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VIDA

EN
SU
CUERPO
Descubriendo propósito,
forma y libertad
en su iglesia

POR

GARY INRIG

Traducido por Pascal de Noriega


Editado por Remedios de Guevara
1994

Publicado originalmente
en inglés bajo el título
LIFE IN HIS BODY
por Gary Inrig

Publicado por Harold Shaw Publishers


Box 567, Wheaton, Illinois 60187
en 1975

© 2004 por Editorial Creo y los autores.


Para el uso gratuito de esta información,
por favor lea la declaración de Derechos Reservados
en el sitio web de www.recursosBiblicos.org.
“A él sea gloria en la iglesia
en Cristo Jesús
por todas las edades,
por los siglos de los siglos.
Amén.”
(Efesios 3:21)
CONTENIDO

PRÓLOGO ...................................................................................................................... 1

I. LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA............................................................................. 2
1 LA CRISIS DE LA IGLESIA ..................................................................................... 2
2 ¿VALE LA PENA? .................................................................................................. 4
3 LA BASE DE LA IGLESIA ....................................................................................... 9

ll. LA VIDA DEL CUERPO............................................................................................. 15


4 EL CUERPO DE CRISTO .................................................................................... 15
5 EL CUERPO VIVIENTE......................................................................................... 20
6 EQUIPADOS PARA SERVIR: LOS DONES DEL ESPÍRITU ................................ 26
7 “CUANDO SE REÚNEN”: LA REUNIÓN DE LA IGLESIA..................................... 36
8 LA CENA DEL SEÑOR.......................................................................................... 43

III. LA ESTRUCTURA DEL CUERPO ........................................................................... 50


9 LOS PATRONES DEL ORDEN EN LA IGLESIA................................................... 50
10 EL MINISTERIO DE LOS ANCIANOS................................................................. 56
11 EL MINISTERIO DE LOS DIÁCONOS ................................................................ 64
12 LA INDEPENDENCIA DE LA IGLESIA LOCAL................................................... 67

IV. LA COMUNIÓN DEL CUERPO ............................................................................... 71


13 EL BAUTISMO .................................................................................................... 71
14 “BIENVENIDO HERMANO”: LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS ....................... 78
15 LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA LOCAL ............................................................ 82

V. EL MINISTERIO DE LA MUJER ............................................................................... 87


16 EL MINISTERIO DE LA MUJER.......................................................................... 87
17 LA MUJER Y LA REUNIÓN DE LA IGLESIA ...................................................... 94

VI. CONCLUSIÓN: UN RETO ..................................................................................... 100


PRÓLOGO
La doctrina de la iglesia recobra su importancia en nuestros días, así como las críticas
acerca de la iglesia moderna aumentan en regularidad e intensidad. Por lo cual, urge que el
registro bíblico sea estudiado con cuidado y oración. El propósito de este material es desarrollar
una doctrina bíblica de la vida de la iglesia.
Existen tres razones por las que este libro fue escrito. La primera es muy personal.
Mientras estudiaba la palabra de Dios, los principios tocantes a la iglesia cautivaron mi atención.
Lo que había sido un área de frustración y decepción súbitamente revivió. Este descubrimiento
se hizo más emocionante al entrar en debate, discusión y estudio con mis compañeros del
Seminario Teológico de Dallas. Les debo a ellos y a mis maestros una deuda grande,
especialmente al Dr. S. Lewis Johnson y al Prof. Zane Hodges por su dedicación en el estudio de
las Escrituras.
La segunda razón se debe a mis ex-alumnos del Colegio Bíblico de Winnipeg. Sus
preguntas refinaron mis pensamientos y su anhelo en conocer lo que la Biblia enseña tocante a la
iglesia me estimulaba. No es que estaban aburridos de la iglesia neotestamentaria, pero sí habían
sido desilusionados frecuentemente por lo que habían visto.
Y así fue. La tercera razón se encuentra en los cristianos que están interesados y
preocupados por la iglesia. Ellos desean experimentar más de lo que Dios tiene para su
congregación.
Las cosas buenas que pueda encontrar en este libro se deben mucho a todos estos grupos
y a otros. A los cristianos de La Capilla Betania de Calgary les debo mucho. Me han enseñado el
gozo de la comunión en amor al cuerpo de Cristo. Mayormente soy deudor a mi esposa. Por su
amor, he entendido mejor por qué Pablo compara el matrimonio al amor de Cristo por su iglesia.

Gary Inrig

1
I. LA IMPORTANCIA DE LA IGLESIA

LA CRISIS
DE LA
IGLESIA

Hace algunos años, un hombre se encontró desamparado en medio de un desierto. Al


fallar el coche, tuvo que buscar sombra y agua, esperando ayuda. Pero bajo el ardiente sol, su
fuerza disminuyó. Agotado, sediento y al borde de la muerte, se desesperó. Hasta que al fin sus
ojos contemplaron la vista más hermosa que jamás había visto: un manantial de agua fresca y
pura, dando vida a los árboles cercanos y a un hombre a punto de fallecer.
Ese manantial le había salvado la vida, y durante años ocupó un lugar especial en su
memoria. Después, una serie de sucesos lo llevaron a la misma parte del país, y determinó
visitar aquel oasis. Cuando se acercó, le sorprendió ver un edificio bello y grande. Había patios
pavimentados, una estatua magnífica, y una placa de bronce que indicaba que ese mismo
manantial había salvado la vida de otra persona. Solo faltaba una cosa. Con el correr del tiempo,
el manantial se había secado.
Existe una triste semejanza entre esta historia y la de muchas iglesias locales. Hubo un
tiempo en que la vitalidad pura y vivificante del Espíritu Santo se manifestaba libremente. De la
iglesia brotaba el agua gratuita del evangelio y muchos encontraron que el agua de vida, la cual
da el Señor Jesús, fluía eternamente. Los creyentes se alimentaron de la palabra de Dios y
crecieron en gracia y en el conocimiento del Señor.
Pero en demasiadas iglesias, el manantial parece haberse secado. En algunas, el desierto
árido de la teología liberal y la crítica bíblica han salido triunfantes. Muchas congregaciones se
han convertido en monumentos. Entre ellas, hay lealtad a las doctrinas bíblicas y un compromiso
institucional al agua de vida. Pero de alguna forma, el manantial ha sido obstruido y la acción del
Espíritu ha disminuido.
No es sorprendente que muchos cristianos fervorosos se muestren escépticos en cuanto al
futuro de la iglesia. El Espíritu de Dios se ha manifestado en maneras notables en nuestro
tiempo. Hay un dinamismo entre los jóvenes cristianos que no se había percibido desde hace diez
años. El interés por las cosas espirituales, el hambre por estudiar la Biblia, y el deseo de
compartir el evangelio son emocionantes. Las puertas están abiertas. ¡Dios está obrando!

2
Pero muchas de esas evidencias de la presencia activa de Dios no son palpables en el
ministerio de las iglesias locales. Es fácil hacer que hombres, mujeres y jóvenes se entusiasmen
por el Señor Jesús y por su servicio, pero es muy difícil motivarlos para servir en una iglesia
local. Para muchos, es una institución muerta, un obstáculo en el crecimiento espiritual. En
contraste a la vitalidad y la sincera comunión encontrada en otros lados, la iglesia resulta ser un
club religioso tradicional. ¡Qué triste que ella sea fuente de frustración, desesperación y
desilusión para muchos cristianos!
Obviamente, esto no es una representación correcta de aquellas congregaciones que
fielmente son lo que Dios diseñó. Pero las voces que claman por un avivamiento y una
reformación en nuestras iglesias son tan numerosas y sinceras que no pueden ser descuidadas. Se
escriben demasiados libros, se predican demasiados sermones, y muchos cristianos, jóvenes y
ancianos, escogen salir de ellas para que pretendamos que el problema sea insignificante. Esta
crisis está muy aparte de la afiliación denominacional. No es tan sólo un problema local, sino un
problema al cual nos enfrentamos todos en Norte América incluyendo iglesias de diferentes
trasfondos y énfasis teológicos.
Mi convicción de lo que es la voluntad de Dios para las iglesias locales es que sean
gloriosamente vivas. La iglesia fue diseñada por Dios para ser una comunidad evangelizadora,
creciente, dinámica, y dirigida por el Espíritu, con miembros que comparten una vida común en
Cristo. Sin embargo, cumplirá ese plan divino a un precio considerable, personal e institucional-
mente. Algunas rutinas tendrán que ser abandonadas. Las tradiciones deben examinarse bajo la
luz de los principios bíblicos y analizarse por el sólo estándar de la voluntad del Señor. Los
individuos serán forzados a determinar si en verdad les importa la iglesia lo suficientemente
como para sufrir el costo y así compartir las recompensas de una entrega más profunda de la vida
en su cuerpo.
Y realmente vale la pena pagar el precio. Vislumbraríamos mejor los beneficios de la
vida en su cuerpo, si permitiéremos que el Espíritu se moviera libremente en medio de la
congregación. Si las iglesias locales fueran constituidas bíblicamente, encontraríamos lo que
significa ser verdaderamente cristianos. Nuestro mundo fragmentado está cansado de ver las
divisiones y necesita una ilustración clara de la unidad de todo el pueblo de Dios en el Señor
Jesucristo. Aun cuando no compartamos la misma opinión de lo que enseña la Biblia en cuanto a
organización y funcionamiento de las iglesias locales, nuestro desacuerdo no vendrá de
adversarios institucionales, sino de hermanos en Cristo. Es probable que existan diferencias en
algunas convicciones, pero somos uno en el Espíritu, compartiendo la vida del Señor.

3
2

¿VALE
LA PENA?

Estamos tentados a creer que la organización y estructura en las iglesias no tienen mucha
importancia. Después de todo, es obvio que no se han logrado la unanimidad en estas cuestiones.
Además, diversas congregaciones que siguen patrones bastante diferentes han sido singularmente
bendecidas por Dios, tanto en alcanzar a los incrédulos como en edificar a sus miembros. ¿Es
importante la forma en que una iglesia está organizada? ¿Es el interés por el orden una
impertinencia, algo que nos desvía de lo crucial, la vida espiritual y el testimonio de los
cristianos?
Obviamente la organización no es suficiente. Las palabras de Melvin Hodges caben aquí:
“Podemos estudiar métodos de crecimiento de la iglesia y escribir libros acerca de los
principios de las iglesias indígenas, todo lo que es eficaz y eficiente; pero nunca tendremos nada
como las iglesias del Nuevo Testamento ni el crecimiento del Nuevo Testamento hasta que
tengamos algo como los hombres del Nuevo Testamento con la experiencia del Nuevo
Testamento. No sé como esto le pueda afectar, pero siento un desafío en lo más profundo de mi
ser. Los métodos de Dios son hombres, y somos los hombres”1
Por lo tanto, en todo lo que se diga con respecto a la iglesia del Nuevo Testamento, no
perdamos de vista este punto: El orden de la iglesia no es suficiente. A menos que los creyentes
viven en comunión vital con el Señor Jesucristo, todo lo demás es de poco valor. No fue el orden
que cambió al mundo antiguo sino la calidad de sus vidas. Podemos tener instituciones bíblicas,
pero si no hay cristianos llenos del Espíritu, no tendremos absolutamente nada.
Sin embargo, sería un error creer que el énfasis mayor de la vida espiritual del creyente
hace insignificante la estructura de la iglesia local. Sería un error más grave pensar que la iglesia
misma es opcional y que instituciones paraeclesiásticas la pueden sustituir.
La importancia de la organización en una congregación de acuerdo a los principios y
prácticas del Nuevo Testamento se puede demostrar en tres argumentos mayores: teológicos,
bíblicos, y prácticos. Tomados individualmente y en conjunto, nos deben convencer que no
podemos y ni debemos tratar la doctrina de la iglesia como un asunto meramente teórico, alejado
del creyente ordinario.

La Importancia Teológica del Orden de la Iglesia. Es sorprendente notar que el Señor


Jesús y sus apóstoles establecieron una sola institución visible durante sus ministerios, y esa fue
la congregación local de creyentes.2 Este hecho no conduce a la absurda conclusión de que todas

1
Melvin Hodges, Church Growth and Christian Mission, p. 32.
2
“No hay otra organización, más que la asamblea local, que aparece en el Nuevo Testamento; tampoco encontramos
la semilla de cualquier otra después”. G. H. Lang, The Churches of God, p. 11.

4
las otras instituciones cristianas como colegios bíblicos, seminarios, sociedades misioneras y
organizaciones evangelísticas, carecen de la autenticidad divina. Pero sí indica que la iglesia
local reposa en el mero corazón del programa de Dios en la edad presente. Si ella y su estructura
son tan importantes para Dios, también deben de serlo para nosotros.
La importancia del orden de la iglesia toca el carácter y programa de Dios en varias
formas. La primera consideración es que esta institución pertenece al trino Dios, y él debe
determinar su estructura y forma.
El Nuevo Testamento describe a Jesucristo como la cabeza (Ef. 1:22-23), y el arquitecto
y constructor de la iglesia (Mat. 16:18). Creer que el Señor Jesús no dejó un plano divino para su
edificación, es creer que lo que había adquirido con su propia sangre crecería al azar.
La segunda consideración es que el gran propósito y la naturaleza de la iglesia demandan
una heliografía divina. Ella es puesta como una vitrina “para que la multiforme sabiduría de Dios
sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales” (Ef. 3:10). Es “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y
baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). El significado de estos versículos debe ser notado
cuidadosamente. Pablo nos dice que Dios ha unido la manifestación de su sabiduría y verdad en
el cuerpo de Cristo. Así que, nada que tome lugar en una asamblea debe alterar o esconder la
verdad de Dios. Sin embargo, la experiencia y la historia de la iglesia señalan que si se le
abandona a las idiosincrasias y caprichos humanos, no funcionará conforme al programa
establecido. La unidad del cuerpo de Cristo es la parte más afectada. El hombre, siguiendo su
propio discernimiento, ha escondido o contradicho esta verdad divina poniendo normas falsas o
legalistas para la comunión. Usan principios para excluir a los verdaderos creyentes en bases
raciales, económicas o educacionales, o dictando un concepto falso del ministerio que ha
relegado a la gran mayoría de cristianos a jugar el papel de espectadores pasivos. Solamente si el
orden de la iglesia es enseñado y seguido como Dios quiere, ella podrá glorificar a su Señor.
La tercera consideración para la tarea de edificar una congregación conforme a un patrón
divino, fue la promesa del Señor a sus apóstoles de que el Espíritu, les guiaría a toda verdad (Jn.
16:13). Seguramente esta verdad involucra la estructura por la cual ellos dedicaron sus vidas:
para establecer iglesias locales. Siendo así, la iglesia debe ser apostólica, y solamente apostólica.
Como Kuen nota, “La idea de que la iglesia debería evolucionar durante los siglos bajo la
dirección del Espíritu Santo fue desconocida por los apóstoles.”3
Una última razón está estrechamente ligada a las otras tres. En la era apostólica, todas las
alternativas de estructura de la iglesia fueron abiertas para Dios. Si su voluntad fue fundar
iglesias distintas de la iglesia del Nuevo Testamento, ¿por qué no lo hizo así?4 Las palabras de
Kuen merecen nuestra atención:
“¿Debe uno pensar que Dios no fue competente para edificar la iglesia en la forma que
él quería desde el principio? Si su ideal hubiera sido el sistema organizado, jerárquico, clérico
que encontramos varios siglos después bajo el nombre de iglesia, ¿no la hubiera establecido

3
Alfred F. Kuen, I Will Build My Church,. 25.
4
Es obvio que este argumento reposa en la suposición de que hay un orden normativo en la iglesia del Nuevo
Testamento según yo considero. Para un enfoque contrario, desde un punto de vista liberal, vea Edvard Schweizer,
Church Order in the New Testament. Su primera frase es, “No hay tal cosa como el orden en la iglesia del Nuevo
Testamento” (p. 13). Desde una perspectiva evangélica, Leon Morris alcanza una conclusión similar, Ministers of
God, pp. 111-13.

5
así? ¿La iglesia presente correspondería mejor a la voluntad de Dios y a las necesidades de los
hombres que la primitiva? Si fuera así, tendríamos que admitir que los hombres con sus
artificios y mañosa administración son más inteligentes para solucionar los asuntos del Señor
que él mismo”.5

La Importancia Bíblica del Orden de la Iglesia. No es únicamente por razones


teológicas que entendemos que el diseño de la congregación es importante. La palabra de Dios
indica en una manera muy directa el interés del Espíritu Santo en la eclesiología, la doctrina de la
iglesia. De hecho, la cuestión del gobierno de la iglesia es directamente relacionada con la
autoridad de las Escrituras. ¿Es verdad que la Biblia es nuestra única guía en asuntos de fe y
práctica? ¿La tenemos como suficiente o formamos las congregaciones en base a consejos de
pragmáticos contemporáneos de la sociología, psicología, dinámica de grupo y teoría de
comunicaciones?
En primer lugar, el Nuevo Testamento presenta los asuntos de la iglesia en el modo
imperativo, y no en indicativo. Los apóstoles se acostumbran en sus escritos no solamente a
sugerir, sino a mandar. Esto se muestra en 1 Timoteo 3:14-15 donde el propósito de esta epístola
es el orden en la iglesia, “Esto te escribo . . . para que . . . sepas cómo debes (en griego, dei)
conducirte en la casa de Dios . . .” Así que, los principios y prácticas de esta carta son
obligatorios, no opcionales. Además, Pablo insiste de este orden en 1 Corintios 14:37,
“reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”.
En segundo lugar, la exposición detallada de la iglesia y su organización son visibles en
el Nuevo Testamento. La importancia de una doctrina no se basa necesariamente en el número de
citas que la apoyan; pero lo que Dios señala constantemente tampoco puede ser echado a un
lado. A través del Nuevo Testamento, la vida interna de la iglesia es asunto de instrucción,
exhortación y corrección. En algunas epístolas, encontramos principios generales y en otros,
específicos. Es verdad que no se menciona detalladamente cada aspecto de la iglesia, pero sí da
un número significante de ellos. Como nota Alexander Hay:
“Los apóstoles, cumpliendo el ministerio que Dios les dio, establecieron un fundamento
completo y perfecto para la iglesia en lo que tiene que ver con la estructura y la doctrina. Un
estudio cuidadoso y no torcido del Nuevo Testamento demuestra que una revelación completa y
detallada es dada tocante a la estructura de la iglesia y que cada congregación en los tiempos
apostólicos fue organizada de acuerdo a ese patrón”.6

La Importancia Práctica del Orden en la Iglesia. La mayoría de estudios de exégesis


de la Biblia y de doctrina tienen efectos prácticos. Esto comprende a la iglesia. Dios no ha
actuado arbitrariamente al designarla como lo ha hecho. La organización de la iglesia afecta
tanto la vida de los creyentes por lo que el plan de Dios es muy preciso. Veamos, por lo menos,
cuatro implicaciones prácticas.
La primera queda establecida con estas palabras, “Si la iglesia no corresponde a la
voluntad de Dios, tiene toda oportunidad de apartarnos del evangelio en lugar de conducirnos a

5
Kuen, p. 26.
6
Alex Rattray Hay, The New Testament Order Church and Missionary, p. 133.

6
ello”.7 Muchos incrédulos se han apartado del evangelio porque una iglesia ha vivido
negándolo. Pero no solamente ellos han sido heridos. Muchos creyentes se han llevado la
impresión de que la vida cristiana es aburrida, triste y cansada por lo que han experimentado los
domingos en la mañana. A otros, nunca les ha sido dada la oportunidad de desarrollar los dones
que Dios les dio, de modo que su utilidad espiritual nunca se ha cumplido. El espectáculo trágico
de iglesias con segregación racial ha enseñado, por implicación, que la Biblia no dice nada
acerca de la vida moral de nuestros tiempos, y por lo tanto aparta a los hombres del Dios
viviente.
La segunda se relaciona con la misión que Dios ha dado a la iglesia. La iglesia básica y
bíblica no está condicionada a la cultura ni a la historia. Su misma simplicidad la hace funcionar
alrededor del mundo. Recordemos esto:
“La iglesia es una sociedad que debe ser tomada de todo el mundo, y debe incluir a
hombres 'de todo linaje, lengua, pueblo y nación' (Mar. 16:15; Apo. 5:9-10). Por lo tanto, su
construcción y métodos deben ser fácilmente capaces de tener aplicación universal. Métodos y
formas, que se adaptan sólo a ciertos lugares, razas y clases sociales son contrarios a la
necesidad de la iglesia. Las simples instituciones apostólicas se han encontrado tan factibles hoy
como en el primer siglo, entre salvajes convertidos y europeos cultos, en cada raza y en cada
país. De ninguna otra forma de organización se puede decir esto sin reservas”.8
Esta universalidad ofrece buenas condiciones para el evangelismo misionero y el
establecimiento de congregaciones indígenas. De igual manera, para los creyentes en tiempos de
persecución. Karl Barth señala de las iglesias contemporáneas, “Cualquiera que sean las ventajas
del tipo de gobierno en nuestra iglesia hoy día, una cosa es cierta, presume la paz y no la guerra;
delante de un ataque masivo, me atrevo a profetizar que se derrumbaría como una casa de
tarjetas”.9 Esto no se puede decir de la iglesia bíblica, la experiencia de los días presentes en
países totalitarios lo enseña. Su simplicidad y vitalidad edificadas sobre principios del Nuevo
Testamento son evidencia del valor y validez de ellos.
La tercera aplicación práctica, se relaciona a la inevitabilidad de una organización.
Ninguna iglesia puede existir sin estructura pero sí una falsa eclesiología impide la libertad del
Espíritu y frena el crecimiento espiritual.
Finalmente, la iglesia del Nuevo Testamento refleja un terreno fructífero y productivo.
Muchas de las carencias urgentes en la actualidad, se deben al no practicar algunos aspectos
importantes de la enseñanza apostólica. En ella, encontramos sinceridad, libertad dada por el
Espíritu, libertad para ministrar los dones espirituales, compartimiento de alegrías y cargas, y un
enfoque constante hacia el Señor Jesús que necesitamos volver a experimentar. Sobre todo, no
eran instituciones ocupadas en mantener su propia existencia. Más bien, eran organismos vitales,
familias vivas de creyentes, con todos los problemas y bendiciones que la vida involucra. Nadie
puede echar una mirada retrospectiva y creer que eran perfectas. En cuanto a Corinto, ¡no era
perfecta! Pero esas iglesias primitivas eran vivas, y directamente relacionadas con su alrededor.
No eran lugares monásticos para esconderse, sino agencias dinámicas misioneras, existiendo
para la gloria de Dios.

7
J. de Senardens, citado por Kuen, p. 12.
8
Lang, p. 32.
9
Citado por Kuen, p. 31, n. 3.

7
Esta es la visión que el cristiano del siglo XX debe captar nuevamente. La vida lleva
problemas, pero ¿quién no quisiera mejor luchar con ellas que sufrir la conformidad y la
monotonía estéril de la iglesia moderna? Ella necesita una nueva cara; solamente que sea una
cara bíblica.

8
3

LA BASE
DE LA
IGLESIA

El 21 de enero de 1525, en una mañana fría, una docena de hombres caminaba sobre la
nieve rumbo a la casa de Félix Manx, en las afueras de Zurich, Suiza. Este pequeño grupo tenía
un ultimátum. Abandonar sus creencias radicales tocantes al bautismo y conformarse a la opinión
de Ulrich Zwingli, o enfrentar las consecuencias: el destierro o la muerte.
Dentro de la casa los hombres se dispusieron a orar. Clamaron a Dios buscando su
voluntad. Al término de la oración, George Blaurock se incorporó repentinamente y en el nombre
de Dios, llamó a Conrad Grebel para que lo bautizara “con el verdadero bautismo cristiano”.
Pese al temor, Grebel accedió. Después, Blaurock, en turno, bautizó a todos los demás presentes.
Juntos prometieron llevar vidas apartadas como verdaderos discípulos, enseñar el evangelio, y
mantener la fe.
Fue un hecho sencillo, pero muy costoso para todos los que estuvieron involucrados. Para
algunos fue muerte; para otros, el destierro. Pero también fue un acto de suma importancia, como
William Estep comenta:
“Este fue el hecho más revolucionario de la Reforma. Ningún otro evento simbolizó en
una forma total la ruptura con Roma. Aquí, por primera vez en el curso de la Reforma, un grupo
de cristianos se movilizó con el propósito de formar una iglesia según lo que se concebía como
el patrón del Nuevo Testamento”.10
Tres Alternativas. La decisión que enfrenta la iglesia, en cualquier edad, se expresa
simplemente. Los creyentes evangélicos pueden optar por avivamiento, por reforma, o por
restauración. En el primer caso, el interés será el avivamiento de la vitalidad espiritual dentro de
las estructuras de la iglesia tradicional. Reformadores, por otro lado, desearán hacer cambios en
la vida de la iglesia contemporánea, mientras que los preocupados por la restauración, aceptarán
nada menos que iglesias reconstruidas “de abajo para arriba”, sobre principios del Nuevo
Testamento.
Un avivamiento se necesita desesperada- mente en nuestras iglesias. Lo primero que
debemos buscar es una nueva vitalidad espiritual y una devoción de corazón ferviente a nuestro
Señor Jesucristo. Ya ha habido un interés profundo, por éste, un movimiento notable por su
ideología fuera de las estructuras de la iglesia, en pequeños grupos de oración y estudios bíblicos
informales. El error de este movimiento se ve por su falta de unión con la vida de la iglesia. El
problema renace entre la vitalilidad espiritual interior y las estructuras de la iglesia. ¿No somos,
entonces, culpables de tratar de poner vino nuevo en odres viejos?

10
William Estep, The Anabaptist Story, p. 10.

9
Un paso mas adelante es una entrega a la reforma. La necesidad de ésta viene de un
problema de tiempo atrás en la historia de la iglesia. Harold Brown nota:
“La iglesia pagó y todavía está pagando un precio duro en integridad y en credibilidad
por el poder y prestigio que Constantino y sus sucesores le dieron. Desde entonces, la iglesia se
ha visto obligada a apoyar al gobierno, aún al punto de dar permiso tácito o aprobación abierta
a las injusticias del gobierno. Que grandes líderes cristianos tal como Ambrosio de Milán y Juan
Constantinopla, tuvieron el valor de desafiar a emperadores, no altera el hecho de que a través
de los siglos, la iglesia ha apoyado a los gobiernos en poder”.11
Este abrazo sofocante del establecimiento político produjo efectos malos sobre la iglesia.
Su simplicidad primitiva se fue desvaneciendo lentamente durante los siglos segundo y tercero.
Luego desapareció totalmente, dando lugar a la institución mundana, monolítica, jerárquica y
carnal del período medieval.
La Reforma trajo a Martín Lutero con el glorioso redescubrimiento del evangelio, en
particular, la doctrina de justificación por la fe. La consigna de Lutero y de los reformadores fue
sola scriptura, “solamente las Escrituras”, un principio al cual, Lutero valientemente dio
testimonio ante el concilio romano de Worms cuando rehusó retractarse, “Al menos que esté
convencido por las Escrituras y la plena razón . . . Mi conciencia está cautiva a la palabra de
Dios”.
Pero, aunque Lutero estaba dispuesto a arriesgar su vida por este compromiso radical, no
estaba dispuesto a extender este radicalismo a la doctrina de la iglesia. Había al menos dos
razones, como James Atkinson indica: “Siempre es importante tener en mente que Lutero esperó
alguna curación de la ruptura con Roma”.12 La segunda razón era política. Robert Paul afirma:
“Es claro que aún si algunos de los reformadores protestantes empezaron con la sola
scriptura como su principio teológico de autoridad básico, su punto de vista fue modificado por
las exigencias de su situación social y política. Su principio de autoridad fue cambiado, de la
apelación a las Escrituras mismas a una apelación a esos aspectos de eclesiología bíblica
aceptable a las autoridades civiles . . .”
“El éxito de la Reforma pareció depender de mantener una entrada con las autoridades
civiles”.13
A causa de esos intereses, Lutero estaba lejos de presionar por una restauración de la
iglesia neotestamentaria. Aún si hay indicaciones de su reconocimiento de la verdad de una
iglesia compuesta de creyentes solamente, insistió en una iglesia nacional, continuando con la
relación tradicional entre la iglesia y el estado establecido desde Constantino.14 De este modo,
Lutero volvió con venganza contra los anabaptistas, quienes buscaban la restauración, en vez de
una mera reforma.
Un ejemplo del conservatismo y partida de su consigna sola scriptura se refleja en su
actitud hacia el bautismo de los infantes. El escribe:

11
Harold O.J. Brown, “Christianity: The Durable Establishment”, Christianity Today, de enero de 1969, p. 3.
12
James Atkinson, The Great Light, p. 100.
13
Robert S.Paul, The Church in Search of Itself, pp. 42- 43.
14
C.F. Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren, pp. 126-29. Este libro es un excelente estudio de la
tensión y debate entre los reformadores y los restauradores del siglo XVI.

10
“No hay evidencia suficiente en las Escrituras para justificar la introducción del
bautismo de los infantes en el tiempo de los cristianos primitivos después del período apostólico
. . . Pero es evidente, que ninguno se puede atrever, con buena conciencia a rechazar o
abandonar el bautismo de los infantes, lo cual ha sido practicado por tanto tiempo”.15
Este enlace sutil de las Escrituras y la tradición resulta finalmente en un catolicismo
reformado y no en una vida de iglesia apostólica restaurada. Estas medidas incompletas de
Lutero condujeron a consecuencias desastrosas, como la naturaleza apóstata de las iglesias de los
estados europeos.
Ulrich Zwingli difirió de Lutero en su personalidad y en su principio. G. Rousseau
establece la diferencia de una manera muy notable:
“En 1521, Zwingli había establecido un principio de importancia vital: Todo lo que en
cuestión de doctrina y práctica, no está explícitamente ordenado por las Escrituras debería ser
rechazado, (mientras que para Lutero solamente las doctrinas y prácticas condenadas por las
Escrituras eran rechazadas)”.16
Sin embargo, Zwingli no seguía consistentemente sus principios. A pesar de creer que la
iglesia apostólica bautizaba a creyentes, se juntó con el Concilio de Zurich condenando
fervientemente las acciones de los “Anabaptistas”.17 Grebel murió en prisión, Félix Manx fue
ahogado, y Blaurock fue deportado y finalmente quemado a la hoguera de Tirol. De este modo,
el principio de la iglesia del estado continuó por los reformadores, así como la práctica de la
reforma parcial.
Juan Calvino fue un hombre cuya dignidad es difícil de exagerar. Más que cualquier otro
hombre de la Reforma, en la práctica y en la enseñanza, Calvino fue interesado en construir una
iglesia bíblica y una teología bíblica. Pero él también fue un hombre de su tiempo, y en Génova
la iglesia fue estrechamente ligada a la autoridad civil. Esto no fue a causa de los hechos de
Calvino, más, sin embargo, no renunció a su deseo. Instituyó una multa por faltar a la iglesia en
los servicios del domingo, y usó guardias civiles para exigir que todos los miembros de la iglesia
que no habían sido excomulgados tomaran parte de la comunión. El patrón del gobierno de la
iglesia establecido por Calvino y sus seguidores tiene las marcas de la estructura política de
Suiza en el siglo XVI.
Los cristianos del siglo XX somos deudores a Lutero, Zwingli, Calvino y muchos otros
reformadores. Pero la reforma no es suficiente hoy día. Hay bastantes creyentes de buena
voluntad que perciben las diversas necesidades de las iglesias contemporáneas, y abogan por el
cambio. Pero el cambio, especialmente en base al pragmatismo, no es suficiente. Al menos que
este sea guiado por principios bíblicos definidos, las reformas de hoy serán los problemas de
mañana. No basta que un método o una práctica “funcione” por las normas que utilizamos para
medirlas. Si una obra va a durar y tener un valor permanente, debe ser hecha a la manera de
Dios.

15
Citado por Verduin, pp. 203-204.
16
Citado por Alfred Kuen, I Will Build My Church, p. 288.
17
C.F. Verduin, quien cita a Zwingli, “Si bautizáramos de acuerdo con el mandato de Cristo, entonces no
bautizaríamos a nadie hasta que haya alcanzado la edad de libre albedrío . . . Pero pensando en la posibilidad de que
pueda ofender, omito predicar acerca de esto; es mejor no hacerlo hasta que el mundo esté listo para tomarlo”, p.
199.

11
Este último punto, es la lección que deberíamos aprender de la experiencia de la iglesia y
de organizaciones misioneras en los últimos años, en países que han pasado por revoluciones,
tales como China, Cuba y las naciones africanas. Muchas obras que lucían prósperas e
impresionantes por fuera se desvanecieron rápidamente, sin casi dejar huella. Otras, menos
importantes, pero más arraigadas en los principios bíblicos, han continuado, y aún han florecido
en tales circunstancias adversas.

Una Restauración Urgente. Aunque la renovación y la reforma ayudan, a corto plazo,


no bastan. Lo que se necesita realmente, es una restauración de los principios y prácticas
bíblicos, hecha con todo el corazón. James Atkinson señala de la reforma de Lutero:
“Lutero nunca cometió el error de exigir a la iglesia algún patrón de vida idealizado
según la iglesia primitiva, como los independientes y radicales lo harían posteriormente.
Tampoco impuso una aplicación literal de doctrina bíblica primitiva y del orden como los
puritanos lo harían”.18 La única reacción apropiada a tal análisis es que, si tal cosa es un error,
entonces es un error que necesitamos. Las palabras de Calvino van al grano:
“Yo ciertamente confieso que cuando uno no puede desde el primer día obtener una
reformación entera, es bueno haber conseguido los puntos principales, pero uno no debe cesar
hasta proseguir lo que falta”.19
Podemos agradecer a Dios por lo que tenemos. Pero este es el tiempo para alcanzar lo
que todavía nos falta. El pastor de los peregrinos, Juan Robinson, hizo este énfasis en su último
sermón a los que emigraban a una nueva tierra. Como Eduardo Winslow, uno de los peregrinos
reportó:
“El nos encargó, delante de Dios y de sus benditos ángeles, a seguirle sólo en cuanto él
seguía a Cristo: y si Dios nos revelara cualquier cosa, por cualquier otro instrumento suyo,
estar dispuestos a recibirla, como siempre lo estábamos para aceptar la verdad por su
ministerio. Porque confiaba mucho en que el Señor tenía más luz y verdad para sacar de su
santa palabra”.20 Realmente sí, la tiene, y nuestra admiración hacia los reformadores no debe
frenarnos proseguir por más.
Pero la base de esa búsqueda se encuentra en las Escrituras. Considerando esto, se debe
notar que no solamente la enseñanza apostólica es normativa, sino también la práctica
apostólica. Somos obligados a hacer no sólo lo que los apóstoles enseñaron, sino también lo que
hicieron, siguiendo el principio divino.
Este último punto es importante. Es claro que los apóstoles no usaron automóviles,
aviones, radio ni televisión. Esto no fue porque se oponían a tales cosas, a causa de la convicción

18
Atkinson, p. 20. Comenta nuevamente, “Lutero nunca predicó en contra de la iglesia. La iglesia era de Dios; las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella; ha tenido, y otra vez tendrá una nueva parte en el orden providencial
de Dios. A pesar de su mala teología, de su mundanalidad y corrupción, nunca ha sido abandonada por el Señor ni
nunca ha perdido el evangelio enteramente. Lutero era un gran hombre de la iglesia. No tenía ninguna simpatía con
los sectarios que pensaban fundar una nueva iglesia reunida . . . (p. 23)”. Geddes MacGregor comenta, “La Reforma
en Inglaterra buscó preservar tantos elementos de la iglesia medieval como parecía compatible con la eliminación de
los abuses de la Edad Media” (Corpus Christi, p. 11).
19
Citado por Kuen, p. 313.
20
Citado por Paul, p. 118.

12
dada por Dios, sino simplemente por su tecnología no desarrollada. Se juntaban en casas, en
lugar de tener sus propios edificios, porque esas casas eran bastante grandes para reunirse y
porque también eran demasiado pobres para poseer edificios. Esta práctica no está en contra de
los edificios, pero sí nos hace recordar que no son indispensables para que la vida de la iglesia
continúe. Seguramente, el mismo punto se aplica al silencio en cuanto al uso de instrumentos
musicales, de la institución de la escuela dominical y de muchos otros ejemplos similares.
Sin embargo, el apóstol Pablo llamó a los corintios a la conformidad de sus prácticas de
costumbre y de las otras iglesias (vea 1 Cor. 11:2, 16). Estas prácticas no eran accidentes
históricos ni culturales, sino acciones arraigadas a la revelación divina. El patrón del ministerio y
del gobierno de la iglesia seguidos por los apóstoles, está directamente relacionado al ministerio
del Espíritu de guiarles a toda verdad, no solamente la verdad del precepto, sino también de la
práctica.
Hay una gran libertad espiritual cuando nos entregamos a la autoridad absoluta de la
palabra de Dios en forma personal y en la vida de la iglesia. En mi propia vida cristiana, pasé por
una experiencia maravillosa de la libertad en Cristo cuando me di cuenta que la autoridad de las
Escrituras no es solamente una verdad teológica, sino un modo de vivir. No era lo que otra gente
pensaba o lo que siempre habíamos hecho, sino lo que Dios dijo, era lo que realmente contaba.
De repente, mi actitud hacia la iglesia cambió. Había una razón genuina para la esperanza y el
optimismo. Mi ser fue transformado al aplicar el principio de la autoridad bíblica, y crecía en
Cristo. ¿Por qué la aplicación firme de este principio no podía producir lo mismo en la
congregación? Gracias a Dios, podía, y lo hizo. Al cortar la costra de la tradición y empezar a
aplicar más consistente-mente la palabra viva de Dios, nuestra vida en la iglesia se vuelve más
efectiva, más llena, y más honrosa al Señor Jesús. Y siempre será así. La única manera de
progresar como individuos y como iglesia es regresar constantemente a la Biblia.
Por lo tanto, cada actividad en la congregación debe estar conforme a la palabra de Dios.
Solo ella es suficiente para llenar nuestras necesidades, y no debemos permitir que la tradición o
conocimientos pragmáticos usurpen su lugar. También en ella encontramos un panorama
relativamente completo de la vida y organización de la iglesia local. A veces este panorama está
grabado en los mandatos muy claros por los apóstoles. En otras áreas, la práctica apostólica debe
ser nuestra guía. Finalmente, se nos deja aplicar principios bíblicos explícitos a las necesidades y
problemas contemporáneos.
La pregunta no es si las Escrituras son suficientes para ser nuestra guía; ni tampoco es si
ellas deben proveer la base de la vida de la iglesia. La mayoría de los cristianos están de acuerdo
en cuanto a esas cuestiones.21 Pero, ¿qué tan consistentemente proseguiremos a la restauración
completa del orden bíblico de la iglesia? ¿Pararemos a medio camino o seguiremos adelante?
¿Permaneceremos firme-mente abiertos para oír la voz de Dios hablándonos en su palabra?
Leamos las palabras de Juan Calvino, “cada congregación que pretende llevar el nombre de
iglesia debe pasar por la prueba que Dios ofrece - las Escrituras - así como el oro es probado por
la piedra de toque”.22 Concluyamos este capítulo con las precisas palabras de G. H. Lang:
“De la misma manera en que en Israel había un templo material en el cual Dios moraba,
así la iglesia es un templo espiritual para su morada (Ef. 2:20-22). Como ningún detalle de esa
casa terrestre fue dejado a la invención o introducción de los hombres, ni aun del fiel Moisés
21
C. F. Kuen, pp. 320-330.
22
Juan Calvin, Institutes of the Christian Religion, IV, p. 1.

13
(Heb. 8:5; 1 Cr. 28:19), sino todas las cosas debían ser hechas de acuerdo a los planes
enseñados, así es con el templo viviente. Cristo dio una plena seguridad de que su Espíritu
guiaría a los apóstoles 'a toda verdad' (Jn. 16:13) incluyendo la verdad tocante a la iglesia
como una institución. De esta verdad, el Nuevo Testamento es el único registro autoritario. Es
presunción querer alterar los arreglos de la casa de otro” (Rom. 14:4; 1 Cor. 14:36).
“No hay necesidad, ni aun puede existir esperanza, de mejorar el plan del Señor. El
sabía perfectamente los propósitos que su iglesia iba a desempeñar en la tierra, y conocía
totalmente las condiciones en que tenía que funcionar. El instituyó, a través de sus apóstoles, los
mejores arreglos y métodos para hacer el trabajo propuesto en las condiciones dadas. Pensar de
otra manera es admitir que lo que Dios dijo fue pura tontería”.23

23
G. H. Lang, The Churches of God, p. 9.

14
ll. LA VIDA DEL CUERPO

EL CUERPO
DE
CRISTO

La iglesia de Jesucristo no es una mera institución, sino un organismo, un cuerpo viviente


de creyentes. Las implicaciones de este hecho tan sencillo son enormes, pero han sido
obscurecidas por el cristianismo moderno, con su gran énfasis en la construcción, estructuras,
programas, agencias y reuniones formales. De esta manera, muchos cristianos ven a la iglesia
como un edificio de vez en cuando habitado por gente. Para otros, es un evento que toma lugar el
domingo en la mañana por una o dos horas, y después cesa hasta la próxima semana.
En contraste a los conceptos de la iglesia como una institución o una organización, existe
la descripción de ella en el Nuevo Testamento como un organismo, un cuerpo viviente de
creyentes ligados en una misma vida compartida. Si somos creyentes en el Señor Jesús, no es por
el hecho de que asistimos a la iglesia sino de que somos la iglesia.
Este énfasis se encuentra en el lenguaje que el Espíritu Santo usó guiando a los creyentes
a describirse. “Iglesia” viene de la palabra griega ekklesia, que significa “asamblea”,
“congregación” o “reunión de gente”. En el Nuevo Testamento señala la reunión de ciudadanos
en Efeso (Hch. 19:32, 39, 41), así como la congregación de Israel en el desierto (Hch. 7:38). Sin
embargo, se usa frecuentemente en sentidos más específicos para describir al pueblo de Dios en
el mundo. Pero nunca se usa para describir un edificio, ni un lugar de reunión ni una
organización eclesiástica.24 La iglesia de Dios está compuesta de gente, no de cemento y de
madera.
Tan sencillo parece este concepto, pero para muchos lleva tiempo comprenderlo.
Persisten en describir a la iglesia como un edificio físico en el cual uno se sienta, o una
institución a la cual nos juntamos, o una reunión a la cual asistir. No hay nada más angustiador
ver a gente que viene domingo tras domingo a las 11:00 a. m. Son cristianos. Han confiado en el
Señor Jesucristo. Pero solamente “van a la iglesia”. No me siento molesto porque no van a todos
los servicios, sino porque nunca han entendido todo lo que es realmente la iglesia de Jesucristo.

24
Para una valiosa discusión breve de la palabra ekklesia, vea Robert Saucy, The Church in God's Program, pp. 11-
19. Para los que desean un estudio ulterior, las referencias bibliográficas de Hort, Schmidt, Barr y Campbell pueden
ayudar provechosamente.

15
Están sentados como observadores pasivos, mientras otros están experimentando lo que la vida
en el cuerpo de Cristo significa.
Hay dos maneras en las cuales ekklesia describe al pueblo de Dios en el Nuevo
Testamento. En un sentido muy lejos de su uso de un grupo de gente reunida, los escritores
bíblicos usan la palabra para describir a la iglesia universal, que se compone de todos los
creyentes en Jesucristo desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento. En una manera
representativa, nos hace pensar en la unidad de los hijos de Dios en la asamblea de cristianos. La
iglesia universal no se juntará físicamente hasta que estemos en la presencia de nuestro Salvador;
no obstante, somos uno en él. Esta es formada por el Espíritu Santo, como Pablo nos recuerda,
“por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo . . . y a todos se nos dio a beber de un
mismo Espíritu (1 Cor. 12:13).
Sin embargo, el uso más común de ekklesia, es para describir una iglesia local, asamblea,
congregación o cuerpo de creyentes en el Señor Jesús. Es a nivel de la iglesia local que las
grandes realidades de los propósitos de Dios en Jesucristo reciben una expresión visible en el
mundo. Es obvio que las Escrituras no hacen ninguna dicotomía entre la iglesia universal y la
iglesia local. Lo que es cierto para una, lo es para la otra.
Con esto en mente, estamos listos para ver los grandes principios de la vida en el cuerpo
de Cristo, la ekklesia, como el Espíritu Santo lo describe. Pablo presenta la verdad de la ekklesia
a través de su analogía con el cuerpo humano, una similitud fácilmente percibida por los
hombres de cualquier edad o cultura. En Romanos 12:4-5, tenemos una versión condensada de 1
Corintios 12:12-27 y Efesios 4:1-16:
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los
miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y
todos miembros los unos de los otros”.

El Cuerpo Sano. Hay tres verdades importantes aquí acerca de la vida en el cuerpo dadas
por el Espíritu Santo, tanto para la iglesia universal como para la iglesia local. De hecho, ninguna
iglesia sana puede funcionar sin estas características.
La primera verdad del cuerpo es su unidad. Hay solamente un cuerpo de Cristo y una sola
cabeza. La unidad de la iglesia de Cristo no es una unidad de organización o denominación. No
es una uniformidad de pensamiento y estilo de vida. No es una unión de tipo ecuménica. Más
bien es una unidad producida por el Espíritu Santo, quien atrae a cada creyente genuino a su
cuerpo y establece su lugar allí. Por consiguiente, es una unidad de vida en común, por fe en el
Señor Jesús.
Por consiguiente, esta unidad es una realidad que trasciende barreras y divisiones
causadas por los hombres.25 Hay que enfatizar que sólo los que confían únicamente en el Señor
Jesucristo para la salvación son parte de su cuerpo. Es muy posible que uno sea miembro de una
iglesia local o denominación, sin pertenecer al cuerpo de Cristo. Pero cuando una persona confía

25
Las palabras de J. Gresham Machen son muy importantes a estas alturas. “Se dice frecuentemente que la
condición dividida del cristianismo es un mal, y así es. Pero el mal consiste en la existencia de errores que causan las
divisiones y no en el reconocimiento de esos errores cuando ya existen”. Christianity and Liberalism, p. 50.
Proseguir esto va más allá de nuestro propósito, pero la separación de la apostasía y de la falsa doctrina es
claramente ordenada en el N. T. Pensar de sí como cristiano, no significa que lo es.

16
en Cristo, se vuelve uno con todos los demás creyentes, comparte la unidad del Espíritu (Ef. 4:4-
6) y lleva la responsabilidad de ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz” (Ef. 4:3).
Esta verdad de la unidad del cuerpo es de gran importancia para la iglesia local. La
desunión y la división en una congregación son una negación directa de la obra del Espíritu y
debe ser rechazada determinantemente. Fue el amor evidente y la unidad de los cristianos
primitivos que incitaron a observadores a exclamar: “¡Mira cómo se aman unos a otros!” “¡Estos
cristianos!” dijo Celso, un adversario primitivo del evangelio, “se aman unos a otros aun antes de
que se conozcan”.
Una de las introducciones más significativas que jamás había tenido, fue cuando un
estudiante me presentó para hablar en la universidad de nuestra ciudad. Habló de su visita a
nuestra congregación como cristiano recién convertido, conociendo solamente a uno o dos
personas. Pero antes de salir esa mañana, había sido invitado a tres o cuatro casas a comer.
Nunca antes había comprendido tan ampliamente lo que significaba ser parte de la familia de
Dios, cuando gente totalmente desconocida le dio la bienvenida como un hermano en Cristo. Lo
que hizo que esa introducción fuera aun más impactante para mí fue que otros estudiantes
vinieron después y dijeron que habían tenido la misma experiencia. Esta unidad visible siempre
debería ser real en la iglesia. Pero no sólo debemos compartir comidas, sino compartir la vida en
Jesucristo.
La segunda verdad en el cuerpo es la diversidad. Mientras los creyentes son “uno en el
Espíritu”, no son todos lo mismo, porque “si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? si
todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?” Este punto será ampliado en el capítulo siguiente
sobre los dones espirituales, pero necesita ser notado aquí. El Señor Jesús, la cabeza resucitada
de la iglesia, ha dado a los suyos distinto don o dones. No somos todos iguales, por lo cual
podemos agradecer a Dios. La hermosa variedad que existe en una asamblea está divinamente
diseñada “para provecho” (1 Cor. 12:7).
Reconocer la diversidad dada por el Espíritu nos da una perspectiva apropiada acerca de
los dones espirituales. Un hombre que tiene dones públicos debe recordar que estos dones fueron
soberanamente distribuidos por el Espíritu Santo y no deben ser base para el orgullo. Alguien,
cuyo don parezca menos, debe pensar que, como cada parte del cuerpo físico es esencial a su
propio funcionamiento, así cada don y cada persona son vitales y necesarios.
Una tercera verdad de “la vida del cuerpo” estrechamente relacionada es la dependencia
mutua. Esto se deduce de los conceptos de unidad y diversidad, de este modo “el ojo no puede
decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros”
(1 Cor. 12:21) porque somos “todos miembros los unos de los otros” (Rom. 12:5). En otras
palabras, nos necesitamos los unos a los otros. Porque ninguno posee todos los dones
espirituales, y porque otro creyente ha sido dotado divinamente en un área de nuestra necesidad,
nuestras vidas son ligadas en una obra tejida de ministerio mutuo.
Esta dependencia mutua es ilustrada de una manera hermosa en la historia por Donald
Grey Barnhouse.26 Hace años, dos estudiantes se graduaron del colegio de leyes Chicago-Kent.
El estudiante que tenía el nivel más alto de la clase era un hombre ciego que se llamaba Overton,
y cuando recibió su honor, insistió que la mitad de su crédito debería ser para su amigo,

26
Donald Grey Barnhouse, Words Fitly Spoken, p. 155.

17
Kaspryzak. Se habían encontrado en la escuela cuando el Sr. Kaspryzak, sin brazos, había guiado
al Sr. Overton, ciego, hasta abajo de unas escaleras. Este encuentro maduró en una amistad y un
hermoso ejemplo de la dependencia mutua. El hombre ciego llevaba los libros que el hombre sin
brazos leía en voz alta en su estudio común, y así, la deficiencia de cada uno era compensada por
el otro. Después de su graduación, planearon practicar la ley juntos.
De una manera muy similar, ningún creyente es completo; cada uno debe ministrar a las
necesidades de otros con su habilidad. Este proceso es, seguramente, recíproco. Así es la
experiencia viva de comunión en el cuerpo local de creyentes. La palabra del Nuevo Testamento
para comunión es koinonia, y la idea básica es la de una relación estrecha y participación en una
vida en común. Tal comunión no se produce por el estudio sociológico o la aplicación simple de
principios de dinámica de grupo. Es “la comunión del Espíritu Santo” (2 Cor. 13:14).
Esta koinonia une a los creyentes en un sentido de necesidad común. Debemos
ministrarnos como una familia y saber sobrellevar los unos las cargas de los otros, y cumplir así
la ley de Cristo (Gál. 6:2). Existe una experiencia de vida compartida “de manera que si un
miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los
miembros con él se gozan” (1 Cor. 12:26).

El Cuerpo Funcionando. Este concepto de “la vida del cuerpo” tiene implicaciones muy
importantes:
1. Debe existir un gran énfasis en la iglesia local sobre el descubrimiento y ejercicio de
los dones espirituales. No hay lugar para conceptos erróneos de humildad ni para ideas
exageradas de importancia. Es en este contexto que Pablo exhorta a cada cristiano que “no tenga
más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la
medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3).
2. Se debe reconocer que “la vida del cuerpo” no solamente existe durante la reunión,
sino que es una vida compartida en común en Cristo. Esta no se limita al servicio dominical.
3. Se debe señalar que la “vida del cuerpo” involucra la participación de todos. Cualquier
noción de división entre “ministros” y “ministerios” se tiene que abandonar si vamos a captar el
concepto bíblico de koinonía. Tendremos nuestro ministerio, nuestra función y nuestra
responsabilidad en el cuerpo, y ese ministerio no lo podemos transferir a cualquier obrero pagado
del personal de la iglesia. Pensar que hay “ministros” y “laicos” es correr el riesgo muy serio de
relegar a la mayoría de cristianos el rol de espectadores, y más adelante, es poner a los
“ministros” una carga imposible. Tal concepto distorsiona la misma naturaleza de la vida del
cuerpo.
4. Debe haber una entrega a la creación de una comunión genuina. Esto significará un
cambio de proceder que dé más oportunidad a un ministerio mutuo en lo que han sido
condiciones muy estructuradas de la iglesia. Significará una exposición bíblica de la naturaleza y
de la práctica del amor cristiano. Significará discernimiento y entrenamiento en cuanto a los
dones. Significará que los cristianos individualmente tomarán el riesgo para ir más allá de los
patrones tradicionales de la vida de la iglesia para descubrir la “koinonía” genuina. Se debe notar
que si tal comunión es genuinamente dada por el Espíritu, trascenderá barreras humanas tales
como las diferencias de edades, y las variedades raciales y económicas. La comunión cristiana no
es un club, es compartir una vida en el Señor de una manera profunda, exigente y amorosa.

18
5. Como mínimo, la reunión bíblica debe ser restablecida en la iglesia local. Esta reunión,
con las oportunidades que da para el ejercicio libre y abierto de los dones espirituales, de oración
y alabanza, y su mirada hacia el Señor Jesús, era más que cualquier otra cosa, la fuente de la
comunión genuina en la iglesia apostólica. Se puede practicar igualmente hoy. Es cierto que
algunos no apreciarán tal reunión, porque no se pueden sentar a un lado como espectadores
ociosos. Pero no debemos permitir que tal resistencia impida lo que es necesario.
6. Los dones que no involucran el hablar en público no deben ser evaluados como menos
importantes que los otros. Spurgeon lo dijo brevemente: “Donde todo es boca, el resultado es
vacío”. Lo cierto es que en el cuerpo de Cristo nos necesitamos el uno al otro y debemos
amarnos mutuamente. Debemos mostrar al mundo que somos uno en Cristo, unidos en amor y en
una vida compartida. Tal unidad no es uniformidad ni conformidad. Es más bien una percepción
de nuestras necesidades, y el reconocimiento de que nuestra diversidad es dada por Dios y es
esencial a la madurez y salud. “Unidad, diversidad, dependencia mutua”: esto no sólo debe ser el
lema de la congregación local, sino su experiencia delante de Dios.

19
5

EL
CUERPO
VIVIENTE

Hay una historia oriental de cuatro hermanos que decidieron tener una fiesta. Como el
vino era bastante caro, concluyeron que cada uno traería una cantidad igual y la añadiría a la
provisión común. Pero uno de ellos, pensando eludir su contribución, trajo agua en lugar de vino.
“No se notará”, pensó. Pero, en la fiesta, cuando se vertió el vino, no era vino. Era pura agua.
Cada uno había pensado igual: “Deja a los demás hacerlo”.
Este relato envuelve una similitud desconcertante en muchas iglesias modernas. Es muy
común que el concepto de ministerio es encargado a una sola persona. No es enteramente la
culpa de los cristianos de hoy que han puesto en los hombros de un hombre una responsabilidad
que nunca debía llevar. El sistema clérico es el resultado de un largo proceso histórico, lo cual, la
Reforma desgraciadamente no cambió. Lutero fue tan radical en su oposición a los anabaptistas
que, de acuerdo a Alfred Kuen, “en su explicación del Salmo 82 dijo que todos los cristianos que
enseñaban y predicaban la palabra de Dios públicamente, excepto pastores, deberían ser
ejecutados, aun si enseñaban correctamente”.27 Esta noción de una clase especial de “ministros”
apartados y únicos, nunca fue tan notoria como en Inglaterra en 1939, cuando la nación se
preparaba para la guerra y se declaró:
“Todas las personas en los grupos de las edades mencionadas arriba se requieren para el
servicio nacional excepto lunáticos, ciegos y ministros de religión”.

El Patrón del Nuevo Testamento. El ministerio en el Nuevo Testamento está muy lejos
de este concepto “profesional”. No tiene nada que ver con la ordenación o el entrenamiento
formal. Más bien, el ministerio bíblico es el ejercicio de los dones espirituales de cada creyente.
Cada creyente tiene por lo menos un don, y por consiguiente, está involucrado en la obra. Si
usted es un cristiano, ¡está en el ministerio!
El pasaje fundamental es Efesios 4:11-16:
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros
pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto

27
Alfred F. Kuen, I Will Build My Church, p. 210.

20
es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas
que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor”.
Probablemente hay más base en este pasaje para la transformación de la vida de la iglesia
que en cualquier otro del Nuevo Testamento.

Cuatro Ministerios Básicos. El apóstol describe cuatro tipos de hombres dotados, los
cuales el Señor Jesús ha dado a la iglesia para encargarse de ciertos ministerios específicos. Su
obra se puede catalogar en dos de fundación, uno de aumento y otro de apoyo.
Los dos ministerios de fundación son los de apóstol y profeta, de los cuales leemos que la
iglesia ha sido edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). Resulta entonces obvio que su ministerio tuvo un
impacto más allá de la iglesia local, como lo tuvo el evangelista. Por la misma naturaleza de sus
dones, estos ministerios básicos no se llevaban a cabo generalmente en un grupo local particular.
En el capítulo siguiente, discutiremos la naturaleza de esos dones.
El cuarto ministerio básico está directamente relacionado a la vida y al servicio de la
iglesia local. El hecho de que Pablo escribe “a otros, pastores y maestros” y no “unos pastores y
otros maestros” indica que no tiene en mente dos ministerios distintos, sino uno dividido en dos,
el de “pastor-maestro”.
Se debe notar que Pablo no está señalando un oficio, sino un ministerio espiritual. Este
pastor-maestro no es el equivalente de un “pastor” en hoy día. Si tuviéramos que clasificarlo, el
de anciano sería el más cercano, porque un anciano debe pastorear a la asamblea de Dios (Hch.
20:28) y ser apto para enseñar (1 Tim. 3:2). En el capítulo 10 veremos que las congregaciones
del Nuevo Testamento estaban bajo el cuidado de un grupo de ancianos. Nunca encontramos una
iglesia a la cual ministra un solo pastor-maestro o que sea cuidada por un solo anciano. Sin
embargo, aunque los ancianos tienen que pastorear y enseñar, esta labor de “pastor-maestro” no
es exclusiva para ellos. Estos dones son dados tanto a hombres como a mujeres, no importando si
ocupen un puesto específico o no.
Los que poseen el don de pastor-maestro pueden estar en un empleo secular. Es obvio
que la iglesia primitiva no dependía de un ministerio “profesional” y ninguna asamblea, hoy en
día, que dependa de esto experimentará una vida real del cuerpo. Sin embargo, algunos de ellos
se dedicaban de tiempo completo a un ministerio de pastor-maestro y eran sostenidos por las
congregaciones a las cuales ministraban. El Nuevo Testamento no se opone a que algunos
pastores-maestros sean reconocidos y sostenidos, pero sí a cualquier división entre “el ministro”
y “el laico”.
En su primera epístola, Pablo escribe a los gálatas: “El que es enseñado en la palabra,
haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gál. 6:6). No hay duda que el compartir
aquí involucra un sostén financiero. Más adelante, exhorta a Timoteo: “Los ancianos que
gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar
y enseñar”. Pues la Escritura dice: “No pondrás bozal al buey que trilla” y: “Digno es el obrero
de su salario” (1 Tim. 5:17-18). Este texto no deja duda alguna que algunos hombres dieron su
tiempo completo al ministerio de enseñar y pastorear en una iglesia local y fueron sostenidos
económicamente por ella misma.

21
No es requisito que los pastores-maestros estén de lleno en la obra, pero a menudo es más
sabio que lo estén. Ellos deben cuidar el no ser vistos como “los ministros” que hacen todo el
trabajo. Su responsabilidad no es llevar todas las enseñanzas. El apóstol Pablo es muy específico
en Efesios 4:11-12 acerca del propósito de esos hombres. “Y él mismo constituyó (a esos
hombres) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo”. Los evangelistas y pastores-maestros deben ministrar para preparar a otros
creyentes hacerlo. Esta es la razón por la cual Dios dotó a algunos hombres como maestros para
edificar a otros para servir. Los evangelistas deben preparar a los hermanos, trayendo a nuevas
personas al cuerpo y enseñando a creyentes cómo evangelizar.
Juzgadas por estas normas, muchas actividades de nuestras iglesias no cumplen con la
voluntad de Dios. Un ministerio que depende del “pastor” y no involucra a otros a participar en
la obra del Señor debe ser juzgado como un fracaso. Hay infinidad de habilidades espirituales
latentes en muchas congregaciones, situación que resulta en el empobrecimiento espiritual de
todos.
No obstante, esto nos da un criterio para medir las actividades en una iglesia local. La
gran comisión no es “id y haced convertidos” sino “id y haced discípulos” (Mat. 28:19). Los
creyentes deben ser entrenados y preparados para servir a Jesucristo, y si no lo estamos haciendo,
estamos fallando. Nuestro auditorio puede estar lleno, pero si los hermanos no están
encontrando, desarrollando y ejerciendo sus dones, la voluntad de Dios no se está cumpliendo.
Me gusta la actitud expresada por los Navegantes: “Es la meta de los Navegantes hacer un
cambio permanente en la vida de la gente . . .” Y esta debe ser la meta de todos los hacedores de
discípulos: crear cambios permanentes en los demás y ayudarles a llegar a la madurez en Cristo.
Por consiguiente, el ministerio de individuos dotados es una obra de preparar y enseñar la
verdad de Dios a otros para que ellos desarrollen sus propios dones y colaboren en la obra. Es
por esto que mientras los miembros del cuerpo son preparados para ministrar, ocurre “la
edificación del cuerpo de Cristo”. No obstante, varios de ellos serán capacitados de diversas
maneras, puesto que sus necesidades y dones difieren. En un sentido real, la función de pastor-
maestro en este contexto es hacerse dispensable. El Señor Jesús dio el principio: “todo el que
fuere perfeccionado, será como su maestro” (Luc. 6:40). La palabra que él usa en la forma del
verbo katartizo de la que Pablo emplea katartismos, lleva la idea de desarrollar algo para que sea
útil. De este modo, al llegar a una plena utilidad espiritual, el cuerpo local crecerá y se
desarrollará para su gloria.
Obviamente, que la manera fundamental de preparar a los creyentes es a través de la
enseñanza y la predicación de la Biblia. Esto se hace más evidente en 2 Timoteo 3:16-17 donde
se usa una palabra relacionada a katartizo:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado (exartizo) para toda buena obra”. La enseñanza completa y consecutiva de las
Escrituras debe ser de prioridad en la vida de la asamblea. Nada es más beneficioso que un
ministerio de enseñanza exegética que cubre el panorama de todos los libros de la Biblia.
Algunos maestros bíblicos hacen hincapié en algunas doctrinas favoritas o evitan asuntos que
son muy importantes, aunque problemáticos. La enseñanza expositiva dará una comida sólida
para los creyentes y los llevará a una dieta equilibrada y nutritiva.

22
La Centralidad de las Escrituras. Es mi convicción que nada merece mi mejor tiempo
y esfuerzo que el estudio y la enseñanza de la palabra de Dios. Únicamente ella, vivificada por el
Espíritu, confirma a creyentes y los hace fuertes en Cristo, por lo que todos nuestros servicios en
la iglesia se concentran en su enseñanza. Al mismo tiempo, establecemos programas para
enseñar cómo estudiar la Biblia por uno mismo y memorizarla. Este énfasis ha sido
implementado mayormente por la exposición consecutiva de los libros de la Biblia, la cual centra
nuestra atención en ella y nos anima a conocerla más.
Cada vez me convenzo más de la sabiduría de este tipo de ministerio. Hay un equilibrio
divino en las Escrituras y una novedad de sus verdades. No es un libro de texto escrito para
estudiantes de teología, sino un mensaje de Dios mismo a gente que vive en un mundo real y
hostil. Ellas tocan todas las áreas y necesidades de la vida; por consiguiente, nos confrontan con
ellas y con nuestros problemas, así como nos revelan las soluciones de Dios. A su debido tiempo
hay evangelismo, instrucción, exhortación y corrección mientras ella nos confronta. De esta
manera la gente aprende a fiar su atención no en el maestro, sino en el Cristo de las Escrituras.
Debe notarse que la tarea principal de la vida de la iglesia es capacitar y edificar a los
hermanos. Desgraciadamente, muchos han puesto la mirada en el evangelismo y los creyentes
han quedado hambrientos y la iglesia se ha vuelto anémica. El testimonio de Ray Stedman toca
este punto:
“He tenido el privilegio de pastorear una iglesia por más de veinte años. En todo este
tiempo, nunca hemos tenido una reunión evangelística en el edificio, pero han venido un gran
número de nuevos convertidos para recibir instrucción y desarrollarse en la vida cristiana. El
evangelismo ha ocurrido en casas de los miembros, en centros públicos, en jardines, en salones
de clase, y en dondequiera que se pueda presentar el evangelio. Pero cada reunión en el edificio
tiene el propósito de dar instrucción, entrenamiento y alabanza, con todos los cristianos juntos.
Toda nuestra escuela dominical está establecida para preparar a los santos de todas edades a
hacer la obra del ministerio. La tarea de exponer y aplicar las Escrituras empieza en el púlpito y
se sigue en cada clase, en cada junta y en varias casas de los cristianos”.28
Dios ha estado bendiciendo la vida de nuestra iglesia de la misma manera. Hace poco,
mientras varios de nosotros platicábamos, pensamos en el número de nuevos creyentes que
comparten la comunión. Muchos tienen menos de dos años en el Señor. Lo que es más
sorprendente es que el mayor número de ellos no le han conocido por el ministerio del púlpito.
En lugar de esto, han venido por amigos, vecinos o por involucrarse en estudios bíblicos del
vecindario. Otros confiaron en el Salvador en una campaña evangelística reciente. Por lo que,
mientras los creyentes están más y más involucrados en la obra del evangelismo, la asamblea
crece. Es un proceso donde hay multiplicación. Cada nuevo convertido lleva el evangelio en
áreas de influencia más y más amplias para el Señor Jesús. Ha sido mi experiencia ver que donde
el evangelismo ocupa la prioridad de casi todos los servicios, la iglesia no está realmente
creciendo. Pero cuando es la enseñanza de la palabra de Dios, el evangelismo y el alcanzar a
otros es un resultado inevitable.
El resultado de este proceso, como menciona Pablo en Efesios 4, es impresionante.
Cuando el ministerio viene a ser parte de la vida del cuerpo, existe unidad (v. 13), madurez (v.
13), estabilidad (v. 14), y crecimiento (v. 15). Es significante que el apóstol señale que la meta

28
Ray C. Stedman, Body Life, p. 86.

23
del ministerio es “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe . . . a un varón perfecto”. La
madurez espiritual es un proceso mutuo en el cuerpo de Cristo, y se logra trabajando juntos. La
estabilidad y el crecimiento, que dejan atrás la falta de madurez en la fe, vendrán cuando los
creyentes se ministren unos a otros para tener un concepto equilibrado e inteligente de la vida
cristiana.
La naturaleza del ministerio en la asamblea bíblica está claramente indicada en el
versículo 16. El cuerpo entero está “bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que
se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro”. Este debería ser subrayado
en la Biblia y en la manera de pensar de cada uno. No presenta un concepto de servicio de “un
solo hombre” o una distinción clero-laico. Cada cristiano está “en el ministerio” y es dependiente
de “la actividad propia de cada miembro”. En otros términos, es el ejercicio de los dones
espirituales y de que cada quien funcione de acuerdo a la voluntad de Dios para él como
individuo. Dejar que un hombre sea conocido como “el ministro” de una congregación es un
error serio, no solamente de terminología, sino de entender la naturaleza de la vida de la iglesia
local. Dejar que sólo un individuo enseñe la palabra, mientras que otros creyentes dotados no
estén animados a descubrir, desarrollar y ejercer sus dones, es apagar al Espíritu (1 Tes. 5:19).
He hablado con hombres que se encuentran atrapados con ese punto de vista antibíblico
del ministerio. Como “el” ministro de la iglesia, requieren de ellos que administren, visiten,
estudien, prediquen, aconsejen e infinidad de otras cosas. Pero no solamente ellos están
frustrados, sino también su iglesia. Pocos, si es que hay, poseen todos los dones naturales y
espirituales para cumplir adecuadamente con todo el rol. Por otra parte, los hermanos de la
congregación sí poseen dones espirituales para funcionar en esas áreas. Muchas veces, las
iglesias insisten en tener un “ministro” para cumplir cierto rol, pero ellos individualmente
rehúsan seguir la voluntad de Dios. Por otro lado, los ministros a veces son celosos de sus
prerrogativas y evitan el ejercicio de una “vida del cuerpo” bíblica. La frustración es el único
resultado debido a la ausencia de la práctica de los dones espirituales ejercida por los individuos
en una iglesia local.
Es interesante notar hasta dónde el Nuevo Testamento extiende la práctica de un
ministerio de dones. En el capítulo 7, la reunión de la iglesia, como se expone en 1 Corintios
14:26 y en otras citas, está abierta para el libre ejercicio de ellos. Nunca había sólo un predicador
o un sermón. En Antioquía, Bernabé trajo a Pablo para acompañarle en el ministerio (Hch.
11:19-26). Más adelante, hay cinco hombres en esa asamblea que son conocidos y designados
como “profetas y maestros” (Hch. 13:1). Posterior-mente, allí mismo, Judas y Silas se unen al
ministerio (Hch. 15:32). El cuadro final de la vida de la asamblea de Antioquía se ve en Hechos
15:35: “Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y
anunciando el evangelio con otros muchos”. Aun cuando el apóstol Pablo, el más grande de los
maestros cristianos está presente, no existe ni la más remota idea de un solo y exclusivo maestro.
Se puede insistir que Antioquía, Corinto, y otras iglesias del Nuevo Testamento son
excepcionales, comparándolas a las iglesias modernas. Nosotros no tenemos tales dones, nos
dicen. Aunque esto es muy improbable, es verdad que nuestras congregaciones no poseen esos
dones desarrollados, precisamente porque no ha habido un énfasis continuo acerca de
“perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”.
Una palabra final. Aunque la obra debe ser hecha por cada creyente, no hay ningún lugar
en el Nuevo Testamento para un concepto del ministerio de “cualquier hombre”. Hombres y

24
mujeres dotados deben ejercer sus dones. Quienes no tengan cierto don, no deben dañar al
cuerpo imponiéndose sobre la iglesia. Pero, quienes sí tienen esa clase de dones deben ser
animados a usarlos y se debe esperar que lo hagan. Además, se les debe exhortar a desarrollar y
refinar su habilidad para ejercerla para la gloria de Dios. No hay lugar para hacer trabajos a
medias ni con pereza en la obra de nuestro Rey.

25
6

EQUIPADOS
PARA SERVIR:
LOS DONES
DEL ESPÍRITU

El fútbol americano es una pasión nacional en Norte América. Cada fin de semana,
durante el otoño, millones de hombres y mujeres se vuelven expertos en el juego. Gente común y
corriente se vuelve juez y conocedora de los talentos físicos de cada jugador.
Un buen equipo de fútbol es un organismo que está funcionando bien. Cada jugador tiene
un trabajo específico que hacer, y recibe horas de adiestramiento y práctica en su posición por
sus dotes y habilidades. Si uno individualmente falla en ejecutar su tarea, todo el equipo sufre.
Aunque el que ataca no tiene la misma responsabilidad que la del mariscal de campo, su función
es crucial para el bienestar de todos.
Una iglesia local también debe ser un organismo que funcione correctamente. Esta
analogía entre una congregación y un equipo de fútbol americano resulta embarazosa para
quienes parecen tener quince mariscales de campo y ningún guardia. Muchos guardias son un
grupo pequeño de voluntarios, pero por haber estado dispuestos, los recibieron con gozo.
Ningún organismo funciona adecuadamente a menos que los miembros estén cumpliendo
roles diferentes. La iglesia ha sido divinamente diseñada para ser tal “organismo”, y su cabeza le
ha provisto de todo lo necesario. Esta provisión se hace a través del ministerio del Espíritu Santo
quien distribuye los dones a cada creyente. Pocos conceptos tienen tanto potencial para un
cambio revolucionario en el individuo y en la vida de la iglesia local. Sin embargo, de alguna
manera, ha habido un silencio extraño en esta área, excepto cuando hay una reacción en contra
del abuso de los dones más espectaculares, tales como las lenguas y de sanidad.
Un don espiritual se define como una capacidad que el Señor Jesús da a través de su
Espíritu a cada creyente para capacitarlo para servir a Dios en alguna manera específica. No es
un talento natural. Más bien, es un don dado libre y gratuitamente a los redimidos. Además, es
un producto directo de la morada del Espíritu en uno, y es espiritual en su origen e intereses. Hay
cuatro pasajes principales que relatan los dones espirituales: Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12-
14; Efesios 4:7-16 y 1 Pedro 4:10-11.

El Poseer un Don Espiritual. El Nuevo Testamento destaca en señalar que cada


creyente tiene al menos un don. Pablo escribe, “a cada uno, le es dada la manifestación del
Espíritu para provecho . . . Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a
cada uno en particular como él quiere” (1 Cor. 12:7, 11). Dice a los romanos, “teniendo
diferentes dones” (Rom. 12:6), y a los efesios, “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia
conforme a la medida del don de Cristo” (Ef. 4:7). Pedro recuerda a sus lectores, “cada uno

26
según el don que ha recibido . . .” (1 Ped. 4:10). Por lo tanto, es indiscutible que cada cristiano
tiene una capacidad especial para servir. Usted lo tiene si ha recibido el mayor regalo de la vida
eterna, y es de gran importancia para usted y para la iglesia local que lo conozca y lo utilice. Que
no lo haya descubierto o utilizado, no significa que no lo posea.
Otro punto de importancia es que diferentes hermanos tienen diferentes dones. A Dios le
gusta la variedad. El mundo natural siempre nos lo recuerda, y ésta es muy evidente en el cuerpo
de su Hijo. Pablo usa el cuerpo físico para ilustrar esta diversidad:
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los
miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y
todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia
que nos es dada . . .” (Rom. 12:4-6).
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de
ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace
todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6).
“Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos . . . Mas ahora Dios ha
colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un
solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo
es uno solo” (1 Cor. 12:14-20).
No somos todos iguales y no es la voluntad de Dios que seamos todos iguales. La misma
diversidad de los creyentes es la provisión amorosa de Dios para las necesidades de su iglesia.
¡Gracias a Dios que no somos todos iguales! Así como ningún equipo de fútbol podría prosperar
con solamente mariscales de campo, no importa cuánta habilidad tengan individual-mente, así
también ninguna asamblea podría prosperar si cada creyente tuviera la misma perspectiva,
disposición y dones espirituales.
No hace mucho, un amigo mío dirigió una cruzada evangelística en nuestra ciudad, y el
Espíritu Santo usó su ministerio de una manera significante. Durante la misión, alguien vino a mí
y dijo: “Ahora entiendo lo que quieres decir cuando hablas de dones espirituales. ¡Nunca podrías
hacer lo que Terry está haciendo esta semana, y él no podría hacer lo que tú estás haciendo en
esa capilla! Gracias a Dios por ustedes dos”. Exactamente. Y alabado sea el Señor por cada
persona y los dones que Dios le ha dado. No estamos en competición unos contra otros, sino más
bien, somos complementos el uno del otro. La variedad de dones en la iglesia es la provisión de
un Padre amoroso.
Un corolario de esta diversidad es la importancia de cada don. Así como nuestro cuerpo
físico depende de varios miembros, y es seriamente afectado cuando un ojo está obstruido o
herido, así es con los miembros del cuerpo de Cristo. Cuando uno no conoce sus dones o no los
usa, todo el cuerpo es limitado en su eficiencia. Este es el énfasis del apóstol en 1 Corintios
12:20-26.
Por consiguiente, dos actitudes contrarias deben ser rechazadas por los cristianos. Pablo
expresa una de ellas en estas palabras, las cuales preceden inmediatamente una discusión acerca
de los dones espirituales, “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3). El primer
peligro es el orgullo, un sentido grande de nuestra propia importancia. “Tengo tal y tal don, por

27
lo tanto respétenme”. Pero Dios es quien brinda los dones. Por consiguiente, no hay lugar para la
jactancia sobre lo que es nuestro por gracia. Además, cada habilidad es importante y valiosa, y
solamente un impedido espiritual con una vista tan corta puede imaginar que él tiene una
posición especial e indispensable. El otro peligro, quizá el que más predomina pero igualmente
destructivo para la vida del cuerpo, es el complejo de inferioridad, lo cual dice: “No sirvo para
nada. No soy dotado. No tengo nada para contribuir”. Pablo señala que no debemos tener más
alto concepto de nosotros mismos que el que debiéramos tener o pensar. No debemos ser
pretenciosos, sino tener una buena auto evaluación bíblica. Parte de esta evaluación debe creer
firmemente que Dios nos ama y nos ha dado por lo menos un don espiritual. ¿Puedo decir que no
puedo hacer nada para él, cuando él dice que sí puedo? Su Espíritu Santo me ha capacitado con
el propósito de servirle para su gloria.
El Señor no llama para servir sin capacitarnos para hacerlo. Nos ha dado a su Espíritu
Santo para otorgarnos poder. Nos ha dado habilidades especiales y dones espirituales. Nos ha
colocado en su cuerpo, para compartir la vida en él, donde nuestros hermanos nos ministren, y
que encontremos un área de servicio abundante y satisfactoria.

Los Dones Espirituales. Ningún pasaje del Nuevo Testamento engloba a todos los dones
espirituales. Sin embargo, se puede desarrollar una lista comparando y combinando los cuatro
pasajes mayores que hablan de ellos.
Se debería notar que, mientras cada creyente tiene por lo menos un don, nada sugiere que
una persona no tenga más de uno. Seguramente, nadie tendrá todos, o aún la mayoría. Pero que
podemos tener más de uno está indicado en Hechos 13:1 en donde se llama a los cinco líderes de
la asamblea de Antioquía “profetas y maestros”.
Para poner en orden una lista extensa, es conveniente clasificar a los dones espirituales.
Así, tendremos dones de fundación, dones de ministerios y dones de señales.

A. Los Dones de Fundación. En Efesios 2:19-20 leemos, “Así que ya no sois extranjeros
ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo
mismo”. No hay duda de la importancia que se le da a estos dos ministerios. Pablo lo confirma al
hablar de ellos en Efesios 3:5 y 4:11.
Cada una de estas palabras se utiliza en una manera menos específica en el Nuevo
Testamento. El vocablo “apóstol” significa “un enviado”, se usa a veces para describir a un
representante designado de una iglesia local. En este sentido, se habla de Epafrodito (Fil. 2:25).
Así mismo, en un sentido general, todos los creyentes son “profetas”, proclamadores de la
verdad de Dios (Hch. 2:17-18). Pero los dones de fundación de apóstol y profeta se emplean en
un sentido más específico, y la confusión resulta si no los usamos en su sentido bíblico preciso.
1. Apóstol. (1 Cor. 12:28; Ef. 4:11). Este es el don más importante, y era específicamente
la prerrogativa de los doce y de Pablo. Un apóstol era una persona que había visto al Cristo
resucitado (Hch. 1:21-23; 1 Cor. 9:1) y había sido comisionado personalmente por él, y no por
hombres (Gál. 1:1). La esencia de este don fue ser receptores de la revelación divina, establecer
iglesias, y ejercer autoridad sobre ellas mismas. Por lo tanto, ellos fueron el fundamento de la
iglesia (Ef. 2:20; 3:5). Como tales, “tuvieron una posición única y se les dieron autoridad y

28
poderes únicos con el propósito de establecer nuevos grupos de creyentes y afirmarlos en la
fe”.29 No hay apóstoles en la iglesia hoy, y no han pasado su autoridad a otros.30
2. Profecía. (Rom. 12:6; 1 Cor. 12:10, 28; 14:1-40; Ef. 4:11). El don de profecía se
estima por Pablo como más alto que cualquier otro don excepto el de apóstol. De este modo
escribe a los corintios: “procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Cor.
14:1). En el Nuevo Testamento, la profecía ocurre en casos como el de la predicción de Ágabo
de un hambre (Hch. 11:27-30) y su aviso de unos problemas para Pablo (Hch. 21:10-11). El
ministerio de los profetas está también señalado en la actividad de Judas y Silas, quienes:
“consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hch. 15:32). La esencia
de este don era la recepción de la revelación directa de Dios (1 Cor. 14:29-31). A veces, tocaría
necesidades presentes o eventos futuros. Pero el elemento común era que el Espíritu Santo
estaba guiando directamente a su pueblo a través de ellos. Es obvio que este don era de suprema
importancia antes de que se completaran las Sagradas Escrituras, con su declaración exacta de
los principios divinos. Los profetas llevaron “exhortación, edificación y consolación” a la iglesia
(1 Cor. 14:3) y convicción a los incrédulos (1 Cor. 14:24-25). Así como ya no hay apóstoles en
la iglesia en el sentido completo del Nuevo Testamento, tampoco hay profetas, que reciben
directamente la revelación de la voluntad de Dios. Tales hombres fueron parte de la fundación
divina (Ef. 2:20), sobre la cual estamos edificando por la gracia de Dios. Sin embargo, en un
sentido secundario de la palabra, tenemos a los que ejercen el ministerio profético de proclamar
la palabra de Dios escrita, por lo que edifican, exhortan y dan dirección a los creyentes.

B. Los Dones de Ministerio. Estos se relacionan con la vida continua de la iglesia local.
1. Enseñanza. (Rom. 12:7; 1 Cor. 12:28; Ef. 4:11). El ministerio del maestro es la
exposición y explicación de la verdad divina. Es la habilidad dada por Dios de comunicar
claramente su palabra. No es una posición, pero quien ocupe un puesto de maestro debería tener
el don para hacerlo. Esto concierne tanto a un profesor de seminario como a un maestro de
escuela dominical. Tampoco éste indica los modos de enseñanza. Por lo que, un maestro dotado
puede tener una habilidad natural para enseñar hablando en público, escribiendo o dirigiendo una
discusión. Esta distinción entre el don y los talentos de uno, que afecta la manera en la cual se
ejerce el don, es aplicable a otros ministerios. De esta manera, un hombre puede tener el don de
enseñanza, un talento para trabajar con jóvenes, y un ministerio de enseñanza a ellos.
2. Pastorear. (Ef. 4:11). En este versículo, Pablo describe a un hombre que es un “pastor
y maestro.” El término “pastor” se refiere a cuidar, alimentar y vigilar el rebaño de Dios. Este es
un don, no un oficio y está estrechamente relacionado al trabajo de un anciano (Hch. 20:28; 1
Ped. 5:1-4). También un pastor será inevitablemente un maestro. En estos términos, un anciano
debe ser un pastor y “apto para enseñar” (1 Tim. 3:2). Pero no solamente los ancianos serán
“pastor-maestros”. Como Stedman nota, “Muchos cristianos tienen el don de pastor-maestro,
estén trabajando de tiempo completo o parcial”.31 Una iglesia sana, no solamente tendrá a un
pastor, sino a muchos, usando su don para la gloria de Dios. Frecuentemente, cuando me invitan

29
Leon Morris, Ministers of God, p. 61.
30
La palabra “apóstol” se utiliza en un sentido más amplio refiriéndose a los representantes de las iglesias, quienes
pueden ser muy semejantes a los misioneros modernos. El término es aplicado a Bernabé (Hch. 14:4, 14; 1 Cor. 9:5-
6), Epafrodito (Fil. 2:25), Santiago (Gál. 1:19), Andrónico y Junias (Rom. 16:7).
31
Stedman, p. 76.

29
a dar conferencias, me presentan como “el pastor de La Capilla Betania”. Cuando tengo
oportunidad, trato de explicar que funciono como un pastor de nuestra congregación, por cierto
no soy el pastor. Dios nos ha bendecido con un grupo de ancianos piadosos que pastorean al
pueblo de Dios, así como muchos otros, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, que ejercen
dicho don. La Biblia no establece el oficio de pastor o ministro de la iglesia moderna, pero sí
describe el don.
3. Evangelismo. (Ef. 4:11). Cada cristiano debe hacer “la obra de evangelista (2 Tim.
4:5), para ser involucrado activa y agresivamente en compartir las Buenas Nuevas. Pero algunas
personas tienen la habilidad especial para esclarecer los términos del evangelio, y traer a otros al
Señor Jesucristo. El don de evangelismo es muy distinto al método que se utiliza. Mientras Billy
Graham posee y ejerce este don, así también lo hacen muchas personas que pueden espantarse al
pensar hablar en público a un grupo de gente, pero que comparten el evangelio tranquila y
eficientemente a individuos.
4. Palabra de Sabiduría. (1 Cor. 12:8).
5. Palabra de Ciencia. (1 Cor. 12:8).
Estos dos dones involucran la habilidad de hablar. La sabiduría en la Biblia es un asunto
muy práctico y no está relacionada a la educación, sino a la vida real. La “palabra de ciencia”
parece ser una comprensión del programa y plan de Dios, la habilidad de entender la palabra de
Dios.32 Así, “la palabra de sabiduría” es aplicar la verdad bíblica sabiamente en situaciones
específicas de la vida, mientras “la palabra de ciencia” es ir al grano de lo que la Biblia enseña.
Las dos se necesitan mutuamente. ¿Qué es lo que dice la Biblia? ¿Cómo se aplica la Biblia a
este problema específico? No siempre tendrá los dos dones el mismo individuo, aunque podría
ser.
6. Fe. (1 Cor. 12:9). Mientras cada creyente confía y debe confiar en Dios, algunos
poseen la fe a un grado notable. El Señor pone a algunos en situaciones en las cuales se necesita
una fe y una visión especial. Ray Stedman lo llama el “don de visión”. “Es la habilidad de ver
algo que se debe hacer, y creer que Dios lo hará aun si parece imposible”.33
7. Ayudar. (1 Cor. 12:28). La palabra que Pablo usa significa “agarrar firmemente a
alguien para ayudarle”. Este don es la habilidad dada por Dios de ofrecer sostén y ayuda. Incluye
toda clase de actos físicos, emocionales y espirituales que brindan apoyo.
8. Administrar. (1 Cor. 12:28). La palabra significa “guía” o “piloto”. Denota la habilidad
de dar liderazgo y dirección en una manera espiritual y edificante. Hay una gran diferencia entre
el talento aprendido en una clase, y la habilidad espiritual para dar liderazgo cristiano. Los
métodos mundanos de administración pueden hacer más daño que bien a la iglesia. Este don lo
deben tener los ancianos que presiden y quienes ejercen liderazgo en otros servicios.
9. Presidir. (Rom. 12:8). Este don está muy a la par con la habilidad anteriormente
mencionada. Sin embargo, la palabra “presidir” sugiere que se relaciona específicamente al don

32
“El conocimiento implica más de lo que la sabiduría implica, escudriñamiento e investigación, aunque también el
conocimiento no debería ser tomado en un mero sentido intelectual”. Grosheide, Commentary on the First Epistle to
the Corinthians, The New International Commentary, p. 285.
33
Ibid, p. 43. Jorge Mueller es un gran ejemplo de este don. El mismo comenta: “Le complació al Señor, pienso, el
darme en algunos casos, algo como el don . . . de fe, para que incondicionalmente pudiera pedir y buscar una
respuesta”. A. T. Pierson, George Mueller Of Bristol, p. 438, citado en A. R. Hay, p. 187.

30
indispensable de los ancianos. Este término se usa tocante a ellos en Hebreos 13:7, 17, 24 y 1
Timoteo 5:17.
10. Servir. (Rom. 12:7; 1 Ped. 4:11). Nuevamente, éste es un término muy amplio para la
actividad y el ministerio cristiano. Es sinónimo al don de ayudar. Por cierto, los diáconos deben
poseerlo.
11. Exhortar. (Rom. 12:8). Esta capacidad es de gran importancia. Mientras el don de
enseñar se dirige a la mente, el de exhortar apela a la conciencia y la voluntad. Es el ministerio
de animar a actuar y de dar consolación y aliento a los que sufren. Por consiguiente, es un don de
llamar a los creyentes a la acción y de levantar a los que están en aflicción.
¡Cómo estoy agradecido por un hombre que ejerció este don en mi vida! La primera vez
que participé públicamente en una reunión de la iglesia, era joven y estaba muy nervioso. No
obstante este anciano tomó tiempo para hablar conmigo y animarme. Después, esa misma tarde
me habló por teléfono y expresó su aprecio y ánimo otra vez. Aquella noche, al verme en el
servicio, hizo lo mismo. Finalmente, cuando me acosté, supe que ¡el Sr. Rae apreciaba mi
participación! El Señor usó esto para alentarme a descubrir, desarrollar y utilizar mis propios
dones.
12. Repartir. (Rom. 12:8). Todos debemos dar de nuestras posesiones materiales para la
obra del Señor. Sin embargo, él guía a algunos a un ministerio especial en esta área. La riqueza
no es un requisito, sino una actitud de generosidad. Como Hay dijo: “El dar se debe hacer en una
base completamente espiritual. Cuando es verdaderamente impulsado por el amor de Cristo y
bajo la guía del Espíritu Santo, pasa del plano material al espiritual y es un don.”34
13. Hacer Misericordia. (Rom. 12:8). Es la habilidad dada por Dios de ministrar a los
que están en gran necesidad. Es extenderse a los que no lo merecen, porque de otro modo, no
sería misericordia. Como Stedman nota: “La misericordia es ayuda inmerecida, dada a los que,
generalmente, son repugnantes a otros: los deformados, los hediondos, los no agradables. Difiere
del don de ayudas por ser dirigido a los que no son dignos, sin considerar su condición”.35
Cada vez que pienso en este don, recuerdo a una estudiante que tuve. Era una muchacha
notable, quien siempre parecía estar arrastrando a alguien que había encontrado, a quien los
demás probablemente hubieran ignorado. Era como un imán que atraía a gente necesitada y con
problemas. Y en el nombre de Cristo, los alcanzaba, amaba y ayudaba. Muchos encontraron al
Salvador por causa de este ministerio.
14. Discernimiento de Espíritus. (1 Cor. 12:10). Este don está estrechamente relacionado
al de profecía. Se debe probar al que pretende hablar una revelación divina. ¿Está hablando por
el Espíritu de Dios o por un falso espíritu? Sin embargo, este don va más allá de la profecía.
Satanás es un magnífico maestro de la falsificación (2 Cor. 11:13-15) y hay una necesidad
constante para los creyentes con un discernimiento dado por Dios de “probar los espíritus si son
de Dios” (1 Jn. 4:1). En nuestros días, es de vital importancia. Nos encontramos en un período de
intenso interés en el ocultismo y lo demoníaco, y el requisito de las Escrituras es más pertinente

34
Hay, p. 193.
35
Stedman, pp. 49-50.

31
que nunca: “Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1 Tes. 5:21-
22).36

C. Los Dones de Señales. Los dones bajo esta categoría comparten un rasgo común. Se
llaman “señales”, una palabra que tiene una herencia bíblica rica. Una señal es un milagro, un
evento sobrenatural. Pero este término tiene también el sentido de un letrero, un indicador para
alguna verdad o verdades espirituales. La señal no es en sí la finalidad, por lo que el Señor Jesús
reprendió a los que habían visto el milagro de la alimentación de los cinco mil hombres: “De
cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque
comisteis el pan y os saciasteis” (Jn. 6:26). Habían visto el evento y comido el pan y los
pescados, pero no habían entendido el significado del milagro.
En la iglesia primitiva los dones de señales como sanidades, milagros y lenguas tenían
este mismo propósito de letrero. El escritor de Hebreos lo expresa así:
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual,
habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y
repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Heb. 2:3-4).
Por consiguiente, los dones de señales confirmaron a la segunda generación de creyentes
que el mensaje de los apóstoles era verdadero. Leemos en Hechos 14:3 que Dios “daba
testimonio a la palabra de su gracia” haciendo señales a través de Pablo y sus compañeros. A
esos mismos dones, Pablo apela en Romanos 15:15-19 como evidencia de que el Señor había
obrado a través de él y nuevamente en 2 Corintios 12:12, donde hace alusión a “las señales de un
apóstol”.
Es un asunto de importancia y de mucha discusión estudiar si los dones de señales serían
permanentes o temporales. Por cierto, no podemos oponernos al principio de los dones
temporales, puesto que no tenemos los de apóstol y profeta en la iglesia hoy día. Además, no se
puede pasar desapercibidamente que los dones de señales reciben demasiado énfasis en algunos
segmentos de la iglesia moderna y que generalmente, llevan poca semejanza a los que las
Escrituras describen. Uno de los propósitos específicos de los dones de señales fue autenticar el
mensaje de los apóstoles. Hay evidencia en el Nuevo Testamento que los milagros se
presentaban con menos y menor frecuencia.37 Es claro en los registros del período que sigue
inmediatamente al Nuevo Testamento que los dones extraordinarios de milagros cesaron
virtualmente.38 Por estas cuatro razones es lógico entender los dones de señales como
temporales.

36
“Tal don era indispensable para la iglesia en un tiempo en el cual los falsos profetas abundaban, forzaban su
entrada a las congregaciones, y aumentaban cada año en número y audacia. Había falsos maestros, como Juan da a
entender (1 Jn. 4:1-6), predicaban su propia doctrina como una revelación impartida de arriba”. Dollinger, citado por
A. Robertson y A. Plummer, I Corinthians, The International Critical Commentary, p. 267.
37
El Nuevo Testamento no dice en ninguna parte explícitamente que estos dones cesaron, no hay duda que en el
Nuevo Testamento mismo su significado disminuye. Así, Pablo en Hechos 19:11-12 sana amplia y extensamente.
Sin embargo, más adelante en su ministerio, oímos de la enfermedad de Epafrodito (Fil. 2:27), de Timoteo (1 Tim.
5:23), y de Trófimo (2 Tim. 4:20). ¿Por qué no los sanó?
38
Obviamente, tal conclusión polémica podría discutirse de una manera más amplia. Sin embargo, no quiero
alejarme de nuestro énfasis sobre la iglesia local y su vida. Los interesados en conocer mis razones para mi

32
1. Sanidades. (1 Cor. 12:9, 28, 30). La vida del Señor Jesús y el ministerio de los
apóstoles tenían muchas curaciones milagrosas que iban más allá de la ciencia médica. Si es o no
un don en la iglesia hoy, es un punto muy discutido y los actos de los supuestos “sanadores de
fe” han incrementado el escepticismo. No obstante, si este don no está presente en la actualidad,
no hay ninguna duda de que Dios sí sana milagrosamente a muchos que confían en él. La
promesa de Santiago 5:13-16 no está condicionada a un sanador o al “don” de sanidad. Sin
embargo, debemos notar que no siempre es la voluntad de Dios el recuperar la buena salud. El es
Señor y, sólo él tiene el derecho de dar o detener la curación.
2. Milagros. (1 Cor. 12:10). Este don está estrechamente relacionado con el de sanidades,
pero concierne más a los procesos de la naturaleza que la curación de individuos. Estos milagros
eran numerosos en el período del Nuevo Testamento, pero este don parece no estar vigente en la
actualidad.
3. Las Lenguas. (1 Cor. 12:10, 30; 14:1). El don de lenguas es la habilidad de hablar un
lenguaje humano, el cual uno no ha aprendido anteriormente. Su propósito fue un don de señal a
los judíos incrédulos, como Pablo indica en 1 Corintios 14:20-22, y un estudio cuidadoso del
libro de los Hechos revela cómo el Espíritu Santo usó este don para cumplirlo.
Desgraciadamente, debido a que existe mucha controversia respecto a las lenguas, resulta
difícil seguir una argumentación lógica en cuanto a ellas en la iglesia moderna. Por un lado,
algunos han dado a este don una importancia totalmente antibíblica y los consideran como una
señal indispensable de madurez y poder espiritual. Por lo cual, debemos considerar varias cosas.
Primero, hablar en lenguas no es un don para todos (1 Cor. 12:30). Segundo, no es una señal del
bautismo del Espíritu, porque esto ocurre cuando confiamos en Cristo y somos puestos dentro de
la esfera del cuerpo de Cristo. Cada creyente es bautizado por el Espíritu (1 Cor. 12:13). Tercero,
las lenguas no son señal de madurez espiritual (florecieron en Corinto, una iglesia que Pablo
llama carnal en 1 Corintios 3:1-3), y un estudio del término “lleno del Espíritu” en el Nuevo
Testamento revelará que las lenguas no son una manifestación de ser controlado por él.39
Las lenguas, son un don bueno y edificante del Espíritu Santo, dado por Dios para un
propósito específico. Si este sigue vigente hoy, debe ser reconocido como uno de los dones, no el
don, y deberá acatarse a las instrucciones de 1 Corintios 14. Si insistimos que esta capacidad es
más importante que lo que Biblia señala, no estamos honrando a Dios. En la actualidad, las
lenguas pueden derivarse de una de las cuatro fuentes: del Espíritu Santo, Satanás, el
acondicionamiento psicológico, o la pretensión (como Marjoe Goertner demuestra). Nuestras
experiencias, no importa cuán maravillosas sean, no deben ser la guía. La palabra de Dios es la
única norma de guía por la cual todas las cosas deben ser medidas.
4. La Interpretación de las Lenguas. (1 Cor. 12:10; 14:13, 27-8). Es una habilidad dada
por Dios para traducir un idioma o lenguaje que uno no ha aprendido. El intérprete y el que habla

conclusión encontrarán más información en lo siguiente: Donald Burdick, Tongues: To Speak or Not to Speak,
(Moody Press); Robert Gromacki, The Modern Tongues Movement, (Presbyterian and Reformed); Frederick Dale
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, (Eerdmans), un análisis externo de la teología pentecostal y carismática;
William Samarin, Tongues of Men and Angels, (Macmillan), un análisis sociológico y lingüístico detallado del
fenómeno de las lenguas.
39
Tres palabras griegas deberían ser estudiadas y comparadas en su uso: pimplemi (Luc. 1:15, 41, 67; Hch. 2:4; 4:8,
31; 9:17; 13:9), pleres (Luc. 4:1; Hch. 6:3, 5; 7:55; 11:24), y pleroo (Hch. 13:52; Ef. 5:18). En solamente una de
éstas las lenguas son mencionadas en relación a la llenura del Espíritu (Hch. 2:4), y aún allí, el énfasis se hace en la
proclamación tenaz del evangelio.

33
en lenguas no eran necesariamente el mismo individuo aunque 1 Corintios 14:13 indica que el
que las hablaba podía orar por una interpretación específica.

Descubriendo el Don de Uno. Resulta obvio que, si cada creyente tiene un don
espiritual, debe saber cuál es. Solamente cuando un individuo lo descubre y desarrolla es capaz
de funcionar correctamente en el cuerpo según la voluntad de Dios. Hombres y mujeres que
conocen sus dones espirituales se salvarán de caer en la frustración en su vida cristiana. Ya que
serán aptos para hacer simplemente lo que Dios les capacitó y no tratarán de hacerlo todo. Por
otro lado, otros creyentes y la misma iglesia local estarán edificándose y crecerán en todo, por
que cada uno estará cumpliendo su ministerio.
Existen varios pasos importantes en el proceso de descubrir el don de uno:
1. Es necesario conocer los dones que el Espíritu da. Hay que estudiar cuidadosamente
los cuatro pasajes básicos y la lista anterior-mente examinada.
2. Debería ser motivo de oración. El Señor quiere que cada creyente sepa cual es su don,
y ésta es una oración que le encanta contestar.
3. Hay que probar diversos tipos de ministerio y actividad cristiana. Experimentaremos
una satisfacción interna al hacer ciertas actividades que otras no producirán. Y también habrá
bendición para uno mismo y para los demás. Permanezcamos abiertos a la voluntad del Señor
para dirigirnos en un área de servicio que quizá nunca imaginaríamos para nosotros.
Veamos un corolario en cuanto a esto. Los ancianos de una iglesia local deben brindar
oportunidades a los cristianos con el propósito de desarrollar sus dones espirituales, y animarlos.
Por ejemplo, hemos tratado de involucrar a los hombres jóvenes en nuestros servicios en diversas
maneras. Casi cada domingo, se le invita a uno a dar su testimonio o un mensaje breve de la
palabra de Dios. Otros, dirigen los cantos y las reuniones. El impacto espiritual de sus
contribuciones, y la parte que juega en desarrollar sus propios dones, pesa mucho más que el
efecto de algunos lapsos ocasionales de lo normal. Aún más significante es la reunión de los
domingos en la iglesia. El ambiente abierto de esa reunión obliga a los hermanos a estar
preparados para participar y provee una ocasión importante para ejercer y desarrollar sus dones.
4. Debe haber una actitud de honestidad delante del Señor. No debemos, con falsa
humildad, menospreciar nuestros dones u orgullosamente exagerarlos. En el contexto de una
discusión acerca de los dones espirituales, Pablo escribe, “Digo . . . a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3).
5. Debe haber consejo de parte de hermanos maduros. Los dones se ejercen dentro de un
grupo de creyentes, y muchas veces ellos perciben mejor que uno qué don tenemos. Ayudar a
alguien a descubrirlo es un ministerio importante que podemos hacer. Pero, si nadie reconoce el
don que pensamos tener, ¡no es posible que todos se equivoquen!
6. Es necesario desarrollar nuestros dones. Ya que el Señor nos los da, es nuestra
responsabilidad practicar talentos relacionados al uso de esos dones. De este modo, un maestro
debe estudiar la palabra, y mejorar habilidades de comunicación.
7. Hay que ejercitar nuestros dones. Una manera en la cual los debemos hacer funcionar
será descrita en el próximo capítulo.

34
Cuando fui estudiante en la universidad, aproveché cada oportunidad para enseñar la
palabra de Dios. Un día, después de un mensaje, un anciano en la asamblea de mi casa, se me
acercó y me dijo: “Gary, ¿nunca has pensado enseñar la Biblia? Cada vez que hablas, me
enseñas algo, y pienso que tienes el don de enseñar”. En aquel entonces, no sabía mucho acerca
de los dones espirituales, pero ese sencillo comentario me ayudó a buscar la voluntad de Dios.
En otras ocasiones, el Señor guió a muchos a hablar “una palabra en su tiempo” para ayudarme a
descubrir y desarrollar mi don espiritual. Finalmente, al orar y estudiar las Escrituras, Dios me
dio una convicción respecto a su don para mí. No tenía nada que ver con el recibirlo, y en la vida
del cuerpo, es un don entre muchos. No ejercerlo sería un pecado, de la misma manera como otra
persona peca si él o ella descuida el don que Dios le ha dado. Ahora doy testimonio de la
bendición enorme que ha sido el conocer y usar mi don para edificar la iglesia de Cristo. ¡Usted
también, asegúrese de conocer y usar su don para la gloria del Señor!
Al concluir nuestra consideración acerca de los dones espirituales, hay una cosa que no
debemos olvidar. Pablo escribe: “Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un
camino aún mas excelente” (1 Cor. 12:31). Ese camino es, el amor, el cual es descrito tan
hermosamente en 1 Corintios 13. Los dones espirituales son esenciales para el buen
funcionamiento de la iglesia local, pero sin amor, no valen nada. Lo que confrontará al mundo y
edificará al cuerpo no es, la grandeza de nuestros dones, sino la semejanza a Cristo en cuanto a
nuestro amor. Por consiguiente, “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales” (1 Cor.
14:1).

35
7

“CUANDO
SE REÚNEN”:
LA REUNIÓN
DE LA
IGLESIA

Si un cristiano del primer siglo visitara una típica iglesia contemporánea, muchas cosas le
asombrarían. Obviamente, el edificio le dejaría sorprendido. Por tres siglos, los creyentes
primitivos se reunieron en casas y otras facilidades disponibles, incluyendo sinagogas (Stgo. 2:2)
y “escuelas” (Hch. 19:9). Los edificios elegantes y costosos, los cuales, muchos hermanos
consideran esenciales para la existencia de la iglesia, le serían completamente extraños. Aún si se
ajustara a ese hecho, es probable que la naturaleza de la reunión de la iglesia le resultara más
difícil de aceptar.
Si vamos a comprender la enseñanza del Nuevo Testamento respecto a la vida y práctica
de la iglesia, es de gran importancia enfocarnos en la reunión de la misma. Hay una enorme
diferencia entre la práctica de la mayoría de las iglesias modernas y lo que describe la Biblia.
Para entender esa diferencia, debemos hacer distinción entre dos tipos de reuniones. El primer
tipo es la reunión de la iglesia. He decidido usar este término en un manera muy específica para
describir las características de la reunión la cual disfrutaban los creyentes y que se describe en las
Escrituras. El segundo tipo es básicamente similar a lo que tenemos hoy en día, son las
actividades, es decir, “servicios de la iglesia”. Aquí entraría un servicio evangelístico, una
reunión de oración o un servicio de enseñanza de la Biblia. Es difícil distinguir entre dos tipos de
reuniones diferentes usando términos similares como “reunión de la iglesia” y “servicio de la
iglesia”. Watchman Nee hace la aclaración de estos términos:
“Hay dos diferentes tipos de reuniones en las Escrituras - la reunión de la iglesia y la
reunión apostólica . . . En la iglesia primitiva había reuniones, las cuales eran definitivamente
relacionadas con las iglesias, y otras con la obra. En la última (la apostólica), solamente un
hombre hablaba, y todos los demás constituían su audiencia. Uno se levantaba delante de los
demás, y por su enseñanza dirigía los pensamientos y corazones de los que escuchaban
tranquilamente sentados”.40
La esencia de esta distinción se aclarará al describir “la reunión de la iglesia” en términos
bíblicos. Resultará obvio que la mayoría de los hermanos la desconoce por completo.

La Reunión de la Iglesia. EL Nuevo Testamento describe en detalle esta reunión. Muy


pocas congregaciones tienen tal reunión, y el resultado ha sido el empobrecimiento de nuestra

40
Watchman Nee, The Normal Christian Church Life, p. 118.

36
vida colectiva y la distorsión de la naturaleza de la iglesia. En el Nuevo Testamento encontramos
cuatro características mayores de la reunión: variedad, enfoque, espontaneidad, y propósito.
1. En la reunión de la iglesia existe la variedad. Los cristianos no se reunían simplemente
para oír un sermón o para celebrar la cena del Señor. Más bien, su concentración tenía varios
elementos. Esto está claramente ilustrado en Hechos 2:42: “Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Por
consiguiente, la enseñanza, la oración y la cena del Señor siempre formaban parte de la reunión
diaria de los creyentes en Jerusalén. Corinto muestra el mismo patrón. La reunión de la iglesia,
como descrita en 1 Corintios 11-14, incluía la cena del Señor y el ejercicio abierto de los dones
espirituales. Pablo describe: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de
vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase
todo para edificación” (1 Cor. 14:26).
Oscar Cullmann comenta al respecto:
“¿Cuáles son, entonces, los componentes esenciales del servicio de adoración celebrado
en esas reuniones? Primero, debemos decir que son extraordinariamente múltiples y que en
contraste con la vida de adoración de nuestra iglesia, parece notablemente pobre. En el libro de
los Hechos son mencionados la instrucción, predicación, oración y partimiento del pan (2:42,
46; 20:7). De tal manera, que se ve claramente que esos elementos fueron, desde el principio, la
fundación de toda la vida de adoración de la comunidad cristiana”.41
Es importante señalar que no existía una reunión para la oración, otra para la enseñanza,
otra para la alabanza y la cena del Señor, y otra para testimonios y exhortación mutua. Todas
esas actividades formaban parte común de la reunión de la iglesia, en cualquier momento que se
congregaban.
Por lo tanto, en la reunión de la iglesia, como indica la palabra de Dios existe la variedad.
Esto se muestra en su contenido con elementos como la cena del Señor, cantos, enseñanza,
oración, el ejercicio de dones espirituales y el preguntar y contestar preguntas (1 Cor. 14:35).
Además, es diversa por los que participan. Esto es claro en 1 Corintios 14:26 donde se le
demanda a cada hombre a participar, y es reforzado en una manera muy notable en Hechos
15:35. En Hechos 13:1 leemos acerca de cinco “profetas y maestros” en la asamblea de
Antioquía. Ahora, después del primer viaje misionero de Pablo leemos, “Pablo y Bernabé
continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros
muchos”. Aún contando con un gran maestro como Pablo, había participantes múltiples en el
ministerio de la enseñanza. Este seguiría propiciando una expresión continua entre ellos.
2. La reunión de la asamblea tiene un enfoque. La iglesia apostólica se centraba en el
recuerdo del Señor Jesús, lo cual es evidente por participar de la cena del Señor. Esto está
claramente indicado en Hechos 20:7: “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para
partir el pan, Pablo les enseñaba”. El punto crucial aquí, es que aunque Pablo, Lucas y otros
estaban presentes, los discípulos no se reunieron primeramente para oír a Pablo, sino para partir
el pan en memoria de Jesucristo.
La cena del Señor siempre era una parte integral en sus reuniones, como Hechos 2:42 lo
indica. El “partimiento del pan” aquí, es mucho más que simplemente comer juntos. Es la
observación de la misma, dentro del contexto de una comida la cual compartían los creyentes.
41
Oscar Cullmann, Early Christian Worship, p. 12.

37
Esto se repite en Hechos 2:46, “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el
pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. Por consiguiente, el partir el
pan fue de gran importancia en las actividades de la iglesia primitiva, al punto de ocurrir
diariamente.
El apóstol Pablo señala la misma perspectiva en 1 Corintios 11. El critica la actitud carnal
en la cena del Señor con estas palabras: “Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque
no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. Pues en primer lugar, cuando os reunís como
iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones . . Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es
comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena . . .” (1
Cor. 11:17-21). Los corintios, cuando se juntaban en la asamblea, debían observar la cena del
Señor apropiadamente. Como no lo hacían, Pablo los amonesta severamente. La suposición es
clara. Cuando la iglesia se reunía, lo hacía alrededor de la mesa del Señor.
Por precedente bíblico, la congregación debe reunirse para celebrar la cena del Señor.
Tan frecuentemente como la iglesia se reunía, partía el pan. Este enfoque es divinamente
propuesto para guardarse ya que es la base esencial de la vida en el cuerpo de Cristo. Nos
reunimos solamente porque él nos amó y se dio a sí mismo por nosotros. El es el centro y
enfoque de la vida de la asamblea. Alexander Hay comenta: “La reunión de la iglesia no se
centraba alrededor de un sermón, sino alrededor de Cristo. El elemento esencial era la libertad
del Espíritu para dirigir la reunión y glorificar a Cristo utilizando a quien él escogiera”.42
Este mismo punto lo confirma Cullmann: “En los tiempos primitivos una congregación
sin la celebración de la cena del Señor no se podía imaginar”.43 Esto puede parecer extraño
para los cristianos que están acostumbrados a celebrarla ocasionalmente. Sin embargo, es
necesario decir que una reunión de iglesia es bíblica sólo hasta donde se enfoca en la cena del
Señor. Este es un principio esencial de la vida de la iglesia. La cena del Señor es el centro de
reunión.
3. La reunión de la iglesia es abierta. No solamente contiene varios elementos y su
enfoque es la cena del Señor, sino que es una reunión abierta y hay espontaneidad. Había libertad
absoluta para que los hombres ejercieran sus dones espirituales, como hemos visto en 1 Corintios
14:26.
En un contexto que trata de los dones espirituales, este versículo significa que estos dones
se deben ejercer libre y abiertamente en la reunión de la iglesia. 1 Corintios 14:26 indica
claramente que debe haber libertad para participar.44 Esta permitió una multiplicidad de

42
Alexander R. Hay, The New Testament Order for Church and Missionary, p. 317.
43
Oscar Cullmann, Christ and Time, p. 73. “Como regla, no había reunión de la comunidad sin el partimiento del
pan y aún si algún día hubo un servicio que era exclusivamente un servicio de la palabra, fue una excepción en
cualquier caso”. Early Christian Worship, p. 29.
44
“Esto fue el culto de la iglesia ordinaria en Corinto en los días de los apóstoles. Es análogo en forma a la libertad
de nuestros servicios de oración modernos. Lo que principalmente lo distingue, es que los que tomaron parte en ello
frecuentemente tenían un don milagroso que ejercer . . . No hay razón para creer que la congregación naciente en
Corinto era singular en esto. El apóstol no escribe como si señalara un estado maravilloso de cosas únicas. Hace la
transición al próximo punto de su consejo con las significantes palabras: 'como en todas las iglesias de los santos'. Y
lo que dice en el resto de sus cartas y en el libro de los Hechos requiere, por consiguiente, que pongamos la mirada
en esta especial descripción del culto cristiano como la que hubiera sido la verdadera vida de cualquiera de las
congregaciones numerosas plantadas por los apóstoles en la longitud y la anchura del mundo visitado y predicado
por ellos”. B. B. Warfield, Miracles: Yesterday and Today, True and False, pp. 4-5.

38
ministerio y una informalidad ordenada. El mandato apostólico en tales reuniones fue: “No
apaguéis al Espíritu” (1 Tes. 5:19). James Denny escribe respecto a tal reunión:
“Cuando el Espíritu Santo descendió sobre la iglesia en el día de Pentecostés, 'se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos'; y se
abrieron sus labios para declarar las obras poderosas de Dios. Un hombre que ha recibido este
gran don se describe como ferviente, literalmente hirviendo del Espíritu. El nuevo nacimiento,
en esos días primitivos, encendía en el alma pensamientos y sentimientos, los cuales habían sido
extraños hasta ahora; llevaba con ello la conciencia de nuevos poderes; una nueva visión de
Dios; un nuevo amor de santidad; un nuevo discernimiento de las Sagradas Escrituras, y del
significado de la vida del hombre; generalmente un nuevo poder de discurso ardiente y
apasionado. En la Primera Epístola a los Corintios, Pablo describe una congregación cristiana
primitiva. No había un hombre silencioso entre ellos. Cuando se reunían, cada uno tenía un
salmo, una revelación, una profecía, una interpretación. La manifestación del Espíritu había
sido dada a cada uno para provecho de todos; y por todas partes, el ardor espiritual estaba listo
para encenderse. La conversión a la fe cristiana, la aceptación del evangelio apostólico, no era
una cosa de poca importancia para los hombres: conmovía su naturaleza entera en lo más
profundo; ya nunca fueron los mismos que antes; fueron nuevas criaturas, con una nueva vida
dentro de ellos, todo fervor y todo fuego”.45
Por desgracia esa reunión abierta, libre y espontánea, en donde se pueden compartir las
alegrías y llevar las cargas, tristemente está ausente en la iglesia contemporánea. Existe
demasiada organización y formalidad, pero poca oportunidad para el ministerio abierto y la
participación entusiasta de los dones de Dios; el resultado es que la mayoría de los cristianos se
han vuelto espectadores silenciosos, contribuyendo solamente con una correcta respuesta
litúrgica y de vez en cuando cantando un himno.
Una vez, una pareja que me había oído predicar en otro lugar vino a la reunión de nuestra
asamblea. Ellos se sentaron y esperaron que el servicio comenzara. Estaban un poco espantados
cuando alguien de la congregación se levantó para iniciarlo. Nadie estaba sentado en la
plataforma, y entonces el hombre se inclinó y dijo a su esposa: “Tal vez se le hizo tarde a Gary y
están empezando sin él”. Muchos otros participaron, y ella se inclinó y dijo: “Lo hacen bastante
bien, ¿no?”, esperando que yo apareciera en la plataforma en cualquier momento. Pero poco a
poco se dieron cuenta que esta diversidad no era solamente un accidente. Todo marchaba como
se había propuesto. Sin embargo, era realmente nuevo para ellos, y pensaron que varias personas
habían sido elegidas para participar. Estaban sorprendidos al descubrir, mientras hablaron con
amigos, que no había sido planeado o arreglado, sino que varios hombres habían colaborado bajo
la dirección del Espíritu Santo con un deseo de edificar al cuerpo y glorificar al Señor Jesús.
Ese tipo de servicio tiene un efecto poderoso sobre nosotros. Me acuerdo de otra pareja
cuya respuesta fue: “Sabía por cierto que el Señor estaba aquí”. Domingo tras domingo, he
experimentado exactamente ese sentimiento en mi propia vida. El Espíritu Santo ha usado a
diversas personas, y una variedad de contribuciones para hablar a mi corazón.
La libertad en la reunión de la iglesia es una libertad que permite el ministerio de los
dones espirituales. No es una libertad para los rodeos sin provecho de cualquiera. El Dr. Rendle
Short lo señala:

45
James Denny, “The Epistles to the Thessalonians”, en The Expositors Bible, p. 223.

39
“Por favor no piensen que lo que a veces se llama la 'reunión abierta', significa que los
santos están a la merced de cualquier hablador inútil que piensa que tiene algo que decir, y
quisiera imponerse sobre ellos. La reunión abierta no es una reunión abierta al hombre. Es una
reunión abierta al Espíritu Santo. Hay algunos cuyas bocas deben ser tapadas. A veces deberían
ser calladas por los que Dios ha puesto sobre la asamblea. Pero al pasar un fracaso en llevar a
cabo el principio, no dejemos a un lado los principios divinos”.46
Otro aspecto de la libertad de la reunión de la asamblea del Nuevo Testamento es la
resistencia a lo que puede impedir esa libertad. La formalidad, la cual quita el entusiasmo y la
espontaneidad: la tradición, el ver su reloj, un espíritu crítico, todos ellos pueden efectivamente
apagar al Espíritu de Dios. Un interés demasiado grande para algo en particular de la reunión
puede conducir a reglas y requisitos, los cuales aunque bien intencionados, producen
restricciones antibíblicas. Este tipo de restricción se encuentra en algunas iglesias locales, las
cuales insisten que solamente un ministerio sirve para ciertos tiempos; que por cierto, no se
encuentra en 1 Corintios 14:26. Lo siguiente es típico de esa prohibición legalista:
“Enseñar sobre asuntos generales precedentes al partimiento del pan, frecuentemente
quita a Dios la alabanza que se le debe y a la cena su suprema importancia. Si se leen las
Escrituras o se dan palabras de ministerio antes del partimiento del pan, deberían relacionarse
a la persona y a la obra de Cristo, conduciendo las mentes y corazones de los reunido a él.
Himnos y exhortaciones tocante a la vida peregrina de conflicto y servicio, frecuentemente aleja
la mente de la cruz”.47
Esta limitación es dada por el mejor de los motivos, para animar a una adoración más
profunda; pero es una regla sin base en la Biblia, por lo que no se le puede tener autoridad. El
comentario de G. H. Lang, aun si es típicamente enfático, da en el blanco:
“Una de las estratagemas más sutiles de Satanás se nota en comentarios como: 'Nos
reunimos para partir el pan'. 'Nos reunimos para recordar al Señor', no para oír mensajes. No
debería haber ministerio antes de que el pan sea partido. El ministerio debería ocuparnos
solamente con el Calvario. Estas ideas injuriosas han sido infligidas tanto, que en un círculo de
cristianos, ningún ministerio de la palabra se permite al partir el pan. El resultado práctico es
hambre en general, con la enfermedad espiritual y la debilidad del hambriento.”48
De esta manera, una iglesia neotestamentaria debe mantener su libertad y diversidad
dadas por Dios. No debe haber restricciones sobre la reunión, las cuales sostienen que solamente
algunos tipos de ministerio son aceptables. Por consiguiente, una reunión no puede realmente
estar dividida, y aún así mantener su carácter original.
4. En la reunión de la asamblea se tiene un propósito. Hay un principio sencillo para toda
actividad en la iglesia local. Es la piedra de toque por la cual todo lo que hacemos debe ser
evaluado: “Que todo lo que se haga sea para edificación”. Nuevamente, la observación de
Cullmann es útil:

46
Citado por G. H. Lang, The Churches Of God, p. 86. “Desgraciadamente, vemos a personas levantarse con
regularidad en nuestras reuniones que deberían quedarse en su asiento. Hemos pensado que una cierta categoría de
gente ignorante, que se oye a sí misma con contentamiento, considera la reunión como un lugar donde pueden salir
adelante sin ir a la escuela y estudiar”. C. H. MacIntosh, en Alfred Kuen, I Will Build My Church, p. 278.
47
Autor no mencionado, Assembly Privileges and Responsibilities, (John Ritchie, Ltd., n.d.), pp. 5-6.
48
G. H. Lang, Ibid, pp. 77-78.

40
“¿Cuál era específicamente la meta cristiana de reunirse para el culto? Estas ocasiones
servían para la 'edificación' de la comunidad como el cuerpo de Cristo, el cuerpo espiritual del
Señor resucitado . . . Todo lo que fomenta una 'edificación', entendida así, y solamente esto,
pertenece al servicio cristiano . . .”49
Es muy importante que veamos la gran diferencia entre la elocuencia y la edificación.
Demasiados jóvenes cristianos se preocupan por lo que van a decir y cómo se ajustará a todo lo
demás. Pero no puedo recordar ninguna ocasión en mi experiencia, en que el cristiano más joven
haya participado sin ser de provecho, porque había un deseo de glorificar a Cristo y edificar a
otros. Si guardamos esa meta en mente, el Señor Jesús utilizará lo que decimos. Hay mucho más
poder espiritual en la oración más sencilla de un corazón lleno del Espíritu: “Gracias Señor por
morir por mí”, que lo que hay en el sermón más elocuente y pulido de un creyente carnal.

El Servicio de la Iglesia. La iglesia moderna tiene muchos servicios que no encuentran


su equivalente exacto en las iglesias apostólicas. Estos incluyen la escuela dominical, las
reuniones de oración,50 las conferencias, las reuniones misioneras y los servicios de enseñanza.
Estas son actividades perfectamente legítimas, las cuales Dios ha utilizado y continúa haciéndolo
para su propia gloria. Pero ninguna de ellas es la reunión de la iglesia del Nuevo Testamento, y
no debe confundirse con ella. Además, aunque son importantes, no son indispensables. Pero no
se puede decir lo mismo de la reunión de la iglesia, como lo hemos visto.
El apóstol Pablo tenía regularmente servicios evangelísticos en una casa en Corinto (Hch.
18:7- 8) y no hay indicación de que otros compartían en esa predicación. En Efeso, usaba
diariamente el salón de lectura de Tirano después de que le habían sacado de la sinagoga (Hch.
19:8-10). Y por dos años les enseñaba a los discípulos diariamente. En la reunión de la iglesia,
Pablo no creía en un ministerio exclusivo. En esta obra de enseñanza en la escuela de Tiranno,
no vemos una reunión de la asamblea, sino un “servicio de la iglesia”. Por consiguiente, existen
diferentes principios. En la reunión de la asamblea debe haber un ministerio abierto de dones
espirituales, pero en el “servicio de la iglesia”, se puede tener el ministerio exclusivo de un
hombre particularmente dotado para un período de tiempo prolongado.
De modo que, el Nuevo Testamento provee forma y libertad. La forma de la reunión de la
asamblea se debe mantener, ya que los principios espirituales están involucrados. Pero si los
ancianos de una asamblea creen que otras reuniones además de la de la iglesia tienen valor, hay
gran libertad. El principio a seguir es hacer lo que es más importante y efectivo.
Como aplicación práctica de este principio, todas las iglesias locales sentirán la necesidad
de tener un programa de escuela dominical eficiente y bien organizado. También hay una
necesidad urgente de la exposición ordenada y sistemática de la Biblia. La asamblea que hace
preparativos para que un hombre dotado venga regularmente y ministre la palabra de Dios
consistentemente, es muy sabia. En América del Norte, los domingos en la mañana parecen
particularmente apropiados para este tipo de servicio en la iglesia, y muchos inconversos
acostumbran asistir en este tiempo. El ministerio de exposición alimentará a los creyentes y
desafiará a los inconversos con las verdades del evangelio. La variedad de servicios o de

49
Oscar Cullmann, Early Christian Worship, pp. 33-34.
50
Es obvio que Hechos 12 no describe una reunión de oración regular, sino la oración para un asunto urgente, como
Hechos 12:5 indica. Aparentemente no estuvieron presentes los líderes de la iglesia en la casa de María (v. 17).

41
actividades más allá de éstos es ilimitada y provee un gran campo para las energías creativas de
los creyentes. Sin embargo, se debe cuidar que no haya tanto que hacer que demande el tiempo
de uno y que la vida familiar sufra y los cristianos se encuentren atrapados en un círculo sin fin
de actividades.
Hay un fragmento de verso que describe el círculo en que muchos cristianos han caído:
“María tenía una ovejita
Que pudo ser cordero hermoso.
Pero se juntó a una iglesia bíblica
Y murió por falta de reposo”.

Usted no puede hacer discípulos por medio de un círculo sin fin de reuniones, servicios y
actividades. Si los corderos deben convertirse en ovejas, los creyentes necesitan tiempo para
estar con su Señor y para alcanzar a otros.
Desgraciadamente, a través de los años, “los servicios de la iglesia” han llegado a ser
muy importantes, mientras una reunión tal como la que los cristianos primitivos disfrutaban no
es conocida para la gran mayoría de las iglesias. El resultado ha sido una división creciente entre
el clero y el laico, y entre el cristiano como espectador y el ministro que predica y sirve. Por otro
lado, muchas congregaciones locales, las cuales han conocido el gozo de “la reunión de la
iglesia” no han sabido distinguir entre la reunión y un servicio de la misma. Como resultado, ha
habido una falta de ministerio de enseñanza consistente y consecutiva por un hombre dotado.
En las Escrituras, hay forma y libertad. Debemos reconocer que “la reunión de la iglesia”
es de suma importancia y sus principios no son casualidades, sino un don de Dios para la salud
de su iglesia. Necesitamos una reunión diversificada, abierta y centrada alrededor de la mesa del
Señor, la cual edificará al cuerpo. También necesitamos la libertad del “servicio de la iglesia”, la
oportunidad de responder a las necesidades espirituales y puertas abiertas que el Señor pone
delante de nosotros.
El principio de “forma” y “libertad” va aún más allá. Hay elementos indispensables de la
iglesia bíblica, los cuales nos presentan las Escrituras. Por otro lado, hay una libertad dada por el
Espíritu para alcanzar las necesidades de una congregación en particular. No hay nada más
terrible que imitar a otra iglesia porque sus programas tienen éxito. La gente difiere. Las
necesidades difieren. Lo que es valioso para un grupo de cristianos no lo será para otro. Por
cierto, no estoy hablando de la libertad de seguir los requisitos bíblicos. Esos asuntos no son
opcionales. Pero una congregación necesita reconocer que más allá de la “forma” hay
flexibilidad y libertad, y buscar en oración la guía del Espíritu Santo en estas áreas. Es por esta
razón que en este libro, nos preocupan más los principios de las Escrituras que las prácticas de
cualquier iglesia local. Los principios no cambian y no deben descuidarse. Por lo tanto, la
aplicación de esos principios a situaciones específicas debe ser la prerrogativa del Espíritu Santo.

42
8

LA CENA
DEL
SEÑOR

El corazón de la vida de las iglesias del Nuevo Testamento, era una celebración notable
por su sencillez. No había nada espectacular ni ornado acerca de la cena del Señor, y sin
embargo, como hemos visto, fue el enfoque de cada reunión de la asamblea. Como un imán, la
participación simbólica del cuerpo y la sangre del Señor acercaban a los creyentes unos a otros, y
los hacía sentir constantemente el centro viviente de toda la vida en su cuerpo.
A menos que comprendamos este enfoque central de la vida y la fe cristiana, no
entenderemos la naturaleza esencial de la asamblea, como se expone en la Escritura. Sin duda es
importante. Ninguno que lee la Biblia podría dudar acerca de esto. Pero parece improbable que la
gran mayoría de creyentes hayan comprendido el valor espiritual y personal de esta ordenanza, y
para muchos, existe simplemente como un rito eclesiástico y misterioso. Además, el significado
de la cena del Señor ha sido oscurecido por la confusa enseñanza dada por varios grupos
cristianos. Es necesario que aprendamos a pensar bíblicamente acerca de este evento, para entrar
en la plenitud de la provisión del Señor.

La Importancia de la Cena del Señor. La más grande razón por la que los cristianos
deberían valorar la cena del Señor es que él mismo le dio un valor supremo. Aquella noche en
que lo traicionarían, con el pleno conocimiento de su muerte inminente, echando a un lado la
sombra oscura sobre todo lo que tomaba lugar, anunció a sus discípulos: “¡Cuánto he deseado
comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” (Luc. 22:15). El por qué de este deseo está
en los versículos que siguen inmediata-mente, los cuales describen la inauguración de la cena.
Pensar que el Señor, bajo tales condiciones, anhelaba reunirse con los suyos,
precisamente para instituir esta ordenanza, nos previene de tenerla en poco. Si le importó a él,
debe importarnos a nosotros.
La importancia de la cena del Señor se muestra en la actitud de la iglesia primitiva hacia
ella. En los primeros días después de Pentecostés, los discípulos estaban “perseverando unánimes
cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de
corazón” (Hch. 2:46). En este acto, encontraban una fuente de alegría y comunión constante.
Después, esta continua observancia se volvió menos común, y parece que una celebración
semanal fue lo más normal. Seguramente esto no es porque la cena fue de menos valor, sino
porque las circunstancias impidieron las reuniones diarias. Pero cuando la iglesia se reunía, la
compartía como en Hechos 20:7 y 1 Corintios 11:17-34. No había reunión de asamblea sin la
cena del Señor, ya que esta era concebida como la centralidad de toda la vida del grupo.

43
La cena del Señor no es menos importante para el creyente y la congregación de hoy día.
En primer lugar, es un mandado recibido por la cabeza de la iglesia. “Haced esto”, leemos,
entonces no hacerlo es simplemente des-obediencia. Un cristiano que se abstiene de participar
voluntaria y consistentemente no está caminando en la senda de su Señor. Segundo, tanto la
iglesia como el creyente necesitan la mesa del Señor porque recordamos el hecho más admirable
en todo el universo. “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). “Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. (Ef. 5:25). Satanás quiere apartar nuestra mirada del
Cristo crucificado, pero la cena del Señor, adecuadamente entendida, no lo permitirá. Todo lo
que somos y tenemos como individuos y como una comunidad redimida deriva de su sacrificio
asombroso, y de ese acto debemos siempre recordar. Una tercera razón para partir el pan es por
el impacto espiritual en la vida del creyente. Hay un sentido único de comunión con el Cristo
resucitado. Como Bonar lo expresa hermosamente:
“Aquí, ¡oh mi Señor! Te veo cara a cara;
Aquí tocaría y palparía cosas que no se ven;
Aquí cogería de una mano más firme tu gracia eterna,
Y todo mi cansancio sobre ti recostaría”.

Las Circunstancias de la Cena del Señor. Los creyentes del Nuevo Testamento
primero partían el pan cada día. En Hechos 20:7, Lucas escribe: “El primer día de la semana,
reunidos los discípulos para partir el pan . . .” Este versículo, con el anterior, implica que los
creyentes en Troas se reunían solamente una vez a la semana para partir el pan, en el domingo.
Sin embargo, “no se puede afirmar dogmática-mente del pasaje que hacían esto regularmente en
ese día, y en ese día solamente, o que todos los cristianos en todas partes lo hacían así, o
solamente una vez a la semana.”51 No hay base para el argumento de que la cena del Señor se
debe tomar solamente el domingo o solamente una vez a la semana.
Tampoco hay reglas específicas para determinar con qué frecuencia una asamblea local
debería recordar al Señor Jesús. Sin embargo, hay muchos factores para considerar.
Primero, cada vez que la iglesia primitiva se reunía, partía el pan. Si se reunían una vez a
la semana, lo partían cada semana. Si se juntaban a diario, lo partían diario. Pero no hay
absoluta-mente ni un precedente para la celebración mensual, cuatrimestral o semianual de la
cena. Tal retardo se cita generalmente sobre la base: “la familiaridad engendra desprecio”. Este
argumento no tiene peso. ¿Deberíamos abrazar a nuestra pareja solamente mensualmente, para
que no venga a ser algo común? El amor no actúa así. No solamente el ejemplo del Nuevo
Testamento, sino también el valor espiritual de este acto demanda una celebración al menos cada
semana.
Notemos, también que el Señor instituyó su cena en la noche, y éste parece ser el tiempo
común para la participación. Por cierto, fue así en Troas, porque había lámparas prendidas y se
nos dice que Pablo habló hasta el amanecer (Hch. 20:8, 11). Además, la ordenanza se llama una
cena y como C. H. Spurgeon dijo: “Nadie jamás oyó de un hombre que tomara su cena antes de
su desayuno”.52 No obstante, la hora no parece ser importante y así hay libertad total para
determinar el tiempo cuándo es mejor congregarse.

51
G. H. Lang, The Churches of God, p. 59.
52
Citado por Lang, p. 60.

44
Otra circunstancia, la cual debemos notar es que la cena del Señor se celebró en el
contexto de una comida.53 El Señor Jesús instituyó el partimiento del pan alrededor de una mesa
en la comida de la Pascua. Los cristianos primitivos partían el pan “en las casas, comían juntos
con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:46). El mal uso de esta costumbre de la participación
en una comida, condujo a problemas considerables en la asamblea de Corinto. La comida, en
lugar de ser una fuente de unidad y comunión, se había convertido en desorden y división.
“Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se
embriaga” (1 Cor. 11:21). La respuesta del apóstol no es eliminar la fiesta de amor (agape, Jud.
12), sino regular la práctica con cuidado.54 “Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer,
esperaos unos a otros. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para
juicio” (1 Cor. 11:33-34). Aparentemente, la comida no se considera indispensable, pero sí
continuó en la iglesia primitiva hasta los tiempos de Ignacio.
Por consiguiente, la cena en el contexto de la comunión alrededor de la mesa y como ha
sido notado, en la reunión de la asamblea general, seguramente la preservó de ser un evento
eclesiástico elaborado. En la informalidad e intimidad de la fiesta de amor, se tomaban el pan y
el vino. La vestimenta y el primor litúrgico de algunas celebraciones modernas están totalmente
fuera de lugar. Solamente cuando se cortaba la raíz de este contexto hogareño florecía el
clericalismo. Además, “Para el oriental, cada comunión alrededor de la mesa es una garantía de
paz, de confianza, de fraternidad. Es una comunión de vida”.55

El Significado de la Cena del Señor. El Señor Jesús, cuando dio el pan a sus discípulos,
dijo: “esto es mi cuerpo que por vosotros es partido”. Un poco más tarde, dijo sobre el vino,
“esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”. La palabra “es” ha conducido a grandes diferencias
entre los cristianos. Los católicos sostuvieron que involucra la transubstanciación, la
transformación de los elementos en el cuerpo y la sangre literal de Cristo.56 Lutero insistió que
los elementos mismos no son cambiados, sino que el cuerpo y la sangre de Cristo están “dentro,
con y abajo” del pan y del vino, este punto de vista se llama consubstanciación. Juan Calvino
enseñó la presencia real de Cristo en los elementos a través del Espíritu Santo, donde la gracia de
Dios se comunica en el partir por fe. Zwingli tomó a la cena del Señor como un recuerdo. El
Señor Jesús está espiritualmente presente según la fe, pero no corporalmente.

53
Los eruditos han entrado en debate sobre la cuestión de qué clase de comida se come en la cena del Señor. Los
evangelios indican sin dudas que el contexto es la comida de la pascua, y a pesar de algunas dificultades en
armonizar Juan con los evangelios sinópticos, la afirmación bíblica queda. El Señor celebró la pascua un día antes
que los judíos de Jerusalén, o porque estaba siguiendo una costumbre galilea o porque así concurrió con sus
propósitos.
54
“Como un resultado de una variación textual superficial, algunos afirman que el vínculo entre la comida y el
memorial de la muerte de nuestro Señor fue abolido por Pablo. Pero si leemos 1 Corintios 11:33-34 cuidadosamente
debemos convencernos que Pablo no estaba oponiéndose a la costumbre sino a su abuso”. H. L. Ellison, The
Household Church, p. 75.
55
Jeremías, p. 204.
56
Este argumento descansa sobre el texto griego, inspirado por el Espíritu Santo. Debemos notar que, sin duda,
Cristo estaba hablando en arameo, y el verbo “ser” no fue expresado “Esto - mi cuerpo”. Vea Jeremías, p. 201.
Además, la probabilidad que la forma original de las palabras de Jesús fue “Esta copa es mi pacto-sangre” no
cambia el argumento que se basa en el uso de la palabra “es” en 1 Corintios 11:25. Si Pablo había creído en la
transubstanciación, no lo hubiera expresado en esta forma.

45
El argumento de lo que es la cena no puede amplificarse aquí, pero las palabras del Señor
deberían considerarse cuidadosamente. Existen varios factores que contrarrestan fuertemente las
opiniones de los católicos y luteranos. Primero, el Señor Jesús estaba presente físicamente, y
resulta difícil creer que los discípulos pensaron, o debían pensar, que estaban tomando parte de la
carne y sangre actual de su Salvador. Segundo, la palabra “es”, “este es mi cuerpo, esta copa es
el nuevo pacto”, no tiene un significado literal. La copa representa el nuevo pacto, pero no es en
sí el pacto. La copa es la señal del pacto. El uso del verbo ser aquí es paralelo en otros pasajes
bíblicos, donde significa claramente “representar” o “simbolizar”. Siendo así, “el campo es el
mundo” (Mat. 13:38); “estas mujeres son los dos pactos” (Gál. 4:24); “las siete cabezas son siete
montes . . . y son siete reyes” (Apo. 17:9-10). Tercero, “el concepto de tomar sangre literal
hubiera sido repugnante para los discípulos judíos y en contra de la ley” (Lev. 3:17; 7:26-27;
especialmente 17:10-14).57 Un cuarto argumento de gran importancia es el siguiente: Era parte
del ritual de la pascua, interpretar varios elementos de la comida en respuesta a las preguntas del
hijo mayor. Así, un dicho de la pascua aramea, basado en Deuteronomio 16:3, dice: “ . . . pan de
aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto”.58 El pan de la pascua, en estos términos,
simboliza el acto previo de Dios de la redención de Egipto. Mientras el pan y el vino del ritual de
la pascua miraban hacia el pasado, el Señor Jesús declaró que estos elementos se proyectaban
hacia adelante, a la redención que adquiriría pronto al morir en la cruz. Así como la
transubstanciación nunca fue propuesta cuando el padre judío dijo “Este es el pan de aflicción”,
tampoco lo fue cuando el Salvador dijo: “Este es mi cuerpo”.
Hay diferentes énfasis que describen la cena del Señor en el Nuevo Testamento. Estos
nos indican la razón por la cual el Señor la instituyó como una de las únicas dos ordenanzas de
su iglesia.
1. La cena del Señor es un recordatorio. “Haced esto [sigan haciéndolo]”, dijo Cristo, “en
memoria de mí”. De este modo, la cena es, sobre todo lo demás, una manera de recordarlo.
Mientras en los símbolos, pensamos en él, como el Dios-Hombre, no puede haber duda del
contexto histórico en el cual se dijeron estas palabras, que este acto es primeramente un
memorial de su muerte. Se recuerdan su cuerpo y su sangre (pero no ofrecidos otra vez) en la
cena del Señor.
Hacer memoria del Señor Jesús en su muerte es un acto solemne. Pero el humor de los
creyentes no debe ser como el estar en un funeral. “Y partiendo el pan en las casas, comían
juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:46). La alegría era el humor inevitable al
pensar en tal incomparable amor sacrificial. No es simplemente recordar eventos pasados.
Cuando los hebreos participaban de la Pascua, tenían que revivir cada evento.59 Así también es
con la cena del Señor. Ralph Martin afirmó:
“Recordar en pensamiento bíblico, significa transportar una acción, la cual esta
enterrada en el pasado, de tal manera que su potencia original y vitalidad no se pierdan, sino
que sean transportadas al presente. 'En memoria de mí', entonces, no es una simple reflexión
histórica de la cruz, sino recordar al Cristo crucificado y vivo de tal manera que está

57
Robert Saucy, The Church in God's Program, p. 222.
58
Citado pr Jeremías, p. 54. “La diferencia entre la interpretación de los elementos especiales en la celebración de la
pascua y en las palabras interpretativas de Jesús, de que aquellos tocan eventos pasados de la salvación mientras
Jesús contempla una salvación aún presente . . . “ (Jeremías, p. 61).
59
Para ver la pascua como un memorial, vea Éxodo 12:14; 13:3, 9; Deuteronomio 16:3.

46
personalmente presente en toda la plenitud y realidad de su poder salvador, y es apropiado por
la fe de los creyentes”.60
Siendo así, el recordatorio no es solamente un acto simbólico, sino un revivir dinámico de
la angustia del calvario, en el cual somos confrontados de nuevo con el Señor Jesús.
2. La cena del Señor es comunión. La palabra se deriva del griego koinonia que se usa
para describir la cena del Señor en 1 Corintios 10:16-17. “La copa de bendición que bendecimos,
¿no es la comunión (koinonia) de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión
del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros con ser muchos, somos un cuerpo; pues
todos participamos de aquel mismo pan”.
La comunión expresada en esta ordenanza es, primero, con el Señor Jesús. La cena no la
crea en sí misma, puesto que la unión con Cristo y la comunión con él son requisitos para la
participación (1 Cor. 11:27-29). Pero para los que están en comunión con Cristo, es un símbolo
visible de ella y un medio para enriquecer y profundizar la vida de uno con el Señor.
La comunión es también con los hermanos. El pan que es uno solo, en el cual
compartimos todos, indica vivamente la unidad de los que conocen a Cristo. En la Didache,
también llamada La Enseñanza de los Doce Apóstoles, un cristiano del segundo siglo escribió
hermosa-mente este aspecto de la comunión en la ordenanza acerca de la cena:
“Ahora, en cuanto a la Eucaristía, dad gracias de este modo: Primero, por la copa: 'Te
damos gracias, nuestro Padre, en favor del vino santo de tu hijo David, el cual nos hiciste
conocer a través de Jesús, tu Hijo. A ti sea la gloria por siempre'. Ahora, en cuanto a la migaja
(de pan) 'Te damos gracias, nuestro Padre, por la vida y el conocimiento, los cuales nos hiciste
conocer a través de tu Hijo Jesús. A ti sea la gloria para siempre'. Así como esta migaja fue
esparcida sobre las montañas y, habiendo sido reunida, se hizo una, así tu iglesia sea reunida
desde los extremos de la tierra en tu Reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo
para siempre'. No dejes a ninguno comer o tomar para tus acciones de gracias, excepto los que
han sido bautizados en el nombre del Señor. En cuanto a esto el Señor ha hablado: 'No debes
dar lo que es santo a los perros’” (Didache 9:1-5).
3. La cena del Señor es una eucaristía. El Señor Jesús tomó pan, y “habiendo dado
gracias, lo partió”. La palabra griega es eucharisteo y dio origen a una de las descripciones más
comunes de la cena del Señor como un agradecimiento, una eucaristía. No hay nada comparable
que causa alabanza y gratitud que brota en el corazón del creyente. “Si el Salvador en la noche
en la cual fue traicionado podía dar gracias, y con sus discípulos podía cantar himnos, ¿cuánto
más tenemos, los redimidos, para agradecer viendo atrás hacia el calvario?”61 No hay actitud
más apropiada a su mesa que la de gratitud, centrada en Cristo.
4. La cena del Señor es un símbolo del pacto. Cuando Dios hace un pacto con el hombre,
da un símbolo como confirmación. De este modo, el pacto con Noé es representado por el arco
iris, el pacto abrahámico por la circuncisión, y el mosaico por el día de reposo. Por la muerte
redentora del Señor Jesús, el creyente ha entrado en los privilegios gloriosos del nuevo pacto,
profetizado en Jeremías 31:31-34 y repetido en Hebreos 8:6-13. “Esta copa es el nuevo pacto en
mi sangre” (Luc. 22:20; 1 Cor. 11:25). Cuando tomamos la copa, recordamos las promesas del
pacto de Dios y los privilegios en Cristo.

60
Ralph D. Martin, Worship in the Early Church, p. 126.
61
John Bolten y C. Stacey Woods, The Purpose of the Lord's Supper, p. 6.

47
5. La cena del Señor es una proclamación. “Así, pues, todas las veces que comiereis este
pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. (1 Cor. 11:26). La
palabra traducida aquí “anunciáis” se usa en otra parte para describir la proclamación verbal del
evangelio (1 Cor. 2:1; 9:14). Ciertamente los incrédulos estaban frecuentemente presentes en la
cena del Señor, aunque no tomaban parte en ella. Para ellos, este evento era un “acto de
proclamación” de la verdad esencial del evangelio. Es un testimonio de la obra de Cristo y del
resultado de esa obra en llevar a hombres pecadores a la comunión viviente con el Dios trino. Lo
que es supremamente proclamado es la muerte del Señor, no tanto su vida resucitada.
6. La cena del Señor es una anticipación. Es una conmemoración del Salvador
físicamente ausente. Cuando nos acercamos a él, recordamos inevitablemente que un día
tomaremos la copa con él en su reino (Luc. 22:16). El partir el pan es “hasta que él venga”, hasta
ese glorioso momento cuando la fe se convertirá en vista, y lo veremos.
Tú vienes; en tu mesa
Somos testigos de esto.
Mientras te encuentras con corazones que te adoran
En la comunión más querida, más dulce,
Primicia de nuestra felicidad venidera.
No enseñamos solamente tu muerte
Y tu amor supremo,
Sino tu venida y tu trono,
Todo lo cual deseamos y esperamos.62

La Participación en la Cena del Señor. Porque este acto es de gran importancia para la
cabeza de la iglesia resucitada, la cuestión de quién puede participar es de gran importancia. La
mesa del Señor es la mesa del Señor. No pertenece a los hombres ni a una denominación ni una
asamblea, sino al Salvador, y solo él tiene autoridad absoluta. Por eso debemos poner atención a
las palabras de Pablo:
“De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a
sí mismo, y coma así el pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin
discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y
debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos,
no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos
condenados con el mundo” (1 Cor. 11:27-32).
Ningún incrédulo tiene libertad de participar en la cena del Señor. Sólo los suyos pueden
compartir de la mesa en comunión con él. El perdón no se consigue a través de la cena, sino es el
requisito esencial para participar de ella.63
Sin embargo, no es suficiente, ser creyente. Como Pablo categóricamente nos recuerda,
uno tiene que auto examinarse (1 Cor. 11:28). Alguien que participa sabiendo que está fuera de

62
Francis Ridley Havergal, “Thou art coming, oh my Saviour,” Hymns, (Inter-Varsity Press).
63
“El argumento que Judas participó de la comunión nada prueba. ¿Quién quiere ponerse en el lugar de Judas, y así
justificar su derecho de participar en la mesa del Señor? Aún así, no es seguro que Judas participó en la noche de la
traición. Pero, si podríamos probar sin duda la participación de Judas, no afectaría la verdad que el Señor ofrece esta
cena sólo para creyentes”. Bolten y Woods, p. 9.

48
la comunión con el Señor, no solamente es hipócrita, sino tonto, porque le va a juzgar el Señor.
Uno toma indignamente cuando come y bebe sin examinarse espiritualmente y sin confesar los
pecados conocidos al Señor y hacer restitución donde sea necesario. Omisión de este paso tan
importante puede atraer el castigo de la debilidad física o aún la muerte (1 Cor. 11:30).
Se nota que nadie, personalmente, merece compartir de la mesa del Señor. Somos dignos
solamente por medio de la limpieza de la sangre de Cristo. Por lo que, debemos observar que el
énfasis de 1 Corintios 11:28 es en participar “y coma así”, y no en abstenerse. Debemos
probarnos a nosotros, no para sentirnos culpables, sino para confesar los pecados y así hallar la
restauración a la comunión (1 Jn. 1:5-10). Por consiguiente, la condición para participar no es ser
perfectos, sino estar en comunión con Cristo.
Concluimos que la cena del Señor es un privilegio magnífico y a la vez, una
responsabilidad grande. No nos atrevamos a venir negligentemente ni carnalmente, sino
podemos venir gozosos, con entusiasmo, esperando encontrarnos alrededor de su mesa.

49
III. LA ESTRUCTURA DEL CUERPO

LOS PATRONES
DEL ORDEN
EN
LA IGLESIA

Si echamos una mirada al cristianismo moderno, nos quedaremos perplejos por el


aumento de iglesias y su gran variedad en organización y estructura. Esto ha originado la
confusión tanto de creyentes como de incrédulos y muchos han concluido de que la organización
de una congregación es meramente cuestión de preferencia personal, o que es un asunto tan
complicado que debemos dejarlo en manos de los expertos en teología quienes nos declararán
qué creer y qué hacer.
Sin embargo, al darnos cuenta de esta gran variedad de iglesias, veremos que no es tan
complicado todo como nos parece al principio. Se pueden describir cuatro patrones básicos de
gobierno, y todos los grupos existentes responderán a uno de estos. Claro que existirá una
variación de creencias entre un solo patrón. Los cuatro tipos de gobierno son: 1) episcopal, 2)
presbiteriano, 3) congregacional, y 4) carismático.

El sistema episcopal. Llamamos este sistema episcopal por conveniencia. No se limita a


la Iglesia Episcopal o la Iglesia Anglicana. Es el gobierno de la iglesia por los obispos (en
griego, episcopoi). La esencia del ministerio es una división triple, una jerarquía de obispos,
sacerdotes (o presbíteros) y diáconos.
El puesto céntrico ya sea de la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Luterana de Suecia, la
Iglesia Ortodoxa Griega o la Iglesia de Inglaterra, es ocupado por el obispo. Sólo él tiene el
poder y derecho de consagrar a otros obispos, y ordenar a sacerdotes o diáconos. Además, se
toma por hecho que él recibió su poder de sus antepasados, de los obispos anteriores a él. Este
concepto de la sucesión de obispos, aunque es importante para el episcopalismo, puede variar en
énfasis. Algunos dicen que la línea de sucesión sigue sin interrupción hasta los apóstoles, y así
ellos están en “sucesión apostólica”.64 Otros no están tan seguros que la sucesión se deriva de

64
La cuestión de sucesión apostólica es de grande importancia al catolicismo romano y al anglicanismo. El
catolicismo romano pretende no sólo la sucesión apostólica por sus obispos sino la sucesión desde Pedro por el

50
los apóstoles, y prefieren hablar del “episcopado histórico”. Hay otros grupos, fuera de las
iglesias históricas, que pueden tener un gobierno episcopal sin pretender tener vínculos directos a
los apóstoles.
La declaración básica episcopal se halla en el Libro Anglicano de Oración Común. “Es
evidente a todo el mundo, leyendo diligentemente Las Sagradas Escrituras y los autores antiguos
que, desde el tiempo de los apóstoles, ha habido estos tres órdenes de ministros en la iglesia de
Cristo: Obispos, Sacerdotes, y Diáconos”.65
Sin embargo, no es evidente que el Nuevo Testamento señale tal ministerio triple. Más
bien, casi todos los comentaristas y eruditos bíblicos, de cualquier denominación, admitirán que
no existe en la Escritura tal división. Encontramos que se usa “obispo” (episcopos) y “anciano”
(presbyteros) para describir al mismo individuo.66 Austin Farrar aboga por una distinción entre
los dos términos, pero concluye: “No se puede negar, después de todo, que ciertos textos del
Nuevo Testamento insinúan, a primera vista, que todos los ancianos son obispos”.67 Leon
Morris, un anglicano de Australia, expone el asunto en términos aún más fuertes:
“Es obvio que este sistema (i.e. episcopal) no se encuentra en el Nuevo Testamento.
Hemos visto que sí hay obispos - pero su existencia no confirma el sistema episcopal en su
totalidad. Hemos visto razones por defender la creencia que en el Nuevo Testamento los
términos 'obispo' y 'presbítero' se refieren al mismo oficio. El ministerio en el Nuevo Testamento
es, más bien, doble, de presbítero-obispos y diáconos, y no de tres”.68
No obstante, aunque en la Biblia no se da a notar nada de episcopado, es evidente que tal
sistema se estableció en la infancia de la iglesia. Como indica Lightfoot, “La historia demuestra
categóricamente que antes de la mitad del siglo II cada iglesia o comunidad organizada tenía tres
órdenes de ministros”.69 El crecimiento de los obispos como un cuerpo distinto y sobre los
ancianos es, entonces, un producto de historia y no de las Escrituras. Como dice Hatch, “El
episcopado creció por medio de un conjunto de circunstancias, según la providencia de Dios,
para satisfacer una necesidad que sentía el hombre”.70 Esta necesidad era doble, “la necesidad de
unidad de doctrina” y “la necesidad de unidad de disciplina”.71 ¿Y cómo se cumplió esta
unidad?

obispo de Roma. El sistema romano es, a la verdad, un episcopado monárquico. Es notable que iglesias del estado
casi siempre existen en la forma episcopal. Una iglesia episcopal no tiene que ser una iglesia del estado, pero una
iglesia del estado usualmente será jerárquica y así episcopal. Para una discusión de “la sucesión apostólica” cf. Leon
Morris, Ministers of God, pp. 92-93, 119-128. Es obvio que esta cuestión llega a ser muy importante en cualquier
discusión ecuménica tocante a la unión eclesiástica.
65
Prefacio a los Servicios de Ordenación en The Book of Common Prayer.
66
Vea capítulo diez para la prueba de esto.
67
Citado por Leon Morris, p. 76.
68
Morris, p. 93-94. Cf. también Edwin Hatch, The Organization of the Early Christian Churches. “La concepción
de la naturaleza de oficio en la iglesia que se encuentra en el Nuevo Testamento se divide en dos partes - la de
presidente (ancianos), y la de ministerio (diáconos)” p. 48. Jerome, “Entre los antepasados, los obispos y los
presbíteros son lo mismo, porque el uno es un término de dignidad, y el otro es de edad”, en J. B. Lightfoot,
Philippians, p. 98. El comentario de Lightfoot: “Es un hecho generalmente aceptado ahora por los teólogos de
cualquier opinión, que en el lenguaje del Nuevo Testamento, el mismo oficial se llama sin distinción 'obispo' o
'anciano' o 'presbítero' (p. 97).
69
Lightfoot, p. 186.
70
Hatch, p. 99.
71
Ibid., p. 100.

51
“La necesidad por unidad fue suprema: y la unidad en cada comunidad tenía que ser
absoluta. Pero tal unidad absoluta se obtenía cuando el maestro era una sola persona. Esa persona
fue, naturalmente, el presidente de la comunidad”.72 Los que abogan por este sistema como una
forma legítima (o la forma legítima) de gobierno de la iglesia usualmente defienden su desarrollo
en dos maneras. Primero, se dice ser una continuación razonable y una extensión de ciertas
tendencias presentes en el Nuevo Testamento, como la importancia de Santiago, y la
responsabilidad dada a Tito y Timoteo. Segundo, “la apariencia tan temprana y tan
universalmente de esta forma singular de gobierno en la iglesia es evidencia de la dirección del
Espíritu de Dios en este asunto”.73
Sin discutir a fondo, debemos poner énfasis en un punto muy importante. El sistema
episcopal no es una continuación de los principios neotestamentarios, sino un cambio radical.74
Cambiar de una pluralidad de liderazgo a un solo obispo y edificar una jerarquía gigantesca, que
está en contraste a la organización sencilla de los apóstoles, crea un orden totalmente distinto .
En una manera sutil, la base de la autoridad ha sido desviada de las Escrituras a la historia y la
tradición eclesiástica. Como consecuencia, la meta de formar una iglesia bíblica ha sido
abandonada desde el principio.

El Sistema Presbiteriano. El gobierno presbiteriano toma prestado su nombre de la


palabra en griego “anciano”, la cual es presbyteros. Es obvio que, mientras el episcopal pone el
énfasis en el episkopos, u obispo, el presbiteriano en el anciano o presbítero.
Este sistema enfoca el liderazgo de una iglesia local por un grupo de ancianos. El término
anciano (presbyteros) se considera un sinónimo por “administrador” o “mayordomo”
(episcopos). Ellos son de dos clases: los que gobiernan y los que enseñan, según 1 Timoteo 5:17.
El anciano que enseña es el ministro, quien está ordenado por los demás ancianos. El es llamado
por una iglesia local a su ministerio, y tiene la responsabilidad de administrar los sacramentos, de
predicar la palabra, y de disciplinar. Los ancianos que gobiernan son miembros de la
congregación. Ellos son elegidos por la iglesia para ejercer liderazgo, disciplina, y control
financiero.
Pero, una parte intrínseca presbiteriana es la serie de conjuntos representativos más altos
que el nivel local. La iglesia local se gobierna por el tribunal inferior, compuesto de los ancianos
que gobiernan y el ministro, como el presidente. Sobre el tribunal inferior está el tribunal
eclesiástico, compuesto de todos los ministros ordenados y un anciano que gobierna de cada
iglesia de una área local. Y sobre el tribunal eclesiástico está el sínodo, y sobre el sínodo, la
asamblea general. Estas son cortes progresiva-mente más altas compuestas de un número parejo
de ancianos que gobiernan y que enseñan (ministros). Las características esenciales del sistema
son resumidos por un presbiteriano de Escocia en esta forma:
“a) La igualdad de los presbíteros; b) el derecho de la congregación de participar en el
gobierno de la iglesia por medio de sus representantes o ancianos laicos; y c) la unidad de la

72
Ibid., p. 98.
73
Morris, p. 98.
74
Apelar a Timoteo y Tito no es legítimo, porque estos hombres eran delegados apostólicos, comisionados para
cumplir necesidades históricas específicas. Santiago, en contraste, como el medio hermano del Señor, obviamente
tenía preeminencia notable.

52
iglesia, no simplemente en fe y orden, sino también en una serie graduada de cortes eclesiásticas
las cuales expresan y ejercen la autoridad común de la iglesia como una sociedad divina”.75
Debemos notar que estas cortes no tienen sólo una capacidad para amonestar. Tienen
poderes actuales de promulgar leyes y administrarlas.
No cabe duda que las iglesias apostólicas se gobernaban por una pluralidad de ancianos,
como el capítulo que sigue nos demuestra. Sin embargo, la evidencia de una distinción entre
ancianos que gobiernan y los que enseñan es muy limitada y se encuentra sólo en 1 Timoteo
5:17. Además, el concepto de cortes eclesiásticas, legislativas, y graduadas, no se encuentra en el
Nuevo Testamento. Tal sistema revela mucho en cuanto a las estructuras políticas en que
Calvino se encontró en el siglo XVI en Génova. Pero, apelar a Hechos 15, y el concilio de
Jerusalén, es apelar a un caso excepcional. La decisión de ir a Jerusalén fue completamente
voluntaria. Esta decisión se relacionó directamente a un problema doctrinal específico en que
maestros falsos alegaron representar la enseñanza apostólica y las creencias de la iglesia de
Jerusalén. El “concilio” no aparece más en el Nuevo Testamento. Es muy dudoso abogar,
entonces por cortes eclesiásticas permanentes, representativas, y legislativas basadas en este
evento. Consideremos la independencia legislativa de la iglesia local en el capítulo doce.

El Sistema Congregacional. El sistema congregacional se encuentra comúnmente en las


iglesias bautistas e independientes. Insiste en la autonomía absoluta de la iglesia local. No hay
organizaciones más altas ni personas que tengan autoridad atadora sobre la congregación local.
Estas iglesias en general usan el gobierno democrático. Cada miembro tiene un voto.
Reconocen dos clases de líderes: el pastor y los diáconos. Usualmente se reconoce al pastor
como el anciano en la iglesia local,76 y los pasajes que se refieren a ancianos plurales son
aplicados al pastor individual. Para ser precisos, es cierto que esta creencia no es universal, y
algunas reconocen una pluralidad de ancianos. Los ministros son “llamados” por el voto
democrático de la congregación, usualmente después de un sermón de candidatura y exposición a
la iglesia. Los diáconos funcionan como los administradores y donde no existe una pluralidad de
ancianos son elegidos de entre la iglesia.
A pesar de que la iglesia local insiste en su independencia, muchas iglesias
congregacionales se unen con otras en “asociaciones”, “convenciones” o “conferencias”. Estos
términos se escogen con cuidado para indicar que estas conferencias son libres sin poder
legislativo sobre las iglesias individuales. Tales asociaciones tratan asuntos que todos tienen en
común como el alcance misionero, agencias educacionales y publicaciones. El concepto de la
iglesia local como una democracia independiente se apoya en Hechos 6 donde se eligieron a siete
varones para servir. También, algunos dicen que la palabra en Hechos 14:23 (cheirotoneo) usado
para describir el nombramiento de ancianos, significa, como en otras instancias en literatura
griega “elegir por el levantamiento de manos”. En la literatura cristiana antigua (La enseñanza de

75
Citado por Leon Morris, p. 100.
76
Paul Jackson, un bautista, comenta, “Diferencias muy honestas de opinión pueden existir si no se entiende que los
términos 'pastor', 'anciano' y 'obispo' refieren al mismo oficio”, The Doctrine of the Local Church, p. 31. Debemos
notar dos puntos muy importantes: (1) El término “pastor” describe un don (Ef. 4:11) y una obra en el Nuevo
Testamento, no un oficio. (2) Todavía es verdad que una pluralidad de ancianos es claramente evidente en el Nuevo
Testamento. Un sistema con un solo anciano no se encuentra en el Nuevo Testamento.

53
Los Doce Apóstoles, 15:1) se alega que las iglesias elegían a sus propios obispos y diáconos.
Estos asuntos los trataremos en otro capítulo.

Iglesias sin Organización. Debemos notar brevemente otra punto de vista en cuanto al
gobierno en la iglesia local. Se dice que no existen, ni pueden existir ancianos oficialmente
reconocidos en la congregación local. Este concepto se comparte entre muchos que están
involucrados en “iglesias en los hogares”, quienes estiman mucho la informalidad y falta de
estructura, y también por algunos de los grupos de “Hermanos Exclusivos”.77 Es obvio que
existe liderazgo de hecho, pero es un liderazgo a base de dones y ministerio, más que
reconocimiento oficial, y así se puede llamar organización carismática (sin referencia ninguna al
movimiento carismático o neo-pentecostal).
La raíz de este concepto, según los Hermanos Exclusivos, es la creencia que los ancianos
tienen que ser asignados directamente por un apóstol o delegado de un apóstol. William Kelly lo
expresa así:
“No se puede comisionar a personas formalmente y legítimamente a este oficio, a menos
de que posea el poder formalmente autorizado del Señor para designárseles. Pero no tiene tal
poder que es indispensable para nombrarles. Este es el punto fatalmente débil. No hay apóstoles
ni funcionarios encomendados por los apóstoles para actuar en su lugar, y, como consecuencia,
el sistema entero de asignar ancianos cae al suelo por falta de autoridad competente”.78
Otros, siguiendo a John Darby y William Kelly, llegan a declarar que la idea de los
ancianos fue prestada del judaísmo y sólo fue permitida por Dios. Pero cuando la iglesia maduró,
la inauguración formal al oficio de anciano desapareció, “pero los dones permanecen, dones
tanto de administración como de enseñanza”.79
Este punto de vista tiene serias implicaciones. Impone una teoría sobre las Escrituras que
no se halla en ellas. No se encuentra ni la sugerencia de que el oficio de anciano fue provisional
en la iglesia. Y su presencia en los centros no-judaicos como Efeso y Filipos indica que tal oficio
no era simplemente una adaptación al judaísmo. Además, aunque es cierto que no existen hoy
apóstoles para nombrar a ancianos, sí se describen claramente las cualidades para ancianos, y
tenemos el ministerio continuo del Espíritu Santo para guiarnos. Nosotros afirmamos que las
Escrituras son una guía suficiente en todo asunto de fe y práctica. Imponer sobre ellas la teoría de
que el oficio de anciano cesó, es eliminar el patrón bíblico del orden en la iglesia.
Tal y como lo señala Lightfoot, “Es evidente que ninguna sociedad de hombres puede
sobrevivir sin oficiales, sin reglamentos, sin instituciones ningunas, y la iglesia de Cristo
tampoco está exenta de esta ley universal”.80 La iglesia neotestamentaria tiene ancianos y
diáconos, y tiene que dar cuentas directamente al Señor Jesús, su cabeza resucitada. Puede ser
que ningún sistema de gobierno eclesiástico de hoy en día corresponde precisamente al patrón

77
Los Hermanos Exclusivos son muy distintos que los llamados “Hermanos Libres”, los dos a veces se llaman
“Hermanos Plymouth”. “Hermanos Libres” o “Hermanos Cristianos” reconocen a ancianos en sus iglesias locales y
son independientes y autónomos. Ellos insisten que la unidad del cuerpo de Cristo tiene que demostrarse por una
recepción caliente y abierta de todos los creyentes genuinos.
78
William Kelly, Lectures on the Church of God, p. 207.
79
Samuel Ridout, The Church According to Scripture, p. 76.
80
J. B. Lightfoot, “The Christian Ministry”, en Saint Paul's Epistle to the Philippians, p. 181.

54
bíblico. Sin embargo, el patrón bíblico, sí, existe, y los cristianos deben conformarse a él. El
patrón bíblico debe juzgar nuestras estructuras eclesiásticas contemporáneas.
Por esta razón hemos considerado a fondo estos diversos patrones de gobierno
eclesiástico. Es fácil ser más leal a una historia denominacional que a la palabra de Dios. Si
entendemos las diferencias entre las varias clases de gobierno, podemos evaluar mejor el impacto
que tendrá la enseñanza bíblica en el gobierno de “nuestra” iglesia. ¿Cuál es el orden eclesiástico
bíblico? Esta tiene que ser la pregunta. Y una segunda pregunta sería: ¿Cuáles cambios exige el
orden bíblico en “nuestra manera de actuar”? Si la meta no es simplemente renovación o aun
reformación, sino restitución, entonces tenemos que sujetar estos patrones tradicionales a la luz
de las Escrituras.

55
10

EL MINISTERIO
DE
LOS ANCIANOS

Un hacendado, mostrando a un amigo su finca, le hizo notar sus siembras y su ganado. Su


amigo se impresionó en especial con las ovejas preciosas que estaban paciendo. Anteriormente,
había visto la misma raza, pero los animales no habían sido tan atractivos. Curioso, preguntó
cómo había podido criar un rebaño tan destacado. La respuesta fue franca pero profunda: “Mi
amigo, solamente tengo mucho cuidado de los corderos”.
Este principio de cuidado tiene su aplicación más allá de criar ovejas. Es un principio
básico para una sana asamblea local, y el simbolismo de un rebaño es totalmente bíblico en
cuanto a una congregación de cristianos. Dios ha hecho provisión para el cuidado y la crianza de
los “corderos tiernos” sin los cuales no puede existir un rebaño maduro y sano. Esta provisión es
el nombramiento divino de “sub pastores” o “mayordomos” en la congregación local.
En mi propia experiencia, sé que los ancianos son de crucial importancia. Cada iglesia
que he conocido y que está creciendo en una manera que exalta a Cristo se ha caracterizado por
sus ancianos fuertes y espirituales. Tal concepto me impresionó poderosamente cuando era
estudiante en el Seminario Teológico de Dallas porque tenía contacto con La Capilla de los
Creyentes. Llegué a estimar a los ancianos como un grupo de hombres firmes, quienes tenían una
comprensión clara de la voluntad de Dios para la iglesia, una preocupación por la grey, y una
dedicación para cumplir las metas hechas bajo la dirección del Espíritu. También he sido retado
y he madurado al trabajar con los ancianos de La Capilla Betania de Calgary. Su sabiduría dado
por el Espíritu y su preocupación pastoral han sido usado por el Señor, no solamente en mi vida,
sino también en la de la asamblea. En contraste, conozco demasiadas iglesias que tropiezan
continuamente. Casi inevitablemente, las razones por la que una congregación está en aprietos se
relaciona con la clase de liderazgo dada por los ancianos.

Los Títulos y la Pluralidad de los Ancianos. Hemos notado ya que los términos
“ancianos” y “obispos” son intercambiables en las Escrituras del Nuevo Testamento. No
describen dos oficios distintos, sino son sinónimos. La indicación está claro en Hechos 20:17, 28.
El apóstol Pablo llamó a los ancianos (presbyteroi) de la iglesia en Efeso. En el transcurso del
mensaje, él les exhorta: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos (mayordomos, episcopoi) . . .” Así, en la mente de Pablo, estos términos eran
recíprocos. Esto también se demuestra en Tito 1:5, 7, “que . . . establecieses ancianos (obispos)
en cada ciudad . . . porque es necesario que el obispo sea irreprensible”. La misma relación de
términos se encuentra en 1 Pedro 5:1-2, “Ruego a los ancianos (presbyteroi) . . . apacentad la
grey de Dios que está entre vosotros, cuidando (episcopeo) de ella, no por fuerza, sino

56
voluntariamente”.81 Entonces no hay ninguna duda que las dos palabras describen el mismo
puesto. Episcopos debe traducirse como “superintendente” o “mayordomo”, porque este es el
sentido básico de la palabra, y así evitamos confusión con el puesto eclesiástico que surgió más
tarde. Es una palabra que describe la función del anciano de administrar y cuidar el pueblo de
Dios. La palabra presbyteros, describe el respeto y el honor en que el anciano debe ser
considerado. Como dice Morris, “Una exégesis franca nos deja sin lugar a dudas de que los dos
oficios se consideran como idénticos”.82 Otra indicación de esta verdad se encuentra en
Filipenses 1:1, donde Pablo sencillamente saluda a “los obispos y diáconos”. Tal saludo sería
muy improbable si existiera un tercer grupo de líderes.83
Otro término relacionado con los ancianos es “pastor”. Los ancianos son puestos por el
Espíritu Santo como administradores para “apacentar la iglesia de Dios” (Hch. 20:28). La
palabra describe la actividad de un hombre quien cuida, guía y protege el rebaño. Las mismas
instrucciones da el apóstol Pedro:
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros . . . apacentad la grey de Dios que está
entre vosotros . . . no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo
ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona
incorruptible de gloria” (1 Ped. 5:1-4).
Es decir, el ministerio de pastorear el rebaño de Dios es encomendado en una manera
especial a las manos de los ancianos. Sería erróneo sugerir que sólo los ancianos pueden
desempeñar un ministerio pastoral, pero tal actividad es una descripción mayor de su ministerio.
En el Nuevo Testamento, la palabra “pastor” se usa para describir un don espiritual (Ef. 4:11), y
una actividad o ministerio (Hch. 20:28, 1 Ped. 5:1-4), pero no se usa para describir un oficio.
Demostraremos que siempre hay ancianos en la iglesia del Nuevo Testamento, y nunca uno solo.
Así, tienen que existir siempre pastores en una iglesia bíblica, y nunca un solo hombre haciendo
todo el ministerio de pastorear.
La pluralidad de ancianos es de suma importancia. El Señor no ha puesto a una sola
persona para dirigir una asamblea local, sino a un grupo de hombres bajo el liderazgo del
Príncipe de los pastores. Esta pluralidad de ancianos existía, sin importar si la iglesia era judía o
gentil. De esta manera, cuando el término “anciano” se usa, leemos: “Lo cual en efecto hicieron,
enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo (Hch. 11:30). “Y constituyeron
ancianos en cada iglesia . . . “ (Hch. 14:23). “Se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a
Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión” (Hch.
15:2; vea también versículos 4, 6, 23; 16:4). “Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, (Pablo) hizo
llamar a los ancianos de la iglesia” (Hch. 20:17). “Los ancianos que gobiernan bien” (1 Tim.
5:17). “ . . . Y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5)84 “Llame
81
Este verbo se omite en algunas traducciones recientes porque no se encuentra en unos pocos manuscritos antiguos
e importantes del Nuevo Testamento. Pero el saldo de la evidencia favorece su inclusión.
82
Leon Morris, Ministers of God, p. 73.
83
El enlace de ancianos y “obispos” se encuentra también en la literatura cristiana antigua. Clemente de Roma habla
de “obispos y diáconos” (42:4), y después hace relación entre los que ocupan la posición de obispo y ancianos. El
Didache dice: “Apunte para ustedes entonces, obispos y diáconos” (15:1), y Lightfoot comenta, “En cada uno de los
comentarios sobre las epístolas que contienen los pasajes cruciales, (del Nuevo Testamento) sean de griego o de
latín, antes del fin del siglo quinto, esta identidad (de episcopoi y presbyteroi) se afirma”. (J. B. Lightfoot,
Philippians, p. 99).
84
“La interpretación indudablemente es insostenible, la cual obliga imponer una restricción sobre las palabras del
apóstol que ellas no contienen, es decir, que cada ciudad debe tener sólo un presbítero y nada más”. (Alfred

57
a los ancianos de la iglesia, y oren por él” (Stgo. 5:14). “Ruego a los ancianos que están entre
vosotros . . . “ (1 Ped. 5:1).
La palabra “anciano” ocurre en el singular solamente en 1 Pedro 5:1, “Yo (Pedro)
anciano también con ellos”, y en Segunda y Tercera de Juan, como un título personal del apóstol,
“El anciano a la señora elegida . . .” (2 Jn. 1) y “el anciano a Gayo” (3 Jn. 1), y algunas usos más
que no tienen referencia a un oficio de la iglesia. Ninguna de estas citas es base para creer en un
solo anciano en una congregación.
La situación es lo mismo cuando episcopos se usa. Así, en Hechos 20:28, Pablo dice, “. . .
mirad por vosotros, y por todo el rebaño (singular) en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos (mayordomos). Otra vez, en Filipenses 1:1, la epístola se dirige a “todos los santos en
Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos”. El término se usa en el singular en
1 Timoteo 3:1-2 y Tito 1:7. En cada caso, el singular es genérico y no restrictivo.
Otros pasajes no usan los términos presbyteros o episcopos, pero obviamente se refieren
a ellos. Pablo en 1 Tesalonicenses 5:12-13, exhorta a los creyentes en la asamblea en Tesalónica,
“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el
Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”. Una
comparación con 1 Timoteo 5:17 elimina cualquier duda de que habla de los ancianos. Note la
pluralidad. Además, Hebreos 13:17 dice: “Obedeced a vuestros pastores (la palabra se traduce
literalmente 'los que les guían'), y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como
quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría . . .”
Por consiguiente, no resta ninguna duda que una iglesia fundada sobre principios bíblicos
tendría un grupo de ancianos, un “presbiterio”, si adoptamos la terminología de 1 Timoteo 4:14.
Ellos son los administradores y pastores de la asamblea local, cargando una responsabilidad
grande dada por el Príncipe de los pastores, cuyo ejemplo ellos siguen.

Los Requisitos de los Ancianos. El Señor Jesús asigna un valor grande a su iglesia. Por
lo que es razonable, que el liderazgo en ella, no sólo es un gran privilegio, sino una
responsabilidad enorme. Los ancianos no pueden ser hombres que han subido al nivel de su
incompetencia. Ni tampoco pueden ser aquellos que ejercen talento en la vida secular,
suponiendo que dirigirán bien la asamblea. Igualmente, ser hombres populares no es suficiente.
La afabilidad no es requisito para conseguir este nombramiento.
No queremos decir que los ancianos no pueden ser líderes talentosos en otras áreas, o que
no pueden ser populares o amables. Pero estas normas son totalmente inadecuadas para calificar
a un anciano. Las normas y los requisitos bíblicos son plenamente dados en 1 Timoteo 3:1-7 y
Tito 1:5-9. Estos pasajes deben ser estudiados cuidadosamente y aplicados diligentemente en la
vida de la iglesia porque líderes indignos han hecho daños nunca dichos.
Los líderes verdaderos son hombres de carácter piadoso y espiritual que están maduros
en la fe (“no un neófito” 1 Tim. 3:6), que son estimados altamente por los creyentes
(“irreprensible”, 1 Tim. 3:2; Tito 1:6-7), y que “tengan buen testimonio de los de afuera” (1 Tim.
3:7). Es con estos requisitos en mente que Pablo hace presente a Timoteo “No impongas con

Plummer, The Pastoral Epistles, en The Expositor's Bible, p. 213). El mismo punto se aplica a Hechos 14:23. Tito
contempla una situación en que existe una sola iglesia en una ciudad.

58
ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos” (1 Tim. 5:22). Nadie es perfecto,
pero no debemos ser impedidos de aplicar muy altas normas, las de Dios, en evaluar si el
Espíritu Santo ha escogido a un individuo específico como un administrador del rebaño de Dios.
No es accidente que las dos listas en Timoteo y Tito ponen en alta prioridad de la vida
familiar del hombre, porque en el crisol del hogar se revela el carácter verdadero. Un anciano
debe ser “marido de una sola mujer”. La frase presenta unas cuestiones importantes. ¿exige
Pablo que los ancianos sean casados? Muchos insisten que sí. Es posible, pero es más probable
que Pablo da por sentado que un anciano es casado, en vez de demandarlo. Tampoco se requiere
que el anciano casado tenga hijos, aunque usualmente los tendrá. Otra pregunta es: “¿Qué
precisamente está prohibiendo Pablo?” Muchos han propuesto que él prohíbe que un polígamo
sea anciano. Otros niegan esto, porque la poligamia fue prohibida por la ley romana y porque no
fue un problema común en la época apostólica.85 Una mayoría de comentaristas modernos (y
algunas ancianas) han entendido que la frase niega segundas nupcias después de la muerte de su
esposa. Mientras tal casamiento sería lícito, sería una señal de debilidad, dicen sus proponentes.
Este punto de vista no es muy convincente. Por lo que es mejor entender la frase como un
requisito que el anciano sea completamente fiel y devoto a su esposa, sin ninguna insinuación de
inmoralidad, infidelidad o divorcio.86
Un anciano tiene que ser absolutamente fiel a su esposa, y, a la vez, ser un ejemplo de un
padre piadoso. Debe ser uno que “gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con
toda honestidad” (1 Tim. 3:4). Hay otro requisito. Tiene que tener “hijos creyentes que no estén
acusados de disolución ni de rebeldía” (Tito 1:6). La frase da la idea que, más que ser creyentes,
son de buena reputación. Si un anciano no guía a sus propios hijos a la fe vital en el Salvador y a
una vida piadosa, “¿como cuidará de la iglesia de Dios?” (1 Tim. 3:5).
Hay muchos otros requisitos en la lista que son sencillos, y todos indican la necesidad
que el anciano sea un cristiano maduro y lleno del Espíritu Santo. Tiene que ser sobrio, prudente
y decoroso en su perspectiva de vida. Tiene que ser apacible, hospedador y amable, libre de un
espíritu argumentoso, dogmático o dominante. Tiene que ser devoto y hospitalario, abierto a la
gente y sus necesidades, un hombre que ama el bien. No debe ser materialista ni avaro, sino un
ejemplo vivo de los valores abnegados en una época codiciosa.
Un anciano tiene que estar fundado en la palabra de Dios, competente para exponer y
enseñar la Escritura (1 Tim. 3:2). Siendo cariñoso y apacible, tiene que ser “retenedor de la
palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y
convencer a los que contradicen”.
El resumen de estas características se encuentra en 1 Pedro 5:2-3. Voluntariamente, con
anhelo de hacer la voluntad de Dios, el hombre acepta el puesto de anciano. No es un tirano ni se
porta como rey. Más bien, es un ejemplo a todos los demás de una vida piadosa y llena del
Espíritu Santo. No guía por medio de leyes, sino por medio de una vida imitando a Cristo. Tales

85
La frase en 1 Timoteo 5:9 es idéntica gramáticamente, “esposa de un solo marido”. Dudo que esta frase se refiera
a la poliandria, que es un fenómeno muy raro. Pero, la poligamia sí, existía en la sociedad judaica del primer siglo.
Cf. Jeremías, Jerusalem in the Time of Jesus, pp. 90, 93, 94.
86
Se debe consultar commentarios para estas varias posiciones. William Hendricksen, E. K. Simpson y W. E. Vine
creen que la poligamia es visto aquí. J. N. D. Kelly y Alfred Plummer son ejemplos de la segunda posición, mientras
Homer Kent (The Pastoral Epistles, pp. 126-130) nos da un resumen bueno de las diversas interpretaciones y decide
por la posición que he seguido.

59
requisitos son altos, pero sólo cuando nuestros líderes los llenan, pueden merecer el respeto de la
congregación. Hombres de esta categoría tendrán seguidores, y la asamblea será espiritual y
traerá honor a Dios. Entonces será fácil conocer con aprecio a estos hombres y estimarles mucho
en amor por causa de su obra (1 Tes. 5:12-13).

El Reconocimiento de los Ancianos. Es obvio que cuando estudiamos los requisitos de


los ancianos, vimos que son escogidos por Dios y no por los hombres. De esta manera piensa
Pablo cuando dice: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo
os ha puesto por obispos” (Hch. 20:28). Es el Espíritu Santo que eleva a tales hombres, y en los
días del Nuevo Testamento, fueron nombrados, por un apóstol (Hch. 14:23) o por un delegado de
un apóstol (1 Tim. 5:22; Tito 1:5). Es evidente que los ancianos no fueron impuestos sobre las
iglesias, porque un requisito fue que tenían que ser “irreprensible”. Pero no hay sugerencia que
fueron elegidos por la congregación.
Tenemos que recordar que “anciano” no es tanto un puesto oficial en el Nuevo
Testamento como un ministerio y una obra. Decir esto, no es negar que los ancianos y sus
ministerios fueron reconocidos públicamente por la imposición de manos (1 Tes. 5:12; 1 Tim.
5:22 en su contexto). Pero tenemos que insistir que al anciano se conoce por la obra que hace y
por cumplir con los requisitos bíblicos, y no por ser elegido a una posición. Es responsabilidad
de la asamblea reconocer a los que Dios ha levantado. No es su derecho crear “ancianos por
elección”.87 Es evidente también que la idea de “plazos de servicio” no es bíblico. Un hombre es
anciano mientras hace la obra y cumple con los requisitos bíblicos, por ni más ni menos tiempo.
Aunque los apóstoles y sus delegados no están presentes para nombrar ancianos, subirán
hombres escogidos por el Espíritu de entre la congregación. Sencillamente, ellos surgirán. Serán
reconocidos por su obra de apacentar, por su conformidad a los requisitos bíblicos, y por el
acuerdo de los creyentes que estos hombres, sí, han sido levantados por el Señor de la iglesia.
Los ancianos ya nombrados tomarán la iniciativa en este reconocimiento, y basándose en los
ejemplos bíblicos, públicamente impondrán las manos sobre ellos, otorgando así que su
ministerio viene de Dios.

La Responsabilidad de los Ancianos. Se cuenta de un señor que estaba corriendo al


máximo detrás de una multitud. Alguien le preguntó el por qué de su prisa y él respondió:
“Tengo que alcanzarles. Soy su líder”. Hoy día hay demasiado liderazgo de esta clase, y esto nos
lleva a esta observación. La responsabilidad de los ancianos, como los líderes de la asamblea, es
simplemente guiar o llevar de la mano. Como hemos visto, el énfasis primordial de la palabra de
Dios en cuanto a las cualidades necesarias para ancianos es que el fundamento de su liderazgo es
un carácter piadoso. Su liderazgo no se basa en su poder de disciplinar ni en su posición, sino en
su vida que refleja a Cristo. “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado,
sino siendo ejemplos de la grey”, dijo Pedro (1 Ped. 5:3). Todos los ancianos que han dejado
huella en mi vida han gozado de esta característica. Con mucho gusto podría seguirles porque
sabía que ellos me acercarían a mi Señor.

87
“El orden bíblico parece ser que Dios constituye a hombres mayordomos, y entonces, mientras cumplen su
trabajo, la iglesia les reconoce como obispos apuntados por Dios”. William MacDonald, Christ Loved the Church, p.
80.

60
Ya hemos indicado anteriormente, algunas de las responsabilidades de los ancianos como
pastores de la asamblea. Ellos deben cuidar, enseñar y encaminar a los creyentes que están bajo
su autoridad. Deben hacerlo, no como autócratas dominantes, ni como administradores
burocráticos, sino como ejemplos. “Su administración es un gobierno pastoral”.88 Sin embargo,
es un gobierno y liderazgo definido. Las palabras usadas para describir su ministerio demuestran
claramente que ellos deben gobernar con un liderazgo positivo y fuerte (e.g. 1 Tim. 3:4-5; 5:17).
Es la responsabilidad de los creyentes en la asamblea conocerles y someterse a ellos (1 Tes.
5:12-13; Heb. 13:17). Una democracia pura no es lo indicado en la vida de la congregación, sino
un gobierno llevado a cabo por los ancianos.
1 Timoteo 5:17 nos sugiere dos categorías amplias. Hay ancianos quienes especialmente
se preocupan por gobernar y guiar la asamblea, mientras otros trabajan en la palabra y la
enseñanza. No debemos exagerar esta distinción porque todos los ancianos tienen que gobernar y
pastorear, y todos deben ser aptos para enseñar. Pero nos indica una variedad en el ministerio de
los ancianos, y una preocupación especial con áreas específicas de parte de algunos.
De esta manera, los ancianos deben gobernar, pastorear e instruir a la asamblea. También,
tienen un ministerio de proteger. Deben mirar “. . . por vosotros, y por todo el rebaño . . . Porque
yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán
al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar
tras sí a los discípulos. Por tanto, velad . . .” (Hch. 20:28-31). El mismo ministerio se describe en
Tito 1:9, 11, 13. Se requiere que un anciano prevenga la penetración de doctrina y práctica falsa
a la asamblea. Así, el gobierno de la asamblea involucra acciones preventivas tanto como
disciplinarias, y también ministerios positivos.
Para hacer esto, es necesario que los ancianos se mantengan en contacto estrecho con los
demás miembros de la congregación. Este es un problema en una iglesia creciente. Nuestra
manera de tratar con este problema es dividir el grupo en varias secciones, asignando a dos
ancianos, como equipo, la responsabilidad de visitar cada hogar de las personas en su lista. Es
importante que estas visitas sean comprendidas como visitas pastorales “oficiales” y no
simplemente gestos de amistad, si van a ser efectivas. Los miembros de la congregación, casi sin
excepción, dan la bienvenida a la oportunidad de discutir, preguntar, y orar con los ancianos.
Además de la tarea de administración, está el ministerio pastoral constante que se lleva a cabo
por la hospitalidad y la comunión compartida.
Hay una indicación de que los ancianos eran sostenidos materialmente en su ministerio
por la congregación. 1 Timoteo 5:17-18 nos dice: “Digno es el obrero de su salario”. Y la
implicación está en la amonestación de Pedro, “No por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto” (1 Ped. 5:2), tanto como en lo dicho por Pablo que no deben ser avaros (1 Tim. 3:3, Tito
1:7). Muchos ancianos no tienen necesidad de sostén económico. Sin embargo, la implicación en
estos pasajes es que un o unos ancianos pueden dedicar su tiempo completo al ministerio. Por
otra parte, ellos pueden sentirse presionados fuertemente en la vida moderna por negocios. Por lo
que es preciso hacerles notar cuán valiosos son a la iglesia, y qué importante es su tiempo. Una
congregación no puede florecer sin una entrega y compromiso de ellos al ministerio dado por
Dios. Si ellos fracasan, la gente tal vez buscará alternativas antibíblicas que perjudicarán a todos.

88
J. M. Davies, The Lord and the Churches, p. 52.

61
Otro asunto de crucial importancia es la disponibilidad. Desafortunadamente, los
problemas no llegan a la vida “según un horario”. Un teléfono sonando a media noche o una
petición urgente en medio de un horario llenísimo es una experiencia común para el que ejerce
un ministerio pastoral. Hay un sacrificio obvio que hacer cuando invertimos nuestras vidas en
otros, pero sí vale la pena ser usado por el Señor en esta manera. Sin embargo, esta necesidad de
una persona disponible debe motivar a la asamblea a proveerle sostén. ¿Tenemos a alguien
disponible para cuidar y aconsejar, o están demasiado ocupados nuestros ancianos? ¿Tenemos
unas facilidades: una oficina donde las personas necesitadas puedan descargarse y recibir
consejos? ¿Tenemos a alguien equipado, que ha tomado el tiempo para llegar a ser competente
al aconsejar a otros?
La sesión de los ancianos debe ser guiada por dos principios muy importantes. El primero
es la confidencialidad. Los que llevan el cuidado de las almas deben estar conscientes que
muchos asuntos no deben discutirse fuera del círculo de ancianos, ni aun con sus propias
esposas. Es escandaloso cuando asuntos privados llegan al conocimiento público por un anciano
que no pudo controlar su lengua. El segundo principio es la unanimidad. Las decisiones de la
congregación no deben ser hechas a base de un voto simple de la mayoría de los ancianos. Tal
cosa resultará casi inevitablemente en sentimientos dañados y tendencias divisorias. Repetidas
veces en la palabra de Dios somos exhortados a ser de una misma mente, un mismo sentir, de un
mismo espíritu, unánimes (1 Cor. 1:10; 2 Cor. 13:11; Fil. 1:27; 2:2). Si los ancianos no están de
acuerdo en cuanto a un asunto, necesitan esperar ante el Señor hasta que él les dé unanimidad de
mente y espíritu. El yerno de George Muller, James Wright, escribió de los beneficios de seguir
este principio en la Iglesia Betesda, Bristol, Inglaterra:
Como uno relacionado con esta iglesia por los últimos sesenta años, testifico
gustosamente que creo que la obediencia sencilla a las instrucciones de la palabra de Dios en
cuanto a esta cuestión ha sido una causa principal de la paz y armonía continua y
extraordinaria que, por la bondad de Dios, ha caracterizado esta iglesia a través de los años.89
Veamos otra consideración práctica relacionada a los ancianos de edad avanzada. La
Escritura no nos da información directamente en cuanto a esto, pero, como un asunto práctico,
los problemas surgen cuando los líderes empiezan a envejecer. Muchas veces a los más jóvenes
no se les anima ni se les da la libertad para usar sus dones espirituales y se crea una barrera entre
los ancianos y la generación más joven. Es mejor, tal vez, para los hombres piadosos pero
mayores, convertirse en “ancianos eméritos”, reconocidos y estimados por sus vidas santas y su
experiencia espiritual, así, permitiendo a unos varones más jóvenes pastorear y cuidar
espiritualmente a la congregación.
Una iglesia dirigida por ancianos verdadera-mente bíblicos tiene que dar gracias al Señor.
Una iglesia que no goza de tales hombres debe pedir con urgencia al Señor que él levante a
mayordomos llenos del Espíritu Santo, de fe y de sabiduría.
Consideremos algunos pasos prácticos que tomar. Los ancianos deben estar entrenando a
los hombres jóvenes, dándoles cada vez más responsabilidad para que no haya vacío en el
liderazgo. Entonces, cada hombre en la asamblea debe retarse a vivir una vida que le califique
funcionar como un anciano, según la voluntad de Dios para su vida. En nuestra iglesia, un grupo
de hombres se reúne cada quince días en la mañana. Al principio lo hicimos específicamente
89
Citado por G. H. Lang, The Churches of God, p. 113. La discusión por Lang sobre este tema tiene mucho valor y
debe ser leída.

62
para orar. Hace poco empezamos a estudiar juntos los requisitos de Dios para un hombre
piadoso, usando el excelente material compilado por Gene Getz en La Medida del Hombre
(Editorial Vida, 1987). Nos juntamos para entender más de la voluntad de Dios para nosotros, y
para ver a Dios obrar entre nosotros.

63
11

EL MINISTERIO
DE
LOS DIÁCONOS

Guiada por el Espíritu, la iglesia apostólica solucionó sabiamente un problema que


hubiera podido dividir la comunidad naciente. Una provisión especial fue hecha para el cuidado
de las viudas quienes aparentemente carecían de todos recursos económicos. Específicamente,
había provisión diaria para las viudas. Sin embargo, Satanás pudo convertir esta obra de amor
cristiano en división cuando los creyentes judaicos que hablaban griego sentían que sus viudas
estaban siendo defraudadas en esta caridad por los judíos palestinos.
Los apóstoles no dejaron crecer este problema. Afirmaron un principio importante, “No
es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues,
hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de
sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el
ministerio de la palabra” (Hch. 6:2-4). Como resultado de esta sugerencia, siete varones fueron
escogidos por la congregación para ministrar de esta manera.
Los apóstoles vieron, con una sabiduría práctica, que ningún grupo de hombres puede
sostener el ministerio entero de una iglesia local. Si van a mantener las prioridades espirituales, y
si no van a sobrecargarse con asuntos secundarios, debe haber una división de labor. Es menester
delegar a algunos ayudantes para ministrar en asuntos prácticos que merecen atención.
Los siete varones señalados en Hechos 6:1-6 no se llaman diáconos, aunque una palabra
similar se usa para describir su ministerio. Pero sirven o ministran (diakoneo), el verbo de lo cual
viene el término “diácono” (griego diakonos). La palabra diakonos es una palabra muy general,
significando siervo, ministro, o ayudante. Se usa del Señor Jesús (Rom. 15:8), de los apóstoles
(Col. 1:23, 25), y de otros obreros cristianos (Col. 1:7). Sin embargo, se usa para describir una
posición oficial en la iglesia relacionada con los ancianos (Fil. 1:1; 1 Tim. 3:8-13).
Aunque los siete hombres de Hechos 6 no son llamados diáconos, desde el tiempo de
Ireneo la tradición los designa como los primeros diáconos. Además, las altas cualidades
espirituales y la clase de ministerio que desempeñan corresponde en muchos puntos con lo que
se conoce en otra parte de diáconos. Así que, aunque no se pueden llamar diáconos
dogmáticamente, sí se pueden nombrar “proto diáconos” y podemos tomar su ministerio como el
patrón sobre lo cual ellos se desarrollarían.90
Si así es, debemos notar que los diáconos siempre se mencionan en forma plural en el
Nuevo Testamento (Fil. 1:1; 1 Tim. 3:8). En base a la analogía de Hechos 6, parece que ellos

90
“Aunque el Nuevo Testamento no relaciona explícitamente el oficio de diácono con Hechos 6, nos parece muy
razonable entender a los siete varones como, por los menos, un prototipo de los diáconos” (Robert L. Saucy, The
Church in God's Program, p. 155).

64
funcionan bajo los ancianos en el área del ministerio práctico, un ministerio a la gente, y no
solamente a edificios. ¡Ya que la iglesia primitiva no fue dueña de, ni construyó edificios, esta no
podría ser una parte mayor de su trabajo! Aparentemente ellos son escogidos por una acción de
la iglesia, y no hay duda que son reconocidos por la imposición de manos (Hch. 6:3, 5-6).
Los requisitos espirituales para los diáconos son altos y notablemente similares a los de
los ancianos. Comparando la descripción de ancianos en 1 Timoteo 3:1-7, con la descripción de
diáconos en versículos 8-13, se verá que ellos no son cristianos inferiores de segunda categoría.
Pablo es explícito: “Y estos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el
diaconado, si son irreprensibles” (v. 10). Es notable que no sea indispensable que el diácono sea
“apto para enseñar”. Como Saucy comenta, “Entre los requisitos para el oficio de diácono (1
Tim. 3:8-13) son los especialmente apropiados para uno que sirve en asuntos materiales y
financieros entre la gente de la congregación”.91
Hay un punto sobresaliente de la enseñanza del Nuevo Testamento en cuanto a los
diáconos. Existe evidencia que mujeres ejercieron este oficio en el tiempo apostólico. En
Romanos 16:1-2 Febe es presentada como “una sierva (diakonos) de la iglesia en Cencrea”.
Porque diakonos es un término muy general, no se puede probar que Febe era una diaconisa,
pero el lenguaje de los versículos 1 y 2 dan la impresión que ella ocupó alguna posición oficial.
Se encuentra más evidencia en 1 Timoteo 3:11, “Las mujeres (griego gunaikes) asimismo sean
honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”. Hay razones fuertes para creer que las
mujeres aquí son diaconisas. No hay una afirmación similar en cuanto a las esposas de los
ancianos. Sería sorprendente si las cualidades son establecidas para las esposas de los diáconos,
mientras nada se menciona de requisitos para las esposas de los ancianos. Además, “existe un
orden de diaconisa en la iglesia primitiva según la carta de Plinio, el gobernador de Bitinia, cerca
de 112 d. C.”92 Hay necesidad de mujeres “oficiales” en algunas funciones, y aparente-mente el
Espíritu Santo hizo provisión por esta necesidad.
En los tiempos bíblicos, los diáconos y las diaconisas se encargaban principalmente de la
distribución de ayudas a los necesitados. Este ministerio era de naturaleza espiritual, como las
cualidades altas indican. En este servicio, ellos ayudarían a la gente de acuerdo a sus
necesidades, y tendrían oportunidades significativas para ministrar problemas personales más
profundos. Al hacerlo, se abrirían las puertas para desarrollar un ministerio espiritual.
Hoy día, existe una oportunidad grande para que hombres y mujeres ministren en esta
área. Es una manera práctica de demostrar el amor de Dios a los que lo necesitan. Muchas veces
los diáconos se limitan a un ministerio de contar dinero, abrir ventanas y mantener el piano
afinado. Tales tareas son necesarias, y sin duda los ancianos no deben ser preocupados con estos
asuntos. Sin embargo, el ministerio de los diáconos es un ministerio espiritual también, y esta
área debe ser de mayor importancia.
Es obvio que el ministerio de los ancianos es más básico para el bienestar de la iglesia
local que el de los diáconos. De esta manera, en las iglesias nacientes, los ancianos fueron
nombrados primero (Hch. 14:23; Tito 1:5)). Sin embargo, mientras una iglesia crece y madura,
las presiones sobre los ancianos aumentarán y las demandas de su servicio en la palabra crecerán.
Entonces, será obligatorio tener a diáconos para compartir las responsabilidades.

91
Ibid, p. 156.
92
Ibid, p. 160. Plinio menciona haber interrogado bajo tortura: “dos siervas, quienes fueron llamadas diaconisas”.

65
Observe que los diáconos no necesariamente se convierten en ancianos al pasar el tiempo.
Algunos se calificarán como ancianos mientras crecen y llegan a la madurez. Otros, encontrarán
su puesto en el servicio y bajo la voluntad del Señor como diáconos. La posición de “diácono”
no es un puesto de prueba. Es un ministerio distinto, exigiendo características muy altas y
resultando en un ministerio rico y apremiante.

66
12

LA
INDEPENDENCIA
DE LA
IGLESIA LOCAL

El Señor Jesús profetizó el futuro de su iglesia con la promesa, “edificaré mi iglesia”


(Mat. 16:18). Pero, ¿qué clase de iglesia iba a construir? ¿Un inmenso imperio teocrático
montado sobre la bestia del poder político, como el catolicismo medieval ejemplifica o como la
iglesia ecuménica producirá en el futuro? ¿Es una institución indefinida mundial, establecida
sobre el sincretismo teológico y con un mínimo de doctrina religiosa como el Concilio Mundial
de Iglesias ha decidido establecer?
La cuestión del enlace entre iglesias locales es de gran significado práctico. Es de
importancia singular que seamos guiados por la autoridad absoluta de la Escritura en este asunto.
La historia denominacional y la tradición eclesiástica no deben tomar superioridad sobre la
Biblia.
Dios quiere que la iglesia local sea un cuadro y réplica en miniatura de la iglesia
universal, el cuerpo de Cristo. La relación íntima entre la iglesia universal y la iglesia local se
demuestra en que el mismo término, ekklesia, se usa para ambas. El Nuevo Testamento,
especialmente, enfatiza a la iglesia local, pero cuando habla del cuerpo de Cristo, no escoge otro
término. Esta relación entre las dos se refleja por otras figuras descriptivas. Por ejemplo, una
congregación local es una casa de Dios (1 Tim. 3:15) mientras la iglesia universal es su familia,
su morada (Gál. 6:10; Ef. 2:19-21; 2 Tim. 2:20). La asamblea local es templo de Dios (1 Cor.
3:16-17), como lo es también su cuerpo (Ef. 2:21). La iglesia universal usualmente se llama el
cuerpo de Cristo (Ef. 1:23; Col. 1:18), mientras la iglesia local por igual se llama un cuerpo de
Cristo (1 Cor. 12:27). La iglesia local es un rebaño (Hch. 20:28; 1 Ped. 5:2), así como es la
iglesia universal (Jn. 10:16).
Estas representaciones simbólicas indican que la iglesia universal no es un rompecabezas
compuesto de un grupo de iglesias distintas, que pueden ser reconocidas sólo cuando todas las
piezas se reúnen. Mejor dicho, cada iglesia local debe servir como una réplica en miniatura de la
iglesia universal. Uno puede contemplar en miniatura la bella estatua de David por Miguel Ángel
y captar así un concepto preciso de la magnífica escultura en Florencia, aunque nunca haya
visitado Italia. Nadie ha visito el cuerpo invisible de Cristo, compuesto de todos los creyentes
desde el día de Pentecostés hasta el presente. Pero la iglesia local está diseñada para hacer visible
la realidad del cuerpo, demostrando en forma visible la unidad, diversidad e interdependencia del
cuerpo de Cristo, de lo cual él solo es la cabeza.
Una parte vital de esta realidad es la independencia de la iglesia local. Cuando las siete
iglesias de Asia Menor son simbolizadas en Apocalipsis 1-3, son representadas, no por un
candelero con siete brazos, sino por siete candeleros individuales. Más, cuando la palabra

67
ekklesia se usa en el Nuevo Testamento, describe o una iglesia local o el cuerpo de Cristo, no una
agrupación de iglesias en asociaciones.93 Así escribe Hort,
“Es importante advertir que no existe una palabra que represente una 'Ecclesia' como
compuesto de muchas 'Ecclesiae'. A cada 'Ecclesia' Pablo le atribuye una unidad
correspondiente en sí misma. Cada una es un cuerpo de Cristo y un santuario de Dios: pero no
son grupos en conjuntos parciales o en un conjunto grande. Los miembros que componen la
'Ecclesia' no son comunidades, sino personas individuales”.94
El mismo punto es hecho por Edwin Hatch, quien nota,
“La teoría sobre la cual la adoración pública de las iglesias primitivas procedió, era que
cada comunidad era completa en sí misma, y que en cada acto de adoración pública cada
elemento de la comunidad fue presente”.95
K. L. Schmidt comenta en una línea similar.
“La suma de todas las congregaciones no produce la comunidad total o la iglesia
universal. Cada comunidad, por muy pequeña, representa la comunidad total, la iglesia
universal”.96
La autonomía e independencia de la congregación local es una enseñanza central del
Nuevo Testamento. Los apóstoles tenían poderío sobre las iglesias en conjunto, pero los ancianos
y los diáconos ejercían su autoridad solamente entre sus respectivos grupos locales. Por lo que,
son dirigidos a “Mirad . . . al rebaño, en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hechos
20:28). Ellos tienen la responsabilidad sola-mente entre el rebaño local, y no más lejos.
Dios también instruye a las congregaciones a que actúen como unidades independientes
en otras áreas. La disciplina es un acto de la iglesia local, como el Señor lo indicó (Mat. 18:17) y
como mandó Pablo (1 Cor. 5:3-5; 2 Tes. 3:6, 14-15). Además, las iglesias locales enviaron
obreros, actuando independientemente, y sin referencia a ninguna sociedad misionera o agencia
denominacional (Hch. 13:1-4). Obviamente, no había agencia a la cual podrían relacionarse
porque los apóstoles establecieron iglesias locales únicamente.
La vinculación de congregaciones locales en un conjunto fue un proceso que empezó por
el deseo natural de consultar con otras iglesias los asuntos de enseñanza y disciplina. A causa de
ataques heréticos, hubo la gran necesidad de expresar visiblemente la unidad de la iglesia. Sin
embargo, con el transcurso de tiempo, estas sesiones informales llegaron a ser más formales y
obligatorias. Como Edwin Hatch comenta,

93
Hechos 9:31 es la única excepción posible en este punto. Muchos manuscritos dicen “las iglesias” pero el singular
es más auténtico. En aquel entonces, la iglesia universal y las iglesias locales eran prácticamente idénticas.
94
F. J. A. Hort, The Christian Ecclesia, p. 168.
95
Edwin Hatch, The Organization of the Early Christian Churches, p. 79.
96
K. L. Schmidt, “Ecclesia”, Theological Dictionary of the New Testament, III, 506. Compare también el
comentario de Maurice Goguel: “La organización más antigua de la iglesia no se proyectó más allá del contexto de
la iglesia local, aunque los creyentes sentían que juntos formaban un solo cuerpo, el de Cristo . . . La única
indicación de que sentían tan fuertemente esta unidad se halla en las instituciones de la iglesia antes de la mitad del
segundo siglo. La iglesia de Jerusalén, porque era el punto de partida de todas las misiones, se pensaba muy superior
moralmente aunque las demás iglesias lo dudaban. Esta primacía perdió todo su significado práctico después de su
decadencia perceptible que resultó de los eventos del año 70”. The Primitive Church, p. 164.

68
“Pero tan pronto como el cristianismo fue reconocido por el estado (d. C. 313), tales
conferencias tuvieron la tendencia de multiplicarse, y llegaron a ser frecuentes, adoptando
resoluciones que rigieron las iglesias dentro del distrito de donde vinieron los delegados. La
aceptación de tales resoluciones era una condición de comunión con las iglesias de las otras
provincias. Había razones fuertes de política imperial para fomentar esta tendencia”.97
Con el gobierno de la iglesia cada vez más conformado al patrón del gobierno civil, este
proceso seguía desarrollándose. Una iglesia confederada e institucionalmente unida nació.
Aunque el establecimiento de estos patrones de asociación permanente no tuvo base en la
Escritura, tampoco pueden iglesias autónomas e independientes existir en aislamiento o en
independencia absoluta de otras iglesias. Es obvio que maestros, dotados por Dios, circularon
entre las iglesias apostólicas y fueron recibidos gustosamente (Hch. 18:24-28; 3 Jn. 5-8).
Además, la disciplina hecha por una asamblea fue respetada por las demás iglesias (2 Jn. 9-11).
En una demostración visible de la unidad de todos los creyentes, había acción cooperativa por
grupos locales para llenar necesidades especiales. De esta manera, habían colecciones tanto
espontáneas (Hch. 11:27-30) como organizadas (Rom. 15:26; 1 Cor. 16:1; 2 Cor. 8:1-4, 19; 9:1-
13), recibidas para la iglesia pobre en Jerusalén. Varias iglesias proveían sostén para obreros (Fil.
4:15; 2 Cor. 11:8-9). Además, había una semejanza básica en estructura y práctica en varias
lugares (1 Cor. 11:16; 14:33-34). De modo que, un creyente de una parte de la región se sentiría
en casa entre una congregación lejos de su hogar. Sería abierta y ardientemente recibido en base
a su fe en Cristo (Rom. 14:1, 3; 15:7).
Esta unidad de las iglesias apostólicas no requería uniformidad. Aparte de la enseñanza
apostólica básica, había libertad en cada iglesia para la variación local y convicción individual.
Sin duda, había diferencias grandes entre las congregaciones de Jerusalén, Corinto, Roma y
Efeso en sus ambientes y en sus puntos de vista en cuanto a la libertad y la práctica cristiana.
Una actividad que quizás causaría grande dificultad en Jerusalén podría haber sido insignificante
en Antioquía, y el Nuevo Testamento insiste que la iglesia local tiene el derecho de decidir
independientemente en tales asuntos (Hch. 15:22-29; Gál. 2:11-14). Intentar imponer
uniformidad absoluta sobre las iglesias cristianas es directamente opuesto al ejemplo y la
enseñanza de los apóstoles.
La independencia del cuerpo local nunca debe ser puesta contra la unidad esencial del
cuerpo de Cristo. Las divisiones, sectas, y barreras denominacionales niegan tal unidad, porque
construyen barreras artificiales a la comunión cristiana y al ministerio de los hombres dotados
por el Espíritu. Esto no quiere decir que las distinciones doctrinales no son importantes. Muchas
“iglesias” son edificadas sobre una herejía o enseñanza antibíblica y éstas desvían a los hombres
de Cristo. Pero multitudes de creyentes genuinos que se guían por la Biblia son divididos por
barreras que son de poca consecuencia, en comparación a las realidades grandes que les unen. Y
aún más trágicamente, estas barreras son una fuente de confusión para los incrédulos. La unidad
de la iglesia de Cristo no puede ser un concepto teórico. Tiene que llegar a ser una realidad
práctica, y cada iglesia local independiente puede dar la bienvenida y reconocer a otras iglesias y
creyentes en base a una fe genuina y una confianza en el Señor Jesús, quien es la piedra del
ángulo proclamada en el Nuevo Testamento.

97
Hatch, Ibid., p. 170.

69
En nuestra propia experiencia como iglesia local, el contacto y comunión con otras
iglesias y organizaciones ha sido de beneficio enorme. Nuestros estudiantes se han involucrado
en el ministerio de los Inter-Varsity Christian Fellowship, con los Navegantes, y con La Cruzada
Estudiantil para Cristo. Por esto la visión de nuestra asamblea se amplía y a la vez el ministerio
de estas organizaciones en nuestra área aumenta. Nosotros nos unimos con otras iglesias locales
trabajando en campamentos, proyectos evangelísticos especiales y otras actividades. Sin
embargo, al mismo tiempo, somos directamente responsables al Señor por la vida de nuestra
propia iglesia. Lo que otras hacen no puede perjudicar nuestra responsabilidad al Señor, y por
consiguiente, nuestros vínculos con otras iglesias no son organizacionales ni oficiales. Nuestra
unidad con todos los creyentes verdaderos es una unidad genuina, y no debe distorsionarse por el
aislacionismo. En cambio, nuestra responsabilidad al Señor es directa, y no debemos
obscurecerla cediendo la independencia que él nos dio.
Notemos varias implicaciones importantes con referencia a la autonomía de las iglesias
locales.
1. La iglesia local es la prioridad de Dios en la edad presente. Los apóstoles fundaron
solamente iglesias, y no otras organizaciones. No negamos que institutos bíblicos,
organizaciones evangelísticas y otras más han sido levantados por Dios. En cambio, aunque ellas
son importantes, no tienen la misma importancia que la iglesia local.
2. Ya que la iglesia local es una réplica de la iglesia universal, nada hecho en la asamblea
local debe negar las verdades esenciales del cuerpo universal. Solamente el Señor Jesucristo
puede ser la cabeza. No debe existir parcialidad a base de raza, educación u otro criterio. A todos
los que Cristo ha recibido debemos dar la bienvenida.
3. Debemos tener cuidado de imponer una uniformidad antibíblica sobre las iglesias.
Cada iglesia debe edificarse sobre la palabra de Dios, y en asuntos que no están absolutamente
claros, los ancianos locales tienen que escudriñar la palabra de Dios y aplicar los principios a su
situación específica. Otras iglesias no deben de imponerle normas ni prácticas en tal situación.
Los ancianos deben vigilar por su propio rebaño, no el rebaño de otros.
4. Cuando existe una necesidad o una oportunidad, una iglesia local gustosamente y
voluntariamente debe cooperar con otras iglesias. Sin embargo, hay que tener cuidado en
convertirse en una asociación sectaria exclusiva. Ninguna congregación debe sentirse obligada a
unirse en tales asociaciones a menos de que los ancianos puedan hacerlo con la convicción firme
que tal asociación es enteramente bíblica.

70
IV. LA COMUNIÓN DEL CUERPO

13

EL BAUTISMO

Nadie puede leer el Nuevo Testamento sin darse cuenta de que el bautismo ocupó un
lugar muy importante en la vida y la práctica de la iglesia primitiva. Sin embargo, lo que una vez
fue fuente de unidad entre los cristianos se ha convertido en un motivo de división y separación,
entre una diversidad confusa de prácticas y creencias. Algunos practican el bautismo infantil
mientras otros sostienen el bautismo del creyente. Algunas iglesias rocían a la persona, otras
derraman agua encima de ella, y otras la sumergen. Hay creyentes que creen que nadie entrará a
los cielos sin bautizarse, otros que el bautismo en sí es el medio de regeneración, y otros lo
contemplan solamente como un símbolo.
Pasar por alto esta diversidad de afirmaciones y creencias no es un asunto fácil. Sin
embargo, el estudio de la doctrina bíblica del bautismo se simplifica al incluir estas cuatro
preguntas y sus respuestas.
1. ¿Cómo se ejecuta el bautismo? (El modo del bautismo).
2. ¿Quién debe ser bautizado? (El recipiente del bautismo).
3. ¿Qué quiere decir bautismo? (El significado del bautismo).
4. ¿Por qué debemos ser bautizados? (Las razones para el bautismo).
El Modo del Bautismo. Aunque la práctica del bautismo por inmersión, por rociamiento
o por efusión es una de las diferencias más obvias que existen entre cristianos, no es en ninguna
manera la pregunta más importante tocante a esta doctrina. Esto no quiere decir que la forma en
como se haga es insignificante, pero sí es notar que existen otras preguntas que ocasionan temas
de gran discusión.
Las palabras “bautizar” y “bautismo” representan las letras o sonidos griegos por las
letras en español. No son traducciones del griego baptizo y baptismos. Baptizo se deriva de un
período antiguo de literatura griega, con el sentido consistente de “sumergir, meter o bañar”. De
modo que, un barco hundido se dice ser “bautizado”. Cuando una persona se ahogó, cuando un
fragmento de tela fue bañado en tinte, o cuando alguien se bañó, la palabra baptizo muchas veces
fue usada para describir tal acción. De esta manera, el sentido usual de la palabra
categóricamente favorece la práctica de inmersión.

71
En la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, la palabra baptizo ocurre
solamente dos veces en los libros canónicos. En 2 Reyes 5:14, se refiere a Naamán quien se
zambulló siete veces en el río Jordán, una acción que ciertamente implica inmersión. En Isaías
21:4, se usa metafóricamente, “la noche de mi deseo se me volvió (me cubrió completamente) en
espanto”. En los libros apócrifos, se usa dos veces describiendo el acto de bañarse (Judit 12:7;
Sirach 34:25). También, los judíos en la época del Nuevo Testamento practicaron el bautismo de
los prosélitos gentiles. Como el judío erudito Israel Abrahams dice de esta práctica, “No había
ningún motivo para dudar que el bautismo judaico del primer siglo a. C. era por inmersión
total”.98 R. E. O. White nota con relación a este bautismo prosélito, una forma de la cual
aparentemente imitó Juan el Bautista,
“Que la forma de bautismo prosélito fue por inmersión total se sobreentendió por los
requisitos del Talmud en cuanto al tamaño del estanque de inmersión y la cantidad de agua
(unos 400 litros); por las provisiones de modestia implicando desnudez; por las discusiones
prolongadas (en la literatura rabínica) tocante al contacto total con el agua; y por el
antecedente de las purificaciones levíticas”.99
Por consiguiente, la inmersión no solamente es el sentido básico de la palabra baptizo,
sino era la práctica judaica que los cristianos antiguos conocían muy bien.100
Sin embargo, la palabra baptizo no siempre significa inmersión completa en agua ni en la
literatura secular ni en el Nuevo Testamento. A veces se usa metafóricamente del bautismo por el
Espíritu (Mat. 3:11, 14; Marc. 1:8; Jn. 1:33; Hch. 1:5; 1 Cor. 12:13) y de la muerte de Cristo
(Marc. 10:38-39; Luc. 12:50). En Lucas 11:38, baptizo describe un lavamiento ceremonial, que
tal vez significaba sumergir los brazos en agua. No hay ningún ejemplo en el Nuevo Testamento
donde baptizo se usa en una forma no metafórica cuando el sentido de inmersión no es
apropiado. Además, el lenguaje griego tiene palabras muy claras para rociar (rantizo) y efusión
(epicheo, proschusis) pero estas no son usadas. También, hay bastante énfasis en cuanto a la
existencia de un cuerpo de agua cuando el bautismo ocurre (Marc. 1:9-10; Jn. 3:23; Hch. 8:36-
39), una verdad no muy necesaria si se hace el bautismo por efusión o por rociamiento. La
observación de Saucy es muy singular en cuanto a Hechos 8:36, cuando el eunuco pidió ser
bautizado al llegar a una extensión de agua; “sin duda llevaba suficiente agua en su caravana
para que fuese bautizado por aspersión o efusión en cualquier momento”.101
A principios del siglo segundo, la Didache (“La Enseñanza de los Doce Apóstoles”) dio
instrucciones detalladas en cuanto a la práctica del bautismo.102 En este documento algo
legalista, se especifica que éste debe ser ejecutado en agua “viva” (i.e. corriendo). Si el agua
corriendo no era disponible, el agua fría podría usarse, y como una posibilidad final, se podría

98
Citado por R. E. O. White, The Biblical Doctrine of Initiation, p. 63.
99
White, p. 63.
100
“El judaísmo pre-cristiano ya conocía los lavamientos bautismales en la forma de inmersión, los lavamientos
levíticos (Lev. 14:8-9), y el bautismo de los gentiles quienes se convirtieron al judaísmo, el así llamado bautismo de
los prosélitos”. Johannes Warns, Baptism, p. 18.
101
Robert Saucy, The Church in God's Program, p. 210. A veces se pregunta cómo podían tantos ser bautizados en
Hechos 2:41. “La dificultad no impresiona al que tiene conocimiento de las provisiones numerosas de la Mishna en
cuanto a albercas de inmersión. No hay duda razonable que esta provisión existía en Jerusalén en exceso de
cualquier demanda . . . Cuando Tito sitió la ciudad, aunque muchos miles murieron por hambre, nada se menciona
de la escasez de agua . . . Entre las cisternas innumerables en Jerusalén había treinta y siete en el área del templo.
Una de estas tenía la capacidad de ocho millones de litros”. R. E. O. White, p. 132, n. 5.
102
Didache 7.

72
usar agua tibia. Si había escasez de agua, se podía echar agua tres veces encima de la cabeza del
creyente.
Sin duda, entonces, la inmersión era la práctica normal. Ya que una palabra distinta se
usa para efusión (ekcheo), es evidente que baptizo no fue usado para expresar tal idea.
Esta diversidad de evidencias dejan poca duda de que la iglesia practicó el bautismo por
inmersión. Y solamente cuando éste es hecho así llena su completo y rico simbolismo y
significado bíblico. Como Juan Calvino reconoció: “La mismísima palabra bautizar, sin
embargo, significa sumergir, y es cierto que la inmersión fue la práctica de la iglesia antigua”.103

Los Recipientes del Bautismo. El asunto de quién debe ser bautizado es más básico y
fundamental que el modo. El bautismo de niños infantes se ha practicado por siglos, pero ¿tiene
apoyo bíblico? Este tema ha llegado a ser muy discutido en la teología moderna y tiene
consecuencias importantes para la doctrina de la iglesia.
El Nuevo Testamento enseña que creyentes, y sólo creyentes, fueron bautizados. El
bautismo infantil simplemente no se halla como práctica bíblica. Los siguientes pasajes son
pertinentes.
Mateo 28:19-20 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado”. El bautismo es para discípulos maduros, capaces de recibir
enseñanza.
Hechos 2:41 “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados”.
Hechos 8:12 “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de
Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”.
Hechos 8:35-39 Aunque el versículo 37 no se halla en los manuscritos griegos más
confiables, no hay duda que el eunuco había creído en Cristo antes de ser bautizado.
Hechos 9:18 “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante
la vista; y levantándose, fue bautizado”. Note que la conversión antecede el bautismo.
Hechos 10:47 “Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para
que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?”
Hechos 16:14-15 “. . . y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo
que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia . . .”
Hechos 16:33-34 “y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”.
Hechos 18:8 “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda la casa;
y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”.
Hechos 19:4-5 “Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al
pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando
oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”.

103
Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion, IV, 15, 19.

73
Estos pasajes demuestran que la fe era el requisito indispensable para el bautismo. Es
fidedigno al registro bíblico decir que cada uno en la iglesia apostólica que creyó fue bautizado.
Como comenta F. F. Bruce, “La idea de un cristiano no bautizado simplemente no se encuentra
en el Nuevo Testamento”.104
También, es verdad que no existe un ejemplo en el Nuevo Testamento respecto al
bautismo infantil. B. B. Warfield es conducido por esta verdad a una conclusión desesperada: “El
documento justificativo para el bautismo infantil no debe ser buscado en el Nuevo Testamento,
sino en el Antiguo Testamento”.105 También, es verdad, como Kurt Aland ha concluido después
de un estudio amplio de la literatura cristiana antigua, “Hasta el día de hoy, nadie puede
demostrar un caso del bautismo de un infante en la época antes de 200 a. C.”106
Los que disputan a favor del bautismo infantil107 ponen mucho énfasis en tres
argumentos. El primero es sugerir que el bautismo es un rito iniciativo a la comunidad del pacto
que ha reemplazado la circuncisión. El apoyo bíblico para este argumento, dicen, se encuentra en
Colosenses 2:11-12. Sin embargo, la crítica de R. E. O. White es digna de atención.
“La premisa en si, igualando el bautismo cristiano con la circuncisión, es más que
dudosa. Ciertamente los dos ritos no eran equivalentes a la vista de los judíos, porque las dos
cosas fueron necesarias para los prosélitos. Jesús mismo, y toda la membresía de la iglesia - de
Pentecostés a Cornelio - fueron circuncidados y bautizados; así también fue Timoteo, después de
bautizarse (Hch. 16:3), 'una acción incomprensible si Pablo creía que el bautismo había tomado
el lugar de la circuncisión.' (H. Martin). Los judíos convertidos no dejaron de circuncidar a sus
hijos . . . Pablo nunca insiste que el bautismo ha reemplazado la circuncisión, aun en los
contextos donde tal argumento le habría servido bien - por ejemplo, haciendo iguales a gentiles
y judíos bajo el pacto, o combatiendo la necesidad de la circuncisión. En fin, declarar que el
bautismo ha suplido la circuncisión, habría resuelto el asunto ante el concilio en Jerusalén, pero
ninguna sugestión se ve que este argumento ocurrió en cualquiera de las dos partidas”.108
Un segundo argumento ofrecido por los que están a favor del bautismo infantil es que
negarlo sería rechazar la invitación del Señor en Mateo 19:14, “Dejad a los niños venir a mí, y no
se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Se dice que un episcopal se había
esforzado por convencer a un bautista de esto. El bautista contestó con Salmos 136:20: “Y a Og
rey de Basán, Porque para siempre es su misericordia”. Preguntado qué relación posible tenía
este pasaje con el de bautismo infantil, él contestó: “¡Ninguna, exactamente la misma que la
suya!” Tal vez, no es justo tratar un argumento serio en una manera liviana, pero la verdad es
que Mateo 19:4 es totalmente ajeno al tema de bautismo infantil. ¡El bautismo de creyentes
ciertamente no niega la invitación para la salvación de los niños!
Un argumento final es el uso de la palabra “familia” o “casa” en pasajes como Hechos
16:14-15, 33-34, y 1 Corintios 1:16. En ninguno de estos pasajes se menciona infantes
específicamente, y en Hechos 16:34, se dice explícitamente que el carcelero de Filipos creyó
104
F. F. Bruce, Acts, New International Commentary, p. 77.
105
B. B. Warfield, Studies in Theology, p. 399.
106
Kurt Aland, Did the Early Church Baptize Infants? p. 102. Este libro es parte de un argumento propuesto por
Oscar Cullmann, Baptism in the New Testament, y Joachim Jeremías, Infant Baptism in the First Four Centuries,
ambos que disputan a favor del bautismo de infantes.
107
Presentaciones evangélicas a favor del bautismo infantil abarcan John Murray, Christian Baptism, y Dwight H.
Small, The Biblical Basis for Infant Baptism.
108
R. E. O. White, pp. 210-211.

74
“con toda su casa”. En Hechos 18:8, la casa entera (que abarcaría tanto siervos como niños) de
Crispo creyeron. En el caso de Lidia (Hch. 16:14-15), su esposo no se menciona. Aparentemente
ella era o soltera o viuda, y la posibilidad de que tuviera niños infantes es algo remoto. En todo
caso del bautismo de familias, no hay ninguna divergencia de la norma de fe y después bautismo.
No hay un argumento persuasivo que sostenga la doctrina del bautismo infantil. El
testimonio del Nuevo Testamento, y la naturaleza del bautismo, apoya el de creyentes. El
bautismo en la iglesia apostólica sigue inmediatamente después de la profesión de fe en Cristo,
sin tardar. Por esta razón, no existe el concepto de un cristiano que no haya sido bautizado.
Como dice H. Wheeler Robinson, “Pablo nunca se confrontó con la anomalía de un creyente no
bautizado”.109

El Significado del Bautismo. Llegando al significado de esta ordenanza, es de gran


importancia distinguir entre los dos usos de la palabra “bautismo” en el Nuevo Testamento. En el
bautismo del Espíritu Santo, él mismo coloca a cada creyente dentro del cuerpo de Cristo (1 Cor.
12:13). Esta acción ocurre al instante que uno pone su fe en Cristo, y es el cumplimiento de la
promesa del Señor Jesucristo (Mat. 3:11, 14; Hch. 1:5). El día de Pentecostés fue el nacimiento
de la iglesia (Hch. 11:15-17) y fue la primera ocasión de la obra bautizadora del Espíritu. Por
este bautismo somos unidos a Cristo y su cuerpo. Es a esta obra que Romanos 6:1-10 y otros
pasajes similares se refieren.
El bautismo en agua es el símbolo visible y externo del bautismo del Espíritu. Ya que la
misma palabra se usa, indica que hay una relación estrecha entre la realidad espiritual y la señal
externa, visible. Notemos varios puntos:
1. El bautismo con agua no es necesario para recibir al Espíritu Santo, como la
experiencia de Cornelio demuestra (Hch. 10:43-48).
2. El bautismo con agua no es necesario para recibir el perdón de pecados (Hch. 10:43-
48).
3. Aunque el bautismo con agua se relaciona con el perdón y el bautismo del Espíritu, no
es el instrumento del perdón y la recepción del Espíritu. Sin embargo, porque la profesión de fe
en Cristo fue seguido inmediatamente por el bautismo con agua como la proclamación visible de
su fe, el tiempo del bautismo del Espíritu y con agua eran casi simultáneos.
Las aguas del bautismo no salvan. El testimonio consistente y uniforme de las Escrituras
es que una persona se salva por la fe sola, y únicamente a base de la muerte expiatoria de Cristo.
Solamente él puede lavar los pecados y traer la vida eterna. Es por su Espíritu que somos unidos
a Cristo y los méritos de su muerte son contados a nosotros.
Los versículos que dan la impresión de que el bautismo salva son malentendidos al hacer
de éste una obra que trae la salvación. El bautismo es la confesión exterior, visible, de la fe,
expresada en acción, no en palabras. Sin fe, éste no vale nada. Con fe genuina, el bautismo es la
expresión dramática de la realidad interior. Declarar la fe y rechazar el bautismo en el tiempo

109
Citado por White, p. 201.

75
apostólico era echar a dudas a la realidad de esta profesión.110 El bautismo nos “salva” (1 Ped.
3:21) en el mismo sentido que la entrega de anillos “nos casa” con la otra persona. No es el anillo
de bodas que nos une a nuestro cónyuge. Pero ese anillo es una señal visible de nuestro
compromiso amoroso tal como el bautismo con agua es la señal visible a Dios, a los creyentes, y
al mundo, de nuestra fe en Cristo Jesús. Es la expresión de fe hacia Dios, que brota de una
conciencia buena, y limpia de culpa por el Señor Jesús (1 Ped. 3:21).
Este propósito divino del bautismo con agua hace que la demora por bautizarse sea
incongruente, como sería el hacer votos de matrimonio y posponer la entrega de anillos. La señal
visible y la realidad invisible corresponden. El bautismo con agua es, bíblicamente, el rito de
iniciación a la vida cristiana y a la comunidad profesante de creyentes.111 Ya hemos notado que
el bautismo fue una práctica universal; cada creyente fue sumergido en agua. Siendo que los
requisitos para entrar en la iglesia local son iguales que los para la entrada en el cuerpo de Cristo,
el bautismo señaló la entrada a la congregación local de creyentes.

Las Razones para el Bautismo. Ahora resulta obvio por qué los cristianos deben
bautizarse. En resumen:
1. El Señor Jesucristo específicamente manda que debemos bautizarnos en agua (Mat.
28:16-20). Es un acto que él vincula al discipulado, y tenemos que entender que no podemos ser
obedientes y a la vez rechazar el bautismo.
2. Los apóstoles también ordenaron que los creyentes fueran bautizados. Pedro no
simplemente pidió que Cornelio fuera bautizado, sino “mandó bautizarles en el nombre del Señor
Jesús” (Hch. 10:48).
3. La naturaleza del bautismo es como un compromiso con Dios (1 Ped. 3:21) y como
una proclamación visible de fe en Cristo. Por lo que resulta obligatorio, como el rito de
iniciación de la fe cristiana.
4. El bautismo fue practicado universalmente por la iglesia primitiva, de modo que no
sabemos absolutamente nada de creyentes no bautizados.
Pero, al enfatizar la importancia del bautismo, no debemos exagerarla. Si el bautismo
fuera necesario para la salvación, Pablo no hubiera expresado lo de 1 Corintios 1:14-17.
“Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo,
para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de
Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar,
sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de
Cristo”.

110
La situación hoy en día por desgracia ha sido obscurecida por debate en cuanto al bautismo. Muchos cristianos
genuinos nunca han sido bautizados siendo creyentes, aunque es mi convicción que solamente el bautismo del
creyente es bautismo bíblico.
111
Este no debe ser interpretado como una declaración que sólo a los que se han sujetado al bautismo del creyente se
les debe permitir entrar a la comunión de una iglesia local. Como muchos creyentes creen sinceramente en el valor
de su bautismo cuando eran infantes, sería un error excluirles de la vida de la asamblea. Ellos no están
desobedeciendo la Escritura concientemente.

76
Aunque el Señor Jesucristo fue bautizado y mandó que sus discípulos bautizaran (Jn. 4:1-
2), “en cambio, no dejó instrucciones detalladas en cuanto al sentido y el valor del bautismo
cristiano, no incluyó el bautismo a los doce o a los setenta que fueron enviados, y no exigió
bautismo (hasta donde sabemos) de los convertidos como Leví, Zaqueo, o María Magdelena.
Entonces, ni el rechazo del bautismo como un rito meramente externo, ni la insistencia que sea
necesario para salvación puede pretender tener su autorización”.112
Un creyente que nunca ha sido bautizado está en una situación irregular. Seguramente él
es salvo. Pero ha descuidado un mandamiento directo de su Salvador y ha quitado de un acto rico
y significante su sentido bíblico. Siguiendo los ejemplos en la Biblia, un creyente nuevo debe
bautizarse por inmersión lo más pronto posible después de su conversión, para empezar
inmediatamente la vida de obediencia a su Señor. La palabra a cada creyente es: “Ahora, pues,
¿por qué te detienes? Levántate y bautízate . . .” (Hch. 22:16).

112
R. E. O. White, p. 110.

77
14

“BIENVENIDO HERMANO”:
LA COMUNIÓN
DE LOS
SANTOS

Se cuenta de la señora McTavish, una viuda de edad avanzada, quien vivía en un


pueblecito escocés y adoraba a Dios los domingos en su propia casa junto con el señor
MacIntosh, su jardinero y ayudante. Un día, el ministro de la iglesia del pueblo le dijo: “Señora
McTavish, ¿será posible que piensa que usted y el señor MacIntosh son los únicos cristianos en
el pueblo?” Ella le miró cara a cara, y con un suspiro pequeño admitió: “Bueno, no estoy
completamente segura de MacIntosh”.113
Es una desgracia que una anécdota como ésta tenga tanta relación a la vida actual.
Existen individuos y grupos “cristianos” quienes parecen haber decidido demostrar sus
sospechas y su separación de todos los demás quienes profesan conocer al Señor Jesús. Resulta
demasiado fácil enfatizar las cosas que nos separan, sin escatimar el costo de la unidad esencial
hecho por el Espíritu de Dios. Es muy importante que la palabra de Dios, y solamente la palabra
de Dios, sea nuestra guía en cuanto a la membresía de una iglesia y en la recepción de creyentes
que vienen de otras.

La Lista de Socios en una Iglesia Local. El Nuevo Testamento dice muy poco en forma
directa en cuanto a la nómina de socios en la iglesia local. La Biblia no distingue entre los
requisitos para pertenecer al cuerpo de Cristo, la iglesia universal, o hacerse socio en su
manifestación local. Hort dice,
“No hay una indicación que Pablo consideraba los requisitos para hacerse miembro en
la Ecclesia universal como distinto de los requisitos para juntarse a la Ecclesiae parcial y local .
. . La Ecclesia universal tanto como la Ecclesiae parcial, están compuestas de personas que han
creído, y para quienes el bautismo era la expresión exterior de lo que fue comprendido en esta
creencia . . .”114
No existe evidencia de que los cristianos del Nuevo Testamento tenían nóminas de socios
ni que exigían compromisos a un credo doctrinal muy desarrollado con creencias específicas
tocante a la libertad cristiana, ya que tales prácticas no existieron. Quien había creído en el Señor
Jesús y había confesado ésta fe por medio del bautismo, era agregado al grupo de hermanos en
comunión y así, “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en
el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:41-42).

113
H. L. Ellison, The Household Church, p. 23.
114
F. J. A. Hort, The Christian Ecclesia, p. 169-70.

78
En la iglesia primitiva, la participación no era un concepto formal y estático como lo que
comunica la idea moderna de hacerse miembro. Al contrario, era un concepto dinámico de
participación en la vida común, y en la comunión. Esta comunión todavía está abierta hoy a cada
persona que cree genuinamente en el Señor Jesucristo.
En las circunstancias de hoy me parece que para muchos esta idea es muy difícil de
comprender. Es más fácil entender el sistema de apuntar su nombre a una lista de miembros.
Pero la Biblia exige la comunión entre los creyentes, una participación de vida en el Salvador.
Como hemos procurado demostrar, en las Escrituras, la vida en su cuerpo fue diseñada para ser
una comunión centrada en Cristo, resultando del deseo de los miembros de edificarse los unos a
los otros para un ministerio mutuo del uso de los dones espirituales. No es suficiente “afiliarse a
una iglesia” o asistir a los servicios. La pasividad en la vida de la asamblea está en contra de la
voluntad de Cristo.
De la misma manera, admitir a incrédulos a la comunión es una contradicción directa a la
naturaleza de la iglesia de Dios.115 En un contexto hostil al evangelio, este asunto es menos
difícil que en países “cristianos” donde hay multitudes de personas que llevan el nombre, pero
nunca han conocido ni creído en el Salvador. Por lo que es la responsabilidad de los ancianos
averiguar la realidad de la profesión de un hombre. No obstante, como en la iglesia
neotestamentaria, habrá algunos cuya profesión parecerá creíble, y solamente el tiempo revelará
su carácter falso (Hch. 20:29; 2 Cor. 13:5; 2 Ped. 2:1; 1 Jn. 2:18-19; Jud. 4). Esto no debe
producir descuido. Al contrario, la posibilidad de una profesión falsa quiere decir que debemos
explicar con lucidez la única norma de fe salvadora en Cristo para pertenecer a su iglesia .
Además de la fe y el bautismo, no hay requisitos para llegar a ser miembro en la iglesia
116
local, aunque hay asuntos que exigen disciplina. Sin embargo, es importante observar que la
realidad de la fe puede ser probada, no sencillamente por el bautismo, sino por la creencia de uno
en cuanto al Señor Jesucristo. “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo?”
(1 Jn. 2:22). “En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no
es de Dios” (1 Jn. 4:2-3). “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios
llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor; sino por el Espíritu Santo” (1 Cor.
12:3). Nadie debe ser recibido como miembro de una iglesia sino afirma voluntariamente la
plena deidad del Señor Jesús, la realidad histórica de su encarnación, la completa eficacia
salvadora de su muerte, y la verdad de su resurrección corporal.
La iglesia local es una comunión que se fundamenta en la verdad, no meramente en
emociones y el que predica un Cristo diferente y un evangelio ajeno queda bajo el anatema de
Dios, sin que se le pueda permitir participar en la misma (Gál. 1:6-9).

115
Hay una discusión estimable en Alfred F. Kuen, I Will Build My Church, pp. 127-160, 253-279. “Hoy en día, la
condición en las grandes iglesias trae a la memoria las palabras de Rufus Jones quien dijo que nuestras iglesias se
parecen al encerradero del chivo de Robinson Crusoe - los que están adentro son tan desordenados como los que
viven afuera” (p. 131).
116
No quiero ser malentendido como quien rechaza a los que no concuerdan con una doctrina particular en cuanto al
bautismo. Hemos recibido gustosamente en nuestra asamblea a personas que no han sido bautizadas después de
creer (sino como infantes). Hemos explicado nuestra convicción de la verdad del bautismo del creyente, pero porque
creen que son verdaderamente bautizados, los hemos recibido en base a su fe en Cristo. Una doctrina aun tan
importante como el bautismo no puede llegar a ser más primordial que nuestra vida común en Cristo. Resulta
interesante saber que algunos de los recibidos en esta forma han sido bautizados más tarde.

79
No obstante, muchas iglesias han establecido requisitos más allá de esto, y se niegan
tener comunión con los que no están de acuerdo con su posición en asuntos como: la libertad
cristiana, creencias escatológicas y afiliación eclesiástica. Pero tales reglamentos no son bíblicos,
y siempre elevan distinciones menores a requisitos mayores. “La pregunta importante es ésta:
¿Es la iglesia local una institución de los edificados o de edificación? ¿Es un grupo de personas
quienes ya son perfectas o quienes están en el proceso de ser perfeccionadas?”117
La Biblia enseña varios principios en cuanto a la comunión:
1. Debemos recibir a los que no están de acuerdo con nosotros en asuntos de la libertad
cristiana (Rom. 14:1, 3; 15:7). Este tema era un problema constante en el Nuevo Testamento.
Hoy en día es común para los cristianos ser más específicos que la palabra de Dios en cuanto a lo
que es, y lo que no es, la conducta cristiana aceptable. La tendencia de imponer uniformidad
absoluta en tales cuestiones es rechazada directamente por las Escrituras.
2. Debemos recibir sin hacer acepción de personas (Ef. 2:11-21; Stgo. 2:1-5). El hecho de
ser judío o gentil, negro o blanco, rico o pobre, no debe afectar el pertenecer a la comunión de la
iglesia local. Es triste confesar fe en el Señor Jesús y a la vez permitir que estas barreras existan.
No podemos dejar que nuestra sociedad establezca las normas en un asunto tan importante.
3. Debemos recibir a nuestro hermano en base a su fe en Cristo, no en la plenitud de su
entendimiento doctrinal (Hch. 18:24-28). Cuando Apolo llegó a Efeso, su conocimiento doctrinal
era muy incompleto. No le fue negada la comunión. Al contrario, fue recibido al único lugar
donde podría conseguir instrucción precisa. “La comunión no depende del conocimiento de uno,
sino en a quién conoce”.118
4. Debemos recibir a nuestro hermano en base a la vida en Cristo y no en la afiliación
eclesiástica. J. N. Darby, cuyo nombre frecuentemente es ligado con exclusividad y sectarismo,
ha hecho un comentario importante tocante a este punto, punto que él y sus seguidores a veces no
obedecieron:
“Supongamos que alguien, conocido como piadoso y sano en la fe, que no ha dejado un
sistema eclesiástico, y piensa que la Escritura favorece un ministerio ordenado, se goza al tener
la oportunidad (de participar en la cena del Señor). Supongamos que está de visita. ¿Debe ser
excluido porque él es de un sistema en que su conciencia no está iluminada, al contrario, es de
un sistema que él piensa es más correcto? El es un miembro piadoso del cuerpo, conocido como
tal; ¿debe ser excluido? Si es así, estamos diciendo que la luz doctrinal que uno tiene, dicta su
ingreso a comunión, y la unidad del cuerpo es negada por esta asamblea que le rechaza. Sin
embargo, estamos abandonando el principio de congregarnos como miembros de Cristo
andando en santidad, y la concordancia con nosotros es establecida como la norma, y la
asamblea se convierte en una secta corriente, con los miembros como cualquier grupo . . . Quizá
dé más problemas y requiera de más cuidado el tratar cada situación por sus méritos, a base
del principio de la unidad de todos los miembros de Cristo, que decir: 'No pertenece a nosotros,
no puede venir'; pero se destruye así el principio de congregarse”.119

117
Norman L. Geisler, “Let's Drop Unbiblical Rules for Church Membership”, Christianity Today, 31 de enero de
1969, p. 18.
118
William MacDonald, Christ Loved the Church, p. 28. Este capítulo debe mucho a la discusión de este autor.
119
Citado por W. E. Vine, The Church and the Churches, p. 87.

80
Una palabra final, en cuanto al tema de membresía. El Nuevo Testamento ignora la idea
de creyentes solitarios, creyentes sin una relación definida a una congregación local. Así pues, un
cristiano sin un “hogar” eclesiástico queda fuera del patrón establecido por Dios. Más, la
comunión en una congregación lleva la responsabilidad de una comunión continua. No debemos
dejar de “reunirnos, como algunos tienen por costumbre” (Heb. 10:25).

La Recepción de Otros Creyentes. Una pregunta estrechamente vinculada a la


comunión en la iglesia local es la recepción de creyentes que están de visita. Los principios
básicos que hemos enumerado se aplican aquí también. La bienvenida debe extenderse a todos
los creyentes genuinos.
1. Ellos tienen que dar un testimonio sincero y genuino de su fe en Cristo.
2. Es preciso que sean sanos en la doctrina tocante a la persona y la obra de Cristo (2 Jn.
10).
3. Ellos no deben de estar bajo la disciplina de otras iglesias locales. Si son culpables de
una ofensa que debía haber resultado en disciplina, pero que ésta no se llevó a cabo a causa de la
negligencia de otras iglesias, deben ser rechazados.
Creyentes que viajan a una localidad donde no son conocidos, pueden seguir el ejemplo
bíblico, demostrando la cortesía cristiana, si llevan consigo una carta de recomendación de su
iglesia local (Rom. 16:1; 2 Cor. 3:1). Una carta simplifica en gran manera la recepción de la
persona y facilita “que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos” (Rom. 16:2).
La comunión de todos los creyentes es una verdad del Nuevo Testamento. Es una
comunión, en primer lugar, con el Cristo resucitado que une en el Espíritu a todos los creyentes.
Esta unidad tiene que demostrarse por la iglesia local. El sectarismo es un peligro actual contra el
cual hemos de estar vigilando. Una necesidad apremiante de nuestros días es una demostración
práctica y bíblica de la unidad del cuerpo de Cristo. Esta manifestación puede realizarse
manteniendo firme y consistente-mente los principios bíblicos de la comunión y recepción en la
iglesia.

81
15

LA DISCIPLINA
EN LA
IGLESIA LOCAL

Hace poco, en una conferencia de psicólogos en Los Ángeles, California el orador de


apertura expresó que el desastre social más grande del siglo es la creencia de que el amor
abundante hace superflua la disciplina.120 La verdad de esta observación es evidente al hacer una
consideración imparcial de la condición del hogar y la familia en la Norteamérica
contemporánea. Esta observación es aplicable también a la iglesia local, donde la disciplina
aparentemente es casi desconocida, y la excomunión resulta ser anacrónica como el quemar a las
brujas.
Un cuerpo sano no sólo procura evitar enfermarse, sino también socorre a los miembros
que han sido dañados o afectados. La disciplina está ligada con el cuidado del Padre por nosotros
como sus hijos, porque “Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no
disciplina?” (Heb. 12:7). Esta disciplina, a veces se lleva a cabo directamente por la cabeza de la
iglesia (1 Cor. 11:29-32), pero muchas veces, por medio de su iglesia. La palabra de Dios es muy
específica en cuanto a ésta, y provee instrucciones del propósito de la disciplina, los problemas
que la exigen, y el procedimiento en ejecutarla.

El Propósito de la Disciplina. La disciplina tiene que llevarse a cabo según las


instrucciones bíblicas. La iglesia local no tiene el derecho de ser ni más relajada ni más rígida
que las Escrituras. Es muy importante que el propósito de ésta se considere a la luz de la palabra
de Dios. Si no mantenemos firmes este propósito, es probable que la disciplina descienda al nivel
de venganza o de humillación de los transgresores. En primer lugar, la finalidad en la vida del
trasgresor es la restauración. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros
que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gál. 6:1). La palabra que Pablo
usa describe el remendar redes rotas o el inmovilizar huesos quebrantados, y comunica la idea de
restauración a una utilidad completa. El apóstol no pide que “castiguemos a tal persona” y
cualquier acción tiene que ejecutarse con esta meta.121
Un individuo puede ser restaurado por la experiencia de vergüenza (2 Tes. 3:14) y
tristeza (2 Cor. 2:7). Esta no es “la tristeza del mundo”, un sentimiento emocional superficial de
lástima por sí mismo, sino una tristeza piadosa, que resulta en arrepentimiento genuino ante Dios

120
Citado por James Dobson, Moody Monthly, Dec. 1970, p. 29.
121
“La disciplina piadosa siempre tiene la meta de restauración. El propósito es doble - inmediato y último:
inmediato, que el errante aprenda la mente del Señor en un ejercicio profundo de corazón, que comprenda la
pecaminosidad del pecado, y que sea otorgado la gracia de arrepentimiento y confesión; último, que la restauración
completa sea establecida”. W. E. Vine, The Church and the Churches, p. 91.

82
(2 Cor. 7:8-10). Es muy importante que la iglesia local dirija al trasgresor hacia Dios como la
persona contra quien primeramente pecó, y a quien tiene que dar cuentas (Sal. 51).
Un segundo propósito de la disciplina en la vida del cuerpo local es la santidad. La
historia trágica de Ananías y Safira demuestra con qué seriedad mira Dios al pecado. La razón
para esto es dada en 1 Corintios 5:6, “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?”
El pecado grave, si no lo trata la congregación, tendrá un efecto debilitante sobre la vida
espiritual del cuerpo entero y traerá crítica justificada de parte de los incrédulos en cuanto a la
hipocresía de los cristianos.
Un tercer propósito toca el efecto de disciplina a otros cristianos. “A los que persisten en
pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” (1 Tim. 5:20). La
disciplina es un asunto serio, y tiene un efecto muy asombroso en la congregación. Cuando el
pecado es pasado por alto, la indiferencia hacia éste es inevitable. Sin embargo, la disciplina
induce una actitud muy distinta. Como Vine escribe:
“La necesidad por el acto de disciplinar debe humillar a una asamblea ante Dios en
profundo escudriñamiento y humillación. Existe la necesidad porque si los santos hubieran
estado en una sana condición espiritual, andando en comunión con el Señor y en separación del
mundo, el pecado por lo cual la expulsión fue necesaria, tal vez nunca hubiera sucedido”.122

Los Problemas que Exigen Disciplina. No hay insinuación en el Nuevo Testamento de


que un cristiano esté libre de pecado. Una asamblea no es un grupo de hombres y mujeres
totalmente santos e intachables. Pero, es importante identificar cuáles pecados exigen acción
colectiva. No todo problema que surge en la vida de la iglesia encuentra una respuesta explícita,
pero podemos nombrar principios básicos de los ejemplos bíblicos. Las siguientes situaciones
demandan acción disciplinaria:
1. La abierta inmoralidad sexual (1 Cor. 5:1-13).
2. Los conflictos personales no resueltos (Mat. 18:15-20). Este pasaje, que es de gran
importancia en cualquier discusión de la disciplina en la iglesia, se aplica básicamente al
creyente que inflexible y continuamente rehúsa reconciliarse con su hermano.
3. Las contenciones (Rom. 16:17-18; Tito 3:10). Las causas de división pueden ser
múltiples. La enseñanza falsa puede ser la causa como en Romanos 16:17 y Tito 3:10, o
cualquier actitud crítica y parcial. El hecho de que algunos creyentes en Tesalónica se rehusaron
a trabajar se condenó fuertemente por Pablo, no solamente porque estaba en contra de sus
órdenes, sino porque estaba dividiendo la asamblea (2 Tes. 3:6-15).
4. La falsa enseñanza (Gál. 1:8-9; 1 Tim. 1:20; 6:3-5; 2 Jn. 9-11; Apo. 2:14-16). La
disciplina por razones doctrinales concierne a las que son fundamentales en la palabra de Dios.
Hay lugar para que creyentes evangélicos difieran en puntos de doctrina, y los límites de
comunión no deben ser establecidos más estrechamente que lo que las Escrituras permiten. No
quiere decir que una iglesia no debe tener fuertes convicciones doctrinales en toda la verdad
bíblica, pero, dentro de éstas, tiene que haber libertad de interpretación. Cierto es que algunos
podrán ser creyentes genuinos que afirman ideas falsas debido a su ignorancia o inmadurez.

122
W. E. Vine, p. 92.

83
Ellos deben ser considerados en otra forma de los que sí entienden la verdad básica del
cristianismo y la rechazan.123

El Procedimiento de la Disciplina. Es muy importante la actitud de la congregación al


disciplinar. Primeramente, debe llevarse a cabo “con espíritu de mansedumbre” (Gál. 6:1). No
hay nada del espíritu de Cristo en una actitud de carácter vengativo y punitivo. Un segundo
requisito es una actitud de perdón y amor: “Al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y
consolarle, para que no sea consumido por demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que
confirméis el amor para con él” (2 Cor. 2:7-8). Tercero, un espíritu de fraternidad debe ser
conservado. “Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (2 Tes. 3:15).
Al ver la inadecuada aplicación de la disciplina, muchas iglesias están indispuestas a
realizarla. Sin embargo, no debemos tomar la disciplina levemente, y al mismo tiempo, como
una ocasión para expresar enojo, sentimientos amargos y venganza. El error de los que han
disciplinado en una manera imprudente y no cristiana es repugnante. Pero no debemos abandonar
la disciplina bíblica por esta causa.
El Nuevo Testamento expone un procedimiento para cumplir la disciplina. El pasaje
esencial, aunque no se aplica a todo caso, se encuentra en las palabras del Señor en Mateo 18:15-
17:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te
oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en
boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no
oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.
El pasaje confronta los problemas entre personas, y tiene aplicación a otros asuntos
relacionados con la disciplina. Revela que hay pasos preliminares para tomarse, con la esperanza
de alcanzar un restablecimiento inmediato de un hermano.
1. Es la obligación del hermano espiritual (Gál. 6:1) y de la persona contra quien el
pecado ha sido cometido, buscar una reconciliación. Nunca es lícito quejarse con otros o guardar
amargura, y no procurar activamente la restauración.
2. Solamente después del paso inicial deben otros creyentes estar involucrados. Dos o tres
cristianos espiritualmente maduros deben afiliarse con el creyente ofendido en el proceso de
reconciliación. Estos testigos no solamente informarán acerca de la actitud del individuo, sino
serán útiles en aclarar el problema y determinar la validez de la acusación.
3. Cuando estos pasos preliminares han sido tomados, si nada positivo resulta, el asunto
se convierte en un asunto de la iglesia, y la acción tendrá que ser tomada por la asamblea entera.
Algunas ofensas, de naturaleza pública, requieren otro procedimiento. En el caso de la
inmoralidad en la asamblea de Corinto, se exigía acción inmediata, y no había necesidad de

123
“La llamada falsa doctrina en el Nuevo Testamento no es doctrina que es equivocada porque el interesado no está
totalmente instruido o porque entienda mal el sentido de la Escritura. Es doctrina que es herética, de origen satánico,
y acompañada por prácticas malas; es doctrina que se separa de comunión con el Señor. Hay dos extremos
peligrosos: la apatía frente a la doctrina y la práctica falsa contaminará la iglesia; mientras que la severidad hacia el
conocimiento limitado del individuo dividirá el cuerpo verdadero de Cristo”. Alexander R. Hay, The New Testament
Order for Church and Missionary, p. 361.

84
procedimientos preliminares. Más bien, cuando se reunieron, fueron instruidos que tal hermano
“sea entregado a Satanás para destrucción de la carne” (1 Cor. 5:4-5). Esta es una acción de la
congregación entera, bajo el liderazgo de los ancianos, y seguramente no bajo la acción de un
solo hombre o un grupo pequeño. Cuando una iglesia aplica disciplina, lo hace “En el nombre de
nuestro Señor Jesucristo . . . con el poder de nuestro Señor Jesucristo (1 Cor. 5:4). Es en el
contexto de la disciplina en la iglesia que la promesa es dada: “De cierto os digo que todo lo que
atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el
cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de
cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mat. 18:18-20).
No toda la disciplina es idéntica. El primer nivel es una advertencia o amonestación por
la asamblea (Tito 3:10). El rechazo de esta amonestación resulta en la acción más fuerte descrita
en 2 Tesalonicenses 3:6, 14, que es el retiro de los derechos de comunión. Casi sin duda,
significa el retiro de los derechos de comunión a la cena del Señor, y funciona al nivel personal
tanto como al de la asamblea. La descripción más fuerte de la acción disciplinaria se encuentra
en 1 Corintios 5:5. Es la que se toma contra un individuo que persiste en la inmoralidad. Entregar
a alguien a Satanás para la destrucción de la carne,124 aparentemente quiere decir que el
individuo viene a la esfera de Satanás, donde recibirá castigo físico. Obviamente, ésta es una
acción que debe tomarse solamente en circunstancias extremas (en el caso de los de Corinto, el
incesto fue implicado), y cuando hay una certeza de la dirección del Señor.
Como hemos visto, el propósito de la disciplina es la restauración. Ciertamente esto
abarca el arrepentimiento sincero y la restitución donde se requiere. En algunos casos, el cambio
de pensamiento seguirá inmediatamente a la trasgresión, y no habrá necesidad de disciplina. En
otros casos, tal cambio vendrá lentamente según la persona ceda a la voz del Espíritu Santo.
Levantar la disciplina antes de éste cambio de actitud sería un error. A la vez, ésta no debe
ejercerse cuando el arrepentimiento está presente y es sincero. La disciplina de la asamblea no es
una sentencia: “Está excluido por ocho meses”, sino un remedio.
Otro aspecto de la corrección que no debe descuidarse es la acción preventiva. La
asamblea tiene que recibir exposición sistemática y práctica de la palabra de Dios. Además, los
ancianos deben estar “pastoreando el rebaño” de tal manera que pueden anticipar y prevenir
problemas. Es vergonzoso cuando les permiten desarrollarse y crecer mientras los ancianos
asumen la política de no intervención. El mandamiento del Espíritu de Dios es “Mirad por
vosotros, y por todo el rebaño” (Hch. 20:28). Los ancianos deben respetar la disciplina de otras
iglesias. Recibir a un individuo que está bajo disciplina es una situación muy seria, y no debe
realizarse a menos de que tal disciplina sea obviamente antibíblica.
Las palabras de Robert Saucy concluyen acertadamente:
“La disciplina de la iglesia en todas sus formas fue dada por la cabeza de la iglesia para
la salud y bienestar del cuerpo. Evitar hacerla para mantener una reputación buena o una
unidad falsa, sólo lleva a una vida enferma y débil en la iglesia”.125

124
“El poder de Satanás, aunque limitado, fue real. El destruiría la carne del delincuente. Esto quiere decir no sólo la
carne como una fuente de perversidad moral (Rom. 7:5), sino también la carne física, una esfera en que Pablo
recibió los ataques de Satanás (2 Cor. 12:7). Por lo menos, el sufrimiento aquí se entiende (Hch. 13:2),
probablemente la muerte física (Hch. 5:5, 10; también 1 Cor. 11:30)”. C. K. Barrett, The First Epistle to the
Corinthians (Harper and Row, 1968), p. 126.
125
Robert Saucy, The Church in God's Program, p. 26.

85
86
V. EL MINISTERIO DE LA MUJER

16

EL MINISTERIO
DE
LA MUJER

Actualmente, sería difícil encontrar a alguien que no haya pensado, por lo menos un
poco sobre la cuestión del papel de la mujer en la sociedad moderna. Un salario justo para ellas,
igualdad en contratos y promociones y participación plena en el proceso político - todos estos
temas se han convertido en puntos comunes e importantes. Debido a la atención que las
feministas han enfocado en injusticias, el creyente evangélico debe tener gratitud. Pero, en otras
cuestiones el cristiano no está tan contento. Hay mucho que es simplemente la retórica de
exageración, como por ejemplo, la declaración de Germaine Greer que “La mayoría de mujeres
viven deprimidas de día en día en una 'nochecita' apática” y que “Las mujeres tienen muy poca
idea de cuánto los hombres les odian”.126 Sin embargo, el estilo de vida lesbiana de muchas
feministas radicales, el ataque persistente contra la institución de matrimonio, un llamamiento
para una rebelión sexual “liberada” contra la moralidad bíblica, y el desdén hacia la maternidad
no conducirán a la liberación sino a la degeneración y a la esclavitud de pecado.
“¡Qué mujeres tienen los cristianos!” Esta fue la exclamación de admiración y asombro
de un pagano llamado Libanius cuando tomó en cuenta el impacto del mensaje del evangelio en
las mujeres en el mundo antiguo. Dada la preocupación hoy en día del papel de la mujer en la
sociedad moderna, es bueno recordar que ningún movimiento ha exaltado el estado legal de la
mujer como lo ha hecho la fe cristiana.
A un nivel más personal, estoy convencido que una razón principal por la bendición de
Dios sobre La Capilla Betania ha sido las vidas y los ministerios de mujeres espirituales. Desde
mi primera experiencia con esta congregación, me había impresionado el impacto que ellas
tienen en sus hogares, en sus vecindades, en sus amigos y conocidos y en la iglesia. No creo que
existe una área de servicio cristiano o evangelismo donde Dios no está usándolas en una manera
poderosa. El evangelismo, la enseñanza bíblica, el cuidado pastoral, la exhortación, ayuda
práctica, oración, música - todas estas son actividades de las mujeres en nuestra congregación.
En muchas maneras, el ministerio de ellas ha sido la columna vertebral de la vida de la asamblea.

126
Citado en “Women's Lib: Beyond Sexual Politics,” Time, July 26, 1971, p. 36.

87
La palabra de Dios tiene mucho que decir en cuanto al servicio y ministerio de mujeres
cristianas, y en sus enseñanzas está la semilla de la liberación genuina. A pesar de la percepción
de muchos que Pablo representa el machismo a su máximo, el Nuevo Testamento, y
especialmente el mismo apóstol, expone a las mujeres como teniendo un ministerio rico y
significante en la iglesia de Dios. Por consiguiente, es de suma importancia que nuestro
entendimiento del ministerio de ellas sea bíblico. Si la Biblia es verdaderamente la palabra de
Dios, tenemos que rechazar esta actitud de una predicadora quien escribió en un boletín de la
iglesia, “Como tal vez puede adivinar, no estoy de acuerdo con Pablo cuando habla de las
mujeres en la iglesia, aunque me gusta mucho algunas cosas que mencionó”.
Pero, ¿qué, en verdad, dijo Pablo y los otros escritores en la Biblia? Antes de examinar la
cuestión específica del papel que juega la mujer en la sesión de la iglesia, debemos considerar el
tema en una forma más amplia del ministerio espiritual de ella en la Escritura y de los principios
sobre los cuales descansa.

El Antiguo Testamento y el Papel de la Mujer. La enseñanza bíblica en cuanto a la


relación entre hombres y mujeres está arraigada en el relato de la creación. Las palabras sencillas
del Creador encierran un sentido profundo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda
idónea para él (Gén. 2:18). Literalmente, las palabras son “ayuda que le corresponde”. Así, la
mujer es una contraparte del hombre, física, intelectual y espiritualmente. Ella le es una
ayudante, igual, adecuada y un complemento a todo lo que él es. Juntos, ellos son “Hombre”
(Gén. 5:2).
Desde los primeros capítulos de Génesis aprendemos que Eva comparte la naturaleza
física de Adán (Gén. 2:21-23) y juntos comparten la imagen de Dios, una responsabilidad y un
dominio dado por el Señor (Gén. 1:27-30). De esta manera, la mujer está al lado del hombre
como su ayudante y complemento. Están ligados en una unidad e igualdad dada por Dios, pero
no en uniformidad de responsabilidades y actividades. C. F. Hogg lo ha expresado bien en estos
términos:
“En la Escritura no hay una sugerencia de la inferioridad de la mujer ni de la
superioridad del hombre. Cada uno es necesario al otro; son complementarios no competitivos;
ella fue creada para ser ayuda adecuada para él, cumpliendo lo que le falta para que juntos
formarán el hombre completo, el Adán (Gén. 5:2). Que Dios es la cabeza de Cristo no quiere
decir que Cristo es inferior a Dios. Que el hombre es la cabeza de la mujer no quiere decir que
ella es inferior a él. Es cierto que el hombre fue 'formado primero' (1 Tim. 2:13), pero ellos
fueron creados juntos, ella 'del varón fue tomada' (Gén. 2:23), como está escrito: 'varón y
hembra los creó' (Gén. 1:27)”.127
Este sentir de igualdad acompañada de distinción de función se halla a lo largo del
Antiguo Testamento. Las mujeres tomaron una parte activa en la vida espiritual de Israel.
Algunas ministraban en una capacidad especial en el tabernáculo (Ex. 38:8). Otras, como Sara,
Rebeca, Raquel, María, Débora, Rahab, Ana, Noemí, Rut y Ester llenaron puestos significativos
espiritual y nacionalmente. Algunas participaron en las comidas sagradas y en las grandes fiestas
anuales (Deut. 16:11-14), y experimentaron apariciones especiales de Dios, como en el caso de
Agar (Gén. 16:7), Sara (Gén. 18:9, 15) y la madre de Sansón (Juec. 13:3). Dios el Espíritu Santo

127
C. F. Hogg, W. E. Vine y W. R. Lewis, The Ministry of Women, p. 6.

88
vino sobre mujeres como también sobre hombres para compartir el don de la profecía y así
tenemos a María (Ex. 15:20-21), Noadías (Neh. 6:14), Hulda (2 Rey. 22:14), la esposa de Isaías
(Is. 8:3) y Ana (Luc. 2:36) llamadas profetisas.
Aun con todos los privilegios otorgados a mujeres, había una distinción entre los papeles
que ellas desempeñaban y los de los hombres. No existieron sacerdotisas en Israel, en contraste a
las naciones paganas a su alrededor. Los hombres dominaban la vida pública de la nación, y las
mujeres recibieron honor especial por su papel crucial dentro de la familia. Nadie puede negar
que la mujer virtuosa de Proverbios 31:10-31 es librada, pero, también debemos reconocer que
su responsabilidad y función difirieron de su marido.

El Judaísmo y el Papel de la Mujer. En muchas maneras, la enseñanza de los rabinos


parece ser casi un parodia del Antiguo Testamento. El concepto de Adán y Eva ante Dios
compartiendo igualmente su imagen, aunque son asignados a papeles distintos y
complementarios, parece desconocido a los rabinos. Leemos declaraciones como: “Gozoso es
aquel cuyos hijos son varones, y ¡ay de aquel cuyos hijos son hembras!” y “Diez medidas de
tontería han venido sobre el mundo, nueve para las mujeres y uno para el resto del mundo”.128
En cuanto a asuntos espirituales, este machismo llega a su cumbre. “Que las palabras de
la Tora sean quemadas, no deben ser entregadas a mujeres”. “El hombre que enseña a su hija la
Tora le enseña lascivia”. En la sinagoga, las mujeres tenían que quedarse en un lugar especial,
muchas veces atrás de un biombo, y su presencia no fue contada hacia un quórum. El templo
tenía su corte de mujeres, más allá de la cual solamente, a los hombres, se les permitía pasar.
Como Oepke comenta, “La esposa no debe testificar, ni instruir a niños, ni orar en la mesa; ella
no está obligada aún a guardar toda la Tora”.129
Claro que en el judaísmo existen enseñanzas más positivas que lo que estas citas indican.
Sin embargo, la época de nuestro Señor Jesucristo se caracterizó por sentimientos muy
antifeministas y es en este trasfondo que tenemos que leer el Nuevo Testamento. Era Josefo
quien escribió: “La mujer es peor que el hombre en todo”.130 No es extraño, a la luz de tales
actitudes tan rigurosas, que el libro de oraciones de la sinagoga instruye al hombre ofrecer esta
diaria oración, “Te doy gracias, Señor, que tú no me has hecho un perro gentil ni una mujer”.

El Señor Jesús y la Mujer. El hijo de Dios, en su vida terrenal luce en pleno contraste a
las opiniones degradantes e inhumanas de sus contemporáneos los judíos. No existe una
insinuación de parcialidad en sus actitudes y nunca hay una palabra indecente de sus labios
contra las mujeres.
Los rabinos enseñaban que un hombre no debía platicar con una mujer, ni aun a su propia
esposa, en un lugar público. Por lo tanto, no es de extrañarse, que los discípulos estaban atónitos
cuando regresaron y encontraron a Jesús enseñando cuidadosamente a una mujer, quien llevaba
la estigma adicional de ser una samaritana (Jn. 4:27). Es por medio de ella que él empezó su

128
Las citas rabínicas que son halladas en esta sección fueron tomadas de un artículo en cuanto a las mujeres (gyne)
por Oepke en Theological Dictionary of the New Testament, I, 781-784. Cf., también Joachim Jeremías, “The Social
Position of Women,” Jerusalem in the Time of Jesus, pp. 359-376.
129
Ibid, p. 782.
130
Josephus, Contra Apionem, 2, 201.

89
ciega misionera entre los nativos de Sicar. Los rabinos no enseñaban la Tora a una mujer, pero el
Señor Jesús se gozó cuando María se sentó a sus pies, y él la alabó por haber escogido “la buena
parte”, es decir, lo opuesto de Marta, quien prefirió el papel habitual de servir (Luc. 10:38-42).
Un grupo de mujeres, en su ministerio al Salvador, sostuvo a él y a sus discípulos
económicamente (Luc. 8:2-4). Son ellas quienes se demoran en la cruz, y a ellas Dios da el
privilegio de llegar primeros al sepulcro vacío. La actitud revolucionaria hacia las mujeres
envuelta en el evangelio se resume por la comisión dada por el Señor resucitado de ser los
primeros heraldos de su resurrección.
No es de sorprenderse que a las mujeres les gustara estar con Jesús. “Nunca habían
conocido a un hombre como este hombre - nunca habían visto otro igual.”131 Sin embargo, no
debemos ignorar otro aspecto aquí. “Lo que es omitido acerca de las mujeres es tan importante
como lo que es dicho”. 132Es muy significante que cuando el Señor escogió a los doce discípulos
y mandó a los setenta, todos ellos eran varones. El Salvador trató con mujeres en una manera
revolucionaria. Pero a ellas, él les asignó papeles públicos distintos a los de los hombres.
Igualdad de valor no significa identidad de papel en el programa de Dios.

El Ministerio de la Mujer en la Iglesia Primitiva. Los discípulos no siempre captaron


los pensamientos del Señor. Pero en la vida de la tierna iglesia, bajo el liderazgo del Espíritu,
existían grandes oportunidades para el ministerio y servicio activo de las mujeres. Jesús había
indicado el camino y los manuscritos de sus seguidores revelan el alcance de su liberación de los
prejuicios de sus contemporáneos.
El principio fundamental de ministerio en el cuerpo de Cristo es el de los dones
espirituales. Cada creyente tiene, por lo menos, un don y no hay ninguna palabra que sugiera que
algunos sólo estaban al alcance de los hombres y otros para las mujeres. Históricamente el don
de apóstol fue dado sólo a doce hombres. Y porque este don no existe en la iglesia hoy día, la
situación contemporánea es que cada uno de los demás dones son dados a ambos sexos. El don
en la segunda categoría, en la edad apostólica, fue el de profecía y sabemos que las cuatro hijas
de Felipe lo poseían (Hch. 21:9). Priscila casi seguramente tenía el don de maestra, y
probablemente es correcto llamarla una “pastora- maestra” (Hch. 18:26). [Note que hablamos
aquí de dones, no puestos].
Por consiguiente, una mujer puede tener cualquiera de los dones espirituales.
Exhortación, evangelismo, administración, hechos que ayudan - todos estos y muchos más, Dios
les ha conferido. En contraste severo a la idea judaica de que una mujer es como una esclava o
una niña y por lo consiguiente no necesita recitar la Shema, está exenta de guardar toda la Tora, y
no debe recibir instrucción en la escritura, el Espíritu Santo habilita a cada una para ministrar en
la vida del cuerpo. Los hombres tienen que tener mucho cuidado de no apagar al Espíritu
imponiéndoles restricciones antibíblicas. Ellas son un depósito de dones y habilidades
divinamente dados que son de importancia vital para el bienestar de la iglesia local.

131
Dorothy Sayers, Are Women Human? p. 47.
132
Charles Ryrie, The Place of Women in the Church, p. 31.

90
El Nuevo Testamento indica que las mujeres desempeñaron otro papel importante en la
vida de la iglesia. No funcionaban como ancianos, pero sí, ministraban como diaconisas (1 Tim.
3:11; Rom. 16:1). Las responsabilidades exactas no son dadas en detalle, pero una iglesia local
puede usar a una mujer para llenar una capacidad significante en la vida congregacional, si la
restricción de 1 Tim. 2:12, que ella no debe tener autoridad sobre el hombre, no se viola. Es
significante que la misma carta que niega a la mujer autoridad sobre el hombre es la misma que
sugiere el ministerio de diaconisa (1 Tim. 3:11) y contiene instrucciones detalladas acerca de las
obligaciones de la iglesia de sostener a las viudas que han ministrado fielmente a los creyentes (1
Tim. 5:9-10).
También, el Nuevo Testamento presenta un cuadro diverso y balanceado del ministerio
que ellas tuvieron. Desde el principio, participaron activamente en la vida de la iglesia. Había
“gran número así de hombres como de mujeres” (Hch. 5:14) y una de las evidencias iniciales del
amor de Cristo presente entre ellos era su deseo de cuidar a sus viudas diariamente (Hch. 6:1).
Las mujeres formaron el núcleo de la asamblea en Filipos (Hch. 16:11-15) y aparentemente
jugaron papeles céntricos en establecer asambleas en Tesalónica (Hch. 17:4) y Berea (Hch.
17:12). A menudo una mujer se menciona como la anfitriona del hogar donde se congregaron los
creyentes, una obra muy importante en una época cuando los cristianos no poseían edificios
(Hch. 12:12; 16:15; 1 Cor. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2). A las mujeres de la sinagoga se les
reservaba un lugar especial, separadas atrás de biombos. En contraste, las mujeres de la iglesia
estaban muy activas en la vida de la iglesia. Algunos de sus ministerios eran:
1. Evangelismo. Evodia y Síntique recibieron un alto honor cuando Pablo escribió, “estas
. . . combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás
colaboradores míos” (Fil. 4:3). Obviamente estaban muy involucradas en el ministerio
evangelístico en Filipos. Lidia inmediatamente presentó su hogar al Señor Jesús (Hch. 16:15) y
la extensión del evangelio empezó con ella en Filipos. Priscila era una mujer notablemente
dotada, usada por el Señor en esta área en Corinto (Hch. 18:2), Efeso (Hch. 18:26) y Roma
(Rom. 16:3).
En nuestra experiencia como iglesia, los estudios en el hogar han constituido una
extensión evangelística significante. Un número bastante grande de nuestras mujeres participa
activamente en enseñar u organizar estos estudios, ejerciendo su don de evangelismo o
enseñanza. Algunas hablan a grupos, mientras otras se ocupan en evangelismo personal, entre
amigas y conocidas.
2. Enseñanza. El ministerio de enseñanza funciona en varios niveles. Priscila toma la
iniciativa en instruir a uno de los líderes de la iglesia primitiva, Apolo (Hch. 18:26). Loida y
Eunice ganan fama siendo las maestras de Timoteo (2 Tim. 1:5; 3:14-15). Las mujeres maduras
llevan la obligación especial de enseñar a las más jóvenes en la palabra de Dios (Tito 2:3-5). Una
variedad similar es posible en la iglesia local. A mi esposa el Señor ha dado un ministerio
importante de enseñar un grupo de estudiantes de secundaria. Otra señora da conferencias. Otras
mujeres han sido usadas en gran manera por el Señor al enseñar una por una a las cristianas
jóvenes, y algunas enseñan estudios bíblicos. Conozco a muchas quienes tienen el don de
enseñanza, y el Señor usa sus dones para su gloria en ministrar a niños y mujeres.
3. Las Buenas Obras y la Hospitalidad. Obviamente hay gran alcance para el ministerio
de mujeres en asuntos prácticos. Nadie representa mejor esto que Dorcas (o Tabita), una mujer
que “abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía” (Hch. 9:36). Su muerte afectó tanto a

91
los creyentes en Jope que enviaron hombres a Pedro, rogando un milagro. No hay otro ejemplo
de alguien que hiciera un impacto tan enorme en un grupo de creyentes como ella lo hizo. Pablo
describe la vida de una viuda que merece estar en la nomina así: “Que tenga testimonio de
buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los
santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (1 Tim. 5:10). Estos
ministerios prácticos reciben un significado especial cuando recordamos que el Señor Jesús dijo,
“ . . . el que quiere hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:26-28).
4. Oración. En el Nuevo Testamento hallamos a hombres y a mujeres congregados para
orar en el aposento alto (Hch. 1:14), y después, en un período de emergencia, el grupo se juntó
para interceder, aparentemente por la iniciativa de María, la madre de Marcos (Hch. 12:12).
Además está la dimensión de la oración junto con su esposo (1 Ped. 3:7) y como un ministerio
personal (1 Tim. 5:5).
5. La Vida del Hogar. La palabra de Dios presta gran atención al ministerio crítico de las
mujeres en sus hogares (1 Tim. 2:13-15; Tito 2:4-5). No es una responsabilidad pequeña ser una
esposa y madre piadosa, pero la vida hogareña es básica a la vida del la iglesia.
6. El Cuidado Pastoral. El cuidado de los creyentes, su ánimo y crecimiento en el Señor
son de gran importancia. Aparentemente Priscila se involucró a fondo en tal ministerio, como su
preocupación por Apolo demuestra, y como Pablo indica en Romanos 16:3-5: “Salud a Priscila y
a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo
yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su
casa”. Vale notar que esta pareja piadosa se menciona seis veces en la Escritura (Hch. 18:2, 18,
26; Rom. 16:3-5; 1 Cor. 16:19; 2 Tim. 4:19), y Priscila se menciona primero cuatro veces.
¡Indica que ella era una mujer sobre-saliente y piadosa! Pablo llevó a ella y a su esposo a Efeso
para empezar un ministerio (Hch. 18:18), y en ese lugar (1 Cor. 16:19) como en Roma (Rom.
16:5) se congregó una iglesia en su casa.
Sin duda, el Espíritu Santo concede el don de pastorear a las mujeres hoy, como la
experiencia de nuestra iglesia indica. Sería imposible calcular el número de horas invertidas por
ellas cada semana en aconsejar y visitar, y los ancianos frecuentemente han pedido de su ayuda
para ejercer su don pastoral hacia otras mujeres que tenían necesidades especiales. ¡La palabra de
Dios no las nombra como ancianos, pero sí indica que hay mujeres con el don de pastorear!
Otras mujeres aparecen en las cartas de Pablo y constantemente desempeñan un papel
valioso en su ministerio. Una María desconocida “ha trabajado mucho entre vosotros” (Rom.
16:6) y otras dos llamadas Trifena y Trifosa, “trabajan en el Señor” (Rom. 16:12). Como Newell
comenta, “Ahora, ¿en qué consistían sus 'labores'? ¡No meramente en preparar comidas de pollo
para predicadores! Es actividad espiritual de que se habla aquí”.133 Pablo también escribe de
Pérsida, una mujer que “ha trabajado mucho en el Señor” (Rom. 16:12). De Febe leemos “ella ha
ayudado a muchos, y a mí mismo” (Rom. 16:2). Contemplando estos ejemplos, tenemos que
reconocer qué tan activamente se hallaban involucradas estas mujeres en ministerios espirituales
y con qué placer el apóstol, a pesar de su reputación como el “rey del machismo”, las aceptó
como sus compañeras de trabajo. No fueron limitadas a trabajos serviles ni relegadas a un

133
William Newell, Romans, p. 551.

92
segundo lugar en el programa divino, sino fueron incluidas en la obra del evangelio. No hay un
don que Dios ha dado a una mujer que la iglesia no necesita y que no puede ser usado activa y
creativamente en una manera bíblica, para glorificar al Señor Jesús. Relegar a las mujeres a un
papel de espectador es totalmente antibíblico y le roba a la asamblea de las riquezas de sus
dones.

93
17

LA MUJER
Y LA REUNIÓN
DE LA IGLESIA

La palabra de Dios asigna un papel amplio y significante a las mujeres. La acusación de


que las Escrituras perdonan o apoyan una idea machista o de superioridad masculina no tiene
base alguna. El Señor Jesús y los apóstoles están en radical contraste a las actitudes degradantes
y esclavizantes hacia las mujeres que eran demasiado comunes en el mundo del primer siglo. La
igualdad y unidad esencial que existen en términos de privilegios espirituales hallados en Cristo
se abrevian en las palabras de Pablo: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay
varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo” (Gál. 3:28).
Aunque el Espíritu Santo une a todos los creyentes en el estado espiritual de hijos de
Dios, no dirigió a los apóstoles a tachar ciertas distinciones entre hombres y mujeres. Es difícil
para los cristianos del siglo veinte, comprender que igualdad de estado espiritual no lleva a una
identidad de función y responsabilidad. Es cierto que, aunque todos somos iguales como
miembros del cuerpo de Cristo, Dios ha puesto a algunos hombres para ancianos, responsables
de pastorear al pueblo de Dios. La ilustración más grande de este principio es la relación entre
Dios el Padre y Dios el Hijo. Hablando de su naturaleza esencial, el Padre y el Hijo son iguales
en atributos; sin embargo, como Hijo, el Señor Jesucristo obedece al Padre.
Así, la palabra de Dios reconoce que tanto los hombres como las mujeres son iguales en
cuanto a privilegios espirituales, pero ya que la unidad no significa uniformidad, también es
cierto que ambos difieren en cuanto a sus deberes y responsabilidades ante Dios. Es en la reunión
o la sesión de la iglesia que esta distinción se hace más obvia. La naturaleza distintiva de la
reunión de la iglesia, descrita en el Nuevo Testamento, ya la hemos discutido en el capítulo ocho.
Pero, ¿cuál es el papel de las mujeres en tal reunión? Consideremos aquí dos asuntos: el “velo”,
o algo para cubrirse, de las mujeres descrito en 1 Corintios 11, y su participación verbal.

El “Velo” y la Mujer Cristiana Moderna. En 1 Corintios 11:2-16 el apóstol Pablo


discute un tema que ha sido poco entendido y muy descuidado por los cristianos de hoy en día.
Pablo insiste en la obligación de las mujeres cristianas en Corinto de cubrirse en ciertas
circunstancias. Para ayudarnos a entender este difícil pasaje, vale la pena preguntar tres cosas en
cuanto al “velo”.
1. ¿Es el cabello de la mujer un “velo”? A veces se sugiere que el “cubrir” en los
versículos 4 a 7 no se refiere a un objeto físico como un velo o un sombrero sino al cabello largo
de la mujer. Después de todo, el versículo 15 nos dice sencillamente, “en lugar de velo le es dado
el cabello”. Aunque esta sugerencia parece buena, no llena las demandas del texto bíblico. En
primer lugar, Pablo usa una palabra distinta en el versículo 15 cuando describe al cabello como
un cubrir natural (peribolaion), diferente palabra que en versículos 4-7 cuando describe el

94
“artificial”.134 Además, el versículo 6 se hace absurdo si el “velo” es el cabello de la mujer. En
este caso diría: “Si una mujer no tiene la cabeza cubierta con cabello, también debe cortarlo”. El
sentido en el versículo 15 no es que el cabello largo es un velo adecuado, sino que el cubrir
natural de cabello largo “enfoca la naturaleza como representando simbólicamente la necesidad
de que la mujer tenga su cabeza cubierta en ocasiones apropiadas”.135

2. ¿Es esta una costumbre local o es una práctica que sigue en vigencia para las mujeres
cristianas de hoy? Una interpretación común de 1 Corintios 11 es dada por William Barclay,
quien escribe, “Este es uno de los pasajes que tienen un significado totalmente local y
provisional”.136 Otro comentarista sugiere que Pablo insiste a que estas mujeres cristianas sigan
las costumbres de la sociedad griega, y si Pablo estuviera escribiendo a judíos o alemanes,
instruiría a los hombres a cubrirse cuando oran, porque tal es su costumbre. Así, la pregunta
surge si el llevar la cabeza cubierta descrito aquí, es simplemente una práctica cultural vinculada
al pasado, sin pertinencia a la vida moderna.
Hay razones fuertes para creer que Pablo no está disputando sólo en base a la cultura, y
que el uso del velo sí es pertinente a los cristianos modernos. La evidencia indica que usar el
velo es una práctica no tanto griega como judaica y del Mediterráneo del este. Así escribe
Oepke:
“En el pasado, los teólogos aseveraron que Pablo simplemente estaba respaldando una
ley no escrita de instintos helénicos y grecianos de lo que era decoroso. Pero esta posición es
insostenible. Es verdad que el velo fue conocido en Grecia. Fue usado a veces para adorno,
para ocasiones especiales como noviazgo y casamiento, lamentación, y la adoración de deidades
griegas (en la forma de una vestidura puesta sobre la cabeza). Pero, no es verdad que las
mujeres griegas estaban bajo alguna coacción de llevar el velo en público . . . Pasajes al
contrario son tan numerosos e inequívocos que no pueden ser neutralizados por dos dichos del
sagaz de Queronea (i.e. Plutarco) . . . Así, el velo no era costumbre general; era judaica . . .
Pero, aunque la costumbre fue aplicada rigurosamente por los judíos, era oriental más que
distintamente judaica . . . En general, podemos decir que la etiqueta en cuanto al velo se pone
más estricta yendo hacia el este . . .”
“Pablo intenta introducir a las congregaciones en tierra griega una costumbre que
corresponde a las sensibilidades orientales y especialmente judaicas más que las griegas”.137
Una mujer judía siempre se presentaba con velo en público. Este cubría la cabeza y el
cuerpo superior, no la cara.138 Aquí surge el punto muy importante que una costumbre oriental

134
Realmente Pablo no usa un sustantivo que significa “velo” en versículos 4-7. Pero sí usa el verbo katakalupto,
“cubrirse”. La forma del sustantivo es kalumma que se usa en 2 Corintios 3:13-16 y quiere decir “sombrero, algo
que cubre o velo”.
135
Leon Morris, The First Epistle of Paul to the Corinthians, Tyndale Bible Commentaries (Grand Rapids,
Eerdmans, 1958) pp. 155-156. Cf. F. F. Bruce, “Aunque sería fácil inferir de la promesa de Pablo que el cabello es
dado en lugar de un velo, y que las mujeres, se cubren ampliamente con el cabello, y por eso no necesitan otro
“cubrecabeza”, los argumentos anteriores hacen claro que esta no es la conclusión de Pablo”. 1 and 2 Corinthians,
New Century Bible (London: Oliphants, 1971), p. 108.
136
William Barclay, The Letters to the Corinthians, p. 107.
137
A. Oepke, G. Kittel and G. Friedrich, ed., Theological Dictionary of the New Testament, III, pp. 561-563. Cf. el
comentario rabínico, “¿Qué viola la costumbre judaica? Si ella sale afuera con la cabeza descubierta . . . (Ketuboth,
vii. 6).

95
está introduciéndose a un nuevo trasfondo cultural, y que el velo no es meramente una práctica
local de Corinto. Que Pablo no está simplemente universalizando las costumbres judaicas es
indicado por el versículo 4, donde manda que los hombres oren con la cabeza descubierta, en
contra de la tradición de los judíos.139
¿Por qué deben llevar el velo las mujeres? El apóstol contesta la pregunta en estos
versículos, y su respuesta no se basa en las costumbres locales. No dice, “Si no lleva el velo, se
escandaliza la gente”. Más bien, sus argumentos proceden de teología y “la naturaleza”,
esenciales que trascienden cualquier relativismo cultural. Lo más que él se acerca en fundar un
argumento en una costumbre local está en el versículo 13, “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio
que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” Pero aún aquí, él pide una decisión usando los
razonamientos con que acababa de confrontarles.
Pablo nos dice en el versículo 3 que una mujer debe cubrirse primeramente debido al
orden divino, “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la
cabeza de Cristo”. Como el Padre y el Hijo son iguales en atributos y esencia, pero el Padre
ejerce la supremacía funcional de la Trinidad, así también un hombre y una mujer son iguales en
Cristo (Gál. 3:28), pero tienen distintas responsabilidades dadas por Dios. “Está disputando por
un consorcio (1 Cor. 11:11), aunque uno en que el hombre es la cabeza de la familia”.140
Otro argumento relacionado con esto se halla en los versículos 7-12, donde Pablo razona
a base del orden de la creación. La prioridad del hombre se debe a su creación inmediata por
Dios en su gloria e imagen. Eva también fue creada a la imagen de Dios, pero ella fue “ayuda
idónea para él” (Gen. 2:20). En este sentido, la mujer fue creada “por causa del varón” (1 Cor.
11:9), y él está incompleto sin ella. El insiste que el relato de Génesis de la creación establece sin
lugar a duda, la dignidad plena de la mujer, e indica que ella no fue creada para llenar
precisamente el mismo papel que el del hombre.
En medio de esta sección, un tercer argumento aparece en el versículo 10, “Por lo cual la
mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. La frase “señal
de autoridad” se interpreta por algunos hoy día como “una señal de la autoridad de ella” para
ministrar con equidad al lado de los hombres. Aunque hay argumentos lingüísticos a favor de
esta interpretación, la exégesis que resulta es muy confusa y tropieza con la declaraciones claras
de 1 Corintios 14:34-36 y 1 Timoteo 2:11-12. El contexto indica un sentido de “un símbolo de
autoridad (del hombre)”.141 La alusión a los ángeles aparentemente quiere decir que los ángeles
buenos, quienes una vez experimentaron la violación seria del orden y decoro divino cuando
Satanás se rebeló, están observando cuidadosamente a la iglesia para ver si se está manteniendo
en debida forma el orden de Dios.
El cuarto argumento se da en versículos 13-15. La naturaleza misma hace evidente que
una mujer tiene un velo. El cabello largo es una fuente de gloria para la mujer. La longitud
exacta del cabello para ambos no es el punto aquí. La idea principal es que para una mujer
138
C. K. Barrett, The First Epistle to the Corinthians, Harper's New Testament Commentaries. (New York: Harper
and Row, 1968), pp. 249, 251. Cf. también Joachim Jeremias, Jerusalem in the Time of Jesus, pp. 359, 360.
139
“En el mundo antiguo un sombrero, no una cabeza descubierta, era señal de libertad; y la costumbre judaica es
que los hombres deben de cubrirse en la adoración, aunque no se sabe si esta fue la costumbre del primer siglo”.
Barrett, p. 250.
140
Leon Morris, p. 152.
141
Cf. F. F. Bruce, p. 106, y C. K. Barrett, pp. 253-255. Los dos están de acuerdo con M. D. Hooker, “Authority on
her head; an examination of I Corinthians 11:10”, New Testament Studies, 10 (1963-64), pp. 410-416.

96
“llevar su cabello largo, en una manera femenina, es señal exterior que está cumpliendo su papel
en la creación”.142
Un quinto argumento por el cual las mujeres deben cubrirse ocurre en versículo 16. Es
una práctica universal de las iglesias establecidas por los apóstoles. Este versículo no puede
significar, “Si quiere debatir en cuanto a esto, no se moleste, porque no es tan importante, y ni yo
ni las iglesias de todos modos lo cumplimos”. Si Pablo hubiera entendido esto, no habría gastado
los 14 versículos anteriores en este asunto. En contraste, como C. K. Barrett ha notado, “Por
costumbre Pablo ha de estar refiriéndose a un espíritu de contradicción”.143 Así “el sentido es:
nunca he permitido la costumbre de que las mujeres oren o profeticen sin velo, y ninguna iglesia
la ha introducido”.144
Una consideración seria de estos argumentos demuestra que el velo no es meramente una
costumbre local, sino una práctica que tiene su aplicación en el mundo contemporáneo también.
Pero esto nos lleva a otra pregunta:
3. ¿Cuándo se debe llevar el velo? A primera vista, la respuesta a esta pregunta se
encuentra en 1 Corintios 11:5. Una mujer debe cubrirse cuando ora o profetiza. Pero, ¿cuándo
debe orar o profetizar? Consideremos la cuestión de su participación en la reunión de la iglesia.
Una respuesta a esta cuestión es que 1 Corintios 11:2-16 tiene en mente la reunión de la
iglesia y que “el versículo es vacío si las mujeres no participaron de vez en cuando en orar y
profetizar en voz alta y en público (no sólo en oraciones entre la familia y otros grupos
pequeños)”.145 F. F. Bruce comenta, “Que había libertad en la iglesia (porque es el orden en la
iglesia, no la devoción privada o doméstica de que está hablando aquí) para que las mujeres oren
o profeticen se demanda por el argumento de Pablo”.146 La dificultad obvia con esta posición es
su relación a 1 Corintios 14:34-35. Bruce piensa que la imposición de silencio en ese pasaje es
“extraño”147 y no nos da una explicación auténtica. Barrett prefiere la idea de que “Pablo no
escribió los versículos 34-40 . . . Ellos fueron agregados más tarde como una anotación marginal
. . . cuando el buen orden fue considerado más importante que la libertad del Espíritu”.148
Cualquier interpretación de las Escrituras tiene que tomar en cuenta todos los factores y esta
explicación es inadecuada. El significado de estos pasajes lo consideraremos en seguida.
Otra propuesta solución toma otra dirección. Como W. E. Vine sugiere, “Este pasaje no
habla de las reuniones de una congregación. Existen otras ocasiones más que una reunión de la
asamblea cuando una mujer puede ejercer el ministerio verbal de oración o de testimonio”.149
Vine no está pensando sólo de devociones privadas (¿cómo profetiza uno en privado?), sino
ocasiones públicas fuera de la reunión de la iglesia. Cuando una mujer participa pública-mente
en tales ocasiones, debe cubrirse. Aunque esta interpretación puede ser una extensión del
principio hallado en estos versículos, parece ser que el pasaje hace alusión al contexto de una
reunión de la iglesia. En 11:2, Pablo empieza un tema nuevo de la adoración de la congregación,

142
C. K. Barrett, p. 257.
143
Barrett, p. 258.
144
Ibid, p. 258.
145
Ibid, p. 250.
146
Bruce, p. 104.
147
Ibid, p. 135. El hace dos sugerencias, y después dice: “Sin embargo, es dudoso si expresiones tales como ellas no
son permitidas a hablar y es una vergüenza que la mujer hable en la iglesia pueden significar no más que esto”.
148
Barrett, pp. 330-333.
149
W. E. Vine, First Corinthians, p. 147.

97
y su discusión se extiende hasta capítulo 14. Aunque no usa la palabra “congregarse”
específicamente hasta el versículo 17, apela a la práctica de las iglesias, y las relaciones mutuas
de hombres y mujeres presuponen una reunión de la iglesia misma.
Una tercera sugerencia es que Pablo sí se está refiriendo a la reunión de la iglesia, donde
él expresa su deseo de que toda mujer deba de cubrirse. Aunque sólo dice que el hombre no debe
de hacerlo y que la mujer sí lo haga cuando ambos participen, la implicación no es que éste es el
único tiempo que se debe o no usar el velo.150 Se supone que el hombre se sienta en la reunión
con la cabeza descubierta, y no se quita su “sombrero” sólo cuando se levanta para orar o
profetizar. Por el contrario, una mujer debe venir a la reunión con velo, y no simplemente usarlo
cuando participa. La preocupación del apóstol en el capítulo 11 obviamente es el uso del velo, y
no pausa para discutir la cuestión del hablar en público. Este punto lo aclara en 1 Corintios
14:34-36. Hodge representa esta posición:
“Fue costumbre de Pablo tratar las cosas una por una. Aquí está hablando del decoro de
las mujeres que hablan en público sin velo, y no dice nada en cuanto a si deben de hablar en
público. Cuando surge este tema, él expresa su criterio en términos más claros en 14:34. El
desaprobar uno, dice Calvino, no aprueba el otro”.151
La decisión tomada entre estas tres alternativas depende, en gran manera, de la
interpretación que se le de a 1 Corintios 14:34-36 y 1 Timoteo 2:11-12.

La Participación de la Mujer en la Reunión de la Iglesia. El primer pasaje que


discutiremos se encuentra en 1 Corintios 14:34-36.
“Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar
(lalein), sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo,
pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la
congregación. ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?”
Existen varias sugerencias por los que ponen énfasis en 1 Corintios 11:5 en cuanto a
cómo puede este pasaje ser reconciliado con el permiso dado a las mujeres para hablar que el
capítulo 11 parece dar. Algunos creen que lalein se refiere a una prohibición de “chirrido”. En
griego clásico, la palabra, a veces, sí quiere decir “castañetear”, pero en el Nuevo Testamento no
lleva este sentido. Lalein se usa 24 veces en 1 Corintios 14 (vs. 2, 3, 4, 5, 6, 9, 11, 13, 18, 19, 21,
23, 27, 28, 29, 39). Es una exégesis forzada asignar a lalein el sentido de “castañetear” en este
uso singular entre veinticuatro usos en el capítulo, cuando no hay nada para indicar tal
significación en el texto. Otros dicen que lalein simplemente prohíbe hacer preguntas en la
reunión. “Ciertamente, todos sentirán que es impropio o indecoroso que ella actúe como los
hombres, poniéndose de pie, interponiendo observaciones, opiniones, preguntas, objeciones . . .”

150
“No es una implicación necesaria de las palabras de Pablo que si ella no habla, no tiene que cubrirse”. Barrett, p.
251.
151
Charles Hodge, First Corinthians, pp. 208-209. (1 Cor. 11:5) “sugiere que las mujeres participaron en la
adoración pública en Corinto. Pablo no hizo comentario en cuanto a la práctica; él trataba con el velo, no con el
ministerio de mujeres (14:34; 1 Tim. 2:12)”. Paul Marsh, “The First Letter to the Corinthians”, in G. C. D. Howley,
A New Testament Commentary, p. 398. Cf. también S. Lewis Johnson, Jr., “Ora o profetiza no quiere decir que
Pablo aprobó estas acciones de las mujeres en adoración pública. Más bien, estaba simplemente haciendo referencia
a lo que estaba sucediendo en Corinto sin autorización (14:34-35)”. The Wycliffe Bible Commentary, editado por C.
F. Pfeiffer y E. F. Harrison (Chicago: Moody Press, 1962), p. 124.

98
Con todo el debido respeto, es difícil entender por qué una mujer no podría preguntar, si se le
permite profetizar públicamente. La participación entusiasta que Lang contempla es absurda, y
sin duda no capta la idea de que una simple pregunta no usurpa la autoridad. Por el contrario,
muchas veces reconoce y establece la autoridad.
Otros sugieren que este versículo prohíbe la participación de las mujeres con el don de
lenguas. La pregunta es, ¿por qué entonces se enfocan solamente a las lenguas, cuando el
contexto inmediato menciona no sólo a las lenguas, sino también a las profecías (vs. 29- 33), y el
ejercicio libre de todos los dones (v. 26)? El asignar al versículo 34 arbitrariamente a las lenguas
no es persuasivo.
El mandato de Pablo es amplio. “Vuestras mujeres callen en la congregaciones; porque
no les es permitido hablar”. Esta referencia tiene relación inmediata y específicamente a la
reunión de la iglesia, y no habla de otras situaciones, donde las mujeres eran libres para
participar (Hch. 21:9).
La impresión dada en 1 Corintios 14 es reforzada en 1 Timoteo 2:8-12:
“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni
contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con
peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como
corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, (literalmente en
quietud, hesuchia) con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio
sobre el hombre, sino estar en silencio”.
El apóstol estipula que los hombres deben orar en la asamblea, pero no duplica este
mandamiento con una declaración similar en cuanto a las mujeres. Además, a ellas se les prohíbe
específicamente enseñar y se les instruye a que aprendan “en silencio”. Otra vez, se refiere
solamente a la reunión de la iglesia. No hace alusión a otras áreas. Más adelante vemos que se les
manda a enseñar en algunas situaciones (Tito 2:3-4).
Es importante reconocer que estas instrucciones son pertinentes hoy en día. Inmediata-
mente después de la discusión del papel de la mujer en la reunión de la iglesia, Pablo escribe, “Si
alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del
Señor” (1 Cor. 14:37). Las instrucciones del apóstol no son opiniones prejuiciosas de un
antifeminista o machista del primer siglo, ni tampoco son sólo la expresión de costumbres
antiguas. “No es, entonces, un caso de la opinión de Pablo, ni una anticuada restricción, sino la
voluntad expresa de la cabeza de la iglesia”.
En un contexto que describe el ejercicio libre de los dones (1 Cor. 14:26-36), se manda a
las mujeres a no hablar en la iglesia. Ellas no deben participar en las discusiones generales ni
deben enseñar (1 Cor. 14:35; 1 Tim. 2:11). No deben participar públicamente en la oración de
esa reunión, como deben hacer los hombres (1 Tim. 2:8-9).
Regresando a 1 Corintios 11:5, aparece que, aunque este versículo por sí solo daría la
idea que las mujeres son libres para orar y profetizar en la reunión de la iglesia, una comprensión
más amplia parece indicar que este no es el caso. La mujer debe de cubrirse en la reunión, y no
debe participar públicamente.

99
VI. CONCLUSIÓN: UN RETO
Existe inquietud en las iglesias evangélicas en la actualidad que un observador realista no
puede pasar por alto. Es aún más sorprendente porque ésta es evidente en iglesias que
aparentemente son florecientes y crecientes. Un deseo ferviente por un cambio positivo está
penetrando en casi todos los grupos evangélicos, y muchos cambios ya se están llevando a cabo.
Esto es muy animador. Al grito: “Deje que la iglesia sea la iglesia” uno sólo podría
prorrumpir de corazón, ¡”Amén”! Pero inmediatamente se levanta una pregunta de profunda
importancia. ¿Qué es la iglesia? ¿Cómo podemos cambiar para ser más como el Señor Jesucristo
quiere que seamos, y no meramente hacerlo según un camino determinado por la inventiva
humana y el pragmatismo? ¿Cómo podemos evitar un cambio caprichoso que sólo nos llevará a
más frustraciones en pocos años?
En medio de este contexto de agitación y cambio, es preciso que los siguientes principios
gobiernen a la iglesia:
1. La palabra de Dios, y solamente la palabra de Dios, es la guía adecuada en formar una
doctrina de la iglesia. Damos gracias a Dios por obrar providencialmente en la historia de la
iglesia, pero no podemos estar atados por la historia o la tradición, aunque no debemos
reaccionar ciegamente contra ellas. Las prácticas no son ni verdaderas ni falsas por ser viejas,
pero al Espíritu de Dios tenemos que dejar guiarnos a una comprensión nueva.
2. La enseñanza de la Biblia en cuanto a los dones espirituales y el ministerio de todos los
creyentes en el cuerpo local tiene que ser claramente explicada y seguida. El espectador-ismo
tiene que sufrir una muerte rápida y no lamentada. Una iglesia que no está desarrollando y
estimulando el ejercicio de los dones espirituales, está fallando en su misión dada por Dios.
Perfeccionar “a los santos para la obra del ministerio” (Ef. 4:12) es nuestra función. La
realización de esta responsabilidad traerá nueva vida a algunas iglesias viejas y cansadas.
3. Las reuniones de la iglesia deben ser evaluadas cuidadosamente según el ejemplo
neotestamentario. La cena del Señor no debe ser relegada a un segundo lugar en la vida
congregacional o en la vida del creyente. Reconocer que el Nuevo Testamento no conoce nada
de nuestro servicio de “una vía”, en donde la gran mayoría se sientan y permanecen mudos
mientras sólo un hombre enseña, sino que había una sesión abierta en la cual varios hombres
participaron, debe causar que las iglesias se pregunten si tienen aún una sola reunión semejante
los domingos. ¿Podemos totalmente hacer caso omiso del ejemplo bíblico?
4. Mientras la independencia de la iglesia local tiene que ser reconocida y respetada, la
unidad del cuerpo de Cristo tiene que recibir expresión práctica también.
Estos, y otros asuntos, tienen su fundamento en la enseñanza de los apóstoles. Hay vigor
y frescura en un grupo de creyentes quienes están convencidos de que están edificando como
Dios quiere, adorando como Dios quiere. Aún más, seguir la voluntad de Dios es prepararse más
completamente para su bendición. El plano de Dios para la iglesia no es meramente un arreglo
arbitrario, sino un plan para asegurar para su pueblo “la llenura de la bendición de Cristo”.

100
El Señor Jesús y sus apóstoles establecieron sólo la iglesia local como una institución
visible en la tierra, y hasta que él venga, es la iglesia local que está al centro de su programa. Lo
que le es importante a él debería serlo para nosotros, y debemos de cumplir con su voluntad
como la cabeza del cuerpo en todo asunto.
¡Esto es muy estimulante: ser un seguidor del Señor Jesucristo, y también ser incluido en
la vida en su cuerpo! Hace varios años, abandoné un ministerio muy recompensador de instruir
en una universidad bíblica para comprometerme a probar en una iglesia local los principios de la
palabra de Dios relacionados a la vida de la iglesia. Sin duda, ésta ha sido una de las experiencias
más significantes de mi vida. Como un grupo de cristianos, nuestra congregación tiene un
camino largo para cruzar todavía. Hay mucho que aprender mientras seguimos aplicando la
palabra de Dios a nuestra vida congregacional. Pero cada paso que hemos tomado para obedecer
más completamente los principios y prácticas del Nuevo Testamento nos ha producido
crecimiento personal y desarrollo corporativo. Hemos visto a personas venir a conocer al Señor
Jesús; hemos visto un interés más profundo en la palabra de Dios; hemos experimentado más
compañerismo verdadero unos con otros. ¡Sí, sirve! ¡Cuánto anhelo para cada grupo de
cristianos el mismo sentir de la presencia de Dios entre ellos como lo hemos llegado a
experimentar! Me entristece visitar iglesias con visión limitada, con una tibia y mediocre
dedicación, y con un espíritu pesimista que está satisfecho con su condición actual. El Señor
tiene muchísimo más para nosotros, si sólo nos volvemos a él y nos sujetamos a obedecerlo a él
y a su palabra sin reserva en las vidas de nuestras iglesias y en nuestras vidas personales.
Hay un aviso que a veces aparece en los paquetes. Dice: “Para resultados óptimos,
obedezca la instrucción del fabricante”. Indudable-mente, es cierto en la asamblea. Para los
mejores resultados, debemos de obedecer las instrucciones de la cabeza de la iglesia, como las ha
dado en las Escrituras. Vida en su cuerpo no es meramente ir a la iglesia los domingos en la
mañana. Es compartir vida, la vida de Cristo, con otros creyentes. Sus instrucciones en las
Escrituras no son simplemente reglas. Son pasos hacia una nueva dimensión en nuestra relación
espiritual con el Señor y con nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Una última palabra queda. El Nuevo Testamento claramente nos enseña acerca de la
organización y el diseño de la iglesia. Sin embargo, no podemos tener iglesias neotestamentarios
hasta que tengamos cristianos del Nuevo Testamento. Se necesitan cambios estructurales, pero
estos no producirán automáticamente los cambios espirituales. Mientras anhelamos y trabajamos,
con la ayuda de Dios, a establecer iglesias verdaderamente bíblicas, debemos de pedirle,
transformarnos por su Espíritu, en hombres y mujeres espirituales.
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de
lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia
en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef. 3:20-21).

101
INDICE DE TEXTOS BIBLICOS

El índice que aparece a continuación es una copia del libro “Vida en su Cuerpo”,
publicado por Editorial CREO. Debido al formato de este documento, el número de las páginas
no corresponden a los pasajes dados.
Génesis 18:15-20 181 8:12 158 129, 146,
1:27 191 18:17 148 8:35-39 158 148, 185
1:27-30 191 18:18-20 184 8:36-39 157 20:28-31 132
2:18 190 19:4 161 9:17 75 20:29 171
2:20 207 19:14 161 9:18 158 21:10-11 60
2:21-23 190 20:26-28 199 9:31 153 21:9 195, 212
2:23 191 28:16-20 164 9:36 198 22:16 166
5:2 191 28:19 45 10:43-48 162, 163
16:7 191 28:19-20 158 10:47 158 Romanos
18:9, 15 191 11:15-17 162 6:1-10 162
Marcos 11:19-26 50 7:5 187
Éxodo 1:8 156 11:24 75 12:3 37, 57,
10:38, 39 156 11:27-30 60, 149 71
12:14 107
16:15 13 11:30 124 12:3-8 54
13:3, 9 107
12:5 92 12:4-5 32
15:20-21 192
Lucas 12:12 197, 199 12:4-6 55
38:8 191
13:1 50, 58, 12:5 35
1:15, 41, 67
79 12:6 55, 59
Levítico 2:36 192
13:1-4 148
4:1 75 12:7 35, 61,
3:17 99 13:2 187
6:40 45 64
7:10-14 99 13:9 75
8:2-4 194 12:7, 11 54
7:26-27 99 14:4, 14 73
10:38-42 194 12:8 62, 64,
11:38 156 65
Deuteronomio 12:9, 28, 30 68
12:50 156
16:3 107 14:23 115, 124, 12:10, 28 59
22:15 94
16:11-14 191 129, 137, 12:12-27 32
22:16 104
143 12:14-20 56
22:20 103
Jueces 15 113 12:20-26 57
13:3 191 15:2,4,6,23 124 12:21 35
Juan 15:22-29 150 12:26 36
1:33 156 15:32 50, 60
2 Reyes 3:23 157
12:28 59, 61
15:35 51, 79 14:1 60
5:14 155 4:27 194 16:4 124 14:1, 3 149, 173
22:14 192 10:16 146 16:11-15 197 14:1-40 59
16:13 10, 27 16:14-15 159, 161
1 Crónicas 14:3 60
16:15 197 14:4 27
28:19 27 Hechos 16:33-34 159 14:24-25 60
1:5 156, 162 16:34 161 14:26 50
Nehemías 1:9-10 157 17:4 197 14:29-31 60
6:14 192 1:14 199 17:12 197 15:7 149, 173
1:21-23 59 18:2 197 15:8 140
Salmos 2:4 75 18:2, 18, 26 199 15:15-19 67
51 180 2:17-18 59 18:7-8 87 15:26 141
2:41 158 18:8 159, 161 16:1 175, 196
Proverbios 2:41, 42 170 18:18 200 16:1-2 141
2:42 78, 80 18:24-28 149, 173 16:2 176, 200
31:10-31 192
2:42, 46 79 18:26 195, 197, 16:3 197
2:46 80, 94, 198 16:3-5 199
Isaías 97, 100 19:4-5 159 16:5 200
8:3 192 4:8, 31 75 19:8-10 87 16:6 200
21:4 155 5:5, 10 187 19:9 76 16:7 73
5:9-10 13 19:11-12 74 16:12 200
Jeremías 5:14 196 19:32,39,41 31 16:17-18 181
31:31-34 103 6:1 196 20:7 79, 80,
6:1-6 140 95, 96 1 Corintios
Mateo 6:3, 5 75 20:8, 11 97
1:10 134
3:11,14 156, 162 6:3, 5-6 141 20:17 125
1:14-17 165
13:38 99 6:24 139 20:17, 28 122
1:16 161
16:18 9 7:38 31 20:28 61, 123,
2:1 103
18:15-17 182 7:55 75 124, 125,
3:1-3 69

102
3:16-17 146 7:8-10 179 1 Tesalonicenses 1:6 128
5:1-13 181 8:1-4 149 3:6, 14-15 148 1:6-7 127
5:3-5 148 9:1-13 149 5:12 130 1:7 125, 133
5:4 184 11:8-9 149 5:12-13 125, 129, 1:9, 11, 13 132
5:4-5 184 11:13-15 66 131 2:3-4 213
5:5 184 12:7 187 5:19 49, 82 2:3-5 198
5:6 180 12:12 67 5:21-22 66 2:4-5 199
9:1 59 13:5 171 3:10 181, 184
9:5-6 23 13:11 134 2 Tesalonicenses
9:14 103 13:14 36
3:6, 14 184 Filemón
10:16-17 101 2 197
3:6-15 181
11 80 Gálatas 3:14 179
11:2, 16 25 1:1 59 Hebreos
3:15 182
11:2-16 203, 208 1:6-9 172 2:3-4 67
11:5 213, 216 1:8-9 181
11:9 207 1 Timoteo 8:5 27
1:19 73 8:6-13 103
11:11 206 1:20 181
2:11-14 150 10:25 175
11:16 149 2:8-9 213
2:20 95 12:7 178
11:17-21 80 2:8-12 212
3:28 202, 206 13:7, 17, 24 64
11:17-34 95 2:11 213
4:24 99 13:17 126, 131
11:21 97 2:11-12 207, 211
6:1 179, 182,
11:25 103, 107 2:12 196, 216
183 Santiago
11:26 103 2:13 191
6:2 36
11:27-29 101 2:13-15 199 2:1-5 173
6:6 43
11:27-32 105 3:1-2 125 2:2 76
6:10 146
11:28 105 3:1-7 126 5:13-16 68
11:29-32 178 3:1-13 141 5:14 125
Efesios 3:2 43, 61,
11:30 105, 187
1:22-23 9 127, 129 1 Pedro
11:33-34 97, 106
1:23 146 3:3 133
12:3 172 3:21 163, 164
2:11-21 173 3:4 128
12:4-6 55 3:7 199
2:19-20 58 3:4-5 131
12:9 63 4:10 55
2:19-21 146 3:5 128
12:10 65, 68, 4:10-11 54
2:20 42, 59, 3:6 127
70 4:11 64
60 3:7 127
12:10, 30 68 5:1 125
2:20-22 27 3:8 140
12:13 32, 69, 5:1-2 123
2:21 146 3:8-13 140, 141
156, 162 5:1-4 61, 124
3:5 59 3:11 142, 196
12:27 146 5:2 146
3:10 9 3:14-15 11
12:28 63, 64 5:2-3 129
3:20-21 221 3:15 9, 146
12:30 69 5:3 131
4:1-16 32 4:14 126
12:31 73
4:3 33 5:5 199
13 73
4:4-6 33 1 Juan
1 Corintios 5:9 137
4:7 55 1:5-10 105
5:9-10 196
14 69 4:7-16 54 2:18-19 171
5:10 113, 198
14:1 68, 73 4:11 59, 61, 2:22 172
5:17 64, 112,
14:2-39 211 62, 124 4:1 66
125, 131,
14:13, 27 70 4:11-12 44 4:1-6 74
132
14:20-22 68 4:11-16 41 4:2-3 172
5:17-18 133
14:26 78, 79, 4:12 218 5:20 180
81, 82, 4:13-16 49 5:22 127, 129, 2 Juan
85 5:25 95 1 125
130
14:26-36 213 9-11 149, 181
5:23 74
14:33-34 149 Filipenses 10 175
6:3-5 181
14:34-35 216
1:1 125, 140
14:34-36 207, 210, 3 Juan
211
1:27 134 2 Timoteo
2:12 134 1:5 198 1 125
14:34-40 209
2:25 59, 73 2:20 146 5-8 149
14:35 79
2:27 74 3:14-15 198
14:36 27
14:37 12, 213
4:3 197 3:16-17 46 Judas
4:15 149 4:5 62 4 171
16:1 149
16:19 197, 199, 4:19 200 12 97
200 Colosenses 4:20 74
1:7 140 Apocalipsis
2 Corintios 1:18 146 Tito 2:14-16 181
1:23, 25 140 1:5 125, 129, 17:9-10 99
2:7 179
2:11-12 160 143
2:7-8 182
4:15 197 1:5, 7 123
3:1 175
3:13-16 214 1:5-9 126

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