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Creemos que debemos respetar la naturaleza como la creación de Dios y que debemos ser
administradores fieles de lo que Dios nos ha encomendado. Es de Dios, pero no es Dios. Es
tan distinta de Dios como una pintura es distinta del artista (Geisler p. 301). La naturaleza no es
un organismo viviente sino contiene cosas vivas y cosas inanimadas. La materia es cosa
muerta, inánime. No es ni viva ni divina. Dios existe aparte de toda la creación y toda especie
viva simplemente refleja la mano del Creador.
Dios es el dueño de la creación, nosotros sólo administradores; pero siendo una reflexión de Él
es buena en gran manera (Gn. 1:31). Dios no solamente creó todas las cosas, Él
continuamente sustenta todas las cosas (He. 1:3; Col. 1:17). Todas las cosas existen para su
gloria. Todo tiene su lugar en el plan global de Dios, y nuestra parte es conservar, proteger, y
proveer por lo que se nos ha encomendado. La ecología es buena mayordomía, pero a la vez
tenemos el derecho de usar lo que nos fue dado, claro, conforme a los propósitos del Creador.
Por otro lado, nuestro dominio sobre la naturaleza no nos da el derecho de malgastarla o
contaminarla sino hemos de protegerla y preservarla; después de todo, al contaminar el
ambiente estamos pecando contra nosotros mismos, estamos envenenando nuestra propia
comida y bebida.
El autor Geisler concluye que el cristianismo . . . no cree en la explotación tecnológica ni en la
adoración mística. Mantiene que Dios es el Creador y el hombre es el guardián de este mundo
magnífico y glorioso. Es nuestro deber cuidarlo y no corromperlo, preservarlo y no contaminarlo
(p. 309).