su autoridad. En cumplimiento de este
acuerdo, el 27 de abril la expedición atacó la isla de Mactán, vecina de Cebú, pero el ataque resultó un desastre.
Magallanes murió en el combate y las naves hubieron de retirarse a toda prisa.

Al regresar a Cebú y explicar su fracaso al rey Carlos, éste concluyó que los españoles no eran tan poderosos como habían
alardeado, y decidió romper la alianza. Y, por si acaso eran algo más poderosos de lo que parecían, invitó a un banquete
a los jefes y oficiales de la expedición y mató a los treinta y dos que aceptaron el convite. Los marineros, dirigidos
por Juan Carvallo, uno de los pocos oficiales supervivientes, zarparon a toda prisa y llegaron a la isla
de Bohol, inmediatamente al sur de Cebú. Como sólo quedaban ciento ocho supervivientes, decidieron deshacerse de la
Concepción, que fue incendiada después de haber repartido su carga útil y su tripulación entre la Trinidad y la Victoria.
Desde Bohol, las naves pasaron a Mindanao, que es una de las mayores islas del archipiélago, luego a la pequeña Joló y
desde allí tocaron Borneo. La incompetencia manifiesta de Juan Carvallo hizo que fuera destituido y sustituido
por Gonzalo Gómez de Espinosa, que se puso al frente de la Trinidad, mientras que encomendó la Victoria a Juan
Sebastián Elcano. De niño se había dedicado a la pesca, luego al contrabando en Francia, después había participado en
la campaña contra Argel organizada por Cisneros, y luego había servido en Italia a las órdenes del Gran Capitán.
Finalmente fue encarcelado por haber rendido un navío armado a unos extranjeros. Magallanes lo había sacado de la
cárcel, junto con otros marineros presos, para engrosar su tripulación. Había ocupado el cargo de maestre de la Concepción
hasta que, al ser hundida, pasó a la Victoria.

Aprovechando la revuelta de los comuneros, el rey Enrique II de Navarra llevó adelante un intento de recuperar su reino
con la ayuda de Francia y, ciertamente, llegó a ocuparlo casi en su totalidad. El virrey de Navarra era a la sazón Antonio
Manrique, a cuyo servicio se encontraba un capitán de unos treinta años llamado Ignacio de Loyola, que fue herido en
ambas piernas en la defensa de Pamplona. El 30 de julio los españoles obtuvieron una victoria decisiva en Quirós que
obligó a los franceses a abandonar todas sus conquistas. Como represalia, el conde de Nassau invadió el norte de Francia
y ocupó Bouillon y Champagne. Luego, los franceses atacaron Flandes y los flamencos tuvieron que salir de Francia.
Ese año murió la duquesa Susana de Borbón, y Luisa de Saboya, la madre del rey Francisco I de Francia, reclamó el
ducado como pariente más cercana, a lo que, naturalmente, se opuso su viudo, el condestable Carlos III. Se entabló un
proceso, pero el condestable, comprendiendo que ningún juez contradiría a la madre del rey, llegó a un acuerdo secreto
con el emperador Carlos V. Éste envió un ejército al Milanesado, donde, gracias a la traición del condestable, pudo
expulsar a los franceses. Luego, con la complicidad del Papa León X, restauró como duque a Francisco II
Sforza, hermano de Maximiliano Sforza, el duque que había cedido sus derechos a Francisco I. Éste, por su parte, no
pensaba aceptar los hechos y se dispuso a reconquistar el Milanesado. Para ello logró el apoyo de los suizos, mientras
Carlos V estrechaba sus lazos con Inglaterra. Durante los años siguientes, Francia luchó contra Carlos V en todos los
frentes: Navarra, Flandes e Italia.

Hernán Cortés inició el asalto definitivo a Tenochtitlan. Para poder penetrar en la ciudad con su artillería pesada, fue
cegando canales a su paso y derribando casas. Cuando, el 13 de agosto, fue capturado Cuauhtémoc y los aztecas se
rindieron, la ciudad estaba en ruinas. Sólo quedaban en pie los palacios, templos y grandes monumentos.

Juan Ponce de León, el que fue en su día gobernador de Borinquem, partió de nuevo hacia Florida, donde fue herido en
un combate contra los nativos. Pudo retirarse a Cuba, y allí murió. Por estas fechas, la isla de Borinquem ya no era
conocida por este nombre, sino por el de su capital, Puerto Rico. La ciudad fue trasladada hasta su emplazamiento actual
y se le dio el nombre de San Juan de Puerto Rico.

En su retiro de Wartburg, Lutero empezó a traducir el Nuevo Testamento al alemán. Mientras tanto, algunos de sus
seguidores estaban iniciando una auténtica reforma de la Iglesia alemana: Andreas Karlstadt, uno de los profesores de
Wittenberg que secundaban a Lutero, abolió los votos monásticos, el celibato y el culto a las imágenes. Consideró que la
misa no era un sacrificio, sino una mera conmemoración. El teólogo Thomas Münzer trató de crear comunidades sin
culto ni sacerdotes. Sus seguidores fueron conocidos como anabaptistas, ya que se bautizaban de nuevo, pues negaban el
valor del bautismo administrado a los niños. Un levantamiento de campesinos anabaptistas hizo que Münzer fuera
expulsado de Alemania, a raíz de lo cual se instaló en Praga, donde continuó predicando su doctrina.
Philipp Schwarzerd, profesor de griego en la universidad de Wittenberg, más conocido como Melanchthon, publicó
su Apologia pro Luthero, en la que defendía las tesis luteranas frente a las opiniones de algunos profesores de la sorbona.
Poco después publicó Loci comunes, la primera dogmática luterana.

Erasmo de Rotterdam afirmaba cada vez más categóricamente que no tenía nada que ver con Lutero, pero su empeño en
mantener una postura no beligerante hizo que en Lovaina arreciaran los ataques contra él. Finalmente, en octubre decidió
trasladarse a Basilea.

En Francia, el obispo de Meaux, Guillaume Briçonnet, llamó a su diócesis al teólogo Jacques Lefèvre
d'Etaples, famoso por sus rigurosos análisis de los textos religiosos, como sus Comentarios a las epístolas de san Pablo.
A la sazón estaba redactando sus Comentarios a los cuatro evangelios. Entre ambos formaron un círculo de humanistas
que fue conocido como el cenáculo de Meaux. Entres sus integrantes se encontraba un antiguo alumno de Lefèvre
llamado Guillaume Farel. Aunque Briçonnet condenaba toda forma de herejía, incluida la luterana, sus amigos no lo
tenían tan claro.

El rey Enrique VIII de Inglaterra, muy entendido en teología, escribió un libro sobre los sacramentos en el que combatía
las doctrinas reformistas, y el Papa León X le otorgó el título de defensor de la fe.

En España, la revuelta comunera estaba ya sofocada excepto en Toledo, donde María Pacheco y el obispo Acuña habían
firmado unas capitulaciones, pero no llegaron a cumplirlas.

La expedición de Magallanes (ahora de Gómez de Espinosa) había encontrado en una isla a un nativo que les sirvió de
guía hacia las Molucas. El 8 de noviembre llegaron a Tidore (en la isla de Ternate), donde fueron bien recibidos por el
sultán Almanzor, que, en señal de vasallaje, rebautizó a su isla con el nombre de Castilla. Pronto recibieron la adhesión
de otros reyezuelos de diversas islas, que esperaban usar a los españoles para deshacerse de los portugueses. Un portugués
residente en Ternate, llamado Lorosa, informó de que la flota portuguesa se encontraba en Malaca, y que no aparecería
por allí mientras durara el monzón de invierno. Los españoles aprovecharon la circunstancia para reparar sus naves y
cargarlas de especias, que obtuvieron de los indígenas a cambio de baratijas.
Unos meses atrás, los agermanados valencianos, dirigidos por Vicenç Peris, habían derrotado en Gandía al ejército del
virrey Diego Hurtado de Mendoza, que tuvo que retirarse a Denia; pero la derrota de los comuneros hizo que la nobleza
castellana estuviera en condiciones de enviar refuerzos a Valencia, y la junta de los trece no tardó en aceptar las
condiciones de rendición impuestas por el virrey. Sin embargo, Vicenç Peris siguió combatiendo por su cuenta.

El 21 de diciembre, la nao Victoria, bajo el mando de Juan Sebastián Elcano, partió hacia el oeste con una tripulación de
47 españoles y 13 indígenas de las Molucas, entre ellos dos pilotos. Llevaba una carga de setecientos quintales de clavo,
la más preciada de las especias. Gómez de Espinosa se quedó Ternate mientras se reparaba la Trinidad.

Por esas fechas moría el Papa León X y en enero de 1522 (pese a los intentos del cardenal ingés Thomas Wolsey por
obtener la tiara) era elegido como sucesor Adriano de Utrecht, que, en contra de la tradición, conservó su propio nombre
y se convirtió en Adriano VI. Su fama de austeridad hizo temblar a las mafias vaticanas. Se cuenta que, cuando llegó a
Roma, los sesenta palafreneros del difunto Papa lo recibieron de rodillas, suplicándole que les conservara su empleo.
Adriano VI dijo que le bastaban cuatro palafreneros, pero no se atrevió a despedirlos. Aun así, sus intentos de reformar y
moralizar la curia romana le valieron la enemistad del pueblo y del clero. El cardenal Juan Martínez Silíceo escribía a
Carlos V que había en Roma seis mil españoles intrigando para obtener beneficios. "Éstos se venden a venteros y
mercantes que no saben leer el libro de rezos." Adriano VI aprobó la constitución de la Santa Inquisición en los Países
Bajos.

También murieron ese año el virrey de Nápoles, Ramón Folc de Cardona y el humanista Antonio de Nebrija.

Francisco Pizarro había ido prosperando en Panamá, donde había recibido unas encomiendas y ahora Pedrarias Dávila lo
nombraba alcalde.

El 21 de enero, Gil González Dávila y Andrés Niño zarparon hacia el norte con cuatro naves de las islas de las Perlas (en
el mar del Sur) con el propósito de encontrar un posible paso hacia el océano Atlántico. Desembarcaron en una tierra
donde fueron bien recibidos por el cacique Nicoya. Mientras Niño se quedó custodiando las naves, González Dávila
exploró el interior, y llegó al territorio del cacique Nicaragua, que tenía su residencia junto a un gran lago. Los españoles
usaron el nombre del cacique para referirse tanto al territorio como al lago. Nicaragua los obsequió con oro, tejidos de
algodón, alimentos, plumas, etc.

Por su parte, Pascual de Andagoya marchó hacia el sur desde Panamá y, después de remontar un río acompañado por
algunos indios, llegó a una región a la que llamó Birú. Allí sometió a otros indígenas que le informaron de que (por
supuesto) muy, pero que muy lejos, más al sur, había un imperio muy rico en oro. Cuando, al regresar a Panamá, sus
informes corrieron de boca en boca, "Birú" terminó transformado en Perú, un remoto lugar legendario con todo el oro
que el más codicioso conquistador pudiera imaginar.

Con el fin de evitar un encuentro con los portugueses, Juan Sebastián Elcano se dirigió a la isla de Tímor, inmediatamente
al este de las islas Flores, famosa por la abundancia de sándalo blanco. Durante el trayecto hizo escala en varias islas, en
las que cargó pimienta, madera y otras mercancías. Llegó a Tímor el 26 de enero. La Victoria ancló en el puerto
de Batutaria. Elcano trató de negociar con los jefes indígenas la adquisición de provisiones, pero, ante sus exigencias,
optó por otra técnica: capturó a uno de los jefes y negoció su libertad a cambio de los víveres que necesitaba. En Tímor,
además, los españoles recabaron mucha información sobre la geografía del sureste asiático.

El 11 de febrero Juan Sebastián Elcano abandonó la isla de Tímor. Tenía la intención de alcanzar directamente la costa
occidental de África, pero el hambre y el escorbuto le obligaron a cambiar el rumbo y tocar tierra al este del cabo de
Buena Esperanza.

Una traición permitió al ejército real, dirigido por Antonio de Zúñiga, entrar en Toledo, el último reducto de los
comuneros. El obispo Acuña fue encarcelado, mientras que María Pacheco logró escapar a Portugal, donde la protegió el
obispo de Braga. También había huido a Portugal Pedro Lasso de la Vega, para el que su hermano Garcilaso trató en
vano de conseguir el perdón real. La represión fue dura y la autoridad real sobre España se volvió incuestionable. Las
cortes se convirtieron en un instrumento dócil a los intereses de la monarquía y, en cuanto a Toledo, Carlos V terminó de
someterla al reconstruir el poderoso alcázar que la dominaba y convertirla en la capital de su Imperio.
Ese año, Garcilaso participó en una expedición que trató de evitar que el sultán otomano Solimán I capturara la isla de
Rodas, pero fue en vano, pues la isla cayó después de un largo asedio.

Vicenç Peris había logrado entrar en la ciudad de Valencia y provocar un alzamiento, pero en marzo, tras un
enfrentamiento en las calles de la ciudad, fue derrotado y muerto por el virrey Diego Hurtado de Mendoza. El único foco
activo de la germanía se encontraba en la zona de Játiva y Alcira, donde mandaba la insurrección el Encubierto, un
personaje misterioso que se proclamaba nieto de los reyes católicos (hijo del príncipe Juan). Diego Hurtado de Mendoza
inició la correspondiente represión contra que había participado en las revueltas, pero tuvo que ceder el trabajo a Germana
de Foix, a la que Carlos V nombró lugarteniente general del reino de Valencia, a la vez que nombraba a su marido, Juan
de Ansbach, capitán general del reino. Germana impuso severas multas que los nobles cargaron a sus vasallos, sin
preocuparse mucho de si se habían sublevado o no.

Por otra parte, los moriscos que habían sido obligados a bautizarse por los agermanados volvieron a su religión, y la Santa
Inquisición quiso intervenir acusándolos de apostasía. El rey convocó una junta de teólogos que dictaminaran si podía
hablarse de apostasía cuando habían sido bautizados contra su voluntad, y la junta resolvió afirmativamente. El inquisidor
dio un plazo de treinta días a los moriscos para que volvieran a la disciplina de la Iglesia y, aunque Germana de Foix no
compartió esta decisión, no pudo hacer nada para que los rebeldes fueran condenados a la hoguera. Algunos se hicieron
fuertes en las montañas bajo el caudillaje de Zelim Almanzor, que organizaba devastadoras incursiones en las tierras
bajas. Un ejército de seis mil hombres pudo acabar con los moriscos. Murieron más de tres mil y, de entre los
supervivientes, algunos se acogieron a la "gracia" del emperador, bautizándose de nuevo y unos pocos llegaron a las
costas africanas con la ayuda de los piratas berberiscos.

En la lucha contra los agermanados había participado el duque de Segorbe, Enrique de Trastámara (primo de Fernando
el Católico), que murió a los setenta y siete años de edad.

Ignacio de Loyola, durante la convalecencia de las heridas recibidas cuando Pamplona fue atacada por los franceses, se
había dedicado a la lectura de obras religiosas, que lo indujeron a cambiar de vida. Una vez recuperado, realizó una
peregrinación al santuario de Montserrat, y luego se retiró a una cueva, donde realizó duras prácticas de penitencia que
le llevaron a enfermar.

El 6 de abril, Gonzalo Gómez de Espinosa se hizo a la mar a bordo de la Trinidad. Dado que su estado no era muy bueno,
consideró preferible volver a través del océano Pacífico para llegar a Panamá sin encontrarse con los portugueses y sin
tener que doblar el peligroso cabo de Buena Esperanza. Sin embargo, al cabo de unos días de viaje, el Pacífico demostró
que su nombre no estaba muy bien escogido, pues una tempestad destrozó la nave y Espinosa no tuvo más remedio que
volver a las Molucas. Al llegar se encontró con que una escuadra portuguesa formada por siete navíos se había hecho
dueña de la situación. La Trinidad fue apresada y, dado su estado, fue hundida. Sus cuarenta y ocho tripulantes fueron
apresados y permanecieron encerrados en las naves portuguesas hasta que éstas regresaron a Lisboa Cuando lo hicieron,
sólo cuatro prisioneros seguían con vida.

Juan Sebastián Elcano intentó en veinte ocasiones doblar el cabo de Buena Esperanza, y en veinte ocasiones se lo
impidieron los vientos contrarios y las tormentas. (El cabo seguía reclamando su nombre primitivo.) Finalmente, el 18 de
mayo, navegando muy cerca de la costa, la Victoria entró en el Atlántico.

Nuevamente, el estado de la embarcación y la escasez de víveres obligó a Elcano a tocar tierra, y, como no estaban en
condiciones de enfrentarse con indígenas, la única opción era entrar en la garganta del lobo: el 9 de julio la Victoria llegó
a la isla de Santiago, una de las islas de Cabo Verde. Elcano explica a los portugueses que su nave ha sido alcanzada por
una tempestad a su regreso de las Antillas, a consecuancia de lo cual se ha visto obligada a penetrar en aguas portuguesas
y solicitar ayuda. El aspecto de la Victoria es tan lastimoso que los portugueses tragan el anzuelo, pero la situación es
precaria: cualquier inspección a bordo puede descubrir a los indígenas o la carga de especias. Una chalupa realiza por tres
veces la travesía hasta el puerto y regresa cargada con agua y provisiones. Para el cuarto viaje, los españoles ya no tienen
más dinero, y entonces Elcano comete un grave error: entrega un saco de especias a los que deben ir a tierra a comprar.
En lugar de la chalupa, pronto se dirige a la Victoria una barca repleta de hombres armados. Elcano, con dieciocho
marineros a bordo, decide cortar amarras y huir. Cuatro navíos portugueses salen en su persecución, pero ya se ha puesto
el sol y, arrojando al mar parte de la carga, Elcano consigue escapar.
El 16 de julio el emperador Carlos V regresó a España. Desembarcó en Santander, donde fue recibido por el duque de
Alba, don Fadrique, en cuyo séquito se encontraba Garcilaso de la Vega. Carlos V concedió un perdón generalizado
contra los que habían participado en la revuelta comunera, que, no obstante, exceptuó a algunos cabecillas, entre ellos el
hermano de Garcilaso.

El 4 de septiembre la Victoria avistó la costa española. La navegación era dificilísima, pues los pocos marineros tenían
que realizar las maniobras al tiempo que achicaban el agua que entraba en las bodegas cada vez más rápidamente; el 6 de
septiembre tocaron tierra; el 8 de septiembre, los dieciocho supervivientes marcharon a Sevilla para postrarse
ante Nuestra Señora de la Antigua, para agradecerle el haber llegado sanos y salvos. Elcano se entrevistó con Carlos V,
quien renunció a la cuarta parte de la veintena que correspondía a la Corona de los beneficios de la expedición, en favor
de los supervivientes. (Hay que decir que, aunque partieron doscientos cuarenta y un hombres y volvieron dieciocho, más
los cuatro capturados por los portugueses, desde un punto de vista económico, la empresa fue rentable, ya que las especias
que llegaron a puerto proporcionaron un beneficio de alrededor del 4%.) Además, Carlos V concedió una pensión a Elcano
y un escudo de armas con la inscripción "Primus circumdedisti me" (me rodeaste por primera vez).

Por esta época Lutero dio a la imprenta su traducción del Nuevo Testamento. Con anterioridad se habían imprimido
catorce traducciones bíblicas en alto alemán y tres en bajo alemán, pero Lutero combinó su sajón nativo con la morfología
de la lengua de la cancillería para crear una lengua popular y, al mismo tiempo, correcta, viva, llena de dignidad poética,
tan alejada de los empobrecidos dialectos populares en que estaba fragmentado el alemán como de la lengua fría y artificial
de la cancillería. Lutero es considerado el padre del alemán literario moderno. Aparte de los antiguos poemas medievales
compuestos por los trovadores, prácticamente no existía una literatura en alemán, pues los intelectuales alemanes usaban
exclusivamente el latín en sus escritos. (Así, por ejemplo, a Johannes Reuchlin, que moría ese mismo año, se le considera
el padre del teatro alemán, con sus dramas, en latín, Sergius y Scenica progymnasmata.)

Durante su estancia en Wartburg, Lutero compuso también varios himnos religiosos, destinados a inculcar en el pueblo
aspectos de su doctrina. Muchos de ellos acabaron convirtiéndose en canciones populares. Entre los más famosos se
encuentra Ein'feste Burg ist unser Gott (Nuetro Dios es nuestra fortaleza). Hacía unos meses que había abandonado su
retiro (donde dijo haber recibido la visita de Satanás, aunque tal vez lo confundiera con otro) y se había convertido en el
personaje más aclamado de Alemania. Las órdenes religiosas se habían adherido masivamente a la reforma, la idea
luterana de que la Iglesia tenía que estar sólo en los corazones de los fieles se había traducido en que los monjes
abandonaban sus conventos y los curas las iglesias, y así, los señores se apropiaban del patrimonio del clero sin hallar
resistencia alguna. En suma: la reforma resultó ser lucrativa para la nobleza alemana, lo que explica la facilidad con que
se difundió.

Lutero aceptó estos cambios como hechos consumados, pero rebatió las doctrinas radicales de Münzer y Karlstadt.
Münzer ya había sido enviado al exilio y ahora, ante la oposición de Lutero, Karlstadt también tuvo que marcharse, en su
caso a Suiza. Allí, Ulrico Zuinglio había sido nombrado canónigo de Zurich, y estaba atacando la doctrina católica, en
especial el ayuno y la abstinencia. Organizó un debate público ante el Consejo de Zurich que duró dos días. El primero
se discutió el asunto del culto a las imágenes. El consejo aceptó los argumentos de Zuinglio y ordenó que pinturas y
estatuas fueran sacadas de las iglesias. El segundo día Zuinglio atacó la eucaristía, defendiendo, como Karlstadt, que se
trataba de una mera conmemoración de la muerte de Cristo. El consejo no se atrevió a pronunciarse sobre una cuestión
teológica tan ardua, pero permitió que Zuinglio aboliera las misas en su nombre. Se casó secretamente y luego refutó la
reprobación del obispo. Esto supuso su ruptura oficial con Roma.

En Basilea, Erasmo de Rotterdam había encontrado un buen ambiente de trabajo. Publicó su ensayo De interdictu
esu carnium (Sobre la prohibición de comer carne).

En las Baleares había surgido una revuelta similar a la de las comunidades castellanas o la germanía valenciana. Los
rebeldes expulsaron al virrey, que volvió en diciembre al frente de una escuadra con la que puso sitio a Palma de Mallorca.

LA CONQUISTA DE AMÉRICA CENTRAL


En 1522, Carlos V nombró a Hernán Cortés gobernador y capitán general del reino de Nueva España o México. Éste no
tardó en aclarar una confusión tonta a sus aliados indios: ellos creían que, una vez derrotados los aztecas, pasaban a ser
libres y ya no tenían que rendir tributo a nadie, pero Cortés les explicó que no era así, sino que todo seguía como antes,
salvo que ahora debían acatar las órdenes de los españoles. De hecho, Cortés se las arregló para mantener sometidos a
todos los pueblos que habían dominado los aztecas y a muchos más, pues triunfó donde éstos habían fracasado: Las
riquezas de México atrajeron a casi toda la población de Cuba, que en los años siguientes fue quedándose casi despoblada
mientras nuevos conquistadores expandían rápidamente los límites de Nueva España. Bernal Díaz del Castillo recibió
una encomienda en la recientemente fundada villa del Espíritu Santo, de la que fue regidor. Meses antes, Gonzalo de
Sandoval, uno de los principales colaboradores de Cortés, había fundado la ciudad de Medellín.

La eficiencia de Cortés contrastaba con el fracaso de Bartolomé de Las Casas, cuyo plan de entendimiento pacífico entre
indios y colonos en Venezuela se vino abajo cuando, en su ausencia, los indios hicieron una matanza de colonos.
Desanimado, regresó a España e ingresó en la orden dominicana.

Francisco de Garay, el gobernador de Jamaica, de acuerdo con las capitulaciones que había obtenido cuatro años atrás,
había enviado una expedición a México bajo el mando de Diego Camargo, que chocó con Cortés. Para socorrerlo, Garay
envió más tarde otra flota capitaneada por Miguel Díaz y Ramírez el Viejo, que además tenían órdenes de fundar
poblaciones en los márgenes del golfo de México.

El rey Francisco I de Francia acababa de tener su segundo hijo, Carlos, al que otorgó el título de duque de Orleans. (El
Delfín Enrique tenía ahora tres años.)

Hans Holbein pintó un original Cristo en el sepulcro, sobre una tabla de dos metros de ancho por sólo teinta centímetros
y medio de alto (lo justo para que le cupiera el cuerpo entero de perfil). En 1523 trabó amistad con Erasmo de Rotterdam
y pintó su retrato.

En enero, Ulrico Zuinglio protagonizó una disputa pública en la que expuso su doctrina en sesenta y siete tesis: exigía el
uso exclusivo de la Biblia como fundamento de la fe y de la autoridad, el uso del alemán en la liturgia y la recusación del
magisterio de Roma. Unos meses después publicó la La exposición y la prueba de las tesis, en donde exponía sus
argumentos.
El humanista Jacques Lefèvre d'Etaples fue nombrado vicario general de Meaux, y empezó a tomar medidas para reformar
al clero. Su discípulo, Guillaume Farel, defensor abierto de la reforma luterana, tuvo que abandonar Meaux y refugiarse
en Basilea.

Otro seguidor de Lutero era un teólogo dominico llamado Martin Kuhkorn, que había helenizado su apellido (cuerno
de buey) y se hacía llamar Martin Bucero. Fue excomulgado tras haber contraído matrimonio, y se estableció en
Estrasburgo.

Mientras tanto, el anabaptista Thomas Münzer había generado disturbios en Praga y, a consecuencia de ello, fue expulsado
de Bohemia. Entonces se instaló en Allstedt, donde consumó su ruptura con los luteranos y comenzó a aplicar sus
reformas. Con su Misa evangélica alemana creó la primera liturgia en alemán.

Tras haber pasado un tiempo como huésped del cacique Nicaragua, Gil González Dávila marchó al norte, al territorio de
los seis caciques de Nochari. Allí se encontró con el poderoso Diriangen, que, tras conversar con él, accedió a bautizarse
a los tres días, pero armó a sus hombres y se lanzó de improviso sobre los españoles, que tuvieron que retirarse a toda
prisa. González Dávila se reunió con Andrés Niño y ambos zarparon de regreso a Panamá. Poco después, Niño regresó a
España con una fortuna, mientras que González Dávila no tardó en emprender una nueva expedición, ahora hacia
Honduras, siempre en busca de un estrecho que uniera el océano Atlántico con el Pacífico.

Sin embargo, el gobernador Pedrarias Dávila, envió ese mismo año una expedición al mando de Francisco Hernández de
Córdoba con el objetivo de tomar posesión en su nombre de todos los territorios descubiertos por González Dávila, ya
que temía que éste acabara fundando una colonia independiente de Castilla del Oro.

Ignacio de Loyola embarcó hacia Roma, donde pidió permiso al Papa Adriano VI para peregrinar a Tierra Santa. El Papa
murió poco después de concedérselo, y el cardenal Thomas Wolsey volvió a ver frustradas sus aspiraciones, ya que el
cónclave eligió a Julio de Médicis, que pasó a ser el Papa Clemente VII. Desde ese momento, Florencia fue gobernada
por los cardenales, en nombre de Hipólito de Médicis (el nieto de doce años de Lorenzo el Magnífico) y de un
tal Alejandro de Médicis, cuya relación con la familia es incierta.
También murió el Perugino, el maestro de Rafael.

En mayo terminó el último episodio de la revuelta de las germanías en el reino de Valencia, cuando el Encubierto fue
asesinado por sus propios partidarios.

En Marruecos, las constantes incursiones españolas y portuguesas habían originado numerosos disturbios,
los morabitos del sur (los monjes guerreros que habitában en las rábidas) habían declarado la guerra santa y dividieron el
país: el norte quedó en manos de la dinastía wattasí, que gobernaba desde hacía medio siglo, mientras que los sadíes se
apoderaron del sur.

En Suecia, Gustavo Vasa logró expulsar del país a los daneses y en junio fue reconocido como el rey Gustavo I de Suecia
(no regente), lo que suponía la ruptura definitiva de la unión de los reinos escandinavos. El regente Gustav Trolle tuvo
que huir a Dinamarca. Esto fue también el fin para el rey Cristián II de Dinamarca y Noruega, que ya era bastante
impopular en la corte a causa de sus relaciones con la joven neerlandesa Dyveke, cuya madre, Sigbrit, era un personaje
muy influyente. El rey fue expulsado del país y le sucedió su tío Federico I. Noruega permaneció bajo el dominio danés.

El rey Francisco I de Francia descubrió finalmente el acuerdo secreto entre el condestable Carlos III de Borbón y el
emperador Carlos V, así que cercó el ducado, y Carlos III tuvo que huir disfrazado y salir Francia como un fugitivo hasta
dar con tropas imperiales. Francisco I trataba de combartir a Carlos V en todos los frentes europeos, y ahora exploraba la
posibilidad de añadir un frente más: envió a América una expedición naval bajo el mando de un italiano llamado Giovanni
da Verrazano.

En septiembre llegó a Jerusalén Ignacio de Loyola, pero no tardó en ser expulsado.

Diego Colón, el gobernador de La Española, fue llamado de nuevo a España, para responder de unas acusaciones de
otorgar rentas ilegales y conceder perdones y privilegios por dinero. Entre sus principales acusadores estaba el juez Lucas
Vázquez de Ayllón, que desde hacía tres años se dedicaba a organizar expediciones a Florica para capturar esclavos (la
población indígena en las Antillas menguaba cada vez más rápidamente), y ahora acababa de obtener unas capitulaciones
para conquistar la región.
También regresó Gonzalo Fernández de Oviedo, el regidor de Santa María la Antigua. En los últimos años había tenido
serios enfrentamientos con Pedrarias Dávila y con Bartolomé de Las Casas, que lo acusaba de complicidad con Pedrarias
en mil atrocidades contra los indios; había sufrido varios atentados contra su vida, así como la muerte de su mujer y de
uno de sus hijos. Por otra parte, el dominico Antonio de Montesinos regresó a La Española.

Cortés se estaba dedicando a fondo en la colonización de Nueva España. Fundó numerosas ciudades y emprendió la
reconstrucción de Tenochtitlan. El geómetra Alonso García Bravo delineó los planos, respetando los palacios de
Moctezuma y las calzadas antiguas. También había iniciado la reconstrucción de los acueductos derruidos durante el
asedio de la capital azteca.

El gobernador de Jamaica, Francisco de Garay, decidió capitanear él mismo una flota para enfrentarse a Hernán Cortés.
Sin embargo, cuando llegó a la costa mexicana recibió una real cédula que corroboraba la jurisdicción de Cortés sobre el
territorio y le prohibía entrometerse. Entonces se rindió a Cortés, que lo llevó a la capital mexicana, donde murió al poco
tiempo. Por otra parte, Cortés puso en libertad a Pánfilo Narváez, que regresó a Cuba. Uno de sus más leales
colaboradores, Pedro de Alvarado, partió en diciembre hacia América Central con un pequeño ejército de 100 jinetes y
250 infantes, mientras que en enero de 1524 otra expedición salía por mar hacia Honduras a las órdenes de Cristóbal
Olid. Su misión era recaudar los impuestos que los nativos pagaban a los aztecas y, en particular, asegurarse de que el
territorio permaneciera sometido a Nueva España y no a Castilla del Oro. (Cortés tenía noticia de la expedición de Gil
González Dávila.) Entre sus hombres seguía estando Sebastián Garcilaso de la Vega.

Alvarado llegó a los confines meridionales de lo que había sido el Imperio Maya, la región conocida
como Guatemala, donde se repitió por enésima vez la historia más antigua de la Historia: los indios quichés estaban en
guerra contra los cakchiqueles, los cuales pidieron ayuda a los españoles, y Alvarado tuvo así la oportunidad perfecta
para hacerse dueño de la situación. Ambos pueblos eran de cultura maya, pero más al sur Alvarado se encontró con
los pilpiles, enemigos seculares de los mayas, y el capitán español comprendió cuán justa era su causa a partir del
momento en que estos se ofrecieron a proporcionarle un ejército de seis mil hombres. Sin embargo, algunos caciques
pilpiles se dieron cuenta de que los españoles se estaban convirtiendo en una amenaza y, finalmente, Alvarado consideró
más prudente volver al norte (donde sus aliados tendrían menos reservas en combatir a sus órdenes). Allí fundó la ciudad
de Santiago de los Caballeros.

Tras veinte años de inactividad, Vasco da Gama, a sus cincuenta y cinco años, fue nombrado virrey de las Indias, pero
murió poco después de llegar a la India. El emperador Carlos V trató de llegar a un acuerdo con Portugal sobre los
derechos de ambos países sobre las Molucas y propuso dejar que una comisión de astrónomos dirimiera la cuestión. La
comisión se reunió en febrero, pero, inexplicablemente, no llegó a ninguna conclusión que tanto España como Portugal
consideraran aceptable.

También murió ese año Ismaíl I, el sha de Persia, que fue sucedido por su hijo de diez años Tahmasp I. Ismaíl I había
solicitado inútilmente la ayuda de las naciones occidentales contra los otomanos. El emperador Carlos V había acogido
favorablemente sus proposiciones, pero no disponía de medios suficientes para hacerlas efectivas.

En marzo, el navegante Giovanni da Verrazano tocó la costa norteamericana y empezó a explorarla en dirección norte.

El Papa Clemente VII reconoció como orden religiosa el oratorio de Amor divino, fundado siete años antes por el obispo
de Chieti, Gian Pietro Carafa y Cayetano de Thiene. Fue conocida como la orden de los Teatinos, de Theatinus, el
nombre latino de Chieti.

Ignacio de Loyola estaba de vuelta en Barcelona, donde inició sus estudios de latín. Proyectaba dedicarse en el futuro a
una misión apostólica y había llegado a la conclusión de que para ello necesitaba cierta preparación intelectual.

Martín Bucero introdujo en Estrasburgo el culto diseñado por Zuinglio, mientras Melanchthon escribía para el
landgrave Felipe de Hesse una Suma de la doctrina evangélica renovada. Los luteranos llamaban a su Iglesia, opuesta
ya abiertamente a la Iglesia Católica, la Iglesia Evangelista, haciendo hincapié con ello en que su doctrina era la doctrina
cristiana que se desprendía de los Evangelios de la Biblia. La reforma se introdujo en Suecia a través de Olaus Petri, que
empezó a predicarla en Estocolmo. En abril, Martín Lutero escribió una carta a Erasmo de Rotterdam en la que le pedía
que dejara de ser "un mero espectador de nuestra tragedia", es decir, que se decantara por el catolicismo o el evangelismo.
Erasmo, que acababa de reeditar versiones corregidas y aumentadas de algunas obras anteriores, le tomó la palabra y
empezó a escribir un tratado sobre la doctrina luterana.

El archiduque Fernando de Austria, el hermano del emperador, participó en la Asamblea de Ratisbona, en la que se esbozó
una reforma católica como reacción a la reforma luterana. Entre sus principales medidas estuvo la decisión de entregar a
los príncipes electores laicos la quinta parte de las rentas eclesiásticas.

El músico Johann Walter, amigo y consejero musical de Lutero, publicó el primer libro de canto polifónico protestante.

Cristóbal Olid hizo escala en Cuba, donde el gobernador Diego de Velázquez lo alentó a que traicionara a Cortés y
sometiera sus conquistas a Cuba en lugar de a Nueva España. Velázquez murió unos meses más tarde, así que Olid decidió
no rendir cuentas a nadie. En mayo desembarcaba en la costa hondureña.

Francisco Hernández de Córdoba estaba colonizando Nicaragua. Fundó una primera villa a la que llamó Bruselas, luego
la ciudad de Granada junto al lago Nicaragua, y finalmente la ciudad de León, destinada a convertirse en la capital del
territorio, donde designó como alcálde a Sebastián Belalcázar. Siguiendo las instrucciones de Pedrarias Dávila, que le
había encargado que vigilara a Gil González Dávila, envió a Honduras una expedición bajo el mando de Hernando de
Soto. González Dávila se había encontrado con Cristóbal Olid, contra el que Hernán Cortés había enviado un ejército al
mando de su primo, Francisco de Las Casas. Olid y González Dávila se aliaron contra sus enemigos, derrotaron a Soto
e hicieron prisionero a Las Casas. Más tarde, Olid apresó también a González, pero, los prisioneros, aprovechando el
amplio margen de libertad que Olid les concedía (así como que éste iba siempre desarmado) se amotinaron, lo capturaron,
lo procesaron y lo ajusticiaron. Mientras tanto, Hernández de Córdoba había descubierto el río San Juan, por el que
navegó hasta el mar antillano. Por el camino se encontró con González Dávila que, de regreso a Castilla del Oro, se había
extraviado y terminó uniéndose a él.

En Santo Domingo vivía aún Rodrigo de Bastidas que, a sus sesenta y cuatro años, era uno de los colonos más veteranos.
Ese año marchó a Tierra Firme, donde fundó la ciudad de Santa Marta.
Giovanni da Verrazano había explorado varias bahías de la costa norteamericana en busca de un posible paso al océano
Pacífico, pero no encontró tal paso y, al llegar a Terranova, habiéndose quedado sin provisiones, decidió regresar a
Francia. Tocó tierra el 8 de julio. El rey Francisco I no estaba para recibirle, pues por esa época, con el apoyo del nuevo
Papa, Clemente VII, reconquistaba el milanesado. Poco antes había ocupado el principado de Orange, de modo que el
joven príncipe Filiberto de Orange, hijo del príncipe Juan II, a sus veintidós años, se puso al servicio de Carlos V. Ese
mismo año y participó, bajo el mando de Íñigo de Velasco, el condestable de Castilla, en la conquista
de Fuenterrabía, que los franceses habían tomado tres años atrás. En los Países Bajos, el emperador se anexionó Frisia,
que hasta entonces había permanecido como un condado independiente vinculado al Sacro Imperio.

En el centro y en el sur de Alemania estalló la llamada guerra de los Campesinos, alentada por Münzer, que en agosto se
vio obligado a marcharse a Mülhausen, donde los artesanos, dirigidos por Pfeiffer, se habían alzado contra el concejo
de la ciudad. No obstante, ambos fueron expulsados de la ciudad, y Münzer volvió al sur de Alemania, para colaborar
con los campesinos rebeldes.

El rey Jacobo V de Escocia tenía doce años, y su padrastro, el conde de Angus, jefe del partido anglófilo, logró hacerse
con la regencia.

En septiembre, Erasmo de Rotterdam publicaba su De libero arbitrio diatribae, donde condenaba abiertamente el
luteranismo.

Unos meses atrás había llegado a Nueva España, a petición de Hernán Cortés, una misión religiosa que se encargaba de
bautizar a los indios, enseñarles el alfabeto latino, editar catecismos, construir iglesias, etc. A la vez, los religiosos
(franciscanos) empezaron a obtener información sobre las culturas y tradiciones indígenas. Se conserva un documento
bilingüe titulado "Coloquios y doctrina cristiana con que los doce frailes de San Francisco enviados por el Papa Adriano
VI y por el emperador Carlos V convirtieron a los indios de la Nueva España, en lengua mexicana y española". He aquí
un pasaje en el que hablan los sacerdotes aztecas:
Señores nuestros, muy estimados señores:
Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra. Aquí, ante vosotros, os contemplamos nosotros, gente
ignorante. [...] Somos gente vulgar, somos perecedores, somos mortales; déjennos, pues, ya morir, déjennos ya perecer,
puesto que ya nuestros dioses han muerto. Tranquilícese vuestro corazón y vuestra carne, ¡señores nuestros! porque
romperemos un poco; ahora un poquito abriremos el arca del Señor nuestro. Vosotros dijisteis que nosotros no
conocemos al Señor de cerca y del junto, a aquél de quien son los cielos y la tierra. Dijisteis que no eran verdaderos
nuestros dioses. Nueva palabra es ésta, la que habláis; por ella estamos perturbados, por ella estamos molestos.
Porque nuestros progenitores, los que han sido, los que han vivido sobre la tierra, no solían hablar así. Ellos nos dieron
sus normas de vida, ellos tenían por verdaderos, daban culto, honraban a los dioses. Ellos nos estuvieron enseñando
todas sus formas de culto, todos sus modos de honrar [a los dioses]. Así, ante ellos [los dioses] acercamos la tierra a la
boca, nos sangramos, cumplimos las promesas, quemamos copal y ofrecemos sacrificios. Era doctrina de nuestros
mayores que son los dioses por quien se vive [...] Era su doctrina que ellos nos dan nuestro sustento, todo cuanto se bebe
y se come, lo que conserva la vida: el maíz, el fríjol, los bledos, la chía. Ellos son a quienes pedimos agua, lluvia, por las
que se producen las cosas de la tierra. Ellos mismos son ricos, son felices, poseen las cosas, de manera que siempre y
por siempre las cosas están germinando y verdean en su casa [...] Nunca hay allí hambre, no hay enfermedad, no hay
pobreza. Ellos dan a la gente el valor y el mando [...] Ellos dieron el mando, el poder, la gloria y la fama. Y ahora
nosotros ¿destruiremos la antigua norma de vida?
Nosotros sabemos a quién se debe la vida, a quién se debe el nacer, a quién se debe el ser engendrado, a quién se debe
el crecer, cómo hay que invocar, cómo hay que rogar. Oíd, señores nuestros, no hagáis algo a vuestro pueblo que le
acarree la desgracia, que lo haga perecer [...] Es ya bastante que hayamos perdido, que se nos haya quitado, que se nos
haya impedido nuestro gobierno. Si en el mismo lugar permanecemos, sólo seremos prisioneros. Haced con nosotros lo
que queráis.

Cortés hizo públicas unas Ordenanzas que regulaban las relaciones entre españoles e indios, la defensa militar, la
evangelización y el fomento de la economía. La Corona había enviado a numerosos funcionarios, principalmente
destinados a controlar la recaudación de impuestos, pero su poder fue aumentando paulatinamente y no tardaron en surgir
rivialidades entre ellos. Éstas aumentaron cuando en octubre Cortés delegó el gobierno en dos de
ellos, Estrada y Albornoz, (junto a Zuazo, uno de sus hombres) mientras él partía hacia Honduras, para asegurarse el
dominio de la región. Cortés se llevó consigo a Cuauhtémoc, al que había estado sometiendo en vano a crueles torturas
para hacerle revelar dónde estaba escondido el tesoro azteca. También le acompañó Bernal Díaz del Castillo, que
anteriormente había participado en unas campañas contra los zapotecas.

En Panamá, Francisco de Pizarro y Diego de Almagro estaban haciendo fortuna mediante incursiones contra los indios
que vivían al sur. El gobernador Pedrarias Dávila les ofreció capitanear una expedición a Nicaragua, pero rechazaron la
oferta considerando que el sur podía ser más lucrativo. Ambos formaron con Pedrarias la Compañía del Levante, que
contó además, como principal socio capitalista, al clérigo Hernando Luque. Los socios aportaban un capital y se
repartían proporcionalmente las ganancias. En noviembre la compañía envió su primera expedición hacia el sur,
capitaneada por Pizarro, con la misión de extender los dominios conocidos, buscar un hipotético paso entre los dos
océanos y enriquecerse todo lo posible a costa de los indios.

El emperador Carlos V había tomado de nuevo el Milanesado y había restaurado al duque Francisco II Sforza, pero el rey
Francisco I de Francia encabezó una nueva campaña en Italia. Decidió asediar la ciudad de Pavía, pero a mediados
de enero de 1525 los asediados recibieron el auxilio de las tropas conjuntas del duque Carlos III de Borbón, el archiduque
Fernando de Austria y el virrey de Nápoles. En total sumaban unos veinticinco mil hombres. Pese a todo, los franceses
parecieron dominar la situación, pero el 24 de febrero se produjo en enfrentamiento definitivo en el que los franceses
perdieron cerca de ocho mil hombres. Francisco I, negándose a retroceder por puro orgullo, terminó interponiendo su
caballería ante sus propios cañones cuando éstos disparaban. El rey fue capturado. En una carta dirigida a su madre, en
la que le notificaba su cautiverio, escribió: Señora, todo se ha perdido, menos el honor. También fue capturado el rey
Enrique II de Navarra, pero, a pesar de sus heridas, logró escapar. Por su parte, los franceses captuararon al príncipe
Filiberto de Orange.

Carlos V casó a su hermana Catalina con el rey Juan III de Portugal. Mientras tanto, se negociaba el matrimonio del
emperador con Isabel, la hermana del monarca luso. Garcilaso de la Vega había acudido a Portugal acompañando a la
embajada española. Sus dotes de poeta y músico le ganaron la confianza de Leonor de Austria, la madre del rey Juan III,
hermana también de Carlos V. Garcilaso terminó casándose con una de sus damas, Elena de Zúñiga, aunque fue un
matrimonio de conveniencia. En efecto, el objetivo de Garcilaso era lograr que la casa real portuguesa intercediera en
favor de su hermano Pedro, para que Carlos V le concediera el perdón.

Hernán Cortés había establecido un gobierno bastante eficiente en Nueva España, pero todo había cambiado desde que
lo delegara en los funcionarios reales. Los abusos contra los indios se multiplicaban, Estrada y Albornoz fueron
reemplazados por Salazar y Chirinos, pero las constantes denuncias hicieron que en abril la Corona nombrara juez de
residencia a Luis Ponce de León.

Thomas Münzer se había puesto en contacto con Pfeiffer y entre ambos lograron establecer un nuevo concejo democrático
en Mühlhausen, donde fue pastor de la comunidad anabaptista. Allí publicó un manifiesto en el que explicaba los puntos
básicos de su doctrina, fundamentada en el Antiguo Testamento y el Apocalipsis. Trató de implantar una dictadura
teocrática comunista, pero discutió con Pfeiffer y terminó abandonando la ciudad con un grupo reducido de seguidores.
Se dirigió a Frankenhausen, donde se había atrincherado un grupo numeroso de campesinos rebeldes.

Lutero publicó De seruo arbitrio, respuesta a las De libero arbitrio diatribae, de Erasmo, que suponían su ruptura con
los humanistas. También publicó su Exhortación a la paz, con intención de apaciguar la rebelión de los campesinos
alemanes. Su actitud es lo que comúnmente se llama tratar de nadar y guardar la ropa. A los señores les dice:

Sólo vosotros, príncipes y señores, sois los culpables de estas sublevaciones y estas calamidades [...] En vuestros
dominios no hacéis más que exprimir y despellejar para saciar vuestro orgullo y vuestro lujo, hasta tal punto que el
pobre pueblo ya no puede seguir soportándoos [...] Dios ha permitido que las cosas llegaran a un punto tal que nadie
quiere ni puede seguir soportando vuestra tiranía. Cambiad, pues, de proceder y ceded a su palabra. Si no lo hacéis de
buen grado, os obligarán a ello por la fuerza. Si no son los campesinos los que os fuercen a cambiar, otros lo harán.
Aunque los exterminarais a todos, apenas hubieran muerto, Dios os suscitaría otros enemigos [...] Porque no son los
campesinos los que se rebelan contra vosotros; es Dios mismo quien se levanta contra vuestra crueldad.

Y a los sublevados les dice:


No queréis soportar que os maltraten y que abusen de vosotros; reclamáis la libertad, la justicia, los bienes; pero Cristo
ordena no resistir al que nos causa un mal, ceder siempre, sufrir, dejar que nos lo arrebaten todo. Si no queréis este
derecho, no adoptéis tampoco el título de cristianos. Honraos con el recuerdo de otro maestro que os convenga más, de
lo contrario, el propio Jesucristo os arrancará este nombre que es demasiado pesado para vuestros hombros.

Sus palabras no surtieron ningún efecto. Incluso parece ser que Lutero fue objeto de escarnio por parte de algunos rebeldes
con los que se encontró, tras lo cual escribió Contra las hordas de campesinos asesinos y ladrones, donde instaba a los
príncipes alemanes a castigar sin compasión a los rebeldes:

Al perro rabioso se le persigue y se le da muerte; de lo contrario, es él el que os mata, y a todo el país con vosotros. ¡Qué
horror! ¡Amparan sus crímenes bajo el manto del Evangelio! Que la autoridad cumpla con su deber. Allí donde el
campesino no quiera atenerse a razones, que desenvaine la espada y que le dé muerte. Todo príncipe será el servidor de
Dios. El tiempo de la misericordia ha pasado, ahora es el tiempo de la espada y de la cólera.

Uno no puede dejar de preguntarse por qué Lutero desobedecía la orden de "no resistir al que nos causa un mal" y, a
pesar de ello, seguía adoptando el título de cristiano. Vemos así que la doctrina luterana no era menos hipócrita y
manipuladora que la católica.

También Zuinglio, que contaba con el pleno apoyo del concejo de Zurich, se opuso a los anabaptistas. Ese año publicó
su obra fundamental: De uera et falsa religione commentarius, dedicada al rey Francisco I de Francia, en la que exponía
sistemáticamente la doctrina evangélica.

Jacques Lefèvre d'Etaples, amenazado por la Sorbona y por el parlamento francés, tuvo que huir a Estrasburgo. Allí se
encontró con su discípulo Guillaume Farel, que de Basilea se había pasado a Montbéliard, luego a Metz y, finalmente a
Estrasburgo. Farel publicó entonces su Sumario y breve declaración de algunos puntos muy necesarios a todo
cristiano, en el que negaba la presencia real de Cristo en la eucaristía.

Los príncipes alemanes derrotaron a Münzer el 15 de mayo, y lo ejecutaron poco después. Desde entonces, los
anabaptistas fueron enemigos radicales de los luteranos, pues no aceptaban ningún compromiso con los príncipes feudales
o con la alta burguesía. La revuelta de los campesinos fue completamente sofocada en poco tiempo y los príncipes tomaron
duras represalias.

Por otro lado, en los países bajos se quemó en la hoguera por primera vez a un luterano, acusado de herejía. Era un párroco
llamado Jan Bakker. La ejecución tuvo lugar en La Haya.

El primer gran éxito de la reforma fue la conversión del gran maestre de la Orden Teutónica, Alberto de Brandeburgo, al
que, tras secularizar los bienes de la orden, el rey Segismundo I de Polonia le concedió el título de duque de Prusia. Ese
año murió Juan de Ansbach, hermano de Alberto y capitán general del reino de Valencia.

También murió el príncipe elector Federico III de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Juan.

En las Canarias murió Alonso Fernández de Lugo, el que terminó la conquista de las islas y que fue, desde entonces, su
gobernador. Fue sucedido en el cargo por su hijo Pedro.

El rey Enrique VIII de Inglaterra llevaba veintidós años casado con Catalina de Aragón, la cual le había dado seis hijos,
pero todos ellos habían muerto salvo la pequeña María, de siete años. El rey sabía bien lo que le había costado a su padre
cerrar la brecha abierta entre los ingleses por la guerra de las Dos Rosas, y necesitaba un heredero varón, sano, destinado
a sucederle sin que nadie pudiera encontrar excusas para recusarlo como rey legítimo. Su esposa, a sus cuarenta años, no
parecía capaz de dárselo, así que empezó a considerar la posibilidad de divorciarse. Esta posibilidad le pareció más
interesante aún desde el momento en que se enamoró de una de las damas de honor de su esposa, Ana Boleyn o Ana
Bolena, de dieciocho años. El rey tenía un hijo bastardo llamado Enrique, de unos seis años de edad, al que nombró
entonces duque de Richmond y de Somerset y conde de Nottingham.

Los reyes habían encargado la educación de su hija María a un humanista valenciano llamado Juan Luis Vives, que el
año anterior había escrito un tratado titulado De institutione feminae Christianae (Sobre la educación de las mujeres
cristianas). Juan Luis vives había estudiado en París y había enseñado lenguas clásicas en Lovaina. Si alguna vez tuvo
interés en volver a España, lo debió de perter todo el año anterior, cuando la Santa Inquisición quemó a su padre en la
hoguera, por judaizante. Amigo de Erasmo y de Thomas More, su estancia en Inglaterra lo puso en contacto con el círculo
humanista de Oxford. Por esta época, Thomas More obtuvo el cargo de canciller del ducado de Lancaster.

Martín Lutero, a sus cuarenta y dos años, se casó con Katharina von Bora, una religiosa de veintiséis años que había
huido de su convento dos años atrás junto con otras siete compañeras. Lutero las había acogido y alojado en casas de
familias honorables.

En Honduras, Francisco de Las Casas fundó la ciudad de Trujillo. Hernán Cortés hizo ahorcar a Cuauhtémoc,
acusado de un intento de sublevar a los indígenas. Finalmente aseguró el dominio de Nueva España sobre Honduras
y en junio regresó a Tenochtitlan. Parece ser que, antes de regresar, Cortés se había entrevistado con Francisco Fernández
de Córdoba, y ambos se habían puesto de acuerdo sobre las fronteras de sus jurisdicciones respectivas (Nicaragua para
Fernández de Córdoba, Honduras para Cortés). Teóricamente, Fernández de Córdoba estaba subordinado a Pedrarias
Dávila, el gobernador de Castilla del Oro, pero pidió a la audiencia de Santo Domingo el título de gobernador de
Nicaragua, lo que rompería los vínculos con Castilla del Oro.

El 24 de julio zarpó de España una expedición a las islas Molucas, capitaneada por fray García Jofre de Loaisa. El piloto
mayor era Juan Sebastián Elcano.

EL SACO DE ROMA
En 1525 Francisco Pizarro regresó a Panamá poniendo fin a la primera expedición de la Compañía del Levante, que había
resultado un fracaso: muchos muertos y pocos beneficios.

Mientras tanto, en Quito moría el inca Huayna Cápac. Bajo su reinado, el imperio Inca alcanzó su máxima extensión,
pero a su muerte se sumió en una guerra civil cuando su heredero legítimo, Tupic Cusi Hualpa, conocido
como Huáscar, se proclamó inca en Cuzco, mientras otro de sus hijos, Atahualpa, hizo lo propio en Quito. Atahualpa
era hijo de una princesa quiteña, y Huayna Cápac había intentado convertirlo en rey de Quito antes de morir. Ambos se
enfrentaron en Riobamba, donde Atahualpa obtuvo una primera victoria, ya que contaba con el grueso del ejército de su
padre. Luego estableció su cuartel general en Cajamarca y desde allí envió sus ejércitos contra Cuzco.

Dos años atrás, Alberto Durero había terminado un trabajo titulado Tratado sobre la proporción, pero no lo publicó, pues
se dio cuenta de pocos lectores tendrían los conocimientos matemáticos necesarios para entenderlo. En su lugar, se dedicó
a escribir un libro más elemental. Ahora lo publicaba en su propia imprenta, dividido en cuatro libros. Se
titulaba Unterweisung der Messung mit dem Zirkel und Richtsheit, que se convirtió en el primer tratado de matemáticas
escrito en alemán (si no contamos algunos libros previos de aritmética elemental). El primer libro discute la construcción
de diversas curvas, entre las que figuran la espiral de Arquímedes, la concoide, la epicicloide, la hipocicloide y las curvas
que hoy se conocen como conchas de Durero. El segundo libro proporciona métodos, algunos exactos y otros
aproximados, para construir polígonos regulares de 5, 7, 9, 11 y 13 lados, así como un método aproximado para cuadrar
el círculo con regla y compás (es decir, construir un cuadrado de igual área que un círculo dado) y para dividir un ángulo
dado en tres partes iguales. En el tercer libro estudia las pirámides, los cilindros y otros cuerpos tridimensionales y, en su
segunda parte, trata de instrumentos astronómicos. El cuarto libro estudia los cinco poliedros regulares platónicos y los
poliedros semirregulares de Arquímedes, así como la teoría de la perspectiva y una teoría original suya sobre las sombras.

Mientras tanto, un joven de veinticuatro años llamado Girolamo Cardano conseguía su doctorado en medicina en la
universidad de Padua. Trató entonces de ingresar en el Colegio de Físicos de Milán, la ciudad donde vivía su madre, pero
su petición fue denegada. Ello se debió a que, aunque tenía fama de haber sido un estudiante brillante, no menos conocido
era su carácter conflictivo y su afición al juego. No obstante, la razón oficial por la que se le denegó el ingreso fue que se
descubrió que era hijo ilegítimo. Siguiendo el consejo de un amigo, se dedicó a ejercer la medicina en Sacco, un pueblo
cercano a Padua.

Nocolás de Maquiavelo terminó, aunque no publicó, su Historia de Florencia, que trata desde los orígenes de la ciudad
hasta la muerte de Lorenzo el Magnífico. En los últimos años había compuesto diversos poemas, la comedia Clizia, y
sus Canciones carnavalescas.
Pietro Bembo había sido secretario del Papa León X y luego se había retirado a Padua, donde vivía su amante. Tenía
cincuenta y cinco años, y había reunido una biblioteca y una colección de antigüedades. Ahora publicaba un diálogo
titulado Prose della volga lingua (Prosas de la lengua vulgar) en el que defiende que la lengua toscana (es decir, el
italiano) debe ser considerada de igual categoría que la latina.

El 12 de enero de 1526, el sultán otomano Solimán I, que empezaba a ser conocido en Occidente como Solimán el
Magnífico, derrotó al rey Luis II de Bohemia y Hungría en la batalla de Mohács. El rey resultó muerto y los turcos
empezaron a avanzar por el Danubio. Poco después saquearon la ciudad de Buda. Luis II tenía veinte años y no dejó
descendencia, así que su heredero podía ser perfectamente su cuñado, Fernando de Austria.

El 14 de enero, el emperador Carlos V y el rey Francisco I de Francia firmaron el tratado de Madrid, por el que Francisco
I recobraba su libertad a cambio de los ducados de Borgoña y de Milán. Como garantía, Francisco I dejó como rehenes
en España a sus dos hijos mayores Enrique y Carlos (de siete y cuatro años de edad), y se comprometió también a casarse
con Leonor de Austria, la viuda del rey Manuel I de Portugal y hermana del emperador. El tratado contemplaba también
la liberación de algunos prisioneros, entre los que figuraba el príncipe Filiberto de Orange.

Sin embargo, en cuanto Francisco I se encontró a salvo en Francia, decidió que, habiéndo "perdido todo menos el
honor", no era muy grave perder el honor también, así que se negó a entregar el ducado de Borgoña y empezó a maquinar
la reconquista del Milanesado.

Evidentemente, Carlos V se lo puso demasiado fácil a Francisco I porque quería tener las manos libres para ocuparse de
Bohemia y Hungría. Fernando de Austria fue reconocido sin problemas como el rey Fernando I de Bohemia, pero en
Hungría la situación era más complicada. El voivoda de de Transilvania, Juan Zápolya, fue elegido rey en la dieta
de Székesfehérvar, con el apoyo de los turcos y de Francia. Los ejércitos de Fernando I ocuparon la parte occidental de
Hungría, donde encontró suficientes partidarios.

Gonzalo Fernández de Oviedo escribió una Relación de lo sucedido en la prisión del rey de Francia, sobre el cautiverio
de Francisco I. Ese año regresó a América, donde escribió también su Sumario de la natural historia de las Indias, que
trata sobre la navegación hasta las Indias, así como de la geografía, fauna, flora y costumbres de los habitantes del Nuevo
Mundo. Desde su óptica, los indios, además de bastante estúpidos, eran herejes, viciosos y crueles. Por esta época se le
pierde el rastro al dominico Antonio Montesinos. Lo último que se sabe de él es que estuvo en Panamá con el cargo, nada
popular, de protector de indios.

Carlos V se casó finalmente con Isabel, la hermana del rey Juan III de Portugal, y poco después Garcilaso de la Vega vio
cumplida su aspiración: el rey perdonó a su hermano Pedro Lasso. Peor suerte corrió otro de los comuneros sublevados,
el obispo Antonio Osorio de Acuña, que desde que fue encarcelado anduvo de proceso en proceso y, aunque consiguió
ser absuelto en Roma por el Papa Adriano VI, no le valió de nada y, finalmente, trató de escapar a la desesperada, matando
al alcaide que lo custodiaba. Fue capturado y condenado a muerte.

Entre los amigos de Garcilaso se encontraba el preceptor de Fernando de Toledo, el hijo del duque de Alba, que rondaba
entonces los cuarenta años y se llamaba Juan Boscán. Era aficionado a la poesía, pero, a pesar de haber nacido en
Barcelona y de que, por tanto, su lengua materna fuera el catalán, compuso casi exclusivamente en castellano. (El catalán
estaba ya prácticamente muerto como lengua literaria.) En una carta posterior, cuenta cómo ese año tuvo una conversación
en Granada con el embajador veneciano, Andrés Navaggiero:

Porque estando un día en Granada con el Navagero, [...] tratando con él cosas de ingenio y de letras y, especialmente,
en las variedades de muchas lenguas, me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas
usadas por los buenos autores de Italia [...] y así comencé a tentar este género de verso [...] Mas esto no me bastara a
hacerme pasar muy adelante si Garcilaso, con su juicio, [...] no me confirmara esta mi demanda; y así, alabándome
muchas veces este mi propósito, y acabándomele de aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino,
al cabo me hizo ocupar mis ratos ociosos en esto más fundadamente [...] En esotro verso nuevo [...] vemos, donde quiera
que se nos muestra, una disposición muy capaz para recibir cualquier materia, o grave, o sotil, o dificultosa, o fácil. y
asimismo para ayuntarse con cualquier estilo de los que hallamos entre los autores antiguos aprobados [...]

Así fue cómo Boscán y Garcilaso empezaron a adaptar al castellano la poesía petrarquista italiana, en versos
endecasílabos, que contrastaban con la poesía tradicional castellana, basada en el octosílabo. Veamos un par de ejemplos:
Nunca de Amor estuve tan contento Escrito está en mi alma vuestro gesto,
que en su loor mis versos ocupase, y cuanto yo escribir de vos deseo;
ni a nadie consejé que se engañase vos sola lo escribisteis, yo lo leo
buscando en el amor contentamiento. tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
Esto siempre juzgó mi entendimiento: En esto estoy y en esto estaré puesto;
que de este mal todo hombre se guardase; que, aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
y así, porque esta ley se conservase, de tanto bien lo que no entiendo creo,
holgué de ser a todos escarmiento. tomando ya la fe por presupuesto.
Oh, vosotros, que andáis tras mis escritos Yo no nací sino para quereros;
gustando de leer tormentos tristes, mi alma os ha cortado a su medida;
según que por amar son infinitos, por hábito del alma misma os quiero.
mis versos son deciros: «¡Oh, benditos Cuanto tengo confieso yo deberos;
los que de Dios tan gran merced hubistes por vos nací, por vos tengo la vida,
que del poder de Amor fuésedes quitos!» por vos he de morir y por vos muero.
Juan Boscán Garcilaso de la Vega

El soneto de Garcilaso está dedicaco a Isabel Freyre, una dama de la reina Isabel de la que se había enamorado ese
mismo año. (No se sabe que el poeta hiciera nunca referencia en sus versos a su esposa, Elena de Zúñiga.) Boscán y,
sobre todo, Garcilaso adaptaron patrones de diversos autores, principalmente de Petrarca, Horacio, Ariosto y Ausiàs
March. Con su obra, Garcilaso enriqueció notablemente la lengua castellana, introduciendo cultismos e italianismos, a la
vez que dignificando formas populares y arcaísmos a la sazón casi extinguidos.

Ese año se terminó de compilar el Libro del decano de Lismore, una antología que contiene los textos más antiguos
conservados de la literatura escocesa.

Tras haberse examinado en Barcelona, en abril Ignacio de Loyola se trasladó a Alcalá de Henares, para recibir clases de
lógica.
Un gobernador vasallo del sultán de Delhi, llamado Dawlat kan, decidió rebelarse contra su señor y, para ello, llamó en
su auxilio a Muhammad Báber. Tras cuatro incursiones de exploración, derrotó al sultán Ibrahim Lodi en Panipat el 21
de abril, lo que le permitió entrar en Delhi poco después, y más tarde en Agra.

En mayo, el rey Francisco I de Francia formó la Liga de Cognac con el Papa Clemente VII, Florencia, Venecia e incluso
con el duque de Milán, Francisco II Sforza. La liga contó además con el apoyo del rey Enrique VIII de Inglaterra. Los
partidarios del emperador acusaron de traición al duque de Milán y lo desterraron a Como.

El emperador Carlos V reaccionó a esta nueva muestra de apoyo del Papa al rey francés decretando que cada uno de sus
estados tenía libertad para reglamentar como quisiera, en sus propios dominios, la cuestión religiosa. En definitiva, venía
a decir que podían hacerse luteranos si querían.

En Suiza tuvo lugar la llamada disputa de Baden, en la que Zurich trató de extender la reforma a los demás cantones, que
en general se mostraron vacilantes, salvo los cinco cantones montañeses, Uri, Schwyz, Unterwalden, Lucerna y Zug, que
estaban decididos a seguir siendo católicos y se aliaron con el archiduque Fernando de Austria.

Juan Luis Vives publicó De subuentione pauperum (Sobre la revuelta de los pobres), en la que analizaba desde un punto
de vista sociológico las revueltas de campesinos acaecidas el año anterior.

Erasmo de Rotterdam publicó su Hyperaspistes, como réplica al De seruo arbitrio de Lutero. También escribió ese año
la Institutio Christiani matrimonii, dedicado a Catalina de Aragón, la esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra, que se
oponía en redondo a las pretensiones de divorcio de su marido y, al parecer, debió de consultar a Erasmo, directa o
indirectamente.

Los reformistas denunciaban la veneración de los santos como una forma de idolatría, y por ello veían también con malos
ojos las imágenes religiosas. Eso, unido a la austeridad del gobierno de Basilea, hizo que la vida de los artistas en la
ciudad no fuera fácil. Aconsejado por Erasmo, el pintor Hans Holbein emigró a Inglaterra, donde disfrutó de la protección
de Thomas More.
En Venecia, Tiziano pintó la Madona Pesaro, un óleo de cinco metros de alto, que representa a Jacobo Pesaro ofreciendo
a la Virgen una victoria naval contra los turcos.

Durero pintó varios retratos (el Gentilhombre, Jakob Muffel, Hieronymus Holzschuber) y otros cuadros, como su Virgen
de la pera, aunque su obra más relevante por estas fechas son Los cuatro apóstoles, como se conocen dos cuadros que el
pintor donó al ayuntamiento de Nuremberg y en las que están representados san Juan y san Pedro, en uno de ellos, y san
Pablo y san Marcos Evangelista en el otro.

Al enterarse de que Francisco Fernández de Córdoba había solicitado el título de gobernador de Nicaragua, Pedrarias
Dávila, el gobernador de Castilla del Oro, que había enviado a Nicaragua a Fernández de Córdoba precisamente para
evitar que Gil Gónzalez Dávila hiciera lo que ahora estaba haciendo él, decidió ocuparse personalmente del asunto y,
poniéndose al frente de una expedición, tomó la ciudad de León, capturó a Fernández de Córdoba en Granada, lo procesó
y lo hizo decapitar en junio, en la plaza mayor de León. Poco después, Pedrarias Dávila fue cesado de su cargo de
gobernador de Castilla del Oro, y fue sustituido por Pedro de los Ríos. Por otra parte, Gil González Dávila había
regresado a su Ávila natal, en España, donde murió a los pocos meses de su llegada.

En La Española, Lucas Vázquez de Ayllón zarpó al frente de una gran expedición a Florida, donde fundó la ciudad de San
Miguel de Gualdape, pero murió poco después durante un viaje a Nueva España. Pánfilo de Narváez logró entonces
capitulaciones para conquistar Florida y empezó con los preparativos.

En España murió Diego Colón, dejando muchos pleitos pendientes. También dejó un hijo de seis años, llamado Luis.

Por su parte, Francisco de Montejo firmó las capitulaciones de Granada, que le concedían el derecho de conquista del
Yucatán.

Ese mismo mes se reanudaron las hostilidades entre Francisco I de Francia y el emperador Carlos V.
El duque Alberto de Prusia se casó con Dorotea, hija del rey Federico I de Dinamarca. Su ex cuñada, Germana de Foix
contrajo terceras nupcias, esta vez con Fernando, el duque de Calabria, hijo del que fuera rey de Nápoles, Federico I. A
los pocos días de la boda, el emperador Carlos V nombró a ambos esposos virreyes de Valencia.

En julio llegó a Nueva España el juez Luiz Ponce de León, pero murió al poco tiempo y fue sustituido por Marcos de
Aguilar.

Fray García Jofre de Loaisa murió el 30 de julio en aguas del Pacífico, y Juan Sebastián Elcano se convirtió en el nuevo
capitán de la expedición española a las Molucas, pero murió poco después, el 4 de agosto. La expedición continuó bajo
el mando del joven Andrés de Urdaneta, de dieciocho años, que, en las Molucas, obtuvo la ayuda del rey Gilolo para
luchar contra los portugueses.

Poco antes habían zarpado otras dos expediciones expañolas hacia las Molucas. La primera, formada por cuatro naves y
más de doscientos hombres, zarpó bajo el mando de Sebastián Caboto. La segunda fue organizada y capitaneada
por Diego García de Moguer, que había acompañado a Juan Díaz de Solís en la exploración de aquel mar Dulce al que
Magallanes se había dirigido en un primer momento pensando que se trataba del paso que lo llevaría al océano Pacífico.
Sucedía que los exploradores españoles que se adentraban desde el norte en las tierras sudamericanas habían recibido
noticias de una sierra de la Plata que, como su nombre indicaba, rebosaba el preciado metal. Dicha sierra estaba junto a
un gran río y, como era habitual, estaba muy, pero que muy lejos, hacia el sur (porque los españoles que recibían tales
informes estaban en el norte). García de Moguer pensó que el mar Dulce podía ser la desembocadura de ese río de la
Plata, que a su vez conduciría a la sierra de la Plata, así que, aunque su destino oficial era, como hemos dicho, las
Molucas, modificó el rumbo y se adentró en el estuario que desde entonces es conocido como el estuario del Río de la
Plata, si bien hay que tener presente que no existe tal río, ya que en él confluyen dos ríos distintos: el Paraná y
el Uruguay.

Sin embargo, aunque García de Moguer había tratado de disimular sus intenciones, no era el único que especulaba sobre
las riquezas del Río de la Plata. La tripulación de Caboto también conocía el asunto y, al llegar al estrecho de Magallanes,
se negó a seguir adelante y convenció a su capitán de que era más interesante buscar plata en una tierra virgen que no
especias en unos mares plagados de piratas y de portugueses. Así, la expedición empezó a remontar la costa sudamericana
en busca de la Sierra de la Plata.

Mientras estas expediciones buscaban riquezas desde el sur, Francisco Pizarro y sus socios las buscaban desde el norte.
Hernando Luque aportó a la Compañía del Levante una cuantiosa suma, con la que Pizarro y Almagro iniciaron
en noviembre una segunda expedición marítima hacia el sur. El nuevo gobernador de Castilla del Oro, Pedro de los Ríos,
se opuso a semejantes empresas de pura rapiña y envió tras ellos a Pedro Tafur, con la orden de que regresaran a Panamá.

Los portugueses se instalaron en la isla de Borneo.

En Alcalá de Henares, Ignacio de Loyola se dedicaba a proponer ejercicios espirituales a cuantos querían hacerle caso.
La Santa Inquisición lo consideró sospechoso y le abrió un proceso.

En marzo de 1527 murió Marcos de Aguilar, el juez designado por la Corona para poner orden en Nueva España, y fue
sucedido por Alonso de Estrada, hasta entonces tesorero. El ayuntamiento de la ciudad México (así empezaba a ser
conocida la reconstruida Tenochtitlan) se opuso a que ocupara el mando, y lo forzó a compartirlo con Gonzalo de
Sandoval. Jerónimo de Aguilar, el marino al que Cortés había rescatado de los mayas, recibió varias encomiendas en
Nueva España.

Carlos V envió un ejército a Italia bajo el mando del duque Carlos III de Borbón con el que ocupó Génova, que, sin formar
parte de la liga de Cognac, era una tradicional aliada de Francia. De Génova marchó a Roma, para convencer al Papa
Clemente VII de que Dios estaba de su parte, y no de la de Francisco I de Francia. El duque murió mientras escalaba las
murallas de la ciudad, y entonces cundió el descontento entre los soldados, que venían cobrando sus pagas de forma muy
irregular y ahora temieron quedarse definitivamente sin salario. Se amotinaron y el 6 de mayo protagonizaron el
llamado saco de Roma, en el que asaltaron la ciudad durante ocho días de saqueos e incendios. Los cardenales, después
de ser obligados a pagar rescates, eran arrastrados por las calles, los luteranos asaltaron conventos e iglesias, las salas
vaticanas fueron convertidas en cuadras y sus obras de arte destrozadas. El Papa Clemente VII tuvo que refugiarse en el
castillo de Sant'Angelo. Sofocado el motín, las tropas quedaron bajo el mando del príncipe Filiberto de Orange, que
mantuvo prisionero al Papa. Los florentinos, viendo decaer el poder de los Médicis, expulsaron a Hipólito y Alejandro de
Médicis y proclamaron la república. Maquiavelo fue relevado de sus cargos y murió ese mismo año.

Bastasar de Castiglione, que era embajador en España de Clemente VII, cayó en desgracia en la corte pontificia por no
haber informado a tiempo del proyecto del emperador de enviar un ejército contra Roma. A partir de ese momento
permaneció en Toledo bajo la protección de Carlos V.

Carlos III de Borbón dejó un hijo llamado Gabriel, pero el rey Francisco I de Francia, que había confiscado el ducado,
no estaba dispuesto a cedérselo. Si miramos el árbol genealógico de la casa de Borbón, descartando la rama de Borbón-
Montpensier, a la que pertenecía Carlos III, la rama más cercana era la de Borbón-Lavedan, pero era bastarda, luego
estaba la de Borbón-Busset, que era polémica: tiene su origen en Luis de Borbón, que había tenido hijos con Catalina
de Egmont. Como es habitual en estos casos, se dijo que se había casado en secreto con ella, pero el rey Luis XI no
reconoció en su día tal matrimonio y, además, Luis de Borbón aceptó poco después el obispado de Lieja, con lo que
admitía no estar casado. En su momento, la legitimidad de los descendientes de Luis no tuvo excesiva importancia, pero
ahora se volvía crucial, pues Francisco I consideró también que la rama de Borbón-Busset era bastarda y, saltando de
nuevo la rama de Borbón-Montpensier, nombró duque de Borbón al hasta entonces duque Carlos de Vendôme,
ahora Carlos IV de Borbón. (Más precisamente, hoy se distingue entre la rama de Borbón-Montpensier, descendiente de
un hermano mayor de Carlos III, y la rama de Borbón-Braganza, descendiente de Gabriel, que se casaría con una
princesa portuguesa de la casa de Braganza.)
Andrea Doria, que había entrado al servicio de Francia, logró una victoria naval en Rapallo que tuvo como consecuencia
la capitulación de Génova, que fue abandonada por los imperiales y quedó de nuevo bajo la influencia de Francia.

El rey Enrique II de Navarra se casó con Margarita, hermana del rey Francisco I de Francia.

El rey Enrique VIII de Inglaterra planteó la cuestión de su divorcio a las autoridades eclesiásticas, alegando como causa
de la nulidad de su matrimonio que su esposa, Catalina de Aragón, había sido antes su cuñada. Sin embargo, Catalina
dejó claro de quién era hija y no aceptó la autoridad del tribunal nombrado para dirimir el caso. El emperador Carlos V
presionó en contra de que se aceptara tal divorcio y ello llevó a un acercamiento entre Enrique VIII y el rey Francisco I
de Francia.

La Santa Inquisición abrió un segundo proceso a Ignacio de Loyola, al que prohibió predicar o enseñar durante un periodo
de tres años.

Pedro de los Ríos, el nuevo gobernador de Castilla del Oro, había solicitado el nombramiento de un gobernador para
Nicaragua, y éste recayó sobre su antecesor, Pedrarias Dávila, designado por cédula del 16 de mayo.

Francisco de Montejo desembarcó en el Yucatán y fundó la ciudad de Salamanca.

Un funcionario de Santo Domingo llamado Juan Martín de Ampués, fundó en Venezuela la ciudad de Santa Ana de
Coro, que se convirtió en la primera capital venezolana. Hasta entonces los españoles apenas controlaban algunos puntos
de la costa, desde donde se dedicaban principalmente a capturar esclavos para llevarlos a las Antillas Mayores. La
penetración española empezó a ser viable a partir del momento en que los nativos decidieron huir de las costas y refugiarse
en el interior, destruyendo en su marcha cosechas y poblados.

Una revuelta de nativos en Santa Marta llevó a Rodrigo de Bastidas a embarcar rumbo a Santo Domingo, pero una
tempestad desvió su barco hasta Cuba, donde murió poco después. La ciudad de Santa Marta quedó bajo el gobierno
provisional de Pedro de Heredia.
También murió Juan de Grijalva, asesinado por los indios en el transcurso de una expedición a América Central. Su tío,
Pánfilo de Narváez, partió rumbo a Florida el 17 de junio. En su expedición participaba un joven de veinte años
llamado Álvar Núñez Cabeza de Vaca, nieto de Pedro de Vera, el conquistador de la Gran Canaria.

Ignacio de Loyola solicitó el amparo del arzobispo de Toledo, que se ofreció a trasladarlo a Salamanca, pero allí se repitió
la historia y volvió a ser procesado por la Santa Inquisición. En septiembre, después de haber pasado casi un mes en la
cárcel, decidió marcharse a París, y emprendió el viaje a pie.

Mientras tanto, Francisco Pizarro y sus hombres pasaban graves penalidades luchando contra los indios. (Pizarro era más
salvaje que la media de los españoles que buscaban fortuna en América, y los indios se obstinaban en oponerse
encarnizadamente a los saqueos de que eran objeto.) Finalmente, descubrieron los primeros indicios de la existencia del
Imperio Incaico. Viendo que la situación los superaba, Pizarro envió a Almagro de regreso a Panamá en busca de
refuerzos, mientras él se quedaba esperando con trece soldados en la que llamaron isla del Gallo. Fue allí donde les
alcanzó Pedro Tafur, quien les conminó a obedecer la orden del gobernador de Castilla del Oro, Pedro de los Ríos, por la
que debían regresar a Panamá. Sin embargo, Pizarro se negó a regresar y pidió el apoyo de sus hombres. Se cuenta que
trazó una raya en el suelo con su espada y les dijo que más allá de ella estaban la gloria y la fortuna, mientras que al otro
lado estaban la pobreza y la oscuridad. Los trece hombres cruzaron la línea y la Historia les ha regalado el sobrenombre
de los trece de la fama.

En octubre, Hernán Cortés envió una expedición por el Pacífico, bajo el mando de Álvaro Saavedra, con la misión de
encontrar la nave Trinidad, de Magallanes, de la que se desconocía su destino, así como auxiliar a las expediciones de
Loaisa y de Caboto, de las que no había noticias. (La expedición del difunto Loaisa estaba perdida en el Pacífico, mientras
Sebastián Caboto estaba explorando el río Paraná, donde fundó el fuerte Sancti Spiritus.) Poco después llegó una real
orden que reconocía a Alonso de Estrada como gobernador de la ciudad de México, dejando sin autoridad a Gonzalo de
Sandoval. Estrada decretó entonces que Cortés fuera desterrado de la capital, por lo que éste embarcó hacia España,
acompañado de Sandoval, para defender su causa ante la Corte. Sandoval murió al poco de tocar tierra.
También viajó a España Pedro de Alvarado, que obtuvo del emperador Carlos V los cargos de gobernador, capitán general
y adelantado de Guatemala

LA REFORMA PROTESTANTE
En 1527 el rey Fernando I de Bohemia fue reconocido como rey Fernando I Hungría por una parte del país, mientras la
otra reconocía a Juan Zápolya.

La reforma había triunfado entre la burguesía sueca, hasta el punto de que el rey Gustavo I logró que la dieta
de Västerås declarara supeditada al Estado la Iglesia Sueca, así como la confiscación sus bienes en beneficio del tesoro
(que estaba vacío) y de la nobleza (que así no tuvo nada que objetar).

Erasmo de Rotterdam publicaba su Ciceronianus, en el que prevenía contra "Esos simiescos imitadores de
Cicerón", dados a la pedantería y a un servilismo imitativo de la antiguedad clásica, así como contra los peligros del
neopaganismo. Erasmo insistía en que las letras clásicas debían estar al servicio del cristianismo.

En la universidad de Basilea obtuvo una cátedra de medicina un médico de treinta y cuatro años, nacido en un pueblo
cercano a Zurich, llamado Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, más conocido
como Paracelso. Rompiendo con la tradición de enseñar en latín, usó en su lugar la lengua alemana y, como parte de su
enseñanza, quemó públicamente los libros clásicos de Galeno, Avicena, etc., con cuyas doctrinas discrepaba
drásticamente.

Alberto Durero publicó un tratado sobre fortificaciones, que sería utilizado en los años siguientes por muchas ciudades
alemanas preocupadas por la amenaza turca.

Ese año murió, exiliado en Marruecos, Boabdil, el rey de Granada derrocado por los Reyes Católicos.
En la India, varios jefes de clanes, que hasta entonces habían gobernado con cierta independencia del sultanato de Delhi,
se enfrentaron a Báber, pero fueron derrotados. Báber se proclamó sultán de Delhi, el primero de la llamada dinastía
mongola.

En Vietnam se produjo un cambio dinástico cuando la familia Mac usurpó el trono a los Le. Sin embargo, algunas
regiones permanecieron fieles a los Le y empezó una guerra civil.

El gobierno de La Española fue puesto en manos de la audiencia de Santo Domingo, al frente de la cual se puso al obispo
de la ciudad, Sebastián Ramírez de Fuenleal. Durante su mandato, reorganizó la hacienda, castigó a los autores de malos
tratos a los indios y propugnó la sustitución de las encomiendas por el cobro de tributos a los indígenas.

Almagro volvió junto a Pizarro con los refuerzos que había ido a buscar y, con ellos, pudieron alcanzar el extremo norte
de lo que, de acuerdo con la leyenda que perseguían, llamaron Perú, y así se sigue llamando. Aunque no obtuvieron
información profunda sobre la estructura del Imperio Inca, tuvieron noticia de la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa
y, desde luego, comprendieron que se encontraban ante una civilización sólida y organizada, contra la que nada podían
hacer de momento. Por ello decidieron regresar a Panamá. Allí trataron de convencer al gobernador, Pedro de los Ríos,
para que financiara la conquista de Perú, pero éste les negó toda ayuda.

Mientras tanto, Francisco de Montejo empezó a asignar repartimientos de indios en el Yucatán y, cuando los mayas
comprendieron en qué consistía eso, no les gustó, y empezaron las sublevaciones. Montejo contaba con 380 hombres y
57 caballos, pero, a diferencia de Cortés en México, no contaba con ningún apoyo nativo. Su única ventaja era que los
mayas estaban divididos en cacicatos rivales, pero, aún así, sus efectivos iban mermando en cada combate. En su retirada,
los españoles llegaron a la ciudad de Chetumal, donde encontraron a Gonzalo Guerrero, el náufrago que se había negado
a ser rescatado por Cortés por haberse integrado en la sociedad maya. Montejo pensó que se pondría de su parte, pero
Guerrero había ascendido a nacom (un grado de oficial) y organizó a los mayas contra los españoles, con la ventaja de
que conocía su forma de combatir. Montejo y sus hombres tuvieron que huir de nuevo, pero Guerrero los siguió con una
flotilla para defender a los mayas de la zona a la que se dirigían los españoles, pero un disparo de arcabuz acabó con su
vida. Aun así, Montejo tuvo que abandonar el Yucatán con los pocos hombres que le quedaban, y en 1528 marchó a
México en busca de refuerzos.

En enero, tras varios meses de reclusión, el Papa Clemente VII decidió que le convenía más estar a buenas con el
emperador Carlos V, y abandonó la liga de Cognac.

Agobiado por problemas económicos, Carlos V concedió el gobierno de Venezuela a los banqueros Welser, que ya
habían obtenido unos años atrás algunos privilegios para el comercio con América. Las capitulaciones actuales les
eximían de ciertos impuestos y les permitían esclavizar a los indios rebeldes, así como importar negros para trabajar en
las minas. Por su parte, los Welser tenían que fundar dos ciudades y edificar tres fortalezas.

Andra Doria se encontraba asediando Nápoles junto con la armada francesa, pero, descontento de la situación de su patria,
Génova, bajo el dominio francés, decidió cambiar de bando. Empleó sus naves para atacar una escuadra francesa que
acudía para apoyar el asedio. Los franceses, pillados por sorpresa, tuvieron que retirarse. Desde ese momento, Doria puso
su flota al servicio de Carlos V, al que reclamó la libertad de Génova. El emperador le encargó a él mismo ocuparse de
ahuyentar a los franceses de la república, cosa que hizo rápidamente, y aprovechó para introducir algunas reformas
políticas que redujeran las rivalidades entre las grandes familias mediante el establecimiento de un gobierno oligárquico
estable. A partir de ese momento, los banqueros genoveses fueron adquiriendo cada vez más preponderancia en las
finanzas del Imperio. Carlos V nombró virrey de Nápoles al príncipe Filiberto de Orange. Por otra parte, los franceses
ocuparon el Milanesado.

El duque Antonio de Lorena tenía un hermano llamado Claudio, que hacía veinte años había heredado el condado
de Guisa de una prima suya. Entonces decidió integrar en Francia su condado, y ahora el rey Francisco I lo
nombraba duque de Guisa.

La expedición de Sebastián Caboto, después de haber explorado el río Paraná sin encontrar la plata que buscaba, se
adentró por el Uruguay y luego por su prolongación, el Paraguay.
Álvaro Saavedra llegó a las Molucas y a un territorio al que, debido a que sus habitantes le recordaban a los negros de
África, llamó Nueva Guinea.

Alberto Durero murió mientras su Tratado de las proporciones del cuerpo humano estaba en la imprenta.

Mamadú Turé, ciego desde hacía casi diez años, fue asesinado por sus hijos, que en los años siguientes se fueron matando
unos a otros por el Imperio Songhai.

En febrero llegó a París Ignacio de Loyola, tras cinco meses de viaje a pie desde Salamanca. Allí perfeccionó sus estudios
de latín.

En abril llegó a Florida Pánfilo Narváez. Desde allí inició una expedición hacia el interior en la que llegó hasta los
montes Apalaches. Luego marchó hacia el suroeste hasta alcanzar la costa, donde construyó unos barcos, pero una
tormenta los destrozó contra la costa. Narváez murió junto con la mayor parte de sus hombres. Los supervivientes,
conducidos por Cabeza de Vaca, no tardaron en ser capturados por los indios.

El rey Jacobo V de Escocia, a sus dieciséis años, logró deshacerse de la tutela nobiliaria. Los intentos intervencionistas
de Enrique VIII de Inglaterra lo decantaron hacia el partido francófilo dirigido por el cardenal David Beaton.

Enrique VIII había contratado excelentes ingenieros que le estaban construyendo una poderosa flota con fines
comerciales. Entre sus principales capitanes se encontraba William Hawkins, que inició el comercio con Guinea y Brasil.
En Brasil murió Giovanni da Verrazzano, que había partido del Francia el año anterior, al frente de una nueva expedición.

También murió ese año el conde Juan IV de Egmont, que fue sucedido por su hijo Lamoral, de seis años.

Berna se sumó a los cantones suizos que acogían la reforma.

Baltasar de Castiglione publicó El cortesano, más de diez años después de haberla acabado, aunque en ese plazo la pulió
y revisó profundamente.
Ante los obstáculos que les ponía el gobernador de Castilla del Oro, Pizarro y sus socios decidieron que el primero viajara
a España para solicitar el apoyo de la Corona. Mientras hacía gestiones para ser recibido por el Emperador, Pizarro
conoció a Hernán Cortés, que también estaba resolviendo sus problemas legales. Entre las acusaciones que pesaban sobre
él estaban las de haber intervenido en la muerte de los jueces Ponce de León y Aguilar, e incluso en la de su propia esposa,
Catalina Juárez). Cortés se convirtió en el modelo a seguir para Pizarro, que reafirmó su proyecto de lograr en Perú lo
que Cortés había logrado en México.

Finalmente, la Corona exoneró a Cortés de todos los crímenes que se le imputaban, pero no le devolvió el gobierno de
Nueva España, que fue asignado a una audiencia constituida en diciembre, bajo la presidencia de Nuño Beltrán de
Guzmán, que relevó al juez Alonso de Estrada.

En 1529 Muhammad Báber se consolidó definitivamente como sultán de Delhi al derrotar a una coalición afgana dirigida
por Mahmud Lodi.

Ese año murió en Toledo el conde Baltasar de Castiglione.

Ignacio de Loyola llevaba varios años escribiendo un tratado titulado Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y
ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea, más brevemente conocido como el Libro de
los ejercicios espirituales. Constituye un auténtico lavado de cerebro al estilo de las sectas modernas. Veamos, por
ejemplo, el ejercicio quinto, sobre el infierno:

El primer preámbulo, composición, que es ver con la vista de la imaginación la longura, anchura y profundidad del
infierno. El segundo será demandar lo que quiero; sará aquí pedir interno sentimiento de la pena que padecen los
dañados, para que, si del amor del Señor eterno me olvidara por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude
para no venir en pecado. El primer punto será ver, con la vista de la imaginación, los grandes fuegos y las almas como
en cuerpos ígneos. El segundo oír con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y contra
todos los santos. El tercer punto será oler con el olfato humano piedra-azufre, sentina y cosas pútridas. El cuarto, gustar
con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme gusano de la consciencia. El quinto tocar con el tacto,
es a saber, como los fuegos tocan y abrasan las ánimas. Haciendo un coloquio a Cristo Nuestro Señor, traer a la memoria
las ánimas que están en el infierno, unas porque no creyeron en el Advenimiento, otras, creyendo, no obraron según sus
mandamientos: haciendo tres partes, la primera antes del Advenimiento, la segunda en su vida y la tercera después de
la vida en este mundo; y con esto, darle gracias porque no me ha dejado caer en ninguna de éstas, acabando de mi vida.
Asimismo, como hasta ahora ha tenido de mi tanta piedad y misericordia, acabando con un Pater noster.

Terminan con dieciocho reglas, de entre las que cabe destacar:

 Debemos tener ánimo aparejado para obedecer en todo a la verdadera Esposa de Cristo Nuestro Señor, que es
nuestra Santa Madre Iglesia Hierárquica.
 Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo que yo veo blanco, creer que es negro si la Iglesia
Hierárquica así lo determina, creyendo que, entre Cristo Nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el
mismo Espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras almas.

En París tradujo los ejercicios a un latín peor aún que el castellano original, y los dio a leer a algunos compañeros, e
incluso a algunos profesores. Como resultado, fue acusado nuevamente de presunta herejía, aunque esta vez fue absuelto.
(No cabe duda de que cualquier cristiano en sus cabales que leyera los Ejercicios experimentaría la tentación de abandonar
la Santa Madre Iglesia Hierárquica, pero también era evidente que no era ésa la intención del autor, por lo que no se le
podía tachar de hereje.) Vivía de la caridad, y ese año realizó un viaje a Flandes para mendigar a otros que no lo conocieran
ya. Visitó Brujas, donde conoció a Juan Luis Vives, que, poco después de casarse, había abandonado Inglaterra para
instalarse en dicha ciudad, donde vivía la familia de su esposa, unos comerciantes de origen valenciano. Su matrimonio
lo había llevado a reflexionar sobre la figura del marido, y publicó sus conclusiones en su tratado De officio mariti, que
complementaba a su De institutione feminae christianae. También publicó por estas fechas un tratado sobre política
titulado De concordia et discordia in humano genere. Ignacio de Loyola no vio con buenos ojos su erasmismo.

Álvaro Saavedra trató de regresar a México desde Nueva Guinea, pero murió en el Pacífico. Los intentos de los españoles
de arrebatar a los portugueses el control sobre las Molucas habían sido vanos, así que, el 22 de abril, España y Portugal
firmaron el tratado de Zaragoza, por el que se establecía una segunda línea divisoria, complementaria de la estipulada en
el tratado de Tordesillas, situada aproximadamente a 150º de longitud este. Esto dejaba las Molucas en la zona portuguesa,
por lo que Portugal compensó a España con una importante suma de dinero. Ahora ya podía decirse con precisión que el
mundo era español en un 45% y portugués en un 55%, al menos, suponiendo que nadie tuviera nada que objetar a este
acuerdo bilateral.

La catedral de Basilea estaba a cargo del pastor Johannes Hausschein, más conocido por la versión griega de su
apellido: Ecolampadio, quien, pese a la oposición de los católicos, introdujo en la ciudad el culto establecido por
Zuinglio. Erasmo abandonó la Basilea evangelista por los mismos motivos que ocho años atrás había abandonado la
católica Lovaina. Se retiró a Friburgo. Zuinglio trató de imponer la reforma a los cantones católicos y dirigió un
enfrentamiento armado contra ellos junto a la aldea de Kappel.

En Suecia, se celebró el concilio de Örebro, en el que Olaus Petri logró que el clero aceptara la reforma, como ya la
habían aceptado la nobleza y la burguesía, lo que supuso la ruptura definitiva con Roma. La jerarquía eclesiástica quedaba
supeditada al obispo de Uppsala, que a su vez dependía del rey.

Las posiciones de Lutero y Zuinglio eran cada vez más divergentes. Zuinglio estaba organizando Suiza para hacer frente
tanto al emperador como al Papa, mientras que Lutero era partidario de dar al César lo que es del César y mantener la
religión apartada de la política, de forma que los príncipes alemanes pudieran sentirse cómodos (o, mejor aún,
beneficiados) con la reforma y le prestaran su apoyo. Pese a ello, Lutero quiso hacer lo posible por evitar una ruptura en
la Iglesia Evangelista y aceptó acudir con Melanchthon a un coloquio que convocó en Marburgo el landgrave Felipe de
Hesse, quien había dicho abiertamente al emperador que se dejaría quitar vida y hacienda antes que claudicar de sus ideas
religiosas.

En materia teológica, los reunidos convinieron en todos los puntos excepto en la interpretación del sacramento de la
eucaristía. Ya el primer día, Lutero escribió con tiza sobre la mesa el texto evangélico: "Éste es mi cuerpo", pero Zuinglio
afirmaba que las palabras de Jesús significaban "Este pan representa mi cuerpo", pero sin que hubiera que entender que
era el mismo cuerpo. Jesús había dicho también "Yo soy la puerta, yo soy la vid, yo soy el pastor", sin hacerse puerta, vid
o pastor. Así pues, no había por qué suponer una transubstanciación en la eucaristía. No obstante, Zuinglio añadía que la
fe del creyente provoca una verdadera presencia de Cristo en el momento de la comunión. "No hay verdadera fe sin actual
contacto del alma con Cristo". El pan y el vino representan el cuerpo y la sangre de Cristo, como símbolos, la presencia
del cuerpo y la sangre en la comunión es real, pero proviene de la fe del creyente, y no del sacramento del sacerdote.

Lutero no aceptaba estos argumentos, aunque no tenía la preparación necesaria para rebatirlos con argumentos teológicos
serios, valga la contradicción. Por otra parte, el hecho de que estuvieran de acuerdo en todo menos en este punto, era para
él prueba inequívoca de que el diablo estaba confundiéndolos, y le aterraba no estar seguro de si el confundido era él o
Zuinglio. El lector ingenuo que se pregunte quién tenía razón debería tener presente que es prácticamente seguro que
Jesús jamás dijo "éste es mi cuerpo", ya que el origen histórico de la eucaristía hay que buscarlo probablemente en las
religiones mistéricas griegas, y los cristianos la idearon años después de la muerte de Jesús, principalmente a través de
san Pablo, que fue también el inventor de la teoría de la redención para dar sentido a la muerte del Mesías.

El coloquio terminó cuando los reunidos firmaron su conformidad en catorce puntos de los quince tratados. Estos puntos
son el núcleo de la doctrina evangélica, que puede resumirse así: El cristiano nace con la mancha del pecado de Adán y,
por ello, no es digno de la gloria del Cielo. Para limpiarse del pecado, Jesús hubo de morir en la cruz y, con su sangre, lo
dejó más blanco que un cordero. Por su parte, el cristiano no tiene más que creer en este misterio (en que la sangre de
Jesús es lo único que puede redimirlo). Las buenas obras son un resultado de la fe, pero no ayudan en modo alguno a
conseguir la salvación. La salvación es gratuita. Además, tanto la fe como la gracia, son dones que el creyente obtiene
directamente de su Salvador, sin intermediarios. Los sacerdotes y la jerarquía eclesiástica son parte de la administración
de la Iglesia, pero no pueden hacer nada para conducir las almas ante el trono de Dios. Todos los creyentes son iluminados
igualmente por Dios, de forma que un hombre sencillo es tan apto como el Papa para interpretar la Biblia. La Biblia es la
única revelación divina. La lectura de los Santos Padres puede ser edificante, pero hay que tener en cuenta que a menudo
éstos se contradicen entre sí y se combaten unos a otros, signo claro de que no son infalibles, como tampoco lo son el
Papa o los concilios.

El 25 de julio, Francisco Pizarro firmó capitulaciones para la conquista de Perú, o Nueva Castilla. Por ellas recibía los
títulos de gobernador, capitán general, adelantado y alguacil de los territorios otorgados. Almagro era nombrado alcalde
de Túmbez (la región peruana que ya habían visitado) y Luque recibía la dignidad de arzobispo mayor y protector de
indios. Los "trece de la fama" recibían el título de hidalgo y de caballeros de la espuela dorada.

Isabel Freyre, la amada de Garcilaso de la Vega, contrajo matrimonio con Antonio de Fonseca, matrimonio al que la
literatura castellana debe muchos versos apasionados: ¡Quién pudiera hartarse / de no esperar remedio y de quejarse! El
poeta zarpó rumbo a Génova, acompañando al emperador Carlos V. Luego se unió al ejército que el príncipe Filiberto de
Orange dirigió contra Florencia. La ciudad no pudo contar con el apoyo de sus aliados, ya que la liga de Cognac murió
definitivamente con la rendición de Francia. El 5 de agosto, Luisa de Saboya, en nombre de su hijo, Francisco I de Francia,
y Margarita de Austria, en nombre de su sobrino, Carlos V, firmaron la paz de Cambrai, también conocida como paz de
las damas. En ella Carlos V renunciaba a sus pretensiones sobre el ducado de Borgoña, mientras que Francisco I le cedía
sus derechos sobre Flandes y renunciaba a sus pretensiones italianas. Francisco II Sforza fue restaurado como duque de
Milán, tras rendir vasallaje al emperador. El rey francés hubo de pagar un fuerte rescate por sus hijos, retenidos como
rehenes en España desde hacía tres años. También se concertó el matrimonio entre Francisco I y Leonor, la hermana de
Carlos V, viuda del rey Manuel I de Portugal.

Ahora que Carlos V volvía a mantener buenas relaciones con el Papa Clemente VII, trató de retractarse de las libertades
de culto que había concedido tres años atrás a los reformistas. No se atrevío a abolirlas, pero prohibió que los luteranos
predicaran la reforma en los estados católicos. Los príncipes alemanes, divididos en Luteranos y Zuinglianos, se pusieron
de acuerdo en la dieta de Spira para protestar por esta medida, y desde entonces los reformistas son más conocidos por
el nombre de protestantes. Lutero publicó su Pequeño catecismo y su Gran catecismo.

Mientras tanto, el rey Fernando I de Bohemia y Hungría luchaba por dominar efectivamente el territorio húngaro.
Teóricamente luchaba contra su rival, Juan Zápolya, pero en la práctica lo hacía contra el sultán Solimán I el Magnífico,
que dominaba gran parte de la cuenca del Danubio y avanzó hasta asediar Viena, si bien fue derrotado y tuvo que retirarse
de Austria.

Finalmente, el rey Enrique VIII de Inglaterra anunció su decisión firme de divorciarse de su esposa, Catalina de Aragón,
pero el Papa se negó a concederle la anulación (en segundo lugar porque consideraba que contradecía la indisolubilidad
del matrimonio, y en primer lugar porque consideraba que contradecía a la voluntad del emperador, para el cual dicho
matrimonio era un nexo muy valioso entre Inglaterra y España). Como el cardenal Wolsey no se mostró muy colaborador
con la decisión del rey, fue privado de la mayoría de sus cargos, y exiliado en York. Thomas More lo sucedió como
canciller del reino, siendo así el primer laico en ocupar dicho puesto.

Al servicio del cardenal Wolsey se encontraba el conde de Essex, Thomas Cromwell. Se había enriquecido con el
comercio de la lana y ahora ejercía de prestamista y de consejero de finanzas. La caída de su señor no le perjudicó, pues
había sabido ganarse la confianza del rey. Al contrario, ese mismo año entró en el parlamento.

La expedición de Sebastian Caboto se encontró en el Río de la Plata con la de Diego García de Moguer y ambas decidieron
unirse. Al principio Caboto y García de Moguer rivalizaron por el liderazgo, pero no tardaron en darse cuenta de que en
realidad no había nada por lo que discutir, ya que no habían encontrado nada. Cuando el fuerte de Sancti Spiritus fue
destruido por los indios, ambos decidieron regresar a España.

A Santa Marta llegó García de Lerma, el gobernador designado para sustituir al difunto Rodrigo de Bastidas. El
gobernador interino, Pedro de Heredia, regresó a España. Lerma combatió, por lo general sin éxito, a los
indios honda y taironas y envió varias expediciones hacia el interior.

Francisco de Montejo salió de Nueva España al frente de una nueva expedición para conquistar el Yucatán. Esta vez iba
acompañado de su hijo Francisco y de su sobrino, quienes recorrieron la península buscando en vano un lugar adecuado
para establecer una capital.

Guatemala ya estaba prácticamente dominada por los españoles, a pesar de que algunas tribus indias seguían ofreciendo
una encarnizada resistencia. La zona sur de la región fue dominada desde la ciudad de San Salvador. Cuando Pedro de
Alvarado regresó a América, tras haber recibido en España su nombramiento como gobernador de Guatemala,
desembarcó en Veracruz, y poco después fue encarcelado y procesado por Nuño Beltrán de Guzmán, el presidente de la
audiencia de Nueva España, que abrió también un proceso contra Cortés, el cual permanecía aún en España. Guzmán,
junto con sus oidores, Matienzo y Delgadillo, se había apoderado de las propiedades de los conquistadores y forzaba a
los indios a trabajar en las minas de oro. Todo ello le valió la oposición del franciscano Juan Zumárraga, que denunció
su tiranía a la metrópoli. En noviembre la Corona dio el título de virrey de Nueva España a Antonio de Mendoza, con la
misión de acabar definitivamente con las irregularidades en el gobierno de la colonia. El título de virrey tenía un poder
"psicológico" adicional del que carecían otros cargos, ya que era un representante del rey en persona, tenía su misma
autoridad y debía recibir exactamente el mismo trato que si fuera el propio rey. Así, por ejemplo, todos debían quitarse
el sombrero en su presencia y sólo él podía permanecer cubierto.

Tras enterarse de su destitución, Nuño Beltrán de Guzmán partió en diciembre a la conquista de la región situada al
noroeste de lo que había sido el imperio Azteca, que fue bautizada como Nueva Galicia, con cuyo gobierno pensaba
consolidar su posición.

En 1530 Florencia se rindió ante el ejército imperial, aunque el príncipe Filiberto de Orange murió a sus veintiocho años
durante la campaña. Carlos V nombró duque hereditario de Florencia a Alejandro de Médicis. El principado de Orange
fue heredado por Claudia, la hermana de Filiberto, que estaba casada con el conde Enrique III de Nassau, y transmitió el
título a su hijo Renato, de once años.

Carlos V cedió la isla de Malta a la orden del Hospital, que había sido evacuada de Rodas ocho años atrás, cuando fue
tomada por los turcos. Desde entonces, la orden se conoce también como orden de Malta. Su nombre oficial es Orden
soberana militar y hospitalaria de san Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.

En Florencia trabajaba Miguel Ángel, que había empleado catorce años en terminar el que (al no haber completado el
sepulcro del Papa Julio II) es su conjunto escultórico más monumental: el formado por los sepulcros de Lorenzo y Juliano
de Médicis. Los dos últimos años había trabajado también como ingeniero para la fortificación de la ciudad, y ahora los
enemigos de la caída república quisieron asesinarlo, por lo que tuvo que huir a Venecia.

Además de Filiberto de Orange, ese año murieron:

 Juana la Beltraneja, que nunca había dejado de considerarse a sí misma reina de Castilla, pese a que Isabel la
Católica le arrebatara el trono.
 Margarita de Austria, la tía de Carlos V.
 El cardenal Wolsey, poco después de ser arrestado por orden del rey Enrique VIII de Inglaterra.
 Muhammad Báber, el sultán de Delhi. Fue sucedido por su hijo Humayún, de veintidós años. Báber dejó unas
memorias y un gran volumen de poemas en turco y en persa de cierto valor literario.

El Papa Clemente VII coronó emperador a Carlos V en Bolonia. Garcilaso de la Vega asistió a la ceremonia, y
en abril embarcó de vuelta a España, donde la reina Isabel lo envió a Francia como parte de la embajada destinada a
felicitar a su madrastra (y ahora cuñada) Leonor, por su matrimonio con el rey Francisco I de Francia, que se había
celebrado poco antes.

Durante su estancia en Italia, Carlos V ascendió a duque de Mantua al hasta entonces marqués Federico Gonzaga. Luego
marchó a Alemania, donde trató de resolver las diferencias doctrinales entre católicos y protestantes en la dieta de
Augsburgo. El Papa no envió ningún representante y se negó a aceptar cualquier conclusión que acordara la dieta. Por su
parte, Lutero no pudo asistir porque seguía pesando sobre él la condena del emperador, pero, a petición del príncipe
elector Juan de Sajonia, dirigió la elaboración de la llamada confesión de Augsburgo, cuya redacción última, compuesta
de veinticinco artículos, en latín y en alemán, corrió a cargo de Melanchthon, que adoptó un estilo conciliador. Fue
también Melanchthon quien la expuso en la dieta, que inició sus sesiones el 21 de junio. El emperador encargó a los
teólogos católicos que la refutaran, y Melanchthon replicó a la refutación con una Apología, Carlos V se negó a recibirla
y dio a los protestantes un plazo de seis meses para ponerse de acuerdo con el Papa. Por su parte, las ciudades de
Estrasburgo, Memmingen, Constanza y Lindau presentaron a la dieta la Confessio tetrapolitana, en cuya redacción
participó Martín Bucero.

A la dieta de Augsburgo asistió un joven español de diecinueve años llamado Miguel Servet. Unos meses antes había
terminado en Tolosa sus estudios de derecho y ahora era secretario de fray Juan de Quintana, el confesor de Carlos V.
Intersado en la polémica religiosa, afirmó que se encontraba nec cum istis, nec cum illis (ni con los unos ni con los otros),
y se instaló en Basilea dispuesto a poner por escrito sus opiniones. Inmediatamente chocó con Ecolampadio, que en una
carta a Zuinglio dijo de Servet que era altanero, orgulloso y disputador.
Jacques Lefèvre d'Etaples redactó la primera traducción al francés del Nuevo Testamento. Poco después abandonó
Estrasburgo para dirigirse a Nérac, en Francia, bajo la protección de la reina Margarita de Navarra (la hermana del rey
Francisco I de Francia). Su discípulo, Guillaume Farel, convirtió al protestantismo el principado de Neuchâtel, limítrofe
con la Confederación Helvética, que pertenecía a la casa de Orleans.

Por otra parte, Antonio María Zaccarià, un médico italiano de veintiocho años recientemente ordenado sacerdote, fundó
la orden de los clérigos regulares de san Pablo, con el propósito de renovar el clero en el seno del catolicismo.

Un filólogo y humanista francés llamado Guillaume Budé convenció al rey Francisco I para que fundara el Colegio de
los lectores reales, un cuerpo de profesores de hebreo y lenguas clásicas, remunerados por el estado. El año anterior,
Budé había publicado unos Commentaires sur la langue grecque, y tiempo atrás había escrito el tratado De asse, sobre
monedas antiguas.

El gobernador persa de Bagdad decidió someter la ciudad a la soberanía turca, pero el sha Thamasp I logró reconquistarla,
a raíz de lo cual, el sultán Solimán I le declaró la guerra.

Andrea Doria atacó Argel, el cuartel general del pirata Barbarroja, aunque no consiguió tomarla.

Los españoles llevaron un gran contingente de esclavos negros a San Juan de Puerto Rico, para fomentar la agricultura,
hecho que se repetiría en los siglos siguientes cada vez que escaseó la mano de obra.

Pietro Bembo estaba ahora en Venecia, donde el año anterior había sido nombrado bibliotecario de San Marcos. Ahora
publicaba sus Rimas, inspiradas en petrarca, y destinadas a ejemplificar su doctrina sobre el valor literario de la lengua
italiana.

FRANCISCO PIZARRO
En 1530, el rey Juan III de Portugal envió a Brasil una expedición capitaneada por Martim Afonso de Souza, que
construyó varias bases en la costa, entre las que destacaba la de Bahía, donde construyó una fortaleza.

Un funcionario de Puerto Rico llamado Antonio Sedeño emprendió la conquista de la isla de Trinidad, frente al delta del
Orinoco.

Un empleado de los Welser llamado Nicolás Federmann inició un viaje de exploración por el sur de Venezuela, que
describió en un informe titulado Historia indiana.

Hernán Cortés fue nombrado marqués de Oaxaca, y regresó a Nueva España, donde se retiró a sus tierras, alejado de todo
poder político. No obstante, intervino para que su amigo Pedro de Alvarado fuera excarcelado y pudiera ocupar su cargo
de gobernador de Guatemala.

También Francisco Pizarro regresó a Castilla del Oro, llevando consigo a sus hermanos Gonzalo,
Juan y Hernando. Diego de Almagro no había dejado de observar que los privilegios que Pizarro había obtenido de la
Corona para sí mismo eran sustancialmente mayores que los concedidos a los demás, por lo que surgieron tensiones entre
ambos, tensiones que Luque trataba de aliviar y que Hernando Pizarro procuraba avivar. Con las capitulaciones que traía
Pizarro, el gobernador Pedro de los Ríos ya no podía oponerse a sus planes de conquista y, de hecho, no sólo no se opuso,
sino que decidió acompañarlo en la próxima expedición que estaba organizando. También se unió a ella, procedente de
Nicaragua, Sebastián de Belalcázar, que aportó treinta hombres, algunos caballos y un barco comprado y equipado a sus
expensas.

En enero de 1531 Pizarro zarpó hacia Perú con tres barcos, 185 soldados y 37 caballos, mientras Almagro se quedaba en
Panamá reclutando más hombres.

Aunque Antonio de Mendoza había sido designado como virrey de Nueva España, su nombramiento no se había hecho
aún efectivo, y el territorio continuaba gobernado por la Audiencia, al frente de la cual se puso al obispo Sebastián
Ramírez de Fuenleal, que presidía hasta entonces la Audiencia de Santo Domingo. Ramírez de Fuenleal anuló las
encomiendas concedidas por su antecesor, Nuño Beltrán de Guzmán, y permitió a los indios elegir alcaldes y corregidores
en sus pueblos que se responsabilizaran del cumplimiento de las leyes. Mientras tanto, Nuño Beltrán de Guzmán había
terminado la conquista de Nueva Galicia, donde fundó la ciudad de Compostela, de la que fue nombrado gobernador,
dependiente de la Audiencia de Nueva España.

En Nicaragua murió el gobernador Pedrarias Dávila, cuyo mandato es recordado por la crueldad de su trato a los indios.
Fue sucedido interinamente por Francisco de Castañeda, que continuó exterminando indígenas mediante los trabajos
forzados y la trata de esclavos.

El año anterior, un amigo y colaborador de Hernán Cortés llamado Diego de Ordás había obtenido capitulaciones para
conquistar y poblar la costa situada al este de la gobernación venezolana de los Welser, es decir, la zona del delta del
Orinoco. Allí se encontró con Antonio Sedeño y, tras una disputa al respecto, quedó claro que el Orinoco era suyo, fundó
la ciudad de San Miguel de Paria y se adentró en el río. Una vez más, los nativos comunicaron a los extranjeros la
existencia de un reino muy, pero que muy, lejos, río arriba, rebosante de oro y piedras preciosas. El nombre que los indios
daban a dicho reino era Meta, pero los españoles no tardaron en referirse a él como El Dorado.

El mito de El Dorado tiene una base real. El Orinoco, recorrido desde su desembocadura, avanza hacia el oeste y
luego gira hacia el sur, poco después recibe un afluente llamado precisamente Meta, que nace en la rama oriental
de las tres ramas en que se divide al norte la cordillera andina. En los altiplanos de dicha cordillera estaban los
reinos Chibcha, cuya cultura es equiparable a las culturas Maya, Inca o Azteca, si bien, a diferencia de éstas, no ha dejado
datos históricos. Los chibchas no formaban una unidad política, sino varios reinos sometidos a una autoridad férrea. Su
territorio era muy fértil, por lo que la densidad de población era una de las mayores del continente. El mayor y más
meridional de estos reinos estaba gobernado por un jefe llamado Zipa. Al norte había otro reino cuyo jefe se
llamaba Zaque, y había un tercero cuyo jefe se llamaba Iraca. Estos reinos estaban divididos en distritos gobernados por
caciques. Cada distrito tenía varios poblados, gobernados por sus propios jefes. Creían en un dios creador de todo lo
existente, al que llamaban Chimichagua, así como en otros dioses, entre los que destacaban Sua (el Sol) y Chía (la
Luna). También tenían un héroe llamado Bochica que había sido enviado por Chimichagua para enseñar la cultura a los
hombres. Sus jefes y sacerdotes se cubrían el cuerpo con un ungüento sobre el que aplicaban oro molido o en hojuelas,
de donde procede probablemente su fama de abundancia de oro.
El portugués Martim Afonso de Souza defendió la costa brasileña de un ataque francés y construyó una fortaleza en Río
de Janeiro.

El emperador Carlos V nombró rey de romanos, es decir, heredero del Sacro Imperio Romano, a su hermano el rey
Fernando I de Bohemia y Hungría, y archiduque de Austria.

El duque de Florencia, Alejandro de Médicis, se casó con Margarita, una hija que Carlos V había tenido antes de casarse.

Ese año murió el duque de Alba, Fadrique Álvarez de Toledo, y fue sucedido por su hijo Fernando, que tenía entonces
veintitrés años.

El 11 de febrero Thomas Cromwell hizo votar al parlamento inglés la subordinación de la Iglesia a la Corona, pero
Thomas More siguió reprimiendo la herejía protestante como había estado haciendo hasta entonces.

Desde finales del año anterior, por iniciativa del landgrave Felipe de Hesse y el príncipe elector Juan de Sajonia, los
príncipes protestantes se habían reunido en Smalkalda con representantes de las ciudades también protestantes para
tomar medidas contra el ultimátum que el emperador había lanzado en la dieta de Augsburgo, por el que les exigía
conciliar sus posiciones con el Papa. En marzo acordaron formar la llamada Liga de Smalkalda, por un periodo de seis
años, con el compromiso de prestarse ayuda mutua en caso de un eventual ataque de los católicos. Para empezar, se
negaron a reconocer a Fernando I como rey de romanos.

Zuinglio hizo un segundo intento de imponer la reforma a los cantones suizos católicos. Nuevamente, ambos bandos se
enfrentaron en Kappel el 11 de marzo, pero Zuinglio resultó muerto y los católicos obtuvieron la victoria. A partir de ese
momento, Suiza quedó en un equilibro precario entre los cantones católicos, más numerosos, y los protestantes, más
poblados.

Católicos y protestantes estuvieron de acuerdo en escandalizarse con la publicación (en Alsacia) del tratado De trinitatis
erroribus, de Miguel Servet, en el que negaba el dogma de la Trinidad.
En Holanda, un sastre anabaptista llamado Jan Beuckelseen, más conocido como Juan de Leiden, logró extender su
doctrina por Amsterdam, Leiden y otras ciudades. En Amsterdam se produjo un levantamiento que fue aplastado en mayo.

En Rusia también tenía lugar una controversia religiosa, entre los monjes ricos, que defendían el derecho y la
conveniencia de que la Iglesia poseyera bienes raíces, y los monjes pobres, que defendían lo contrario. Entre los
defensores de éstos últimos, se encontraba un monje griego que había llegado a Moscú hacía más que quince años, para
supervisar la edición eslava de los libros litúrgicos griegos. Se llamaba Mijail Trivolis, aunque era más conocido
como Máximo el Griego. Representó un papel destacado en el resurgimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa. No obstante,
el gran príncipe Basilio III decidió ponerse de parte de los monjes ricos y condenó a muerte a Máximo el Griego.
Finalmente la sentencia no se cumplió, pero los monasterios conservaron sus propiedades y la Iglesia Rusa se puso al
servicio del absolutismo monárquico.

En octubre, el rey Francisco I de Francia firmó el tratado de Saalfeld con la Liga de Smalkalda, a pesar de que él se
declaraba católico. Su hermana, la reina Margarita de Navarra, así como su respeto hacia los humanistas, muchos de los
cuales se estaban haciendo protestantes, predisponían al rey hacia la tolerancia.

No sucedía lo mismo en España, donde la Santa Inquisición, con sus métodos habituales, no tardó en poner a salvo a
todos los fieles de la menor tentación de caer en la herejía luterana. Tomando ejemplo, el rey Juan III de Portugal se
apresuró a instituir en su país la Santa Inquisición, por lo cual (o, quizás, a pesar de lo cual) es recordado como Juan III
el Piadoso.

El derrocado rey Cristián II de Dinamarca trató de recuperar su trono, pero su tío, el rey Federico I, lo hizo prisionero.

El humanista Juan Luis Vives publicó su obra De tradentis disciplinis, en la que critica los métodos docentes de la época
y propone detalladamente una reforma educativa.

Pedro Lasso de la Vega tenía un hijo de catorce años, llamado Garcilaso de la Vega, como su tío. Pretendía casarse
con Isabel de la Cueva, una dama de la emperatriz, de once años, pero la familia de la joven se oponía a estas relaciones
y había obtenido, a través de la emperatriz, una cédula de Carlos V que prohibía el matrimonio. Sin embargo, los jóvenes
se apresuraron a casarse en la catedral de Ávila, con Garcilaso (el poeta) como testigo. Cuando la emperatriz se enteró de
lo sucedido, una nueva cédula de Carlos V anuló el matrimonio por la minoría de edad de los contrayentes. Isabel fue
internada en un convento y el novio huyó a Portugal. Pero la emperatriz averiguó también la participación del otro
Garcilaso, que a la sazón marchaba acompañando al duque de Alba con destino a Ratisbona, donde el emperador iba a
reunir sus tropas para enfrentarse a los turcos, que acababan de invadir Estiria. El 3 de febrero de 1532, cuando pasaban
por Tolosa, fue detenido por orden de la emperatriz, pero quedó en libertad por la intercesión del duque de Alba, que
escribió a la emperatriz diciéndole que no seguiría adelante sin Garcilaso. Sin embargo, cuando llegaron a Ratisbona,
en marzo, el emperador estaba advertido por las cartas de su esposa, y ordenó que Garcilaso fuera desterrado a una isla
del Danubio.

En junio, Carlos V firmó la paz de Nuremberg con la liga de Smalkalda, por la que suspendía las resoluciones de la dieta
de Augsburgo. Así estuvo en condiciones de ayudar a su hermano, el rey Fernando I de Bohemia y Hungría. Entre ambos
derrotaron al sultán Solimán I el Magnífico, que tuvo que firmar una tregua.

Lutero aprovechó la paz de Nuremberg para dedicarse a la predicación y a la consolidación de su Iglesia.

Miguel Servet publicó sus Dialogorum de Trinitate libri duo y De iustitia Regni Christi et de caritate capitula
quattuor. Sus abstrusas teorías de que Dios es uno y no tres, porque si es uno, ¿cómo va a ser tres? lo obligaron a marcharse
rápidamente a Lyon.

Garcilaso de la Vega compuso su canción tercera, en la que describe su destierro en el Danubio. En julio, el duque de
Alba logró convencer al emperador para que trasladara su destierro a Nápoles, donde el poeta entró al servicio del
virrey Pedro de Toledo, tío del duque. Allí Garcilaso se dedicó al estudio de los clásicos latinos, y adquirió fama tanto
como poeta como por su erudición.

El portugués Martim Afonso de Souza llevó a Brasil desde Madeira la primera caña de azúcar, que empezó a ser cultivada
por esclavos negros importados desde África.
En México, los exploradores españoles llegaron hasta la que llamaron isla del Cardón, aunque más tarde se descubriría
que no era una isla, sino una península, que pronto pasó a ser conocida como California, nombre tomado de los libros de
caballerías.

En Perú, la batalla definitiva entre los ejércitos de Huáscar y Atahualpa tuvo lugar en Quipaypan, cerca de Cuzco. Su
primera fase favoreció a Huáscar, pero al día siguiente los generales de Atahualpa lograron capturar a Huáscar en una
emboscada y derrotaron a sus tropas. Atahualpa recibió la noticia al mismo tiempo que le informaban de que unos
extranjeros se habían apoderado de Túmbez, en el norte. El inca entró en Cuzco y desposeyó a la nobleza que había
apoyado a Huáscar. Luego envió embajadas con regalos para parlamentar con los extranjeros.

Pizarro, había dejado una guarnición en Túmbez, y avanzó hacia el sur en busca de Atahualpa. Fundó la ciudad de San
Miguel, y finalmente se encontró con Atahualpa en Cajamarca el 11 de noviembre. Pizarro llevaba consigo unos ciento
cincuenta hombres, y Atahualpa unos treinta mil. Al parecer, el español no acabó de ver claras sus posibilidades de éxito
en caso de un enfrentamiento directo, así que optó por una estratagema: invitó a parlamentar a Atahualpa y lo hizo
prisionero. Atahualpa ofreció llenarle a Pizarro una habitación de oro a cambio de su libertad. Se calcula que hablaba de
unos 250 metros cúbicos de oro, más de lo que se extraía en toda Europa en cincuenta años. Pizarro aceptó, y Atahualpa
ordenó a sus partidarios que recorrieran el Imperio recaudando el rescate, al tiempo que ordenaba a sus generales que
mataran a Huáscar con todas sus esposas e hijos, para evitar que se aliara con los españoles.

Ese año Pizarro recibió un documento con instrucciones sobre los términos en que debía informar a los indios de su
obligación de someterse a los españoles. Conocido como el requerimiento, fue la primera respuesta de la Corona Española
al problema de legitimar la conquista. No cabe duda de que, si los indios ante quienes se leía el requerimiento hubieran
entendido el castellano, habrían comprendido muy bien la situación, pues el texto es muy didáctico y directo. Sin embargo,
los conquistadores, muy dados a cumplir con todos los trámites legales, no reparaban en las caras de estupor de los indios
que escuchaban la perorata sin entender nada y, a menudo, dado que el efecto era el mismo, se limitaban a leer el
documento a varios kilómetros de la ciudad que pretendían conquistar, tras lo cual, ante la falta de respuesta, entraban a
saco con toda legalidad.
Diego de Ordás había remontado el Orinoco en busca de El Dorado, pero su empresa fracasó y, al regresar, fue llevado
preso a Santo Domingo acusado de usurpar los territorios concedidos a Antonio Sedeño. Cuando recibió de España los
documentos que legitimaban su exploración se encontraba ya sin medios para organizar una nueva, así que embarcó hacia
la metrópoli, pero murió durante el viaje.

Juan Luis Vives publicó su Introductio ad sapientiam, donde combina la ética socrático-estoica con la ética cristiana.

Ese año se publicó póstumamente la Historia de Florencia, de Maquiavelo.

También se publicó una novela titulada Horribles es épouvantables faits et prouesses du très renommé
Pantagruel (Horribles y espantosos hechos y proezas del famosísimo Pantagruel), firmada por Alcofribas Nasier, nombre
que, debidamente reordenado, se convierte en François Rabelais, un dominico francés, anteriormente franciscano, que
tenía un gran renombre como médico. Casi al mismo tiempo, publicó también una edición de los Aforismos de Hipócrates.
Pantagruel es un gigante que opone su sentido común con numerosos absurdos que encuentra a su paso, en una sátira de
las instituciones y las costumbres de la Francia de la época.

Otro poeta de treinta y seis años, llamado Clement Marot, publicó su Adolescencia clementina, una recopilación de sus
poemas de juventud. Tres años antes había publicado una edición del Roman de la Rose.

Ese año murió el príncipe elector Juan de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Juan Federico.

En Portugal murió el duque Jaime de Braganza. Fue un hombre extremadamente religioso. Trató de hacerse fraile, pero
no fue posible porque estaba casado, así que apuñaló a su esposa, y luego se impuso una extravagante penitencia. Fue
sucedido por su hijo Teodosio I.

También murió García de Lerma, el gobernador de Santa Marta. En España, Pedro de Heredia firmó unas capitulaciónes
que le asignaban el territorio situado al oeste de Venezuela. Zarpó de Cádiz, pasó la Navidad en Santo Domingo, luego
se dirigió a la costa de Tierra Firme y, tras despejar la zona de indios, el 14 de enero de 1533 fundó la ciudad de Cartagena
de Indias, al oeste de Santa Marta. Mientras tanto, Pedro Fernández de Lugo, el gobernador de las Canarias, fue nombrado
gobernador de Santa Marta.

Antonio Sedeño desistió de su intento de conquistar la isla de Trinidad y regresó a Puerto Rico.

Tras haber firmado la tregua con el rey Fernando I de Bohemia y Hungría, el sultán Solimán I el Magnífico volvió su
mirada hacia el este y declaró la guerra al sha de Persia, Tahmasp I, a quien le arrebató Tabriz. Desde allí siguió
avanzando hacia Bagdad.

En el Egeo empezaba a ser conocido un pirata turco llamado Dragut, que atacaba a los navíos venecianos.

En abril, el virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, envió a Garcilaso a Barcelona con una comisión, en un intento de
congraciarlo con el emperador, que a la sazón estaba en la ciudad. (Había vuelto a España para pedir dinero a las cortes
de Castilla y de Aragón.) Garcilaso se encontró también con el duque de Alba, que regresaba de Viena y que lo acompaño
en un breve viaje a Toledo, que hizo el poeta para visitar a su familia.

El rey Enrique VIII de Inglaterra nombró arzobispo de Canterbury a Thomas Cranmer, quien poco después presidió una
comisión que el 23 de mayo declaró nulo el matrimonio del rey con Catalina de Aragón. La reina fue confinada en
diversos castillos, y nunca renunció el divorcio. Thomas More, que no aprobaba las reformas religiosas que estaba
llevando adelante el rey, había dimitido el año anterior de su cargo de canciller. Poco después, Cranmer casó al rey con
Ana Bolena y presidió una nueva comisión que declaró válido el matrimonio, pese a que no contaba con la aprobación
del Papa. El 11 de julio, Clemente VII excomulgó a Enrique VIII. El matrimonio se había celebrado justo a tiempo para
que un hijo que esperaba Ana Bolena fuera tenido como legítimo.

Por desgracia para el monarca, dicho hijo no fue el hijo que tanto deseaba, ya que resultó ser una hija, que recibió el
nombre de Isabel. Si hubiera sido varón, se hubiera convertido en el heredero al trono, pero así quedaba en segundo lugar,
tras María, la hija de Catalina de Aragón, que tenía ya diecisiete años. Por ello, María se convirtió en el blanco de Ana
Bolena, que llegó a intimidarla hasta el punto de hacerle reconocer que no era hija del rey.
Diego de Almagro se reunió con Francisco Pizarro en Cajamarca, trayendo consigo 153 hombres, entre los que figuraba
Hernando de Soto. Allí los incas habían reunido el oro pactado como rescate de Atahualpa. Ahora bien, unos meses antes,
Atahualpa había ordenado el asesinato de su hermanastro Huáscar, lo cual había llevado a los partidarios de éste a buscar
una alianza con los españoles. Por ello, Pizarro, en lugar de liberar a su rehén, decidió juzgarlo por dicho asesinato. El 26
de julio fue condenado por "idólatra, fratricida y conspirador contra nuestro señor Carlos V". Cuando estaba a punto de
arder en la hoguera, Atahualpa se convirtió al cristianismo, porque le dijeron que de ese modo no moriría quemado como
idólatra, sino sólo estrangulado, y así fue. Pizarro designó como nuevo soberano inca a Túpac Huallpa, hermano de
Huáscar, y partió hacia Cuzco con él y con el general Calcuchima, pero Túpac Huallpa murió al poco tiempo. Almagro
logró entrar en Cuzco y sus hombres saquearon los templos. En noviembre fue coronado otro hermano de Huáscar
llamado Manco Cápac II, que se declaró vasallo del rey de España. El dominico Vicente Valverde fue nombrado obispo
de Cuzco.

Mientras tanto, el gobernador de Guatemala, Pedro de Alvarado, invadió Perú al mando de 436 hombres. Pizarro envió
contra él a Sebastián de Belalcázar, quien, pensando que la noticia era falsa, se desvió hacia el interior. Belalcázar se
enfrentó al general inca Ramiñahui, que abandonó la ciudad de Quito después de destruirla y de llevarse sus tesoros y el
grueso de sus fuerzas. Belalcázar venció la escasa resistencia de los incas que quedaron y luego recibió refuerzos
conducidos por Almagro. Entre ambos fundaron la ciudad de Santiago de Quito.

Tras la llegada de los primeros franciscanos, a Nueva España habían llegado frailes dominicos (desde hacía cinco años)
y ahora llegaban los primeros agustinos. La población española empezó a quejarse de que los eclesiásticos estaban
acumulando cada vez más tierras. El franciscano Juan Zumárraga había marchado a España, donde fue consagrado en
Valladolid como obispo de México.

En París, Ignacio de Loyola inició sus estudios de teología. Mientas tanto, la reforma protestante se extendía por
Francia. Nicolas Cop, el rector de la universidad de París, pronunció un discurso que constituía un verdadero manifiesto
en favor de la Reforma. Al parecer, no lo había redactado él, sino un joven de veinticuatro años llamado Jean
Calvin, aunque es más conocido como Juan Calvino. Había estudiado gramática, lógica y filosofía en los colegios de
La Marche y Montaigu, donde recibió las influencias contradictorias del evangelista Mathurin Cordier y del
católico Noël Beda. Cinco años atrás se había graduado en artes, y luego estudió derecho en Orleans y Bourges. Entre
sus profesores estuvo el luterano Melchior Wolmar, que contribuyó a convertirlo a la Reforma. Tras la muerte de su
padre, dos años atrás, se instaló en París, donde siguió cursando estudios.

El rey Francisco I de Francia casó a su hijo Enrique, que tenía entonces catorce años, con Catalina de Médicis, de su
misma edad.

Girolamo Cardano no había tenido mucho éxito ejerciendo de médico, se había casado y, tras ser rechazado de nuevo por
el Colegio de Físicos de Milán, volvió a dedicarse al juego para ganarse la vida, pero el resultado fue que perdió hasta las
joyas de su esposa y parte de su mobiliario. Marchó a Milán en busca de fortuna, y acabó en un hospicio. Entonces le
llegó la suerte, pues logró un puesto de profesor de matemáticas en la Fundación Piatti de Milán, lo que le dio mucho
tiempo libre, parte del cual lo empleó en atender a unos pocos pacientes. Unas cuantas curaciones le dieron gran fama,
hasta el punto de que entre sus clientes aparecieron miembros del Colegio de Físicos.

El Emperador Carlos V residía en Bolonia desde el año anterior, y allí Tiziano pintó el retrato conocido como El
emperador Carlos V con su perro, donde el retratado aparecía de cuerpo entero frente a un cortinaje. Esta disposición se
pondría de moda en el futuro para los retratos de reyes y príncipes, sustituyendo al más común hasta entonces, el retrato
de medio cuerpo, hasta las manos, que Leonardo había acreditado con su Gioconda.

En Inglaterra, Hans Holbein retrató a Jean de Dinteville, el embajador francés, juntamente con el obispo
de Lavour, Georges de Selve, en un cuadro cargado de simbolismo titulado Los embajadores. Entre las dos figuras, de
cuerpo entero, se encuentra un mueble lleno de objetos: una esfera celeste, una esfera terrestre, un goniómetro, un sextante,
compases, un laúd y libros: a la izquierda, cerrado, la Aritmética Contable del matemático, geógrafo y cosmógrafo
alemán Peter von Bienewitz, más conocido como Petrus Apianus; a la derecha, un libro abierto permite leer la primera
estrofa de una coral de Lutero (Veni Creator Spiritus), así como el inicio del himno Si quieres vivir espiritualmente. En
el suelo, en el centro del cuadro, hay una figura deformada que, cuando se contempla el cuadro desde la derecha, cerca
de la pared, forma una calavera. La obra estaba pensada para una estancia de la residencia de Jean de Dinteville, para el
muro situado ante la puerta principal, y en la pared derecha había una pequeña puerta, de forma que la calavera era visible
para quien abandonaba la habitación por ella y se volvía a mirar el cuadro.

Ese año murieron:

 El rey Federico I de Dinamarca y Noruega. El país cayó entonces en una guerra civil entre los partidarios de su
hijo Cristián III, de treinta años, y los de su sobrino (y primo de éste) Cristián II, que contó con el apoyo de los
condes de Lübeck. El conflictó se convirtió en una guerra de religión, pues Cristián II era católico y, por
consiguiente, Cristián III lo tuvo fácil para lograr el apoyo de los protestantes.
 El gran príncipe Basilio III de Moscú, que fue sucedido por su hijo de tres años, Iván IV. Su madre, Elena
Glinskaia, ejerció la regencia.
 María Tudor, la hermana del rey Enrique VIII de Inglaterra y viuda del rey Luis XII de Francia. Con su segundo
esposo, Carlos Brandon, había tenido una hija llamada Frances, que ahora tenía dieciséis años.
 El poeta Ludovico Ariosto. El año anterior había publicado una nueva edición de su Orlando Furioso, completado
con seis nuevos cantos, que sumaban ahora cuarenta y seis.
 Isabel Freyre, el amor imposible de Garcilaso de la Vega. Murió tras el parto de su tercer hijo, y Garcilaso compuso
poco después su Égloga primera, que recoge, como dice en su dedicatoria a su protector, Pedro de Toledo: El dulce
lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso. Salicio se queja porque su amada lo rechazó, mientras
que Nemoroso lamenta la muerte de su esposa Elisa (alias Isabel). Ambos pastores representan al propio Garcilaso.

Unos meses atrás, Garcilaso había enviado a Juan Boscán, que vivía en Barcelona, un ejemplar de El cortesano, de
Castiglione. En 1534 Boscán publicó una traducción, considerada como la mejor obra en prosa castellana de la primera
mitad del siglo XVI. La edición incluía como prólogo una carta de Garcilaso, que es la única muestra literaria que se
conserva de su prosa.

Tras acabar su Égloga primera, Garcilaso compuso su Égloga segunda, en la que, junto a Salicio y Nemoroso, interviene
también un tercer pastor, Albanio, que representa al duque de Alba y canta felizmente a su amada Camila, la
duquesa María Enríquez.
Garcilaso coincidió en Nápoles con un poeta veneciano llamado Bernardo Tasso, que publicó ese año unos ensayos
poéticos con el título de Amori, entre los que figuraba el poema O pastori felici, formado por 21 estrofas de versos
heptasílabos y endecasílabos con rima aBabB. Garcilaso utilizó esta misma estrofa en su Oda a la flor de
Gnido (su Canción quinta), escrita para su amigo Mario Galeota, para ayudarle a cortejar a Violante de Sanseverino, de
la familia Gnido (lo que daba pie a un juego de palabras con el famoso templo que Venus tenía en Gnido). Dicha estrofa
se conoce en castellano como lira, debido a que esta palabra figura en el primer verso de la oda de Garcilaso. No tardaría
en hacerse popular entre los poetas renacentistas, ya que se consideraba especialmente apta para imitar el ritmo de las
odas de Horacio. Sus primeros versos son éstos:

Si de mi baja lira ni aquellos capitanes, [antiguos romanos]


tanto pudiese el son, que en un momento en las sublimes ruedas colocados,
aplacase la ira por quien los alemanes,
del animoso viento, el fiero cuello atados,
y la furia del mar y el movimiento; y los franceses van domesticados;
y en ásperas montañas mas solamente aquella
con el suave canto enterneciese fuerza de tu beldad seria cantada,
las fieras alimañas, y alguna vez con ella
los árboles moviese también seria notada
y al son confusamente los trajese; el aspereza de que estás armada;
no pienses que cantado y cómo por ti sola,
seria de mí, hermosa flor de Gnido, y por tu gran valor y hermosura,
el fiero Marte airado, convertida en viola, [por Violante]
a muerte convertido, llora su desventura
de polvo y sangre y de sudor teñido; el miserable amante en tu figura. [...]

Erasmo de Rotterdam publicó su obra Acerca de la buena concordia de la Iglesia, en la que defendía, sin mucha
convicción de que ello fuera posible, un acercamiento entre católicos y protestantes. A sus sesenta y cuatro años, lleno de
achaques, puso más interés en su Preparatio ad mortem.
François Rabelais (o Alcofribas Nasier) publicó la Vie inestimable du grand Gargantua, cuyo protagonista es el
gigante Gargantúa, padre de Pantagruel e hijo de Grandgousier y Gargamelle, los cuales dan a su hijo una educación
que muestra las ventajas de la pedagogía racional de los humanistas frente a los métodos tradicionales de la Sorbona. Por
otra parte, se condenan las guerras de conquista y se ensalza la prudencia, el pacifismo y el espírituo conciliador.

Sebastián de Belalcázar y Diego de Almagro se encontraron finalmente con Pedro de Alvarado, y sólo lograron que
abandonara Perú entregándole una buena cantidad de oro. Belalcázar se quedó en Quito mientras Almagro regresaba junto
a Pizarro. Durante su viaje hacia el sur, fundó la ciudad de Trujillo. Hernando Pizarro regresó a España con la quinta
parte del tesoro de Atahualpa, que correspondía al emperador. En una nueva campaña contra los incas, Belalcázar capturó
a Ramiñahui y lo hizo ejecutar.

JUAN CALVINO
En 1534 Juan Calvino empezó a predicar en diversas ciudades de Francia la doctrina protestante.

Juan de Leiden organizó una nueva sublevación anabaptista, esta vez en Münster, con la ayuda de Jan Matthijszoon, y
a la muerte de éste se hizo proclamar rey de Sión, e implantó la comunidad de bienes y la poligamia.

El rey Segismundo I de Polonia declaró, por tercera vez, la guerra al principado de Moscú, aprovechando la minoría del
príncipe Iván IV.

El rey Francisco I de Francia envió una expedición para explorar la costa norteamericana, en busca de un paso que
condujera al Pacífico. Partió el 20 de abril bajo el mando de Jacques Cartier, que contaba con dos barcos y sesenta y un
hombres, y llegó a Terranova el 10 de mayo.

Ese año murió el duque Alfonso I de Ferrara, que fue sucedido por su hijo Hércules II. Poco después se casó
con Renata, la segunda hija del rey Luis XII de Francia, de cuya hermana, Claudia, había enviudado Francisco I. Renata
había sido descípula de Lefèvre d'Etaples y, por consiguiente, simpatizaba con los protestantes.
El 21 de mayo, Carlos V nombró a Pedro de Mendoza adelantado del Río de la Plata, con la misión de conquistar y
poblar la zona para evitar un posible avance portugués desde Brasil.

Un compañero de Diego de Ordás, llamado Jerónimo Ortal, fue nombrado gobernador de San Miguel de Paria, en la
desembocadura del Orinoco. Envió río arriba a Alonso de Herrera, en busca de El Dorado. Ortal tenía intención de
seguirlo, pero una disputa con Antonio Sedeño, que había regresado a la isla de Trinidad, se lo impidió.

Juan Zumárraga llegó a México dispuesto a tomar posesión de su obispado y de imponer una cédula decretada cuatro
años atrás que prohibía la esclavitud de los indios. (Recientemente se había encontrado una mina de plata importante en
el centro de Nueva España, y las técnicas que usaron los conquistadores para explotarlas son fáciles de adivinar.)

Los turcos estaban obteniendo numerosas victorias en el mar. Los genoveses tuvieron que abandonar varias islas que
habían tomado los años anteriores y, en agosto, el pirata Barbarroja tomó Túnez e hizo prisionero al rey Mulay
Hasán. Desde allí su flota atacaba fácilmente las costas italianas. Había llegado a reunir unos treinta mil esclavos
cristianos, con los que realizó numerosas obras de acondicionamiento en Argel. Mientra tanto, el sultán Solimán I tomaba
Bagdad.

El 10 de agosto, Jacques Cartier se adentró por un estrecho que separa Labrador de la isla de Terranova, lo llamó estrecho
de Belle-Isle, y en su parte más angosta tiene sólo 16 kilómetros de ancho. Llegó así a un gran brazo de mar que pasó a
ser conocido como el golfo de San Lorenzo, por el santo del día. Allí tomó contacto con unos indios a los que preguntó
por el nombre del lugar, pero éstos, al parecer, pensaron que les estaba preguntando por unas cabañas y le dieron el
nombre que ellos les daban, algo que Cartier deformó más o menos hasta la palabra Canadá, que es el nombre con el que
desde entonces se conoce la zona. La expedición regresó a Francia con algunos indios cautivos, e informó de la existencia
del promisorio brazo de mar que tal vez condujera al Pacífico.

Nicolò Tartaglia tenía ya treinta y cinco años. Se había dejado una poblada barba para ocultar las cicatrices de su
mandíbula, había estudiado matemáticas en Padua y en Verona, se había casado, y ahora se trasladaba a Venecia, donde
se ganaba la vida modestamente dando clases de matemáticas. Por "modestamente" hay que entender que ganaba poco
dinero, porque la modestia no era precisamente su mayor virtud. En Venecia se encontraba Fior, el alumno a quien
Scipione dal Ferro había revelado su método para resolver en términos de raíces las ecuaciones cúbicas de la forma ax3 +
bx + c = 0. Como a la sazón no se conocían los números negativos, en realidad no era un único método, sino que había
que distinguir muchos casos según los signos de los coeficientes y de las cantidades intermedias que aparecían en el
proceso de resolución. Fior había mantenido sus técnicas en secreto, al igual que su maestro, y su jactancia de ser capaz
de resolver ecuaciones cúbicas pronto chocó con la de Tartaglia, que había descubierto por su cuenta la forma de resolver
otra familia de estas ecuaciones, a saber, las de la forma ax3 + bx2 + c = 0. Uniendo los dos métodos se podía resolver
cualquier ecuación cúbica de la forma general ax3 + bx2 + cx + d = 0, pero los dos guardaban celosamente sus técnicas
respectivas. No tardó en organizarse una competición entre ambos.

El 15 de agosto, Ignacio de Loyola se reunió en la cripta de Montmartre con algunos seguidores que juraron voto de
castidad, de pobreza y de peregrinar a Jerusalén para combatir a los infieles y consagrarse al bien de las almas. Se
constituyó así la llamada Compañía de Jesús. De entre sus fundadores, el único sacerdote (ordenado un mes antes)
era Pierre Lefèvre, más conocido como Pedro Frabro, de veintiocho años, que ofició una misa. Los otros
eran Francisco Javier, de la misma edad, nacido en la Alta Navarra, cuya familia se había arruinado por su lealtad al rey
Juan III; Diego Laínez, de veintidós años; Alfonso Salmerón, de diecinueve; Simón Rodríguez y Nicolás de
Bobadilla.

En septiembre Juan Calvino estaba de nuevo en París, donde conoció a Miguel Servet. Al parecer, Calvino estuvo
implicado en un suceso que tuvo lugar la noche del 16 al 17 de octubre, se fijaron unos violentos manifiestos en la puerta
del castillo de Amboise, donde se encontraba el rey Francisco I. En ellos se condenaba a la misa, al Papa y al colegio
cardenalicio. Esto terminó con la tolerancia que el rey había mostrado hacia el protestantismo. Centenares de libreros e
impresores fueron arrestados de inmediato. Muchos de los que habían defendido públicamente la doctrina luterana
pasaron a la clandestinidad, entre ellos el propio Calvino.

Entre los sospechosos que tuvieron que huir de París estaba el poeta Clement Marot, que ocho años atrás ya había sido
encarcelado acusado de herejía. Se fue a Nérac, a la corte de Margarita de Navarra, a la que había servido en su juventud.
Miguel Ángel fue acogido en Roma por el Papa Clemente VII, que le encargó un gran fresco sobre el Juicio Final para el
fondo de la capilla Sixtina. Sin embargo, el Papa murió poco después, y fue sucedido por el cardenal Alessandro Farnesio,
que adoptó el nombre de Paulo III. Tenía ya sesenta y seis años. Enriquecido en tiempos de Alejandro VI, se había
convertido en uno de los hombres más influyentes de Roma, hasta el punto de que los papas Julio II y León X no pudieron
negarse a legitimar a sus hijos, a pesar de ser cardenal. Apenas fue investido, empezó a preparar un concilio para tratar el
problema del protestantismo.

En noviembre, el rey Enrique VIII de Inglaterra promulgó el Acta de supremacía, por la que se proclamaba cabeza
suprema de la Iglesia de Anglicana y derogaba todos los privilegios del Papa en el país. El rey se atribuía la autoridad
para precisar la doctrina y castigar la herejía. No obstante, no modificó dogma alguno de la doctrina católica (excepto el
de la autoridad del Papa, claro está). Thomas Cromwell se convirtió en su secretario personal y fue el más celoso ejecutor
de la política real, hasta el punto de que no es posible distinguir sus propias iniciativas de las del soberano.

Quince años atrás, una liga de príncipes alemanes había expulsado de sus territorios al duque Ulrico de
Würtemberg, cuyos abusos habían provocado unos años antes un levantamiento campesino. Carlos V había comprado
el ducado y se lo había entregado a su hermano, el ahora rey Fernando I de Bohemia y Hungría. Ulrico vivió durante un
tiempo como jefe de un ejército de mercenarios hasta que se hizo protestante y convenció a la liga de Smalkalda para que
reconquistara su ducado. Fernando I tuvo que aceptar los hechos consumados, y firmó con la liga la paz de Kadan, en la
que ésta lo reconoció como rey de romanos. Ulrico introdujo la reforma en su ducado.

Martín Lutero terminó la traducción del Antiguo Testamento, con lo que completaba la versión alemana de la Biblia.

En diciembre Juan Calvino huyó de Francia y se refugió en Basilea, donde se adhirió a la doctrina de Ecolampadio.

El 6 de enero de 1535 Francisco Pizarro fundó la Ciudad de los Reyes, cerca de la costa peruana (lo que la hacía
imposible de asediar por los incas, al contrario que Cuzco). Con el tiempo fue conocida como Lima, una deformación
de Rímac, el nombre del río que fluía junto a la ciudad (y que después pasó a atravesarla, pues se extendió por ambos
márgenes). Pizarro convirtió a Lima en la capital de Nueva Castilla, mientras encargó el gobierno de Cuzco a sus
hermanos Gonzalo, Juan y Hernando (que acababa de regresar de España).

En Guatemala, Sebastián Garcilaso de la Vega se enteró a través del gobernador Pedro de Alvarado de las riquezas de
Perú, así que decidió marchar hacia allí al frente de un grupo de aventureros, a través de Venezuela. Tras muchas
penalidades, llegaron a su destino, y Almagro los obligó a incorporarse a las tropas de Pizarro.

Almagro empezaba a preguntarse qué iba a sacar él en limpio de la conquista de Perú. No cabía duda de que su socio
estaba sacando mucho. Pizarro lo tranquilizó proponiéndole que conquistara el sur del Imperio Inca, que pasaría a ser
jurisdicción suya con el nombre de Nueva Toledo. No quedó muy claro si Cuzco pertenecería a Nueva Castilla o a Nueva
Toledo, pero Almagro partió hacia el sur esperando encontrar riquezas suficientes como para que eso no importara mucho.
En su ausencia, Pizarro amplió la frontera de Nueva Castilla mucho más al sur de Cuzco. Hernando de Soto discutió con
Pizarro y regresó a España, cargado de oro.

Finalmente llegó a México el virrey Antonio de Mendoza. El presidente de la audiencia, Sebastián Ramírez de Fuenleal,
le cedió el gobierno y regresó a España. El virrey se dedicó a destruir progresivamente la influencia de Hernán Cortés.
También trató de evitar la acumulación de propiedades por parte de la Iglesia con un decreto que prohibía que las tierras
concedidas a los conquistadores pudieran ser enajenadas en favor de eclesiásticos. Apoyó al obispo Juan Zumárraga, que
fue nombrado inquisidor. Ese año se enfrentó al señor de Texcoco, al que hizo procesar y quemar por idólatra. Hernán
Cortés se dedicó a explorar la península de California y el golfo que determina, que recibió el nombre de mar de Cortés.

A Nicaragua llegó el nuevo gobernador, Rodrigo Contreras, el yerno de su antecesor, Pedrarias Dávila. Fray Bartolomé
de Las Casas decidió volver a luchar por los derechos de los indios y embarcó rumbo a Perú, pero naufragó frente a la
costa de Nicaragua. Allí denunció el envío de esclavos a Perú, lo que lo enemistó con Contreras.

Gonzalo Fernández de Oviedo, el antiguo adversario de Las Casas, seguía en Castilla del Oro, como regidor de Santa
María la Antigua. Ese año publicó su Historia general y natural de las Indias.
Después de seis años, los progresos de Francisco de Montejo en la conquista del Yucatán eran bastante modestos. Delegó
el mando en su hijo y regresó a México en busca de refuerzos.

La expedición de Alonso de Herrera en busca de El Dorado había terminado en fracaso, con la muerte del propio Herrera.
Jerónimo Ortal se puso él mismo al frente de una nueva expedición con el mismo fin, pero tampoco encontró nada.
También llegó hasta los afluentes del Orinoco el gobernador de Venezuela, un alemán conocido como Jorge de
Spira. Nicolás Federmann partió de Venezuela en una segunda expedición. Trató de fundar una ciudad, pero fracasó y
tuvo que regresar.

Jacques Cartier regresó al golfo de San Lorenzo, donde encontró un posible estrecho que finalmente resultó ser un río,
llamado también San Lorenzo. Lo remontó hasta una colina a la que llamó Mont Real (Monte Real).

Tras haber pasado casi diez años en las Molucas, Andrés de Urdaneta emprendió el viaje de regreso hacia España. En ese
tiempo había realizado estudios sobre el problema de atravesar el océano Pacífico de oeste a este, para llegar así a
América. Los vientos alisios favorecían la navegación de este a oeste, pero la dificultaban fatalmente en sentido contrario,
de modo que, aunque varias expediciones habían intentado la travesía, ninguna lo había conseguido hasta entonces.
Urdaneta hizo escala en Lisboa, pero allí los portugueses le requisaron toda la documentación al respecto y Urdaneta se
las hubo de ingeniar para salir huyendo hasta España.

Los portugueses establecieron por primera vez una base en Vietnam.

El Venecia, el reto entre Nicolò Tartaglia y su rival, Fior, se había establecido en los términos siguientes: cada uno debía
entregarle al otro un total de treinta cuestiones algebraicas, que tendrían que resolver en un plazo prefijado. El que
resolviera más cuestiones recibiría un premio. Cada cual planteó a su adversario ecuaciones del tipo que sabía resolver,
con lo que en principio la situación parecía equilibrada, pero Fior no encontró la forma de resolver las ecuaciones de
Tartaglia mientras que, la mañana del 13 de febrero, cuando quedaban pocos días para que venciera el plazo del concurso,
Tartaglia encontró el método que le permitió resolver las treinta cuestiones en menos de dos horas.
En junio, la flota imperial, dirigida por Andrea Doria, con la colaboración de Génova, Portugal, los Estados Pontificios y
la orden de Malta, sale de Barcelona contra Túnez. En un primer asedio, toman la fortaleza de La Goleta, donde capturan
42 galeras y 80 naves menores. Muchas de las piezas de artillería capturadas a los turcos eran de fabricación francesa.
Una semana después se libró una batalla ante la capital tunecina. Los cristianos cautivos en la ciudad logran liberarse y
vuelven contra los turcos su propia artillería. Barbarroja huye y los imperiales saquean la ciudad. Luego Carlos V repuso
a Mulay Hasán, que se declaró vasallo del emperador. En la batalla resultó herido Garcilaso de la Vega, que se congració
finalmente con el emperador.

En agosto zarpó Pedro de Mendoza rumbo a Río de la Plata, al mando de unos mil trescientos hombres.

También Pedro Fernández de Lugo llegó a Santa Marta acompañado de unos mil quinientos hombres.

En Inglaterra, Thomas More fue encarcelado y poco después ejecutado como traidor, por su oposición al anglicanismo.
Exactamente cuatrocientos años después fue canonizado por la Iglesia, así que ahora es santo Tomás Moro, pero su
canonización no debe ni puede empañar la imagen de un hombre que, al haber comprendido que la vida humana es un
derecho y no un deber, estuvo admirablemente adelantado a su tiempo y deplorablemente adelantado al nuestro. Su amigo
Erasmo de Rotterdam no hizo ningún comentario a su muerte: Ya no creía que sus palabras pudieran servir de nada. A
principios de año había escrito al Papa Paulo III recomendándole un término medio apaciguador en el concilio que
preparaba. El Papa le respondió con afecto, incluso le propuso nombrarlo cardenal, pero Erasmo se negó. El Papa estaba
tratando de canalizar todas las corrientes contrarias a la reforma. Ese año aprobó una regla para la orden de los clérigos
regulares de San Pablo, fundada por Antonio María Zaccarià.

Ignacio de Loyola se doctoró en filosofía en el colegio de Santa Bárbara de París y, después de ser absuelto nuevamente
de una acusación de herejía, realizó un viaje a España

Tras un largo asedio, Münster fue tomada a traición y Juan de Leiden murió torturado. La revuelta fue ahogada en sangre
y supuso el fin del anabaptismo revolucionario. No obstante, ese mismo año, un sacerdote católico llamado Menno
Simonsz, nacido en los Países Bajos, se bautizó de nuevo y empezó a predicar la doctrina anabaptista, si bien
desaprobando los excesos de Juan de Leiden. Sus discípulos fueron llamados mennonitas.

La ciudad de Ginebra pertenecía a la sazón al ducado de Saboya, si bien estaba gobernada por el obispo, fiscalizado por
un representante del duque y por un consejo de burgueses. Las disensiones entre el obispo y el duque permitieron a los
burgueses expulsar tanto al obispo como al representante ducal y, en tal río revuelto, Guillaume Farel pudo introducir la
Reforma en la ciudad, en la que estableció una Iglesia según el rito zuingliano.

Miguel Servet marchó a Lyon, donde publicó una edición anotada y revisada de la Geografía de Ptolomeo. Además se
inició en el estudio de la medicina. Tenía entonces veinticuatro años.

Ese año murió el duque de Milán, Francisco II Sforza. Había designado como heredero al emperador Carlos V, pero el
rey Francisco I de Francia propuso como nuevo duque a su segundo hijo, Carlos. Se preparaba una nueva guerra y, para
tener las manos libres, Francisco I concedió una amnistía a los protestantes, perseguidos desde el incidente de los
pasquines.

También murió el príncipe elector de Brandeburgo, Joaquín I Néstor, que fue sucedido por su hijo Joaquín II Héctor, que
se casó con Eduvigis, hija del rey Segismundo I de Polonia.

Pedro de Mendoza llegó al Río de la Plata y en febrero de 1536 fundó la ciudad de Nuestra Señora de Santa María del
Buen Aire, que terminó siendo conocida como Buenos Aires. Una expedición en busca de alimentos fue aniquilada por
un ataque de los indios. Luego envió otra a explorar el Paraná bajo el mando de Juan de Ayolas, que fundó el fuerte
de Corpus Christi en el curso del río. Dejó allí una guarnición y regresó a Buenos Aires, donde convenció a Mendoza
para que se trasladara a Corpus Christi. El viaje fue desastroso. Unos doscientos españoles murieron de hambre. No
obstante, Mendoza y sus hombres fundaron la ciudad de Nuestra Señora de la Esperanza. Después Ayolas partió en
busca de la mítica Sierra de la Plata por el río Paraguay.

Bartolomé de las Casas dejó Nicaragua para predicar a los indios de Guatemala, donde puso en práctica un proyecto de
conquista pacífica al que llamó Vera paz.
En México, el virrey Antonio de Mendoza estaba poniendo fin a una década de irregularidades en el gobierno: realizó un
censo de la población, emprendió reformas administrativas, saneó la economía, redujo los impuestos a los indios, reguló
los repartos de tierras a los españoles, etc. También organizó un proceso contra Beltrán Nuño de Guzmán, el gobernador
de Nueva Galicia.

El rey Cristián III de Dinamarca logró entrar en Copenhague tras un año de asedio. Una vez sometidos los partidarios de
su primo, Cristián II, convirtió el protestantismo en la religión oficial del Estado y se apoderó de la mayoría de los bienes
de la Iglesia. Durante su reinado, Dinamarca gozó de un periodo de paz y prosperidad.

El rey Francisco I concedió a Etienne Turquet el privilegio de fundar en Lyon la primera fábrica de seda, que fue el
inicio de una próspera industria.

Erasmo de Rotterdam murió en Basilea a los sesenta y siete años. Poco después, Juan Calvino, con veintisiete años,
publicaba en la misma ciudad su Institutio Christianae religionis, el primer tratado sistemático de la teología protestante,
que había empezado a redactar tres años atrás. La dedicatoria dice: A Su Graciosa Majestad el Rey de Francia, su
soberano, Juan Calvino desea paz y salvación en Cristo. Curiosa dedicatoria, ya que Francisco I no simpatizaba con los
protestantes. Como consecuencia, en marzo Calvino tuvo que huir de Basilea, para refugiarse en la corte de Renata de
Francia, la duquesa de Ferrara.

Philipp Melanchthon estaba reorganizando el sistema educativo alemán, fundando y reformando numerosas
universidades. Ese año ofreció una plaza de profesor de matemáticas y astronomía en la universidad de Wittenberg a un
joven de veinte años que acababa de terminar sus estudios en esa misma institución. Su nombre había sido Georg
Joachim Iserin, pero, cuando tenía catorce años, su padre, el médico de la ciudad de Feldkirch, fue acusado de brujería,
condenado y decapitado, y la sentencia estipulaba también que su apellido no fuera usado nunca más. Por ello Georg
adoptó el apellido de su madre, la italiana Thomasina de Porris. El apellido significa "de los puerros". Georg lo tradujo
al alemán y así pasó a llamarse Georg Joachim von Lauchen Rheticus, donde "Rheticus" hacía referencia a Retia, el
nombre latino de la región donde había nacido.
Mientras tanto, un geógrafo y matemático flamenco llamado Gemma Frisius terminaba, por encargo del emperador
Carlos V, la construcción de un globo terrestre en el que se plasmaban los nuevos descubrimientos geográficos. Frisius
fue el responsable de los cálculos geográficos, mientras que la técnica de grabado fue desarrollada por Gaspard van der
Heyden, y llevada a cabo por un alumno de Frisius llamado Gerardus Mercator.

Un ejército francés invadió Saboya, amenazando al Milanesado. Carlos V respondió invadiendo Provenza, mientras
Andrea Doria trataba en vano de entrar en el puerto de Marsella.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca, tras casi ocho años de desventuras, llegó a la capital mexicana junto con los supervivientes
de la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida. Relató su experiencia en un libro que tituló Naufragios.

En abril, Pedro Fernández de Lugo, el gobernador de Santa Marta, envió una expedición hacia el sur bajo el mando
de Gonzalo Jiménez de Quesada. Por las mismas fechas, Sebastián de Belalcázar, desde Quito, encabezó una expedición
hacia el norte y fundó las ciudades de Popayán y Cali.

Luis Colón, el hijo de Diego Colón, cumplió dieciséis años y, continuando los pleitos con la Corona que había mantenido
su padre, logró que se le concediera el título y privilegio de almirante de las Indias y renunció a todos los demás derechos
a cambio del marquesado de Jamaica, el ducado de Veragua y una renta vitalicia.

Miguel Servet había regresado a París, para continuar sus estudios de medicina. Allí publicó su Syroporum uniuersa
ratio, con violentos ataques a la medicina tradicional.

Françoise Rabelais regresó a Francia después de haber pasado un año en Italia. Liberado de sus votos monásticos, se
dedicó al ejercicio de la medicina.

Además de Erasmo de Rotterdam, ese año murieron:


 Juan Pizarro. Los abusos de los hermanos de Pizarro en Cuzco, junto con el hecho de que Almagro se había llevado
hacia el sur una buena parte de los efectivos españoles, llevaron al inca Manco Cápac II a encabezar una rebelión.
Sus hombres asediaron Cuzco y Lima, y Juan Pizarro murió mientras trataba de recuperar Cuzco.
 Catalina de Aragón, la primera esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra.
 Ana Bolena, la segunda esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra. Fue acusada de adulterio, condenada y ejecutada.
Al día siguiente de su muerte, el rey se casó con Juana Seymour, de veintisiete años. A consecuencia del proceso
de Ana Bolena fue encarcelado el diplomático sir Thomas Wyat, famoso por haber introducido el soneto en la
poesía inglesa. Poco antes, Enrique VIII había nombrado pintor de cámara a Hans Holbein, que había retratado a
Ana Bolena. El rey dijo: "Sabed que yo puedo elevar a siete labriegos a la dignidad de conde, pero con siete
condes no puedo hacer ni un solo Holbein".
 El margrave Federico de Ansbach y de Bayreuth-Culmbach. El margraviato de Ansbach pasó a su
hijo Jorge, mientras que Bayreuth-Culmbach pasó a uno de sus nietos, Alberto Alcibíades. (Su padre, Casimiro,
había muerto nueve años atrás.) Entre los diecisiete hijos del difunto margrave estaba también el duque Alberto de
Prusia.
 El teólogo protestante Jacques Lefèvre d'Etaples.
 El poeta Garcilaso de la Vega, a consecuencia de las heridas que recibió en el asalto al castillo de Muy, en
Provenza. Murió en Niza el 14 de octubre. No había publicado ninguno de sus poemas, sino que dejó todos sus
manuscritos a Juan Boscán para que se encargara de su edición.
 El escritor portugués Gil Vicente. Murió a los setenta y un años, y dejó una amplísima obra tras de sí. Se conservan
44 obras dramáticas (15 en portugués, 11 en castellano y 18 bilingües) que tratan sobre temas pastoriles,
moralizantes, de caballerías, comedias, etc., entre las cuales se intercala su obra poética.

Juan Calvino acudió a Ginebra, invitado por Guillaume Farel. La situación política de la ciudad era inestable. Los
partidarios de la independencia recientemente conseguida se llamaban a sí mismos eidgenossen (juramentados) y a los
partidarios del obispo los llamaban mamelucos (esclavos). Calvino, con su acento francés, transformó eidgenossen en
algo así como eidguenots, y los ginebrinos parodiaron su deformación para referirse a él como el como el huguenot, más
o menos, de donde procede el término hugonotes, con el que son conocidos los protestantes franceses.
Al principio, Calvino era en Ginebra un perfecto desconocido. Los carteles que anunciaban sus sermones hacían referencia
a "el maestro Guillaume Farel y el francés", pero no tardaron en conocerlo bien: las imágenes de la catedral fueron
destruidas y la misa abolida. No obstante, la Santa Cena debía conmemorarse al menos una vez por semana, pero era
necesario negársela a los que no fueran dignos de ella. Por ello, Calvino propuso que en cada barrio se constituyera una
comisión de personas de intachable moralidad que dieran aviso a los pastores de aquellos que vivían en pecado. El 10 de
noviembre el Gran Consejo decretó que todos los habitantes de Ginebra debían jurar en las iglesias un credo apostólico
redactado por Calvino. Un hombre descubierto jugando a las cartas fue puesto en la picota, varias mujeres fueron
encarceladas por vestir con lujo excesivo, a los adúlteros se los exponía a la vergüenza pública y luego se los desterraba.

Como nueva cabeza de la Iglesia Anglicana, el rey Enrique VIII de Inglaterra había autorizado la confiscación de
numerosos bienes eclesiásticos, y estas medidas, aunque apoyadas por una cierta tradición anticlerical asentada en el país,
provocaron las protestas del sector católico. En el norte estallaron revueltas. Por otra parte, el monarca inició un proceso
de asimiliación administrativa de Gales a Inglaterra, destruyendo los últimos vestigios de feudalismo. En Irlanda estaba
intentando otro tanto desde el año anterior, pero con menos éxito.

Gian Pietro Carafa, el fundador de la orden de los teatinos, fue nombrado arzobispo de Nápoles.

El Papa Paulo III renovó a Miguel Ángel el contrato para pintar el Juicio Final en la capilla Sixtina y, a sus sesenta y un
años, empezó el trabajo en 1537.

El rey Jacobo V de Escocia se casó con Magdalena, hija del rey Francisco I de Francia, pero ésta murió a los pocos meses
de la boda.

El rey Cristián III de Dinamarca recuperó el dominio danés sobre Noruega y convirtió el país al protestantismo. Su victoria
sobre su primo Cristián II había destruido el poder marítimo de Lübeck, de modo que la pesca en el mar del Norte y el
comercio en el Báltico quedaron bajo el control de los Países Bajos, especialmente de los holandeses, que pronto
extendieron sus actividades hasta el Mediterráneo.

El rey Segismundo I de Polonia puso fin a la guerra con Rusia.


Ese año murieron:

 Juana Seymour, la tercera esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra, pocos días después de haber dado a luz a su
hijo Eduardo, como consecuencia del parto. Finalmente el monarca había conseguido el heredero que buscaba.
Su sobrina Frances Brandon, que tenía ahora veinte años, se acababa de casar con Enrique Grey, el duque de
Suffolk, a quien le dio una hija llamada Juana.
 Alejandro de Médicis, el duque de Florencia. Fue asesinado por su primo Lorenzino. La versión oficial es que fue
consecuencia de su mal gobierno, con el que se granjeó la enemistad de los florentinos, pero en la ciudad se
murmuraba que ambos eran amantes y que fue un crimen pasional. Con Alejandro se extinguía la rama primogénita
de los Médicis, y el ducado pasó a Cosme I, hijo de Juan de las Bandas Negras, que tenía entonces dieciocho años.
 El duque Carlos IV de Borbón, que fue sucedido por su hijo Antonio, de diecinueve años.
 Germana de Foix, la viuda del rey Fernando el Católico y virreina de Valencia.

LA CONQUISTA DE SUDAMÉRICA
Ignacio de Loyola se había trasladado a Venecia, donde el 8 de enero de 1537 se le unieron sus seis compañeros de París,
a los que se habían añadido Claudio Le Jay, Paschase Broët, Jean Codure y Diego de Hoces, aunque el último no tardó
en morir. Los que no eran aún sacerdotes se ordenaron ese mismo año.

Tras una marcha muy penosa en la que sobrevivieron apenas 166 hombres y 59 caballos, Gonzalo Jiménez de Quesada
llegó a las tierras de los chibcha. El jefe Zipa salió a su encuentro con más de 500 hombres, pero fue derrotado por la
caballería española. Los españoles admiraron el palacio de Zipa y sus templos, construidos de barro, caña y ramajes,
revestidos por una cubierta de cañas sujetas por cuerdas de colores y láminas de oro. Indudablemente habían descubierto
El Dorado, y pasaron los años siguientes luchando con diferentes tribus para apropiarse de su oro y sus esmeraldas.

Juan de Ayolas, que seguía remontando el Paraguay, fundó en febrero la ciudad de Candelaria, que dejó bajo el mando
de Domingo Martínez de Irala con la orden de custodiar las naves, mientras él siguó avanzando a pie hacia el noroeste.
Mientras tanto, Pedro de Mendoza había regresado a Buenos Aires, y desde allí envió una expedición al mando de Juan
de Salazar para que ayudara a Martínez de Irala. Después, sintiéndose enfermo, decidió regresar a España. Dejó el
gobierno a Juan de Ayalas y, en su ausencia, a Francisco Ruiz de Galán. Mendoza no pudo llegar a España, ya que
murió durante el viaje de regreso.

En Ginebra había surgido una fuerte oposición a la dictadura teocrática de Calvino y Farel, que consiguió una sentencia
de exilio para ambos el 23 de abril, aunque fue apelada y no se aplicó.

El Papa Paulo III había convocado un concilio en Mantua al que había invitado al propio Martín Lutero. Sin embargo, los
príncipes alemanes que formaban parte de la Liga de Smalkalda, reunidos en Frankfurt, se opusieron a que se celebrara,
e instaron a Lutero a que se ratificara en los principios de la reforma. Como respuesta, Lutero redactó los
llamados Artículos de Smalkalda, que, junto con la confesión de Augsburgo, siguen siendo hoy en día la base doctrinal
de las iglesias luteranas. Los artículos tratan sobre cuestiones en torno a la naturaleza divina (en las que los luteranos
estaban de acuerdo con los católicos), exponen la teoría luterana de la salvación por la fe y rechazan la misa, el purgatorio,
las reliquias, las indulgencias, el monacato y el origen divino del papado. Otros artículos tratan de cuestiones que podrían
ser objeto de negociaciones con "hombres sabios y prudentes", entre las que se encuentran el pecado original, la confesión
y la penitencia. Por su parte, la Iglesia Anglicana publicaba el Book of articles, que definía un evangelismo con muchos
elementos católicos.

Los portugueses entablaron relaciones comerciales con China en el puerto de Macao.

Diego de Almagro constató decepcionado que la zona sur del Imperio Inca carecía completamente de interés (es decir,
que era pobre), así que regresó al norte. Allí se encontró con el asedio de Cuzco y, considerando que la ciudad estaba bajo
su jurisdicción, entró en ella y obligó a Manco Cápac II a retirarse a los Andes. Entonces estalló una disputa entre Pizarro
y Almagro sobre sus derechos sobre Cuzco, y la disputa se convirtió en poco tiempo en una auténtica guerra civil.
En julio los almagristas derrotaron a los hermanos Pizarro en Abancay. Hernando y Gonzalo fueron capturados y
encarcelados. Almagro aceptó entonces el arbitraje del licenciado Gaspar de Espinosa.
Mientras su hijo seguía luchando contra los mayas de Yucatán, Francisco de Montejo logró que se le concediera el cargo
de gobernador de Honduras, con la intención de abordar la conquista de la península desde dos frentes.

La audiencia de Santo Domingo acusó a Pedro de Heredia, el gobernador de Cartagena de Indias, así como a su
hermano Alonso, de defraudar a la Hacienda en el reparto del oro y de maltrato a los indios, así que fueron deportados a
España.

Hernando de Soto se casó con Isabel de Bobadilla, hija de Pedrarias Dávila, y poco después obtuvo unas
capitulaciones para conquistar Florida (a su costa). Recibió los títulos de adelantado de Florida y gobernador de Cuba,
isla que pensaba tomar como base de sus operaciones.

Juan de Salazar llegó hasta Candelaria y salió junto con Martínez de Irala en busca de Juan de Ayolas. Al no encontrarlo,
ambos decidieron separarse: Martínez de Irala regresó a Candelaria y Salazar descendió por el Paraguay, en cuyo curso
fundó el 15 de agosto el fuerte Asunción. (Había llegado a un acuerdo con los indios guaraníes para protegerlos de sus
enemigos. Como siempre, las enemistades entre distintas etnias o facciones fueron el punto de apoyo esencial del dominio
español en América.) Desde allí marchó a Buenos Aires, donde se enteró de que Diego de Mendoza había partido hacia
España, por lo que regresó a Asunción. Como Ayolas no aparecía, Martínez de Irala marchó también a Buenos Aires, y
allí discutió con Ruiz de Galán, ya que éste se negaba a abandonar su cargo de gobernador provisional en ausencia de
Ayolas y Martínez de Irala reclamaba el mismo cargo como lugarteniente de Ayolas.

Ayolas había entrado en contacto indios carcaraes, que le ofrecieron gran cantidad de metales preciosos, luego regresó
a Candelaria, y la encontró abandonada. Ya en 1538, fue atacado por los indios, que lo mataron junto a la mayoría de sus
hombres. Después Martínez de Irala regresó a Candelaria hasta que llegó a Buenos Aires el veedor Alonso de
Cabrera, con la misión de organizar el gobierno en aquellas tierras. Tras reunirse en Asunción con Martínez de Irala y
Ruiz de Galán, se acordó que el gobierno quedaría en manos del primero, como lugarteniente de Ayolas, que a su vez
había sido el lugarteniente de Pedro de Mendoza.
Tras la inesperada muerte de Gaspar de Espinosa, la mediación entre Pizarro y Almagro corrió a cargo de fray Francisco
de Bobadilla, que logró que Almagro liberara a Hernando y Gonzalo Pizarro. Inmediatamente, los pizarristas dejaron de
reconocer el arbitraje y en abril derrotaron a Almagro en la batalla de las Salinas. Almagro fue capturado y en julio fue
ejecutado en Cuzco por orden de Hernando, con el consentimiento extraoficial de su hermano Francisco. Almagro dejó
un hijo bastardo y tocayo de veinte años, conocido como Almagro el Mozo. Pizarro lo invitó a vivir en su palacio, pero
pronto fue expulsado por haberse convertido en el jefe de la oposición contra los pizarristas.

El 26 de mayo, una nueva sentencia de los magistrados de Ginebra confirmó el destierro de Farel y Calvino. El primero
regresó a Neuchâtel, mientras que Calvino marchó a Estrasburgo, invitado por Bucero. Ginebra, no obstante, continuó
siendo protestante, si bien trató de mantenerse en una moderación alejada del radicalismo calvinista.

Una epidemia desatada entre las tropas imperiales obligó al emperador Carlos V a firmar el 18 de julio la tregua de
Niza con el rey Francisco I de Francia. Durante las negociaciones, ambos monarcas procuraron no cruzarse en la ciudad,
pero, una vez firmado el acuerdo, se cruzaron corteses invitaciones. Francisco I subió confiadamente a la galera imperial
de Carlos V, ambos se abrazaron y se juraron amistad y paz eternas.

También llegaron a un acuerdo los reyes de Hungría, Fernando I y Juan Zápolya, que se reconocieron mutuamente y se
repartieron el país en dos esferas de influencia.

Francisco I aprovechó la tregua para decretar una nueva persecución de protestantes.

Los príncipes alemanes católicos se agruparon en la liga de Nuremberg, opuesta a la liga de Smalkalda

Ignacio de Loyola y sus seguidores habían tratado de organizar un viaje a Jerusalén, pero, al no haberlo conseguido,
marcharon a Roma para ponerse a disposición del Papa. Paulo III les encomendó diversas misiones: predicación,
ministerios sacerdotales, visitas para la reforma de conventos, etc.

Los venecianos, tras haber sufrido algunos ataques de los turcos, decidieron unirse en una liga con el Papa y el emperador.
Se formó así una gran flota, capitaneada por Andrea Doria, que se enfrentó a la flota turca frente a la costa de Épiro. Las
vacilaciones de Doria y la indisciplina de los venecianos permitieron a Jayr al-Din Barbarroja romper las líneas enemigas
y apoderarse de varios navíos. El resultado fue un completo fracaso para los cristianos.

El año anterior, Nicolás Federmann había partido de Venezuela en una nueva expedición que se se unió a la de Gonzalo
Jiménez de Quesada. El 7 de agosto fundaron la ciudad de Bogotá, y a finales de año todo el territorio Chibcha estaba
sometido a la dominación española, bajo el nombre de Nuevo Reino de Granada. Sus habitantes, unos veinte mil, fueron
repartidos entre los conquistadores según el procedimiento habitual de las encomiendas.

Antonio de Mendoza, el virrey de México, envió a España a Nuño Beltrán de Guzmán, el ex-gobernador de Nueva Galicia.
Allí pasó un tiempo en prisión, aunque la influencia de su familia logró que fuera liberado y regresó a América, donde
siguió disfrutando de sus encomiendas, aunque apartado de la política. La gobernación de Nueva Galicia fue confiada
a Francisco Vázquez de Coronado, un hombre de confianza de Mendoza.

Hernando de Soto llegó a Cuba con los hombres que había reclutado para la conquista de Florida. Repobló la Habana y
empezó con los preparativos de la expedición.

Tras la prematura muerte de su primera esposa, Magdalena de Francia, el rey Jacobo V de Escocia de casó con María de
Lorena, hija del duque Claudio de Guisa.

El duque de Florencia, Cosme I de Médicis, derrotó en Montemurlo una rebelión dirigida por los Strozzi que pretendía
restaurar la república. Cosme I sustentó su poder en un régimen de terror.

Ese año murió el conde de Nassau, Enrique III el Grande. Fue sucedido por su hijo Renato, el príncipe de Orange. Su
familia fue conocida desde entonces como la casa de Orange-Nassau.

También murió Elena Glinskaia, la madre y regente del príncipe Iván IV de Moscú, que acababa de cumplir ocho años.
Distintas familias de nobles (principalmente los Shuiski, los Bielski y los Glinski) se disputaron el poder y descuidaron
la educación del príncipe, que sufrió múltiples humillaciones.
Miguel Servet publicó una Apologetica disceptatio pro astrologia, por la que fue acusado de hereje ante el parlamento
francés, pero fue absuelto.

Juan Luis Vives publicó su tratado De anima et uita, en el que trata sobre el alma, pero no desde un punto de vista
teológico, sino psicológico, analizando la memoria, el lenguaje, la inteligencia, las pasiones, etc.

Gerardus Mercator publicó un mapamundi de gran precisión en el que, por primera vez, aparecen los nombres de América
del Norte y América del Sur para referirse a las dos partes del continente americano.

La competición que Tartaglia había ganado cinco años atrás sobre la resolución de ecuaciones de tercer grado había
llegado a oídos de Girolamo Cardano. Éste creía que el problema era insoluble, ya que así lo afirmaba Pacioli en su Suma
de Aritmética, por lo que en 1539 escribió a Tartaglia preguntándole por su método y ofreciéndole la posibilidad de
publicarlo en un libro que estaba acabando. Sin embargo, Tartaglia rechazó la oferta alegando que él mismo pensaba
publicar su fórmula en un libro que planeaba escribir más adelante. Entonces Cardano le pidió que igualmente le revelara
el método, prometiendo mantenerlo en secreto. Tartaglia se negó nuevamente. Cardano insistió en una nueva carta, en la
que mencionaba de paso que había hablado del talento de Tartaglia al gobernador de Milán, Alfonso Dávalos. La
respuesta de Tartaglia fue ahora mucho más amistosa, solicitándole que le presentara al gobernador. Cardano lo invitó a
su casa en Milán.

El virrey de México, Antonio de Mendoza, envió hacia el norte una expedición de exploradores dirigida por un
franciscano italiano llamado fray Marcos de Niza. En su viaje se encontró con los restos de una antigua cultura india que
llevaba unos dos siglos extinguida. Actualmente se conoce como la cultura de los cliff-dwellings (viviendas en
acantilados), porque se conservan viviendas excavadas en acantilados o bien edificadas con adobe en el interior de un
abrigo natural. Fray Marcos creyó que los constructores de tales restos debían habitar más al norte, los relacionó con
ciertas leyendas sobre unas ciudades perdidas y regresó a México con la conjetura de que existía otra cultura indígena
equiparable a la de los aztecas.
Bernal Díaz del Castillo se había arruinado y, tras pasar unos años pleiteando y solicitando encomiendas, decidió regresar
a España para presentar sus méritos en espera de una adecuada recompensa. Finalmente obtuvo una encomienda en
Guatemala.

El gobernador de Nicaragua, Rodrigo Contreras, organizó una expedición para comunicar el lago Nicaragua con el
Atlántico a través del río San Juan, a lo que se opuso fray Bartolomé de las Casas, para evitar nuevos atropellos de indios.

En marzo, Tartaglia dejó Venecia y se presentó en la casa de Cardano en Milán. El gobernador de Milán estaba ausente
de la ciudad, pero Cardano le dio alojamiento y no tardó en plantearle el problema de las ecuaciones de tercer grado. Tras
mucha persuasión, Tartaglia accedió a revelarle su método, pero hizo jurar a su anfitrión en estos términos:

Te juro por el Espíritu Santo de Dios y como un verdadero hombre de honor, no sólo no publicar nunca tus
descubrimientos si me los enseñas, sino que también te prometo, poniendo como garantía mi fe de verdadero cristiano,
anotarlos en forma codificada, de modo que, tras mi muerte, nadie pueda entenderlos.

Cardano juró sin dudar y Tartaglia abandonó pronto su casa, llevándose una carta de recomendación para el gobernador.

El emperador Carlos V estaba cambiando su concepción del Sacro Imperio Romano. Cuando consiguió el título imperial
pensó que con él podría cohesionar su vasta herencia, y apostó por la religión católica como aglutinante, pero la difusión
imparable del protestantismo lo estaba llevando a adoptar otra estrategia: los títulos honoríficos y las ideas religiosas no
servían, lo que contaba era la autoridad respaldada por las armas. Para tener un buen ejército hacía falta dinero, y el dinero
venía de América a través de España. El año anterior había expulsado de las cortes de Toledo a los brazos nobiliario y
eclesiástico, que se habían opuesto a la sisa, un nuevo impuesto sobre ciertos alimentos, como la carne o la harina. Las
cortes quedaron reducidas a la representación de dieciocho ciudades privilegiadas y las posibilidades económicas del
emperador mejoraron sensiblemente.

En abril nombró virrey de Cataluña a Francisco de Borja, el hijo de Juan de Borja, el duque de Gandía. Francisco tenía
entonces veintinueve años. Sin embargo, el 1 de mayo, antes de que hubiera tomado posesión de su cargo, murió la
emperatriz Isabel, y se le encargó conducir el cadáver de Toledo a Granada.
Carlos V sustrajo los Países Bajos y el Milanesado al Sacro Imperio Romano, para incorporarlos a la Corona Española.
De este modo, serían heredados por su hijo Felipe, que tenía entonces doce años, mientras que el Imperio, reducido a
Alemania, lo heredaría su hermano Fernando I.

Margarita, la hija natural de Carlos V, viuda de Alejandro de Médicis, se casó a sus diecisiete años con Octavio
Farnesio, de quince, nieto del Papa Paulo III.

Ese año murió también el duque de Sajonia, Jorge el Barbudo, que fue sucedido por su hijo Enrique el Piadoso.

En Italia murió san Antonio María Zaccarià, el fundador de la orden de los clérigos regulares de san Pablo, ahora
conocidos como los barnabitas, porque el año anterior se habían establecido en el claustro de San Bernabé de Milán

El año anterior, Melanchthon había usado su influencia para que el joven Rheticus pudiera emprender un viaje para
conocer a los principales astrónomos de la época. La última escala de su viaje fue Frauenburg, en Polonia, a donde llegó
para recibir clases de Nicolás Copérnico. Allí escribió:

Había oído hablar de la fama del maestro Nicolás Copérnico en las tierras del norte y, aunque la Universidad de
Wittenberg me había hecho profesor público en esas artes, pensé que no podía estar satisfecho hasta que no hubiera
aprendido algo más de este hombre. Y también digo que no me arrepiento ni de los gastos, ni del largo viaje, ni de las
dificultades que aún me esperan, ya que me parece haber recibido una gran recompensa por tales inconvenientes, pues
yo, un joven atrevido, he logrado convencer a este hombre venerable a compartir con el mundo entero sus ideas sobre
esta disciplina.

Hernando de Soto zarpó de Cuba con unos quinientos hombres y doscientos caballos a la conquista de Florida.
Desembarcó el 25 de mayo y, tras tomar tierra, se dirigió hacia el interior del continente, manteniendo continuas luchas
contra los indios.

Sebastián Garcilaso de la Vega, el pariente conquistador del poeta toledano, tuvo un hijo en Cuzco con una princesa inca.
Partidario de Pizarro en su disputa contra Almagro, fue recompensado con extensos territorios. El asesinato de Almagro
fue denunciado en España por sus partidarios, por lo que Hernando Pizarro embarcó hacia la metrópoli para rebatir las
acusaciones que se vertían sobre él. Francisco Pizarro nombró a su hermano Gonzalo gobernador de Quito, ya que
Sebastián de Belalcázar había conquistado las regiones situadas al norte de su jurisdicción y decidió renunciar a este
cargo, subordinado a la autoridad de Pizarro. Al marchar aún más al norte se encontró con Gonzalo Jiménez de Quesada
y Nicolás Federmann, con quienes se entró en Bogotá y en julio marcharon los tres a España para legalizar sus conquistas.

Pizarro envió también a Quito a un joven de veintiocho años que había llegado a Perú poco antes de la batalla de Salinas
y que se llamaba Francisco de Orellana. Repobló la ciudad de Santiago, que había sido fundada por Belalcázar y luego
arrasada por los indios.

El rey Enrique VIII de Inglaterra promulgó los llamados "seis artículos", elaborados por el arzobispo de Canterbury,
Thomas Cranmer, que fijaban la doctrina de la nueva Iglesia Anglicana. En ellos se condenaban los principales dogmas
protestantes y se decretaba la persecución de las herejías por procedimientos inquisitoriales.

Juan Calvino tradujo a un elegante francés su Institución de la religión cristiana, para "beneficio de sus compatriotas".

Joaquín II Héctor, el príncipe elector de Brandeburgo se declaró luterano, lo que le permitió enriquecerse confiscando los
bienes del clero.

Girolamo Cardano estaba estudiando el método que le había revelado Tartaglia, y el 4 de agosto le escribió una carta en
la que le preguntaba por algunos detalles. Esencialmente, Cardano estaba desconcertado porque el método requería en
ocasiones tratar con raíces cuadradas de números negativos, a las que no les veía sentido alguno, pese a lo cual a veces
éstas se cancelaban y proporcionaban soluciones correctas de las ecuaciones. Tartaglia, que se había arrepentido de
haberle revelado su método, trató de confundirlo y hacerle creer que no había entendido sus enseñanzas, y que todos sus
argumentos eran erróneos. Cuando se enteró de que Cardano acababa de publicar dos libros de matemáticas, se apresuró
a comprarlos y no se quedó tranquilo hasta que comprobó que su fórmula no aparecía en ellos. Más adelante respondió a
una amistosa carta de Cardano riéndose de las trivialidades que contenían sus libros.
El 14 de agosto, Francisco de Borja tomó posesión de su cargo de virrey de Cataluña. Su gobierno se centró en el
armamento de galeras, la defensa contra la piratería y la represión del bandolerismo, que era uno de los mayores problemas
de la Cataluña de la época.

En septiembre, Rheticus viajó a Danzig, donde obtuvo del alcalde financiación para publicar su Primer informe a Johann
Shöner sobre los libros sobre las revoluciones del instruido caballero y distinguido matemático, el reverendo doctor
Nicolás Copérnico de Torun, por cierto joven dedicado a las matemáticas. El aludido Johann Shöner era un editor de
Nuremberg que se estaba dedicando a publicar libros de matemáticas y astronomía. El "primer informe" de Rheticus
continúa siendo hoy en día una excelente introducción al trabajo de Copérnico.

En noviembre, Gonzalo Jiménez de Quesada, Nicolás Federmann y Sebastián de Belalcázar recibieron la respuesta a sus
peticiones sobre la gobernación del Nuevo Reino de Granada, que no le fue concedida a ninguno de los tres, sino al hijo
de Pedro Fernández de Lugo, el gobernador de Santa Marta, que había fallecido poco antes.

También había viajado a España Pedro de Alvarado, que fue ratificado como gobernador de Guatemala y además se le
concedió la gobernación de Honduras, con la cual volvió a América y destituyó a Francisco de Montejo. A cambio, le
cedió el territorio de Chiapas, que Montejo se dispuso a organizar, mientras su hijo seguía combatiendo en Yucatán.

En Sevilla murió a los cincuenta y un años Hernando Colón, el hijo bastardo del descubridor. Dejó escrita una Historia
del almirante don Cristóbal Colón, que no se publicaría hasta varias décadas más tarde, probablemente porque en ella
muestra una gran hostilidad hacia todos los españoles que participaron en el descubrimiento de América. Su empeño por
disimular el origen humilde de su padre ha sido una de las principales causas de que haya surgido un sinnúmero de teorías,
a cual más descabellada, sobre la familia Colón. Así, ha habido historiadores que han querido convertir a Cristóbal Colón
en veneciano, corso, griego, portugués, catalán, etc. No obstante, la documentación que lo acredita como genovés es muy
difícil de rebatir.

El rey Francisco I de Francia decretó el uso del francés en los juicios y en los documentos notariales. También estableció
que los eclesiásticos tenían que llevar un registro de los bautizos, bodas y entierros de los feligreses.
Tras la batalla de Las Salinas, Francisco Pizarro recompensó con una encomienda y una mina de plata a Pedro de
Valdivia, que ahora estaba organizando una expedición para conquistar el sur del Imperio Inca, en colaboración con
Pedro Sancho de la Hoz. Partió de Cuzco en enero de 1540, y más adelante se le unió su socio.

El consejo de Indias decidió que Hernando Pizarro fuera encarcelado por el asesinato de Almagro. Además se decidió
enviar a Perú como juez pesquisidor a Cristóbal Vaca de Castro, para poner orden.

Los informes de fray Marcos de Niza llevaron al virrey de México, Antonio de Mendoza, a organizar una nueva
expedición hacial el norte, pero esta vez no de exploración, sino de conquista. Hernán Cortés trató de que le fuera
asignada, pero Mendoza designó a Francisco Vázquez de Coronado, el gobernador de Nueva Galicia, que partió
en febrero acompañado del franciscano. La ausencia del gobernador fue aprovechada por los indios para iniciar una
sublevación en Tlaltenango. Cortés decidió volver a España para conspirar allí contra Mendoza.

Álvar Núñez Cabeza de Vaca había regresado también a España, donde el 18 de marzo firmó unas capitulaciones para
dirigirse al río Paraná en ayuda de los posibles supervivientes de la expedición de Juan de Ayolas. También recibió los
títulos de gobernador, capitán general y adelantado del Río de la Plata, válidos únicamente en caso de que Ayolas hubiera
muerto o desaparecido.

Otro tanto sucedió con Pascual de Andagoya, que también había regresado a España y obtenido el título de
adelantado del río San Juan, lo que le concedía el gobierno sobre un territorio entre Perú y el Nuevo Reino de
Granada. Entre estos territorios se había creado una zona un tanto anárquica. Por ejemplo, Jorge Robledo, que había
llegado a América con Alvarado y había participado en las expediciones de Sebastián de Belalcázar a Quito y a Popayán,
había fundado en esa zona el año anterior la ciudad de Santa Ana de los Caballeros, y ahora fundaba Cartago, ciudades
que, en principio, no estaban sometidas a ninguna instancia superior.

Antonio Sedeño, desde Trinidad, había empezado a remontar el Orinoco, pero murió en el intento. También murió Jorge
de Spira, el gobernador de Venezuela.
La ciudad de Panamá se había convertido en un floreciente puerto comercial, ya que a ella llegaban todos los barcos
procedentes de Perú y algunos de la costa occidental mexicana con destino a España. La carga era transportada en mulas
a través del istmo, y embarcada de nuevo en Nombre de Dios.

Bartolomé de las Casas abandonó Nicaragua y regresó a España, convencido de que era allí donde había que desarrollar
la lucha contra los abusos de los conquistadores.

En mayo, la expedición de Vázquez de Coronado llegó a donde se suponía que tenía que estar el rico imperio anunciado
por fray Marcos de Niza, pero lo único que encontraron fue un árido desierto habitado por indios que vivían pobremente.
Lo llamaron Arizona. Informado de que hacia el oeste había otras tierras habitadas, envió hacia allí a Pedro de
Tovar, que, efectivamente, encontró siete poblados algo mayores que los que habían encontrado antes, pero no menos
pobres. Poco después, en la misma dirección, García López de Cárdenas descubría el Gran Cañón, por el que fluía un
río al que los españoles llamaron Colorado, a causa del color de las rocas entre las que se abría paso. Hernando de
Alvarado avanzó hacia el sureste, siguiendo el que llamó Río Grande del Norte. Simultáneamente, Hernando de
Alarcón recorría con una flota el mar de Cortés y descubría la desembocadura del Colorado.

En junio Pedro Sancho de la Hoz fracasó en un intento de asesinar a Pedro de Valdivia, tras el cual fue excluido de la
expedición hacia el sur.

En octubre, la expedición de Hernando de Soto había salido de la península de Florida y se adentraba en el continente
americano. Pronto tuvo que sostener una batalla contra los indios en la que la mayor parte de sus hombres resultó
herida.

Mientras tanto, Francisco Vázquez de Coronado había dirigido a sus hombres siguiendo el Río Grande del Norte hasta
reunirse con Alvarado en un lugar donde decidieron acampar para pasar el invierno.

Cuatro años atrás, Girolamo Cardano había contratado como criado a un joven de catorce años llamado Ludovico
Ferrari. Poco después, al advertir que sabía leer y escribir, lo empleó como secretario, y no tardó en darse cuenta de que
tenía una gran inteligencia, por lo que empezó a enseñarle matemáticas para que pudiera ayudarlo con sus manuscritos.
Ahora, a sus dieciocho años, Ferrari acababa de encontrar un método similar al de Tartaglia para resolver las ecuaciones
de cuarto grado. Por desgracia, como el método de Ferrari se basaba en el de Tartaglia, no podía ser publicado, en virtud
del juramento de silencio pronunciado por Cardano. Ese mismo año, Cardano renunció a su cargo de profesor de
matemáticas en la fundación Piatti, y Ferrari no tuvo dificuldad en ocupar la vacante. Durante los dos años siguientes
Cardano abandonó los estudios y se ganó la vida jugando al ajedrez.

NICOLÁS COPÉRNICO
En 1540 murió el rey de Abisinia, Lebna Dengel. Durante su reinado, el país había quedado exhausto luchando por su supervivencia
frente a los musulmanes. El peligro aún no había sido conjurado, y su sucesor, Galaudeos, tuvo que solicitar la ayuda de los
portugueses.

En el Congo, el rey Alfonso I trató de prohibir la exportación de esclavos, pero era demasiado tarde. Las relaciones con los
portugueses eran cada vez más tensas, porque los congoleños ya no podían prescindir de las mercancías que aportaban los
comerciantes, pero, al mismo tiempo, se inquietaban cada vez más de la manera en que éstos se inmiscuían en los asuntos internos del
país. Por otra parte, los traficantes de esclavos —congoleños— no veían motivos para renunciar a un negocio tan lucrativo, y llegaban
incluso a raptar hombres libres, nobles incluso, para venderlos a los portugueses. Al parecer, hasta hubo algún miembro de la familia
real que acabó rumbo a América.

En Hungría murió el rey Juan Zápolya. Dejó un hijo recién nacido llamado Juan Segismundo, que el sultán turco Solimán I se
aseguró de mantener en el poder frente a las pretensiones del otro rey, Fernando I de Austria. El sultán entro en Buda, ocupó la llanura
del Danubio e hizo que el niño fuera coronado rey.

Los venecianos, asustados por el avance turco, abandonaron la liga que habían formado con el Papa y el emperador y firmaron una paz
separada con los turcos, gracias a la mediación de la diplomacia francesa. Sin los venecianos, los españoles se veían obligados a
abandonar el frente del Mediterráneo oriental y limitarse a una posición defensiva en el Mediterráneo occidental ante la piratería turca.
Los genoveses capturaron al pirata Dragut, pero fue rescatado por Barbarroja.
Los Países Bajos habían sufragado en gran parte la guerra con Francia que había terminado con la tregua de Niza, excepto Gante, que
había apelado a ciertas inmunidades para no contribuir. Cuando el emperador insistió en reclamar impuestos, la ciudad se sublevó y
pidió ayuda a Francisco I de Francia. Sin embargo, el rey francés apoyó a Carlos V y le dio toda clase de facilidades para atravesar
Francia camino de Gante. A su llegada, los ganteses se asustan e imploran clemencia, pero el emperador declara a su ciudad natal
"traidora al imperio" y manda ejecutar a veintiséis cabecillas de los insurrectos. Con su colaboración, Francisco I aspiraba a que Carlos
V acabara cediéndole el ducado de Milán, así que no le hizo ninguna gracia que, poco después, Carlos V nombrara duque de Milán a
su hijo Felipe.

El calvinismo empezaba a introducirse en los Países Bajos. Por su parte, el anabaptista Menno Simonsz publicó su Libro fundamental
de la doctrina redentora de Cristo.

El Papa Paulo III promulgó la bula Regimini militantis, en la que aprobaba los estatutos de la Compañía de Jesús, convertida así
oficialmente en orden religiosa. La orden no tiene hábito propio, y sus miembros están obligados por un voto específico de obediencia
al Papa. El rey Juan III de Portugal invitó a los jesuitas a instalarse en su país.

Tras la muerte de la reina Juana Seymour, el rey Enrique VIII de Inglaterra había enviado al pintor Hans Holbein de corte en corte para
retratar a las esposas potenciales del monarca. Durante varios meses estuvo enamorado del retrato de Ana de Clèves, la hija del
duque Juan de Clèves, uno de los jefes protestantes alemanes. El ministro Thomas Cromwell se había encargado el año anterior de
sellar una alianza con los protestantes que incluía el matrimonio de Enrique VIII y Ana de Clèves, pero, cuando el rey la vio al natural,
poco faltó para que hiciera ejecutar a Holbein acusado de alta traición. Pese a todo, Enrique VIII accedió en un principio a cumplir lo
convenido y casarse, pero Cromwell no pudo evitar que unos meses después el rey decidiera anular el matrimonio. Ana de Clèves
permaneció en Inglaterra, y al poco tiempo el rey se casó con Catalina Howard, de dieciocho años, cuyo tío, Thomas Howard, era
uno de los muchos nobles enemistados con Cronwell. Estos nobles aprovecharon el descontento del rey con su cuarto matrimonio para
hacer que Cronwell cayera en desgracia. Acusado de alta traición, fue condenado y ejecutado.

Después de tantos años de estar gobernada por regentes opuestos a la monarquía danesa, la monarquía sueca instaurada por el rey
Gustavo I no era muy sólida. Pese a ello, Gustavo I logró que el parlamento reconociera a sus hijos Juan y Erik como herederos al
trono.

Miguel Servet fue nombrado médico del arzobispado de Vienne, en el Delfinado, donde gozaba de gran prestigio.
Un orfebre florentino llamado Benvenutto Cellini, que hasta entonces había trabajado en Roma como grabador de monedas, marchó a
Francia, a trabajar para el rey Francisco I. Entre sus obras más famosas de este periodo destaca un salero en oro, plata y esmalte, así
como la Ninfa de Fontainebleau.

Ese año murió en Brujas el humanista Juan Luis Vives. Su último libro, De ueritate fidei christianae, fue publicado unos años después.
Se trata de una defensa del cristianismo frente al judaísmo y el islamismo.

También murió el duque de Mantua, Federico Gonzaga. Dejó un hijo menor de edad, por lo que el ducado quedó bajo la regencia de su
hermano, el cardenal Hércules Gonzaga.

Humayún, el sultán de Delhi, fue derrocado por un afgano llamado Sir Sah. Desde ese momento vagó por el norte de la India tratando
de recuperar su trono.

En enero de 1541 desembarcó en Panama el juez pesquisidor Cristóbal Vaca de Castro. Su destino era Perú, pero se entretuvo
reformando la audiencia panameña.

En febrero, Gonzalo Pizarro salió de Quito hacia el este al frente de unos doscientos veinte españoles y cuatro mil indios en busca
de "el país de la canela", uno de esos míticos reinos americanos que no estaban en ningún sitio. Poco después se le unió Francisco de
Orellana, aunque su propósito era más tangible. A relativamente poca distancia de la costa había numerosos ríos que fluían hacia el
este, y Orellana especulaba con encontrar una ruta fluvial que llevara al Atlántico. Tras una dura marcha a través de la selva, llegaron
al río Napo. Allí construyeron un bergantín con el que siguieron el curso del río.

El 12 de febrero, Pedro de Valdivia fundó la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura, a la que convirtió en capital de los
territorios que desde allí empezó a conquistar al sur del Perú. El nombre de Nueva Extremadura para la región convivió con el
nombre indígena de Chile, que al final se acabó imponiendo.

El 29 de marzo Álvar Núñez Cabeza de Vaca desembarcó en la isla de Santa Catalina, frente a la costa Brasileña, con tres naves y
cuatrocientos hombres. Allí se encontró con algunos españoles que habían huido de Buenos Aires, pues culpaban al gobernador
Domingo Martínez de Irala de la muerte de Juan de Ayolas a manos de los indios paraguayos, ya que aquél había abandonado la
ciudad de Candelaria, a donde Ayolas había regresado en vano. Cabeza de Vaca se enteró así también de que Martínez de Irala había
decidido abandonar Buenos Aires y concentrar toda la población en Asunción, lo que dejaba sin poder alguno a su rival, Francisco
Ruiz de Galán, y además así se consideraba más cerca de la mítica sierra de la Plata, que tenía intención de seguir buscando. A estas
noticias añadieron toda clase de denuncias sobre los abusos del gobernador contra españoles e indios. Cabeza de Vaca decidió dirigirse
a Asunción, pero antes envió varias expediciones para explorar el territorio y determinar la mejor ruta posible.

Hernando de Soto al frente de su maltrecha expedición que desde Florida se había adentrado en el continente norteamericano,
descubrió y cruzó el río Mississippi, y siguió avanzando.

Pedro de Alvarado murió mientras colaboraba en la represión de la rebelión de los indios de Nueva Galicia, en México. No obstante, la
rebelión no tardó en ser sofocada. La muerte de Alvarado le sirvió al virrey, Antonio de Mendoza, para reintegrar a la Corona
numerosas encomiendas.

Mientras tanto, el gobernador de Nueva Galicia, Francisco Vázquez de Coronado, seguía en el norte, buscando las riquezas anunciadas
por fray Marcos de Niza. En abril, nuevos informes lo llevaron a levantar el campamento de invierno y dirigirse en busca de un lugar
llamado Quivira. Recorrió las llanuras entre el Mississippi y las montañas Rocosas, hasta que encontró la tal Quivira, un pequeño
poblado indio sin interés alguno (es decir, sin oro ni plata ni nada similar).

En Nueva Granada, los encomenderos reprimieron sin piedad las últimas y esporádicas rebeliones de los chibchas, con lo que el
territorio quedó definitivamente sometido.

El navegante francés Jacques Cartier realizó un nuevo viaje a Canadá. Remontó el río San Lorenzo hasta convencerse de que,
efectivamente, era un río y no un paso que llevara hasta el océano Pacífico. Cuando regresó a Francia e informó de sus conclusiones, el
rey Francisco I perdió el poco interés que hasta entonces había mostrado por América.

Para asegurarse sus conquistas en Chile frente a Perú, Pedro de Valdivia realizó en Santiago la misma jugada que Cortés había
realizado en Veracruz: en junio dotó a la ciudad de autoridades municipales, las cuales lo reconocieron a su vez como gobernador y
capitán general de Nueva Extremadura. Mientras se dirigía a Cachapoal a rechazar un ataque indio, los indígenas
de Aconcagua destruyeron Santiago, aunque la ciudad no tardó en ser reconstruida.

En Perú corrió el rumor de que el juez Vaca de Castro apoyaría a Pizarro frente a los almagristas, así que éstos se reunieron en torno a
Almagro el Mozo y el 26 de junio Pizarro recibió unos visitantes en su palacio de Lima que lo mataron a estocadas. La tradición dice
que, moribundo, dibujó una cruz en el suelo con su sangre y la besó. Almagro el Mozo fue nombrado gobernador.
Cuando Vaca de Castro se dirigía a Perú desde Panamá, un temporal arrastró su barco a tierra y llegó a Cali, donde tuvo que mediar en
una disputa: Sebastián de Belalcázar había logrado el título de adelantado y gobernador de Popayán, pero, de vuelta en América se
encontró con que Pascual de Andagoya había sido reconocido como gobernador de Cali y Popayán. Andagoya fue apresado y enviado
a España. Allí se fijaron los límites de su gobernación, pero nunca volvió a América.

Vaca de Castro pasó a Popayán, y allí tuvo noticia del asesinato de Pizarro y de la elección de Almagro el Mozo como gobernador. Sus
instrucciones establecían que, en caso de que Pizarro muriera, él pasaría a ser el nuevo gobernador de Perú.

Ese año murió Margarita, la hermana del rey Enrique VIII de Inglaterra y madre del rey Jacobo V de Escocia. Enrique VIII se
proclamó rey de Irlanda, aunque el título era un tanto optimista, ya que el dominio inglés sobre la isla nunca había dejado de ser
precario y la situación había empeorado con el cisma anglicano, ya que Irlanda se mantenía firmemente católica. El Papa Paulo III
envió a la isla como nuncio apostólico al jesuita Alfonso Salmerón.

También murió el duque de Sajonia, Enrique el Piadoso, que fue sucedido por su hijo Mauricio.

En agosto, Rheticus presentó al duque Alberto de Prusia un ejemplar de su trabajo sobre un mapa de Prusia. Al día siguiente le
presentó un instrumento que había construido para determinar la longitud del día. Rheticus sabía que el duque había tratado en vano de
encontrar una forma de calcular la hora del amanecer, así que con su obsequio logró granjearse la buena disposición del duque para
pedirle un favor: que aprobara la publicación de la obra definitiva de Nicolás Copérnico: De reuolutionibus orbium coelestium. Tantas
precauciones no eran pocas, ya que, como el Copérnico indicaba en la introducción, dirigida al Papa:

Quizá haya murmuradores que, a pesar de no tener ningún conocimiento matemático, se consideren con derecho a abstenerse de
juzgar las cuestiones matemáticas y, distorsionando malamente algunos pasajes de la Escritura para sus propósitos, se atrevan a
encontrar defectos a mi trabajo y censurarlo. Yo hago caso omiso de ellos hasta el punto de despreciar sus críticas como carentes de
fundamento.

El más famoso de los pasajes de la Escritura aludidos por Copérnico está en el libro de Josué:

Entonces habló Josue al Señor en aquel día en que entregó al amorreo a merced de los hijos de Israel, y dijo en presencia de ellos:
Sol, no te muevas de encima de Gabaón; ni tú, Luna, de encima del valle de Ayalon. Y paráronse el Sol y la Luna hasta que el pueblo
del Señor se hubo vengado de sus enemigos. [...] Paróse, pues, el Sol enmedio del cielo, y detuvo su carrera sin ponerse por espacio de
un día. (Jos. X 12-13)

Frente a esto, como ya había avanzado en su trabajo preliminar, veintisiete años atrás, el tratado de Copérnico afirmaba que no es el
Sol el que se mueve por el cielo alrededor de la Tierra, sino que es la rotación de la Tierra la que produce el movimiento aparente del
Sol, así como que son la Tierra y los demás planetas los que giran alrededor del Sol, en lugar de girar todos alrededor de la Tierra. Hay
que advertir que el sistema de Copérnico era un poco más complicado, ya que consideraba únicamente órbitas circulares (en vez de
elípticas), por lo que para ajustar su modelo a sus minuciosas observaciones había tenido que introducir epiciclos al estilo del sistema
Ptolemaico, es decir, órbitas circulares cuyos centros describen a su vez órbitas circulares.

El libro de Copérnico contenía también novedosos cálculos sobre trigonometría. A principios de año Rheticus ya había hecho publicar
estas partes, junto con tablas de senos y cosenos calculadas por él mismo (aunque todavía no recibían estos nombres). Las tablas de
cosenos de Rheticus fueron las primeras publicadas en la historia y, con su trabajo, la trigonometría europea se ponía a la altura de la
trigonometría musulmana medieval.

Rheticus entregó el manuscrito a Johann Petreius, el mejor editor de Nuremberg, el cual a su vez encargó la supervisión del trabajo
a Andreas Osiander, un teólogo luterano con experiencia en la edición de textos matemáticos. Aunque, hoy en día, dar
por despreciable y carente de fundamento una objeción procedente de la Biblia puede considerarse una obviedad, no era así ni mucho
menos en aquella época, y tales palabras eran más valientes que prudentes. Por ello, Osiander eliminó la introducción de Copérnico y
la sustituyó por una carta al lector (que no firmó, de modo que durante mucho tiempo no se supo quién la había escrito), en la que
explicaba que la teoría expuesta en el libro no pretendía ser una descripción real del sistema planetario, sino un método más sencillo
que el ptolemaico para calcular las posiciones de los astros. Hay quien piensa que este cambio fue decisivo para que la obra se librara
de ser inmediatamente condenado tras su publicación.

Gerardus Mercator era ya un reputado diseñador de mapas. El primero que había elaborado, cuatro años atrás, era de Palestina (le
apasionabla la Biblia), luego había diseñado un mapa de Flandes y otro de Europa. Su último proyecto era la confección de un nuevo
globo terrestre, que actualizara el que había grabado a las órdenes de su maestro, Gemma Frisius. Los geógrafos tenían que enfrentarse
a menudo con datos contradictorios procedentes de observaciones inexactas aportadas por los exploradores. Mientras analizaba la
información para su globo terrestre, Mercator descubrió que, además de las inexactitudes, había una falacia teórica que distorsionaba la
información: muchos marineros creían que si navegaban siguiendo un rumbo fijo según la brújula entonces su trayectoria era recta (o,
más precisamente, una geodésica, una línea que une dos cualesquiera de sus puntos por el camino más corto sobre la superficie
terrestre). Mercator observó que las líneas de rumbo fijo no son geodésicas, sino unas curvas llamadas loxodrómicas, de modo que la
distancia recorrida puede usarse para calcular la distancia entre dos puntos de la trayectoria, pero ella misma no es dicha distancia. El
globo terrestre de Mercator es el primero que señala curvas loxodrómicas.

Ese año murió en Salzburgo a los cuarenta y ocho años el médico suizo Paracelso. Sus éxitos en la práctica médica, así como su
elocuencia, le habían proporcionado una gran fama, oscurecida por los celos de los médicos y farmacéuticos de su época, a los que
combatía. Fue uno de los primeros en defender el uso de específicos, es decir, de tratamientos adaptados a cada enfermedad,
oponiéndose así a quienes buscaban la panacea universal, un remedio que sirviera para todas las enfermedades. Desterró los fármacos
complicados e introdujo preparados a base de antimonio, mercurio, hierro, sales, etc. Defendía que algunos venenos tomados en
pequeñas dosis podían ser curativos. Era contrario a las intervenciones quirúrgicas y despreciaba el estudio de la anatomía humana.

En septiembre, Vaca de Castro llegó a Perú y logró ser reconocido como gobernador tanto en Lima como en Quito. Empezó entonces a
reunir un ejército para enfrentarse a Almagro.

En Ginebra triunfó de nuevo el protestantismo radical, y Guillaume Farel fue invitado a regresar. Éste a su vez convenció a Calvino
para que lo acompañara. El 13 de septiembre entró en la ciudad entre aclamaciones. Calvino tuvo así ocasión de dar continuidad a la
dictadura teocrática que había instaurado tres años atrás, sólo que ahora tomó las medidas oportunas para que no volviera a repetirse lo
de su expulsión.

Pedro de Heredia había sido absuelto en España de las acusaciones vertidas contra él y había ocupado de nuevo su cargo de
gobernador de Cartagena de Indias. Sus exploraciones hacia el sur lo enfrentaron con Belalcázar y con Jorge Robledo. Éste fue
detenido y enviado a España, cosa que aprovechó Belalcázar para apoderarse de Santa Fe de Antioquía, ciudad que Robledo había
fundado en noviembre.

El 20 de noviembre el Consejo General de la ciudad de Ginebra aprobó las Ordenanzas eclesiásticas de Calvino, por las que se
organizaba una Iglesia constituida por pastores elegidos por el pueblo, encargados de predicar la palabra de Dios. Una vez por semana
se reunían en congregaciones, y una vez al mes en sínodo. Los pastores eran secundados por los doctores, encargados de la enseñanza
doctrinal, así como por el consistorio, formado por seis ministros y doce laicos, y por los diáconos. Otras funciones de la Iglesia eran
administrar el bautismo, celebrar la cena, visitar a los enfermos y enseñar el catecismo. Farel no tardó en retirarse a Neuchâtel.
Calvino confió la dirección del colegio de Ginebra al humanista Sébastien Castellion, que pronto se convirtió en uno de los centros
universitarios más famosos de Europa, gracias a sus métodos fundados en las humanidades grecolatinas y la exégesis bíblica.

En Francia, la Institución de la religión cristiana fue prohibida y quemada, lo que le garantizó un éxito rotundo, y en los años
siguientes se sucedieron una edición tras otra, tanto en francés como en latín.

El poeta Clement Marot que, tras haber pasado un tiempo en Venecia, había regresado a Francia, tradujo al francés Treinta salmos de
la Biblia, tras lo cual tuvo que huir del país y refugiarse en Ginebra.

En Marruecos, Muhammad al-Sayj, al frente de los sadíes, que dominaban el sur, ocupó Santa Cruz de Aguer y obligó a los
portugueses a evacuar casi todas sus posiciones en África. Sólo conservaron Tánger, Ceuta y Mazagán. Los turcos de Argel resultaban
más peligrosos que los cristianos, por lo que al-Sayj se alió con el emperador Carlos V cuando éste decidió ponerse al frente de una
expedición contra Argel.

Los españoles desembarcaron en medio de una tormenta que convirtió el terreno en un lodazal. Trataron de asediar la ciudad, pero las
naves se soltaron y casi todas naufragaron. Sólo la pericia de Andrea Doria logró salvar unas pocas. En la expedición participaba
Hernán Cortés, que se mostró partidario de atacar de todos modos, pero Carlos V consideró más prudente la retirada. Para acomodar a
todos los hombres en los pocos barcos que quedaban, hubo que tirar los caballos al agua. Una nueva tormenta dispersó las naves, y
cada cual alcanzó puerto como pudo. La de Carlos V se refugió en Bujía durante treinta y ocho días. Hasta que en diciembre, cuando
mejoró el tiempo, pudo llegar a Cartagena.

Dentro de lo poco lucida que fue la campaña de Argel, en ella destacó Lamoral, el joven conde de Egmont, que a tenía a la sazón
diecinueve años y se convirtió en uno de los hombres de confianza del emperador.

Un teólogo llamado Pedro de Soto fue nombrado confesor de Carlos V, y poco después ocupó el cargo de vicario general en
Alemania.

Miguel Ángel, a sus sesenta y seis años, terminó el Juicio final de la capilla Sixtina, que en la que había estado trabajando durante los
últimos cinco años. Es un fresco de unos 14 x 12 metros, con un Cristo Juez en el centro, con la Virgen a su derecha, rodeado de
santos, apóstoles y patriarcas. San Bartolomé sujeta con su mano su piel desollada, con las facciones deformadas del propio Miguel
Ángel. En la parte inferior, a la izquierda (la derecha de Cristo) se ven muertos que se reencarnan y ascienden al cielo, mientras que a
la derecha los condenados caen al infierno.

En Chile, Pedro de Valdivia se estaba encontrando con una gran resistencia indígena, por lo que en enero de 1542 envió a Perú
a Alonso de Monroy en busca de refuerzos.

La expedición dirigida por Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana llegó, navegando por el Napo, había llegado hasta la confluencia
con el Aguarico y luego el Curacay. Allí la situación se volvió insostenible por la falta de víveres. En febrero decidieron acampar
mientras Orellana continuaba con el bergantín por el río acompañado de algunos hombres en busca de alimento. Sin embargo, pasó un
tiempo y Orellana no regresaba, así que Gonzalo Pizarro decidió volver sobre sus pasos hasta Quito. Allí se enteró de que su hermano
Francisco había sido asesinado, y de que el nuevo gobernador, Cristóbal Vaca de Castro, lo había destituido de su cargo de gobernador
de Quito.

El 2 de marzo, Alvar Núñez Cabeza de Vaca llegó finalmente a Asunción. Durante su viaje descubrió las famosas cataratas
del Iguazú, un afluente del Paraná, la más alta de las cuales tiene un salto de unos setenta metros. Reconocida su autoridad como
nuevo gobernador, se deshizo de Martínez de Irala poniéndolo al frente de una expedición por el río Paraguay.

Los portugueses sufrieron una estrepitosa derrota frente a los musulmanes en Abisinia. Su jefe, Cristõvao da Gama, fue hecho
prisionero y ejecutado poco después.

Una embajada francesa a Venecia, que, al parecer, tenía encargado establecer contactos con el pirata Barbarroja, fue asaltada en Milán
por unos encapuchados y sus miembros fueron asesinados. El rey Francisco I acusó al marqués de Vasto, gobernador de Milán e,
indirectamente, al emperador Carlos V. Poco después se reabrió la guerra. Los franceses ocuparon Luxemburgo y casi todo Brabante,
mientras que el Delfín Enrique fracasó ante Perpiñán. El virrey de Cataluña, Francisco de Borja, se encargó del refuerzo y la defensa
de la frontera pirenaica.

En mayo Rheticus abandonó la universidad de Wittenbeg, ya que había recibido una oferta como profesor de matemáticas avanzadas
en la universidad de Leipzig que le suponía un aumento de sueldo del 40%. Pasó unos meses en Nuremberg supervisando la impresión
del libro de Copérnico, pero marchó a Leipzig a iniciar su docencia antes de que la edición estuviera acabada.
El obispo Mikael Agricola, que había introducido la Reforma en Finlandia, publicó su Abecedario, que es la primera obra impresa en
finés.

Francisco de Orellana no había sufrido ningún percance, sino que simplemente había decidido continuar la exploración por su cuenta,
abandonando a su suerte a Pizarro y al resto de la expedición. Siguiendo el Napo, llegó hasta un río mayor al que llamó Marañón. Más
adelante el río recibía nuevos afluentes y aumentaba considerablemente su caudal. Un combate librado contra un grupo de mujeres
llevó a Orellana a bautizar en gran río por el que estaba navegando como el río de las Amazonas. El 26 de agosto llegó a su
desembocadura, que ya había sido descubierta en su día por Américo Vespucio y luego explorada por Vicente Yáñez Pinzón (que
llamó al río Santa María de la Mar Dulce). En los años siguientes fue conocido también como río de Orellana, si bien al final perduró
el nombre de Amazonas. Desde la desembocadura del Amazonas, Orellana marchó a Venezuela, y desde allí a España.

El 16 de septiembre, el gobernador de Perú, Cristóbal Vaca de Castro, con el apoyo de los pizarristas, derrotó en Chupas a Almagro el
Mozo, que se había aliado con el inca Manco Cápac II. Almagro tuvo que esconderse.

Francisco Vázquez de Coronado regresó a México dando fin a una expedición que, aunque geográficamente había sido muy
fructífera, económicamente había resultado un fracaso. Fue recibido fríamente por el virrey Antonio de Mendoza. Durante la
ausencia de Vázquez Coronado, la gobernación de Nueva Galicia había quedado en manos de Nuño Guzmán, y ahora Mendoza lo
ratificó como gobernador. Guzmán eligió como capital la ciudad de Guadalajara. Fray Marcos de Niza, cuyas especulaciones habían
motivado la empresa de Vázquez Coronado, escribió una relación del viaje.

Ese mismo año, Mendoza había enviado otra expedición por mar con el mismo objetivo que la de Vázquez Coronado. Estaba bajo el
mando de Juan Rodríguez Cabrillo, que el 28 de septiembre rebasó la península de California. La península en sí fue llamada Baja
California, mientras que el territorio continental situado al norte es la Alta California. Poco después murió Rodríguez Cabrillo, y fue
sustituido en el mando por Bartolomé Ferrer.

Desde México había partido también una expedición dirigida por Ruy López de Villalobos, que, al frente de seis embarcaciones y de
370 hombres, se adentró en el Pacífico y llegó a las islas que Magallanes había llamado de San Lázaro, aunqué él empezó a cambiarles
los nombres. A la de Mindanao la llamó Cesarea Caroli, en honor del emperador Carlos V, y a otra de ellas la llamó Filipina, en
honor de su hijo, el príncipe Felipe. Con el tiempo, este último nombre perduró y se extendió a todas las islas del archipiélago, que
pasaron a ser conocidas como islas Filipinas.
Fray Bartolomé de Las Casas logró ser escuchado ante el Consejo de Indias, y al parecer, sus denuncias sobre la situación de los indios
americanos impresionaron al emperador. El 20 de noviembre se promulgaron las conocidas como Leyes nuevas, que prohibían la
concesión de nuevas encomiendas. Además, al morir un encomendero, sus encomendados debían pasar automáticamente a la Corona.
Además prohibían la esclavitud y establecían que nadie podría ser obligado a trabajar en contra de su voluntad. Los indios estaban
obligados únicamente a pagar impuestos moderados, lo que indirectamente los obligaba a trabajar para tener con qué pagar sus
impuestos.

Por estas fechas, Las Casas terminó su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en la que acusaba a los españoles de toda
clase de crímenes, abusos y atropellos contra los indios. Por ejemplo, el pasaje siguiente se refiere a los primeros años de ocupación de
La Española:

Después de acabadas las guerras y muertes en ellas, todos los hombres, quedando comúnmente los mancebos y mujeres y niños,
repartiéronlos entre sí, dando a uno treinta, a otro cuarenta, a otro ciento y docientos (según la gracia que cada uno alcanzaba con el
tirano mayor, que decían gobernador). Y así repartidos, a cada cristiano dábanselos con esta color: que los enseñase en las cosas de
la fe católica, siendo comúnmente todos ellos idiotas y hombres crueles, avarísimos y viciosos, haciéndoles curas de ánimas. Y la cura
o cuidado que dellos tuvieron fue enviar los hombres a las minas a sacar oro, que es trabajo intolerable, y las mujeres ponían en las
estancias, que son granjas, a cavar las labranzas y cultivar la tierra, trabajo para hombres muy fuertes y recios. No daban a los unos
ni a las otras de comer sino yerbas y cosas que no tenían sustancia; secábaseles la leche de las tetas a las mujeres paridas, y así
murieron en breve todas las criaturas. Y por estar los maridos apartados, que nunca veían a las mujeres, cesó entre ellos la
generación; murieron ellos en las minas, de trabajos y hambre, y ellas en las estancias o granjas, de lo mismo, y así se acabaron tanta
y tales multitudes de gentes de aquella isla; y así se pudiera haber acabado todas las del mundo. Decir las cargas que les echaban de
tres y cuatro arrobas, y los llevaban ciento y doscientas leguas (y los mismos cristianos se hacían llevar en hamacas, que son como
redes, acuestas de los indios), porque siempre usaron dellos como de bestias para cargar. Tenían mataduras en los hombros y
espaldas, de las cargas, como muy matadas bestias; decir asimismo los azotes, palos, bofetadas, puñadas, maldiciones y otros mil
géneros de tormentos que en los trabajos les daban, en verdad que en mucho tiempo ni papel no se pudiese decir y que fuese para
espantar los hombres.

La obra fue tachada de escandalosa y exagerada, y se prohibió su publicación. He aquí uno de sus fragmentos mejor documentados, en
este caso sobre la conquista del Perú.
El Papa Paulo III, para evitar que la Reforma penetrara en Italia, restableció el Tribunal de la Santa Inquisición, bajo la presidencia del
cardenal Gian Pietro Carafa.

Los comerciantes portugueses se establecieron por primera vez en Japón, en la isla de Tanegashima, donde vendieron algunos
arcabuces a algunos jefes guerreros. El país seguía fragmentado, repartido entre numerosos señores feudales que combatían entre sí.
Por otra parte, el rey Juan III el Piadoso envió a sus colonias de la India una misión encabezada por el jesuita Francisco Javier, quien,
desde Goa, empezó a establecer comunidades cristianas en los asentamientos portugueses.

Ese año murieron:

 Catalina Howard, la quinta esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra, enviada al patíbulo no está muy claro por qué.
 El rey Jacobo V de Escocia. Había declarado la guerra a Inglaterra como consecuencia de una serie de incursiones inglesas en
su territorio. El 25 de noviembre fue derrotado por Enrique VIII en Solway Moss. Tenía tan sólo veintinueve años y dejó una
hija de siete días, María Estuardo, que le sucedió en el trono. Su viuda, María de Lorena, ejerció la regencia y continuó la
guerra contra Inglaterra con el apoyo de Francia.
 Hernando de Soto. Murió mientras trataba de cruzar el Mississippi con su expedición, ya de regreso.
 Almagro el Mozo. Fue apresado por los pizarristas en Yucay, trasladado a Cuzco y ejecutado por orden del gobernador, Vaca
de Castro.
 El poeta inglés sir Thomas Wyat.
 El poeta español Juan Boscán. Estaba ultimando la publicación de sus obras, juntamente con las de Garcilaso de la Vega.
Salieron de la imprenta póstumanente, ya en 1543, con el título de Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso, repartidas en
cuatro libros.

El rey Galaudeos de Abisinia logró derrotar definitivamente a los musulmanes en la batalla de Daga, con la que aseguró la
independencia del reino.

El 25 de mayo murió Nicolás Copérnico a los setenta años de edad, dicen que poco después de haber recibido un ejemplar de su libro:
unas doscientas páginas en latín que contenían el mayor avance científico de los últimos mil años. Hay quien pretende cuestionar que
fuera un auténtico científico, aduciendo que afirmó cosas sin tener pruebas, como la rotación de la Tierra, o que introdujo hipótesis
arbitrarias, como la circularidad de las órbitas de los cuerpos celestes; pero en ello no podemos ver sino torpes intentos de justificar o,
al menos, presentar atenuantes para las persecuciones de que fueron objeto por motivos religiosos quienes defendieron su teoría
heliocéntrica en el siglo siguiente. Copérnico observó discrepancias entre sus observaciones y las predicciones del modelo geocéntrico
ptolemaico y, rompiendo esquemas preconcebidos, desarrolló una nueva teoría, comprobó que se ajustaba a las observaciones mejor
que la teoría establecida y la publicó para que otros pudieran valorarla racionalmente por sí mismos. Eso, ni más ni menos, es lo que
significa ser un científico.

EL CONCILIO DE TRENTO
Domingo Martínez de Irala seguía buscando la mítica sierra de la Plata. Cruzó la gran llanura del Chaco y el 6 de enero
de 1543, encontró un promisorio puerto de montaña en el que fundó la que, por la fecha, llamó Ciudad de los Reyes. El 2
de febrero estaba de regreso en Asunción, donde informó al gobernador, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que proyectó una
nueva expedición para ir más allá. No obstante, la zona estaba poblada por los indios guaicurú, a los que las demás tribus
consideraban invencibles. Los españoles tuvieron que empezar a entablar alianzas con sus enemigos. Para ello, el
gobernador envió una expedición bajo el mando de Francisco de Ribera. Una segunda expedición, dirigida
por Hernando de Ribera, volvió con leyendas sobre El Dorado y sobre un pueblo de mujeres guerreras, o Amazonas.

Las Leyes nuevas habían conmocionado las colonias españolas en América. El virrey de México, Antonio de Mendoza,
escribió al emperador Carlos V pidiéndole que permitiera las herencias de encomiendas, aunque el obispo de la ciudad,
Juan Zumárraga, puso su empeño en garantizar su cumplimiento. Zumárraga trataba de evitar la dispersión de los indios,
e impulsaba su educación fundando escuelas y tratando de que pudieran ganarse la vida cultivando la tierra. A él se le
debe la introducción de la imprenta en México.

Las consecuencias más traumáticas de las Leyes nuevas se dieron en Perú, donde los encomenderos se declararon en
rebeldía abierta bajo la dirección de Gonzalo Pizarro. El gobernador, Cristóbal Vaca de Castro, no podía hacerse con la
situación, así que el emperador decidió nombrar un virrey, cargo que recayó en Blasco Núñez Vela.
El 14 de abril regresó a México la expedición de Bartolomé Ferrer, que había bordeado la costa occidental de
Norteamérica hasta un punto más al norte de California, territorio que se llamó entonces Columbia.

El emperador Carlos V casó a su hijo Felipe con María, la hija del rey Juan III de Portugal. Tras recaudar fondos en
España y pedir préstamos a Portugal, Carlos V dejó a Felipe como regente de España (a sus dieciséis años) y se lanzó a
invadir Francia. El Delfín Enrique lo obligó a levantar el sitio de Landrecies, mientras el sultán Solimán I amenazaba
Viena y el pirata Barbarroja atacaba las costas italianas. El marqués del Vasto logró ahuyentar a los piratas, pero
Barbarroja se unió en Marsella a la flota francesa.

Ese año murió el duque de Gandía, Juan de Borja, y fue sucedido por su hijo Francisco, que renunció entonces a su cargo
de virrey de Cataluña.

También murió el margrave Jorge de Ansbach, y fue sucedido por su hijo Jorge Federico, de cuatro años.

En el Congo murió el rey Alfonso I, y fue sucedido por García I.

Una joven de veintinueve años llamada Catalina Parr ascendió a la posición más arriesgada de Europa: la de reina de
Inglaterra, al convertirse en la sexta esposa del ya cincuentón Enrique VIII.

El rey Fernando I de Bohemia y Hungría casó a su hija Isabel con Segismundo, el hijo del rey Segismundo I de Polonia.
Tenían dieciséis y veintitrés años, respectivamente.

En Chile, Pedro de Valdivia recibió finalmente los refuerzos que había solicitado para proseguir la conquista.

El Papa Paulo III creó la Congregación del Índice, encargada de confeccionar una lista con los escritos contrarios a la
doctrina católica. La condena de libros se estaba poniendo de moda, y no sólo por motivos religiosos. Ese mismo año, el
Consejo Real de Francia prohibió dos libros de un humanista, matemático y filósofo llamado Pierre de la Ramée, más
conocido como Petrus Ramus. Se titulaban Dialecticae partitiones y Aristotelicae animaduersiones, y su delito era
contradecir a Aristóteles.
Girolamo Cardano y Ludovico Ferrari viajaron a Bolonia, donde tuvieron ocasión de hablar con Hannibal della
Nave, yerno de Scipione del Ferro, que les enseñó un pequeño libro manuscrito de su suegro en el que explicaba
elegantemente el método de resolución de las ecuaciones de tercer grado. Por consiguiente, Tartaglia no era realmente el
descubridor del método, y Cardano consideró que esto invalidaba el juramento de silencio que le había hecho. Cardano
abandonó entonces su vida de jugador, ocupó una plaza de profesor de medicina en la universidad de Pavía (aunque,
cuando la guerra obligaba a cerrarla, trasladaba sus clases a la de Milán) y empezó a escribir un libro sobre álgebra.
Mientras tanto, Niccolò Tartaglia publicaba la primera traducción al italiano de los Elementos, de Euclides.

Un flamenco llamado Andries Van Wessel, más conocido como Andrés Vesalio, obtuvo una cátedra de anatomía en
Bolonia. Cuatro años antes se había hecho famoso por su Epistola docens uenam auxillarem dextri cubiti in dolorem
laterali secandam, y ahora publicaba una obra completa sobre anatomía, titulada De corporis humani fabrica libri
septem. En ella combatía algunas opiniones de Galeno y otros autores antiguos. En 1544 fue nombrado médico del
emperador Carlos V.

En febrero Gerardus Mercator fue arrestado y encarcelado junto con varias personas más, todos acusados de herejía.
Parece ser que las sospechas sobre él se basaban en que había estado recabando mucha información para confeccionar
sus mapas, y ello había alarmado a las autoridades, por si se trataba de un espía francés.

En abril, un indio peruano llamado Huallpa, encontró una veta de plata en una colina que los incas consideraban sagrada.
Se lo comunicó a su amo, pero éste no le creyó, así que se dedicó a extraer la plata por su cuenta, con la ayuda de un
amigo.

El ejército francés derrotó en Cerisoles a las tropas imperiales dirigidas por el marqués del Vasto, aunque el rey Francisco
I no pudo aprovechar la victoria, ya que tuvo que retirar buena parte de sus tropas para hacer frente a una incursión de
Carlos V en Champaña y a una invasión inglesa en Picardía. Enrique VIII atacaba Francia para evitar que ésta interfiriera
en la guerra que estaba librando contra Escocia.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca había salido de Asunción al frente de una expedición en busca de la Sierra de la Plata, pero
el 25 de abril regresó sin haber realizado ningún progreso. En su ausencia, los colonos habían tenido la ocasión de hacer
planes. Estalló una rebelión y el gobernador fue encarcelado, acusado de "gobierno personalista" y de proteger a los
indios. El gobierno quedó en manos, naturalmente, de Domingo Martínez de Irala.

El 15 de mayo llegó a Lima el virrey de Perú, Blasco Núñez Vela, donde fue recibido por el gobernador Cristóbal Vaca
de Castro. El virrey venía con el firme propósito de implantar las Leyes nuevas y el gobernador trató de explicarle que no
iba a ser fácil, pues había logrado vencer a los almagristas con el apoyo de los pizarristas y éstos no querían saber nada
de leyes nuevas. Núñez Vela interpretó como desacato la prudencia de Vaca de Castro y lo hizo arrestar. Luego recibió a
Gonzalo Pizarro como representante de los encomenderos, el cual le exigió los cargos de capitán general y justicia mayor
de cuzco. El virrey se los concedió y Pizarro se dedicó entonces a reunir un ejército de descontentos.

Finalmente, un encomendero llamado Francisco de Carvajal, al que, tras la batalla de Chupas, Vaca de Castro había
nombrado general, logró que Núñez Vela fuera depuesto, desterrado y, en su lugar, Gonzalo Pizarro fuera nombrado
gobernador del Perú. Vaca de Castro aprovechó estos incidentes para fugarse y escapar a España a través de Panamá. Allí
fue acusado de enriquecerse irregularmente y pasó tres años en prisión.

En España, las acusaciones de Hernán Cortes contra el virrey de México, Antonio de Mendoza, hicieron que la Corona
enviara al visitador Tello de Sandoval, pero Mendoza salió bien librado.

Miguel Díaz de Armendáriz fue enviado como visitador al Nuevo Reino de Granada, para asegurar el cumplimiento de
las Leyes nuevas. No tardó en enviar a España al gobernador de Cartagena, Pedro de Heredia. Sebastián de Belalcázar
había acabado haciéndose con el gobierno de la región, gobierno que ahora le disputaba Jorge Robledo, que, absuelto de
las acusaciones de que había sido objeto, había regresado con el título de mariscal y reclamaba las ciudades que él mismo
había fundado y que Belalcázar le había arrebatado. Por último, Belalcázar recibió también a Blasco Núñez Vela, que
reclamaba ayuda para imponerse en el Perú.
Rodrigo Contreras, el gobernador de Nicaragua, fue acusado por los colonos ante la Santa Inquisición de enriquecerse
ilícitamente y de maltratar a los indios. Fue absuelto, pero se le quitó el gobierno y se le confiscó una parte de sus bienes.

Por su parte, Francisco de Orellana convenció a las autoridades de que no había abandonado a Gonzalo Pizarro, sino que
le había sido imposible volver en su auxilio, y consiguió ser nombrado gobernador de las tierras que había descubierto,
que recibieron el nombre de Nueva Andalucía.

Pedro de Valdivia fundó al norte de Chile la ciudad de La Serena, y el puerto de Valparaíso cerca de Santiago. Mientras,
sus capitanes Francisco de Villagrán y Francisco Aguirre exploraban un tramo de costa más al sur de Santiago, y el
genovés Juan Bautista Pastene llegaba casi al extremo sur del continente.

El año anterior, fray Bartolomé de Las Casas había rechazado el obispado de Cuzco, en Perú, pero ahora aceptaba el
de Chiapas, en México. Fue consagrado en Sevilla y se dispuso a zarpar de nuevo hacia América, para ensayar de nuevo
sus teorías de evangelización pacífica.

Ruy López de Villalobos había tratado en vano de establecerse en las Filipinas. A pesar de que tenía órdenes explícitas
de no acercarse a las Molucas, se dirigió a ellas y ayudó a los reyezuelos indígenas contra los portugueses.

Sebastiano Caboto publicó un mapamundi.

En septiembre, el emperador Carlos V y el rey Francisco I de Francia hicieron las paces por cuarta vez. El tratado
de Crépy establecía el mismo reparto territorial del tratado de Niza y acordaba el matrimonio del duque Carlos de Orleans
(el segundo hijo de Francisco I) y María, la hija de dieciséis años del emperador, que aportaría como dote el Franco
Condado. En una cláusula secreta, Francisco I se comprometía a ayudar a Carlos V a resolver el problema religioso en
Alemania y a emprender una guerra contra los turcos. Por otra parte, Francisco I continuó la guerra contra los ingleses,
que habían ocupado Boulogne. El pirata Barbarroja vio zanjada su alianza con Francia y marchó a Estambul.

Gerardus Mercator fue liberado de la cárcel después de siete meses de arrresto. Tras registrar su casa, confiscar sus
posesiones y las torturas oportunas, no se había encontrado en él ningún signo de culpabilidad. Otros de los detenidos con
él no corrieron la misma suerte. Fueron hallados culpables de no creer el en purgatorio, o en la presencia real de Cristo
durante la eucaristía, y fueron quemados en la hoguera, o enterrados vivos. También influyó en su liberación el apoyo de
la universidad de Lovaina. No obstante, tuvo que pagar todos los gastos derivados de su encarcelamiento.

Ese año murieron:

 El poeta francés Clément Marot, exiliado en Turín.


 El duque Antonio de Lorena, que fue sucedido por su hijo Francisco I.
 El príncipe Renato de Orange. No dejó descendencia, así que sus títulos fueron heredados por su
primo Guillermo, de once años, hijo del conde Guillermo de Nassau.

El rey Gustavo I de Suecia logró que el parlamento reconociera el carácter hereditario de la monarquía. Luego selló un
acuerdo político y comercial con Francia que le protegió de las ambiciones danesas.

El rey Cristián III de Dinamarca nombró duque de Holstein-Gottorp a su hermano Adolfo. El ducado de Holstein no
pertenecía en realidad a Dinamarca, sino que era una parte del Sacro Imperio Romano que los reyes de Dinamarca poseían
a título personal desde que Cristián I lo heredara de su madre.

Hacia finales de año, estaba claro que la veta de plata que había encontrado el indio Huallpa era "algo grande" o, en
quechua, potochi. Por ello, tanto la mina, como la colina, como la aldea que empezó a formarse por la afluencia de
buscadores de plata, fueron conocidas con el nombre de Potosí, nombre que iba a representar por antonomasia las riquezas
del Nuevo Mundo.

En 1545 hubo mucho tránsito destacado entre España y América:

 En febrero, Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue trasladado a España desde Asunción. Fue juzgado y desterrado a
Orán.
 Pedro de La Gasca fue enviado a Perú en calidad de presidente de la audiencia de Lima, para poner fin a la rebelión
de los encomenderos peruanos contra el virrey Núñez Vela.
 Bartolomé de Las Casas llegó a su obispado en Chiapas, donde no fue nada bien recibido por los encomenderos,
que lo hacían responsable de las Leyes nuevas. Su popularidad descendió aún más en cuanto se puso a denunciar
el incumplimiento sistemático de dichas leyes.
 Pedro de Valdivia envió legados a España solicitando privilegios para él y los demás conquistadores que estaban
apoderándose de Chile.
 Francisco de Orellana zarpó de España con la intención de remontar el Amazonas, es decir, de realizar en sentido
inverso el recorrido que había hecho tres años atrás. El viaje fue malo, y llegó a la desembocadura del Amazonas
con muchas bajas en su tripulación.
 Pedro de Heredia fue absuelto de sus cargos en España y regresó a su puesto de gobernador en Cartagena de Indias.

El virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, fundó la universidad de México, la primera universidad americana.

En la India, Francisco Javier pasó de Cochin a Ceilán.

En Vietnam, uno de los partidarios de la derrocada dinastía Le, logró con ayuda portuguesa convertir sus dominios en un
reino independiente de la dinastía Mac, con capital en Hue. El nuevo reino recibió el nombre de la dinastía
fundadora: Nguyen.

El rey Fernando I de Bohemia y Hungría tuvo que firmar una tregua con el sultán otomano Solimán I por la que se
comprometía a pagar un tributo y reconocía a su rival Juan Segismundo como rey de la parte oriental de Hungría
(Transilvania).

Ese año murieron:

 El duque Carlos de Orleans. Tenía veintitrés años, y murió antes de que pudiera llevarse a cabo el matrimonio
pactado el año anterior en el tratado de Crépy entre su padre, el rey Francisco I de Francia, y el emperador Carlos
V.
 María de Portugal, la la hija del rey Juan III y esposa de Felipe, el hijo de Carlos V.
 El duque Francisco I de Lorena, que fue sucedido por su hijo de dos años Carlos II.
El ejército inglés tomó e incendió la ciudad de Edimburgo.

Cardano publicó su Ars magna, donde exponía los métodos de resolución de las ecuaciones de tercer y cuarto grado
atribuyendo cada resultado a su descubridor: Del Ferro, Tartaglia y Ferrari. El libro contiene el primer cálculo conocido
con números imaginarios (aunque sin entender muy bien el fondo del asunto). Concretamente, dice algo así como:

Si no nos calentamos la cabeza y simplemente multiplicamos 5 + por 5 - obtenemos 25 - (-15). Por lo tanto,
el producto es 40.

El Papa Paulo III nombró duque de Parma a su hijo Pedro Luis de Farnesio (lo que suponía mutilar en su favor los
Estados Pontificios).

Benvenutto Cellini dejó la corte del rey Francisco I de Francia y regresó a su ciudad natal, donde empezó a trabajar en un
busto en bronce del duque Cosme I de Médicis.

Un cirujano del ejército francés llamado Ambroise Paré publicó un tratado titulado Método para tratar las heridas
producidas por arcabuz y otras armas de fuego. En él descarta la teoría de que los heridos de bala mueren envenenados
por la pólvora, pero su principal aportación consistió en sustituir la cauterización con hierros candentes por la ligadura de
las arterias.

Finalmente, tras varios intentos frustrados por las guerras y otros incidentes diplomáticos, Paulo III pudo convocar un
concilio para abordar el problema de la reforma protestante. Aunque había sido convocado para nueve meses antes, la
demora con la que llegaban los obispos (y, a decir verdad, también su falta de interés) hizo que el concilio de Trento no
pudiera inaugurarse hasta el 13 de diciembre, y contó únicamente con la presencia de 34 obispos católicos, la mayoría
italianos, y ningún protestante, a pesar de que éstos habían sido invitados. El concilio fue presidido por el cardenal
Hércules Gonzaga. Entre los representantes del Papa estaban los jesuitas Pedro Laínez y Alfonso Salmerón, mientras que
el emperador envió al teólogo Domingo de Soto. Como representante del emperador acudió Diego Hurtado de
Mendoza, hermano del virrey de México. (En las sesiones posteriores el número de participantes fue mayor. Por ejemplo,
se calcula que a lo largo de todo el concilio llegaron a intervenir 163 españoles.)

El 7 de enero de 1546 se celebró la segunda sesión del concilio de Trento. El debate se centró sobre el método que habría
de seguirse. Una de las cuestiones más destacadas fue el sistema de votación. Se propuso un sistema de voto por naciones,
pero al final se optó por el voto individual, lo que suponía que los obispos italianos, a los que les resultaba más fácil llegar
hasta Trento, estarían casi siempre en mayoría.

El virrey del Perú, Blasco Núñez Vela, provisto de un reducido ejército en el Nuevo Reino de Granada, avanzó hacia el
sur y el 18 de enero se enfrentó con Gonzalo Pizarro en Añaquito, al norte de Quito. Núñez Vela cayó de su caballo y un
esclavo le cortó la cabeza. Belalcázar fue hecho prisionero, aunque fue liberado poco después.

El 4 de febrero se celebró la tercera sesión del concilio de Trento. Se empezó el debate por una cuestión profunda: cuál
sería el nombre del concilio. Se propuso el de Sínodo que representa a la Iglesia Universal, pero eso podía sugerir que el
concilio tenía más autoridad que el Papa, así que se cambió por el de Sacrosanto sínodo tridentino, inspirado por el
Espíritu Santo, presidido por tres legados de la Sede Apostólica. Luego se siguió discutiendo sobre el orden de los temas
a tratar. El emperador y algunos prelados, como el obispo de Trento, pretendían que el concilio sirviera para acercar las
posiciones de católicos y protestantes, por lo que proponían que se empezara discutiendo la reforma de la Iglesia, con la
esperanza de que ello animara a los protestantes a presentarse en el concilio; sin embargo, imperaba el criterio de que se
trataran primero las materias dogmáticas discutidas por los herejes. Lo máximo que lograron los imperiales fue que ambas
materias se debatieran alternativamente.

En México se descubrieron dos nuevas vetas de plata en Zacatecas, al norte de Nueva Galicia.

Bartolomé de Las Casas pasó a la capital mexicana, donde causaron gran escándalo sus Avisos y reglas para los
confesores, que establecían, entre otras cosas, que, antes de confesarse, el penitente debía liberar a cuantos esclavos
tuviere.
La Corona Española decidió cancelar la concesión a los Welser en Venezuela. En contra de lo estipulado, no habían
descubierto minas, ni fundado ciudades, ni edificado nada. Sólo habían esclavizado indígenas y extorsionado colonos.

Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia firmaron la paz, aunque los ingleses conservaron Boulogne en su
poder.

El 8 de abril se celebró la cuarta sesión del concilio de Trento. En ella se reafirmó el credo aprobado por el concilio de
Nicea. Se estableció que las únicas fuentes de la revelación divina eran la Sagrada Escritura y la tradición. Ésta se dividía
a su vez en la Tratidio Christi y la Traditio apostolorum (Spiritu Sancto dictante). En suma, que cuando murió el último
apóstol se acabó la revelación, lo que tácitamente condenaba la doctrina luterana según la cual todo cristiano tiene
autoridad para interpretar la Biblia. Hubo siete obispos que negaron valor incluso a la tradición de los apóstoles, pero
fueron derrotados. Como texto de la Biblia se declaró auténtica la Vulgata de san Jerónimo, sin que ello implicara la
negación de autenticidad para los textos primitivos, y se dispuso la confección de una versión revisada para subsanar los
posibles errores introducidos por las copias durante la Edad Media.

El 17 de junio se celebró la quinta sesión del concilio de Trento. En ella se condenaron los abusos en la predicación y se
definió la doctrina sobre el pecado original. Esto llevaba al espinoso problema de cómo se salva uno del pecado original,
pero se dejó para la sesión siguiente.

Mientras tanto, Carlos V trataba de que los protestantes acudieran al concilio. La liga de Smalkalda rechazó una
invitación-ultimátum y el emperador declaró la guerra al duque Juan Federico de Sajonia y al landgrave Felipe de Hesse.
Casi sin combatir, fue tomando una serie de plazas a lo largo del Danubio.

Ese año murieron:

 Martín Lutero, con lo que Philipp Melanchthon se convirtió entonces en la cabeza del luteranismo.
 El teólogo Jesuita Pedro Fabro. El Papa acababa de enviarlo al concilio de Trento, pero murió en Roma antes de
emprender el viaje.
 El teólogo Jaime Encinas, que fue quemado en la hoguera en Roma por haber predicado el protestantismo en los
Países Bajos. Su hermano Francisco Encinas, también teólogo, se libró del mismo fin porque logró huir de la
cárcel el año anterior, y se refugió en Amberes. Había sido denunciado a la Santa Inquisición por el mismo
emperador, a causa de una traducción al castellano del nuevo testamento que le había dedicado cuatro años atrás.
 El cardenal escocés David Beaton. Murió asesinado por su política pro católica y su apoyo a la reina madre, María
de Lorena. Los esfuerzos del rey Enrique VIII de Inglaterra por introducir el protestantismo en Escocia estaban
dando fruto. Se sospecha que entre los implicados en el asesinado del cardenal estaba un discípulo de Calvino, un
sacerdote escocés llamado John Knox que acababa de regresar al país llamado por algunos nobles protestantes.
 Francisco de Orellana, explorando el Amazonas. Sólo unos pocos miembros de su expedición lograron sobrevivir.
 Ruy López de Villalobos, mientras trataba de regresar a México. La navegación a Asia desde América presentaba
un problema, y era que los marineros sabían hacer muy fácilmente el viaje de ida, siguiendo los vientos alisios,
pero no sabían cómo volver, pues si trataban de seguir la misma ruta tenían en todo momento los vientos contrarios
y se hacía demasiado larga y difícil. Tanto era así, que los supervivientes de la expedición de López de Villalobos
optaron por seguir la ruta de Elcano, bordeando África.
 Jorge Robledo, aspirante a gobernador del Nuevo Reino de Granada. Fue capturado por sorpresa, juzgado
sumariamente y ejecutado con tres de sus oficiales por orden de Belalcázar.
 El pirata Jayr al-Din Barbarroja.
 El inca Manco Cápac II, asesinado por un español. Fue sucedido por su hijo Sayri Túpac.

También murió la esposa de Girolamo Cardano, pero él al parecer no tenía tiempo para condolencias, ya que se había
convertido en el médico y el matemático más famoso de la época. Su Ars magna era uno de los libros más vendidos. Fue
nombrado rector del Colegio de físicos (entiéndase de médicos) y recibía ofertas de los personajes más ilustres de Europa,
que se disputaban sus servicios como médico.

Niccolò Tartraglia publicó su libro Preguntas e inventos diversos, dedicada principalmente al álgebra y en particular a la
resolución de las ecuaciones de tercer grado, pero que contenía también material sobre balística y explosivos. Además,
acusaba de robo a Cardano por haber publicado su método sin permiso. Ludovico Ferrari le escribió una carta
reprochándole tales acusaciones y retándolo a un debate público. Tartaglia prefería un debate con el propio Cardano, así
que respondió a Ferrari tratando en vano de involucrarlo en la disputa.

François Rabelais publicó el tercer libro de Pantragruel, dedicado a Margarita de Navarra, pero la Sorbona condenó la
obra por herética y el escritor se trasladó a Lyon.

La Compañía de Jesús estaba creciendo vertiginosamente. Sus miembros eran seleccionados y formados muy
cuidadosamente, y la mejor forma de emplearlos a la espera de alguna tarea específica era la enseñanza. En los dos últimos
años habían fundado varios colegios en España (en Valladolid, Alcalá, Valencia y Gandía). Tras la muerte de su esposa,
el duque de Gandía, Francisco de Borja, decidió ingresar en la orden.

En Ginebra, por lo que a la omnipotencia y conocimientos teológicos se refiere, costaba distinguir quién era Calvino y
quién era Dios: desde su regreso, había desterrado a setenta y seis descontentos y ejecutado a otros cincuenta y ocho. Por
esas fechas inició una agria polémica epistolar con Miguel Servet, que, por algún extraño motivo, seguía sin digerir eso
de que tres pudieran ser uno sin ser más de uno. En 1547 Servet envió a Calvino un manuscrito de su Christianismi
restitutio, donde atacaba por igual a católicos y reformados y afirmaba que ambos habían falseado la doctrina del
cristianismo primitivo.

El calvinista John Knox empezó a dar clases en la universidad de Edimburgo, pero fue apresado junto con otros
protestantes y enviado a galeras en Francia.

El rey Enrique VIII de Inglaterra condenó a muerte por alta traición a Henry Howard, el conde de Surrey. Su delito fue
un intento de restaurar el catolicismo en Inglaterra. Howard fue un destacado poeta, uno de los padres de la poesía inglesa
moderna. Sus Canciones y sonetos fueron publicados diez años después de su muerte, y representaron la aclimatación a
la lengua inglesa de las formas petrarquistas. También destacan sus traducciones de la Eneida, el Eclesiastés y los Salmos.

El gran príncipe Iván IV de Moscú cumplió diecisiete años, se casó con Anastasia Romanovna y se proclamó Zar de
todas las Rusias, es decir, se declaró oficialmente heredero de los emperadores bizantinos, de acuerdo con una tradición
ya muy asentada en Rusia. El joven zar se dispuso a gobernar por sí mismo, asesorado por un Consejo personal.
En Portugal empezaba a destacar un poeta de veintisiete años llamado Luis de Camões. Cuando aún era estudiante había
compuesto un Anfitrión en redondillas, con el mismo argumento que la comedia de Plauto. Dos años atrás había escrito
la comedia El rey Seleuco, que trataba sobre la cesión que Seleuco hizo de su esposa a su propio hijo. Los contemporáneos
relacionaron el argumento con ciertas murmuraciones que se daban sobre el rey Juan III y esto hizo caer en desgracia al
autor, que había abandonado la corte y ahora se exiliaba a Ceuta, donde perdió el ojo derecho.

LA BATALLA DE MÜHLBERG
El 13 de enero de 1547 se celebró la sexta sesión del concilio de Trento, en la que se debatió el problema de la justificación
por la fe. Entre los obispos católicos, hubo partidarios de la doctrina luterana, es decir, de que la fe, y sólo la fe, otorga a
los hombres la salvación; otros, en cambio, sostenían que la fe sin obras está muerta. Se dice que los enfrentamientos
entre los obispos en torno a este punto llegaron a las manos. Al final triunfó la doctrina tradicional y no se habló más del
asunto. También se trató el problema de la residencia de los obispos, es decir, de los obispos titulares de una diócesis que
no residían en la misma, sino que se limitaban a cobrar las rentas pertinentes sin ocuparse de nada.

A medida que el concilio se adentraba en cuestiones teológicas más profundas, la erudición de los jesuitas se hacía más
patente. Laínez y Salmerón no aportaban meros informes técnicos a sus colegas, sino auténticas lecciones de teología. Se
conservan cartas de Ignacio de Loyola en las que les da instrucciones sobre cuándo tienen que callar y cómo deben hablar.
Por otra parte, los jesuitas eran los únicos que tenían autorización para predicar en Trento durante el concilio, y entre las
sesiones movían a los obispos a practicar los ejercicios espirituales de Loyola. A su fama de doctos, esto les añadió la de
virtuosos.

El 3 de marzo se celebró la séptima sesión del concilio de Trento, en la que se elaboraron decretos sobre los sacramentos
y sobre la reforma de los eclesiásticos. En la sesión octava, celebrada el 11 de marzo, se aprobó una propuesta del Papa
para trasladar el concilio a Bolonia, lo que dio lugar a una agria fricción entre Paulo III y el representante del emperador,
Diego Hurtado de Mendoza, que ordenó a los obispos españoles que permanecieran en Trento.
El 21 de abril se celebró en Bolonia la novena sesión del concilio de Trento, con la participación de poco más de treinta
obispos, ya que el emperador no había autorizado el cambio de la sede. En ella se condenaron diez errores luteranos.

Mientras tanto, el rey Fernando I de Bohemia y Hungría, que acababa de sofocar una revuelta de señores checos, unió su
ejército al de su hermano Carlos V, que estaba en Eger junto con algunos aliados alemanes, dispuesto a atacar al príncipe
elector Juan Federico de Sajonia en su propio territorio. Entre los principales aliados del emperador estaba el duque
Mauricio de Sajonia, que Carlos V se había ganado para su causa con la promesa de concederle el electorado que ahora
poseía su primo Juan Federico. Éste se refugió en Mühlberg, a orillas del Elba. El ejército imperial, compuesto por tres
mil quinientos jinetes bajo el mando de Fernando Álvarez de Toledo, el duque de Alba, llegó el 23 de abril, y a la mañana
siguiente, el 24 de abril, atacó por sorpresa protegido por una espesa niebla. Las alas delanteras las dirigieron el propio
duque de Alba y el duque Mauricio de Sajonia, y detrás iba el emperador al frente de la caballería pesada. El ejército
enemigo tenía aproximadamente el mismo número de hombres, pero el factor sorpresa fue decisivo, y los imperiales
vencieron sin dificultad. El príncipe elector Juan Federico fue capturado (dicen que debido a que su caballo quedó
rezagado en la huida, por el excesivo peso de su jinete). El landgrave de Hesse se entregó poco después.

El emperador resumió su victoria parafraseando a Julio César: "Llegué, vi, y Dios venció". El ejército imperial se encontró
con la tumba de Lutero, pero Carlos V no permitió su profanación. Dijo: "Dejadlo reposar, que ya encontró su juez. Yo
hago la guerra a los vivos, no a los muertos".

En mayo, Juan Federico de Sajonia renunció a su condición de príncipe elector en la capitulación de Wittemberg, que,
según lo pactado, fue traspasada a su primo Mauricio. La Liga de Smalkalda fue disuelta y el emperador convocó una
dieta en Augsburgo en la que exigió a los protestantes que enviaran teólogos al concilio de Trento, a la vez que ordenó la
redacción de un texto provisional que regulara las diferencias entre católicos y protestantes hasta que el concilio publicara
sus conclusiones. Los protestantes pidieron al emperador que, si tenían que asistir al concilio, al menos que éste siguiera
reuniéndose en Trento y no en Bolonia. El emperador consideró justa la propuesta, pero el Papa se negó. La décima sesión
se celebró el 2 de junio en Bolonia, también con una escasa participación y, desde luego, sin representación protestante.
Trató sobre los sacramentos y su administración.
A estas alturas quedaba claro que los intereses del emperador Carlos V y el Papa Paulo III, que aparentemente habían
sido convergentes, eran en realidad muy distintos. El emperador siempre había pretendido que el concilio sirviera para
consensuar de nuevo a católicos y protestantes, mientras que cada vez estaba más claro que el Papa jamás había tenido
esa intención. Su propósito era más bien organizar la llamada contrarreforma, es decir, la reforma de la Iglesia en cuanto
a organismo para contrarrestar la pérdida de prestigio, de autoridad y de respeto ante el pueblo que había sufrido a causa
del movimiento reformista; pero en lo tocante a la doctrina, el Papa no estaba dispuesto a hacer concesión alguna a los
herejes. De nada servía la Santa Inquisición o el índice de libros prohibidos si no estaban claros los criterios sobre qué
personas y qué libros debían ser enviados a la hoguera y cuáles no. Y ésa era precisamente la misión del concilio según
el Papa: precisar la doctrina católica al igual que los teólogos protestantes habían precisado la suya.

Consecuentemente, las relaciones entre el emperador y el Papa se agriaban cada vez más. El primero insistía en que
trasladara el concilio de nuevo a Trento y el segundo se negaba en redondo. Pronto hubo quien encontró la forma de sacar
partido de la tensión. Fernando de Gonzaga, un miembro de la familia ducal de Mantua, hizo asesinar al hijo del Papa,
Pedro Luis Farnesio, el duque de Parma, y se adueño de su ducado sin que el emperador pusiera ninguna objeción. Pedro
Luis dejó tres hijos, Alejandro, Octavio y Horacio, de veintisiete, veintitrés y dieciséis años respectivamente, que
buscaron el apoyo de Francia para hacer valer sus derechos sobre Parma. Paulo III, que tenía ya setenta y nueve años,
quedó muy afectado por el asesinato de su hijo.

Sin embargo, no fue ésta la muerte más destacada del año. Otros fallecidos fueron:

 El rey Enrique VIII de Inglaterra, que fue sucedido por su hijo Eduardo VI, en camino de cumplir los diez años.
Su tío materno Eduardo Seymour asumió la regencia junto con los títulos de Lord Protector y duque de Somerset.
Su madrastra, Catalina Parr, se casó ese mismo año con sir Thomas Seymour, hermano del Protector. La sucesión
no fue unánimemente aceptada, ya que para los católicos Eduardo era bastardo, luego no tenía derecho al trono,
derecho que correspondía a María, la hija que, treinta y tres años atrás, Enrique VIII había tenido con su primera
esposa, Catalina de Aragón.
 El rey Francisco I de Francia, que fue sucedido por su hijo Enrique II. Una de sus primeras decisiones fue levantar
la condena contra Petrus Ramus por sus críticas a Aristóteles.
 Hernán Cortés. Murió en España a los sesenta y dos años, mientras trataba en vano de lograr ciertas mercedes de
la Corona en pago a sus hazañas.
 San Cayetano de Thiene, el fundador, junto con el cardenal Gian Pietro Carafa, de la orden de los teatinos.
 El cardenal y humanista Pietro Bembo.

Bartolomé de las Casas se acabó de convencer que era en España y no en América donde había que luchar contra las
injusticias del colonialismo, y se volvió de nuevo a la metrópoli.

Como en España no accedían a sus demandas de privilegios, Pedro de Valdivia decidió ir a solicitarlos personalmente a
Perú. En su ausencia se produjo una rebelión dirigida por Sancho de Hoz, que acabó ejecutado por Francisco de
Villagra, al que Valdivia había designado como gobernador interino.

Pedro de La Gasca había enviado un ejército a Perú desde Panamá bajo el mando de Diego Centeno, que fue derrotado
en Huarina por Francisco de de Carvajal.

Un joven pintor de veintinueve años, que había salido del taller de Tiziano en Venecia para estudiar en Roma con Miguel
Ángel, terminaba ahora, ya de vuelta en Venecia, uno de sus cuadros más famosos. El pintor se llamaba Jacopo
Robusti, pero su padre era tintorero y por ello era conocido desde niño como il Tintoretto. El cuadro era El lavatorio, y
representa a Jesús lavando los pies a sus discípulos. Se trata de una soberbia composición con una distribución muy
original: Jesús está en el extremo derecho del cuadro, en el otro extremo, para equilibrar, hay un discípulo en primer plano
desatándose la sandalia, en el centro la mesa de la última cena con algunos discípulos a su alrededor y, en primer plano,
un perro recostado que mira atentamente a Jesús.

La reina de Escocia, María Estuardo, había cumplido seis años, y su madre, María de Lorena, estaba cada vez más
preocupada por su seguiridad ante la amenaza protestante. Por ello, en 1548 preparó un plan para sacarla del país con la
colaboración del rey Enrique II de Francia. Fue prometida al Delfín Francisco, que tenía entonces cuatro años, y Enrique
II envió una expedición a Escocia encabezada por Francisco de Guisa, tío de la pequeña reina, que literalmente la
secuestró y se la llevó a Francia.
El duque Antonio de Borbón se casó con Juana, la hija del rey Enrique II de (la Baja) Navarra y de Margarita de Navarra
(la hermana de Francisco I de Francia). El año anterior, Margarita de Navarra había publicado Les marguerites de la
Marguerite des princesses.

El margrave Jorge Federico de Ansbach cumplió los nueve años, y su hermana Sabina se casó con Juan Jorge, el hijo
del príncipe elector Joaquín II Héctor de Brandeburgo.

En Polonia murió el rey Segismundo I, que fue sucedido por su hijo Segismundo II Augusto. El país estaba
experimentando un gran desarrollo cultural. Se calcula que más de la cuarta parte de la población masculina sabía leer y
escribir. La lengua de las escuelas era el latín, si bien, recientemente, algunos inconformistas estaban usando también el
polaco.

El obispo Mikael Agricola publicó su traducción al finés del Nuevo Testamento. Cuatro años antes había editado un libro
de oraciones, y estas obras lo convierten en el padre de la literatura finesa.

Sebastiano Caboto volvió a trabajar para Inglaterra, ahora como gobernador de la Compañía de los comerciantes y
aventureros.

El teólogo Pedro de Soto fundó la universidad de Dillingen, en Baviera, de la que fue rector y ocupó en ella la cátedra de
filosofía. Ese año publicó sus Institutiones Christianae.

En Florencia, Benvenuto Cellini terminó el Busto de Cosme I de Médicis, así como un Narciso.

En Augsburgo, Tiziano pintó el famoso retrato de Carlos V a caballo en Mühlberg. De esta época es también su Venus
recreándose con el Amor y la Música.

El 15 de mayo la dieta de Augsburgo proclamó la Declaración de Su Majestad Imperial y Real conocida como el Ínterim
de Augsburgo, un documento redactado por cuatro teólogos, dos católicos y dos protestantes (uno de ellos era el propio
Melanchthon, aunque, tras la reciente derrota de Mühlberg, los protestantes no estaban en condiciones de protestar mucho)
que, tal y como había dispuesto el emperador el año anterior, debía servir de acuerdo provisional entre católicos y
protestantes hasta que concluyera el concilio de Trento. Comprendía veintiséis artículos, y no satisfizo ni a unos ni a
otros. Era esencialmente católico. Las únicas concesiones que hacía a los protestantes eran la comunión bajo las dos
especies (es decir, que los laicos también bebieran el vino en la eucaristía), y el matrimonio de los clérigos. Pese a todo,
los protestantes tuvieron que aceptarlo.

Ahora, todo lo que tenía que hacer Carlos V era convencer al Papa para que volviera a convocar el concilio de Trento, y
además en Trento; pero esto era más fácil de decir que de hacer. Paulo III no estaba nada contento con el ínterim de
Augsburgo, más que por su contenido, por la intrusión del emperador en asuntos teológicos. Tampoco tenía ningún interés
en recibir herejes en su concilio. Llevaba ya casi un año sin reunirlo y, tal y como andaban las cosas, no tenía intención
de volverlo a reunir.

Carlos V expuso también a la dieta de Augsburgo su deseo de que su hijo Felipe fuera reconocido como rey de romanos,
es decir, como heredero del Sacro Imperio Romano. Su propuesta fue acogida con un silencio helado por parte de los
príncipes alemanes y con la abierta disconformidad de su hermano Fernando, que ya había sido declarado heredero años
atrás. Finalmente le consiguieron quitar la idea de la cabeza y se acordó el matrimonio entre su hija María, de veinte
años, y Maximiliano, el promogénito de Fernando, de veintiuno.

Tras la derrota el año anterior de su ayudante Diego Centeno, el presidente de la audiencia de Lima, Pedro de La Gasca,
llegó a Perú dispuesto a utilizar el arma más poderosa disponible en la época: el papel. Había traído de España reales
órenes en blanco. Envió cartas a todo el Perú en las que se prometían recompensas a los leales y perdón para los traidores
que decidieran cambiar de bando. Luego organizó un fuerte ejército, dirigido por Centeno y Belalcázar, al que se sumó
también Pedro de Valdivia. El 9 de abril se encontró con los pizarristas en Xaquixaguana, y Gonzalo Pizarro y Francisco
de Carvajal se encontraron con que muchos de sus hombres se pasaron a las filas de La Gasca en el último momento
mientras el resto se desbandaba. Así no pudieron evitar una estrepitosa derrota, tras la cual fueron ejecutados. La Gasca
puso en marcha la audiencia de Lima y empezó a fiscalizar las cuentas de los encomenderos. Entre los pizarristas que se
unieron a La Gasca estuvo Sebastián Garcilaso de la Vega, que había luchado junto a Núñez Vela en Añaquito.

Niccolò Tartaglia recibió una oferta de trabajo como profesor en Brescia, su ciudad, pero para ello le pidieron que zanjara
definitivamente la polémica que mantenía con Ferrari sobre los resultados publicados por Cardano en su Ars Magna. Por
ello, finalmente aceptó participar en el debate público que le ofrecía Ferrari. Tuvo lugar en Milán el 10 de agosto. La
espectación era enorme, pues los últimos ataques recíprocos los habían hecho en forma de cartas abiertas. Tartaglia tenía
mucha experiencia en debates y confiaba en la victoria, pero su adversario demostró tener un conocimiento mucho más
profundo de las ecuaciones cúbicas y cuárticas, por lo que, cuando el debate se interrumpió hasta el día siguiente, Tartaglia
decidió marcharse a Brecia sin previo aviso. Ferrari recibió numerosas ofertas de empleo, incluso una del emperador,
como tutor para su hijo Felipe. Finalmente aceptó un trabajo como asesor de hacienda del gobernador de Milán.
Ese año murió el rey Pothisarat de Lan Xang, y fue sucedido por Setthathirat. Los territorios al oeste del país se habían
unificado recientemente en el reino de Birmania, y ahora los birmanos atacaban el país.

Para celebrar el fin de la guerra civil en Perú, el 23 de octubre, Alonso de Mendoza fundó la ciudad de Nuestra
Señora de la Paz.

Domingo Martínez de Irala consiguió finalmente cruzar el Chaco y atravesar la montaña tras la cual, según sus conjeturas,
se encontraba la Sierra de la Plata. En efecto, tras ella encontró la plata que buscaba: era la mina de Potosí, que estaban
explotando los españoles de Perú y que, por consiguiente, quedaba fuera de su jurisdicción. Aprovechó entonces para
enviar un emisario a La Gasca, el presidente de la audiencia de Lima, para que le confirmara en su cargo de gobernador
de Asunción (que había obtenido tras la rebelión contra Álvar Núñez Cabeza de Vaca). Las autoridades, temiendo futuras
injerencias, le negaron el cargo, pero en Asunción se produjo una revuelta de sus partidarios y finalmente le fue devuelto
el mando.

En Nicaragua estalló otra rebelión: Hernando y Pedro Contreras, los hijos del cesado gobernador de Nicaragua,
Rodrigo Contreras, se alzaron en armas, mataron al obispo de Nicaragua y en poco tiempo se apoderaron de casi toda
Castilla del Oro. Hernando se proclamó príncipe de la libertad.

En México murió el obispo Juan Zumárraga.

Ese año llegaron a España los 143 supervivientes de la expedición a las Filipinas de Ruy López de Villalobos.

Francisco Javier estaba de regreso en la India. Al tiempo que trataba de extender el cristianismo por el Extremo Oriente,
iba escribiendo pequeños tratados espirituales e incesantes cartas a Europa, solicitando ayuda, cartas que suscitaron
muchas vocaciones de misioneros. En 1549 pasó a predicar a Malaca. Desde allí, en el junco de un pirata chino, marchó
a Japón con otros dos jesuitas y dos neófitos
En recompensa por su actuación en Xaquixaguana, Pedro de La Gasca nombró a Pedro de Valdivia gobernador y capitán
general de Chile. Una vez que la situación del Perú quedó regularizada, La Gasca solicitó a la Corona que Antonio de
Mendoza, el virrey de México, fuera nombrado virrey del Perú.

El Nuevo Reino de Granada dejó de depender de la audiencia de Santo Domingo al instituirse la audiencia de Santa Fe
de Bogotá.

Finalmente, el rey Juan III de Portugal empezó a tomarse en serio la colonización de Brasil. Para ello estableció
un Gobierno general de Brasil al frente del cual puso a Tomé de Sousa, que empezó a cohesionar a los grupos de colonos
que hasta entonces estaban diseminados por la costa sin ninguna organización global. Sousa creó un servicio militar
obligatorio entre los colonos.

Tras haber dado clase un año en Brescia, a Niccolò Tartaglia le fue comunicado que no recibiría sus honorarios, al parecer,
debido a su derrota en el debate con Ferrari, ya que una condición para que se le concediera el puesto había sido que
resolviera adecuadamente la controversia y abandonar el debate no podía considerarse una solución. Tartaglia interpuso
varios pleitos, pero no consiguió nada y, arruinado, tuvo que volver a ocupar su empleo anterior en Venecia.

La diplomacia inglesa logró que el protestante escocés John Knox fuera liberado de su cautiverio en Francia. Los años
siguientes los pasó predicando en Inglaterra. Allí se habían iniciado unas revueltas de campesinos que fueron reprimidas
sin piedad por John Dudley, el duque de Northumbria, que se convirtió así en el ídolo de la aristocracia terrateniente.
Aprovechó su popularidad para derrocar al Lord Protector, Eduardo Seymour, que pasó incluso un tiempo en la cárcel.

Thomas Cranmer, el arzobispo de Canterbury, elaboró The book of common prayer, el libro oficial de oraciones
anglicano. Ese año acogió a Martín Bucero, que se había negado a aceptar el ínterim de Augsburgo y había tenido que
huir de Alemania. Obtuvo una plaza de profesor en la universidad de Cambridge.

Ese año murió Margarita de Navarra, hasta entonces el principal refugio de los protestantes en Francia. Dejó varias obras
inéditas, la más importante de las cuales es su Heptamerón, una colección de setenta y dos cuentos a imitación
del Decamerón de Bocaccio.
Ginebra acogía numerosos protestantes que huían de Francia. Calvino les concedió la ciudadanía y así logró que los
protestantes constituyeran mayoría absoluta en el consejo de la ciudad.

El emperador Carlos V seguía tratando de que el Papa Paulo III convocara una nueva sesión del concilio de Trento, pero
el Papa no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer y el 17 de septiembre declaró el concilio aplazado sine die. No obstante,
el Papa había cumplido ochenta y un años y no llegó a los ochenta y dos. Fue sucedido por Giovan Maria de'Ciocchi
del Monte, el obispo de Palestrina, que a sus sesenta y dos años adoptó el nombre de Julio III. El nuevo Papa confirmó
la orden de los jesuitas y los autorizó a fundar dos colegios en Roma: el colegio romano y el colegio germánico.

El cambio de Papa avivó las esperanzas de Carlos V sobre la posibilidad de terminar con el cisma protestante. Al
menos en sus dominios, porque el protestantismo se había extendido mucho más allá de ellos. Las zonas que en el
mapa están marcadas de color naranja corresponden a regiones de mayoría católica, pero donde el protestantismo estaba
arraigando.

La figura más belicosa del protestantismo alemán era a la sazón el teólogo Flacius Illyricus, que aún no había cumplido
los treinta años, pero se había enemistado con Melanchthon al haber aceptado éste el ínterim de Augsburgo. Desde
Magdeburgo, estaba organizando la lucha intelectual contra el catolicismo.

El país católico que más sufría la presión protestante era Escocia, a causa de la vecina Inglaterra. En 1550 murió el abuelo
materno de la reina María Estuardo, el duque Claudio I de Guisa, que fue sucedido por su hijo Francisco I, el tío de la
joven María, el que dos años antes la había llevado consigo a Francia.

Aunque en Francia los focos protestantes eran cada vez más sólidos, la monarquía apostaba firmemente por el catolicismo,
lo que agravaba las tradicionales fricciones con Inglaterra. En marzo, el rey Enrique II de Francia logró recuperar
Boulogne, que estaba bajo el poder de los ingleses desde hacía seis años. El año anterior había tenido un hijo, Luis, al
que había concedido el título de duque de Orleans, pero, tras su muerte repentina, el título pasó a su hermano recién
nacido, Carlos.
Los países nórdicos eran ya decididamente protestantes. El rey Cristián III de Dinamarca y Noruega logró ese año que
los escasos habitantes de Islandia, su posesión más remota, aceptaran también el protestantismo. El rey Gustavo I de
Suecia fundó la ciudad de Helsinki en Finlandia para hacer la competencia a Reval, que era a la sazón un importante
puerto comercial en poder de la orden Livonia (la antigua orden de los caballeros portaespadas, ahora parte de la orden
teutónica).

Italia era totalmente católica. Las disidencias de los italianos con Roma o con España no llevaban a los italianos hacia el
protestantismo, sino hacia Francia. Así, por ejemplo, con la ayuda francesa y con la oposición del Papa Julio III, Octavio
Farnesio logró recuperar la herencia de su padre, el ducado de Parma. Los jesuitas inauguraron el colegio
romano, financiado en gran parte por el duque de Gandía, Francisco de Borja. El cardenal Carlos de Lorena, hermano
del duque Francisco I de Guisa, introdujo a los jesuitas en París.

También eran católicos el ducado de Lorena, el Franco Condado, una parte de Suiza y algunas partes de Alemania,
especialmente el ducado de Baviera. Ese año murió el duque Guillermo IV, que fue sucedido por su hijo Alberto V.

La parte de Croacia no sometida a los turcos había estado bajo gobierno veneciano hasta que los nobles croatas eligieron
rey a Fernando I de Hungría (y, por consiguiente, se declararon católicos).

En España, el catolicismo también era firme. España era la mayor cantera en Europa de teólogos católicos, algunos de los
cuales no dejaban de incomodar al emperador por un motivo distinto del estrictamente religioso. En los últimos veinte
años, los teólogos de Salamanca, especialmente fray Francisco de Vitoria, venían planteando una cuestión que resultaba
ser mucho más difícil de responder que de plantear: ¿Con qué derecho y con qué títulos una nación como España podía
imponer su dominación sobre otras naciones, aunque éstas se hallaran pobladas por paganos? El emperador convocó
una junta de teólogos en Valladolid para que estudiara el problema. El humanista Juan Ginés de Sepúlveda sostuvo la
tesis de que los indios, "tan distintos de los españoles como los monos lo son de los hombres", debían someterse a la
tutela de los europeos para ser evangelizados y civilizados. Frente a él se alzó la voz de fray Bartolomé de Las Casas, que
negaba categóricamente la supuesta inferioridad de los indios. Sepúlveda había escrito De rebus gestis Caroli Quinti, una
crónica en treinta volúmenes de la vida y los hechos del emperador, así como una historia sobre la conquista de América
titulada De rebus Hispanorum gestis ad Nouum Orbem. Las Casas renunció a su obispado en México para poder así
quedarse en España, donde consideraba que podía hacer un mejor servicio a la causa de los indios.

Ajena a la polémica de Valladolid, la conquista de Sudamérica continuaba imparable. En Chile, Pedro de Valdivia avanzó
hacia el sur la frontera de sus dominios hasta la desembocadura del río Biobío, donde fundó La Concepción. El
presidente de la Audiencia de Lima, Pedro de La Gasca, fundó la ciudad de Barco, que facilitaba la relación entre Chile
y Río de la Plata. Luego emprendió el viaje de regreso a España. En Panamá se encontró con los hermanos Contreras,
que habían llegado allí desde Nicaragua con la intención de arrebatarle el oro que custodiaba. Sin embargo, murieron a
manos de los panameños, leales a La Gasca. Su padre, Rodrigo Contreras, fue juzgado por complicidad en la sublevación,
pero fue declarado inocente y se trasladó a Lima.

El único lugar donde los españoles estaban encontrando una oposición seria era en la parte central del Yucatán, donde los
mayas llevaban más de dos décadas resistiendo todos los embates de Francisco de Montejo. Su padre, el gobernador de
Honduras, fue juzgado por abusos en su administración y fue enviado a España, donde se le retiraron todos sus cargos y
encomienda

EL MUNDO A MEDIADOS DEL SIGLO XVI


En 1550 Europa había alcanzado un nivel cultural sin precedentes en la historia. Las universidades se multiplicaban, y
difundían todo el saber que había podido rescatarse del Mundo Antiguo, ya enteramente asimilado. En algunas áreas, ya
se estaban produciendo pequeños, pero prometedores avances que superaban a la ciencia antigua, especialmente en
matemáticas, astronomía y, sobre todo, en el conocimiento de la geografía del planeta. Los adelantos técnicos también se
sucedían. Ese mismo año empezaron a utilizarse los primeros altos hornos para la producción de hierro. La imprenta había
llevado los libros al alcance hasta de las clases más humildes, convirtiéndolos en el equivalente de la época a lo que en
nuestros días es el cine o la televisión. La literatura más demandada eran las novelas de caballerías, de las que se publicaba
un título tras otro. Como muestra, he aquí una breve relación de algunas publicadas en España:

 El Amadis de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo (1508), el primer best seller de la historia de la novela.
 Las Sergas de Esplandián, continuación del Amadís debida a Garci Rodríguez de Montalvo (1510),
 Tirante el Blanco, traducción al castellano de la novela de Joanot Martorell y Joan de Galba (1511),
 El Palmerín de Oliva, de Francisco Vázquez (1511),
 El Primaleón, también de Francisco Vázquez (1512),
 El Caballero de la Cruz, de Alonso de Salazar (1521),
 El Amadis de Grecia, de Feliciano de Silva (1530),
 Don Florisel de Niquea, también de Feliciano de Silva (1532),
 El Caballero Platir, anónimo (1533),
 El Espejo de Caballerías, de Pedro López de Santa Catalina (1533),
 Don Rogel de Grecia, de Feliciano de Silva (1535),
 El Palmerín de Inglaterra, traducción de una obra inédita del portugués Moraes Cabral (tesorero del rey Juan III)
realizada por Luis Hurtado de Toledo (1548),
 Orlando Furioso, traducción al castellano de la obra de Ariosto, realizada por Jerónimo de Urrea (1549).

La obra más importante del prolífico Feliciano de Silva, que tenía entonces cincuenta y ocho años, no es de caballerías,
sino una continuación de La Celestina, en la que destaca como poeta y por su capacidad para la sátira.

Especialmente innovador fue el humanista francés Jacques Amyot, que había sido profesor de griego bajo la protección
de Margarita de Navarra. Dos años atrás había traducido las Etiópicas, del escritor bizantino Heliodoro, (que vivió en el
siglo III d.C.), introduciendo así en Europa la novela bizantina, una mezcla de viajes por países remotos y análisis
sentimental. Al año siguiente publicó su traducción de Dafnis y Cloe, una novela atribuida a un tal Longo, que debió de
vivir en Lesbos por la misma época que Heliodoro, aunque no se sabe nada sobre él. La obra trata sobre dos niños
huérfanos que crecen juntos acogidos por unos pastores. Dafnis descubre a Cloe bañándose y se enamora de ella, punto
de partida de una serie de aventuras amorosas (surge un pastor que rivaliza con Dafnis por el amor de Cloe, ella elige a
Dafnis, pero los amantes se ven obligados a separarse, etc. Al final termina en boda). Es el primer precedente en Europa
de la llamada novela pastoril.
Por esta época se escribió una obra que durante un tiempo sería única en su género. Se titulaba La vida de Lazarillo de
Tormes y de sus fortunas y adversidades, y el género es la novela picaresca. Su protagonista, que relata su historia en
primera persona, pertenece al estrato más bajo de la sociedad, es un huérfano, hijo de un ladrón, que se esfuerza por
ganarse la vida y prosperar al servicio de diversos personajes (un ciego, un clérigo avaro, un escudero arruinado, etc.) Se
desconoce su autor, y no se publicaría hasta unos años más tarde, pero prueba de la popularidad que no tardaría en adquirir
es que ahora se sigue llamando lazarillos a los guías de los ciegos, humanos o caninos, a raíz del primer oficio que tuvo
Lazarillo de Tormes.

En España también era muy popular la poesía, pues los romances corrían de boca en boca incluso entre los que no sabían
leer. La poesía tradicional castellana, en verso octosílabo (arte menor), convivía con las nuevas formas italianas, basadas
en el endecasílabo y el heptasílabo (arte mayor). He aquí una muestra de cada: a la izquierda un romance anónimo de la
época, el Romance de Rosa Fresca, a la derecha el famoso madrigal de Gutierre de Cetina:

Rosa Fresca, Rosa Fresca Ojos claros, serenos,


tan garrida y con amor, si de un dulce mirar sois alabados,
cuando vos tuve en mis brazos ¿por qué si me miráis, miráis airados?
no vos supe servir, no; Si, cuanto más piadosos,
y agora que os serviría, más bellos parecéis a aquel que os mira,
no vos puedo y haber, no. no me miréis con ira,
-Vuestra fue la culpa amigo, porque no parezcáis menos hermosos,
vuestra fue, que mía no; ¡Ay tormentos rabiosos!
enviásteme una carta Ojos claros, serenos,
con un vuestro servidor, ya que así me miráis, miradme al menos.
y en lugar de recaudar
él dijera otra razón:
que érades casado, amigo,
allá en tierra de León;
que tenéis mujer hermosa
y hijos como una flor.
-Quien vos lo dijo, señora,
no vos dijo verdad, no;
que yo nunca entré en Castilla
ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño
que no sabía de amor.

En Francia estaba surgiendo una nueva generación de intelectuales. Jacques Peletier, un médico de treinta y tres años,
había traducido tres años atrás el Arte poética, de Horacio, y ahora publicaba su Diálogo de la ortografía. Más joven
era Pierre de Ronsard, de veintiséis años. A los dieciséis se quedó casi completamente sordo por una enfermedad
contraída durante un viaje a Alsacia con el diplomático Lazare de Baïf, lo que le obligó a dejar la carrera de las armas y
dedicarse a las letras. Al año siguiguiente conoció a Peletier, que le alentó en su vocación. Un año más tarde se instaló en
Paris como secretario de Lazare de Baïf. Éste murió cinco años después, dejando un hijo llamado Jean Antoine de
Baïf, que ahora tenía dieciocho años. El mismo año en que murió Lazare de Baïf, Ronsard conoció a otro joven
llamado Joachim du Bellay, estudiante de derecho, que ahora tenía veintiocho años y publicaba un libro de poemas
titulado L'olive. El año anterior, inspirado por Ronsard, había redactado su Defensa e ilustración de la lengua francesa, en
la que defiende al francés frente al auge del latín y el italiano, a la vez que aboga por la imitación de los géneros antiguos:
la oda, la elegía, la epopeya, la tragedia y la comedia.

En pintura, el estilo renacentista italiano se estaba extendiendo por toda Europa. Un arquitecto, pintor y escultor italiano
llamado Giorgio Vasari publicaba su libro Vidas de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos, obra
fundamental para la historia del arte, y que estableció un modelo en la literatura posterior sobre la materia. Vasari acuñó
el término manierismo para referirse a los pintores que pintaban alla maniera de Leonardo, Miguel Ángel y Rafael,
aunque actualmente se usa este término para referirse en general al arte renacentista tardío, caracterizado por la búsqueda
de la expresividad por contraposición al equilibrio clásico. Entre los precursores del manierismo figuran Jacopo
Carrucci, conocido como Pontorno, por su localidad natal, (ahora tenía cincuenta y seis años), Giovanni Battista di
Iacopo, conocido como Rosso Fiorentino, por ser pelirrojo (fallecido diez años atrás) y el sienés Domenico
Beccafumi (de sesenta y cuatro años). Entres sus seguidores cabe citar a Bronzino, Giulio Romano, Sodoma,
Sebastiano del Piombo, Correggio, Parmigianino, etc. (La mayoría de ellos había fallecido ya a mediados de siglo.)
En escultura destacan Montorsoli, Bandinelli, Ammannati, Giambologna, además de Benvenuto Cellini, del que ya
hemos hablado. Si tuviéramos que extender las listas a artistas no italianos, se volverían interminables.

No debemos olvidar que el maestro Miguel Ángel seguía con vida y en plena actividad, a sus setenta y cinco años. La
crítica entusiasta de Vasari terminó de encumbrarlo, hasta tal punto que academia florentína le rendía culto. A la sazón
se dedicaba a la arquitectura. Estaba trabajando en las obras del Vaticano.

Otros grandes maestros en activo eran Tiziano y Hans Holbein, así como el joven Tintoretto, de treinta y dos años,
discípulo del primero, al que podemos inscribir entre los manieristas maduros. Entre sus últimas creaciones estaba El
milagro del esclavo.

Durante la primera mitad del siglo XVI destaca también el auge de la música instrumental. En la Edad Media, los
instrumentos musicales se habían utilizado casi exclusivamente como acompañamiento del canto, mientras que ahora
empezaban a surgir composiciones puramente instrumentales. La tradición sitúa el nacimiento de la música de cámara en
la corte del rey Enrique VIII de Inglaterra. La variedad de instrumentos utilizados era muy amplia, desde
el clavicordio hasta el laud, uno de los más populares, o la viola de gamba, uno de los más apreciados. No obstante, no
existían técnicas diferenciadas para la música instrumental frente a la música vocal, de tal suerte que las composiciones
para instrumentos eran casi lo mismo que canciones sin letra. Así pues, las posibilidades expresivas de los distintos
instrumentos y las que podrían derivarse de la combinación de varios de ellos permanecían prácticamente inexploradas.

La situación política de Europa a mediados del siglo XVI ya ha sido descrita en la página precedente. Faltaría en todo
caso que nos detuviéramos en Rusia, donde el zar Ivan IV estaba culminando el proceso de unificación de los distintos
principados rusos en un estado centralizado. El año anterior había convocado los primeros estados generales rusos, que
ahora presentaban un nuevo código legal, el Sudiébnik, que esbozaba un rudimento de organización municipal autónoma.

En la periferia de Rusia habían surgido unos nuevos grupos étnicos conocidos como los cosacos. Su origen es incierto,
pero parece ser que, en sus orígenes, el término designaba a combatientes irregulares reclutados entre los pueblos
nómadas. En un principio la mayoría de los cosacos había sido de origen mongol, pero con el debilitamiento de los kanatos
mongoles y el auge de Rusia, sus filas se habían engrosado cada vez más con campesinos eslavos que huían de la
servidumbre, de tal forma que, aunque los cosacos conservaban elementos culturales mongoles, eran mayoritariamente
eslavos. Vivían de la caza, la pesca y el pillaje. Hacían incursiones entre los nómadas de la estepa o dirigían sus naves
contra Crimea o Asia Menor.

Tanto Rusia como Polonia les proporcionaban armas y trigo y, a cambio, los cosacos defendían sus fronteras y realizaban
diversos servicios (correo, espionaje). Ambos estados trataban de asegurarse su lealtad. Así, Rusia trató de instalar cosacos
en puestos fortificados o en ciudades fronterizas, mientras que Polonia trató de crear un cuerpo oficial de cosacos
mercenarios en su ejército. A menudo, los cosacos se instalaban junto a los ríos, que trazaban fronteras naturales. Las
comunidades más importantes eran las de los cosacos del Don, del Dniéper, del Ural, y del Terek.

La mayor potencia musulmana de la época era el Imperio Otomano, que, bajo Solimán I, estaba en pleno apogeo. No
obstante, los españoles obtuvieron una pequeña victoria cuando expulsaron a Dragut de su cuartel general en Al-
Madiyya, el cual tuvo que retirarse a Djerba.

A pesar de su poderío, el Imperio Otomano no tenía futuro: definitivamente anclado en el medievo, ajeno a todos los
cambios políticos, sociales, económicos y culturales que estaban teniendo lugar en Europa, todo el mundo islámico era
ya prácticamente un desierto intelectual. Un paso más en esa desertificación fue la muerte en Túnez de León Africano, el
explorador granadino bautizado por el Papa León X. Poco antes había abjurado del cristianismo.

La decadencia intelectual del Imperio Otomano no estaba reñida con un apogeo artístico, sustentado en gran medida por
los miles de artesanos que habían quedado dentro de sus fronteras como consecuencia de la expansión otomana, tanto
hacia Europa como hacia Mesopotamia. El turco había desplazado a la lengua árabe, que prácticamente había muerto
como lengua literaria. En los países donde se conservaba, se había dialectalizado, y la mayoría de los hablantes árabes no
era capaz de entender el árabe clásico del Corán. Por otra parte, la lengua persa gozaba de gran prestigio e influencia entre
los escritores turcos, a causa de su antiquísima tradición literaria, y del impulso que le habían dado los safawíes como
medio de unificar Persia bajo un sentimiento nacionalista. El sha Tahmasp I se esforzaba por contener a los turcos por el
oeste al igual que Europa trataba de contenerlos por el este.
Los mongoles, en otro tiempo lo suficientemente poderosos como para someter a China, sumir a Rusia en un largo
paréntesis de oscuridad y para arruinar definitivamente a Afganistán, eran ahora débiles y anárquicos, aunque seguían
dominando un amplio territorio, enormemente fragmentado. Los afganos les habían arrebatado el control del sultanato de
Delhi. Uno de los caudillos mongoles más poderosos de la época era Altan Kan, que gobernaba la región más oriental
de los dominios mongoles, al norte de China. Ese año dirigió un intento de conquista que le llevó a asediar Pekín, pero
fue rechazado y el emperador no tuvo necesidad de cambiar el lema de su gobierno, que luego se convertiría en su nombre
póstumo: Jiajing (gran paz). La influencia extranjera se estaba haciendo notar cada vez más en China. En las últimas
décadas se había empezado a cultivar el cacahuete y el boniato, y no tardaría en implantarse el maíz. Japón seguía sumido
en un oscuro medievo.

En el África negra, la mayor potencia era el imperio Songhai, que desde la muerte del askia Mamadú Turé había pasado
por las manos de cinco askias en veinte años. El actual era el askia Daud, que estaba consolidando su poder, aunque la
situación política y económica era adversa: una parte del oro que los songhai transportaban desde las minas del sur hasta
Marruecos, se estaba desviando hacia las costas, donde lo compraban los portugueses. Por otra parte, los marroquíes,
cuya balanza comercial se había desequilibrado drásticamente por la importación de productos europeos, pretendían
compensar este desequilibrio adueñándose del imperio Songhai, y ya habían estallado pequeños conflictos fronterizos.

España proseguía sistemáticamente su asentamiento en América. El volumen de las mercancías transportadas desde las
Indias había llevado a españoles y portugueses a diseñar nuevos modelos de barcos, los galeones, robustos, espaciosos,
con un gran juego de velas para aprovechar al máximo la fuerza del viento y a menudo armados con una o varias líneas
de cañones para protegerse de los piratas.

El virrey de México, Antonio de Mendoza, marchó a ocupar su cargo de virrey del Perú. Entre sus últimas medidas estuvo
la promulgación de un código para regular la minería. Antes de partir recibió a su sucesor, Luis de Velasco, que había
sido hasta hacía un par de años virrey de Navarra. Velasco veló por el cumplimiento de las Leyes Nuevas, frenó la acción
esclavista de los encomenderos y atenuó el rigor de los frailes en la evangelización de los indios. Mendoza llegó a Lima
en 1551. Pedro de La Gasca se presentó en la Corte española con un gran tesoro para el emperador. Fue nombrado obispo
de Palencia.
El emperador encargó al teólogo Domingo de Soto, que era su confesor desde hacía tres años, que redactara un resumen
de la controversia que fray Bartolomé de Las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda habían mantenido en la junta de Valladolid.
De Soto convenció a los demás jueces para que votaran en favor de los indios. No obstante, la junta se clausuró sin llegar
a ninguna conclusión práctica.

En Asunción, frustrados sus intentos de encontrar plata, Martínez de Irala hizo un primer repartimiento de indios en
encomiendas (unos veinte mil entre trescientos españoles).

En Cartagena de Indias, Sebastián de Belalcázar había sido arrestado y juzgado por malos tratos a los indios. Fue
condenado a muerte, pero murió de enfermedad cuando se disponía a ir a España a apelar ante el Consejo de Indias. Ese
año se produjeron dos sublevaciones contra la Corona, una encabezada por Diego Vargas de Carvajal y otra por Pedro
de Ochoa.

Andrea Doria logró bloquear en Djerba al pirata Dragut, que, no obstante, logró escapar mediante una estratagema. Al
servicio de los otomanos, Dragut conquistó Trípoli, si bien no logró que el sultán le adjudicara su gobierno. Pasó los años
siguientes devastando periódicamente las costas italianas.

El príncipe Guillermo de Orange cumplió dieciocho años, y se casó con Ana de Egmont, hija del conde Maximiliano
de Buren, el cual a su vez era primo de Lamoral, el conde de Egmont.

En abril, Rheticus tuvo que abandonar su puesto en la universidad de Leipzig y buscó refugio en Praga. Había sido
acusado de mantener relaciones homosexuales con un alumno, y fue condenado en rebeldía a 101 años de exilio. En Praga
se dedicó a estudiar medicina. Mercator terminó una esfera celeste en cuya elaboración hizo uso de la teoría copernicana
sobre el sistema solar.

Eduardo Seymour, el Lord Protector, logró recuperar su posición en el consejo de regencia, pero sólo por un breve periodo,
ya que sus enemigos intrigaron contra él hasta hacerlo apresar de nuevo.
Ese año se publicó la versión en inglés de la Utopía, de santo Tomás Moro. En Cambridge murió el teólogo protestante
alemán Martín Bucero, mientras el escocés John Knox convertía a Newcastle en el centro de sus predicaciones.

El Papa Julio III llamó a Roma a un organista de veintiséis años que había conocido antes de ser elegido Papa, cuando
era obispo de Palestrina. Se llamaba Giovanni Pierluigi da Palestrina, y fue nombrado maestro de los niños de la capilla
Giulia, en la basílica de San Pedro.

Francisco de Borja, el duque de Gandía, fue ordenado sacerdote en Roma. Renunció al capelo cardenalicio y, a las órdenes
de Ignacio de Loyola, se dedicó a la predicación. Mientras tanto, los jesuitas fundaban en Austria el colegio de Viena y
Francisco Javier regresaba a la India desde Japón, después de haber organizado las primeras comunidades católicas en el
país.

Unos años atrás, el rey Segismundo II de Polonia había enviudado de Isabel de Austria, su primera esposa, hija del rey
Fernando I de Bohemia y Hungría, y se había vuelto a casar con una lituana llamada Bárbara Radziwill. La nobleza
católica veía con malos ojos este matrimonio, ya que la nueva reina era calvinista, y exigía al rey que la repudiara. Las
tensiones cesaron cuando la reina murió en circunstancias sospechosas. No obstante, Segismundo II llevó adelante una
política de tolerancia que favoreció la difusión y el arraigo del protestantismo, especialmente en su versión calvinista.

Por el contrario, el rey Enrique II de Francia promulgó el edicto de Châteaubriant, que prohibía la circulación por
territorio francés de los libros condenados por la censura eclesiástica.

La Iglesia Ortodoxa Rusa celebró un concilio reformista, cuyas decisiones fueron ratificadas por el zar Iván IV.

Finalmente, el emperador llegó a un acuerdo con Julio III y los protestantes para que el primero reabriera el concilio de
Trento y los segundos acudieran a él. Los protestantes habían puesto como condición que el concilio volviera a celebrarse
en Trento, y no en Bolonia. Así, cuando, el 1 de mayo, Julio III inauguró la sesión undécima en Trento, los protestantes
se decidieron a acudir. Para esperarlos, la duodécima sesión se retrasó hasta el 1 de septiembre, y se dedicó íntegramente
a las ceremonias de apertura. En la sesión del 11 de octubre se redactó el decreto De sanctissima eucharistia, que consagró
la doctrina católica de la transubstanciación en la eucaristía frente a la doctrina luterana. En la sesión del 25 de
noviembre se redactaron quince cánones sobre la penitencia, que establecían la necesidad de la confesión. Además, se
consagró como sacramento la extremaunción y se aprobó la doctrina católica sobre la misa y el orden sacerdotal.

Los protestantes pudieron constatar que la finalidad del concilio de Trento no era en modo alguno la que el emperador
había pretendido, es decir, la de llegar a un consenso dialogado entre católicos y protestantes, sino que la Iglesia Católica
lo estaba usando para precisar y consolidar sus posiciones, sin la menor voluntad de hacer concesión alguna a los herejes.
Los protestantes llevaban ya un tiempo tratando de reconstruir sus fuerzas. El año anterior, el príncipe elector Mauricio
de Sajonia, con la excusa de una orden imperial de tomar la ciudad de Magdeburgo, había reclutado un ejército personal
en Turingia, y ahora entraba en negociaciones secretas con el rey Enrique II de Francia, para obtener financiación (tratado
de Lochau). Al mismo tiempo, Mauricio de Sajonia simulaba una lealtad absoluta al emperador, que no sospechaba de
su traición.

En la siguiente sesión del concilio de Trento, celebrada el 25 de enero de 1552, los protestantes se negaron a seguir
participando en un concilio que, descaradamente, no tenía nada de conciliador y acabaron paralizándolo. En marzo, el
príncipe elector Mauricio de Sajonia se quitó la máscara y se alzó en armas como paladín de las libertades religiosas,
contando con el apoyo de una gran parte de los príncipes alemanes, e incluso con la del rey Enrique II de Francia (en
virtud del tratado de Chambord). Después de restablecer el culto luterano en numerosas ciudades, en abril tomó
Augsburgo. Mientras tanto, un ejército francés comandado por el condestable Anne de Montmorency invadía el ducado
de Lorena y tomaba las ciudades de Metz, Toul y Verdún.

Ante esta tesitura, temiendo un ataque del ejército protestante, el Papa Julio III convocó la decimosexta sesión del concilio
de Trento el 28 de abril, sin más orden del día que decretar temporalmente su suspensión.

El emperador Carlos V se encontraba en Innsbruck sin el apoyo de ejército alguno. El 19 de mayo, Mauricio de Sajonia
acudió con su ejército con la intención de capturarlo, pero unas horas antes de su llegada, el emperador, enfermo de gota,
había huido en litera en medio de la noche, a la luz de las antorchas. Así llegó hasta Iliria, donde pudo descansar un poco
antes de embarcar hacia España. El 23 de mayo, Innsbruck caía en manos del príncipe elector.
En Inglaterra fue ejecutado el Lord Protector, Eduardo Seymour. Esta maniobra convertía a John Dudley, el duque de
Nortumbria, en el hombre más relevante de la política inglesa.

John Hamilton, el arzobispo de St Andrews, en Edimburgo, sufría asma desde hacía diez años, pero su enfermedad se
había agravado gradualmente. Ni los médicos del rey Enrique II de Francia ni los del emperador Carlos V habían logrado
aliviarlo, y ahora parecía estar cerca de la muerte. Su último recurso fue uno de los médicos más afamados de Europa, el
matemático Cardano, que llegó a Edimburgo el 29 de junio. Dos meses y medio después, regresaba a Italia, mientras el
arzobispo se recuperaba.

El 12 de agosto, el emperador Carlos V firmó con el príncipe elector Mauricio de Sajonia el tratado de Passau, por el que
Carlos V liberó al landgrave de Hesse, concedió la amnistía a los antiguos miembros de la liga de Smalkalda y convocó
una nueva dieta en Augsburgo para zanjar los aspectos políticos de la controversia religiosa, sin la exigencia de un acuerdo
en materia teológica. Por su parte, Mauricio de Sajonia se comprometía a disolver parte de su ejército. El emperador trató
entonces de reorganizar sus fuerzas, para lo que tuvo que pedir un préstamo de 400.000 ducados a los banqueros Fugger.

Ese año se publicó por primera vez la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de fray Bartolomé de las Casas,
que tuvo un éxito totalmente inesperado por su autor. En poco tiempo fue traducida a todas las lenguas europeas y usada
como propaganda antiespañola. Desde entonces, los historiadores han discutido sin llegar a un acuerdo sobre hasta qué
punto los hechos denunciados por Las Casas son fidedignos o exagerados.

Carlos V nombró a Domingo Martínez de Irala gobernador del Río de la Plata, a la vez que le prohibía emprender
nuevas expediciones conquistadoras (para evitar un previsible conflicto con el virreinato del Perú). En Lima murió el
virrey Antonio de Mendoza, poco después de haber ordenado la supresión de todos los servicios prestados por los
indios. En Chile, Pedro de Valdivia seguía ganando terreno hacia el sur. El año anterior había fundado La Imperial y
ahora fundaba las ciudades de Valdivia y Villarica.

El zar Iván IV de Rusia inició una cruzada contra los musulmanes, con rezos y procesiones incluidos, que culminó con la
conquista del kanato de Kazán el 2 de octubre.
LA ABDICACIÓN DE CARLOS V
En 1552, después de pasar un tiempo atendiendo apestados en Malaca, san Francisco Javier murió de viaje a China,
probablemente de pulmonía.

También murió, por la peste, el teólogo protestante Francisco Encinas. En los últimos años había estado en Inglaterra,
donde trabó amistad con Thomas Cranmer, y en Ginebra, con Calvino.

Pierre de Ronsard publicó sus cuatro libros de Odas, en los que imitaba a Píndaro y a Horacio, y sus Amores, de estilo
petrarquista.

Mercator se trasladó a Duisburg, donde abrió una tienda dedicada a la fabricación y venta de mapas, globos terrestres,
libros e instrumentos matemáticos. (Era un negocio muy oportuno, pues se estaba proyectando una universidad para la
ciudad.)

Calvino sostuvo unas discrepancias con el teólogo Sébastien Castellion, el cual tuvo que renunciar a su cargo en el colegio
de Ginebra y refugiarse en Basilea, donde se dedicó a la enseñanza del griego.

En enero de 1553, Miguel Servet se atrevió a publicar en Vienne su Christianismi restitutio, firmada únicamente con sus
iniciales. Calvino, que ya conocía la obra en su versión manuscrita, denunció a Servet ante el arzobispo de Vienne, que
lo hizo encarcelar.

En Inglaterra se promulgó el llamado Bill de los cuarenta y dos artículos, que constituía una nueva profesión de fe, de
inspiración marcadamente calvinista, y que instauraba una nueva liturgia en lengua inglesa. La situación política de John
Dudley, el duque de Nortumbria, iba empeorando, debido en parte a su ambición sin escrúpulos, en parte a que la
economía del país iba cada vez peor. Una brutal inflación había arruinado a muchos particulares y había puesto al Estado
al borde de la bancarrota. Viendo su porvenir amenazado, Dudley utilizó toda su influencia para llevar adelante una
atrevida maniobra: Casó a su hijo Guilford con Juana Grey, que tenía entonces dieciséis años (véase el árbol
genealógico dos páginas atrás), y logró que el consejo de regencia nombrara a Juana heredera de Eduardo VI. (Así se
evitaba que, en caso de su muerte, la corona pasara a su hermana María Tudor, que era católica.) No obstante, el joven
rey, de la misma edad que Juana, murió inesperadamente antes de que todos los cabos estuviesen bien atados. El 10 de
julio, Juana fue proclamada reina de Inglaterra, pero los católicos supieron aprovechar este atropello a las leyes sucesorias
y el 19 de julio Juana era encarcelada, mientras María Tudor recibía la corona. Poco después, Dudley fue condenado a
muerte, sin que le valieran de nada sus súplicas de clemencia ante la reina. María Tudor tenía treinta y siete años y su
vida hasta entonces no había sido nada fácil. Amargada y prematuramente envejecida, se propuso reconvertir Inglaterra
al catolicismo. No tardó en derogar toda la legislación de su hermano sobre materia religiosa.

Una compañía inglesa de comerciantes moscovitas se interesó por buscar una ruta marítima que uniera Inglaterra con
Rusia por el norte de Noruega. Encargó la empresa al navegante sir Hugh Willoughby, que a su vez buscó la colaboración
de Richard Chancellor. La expedición fue preparada por Sebastiano Caboto, se adentró en el océano Glaciar Ártico. Ese
año murió el marino inglés William Hawkins. Dejó un hijo de veintiún años llamado John Hawkins, que continuó la
carrera naval de su padre.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El príncipe elector Mauricio de Sajonia, que murió poco después de infligir una derrota al príncipe elector de
Brandeburgo, Joaquín II Héctor. Fue sucedido por su hijo Augusto.
 El duque Carlos III de Saboya, que fue sucedido por su hijo Manuel Filiberto.
 Horacio Farnesio, el hermano del duque de Parma, Octavio Farnesio. El año anterior se había casado
con Diana, hija natural del rey Enrique II de Francia y Diana de Poitiers.
 El escritor francés François Rabelais.

El escritor portugués Luis de Camões, que tenía ahora veintinueve años y había pasado parte del último en la cárcel por
una pelea, partió hacia la India.
En París se representó ante el rey Enrique II una tragedia de estilo clásico titulada Cleopatra cautiva, compuesta por un
joven poeta de veintiún años llamado Etienne Jodelle, autor también de la comedia Eugène. Un amigo suyo de
veinticuatro años, llamado Jean Bastier, aunque era más conocido como Jean de La Péruse, acababa de componer
también una tragedia titulada Medea, inspirada en Séneca. Pierre de Ronsard formó entonces un grupo de poetas que fue
denominado la Pléyade, integrado, además de por él mismo, por Joachim du Bellay, Jean Antoine de Baïf, Etienne
Jodelle, Jean de La Péruse y Pontus de Tyard, de treinta y tres años.

El rey Segismundo II de Polonia se casó con Catalina de Austria, hija del rey Fernando I de Bohemia y Hungría, hermana
de la que fuera su primera esposa, Isabel.

El acuerdo al que Carlos V había llegado con los protestantes el año anterior no incluía a Francia. Sus intentos por
reconquistar Metz, defendida por el duque Francisco I de Guisa, fueron vanos. Por otra parte, Francia arrebató a los
genoveses, aliados de Carlos V, el control de la isla de Córcega.

Carlos V casó a su hija Juana, de veinte años, con Juan Manuel, el heredero del rey Juan III de Portugal.

Aunque la obra de Servet era herética tanto para católicos como para protestantes, ya que negaba la Trinidad, parece ser
que entre los católicos franceses pesó más que Servet se hubiera atrevido a plantarle cara a Calvino (al que en una de sus
cartas llamaba "lóbrego asno", y otras delicadezas), así que permitieron que se escapara de la prisión. Servet quiso huir
hacia Italia, pero cometió la imprudencia de pasar por Ginebra, donde fue reconocido y apresado el 13 de agosto. Se le
instruyó un proceso por hereje y blasfemo. La oposición a Calvino en Ginebra estaba dirigida por Ami Perrin, cuyos
partidarios eran conocidos como libertinos, frente a los clericales, partidarios de Calvino. En un primer momento, ambas
facciones trataron de presumir de ortodoxas y rivalizaron en celo acusando a Servet, pero los libertinos pronto
descubrieron que era imposible parecer más fanático que Calvino, así que, a partir de un momento dado, dieron un giro y
pasaron a defender a Servet.

Servet se negó repetidamente a retractarse, y en sus discusiones con Calvino despertó cierta simpatía por la entereza de
su actitud y el brío de sus argumentaciones. No obstante, Calvino consultó a todas las iglesias suizas y el 19 de
octubre llegó su respuesta: apoyaban totalmente las decisiones de Calvino. La discusión sobre la pena que debía
aplicársele duró varios días más, dando lugar a una nueva batalla dialéctica entre clericales y libertinos. El 26 de octubre se
decidió que Servet moriría quemado en la hoguera. Dicen que al oír la sentencia, Servet musitó: "¡El hacha!, ¡el hacha y
no el fuego!", pero fue el fuego lo que se encontró al día siguiente, 27 de octubre. La leña estaba verde y ardía muy mal.
Además, el viento apagaba las llamas. El pueblo arrojaba ramas secas para avivar el fuego, a la vez que formaba una
muralla humana contra el viento, para abreviarle el suplicio, que, aun así, duró dos horas, en las que Servet no pronunció
queja alguna. Así murió el que problablemente haya sido el único mártir de las matemáticas en la historia, cuyo pecado
fue argumentar que tres no puede ser lo mismo que uno (y es que la Edad Media nunca acabará de acabar).

La muerte inesperada del virrey Mendoza favoreció que los encomenderos peruanos se rebelaran contra las leyes que
llegaban desde España. En noviembre estalló una revuelta en Cuzco, encabezada por Francisco Hernández Girón, que
no tardó en extenderse a otras ciudades.

En Chile, Pedro de Valdivia dispersó a sus hombres en diversas misiones de exploración, y los indios araucanos,
recientemente sometidos, aprovecharon dicha dispersión para rebelarse. El 25 de diciembre, acaudillados
por Caupolicán y Lautaro, se amotinaron en Tucapel y el 31 de diciembre derrotaron a Valdivia, que murió en el
combate. En enero de 1554 el cabildo de la ciudad de Valdivia nombró gobernador y capitán general de Chile a Francisco
de Villagra, pero Santiago y otras ciudades del norte no reconocieron este nombramiento. Villagra derrotó a Lautaro
en Marihueno. En España fue elegido como sucesor de Valdivia a uno de sus compañeros, Jerónimo de Alderete, que
a la sazón estaba en la Corte rindiendo cuentas.

Ese año murió Juan Manuel, el hijo del rey Juan III de Portugal. A los pocos días, su viuda, Juana de Austria, dio a luz
un hijo póstumo, llamado Sebastián. Luego se trasladó a Madrid, donde fundó el convento de las descalzas reales.

El emperador Carlos V concertó, con la mediación del conde de Egmont, el matrimonio de su hijo Felipe con la reina de
Inglaterra, María Tudor. Cuando la reina anunció el compromiso, la reacción protestante no se hizo esperar. Sir Thomas
Wyat, hijo y tocayo del poeta, sublevó al condado de Kent y marchó sobre Londres, pero la capital permaneció leal a la
reina y, fracasado su ataque, Wyat optó por rendirse. Fue condenado a muerte por alta traición. Con él fue ejecutado,
como cómplice, Henry Grey y, aprovechando la ocasión, también su hija Juana Grey, rival de María, y el marido de ésta,
Guilford Dudley.

En marzo, los encomenderos peruanos partidarios de Francisco Hernández Girón obtuvieron una victoria frente a los
realistas en Villacuri.

El gobernador de Cartagena de Indias, Pedro de Heredia, fue denunciado nuevamente por presuntos abusos. Murió en un
naufragio, camino de España.

En Marruecos, los sadíes del sur, dirigidos por Muhammad al-Sayj, terminaron de conquistar el país a los wattasíes.

El 25 de julio se celebró la boda entre la reina María de Inglaterra y Felipe de Austria, a quien su padre, el emperador
Carlos V, cedió unos días antes el título de rey de Nápoles y Sicilia. Con el apoyo español, María Tudor pudo hacer
grandes progresos en materia religiosa: los obispos protestantes fueron sustituidos por católicos, y se iniciaron
persecuciones sistemáticas contra los herejes. El escocés John Knox tuvo que huir a Francia, desde donde pasó a Ginebra.
Durante su exilio escribió un libro titulado Primer toque de trompeta contra el monstruoso gobierno de las mujeres. (Las
"mujeres" eran, naturalmente, María Tudor, María Estuardo y su madre, María de Lorena, la regente de Escocia.)

Aunque Felipe tenía tan sólo veintisiete años, su padre ya le había encomentado varias veces en su ausencia el gobierno
de España. Al marchar a Inglaterra, España fue encomendada a su hermana Juana. Felipe se llevó consigo a Inglaterra al
teólogo Pedro de Soto y a su confesor, el dominico Bartolomé Carranza, que colaboraron a restaurar el catolicismo,
sobre todo en Oxford y en Cambridge.

En octubre, Francisco Hernández Girón fue derrotado en Pucará.

Las amistades protestantes de Renata de Francia, la duquesa de Ferrara (hija del rey Luis XII de Francia) tenían muy
preocupado a su marido, el duque Hércules II, que temía una inminente intervenció del Papa. Por ello, solicitó al rey
Enrique II de Francia que le enviara a un inquisidor, el cual ordenó la detención de la duquesa y la expulsión de sus
protegidos. Renata fue liberada poco después, y no dudó en reanudar sus relaciones con los herejes.
Ese año había regresado a Inglaterra Reginald Pole, un prelado inglés que había huido a Italia al negarse a aprobar el
divorcio del rey Enrique VIII y Catalina de Aragón. Era cardenal desde ya hacía casi dos décadas, y fue designado por la
reina María Tudor para llevar adelante las negociaciones con el Papa Julio III que, con la mediación del emperador,
culminaron el 30 de noviembre, cuando el parlamento inglés proclamó el retorno del país al catolicismo romano.

Una tempestad dispersó la flota capitaneada por sir Hugh Willoughby. Éste quedó aislado, llegó a la isla de Nueva
Zembla (Nueva Tierra, en ruso) y murió en la península de Kola. En cambio, Chancellor había entrado en el
mar Blanco y, tras desembarcar en Arjanghelsk, viajó hasta Moscú, donde fue recibido por el zar Iván IV.

El jesuita Francisco de Borja fue nombrado comisario general de la orden para España, Portugal y las Indias. Ese año, la
Compañía inauguró en Roma el Colegio Germánico y en Brasil fundó la ciudad de São Paulo. En China, los portugueses
obtuvieron autorización para instalarse permanentemente en Macao. Este puerto se convirtió en uno de los principales
puntos de enlace entre Europa y Asia. Las principales mercancías que exportaba eran té, porcelana, seda y oro.

Mercator terminó un minucioso mapa de Europa de 1.60 por 1.30 metros, que lo confirmó como el mejor fabricante de
mapas de Europa. Rheticus, después de haber rechazado un puesto de profesor de matemáticas en Viena, se trasladó a
Cracovia, donde ejerció la medicina, aunque siguió ocupándose de las matemáticas, la astronomía, e incluso la alquimia.

Tras la repentina muerte del poeta Jean de la Péruse, a los veinticinco años, Pierre de Ronsard incluyó en su Pléyade
a Rémi Belleau, de veintiséis años. Recientemente había terminado una traducción de las Odas de Anacreonte, así como
una colección de himnos al estilo de Ronsard, titulada Petites inventions.

Benvenuto Cellini terminó su obra maestra: un Perseo de bronce.

En diciembre, Francisco Hernández Girón fue ahorcado en Jauja junto con algunos de sus partidarios. Otros muchos
fueron deportados a España.

Con motivo de la ejecución de Miguel Servet, el teólogo Sébastien Castellion publicó un tratado titulado De
haereticis, bajo el pseudónimo de Martin Bellus, en el que defendía la tolerancia. Por su parte, Calvino publicó un tratado,
tanto en francés como en latín, que tituló Declaración para el mantenimiento de la verdadera fe, donde refutaba la
doctrina antitrinitaria de Servet y defendía la tesis de que los herejes merecen la pena capital. El caso Servet le había
confirmado el apoyo de sus partidarios frente a las críticas de los libertinos (tal vez porque es difícil cambiar de bando si
ello te obliga a reconocer que has quemado a un infeliz por puro fanatismo). El caso fue que, gracias en parte a su pirómana
defensa de la verdadera fe, Calvino ganó holgadamente las elecciones de ese año. El 24 de enero de 1555 el consejo de
la ciudad reconoció al consistorio el derecho de excomulgar.

La Corona Española eligió un sustituto para el difunto virrey del Perú, Antonio de Mendoza. El elegido fue Andrés
Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete.

Martínez de Irala tuvo que organizar una nueva expedición de conquista desde Asunción, dirigida por Nuflo de
Chaves, debido a las peticiones de los colonos que no habían tenido ocasión de hacerse con repartimientos de indios.

El almirante francés Gaspar II de Coligny envió a Brasil un barco con unos seiscientos colonos capitaneados por el
vicealmirante Nicolas Durand de Villegaignon, quien fundó Fort-Coligny y Henry-ville en la bahía de Río de Janeiro,
a la que denominó Francia antártica. Obviamente, los colonos portugueses protestaron.

Ese año murieron:

 Juana la Loca, la reina de Castilla, madre del emperador Carlos V. Tenía setenta y ocho años.
 El Papa Julio III, que fue sucedido por el cardenal Marcello Cervini, de cincuenta y cuatro años, que conservó su
propio nombre y pasó a ser, por tanto, Marcelo II. Fue elegido el 9 de abril, pero el 3 de mayo murió de una
apoplejía, y fue sucedido por Gian Pietro Carafa, de setenta y nueve años, que adoptó el nombre de Paulo IV. En
una encíclica, Paulo IV, que consideraba a los judíos culpables de la muerte de Cristo, decretó que los judíos de
los estados pontificios sólo tenían derecho a residir en el uicus iudeorum, un barrio romano de mala reputación.
Entonces era ya habitual que las ciudades tuvieran una judería o barrio judío, pero la encíclica de Paulo IV fue la
primera normativa en torno a ellas, y era bastante restrictiva. Muchos estados italianos no tardaron en dictar leyes
semejantes. Desde principios de siglo se usaba ya en Italia la palabra guetto para referirse a las juderías. Se especula
sobre si es una deformación procedente del italiano giudeica (judería).
 El rey Enrique II de Navarra, que fue sucedido su hija Juana III, la esposa del duque Antonio de Borbón, el cual
se había convertido al protestantismo por influencia de su esposa. Juana III se las arregló para mantener la
independencia de la Baja Navarra tanto frente a España como frente a Francia.

El año anterior, Giovanni Pierluigi da Palestrina había publicado su primera obra como compositor, un Libro de
misas. Paulo IV prohibió que hubiera hombres casados entre los cantores pontificios, así que Palestrina entró como
maestro de capilla en San Juan de Letrán.

También había pasado un año de la primera impresión del Lazarillo de Tormes, en Burgos, Amberes y Alcalá. Ahora
aparecía una segunda parte, anónima también, que transcurre casi toda en el fondo del mar, ya que Lázaro se convierte
en atún. Está de más aclarar que esta segunda parte no podía estar más lejos del espíritu, estilo e intención de la primera.

Un médico de cincuenta y dos años, llamado Michel de Nostre-Dame, aunque es más conocido
como Nostradamus, publicó una obra titulada Centurias astrológicas, compuesta por cuartetas supuestamente
proféticas. Desde hacía unos diez años, Nostradamus había adquirido cierta fama en Francia por sus éxitos contra la peste,
logrados sobre todo gracias a una "píldora rosa" de su invención, compuesta, al parecer, por una gran dosis de vitamina
C. Las profecías de Nostradamus no son más que frases ambiguas a la espera de acontecimientos que, con un poco de
imaginación. puedan servirles de significado. He aquí un ejemplo:

El león joven al viejo sobrepasará,


en campo bélico por singular duelo,
en jaula de oro los ojos le atravesará,
dos heridas en una, después morir, muerte cruel.

(La solución en la página siguiente.)


Jacques Peletier escribió un Arte poética francesa, así como el libro de poemas El amor de los amores. Pierre de Ronsard
lo incluyó en la Pléyade. Pontus de Tyard publicó sus primeros libros de poemas: Errores amorosos y El libro de los
versos líricos.

Luis de Camões, tras haber participado en varias expediciones desde la India, regresó a Goa, donde estrenó una comedia
con un prólogo en prosa y un único acto en redondillas. Se titulaba Filodemo y, más que una obra de teatro, es una
complicada novela de aventuras. Por esta época se enamoró de una esclava llamada Bárbara.

Con más de sesenta años, Ignacio de Loyola, desde Roma, seguía gobernando la Compañía de Jesús. Ese año terminó
su autobiografía.

El duque Cosme I de Florencia se anexionó Siena.

Las costas españolas e italianas empezaron a sufrir los ataques de Piali Bajá, almirante, visir y bajá del sultán Solimán I,
que contaba con el apoyo de Francia. Finalmente, el sha de Persia, Thamasp I, tuvo que rendirse ante el sultán y firmó la
paz de Amasia, en la que reconocía la pérdida de Bagdad, Georgia y algunos territorios más. Para no tener ocioso a su
ejército después de semejante golpe, proporcionó catorce mil hombres al mongol Humayún, con los cuales logró recuperar
el sultanato de Delhi, que había heredado de su padre, Báber, pero que había perdido poco después frente a los afganos.

El 3 de octubre, católicos y protestantes firmaron la Paz de Augsburgo, resumida en el principio cuius regio, eius
religio, es decir, que en cada territorio de Alemania se profesaría la religión de aquel de quien es la región, la religión
del príncipe correspondiente. Esto suponía una libertad religiosa a medias, ya que, si un súbdito no comulgaba con la
religión de su señor, no tenía más opción que emigrar. Por parte del emperador, las negociaciones las había llevado su
hermano, el rey Fernando I de Bohemia y Hungría. Carlos V aceptó con resignación el acuerdo que suponía el completo
fracaso de su política religiosa. El desánimo, unido a sus problemas de salud, lo llevó a tomar la decisión de abdicar de
todos sus títulos.

El primer paso lo dio en Bruselas el 25 de octubre, donde abdicó de su título de duque de Borgoña en favor de su hijo
Felipe, que acababa de llegar a la ciudad desde Londres. Empezó a leer su discurso con lágrimas en los ojos, pero no pudo
terminarlo. Su emoción contrastó con la flema de Felipe, que le contestó con cuatro palabras en francés y el obispo de
Arras se consideró en la obligación de acabar de responder en nombre de su señor. El gobierno efectivo de los Países
Bajos quedó en manos del duque Manuel Filiberto de Saboya.

La reina de Inglaterra, Maria Tudor, ya era conocida como María la Sanguinaria (unos siglos después se dio este nombre
a un cóctel: Bloody Mary), pues en su persecución de protestantes iba camino de las trescientas ejecuciones. El arzobispo
de Canterbury fue destituido, acusado de herejía, y se dispuso que lo juzgara un tribunal de teólogos reunidos en Oxford.
Su cargo fue ocupado por el cardenal Reginald Pole.

John Knox había hecho un intento de regresar a Inglaterra, pero, a la vista del panorama, no tardó en regresar a Ginebra.
Allí los libertinos habían tratado de arrebatarle el poder a Calvino por la fuerza, pero su intento fracasó y tuvieron que
huir de la ciudad. Así, Calvino se quedó sin oposición.

El Papa Paulo IV nunca había aprobado los intentos conciliadores del emperador Carlos V. Consideraba que era inútil
tratar de convencer a los protestantes, y que lo que procedía era vencerlos sin más. Puesto que la Paz de
Augsburgo suponía la rendición del emperador, el Papa buscó otro aliado dispuesto a combatir, y nadie más indicado que
el rey Enrique II de Francia. El protestantismo había penetrado en las familias más influyentes de Francia. Incluso algunos
oficiales reales eran hugonotes. El rey, alarmado, envió a Roma al cardenal Carlos de Lorena, el cual se reunió
en diciembre con el Papa y admitió la necesidad de una lucha inmediata contra el calvinismo. Para reforzar la alianza con
Francia, Paulo IV reconoció a Enrique II como legítimo rey de Nápoles.

El 16 de enero de 1556 el emperador Carlos V renunció a todos sus títulos (excepto los asociados a territorios alemanes)
en favor de su hijo Felipe, que se convirtió, en particular, en el rey Felipe II de España. Una de sus primeras decisiones
fue nombrar virrey de Nápoles al duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo. Tanto él como Felipe II exigieron a Paulo
IV que se retractara de su "donación" de Nápoles al rey de Francia. El Papa los excomulgó y ofreció ayuda a Enrique II
para invadir Italia. El rey envió un ejército bajo el mando del duque de Guisa, Francisco I.
Ese año murió el tirano de la Compañía, que así llamaba Paulo IV a san Ignacio de Loyola. (Obviamente, no fue él quien
lo canonizó.) Paulo IV veía a los jesuitas como agentes de España. Unos días antes de declarar la guerra a Felipe II, el
Papa había ordenado registrar el Colegio Romano en busca de armas.

Otros fallecidos ese año fueron:

 Jerónimo de Alderete, que viajaba hacia Chile para ocupar su cargo de gobernador cuando su barco se incendió y
murió enajenado en la isla de Taboga. El virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, nombró entonces
gobernador de Chile a su hijo García, de veintiún años. Francisco de Villagra fue nombrado corregidor y justicia
mayor de Chile.
 El gobernador de Asunción, Domingo Martínez de Irala.
 El depuesto arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer. Se le había obligado a escribir una retractación de sus
errores, que no lo libró de la hoguera. El embajador veneciano relata así su ejecución: "Al llegar al patíbulo, arrojó
primero al fuego el malhadado libro de su retractación, que llevaba escondido en el seno, y después, poniendo la
mano entre las llamas, dijo: Tú que has pecado firmando este escrito, debes arder primero. Después entró él en
la hoguera y ardió también."
 El navegante inglés Richard Chancellor. Poco antes había realizado un segundo viaje hasta Moscú, donde firmó
un tratado comercial con el zar Iván IV.
 Humayún, el sultán de Delhi, víctima de la cultura: era letrado y poeta, y murió al caerse de lo alto de su biblioteca.
Fue sucedido por su hijo Akbar, que estaba a punto de cumplir los catorce años, bajo la regencia de Bayram Kan.

Fuera de la India, los mongoles continuaban su decadencia: el zar Iván IV conquistó el kanato de Astraján.

El rey Gustavo I de Suecia nombró duque de Finlandia a su hijo Juan.

El pirata Dragut tomó la ciudad de Gafsa, en la costa Africana, y obtuvo de Estambul el gobierno de Trípoli.

El 12 de septiembre, el emperador Carlos V abdicó del título imperial y se retiró al monasterio de Yuste, en Extremadura.
El rey Juan Segismundo de Hungría cumplía dieciséis años y dominaba únicamente Transilvania, que adquirió status de
principado independiente, aunque seguía pagando tributo al Imperio Otomano.

El poeta francés Pierre de Ronsard publicó la Continuación de los amores, en un tono más personal, libre de la erudición
antigua y de las sutilezas petrarquistas, y los Himnos, donde trata temas políticos, religiosos y filosóficos.

Catedrático en Salamanca de retórica, griego y filosofía, el humanista Francisco Sánchez de las Brozas, más conocido
como el Brocense, publicó sus lecciones de retórica con el título De arte dicendi.

Un joven flamenco de veinticinco años llamado Roland de Lassus renunció al cargo de director de coro de san Juan de
Letrán, en Roma, para entrar en la capilla del duque Alberto V de Baviera, en Munich. Ese año publicó su primer libro
de motetes.

En 1557, John Knox regresó a Escocia y organizó algunas comunidades protestantes, pero tuvo que huir de nuevo,
mientras una efigie suya era quemada en Edimburgo en su lugar.

El rey Juan Segismundo de Hungría reconoció la libertad de culto a los luteranos en Transilvania.

El teólogo protestante Flacius Illyricus fue llamado a Jena por los príncipes de Sajonia para que fundara un centro del
luteranismo.

Ese año murieron:

 El rey Juan III de Portugal. Su hijo, el infante Juan Manuel, había muerto tres años atrás, así que la corona pasó a
su nieto Sebastián, bajo la regencia de su abuela Catalina de Austria (hermana de Carlos V) y de su
tío Enrique, arzobispo de Évora e inquisidor general de Portugal.
 El margrave Alberto Alcibíades de Culmbach-Bayreuth. No dejó descendencia, así que sus posesiones pasaron a
su primo Jorge Federico, el margrave de Ansbach.
 El gobernador de Santo Domingo, Gonzalo Fernández de Oviedo.
 El navegante frances Jacques Cartier.
 El navegante italiano Sebastiano Caboto.
 El matemático italiano Niccolò Tartaglia. Dejó inacabado su Tratado general de números y medidas.

La intervención de los portigueses en el Congo había debilitado enormemente el poder del monarca. Los estados vecinos,
hasta entonces sometidos en mayor o menor medida a vasallaje, empezaron a empanciparse. El estado de Ndongo, situado
un poco más al sur, empezó a negociar directamente con los portugueses. Éstos se referían al territorio por el nombre de
su jefe, N'gola, y fue este nombre el que acabó por prevalecer, deformado en Angola.

Un metalúrgico sevillano llamado Bartolomé Medina había emigrado a México tres años atrás y ahora ponía en práctica
en Pachuca el llamado procedimiento de patio, que era un método de su invención (o, al menos, introducido por él en
América) para obtener plata por amalgamación a partir de minerales pobres.

Tintoretto terminaba el óleo Susana y los viejos, con un desnudo (celulítico, como era usual en la época) en un hermoso
jardín.

En abril, Francisco de Villagra emprendió una nueva campaña contra los araucanos, en la que pereció su caudillo Lautaro.

Los otomanos, en un intento de apoderarse de Marruecos, asesinaron al sultán Muhammad al-Sayj, pero no consiguieron
su propósito.

ISABEL I Y FELIPE II
El 24 de julio de 1557, el rey Enrique II de Francia promulgó el edicto de Compiègne, que decretaba la pena de muerte
contra los hugonotes.

Mientras tanto, el rey Felipe II de España se estaba preparando para responder al ataque francés a sus posesiones italianas.
Había reclutado en Flandes un ejército integrado por tropas flamencas, húngaras, alemanas y españolas, que puso bajo el
mando del duque Manuel Filiberto de Saboya. En lugar de enviarlo a Italia, lo hizo penetrar en Francia, y llegó hasta la
ciudad de Saint-Quentin (o San Quintín). El almirante de Coligny acudió a defenderla, y pronto reclamó la ayuda del
condestable Montmorency, que acudió al frente de dieciocho mil hombres. El 10 de agosto se libró una gran batalla. El
duque de Saboya envió a su caballería contra Montmorency bajo el mando del conde de Egmont. El conde logró desbaratar
completamente el flanco francés causando la alarma y el desconcierto en el grueso del ejército enemigo. El duque Manuel
Filiberto logró entonces poner en fuga a los franceses. Se calcula que murieron unos cuatro mil de ellos, mientras que
otros cinco mil fueron hechos prisioneros. La ciudad fue asediada y cayó el 27 de agosto. A pesar de la prohibición
expresa de Felipe II, fue objeto de un terrible saqueo. Coligny fue hecho prisionero.

Mientras tanto, en Italia, el ejército francés había puesto sitio a Civitella, pero la ciudad aguantó. Los franceses,
diezmados por enfermedades, acosados por el duque de Alba y desmoralizados por las noticias de la derrota de San
Quintín, decidieron retirarse. El Papa Paulo IV, con el duque de Alba a las puertas de Roma, no tuvo más remedio que
pedir la paz y levantar las excomuniones de Felipe II y el duque de Alba. El duque de Guisa se dirigió precipitadamente
a París, y su presencia disuadió a Felipe II de atacar la capital francesa. En 1558, el duque de Guisa marchó sobre Calais,
que había apoyado el ataque de Felipe II, y recuperó el último reducto continental que Inglaterra conservaba desde la
guerra de los cien años. También conquistó varias plazas en los Países Bajos.

El duque Manuel Filiberto de Saboya envió un ejército bajo el mando del conde de Egmont, que los franceses trataron de
rehuir retirándose hacia la costa. Finalmente, se produjo un choque el 13 de julio, junto a la ciudad de Gravelines. En un
primer momento, la caballería española fue rechazada por la francesa, pero finalmente logró rodear a los franceses y
obligalos a una difícil retirada. Entonces, al parecer, medio por casualidad, apareció una flota inglesa que empezó a
bombardear los emplazamientos franceses, decantando definitivamente la victoria para los españoles.

La pérdida de Calais aumentó la impopularidad de María Tudor, que murió ese mismo año abandonada por todos. Poco
después moría también el cardenal Pole. Como la reina no había tenido descendencia (su marido, Felipe II, no había
vuelto a pisar Inglaterra desde la abdicación de su padre), "la más infeliz de las reinas, de las esposas y de las
mujeres", como ella misma se definió, fue sucedida por su hermanastra Isabel I. Durante el reinado de María, Isabel había
corrido en varias ocasiones el riesgo de ser ejecutada por razones de estado. María había conseguido a duras penas que
su hermanastra acudiera a misa e hiciera las genuflexiones que exigía el ritual. Ciertamente Isabel I no simpatizaba con
los católicos (es difícil simpatizar con alguien que te considera bastarda), pero tampoco era una protestante fervorosa.
Llegó a declarar que las diferencias entre las distintas ramas de la cristiandad "eran una mera bagatela".

Isabel I se reveló como una hábil estadista con una perspectiva mucho más lúcida que la de los demás reyes de su época,
pues comprendía perfectamente que la religión no era una cuestión de principios, sino una mera pieza del juego político.
Dado que su legitimidad como reina sólo podía justificarse desde el protestantismo, era obvio que Isabel I tenía que ser
protestante, pero su objetivo era lograr la unidad nacional, evitando que Inglaterra fuera el escenario de una guerra
religiosa como las que habían azotado a Alemania. Su hombre de confianza fue el barón William Cecil, que había sido
secretario real durante el reinado de Eduardo VI y había perdido el puesto con María Tudor, puesto que ahora recuperaba.
Otro favorito de la reina fue Robert Dudley, hijo de John Dudley, el duque de Nortumbria, y hermano de Guilford
Dudley, el marido de Juana Grey). Robert tenía ahora veintiséis años y no tardó en recibir el título de conde de Leicester.

María Estuardo había cumplido dieciséis años y, de acuerdo con lo previsto, se casó con el Delfín Francisco, que tenía
entonces catorce años.

Doblegado el Papa Paulo IV, los jesuitas pudieron reorganizarse tras la muerte de su fundador (la hostilidad del Papa
ponía en un grave aprieto a una orden religiosa que tenía entre sus votos uno de absoluta fidelidad al Papa). Como nuevo
general fue elegido Diego Laínez. Por estas fechas, la Compañía contaba con más de un centenar de colegios en Europa,
que demostraron ser un arma eficaz contra el protestantismo, cuyo avance era cada vez más alarmante. Ese mismo año se
descubrió un foco protestante nada menos que en España. Algunos protestantes españoles ya habían conocido la muerte
en la hoguera, pero habían "actuado" fuera de España. En cambio, ahora aparecían protestantes en Valladolid. Se
identificó al clérigo Agustín de Cazalla como el origen del foco. Había sido capellán del emperador Carlos V y uno de
sus predicadores favoritos. Lo había acompañado en sus muchos viajes por Flandes y Alemania hasta que, seis años atrás,
había obtenido una canonjía en Salamanca. De formación erasmista, parece ser que su pensamiento había evolucionado
hacia el protestantismo, y durante los últimos años había hecho proselitismo. Inmediatamente, Cazalla fue apresado por
la Santa Inquisición.
Aunque Carlos V había abdicado en favor de su hermano Fernando I, los príncipes electores debían ratificar esta decisión,
cosa que finalmente hicieron. Fernando I había sido siempre menos radical que su hermano en su trato con los protestantes
y, durante las negociaciones que condujeros a la paz de Augsburgo, se había mostrado conciliador, por lo que su elección
no suscitó grandes polémicas.

En su retiro de Yuste, Carlos V seguía atentamente la política europea. Reprochó a su hijo Felipe II que no hubiera
aprovechado la victoria de San Quintín atacando París y había recomendado la máxima severidad para con los protestantes
detectados en España. En otro orden de cosas, hizo que le llevaran como paje a un niño de trece años al que sus padres
adoptivos llamaban Jeromín. Era hijo de una dama flamenca llamada Bárbara Blomberg. Él no lo sabía (muy pocos lo
sabían, de hecho) pero su padre era el mismo Carlos V. Desde los nueve años, había sido adoptado por Luis
Quijada, mayordomo del emperador, que ahora, finalmente, quiso conocerlo. Probablemente tenía intención de revelarle
su origen, pero murió el 12 de septiembre sin haberse decidido a ello.

Tras la muerte de María Tudor, el dominico Bartolomé Carranza, que había acompañado a Felipe II en su viaje a
Inglaterra, había pasado a los Países Bajos, siempre dedicado a combatir el protestantismo. Ahora regresaba a España a
ocupar el cargo de arzobispo de Toledo. Por estas fechas publicaba sus Comentarios al catecismo romano.

El zar Iván IV declaró la guerra a la Orden Livonia. El gran maestre era entonces Gotthar Kettler.

El almirante otomano Pialí Bajá se apoderó de Ciudadela, en la isla de Menorca, lo que causó la alarma en Valencia y
Cataluña ante un posible levantamiento de los moriscos.

El portugués Luis de Camões obtuvo un cargo en Macao.

A sus sesenta y un años, murió Jean Fernel, el médico de cabecera del rey Enrique II. Además de médico era astrónomo
y matemático. Partiendo del colegio de Santa Bárbara de París, echó a andar por el camino de Amiens hacia el norte hasta
que el Sol descendió un grado en el cielo. A partir de la distancia recorrida, calculó la longitud del ecuador, y su evaluación
sólo difiere en 57 kilómetros de la evaluación actual.
El virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, logró que el inca Sayri Túpac se presentara en Lima y renunciara a sus
derechos a cambio de unas tierras que le fueron concedidas en Cuzco, donde fue bautizado. Sin embargo, su hermano Titu
Cusi Yupanqui fue proclamado inca en Vilcabamba y continuó la lucha contra los españoles.

Garcia Hurtado de Mendoza, el gobernador de Chile, hizo encarcelar a Francisco de Villagra, pero, en diciembre, Felipe
II destituyó a García y Villagra fue nombrado gobernador. El rey creó también la audiencia de Charcas, supeditada, como
la de Chile, al virreinato del Perú. Desde Asunción, Nuflo de Chaves empezó a preparar una expedición a esa región.

En 1559 la reina Isabel I de Inglaterra nombró arzobispo de Canterbury a Matthew Parker, que empezó a reorganizar la
Iglesia Anglicana. Se promulgaron el Acta de supremacía y el Acta de uniformidad, que restablecían un anglicanismo
muy moderado, similar al original instaurado por Enrique VIII. La primera exigía a los obispos un juramento de fidelidad
a la reina. Los que se negaron a prestarlo, fueron sustituidos y vigilados. Isabel I no estaba interesada en sus conciencias.
Sólo exigía obediencia. Haciendo gala de una inusitada astucia, logró contentar lo suficiente a los protestantes como para
conservar su apoyo y, al mismo tiempo, logró que los católicos no desesperaran de ganársela para su causa. Cuando el
parlamento trató de promulgar una ley que la declaraba cabeza de la Iglesia, como su padre y su hermano, la reina rehusó
el título para no ofender a los católicos. El embajador español creyó que Isabel había tomado esa decisión siguiendo su
consejo. En una carta a Felipe II, el embajador cuenta los detalles de una conversación con la reina: Él la quiso asustar
recordándole la bula papal que había excomulgado a su padre. Isabel I contestó que sólo quería llegar a una pacificación
de los espíritus, y que le bastaría una legislación análoga a la que regía en Alemania. El embajador le hizo observar que
la paz de Augsburgo tenía bien poco de católica, e Isabel I contestó que no sería lo mismo, sino algo parecido. Después
añadió que ella creía que Dios estaba en el sacramento de la Eucaristía (al contrario que los protestantes) y que sólo
desaprobaba tres o cuatro cosas de la liturgia de la misa. El embajador añadía en su carta la impresión que le había causado
la reina: Esta reina es extremadamente inteligente, y tiene un mirar terrible. El caso fue que, con estas ambigüedades,
Isabel I logró tener a Europa desconcertada y a la expectativa durante bastante tiempo.

El zar Iván IV de Rusia obtuvo una importante victoria frente a la orden Livonia, lo que llevó al gran maestre Gotthar
Kettler a buscar el apoyo de Polonia.
El portugués Luis de Camões fue acusado de prevaricación y tuvo que regresar a la India desde Cantón. Sobrevivió al
naufragio del barco que lo transportaba. No se conocen los detalles del proceso, pero al final fue absuelto.

En Abisinia murió el rey Galaudeos, que fue sucedido por Minas. Las luchas contra los musulmanes durante los primeros
años del reinado de Galaudeos habían debilitado a ambas partes, lo que permitió que una tribu pagana llegada del sureste,
los gallas, rechazaran a los musulmanes hacia el norte y se convirtieran en la nueva amenaza para Abisinia.

Camboya pasaba por un periodo de luchas intestinas entre distintas facciones que se disputaban el poder. El vecino Siam
contribuía a desestabilizar la situación ayudando a unos u otros. Por esta época llegaban los primeros europeos:
misioneros, comerciantes y aventureros, españoles y portugueses. Hubo un intento de hacerse con el control del reino,
pero fracasó.

El virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, encargó a Pedro de Ursúa que organizara una expedición en busca de
El Dorado siguiendo el curso del Amazonas. El propósito real era desembarazarse de un exceso de soldados que, una vez
terminadas las guerras civiles, no podían traer nada bueno.

El virrey de México, Luis de Velasco, envió a Tristán de Luna y Arellano al frente de mil quinientos hombres con la
misión de conquistar Florida.

En Sevilla apareció un segundo foco protestante y la reacción de la Santa Inquisición no se hizo esperar. El 21 de mayo se
celebró un auto de fe en Valladolid en presencia de doscientas mil personas, presidido por la regente doña Juana.

La reina de Francia, María de Médicis, sufría frecuentemente de migrañas, y el embajador francés en Lisboa le envió un
remedio llegado de América: el tabaco. Su consumo se había extendido rápidamente entre los españoles y portugueses de
clase baja, pero, al recomendárselo a la reina, puede considerarse que Jean Nicot fue el primero en introducirlo en los
círculos aristocráticos. A pesar de que el nombre que recibe actualmente la principal sustancia tóxica del tabaco deriva
del apellido de Nicot, lo cierto es que el embajador no estaba especialmente interesado por la farmacopea, sino más bien
por la gramática y la literatura francesa.
El estado francés estaba en bancarrota. En abril, el rey Enrique II tuvo que firmar con Felipe II el tratado de Cateau-
Cambrésis, por el que Felipe II devolvía a Francia las plazas recientemente conquistadas a cambio de que Enrique II
renunciara a sus pretensiones sobre Nápoles, Saboya y el Piamonte. La isla de Córcega fue devuelta a los genoveses.
Además, se concertaron los matrimonios de Isabel de Valois, hija del rey francés, con Felipe II y de Margarita, hermana
de Enrique II, con el duque Manuel Filiberto de Saboya. Unos días antes, Enrique II había firmado un tratado con
Inglaterra por el que Francia se quedaba con Calais a cambio de una indemnización.

Isabel de Valois tenía tan sólo trece años. En las negociaciones previas al tratado se había contemplado su matrimonio
con el príncipe Carlos, el heredero de Felipe II, de catorce años, pero la muerte de María Tudor llevó a Felipe II a
proponerse él mismo como esposo (a sus treinta y dos años).

En el tratado se acordó también la liberación de prisioneros de guerra. Entre ellos estaba el almirante de Coligny, que
volvió algo cambiado, ya que mientras estuvo en manos de los españoles decidió hacerse protestante, y luego convirtió a
su vez a sus dos hermanos mayores.

Ante el decreto de Compiègne, los hugonotes franceses habían respondido organizándose en 72 comunidades según el
modelo de Ginebra y el 26 de mayo celebraron el primer sínodo nacional, en el que adoptaron la Confessio
gallicana, redactada por el mismo Calvino. El rey Enrique II respondió con el edicto de Ecouen, en el que instaba a los
tribunales a aplicar la pena de muerte dispuesta por la ley.

En París se celebraron festejos con motivo de los próximos matrimonios de Isabel y Margarita. El 30 de junio se celebró
un torneo en el que Enrique II se enfrentó al conde de Montgomery, pero la justa acabó en un empate. El rey pidió
entonces una especie de revancha, durante la cual, la lanza de Montgomery atravesó la visera del rey, provocándole
heridas múltiples en la cara y en el cuello, de las que murió el 10 de julio, tras una larga agonía. Así encontró un
significado la cuarteta de Nostradamus que citábamos en la página anterior. Su predicción de la muerte del rey aumentó
la fama del adivino (aunque es importante señalar que ni ésta ni ninguna otra predicción de Nostradamus ha sido
interpretada hasta después de que hubiera sucedido lo que supuestamente predecía). Enrique II fue sucedido por su
hijo Francisco II, de quince años.
Católicos y protestantes se disputaron el control sobre el joven monarca. En principio, éste quedó en manos del duque
Francisco I de Guisa y de su hermano, el cardenal Carlos de Lorena, que se convirtieron en la cabeza del catolicismo
francés. Los hugonotes, por su parte, estaban dirigidos por el rey de Navarra, Antonio de Borbón, aunque otros cabecillas
eran su hermano, el príncipe Luis I de Condé, y los hermanos Coligny.

En agosto, Calvino publicó el texto latino definitivo de su Institución de la religión cristiana. Ginebra se había convertido
en el centro de difusión del protestantismo por Europa. Algunos protestantes ginebrinos emigraron a la colonia francesa
que Coligny había establecido en Brasil, pero esto suscitó polémicas entre los colonos que llevaron a Villegaignon a
regresar a Francia. Los portugueses aprovecharon que la colonia quedó desprotegida para adueñarse de ella.

La reforma protestante estaba cuajando en Escocia, de modo que, cuando John Knox regresó de nuevo a su patria, se
encontró con una calurosa acogida por parte del pueblo. Redactó entonces la Confessio Scotica, el Book of discipline y
el Book of common order, que sentaron las bases de la Iglesia Presbiteriana Escocesa, cuya doctrina es esencialmente la
calvinista. El radicalismo presbiteriano de Knox contrastaba con la moderación anglicana de Isabel I. Knox se dedicó a
una intensísima labor de predicación, viajando continuamente de un sitio a otro. "De las veinticuatro horas del día no
doy más de cuatro a este corpazo mío para que descanse", decía. A Inglaterra le interesaba una Escocia protestante y no
católica, pues una Escocia católica sería siempre una amenaza. Por ello, mientras Knox sublevaba al pueblo, Isabel I
incitaba clandestinamente a la nobleza protestante a rebelarse contra la regente católica María de Lorena.

En España, la Santa Inquisición continuaba su trabajo con su habitual eficacia. El inquisidor general era a la
sazón Fernando de Valdés, y entre los principales ideólogos del ultracatolicismo estaba el teólogo dominico Melchor
Cano. Ambos decidieron acusar de herejía al mismísimo arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza. Por cierta "sospecha
de herejía" en algunas palabras de sus Comentarios al catecismo romano, que el arzobispo se ofeció a explicar o rectificar,
fue encarcelado el 22 de agosto. También cayó bajo sospecha el dominico fray Luis de Granada, que había sido alumno
tanto de Melchor Cano como de Bartolomé Carranza, pero que evitó la cárcel huyendo a Portugal. Tenía ahora cincuenta
y cinco años. Había escrito el Libro de la oración y de la meditación y la Guía de pecadores, obras de gran interés, no
por su contenido, sino por su excelente prosa ciceroniana, que convierten a su autor en uno de los mejores prosistas de su
siglo en lengua castellana.
He aquí algunos fragmentos de la censura de Melchor Cano a los escritos de fray Luis de Granada:

Por más que las mujeres reclamen con insaciable apetito comer de este fruto [la Sagrada Escritura], es necesario vedarlo
y poner cuchillo de fuego para que el pueblo no llegue a él. A fray Luis le podía la Iglesia reprender gravemente en tres
cosas. La una, en que pretendió hacer contemplativos y perfectos y enseñar al pueblo en castellano lo que a pocos de él
conviene, porque muy pocos populares pretenderán ir a la perfección por aquel camino de fray Luis sin que no se
desbaraten en los ejercicios de la vida activa competentes a sus estados; y por el provecho de unos pocos dar por escrito
doctrina en que muchos peligrarán por no tener fuerzas ni capacidad para ello, siempre se tuvo por indiscreción
perjudicial al bien público. [...] Lo otro en que fray Luis justamente será reprendido es en haber prometido camino de
perfección común y general a todos los estados, sin votos de castidad, pobreza y obediencia [...]. Finalmente, en aquel
libro de fray Luis [...] hay algunos graves errores que tienen un cierto sabor de la herejía de los alumbrados.

Así, el argumento es, en esencia, que si se divulga la doctrina teológica, la gente poco instruida podría sacar erróneamente
sus propias conclusiones y discutir la doctrina oficial de la Iglesia Católica, en suma, caer en la herejía.
Los "alumbrados" eran quienes afirmaban estar iluminados directamente por Dios para interpretar las escrituras y, por lo
tanto, anteponían sus propias interpretaciones a las de la teología oficial.

Felipe II dejó los Países Bajos en manos de su hermana (natural) Margarita de Parma, la esposa de Octavio Farnesio, el
duque de Parma, y regresó a España. Como principal consejero de Margarita de Parma dejó a Antonio Perrenot, el señor
de Granvela, que había nacido en el Franco Condado y eso lo convertía en extranjero ante la nobleza flamenca. Había
sido uno de los principales responsables de la diplomacia Española en las últimas décadas.

Cuando Felipe II se acercaba a la costa española, una tormenta hizo naufragar su barco y tuvo que llegar a tierra en un
bote, mientras contemplaba cómo se hundía la nave que traía las pinturas, esculturas, tapices y joyas que había
coleccionado su padre durante muchos años. Pero mayor fue su decepción cuando se encontró en Valladolid con el
principe Carlos. Era hijo y nieto de primos hermanos, apenas sabía escribir y había sido imposible enseñarle el latín. Entre
sus juegos favoritos estaba el de estrangular conejos. También se encontró con su hermanastro Jeromín, al que reveló su
parentesco y de cuya educación decidió hacerse cargo. Desde ese momento, Jeromín pasó a ser don Juan de Austria. Los
primeros años en la corte los pasó en compañía de sus sobrinos, Carlos y Alejandro Farnesio (el hijo de Margarita de
Parma, de catorce años).

En el plano político, Felipe II prestó especial atención al problema del protestantismo. El 8 de octubre asistió a un auto
de fe, en el que uno de los condenados a la hoguera se dirigió a él y le preguntó por qué consentía que lo quemasen. El
rey le replicó: "Yo traería leña para quemar a mi hijo, si fuera tan malo como vos". Luego, se puso en pie, se descubrió
la cabeza y juró públicamente favorecer la fe católica y a sus ministros. Se calcula que fueron juzgados unos cuatrocientos
protestantes, de los que unos veinte acabaron en la hoguera. Especialmente severo fue el juicio contra Agustín de Cazalla,
cuya retractación en el último momento sólo le valió la suerte de ser estrangulado antes de ser quemado. El resultado fue
un rotundo éxito: el protestantismo quedó erradicado de España, y en el futuro la Santa Inquisición sólo tuvo que ocuparse
de algún que otro caso aislado.

Y por si alguien pudiera creer que el rey reservaba su inteligencia para otros asuntos de más gravedad, la disposición
siguiente dejaba claro que el rey no podía reservar lo que no tenía:

Mandamos que, de aquí en adelante, ninguno de nuestros súbditos y naturales, de cualquier estado, condición y calidad
que sean: eclesiásticos o seglares, frailes ni clérigos ni otros algunos, no puedan ir ni salir de estos reinos a estudiar, ni
enseñar, ni aprender, ni a estar ni residir en universidades, ni estudios, ni colegios fuera de estos reinos; y que los que
hasta ahora y al presente estuvieran y residieran en tales universidades, estudios o colegios, se salgan y no estén más en
ellos dentro de cuatro meses después de la data y publicación de esta carta [...] so pena de pérdida de sus bienes y del
destierro perpetuo.

También ordenó la censura de todas las publicaciones. Fernando de Valdés confeccionó un Índice de libros
prohibidos que incluía, además de libros estrictamente heréticos, obras de Erasmo, de Francisco de Borja y de Juan de
Ávila, un sacerdote de cincuenta y nueve años que había sido maestro de fray Luis de Granada y que ya había pasado
algún tiempo en las cárceles de la Santa Inquisición. También figuraban las dos partes del Lazarillo de Tormes.

Ese año murieron:


 El rey Cristián III de Dinamarca y Noruega. Su primo, prisionero y rival, el derrocado Cristian II, no tardó en morir
también. Fue sucedido por su hijo Federico II.
 El conde Guillermo de Nassau. El condado lo heredaron sus dos hijos, Guillermo, el príncipe de Orange, conocido
como Guillermo I el Taciturno, porque hablaba poco y pensaba mucho, y Juan I.
 El duque Hércules II de Ferrara. Su viuda, Renata de Francia, regresó a su país para apoyar a los hugonotes.
 El conquistador Sebastián Garcilaso de la Vega.
 El Papa Paulo IV. Últimamente había confiado la política pontifica a sus sobrinos, pero terminó desposeyéndolos
de sus cargos en cuanto detectó su descontrolada ambición. En el cónclave subsiguiente a su fallecimiento, faltaron
pocos votos para que fuera elegido Papa el jesuita Diego Laínez. Sin embargo, al final el Espíritu Santo se decantó
por Giovanni Angelo de Médicis, de sesenta años, que adoptó el nombre de Pío IV. Hizo asesinar a los sobrinos
de Paulo IV para poner en su lugar a los suyos propios. En 1560 nombró cardenal a uno de ellos, Carlos Borromeo.

Isabel de Valois fue recibida en Guadalajara por su prometido, el rey Felipe II de España. La boda se celebró el 31 de
enero.

El teólogo Flacius Illyricus fue expulsado de Jena junto con algunos discípulos. Desde entonces, se dedicó a recorrer
Alemania defendiendo la doctrina de la no intervención de la voluntad humana en la salvación.

Dragut derrotó a la flota española en Djerba mientras Piali Bajá vencía en Gelves.

Tristán de Luna y Arellano regresó enfermo a México. Su expedición a Florida había sido un fracaso. En
cambio, Francisco de Ibarra, yerno del virrey Velasco, inició con éxito la conquista de Nueva Vizcaya.

Nuflo de Chaves fundó en Charcas la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.

Hernando Pizarro salió de la cárcel con más de ochenta años, y se retiró a su pueblo natal.

El poeta Bernardo Tasso publicó el Amadís, un poema épico en cien cantos inspirado en el Amadís de Gaula.
En la India, el mongol Akbar cumplió dieciocho años y se liberó de la tutela del regente Bayram-kan. No había aprendido
a leer, pero poseía una gran memoria, y se hacía leer textos en voz alta. También reunía sabios para que discutieran en su
presencia sobre filosofía, moral y religión.

LAS GUERRAS DE RELIGIÓN


En marzo de 1560, los hugonotes hicieron una tentativa de raptar al rey Francisco II de Francia para sustraerlo de la
influencia de los Guisa y dar el control del país al príncipe Luis I de Condé. La llamada conjura de Amboise fracasó por
una traición, y muchos de los conjurados fueron apresados, entre ellos el príncipe Luis I y su hermano Antonio de Borbón.

El 21 de agosto se produjo un eclipse solar que impresionó a un joven danés de trece años llamado Tyge Brahe. En
realidad, lo que le impresionó fue que la fecha del eclipse hubiera sido predicha, y esto lo llevó a interesarse por la
astronomía. Compró algunos libros y empezó a estudiarlos con la ayuda de algunos de sus profesores.

El 20 de noviembre, el Papa Pío IV promulgó una bula en la que convocaba una nueva sesión del Concilio de Trento.

El compositor Palestrina fue nombrado titular de Santa María la Mayor.

Los responsables de la conjura de Amboise fueron condenados a muerte. Varios de ellos ya habían sido ejecutados cuando
en diciembre murió súbitamente el rey Francisco II de Francia, a sus dieciséis años, víctima de la tuberculosis. Como no
dejó descendencia, fue sucedido por su hermano Carlos IX, de diez años, cuyo título de duque de Orleans pasó a su vez
a su hermano Enrique, de nueve años.

El cambio de un niño por otro fue más significativo de lo que podría parecer, porque su madre, María de Médicis, que
hasta ese momento no había tenido ningún peso político, fue elegida regente de Carlos IX, en lugar de los Guisa. Su
propósito fue asegurar la corona para su hijo, sin importarle si lo conseguía con apoyo católico o protestante. Al igual que
Isabel I de Inglaterra, trató de mantener la ambigüedad sobre su postura durante el mayor tiempo posible y, para conseguir
sus fines, no dudó en usar cualquier recurso, desde la seducción hasta el envenenamiento. Siguiendo esta política, ordenó
la liberación de Antonio de Borbón y Luis de Condé, que de este modo se libraron de la pena capital. El primero aceptó
el cargo de lugarteniente general del reino, para lo cual tuvo que declararse católico, decisión que no fue secundada ni
por su hermano ni por su esposa, la reina Juana III de Navarra.

El poeta Pierre de Ronsard, que había obtenido un curato ocho años atrás, se convertía ahora en capellán del rey Carlos
IX. Un médico llamado Jacques Grévin publicó un libro de poemas con el título El olimpo de J. Grévin. El año anterior
había publicado la comedia La tesorera.

A la joven María Estuardo (que acababa de cumplir los dieciocho años) no sólo se le había muerto el marido, sino que
poco antes había recibido la noticia de la muerte de su madre, María de Lorena, lo que la obligaba a regresar a Escocia.
En su ausencia, el parlamento de Edimburgo declaró al protestantismo religión del Estado.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El rey Gustavo I de Suecia, que fue sucedido por su hijo Erik XIV. Gustavo I había dotado a su país de un ejército
permanente de quince mil hombres y de una flota de guerra, que hacían de Suecia una potencia de primer orden.
 Anastasia Romanovna, la esposa del zar Iván IV de Rusia.
 El almirante genovés Andrea Doria, a los noventa y cuatro años.
 El teólogo protestante Philipp Melanchthon.
 El teólogo católico Melchor Cano.

Pedro de Ursúa había partido de Perú en busca de El Dorado, pero, tras tres meses de recorrido infructuoso, al llegar
al río Marañón se produjo un motín encabezado por Lope de Aguirre, que asesinó a Ursúa en enero de 1561 y se
convirtió en el nuevo jefe de la expedición.

El rey Segismundo II de Polonia llegó a un acuerdo con Gottar Kettler, el gran maestre de la orden Livonia, incapaz de
resistir por más tiempo la ofensiva del zar Iván IV de Rusia. La orden fue secularizada y Kettler recibió el título de duque
de Curlandia, bajo la soberanía polaca. No obstante, no todo el territorio dominado por la orden Livonia fue anexionado
a Polonia, ya que el rey Erik XIV de Suecia se apoderó de la región de Reval, la ciudad competidora de Helsinki en el
control del comercio con Rusia.

María Estuardo estaba de vuelta en Escocia y trató de combatir a los presbiterianos con mano dura, y así empezó su duelo
personal contra el predicador John Knox.

En Inglaterra, Thomas Sackville y Thomas Norton escribieron Gorboduc, la primera tragedia inglesa en versos blancos,
inspirada en el estilo de Séneca.

En Francia, Jacques Grévin publicó la tragedia César, sobre las luchas civiles en Roma.

Juan Vázquez de Coronado (hermano de Francisco Vázquez de Coronado, el explorador de América del Norte), fue
nombrado alcalde de Nicaragua, y desde allí dirigió una expedición de conquista hacia la franja de terreno situada entre
Nicaragua y Panamá, a la que dio el prometedor nombre de Costa Rica. Allí logró aliarse con varias tribus indígenas que
le facilitaron la ocupación.

En marzo, Lope de Aguirre declaró su propósito de llegar a la desembocadura del Amazonas para, desde allí, marchar
sobre Perú y convertirlo en un reino independiente de España. Su rebelión contra Ursúa había triunfado en gran parte por
el apoyo de Francisco de Guzmán, al que nombró "príncipe de Tierra Firme, Perú y Chile". Sin embargo, las
discrepancias entre ambos llegaron a tal punto que en mayo Aguirre hizo ejecutar a Guzmán y a sus seguidores.

En Francia, Catalina de Médicis estaba fomentando la rivalidad entre la alta nobleza católica y la protestante para debilitar
a ambas facciones. En septiembre hubo un intento de consenso entre ambas Iglesias en el llamado coloquio de Poissy, al
que asistió el joven rey Carlos IX, pero no dio ningún fruto, pues el representante de Calvino defendió con firmeza sus
dogmas, en especial la negación de la transubstanciación, y provocó una violenta reacción de los católicos. En un
momento dado, el capitán general de los jesuítas, Diego Laínez, que participaba como representante del Papa, se dirigió
personalmente a Catalina de Médicis (en italiano, lo que aumentaba la descortesía) para prevenirla contra cualquier
intromisión en los asuntos de la Iglesia de Cristo. Parece ser que el infructuoso coloquio influyó sobre el humanista Petrus
Ramus, que se adhirió a la Reforma y hubo de abandonar una cátedra en el Colegio de Francia que había obtenido diez
años atrás gracias al cardenal de Lorena. El rey de Navarra, Antonio de Borbón, renunció a su cargo de lugarteniente del
reino presionado por la regente.

Desde la desembocadura del Amazonas, Lope de Aguirre navegó hasta Venezuela, donde se apoderó de la ciudad
de Valencia, no obstante, los enfrentamientos con sus seguidores se hicieron cada vez más frecuentes y con ellos las
deserciones. En octubre, Aguirre fue capturado en Barquisimeto por las autoridades españolas y fue asesinado en el acto
por algunos de sus antiguos compañeros. La revuelta de Aguirre hizo que el virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza,
fuera destituido, y murió en Lima poco después. Fue sucedido en el cargo por Diego López de Zúñiga. Con estos
cambios, Francisco de Villagra pudo tomar posesión finalmente de su cargo de gobernador de Chile.

Durante toda la Edad Media, la corte española había sido itinerante, desplazándose según la conveniencia de los reyes.
Ahora el rey Felipe II decidía establecerla definitivamente en Madrid, hasta entonces una población mediana situada en
el centro de la península Ibérica y famosa por la limpieza de sus aires y sus aguas.

El príncipe de Orange, Guillermo el Taciturno, se casó con Ana de Sajonia, hermana del príncipe elector Augusto de
Sajonia.

Antonio Perrenot, el señor de Granvela, que gobernaba los Países Bajos como consejero de Margarita de Parma, había
sido nombrado arzobispo de Malinas el año anterior, y ahora era creado cardenal. Estos ascensos acrecentaron su
intransigencia en materia religiosa, que contrastaba con la flexibilidad y la diplomacia que había demostrado en tiempos
del emperador Carlos V. El descontento contra Granvela se extendía incluso hasta una buena parte de la nobleza católica,
que veía con malos ojos la política centralista de Felipe II. Los flamencos llevaban un tiempo reivindicando la retirada de
los tercios españoles, y Margarita de Parma logró ese mismo año que el rey accediera a ello.

El príncipe Carlos, heredero de Felipe II, había padecido unas fiebres intermitentes de las que logró recuperarse, pero,
poco después, cayó por unas escaleras y se dañó gravemente la cabeza (más de lo que ya estaba). Se puso muy grave y
Felipe II llegó a retirarse a un monasterio dejando dispuestos los funerales, pero finalmente se salvó. Fueron tantos los
médicos que lo examinaron y lo trataron que es difícil saber quién y cómo lo curó. Los principales candidatos, según los
cronistas, son dos: un curandero morisco, que le aplicó ungüentos mágicos, y la momia de fray Diego de Alcalá, muerto
hacía cien años, que le fue colocada junto al lecho. No obstante, es más plausible atribuir el mérito al médico flamenco
Andrés Vesalio, que le practicó una trepanación.

Vesalio publicó ese año Anatomicarum Gabrielli Fallopii obseruationum examen, un comentario a las Obseruationes
anatomicae, recientemente publicadas por un canónigo de Módena y profesor en Padua llamado Gabriele Falopio. En
ella describe el tímpano, el hueso esfenoides, el ovario, la vagina, la placenta, los ligamentos circulares y muchos nervios.

Poco después, Vesalio fue apresado, juzgado y condenado a muerte por la Santa Inquisición, acusado de iniciar una
observación anatómica interna en un hombre vivo. Felipe II logró que se le conmutara la pena por una peregrinación a
Jerusalén.

La salud mental del príncipe empeoró sensiblemente desde su accidente, y el rey decidió confiar la tutela de su heredero
a un amigo de la infancia, un aristócrata portugués llamado Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli. Su influencia sobre
el monarca era tan grande que a sus espaldas lo llamaban Rey Gómez. Las malas lenguas decían que la razón de que el
rey lo tratara con tanta consideración era que tenía un lío con su esposa, Ana Mendoza de la Cerda, más conocida como
la princesa de Éboli. Era muy aficionada a la esgrima, y se decía que el haber perdido un ojo con esta práctica no había
menoscabado su belleza.

El año anterior, los jesuitas habían fundado un colegio en Tréveris, y ahora fundaban otro en Maguncia. Estas
instituciones fueron decisivas para que el catolicismo recuperara algo de terreno en Alemania. El Papa Pío IV designo
como representantes pontificios en el concilio de Trento a los teólogos Alfonso Salmerón y Pedro de Soto. La
decimoséptima sesión del concilio, tras casi diez años de suspensión, se celebró el 18 de enero de 1562. Asistieron ciento
trece participantes, todos católicos, ya que los protestantes se negaron a acudir. El que sí que acudió a la inauguración fue
el emperador Fernando I, que en una intervención defendió la libertad de conciencia. Ese año, el emperador cedió el título
de rey de Bohemia a su hijo Maximiliano.
Justo el día anterior, se había publicado en Francia el edicto de Saint-Germain, por el que se reconocía a los hugonotes el
derecho a la práctica pública de su culto, que tenía que celebrarse de día y fuera de las murallas de las ciudades. Por otra
parte, se les autorizaba a crear consistorios que se reunieran privadamente en las ciudades para organizar las comunidades
religiosas.

El almirante Gaspard de Coligny pidió permiso a Catalina de Médicis para llevar a cabo un segundo intento de fundar
una colonia en América, esta vez formada íntegramente por protestantes. La reina le concedió el permiso, y el 18 de
febrero zarparon rumbo a Florida dos barcos cargados de hugonotes conducidos por Jean Ribault.

El cirujano Ambroise Paré fue nombrado primer cirujano del rey Carlos IX. Había atendido a su padre, Enrique II, y a su
hermano, Francisco II. Tenía una tienda en la calle de l'Hirondelle en París, donde operaba de cataratas, reducía fracturas,
asistía en partos y preparaba emplastos. Naturalmente, en la época no había anestésicos, y así, por ejemplo, para una
operación de cataratas, el paciente era atado de pies y manos a la silla. Paré es considerado el fundador de la cirugía
moderna. Conocía las obras de Hipócrates y Galeno, escribió numerosos tratados en los que no dudó en atacar doctrinas
antiguas y prejuicios.

Jacques Grévin publicó un Tratado de anatomía.

Libre ya de las presiones para llegar a un compromiso con los protestantes, el concilio de Trento se mostró tal y como
siempre había sido concebido desde Roma. En la decimoctava sesión, celebrada el 26 de febrero, se planteó un gran
proyecto de reforma de la Iglesia Católica, lo que se ha venido en llamar la Contrarreforma, cuyo propósito no era en
modo alguno el de aceptar los dogmas reformados de luteranos o calvinistas, sino, por una parte, precisar, depurar y dar
coherencia a la doctrina católica tradicional y, por otra, tomar medidas para que el clero obrara en consonancia con esta
doctrina, evitando las desviaciones y corrupciones que eran parte de la causa de que muchos creyentes se convirtieran a
la Reforma.

Ante la política fluctuante de la regente, los católicos franceses decidieron reprimir por sí mismos la herejía. El 1 de
marzo, el duque Francisco I de Guisa, que se dirijía a París, sorprendió en Wassy, en Champaña, una celebración
protestante que tenía lugar en una granja y que había reunido a cerca de un millar de fieles. Los hombres del duque
desencadenaron una matanza en la que degollaron a unas ochenta personas y malhirieron a un centenar.

La chispa saltó a otros lugares: hubo asesinatos de hugonotes en Tours, en Sens y en el Maine. A su vez, los protestantes
se defendieron con más violencia, saquearon Lyon y capturaron en Dreux al condestable Monrmorency. El rey de Navarra,
Antonio de Borbón, murió a consecuencia de las heridas que sufrió mientras defendía Ruan de un ataque protestante. Fue
sucedido, como rey de (la Baja) Navarra y duque de Borbón, por su hijo Enrique III, de nueve años, bajo la regencia de
su madre protestante, la reina Juana III. El rey Felipe II de España aportó dinero, y luego soldados, a los católicos
franceses, mientras que los protestantes entregaron El Havre a la reina Isabel II de Inglaterra a cambio de financiación.
Así empezó la primera de las llamadas guerras de Religión.

El 1 de mayo, la expedición de protestantes dirigidos por Jean Ribault tocó tierra al norte de Florida. Desde allí los
franceses se dirigieron más hacia el norte y fundaron la colonia de Charlesfort (en honor al rey Carlos IX). Después
Ribault regresó a Francia dejando unos treinta y dos hombres en la colonia. Sin embargo, el asentamiento no duró mucho,
ya que los colonos decidieron que estaban mejor en Francia y construyeron unos barcos rudimentarios con el propósito
de regresar a su patria. Seguramente se habrían perdido en el mar si no los hubiera encontrado un galeón inglés.

Por esta época, la marina mercante inglesa estaba en una fase de rápido crecimiento. Además de la recientemente abierta
ruta comercial con Rusia a través del Ártico, los comerciantes ingleses proporcionaban suministros a las colonias
españolas y portuguesas en América, muchos de los cuales los adquirían en África. Ese año, el navegante John Hawkins
inició la trata de esclavos entre África y las Indias Occidentales, ante la indignación de españoles y portugueses, que
reivindicaban la exclusividad en el negocio.

En Irlanda, los ingleses estaban sufriendo derrotas frente a un caudillo llamado Shane O'Neill, al que la reina Isabel I
tuvo que reconocer como rey de Tyrone.

Juan Vázquez de Coronado dirigió una segunda y exitosa expedición a Costa Rica.
Las discusiones sobre la Contrarreforma en el concilio de Trento habían empezado por asuntos demasiado prácticos y el
resultado fue que ni en la sesión decimoctava, ni en las dos siguientes, celebradas el 14 de mayo y el 4 de junio, se pudo
llegar a ningún acuerdo. En la sesión vigesimoprimera, celebrada el 16 de julio, se volvió a las cuestiones dogmáticas,
donde era más fácil llegar a un consenso, y así se aprobó la doctrina, defendida por Pedro de Soto, sobre cómo se debía
recibir la Eucaristía, mientras que en la sesión del 17 de septiembre se aprobó la doctrina sobre cómo debía celebrarse la
misa.

En la India, el mongol Akbar, aunque era musulmán, demostraba una gran benevolencia hacia los hindúes, hasta el punto
de que ahora se casaba con una princesa de esta religión.

El año anterior Tyge Brahe había ingresado en la universidad de Leipzig, donde decidió latinizar su nombre, y desde
entonces es más conocido como Tycho Brahe. Teóricamente estudiaba lenguas clásicas, pero le interesaba más la
astronomía. En Leipzig tuvo la oportunidad de observar una conjunción de Júpiter y Saturno, y observó que los cálculos
realizados según el sistema geocéntrico de Ptolomeo se equivocaban en casi un mes al predecir la fecha, mientras que el
sistema heliocéntrico de Copérnico se equivocaba también, aunque sólo en unos días. Aunque todavía estaba por cumplir
los diecisiete años, se dijo que él podría perfeccionar los cálculos, y se decidió estudiar astronomía en Leipzig.

El duque de Florencia, Cosme I de Médicis, tenía cuarenta y tres años, y ya hacía dos que había cedido el gobierno de sus
estados a su hijo Francisco, que tenía ahora veintiún años. Francisco encargó un crucifijo de marfil al escultor Benvenuto
Cellini, como regalo para el rey Felipe II de España. Cellini tenía ya sesenta y dos años, y por estas fechas terminaba
sus Memorias, en las que se presenta como aventurero, mujeriego y camorrista.

El poeta italiano Bernardo Tasso tenía un hijo de dieciocho años llamado Torquato, que llevaba tres años trabajando en
un ambicioso proyecto titulado Jerusalén libertada, un poema épico situado en la primera cruzada. Ese año terminó
paralelamente un poema caballeresco titulado Reinaldo.

El 13 de noviembre llegó a Trento el cardenal de Lorena al frente de una delegación francesa. En las conversaciones
previas a la sesión siguiente del concilio, que se retrasó hasta el año siguiente, creció la tensión entre los teólogos italianos
y españoles, partidarios de que el Papa fuera reconocido como autoridad indiscutible en todas las cuestiones relacionadas
con la Iglesia, frente a los franceses, partidarios de reconocer prerrogativas a los reyes y príncipes en lo tocante a la
administración de la Iglesia en cada reino, especialmente en el nombramiento de obispos.

El rey Erik XIV de Suecia trataba de hacerse con el control de los estrechos que separan Suecia de Dinamarca, para
monopolizar el comercio del Báltico, pero el rey Federico II de Dinamarca no estaba dispuesto a aceptarlo y en 1563 atacó
Suecia, iniciando así una guerra entre ambos países. Polonia apoyó a Dinamarca, por lo que Erik XIV consideró oportuno
encarcelar a su hermano Juan, el duque de Finlandia, ya que estaba casado con Catalina Jagellon, que, además de polaca,
era católica.

El emperador Fernando I cedió a su hijo Maximiliano el título de rey de Hungría.

El duque Francisco I de Guisa derrotó al príncipe Luis I de Condé y se dispuso a asediar la ciudad de Orleans, tomada
por los protestantes, pero el 18 de febrero fue herido por la espalda por el protestante Poltrot de Méré, probablemente
(aunque no llegó a probarse) por instigación del almirante Coligny. Francisco I fue sucedido por su hijo Enrique I, de
trece años. El 19 de marzo, Catalina de Médicis y Luis I de Condé firmaban la paz de Amboise, que permitía el culto
protestante en un número reducido de ciudades. Coligny logró que los protestantes aceptaran el acuerdo, aunque lo
consideraban demasiado restrictivo, mientras que los católicos lo acataron a pesar de considerarlo demasiado permisivo.
El condestable Montmorency fue liberado. Catalina de Médicis hizo que su hijo Carlos IX fuera declarado mayor de edad
a sus trece años. Después de la paz de Amboise, el humanista Petrus Ramus pudo recuperar su cátedra en el Colegio de
Francia. Desde el año anterior, Pierre de Ronsard venía publicando unos violentos Discursos en los que defendía la
monarquía católica.

En Abisinia murió el rey Minas, que fue sucedido por Sartsa Denguel.

El rey Setthathirat de Lan Xang trasladó la capital desde Luang Prabang hasta Vientiane, en la frontera con Siam.

En Portugal murió el duque Teodosio I de Braganza. Fue sucedido por su hijo Juan I.
El conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega, fallecido en Cuzco cuatro años atrás, había tenido un hijo con
una princesa inca. Se llamaba Gómez, pero a sus veinticuatro años decidió cambiarse el nombre por el tradicional de su
familia, y pasó a llamarse Garcilaso de la Vega. Por su origen mestizo es más conocido como el Inca Garcilaso. Poco
después de la muerte de su padre se había trasladado a España, bajo la protección de su tío Alonso de Vargas, donde
siguió la carrera militar.

En Lima murió el gobernador de Chile, Francisco de Villagra, que fue sucedido interinamente por su primo, Pedro de
Villagra.

Francisco de Ibarra, que el año anterior había recibido los títulos de adelantado y capitan general de Nueva Vizcaya (al
norte de México) fundó las ciudades de Nombre de Dios y Durango.

La batalla de San Quintín había tenido lugar el día de san Lorenzo, por lo que el rey Felipe II había decidido, como acción
de gracias, construir un monasterio dedicado al santo. Eligió para ello un lugar conocido como el Escorial porque en él
se acumulaba la escoria de una mina de hierro cercana. Por ello el monasterio iba a ser conocido como San Lorenzo de
El Escorial. El año anterior se había empezado a allanar el terreno y ahora, el 23 de abril, se colocó la primera piedra. El
proyecto quedó a cargo del arquitecto Juan Bautista de Toledo.

El zar Iván IV de Rusia, gracias a sus contactos comerciales con Inglaterra, introdujo la imprenta en Moscú.

La reina Isabel I de Inglaterra promulgó The articles of Religion, que reducía la confesión de fe anglicana a un total de
treinta y nueve artículos que conservaban en gran medida la doctrina católica con algunas influencias moderadas del
calvinismo.

Desde la llegada a Trento del cardenal de Lorena, la actividad del concilio se había trasladado a un nivel extraoficial. El
Papa Pío IV puso a sus delegados bajo la dirección del cardenal Girolamo Morone, que presentó un proyecto de reforma
religiosa en 42 artículos. La actitud enérgica del Papa apaciguó los ánimos y finalmente el concilio volvió a reunirse el 15
de julio. El número de asistentes se había elevado a 237. El tema tratado fue el sacramento del orden sacerdotal y la
institución de seminarios. El proyecto presentado por Morone se discutió en la sesión vigesimocuarta, celebrada el 11 de
noviembre, y en la vigesimoquinta, celebrada los días 3 y 4 de diciembre, en la que fue aprobado. En él se reglamentaba
la organización y reforma de las distintas instancias de la jerarquía eclesiástica, desde el nombramiento y los deberes de
los cardenales hasta el funcionamiento de las parroquias. También se aprobaron ciertos decretos sobre el el matrimonio,
el purgatorio, el culto a los santos, las indulgencias, etc.

Uno de los puntos más conflictivos del debate fue, naturalmente, la supremacía papal, cuestionada por los obispos
franceses y alemanes, e incluso por algunos españoles, como el obispo de Segovia, que llegó a afirmar que el obispo de
Roma no había sido reconocido por la Iglesia primitiva. Esta y otras tesis similares fueron eruditamente rebatidas por el
jesuita Diego Laínez.

En la vigesimoquinta sesión se clausuró el concilio de Trento. Los conciliares abandonaron la ciudad el 6 de


diciembre. Ese mismo año murieron el teólogo Pedro de Soto y el cardenal Hércules Gonzaga, que había presidido el
concilio.

El 26 de enero de 1564, el Papa Pío IV, por medio de la bula Benedictus Deus et Pater, confirmó las decisiones del
concilio y las comunicó a la cristiandad. Encargó a su sobrino, el cardenal Carlos Borromeo que se ocupara de llevar a la
práctica en Roma dichas decisiones. Para ello fundó un seminario, favoreció a las órdenes religiosas más identificadas
con la Contrarreforma, estableció medidas disciplinarias sobre el clero y se ocupó de mejorar la instrucción cristiana de
los fieles.

El Papa aprobó las Constituciones del convento de San José, fundado dos años atrás por una religiosa de cuarenta y nueve
años de la orden del Carmelo llamada Teresa de Cepeda y Ahumada, aunque al hacerse monja cambió su nombre
por Teresa de Jesús. Mediante dichas Constituciones pretendía reformar su orden con el fin de restablecer su antiguo
espíritu. Para ello imponía a sus monjas vida de oración en la celda, ayuno, abstiencia de carne, renuncia a rentas y
propiedades comunales o particulares y práctica del silencio.

Por esa época, Teresa de Jesús estaba escribiendo una autobiografía titulada La vida, con la finalidad de que teólogos y
letrados pudieran dar su parecer sobre si ciertas visiones que tenía provenían de Dios o del demonio. Según ella misma
relata, desde los veinte años, apenas ingresó en el convento, sufrió una grave enfermedad de la que no empezó a mejorar
hasta siete años después, llegando incluso en cierta ocasión a ser dada por muerta. Probablemente, la enfermedad,
combinada con el tratado ascético que leía constantemente y cuyos ejercicios ponía en práctica, debieron de dejarle alguna
clase de perturbación mental que le provocó visiones y experiencias místicas el resto de su vida.

También estaba escribiendo una especie de manual para sus monjas, titulado Camino de perfección, en el que explica la
finalidad de la orden (la contemplación), luego el medio para alcanzar dicho fin (la vida de oración), las disposiciones
morales para ello y las técnicas para su ejercicio.

La reina de Escocia, María Estuardo, tomó como secretario personal a un italiano llamado David Rizzio, que había
entrado a su servicio tres años antes como cantor.

Las noticias de que Nostradamus había predicho la muerte del rey Enrique II habían llegado a oídos de la regente, Catalina
de Médicis, que nombró al astrólogo médico del rey Carlos IX.

Dadas las dificultades que los protestantes se encontraban en Francia, Jean Ribault emprendió un nuevo intento de fundar
una colonia en América. Esta vez envió a unos trescientos hugonotes bajo el mando de René de Laudonnière, que
desembarcaron en el río de San Juan, al norte de Florida. A unos kilómetros aguas arriba, fundaron fort Caroline, cuyo
nombre, al igual que el de la colonia anterior, Charlesfort, derivaba del nombre del rey Carlos IX, esta vez de su forma
latina.

El 2 de agosto, el Papa estableció la creación de una congregación destinada a la interpretación de los decretos del concilio
de Trento.

En el reino de Nápoles se detectó un foco luterano, que fue rápidamente exterminado tan pronto como el rey Felipe II
dispuso la creación de un tribunal de la Santa Inquisición. Milán se libró de un tribunal similar gracias a la habilidad de
su gobernador, que a la sazón era Gonzalo Fernández de Córdoba, el tercer duque de Sessa, nieto y tocayo del Gran
Capitán. Flandes, en cambio, no pudo rechazar el honor, y el decreto que establecía allí una delegación del Santo Oficio
fue la gota que colmó la paciencia de la nobleza flamenca (no sólo de la protestante, sino de la católica también). Desde
el mismo momento en que Felipe II asumió el gobierno de Flandes, había empezado a publicar edictos contra el
protestantismo mediante unas hojas impresas fijadas en las esquinas, conocidas como placards. El rigor de
los placards iba en aumento. Por ejemplo, en uno de ellos se establecía que se castigaba con pena de muerte por la espada,
fuego o enterramiento en vida a los que vendieran, leyeran, copiaran o recitaran libros protestantes. Iguales castigos
sufrían los que profanaran o destruyeran imágenes de la Virgen y los santos, los que se reunieran en conventículos secretos
o discutieran sobre los textos de las Sagradas Escrituras. Los flamencos responsabilizaban de estas medidas radicales al
cardenal Granvela, pero el descubrimiento de la correspondencia privada entre Granvela y Felipe II ha demostrado que
el cardenal no hacía sino seguir fielmente las instrucciones que recibía desde España.

El conde de Egmont escribió una carta al rey en nombre de la nobleza flamenca en la que protestaba por la implantación
de la Santa Inquisición y pedía la destitución de Granvela como consejero de Margarita de Parma. El rey accedió a esto
último, y Granvela se retiró al Franco Condado, pero los flamencos no tardaron en comprender que su problema no era
el cardenal, pues su renuncia vino seguida de una orden de Felipe II por la que promulgaba en Flandes los decretos del
concilio de Trento. Los nobles protestaron enérgicamente. El príncipe de Orange, Guillermo I el Taciturno, presentó sus
quejas ante Margarita de Parma y, en una sesión del consejo, afirmó que él, aunque pertenecía a la religión católica, no
podía aceptar que los príncipes gobernaran las almas de los hombres y privasen a éstas de su libertad en materias de fe y
religión. Esta idea tan moderna contrastaba con la dureza de mollera del rey, que escribía al Papa: Preferiría perder todos
mis estados, y mil vidas si las tuviera, a reinar sobre herejes.

Ese año murieron:

 El emperador Fernando I, que fue sucedido por su hijo Maximiliano II.


 El teólogo protestante Juan Calvino.
 El escultor, pintor, arquitecto y poeta Miguel Ángel, a la edad de ochenta y nueve años. (Su actividad como poeta
es tardía, pero es autor de unas famosas Rimas.) Sus restos mortales fueron expuestos en los Santos Apóstoles de
Roma, antes de ser trasladados a su Florencia natal, donde se celebraron solemnes funerales en su honor.
 El anatomista flamenco Andrés Vesalio. Fue arrastrado por las aguas hasta la isla de Zante (frente a la costa
occidental del Peloponeso) cuando naufragó el barco que lo traía de regreso de su peregrinación forzosa a Jerusalén.
Allí murió poco después.

Nuflo de Chaves, después de haber fundado varias ciudades en Charcas, regresó a Asunción en busca de colonos que
quisieran consolidar la ocupación. Hizo tal propaganda de las nuevas tierras que poco faltó para que Asunción quedara
despoblada.

En Chile, el gobernador Pedro de Villagra se enfrentó a Martín Ruiz de Gamboa a causa de las leyes nuevas (las leyes
que limitaban la explotación de los indios, que seguían llamándose así, aunque ya tenían veinte años). La situación era
atípica, ya que en esta ocasión era el gobernador el que no quería aplicarlas. Ruiz de Gamboa logró sobrevivir a un ataque
indio en la ciudad de Concepción a pesar de que Villagra lo abandonó a su suerte.

El navegante Andrés de Urdaneta había marchado a México con Pedro de Alvarado veinticinco años atrás, donde había
profesado las órdenes agustinas. Allí había retomado sus investigaciones sobre la posibilidad de encontrar una ruta de
navegación desde las Indias Orientales hasta América a través del océano Pacífico. Había expuesto el proyecto a la Corona
y, finalmente, logró que el virrey de México, Luis de Velasco, organizara una expedición dirigida por un tío de
Urdaneta, Miguel López de Legazpi. Partieron del puerto de Navidad el 21 de noviembre. Poco después murió el virrey
Velasco.

En el zar Iván IV de Rusia estaban acentuándose cada vez más los síntomas de la paranoia. Aunque probablemente eran
el resultado de su complicada infancia, habían empezado a hacerse patentes con la muerte de su esposa Anastasia, cuatro
años atrás. Estaba persuadido de que la habían envenenado. Unos años antes, con motivo de una enfermedad que hizo
temer su muerte, había podido comprobar que los boyardos (la nobleza) no tenían intención de respetar las disposiciones
que había dictado sobre su sucesión. Empezó a desconfiar de todo el mundo y encarceló a quienes consideraba
responsables de la muerte de su esposa. Más tarde los había hecho ejecutar. Ahora, Andréi Kurbski, uno de sus más
fieles consejeros, disconforme con las arbitrariedades del zar, lo traicionó poniéndose al servicio del rey de Polonia. Desde
ese momento, la soledad del zar fue absoluta.
A finales de año, de repente, abandonó Moscú con su familia y se retiró a un poblado a 90 kilómetros de la capital, desde
donde anunció su intención de renunciar al trono. Sin embargo, los boyardos, temiendo los desórdenes que provocaría el
vacío de poder, le suplicaron que volviera, circunstancia que Iván IV aprovechó para imponer una dictadura como nunca
antes se había visto. El país quedó divido en dos territorios: la opríchnina, dominio reservado al zar, formado por las
regiones más prósperas que rodeaban a Moscú, y la ziemschnina, o tierras comunitarias. La opríchnina quedó excluida
del derecho común y sometida únicamente a la voluntad del zar. Todos los propietarios de la antigua aristocracia, unas
doce mil familias, fueron expropiados y, de repente, en pleno invierno, fueron expulsados a la ziemschnina. Las tierras
expropiadas las confió a un cuerpo de funcionarios salidos de la baja nobleza que, al deberle todo al zar, le guardaban
fidelidad absoluta. Iván IV formó una guardia personal, los opríchniki, que se encargó de consolidar su poder mediante
el terror. Sus símbolos eran una cabeza de perro y una escoba atados a su silla de montar, que les recordaban que debían
morder a los enemigos del zar y barrer las tierras de Rusia. Así fue como Iván IV se ganó el sobrenombre de Iván el
Terrible. Hizo asesinar a cuantos consideró sospechosos de traición. Entre ellos estuvo su primo Vladímir, compañero
de infancia, al que obligó, junto con su mujer y su hija, a ingerir veneno en su presencia.

También Akbar, en la India, logró un poder absoluto, aunque lo utilizó con mejor criterio, mostrando siempre un gran
respeto hacia la población hindú. Akbar se propuso reconquistar lo que había sido el sultanato de Delhi y desde ese
momento pasó casi toda su vida en campañas militares.

El Papa Pío IV había nombrado a su sobrino Carlos Borromeo arzobispo de Milán, aunque no tomó posesión de su sede
hasta 1565, desde la cual continuó su labor sistemática de reforma del clero.

Ese año murieron:

 Diego Laínez, el capitán general de la Compañía de Jesús, un tanto amargado por la hostilidad del clero reacio a
aceptar las reformas de la Contrarreforma. Fue sucedido al frente de la Compañía por el duque de Gandía, Francisco
de Borja.
 El teólogo protestante Guillaume Farel.
 Juan Vázquez de Coronado, el conquistador de Costa Rica. Murió en alta mar, en un viaje a España.
 El matemático Lodovico Ferrari, unos meses después de conseguir un cargo de profesor en la universidad de
Bolonia. Llevaba varios años viviendo en Bolonia con una hermana viuda. Se dice que fue ella quien lo envenenó,
pues no mostró ninguna señal de duelo en el funeral y se casó de nuevo dos semanas después de haber heredado
la fortuna que Lodovico había amasado años atrás, mientras fue consejero de hacienda del gobernador de Milán.
Sin embargo, su nuevo marido no tardó en abandonarla, quedándose con todo el dinero, por lo que murió en la
pobreza.

Alejandro Farnesio, el hijo del duque de Parma, Octavio Farnesio y de Margarita de Parma, la regente de los Países bajos,
se casó a los veinte años con la princesa María de Portugal, nieta del rey Manuel el Afortunado.

Enrique de Avís, el tío y regente del rey Sebastián de Portugal, fue creado cardenal y arzobispo de Lisboa.

El gobernador de Chile, Pedro de Villagra, fue arrestado por soldados llegados de Perú, y fue sustituido interinamente
por Rodrigo Quiroga, alcalde de Santiago y suegro de Martín Ruiz de Gamboa.

En Lima empezó a acuñarse el llamado peso fuerte, que pronto se convirtió la base del sistema monetario de las colonias
españolas en América.

En México, una revuelta de encomenderos dirigida por Martín Cortés fue el último desafío de los terratenientes a
la corona española.

Para prevenir otros intentos de ocupación extranjera, los portugueses construyeron una fortaleza en Río de Janeiro.

En la India, el gran imperio de Vijayanagar, que se extendía por el sur de la península, se dermoronó tras una derrota
en Talikota frente a una coalición de cuatro sultanes sureños, que destruyeron la capital y se repartieron el territorio.

El poeta de la Pléyade Rémi Belleau publicó La bergerie, donde trata, en prosa y en verso, temas de tipo pastori
LA REBELIÓN DE FLANDES
En enero de 1565 la expedición de López de Legazpi llegó a las islas que llamó Barbudas y poco después ocupó
las que Magallanes había bautizado como islas de los Ladrones. En febrero llegaba a la isla de Leyte, en las Filipinas,
desde donde exploró Samar, Bohol y Cebú, a la que llegó en abril. En ella se instaló tras vencer una débil resistencia por
parte de los nativos. El 1 de junio, López de Legazpi envió de regreso a América a fray Andrés de Urdaneta con una de
sus naves, bajo el mando de su nieto, Juan de Salcedo.

El gran maestre de la orden de Malta, Jean Parisot de la Valette, había fortificado la isla, que se había convertido en el
refugio de piratas cristianos que saqueaban periódicamente las ciudades musulmanas del mediterráneo. Decidido a poner
fin a esta situación, el sultán Solimán I envió contra la isla una flota con 40.000 hombres bajo el mando de Piali Bajá.
Tras sangrientos combates, en los que murió el pirata Dragut, los turcos tomaron el fuerte de San Telmo, y todo parecía
ya perdido cuando apareció la flota española comandada por Álvaro de Sande, el virrey de Nápoles, que puso en fuga a
los musulmanes.

El conde de Egmont viajó a Madrid llevando una petición de tolerancia firmada por los nobles flamencos. Regresó muy
satisfecho de la acogida que le habían dispensado tanto el rey Felipe II como toda la corte. Recibió muchas promesas,
pero el rey también le había dado una carta cerrada qué él mismo hubo de abrir y leer ante el consejo, y al hacerlo
palideció: en ella se ordenaba de nuevo la implantación de los decretos del concilio de Trento en todo el territorio de los
Países Bajos, con la única concesión de que no se proclamasen en nombre del Papa, sino en nombre del rey. El príncipe
de Orange, Guillermo I el Taciturno, habló con su acostumbrado laconismo para decir que aquello era el principio de la
tragedia.

Más indignación causó a Felipe II la noticia de que la peste protestante había llegado hasta América, donde los hugonotes
habían fundado una colonia. No sólo los franceses ocupaban tierras que pertenecían por derecho a España, sino que
además eran franceses protestantes. Rápidamente dispuso que una flota de diecinueve naves zarpara hacia Florida para
acabar con los herejes. Puso al mando a Pedro Menéndez de Avilés, el capitán general de la flota de Indias, que ahora
recibía el título de adelantado y gobernador de la Florida. El viaje fue accidentado, y sólo cinco de los barcos lograron
llegar a América. Ante estos imprevistos, Menéndez de Avilés decidió no atacar directamente a los franceses, tal y como
tenía planeado, y el 8 de septiembre fundó el fuerte de San Agustín a unos 65 kilómetros al sur de Fort Caroline, la
colonia francesa, a la que poco antes había llegado Jean Ribault con nuevos colonos hugonotes.

Por otra parte, Felipe II envió a Bayona al duque de Alba para que se entrevistara con Catalina de Médicis. Esta noticia
puso nerviosos a los protestantes franceses.

La nave de Juan de Salcedo, guiada por fray Andrés de Urdaneta, en lugar de navegar hacia el este desde las Filipinas,
había navegado hacia el norte, hasta acercarse a las costas de Japón, donde había encontrado los vientos contraalisios y
la corriente de Kuro Shio, que la habían llevado cómodamente hasta la costa de la Alta Calfornia. Desde allí, navegando
ahora hacia el sur, llegaba a Acapulco el 3 de octubre. Urdaneta había descubierto la que se llamó vuelta de poniente, ruta
que abría nuevas posibilidades a la expansión de España por el Lejano Oriente. El puerto de Acapulco, adonde los
españoles habían llegado ya hacía más de treinta años, pasaba a ser ahora en uno de los más importantes de América, ya
que se iba a convertir en el punto natural de destino de las naves procedentes de las Indias Orientales.

Cuando Pedro Menéndez de Avilés consideró que estaba en condiciones de cumplir la misión que le había sido
encomendada, organizó el ataque a Fort Caroline. Fingió un ataque por mar para mantener alejados a los barcos de Ribault,
mientras sus hombres atacaban por tierra la colonia indefensa, en la que hicieron una matanza. Más tarde, los barcos de
Ribault fueron dañados por una tormenta y tuvieron que rendirse, esperando sin duda un trato digno, como era usual en
Europa, pero los españoles enviaron a todos los franceses al patíbulo, donde pusieron una inscripción que decía: "Esto no
es por francés, sino por luterano". Fort Caroline fue rebautizado como San Mateo.

Los españoles estaban cada vez más furiosos por las injerencias inglesas en el comercio con América. Tuvieron constancia
de que John Hawkins había proporcionado suministros a Fort Caroline, y ese mismo año confiscaron la carga de otro
galeón inglés que transportaba mercancías hacia América. El capitán era un joven de veinticinco años que se había
adiestrado junto a Hawkins. Se llamaba Francis Drake.
La reina de Escocia, María Estuardo, se casó con su primo Enrique Estuardo, el barón de Darnley. Por línea
paterna pertenecía a una rama colateral de la familia Estuardo, desdendiente descendiente de un primo del
senescal Walter, el padre de Roberto Estuardo, que fue el primer rey de Escocia de la dinastía. Su madre era Margarita
Douglas, hija de Margarita Tudor, la hermana de Enrique VII de Inglaterra, que al año de enviudar del rey Jacobo IV se
había casado en segundas nupcias con Archibaldo Douglas, el conde de Angus. Enrique se había educado en Inglaterra,
pues su madre esperaba que ocupara el trono a la muerte de Isabel I. Con este matrimonio, María Estuardo pretendía
reforzar sus derechos a la corona inglesa, pues, para los católicos opuestos a Isabel I, ella era la reina legítima según las
leyes sucesorias (si consideramos a Isabel I como bastarda). Sin embargo, no tardó en darse cuenta que no había sido una
decisión acertada. Lord Darnley era un deficiente mental, inestable, que caía mal a buena parte de la nobleza escocesa,
tanto católica como protestante. Entre los que más sonoramente censuraron el matrimonio estuvo, obviamente, John
Knox, que relata así una entrevista que mantuvo con la reina:

Ella me dijo: - ¿Y qué tenéis que ver vos con mi segundo casamiento? ¿Quién sois vos en este reino? - Yo, señora - le
respondí-, soy un hombre que ha nacido en esta tierra, y por más abyecto que os parezca a vos, y aunque no sea conde,
ni lord, ni barón, Dios me ha hecho un miembro importante del Estado.

Más grave fue que el matrimonio de María la enemistó con el que hasta entonces había sido uno de sus consejeros, su
hermanastro Jacobo Estuardo, el conde de Murray. Era hijo natural del rey Jacobo V y, aunque era presbiteriano, había
apoyado a María desde que llegara a Escocia, pero ahora encabezó una rebelión que fue fácilmente sofocada.

Ese año murió el Papa Pío IV, que fue sucedido, ya en 1566, por un dominico de sesenta y dos años llamado Antonio
Ghislieri, que adoptó el nombre de Pío V. El Espíritu Santo no podía haber estado más acertado, ya que el cardenal
Ghislieri era nada menos que el Gran Inquisidor, y nadie más adecuado para aplicar con todo rigor los decretos del concilio
de Trento. Publicó numerosas reglas contra la simonía y vigiló los nombramientos de obispos. Publicó el catecismo del
concilio de Trento.

El teólogo Bartolomé Carranza llevaba ya casi siete años en las cárceles de la Santa Inquisición, hasta que el nuevo Papa,
convencido de su inocencia, se interesó por su caso. Después de amenazar con todo lo imaginable al embajador en Roma
de Felipe II, que a la sazón era Luis de Requesens, logró que la causa fuera transferida a Roma y Carranza fue trasladado
al castillo de Sant'Angelo. El inquisidor Fernando de Valdés fue cesado de su cargo y Requesens no tardó en dejar su
cargo en Roma para ponerse al servicio de Juan de Austria. Las tensiones que este asunto había provocado entre el rey y
el Papa, aunque no duraron mucho tiempo, hicieron que Felipe II abandonara su proyecto de que su hermanastro siguiera
la carrera eclesiástica.

El compositor Giovanni Pierluigi da Palestrina compuso una de sus misas más famosas, la Misa del Papa Marcelo. Hay
una anécdota falsa en torno a esta misa: se contaba que el concilio de Trento estuvo a punto de prohibir la música en las
misas católicas porque los obispos consideraban que el canto gregoriano era un murmullo ininteligible y anticuado basado
a menudo en temas profanos, pero que cambiaron de idea cuando se les hizo escuchar la Misa del Papa Marcelo (cosa
difícil de creer, porque aún no se había compuesto). La base real de esta anécdota es que las técnicas de Palestrina eran
muy novedosas, entre otras cosas porque favorecían la inteligibilidad de los textos. Palestrina pasó a dirigir la enseñanza
musical en el seminario romano fundado por el cardenal Carlos Borromeo dos años atrás.

Tintoretto pintó un gran óleo de casi cuatro metros por tres para la scuola de San Marco, titulado La sustracción del
cuerpo de san Marcos, en el que la acción se desplaza a la derecha, mientras la izquierda es una exhibición de la técnica
de la perspectiva.

El gran maestre de la orden de Malta, Jean Parisot de la Valette, estaba reconstruyendo las fortificaciones de su isla
después del frustrado ataque de los turcos sufrido el año anterior. En marzo fundó la ciudad de La Valetta. Mientras
tanto, Piali Bajá, que había replegado sus fuerzas hacia el este, tomaba la isla de Quíos.

El sultán Solimán I había montado en cólera al enterarse de la derrota de sus naves en Malta, pero no pudo reaccionar, ya
que de momento le preocupaban más los progresos que el emperador Maximiliano II estaba haciendo en Hungría. Allí se
dirigió y allí murió combatiendo.

El Imperio otomano se encontraba en su mejor momento. Contaba con unos 20.000 jenízaros (muchos creados mediante
el rapto de niños cristianos), y 70.000 jinetes, bajo el mando de los agaes. Su artillería, desarrollada gracias a cristianos
renegados, era más potente que la de los europeos, mientras que su marina estaba copiada del modelo veneciano. Sin
embargo, la instalación de europeos en las Indias estaba minando la economía otomana.

Solimán I fue sucedido por su hijo Selim II, conocido por unos como Selim el Rubio y por otros como Selim el
Borracho. Al parecer, ambos sobrenombres le hacían justicia y, dado el tiempo que pasaba en su harén, todavía se le
podría haber puesto otro más interesante. Se desentendió por completo del gobierno, que dejó en manos del gran
visir Sokullu Mehmed Bajá, nombrado por su padre un año antes, y que se convertía ahora en el dueño del Imperio.

También murió el médico y astrólogo Nostradamus.

En Madrid murió fray Bartolomé de Las Casas. Dejó inacabada una Historia de las Indias, la última de numerosas obras
con las que trató de convencer al mundo de que los indios tenían derechos.

En Inglaterra, George Gascoigne escribió la primera comedia inglesa en prosa: The supposes, así como la
tragedia Jocasta.

Tras la deserción del conde de Murray, el principal hombre de confianza de María Estuardo era su secretario David Rizzio,
y los nobles presbiterianos enemigos de la reina comprendieron que su muerte debilitaría sensiblemente su posición.
Además encontraron el mejor modo de eliminarlo: no tuvieron dificultad en infundir celos en el estúpido Lord Darnley,
que acabó asesinando a Rizzio en presencia de María. Así Darnley se ganó la enemistad definitiva de los católicos, y
también de los protestantes, pues traicionó a sus cómplices en la conjuración contra Rizzio. La misma reina estaba
horrorizada, habló de divorcio y dejó claro que no le preocupaba la suerte que corriera su esposo, lo que podía considerarse
una invitación al asesinato en toda regla. Mientras le llegaba la hora, tuvo tiempo de darle un hijo a su mujer, que nació
a finales de año y fue llamado Jacobo.

La nobleza de los Países Bajos se había reunido para redactar un texto conocido como el compromiso de Breda, en el que
se solicitaba a la gobernadora, Margarita de Parma, la abolición de la Santa Inquisición y una mayor tolerancia religiosa.
Contaba con más de dos mil firmantes, entre los que se encontraban los personajes más influyentes del país, tanto católicos
como protestantes. Cuatrocientos nobles armados, encabezados por Antonio de Nassau, hermano del príncipe de Orange,
y el vizconde de Brederode, se presentaron desafiantes en Bruselas para entregar el documento a la gobernadora, la cual
les echó un pulso y les comunicó que no los recibiría si no se presentaban desarmados y en actitud de súplica. Los nobles
accedieron y lograron que Margarita de Parma transmitiera sus peticiones al rey. Uno de sus consejeros, el conde Carlos
de Berlaymont, se burló de la buena voluntad que habían demostrado al desarmarse y suplicar, llamándolos
mendigos (gueux), pero ellos recogieron el guante y, desde entonces, se llamaron a sí mismos gueux.

Abrumado por el número y la firmeza de los gueux, el rey Felipe II envió un despacho con fecha de 31 de
julio comunicando a Margarita de Parma que estaba dispuesto a suprimir la Santa Inquisición de los Países Bajos y a
tomar las medidas necesarias para pacificar el territorio. Sin embargo, en una rebelión de estas características es imposible
controlar a los sectores más radicales, entre los que estaban los que, más allá de la tolerancia religiosa, perseguían el fin
de la dominación española. Las protestas no tardaron en obtener eco en el pueblo llano, que además estaba sufriendo un
periodo de hambre. Del 14 al 17 de agosto la muchedumbre entró en las iglesias y conventos, destruyó imágenes y quemó
altares.

Ante tal estado de cosas, los consejeros de Felipe II estaban divididos: El duque de Alba encabezaba a los partidarios de
una drástica represión armada, mientras que el príncipe de Éboli defendía una solución negociada y proponía un sistema
político federalista similar al que regía en la Corona de Aragón, que permitiera respetar las costumbres de cada uno de
los reinos que componían la Corona Española. Pero esta idea era demasiado grande para que cupiera en la cabeza del
obtuso monarca, que ordenó alistar un ejército en Italia. Tradicionalmente se ha creído que la causa de que Felipe II se
desdijera de su compromiso de suprimir la Santa Inquisición fue la revuelta de agosto, pero se ha descubierto un acta
fechada en Segovia el 9 de agosto (anterior, pues a los tumultos), firmada por el rey en presencia del duque de Alba y de
dos notarios, en la que declara que el despacho en el que afirmaba su intención de suprimir la Santa Inquisición le había
sido arrancado en un momento de debilidad, y no se creía obligado a mantener lo que allí ofrecía.

También los flamencos estaban divididos: el príncipe de Orange se decantó por la rebelión, mientras que el conde de
Egmont parecía dispuesto a mantenerse leal a la Corona, sin renunciar a las exigencias de tolerancia. Entre ambas
posiciones estaba la de otro influente personaje: Felipe de Montmorency-Nivelle, el conde de Horn, tambien consejero
de Margarita de Parma. Poseía uno de los señoríos más ricos del país, había luchado junto a Carlos V contra la liga de
Smalkalda y junto a Felipe II como jefe de artillería en San Quintín.

El depuesto gobernador de Chile, Pedro de Villagra, fue juzgado en Lima, pero resultó absuelto. Mientras tanto, Martín
Ruiz de Gamboa conquistaba a los indios la ciudad de Chiloé.

En 1567 Pedro Menéndez de Avilés fue nombrado gobernador de Cuba, desde donde se dedicó a fortificar Florida contra
posibles incursiones extranjeras.

En febrero, y según lo previsto, fue asesinado Lord Darnley, el marido de María Estuardo, la reina de Escocia. A los
conjurados no se les ocurrió mejor modo de hacerlo que poner un barril de pólvora bajo su cama y hacerlo estallar. Entre
ellos estaba James Hepburn, el conde de Bothwell, de treinta y un años, que era presbiteriano radical, pero que odiaba
más a los ingleses que a los católicos, así que apoyaba a la reina. Tanto fue su apoyo que María se enamoró de él y se
casaron en mayo. Casarse con el asesino del marido no estaba bien visto, aunque el marido tampoco lo estuviera, y este
segundo matrimonio escandaloso de la reina (de un total de tres) permitió a sus enemigos dar el golpe final. En junio se
produjo una sublevación, los partidarios de María fueron derrotados en Carberry Hill y la reina se vio obligada a abdicar
en su hijo recién nacido Jacobo VI, bajo la regencia del conde de Murray. María fue encarcelada y su esposo huyó a
Dinamarca.

El descubrimiento de la cultura chibcha, identificada por un tiempo con El Dorado, decantó en esa dirección la
expansión conquistadora española desde la costa venezolana, donde se formó el Nuevo Reino de Granada, mientras
que la zona oriental quedó descuidada. Allí habitaban tribus muy belicosas: como los arawak o los teques, que sólo hacía
unos meses habían sido sometidas por Diego de Losada. Ahora, con 150 soldados y 800 colonos, Losada se enfrentaba
a los caracas, y el 25 de julio fundaba la ciudad de Santiago de León de Caracas. Los caracas, dirigidos por el
cacique Guaicaipuro, seguían ofreciendo una tenaz resistencia.

John Hawkins navegaba rumbo a Inglaterra al frente de un convoy de seis barcos que regresaba de América cargado de
oro, después de haber vendido esclavos y otras mercancías a las colonias españolas. Sin embargo, una tormenta le provocó
serios daños y tuvo que dar media vuelta, hasta alcanzar el puerto de Veracruz, en México. Mientras se efectuaban las
reparaciones, llegaron de España trece barcos poderosamente armados. Hawkins estaba en condiciones de impedirles la
entrada en el puerto, pero sólo quería reparar sus barcos y marcharse de allí, así que parlamentó con los españoles y acordó
dejarles entrar con el compromiso de que, luego, ellos le dejarían salir. Sin embargo, una vez en el puerto, los españoles
consideraron que no había motivos para mantener un acuerdo con herejes ingleses (que además comerciaban donde no
debían) y se lanzaron al ataque. Los ingleses, pillados por sorpresa y en inferioridad numérica, fueron arrollados. Sólo
dos barcos lograron escapar, el Rinion, bajo el mando de Hawkins, y el Judith, bajo el mando de Francis Drake, que
tuvieron que pasar un tiempo refugiados en un islote antes de emprender el viaje de regreso a Inglaterra, habiendo perdido
muchos hombres y todas sus ganancias.

En Irlanda, Shane O'Neill había tratado de extender su dominio sobre la isla a expensas de otras familias poderosas, como
eran los Macdonell y los O'Donnell, pero éstos últimos se sublevaron y lo vencieron. O'Neill huyó junto a los Macdonell
y éstos lo mataron. Regresó entonces a Irlanda un sobrino suyo de veintisiete años llamado Hugh O'Neill, educado en
Inglaterra, que trató de hacerse con la herencia de su tío frente a su primo Turlough.

En Flandes, Amberes y otras ciudades se habían levantado contra la dominación española, y Margarita de Parma no había
tenido más opción que hacer concesiones. Pero el 28 de agosto, entró en Bruselas el duque de Alba al frente de un
poderoso ejército, y el 5 de septiembre constituyó lo que él llamó el Tribunal de los Tumultos, pero que el pueblo
llamó Tribunal de la Sangre. Lo presidían doce jueces, diez flamencos y dos españoles, que eran los únicos con derecho
a voto. Según refiere el duque a Felipe II, en una misma redada fueron capturados mil quinientos acusados, y pocos días
después hubo otra con ochocientos. Todos fueron ahorcados. Eran juzgados en grupos. Las actas del tribunal dan cuenta
de juicios simultáneos hasta de noventa y cinco personas.

El duque también expone su filosofía en su correspondencia: No quería hacer como los jueces y fiscales, que sólo
condenan a aquellos cuyos crímenes han sido probados. El terror es a veces una buena política, pero no hay terror si se
puede evadir la pena con la justicia. Cuando alguien le hizo observar que a veces pagaba el justo por el pecador,
respondió: tanto mejor, si ha muerto por equivocación, será un mártir e irá directamente a la gloria. Esta filosofía se
traslucía en los criterios del tribunal: Bastaba haber tolerado sin resistencia las faltas ajenas para ser tan culpable como
los mismos criminales. El mero hecho de discutir la legalidad del tribunal ya era una traición. Una delación razonable no
necesitaba pruebas. Margarita de Parma, horrorizada, se marchó a Italia, con lo que el duque se convirtió en el nuevo
gobernador.

Entre los apresados a la espera de juicio se encontraba el conde de Egmont. El príncipe de Orange se salvó porque huyó
a Alemania antes de la llegada del duque de Alba, sin imaginar que éste haría encarcelar a su hijo de trece años, que
estudiaba en Lovaina.

En la universidad de Lovaina impartía clases un teólogo de cincuenta y cinco años llamado Michel de Bay, más conocido
como Bayo. Sus tesis sobre el poder de salvación de la gracia divina lo acercaban sospechosamente al luteranismo, y el
Papa Pío V condenó su doctrina.

Los protestantes franceses, recelando de que la regente, Catalina de Médicis, llegara a un acuerdo con España que le
permitiera anular las mínimas concesiones de la paz de Amboise, hicieron un intento de capturarla junto con el rey Carlos
IX cerca de Meaux, pero fallaron y se inició la segunda de las guerras de Religión. Un ejército protestante dirigido por el
príncipe Luis I de Condé y por el almirante de Coligny se enfrentó en Saint-Denis al duque de Montmorency, que contaba
con tropas cedidas por el duque de Alba. La batalla tuvo lugar el 10 de noviembre, y los católicos obtuvieron la victoria,
aunque Montmorency fue herido de muerte. Los protestantes se replegaron hacia Lorena a la espera de recibir refuerzos.

El médico y poeta Jacques Grévin, que era protestante, huyó a Inglaterra, desde donde pasó a Turín, y allí se convirtió en
el médico de la duquesa de Saboya.

Lope García de Castro, a la sazón presidente de la Audiencia de Lima, puso a su sobrino, Álvaro de Mendaña de
Neira, al frente de una expedición que zarpó el 19 de noviembre con la misión de buscar tierras en el Pacífico Sur. Por
otra parte, nombró a Juan Ortiz de Zárate gobernador y capitán general del Río de la Plata.

Tras una breve estancia en Dinamarca, Tycho Brahe había visitado las universidades de Wittemberg y Rostock. En ésta
última tuvo un altercado con otro estudiante danés, se batió en duelo y perdió parte de la nariz. De nuevo en Dinamarca,
se puso una nariz artificial de oro y plata. Este asunto lo hizo interesarse por la medicina y la alquimia.
Ese año murió Juan Bautista de Toledo, el arquitecto encargado de las obras del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Fue sustituido por Giambattista Castello el Bergamasco.

Antes de que el duque de Alba partiera hacia Flandes, tuvo un altercado con el príncipe Carlos, que había tratado de
matarno navaja en mano. No era la primera vez que el príncipe trataba de matar a alguien. En otra ocasión lo había
intentado con el presidente del Consejo de Castilla, por haber despedido a un cómico que le gustaba. Al parecer, la razón
del ataque al duque eran los celos, pues Carlos hubiera querido dirigir él mismo la expedición contra los Países Bajos.

También parece ser que el motivo por el que Carlos quería marchar a Flandes no era otro que el de perder de vista a su
padre, al que no podía soportar. Se especula sobre la posibilidad de que Carlos estuviera enamorado de su madrastra,
Isabel de Valois (casi de su misma edad). Si esto era así, al príncipe no le habría hecho mucha gracia enterarse de que, en
los acuerdos previos al tratado de Cateau-Cambrésis, estaba previsto que él fuera el prometido, aunque finalmente Felipe
II se la pidió para él. A esto habría que añadir, en cualquier caso, la absoluta falta de afecto que Felipe II demostró en
todo momento hacia su hijo, probablemente debida a que era deficiente mental (su hijo).

Fuera como fuese, el caso es que en un momento dado la frustración del príncipe colmó el vaso y decidió huir a Italia
para pasar desde allí a Flandes o a Alemania. Sin embargo, Felipe II se enteró de este proyecto de fuga, y en enero de
1568 encarceló a su hijo en una torre del alcázar de Madrid.

En febrero, Álvaro de Mendaña llegó a la isla que llamó Santa Isabel, perteneciente al que llamó archipiélago del Rey
Salomón, cuyas islas se dedicó a explorar.

En marzo, católicos y protestantes franceses firmaron la paz de Longjumeau, que puso fin a la segunda guerra de religión
confirmando el edicto de Amboise, pero la tercera guerra empezó antes de que terminara el año (o, dicho de otro modo,
nadie hizo caso al acuerdo).

John Hawkins llegó finalmente a Inglaterra y, cuando la reina Isabel I se enteró de lo que le había sucedido, estuvo a
punto de declararle la guerra a España. Sin embargo, conservó la sangre fría y comprendió que no era el momento.
Evidentemente, no hay constancia de ello, pero es fácil imaginar lo que les dijo a Hawkins y a Drake: Si os volvéis a
encontrar con barcos españoles... ya sabéis lo que tenéis que hacer. Y, en efecto, Hawkins y Drake, movidos por el odio
a los españoles y deseos de venganza, cambiaron el comercio pacífico por la piratería, abordando barcos y saqueando las
costas americanas. Técnicamente no eran piratas, sino corsarios, es decir, piratas protegidos más o menos
encubiertamente por un gobierno. (En el caso de Isabel I, más menos que más, pues la reina no disimulaba más que lo
mínimamente imprescindible.)

En Escocia, los partidarios de María Estuardo lograron liberarla de su cautiverio y trataron de devolverle el gobierno del
país, pero en mayo el conde de Murray derrotó a los católicos en Langside y persiguió implacablemente a María, que no
encontró mejor opción que pedir asilo en Inglaterra. Isabel I la recibió con tantos buenos modos como desconfianza.

El tribunal de la sangre hizo arrestar al conde de Horn, mientras Guillermo I de Orange, desde Alemania, publicaba en
varios idiomas un manifiesto titulado Justificación del príncipe de Orange contra sus calumniadores, que circuló
profusamente. El Taciturno se mostraba respetuoso con su rey, Felipe II, y echaba todas las culpas al cardenal Granvela,
pero al mismo tiempo preparaba dos ejércitos. Uno de ellos, dirigido por Luis de Nassau, hermano menor de Guillermo,
derrotó en Heigerlee al conde de Aremberg, y la respuesta del duque de Alba no se hizo esperar: el 4 de junio hizo
decapitar en la plaza mayor de Amberes a los condes de Egmont y de Horn, que nunca dejaron de proclamar su lealtad al
rey. Estas muertes indignaron a los flamencos y avivaron la rebelión.

Luis de Nassau sufrió luego dos derrotas consecutivas, en Groninga y Jemmingen. En esta última batalla, los
protestantes tuvieron más de seis mil bajas, ya que, en su retirada, muchos cayeron a unas lagunas que cerraban su
retaguardia. Cuando el Papa conoció la noticia, organizó procesiones para festejarla.

El Taciturno trató entonces de enfrentarse personalmente al duque de Alba, pero éste rehuyó el combate hasta que los
mercenarios del príncipe se cansaron y desertaron en gran número. Con los que le quedaban, marchó a Francia, pero allí
se le amotinaron los soldados y tuvo que volver a Alemania, dispuesto a empezar de nuevo. Fue entonces cuando adoptó
su divisa Je maintiendrai (persistiré), con la que firmaba todas sus cartas y declaraciones.
En España, el príncipe Carlos, encarcelado y abandonado por su padre, que no sólo se negaba a visitarlo, pese a sus
insistentes demandas, sino que había prohibido que lo hicieran la reina y sus amigos, empeoraba día a día, pues le daba
por atracarse de comer, beber agua helada, rocíar con ella la cama y pasear desnudo por la noche, hasta que murió el 24
de julio. Poco después murió también Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. Murió al parir una criatura que no
sobrevivió. Había dado a su marido dos hijas: Isabel Clara Eugenia, de dos años, y Catalina Micaela, de uno.

El rey Erik XIV de Suecia se había vuelto loco. Hizo reconocer a su amante, una campesina llamada Karin Mansdötter, y
mandó cometer algunos asesinatos, incluso en su familia. Su hermano Juan, al que había encarcelado cinco años atrás,
pudo escapar y dirigir una sublevación con el apoyo de la alta nobleza. Encarceló a Erik XIV, se proclamó rey (Juan III)
y luego ordenó que mataran a su hermano en su celda.

El zar de Rusia, Iván IV el Terrible, cansado de los reproches que a su conducta le hacía el patriarca Felipe, lo hizo
estrangular. Varias ciudades rusas sufrieron el pillaje de los soldados del zar, acusadas de rebeldía.

Ese año murió el duque Alberto de Prusia, antes gran maestre de la orden Teutónica, que fue sucedido por su hijo Alberto
Federico, de quince años.

La expedición de Álvaro de Mendaña había atravesado casi todo el Pacífico sur sin haber encontrado nada más que las
islas Salomón y, aunque se encontraba muy cerca de Nueva Guinea y de un nuevo continente desconocido en Europa,
en agosto decidió dar media vuelta y regresar a América.

En Venezuela, Diego de Losada derrotó por fin al cacique Guaicaipuro, que fue capturado y ejecutado, con lo que quedó
consolidada la dominación española en la región de Caracas.

Cuando Nuflo de Chaves creía ya sólidamente asentada su ciudad de Santa Cruz, en la región más oriental del Perú, murió
víctima de una emboscada de los indios. Aunque la ciudad permaneció (y fue durante siglos la frontera de la penetración
española en la región de Charcas) muchos de los colonos que Chaves había llevado allí desde Asunción dedicieron
regresar, dirigidos por Juan de Garay.
En México murió fray Andrés de Urdaneta, poco después de regresar de un viaje a España, donde había informado a la
Corona de sus descubrimientos sobre la navegación por el Pacífico.

Después de haber abordado a cuantos religiosos y teólogos había encontrado a su alcance para que juzgaran si su espíritu
y doctrina reformista eran conformes a la doctrina católica, Teresa de Jesús se lanzó a una frenética carrera de fundación
de conventos de la orden del Carmelo reformada. Ahora fundaba en Duruelo el primer convento masculino, gracias a la
colaboración de otro fraile carmelita, Juan de Yepes Álvarez, que había cambiado su nombre por el de Juan de la
Cruz. La orden reformada fue conocida como orden de los carmelitas descalzos, porque sus miembros llevaban sandalias
de cuero y, por oposición, la orden primitiva pasó a conocerse como la de los carmelitas calzados. Éstos intrigaron cuanto
pudieron contra aquéllos.

Bernal Díaz del Castillo, a sus setenta y seis años, llevaba ya casi treinta retirado en su encomienda de Guatemala. Ahora
publicaba su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, con la finalidad de rebatir una Historia general de
las Indias, publicada por el capellán de la expedición de Cortés, que atribuía a éste todo el mérito.

Un magistrado francés llamado Jean Bodin publicó su Respuesta a las paradonas de M. Malestroit, que puede
considerarse la primera obra europea sobre economía. En ella señala la abundancia de oro y plata procedente de América
como la causa de las subidas de precios.

Al mismo tiempo, Robert Garnier publicó su tragedia Porcia, esposa de Bruto. El año anterior había escrito un Himno
a la monarquía.

En Japón, un señor del norte llamado Oda Nobunaga, logró vencer a varios rivales y entró triunfalmente en Kyoto, donde
se hizo nombrar shogun y logró someter para su provecho a las provincias centrales. Así terminó el gobierno, meramente
nominal, de los Ashikaga.

LA BATALLA DE LEPANTO
Juan de Austria, el hermanastro del rey Felipe II de España, tenía ya veintitrés años, y en 1568 el rey le encomendó una
misión: limpiar de piratas el Mediterráneo occidental, labor en la que empezó a mostrar grandes dotes militares.

Los protestantes no eran los únicos herejes que preocupaban a Felipe II. Los descendientes de los musulmanes que
permanecieron en España después de la reconquista habían sido forzados a convertirse al cristianismo, es decir, a
convertirse en moriscos, aunque la mayoría de ellos seguía practicando, más o menos secretamente, el islam. Vivían en
el campo o en barrios separados de las ciudades (morerías). Ante el temor de que pudieran mantener relaciones con los
piratas berberiscos, se les había prohibido la tenencia de armas, lo que había llevado a muchos de ellos a retirarse a los
montes y darse al bandolerismo. Ahora el rey puso en vigor una orden de Carlos V, que había permanecido sin aplicar
durante más de cuarenta años, por la que se les prohibía hablar o escribir la lengua árabe (la única que conocían muchos
de ellos) y el uso de sus vestidos tradicionales. Se les obligaba a mantener abiertas las puertas de sus hogares y a sus
mujeres a llevar el rostro descubierto.

La mayor concentración de moriscos se encontraba, lógicamente, en el reino de Granada. Éstos apelaron a los términos
de la capitulación de Boabdil, pero ningún cristiano parecía acordarse de ella. El capitan general de Granada, que a la
sazón era Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar (hijo del que fuera virrey del Perú, Antonio de Mendoza)
abogó ante el rey por los moriscos, pero todo fue inútil. Finalmente, en diciembre estalló una sublevación dirigida
por Hernando de Valor, que se decía descendiente de los Omeyas y abjuró del cristianismo adoptando el nombre
de Abén Humeya. Los moriscos le dieron el título de rey.

Unos bandoleros conducidos por Fárax Abenfárax entraron en la ciudad de Granada y trataron de sublevar a los moriscos
que vivían en ella, pero fracasaron, con lo que la rebelión se centró en la región rural, bien protegida por las montañas,
conocida como la Alpujarra. Los sublevados contaban con diversos puertos por donde recibían armas y alimentos del
norte de África. En Almería se llegó a cambiar un esclavo cristiano por un arcabuz. Saquearon iglesias y conventos y,
parodiando a la Santa Inquisición, metieron cristianos en calderas de aceite hirviendo. Felipe II envió 2.500 soldados a
Granada y obligó a conducirlos al marqués de Mondéjar.
Abén Humeya pidió ayuda a Estambul, mientras que Mondéjar recibió como refuerzo un ejército capitaneado por el
marqués de los Vélez, adelantado de Murcia, cuyos hombres hicieron tales estragos entre los moriscos que hasta los más
pacíficos acabaron por unirse a la rebelión, incluso mujeres y niños.

En 1569 el duque de Alba escribía al rey Felipe II de España que el príncipe de Orange era un hombre perdido, sin
influencia ni dinero. Pero él tampoco tenía dinero, porque Zelanda (la región isleña a la desembocadura del Rin) se
convirtió en la guarida de los llamados gueux de mer, marinos y pescadores convertidos en piratas gracias al apoyo inglés,
que interceptaban los convoyes de oro que llegaban desde España. El duque tuvo que imponer en Flandes un impuesto
del décimo de cualquier compra o venta. Los comerciantes protestaron, pero el duque los acalló ahorcando a unos cuantos.

Menos éxito tenía el marqués de Mondejar en la lucha contra los moriscos granadinos, tal vez porque comprendía en parte
lo desesperado de su situación y nunca desperdiciaba la ocasión de llegar a una solución negociada. Por ello, el rey Felipe
II aceptó la petición de Juan de Austria de ponerlo al mando. Llegó a Granada acompañado de Luis de Requesens y del
duque de Sessa, e inmediatamente siguió el consejo de éste de trasladar a los pueblos los moriscos de la ciudad para
mantener segura la capital. En julio, el marqués de los Vélez derrotó a Abén Humeya en Válor, pero los moriscos no
tardaron en recibir el apoyo de tres mil berberiscos venidos de Argel.

Miguel López de Legazpi había conquistado ya la mayor parte de las islas Filipinas, pero encontró una fuerte oposición
en la de Luzón, donde halló una ciudad fortificada, importante centro comercial, dividida en dos partes por el
río Pasig. Una parte estaba gobernada por el rajá Solimán, y la otra por el rajá Lacándola. Ese año, López de Legazpi
fue nombrado gobernador y capitán general de las Filipinas.

Juan Ortiz de Zárate, que el año anterior había sido nombrado en Lima gobernador del Río de la Plata, había marchado a
España, donde firmó con la Corona unas capitulaciones que le concedían jurisdicción sobre un extenso territorio. Se
dispuso entonces a organizar una expedición de conquista.

El emperador Maximiliano II firmó una tregua de ocho años con los turcos, para lo cual tuvo que comprometerse a
pagarles un tributo anual, lo cual no impidió que los turcos hicieran incursiones periódicas en Hungría. Por otra parte, los
turcos firmaron un nuevo tratado de amistad con Francia, al tiempo que trataban de frenar la expansión de Rusia a
expensas de los mongoles. En el Mediterráneo, los corsarios turcos ocuparon Túnez.

En la dieta de Lublin, El reino de Polonia y el gran ducado de Lituania se unieron definitivamente en un único estado. El
joven duque Alberto Federico de Prusia, presionado por el rey Segismundo II de Polonia y por el príncipe elector Joaquín
II de Brandeburgo, a cambio de una suma de dinero, tuvo que aceptar un tratado por el que, en caso de extinguirse su
dinastía, el ducado, siempre supeditado a Polonia, sería heredado por Joaquín II o sus descendientes.

Juan López de Hoyos, catedrático de Gramática en Madrid, publicó un libro sobre la enfermedad, muerte y exequias de
Isabel de Valois, en el que incluyó tres poemas de circunstancias de "Miguel de Cervantes, nuestro caro y amado
discípulo". Es la primera referencia que se tiene de Miguel de Cervantes, más allá de unos pocos datos sobre su infancia.
(Se sabe, por ejemplo, que tenía entonces veintidós años, y que su padre, el cirujado Rodrigo de Cervantes, fue
embargado y encarcelado varios meses por deudas contraídas con usureros, aunque finalmente salió de prisión por sus
alegaciones de hidalguía.) La segunda data del 15 de septiembre de ese mismo año, pues su nombre aparece en un
mandamiento judicial por el que se procedía contra Miguel de Cervantes, ausente y en rebeldía, acusado de haber
producido heridas a Antonio de Sigura, por lo que se le condenaba a que, con vergüenza pública, le fuera cortada la
mano derecha, a un destierro de diez años y a otras penas.

Un militar llamado Alonso de Ercilla publicó la primera parte de su poema épico La Araucana, dedicada a Felipe II,
cuyo motivo central es la lucha entre los conquistadores españoles y los araucanos de Chile. Desde hacía seis años, Ercilla
se encontraba en Madrid, su ciudad natal, pero él mismo había participado en los combates que relata, bajo las órdenes
de Jerónimo de Alderete y de García Hurtado de Mendoza. Éste, a raíz de un altercado, había llegado a condenar a muerte
a Ercilla, pero la pena le fue revocada. Ahora se le nombraba gentilhombre y caballero de la Corte. En el poema, Ercilla
presenta como héroes a los caudillos araucanos: Caupolicán, Lautaro, Tucapel y Galvarino, mientras que los protagonistas
españoles quedan en un plano secundario.

El año anterior, una invasión de guerreros antropófagos llamados jagas había obligado a huir al rey del Congo, a quien
ahora un ejército portugués volvía a poner en el trono, si bien su autoridad era ya muy débil.
Ese año murieron:

 El príncipe Luis I de Condé, luchando en Jarnac contra los católicos, dirigidos por el duque Enrique I de Guisa y
por el hermano del rey, el duque Enrique de Orleans, que poco después obtuvieron una nueva victoria sobre los
protestantes en Moncontour.
 El inca Titu Cusi Yupanqui. Murió en extrañas circunstancias, tal vez envenenado. Había estado ofreciendo
resistencia al nuevo virrey del Perú, Francisco de Toledo, conde de Oropesa, nombrado el año anterior por el rey
Felipe II y que había llegado a Perú hacía unos meses. Lo primero que hizo fue recorrer el territorio para conocerlo
personalmente, acompañado de científicos y letrados. Titu Cusi dejó escrita una Relación de cómo los españoles
entraron en Perú y el suceso que tuvo [lo que le sucedió a] Manco Inca en el tiempo que entre ellos vivió. La
resistencia indígena continuó bajo la dirección de su hermano Túpac Amaru.
 El rey de los moriscos granadinos, Abén Humeya, que fue acusado del asesinato de su suegro, así como de
despotismo. Fue asesinado el 20 de octubre en Laujar. Entre sus asesinos estaba su primo Diego López, que ahora
se hacía llamar Abén Aboo y fue reconocido como el nuevo rey de los andaluces. Logró mantener a raya tanto al
marqués de los Vélez como al duque de Sessa, mientras Juan de Austria estaba prácticamente cercado en Granada.
 El poeta veneciano Bernardo Tasso. Dejó inacabado el poema Floridante, que fue completado por su hijo
Torquato. Es autor, además, de numerosas cartas, elegías y sonetos.
 San Juan de Ávila, uno de los muchos eclesiásticos perseguidos por la Santa Inquisición Española. Sus obras
principales son de contenido ascético. Destacan una colección de cartas dirigidas a predicadores, religiosos y
seglares (sin intención de que fueran publicadas) y el tratado Audi, filia, et uide, donde expone algunas
consideraciones sobre el fruto que el cristiano puede obtener de la vida de Cristo. El interés de sus escritos radica
principalmente en la calidad de su prosa, preludio de la del que fue su alumno, fray Luis de Granada.
 El arquitecto Giambattista Castello el Bergamasco. Las obras del monasterio de El Escorial fueron confiadas
a Juan de Herrera, que había trabajado desde el principio en el proyecto como ayudante.

El Papa Pío V concedió al duque de Florencia Cosme I de Médicis el título de gran duque de la Toscana, título que daba
legitimidad a la dominación florentina sobre la región.
El geógrafo Gerardus Mercator publicó un mapa del mundo en 18 hojas titulado Nueva y más completa representación
del globo terrestre adaptada para su uso en navegación. Lo más novedoso del mapa era el uso de la que hoy se conoce
como proyección de Mercator, consistente en proyectar horizontalmente cada punto de la esfera sobre un cilindro
tangente en el ecuador para luego desplegar este cilindro en un plano. (Todos los mapas que ilustran estas páginas de
historia son proyecciones de Mercator.) Su principal característica es que todas las líneas de rumbo, o loxodrómicas,
aparecen en el mapa como rectas. Tiene el inconveniente de que, para latitudes altas, las distancias resultan muy
deformadas, pero, por contra, las áreas se conservan, es decir, que el área de una región cualquiera del mapa coincide
(salvo por el factor de escala) con el área real de la región. Mercator dio por primera vez el nombre de atlas a su colección
de mapas.

En diciembre se vuelve a tener constancia documental sobre Miguel de Cervantes. Se encontraba en Roma, donde
solicitaba que en Madrid se le hiciera una información de limpieza de sangre, es decir, que se certificara su hidalguía,
probablemente con el fin de atenuar la sentencia por la que había huido de España. Por esas fechas ingresó en la milicia.

La reina Isabel I de Inglaterra llevaba doce años desconcertando a las potencias europeas con su cínica a la vez que hábil
política de hacer una cosa y decir más o menos lo contrario. Así, por ejemplo, mientras ella negaba cualquier relación de
la Corona inglesa con los piratas que saqueaban las colonias españolas en américa o las costas de Flandes, su implicación
era tan evidente que el embajador español en Londres recriminaba al duque de Alba porque se demorara tanto la guerra
contra Inglaterra.

El Papa Pío V perdió la paciencia y en 1570 excomulgó a la reina. Esta medida quizá hubiera sido un duro golpe cuando
subió al trono, pero ahora apenas tenía trascendencia, ya que se había ganado el cariño y la devoción de su pueblo. Tenía
enemigos católicos, ciertamente, pero eran minoría. Ese año el Papa publicó también la nueva edición del misal, acorde
con el concilio de Trento.

Quien no se decidió a actuar aún contra Isabel I fue el rey Felipe II de España, probablemente porque hacerlo hubiera
sido una decisión inteligente. Mientras Felipe II se debilitaba provocando guerras absurdas contra sus propios súbditos,
Isabel I se hacía cada vez más fuerte. De momento, Felipe II consideraba más oportuno financiar a los católicos ingleses
para que promovieran una revuelta que diera el trono a María Estuardo, pero Isabel I tenía bien sujeta a María. Se las
había ingeniado para que todos los ingleses, hasta los católicos, creyeran sin lugar a dudas que era una adúltera asesina.
Además, tenía sus movimientos bien controlados por sus espías.

En Escocia, el conde de Murray gobernaba con firmeza y eso no gustó a un sector de la nobleza, que conspiró para
asesinarlo. En los años siguientes se sucedieron regentes católicos y protestantes, según qué facción tenía más fuerza en
cada momento.

En Granada, Juan de Austria empezó a barrer moriscos y, tras sufrir numerosas derrotas, Aben Aboo se rindió
en abril, aunque luego no cumplió lo pactado y continuó la guerra con un grupo reducido de seguidores.

Felipe II se casó a sus cuarenta y tres años con Ana, de veintiuno, hija de su primo, el emperador Maximiliano II. Una
hermana de Ana, Isabel, de dieciséis años, se casó a su vez con el rey Carlos IX de Francia, que tenía entonces veinte
años.

La reina Juana III de Navarra logró rechazar una invasión de su reino por parte de los católicos franceses. La habilidad
militar del almirante Gaspard de Coligny salvó a los hugonotes de una derrota aplastante, y logró que Catalina de Médicis
se aviniera a firmar la paz de Saint-Germain, que reconocía a los protestantes la posesión de cuatro plazas fuertes durante
dos años.

Coligny empezó a ejercer una influencia cada vez mayor sobre Carlos IX. Trató de inducirlo a reanudar la tradicional
política francesa antiespañola para conseguir que Francia acabara anexionándose lo que había sido el ducado de Borgoña.
Naturalmente, esto exigía entablar alianzas con los protestantes flamencos, para lo cual convenía primero contar con el
apoyo de los protestastes franceses.

Francisco de Toledo fue el primer virrey que realmente tuvo a Perú bajo control. Ese año se instaló en Lima un tribunal
de la Santa Inquisición, que no tenía jurisdicción sobre los indios. Los españoles sabían lo fácil que era ser acusado de
herejía y lo díficil que era salir bien parado de ello, así que un tribunal del Santo Oficio era el instrumento ideal para
mantener en calma a los encomenderos y demás revoltosos potenciales.
El zar Ivan IV el Terrible envió a sus soldados contra Nóvgorod, que fue saqueada durante varios días. Una suerte similar
sufrió Pskov. Los campesinos de la opríchnina, cada vez más oprimidos, sólo pensaban en huir a las regiones periféricas
para recuperar su antiguo modo de vida. Esto hizo que Rusia central se despoblara, y los campesinos que no pudieron
escapar fueron explotados con más dureza aún. La cosecha de ese año fue desastrosa y el hambre vino acompañada de
epidemias.

Por otra parte, Iván IV inició una nueva campaña contra Finlandia, que obligó al rey Juan III de Suecia a poner fin a la
cruenta guerra que su país libraba contra Dinamarca. Para ello tuvo que firmar con el rey Federico II la paz de Stettin, por
la que Suecia tenía que pagar una fuerte indemnización y Dinamarca se consagraba como la mayor potencia del Báltico.

La flota turca de Pialí Bajá conquistó Chipre a los venecianos, que solicitaron ayuda al Papa Pío V y al rey Felipe II de
España. Los Estados Pontificios, España y Venecia formaron entonces la Santa liga, que se dispuso a reunir una poderosa
flota con la que combatir a los turcos.

Tras una estancia en Mozambique, el poeta Luis de Camões había regresado a Lisboa, donde tuvo que sobrevivir en la
misera, sin que le ayudara en nada su maestría como poeta. Cultivó las formas petrarquistas, tanto en portugués como en
castellano, dominaba perfectamente la técnica del soneto, escribió también numerosas églogas de contenido pastoril, en
las que evita tanto la intelectualidad como la rudeza en los pastores. Además es autor de numerosas elegías, canciones,
sextinas, odas, redondillas y otras composiciones menores.

En Turín murió el médico y poeta Frances Jacques Grévin. Entre sus obras médicas figura un Tratado sobre venenos.

Ese año llegó a Roma un joven pintor de veintiocho años llamado Doménikos Theotokópoulos. Había nacido en
Creta, que a la sazón era una posesion veneciana, y había pasado la última década en Venecia, donde era conocido
simplemente como el Greco (el griego). En Roma fue reconocido inmediatamente como un pintor excepcional, donde
causó especial admiración un autorretrato hoy perdido. Fue acogido en su palacio por el cardenal Alejandro Farnesio (el
hermano del duque de Parma, Octavio Farnesio), uno de los principales mecenas de la época. En los años siguientes pintó
numerosos retratos, aunque no consiguió ningún encargo público que extendiera su fama.
El matemático Girolamo Cardano fue encarcelado acusado de herejía: había confeccionado un horóscopo de Jesucristo y
había escrito un libro en alabanza de Nerón, el torturador de cristianos. Parece ser que hizo todo esto simplemente por
conseguir notoriedad. Probablemente a causa de su prestigio, sólo permaneció en prisión unos meses. Luego marchó a
Roma, donde fue cálidamente acogido y el Papa le concedió una pensión.

Un abogado francés de treinta años, llamado François Viète, publicó un tratado titulado Canon mathematicus, en el que,
entre otras cosas, estudia la estracción de raíces y presenta la trigonometría plana y esférica esencialmente en su
formulación actual.

Un cartógrafo y cosmógrafo flamenco llamado Abraham Ortels, más conocido como Ortelius, publicó el Theatrum
orbis terrarum, un atlas de 70 mapas grabados en 53 planchas de cobre que recogía los datos de numerosos geógrafos de
la época. Durante las dos décadas siguientes fue reeditado y ampliado en numerosas ocasiones.

El mongol Altan Kan, veinte años después de su fracasado intento de conquistar China, dirigió una campaña contra el
Tibet, de donde se llevó consigo a unos monjes que terminaron convirtiéndolo al budismo tibetano.

En 1571 murió el príncipe elector de Brandeburgo, Joaquín II Héctor, que fue sucedido por su hijo Juan Jorge.

También murió sin descendencia el rey Juan Segismundo de Hungría, y fue sucedido por Esteban Báthory, perteneciente
a una de las familias más antiguas de la nobleza húngara. No obstante, no adoptó el título de rey de Hungría, sino el más
realista de príncipe de Transilvania.

La política insensata del zar Iván IV el Terrible estaba debilitando Rusia a marchas forzadas. El kan de Crimea Devlet
Giray I atacó Moscú e incendió sus barrios periféricos, lo que obligó al zar a abolir la opríchnina y tomar medidas
defensivas: hizo construir en la frontera meridional una línea de zanjas y fortines que comunicaban las plazas fuertes,
instituyó un servicio de guardias y patrullas y obligó a una parte de la nobleza a instalarse en las fronteras. Para
concentrarse en el sur, firmó en el norte una tregua de tres años con el rey Segismundo II de Polonia, por la que reconocía
la anexión de Livonia al reino polaco.
El morisco Aben Aboo fue asesinado por algunos de sus hombres, comprados por los cristianos. Su cadáver fue trasladado
a Granada, donde fue arrastrado por las calles, descuartizado y su cabeza se expuso en una jaula de hierro. Se dispuso que
los moriscos fueran trasladados desde Granada a otras partes de España, mientras unas doce mil familias de castellanos,
asturianos y gallegos repoblaron lo que había sido el reino de Granada. Aunque la región siguió llamándose Reino de
Granada, su conexión con el antiguo reino nazarí era ya meramente nominal.

El compositor Giovanni Pierluigi da Palestrina fue llamado para dirigir la capilla Giulia, con lo que se instaló nuevamente
en Roma. Allí entró en relación con Felipe Neri, un sacerdote florentino conocido por sus obras de caridad en favor de
los pobres, que había fundado el Oratorio Romano, una congregación de sacerdotes que predicaron en Roma
contribuyendo a implantar las directrices del concilio de Trento.

Ese año murió el escultor florentino Benvenuto Cellini.

En la isla de Luzón, en las Filipinas, Miguel López de Legazpi derrotó a los rajaes Solimán y Lacándola. El primero
murió en combate, mientras que el segundo se rindió. En el mismo lugar donde se encontraba la ciudad que éstos habían
defendido, López de Legazpi fundó el 19 de mayo la ciudad de Manila, desde donde procedió a conquistar rápidamente
el resto de la isla, sin más apoyo que el de unos trescientos hombres. Luego organizó el territorio instaurando el sistema
de las encomiendas y se ocupó de establecer relaciones comerciales con China. Desde ese año empezaron los viajes
regulares del galeón Manila, un navío de quinientas toneladas que uniría anualmente las Filipinas con América a través
del Pacífico.

El 25 de mayo se firmaron definitivamente las capitulaciones de la Santa liga, que debía combatir a los turcos.

Los numerosos levantamientos de indios instigados en Vilcabamba por el inca Túpac Amaru llevaron al virrey del Perú
Francisco de Toledo a enviar contra él un contingente armado bajo el mando de Martín Hurtado de Arbieto, que
en junio se apoderó de Vilcabamba e hizo presioneros a Túpac Amaru y sus principales subordinados. El virrey hizo
fundar entonces la ciudad de San Francisco de la Victoria de Vilcabamba.

En México se instituyó un tribunal de la Santa Inquisición, similar al que el año anterior se había implantado en Lima.
Una flota turca que había zarpado de Argel llegó a atacar la misma Venecia a mediados de julio, y
en agosto tomaron Famagusta, el último reducto que los venecianos conservaban en Chipre. Por ello, aunque la Santa
liga había acordado iniciar sus acciones al año siguiente, cambió sus planes en favor de una actuación inmediata. El 16
de septiembre zarpó de Messina una flota formada por unas 280 embarcaciones y unos 30.000 hombres, bajo el mando
de Juan de Austria. El 7 de octubre avistaron a la flota turca en Lepanto, el nombre moderno de la antigua Naupacta, en
el golfo de Corinto. Los turcos contaban con unas 300 naves, bajo el mando de Alí Bajá (Piali Bajá había muerto poco
antes en Estambul). No tardó en entablarse una descomunal batalla que duró cinco horas.

La parte central del frente cristiano lo constituían veintiséis naves españolas dirigidas por Juan de Austria y Luis de
Requesens, que contaban además con treinta galeras de reserva que acudían rápidamente a donde se detectaba un punto
débil. Éstas eran dirigidas por Álvaro de Bazán, el capitan general de las galeras de Nápoles, al que unos años antes
Felipe II había otorgado el título de marqués de Santa Cruz.

Alí Bajá había previsto una maniobra envolvente destinada a encerrar la flota cristiana en el golfo de Lepanto, y así, hizo
que Luchalí, el gobernador de Alejandría, atacara el flanco de los venecianos. La nave de Alí Bajá embistió a la de Juan
de Austria, y allí se concentró el núcleo del ataque español. Tras tres intentos frustrados en un periodo de dos horas, Alí
Bajá fue herido de arcabuz mientras su nave era abordada. Se dice que intentó sobornar a un español para que le salvara
la vida, pero que éste optó por degollarlo, clavar su cabeza en una lanza y levantarla para que la vieran bien los turcos, lo
que causó gran confusión entre ellos.

La victoria en el frente central permitió a los españoles acudir en auxilio de los venecianos. Álvaro de Bazán rescató la
nao capitana de Malta, que había quedado rodeada y después, cuando el frente veneciano estaba ya controlado, puso en
fuga a los restos de la flota turca.

En la batalla murieron unos veinticinco mil turcos, más de ocho mil fueron capturados, unas ciento treinta naves fueron
capturadas y más de noventa fueron hundidas o incendiadas. Se liberó a unos doce mil esclavos cristianos que remaban
en las galeras turcas. Las bajas cristianas fueron de unos doce mil hombres y diecisiete galeras.
Pese al revuelo que originó esta victoria, lo cierto es que los otomanos disponían de potencial suficiente para rehacer su
flota y, en efecto, el gran visir Sokullu Mehmed Bajá no tardó en reconstruirla. Sin embargo, la batalla de Lepanto mostró
a los cristianos de que los turcos no eran invencibles, y puede considerarse el primer precedente del declive otomano.
Juan de Austria fue recibido como un héroe, Luis de Requesens obtuvo el cargo de gobernador de Milán. El cardenal
Granvela, que había participado en las negociaciones para la formación de la Santa liga, fue nombrado virrey de Nápoles.

En Lepanto luchó también Miguel de Cervantes que, a pesar de que le aconsejaron no participar en el combate por estar
aquejado de unas fiebres, logró que su capitán lo destinara a un puesto peligroso, donde fue herido de arcabuz en el pecho
y en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Sin embargo, esto no le impidió seguir siendo soldado. Juan de Austria
le firmó una carta de recomendación para Felipe II en la que alababa su valor.

En Japón, el shogun Oda Nobunaga destruyó los monasterios rebeldes del monte Hiei, cerca de Kyoto, e hizo asesinar a
sus monjes.

En 1572, el emperador Maximiliano II cedió a su hijo Rodolfo, que cumplía entonces veinte años, la corona de Hungría.

El kan Devlet Giray I dirigió una segunda campaña contra Rusia que se estrelló contra las medidas defensivas establecidas
por el zar Iván IV el Terrible.

El humanista francés Jacques Amyot publicó una traducción de las Obras morales de Plutarco, a la que había dedicado
diecisiete años de trabajo.

Jean de La Taille publicó su tragedia Saúl furioso, precedida de un Arte de la tragedia, inspirado en Aristóteles y
Horacio, en el que formula las reglas que iban a definir la tragedia clásica francesa.

El rey Carlos IX de Francia había propuesto al poeta Pierre de Ronsard que escribiera un poema épico de tema nacional,
y ahora éste daba a conocer los cuatro primeros cantos de su Franciada, en la que París es fundada por el
troyano Francus. Fue un estrepitoso fracaso que lo desprestigió sensiblemente en la corte.
Justo lo contrario le sucedió al portugués Luis de Camões, que publicó su poema Os Lusíadas, un poema épico en diez
cantos que narra y ensalza los descubrimientos portugueses en las Indias Orientales, combinando hábilmente elementos
históricos, mitológicos y legendarios. Esta obra consagró a Camões como una de las grandes figuras de la literatura lusa.

Once años atrás, un agustino llamado fray Luis de León consiguió una cátedra de teología en la universidad de Salamanca
en competencia con unos dominicos, que nunca le perdonaron su triunfo. Era un buen conocedor del hebreo y del arameo,
y ahora sus enemigos encontraban en ello una acusación contra él: la de atender más al texto hebreo de la Biblia que al
latino de la Vulgata en sus comentarios bíblicos. Esto bastó para que la Santa Inquisición lo apresara y lo juzgara. Su
interés por la lengua hebrea se relacionó con el hecho de que algunos de sus antepasados eran judíos, lo cual, unido a que
había cometido el grave delito de traducir al castellano el Cantar de los cantares, bastó para que fuera condenado a prisión
en Valladolid.

Ese año murieron:

 El Papa san Pío V, que fue sucedido por el cardenal Ugo Buoncompagni, que adoptó el nombre de Gregorio XIII.
 San Francisco de Borja, el duque de Gandía y capitán general de los jesuitas. El ducado pasó a su hijo Carlos, de
cuarenta y dos años, mientras que en la Compañía de Jesús fue sucedido por el belga Mercuriano.
 El reformador escocés John Knox. Dejó escrita una Historia de la Reforma en Escocia.
 Miguel López de Legazpi, el conquistador de las Filipinas.
 Luis Colón, el hijo de Diego Colón y nieto del descubridor de América. Unos años antes había sido juzgado por
poligamia y condenado al destierro en Orán, donde le sobrevino la muerte a los cincuenta y dos años.
 El inca Túpac Amaru, decapitado públicamente en Cuzco, unos meses después de haber sido juzgado y condenado
a muerte. Con él se extinguió la dinastía de los soberanos incas.

No obstante, como se verá en la página siguiente, éstas no fueron las muertes más sonadas del año.

LA MATANZA DE SAN BARTOLOMÉ


El 1 de abril de 1572 los gueux se apoderaron del puerto de Briel, al sur de Holanda, e inmediatamente, el príncipe de
Orange, Guillermo el Taciturno, ayudado por su hermano Luis de Nassau, lograba sublevar a las provincias del norte:
Holanda, Zelanda, Frisia, Utrecht y Güeldres, que lo reconocieron como estatúder. El duque de Alba empezó a combatir
a los sublevados.

La reina Isabel I de Inglaterra, que negaba oficialmente cualquier clase de apoyo a los gueux, tuvo que expulsar de Dover
a su capitán Guillermo de Mark, gesto que bastó para que no se rompieran las tensas relaciones diplomáticas con España.
Sin embargo, al mismo tiempo, el pirata John Hawkins era admitido en el parlamento inglés como representante de
Plymouth, mientras su amigo Francis Drake, tras destruir algunos barcos españoles y saquear algunas ciudades, ocupaba
la ciudad de Nombre de Dios, en Panamá.

Miguel de Cervantes tomó parte en varias acciones de guerra en el Mediterráneo de la flota de la Santa Liga,
en Navarino, en Pilos y en Túnez. Luego pasó unos años en varias guarniciones de Italia, donde tuvo ocasión de adquirir
un profundo conocimiento de la literatura italiana.

Ese año murió sin descendencia el rey Segismundo II de Polonia, con lo que se extinguía la dinastía de los Jagellon. El
monarca había establecido que la nobleza eligiera a su muerte el nuevo soberano, y Catalina de Médicis sobornó a los
electores para que la elección recayera sobre su hijo Enrique, el duque de Orleans, que en julio partió hacia Polonia para
seguir de cerca el proceso de elección.

El 6 de agosto, en una reunión del consejo de regencia, el almirante Gaspard de Coligny llegó a amenazar a Catalina de
Médicis con una guerra civil si Francia no prestaba ayuda a los gueux contra el rey Felipe II. La influencia de Coligny
sobre el joven rey Carlos IX era cada vez mayor. Para reforzar la influencia protestante, había organizado la boda entre
el rey Enrique III de Navarra y Margarita de Valois, la hermana del monarca francés. La ceremonia se celebró el 18 de
agosto, y París se llenó de ilustres personalidades protestantes, invitadas a unos festejos que se prolongaron varios días.
Esta situación permitió a Coligny aumentar su presión sobre Catalina de Médicis, hasta que el 22 de agosto Coligny fue
alcanzado en un brazo por un tiro de arcabuz. El tirador fue un hombre de los Guisa, pero los protestantes acusaron a
Catalina de Médicis, que vio peligrar su posición hasta tal punto que decidió reunir una camarilla de seis magnates de la
corte junto a su hijo menor, el duque Francisco de Alençon, que tenía entonces dieciocho años, y entre todos decidieron
organizar una matanza de protestantes. Luego le explicó a su hijo Carlos IX que, tras el intento de asesinato de Coligny,
su vida corría peligro y logró que éste aprobara la acción, que tuvo lugar la noche del 24 de agosto, día de san Bartolomé,
por lo que es conocida como la matanza de san Bartolomé.

Un grupo de mercenarios suizos se encargó de matar mientras dormían a muchos de los invitados protestantes alojados
en el Louvre. El duque Enrique I de Guisa se dirigió con un grupo de hombres armados hasta la casa de Coligny, lo mató
con una pica y arrojó el cuerpo por la ventana. Simultáneamente, se incitó a los parisinos a matar protestantes a discreción.

Entre las víctimas de la matanza se encontraba la reina Juana III de Navarra. Su hijo, el rey Enrique III, logró salvar la
vida (porque estaba mal visto matar reyes), pero quedó prisionero en París y fue conminado a abjurar del protestantismo,
al igual que lo hicieron otros muchos nobles, presos del pánico. A lo largo del mes de septiembre las matanzas se
sucedieron en las principales ciudades de Francia. Se calcula que en París hubo unas tres mil víctimas, mientras que
(según fuentes protestantes) el número total de asesinados en Francia llegó a los setenta mil. Uno de ellos fue el humanista,
matemático y filósofo Petrus Ramus.

El Papa, al enterarse de la noticia, organizó unos festejos populares en Roma, y envió un legado para felicitar a Carlos IX
y a Catalina de Médicis. Se acuñaron medallas conmemorativas, una en Roma y dos en Francia. También el rey Felipe II
de España felicitó por escrito a Catalina de Médicis por tener tal hijo y a Carlos IX por tener tal madre. No hace falta
decir que la matanza de la noche de San Bartolomé marcó el inicio de la cuarta guerra de religión.

Ese año se produjo un suceso en el único lugar donde oficialmente era imposible que se produjera suceso alguno: en la
esfera de las estrellas fijas: Una nueva estrella apareció en el firmamento, en la constelación de Casiopea, y en el mes
de noviembre era tan brillante como Venus.

No era la primera vez que sucedía algo así. Los anales chinos señalan que en el año 532 a.C. apareció una estrella
huésped en la constelación del Águila, que permaneció en el cielo durante unos días y luego desapareció. También hablan
de otra estrella huésped, corroborada esta vez por fuentes japonesas, que apareció en la constelación de Tauro en 1054
d.C., tan brillante que resultaba visible incluso de día, y que permaneció en el cielo durante dos años.

No se conoce ninguna fuente occidental que haga referencia a estos sucesos. No es tan extraño como podría parecer a
primera vista: Para detectar la aparición temporal de una estrella era necesario tener un buen conocimiento del
firmamento, una observación atenta (o mucha suerte) y algunos conocimientos de astronomía (para no confundirla con
un planeta), y podemos aceptar que en las dos fechas señaladas esas circunstancias no se daban con frecuencia. Si alguien
dejó constancia del fenómeno, su testimonio se ha perdido. También hay que tener presente que la doctrina antigua, tanto
popular como erudita, establecía que los cielos obedecían a leyes inmutables, por lo que la aparición de una estrella era
algo simplemente imposible (los cometas se consideraban fenómenos "sublunares"), así que es plausible que un
astrónomo que detectara la aparición de una estrella optara por silenciar algo que contradecía sus conocimientos más
básicos, o que, si le llegara un testimonio ajeno al respecto, lo descartara por absurdo.

Pero la madurez intelectual de la Europa renacentista no tenía precedentes, y ahora un astrónomo se puso a observar
meticulosamente la nueva estrella. Era Tycho Brahe, que estaba de nuevo en Dinamarca tras haber visitado Rostock,
Basilea, Friburgo y Augsburgo. Tras una larga sesión de experimentos de alquimia, salió a tomar el aire y, a primera vista,
detectó la "intrusa". Así fue como la astronomía volvió a atraer su atención frente a la alquimia.

Es fácil adivinar que la imagen que España daba en Europa por esta época no era muy buena. La intolerante política
religiosa del emperador Carlos V le había granjeado la hostilidad de media Alemania, y su hijo Felipe II no se había
conformado con llevar esa intolerancia hasta el más alto grado de fanatismo, sino que había sabido conjugarla con una
ineptitud inimitable capaz de hacerse odiar a muerte por los que habían sido leales súbditos de su padre primero y suyos
después. Paulatinamente, los enemigos europeos de España (o sea, casi toda Europa) habían ido tejiendo lo que se ha
venido a llamar la leyenda negra: una imagen negativa de la España de los Austrias en general y de Felipe II en particular.

Aunque cuesta imaginar que alguien pueda hablar mal de Felipe II y estar exagerando, lo cierto es que hay elementos de
la leyenda negra que son meras ficciones propagandísticas. Así, por ejemplo, el príncipe Guillermo de Orange difundió
la "noticia" de que Felipe II había hecho asesinar a su hijo Carlos junto con su mujer, Isabel de Valois, porque eran
amantes, y porque Carlos pretendía defender los intereses de los Países Bajos. Nada de esto tiene fundamento histórico
ya que, como hemos visto, el príncipe Carlos no era más que un deficiente mental, pero lo cierto es que el cuento tuvo
éxito y el príncipe don Carlos fue recordado como un héroe por muchos durante mucho tiempo.

Sin embargo, a pesar de que la difusión de la leyenda negra obedecía a unos claros intereses políticos para los que la
verdad o falsedad de los hechos era secundaria, eso no quita para que tenga más de negra que de leyenda. Sus ingredientes
principales, aparte de la historia de don Carlos, son las atrocidades cometidas en los Países Bajos por el duque de Alba,
por sus ejércitos y por su Tribunal de la Sangre, de las que Europa tenía información de primera mano; las atrocidades
cometidas por la Santa Inquisición, que, ciertamente, también actuaba en otros países, pero no con tanto virtuosismo; y
las atrocidades cometidas por los españoles en América, cuya principal referencia eran los escritos de fray Bartolomé de
Las Casas, devorados ávidamente en toda Europa desde el mismo momento en que vieron la imprenta.

Este último punto era especialmente molesto para el rey Felipe II, ya que las críticas a la actuación de los españoles en
América no provenían únicamente del exterior, sino que también existía una sólida tradición de crítica interna,
especialmente por parte de cierto sector del clero. Por ello, una de las misiones que le encomendó al virrey del Perú,
Francisco de Toledo, fue la de recabar información sobre la América precolombina que legitimara la autoridad de la
Corona española sobre sus dominios de ultramar.

Con tal fin, en los últimos tres años, Francisco de Toledo había dispuesto que se interrogara a unos doscientos indios
ancianos sobre la situación del Perú antes de la llegada de los españoles. A partir de sus declaraciones, Pedro Sarmiento
de Gamboa (que había participado en la expedición de Álvaro de Mendaña) redactó una Historia de los Incas, según la
cual los soberanos Incas eran unos tiranos sanguinarios, en comparación de los cuales los españoles eran como ángeles
caídos del cielo, de tal modo que la conquista del Perú era lo mejor que a los indios les había podido pasar. A lo largo de
estos años se redactaron numerosos libros e informes sobre la historia del Imperio Inca, supuestamente aprobados por los
indios que dieron testimonio, que coinciden en deslegitimar la autoridad de los Incas, bien tachándola de tiránica y cruel,
bien de anárquica.
Frente a esta historia oficial, quienes atendían desinteresadamente a las declaraciones de los indios llegaban a otra historia
paralela, no menos deformada, en la que el Imperio Inca era un paraíso terrenal donde todos eran felices como si vivieran
en un musical de Hollywood. No tiene nada de extraño: en comparación con el infierno en que vivían los indios desde
que llegaron los españoles, su vida anterior les tenía que parecer necesariamente idílica y, en esas circunstancias, todos
los recuerdos se edulcoran. Sucedió algo similar durante la Alta Edad Media, cuando se pintaba al Imperio Romano con
no menos añoranza. Todavía hoy hay un sector importante de la población de lo que fue en su día el virreinato del Perú
que piensa en el Imperio Inca como en un paraíso perdido.

Especialmente ilustrativos son los testimonios de Juan Polo de Ondegardo, que hacía una década había publicado
una Relación del linaje de los Incas, y de cómo extendieron ellos sus conquistas, donde el Imperio era maravilloso, pero
que, dos años después de la llegada del virrey, publicó otra versión en la que los Incas pasaban a ser tiranos y en la que
afirma que las colonias de América le fueron otorgadas al rey de España por Jesucristo en premio por los ocho siglos en
que los españoles lucharon contra los musulmanes. Sin embargo, unos meses más tarde redactó su Relación de los
fundamentos acerca del notable daño que resulta de no guardar a los indios sus fueros, en la que vuelve a su perspectiva
original y aboga por la restauración del sistema comunista de reparto de tierras propio de los incas, lo que delata las
presiones que sobre él había ejercido el virrey.

La propaganda anti-leyenda negra generada por el virrey no tuvo ninguna efectividad, pero, con estas investigaciones,
Francisco de Toledo hizo un descubrimiento valiosísimo: se enteró de la existencia de la mita, el impuesto en trabajo que
los indios pagaban al Inca, y en este punto no dudó en conceder a los indios la restauración de una de sus tradiciones.
Cuando se descubrió la mina de plata de Potosí, más de veinticinco años atrás, no era difícil encontrar mano de obra
barata para extraer el mineral, pero a medida que iba siendo necesario profundizar más en la tierra, el trabajo se volvía
mucho más duro y los encargados de las minas llevaban varios años quejándose de que no podían continuar con la
explotación sin alguna clase de ayuda de la Corona.

En 1573, la mita fue restablecida (es un decir, porque la mita nueva tenía poco que ver con la antigua) en Potosí con un
grupo de 3.733 mitayos, aunque pronto se aumentó el contingente estableciendo tres turnos anuales de 4.500 mitayos
cada uno, lo que suponía reclutar 13.500 mitayos al año. Cada turno tendría una semana de trabajo seguida de dos de
descanso, lo que suponía un total de cuatro meses de trabajo al año. El reclutamiento se distribuyó entre las provincias,
de modo que a cada habitante le correspondía servir en la mita una vez cada siete años. El horario de trabajo era, al menos
en teoría, desde hora y media después de la salida del sol hasta el ocaso, si bien en la práctica eso podía variar. Los indios
descendían por escalas de cuero hasta cien metros bajo tierra a través de pasadizos mal iluminados y mal ventilados y
permanecía en el fondo cinco días consecutivos o más. Cuando volvía a la superficie, pasaba del calor húmedo de la mina
al choque con el viento helado del altiplano (a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar). Pocos sobrevivían a este régimen.
Las huidas y los suicidios estaban a la orden del día.

Por otra parte, Francisco de Toledo intensificó la actividad colonizadora. El año anterior había fundado Villarrica de
Oropesa, y ahora fundaba Córdoba.

Desde Nombre de Dios, Francis Drake cruzó el istmo de Panamá y el 3 de febrero avistó el océano Pacífico. Llegó a la
conclusión de que, si llegaba con una flota a la costa occidental de América, el botín estaría asegurado, ya que, hasta
entonces, ningún pirata había navegado esas aguas, por lo que los españoles no tenían apenas defensas. Entonces decidió
regresar a Inglaterra para desarrollar su plan.

El duque Enrique de Orleans fue aclamado rey de Polonia, si bien tuvo que aceptar una serie de restricciones, conocidas
como los pacta conuenta, por las que la nobleza ejercía un fuerte control del poder real. Acompañando al nuevo rey había
viajado a Polonia un joven poeta de veintiséis años llamado Philippe Desportes, que ahora publicaba un volumen de
poesías (sonetos amorosos, elegías y canciones).

Un joven poeta de veintiún años llamado Théodore Agrippa D'Aubigné se convirtió en uno de los más leales seguidores
del rey Enrique III de Navarra. Provenía de una familia calvinista y se cuenta que a los seis años leía ya en francés, latín,
griego y hebreo. Cuatro años atrás había escrito un volumen de versos titulado La primavera. Había participado en
diversas batallas de las guerras de religión y había escapado milagrosamente de la matanza de san Bartolomé.

En marzo desapareció la estrella nueva que Tycho Brahe había estado observando desde su aparición a finales del año
anterior. El astrónomo danés publicó un artículo titulado De noua stella anni 1572 (Sobre la nueva estrella del año 1572),
en donde explicaba que había calculado la posición de la estrella nueva respecto a las demás estrellas fijas y que ésta no
había cambiado lo más mínimo durante todos los meses en que fue visible, lo que le permitía descartar la posibilidad de
que se tratara de un fenómeno atmosférico. Más aún, no podía ser una anomalía en ninguna de las esferas planetarias
(Brahe partía del modelo ptolemaico, no del copernicano) ya que en tal caso habría participado del movimiento de alguno
de los planetas. Por consiguiente, el fenómeno era realmente una nueva estrella. Brahe conjeturó que la nova había surgido
por condensación de la materia difusa de la Vía Láctea.

Actualmente, estas estrellas que aparecen y desaparecen al cabo de un tiempo se conocen como novas, nombre derivado
de la expresión latina stella noua, con la que Brahe se refería en su artículo a la nova de 1572. En realidad, la estrella que
observó Brahe, junto con la de 1054, son los dos primeros casos documentados de lo que hoy los astrónomos
llaman supernovas, y no se deben a la formación, sino a la destrucción de una estrella en una violenta explosión.

Como consecuencia de una negociación entre los hugonotes asediados en La Rochela y los comisarios del rey Carlos IX
de Francia, se llegó a un acuerdo por el que se autorizaba el libre ejercicio del culto protestante en La Rochela, Nimes y
Montauban. Los hugonotes aceptaron estos términos y el edicto de Boulogne puso fin a la cuarta guerra de religión. No
obstante, superado el pánico inicial que, tras la matanza de san Bartolomé, había llevado a muchos a la abjuración o al
exilio, el partido protestante francés se fue recuperando, y las condiciones de La Rochela eran vistas cada vez con menos
satisfacción.

La reina Isabel I de Inglaterra nombró al pirata John Hawkins tesorero de la marina real inglesa. Mientras tanto, Francis
Drake, de vuelta en Inglaterra, se puso al servicio del conde de Essex para atacar Irlanda.

Juan de Austria reconquistó Túnez a los turcos, si bien fracasó en un intento de tomar Argel. Esta campaña llevó a los
venecianos a abandonar la Santa Liga, pues sus intereses estaban en el Mediterráneo oriental, y no en el occidental.
Venecia firmó un tratado de paz con los turcos por el que reconocía la pérdida de Chipre a cambio de ciertas garantías
sobre las numerosas islas que poseía en el Egeo. Estaba claro que la victoria de Lepanto no había tenido ninguna
repercusión significativa sobre la situación del Mediterráneo oriental.
El duque de Alba estaba reduciendo con éxito a los rebeldes flamencos. En uno de sus informes al rey Felipe II, explica
cómo hizo asesinar a todos los habitantes de una ciudad tomada al asalto porque "Dios los había cegado induciéndolos a
resistir, para que así encontraran la muerte". Sin embargo, dado los métodos del duque de Alba dejaban entrever una
pacificación a corto plazo, Felipe II le envió al duque de Medinaceli. Las disensiones entre ambos les llevaron a pedir al
rey que los relevara de sus puestos, y en octubre Felipe II envió como nuevo gobernador a Luis de Requesens. El duque
de Alba dejó un recuerdo imborrable en los Países Bajos. Hasta hace relativamente poco tiempo, un recurso de los padres
flamencos para lograr que sus hijos se portaran bien era advertirles que, si eran malos, vendría el duque de Alba y se los
llevaría.

Luis de Requesens era partidario de una política de tolerancia, pero en cuanto tomó posesión de su cargo comprendió que
la rebelión no era ya una cuestión religiosa, sino política: los flamencos se rebelaban contra una ocupación extranjera. De
momento, lo único que podía hacer era continuar la guerra. Uno de los episodios más famosos fue el asedio
de Leiden, donde Guillermo el Taciturno convenció a los ciudadanos para que rompieran los diques que contenían el mar
y dejaran que el agua dispersara a los españoles.

Por esas mismas fechas moría Ruy Gómez de Silva, el príncipe de Éboli, justo cuando los hechos empezaban a darle la
razón en sus tesis sobre la conveniencia de una política de tolerancia en Flandes. Su viuda, la princesa de Éboli, dueña de
una de las mayores fortunas de España, se retiró a un convento de las carmelitas fundado a instancias suyas por Teresa
de Jesús.

El 15 de noviembre, Juan de Garay, que había partido de Asunción seis meses antes al frente de una expedición compuesta
de 9 españoles y 75 nativos, fundó la ciudad de Santa Fe. Recibió entonces noticias de que Juan Ortiz de Zárate había
desembarcado en el Río de la Plata y, atacado por los indios, había tenido que refugiarse en una isla, desde donde
reclamaba ayuda.

En Venecia llevaba ya unos veinte años ejerciendo un pintor llamado Paolo Caliari, aunque, por su localidad natal, era
más conocido como Paolo Veronés. Ahora terminaba una soberbia Última cena, de trece metros de ancho por cinco y
medio de alto, que fue denunciada a la Santa Inquisición, la cual le conminó a modificar algunas partes del cuadro, por
considerarlas irreverentes. No obstante, Veronés optó por cambiar el título por el de Cena en casa de Leví, lo cual también
satisfizo al santo tribunal. El problema era que a Cristo le acompañaban orientales, moros, mujeres opulentas, niños
traviesos, enanos, viejos, perros, monos y pájaros exóticos, y Veronés explicó que en ello no debía buscarse ninguna
irreverencia, sino únicamente que se había inspirado en lo que veía cotidianamente en Venecia. Y decía la verdad, pues
en su Moisés salvado de las aguas del Nilo, pintado unos años atrás, la hija del faraón y sus criadas son modélicas damas
venecianas, de modo que, viendo el cuadro, ni los personajes ni el paisaje permiten imaginar que representa el antiguo
Egipto. Igualmente, en sus Bodas de Caná podemos ver, entre otras cosas curiosas, un violoncelo. Anacronismos aparte,
las composiciones del Veronés destacan por sus magníficas escenificaciones y su riqueza de detalles, así como por un
hermoso tratamiento de la luz y del color.

Ese año murió a los treinta y nueve años Etienne Jodelle, el poeta de la Pléyade. Escribió la tragedia El sacrificio de
Dido, que probablemente no llegó a representarse, y Cleopatra, que es un antecedente de la tragedia clásica francesa.

El poeta italiano Torquato Tasso publicó el poema pastoril Aminta, que se considera modélico dentro del género. Se
representaba con acompañamiento coral y alcanzó un gran éxito en la época.

En 1574, Juan Ortiz de Zárate, el recién nombrado gobernador del Río de la Plata, fue socorrido por Juan de Garay, con
cuyos refuerzos pudo imponerse a los indios y fundar la ciudad de Zaratina de San Salvador, en el estuario del Plata.

Álvaro de Mendaña, el descubridor de las islas Salomón, fue nombrado adelantado y gobernador del archipiélago, si bien
no mostró ningún interes, de momento, en tomar posesión de su cargo.

El virrey del Perú, Francisco de Toledo, fundó las ciudades de Tarija y Cochabamba.

En abril un ejército español capitaneado por Sancho Dávila derrotó en Mook a un ejército de mercenarios alemanes
capitaneados por Luis de Nassau, que murió en la batalla. Esto frustró los planes de su hermano, Guillermo el Taciturno,
que pretendía entrar en Amberes. Tras esta victoria, el gobernador, Luis de Requesens, convenció al rey Felipe II para
que aboliera los impuestos extraordinarios implantados por el duque de Alba y promulgara un perdón general. No
obstante, el monarca se negó a disolver el Tribunal de los Tumultos mientras la región no estuviera completamente
pacificada. El perdón general no implicaba la libertad de culto, y Guillermo el Taciturno siguió combatiendo en Holanda.

El 30 de mayo murió de tuberculosis el rey Carlos IX de Francia (agravada, según se cuenta, por el sentimiento de culpa
por haber consentido la matanza de san Bartolomé), y su hermano renunció a la corona polaca y se apresuró en regresar
a su país (salió huyendo de noche) para ser reconocido como Enrique III de Francia. Los hugonotes aprovecharon las
circunstancias para exigir que se mejoraran las condiciones del edicto de Boulogne, y al no obtener respuesta se inició
la quinta guerra de religión. El rey Enrique III de Navarra se escapó de su confinamiento en la corte y se puso al frente
del partido protestante. Enrique III de Francia trató de poner orden desde una postura pro católica, pero su indecisión hizo
que los católicos dudaran de que realmente defendiera sus intereses, y su hermano menor, el duque Francisco de Alençon,
conspiró contra él uniéndose a quienes defendían que el rey no debía inclinarse ni en favor de los católicos ni de los
protestantes. Enrique III destituyó a Pierre de Ronsard como poeta de la corte, y puso en su lugar a Philippe Desportes.

Polonia había quedado en una situación complicada: sin rey y sin criterio alguno para elegirlo. Lo que la nobleza tenía
bien claro es que no quería a ningún Austria, lo cual complicaba más las cosas, ya que los Austrias eran los parientes más
cercanos del difunto Segismundo II.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El sultán otomano Selim II, que fue sucedido por su hijo Murat III. Como su padre, se desinteresó de la política
y vivió confinado en su harén, mientras el gran visir Sokullu seguía llevando las riendas del Imperio. Ese año, la
flota turca reconquistó Túnez a los españoles, que se convirtió en la capital de una nueva provincia turca.
 El gran duque de la Toscana, Cosme I de Médicis. Fue sucedido por su hijo Francisco, que ya gobernaba sus
estados desde hacía más de una década.
 El gobernador de Cuba, Pedro Menéndez de Avilés. Había sido llamado a España por el rey para reorganizar la
flota española, pero murió mientras se encargaba de esta tarea.
 El pintor, arquitecto y escritor florentino Giorgio Vasari.
 El matemático y astrónomo alemán Georg Joachim von Launchen Rheticus, el principal responsable de la
publicación de los libros de Nicolás Copérnico.

Uno de los principales eruditos españoles de la época era Francisco Sánchez de las Brozas, el Brocense. Prueba de su
talla intelectual era que había sido procesado por la Santa Inquisición, a raíz de unos comentarios a la forma narrativa de
los Evangelios. Ahora publicaba una edición anotada de las obras completas de Garcilaso de la Vega, al que trataba como
a un clásico.

El poeta francés Jean de La Taille publicó su tragedia El hambre o Las gabeonitas.

Robert Garnier, que el año anterior había terminado la tragedia Hipólito, hijo de Teseo, publicaba ahora Cornelia, esposa
de Pompeyo.

El rey Sebastián de Portugal, apasionado de las cruzadas, dirigió una expedición contra Marruecos, donde pretendía
conquistar el país para tomarlo como base de la lucha contra el islam. La empresa resultó un fracaso. Por otro lado, los
portugueses fundaron en Angola la ciudad de São Paolo de Luanda, que sustituyó al convulsionado Congo en el
aprovisionamiento de esclavos.

Por otro lado, los portugueses estaban despoblando el Congo con la trata de esclavos y, entre que los congoleños no los
miraban con muy buenos ojos y que la región ya no era tan rentable como en su día, decidieron trasladar sus "actividades"
algo más al sur, donde fundaron la ciudad de São Paolo de Luanda. La región estaba dominada por un jefe
llamado N'gola, por lo que acabó siendo conocida como Angola.

Tres años atrás había muerto el rey Setthathirat de Lan Xang, lo que permitió a los birmanos proceder a la conquista
definitiva del país. Ahora tomaban la capital, Vientiane.

El pirata chino Li-Mahong asaltó e incendió la ciudad de Manila, en las Filipinas.


En Japón, el shogun Nobunaga persiguió a Yoshiaki, el último de los Ashikaga, que se vio obligado a huir. El poder de
Nobunaga se sustentaba en gran parte en las sectas religiosas (armadas), cada vez más influyentes. Una de ellas, la
secta Ikko, se sublevó e incitó a los campesinos a la rebelión.

El teólogo protestante Flacius Illyricus seguía viajando por Alemania, defendiendo la doctrina de la no intervención de la
voluntad humana en la salvación. En los años anteriores había publicado varias obras al respecto, como Contra papatum
romanum, y ahora terminaba las Centurias de Magdeburgo, escrita bajo su dirección por varios teólogos. Se trata de una
historia de la Iglesia hasta el siglo XIII dividida en periodos de cien años, como indica el título. Se trata de la primera
historia de la Iglesia escrita por protestantes, y en ella se demuestra que la Iglesia Luterana podía reivindicar con más
derecho que la Romana el título de Iglesia apostólica. Flacius murió en 1575.

También murió Renata de Francia, la duquesa de Ferrara, hija del rey Luis XII y protectora de hugonotes.

El emperador Maximiliano II cedió a su hijo Rodolfo los títulos de rey de Bohemia y de Alemania.

El poeta Torquato Tasso terminó, al cabo de dieciséis años, su Jerusalén libertada, considerada su obra maestra, pero
renegó de ella y se opuso a publicarla.

Miguel de Cervantes regresaba a España, convencido de que las cartas de recomendación que llevaba consigo resolverían
sus antiguos problemas con la justicia. Pero el 26 de septiembre, la galera en que viajaba fue atacada, cerca de la
desembocadura del Ródano, por una flotilla turca comandada por un albanés renegado, Arnauti Mamí. Tras un combate,
varios soldados españoles fueron hechos prisioneros, entre ellos Miguel y su hermano Rodrigo. Fueron llevados a Argel,
donde Cervantes fue adjudicado como esclavo a Dalí Mamí, un pirata de origen griego. Las cartas de recomendación
hicieron creer a los turcos que Cervantes era un personaje importante por el que podrían obtener un cuantioso rescate. Su
familia se endeudó para reunir el dinero necesario para liberar a Miguel y a Rodrigo, pero sólo pudieron conseguir lo
necesario para uno de ellos. Miguel prefirió que fuera su hermano el que quedara libre, y así fue.

En octubre, el duque Enrique I de Guisa obtuvo una importante victoria contra los hugonotes en Dormans.
El año anterior Tycho Brahe había dado clases de astronomía en la universidad de Copenhague, y luego había dejado
nuevamente el país en un viaje que le había llevado a Kassel, Frankfurt, Basilea y Venecia. De regreso en Dinamarca,
manifestó su intención de establecerse en Basilea, pero su decisión llegó a oídos del rey Federico II de Dinamarca, que
no estaba dispuesto a que un científico de su talla dejara el país, así que le concedió una pensión y le regaló la isla
de Hveen, donde le construyó el castillo de Uraniborg (el palacio del cielo) en el que se encontraba el observatorio
de Stelborg (el palacio de las estrellas), junto con una imprenta, una fabrica de papel y otras comodidades que un
astrónomo no podría rechazar.

Ese año se doctoró en teología un dominico napolitano de veintisiete años llamado Giordano Bruno, y se dedicó a la
enseñanza, pero en 1576 fue acusado en Roma de herejía y tuvo que abandonar Nápoles. Huyó a Ginebra, y allí se dio
cuenta de que católicos y calvinistas eran los mismos perros con diferentes collares, así que huyó a Toulousse.

La quinta guerra de religión terminó el 7 de mayo cuando el rey Enrique III de Francia firmó la paz de Beaulieu, por la
que condenaba la matanza de san Bartolomé y concedía a los hugonotes la libertad de culto en toda Francia a excepción
de París, así como el gobierno de ocho ciudades. Además, los hugonotes tendrían una representación paritaria a la de los
católicos en todos los parlamentos. El acuerdo se alcanzó gracias a la mediación del duque Francisco de Alençon, el
hermano de Enrique III, que recibió el título de duque de Anjou. Los católicos pusieron el grito en el cielo, y, bajo la
dirección del duque Enrique I de Guisa, formaron la Santa Liga, con la adhesión del pueblo y la nobleza de París, dedicada
a combatir al partido protestante.

Finalmente, la nobleza polaca logró salir del estancamiento en que el desplante del rey Enrique III de Francia había dejado
al país. El príncipe Esteban Báthory de Transilvania tenía un primo llamado Jan Zamoyski, que había sido secretario del
rey Segismundo II de Polonia y uno de los principales responsables de que el entonces duque Enrique de Orleans obtuviera
la corona polaca. Ahora Zamoyski logró que su primo se convirtiera en el rey Esteban I de Polonia. El nuevo rey
intensificó la lucha contra Rusia. Transilvania quedó bajo el gobierno de Critóbal Báthory, hermano de Esteban.

En junio, el navegante inglés Martin Frobisher zarpó rumbo a Norteamérica, en busca de un paso que le llevara
hasta China. Sabía que, de existir tal paso, tenía que estar al norte del Labrador, y hacia allí se dirigió. Se encontró
con Groenlandia, y desde allí navegó hacia el oeste hasta que encontró la costa americana. Penetró en un brazo de mar al
que llamó estrecho de Frobisher, pero al final descubrió que era un callejón sin salida, conocido hoy en día como la bahía
de Frobisher. Desalentado, decidió regresar a Inglaterra, pero no volvió con las manos vacías, sino que encontró algo
que llamó "mineral de oro". Creyó que era oro mezclado con algún otro mineral, y que debería ser posible depurarlo,
pero en realidad se trataba únicamente de piritas de hierro, sin valor alguno.

Ese año murieron:

 El emperador Maximiliano II. Su hijo Rodolfo II fue elegido como nuevo emperador. Había sido educado en
España, por lo que era católico radical y se dispuso a impulsar la Contrarreforma en Alemania.
 El sha de Persia Tahmasp I. Uno de sus hijos, encarcelado durante los últimos veinte años, salió de la prisión, hizo
asesinar a su hermano Haydar-Mirza y se apoderó de la corona, convirtiéndose en Ismaíl II.
 El gobernador del Río de la Plata, Juan Ortiz de Zárate.
 El Matemático Girolamo Cardano. Dejó inédito su Liber de ludo aleae, el primer tratado que aborda la teoría
matemática de la probabilidad.
 El pintor Tiziano. Murió en Venecia mientras pintaba La piedad que destinaba a decorar su propia sepultura.
 El artesano, cantor y poeta alemán Hans Sachs. Había cumplido los ochenta y dos años y es autor de más de seis
mil poemas de corte medieval, entre los que destacan sus Farsas de carnaval. Dedicó también un himno a
Lutero: El ruiseñor de Wittenberg.
 El teólogo Bartolomé Carranza, el que fuera arzobispo de Toledo. Encarcelado desde hacía trece años, fue
finalmente hallado sospechoso vehemente de herejía, y obligado a abjurar de dieciséis proposiciones que, según
declaró en su lecho de muerte, jamás había profesado en su sentido herético.
 Luis de Requesens, el gobernador de los países bajos. Murió de carbunco, y el gobierno quedó provisionalmente
en manos del conde Carlos de Berlaymont.

Mientras tanto, Guillermo el Taciturno trataba de tomar Amberes, pero Sancho Dávila se le anticipó y se encerró en la
ciudad con sus tropas. Felipe de Egmont, el hijo del conde ejecutado por el duque de Alba, emprendió el asedio, pero
fue derrotado y capturado. Los soldados españoles, una vez dueños de Amberes, descontentos porque llevaban varios
meses sin cobrar su paga, decidieron cobrársela ellos mismos saqueando la ciudad. El saco de Amberes tuvo lugar el 4 de
noviembre, día en el que murieron unos siete mil ciudadanos y cerca de un millar de casas fueron incendiadas, entre ellas
el ayuntamiento, lleno de obras de arte.

El rey Felipe II había nombrado como nuevo gobernador de los Países Bajos a su hermanastro Juan de Austria, que viajó
hasta la frontera flamenca disfrazado de criado morisco y llegó a Amberes justo al día siguiente del saqueo. El 8 de
noviembre se reunieron los estados generales en Gante, donde católicos y protestantes firmaron la llamada pacificación
de Gante, un pacto por el que protestaban por el saco de Amberes y exigían la tolerancia religiosa, la supresión del
Tribunal de la Sangre y la retirada de los ejércitos españoles de territorio flamenco. Delegados flamencos se reunieron en
Luxemburgo con Juan de Austria y le comunicaron que no lo reconocerían como gobernador hasta que esta última
exigencia no fuera satisfecha.

Hacía unos ocho años, Felipe II había tomado como secretario a Antonio Pérez. Era hijo de un clérigo y de una mujer
casada, lo cual no le había facilitado nada su ascenso en la corte, al igual que su convivencia extramatrimonial con la que
tuvo que convertir en su esposa para ocupar su cargo actual. Ahora tenía treinta y seis años.

Pérez convenció al rey de que espiara los movimientos de Juan de Austria en Flandes, y Felipe II, que no supo resistirse
a la ocasión de perder la lealtad de su hermanastro como ya había perdido tantas otras, le envió en calidad de secretario-
espía a Juan de Escobedo, que había sido secretario del príncipe de Éboli y era amigo de Pérez. Sin embargo, Escobedo
se convirtió inmediatamente en fervoroso partidario de Juan de Austria y le previno sobre Pérez.

El 9 de octubre, Martin Frobisher estaba de regreso en Inglaterra, y su mineral de oro le permitió recabar el apoyo
necesario para organizar nuevas expediciones.

EL IMPERIO ESPAÑOL
En 1576 fray Luis de León pudo salir de la cárcel, tras cinco años de encierro. Para la ocasión compuso esta décima:
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.

Más adelante desarrollaría esta idea en su famosa oda primera, titulada Vida retirada, donde, siguiendo el modelo de
Horacio, alaba la tranquila vida campestre frente a la azarosa vida de la corte. Sus poemas, que nunca quiso publicar, son
casi exclusivamente de arte mayor (es decir, con versos endecasílabos y heptasílabos), y su estrofa predilecta es
la lira, introducida por Garcilaso en la poesía castellana. Es famosa la anécdota según la cual, al reincorporarse a su
cátedra en la universidad de Salamanca, fray Luis comenzó su primera clase tras su cautiverio con las palabras: "Decíamos
ayer..."

Rémi Belleau, el poeta de la Pléyade francesa, publicó Les amours et noveaux échanges des pierres précieuses, la más
apreciada de sus obras poéticas.

En Inglaterra vivía un alemán de treinta años llamado Johann Fischart que el año anterior había traducido al alemán
el Gargantúa de Rabelais, y ahora publicaba mejor obra, el poema comicoheroico Das glückhafft von Zürich (La
aventurera nave de Zurich).

Un navegante inglés, sir Humphrey Gilbert, publicó un Discurso para probar que existe un paso para ir a Catay y a las
Indias orientales por el noroeste.
El mongol Altan Kan reorganizó la religión lamaísta tibetana poniendo todo el Tíbet bajo el gobierno de un jefe espiritual,
que recibió el título de dalai-lama, residente en Lhassa, el cual estaba a su vez supeditado al Kan.

En Marruecos gobernaba el sultán Muhammad al-Mutawakkil, pero lo destronó su tío Abd al-Malik, hijo del primer
sultán sadí, Muhammad al-Sayj, con la ayuda de los turcos de Argel. Muhammad huyó a Portugal y solicitó la ayuda del
rey Sebastián.

En enero de 1577 Juan de Austria firmó el tratado de la Unión de Bruselas, confirmado por el edicto perpetuo del 12 de
febrero, por le que se acordaba la salida de las tropas españolas de los Países Bajos, el mantenimiento de la religión
católica, la disolución del Tribunal de los Tumultos y el reconocimiento de Guillermo el Taciturno como gobernador de
Holanda y Zelanda. El hecho de que no se reconociera la libertad de culto convertía al acuerdo en una simple tregua, y
no en un auténtico tratado de paz.

Un español llamado Juan Torres de Vera y Aragón, que había combatido en Chile contra los araucanos, se casó con
una hija del recientemente fallecido gobernador del Río de la Plata, Juan Ortiz de Zárate, y ello bastó para que los
habitantes de Asunción lo reconocieran "heredero" del cargo. El virrey del Perú Francisco de Toledo, no aprobó esta
decisión, como tampoco había aprobado el matrimonio, pero Torres de Vera tomó posesión del cargo.

Las intrigas de los carmelitas calzados contra los descalzos terminaron llevando a prisión a Juan de la Cruz. Fue llevado
a Toledo y recluido en un convento, de donde pudo escapar al cabo de ocho meses y se refugió en Andalucía.

Por esta época se encontraba en Toledo el Greco. No se sabe muy bien qué le hizo abandonar Italia, aunque tal vez fuera
su interés por que el rey Felipe II lo contratara para la decoración de El Escorial. De momento, recibió algunos encargos
para la catedral de Toledo.

Ese año murieron el poeta francés Rémi Belleau y el escritor inglés George Gascoigne. El año anterior había terminado
la primera sátira inglesa en verso blanco: The steele glas.
Mientras se recuperaba de unas graves heridas, el poeta D'Aubigné empezó a componer un poema sobre las guerras de
religión, al que tituló Los trágicos.

Guillermo el Taciturno, aprovechando su recientemente reconocido status de gobernador, entró triunfante en Bruselas y
allí proclamó la ilegitimidad de Juan de Austria. Éste, en julio, viendo peligrar su posición, pidió el retorno del ejército
español, lo que a su vez tuvo como respuesta que los Estados Generales lo destituyeron, y se vio obligado a huir y entrar
por la fuerza en el castillo de Namur.

El duque Alberto Federico de Prusia llevaba ya cuatro años sufriendo ataques de locura (desde el año en que se casó) y,
finalmente, el rey Esteban I de Polonia decidió confiar el ducado a su primo Jorge Federico, el margrave de Ansbach.

En Francia, la Santa Liga estaba logrando avances sustanciales. El 17 de septiembre, el rey Enrique III promulgó el edicto
de Poitiers, que modificaba sustancialmente los términos de la paz de Beaulieu, firmada el año anterior. Restringía las
ciudades en las que se permitía el culto protestante, disolvía la mitad de los parlamentos en los que los protestantes tenían
representación paritaria con los católicos y, en las que subsistían, reducía su representación a la tercera parte.

El 13 de noviembre Tycho Brahe detectó un cometa y, a partir de sus observaciones, concluyó que debía estar más lejos
que Venus, lo que contradecía la teoría aristotélica según la cual, como objeto errático que era, debía encontrarse por
debajo de la esfera de la Luna.

Al morir el duque de Essex, Francis Drake dejó sus "actividades" en Irlanda y presentó a la reina Isabel I de Inglaterra su
proyecto de penetrar en el mar del Sur y saquear las posesiones españolas. Recibió para ello tres barcos armados y dos
auxiliares, con los que zarpó de Plymouth el 13 de diciembre.

Juan de Austria recibió tropas de Italia dirigidas por Alejandro Farnesio, con las que inició una brillante campaña llevando
en su escudo el lema (alusivo al emperador Constantino): In hoc signo uinci turcos, in hoc uincam haereticos (con este
signo vencí a los turcos y con él venceré a los herejes). El 31 de enero de 1578 obtuvo su primera victoria en Gembloux.
Poco después el príncipe de Orange, Guillermo el Taciturno, tomó Amsterdam y allí, el 23 de febrero, constituyó la Unión
de Utrecht, que agrupaba a las provincias protestantes de los Países Bajos (Holanda, Zelanda, Utrecht,
Güeldres, Overijssel, Frisia y Groninga), donde se desencadenó una persecución de católicos. Los protestantes
nombraron gobernador de los Países Bajos al archiduque Matías de Austria, hermano de veintiún años del emperador
Rodolfo II. Rodolfo II designo a otro de sus hermanos, Ernesto, como gobernador de Hungría.

Juan de Austria envió a España a su secretario, Juan de Escobedo, para pedir más dinero y, de paso, a que se enterara de
si Antonio Pérez estaba tramando algo contra ambos. Escobedo se encontró con una situación complicada: A la princesa
de Éboli no le probaba la vida del convento, así que había decidido regresar a la corte. Hay habladurías que la hacen
amante de Felipe II, pero eso parece formar parte de la parte legendaria de la leyenda negra. En cambio, sí que tuvo
alguna clase de relación con su secretario Antonio Pérez. No está claro si tuvo una componente amorosa o fue
simplemente política. El caso es que Escobedo investigó y encontró trapos sucios. Se especula sobre la posibilidad de que
intentara chantajearlos.

Pérez contraatacó: aseguró al rey que Escobedo estaba tratando de convencer a Juan de Austria para que se casara con
María Estuardo y encabezara una rebelión que lo convirtiera en rey de Inglaterra y de Escocia. Es posible que hubiera
algo de cierto en esto, pero Pérez lo deformó para presentarlo como una maquinación contra Felipe II. El rey, con su
agudeza característica, lo creyó, y aprobó un plan de Pérez para asesinar a Escobedo. Después de dos intentos fallidos de
envenenamiento, Escobedo fue asesinado por tres sicarios el 31 de marzo.

El 9 de abril, el gobernador del Río de la Plata, Juan Torres de Vera, nombró teniente de gobernador a Juan de Garay, y
le encargó fundar una ciudad donde había estado Buenos Aires, abandonada treinta y siete años atrás.

En Chile, Rogrigo Quiroga había sido confirmado como gobernador y ahora obtenía notables victorias frente a los
araucanos.

El rey Sebastián de Portugal se había entrevistado con Felipe II tratando de convencerle de que participara en una
expedición a Marruecos destinada a devolver el trono al sultán Muhammad al-Mutawakkil, mientras que Felipe II trató
en vano de quitarle la idea de la cabeza. Sebastián había reunido un ejército de 17.000 hombres. Zarpó con su flota el 15
de junio, y el 7 de julio desembarcó en Marruecos. El 4 de agosto tuvo lugar la batalla de Alcazarquivir, también
conocida como la batalla de los tres reyes, pues en ella murieron los tres: Sebastián, al-Mutawakkil y Abd al-Malik,
aunque la victoria la obtuvieron las tropas de éste último, que fue sucedido por su hermano al-Mansur.

El rey Sebastián había muerto con veinticuatro años, sin descendencia. Fue sucedido por su tío Enrique, de sesenta y seis
años, que pasó a ser el rey Enrique I el Cardenal. Era el último miembro con vida de la casa de Avís y estaba aquejado
de tisis y de gota, así que empezó a ocuparse del problema de la sucesión. Para buscar miembros colaterales de la familia
real había que remontarse hasta Manuel I el Afortunado, el abuelo de Enrique I y bisabuelo de Sebastián. Además del rey
Juan III el Piadoso, el padre de Enrique I, entre sus descendientes figuraban también Isabel (la madre de Felipe II) y los
infantes Luis y Duarte.

A mediados de siglo, la orden de Malta había fundado un priorato en la ciudad portuguesa de Crato, y el actual prior
era Antonio, de cuarenta y siete años, hijo bastardo del infante Luis. Era uno de los miles de portugueses que habían sido
capturados tras la batalla de Alcazarquivir. Otro de ellos era el joven Teodosio, el primogénito del duque Juan II de
Braganza. Cuatro años atrás, el duque había acompañado al rey Sebastián en su primera campaña contra Marruecos, pero
en esta ocasión se encontraba gravemente enfermo y envió a Teodosio, a pesar de que sólo tenía diez años de edad. La
madre de Teodosio era hija del infante Duarte, por lo que Juan II defendió los derechos de su esposa a la corona
portuguesa.

Ese año murió también el duque Alberto V de Baviera, que fue sucedido por su hijo Guillermo V.

Los turcos iniciaron una nueva campaña militar contra Persia. El sha Ismaíl II murió, probablemente asesinado, y fue
sucedido por su hermano Muhammad Judabanda, el primogénito de Tahmasp I.

El poeta francés Pierre de Ronsard publicó Los amores de Helena, un libro de poemas inspirado por Hélène de
Surgères, dama de honor de Catalina de Médicis. Aquejado de reuma y de gota, no tardó en retirarse de la vida pública,
prácticamente olvidado.
Alonso de Ercilla se había casado ocho años atrás con una dama acaudalada, y ahora publicaba la segunda parte de La
araucana.

Teresa de Jesús terminó Las moradas o Castillo interior, dirigido a las religiosas de sus monasterios para enseñarles el
camino de la contemplación y de la unión con Dios.

En Inglaterra Raphael Holinshed publicó sus Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, sobre los orígenes de los tres
países.

En los últimos años, la reina Isabel I de Inglaterra había confiado el gobierno de Irlanda a sir Henry Sidney, que introdujo
la división del territorio en condados, imitando la organización territorial de Inglaterra, pero su forma de manejar a los
irlandeses se apoyaba demasiado en la fuerza bruta, y la reina consideró que no era todo lo eficiente que podría ser, así
que cayó en desgracia.

El 6 de septiembre, Francis Drake cruzó el estrecho de Magallanes. Había perdido sus dos barcos auxiliares y, cuando
llegó al Pacífico, se vio envuelto en una tormenta que duró un mes. Uno de los tres barcos naufragó, los otros dos se
separaron y, uno de ellos decidió regresar a Inglaterra. Drake quedó entonces sólo con su barco, The Golden Hind (la
cierva dorada).

Mientras tanto, sir Humphrey Gilbert realizó un viaje de exploración por la costa de Terranova tratando de encontrar el
paso del noroeste, de cuya existencia estaba convencido. Pero no lo encontró.

El 1 de octubre Juan de Austria murió de tifus poco después, a sus treinta y tres años. Dejó dispuesto el nombramiento de
Alejandro Farnesio como nuevo gobernador de los Países Bajos, confirmado después por Felipe II.

La tormenta había arrojado a mar abierto el barco de Drake, y cuando trató de acercarse a la costa se encontró con el
extremo sur del continente americano, y así descubrió que la Tierra de Fuego no era un continente austral, sino una isla.
Había descubierto lo que ahora se conoce como el estrecho de Drake, que separa América de la Antártida.
En noviembre pudo fijar rumbo norte y empezó a recorrer la costa occidental de sudamérica apoderándose de barcos
españoles y confiscando sus cargamentos.

Martin Frobisher realizó un nuevo viaje a Norteamérica, y regresó con unas doscientas toneladas de su "mineral de oro".

La persecución de católicos en la Unión de Utrecht llevó a los flamencos católicos a replantearse su situación. El 6 de
enero de 1579 los católicos de las provincias del sur (Artois, Hainaut, Namur, Lieja, Limburgo, Luxemburgo, Archies,
Douai y Lille) se agruparon en la Unión de Arras, dispuestas a llegar a un acuerdo con el gobernador español, Alejandro
Farnesio.

Pedro Sarmiento de Gamboa había salido de España en persecución de Francis Drake, pero llegó al estrecho de
Magallanes después de que éste lo hubiera cruzado. Entonces trató de fortificar el paso para capturarlo cuando tratara de
cruzarlo de nuevo, en su viaje de regreso a Inglaterra, pero no pudo someter a los indios.

El 17 de mayo, Alejandro Farnesio firmó la paz de Arras con los católicos que habían formado la Unión de Arras, que
restablecía el edicto perpetuo firmado por su predecesor, Luis de Requesens. Así, los Países Bajos quedaban divididos en
una zona protestante al norte (la Unión de Utrecht, controlada por el príncipe de Orange) y otra católica al sur (la Unión
de Arras), aunque en ésta quedaban todavía importantes focos de resistencia protestante que obligaban al gobernador a
continuar la guerra.

El rey Enrique I de Portugal convocó las cortes en Lisboa y logró que la nobleza y el alto clero aceptaran como sucesor
al rey Felipe II de España. Sin embargo, el pueblo y el bajo clero veían con hostilidad a los españoles, y apoyaron al prior
de Crato, que había sido rescatado de su cautiverio en Marruecos. La candidatura de la duquesa de Braganza tuvo menos
apoyo, pero el duque entró en negociaciones con Antonio Pérez, el secretario de Felipe II, y con la princesa de Éboli, que
le ofrecieron su apoyo a cambio del matrimonio del joven Teodosio, rescatado también de Marruecos, con la hija de la
princesa.

Portugal se estaba arruinando reuniendo oro y joyas para rescatar a los miles de cautivos de Alcazarquivir. Felipe II
contribuyó con grandes sumas como parte de su "campaña electoral". Al mismo tiempo, empezó a reunir un ejército junto
a la frontera de Portugal, y una flota capitaneada por el marqués de Santa Cruz vigilaba las costas portuguesas. Por otra
parte, Antonio, el prior de Crato, como rival de Felipe II, no tardó en obtener el apoyo de Inglaterra y Francia.

Francis Drake llegó a la costa occidental de Norteamérica con un botín que llenaba completamente las bodegas de su
barco. Empezó a explorar la costa en busca de un paso que lo llevara de vuelta a Inglaterra, y así rebasó la costa de
California, pero, después de explorar algunas bahías, decidió regresar por un camino conocido. Supuso que los españoles
estarían esperando su regreso más prevenidos, así que optó por otra ruta. En julio tomó rumbo oeste y se dispuso a
atravesar el Pacífico.

Antonio Pérez hacía ostentación de una riqueza que nadie sabía muy bien de dónde había salido, y se había creado
numerosos enemigos. Finalmente, Felipe II prestó atención a las numerosas voces que le prevenían contra él y decidió
intervenir. Para ello quiso tener a su lado alguien de confianza, y esto no era cosa fácil, dada su afición a enemistarse con
quienes le eran leales. Ese mismo año, el duque de Alba había caído en desgracia porque su hijo Fadrique se había casado
contra la voluntad del rey (motivo por el cual fue encarcelado). El cardenal Granvela, que estaba en Nápoles, recibió una
apremiante demanda del rey para que regresara a Madrid lo antes posible. Llegó el 28 de julio y esa misma noche fueron
arestados Antonio Pérez y la princesa de Éboli. En realidad no sé sabía muy bien qué habían hecho, y su causa avanzó
lentamente, sobre todo por la indecisión del monarca.

El rey de Polonia, Esteban I Báthory, fundó una academia en Vilno, y nombró rector al jesuíta Piotr Skarga. Ese año
publicó unas Vidas de santos que tuvieron gran éxito. Esteban I colaboró con los jesuitas para extender la Contrarreforma
por su país.

El Brocense publicó un nuevo tratado de retórica, titulado Organum dialecticum et rhetoricum, y otro de
geografía: Sphera mundi ex uariis autoribus concinnata.

El poeta italiano Torquato Tasso, víctima de la locura, fue internado en el asilo de Santa Ana de Ferrara, donde compuso
su canción A las princesas de Ferrara.
En Inglaterra, un joven de veinticinco años llamado John Lyly publicó una novela en prosa llamada Euphues o La
anatomía del ingenio, que causó un gran escándalo, tanto desde un punto de vista formal (su estilo era muy rebuscado,
lleno de metáforas rebuscadas, alusiones y aliteraciones cultas), como por su contenido, una dura crítica a la sociedad
londinense. El caso fue que creó escuela, y tuvo numerosos imitadores durante más de una década, dando lugar a un estilo
literario conocido como eufuismo. (Euphues es el nombre del caballero protagonista de la novela, teóricamente un
ateniense, aunque es una parodia clara de un inglés contemporáneo. En griego significa "de buena disposición".)

Al mismo tiempo, Edmund Spenser publicaba su primera obra bajo el pseudónimo de Colin Clout, una colección de
doce églogas titulada El calendario del pastor. Se lo dedicó a Philip Sidney, el hijo de Sir Henry Sidney, al que había
conocido el año anterior y ya tenía cierta reputación como poeta.

El Greco había pintado diversas obras en Toledo: la Asunción de la Virgen, la Trinidad, la Resurrección y,
el Expolio, que es una de sus obras más importantes y que causó gran sensación en la época. También es de esta época su
célebre Caballero de la mano al pecho.

Ese año murió Sokullu Mehmed Bajá, el gran visir del sultán Murat III.

En enero de 1580 Juan de Garay partió de Asunción al frente de una expedición con destino Buenos Aires, formada por
sesenta y seis personas, diez de las cuales eran españoles y el resto nativos.

Pedro Sarmiento de Gamboa regresó a España para convencer a Felipe II de la necesidad de fortificar el estrecho de
Magallanes, para evitar que volviera a repetirse una empresa como la de Drake que pusiera en peligro las costas
occidentales de Sudamérica. El rey estuvo de acuerdo y lo nombró gobernador y capitán general del estrecho de
Magallanes.

El rey Enrique I de Portugal convocó unas nuevas cortes en Almeirim tratando de conseguir el mayor posible consenso
sobre su sucesión, y murió poco después, en febrero. Las cortes empezaron entonces a deliberar, ya sin posible demora,
sobre la sucesión.
El 25 de marzo, el abogado y matemático François Viète fue nombrado consejero del rey Enrique III de Francia.

En abril, antes de que las cortes portuguesas hubieran tomado ninguna decisión, el rey Felipe II de España se proclamó
rey de Portugal. Rechazó el arbitraje pontificio y prometió respetar las libertades portuguesas. Pero Antonio, el prior de
Crato, reunió un ejército de descontentos, frailes en su mayoría, bajo el mando de Diego Meneses. Esto bastó para que
Felipe II diera la orden de invadir Portugal. Para dirigir el ejército, no vio mejor opción que llamar al duque de Alba, que
recuperó así el favor real. Avanzó hacia Lisboa sin encontrar resistencia.

El 11 de junio, Juan de Garay realizó la (segunda) fundación de Buenos Aires. Poco después se trasladó a Santa Fe, donde
sofocó un motín que había estallado a principios de mes.

El ejército del duque de Alba se encontró en Cascaes con el ejército de Antonio, el prior de Crato. Unas horas de combate
bastaron para desarticularlo. El general Meneses fue capturado, mientras que Antonio pudo huir, y el 19 de junio se hizo
proclamar rey. Se puso precio a su cabeza, pero consiguió que le siguiera un puñado de hombres armados con estacas y
se hizo con el control de Oporto, donde trató de reorganizar la lucha. El 2 de agosto, Meneses fue decapitado. (El duque
tenía ya setenta y dos años, pero sus métodos seguían siendo los mismos.) Poco después, el prior sufrió una segunda
derrota en Alcántara. Por su parte, el duque de Braganza se había sometido desde el primer momento al duque de Alba.

Habiendo fracasado su intento de enemistarse con el duque de Alba, Felipe II lo intentó con otro de sus mejores hombres:
Alejandro Farnesio. Le ordenó que cediese el mando político de los Países Bajos a su madre, Margarita de Parma, y de
modo que él conservaría únicamente el mando militar, pero Alejandro se negó.

En Lovaina, el teólogo Michel de Bay, tras una larga pugna contra Roma, terminó por abjurar de su doctrina sobre la
gracia y la predestinación, gracias a lo cual pudo conservar su cargo en la universidad.

Desde su cautiverio en Argel, Miguel de Cervantes había organizado cuatro fugas, todas las cuales fracasaron. Cervantes
siempre asumía todas las responsabilidades y, en consecuencia, todas las represalias. Un día llegaron a Argel dos
trinitarios, uno de los cuales, fray Juan Gil, llevaba 300 escudos reunidos por su familia para liberarlo, pero los turcos
pedían 500. Fray Juan recolectó la diferencia entre los mercaderes cristianos de Argel, con lo que el 19 de
septiembre obtuvo la libertad.

La reina Isabel I de Inglaterra tenía ya cuarenta y siete años y permanecía soltera. Era conocida como la reina
virgen. Desde el principio de su reinado, Isabel I se preocupó de mantener a Inglaterra al margen de las luchas entre
católicos y protestantes que habían sacudido a Francia y Alemania, y consideraba que su matrimonio podría comprometer
a su país con uno de los dos bandos. Esto no significa que no estudiara posibles enlaces. Al contrario, ella y su secretario,
William Cecil, sopesaban frecuentemente las ventajas e inconvenientes de uno u otro posible esposo. En un principio, se
había barajado incluso el nombre de Felipe II de España. Después, entre otros muchos, se consideró a Guillermo el
Taciturno, y ahora la propuesta mejor valorada era la de Francisco, el duque de Anjou, hermano del rey Enrique III de
Francia (y heredero de la corona, mientras el monarca no tuviera hijos).

Entre los detractores de este posible enlace estaba el poeta Philip Sidney, partidario de que Inglaterra formara una liga de
estados protestantes. Esta discrepancia con los proyectos de la reina hizo que fuera postergado de la vida política.

El 26 de septiembre Francis Drake llegaba a Inglaterra después de haber dado la segunda vuelta al mundo, conservando
intacto el enorme botín saqueado a los españoles en América.

El 24 de octubre Miguel Cervantes llegaba a España. Encontró a su familia en una situación muy precaria: su padre, ya
mayor y aquejado de sordera, su hermana Luisa se había hecho carmelita descalza, sus otras dos hermanas eran
prostitutas, y su hermano Rodrigo seguía en el ejército.

Por esta época empezaron a divulgarse los primeros poemas de Luis de Argote y Góngora, un joven cordobés de
diecinueve años que estudiaba en Salamanca. Entre los más famosos estaban los romances La más bella niña y Hermana
Marica.

Las persecuciones de los carmelitas descalzos por parte de los calzados terminaron cuando una orden papal decretó la
separación de ambas órdenes. Esto dio un respiro a los fundadores, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.
El emperador Rodolfo II impuso por las armas un gobierno católico en la ciudad de Aquisgrán.

Otros fallecidos ese año fueron:

 Ana de Austria, hermana de Rodolfo II y cuarta esposa de Felipe II. Tanto ella como su marido contrajeron la peste
de camino a Portugal, pero el rey pudo salvarse. Dos años antes Ana le había dado finalmente un heredero a su
marido, bautizado con el nombre de Felipe.
 El duque Manuel Filiberto de Saboya, que fue sucedido por su hijo Carlos Manuel I.
 Rodrigo Quiroga, el gobernador de Chile, que fue sucedido por su yerno, Martín Ruiz de Gamboa. Éste promulgó
una orden por la que se prohibían las prestaciones personales de los indios a cambio de un impuesto.
 Mercuriano, el capitán general de los jesuitas, que fue sucedido por Claudio Acquaviva.
 El poeta portugués Luis de Camões. Su fama por Os lusiadas duró poco. Sus restos fueron arrojados a una fosa
común.

Por mandato de sus superiores, fray Luis de León publicó su Explanatio in Cantica canticorum (explicación del Cantar
de los cantares), debidamente traducidos del castellano al latín, para no tener problemas con la Santa Inquisición.

Uno de los más reputados poetas españoles de la época, Fernando de Herrera, conocido como el Divino, publicó una
edición comentada de las obras de Garcilaso de la Vega, en la que criticó a su vez los comentarios del Brocense, abriendo
así una dura polémica filológica que se prolongaría durante décadas, en la que se alinearían andaluces contra castellanos
(Herrera era sevillano y el Brocense extremeño, pero vivía en Salamanca).

Un humanista francés llamado Michel Eyquem de Montaigne publicó una colección de reflexiones filosóficas
tituladas Ensayos, fruto de casi una década de retiro y meditación. A finales de año emprendió un viaje por Suiza,
Alemania e Italia.

El éxito de su Euphues, llevó a John Lyly a publicar una segunda parte, Euphues y su Inglaterra, donde exaltaba hasta la
saciedad las virtudes nacionales y a la reina Isabel.
El alemán Johann Fischart, que de Inglaterra había pasado a los Países Bajos, publicó la sátira en verso titulada El
sombrerito de los jesuitas, contra el catolicismo y la Contrarreforma.

Martin Frobisher realizó su tercer y último viaje a Norteamérica, luego se descubrió que su "mineral de oro" no tenía
nada de oro y se usó para reparar caminos.

En la India, el mongol Akbar dominaba ya lo que puede considerarse (dada la diversidad de culturas que lo componían)
un auténtico imperio. Había adoptado el título de gran mogol. Por esta época sufrió una crisis mística que lo llevó a
renegar del islam y crear su propia religión, a la que llamó Din-i ilahi (la divina fe), que era un monoteísmo teñido de
panteísmo. Aficionado a las disputas teológicas, llamó a su corte a una misión de jesuitas.

En Japón, el shogun Oda Nobunaga acabó con el poderío de la secta ikko y tomó su castillo de Osaka. Poco después,
derrotados todos sus adversarios, se convirtió en dueño indiscutible de la región central del Japón.

En 1581, Pedro Sarmiento de Gamboa zarpó de nuevo hacia el estrecho de Magallanes, pero varios temporales unidos a
sus desavenencias con Diego Flores de Valdés hicieron que la expedición terminara regresando a España.

El 4 de abril, la reina Isabel I nombró caballero a sir Francis Drake a bordo de su propio barco, tras lo cual siguió negando
impertérrita ante la diplomacia española que la Corona Inglesa tuviera relación alguna con Drake y, naturalmente, España
nunca recuperó nada de lo saqueado en América.

Restablecido de su enfermedad, Felipe II entró en Lisboa, donde el 15 de abril fue aclamado como rey. Las cortes
portuguesas le reconocieron el título, y, complacido, el nuevo monarca proclamó un perdón general para todos sus
adversarios, excepto para el prior de Crato y unos pocos de sus curas más exaltados. Antonio tuvo que huir del país con
ayuda inglesa. Se dirigió a Francia, donde obtuvo la protección de María de Médicis.

Así fue cómo Portugal fue anexionado a España, y Felipe II se vio dueño de lo que ya hacía un tiempo que se conocía
como el Imperio Español, del que se decía que en él "nunca se ponía el sol", ya que llegaba hasta las antípodas.
Observemos que "anexionado a España" no significa nada en realidad, pues España no era más que el nombre con el que
se conocía al conjunto de reinos de la península Ibérica: Castilla, Aragón, Navarra, Valencia, etc., y ahora también
Portugal, cada uno de los cuales conservaba una completa independencia respecto a los demás y únicamente compartían
soberano.

Al mirar el mapa conviene tener presente que las colonias portuguesas en África y Asia eran de naturaleza muy diferente
a las otras colonias del Imperio: a excepción de unas pocas islas, no eran más que territorios vasallos de Portugal que
conservaban sus gobernantes autóctonos, pero albergaban factorías y plazas fuertes portuguesas, suficientes para
garantizar el monopolio comercial portugués. El mapa sugiere que España era la primera potencia mundial del momento
y, en cierto sentido, así era, pero esta apariencia era en gran medida engañosa. La Corona había sufrido varias bancarrotas
a lo largo del siglo, que apenas tuvieron consecuencias gracias a los préstamos que Felipe II no tenía dificultades en
obtener avalado por el oro que llegaba de América, pero la economía española estaba cada vez más hipotecada.

Por otra parte, el mayor punto débil del Imperio Español no tenía que ver directamente con la economía o el poderío
militar: mientras en el resto de Europa florecían universidades en las que se formaban filósofos, matemáticos, astrónomos,
geógrafos, médicos, cirujanos, etc., las universidades españolas apenas generaban sino teólogos, cuya contribución al
progreso intelectual, más que nula, podría considerarse negativa. En España florecían los filólogos, poetas, pintores,
escultores, arquitectos y toda suerte de artistas, pero ya habían pasado los tiempos en que el nivel cultural de un estado
podía evaluarse por sus artistas. A largo plazo, iban a ser los filósofos y los científicos, y no los artístas ni los humanistas,
los que decidirían el peso de un país en el mundo. Y si Felipe II se había mostrado alguna vez eficiente en algo, había
sido, sin duda, en potenciar la tendencia de España a mantenerse apartada del progreso.

En mayo, Miguel de Cervantes marchó a Portugal, donde logró que Felipe II le encomendara una misión en Orán.

LAS PROVINCIAS UNIDAS


El archiduque Matías de Austria no logró imponerse como gobernador de las provincias de los países bajos que no
aceptaban la autoridad de Alejandro Farnesio. Quien mandaba realmente era el príncipe de Orange, así que,
en 1581, Matías optó por regresar a Austria, y Guillermo el Taciturno le encontró rápidamente un sustituto que estuviera
dispuesto a disputar al rey Felipe II de España el gobierno de los Países Bajos: perdido el apoyo del Sacro Imperio
Romano, obtuvo el apoyo de Francia en la persona del duque Francisco de Anjou. A su llegada, las provincias del norte
votaron el derrocamiento de Felipe II y constituyeron el estado que recibió el nombre de Provincias Unidas, aunque es
más conocido con el nombre de Países Bajos y, más inapropiadamente, con el de su principal provincia: Holanda. El
duque de Anjou obligó a Alejandro Farnesio a abandonar el asedio de Cambrai.

El Brocense publicó su Grammaticae Graecae compendium, así como un tratado filosófico llamado Paradoxa.

En septiembre, Michel de Montaigne se encontraba en Lucca, en Italia, donde recibió una carta en la que le notificaban
que había sido elegido alcalde de Burdeos.

El escritor alemán Johann Firchart, que estaba en los Países Bajos, fue llamado a Alemania para ejercer de abogado de la
cámara del Imperio en Spira.

El poeta Torquato Tasso, aún convaleciente de su locura, consintió finalmente en publicar su Jerusalén libertada, aunque,
desde ese momento, no dejó de censurarla y mutilarla.
En noviembre, Juan de Garay, que había regresado a Buenos Aires, encabezó una expedición de treinta hombres en busca
de la ciudad de los césares, una de las muchas ciudades míticas americanas repletas de riquezas que se encontraban muy,
pero que muy lejos.

El rey Juan III de Suecia (antes duque de Finlandia) se dio a sí mismo el título de gran príncipe de Finlandia. Desde
Estonia, avanzó hacia el este y tomó Narva a los rusos. El 19 de noviembre, en un acceso de furia, el zar Iván IV el
Terrible mató a su primogénito Iván con un venablo de hierro del que nunca se separaba. Ahora le quedaban otros
dos: Fíodor, medio idiota, y Demetrio, de tres años.

El rey Esteban Báthory de Polonia cedió el principado de Transilvania a su sobrino Segismundo Báthory. El rey era
católico, pero promulgó el edicto de Pskov, por el que autorizaba la libertad de culto en Polonia. Afirmó: "No queremos
imponer la fe a nadie: con motivo de nuestra coronación hemos prestado juramento a todas las órdenes del reino de
Polonia y del gran ducado de Lituania de guardar y mantener la paz entre todos los que tengan distintas
religiones." Polonia daba así un ejémplo de tolerancia único en Europa.

Por el este, las fronteras rusas llegaban hasta la región de Permia, separada por los montes Urales del kanato
de Siberia. Veintitrés años atrás, el zar Iván IV había concedido a los Stróganov, una rica familia de comerciantes en sal
y pieles, la administración de Permia, y hacía siete años les había autorizado a colonizar Siberia. Sin embargo, los
Stróganov no habían ejercido este derecho hasta ahora, cuando enviaron una expedición dirigida por Yermak
Timoféievich, el atamán de los cosacos del Don.

El virrey del Perú, Francisco de Toledo, hizo encarcelar al gobernador del Río de la Plata, Juan Torres de Vera, por haber
ocupado el cargo sin su consentimiento. Poco después el virrey, que tenía ya sesenta y cinco años, fue relevado de su
cargo y regresó a España, donde murió poco después, ya en 1582. El virreinato del Perú fue asignado a Diego Hurtado
de Mendoza.

El 10 de enero regresaba a Buenos Aires Juan de Garay, sin haber encontrado la ciudad de los césares.
Con el apoyo de Francia, Antonio, el prior de Crato y aspirante a la corona portuguesa, se dirigió a las Azores al frente
de una flota. Las Azores eran el único territorio portugués que no reconocía la soberanía del rey Felipe II de España. La
flota fue derrotada por Álvaro de Bazán frente a la isla de San Miguel, pero el prior consiguió escapar. Álvaro de Bazán,
el marqués de Santa Cruz, recibió el título de capitán general del mar Océano. Por otra parte, como sustituto del cardenal
Granvela, Felipe II nombró virrey de Nápoles a Pedro Téllez-Girón de la Cueva, el que había sido conde de Ureña hasta
que el rey lo convirtió en el primer duque de Osuna.

En la expedición de Álvaro de Bazán participó un joven de veintiún años llamado Félix Lope de Vega y Carpio. Por
esta época empezaron sus amores con Elena Osorio, a la que aludió en numerosos poemas con el nombre de Filis.

En Lisboa murió el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El escritor Jacques Peletier. Pierre de Ronsard incluyó entonces en la Pléyade a uno de sus maestros, Jean
Dinemandi, más conocido como Dorat, que tenía entonces setenta y cuatro años. Era un humanista de gran
cultura, que había inculcado a sus discípulos el interés por el helenismo y los autores antiguos.
 Santa Teresa de Jesús, la religiosa carmelita, autora de diversas obras místicas y de una treintena de poesías.
 El shogun Oda Nobunaga, obligado a suicidarse por uno de sus generales. Trece días después, el traidor fue atacado
por Toyotomi Hideyoshi, que tomó el poder.

A China llegó un jesuita italiano de treinta años llamado Matteo Ricci, que empezó a estudiar la lengua y la cultura china.

El rey Jacobo VI de Escocia tenía ya dieciséis años, y fue secuestrado por el partido protestante.

El cosaco Yermak Timoféievich derrotó junto al río Irtish a Kuchun, el kan de Siberia, que tuvo que darse a la fuga.

El jueves 4 de octubre fue seguido del viernes 15 de octubre, por decreto del Papa Gregorio XIII. En el concilio de Nicea,
celebrado 1.257 años atrás, se había establecido el calendario eclesiástico, que relacionaba las fechas las fiestas de la
cristiandad con el año trópico (es decir, con las fechas de los solsticios y los equinoccios). Sin embargo, ahora había un
desfase de diez días entre el año trópico y las fechas fijadas en Nicea. Esto significaba que la duración del año trópico no
era de 365.25 días, tal y como suponía el calendario juliano promulgado por Julio César, sino que a esta estimación había
que restarle 10/1.257 días, lo que daba un resultado de 364.2420 días. Además de corregir los diez días de desfase
detectados, Gregorio XIII estableció que los años acabados en dos ceros sólo fueran bisiestos si el número de centenas es
múltiplo de 4. Esto elimina del año civil tres días cada cuatrocientos años, lo que deja una media de 365.2425 días por
año. El calendario así retocado se conoce como calendario gregoriano, y es el vigente en la actualidad, aunque en el
momento en que fue promulgado sólo lo adoptaron los países católicos. De este modo, los católicos y protestantes (y
ortodoxos) ya no sólo diferían en sutilezas teológicas, sino también en la fecha. La estimación del año trópico
correspondiente al calendario gregoriano no es exacta, pero da lugar a un desfase de tan sólo un día cada 4.000 años.

En noviembre partió de México una expedición hacia el norte dirigida por el franciscano Agustín Ruiz, al que
acompañaban doce soldados y dos religiosos. Todos fueron exterminados por los indios.

Giordano Bruno obtuvo una cátedra en la Sorbona. Ese año publicó De las sombras de las ideas.

Luis de Argote y Góngora fue nombrado beneficiario de un tío suyo, Francisco de Góngora, con la condición de que
antepusiera su apellido materno al paterno, razón por la cual desde entonces fue conocido como Luis de Góngora y
Argote. El año anterior había terminado sus estudios en Salamanca, y fue también entonces cuando compuso su famosa
letrilla Ándeme yo caliente y ríase la gente. De este año data más de una docena de magníficos sonetos petrarquistas
inspirados en diversos autores italianos, entre los que destaca Bernardo Tasso. Entre ellos destacan "De pura honestidad
templo sagrado", "Suspiros tristes, lágrimas cansadas" o el célebre:

Mientras por competir con tu cabello


oro bruñido al Sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorado
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no ya en plata o en víola trocada
se vuelva, mas tú y ello juntamente,
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Francia se había resistido a aceptar el calendario gregoriano, pero finalmente, el rey Enrique III estableció que el 9 de
diciembre fuera seguido del 20 de diciembre, ante la necesidad de que toda la cristiandad (católica) celebrara el mismo
día la Natividad del Señor.

El rey Felipe II de España regresó a Madrid en 1583, tras dos años de estancia en Lisboa. Durante su ausencia, la máxima
autoridad la había detentado el cardenal Granvela, que había sabido granjearse la enemistad de la nobleza castellana como
en su día se granjeara la de la nobleza flamenca. Tras el regreso del monarca permaneció en la corte, pero no tuvo ya
ninguna influencia. Portugal quedó bajo el gobierno del archiduque Alberto de Austria, hermano del emperador Rodolfo
II, que había seguido la carrera eclesiástica en la corte española (era cardenal desde hacía seis años).

Ese año murió el duque Juan I de Braganza, que fue sucedido por su hijo Teodosio II.

En Flandes, Alejandro Farnesio realizaba grandes progresos frente a los protestantes neerlandeses. El ejército español
había conquistado numerosas plazas. Teóricamente, los Países Bajos estaban bajo el gobierno del duque Francisco de
Anjou, pero en la práctica éste no era más que un títere del príncipe Guillermo de Orange. Dispuesto a cambiar la situación,
el duque no tuvo mejor idea que ordenar a sus soldados franceses que pasaran a cuchillo a la guarnición neerlandesa de
Amberes. El pueblo en masa se levantó contra los franceses, y los pocos que sobrevivieron huyeron a Dunquerque, entre
ellos el propio duque, enfermo de tuberculosis.
La colonización de las islas Filipinas se estaba desarrollando con las mismas técnicas que la colonización de América,
incluido el sistema de encomiendas. Fray Domingo de Salazar, el primer obispo de las Filipinas, denunció en
su Memorial de las cosas que en estas islas pasan los abusos de los encomenderos y los funcionarios estatales, que
torturaban a los indígenas para recaudar más tributos.

Las relaciones entre el rey Enrique III de Navarra y su esposa, Margarita de Valois, se habían deteriorado poco después
de su matrimonio (es decir, poco después de la matanza de san Bartolomé). Ahora el rey desterraba a su esposa de la
corte, y ésta empezó a intrigar en favor de su hermano, el duque de Anjou.

El 10 de marzo, Juan de Garay zarpo de Buenos Aires en un bergantín acompañado de cincuenta hombres, al frente de
una nueva expedición exploratoria. Decidió pasar la noche en una laguna. Aunque los españoles advirtieron la presencia
de unos cuarenta indios, Garay no los consideró peligrosos, pero por la noche cayeron sobre ellos, mataron a Garay y a
otros doce hombres, hicieron prisioneros a otros diez y unos treinta lograron escapar malheridos.

El zar Iván IV el Terrible tuvo que firmar un tratado de paz por el que entregaba Livonia a Polonia y Estonia a Suecia.
Mejor le iban las cosas por el este, pues el cosaco Yermak Timoféievich se apoderó de la capital del kanato de Siberia.

En Crimea murió Altan Kan, el último caudillo mongol que tuvo alguna relevancia, a excepción de los grandes mogoles
de la India.

Sir Humphrey Gilbert seguía interesado en la búsqueda del paso del noroeste para llegar a las Indias orientales. Se le
ocurrió que la mejor forma de buscarlo era establecer un asentamiento permanente en América, una colonia. La reina
Isabel I le autorizó a ello, siempre y cuando buscara un emplazamiento muy alejado de las colonias españolas. El 11 de
junio, Gilbert zarpó con rumbo a Terranova, pero no pudo encontrar un lugar que juzgara apropiado para establecer un
asentamiento permanente (en todas partes hacía demasiado frío). Finalmente decidió regresar, no sin antes proclamar que
todo el territorio pasaba a ser dominio inglés. En el viaje de regreso fue sorprendido por una tormenta y su barco se hundió
cerca de las Azores. Fue visto por última vez gritando: "Estamos tan cerca de Dios en el mar como en la tierra".
El rey Jacobo VI de Escocia pudo librarse de cautiverio al que lo tenía sujeto el partido protestante y, a sus diecisiete
años, emprendió un firme gobierno personal.

Fray Luis de León publicó sus obras La perfecta casada y De los nombres de Cristo. La primera establece un modelo de
esposa a partir de referencias bíblicas. La segunda es un tratado de divulgación sobre temas bíblicos, escrito en forma de
diálogo entre tres religiosos que comentan los distintos nombres con los que se hace referencia a Jesús en la Sagrada
Escritura. Este diálogo sirve de base a numerosas digresiones. Consta de tres libros escritos en una prosa tan clara como
elaborada, del más puro estilo renacentista.

En Persia, el ejército turco fue derrotado por Hamza Mirza, el hijo del sha Muhammad Judabanda, que, ya
en 1584, obtuvo una segunda victoria.

Sir Walter Raleigh, un hermanastro del fallecido sir Humphrey Gilbert se había convertido en favorito de la reina Isabel
I de Inglaterra y, gracias a los privilegios que ésta le había otorgado, se había convertido en uno de los hombres más ricos
del país. En su juventud había intervenido en las guerras de religión francesas en favor de los hugonotes, luego había
participado en algunas expediciones piratas en América junto a Gilbert y después había luchado en Irlanda. Ahora tenía
unos treinta y dos años y se propuso continuar los proyectos colonizadores de Gilbert. La reina no le dio permiso para
embarcar (pues no quería arriesgar su vida), pero sí para organizar una expedición al nuevo continente. El 27 de
abril zarparon dos barcos que se dirigieron mucho más al sur de la fría Terranova explorada por el hermanastro de Raleigh,
si bien se mantuvieron a una distancia prudencial de Florida, el límite septentrional alcanzado por los españoles.

La expedición retornó con informes muy favorables a la instalación de una colonia. Raleigh bautizó el territorio explorado
como Virginia, en honor de la reina Isabel I, la Reina Virgen. Además de informes, los exploradores trajeron consigo
patatas, y en los años siguientes Raleigh estimuló su cultivo para promocionar las tierras americanas.

En esas mismas fechas se descubrió un complot organizado por España contra Isabel I con la aprobación del Papa
Gregorio XIII: un italiano llamado Ridolfi se encargaría de asesinar a la reina, tras lo cual María Estuardo ocuparía el
trono y se casaría con el duque de Norfolk, que era católico. Los espías de William Cecil lograron reunir los documentos
necesarios para enjuiciar a Norfolk, que fue decapitado. María Estuardo no fue acusada, pero se extremaron los rigores
de su prisión. Las pruebas fueron entregadas al embajador español para que regresara a su patria. No obstante, el rey
Felipe II envió otro representante y las tensas relaciones diplomáticas entre España e Inglaterra no se rompieron.

El escritor inglés John Lyly publicó Safo y Faón, un drama de tema clásico.

Giordano Bruno estaba entonces en Londres, donde publicó tres obras: La cena del miércoles de ceniza, De la causa,
principio y uno y la Expulsión de la bestia triunfante. En la segunda expone una interesante teoría filosófica: parte de la
teoría copernicana, según la cual la Tierra no es el centro del universo. Bruno considera que las esferas celestes son
imaginarias, y que la Tierra no ocupa ningún lugar excepcional en el cosmos, sino que cada estrella es un sol lejano que
tiene sus propios planetas, y hay una infinidad de ellos. A partir de aquí saca las conclusiones más notables: dos realidades
infinitas no puedes coexistir, por lo que Dios y el universo no pueden ser dos sustancias distintas, sino una sola, dos
manifestaciones de una misma realidad.

Ese año murieron:

 El cardenal San Carlos Borromeo.


 El zar Iván IV el Terrible. Fue sucedido por su hijo Fiódor I, que tenía entonces veintisiete años. Estaba casado
con Irene, cuyo hermano, Borís Godunov, miembro de la baja nobleza de origen mongol, empezó a acaparar
poder político aprovechándose de la deficiencia mental de su cuñado.
 El duque Francisco de Anjou. Murió en junio, víctima de la tuberculosis. El rey Enrique III de Francia tenía
entonces treinta y tres años y, aunque llevaba nueve años casado, no tenía descendencia. Con la muerte del duque,
el pariente más cercano del monarca era su hermana Margarita, y luego el marido de ésta, el rey Enrique III de
Navarra, duque de Borbón, descendiente por línea masculina del rey Luis IX el Santo. En tercer lugar se encontraba
el cardenal Carlos de Borbón, de sesenta y un años, tío de Enrique III de Navarra. La posibilidad de que la corona
francesa acabara sobre la cabeza de un protestante alarmó a la nobleza católica de la Santa Liga, que, obviamente,
prefería al cardenal de Borbón como sucesor, aunque ello supusiera una pequeña violación de las leyes de sucesión
(justificada, naturalmente, porque Dios no querría que Francia tuviera un rey protestante). Enrique III de Navarra
fue recibido por Michel de Montaigne, el alcalde de Burdeos, que, por otra parte, mantenía buenas relaciones con
el gobernador de la Guyena, leal a Enrique III de Francia.
 El príncipe de Orange, Guillermo el Taciturno. Murió el 9 de julio, asesinado de un tiro en el corazón por un
católico francés que simulaba llevarle unas cartas. El año anterior se había casado, por cuarta vez, con una hija del
almirante Gaspar de Coligny, con la que había tenido un hijo llamado Federico Enrique. Su hijo Mauricio, ahora
conde de Nassau, fue reconocido como estatúder de Holanda y Zelanda, y recibió el título de almirante de las
Provincias Unidas. El prímogénito del Taciturno seguía preso en España, desde los trece años. Alejandro Farnesio
aprovechó la muerte del príncipe de Orange para conquistar Bruselas y Gante. Luego puso sitio a Amberes.

El 13 de septiembre se colocó la última piedra del monasterio de El Escorial. Dos años atrás, el Greco había pintado un
gran lienzo de tres metros por cuatro y medio para una de las capillas laterales de la iglesia del monasterio. Se trata de El
martirio de san Mauricio, y es una de las obras maestras del pintor, pero el criterio del rey Felipe II en materia artística
no aventajaba a su criterio en cuestiones políticas, así que había decidido sustituirla por otra del mismo tema de un pintor
mediocre llamado Romulo Cincinnato. Ofendido, el Greco abandonó la corte y marchó a Toledo para instalarse allí.

Santiago de Vera, después de haber ejercido diversos cargos en La Española y en México, fue nombrado gobernador y
capitán general de las Filipinas.

Pedro Sarmiento de Gamboa había regresado al estrecho de Magallanes, donde fundó las ciudades de Nombre de
Jesús y Rey don Felipe.

En Japón, Toyotomi Hideyoshi hizo elegir shogun al hijo de Oda Nobunaga, pero se mantuvo en el poder. Continuó la
guerra contra los señores no sometidos. Trasladó la sede de su gobierno a Osaka, donde obligó a los grandes señores a
construirle un castillo, a la vez que hacía derruir los de los señores rebeldes. Estableció un censo general de las tierras y
prohibió llevar armas a los que no eran samurai. Los samurai empezaban a convertirse en una clase militar diferenciada
del campesinado, que residía en los castillos de los señores.
El año anterior, Juan de la Cruz había terminado el poema Noche oscura, y ahora terminaba Cántico espiritual y Llama
de amor viva. No publicó ninguno de ellos, ya que su contenido místico y teológico podría ocasionarle serios problemas
con la Santa Inquisición.

Miguel de Cervantes, a sus treinta y siete años, terminó su primera novela: La Galatea, de tema pastoril, que fue publicada
al año siguiente. El 12 de diciembre se casó con Catalina de Salazar y Palacios, de diecinueve años.

El 31 de diciembre, el duque Enrique I de Guisa firmó el tratado de Joinville con los embajadores del rey Felipe II de
España, por el que éste se comprometía a financiar la Santa Liga para que, a la muerte del rey, el trono pasara al cardenal
Carlos de Borbón, el cual combatiría el protestantismo tanto en Francia como en los Países Bajos.

En 1585, sir Francis Drake dirigió una nueva expedición contra las colonias españolas en la costa oriental de América,
acompañado de sir Martin Frobisher. Mientras tanto, sir Walter Raleigh envió otra expedición a Virginia y fundó una
colonia en la isla de Roanoke. Otro navegante inglés, de treinta y cinco años, John Davis, exploró ambos lados de lo que
hoy se conoce como estrecho de Davis, que separa Groenlandia de América del Norte.

Por esta época se estaba ganando el favor de la reina Isabel I el joven Robert Devereux, el conde de Essex, de veintinueve
años, que se convirtió así en rival de Walter Raleigh.

Tras varios meses asediando Amberes, Alejandro Farnesio decidió romper los diques del Escalda e inundar la ciudad. A
continuación construyó un puente para que pasara su ejército, que los sitiados trataron de destruir lanzando contra él unas
barcas ardientes. Finalmente, la ciudad se rindió y Farnesio concedió un perdón general, aunque dio a los protestantes un
plazo de cuatro años para abandonar la ciudad. Felipe II recibió la noticia de madrugada, y cuentan que, perdiendo su
habitual flema, salió en camisa de dormir por los pasillos del palacio gritando ¡nuestra es Amberes! Ese año Felipe II
casó a su hija Catalina con el duque Carlos Manuel I de Saboya.

La caída de Amberes llevó a numerosos comerciantes de la ciudad a emigrar a Holanda y Zelanda, donde aprovecharon
la existencia de una excelente flota y de marinos experimentados para formar numerosas empresas dedicadas al comercio
marítimo, que terminaron confluyendo en Amsterdam. En pocos años, los neerlandeses se convirtieron en uno de los
principales suministradores de cereales para Francia, Italia e incluso España. Compraban el grano en Prusia o en Polonia,
mientras que de Suecia importaban hierro y madera. De regreso transportaban frutas, vino, sal y metales preciosos. Cada
firma tenía corresponsales en todos los países de la red comercial.

Santiago de Vera, el gobernador de las Filipinas, sofocó varias sublevaciones indígenas y luego inició la conquista de las
Molucas (sustituyendo así el régimen de relaciones comerciales que hasta entonces habían mantenido los portugueses).

Kuchun, el derrocado kan de Siberia, reapareció y atacó por sorpresa al cosaco Yermak Timoféievich, que murió ahogado
en el río Vagai, afluente del Irtish, mientras trataba de retirarse. Esto no frenó el avance ruso en Siberia.

Ese año murió el Papa Gregorio XIII, que fue sucedido por Felice Peretti, con el nombre de Sixto V. Tenía sesenta y
cinco años y unos treinta años atrás había sido inquisidor general de la república de Venecia, pero su rigor hizo que los
venecianos terminaran enviándolo a Roma. Como Papa, impuso una férrea legislación que libró a Roma del bandolerismo.
Combatió también la corrupción y saneó la administración de los Estados Pontificios.

El nuevo Papa excomulgó al rey Enrique III de Navarra, lo que, al menos para los católicos, daba legitimidad al cardenal
Carlos de Borbón como futuro sucesor del rey Enrique III de Francia. A pesar de los consejos de su madre, Enrique III
de Francia firmó el 7 de julio el tratado de Nemours, por el que prohibía el protestantismo y otorgaba grandes privilegios
a los dirigentes de la Santa Liga. Obviamente, los protestantes tenían bastante que objetar, y así se desencadenó la octava
guerra de religión, también conocida como la guerra de los tres Enriques, por Enrique III de Francia, Enrique III de
Navarra y el duque Enrique I de Guisa.

Burdeos sufrió una epidemia de peste. Su alcalde, Michel de Montaigne, se encontraba fuera de la ciudad y, como en esas
fechas expiraba su mandato, no consideró necesario regresar.

La doctrina panteísta que estaba desarrollando Giordano Bruno lo obligó a abandonar Inglaterra y regresar a París, donde
publicó una obra más: Los heroicos furores. Poco después inició una serie de viajes por Europa.
A sus sesenta y un años, aquejado de reuma y de gota, murió, prácticamente en el olvido, el poeta francés Pierre de
Ronsard.

En Japón, Toyotomi Hideyoshi acuñó moneda propia y fomentó la explotación de las minas de oro y plata. Era el hombre
más rico del país. Subvencionó la corte imperial, organizó grandes fiestas, patrocinó las artes y las letras y llevó a cabo
un vasto plan de construcciones. En 1586 reunió un gran ejército para someter a los señores que todavía permanecían
independientes.

En abril, los católicos ingleses tenían preparada una nueva conspiración contra la reina Isabel I. Los cabecillas eran ahora
un joven de veinticinco años llamado Anthony Babington y el sacerdote John Ballard. Naturalmente, contaban con el
apoyo de España. Esta vez, María Estuardo firmó desde su cautiverio una abdicación de sus derechos a las coronas de
Inglaterra y Escocia en favor del rey Felipe II. Sin embargo, la correspondencia de los conspiradores fue interceptada
gracias a la eficiente red de espionaje organizada por sir Francis Walsingham. Entre las pruebas obtenidas figuraba una
carta de puño y letra de María Estuardo en la que daba indicaciones de cómo asesinar a Isabel I. Terminaba
diciendo: "Prepárese todo así y, cuando sea la hora, empiecen su trabajo los seis caballeros." El "trabajo" era el asesinato
de la reina.

Ese año murieron:

 El rey de Polonia Esteban I Báthory. No dejó descendencia, así que la monarquía polaca volvió a entrar en crisis
mientras se buscaba a un sucesor.
 El duque de Parma, Octavio Farnesio, que fue sucedido por su hijo Alejandro. Las Provincias Unidas pidieron
ayuda a Inglaterra, y recibieron un ejército capitaneado por Robert Dudley, el conde de Leicester, que era tío del
poeta sir Philip Sidney. Éste participó en la empresa y fue nombrado gobernador de Flesinga, pero poco después
fue herido de muerte al pie de las murallas de Zutphen. Sus principales obras fueron publicadas varios años
después: La Arcadia (una novela pastoril y caballeresca), Astrofel y Stella (una colección de sonetos) y su
ensayo La defensa de la poesía. Con motivo de su muerte, su amigo Edmund Spenser le dedicó el poema Astrophel.
 El príncipe elector Augusto de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Cristián I.
 El cardenal Granvela.
 Francisco de Góngora, el tío y protector del poeta Luis de Góngora. Gracias a él, su sobrino había obtenido un
cargo en la catedral de Córdoba el año anterior. Su fama como poeta era cada vez mayor, aunque no había editado
obra alguna. Sus poemas se transmitían oralmente o mediante copias manuscritas.

En los Países Bajos vivía un matemático de treinta y ocho años llamado Simon Stevin, también conocido como Simon
de Brujas. Destacó como ingeniero en la construcción de diques, y también había publicado las primeras tablas para el
cálculo de intereses, así como un tratado de aritmética. Ahora publicaba tres libros de mecánica en los que informaba de
experimentos según los cuales, y en contra de la doctrina aristotélica, dos esferas de plomo cuya diferencia de peso sea
de diez a uno, llegan al suelo al mismo tiempo si se dejan caer simultáneamente desde una misma altura. También obtuvo
resultados sobre la caída por planos inclinados y sobre hidrostática.

El Papa Sixto V, después de haber promulgado duras medidas contra la simonía y otras formas de corrupción de la Iglesia,
reformó el colegio de cardenales mediante la bula Postquam uerus. El número de cardenales fue fijado en setenta.

El poeta Torquato Tasso fue dado de alta del asilo de Santa Ana de Ferrara, donde había estado ingresado los últimos
siete años por sus problemas mentales. Desde entonces llevó una vida errante.

LA ARMADA INVENCIBLE
Los colonos ingleses de la isla de Roanoke decidieron que la civilización era preferible a la naturaleza salvaje, y en junio
de 1586 fueron recogidos por sir Francis Drake, que regresaba a Inglaterra tras haber saqueado las Antillas y Florida. Así,
el primer intento colonizador inglés terminó en fracaso. Los colonos se llevaron consigo tabaco, y sir Walter Raleigh
logró popularizar su consumo en Inglaterra. Pedro Sarmiento de Gamboa también fue capturado por los piratas ingleses
en su viaje de regreso a España desde el estrecho de Magallanes.

En Inglaterra estaban experimentando un gran auge las representaciones teatrales. La primera compañía teatral se había
instalado en Londres hacía una década y desde entonces su número se había multiplicado. El autor de más éxito a la sazón
era John Lyly, pero había muchos más, como el anónimo autor de Arden de Feversham, una pieza especialmente
innovadora, o el de La tragedia española, inspirada en Séneca, que fue estrenada ese año como obra anónima, pero cuyo
autor resultó ser Thomas Kyd, un joven dramaturgo de veintiocho años, considerado como el creador del melodrama.
Dos años atrás, George Peele había estrenado El juicio de Paris. Ahora tenía treinta años.

En Florencia consiguió cierta fama un profesor de matemáticas de Pisa llamado Galileo Galilei. Tenía veintidós años y
desde niño había mostrado gran interés por las matemáticas y las ciencias naturales. (Su padre no consiguió, pese a todo
su empeño, que estudiara medicina.) Una vez, mientras estaba en la catedral de Pisa, se fijó en cómo inclinaban una
lámpara para encenderla y cómo, al dejarla libre, se puso a oscilar. Galileo observó que, a medida que las oscilaciones se
hacían más cortas, la velocidad de la lámpara disminuía también, de tal suerte que el tiempo de cada oscilación permanecía
aproximadamente constante. A falta de un cronómetro, el joven usó como reloj los latidos de su corazón. Había
descubierto la llamada ley del péndulo. Ahora se le conocía por un trabajo sobre balanzas y unos resultados sobre estática.
No obstante, el interés suscitado por su trabajo no le permitió conseguir un puesto de profesor en la universidad de
Bolonia.

Un tribunal de cuarenta y seis jueces condenó a muerte a María Estuardo y a todos los que participaron en la conjuración
contra la reina Isabel I de Inglaterra. Los conspiradores fueron ejecutados en septiembre, excepto María, ya que Isabel I
no estaba convencida de que ejecutarla fuera lo más conveniente. Durante el juicio, María Estuardo había negado la
autenticidad de las pruebas presentadas contra ella y, con gran dignidad y energía, protestó alegando que no era súbdita
de Isabel I y que no estaba sometida a las leyes inglesas.

Isabel I tenía un carácter muy difícil y temperamental. Sus más próximos tenían buenos motivos para temer sus cambios
de humor, pero en cuestiones de Estado la reina era extremadamente cauta y calculadora. La cuestión no era si María
Estuardo debía morir, sino si convenía ejecutarla. La ejecución comportaba obvias ventajas y, esencialmente, dos
inconvenientes: una posible pérdida de popularidad de la reina y la guerra abierta con España. Respecto a lo primero,
Isabel I pidió al Parlamento que estudiara si podía encontrarse una solución compatible con su seguridad que no implicara
la muerte de María Estuardo, y el Parlamento contestó, tal y como la reina esperaba oír, que no la había. Así, Isabel I
pudo ordenar la ejecución de María y, al mismo tiempo, lamentar el haberse visto obligada a tomar tal decisión. Esta
"actuación" le permitió incluso mantener buenas relaciones con el hijo de María, el rey Jacobo VI de Escocia.

Por otra parte, Isabel I envió una expedición naval bajo el mando de Thomas Cavendish que tomó el mismo rumbo que
había tomado sir Francis Drake unos años antes: atravesó el estrecho de Magallanes y saqueó las colonias españolas de
la costa occidental de Sudamérica.

María Estuardo fue ejecutada en su prisión en febrero de 1587, tras casi veinte años de cautiverio. Cuando, tras haberla
decapitado, el verdugo se dispuso a levantar su cabeza cogiéndola por el pelo, la cabeza quedó en el suelo y sólo levantó
una peluca. La coquetería acompañó a María hasta la muerte.

Dado que era de dominio público que María Estuardo había abdicado en favor del rey Felipe II de España, éste consideró
que su honor exigía declarar finalmente la guerra a Inglaterra. La disparidad intelectual entre Felipe II e Isabel I había
permitido a ésta demorar el enfrentamiento veinte años. Si se hubiera producido al comienzo de su reinado, la victoria
Española habría sido casi segura, pues los católicos ingleses lo habrían tenido fácil para derrocar a la reina; pero ahora
Isabel I era adorada por sus súbditos y su seguridad estaba poco menos que garantizada. Además, en estos años los piratas
ingleses habían aprendido a enfrentarse a los barcos españoles. Inglaterra disponía de buenos barcos, ligeros, modernos,
diseñados específicamente para combatir a los pesados galeones españoles, así como de excelentes marinos. Nada de esto
pareció importar mucho a Felipe II, que ordenó a Álvaro de Bazán, el marqués de Santa Cruz, que reuniera y organizara
una poderosa armada.

Miguel de Cervantes tuvo un modesto a la vez que desagradable papel en los preparativos: fue enviado a Andalucía como
comisario real de abastos, encargado de requisar cereales y aceite para financiar la armada. En los últimos años había
escrito algunas obras de teatro que se habían representado en Madrid.

Un error más de Felipe II fue haber declarado la guerra a Inglaterra cuando todavía no estaba preparado para el combate.
Inglaterra sí lo estaba y no dudó en atacar primero. Sir Francis Drake recibió el mando de una escuadra de treinta navíos
con la que atacó exitosamente el puerto de Cádiz, donde destruyó varios buques recién llegados de América, después de
hacerse con su valioso cargamento.

Inglaterra envió una nueva expedición de colonos a la isla de Roanoke. Estaba compuesta por unos cien hombres y
entre veinticinco mujeres y niños, bajo el mando de John White. El 8 de agosto nació una niña, nieta de White, que
recibió el nombre de Virginia Dare, la primera inglesa nacida en América.

Mientras tanto, John Davis seguía buscando el paso del Noroeste y exploró la bahía de Cumberland, al norte de la bahía
de Frobisher.

En Londres se estrenó la tragedia Tamerán el Grande, la primera obra de un joven de veintitrés años llamado Christopher
Marlowe. Acababa de graduarse en Cambridge y se había hecho actor, pero al poco tiempo había dejado la escena para
dedicarse a escribir. En esta pieza utilizó por primera vez de forma sistemática el endecasílabo blanco (sin rima).

En los Países Bajos, Robert Dudley, el conde de Leicester, no pudo evitar que Alejandro Farnesio tomara Sluis y Güeldres.
Finalmente regresó a Inglaterra. Los neerlandeses nombraron entonces gobernador y capitán general a Mauricio de
Nassau. Su hermana Ana se casó con su primo Guillermo Luis, hijo del conde Juan I de Nassau.

En Francia, el duque Enrique I de Guisa obtuvo la victoria de Auneau, tras la cual trató de derrocar al rey Enrique III de
Francia. No obstante, su intentó fracasó y Enrique III le prohibió entrar en París.

Los polacos eligieron finalmente como rey a Segismundo III Vasa, hijo del rey Juan III de Suecia y de Catalina
Jagellón, hermana del rey Segismundo II Augusto, el último rey polaco de la dinastía Jagellón. Como en el caso de sus
dos predecesores, la propuesta había partido del canciller Jan Zamoyski. Debido a la deserción del que ahora era Enrique
III de Francia, Segismundo III tuvo que jurar que no regresaría a Suecia sin el consentimiento de la dieta polaca. El nuevo
rey confirmó la libertad de culto decretada por su antecesor, Esteban I, pero éste había favorecido la Contrarreforma y el
catolicismo siguió avanzando en el país.

El año anterior, los rusos habían construido un fuerte en Tiumén, en Siberia, y ahora construían otro en Tobolsk.
Ese año murió Francisco de Médicis, el gran duque de Toscana. Como no dejó descendencia, el ducado pasó a su
hermano Fernando I, que tuvo que renunciar para ello a su rango de cardenal. Mientras Francisco se había reconocido
vasallo de España, Fernando I buscó el entendimiento con Francia.

También murió el sha Muhammad Judabanda, que fue sucedido por su sobrino de dieciséis años Abbas I. Desde el primer
momento se esforzó por consolidar su poder, para lo cual tuvo que vencer la oposición de los gobernadores de provincias
y la de los grandes nobles, a los que acalló con unas cuantas ejecuciones. Abbas I organizó un ejército de esclavos
convertidos al islam a los que dirigía personalmente.

Los turcos fracasaron en un intento de conquistar Marruecos.

Torquato Tasso terminó El rey Turismundo, un poema de estilo aparatoso y recargado.

En 1588 estaba lista en Lisboa la que fue bautizada como Armada Invencible, con la que el rey Felipe II de España
pensaba restaurar el catolicismo en Inglaterra. En realidad el sobrenombre se lo dieron los ingleses con cierta ironía. En
España era fue conocida con el no menos irónico nombre de la Grande y felicísima armada. Constaba de 130 barcos de
distintos tipos: galeras, galeones, fragatas, naves de carga, etc. En ellos se hacinaban unos ocho mil marineros, diecinueve
mil soldados y dos mil quinientos cañones. Hasta el Papa Sixto V había contribuido a financiarla.

El primer contratiempo se produjo en 9 de febrero, cuando murió Álvaro de Bazán, el Marqués de Santa Cruz, que había
organizado la armada y debía dirigirla. La segunda desgracia fue que Felipe II, con su habitual acierto, decidió sustituirlo
por Alonso de Guzmán, el duque de Medinasidonia, que trató de renunciar confesando que se mareaba en los barcos y
que no sabía a qué lado caía el estribor, pero Felipe II consideró que saber algo de navegación no era importante para
dirigir una gran flota de barcos de guerra, y rechazó su renuncia.

El año anterior, el Papa Sixto V había autorizado una edición del texto griego de la Biblia de los Setenta, y ahora hacía
otro tanto con la versión latina.
El jesuita Piotr Skarga fue nombrado predicador de la corte del rey Segismundo III de Polonia, desde donde continuó su
lucha contra la Reforma.

En abril murió el rey Federico II de Dinamarca, que fue sucedido por su hijo de once años Cristián IV. Tycho Brahe
perdió entonces la subvención de la Corona, y tuvo que convertir su observatorio de Uraniborg en una especie de
universidad. Ese año publicó De mundi aetherei recentioribus phaenomenis, donde extrae conclusiones sobre sus
observaciones de un cometa llevadas a cabo diez años atrás. Sus cálculos demostraban que el cometa no estaba más cerca
de la Tierra que la Luna. De hecho, tenía que estar como mínimo más lejos que Venus. Esto era una prueba más en contra
de la teoría aristotélica según la cual todas las variaciones celestes correspondían a fenómenos sublunares, ya que el
mundo más allá de la Luna obedecía a leyes inmutables.

En Lisboa murió el escritor fray Luis de Granada.

También murió el pintor Paolo Veronés.

En Rusia, Borís Godunov tomó oficialmente el título de regente de su cuñado, el zar Fiódor I, que tenía ya treinta y un
años.

Juan Torres de Vera había sido rehabilitado como gobernador del Río de la Plata, y ahora fundaba la ciudad de Vera de
las Siete Corrientes.

El 9 de mayo empezó a zarpar de Lisboa la Armada Invencible. En ella se había enrolado el poeta Lope de Vega, que
acababa de ser desterrado de la Corte tras haber discutido el año anterior con su antes amada Elena Osorio. Tras la ruptura,
había escrito unos libelos difamatorios contra ella y su familia, que terminaron en un proceso y en la orden de destierro.
Poco después, había secuestrado a Isabel de Urbina y se había casado con ella por poderes. En su obra poética alude a
ella con el nombre de Belisa.

El duque Enrique I de Guisa entró en París entre aclamaciones, a pesar de la prohibición real. Cuando Enrique III llamó
a sus tropas, el pueblo se rebeló en la jornada de las Barricadas (12 de mayo), y el rey tuvo que huir a Chartres.
La Armada Invencible se encontró con varias tormentas que impidieron su avance provocando algunos destrozos, por lo
que a mediados de junio se encontraba todavía en las costas de Galicia.

En julio, tras una inspección del obispo, Luis de Góngora fue acusado de asistir poco al coro, hablar durante el oficio,
murmurar de vidas ajenas, ir a los toros, tratar con comediantes y escribir coplas livianas. Góngora se defendió con gracia,
alegando que en el coro no podía hablar porque estaba entre un sordo y uno que no dejaba de cantar; que, no siendo viejo,
no podía vivir sino como mozo "y en cuanto a lo de las corridas de toros, fui por saber si iban a ellas personas de más
años y órdenes que yo, y que tendrían más obligación de temer y de entender las prohibiciones de Su Santidad." (El Papa
había prohibido al clero la asistencia a las corridas de toros.)

Realizadas las reparaciones pertinentes y reagrupadas las naves, la Armada Invencible zarpó el 22 de julio en dirección
al canal de la Mancha. Allí debían encontrarse con Alejandro Farnesio, que aportaría otros veintiséis mil hombres que
desembarcarían en Inglaterra.

Los ingleses, por su parte, habían reunido también una flota en Plymouth, bajo el mando de lord Charles Howard, el
barón de Effingam. Sir Francis Drake fue nombrado vicealmirante y dirigía una de las divisiones de la armada inglesa.
También estaban allí Robert Dudley, sir Walter Raleigh, sir Martin Frobisher, sir John Hawkins y muchos otros expertos
navegantes.

El 31 de julio la Armada Invencible llegaba al canal de la Mancha. La flota inglesa estaba encerrada en el puerto, por lo
que los oficiales del duque de Medinasidonia le recomendaron atacarla, ya que la victoria era segura. Sin embargo, el
duque se negó, aduciendo que sus órdenes eran reunirse primero con Alejandro Farnesio. Cuando los ingleses detectaron
la presencia de la flota española, salieron del puerto rápidamente en su persecución, y antes de que los españoles pudieran
virar y presentar combate, ya habían perdido más de treinta naves.

En los primeros días de agosto se produjeron nuevos enfrentamientos. Las bajas españolas fueron relativamente escasas:
167 muertos, unos 400 heridos y otros tantos prisioneros. Medinasidonia se refugia en Calais y manda avisar a Farnesio.
Durante la noche, sir Francis Drake, buen conocedor de las corrientes marinas de la zona, toma algunos de los barcos de
su flota que habían resultado dañados, los incendia, y los lanza contra las naves españolas. El duque, espantado, manda
levar anclas y salir del puerto, pero entonces se encuentra con una tempestad que lanza unas naves contra otras. Al
amanecer los españoles combaten fieramente durante doce horeas. Al atardecer, otra tormenta dispersa lo que quedaba
de la Armada Invencible, cuyo nombre ya empezaba a resultar un tanto incómodo.

El duque de Medinasidonia decide entonces regresar a España, pero, para evitar un nuevo encuentro con la flota inglesa,
lo hace dando un rodeo por Escocia. Durante el viaje de vuelta, los españoles se encontraron con varias tormentas más,
junto con muchas otras dificultades que mermaron considerablemente la flota. Los restos maltrechos y dispersos de la
expedición fueron llegando a España a partir de septiembre y a lo largo de varios meses. Sólo llegaron a puerto sesenta y
tres naves. Algunos marineros contaban historias muy "verosímiles" sobre unos caníbales que habían devorado a parte de
la tripulación en las costas de Irlanda. Entre los supervivientes estuvo Lope de Vega, que se instaló en Valencia con su
esposa.

La tradición ha puesto en boca de Felipe II la famosa frase: "Yo mandé mis naves a luchar contra los hombres, no contra
los elementos", aunque parece ser que el rey nunca dijo tal cosa. (Idear una frase que ha pasado a la historia hubiera sido
un rasgo de ingenio por su parte.) Lo que dijo en realidad fue algo más propio de su carácter, a saber, que construiría otra
flota más potente, costara lo que costara. Otra de sus brillantes ideas fue que no sólo no apartó del agua al duque de
Medinasidonia, sino que le confió el supremo mando naval en el litoral andaluz.

Por estas mismas fechas regresaba a Plymouth la expedición de Thomas Cavendish, que, después de haber saqueado la
costa occidental de América, había atravesado el Pacífico hasta las Filipinas, luego había pasado a Java y finalmente había
doblado el cabo de Buena Esperanza para poner rumbo a Inglaterra.

Robert Dudley, el conde de Leicester, murió poco después de la derrota de la Armada Invencible. Era uno de los favoritos
de Isabel I, y otros dos, Walter Raleigh y Robert Devereux, el duque de Essex, rivalizaban cada vez más abiertamente por
el favor de la reina, y se convirtieron en el centro de los cotilleos de la corte.
El inglés fue impuesto como lengua oficial en el principado de Gales, pero, al mismo tiempo, William Morgan publicaba
la primera traducción de la Biblia al galés, que dio lugar a un renacimiento religioso y lingüístico.

El dramaturgo inglés Christopher Marlowe terminó su tragedia más importante: La trágica historia del doctor Fausto. Su
amigo Thomas Kyd publicó Solimán y Perseda.

El Greco pintó en Toledo otra de sus obras más famosas: El entierro del conde Orgaz, en el que retrata a famosos
caballeros toledanos.

El rey Enrique III de Francia nombró al duque Enrique I de Guisa lugarteniente general del reino y lo convocó a Blois
para los estados generales. El duque acudió confiado en compañía de su hermano, el cardenal Luis de Lorena. Allí, el 23
de diciembre, Enrique I fue asesinado por orden del rey, su hermano fue encarcelado y murió en prisión al día siguiente.
París quedó en manos de la Santa Liga, dirigida por Carlos de Lorena, el duque de Mayenne, otro de los hermanos de
Enrique I de Guisa, que se negó a reconocer la autoridad de Enrique III. Pocos días después, ya en 1589, murió Catalina
de Médicis, la reina madre.

En Lovaina murió el teólogo Michel de Bay. Aunque había abjurado de su doctrina condenada por Roma, lo cierto es que
tenía muchos seguidores (bayanistas) que la defendían, frente a los cuales se alzaban, naturalmente, las voces de los
jesuitas, defensores de la ortodoxia tridentina.

El rey Jacobo VI de Escocia se casó con Ana, la hermana del rey Cristián IV de Dinamarca. Jacobo VI tenía entonces
veintitrés años, y su esposa quince.

En abril, Enrique III de Francia se alió con Enrique III de Navarra, al que designó como heredero, y ambos se dispusieron
a asediar París.

Tras la derrota de la Armada Invencible, los ingleses pasaron a la ofensiva: Antonio, el prior de Crato y pretendiente de
la corona portuguesa, atacó Lisboa con barcos ingleses, pero fue rechazado. En mayo, Francis Drake, al frente de ciento
veinte barcos, bombardeó La Coruña, aunque también sin éxito. En la defensa de la ciudad se distinguieron varias
mujeres, especialmente Mayor Fernández de la Cámara y Pita, más conocida como María Pita, a la que Felipe II
concedió como agradecimiento el grado y el sueldo de alférez del ejército, sueldo que cobró hasta su muerte.

Christopher Marlowe terminó La famosa tragedia del rico judío de Malta, la primera tragedia histórica del teatro inglés.
Al mismo tiempo, Thomas Kyd terminaba su Fratricidio castigado, del que sólo se conserva una versión en alemán, y
está basado en la leyenda danesa de Hamlet, recogida ya en el siglo XIII por Saxo Grammaticus.

Alonso de Ercilla, que llevaba una década trabajando como censor de libros para el consejo de Castilla, publicó la tercera
y última parte de La araucana.

El 1 de agosto, un monje de la Santa Liga llamado Jacques Clement asestó una puñalada mortal al rey Enrique III de
Francia. Con él se extinguía la casa de Valois, pero no la dinastía capeta: Enrique III de Navarra reclamó la corona
francesa, de acuerdo con las disposiciones del difunto rey, que lo convertían en Enrique IV de Francia, pero, aunque el 4
de agosto prometió instruirse en la religión católica, la mayoría de los católicos realistas lo abandonó. La Santa Liga, con
el apoyo del rey Felipe II de España, proclamó rey a su tío, el anciano cardenal Carlos de Borbón, ahora Carlos X de
Francia. Sin embargo, Carlos X había sido capturado un poco antes por Enrique IV, que se replegó hacia el canal de la
Mancha para recibir ayuda de Inglaterra. Fue atacado por el duque de Mayenne, pero lo derrotó en Argues y luego trató
de dirigirse de nuevo hacia París, pero tuvo que retirarse a Normandía. La Santa Liga contaba, naturalmente, con el apoyo
del duque Carlos II de Lorena, y también con la del duque Carlos Manuel I de Saboya, que intervino en Provenza.

El año anterior, Galileo Galilei había destacado en unas lecciones sobre las dimensiones y la localización del Infierno de
Dante en la Academia de Florencia. Ello debió de influir en la decisión de concederle una cátedra en la universidad de
Pisa. Por esta época escribió un tratado titulado De motu. Se trata de una serie de ensayos sobre el movimiento que
contienen serios errores, herencia del aristotelismo. Parece ser que el propio Galileo nunca acabó de estar satisfecho con
este trabajo, y por eso nunca llegó a publicarlo. No obstante, en él hay algunas ideas valiosas, como la de que las teorías
sobre la caída de los cuerpos podían estudiarse a través de planos inclinados. Esta idea ya había sido expuesta por Simon
de Brujas unos años atrás, aunque parece que Galileo no estaba al tanto.
El jesuita Matteo Ricci había editado un mapamundi titulado Gran mapa de diez mil países, el primer mapa que mostraba
con exactitud la posición de China en el mundo. Por estas fechas empezó a enseñar matemáticas (europeas) a alumnos
chinos. Para integrarse, había adoptado el nombre de Li Matou.

Dos jesuitas españoles llamados Antonio de Monserrat y Pedro Páez partieron de Goa, en la India, con la intención de
llegar al reino cristiano de Abisinia. Sin embargo, fueron capturados por los árabes y vendidos como esclavos a los turcos.

En 1590, sir John Hawkins y Martin Frobisher dirigieron un nuevo ataque inglés contra Portugal.

El poeta Edmund Spenser abandonó Irlanda y regresó a Londres, donde publicó los tres primeros cantos del poema La
reina de las hadas, dedicado a la reina Isabel I, que fue acogido con entusiasmo.

Isabel I liberó al navegante español Pedro Sarmiento de Gamboa, pero fue capturado de nuevo en Francia por un grupo
de hugonotes, que pidieron por él un elevado rescate.

Los hugonotes habían interceptado un mensaje cifrado con instrucciones del rey Felipe II de España. El rey Enrique IV
de Francia encargó la tarea de descifrarlo al matemático François Viète, que no tardó en interpretar algunos fragmentos.
Finalmente, el 15 de marzo envió a Enrique IV el mensaje completamente descifrado. Esta información proporcionó
cierta ventaja a Enrique IV, que derrotó nuevamente al duque de Mayenne, esta vez en Evry, tras lo cual se dispuso a
asediar París. Cuando Felipe II descubrió que los hugonotes estaban al tanto de sus planes militares, enseguida
comprendió lo sucedido con su habitual sagacidad: en una carta al Papa se lamentaba de que los franceses estaban usando
magia negra contra él.

La derrota de la Armada Invencible había debilitado la posición de Alejandro Farnesio en los Países Bajos. Mauricio
de Nassau había conquistado Breda y, por si no tuviera ya bastantes problemas, el rey Felipe II ordenó a Farnesio
que marchara en auxilio de París. La ciudad estaba a punto de rendirse por falta de víveres cuando llegaron los españoles.
Farnesio obligó a Enrique IV a retirarse y después lo derrotó en Ligny. Sin embargo, a continuación tuvo que volver
precipitadamente a los Países Bajos porque Mauricio de Nassau había puesto sitio a la ciudad de Nimega.
El rival de Enrique IV, el rey Carlos X de Francia, murió a la edad de sesenta y siete años. Los católicos de la Santa Liga
propusieron como sucesor a otro de sus sobrinos, Carlos de Borbón, de veintiocho años, que acababa de ser nombrado
arzobispo de Ruan.

Miguel de Cervantes continuaba en su cargo de comisario real de abastos, un trabajo muy desagradecido. En dos ocasiones
tuvo que embargar trigo propiedad de eclesiásticos, y por dos veces fue excomulgado. Solicitó un cargo en América, pero
recibió una seca negativa de Felipe II: Busque por acá en qué se le haga merced.

Navegantes portugueses llegaron por primera vez a una isla cercana a las costas de China a la que llamaron Ilha
Formosa (isla Hermosa), pero la isla estaba bajo dominio chino desde hacía tres siglos y los recién llegados no
consiguieron asentarse en ella.

En Japón, Toyotomi Hideyosi derrotó al último de los señores rebeldes que no acataban su autoridad.

El sha de Persia, Abbas I, tras sufrir una serie de derrotas ante los turcos, tuvo que firmar el tratado de Constantinopla, por
el que renunciaba a una extensa región que se incorporó al Imperio Otomano.

El Papa Sixto V promulgó la bula Aeternus ille, por la que fijaba una nueva edición de la Vulgata como la única versión
latina autorizada de la Biblia. El Papa murió poco después, y el 15 de septiembre fue elegido como sucesor el
cardenal Giovan Battista Castagna, de sesenta y nueve años, que adoptó el nombre de Urbano VII, pero el Espíritu
Santo no estuvo muy inspirado con la elección, ya que Urbano VII murió el 27 de septiembre, antes incluso de que tuviera
lugar la ceremonia de su coronación. Fue sucedido por Niccolò Sfondrati, de cincuenta y seis años, que adoptó el nombre
de Gregorio XIV.
Otros fallecidos ese año fueron:

 El duque Carlos de Estiria, Carintia y Carniola, un primo del rey Felipe II de España. Dejó dieciséis hijos (algo
habitual entre los Austrias: el emperador Maximiliano II tuvo otros tantos y su padre, Fernando I, tuvo quince).
Sus títulos pasaron a su hijo Fernando. El emperador Rodolfo II nombró regente de Austria a su hermano, el
archiduque Ernesto, que ya era gobernador de Hungría desde hacía doce años.
 El duque de Osuna, que fue sucedido por su hijo Juan Téllez-Girón.
 El escritor alemán Johann Fischart.
 El dramaturgo francés Robert Garnier.
 El cirujano Ambroise Paré.

En España seguía pendiente el proceso contra Antonio Pérez, el antiguo secretario de Felipe II. Llevaba preso once años,
en parte por la proverbial indecisión del rey, en parte porque escondía comprometedores documentos de estado.
Finalmente, Felipe II ordenó que se le torturara para que los devolviera. Sin embargo, Pérez hizo una única declaración:
cuanto había hecho en el pasado respondía a órdenes directas del rey. Los jueces, temiendo que el rey pudiera ser lo
suficientemente estúpido como para que eso fuera verdad (y, en parte, lo era), le permitieron regresar a su domicilio para
evitar que su testimonio pudiera salpicar al monarca. Pérez consideró que era mejor marcharse un poco más lejos, y huyó
a Aragón disfrazado de mujer. Allí se presentó ante el Justicia Mayor, Juan de Lanuza, y pidió asilo político.

Se inició entonces un forcejeo legal entre las autoridades castellanas y aragonesas. Para entender la situación debemos
recordar que en la época no existía realmente ningún país llamado "España", sino que éste era tan sólo el nombre del
conjunto de reinos independientes de la península Ibérica, que conservaban sus propias leyes y no tenían más conexión
que la soberanía del rey Felipe II. Así, Castilla reclamaba la extradición de Pérez y los aragoneses veían en el incidente
una excusa para reafirmar su independencia de Castilla.

Felipe II hubiera podido ordenar un proceso contra Pérez en Aragón, pero se había hecho demasiado popular allí para que
una condena hubiera sido posible o, siquiera, recomendable. En su lugar decidió recurrir a una argucia legal. En realidad,
los reinos españoles sí que tenían una institución común además de la figura del rey: la Santa Inquisición.
En 1591 Antonio Pérez fue reclamado por el Santo Tribunal bajo una absurda acusación de herejía. Juan de Lanuza estuvo
a punto de ceder ante la presión del rey, pero en mayo el pueblo se amotinó y liberó a Pérez de la cárcel.

François Viète publicó su Isagoge in artem analyticum, el primer tratado de álgebra lineal.

Alejandro Farnesio regresó a Francia y derrotó nuevamente al rey Enrique IV, esta vez en Ruán, circunstancia que
aprovechó Mauricio de Sajonia para conquistar Nimega y otras ciudades. Además obtuvo una victoria ante los españoles
en Hulst. Del lado de Enrique IV luchó Robert Devereux, el conde de Essex y favorito de la reina Isabel I.

El poeta Edmund Spenser, viendo frustradas sus esperanzas de medrar en la corte, regresó a Irlanda, donde publicó
el Cuento de la tía Hubbard, una resentida y violenta sátira contra la corte isabelina y sus inmoralidades. John Lyly
publicó el drama Endimión.

John White, el fundador de la nueva colonia de Virginia, había regresado a Inglaterra para hacerse con suministros, pero
la guerra contra España había demorado su regreso. El 15 de agosto estaba de regreso en la isla de Roanoke, pero la
colonia había desaparecido. Nunca se encontró a ninguno de los colonos. No puede decirse a ciencia cierta qué fue de
ellos, pero lo más probable es que tuvieran un encuentro poco cordial con los indios.

Francis Drake volvió a ocupar la ciudad de Nombre de Dios, en Panamá.

El emperador Rodolfo II inició una guerra con el fin de apoderarse de Transilvania, donde los ejércitos imperiales
sembraron el terror.

El justicia mayor de Aragón, Juan de Lanuza, había hecho apresar nuevamente a Antonio Pérez, y cuando nuevamente
estaba a punto de entregarlo a la Santa Inquisición, le sobrevino la muerte. Le sucedió en el cargo su hijo y tocayo Juan
de Lanuza, que no había cumplido aún los treinta años. (Era frecuente que los cargos públicos se transmitieran de padres
a hijos. El cargo de justicia mayor de Aragón lo disfrutaba la familia Lanuza desde la época del rey Fernando I de
Antequera, hacía ya siglo y medio.) Estaba dispuesto que Antonio Pérez fuera entregado el 24 de septiembre, pero en
Zaragoza se extendió la idea de que la entrega de Pérez significaba el fin de los fueros aragoneses. Un nuevo motín liberó
de nuevo al prisionero.

El rey Felipe II perdió la paciencia y envió un ejército a Aragón. Al conocer la noticia, los juristas aragoneses declararon
que la entrada en el reino de un ejército extranjero era contrafuero, es decir, ilegal, y aconsejaron reunir un ejército para
hacer frente a la invasión castellana. El 31 de octubre el propio Juan de Lanuza denunció el contrafuero y el 8 de
noviembre se puso a la cabeza del ejército aragonés. El ejército castellano contaba con unos 14.000 hombres, mientras
que el aragonés apenas sumaba los 2.000. Ante estas cifras, Juan de Lanuza no tardó en abandonar a los fueristas y volvió
a Zaragoza, donde publicó un manifiesto en el que pedía al pueblo que no ofreciera resistencia. El 10 de octubre Antonio
Pérez escapó a Francia y el 12 de octubre el ejército castellano entraba en Zaragoza.

Antes de cumplir un año de pontificado, murió el Papa Gregorio XIV, y el 29 de octubre fue sucedido por el
cardenal Giovanni Antonio Facchinetti, de setenta y dos años, que adoptó el nombre de Inocencio IX.

Ese año murieron también los poetas fray Luis de León y san Juan de la Cruz. Ninguno de los dos publicó nada de su
obra poética (cualquiera se atrevía). Entre las obras del primero (estas obreziellas que se me cayeron de las manos, como
él las llamó una vez) destacan Vida retirada, la Oda a Salinas o La profecía del Tajo, además de traducciones de Virgilio
y Horacio. Las obras de san Juan de la Cruz consisten en tres poemas mayores: Noche oscura, Llama de amor
viva y Cántico espiritual, junto con cuatro libros con extensas explicaciones teológicas en prosa sobre los mismos.

También murió el duque Cristián I de Sajonia, que fue sucedido por su hijo Cristián II.

En Rusia murió Demetrio Ivanovich, el hermano de ocho años del zar Fiódor I. No está claro si murió accidentalmente o
si fue asesinado por orden del regente, Borís Godunov.

Juan de Lanuza se negó a firmar una declaración de que la entrada del ejército real no había sido contrafuero, así que fue
decapitado el 20 de noviembre por orden de Felipe II, que consideró innecesario un juicio previo.
El 30 de diciembre murió el Papa Inocencio IX, que, ya en 1592, fue sucedido por el cardenal Ippolito Aldobrandini, de
cincuenta y cinco años, que adoptó el nombre de Clemente VIII. Se ocupó de la edición de la Vulgata.

Las cortes de Tarazona aprobaron una modificación de los fueros aragoneses presentada por Martín Bautista de
Lanuza, un pariente del ajusticiado Juan de Lanuza, que había permanecido en todo momento leal al rey Felipe II.
Obviamente, la reforma reforzaba la autoridad real.

Ese año murieron:

 La princesa de Éboli, que seguía en prisión como cómplice de las conjuras de Antonio Pérez.
 Alejandro Farnesio, el duque de Parma. Había derrotado al rey Enrique IV de Francia en Aumale, lo que le
permitió abastecer París. Poco después fue herido en Caudebec, rodeada por el ejército hugonote. Logró regresar
a París y de allí pasó a los Países Bajos, donde murió. El ducado de Parma pasó a su hijo Ranucio I.
 El rey Juan III de Suecia. Fue sucedido por su hijo, el rey Segismundo III de Polonia. Esta vez los polacos tuvieron
cuidado de que su rey no saliera corriendo abandonando Polonia, así que el viaje de Segismundo III a Suecia para
su coronación se retrasó un tiempo. Ese mismo año se casó con Ana de Austria, hija del fallecido duque Carlos
de Estiria.
 El escritor francés Michel de Montaigne.
 Vincenzo Galilei, el padre de Galileo Galilei. Como Galileo era el mayor de sus hijos, tuvo que contribuir al sostén
de la familia. Afortunadamente consiguió una plaza de profesor de matemáticas en la universidad de Padua donde
pasó a cobrar el triple que de lo que ganaba en Pisa.
 El navegante español Pedro Sarmiento de Gamboa. Zarpó rumbo a México al mando de una flota que desapareció
en el océano.
 El navegante inglés Thomas Cavendish, que había organizado una segunda expedición contra las colonias
españolas en el Pacífico, pero esta vez fracasó en el intento y murió durante el viaje de regreso. El explorador John
Davis, que también había tomado parte en la empresa, pudo regresar sano y salvo.
 Robert Greene, un escritor inglés de treinta y cuatro años. Unos años atrás había publicado unas
novelas: Mamillia y Meanphon, aunque sus obras principales se publicaron en los dos últimos años de su vida.
Entre ellas destacan la comedia Frier Bacon and frier Bongay, la tragedia Orlando furioso, el relato histórico The
scottish historie of James IV, A notable discovery of cosenage, donde describe brutalmente los bajos fondos de
Londres, y A goat's worth of wit, bought with a million of repetance, probablemente con una base autobiográfica.
Había llevado una existencia precaria y azarosa en la capital inglesa.

Poco antes de morir, Robert Greene aludía en una acusación de plagio a un tal William Shakespeare, del que no se sabe
gran cosa con anterioridad a esta fecha. Tenía veintiocho años y debía de llevar ya dos o tres en Londres, donde, a juzgar
por las palabras de Greene, había alcanzado cierto renombre en los ambientes teatrales. Aunque la datación de sus obras
es problemática, por esta época parece que ya había escrito Enrique VI, La comedia de las equivocaciones, La fierecilla
domada, Los dos hidalgos de Verona, Ricardo III, El rey Juan, Tito Andrónico y Trabajos de Amor perdidos.

Thomas Kyd estrenó Jerónimo, mientras John Lyly publicaba el drama Midas. Un joven de veintidós años
llamado Thomas Heywood compuso la comedia Los cuatro aprendices de Londres.

Sir Walter Raleigh, hasta entonces uno de los favoritos de la reina Isabel I de Inglaterra, dejó de serlo en cuanto ésta se
enteró de que había dejado embarazada a una de sus damas de compañía. Raleigh pasó una temporada en las mazmorras
de la torre de Londres.

En Vietnam, la dinastía Le logró recuperar el poder frente a los Mac, después de más de sesenta años. No obstante, el
reino de los Nguyen, que en principio apoyaba a los Le, permaneció independiente.

ENRIQUE IV DE FRANCIA
En 1592 se produjo una revuelta en Quito contra un nuevo impuesto, que fue sofocada por Pedro de Arana, enviado
desde Lima al frente de un ejército.

Entre los problemas que los matemáticos griegos no habían conseguido resolver destacaban tres que habían atraído
recientemente la atención de varios matemáticos:
 La cuadratura del círculo: construir con regla y compás un cuadrado cuya área fuera igual a la de un círculo dado.
 La trisección de un ángulo: dividir con regla y compás un ángulo dado en tres ángulos iguales.
 La duplicación del cubo. Este problema, conocido también como problema délico, venía acompañado de una
antigua leyenda: Una plaga azotó la ciudad de Delos, y sus habitantes consultaron el oráculo, que era uno de los
más reputados de la antigüedad. La respuesta fue que, para que la plaga pasara, debían duplicar el altar de Apolo,
que tenía forma cúbica. Los griegos construyeron otro altar más lujoso, también con forma cúbica con el doble de
arista, pero la plaga no cesó. Cuando fueron a protestarle al oráculo, éste especificó que el altar debía tener el doble
de volumen, no el doble de arista. De aquí procede (al menos, según la leyenda) el problema de construir con regla
y compas, y a partir de un segmento dado, otro segmento tal que el cubo que tiene dicha arista duplique el volumen
del cubo que tiene por arista el segmento de partida.

Ese año habían aparecido demostraciones según las cuales ninguno de estos tres problemas podía resolverse (con la sola
ayuda de una regla y un compás). Sin embargo, François Viète, en unas lecciones que dio en Tours, demostró que las
demostraciones eran incorrectas (aunque no dio solución para ninguno de los tres problemas).

Por esta época llegaba a Roma un joven pintor de veintiún años llamado Michelangelo Merisi, aunque le llamaban
el Caravaggio, por el nombre de su localidad natal. Sus primeras obras son figuras de muchachos de medio cuerpo
pintados del natural, en acciones intrascendentes: Muchacho con un cesto de fruta, Muchacho mordido por un lagarto,
Muchacho tocando el laúd, etc. También es de esta época el Bacchino malato (Baquito enfermo) donde el dios Baco no
es sino el propio autor.

Miguel de Cervantes seguía en su cargo de comisario real de abastos. En septiembre, un corregidor lo hizo encarcelar
acusado de haber vendido trigo sin autorización.

Dueño ya de todo Japón, Toyotomi Hideyoshi se encontró en la necesidad de mantener ocupados a sus soldados, así que
invadió Corea y conquistó la ciudad de Seúl.
En enero de 1593 el duque de Mayenne convocó en París los estados generales para elegir un nuevo rey. Aunque
suficientes para dar guerra, los hugonotes eran sólo una pequeña minoría en relación con el total de los franceses.
Excomulgado por el Papa Sixto V, el rey Enrique IV podía ser relegado fácilmente en favor de su primo Carlos de Borbón.
Y por si esto fuera poco, había sufrido numerosas derrotas ante la Santa Liga, que contaba con el apoyo de las principales
ciudades y el del rey Felipe II de España. En suma, el futuro de Enrique IV no podía ser menos prometedor, pero todavía
contaba con una ventaja, y es que tener a un rey de la habilidad de Felipe II como enemigo era mucho más provechoso
que tenerlo como aliado.

En efecto, Felipe II cambió de repente la suerte de su enemigo cuando envió un delegado a París que propuso en su
nombre como reina de Francia a Isabel Clara Eugenia, la hija que había tenido con Isabel de Valois, hermana del difunto
Enrique III de Francia e hija de Enrique II.

La propuesta causó el espanto general, y la ley sálica, que en su día salvó a Francia de caer bajo la esfera inglesa, fue
invocada ahora para librarla de caer bajo la esfera española. Así se abrió una polémica entre los partidarios de la Santa
Liga, que defendían la candidatura de Isabel Clara Eugenia, la de los más radicalmente opuestos a Felipe II, que llegaron
a proponer como rey a un hijo del duque Enrique I de Guisa, los defensores de Carlos de Borbón, y los que no sabían qué
rey querían, pero que sabían que no querían a ninguno de éstos. En esta tesitura los franceses comprendieron la
importancia de respetar la legitimidad dinástica, y todas las miradas se volvieron hacia el que, sin duda, era el rey legítimo:
Enrique IV. Ciertamente, Francia no iba a aceptar un rey protestante, pero se abrieron negociaciones y el 25 de
julio Enrique IV jugó inteligentemente su última carta abjurando del protestantismo en la basílica de Saint-
Denis. Previamente había participado en unos coloquios teológicos, pero la profunda razón que motivó su conversión la
resumió en la conocida frase: París bien vale una misa. Con esto no estaba todo ganado. El paso siguiente fue ir
comprando uno a uno a los gobernadores de las principales ciudades.

El poeta Théodore D'Aubigné, que tras la muerte del rey Enrique III había luchado junto a Enrique IV, consideró una
traición la abjuración del monarca y se retiró a sus posesiones. En cambio, François Viète siguió los pasos de Enrique IV
y se hizo también católico. Ese año publicó un libro sobre trigonometría y geometría titulado Supplementum
geometriae, en el que proporciona soluciones geométricas a los problemas de la trisección del ángulo y la duplicación del
cubo (soluciones no realizables con regla y compás). En otro libro publicado poco después, obtuvo el valor de pi con diez
cifras decimales calculando la longitud de un polígono de 393.216 lados, y encontró un desarrollo para pi en forma de
producto infinito.

Ese año murió el humanista francés Jacques Amyot.

Torquato Tasso dio ya por definitiva la última versión de su Jerusalén libertada, que ahora había pasado a
llamarse Jerusalén conquistada, muy inferior a la versión original.

El emperador Rodolfo II nombró gobernador de Austria a su hermano, el archiduque Matías, que dirigió la lucha contra
los turcos y dejó de pagar el tributo que éstos exigían por no invadir el resto de Hungría. Valaquia se sublevó también
contra el dominio otomano bajo la dirección de Miguel el Bravo.

Los portuqueses ocuparon Mombasa, en la costa oriental africana.

George Peele publicó su tragedia Eduardo I.

Londres sufrió una epidemia de peste que, entre otras cosas, paralizó la vida teatral, por lo que William Shakespeare se
dedicó a componer un extenso poema titulado Venus y Adonis.

Christopher Marlowe fue acusado de ateísmo y poco después murió apuñalado en una taberna. Dejó incompleta la
tragedia La matanza de París, con la muerte del duque de Guisa, sobre la matanza de san Bartolomé. Hay quien ha
sostenido que Marlowe no murió ese año, sino que se escondió de sus numerosos enemigos y, en la clandestinidad,
escribió todas o parte de las obras atribuidas a Shakespeare.

Un escocés de cuarenta y tres años llamado John Neper publicó su trabajó Sencillo descubrimiento de la revelación
completa de san Juan, cuya finalidad era prevenir el evidente peligro de los papistas que estan surgiendo en esta isla. La
obra le dio fama no sólo en Escocia, sino también en el continente, pues fue traducida al holandés, al francés y al alemán.
Los chinos acudieron a socorrer a los coreanos del ataque japonés y los japoneses perdieron Seúl.

En 1594 el rey Segismundo III de Polonia fue coronado en Uppsala como rey de Suecia. Aunque era católico como su
padre (que poco antes de morir había desencadenado una gran crisis al ordenar el cierre de la universidad protestante de
Uppsala), en el interregno los protestantes se habían hecho fuertes, bajo la dirección del tío del nuevo rey, el duque Carlos
de Sudermania. Por ello, Segismundo III tuvo que jurar que respetaría la Biblia y la confesión de Augsburgo, es decir,
la doctrina protestante.

El príncipe elector Juan Jorge de Brandeburgo casó a su nieto Juan Segismundo, de veintidós años, con Ana, hija del
duque Alberto Federico de Prusia, de catorce años.

La mayor parte de Francia era ya leal al rey Enrique IV, que el 22 de marzo pudo entrar triunfalmente en París, donde
murió uno de sus rivales, su primo Carlos de Borbón. Hasta el duque Carlos II de Lorena se reconcilió con él, pero el
duque de Mayenne resistía en Borgoña, en gran parte gracias a la ayuda española que recibía desde el Franco Condado.

Antonio Pérez había pasado de Francia a Inglaterra, donde, bajo el pseudónimo de Rafael Peregrino, publicó
sus Relaciones, en las que, a partir de los supuestos documentos de Estado que conservaba en su poder, critica duramente
la política española en general y al rey Felipe II en particular. La obra fue muy leída en Europa, incluso en España, a pesar
de que, como sucedía con todos los acusados por la Santa Inquisición, la lectura de cualquier escrito suyo estaba
prohibida. Las Relaciones de Antonio Pérez constituyen otro de los pilares de la llamada Leyenda Negra española.

Felipe II nombró gobernador de los Países Bajos al archiduque Ernesto de Austria. Los neerlandeses conquistaron la
ciudad de Groninga.

Un teólogo neerlandés llamado Franz Gomar publicó un libro titulado De foedere Dei, en el que defendía una teoría de
la predestinación más calvinista que la de Calvino, según la cual Dios ya sabe quién va a ir al cielo y quién al infierno, de
modo que ningún mortal puede hacer nada para cambiar su destino.

Ese año murieron:


 El navegante sir Martin Frobisher. Murió en Plymouth a los cincuenta y nueve años. Mientras tanto, sir Francis
Drake y sir John Hawkins atacaban sin éxito las islas Canarias. Desde allí se dirigieron a las Antillas.
 El dramaturgo Thomas Kyd, considerado como uno de los iniciadores del llamado teatro isabelino. La peste había
remitido en la ciudad de Londres y William Shakespeare, que acababa de componer su poema La violación de
Lucrecia, reanudó su creación teatral. Ese año se convirtió en accionista de la compañía teatral Lord Chamberlain's
Men, para la que llevaba ya tiempo trabajando como actor y como autor. George Peele estrenó La batalla de
Alcázar.
 El poeta Alonso de Ercilla. Murió en Madrid a los sesenta y un años.
 El pintor veneciano Jacopo Robusti, il Tintoretto. Su última obra fue La última cena, una de sus más notables
creaciones.
 El compositor italiano Giovanni Pierluigi da Palestrina. Murió a los sesenta y nueve años. Es autor de 104 misas y
375 motetes, además de numerosos himnos, ofertorios, etc.
 El compositor flamenco Roland de Lassus. Además de una ingente producción de música religiosa, en su obra
destacan las canciones francesas, en las que pone música a versos de Ronsard, Du Bellay y otros autores.
 El geógrafo Gerardus Mercator. Cuatro años atrás había sufrido un ataque que lo había dejado paralítico del lado
izquierdo. Poco después se había recuperado lo suficiente como para poder realizar algún trabajo, pero estaba casi
ciego, y el año anterior un segundo ataque lo privó del habla. Un tercer ataque le provocó la muerte el 2 de
diciembre.

En enero de 1595, el rey Enrique IV de Francia declaró la guerra al rey Felipe II de España. Así, Felipe II se las había
arreglado para estar en guerra simultáneamente con franceses, ingleses y neerlandeses (sin contar a los turcos). Felipe II
nombró gobernador de los Países Bajos al archiduque Alberto de Austria, que dirigió desde ese momento las operaciones
militares contra Francia.

Ese año murió el sultán Murat III, que fue sucedido por su hijo Mehmet III, de veintinueve años. Estuvo bajo la influencia
de su madre. El archiduque Matías de Austria seguía combatiendo eficazmente a los turcos, mientras su hermano, el
emperador Rodolfo II, era cada día más impopular entre los alemanes, como consecuencia en parte de haber instalado su
capital en Praga. En Austria estallaron revueltas.
En París murió Antonio, el prior de Crato y pretendiente a la corona portuguesa.

Sir John Hawkins y sir Francis Drake atacaron Puerto Rico, pero fueron rechazados por las fuerzas españolas, dirigidas
por Pedro Tello. Hawkins resultó muerto. Drake huyó, pero murió poco después frente a las costas de Portobelo, en
Panamá. Sus restos siguen enterrados allí, en un islote.

Sir Walter Raleigh, después de su caída en desgracia ante la reina Isabel I de Inglaterra, dirigió la exploración de una
parte de la costa sudamericana donde los españoles no habían logrado asentarse por ser especialmente inhóspita. Era la
comprendida entre las desembocaduras del Orinoco y del Amazonas, conocida como la Guayana. Al parecer, buscaba
El Dorado, pero no lo encontró.

Desde hacía dos años, Hugh O'Neill se había convertido en el jefe más importante del Ulster y ahora se enfrentó al ejército
inglés, sobre el que obtuvo una victoria. Luego estableció contactos con los españoles y entabló una alianza con Hugh
O'Donnell.

El poeta Edmund Spenser publicó La vuelta de Colin Clout, en la que continuaba su crítica a la corte isabelina. Ese mismo
año publicó una colección de sonetos titulada Amoretti, y su Epithalamion, ambos dedicados a Elizabeth Boyle, con la
que se había casado el año anterior. William Shakespeare estrenó su celebérrimo Romeo y Julieta, así como el Sueño de
una noche de verano.

El virrey del Perú, Diego Hurtado de Mendoza, proporcionó seis naves a Álvaro de Mendaña para que hiciera efectivo su
título de adelantado y gobernador de las islas Salomón. El 21 de julio descubrió el archipiélago de las Marquesas, y poco
después llegó a las Salomón. Desembarcó en la isla de Santa Cruz, donde murió a causa de una epidemia. La expedición
quedó al mando del piloto mayor, Pedro Fernández de Quirós.

En Roma murió san Felipe Neri, el fundador del Oratorio Romano. Se había hecho famoso por su caridad hacia los
pobres, los enfermos y los peregrinos.

También murió en Roma el poeta Torquato Tasso.


Caravaggio, después de algunas obras en las que seguía destacando escenas cotidianas (La buenaventura, Los
fulleros) pintó La Magdalena arrepentida y el Descanso en la huida a Egipto, en los que trata con gran originalidad dos
temas religiosos clásicos. En el segundo, el primer plano lo ocupa un ángel de espaldas al espectador, que toca un violín
mientras san José le sostiene la partitura.

El escritor Ginés Pérez de Hita publicó la primera parte de su Historia de los bandos de los zegríes y abencerrajes,
caballeros moros de Granada, y de las guerras que hubo en ella, una novela histórica en la que mezcla hábilmente
realidad y ficción. El autor finge traducir de un original árabe del inexistente historiador Abenhamín.

El brocense publicó su Arte para saber latín.

El año anterior había muerto Isabel de Urbina, la esposa de Lope de Vega. Indultado del destierro, el poeta regresó a
Madrid. Por esta época murió también su hija Teodora de Urbina, que no llegó a cumplir un año. Lope le compuso este
epitafio:

Mi bien nacido de mis propios males,


retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa
mi destierro y consuelo hiciste iguales;
segunda vez de mis entrañas sales,
mas pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?
Ciego, llorando, niña de mis ojos,
sobre esta piedra cantaré, que es mina
donde el que pasa al indio, en propio suelo
halle más presto el oro en tus despojos,
las perlas, el coral, la plata fina;
mas ¡ay! que es ángel y llevólo el Cielo.
El rey Segismundo III de Polonia y Suecia regresó a Polonia. Los suecos habían tratado de persuadirlo de que, en su
ausencia, nombrara como regente a su tío, el duque Carlos de Sudermania, pero Segismundo III se propuso gobernar
personalmente ambos reinos. Para ello, trasladó la capital polaca de Cracovia a Varsovia y dejó establecido que daría
órdenes directas a los gobernadores de provincias. Sin embargo, poco después de que abandonara Suecia, el parlamento
nombró regente al duque Carlos de Sudermania y declaró inválidas las órdenes que pudieran llegar desde Polonia.

El rey Cristián IV de Dinamarca fue coronado al cumplir los dieciocho años.

El Papa Clemente VIII aceptó la abjuración del rey Enrique IV de Francia y le levantó la excomunión. Poco después los
ejércitos españoles salieron de Francia y en octubre se rindió el duque de Mayenne. Era evidente que Felipe II no tenía
ya ninguna posibilidad en Francia, pero no tan evidente como para que el monarca español pudiera entenderlo, y así,
en 1596 el ejército español tomó Calais. Enrique IV estableció una alianza con Inglaterra y con las Provincias Unidas.

Otra brillante idea de Felipe II había sido la de cerrar a los Países Bajos el mercado de especias de Lisboa, lo cual fue el
último empujón que necesitaban los neerlandeses para lanzarse ellos mismos al comercio con las Indias Orientales. El
año anterior ya habían llegado a Guinea, y ahora Cornelis van Houtman llegaba hasta Java. Murió a manos del sultán
de Atjeh, una factoría musulmana al norte de Sumatra. Su hermano Frederik, que había caído prisionerlo, logró escapar
y regresó a su patria.

El 11 de febrero llegó a Manila, muy diezmada, la expedición del difunto Álvaro de Mendaña, dirigida ahora por Pedro
Fernández de Quirós.

Lope de Vega se vio envuelto en un nuevo proceso, esta vez por amancebamiento con Antonia de Trillo. Por esta misma
época comenzaron sus amoríos con Micaela Luján, nombrada en sus poemas con el pseudónimo de Camila Lucinda.

Una expedición inglesa capitaneada por George Clifford, el conde de Cumberland, triunfó donde Drake había fracasado
el año anterior y tomó San Juan, la capital de Puerto Rico. Clifford había luchado contra la Armada Invencible y desde
entonces se había dedicado a la piratería contra las colonias españolas.
Robert Devereux, el conde de Essex, dirigió junto con Charles Howard una expedición contra Cádiz, en la que participó
también sir Walter Raleigh, el rival de Essex. El duque de Medinasidonia, que el año anterior había sido nombrado capitan
general del Mar Océano, no pudo evitar el saqueo e incendio de la ciudad.

El poeta Edmund Spenser publicó la segunda parte de La reina de las hadas. En el mundillo teatral inglés surgió un nuevo
autor, George Chapman, que a sus treinta y siete años estrenó su primera obra: El mendigo ciego de Alejandría. En los
años anteriores había publicado dos poemas: The shadow of night y Ovid's banquet of sense. Ese año murió el escritor
George Peele. Dejó inédita su obra David y Betsabé. Shakespeare estrenó El mercader de Venecia.

En Roma, Caravaggio pintó la Cesta de fruta, considerada como el primer bodegón moderno. Destaca por los minuciosos
detalles tan meticulosamente plasmados, a los que el pintor prestaba una atención y un cuidado que hasta entonces nadie
había dedicado a esa clase de motivos "secundarios". Decía que "tanta manufactura necesitaba para hacer un cuadro
bueno de flores como de figuras".

De Nueva Galicia partió una expedición de cuatrocientas personas, dirigida por Juan de Oñate, para colonizar la región
situada al norte de México, que recibió el nombre de Nuevo México.

El ejército japonés estaba sufriendo continuos reveses en Corea y Toyotomi Hideyoshi empezaba a dar muestras de locura.
Tres años atrás había nombrado sucesor a su sobrino Hidetsugu, que se reveló como un ser cruel y desenfrenado, así
ahora lo obligó a suicidarse y nombró regente a su hijo de tres años. El almirante coreano Li Sun-Shin inventó un barco
acorazado que destruyó la flota japonesa.

El príncipe de Transilvania, Segismundo Báthory, vendió su principado al emperador Rodolfo II a cambio de tierras en
Silesia, del capelo cardenalicio y de una renta vitalicia, pero a los pocos meses se arrepintió y pidió ayuda a los turcos
para recuperar Transilvania. Sin embargo, fue derrotado por el príncipe de Valaquia Miguel el Bravo, que había decidido
liberarse de la tutela otomana. Miguel gobernó Transilvania como vasallo de Rodolfo II.

En la ciudad alemana de Gratz daba clases de matemáticas un joven de veinticinco años llamado Johannes Kepler. Su
salario era exiguo, por lo que lo completaba empleando sus estudios de astronomía en la confección de horóscopos y
cartas astrales que le habían dado cierta popularidad. Según sus propias palabras: Madre astronomía moriría de hambre
si hermana astrología no ganara el pan. Ese año publicó un tratado cuyo título empezaba así: Prodromus dissertationum
cosmographicarum continens mysterium cosmographicum de admirabile proportione coelestium orbium... etc. En él
propone un modelo planetario copernicano, es decir, con el Sol en su centro, pero Kepler aborda un problema que no
tenía sentido en el modelo ptolemaico o, por lo menos, era irrelevante: el tamaño de las órbitas de los planetas.

En efecto, en el sistema ptolemaico, el movimiento de cada planeta en la esfera celeste se explica con independencia del
movimiento de los demás. Nada impedía que las ocho esferas (incluida la de las estrellas) estuvieran muy próximas entre
sí. Sin embargo, en el sistema copernicano, el movimiento aparente de avance y retroceso de cada planeta se explica por
la relación entre su movimiento propio y el movimiento de la Tierra, y en esta relación es relevante tanto la velocidad a
la que se mueve cada planeta como las diferencias de los radios de sus órbitas. Las observaciones mostraban que tenía
que haber grandes espacios vacíos entre las distintas esferas. Kepler se propone determinar teóricamente estos radios o,
al menos, la proporción entre ellos. Para ello, Kepler observa que la Luna es un caso aparte, ya que las observaciones no
permiten considerar que gira alrededor del Sol, sino que indudablemente lo hace alrededor de la Tierra. Descartada la
Luna, quedan seis cuerpos celestes: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Su problema es determinar los
cinco espacios que separan las seis esferas. Su solución es la siguiente:

Consideremos la esfera de Saturno. Si inscribimos en ella un cubo y dentro de este cubo inscribimos otra esfera, ésa será
precisamente la esfera de Júpiter. Si ahora inscribimos un tetraedro en esa esfera y dentro de éste inscribimos otra esfera,
ésa será la esfera de Marte. Similarmente obtenemos la esfera de la Tierra intercalando un dodecaedro, luego la de Venus
intercalando un icosaedro y finalmente la de Mercurio intercalando un octaedro. No podía ser de otra manera: había cinco
espacios que describir y, como ya sabían los griegos, sólo hay cinco poliedros regulares. Esto no podía ser una
coincidencia. Sólo era cuestión de hacer cálculos para determinar el orden en que debían disponerse los poliedros y la
conclusión de Kepler fue la que acabamos de describir. Kepler comparó sus cálculos teóricos con las estimaciones
empíricas realizadas por el propio Copérnico y observó complacido que las divergencias eran pequeñas: la mayor no
llegaba al 10%. Dio por hecho que las discrepancias se debían a errores experimentales.
Las mejores observaciones astronómicas de la época las poseía, sin duda alguna, el astrónomo danés Tycho Brahe. A
partir de ellas, había confeccionado su propio modelo planetario, que era un híbrido entre el ptolemaico y el copernicano.
Según Brahe, la Tierra ocupaba el centro del universo, el Sol y la Luna giraban alrededor de ella y todos los demás
planetas giraban alrededor del Sol. Había una razón fundamental por la que Brahe había descartado la posibilidad de que
la Tierra girara alrededor del Sol: Si así fuera, al contemplar la esfera celeste con seis meses de diferencia estaríamos
viéndola desde dos puntos de vista muy distantes entre sí, y ello debería notarse en algunos pequeños desplazamientos en
la posición de las estrellas. Es el efecto conocido como paralaje. Es muy fácil de ilustrar: sólo tenemos que extender un
dedo ante nuestros ojos y mirarlo cerrando alternativamente uno y otro ojo. El dedo parece moverse, y el desplazamiento
es mayor cuanto más cerca está de nuestros ojos. Sin embargo, Brahe no había logrado detectar el más mínimo
desplazamiento en la posición de estrella alguna que pudiera interpretarse como un paralaje. Esto podía deberse a dos
causas: o bien la Tierra permanece inmóvil, o bien las estrellas están a una distancia inconcebiblemente grande. Brahe
apostó por la primera explicación y estaba tratando de comprobar si su modelo podía explicar ajustadamente sus
observaciones. Kepler, que también deseaba averiguar si las observaciones de Brahe avalaban su teoría geométrica, le
envió un ejemplar de su tratado.

Desde la muerte del rey Federico II, ocho años atrás, la situación de Brahe en su observatorio de Uraniborg había ido
degenerando. Se había vuelto irascible y trataba despóticamente a sus empleados y a sus estudiantes. En 1597, tras unas
querellas con el rey Cristián IV, decidió finalmente marcharse a Copenhague. Su última observación en Uraniborg está
fechada el 15 de marzo.

El duque Guillermo V de Baviera abdicó en su hijo Maximiliano I.

El emperador Rodolfo II, a sus cuarenta y cinco años, tenía serios problemas de salud, así que terminó retirándose a su
palacio de Hradcany dejando en manos de sus hermanos los asuntos políticos. Desde ese momento se convirtió en uno
de los grandes mecenas de su tiempo.

Los españoles tomaron Amiens y amenazaron París. Mientras tanto, Mauricio de Nassau conquistaba Turnhout.
Un inglés de treinta y seis años llamado Francis Bacon, miembro de la cámara de los comunes, publicó un trabajo
titulado Ensayos de moral y de política. Tienen un carácter similar a los de Montaigne. Con estilo sencillo y sentencioso,
propugnan un punto de vista pragmático y acomodaticio sobre asuntos de diversa índole.

George Chapman publicó Bussy d'Amboise. Un precoz autor de diecisiete años llamado Thomas Middleton estrenó su
carrera literaria con la sátira The wisdom of Solomon paraphrased.

En Abisinia murió el rey Sartsa Denguel, que fue sucedido por Susenios.

Toyotomi Hideyoshi envió a Corea cien mil hombres de refuerzo, que se unieron al ejército dirigido por Konishi
Yukinaga.

En Sevilla quebró un banco en el que Miguel de Cervantes había depositado una importante suma que había recaudado
en su calidad de comisario de abastos. Como no pudo rendir cuentas, fuer encarcelado, aunque en diciembre salió en
libertad.

En enero de 1598 murió sin descendencia el zar Fiódor I y, tras la abdicación de su viuda, Irene, una asamblea designó
como zar a Borís Godunov.

En Japón murió Toyotomi Hideyoshi. El general Konishi, que había sufrido varias derrotas, pactó con los chinos y
abandonó Corea. Hideyoshi dejó un hijo menor de edad llamado Hideyori, y un aristócrata llamado Tokugawa Ieyasu se
erigió en su tutor y asumió el gobierno de Japón, pese a la violenta oposición de los grandes señores sometidos por
Hideyoshi, que recelaban de que tratara de suplantar a su pupilo.

El 2 de mayo el rey Felipe II de España firmó la paz de Vervins, por la que tuvo que reconocer a Enrique IV como rey
de Francia. Éste, por su parte, renunciaba a tomar por las armas la Navarra española, mientras Felipe II renunciaba
igualmente al ducado de Borgoña (cosa que ya había hecho su padre, Carlos V, en la paz de Cambrai).
El 6 de mayo, Felipe II firmó el Acta de cesión, por la que concedía la soberanía de los Países Bajos españoles a su hija
Isabel Clara Eugenia, y concertó su matrimonio con el archiduque Alberto de Austria (aunque la boda se retrasó porque
éste era cardenal y tenía que conseguir primero la dispensa papal). Quedó estipulado que los Países Bajos sólo retornarían
a España en caso de que Isabel muriera sin herederos. Felipe II decidió también liberar al primogénito del príncipe
Guillermo de Orange, que tenía ya cuarenta y un años y había sido apresado a los trece años, acusado de nada en particular.

El rey Enrique IV de Francia conoció en Angers a un joven neerlandés de quince años llamado Huigh Van Groot, más
conocido como Hugo Grocio. Desde los ocho años componía versos en latín, y a los once había sido admitido en la
facultad de derecho de Leyden. El rey lo llamó el Milagro de Holanda.

El 13 de abril, Enrique IV promulgó el edicto de Nantes, por el que concedía una amnistía completa a los protestantes,
les permitía ejercer cargos públicos y les concedía libertad de culto en todas aquellas localidades donde ya existía de
hecho, aunque se prohibió en París y otras ciudades más, en las que sólo se permitía en la periferia. Los protestantes
podían construir templos, celebrar coloquios, los padres de familia podían escoger la religión de sus hijos y las escuelas
y las universidades tenían la obligación de aceptarlos sin discriminación. Como contrapartida a las restricciones, el rey
les concedió 151 plazas fuertes, algunas de ellas con tropas. El edicto de Nantes fue el fruto de delicadas negociaciones
en las que la habilidad del rey fue decisiva. A menudo repetía a ambas partes la frase "Hablo como rey y quiero ser
obedecido". El Papa Clemente VIII expresó su desaprobación, pero acabó por resignarse.

Enrique IV nombró duque de Vendôme a César de Borbón, uno de sus muchos hijos bastardos, que se había destacado
logrando la sumisión de algunos nobles rebeldes. Además le encomendó el gobierno de Bretaña.

En junio, Felipe II pidió ser trasladado a El Escorial para examinar unas reliquias recién llegadas de Alemania. Aquejado
de artritis y de gota, a sus setenta y un años, los médicos desaconsejaron el viaje, pero él se empeñó: Quiero llegar vivo
adonde está mi sepulcro. Su enfermedad hizo que tardara seis días en recorrer los cincuenta kilómetros de viaje en silla
de manos.
En Nuevo México, Juan de Oñate fundó la ciudad de San Francisco, aunque poco después pasó a llamarse San
Gabriel. Avanzó hacia el norte hasta entrar en contacto con los indios moquis. Instaló su centro de operaciones en el
pueblo de San Juan, donde se puso en contacto con varios jefes indios que, tras algunas fricciones, se avinieron a aceptar
la soberanía española.

Ese año murió Juan Jorge, el príncipe elector de Brandeburgo. Fue sucedido por su hijo Joaquín Federico.

El rey Segismundo III de Polonia trató de recuperar el control sobre Suecia que le había arrebatado su tío, el duque Carlos
de Sudermania. Desembarcó en Suecia con tropas polacas, pero fue derrotado en Lingköping. Poco después murió su
esposa, Ana de Austria.

En Londres murió a los setenta y ocho años William Cecil, el que había sido durante cuarenta años el principal ministro
y hombre de confianza de la reina Isabel I de Inglaterra.

Un joven de veintiséis años conocido como Ben Jonson había llegado a la ciudad el año anterior dedicado al teatro, como
actor y dramaturgo, aunque sin mucho éxito. Ahora finalmente conseguía su primer triunfo como autor con la
comedia Every man in his humour, estrenada en el teatro de El Globo por la compañía de Shakespeare.

También se dio a conocer entonces un poeta de veinticuatro años llamado John Marston, que publicó el poema
erótico The metamorphosis of Pygmalion's image, condenado a la hoguera poco después (el poema, no el autor).

Edmund Spenser fue nombrado sheriff de Cork, en Irlanda. Poco después estalló una rebelión en Tyrone: Hugh O'Neill
se alzó en armas, derrotó al conde de Essex en Yellow Ford y, tras su victoria, toda la isla se sublevó contra el dominio
inglés. El castillo de Spenser fue incendiado por los rebeldes, y en el incendio murió su hijo menor. El poeta pudo escapar
a duras penas con su esposa y el resto de su familia. También se perdieron en el incendio los seis últimos cantos de La
reina de las Hadas, y Spenser no volvió a redactarlos, por lo que el poema quedó inconcluso.

En España, Félix Lope de Vega se casó por segunda vez, ahora con Juana de Guardo, si bien continuaba enamorado de
Micaela Luján. Por esas fechas publicó La Arcadia, una novela pastoril en prosa con numerosos poemas intercalados.
También data de ese mismo año La dragontea, un poema narrativo en diez cantos publicado en Valencia porque en
Madrid se le negó la licencia, teóricamente por ciertas inexactitudes históricas, pero en realidad porque el héroe del poema
era el recientemente fallecido pirata inglés sir Francis Drake, implacable enemigo de España.

La salud de Felipe II empeoraba día a día. Los dolores impedían hasta cambiarle las sábanas. Sus criados a duras penas
resistían el olor que despedía. El 11 de septiembre se despidió de sus hijos y el 13 de septiembre murió. Le sucedió su
hijo Felipe III, de veinte años. Desde los quince, su padre lo había nombrado presidente honorario del Consejo de Estado,
para que empezara a familiarizarse con la política, pero él se interesaba más por el baile, la caza, y las diversiones en
general, ayudado por Francisco de Sandoval y Rojas, el marqués de Denia, al que escuchaba como a un padre. Felipe
II, algo molesto, había nombrado al conde virrey de Valencia, para alejarlo de la corte, pero ahora su hijo lo volvió a
llamar a Madrid y le confió el gobierno de España.

En 1599 Felipe III se casó con Margarita de Austria, hermana del duque Fernando de Estiria, Carintia y Carniola (y
también de Ana, la esposa del rey Segismundo III de Polonia, fallecida el año anterior). La corte rivalizó en regalos para
los contrayentes, a la caza de cargos y privilegios. Se inició así una etapa de lujo y despilfarro nunca vista hasta entonces
en España. El marqués de Denia tenía también el título de conde de Lerma, y entre los privilegios que obtuvo del monarca
(con los que se convirtió en el hombre más rico de Castilla) estuvo su "ascenso" a duque de Lerma, con lo que éste pasaba
a ser ahora su título principal, y por él es conocido en la historia.

También se celebró la boda entre Isabel Clara Eugenia, la hermana de Felipe III, y el duque Alberto de Austria. Según lo
previsto, ambos fueron reconocidos como soberanos de los Países Bajos (españoles).

En Suecia, el duque Carlos de Sudermania hizo proclamar rey a otro de sus sobrinos, menor de edad, y siguió ejerciendo
el cargo de regente. El rey Segismundo III de Polonia era también gran duque de Finlandia, y en este territorio contaba
con cierto apoyo, así que el regente abolió el gran ducado y diezmó la nobleza finlandesa, que perdió sus privilegios.

El Papa Clemente VIII dictaminó la anulación del matrimonio entre Enrique IV de Francia y Margarita de Valois, la
hermana de su predecesor, Enrique III. La justificación fue consentimiento forzado y parentesco demasiado cercano.
Caravaggio pintó El amor victorioso.

Tycho Brahe se trasladó a Praga, bajo la protección del emperador Rodolfo II, que lo nombró matemático imperial. Allí
reanudó sus observaciones astronómicas, y llamó como ayudante a Johannes Kepler.

Ese año murió el poeta Edmund Spenser. Ben Jonson publicó Every man out his humour.

En Madrid, un funcionario de la corte llamado Mateo Alemán publicó una novela titulada Guzmán de Alfarache, atalaya
de la vida humana, considerada como la primera auténtica novela picaresca, de la que el Lazarillo de Tormes había sido
una mera precursora. La obra tuvo un éxito inmediato, aunque no le reportó más que escasos beneficios.

EL MUNDO AL FINAL DEL SIGLO XVI


Con el siglo XVI, los historiadores dan por terminado el Renacimiento europeo. La cultura clásica, que había costado dos
siglos de recuperar, ya estaba sólidamente asimilada, e incluso en vías de superación. En Europa se estaban formando los
mejores intelectuales del mundo, que ya apenas podían compararse con los de ninguna otra cultura coetánea o anterior.

Entre las mentes más brillantes de la época se encontraban el danés Tycho Brahe y el alemán Johannes Kepler. Sus
caracteres eran muy distintos, pero se complementaban a la perfección. Kepler se dejaba llevar por las teorías más
imaginativas, mientras que Brahe era un minucioso observador que había recopilado valiosísimos datos durante treinta y
ocho años. Una vez le dijo a su ayudante: No construyáis una cosmografía fundada en abstractas especulaciones; basadla
en los sólidos cimientos de la observación y desde allí ascended gradualmente para averiguar las causas. Entre ambos
estaban compilando y analizando los datos de Brahe con la intención de contrastar sus dispares teorías cosmológicas.

Más pintorescas aún que las de Kepler eran las teorías de Giordano Bruno, y lo peor era que, además de pintorescas, eran
descaradamente heréticas. Llevaba algunos años instalado en Venecia, pero una discusión con su protector hizo que éste
lo entregara a la Santa Inquisición en 1600. que lo llevó a Roma y lo torturó para convencerlo de que su concepción de
un universo infinito era herética. Como Bruno no juzgó concluyentes esos argumentos, acabó siendo condenado a morir
en la hoguera. Sus últimas palabras, antes de que el fuego acabara con su vida, fueron: Las edades futuras no me negarán
que he vencido, porque no he tenido miedo de morir... prefiero una muerte honrosa que una vida de cobarde. Y es que,
aun hoy en día, no hay indicios que auguren un final definitivo de la Edad Media.

Galileo Galilei había mantenido algún contacto con Giordano Bruno. Ese año tuvo una hija, Virginia, fruto de su relación
con la veneciana Maria Gamba, con la que no llegó a casarse, probablemente por falta de recursos económicos.

William Gilbert, el médico de la reina Isabel I de Inglaterra, publicó un tratado titulado De magnete, en el que describía
sus experiencias sobre electrostática y magnetismo. Distinguió entre cuerpos idioeléctricos (aislantes)
y aneléctricos (conductores), construyó el primer electroscopio, es decir, un aparato para detectar cargas eléctricas,
descubrió la imantación por influencia, observó que la imantación del hierro desaparece cuando se calienta al rojo vivo,
comprobó que el polo norte magnético no coincide exactamente con el astronómico (es decir, que las brújulas no apuntan
exactamente al norte geográfico) y fue el primero en considerar que la Tierra es un gran imán. Siguiendo esta idea,
construyó una esfera imantada y estudió el campo magnético que producía. Nunca nadie antes que él había llevado tan
lejos los métodos experimentales.

En el terreno artístico, en Inglaterra triunfaba la enigmática figura de William Shakespeare, del cual no se conserva
ninguna carta o escrito personal. Su existencia (cuestionada en más de una ocasión por algunos historiadores) sólo está
atestiguada por diversos documentos legales y por referencias de sus contemporáneos. Los retratos que se le atribuyen
son dudosos. Si su creación ha pasado a la posteridad, no ha sido precisamente por sus esfuerzos. Era reacio a publicar
sus obras, tal vez porque pensaba que restarían público a las representaciones de su compañía. Sólo unas pocas de sus
obras vieron la imprenta en vida del autor, y en muchos casos gracias a ediciones piratas.

Puede decirse que Shakespeare nunca ideó un argumento original. Sus dramas se basan siempre en hechos históricos, en
leyendas o en obras de otros autores. Su originalidad consiste en que supo dotar a sus obras de un dinamismo, una
imaginación, una retórica, una poesía, una grandiosidad y, sobre todo, de una trascendencia nunca igualada. Entre sus
últimos éxitos se encontraba el drama Julio César, inspirado en las Vidas paralelas, de Plutarco, sobre todo en la
de Bruto, que es el auténtico protagonista. Ahora estaba trabajando en Hamlet, al parecer, basada en el Fratricidio
castigado, de Thomas Kyd, que a su vez se basaba en una antigua leyenda danesa. Con Hamlet se abre un nuevo periodo
en la obra de Shakespeare, el de las grandes tragedias y las comedias amargas.

El auge del teatro isabelino no tenía parangón en Europa. Shakespeare era su exponente más destacado, pero había muchos
más dramaturgos y poetas de éxito. Ben Jonson estrenaba Las fiestas de Cintia. El año anterior, George Chapman, que
parece ser el "poeta rival" al que Shakespeare alude en sus Sonetos, había publicado una de sus mejores comedias: All
fooles. Un joven de veintiocho años llamado Thomas Dekker estrenaba las comedias Old Fortunatus y The shoemaker's
holiday. Thomas Heywood compuso el drama histórico Eduardo IV.

En Francia destacaba como poeta François de Malherbe. Había gozado de la protección de un hijo natural del rey
Enrique II, luego había tratado sin éxito de conseguir la del rey Enrique III con un poema de imitación italiana titulado Las
lágrimas de san Pedro. Ahora terminaba uno de sus poemas más representativos: la Consolación al señor Du Périer
sobre la muerte de su hija.

También en España estaba en auge el teatro. Lope de Vega había descubierto un filón en este género, y componía
comedias en verso a una velocidad pasmosa, que poco a poco lo estaban convirtiendo en uno de los autores más
celebrados. Como poeta, uno de los más afamados era Luis de Góngora. Componía con igual talento romances y letrillas
de carácter popular y poemas más cultos de estilo petrarquista. En éstos últimos iba introduciendo de forma gradual
elementos cada vez más sofisticados, audaces e innovadores en cuanto a léxico, sintaxis, alusiones mitológicas, etc. De
este año es su canción Qué de invidiosos montes levantados, sobre un tema inspirado en Petrarca y en Torcuato Tasso,
donde este nuevo estilo no hace sino asomar levemente, aunque ya encontramos algunos atrevimientos sintácticos, como
estos acusativos griegos: "Desnuda el brazo, el pecho descubierta...", que, aunque ya aparecen, por ejemplo, en la poesía
de fray Luis de León, no dejaban de ser chocantes para el lector medio.

Sin embargo, España estaba a la retaguardia de la cultura europea. Aunque las disposiciones de Felipe II sobre la
prohibición de estudiar en el extranjero se habían suavizado, la rígida censura eclesiástica desalentaba cualquier intento
de pensamiento innovador y, aunque en España florecieran los artistas y los humanistas, el progreso científico y filosófico
estaba estancado.
Tampoco iba bien la economía. En los últimos años, una epidemia de peste se había extendido por el país, de norte a sur,
y había menguado en un 15% la población. La falta de mano de obra había incrementado los salarios en un 30%. España
había construido un inmenso imperio que recientemente se había duplicado con la anexión de Portugal, pero el poderío
económico español se basaba fundamentalmente en el comercio con las Indias Orientales y en la explotación de los
recursos americanos. El primero había sido fructífero mientras España y Portugal conservaron el monopolio, pero ahora
otras potencias estaban interfiriendo: los armadores ingleses fundaron la Compañía de las Indias Orientales, los corsarios
ingleses saqueaban impunemente los barcos y los puertos españoles (ese año intentaron sin éxito apoderarse de Jamaica),
mientras que los neerlandeses habían llegado a las Molucas por primera vez el año anterior, dispuestos a arrebatarle a
España su papel de intermediaria. (A decir verdad, había sido España quien había cerrado el mercado oriental a los Países
Bajos.)

Respecto a las riquezas de América, consistían esencialmente en la explotación de la mano de obra indígena (o de esclavos
negros traídos de África) en cultivos o en minería. Debido a sus ricas minas de plata, Potosí se había convertido en la
mayor ciudad del Nuevo Mundo. Pero los metales preciosos y la abundancia de productos que llegaban a España sólo
contribuían a aumentar una inflación cada vez más desenfrenada y, por otra parte, apenas bastaban para financiar los
enormes gastos de la corte, gastos militares en tiempos de Felipe II y ahora, con Felipe III, lujos y toda clase de derroches.
La ineptitud de Felipe II había sido sucedida por el desinterés de Felipe III y la ambición de su valido, el duque de Lerma,
cuya firma tenía el mismo valor que la del monarca, y que no tenía otro objetivo de Estado que el enriquecimiento
personal. El valido supo sacar partido hasta de sus enfermedades, ya que instauró la costumbre de hacerse regalar joyas
para "alegrar" la sangre y predisponerla a las sangrías, según él. Felipe III acallaba sus esporádicos remordimientos de
conciencia por desatender sus deberes como rey recluyéndose unos días en algún convento para hacer penitencia hasta
que se le pasara la inquietud.

La expansión colonial española no había terminado: la zona de mayor actividad era a la sazón Nuevo México, desde
donde Juan de Oñate y sus colonos estaban explorando vastas regiones del suroeste de Norteamérica. El navegante Pedro
Fernández de Quirós tenía un proyecto muy original: al igual que muchos geógrafos, estaba firmemente convencido de
la existencia de un continente austral desconocido hasta entonces. Había intentado convencer al virrey del Perú para que
le financiara una expedición, pero, al no obtener resultados, ahora estaba en Roma, presentando su idea al Papa Clemente
VIII, quien le dio una carta de recomendación para el rey Felipe III.

Ese año murió el duque de Osuna, que fue sucedido por su hijo Pedro Téllez-Girón, de veintiséis años, que no tardó en
ser desterrado de Sevilla por su vida disipada y escandalosa.

Portugal no acababa de asimilar su anexión a España. En el país había surgido un curioso movimiento conocido
como sebastianismo, consistente en la creencia en que el rey Sebastián no había muerto en África, sino que se había
salvado y un día volvería a reclamar su corona. Al parecer el sebastianismo surgió como una modificación de unos
romances de principios de siglo que auguraban la llegada de un príncipe portador de felicidad y gloria para el pueblo
portugués. El caso fue que de vez en cuando surgía alguien que afirmaba ser el rey Sebastián, incitaba a la rebelión y
terminaba con la cabeza separada del cuerpo.

Por lo demás, los portugueses seguían con sus "negocios" en África. Recientemente habían descubierto el Imperio
de Monomotapa, localizado en una meseta situada cerca de la costa de Mozambique, pero convenientemente aislada de
ella. Los comerciantes trataban de convencer al rey para que les confiara la explotación de sus minas, pero, de momento,
lo máximo que habían conseguido, es que el rey les permitiera trabajar a su servicio como funcionarios y recaudadores
de impuestos.

Inglaterra estaba siguiendo una trayectoria opuesta a la de España, reflejo de la personalidad de la reina Isabel I, totalmente
opuesta a la del que había sido su adversario, Felipe II: Mientras éste había logrado enemistarse con buena parte de sus
súbditos, por razones políticas o religiosas, Isabel I se había esforzado por cohesionarlos a todos y hacerse querer; mientras
Felipe II había arruinado al estado en guerras absurdas, Isabel I había evitado los enfrentamientos durante todo el tiempo
que le fue posible, ahorrando y enriqueciendo su país. Cuando la guerra ya no pudo evitarse, la supremacía inglesa sobre
España era rotunda, y el conflicto sólo redundó en beneficios para Inglaterra, ya que ahora los corsarios ingleses se
consideraban legitimados para emprender cualquier acción contra España, y lo hacían provechosamente.
En abril, un navegante inglés llamado William Adams fue apresado en Japón y enviado a Osaka, donde el shogun
Tokugawa Ieyasu lo tomó como consejero, con el propósito de crear una marina moderna.

En los últimos años, sólo una mancha deslucía los éxitos de su reinado: la rebelión irlandesa. El año anterior, el
conde de Essex había firmado una tregua con Hugh O'Neill para poder así regresar a Inglaterra a justificarse ante la
reina por sus repetidos fracasos. Isabel I juzgó irresponsable su conducta y lo despojó de todos sus cargos. Luego envió
un poderoso ejército a Irlanda y O'Neill tuvo que retroceder. Los irlandeses contaban con alguna ayuda de España, pero
resultó ineficaz.

Isabel I, a sus sesenta y siete años, seguía siendo la reina virgen, y con ella se extinguía la dinastía Tudor. Había designado
como heredero al rey Jacobo VI de Escocia, el hijo de María Estuardo, que tenía ahora treinta y cuatro años y había sido
capaz de restaurar la autoridad real en su país, muy deteriorada desde hacía varias generaciones. Incluso había logrado
imponerse sobre la Iglesia Presbiteriana escocesa.

También Francia seguía un camino ascendente. El rey Enrique IV había descubierto lo que la reina Isabel I tuvo claro
desde el primer momento y Felipe II nunca llegó a comprender: que, en cuestiones de religión, un rey ha no ha de
preocuparse por complacer a Dios, sino a sus súbditos. Con una habilidad que Felipe II nunca tuvo, había logrado resolver
los conflictos religiosos en Francia y, ahora, con una habilidad que Felipe III nunca adquiriría, estaba entregado a convertir
su país en una gran potencia:

Para evitar corrupciones y malversaciones, adjuntó lugartenientes generales a los gobernadores de provincias, a los que
enviaba con frecuencia comisarios de inspección. No quiso nombrar ningún primer ministro, sino que se rodeó de buenos
consejeros. Entre ellos destacaba Maximilien de Béthune, el barón de Rosny, un protestante que escapó de la matanza
de san Bartolomé, combatió junto a Enrique IV cuando sólo era rey de Navarra y desempeñó un papel decisivo en la
promulgación del edicto de Nantes. Una vez convertido en rey de Francia, Enrique IV lo puso al frente de los asuntos
económicos, y el barón resultó ser un excelente administrador, un contable meticuloso y ahorrativo que reorganizó los
impuestos, redujo los cargos públicos y así saneó las cuentas del reino. Sin embargo, no dudó en realizar las inversiones
necesarias para reactivar la economía: mejoró los transportes restaurando y construyendo carreteras y puentes,
acondicionó ríos y canales, incrementó la vigilancia de los transportes. Por otra parte, reunió un considerable arsenal y
emprendió la construcción de una línea de fortificaciones.

Otro consejero de Enrique IV fue su ayuda de cámara, Barthélemy de Laffemas, que le recomendó la promulgación de
leyes encaminadas a reducir la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. Además,
impulsó la elaboración de productos de lujo, a menudo con la colaboración de artesanos extranjeros. Así prosperaron las
tapicerías de los Gobelinos, las armas de París, los paños de Reims y Provins, los encajes de Senlis, la cristalería
de Melun, etc. La consigna de Laffemas fue Producir francés.

El año anterior, Enrique IV había llamado a Olivier de Serres, un hugonote que explotaba moreras y gusanos de seda,
que ahora publicaba un Tratado de agricultura, colección de consejos e informaciones para administrar bien una
explotación. Gracias a la difusión que le dio el rey, el libro tuvo mucho éxito. Más adelante publicó un librito sobre La
recolección de la seda.

Con la Paz de Augsburgo, Alemania había encontrado también un equilibrio religioso basado en el principio cuius regio,
eius religio, segun el cual cada territorio profesaba la religión de su príncipe. Hacía ya casi doscientos años que los
emperadores eran elegidos en la casa de Austria, y el papel de los príncipes electores se había reducido a un mero
formalismo, ya que siempre elegían al rey de romanos designado por el propio emperador. Sin embargo, el protestantismo
les había dado nueva relevancia. En efecto, los Austrias, aunque tolerantes con el protestantismo (por necesidad), eran
católicos, pero los príncipes electores de Brandeburgo y Sajonia eran luteranos, y el del Palatinado era calvinista. El cuarto
elector laico era el rey de Bohemia (el propio emperador y, tras su muerte, su heredero), luego, junto con los tres
arzobispos electores, formaba una mayoría católica de cuatro contra tres que bastaba para mantener el título imperial en
la casa de Austria, pero si se perdía el electorado de Bohemia...
El emperador Rodolfo II estaba retirado en Praga por sus problemas de salud, pero su hermano, el archiduque Matías,
ejercía sobre los díscolos príncipes alemanes toda la autoridad que podía esperarse que ejerciera un emperador. Por otra
parte, Matías estaba realizando muchos progresos en la lucha contra los turcos en Hungría, lo que le confería bastante
prestigio.

También Suiza mantenía un equilibrio religioso, sólo que algo más precario. Ginebra era la Roma del protestantismo, y
ejercía una fuerte influencia sobre los cantones protestantes, con los que había entablado una sólida alianza. pero, en la
Confederación Helvética había también cantones católicos en los que la Contrarreforma había actuado con eficiencia.
Pese a ello, los suizos eran conscientes de lo que les había costado conquistar su independencia y lo difícil que era para
una pequeña agrupación de ciudades escapar de las ambiciones de las potencias europeas. Por ello, en un caso insólito en
la historia de la humanidad, ambas partes se abstuvieron de llamar aliados exteriores en contra de la facción opuesta. Por
esta época Suiza mantenía una tradicional alianza con Francia que quedó consolidada tras el equilibrado final de las
guerras de religión francesas.

El Papado no tenía ya el poder político y la influencia que había ostentado en la Edad Media, pero tampoco era la
vergüenza que había llegado a ser durante el Renacimiento. Clemente VIII, continuando la labor contrarreformista de sus
antecesores, estaba devolviendo a la Iglesia Católica la dignidad perdida, y ahora ya parecía que Dios tuviera algo que
ver con ella.

En Roma, Caravaggio había conseguido su primer encargo de destino público: las pinturas de la capilla Contarelli, en la
iglesia de San Luis de los Franceses. Los tres óleos que pintó para la ocasión, entre los que destaca El martirio de san
Mateo, lo convirtieron en el centro de atención del mundo artístico romano. En los años siguientes, no cesaron de llegarle
nuevos encargos.

Entre los mecenas italianos de la época destacaba el duque de Mantua, Vincenzo Gonzaga. El año anterior había
realizado un viaje a Flandes, y entre su séquito figuraba un viola y cantante de treinta y dos años llamado Claudio
Monteverdi. Allí descubrió la obra de los grandes maestros de la canción polifónica.

La zona más candente de Europa era la de los Países Bajos. Oficialmente, España nunca había reconocido la
independencia de las Provincias Unidas. Los Países Bajos Españoles, en cambio, sí que eran nominalmente
independientes, bajo la soberanía de Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia, la hermana de Felipe III de España. Sin
embargo, su "independencia" requería el apoyo constante del ejército español. A mediados de junio, Mauricio de Nassau
desembarcó en Sas de Gante y amenazó Nieuwpoort. El archiduque Alberto acudió en su defensa al frente de un
pequeño ejército y se dispuso a atacar unas dunas donde Mauricio había tomado posiciones. La marea y la artillería de la
flota neerlandesa obligaron a la caballería española a replegarse precipitadamente sobre el centro, causando el
desconcierto y la derrota. Luis de Velasco, que dirigía la retaguardia española pudo refugiarse en Nieuwpoort y defender
la plaza. El enfrentamiento fue conocido como la batalla de las dunas. Fue el primer desastre grave que los españoles
sufrieron en los Países Bajos.

Después de Mauricio de Nassau, una de las principales personalidades de las Provincias Unidas era Johan van
Oldenbarnevelt, que había sido confidente de Guillermo de Orange y luego uno de los principales diplomáticos
neerlandeses, artífice de las alianzas con Francia e Inglaterra. Últimamente, las fricciones entre ambos iban en aumento.
Mauricio de Nassau acusó a van Oldenbarnevelt de no haberle prestado el apoyo necesario en el sitio de Nieuwpoort.

Polonia y Suecia estaban en guerra. Teóricamente, el rey de Polonia, Segismundo III Vasa, católico, era también rey de
Suecia, pero su tío Carlos de Sudermania, protestante, proclamado regente de Suecia, gobernaba el país. El año anterior,
Segismundo III había tratado de invadir Suecia, y ahora era Carlos el que enviaba un ejército a Polonia con mejor fortuna.
Mientras tanto, Dinamarca, bajo el reinado de Cristián IV, que también era rey de Noruega, se había convertido en la
principal potencia comercial del Báltico.

Rusia parecía incapaz de salir del atraso al que la había condenado el yugo mongol. El campesinado vivía en la miseria y
tendía a emigrar hacia las estepas siberianas, uniéndose a los cosacos, por lo que el zar Borís Godunov promulgó leyes
que restringían el derecho de desplazamiento y autorizó a los terratenientes a perseguir durante cuatro años a los
campesinos fugitivos.

Tras haber anulado su matrimonio con Margarita de Valois, la intención de Enrique IV de Francia era casarse con su
amante, Gabrielle d'Estrées, con la que tenía un hijo llamado César, pero la opinión pública no veía con buenos ojos
que Francia tuviera un delfín bastardo. El asunto se resolvió con la repentina muerte de Gabrielle, y entonces el rey se
prendó de Henriette d'Entragues, que tuvo un hijo en julio, pero murió a los pocos días de nacer.

En agosto, una facción de la nobleza japonesa se rebeló contra el shogun Tokugawa Ieyasu, iniciando unas hostilidades
que terminaron el 21 de octubre, cuando Ieyasu obtuvo una rotunda victoria en Sekigahara. Después hizo ejecutar a los
principales sublevados, entre los que se encontraba el general Konishi Yukinaga, el que había dirigido la campaña
japonesa en Corea.
El Imperio Otomano llevaba ya un tiempo en la dinámica en la que España acababa de entrar: los sultanes, sin nada ni
nadie que cuestionara su autoridad absoluta, no mostraban ningún interés por la política y se entregaban a una vida de
lujo y placer, confiando el gobierno a visires que se sucedían más o menos rápidamente según su mayor o menor ineficacia
o corrupción. El sultán actual era Mehmet III, y sus generales tenían que hacer frente a los austríacos, al príncipe de
Valaquia, Miguel el Bravo, a los persas y, al mismo tiempo, sofocar insurrecciones en Constantinopla y en Asia.

El sha de Persia, Abbas I, con un ejército integrado principalmente por georgianos y armenios, estaba expandiendo sus
fronteras hacia el noreste, a costa de los uzbekos, a los que el año anterior les había conquistado los territorios
de Mashad y Harat. Al tiempo que pacificaba algunas provincias rebeldes, de tanto en tanto pacificaba también su
familia cegando o asesinando a varios de sus hermanos e hijos.
Al norte de la India, el gran mogol Akbar, partiendo del principio de que, si no tomaba la iniciativa de conquistar los
reinos vecinos, éstos caerían en la tentación de atacarle primero, había extendido su imperio dotándolo de salidas al mar
tanto por el este como por el oeste, lo que revitalizó el comercio.

China seguía bajo la dinastía Ming, la que ya hacía más de dos siglos que había librado al país del gobierno mongol. En
las últimas décadas los ejércitos chinos habían ocupado amplias regiones al norte de la Gran Muralla, imponiendo la
soberanía imperial a diversos pueblos turcos y mongoles. También estaban interviniendo en Vietnam y en el Tíbet. El
emperador actual era Wanli, cuya autoridad estaba ensombrecida por la de los todopoderosos eunucos.

El jesuita Matteo Ricci seguía en China. El año anterior se había instalado en Nankín, donde fue muy bien recibido.
Estaba tratando de gestionar que se le permitiera visitar Pekín, ya que los extranjeros tenían prohibido el acceso a la
ciudad. Con sus estudios geográficos sobre el país, Ricci trataba de probar que China era ciertamente el país que Marco
Polo llamaba Catay en su libro. Esto no estaba claro en Europa debido a que Marco Polo había llegado a China por tierra,
y ahora había sido "redescubierta" por mar.

Los jesuitas Antonio de Monserrat y Pedro Páez habían sido rescatados tras seis años de esclavitud. Fueron llevados a
Goa gravemente enfermos. El primero murió, mientras que Páez se recuperó después de ocho meses de convalecencia.

En el sureste asiático, a lo largo del siglo que ahora terminaba se habían producido y resuelto muchos conflictos
entre los distintos reinos de la zona. La parte occidental se había unido en el reino de Birmania, pero la mayor
potencia de la zona era el reino de Siam, que unos años antes había derrotado a los birmanos y ahora disputaba a Vietnam
la supremacía sobre Camboya. Con la derrota de los birmanos, el reino de Lan Xang, que estaba bajo su dominio, pasó a
un estado de anarquía.

Finalmente, el rey Enrique IV de Francia se avino a escuchar también a sus consejeros en cuestiones matrimoniales, y
en diciembre se casó con María de Médicis, sobrina del gran duque Toscana, Fernando I, que aportó una sustanciosa dote.
No obstante, este matrimonio no puso fin a los devaneos amorosos del monarca.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
En 1601, el jesuita Matteo Ricci fue admitido en Pekín, y logró que se le permitiera residir en la ciudad.

El conde de Essex, que el año anterior había caído en desgracia ante la reina Isabel I de Inglaterra, se implicó en una
conspiración, pero fue descubierto y su rival, sir Walter Raleigh, no dudó en aprovechar la situación y lo hizo ejecutar,
recuperando definitivamente la confianza de la reina.

John Lyly estrenó su drama mitológico La metamorfosis del amor.

El duque Carlos Manuel I de Saboya había apoyado a los católicos franceses contra el ahora rey Enrique IV, pero ahora
ambos firmaron el tratado de Lyon, por el que zanjaban definitivamente las hostilidades. En septiembre nació el
primogénito de Enrique IV. El Delfín fue bautizado con el nombre de Luis, como el rey san Luis (Luis IX de Francia),
del que era descendiente, recalcando así la legitimidad dinástica de los Borbones.

También tuvo una hija el rey Felipe III de España, Ana, ocasión que dio pie a multiplicar los despilfarros de la corte. El
rey sangró a las cortes de Cataluña, Aragón y Castilla haciéndose conceder donativos astronómicos. Los castellanos, junto
con el dinero, entregaron al monarca un memorial en el que relataban "los padecimientos y las miserias" de los pueblos,
a la vez que solicitaban una reducción de impuestos y reformas administrativas. La reforma que se le ocurrió al duque de
Lerma fue la de trasladar la Corte de Madrid a Valladolid, más que nada para aislar al rey de las quejas de los madrileños
por los abusos del valido. El traslado supuso nuevos gastos para el Estado, aunque al duque le proporcionó ganancias,
pues tomó la decisión después de cobrar sobornos a los sectores vallisoletanos que se iban a beneficiar por el traslado de
la capital a su ciudad. Otra medida "económica" del valido fue la absurda orden de inventariar toda la plata labrada, junto
con la prohibición de comprar, vender o labrar más hasta que así se dispusiera. Las protestas hicieron que la orden fuera
derogada al poco tiempo.

En Flandes, los españoles iniciaron un largo asedio a la ciudad de Ostende.


Los rusos establecieron un nuevo fuerte en Siberia, en Mangazeia.

En Japón, el shogun Tokugawa Ieyasu confiscó las minas de oro y abolió los privilegios de las ciudades.

Ese año murió asesinado Miguel el Bravo, el príncipe de Valaquia que se había rebelado contra los turcos. Con él termino
el breve periodo de independencia de Valaquia. Segismundo Báthory recuperó Transilvania.

En Salamanca murió el humanista Francisco Sánchez de las Brozas, el Brocense.

El 24 de octubre murió el astrónomo Tycho Brahe. Murió de educación: Once días antes había aceptado una invitación a
cenar y las normas de urbanidad de la época establecían que un invitado no debía levantarse de la mesa antes que el
anfitrión. Kepler relata así lo sucedido:

Reteniendo la orina más de lo que tenía por costumbre, Brahe permaneció sentado. Aunque había bebido un poco más
de lo razonable y la vejiga le presionaba, se preocupó menos por su salud que por la etiqueta. Cuando regresó a casa ya
no podía orinar. Finalmente, con el dolor más insoportable, expulsó con dificultad algo de orina, pero volvió a
bloquearse. Seguidamente sufrió un insomnio ininterrumpido, fiebre intestinal y, poco a poco, el delirio. [...] En su última
noche, en un delirio en el que todo era placentero, como un compositor creando una canción, Brahe repetía estas
palabras una y otra vez: "Haced que no parezca que he vivido en vano".

Kepler sucedió a Brahe en el cargo de matemático imperial. Mientras continuaba analizando en Praga los datos de Brahe,
en 1602 Galileo retomaba en Padua sus estudios sobre el movimiento. Pasó los años siguientes experimentando con el
movimiento de los péndulos y la caída de cuerpos por planos inclinados.

En Transilvania murió el príncipe Segismundo Báthory, que fue sucedido por Mózes Szákely.

Los ingleses atacaron la ciudad panameña de Portobelo, en una expedición capitaneada por William Parker.
El navegante inglés Bartholomew Gosnold llegó a la costa de Virginia y la recorrió hacia el norte hasta que el 15 de
mayo llegó a una península a la que llamó cabo Cod, porque sus aguas eran ricas en bacalao (codfish en inglés). Luego
exploró una isla situada al sur, a la que llamó Martha's Vineyard (la Viña de Marta).

El neerlandés Johan van Oldenbarnevelt fundó la Compañía de las Indias Orientales, que organizó el incipiente comercio
marítimo de las Provincias Unidas.

España mantenía una escuadra de galeras en el mar del Norte bajo el mando del genovés Federico Spínola, que se
dedicaba a saquear los navíos neerlandeses cuando tenía ocasión. El año anterior había presentado al duque de Lerma un
proyecto de invasión de Inglaterra. Su hermano Ambrosio de Spínola entraba ahora al servicio del rey Felipe III y fue
destinado a Flandes, donde luchó a las órdenes del archiduque Alberto. El duque de Lerma concertó una alianza con
Persia contra los turcos.

Un teólogo neerlandés llamado Jacob Harmensz, más conocido como Jacobus Arminius, empezó a combatir la
intransigente doctrina sobre la predestinación de su compatriota Franz Gomar. Arminius afirmaba que Dios ofrece a todos
la gracia, aunque ésta puede perderse si no se tiene fe.

El duque Carlos Manuel I de Saboya fracasó en un ataque a Ginebra. La ciudad estaba situada en la frontera entre su
ducado y la Confederación Helvética, y formaba parte de los territorios que el duque pretendía absorber para engrandecer
sus dominios. En otras operaciones similares había tenido éxito, sobre todo gracias a la inestabilidad que habían
provocado las guerras de religión francesas y la intervención española, pero ahora los tiempos habían cambiado y el duque
no tardó en verse obligado a reconocer la independencia de la ciudad. Aunque había firmado la paz con el rey Enrique IV
de Francia, parece ser que siguió intrigando contra él. Ese mismo año, el rey llamó a Fontainebleau a Charles de
Gontaut, el duque de Biron y mariscal de Francia, para pedirle explicaciones por ciertas acusaciones de traición que
habían llegado a sus oídos. El duque aspiraba a convertir Borgoña en un estado independiente, y para ello había contado
con el apoyo de Carlos Manuel I y de los españoles. Cuando fue interrogado, el duque de Biron calló, y su silencio fue
interpretado como una confesión. Fue encarcelado, juzgado por alta traición y decapitado ese mismo año.
Entre los cómplices del duque de Biron estaba Henri de la Tour D'Auvergne, el duque de Bouillon, que fue condenado
al exilio y continuó intrigando.

El poeta John Marston se había iniciado en la tragedia con Antonio y Mellida, obra de la que el año anterior había
publicado una segunda parte, La venganza de Antonio. Ben Jonson publicaba ahora El poetastro, en donde censuraba, no
sin cierta razón, el estilo de Marston. El espíritu polemista de Jonson también lo había enfrentado a Thomas Dekker, que
publicaba contra él la sátira Satiromastix.

Lope de Vega se había convertido en el príncipe del teatro español. Según el mismo proclamaba, en pocos años había
compuesto unas doscientas comedias. Ahora publicaba una colección de poemas bajo el título de Rimas. También es de
esta época La hermosura de Angélica, basada en un conocido episodio del Orlando furioso de Ariosto.

Luis de Góngora compuso un romance con el mismo motivo: En un pastoral albergue, en el que ya se aprecian
abiertamente las características fundamentales del sofisticado estilo personal que muchos tratarían de imitar luego en
vano. Por otra parte, el año anterior había compuesto una de sus letrillas más populares: Dineros son
calidad. En 1603 realizó un viaje a Cuenca, y luego estuvo unos meses en Valladolid. Escribió varios sonetos
denunciando la corrupción y la miseria de la Corte. (El tema no era nuevo: quince años antes había hecho lo propio a raíz
de una estancia en Madrid.) Allí conoció al poeta Pedro de Espinosa, que estaba entonces preparando la edición de
sus Flores de poetas ilustres, una antología de poesía española que publicaría unos años después y en la que figuran los
pocos poemas de Góngora que fueron impresos en vida de su autor (un total de treinta y siete).

Por esta época se ganó de algún modo la enemistad de por vida de un joven poeta de veintidós años que estudiaba en la
universidad de Valladolid. Se llamaba Francisco de Quevedo y Villegas, algunas de cuyas obras aparecieron también
en las Flores de poetas ilustres, como su famosa letrilla Poderoso caballero es don Dinero, o este epitafio a un médico,
supuestamente escrito por la Muerte:

Yacen de un hombre en esta piedra dura


el cuerpo yermo y las cenizas frías;
médico fue, cuchillo de Natura,
causa de todas las riquezas mías.
Y ahora cierro en honda sepultura
los miembros que rigió por largos días,
y aun con ser Muerte yo, no se la diera,
si dél para matarle no aprendiera.

El primer testimonio de la enemistad entre Góngora y Quevedo es una décima de éste en el que le reprocha la grosería de
otro de aquél, una letrilla de tema escatológico que empieza con el verso ¿Qué lleva el señor Esqueva?

Tres años atrás, un joven pintor flamenco de veintitrés años (ahora tenía veintiséis) había marchado a Italia para estudiar
a los grandes pintores. Se llamaba Petrus Paulus Rubens. Finalmente había aceptado el mecenazgo del duque de Mantua,
Vincenzo Gonzaga, que ahora lo enviaba a Valladolid como su embajador. En la corte española pudo estudiar la colección
de pinturas reales, cuyo mayor exponente era Tiziano. Pintó un retrato ecuestre del duque de Lerma.

En Inglaterra, Ben Jonson publicó su tragedia Seyano, que aumentó notablemente su popularidad. Thomas Heywood
publicó Una mujer muerta por indulgencia.

Caravaggio seguía triunfando en Roma. Por esta época pintó grandes lienzos para diversas iglesias, como El martirio de
San Pedro y la conversión de san Pablo, El entierro de Cristo o La Virgen de Loreto.

En los últimos años, en Francia había ido creciendo la importación de pieles de castor, compradas a los indios canadienses.
Finalmente, el rey Enrique IV había sido persuadido de la conveniencia de establecer una colonia permanente en América,
para consolidar este comercio. Por ello, el rey nombró geógrafo real a un antiguo compañero de armas, Samuel de
Champlain, que el 15 de marzo zarpó rumbo a Canadá para buscar el lugar más adecuado para un asentamiento. Remontó
el río san Lorenzo y luego regresó a Francia para informar al monarca.

En Brahim, en Lituania, se dio a conocer un joven de unos veintitantos años que decía ser Demetrio Ivanovich, el hijo
del zar Iván el Terrible que había muerto más de diez años atrás, tal vez asesinado por Borís Godunov. Es conocido en la
historia como el falso Demetrio. Se proclamó legítimo zar de Rusia, aunque su historia estaba llena de contradicciones.
Al parecer fue un instrumento de la nobleza polaca para dominar Rusia, aprovechando la impopularidad de Borís
Godunov.

Ese año murieron:

 La reina Isabel I de Inglaterra. Había cumplido los setenta años. De acuerdo con lo dispuesto, fue sucedida por el
rey Jacobo VI de Escocia, ahora Jacobo I de Inglaterra. Se rodeó de escoceses y nunca llegó a comprender la
importancia del parlamento. Por su parte, los ingleses no vieron con buenos ojos a su nuevo rey, y su disgusto
pronto fue acompañado de burlas a su aspecto grotesco y a su origen extranjero. Con el advenimiento de Jacobo I,
sir Walter Raleigh volvió a caer en desgracia, acusado falsamente de intrigar contra el rey, fue condenado a muerte,
pero se le conmutó la pena por la de prisión perpetua en la Torre de Londres. En Irlanda, Hugh O'Neil terminó por
someterse a los ingleses.
 William Gilbert, el médico de Isabel I e iniciador del estudio del magnetismo.
 El sultán otomano Mehmet III. Poco antes había hecho ejecutar a su hijo Mahmut, pero no eso no evitó su
asesinato. Fue sucedido por otro de sus hijos: Ahmed I, de veintitrés años. Por esta época empezaba a destacar
combatiendo a los turcos en el mar el segundo marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán, cuyo padre había muerto
antes de poder zarpar al frente de la Armada Invencible. Ahora cumplía treinta y dos años.
 El sultán de Marruecos Ahmad al-Mansur, víctima de la peste que asolaba el país desde hacía más de una década.
Tras la muerte del sultán, el reino se fragmentó.
 Federico Spínola. Murió en mayo, en el transcurso de uno de sus ataques piratas a barcos neerlandeses. Su hermano
Ambrosio estaba ahora al frente del asedio a Ostende, que duraba ya dos años. Mientras tanto, Mauricio de Nassau
tomaba la ciudad de Grave.
 Jorge Federico, el magrave de Ansbach y de Culmbach-Bayreuth. No dejó descendencia y su pariente más cercano
era el duque Alberto Federico de Prusia, que tenía ya cincuenta años, estaba loco y su única descendencia era su
hija Ana, casada con Juan Segismundo, el hijo del príncipe elector Joaquín Federico de Brandeburgo. El ducado
de Prusia pertenecía a Polonia, que, a causa de la locura de Alberto Federico, se lo había entregado en usufructo a
Jorge Federico, y ahora, a su vez, la administración de todas las posesiones polacas de los Hohenzollern fue
otorgada al príncipe Joaquín Federico. Éste aprovechó para organizar la familia: el año anterior había muerto su
primera esposa, y ahora, a sus cincuenta y siete años, se volvía a casar con Leonor, hermana de Alberto Federico.
Dispuso que el margraviato de Culmbach-Bayreuth pasara a su hermano Cristián, mientras que el de Ansbach
pasara a otro de sus veintiún hermanos: Joaquín Ernesto.
 El matemático francés François Viète. Murió el 13 de diciembre, a los sesenta y tres años.

Tokugawa Ieyasu estableció su capital en Edo, el centro de sus dominios, donde se hizo construir un castillo. También
hizo que el Emperador lo reconociera como shogun hereditario. Se rodeó de consejeros eficientes e implantó una
legislación muy estricta para controlar a la nobleza. Sus vasallos fueron divididos en tres categorías:
los fudai, combatientes que habían luchado en sus filas, los hatamoto, o vasallos menores, también plenamente sometidos
a su autoridad y los tozama o señores exteriores, sometidos a una estrecha vigilancia, y a los que obligó por ley a vivir en
Edo una parte del año. Persiguió a los cristianos y cerró Japón a toda influencia extranjera.

El jesuita español Pedro Páez pidió ser destinado de nuevo a Abisinia. Esta vez logró llegar a su destino disfrazado de
armenio. Allí fue acogido por el rey Susenios.

En 1604 el rey Jacobo I de Inglaterra firmó la paz con España. El argumento que presentó en las negociaciones previas
fue el siguiente: él, como rey de Escocia, no estaba en guerra con España y, como no se podía separar al rey de Escocia
del rey de Inglaterra (porque eran la misma persona), tampoco el rey de Inglaterra estaba en guerra con España. Esto
parecía confirmar el juicio del rey Enrique IV de Francia, que en cierta ocasión había dicho de él que era "el tonto más
ingenioso de la cristiandad". Dado que la guerra contra Inglaterra sólo estaba trayendo perjuicios a España, que los
españoles estaban hartos de las insensatas guerras heredadas de Felipe II y que el duque de Lerma tampoco sacaba ninguna
tajada del conflicto, se llegó rápidamente a un acuerdo.

Ese año se fundó el Conselho de India, que organizó la colonización de Brasil al estilo castellano.

Hacia ya casi veinte años que la Compañía de Jesús había llegado a la ciudad americana de Asunción, y desde allí había
fundado numerosas misiones en la región circundante. Dichas misiones fueron organizadas ahora en lo que se llamó la
provincia jesuítica del Paraguay. Los jesuitas crearon una organización social exclusivamente indígena y de carácter
comunitario para disgusto de los encomenderos, a los que privaban de mano de obra.

En Inglaterra estaban cobrando fuerza los protestantes radicales conocidos como puritanos, que se oponían al
presbiterianismo escocés. Instaron al rey Jacobo I a que aboliera el episcopado, al que acusaban de presbiteriano, pero el
rey se negó. El rey contuvo con igual decisión a los católicos y a los puritanos. Éstos, reunidos en Hampton
Court, transmitieron al monarca la Petición de los mil, en demanda de tolerancia hacia el puritanismo, pero Jacobo I la
rechazó.

Francis Bacon logró un puesto como abogado ordinario de la Corona.

George Chapman publicó su comedia El señor de Olive, John Marston y John Webster escribieron conjuntamente The
malcontent, un vigoroso drama escrito con un lenguaje violento que roza el descaro. Thomas Dekker estrenaba The honest
whore. William Shakespeare estrenó otro de sus grandes dramas: Otelo.

En Francia, el rey Enrique IV nombró poeta oficial a François de Malherbe.

Samuel de Champlain realizó un nuevo viaje a América, y fundó una ciudad llamada Port Royal en una península a la
que llamó Acadia, de una palabra india que significa "rico".

Mateo Alemán publicó la segunda parte de su Guzmán de Alfarache. En ella se burla de un abogado valenciano
llamado Juan José Martí, que dos años atrás había publicado otra segunda parte bajo el pseudónimo de Mateo Luján.

Lope de Vega publicó El peregrino en su patria, una novela bizantina, género que seguía muy en boga. En una carta suya,
fechada el 4 de agosto, Lope escribe lo siguiente: De poetas no digo: buen siglo es éste. Muchos en cierne para el año
que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote. Estas palabras revelan que
ese año ya era conocida de algún modo la obra fundamental de Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote
de la Mancha. Decimos, "de algún modo", porque la primera edición conocida es del año siguiente. O bien Lope había
visto un manuscrito, o unas pruebas de imprenta, o bien existió una primera edición del Quijote de la que no se conserva
ningún ejemplar.

En cualquier caso, lo cierto es que por estas fechas la novela de Cervantes ya estaba acabada, y su autor pasó rápidamente
de ser un escritor poco conocido y poco considerado a ser, pese a la opinión de Lope, uno de los más celebrados,
aplaudidos y leídos. La novela es una parodia de las novelas de caballerías, cuyo protagonista es un loco que se imagina
a sí mismo un caballero como los grandes héroes del género, pero enfrentado a la más cruda realidad cotidiana. Este
argumento, que bien podría haber dado pie a una obrita cómica intrascendente, se convirtió a través de la pluma de
Cervantes en lo que ha llegado a ser una de las obras cumbre de la literatura universal. Su mérito no sólo radica en la
magnífica prosa castellana en que está escrita, que sigue los más puros patrones renacentistas, sino también en su riqueza
argumental (pues se intercalan numerosas historias, ya como relatos de personajes, ya como novelas leídas dentro de la
novela), la profundidad psicológica de sus personajes (especialmente de la pareja protagonista, el idealista don Quijote y
su antitético escudero, el pragmático Sancho Panza, que han dado lugar a toda suerte de ensayos) y, sobre todo, a los
criterios admirablemente modernos de los que hace gala Cervantes a lo largo de toda la novela. Es raro encontrar un
pasaje en el Quijote que deba ser excusado atendiendo al siglo en que fue escrito.

Citaremos como ejemplo uno de los argumentos pastoriles intercalados en la obra. Uno de los tópicos de la novela o la
poesía pastoril es el del amante desdeñado que tacha de cruel a su amada por no corresponderle. Cervantes lo lleva hasta
el extremo al relatar la historia del pastor Grisóstomo, a quien la desesperación por no lograr el amor de Marcela lo ha
llevado al suicidio. Después de presentar los hechos y dejar que los amigos de Grisóstomo que acuden al entierro censuren
a la joven responsabilizándola de la muerte de tan buen muchacho, la propia Marcela se presenta para defenderse a sí
misma con este discurso.

En cuanto a Cervantes, desde el año anterior vivía en Valladolid con su familia, compuesta íntegramente de mujeres: sus
hermanas Andrea y Magdalena, Constanza, hija natural de Andrea, e Isabel, hija natural de Cervantes (o tal vez de
Magdalena).

Rubens estaba de vuelta en Mantua, donde pintó para los Gonzaga El bautismo de Cristo y La transfiguración.
En Transilvania estalló una rebelión contra el príncipe Mózes Szákely, aliado de los Austria. Fue dirigida por Esteban
Bocskai, que fue proclamado príncipe y sublevó a la Hungría real contra el emperador.

Mauricio de Nassau conquistó La Esclusa, y poco después, en septiembre, los españoles entraron en Ostende, tras tres
largos años de asedio. El rey Felipe III de España nombró a Ambrosio de Spínola maestre general de las tropas de Flandes.

Ese año se inició el proceso de canonización de santa Teresa de Jesús.

Gracias a los recursos que le proporcionó el gobierno polaco, el falso Demetrio reunió un ejército formado por polacos y
algunso rusos, y en octubre entró en Rusia, donde se le unieron unos millares de cosacos. Fue recibido como un libertador
y como el legítimo zar.

Paralelamente a su trabajo con los datos de Tycho Brahe, Johannes Kepler había estado investigando por qué cuando se
observaba la luna a través de una cámara oscura, su diámetro aparentaba ser distinto que cuando se la observaba
directamente. Publicó sus conclusiones en sus Paralipomena ad Vitellionem, quibus Astronomiae pars optica traditur, el
primer tratado moderno de óptica geométrica, en el que proporciona la primera explicación matemática correcta sobre la
proyección en una cámara oscura y sobre el funcionamiento del ojo humano.

Luego, un insólito fenómeno atrajo su atención: el 9 de octubre apareció una estrella nueva en la constelación de Ofiuco (o
la Serpiente), cuyo brillo era equivalente al del planeta Marte. Cinco días después su brillo había aumentado hasta superar
el de Júpiter. Esta estrella es hoy conocida como la nova de Kepler, aunque no fue, ni mucho menos, su único observador.
Entre los más destacados estuvo también Galileo Galilei, que impartió tres lecciones en el aula magna de la universidad
de Padua, atestada de gente, donde demostró mediante argumentos de paralaje que la estrella tenía que estar en la octava
esfera, la de las estrellas fijas, lo que contradecía abiertamente la doctrina aristotélica sobre la inmutabilidad del cielo.

Como de costumbre, los astrónomos chinos también detectaron la estrella huésped. Las novas son fenómenos
relativamente raros. El hecho de que entre la nova de Tycho y la nova de Kepler se observaran con treinta y cuatro años
de diferencia tiene más de aparente que de real: lo que Tycho observó fue una explosión estelar acaecida 11.000 años
antes de Cristo, mientras que la nova de Kepler explotó 28.000 años antes de Cristo.
Volviendo a Galileo y a sus objeciones a Aristóteles, una carta escrita a su amigo Paolo Serpi, un matemático que
trabajaba como consejero del gobierno veneciano, atestigua que, por aquel entonces, Galileo ya se había dado cuenta de
los errores que había cometido en su primer trabajo sobre el movimiento, y que tenía una idea clara de las matemáticas
subyacentes a la caída de los cuerpos. Aristóteles había afirmado que cada cuerpo cae con una velocidad distinta que
depende de su naturaleza, y algo así había creído al principio Galileo. Ahora, tras meticulosos experimentos con bolas,
planos inclinados y relojes de agua, podía concluir que los cuerpos no caen con una velocidad fija, sino que ésta depende
del tiempo de caída, pero no de la naturaleza del objeto. Más aún, comprobó que el espacio que recorre un cuerpo que
cae es proporcional al cuadrado del tiempo de caída. Fueron célebres los experimentos que hizo en la torre de Pisa, donde
dejó caer bolas de pesos diferentes para mostrar cómo, en contra de lo predicho por Aristóteles, todas ellas llegaban al
suelo al mismo tiempo. Galileo también llegó a la conclusión de que las trayectorias de los proyectiles eran parabólicas.

El 20 de enero de 1605 el falso Demetrio fue derrotado en la llanura de Dobrinichi por el ejército del zar Borís Godunov.

Ambrosio de Spínola tomó a los neerlandeses las ciudades de Oldenzal, Linghen y Wachtendonck. A su vez, éstos
arrebataron a España el control sobre las Molucas. Frederik van Houtman fue nombrado gobernador de Amboina.

Juan de Oñate seguía en Nuevo México y llegó hasta la desembocadura del río Colorado. Luego fundó la Ciudad Real
de la Santa Fe.

Pedro Fernández de Quirós logró finalmente que se le asignara una pequeña escuadra formada por tres naves que zarparon
de Perú en busca de la Tierra Austral.

Ese año murió el Papa Clemente VIII y el 10 de abril fue elegido como sucesor Alejandro de Médicis, que a sus setenta
años adoptó el nombre de León XI.

El 13 de abril, murió el zar Borís Godunov, y su hijo de dieciséis años, proclamado zar con el nombre de Fiodor II, no
tardó en ser asesinado por los partidarios de Demetrio.
El 6 de junio murió el Papa León XI y, tras un reñido cónclave en el que el Espíritu Santo dudaba entre favorecer los
intereses franceses o los españoles, resultó elegido Camilo Borghese, de cincuenta y tres años, que adoptó el nombre
de Paulo V.

También murió el navegante inglés John Davis, atacado por piratas japoneses en el estrecho de Malaca.

En la India murió el gran mogol Akbar, envenenado por su hijo y sucesor Salim. Adoptó entonces el nombre
de Yahangir, que significa "conquistador del mundo".

El falso Demetrio entró triunfalmente en Moscú y empezó a gobernar dando muestras de cierto talento. No obstante, se
ganó la antipatía del clero ortodoxo a causa de su catolicismo mal disimulado y su vinculación a Polonia.

Polonia tenía sus propios problemas. El rey Segismundo III había tratado de hacer ciertas reformas que aumentaran su
autoridad, lo que había llevado a la rebelión a un sector de la nobleza, que se acogía a algunas de las cláusulas firmadas
por el rey cuando aceptó la corona polaca. Ese año, Segismundo III se casó con Constanza, hermana del duque Fernando
de Estiria, Carintia y Carniola y de Margarita, la esposa de Felipe III de España.

La corte española encontró un nuevo motivo para el despilfarro con el nacimiento de Felipe, el heredero del rey. El 28 de
junio, un desfile recorría las calles de Valladolid como parte del festejo, y en él figuraban unos personajes disfrazados de
don Quijote y Sancho Panza. El día anterior, un caballero navarro había sido apuñalado ante la casa de Cervantes, y su
familia lo atendió hasta su muerte. Se abrió un proceso en el que Cervantes y los suyos no fueron acusados de nada, pero
durante la investigación salió a relucir la conducta poco honesta de las parientes del escritor. Los testigos declararon que
recibían visitas y regalos de caballeros de día y de noche.

También murió en una reyerta Francisco de Saavedra, sobrino de Luis de Góngora. Francisca de Argote, la hermana
del poeta, inició un largo proceso contra los asesinos de su hijo, los hermanos Pedro de Heredia y Francisco de
Aguayo. El incidente afectó mucho a Góngora, que el año anterior había sufrido también la muerte de su padre.

Ambrosio de Spínola conquistó a los neerlandeses las ciudades de Grol y Rhinberg.


En Francia, el duque de Bouillon trató de reconstruir una unión protestante que se enfrentara al rey, pero fracasó y tuvo
que huir a Ginebra, con lo que la monarquía francesa recuperó definitivamente su estabilidad.

En Japón, Tokugawa Ieyasu abdicó en teoría en favor de su hijo Hidetada, pero siguió gobernando.

En octubre, una denuncia permitió al gobierno inglés evitar la conspiración de la pólvora, urdida por oficiales católicos
dirigidos por Robert Gatesby, que había servido en las filas españolas. Se descubrieron importantes trabajos de zapa
bajo la abadía de Westminster, donde el rey iba a reunirse al día siguiente con los representantes del reino. El plan era
asesinar al rey con una gigantesca explosión que volara la abadía. Los "papistas" fueron expulsados del país. Desde
entonces, la opinión pública empezó a considerar "católico" como sinónimo de "traidor".

Ben Jonson estrenó la sátira Volpone o el Zorro, y John Marston su comedia de intriga The dutch courtezan. Por estas
fechas, Jonson y Marston se habían reconciliado, y escribieron conjuntamente con George Chapman la comedia Eastward
hoe. William Shakespeare estrenaba Macbeth, sobre la historia del rey Macbeth de Escocia que mató, por instigación de
su esposa, Lady Macbeth, al rey Duncan I. Shakespeare se basó en las Crónicas de Raphael Holinshed, su principal fuente
para sus obras de temas históricos ingleses, pero en esta ocasión introdujo algunos cambios para agradar al rey Jacobo I.
Shakespeare hace de Macbeth un tirano, y toda la obra es un canto a la legitimidad: no hay mayor crimen que matar al
rey, y Macbeth paga por ello. Además Macbeth mata también a su amigo Banquo, del que Jacobo I se consideraba
descendiente.

Francis Bacon escribió su Tratado sobre el valor y el progreso de las ciencias, que constituyó un primer paso en el
proceso de emancipación de la filosofía sobre la herencia de Aristóteles y de la escolástica medieval.

El inca Garcilaso de la Vega, a sus cincuenta y seis años, vivía retirado en Córdoba, convertido en un humanista. Ahora
publicaba la Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto. Debate la conveniencia
de cristianizar Florida e incorporarla al Imperio Español, al que concibe como el brazo de la Providencia en el mundo.
En octubre la nova de Kepler dejó de ser visible, un año después de su aparición. En 1606 Kepler escribió De stella
noua, descartando numerosas explicaciones. Incluso se llega a plantear la posibilidad de que la estrella hubiera sido creada
expresamente por Dios aunque "antes de aceptar esto, pienso que deberíamos buscar cualquier otra explicación".

El emperador Rodolfo II tuvo que firmar la paz de Viena con el húngaro Esteban Bocskai, al que reconoció como príncipe
de Transilvania, al tiempo que decretaba la libertad religiosa en toda Hungría. Tras este tratado, Esteban Bocskai rompió
su alianza con los turcos y, como consecuencia de ello, el sultán Ahmed I se vio obligado a firmar la paz
de Szitvatorok con los austríacos. Esteban murió poco después, y fue sucedido por Segismundo Rakoczi, pero este
cambio no alteró el tratado de Viena, de modo que, tras quince años de guerra, Transilvania se vio libre de la intervención
de los Austrias.

El 10 de abril, dos grupos de armadores ingleses, desde entonces conocidos como la Compañía de Londres y la Compañía
de Plymouth, obtuvieron un permiso para colonizar la costa norteamericana situada entre los paralelos 34º y 45º de latitud
norte. Toda esa franja era conocida entonces con el nombre genérico de Virginia. Los accionistas debían proporcionar los
colonos y el capital. A cambio, decidirían la política de las colonias, designarían al gobernador y se reservarían una parte
de los ingresos que las colonias pudieran generar.

En mayo, el falso Demetrio fue asesinado en el Kremlin, víctima de una conspiración organizada por Basilio Shuiski, a
quien Borís Godunov había encargado en su día investigar las causas de la muerte de (el auténtico) Demetrio Ivanovich
y había dictaminado que había muerto accidentalmente. Basilio se proclamó zar, pero no tardaron en estallar numerosas
rebeliones en el país. Destacó especialmente la encabezada por Bolótnikov, un siervo que agrupó un ejército de soldados
desertores, campesinos arruinados y al que luego se sumaron gentes de clase media y hasta nobles descontentos con el
zar. Se estableció en Kolómenskoie, cerca de Moscú. El periodo de la historia de Rusia que se abre con la muerte del zar
Borís Godunov se conoce como la época de las revueltas.

Caravaggio terminó La muerte de la Virgen, representada con tal realidad y crudeza, sin nada que indique la ascensión
de su alma o una inmediata resurrección, que fue tachado de irreverente y no se lo pagaron. El 28 de mayo mató a un
hombre con su espada a raíz de una disputa que se suscitó a raíz de un partido de pelota. Huyendo de la justicia tuvo que
abandonar Roma y pasó a Nápoles, donde su fama le había precedido. Allí se puso a trabajar para diversos centros
religiosos.

Ese año murieron el poeta francés Pontus de Tyard y el escritor inglés John Lyly. John Marston estrenaba Parasitaster, así
como la tragedia Sophonisba. William Shakespeare estrenaba El rey Lear y Antonio y Cleopatra.

También murió Juan I el Viejo, el conde de Nassau. Repartió sus posesiones entre sus hijos, Guillermo Luis, Juan II,
Jorge, Ernesto Casimiro y Juan Luis.

Maximilien de Béthune se había convertido en el principal consejero del rey Enrique IV de Francia, ahora recibía el título
de duque de Sully.

KEPLER Y GALILEO
En 1606 los madrileños lograron, previos oportunos sobornos al duque de Lerma, que la corte española se trasladara de
nuevo a su ciudad. Los vallisoletanos que habían creado o adaptado sus negocios al amparo de la corte protestaron
inútilmente. Entre los que acompañaron a la corte en su traslado, figuraban Miguel de Cervantes y Francisco de Quevedo.

El inca Garcilaso de la Vega publicó la primera parte de sus Comentarios reales, una historia del Perú, escrita en un
excelente castellano, que aporta información muy valiosa sobre el Imperio Inca. Durante mucho tiempo, los historiadores
del Perú precolombino se han dividido entre toledistas, que, de acuerdo con los informes encargados por el virrey
Francisco de Toledo, tenían una visión más o menos peyorativa de la sociedad incaica, y los garcilasistas, que, de acuerdo
con los testimonios de Garcilaso de la Vega, la idealizaban. Obviamente, tan sesgada estaba una versión como la otra. En
el caso de Garcilaso, atribuye prematuramente al Imperio su máxima extensión, pretende que las conquistas fueron hechas
pacíficamente, y, en general, idealiza el pasado de los incas, minimizando o pasando por alto sus costumbres
"desagradables", como los sacrificios humanos.

Es curioso ver cómo compagina Garcilaso la cultura inca con el cristianismo:


Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios nuestro Señor que dellos mismos
saliese un lucero de alba, que en aquellas escurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural, y de la
urbanidad y respetos que los hombre debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien
en mejor, cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombre, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena
doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos
idólatras, los hallase no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica, y la enseñanza y doctrina de nuestra
Santa Madre Iglesia Romana, como después acá la han recibido, según se verá lo uno y lo otro en el discurso desta
historia. Que por experiencia muy clara se ha notado cuándo más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los
indios que los reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas, donde aún no
había llegado la enseñanza de los Incas; muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban,
con haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú.

En septiembre regresaba a Acapulco la expedición de Pedro Fernández de Quirós. Tras haber recorrido más de mil leguas
sin encontrar tierra alguna, había descubierto la isla de Pomutú, nada prometedora, por lo que la tripulación le había
obligado a cambiar de rumbo. Entonces llegó a una isla (un poco más al sur de las islas Salomón, descubiertas por
Mendaña) a la que llamó Tierra Australia del Espíritu Santo, creyendo que era el continente que buscaba. Allí, junto a
un río que denominó Jordán, trazó los planos de una ciudad a la que llamó Nueva Jerusalén y que procedió a fundar
con toda pompa, ante la mirada sorprendida de los naturales del lugar. Mas sorprendidos debieron de quedar cuando
vieron a los recién llegados comiendo unos peces venenosos que intoxicaron a la mayoría de la tripulación. Luego,
mientras exploraban la costa, Fernández de Quirós enfermó y dejó que sus hombres emprendieran el viaje de regreso.

Quien sí que divisó realmente la costa australiana ese año fue el neerlandés Willem Jansz, pero creyó que era una
prolongación de Nueva Guinea y no le dio gran importancia.

El 19 de diciembre, la Compañía de Londres envió su primer embarque de colonos a Norteamérica.

En 1607, el duque Carlos de Sudermania aprovechó la renuncia de su sobrino a la corona sueca para aceptar el título real.
Ahora era Carlos IX de Suecia.
El rey Enrique IV integró la Baja Navarra en el reino de Francia. El año anterior había nombrado obispo de Luçon a un
joven eclesiástico de veinticuatro años llamado Armand Jean du Plessis de Richelieu. Un año antes, su
hermano Alphonse había renunciado al cargo. En palabras de Richelieu, era el obispado más enlodado del reino, y no
tenía intención que permanecer allí mucho tiempo.

Los portugueses se hicieron finalmente con la concesión de las minas del Imperio de Monomotapa, aunque no pudieron
sacarles mucho partido, porque los nativos se negaban a trabajar para ellos.

El jesuita Matteo Ricci seguía en Pekin, donde había publicado varios libros en chino. Ahora publicaba su traducción de
los seis primeros libros de los Elementos de Euclides, que causaron un gran impacto entre los matemáticos chinos.

El 26 de abril, la expedición de la compañía de Londres llegó a la bahía de Chesapeake. A la tierra del norte de la bahía
la llamaron cabo Carlos, y a la del sur cabo Enrique, en honor a los hijos del rey Jacobo I. En la bahía descubrieron un
río al que llamaron río Jacobo.

La compañia inglesa de Moscovia encargó a Henry Hudson que buscara un paso por el noroeste para llegar a China. Se
hizo el intento, pero no tuvo ningún éxito.

El 13 de mayo, los colonos ingleses de la compañía de Londres fundaron la ciudad de Jamestown (ciudad de Jacobo),
mientras la compañía de Plymouth enviaba ciento veinte colonos a un punto de la costa situado más al norte, bajo la
dirección de Ferdinando Gorges. No obstante, esta nueva colonia no sobrevivió al invierno y los pocos que quedaron
con vida se apresuraron a regresar a Inglaterra.

El irlandés Hugh O'Neil tuvo que huir a los Países Bajos.

El escritor John Marston renunció al teatro para inciar la carrera eclesiástica. Un soldado inglés llamado Cyril
Tourneur publicó La tragedia del vengador, inspirada en Hamlet. Shakespeare estrenó su Coriolano.

Francis Bacon publicó sus Pensamientos y opiniones sobre la interpretación de la naturaleza.


Pedro Fernández de Quirós, recibido fríamente en América, pasó a España, abrumado por las deudas e inundando la corte
de memoriales en los que exponía las delicias de las tierras por él descubiertas.

El escritor Mateo Alemán decidió marchar a América, para lo cual tuvo que sobornar a un funcionario del consejo de
Indias, ya que tenía ascendencia judía y los judíos tenían prohibido viajar a América. No obstante, su viaje se tuvo que
retrasar porque la armada neerlandesa pirateaba por las costas españolas.

Caravaggio estaba en Malta, donde fue admitido como caballero de la orden de Malta. Allí pintó el retrato de un influyente
miembro de la orden: Alof de Wignacourt, así como La decapitación de San Juan Bautista, para la cocatedral de San
Juan, en La Valetta. Por razones poco conocidas, poco después fue encarcelado, pero logró huir a Sicilia. Se decretó su
expulsión de la orden.

Mientras tanto, La Muerte de la Virgen que había abandonado en Roma tras su huida anterior fue adquirida por Vincenzo
Gonzaga, el duque de Mantua, aconsejado por Rubens. Seis años atrás, el duque había nombrado maestro de música de
cámara y de capilla a Claudio Monteverdi, que ahora estrenaba una obra muy peculiar: L'Orfeo. Está considerada como
la primera ópera. Alrededor de un recitar cantando inspirado en la escuela florentina, la partitura agrupa madrigales,
danzas y estribillos instrumentales apoyados por una orquesta rica y coloreada.

En Rusia apareció otro personaje que afirmó ser el falso Demetrio (él, naturalmente, omitía el adjetivo). Éste es conocido
como Demetrio el Impostor. Contaba igualmente con el apoyo de los polacos, y pronto le siguieron los que habían
apoyado al falso Demetrio. Incluso la viuda del falso Demetrio reconoció como auténtico al Impostor. Apoyado por los
cosacos, se instaló en Kaluga.

El zar Balisio Shuiski envió a su sobrino, el príncipe Mijaíl Skopín-Shuiski, a combatir la rebelión de Bolótnikov, que
fue vencido, aunque logró huir.

En noviembre, la colonia inglesa de Virginia agonizaba entre el hambre y las enfermedades. Muchos de los colonos eran
hombres de alta posición que no habían imaginado que vivir en medio de la naturaleza pudiera ser algo tan duro y
agotador. En realidad, su principal problema era que no tenían ninguna experiencia para desenvolverse en un medio tan
diferente de su Inglaterra natal. Pero unos pocos colonos sí que tenían la experiencia necesaria, y entre ellos destacaba
uno llamado John Smith. Tenía entonces unos veintiocho años, pero aseguraba que había luchado contra los turcos y
protagonizado toda suerte de hazañas. Era de origen humilde y un tanto rudo de modales, por lo que no se llevaba muy
bien con los colonos más distinguidos, pero cuando las cosas se pusieron difíciles, se las arregló para contactar con los
indios de la zona y formalizar unas buenas relaciones con el jefe Powhatan, que gobernaba una confederación de unos
seis mil indios repartidos en ciento veintiocho aldeas de la región.

Los indios se mostraron muy amistosos y proporcionaron alimentos a los ingleses. Sin embargo, en diciembre se produjo
un altercado en el que Smith mató a un indio. Powhatan lo condenó a muerte, pero se salvó por la intercesión de su
hija, Pocahontas, de doce años, a la que Smith había cautivado con historias sobre Inglaterra y con los objetos que
llevaba, tan extraños para ella.

En enero de 1608 llegaron a Jamestown nuevos colonos con más suministros. Para entonces, sólo treinta y ocho de los
colonos originales seguían con vida. Las dos terceras partes habían fallecido. John Smith fue nombrado presidente de la
colonia.

En Madrid aparecieron unos pasquines incitando al pueblo a rebelarse contra "el tirano", el duque de Lerma. Entre las
últimas medidas geniales del valido se encontraba la decisión de gravar en un 30% las exportaciones a Europa si no podía
probarse que no iban destinadas a los rebeldes neerlandeses.

En mayo, los príncipes protestantes alemanes, encabezados por el príncipe elector palatino Federico IV, fundaron
en Ahausen la Unión Evangélica, para acabar con el dominio católico de los Austrias. Contó con el apoyo de Francia y
los Países Bajos.

En junio, Mateo Alemán pudo partir finalmente hacia México, donde recibió la protección del virrey, el arzobispo
fray García Guerra.

El navegante Henry Hudson hizo un segundo intento de encontrar un paso hacia China por los mares árticos, pero fracasó
nuevamente.
Samuel de Champlain navegó de nuevo hacia América y el 3 de julio fundó la ciudad de Quebec en el estuario del río
San Lorenzo. Desde allí estableció relaciones amistosas con los indios de la zona: los algonquinos y los hurones.

El duque Carlos Manuel I de Saboya casó a su hija Margarita, con Francisco, hijo de Vincenzo Gonzaga, el duque de
Mantua, y a su hija Isabel con Alfonso de Este, el duque de Módena.

Ese año murió el duque Carlos II de Lorena, que fue sucedido por su hijo Enrique II.

También murió Joaquín Federico, el príncipe elector de Brandeburgo, que fue sucedido por su hijo Juan Segismundo.

El archiduque Matías obligó a su hermano, el emperador Rodolfo II, a que le cediera Austria y Hungría. El emperador
conservó Bohemia.

El príncipe de Transilvania Segismundo Rakóczi abdicó en favor de Gabriel Báthory.

En Arjángelsk, el rebelde ruso Bolótnikov fue capturado y poco después fue asesinado por sus carceleros.

Claudio Monteverdi estrenó un segundo drama lírico titulado Ariadna.

Thomas Middleton estrenó varias comedias realistas que nos muestran la vida londinense de la época, como A trick to
catch the old one o A mad world, my masters. Thomas Heywood estrenó La violación de Lucrecia. Francis
Beaumont y John Fletcher estrenaron el drama Philaster.

Rubens regresó a Amberes por la enfermedad de su madre, que no tardó en morir. Allí aceptó el mecenazgo de los
archiduques Alberto e Isabel.

Los neerlandeses estaban divididos: alarmado por los éxitos de Ambrosio de Spínola, la alta burguesía, encabezada por
Johan van Oldenbarneveldt era partidaria de firmar una tregua con España, mientras que Mauricio de Nassau, apoyado
por los campesino y pequeños propierarios, era partidario de continuar la guerra. El sector pacifista acabó imponiéndose,
se firmó un armisticio de ocho meses y a principios de 1609 se abrieron negociaciones en La Haya entre el archiduque
Alberto, Ambrosio de Spínola y van Oldenbarneveldt. España también estaba interesada en la tregua porque no tenía
dinero para pagar a sus soldados.

Grocio publicó su tratado Mare liberum, en el que defendía el principio de la libertad de los mares, en contra de las
pretensiones de los españoles, que apelaban al tratado de Tordesillas para reclamar la totalidad de las Indias Orientales y
Occidentales.

Los años de trabajo que Kepler había empleado en analizar los datos de Tycho Brahe finalmente dieron su fruto. Se había
concentrado en los datos sobre Marte, y sus esfuerzos por encontrar una teoría que cuadrara exactamente con tales datos
fueron calificados por él mismo como "mi guerra contra Marte". Se conservan unos mil folios con los cálculos que tuvo
que realizar. El resultado fue una teoría totalmente inesperada, que nada tenía que ver con las teorías de Brahe ni con sus
propias conjeturas iniciales. Kepler había demostrado que Marte gira alrededor del Sol siguiendo una órbita que no es
circular, sino elíptica, con el Sol en uno de sus focos. La exactitud de la órbita calculada por Kepler para Marte es
impresionante, no ya para su época, sino valorada con patrones modernos.

Más revolucionario aún era que la velocidad de Marte no era siempre la misma, pero obedecía una simple ley geométrica:
si se unen con el Sol los extremos de un arco de la órbita, se forma un triángulo con un lado curvo (un sector elíptico).
Kepler descubrió que el área de ese sector es proporcional al tiempo que Marte tarda en recorrer el arco. Dicho más
brevemente: el radio que une el planeta con el Sol barre áreas iguales en tiempos iguales. (En particular, el planeta se
mueve más rápido cuando está cerca del Sol y más lento cuando está más lejos.) Suponiendo que estas leyes también eran
válidas para los demás planetas, Kepler pudo deducir fácilmente sus órbitas. Sus dos leyes fueron publicadas en su
tratado Astronomia noua, seu physica coelestis tradita commentariis de motibus stellae Martis. Sin duda alguna, Kepler
había logrado que Brahe no hubiera vivido en vano.

En mayo, Galileo recibió una carta de su amigo Paolo Serpi en la que le hablaba de un catalejo que un holandés le había
enseñado en Venecia, que permitía ver objetos distantes como si se encontraran muy cerca. Intrigado, Galileo se puso a
pensar sobre cómo era esto posible, y no tardó en usar unas lentes para formar su propio perspicillum, como él lo llamaba,
con una potencia de cuatro aumentos.

El 6 de abril Henry Hudson zarpó por tercera vez rumbo al océano ártico para buscar el paso del noroeste, pero un motín
lo obligó a cambiar de rumbo y llegó a la costa norteamericana. Encontró una bahía en la que desembocaba un río. Desde
allí, tomó rumbo norte, explorando la costa.

Costó un poco convencer al rey Felipe III de España de que pactar con herejes no era pecado, pero finalmente autorizó a
los archiduques Alberto e Isabel a que firmaran una tregua con los neerlandeses. La llamada tregua de los Doce años se
firmó en Amberes el 9 de abril. Durante dicho periodo, España reconocía a las Provincias Unidas como estado
independiente, se daban por concluidas las hostilidades tanto por mar como por tierra, cada contendiente conservaba las
provincias y ciudades que en ese momento poseía.

Ese mismo día, el rey Felipe III firmó el decreto por el que se ordenaba la expulsión de España de todos los moriscos, en
palabras del duque de Lerma, "para que todos los reinos de España queden tan puros y limpios de esa gente como
conviene..." El bando de expulsión les daba tres días para marcharse, y todo lo que no pudieran llevarse consigo pasaba a
ser propiedad de sus señores. Las causas de esta decisión no están claras. En varias ocasiones se había hablado de que
representaban un peligro por supuestos contactos con turcos y berberiscos; tal vez fue parte del precio que hubo que pagar
para que el rey consintiera en firmar la tregua con los neerlandeses, o también es posible que fuera una concesión del
duque de Lerma a la opinión pública, para ganar popularidad. En el Coloquio de los perros, Cervantes recoge el concepto
que en general se tenía de los moriscos:

Todo su intento es acuñar y guardar dinero acuñado, y para conseguirlo trabajan y no comen [...] Entre ellos no hay
castidad ni entran en religión ellos ni ellas; todos se casan, todos se multiplican, porque el vivir sobriamente aumenta
las causas de la generación. No les consume la guerra ni el ejercicio [...] róbannos a pie quedo, y con los frutos de
nuestras heredades, que nos revenden, se hacen ricos. No tienen criados, proque todos lo son de sí mismos; no gastan
con sus hijos en estudios, porque su ciencia no es otra que la de robarnos.
Lo cierto es que la medida fue muy bien acogida. El obispo de Valencia, en una carta a un ministro, había dicho: A trueque
de verme sin tantos herejes con nombre de feligreses míos, tendría por muy buena dicha quedarme con necesidad de
comer pan solo.

El 9 de julio, el emperador Rodolfo II concedió una carta de majestad a sus súbditos, por la que concedía, salvo algunas
restricciones, libertad de conciencia y de culto. Mientras tanto, el duque Maximiliano I de Baviera organizó una Santa
Liga católica para oponerse a la Unión Evangélica del elector palatino Federico IV. Las tensiones entre católicos y
protestantes se agudizaron con la muerte sin descendencia del duque de Clèves. La situación estratégica de su ducado
llevó a ambas facciones, especialmente al emperador, a ganar el territorio para su causa.

Ese año murió el gran duque de Toscana, Fernando I de Médicis, que fue sucedido por su hijo Cosme II. Cerró la banca
Médicis, negocio que juzgaba indigno de un soberano.

Dimitrio el Impostor recibió ayuda de Suecia para enfrentarse al zar Basilio Shuiski.

Samuel de Champlain estaba explorando las tierras al sur de Quebec acompañado por algunos indios algonquinos.
Siguiendo el río San Lorenzo, encontró un lago que acabó llamándose lago Champlain. El 30 de julio, los algonquinos
que acompañaban a Champlain se encontraron con un grupo de indios iroqueses. Hacía cuatro décadas, los iroqueses
habían formado una confederación de cinco tribus que conquistaron las tribus vecinas y ahora dominaban un extenso
territorio. Eran los más temidos guerreros de Norteamérica. No dudaban en torturar a sus enemigos y soportaban
impávidos la tortura. Al ver a los algonquinos, los atacaron con flechas y tomahawks. Cuando Champlain constató que
sus aliados estaban siendo derrotados, ordenó a sus hombres que intervinieran. Los iroqueses, desconcertados por los
mosquetes, esa nueva arma que tronaba y mataba misteriosamente, salieron huyendo, y semejante humillación les hizo
guardar un odio eterno hacia los franceses.

En agosto, Galileo había aprendido a fabricarse sus propias lentes, con las que logró un telescopio de ocho o nueve
aumentos. Informó a Paolo Serpi de sus progresos, y éste le concertó una demostración ante el senado de Venecia, que
quedó impresionado.
El 3 de septiembre, Hudson encontró otra bahía más al norte de la primera que había encontrado. Allí descubrió lo
que al principio tomó por un estrecho. El 12 de septiembre empezó a recorrerlo, pero, después de recorrerlo durante
un buen trecho, pudo comprobar que era un río al que llamó río del Norte (por oposición al primer río que había
encontrado, al que llamó río del Sur). Ahora el río de Norte es conocido como río Hudson. Cuando regresaba a los Países
Bajos fue detenido en Inglaterra y se le prohibió seguir trabajando para los neerlandeses.

El 22 de septiembre, tras una cuidadosa organización, se hizo público en Valencia el bando de expulsión de los moriscos.
La flota de Italia acudió a los puertos de Vinaroz, Denia y Alicante para embarcar a los expulsados. Como no daba abasto,
se recurrió a mercantes de diversos países, que acudieron encantados porque los expulsados debían pagarse el pasaje.

Francis Beaumont estrenó la comedia de enredo Maid's tragedy, mientras su amigo John Fletcher terminó en colaboración
con Thomas Middleton The faithful shepherdess. Ben Jonson escribió Epícene o la mujer silenciosa. De este año data la
primera edición conocida de los Sonetos, de William Shakespeare. A diferencia de los sonetos italianos (o castellanos),
los sonetos de Shakespeare constan de tres cuartetos y un pareado:

My mistress' eyes are nothing like the sun; Los ojos de mi señora no se parecen en nada al sol;
Coral is far more red than her lips' red; el coral es mucho más rojo que el rojo de sus labios;
si la nieve es blanca, ¡vaya! entonces sus pechos son morenos;
If snow be white, why then her breasts are dun; si los cabellos son hebras, hebras negras le crecen en la cabeza;
If hairs be wires, black wires grow on her head;
I have seen roses damasked, red and white, he visto rosas de Alejandría, rojas y blancas,
But no such roses see I in her cheeks; pero esas rosas no veo en sus mejillas;
y en algunos perfumes hay más deleite
And in some perfumes is there more delight que en el aliento que de mi señora emana;
Than in the breath that from my mistress reeks;
I love to hear her speak, yet well I know adoro oírla hablar, pero bien sé
That music hath a far more pleasing sound; que la música tiene un sonido muchísimo más placentero;
admito que nunca vi caminar a una diosa
I grant I never saw a goddess go (mi señora, cuando anda, pisa el suelo).
(My mistress when she walks treads on the ground).
And yet by heaven I think my love as rare Y, sin embargo, por el cielo que tengo a mi amada
As any she belied with false compare. por tan extraordinaria como cualquiera a la que
desmereció por falsa comparación.

Lope de Vega publicó su Jerusalén conquistada, siguiendo como modelo la obra de Torquato Tasso. Para introducir a
España en la narración, hizo participar en la primera cruzada al rey Alfonso VIII de Castilla. También completó una
edición de sus Rimas, con poemas tan admirables como este soneto:

Ir y quedarse, y, con quedar, partirse,


partir sin alma y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia:
fuego en el alma y en la vida infierno.

Esta edición incluía un poema en octavas reales titulado Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, donde propone
abandonar las normas aristotélicas (que exigían que la acción transcurriera en un plazo máximo de veinticuatro horas, y
otras arbitrariedades similares), entre otra serie de recomendaciones, como mezclar lo noble y lo plebeyo, lo grave y lo
humorístico, mantener el interés en todo momento, buscar finales verosímiles, etc. En general, Lope expresa la necesidad
de complacer al público.
En México, Mateo Alemán imprimió su Ortografía castellana, en la que defiende la necesidad de una reforma ortográfica.
(En la época, cada cual escribía como lo consideraba oportuno, y los diferentes criterios se dividían en dos tendencias:
los que optaban por escribir más o menos según se pronunciaba, y los que trataban de respetar la etimología de las
palabras.)

El 3 de octubre se falló la sentencia definitiva contra Francisco de Aguayo, uno de los que, cuatro años atrás, habían
asesinado al sobrino de Luis de Góngora. La sentencia fue descaradamente blanda, sin duda gracias al parentesco que el
inculpado tenía con altos cargos del tribunal del Santo Oficio. Góngora, que había tratado en varias ocasiones de agilizar
la causa y obtener justicia, escribió sus famosos tercetos Mal haya el que en señores idolatra, donde, además de quejarse
amargamente de la corrupción de la justicia, expone con especial espontaneidad el clásico tema del menosprecio de la
corte y alabanza de la sencilla vida rural.

La Compañía de Londres había cambiado su nombre por el de Compañía de Virginia. Sus socios hostigaban desde
Londres a John Smith, porque la colonia de Jamestown no estaba resultando muy rentable. Después de ser herido por una
explosión de pólvora, el 5 de octubre Smith fue obligado a renunciar a su cargo de presidente y a regresar a Inglaterra.

La expulsión de los moriscos valencianos se estaba realizando con rapidez, pero habían empezado a circular rumores de
que los capitanes de los barcos que los transportaban los maltrataban e incluso que los arrojaban al mar, y que los que
desembarcaban en África eran robados y asesinados. El 20 de octubre se produjo una sublevación de unos seis mil
moriscos, que se refugiaron en una zona montañosa de difícil acceso. Unos días más tarde lo hicieron otros quince mil.
A finales de noviembre, los rebeldes estaban sometidos. Mientras tanto, los embarques no habían cesado. A comienzos
de enero de 1610, la etapa valenciana de la expulsión había concluido. En tres meses se había embarcado a 116.000
moriscos, 5.000 habían muerto, 2.000 habían huido y 500 habían sido enviados a galeras.

Al mismo tiempo que se terminaba en Valencia, se iniciaba la expulsión en Murcia y Andalucía. De Andalucía salieron
unos 33.000. Los expulsados pasaron a África, y algunos llegaron hasta el Imperio Otomano. Algunos resentidos
estimularon a los piratas berberiscos a realizar incursiones en las costas españolas, que llegaron hasta Galicia y Asturias.
A los moriscos de Castilla no se les ordenó marcharse, pero se les invitó a ello. Podían llevarse sus posesiones en
mercancías (no en dinero). Muchos de ellos, sospechando que era cuestión de tiempo que la invitación se convirtiera en
mandato, optaron por marcharse. Por razones de organización, convenía que salieran por la frontera francesa, así que se
estableció que los menores de siete años no podían dejar España a menos que sus padres se comprometieran a marchar a
un país cristiano (o sea, a Francia, al menos como primera escala).

El 7 de enero, Galileo, al dirigir hacia Júpiter un nuevo telescopio que acababa de construir, pudo apreciar tres pequeñas
estrellas a su alrededor, perfectamente alineadas con su centro. A la noche siguiente pudo apreciar que las tres estrellas
habían cambiado de posición siguiendo al planeta, y que seguían alineadas con su centro. La noche siguiente, con gran
desesperación, no pudo ver nada porque el cielo estaba nublado, pero en los días siguientes pudo continuar sus
observaciones y el 13 de enero pudo ver hasta cuatro cuerpos que necesariamente tenían que girar alrededor de Júpiter
igual que la Luna gira alrededor de la Tierra. Los llamó estrellas mediceas, en honor al gran duque de La Toscana, Cosme
de Médicis, al que había enviado un telescopio como regalo.

El 1 de marzo publicó un librito titulado Sidereus nuntius, en el que daba cuenta de éste y muchos otros descubrimientos
realizados anteriormente. Galileo había comprobado que la Vía Láctea no era sino una acumulación de diminutas estrellas,
y había visto montañas y cráteres en la Luna. Johannes Kepler, con la ayuda de uno de los telescopios construidos por
Galileo, pudo constatar los descubrimientos de éste y publicó una entusiasta réplica titulada Dissertatio cum nuntio
sidereo. En ella acuñó el término satélite para referirse a los cuerpos celestes que orbitan alrededor de un planeta en lugar
de hacerlo alrededor del Sol. Esto incluía a los satélites de Júpiter descubiertos por Galileo y también a la Luna, que hasta
entonces era un caso extrañamente excepcional en el sistema copernicano.

El 11 de mayo murió en Pekín el jesuita Matteo Ricci.

El apoyo del rey Enrique IV de Francia a la Unión Evangélica alemana era cada vez más firme y se estaba planteando
declararle la guerra a España. Las cosas se complicaron cuando el monarca se enamoró de Carlota de Condé. El marido
de la joven, inquieto por las constantes visitas del rey, decidió refugiarse en Bruselas, bajo la protección del archiduque
Alberto. Parece ser que esto acabó de disipar las dudas de Enrique IV en cuanto a la intervención armada. El 13 de
mayo confió a su esposa, María de Médicis, la regencia de Francia.

El apoyo abierto del rey a los protestantes reabrió heridas entre los católicos franceses. Un maestro de escuela de treinta
y dos años llamado François Ravaillac marchó a París y el 14 de mayo saltó sobre la carroza de Enrique IV y le asestó
dos puñaladas mortales en el pecho. Ravaillac fue capturado y, a pesar de las torturas rutinarias, no dejó de sostener que
había actuado sin cómplices (es decir, por puro fanatismo). Declarado culpable, 27 de mayo fue descuartizado. (Un
regicida merecía la muerte más deshonrosa posible.)

El Delfín Luis, ahora Luis XIII de Francia, tenía nueve años, y su madre fue designada como regente. Esto supuso un
giro en la política francesa, pues las simpatías de María de Médicis se decantaban más bien hacia el catolicismo. Su
principal apoyo fue un aventurero italiano que había llegado a Francia como parte de su séquito, llamado Concino
Concini. Por el contrario, el duque de Sully fue apartado del gobierno. El siempre conspirador duque de Bouillon logró
hacerse un hueco en el consejo de regencia.

El 29 de mayo se inició la expulsión de los moriscos aragoneses.

En junio, Galileo renunció a su cargo en Padua para aceptar la dirección de la sección de matemáticas de la universidad
de Pisa (sin obligaciones docentes).

La intervención de los suecos en Rusia llevó al rey Segismundo III de Polonia a hacer lo mismo. Con el apoyo de una
parte de la nobleza rusa, un ejército polaco dirigido por Stanislaw Zólkiewski entró en Rusia, derrotó en Kluszyn al zar
Basilio Shuiski, que fue capturado y deportado a Polonia, y ocupó el Kremlin. Demetrio el Impostor trató entonces de
marchar sobre Moscú, pero fracasó y tuvo que regresar a Kaluga. Murió poco después asesinado por un mongol en una
emboscada, en el transcurso de una cacería. El hijo de quince años de Segismundo III, Ladislao Vasa, fue proclamado
zar de Rusia.

La colonia inglesa de Jamestown había pasado por muy malos momentos. A finales del año anterior, Thomas Gates debía
conducir hasta allí una flota con suministros, pero fue víctima de una tempestad y naufragó frente a las Bermudas. Los
supervivientes tardaron varios meses en construir dos barcos con los que finalmente pudieron llegar a Jamestown. Allí se
encontraron con que sólo quedaban vivos unos sesenta colonos hambrientos que no deseaban sino embarcar de regreso a
Inglaterra. Pero el 8 de junio, cuando estaban ya todos embarcados a punto de salir de la bahia de Chesapeake, se
encontraron con tres barcos que llegaban de Inglaterra con trescientos nuevos colonos y grandes cantidades de
provisiones. Los veteranos decidieron dar media vuelta y la colonia siguió adelante. Entre los nuevos colonos
estaba Thomas West, lord De La Warr, que había sido nombrado gobernador de la colonia por la Compañía de Virginia.
El capitán de los barcos era Samuel Argall, que en los meses siguientes exploró la costa en busca de suministros, y
redescubrió la bahía en la que desembocaba el río al que Hudson había llamado río del Sur. Argall llamó cabo De La
Warr a la lengua de tierra situada entre la bahía de Chesapeake y la que acababa de descubrir. Este nombre, deformado
en Delaware, se aplicó finalmente tanto al cabo, como a la bahía, como al río del Sur.

El 10 de julio se dio sesenta días de plazo a los moriscos castellanos para abandonar España, sin que les valieran de nada
los certificados de buenos cristianos que les daban sus párrocos.

El 25 de julio, Galileo descubrió lo que parecían ser tres cuerpos alrededor de Saturno, aunque eran un tanto
desconcertantes, porque, con paso del tiempo, no parecían modificar su posición, sino que más bien se contraían hasta
desaparecer y luego volvían a aparecer. (Se trataba del sistema de anillos que rodea el planeta.)

Henry Hudson emprendió un nuevo viaje de exploración, esta vez bajo patrocinio inglés. Atravesó el que hoy se
conoce como estrecho de Hudson, y en agosto creyó que había rodeado por el norte el continente americano y que
había llegado al océano Pacífico.

En septiembre, Galileo pudo observar que Venus presentaba fases como la Luna. Esto demostraba que Venus gira
alrededor del Sol y no alrededor de la Tierra.

Hudson pasó tres meses explorando lo que creía que era la costa noroccidental de América, pero en noviembre se encontró
con que la costa giraba de nuevo hacia el oeste. Como descubrió un tiempo después, estaba metido en una gran bahía,
conocida hoy como bahía de Hudson. Luego, el invierno heló el océano y la expedición quedó bloqueada en una bahía,
que fue llamada bahía de James (de Jacobo).

Samuel de Champlain, tras haber regresado a Francia en busca de mas colonos, había vuelto a Quebec, desde donde inició
la exploración de Canadá, hacia el sur.

LA COLONIZACIÓN DE NORTEAMÉRICA
En 1610 estalló una disputa religiosa en los Países Bajos que llevaba fraguándose desde hacía casi una década. Un año
antes había muerto el teólogo Jacobus Arminius, y ahora sus discípulos presentaban una Reexposición de su doctrina que
Franz Gomar se apresuró a combatir con una Contrarreexposición. Se formaron así dos facciones: el arminianismo fue
secundado por la burguesía mercantil y republicana de Holanda, Utrecht y Overijssel, mientras que el gomarismo era
defendido por la nobleza y parte del campesinado. En particular, Mauricio de Nassau se declaró gomarista, mientras que
su rival político, Johan vas Oldenbarneveldt, protegió a los arminianistas.

Ese año murió Federico IV, el elector palatino promotor de la Unión Evangélica. Fue sucedido por su hijo de catorce
años Federico V. Mientras tanto, su rival y promotor de la Santa Liga, el duque Maximiliano I de Baviera estaba
organizando un potente ejército, tarea que encomendó a Jean T'Serclaes, el conde de Tilly, que había adquirido
experiencia militar combatiendo a los turcos.

En Inglaterra, los protestantes radicales estaban formando un partido puritano que también estaba adquiriendo tintes
políticos: los puritanos consideraban que el derecho divino de la monarquía estaba supeditado al derecho de la nación.

En noviembre, veintinueve personas fueron juzgadas en Zugarramurdi, en España, acusadas de brujería. De ellas, seis
fueron quemadas en la hoguera, cinco fueron quemadas en efigie y dieciocho fueron absueltas.

Dos años atrás, el marqués de Santa Cruz había intentado sin éxito tomar la ciudad de Larache, en Marruecos. Ahora,
las luchas entre Mulay Sayj y Mulay Zaydán, dos aspirantes al trono de Marruecos, permitieron una alianza entre el
primero y los españoles, por la que éstos recibirían Larache (después de conquistarla) a cambio de ayudar a Sayj a ocupar
el trono. Los españoles tomaron la ciudad y luego Sayj la entregó según lo pactado.

El pintor Caravaggio murió de malaria. Rubens se había casado el año anterior y ahora pintaba un autorretrato junto a su
esposa. También es de esta época el tríptico La erección de la cruz, para la catedral de Amberes, que es su primera obra
importante.

En Inglaterra, Ben Jonson estrenaba El alquimista. En 1611 publicó la tragedia Catilina, al tiempo que hacía publicar una
recopilación con algunas obras de Shakespeare, que ese año estrenaba La tempestad. Cyril Tourneur estrenaba La
tragedia del ateo, y Thomas Dekker la comedia The roaring girl. Francis Beaumont escribió la comedia A king, and no
more king y, en colaboración con John Fletcher, The knight of the burning pestle, una parodia de los poemas
caballerescos. George Chapman publicó una traducción de la Ilíada.

Los ingleses establecieron una factoría comercial en Masulipatam, en la India.

En España fueron nombrados seis comisarios especiales encargados de capturar a los moriscos que hubieran desobedecido
la orden de expulsión, así como a los que hubieran regresado clandestinamente. En Murcia fueron denunciados numerosos
moriscos que se habían convertido recientemente, y fueron expulsados a pesar de su afán por hacer procesiones,
disciplinarse e incluso por ingresar en diversas órdenes religiosas.

El rey Felipe III nombró virrey de Sicilia al duque de Osuna, que se había distinguido en la guerra contra Flandes y, más
recientemente, en la toma de Larache.

El 10 de mayo llegó a Jamestown sir Thomas Dale, al que De La Warr nombró subgobernador y lo dejó al frente de la
colonia mientras él marchaba a Inglaterra en busca de suministros y nuevos colonos. Dale dirigió la colonia con mano
dura distribuyento tareas entre los colonos y tomando represalias contra los que no cumplían con su parte.

En junio se derritieron los hielos que tenían bloqueada la expedición de Hudson, que inmediatamente se puso a explorar
la costa occidental de la bahía de Hudson, pero la tripulación estaba harta de penalidades, así que lo abandonaron en un
bote a la deriva junto con su hijo y siete marineros leales. No se volvió a saber de ellos. Los amotinados, después de
sobrevivir a un ataque de los esquimales, regresaron a Inglaterra.

Samuel de Champlain fundó la ciudad de Place Royal a unos 240 kilómetros al sur de Quebec, también junto al río San
Lorenzo.

El 11 de noviembre, un sacerdote francés llamado Pierre de Bérulle fundó el Oratorio de Jesús y de María
Inmaculada, más conocido como el Oratorio de Francia, una sociedad sacerdotal en el espíritu de la contrarreforma.

Kepler diseñó un telescopio que mejoraba sensiblemente el de Galileo, y publicó un tratado titulado Dioptrice con los
fundamentos teóricos de la óptica geométrica. Está escrito en un formato riguroso que recuerda a los Elementos de
Euclides. Luego murió su hijo de siete años, y poco después su esposa. Entonces decidió trasladarse de Praga a Linz.

Galileo visitó Roma, donde fue recibido con honores.

En Cremona murió a los setenta y seis años Andrea Amati, que había ganado fama como constructor de violines. Había
fabricado piezas para el rey Carlos IX de Francia. Sus hijos Antonio y Girolamo continuaron su labor.

Para combatir la ambición del archiduque Matías, el emperador Rodolfo II intentó que otro de sus hermanos fuera
reconocido como rey de romanos, pero Matías logró que Rodolfo II fuera obligado a abdicar en su favor como rey de
Bohemia, de modo que conservó únicamente el título imperial.

El rey Cristián IV de Dinamarca declaró la guerra a Suecia en un intento de mantener la hegemonía en el Báltico, pero
poco después murió el rey Carlos IX, que fue sucedido por su hijo de diecisiete años Gustavo II Adolfo, y éste empezó
a gestionar la paz con Dinamarca.

También murió el duque Cristián II de Sajonia, que fue sucedido por su hermano Juan Jorge I.
En España murió de parto a los treinta años Margarita de Austria, la esposa del rey Felipe III. Acababa de dar a luz a su
octavo hijo, Alfonso, al que quien el pueblo dio el nombre de "el Caro", porque le costó la vida a su madre (así que, a su
lado, los otros habían salido baratos, a pesar de los grandes derroches que acompañaban a cada nacimiento real).

En Rusia surgió un movimiento de resistencia contra el zar polaco Ladislao. Se organizaron dos reclutamientos masivos
de soldados. El segundo fue dirigido por Kozmá Minin, que confió el mando militar a Dimitri Mijáilovich, el
príncipe Pozharski. Entre ambos reunieron en Yaroslav una Asamblea de la tierra rusa a modo de gobierno paralelo.

El gran mogol Yahangir se casó con una princesa persa, Mehr al-Nesa, conocida por el sobrenombre de Nur Yahan (Luz
del Mundo), que desde ese momento fue, junto a su familia, la auténtica gobernante del Imperio. Durante los años
siguientes, el persa se convirtió en la lengua de la administración y de la vida cultural india.

En 1612 murió el emperador Rodolfo II, y su hermano Matías no tuvo ninguna dificultad en sucederle como Matías II.

En Polonia murió el derrocado zar de Rusia Basilio Shuiski. Minin y Pozharski expulsaron a los polacos de Moscú.

También murió el duque de Mantua, Vincenzo Gonzaga, que fue sucedido por su hijo Francisco, pero éste murió sin
descendencia poco después, y fue sucedido por su tío Fernando, que era cardenal y tuvo que pedir que se le relevara de
sus votos, para casarse y conseguir un heredero para el ducado.

El sultán otomano Ahmed I tuvo que firmar una paz desastrosa con el sha de Persia, Abbas I.

Después de numerosas observaciones y numerosos cálculos, Galileo obtuvo los periodos de revolución de los satélites de
Júpiter. Por esta época, había adaptado su telescopio para poder observar el Sol, y en su Discurso sobre cuerpos
flotantes, informó de que había observado en él unas manchas oscuras que aparecían y desaparecían de tanto en tanto.
Los descubrimientos de Galileo contradecían cada vez más patentemente las teorías aristotélicas que muchos profesores
universitarios tenían por incuestionables. Galileo no dudaba en burlarse de ellos. En mayo escribía:
Sospecho que este nuevo descubrimiento es el toque final para el entierro o, mejor dicho, para el juicio final de la
pseudofilosofía. El entierro ya lo hicimos con las manchas de la Luna, los satélites de Júpiter, de Saturno y las fases de
Venus. Espero, sin embargo, ver a los peripatéticos hacer un último esfuerzo para mantener la inmutabilidad de los
cielos.

Un colono de Virginia llamado John Rolfe aprendió las técnicas indias del cultivo del tabaco y, mezclando una cepa
nativa con otra variedad importada de las Antillas, consiguió un producto de mucha mayor calidad que pronto se
convertiría en la principal fuente de riqueza de la colonia. Mientras tanto el gobernador, lord De La Warr, moría en
Inglaterra antes de que pudiera regresar a la colonia.

Rubens pintó un segundo tríptico para la catedral de Amberes: El descendimiento de la cruz, en el que el estilo flamenco
tradicional confluye con el estilo renacentista italiano.

John Webster estrenó el drama El diablo blanco, una de las pocas obras suyas que se conservan. Francis Beaumont
estrenó Coxcomb. También es de este año el drama El noble, atribuido a Cyril Tourneur.

En Londres apareció la primera traducción al inglés de El Quijote, a cargo de Thomas Selton.

Pero el acontecimiento literario más relevante del momento fue la difusión (en copias manuscritas) de la última creación
de Luis de Góngora, la Fábula de Polifemo y Galatea, una obra cumbre de la poesía castellana. En ella desarrolla
plenamente su estilo personal, en el que combina magistralmente unos versos de una musicalidad inaudita con una lógica
y precisión matemáticas y una imaginación y originalidad desbordantes, todo ello al servicio de una riqueza narrativa en
la que quedan minuciosamente plasmados los detalles más sutiles, tanto de la psicología de los personajes como del marco
de la acción. Como todo lo inusual, el estilo de Góngora se prestaba a la parodia, y así, el mundo literario español se
dividió entre los admiradores y detractores de Góngora. Entre los últimos destacaba Francisco de Quevedo, que ya llevaba
unos cuantos años de enemistad personal contra él.
Lope de Vega publicó Los pastores de Belén, una novela pastoril en la que los pastores relatan episodios bíblicos. Por
esas fechas murió su hijo Carlos Félix, y en 1613 murió su esposa, Juana de Guardo. El poeta entró en una crisis que
desembocó en devoción religiosa.

El éxito del Quijote permitió a Cervantes imprimir algunas obras que tenía inéditas desde hacía ya algún tiempo. Ese año
publicó las Novelas ejemplares, una colección de doce relatos cortos. Quevedo pasó a Sicilia, llamado por el virrey, el
duque de Osuna, que le encargó diversas embajadas, entre ellas la de sobornar a la camarilla del duque de Lerma para
conseguirle el nombramiento de virrey de Nápoles. Góngora terminó una obra de teatro con una compleja arquitectura
prácticamente perfecta: Las firmezas de Isabela.

Francis Bacon fue nombrado fiscal general. El año anterior había publicado una edición aumentada de sus Ensayos sobre
moral y política.

El compositor Claudio Monteverdi se instaló en Venecia, donde había sido nombrado maestro de capilla de San Marcos.

En Francia murió el poeta Mathurin Régnier, a los cuarenta años, cuando estaba a punto de ser aceptado como poeta
oficial de la corte. Es autor de tres epístolas, cinco elegías y poesías diversas, a menudo licenciosas, pero su mayor
contribución literaria son sus diecinueve Sátiras, que lo convierten en el padre del género en la literatura francesa. En
su Sátira a Rapin defiende contra Malherbe la libre inspiración y la fantasía de la poesía frente a la normativa rígida.

Concino Concini, el favorito de la regente de Francia, María de Médicis, fue nombrado mariscal de Francia, a pesar de
que no había combatido en toda su vida.

El elector palatino Federico V, a sus diecisiete años, se casó con Isabel, hija del rey Jacobo I de Inglaterra y se convirtió
en la cabeza de la Liga Evangélica, ocupando el vacío que había dejado su padre, al morir tres años atrás.

El rey Gustavo II Adolfo de Suecia firmó la paz de Knäred con Cristian IV de Dinamarca, en virtud de la cual, los navíos
suecos quedaban exentos de peaje en los estrechos controlados por los daneses.
El 3 de marzo, los rusos eligieron finalmente un nuevo zar, hijo de Fiódor Filaret, un sobrino de Anastasia
Romanova, la que fuera esposa del zar Iván IV el Terible, y que estaba en poder de los polacos. Se llamaba Miguel
Fiodorovich Románov, ahora Miguel III, y empezó a esforzarse por restablecer el orden en un país devastado por el
hambre, las guerras y las revueltas. Por su parte, el polaco Ladislao seguía considerándose el zar legítimo. Los suecos y
los polacos ocupaban todavía importantes territorios rusos. Kozmá Minin se convirtió en uno de sus consejeros.

Con la ayuda de los turcos, Gabriel Bethlen expulsó de Transilvania a Gabriel Báthory y se proclamó príncipe.

Samuel de Champlain había explorado ya un amplio territorio al sur de Quebeq, territorio que ya era conocido
como Nueva Francia. El príncipe Henri de Condé fue nombrado virrey de Nueva Francia, aunque no abandonó Francia,
sino que designo a Champlain como lugarteniente. Ese año Champlain remontó el río Ottawa, un afluente del San
Lorenzo, siempre con la ayuda de los indios.

En mayo Góngora envió a algunos amigos la primera versión de su Soledad primera, la primera parte de un proyecto que
debía estar integrado por cuatro poemas y en la que llevaba su estilo mucho más lejos que en el Polifemo. Hacia finales
de año empezaron a circular varios escritos, muchos de ellos anóminos, censurando o defendiendo apasionadamente el
poema.

Galileo publicó sus Cartas sobre las manchas solares, en las que daba más detalles de sus descubrimientos sobre el Sol.
En diciembre, uno de sus discípulos, llamado Castelli, que había conseguido recientemente una cátedra de matemáticas
en Pisa, fue invitado en una velada ante el gran duque Cosme II de Toscana y su madre, Cristina de Lorena, a explicar
las contradicciones entre la teoría heliocéntrica y las Sagradas Escrituras. Castelli defendió la teoría copernicana con
vehemencia y poco después escribió a Galileo contándole el éxito que tuvieron sus argumentos. Hasta entonces, Galileo
había evitado las controversias sobre asuntos religiosos, pero, temiendo que Castelli no había tenido tanto éxito como él
creía y que pudiera haberse metido en algún lío, escribió una Carta a Castelli, en la que argumentaba que la Biblia debía
interpretarse a la luz de los descubrimientos científicos. Los adversarios de Galileo hicieron llegar una copia de esta carta
a la Santa Inquisición, pero ésta no encontró nada importante que objetar.
En 1614, el clero francés escogió como su portavoz en los Estados Generales al obispo de Luçon, Armand Jean du Plessis
de Richelieu, que causó una impresión muy favorable en la reina, María de Médicis. En su discurso, afirmó que los reyes
deben dejarse aconsejar por eclesiásticos "por las virtudes de capacidad y prudencia a que los obliga su profesión". No
tardó en convertirse en el capellán de la reina.

El rey Felipe III de España nombró virrey del Perú a Francisco de Borja y Aragón. Cuando iba a tomar posesión de su
cargo, estuvo a punto de ser capturado por el corsario neerlandes Spielberg, que estaba saqueando las costas peruanas
después de haber derrotado a una flota enviada contra él.

El Quijote fue traducido al francés por César Oudin, mientras en España aparecía una segunda parte (apócrifa) de la
novela firmada por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, del que no se sabe nada con certeza, probablemente porque
se trata de un pseudónimo. Cervantes publicaba ese año un poema en tercetos titulado Viaje del Parnaso, donde juzga a
distintos escritores de la época.

Lope de Vega se ordenó sacerdote y publicó sus Rimas sacras, que contienen algunos de los más bellos poemas religiosos
de la literatura castellana:

Pastor, que con tus silbos amorosos


me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe, piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, Pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero, ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados.

De estas fechas es también su drama Fuenteovejuna, basado en un hecho sucedido en tiempos de los Reyes Católicos: los
habitantes de Fuenteovejuna mataron al comendador por sus abusos y, cuando los reyes conocieron los hechos,
exculparon a los aldeanos.

En Toledo murió el Greco. Entre los muchos poetas que escribieron poemas en su memoria estuvo Luis de Góngora, que
compuso este magnífico soneto (que figura ser un epitafio para su lápida), perfecto ejemplo de lo que más adelante la
crítica llamaría conceptismo:

Esta en forma elegante, ¡oh peregrino!,


de pórfido luciente dura llave
el pincel niega al mundo más suave
que dio espíritu a leño, vida a lino;
Su nombre, aun de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de este mármol grave,
venéralo y prosigue tu camino.
Yace el Griego, heredó Naturaleza
arte, y el Arte estudio, Iris colores,
Febo luces, si no sombras Morfeo.
Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba, y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.

Ben Jonson publicó La feria de san Bartolomé, una sátira del puritanismo.
Sir Thomas Dale fue nombrado gobernador de Virginia a raíz del fallecimiento de lord De La Warr, dos años atrás. Por
esta época empezaban a llegar a Inglaterra los primeros cargamentos del tabaco cultivado por John Rolfe, y se vendieron
a un precio muy elevado, confirmando así la apuesta de la colonia por este producto, todo ello a pesar de que el rey Jacobo
I detestaba el hábito de fumar. El 5 de abril, Rolfe, que era viudo, se casó con la india Pocahontas (bautizada con el
nombre de Rebeca), lo que consolidó las buenas relaciones de Virginia con los indios de la zona.

John Smith, el que fuera presidente de Virginia, exploró minuciosamente la costa situada al norte del cabo Cod y, a causa
de las similitudes climáticas (o quizá porque los Franceses habían bautizado poco antes una Nueva Francia), llamó a la
zona Nueva Inglaterra.

Un neerlandés llamado Adriaen Block llegó también a la desembocadura del Hudson y circunnavegó una isla
conocida desde entonces como Manhattan (derivado del nombre de la tribu india que vivía en ella), así como otra
isla a la que no se le dio ningún nombre en especial, y que hoy se conoce con el descriptivo nombre de Long Island (Isla
Larga). Luego avanzó hacia el norte y descubrió la desembocadura del río Connecticut. Desde allí llegó al cabo Cod,
donde una pequeña isla situada al este de Martha's Vineyard lleva en su memoria el nombre de isla de Block.

Otro neerlandés llamado Cornelis May exploró la costa al sur del Hudson, y llegó hasta el cabo May. Finalmente, los
neerlandeses levantaron un fuerte aguas arriba del Hudson, al que llamaron Fuerte Nassau, aunque luego le cambiaron
el nombre por Fuerte Orange. Desde allí se dedicaron al comercio de pieles con los indios.

El teólogo escocés John Neper publicó un tratado titulado Mirifici logarithmorum canonis descriptio, en el que
exponía una teoría matemática descubierta por él que permitía reducir las tediosas operaciones de multiplicar, dividir y
extraer raíces cuadradas y cúbicas a sencillas sumas, restas y divisiones entre 2 o entre 3. El método consistía en sustituir
los datos por otros números asociados a los que llamó logaritmos. Su tratado contenía tablas para calcularlos,
confeccionadas laboriosamente en los ratos libres que le dejaban sus estudios teológicos. Los logaritmos de Neper no
eran exactamente lo que hoy se conoce como tales. Estaban íntimamente relacionados con lo que hoy llamamos logaritmos
de base 1/e, pero tampoco eran exactamente eso. De hecho, involucraban una constante arbitraria que Neper tomó igual
a 107, porque construyó sus tablas de logaritmos a partir de tablas de senos, y las tablas de senos de las que disponía tenían
una precisión de 7 cifras decimales.

En Japón algunos señores descontentos con el autoritarismo de Tokugawa Ieyasu se agruparon en el castillo de Osaka
alrededor de Hideyori, el hijo del difunto shogun Toyotomi Hideyosi.

Los últimos descubrimientos astronómicos habían hecho que la teoría copernicana pasara de ser una oscura teoría
matemática sobre la que entendían únicamente los astrónomos, a convertirse en una oscura teoría matemática sobre la
que entendían únicamente los astrónomos y de la que hablaban los teólogos. Un dominico italiano, Nicolò Lorini estaba
armando cierto revuelo con afirmaciones como que "... la opinión de ese Hipérnico, o como se llame, es la de los que son
los enemigos de la Divina Escritura."

En febrero de 1615, otro dominico, el padre Caccini, pronunció desde el púlpito de Santa María la Novella, en Florencia,
un violento ataque contra Galileo, y poco después presentó una denuncia contra él en el tribunal de la Santa Inquisición.
El Santo Tribunal empezó a interrogar testigos y a comprar cartas, todo ello sin notificar nada al acusado. En particular,
se hizo con una carta escrita por Galileo ese mismo año a la gran duquesa Cristina de Lorena, la madre del gran duque
Cosme II de Toscana. En esta Carta a la Gran Duquesa, Galileo ataca enérgicamente a los seguidores de Aristóteles, y
defiende que la Biblia no puede ser interpretada literalmente cuando ello contradice los hechos sobre el mundo físico
demostrados matemáticamente. Además, por primera vez defiende abiertamente la tesis de que la teoría copernicana no
es un mero instrumento de cálculo para predecir las posiciones de los planetas, sino que describe una realidad física:

Afirmo que el Sol está situado en el centro de las revoluciones de los cuerpos celestes y que no cambia de posición, y que
la Tierra gira sobre sí misma y se mueve alrededor del Sol. Más aún, [...] puedo confirmar este punto de vista no sólo
refutando los argumentos de Ptolomeo y Aristóteles, sino también con muchos otros para la tesis opuesta, especialmente
algunos relativos a efectos físicos cuyas causas quizá no puedan ser explicadas de otro modo, así como por otros
descubrimientos astronómicos. Estos descubrimientos refutan claramente el sistema ptolemaico, y concuerdan
admirablemente con esta otra postura, y la confirman.
Cuando Galileo se enteró de la investigación de la que estaba siendo objeto, se alarmó, no tanto por sí mismo, puesto que
la teoría copernicana no estaba prohibida por la Iglesia, sino precisamente por la posibilidad de que pasara a estarlo. Por
ello decidió marchar inmediatamente a Roma para defender a la Ciencia de los ataques de los teólogos ignorantes (es
decir, de los teólogos).

Dos años antes, Galileo había adaptado su diseño del telescopio para construir un microscopio (como en el caso del
telescopio, hay noticias de que ya se habían construido instrumentos similares en los Países Bajos, pero Galileo diseñó su
microscopio partiendo de cero). Por estas fechas afirmaba que había visto moscas "grandes como corderos", y que tenían
uñas y pelos en las patas. De todos modos, estos primeros microscopios no resultaban ser muy útiles, porque eran muy
grandes y las imágenes que ofrecían eran muy borrosas. Una simple lupa resultaba más eficaz.

Dos años atrás, Johannes Kepler había contraído segundas nupcias, al parecer porque necesitaba que alguien se hiciera
cargo de sus hijos. Durante la boda le habían llamado la atención ciertos toneles de vino, a raíz de lo cual inició unas
investigaciones sobre el volumen de sólidos de revolución, que ahora publicaba. Su estudio se basaba en argumentos de
Arquímedes consistentes en una "resolución en indivisibles", en el que se perfilan algunos rudimentos del cálculo
infinitesimal.

Henry Briggs, profesor de geometría en Londres, había leído con entusiasmo el libro de Neper sobre logaritmos apenas
fue publicado, y tras contactar con él por correo, viajó a Edimburgo para conocerlo personalmente. En su correspondencia
le había sugerido algunas mejoras a su teoría. En particular, Briggs insistía en la conveniencia de definir los logaritmos
de modo que el logaritmo de 1 resultara ser igual a 0, cosa que no ocurría con la definición adoptada por Neper. En
términos modernos, las ideas de Briggs consistían en sustituir los logaritmos de Neper por lo que actualmente se entiende
por logaritmos decimales. De hecho, ya había empezado a construir tablas de logaritmos decimales. Neper le contestó
que él mismo ya había tenido esa idea, pero que "su mala salud y otras razones de peso le impedían construir nuevas
tablas."

Los ingleses enviaron una nueva expedición en busca de un paso a las Indias por el noroeste. Esta vez el capitán
era Robert Bylot, quien, a bordo del Discovery, cruzó el estrecho de Davis. En la tripulación figuraba como
piloto William Baffin, que había tomado parte en los viajes de Hudson y otros exploradores. Los mapas que confeccionó
hicieron que ahora lleve su nombre la llamada isla de Baffin, así como lo que en un principio se llamó bahía de Baffin (y
aún hoy se le da a veces ese nombre) aunque es más exacto llamarlo mar de Baffin, pues, en contra de lo que se supuso,
no está cerrado y, avanzando por él, se puede llegar hasta el océano Ártico. Baffin fue el primero en señalar que la brújula
se desvía y deja de señalar el norte en las latitudes muy septentrionales.

En su exploración de Nueva Francia, Samuel de Champlain remontó nuevamente el río Ottawa y llegó hasta un pequeño
lago llamado Nipissing. A poca distancia, encontró un lago mucho mayor, el lago Hurón.

Cervantes publicó la segunda parte de El Quijote. En ella, don Quijote y Sancho Panza se encuentran con un ejemplar del
Quijote apócrifo de Avellaneda, y se burlan de su mala calidad literaria, así como de las torpezas, falsedades e
inexactitudes que contiene. Más aún, en el summum de la mordacidad, Cervantes hace que don Quijote se acuerde de
Avellaneda en el testamento que dicta poco antes de morir:

Suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso
una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le
pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes
disparates como en ella escribe; porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos.

Destacamos de esta segunda parte del Quijote el diálogo que Sancho Panza mantiene con su antiguo vecino, el morisco
Ricote, que, después de la expulsión, ha regresado a España de incógnito. Sin duda, el modélico Ricote dista mucho de
ser el morisco típico, pero, a través de él, Cervantes pone de manifiesto la injusticia de la orden de expulsión sin
cuestionarla formalmente en ningún aspecto.

En México murió el escritor Mateo Alemán.

En París murió Margarita de Valois, la que fuera primera esposa del rey Enrique IV. El príncipe Henri de Condé encabezó
una revuelta protestante. Su mariscal de campo fue el poeta Thèodore Agrippa D'Aubigné, que desde el asesinato de
Enrique IV venía participando en toda clase de asambleas protestantes abogando por la guerra.
El rey Luis XIII, a sus catorce años, se casó con Ana de Austria, la hija mayor del rey Felipe III de España, de su misma
edad, a la vez que Isabel, la hermana de trece años del rey francés, se casaba con Felipe, el heredero del rey español, que
acababa de cumplir diez años.

Tras dos asedios, Tokugawa Ieyasu logró la rendición de Hideyori y sus seguidores. El castillo de Osaka fue derruido y
Hideyori fue obligado a suicidarse junto con los principales jefes rebeldes. Sin embargo, el shogun había sido herido en
el último asedio y murió en 1616. Fue sucedido por su hijo Hidetada, en el que teóricamente había abdicado años atrás.
Hidetada prohibió a los cristianos hacer proselitismo y construir iglesias. Por otra parte, concedió a los neerlandeses el
monopolio del comercio con Japón.

Piero Guicciardini, el embajador toscano en Roma, escribía al gran duque Cosme II preocupado por Galileo y sus
gestiones en Roma:

... él se enardece con sus opiniones y tiene una gran pasión dentro y poca fuerza y prudencia para saberla vencer, de
manera que el cielo de Roma se le está volviendo muy peligroso. [...] ésta no es una región como para venir a disputar
de la Luna ni como para querer, en el siglo que corre, sostener ni tener doctrinas nuevas.

El Papa Paulo V encargó al cardenal Roberto Bellarmino que la Sagrada Congregación del Índice (de libros prohibidos)
tomara una decisión sobre el De reuolutionibus de Copérnico. Los cardenales de la Santa Inquisición se reunieron el 24
de febrero, y dictaminaron que las teorías copernicanas eran "falsas, absurdas y en parte heréticas, contradiciendo
pasajes de las Escrituras y las interpretaciones de los Santos Padres y teólogos".

Galileo, bien acogido en todas partes, no se dio cuenta de nada, hasta que el 26 de febrero recibió la orden de comparecer
ante el cardenal Bellarmino, donde, en presencia de un notario y de dos testigos, se le ordenó que "abandonara
completamente la opinión de que el Sol sea el centro del mundo, inmóvil, y de que la Tierra se mueva". Igualmente se le
prohibía que "tuviera, enseñara o defendiera de ninguna forma, con palabras o escritos, esta opinión; en caso contrario,
el Santo Oficio procederá contra él." El libro de Copérnico fue suspendido "donec corrigatur", es decir, mientras no
fuera corregido (¡?)
El 3 de marzo, un edicto papal anunciaba urbi et orbi que Galileo Galilei, matemático, había sido advertido de que tenía
que abandonar las opiniones por él sostenidas hasta entonces, así como la prohibición del De reuolutionibus de
Copérnico.

Galileo recibió todo esto como un jarro de agua fría, y nunca llegó a saber que solo la protección del gran duque había
impedido que se tomaran medidas más graves contra él. Regresó a Florencia y se dedicó a otros estudios, principalmente
continuando sus estudios sobre el movimiento y la caída de los cuerpos.

Un cosmógrafo irlandés llamado Edward Wright tradujo del latín al inglés el tratado de Neper sobre logaritmos. Esta
versión llegó a manos de Kepler, que se entusiasmó con las simplificaciones que los logaritmos aportaban a los complejos
cálculos que realizaba cotidianamente.

El 19 de abril, Miguel de Cervantes, un día después de haber recibido la extrema unción, firmaba la dedicatoria de Los
trabajos de Persiles y Sigismunda, una historia septentrional. Se trata de una novela bizantina, que fue publicada
póstumamente, ya que Cervantes murió el 23 de abril. Diez días antes había muerto William Shakespeare, pero, como
Inglaterra no había aceptado el calendario gregoriano, puede decirse que ambos murieron "en la misma fecha".

Lope de Vega, a sus cincuenta y cuatro años, conoció a Marta de Nevares, de veintiséis, que le hizo olvidar los hábitos
que había tomado recientemente y se convirtió en el último amor de su larga lista. En sus poemas será Amarilis y Marcia
Leonarda.

Ben Jonson estrenó la comedia El diablo es un asno. También datan de este año dos libros de poemas: Epigramas y El
bosque. John Fletcher y Francis Beaumont terminaron la comedia burquesa The scornful lady, y Beaumont murió poco
después. George Chapman tradujo la Odisea al inglés.

Ese año se estrenó en Oxford una comedia en latín, The philosophaster, protagonizada por un grupo de charlatanes y
pedantes en una supuesta universidad española. El autor era Robert Burton, vicario de la iglesia de Santo Tomás.

En Rusia murió Kozmá Minin, y en Roma el rebelde irlandés Hugh O'Neill.


Samuel de Champlain, siguiendo con su exploración de Nueva Francia, descubrió el lago Ontario. Desde allí regresó a
Quebec y poco después volvió a Francia.

Sir Thomas Dale abandonó Virginia y, en Inglaterra, fue nombrado comandante de la flota inglesa de la Compañía de las
Indias orientales.

Sir Walter Raleigh fue liberado de su cautiverio en la Torre de Londres y, a sus sesenta y cuatro años, se embarcó a la
busca de El Dorado en una expedición al Orinoco.

El duque de Osuna consiguió el título de virrey de Nápoles, y Francisco de Quevedo, en pago a su mediación, recibió el
hábito de la orden de Santiago

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS


El 3 de mayo de 1616, María de Médicis firmaba con los hugonotes el tratado de Loudun, por el que se recuperó la paz
religiosa. Henri de Condé fue cesado como virrey de Nueva Francia. D'Aubigné empezó a componer Los trágicos, un
extenso poema sobre las guerras de religión, vistas desde la perspectiva de un hugonote fanático e intransigente. Fue
publicándolo paulatinamente de forma anónima, con el propósito de encender los ánimos y provocar una nueva guerra.
Por otra parte, la calidad literaria del poema es indiscutible, y sitúan a su autor entre las mejores plumas de su siglo.
D'Aubigné empezó también a publicar su Historia universal de 1550 a 1601.

El tratado de Loudun confirmó a Concino Concini como uno de los hombres más poderosos de Francia. Había apartado
al príncipe de Condé, que había sido hasta entonces uno de sus principales rivales, pero no era el único. Si él era el hombre
de confianza de María de Médicis, el duque Carlos de Luynes estaba ganándose la del joven Luis XIII. Ese año, Concini
nombró secretario de estado para la guerra al obispo Armand Jean du Plessis de Richelieu. El barón de Sully volvió a la
política activa.

Los portugueses fundaron la ciudad de Pará en la desembocadura del Amazonas.


El príncipe elector Juan Segismundo de Brandeburgo casó a su heredero Jorge Guillermo con Isabel, hija del elector
palatino Federico V.

En Amberes empezaba a cobrar fama un pintor de treinta y cuatro años llamado Frans Hals. Llevaba en activo por lo
menos cinco años, pero ahora empezaba a desarrollar su estilo característico. Si desde el principio había demostrado cierta
predilección por el retrato, ahora se decantaba abiertamente por la pintura de grupos, como el Banquete de los oficiales
de la Compañia de la guardia cífica de San Jorge. El pintor había pertenecido a esta compañía y conocía muy bien a
todos los retratados, a los que distribuye muy acertadamente en la composición.

En los Países Bajos, los gomaristas estaban ganando el pulso con los arminianistas, hasta el punto de que Mauricio de
Nassau pudo ordenar en encarcelamiento de su rival, Johan van Oldenbarneveldt, por proteger a los arminianistas.
En 1617 Gomar pudo regresar a las Provincias Unidas, para enseñar teología en Groninga.

El duque de Luynes logró, a través de su influencia sobre el rey Luis XIII, una orden de arresto contra Concino Concini,
que fue asesinado al resistirse a su detención. El rey dejó el poder en manos de Luynes, a la vez que encerraba en Blois a
su madre, Maria de Médicis. Richelieu fue desterrado.

El 4 de abril murió el teólogo y matemático escocés John Neper. Henry Briggs, que tuvo que suspender una nueva visita
que planeaba hacer a Neper, publicó su Logarithmorum Chilias Prima, sobre los logaritmos decimales.

Ese año se publicó la más ingeniosa parodia del culto estilo de Góngora. El autor se llamaba Luis de Góngora, y la obra
era la Fábula de Píramo y Tisbe, en la que emplea los mismos recursos poéticos que podemos encontrar en el Polifemo
y las Soledades, pero aplicados a un romance cómico. Góngora acababa de establecerse en Madrid. De esta época data
también su Panegírico al duque de Lerma, nauseabunda antítesis de su "Mal haya el que en señores idolatra", con la que
trató de ganarse el favor del duque, aunque sin mucho éxito. A finales de año fue nombrado capellán de honor del rey.

El rey Jacobo I de Inglaterra concedió el título de conde de Buckingham a uno de sus favoritos: George Villiers.
El rey Gustavo II Adolfo de Suecia firmó el tratado de Stolbovo con el zar Miguel III de Rusia, por el que renunciaba a
Nóvgorod, mientras que Miguel III reconocía la soberanía sueca sobre la costa del golfo de Finlandia.

En Córdoba murió el inca Garcilaso de la Vega. Póstumamente, se publicó su Historia general del Perú, la segunda parte
de sus Comentarios Reales, que trata sobre la conquista de Perú.

También murió el sultán otomano Ahmed I, que fue sucedido por su hermano Mustafá I.

En Londres murió la india Pocahontas (o Rebeca), que había ido a visitar la metrópolis acompañando a su marido, John
Rolfe.

El emperador Matías II cedió el reino de Bohemia a su primo Fernando, el duque de Estiria, ahora Fernando II de
Bohemia, católico radical que empezó a tomar medidas contrarreformistas.

El duque Carlos Manuel I de Saboya había aprovechado la debilidad del ducado de Mantua para anexionarse el
Monferrato, pero el duque Fernando solicitó la ayuda española. Los españoles derrotaron al ejército de Saboya
en Apertola y, finalmente, la mediación del rey Luis XIII de Francia condujo en octubre a la paz de Pavía, por la que
Carlos Manuel I devolvía el Monferrato a Mantua.

Sin embargo, las cosas no quedaron ahí. La república veneciana, incómoda desde hacía tiempo con la hegemonía española
en Italia, había apoyado al duque de Saboya, y en noviembre, el virrey de Nápoles, el duque de Osuna, organizó una flota
que derrotó a la veneciana en Gravosa. Poco después, ya en 1618, Venecia denunció una conspiración destinada a
imponerle el dominio español con la colaboración de mercenarios franceses y neerlandeses infiltrados en la ciudad. El
pueblo se echó a la calle y muchos españoles (o extranjeros en general sospechosos de ser mercenarios) tuvieron que
escapar. Entre ellos estaban el embajador español, el marqués de Bedmar, y hay quien dice que también Francisco de
Quevedo, que tuvo que huir disfrazado de mendigo.

No está confirmado que existiera realmente la llamada conjuración de Venecia, en la que, supuestamente, además del
duque de Osuna y el marqués de Bedmar, habría participado el marqués de Villafranca, gobernador de Milán. Tanto si
existió como si no, el caso fue que el duque de Lerma, deseoso de mantener la paz en Italia, optó por destituir al duque
de Osuna, alegando que había actuado por cuenta propia y con la intención final de proclamarse rey de Nápoles.

El año anterior, el duque de Osuna había casado a su primogéntio, Juan Téllez Girón, con Isabel de Sandoval, nieta del
duque de Lerma, hija de Cristóbal Sandoval y Rojas, el duque de Uceda, que por esta época estaba conspirando contra
su padre, haciéndole ver al rey, Felipe III, que la impopularidad del valido había llegado a extremos insostenibles. El rey
buscó el modo de desembarazarse del duque de Lerma sin perjudicarlo, y para ello logró que el Papa Paulo V lo nombrara
cardenal.

Por esas fechas se pudieron observar dos cometas, y un jesuita llamado Prazio Grassi publicó un libro titulado Libra
astronomica ac Philosophica en el que sostenía que (en contra de la opinión aristotélica) los cometas eran auténticos
cuerpos celestes que se movían entre los planetas, más allá de la esfera de la Luna, tal y como ya habían sostenido antes
Tycho Brahe y Kepler. Sin embargo, Galileo, inusitadamente conservador, sostuvo que eran fenómenos atmosféricos
iluminados por el Sol, enzarzándose así en una discusión con los jesuitas.

Otro jesuita, el español Pedro Páez, seguía en Abisinia y acompañaba al rey Susenios en sus viajes. Ese año fue con él
hasta el lago Tana, de donde nace el llamado Nilo Azul, uno de los ríos que confluyen para formar el Nilo. Sus
conocimientos de arquitectura le permitieron levantar allí un palacio de piedra de dos plantas.

El emperador Matías II cedió el reino de Hungría a su primo, el rey Fernando I de Bohemia.

Ese año murió el duque Alberto Federico de Prusia, y el ducado pasó a su yerno, el príncipe elector Juan Segismundo de
Brandeburgo, que ya gobernaba el ducado de hecho a causa de la locura de Alberto Federico.

También murió Powathan, el jefe de las tribus indias de Virginia. Fue sucedido por su hermano Opechancano, que
tendría unos ochenta años. A diferencia de su hermano, veía con recelo la expansión de los recién llegados, cuyo número
superaba ya el millar y se iban asentando a lo largo de un tramo cada vez más amplio del río Jacobo.
Si Walter Raleigh regresó de su expedición al Orinoco, que había sido un completo desastre: no sólo no había encontrado
El Dorado, sino que había provocado un incidente diplomático con los españoles. El rey Jacobo I lo encarceló y,
aconsejado por el embajador español, lo hizo decapitar. El rey nombró a sir Thomas Dale comandante de la flota de
la Compañía de las Indias orientales, y le encargó que tratara de sacar ventaja a los neerlandeses, a los que ese año infligió
una derrota frente a las costas de Java. Francis Bacon recibió el título de barón de Verulam.

John Fletcher estrenaba The loyal subject.

Lope de Vega estrenó El perro del hortelano. Entre sus amigos y seguidores se encontraba Guillén de Castro, que
estrenaba ahora una de sus obras más famosas: Las mocedades del Cid, sobre la infancia de Rodrigo Díaz de Vivar.

Los neerlandeses construyeron dos fuertes en Senegal.

En Amberes pasó el examen de maestro un joven de diecinueve años que se había convertido en el discípulo favorito de
Rubens. Se llamaba Antoon van Dyck. Se conserva un Anciano pintado por él a los catorce años, que da testimonio de
su precocidad. De esta época es su Magdalena. Rubens terminaba mientras tanto una serie de seis composiciones con
la Historia de Decius Mus, ejecutada en gran parte por su discípulo. También son de esta época varios cuadros de temas
mitológicos, como el Sileno borracho o El rapto de las hijas de Leucipo, en los que muestra su gusto por los desnudos
celulíticos.

La misma edad que Van Dyck tenía otro pintor nacido en Sevilla, de padre portugués. Se llamaba Diego Velázquez, y
había superado el examen ante el gremio de pintores el año anterior. Desde los doce años había trabajado en el taller del
pintor Francisco Pacheco, y ahora, en abril, se casaba con su hija Juana. Velázquez rompió con las tendencias
manieristas de la escuela sevillana y se decantó por un nuevo realismo. De ese año data su Vieja friendo huevos.

Lope de Vega publicó El triunfo de la fe en los reinos del Japón por los años 1614 y 1615, donde ensalza a varios
sacerdotes que habían sufrido martirio en Japón.

El sultán otomano Mustafá I fue derrocado por su sobrino Osmán II, el hijo de Ahmed I.
El zar Miguel III firmó la paz de Déulino con el rey Segismundo III de Polonia, algo más desventajosa que la que había
firmado con Suecia el año anterior.

El 26 de mayo, una delegación de nobles protestantes del reino de Bohemia se presentó en Praga para pedir explicaciones
respecto a las medidas cada vez más rigurosas que afectaban a los reformados. El incidente concreto que motivó la protesta
fue una disputa en torno a la construcción de dos iglesias protestantes, que fue resuelta a favor de los intereses católicos
por una decisión del emperador Matías II. Los ánimos se caldearon hasta el punto de que dos consejeros
católicos, Martinic y Slavata, salieron por la ventana seguidos de Fabricius, un secretario del emperador. Fue la
llamada defenestración de Praga. Los defenestrados salieron ilesos gracias a que aterrizaron sobre un montón de estiércol.
Más tarde, la propaganda católica afirmó que fue la providencia divina la que puso el estiércol, aunque no hay constancia
de que Dios figurara entre el personal de servicio del castillo.

Al día siguiente, los protestantes organizaron un contragobierno, recaudaron impuestos y reclutaron un ejército. Luego
expulsaron a los jesuitas y lanzaron una importante ofensiva diplomática por toda europa. Se inició así lo que empezó
siendo una rebelión protestante en todo el reino de Bohemia, pero que acabó recibiendo el nombre de guerra de los
Treinta años.

El 4 de octubre, el duque de Lerma abandonó el gobierno y se retiró a sus posesiones. Su hijo, el duque de Uceda, se
convirtió en el nuevo valido del rey Felipe III.

En noviembre se celebró un sínodo protestante en Dordrecht que condenó el arminianismo y a sus principales
defensores, que fueron encarcelados. Así, Johan van Oldenbarneveldt, que ya llevaba un tiempo en prisión, se encontró
acompañado de muchos otros presuntos herejes, entre los que destacaba la figura de Grocio. Esto convertía a Mauricio
de Nassau (que acababa de recibir el título de príncipe de Orange tras la muerte de un hermano) en la autoridad indiscutible
de las provincias unidas.
Durante los últimos años, China venía ejerciendo de árbitro en las disputas de las tribus que vivían al norte de sus fronteras.
Éstas habían ido asimilando la cultura China, y ahora una de ellas, la de los manchúes, había encontrado un líder
poderoso: Nurhaci, que se proclamó kan y empezó a realizar incursiones en el Imperio.

Hacía ya tiempo que en Europa se había puesto de moda un antiguo deporte: la caza de brujas. Suele hablarse de brujas,
en femenino, porque, aunque la sospecha de servir a Satanás podía recaer sobre infelices de ambos sexos, el 80% de los
condenados eran mujeres. La caza de brujas, practicada sobre todo en el ámbito rural, contribuyó notablemente a
consolidar la autoridad de los jueces locales y de los curas, ya que una actitud rebelde podía acabar fácilmente en una
acusación de brujería. En Ellwangen, un pequeño territorio católico en Alemania, unas cuatrocientas personas habían
sido condenadas a la hoguera en los últimos siete años, y es que la Edad Media no acaba de acabar.

Una de estas acusaciones recayó sobre Khatarina Kepler, la madre de Johannes Kepler. Su hijo se encargó de buscar
abogados para defenderla, y finalmente fue liberada. La defensa se apoyó en gran parte en que las autoridades habían
incumplido ciertos protocolos concernientes al uso de la tortura. En 1619, Kepler publicó su tratado Harmonices Mundi
libri V, donde, junto con algunos resultados matemáticos, presenta la que hoy se conoce como tercera ley de Kepler sobre
el movimiento de los planetas. Ésta afirma que

El cuadrado del tiempo que tarda un planeta en dar una vuelta alrededor del Sol es proporcional al cubo de su distancia
media al Sol.

Su interés reside en que el tiempo que tarda cada planeta en dar una vuelta alrededor del Sol es muy fácil de medir, con
lo que la tercera ley de Kepler proporciona la escala del sistema solar (permite calcular la distancia de cada planeta al Sol
salvo una constante de proporcionalidad). Más concretamente: a partir de ese momento, bastaba calcular la distancia entre
dos planetas cualesquiera para conocer la distancia al Sol de todos los planetas. Así, por ejemplo, la distancia al Sol de
Saturno, el planeta más lejano (conocido entonces), resultaba ser unas diez veces mayor que la de la distancia de la Tierra
al Sol.

Consciente de las trabas que, tanto la Iglesia como la Universidad estaba poniendo a la teoría copernicana, Kepler escribe:
Nadie puede ya detenerme. He triunfado [...] Si me perdonáis, me alegraré; si me condenáis, no me importa. La suerte
está echada, el libro está escrito. ¿Qué diferencia puede haber entre que se lea ahora o que lo lean las generaciones
futuras? Acaso tendré que esperar un siglo para conseguir un lector; Dios ha tenido que esperar seis mil años para que
un hombre llegara a comprender sus leyes.

El rey Segismundo III de Polonia liberó a Fiódor Filaret, el padre del zar Miguel III, que fue nombrado patriarca de
Moscú.

María de Médicis se evadió de la prisión en que la tenía recluida su hijo, el rey Luis XIII de Francia, y se levantó en armas
contra él, con la ayuda de un sector de la nobleza. El duque de Luynes llamó a Richelieu y le pidió ayuda para resolver el
conflicto mediante la diplomacia. Gracias a su mediación, se firmó un primer acuerdo conocido como la paz de
Angulema. El duque Carlos Manuel I de Saboya casó a su hijo Víctor Amadeo con Cristina, hermana de Luis XIII.

Fernando, uno de los hijos del rey Felipe III de España, fue creado cardenal a sus diez años de edad. Fue conocido como
el Cardenal-infante.

Ese año murió Alonso de Guzmán, el duque de Medinasidonia, el capitan de la Armada Invencible. Fue sucedido por su
hijo Juan Manuel Domingo de Guzmán, que heredó también la capitanía general del Mar Océano. Era yerno del duque
de Lerma, quien consiguió que se le nombrara consejero de estado y de guerra.

En las Provincias Unidas terminó el sínodo de Dordrecht, después de haber decretado la pena de muerte para numerosos
arminianistas, entre ellos Johan van Oldenbarneveldt, que fue decapitado. Grocio fue condenado a cadena perpetua en el
castillo de Loewenstein. Teniendo en cuenta que las Provincias Unidas habían luchado contra España (al menos, en
teoría) en defensa de las libertades religiosas, estas resoluciones resultaban, si no sorprendentes, cuanto menos, irónicas.

Mientras tanto el neerlandés Jan Pieterszoon Cohen construyó una fortaleza en la isla de Java, en un pueblo de
pescadores llamado Yakarta, al que dio el nombre de Batavia. Sir Thomas Dale murió en Masulipatam, en la India, y
Jacobo I nombró gran almirante al conde de Buckingham, con la misión de reorganizar la marina.
El 20 de marzo murió el emperador Matías II, sin haber podido apaciguar la rebelión de Bohemia. La sucesión era
especialmente controvertida en este caso, ya que uno de los príncipes electores era el rey de Bohemia, en principio
Fernando II de Austria, pero los rebeldes bohemios no reconocían su autoridad y aspiraban a sustituirlo por un elector
protestante. En primer lugar le ofrecieron la corona al príncipe elector Juan Jorge de Sajonia, pero la rechazó. Quien sí
que la aceptó fue el elector palatino Federico V, el jefe de la Unión Evangélica.

Sir George Yeardley fue nombrado gobernador de la colonia inglesa de Virginia. Siguiendo instrucciones de la
Compañía de Virginia, el 30 de julio Yeardley constituyó una especie de parlamento local, la Cámara de los
Burgueses, integrada por dos representantes de cada uno de los once distritos en que se dividía la colonia, elegidos
democráticamente mediante el voto de todos los adultos varones. Ese año se creó una fundición de hierro, y de Inglaterra
llegó un barco repleto de mujeres jóvenes en busca de marido. En agosto llegó también un barco neerlandés que vendió
a los colonos un cargamento de unos veinte esclavos negros, que inmediatamente demostraron su incalculable utilidad en
las plantaciones de tabaco. A lo largo de los años siguientes, el número de esclavos fue aumentando poco a poco.

El 22 de agosto los protestantes bohemios destituyeron al rey Fernando II, y el 24 de agosto proclamaron como rey de
Bohemia al elector palatino Federico V. Sin embargo, los católicos alemanes convocaron una dieta en Frankfurt y,
contando a Fernando II como elector de Bohemia, lo proclamaron emperador el 28 de agosto.

El 31 de octubre llegaba a Praga Federico V. Recientemente había fallecido el príncipe elector de Brandeburgo y duque
de Prusia Juan Segismundo, que fue sucedido por su hijo Jorge Guillermo, cuñado de Federico V.

Federico V selló una alianza con el príncipe de Transilvania, Gabriel Bethlen, y el 21 de noviembre cruzó el Danubio con
un ejército dispuesto a tomar Viena, aunque finalmente fue rechazado y tuvo que replegarse a Bohemia. En 1620, Bethlen
fue proclamado rey de Hungría.

Gaspar de Borja y Velasco, hijo de san Francisco de Borja, que había sido sucesivamente arzobispo de Milán, de Sevilla
y de Toledo, fue nombrado virrey de Nápoles, en sustitución del duque de Osuna. No pudo evitar que los turcos saquearan
la ciudad de Manfredonia.
En Sevilla, la fama de Velázquez crecía día a día. Sentía predilección por los temas populares, en los que presenta a la
gente humilde con una gravedad y dignidad hasta entonces sólo vista en retratos de grandes personajes. De ese año es El
aguador de Sevilla.

Van Dyck pintó La coronación de espinas. Frans Hals iniciaba su periodo de mayor esplendor. De estas fechas datan
varios retratos, como el de Paulus van Berenteyn o el de Catharinas Both van der Eem.

El rey Gustavo II Adolfo de Suecia se casó con María Leonor, hermana de Jorge Guillermo, el príncipe elector de
Brandeburgo y duque de Prusia.

Después de la batalla de los Ponts-de-Cé, Richelieu negoció el tratado de Angers, que reconciliaba al rey Luis XIII de
Francia con su madre, María de Médicis. Por su parte, el duque de Luynes negoció el tratado de Ulm, por el que la Unión
Evangélica se comprometía a no atacar a los católicos franceses a cambio de la neutralidad de Francia en la guerra de
Bohemia.

Samuel de Champlain regresó a Nueva Francia con plenos poderes, excepto sobre el control del comercio.

El matemático inglés Henry Briggs obtuvo una cátedra de geometría en la universidad de Oxford. Ese año publicó una
edición de los primeros seis libros de los Elementos de Euclides.

Francis Bacon publicó su obra cumbre: el Nouum organum scientiarum, en la que sienta las bases de la ciencia
experimental moderna. Bacon defiende que las leyes generales de la ciencia deben obtenerse de forma inductiva y gradual
a partir de experimentos llevados a cabo sistemáticamente bajo criterios racionales, libres de prejuicios, que detalla
minuciosamente. El valor de las teorías científicas reside en su capacidad predictiva, que también puede contrastarse con
experimentos. La experimentación convierte al hombre en el intérprete de la Naturaleza.

El título del tratado (Nuevo órganon de las ciencias) hace referencia al órganon, que es el nombre con que se conocía la
compilación de las obras de Aristóteles. Bacon insiste en la necesidad de sustituir la lógica silogística aristotélica por el
método científico que describe. De este modo, se convirtió en el primero en abordar en general una cuestión que ya
muchos otros habían señalado en casos particulares, a saber, que el culto a Aristóteles debía ser abolido urgentemente
entre los hombres de ciencia.

Los científicos modernos estaban empezando a descubrir que el hecho de que Aristóteles, o cualquier otro griego, hubiera
afirmado algo (matemáticas aparte), no sólo no garantizaba que fuera cierto, sino que más bien podía uno jugarse el cuello
tranquilamente a que era falso. Sin embargo, las universidades estaban infestadas de veneradores de Aristóteles que no
tenían más criterio para decidir si algo era verdadero o falso que consultar los libros, de forma que cuestionar los libros
era poner en evidencia su patética ignorancia. Estos aristotélicos tenían gran influencia, hasta el punto de que podría
decirse que Aristóteles se había puesto por delande del mismo Dios como obstáculo al progreso científico.

Nadie en sus cabales puede dejar de sentir respeto y admiración por los filósofos griegos. Sin el descubrimiento de la
cultura antigua, Occidente jamás habría salido de la oscuridad medieval, pero una cosa es admirar el "espíritu" de los
griegos y otra admirar su "letra". Si un niño afirma que tiene que haber algo que sostenga a la Tierra para que no se caiga,
está haciendo una observación inteligente y digna de admiración, porque lo distingue de otros niños a los que les da igual
si la Tierra se cae o no se cae, pero, al mismo tiempo, si esa observación la hiciera un adulto, podríamos asegurar que se
trata de un idiota. La cultura griega es inteligente en ese mismo sentido, aunque aún quedan quienes creen que de los
griegos se puede aprender algo que no sean matemáticas, historia o arte. Y es que el renacimiento no acaba de acabar.

Hacía más de una década que un grupo de puritanos ingleses había abandonado su país para establecerse en Leiden, en
las Provincias Unidas, huyendo de las tensiones religiosas que los enfrentaban al anglicanismo oficial. Sin embargo, las
luchas recientes entre gomaristas y arminianistas demostraban que la tolerancia religiosa sólo es reclamada por quienes
no están en situación de imponer la intolerancia religiosa, y que se olvidan de ella en cuanto cambian las tornas. Por ello,
los puritanos decidieron regresar a Inglaterra y solicitar permiso al rey Jacobo I para emigrar a América. El rey les autorizó
a instalarse en Virginia, así que los puritanos empezaron a reunir fondos y suministros para el viaje. Reunieron dos barcos,
pero uno resultó ser inadecuado para la travesía, así que el 16 de septiembre zarparon de Plymouth a bordo de una única
nave, el Mayflower. Viajaban en ella treinta y cinco de los puritanos procedentes de Leiden y otros sesenta y seis
reclutados en Londres y localidades vecinas.
En octubre, el duque de Luynes trató de imponer el catolicismo en la baja Navarra, y provocó una nueva insurrección
protestante, dirigida por el duque Enrique II de Rohan.

Théodore Agrippa D'Aubigné terminó la publicación de su Historia universal de 1550 a 1601, cuya virulencia anticatólica
hizo que fuera quemada públicamente. Por precaución, D'Aubigné huyó a Ginebra.

El emperador Fernando II logró el apoyo de España y Polonia, además del de la Santa Liga. El conde de Tilly había
organizado para el duque Maximiliano I de Baviera un ejército como nunca se había visto en Alemania. Contaba con
unos veinticinco mil hombres, y se trataba de un ejército regular, muy distinto a los habituales ejércitos de mercenarios.
En teoría toda la población bávara en condiciones de luchar estaba obligada al servicio militar, los burgueses y campesinos
en la infantería, los nobles en la caballería. Todos estaban obligados a realizar entrenamientos.

En cuanto a España, envió un ejército bajo el mando de Ambrosio de Spínola, que se unió al de Tilly, penetró en Bohemia
y el 8 de noviembre se enfrentó a las fuerzas que se habían reunido para defender la capital en la batalla de la Montaña
Blanca. El combate fue breve: los imperiales atacaron al grito de "¡Santa María!", después de saludar una imagen de la
Virgen considerada milagrosa. (Todos estos eran rasgos genuinamente católicos, ya que los protestantes consideraban
idólatra la veneración de vírgenes y santos.) El caso fue que la Virgen hizo su papel y los católicos obtuvieron una rotunda
victoria. Las cifras oficiales hablan de unos cinco mil muertos en el bando protestante y unos quinientos en el católico.
Federico V se vio obligado a huir mientras sus aliados imploraban clemencia al emperador. Éste inició en Bohemia una
campaña de represión, confiscaciones de tierras y conversiones forzosas. Los españoles, siempre bajo la dirección de
Spínola, penetraron en el Palatinado.

El Mayflower tocó la costa americana un día después de la batalla de la Montaña Blanca, el 9 de


noviembre. Teóricamente, su destino era Virginia, pero una parte de los colonos (especialmente los que habían estado en
Leiden) desconfiaba de que pudieran lograr la libertad religiosa que anhelaban en una colonia habitada ya por anglicanos.
Se les llamaba separatistas, porque habían desistido de convertir en puritanos a todos los anglicanos y, en su lugar,
consideraban al puritanismo como una Iglesia independiente. Por ello, los separatistas habían variado deliberadamente el
rumbo previsto para dirigirse más al norte. Así, el punto de la costa al que llegaron era el cabo Cod. La zona no les pareció
especialmente hospitalaria, por lo que siguieron navegando hacia el norte en busca de un buen emplazamiento, recorriendo
la costa que John Smith había bautizado como Nueva Inglaterra.

La situación era un tanto delicada: por una parte, el rey Jacobo I no les había dado permiso para fundar una nueva colonia,
por otra, si terminaban instalándose lejos de los límites de Virginia, el hecho era que quedaban fuera de su jurisdicción,
por lo que tendrían que formar un gobierno propio. Por ello, los separatistas convencieron al resto de los colonos para
que el 21 de noviembre firmaran el llamado pacto del Mayflower, por el que todos se comprometían a obedecer las leyes
que elaborara la nueva colonia.

Francisco de Quevedo había comprado la casa en la que vivía Luis de Góngora en Madrid (la calle del Niño, actualmente
calle de Quevedo) con el solo propósito de desahuciarlo. A finales de año fue encarcelado sin que se le explicara por
qué. ("Me castigaban de memoria", decía él, aludiendo a los que se aprenden algo de memoria sin entenderlo.) Al cabo
de seis meses, se le conmutó la cárcel por el destierro en su señorío de la Torre de San Juan Abad.

Finalmente, el 16 de diciembre los colonos del Mayflower encontraron un puerto que consideraron aceptable para
instalarse. Figuraba en sus mapas con el nombre de Plymouth. El hecho de que se llamara igual que el puerto del que
habían zarpado les pareció un buen presagio y allí se quedaron. Inmediatamente, eligieron entre ellos a un
gobernador: John Carver. Pero era invierno y los recién llegados no estaban preparados para hacerle frente. Más de la
mitad de los colonos no llegó a ver la primavera, entre ellos el gobernador. Ya en 1621, los supervivientes eligieron como
gobernador a William Bradford. Sin duda alguna, los puritanos no habrían sobrevivido si no hubieran contado con la
ayuda de los indios de la zona. No eran muchos, porque cuatro años atrás habían muerto casi todos víctimas de la peste
(un regalo que les habían dejado los exploradores europeos, aunque, naturalmente, ellos no estaban en condiciones de
establecer la conexión). En todo momento se mostraron amistosos y colaboradores. Los recién llegados no hubieran
podido pedir más: entre los indios había uno, llamado Squanto, que incluso sabía hablar algo de inglés. Unos años atrás,
unos exploradores se lo habían llevado a Inglaterra, donde fue bien tratado, y se le permitió regresar a su tierra cuando
así lo quiso.

Ese año murieron:


 El Papa Paulo V, que fue sucedido por el cardenal Alessandro Ludovisi, de sesenta y siete años, que adoptó el
nombre de Gregorio XV.
 El duque Carlos de Luynes, poco después de fracasar en un intento de tomar Montauban, donde se había refugiado
el duque de Rohan. A su muerte Catalina de Médicis, la madre del rey Luis XIII, recuperó su lugar en el consejo
real.
 El gran duque de Toscana Cosme II de Médicis. Fue sucedido por su hijo Fernando II.
 El archiduque Alberto de Austria. No dejó descendencia, por lo que, según lo estipulado por el rey Felipe II, los
Países Bajos españoles volvieron a formar parte de España. No obstante, su esposa, Isabel Clara Eugenia,
permaneció como gobernadora.
 El rey Felipe III de España. Gravemente enfermo, recurrió a la medicina puntera española y pidió que le llevaran
el cuerpo de san Isidro Labrador, pero no hizo efecto y murió el 31 de marzo. Al contrario que a su padre y a su
abuelo, no se le puede atribuir siquiera la virtud de ser menos malo que su hijo. Felipe IV tenía a la sazón dieciséis
años y, aunque no era más capaz que su padre, al menos se le puede reconocer cierta intención de hacer bien su
trabajo. Su carácter era dubitativo y vacilante, por lo que siempre estuvo a merced de su valido, que fue Gaspar
de Guzmán y Pimentel, el conde de Olivares. Tenía entonces treinta y cuatro años.

El nuevo valido era también muy distinto a los anteriores. Tenía la decisión y seguridad en sí mismo que le faltaban al
monarca, y también se le puede conceder la buena voluntad de servir a su rey y a su país. Trabajaba desde las seis de la
mañana hasta las once y media de la noche. Trabajaba hasta en las cacerías y en las fiestas. Su carroza le servía de oficina
y de salón de embajadores. Se le atribuyen ciertas (modestas) dotes como orador persuasivo.

Sus primeras medidas fueron de depuración de los altos cargos del reinado anterior. Los duques de Uceda y de Osuna
fueron condenados a cadena perpetua y a pagar pesadas multas. El duque de Lerma se libró de la muerte por ser
cardenal (se vistió de colorado para no morir ahorcado, decía el pueblo), pero fue desterrado a Tordesillas y obligado a
pagar una multa anualmente. Otros fueron desterrados, y otros ajusticiados.

Entre los ajusticiados se encontraba Rodrigo Calderón, el marqués de Sieteiglesias, que había pasado de ser el modesto
ayuda de cámara del duque de Lerma a convertirse en uno de los hombres más ricos y poderosos de Castilla. Fue declarado
culpable de siete cargos de asesinato (incluido el de la reina Margarita de Austria, por no haberle proporcionado la debida
asistencia médica tras el parto de su último hijo) y, lo que era más grave aún, de varios delitos de hechicería. Dicen que
señalando al cadalso dijo: "¿Y ésta es la afrenta?, ¡Esto es el triunfo y la gloria!", de donde se dice a su vez que procede
la expresión "tener más orgullo que don Rodrigo en la horca", aunque parece que la frase es anterior y, además, "don
Rodrigo" no murió ahorcado, sino decapitado en la plaza mayor de Madrid.

Por otra parte, Rodrigo Calderón había sido uno de los principales protectores de Luis de Góngora, que con su muerte
empezó a verse en apuros económicos que trataba de disimular como mejor podía.

Las cortes de Madrid aprobaron numerosas reformas: investigación de los incrementos patrimoniales injustificados de los
últimos ministros, reducción en un tercio de los cargos públicos, represión del lujo, la vagancia y la emigración, impuestos
sobre la soltería, creación de Montes de Piedad para frenar la usura, expulsión de las universidades de los estudiantes que
no rendían adecuadamente, cierre de "casas de tolerancia", etc.

Ese año expiraba la tregua de los Doce Años firmada con las Provincias Unidas. Olivares puso las siguientes condiciones
para prorrogar la tregua: que se diera libertad de culto a la minoría católica neerlandesa, que se volviera a abrir al tráfico
el río Escalda (necesario para la prosperidad de Amberes) y que los neerlandeses se retirasen de las Indias Orientales y
Occidentales. Mauricio de Nassau considero idóneas estas condiciones, ya que le daban la excusa perfecta para
reemprender la guerra. Ambrosio de Spínola dejó el Palatinado para combatir de nuevo a los neerlandeses.

Por estas fechas, Bohemia estaba ya completamente sometida a los Austrias, y tardaría más de un siglo en levantar cabeza.
La guerra de Bohemia había terminado, pero ésta fue sólo el primer periodo de la guerra de los Treinta Años, que ahora
había entrado en el periodo palatino. La campaña del Palatinado quedó en manos del duque Maximiliano I de Baviera o,
más precisamente, de su general en jefe, el conde de Tilly. En abril se disolvió la Unión Evangélica.

Por otra parte, Gabriel Bethlen fue derrotado en Moravia y firmó la paz de Nikolsburg con el emperador Fernando II,
por la que renunciaba a la corona húngara. En la campaña contra Bethlen destacó Albrecht Eusebius Wenzel von
Wallenstein, nacido en Bohemia, en una familia utraquista, pero que se convirtió al catolicismo por influencia de los
jesuitas. En los últimos años había convertido en un profesional de la guerra. Su especialidad era hacerse con grandes
botines de los que no rendía cuentas a nadie.

El 3 de junio, los neerlandeses fundaron la Compañía de las Indias Occidentales, para gestionar el comercio con América.

Con la llegada de la primavera, los puritanos de Plymouth habían sembrado sus primeros cultivos en unos campos
abandonados por los indios. Éstos los ayudaron enseñándoles sus técnicas agrícolas. Un indio llamado Samoset organizó
un encuentro con Massasoit, el jefe de las tribus locales, y se establecieron relaciones pacíficas entre indios y colonos.
En noviembre los puritanos obtuvieron una buena cosecha, por lo que establecieron tres días de fiesta para dar gracias a
Dios. Massasoit y noventa indios fueron invitados a la fiesta. Desde entonces los puritanos conmemoraron la ocasión
celebrando cada año el día de Acción de Gracias el cuarto jueves de noviembre.

EL CONDE-DUQUE DE OLIVARES
En 1621 George Calvert, un consejero del rey Jacobo I de Inglaterra, fundó una colonia en Terranova, bajo el gobierno
de John Mason, que elaboró el primer mapa completo de las costas de la isla, pero la colonia no sobrevivió mucho
tiempo, a causa del mal clima.

Por otra parte, un poeta escocés llamado William Alexander, que había sido preceptor de los hijos del rey, obtuvo del
monarca el permiso para colonizar la península que los franceses habían bautizado como Acadia, pero que él decidió
llamar Noua Scotia (Nueva Escocia, un nombre muy razonable para el territorio situado al norte de Nueva Inglaterra).
En las décadas siguientes, ingleses y franceses se disputarían la región.

El parlamento inglés acusó a Francis Bacon de haber aceptado sobornos, a raíz de lo cual perdió su cargo de gran canciller
y fue encarcelado. El rey Jacobo I lo indultó, aunque quedó excluido de la vida pública.

Álvaro de Bazán, el marqués de Santa Cruz, dirigió varias expediciones exitosas contra los piratas berberiscos.
El sha de Persia, Abbás I, había reorganizado su ejército con la ayuda de dos hermanos ingleses, Anthony y Robert
Sherley. Ese año tomó Kandahar al gran mogol de la India y expulsó a los portugueses de Ormuz.

El rey Gustavo II Adolfo de Suecia se había dotado también de un poderoso ejército. Reclutado exclusivamente entre
suecos y con una disciplina religiosa muy estricta (las tropas marchaban cantando salmos), estaba provisto de material de
primera clase: mosquetes y cañones móviles tirados por caballos. Su país seguía en guerra con Polonia, ya que el rey
Segismundo III seguía reivindicando su derecho a la corona sueca, así que Gustavo II Adolfo decidió probar su potencia
militar contra los polacos. Pronto tomó Riga y la costa de Livonia.

Polonia estaba luchando contra los turcos, que atacaban sus fronteras dirigidos por el sultán Osmán II en persona, pero
Segismundo III pudo resistir el ataque al tiempo que recuperaba Riga y emprendía una campaña para reconquistar Livonia.
Los suecos ensayaron nuevas estrategias que más tarde crearían escuela, basadas en agrupar los soldados en grupos
reducidos para favorecer la movilidad de las tropas y reducir las pérdidas.

Grocio logró escapar de su prisión en las Provincias Unidas y huyó a Francia, donde fue protegido por el rey Luis XIII.

Thomas Middleton estrenó Women beware women, así como The pilgrim, en colaboración con John Fletcher. Pero el
éxito del año en Inglaterra fue La anatomía de la melancolía, escrita Robert Burton bajo el pseudónimo de Democritus
Junior. Es una compilación de autores griegos y latinos escrita con un gran sentido del humor y que incluye numerosas
descripciones y anécdotas sobre los autores clásicos.

Lope de Vega publicó La Filomena y La Andrómeda, de temas clásicos. La primera incluye una novela corta de estilo
italiano titulada Las fortunas de Diana, dedicada a Marcia Leonarda (su último amor, Marta de Nevares).

Quevedo había regresado a la corte, pero en 1622 fue condenado nuevamente al destierro, ahora por sus implicaciones en
los asuntos del duque de Osuna, que seguía en prisión.

El emperador Fernando II se casó con Leonor, hija del duque de Mantua Vicente I Gonzaga.
Johannes Kepler fue nombrado matemático de la corte del emperador.

Ese año murió el duque de Parma Ranucio I, que fue sucedido por su hijo Eduardo.

El sultán Osmán II trató de modernizar el ejército otomano, pero los jenízaros se oponían a cualquier modificación en
manteria militar, así que se rebelaron y lo derrocaron. El sultán fue sustituido por su tío Mustafá I y poco después fue
estrangulado por orden del visir Daud Bajá.

En Ormuz murió el navegante inglés William Baffin.

En Abisinia murió el jesuita Pedro Páez, probablemente de malaria, poco después de haber convertido al catolicismo al
rey Susenios. No se sabe dónde está enterrado, pero se conserva un libro suyo escrito en portugués con mucha información
sobre Abisinia. Desde la antigüedad, el nacimiento del Nilo era una cuestión que había intrigado a los geógrafos, ya que
las numerosas cataratas que hay en su curso hacían muy difícil remontarlo, y nadie había llegado hasta sus fuentes (al
menos, nadie que luego hubiera regresado para contarlo). En teoría, Páez desveló parte del misterio, ya que estuvo en el
nacimiento del Nilo Azul, pero en la práctica no desveló nada, porque nadie leyó su libro y el enigma siguió siéndolo
durante mucho tiempo después de su muerte.

Los recelos del jefe Opechancano contra los colonos de Virginia lo llevaron a tomar la decisión más insensata que jamás
podría haber tomado: el 22 de marzo, en un ataque por sorpresa, sus hombres se lanzaron sobre la colonia matando
indiscriminadamente hombres, mujeres y niños. Murieron trescientos cuarenta y siete ingleses, aproximadamente un
tercio de la población, mientras que el resto pudo rechazar el ataque.

El Papa Gregorio XV canonizó a san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, san Felipe Neri y a santa Teresa de Jesús.
Además creó cardenal al obispo Jean Armand du Plessis de Richelieu y fundó la congregación de Propaganda fide, que
ya había sido proyectada por Clemente VIII y que estaba dedicada a buscar la reconciliación con la Iglesia Ortodoxa y a
detener los avances de la Reforma.
El Papa medió también en un conflicto diplomático: cuando España envió su ejército en apoyo del emperador Fernando
II contra la rebelión de Bohemia, el gobernador de Milán ocupó el valle de la Valtelina, de gran importancia estratégica
en la comunicación entre Italia y Austria. El valle había pertenecido a Milán hasta que un siglo atrás fue ocupado por
los grisones, que, sin formar parte de la Confederación Helvética, eran aliados de los suizos. Pero los grisones eran
calvinistas y la población del valle era católica, así que ésta recibió complacida la ocupación española. Los grisones
reclamaron el apoyo francés, y la diplomacia francesa, con la mediación papal, logró que el conde de Olivares se
comprometiera a retirarse del valle.

Thomas Middleton estrenó la tragedia The changeling, sobre los efectos psicológicos del crimen.

Van Dyck marchó a Italia a completar su formación como pintor.

En abril, Diego Velázquez marchó a Madrid con la intención de introducirse en la corte de Felipe IV. Allí se hizo amigo
de Luis de Góngora y pintó su retrato. No obstante, en la corte nadie le hizo caso y tuvo que volver a Sevilla.

El 27 de abril, los príncipes protestantes Ernesto de Mansfeld y el margrave Jorge Federico de Baden-
Durlach derrotaron al conde de Tilly en Wiesloch.

En los Países Bajos, Ambrosio de Spínola se apoderó de Jüllich y puso sitio a Bergop-Zoom, aunque tuvo que retirarse
cuando llegó Mauricio de Nassau junto con Ernesto de Mansfeld.

El 5 de junio, el conde de Tilly logró una victoria aplastante en Wimpfen contra el margrave de Baden-Durlach, y el 20
de junio derrotó a Cristián de Brunswick en Höchst.

El 10 de agosto, Ferdinando Gorges y John Mason obtuvieron el permiso del rey Jacobo I de Inglaterra para fundar una
colonia en Nueva Inglaterra, que recibió el nombre de Maine.
El 19 de septiembre Tilly aceptó la rendición de Heidelberg y el 2 de noviembre Mannheim se rindió ante las tropas
imperiales. En enero de 1623, el emperador Fernando II transmitió al ducado de Baviera la condición de electorado que
hasta entonces había ostentado el Palatinado.

Los neerlandeses tomaron la ciudad de Pernambuco, en Brasil, desde donde iniciaron su expansión por la región.

Cuando los Países Bajos se sublevaron contra España, contaron con el apoyo de Inglaterra, pero ahora Inglaterra y las
Provincias Unidas rivalizaban por el control del comercio con las Indias Orientales, así que el rey Jacobo I de Inglaterra
decidió aliarse con España. Para estrechar las relaciones entre ambos países, envió a Madrid a su hijo Carlos, el príncipe
de Gales, que cumplía entonces veintitrés años, acompañado del conde de Buckingham (previamente ascendido a duque
de Buckingham) con el propósito de negociar el matrimonio del príncipe con María, la hermana del rey Felipe IV, de
diecisiete años.

Los españoles ofrecían una cuantiosa dote, pero a cambio exigían que los hijos del matrimonio fueran educados por su
madre en la religión católica. Por su parte, los ingleses pedían ciertas ventajas políticas que "casualmente" desaparecieron
del documento final que se les presentó para su aprobación. Al descubrir este "error u omisión", el príncipe y el duque
regresaron indignados a Inglaterra. Buckingham se convirtió entonces en la voz principal del partido antiespañol.

Ese año murió el duque de Lerma.

El entusiasmo inicial con que había sido recibido el conde de Olivares empezaba a desvanecerse a medida que trataba de
obtener recursos para la guerra de los Países Bajos. Las cortes castellanas aprobaron un importante presupuesto para
financiar la guerra, pero que era mucho menos de lo que el conde había solicitado; tras muchas negociaciones, las cortes
aragonesas aprobaron una leva de soldados; a base de amenazas, las cortes valencianas también aportaron una
considerable suma; Cataluña dio un gran recibimiento a Olivares, pero no soltó ni una libra. Olivares escribió al rey:

Tenga V.M. por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se
contente con ser rey de Portugal, de Aragón y de Valencia, y conde de Barcelona, sino que trabaje y piense por reducir
estos nervios de que se compone España al estilo y leyes de Castilla; que si V.M. lo alcanza será el príncipe más poderoso
de la Tierra.

Con "el estilo y leyes de Castilla", Olivares se refería al estado de sumisión en que Castilla se encontraba desde la revuelta
de las comunidades, reprimida durante el reinado del emperador Carlos V. La poca colaboración de Cataluña y los otros
reinos españoles se debía en parte a que la nobleza castellana copaba los altos cargos, y no estaba dispuesta a renunciar a
ellos, de modo que Olivares estaba pidiendo que todos arrimaran el hombro aunque sólo los castellanos se beneficiaran
de los resultados.

El 1 de mayo, el ahora conde palatino Federico V firmó un armisticio con el emperador. Fue proscrito del Imperio, y el
Palatinado quedó bajo el gobierno directo del emperador, aunque éste lo confió al nuevo príncipe elector Maximiliano I
de Baviera. Sin embargo, algunos príncipes protestantes continuaron la lucha por su cuenta.

El 6 de agosto, el conde de Tilly obtuvo una nueva victoria aplastante en Stadtlohn contra Cristián de Brunswick.

Un jesuita llamado Marin Mersenne, que vivía en el convento de la Anunciación de París, publicó dos artículos contra
el ateísmo y el escepticísmo: L'usage de la raison y L'analyse de la vie spirituelle. A continuación se disponía a escribir
contra la magia, pero un monje le cuestionó si eso no sería contrario a las Escrituras, así que escribió las Questiones
celeberrime in genesim, que incluye argumentos contra la magia basados en el Génesis.

En Roma murió el Papa Gregorio XV, y fue sucedido por el cardenal Maffeo Barberini, de cincuenta y cinco años, que
adoptó el nombre de Urbano VIII. Galileo recibió la noticia con alegría, ya que el cardenal Barberini siempre había
destacado como uno de sus admiradores y protectores. Precisamente estaba a punto de publicar un libro titulado Il
saggiatore (el ensayista) y se apresuró a dedicárselo al nuevo pontífice.

El libro es una de las mejores piezas de la literatura italiana de la época. Galileo trata de forma amena una gran diversidad
de temas sobre la naturaleza y los métodos para estudiarla. El pasaje siguiente es famoso:
La filosofía está escrita en este gran libro, el Universo, que está siempre abierto a nuestra vista. Pero el libro no puede
ser entendido a menos que uno aprenda primero su lenguaje y sea capaz de leer los caracteres en que está escrito. Está
escrito en el lenguaje de las matemáticas, y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las
cuales es humanamente imposible entender una sola palabra de él; sin ellas uno está vagando en un oscuro laberinto.

Todavía hoy en día hay quien cree que puede saber (e incluso opinar) algo sobre el Universo sin saber matemáticas, y es
que la Edad Media no acaba de acabar. Entre otros asuntos, Il saggiatore refutaba las afirmaciones del jesuita Prazio
Grassi sobre la naturaleza de los cometas. A pesar de no tener razón, su retórica era aplastante y su reputación de sabio
se multiplicó a la par que el número de sus enemigos humillados.

La literatura italiana de la época no estaba muy boyante. Destacaba un poeta que vivía en París bajo la protección de
María de Médicis. Se llamaba Giambatista Marino, y tenía ya cincuenta y cuatro años. Ahora publicaba su obra maestra,
un poema en veinte cantos titulado Adonis.

Un poeta hugonote llamado Théophile de Viau fue acusado ante el parlamento por la publicación de su Parnaso
satírico, y fue encarcelado a la espera de juicio. Por esta época el rey Luis XIII firmó con los protestantes el tratado
de Montpellier, por el que se reconocían las reivindicaciones del duque de Rohan.

John Webster estrenó La duquesa de Amalfi, sobre las persecuciones que sufrió la duquesa por haberse casado con su
mayordomo. Thomas Middleton publicó The Spanish gipsie, basada en La gitanilla, una de las novelas ejemplares de
Cervantes.

Lope de Vega estrenó El mejor alcalde el rey: Don Tello rapta a la novia de uno de sus labradores, el cual pide justicia
al rey Alfonso VII. Éste obliga a don Tello a casarse con la muchacha y, a continuación, lo manda ahorcar.

Luis de Góngora tenía ya sesenta y un años. De esta época datan unos magníficos sonetos sobre la brevedad de la vida y
la proximidad de la muerte, así como otros tantos suplicando ayudas económicas al conde de Olivares y reclamando
después una pensión que éste le concedió, pero que no le pagaban, al parecer por cuestiones burocráticas.
Un joven autor de veintitrés años llamado Pedro Calderón de la Barca obtuvo una buena acogida con su comedia Amor
con honor y poder, que inició una carrera imparable de éxitos teatrales.

Velázquez viajó a Madrid por segunda vez, pero esta vez iba debidamente asesorado sobre cómo mover los hilos
adecuados para llegar hasta el rey. Pintó su retrato y poco después, en octubre, fue nombrado pintor de cámara.

A Virginia llegaron nuevos hombres bien armados. Los supervivientes del salvaje ataque de Opechancano del año anterior
no lo olvidaron, y desde entonces los colonos realizaban tres incursiones al año en las que mataban a todos los indios que
encontraban y destruían sus cosechas.

El sha de Persia Abbas I invadió Iraq y tomó Bagdad. El sultán Mustafá I no tardó en ser derrocado por Murat IV, pero
no pudo evitar que Abbas I conservara Iraq bajo su dominio.

En Japón, el shogun Tokugawa Hidetada abdicó en su hijo Iemitsu, que intensificó las disposiciones contra los
extranjeros. El año anterior ya había decretado la persecución de los misioneros cristianos; concentró a los comerciantes
neerlandeses en una isla y confirmó a ingleses y portugueses la prohibición de comerciar en el país.

En 1624 el rey Jacobo I de Inglaterra decidió que Virginia dejara de ser una propiedad privada para convertirse en una
colonia real, de modo que quedaba bajo su soberanía como cualquier otro territorio inglés. (Hasta entonces, cuando los
españoles se le habían quejado de que Inglaterra estuviera ocupando territorio americano, el monarca se había excusado
alegando que él no tenía nada que ver con la colonia, pero, tras el desaire diplomático hacia su hijo, ya no tenía motivos
para mantener las formas.) Los conflictos de los colonos con los indios le habían dado la excusa perfecta para "ofrecer"
a la colonia la protección de la Corona.

Ese año murió el dramaturgo inglés John Webster. Thomas Middleton publicó La partida de ajedrez, una sátira
antiespañola que fue prohibida a petición del embajador español.
El rey Felipe IV de España había indultado al duque de Uceda, pero se le abrió un nuevo proceso que lo llevó de nuevo a
prisión, donde murió. También murió en prisión el duque de Osuna. Su hijo, Juan Téllez-Girón, fue enemigo acérrimo
de Olivares durante toda su vida.

Lope de Vega publicó La Circe, de tema mitológico, que incluye la novela corta Guzmán el Bravo.

La situación económica de Luis de Góngora era desesperada. Lleno de deudas, su ropa y su coche están tan deteriorados
que procuraba no salir de casa, haciéndolo tras la puesta del sol, siempre que era posible.

Frans Hals estaba pintando algunos de sus mejores retratos. El año anterior había pintado el de Yonker Ramp y su novia, y
ahora El caballero sonriente, que es considerado una obra clave de la pintura universal.

El año anterior había entrado al servicio de la Compañia Neerlandesa de las Indias Occidentales un navegante
llamado Pieter Pieterszoon, más conocido como Piet Heyn. Ahora derrotaba en Salvador a la armada española, que
trataba de impedir las actividades comerciales neerlandesas.

Los comerciantes portugueses abandonaron definitivamente Japón, mientras los ingleses se veían obligados a clausurar
sus establecimientos en las islas. Los neerlandeses conquistaron la ciudad de Bahía, en Brasil, y fundaron también la
ciudad de Anping en la isla de Formosa, en la que los portugueses no habían logrado establecerse anteriormente.

En abril, el cardenal Richelieu ingresó en el consejo del rey Luis XIII de Francia.

Aunque la guerra contra los protestantes alemanes podría haber acabado con la toma del Palatinado, el emperador
Fernando II quiso aprovechar su supremacía militar para imponerse también sobre los príncipes del norte, ahora que todo
el sur del Imperio estaba en su poder. Los príncipes protestantes se agruparon en torno al más poderoso de todos, que no
era sino el rey Cristián IV de Dinamarca (que técnicamente era súbdito del Imperio, ya que la casa de Oldenburgo poseía
los ducados de Schleswig y Holstein desde mucho antes de acceder a la Corona danesa). El rey envió extraoficialmente
un ejército al norte de Alemania, pero fue derrotado por Wallenstein, que en junio recibió el título de duque de Friedland.
La guerra había favorecido la aparición de caudillos mercenarios que cobraban un tributo a los territorios que ocupaban
a cambio de "protección". Wallenstein era el más famoso de todos (famoso por pagar bien), pero había varios centenares
de tales "condotieros" que a menudo escapaban a la autoridad de los príncipes y sembraban el caos por donde pasaban.

Un incendio destruyó la ciudad noruega de Oslo, y el rey Cristián IV la reconstruyó con el nombre de Cristiania.

En agosto Richelieu se convirtió en el primer ministro del rey Luis XIII. Mientras Catalina de Médicis era partidaria de
la paz y de la alianza con España, Richelieu veía con preocupación el triunfo de los Austrias en la guerra de Bohemia y
del Palatinado. El cardenal era de los que tenían bien claro que la religión es la religión y la política es lo que cuenta, así
que empezó a establecer contactos con el rey Cristián IV de Dinamarca ofreciéndole financiación si se decidía a declarar
la guerra al emperador. Por otra parte, los grisones habían invadido el valle de la Valtelina y, poco después, el ejército del
Papa Urbano VIII lo había recuperado para los católicos. El 5 de septiembre, Francia firmó con Venecia y Saboya el
tratado de Saint Germain-en-Laie contra Génova, que era el principal apoyo de España en el norte de Italia. Así,
Richelieu pudo apoyar a los grisones a través del duque Carlos Manuel I de Saboya.

Sin embargo, en Francia el cardenal combatió con mano dura a los protestantes, que amenazaban la autoridad real. No
respetó las condiciones del tratado de Montpellier, por lo que los hugonotes no tardaron en alzarse en armas nuevamente,
siempre con el duque de Rohan a la cabeza. Los tratados de paz firmados en el transcurso de las guerras de religión habían
concedido a los hugonotes el control de un cierto número de ciudades o "plazas de seguridad" dotatas de su propio ejército.
Sumando sus fuerzas, los hugonotes podían reunir unos 25.000 hombres, muchos más que los que integraban los
regimientos permanentes del rey. Su mayor debilidad era que estaban dispersos por Francia y mal coordinados. En los
últimos tres años, el ejército real había tenido que tomar por la fuerza algunas de estas plazas, a menudo con el propio
monarca al frente de la campaña.

Ese año murió el duque Enrique II de Lorena, que fue sucedido por su hijo Francisco II.

Marin Mersenne publicó La impiedad de los deístas, ateos y libertinos refutada y confundida. Ese año conoció a un
profesor de retórica llamado Pierre Gassend, más conocido por Gassendi, que acababa de publicar una crítica contra
Aristóteles titulada Exercitationes paradoxicae aduersus Aristotelicos. Aunque Mersenne era un fervoroso partidario de
Aristóteles y detractor de Galileo, el hecho fue que terminaron haciéndose amigos.

Henry Briggs publicó su tratado Arithmetica logarithmica, en el que incluye tablas con los logaritmos decimales de todos
los números naturales de 1 a 20.000 y de 90.000 a 100.000, calculados con 14 cifras decimales, junto con tablas de razones
trigonométricas (senos, tangentes y secantes).

Algunos colegas habían recomendado a Kepler que no se fiara de los logaritmos, ya que nadie comprendía cómo
funcionaban (más o menos lo mismo que se decía de los ordenadores en sus primeros años). Kepler respondió publicando
pruebas rigurosas sobre la teoría de los logaritmos fundamentadas en los Elementos de Euclides.

El 9 de enero de 1625 el rey Felipe IV de España concedió a su valido, el conde de Olivares, el título de duque de Sanlúcar
la Mayor. No obstante, Olivares prefirió seguir llevando el título de su familia, por lo que desde entonces es más conocido
como el conde-duque de Olivares (que significaba "conde de Olivares y duque de otro sitio").

Luis de Góngora había proyectado publicar sus poemas (cosa que nunca había hecho) para salir de sus aprietos
económicos, pero se encontró con que dos importantes nobles, uno de ellos Olivares, se interesaron por la dedicatoria, de
modo que no se atrevió a llevar adelante su plan por no ofender a ninguno de los dos. La pensión que le había prometido
el conde-duque seguía sin llegar.

Lope de Vega publicó sus Triunfos divinos con otras rimas sacras, un poema en cinco cantos, a imitación de
los Triunfos de Petrarca, seguido de una colección de sonetos.

Ese año murió Juan de Oñate, el conquistador de Nuevo México.

También murió Mauricio de Nassau, sin haber obtenido ninguna ventaja de la guerra contra España que tanto había
insistido en reanudar. Ambrosio de Spínola conquistaba a los neerlandeses la ciudad de Breda, mientras, en Brasil, los
españoles recuperaban Bahía. Mauricio de Nassau no dejó descendencia, así que el principado de Orange y el condado
de Nassau pasaron a su hermano Federico Enrique, que fue, como su hermano, la máxima autoridad de las Provincias
Unidas.

En París murió el poeta italiano Giambattista Marino. Póstumamente se publicó su poema La degollación de los
inocentes, de tema bíblico. En Londres murió el dramaturgo John Fletcher. Ben Jonson estrenó La mercancía de las
noticias.

Mersenne escribía La verdad de las ciencias contra los escépticos y los pirrónicos (Pirrón fué un filósofo griego que
defendió una forma sutil de escepticismo). Mientras tanto, Gassendi escribía a Galileo para expresarle su admiración por
sus trabajos.

Rubens llevaba tres años trabajando en París, donde pintó 21 cuadros sobre la Historia de María de Médicis. Entre ellos
figura, naturalmente, un Retrato de María de Médicis y, como la reina se lamentara de que su difunto esposo no pudiera
verlo, Rubens pintó también la Presentación del retrato de María de Médicis a Enrique IV (en el que unos ángeles llevan
el cuadro al monarca).

En mayo, el rey Cristián IV de Dinamarca se decidió finalmente a declarar la guerra al emperador Fernando II.
Wallenstein ya se había enfrentado a los daneses en los años anteriores, en lo que suponía el inicio de un nuevo periodo
de la guerra de los Treinta Años, el periodo danés. El 25 de julio Wallenstein se presentó ante el emperador para ofrecerle
los servicios de un ejército reclutado por él mismo a título personal. Fernando II cedió a su hijo Fernando, de diecinueve
años, la corona de Hungría.

El ejército francés, juntamente con el del duque Carlos Manuel I de Saboya, tomó el valle de la Valtelina, y a
continuación invadió Génova. España envió al marqués de Santa Cruz en auxilio de los genoveses.

Mientras tanto, una expedición francesa arrebató a los españoles la isla de San Cristóbal, en las Antillas. También por
estas fechas los franceses se instalaron en una zona costera entre Venezuela y Brasil que los españoles habían dejado
por inhóspita y que recibió el nombre de Guayana.
El rey Gustavo II Adolfo de Suecia, prosiguiendo la guerra contra Polonia, conquistó algunos puertos de Prusia. Por otra
parte, Polonia tuvo que librar otra guerra contra los cosacos del Dniéper, con los que había chocado en su expansión hacia
las estepas ucranianas.

Grocio publicó su tratado De iure belli ac pacis, en el que propone unas normas de derecho internacional para prevenir y
reglamentar las guerras, a la vez que censura la esclavitud.

George Calvert, uno de los consejeros del rey Jacobo I de Inglaterra, anunció su conversión al catolicismo, lo que lo
obligó a renunciar a todos sus cargos oficiales. No obstante, el rey lo nombró barón de Baltimore, que era el nombre de
una de las muchas posesiones de Calvert en Irlanda. Poco después murió el rey Jacobo I, y su hijo se convirtió en Carlos
I, el nuevo rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda.

Apenas fue coronado, Carlos I, resentido por el desplante que le habían hecho los españoles con motivo de las
negociaciones de su boda, declaró la guerra a España. El duque de Buckingham marchó a Francia a negociar, esta vez
con éxito, el matrimonio del rey con Enriqueta María, hermana de Luis XIII. Las constantes visitas del duque a la reina
Ana dieron lugar a algunas habladurías que bastaron para que el rey decidiera separarse de ella.

En cuanto a las negociaciones matrimoniales, Francia, al igual que había hecho España, exigió ciertas concesiones para
los católicos ingleses, que fueron aceptadas, aunque provocaron cierto malestar en Inglaterra. Buckingham se volvió
impopular, y su impopularidad aumentó cuando la flota inglesa, bajo el mando de sir Edward Cecil, sufrió una grave
derrota frente a las costas de Cádiz. (Buckingham estaba a la cabeza de los que habían apoyado, junto al rey, la guerra
contra España.) Desde ese momento, la "guerra" se limitó a que los barcos ingleses ejercían la piratería contra España
con más libertad de lo acostumbrado.

Los colonos ingleses de Virginia cayeron por sorpresa sobre un poblado indio y mataron a unos mil de sus habitantes
(entre hombres, mujeres y niños).
Al norte de China, los manchúes dominaban una amplia región conocida desde entonces como Manchuria, y
establecieron la capital del nuevo reino en Mukden. La aristocracia manchú estaba asimilando rápidamente la civilización
china.

En enero de 1626 los franceses volvieron a tomar el valle de la Valtelina mientras su flota bloqueaba el puerto de Génova.
Sin embargo, los españoles repelieron el ataque y, en marzo, Richelieu, traicionando al duque Carlos Manuel I de Saboya,
firmó con España la paz de Monzón, que suponía un equilibrio de fuerzas en el valle. El ministro de Estado de Richelieu,
que llevó la negociación con España, era Pierre de Bérulle, el fundador del Oratorio de Francia.

El rey Luis XIII de Francia nombró duque de Orleans a su hermano Gastón, que acababa de cumplir dieciocho años.

El conde-duque de Olivares elaboró un proyecto de Unión de Armas, por el que todos los reinos de España debían
colaborar en el reclutamiento de soldados, pero las cortes catalanas rechazaron la propuesta.

En Inglaterra, la Cámara de los Lores acusó de corrupción al duque de Buckhingham, y fue necesaria toda la presión del
rey Carlos I para librarlo de los cargos.

Francisco de Quevedo publicó la Historia del buscón llamado don Pablos, una de las mejores novelas del género
picaresco.

Lope de Vega publicó sus Soliloquios amorosos de un alma a Dios, en los que se arrepiente de su vida pasada, así como La
corona trágica, sobre María Estuardo.

Luis de Góngora sufrió un ataque cerebral. La reina le envió sus médicos. El 29 de marzo hizo testamento.

Ese año murieron:


 El poeta francés Théophile de Viau. Había sido condenado a muerte, trató de huir a los países bajos, pero fue
capturado y juzgado de nuevo. Esta vez se le cambió la pena de muerte por el destierro, pero murió poco después
de ser excarcelado.
 El filósofo inglés Francis Bacon.
 El dramaturgo inglés Cyril Tourneur.
 El duque de Mantua, el cardenal Fernando Gonzaga, que había sido dispensado de sus votos para tratar de perpetuar
la dinastía, aunque no tuvo éxito en la empresa. Le sucedió su hermano Vicente II, también cardenal, y que se
dispuso a intentar la misma jugada.
 El kan de los manchúes Nurhaci. Fue sucedido por su hijo Abahai.

La colonia puritana de Plymouth estaba prosperando. Los colonos ya habían reunido el dinero necesario para pagar una
deuda con los comerciantes ingleses que aportaron financiación para su viaje, y el número de habitantes había crecido lo
suficiente para fundar nuevos asentamientos. Ese año fundaron la ciudad de Salem, sesenta y cinco kilómetros más al
norte.

El 25 de abril Wallenstein venció a Ernesto de Mansfeld en Dessau. Desde hacía un tiempo, Wallenstein había tomado a
su servicio a Johannes Kepler, no como astrónomo, sino como astrólogo asesor.

El 4 de mayo, el neerlandés Peter Minuit desembarcó en la isla de Manhattan y realizó la que probablemente sea la
operación comercial más famosa de la historia: compró la isla a los indios que la habitaban por unas baratijas valoradas
en sesenta florines, suma que tradicionalmente se ha traducido a veinticuatro dólares. Al norte de la isla fundó una ciudad
poblada inicialmente con unos trescientos hombres, que fue llamada Nueva Amsterdam. La región circundante era ya
conocida desde hacía un tiempo como Nueva Holanda.

Mientras tanto, Piet Heyn volvía a derrotar a los españoles en la bahía de Todos los Santos.

El 27 de agosto el conde de Tilly derrotó a Cristián IV de Dinamarca en Lutter. Esto le permitió adueñarse de los ducados
de Schleswig y Holstein.
El rey Gustavo II Adolfo de Suecia tenía ya en su poder el ducado de Prusia, además de Livonia. La dejó bajo el gobierno
de Axel Gustavsson Oxenstierna.

En los últimos años, los intereses de Mersenne habían ido desplazándose desde la teología hacia la ciencia. Había
creado un círculo de estudiantes parisinos, a los que había que añadir otros con los que se mantenía en contacto por
correspondencia que había llegado a ser conocido como la Académie Parisiensis o, entre amigos, la Académie
Mersenne. Ahora publicaba su Synopsis mathematica, en la que aborta, entre otras cosas, el estudi de la curva que el
llamó roulette, y que ahora se conoce como cicloide (que es la trayectoria que sigue un punto de la rueda de un vehículo
cuando éste avanza).

En 1627, Piet Heyn saqueó la ciudad brasileña de Bahía.

Los ingleses fundaron un asentamiento en las islas Barbados, en las Antillas.

Johannes Kepler publicó las llamadas Tablas rudolfinas (en honor al emperador Rodolfo II) para el cálculo de las
posiciones de los planetas, tablas basadas tanto en las observaciones de Tycho Brahe como en las leyes del movimiento
planetario descubiertas por el propio Kepler.

El pintor Van Dyck, después de pasar cinco años en Italia (donde se le llamó Il pittore cavalieresco) marchó a Amberes,
donde se reunió con su maestro Rubens, que había llegado recientemente desde París y no había tardado en convertirse
en el hombre de confianza de la gobernadora, Isabel Clara Eugenia.

Frans Hals pintó otro de sus célebres retratos de grupos: el Banquete de los oficiales de la Compañía Cívica de San
Adrián.

El conde-duque de Olivares creó para un primo suyo, Diego Mesía Felípez de Guzmán, el título de marqués
de Leganés, que desde entonces ocupó los más altos cargos en el ejército.
Por esta época se presentó la propuesta de convertir a santa Teresa de Jesús en copatrona de España, junto al apóstol
Santiago. Entre los detractores destacaba Francisco de Quevedo, caballero de la orden de Santiago, que defendió el
patronato único del apóstol con escritos en verso y en prosa, como el extenso poema "Contra el patronato de santa Teresa
de Jesús". Otra obra suya Los sueños, una colección de relatos que habían circulado manuscritos durante una década,
fueron publicados sin permiso del autor y denunciados a la Santa Inquisición.

En Sevilla se publicaron los primeros dramas del mercedario fray Gabriel Téllez, que los firmaba con el pseudónimo
de Tirso de Molina. Tenía ya cuarenta y tres años y se conocen pocos datos sobre su vida (se sabe que sufrió varias
condenas y amonestaciones por escribir comedias profanas que podían atentar contra la moral).

Ese año murieron:

 El poeta Luis de Góngora. A finales del año anterior, aprovechando una mejoría, había regresado a Córdoba, falto
de memoria. Murió el 23 de mayo, y con él se iba uno de los grandes genios de la literatura universal.
 El dramaturgo inglés Thomas Middleton.
 El gran mogol Yahangir. Los últimos cinco años de su reinado los pasó entregado al opio y al alcohol, de modo
que su esposa Nur Yahan ostentó el poder absoluto. Ésta había casado a su hija (fruto de un matrimonio anterior)
con uno de los hijos de su marido (y otra de sus esposas), y trató de convertirlo en el heredero, pero esto había
provocado la insurrección de Jurram, el primogénito, que arrastró a una parte de la nobleza. Yahangir fue vencido
y hecho prisionero. Logró evadirse, pero murió poco después.

Abahai, el kan de los manchúes, se proclamó emperador y bautizó a su dinastía con el nombre de Qing (pura). Sus
ejércitos empezaron a enfrentarse a mongoles, coreanos y chinos. Llegó a cruzar la Gran Muralla y amenazó Pekín, pero
fue rechazado.

EL CARDENAL RICHELIEU
En 1627, el cardenal Richelieu fundó una compañía destinada a estimular la colonización de Nueva Francia. También
tomó severas medidas contra los duelos, una costumbre muy arraigada en la nobleza francesa y que hacía perder al Estado
muchos hombres valiosos de la forma más estúpida imaginable. Naturalmente, Richelieu no lo razonaba así. Era de los
que, en lugar de hacer insensateces por estar del lado de Dios, sabían cómo poner a Dios de su lado: La justicia emanaba
del rey por voluntad de Dios, y los duelos eran una forma de tomarse la justicia por cuenta propia, por lo que constituían
un delito contra el rey y contra Dios. El 22 de junio, para dar ejemplo, hizo decapitar a Montmorency-Bouteville, un
gentilhombre que había osado batirse en duelo en la plaza real de París, lugar simbólico del poder del rey.

Ese año se decidió a atacar La Rochela, el mayor bastión hugonote. El duque de Sully intentó en vano convencer a los
hugonotes para que se rindieran, y el propio cardenal se puso al frente del asedio. La ciudad estaba situada al fondo de
una bahía y, para evitar que recibiera ayuda por mar, Richelieu mandó construir un gigantesco dique que causó
admiración. En Inglaterra, el duque de Buckingham organizó una expedición naval para socorrer a La Rochela, pero la
flota francesa no permitió que se acercara a la costa.

El sacerdote Pierre de Bérulle había abandonado su cargo de ministro de Estado francés a causa de sus disensiones con
Richelieu. Ahora era investido cardenal.

El barón de Baltimore, recientemente convertido al catolicismo, desempolvó su viejo proyecto de fundar una colonia en
Terranova, esta vez pensando en fundar un refugio para los católicos ingleses, análogamente a lo que habían hecho los
puritanos del Mayflower. Ahora viajó personalmente a la isla, y pasó allí el invierno. Así pudo experimentar por sí mismo
el rigor del clima, y comprendió por qué había fracasado su proyecto seis años atrás. Decididamente, había que buscar
otro lugar.

En octubre, el rey Cristián IV de Dinamarca tuvo que abandonar Alemania, perseguido por Wallenstein, que se adentró
en la península de Jutlandia.

El emperador Fernando II cedió a su hijo Fernando la corona de Bohemia.


En diciembre murió Vicente II, el duque de Mantua, que tampoco había tenido éxito en la generación de un sucesor, y
con él se extinguía por completo la casa ducal. El pariente más próximo era el duque Carlos de Nevers, que además era
viudo de una hija del duque Francisco IV, hermano de Vicente II. Sin embargo, para el conde-duque de Olivares tenía un
defecto, y es que era francés. Si el ducado caía bajo la influencia francesa, el delicado equilibrio en que había quedado el
conflicto de la Valtelina se rompería de nuevo, así que se dispuso a intervenir.

Juan López de Vicuña publicó las obras de Góngora con el título de Obras en verso del Homero español, que poco
después fueron retiradas por la Santa Inquisición.

Wallenstein estaba sometiendo el norte de Alemania, e incluso había conquistado algunas islas del Báltico. El 26 de enero
de 1628, el emperador Fernando II le concedió los el ducado de Mecklemburgo, que acababa de conquistar, situado al
este de la península de Jutlandia, así como el título de almirante del mar Océano y del Báltico. El duque Maximiliano I
de Baviera había sido nombrado elector palatino a título personal, pero el 22 de febrero, el emperador le otorgó el título
con carácter hereditario.

El 24 de febrero, después de asesinar a todos sus rivales, Jurram, el heredero de Yahangir, se proclamó gran mogol y
adoptó el nombre de Sha Yahan (rey del mundo). Algunos de los reinos sometidos al Imperio Mongol habían
aprovechado la crisis sucesoria para rebelarse, y Sha Yahan tuvo que dedicar los primeros años de su reinado a
convencerlos de que nada había cambiado.

En marzo, el gobernador de Milán invadió el ducado de Mantua, iniciándose así la guerra de sucesión de Mantua.

En mayo, Wallenstein inició el asedio de Stralsund, aunque tuvo que abandonar al cabo de un par de meses, pues no
pudo evitar que daneses y suecos auxiliaran a la ciudad.

El rey Segismundo III de Polonia destruyó la flota sueca, dando un giro a la guerra que libraban ambos países.

Los rusos fundaron el fuerte de Krasnoiarsk en Siberia.


El neerlandés Piet Heyn llevó a cabo su mayor hazaña al apoderarse en México del cargamento anual de plata que estaba
a punto de ser enviado a España. Era la primera vez que el tesoro americano caía en manos enemigas y el suceso provocó
la bancarrota de la Corona española. Heyn fue nombrado gran almirante de las Provincias Unidas.

En agosto, sus ataques a santa Teresa de Jesús como candidata a patrona de España le valieron a Quevedo un nuevo
destierro a sus posesiones en La Torre de Juan Abad, donde estuvo cuatro meses.

Ese año murió en París el poeta François de Malherbe.

Isabel Clara Eugenia, la gobernadora de los Países Bajos, envió a España a Rubens con un encargo. En Madrid se hizo
amigo de Velázquez y disfrutó con las pinacotecas reales, en las que copió muchos cuadros, sobre todo de Tiziano.

Recientemente había cumplido cuarenta años un inglés llamado Thomas Hobbes. Desde pequeño había mostrado
predilección por el estudio de las lenguas clásicas. A los catorce años ya había traducido la Medea de Eurípides a versos
yámbicos latinos. Se ganaba la vida como tutor de jóvenes de la nobleza. Estando en la biblioteca de un cierto noble, vio
abierto uno de los libros de los Elementos de Euclides, y leyó el enunciado de una de sus proposiciones. Cuentan que
exclamó: "¡Por Dios, esto es imposible!" y se puso a leer la demostración. Se encontró entonces con que ésta se basaba
en otra proposición previa, cuya demostración a su vez se basaba en otra, y así sucesivamente. Al cabo de un tiempo,
llegó finalmente a convencerse de que la proposición que había leído inicialmente era cierta, y quedó fascinado por la
geometría.

El duque de Buckingham había enviado una segunda flota en auxilio de La Rochela, que tampoco pudo lograr su objetivo.
Cuando estaba a punto de embarcar al frente de una tercera, un oficial puritano llamado John Felton lo asesinó. Dejó un
hijo y tocayo recién nacido, que heredó su título. (Felton fue ajusticiado ese mismo año.)

Las expediciones en auxilio de La Rochela habían supuesto un gran gasto para el rey Carlos I, así que tuvo que convocar
el Parlamento para pedir dinero. El Parlamento, encabezado por el diputado puritano John Pym, aprovechó para presentar
al monarca la Petition of Right, que exigía, entre otras cosas, que ningún impuesto podría ser recaudado sin la autorización
del Parlamento, así como la prohibición de los encarcelamientos arbitrarios. El rey recibió con muy mal talante estas
exigencias, no tanto por lo que representaban en sí mismas como por el hecho de que aceptarlas suponía reconocer que
el Parlamento podía ejercer cierto control sobre el rey, y que el éste tenía que rendir cuentas a sus súbditos de sus
decisiones. Esto era algo que los antecesores de los Estuardo en el trono inglés tenían más o menos asumido, pero que
Jacobo I y su hijo no habían llegado a asimilar. Carlos I se lo pensó durante una semana, pero, como necesitaba el dinero,
finalmente escribió bajo la petición: "Que se cumpla tal como se ha estipulado".

Jacob I había tomado como médico personal a William Harvey, que tras la muerte del monarca fue mantenido en su
puesto por Carlos I. Como médico, no parecía ser muy bueno, pero era un excelente cirujano y anatomista. Carlos I había
puesto a su disposición los animales del parque real para sus experimentos. Ahora publicaba su Exercitatio anatomica de
motu cordis et sanguinis in animalibus, el mejor tratado de anatomía desde Vesalio. En él describe experimentos
realizados con perros, cerdos, serpientes, ranas, peces, ostras, langostas, insectos y, sobre todo, en embriones de polluelos.

Entre sus conclusiones principales está la circulación de la sangre, es decir, Harvey afirmó que la sangre sale del corazón
por las arterias y regresa por las venas (aunque no pudo precisar cómo pasaba de las arterias a las venas, algo imposible
de observar sin la ayuda de un microscopio). Lo confirmó experimentalmente pinzando arterias de animales vivos y
observando que la sangre se amontonaba siempre en la parte de la arteria que conducía al corazón, mientras que en el
caso de las venas era al revés. Harvey había sido discípulo de Gerolamo Fabrizio d'Acquapendente, discípulo a su vez
de Gabriele Falopio. Acquapendente había descubierto las válvulas en las venas, aunque fue Harvey quien reconoció su
función de válvulas destinadas a que la sangre no pueda fluir en sentido contrario. Pero un tratado científico moderno no
podría ser considerado como tal si no contradijera en algo a Aristóteles. El estagirita había afirmado que el corazón
engendra el calor animal, mientras que Harvey afirmó que este calor proviene de la sangre, y que el corazón se limita a
bombear la sangre para mantenerla en movimiento.

Los médicos galénicos y aristotélicos recibieron con recelo e ironía el tratado de Harvey. La facultad de medicina de París
se burló oficialmente de él. Los pocos pacientes que atendía (aparte del rey) cambiaron de médico.
El barón de Baltimore pasó un tiempo en Virginia, donde pudo constatar que el clima era muchísimo más benigno que el
de Terranova, y así concluyó que esas latitudes serían mucho más adecuadas para su proyecto de colonia católica.

El 29 de octubre cayó La Rochela, tras más de un año de asedio. A la victoria siguió una campaña propagandística que
ensalzó a Luis el Justo, el rey del castigo y el perdón. El 23 de diciembre Luis XIII entró triunfante en París, entre vítores,
arengas, fuegos artificiales, etc.

Entre los que participaron en el asedio a La Rochela estaba un soldado de treinta y dos años llamado René Descartes. En
realidad era soldado ocasional. Aunque sus padres (ricos burgueses) lo habían animado a seguir la carrera militar, lo cierto
es que sólo consiguieron que, a la edad de veintiún años iniciara una serie de viajes que le llevaron por toda Europa
(Hungría, Alemania, Polonia, Países Bajos, Suiza e Italia), enrolándose temporalmente en los ejércitos de Mauricio de
Nassau, en el del duque Maximiliano I de Baviera y algunos más. Según sus propias palabras, fue "de una corte a otra
para ver el mundo como un espectador". Sin embargo, su verdadera pasión no era la guerra sino la ciencia. Había recibido
una excelente formación en el colegio jesuita de La Flèche, y los últimos cuatro años los había pasado en París
prácticamente recluido en su casa, completamente entregado a sus estudios. Ese año, antes de volver a alistarse (esta vez
en el ejército de Luis XIII), había escrito (aunque no publicado) sus Regulae ad directionem ingenii, en las que elabora
un primer esbozo de un método científico para llegar a un conocimiento sólido, racional y bien fundado. Tras la toma de
La Rochela decidió establecerse en los Países Bajos, adonde marchó en 1629.

El 6 de marzo, el emperador Fernando II promulgó el Edicto de restitución, por el que todas las propiedades que los
protestantes habían secularizado en los últimos ochenta años debían ser devueltas a la Iglesia. Los príncipes protestantes
estaban al borde de la aniquilación, pero este edicto, sobre el que el emperador se mostró intransigente, les impidió
rendirse, y la guerra continuó.

El 22 de mayo, el rey Cristián IV de Dinamarca aceptó la paz de Lübeck, por la que se le devolvían sus territorios en
Alemania a cambio de que dejara de intervenir en los "asuntos internos del Imperio".
El duque Carlos Manuel I de Saboya, después de haber sido traicionado por los franceses, había entablado una alianza
con España que le hubiera proporcionado el Monferrato, una parte del ducado de Mantua, pero los franceses lo derrotaron
en Susa y lo obligaron a mantenerse neutral en la guerra de sucesión del ducado. La intervención francesa hizo que
Ambrosio de Spínola, que había regresado a España el año anterior, fuera enviado a Italia como refuerzo.

Tras la edición pirata de los Sueños aparecida dos años atrás, Quevedo publicaba ahora una versión revisada.

Calderón de la Barca estrenó La dama duende.

En París estrenó su primera comedia un abogado de veintitrés años llamado Pierre Corneille. La obra se titulaba Mélite.

Ben Jonson estrenó La posada nueva.

El rey Carlos I de Inglaterra disolvió el Parlamento con la intención de no volver a convocarlo, al menos durante mucho
tiempo, iniciando el periodo conocido como la larga tiranía. Para obtener financiación se valió de los impuestos de
aduanas, que percibía directamente, sin mediación parlamentaria, y de tanto en tanto obligaba a amigos y enemigos a
hacerle donaciones.

Un abogado puritano llamado John Winthrop, solicitó permiso del rey para organizar la Compañía de la Bahía de
Massachusetts, que era el nombre que John Smith había dado a una bahía de Nueva Inglaterra, derivado de las palabras
indias que significan "cerca de la gran colina", en alusión a la colina donde los jefes indios de la zona se reunían para
sus deliberaciones. Winthrop pretendía formar una nueva colonia de puritanos similar a Plymouth o Salem y a Carlos I le
pareció una magnífica oportunidad de librarse de un buen número de molestos puritanos, así que accedió gustoso a la
petición. Igualmente aprobó el proyecto del barón de Baltimore, que pretendía librarle de otros tantos católicos. El
emplazamiento fijado fue la bahía Chesapeake, al norte del río Potomac, que constituiría la frontera con Virginia.

Por su parte, la colonia de Maine, establecida por Gorges y Mason siete años atrás, estaba prosperando. Ya se habían
fundado varias ciudades en la zona, y los fundadores decidieron repartirse el territorio. John Mason se quedó con la parte
meridional, a la que dio el nombre de New Hampshire, por el condado inglés de Hampshire, en el que había pasado la
mayor parte de su vida.

Nueva Holanda se veía insegura teniendo colonias inglesas tanto al norte como al sur. Los neerlandeses, aunque muy
dados a la navegación, no sentían especial interés por establecerse lejos de su patria. Por ello, Kiliaen van Rensselaer, un
comerciante en diamantes que había sido uno de los principales accionistas de la Compañía de las Indias Occidentales,
propuso que se estableciera lo que se llamó el sistema patrono, por el que los hombres que se comprometían a llevar más
de cincuenta colonos a Nueva Holanda recibían una gran extensión de tierra a orillas del río Hudson. La idea fue aprobada
el 7 de junio, y contribuyó notablemente al engrandecimiento de Nueva Holanda (aunque también puso la colonia en
manos de una oligarquía casi feudal). No se puso ninguna condición sobre la nacionalidad de los colonos, así que allí
confluyeron colonos de las más diversas partes de Europa.

El 28 de junio el rey Luis XIII de Francia promulgó el edicto de gracia de Alès, que mantenía las disposiciones religiosas
y jurídicas del edicto de Nantes, pero anulaba los privilegios políticos, en especial las plazas de seguridad, es decir, las
ciudades cuyo control se había entregado a los hugonotes. Richelieu procedió a demoler las murallas de estas ciudades,
salvo si estaban cerca de las fronteras del país.

El 19 de julio, una flota inglesa llegó hasta Quebec y tomó la ciudad. Champlain fue hecho prisionero. Luego tomaron
también Port Royal y otras colonias francesas en Acadia (Nueva Escocia para los ingleses).

En agosto Velazquez marchó a Italia a completar su formación como pintor. Rubens marchó a Inglaterra a negociar la
paz con España. Allí pinto San Jorge liberando a la princesa, en la que san Jorge es el rey Carlos I y la princesa es su
esposa Enriqueta María.

En septiembre, el rey Gustavo II Adolfo de Suecia y el rey Segismundo III de Polonia firmaron la tregua de Altmark, por
la que el primero renunciaba a sus conquistas en Polonia a cambio de los derechos de aduana de los puertos del Báltico.
Al parecer, el rey sueco obró aconsejado por la diplomacia francesa, ya que Richelieu estaba interesado en que Suecia
interviniera en la guerra de los Treinta Años, ahora que Dinamarca se había retirado.
Ese año murieron:

 El cardenar Pierre de Bérulle, el fundador del Oratorio de Francia.


 El gran almirante neerlandés Piet Heyn. Murió en el transcurso de un combate naval.
 Gabriel Bethlen, el príncipe de Transilvania. Fue sucedido por su hijo Esteban Bethlen.
 El sha de Persia Abbas I. Fue sucedido por su incompetente nieto Safí I.
 Mumtaz-i-Mahall (la elegida del harén) una de las esposas del gran mogol Sha Yahan. Murió al dar a luz a su
decimocuarto hijo (en diecisiete años de matrimonio). Su desconsolado esposo ordenó la construcción de un
fastuoso mausoleo, que se inició en 1630 y es conocido como el Taj-Mahal.

El 26 de enero murió el matemático inglés Henry Briggs.

El pintor Frans Hals pintó dos retratos muy característicos: La gitana y El alegre bebedor.

Galileo terminó un nuevo libro al que había titulado Diálogo sobre el flujo y el reflujo. Se trataba de un diálogo entre tres
personajes: Salviati, (un amigo suyo florentino), que defiende la teoría copernicana, Sagredo (otro amigo veneciano de
Galileo), que, teóricamente, hace de moderador imparcial, aunque se siempre acaba dando la razón a Salviati,
y Simplicio, un personaje ficticio que defiende las teorías aristotélicas. Su nombre significa "más bien simple, o
tonto", pero quedaba disimulado por que hubo un comentarista de Aristóteles con ese nombre en el siglo VI cuyos escritos
se leían todavía en las escuelas.

El título del libro aludía a que el clímax del diálogo llega en el momento en que Galileo (o Salviati) expone su principal
argumento en favor del movimiento de la Tierra, que estaba basado en el fenómeno de las mareas. El argumento, como
la explicación de Galileo a las mareas, era incorrecto, pues ya Kepler había señalado que, de algún modo, las mareas
debían ser causadas por la Luna, dado que se producen siempre en consonancia con la posición de la Luna en el cielo y
esto nada tiene que ver con el posible movimiento de la Tierra. Sin embargo, el diálogo contiene un aporte valiosísimo,
no ya a la astronomía, sino a la ciencia en general, pues en él Galileo expone otro argumento (éste totalmente cierto y
fundamental) para refutar una de las principales objeciones que se ponían a la teoría copernicana:
Si, tal y como exige la teoría copernicana, la Tierra da una vuelta completa sobre sí misma en el plazo de un día, un simple
cálculo muestra que cualquier objeto situado, por ejemplo, en Roma se está moviendo hacia el este a unos 1260 km/h.
Así, si estoy en Roma y sostengo una bola en mi mano, ésta se está moviendo a dicha velocidad, pero si la dejo caer, al
quedar libre del contacto con mi mano o con la Tierra en general, la bola tenderá a pararse y, desde mi punto de vista, que
sigo moviéndome con la Tierra, el efecto debería ser que la bola sale disparada hacia el oeste a 1260 km/h, cosa que,
como cualquiera puede comprobar, no sucede. La bola cae en vertical, y esto prueba que la Tierra está inmóvil o, por lo
menos, que no se está moviendo a la velocidad vertiginosa que requiere la teoría copernicana.

El error de este razonamiento reside en un principio de la física aristotélica (y recordemos que "aristotélico" es una mera
forma sofisticada de decir "falso"), según el cual, los cuerpos tienden por naturaleza al estado de reposo. (Más
precisamente, Aristóteles creía que el reposo era el estado natural de los cuerpos del mundo sublunar, mientras que el
estado natural de los cuerpos celestes era el movimiento perpetuo.) Galileo argumenta con brillantez que si, como es
evidente, los cuerpos en movimiento terminan parándose, ello no se debe a que tiendan al reposo por sí mismos, sino que
son frenados por el roce con el aire o con la superficie por la que se deslizan. Galileo razona que, a medida que vamos
reduciendo la fricción, los cuerpos tardan más en pararse, de modo que, si pudiéramos eliminar la fricción por completo,
un cuerpo en movimiento permanecería en tal estado indefinidamente, hasta que otro cuerpo lo frenara. Esto es
el principio de inercia, a partir del cual Galileo razona que si, por ejemplo, estamos en la bodega de un barco, no hay
ningún experimento que podamos hacer sin mirar al exterior para averiguar si el barco está en reposo o en movimiento.
Esto es una versión rudimentaria de lo que hoy en día los físicos llaman principio de relatividad de Galileo.

Galileo marchó a Roma dispuesto a conseguir el imprimatur (el permiso eclesiástico de impresión) para su libro. En los
últimos años se había entrevistado con el Papa Urbano VIII en más de seis ocasiones, y Galileo había llegado a
convencerse de que, al menos bajo su pontificado, la Iglesia no iba a combatir la teoría copernicana. El diálogo fue
examinado por el padre Riccardi, Maestro del Sacro Palacio, que empezó por imponer que se cambiara el título por el
de Diálogo sobre los dos máximos sistemas del Mundo, que le daba a la obra un ligero aire de imparcialidad entre ambos,
ya que el título original apuntaba descaradamente hacia la teoría copernicana. No obstante, la respuesta final tardaría un
poco en llegar.
Diecisiete barcos que transportaban a casi mil puritanos zarparon de Inglaterra con John Winthrop al frente y, según lo
previsto, fundaron una colonia en la bahía de Massachusetts, colonia que acabó siendo conocida simplemente
como Massachusetts. Allí fundaron la ciudad de Boston, en la desembocadura del río que llamaron Carlos, en honor del
rey Carlos I. El rey había dado por supuesto que la Compañía de la Bahía de Massachusetts residiría en Inglaterra, como
la Compañía de Virginia, pero no, Winthrop estableció su sede en la propia Massachusetts, con lo que escapó
prácticamente de todo control real.

En Italia, las tropas del duque Carlos Manuel I de Saboya sitiaron la guarnición francesa de Casale Monferrato, pero fue
vencido por el ejército del rey Luis XIII, que en marzo ocupó Pignerol y en julio Saluces. Por otra parte, Ambrosio de
Spínola tomó Monferrato y puso sitio a Casale, pero, cuando ya estaba en negociaciones para firmar la paz, el conde-
duque de Olivares, que no se llevaba muy bien él, le retiró los poderes. Entonces, un hijo suyo, Felipe Spínola, fue
derrotado por los franceses y, al parecer, la noticia perturbó hondamente a su padre, que no tardó en morir. También
murió Carlos Manuel I, que fue sucedido por su hijo Víctor Amadeo I. Otro de sus hijos, Tomás, recibió el principado
de Carignan.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El duque Teodosio II de Braganza, que fue sucedido por su hijo Juan II.
 El príncipe de Transilvania, Esteban Bethlen, que fue sucedido por Jorge I Rákóczi.
 El poeta hugonote Théodore Agrippa d'Aubigné.
 El constructor de violines Girolamo Amati. El negocio familiar llegó a un alto grado de perfección con su
hijo Niccoló Amati.

Francisco de Quevedo publicó el Chitón de las Taravillas, en el que defiende la política económica del conde-duque de
Olivares.

En Barcelona se publicó la colección Doce comedias nuevas de Lope de Vega y Carpio y otros autores, en la que figura
una que, ciertamente, no es de Lope, y que se atribuye a Tirso de Molina. Es El burlador de Sevilla y convidado de
piedra, basada en una comedia anónima anterior titulada ¿Tan largo me lo fiáis? y en la cual se basan a su vez todas las
obras posteriores sobre la figura de don Juan Tenorio.

Siguiendo los consejos de Richelieu, el rey Gustavo II Adolfo de Suecia se decidió a intervenir en la guerra de los Treinta
Años y tomar el relevo a Cristián IV de Dinamarca en defensa de los protestantes alemanes (y, ya de paso, de sus intereses
comerciales en el Báltico, que las conquistas imperiales ponían en peligro). Así inició un nuevo periodo de la guerra de
los Treinta Años, el periodo sueco. El 6 de julio, desembarcó en Usedom, en Pomerania y poco después se apoderaba
de Stettin. Una hábil propaganda lo presentó como el "defensor de las libertades germánicas".

En agosto, los príncipes electores se reunieron en Ratisbona, donde el emperador trató de que su hijo Fernando fuera
reconocido como rey de romanos. Sin embargo, en septiembre llegó el capuchino François Joseph du Tremblay, más
conocido como el Padre José, o también como la Eminencia Gris, por ser el hombre de confianza del cardenal Richelieu
en política exterior. El padre José consiguió sembrar la desconfianza entre los príncipes alemanes, católicos y protestantes,
ante la posibilidad de que el emperador llegara a adquirir auténtico poder sobre el Imperio, y eso nadie lo deseaba (aparte
del emperador, claro). La propuesta del emperador fue rechazada. Por otra parte, Maximiliano I de Baviera también
recelaba del poder ilimitado que estaba adquiriendo Wallenstein, y obligó a Fernando II a que lo destituyera como general
del ejército imperial, puesto que ocupó el conde de Tilly.

Por esta época el rey Luis XIII de Francia cayó enfermo y, en octubre, el Padre José, privado de directrices, decidió firmar
un tratado de paz sobre el conflicto en Italia. Richelieu montó en cólera al enterarse, pero no se atrevió a rechazar lo
acordado.

Por estas fechas, navegantes franceses establecieron asentamientos al oeste de La Española.

El 11 de noviembre hubo una violenta discusión en el palacio del Louvre entre el rey Luis XIII y su madre, María de
Médicis. Ésta insistía en la necesidad de apartar a Richelieu, entre otras cosas por su política antiespañola. Durante todo
el día, corrió el rumor de que, en efecto, el cardenal había caído en desgracia, pero el rey se había limitado a dar la razón
a su madre para luego no hacerle caso. Richelieu siguió siendo su valido y sus adversarios, quienes habían apoyado a
María de Médicis en su contra, fueron encarcelados. La propia reina madre se vio obligada a exiliarse en Compiègne.

El 15 de noviembre murió Johannes Kepler. Había ido a Praga a cobrar una paga que se le debía y cogió un resfriado que
acabó con su vida.

El 25 de diciembre, Gustavo II Adolfo derrotó en Pomerania al ejército imperial y en enero de 1631, firmó con Francia
la convención de Bärwalde, que le aseguraba durante cinco años el subsidio necesario para mantener un ejército de
cuarenta mil hombres contra los Austrias, a condición de respetar el culto católico.

Velázquez regresaba a España, después de haber pasado año y medio en Italia (había visitado Génova, Milán, Venecia,
Roma y Nápoles, entre otras ciudades). En este periodo pintó La fragua de Vulcano.

El emperador Fernando II casó a su heredero Fernando con María, la hermana del rey Felipe IV de España que había
pretendido el rey Carlos I de Inglaterra.

El Papa Urbano VIII fijó nuevas normas para los procesos de beatificación y canonización.

En abril, el tratado de Querasco entregaba el ducado de Mantua al duque Carlos I de Gonzaga-Nevers. Los franceses
abandonaron el ducado de Saboya, aunque se quedaron con Pignerol.

El 13 de abril los suecos saquearon la ciudad de Frankfurt.

El 25 de mayo Tilly tomó Magdeburgo, en Sajonia, y no pudo impedir que sus hombres, mal pagados y mal abastecidos,
saquearan e incendiaran la ciudad, en la que vivían unos treinta mil habitantes, la mayoría de los cuales no sobrevivió al
asalto. La noticia causó una gran indignación en Europa y se le dedicaron numerosos panfletos e incluso hojas ilustradas.

A Massachusetts llegó un misionero de veintisiete años llamado John Eliot, que se dedicó a evangelizar a los indios, para
lo cual se puso a estudiar su idioma.
En Madrid murió el dramaturgo Guillén de Castro, y en Londres murieron John Smith, el explorador de Nueva Inglaterra,
y John Donne, un sacerdote anglicano cuya obra poética había circulado únicamente en copias manuscritas y que pasó
desapercibido para la crítica durante mucho tiempo, si bien actualmente se le considera una de las figuras más importantes
de la época, comparable, por ejemplo, a Quevedo en la literatura castellana.

En España seguía abierta la polémica entre los admiradores y los detractores de Luis de Góngora y su singular estilo.
Antes y después de la muerte del poeta se habían publicado varios comentarios y explicaciones a sus obras. El año
anterior, Joseph Pellicer de Salas y Tovar había publicado sus Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora
y Argote, Píndaro andaluz, príncipe de los poetas líricos de España, y ahora Quevedo respondía con una edición de las
obras poéticas de fray Luis de León. En la dedicatoria al conde-duque de Olivares arremete, aunque sin nombrar o,
siquiera, aludir a Góngora, contra los que razonan "prosa espuria y voces advenedizas y desconocidas, de tal suerte que
una cláusula no se entiende con la otra". Por otra parte, editaba su Libro de todas las cosas y otras muchas más, con la
aguja de navegar cultos. Ésta última era una obrita escrita hace ya algunos años, que contiene la famosa receta-soneto
para hacer Soledades en un día.

En septiembre, el príncipe elector Juan Jorge I de Sajonia se alió con Gustavo II Adolfo.

El 16 de septiembre Tilly aceptó la rendición de Leipzig. Al día siguiente, el 17 de septiembre, su hasta entonces invicto
ejército se enfrentó en Breitenfeld al del rey Gustavo II Adolfo, y fue estrepitosamente derrotado por los nórdicos.

El 15 de noviembre las tropas sajonas ocuparon Praga.

El 18 de noviembre los suecos llegaron hasta el Rin y tomaron la fortaleza de Marienberg. Gustavo II Adolfo estableció
su cuartel de invierno en Maguncia. Richelieu, inquieto por la proximidad de su aliado, asumió la protección del ducado
de Lorena. El duque Franciso II no vio con buenos ojos tanta protección, y promovió una conspiración contra Richelieu,
que contó con el apoyo de Gastón, el duque de Orleans, hermano del rey Luis XIII y su heredero mientras no tuviera
hijos. No era la primera vez que Gastón conspiraba contra el cardenal. La conspiración fracasó, pero Gastón siempre se
las arreglaba para que todas las culpas recayeran sobre sus cómplices. Luis XIII nombró duque al cardenal Richelieu y la
reina madre, María de Médicis tuvo que huir de Francia.

La derrota de Tilly llevó al emperador Fernando II a devolver a Wallenstein el mando del ejército imperial, que asumió,
en principio de forma provisional, el 15 de diciembre.

El año anterior, en su Admonitio ad astronomos, Kepler había predicho que el planeta Mercurio pasaría por delante del
Sol, de modo que podría verse como una pequeña mancha sobre el disco solar. Gassendi comprobó la exactitud de su
predicción.

Finalmente, Galileo consiguió el permiso eclesiástico en Florencia (no en Roma) para publicar su Diálogo sobre los dos
máximos sistemas del Mundo, que salió de la imprenta el 22 de febrero de 1632. Se le había añadido un prefacio donde
dejaba bien claro que se trataba sólo, como había prescrito el Papa, "de la consideración matemática de la posición
copernicana sobre el movimiento de la Tierra, con el fin de probar que, dejando aparte la revelación de Dios y la doctrina
sacra, se podrían salvar las apariencias en esta posición [...] sin concederle la verdad absoluta, sino solamente la
hipotética y sin las Escrituras." Además, el diálogo terminaba con otra sugerencia del Pontífice, según la cual, aunque
las pruebas parecieran favorables al movimiento de la Tierra, Dios, en su omnipotencia, podría haber hecho que éstas
derivaran de causas del todo diferentes.

Los portugueses lograron colocar un rey títere en el Imperio de Monomotapa, el rey Mavura.

La diplomacia de Richelieu logró que, el 29 de marzo, Inglaterra firmara el tratado de Saint-Germain-en-Laie, por el que
devolvía a Francia las colonias que le había arrebatado tres años atrás. Samuel de Champlain regresó a Nueva Francia
con doscientos nuevos colonos.

El 13 de abril Wallenstein fue reconocido definitivamente como jefe del ejército imperial. El 15 de abril, el rey Gustavo
II Adolfo de Suecia derrotó a Tilly en Rain. Tilly resultó gravemente herido. Gustavo II Adolfo marchó hacia Augsburgo,
de la que se apoderó el 24 de abril. Poco después, el 30 de abril, miría el conde de Tilly. Privado de su general, el duque
Maximiliano I de Baviera no tuvo más opción que congraciarse con Wallenstein. El 17 de mayo los suecos entraron en
Munich, mientras que el 25 de mayo Wallenstein recuperaba Praga.

El 20 de junio murió el barón de Baltimore, antes que de pudiera marchar a América a realizar su proyecto de colonia
católica, pero su hijo, Cecil Calbert, el segundo barón de Baltimore, continuó con los preparativos.

Los colonos de Massachusetts exploraron el valle del río Connecticut (cuyo nombre significa "junto al largo río en el
que penetran las mareas").

Ben Jonson estrenó La dama magnética.

El pintor Van Dyck dejó Amsterdam para viajar a Inglaterra, llamado por el rey Carlos I, que lo nombró sir y le regaló
una residencia campestre en el condado de Kent. Mientras tanto, en Amsterdam empezaba a cobrar fama otro pintor de
veintiséis años llamado Rembrandt Harmenszoon Van Rijn, conocido simplemente por Rembradnt. Acababa de
pintar su primer cuadro importante: la Lección de anatomía del doctor Tulp.

En los meses anteriores, Gustavo II Adolfo y Wallenstein se habían ido acercando lentamente a Nuremberg, donde se
encontraron el 30 de agosto. El 3 de septiembre, el rey sueco atacó las posiciones imperiales, pero fracasó repetidamente
en sus intentos de tomarlas, y al día siguiente Wallenstein lo dejó escapar.

El 18 de septiembre, tras numerosos ofrecimientos de paz, Gustavo II Adolfo se dirigió hacia el sur, mientras Wallenstein
penetraba en Sajonia. El príncipe elector Juan Jorge I de Sajonia pidió auxilio a Gustavo II Adolfo, que el 18 de octubre se
lanzó a la persecución de Wallenstein.

El 1 de noviembre, Wallenstein tomó Leipzig.

Finalmente, Gustavo II Adolfo y Wallenstein se enfrentaron en Lützen el 16 de noviembre. Los suecos obtuvieron la
victoria, pero en la batalla murió el rey sueco mientras cargaba al frente de la caballería. A su muerte, tomó el mando el
duque Bernardo de Sajonia-Weimar. Gustavo II Adolfo dejó una hija de seis años, que ahora se convertía en la
reina Cristina de Suecia. El consejo de regencia fue presidido por Axel Gustavsson Oxenstierna, que recientemente había
sido nombrado canciller.

Otros fallecidos ese año fueron:

 El derrocado elector palatino Federico V. Murió en Maguncia el 29 de noviembre.


 El rey Segismundo III de Polonia, que fue sucedido por su hijo Ladislao IV, el que había sido zar de Rusia por un
breve período.
 El duque Francisco II de Lorena, que fue sucedido por su hijo Carlos III, aunque Richelieu aprovechó para invadir
el ducado. Al mismo tiempo tuvo que sofocar una revuelta nobiliaria en el Languedoc, dirigida por el duque
de Montmorency, siempre con la complicidad del duque de Orleans, que nuevamente salió sin mácula. El duque
se casó ese año con Margarita, hermana de Carlos III. Éste, por su parte, pasó al servicio del emperador Fernando
II.
 Leopoldo de Austria, el conde del Tirol, hermano del emperador Fernando II, que fue sucedido por su hijo Carlos.
 El conde Ernesto Casimiro de Nassau, que fue sucedido por sus hijos Enrique Casimiro I y Guillermo Federico.
 El escritor inglés Thomas Dekker.

LA CONDENA DE GALILEO
Tras la conversión al catolicismo del rey Susenios de Abisinia, una buena parte de sus súbditos cristianos (coptos) se
rebeló contra la herejía católica. El rey había emprendido una sangrienta represión, pero, cansado de derramar la sangre
de sus súbditos, en 1632 abdicó en su hijo Fasílidas, que prohibió el catolicismo y expulsó a los jesuitas del país.

El príncipe de Orange, Federico Enrique, conquistó a los españoles Venlo, Roermond y Maastricht.

Las cortes de Castilla juraron lealtad al heredero del rey Felipe IV de España, su primogénito de tres años, el
príncipe Baltasar Carlos. Después fue reconocido como heredero en Barcelona, adonde Felipe IV acudió acompañado
de su hermano Fernando, el Cardenal Infante, al que nombró virrey de Cataluña.
Un convento de ursulinas de Loudun, en Francia, cayó presa del demonio: diecisiete monjas sufrían convulsiones y
proferían blasfemias y obscenidades. El culpable resultó ser un cura de la parroquia, Urbano Grandier, que fue acusado
de brujo. Se inició un largo proceso, mientras los exorcismos se sucedían en vano. Las convulsiones de las monjas se
convirtieron en atracción turística.

Los franceses ocuparon la isla de Dominica, en las Antillas. Algunos años atrás había sido visitada por los ingleses,
aunque no habían establecido ningún asentamiento, pero ahora reclamaron derechos sobre ella y se estableció una pugna
entre ambos países.

En 1633 murió Isabel Clara Eugenia, la hija de Felipe II de España y gobernadora de los Países Bajos españoles.

La colonia neerlandesa de Nueva Amsterdam crecía a pasos agigantados. Un danés llamado Jonas Bronck se había
asentado en tierra firme al norte de Manhattan en la zona que hoy se conoce como Bronx, otra isla cercana a Manhattan
recibió el nombre de Staten Island, por los Estados Generales que gobernaban las Provincias Unidas, otros núcleos de
población recibieron nombres de ciudades neerlandesas, como Brooklyn y Haarlem. Hacia el norte, llegaron a la
desembocadura del río Connecticut. En todo momento, las relaciones con los indios de la zona fueron cordiales y
amistosas.

Ese año murió Fiódor Filaret, el Patriarca de Moscú, padre del zar Miguel III y verdadero gobernante de Rusia.

El Diálogo sobre los dos máximos sistemas del Mundo se leyó con avidez, y la fama de Galileo llegó a su cénit. Pero
también lo leyeron quienes convencieron al Papa Urbano VIII de que Galileo había intentado burlarse de él, que Simplicio
era una caricatura del Papa, como lo probaba la ilustración de la portada (en la que Simplicio guardaba un vago parecido
casual con el Pontífice) o el hecho de que el argumento final, sugerido por el Santo Padre, estaba puesto en boca de
Simplicio (como no podía ser de otro modo, ya que era un argumento en favor del sistema aristotélico). Más aún, Urbano
VIII fue convencido de que la obra era muy peligrosa para la Iglesia, ya que al reducir la Tierra a un mero planeta se
privaba de su dignidad al lugar donde Cristo había sufrido su martirio por la humanidad. Estas y otras sandeces hicieron
que la Santa Inquisición prohibiera el libro y tratara de recuperar el mayor número posible de ejemplares, a la vez que
citaba en Roma al autor.

Allí se le abrió un proceso por herejía. Galileo tenía entonces sesenta y nueve años y su estado de salud era precario. En
todo momento fue bien tratado. En lugar de ser encarcelado, fue alojado en la embajada de Florencia en Roma. El proceso
duró veinte días, y Galileo apenas se defendió. Finalmente, el 22 de junio, arrodillado y con el sayo de penitente, fue
obligado a leer esta abjuración, tras la cual se leyó la sentencia, que terminaba así:

Invocado, por tanto, el Santísimo nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de su gloriosísima Madre siempre Virgen
María; por esta nuestra definitiva sentencia, [...] decimos, sentenciamos, pronunciamos y declaramos que tú, Galileo,
por las cosas deducidas en el proceso y por ti confesadas, te has hecho ante este Santo Oficio vehementemente sospechoso
de herejía, es decir, de haber sostenido y creído doctrinas falsas y contrarias a las Sacras y Divinas Escrituras, que el
Sol es el centro de la Tierra y que no se mueve de oriente a occidente, y que la Tierra se mueve y no es el centro del
mundo, y que se puede tener y defender como probable una opinión después de que ha sido declarada y definida como
contraria a la Sagrada Escritura; y, en consecuencia, has incurrido en todas las censuras y penas de los sacros cánones
y otras constituciones generales y particulares impuestos y promulgados contra tales delincuentes.
Por lo cual estamos contentos porque antes, con corazón sincero y fe no fingida, ante nos, abjuras, maldices y detestas
los mencionados errores y herejías y cualquier otro error o herejía contraria a la Iglesia Católica y Apostólica de la
forma y manera que por nosotros te será dada.
Y para que este tu grave y pernicioso error y transgresión no quede del todo sin castigo y seas más cauto en el futuro
y ejemplo para otros que se abstengan de delitos semejantes, ordenamos que por público edicto de prohiba el libro de
los Diálogos de Galileo Galilei. Te condenamos a cárcel formal en este Santo Oficio a nuestro arbitrio; y, como saludable
penitencia, te imponemos que los tres próximos años recites una vez a la semana los Siete Salmos penitenciales; y nos
reservamos la facultad de moderar, cambiar o levantar, en todo o en parte, las mencionadas penas y penitencias.

La cárcel a la que aludía la sentencia se redujo a residir en el palacio arzobispal de Siena, aunque, unos meses después,
la intervención del gran duque Fernando II de Toscana hizo que se le permitiera volver a su casa, donde estuvo en "arresto
domiciliario" el resto de su vida. Se dice que, tras la lectura de su abjuración, refiriéndose a la Tierra, Galileo
musitó: "Eppur si muove" (y, sin embargo, se mueve), aunque no parece probable que se arriesgara a decir algo así ante
el tribunal. (No obstante, sí que es probable que se lo dijera poco después a alguien de confianza y que el boca a boca
haya deformado el "poco después" en un "justo a continuación".)

Se ha pretendido justificar la actuación de la Iglesia aduciendo que Galileo no tenía pruebas que confirmaran la teoría
heliocéntrica, pero tal argumento es absurdo. La teoría heliocéntrica, no en la versión original de Copérnico, sino en la de
Kepler, estaba completamente justificada por estas fechas (o, al menos, estaba completamente justificado que era mucho
mejor que la teoría geocéntrica):

1. Porque cuadraba perfectamente con las extensas observaciones de Tycho Brahe y permitía hacer predicciones sobre
las posiciones futuras de los planetas con una precisión absoluta.
2. Porque explica el movimiento de todos los planetas a partir de unas mismas leyes simples (leyes que Kepler dedujo
exclusivamente de las observaciones sobre Marte y que comprobó que valían para todos los demás planetas sin
necesidad de ningún ajuste ad hoc, justo al contrario de lo que sucedía con la teoría Ptolemaica).
3. Porque explica el movimiento retrógrado de los planetas sin necesidad de epiciclos ajustados ad hoc.
4. Porque explica el hecho (puramente casual desde el punto de vista Ptolemaico) de que Mercurio y Venus se
encuentren siempre próximos al Sol en la esfera celeste, de modo que sólo pueden verse al amanecer y al anochecer,
mientras que los demás planetas pueden observarse hasta en posiciones diametralmente opuestas al Sol.
5. Porque explica el hecho de que Venus presente fases como la Luna, algo inexplicable desde la teoría Ptolemaica.

Galileo no insistió en estas razones, ni siquiera mencionó muchas de ellas, basadas en su mayoría en observaciones
experimentales y en complejos cálculos, porque su interés no era demostrar lo que ya estaba demostrado, sino que su
aportación consistía en mostrar que, una vez demolida la física aristotélica, la teoría heliocéntrica resultaba
completamente natural y que todas las objeciones se disipaban (todas menos las basadas en la Biblia, pero es que los
aristotélicos tenían razón al creer que la palabra de Aristóteles tenía tanto valor como la palabra de Dios).
Como era de esperar, la condena de Galileo sólo contribuyó a difundir su obra y a que su pensamiento ganara adeptos. El
jesuita Marin Mersenne, que había sido en otro tiempo uno de sus más fervorosos detractores, se había convertido ya en
uno de sus más fervorosos partidarios, y fue uno de los principales responsables de la divulgación de sus escritos.

La muerte del rey Gustavo II Adolfo no puso fin a la intervención sueca en la guerra de los Treinta Años. El 23 de abril, el
regente Axel Oxenstierna firmó la alianza de Heilbronn, por el que se ponía al frente de los protestantes alemanes.

El 11 de octubre Wallenstein derrotó a las tropas sajonas en Steinau.

En noviembre, unos doscientos veinte colonos salieron de Inglaterra en dos barcos, conducidos por Leonard Calvert, el
hermano del barón de Baltimore. Eran mayoritariamente católicos, aunque entre ellos se contaban también algunos
protestantes.

Thomas Heywood estrenó El viajero inglés.

El 14 de noviembre, el duque Bernardo de Sajonia-Weimar tomó Ratisbona sin que Wallenstein tratara de impedirlo,
porque estaba negociando un acuerdo con él para marchar conjuntamente sobre Praga y proclamarse rey de Bohemia. Sin
embargo, los protestantes no acabaron de confiar en él, temiendo que se tratara de una trampa, y el 18 de febrero de
1634 el emperador Fernando II lo destituyó por alta traición. Wallenstein trató de reunirse con los suecos, de pero el 25
de febrero fue asesinado por orden del emperador. El ejército imperial quedó en manos de Fernando de Austria, el
cardenal-infante y del rey Fernando de Bohemia, el hijo del emperador.

Por estas fechas llegaron a América los colonos dirigidos por Leonard Calvert, que el 27 de marzo fundaron Saint Mary's
City, a la que convirtieron en capital de una nueva colonia, al norte de Virginia e independiente de ella, a la que
llamaron Maryland, teóricamente en honor de la reina Enriqueta María, pero la mayoría católica pensaba más bien en la
virgen María. No obstante, los colonos de Virginia no veían con buenos ojos a sus vecinos católicos. Uno de ellos había
instalado tres años atrás un puesto comercial en la isla de Kent, desde donde trataba provechosamente con los indios, y
ahora, de repente, sus instalaciones estaban en territorio de Maryland, cosa que se negó a aceptar. Tras algunas
escaramuzas entre ambas colonias, Virginia envió una delegación a Inglaterra para anular la concesión de tierras a
Maryland.

El rey Carlos I seguía sin convocar el Parlamento y, dado que las principales fuentes de ingresos del monarca requerían
la aprobación parlamentaria, decidió burlar el sistema legal recuperando un antiguo impuesto, el ship-money, destinado a
luchar contra la piratería. Esta medida levantó agrias protestas.

Ese año murieron los dramaturgos ingleses John Marston y George Chapman.

Los neerlandeses se establecieron en la pequeña isla de Curaçao, al norte de Venezuela.

El cardenal Richelieu impulsó la creación de la Academia Francesa, que originariamente contó con treinta y cuatro
miembros, y cuya función era la regulación de la lengua francesa. Entre sus miembros fundadores figuraban dos discípulos
de Malherbe: Honorat de Bueil, señor de Racan, (que vivía retirado en su castillo de la Turena, del que sólo salía para
visitar a sus amigos de París y, ahora, para asistir a las sesiones de la Academia) y François Mainard, que a la sazón
estaba en Roma, como secretario del embajador francés. El duque de Sully fue nombrado mariscal de Francia.

El 26 de julio el rey Fernando de Bohemia recuperó Ratisbona.

Galileo, todavía abatido por haberse visto forzado a abjurar del heliocentrismo por propia voluntad, recibió un nuevo
golpe cuando murió su hija Virginia, que se había hecho monja con el nombre de María Celeste. La condena de Galileo
supuso un revés al progreso científico, al menos en Italia. En Roma vivía un profesor jesuita de veinticinco años
llamado Evangelista Torricelli, que pocos meses después de la publicación del Diálogo de Galileo le había escrito una
carta mostrando su entusiasmo por la astronomía, declarándose como un heliocentrista convencido. Sin embargo, en vista
de los acontecimientos, prefirió dejar de lado sus investigaciones en astronomía y se centró en las matemáticas. Descartes
escribía a su amigo Mersenne:

Ya debéis saber que Galileo ha sido censurado por la Inquisición y que sus opiniones sobre el movimiento de la Tierra
han sido condenadas por heréticas. Yo sólo puedo deciros que en mi tratado acerca de la luz he admitido la idea del
movimiento de la Tierra; pero si creyera que mi teoría dependiese de la de Galileo, por nada del mundo la defendería
contra el parecer de la Iglesia, aunque estuviese basada en demostraciones que parecieran ciertas y que fuesen
completamente claras.

La incoherencia de esta cita no debe hacernos dudar de la lucidez de Descartes, sino que es un reflejo del afán que siempre
demostró en evitarse problemas (afán que hoy sería fácil tachar de cobardía, pero que, teniendo en cuenta la época, es
razonable tenerlo por sana prudencia). Más tarde, escribiría también a Mersenne: Si el movimiento de la Tierra no es
verdad, todos los fundamentos de mi filosofía son falsos también.

El tratado al que se refiere Descartes se titulaba Le Monde, ou Traité de la Lumiere. Es un tratado de física que había
terminado el año anterior, pero que nunca se atrevió a publicar. La física de Descartes peca de un desaforado exceso de
confianza en la razón (en el mal sentido, es decir, en el de ponerse a extraer conclusiones de razonamientos que pueden
sonar más o menos plausibles, pero que no tienen más fundamento que los razonamientos de un teólogo) y de dejar al
margen las observaciones empíricas. Dicho de otro modo: es un castillo construido sobre arena. Es una constante de toda
la obra de Descartes (excepto cuando trata de matemáticas) que los problemas que plantea son mucho más valiosos que
las soluciones que aporta. Por ejemplo, en astronomía se plantea la necesidad de ir más allá de la mera descripción de
cómo se mueven los astros y explicar por qué lo hacen así: ¿cómo sabe la Tierra dónde está el Sol, para girar a su
alrededor? Para "resolver" el problema da rienda suelta a su imaginación y, considerando absurdo que un cuerpo pueda
actuar a distancia sobre otro, concluye que tiene que haber una sustancia que llene el espacio que media entre los astros,
lo que los antiguos llamaban el éter, que estaría dotada de un movimiento en el que se habrían formado turbulencias,
remolinos o vórtices, por usar la expresión cartesiana, que arrastrarían en su movimiento a los planetas y cometas.

El Tratado de la luz contiene a su vez el Tratado del hombre, en el que Descartes defiende que el cuerpo del hombre y el
de los animales no es más que una máquina, como pueda serlo un reloj o un molino y que, de algún modo que Descartes
no acierta a explicar, en el caso del hombre esta máquina se relaciona con un alma, de naturaleza completamente distinta
al cuerpo, necesaria para explicar las propiedades mentales, como la capacidad de sentir, de pensar, de desear, etc. Los
animales, carentes de alma, son meros autómatas.
En Francia, las repercusiones de la condena de Galileo fueron mucho menos apreciables. Mersenne siguió defendiendo
abiertamente el heliocentrismo. Ahora presentaba sus resultados sobre la caída de los cuerpos. Galieo había incluido en
su Diálogo sus conclusiones, hasta entonces inéditas, sobre la relación matemática entre el tiempo de caída y el espacio
recorrido y Mersenne las había comprobado por sí mismo. Las conclusiones de Galileo implicaban, y así lo había señalado
explícitamente en su Diálogo, que un cuerpo que cae aumenta progresivamente su velocidad, de modo que ésta toma
infinitos valores, desde cero hasta la velocidad máxima con que llega al suelo. Descartes, en cambio, sostenía que esto
era imposible, y que la velocidad debía aumentar escalonadamente, de modo que sólo pase por un número finito de valores
(una muestra más de su racionalismo radical insensato).

Mersenne publicaba también ahora sus Questions inouyes y sus Questions


harmoniques. En la primera continúa, entre otras cosas, su estudio de la roulette,
o cicloide, y se declara incapaz de calcular el área abarcada por su arco. Sin
embargo, le había planteado el problema a su amigo Gilles Roberval, que lo
resolvió ese mismo año utilizando el método de los indivisibles, ideado unos
cinco años atrás (aunque no lo había publicado) por otro jesuita, Bonaventura Cavalieri, catedrático de matemáticas en
Bolonia, que tenía ahora treinta y seis años. La conclusión de Roberval fue que el área de la cicloide (él la
llamaba trocoide) era el triple del área del círculo que la genera.

La compañía de Jesús estaba formando en sus colegios y acogiendo entre sus filas a las mentes más brillantes de la época.
Hacía ya unas décadas que le había surgido un grupo de enemigos, aunque por razones puramente teológicas. A la cabeza
de éstos se encontraba un profesor de teología holandés de la universidad de Lovaina (en los Países Bajos españoles).
Tenía ya cuarenta y nueve años y se llamaba Corneille Jansen, aunque es más conocido como Jansenio. En su época de
estudiante seguía viva en Lovaina la disputa entre los jesuitas y los bayanistas, y Jansenio, junto con otro estudiante
llamado Duvergier de Hauranne, se decantó por éstos últimos. Entre ambos encontraron argumentos basados en san
Agustín para defender la gracia divina como indefectiblemente eficaz para lograr la salvación, sin menoscabo (?) del libre
albedrío. Con el tiempo, Jansenio había logrado gran influencia en la universidad de Lovaina, influencia que usaba para
impedir que los jesuitas obtuvieran la graduación en teología. Ocho años atrás, la universidad lo había enviado a España
con la misión de cerrar las puertas a los jesuitas en las universidades del reino.
Pese al sabor descaradamente luterano de las doctrinas jansenistas, Jansenio se consideraba católico, y ahora lograba el
favor de la Corona española por la publicación de su Mars Gallicus, en el que atacaba violentamente a la monarquía
francesa por el apoyo que estaba prestando a las naciones protestantes.

Urbano Grandier, el cura francés acusado de haber embrujado a las monjas del convento de Loudun fue hallado culpable,
y el 28 de agosto fue quemado en la hoguera ante miles de personas. El asesinato de Grandier señaló el principio de las
críticas hacia la caza de brujas.

El regente de Suecia, Axel Oxenstierna, estaba introduciendo varias reformas en el país: reformó la constitución, creando
un senado de cinco miembros al cual quedaba supeditado el parlamento. Más tarde fundó la universidad de Abo y creó
un servicio de correos.

El 5 y el 6 de septiembre, el ejército español, capitaneado por Fernando de Austria, el cardenal-infante, se unió al ejército
imperial y destrozó al ejército sueco y sajón en Nördlingen.

Los suecos no se rindieron. Buscaron un acuerdo con Francia a través de Grocio, que fue nombrado embajador de Suecia
en Francia. El emperador Fernando II trataba de convencer al rey Ladislao IV de Polonia para que reanudara la guerra
contra Suecia, pero Oxenstierna, lo impidió llegando a un acuerdo con el rey polaco, al que devolvió los territorios
conquistados en Prusia. Por su parte, después de obtener varios éxitos militares, Ladislao IV firmó la paz
de Polanowo con el zar Miguel III de Rusia, en virtud de la cual renunciaba a sus reivindicaciones al trono ruso, pero
conservaba todos los territorios que había conquistado.

Fernando de Austria fue nombrado gobernador de los Países Bajos. Rubens se aseguró de ganarse el favor del nuevo
gobernador, que lo nombró su pintor.

Velazquez pintó un conocido retrato ecuestre del conde-duque de Olivares.

Rembrandt se casó con Saskia, sobrina de su protector, Van Uylenburg. Los retratos de su esposa se convirtieron en uno
de los temas preferidos del pintor. De esta época son Saskia con velo o, Autorretrato con pelliza.
Lope de Vega publicó las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, una parodia de la poesía amorosa
petrarquista, así como la Gatomaquia, una parodia épica que narra los amores de los gatos Marramaquiz y Micifuz por la
gata Zapaquilda. Lope murió en 1635, a la edad de setenta y tres años.

Calderón de la Barca estrenó una de sus obras más famosas: La vida es sueño.

Corneille, que había estrenado varias comedias en los últimos años, como Clitandre o La galería del palacio, recibió la
protección del cardenal Richelieu, y ahora estrenaba su Medea.

Bonaventura Cavalieri publicó su Geometria indiuisibilibus continuorum noua quadam ratione promota, en la que
expone su teoría de los indivisibles, que era un desarrollo del método de agotamiento de Arquímedes al que incorporaba
el concepto de cantidad infinitesimal ideado por Kepler. Cavalieri considera las magnitudes geométricas como
compuesdas de una infinidad de elementos infinitesimales indivisibles que permitía plantear el cálculo de áreas y
volúmenes como sumas de infinitos elementos infinitesimales. Esto no tenía rigor alguno y fue objeto de muchas críticas,
pero lo cierto es que su método permitía calcular fácilmente áreas y volúmenes de varias figuras geométricas y los
resultados que se obtenían eran exactos. El cálculo del área de la cicloide que había llevado a cabo Roberval el año anterior
era una buena muestra de la potencia de esta nueva técnica.

El 28 de abril, Richelieu firmó una alianza en Compiègne con el regente de Suecia, Axel Oxenstierna, por el que Suecia
se aseguraba la financiación francesa para proseguir la guerra en Alemania.

En mayo, el emperador Fernando II firmó el tratado de Praga con el elector Juan Jorge I de Sajonia, en virtud del cual
se paralizaba el edicto de restitución y, esencialmente, volvía al status quo anterior a la guerra.

Temiendo que, sin Gustavo II Adolfo, los suecos no era suficientes para frenar a los Austrias, Richelieu se decidió por
fin a intervenir directamente en la guerra. El rey Luis XIII publicó un manifiesto en el que se detallaban las agresiones de
España hacia Francia a lo largo de la Historia. Tras esta propaganda, el 19 de mayo Francia declaró la guerra a España.
Un ejército francés invadió los Países Bajos, a la vez que otro cruzaba los Pirineos y ponía sitio a Fuenterrabía. El duque
de Rohan ocupó el valle de la Valtelina. La declaración de guerra fue acompañada de una subida de impuestos sin
precedentes que desencadenó una revuelta de campesinos en el Périgord, pero no tardó en ser sofocada.

El marqués de Santa Cruz zarpó de Nápoles al frente de una flota que debía ocupar las islas Hyères, frente a la costa de
Provenza, como paso previo a una invasión de Francia, pero un fuerte temporal dispersó las naves y el proyecto fue
abandonado. Unos meses más tarde atacó las islas Lérins, frente a la Costa Azul, y se apoderó de dos de ellas.

Velazquez pintó La rendición de Breda, diez años después de que Ambrosio de Spínola tomara la ciudad a los
neerlandeses.

En Inglaterra, Van Dyck pintó el retrato de Carlos I de Caza.

Un pintor flamenco llamado Philippe de Champaigne pintó su cuadro más conocido: el retrato del cardenal
Richelieu. Champaigne había entrado en la corte francesa como pintor de María de Médicis. El año anterior había
pintado Luis XIII recibe al duque de Longueville en la Orden del Santo Espíritu, y Una religiosa de la Orden de Santa
Brígida en su lecho de muerte.

El rey Ladislao IV de Polonia firmó una nueva tregua con Suecia (la tregua de Sztumska Wies) que, de hecho, supuso el
fin definitivo del conflicto entre ambos países.

Los colonos de Massachusetts se extendieron por el río Connecticut y fundaron las ciudades de Windsor,
Hartford y Wethersfield. Cuatro años atrás había llegado a Boston un pastor puritano que era más puritano que los
dirigentes de la ciudad (que no lo eran poco: ese año habían decretado la obligatoriedad de la asistencia a los oficios
religiosos). Se llamaba Roger Williams y, paradójicamente, la radicalidad de sus planteamientos religiosos lo llevó a
descubrir el concepto de la tolerancia. Se había convencido de que era imposible asegurar a ciencia cierta qué religion o
qué Iglesia era la verdadera, por lo que era absurdo tratar de imponer al prójimo unas creencias determinadas: cada cual
debía juzgar según sus propias luces y el día del Juicio Final ya se vería quién había acertado y quién no.
Este planteamiento lo convirtió, en particular, en separatista, es decir, que no admitía ninguna vinculación con la Iglesia
Anglicana, pero Williams fue más allá y afirmó que el rey de Inglaterra no era el dueño de América, por lo que no podía
conceder tierras en el continente. La única forma legítima de conseguir tierras era comprárselas a los indios. Este último
aserto no pasó desapercibido, y la consecuencia fue que el 9 de octubre fue desterrado de Massachusetts. Se le permitió
permanecer en la colonia durante el invierno, pero al llegar la primavera tendría que marcharse.

Ese año murió en Quebec Samuel de Champlain. Los franceses ocuparon la isla de Guadalupe, en las Antillas.

El 27 de octubre, el duque Bernardo de Sajonia-Weimar se puso al servicio del cardenal Richelieu, con quien firmó el
tratado de Saint-Germain-en-Laie.

En 1636 Marin Mersenne recibió noticias de un abogado que tenía un cargo de consejero en la corte de Toulouse y que
estaba haciendo progresos notables en matemáticas. Le escribió una carta y pronto recibió respuesta, con fecha 26 de
abril. En ella Pierre de Fermat (que tenía entonces treinta y cinco años) refería ciertos errores que él creía que Galileo
había cometido en su estudio de la caída libre, le comunicaba ciertos resultados que había obtenido sobre espirales y, lo
más interesante, le planteaba dos problemas para que los transmitiera a los matemáticos de París, problemas que él
aseguraba haber resuelto, de modo que los presentaba como una especie de reto a sus colegas parisinos.

Los matemáticos de la Academia Mersenne encontraron irresolubles los problemas de Fermat, así que le pidieron que
explicara la forma en que los había resuelto, y Fermat les envió su Método para determinar máximos, mínimos y tangentes
de curvas planas y su Introducción a los lugares planos y a los sólidos, juntamente con una versión restaurada por él
mismo de un viejo libro de geometría griega: los Lugares planos, de Apolonio.

Estos trabajos (más bien borradores, que Fermat nunca se molestó en dar forma definitiva para ser publicados) le dieron
inmediatamente la fama de ser uno de los mejores matemáticos del planeta. En ellos sienta las bases de lo que ahora se
llama geometría analítica, es decir, el estudio de la geometría a través de la representación de las curvas y superficies
mediante ecuaciones algebraicas.
Según lo dispuesto, Roger Williams dejó Massachusetts al llegar la primavera. Salio de Boston en compañía de un grupo
de partidarios, con los que viajó hacia el sur y en junio fundó la colonia de Providence, 65 kilómetros de Boston, en un
terreno que compró a los indios. Pronto se extendió hasta unas islas cercanas a la costa, una de las cuales se identificó
con una isla que Verrazano había descrito comparándola con la isla de Rodas, así que ahora recibió el nombre de Rhode
Island. Con el tiempo, la colonia pasó a ser conocida con este nombre. (Actualmente, el nombre completo del territorio
es Rhode Island y plantaciones de Providence). Bajo el gobierno de Williams, Rhode Island disfrutó de una absoluta
tolerancia religiosa, que admitió en su seno incluso a judíos. Su status legal fue muy atípico, ya que en principio no tenía
ninguna relación con Inglaterra.

Uno de los principales consejeros del rey Carlos I de Inglaterra era William Laud, el arzobispo de Canterbury, que en
los últimos años se había encargado de imponer en el reino una rígida observancia del culto anglicano, ahora tuvo la idea
de extender a Escocia la liturgia anglicana, y el rey dio su aprobación sin preocuparse de tantear previamente a la nobleza
escocesa, que era mayoritariamente presbiteriana.

Los ejércitos españoles penetraron en Francia, tomaron la ciudad de Corbie, pusieron sitio a Saint-Jean-de-
Losne, defendida por el duque Bernardo de Sajonia-Weimar, y Fernando de Austria amenazó París. Al mismo tiempo,
Francia tuvo que sofocar dos nuevas rebeliones de campesinos.

Ese año murió el duque de Medinasidonia, que fue sucedido por su hijo Gaspar de Guzmán.

Dos años atrás, a instancias de sus amigos, Francisco de Quevedo había consentido en casarse con Esperanza de
Cetina, una viuda con la que convivió escasos meses y de la que ahora se divorciaba:

Mujer que dura un mes se vuelve plaga,


aun con los diablos fue dichoso Orfeo,
pues perdió la mujer que tuvo en paga.

Corneille estrenó su comedia más original: La ilusión cómica.


El 18 de septiembre el emperador Fernando II declaró la guerra a Francia, con lo que la guerra de los Treinta Años entró
definitivamente en su periodo francés.

El 4 de octubre los suecos, dirigidos por el general Johan Gustafsson Banér, derrotaron al ejército imperial y sajón
en Wittstock.

El 28 de octubre los colonos puritanos de Plymouth fundaron una escuela en la localidad de Cambridge, para la que
votaron un presupuesto de 400 libras. Por esa época, un pastor (sacerdote) de treinta años llamado John Harvard se
estaba muriendo de tuberculosis y donó a la nueva escuela 700 libras y su biblioteca de 400 libros. Murió poco después
y la escuela recibió en su honor el nombre de Colegio de Harvard.

El gobernador del Languedoc, Charles de Schömberg, derrotó a los españoles en Leucate, lo que, ya en 1637, le valió
el bastón de mariscal.

El 15 de febrero murió el emperador Fernando II, y fue sucedido por su hijo Fernando III. El rey Ladislao IV de Polonia
se casó ese año con Cecilia Renata, hermana de Fernando III.

También murió el príncipe Víctor Amadeo I de Saboya, que fue sucedido por su hijo Francisco Jacinto, que era menor
de edad, y quedó bajo la regencia de su madre, Cristina de Francia, hermana del rey Luis XIII.

Thomas Hobbes había iniciado ocho años atrás una serie de viajes por Europa, y los últimos tres años los había pasado
en París, donde trabó contacto con Mersenne y su Academia. Aunque nunca mostró la capacidad intelectual necesaria
para dominar las matemáticas y la nueva física, se sintió fascinado por ellas, y elaboró una concepción mecanicista del
mundo que aplicó a todos los asuntos de los que se ocupó, como sus Elementos de ley natural y política, que empezó a
redactar por estas fechas, ya de vuelta en Inglaterra.

En Japón estalló una importante revuelta de cristianos, que fue reprimida duramente por el gobierno. Además se prohibió
a los barcos españoles tomar tierra en Japón.
Los cosacos del Don arrebataron Azov a los turcos, y el zar Miguel III se abstuvo de ayudarlos para evitar una guerra
contra el Imperio Otomano. Por otra parte, tras varias guerras a lo largo de más de una década, los polacos terminaron
por someter a los cosacos del Dniéper.

En Venecia los teatros líricos, hasta entonces reservados a la aristocrácia, se abrieron al público en general (previo pago
de una entrada, claro), y esto animó a Claudio Monteverdi a componer nuevos dramas líricos. (En los últimos años se
había dedicado exclusivamente a la música religiosa.)

En Londres murió el dramaturgo Ben Jonson.

Unos meses atrás, Corneille había estrenado la más famosa de sus tragedias: El Cid, que tuvo un gran éxito, pero pronto
cayó sobre él la acusación de haber plagiado Las mocedades del Cid, del español Guillén de Castro. Corneille desdeñó la
crítica, pero pronto llovieron sobre él otras muchas, que aducían que la obra no respetaba ni las reglas del "buen lenguaje",
ni del "decoro", ni las reglas aristotélicas de unidad de tiempo, lugar y acción. Richelieu decidió intervenir en la polémica.
No le gustaba la obra, porque no era buen momento para ensalzar a un héroe español, pero aprovechó el asunto para
afirmar la autoridad de la Academia Francesa, que había fundado recientemente. Le encargó un veredicto y ésta reprochó
únicamente a la obra que Jimena se case con el asesino de su padre, ya que la obra literaria tenía que estar al servicio de
la moral. Corneille, ofendido, dejó de escribir durante un tiempo.

Hablando de literatura y moral, entre las últimas creaciones de Calderón de la Barca figuraban dos apologías del
asesinato: El médico de su honra y A secreto agravio, secreta venganza. Merece la pena recordar sus argumentos:

El médico de su honra: En la Sevilla del siglo XIV, doña Mencía, esposa de don Gutierre Alfonso Solís, es cortejada por
el infante don Enrique de Trastámara. El marido se queja ante el rey y le pide que aleje a don Enrique de su esposa. Don
Enrique, después de una discusión con el rey, decide desterrarse, pero doña Mencía le escribe para pedirle que no se
marche, ya que ello podría entenderse como una prueba de su culpabilidad y pondría en entredicho su honor. Don Gutierre
descubre a su esposa cuando empieza a escribir la carta, despide al servicio y lleva a casa un barbero para que sangre a
su esposa y la asesine de modo que parezca un accidente. El rey, descubiertos los hechos, no sólo justifica la acción de
don Gutierre, sino que hace que se case con doña Leonor, una dama de la que había estado enamorado.

A secreto agravio, secreta venganza: En Lisboa, un hidalgo llamado don Lope de Almeida, casado por poderes con la
castellana doña Leonor de Mendoza, descubre que un antiguo amante de su esposa, que ella creía muerto cuando se casó,
intenta arrebatarle la honra, así que mata a su enemigo en secreto y luego, en secreto también, quema a su esposa en su
palacio. Así restituye su honra sin menoscabo de su buena imagen.

Los argumentos no son originales. El primero se encuentra ya en una comedia de Lope de Vega, del mismo título, y el
segundo en Tirso de Molina. El espíritu moderno que Cervantes (y también Góngora) mostraron para con las mujeres
no dejó huella en la literatura española. Los españoles de la época y de épocas posteriores no sólo no se avergonzaban
de esta patética concepción del honor, sino que la presentaban como la principal virtud que los distinguía del resto de
europeos, y en verdad que los distinguía.

ANTERIOR RENÉ DESCARTES


Descartes llevaba un tiempo recibiendo presiones de sus amistades para que publicara su Tratado de la luz o, al menos
otra obra que contuviera las principales ideas expuestas en él. Consciente de que tales ideas habían despertado las iras de
muchos aristotélicos, y temeroso de que los gritos despertaran también a los eclesiásticos, venció, no obstante, su
reticencia porque la humildad no era la virtud de la que estaba más sobrado, y temía que la fama de hombre sabio que ya
se había ganado en muchos círculos fuera tenida por una mera apariencia si no presentaba públicamente el fruto de sus
reflexiones. Por ello, en 1637 publicó conjuntamente tres tratados: La dioptrique, Les Météores y La géometrie.

La dioptrique es un tratado de óptica y, aunque Descartes no cita ninguna fuente, en realidad no contiene gran cosa que
no se supiera ya. Destacan, no obstante, la claridad y el orden de la exposición, que hacen que hoy se conozcan como Leyes
de Descartes las leyes fundamentales de la reflexión y la refracción de la luz.

Les météores es el primer tratado sobre meteorología, que incluye muchas afirmaciones que, no sólo son falsas, sino que
el propio Descartes podría haberse dado cuenta de ello fácilmente si hubiera hecho algunos experimentos. Por ejemplo,
ya Roger Bacon había demostrado la falsedad de la creencia según la cual el agua que ha sido hervida se hiela más
rápidamente. Sin embargo, Descartes escribe:

... y vemos por experiencia que el agua que se ha calentado durante cierto tiempo se hiela más rápidamente de lo normal,
y la razón es que aquellas de sus componentes que pueden doblarse son eliminadas durante el calentamiento, y quedan
sólo las que son rígidas.

Éste es un buen ejemplo de la "alegría" con la que Descartes explica habitualmente todo aquello para lo que necesita
encontrar una explicación.

La géométrie es el más importante de los tres tratados, y del que Descartes se sentía más orgulloso. Muestra cómo es
posible estudiar las curvas a partir de ecuaciones algebraicas a través de una identificación de los puntos del plano con
pares de números, sus coordenadas, a través del establecimiento de un sistema de referencia o ejes de coordenadas.

En realidad, estas ideas, la base de la geometría analítica, ya estaban presentes en los trabajos que Fermat había
comunicado el año anterior, que incluso las superaban en muchos aspectos. Como siempre, la ventaja de Descartes residía
en su preocupación de exponer todos los asuntos de la forma más clara y ordenada posible, lo que en este caso se traducía
además en una notación matemática novedosa en algunos aspectos y que coincide esencialmente con la actual; mientras
que Fermat prescindía de todos estos detalles. Es por ello que hoy se habla de ejes y coordenadas cartesianas en lugar de
"fermatianas".

Descartes era consciente de que el trabajo de Fermat deslucía el suyo, y no dudó en atacar enérgicamente las técnicas del
abogado. Se abrío una controversia en la que participaron numerosos matemáticos del círculo de Mersenne. Fermat se
defendió y finalmente Descartes se vio obligado a escribir:

... viendo el último método que usted usa para encontrar tangentes de líneas curvas, sólo puedo replicar que es muy
bueno y que si lo hubiera usted explicado de esta forma desde el principio, lo no habría cuestionado en absoluto.
Por otra parte, Fermat había recibido un ejemplar de La dioptrique del que no hizo ningún comentario hasta que Mersenne
le preguntó explícitamente por él. Su respuesta fue que Descartes "iba a tientas por la oscuridad". Además afirmó que
Descartes no había deducido correctamente su ley de la refracción, ya que estaba implícita en sus hipótesis.

La cicloide representaba un reto interesante para las nuevas técnicas de la geometría analítica, ya que sus coordenadas no
obedecen a ninguna ecuación algebraica. Descartes encontró un método para hallar sus tangentes, pero Fermat encontró
otro más simple. Descartes le escribió alabando su técnica, pero también escribió a Mersenne afirmando que era incorrecta
y que Fermat era incompetente como matemático y como pensador.

Los tres tratados de Descartes iban precedidos de un ensayo titulado Discours de la méthode pour bien conduire la raison
et chercher la vérité dans les sciences, en el que explica cómo llegó a cuestionarse las enseñanzas que había recibido y el
método que había seguido para determinar qué conocimientos (originales o ajenos) podía considerar fiables y firmemente
establecidos. Disfrazando como de costumbre en ropaje de modestia lo que en realidad era su deseo de eludir polémicas,
dice:

Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo
exponer el modo como yo he procurado conducir la mía.

Aunque él mismo no creyera esto, da igual, porque, ciertamente, las cuatro reglas que da pour bien conduire la raison son
razonables, pero nada del otro mundo: muchos hombres ya conducían bien su razón antes y la siguieron conduciendo
magníficamente bien después, sin necesidad de leerlas. Sin embargo, en el Discurso del método hay también muchos
aspectos notables, algunos geniales, que comentamos aparte para el lector interesado.

Los neerlandeses se establecieron en Vietnam. El príncipe de Orange Federico Enrique nombró almirante a Maarten
Harpertszoon Tromp, que organizó una poderosa flota de guerra.

Ese año, Federico Enrique conquistó Breda a los españoles, quienes, por otra parte, tuvieron que levantar el asedio a
Saint-Jean-de-Losne, y Fernando de Austria fue alejado de París, mientras los franceses ocupaban diversas plazas en
Luxemburgo y en el Franco Condado, aunque fracasaron en un intento de apoderarse de la isla de Cerdeña. El duque de
Rohan obligó a España a firmar el tratado de Milán, por el que ésta renunciaba a su derecho de paso por el valle de la
Valtelina.

El conde-duque de Olivares envió un ejercito a Cataluña para defender la frontera. El rey Felipe IV promulgó la
pragmática Princeps namque, por la que decretaba la movilización de la nobleza catalana, pero ésta se negó acogiéndose
a los fueros, que prácticamente blindaban Cataluña frente a cualquier injerencia castellana.

La reina Ana de Francia llevaba ya diez años desterrada de la corte intrigando contra Richelieu, pero éste sabía defenderse,
y aprovechó la correspondencia que la reina mantenía con su hermano, Felipe IV, para acusarla de traición.

En Portugal estalló una revuelta contra la dominación castellana, a cuya incompetencia achacaban que se estuviera
deshaciendo el imperio portugues en ultramar: los neerlandeses se habían apropiado de las Molucas, estaban invadiendo
Brasil y cercenaban la larga línea de factorías portuguesas en la costa africana, mientras los ingleses se establecían en la
India.

El proyecto del arzobispo de Canterbury, William Laud, de imponer el anglicanismo en Escocia provocó una fuerte
insurrección en el país contra la dominación inglesa.

Un comerciante de Massachusetts se granjeó el odio de los indios pequot, que vivían junto al río Connecticut, y fue
asesinado por uno de ellos. Esto suponía una declaración de guerra. Una partida de indios atacó la pequeña población de
Wethersfield y mató a unos pocos de sus habitantes. Como represalia, el 26 de mayo, un grupo de colonos rodeó un
poblado indio y le prendió fuego, matando así a unos seiscientos hombres, mujeres y niños. Los pequots no volvieron a
ocasionar problemas.

Tres años atrás, había llegado a Boston Anne Hutchinson, que compartió las ideas de Roger Williams sobre la tolerancia
religiosa y organizó a un grupo de mujeres bajo su liderazgo que negaban toda autoridad religiosa. Fue llevada a juicio y
el 8 de noviembre se decretó su destierro. Como no podía ser de otro modo, marchó a Rhode Island.
También los neerlandeses de Nueva Holanda entraron en guerra contra los indios. Sucedió a raíz del nombramiento de
un nuevo gobernador, llamado Willem Kief, que consideraba que matar a unos pocos indios haría que el resto diera
menos problemas. Así lo hizo, pero el resto dio muchos problemas: se inició una guerra que duraría varios años. En la
isla de Manhattan se construyó una empalizada como defensa contra los indios, que más adelante daría lugar a que una
calle de la isla fuera llamada Calle de la muralla (Wall Street).

Suecia estaba preparándose para instalar también una colonia en América, que se llamaría, naturalmente Nueva
Suecia. Ese año fundó la Compañía de la Nueva Suecia, entre cuyos promotores estaba Peter Minuit, el comprador de
Manhattan.

En 1638 el ejército francés fue rechazado de Fuenterrabía, a raíz de lo cual el conde-duque de Olivares fue colmado de
premios y honores. Dalmau de Queralt, el conde de Santa Coloma, fue nombrado virrey de Cataluña, quien, dada la
negativa de las autoridades catalanas a suministrar soldados a la Corona, se dedicó a organizar un ejército de mercenarios
siguiendo las órdenes de Olivares. Mientras tanto, en Castilla, se ordenó que cada vecindario aportara un soldado por
cada cien hombres, o bien que pagara los gastos de su mantenimiento.

Seis años atrás, un joven londinense de veinticuatro años (ahora tenía treinta) tomó la decisión de renunciar a la carrera
eclesiástica y se retiró a la casa de sus padres para profundizar en sus estudios. Se llamaba John Milton, y en esos últimos
seis años compuso suficientes poemas como para ser considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa. Destacan
su soneto sobre Shakespeare, los poemas pastoriles Arcades y Comus, y la elegía Lycidas. Ahora emprendía un viaje por
Francia e Italia, donde conoció, respectivamente, a Grocio y a Galileo.

El duque de Sully publicó sus Memorias de las sabias y reales economías de estado de Enrique el Grande, en las que
presenta al rey Enrique IV como inspirador de la política de Richelieu.

Ese año murió el padre François Joseph du Tremblay, el brazo derecho del cardenal Richelieu en política exterior.
El rey Luis XIII se dirigía un día a ver a una de sus amantes, retirada en un convento, cuando una tormenta lo obligó a
refugiarse en el Louvre, donde vivía la reina, Ana de Austria. Por lo visto, el rey no quiso cambiar de planes, y dicho
encuentro fortuito permitió que, unos meses más tarde, Francia tuviera finalmente un Delfín, que fue llamado Luis.

En los Países Bajos españoles murió a los cincuenta y tres años el teólogo Jansenio, que dejó manuscrito su Agustinus, un
tratado que planeaba imprimir secretamente en el que fundamentaba su herética doctrina sobre la salvación por la gracia.
Su principal seguidor era su antiguo compañero de estudios, el francés Duvergier de Hauranne, que ahora era abad del
monasterio de Saint-Cyran. Enemigo de Richelieu, fue encarcelado ese mismo año, pero su discípulo Antoine
Arnauld continuó su labor de difusión del jansenismo por Francia. Tenía entonces veintiséis años, y su hermana
mayor, Jacqueline Marie Angélique Arnauld, ya hacía tiempo que había introducido el jansenismo en el convento
de Port-Royal, del que era abadesa.

En los Países Bajos se editaron los Discursos y demostraciones en torno a dos ciencias nuevas, el último tratado escrito
(o, mejor dicho, dictado, porque estaba casi ciego) por Galileo. En él aparecen expuestos de forma organizada y rigurosa
los principales descubrimientos del genio italiano: el principio de la relatividad del movimiento, el principio de inercia,
la ley de caída de los cuerpos, el movimiento parabólico de los proyectiles y, en definitiva, todos los principios
fundamentales de la cinemática.

El 3 de marzo el duque Bernardo de Sajonia-Weimar vence al ejército imperial enviado en defensa de Rheinfelden y
toma la ciudad.

Ese año llegó a América la primera expedición sueca, guiada por Peter Minuit. Permaneció diez días en Jamestown
y el 29 de marzo fundó el primer asentamiento de la Nueva Suecia, que recibió el nombre de Fuerte Cristina, en
honor a la reina.

Los suecos llevaron a América un elemento que pronto se haría típico, al menos en las regiones más septentrionales: la
cabaña de troncos, mucho más eficiente para conservar el calor que las casas de tablas que construían los colonos ingleses.
También llegó a Boston un nuevo grupo de puritanos, que permaneció brevemente en la ciudad y luego marchó hacia el
sur para fundar el 15 de abril la nueva colonia de New Haven.

El sultán Murat IV logró, con dificultad, tomar Bagdad a los persas, e hizo asesinar a sus habitantes.

El 9 de agosto el ejército imperial fue derrotado en Wittenweiler, y el 17 de diciembre el duque Bernardo de Sajonia-
Weimar tomó Brisach, que cortaba a los españoles la ruta del Rin. La plaza quedó encomendada a Henri de La Tour
D'Auvergne, vizconde de Turena, hijo menor del duque Enrique de Bouillon. Ya en 1639, los franceses derrotaron a los
españoles en varios frentes: Monferrato, Lombardía y el Rosellón. Por otra parte, Richelieu tuvo que afrontar una nueva
revuelta, esta vez en Normandía.

También el rey Carlos I de Inglaterra tenía que hacer frente a una revuelta, en su caso en Escocia. Creyó que los ingleses
le ayudarían a resolver el problema, pero los ingleses estaban más descontentos con su gobierno que con las pretensiones
de independencia de Escocia. El rey sólo pudo reunir un mediocre ejército que huyó en desbandada tras los primeros
combates. Sin saber qué hacer, llamó como consejero a Thomas Wentworth, el conde de Strafford. Había defendido al
rey cuando el Parlamento le presentó la petición de derechos, y llevaba siete años gobernando Irlanda con mano dura.
Strafford trasladó a Inglaterra el ejército que tenía en Irlanda y trató de reavivar la lealtad hacia la Corona tomando
medidas contra los puritanos. Por su parte, los rebeldes escoceses llamaron en su ayuda a Alexander Leslie, un noble
escocés que había alcanzado el grado de mariscal en el ejército del rey Gustavo II Adolfo de Suecia.

En la ciudad de Cambridge (en Nueva Inglaterra) se instaló la primera imprenta (la primera de todas las colonias inglesas
en América). Como no podía ser de otro modo, su primera edición fue un libro de salmos (una Biblia hubiera sido menos
rentable, ya que prácticamente todo el mundo tenía ya una).

Una expedición inglesa desembarcó en Santa Lucía, una pequeña isla antillana, pero fue exterminada por los caribes.
Por otra parte, navegantes ingleses fundaron en la India el fuerte de San Jorge, mientras los franceses fundaban su primer
establecimiento en Senegal.

La Academia Francesa empezó a elaborar un diccionario.


En mayo llegó al Rosellón (el territorio catalán situado al norte de los Pirineos) el ejército de Felipe Spínola, dispuesto a
rechazar la ocupación francesa. Los campesinos catalanes ya estaban molestos por las presiones del virrey Santa Coloma
para que se enrolaran en el ejército real, y lo estuvieron más cuando se vieron obligados a alojar y avituallar soldados,
con los que diáriamente se producían altercados. Por ejemplo, consta que el alcalde de la localidad castellana
de Puertollano replicó a dos padres cuyas hijas de catorce años habían sido violadas por unos soldados que "los soldados
no tenían culpa, que bien hacían en tomarlo donde lo hallasen". (Y esto era en Castilla, lo que da una idea de lo que
pasaría en Cataluña, donde los soldados veían a los catalanes como miserables cobardes traidores).

Japón se cerró a todos los extranjeros, excepto chinos y neerlandeses, mientras continuaban las persecuciones de
cristianos.

El 14 de abril, el general sueco Banér deshizo el ejército imperial y sajón en Chemnitz y entró en Bohemia.

Dos años atrás, Étienne Pascal, uno de los asiduos del círculo de Mersenne, había empezado a llevar a su hijo, Blaise
Pascal, a las reuniones de la Academia. Tenía entonces catorce años y ahora, en junio, cuando acababa de cumplir los
dieciséis, presentó un papel con varios teoremas sobre geometría proyectiva, una técnica geométrica ideada por Girard
Desargues (que tenía entonces cuarenta y ocho años) que Blaise había conocido el año anterior. Uno de sus resultados
(sobre hexágonos inscritos en cónicas) es conocido hoy en día como Teorema de Pascal.

Ese año murió el duque Francisco Jacinto de Saboya, y fue sucedido por su hermano de cinco años Carlos Manuel II. Su
madre, Cristina de Francia, continuó como regente.

El 18 de julio murió el duque Bernardo de Sajonia-Weimar, cuando se disponía a iniciar una campaña contra Austria y
Baviera. Dejó a Francia sus posesiones y su ejército.

La pértida de la Valtelina y de Brisach llevó al conde-duque de Olivares a tratar de reforza la conexión marítima con los
Países Bajos. Para ello envió una escuadra de cincuenta y un barcos bajo el mando del almirante Antonio Oquendo, pero
el 21 de octubre fue alcanzada frente a Las Dunas por la flota neerlandesa del almirante Tromp, que no dejó sanos más
de ocho barcos y dejó así incomunicadas a las fuerzas españolas en los Países Bajos.
Rubens pintó uno de sus cuadros más famosos: sus celulíticas Tres Gracias.

La noche del 7 de diciembre, sin que se sepa muy bien por qué, Francisco de Quevedo fue arrestado y encarcelado en el
convento de San Marcos. Una versión dice que el rey Felipe IV se encontró debajo de su servilleta un memorial en verso
escrito por el poeta que denunciaba la corrupción de la corte. También se dice que se le acusó de espionaje para Francia.

En enero de 1640 Felipe Spínola tomó la plaza de Salces, en el Rosellón, con lo que completaba la expulsión del ejército
francés. No obstante, el ejército español permaneció en Cataluña, para prevenir otra eventual invasión francesa, y esto
hizo cundir el descontento entre los catalanes. Además, el conde de Santa Coloma prohibió el comercio con Francia, lo
que afectaba seriamente a los intereses de la burguesía catalana. Poco después, los franceses se apoderaron del Artois,
que formaba parte de los Países Bajos españoles.

Las Cortes catalanas rechazaron una vez más la Unión de Armas, por la que el conde-duque de Olivares pretendía que
Cataluña aportara soldados al ejército real.

El Papa Urbano VIII publicó Poemata, una colección de poemas en latín.

Después de la querella del Cid, el dramaturgo francés Pierre Corneille volvió a la escena con dos nuevas
obras, Horacio y Cinna, que esta vez respetaban todas las reglas aristotélicas, divinas y humanas que se pudiera respetar.

Alexander Leslie, al frente del ejército rebelde escocés, invadió Inglaterra. Estando en guerra con Escocia, el rey Carlos
I de Inglaterra (y Escocia) no podía seguir malviviendo con fondos obtenidos malamente a espaldas del Parlamento.
En abril, después de más de diez años, no tuvo más remedio que volverlo a convocar, confiando en que la crítica situación
moderaría a los parlamentarios. Así fue: el Parlamento concedió un subsidio de 120.000 libras, y aprobó una normativa
por la que los clérigos debían predicar cuatro veces al año la doctrina del derecho divino de los reyes y que los que se
levantaran en armas contra el rey serían castigados en el infierno. (No es que se aprobara esto último, se aprobó que lo
predicaran los clérigos.)
Estas disposiciones eran un reflejo de la autoridad indiscutible de que gozaba a la sazón arzobispo de Canterbury, William
Laud. Recientemente, había hecho cortar las orejas a un hombre que había publicado un libro contra el episcopado
anglicano. Otro puritano, que había protestado por la liviandad del teatro, en el que se permitía a las mujeres salir a escena,
también fue desorejado, así como un médico que compuso una parodia de la letanía que decía: "De plagas, peste, hambre,
obispos, clérigos y diáconos, libera nos Domine".

En cuanto tuvo lo que quiso, el rey disolvió el Parlamento, que no duró más que unos pocos días y fue llamado
el Parlamento corto.

Un médico flamenco llamado Jan Baptist Van Helmont, investigando los vapores producidos por la fermentación de
los zumos de fruta, descubrió la sustancia que denominó gas silvestre (hoy conocido como dióxido de carbono). Fue él
quien acuñó la palabra gas, al parecer derivada del griego chaos.

El 20 de mayo murió el pintor flamenco Petrus Paulus Rubens.

También murió el sultán otomano Murat IV, que fue sucedido por su hijo Ibrahim. Éste dejó el poder en manos de su
madre y sus favoritos.

El 26 de mayo se produjo una sublevación de campesinos catalanes, que entraron en Barcelona con la complicidad de las
autoridades y liberaron a Francesc Tamarit, encarcelado por no facilitar las tareas de reclutamiento y alojamiento.

El 7 de junio, como cada año, se concentró en Barcelona un gran número de segadores en busca de contratos de siega.
Uno de ellos fue reconocido como el asesino de un alguacil real, se le intentó detener y sus compañeros se opusieron. Se
originó así un tumulto que desembocó en una batalla entre soldados y segadores. Los segadores resultaron victoriosos, el
pueblo quedó fuera de control, las propiedades de algunos nobles fueron saqueadas e incluso incendiadas. El virrey de
Cataluña, el conde de Santa Coloma tuvo que huir y, cuando trataba de alcanzar una galera genovesa que le esperaba en
el puerto, cayó sobre unas rocas y murió. Era el día del Corpus, por lo que es recordado como el Corpus de sangre. El
presidente de la Generalidad, Pau Claris, con la complicidad de la burguesía urbana, se convirtió en la máxima autoridad
de Cataluña y pronto entabló una alianza con Francia. Se iniciaba así la guerra de separación de Cataluña, también
conocida como guerra de los segadores.

Ese año murió el príncipe elector Jorge Guillermo de Brandeburgo, y duque de Prusia, que fue sucedido por su
hijo Federico Guillermo.

También murió el conde Enrique Casimiro I de Nassau. El título lo conservó su hermano Guillermo Federico.

En Dresde murió a los cuarenta años un compositor y violinista llamado Carlo Farina, nacido en Mantua, autor de las
primeras sonatas para violín. En el Palatinado triunfaba Biagio Marini, nacido en Brescia. Escribía sonatas para violín
en las que combinaba el estilo alemán y el italiano. Tenía ahora cuarenta y tres años.

En septiembre, el ejército de Felipe IV, conducido por el marqués de Leganés, entraba en Tortosa y reprimía duramente
el alzamiento popular catalán.

Los franceses, dirigidos por el vizconde de Turena, ocuparon Turín.

En vista del éxito del Parlamento corto, el rey Carlos I de Inglaterra decidió convocar una nueva sesión, que fue conocida
como el Parlamento largo, porque, muy a pesar del monarca, iba a durar trece años. A los seis días de la apertura, John
Pym, que recordaba la oposición del conde de Strafford a la Petición de Derechos, convenció a la Cámara de los Comunes
para que aprobara el encarcelamiento del conde, acusado de alta traición. Los Comunes irrumpieron en la Cámara de los
Lores con su petición. Los Lores, sorprendidos, empezaron a discutir el asunto cuando entro Strafford, que fue
inmediatamente arrestado y encerrado en la Torre de Londres por los Comunes. William Laud, el arzobispo de
Canterbury, no tardó en correr la misma suerte.

Thomas Hobbes, bien conocido por su apoyo a la monarquía, consideró que lo más prudente era abandonar Inglaterra y
marchó de nuevo a París. Por motivos similares, el pintor Van Dyck decidió aceptar la invitación de Fernando de Austria
para sustituir a Rubens como pintor del rey Felipe IV de España. (Cuando murió, Rubens estaba trabajando en un encargo
del rey). A estas fechas corresponde el retrato de María Ruthven, su esposa.
Portugal fue requerido a suministrar soldados para combatir la revuelta catalana, pero, en lugar de colaborar, los
portugueses decidieron rebelarse también. El 11 de octubre, una junta nobiliaria reunida en Lisboa ofreció el trono
portugués al duque Juan II de Braganza, nieto de Juan I, que había tratado de hacerse con el trono tras la muerte del rey
Sebastián. El duque aceptó y dispuso el alzamiento para el 1 de diciembre. Ese día, un gran número de hombres armados
marchó sobre el palacio real de Lisboa gritando, "Viva el duque de Braganza, nuestro rey, Viva Juan IV". Desarmaron a
la guardia, asesinaron a varios ministros y capturaron a la virreina, Margarita de Saboya (la viuda del duque de Mantua
Francisco Gonzaga). El 15 de diciembre, el duque Juan II de Braganza fue coronado como rey Juan IV de Portugal. Era
el comienzo de la guerra de separación de Portugal.

En enero de 1641 las cortes portuguesas reconocieron al nuevo rey, mientras la Generalidad Catalana, ante el avance del
ejército real y a propuesta de Pau Claris, reconocieron como conde de Barcelona al rey Luis XIII de Francia. Un ejército
francés entró en Cataluña y en febrero infligió en Montjüic una severa derrota a las tropas españolas. Claris, que estaba
gravemente enfermo, murió pocos días después. Los franceses asediaron la ciudad (entonces española) de Arras y en la
campaña resultó gravemente herido un soldado de veintidós años llamado Cyrano de Bergerac, a raíz de lo cual decidió
dejar la carrera militar.

Richelieu logró que uno de sus principales colaboradores fuera nombrado cardenal. Se trataba de Giulio Mazarino. Había
nacido en Italia, pero dos años atrás había obtenido la nacionalidad francesa. Desde joven había destacado como
diplomático, y había defendido brillantemente los intereses de Francia en los conflictos italianos sobre el valle de la
Valtelina y la sucesión del ducado de Mantua.

El duque de Medinasidonia, que tenía a su cargo el gobierno de Andalucía, era cuñado del rey Juan IV de Portugal, y
retrasó deliberadamente el envío de tropas para combatir la rebelión portuguesa. Más aún, la aristocrácia andaluza lo
eligió como cabecilla (o más bien como cabeza de turco, porque no tenía muchas luces) de una revuelta que pretendía
convertir a Andalucía en un reino independiente. Sin embargo, esta conspiración fue abortada rápidamente. Hubo un
proceso y el duque de Medinasidonia se salvó, probablemente por su parentesco con Olivares, y todas las culpas recayeron
sobre un pariente suyo, el marqués de Ayamonte, que fue condenado a muerte, aunque la sentencia no se aplicó y el
marqués fue encarcelado.
En marzo, el rey Juan IV de Portugal firmó un tratado de amistad con Francia, que aportó una ayuda muy valiosa en la
guerra contra España. También recibió ayuda neerlandesa. Las Provincias Unidas enviaron una flota dirigida por Michiel
Adriaanozoon de Ruyter. Eso sí, ya de paso, los neerlandeses se apoderaron de Luanda, en Angola, con la complicidad
de la reina Anna Nzinga, que recelaba de las ambiciones portuguesas. Como era católica, entabló relaciones directas con
el Vaticano, que le envió misioneros italianos y españoles.

En abril, el vizconde de Turena dirigió el asedio de Perpiñán.

El rey Carlos I de Inglaterra había aceptado el encarcelamiento de Strafford en parte porque le pilló por sorpresa y en
parte porque pensó que nadie podía hacer nada contra él sin su consentimiento, sin embargo, los parlamentarios
desempolvaron una antigua ley que condenaba a muerte a todo aquel que traicionara al rey. No era difícil examinar con
lupa las actividades de Strafford como gobernador de Irlanda para encontrar algo que pudiera calificarse de traición,
aunque difícilmente se le podría llamar traición al rey si el rey no admitía haber sido traicionado. No obstante, los
parlamentarios plantearon un principio completamente nuevo: quien traiciona al Estado traiciona al rey, y fue entonces
cuando Carlos I empezó a preocuparse por la salud del conde. Decidió hablar en su defensa ante el Parlamento, pero su
discurso fue nefasto: reconoció que el conde podía haber cometido abusos y, más que una defensa, su intervención pareció
una súplica de clemencia. Avasallado y atrapado por sus propias palabras, no pudo negarse a firmar la pena de muerte, y
el 12 de mayo el conde de Strafford fue decapitado ante la torre de Londres.

John Milton había regresado a Inglaterra dos años atrás, interrumpiendo bruscamente su viaje por Europa tan pronto tuvo
noticia de los conflictos en su país. Ahora publicaba libelos como Reforma de la disciplina eclesiástica en Inglaterra, en
los que defendía las tesis puritanas.

En Venecia, Claudio Monteverdi estrenó una nueva ópera: Il ritorno d'Ulise in patria.

Ese año, Carlos I casó a su hija María, de diez años, con Guillermo, el hijo de dieciséis años del príncipe de Orange-
Nassau, Federico Enrique.

Ese año murieron:


 El general sueco Johan Gustafsson Banér, Murió el 20 de mayo y fue sustituido por Lennart Tortensson, el conde
de Ortala, que fue nombrado mariscal de campo. El rey Gustavo II Adolfo le había encargado organizar la artillería
sueca, y fue el responsable de la artillería en las principales batallas libradas por los suecos en Alemania.
 Fernando de Austria, el Cardenal-Infante, que era uno de los principales generales con los que contaban los
Austrias. La guerra de los Treina Años iba cada vez peor para los Austrias, y el emperador Fernando III organizó
una reunión preliminar en Hamburgo para tantear las posibilidades de negociar el fin de la guerra. El emperador
firmó también un tratado de paz con el sultán otomano Ibrahim.
 El duque de Sully.
 El dramaturgo inglés Thomas Heywood.
 El pintor neerlandés Antoon Van Dyck.
 El teólogo neerlandés Franz Gomar.

Los neerlandeses arrebataron Malaca a los portugueses, así como varios asentamientos africanos donde éstos compraban
esclavos. Luego, el 12 de junio, el rey Juan IV de Portugal firmó una tregua de diez años con las Provincias Unidas.

Frans Haals pintó otro de sus famosos retratos de grupos: Los regentes del hospital de Santa Isabel.

Descartes publicó su obra más importante, las Meditationes metaphysicae, en las que desarrolla la cuarta parte de
su Discurso del método, donde aplicaba su proceso de duda metódica (es decir, de partir de cero, cuestionando como
dudoso cualquier conocimiento previo, para, paulatinamente, ir aceptando sistemáticamente una verdad tras otra con la
rigurosa supervisión de la razón), a un campo completamente virgen como era la teoría del conocimiento. Naturalmente,
no decimos "virgen" en el sentido de que nadie lo hubiera tocado antes, lo cual sería obviamente falso, sino virgen en el
sentido de que nadie lo había abordado anteriormente desde un planteamiento moderno. Están escritas en latín para evitar
"que pudiese ser leído por todos, con objeto de que las mentes mediocres no creyesen que ésta [la duda metódica] es la
postura que debieran adoptar".

Si no tenemos en cuenta el esbozo incluido en el Discurso del método, las Meditaciones pueden considerarse el primer
ensayo moderno sobre la teoría del conocimiento, lo que convierte a su autor en el primer filósofo moderno.
Las Meditaciones siguen en la misma línea que todos los tratados anteriores de Descartes (exceptuado siempre lo tocante
a las matemáticas): lo verdaderamente valioso en ellas son los problemas que plantea y los conceptos que introduce, ya
que la obra de los filósofos posteriores puede verse como sucesivas precisiones o rectificaciones al pensamiento
cartesiano; sin embargo, las soluciones que él mismo aporta a tales problemas son más bien lamentables, y no tardaron
en suscitar las críticas de personalidades notables, como Gassendi o Thomas Hobbes. Pese a ello, podemos decir que
las Meditationes metaphysicae son el primer ensayo sobre teoría del conocimiento que sigue vigente hoy en día, en el
sentido de que de su lectura puede extraerse algo —mucho— de valor que no sea meramente historia de la filosofía. Para
el lector interesado en los detalles, comentamos aquí algunos fragmentos.

Hobbes publicó ese año su tratado De ciue, en el que expone la doctrina que el propio Hobbes resume de este modo:

El interés y el miedo son los principios de la sociedad, y toda moral consiste en vivir según nuestra voluntad. La religión
no tiene más fundamento que las leyes del país, y toda ley depende de la voluntad del príncipe o del pueblo.

Los católicos irlandeses se unieron a la moda de las revueltas, y los ingleses achacaron el problema a las numerosas
concesiones que el rey Carlos I había hecho a los católicos. En noviembre, aprovechando que el rey había marchado a
Escocia para tratar de negociar con los rebeldes, los Comunes redactaron un memorial conocido como el Gran reproche
(Grand Remonstrance), en el que responsabilizaban al monarca de todos los abusos de los obispos y clérigos, y que
limitaba considerablemente el poder del rey, ya que, entre otras cosas, prohibía la recaudación de impuestos irregulares y
todo tribunal de justicia extraordinario.

Cuando volvió a Inglaterra, se encontró con un recibimiento popular entusiasta, que le dio la confianza necesaria para, en
lugar de disolver el Parlamento, acudir ante él para ordenar la detención de John Pym y otros cuatro diputados rebeldes.
Esto sucedió el 4 de enero de 1642. El rey salió de palacio acompañado de su joven esposa, que le aconsejaba que no
fuera cobarde. Entró en la capilla donde se reunían los Comunes, se sentó en el sillón del presidente y buscó con la mirada
a sus enemigos. Cuando se dio cuenta de que éstos, advertidos, habían huido, murmuró "¡Los pájaros han escapado!", y
abandonó la sala. Los diputados se habían refugiado en el Guild-Hall, o palacio municipal de Londres, y allí se dirigió el
rey, sin escolta, al día siguiente, pero no consiguió imponer su autoridad.
Dos años atrás, Galileo había diseñado un reloj de péndulo, que su hijo trataría de construir más adelante, aunque sin
éxito. A pesar de su ceguera, nunca dejó de trabajar. En una carta escribió: "En mis tinieblas fantaseo sobre este o aquel
efecto de la naturaleza, y no puedo, como quisiera, dar reposo a mi inquieto cerebro". El reposo le llegó el 9 de
enero, cuando murió a punto de cumplir los setenta y ocho años de edad.

El 10 de enero, el rey Carlos I de Inglaterra decidió abandonar Londres, sin saber muy bien qué iba a hacer.
Inmediatamente después, los diputados refugiados en el Guild-Hall regresaron al Parlamento entre aclamaciones. Los
parlamentarios votaron que el Parlamento no podía disolverse sin su propio consentimiento. En sus filas no tardó en
destacar Oliver Cronwell, un puritano radical que costeó el reclutamiento de un ejército de unos diez mil hombres, tan
fanáticos y disciplinados como él mismo, que fue puesto bajo el mando de Robert Devereux, el conde de Essex, hijo y
tocayo del que fuera favorito de la reina Isabel I.

Por su parte, el rey Carlos I recibió el apoyo de su sobrino Ruperto, hijo de su hermana Isabel y del derrocado elector
palatino Federico V, que tres años atrás había sido capturado por los imperiales, pero se le permitió marchar a Inglaterra,
dado que los apuros por los que estaba pasando Carlos I inquietaban a todas las monarquías europeas. Tenía ahora
veintitrés años, pero era un excelente estratega. También estuvo al lado del rey George Villiers, el segundo duque de
Buckingham, que tenía ahora catorce años.

El 22 de enero, Carlos I firmó una alianza con el rey Juan IV de Portugal.

Perpiñán cayó en poder del vizconde de Turena.

El músico Claudio Monteverdi estrenó L'incoronazione di Poppea, la primera ópera de tema histórico, pues trata sobre
los amores de Nerón y Poppea y la muerte de Séneca. Monteverdi muestra ya un gran dominio de las nuevas técnicas y
posibilidades expresivas del bel canto. Además de las arias líricas y dramáticas, encontramos recitativos, dúos y coros,
así como una orquestación que se adapta en cada momento a la personalidad de cada actor.

En los últimos años, Rembrandt había tenido que afrontar la muerte prematura de sus tres hijos mayores, así como la de
su madre, y ahora moría también su esposa Saskia, que lo dejaba solo con su hijo Titus, de un año. El pintor terminaba
por esas mismas fechas La compañía del capitán Frans Banningh Cocq y el teniente Willem van Ruytenburch, que más
tarde fue más conocido como La ronda de noche, hasta que una limpieza mostró que no se trataba de una escena nocturna,
sino diurna. Parece ser que el cuadro recibió malas críticas, debido a que rompía con la tradición del género del retrato de
grupo: representaba una escena real, en la calle, en lugar de una composición estudiada de personajes en posturas
afectadas. Los encargos disminuyeron y Rembrandt tuvo que recurrir a prestamistas.

En Persia murió el sha Safí I, que fue sucedido por su hijo Abbás II.

LA REVOLUCIÓN INGLESA
En 1642 los franceses fundaron la ciudad de Montreal a orillas del río San Lorenzo, aproximadamente a medio camino
entre Quebec y el lago Ontario.

Mientras tanto se descubría una nueva conjuración contra el rey Luis XIII, esta vez protagonizada por uno de sus
amantes, Henri Coiffier de Ruze, marqués de Cinq-Mars. Había llegado a ser favorito del rey gracias a la protección
de Richelieu, pero luego éste le negó su apoyo y Cinq-Mars quiso vengarse con el apoyo de España (y, por supuesto, del
duque de Orleans), pero su plan fue descubierto y fue condenado a muerte. Tenía ahora veintidós años.

Richelieu no tardó en morir, y fue sucedido como primer ministro por el cardenal Mazarino. Richelieu había consolidado
la autoridad real destruyendo a cuantos podían amenazarla: ya fueran hugonotes, aristócratas, parlamentarios o
campesinos; y, en política exterior combatió la mayor amenaza para Francia, que a la sazón eran los Austrias alemanes y
españoles. Sus técnicas, a menudo violentas (y caras), habían desencadenado una crisis económica a la que ahora tenía
que hacer frente Mazarino. Exiliada en Colonia, murió María de Médicis, la madre del rey Luis XIII.

El dramaturgo Corneille pasó de ser protegido de Richelieu a ser protegido de Mazarino. Ese año estrenó la
tragedia Poliuto.
Anthony Van Diemen, el gobernador general de la Compañía de las Indias neerlandesas, envió desde Batavia a Abel
Janszoon Tasman a recorrer el mar del Sur, quien descubrió la isla que llamó de Van Diemen, aunque después fue
rebautizada como Tasmania. Desde allí llegó a la tierra que llamó Nueva Zelanda, creyendo que se trataba de un
continente (la Tierra Austral, cuya existencia conjeturaban los geógrafos) cuando en realidad eran dos islas.

En Formosa, los neerlandeses rechazaron un intento español de asentarse en la isla.

El Papa Urbano VIII condenó el jansenismo en la bula In eminenti.

Los suecos seguían cosechando éxitos en la guerra de los Treinta Años. El 14 de junio Torstensson ocupó Olmütz.

El obispo de Puebla de los Ángeles, en México, era a la sazón Juan de Palafox y Mendoza, que había "residenciado" a
los últimos virreyes de México (es decir, había juzgado sus actuaciones al cesar sus respectivos mandatos) y ahora lograba
la destitución del marqués de Villena, el virrey actual. Poco después fue nombrado virrey y arzobispo de México. Durante
su mandato dotó de una nueva reglamentación a la universidad y organizó doce compañías de milicias para defender la
colonia.

Los puritanos ingleses lograron la prohibición de las representaciones teatrales y otras inmoralidades semejantes. El 11
de julio, el Parlamento acusó al rey Carlos I de iniciar una guerra civil, pero lo cierto es que el rey no llevó a cabo ninguna
acción militar hasta el 22 de agosto. Su ejército obtuvo una victoria en Edgehill. Irlanda aprovechó el conflicto para
rebelarse bajo la dirección de Owen Roe O'Neill, sobrino del difunto conde de Tyrone, Hugh O'Neill. Tenía cincuenta y
dos años, y había pasado los últimos treinta sirviendo en el ejército español.

El 2 de noviembre, Torstensson destrozó el ejército imperial en Breitenfeld.

Juan de Palafox fue sustituido como virrey de México por García Sarmiento de Sotomayor, el conde
de Salvatierra, tras lo cual renunció a su cargo de arzobispo de México y volvió a su obispado de Puebla. Allí entabló
un pleito contra los jesuitas que causó mucho revuelo y se prolongó durante mucho tiempo.
Desde hacía más de una década, el Tíbet estaba inmerso en una guerra civil entre los monjes amarillos, que obedecían al
dalai-lama, y los monjes rojos. Una intervención mongola puso fin al conflicto. En 1643 los monjes rojos fueron
expulsados y el dalai-lama se convirtió en el señor indiscutible del Tíbet, protegido por los mongoles.

Las revueltas de Cataluña y Portugal fueron las gotas que colmaron el vaso de la opinión pública contra el conde-duque
de Olivares. El golpe final lo dio la llamada conspiración de las mujeres: La reina Isabel, la duquesa de Mantua, la nodriza
del rey, Ana de Guevara, y la monja sor María de Jesús de Ágreda convencieron a Felipe IV de que destituyera a
Olivares y gobernara personalmente. En enero, el rey firmó el decreto por el que Olivares debía abandonar la Corte. Se
retiró a Loeches, donde había edificado un convento de dominicas en el que había dispuesto su sepultura.

Felipe IV confió todas las responsabilidades del gobierno a un sobrino de Olivares, Luis Méndez de Haro y Guzmán, el
marqués del Carpio. En principio no recibió el cargo de ministro, ya que, teóricamente, el rey se había comprometido a
gobernar personalmente, pero en la práctica Haro pasó a ser el nuevo valido.

Por otra parte, sor María de Jesús se convirtió en una de las principales asesoras del monarca, a través la correspondencia
que mantenían semanalmente, correspondencia que muestra a un Felipe IV atormentado por su sentimiento de
responsabilidad en las dificultades que atravesaba España.

La caída de Olivares dejó el campo libre a la Santa Inquisición para actuar contra los judaizantes portugueses (es decir,
los judíos que teóricamente habían abrazado el cristianismo para no ser expulsados, pero que profesaban secretamente el
judaísmo). Muchos de ellos habían emigrado a Castilla aprovechando la integración de Portugal en España y Olivares los
había protegido porque eran burgueses con un gran peso en la economía española. Sin embargo, a partir de este momento
los procesos contra ellos se multiplicaron.

Ese año murió el rey Luis XIII de Francia, y fue sucedido por su hijo Luis XIV, que tenía entonces cinco años de edad.
El consejo de regencia fue presidido por su madre, Ana de Austria, si bien fue el cardenal Mazarino quien, gozando del
apoyo incondicional de la reina, conservó el poder, un poder mucho mayor que el que jamás había llegado a tener
Richelieu. El cardenal se ocupó de que el rey recibiera una sólida educación política. El duque de Orleans fue nombrado
lugarteniente general del reino.

Mazarino envió un ejército encargado de expulsar a los españoles del noreste de Francia, al frente del cual puso a Luis
de Borbón, el duque d'Enghien, hijo del príncipe de Condé. Tenía tan sólo veintidós años, y dos años antes se había
casado con una sobrina del cardenal Richelieu. El 10 de mayo, los españoles, dirigidos por Francisco de
Melo, asediaron Rocroi, plaza que se sabía mal defendida y que permitiría el acceso a la región de Champaña. Pero
pronto llegó Luis de Borbón con un poderoso ejército de veinticuatro mil hombres, frente a los ocho mil españoles. Al
enterarse de que Melo esperaba refuerzos, decidió atacar inmediatamente, en la madrugada del 19 de mayo. En el combate
confluyeron la gran habilidad táctica de Luis de Borbón y la completa nulidad de Francisco de Melo, que, tras seis horas
de lucha, dieron como resultado una estrepitosa derrota de los españoles, que dejaron más de seis mil muertos en el campo
de batalla. La batalla de Rocroi fue la primera derrota importante que sufría España en las guerras europeas, y los
historiadores la toman como la primera manifestación de la decadencia de España como potencia europea. Poco después,
los franceses ocupaban Flandes. Esto nace de tener enojado a Nuestro Señor, escribía Felipe IV a la monja de Ágreda.

El vizconde de Turena, nombrado mariscal de Francia, pasó a Alemania, donde conquistó Maguncia y Worms.

Ese año se reunieron en Frankfurt representantes plenipotenciarios de todos los países beligerantes en la que se
convocaron dos reuniones paralelas, una en Munster entre imperiales católicos y franceses, y otra en Osnabrük entre
imperiales protestantes y suecos. También participarían Venecia y el Papado.

En junio, el rey Felipe IV accedió a excarcelar a Francisco de Quevedo, que regresó a Madrid con la salud muy
deteriorada.

Corneille estrenó la tragedia Pompeyo y la comedia El mentiroso.

Un estudiante de derecho de veintiún años llamado Jean-Baptiste Poquelin decidió abandonar sus estudios para fundar
con unos amigos una compañía de teatro. Adoptó entonces el nombre artístico de Moliére.
Antoine Arnauld publicó un libro Sobre la comunión frecuente, en el que criticaba la moral de los jesuitas y defendía
abiertamente el jansenismo.

El 6 de julio, el rey Carlos I de inglaterra obtuvo en Lansdown una segunda victoria contra el ejército del Parlamento,
que revalidó el 10 de julio en Roundway Down. Instaló entonces su capital en Oxford, adonde acudieron todos los Lores
y la tercera parte de los Comunes, que formaron lo que el Parlamento de Londres llamó el Parlamento Mestizo.

Tras las últimas derrotas derrotas, John Pym firmó una alianza con los escoceses, pero murió poco después. Entre los
señores más poderosos de Escocia se encontraba Archibald Cambell, el conde de Argyll, presbiteriano intransigente,
que se puso de parte del Parlamento inglés. Oliver Cromwell había organizado un nuevo ejército, reclutado entre
la Asociación de los condados orientales.

Massachusetts, Plymouth, Connecticut y New Haven se unieron en una Confederación de Nueva Inglaterra para presentar
un frente común contra los indios y dirimir con ellos los conflictos fronterizos. Rhode Island no fue tenida en cuenta, por
sus teorías radicales de que los indios tenían algunos derechos. Como presidente, fue elegido el gobernador de Boston,
John Winthrop.

El rey Cristián IV de Dinamarca decidió subir los derechos que cobraba a Suecia por el paso por el estrecho del Sund, y
Suecia, aliada con los Países Bajos, le declaró la guerra. Lennart Torstensson recibió orden de abandonar la lucha en
Alemania e invadir Holstein y Jutlandia.

El 20 de septiembre Carlos I fue derrotado en Newbury, y esta derrota debilitó considerablemente su posición.

El 24 de noviembre los bávaros derrotaron a los franceses en Tuttlingen.

Desde Nueva Zelanda, Tasman navegó hasta los archipiélagos de Tonga y Fidji. Desde allí regresó a Batavia.

El navegante francés Pronis fundó Fort-Dauphin en el extremo sureste de Madagascar. Teóricamente, la isla fue
anexionada a Francia.
Ese año murió el compositor Claudio Monteverdi. Su obra encarna la transición entre el viejo estilo renacentista y la
música moderna, caracterizada por el papel cada vez más preponderante de la música instrumental, que exploraba las
posibilidades de nuevos instrumentos como el violín, así como las de las nuevas técnicas concertantes, cada vez más
sofisticadas.

En 1644, el rey Juan IV de Portugal derrotó a los españoles en Montijo. Todas las colonias portuguesas excepto Ceuta
reconocían ya su soberanía. Los franceses asediaron Tarragona.

Ese año murió la reina Isabel, la esposa del rey Felipe IV de España.

Tasman realizó un nuevo viaje de exploración. De Batavia navegó hasta Nueva Guinea, y desde allí tomó rumbo sur con
la intención de llegar a Tasmania, pero se tropezó con Australia. Recorrió su costa hacia el oeste y, cuando llegó al
extremo occidental, regresó a Batavia. En otras circunstancias podría haber pensado que Australia era la hipotética Tierra
Austral, pero el año anterior, sin saberlo entonces, había demostrado su insularidad al rodearla completamente. Estaba
claro que Australia era una gran isla, si bien Tasman creyó que Tasmania era simplemente su extremo meridional.

En febrero, el príncipe de Transilvania, Jorge I Rákókzi, aliado de Francia y de Suecia, atacó la Hungría Real.

En los últimos años se habían producido diversos levantamientos campesinos en China que, finalmente, se habían unido
bajo la dirección de Li Zicheng. Éste llegó a conquistar Pekín y en abril se suicidó el emperador. Entonces, Wu
Sangui, el general de las tropas del norte, decidió pedir el apoyo de los manchúes. El emperador Abahai había muerto el
año anterior, y fue su hermano Dorgon quien ayudó a Wu Sangui a tomar Pekín. Ahora bien, luego no quiso marcharse.
Proclamó el nacimiento de la dinastía Qing, aunque rechazó el título imperial, que cedió a su sobrino Shunzhi, el hijo de
Abahai. Los manchúes dominaron rápidamente el norte de China, pero la conquista del sur se convirtió en un proceso
lento.

En Virginia la lucha entre indios y colonos se había reducido en los últimos años a pequeñas escaramuzas aisladas, pero
el 18 de abril el jefe Opechancano, que debía de rondar ya los cien años, lanzó un ataque por sorpresa que, al parecer,
mató a unos quinientos colonos. Bajo la dirección del gobernador, sir William Berkeley, el sangriento contraataque no
se hizo esperar. Opechancano fue capturado y ejecutado, y los indios de la región nunca volvieron a dar problemas.

No sucedía lo mismo en Nueva Holanda, donde los indios eran la mayor pesadilla de los colonos. Anne Hutchinson estaba
entonces en Westchester, donde murió ese mismo año en el transcurso de un ataque indio.

En una carta fechada el 11 de junio, Torricelli escribía:

Ya he llamado la atención sobre ciertos experimentos filosóficos en curso [...] relativos al vacío, diseñados no sólo para
crear un vacío, sino para construir un instrumento que mostrará cambios en la atmósfera, que es a veces más pesada y
densa, y otras veces más ligera y sutil. Muchos han afirmado que el vacío no existe, otros afirman que existe sólo con
dificultad, a pesar de la repugnancia de la naturaleza. No sé de nadie que haya afirmado que existe fácilmente sin ninguna
resistencia por parte de la naturaleza.

Fue Aristóteles el que afirmó que el vacío era lógicamente imposible, pero lo lógicamente imposible era que Aristóteles
acertara en algo. Hasta sus propios seguidores tuvieron que suavizar esta afirmación y dejarla en que la naturaleza tiene
"horror al vacío", en el sentido de que trata de impedir en la medida de lo posible que se forme un vacío. Sin embargo,
Torricelli afirma que no hay ninguna dificultad en dejar un recipiente vacío en el sentido estricto del término, es decir,
vacío incluso de aire:

Hemos construido varios recipientes de cristal [...] con tubos de dos codos de largo. Los llenamos de mercurio, y tapamos
con el dedo el extremo abierto. Entonces invertimos el tubo sobre un recipiente lleno de mercurio. [...] Vimos que se
formó un espacio vacío sin que le sucediera nada al tubo. [...] Afirmo que la fuerza que evita que el mercurio caiga es
externa, y que proviene del exterior del tubo. Sobre la superficie de mercurio que está en el recipiente descansa una
columna de cincuenta millas de aire. ¿Es sorprendente que el mercurio deba entrar en el tubo, en el que no tiene la
menor inclinación ni la menor repugnancia a permanecer, y mantenerse elevado en una columna lo suficientemente alta
para equilibrar el peso del aire exterior que lo mantiene en alto?
Galileo ya había constatado que una bomba de succión no podía elevar agua más allá de nueve metros (la misma situación
que describe Torricelli, pero, como el agua pesa menos, la altura es mayor); sin embargo, no atinó con la explicación
correcta, que es la que da Torricelli. El experimento que describe, que condujo a la construcción del primer barómetro, fue
realizado el año anterior. Ahora publicaba sus Opera geometrica, que contienen brillantes resultados matemáticos sobre
cálculo de volúmenes, centros de gravedad, etc., en los que utiliza tanto métodos clásicos como el nuevo método de los
indivisibles de Cavalieri. También presenta resultados sobre balística e hidrodinámica.

En Roma murió el Papa Urbano VIII, y fue sucedido por el cardenal Giambattista Pamphili, que, a sus setenta años,
adoptó el nombre de Inocencio X.

Ese año se iniciaron las conversaciones en Munster y Osnabrük para poner fin a la guerra de los Treinta Años. Acudieron
representantes de unos ciento cincuenta principados alemanes, lo que puso al emperador en posición minoritaria. La
duplicidad de las reuniones ralentizó considerablemente las negociaciones.

El 2 de julio, el ejército del príncipe Ruperto fue estrepitosamente derrotado en Marston Moor por las tropas del conde
de Essex, si bien la clave del desenlace la tuvo el arrojo de Oliver Cromwell, que dirigía la caballería de la Asociación de
Condados Orientales. Esto pareció dar ventaja a los parlamentarios, pero luego el conde de Essex fue derrotado en
Cornualles y a continuación tuvo lugar un segundo encuentro en Newbury, en el que no hubo un vencedor claro.

De regreso a Londres, Cromwell propuso al Parlamento la creación de un nuevo ejército formado exclusivamente por
voluntarios creyentes, puritanos de fe probada, que se alistaran, no por un año o dos, sino hasta el final de la guerra. Así
se formó el Nuevo Ejército del Parlamento, más conocido como el ejército de los cabezas redondas, porque iban con el
cabello cortado a la moda puritana. Cada soldado iba provisto de su Biblia y de sus ordenanzas, y cualquier indisciplina
se castigaba severamente. Este ejército, compuesto por unos veintidos mil hombres, fue confiado a sir Thomas
Fairfax, uno de los pocos nobles que se habían alineado con el Parlamento. Fairfax instruyó a sus hombres siguiendo las
técnicas modernas que el rey Gustavo II Adolfo de Suecia había empleado en Europa.
El rey Carlos I de Inglaterra nombró lugarteniente general de Escocia a James Graham, el marqués de Montrose, quien
logró levantar las Tierras Altas en favor del rey.

El 28 de julio, los bávaros ocuparon Friburgo, pero posteriormente fueron derrotados por el duque d'Enghien, que había
unido sus tropas a las del vizconde de Turena. Desde allí, los franceses marcharon sobre el Palatinado.

Los turcos amenazaron la isla de Creta, la principal posesión veneciana en el Mediterráneo oriental.

Corneille estrenó La continuación del mentiroso.

Alentado por el buen recibimiento de sus escritos en un algunos círculos intelectuales de Francia y, sobre todo, dado que
no habían soliviantado a la Iglesia, Descartes se animó a publicar el grueso de su obra, bajo el título de Principia
Philosophiae, divididos en cuatro partes: Los principios del conocimiento humano, Los principios de las cosas
materiales, Los principios del mundo visible y La Tierra. En particular, publicó por primera vez su teoría sobre los
vórtices como explicación del movimiento de los planetas alrededor del Sol.

En octubre, Mersenne viajó a Italia, donde Torricelli le explicó los detalles de sus experimentos sobre el barómetro y, de
regreso en Francia, instó a sus estudiantes a repertirlos. Galileo ya había constatado que el aire tenía un cierto peso
(comparando el peso de un balón lleno primero de aire normal y luego de aire comprimido), y Blaise Pascal había llegado
a la misma conclusión por sus propios medios. Mersenne trató de medir la densidad del aire, aunque su resultado no fue
nada ajustado.

La reina Cristina de Suecia cumplió los dieciocho años y tomó la dirección de los asuntos de estado. En 1645 firmó con
el rey Cristián IV de Dinamarca el tratado de Brömsebro, por el que Suecia era eximida de pagar los derechos de paso
por los estrechos del Báltico y recibía además varios territorios, entre ellos la isla de Gotland y una provincia noruega.
De este modo, la hegemonía en el Báltico pasó de Dinamarca a Suecia, y ésta tuvo otra vez las manos libres para intervenir
en Alemania.
El 6 de marzo Torstensson venció a los imperiales en Jankau, en Bohemia, y el emperador Fernando III tuvo que huir
hasta Graz. Así, los suecos pudieron amenazar Viena, pero la peste los obligó a retirarse.

Ese año murió el zar Miguel III, que fue sucedido por su hijo de dieciséis años Alejo Mijáilovich, que confió el gobierno
a su antiguo preceptor, Morózov.

En la India, un joven hindú de 17 años llamado Shivaji realizó un juramento de sangre en un templo junto con algunos
amigos para liberar a su tierra del yugo mongol y constituir un reino hindú. Su primera acción fue capturar un fuerte que
rebautizó como Prachandagad, en lo que era el sultanato de Bijapur (actualmente sometido al Imperio Mogol).

A finales del año anterior, los parlamentarios ingleses habían formado con los escoceses un Comité angloescocés que
aprobó la formación del que se llamó Nuevo ejército modelo, fervorosamente puritano, similar al que Cromwell había
organizado poco antes. El 3 de abril, el Parlamento inglés aprobó una propuesta de Cromwell por la que ningún
parlamentario podía ejercer ningún mando militar. De este modo, evitó que las frecuentes disensiones entre los
parlamentarios se tradujeran en divisiones en el seno del ejército.

Dos años atrás, John Milton se había casado con Mary Powell, una joven de dieciséis años procedente de una familia
realista, pero un mes después de la boda, la muchacha lo abandonó, porque era normal y no soportaba la austeridad
puritana de su marido. Milton escribió varios panfletos en favor del divorcio, que le ocasionaron problemas con la censura
impuesta por el Parlamento. Ahora publicaba su Aeropagitica, un alegato en favor de la libertad de prensa. También es
de esta época La educación, un programa pedagógico de espíritu humanista.

El 5 mayo el vizconde de Turena fue derrotado en Mergentheim-Herbsthausen.

En los Países Bajos, Federico Enrique, el príncipe de Orange, conquistó Hulst a los españoles.

El 14 de junio, el Nuevo ejército modelo, dirigido por Thomas Fairfax, aplastó en Naseby al ejército del príncipe Ruperto.
El rey Carlos I, viendo peligrar su posición, decidió huir a Escocia. Allí, en las filas del marqués de Montrose se
multiplicaron las deserciones. Nuevamente, en Naseby fue decisiva la actuación de Oliver Cromwell, que fue llamado a
dirigir la caballería.

En su retiro de Loeches, el conde-duque de Olivares había recibido un memorial de cargos, al que a su vez había
contestado con El Nicandro, un opúsculo en su defensa en el que criticaba duramente a muchos Grandes de España y al
propio rey. Esto le valió el destierro a Toro, donde residía su hermana. Allí murió el 22 de julio, con claros síntomas de
enajenación mental.

Una sublevación de los colonos portugueses expulsó a los neerlandeses de Brasil. Ese año murió el jurista neerlandés
Hugo Grocio.

El 3 de agosto el ejército imperial se enfrentó en Allerheim a las tropas francesas y suecas, pero no hubo un claro
vencedor.

El duque d'Enghien obtuvo una victoria en Nördlingen en la que participó también el vizconde de Turena.

Los otomanos no aprobaron las acciones del príncipe de Transilvania, Jorge I Rákóczi, contra la Hungría Real, y éste
tuvo que firmar con el emperador la paz de Linz, por la que, no obstante, obtenía la libertad de culto para los protestantes
húngaros.

El 6 de septiembre, el elector Juan Jorge I de Sajonia firmó un armisticio con Suecia.

El 8 de septiembre murió Francisco de Quevedo. Dejó inédita una ingente obra poética, que vería la imprenta unos años
más tarde. Quevedo es, junto con Góngora y Lope, uno de los grandes poetas del Siglo de Oro de la literatura castellana.
Sirva como testimonio el más famoso de sus sonetos:

Cerrar podrá mis ojos la postrera [Esta última] hora, lisonjera al ansioso afán que
sombra que me llevare el blanco día, persigue (la muerte) podrá desatar mi alma (del
cuerpo)
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no desotra parte en la ribera Pero, cuando cruce el río que lleva al Hades, mi alma
dejará la memoria, en donde ardía; no dejará la memoria en la orilla de los vivos. Mi
amor sabe violar la ley que así lo establece.
nadar sabe mi llama el agua fría
y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido, Cada verso continúa en el verso correspondiente del
Venas, que humor a tanto fuego han dado, segundo terceto.
Medulas era entonces palabra llana.
Medulas, que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado; Las venas serán ceniza, pero esta ceniza tendrá
serán ceniza, mas tendrá sentido; sentido.
polvo serán, mas polvo enamorado.

La compañía de teatro fundada por Moliére había quebrado, y el artista entró en otra compañía ambulante.

El príncipe Ruperto, considerando que la causa del su tío, el rey Carlos I de Inglaterra, estaba perdida, firmó unas
capitulaciones en Bristol, que no fueron aceptadas por el monarca.

Ese año fue condenado a muerte y ejecutado William Laud, el arzobispo de Canterbury.

Los sobrinos del difunto Papa Urbano VIII, los cardenales Francesco y Antonio Barberini, habían desempeñado una
importante labor de pacificación de Italia después de los conflictos por la sucesión del ducado de Mantua. Sin embargo,
su ambición los había llevado, bajo la protección de su tío, a un intento de supeditar todo el norte de Italia a la Santa Sede.
Su fracaso en un intento de arrebatar a los Farnesio el ducado de Castro marcó el inicio de su declive y, tras la muerte de
Urbano VIII, su impopularidad llegó a tales extremos que Inocencio X decidió pedirles cuentas, y los Barberini huyeron
a Francia, bajo el amparo del cardenal Mazarino.

Corneille estrenó la tragedia Rodoguna.


A los veintidós años, Blaise Pascal terminó la construcción de una máquina calculadora, en la que había estado trabajando
los tres últimos años. Su finalidad era ayudar a su padre, que era recaudador de impuestos. El sistema monetario francés
(como todos los de la época) era un tanto incómodo para hacer cuentas, ya que una livre tenía 20 sols y un sol se dividía
a su vez en 12 deniers. La máquina de Pascal fue conocida como la pascalina, y no tardó en ponerse a la venta. En 1646 el
padre de Pascal fue herido en la pierna y tuvo que permanecer en reposo, asistido por dos jóvenes religiosos que influyeron
notablemente en el joven Pascal. Desde entonces fue un fervoroso creyente.

El 5 de mayo, el rey Carlos I de Inglaterra marchó a Southwell, donde se encontraba el ejército escocés de Alexander
Leslie, y le presentó su rendición, con la intención de reconciliarse con los escoceses para luego usarlos para combatir a
los ingleses. Carlos I tenía dos hijos, Carlos, de dieciséis años, el príncipe de Gales, y Jacobo, de trece, el duque de
York. A pesar de su juventud, el príncipe Carlos había participado en la guerra, pero ahora huía a Francia, donde fue
confiado a la tutela de Thomas Hobbes, en París. El príncipe Ruperto también había pasado a Francia, y el marqués de
Montrose se marchó a Noruega.

Ese año murió Robert Devereux, el conde de Essex. Partidario de una paz de compromiso, había abandonado el ejército
el año anterior, cuando se aprobó la prohibición de que los parlamentarios tuvieran responsabilidades militares.

La guerra civil inglesa tuvo sus consecuencias en las colonias americanas. Virginia era anglicana y partidaria del rey, las
colonias de Nueva Inglaterra eran puritanas y partidarias del Parlamento. Si hubieran sido vecinas, sin duda habría
estallado la guerra entre ellas, pero las separaban las colonias suecas y neerlandesas. Caso distinto era el de Maryland,
que había surgido como una colonia católica y era vecina de Virginia. En los últimos años, habían afluido a ella numerosos
colonos protestantes, y ahora se dieron cuenta de que, aunque oficialmente seguía siendo católica, los protestantes eran
mayoría. La consecuencia fue que los protestantes saquearon Saint Mary's, y el gobernador, Leonard Calvert, tuvo que
huir a Virginia. Allí fue acogido por William Berkeley, que, aunque era protestante, le preocupaba más que la figura del
gobernador perdiera la autoridad que hasta entonces tenía (cada vez mayor, puesto que la guerra civil había aumentado
considerablemente la autonomía de las colonias). Poco después Calvert pudo volver a Maryland, donde trató de mediar
entre católicos y protestantes.
A Nueva Holanda llegó un nuevo gobernador que sustituyó al incompetente Willem Kief, el responsable del conflicto
con los indios. Se llamaba Peter Stuyvesant. Dos años antes había sido herido en Brasil y le habían tenido que amputar
una pierna, por lo que llevaba una pata de palo. No tenía muy buen carácter, pero era eficiente.

Rembrandt tomó como sirviente a una campesina de veinticinco años llamada Hendrickje Stoffels, con la que
probablemente se hubiera casado si ello no le hubiera privado de una renta que, según una cláusula del testamento de su
esposa Saskia, cobraría mientras no volviera a casarse. Pronto la convirtió en su compañera, lo que perjudicó seriamente
su reputación.

El emperador Fernando III cedió la corona de Bohemia a su hijo Fernando IV, de trece años.

El rey Juan IV de Portugal se libró de una conjuración que pretendía asesinarlo.

Luis II de Borbón, el duque d'Enghien, heredó el título de príncipe de Condé tras la muerte de su padre. Sus éxitos
militares hicieron que fuera conocido como el Gran Condé. Ese año tomó Dunquerque a los españoles.

También murieron Álvaro de Bazán, el marqués de Santa Cruz, y Eduardo Farnesio, el duque de Parma, que fue sucedido
por su hijo Ranucio II, así como el príncipe Baltasar Carlos, el heredero del rey Felipe IV de España, que acababa de
cumplir los diecisiete años. Recientemente se había publicado en Huesca una novela dedicada al joven príncipe. Se
titulaba El discreto, y trataba sobre cómo triunfar en sociedad y conseguir el aplauso de la mayoría. Su autor figuraba ser
un tal Lorenzo Gracián, si bien se trataba de un pseudónimo del jesuita Baltasar Gracián. La obra agradó al marqués de
Leganés, que incluyó a Gracián en el ejército con el que se disponía a liberar a Lérida, asediada por los franceses. Gracián
ya se había distinguido al resistir el asedio francés a Tarragona dos años atrás. Ahora combatió en primera línea y fue
aclamado como "el padre de la victoria". A finales de año estaba de regreso en Huesca.

Rodrigo Ponce de León, el duque de Arcos, fue nombrado virrey de Nápoles, quien volvió a instituir la gabela sobre la
fruta, un impuesto abolido hacía más de veinte años, a la vez que imponía fuertes tributos sobre el pescado y sobre la
harina, todos ellos destinados a sufragar la guerra contra Francia. En diciembre se produjeron algunas protestas contra
estas medidas.
En 1647 Corneille estrenó su Heraclio, que lo confirmó como el primer autor teatral de Francia.

Baltasar Gracián publicó el Oráculo manual y arte de prudencia, dedicada al valido Luis Méndez de Haro, que consiste
en una selección de trescientos aforismos de diversa procedencia.

El 14 de marzo, el duque Maximiliano de Baviera firmó un armisticio con Francia y Suecia en Ulm.

El emperador Fernando III cedió a su hijo Fernando IV la corona de Hungría.

El príncipe de Condé fue enviado a Cataluña, donde fracasó en un intento de tomar Lérida.

El rey Carlos I, convencido de que a un rey no se le podían imponer condiciones, se negó a aceptar las que le exigían los
escoceses para aceptarlo como rey. El conde de Argyll se había apoderado del monarca y en junio lo entregó al Parlamento
inglés. Allí se le propuso la paz a cambio de que aboliera el episcopado y destituyera a setenta y un jefes realistas. Carlos
I no respondió, porque consideró que las condiciones de los escoceses eran mejores y esperaba la ocasión de congraciarse
con ellos. Además pretendía aprovechar las disensiones cada vez mayores entre los parlamentarios y el ejército: Cromwell
propugnaba un régimen republicano, pero en el seno del ejército se había formado la facción conocida como
los niveladores, dirigidos por John Lilburne, que desconfiaban de su autoritarismo y afirmaban que el paso de una
monarquía a una república no sería más que un cambio de nombre si el parlamento no se abría a las clases populares (que
integraban el nuevo ejército). Acusaban a Cromwell de pretender llegar a una componenda con la aristocracia y los
principios monárquicos.

Los niveladores se apoderaron del rey y le hicieron sus propias ofertas de paz, que le habrían dado el apoyo de un sector
importante del ejército, pero Carlos I evitó también darles respuesta alguna y finalmente logró evadirse hasta la isla
de Wight, donde esperaba contar con el apoyo del gobernador, el coronel Hammond, pero éste se mostró hostil y lo
retuvo prisionero.

Ese año murió el príncipe de Orange, Federico Enrique, que fue sucedido por su hijo Guillermo II, el yerno de Carlos I
de Inglaterra.
En Nápoles fue incendiado el puesto de recaudación de impuestos. El ataque fue obra de un vendedor de pescado
llamado Tommaso Aniello, al que llamaban Masaniello. El 7 de julio estalló un motín en el mercado, que por la noche
se extendió a los barrios populares, bajo el grito de Viva el rey y muera el mal gobierno. Los insurrectos liberaron presos,
incendiaron las casas de recaudación y, tras hacerse con el dominio de la ciudad, constituyeron una milica urbana. Los
nobles huyeron de la ciudad y pagaron a unos asesinos que el 10 de julio trataron de matar a Masaniello, pero el plan
fracasó y fue seguido de una fuerte represión contra la nobleza. El 11 de julio el virrey capituló y nombró a
Masaniello capitán general del fidelísimo pueblo napolitano. El 13 de julio se aprobaron las capitulaciones, por las que
el pueblo tendría los mismos derechos que la nobleza, se abolirían los nuevos impuestos y habría una amnistía general.
Pero el 16 de julio Masaniello fue asesinado por algunos de sus partidarios, pagados por el duque de Arcos. Se produjo
entonces un intento de contrarrevolución, pero el 17 de julio los rebeldes volvieron a imponerse.

LA PAZ DE WESTFALIA
En 1647, un zapatero inglés de veintitrés años llamado George Fox empezó a llevar una vida de predicador errante y
poco a poco fue ganando adeptos. Él y sus seguidores no aceptaban más autoridad que la de Dios, por lo que no reconocían
ninguna clase de título distintivo. No se quitaban el sombrero ante nadie y trataban a toda persona con el título de "amigo".
Por ello llamaban a su secta la Sociedad de amigos, pero, como Fox solía instar a la gente a temblar (quake) ante el poder
de Dios, pronto fueron conocidos burlonamente como cuáqueros (tembladores). Los cuáqueros eran pacifistas, muy
solidarios entre sí y con los demás, y del todo inofensivos, pero eso de no reconocer ninguna autoridad (ni civil ni
religiosa) no estaba bien visto, y sufrieron persecuciones.

En Connecticut, una mujer fue ahorcada por bruja. Es el primer caso conocido de brujería en Norteamérica.

El 23 de septiembre, Descartes hizo una visita a Blaise Pascal, el cual le informó de los últimos experimentos que había
realizado y que demostraban la posibilidad de formar vacíos. Pero Descartes no creía que el vacío fuera posible, y ambos
mantuvieron una discusión al respecto durante los dos días que duró la visita. Descartes, cuya incompetencia como
científico era del mismo orden que su arrogancia, escribió poco después en una carta, refiriéndose a Pascal: tiene más
vacío en su cabeza. En octubre Pascal publicó sus Nuevos experimentos sobre el vacío, que le llevaron a numerosas
controversias con los aristotélicos que, como Descartes, no creían en el vacío.

El 25 de octubre murió Torricelli, víctima del tifus, a sus treinta y nueve años de edad. El 30 de noviembre murió el
matemático Bonaventura Cavalieri, a los cuarenta y nueve años.

En 1648 estalló una segunda guerra civil en defensa del rey Carlos I, que contó con el apoyo de Escocia y de la flota que
el rey envió a Irlanda bajo el mando de su sobrino, el príncipe Ruperto, para desencadenar también allí la rebelión.

El 30 de marzo se firmó en La Haya un tratado de paz bilateral entre España y las Provincias Unidas por el que España
reconocía su independencia, y entregaba a los neerlandeses el Brabante del norte, la ciudad de Maastricht y las colonias
que habían conquistado en Brasil y en Indonesia. Además, les reconocía el derecho a comerciar con las Indias Orientales
y Occidentales, así como con los puertos españoles.

En abril se promulgó en Francia el edicto del rescate, por el que se suspendía durante cuatro años el salario de los
miembros de las cortes a cambio de prorrogar por nueve años la llamada Paulette, que era un pequeño impuesto
(creado hacía más de cuarenta años por el ministro Charles Paulet) a cambio del cual ciertos cargos públicos se
consideraban hereditarios. El Parlamento de París rechazó el edicto, y otros parlamentos secundaron su decisión.

Mientras tanto, una flota española tomó la ciudad de Nápoles y puso fin a la revuelta que había estallado el año anterior.
La acción estuvo dirigida por Juan José de Austria, un hijo que el rey Felipe IV había tenido con la actriz María
Calderón. Fue legitimado a los doce años (ahora tenía diecinueve) y su padre le otorgó una sustanciosa renta y un séquito.

Baltasar Gracián publicó su Agudeza y arte de ingenio, una versión revisada del Arte de ingenio, que había publicado seis
años atrás. Un estudio teórico del conceptismo literario a través de sus figuras y técnicas (metáforas, sinécdoques,
antítesis, paradojas, etc.) Para ejemplificar la teoría expuesta se intercalan numerosas poesías, fragméntos y resúmenes
de composiciones en prosa. Gracián desdeña en todo momento el mero cultismo propio de la literatura culterana, tan en
boga. Por el contrario, alaba y usa a menudo como modelo las obras de Luis de Góngora.
El 15 de mayo, fue ratificado en Münster el tratado de La Haya entre España y las Provincias Unidas.

El 15 de junio, el Parlamento de Burdeos arrastró a las Cortes a promulgar la Declaración de los veintisiete artículos, que,
entre otras cosas, reclamaba que todo nuevo impuesto tenía que ser aprobado por el Parlamento. Ana de Austria, privada
de tropas a causa de la guerra, tuvo que ceder.

El pintor flamenco Philippe de Champaigne terminó su retrato de grupo Los regidores de la ciudad de París.

El vizconde de Turena obtuvo una victoria en Zusmarshausen, desde donde amenazó Viena. El 5 de agosto los suecos
marchaban sobre Praga. El 20 de agosto el príncipe de Condé obtuvo una victoria en Lens, donde aniquiló los restos de
la en su día temible infantería española.

El mariscal Charles de Schömberg, tomó al asalto la ciudad catalana Tortosa y fue nombrado virrey de Cataluña.

La victoria de Lens animó a Mazarino a ordenar el arresto del consejero Pierre Broussel, uno de los principales
detractores de los nuevos tributos. Esto sucedió el 26 de agosto, pero esa misma noche, en la llamada jornada de las
barricadas, los parisienses obtuvieron su liberación.

También los moscovitas se rebelaron contra la política fiscal del valido Morózov.

Ese año murieron:

 El rey Ladislao IV de Polonia, que fue sucedido por su hermano Juan II Casimiro, un cardenal jesuita al que se
le permitió renunciar a sus votos y casarse con la viuda de su hermano con el propósito de continuar la dinastía de
los Vasa. Por esa época, en Ucrania se había formado una nobleza que había asimilado la cultura polaca y que
había sometido a servidumbre a una gran parte de la población. Esto provocó una revuelta de los cosacos, dirigidos
por Bogdan Khmelnitski, a los que tuvo que enfrentarse el nuevo rey.
 El rey Cristián IV de Dinamarca, que fue sucedido por su hijo Federico III.
 El sultán otomano Ibrahim, que fue depuesto, estrangulado y sucedido por su hijo de seis años Mehmet IV, bajo
la regencia de su madre y de su abuela.
 El príncipe de Transilvania Jorge I Rákóczi, que fue sucedido por su hijo Jorge II, a quien los otomanos confiaron
el gobierno de Moldavia y de Valaquia.
 El dramaturgo Tirso de Molina.
 El jesuita Marin Mersenne. Murió el 1 de septiembre, unas semanas antes de que algunos de sus discípulos, entre
ellos Blaise Pascal, realizaran los llamados experimentos del Puy de Dome, una colina a cuyo pie y en cuya cima
midieron la altura que alcanzaba una columna de mercurio, comprobando que era menor en la cima. Esto
confirmaba la teoría de Torricelli según la cual lo que mantenía en alto la columna de mercurio era la presión
atmosférica.

El ejército del Parlamento Inglés entró en Edimburgo y puso fin al apoyo escocés al rey Carlos I.

El duque Carlos Manuel II de Saboya fue declarado mayor de edad a los dieciséis años. No obstante, su madre, Cristina
de Francia continuó ejerciendo el poder.

El emperador Fernando III se casó con su prima María Leopoldina, hermana del conde Carlos del Tirol, cuyo padre,
Leopoldo, era hermano del emperador Fernando II.

El 28 de octubre Fernando III firmó el tratado de Münster con Francia y el de Osnabrück con Suecia, conocidos
como tratados de Westfalia, que es el nombre de la región en la que se encuentran ambas ciudades. Francia se anexionó
importantes territorios imperiales, entre ellos los obispados de Toul, Metz y Verdún, el landgraviato de la Alta y Baja
Alsacia, así como la Decápolis, diez ciudades imperiales alsacianas, a excepción de Estrasburgo. Todos estos territorios
fueron desgajados del Imperio para que Francia no tuviera derecho a participar en las dietas imperiales.

Por su parte, Suecia recibió también territorios estratégicos: la Pomerania Occidental y diversas islas, ciudades y
obispados que le conferían el dominio sobre los estuarios del Weser, el Elba y el Oder. Estos territorios seguían formando
parte del Imperio, con lo que Suecia tenía la posibilidad de intervenir en el futuro en la política alemana.
En cuanto a los protestantes alemanes, los calvinistas consiguieron los mismos derechos que los luteranos, y quedaron
bajo la protección de Federico Guillermo, el príncipe elector de Brandeburgo y duque de Prusia, que recibió la Pomerania
Oriental y varios obispados. Las secularizaciones de propiedades eclesiásticas anteriores a 1624 fueron confirmadas. El
duque Maximiliano I de Baviera conservó el Alto Palatinado en calidad de príncipe elector, pero se creó un nuevo
electorado en el Bajo Palatinado para Carlos Luis, el hijo del derrocado elector palatino Federico V. Los príncipes
alemanes recibieron nuevos derechos que redujeron la autoridad imperial a una mera ficción. Los ducados de Baviera y
Sajonia se convirtieron prácticamente en estados independientes.

Según lo pactado con España, los tratados de Westfalia reconocieron la independencia de las Provincias Unidas, y también
se reconoció definitivamente la independencia de la Confederación Helvética.

Así se dio por concluida la guerra de los Treinta Años, justo treinta años después de que estallara. Sin embargo, en
Westfalia no se pudo llegar a un acuerdo entre Francia y España, que siguieron beligerando. Mazarino exigía la cesión a
Francia del Rosellón, los Países Bajos Españoles y el Franco Condado, así como el matrimonio del rey Luis XIV de
Francia con la infanta María Teresa, la heredera del rey Felipe IV de España, condiciones que España no estuvo dispuesta
a aceptar. El emperador Fernando III tuvo que comprometerse a no intervenir en la guerra entre España y Francia, lo que
supuso la ruptura de la estrecha colaboración que hasta entonces habían mantenido los Austrias españoles y alemanes.

Los portugueses lograron expulsar a los neerlandeses de sus factorías africanas, pero no les iba tan bien en Asia, donde
iban perdiendo terreno poco a poco.

El 26 de noviembre, el Papa Inocencio X promulgó la bula Zelo domus Dei, en la que condenó los tratados de Westfalia,
sobre todo por lo tocante a la secularización de los bienes eclesiásticos.

El rey Carlos I de Inglaterra no había podido escapar de Southwell y los parlamentarios estaban divididos sobre qué hacer
con él. En el ejército también había distintas opiniones. Oliver Cromwell actuó con energía. El 6 de diciembre, las tropas
del coronel Pride detuvieron a 47 diputados y obligaron al Parlamento a expulsar a otros 96. El Parlamento, así
"depurado" fue apodado como Rump-parliament (parlamento rabadilla) y el 28 de diciembre votó que se constituyera un
tribunal de justicia para juzgar a Carlos Estuardo (ya no era su majestad) por el delito de alta traición, por haber levantado
un ejército contra el reino y su Parlamento. Los trece miembros que quedaban de la Cámara de los Lores rechazaron la
propuesta con horror, pero la Cámara de los Comunes declaró que no necesitaba el consentimiento de los Lores para
hacer justicia.

El tribunal que había de juzgar a Carlos I debía componerse de ciento treinta y cinco personas, pero sólo una tercera parte
asistió a las sesiones. Se eligió el presidente y el rey fue llevado a Londres. Carlos I se limitó a negar la autoridad del
tribunal para juzgarlo, porque "soberanos y súbditos son enteramente distintos". Finalmente, ya en 1649, fue condenado
como traidor. Al parecer, costó que los miembros del tribunal firmaran la sentencia. Con trabajo se llegó a reunir cincuenta
y nueve firmas, y actualmente muchas de ellas aparecen raspadas, casi imposibles de leer.

Mientras tanto, en París seguían los disturbios contra los nuevos tributos, que se habían convertido ya en una oposición
abierta contra Mazarino conocida como la Fronda. El 5 de enero la corte optó por retirarse a Saint-Germain, y la capital
fue tomada por una milicia urbana conocida como el regimiento de Corinto, organizada por Jean François Paul de
Gondi, el coadjutor del obispo de París, que ya había participado tiempo atrás en una conjuración contra Richelieu. El
príncipe de Condé tuvo que asediar París.

Mazarino nombró un nuevo virrey de Cataluña, Luis de Borbón, duque de Mercoeur, hijo de César de Borbón, el duque
de Vendôme. Los catalanes estaban cada vez menos entusiasmados con la "ayuda" francesa. El duque tuvo que hacer
frente a revueltas en Barcelona por falta de pan y a alzamientos en la zona del Ebro. Proliferaron los pasquines exhortando
a la rebelión.

Velázquez realizó un nuevo viaje a Italia, esta vez con el encargo de comprar pinturas para la colección real.

El 9 de febrero (30 de enero en el calendario juliano, vigente todavía en Inglaterra) Carlos I fue decapitado frente al
palacio de Westminster. Su última palabra fue Remember! (¡Recordad!).

Inglaterra quedó gobernada por el Parlamento y el Consejo del Ejército, de los que Oliver Cromwell era el miembro más
influyente. Pronto se convirtió en el dueño de la situación y formó un consejo asesor de 41 miembros, entre los que
figuraba el poeta John Milton, convertido extraoficialmente en el propagandista de la Commonwealth, que así se llamó el
nuevo régimen sin rey. Cromwell organizó milicias de voluntarios puritanos encargados de velar por el orden público:
reprimir a los papistas, borrachos, blasfemos, jugadores y prostitutas, cerrar tabernas, prohibir las carreras de caballos,
peleas de gallos, obras de teatro, así como cualquier actividad licenciosa, deshonesta o profana, especialmente el día del
Señor. Se debía pasar el domingo en familia, leyendo las Escrituras y cantando salmos. La salida para oír un sermón era
la única autorizada ese día. Obviamente, los ingleses "normales" empezaron a preguntarse por qué el infierno tenía tan
mala prensa, si, después de todo, podría ser un lugar bastante acogedor.

Teóricamente, la Commonwealth incluía a Escocia y a Irlanda, pero los escoceses y los irlandeses necesitaban ser
convencidos de ello. A Escocia regresó el marqués de Montrose, dispuesto a organizar un partido favorable a Carlos, el
príncipe de Gales. No tardó en conseguir el apoyo del conde de Argyll, no tanto por convicción como porque él había
entregado a Carlos I a los ingleses y, por lo tanto, era en parte responsable de su ejecución, y algunos compatriotas lo
miraban por ello con malos ojos.

El 30 de marzo, París tuvo que rendirse ante el príncipe de Condé. Se firmó la paz de Rueil, por la que los insurrectos
aseguraban su sumisión a cambio de una amnistía y de la promesa del capelo cardenalicio para Gondi.

En abril se produjo en Inglaterra una manifestación de campesinos llamados diggers (cavadores) que pedían una
redistribución de las tierras. Fairfax y Cromwell los reprimieron con dureza.

El cosaco Bogdan Khmelnitski obtuvo una victoria sobre los polacos, y el rey Juan II Casimiro tuvo que otorgar a los
cosacos la carta de Zbórov. Los cosacos desconfiaban igualmente de católicos y judíos, pero éstos fueron los principales
perjudicados porque, cuando abandonaban el campo para refugiarse en las ciudades, las guarniciones polacas compraban
su seguridad entregándolos a los cosacos.

También los rusos obtuvieron concesiones. La oposición al valido Morozov obligó al zar Alejo a constituir una asamblea
que redactó un nuevo código conocido como el Somoje Ulogenie (el código de la asamblea). Éste concedió nuevos
privilegios a la baja nobleza, mientras que reforzaba las obligaciones de los campesinos para con sus señores y extendía
a las ciudades este régimen feudal al vincular los ciudadanos a sus barrios.

Los conflictos entre católicos y protestantes llevaron a la colonia de Maryland a aprobar el 21 de abril la que popularmente
se conoció como Acta de Tolerancia, por la cual, todas las personas que aceptasen la Trinidad gozarían del libre ejercicio
de su religión. La condición estaba puesta para exceptuar principalmente a los judíos, que, como no estaban en condiciones
de crear problemas, no había razón para ser tolerante con ellos.

Ese año murió John Winthrop, el primer gobernador de Boston.

La colonia de Virginia, que siempre había sido partidaria del rey Carlos I, recibió muchos monárquicos que consideraron
prudente abandonar Inglaterra.

En agosto Oliver Cromwell desembarcó en Irlanda para "poner término al combate contra los irlandeses bárbaros y
sedientos de sangre". El principal foco de resistancia era la ciudad de Drogheda, que fue asediada.

El rey Felipe IV de España, a sus cuarenta y cuatro años, se casó con su sobrina María Ana de Austria, la hija de catorce
años de su hermana María y del emperador Fernando III. Unos años atrás se había negociado su matrimonio con el
príncipe Baltasar Carlos, pero su muerte prematura frustró los planes de boda.

En el Paraguay prosperaban las llamadas reducciones jesuíticas, un conjunto de unos treinta poblados en los que vivían
unos trescientos mil indígenas gobernados por no llebaba a quinientos jesuitas. Los indios seguían un estricto horario de
trabajo, combinado tiempo para diversiones y ejercicios espirituales. Todos vestían igual, aunque en los días de fiesta los
cacíques podían ostentar signos distintivos de su dignidad. La organización era comunitaria, y los beneficios del trabajo
se repartían: una parte para el sustento personal y otra para financiar los gastos de la comunidad: compra de materiales,
financiación de escuelas y asilos, etc. Las infracciones a las normas se castigaban con azotes en público.

Las reducciones jesuíticas constituian prácticamente un estado independiente dentro de la administración española, y se
habían ganado la hostilidad de los encomenderos. El gobernador de Asunción, fray Bernardino de
Cárdenas, gobernador de Asunción, decretó la expulsión de los jesuitas, pero éstos reclutaron un ejército de indios y
derrotaron al ejército de la provincia, con lo que mantuvieron las reducciones.

En México, el obispo Juan de Palafox perdió su pleito contra los jesuitas, pero se negó a aceptar el veredicto y regresó a
España.

Descartes publicó las Pasiones del alma, un tratado dividido en 212 artículos breves agrupados en tres partes. El segundo
de ellos afirma que, Para conocer las pasiones del alma, es preciso distinguir sus funciones de las del cuerpo y, por ello,
la primera parte del tratado consiste mayoritariamente en un resumen de los conocimientos fisiológicos de la época. Como
es habitual en este tipo de escritos cartesianos, lo que es bueno no es original, y lo que es original no es bueno. De hecho,
lo más original de esta primera parte puede tomarse como una de las muestras más representativas del talento de Descartes
como científico: nada menos que la determinación del lugar exacto del organismo en el que interactúan el alma y el
cuerpo, que, sin necesidad de ningún vano experimento específico, Descartes logra localizar en la glándula pineal, (Art.
32):

La razón que me convence de que el alma no puede tener en todo el cuerpo ningún otro lugar que esta glándula, donde
ejerce inmediatamente sus funciones, es que considero que las otras partes de nuestro cerebro son todas dobles, de la
misma manera que tenemos dos manos, dos ojos, dos oídos, y todos los órganos de nuestros sentidos son dobles; y que,
puesto que no tenemos más que un único y simple pensamiento de una misma cosa al mismo tiempo, por fuerza ha de
haber un lugar donde las dos imágenes que vienen por los dos ojos, o las otras dos impresiones que vienen de un solo
objeto por los dobles órganos de los otros sentidos se puedan juntar en una antes de llegar al alma, a fin de que no le
representen dos objetos en lugar de uno; y se puede concebir fácilmente que estas imágenes u otras impresiones se juntan
en esta glándula por medio de las corrientes que llenan las cavidades del cerebro, pero no hay en el cuerpo ningún otro
lugar donde puedan unirse así, sino después de haberse unido en esta glándula.

Las otras dos partes se consideran a menudo como el primer tratado de psicología moderna. En la segunda, Descartes
analiza las que considera seis pasiones básicas: admiración, amor, odio, deseo, alegría y tristeza, de forma que cualquier
otra es un caso particular o una combinación de éstas. En la tercera parte analiza las pasiones secundarias: generosidad,
desdén, celos, valor, miedo, remordimiento, piedad, etc. Al margen de lo arbitrario de su clasificación y de lo peregrino
de sus explicaciones fisiológicas, lo cierto es que sus descripciones puramente psicológicas de las diferentes pasiones son,
en general, acertadas, como suelen serlo también las valoraciones éticas que Descartes hace con frecuencia de ellas.
Citemos, por ejemplo, esta observación sobre los celos (Art. 169):

Y se desprecia a un hombre celoso de su mujer, porque esto demuestra que no la ama de buena ley, porque si le tuviera
un verdadero amor, no se sentiría inclinado a desconfiar de ella; pero no es propiamente a ella a quien ama, sino sólo
al bien que cree hallar en ser su único dueño, y no temería perder este bien si no se juzgara indigno del mismo o no
creyera infiel a su mujer.

Ese año, la reina Cristina de Suecia logró convencer a Descartes para que se trasladara a su corte en Estocolmo.

El 11 de septiembre, la artillería inglesa abrió una brecha en la muralla de la ciudad de Drogheda, lo que permitió tomarla
al asalto. Los defensores fueron pasados por la espada y el resto de sus habitantes, refugiados en una iglesia, fueron
quemados vivos. En total, la campaña de Irlanda acabó con unos cuarenta mil irlandeses muertos o vendidos como
esclavos. Entre los muertos estuvo Owen Roe O'Neill.

De esta época datan las primeras referencias de un original auto sacramental de Calderón de la Barca titulado El gran
teatro del mundo, aunque dichas referencias dan a entender que ya era conocido desde hacía algunos años. Es una alegoría
en la que Dios se equipara a un autor/empresario que decide representar una comedia titulada Obrar bien, que Dios es
Dios. El Mundo repartirá los papeles y sus atributos. Los personajes serán: el Rey, la Hermosura, la Discreción, el Rico,
el Labrador, el Pobre y un Niño. Los actores no podrán ensayar, pero el Autor les pondrá la Ley de Gracia como apuntador.
Los actores que hayan representado bien su papel cenarán con el Autor después de la representación. Éstos resultan ser
la Discreción y el Pobre, mientras que el Rey y el Labrador irán al purgatorio, el Rico irá al infierno y el Niño al limbo.

Luis II de Borbón, el Gran Condé, quiso cobrar tan caros los servicios prestados al tomar París, que, el 18 de enero de
1650, Ana de Austria no vio mejor opción ante sus pretensiones que hacerlo arrestar junto con algunos partidarios. Esto
provocó la rebelión de algunos nobles, encabezados por el vizconde de Turena. Así, a la Fronda parlamentaria, siguió
la Fronda de los príncipes, que también pedían la destitución de Mazarino.

El príncipe elector Juan Jorge I de Sajonia tuvo que comprar la evacuación de los soldados suecos que todavía
permanecían en su territorio, uno de los más devastados por la guerra de los Treinta Años. (La población sajona se había
reducido a la mitad.)

Corneille estrenó Don Sancho de Aragón.

Descartes gozaba de gran popularidad en Estocolmo, donde la corte se reunía para escuchar sus disertaciones, pero la
reina Cristina era madrugadora y, cuando llegó el invierno, mucho más duro que los de Francia o los Países Bajos, al
filósofo no le sentó nada bien tener que caminar hasta el palacio real a las cinco de la mañana. El 11 de febrero murió de
pulmonía a punto de cumplir los cincuenta y cuatro años.

Por estas fechas, el francés Gilles Roberval y un joven inglés de dieciocho años llamado Christopher
Wren sorprendieron a los matemáticos de la época calculando independientemente la longitud de la cicloide. La sorpresa
fue que, al contrario de lo que sucedía con la longitud de una circunferencia, que no parecía guardar ninguna proporción
sencilla con su diámetro (la proporción es el número pi que, aunque entonces no se sabía con certeza, se sospechaba que
no puede expresarse como proporción entre dos números enteros), en el caso de la cicloide la longitud resultaba ser igual
a cuatro veces el diámetro de la circunferencia que la genera.

Más espectaculares fueron los informes del jurista, matemático, mecánico e ingeniero alemán Otto von
Guericke, burgomaestre de Magdeburgo. Había contruido la primera máquina neumática, con la que podía hacer el vacío
en distintos recipientes. Observó qu

Potrebbero piacerti anche