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Primera edición, 2013

Carrington, Leonora
Leche del sueño / Leonora Carrington ; pról. de Ignacio
Padilla ; notas de Gabriel Weisz, Alejandro Jodorowsky. —
México : FCE, 2013
60 p. ; ilus. ; 29 × 25 cm
ISBN 978-607-16-1217-5

1. Cuentos 2. Literatura — Siglo XX I. Padilla, Ignacio,


pról. II. Weisz, Gabriel, nota III. Jodorowsky, Alejandro, nota
IV. t.

LC PR6053 Dewey 863 C1341

Distribución mundial

© 2013, Herederos de Leonora Carrington


© Estate of Leonora Carrington / ARS, por las imágenes
© Alejandro Jodorowsky

D. R. © 2013, Fondo de Cultura Económica


Carretera Picacho Ajusco 227, Bosques del Pedregal
C. P. 14738, México, D. F.
www.fondodeculturaeconomica.com
Empresa certificada ISO 9001:2008

Edición: Eliana Pasarán


Coordinación editorial: Mariana Mendía
Diseño: Miguel Venegas
Prólogo: Ignacio Padilla
Nota: Gabriel Weisz
Nota: Alejandro Jodorowsky

Comentarios:
librosparaninos@fondodeculturaeconomica.com
Tel.: (55)5449-1871. Fax: (55)5449-1873

Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra,


por cualquier medio, sin el consentimiento por escrito
del titular de los derechos correspondientes.

ISBN 978-607-16-1216-8 (obra completa)


ISBN 978-607-16-1217-5 (edición facsimilar)

Impreso en México • Printed in Mexico

Leer a Leonora Carrington puede provocar


que la cabeza se eche a volar. Se recomienda
al lector cerrar sus ventanas siempre que abra
este libro, que se terminó de imprimir en abril de 2013
en Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A.
de C. V. (IEPSA), calzada San Lorenzo 244, Paraje
San Juan, C. P. 09830, México, D. F.

El tiraje fue de 2 000 ejemplares.


Entre cuentos
y bestias sin nombre
por Gabriel Weisz

Cuánto tiempo ha pasado desde que te sentabas a patas sobre la pared, para arrancar pedazos de la
relatar cuentos en aquel cuarto que tenía un mural superficie. Todavía me acuerdo del sabor, entre sala-
con animales, plantas salvajes y altísimas montañas, do y repulsivo, del muro; una sensación especial en
en un mundo que sólo se conocía a sí mismo. Luego la lengua y el rechinar de dientes cantando en el crá-
esta maravilla se cubrió con una capa de pintura neo con los pedazos de yeso flotando en la boca. Tal
blanca, dejando un muro triste, vacío y sin vida. vez de aquí surgió el cuento “El niño Jorge”, con el
Los cuentos de esta libreta representan un diálo- niño que comía paredes. Ahora no puedo preguntar-
go muy íntimo entre tu imaginación, los miedos y la te si él tenía algo que ver conmigo; si lo hubiera he-
existencia que pasaba de vez en cuando para escu- cho quizá habríamos reído, sorbiendo de nuestras
charte. Me queda la memoria de una sensación, pues tazas té negro cargado, como tantas veces lo hici-
aquellos días son tan lejanos que se me escapan al- mos, sentados alrededor de la mesa redonda de ma-
gunos detalles. Sin embargo, si estuvieras todavía dera en la casa de Chihuahua. De ese lugar quizá
entre nosotros, estarías de acuerdo con que no de- surgió también el Monstruo de Chihuahua, protago-
ben olvidarse, con que no deben cubrirse con esa nista de un relato, esa criatura con varias patas que
pintura densa de la que está hecho el olvido. se paseaba justo afuera de nuestra casa. Convertis-
Fue extraño que mi hijo Pablo un día te leyera te la calle y la casa en un lugar para fabricar ficcio-
algunos de estos cuentos en compañía de Daniel, nes, para que la imaginación pudiera desalojar lo
con quien también tuviste una comunicación espe- cotidiano.
cial. Sonreías como si regresaras a esos momentos En tu libreta, dibujos y relatos se mezclan como
donde tu humor no tenía fronteras, cuando todavía ingredientes de una gran cocina alquímica parecida
podías responder con esa mirada profunda que siem- al taller donde pintabas. El resultado que ahora tie-
pre te caracterizó. Al poco tiempo ya te habías aleja- nen tus lectores en las manos es un raro y delicioso
do hacia un mundo completamente ajeno; tus ojos platillo que todos pueden saborear con el paladar de
miraban hacia el interior. los ojos y escucharlo para saciar el hambre de sus
En ocasiones los niños y las niñas de tus cuentos sentidos.
resultaban unos desconocidos. ¡Pero no! Ahora re-
cuerdo un animal pequeño que se acercaba, a cuatro Coyoacán, 4 de octubre de 2012
Contar espejos cóncavos
por Ignacio Padilla

Leonora Carrington prefirió siempre el cuento por laberinto, y que esa oscuridad es lo que de verdad
encima de cualquier otro género. No podía ser de atrae al niño, quien accede a habitar el cuento que va
otro modo: su abundante imaginario y su intuición escuchando. Lo que es inmediato en la pintura es ge-
de lo subyacente estaban arraigados sin remedio en rundio en el cuento: la experiencia estética de la lite-
la primigenia oralidad, fuera pintada, fuera contada. ratura oral procede de la enunciación y la organización
Y como el cuento es en esencia un vástago de la paulatinas del desorden. Por otra parte, intuimos que
enunciación hablada de un inconsciente individual todo onirismo sugiere una fantasía infantil, y que lo
que de golpe se vuelve colectivo, no es sorpresa que inacabado de uno y otra es sólo aparente. El falso
Carrington fuera tan cuentista como dibujante, tan caos de lo imaginado, lo narrado o lo soñado es lo que
narradora como pintora. auténticamente resuelve la confusión de la persona
En tanto artista de tesitura amplísima y coheren- en ciernes, ese espíritu en formación que, hasta que
te, Leonora Carrington fue una pertinaz retratista y sucede el milagro del arte, no consigue articular o no
articuladora de los sueños, horrores y deseos infanti- se atreve a reconocer todo aquello que el martillo de
les que cada uno sobrellevamos hasta la muerte, la realidad considera inaceptable.
pero que sólo algunos han sido capaces de enunciar Por todo esto importan, perseveran y trascien-
para el mundo, un mundo que en el siglo XX libró una den conjuntamente el surrealismo y la niñez, el sueño
lucha campal por evitar que la madurez violentadora y el cuento: ambos se catapultan desde la plataforma
de la modernidad le adormeciera o envejeciera el al- del desasosiego compartido y la lógica descarnada de
ma. Desde su militancia en el surrealismo, Carrington nuestro yo elemental; ambos sugieren y nombran lo
formuló el rotundo non serviam del artista moderno innombrable. Ambos resuelven desde la imaginación
contra las imposiciones más esclerotizantes y más y con la guía del padre-artista lo que de otro modo
adultas del progreso. Ella definitivamente estuvo pre- sería dolorosamente inexplicable.
sente cuando llegó la hora de que el psicoanálisis y el En el siglo XX un reducido y selecto número de
arte pusieran al descubierto el secreto edificio del in- artistas nos legó un registro inapreciable y aún vigen-
consciente, un edificio de perturbadora belleza que te de las posibilidades dichosas de un matrimonio
sigue recordándonos que no sólo somos nuestros sue- entre el lenguaje de los sueños y la narrativa para
ños, sino que lo soñado dialoga con el niño que fui- niños. Con Leche del sueño, la autora demuestra que
mos y que continuamos siendo. la sensibilidad del artista jamás se detiene, puesto
Siempre hemos intuido que en los cuentos, como que su labor consiste en universalizar las catarsis
en los sueños, enfrentamos a salvo la oscuridad del más íntimas, los ritos más personales, la intensidad
de la propia experiencia cotidiana vivida como la Estos cuentos conviven con las ilustraciones de
épica de la humanidad. tal forma que constituyen una unidad irrompible. No
Si el surrealismo y el cuento infantil son expresio- por nada, la literatura infantil ha dialogado desde
nes ordenadas de procesos caóticos, una libreta siempre con las posibilidades, espejismos y lecciones
como ésta, trazada por una artista como ésta, debe de la complicidad entre la palabra y la imagen. En los
por fuerza interpelarnos desde el punto preciso de la felices casos en los que el autor del texto de un cuen-
imaginación donde se encarna el trabajo artístico to para niños es también el ilustrador, el diálogo entre
como ordenación sugerida del caos. Con demasiada lo visto y lo oído se vuelve tan valioso como necesa-
frecuencia, la máscara de la artificialidad, la búsque- rio. El niño o el adulto que escuchan y miran este tex-
da de la pulcritud clásica o áurea o sencillamente real to multipinto, terriblemente dulce y polisémico son
nos han apartado de la bella desnudez de lo espontá- sólo espectadores del debate que Carrington mantu-
neo; el apunte, en cambio, nos enfrenta con el trazo vo siempre consigo misma: la discusión, a veces sutil
apremiante y sin borrones, exhibe el mínimo trabajo y a veces atormentada, del creador con su imaginario,
necesario para que podamos seguir mirando o escu- con sus horrores y sus anhelos, pero sobre todo, con
chando o leyendo lo monstruoso, es decir, lo que se esa memoria de vida que, reactivada o catapultada
muestra. por la experiencia de la maternidad, le recordaba en
No hay, pues, barateos en este librito inmenso; qué medida somos el miedo a nuestros deseos.
no hay en estos cuentos visibles de lo invisible ne- La mayor parte de la obra literaria de Leonora
gociación alguna; no hay sobrantes atildaduras en Carrington fue escrita en francés. La artista tiene al-
estas visiones contables. Basta pasearse por sus ho- gunos cuentos en su lengua nativa, y sólo éstos, que
jas desarboladas para entender que la artista no pen- se sepa, fueron directamente escritos en español, la
só en sus historias más de lo que necesitaba hacerlo lengua que la arropó en la última y más próspera eta-
para contar y contarse sus miedos y sus deseos. Aca- pa de su actividad artística. La lengua de su exilio y
so corrió a escribirlas luego de improvisarlas para de sus hijos le impuso generosamente la necesidad de
sus pequeños, perpleja ante sus propios descubri- articular sus cuentos en un español espontáneo que
mientos. Quizás apenas las retomó horas o días más hace que los textos sean tan bocetos como las imáge-
tarde para darles el color que les imaginó en la prime- nes, lo cual los aproxima y los enaltece como una
ra pincelada del había una vez, como habría hecho al obra de arte en sí misma, terminada en su inconclu-
despertar de un sueño recurrente. Puede ser que en sión. Lo caricaturesco y lo monstruoso, lo inconcluso
su apresurado trazo de estas imágenes, a Carrington y lo imperfecto son también visibles en la prosa de
se le haya escapado del marco imaginario uno que Carrington, tan eficaz y tan elocuentemente inacaba-
otro monstruo: un zopilote, un búfalo, una mosca, un da como la mente del niño y como la mente del artis-
señor azul. Tal es la frescura del trabajo, que ensegui- ta en el instante de sus iluminaciones maternales.
da se percibe en sus páginas la natural simbiosis de Esta prosa despeinada y espontánea encaja pro-
texto e imagen, que en el caso de Carrington es casi digiosamente con la idea misma del boceto y el
un acto de sincretismo entre las mitologías, supersti- apunte. Produce un caldo excepcional para el culti-
ciones y relatos de las innumerables tribus que pue- vo de personajes tan deformes como reconocibles.
blan la infancia: la suya, la de sus hijos, la nuestra. Y es que en esta obra habitan seres tan originales
como tópicos, que vienen del alma del artista que a su sitio, el niño vivirá con una casa por cabeza, el
encarna y refleja el alma colectiva. Estos seres están monstruo seguirá siendo monstruo una vez que
obligados a ser todos entrañables a su manera: son haya devorado su pastel, la mujer blanca vestida de
dulces y terribles, como las fantasías de su creadora. negro llora todavía. La fatalidad, en el mundo de lo
El niño que come cal no puede menos que ver su soñado y en el mundo de la infancia, es fiesta porque
cabeza convertida en una casa y acomodarse feliz- está precisamente allá: del otro lado, en la otra ori-
mente a la idea de vivir así; la bruja devora y mutila lla, en ese punto de no retorno donde lo más opro-
mientras la madre amorosa pega con chicle la cabe- bioso y lo más espeluznante son risueñas y risibles
za cercenada de su hijo, aunque la pega invertida y bendiciones del esperpento.
nada se puede hacer para remediarlo; acá los mons- Desde el espejo cóncavo del arte y del imagina-
truos son felices con su pastel de cumpleaños y los rio infantil estas historias nos tocan profundamente
jardineros hacen rosas con carne de chivo molido; porque somos nosotros quienes aún podemos con-
allá un zopilote cae en una gelatina y se coagula, y en trolarlas. O bien, porque el artista, como el padre o
otro relato una mujer blanca enlutada llora cuando la madre, pone sus relatos en manos de sus niños
se descubre en un mundo donde las lágrimas son para que aprendamos a navegar y quizás hasta pilo-
azules y verdes… tear la Nave de los Locos. Dicen que los niños y los
Con frecuencia, además, este bestiario engendra locos dicen siempre la verdad. Esto no es cierto, o no
otros bestiarios, otros personajes que se desprendie- del todo. Mejor sería decir, por paradójico que pa-
ron del cuento hasta aposentarse en los márgenes de rezca, que los niños y los locos mienten la verdad en
la hoja, ajenos pero entremetidos, afirmándose como los términos en los que alguna vez quiso plantearlo
más bellos o más enteros que los otros. Todos, aun Stephen King, otro gran hipnotizador: “Niños: la fic-
en su aparente tragedia de ser monstruosos o estar ción es la verdad que se esconde detrás de cada men-
muertos, asumen finales felices, no porque ello im- tira, y esa verdad es muy sencilla: la magia existe”.
plique una vuelta al orden social, sino porque la fe- Ésa y no otra es la magia que liberan para nosotros
licidad y la madurez están precisamente en la asunción los cuentos que Leonora Carrington escribió e ilus-
de lo insólito o lo espantoso: las cabezas no volverán tró en esta libreta.
libreta
Juan Sin Cabeza
El Niño Juan Tenia Alas en lugar de orejas –
Se Veia raro – “Mira mis orejas!”
La gente se espantaron –
En la noche Juan le gusto mover sus
orejas – Una Noche le movieron tanto que
su cabeza se fue Volando por la Ventana –
Juan quedo sin cabeza y no pudo llorar
el Niño sin ojos ….. ENTONCES …
se levanto y fue corriendo atras de su
cabeza que fue volando de Arbol a Arbol
Como si fuera un pichon.
La mama del Niño mirando por la
Ventana vio su Niño corriendo en la Noche
“Donde vas?”
“Se fue mi cabeza”
“Que disgracia” dijo la pobre Mujer.
“Ha! Ha! HA!” que si reia la cabeza.
Juan corrio mucho pero no podria alcanzar
su cabeza que siempre voló riendo.
“Prestame su lazo” dijo Juan
a un hombre – “Sí”
Con el lazo Juan pesco su Cabeza
Volvio el Niño a su casa muy cansado con
la cabeza brincando atras fuertemente amarrada
por el lazo –
“Mama,” dijo Juan, “Pegame mi Cabeza
y su mama pego la cabeza en los
hombros del niño con chicle –
Pero
como era en la noche le pego al reves.
“Que no te Vuelve escapar tu cabeza”
Y Juan tomo mucho cuidado –
El Nino Jorge
Jorge le gusto comer la
pared de su cuarto.
“No lo haces”
dijo su Papa –
El Niño Jorge Seguio
comiendo pared –
Su papa fue a la
Farmacia y le compro
una botella de pastillas de
pared.
Jorge comio todos –
Crecio una casa de
su cabeza
Era contento jugando
con la casa –
El Papa quedo Triste
porque dijeron: “Que
Niño Raro tiene usted Señor.”

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