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CLASE 7 - 2013

NUESTRA RESPONSABILIDAD CON LAS GENERACIONES FUTURAS

“La conquista final del hombre es la abolición del hombre”

CS Lewis1

Si esta aseveración de CS Lewis fuese cierta, que triste sería nuestro futuro.
Implicaría que hemos fallado en nuestra doble responsabilidad de herederos
del esfuerzo que nos han legado las generaciones pasadas y de custodios del
bien de las generaciones futuras; que hemos perdido la batalla de resguardar
nuestro medioambiente.

Hay quienes piensan que la preservación y cuidado de la naturaleza es más


importante que la persona misma. Es una reacción extrema frente al abuso
que algunos hacen de los dones que la naturaleza nos ofrece, con el pretexto
de generar desarrollo económico. Ha habido un proceso creciente de
extenuación de recursos no renovables, de desertificación, de escasez de
agua, y de contaminación en las grandes ciudades. Y se produce la paradoja
que aunque necesitamos energía urgentemente en el país, ésta no se puede
generar, porque se afecta el entorno natural.

Debemos evitar posturas extremas. Necesitamos explotar los recursos de la


naturaleza para satisfacer las legítimas necesidades del hombre, pero la
explotación sin reglas de estos recursos, es una amenaza para toda la
humanidad, pues hace más frágil la vida en la tierra. No se debe considerar la
naturaleza como intocable, y tampoco se debe abusar de ella. Debemos
integrar de manera más orgánica el desarrollo industrial, el crecimiento
económico y el respeto por la naturaleza.

1
Tomado de Ruiz de la Peña Juan L., Teología de la creación, Sal Terrae, Salamanca 1987, 188.
La preocupación por el medioambiente es un tema ético

El futuro de la humanidad depende en gran medida de cómo nos


relacionemos con la naturaleza. Por ello, los temas vinculados con el medio
ambiente no pueden limitarse tan sólo a lo científico, técnico, legal o
económico, pues tienen una dimensión ética insoslayable.

No es entendible que el fruto del trabajo humano, que persigue el bien a


quien lo realiza y a la sociedad toda, genere trastornos que pongan en riesgo
la vida del hombre en la tierra. Tampoco es entendible que entendamos
como desarrollo una orientación excesiva al consumo, que pone una
exigencia desmedida sobre los recursos naturales. No resulta sensato pensar
en un consumo ilimitado, si los recursos que poseemos en el planeta son
limitados. Además, el sistema de producción industrial genera desechos, y la
capacidad de absorción del planeta es limitada, lo que claramente acarrea un
proceso de degradación del ambiente. Muchos de estos residuos son tóxicos
y perjudican el agua, la flora y la fauna, y por cierto, a los seres humanos de
todo el mundo.

Nuestras acciones y decisiones, por muy localizadas que sean, tienen un


impacto planetario. Esto requiere un enfoque de colaboración y solidaridad
entre todos los actores, y de coordinación entre países y empresas. Es la
única forma de enfrentar con éxito temas como la intensificación del efecto
invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la crisis de la biodiversidad,
la explotación creciente de los recursos naturales, y la contaminación de las
aguas, el aire y el suelo. La suerte del hombre está íntimamente ligada al
devenir de la naturaleza.

La Responsabilidad de la Empresa

El verdadero indicador de la actividad de una empresa u organización es el


impacto que su actividad tiene sobre el desarrollo humano de la persona y el
bienestar de la sociedad. A esto se refiere la Responsabilidad Social.

Responsabilidad Social no es tan sólo filantropía (que es por cierto una


actividad muy loable) ni una de las formas que adquiere el marketing de la
imagen de la empresa (que también es legítimo y bueno hacerlo). Es mucho
más que esto. Es una nueva forma de entender toda la actividad de la
empresa, por lo cual incluye de un modo integral las distintas dimensiones de
su actividad y se ve reflejada en su estrategia. La Responsabilidad Social bien
entendida no es un costo, sino que es una forma de generar valor económico
que genera también valor social.

La empresa es parte integral de la sociedad y no tan sólo una actividad


productiva de bienes y servicios que se venden a terceros. No es una isla o un
apéndice de la sociedad. Su actividad no se agota en lo económico. El
comportamiento ético, la preocupación por el medio ambiente y la inserción
de la empresa en la comunidad son temas que están altos en la lista de
preocupaciones.

La gestión de empresas debe ser sensible a las demandas e intereses de


todas las audiencias relevantes y poner a las personas en el centro de su
atención. En los tiempos actuales, no puede imaginarse una empresa que no
tenga una clara concepción de todas sus responsabilidades y de los límites de
su actuar. La reputación de la empresa es una medida del aprecio que la
comunidad tiene por la labor desplegada por ésta.

Por ello nuestro llamado es a preparar a la organización para enfrentar con


responsabilidad los cada vez más acuciantes y difíciles desafíos sociales y
medioambientales. Para poder enfrentar con éxito estos desafíos se requiere
partir de lo más básico: reconocer que hay un problema, aprender a
descubrirlo en el accionar de la empresa, tomar conciencia de su urgencia,
dimensionarlo, medirlo, socializar los resultados y conclusiones de los
estudios, tomar medidas. La sustentabilidad social y la preservación del
medioambiente exigen los esfuerzos de muchos y no podemos seguir
esperando para asumir las decisiones que nos corresponden.

Reflexionar en torno a estos temas es una exigencia que surge del interés
por el futuro de la humanidad. Y es evidente que la empresa no sólo no
puede permanecer indiferente sino que tiene que hacerse cargo de estos
hechos de manera protagónica, así como los gobiernos a través de políticas
públicas a nivel local y planetario.

Responsabilidad por la naturaleza

La responsabilidad social de la empresa incluye de un modo preferente la


responsabilidad respecto de la naturaleza. Ésta es la casa de todos y no una
mera fuente de materia prima para extraer y producir bienes y servicios. La
capacidad de transformar que posee el hombre debe tener presente que la
naturaleza es un don y todo cuanto existe está íntimamente relacionado. De
no considerar este hecho, el equilibrio que debe existir entre el hombre y la
naturaleza se verá cada vez más gravemente perturbado, lo que llevará a que
la naturaleza deje ser la “casa” del hombre para convertirse en una
verdadera amenaza.

Esta responsabilidad implica exigencias muy concretas en el orden


antropológico, social y ético. Es preciso tener presente que el futuro de la
humanidad depende de la manera como tratemos el ambiente hoy. Debemos
tomar conciencia de la forma en que nuestros actos afectan la naturaleza,
pues no tenemos derecho a hacer lo que nos plazca. La naturaleza es un bien
colectivo y no personal, que nos obliga a mirar más allá de nosotros mismos.
Debemos también mirar el impacto que nuestras acciones tienen hoy y a
futuro sobre otras personas.

Tal vez podamos contraargumentar aduciendo las prerrogativas que nos da la


propiedad privada, que es un derecho válido y necesario. Pero sobre ella
grava una “hipoteca social”, pues los bienes fueron destinados para el uso de
todos. Este es el principio del “destino universal de los bienes”, acuñado por
la Doctrina Social de la Iglesia, que no podemos ignorar.

Esta responsabilidad debe ser asumida por todos los habitantes del planeta,
pero se debe enmarcar en políticas públicas que favorezcan el cuidado del
medio ambiente. Junto al derecho a la vida se debe sumar el derecho a vivir
en un ambiente sano. Ello implica una mayor y más efectiva regulación
respecto del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en el ambiente.
Hacia un estilo de vida más frugal

No se pueden seguir consumiendo los recursos naturales para satisfacer


necesidades artificialmente generadas. Urge revisar nuestros estilos de vida,
particularmente el de los países ricos, que imponen una carga excesiva a los
recursos naturales, principalmente energía y agua, lo que genera en un
amplio espectro de la población una frustración que se hace insostenible.

En palabras del Papa Juan Pablo II:

“La sociedad moderna no encontrará soluciones al problema ecológico si no


revisa seriamente su estilo de vida. En muchas partes del mundo es proclive
al hedonismo y al consumismo, siendo indiferente a los daños que de ello se
siguen … La austeridad, la templanza, la autodisciplina y el espíritu de
sacrificio deben informar la vida de cada día, para que no se esté obligado de
parte de todos a asumir las consecuencias del no cuidado de pocos”2.

Es un llamado a cuestionar el consumo de las personas y la sociedad y sus


efectos en el medio ambiente. Introducir el concepto de austeridad en el
estilo de vida, especialmente en occidente es una urgencia del siglo XXI si
queremos conversar el planeta.

Del Cuidado del Medio Ambiente a la Reputación Corporativa


Jorge Lagos Rodríguez

Gerente Asuntos Corporativos y Sustentabilidad

Transelec

Hace 30 años, parecía que una empresa podía hacer cualquier cosa y la comunidad sólo asumía
que estaba bien. A mediados de los 90´ se instalaron los temas ambientales en la agenda pública, y
luego de un fuerte énfasis en los recursos naturales, el evento Barrancones y Freirina movieron las
fronteras hacia los aspectos sociales.

2
Discurso del Papa Juan Pablo II en la Jornada Mundial por la Paz en 1990.
Es que mucho se ha hablado del cambio que ha sufrido el entorno de los negocios en Chile:
comunidades más empoderadas, opinión pública que desconfía de las empresas, de las
Instituciones y de las autoridades. El tema es cómo se abordan estos cambios.

Hasta hace algunos años parecía que considerando los temas ambientales bastaba. Sin embargo, y
luego de fuertes episodios ya escritos, fue necesario incluir fuertemente los aspectos sociales
(Sustentabilidad), y en paralelo comienza a aparecer el concepto de Responsabilidad Social
Empresarial (RSE), erróneamente asociado con donaciones y filantropía. Actualmente en las
empresas modernas se impone la Reputación Corporativa como un concepto que permite
gestionar e integrar diversos temas.

Es que la Reputación Corporativa es uno de los dos indicadores no financieros más usados en el
mundo de las organizaciones. Existen variadas definiciones de reputación, pero en términos
generales la reputación se define como una representación perceptual, de las acciones pasadas y
expectativas futuras de la empresa, y que en términos generales describen el atractivo de la
compañía para sus distintos grupos de interés.

Estas percepciones se forman a través de la gestión de la Compañía en los diversos frentes y no


sólo desde la comunicación. Las dimensiones típicas se relacionan a oferta de servicio, aspecto de
innovación, integridad o gobierno corporativo, ciudadanía (incluyendo medio ambiente y
comunidades), liderazgo y solidez financiera. En tanto los públicos de interés deben considerar a
los internos y externos (clientes, proveedores, reguladores, comunidades, medios, entre otros).

Por tanto, la Reputación Corporativa se debe gestionar en cada uno de sus atributos y se debe
trabajar con cada público de interés. Además, debe gestionarse y situarse entre el delicado
equilibrio de la realidad y la comunicación. Si haces más de lo que comunicas, tienes una
oportunidad de mejora importante. Ahora si haces menos de lo que comunicas, estás en un riesgo
inminente.

Por esto la reputación debe ser un objetivo estratégico de la empresa y, por lo tanto, debe estar
liderado desde la alta gerencia ya que muchas de sus tareas serán en coordinación con otras áreas
de la Compañía. Esto porque la reputación impacta directamente en el quehacer de la
organización, incrementando los beneficios del negocio, potenciando el crecimiento y
minimizando los riesgos en situaciones de crisis.

Estos aspectos positivos permiten mirar a la Reputación Corporativa como una poderosa
herramienta para enfrentar los desafíos que enfrentan las empresas hoy en día. El desafío es
entonces trabajar dichos atributos con los públicos de interés y comunicar adecuadamente los
objetivos, acciones y valores de la empresa, así como crear canales de interacción con los distintos
grupos de interés que permitan generar con ellos vínculos y lazos de confianza.

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