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16/02/2014

6 DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN

El domingo pasado Jesús nos invitaba a ser “sal de la tierra y luz del mundo”. Hoy Él nos
da el mejor testimonio “no he venido a abolir la Ley y los profetas…sino a darle plenitud”.

Jesús es la plenitud de la Ley. Él no termina con lo que ya está establecido, sino que con sus
actos de acogida y perdón da valor y mejor sentido a la Ley, que no debe ser para angustiar,
ahogar, aburrir sino para que todos disfrutemos de una vida en paz, justa y alegre.

Para “Jesús, no basta cumplir la ley que ordena “No matarás”. Es necesario, arrancar de
nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos y las venganzas. Quien no mata,
cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía” él, el “Dios
que quiere construir con nosotros una vida más humana”.

Como cristianos debemos ir más allá, que cumplir una ley, es decir: amar, respetar, valorar,
acoger y orar hasta por los que nos han causado alguna amargura.

Si logramos en la cotidianidad poner en práctica éstos y otros valores, entonces al llevar


nuestra ofrenda al altar lo aremos con un corazón alegre y que agradece al Creador por los
que nos rodean, que no solamente debemos verlos como semejantes,sino como hermanos…

Desde el Evangelio podemos discernir si las Leyes (normas) que organizan nuestra Iglesia
católica, comunidad de fe oprimen y excluyen, o liberen y acojan dando sentido a la vida en
donde todos tengamos un puesto en el Banquete que el Señor nos prepara a cada día y
domingo. El Banquete de la Eucaristía, en donde la Antigua Ley cobra sentido y su máxima
plenitud. La Ley que oprimía y condenaba se torna libertad, perdón, donación y alimento
desde y por amor.

En la Eucaristía encontramos la fuerza para hacer de nuestras normas cotidianas espacios


de orden social, familiar y personal.

El Papa nos dice: “Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún
entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias,
difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier
cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a
evangelizar con esos comportamientos?”. El Papa trabaja por una Iglesia en la que “todos
puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros, cómo nos alentamos mutuamente”.

Que por la maternal intercesión de la Virgen María, podamos hacer un buen uso de la ley
que rige nuestra sociedad hoy. Que con ella podamos revivir la dignidad de humanos a
todos, que ella nos ayude a comprender el valor del perdón, la justicia y la paz.

Señor ayúdanos a vivir la ley,


con sentido de libertad,
para que alimentados con la Eucaristía
construyamos caminos de justicia, amor y unidad.

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