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En este estado de sufrimiento perfecto es donde el Espíritu Santo obra muchas cosas
grandiosas en nuestras almas. En tal estado, toda nuestra existencia permanece en
calma bajo la protección de la mano de Dios; todas las facultades de nuestra mente,
nuestra alma y nuestro corazón al fin son conquistadas. Un reposo eterno se fija en
toda nuestra existencia; la lengua enmudece para muchas cosas y tiene muy pocas
palabras que decir. Para hacer preguntas a Dios; para decir “¿Por qué me has
desamparado?”
¡Qué felicidad tan grande es el ser conquistado por completo! El perder nuestra propia
naturaleza, sabiduría, planes y deseos y que cada átomo de nuestra naturaleza sea
como la Galilea apacible bajo las pisadas omnipotentes de nuestro Jesús.
Con el fin de crecer en gracia, tenemos que pasar a solas mucho tiempo. No es en
sociedad donde el alma crece con vigor. En una sola hora de oración en silencio,
progresamos más que pasando muchos días en compañía con otros. “Donde el rocío
cae más fresco y el aire es más puro es en el desierto.” (Andrew Bonar).
“Ven a un lugar aparte de todo aquello que el mundo ama, para conversar de lo que el
mundo jamás ha conocido. Ven aquí, no a solas, sino Conmigo y con mi Padre.”
“Ven, cuéntame todo lo que has dicho y hecho, tus victorias y fracasos, tus esperanzas
y temores. Yo sé cuán difícilmente es ganar las almas. Mis coronas favoritas siempre
están mojadas con lágrimas.”
“Entonces, una vez que seas fortalecido con la conversación con tu Señor, vuelve y
trabaja hasta que la luz del día alcance la noche. No des por perdido ni desperdiciado
el tiempo en que aprendes más acerca de tu Maestro y Su descanso en el cielo cuando
estás con Él.”