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“El Señor perfeccionará aquello que se refiere a mí.

” (Salmos 138:8, Versión inglesa)

En el sufrir existe un misterio y un cierto poder sobrenatural, el cual nunca ha podido


ser penetrado por la razón humana. Nunca se ha oído de la gran santidad de un alma
que no haya pasado por grandes sufrimientos. Cuando el alma que sufre alcanza una
verdadera calma, cuando interiormente se complace en su propio sufrimiento y aún no
pide a Dios que le libre de él, entonces es cuando ha realizado su bendito ministerio;
entonces la paciencia obra con perfección; entonces la crucifixión empieza a tejerse en
una corona.

En este estado de sufrimiento perfecto es donde el Espíritu Santo obra muchas cosas
grandiosas en nuestras almas. En tal estado, toda nuestra existencia permanece en
calma bajo la protección de la mano de Dios; todas las facultades de nuestra mente,
nuestra alma y nuestro corazón al fin son conquistadas. Un reposo eterno se fija en
toda nuestra existencia; la lengua enmudece para muchas cosas y tiene muy pocas
palabras que decir. Para hacer preguntas a Dios; para decir “¿Por qué me has
desamparado?”

La imaginación para construir castillos en el aire o de cometer estupideces; la razón es


benigna y moderada; no tiene elección de otra cosa, sino el hacer la voluntad de Dios.
La afección por todas las cosas y criaturas se retira; está tan muerta, que nada puede
dañarle, nada puede ofenderle, nada puede obstaculizarle, nada puede entremeterse
en su camino; porque cualesquiera que sean las circunstancias, solamente busca a Dios
y el hacer Su voluntad, y siente la certeza de que todo lo que Dios hace en el universo,
bueno o malo, pasado o presente, trabaja juntamente para su bien.

¡Qué felicidad tan grande es el ser conquistado por completo! El perder nuestra propia
naturaleza, sabiduría, planes y deseos y que cada átomo de nuestra naturaleza sea
como la Galilea apacible bajo las pisadas omnipotentes de nuestro Jesús.

“Lo grandioso consiste en sufrir sin ser desalentado” – Francois de Fenelon.


“Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto.” (Lucas 9:10)

Con el fin de crecer en gracia, tenemos que pasar a solas mucho tiempo. No es en
sociedad donde el alma crece con vigor. En una sola hora de oración en silencio,
progresamos más que pasando muchos días en compañía con otros. “Donde el rocío
cae más fresco y el aire es más puro es en el desierto.” (Andrew Bonar).

“Ven aparte y descansa un poco. Sé que estás cansado de la opresión y apretones de


las multitudes. Limpia de tu frente el sudor y el polvo del trabajo, y en Mi fortaleza
apacible volverás a fortalecerte.”

“Ven a un lugar aparte de todo aquello que el mundo ama, para conversar de lo que el
mundo jamás ha conocido. Ven aquí, no a solas, sino Conmigo y con mi Padre.”

“Ven, cuéntame todo lo que has dicho y hecho, tus victorias y fracasos, tus esperanzas
y temores. Yo sé cuán difícilmente es ganar las almas. Mis coronas favoritas siempre
están mojadas con lágrimas.”

“Ven y descansa; el viaje es demasiado largo y puedes caer y sucumbir en el camino.


Aquí está el Pan de Vida para que puedas calmar toda tu hambre, y el vino del amor
para tu sed más profunda.”

“Entonces, una vez que seas fortalecido con la conversación con tu Señor, vuelve y
trabaja hasta que la luz del día alcance la noche. No des por perdido ni desperdiciado
el tiempo en que aprendes más acerca de tu Maestro y Su descanso en el cielo cuando
estás con Él.”

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